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TEMA 5
DESARROLLO
TEMA 5 – DEL USO AL ABUSO DE LAS REDES SOCIALES | 3
ÍNDICE
APARTADO PÁGINAS
7. BIBLIOGRAFÍA ......................................................................................................................... 34
TEMA 5 – DEL USO AL ABUSO DE LAS REDES SOCIALES | 5
Los diferentes estudios indican que a nivel demográfico son las y los adolescentes y jóvenes
quienes tienen más apertura, acceso y usos problemáticos de las redes sociales, constituyendo
así un grupo de riesgo. Echeburúa y De Corral (2010) señalan que las y los jóvenes prefieren
internet y las redes sociales por la rapidez de respuesta, la interactividad y las múltiples
actividades que se pueden realizar con ellas. Las y los adolescentes buscan sensaciones nuevas,
y la familiaridad con las tecnologías, de gran plasticidad y adaptabilidad cubren muy bien sus
necesidades de autonomía e independencia predisponiéndolos a tener una actitud positiva
hacia las redes sociales.
El problema es que no es relevante para ellas y ellos si el modelo es positivo o negativo, sino
que el personaje sea popular, reciba aceptación y aprobación, y tenga fama (likes, por ejemplo).
Las y los adolescentes también buscan sentirse parte de la mayoría, por eso muchas y muchos
hacen lo que la mayoría hace, dicen lo que otras y otros iguales dicen, adoptan las formas del
grupo reduciendo su capacidad crítica, y lo social termina siendo el camino incuestionable por
el que hay que discurrir. En muchos casos, la sociedad sin quererlo, promueve jóvenes
alienadas/os que no son capaces de ser personas objetivas y críticas, ni son capaces de analizar
y reaccionar ante lo externo y mayoritario. Es importante detectar jóvenes que deciden y
planifican su proyecto de vida de forma activa y responsable para empoderarles y darles voz.
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https://www.lasexta.com/programas/salvados/mejores-momentos/una-joven-defiende-por-que-su-uso-de-
instagram-no-choca-con-el-feminismo-las-mujeres-podemos-mostrarnos-sexualizadas-y-a-la-vez-empoderadas-
video_201811185bf1d21c0cf2abe03a729e76.html
En un afán de ser parte del grupo, las redes sociales ya no solo son una necesidad de
comunicación y entretenimiento sino una cuestión de moda. Se utilizan por exceso, sin control,
muchas veces para cubrir necesidades o llenar carencias.
Las redes sociales se han convertido en aliadas de la población juvenil, hasta tal punto que
dejan de hacer actividades habituales como estudiar u otras cosas que antes les gustaban
dedicándoles un tiempo por encima de lo normal. Hay adolescentes que postergan o reducen
sus horas de sueño por entrar a las redes sociales, o peor aún, dejan de ir a sus actividades
programadas o no atienden sus clases por estar pendientes de las redes sociales.
Lo que en un primer momento pudo ser un uso, puede tornarse en abuso generando
problemáticas como las mencionadas en el párrafo anterior u otras como: aislamiento social,
déficit de autoestima y pérdidas de autocontrol.
En algunos casos, además, parece que hay ciertas características de personalidad o estados
emocionales que aumentan la vulnerabilidad psicológica a las adicciones con y/o sin sustancia:
la impulsividad, la disforia (estado anormal del ánimo vivido de manera desagradable y que se
caracteriza por oscilaciones frecuentes del humor); la intolerancia a los estímulos
displacenteros, tanto físicos (dolores, insomnio o fatiga) como psíquicos (disgustos,
preocupaciones o responsabilidades); y la búsqueda exagerada de emociones fuertes. Otras
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veces subyacen otras variables como una timidez excesiva, baja autoestima o rechazo de la
imagen corporal, por ejemplo, o un estilo de afrontamiento inadecuado ante las dificultades
cotidianas. A su vez, los problemas psiquiátricos previos (depresión, TDAH, fobia social, etc)
aumentan el riesgo de que un uso se convierta en un abuso y/o dependencia. Todos ellos
factores de riesgo que pueden aumentar la probabilidad de que puedan existir problemas en el
futuro con las tecnologías.
Además, no nos podemos olvidar de que la adolescencia es una etapa en la que se está
produciendo la maduración de la corteza prefrontal, de modo que el control ejecutivo, el
control emocional y el control del comportamiento social no pueden ejercerse de forma óptima,
provocando en ellas y ellos una gran inestabilidad, y por tanto, una especial vulnerabilidad tanto
para el control de su conducta como para el manejo de las influencias ambientales.
Según Ballesteros y Megías (2015) un riesgo a tener en cuenta se encuentra en que los
comportamientos adictivos se vuelven automáticos en las personas al encontrarse
emocionalmente ligadas al dispositivo, priorizando los “beneficios” inmediatos que le aportan
las tecnologías digitales sin ver los riesgos a los que se expone, tales como el aislamiento, el
bajo rendimiento, el desinterés por otros temas o actividades más acordes a su situación o
necesidades, los trastornos de conducta que puedan aparecer a largo plazo, el sedentarismo o
la obesidad, por ejemplo.
Según Echeburúa y Del Corral (2010) en muchas ocasiones, la adicción está unida o
fuertemente relacionada con unas ciertas características en la personalidad del adolescente,
como son una timidez excesiva, rechazo a la imagen corporal, baja autoestima o dificultades en
el afrontamiento de la realidad cotidiana. Además, los estados emocionales como la depresión
o la fobia social aumentan el riesgo de tener un uso problemático de las redes sociales.
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Las redes sociales son escenarios con un componente emocional rico que estimula la
comunicación y el diálogo, y su uso es positivo, siempre que no se deje de lado el resto de las
actividades propias de la vida normal de una o un adolescente (estudios, amistades, ocio,
tareas, etc.) y se utilicen con respeto y educación. Pertenecer a una era digital implica restarle
el tiempo que dedican a algunas actividades cotidianas, pero lo importante es complementar la
vida real con la vida virtual gestionando bien el tiempo y manteniendo un autocontrol ante el
uso de las redes sociales.
El uso desmedido y la falta de control y autorregulación han hecho que muchas personas
lleguen a estar obsesionadas con estar al día en las redes sociales (no parar de mirar el móvil
por si ha habido algún cambio, por ejemplo), se muestren incapaces de controlar su uso y
pongan en peligro sus estudios y sus relaciones sociales y familiares.
Sin embargo, existe aún una diferencia clara entre lo que sirve prioritariamente para hablar
y lo que se usa principalmente para compartir fotos o contenido multimedia, y los distintos
grupos de edad tienen sus preferencias por determinadas aplicaciones. Por ejemplo, las y los
más jóvenes utilizaban (hasta que desapareció) como principal red social, TuenTI, para pasar a
ser ahora Instagram la más utilizada.
Siguiendo con el estudio antes mencionado, casi un 40% de la muestra hace un uso
problemático de las redes sociales. Teniendo en cuenta que el abuso de estas redes sociales
suele coincidir con el abuso de mensajería instantánea (12,7% de la muestra estudiada), el
grado de interferencia con actividades de la vida diaria tiende a multiplicarse.
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En relación al uso/abuso del Móvil, el estudio indica que los síntomas de mal
funcionamiento prefrontal incrementan hasta un 10% las probabilidades de desarrollar un uso
problemático de Internet y que ser de sexo femenino las aumenta en un 237%. Además, a
mayor edad, el riesgo se incrementa en un 20%.
Cuando se estudia las frecuencias de respuesta las respuestas a las diferentes preguntas
según el sexo, algunas diferencias son muy significativas:
En la pregunta “En algunas épocas decido no conectarme para poder estudiar”, las
mujeres responden con mayor frecuencia a la opción “Muchas veces”.
En la pregunta “Mis padres me ponen normas sobre cuándo puedo estar conectado y
cuándo no”, los hombres responden con mayor frecuencia en las opciones “Algunas
veces” y “Muchas veces”.
En la pregunta “Me salto las normas que me ponen mis padres para conectarme”, los
hombres responden con mayor frecuencia en las opciones “Algunas veces” y “Muchas
veces”.
En la pregunta “Me relaciono con personas que sólo conozco online, sin haberlas visto
nunca en la vida real”, los hombres responden con mayor frecuencia en las opciones
“Algunas veces” y “Muchas veces”.
En la pregunta “Mis padres no saben para qué uso el móvil, la tablet o el ordenador en
realidad”, los hombres responden con mayor frecuencia en las opciones “Algunas veces”
y “Muchas veces”.
En la pregunta “Utilizo aplicaciones que mis padres no autorizarían”, los hombres
responden con mayor frecuencia en las opciones “Algunas veces” y “Muchas veces”.
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El control parental parece no ser muy efectivo, puesto que un 33% de la muestra del estudio
dice que la familia pone normas sobre el uso de las TIC, pero un 21% dice saltárselas, un 22%
usa el móvil a escondidas, un 32% afirma que sus padres/madres no tienen ni idea de para qué
usa sus dispositivos de conexión y un 29% dice aprovechar la noche hasta altas horas para
conectarse fuera del control familiar.
Estudios previos han encontrado que las familias de jóvenes con usos problemáticos de
Internet declaran una nula autoeficacia para detectar conductas de riesgo y situaciones de
abuso de las TIC, así como para imponer y hacer cumplir la normativa. Se han propuesto
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intervenciones breves para mejorar esa autoeficacia, con relativo éxito (Bleckmann, Rehbein,
Seidel y Mößle, 2014; Schatz, 2017).
Hablar de adicción a las redes sociales es objeto de controversia (no existe consenso en la
comunidad científica y el DSM-5 no la considera así, aunque es estudiada y tratada como tal por
un número importante de investigadores), por lo que es más prudente utilizar la expresión
“abuso” o “uso problemático”. Sin embargo, sí se pueden encontrar muchos aspectos comunes
con adicciones con sustancias cuando observamos a personas usuarias de comunidades
virtuales como Facebook, Twitter o Instagram que no pueden dejar de utilizarlas a pesar de los
problemas personales e interpersonales que puedan estar causándoles. Se encuentran
clínicamente mal si se les interrumpe el acceso a ellas o si hace tiempo que no se conectan.
Si una persona por distintas razones es incapaz de diversificar sus intereses y se concentra
exclusivamente en una única actividad, corre un gran riesgo de volverse adicta a esa conducta.
Lo que caracteriza a una adicción es la pérdida de control y la dependencia. El comportamiento
puede ir desde un deseo intenso hasta una auténtica obsesión (llevando a la persona a dejar de
hacer otras cosas), generando un enorme malestar si esa conducta no se lleva a cabo (síndrome
de abstinencia).
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Todas las conductas adictivas están controladas inicialmente por reforzadores positivos (la
conducta en sí misma produce placer), pero terminan por ser controladas por reforzadores
negativos (se hace la conducta para sentir alivio de la tensión emocional). Una persona que no
tiene problemas puede conectarse a las redes sociales por las utilidades que tiene o el placer
que le produce la conducta en sí misma, una persona con un uso problemático de las redes
sociales, lo hace buscando el alivio del malestar emocional que le produce no hacerlo o
intentando huir de la soledad o el nerviosismo.
Artículos neurocientíficos como los de Bill Davidow (2012) en The Atlantic indican que la
adicción a Internet, al igual que la adicción a los videojuegos (y podría ser trasladable a lo que
aportan las redes sociales, por ejemplo a través de los “likes” o el reconocimiento social recibido
en los diversos formatos), se forma mediante un “circuito de la compulsión”, que consiste en
que la persona inicia el juego, consigue el objetivo y es recompensado con nuevo contenido
descargable en línea, que lo hace desear seguir jugando para así reingresar al circuito. En
consecuencia, conseguir un objetivo o esperar una recompensa (como puede ser la obtención
de nuevos contenidos o más “likes”) tras completar una tarea, activa las neuronas de un área
llamada ventral tegmental que libera el neurotransmisor dopamina en los centros de placer del
cerebro. La liberación de esta hormona hace que la experiencia sea percibida como placentera
para la persona, de tal manera que pueda obsesionarse con “experiencias buscadoras de
placer” (de dopamina). Así, trasladado a el uso de las tecnologías, terminar desarrollando
conductas compulsivas como la necesidad de revisar constantemente el móvil en búsqueda de
nuevos mensajes o notificaciones, o de actualizar sus contenidos. Este tipo de conductas
producen cambios fisiológicos en el cerebro que implican alteraciones en el estado de ánimo y
la conciencia similares a un subidón propio de una droga estimulante.
Para algunas personas, el abuso a las redes sociales es tal que su privación puede causarles
síntomas de abstinencia claros como, por ejemplo, un humor depresivo, irritabilidad, e incluso
trastornos del sueño. Llegados a este punto, las y los jóvenes sienten una necesidad imperiosa
de conectarse a la red a costa de lo que sea.
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Una característica de todas las adicciones es la negación y ocultación del problema. Es difícil
que una persona adicta se considere como tal, y frecuentemente no reconoce su adicción o lo
hace en fases tardías.
Si encima hablamos de redes sociales, todavía es más complicado, contando con que es una
conducta muy bien vista socialmente hablando. Por lo que la negación del problema por parte
de la persona que está manteniendo una relación problemática con la red, se mantiene, a pesar
de pruebas claras como falta de rendimiento escolar, aislamiento social, mentiras constantes,
trastornos de sueño, etc; lo que complica la búsqueda de ayuda y el cambio de su estilo de vida.
Las y los adolescentes que pasan mucho tiempo en internet tienen más probabilidades de
desarrollar una depresión, a la vez que la depresión promueve el refugio en la Red debido al
aislamiento del mundo exterior (Echeburúa y Requesens, 2012).
Por ello, el abuso de las redes sociales virtuales puede facilitar el aislamiento, el bajo
rendimiento académico, el desinterés por otros temas y por el ocio activo, e incluso los
trastornos de conducta. En realidad, se puede generar un efecto “bola de nieve” extendiéndose
los problemas a todas las parcelas de la vida de la persona afectada (salud, familia, escuela y
relaciones sociales) supeditando su estilo de vida (Ver la noticia: No somos adictos al móvil,
somos dependientes de las redes sociales”).
https://www.lasexta.com/tecnologia-tecnoxplora/moviles/somos-adictos-movil-somos-dependientes-redes-
sociales_201803235abb140a0cf240aa71230712.html
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FACTORES RIESGOS
Factores personales
Se aprecia una relación negativa entre la autoestima y el uso de redes sociales (Lee y
Cheung, 2014) de tal modo que las y los adolescentes tendrán la preferencia por la interacción
social en línea como medida alternativa para regular el nivel de estrés o ansiedad social
producidos en las interacciones tradicionales. Se sienten mejor navegando en estos medios
digitales, ya que les aporta seguridad y confianza en sí mismas/os a diferencia del contexto
cotidiano. Esto mismo interpreta Eraslan-Capan (2015), quien considera la sensibilidad
interpersonal característica de cibernautas inseguras/os con sus vínculos sociales y, por ende,
con una baja autoestima.
Las y los adolescentes con ansiedad social alivian sus síntomas haciendo un tipo de
navegación pasiva en las redes sociales aumentando el tiempo que están en línea. Incluso,
Weidman y Levinson (2015) demuestran que los signos de ansiedad social de una persona en
su entorno cotidiano (vida social inactiva, baja intimidad emocional, distantes en el diálogo) se
propagan al contexto virtual. A largo plazo, Kim y Davis (2009) sostienen que el empleo de redes
sociales da lugar a un uso compulsivo de internet que puede desencadenar consecuencias
negativas si se da mayor importancia a las actividades de la Red que a las de la vida cotidiana.
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Factores familiares
Un análisis de la relación entre los estilos de apego y los comportamientos abusivos en línea
dan cuenta de una asociación entre ambas variables, es decir, el tipo de apego seguro se asoció
negativamente a los comportamientos abusivos (juego en línea, uso de internet y uso de redes
sociales) mientras que el estilo de apego ansioso y evitativo se relacionaron positivamente con
estos tipos de conductas (Monacis, de Palo, Griffiths, & Sinatra, 2017).
Factores sociales
El aislamiento social o las relaciones con un grupo de personas que abusan de las redes
sociales pueden ser factor de riesgo.
También se puede buscar en el mundo virtual, compensar las carencias que la persona
siente en el mundo real, que además se puede ver intensificado si el entorno familiar está poco
cohesionado y no sirve de refugio para la/el adolescente ni de contención.
De este modo, una/un adolescente con una personalidad vulnerable, poco unido a su familia
y con relaciones sociales pobres, está en una situación más de riesgo si las redes sociales cubren
necesidades no satisfechas y se encuentra en circunstancias de estrés o de vacío existencial.
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FACTORES DE PROTECCIÓN
Personales
Ya en el tema 2 se habló mucho de esta variable porque es fundamental para hacer un uso
adecuado de las redes sociales, ya que es un ingrediente fundamental para el equilibrio
emocional de una persona.
Parece que hay una relación estrecha entre el estilo atribucional, la autoestima y las
habilidades sociales. El estilo atribucional se refiere a las razones que da una persona a sus
éxitos y a sus fracasos. Así, una persona puede tener estrategias de atribución interna positiva
cuando habitualmente se atribuye a sí misma sus éxitos (por ejemplo: he aprobado porque he
estudiado) o muestra estrategias de atribución interna negativa cuando tiene una tendencia a
culpar del fracaso a su persona (por ejemplo: he suspendido porque soy un desastre). También
se pueden tener estrategias de atribución externa cuando lo que ocurre se atribuye a algo fuera
de la persona (por ejemplo: He suspendido porque el profesor me tiene manía).
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Otra habilidad personal que hace menos vulnerables a las y los adolescentes es la capacidad
para tomar decisiones y resolver problemas ya que implica el análisis de las dificultades desde
el autocontrol (pensar antes de actuar), el pensamiento crítico y el manejo de la presión de
grupo.
El control de las emociones y el afrontamiento adecuado del estrés también son factores de
protección por su implicación en el manejo de las conductas impulsivas. Las emociones son
reacciones humanas que hay que aprender a controlarlas con el fin de que no desemboquen en
conductas no deseables.
La ocupación del tiempo libre es clave en la adolescencia para evitar que pasen tantas horas
frente a las pantallas. Un ocio variado no solo les ayudará a mejorar su desarrollo personal y
cubrir su necesidad de sensaciones nuevas, sino que les cubrirá el aburrimiento que muchas y
muchos no saben gestionar y ocupan en sus habitaciones colgados a las redes sociales.
Familiares
Los riesgos más importantes del abuso de las redes sociales son los problemas asociados en
el corto y largo plazo en cuanto a rendimiento escolar, problemas disciplinarios, alteración del
desarrollo neurológico, socialización alternativa, futura implicación en otros comportamientos
adictivos, consecuencias para la salud mental, y otras posibles consecuencias.
Un estudio reciente de Turel y Bechara (2017) dio cuenta de la relación existente entre la
mala calidad del sueño, la impulsividad motora y el uso problemático de las redes sociales. A su
vez, un estudio transversal de estudiantes universitarios de pregrado en Latinoamérica,
demostró la existencia de una relación significativa entre la dependencia a Facebook y la mala
calidad del sueño (Wolniczak et al., 2013).
Los datos del estudio realizado por la Unidad de Investigación de Madrid Salud (Ayto. de
Madrid), el Instituto de Adicciones de Madrid Salud (Ayto. de Madrid) y la Cátedra para el
Desarrollo Social de la Universidad Camilo José Cela (2018) con una amplia muestra de
adolescentes con edades comprendidas entre los 15 y 16 años, no permiten afirmar que exista
algo que pueda denominarse “adicción” a las TIC, o a cualquiera de ellas por separado, pero sí
que se trata de un problema de importancia creciente con diversos riesgos.
En las redes sociales se pueden difundir contenidos ilícitos como mensajes racistas,
pornografía, apología del terrorismo, etc. Además de esto, las y los adolescentes pueden
acceder a contenidos violentos o de otra índole, incluso intercambiarse información de riesgo
como las relacionadas con conductas patológicas, como en el caso de la anorexia o la bulimia,
o la incitación al suicidio o a la unión a grupo extremistas (ya sean políticos o religiosos).
Todo este tipo de contenidos puede llegar a toda la población, pero las y los adolescentes,
por sus características, son un grupo de riesgo muy vulnerable.
Las y los adolescentes en mayor riesgo son aquellas/os que cuelgan datos personales en
internet, que han sido víctimas de acoso real en la escuela y que han intercambiado fotos o
vídeos personales con otras personas que han conocido a través de internet.
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El agresor suele fingir ser de la misma edad que la víctima y se muestra comprensivo con
sus problemáticas y necesidades con el fin de acercarse y ganar la confianza suficiente que les
pueda llevar a un encuentro o a la participación en actividades sexuales en línea. Son buenos
manipuladores, llegando a conseguir lo que se proponía en un primer momento. Una vez
logrado el propósito, podrá entrar en una dinámica de extorsión para mantener el control sobre
su víctima ya que la amenazará con hacer público el abuso incluso generando culpabilidad en
la propia adolescente.
Pérdida de identidad
En las redes sociales se puede crear una identidad falsa, basada en el autoengaño y la
fantasía, o de adoptar conductas exhibicionistas respecto a la esfera privada.
5. SEÑALES DE ALARMA
Una o un adolescente hace un uso positivo de las redes sociales y no hay motivos para la
preocupación, cuando se conecta para informarse, relacionarse y divertirse sin dejar de lado el
resto de las actividades propias de una vida normal (estudiar, hacer las actividades que le
gustan, dormir, salir, relacionarse con la familia y sus amistades, entre otras conductas).
Otra cosa es cuando el abuso provoca aislamiento, induce ansiedad cuando no está
conectado o no cuenta con posibilidad de estarlo en un largo tiempo, afecta a la autoestima y
le hace perder su capacidad de control.
Algunas señales de alarma que pueden llevar a pensar que el uso de las redes sociales ha
ido más allá y que no son más que una simple afición son:
Privarse de sueño por estar conectada/o (dedicar menos de cinco horas de sueño al día)
Inmediatez para conectarse a internet al llegar a casa, conectarse nada más levantarse
y que esta actividad sea lo último que hace antes de dormir, reduciendo el tiempo
dedicado a otras tareas cotidianas tales como comer, dormir, etc.
Síntomas de abstinencia como ansiedad, irritabilidad o tristeza ante la imposibilidad de
acceder a internet.
Descuidar o dejar de llevar a cabo otras actividades importantes como el contacto
familiar, los estudios, las relaciones con el grupo de iguales o el cuidado de su salud.
Pensar en la red social de manera constante, incluso cuando no se está conectada/o.
Sentir irritabilidad cuando la conexión falla o es lenta.
Intentar sin éxito limitar el tiempo de conexión.
Perder la noción del tiempo una vez conectada/o.
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En definitiva, un uso problemático de las redes sociales, o como muchos autores dirían, una
dependencia a las mismas, está ya instalada cuando hay un uso excesivo asociado a una pérdida
de control, aparecen síntomas de abstinencia (ansiedad, depresión, irritabilidad) ante la
imposibilidad temporal de acceder a la Red, se establece la tolerancia (es decir, la necesidad
creciente de aumentar el tiempo de conexión a internet para sentirse satisfecha/o) y se
producen repercusiones negativas en la vida cotidiana.
En estos casos, engancharse a una pantalla supone una focalización atencional, reduce la
actividad física, impide diversificar el tiempo y anula las posibilidades de interesarse por otros
temas. La persona muestra un ansia por las redes sociales y se produce un flujo de transrealidad
que recuerda la experiencia de las drogas (Greenfield, 2009; Griffiths, 2000).
En el caso de las redes sociales, la meta de la abstinencia resulta implanteable, las conductas
pueden ser descontroladas, pero hoy en día son necesarias para la vida cotidiana. Por tanto, el
objetivo debe centrarse en el reaprendizaje del control de la conducta. En una primera fase, en
el aprendizaje de respuestas de afrontamiento adecuadas ante las situaciones de riesgo (control
de estímulos, es decir, primeras semanas de abstinencia total); y en una segunda fase, en la
exposición programada a las situaciones de riesgo (exposición a los estímulos de manera
gradual y controlada por otra persona primero, luego a solas). Las exposiciones se harán por un
tiempo fijado (una hora al día, y para hacer una actividad concreta). Se trabajarán a la vez los
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pensamientos relacionados con el uso de las redes sociales. Este trabajo hasta que la persona
logra recuperar la capacidad de autocontrol que le dará confianza aumentando su expectativa
de éxito en el manejo futuro de la situación. En esta situación se tendrá que trabajar sobre la
prevención de recaídas, lo que implicará identificar las situaciones de riesgo y aprender
respuestas de afrontamiento y manejo de pensamientos (distorsiones cognitivas). A la par, es
muy probable que haya que trabajar otros aspectos de la vida de la persona, como la gestión
del tiempo libre y cambios en su estilo de vida. A continuación, exponemos ocho pautas para
un uso adecuado de las redes sociales1.
1. Las redes sociales son de interés para entretenerse y conectar con las y los
amigos, pero no para evitar el aburrimiento o para hacer frente a estados
emocionales negativos ni para sustituir relaciones “cara a cara”.
2. La comunicación en una red social no cuenta con garantía de confidencialidad,
por ello, hay ciertos temas de los que mejor no hablar, y datos personales que
es mejor no revelar.
3. Conviene establecer momentos concretos para entrar en la red social. Ponerse
“horarios”, no encerrarse.
4. El tiempo de conexión debe ser limitado. Ponerse un tope de tiempo no
superior a 1-2 horas al día.
5. Conectarse con un objetivo (por ejemplo: hablar con un/a amiga/o), no para
ver qué se encuentra.
6. Conectarse sin que interfiera con otras actividades programadas o con hábitos
de vida (comer, dormir, relacionarse con la familia, estudiar, salir).
7. La familia no debe utilizar las redes sociales o el uso de internet como premio
o castigo.
8. Las redes sociales pueden ser una afición más, complementar a otras, nunca
sustituirlas.
1
Fuente: Tabla adaptada del libro “Adicción a las redes sociales y nuevas tecnologías en niños y adolescentes”.
Echeburúa y Requesens (2012)
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La inestabilidad emocional puede llevar a una persona al uso descontrolado de las redes
sociales como refugio para sentirse mejor y aliviar el malestar sentido. Una mezcla de
emociones que deriva en un sentimiento de soledad y pérdida de confianza en las personas
cercanas generando una vulnerabilidad personal generalizada. Superar estos estados
emocionales negativos no es sencillo, y a veces recurrir a las redes sociales como válvula de
escape es una estrategia muy a mano.
El control de la ira
La ira es una emoción normal que todas las personas sienten. Todas y todos los adolescentes
pueden enfadarse, sobre todo cuando la situación no es justa. Pero esta emoción debe saberse
controlar para no generar malestar en una/o misma/o ni en las demás personas. A veces,
incluso, se puede ver adolescentes que presentan estados de irritabilidad generalizada,
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perturbando sus relaciones interpersonales y llevando al aislamiento social (esto se observa con
frecuencia en jóvenes con usos problemáticos de internet).
La irritabilidad se puede observar en las y los adolescentes porque con frecuencia expresan:
Acumulación de tensión (por conflictos con familia, instituto, amistades, etc.): En
lugar de resolverlo dialogando, se lo guarda.
Explosión: La tensión acumulada se descarga de forma incontrolada.
Arrepentimiento: La persona se da cuenta de que ha perdido el control y se siente
culpable, deseando que no vuelva a ocurrir.
Los factores que intervienen en la escala de la ira son los pensamientos “calientes”
(negativos que van “calentando” a la persona y que se dice a sí misma), las sensaciones del
cuerpo que nota cuando empieza a perder el control muy conectadas a los pensamientos (las
más habituales son tensión muscular, sudoración, labios y dientes cerrados, tono de voz alto,
respiración acelerada, ritmo cardiaco rápido) y los comportamientos furiosos (lo que hace
cuando tiene esos pensamientos calientes).
Algunas técnicas para canalizar la tensión (problemas, estrés, incluso tristeza) son:
Distracción del pensamiento: Consiste en no prestar atención a los pensamientos
calientes ni a las sensaciones corporales asociadas a la ira para que desaparezcan
con el tiempo. En paralelo es importante distraerse con otras actividades
(concentrarse en lo que pasa a su alrededor, hacer alguna actividad de cálculo
mental, cantar internamente, resolver crucigramas, hacer ejercicio físico, ejercicios
de respiración). Los ejercicios de respiración cuando están en situaciones con más
gente son muy útiles, y consisten en: aguantar la respiración, sin coger mucho aire,
y contar hasta 10; al llegar a 10, expulsar el aire y decirse la palabra “tranquila/o”; y
respirar en ciclos de 6 segundos (3 para coger aire y otros 3 para expulsarlo).
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El control de la ansiedad
La ansiedad es una respuesta emocional que protege a las personas de los peligros
existentes, alerta al organismo expresándose en forma de síntomas físicos (dificultades
respiratorias, aceleración del ritmo cardiaco, etc.) cuando la persona percibe (correcta o
incorrectamente) esos peligros.
Sin embargo, cuando la respuesta de ansiedad se pone en marcha ante situaciones que
realmente no son peligrosas, se trata entonces de una ansiedad patológica. En este caso, el
sistema nervioso activa de forma innecesaria los síntomas físicos del organismo ante
situaciones que no son objetivamente peligrosas generando sufrimiento y llevando a un
desgaste excesivo que deriva en una alteración en el funcionamiento físico y psicológico
enorme y un empeoramiento de la calidad de vida de la persona.
Acumular mucha ansiedad sin descargarla adecuadamente es muy negativo ya que activa
otras emociones y empeora todavía más la calidad de vida de la persona, buscando, en muchas
ocasiones, vías alternativas de riesgo para el alivio de este malestar.
MÚSCULOS INSTRUCCIONES
Cerrar, apretar y notar la tensión. Abrir, soltar poco a poco y distinguir las
Manos diferentes sensaciones entre tensión y relajación.
Frente Subir las cejas arrugando la frente, notar la tensión, soltar y relajar.
Piernas (2) Subirlas con las puntas de los pies estiradas; soltar y relajarlas.
2
Fuente: Tabla extraída del libro “Adicción a las redes sociales y nuevas tecnologías en niños y adolescentes”.
Echeburúa y Requesens (2012)
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entiendan que los pensamientos son construcciones que ellas/os hacen pero que no
son ley, que no son pruebas de la realidad.
Realizar actividades agradables: Aunque cuando se está triste no apetezca, es
obligado hacer actividades gratificantes ya que está relacionado con un estado de
ánimo adecuado y con una desconexión más sencilla de los pensamientos tristes.
https://www.youtube.com/watch?v=GUtMyb0R5lk
A partir de estas preguntas se inicia un debate sobre el uso/abuso de las redes sociales,
donde se podrá hablar sobre las horas que pasan conectadas/os, si son capaces de posponer el
revisarlas y contestar. Una opción interesante es proponer que hagan un registro diario de sus
conexiones a modo de análisis real, con el objetivo de poder visibilizar una conducta que quizás,
ni ellas/os están siendo conscientes de su exceso. En ese registro indicarán el tiempo que
dedican al uso de las redes sociales a lo largo de los siete días de la semana.
Tras este ejercicio se podrá reflexionar sobre el tiempo empleado, la necesidad (o no) de
regularlo con el fin de que no resulte perjudicial y de que no interfiera con la realización de
otras actividades importantes. Identificar que el tiempo empleado en internet no deja de lado
las relaciones humanas u otras actividades importantes para la/el adolescentes es algo que
debe ser analizado y trabajado de manera prioritaria. Para ello, se pueden utilizar analogías (por
ejemplo, cuando alguien quiere aprender una disciplina. Esto a priori no es malo, pero cuando
se convierte en una obsesión, hasta el punto de no dejar tiempo para nada dejando de lado
todo, y centrándose solo en el entrenamiento, puede perjudicar a la persona y convertirse en
un problema).
También es importante tratar con ellas y ellos los casos en los que se utilicen las redes (o el
móvil) como sustitutas al aburrimiento (ejemplo: “Me lo llevo a una fiesta donde me voy a
aburrir”) o a la timidez. De este modo se generarían dependencias psicológicas difíciles de
romper, ya que es más sencillo utilizar este recurso que esforzarse en ser amigable y tratar de
divertirse si ya se va con esa actitud de antemano.
Por último, el trabajo en grupos para elaborar pautas y medidas encaminadas a prevenir el
uso excesivo de las redes sociales dirigidas a chicas y chicos de su edad es interesante de cara al
compromiso futuro. Estas medidas contemplarían aspectos del tipo:
Márcate un horario de uso como lo haces para cualquier otra actividad.
No te obsesiones con conectarte todos los días. Los mensajes siguen ahí, tú eliges el
momento.
Controla el tiempo de conexión. No más de una hora seguida. Si lo necesitas, lleva un
registro (hora y tiempo de conexión)
Antes de conectarte, piensa para qué. No te enredes con cualquier cosa.
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Algo que hay que aprovechar al máximo porque no solo enriquecerá los proyectos, sino que
también aumentará la adhesión de las y los adolescentes a los mismos, es el potencial que
pueden aportar con sus propias creaciones. Ellas y ellos pueden crear contenidos preventivos a
través de actividades, muchas de ellas derivadas de concursos que se promueven desde
diferentes instituciones. Chicas y chicos pueden tener su propio espacio donde colgar sus cosas,
además, son expertas/os en redes, lo que sirven además de altavoz que atraerá a más
adolescentes, convirtiéndose en escaparate para el resto.
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