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Ejercicio y

osteoporosis
Trabajo de metodología de la investigación

Judit Gijón Apelio García Emilie Roujon

8 de abril 2016
ÍNTRODUCCIÓN

TÍTULO Pag 2

RESUMEN…………………………………………………………………………………………………………………………………….Pag 2

PALABRAS CLAVE Pag 2

INTRODUCCION………………………………………………………………………………………….………………………………..Pag 2

OBJETIVOS Pag 5

MATERIALES Y MÉTODOS………………………………………………………………………………….…………………………Pag 5

CONCLUSION Pag 12

DISCUSION………………………………………………………………………………………………………………………………….Pag 13

BIBLIOGRAFIA Pag 16
TÍTULO: Relación del ejercicio físico y la osteoporosis.

RESUMEN
Este trabajo de revisión bibliográfica fue propuesto con el objeto de actualizar la relación entre la posible prevención
y tratamiento con el deporte de esta enfermedad. Para lograrlo hemos consultado e investigado artículos y revistas
tomadas de internet que nos permitieron concluir que el ejercicio es un determinante importante en la prevención
de la enfermedad tanto en la población general como en individuos predispuestos a padecerla. La elección de los
estudios se determinó según las características de la actividad física que se estudia, agrupándolas en acuáticas, no
acuáticas, de alta intensidad, de baja intensidad, de impacto o de carga aislada. Así como factores específicos que se
analizan en el hueso sobre el que se realizaba el estudio.
Los resultados obtenidos mediante la medición con DXA respecto a la densidad mineral ósea de la zona lumbar y del
cuello del fémur del lado dominante. Mostraron que el deporte aeróbico de impacto genera un aumento de la
densidad mineral ósea sobre cuello femoral y columna lumbar, en comparación con los deportes sin impacto y la
ausencia de deporte. Los ejercicios acuáticos se alta intensidad produjeron un aumento del marcador de densidad
en trocánter femoral así como una disminución de la reabsorción ósea medido sobre mujeres postmenopáusicas que
habían realizado actividad física acuática mediante un entrenamiento denominado HydroOs.
Los ejercicios físicos en plataforma vibratoria mostraron un aumento de densidad ósea en fémur así como una
disminución del espacio trabecular del hueso medido sobre ovejas expuestas a la vibración durante un año a las que
se les realizó una autopsia tras su sacrificio. Y que el estímulo vibratorio de baja frecuencia inhibía la pérdida ósea en
columna y fémur en mujeres osteopenicas con bajo peso. Por otro lado, la actividad física de resistencia con fuerzas
de impacto es ligeramente beneficioso para el metabolismo del hueso en comparación con ejercicios de carga
aislada como levantamiento de pesos estudiado sobre mujeres postmenopáusicas tras 9 meses de ejercicios de bajo
y alto impacto. Por lo que podemos determinar que una actividad física de mayor o menor impacto genera un
aumento de densidad ósea especialmente en fémur y en columna lumbar.

PALABRA CLAVE: osteoporosis, deporte, prevención, tratamiento, ejercicios ,densidad ósea.

INTRODUCCIÓN

La osteoporosis es una disminución generalizada y progresiva de la densidad ósea, que produce debilidad
esquelética, aunque la proporción entre elementos orgánicos y minerales permanece inalterada. La tasa neta de
reabsorción ósea supera a la formación de hueso. Histológicamente existe una reducción del grosor cortical y del
número y tamaño de las trabéculas de hueso esponjoso. El pico máximo de masa ósea se alcanza en hombres y
mujeres hacia los treinta años donde el recambio óseo se estabiliza durante una década; a continuación se produce
una pérdida ósea neta de aproximadamente el 0,3 al 0,5 % por año, en la mujer menopáusica la pérdida acelerada
puede ser de 3 a 5 % por año en el transcurso de cinco a siete años. La relación de equilibrio entre osteoblastos
(células que forman la matriz del hueso y la mineralizan) y osteoclastos (células que producen resorción ósea) están
regulados por hormonas sistémicas, citocinas y otros factores locales (por ejemplo: hormona paratiroidea,
calcitonina, estrógenos y 25 hidroxivitamina D).
Dentro de la etiología de esta enfermedad, la deficiencia de estrógenos así como el aumento de citocinas están
relacionadas con una pérdida acelerada de masa ósea. La sobrecarga física tiende a aumentar la masa ósea, mientras
que la inmovilización aumenta su pérdida porque aumenta la diferencia entre la formación y reabsorción de hueso,
además al reducir las fuerzas mecánicas que se ejercen sobre el esqueleto, aumenta la tendencia a la pérdida de
masa ósea.

La obesidad se asocia con una masa ósea elevada. Y la ingesta insuficiente de calcio, fósforo y vitamina D se asocia
con pérdida ósea relacionada con la edad. Otros factores etiológicos importantes relacionados con la pérdida de
masa ósea son menarquia tardía, menopausia precoz, cafeína, abuso de alcohol y tabaco. También tiene un factor
genético importante.

La osteoporosis se clasifica en primaria y secundaria; dentro de la osteoporosis primaria encontramos a la idiopática;


infrecuente, que aparece en niños y adultos jóvenes de ambos sexos, también encontramos a la osteoporosis
posmenopáusica (Tipo 1) que aparece entre los 51 y 75 años de edad; donde la pérdida de estrógenos lleva a una
elevación de citocinas que producen activación de los osteoclastos llevando a un aumento de la resorción ósea.

La osteoporosis senil o involutiva (Tipo 2), también dentro de la primaria; está relacionada con el proceso de
envejecimiento normal, con un descenso gradual en el número y actividad de los osteoblastos; aparece de modo
característico en pacientes mayores de 60 años. Puede ser resultado de una reducción de vitamina D. La
osteoporosis secundaria representa menos del 5 % de los casos de osteoporosis; las causas incluyen enfermedad
endócrina (exceso de glucocorticoides, hiperparatiroidismo, hipogonadismo, diabetes), fármacos (glucocor- ticoides,
etanol, tabaco, barbitúricos) y otras causas diversas (inmovilización prolongada, insuficiencia renal crónica,
hepatopatía, síndrome de malabsorción ).

Los pacientes con osteoporosis pueden permanecer asintomáticos o presentar dolor en huesos y músculos. Pueden
producirse fracturas vertebrales por aplastamiento, traumatismos mínimos o espontáneamente. Las fracturas de
otra localización, habitualmente cadera o porción distal del radio (fractura de Colles) suelen estar producidas por
caídas principalmente en personas ancianas con alteración de la visión y coordinación, debilidad muscular, confusión
y uso de hipnóticos. Al laboratorio encontramos calcemia y fosfatemia normales; fosfatasa alcalina elevada si el
paciente ha sufrido una fractura en las últimas semanas. El 20 % de las mujeres posmenopáusicas con osteoporosis
tienen hipercalciuria significativa. La concentración de 25 hidroxivitamina D es baja con cierta frecuencia. Las
vértebras y otros huesos muestran un descenso de densidad radiográfica por pérdida de estructura trabecular, pero
ésta solo es detectable cuando la densidad ósea está descendida en al menos un 30 %. Para la determinación de la
densidad ósea se utiliza la densitometría, se utiliza principalmente en columna y extremo proximal de fémur.
La pérdida de masa ósea es un fenómeno insidioso que se establece de forma continuada a lo largo de muchos años.
Las consecuencias del proceso son irreversibles principalmente en lo que se refiere a las fracturas vertebrales y a la
propia pérdida de masa ósea.

Según los estudios parecidos a los nuestros (Fernandes et al. 2014), el ejercicio físico es un incentivo muy importante
para el tratamiento de la osteoporosis. Sin embargo, todavía no está claro del todo qué modalidad es mejor para
estimular el metabolismo de hueso y si estas actividades tienen relevancia en el tratamiento de la osteoporosis.

En este trabajo resumimos y actualizar los descubrimientos principales sobre los efectos de diferentes clases de
ejercicios acuáticos y impactos para el metabolismo de hueso. Así mismo analizamos la intensidad de dichos
deportes. La vibración mecánica mostró beneficios para la microarquitetura de hueso, aumentando la densidad y la
resistencia de hueso, además de mejorar la función física. A pesar de que los ejercicios de impacto son apropiados
para el estímulo del tejido óseo, otras variables, como la fuerza muscular, tipo de contracción, duración e intensidad
de los ejercicios, también producen cambios en el metabolismo de hueso. Con sus diferentes variables podemos
demostrar la importancia del deporte en la osteoporosis. Además de la acción sobre el hueso, las otras actividades
que pretenden incrementar la fuerza muscular y mejorar el propriocepción y el equilibrio corporal para la
prevención de las caídas y las fracturas. La indicación de mantener una actividad física constante, adecuada a las
posibilidades de cada paciente osteoporótico debe formar parte obligatoriamente de su tratamiento.

OBJETIVOS:

En este trabajo de revisión bibliográfica investigaremos literatura referida a la relación que existe entre la prevención
y tratamiento de la osteoporosis con el actividad física. Con el objetivo de actualizar las medidas de prevención y
terapias de esta enfermedad. Demostrando que mediante una actividad física se produce un aumento de la
densidad ósea y por tanto una disminución de las afecciones que se padecen en la enfermedad de la osteoporosis.

MATERIALES Y MÉTODOS
Para la realización de este trabajo se ha utilizado bibliografía clásica de Clínica Médica, también utilizamos internet
como puerta de entrada para revistas electrónicas y para buscadores como Pubmed cuya base de datos es MedLine.
Las páginas a las cuales ingresamos son: New England Journal Medical (http://www.nejm.com); British Medical
Journal (http://bmj.bmjjournals.com); Journal of the American Medical Association (http://www.jama-assn.org) y
Biblioteca Coch- rane (http://cochrane.bireme.br).

La metodología y materiales utilizados en cada uno de los artículos revisados aparecen descritos brevemente en los
resultados para así tener una guía clara de cómo se ha llegado a cada resultado según qué metodología.

También es importante destacar las distintas modalidades deportivas que van a aparecer en los resultados para
tener una idea clara de qué se habla. En primer lugar se expondrán los resultados relacionados con los deportes de
impacto, entendiendo estos en varias submodalidades (alto impacto como triple salto o salto de altura, impacto
desigual como fútbol y squash, alta magnitud como levantadores de peso, repetitivo de bajo impacto como carrera
de resistencia y repetitivo sin impacto como nadadores). Posteriormente se analizarán resultados tras el
sometimiento a ejercicios acuáticos. Después se analizarán resultados obtenidos en programas con
electroestimulación en plataforma vibratoria y finalmente se expondrán los resultados relacionados con ejercicios de
resistencia.

RESULTADOS

Los resultados que se han encontrado se separan en diferentes modalidades deportivas o de actividad para valorar si
hay diferencias entre ellas y ofrecen mayores o menores beneficios en cuanto a la densidad mineral ósea y su riesgo
asociado a fracturas y caídas.
En primer lugar se recaban los resultados referentes a deporte aeróbico de impacto donde, según Nikander et al.
(2009), se encuentra que los atletas de deportes aeróbicos sin impacto (ciclismo y natación) tienen a una menor
densidad mineral ósea en comparación con los atletas de deportes aeróbicos de impacto. A este resultado se llegó
de forma que se cogieron 91 mujeres atletas y 20 no atletas (grupo control) y se separaron según su actividad
deportiva en 5 grupos: Alto impacto, impacto desigual, alta magnitud, repetitivo de bajo impacto y repetitivo sin
impacto. Se midió con DXA la densidad mineral ósea de la zona lumbar y del cuello del fémur del lado dominante.

Las conclusiones se obtuvieron comparando el peso, la altura y la edad con respecto a la densidad mineral ósea
adecuada a estos factores en el cuello femoral y la columna lumbar. Así, entre atletas de alto impacto e impacto
desigual, la densidad mineral ósea en columna lumbar fue más alta que el 25% (p<0,001) y 15% (p=0,001)
respectivamente, con respecto al grupo control. En cuanto al cuello femoral, la densidad mineral ósea en estos dos
grupos fue mayor que el 30% (p<0,001) y el 20% (p<0,001) respectivamente, con respecto al grupo control (Fig. 1).

Figura 1: a) Diferencna en densidad mineral ósea correspondiendo por porcentaje de edad, peso y altura en la columna lumbar,
y b) área del cuello femoral entre grupos de ejercicios y el grupo control (0% indica el grupo control). Las barras indican la
diferencia y las líneas los intervalos de confianza al 95%. Si cero no está incluido en el intervalo de confianza, la diferencia es
estadisticamente significativa.

En otro estudio de Vélez (2008), se encontraron resultados similares al comparar corredores de edad avanzada con
controles sedentarios (de más de 65 años) y se demostró que los corredores tenían una significativa mayor densidad
mineral ósea total en el cuerpo. Para ello, se evaluaron 87 atletas (corredores y nadadores) con respecto a 87 no
atletas, todos mayores o iguales a 65 años. Se tomó la densidad mineral ósea en varios puntos óseos como lumbar,
cadera o 1/3 distal del radio y del cuerpo total.

Los resultados se obtuvieron ajustando al peso, altura y edad; y la densidad mineral ósea del cuerpo total resultó
algo ligeramente superior en corredores que en nadadores y significativamente superior que en grupo control. Entre
nadadores y controles no hubo diferencia.
La densidad mineral ósea total de cadera fue ligeramente superior en corredores que en nadadores. Los corredores
tuvieron un significativo aumento en densidad mineral ósea en el intertocánter de la cadera con respecto a
nadadores, pero no con respecto al grupo control.

La densidad mineral ósea en 1/3 distal del radio fue ligeramente superior en corredores frente a nadadores y al
grupo control. El índice de fuerza en el calcáneo fue significativamente mayor en corredores con respecto a
nadadores y grupo control. Por su parte, no hubo diferencia entre sexos salvo una significativamente menor
densidad mineral ósea en columna lumbar en hombres deportistas frente al grupo control de hombres (Fig. 2).

Tipo Atletas Control Diferecias por pares ajustados*


DMO (g/cm2) Corredores Nadadores

N 44 43 87
Cuerpo total 1.11+/- 0.13 1.10+/- 0.13 1.10+/- 0.13 0.05* 0.05** 0.00
Columna 1.00+/- 0.17 1.11+/- 0.20 1.11+/- 0.20 (-)0.012 (-)0.03 (-)0.02
Cadera
Cadera total 0.94+/- 0.16 0.95+/- 0.16 0.95+/- 0.15 0.06* 0.03 0.03
Cuello femoral 0.74+/- 0.13 0.77+/- 0.13 0.77+/- 0.13 0.03 0.02 (-)0.01
Trocánter 0.73+/- 0.15 0.74+/- 0.14 0.74+/- 0.14 0.04 0.04 (-)0.00
Intertrocánter 1.11+/- 0.19 1.12+/- 0.17 1.12+/- 0.17 0.08** 0.03 (-)0.03
1/3 distal del radio 0.72+/- 0.10 0.72+/- 0.10 0.72+/- 0.10 0.04* 0.04** 0.00
Ultrasonido 104.81+/- 22.95 94.71+/- 19.31 95.39+/- 2.25 0.83*** 0.69** (-)0.15

Resultados ajustados a edad y peso


DMO en g/cm2 excepto ultrasonido reportado con unidades de índice de rigidez (SI)
*0.05<p<0.10 diferencias por pares
**0.01<p<0.05 diferencias por pares
***p<0.01 diferencias por pares

Figura 2: Densidad mineral ósea y ultrasonidos de los participantes.

En cuanto a las actividades deportivas realizadas en medio acuático también se encontraron datos que tienden a un
efecto positivo en mujeres postmenopáusicas en relación a la formación de hueso.

Así según Moreira et al. (2013a), el programa de ejercicio acuático de alta intensidad de 24 semanas (HydrOS)
disminuye el número de caídas y mejora fuertemente los parámetros neuromusculares. Para ello se utilizó un
conjunto de 108 mujeres postmenopáusicas que fueron las que cumplieron el estudio en el que se hicieron dos
grupos. Uno de los grupos será el grupo control y no tendrá un ejercicio físico regular ni este será controlado
mientras que, por su parte, el grupo de ejercicio acuático será entrenado en piscina durante 24 semanas. Ambos
grupos tomarán suplemento de calcio y de vitamina D ya que algunas de las participantes son osteoporóticas y
necesitan la citada suplementación.

El entrenamiento acuático es un formato nuevo denominado HydrOS, diseñado para prevenir fracturas patológicas
por osteoporosis y caídas. Dicho programa está basado en ejercicios de fuerza y potencia muscular en el agua junto
con entrenamiento cardiorrespiratorio y un poco de estiramiento y equilibrio al final de las sesiones. Habrá 3
sesiones por semana de 50 a 60 minutos aproximadamente junto con un calentamiento previo durante 24 semanas.
Previo a las sesiones habrá además un periodo de adaptación a las actividades acuáticas.

Ante esta rutina, los resultados que se encuentran expresan una disminución en el número de caídas únicamente en
el grupo de ejercicio acuático (p< 0,001) y no en el grupo control (p< 0,0001) (Fig. 3).
Figura 3: Número y porcentaje de caídas en ambos grupos antes y después del estudio. AEG: Grupo de ejercicio acuático; CG:
Grupo control.

En otro artículo, Moreira et al. (2013b), demuestran que el programa de ejercicio acuático de alta intensidad
(HydrOS) aumentó el marcador de formación ósea (P1NP) y disminuyó el ratio del marcador de incremento de
resorción ósea (CTx) e impidió la pérdida ósea en el trocánter femoral.

Para su realización se cogió un conjunto de 108 mujeres postmenopáusicas fueron las que cumplieron el estudio en
el que se hicieron dos grupos. Uno de los grupos será el grupo control y no tendrá un ejercicio físico regular ni este
será controlado mientras que por su parte, el grupo de ejercicio acuático será entrenado en piscina durante 24
semanas. Ambos grupos tomarán suplemento de calcio y de vitamina D ya que algunas de las participantes son
osteoporóticas y necesitan la citada suplementación.

El entrenamiento acuático es un formato nuevo denominado HydrOS, diseñado para prevenir fracturas por
osteoporosis y caídas. Dicho programa está basado en ejercicios de fuerza y potencia muscular en el agua junto con
entrenamiento cardiorrespiratorio y un poco de estiramiento y equilibrio al final de las sesiones. Habrá 3 sesiones
por semana de 50 a 60 minutos aproximadamente junto con un calentamiento previo durante 24 semanas. Previo a
las sesiones habrá además un periodo de adaptación a las actividades acuáticas.

Se midieron muchas variables antes y después del periodo de entrenamiento/control y se mostraron los resultados.
Así se midió la densidad mineral ósea mediante DXA para apreciar diferencias y también la concentración de P1NP
que es el propéptido amino terminal de procolágeno tipo 1, es decir, un marcador de formación ósea.

Con todo esto, los resultados mostraron un aumento del citado marcador óseo (P1NP) en el grupo de ejercicio
acuático en comparación con el grupo control que no mostró diferencias (Fig. 4). Por otra parte, también se vio un
aumento de la densidad mineral ósea en el trocánter femoral en comparación con una disminución de la misma en
el grupo control (Fig. 5).
Figura 4: Variación en P1NP in ambos grupos, antes y después del estudio. Grupo de ejercicio acuático p=0,001; grupo control
p=0,904. Los grupos tuvieron una línea base similar y tras el tratamiento hubo un aumento significativo del 15.8% en P1nP solo
en el grupo de ejercicio acuático.

Figura 5: Comparación de densidad mineral ósea en trocánter femoral entre ambos grupos, antes y después del estudio. Grupo
de ejercicio acuático p=0,069; grupo control p=0,009.

Cambiando de actividad física, también se encontraron resultados en relación al ejercicio físico en plataforma
vibratoria. Según Rubin et al (2002); se observó que trabajo experimental con plataforma vibratoria puede ser
beneficioso para el hueso en cuanto a microarquitectura, mejorando la densidad ósea y la fuerza del hueso.

Para llegar a este resultado se utilizaron 18 ovejas hembras adultas de entre 60 y 80 Kg con una edad de entre 6 y 8
años y se asignaron al azar en dos grupos (grupo experimental y grupo control). Durante 20 minutos a diario durante
un año, colocaron las extremidades posteriores de las ovejas en una plataforma vibratoria con una vibración vertical
30 Hz. Tras un año exponiéndolos a la vibración se sacrificaron a los animales y les fueron extraídos biopsias de 1 cm
del cóndilo medial del fémur izquierdo.

Tras el análisis de los datos se observó que la mineralización ósea en el grupo experimental era mayor en un 10,6%
(p <0,05) más que en el grupo control. Respecto al número trabecular hallado en el hueso se observó un 8,3%
(p<0,03) más en el grupo control. El espaciado trabecular se vio reducido en el grupo experimental respecto al
control en un 11,3% (p < 0,01). Y el patrón de hueso trabecular (TBPf) se vio reducido en un 24,2% (p< 0,03) en el
grupo experimental respecto al grupo control (Fig. 6).
Estos resultados muestran que los estímulos mecánicos extremadamente bajos mejoran tanto la cantidad como la
calidad del hueso trabecular.

600 40

500 35
30
400
25
300 Control 20 Control
Experimental 15 Experimental
200
10
100
5
0 0
Rigidez Resistencia a la fractura

Figura 6: Mediciones de las propiedades físicas de los cubos de hueso mostraron diferencias significativas entre los animales de
control y experimentales, tanto en rigidez (aumento del 12,1%, izquierda) y resistencia a la ruptura (aumento del 26,7%, a la
derecha); p ⬍ 0,05 en ambos casos.

Del mismo modo, según Rubin et al. (2004), se demostró que el estímulo vibratorio en plataforma vibratoria de baja
frecuencia e intensidad (30 Hz, 0,2 g) inhibió la pérdida ósea en columna y fémur en mujeres osteopénicas con bajo
peso tras un año de tratamiento.

Para ello, la mitad de 70 de los sujetos fueron expuestos a vibración de corta duración (dos tratamientos de 10
minutos /día), de baja magnitud (2,0 m / s2 pico a pico) y a aceleraciones verticales de 30 Hz (vibración).
Mientras que la otra mitad se puso de pie durante el mismo tiempo en los dispositivos de placebo. DXA se utilizó
para medir la densidad ósea en la columna vertebral, la cadera, y el radio distal al inicio del estudio, durante 3, 6, y
12 meses. Cincuenta y seis mujeres completaron el tratamiento de 1 año.

Los resultados que se obtuvieron mostraron que los sujetos con placebo perdieron un 2,13% en el cuello femoral
más que el grupo experimental. En un año, el tratamiento se asoció con una ganancia de 0,04%, lo que refleja un
beneficio relativo del 2,17% con el tratamiento (p 0,06).
En la columna, la disminución de 1,6% que se observó en más de un año en el grupo de placebo se redujo a una
pérdida de 0,10% en el grupo experimental, lo que indica un beneficio relativo 1.5% de tratamiento (p 0,09) (Fig. 7).
% de cambio en densidad mineral ósea

Figura 7: Cambios en porcentaje de la densidad mineral ósea entre sujetos con entrenamiento en plataforma vibratoria con
respecto a grupo de entrenamiento placebo; separado en dos grupos, menores y mayores de 65 años.

Con respecto a los ejercicios de resistencia, se encontró según Wendy (2009) que la actividad física de resistencia
con fuerzas de impacto es ligeramente beneficioso para el metabolismo del hueso en comparación con ejercicios de
carga aislada como levantamiento de pesos.

Así se demuestra los cambios de densidad de mineral ósea y masa magra de mujeres postmenopáusicas en
respuesta a 9 meses de bajo impacto (por ejemplo, el levantamiento de pesos o remo) y de alto impacto (por
ejemplo, el paseo, el footing, la subida o bajada de escaleras). Esto se compara conun grupo de control sin ejercicio
(p<0,05) (Fig.8).

Figura 8: Cambios en porcentaje de la densidad mineral ósea y en masa magra (kg) entre grupo de levantamiento de peso y
remo, grupo de andar, trotar y uso de escaleras y grupo control.
Por otro lado, según Howe et al. (2011), para miembros inferiores se genera una mayor densidad ósea en el cuello
femoral con entrenamiento de resistencia de alta intensidad sin impacto.

Para ello, 4.320 participantes cumplieron los criterios de inclusión. Las intervenciones con el tipo de ejercicio más
efectivo sobre la densidad mineral ósea (DMO) para el cuello del fémur parecen ser los ejercicios de fuerza intensa
sin peso como el entrenamiento progresivo de fuerza de resistencia para los miembros inferiores (DM 1,03; intervalo
de confianza [IC] del 95%: 0,24 a 1,82). Las intervenciones más efectivas para la DMO de la columna fueron los
programas de ejercicios de combinación (DM 3,22; IC del 95%: 1,80 a 4,64) en comparación con los grupos control.
Las fracturas y las caídas se informaron como eventos adversos en algunos estudios. (2)

Los resultados sugieren un relativamente pequeño estadísticamente significativo, pero posiblemente importante, el
efecto de ejercicio sobre la densidad de hueso comparada con grupos de control. El ejercicio tiene el potencial para
ser un modo seguro y eficaz de apartar la pérdida de hueso en mujeres postmenopáusicas.

Según Zehnacker y Bemis Doicherty (2007) siguiendo que el entrenamiento de resistencia de media a alta intensidad
(3-4 series de 8-12 repeticiones, 2 o 3 veces a la semana) se puede mantener o mejorar la densidad ósea en cadera y
fémur.

Una búsqueda automatizada del MEDLINE, CINAHL, EMBASE, PEDRO, y bases de datos de Cita de Ciencia fue
conducida para el período 1990 a febrero de 2005. La búsqueda fue realizada usando búsquedas de palabra clave
inglesas únicamente de lengua que usan la RED llama la osteoporosis postmenopáusica, el ejercicio, la educación (el
entrenamiento) de peso, y la densidad de mineral de hueso. Un total de 20 artículos críticamente fue evaluado para
la calidad de un estudio de la intervención que usa los criterios desarrollados por MacDermid. Pidieron a un experto
sobre el asunto repasar la lista de artículos para omisiones.

La revisión de pruebas reveladas para apoyar la eficacia de peso que entrena ejercicios aumentan la densidad
mineral ósea en mujeres postmenopáusicas. Los aumentos de densidad mineral ósea eran específicos de sitio y
requirieron la que alta carga por una intensidad que se entrena del 70 % al 90 % de 1 RM para 8 a 12 repeticiones de
2 a 3 juegos realizará más de una duración de año.

CONCLUSIÓN

Las actividades físicas estudiadas demuestran por tanto que un deporte de alto impacto y de impacto desigual;
tienen una influencia positiva sobre la densidad ósea. En cuanto a ejercicios de resistencia; cabe destacar un notable
cambio en la densidad ósea del hueso cuando se realizan actividades físicas que requieren ciertas fuerzas de
impacto; más que ante actividades físicas en las que únicamente se realizan ejercicios de carga aislada como son el
levantamiento de pesas.

Siendo el peso, altura y edad factores que alteran la densidad ósea tanto a nivel de espacio trabecular como de
densidad ósea y de factores regenerativos del propio hueso. También cabe destacar la diferencia hormonal que se
muestra en mujeres postmenopáusicas. Tal y como se explica en la introducción de éste trabajo; ya que el número
de hormonas tiene una gran interacción en la densidad ósea así como en la remodelación del propio hueso.
DISCUSIÓN

Los resultados obtenidos parece que están de acuerdo con la bibliografía consultada en cuanto a que la actividad
física y, más en concreto, el ejercicio físico dirigido, sobre todo el de alto impacto, lleva a un aumento de la densidad
mineral ósea en diferentes partes primordiales del esqueleto humano como son la columna, especialmente lumbar,
el radio y la cadera, especialmente el cuello femoral. Hay gran cantidad de estudios, aparte de los reportados en esta
revisión, que hacen referencia a estas mejoras, al menos a corto plazo; y esto es así debido a la gran importancia e
impacto que tienen estos datos en relación con la sanidad. Hoy en día la osteopenia y osteoporosis es conocida por
todos y sobretodo su afectación en las mujeres tras la retirada de su periodo menstrual. Así aparece una gran
debilidad del hueso que se transforma en caídas frecuentes por inestabilidad ósea y consecuentemente en fracturas,
sobretodo de cadera, que tienen un alto coste para el sistema sanitario así como de la salud en general.

Aparte de las caídas y fracturas en sí, se puede contribuir a generar un problema en cadena, ya que el tiempo de
recuperación tras las operaciones de remodelación ósea junto con la edad típica a las que se producen (más de 50
años) conlleva en muchas ocasiones a otros problemas derivados como señala González-Montalvo, Alarcón y
Hormigo (2011), destacando problemas y muertes asociadas por enfermedades respiratorias, cardiovasculares y
cáncer. También pueden darse sepsis, insuficiencias renales y hemorragias digestivas de forma más ocasional.

Pero si aceptamos que el ejercicio físico lleva a una mejora de la salud ósea de forma tanto preventiva como
recuperadora, es importante que se tengan en cuenta algunas pautas para no incurrir en errores que conlleven
mayor dolor o aumento del número de lesiones, lo que con el programa se pretende evitar. Así se tendrá mucho
cuidado con el planteamiento de ejercicio llevado a cabo y se deberá recurrir a un profesional del deporte y la
actividad física que someterá al sujeto a un progresivo y adecuado entrenamiento individual y, basado en
parámetros propios para conseguir la máxima mejora en lo que a salud ósea y general se refiere, sin correr riesgos
innecesarios que pudieran provocar un empeoramiento o lesión del sujeto.

Con respecto a estos parámetros indicados, (Gómez-Bruton et al., 2013) se nos indica que toda prescripción de
ejercicio con el objetivo aumentar la masa ósea debe tener en consideración algunos factores como son:

1. Edad y sexo del sujeto: En la edad prepuberal y adultos jóvenes, las diferencias por sexo no son importantes,
pero a medida que se envejece, la literatura sugiere que las mujeres deben entrenar a mayores intensidades
que los hombres para mejorar la masa ósea, siempre con un rango de seguridad para evitas lesiones.
2. Elección y orden de ejercicios: Como la adaptación ósea es limitada en las regiones trabajadas, el ejercicio
debe ser elegido de forma específica para sitios de relevancia clínica como la zona lumbar y torácica en la
columna, la cadera, y especialmente en las zonas del trocánter mayor, intertrocánter y cuello femoral. La
forma más fácil y segura de trabajar estas regiones es usando el levantamiento de pesas con ejercicios como:
press de piernas, extensión de pierna, curl de pierna, sentadillas, cargas en extensores de la espalda, y
algunos ejercicios de hombro y brazo.
Si no hay contraindicación, el programa de ejercicios debe incluir ejercicios de impacto como saltar, trotar,
subir escaleras y esprintar. Los ejercicios de impacto deben incrementarse progresivamente hasta el máximo
esfuerzo posible según las capacidades específicas del sujeto. El tipo de ejercicios de impacto incluidos en un
programa debe ser apropiado para la edad del participante, intentando mantener el riesgo de caídas tan
bajo como sea posible en la vejez. Debe tenerse en cuenta que el potencial osteogénico en ejercicios de
saltos es reducido en mujeres postmenopáusicas pero que éstas responden bien al entrenamiento de fuerza.
3. Intensidad: Para aumentar la masa ósea el umbral de intensidad debe ser alcanzado. Este nivel no está
inequívocamente establecido y deber variar según cada sujeto, probablemente siendo menor en sujetos con
reducida masa ósea. La mayoría de los programas de entrenamiento de fuerza que muestran efectos
positivos en cuanto a masa ósea han usado intensidades entre el 70 y 90% del 1RM (1 repetición máxima),
siempre siguiendo una progresión adecuada desde menores a mayores intensidades.
4. Frecuencia: La mayoría de los estudios con resultados positivos usaban 2 ó 3 días de entrenamiento por
semana. Además, buenas respuestas con sesiones de ejercicios de salto llegaron a 6 días de entrenamiento
por semana. Ejercicio de resistencia con levantamiento de pesas (30 a 60 minutos) puede ser practicado de 3
a 5 veces o incluso diariamente por semana, dependiendo de la experiencia y tolerancia al entrenamiento.
5. Volumen: En programas de levantamiento de pesas, los grupos de músculos más grandes de las
extremidades superiores e inferiores deben ser entrenados de un modo armónico, sin crear desequilibrios
entre agonistas y antagonistas. El número de repeticiones por ejercicio debe ser cercano al máximo que se
pueda conseguir con una carga de 2 ó 3 series completas con 1 a 3 minutos de recuperación entre series.
Con respecto al entrenamiento de alto impacto, no hay consenso en la literatura sobre el número de saltos
que deben ser realizados, pero dependiendo de la tolerancia del sujeto, 50 a 100 saltos deben realizarse por
entrenamiento diario. El entrenamiento de fuerza y alto impacto puede tener efectos sumatorios en algunos
sujetos.
6. Velocidad del movimiento: A pesar de que una progresión desde media hasta alta velocidad está defendida
como inicio de un programa de entrenamiento, tan pronto como los sujetos son capaces de llevar a cabo el
ejercicio de manera segura, como por ejemplo con ejecución biomecánica adecuada, los movimientos deben
ser realizados centrándose en la consecución de la máxima velocidad de ejecución posible. Se espera que las
contracciones musculares explosivas conlleven a un mayor estímulo osteogénico.

Por otro lado, parece que todas las recomendaciones, artículos y estudios citados en la bibliografía así los resultados
obtenidos están encaminados a conseguir unos parámetros de mayor crecimiento óseo mediante ejercicios de
mayor impacto, velocidad, fuerza y potencia. Así los ejercicios de trote, carrera, salto, levantamiento de pesas (con
cargas grandes: aumentan la potencia e hipertrofia muscular) de modo que los deportes donde se mezclen estas
variantes son los más beneficiosos en cuanto a valor osteogénico.

Pero bien es verdad, que ejercicios de un menor impacto y fuerza, incluso sin impacto, como plataforma vibratoria,
natación o ciclismo así como caminar, suponen una mejor tasa de densidad ósea en comparación con grupos
sedentarios con las mismas características. Resulta más beneficioso realizar algún tipo de actividad física aunque sea
de bajo impacto e intensidad para al menos mantener la tasa de densidad mineral ósea o mejorarla mínimamente.
Aunque se ha demostrado eficientemente que no es la manera más eficaz de prevenir caídas, fracturas y riesgos
asociados con la osteopenia y osteoporosis.

La elección del estilo de vida dependerá del individuo pero ante petición de información o prescripción de ejercicio
en casos de osteoporosis como en casos de prevención y salud general, se ha de tener en cuenta los datos que arroja
la literatura científica para así contribuir a la mejor de la salud general de los pacientes e, indirectamente, el impacto
tan positivo que se provoca en el sistema sanitario global.
A pesar de todo esto y de la gran colección de literatura científica que existe en relación al tema, el asunto no se da
por concluido y también existen estudios que parecen indicar la ineficacia del ejercicio físico en cuanto al aumento
de densidad mineral ósea a largo plazo. Así lo indica Turner (1998), donde habla de una posible adaptación en
cuanto al mecanismo de osteogénesis, lo que provocaría un plató en el desarrollo óseo que revertiría las mejoras
obtenidas con el estímulo mecánico del ejercicio físico. Esta teoría explicaría la incapacidad de aumentar más el
ejercicio físico al llegar a un límite que no se puede superar y en el que no se provoque un impacto capaz de lograr
una osteogénesis suficiente. Todo esto debe ser revisado y analizado con estudios longitudinales de varios años de
duración para poder concluir algo de forma definitiva acerca del beneficio y durabilidad del ejercicio físico regular y
sus tipos con respecto a la osteoporosis, su prevención y su tratamiento.
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