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EN EL AULA
José Luis Medina
Lectura obligatoria
UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN SIMÓN
ESCUELA UNIVERSITARIA DE POSGRADO
DIPLOMADO EN EDUCACIÓN SUPERIOR BASADA EN COMPETENCIAS
Planificación en el aula
Fuente: José Luis Medina
1. Planificación y educación
La actividad de programar o planificar la enseñanza universitaria hace referencia al
proceso de diseñar y dar forma a las actividades que se van a realizar en un futuro
inmediato. Una primera aproximación a la noción de planificación sería entenderla
como el diseño de la acción formativa educativa. Diseñar significa plasmar en un
proyecto nuestras previsiones, intenciones y metas y los modos de alcanzarlas.
Nótese que toda acción de diseñar implica la construcción de un croquis, proyecto o
boceto en el que se especifica una idea, proceso o figura que representa una realidad
y que sirve como guía a la acción futura. La realidad esperada queda representada
en el diseño previo.
El boceto de una escultura anuncia lo que esta será en cuanto a tamaño, elementos
que la componen, el estilo, entre otras; el plano de una máquina anticipa y describe
lo que ésta será: elementos y materiales que la constituyen, tamaño y forma. En
ambos casos la función del diseño es la de guiar y orientar una actividad cuya
finalidad es la de hacer realidad el proyecto. Sin embargo, el grado en que ambos
proyectos determinan y preconfiguran la realidad resultante es diferente: la
escultura se parecerá menos al boceto que la máquina al plano. El artista, durante la
materialización del proyecto, irá introduciendo una serie de variaciones en el diseño
original que responden a contingencias contextuales que son imprevisibles como,
por ejemplo, los momentos de inspiración del autor. Por el contrario los operarios
que construyen la máquina se atendrán estrechamente a las especificaciones del
plano y no se permitirán licencias de interpretación. La planificación educativa se
parece más a la metáfora del artista.
La planificación es un acto que pertenece de suyo a la razón y que se realiza en
múltiples ámbitos de la acción humana. Pero el diseño en campos concretos variará
en función de la naturaleza de los fenómenos de que se trate y el tipo de conocimiento
en el que se apoye. La naturaleza social e histórica del fenómeno educativo lo dota
de una particular complejidad, singularidad, incertidumbre y ambigüedad, es un
hecho siempre singular, abierto a la cuestión del sentido y cargado de significación:
no puede determinarse ni preconfigurarse previamente en todos sus
matices.
2. Las diferencias de planificar en Ciencias Naturales y Sociales
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1El adjetivo discente,según la RAE, tiene dos acepciones: Dicho de una persona que recibe enseñanza. ||
estudiante (persona que cursa estudios). (Diccionario RAE. 2001: 831)
Enmarcados en la lógica de que el proceso formativo implica que los docentes sean guías y no transmisores
de conocimiento, en el marco del DDES, se prefiere el uso de los términos estudiante, aprendiente o
discente (en su segunda acepción) al de alumno, que viene de “sin luz” o de “el que debe ser alimentado”
pues en ambas se asume que el docente es el centro del proceso formativo y no así el estudiante.
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2En realidad deberían utilizarse técnicas complementarias que ofreciesen información acerca de las
necesidades normativas y percibidas y demandadas: cuestionarios, entrevistas y grupos de discusión, por
mencionar solamente los más utilizados por las metodologías de investigación más conocidas.
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Por ejemplo alimentarse es una necesidad básica para la vida, tiene una función
plástica3(proteínas), energética (hidratos de carbono) y de mantenimiento de la vida.
El impulso (deseo-motivación) que nos lleva a satisfacerla es muy fuerte. Pero la
alimentación también posee una función cultural y simbólica, no sólo nos
alimentamos para sobrevivir, existe en ella, además, todo un intercambio simbólico.
En ciertos casos, esa dimensión simbólica puede hacer que alguien decida no comer
porque su deseo se halla en otro lugar. Por ejemplo una adolescente puede decidir
no satisfacer su necesidad de alimentarse porque su anhelo-necesidad es poseer el
cuerpo que las normas sociales dictan como deseables. Es decir, el deseo da un valor
a la necesidad. La convierte en interés y demanda, algo por lo que vale la pena
invertir un compromiso o esfuerzo.
Solamente si se tiene en cuenta este aspecto se logra una motivación adecuada de las
personas destinatarias de la tarea educativa-formativa.
De manera que cuando se lleve a cabo el análisis de necesidades deberá tenerse en
cuenta su naturaleza dual. Los educadores serán quienes las identifiquemos junto
con los estudiantes que son los verdaderos protagonistas de su proceso educativo-
formativo.
4.2. Objetivos
La identificación de necesidades permite establecer unas metas generales a
conseguir con el programa. El programa se dirigirá a cubrir-satisfacer esa necesidad,
es decir, alcanzar aquella meta. Las necesidades actúan como marco general de
referencia del que se derivan una serie de aspectos más concretos porque todo
programa se dirige a unas personas determinadas, con unos intereses y motivaciones
específicos y se realiza en un contexto social concreto donde imperan unos valores e
ideologías determinadas. Todo ello obliga a concretar las metas generales en unos
objetivos específicos en función del grupo de personas concretas a las que se
dirige el programa.
Esta parte del proceso planificador ha generado un amplio y extenso debate entre
teóricos de la educación que tiene que ver sobre todo con la consideración ontológica
de la educación y del aprendizaje en la universidad. La polémica se establece entre
dos tradiciones de pensamiento educativo que difieren acerca de la naturaleza del
aprendizaje adulto y de los medios más adecuados para desarrollarlo:
3Las proteínas nos ayudan a fabricar y regenerar tejidos, además de ayudar con la regulación de procesos, el
transporte de oxígeno y la defensa. (cf: www.webconsultas.com)
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el desarrollo como en la evaluación. Las líneas que siguen presentan una síntesis de
las características que debe reunir un objetivo para ser útil al formador.
4.2.1. Características y criterios de formulación
Los objetivos pueden hacer referencia a capacidades o aprendizajes cognitivos
(hechos, conceptos, teorías), a habilidades prácticas (técnicas,
procedimientos), a actitudes (valores, normas) y a aprendizajes afectivos
(emociones, relaciones sociales). Por ejemplo, no es lo mismo conocer la
existencia de técnicas para medir el nivel de azúcar en la orina que ser capaz
de utilizar adecuadamente tiras reactivas para medir la glucosuria o que
valorar y apreciar la importancia de los autocuidados en la diabetes respecto
a la autonomía personal.
El objetivo nos debe dar simultáneamente información acerca de dos
aspectos:
- el primero relativo a la conducta o función psicológica esperada (aprendizaje);
- el segundo al contenido (conceptos, procedimientos o actitudes) sobre el que
se efectúa el aprendizaje. Por ejemplo, los asistentes al curso distinguirán
(conducta que implica la habilidad intelectual de discriminar) los alimentos
(contenidos sobre el que se realiza la acción de discriminar) que poseen un
elevado grado energético. Los objetivos han de diferenciar los datos o
contenidos de las operaciones que con ellos se realizan.
Son descripciones de lo que los estudiantes deben ser capaces de realizar al
finalizar la acción educativa. Por ejemplo: al finalizar la sesión el aprendiente
será capaz de describir tres síntomas de hipoglucemia.
Deben aportar información acerca de las condiciones en las que debe
alcanzarse el objetivo (materiales o de tiempo). Por ejemplo: al finalizar el
programa educativo-rehabilitador el anciano será capaz de caminar 25
metros, cada dos horas, ayudado por un bastón.
4.3. Contenidos
Son las nociones del patrimonio científico-natural que será preciso conocer y
dominar para lograr las intenciones previstas en los objetivos y/o para satisfacer las
necesidades de aprendizaje de los estudiantes. Es el conjunto de conocimientos,
habilidades y actitudes que conforman la materia de la enseñanza-aprendizaje.
Tradicionalmente los contenidos se han entendido de un modo reductivo
asociándolos con el ámbito conceptual, (el saber). Hoy día los contenidos se
entienden de un modo amplio. Se clasifican en tres grandes ámbitos:
1. Hechos, conceptos y sistemas conceptuales (saber). Por ejemplo un hecho
es una realidad fácilmente asimilable: la existencia del mundo físico. Los conceptos
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Por ejemplo, la decisión de optar por un modelo activo que facilita el diálogo entre
los asistentes y potencia su participación activa en la construcción de sus
aprendizajes no se realiza solamente por su eficacia en el aprendizaje de ciertos
contenidos sino porque además con este modelo se pueden realizar ciertos
aprendizajes colaterales como el desarrollo de la responsabilidad personal y la
autonomía individual, que con un modelo menos participativo no se alcanzarían. Los
diversos modelos establecen diferencias en lo que se aprende y cómo se aprende.
Según sea el método seleccionado así vehiculará los contenidos. Por ejemplo,
algunos métodos realzan la dimensión axiológica de los contenidos, otros su
vertiente conceptual: el SIDA como contenido tendrá efectos de aprendizaje
diferentes si se usa un modelo de aprendizaje conductual o de desarrollo personal.
Hay que ser conscientes que todo método conlleva un determinado clima social el
cual también es aprendido. Modelos sociales que suponen grupos democráticos
crean sistemas sociales democráticos y exigen que los estudiantes ejerciten y, por
tanto, aprendan (además de los contenidos de que se trate) valores como la
solidaridad y el respeto.
4.4.1. Modelos de enseñanza
Existen múltiples clasificaciones y tipologías sobre modelos y estrategias didácticas.
A continuación se presenta una clasificación adaptada de Joyce y Weil (1985) que
puede ser de utilidad en la planificación educativa:
A. Modelos de aprendizaje conceptual
Estos modelos provienen de la psicología cognitiva y del aprendizaje. Están pensados
para ser utilizados cuando se pretende ayudar a los estudiantes a desarrollar
habilidades y estrategias de pensamiento orientadas a procesar y asimilar del modo
más significativo información.
Son modelos especialmente indicados en situaciones en las que el docente juega el
papel de transmisor de información y datos que desconocen las personas sobre las
que se desarrolla la actividad formativa. Deben utilizarse cuando el formador
pretenda:
Transmitir información del modo más eficaz y significativo posible.
Potenciar el dominio de los conceptos básicos de un tema.
Facilitar la comprensión de aspectos teóricos del contenido.
Promover el desarrollo de habilidades y estrategias de pensamiento.
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B. Modelos personales
Estos modelos se orientan a la conformación de una personalidad estable y
equilibrada. Hacen énfasis en la dimensión afectivo-emocional y relacional de la
persona. Parten del supuesto de que ayudando a la persona a fomentar su autoestima
y conocimiento personal esta será capaz de establecer relaciones más productivas
con su medio y asimilar mayor cantidad de información. La psicología humanista y
de la personalidad son el substrato teórico de estos modelos. Algunos se han
utilizado como estrategias terapéuticas. Aquí las experiencias y vivencias únicas son
centrales.
Se trata de fomentar la comunicación de personas entre sí en una situación que es
significativa para ambas (docente y discente). La finalidad de estos modelos ya no es
transmitir eficazmente información sino desarrollar un proceso humano
significativo, el proceso es la esencia. Para ello es necesario propiciar las condiciones
para que las personas puedan construir activa y personalmente el significado que
atribuyen a su vida. Deben utilizarse cuando el docente pretenda:
Potenciar la autoestima, el autoconocimiento y la autocomprensión.
Potenciar el descubrimiento del sentido personal de la existencia.
Ayudar a las personas a autorealizarse.
Potenciar la creatividad.
La enseñanza no directiva de Carl Rogers, la sinéctica de Gordon o el desarrollo de
la conciencia de Schutz son ejemplos de modelos personales que pueden utilizarse
para alcanzar esos objetivos.
C. Modelos de interacción social
Estos modelos utilizan la relación social como fuente de aprendizaje. El aprendizaje
es más una cuestión social que individual. Sin embargo, hay que precisar que estos
modelos pueden usar separa el aprendizaje de conceptos y teorías pero utilizando
estrategias grupales y cooperativas. Ya
John Dewey a principios del siglo XX formuló una definición de educación-
formación en la que los procesos democráticos de resolución de problemas eran
elementos centrales.
En el campo del trabajo docente universitario son cada vez más utilizados los
modelos de participación social o de desarrollo de la comunidad. Aquí, el grupo (de
estudiantes) es agente y protagonista del proceso de aprendizaje. El formador puede
utilizarlos para ayudar al estudiantado a conocer su relación con la realidad y con los
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otros. El trabajo en grupo permite experimentar en primera persona toda una serie
de relaciones interpersonales que activan procesos de maduración y aprendizaje.
D. Modelos conductuales
Estos modelos aparecen en los años cincuenta como consecuencia de la influencia
del conductismo en las ciencias sociales y de la educación. Se centran en la
modificación y cambio de la conducta observable de la persona más que en su
correlato psicológico latente. Basados en diversas teorías conexionistas del
aprendizaje (Watson. Skinner) que operan mediante control de estímulos y refuerzos
se han utilizado ampliamente para la deshabituación de comportamientos
considerados perjudiciales para el sujeto (dependencias, ludopatías, obesidad, por
citar solo algunos) y para el control del estrés y la ansiedad.
También han sido utilizados en todo el espectro de habilidades prácticas y
psicomotrices. La enseñanza programada es el ejemplo característico de la aplicación
de estos modelos a la formación. Estos modelos deben ser usados por el formador
cuando en su programa aparezcan objetivos relacionados con las habilidades
psicomotrices.
Las lecciones expositivas, el estudio de casos, los seminarios, las sesiones de
demostración, las resoluciones de problemas, los grupos cooperativos, los juegos de
roles, el panel y los debates dirigidos son actividades didácticas que van desde
individuales a grupales y que pueden ser utilizadas dentro del contexto de algunos
de los modelos que acabamos de exponer.
4.5. Evaluación
La evaluación es por derecho propio una parte constitutiva del proceso educativo. La
evaluación comprende una serie de procedimientos más o menos sistematizados que
nos servirán para recoger información conducente a emitir un juicio sobre el grado
en que se han alcanzado los objetivos por parte de los aprendientes; sobre la
idoneidad del diseño del programa y sobre la utilidad y eficacia de los métodos de
enseñanza y actividades realizadas. De manera que en la actividad educativa son
objeto de evaluación, además de las personas receptoras de la formación, las
estrategias y los métodos usados, el programa, el profesorado, los sistemas de
evaluación y los resultados.
En su versión tradicional, ya obsoleta, la evaluación quedaba circunscrita a la etapa
final del proceso formativo, momento en el que se trataba de averiguar hasta qué
punto se habían alcanzado los objetivos previstos. Sin embargo esta evaluación
sumativa es solo una de las formas de evaluación que deben realizarse en todo
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C. Evaluación sumativa
Al finalizar el proceso formativo será necesario conocer los niveles finales de
aprendizaje conseguido por los participantes, ello es función de la evaluación
sumativa. Dada la trascendencia de las decisiones que se toman a partir de los
resultados de una evaluación sumativa es importante que esta se realice con el
máximo rigor posible. Las pruebas objetivas son una buena alternativa para este
momento.
BIBLIOGRAFÍA
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Trillas.
Beltrán, J. A. (1993) Procesos, estrategias y técnicas de aprendizaje. Madrid:
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Madrid: Rialp.
Bloom, B. (1971) Taxonomía de los objetivos de la Educación.
Bruner, J. (1972) Hacia una teoría de la instrucción. México: UTENA.
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Gimeno Sacristán, J. (1982) La pedagogía por objetivos: obsesión por la eficiencia.
Madrid: Morata.
Joyce, B. y Weil, M. (1985) Modelos de enseñanza. Madrid: Anaya.
Novak, J. (1982) Teoría y práctica de la educación. Madrid: Alianza Editorial.