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Resumen: Marcuse, Razón y revolución (Introducción)

Hebert Marcuse, Razón y revolución, Barcelona, Altaya, 1994, Introducción

Versión de Jorge Luis Chávez

El marco histórico-social

La revolución francesa es un momento de escisión con el sistema que había estado presente
en Europa durante varios siglos (feudal). El idealismo alemán recibió este hecho como “la
aurora de la nueva era” y como un reto (respecto a la construcción del estado en un orden
racional) al cual habrían de responder con sus sistemas filosóficos, pero para los franceses
la revolución se veía realizada en los cambios económicos y políticos.

En el orden de la filosofía de la historia la revolución francesa aparece como culminación


de lo que la reforma protestante en Alemania había esbozado: emancipar al hombre y
convertirlo en dueño autosuficiente de su propia vida, en su actividad libre y racional. Sin
embargo, el desarrollo económico en que Alemania se encontraba no se asemejaba al de
Francia o Inglaterra; el primero se encontraba sumido en el sistema feudal mientras que los
otros dos países se encontraban industrializados; en uno había esclavos, en los otros (sobre
todo en Francia) se pronunciaba la libertad. A pesar de este entorno (el cual hacía difícil
una revolución en Alemania) se veía en el hombre (como ser pensante) la posibilidad de
aprehender el contraste entre la miseria que existía en todas partes y las potencialidades
humanas de la nueva época, y como persona moral podía mantener la dignidad humana y la
autonomía (aunque sólo en su vida privada).

Los esfuerzos históricos concretos (revolución francesa) por llevar un orden racional a la
sociedad eran trasladados al plano filosófico en Alemania (lo que hacia necesario elaborar
un concepto de razón). Para Hegel el giro decisivo que dio la revolución francesa era que el
hombre empezó a contar con su espíritu y se atrevió a someter la realidad dada a la normas

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de la razón. El hombre aparece entonces como un ser pensante y la razón lo capacita para
entender sus potencialidades y las de su mundo.

El uso de la razón puede hacer que el hombre se percate de que la historia es una constante
lucha por la libertad y que la realización de la individualidad del hombre requiere de la
propiedad para realizarse plenamente, y que todos los hombres tienen los mismos derechos
a desarrollar sus capacidades. Al oponer esto con lo que de hecho prevalece (desigualdad y
esclavitud) se obtiene una contradicción, por lo que esta realidad no razonable tiene que
alterarse hasta que se conforme con la razón. Todos los pensamientos sobre lo verdadero, lo
bueno y lo justo deben ser realizados en la realidad individual y social del hombre. Sin
embargo el pensamiento varía con cada hombre y esta diversidad de opiniones es incapaz
de orientar la organización de vida del hombre. Por esto, se hace necesario que el
pensamiento del hombre denote normas universales para que la razón pueda reclamar el
gobierno de la realidad. Para Hegel este gobierno de la realidad por la razón sólo puede ser
cuando la realidad se convierte en racional para sí misma, y esto se logra cuando el sujeto
penetra en el contenido mismo de la naturaleza y de la historia. Por lo tanto la realidad
objetiva es la realización del sujeto. Hegel resume esta proposición diciendo que el Ser es,
en sustancia, un sujeto.

La idea de sustancia como sujeto concibe la realidad donde todo ser es la unificación de
fuerzas contradictorias. Todo lo que existe es real en tanto funcione como sí mismo ante
todas las contradicciones que constituyen su existencia. La diferencia entre la piedra, la
planta y el hombre está en que este último es capaz de percatarse (mediante la razón) de las
contradicciones de su existencia. La razón presupone la libertad, el poder de actuar de
acuerdo con el conocimiento, el poder de dar forma a la realidad de acuerdo con sus
potencialidades.

El marco filosófico

La vida de la razón aparece como una lucha constante del hombre por comprender lo que
existe y por transformarlo de acuerdo con la verdad comprendida. En Hegel, la razón es una

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fuerza histórica (en última instancia la historia de la humanidad) y se le designa con el
término Geist, lo cual denota que el mundo histórico está en relación con el proceso en el
cual se desarrolla la racionalidad del hombre y no como una sucesión de momentos: es así
una lucha constante por adaptar el mundo a las potencialidades de la humanidad. Pero lo
que hace de la razón una fuerza objetiva es que todos los modos del ser son en cierta
medida subjetividad, modos de la realización. Objeto y sujeto logran la reconciliación
porque el objeto es en sí una suerte de sujeto y todas las formas del ser culminan en el
sujeto libre, capaz de realizar la razón. Entonces, la naturaleza se vuelve un intermediario
para el desarrollo de la libertad.

La relación entre realidad y razón ya no se muestra como un acto especulativo (pasivo,


contemplativo). La unidad de razón y realidad se logra después de un proceso que se inicia
con el nivel más bajo de la naturaleza y culmina con la realización de un sujeto libre y
consciente de todas sus potencialidades (forma más alta de existencia). Si todo lo racional
es real, significa que aquello que no sea racional debe modificarse hasta ser racional y por
ende real. El Estado sólo se hace real cuando se corresponde con las potencialidades del
hombre y permite su desarrollo.

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