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ABRAHAM MASLOW

1. Apunte biográfico

A
braham H. Maslow nació en Brooklyn el 1 de abril de 1908 en el seno de una
familia pobre tanto cultural como económicamente y pasó durante la infancia
privaciones de diversos tipos. El hecho de que su familia, de procedencia rusa,
tuviera orígenes judíos le hizo sentir en el colegio como un negro entre tantos blancos.
Aislado e infeliz, vivió en compañía de libros más que de amigos. Tras sufrir un fuerte
choque durante el bombardeo japonés de Pearl Harbor, hizo el voto de demostrar que la
raza humana tiene la capacidad de hacer cosas mucho más grandes que el odio y la
destrucción. Con tal fin se interesó por las personas sanas, que buscó con dificultad y que
encontró, aunque en una cantidad escasa. En 1934 se doctoró con una investigación sobre
el comportamiento sexual de los simios.
Entonces pasó los dos años siguientes en Nueva York, en el Columbia Teachers College
y más tarde, durante catorce años, trabajó en el Brooklyn College. En ese lugar, en 1962,
dio origen oficialmente a la psicología humanística al fundar con un grupo de psicólogos
una asociación que pretendía profundizar en las características del comportamiento y en
las dinámicas de las emociones de una vida humana plena y sana. Falleció el 8 de junio
de 1970.

2. El manifiesto de la psicología humanística


En la asociación fundada por Maslow confluyeron numerosas corrientes de
pensamiento, cuyos principios unificadores se pueden resumir en los siguientes cuatro
puntos que constituyen la carta magna de la llamada tercera fuerza, en contraposición al
psicoanálisis y al conductismo.
«1. Concentración de la atención en la persona que experimenta y por lo tanto una
localización del interés por la experiencia como fenómeno primario en el estudio del
hombre. Tanto las explicaciones teóricas como el comportamiento observable se conside-
ran secundarios en los estudios de la experiencia y de su significación para la persona.
2. Una acentuación de las cualidades que son claramente humanas, como la elección, la
creatividad, la evaluación y la autorrealización, en oposición a la forma de entender el
hombre en términos mecanistas y reduccionistas.

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3. Un atenerse fielmente al significado de la elección de los problemas a estudiar y de
los métodos de investigación y una oposición a poner de relieve principalmente la
objetividad a expensas del significado.
4. Un interés y aprecio fundamentales por la dignidad y el valor del hombre y un
compromiso encaminado a desarrollar todo el potencial inherente a cada persona. El punto
focal de esta concepción se representa en la persona por cuanto ésta descubre el propio
ser y se relaciona con otras personas y grupos sociales» (Bühler-Allen 1976, pp. 11-12).

Como se puede observar, la intención de la nueva asociación era considerar a la persona


por completo y estudiar todas sus experiencias, en lugar de fijarse en reacciones
individuales. La persona se veía como portadora de valores e interesada por su realización,
considerando de este modo que era posible expresar fuerzas creativas. Por lo tanto, se
consideraba que la última meta de la vida del individuo era la autorrealización, llevada a
cabo por medio de las mejores potencialidades del individuo, a través de las cuales se
puede realizar y expresar la propia creatividad.
Como ya se ha apuntado, la tercera fuerza es un tipo de reacción a las dos teorías
generales de la naturaleza humana, el conductismo y el psicoanálisis ortodoxo, que
excluyen del estudio de la personalidad los elementos de orden superior, como el
altruismo, la dignidad de la belleza y de la verdad y su investigación. De hecho, ésta no
pretende excluir ninguna teoría, sino integrarlas a través de una visión fenomenológica y
experiencial serena, de interés por la totalidad y la integridad del hombre, de la afirmación
de la libertad fundamental y la autonomía del ser humano, de la importancia de las metas,
los valores, las aspiraciones de futuro, de la valoración de la capacidad de elección, de
evaluación, creatividad y autorrealización la consideración del hombre activo, capaz de
iniciativas positivas en el desarrollo de las potencialidades.
La crítica al psicoanálisis ortodoxo y al conductismo constituye el primer paso de la
reflexión de Maslow. En estos enfoques reprochará no tomar en consideración seria las
preguntas existenciales como ¿cómo puede un hombre ser bueno? ¿Cómo puede vivir una
buena vida? ¿Cómo puede ser feliz? ¿Cómo puedo estar en paz conmigo mismo? y no
comprometerse a ayudarlo a encontrar las respuestas oportunas.
Entonces emerge para Maslow la exigencia de elaborar una nueva visión del hombre
que no resulte ciega a la trascendencia de los valores pero que evidencie cómo el hombre
es portador de valores y realizador de valores superiores. Una psicología así orientada
«habla de seres humanos que funcionan plenamente y son sanos y no sólo de personas

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normalmente enfermas; [...] se ocupa de finalidades más que de medios, cabe decir de
experiencias, valores y conocimientos finalísticos, donde el fin está constituido por las
personas» (Maslow 1971, p. 81).
Maslow, al colocarse en esta óptica, presenta al hombre sano según un enfoque
holístico-dinámico, cuya naturaleza omnicomprensiva y unificadora puede proporcionar
una base integral y unitaria a la concepción del hombre, de tal forma que supere el
reduccionismo y el determinismo de las escuelas clásicas. Y coherente con este enfoque
no interpreta la personalidad como un conjunto de funciones o de estados, sino como una
totalidad estructurada, una unidad inseparable.
Maslow propone una teoría precisa de la motivación humana que, colocada en estrecha
conexión con la formación de la personalidad, afirma que cuanto más gratifica el hombre
sus necesidades instintivas y actúa y desarrolla sus potencialidades, más posibilidades
tiene de ser feliz.
En la dinámica de la satisfacción de las necesidades existe, según su parecer, una
organización jerárquica que viene impuesta por el organismo. En el primer nivel se colocan
las necesidades fisiológicas, que son las necesidades más fundamentales, evidentes y
elementales, de cuya satisfacción depende la vida del individuo y el emerger de otros fines,
de carácter mayormente social. Éstas, si se gratifican bien, quedan sustituidas, en un segundo
nivel, por las necesidades de seguridad, especificadas así: «seguridad, estabilidad,
dependencia, protección, libertad del miedo, del ansia y del caos, necesidad de estructura,
de orden, de ley, de límites, de un fuerte protector, etc.» (p. 97).
La etapa siguiente se concentra en torno al sentimiento de pertenencia y a la necesidad
de afecto. La persona sentirá agudamente, como nunca antes, la ausencia de amigos, de
un amante, de una mujer y de los hijos. En el cuarto nivel de la jerarquía se encuentra la
«necesidad y el deseo de una valoración de sí mismo o autoestima y de una estima por
parte de los demás, que sea estable, firme y regularmente alta» (p. 97).
El siguiente y último paso es el de la autorrealización, que consiste en el deseo de
«convertirse siempre en más de lo que idiosincrásicamente se es [...] en ser todo lo que se
es capaz de ser» (p. 99). Se trata, como se puede captar fácilmente, del nivel que caracteriza
la tendencia a ser una personalidad total, siendo consciente de que nadie puede estar nunca
seguro de haberse realizado plenamente, por cuanto no se deja al hombre conocer con
plenitud sus posibilidades, sus talentos y sus capacidades.
En este nivel, el hombre se manifiesta orientado hacia los valores que Maslow llama B
(valores del ser = being) y que incluyen la verdad, la belleza, la perfección, la justicia, la

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sinceridad y la lealtad. Su realización proporciona salud, mientras que su privación hace
caer en la patología.

3. La religión y las experiencias cumbre


Maslow quedó impresionado por el hecho de que las personas verdaderamente grandes de
la historia humana han tenido experiencias cumbre, es decir, aquellos momentos de éxtasis
en los que se han sentido en unidad con el universo, momentos en los que la apertura, la
creatividad y la espontaneidad han sido muy intensas y en los que la persona parece estar
unificada por completo (Maslow 1971a, pp. 109-120).
Las experiencias cumbre no tienen que ver siempre con un contexto religioso: muchas
de ellas son explícitamente no religiosas. Sin embargo, están en el centro de la religión.
Maslow lo subraya muy bien: «El verdadero inicio, el centro intrínseco, la esencia, el
núcleo esencial de toda religión conocida [...] ha sido la iluminación privada, solitaria,
personal, la revelación o el éxtasis de un profeta o de un vidente agudamente sensible»
(Maslow 1986, p. 19).
Maslow está convencido de que los sistemas religiosos en su núcleo central son iguales.
Las variaciones entre las religiones se explican por situaciones locales, accidentes del
lenguaje o factores etnocéntricos. Por eso, lanza fuertes reproches a los responsables
religiosos que promueven sus instituciones a expensas de las experiencias cumbre, ya que
las instituciones han caído muy I menudo en manos de un gerente que da mayor crédito
al aspecto organizativo que a la experiencia del profeta original. Han llegado a los puestos
clave porque, como en cada burocracia compleja, han apoyado y favorecido la
organización. Desde el punto de vista de la personalidad resultan ser racionalistas,
materialistas y mecanicistas. Habitualmente han retomado o negado sus experiencias
cumbre personales y la posibilidad de estas experiencias amenaza ahora el orden y el
control de la institución que les apoya. Por consiguiente, se crea la situación ambigua,
desesperada, de alguien que no tiene experiencias cumbre y, sin embargo, se hace cargo
de las instituciones que tienen en el centro la preocupación por preservar las experiencias
cumbre. En este sentido la religión organizada puede convertirse en la principal enemiga
de la experiencia religiosa.
En un segundo momento, y precisamente en el prefacio de Religions, values, and peak-
experiences, Maslow expresa en términos muy claros su posición en los estudios de la
religión organizada y llega a afirmar que su juicio precedente sobre los grupos y las
organizaciones había sido demasiado duro. De hecho, llega a sostener que los seres

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humanos pueden satisfacer sus necesidades fundamentales sólo a través de grupos
sociales. Sin embargo, corrobora que las instituciones religiosas y sus responsables,
orientados hacia la organización, no fomentan ni favorecen aquellos momentos de
excitación religiosa y de éxtasis (Maslow 1986, p. XIII).
Poco antes de su muerte, Maslow empezó a hablar del concepto de experiencia de
altiplano, una idea que, sin embargo, no tuvo la oportunidad de desarrollar plenamente
(Maslow 1971b, pp. 348-349). A esta experiencia le faltaría la improvisación y la
intensidad de las experiencias cumbre. Estaría marcada por la serenidad y la calma,
alegría creciente y felicidad en contraposición al carácter de sorpresa, de choque, de
estupor de la experiencia cumbre. La experiencia de altiplano contiene siempre un
elemento cognitivo, mientras que la experiencia cumbre es exclusivamente emocional.
Maslow cree que tanto un humanista como un miembro del clero pueden aceptar algunas
características procedentes del pensamiento de Rudolf Otto y que definen la experiencia
religiosa: de hecho es una experiencia de lo sagrado, lo divino, lo indescriptible, lo eterno,
la unidad con todo el universo, la propia pequeñez, tiene la cualidad de la exaltación, lleva
a dar las gracias, a rendirse y a inclinarse ante el misterio que infunde temor (Maslow 1986,
p. 55).
Aparte de esto, Maslow sostiene también que la gente puede ponerse de acuerdo a
propósito de la definición de Dios. De hecho, si se definiera a Dios como el ser mismo o
el principio de integracion del universo o la plenitud de cada cosa o incluso el significado
del cosmos o cualquier otra forma no personal, el ateo no tendría nada que objetar (p. 45).
Como aspecto más importante, Maslow espera encontrar la conciliación de todos. Se
trata de las cosas esenciales de la religiosidad. Las religiones deberían ponerse de acuerdo
sobre la enseñanza de lo que es común y esencial en las experiencias cumbre por cuanto
todas, según su parecer, se basan, al menos en el origen, en algo trascendente o en
experiencias místicas. Las diferencias entre las religiones se deberían considerar como el
resultado del hecho de que las experiencias cumbre ocurren en lugares diferentes y en
épocas diferentes. Por consiguiente, se debería ver las diferencias como algo que no afecta
a lo esencial de la religiosidad. Además, como las experiencias cumbre se pueden dar más
allá del contexto de la religión organizada, existe la posibilidad de que todos los pueblos se
encuentren unidos en torno a la misma. Todos deberían coincidir, según Maslow, en la
importancia primaria que se atribuye a la revelación radical (valores B) y en el carácter
secundario de cualquier otra cosa. Por eso, considera la fe en lo sobrenatural como algo
secundario, aunque la supone importante para el consuelo de los individuos particulares.

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Para Maslow, lo fundamental no es la diferencia entre creyentes y no creyentes, por
cuanto a un miembro verdaderamente religioso de una religión organizada y un agnóstico
serio no les dividen demasiadas cosas. De hecho, las personas verdaderamente serias,
prescindiendo de su creencia, «se asemejan hasta el punto de sugerir que están formando
una misma parte de la humanidad, la más esmerada, la que busca, la que se pregunta, la
que se somete a las pruebas, la que no está segura, la que tienen un "sentido trágico de la
vida" que explora la profundidad y las alturas [...]. La otra parte está formada por personas
superficiales, ligadas al momento, ligadas al aquí, aquellos que están completamente
absorbidos por la futilidad, los que están "revestidos de piedad, pero no amalgamados con
ella", los que están reducidos al egoísmo concreto, momentáneo, inmediato. Podríamos
decir que tienen que ver por un lado con los adultos y por el otro con los niños» (Maslow
1986, pp. 56-57).
En el prefacio de la obra Religions, values, and peak-experiences, Maslow corrobora la
importancia de la experiencia individual, conocida en la intensa expresión religiosa. Se
toma en serio el carácter altamente personal de la experiencia religiosa y de buen grado
incorpora su observación subjetiva de la experiencia clínica en la metodología usada.
Comparte la hipótesis de James por la que la esencia de la religión tiene lugar en
fenómenos exagerados, de intenso calor, y comparte también la idea de que la religión
organizada, institucionalizada, puede debilitar la vibración de la religión personal. En este
sentido, persigue el mismo itinerario de James en cuanto a la ciencia de la religión.
Pero Maslow evidencia también un significativo punto alejado de James, al rechazar
todo tipo de fe sobrenatural y al representar la experiencia cumbre sólo como una
naturaleza más alta que se verifica con sorpresa y revelación.

Referencias:
• Fizzotti, E. & Salustri, M. (2007). Psicologia della religione con antología dei testi fondamentali.
Città Nouva Editrice. Roma, Italia.

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