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sert0122, 1402 PDFs viewer CAPITULO TL REFERENCIAS HISTORICAS DE LA REACCION SOCIAL Y SISTEMA CARCELARIO DE LA MUJER EN CHILE, EN EL DERECHO INDIANO YEN EL DERECHO PATRIO. "No hay veneno poor que el de la serpiente; no hay clea superior a lade la mujer Es prefrble vivir con un leén y un dragén, que habilar con une mujer mala ‘Toda malicia es breve comparada com la de una newer, for ser mas déites ds ta mente 1 del euerpo, no sonprende que se entreguen con mayor frecuencia a ‘clos de brujeria”. EL DERECHO INDIANO. Las leyes que se aplicaron en Chile Indiano fueron aquellas que integraron el derecho castellano, principalmente las Siete Partidas y el Fuero Juzgo, mas la Recopilaci6n de Indias, cuer- po legal que tenia prelacin sobre aquellas, segtin cédula real de 18 de mayo de 1680. En lo que respecta al derecho penal aplicable, también lo fue el castellano, en su prelacién normal de la ley I de Toro, con pequenas adiciones materiales (Avila y Martel, 1942, pags. 20 ss.) Este derecho, cuyo cuerpo originario eran las Siete Parti- das, pasaba por el tamiz del arbitrio de los tribunales y se trans- formaba en derecho jurisprudencial, Estas normas legales (Recopilacién) deberian regir por sobre cualquiera otra dispo- sicion, a excepcién de las cédulas u ordenanzas dadas a las Reales Audiencias en cuanto no fueren contrarias a ella, En Chile rigieron algunas formas de concrecién juridica como el derecho indigena, los actos acordados a la Audiencia, los bandos de presidente, las ordenanzas municipales y algunas cédulas especiales. De alguna importancia para los efectos de este estudio, citaremos las instrucciones para sustentar las cau sas criminales y para el funcionamiento de Ia Carcel de Santia- go y demés carceles del pais que reflejan el derecho penitenciario espanol (Avila y Martel, 1941, pag. 23). hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 ane sa1n0122, 14:02 PDFs viewer En la historia juridica de las Indias existié. un desprecio por la ley, un divorcio entre la norma escrita y Ia aplicada, entre el texto legal y la vida del derecho (Avila y Martel, 1941, pag. 7) Del estudio de los archivos judiciales de Chile Colonial, se corrobora lo expresado anteriormente. En efecto, en la di mica de los procesos seguidos ante los tribunales competentes de esa época, se formé tn derecho consuetudinari que corri6 en forma paralela al derecho escrito y que lo sobrepasé en importancia. Los delitos més frecuentes eran, en el mismo or den, el homicidio, el hurto, el robo, las injurias, las lesiones, el salteo, el abigeato, la culpa funcionaria, el desacato, la poliga- mia, el adulterio y el amancebamiento. En lo que concierne a las mujeres, de acuerdo a los anales hist6ricos de la época, los delitos mas frecuentes fueron el amancebamiento, el adulterio, la alcahueterfa y la prostituci6n. Las penas contempladas en el Derecho Indiano eran: la pena capital, cuyas formas mds comunes fueron la horca, la decapita- cion y el garrote.? Las penas corporales como las mutilaciones ¥ los azotes (esta tiltima de més frecuente aplicacién y que susti- tuia a la pena por homicidio), las marcas, el clavar las manos en la picota, las penas privativas de la libertad compuestas principal- mente por la pena de galeras, el presidio, los trabajos ptiblicos en minas y galeras, el destierro y extraiamiento del reino, de usual aplicacién (Avila y Martel, 1941, pags. 39-45). También encontramos las penas pecuniarias como multas, confiscacién total 0 parcial de bienes, reparacién del daio cau- sado, y no falt6 la pena del tormento. 1 :CUALES ERAN LAS PENAS APLICADAS A LAS MUJERES Y POR QUE DELITOS? 1. Amancebamiento La sanci6n aplicada al amancebamiento publico (conducta muy frecuente), si era con casado, fraile © clérigo, era la pena de TEL garrote consistia en el estrangulamiento por medio de se apretaba en torniquete. da que hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 ane sa1n0122, 14:02 PDFs viewer destierro por un aio y una multa de un marco de plata. Si volvia a cometer dicha conducia, se le aplicaba pena de mutta y doble destierro, y si se le comprobaba una tercera vez, no s6lo se le multaba sino que era castigada con cien azotes en piiblico, 12. Adulterio El adulterio se castigaba, de acuerdo a los cénones de la época, poniendo a disposicién del marido agraviado a ambos aduilteros para que éste hiciere lo que le pareciere, con tal que si matara a uno no perdonara la vida del otro. Asi, en el caso de haber sorprendido a la pareja en flagrante delito, podria darles muer- te, quedando impune esta conducta.’ Si el adtiltero es criado, huésped 0 amigo 0 persona que abuse de la confianza de la casa, el que comete adulterio con la mujer de esa casa, sera castigado con la pena capital. Como veremos, en la prictica estas penas no se aplicaron, sustituyéndolas por reclusion para la mujer o des- tierro para el hombre. Sin embargo, distinta concepci6n sobre la sanci6n que se debia aplicar en el adulterio que se consumaba con un hombre casado, la tenfa la autoridad eclesidstica.® La mujer adtiltera era castigada con azotes y posteriormente encerrada en un Monasterio de Duefias, perdiendo automidtica- mente su dote y arras, Después de dos anos y mediante perdén de su marido, podia volver a su casa marital. La permanencia en el Monasterio de Dueias se convertia en una prisién por vida, en caso que el marido muriera en ese lapso de tiempo, 0 no Ta perdonara. Distinta situacidn se presentaba cuando el marido Esta norm se mantuvo a Jo largo de nuestro ordenamiento juridico hasta fen que por Ley 11,183 se derogo esta disposici * Para fas autoridades eclesisticas de ka época, el adulterio con un hombre casado era mie grave. En una carta reservada que ef Vicario General det Obispa do de La Serena envio al Imtendente de la Provincia, expresaba en uno de sus acipites “Uno de los mayores males que necesitan de puntual remedio, es el adulterio... Soy de sentir que si alguna mujer priblica prostituta admite 70 libres, tl ver es digna de perdén, ¥ la que no, si admite a um casado, en virtud de los males que ocisiona debe ser quemada... Sia mi me correspondieran estas atribuciones o jurisdiecién, aplicarta esta pens, (cfr: Gabriel Salazar, Labradors, ‘peonesy polaris. Editorial Sur, 1985). 195% hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 ane sa1n0122, 14:02 PDFs viewer = [LAS MUTERES CONFINADAS, era el adtiltero. Aunque las leyes imponfan la pena de muerte al que adulterara con mujer casada, ninguna de ellas se referia explicitamente a la situacién del hombre casado que se mezcla con mujer viuda o soltera, por lo cual se le podfa imponer en este caso una multa de 10,000 maravedis, de acuerdo a la Reco- pilacién (5%, titulo 19, libro 8, Lavaggi, 1989, pags. 314.a 315). Del fondo de expedientes guardados en el archivo de la Real Audiencia hemos seleccionado un juicio por adulterio y amancebamiento contra Isidro Bravo y Petronila Rivas, iniciado por el marido de ésta, don Antonio Hernandez. Comprobado el hecho ilfcito, se condené a Bravo a un afo de destierro al puerto de Valparaiso, y a la Rivas, a 4 meses de rechusién en un monasterio de la ciudad, més un apercibimiento dirigido a am- bos para que “moderaran y atemperaran sus costumbres, abste- niéndose de cometer iguales delitos”, Posteriormente, por stiplica de la Rivas que se encontraba encinta, se sustituye la pena de reclusién en el monasterio, por una semana de ejerci- cios espirituales, y se exhorta al marido a vivir con “aquel amor y unin marital que corresponda sin que por su parte se dé lugar a desavenencias”. Como vemos, se reduijo su pena signifi- cativamente, no concordante con Ia legislacién pertinente, en atencion al estado de gravidez de la acusada, Esto corresponde ala concepcién de la época, que legitimaba una familia patria cal en Ta cual la esposa debfa someterse al marido debido a sty inferioridad natural, y por lo tanto no era responsable de lo que hacia. La menor criminalizaci6n se escudaba asi en una necesidad de supuesta proteccién de un sexo que no tiene la necesidad de razonar y de autodeterminarse y, en consecuencia, es juridi camente incapaz (Mavila, 1992, pags. 14 y ss.) La vieja doctrina de la potestad marital estaba implicita en estas concepciones penales y criminolégicas. El marido respon- dia por la transgresién de su mujer en la medida que en la vida social ésta le estaba subordinada. Al respecto recordemos que el delito de adulter dia acusarse por el marido y no por el juez de oficio. E]| profesor Dougnac recoge este incidente en su articulo sobre “Algunas manifestaciones del regalismo borbénico a fi- nes del siglo XVII. 0 s6lo po- hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 ane sa1n0122, 14:02 PDFs viewer Asi describe el proceso de adulterio Ilevado por el arquitec- to Toesca seguido con su cényuge doita Manuela Rebolledo, que dio lugar a tan bullada contienda de competencia entre la autoridad eclesidstica y la corona eypafiola de 1793, Acusada por su marido por adulterio, dofa Manuela fue enviada por éste a un Convento de Recogidas. Poco tiempo después, su marido “la perdona” y la recibe en su casa. Al parecer, dota Manuela Rebolledo volvié a las andanzas, por lo que el marido ofendido recurrié al obispo que era su sobrino, para que inter viniera poniendo fin a tan malvada costumbre. El obispo orde- na la reclusi6n de la adiiltera por 6 aos en el Convento, donde fue conducida sin conocimiento de su familia, lo que da motivo a que ésta interponga un recurso contra la autoridad eclesidsti- ca, El fiscal Joaquin Pérez de Uriondo alega el predominio de la jurisdicci6n real sobre cualquiera otra, incluyendo la domés- tica, En sus alegatos, Uriondo refuta los argumentos del mari do sobre la mujer, en los siguientes términos: guno puede vindicarse a sf mismo, y si el marido dimi- tiese por arbitrio propio a la mujer, él mismo se vindicaria... porque ninguno en una nueva causa puede ser actor y juez al mismo tiempo” (Dougnac, 1981, pag. 89). ‘Tras diversos incidentes, las partes logran un acuerdo dispo- niendo una reconciliacién de los cényuges, ordenandoles “una pacifica y tranquila union con la expresa recomendacién de separar la persona del co-reo y de cualquiera otra que pudiera presumirse cémplice en el mismo pasaje © pueblo para evitar asi toda sospecha del marido (Dougnac, 1981, pags. 80 y'ss.).. Fsta ideologia de la tutela se mantiene hasta nuestros dias y esto se expresa claramente en el trato que las leyes indianas dieron por ejemplo a los gitanos, negros, mestizos o cualquier otro grupo éinico diferente y especialmente si eran mujeres, a quienes se les estigmatizaba doblemente.!° Cabe aqui recordar lo expresado por Cervantes en su obra La Gitanila de Madrid: “Parece que los gitanos nacieron en este mundo para ser kidrones co- rrientes y molientos en todo ruedo: y las ganas de hurtar son en ellas-os, como. aceidentesirreparables que no se quitan ni con la muerte” hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 ene sa1n0122, 14:02 PDFs viewer Lo anteriormente sefialado no desdecia el contenido reli- gioso del derecho penal hispano, en el que el pecado y el delito eran casi la misma cosa. Por ello, la tipificacién de las conduetas delictivas y las penas aplicadas tenfan un claro fun- damento moral, en que el fuero familiar y el jurisdiccional se mezclaban. De alli el poder omnimodo del marido sobre su mujer y la valorizaci6n de la condueta transgresora como una violacién al modelo de virtud atribuida a la mujer por la Iglesia en esta sociedad (Mavila, 1992, pag. 5 EI papel determinante del hombre colocaba a las mujeres en tal sittacién de dependencia, que buscaban el matrimonio para obtener proteccién moral y fisica y, ademas, la considera- Gién social la dejaba al margen de posibles otros fallos y humi- Naciones. En la mayorfa de las veces, como hemos visto anteriormen- te, la mujer era juzgada por el marido, siendo él quien decidia su intemnaci6n en el convento, o el “perdén” por su delito, no participando el fuero jurisdiccional en su juzgamiento. Sin em- argo, distinta reaccidn sufrfa, como hemos visto, el vardn que transgredia el honor familiar, el que era objeto de sancione piiblicas y juzgado por las autoridades jurisdiccionales Por ello, las sentencias copiadas, extractadas del estudio referido, no exhiben fundamentos legales, en cambio abun- dan en consideraciones de orden ético y social y no desdenan los consejos y admoniciones para el arreglo de la vida de las, parte in embargo, este criterio no fue aplicable a las mujeres de pueblo, frente a las cuales en cualquier relacién de amanceba- miento o adulterio, la parte femenina fue considerada més cul- pable y, por lo tanto, acreedora a un castigo mayor. Asi fue como las autoridades modificaron la sancién al adulterio en el sentido de sancionar a la mujer “desmoralizadora”. La sancion, habitual en estos casos fue la deportacién de una de las partes (1820 en adelante), que coincidié con ser la socialmente mas abil La pena de deportacién se cumplia en casas de soldados 0 cuarteles situados en la zona de la frontera, 0 en plazas simila- res de la Araucania, situacién que continuaba atin en 1849 (Salazar, 1985, pag. 283) hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 ane sa1n0122, 14:02 PDFs viewer 1.3. Infanticidio y aborto El infanticidio era considerado como parricidio y en conse- cuencia castigado con pena de muerte, acorde a las Siete Parti- das y al propio Fuero Juzgo que prescribfa la ley de Talion, El aborto causado por la mujer mediante yerbas o manejos violentos, © por el marido o tercero que hiriera a la mujer prefiada a sabiendas, de suerte que la criatura muriera, era castigado con pena de muerte. Esta pena establecida en las Siete Partidas y tomada de la Ley de las Doce Tablas, no fue aplicada segin una investigacién del profesor Avila y Martel (Avila y Martel, 1941, pag. 82). LA. Incesto Para el incestuoso se debia aplicar la pena capital, y si era mujer debia ser azotada piiblicamente y recluida en un convent. El concepto de incesto era el de acceso carnal con pariente, por consanguinidad 0 afinidad dentro del cuarto grado, 0 con reli- giosa profesa, comadre o madrina, 0 una mujer con hombre de otra religion (LIT. 18, P. 7y 17, t. 20, L. 81 Recopilacién). 1.5, Alcahueteria La alcahueteria era sancionada con diversas penas, ast, Ia pri- mera vez era la vergiienza ptiblica y 10 afios de galeras, por segunda vez, 200 azotes y galeras perpetuas y por tercera vez, muerte por la horca, porque “los alcahuetes-as son infame Debido al rigor de estas penas, ellas se conmutaban, por cos- tumbre general, por la de azotes y salir emplumados-as con miel u otro ingrediente pegajoso 0 con sacarlos con coroza en que se vefan pintadas varias figuras alusivas a sus delitos. Lay Reales Audiencias estaban penetradas del espiritu ético de la legislacién indiana y en cumplimiento del reiterado en- cargo de corregir y castigar la relajacin de costumbres y vida licenciosa, Es evidente que en los fallos se observa una concien- cia paternal y tutelar, lo que se comprueba con la severidad con hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 me sa1n0122, 14:02 PDFs viewer que eran tratadas las mujeres que cometian actos contra Ta religi6n, Dios o la divinidad. L.6, Prostitucién Como consecuencia del sentido ético ya mencionado que sitvi6é de base a la sociedad colonial, se adoptaron diversas medidas para limitar la prostitucién y corregir a la mujer de la vida licenciosa y evitar la vagancia y el ocio (Saez, 1941, pag. 22). A pesar que la legislacién indiana reglament6 y autoriz6 en diversas oportunidades la prostitucién al estimularla como un mal necesario, se fundaron asilos o casas de recogida destina- dos al recogimiento de estas mujeres. Igualmente se interné a las mujeres acusadas de adulterio o malas costumbres en con- ventos de religiosas donde se les obligaba a Nevar una vida monéstica, medida que fue objetada por los obispos que “ex- presaban su dolor al ver puestas en conventos a mujeres tan escandalosas mezcladas con esposas de Jesucristo con riesgo de su perdiciGn” (Saez, 1941, pag. 26). La Recopilacién prohibfa las casas ptiblicas de prostitucién, ¥ ordenaba que “las prostitutas deberan ser sorprendidas don- dequiera que se hallen y encerrarlas en la Casa de Galeras por cl tiempo que parezca conveniente”. Al respecto Felipe IT dicté una serie de prohibiciones para las prostitutas, como no usar habitos de religion, ni caj6n, alfombras 0 tapetes en las Iglesias ni tener criadas menores de 40 altos, bajo la pena de destierro. amas y criadas (Avila y Martel, 1941, pig. 102). En los puestos de Arautco y Yumbel se fundaron recogimientos nocturnos don- de se acogian dichas mujeres. El objetivo fue la separacién de las meretrices, para lo cual en principio Tlevaban una vida con- templativa, aun cuando existfan trabajos de confeccién de ropa y tocuyo para hilado y tejido (Saez, 1941, pag. 27). Sin duda, la sociedad de la época no estaba estrueturada para una mujer independiente. La permanencia en solterfa dependia comple- tamente del padre, y s6lo abandonarfa el hogar bien para casar- se o bien para ingresar al convento. Por lo tanto, la mujer que permanecia soltera era un ser ajeno al sistema, un elemento marginal. En lenguaje de la época, dice Millar, era una mujer hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 ane sa1n0122, 14:02 PDFs viewer perdida, y en definitiva, una prostituta, Ello explica la prolifera- cién de casas de recogida y beaterios, que recibian a las muje- res que quedaban marginadas (Millar, 1998, pag. 366). En 1707, por Real Cédula de 10 de septiembre, se autoriza la creacion de una Casa para Mujeres de mal vivir que funcioné desde 1734 hasta 1810. LT. Hechiceria El delito mas frecuente por el que se acusaba a fas mujeres prefe- rentemente y éstas eran levadas a juicio, fue la hechiceria.'" La hechiceria fue considerada como delito en el Derecho Romano, a pesar de que ciertas pricticas magicas eran auspicia- das por los emperadores. Al parecer, todo dependia si eran politicas ptiblicas o privadas, siendo las primeras ilicitas. El cris- tianismo igualmente adopt6 una postura antimagica. En el aio 357, Constantino dicta una ley castigando con pena capital (es- pada) tales conductas. Especificamente en las Siete Partidas, se sancionaban las adivinanzas por agoreros, suerteros y hechiceros y “si se les probare tales pricticas les sera aplicada la pena de muerte”. La actitud de la Inquisicién fue de enérgica represién de tales pricticas hechiceriles; sin embargo, los jueces no aplicaron tor- mentos sino sanciones tales como abjuracién in levi, oir misa, -zav el rosario y comulgar periédicamente.!? Las penas aplica- das fueron: “salir en un acto de fe ptiblica o privada, en sambe- nito de media asta, con insignias de sortilegio, coroza y soga a la garganta, expuestas a la vergtienza publica, sacindolas por | Una explicacidin acerca de fa participacin de Tas mujeres en las prieticas hechiceriles nos la da René Millar. “En efecto las hechicerias no sslo constituian luna inmensa mayoria, sino quienes buseaban estos servicios también eran muje- res solteras 0 casas, pero lis solteras buscaban en estos servicios (9 a weces con in) una relacién mis permanente con un hombre buscando su pro- teccion, debido a la marginacion del sistema (cf. Millar, 1992, pag. 368) "8 La abjuracidn im euise imponia cuando existia la sospecha de que el reo. hhabfa cometido herejia y consista en que obligara a retractarse con un juramen- to, siempre que la sospecha fuera leve. hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 one sa1n0122, 14:02 PDFs viewer las calles montadas en un burro, desnudas de medio cuerpo y aplicacin de 200 azotes”. Por tiltimo, se le aplicaba la pena del destierro 0 trabajos en presidio, como el de Valdivia, y en el caso de las mujeres, haciéndolas trabajar en hospitales e institu ciones de caridad (Millar, 1992, pag. 218). EI 75% de los encausados por tales pricticas fueron muje- res mas bien j6venes, cuyo promedio de edad llegaba a 37 afos. Se trataba de mujeres solas, de baja condicién econdmica, pre- dominantemente de sectores inferiores de la poblacién de ori- gen mestizo, criollas, negras y mulatas. Es conocido el caso de la abuela de ta famos Quintrala, Marfa de Enzio, encausada por quiromancia y consulta de ritos hechiceros. La pena aplica- da fue leve debido a presiones de parientes, amigos y condicién social. Asi se le impuso la abjuraci6n in levi, multa y penitencias espirituales (Dougnac, 1981, pag. 106). Las mujeres de baja extraccidn social o las consideradas de raza inferior, eran env das al destierro por 10 aiios a Valdivia. Al efecto mencionamos el proceso de Marfa de Silva, mula- ta santiaguina condenada en 1737 por supersticiones y malefi- cios amatorios y hostiles ejecutados en forma de expreso pacto con el demonio, a abjurarse priblicamente, diez afios de presi- dio en Valdivia, 200 azotes, y pérdida de todos sus bienes y otras penas espirituales (Avila y Martel, 1941, pag. 71) Resulta ilustrativo citar al fraile Martin de Castaieda, que refleja la concepcién que sobre las mujeres se tenia: “Hay mas mujeres que hombres, porque Cristo las aparté de la adminis traci6n de sus sacramentos, €s por eso que el Demonio les da esta autoridad mas a ellas que @ ellos. Lo segundo, porque mas ligeramente son engafiadas por el Demonio, como parece por la primera que fue engarada, a quien el Demonio primero tuvo recurso que al varon. Lo tercero, porque son mais curiosas en saber y escudrifar las cosas ocultas y desean ser singulares en el saber, como su naturaleza se lo niegue. Lo cuarto, porque son mAs parleras que los hombres, y no guardan tanto secreto, ¢ assi se enseitan unas u otras, lo que no hacen tanto los hom- bres. Lo quinto, porque son subjetas a las iras e mas vengativas, © como tienen menos fuerzas por se vengan de alguna persona contra tienen enojo, procuran « pidem venganza a favor del Demonio” (Millar, 1992, pag. 224). hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 sone sert0122, 1402 PDFs viewer En la recopilacién sobre juicios penales hechos por Mezza- no, se sefalan las siguientes referencias sobre mujeres conde- nadas: 1) procesos; 2) En el siglo XVII, 4 mujeres de 43 casos, entre ellas una judia, dona Francisca de Castro, cuyo proceso por judaismo fue Nevado a Lima siendo condenada a la hoguera; 3) En el siglo XVIII, 9 mujeres de 43 casos, fueron procesa- das por bigamia, hechiceria, herejia y destierro (Mezzano, 1997). de un toral de 71 el siglo XVI, 4 mujeres por bigami: Cabe destacar la doble discriminacién suftida por estas mu- jeres marginadas por pertenecer a los sectores de bajos ingr sos, al no poder contraer matrimonio o ingresar a un convento, inicas alternativas “decentes” en esa sociedad, B. REGIMEN CARCELARIO DE, LAS MUJERES DELINCUENTES EN EL DERECHO PATRIO 1. ANTECEDENTES La instituci6n carcelaria como tal no fue concebida sino hasta el siglo XIX, Particularmente para las mujeres delincuentes s6lo se puede hablar de régimen penitenciario dirigido especifica- mente a su situaci6n en 1864," fecha en que la institucion del Buen Pastor se hizo cargo de la administracion y custodia de las carceles femeninas. Habiamos dicho que las carceles eran recintos de castigo cruel y espectacular donde se encerraban y aislaban con pre- sunto afin *regenerador” a hombres y mujeres delincuentes. Los presidios coloniales a fines de la administracién espanola carecian de organizacién y mando centralizado. Encerrar a va- gabundos, mendigos, delincuentes, mujeres de mala vida y lo- Cos, era su tarea regular (Leon, 1996, pags. 15 y EL decreto 953 de 17.10.1864, que eva la firma de don José Joaquin la direccién y cuidado de las mujeres procesadas y condeniadas, de fica a las Religiosas del Buen Pastor. hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 ne sert0122, 1402 PDFs viewer Los delincuentes varones, politicos y los mas peligrosos, eran enyiados a remotas regiones como la isla Juan Fernandez y el fuerte de Valdivia, donde los castigos fisicos y el uso de méto- dos violentos como el garrote, eran utilizados contra los delin- cuentes ¥ mujeres que solfan acompaiiarlos, En la época portaliana se crean los Presidios Ambulantes © Presidios de Carros, invencién que generaba una fuerza de trabajo para obras publicas. Afortunadamente su uso fue bre- ve, ya que se incorporan los sistemas en boga en esos tiem- pos (modelos de Filadelfia y Auburn). Asi en 1843 se aprueba él decreto que iniciarfa la etapa formal del sistema peniten- ciario chileno, con la adopcién del régimen penal de Au- burn. Los pilares del tratamiento para la enmienda de los delincuentes fueron el trabajo y la instruccion religiosa. Sin embargo, el régimen penitenciario s6lo se aplicé en Santia- go, credndose la Penitenciaria en Santiago en 1847, subsis- tiendo en el resto del pais las antiguas carceles locales que apilaban a hombres y mujeres sin la debida separacion por sexos, La escasez de fuentes de informacién sobre las muje- res en prisi6n, s6lo es comparable con la de los nifios meno- res, salvo voces aisladas que denuncian estas situaciones pidiendo a lo menos una arquitectura penitenciaria adecua- da para los dos sexos. Pero este régimen penitenciario instituido en base a la reclusién solitaria y trabajo en silencio, no satisfizo las ex- pectativas del Estado. Esta situacién, sumada a la falta de infraestructura que no permitia la separacién por sexos, las malas condiciones higiénicas, la promiscuidad, etc., obliga al Gobierno a buscar otras respuestas como la creacién de una Direccién General de Prisiones (1889), que organiza las es- tadisticas penitenciarias en la biisqueda de un sistema mas eficaz para el tratamiento de los delincuentes. Pero en el fondo, se mantuvo el mismo régimen basado en el trabajo y en la religin, principios que, como veremos mas adelante, cobraron singular importancia en las carceles de mujeres (Leén, 1996, pigs. 19 a 54) hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 vane sa1n0122, 14:02 PDFs viewer 2. CASA DE CORRE: JN DE MUJERES Habiamos sefialado en Ia introduccién de este trabajo las esca- sas ¢ inexistentes investigaciones sobre la situacién de las muje- res en sti paso por la prision. En Chile se hace mas patente esta situacién que, por lo demias, refleja las carencias que sobre el tema existen en Améri- ca Latina. Un esfuerzo importante y significativo lo constituye la tesis de Marfa Soledad Zarate sobre la Casa cle Correccién de Mujeres, maxime cuando incorpora la perspectiva de género, constituyéndose asi en pionera, tanto por el tema como por el planteamiento (cfr. Zarate, 1996) Anterior al perfodo que Zarate estudid (1860-1900) sélo encontramos referencias hist6ricas como el informe sobre la Casa de Correccién de Mujeres en Santiago que introduce ob- servaciones sobre el estado fisico y moral, una ocupaci6n, tra- bajo y método de vida de las presidiarias, moralidad, economia de la casa, rentas de que goza y observaciones generales (véase Anexo N? 2). La primera instituciGn destinada a las mujeres delincuentes fue la Casa de Correccién, que habia sido creada en 1726 y reestablecida a partir de 1824 (véase Anexo N° 3). Las Casas de Correccién estaban destinadas a funcionar en las cabeceras de departamentos y alojaban a detenidas, procesadas y condena- das, Su finalidad era *servir de correcci6n y ocupacién al sexo débil, que por falta de recursos se abandonan regularmente a excesos demasiado perjudiciales a la sociedad” (Alvarez y Peso, 1997, pag. 178). Ya en 1841, el Ministro Manuel Montt habia hecho presen- te una necesidad de reformar radicalmente esta instituci6n, por Io que dejara de ser un simple deposito de mujeres delin- Cuentes de todas clases, en el cual se vivia en Ia mas completa promiscuidad y en donde las reclusas sufrian una serie de tor- mentos fisicos que acababan por menoscabar su salud y no producfan su enmienda, Hacia 1856, la Casa de Correcci6n de Mujeres estaba dividi- da en 4 secciones destinadas a separar a las mujeres que habian cometido delitos graves, leves, hurto y prostitucién (véase Anexo N24). Al parecer, y segtin el informe de José Ignacio La hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 rane sa1n0122, 14:02 PDFs viewer habia condenadas a muerte @ quienes se les conmutaria esta pena por encierro solitario (Leén, 1996, pag. 137). El trata- miento, como lo deciamos anteriormente, estaba basado en el trabajo y la instruccién religiosa. El recinto carcelario era una unidad productiva, la que buscando una ttilidad para el susten- to de las reclusas, las hacia realizar diversas actividades que consistian en costuras, plegados de papel, trenzar totora, hilar lana y servir en la cocina “segtin sus aptitudes”. Las mujeres dormfan en promiscuidad en un poyo 0 banco de adobes “que los preservaba de la humedad”, no tenfan més ropa que la que Hevaban de la casa, puesto que no les daban colchones. “Se les proporcionaba 5 panes y 2 comidas diarias, carne 2 veces a la semana, los otros dias se le daban frijoles y en los otros tres restantes frangallo con papas, guatas 0 cochayu- yo” (Le6n, 1996, pig. 93). Los medios utilizados para su “moralizacién” eran la ins- truccién religiosa y las oraciones, pliticas y ejercicios espiritua- les, los que contribuian, a decir del redactor del informe, a disminuir la reincidencia (véase también Anexo N° 4). Li plina era severa; las faltas graves y leves eran castigadas, nada la racién de pan, a lavar los vasos inmundos por 8 a 15 dias y encerrarlas los domingos. Resultan de extremo interés las observaciones que recoge el informe citado, cuyo autor no. ha sido posible identificar, en el sentido que destaca dos males extremos, a saber: *a) El desaliento a que debe reducir a las detenidas la consideracién de que no obtendrén otro fruto de sus fati- gas mas que una mala comida, y b) que no hallando medio de satisfacer sus demas nece. sidades, ya esenciales ya ficticias, quedan reducidas a un estado desesperante de sumo influjo para contrariar el gran objeto de la reforma’. Propone ademis el informe que “el trabajo debe constituir en el aprendizaje de un arte o industria con el que puedan subsistir honestamente después que hayan salido del estableci- miento, para lo cual sugiere que el trabajo sea de varias formas © clases para que pueda clegir el que mejor se adapte a sus inclinaciones, aptitudes, fuerzas y atin caprichos (sic) si se quie- hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 vane sa1n0122, 14:02 PDFs viewer re, y de aquellas en que se ocupa la gente comtin de su sexo, como lavar, coser, aplanchar, preparar la comida” (ibidem pa- rrafo 19). Hacia 1864 habia en Santiago 150 mujeres procesadas, lo que reflejaba una proporcién de una mujer por cada 5 hom- bres en igual situacién procesal. Como la poblacién de Santia- go era a la fecha 115.000 habitantes, los individuos sujetos a proceso penal significaban un 2% de ella." Las entradas y sali- das registradas en la Circel Penitenciaria, Presidio y Carcel de Correccién de Mujeres en ese mismo aio, eran alrededor de 1,300, 1.421 y 487, respectivamente, registrandose una alta tasa de reincidencia. Fl tramo de edad donde se concentraba la mayor cantidad de delincuentes era entre 25 a 50 afios, encon- trindose 62 mujeres entre 50 y 80 aitos de edad. Autores de la época, como Galdamez y Vicufia Mackenna, afirmaban que aun- que las cifras de delincuencia femenina eran mas bajas compa- radas con las masculinas, la precocidad y la violencia criminal eran mayores, Senialaba Galdéme que la mujer era mas feroz que el hombre en la manifestacién de ideas malsanas, aunque as eran apreciaciones propias de la época, y que, lamentable mente, muchos textos modernos reproducen (Galdamez, 1903, pag. 28) El perfil de la mujer delincuente se configuraba de la si- guiente manera: a) estado civil: soltera (52%), casada (28.33%) y viuda (115%); b) profesin u oficio: costureras (30,17%), sirvientas (21,88%), ¥ ¢) educaci6n: analfabetas (80%) En los documentos de la época no se especifica claramente €l tipo de delitos que recibieron condena, sino s6lo aquellos que llegaban a proceso, No obstante, pareciera que la prostitt- cién, el escandalo, la vagancia, pendencias, robos, hurtos, ebrie~ dad © delitos contra el honor, eran los mas usuales WAnuatio Estadistien 1864, psig. 10! 'Anuario Fstadistico 1875, pag. XXIV. hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 ssne sa1n0122, 14:02 PDFs viewer 3, ADMINISTRACION DE LA CONGREGACION DEL BUEN Pastor Ya por esa época, la Congregacién del Buen Pastor se habia hecho cargo de la administracion de la Casa de Correccién de Santiago, y poco més tarde de la de Valparaiso, Se percibe una disminuciGn del ntimero de mujeres que ingresaban a ese re- cinto, pero puede deberse a uma alta rotacién de elas, 0 al hecho de que las mujeres que cometfan delitos en otras provin- cias del pais, cumplian las condenas respectivas en dichas re- giones (Talca y Valparaiso). Sin embargo, todavia subsistian carceles comunes para hombres y mujeres. El oficio mas frecuente en la cércel era el de costurera. En. 1886 se crearon talleres en Ios cuales se ensefiaban, ademas, oficios tradicionales como costura y encajeria, cartonaje, encua- dernaci6n, aparadura de calzado y horticultura. Seaala Zarate, al respecto, que por una vez se institucionaliza la necesidad de trabajo en los penales de mujeres, Io que se estima como una contribucién en la educacién de la mujer pobre, recogiendo las opiniones de la época, en el sentido que la mujer del pue blo no tiene en perspectiva més que un enlace feliz, la caridad © el crimen, como se consignaba en sesudos editoriales de los periddicos de entonces (Zarate, 1993, pig. 193). Sefalan Tas memorias del ministerio en esos afios, que las religiosas han demostrado su vigilancia y celo hacia las reclusas, sometiéndolas a un régimen conveniente y distribuido por edad ¥ delito, consagrindolas a trabajos manuales que den a la casa agin provecho, Sin embargo, el problema del espacio fisico, 1 local reducido con escasisimas habitaciones, hacian dificil reali- zar las mejoras solicitadas, Se creo también por esos aitos y bajo la direccién de las Religiosas del Buen Pastor, la Casa de Correccién de Mujeres de San Felipe y una nueva en Valparaiso. En 1883 se crea la Casa de Correccién de Mujeres en la ciudad de Talea y, al ato siguiente, la de Chillin, También en 1886 se crea una nueva casa en Concepeién. Es digno de destacar que las mujeres escapaban a la clasifi- cacién de los establecimientos penales en que los reos debian cumplir sus condenas separadamente, segtin lo disponian los hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 rene sa1n0122, 14:02 PDFs viewer articulos 86 y 87 del nuevo Cédigo Penal, ya que mientras en las casas de reclusién no se construyeran departamentos espe- ciales para ellas, deberian entre tanto cumplir sus penas, sean cuales fueren, en las Casas de Correccién. En 1892 se entrega a las mencionadas religiosas un nuevo establecimiento correccional en la ciudad de Los Angeles. En 1895 se destind a la Carcel de Mujeres de Santiago el patio y las dependencias que existian en el lado poniente del edificio que ocupaba la Casa de Correccién de Mujeres, pero manteniendo absoluta separacién entre las presas de uno y de otro establecimiento, Un dato de interés que aporta la Memoria del ato 1896, es que en ese aio servian ya en las diversas Casas de Correccién de Mujeres del pais, alrededor de 38 religiosas, Finalmente, en la Memoria Ministerial entregada en 1900, se indica que las diversas Casas de Correccién existentes a la época en la Reptiblica, no se encontraban en Ja mejor de las situaciones, ya que eran subvencionadas directamente por el Estado con recursos bastante escasos ¢ insuficientes para satisfa- cer sus funciones a cabalidad (Alvarez y Pesso, 1997, pag. 184). El trabajo penitenciario y la educacién basada principal- mente en la instruccién religiosa fueron las preocupaciones primordiales de las religiosas, Ya en 1886 se habfan creado en las Casas de Correccién de Mujeres existentes en el pais, talleres en los que se ensefiarian y practicarian diversas industrias manuales propias de las muje- res y, en especial, las de cesteria, encajeria, corte y confeccion de ropa para los establecimientos penales y de beneficenc cartonaje, aparadura de calzado y horticuluura. Para estos efec- tos, se hizo traer de Europa a religiosas o maestras competentes en estas artes. Para terminar este punto, podemos indicar respecto de Ta poblacién penal femenina en nuestro pais en los primeros aftos del presente siglo, eran 7.414 mujeres y las existentes en los mismos recintos hacia fines de 1908, eran 400 (Alvarez y Peso, 1997, pags. 188 y 189). En lo que se refiere a los regimenes penitenciarios aplica- dos, podemos indicar que durante los primeros aftos de la vida republicana de nuestro pais no existid lo que podriamos deno- hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 we sa1n0122, 14:02 PDFs viewer minar como sistema o régimen penitenciario propiamente tal, aplicado en las carceles 0 Casas de Correccién de Mujeres de Santiago, debido, entre muchas otras cosas, a la imposibilidad de aplicar alguno de estos regimenes en recintos que no cum- plian con los requisitos minimos de la arquitectura carcelaria, ¥ en los cuales se mantenia encerradas a las mujeres en forma promiscua, sin distincién alguna por la gravedad de los delitos cometidos o Ia peligrosidad de las delincuentes. Hay que destacar finalmente que Ia entrada de las religiosas en la direccién y administracién de los nuevos establecimientos carcelarios para mujeres, marcé una nueva etapa en el trata- miento de las reclusas. Las mencionadas monjas se preocuparon de dar a las reclu- sas un trato mas humano, proporciondndoles asistencia moral y religiosa, pero no por eso dejaron de lado el orden y la discipli- na, ya que el recinto se caracteriz6 en los aiios siguientes por funcionar en forma muy eficiente, regulindose en detalle cada aspecto de la vida diaria tanto de las reclusas como de los funcionarios que las atendfan. Sin embargo, la falta de un establecimiento apropiado im- pedia la aplicacién de un sano régimen de aislamiento en cel- das solitarias, debiendo mantenerse a las reas unidas segtin el tipo de delito que hubiesen cometido. Hacia fines del siglo pasado, la edificacion de nuevas Casas de Correccién en distintas ciudades de Chile y la remodelacién del establecimiento en que funcionaba la de Santiago, fue per mitiendo obtener la separacién individual de las reclusas en celdas independientes, permaneciendo éstas aisladas durante la noche y reunidas durante el dia para trabajar en los distintos talleres y recibir el alimento. hitpssebproxyuahurtado.ck217 1i#lsearchjursciction-CL/penal¥robotmartilotmueria/pswWWid/924758395 rene

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