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Byung-Chul Han
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Probablemente el nombre Byung-Chul Han suene menos extranjero en Alemania que aquí.
No hay sitio más global en el mundo que las grandes universidades de los países centrales,
que rivalizan entre sí por ser la más multicultural. De origen coreano, el filósofo Byung-
Chul se ha convertido en una celebridad universitaria en Berlín, donde reside, y a la vez, en
un bestséller que se mueve entre lo popular y lo culto. Su ensayo La sociedad del cansancio
(2012) va por la sexta edición en español; los contados ejemplares que llegaron a Buenos
Aires se agotaron en una semana.
Doctorado con una tesis sobre Martin Heidegger, Byung-Chul es considerado por algunos
como el sucesor de Peter Sloterdijk por sus análisis corrosivos de la contemporaneidad,
aunque la relación con él sea enigmática, cuando no tensa.
¿Qué es lo que le otorgó notoriedad a este profesor que se había formado como metalúrgico
en Seúl antes de mudarse a Alemania para estudiar literatura y filosofía? Quizá, su principal
virtud sea la de asumir un lugar de enunciación arriesgado, el de polemista incisivo, sitio
ocupado brevemente por su maestro Peter Sloterdijk con su Reglas para el parque humano.
Precisamente, si existe un rasgo que permite poner en una serie todos estos libros
publicados por la española Herder, es que todos los textos parten de la crítica y el
comentario de autores precedentes bien conocidos. Byung-Chul toma autores y teorías que
han circulado extensamente, también en nuestro medio. Pone en cuestión los conceptos de
sociedad inmunitaria de Roberto Esposito, la sociedad disciplinaria y biopolítica de Michel
Foucault, las ideas de Giorgio Agamben sobre la desnudez, el erotismo y la profanación, la
teoría de Hanna Arendt sobre el rol del “homo laborans” en la vida moderna y las
meditaciones de Richard Sennett sobre el trabajo.
En segundo lugar, buena parte de sus ensayos breves están atravesados por dos categorías
de contornos algo imprecisos, como el binomio positividad/negatividad. Para Byung-Chul,
el exceso de positividad –esa fuerza que ahuyenta del seno de la sociedad cualquier
posibilidad de contradicción– es lo que caracteriza a la sociedad actual. La potencia de la
negatividad consiste en que las cosas sean experimentadas justamente por su contrario: el
emblema de la negatividad es Batleby, el personaje de Herman Melville que a toda tarea o
pedido responde con candor: “Preferiría no hacerlo”. Por el contrario, la sociedad positiva,
analiza Byung-Chul en La sociedad de la transparencia, no admite el sentimiento negativo:
“se olvida de enfrentarse al sufrimiento y al dolor, de darle forma” cuando, en verdad,
“también el espíritu humano es un nacimiento con dolor”, subraya.
En La agonía de Eros el filósofo se propone explicar el actual declive del amor y del deseo
y la sexualidad, particularmente agudo en aquellos países donde más se encarnan las
vanguardias tecnológicas: “en la sociedad del rendimiento, dominada por el poder, en la
que todo es posible, todo es iniciativa y proyecto, no tiene ningún lugar el amor como
herida y pasión”. Otro de los síntomas del hombre contemporáneo es la depresión, que se
origina en la persecución desmesurada del éxito personal. La sociedad disciplinaria
caracterizada por Foucault ya no tiene lugar: el hombre, convertido en empresario de sí
mismo, es más eficaz, más productivo autoexplotándose hasta desfallecer. Y esto es así
porque si por un lado el hombre de hoy asocia su labor a una sensación de libertad, y no de
coacción, por otro lado ya no reclama nada a los mecanismos de control: “la explotación
también es posible sin dominio”, sostiene.
Como se ve, las ideas sobre el poder sostenidas por el filósofo se ocupan de un aspecto
menos opresivo que productivo. En La sociedad de la transparencia parte de las
conceptualizaciones del utopista Jeremy Bentham sobre el sistema del panóptico para
explicar las nuevas formas de la vigilancia en la sociedad de control. Se podría creer que en
esto sigue al último Foucault. Sin embargo, dice del filósofo francés: “Acepta sin crítica
que el régimen neoliberal, como ‘sistema de estado mínimo’, como ‘administrador de la
libertad’, posibilita la libertad del ciudadano. Se le escapa por completo la estructura de
poder y coacción que hay en la proclamación neoliberal de la libertad”.
1.
La adopción del psicoanálisis, el cine y la literatura devuelve a sus textos una escala
humana, perdida en los vericuetos tecnicistas de otros autores. ¿Será acaso que el lenguaje
de las ciencias humanas se alejó tanto del hombre que ya no dice nada sobre su
experiencia? La lectura que hace en La agonía del Eros del best-séller Cincuenta sombras
de Grey, por ejemplo, le permite mostrar hasta qué punto la desaparición del otro en la
pornografía y los imperativos de la salud y la vida sana (y el principio del rendimiento)
dinamitan el amor y la sexualidad. Y esto es así porque “El Eros se dirige al otro en sentido
enfático, que no puede alcanzarse bajo el régimen del yo. Por eso, en el infierno de lo igual,
al que la sociedad actual se asemeja cada vez más, no hay ninguna experiencia erótica. Esta
presupone la asimetría y exterioridad del otro”.
2.
Byung-Chul tiene ideas propias y originales pero se sirve de la crítica filosófica de otros
autores cuando esto le permite entrar en un tema y apropiarse de él.
La agonía de Eros parte de una crítica a la israelí Eva Illous y “esas teorías sociológicas”
que desconocen que hoy está en marcha algo que ataca al amor más que la libertad sin fin o
las ilimitadas variantes: “No sólo el exceso de oferta de otros otros conduce a la crisis del
amor, sino también la erosión del otro, que tiene lugar en todos los ámbitos de la vida y va
unida a un excesivo narcisismo”.
3.
4.
5.