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REGUNTA Las conductas conflictivas en Educación Infantil, ¿Por

PRÁCTICA qué surgen y cómo deben abordarse?

Introducción

El ser humano es ante todo social, uno de los momentos más importantes en la
vida de un niño o niña es el de su incorporación al centro infantil, a una nueva
vida con un grupo de coetáneos. Estas relaciones entre compañeros
contribuyen extraordinariamente, tanto al desarrollo social y cognitivo como a la
calidad de su comportamiento, más incluso que cualquier otro logro en su vida
infantil. Aquel que presenta dificultades en este indicador: antipatía, hostilidad o
grosería hacia los otros, que no está capacitado para mantener vínculos
afectuosos y que no consigue un sitio adecuado entre sus camaradas está bajo
un peligro serio. Los riesgos son demasiados: salud mental pobre, problemas
escolares, falta de competencia y bajo nivel de frustración. A continuación se
realizará un análisis de la conflictividad en estas edades, teniendo en cuenta
sus aspectos causales y las más adecuadas vías para enfrentarla

Desarrollo del práctico:

El tipo de apego del niño o la niña hacia la madre reviste una capital
importancia como factor causal. Aquel con apego seguro posee una mayor
sensibilidad hacia sus compañeros, y sus interacciones sociales son más
estables. Cuando el apego se caracteriza por la inseguridad o la ambivalencia,
aumenta el riesgo de que el menor se vea envuelto en situaciones conflictivas.

Los psicoanalistas consideran el instinto agresivo como un impulso primario


congénito ligado con las manifestaciones sexuales durante la etapa fálica (3 a 5
años) vinculado a actitudes como la virilidad, y la temeridad frente al peligro.
Otros estudios señalan que la hormona masculina testosterona, podría estar
asociada a la propensión hacia una conducta agresiva y explicar, por qué los
varones son más agresivos que las hembras. El punto de vista alternativo
señala circunstancias de índole social que intervienen en la agresión, como
son: la imitación, la copia de comportamientos, en el hogar, el medio inmediato,
la televisión, sobre esta última existe una gran cantidad de evidencia que
prueba su nociva influencia y de la correlación entre el tiempo que pasa el
menor frente a ella con las de sus manifestaciones hostiles.

Respecto a la imitación es cierto que los ambientes familiares y comunitarios


violentos engendran en el niño o la niña un comportamiento similar. Tanto
estas pautas agresivas de los mayores, como las dadas por la televisión o el
cine, incitan a ellos a imitar estas conductas y estas influencias tienden a
permanecer. Muchas veces es empleado el castigo corporal como vía para la
socialización del niño, esto refuerza el comportamiento agresivo, en otras no se
le brinda atención alguna. Además en ocasiones suele propiciarse la agresión
hacia otros niños como modo de afirmación de la virilidad y la valentía. Otra
conducta negativa es la fobia social, que consiste en un temor mantenido ante
una situación social diferente a la de su medio familiar, lo cual interfiere
acusadamente con sus relaciones sociales.
En el caso de la fobia escolar el niño expresa un irracional temor a ingresar al
centro y un deseo de escapar del mismo.

La timidez se caracteriza por la inhibición social, complejo de inferioridad y gran


susceptibilidad a la valoración negativa por parte de los demás. En su origen se
encuentra la no facilitación familiar del desarrollo de las habilidades sociales,
fundamentalmente por mantener enquistado al menor en el estrecho marco del
hogar.

La conducta disocial consiste en el irrespeto al prójimo, una mala socialización,


descontrol, agresiones, imprudencia y la frialdad emocional, tiene un inicio muy
temprano vinculado a medios familiares extremadamente negativos. El
educador antes de enfrentar este o cualquier otro problema infantil debe partir
del estudio de sus características en los niños y niñas que atiende, tanto en el
plano individual como en el grupal, en este último caso debe conocer la red de
interrelaciones sociales que se da en su grupo, para lo que puede utilizar
técnicas sociométricas que reflejan como se desenvuelve, así aprende la
dinámica de su grupo, y los principales conflictos que caracterizan la vida
infantil.

El amor hacia el niño o la niña que presenta cualquiera de estas problemáticas


es la primera condición que impulsa el cambio, especialmente si se tiene en
cuenta que el menor francamente agresivo es rechazado con frecuencia. Solo
la incondicionalidad afectuosa aunque firme puede romper el ciclo vicioso.

El mejor abordaje de la conducta conflictiva en estas edades es a través de la


realización de los juegos de roles, en ellos el niño y la niña reflejan todo su
mundo interno y sus conflictos. Es una actividad sana por excelencia, en la que
ellos logran obtener amistades, lo que propicia sus sentimientos positivos.
Existen otras actividades tales como cumpleaños, paseos y pasatiempos, que
son muy recomendables también para sanear los comportamientos conflictivos.
De igual manera la actividad infantil planificada con fines educativos produce
resultados óptimos en cuanto a la potenciación de un estado emocional
positivo, tales como las labores en el huerto, la recogida de los materiales
didácticos y lúdicros, las encomiendas individualmente asignadas con tacto
pedagógico son muy efectivas en esta dirección.

La inactividad constituye el caldo de cultivo de las conductas negativas, por lo


que estos niños y niñas conflictivos siempre deben estar realizando alguna
actividad o proceso con una finalidad educativa. El educador nunca debe
olvidar al menor con timidez, más bien debe estimular su participación,
recompensando sus progresos, aún los más ínfimos.

Conclusión:

Se ha hecho referencia a la conflictiva en el grupo infantil en sus diferentes y


típicas manifestaciones, atendiendo a sus causas y teniendo en cuenta las
mismas, se han reseñado las mejores alternativas que deben ser utilizadas por
la educadora con vistas a su positiva transformación.

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