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EL PROCESO DE EJECUCIÓN DE GARANTÍAS (REALES)

(PRIMERA VERSION REVISADA)

Jorge María Luzuriaga Chiappe


Abogado

RESUMEN

El proceso de Ejecución de Garantías, limitado a la ejecución de garantías reales,


es una novedad del Código Procesal Civil vigente desde el mes de julio del año
1993.

No muy bien legislado desde el inicio, el proceso se ha ido mejorando a través


del tiempo y de la jurisprudencia, y también desde su no mayor reforma
legislativa; sin embargo, subsisten problemas de interpretación y de trámite que
van ser, precisamente, materia de este breve artículo sobre el tema.

ABSTRACT

The Guarantee Execution process, limited to the execution of real guarantees, is


a novelty of the Civil Procedural Code in force since the month of July 1993.

Not very well legislated from the beginning, the process has been improving
through time and jurisprudence, and also since its no longer legislative reform;
However, there are still problems of interpretation and process that will be,
precisely, the subject of this brief article on the subject.

PALABRAS CLAVE

1
PROCESO DE COGNICIÓN

Proceso que parte de la premisa que el derecho que se reclama debe ser
demostrado por el demandante, por lo que existe una etapa probatoria en
todos estos procesos.

El Código Procesal Civil contempla tres clases: el de conocimiento, el abreviado


y el sumarísimo.

PROCESO DE EJECUCIÓN

Proceso que parte de la premisa que el derecho cuyo cumplimiento se exige


está ya probado mediante el título o documento que se escolta la demanda.

TÍTULOS DE EJECUCIÓN

Los hay de dos clases o tipos: de naturaleza extrajudicial y de naturaleza judicial.


También se clasifican en títulos simples y títulos compuestos o complejos, según
que consten en uno o más documentos.

MANDATO EJECUTIVO O DE EJECUCIÓN

Resolución del Juez, que reviste la forma de un auto, que despacha ejecución
por la obligación puesta a cobro, bajo apercibimiento de iniciarse la ejecución
forzada.

CONTRADICCIÓN A LA EJECUCIÓN

Defensas u oposiciones que el demandado puede oponer al mandato ejecutivo.

AUTO FINAL

El auto mediante el cual, haya mediado o no contradicción a la ejecución,


manda llevarla adelante o decide estimando la contradicción formulada por el
demandado; tiene los efectos de una sentencia y es apelable con efecto
suspensivo.
2
KEYWORDS

COGNITION PROCESS

Process based on the premise that the right being claimed must be proven by
the plaintiff, so there is an evidentiary stage in all these processes.

The Civil Procedure Code contemplates three classes: that of knowledge, the
abbreviated and the most summary.

EXECUTION PROCESS

Process that starts from the premise that the right whose fulfillment is
demanded is already proven by means of the title or document that the
demand is escorted.

EXECUTION TITLES

There are two classes or types: extrajudicial in nature and judicial in nature.
They are also classified into simple titles and compound or complex titles,
depending on whether they appear in one or more documents.

EXECUTIVE OR EXECUTIVE MANDATE

Resolution of the Judge, which is in the form of an order, which dispatches


execution for the obligation set forth, under warning of the beginning of the
forced execution.

CONTRADICTION TO EXECUTION

Defenses or oppositions that the defendant can oppose to the executive


mandate.

FINAL MANDATE

The order by means of which, whether or not there has been a contradiction in
the execution, orders it to be carried out or decides by estimating the
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contradiction formulated by the defendant; it has the effects of a sentence and
is appealable with suspensive effect.

1 INTRODUCCIÓN

1.1 Los tipos de procesos contenciosos en el Código Procesal Civil.

En nuestro sistema de derecho procesal civil existen dos tipos de procesos


contenciosos:

a) Los procesos de cognición (que siempre implican una controversia entre dos
partes procesales en conflicto y de ahí que requieran necesariamente de una
etapa de conocimiento o probatoria), que son tres y cuya calificación depende
de la amplitud de su cognición, de manera tal que el primero, llamado proceso
“de conocimiento”, es de cognición plena o lata; el segundo, llamado
“abreviado”, es de cognición abreviada, y el tercero llamado “sumarísimo”, es
de cognición sumaria.

La menor amplitud de la etapa cognitiva también implica un recorte de la etapa


probatoria y, lo que es aún más importante, un recorte de los medios de
prueba, y en ciertos casos, de los medios impugnativos que pueden hacerse
valer, así como también de los derechos que se pueden pretender con la
demanda y de las defensas que puede oponer el demandado a la aquella, que
se recortan según desciende la amplitud de la cognición.

Así, en el proceso de “conocimiento”, el demandado puede, además de


proponer excepciones y defensas previas, formular reconvención (que, como es
sabido, es el equivalente a una contrademanda) dentro de ciertos parámetros,
cosa esta última que solo puede hacer, en pocos casos, el demandado en un
proceso abreviado (ver el art. 490 del CPC concordado con el art. 486 del mismo
código; sin embargo, los casos en que no puede hacerlo son números de
clausura) y que le está vedado completamente al demandado en un proceso
que se le siga en la vía sumarísima (art. 559); también en este último tipo de
proceso las excepciones y defensas previas deben proponerse al contestar la
demanda y los medios probatorios deben ser de actuación inmediata, porque
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todo debe resolverse en una sola audiencia que recibe el nombre de Audiencia
Única, regulada en el artículo 554 del Código Procesal Civil, en la que se
determina, como corolario de lo actuado en la misma, si la demanda debe ser
estimada o desestimada (desde luego, también puede declararse que no se ha
podido formar válidamente una relación jurídica procesal, en cuyo caso la
demanda será declarada improcedente).

También los plazos (nominales, porque los reales son mucho más dilatados) se
acortan sensiblemente en la medida que la cognición deja de ser plena y van
disminuyendo hasta que llega a ser sumarísima. Y la prueba también se ve
recortada en esa medida, sobre todo en los asuntos contenciosos que se
tramitan especialmente en esas vías de cognición menor. Hay que aclarar, para
los abogados que no litigan, que todo lo relacionado con el acortamiento de los
plazos solo queda en el papel pues, en la práctica, los jueces no los observan ni
remotamente.

b) Los procesos de ejecución que, a diferencia de los de cognición, parten de la


premisa según la cual el derecho que se hace valer ya está probado
suficientemente y, por lo tanto, estos procesos no requieren de una etapa de
cognición para establecer el derecho correspondiente a través de una sentencia,
por lo que el juez, si considera amparable la ejecución en virtud al título
ejecutivo acompañado a la demanda, dicta un auto despachándola, el que es
susceptible de ser contradicho por causales muy específicas (art. 690-D), y si no
las encuentra fundadas, dicta el auto final que le pone fin al proceso (en primera
instancia, obviamente) ordenando llevar adelante la ejecución contra el
demandado hasta que el demandante se haga pago de la obligación puesta a
cobro en dicho proceso.

1.1.1 No podemos dejar pasar la oportunidad para pronunciarnos sobre la tara


que pesa sobre los procesos ejecutivos, que deberían concluir rápidamente y
nunca deberían de llegar a conocimiento de la Corte Suprema vía el recurso de
casación como ocurre ahora, lo que hace que esto procesos demoren, en los
hechos, tanto como puede demorar un proceso de cognición lata, como el de
conocimiento.

Esta situación hay que corregirla de una vez por todas a través de la
modificación inmediata del recurso de casación, que actualmente permite que
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casi todas las causas se embotellen en la Corte Suprema y no terminen de
resolverse sino después de muchos años. Una verdadera vergüenza para el
sistema de justicia nacional que hay que solventar de una vez y para bien, no
como la reforma que se hizo, in peius, en el mes de mayo del año 2009, a través
de la Ley N° 29364, que empeoró las cosas al ponerle el acento en la función
dikelógica del recurso por sobre su función nomofiláctica, que es la primordial,
ya que es la razón de ser del mismo. Adicionalmente, esta modificación
autoriza, y no tan sutilmente, a la Corte de Casación a la revisión de los hechos,
cosa que, por principio, está vedada en sede casatoria (esto no aplica al control
de logicidad, entendido como el examen de la forma en que las instancias de
mérito han razonado los hechos, ya que es función del recurso verificar el
correcto razonamiento de los mismos, lo que de ordinario se hace con arreglo a
la lógica preposicional).

Para los que tengan interés en este tema pueden a ver el artículo que
publicamos sobre esta reforma en el portal WWW.ACADEMIA.EDU bajo el título
MODIFICACIONES AL RECURSO DE CASACIÓN INTRODUCIDAS POR LA LEY Nº
29364; también pueden consultar otro artículo publicado en el mismo portal
académico titulado El RECURSO DE CASACIÓN Y LA NECESIDAD DE SU
REFORMA EN CUANTO A SU PROCEDENCIA Y RESOLUCIÓN (desde luego, la
recomendación para los prospectivos lectores es que tomen en cuenta el
contexto y, más aún, el tiempo en que se escribieron y perdonen los
desaciertos).

1.2 El porqué de la existencia de dos tipos de procesos.

1.2.1 La existencia de dos tipos fundamentales de procesos se basa en la


diferencia de la premisa de la que se parte, siendo que en los procesos de
cognición (o conocimiento, como doctrinariamente se les conoce, pero por la
denotación que este término tiene en nuestro Código Procesal Civil, empleamos
la palabra “cognición”) se parte de la incertidumbre respecto de la existencia y
exigibilidad del derecho que se hace valer a través de la demanda, en tanto que
en los procesos de ejecución se parte de la certeza (al menos formal) de la
existencia de un derecho ya establecido en favor del demandante, por lo cual
éste queda exento de probarlo, bastándole presentar el título ejecutivo,
aparejado a la demanda respectiva, para dar inicio al proceso ejecutivo.
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1.2.2 Esto también lo dejó en claro la Corte Suprema que en la Casación N°
4607-2013-La Libertad (Sala Civil Permanente) estableció que mediante el
proceso de Ejecución de Garantías no se pueden declarar derechos
(constituyendo este su principal lineamiento jurisprudencial).

En efecto, en dicha sentencia se señaló que los procesos ejecutivos difieren, en


cuanto a su naturaleza, de los procesos de cognición que constituyen los juicios
en los cuales se declaran derechos dudosos o controvertidos, según advierte la
sentencia. Esto en la medida en que en un proceso ejecutivo ya no se dilucida la
titularidad de algún derecho porque este debe estar previamente reconocido e
incorporado en un título al que la legislación le otorga el beneficio de ser
ejecutivo; de allí, concluye la sentencia, que en esta clase de procesos no puede
debatirse respecto a la efectividad de una cláusula o seguro de desgravamen
(que en este proceso, que dio lugar a la sentencia en casación, era un
argumento de la oposición (contradicción) que formuló el demandado y que,
obviamente, no podía formar parte de las pocas causales de contradicción).

1.3 El proceso cautelar.

1.3.1 Algunos autores consideran que el proceso cautelar forma parte, junto
con los de ejecución, de esta categoría de procesos que no requieren de una
etapa de cognición, como los tres procesos que vimos en el literal a) que
antecede. Esto es, a nuestro juicio, un error de concepto, pues en nuestro
sistema de derecho procesal civil, las medidas cautelares siempre son
dependientes de otro proceso (el llamado “proceso principal”) cuyo resultado
se pretende garantizar, precisamente, con la medida, de modo que sin este otro
proceso no puede existir ni subsistir un proceso cautelar o, mejor dicho, su
resultado (si la solicitud es amparada, desde luego), que es la medida cautelar
en sí misma considerada. El proceso cautelar, en nuestro sistema de derecho
procesal civil, siempre es accesorio del proceso principal cuyo resultado y
cumplimiento asegura. (Adicionalmente, este proceso principal, del que es
accesorio el cautelar, puede ser uno de cognición o uno de ejecución y, como ya
advertimos al comienzo de este trabajo, en el primer caso se parte de la premisa
que hay que probar el derecho que se invoca en la pretensión, ya que es
incierto hasta tanto no se defina en la sentencia, mientras que en el segundo
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caso se parte de la premisa que se trata de un derecho cierto encarnado en el
título ejecutivo).

Esa situación (de accesoriedad y subordinación del proceso cautelar a otro


proceso del que depende) subsistirá en tanto nuestra la legislación procesal civil
no contemple las medidas cautelares autónomas, que son aquellas que no
requieren de la existencia de otro proceso para ser amparadas, como, por
ejemplo, las medidas autosatisfactivas, que se agotan con su mero despacho,
por lo que no requieren ser seguidas de otro proceso principal (ni mucho menos
ser antecedidas por otro), precisamente porque son autónomas, constituyendo
un proceso independiente de cualquier otro.

Para los que tengan interés en este tema, pueden consultar en el portal
académico antes mencionado un artículo nuestro sobre este tema titulado LAS
MEDIDAS AUTOSATISFACTIVAS (WWW.ACADEMIA.EDU).

1.3.2 Además es falsa la premisa de la que se parte para considerarlo dentro de


los procesos de ejecución, pues estos procesos (rectius: procedimientos)
cautelares requieren que el solicitante demuestre tres presupuestos que deben
concurrir para el despacho de la medida, uno de los cuales, quizá el más
importante, es la demostración de la verosimilitud del derecho invocado, que
consiste en una razonada probabilidad de que lo que se está demandando tiene
sustento jurídico y consecuentemente existe la probabilidad que su derecho sea
amparado (desde luego, también se exige el llamado “peligro en la demora”,
que consiste en que por el transcurso del tiempo el derecho reclamado se
vuelva ilusorio, y finalmente, la “adecuación”, que implica que toda medida
cautelar debe tener una correlación lógica y proporcional con el objeto que
busca tutelar).

Lo determinante es que el primero de dichos elementos supone


necesariamente introducir prueba sobre la “apariencia” de tal derecho (aunque
muchas veces la prueba ya ha sido introducida en el proceso principal, cuando
la medida cautelar se solicita en paralelo o con posterioridad a la demanda del
principal, pero no cuando aquella se solicita anticipadamente), de modo que
debe aportarse el material probatorio que sea capaz de producir en el Juez un
razonable grado de convencimiento sobre la veracidad del derecho que se
invoca (la verosimilitud requerida para el otorgamiento de una medida cautelar,
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en lo que atañe a su análisis, no impone, en principio la obligación de efectuar
un examen jurídico riguroso cual el necesario para resolver el proceso, sino que
basta, al respecto, que el derecho que se reclama tenga o no apariencia de
verdadero; la verosimilitud del derecho sólo apunta a la posibilidad de que el
derecho exista, a una credibilidad objetiva y seria que descarte una pretensión
infundada. Esa posibilidad no equivale a la certeza en la existencia del derecho,
que sólo se logrará al agotarse el trámite con el dictado de la sentencia o
resolución definitiva). Si bien la medida se dicta inaudita altera pars, no se
despacha sino existe esta cognición sumaria por parte del Juez para su dictado
(adicionalmente, una vez dictada, el afectado puede oponerse a la medida y
también apelar sobre lo resuelto por el Juez en relación a dicha oposición; este
es otro zafarrancho creado a partir de la modificación, por el Decreto Legislativo
N° 1070, del art. 637 del Código Procesal Civil, que impone al afectado impugnar
primeramente la medida con el recurso de oposición -que ni siquiera está
legislado expresamente en el Título XII MEDIOS IMPUGNATORIOS, y recién le
autoriza a interponer recurso de apelación contra lo resuelto en relación a esa
oposición).

2. LOS PROCESOS DE EJECUCIÓN.

Actualmente los procesos de ejecución en nuestro Código Procesal Civil son de


dos clases o tipos: (porque estamos excluyendo el cautelar, por las razones que
acabos de explicar):

2.1 El llamado Proceso Único de Ejecución, regulado en los artículos 688 y ss.
del Código Procesal Civil, y el llamado Proceso de Ejecución de Garantías
(reales), regulado en los arts. 720 y ss. del mismo código.

2.2 El actual Proceso Único de Ejecución es el que sirve para llevar adelante una
ejecución en virtud a uno cualquiera de los varios títulos ejecutivos que están
enunciados, como números abiertos, en el art. 688 del CPC (aunque fuera de
ellos no hay otros, salvo lo dispuesto por el inciso 11 de dicho artículo, es decir
aquellos títulos a los que la ley les da mérito ejecutivo, razón ésta por la que se
sostiene que la enumeración de los mismos que hace dicho artículo es numerus
apertus. En cualquier caso, está fuera de toda duda que solo la ley puede
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conferir merito ejecutivo a un título o a un documento, y así está precisado en el
citado inciso 11 al que acabamos de referirnos.

Anteriormente, el mismo Código Procesal Civil de 1993, clasificaba los títulos en:
i) ejecutivos y ii) de ejecución, existiendo dos procesos diferenciables para cada
uno. Este último proceso era el vehículo para hacer efectivas las sentencias de
condena, mientras que el primero servía para la ejecución de los títulos
ejecutivos propiamente dichos (es decir, todos los demás títulos que no tienen
naturaleza judicial, que constituyen la mayor variedad).

En la actualidad ambos procesos se han fusionado en uno solo, que es el


llamado Proceso Único de Ejecución; sin embargo, como vamos a ver más
adelante, entre estos títulos enumerados taxativamente en el citado artículo
688, al menos el primero (la sentencia firme, porque nada se dice del laudo
arbitral firme) tiene un tratamiento distinto en lo que atañe a las causales de
contradicción, plazos, medios probatorios e impugnación y esto está
ocasionando, en la práctica, una serie de problemas que vamos a ver más
adelante, pues no es lo mismo ejecutar un título valor, por ejemplo, que una
sentencia firme, caso este último donde resulta intolerable una contradicción
fundada en otra causal que no sea el cumplimiento de la misma o su
inexigibilidad.

2.3 El Principio de Legalidad en relación con los procesos de ejecución.

Es importante tener presente que en materia de procesos ejecutivos existe un


principio, llamado de “legalidad”, que establece que “no hay ejecución sin
título” (nulla executio sine titulo), porque el título (rectius: el documento) es el
continente del derecho ya establecido fehacientemente en favor del acreedor
de la prestación a que el título (ejecutivo) se refiere.

En el siglo pasado la noción de título ejecutivo originó una polémica en la


doctrina italiana entre Francesco Carnelutti y Enrico Liebman, ya que el primero
sostenía que el título era el documento, mientras que el segundo refería al título
como el acto constitutivo (derecho).

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Algún autor atribuye a la conocida autora nacional, profesora Eugenia Ariano
Deho, haber zanjado el incordio diciendo que acto y documento son el anverso
y reverso de una misma moneda (¿?). No nos consta.

Sin embargo, en nuestra opinión, consideramos que eso (título-documento o


título-acto) depende de la naturaleza del título ejecutivo de que se trate: así,
en los títulos-valores que incorporan derechos de crédito, el derecho y el
documento que lo contiene se confunden de manera tal que no hay derecho (al
menos cambiario) sin el documento (por el “principio de incorporación o
cosificación del derecho”), mientras que en otros casos el título ejecutivo (el
derecho) no es el documento, sino que éste es solo su continente (del acto),
pero por su especial naturaleza constituye un título ejecutivo (esto último
ocurre con frecuencia con los títulos ejecutivos complejos o compuestos, como
vamos ver más adelante en el presente trabajo).

En efecto, piénsese en una letra de cambio donde el crédito que representa


está tan “cosificado”, tan encarnado en el papel que lo soporta, que sin la letra
no existe el derecho (al menos cambiariamente); de igual modo, si la letra no ha
sido protestada (cuando no ha sido exonerada del protesto) tampoco pueden
ejercitarse las acciones cambiarias derivadas del título, ya que entonces la letra,
como documento, solo sirve como medio de prueba del derecho de crédito
para el ejercicio de la acción causal o, de no haberla, de la de enriquecimiento
sin causa (que prescribe a los dos años del vencimiento de las acciones
cambiarias). Y, de otro, lado, piénsese en la transacción extrajudicial como título
ejecutivo que, si bien debe plasmarse por escrito por mandato del art.1304 del
Código Civil, el acto (jurídico, se entiende) no es el título que la contiene,
aunque el documento valga como título ejecutivo.

En síntesis: en el caso de la letra de cambio el título o derecho es el documento,


mientras que, en la transacción, el documento es solo una forma que se exige
para la validez de la misma, pero el acto (la transacción), como derecho, no es el
documento donde se plasma. Lo mismo ocurre cuando se trata del Acta de
Conciliación (que concluye el procedimiento de conciliación extrajudicial) que
contiene una obligación de dar, hacer o no hacer: el título o derecho no es el
Acta en sí misma considerada, aunque el documento en que se plasma
constituya el título ejecutivo.

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2.4 Los títulos ejecutivos compuestos o complejos.

2.4.1 Hay, dentro de estos títulos ejecutivos que estamos viendo, uno que
merece un análisis particular; nos referimos al título mencionado en el inciso 9
del art. 688, que considera como título ejecutivo “El documento impago de
renta por arrendamiento, siempre que se acredite la relación contractual”
(comúnmente llamado “proceso de ejecución de pago de arrendamiento”).

Este tipo de título ejecutivo, que requiere de la presencia conjunta de otro


título para constituirse en título ejecutivo, es lo que se conoce como “título
ejecutivo compuesto” (o complejo, como también se le llama), por oposición a
los títulos simples (que constan de un solo documento), que son la gran mayoría
de los títulos ejecutivos.

En una definición simplista se puede decir que los títulos ejecutivos son


simples cuando la obligación se encuentra contenida en un documento único, y
son compuestos o complejos cuando se requiere de otros documentos para
que surja la obligación cierta, expresa y exigible, y si es de dar suma de dinero,
líquida o liquidable aritméticamente (tal como lo manda el art. 688 del CPC).

Los títulos ejecutivos compuestos o complejos, forman un conjunto mixto de


instrumentos, como vamos a advertir con más claridad al ocuparnos del
proceso de Ejecución de Garantías; por ahora adelantamos que algunos pueden
consistir en un instrumento privado aparejado de otro que puede ser público o
también, como en el caso de la ejecución del inciso 9, privado, tal como son los
recibos impagos de la renta y el documento que acredite la relación contractual
entre el arrendador (poseedor mediato) y el arrendatario (que no es otro que el
contrato de arrendamiento, que puede haberse celebrado por documento
privado pero sin que fuera necesario que las firmas puestas en el mismo fueran
legalizadas ante Notario Público).

2.4.2 Anteriormente nos hemos referido a otros dos títulos ejecutivos


complejos: los constituidos por las “liquidaciones de saldos deudores” del inciso
7 del art 132 de la Ley General del Sistema Financiero y de Seguros, y por la
Letra a la Vista del último párrafo del art. 228 de la misma ley, que exigen, la
primera, que se acompañe el documento que dio origen a la obligación
liquidada, y la segunda que se acompañe el cargo de la comunicación dirigida al
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titular de la cuenta corriente comunicándole el cierre de la misma, el saldo
adeudado arrojado a esa fecha y la exigencia de su pago por el banco, así como
el giro inminente de la letra a la vista si no formula observación dentro de los 15
días hábiles de recibida; sobre algunas particularidades de esta comunicación
volveremos más adelante en este trabajo.

Esto pone de manifiesto lo equivocado de la creencia, bastante difundida, que


el título ejecutivo (más bien el documento donde se plasma) siempre debe
revestir alguna formalidad legalmente prestablecida para ser considerado como
tal; no es así en todos los casos, como lo evidencia la existencia de títulos
ejecutivos compuestos y también el título ejecutivo contemplado en el inciso 8
del mismo artículo, referido al documento privado de transacción extrajudicial,
que no requiere que las firmas hayan sido legalizadas (la transacción como
medio de extinguir una obligación está regulada en los arts. 1302 y ss. del
Código Civil, y el art. 1304 dispone que debe hacerse por escrito bajo sanción de
nulidad, pero no exige que las firmas puestas en el instrumento deban ser
legalizadas ante Notario Público, motivo por el cual tampoco podría exigirse esa
formalidad para constituir título ejecutivo.

Aunque esto importa una digresión, permítasenos señalar que un instrumento


de transacción sin firmas legalizadas ante Notario o Fedatario puede llegar a ser,
en algunos casos, casos una invitación al fraude, sobre todo si el documento
escrito en el que se plasma la transacción contiene la obligación de una de las
partes de dar a la otra una suma de dinero; en efecto, como no hay cómo
comprobar, al menos al inicio de la ejecución, la veracidad de las firmas (ni
mucho menos del contenido del documento), se puede llegar a afectar un bien
del demandado falseando el instrumento de la transacción tanto en su
contenido como en sus firmas, lo que le ocasionará al demandado todo tipo de
problemas de difícil solución (por lo pronto tendrá este que solicitar un peritaje
grafotécnico para establecer la falsedad de su firma y esperar a la audiencia que
se realice para actuar la prueba y finalmente, esperar a que se pronuncie el auto
final que resuelve la contradicción, que debería rechazar la ejecución).

2.5 Aquí debemos detenernos sobre la exigencia de ciertos requisitos comunes


a todo título ejecutivo contempladas en el art. 689 del CPC, y que pasamos a
enunciar:
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Art. 689 Requisitos comunes

Procede la ejecución cuando la obligación contenida en el título es cierta,


expresa y exigible.

Cuando la obligación es de dar suma de dinero, deber ser, además,


líquida o liquidable mediante operación aritmética.

Estos tres requisitos enunciados en el primer párrafo son comunes a toda


ejecución; son, además, concurrentes, de modo que si falta uno se hace
imposible demandar con éxito la obligación; como veremos en su momento,
estos requisitos también son exigibles en el proceso de Ejecución de Garantías.
Por obligación cierta se entiende una obligación en cuyo título se expresa quién
es el sujeto acreedor y quien es el sujeto deudor, en primer lugar, así como
también en la que su objeto está identificado en su individualidad al tiempo de
constituirse la obligación; obviamente, todo esto debe estar plasmado en el
documento que le sirve de soporte físico.

La obligación es expresa cuando se indica en el título la prestación que el


deudor debe realizar a favor del acreedor y, por prestación exigible, se entiende
una obligación que le es reclamable al deudor de inmediato, es decir que la
obligación no está sujeta a modalidad alguna, o que el plazo al que se sujetó
inicialmente se encuentra ya vencido.

Finalmente, cuando de dar suma de dinero se trata, se entiende por obligación


líquida aquella en que se aprecia una cantidad o suma exacta a demandar, y por
suma liquidable, aquella que se determina fácilmente mediante una simple
operación aritmética.

3. INICIO Y DESARROLLO DEL PROCESO ÚNICO DE EJECUCIÓN.

3.1 Antes de entrar al tema primordial del presente artículo, que es el Proceso
de Ejecución de Garantías (reales), permítasenos hacer un breve desarrollo del
ahora llamado Proceso Único de Ejecución; como ya señalamos arriba,
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anteriormente el Código Procesal Civil distinguía y regulaba separadamente el
proceso ejecutivo del proceso de ejecución de resoluciones judiciales (que
también se aplicaba a la ejecución de los laudos arbitrales, este último).

Actualmente solo existe una misma vía y un mismo procedimiento tanto para
los títulos ejecutivos que no consistan en resoluciones judiciales como para la
ejecución de las resoluciones judiciales. Pero subsisten las diferencias, como
vamos a ver seguidamente.

Como ya anotamos, subsisten algunas diferencias de tratamiento entre ambas


clases de títulos ejecutivos, sobre todo en lo referente a las causales de
contradicción, al plazo para interponerla, a los medios probatorios que se
pueden hacer valer, y a la eventual impugnación de lo que se resuelva mediante
un auto definitivo (luego veremos si estas diferencias no deberían hacernos
pensar sobre si valió la pena unificar los dos procesos anteriores en uno solo,
porque el tratamiento sigue siendo distinto en uno y en otro caso).

3.2 Aquí nos parece conveniente añadir un comentario sobre la creación, a


partir del Código Procesal Civil de 1993, de la sentencia firme como título de
ejecución, en un principio y, posteriormente como un título ejecutivo más a
partir de la reforma que fusionó en un solo proceso los dos tipos de procesos de
ejecución (el ejecutivo, como tal, y el de resoluciones judiciales, que tenían una
regulación separada, como vimos arriba).

Como es sabido, todo proceso contencioso (entendido como de cognición)


transita por una serie de etapas preclusivas desde la admisión de la demanda
hasta llegar al dictado de la sentencia que le pone fin a la litis; así la etapa
postulatoria se abre con demanda abre y se cierra con su contestación,
quedando fijados así los límites de la controversia y dando paso a la etapa
probatoria (precedida por el saneamiento procesal, donde se dictamina si se ha
establecido una relación jurídica procesal válida, pues de lo contrario el Juez
declara la improcedencia de la demanda y la nulidad de lo actuado) en la que se
actúan los medios de prueba ofrecidos por las partes que previamente han sido
admitidos por el juzgado, y concluida esta etapa se pasa a la etapa resolutoria,
en la que se dicta la sentencia que le pone fin al proceso y, finalmente, una vez
que ésta adquiere firmeza (sea porque no ha sido impugnada o porque se han

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agotado los medios impugnativos contra ella), se pasa a la etapa de ejecución
de la misma.
La necesidad de esta última etapa es más patente cuando se trata de una
sentencia de condena (que obliga a la parte perdidosa a dar, a hacer o a no
hacer), que puede requerir el uso de la coerción para su cumplimiento por el
vencido, pero, en general, toda sentencia tiene una etapa de ejecución aun
cuando no se requiera el uso de la coerción o fuerza para su cumplimiento (v.gr.
la sentencia de divorcio, que es constitutiva, requiere que se oficie al RENIEC y
se pasen partes al Registro Personal para inscribir el divorcio; la sentencia
declaratoria de la usucapión o prescripción adquisitiva de dominio, que declara
ese derecho del demandante, debe inscribirse en el Registro de Predios de los
Registros Públicos, etc.).

Obviamente estas sentencias constitutivas y declarativas no son las sentencias


firmes que se consideran títulos ejecutivos, sino que solo pueden considerarse
como tales las sentencias de condena, que de no cumplirse por el vencido van a
dar lugar a su ejecución forzada (que, obviamente, consiste en la actividad
procesal desarrollada por el órgano jurisdiccional a efectos de lograr la
satisfacción del crédito del ejecutante). Así, cuando se habla de sentencias
firmes como título ejecutivo, debe entenderse que la únicas sentencia que
puede llegar a constituir título ejecutivo es actualmente la de condena, que
obliga a dar, hacer o no hacer, porque es la única que puede dar lugar a su
cumplimiento forzado (por ejemplo, la de dar una suma de dinero, que hace
lugar a el dictado de medidas de ejecución forzada (ya no cautelares), como la
de embargo (en todas sus formas) y demás contempladas en el CPC, o la de
otorgamiento de escritura pública, en la que el juez sustituye al demandado
renuente a firmarla, a pesar de haber sido vencido en el proceso de su
propósito, etc.

3.3 Los títulos ejecutivos están enumerados en el art. 688 de la siguiente


manera, a saber:

Art. 688 Títulos ejecutivos

Sólo se puede promover ejecución en virtud de títulos ejecutivos de


naturaleza judicial o extrajudicial según sea el caso. Son títulos ejecutivos
los siguientes:
16
1.- Las resoluciones judiciales firmes;
2.- Los laudos arbitrales firmes;
3.- Las Actas de Conciliación de acuerdo a ley;
4.- Los Títulos Valores que confieran la acción cambiaría, debidamente
protestados o con la constancia de la formalidad sustitutoria del protesto
respectiva; o, en su caso, con prescindencia de dicho protesto o
constancia, conforme a lo previsto en la ley de la materia;
5.- La constancia de inscripción y titularidad expedida por la Institución
de Compensación y Liquidación de Valores, en el caso de valores
representados por anotación en cuenta, por los derechos que den lugar
al ejercicio de la acción cambiaria, conforme a lo previsto en la ley de la
materia;
6.- La prueba anticipada que contiene un documento privado reconocido;
7.- La copia certificada de la Prueba anticipada que contiene una
absolución de posiciones, expresa o ficta;
8.- El documento privado que contenga transacción extrajudicial;
9.- El documento impago de renta por arrendamiento, siempre que se
acredite instrumentalmente la relación contractual;
10.- El testimonio de escritura pública;
11.- Otros títulos a los que la ley les da mérito ejecutivo

Entre estos últimos hay uno en la Ley N° 26887, Ley General de Sociedades, que
en su art. 22 establece que “Contra el socio moroso la sociedad puede exigir el
cumplimiento de la obligación mediante el proceso ejecutivo…”; si bien del
artículo se entiende que lo exigible es el derecho de la sociedad a cobrarle al
socio el aporte al que se ha obligado (y que, obviamente, no ha cumplido con
desembolsar), no señala cuál es el documento que servirá como como título
ejecutivo para hacer valer ese derecho en el Proceso Único de Ejecución,
aunque debemos asumir que puede ser la Escritura Púbica de Constitución de la
Sociedad o la Minuta donde consta el contrato (esto también sirve de ejemplo
para diferenciar el título o derecho del documento, según la controversia de la
que nos hemos ocupado en líneas precedentes).

También el numeral 7 del artículo 132 de la Ley General del Sistema Financiero
(Ley N° 26702), que establece que se puede promover proceso ejecutivo en
17
mérito a las “liquidaciones de saldos deudores” que emitan las empresas del
Sistema Financiero. Al respecto véase la sentencia pronunciada en la CASACIÓN
N° 1674-02 de 30 de setiembre del 2002 (El Peruano 03-02-2003), que
estableció que las liquidaciones del saldo deudor emitidas por las empresas del
sistema financiero (en referencia a las contempladas en el inciso 7 del art. 132
de la Ley de la SBS) tienen mérito ejecutivo, siendo indispensable para que
proceda la acción ejecutiva, que se presente conjuntamente con dicha
liquidación el documento que dio origen a la deuda.

Del mismo talante fue el Pleno Jurisdiccional Civil de Ica de 2019, cuyo último
tema se resolvió así:

Tema 6:  Sobre el mérito ejecutivo del saldo deudor.

Formulación del problema:  ¿El saldo deudor por sí mismo tiene mérito
ejecutivo?
Conclusión plenaria:  El Pleno adoptó por Unanimidad, la ponencia N° 01,
en los términos siguientes:
"Sí, conforme lo establece el artículo 132 de la Ley N° 26702 y el Sexto
Pleno Casatorio Civil; no obstante, deben acompañársele los documentos
que hayan dado origen a la obligación, en calidad de medios
probatorios".

Si esto es así también aquí estamos ante un título ejecutivo de naturaleza


compleja, ya que por sí sola la liquidación del saldo deudor no basta para
despachar ejecución, sino que se requiere acompañar los documentos que
dieron origen a la obligación liquidada.
 
La Letra a la Vista que giran los bancos es otro título valor, de muchísima
importancia y utilización, y es el título del que se ocupa el último párrafo del art.
228 de la Ley 26702 – Ley General del Sistema Financiero y de Seguros, y que en
realidad ya existía desde mucho antes de esta ley (y estaba regulado, tanto el
cierre de la cuenta corriente bancaria como el procedimiento de emisión de la
letra a la vista, por el Código de Comercio de 1902); esta disposición establece
que cerrada una cuenta corriente el banco puede girar una Letra a la Vista por el
saldo deudor y protestarla por falta de pago contra el titular de la cuenta. Sobre
este título valor en particular volveremos más adelante, porque su análisis

18
reviste particular importancia. Adelantamos que otra característica de este
título es que es un título ejecutivo complejo o compuesto, pues a la demanda
debe acompañarse tanto la letra a la vista protestada (no se la puede eximir del
protesto, pues no requiere aceptación) como la carta enviada al ex titular de la
cuenta corriente comunicándole el cierre de la misma y el saldo deudor
existente cuyo pago se le exige.

3.4 Por su parte el art. 690-A establece que a la demanda “…se acompañará el
título ejecutivo, además de los requisitos y anexos previstos en los Artículos 424
y 425, y los que se especifiquen en las disposiciones especiales”.

Desde luego, si el título no reúne los requisitos formales, el Juez de plano


denegará la ejecución. El auto solo se notificará al ejecutado si queda
consentido o ejecutoriado. Esto está dispuesto en el art. 690-F.

3.5 En cuanto a la competencia, el art. 690-B señala que tratándose de título


ejecutivo de naturaleza extrajudicial es competente el Juez Civil (lo que
conocemos desde hace algunos años como Juez Especializado, y el de Paz
Letrado, este último solo cuando la cuantía de la pretensión no sea mayor
de100 URP (que actualmente equivale S/ 43,000.00, que es el 10% de la UIT
para este año 2020), porque de ser mayor su conocimiento compete al Juez
Especializado en lo Civil o en lo Comercial.

Esto no es así en los casos de título de naturaleza judicial, pues siempre es


competente el Juez de la demanda, según preceptúa el segundo párrafo del
mismo artículo.

3.6 Admitida la demanda por el Juez este “…dispondrá el cumplimiento de la


obligación contenida en el título…” dictando mandato ejecutivo “… bajo
apercibimiento de iniciarse la ejecución forzada…”, según establece el art. 690-
C; en pocas palabras, el Juez despacha ejecución ordenando el cumplimiento de
la obligación, bajo ese apercibimiento.
El artículo prevé que, en el caso de exigencias no patrimoniales, el Juez debe
adecuar el apercibimiento (por ejemplo, si la sentencia en un proceso de
otorgamiento de escritura pública es el título ejecutivo, el Juez de la demanda
apercibirá al obligado (el vencido) con otorgarla en su rebeldía si se niega a
hacerlo por las buenas.
19
3.7 Las causales de contradicción a la ejecución

3.7.1 El art. 690-D se ocupa de la contradicción a la ejecución y señala que, una


vez notificado el demandado, éste puede, dentro de los 5 días hábiles
siguientes, contradecir la ejecución y proponer excepciones procesales y
defensas previas; en el mismo escrito se presentarán los medios probatorios
pertinentes; de lo contrario el pedido será declarado inadmisible.

La contradicción supone una etapa de cognición sumaria, que limita


verticalmente el conocimiento del juez a cierta materia en concreto (las
relativas a las causales de contradicción), pero también se emplea la técnica de
la cognición parcial “… porque limita al juez horizontalmente, esto es, no le
permite conocer materias diferentes a la alegada (que en este caso sería la
obligación entre ejecutante y ejecutado”, en palabras de profesor Cavani (a
quien más adelante citaremos sobre este mismo punto)..

El artículo añade seguidamente que la contradicción solo podrá fundarse “según


la naturaleza del título” en:

1. Inexigibilidad o iliquidez de la obligación contenida en el título;

2. La nulidad formal o falsedad del título; o cuando siendo éste un título


valor emitido en forma incompleta, hubiere sido completado en forma
contraria a los acuerdos adoptados, debiendo en este caso observarse la
ley de la materia (en referencia a la Ley 27287- Ley de Títulos-Valores);
3. La extinción de la obligación exigida.

Estas tres causales pueden oponerse a la ejecución de títulos ejecutivos de


naturaleza extrajudicial.

Respecto a la segunda causal que pude invocarse, que es la nulidad formal del
título, quisiéramos aquí hacer un paréntesis para referirnos a un título valor,
que es la Letra a la Vista girada por los bancos al amparo del art. 228 de la Ley
General del Sistema Financiero y de Seguros, donde frecuentemente se
cometen errores en el procedimiento previo al giro de la letra; en efecto, la
citada disposición establece, en su último párrafo, que el banco puede en
20
cualquier momento remitir una comunicación al cliente advirtiéndole sobre la
existencia de saldos deudores en su cuenta corriente y requiriéndole su pago, y
si el cliente no formula observación dentro de los 15 día hábiles de recibida
dicha misiva, el banco puede girar una letra a la vista a su cargo por dicho saldo
más los intereses generados en ese período y protestarla por falta de pago, ya
que no requiere previa aceptación del girado. Esa letra es, desde luego, un título
ejecutivo conforme al inciso 11 del art. 688 del CPC.

Pues bien, tal como adelantamos, sucede con cierta frecuencia que el
procedimiento posterior al cierre de la cuenta y previo al giro de esa cambial no
se hace apropiadamente, como cuando, por ejemplo, se remite la carta (lo que
es costumbre hacerlo por vía notarial, no porque la ley lo diga sino para
asegurar su recepción por el destinatario) y se consigna en la misma un saldo
deudor de manera escueta y rudimentaria, es decir, omitiendo las partidas del
debe y del haber, así como la tasa de intereses aplicada, y todos los otros
detalles señalados en el punto b.3 del Precedente Segundo establecido en el VI
Pleno Casatorio del que vamos a ocuparnos más adelante, conforme al cual “…
la liquidación de saldo deudor (debe hacerse) conforme a lo establecido en el
artículo 132 inciso 7 de la Ley N° 26702, Ley General del Sistema Financiero y del
Sistema de Seguros y Orgánica de la Superintendencia de Banca y Seguros,
suscrito por apoderado de la entidad del sistema financiero con facultades
para liquidación de operaciones, detallando cronológicamente los cargos y
abonos desde el nacimiento de la relación obligatoria hasta la fecha de la
liquidación del saldo deudor, con expresa indicación del tipo de operación así
como la tasa y tipos de intereses aplicados para obtener el saldo deudor.
Aquí es preciso señalar que el punto b.3 está referido, tal como aparece de su
texto, al saldo deudor que establece el inciso 7 del art. 132 de la ley de la
materia como título ejecutivo, no al saldo deudor de la cuenta corriente
bancaria, pero es evidente que lo que vale para confeccionar la liquidación en
un caso también vale para confeccionarla en el otro, pues en ambos casos se
trata de liquidaciones de saldos deudores; es inaceptable que un banco cierre
una cuenta corriente y en la carta le informe a su cliente que adeuda una suma
equis de dinero sin indicarle cómo se llegó a esa cantidad. Además, coloca al
destinatario en situación de indefensión, pues le impide observar las partidas
individualmente, desde que ni siquiera se consignan en dicha misiva. ¿Qué
observación cabe hacer a una cifra única? No se puede decir “no debo eso”
simplemente; hay que argumentarlo y no hay forma de hacerlo si el banco no
21
proporciona al menos el mecanismo contable que ha empleado para llegar a esa
cifra.

También ocurre que el destinatario habita en un departamento, y en la carta


solo se consigna el número de puerta de calle, pero no el del departamento, con
la cual existe incertidumbre sobre su recepción, bastando eso para viciar el
procedimiento para el giro de la letra a la vista y ésta resulta siendo nula si, a
pesar de eso, se gira en esas circunstancias. Lo mismo ocurre cuando la carta no
lleva la firma autógrafa del representante del banco, sino que aparece impresa,
con lo que puede ponerse en duda su autenticidad. Y el firmante tiene que
acreditar su representación o, al menos, consignarla al pie de su firma (por
ejemplo, Juan López, con poder inscrito en la Partida N° xxxxxx Asiento xxxxx del
Registro de Personas Jurídicas o Sociedades de los RR. PP. de Lima, por ejemplo)
porque, si no también se causa indefensión al destinatario de la carta, que no
tiene cómo saber si el firmante representa o no a la entidad bancaria que la
envía.

3.7.2 Pero cuando se trata de títulos ejecutivos de naturaleza judicial, el


ejecutado solo tiene 3 (tres) días para formular contradicción (lo que importa
una reducción del plazo que, en los demás casos, es de 5 días, como hemos
visto), y solo puede alegarse (ya no se usa el término “fundarse”, que tiene otra
connotación) lo siguiente:

1) el cumplimiento de lo ordenado en la sentencia; o

2) la extinción de la obligación.
En ambos casos debe acompañarse prueba instrumental que demuestre lo uno
o lo otro, es decir, que no puede admitirse otro medio probatorio como sí cabe
hacerse cuando se trata de los otros títulos ejecutivos de naturaleza distinta al
judicial (que son la gran mayoría).

El artículo en comentario termina señalando que la contradicción que se


sustente en otras causales será rechazada liminarmente, siendo esta decisión
apelable sin efecto suspensivo. Esta disposición es aplicable tanto para los
títulos de naturaleza extrajudicial como a los de naturaleza judicial.
3.8 De haber contradicción se le corre traslado al ejecutante para que la
absuelva y proponga, en ese mismo escrito, los medios probatorios pertinentes.
22
Esto está en el art. 690-E, que añade que con la absolución del trámite o sin ella
el Juez resolverá mediante un auto observando las reglas para el saneamiento
procesal (esto es, declarando si existe o no una relación jurídica procesal) y
pronunciándose sobre la contradicción.

En el caso de títulos ejecutivos que no son de naturaleza judicial los únicos


medios probatorios que se permiten para sustentar la contradicción a la
ejecución son: 1) la declaración de parte, 2) la prueba documental y 3) la pericia,
según el art. 690-D, párrafo segundo.

En cuando a los de naturaleza judicial, ya hemos visto que solo se permiten


medio probatorios instrumentales, para acreditar o el cumplimiento de la
sentencia o su inexigibilidad, que son las únicas causales que pueden invocarse.

Haciendo una nueva digresión, y citando al profesor Renzo Cavani, “Lo que el
Código Procesal Civil está haciendo aquí, es emplear la técnica procesal de la
cognición sumaria, esto es, limitar verticalmente el conocimiento del juez sobre
cierta materia concreta. Así, en este caso el juez no podrá conocer diversas
alegaciones que tienen que ver con la materia discutida (por ejemplo, nulidad
de negocio jurídico)” (….) “También existe el empleo de la técnica de la
cognición parcial, porque limita al juez horizontalmente, esto es, no le permite
conocer materias diferentes a la alegada (que en este caso sería la obligación
entre ejecutante y ejecutado”.

Puede ocurrir que la actuación de ciertos medio probatorios requiera llevar a


cabo una audiencia (por ejemplo, para actuar una pericia) o el Juez puede
considerarla necesaria, en cuyo caso esta se sujetará a las reglas de la Audiencia
Única regulada por el art. 594 del CPC.

Añade el artículo que “Si no se formula contradicción, el Juez expedirá un auto


sin más trámite, ordenado llevar adelante la ejecución”.

Este auto es llamado “auto final”, porque tiene los mismos efectos de una
sentencia dictada en un proceso contencioso y hay que aclarar (debido a que
este párrafo del artículo está mal redactado) que dicho auto final no solo se
dicta para el caso que no haya contradicción, sino también para resolver la
contradicción que se hubiera formulado.
23
3.9 El art. 691 establece que el plazo para interponer apelación “…contra el
auto, que resuelve la contradicción...” es de tres días, y este auto es apelable
con efecto suspensivo.

Acá hay dos interrogantes por despejar gracias a la mala redacción del artículo,
y son las siguientes:

La primera es que el artículo se refiere concretamente al “auto que resuelve la


contradicción”, pero no dice nada con respecto al auto al que se refiere el
último párrafo del art. 690-D, esto es, el auto que ordena llevar adelante la
ejecución cuando no se ha formulado contradicción. Desde luego que este auto
también es apelable por su naturaleza, pero, aunque no se señala expresamente
que la apelación debe concederse con efecto suspensivo, para determinar este
aspecto debemos remitirnos a las disposiciones sobre el recurso de apelación, y
como se trata de un auto final, ya que da por concluido el proceso,
correspondería que el recurso se le concediera con efecto suspensivo por lo
dispuesto en el art. 371 que textualmente establece lo siguiente:

Art. 371 Procedencia de la apelación con efecto suspensivo

Procede la apelación con efecto suspensivo contra las sentencias y autos


que dan por concluido el proceso o impiden su continuación, y en los
demás casos previstos en este código.

Entonces estamos frente a un problema cuando de ejecución de sentencias


firmes se trata, porque el vencido en el proceso en que se dictó la sentencia de
condena puede, según este proceso, no solo formular contradicción a la
ejecución, sino también apelar con efecto suspensivo del auto final que resuelve
esa contradicción, lo que en los hechos impide la ejecución inmediata de un
fallo que ha pasado en autoridad de cosa juzgada y que necesariamente debe
cumplirse, no pudiendo abrirse un nuevo debate sobre el fallo como parece
permitirlo este Proceso Único de Ejecución, en la medida que lo considera un
título ejecutivo más, con las particularidades que hemos destacado, pero título
al fin y, como tal, sujeto un proceso de ejecución, cuando lo que debe ocurrir es
24
que, frente a una sentencia firme, el vencido cumpla sin más con lo ordenado
en ella.

Realmente no se entiende la necesidad del legislador de considerar a una


sentencia firme como un título ejecutivo y que tal título de lugar a un proceso
de ejecución para ejecutar la sentencia de condena, con todas las consecuencias
negativas que ello implica para el vencedor, que se va a ver sometido a los
avatares propios de un nuevo proceso, con los inconvenientes que ello conlleva.

Por lo demás, tampoco se entendía antes de la reforma que fusionó el proceso


ejecutivo con el de ejecución de resoluciones judiciales (el D.L. 1069 del año
2008), dando origen al Proceso Único de Ejecución, habiendo ocurrido muchos
casos en que el Juez del proceso, que había dictado la sentencia de condena que
debía ejecutarse, rechazaba darle cumplimiento a ello en función a esas
disposiciones que entonces regulaban el proceso de ejecución de esas
resoluciones, a tal punto que hubo necesidad de modificar el art. 714 para que
quedase establecido que los títulos de ejecución judicial debían de ejecutarse
ante el Juez de la demanda y no ante otro. Un zafarrancho más atribuible de los
autores del Código Procesal Civil y, ahora, a los del Decreto Legislativo 1069,
que lo modificó en las partes que son materia de este trabajo; particularmente
creemos que la creación de un Proceso Único de Ejecución se debió a una
exigencia de tipo comercial pues, por esa época, se estaba negociado el Tratado
de Libre Comercio con los Estados Unidos de América y parece ser que esto
constituía un punto importante para concluirlo, porque de otro modo no se
explica cómo es que en un llamado “proceso único” hay una diferencia
procedimental en función al título con que se demanda; así, cuando lo que se
demanda es un título ejecutivo de naturaleza extrajudicial las causales son más
amplias y también los medios de prueba, mientras que cuando se demanda un
título de naturaleza judicial, solo hay dos causales posibles para oponerse y la
prueba es necesariamente instrumental. Entonces, si según el título el
tratamiento es distinto, no puede decirse que estamos frente a un “proceso
único de ejecución”, pues en realidad se trata de dos procesos que tienen algún
parecido, pero que son distinguibles y distintos.

3.10 Respecto al proceso único de ejecución, advertimos que cuando se


demanda la ejecución de una sentencia de condena pasada en autoridad de
cosa juzgada, el emplazado puede formular contradicción (“oposición” es el
25
término apropiado) “alegando” alguna de las causales de las que ya no hemos
ocupado arriba, pero que reiteramos por razones didácticas; estas son solo dos
y deben ser acreditadas instrumentalmente:

1) el cumplimiento de lo ordenado en la sentencia; o

2) la extinción de la obligación.

El primer caso no presenta problema alguno para el demandante, pues si el


demandado cumplió lo ordenado en la sentencia éste ya obtuvo lo que quería y
no hay nada más que hacer. La sentencia se ejecutó según sus propios términos
y ahí acabó todo.

Pero la segunda causal puede dar lugar a un sinnúmero de casos que impidan el
cumplimiento de lo ordenado en la sentencia firme. Así, por ejemplo,
supongamos que el vencido alega la extinción de la obligación porque el
proceso versó sobre una obligación de hacer que consistía en pintar un cuadro
con ciertas características convenidas con el demandante en su momento y
ahora afirma, y acompaña prueba instrumental sobre el hecho, que se ha
lesionado gravemente la mano con la que pintaba y que eso le impide cumplir
con su obligación de manera permanente y que, como esto encaja en lo
dispuesto en los artículos 1315 y 1316 del Código Civil, puede tipificarse como
un caso de fuerza mayor, lo que tiene como efecto la inejecución inimputable
de la obligación que, a su vez, importa la extinción de la misma.

El problema que puede enfrentar el demandante, que descree de la versión del


demandado, es demostrar que tal lesión no se produjo o que no reviste la
gravedad que se le atribuye, por lo que afirma que el demandado sí está en
capacidad de cumplir con la prestación a su cargo. Esto requiere ser resuelto, y
eso puede aparejar la necesidad de abrir otro contradictorio en la etapa de
ejecución de sentencia, pues en estas circunstancias el Juez de la demanda, que
es también el Juez de la ejecución, debe resolver esa (mal llamada)
contradicción formulada contra el auto que ordena al vencido el cumplimiento
de la prestación a su cargo, bajo apercibimiento, y eso lo hace mediante otro
auto, que tiene la naturaleza de un auto definitivo y que, por lo dispuesto en el
art. 371 del CPC, es apelable con efecto suspensivo, pues acaba el proceso. Y
esa apelación con efecto suspensivo va a dar lugar a un pronunciamiento de un
26
colegiado superior, y si esta resolución pone fin al proceso, el perdidoso va a
interponer un recurso de casación y así el expediente va a terminar en la Corte
Suprema. Es decir, la de nunca acabar.

3.11 El Código de Procedimientos Civiles de 1912 era en esta materia mucho


más concluyente que el actual código, al punto que en su artículo1154
establecía lo siguiente:

Art. 1154. Es prohibido al juez ejecutor admitir recurso alguno que


entorpezca la ejecución de la sentencia, bajo pena de nulidad y
responsabilidad.

De esta manera se impedía abrir un nuevo debate sobre el cumplimiento


(ejecución) de la sentencia de condena, como ahora lo permite el actual Código
Procesal Civil al autorizar la contradicción (oposición) a la ejecución de sentencia
hasta por las dos causales que hemos visto.

Parece obvio que el demandante no va a insistir en la ejecución de una


sentencia de condena que el vencido ya cumplió, y si lo hace se deberá atener a
las consecuencias de su conducta, de manera que esta formulación legislativa
era y es totalmente innecesaria en lo que a la ejecución de las sentencias de
condena se refiere. Un problema más que ha añadido el actual Código Procesal
Civil.

3.12 Las diferentes obligaciones que pueden demandarse en la vía del Proceso
Único de Ejecución.

Las obligaciones que pueden exigirse en esta vía son de tres clases: de dar, de
hacer y de no hacer, y dentro de las de dar, las de dar sumas de dinero o de
entregar un bien mueble determinado al demandante.

3.11.1 La ejecución de obligaciones de dar suma de dinero no presenta mayor


problema; recordemos que debe tratase de suma líquida o liquidable mediante
operación aritmética. El apercibimiento que se libra con el mandato de
ejecución es el de iniciar la ejecución forzada para hacerse pago el demandante.

27
3.11.2 Otra obligación de dar establecida expresamente en el Código Procesal
Civil es la de dar un bien mueble determinado, que está regulada en los arts.
704 al 705-A. El apercibimiento será proceder a su entrega forzada, y en caso de
no realizarse la entrega por destrucción, deterioro, sustracción u ocultamiento
atribuible al obligado, éste deberá pagar su valor, si así hubiera sido
demandado. En este último caso la ejecución proseguirá como si se tratara de
una de dar suma de dinero.

3.11.3 Finalmente en el caso de obligaciones de no hacer, reguladas en los arts.


710 al 712 del CPC, el mandato ejecutivo contendrá la intimación al ejecutado
para que en un plazo de 10 días deshaga lo hecho y de ser el caso se abstenga
de continuar haciéndolo, bajo apercibimiento de deshacerlo forzadamente a su
costo; en este último supuesto, designada la persona que va a deshacer lo
hecho y determinado su costo, el proceso proseguirá como si se tratara de uno
de dar suma de dinero.

4. EL PROCESO DE EJECUCIÓN DE GARANTÍAS.

4.1 El proceso de Ejecución de Garantías, actualmente regulado en los arts. 720


y del Código Procesal Civil, es una novedosa ejecución incorporada por primera
vez en el código procesal actual que, como vamos a ver, se promueve con el
documento donde consta la garantía y el documento donde consta el llamado
“estado de cuenta del saldo deudor. El Código de Procedimientos Civiles de
1912 no la contemplaba y tampoco la contempló la profunda reforma en
relación al proceso ejecutivo que se dio a través del Decreto-Ley N° 20236 de
fines del año 1972, y que sí incorporó el documento impago de renta (junto con
el contrato) como un nuevo título ejecutivo, teniendo en cuenta que, por ese
entonces, los inquilinos se habían visto favorecidos con una serie de
disposiciones en desmedro de los arrendadores, por lo que se creyó necesario
darles a estos último al menos una vía rápida para cobrar la merced conductiva
adeudada por sus inquilinos morosos.

4.2 Con anterioridad a la creación de este nuevo proceso de ejecución, el


demandante victorioso tenía que embargar el bien inmueble, previamente
hipotecado a su favor, para luego rematarlo y hacerse pago con el producido;
ahora, con la creación de este proceso, ya no necesita embargarlo para luego
28
rematarlo, sino que le bastará presentar el título ejecutivo compuesto que
vamos a tratar en adelante.

Sin embargo, antes de entrar de lleno a analizarlo, queremos destacar que este
proceso de Ejecución de Garantías no mejora en mucho el anterior proceso que
tenía que seguir el acreedor de una obligación asegurada con una garantía real,
fuera de haber dejado de lado la necesidad de embargar el bien para luego
rematarlo que hemo referido en el párrafo anterior, pero en términos de
tiempo y simplificación de procedimientos, este nuevo proceso no ha
contribuido en nada a solucionar la problemática del mecanismo empleado
anteriormente, y más bien ha creado una serie de problema relacionados con la
documentación que se tiene que presentar con la demanda, como vamos a ver.
4.3 El proceso está regulado en los artículos 720 y subsiguientes del Código
Procesal Civil; según esta primera disposición el ejecutante debe anexar a su
demanda lo siguiente:

1) el documento que contiene la garantía (la escritura pública de


hipoteca, si se trata de inmueble).

2) el llamado “estado de cuenta del saldo deudor” que recién ha sido


“definido” de alguna manera en el VI Pleno Casatorio de cuyos
precedentes vinculantes vamos a ocuparnos más abajo.

Estos dos documentos, conjuntamente presentados, constituyen el título


ejecutivo en este proceso; se trata, como ya lo hemos adelantado, de
título ejecutivo compuesto o complejo. El “estado de cuenta del saldo
deudor” señala la cifra final por la que se despachará la ejecución, de
manera que en su ausencia es materialmente imposible que un Juez
pueda ordenar el pago de una suma que no conoce.

3) si el bien fuera inmueble debe presentarse el documento que


contenga la tasación comercial actualizada del mismo realizada por dos
ingenieros y/o arquitectos colegiados según corresponda, con firmas
legalizadas. Si fuera mueble, similar documento que, según la naturaleza
del bien, debe ser efectuado por dos peritos especializados con firmas
legalizadas.

29
No será necesaria una nueva tasación si las partes hubieran convenido el
valor actualizado de la misma (lo que de ordinario se establece en la
escritura pública de constitución del gravamen hipotecario).

4) el Certificado de Gravámenes, tratándose de bien registrado.

Los dos primeros títulos enunciados son los que juntos forman el título
ejecutivo en este tipo de procesos; esto se hace más patente cuando el
documento que contiene a garantía no expresa la obligación determinada que
asegura, como ocurre con mucha frecuencia en el caso de entidades bancarias y
financieras.

4.3 Trámite del proceso y causales de contradicción.

El art. 721 dispone que, admitida la demanda se notifica el mandato de


ejecución al ejecutado ornado que pague la deuda dentro de tres días bajo
apercibimiento de procederse al remante del bien dado en garantía.

El ejecutado, en el mismo plazo, puede contradecir con arreglo a las


disposiciones generales, según establece el art. 722; como no se trata de un
título de ejecución de naturaleza judicial, las causales son las mismas que se
expresan en el art. 690-D en su tercer párrafo, a saber:

1. Inexigibilidad o iliquidez de la obligación contenida en el título;

2. La nulidad formal o falsedad del título; o cuando siendo éste un título


valor emitido en forma incompleta, hubiere sido completado en forma
contraria a los acuerdos adoptados, debiendo en este caso observarse la
ley de la materia (en referencia a la Ley 27287- Ley de Títulos-Valores);

3. La extinción de la obligación exigida.

Si se formula contradicción se procede tal como está prescrito en el art. 690-E,


es decir que se le corre traslado al ejecutante para que la absuelva y proponga,
en ese mismo escrito, los medios probatorios pertinentes; con la absolución del
trámite o sin ella el Juez resolverá mediante un auto observando las reglas para
30
el saneamiento procesal (esto es, declarando si existe o no una relación jurídica
procesal) y pronunciándose sobre la contradicción.

Al igual que en el Proceso Único d Ejecución, puede que la actuación de ciertos


medio probatorios requiera llevar a cabo una audiencia (por ejemplo, para
actuar una pericia) o el Juez puede considerarla necesaria, en cuyo caso esta se
sujetará a las reglas de la Audiencia Única regulada por el art. 594 del CPC.
Finalmente, el art. 723 dispone que transcurrido el plazo de 3 días sin haberse
pagado la obligación o declarada infundada la contradicción el Juez ordena del
remate del bien dado en garantía.

Hay que advertir que este auto final es susceptible de ser apelado con efecto
suspensivo y que la resolución de la Sala correspondiente de la Corte superior,
que le pone fin al proceso, puede ser materia de recurso de casación, con lo cual
este trámite ejecutivo puede alargarse por tres o cuatro años, dado el cuello de
botella que se produce a nivel de la Corte Suprema.

4.4 En vista de la jurisprudencia vacilante y contradictoria sobre qué debía


entenderse por “el Estado de Cuenta del Saldo Deudor” y sobre los alcances del
contenido del contrato de garantía (de común, hipoteca), y otros temas
relacionados con este proceso, muy mal entendido por los litigantes y los jueces
en sus inicios, recién en el mes de enero del año 2013 se realizó el VI Pleno
Casatorio que resolvió la Casación 2402-2012-Lambayeque, sobre Ejecución de
Garantías, y que estableció con el carácter de vinculantes los precedentes en
esta materia de los que enseguida nos ocuparemos, haciendo una distinción en
los dos primeros precedentes según que el proceso lo promueva una persona
ajena al Sistema Financiero de los casos en que la ejecución la demande una
empresa perteneciente a éste (que son abrumadoramente muchos más); así se
plasmó esta diferenciación en estos dos primeros precedentes vinculantes que
transcribimos a continuación:

4.5 EL VI PLENO CASATORIO CIVIL DEL AÑO 2013

Dicho Pleno Casatorio, que trató de manera exclusiva sobre el proceso de


Ejecución de Garantías, estableció los siguientes precedentes vinculantes, a
saber:
31
4.5.1 (PARA PERSONAS AJENAS AL SISTEMA FINANCIERO)

I) PRECEDENTE PRIMERO:

Para la procedencia de una ejecución de garantías reales, en el caso de personas


ajenas al Sistema Financiero, a la demanda de ejecución deberá acompañarse:

i) Documento constitutivo de la garantía real, que cumpla con las formalidades y


requisitos de validez establecidos en los artículos 10 98 y 1099 del Código Civil o,
en su caso, por ley especial, con las siguientes particularidades:

a. Tratándose de una garantía real constituida expresamente para asegurar una


obligación determinada, siempre que aquella esté contenida en el propio
documento constitutivo de la garantía, a los efectos de la procedencia de la
ejecución, no será exigible ningún otro documento.

b. Tratándose de una garantía real constituida para asegurar una obligación


determinable, existente o futura, documento reconocido por ley como título
ejecutivo u otro documento idóneo que acredite la existencia de la obligación
que contenga la determinación de la misma a cancelar a través de la ejecución
judicial de la garantía, que cumpla con los requisitos del artículo 689 del Código
Procesal Civil.

ii) Estado de cuenta de Saldo Deudor, suscrito por el acreedor, detallando


cronológicamente los pagos a cuenta, si hubiere, desde el nacimiento de la
obligación hasta la fecha de la liquidación del saldo deudor; así como el monto
de los intereses pactados sin contravenir la norma imperativa o intereses
legales, si fuere el caso.

iii) Los demás documentos indicados en el artículo 720 del Código Procesal Civil.
En resumidas cuentas, LAS PERSONAS AJENAS AL SISTEMA FINANCIERO deben
acompañar a la demanda los siguientes instrumentos:

32
1) Contrato de hipoteca donde consta la obligación que se garantiza de
manera particular; no se exige otro documento para acreditar la
existencia de dicha obligación.

2) Cuando la garantía se constituyó para asegurar una obligación


determinable, existente o futura, se deberá acompañar, además, el
documento reconocido por ley como título ejecutivo u otro documento
idóneo que acredite la existencia de la obligación que cumpla con los
requisitos del artículo 689 del CPC (obligación cierta, expresa y exigible, y
si es de dar suma de dinero, que sea líquida o liquidable mediante
operación aritmética).

3) El Estado de Cuenta del Saldo Deudor, con detalle de pagos a cuenta


(de haberlos), desde que se contrajo la obligación hasta la fecha de la
liquidación, así como los intereses pactados o los legales (si
correspondiera).

4) La tasación comercial actualizada del bien o la valorización acordada


por las partes para el caso de ejecución del mismo; tanto la tasación
como la valorización convenida no deben tener una antigüedad mayor de
2 años, porque de ser más antiguas el Juez ordenará una nueva tasación
del inmueble a fin de actualizar la acompañada por el demandante.

4.5.2 (PARA EMPRESAS DEL SISTEMA FINANCIERO).

II) PRECEDENTE SEGUNDO

Para la procedencia de la ejecución de garantías a favor de empresas que


integran el Sistema Financiero, a la demanda de ejecución deberá
acompañarse:

i) Documento constitutivo de la garantía real, que cumpla con las formalidades y


requisitos de validez establecidos en los artículos 1098 y 1099 del Código Civil (para
la hipoteca) o, en su caso, por ley especial, con las siguientes particularidades:

33
a. Tratándose de una garantía real constituida expresamente para asegurar una
obligación determinada siempre que aquella esté contenida en el propio
documento constitutivo de la garantía – a los efectos de la procedencia de la
ejecución- no será exigible ningún otro documento.
b. Tratándose de una garantía real constituida para asegurar cualquier obligación
que tuviera el constituyente de la garantía frente a una empresa del sistema
financiero o para asegurar una obligación existente, determinable o futura, se
deberá:

b.1. Tratándose de operaciones en cuenta corriente, la letra de cambio a la vista


debidamente protestada emitida conforme a lo establecido en el último párrafo
del artículo 228 de la Ley N° 26702, Ley General del Sistema Financiero y del
Sistema de Seguros y Orgánica de la Superintendencia de Banca y Seguros.

b.2. Tratándose de operaciones materializadas en títulos valores, en particular


letras de cambio y pagarés, el respectivo título valor debidamente protestado,
salvo que contenga la cláusula “sin protesto” u otra equivalente en el acto de su
emisión o aceptación, siempre que cumpla con los demás requisitos establecidos en
la ley de la materia según el tipo de título valor.

b.3. Tratándose de operaciones distintas de las indicadas en los dos acápites


anteriores, documento que contenga la liquidación de saldo deudor conforme a lo
establecido en el artículo 132 inciso 7 de la Ley N° 26702, Ley General del Sistema
Financiero y del Sistema de Seguros y Orgánica de la Superintendencia de Banca y
Seguros, suscrito por apoderado de la entidad del sistema financiero con
facultades para liquidación de operaciones, detallando cronológicamente los
cargos y abonos desde el nacimiento de la relación obligatoria hasta la fecha de
la liquidación del saldo deudor, con expresa indicación del tipo de operación así
como la tasa y tipos de intereses aplicados para obtener el saldo deudor;
asimismo, la parte ejecutante puede presentar prueba idónea y especialmente
documental, para acreditar la obligación objeto de la demanda, teniéndose en
cuenta para ello los fines de los medios probatorios previstos en el artículo 188 del
Código Procesal Civil.

ii) Los demás documentos indicados en artículo 720 del Código Civil Procesal.
En resumen, en el caso de EMPRESAS DEL SISTEMA FINANCIERO se deben
acompañar los siguientes instrumentos:

34
1) Documento constitutivo de la garantía real, con las formalidades y
requisitos de validez establecidos en los artículos 1098 y 1099 del Código
Civil (para la hipoteca), cabiendo dos supuestos, a saber:
a. Si la garantía real fue constituida expresamente para asegurar una
obligación determinada y ésta figura el documento constitutivo de la
garantía, no será exigible ningún otro documento.

b. Tratándose de una garantía real constituida para asegurar cualquier


obligación que tuviera el constituyente de la garantía frente a una
empresa del sistema financiero o para asegurar una obligación existente,
determinable o futura, se deberá:

b.1. Tratándose de operaciones en cuenta corriente, la letra de cambio a


la vista debidamente protestada emitida conforme a lo establecido en el
último párrafo del artículo 228 de la Ley N° 26702.

b.2. Tratándose de operaciones materializadas en títulos valores, en


particular letras de cambio y pagarés, el respectivo título valor
(protestado o que contenga la cláusula “sin protesto” u otra equivalente).

b.3. Tratándose de operaciones distintas (de las anteriores), la


liquidación del saldo deudor conforme al artículo 132 inciso 7 de la Ley
N° 26702, en el que se deben observar las siguientes reglas:

b.3.1 debe estar suscrito por apoderado de la entidad del sistema


financiero con facultades para liquidación de operaciones;
b.3.2 debe detallar cronológicamente los cargos y abonos desde
el nacimiento de la relación obligatoria hasta la fecha de la
liquidación del saldo deudor, con expresa indicación del tipo de
operación, así como la tasa y tipos de intereses aplicados para
obtener el saldo deudor;

b.3.3 la parte ejecutante puede presentar prueba, especialmente


documental, para acreditar la obligación objeto de la demanda.

35
2) Los demás documentos indicados en artículo 720 del Código Civil
Procesal (que son la tasación o la valorización convencional del bien y el
Certificado de Gravámenes, si se trata de bien registrado.

Con posterioridad a este Pleno Casatorio, y sobre este precedente en particular,


se ha pronunciado la sentencia dictada por la Sala Civil Permanente de la Corte
Suprema de Justicia en la CASACIÓN N° 3646-2014, AREQUIPA del 21 de abril de
2015, cuya sumilla transcribimos a continuación:

Sumilla: Título ejecutivo.-

Para la procedencia de la ejecución de garantías a favor de empresas que


integran el sistema financiero, a la demanda deberá adjuntarse el
documento constitutivo de la garantía real, que cumpla con las
formalidades establecidas por ley, la liquidación de saldo deudor y la
tasación actualizada del inmueble. No corresponde exigir al ejecutante la
presentación del título valor, ni otro documento que acredite la
existencia de la obligación. Art. 720 del CPC y Sexto Pleno Casatorio.

Para que se entienda el sentido de la sentencia vamos a contextualizarla


reproduciendo para ello algunos de sus fundamentos relevantes, a saber:

Sexto.- Que, efectivamente, el Código Procesal Civil, en su artículo 688


inciso 10 reconoce al testimonio de escritura pública como título
ejecutivo en virtud del cual se puede promover proceso único de
ejecución, al ser éste un documento público que genera certeza y que
por lo demás, debe cumplir también con los requisitos contenidos en el
artículo 689 del Código Procesal Civil, esto es, contener una obligación
cierta, expresa y exigible; asimismo, de tratarse de una obligación de dar
suma de dinero, deberá además ser líquida o liquidable mediante
operación aritmética.

Sétimo.- Que, sin embargo, como se señaló en los antecedentes de la


presente resolución, la Sala Superior en la sentencia de vista al declarar
fundada en parte la contradicción, ha indicado que de la revisión de las
cláusulas de la escritura pública de constitución de mutuo con garantía
hipotecaria, se había pactado que el prestatario emitía y suscribía un
pagaré incompleto, a la vista, y a la orden del Banco, el mismo que sería
completado según las reglas establecidas en el mismo documento,
36
encontrándose como una de las causas para ello, el incumplimiento del
pago de dos o más cuotas del préstamo; y es por ello que la parte
demandada ha sostenido como causal de contradicción la inexigibilidad
de la obligación, pues el crédito a cobrarse debía estar contenido en un
pagaré, lo que no ha ocurrido en el caso de autos.

Octavo.- Que, aquella interpretación de la Sala Superior es errónea, pues


en los procesos de ejecución de garantías, constituye título de ejecución
la escritura pública de constitución de hipoteca, el saldo deudor y la
tasación actualizada del bien inmueble, conforme lo estipula el artículo
720 del Código Procesal Civil, no siendo exigible al ejecutante la
presentación del título valor ni otro documento que acredite la existencia
de la obligación, sino, -como ya se indicó- solo el documento que acredite
el otorgamiento de la garantía real, como en el presente caso es la
escritura pública de otorgamiento de garantía hipotecaria; exigir
documentación adicional significa desnaturalizar el proceso, que
pretende iniciar la ejecución del bien dado en garantía.

Noveno.- Que, en ese sentido, y a fin de resguardar uno de los fines del


recurso extraordinario de casación, esto es, el de uniformizar la
jurisprudencia nacional por la Corte Suprema de Justicia de la República,
es que debe tenerse en cuenta además, lo señalado en el Sexto Pleno
Casatorio recaído en la sentencia Casación 2402-2012-Lambayeque, de
fecha tres de enero de dos mil trece, en el que se fija como precedente
segundo, que para la procedencia de la ejecución de garantías a favor de
empresas que integran el sistema financiero, a la demanda deberá
adjuntarse el documento constitutivo de la garantía real, que cumpla con
las formalidades establecidas en los artículos 1098 y 1099 del Código
Civil, y tratándose de un caso como el de autos, en que la garantía real se
ha constituido expresamente para asegurar una obligación determinada y
contenida en el propio documento de la garantía no será exigible ningún
otro documento.

4.6 EL ESTADO DE CUENTA DEL SALDO DEUDOR

4.6.1 Aquí debemos detenernos para analizar la forma y contenido que debe
tener, según el Precedente 2, el Estado de Cuenta del Saldo Deudor al que se

37
refiere el literal b.3, pues son varios los requisitos que se exigen a la empresa
financiera para confeccionarlo; vamos a verlos sumariamente:

1) lo primero es que el documento esté suscrito (léase firmado) por un


apoderado con poder suficiente para liquidación de operaciones.

Al respecto, es necesario advertir que una facultad así de específica no


era común observar en los poderes otorgados por las entidades
financieras a sus representantes, pero a partir de este Pleno no queda
más remedio que contemplarla expresamente (como una facultad
específica y mejor aún si es así enunciada) en los poderes que se les
otorguen.

Sobre la firma propiamente dicha, y aunque en el Precedente Segundo no


se dice nada, esta debe ser manuscrita (es decir, autógrafa, de puño y
letra del apoderado), tal como si se tratara de la firma puesta por el
representante en el escrito de demanda. Si bien el Estado de Cuenta del
Saldo Deudor no es un título-valor aisladamente considerado, sí forma
parte del título ejecutivo complejo juntamente con el documento donde
consta a garantía real, en virtud de los cuales se despacha el auto de pago
en este proceso de ejecución de garantías, a pesar que alguna sentencia
en casación, erróneamente, haya desconocido este hecho.

2) lo segundo es que se debe 1) detallar cronológicamente los cargos y


abonos desde el origen de la obligación hasta la fecha de la liquidación
del saldo deudor, indicando 2) el tipo de operación y 3) la tasa y tipos de
intereses aplicados para obtener el saldo deudor; anteriormente muchos
bancos acostumbraban a hacer una liquidación muy simple en la que solo
figuraba el saldo de capital y los intereses corridos, lo que se prestaba a
abusos, sobre todo teniendo en cuenta que la liquidación es un acto
unilateral del acreedor, y de ahí la necesidad de haberse reglamentado
minuciosamente en este Pleno.

3) lo tercero es que es facultativo de la empresa presentar,


adicionalmente, prueba para acreditar la obligación puesta a cobro. Si
bien el PRECEDENTE SEGUNDO utiliza el sintagma “especialmente
documental”, debe entenderse que se circunscribe a cierto tipo de
38
prueba documental, pues el art. 234 del CPC contiene una variada
enunciación de documentos, muchos de los cuales no pueden ser
apreciados a simple vista por el Juzgado de la ejecución.

4.6.2 Al establecerse esta exigencia en el art. 720 del CPC, era valor entendido
que, en el caso de empresas sujetas al control de la SBS, la contabilidad que
llevaban de las cuentas de sus deudores era muy minuciosa, lo que se reflejaría
al momento de confeccionarse el Estado de Cuenta del Saldo Deudor, exigido
como co-título para demandar (pues, juntamente con el documento donde
consta la garantía, este forma parte del título ejecutivo que da lugar a la
ejecución); sin embargo, en la práctica, las empresas cumplían la formalidad de
un modo bastante rudimentario (mala práctica que era imitada por los
particulares), limitándose a consignar solamente el capital adeudado y los
intereses corridos, y muchas veces no se consignaba siquiera la tasa del interés,
colocando al demandado en una clara desventaja para defenderse, pues con
esos pocos datos le resultaba difícil saber cómo se había llegado a determinar el
monto adeudado que aparecía en ese Estado. Por otra parte, algunos Jueces
complacientes toleraban esos Estados tan mal elaborados (sobre todo en el
Distrito Judicial de Lima), en tanto que otros (como, por ejemplo, en el Distrito
Judicial de Trujillo) exigían demasiados detalles en su confección.

A poco más de tres años de entrar en vigencia el Código Procesal Civil (julio de
1993) se dictó la Ley N° 26702, Ley General del Sistema Financiero y de Seguros
y Orgánica de la Superintendencia de Banca y Seguros (publicada en diciembre
de 1996 y que entró progresivamente en vigencia desde el día siguiente de su
publicación), en cuyos artículos 132, numeral 7, y art. 228, 5° párrafo, se hace
una referencia expresa a los estados de cuenta de saldos deudores.

Particularmente, el numeral 7 del art. 132 se establece que tienen mérito


ejecutivo “...las liquidaciones de saldos deudores que emitan las empresas”. Sin
embargo, no dice nada sobre los requisitos o contenido que deben tener estas
liquidaciones para servir como título ejecutivo; cosa parecida ocurre con el
5°párrafo del art. 228, que prevé el cierre de la cuenta corriente bancaria,
mediante el mecanismo contemplado en esa misma disposición, de manera que
para tal efecto el banco puede remitir al cliente una comunicación advirtiéndole
de la “…existencia de saldos deudores en su cuenta y requiriéndole el pago”;
agrega la disposición que si el cliente no formula observación a dicho saldo
39
dentro de los 15 días hábiles de recibida la misiva, el banco puede girar una
letra a la vista a cargo del cliente por dicho saldo más los intereses de ese
periodo a cargo, y protestarla por falta de pago, dejando así expedita la vía
ejecutiva (esta letra no requiere la aceptación del girado). En este último caso
(cierre de la cuenta corriente), la liquidación no tiene, por sí sola, mérito
ejecutivo, pero debe confeccionarse tal como lo ha dispuesto el Precedente
Segundo del VI Pleno Casatorio en el punto b.3; esto también es aplicable a la
liquidación de que se ocupa el numeral 7 del art. 132 al que nos hemos referido
antes. De confeccionarse de manera rudimentaria otra, tal como todavía se
viene haciendo en muchos casos, esta última liquidación hay que negarle mérito
ejecutivo a la misma, pues causa indefensión al demandado.

4.6.3 A partir de este precedente, los bancos quedaron obligados a sustentar


los saldos deudores que arrojan las cuentas de sus clientes a través de una
liquidación de la cuenta que los origina, lo que equivale a decir que se debe
sustentar en partidas del debe y el haber que concluyan que ese es el saldo de
la cuenta; desde luego, debe consignarse también la tasa del interés o intereses
aplicada al capital o capitales, teniéndose presente las disposiciones legales
sobre anatocismo, que consiste en la capitalización de los intereses de la deuda,
y que solo está permitido en los supuestos de los arts. 1249 y 1250 del Código
Civil, esto es cuando se trate de cuentas bancarias, mercantiles y similares, o
cuando el pacto se celebre por escrito después de contraída la obligación y
siempre que medie no menos de un año de atraso en el pago de los intereses.

4.6.4 Algunos autores sostienen que, mientras que el estado de cuenta de saldo
deudor es un requisito de procedibilidad para los procesos de Ejecución de
Garantías en mérito al numeral 2 del artículo 720° del código procesal civil, y es
requerida cuando se quiere ejecutar una obligación contenida en un título
ejecutivo y esta obligación esté garantizada por alguna garantía real, mientras
que la liquidación de saldo deudor contemplada en el numeral 7 del art. 132 de
la Ley General del Sistema Financiero y de Seguros es un documento que tiene
mérito ejecutivo y por tanto es un título ejecutivo.

Sin embargo, estos autores desconocen que el título de ejecución, en estos


procesos de Ejecución de Garantías, es un título ejecutivo compuesto o
complejo (al igual que lo es el título ejecutivo para reclamar el pago de la renta
contemplado en el inciso 8 del art. 688 del CPC) constituido por: a) el
40
documento donde constan la garantía (generalmente la escritura pública de
hipoteca) y b) por el Estado de Cuenta del Saldo Deudor, que son exigidos
conjuntamente por el inciso 2 del art. 720 del CPC, y que deben acompañarse
no solo como requisito de procedibilidad, sino como parte del título ejecutivo
complejo que sirve para demandar la ejecución de la garantía real en esta vía
procedimental.

Estos mismos autores llegan a diferencia la naturaleza del Estado de Cuenta del
Saldo Deudor cuando es confeccionado por un particular como ejecutante (es
decir, persona ajena al Sistema Financiero- SF) de los elaborados por las
entidades pertenecientes al SF, creyendo que porque el Segundo Precedente
vinculante del VI Pleno Casatorio establece en b.3 que en este último caso dicho
estado de cuenta debe elaborarse conforme al numeral 7 del art. 132 de la Ley
General del Sistema Financiero y de Seguros, vale por sí solo como título
ejecutivo, mientras que en el primer caso, no puede valer como tal porque se
trata de un particular.

Esto es un error de concepto por dos razones, aunque creemos que la primera
de las dos bastaría para por sí sola para liquidar ese argumento según pasamos
a ver:

1) la primera es cronológica, porque siendo el art. 720 parte del Código Procesal
Civil vigente que data de 1993, es anterior en más de tres años a la Ley 26702,
Ley General del Sistema Financiero y de Seguros, que data de fines de 1996 (que
creó ese título en el numeral 7 del art. 132, como ya señalamos anteriormente),
de modo tal que nunca estuvo en la mente del legislador, que creó ese nuevo
título ejecutivo, que ese “Estado de Cuenta del Saldo Deudor” tuviera las
características establecidas recién después de algunos años por la Ley General
del Sistema Financiero y de Seguros, que le confiere mérito ejecutivo a esa
“liquidación” dentro de ciertos parámetros (al respecto véase la sentencia
pronunciada en la CASACIÓN N° 1674-02 de 30 de setiembre del 2002 [El
Peruano 03-02-2003] que estableció que las liquidaciones del saldo deudor
emitidas por las empresas del sistema financiero (en referencia a las
contempladas en el inciso 7 del art. 132 de la Ley del Sistema Financiero y de
Seguros y Orgánica de la SBS) tienen mérito ejecutivo, siendo indispensable para
que proceda la acción ejecutiva, que se presente conjuntamente con dicha

41
liquidación el documento que dio origen a la deuda; en el mismo sentido se ha
pronunciado el tema 6 del Pleno Jurisdiccional de Ica de 2019).

2) porque, reiteramos, para el legislador del Código Procesal Civil se trata de un


título ejecutivo compuesto por los dos documentos que exige el inciso 2 del art.
720, de manera que sin la concurrencia de ambos no hay título ejecutivo. Una
prueba de esto es que la ejecución se despacha por la suma que arroja ese
Estado de Cuenta del Saldo Deudor, de manera que sin ese documento no se
puede conocer a cuánto asciende la suma líquida que se va a poner a cobro; de
ahí su necesidad como parte del título. Además, hasta por sistemática, porque
ambos documentos están considerados en una misma disposición: el inciso 2
del art. 720.

Haciendo nuevamente un paralelo con el título contemplado en el inciso 8 del


art. 688 del CPC, referido al cobro de la renta impaga por arrendamiento, este
título ejecutivo recién fue creado por el Decreto Ley 20.236 del año 1973,
porque no estaba contemplado en el Código de Procedimientos Civiles de 1912
como título ejecutivo (y tampoco, por razones sistemáticas y metodológicas, en
la Ley N° 16587 Ley de Títulos-Valores de abril de 1968, posteriormente
derogada y sustituida por la nueva Ley de Títulos-Valores N° 27287, de junio de
2000) que por las mismas razones tampoco lo contempla), y se trata de un título
compuesto formado por a) los recibos impagos de la renta y b) por el contrato
de arrendamiento; cosa igual pasa con el título de ejecución de garantía, al
margen de quien sea el que demanda, que está compuesto por: a) el
documento donde consta la garantía y b) la liquidación del estado de cuenta del
saldo deudor.

Por eso es que en los fundamentos 30 a 35 del VI Pleno Casatorio se han


utilizado de forma indistinta los términos “estado de cuenta de saldo deudor” y
“liquidación de saldo deudor”, refiriéndose a lo mismo, y no como sostienen
esos autores según los cuales eso no debería ser así porque no se refieren a lo
mismo, pues -para ellos- la diferencia no radica solamente en la denominación
sino en lo que representan uno y otro. Así concluyen que, mientras que el
“estado de cuenta del saldo deudor” es un requisito de procedibilidad para los
procesos de ejecución de garantías conforme al numeral 2 del artículo 720° del
CPC, y es requerido cuando se quiere ejecutar una obligación garantizada por
alguna garantía real, la “liquidación del saldo deudor” (a que se refiere el
42
numeral 7 del art. 132 de la LGSFS) es un documento que por sí tiene mérito
ejecutivo.

3) No obstante lo anterior, en una sentencia dictada en la Casación N° 865-017-


Lambayeque, se sostiene que el estado de cuenta del saldo deudor no es título
ejecutivo; veamos:

Sumilla:
En los procesos de ejecución de garantías reales, los requisitos a evaluar
para su procedencia son los señalados en el Código Procesal Civil y en el
Sexto Pleno Casatorio, debiéndose considerar que el estado de saldo
deudor a tenor del artículo 688 del mismo cuerpo normativo citado no
constituye título ejecutivo.

Acá es necesario aclarar que en ninguna parte de la sentencia se menciona el


art. 688 del CPC, de manera tal que no se entiende por qué lo hace la sumilla
transcrita.

Tampoco es cierto lo que algunos autores sostienen, en el sentido que esta


casación modifica algún precedente vinculante de VI Pleno Casatorio, como
vamos a ver también.

Para esto vamos a pasar a transcribir los fundamentos relevantes de la


sentencia, a saber:

Segundo.- La nulidad formal del título

El título ejecutivo está compuesto por dos presupuestos: el documento y


la obligación. Cuando se cuestiona la ejecución por deficiencias en el
estado de saldo deudor lo que se controvierte es el documento. Tal
contradicción solo puede ser del aspecto formal del documento sin que
con ella se debata asunto sustancial, de allí que se haya señalado que se
trata de “la mera nulidad del documento, de la forma externa que asume
el título, no del acto que contiene y en cuanto a la falsedad del título,
nada más que su adulteración” [1] Cita atribuida a ARIANO DEHO,
Eugenia, de su libro “El proceso de ejecución” Edit. Rhodas 1998.

43
Tercero.- El estado de saldo deudor

1. Conforme al Sexto Pleno Casatorio Civil el saldo deudor “es un


documento consistente en un acto unilateral de liquidación del propio
ejecutante, es decir, lo que a criterio del acreedor constituye lo que el
deudor debería y que es una obligación líquida” [2] Sexto Pleno Casatorio
Civil, fundamento 50.

2. El mismo Pleno refiere que cuando se trata de demanda de ejecución


de garantías reales a favor de empresas que integren el sistema
financiero, los documentos a presentar son el constitutivo de la garantía
real y los que señala el artículo 720 del Código Procesal Civil. En ningún
caso, ni en el precedente vinculante ni en la norma legal se hace mención
a la solicitud de desembolso (Comentario: al parecer la contradicción se
habría fundado, entre otras cosas, en la necesidad de demostrar el
desembolso del préstamo, lo que no venía al caso).

Cuarto.- El caso en concreto

En el presente caso se observa: 1. Conforme se aprecia de la


contradicción esta fue fundamentada en la inexigibilidad de la obligación
puesta a cobro, al no haberse cumplido con adjuntar el saldo deudor. 2.
El juzgado, atendiendo a la contradicción, resolvió la causa, indicando
que sí se encontraba el estado de saldo deudor y que este documento
contenía los requisitos exigidos por ley. 3. Al presentar el recurso de
apelación se modifica la causal de contradicción que pasa de ser
inexigibilidad de la obligación a nulidad formal del título; tal hecho, en sí
mismo, ya contiene un perjuicio a la demandante porque modificaba el
contenido de la pretensión desestimatoria y porque no podía contestar la
contradicción realizada.

Quinto.- Conclusión

Estando a lo expuesto, existe una defectuosa motivación, por cuanto no


se ha aplicado al caso en concreto el precedente judicial respectivo y se
ha tomado como parte del título ejecutivo a documentos que no tienen
tal calidad, por consiguiente, existe contravención a las normas que
garantizan la debida motivación de las resoluciones judiciales, debiendo
declararse nulo el auto de vista recurrido (las negritas son añadidas).

44
Sin duda esto último podría entenderse, equivocadamente desde luego, en el
sentido de considerar que el “estado de cuenta del saldo deudor” no es parte
del título ejecutivo, lo que sería un grave error de concepto, pero esto no
resulta de los fundamentos transcritos, de manera tal que se entiende que la
referencia es al documento que demuestre el desembolso del préstamo, que
fue alegado como causal de contradicción por el demandado.

Dejando de lado esta casación, reiteramos la necesidad de tener presente que


cuando la o las obligaciones garantizadas no están particularmente expresadas
en el documento constitutivo de la garantía (lo que ocurre casi siempre
tratándose de empresas del Sistema Financiero, en los que la hipoteca cubre un
número indeterminado de obligaciones presentes y futuras), no es posible, sin
contar con tal “estado de cuenta del saldo deudor” establecer la suma que se
pone a cobro. Por lo demás, nos remitimos a lo que ya hemos dicho en párrafos
anteriores respecto de este título ejecutivo compuesto.
4.6.5 LOS ALCANCES DE LOS DEMÁS PRECEDENTES VINCULANTES

Para determinar los alcances de los demás precedentes (en total son 7 los
precedentes que sentó el VI Pleno Casatorio), metodológicamente lo más
sencillo seria transcribirlos y luego comentarlos, pero realmente es más
didáctico analizarlos en conjunto, como vamos a hacerlo.

Así, los Precedentes Tercero, Cuarto, Quinto, Sexto y Sétimo establecen lo


siguiente:

1) El Juez de la demanda, para determinar su procedencia, debe analizar si se


cumplen los requisitos de los Precedente Primero y Segundo, así como que el
saldo deudor no contenga una capitalización de intereses no autorizada por la
ley, lo que se conoce como anatocismo y que está vedado (Precedente Tercero).

2) Si el Juez observa que el Estado de Cuenta del Saldo Deudor presenta


evidentes omisiones de los requisitos y formalidades ya precisadas o tiene
notorias inconsistencias contables, debe declarar inadmisible la demanda (ya no
improcedente), dándole un plazo al demandante para subsanar las
observaciones que haya formulado en el auto que declara la inadmisibilidad de
45
la demanda (aquí debemos insistir en que dicho documento es parte del título
ejecutivo compuesto, concurrentemente con el de constitución de la garantía, a
pesar de la errónea apreciación de este que ha hecho a veces la Corte Suprema
al resolver un recurso de casación). Esto lo establece el Precedente Cuarto.

3) El mandato de ejecución debe disponer el pago íntegro de la suma liquidada


en el plazo indicado en el artículo 721 del Código Procesal Civil, bajo
apercibimiento de proceder al remate judicial del bien dado en garantía, aún en
el caso que esa suma exceda el monto del gravamen establecido en el acto de
constitución de la garantía o en sus actos modificatorios y/o ampliatorios
(Precedente Quinto).

4) El pago dispuesto en el mandato ejecutivo debe ser por suma líquida, no


pudiendo emitirse mandato ejecutivo disponiendo el pago de suma dineraria en
parte liquida y en parte ilíquida, a liquidarse tras el remate judicial o el pedido
de adjudicación en pago del ejecutante conforme al art. 746. salvo en lo
atinente a los intereses, costas y costos que se generen después de la emisión
del mandato de ejecución hasta la fecha de pago (Precedente Sexto).

5) El acreedor tan solo podrá ejecutar la hipoteca por el monto de esa garantía,
es decir, que su concesión está limitada al bien o bienes que se especifican al
constituir la garantía y que también está limitada a la suma que expresa y
claramente se determina en el correspondiente documento constitutivo de la
hipoteca. En los supuestos en que la suma dispuesta en el mandato ejecutivo
exceda el monto del gravamen de la garantía real, la parte ejecutante a fin de
asegurar la posibilidad de ejecución debe proceder conforme a lo establecido en
el artículo 724 del Código Procesal Civil (por el saldo deudor tras la realización
del remate del bien o, en su caso, la adjudicación en pago al ejecutante en caso
de no haber postores). Esto lo establece el Precedente Sétimo del VI Pleno
Casatorio Civil.

5. CONCLUSIONES

5.1. El título ejecutivo para dar inicio al Proceso de Ejecución de Garantía está
constituido por dos documentos: a) el documento donde consta la garantía y
por b) el estado de cuenta del saldo deudor. Esto está establecido claramente
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en el inc. 2 del art. 720 del CPC; es un título ejecutivo compuesto o complejo, al
igual que lo es el contemplado en el inciso 8 del art. 688 del CPC (documento
impago de renta, constituido por los recibos impagos y el contrato de
arrendamiento). La Corte Suprema se equivoca en los casos que no considera
este documento como parte del título ejecutivo.

5.2 El proceso de Ejecución de Garantías no mejora en mucho el anterior


procedimiento que debía seguir el acreedor de una obligación asegurada con
una garantía real para cobrar lo que se le adeudaba, fuera de haber dejado de
lado la necesidad de embargar el bien para luego rematarlo, pero en términos
de tiempo y simplificación de procedimientos, este nuevo proceso no ha
contribuido en nada a solucionar la problemática del mecanismo empleado
anteriormente, y más bien ha creado una serie de problemas relacionados con
la documentación que se tiene que presentar con la demanda en este proceso,
no obstante que, de alguna manera, el Sexto Pleno Casatorio del año 2013 ha
contribuido a solucionar muchas interrogantes. Sin embargo, siguen
pronunciándose sentencias que resuelven recursos de casación que no se
ajustan a los estándares establecidos en los precedentes vinculantes
establecidos en dicho Pleno, así como también siguen presentándose casos de
resoluciones problemáticas en las instancias inferiores (de mérito).

5.3 El Estado de Cuenta del Saldo Deudor, tratándose de empresas de Sistema


Financiero, y según establece el punto b.3 del Precedente Segundo, cuando está
referido a operaciones distintas a las señaladas en los puntos b.1 (cuenta
corriente) y b. 2 (títulos valores) debe confeccionarse conforme a lo que
dispone el numeral 7 del art. 132 de la Ley del Sistema Financiero y de Seguros
en relación a la “liquidaciones de saldos deudores”, pero esta remisión a dicha
disposición no ayuda en mucho, pues esta disposición no contiene información
alguna sobre cómo debe confeccionarse esas “liquidaciones”, y por eso el
mismo punto b.3 se ha encargado de suplir esa deficiencia señalando cuál debe
ser el contenido de ese "estado de cuenta”.

5.4 En vista de lo anterior, y extrapolando los requisitos que señala el punto b.3
del Precedente Segundo al caso del numeral 7 del art. 132 de la ley 26.702, se
puede concluir que esas “liquidaciones de saldos deudores” contempladas en
dicha disposición y que constituyen títulos ejecutivos, deben confeccionarse tal

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cual lo establece dicho punto b.3 para los casos de procesos de Ejecución de
Garantías.

5.5 El proceso de Ejecución de Garantías solo se aplica actualmente a la


ejecución de garantías reales sobre bienes inmuebles (puntualmente en los
casos de hipoteca, ya que las otras garantías reales que subsisten en el Código
Civil son la anticresis y el derecho de retención que, por su naturaleza, no
requieren de este proceso para hacerse valer), pues a partir de la dación de la
Ley de la Garantía Mobiliaria, Ley 28677 del año 2006, y su reciente derogación
y concurrente sustitución a través del Decreto Legislativo N° 1400 del año 2018
(que pasó a denominarla Ley de Garantía Mobiliaria), los bienes muebles dados
en garantía se ejecutan conforme al procedimiento establecido en esta ley, que
es más ágil y que permite hacerlo extrajudicialmente, lo que representa una
enorme ventaja sobre el proceso de Ejecución de Garantías regulado en el
Código Procesal Civil, que debe hacerse valer judicialmente.
5.6 El proceso de Ejecución de Garantías fue creado por el Código Procesal Civil
de 1993 para permitirle a las empresas financieras, que son las únicas
autorizadas a constituir garantías reales que respalden todos los crédito
presentes y futuros que se otorguen a una persona (conforme a las
disposiciones de la Ley 26702 (particularmente el 172°), poner a cobro en un
solo procedimiento todas las obligaciones aseguradas con una garantía real; si
bien esta ley es posterior a la dación del Código Procesal Civil, hay que tener en
cuenta que ya era práctica usual de las entidades del Sistema Financiero, desde
mucho tiempo antes de la promulgación en el año 1996 de la Ley General del
Sistema Financiero y de Seguros (Ley 26702), constituir las llamadas “hipotecas
sábanas”, así denominadas precisamente porque pretendían asegurar todo tipo
de obligaciones dentro de un mismo contrato, sin necesidad de individualizarlas
(con lo que no se cumplía con el “principio de especialidad” en sus dos
vertientes: de un lado se exige la identificación del bien inmueble y de otro la
individualización de la obligación u obligaciones que se aseguran).

A diferencia de las empresas financieras, los particulares no podían ni pueden


aún constituir una hipoteca con esas características tan amplias debido al
“prinicipio de especialidad de la hipoteca” (que exige, de un lado, que se
individualice el bien y, de otro, que se especifique la obligación que se
garantiza), de manera que entonces (antes de la entrada en vigencia del CPC de
1993) no tenían mayor dificultad para hacer valer su garantía dentro de un
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proceso ejecutivo y luego embargar el inmueble hipotecado como medida de
ejecución, para finalmente sacarlo a remate para hacerse cobro con el
producido, siempre y cuando, desde luego, que en la escritura pública de
constitución de la garantía (de común se trataba de hipotecas) constara
debidamente individualizada la obligación garantida y el plazo para exigir su
cumplimiento, así como la cantidad adeudada por capital e intereses, si era de
dar suma de dinero, como suelen ser estas obligaciones entre particulares.

5.7 El proceso de Ejecución de Garantías se limita, actualmente a la ejecución de


garantías hipotecarias, dado que, como señalamos en el punto 5.5, la garantía
prendaria tiene su propia ley desde el año 2006 (Ley de la Garantía Mobiliaria),
posteriormente derogada y sustituida por el D.L. 1400 del año 2018 (Ley de
Garantía Mobiliaria); en cuanto a las demás garantías reales, que son el derecho
de Anticresis y el derecho de Retención, dada la naturaleza de la primera no
requiere de ejecución alguna, pues el acreedor anticrético no restituirá el
inmueble dado en anticresis hasta no haberse hecho pago de la deuda con los
frutos del mismo, y en cuanto al derecho de retención, su característica consiste
en que el acreedor retiene en su poder el bien del deudor (propietario del
mismo) y rechaza devolverlo cuando considera que su crédito no esté
suficientemente garantizado, y ese derecho se puede ejercitar
extrajudicialmente rehusando la entrega o judicialmente como excepción de
fondo, negándose a entregar el bien retenido mientras no se le satisfaga la
obligación o se le garantice adecuada y suficientemente.

5.8 El proceso Único de Ejecución no debería comprender a los ahora llamados


“títulos de ejecución de naturaleza judicial”, proceso este que permite que el
vencido formule oposición a la ejecución de la sentencia fundándose en
causales que necesariamente van a retrasar el cumplimiento de los fallos que
pretenden ejecutarse; las sentencias firmes de condena deberían ser ejecutadas
en sus propios términos, sin que pueda mediar oposición alguna del vencido a
su cumplimiento.

Desde luego, el vencedor que de mala fe ejecuta a todo trance una sentencia
que sabe que ha sido cumplida o que es inexigible, queda sujeto a la
responsabilidad que la ley le atribuya.

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5.9 En concordancia con lo expresado en el punto anterior, el proceso actual
previsto para los títulos de naturaleza judicial es, a juicio nuestro, un retroceso
con respecto a la ejecución de sentencias, sobre todo de condena, del Código de
Procedimientos Civiles del año 1912, cuyo art. 1154 prohibía al Juez ejecutor
admitir recurso alguno que entorpeciera la ejecución de la sentencia, bajo pena
de nulidad y responsabilidad. Esto, sin embargo, no impedía que en los hechos
se suscitaran incidentes instados por el vencido para retrasar el cumplimiento
del fallo, pero no implicaban ni mayor debate ni mayores demoras en el
cumplimiento de las sentencias de condena, al menos en nuestra experiencia,
que fue litigar bajo las reglas de ese código durante más de 25 años.

Lima, Julio de 2020.

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