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Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo
alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
CORRECCIÓN
LECTURA FINAL
DISEÑO
Staff ____________________________________________________________________ 3
Índice ___________________________________________________________________ 4
Sinopsis ________________________________________________________________ 6
Nota de la autora ________________________________________________________ 8
Prólogo _________________________________________________________________ 9
Capítulo 1 _____________________________________________________________ 10
Capítulo 2 _____________________________________________________________ 31
Capítulo 3 _____________________________________________________________ 41
Capítulo 4 _____________________________________________________________ 50
Capítulo 5 _____________________________________________________________ 62
Capítulo 6 _____________________________________________________________ 71
Capítulo 7 _____________________________________________________________ 81
Capítulo 8 _____________________________________________________________ 92
Capítulo 9 _____________________________________________________________ 97
4
Capítulo 10 ___________________________________________________________ 105
Capítulo 11 ___________________________________________________________ 111
Capítulo 12 ___________________________________________________________ 113
Capítulo 13 ___________________________________________________________ 121
Capítulo 14 ___________________________________________________________ 131
Capítulo 15 ___________________________________________________________ 145
Capítulo 16 ___________________________________________________________ 156
Capítulo 17 ___________________________________________________________ 164
Capítulo 18 ___________________________________________________________ 172
Capítulo 19 ___________________________________________________________ 177
Capítulo 20 ___________________________________________________________ 185
Capítulo 21 ___________________________________________________________ 197
Capítulo 22 ___________________________________________________________ 206
Capítulo 23 ___________________________________________________________ 212
Capítulo 24 ___________________________________________________________ 219
Capítulo 25 ___________________________________________________________ 227
Capítulo 26 ___________________________________________________________ 232
Capítulo 27 ___________________________________________________________ 241
Capítulo 28 ___________________________________________________________ 247
Capítulo 29 ___________________________________________________________ 259
Capítulo 30 ___________________________________________________________ 270
Capítulo 31 ___________________________________________________________ 279
Capítulo 32 ___________________________________________________________ 282
Capítulo 33 ___________________________________________________________ 291
Capítulo 34 ___________________________________________________________ 295
Capítulo 35 ___________________________________________________________ 303
Capítulo 36 ___________________________________________________________ 315
Capítulo 37 ___________________________________________________________ 323
Capítulo 38 ___________________________________________________________ 330
Capítulo 39 ___________________________________________________________ 335
Capítulo 40 ___________________________________________________________ 343
Capítulo 41 ___________________________________________________________ 354
5
Epílogo _______________________________________________________________ 360
Escena extra de the coldest winter _____________________________________ 366
Sobre la Autora _______________________________________________________ 372
Conocí a Milo Corti durante su época autodestructiva, y él me conoció
durante la mía. Aquella noche en que nos cruzamos en una fiesta universitaria,
solo teníamos un objetivo en mente:
Cuanto más tiempo pasábamos juntos, más atraída me sentía hacia él.
Cuando su mundo cambió para peor,
6
Toda mi vida había hecho lo correcto. Por primera vez, quería hacer algo
muy malo. Quería de la única persona que estaba fuera de los
límites.
7
Esta historia surgió de un lugar de amor y el mayor cuidado. Es una
historia sobre las diferentes etapas por las que puede pasar una persona
cuando sufre la pérdida de un ser querido. Quería crear una historia cruda y
honesta para mostrar que el camino hacia la curación difiere para cada
individuo que recorre dicho camino.
Por eso, me gustaría advertir que algunas partes de esta historia pueden
resultar delicadas para algunos lectores debido a su temática, en el que se
incluye el abuso de sustancias, la depresión, la enfermedad y el tema de la
muerte.
8
Hace once meses
Mi mundo,
Era como si cada pequeña cosa me provocara algo. Incluso las ocasiones
felices me deprimían porque me daba cuenta de que ella no estaba allí para
celebrar los grandes momentos conmigo. Lo peor era que no estaba allí para los
pequeños momentos. Esos que, a veces, me parecían incluso más importantes
que los grandes.
9
Pero quiero dejarte algo. Una especie de regalo. Es mi caja de recetas. Sabes
lo mucho que significa para mí, y quiero pasártela. Cientos de mis comidas
favoritas que hice para ti a lo largo de tu vida están dentro de ella. Si alguna vez
te sientes inspirado para cocinar una comida, quiero que tengas esto. Espero que
esto te ayude a sentirme cuando pierdas el rumbo. Espero que saborees mi amor
en cada bocado.
Con amore,
Mamá
Enero (En la actualidad)
Starlet
El día que cumplí catorce años, elaboré un plan de vida. Sabía lo que
quería y vi el plan de acción para conseguir todo lo que deseaba. El primer
paso era graduarme de la universidad con un título en educación como lo hizo
mi madre. El segundo paso era comprometerme con mi novio, John, antes de
la graduación. El tercer paso era comenzar mi carrera docente y conseguir un
trabajo fantástico. Luego, tener hijos a los veintitrés años siempre me pareció
lo correcto.
10
Sabía cómo se suponía que debía ser mi vida y, cuando ingresé al segundo
semestre de mi tercer año de universidad, estaba segura de que iba por el buen
camino para hacer realidad mis sueños.
Ojalá hubiera podido llamarla después del compromiso para que ella y yo
pudiéramos habernos puesto en modo de planificación de la boda. No verla
durante los grandes momentos se sentía extremadamente injusto.
Giré el pomo de la puerta para entrar como siempre hacía, viendo que los
chicos nunca cerraban con llave su habitación, y me quedé paralizada en mi
lugar mientras miraba a John en su cama completamente desnudo, con una
chica entre las piernas dándole una mamada.
—¡No es lo que parecía! —dijo John, enviando una ola de ira a través de mí.
Pero no lo demostré. Lo último que necesitaba era que los desconocidos del
pasillo supieran que había atrapado a mi novio recibiendo una mamada de otra
chica. Muchas personas tienen diferentes miedos en su vida, y la mortificación
pública ocupaba un lugar destacado en mi lista. Lo último que necesitaba era
empezar a sollozar frente a los demás después de enterarme de que John era
un infiel.
No.
No importaba.
—Déjame en paz —espeté, presionando el botón del primer piso sin parar.
—Starlet, no era lo que parecía —instó. Mis ojos se abrieron con sorpresa
ante sus palabras. Él pellizcó el puente de su nariz y suspiró—. De acuerdo,
era lo que parecía. Pero tú no lo entiendes. Ella y yo estábamos estudiando
para un examen de matemáticas al principio y…
—Por supuesto. —Levanté mis uñas rojas recién pintadas—. ¡Me hice las
uñas!
Rascó su nuca.
Mortificación pública.
Excelente.
Simplemente genial.
***
Si tuviera una máquina del tiempo, le habría advertido a Starlet del riesgo
de entrar al dormitorio de su novio sin que él supiera que ella iría.
Sola.
Solitaria.
Patética.
—Oh, Dios mío. ¿Dónde está el cachorro triste y hambriento pidiendo una
donación de dinero? —preguntó Whitney mientras entraba en nuestra
habitación.
—No, no, no. Me niego a que esto sea así. No puedes estar triste el día de
tu cumpleaños. Eso va contra todas las reglas de la vida. ¿Qué pasó?
—¿En serio?
—No, claro que no lo harías. Solo estoy un poco sorprendida, viendo cómo
es John.
—No, quiero decir porque es feo. ¿Cómo encontró a una chica que quisiera
hacerle sexo oral?
—¿Qué? —jadeé—. Él no es feo.
—Muy medi-feo.
Resoplé.
—Sí. Todas las mujeres están buenas. La mayoría de los hombres son
medi- feos. Pero ellos son idiotas engreídos que salieron con mujeres sexis, ¡y
ahora sus egos están fuera de control! Es alarmante, y culpo al patriarcado.
Esta es una historia tan antigua como el tiempo. ¿Sabes por qué Napoleón era
tan imbécil? Porque probablemente alguna chica sexi le dijo que no era tan
bajito, y ¡BOOM! El resto fue historia.
Solté una risita y los ojos de Whitney se iluminaron.
—No. ¿Sabes lo que es una buena canción? Cualquier cosa de Lizzo ahora
mismo. O “Flowers” de Miley Cyrus.
—¡No! Nada de Sza ahora mismo. Hay un momento y un lugar para Sza,
pero no es durante una ruptura.
Me parece justo.
Suspiré.
—¿Sí?
Me encogí de hombros.
—Y aquí estaba yo pensando que era porque nos gustaban los penes.
—Ah, sí. —Asintió—. Sí, nos gustan los penes. Ahora, dúchate y vístete.
Saldremos en unas horas.
***
—Un brindis. Por la cumpleañera. ¡Que esta noche sea una noche que
nunca haya experimentado, llena de diversión, risas y chicos sexis!
—Oh, Dios mío, qué idiota. Que se joda. Es un imbécil mentiroso que no te
merecía.
—¿Quién es Meredith?
Fruncí el ceño.
—Cariño, por favor, no me digas que estás a punto de citar filósofos porque
eso sería un momento aguafiestas para mí. No puedes ser ese tipo de borracha
esta noche, ¿de acuerdo?
—No lo sé. El tipo de borracha que baila encima de las mesas, se vuelve
salvaje en el buen sentido y se enrolla con un desconocido. Pero no de las que
citan a Freud.
—De acuerdo. Sabes, ni siquiera iba a citar a Freud. Solo era yo estando de
un humor tonto y bobo.
—Starlet.
—¿Sí?
—Eres mi mejor amiga, mi compañera de cuarto, mi autostop o muerte, así
que créeme cuando digo que sé que estabas a punto de citar a Freud.
Justo.
—Voy a bailar sobre las mesas y a buscar a alguien con quien enrollarme
—le dije a Whitney, inflando mi pecho.
22
No iba a dejar que ese chico arruinara mi cumpleaños. Acababa de cumplir
veintiún años, y lo último que quería era que John estropeara lo que se
suponía que iba a ser una noche muy emocionante para mí.
Suspiré.
—Solo el suyo.
—¿Cómo lo sabes?
—Lo sé.
—¡Por ti! —celebró ella. Whitney bebió su bebida y luego me dio una
palmada en el trasero—. Esa es mi chica.
—Voy a encontrar un chico con quien enrollarme esta noche. —Dije las
palabras, pero apenas las creía.
Whitney negó con la cabeza y clavó sus ojos azules en los míos.
—No, querida amiga. Sal ahí fuera y encuentra a un hombre con el que
enrollarte. No un chico, un hombre.
—Por supuesto.
El misterioso hombre, duro como una roca, podría haber sido uno de los
individuos más llamativos que había visto en mis veintiún años de existencia.
Vestía como si fuera medianoche y se movía como una piedra. Todo parecía
concentrado en él. Aunque su tacto era cálido, su espíritu parecía helado.
Tardé unos instantes en darme cuenta de que había derramado mi jugo sobre
su camiseta, pero una vez que me di cuenta, no pude dejar de mirarlo. Su
camiseta negra húmeda abrazaba su pecho con fuerza, mostrando sus brazos
tonificados. Era más alto que yo, medía por lo menos un metro noventa y cinco
y tenía el tipo de boca que parece que nunca esboza sonrisas, solo muecas o
ceños fruncidos. Su barba también estaba perfectamente recortada, lo que
hacía que la mueca fuera aún más pronunciada. 24
Sin embargo, tenía labios carnosos y su piel impecable. O tenía una rutina
de cuidado de la piel fantástica o era uno de esos imbéciles afortunados que
nunca tuvo un día de acné.
Dejé mi vaso rojo sobre la encimera y luego, sin pensarlo, froté mis manos
arriba y abajo por el pecho del extraño hombre, intentando quitar el líquido de
su ropa. Permaneció inmóvil, tan oscuro y amenazante como una estatua de
gárgola en un parapeto, con los ojos clavados en mí. Su mirada era penetrante,
pero extrañamente distante. Como si pudiera ver todos mis pensamientos, pero
no quisiera hacerlo.
Descubrí sus abdominales duros como rocas mientras las yemas de mis
dedos acariciaban su pecho. No ayudaba a mejorar la situación, pero por
alguna razón no podía dejar de limpiarlo. Mis manos no eran una máquina
secadora, pero las movía por su cuerpo como si la rapidez fuera a secar la tela.
—Si vas a frotarme, también podrías hacerlo un poco más abajo. —Su voz
emanó de su boca con tal facilidad y seguridad que casi se me escapa su
comentario inapropiado.
—¿Eh?
—¿He tartamudeado? —Su voz era suave como el whisky, con la misma
sensación de hormigueo cuando su sonido llegaba a mis oídos. Era baja, grave
y estable sin una pizca de duda. No sabía que las voces pudieran ser tan
fuertes, tan seguras cuando hablaban. No era como si estuviera exigiendo
poder. Era poderoso sin siquiera intentarlo.
Definitivamente un hombre.
—¿Entonces?
Arqueé una ceja.
—¿Entonces qué?
—Puedes chupar mi falo si quieres. Junto con mis testículos solo para
divertirnos.
—¿Qué les pasa a los hombres con las mamadas? ¡Lo que sea por una
mamada, lo juro!
Se encogió de hombros.
—¿Qué? No. Pish, por favor. No me hace sentir tímida en absoluto. —Me
alcé en mis zapatos—. No tengo problemas con eso. Me parece bien. Soy
moderna.
—Siento escuchar eso. Espero que este año te traiga más sesiones de
sentadas. Es mi propósito de Año Nuevo para ti. Por supuesto, seré tu primer
asiento.
—Eso es lo que las personas dicen antes de ser ofensivas. Pero continúa.
Me encogí de hombros.
—Lo entiendo, pero solo intento ayudarte con tu propósito de Año Nuevo de
sentarte en algunos rostros.
28
—Ese no fue mi propósito de Año Nuevo. Ese fue el tuyo para mí.
Ladeó la cabeza y entrecerró los ojos mientras parecía cada vez más
cautivado por mí. Me estudió como si yo fuera la Mona Lisa, algo único pero
ajeno a su mente. Me miraba como si tratara de recopilar las pistas sobre un
misterio del que yo no sabía que formaba parte. ¿Por qué me estaba estudiando
así? ¿Y por qué sus ojos me hacían sentir aterrorizada y protegida a la vez?
Aléjate, Star.
Pero no lo hice. No pude.
—De acuerdo, bueno, esto fue… extraño. Está bien. Sí. Adiós.
Empecé a pasar junto a él. Mi brazo rozó el suyo y, una vez más, me
encontré con la misma calidez de su tacto cuando su mano se posó en mi
antebrazo.
—¿Quieres olvidar?
—Todo.
Mi estómago dio un vuelco por los nervios cuando levanté la vista para
encontrarme de nuevo con sus ojos verdes salpicados de marrón. Volví a ver el
destello de dolor en sus ojos. Duró poco, pero ahí estaba. Oculto detrás de
secretos e historias que nunca había compartido con nadie. Una parte de mí
casi pensó que lo había inventado, pero no. Estaba ahí. Juré que estaba ahí.
Sentí su tristeza recorriendo mi cuerpo mientras seguía aferrándose a mí. Era
como si su intensidad explotara en mi alma. No solo fui testigo de su
oscuridad, sino que la sentí a través de su tacto.
Sus ojos volvieron a brillar. Ahí estaba de nuevo el dolor. Era imposible que
me hubiera equivocado.
—Mentiroso.
Mientras miraba más allá de él, mis ojos se encontraron con los de
Whitney. Arqueó las cejas y asintió mientras articulaba “SS” en mi dirección.
En ese momento, supe que tenía dos opciones. Podría haber sido la Starlet
segura y aburrida que siempre hacía lo correcto. La que siempre tomaba
decisiones inteligentes. La que siempre pensaba en el futuro y en las
consecuencias de la vida. O podría ser la Starlet desquiciada. La chica que 30
apagaba su cerebro y se dejaba llevar por su lado salvaje. La que se dejaba
llevar y era libre, la que quería trepar a ese hombre como a un árbol y tomar
un asiento adecuado. Ya no quería ser Cheerios. Quería ser el fondo de una
caja de Frosted Flakes donde se asentaban todas las cosas excelentes.
Azucarada, divertida y deliciosa.
—Necesito un asiento.
Sus labios se cernieron brevemente sobre los míos y su nariz rozó la mía.
Mis labios se entreabrieron cuando su aliento cayó sobre mi boca. Sus
exhalaciones se convirtieron en mis inhalaciones segundos antes de que su
boca se estrellara contra la mía. Su lengua se introdujo en mi boca,
descubriendo mi sabor.
Una vez que quitó el cinturón, desabrochó mis jeans y los deslizó hacia
abajo. Salí de ellos rápidamente después de patear mis zapatos a un lado de la
habitación.
Con eso, sus labios se encontraron con los míos una vez más. Sus besos
me excitaban. Mi cerebro estaba confuso y mi corazón vibraba. Me gustaba
cómo se sentía contra mí. Me encantaba, con toda honestidad. Era como si el
cielo se mezclara con el infierno, como un ángel caído que, de alguna manera,
aún podía volar.
Cuando sus labios terminaron contra los míos, tiró de los bordes de mi
camiseta de tirantes y la lanzó a un lado de la habitación. Sus manos
acunaron mi sostén y su boca bajó para dejar un rastro de besos a lo largo de
las curvas de mis pechos. Luego bajó más y más, saboreando cada parte de mí
mientras se acercaba cada vez más a la línea de mis bragas.
No sabía por qué las palabras salieron de mi boca. O por qué mi mente
intentaba pasar al primer plano y dejar de lado mis deseos.
Me aclaré la garganta.
Me reí.
Pasó el dedo por la fina tela de mis bragas y mantuvo sus ojos fijos en los
míos. Las deslizó por mis muslos y me permitió quitármelas. Luego sus manos
cayeron a mis caderas y me levantó.
—Te veo —dijo, sus manos recorrieron mis curvas, mi piel, mi estómago—.
Te deseo —susurró, su boca besó las partes de mí que John evitaba. Masajeó
mi piel antes de deslizar sus manos por debajo de mis nalgas y levantarme en
brazos sin esfuerzo para llevarme a la cama. Estaba casi segura de que fue
entonces cuando se produjo el primer orgasmo de la noche.
—Esta noche eres mía —prometió con voz baja, empapada de deseo y
necesidad—. Ahora, agárrate a la cabecera —instruyó, colocándome encima de
él—. Y déjame darme un festín.
Dejé de pensar cuando levantó mi cuerpo de más de setenta kilos y me
sentó sobre su pecho. Agarró mi cintura y me levantó sobre su rostro mientras
yo perdía la noción de la realidad. Su lengua se deslizó dentro y fuera de mi
interior, obligándome a gritar de placer. Mis caderas se mecían contra su boca,
contra su barba que ahora goteaba mi esencia.
Con él, mi cuerpo hizo cosas que no sabía que podía hacer. No sabía que
podía responder tan bien a las palabras, los elogios y las caricias adecuadas.
No solo me estaba transformando físicamente, sino también mentalmente. Me
hizo disfrutar de mis curvas femeninas, explorándome de una nueva manera.
Sus manos me dieron la vuelta sin esfuerzo por lo que estaba acostada
sobre mi espalda, y él se cernía sobre mí. Me gustaba cómo lo hacía, cómo me
movía como a una muñeca de trapo, como si mi peso fuera un concepto
imaginario que solo existía en mis imperfectas inseguridades.
Ya me dolía la mandíbula con solo mirarlo, pero un trato justo era un trato
justo.
Sus labios bailaron sobre los míos como si siempre hubieran pertenecido
allí. Su lengua se deslizó en mi boca mientras me penetraba con una hermosa
y fuerte embestida.
Colocó una mano en la base de mi cuello, sin apretar con fuerza, pero
sujetándolo lo suficiente para intensificar mis sensaciones más de lo que creía
posible. Eso era nuevo, y me gustaba… Me gustaba que me estrangulara.
Su boca bajó hasta la mía y lamió mis labios de abajo hacia arriba antes de
susurrar contra ellos.
—Yo —susurré.
—Me gusta eso —murmuró—. Me gusta poder verte entera. —Sus manos
se posaron en mis pechos, masajeándolos mientras mordisqueaba el lóbulo de
mi oreja—. Me gusta poder sentir todo de ti.
Nos quedamos allí el uno con el otro, perdiendo el tiempo y todas las
inhibiciones que teníamos. Yo no conocía sus heridas, y él apenas conocía las 37
mías, pero durante estos momentos sagrados, nos sentimos como uno solo. Un
desastre sorprendentemente hermoso.
—Sí…
Asentí.
—¿Ya te vas?
Sus ojos se encontraron con los míos y volví a ver su crudeza, su
confusión. Algo estaba carcomiendo su mente y revolviendo sus pensamientos.
Tal vez se sentía tan confundido como yo. ¿Él no sintió lo que yo sentí? No fue
solo sexo. No podía ser. Nunca había sentido algo tan personal con alguien que
conocía, y mucho menos con un extraño. Pero tal vez eso era lo que eran las
aventuras de una noche: situaciones falsas que parecían reales.
—¿Qué? No. 39
—Entonces ¿por qué tienes tanto apuro por irte?
Sus ojos no eran tan amables como lo fueron durante nuestra actuación.
Esa frialdad distante había regresado, pero no sabía cuál era su verdadero yo.
¿Era el caballero que pedía permiso? ¿El que a veces parecía el alma más triste
del mundo? ¿O era simplemente un hombre que tenía aventuras de una noche
y no sentía nada?
—Eres un imbécil.
—Te lo dije desde el principio. Feliz cumpleaños —agregó—. Gracias por los
dulces.
—¿Tienes resaca?
—Ni una pizca.
—¿En serio?
Me estremecí al recordarlo.
—Sí, me acuerdo.
—No lo sé. Mis padres son raros. Creo que el gen también se me transfirió
a mí. Pero, en serio, ¿cómo fue?
—Fue…
—Oh, Dios mío. —Whitney jadeó, haciéndome abrir los ojos. Señaló con un
dedo acusador en mi dirección—. ¡Sacudió tu vagina!
—¡Diablos, sí! Estoy muy orgullosa de ti, compañera. Entonces, ¿es cierto
ahora? ¿John tenía un pene pequeño?
—No creo que podamos clasificarlo como un pene. Era más bien un
cacahuete.
—Trompa de elefante.
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Para Whitney, los sábados solo significaban una cosa: brunch. Era su
forma favorita de recuperar la sobriedad después de sus salvajes noches de
viernes. Por lo general, mi compañera de piso era una nerd de los libros que se
tomaba su educación demasiado en serio, ¿pero cuándo llegaban los viernes?
Estaba fuera de su horario como chica educada y fichaba en su hoja de horario
de chica salvaje fiestera.
Ella lo llamaba el equilibrio perfecto de la vida. Después de lo de anoche,
entendí por qué y me sentía un poco decepcionada por haberme perdido dos
años de fiestas universitarias por estar demasiado concentrada en mis
estudios.
Eve's Place era nuestro lugar favorito para el brunch por dos razones:
podíamos caminar desde el campus e incluía un menú del tamaño de mi
antebrazo. Si querías comer como un loco sano o ahogarte en sirope de arce y
crema batida, Eve tenía un plato para ti.
Me estremecí.
Conduje directamente a Inked, sabiendo que papá estaría allí el sábado por
la mañana. Vivía y respiraba por esa tienda, y estaba casi segura de que él y
sus empleados estarían trabajando en algunas piezas fantásticas. Cuando era
niña, pasaba mucho tiempo allí sentada viendo a papá, a sus chicos y chicas
tatuar a las personas. Era increíble la cantidad de personas que lloraban de
alegría al ver que sus obras maestras cobraban vida.
Una de las cosas más geniales del mundo fue ver a un grupo de moteros
fornidos y tatuados sosteniendo globos rosas y morados para celebrarme. Todo
el grupo estaba formado por los mejores amigos de papá, y yo había crecido
rodeada de ellos toda mi vida. Nelson fue el primero en apresurarse a darme un
fuerte abrazo de oso.
—¡Veintiún malditos años! —gritó Cole mientras soplaba una corneta que
colgaba de su boca—. Feliz cumpleaños, vaquera —dijo mientras dejaba la
bandeja y besaba mi frente.
Arrugué la nariz.
Papá entrecerró los ojos, debatiendo si pedir más detalles, pero luego se
encogió de hombros.
Sonreí.
Me reí.
Si tan solo supiera lo mucho que me había soltado la noche anterior. Mis
mejillas ardían solo con pensar en eso.
Además, ¿qué tan malo podía ser un chupito comparado con el ponche
mágico de anoche?
En Harper, confío.
—Me siento como muerta —dije después de vomitar por tercera vez.
¿La resaca que creía haberme perdido el sábado por la mañana? Tuvo la
amabilidad de alcanzarme el sábado por la noche. 48
Papá se rio.
—¡¿Catorce?! —jadeé.
—No todos fuimos buenos chicos como tú, princesa. Algunos tomamos
malas decisiones día tras día.
Él besó mi frente.
—Toma una ducha y ponte un pijama. Hueles a culo. Voy a prepararte
unas palomitas de maíz para que tu estomago se asiente. Hoy no has comido
suficiente. —Se puso de pie—. ¿Qué tal algo de Taco Bell? Eso hace que todas
las resacas sean un poco mejores.
49
Milo
Mi casa estaba llena de risas y luz cuando estaba mi madre. Cada mañana
me despertaba con ella bailando en la cocina mientras sonaba música y
preparaba el desayuno antes de ir al colegio. Y nunca era un desayuno sencillo.
Siempre iba más allá y haciendo muffins recién horneados junto con una
frittata o alguna tontería.
Hacía la taza más grande de café, se lo bebía casi todo y luego trataba de
involucrarme en su baile también. Yo nunca lo hacía, ya que era todo lo
opuesto a una persona madrugadora. Ese rasgo lo heredé de mi padre.
Su risa...
También preparaba su gran olla de salsa casera para nuestra cena de los
domingos. Era una salsa para pasta de cocción lenta que sabía cómo si la
hubieran hecho los dioses. Las cenas de los domingos eran muy importantes
en nuestra casa. Solíamos invitar a docenas y docenas de personas a la
comida, incluidos algunos de mis amigos, y nos reíamos hasta que se ponía el
sol mientras todos se volvían locos con la comida de mamá.
El sexo era mi principal recurso desde que perdí la virginidad hace unos
años. Tenía bastante reputación en mi vecindario. No era un secreto que
intentara guardar. Muchos me conocían por muchos nombres. Algunos me
llamaban prostituto, otros me llamaban papi, pero la mayoría de las mujeres
me llamaban Dick.
Además, el sexo...
Esa fue una de las noches más agradables de mi vida, y ni siquiera sabía
su nombre. Me había acostado con una buena cantidad de personas, pero
nadie me hizo sentir como aquella mujer, y ni siquiera me lo había mamado.
Por lo tanto, tuve que acudir a la segunda cosa que me ayudaba cuando mi
mente hacía demasiado ruido y el silencio era demasiado: mis amigos.
No era ningún secreto que había sido un mal amigo en los últimos años,
pero todavía me dejaban estar con ellos. Supuse que ésas eran las personas
que más importaban, las que te veían en tu peor momento y aún así querían
tenerte cerca.
Primero estaba Brian, el jugador. Siempre hablaba de los juegos que iban a
salir al mercado y de las últimas novedades. No dudaba de que algún día sería
el multimillonario propietario de una empresa de videojuegos. Sus
conocimientos eran extraordinarios. Además, era un año mayor que yo y había
estudiado en la Universidad de Wisconsin-Milwaukee. Por él acabé en una
maldita fiesta de fraternidad la noche anterior.
Bonnie era la novia de Savannah. Llevaban juntas dos años, y nunca había
visto una pareja más adecuada la una para la otra. Tom era el más nuevo,
conoció a Bonnie en su trabajo en el Target local. No sabía mucho sobre él
porque me conoció en mi época emo. No me había conocido antes de que mi
madre enfermara, así que solo había visto mi lado cerrado.
—Se rumorea que anoche te acostaste con una chica en esa fiesta de
fraternidad —mencionó Bonnie.
—Sí, Savannah. Seguro que es más bien una salchicha de verano —añadió
Bonnie—. Si es un pepinillo, significa que está verde, lo que significa que hay
una enfermedad de transmisión sexual.
—¿Qué te pasa?
—Nada —respondí.
Maldición.
—Hola, Milo. Tengo una pregunta para ti. Escuché que tú y Erica Court se
enrollaron antes ¿no? —preguntó Tom mientras se acercaba y me daba unas
palmaditas en la espalda.
Le daba puntos extra porque siempre tenía un bote de menta con pastillas
para sentirse bien por si alguien necesitaba un estímulo extra. Eso, y Jolly
Ranchers. Estaba obsesionado con los dulces, tanto los legales como los
ilegales.
—Erica Court. La chica linda que siempre lleva coletas altas. Le gusta el
anime, a veces se viste con orejas de gato.
Oh, la chica de las orejas de gato. Sí. Me acosté con ella. Maulló durante
todo el asunto.
—¿Te gusta?
—¿Ella?
Tropecé hacia las escaleras, chocando con una mesa auxiliar que no vi.
—¿Estás bien?
—Milo, sé que las cosas han sido difíciles para ti desde que tu madre
murió, y sé que el primer aniversario es…
—Milo…
Seguía sin moverse, así que hice lo que tenía que hacer. Puse mis manos
sobre sus brazos, levanté su cuerpo y la aparté de la puerta.
Debería haber sentido frío aquí fuera. Debería haber estado temblando o
algo así.
—¿Dónde estoy?
Maldita sea.
Maldita sea.
Me perdí el amanecer.
Lo siento, mamá.
—Podrías haber quemado todo este lugar. Tienes que ser más inteligente.
—¿A quién crees que le hablas así? —espetó, pasando las manos por su
cabello desaliñado—. No olvides quién paga las facturas aquí. Cuida tu lengua.
¿Me entiendes?
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No contesté porque no me importaba.
Clavó sus ojos en los míos y volvió a suceder: la asfixia de la pena. Yo sabía
por qué ocurría eso. Tenía sus ojos. Supuse que por eso apenas me había
mirado durante el último año. Puede que tuviera las tendencias idiotas de mi
padre, pero tenía los ojos de mi madre.
En los días siguientes, supe que la tensión en la casa solo empeoraría. Nos
molestaríamos, tratando de evitar enfrentarnos al hecho de que nos
61
acercábamos al año de la muerte de mamá. Él bebía más, yo fumaba más y
fingíamos que no nos estábamos desmoronando hasta que finalmente nos
estrellamos.
Los lunes eran mis días menos favoritos de la semana. Especialmente los
lunes después de pelearme con mi padre. Esos lunes siempre apestaban más.
Pensaba más en los muertos que en los vivos. Culpaba a mi madre por eso.
Mi mente era un vertedero tóxico de negatividad y mi alma nadaba a diario en
esos pensamientos envenenados.
—¿Qué?
Señalé la mancha.
—Milo…
—Un bonito roble te sentaría bien. Tal vez un poco más de pintura en las
paredes y…
¿Por qué?
—Tenemos una de las mejores tutoras preparadas para ti. Te reunirás con
ella todos los días en la biblioteca después de la escuela. Ha sido tutora de
estudiantes desde que asistió a la escuela aquí, y todas las personas a las que
ayudó han aprobado sus cursos. Ella está ocupada con las clases de la
universidad, pero hablé bien de ti.
—Verás a la tutora.
—¿O?
—O estás reprobando.
—Entiendo que perder a Ana fue duro para ti. Créeme, lo sé.
Miré a mi tío y sentí un hueco en mi estómago. Por supuesto que sabía que
él también la había perdido. Por eso acudía semanalmente a su oficina para
hablar de cómo estaba arruinando mi vida. Por eso me sentaba en su
incómoda silla. Por eso miraba su alfombra olvidada por la mano de Dios.
Tenía su sonrisa.
Se quitó las gafas y frotó el puente de su nariz. Así era como siempre sabía
que había llegado el momento de hablar con mi tío en lugar de con mi director.
65
Cuando se quitaba las gafas, el director Gallo se convertía en Weston.
—Estoy bien.
—¿Qué?
—No, no lo hizo.
—¿A quién demonios le importa? Ella no está aquí para controlar la línea
temporal. Dámela.
—No lo haré.
—Weston…
Weston asintió.
—Lo sé. —Volvió a ponerse las gafas y se sentó más erguido en la silla.
Ahora volvía a ser el director Gallo. Espléndido—. También tendrás que asistir
a todas tus clases para conseguir la carta.
No contestó a mi pregunta.
—Tu tutoría empieza hoy, Milo, a las tres en la biblioteca. Por favor, no le
hagas pasar un mal rato. Si lo haces, ella me informará.
Qué palabra más extraña para usar en una situación tan trágica.
¿Qué decía?
—Espero que se hayan puesto al día con la lectura, ya que hoy tenemos un
examen sorpresa —informó el señor Slade mientras recogía una pila de
papeles. Toda la clase gimió de fastidio. Estaba casi seguro de que a los
profesores les gustaba estresar a los estudiantes con exámenes sorpresa.
Probablemente era el mejor subidón de su semana.
—¿Sabe siquiera qué libro estamos leyendo, señor Corti? —me preguntó
mientras se paraba frente a mi pupitre.
El señor Slade era un imbécil, pero estaba seguro de que él sentía lo mismo
por mí. No era el estudiante más fácil de tratar, y había un 99% de
probabilidades de que fracasara en el examen que había puesto sobre mi
pupitre. Él también lo sabía. Pero no me importaba su falta de fe en mí. Yo
tampoco creía en mí mismo. Parecía ser un patrón de creencia universal.
—Lo siento, lo siento. Perdí la noción del tiempo y había tráfico, lo cual no
es excusa porque debería haber salido antes, así que lo siento por eso, pero 68
estoy aquí. Ya estoy aquí. Lo siento. Hola. —La voz estaba cargada de energía
nerviosa. No me importó lo suficiente como para ver quién entraba. Todavía
necesitaba un maldito bolígrafo.
Resoplé para mí mismo, sin levantar la vista. Claro, ella podía llegar tarde,
pero yo no. Hipócrita.
Asentí.
—Gracias.
Retorcí mis manos varias veces antes de frotarlas contra mis pantalones.
Ella negó con la cabeza, apartando rápidamente sus ojos de los míos. Se giró
hacia el señor Slade y esbozó una sonrisa tensa. No era su verdadera sonrisa.
Yo había visto su verdadera sonrisa. Era hermosa. Inocente. Extraña. No todos
los días veías la verdadera sonrisa de alguien. Sin embargo, en ese momento, 69
su sonrisa estaba cubierta de ansiedad y nervios. Estaba mortificada.
¿Yo, en cambio?
Realmente intrigado.
Sabía que esta situación la estaba matando, pero tenía que seguir siendo
profesional. Tenía que reconocer su mérito. La mayoría de las personas habrían
salido corriendo presas del pánico.
Señorita Evans.
Señorita Evans.
Tal vez me estaba equivocando. Tal vez me gustaba esto de la escuela. Con
el incentivo adecuado, podría esperar con impaciencia las lecciones.
Starlet
Le dije al señor Slade que me apresuraría al baño entre clase y clase, pero
la verdad es que tenía la misión de hablar un segundo con Milo para averiguar
qué estaba pasando.
Milo.
—Escucha, estoy tan sorprendido como tú —dijo, su voz seguía siendo tan
fuerte y segura como cuando lo conocí.
Odiaba eso.
Le di un manotazo en el brazo.
—Bueno, no lo hagas. Lo único que digo es que las cosas que hiciste… esos
movimientos que hiciste fueron de personas muy maduras.
Las lágrimas inundaron mis ojos, pero me esforcé para evitar que cayeran.
Mi nariz ardía por las emociones desbordantes debidas al aprieto en que me
encontraba. Mi estómago burbujeaba por el miedo a que todo por lo que había
trabajado durante los últimos años estuviera ahora en peligro. Mis manos
estaban sudorosas y mi mandíbula tensa mientras lo miraba fijamente. Estaba
a segundos de quebrarme por completo, y el martillo que podía destruirme
estaba en manos de Milo.
—No voy a decir una mierda al respecto, ¿de acuerdo? No hagas eso.
—Llorar.
—¿Lo juras?
—No. Está bien. Nada de tocarnos nunca más. Estaremos bien mientras
seamos profesionales y nos mantengamos alejados el uno del otro.
—Nerd.
Pregunta sólida.
—No sé… nada. Llámame nada. Finge que soy como el resto de tus
profesores. Finge que no existo.
—Bastante fácil.
—Bien.
—Excelente.
—Estupendo. 74
Hizo una mueca y cerró su casillero.
Me hice a un lado.
Antes de que pudiera irse, el director Gallo nos llamó a Milo y a mí.
Oh.
Dios.
Mío.
Cielos.
¡No!
—Supongo que ya son ciento setenta y dos las horas que pasaremos
juntos, ¿eh, señorita Evans? —dijo antes de marcharse, dejándome aturdida y
confundida.
Bueno...
***
—Lo sé, lo sé. Créeme, ha sido un día difícil. También se supone que tengo
que darle clases particulares después de la escuela todos los días durante una
hora o dos.
Por primera vez, Whitney se quedó sin palabras. Ni siquiera sabía que mi
mejor amiga sabía cómo estar callada.
—Se supone que debes hacerme sentir mejor con esto, Whit.
76
—Lo siento, pero… ¡te acostaste con tu alumno! Estoy bastante segura de
haber leído un libro romántico sobre esto. —Frotó su barbilla—. Pero no te
preocupes, terminaba con bebés y un felices para siempre.
—Eso depende. ¿Tuviste tu período desde que te fuiste a ciudad del polvo
con un estudiante?
—¡Whitney! Por favor, no vuelvas a decir “ciudad del polvo”. Y para ser
justas, él no era mi alumno cuando ocurrió, y tiene más de dieciocho años, y...
Oh, Dios mío, me fui a la ciudad del polvo con mi alumno —gemí, frotando mi
rostro con las manos.
Eso fue lo que obtuve por escuchar al diablo sobre mi hombro aquella
noche en lugar de al ángel que me decía que llorara y mirara Simplemente no te
quiere.
Me estremecí al pensarlo.
—Perfecto. —Ella aplaudió—. Ves, como dicen, “bien está lo que bien
acaba”.
—No es lo mismo.
—Milo Corti.
Dímelo a mí.
Me encogí de hombros.
—Hola, soy Starlet, y me gustaría ir a ciudad del polvo contigo. Pero primero,
necesitaré ver tu licencia y registro.
—A mí me parece bien.
—Cuéntame.
—Tacos.
Sonreí.
—¿Martes de tacos?
***
—Hola, señorita Evans —dijo una voz grave cuando me acerqué a la puerta
del salón de clases. Esos mismos escalofríos fueron recreados por su sonido
embriagador, moviéndose a través de mi cuerpo y bajando por mi espalda.
—Deja de llamarme así —susurré, levantando la vista para encontrarme
con la mirada de Milo.
También odiaba que hoy tuviera mejor aspecto que el día anterior.
—Muévete —ordené.
Por suerte para mí, la primera semana como estudiante de Magisterio del
señor Slade consistió en observar desde la distancia. No tuve que decir ni una
palabra delante de la clase ni delante de Milo. Solo me senté en el pupitre que
el señor Slade trajo al salón de clases para mí y observé mientras impartía la
clase.
Se llamaba Starlet, no como la letra, sino como las constelaciones del cielo.
Y pensar que ni siquiera iba a asistir a esa fiesta, pero era eso o sentarme
en casa solo con mis pensamientos.
82
Ella mantenía los ojos clavados firmemente en el señor Slade. No pude
evitar sonreír porque sabía que estaba haciendo todo lo posible por no mirar en
mi dirección. Me moría de ganas de tener la oportunidad de sentarme cerca de
ella. Olerla. Estar lo suficientemente cerca como para tocarla, pero sabiendo
que estaría prohibido. Era el tipo de tortura más dulce; una que no podía
esperar a experimentar durante nuestra sesión de tutoría después de clase.
El señor Slade empezó a repartir los exámenes corregidos del día anterior.
Cuando dejó el mío sobre mi escritorio, negó ligeramente con la cabeza.
No la culparía.
—¿Qué? No. Tuve que reunir los libros de tus clases para ponerme al día y
asegurarme de que estuviéramos en la misma página en todos los aspectos.
Oh.
Cierto.
—Ambas cosas. Estoy hablando de las dos cosas, Milo. Y por favor, no lo
digas así. Me hace sentir sucia.
—Milo —advirtió.
Me moví en mi silla.
—Sí. Sobre todo, cuando dices cosas así y me miras fijamente durante la
clase.
—No otra vez con el llanto. Era una maldita broma. No me digas que eres
tan sensible —refunfuñé, pero al instante me sentí mal.
Sus emociones me hacían sentir tan incómodo como yo a ella. Una parte
de mí quería calmar sus nervios y hacerlos desparecer porque quería que
estuviera relajada. ¿Por qué me importaba su comodidad? Se suponía que ella
85
era una distracción para mí, algo que me impedía pensar demasiado en mi
estado depresivo. Sin embargo, cada vez que ella casi lloraba, me dolía el
pecho. Me carcomía vivo saber que yo también era la causa de su expresión de
dolor. Sabía que era un imbécil, pero no uno tan grande. Al menos, no quería
serlo.
Eso también era cierto, porque la graduación significaba que recibiría una
carta de mamá. Ese era el único objetivo que tenía en mente.
—Suena como una cita que un millennial pondría en una taza y bebería
bajo su cartel de “vive, ríe, ama”.
Sonrió.
Al diablo con ella y sus sonrisas. Se sentían como calor en mi frío mundo.
—¿Perdiste a tu madre?
—¿Cómo?
Maldita sea.
—Lo siento.
Ninguna persona debería perder a su madre. Sobre todo, a los trece años.
¿Cómo se las arreglaba para estar bien? ¿Para ser la buena chica que 87
había sido? Una parte de mí deseaba que pudiera dibujar un mapa de ruta de
la vida después de perder a un padre para saber cuántas paradas me
quedaban antes de estar bien como ella. La mayor parte del tiempo tenía la
sensación de que nunca volvería a estar bien. Lo mismo le ocurría a mi padre.
Éramos la sombra de lo que una vez fuimos, un eco de nuestras vidas pasadas.
Mi pecho se oprimió…
Mi mente se retorció…
¿Cómo era posible? ¿Cómo era posible que su ceño fruncido también fuera
hermoso?
—Algo así.
—Milo.
Sí.
Se rio.
—Se supone que tienes que leer La Odisea para mañana, ¿no?
Mis ojos se perdían en las palabras que tenía delante. Mi vista no era la 89
mejor, ni de cerca ni de lejos. La mitad de las veces, no podía ver lo que había
en la pizarra frente al salón de clase, y cuando llegaba el momento de leer en
voz alta, tenía miedo. Los profesores que obligaban a los alumnos a leer en voz
alta delante de sus compañeros merecían un lugar especial en el infierno.
—¿Qué?
—No puedo darte tutoría para todas estas clases durante una hora cada
día. Así que tendremos que estar en comunicación también después de clase.
Algunos días, podemos vernos en la biblioteca los fines de semana para
mantenerte al día con el trabajo. Las primeras semanas serán un infierno, pero
lo superaremos.
Me gustó que dijera infierno. Sonaba dulce en sus labios.
Cuando una vez le dije al señor Slade que no era un lector, me dijo que me
90
aguantara.
La verdad es que sonaba muy bien. La idea de escuchar su voz cada noche
antes de acostarme era como una especie de regalo. Algo en el sonido de su voz
era muy atractivo. Tenía una cualidad susurrante, saliendo tan suavemente
con un ritmo tan lento. Cuando estudiábamos, tenía una pizca extra de
asertividad que me resultaba tremendamente atractivo.
Starlet no solo hizo que pareciera factible, sino que lo hizo parecer fácil.
Incluso programó un tiempo para que me relajara y tuviera una vida fuera de
la escuela.
—Deben estar pagándote muy bien para que hagas esto por mí. Te quitan
mucho tiempo de tu vida. 91
Con una sonrisa, recogió su maletín y se levantó.
—No me pagan nada por esto. Me alegro de hacerlo gratis. Te veré mañana,
pero quiero noticias tuyas esta noche.
Entendí por qué quería ser profesora. Era buena en eso. Estupenda,
incluso.
Demonios.
Me gustaba su descaro.
Starlet: No a propósito.
Starlet: Así que ya adelantaste la lectura de este fin de semana. ¿Lo ves?
Ponerse al día no será difícil. No olvides escribir una redacción sobre alguien
que te inspire. Tienes que entregarlo el lunes. Puedes enviármelo y lo corregiré.
Hazlo esta noche o mañana. Recuerda, los domingos son días libres.
Sentí celos mientras intentaba continuar con mis actividades normales del
sábado por la noche, que incluían mascarillas, libros y comida china. Traté de
deshacerme de esa extraña sensación. ¿De qué tenía que estar celosa? ¿Y por
qué tenía ganas de enviarle un mensaje para preguntarle qué planes tenía para
esa noche? ¿Se quedaría en casa? ¿Saldría? ¿Estaba con otra mujer? ¿Ella le
recordaba a mí?
Basta, Star.
Compórtate. 93
La línea entre el profesionalismo con Milo estaba dibujada con un
rotulador, y no se borraría.
Aun así, me preguntaba dónde había estado esa noche y con quién.
¿Sabrían sus besos como los míos, o extrañaba la suavidad de mis labios?
Debería haber sabido que no iba a dejarlo pasar fácilmente. ¿Lo peor de
todo? Pensaba en eso. Al menos una vez al día. A veces dos. Estaba
oficialmente arruinada, y era Milo Corti quien me estaba arruinando.
***
95
Los cubículos del baño de la escuela secundaria eran un espectáculo
interesante para contemplar. La cantidad de garabatos en las paredes
mostraba exactamente dónde estaban las mentes de muchas chicas. En el
tercer compartimento había una lista de los chicos más atractivos de la
escuela, y en lo más alto de la lista estaba el nombre de Milo.
A veces, cuando caminaba por los pasillos, notaba que las chicas se fijaban
en él, pero él nunca devolvía la mirada. Parecía desinteresado en la idea de
alguien… excepto yo.
96
Milo
Ahora solo iba yo, y este invierno el lago estaba congelado. Probablemente
ni siquiera debería haber estado aquí con el viento helado que había, pero juré
que intentaría no perderme ni un solo día de estar todos los días frente a este
lago, mirando al cielo.
Mamá me dijo que la encontrara en los amaneceres, así que intenté verlos
todos desde que falleció, sin importar el clima. Algunos días, las nubes cubrían
los amaneceres, pero imaginaba que el sol seguía ahí. Esta mañana la había
extrañado más, y ver amanecer no me parecía suficiente para consolarme este
día.
Un año hoy.
Feliz día de la muerte, madre. Jódete por dejarme aquí en este planeta.
—Bueno, creo que ya sabes la respuesta, dado que eres tú quien pregunta.
—Dijiste que no podría recibir la carta a menos que asistiera a mis clases.
Así que estoy aquí.
Se movió en su silla.
Había un millón de cosas que quería hacer este día. Quería drogarme.
Quería emborracharme. Quería hacer todo lo posible para olvidar que hoy se
cumplía un año del peor día de mi vida. Quería sentir menos y desaparecer
más. Quería que el dolor se detuviera y sentir que había alguna posibilidad de
que algún día estuviera bien. Quería volver a respirar. Deseaba tanto poder
respirar. Pero no podía. Elegí no hacerlo, al menos. Se sentía egoísta de mi 99
parte respirar cuando mamá ya no podía hacerlo.
El dolor era una criatura compleja. Un día estabas triste y al día siguiente
te llenabas de rabia. En raras ocasiones, eran ambas cosas. Tan agresivamente
furioso, tan deprimentemente triste.
—Sí, bueno, tal vez deberías haber mencionado eso antes de sostener esa
carta sobre mi cabeza.
—Milo.
—¿Qué?
Me miró.
—¿Mañana de mierda?
—Algo así.
Por una fracción de segundo, sus ojos mostraron una pizca de lástima por
mí. Rápidamente la apartó porque sabía que yo no lo apreciaría. Metió la mano
en su mochila, sacó una lata de caramelos de menta, la abrió y agarró una
pastilla para mí.
Perfecto.
—Amigo, no sé si…
—Te pagaré.
***
Bien.
101
Me sentía bien.
—¿Estás bien? —dijo una voz, desviando mi mirada de mis dedos. Me giré
para encontrar a Starlet de pie frente a mí con ojos preocupados.
Vaya.
Me reí.
Porque las cosas eran graciosas. Todo era gracioso: Starlet, la escuela, la
vida, la muerte.
—Tú no quisiste.
—Milo. Detente.
La aparté de un empujón.
—No.
—No. Mi padre necesita estar sobrio, no yo. Yo estoy bien. Estoy bien. Soy
feliz —balbuceé, agitando la mano en su dirección—. Estoy bien.
Su ceño se frunció.
—Ya te dije que estoy bien —murmuré, encorvándome contra el cubo del
trapeador.
—Bebe —ordenó.
—Bien —respondió—. Eso significa que todavía sabes cómo sentir. Ahora,
bebe.
Bebí.
—Vas a estar bien, Milo —dijo una vez más, y por alguna razón, eso hizo
que mi pecho se oprimiera aún más.
¿Cómo?
Todo mi futuro estaba en peligro, todo por lo que había trabajado, por un 105
simple extraño. Si me atrapaban en el armario de las escobas con ese chico,
sería el fin de cualquier expectativa de ser profesora. Mis sueños se verían
empañados en un instante por la decisión precipitada de empujar a Milo en un
armario.
¿Qué le pasó? Sabía que era mucho, y sabía que tenía un puñado de dolor
basado en sus ojos marrones verdosos, pero hoy día se sentía diferente.
Especialmente con las pocas pistas que había recibido sobre él mencionando el
alcoholismo de su padre. ¿Estaba en una situación segura? ¿Qué luchas
enfrentaba, y por qué consumía drogas para reprimir esas luchas?
Pasaron las horas mientras le daba a Milo sorbos de agua, y cuando estuvo
lo suficientemente bien como para sentarse derecho, le ofrecí una media
sonrisa.
—Vas a estar bien —prometí, con la esperanza de no convertirme en una
mentirosa.
—Debería irme antes de que alguien entre aquí. ¿Puedes salir un momento
después de mí si te parece bien?
Asintió.
—¿Oye, profe?
—¿Sí?
Sonreí.
Casi sonrió.
Eso me hizo respirar un poco más tranquila, pensando que estaría bien.
Cuando salí del armario del conserje, doblé la esquina y me topé con el
director Gallo, lo que me produjo una oleada de ansiedad. Hice todo lo posible
por no mostrar dicho pánico.
Excepto hoy.
—Sí, claro.
Bien.
Ahí estaba.
—No dejaré de ser su tutora, director Gallo. Ahora que sé estas cosas,
puedo abordar la situación desde un ángulo diferente y asegurarme de que
estoy haciendo su vida más fácil, no más difícil. Yo también perdí a mi madre,
así que sé lo difícil que puede ser.
Asentí.
—Estoy aprendiendo que el paso del tiempo no lo hace más fácil. A veces
solo hace que el dolor sea más silencioso.
Eso fue lo más cierto que jamás había escuchado.
Él también se levantó.
—Tengo una pregunta. Milo mencionó una carta... ¿es algo que debería
saber?
Se había ido.
***
No sabía poner rostro impasible. Cada emoción, tanto buena como mala,
que sentía se mostraba en mis expresiones. Lo heredé de mi madre. Siempre
sabías lo que ella sentía en cuanto la mirabas. Papá decía que era la guía más
fácil para saber cuándo había cometido un error.
Milo: Bien.
Exhalé profundamente por lo que se sintió como la primera vez esta noche.
Bien.
Milo
Llegué tarde a casa después de pasarme la mayor parte del día hecho un
lío. Me sentía mal del estómago. No era para menos. Todo lo que sube tiene que
bajar. La caída siempre era lo más duro. Tom fue lo suficientemente bueno
para encontrarme mientras caminaba por los pasillos en mal estado. Me metió
en su auto, llevándome a su casa y me escondió en su baño hasta que estuve
lo bastante aliviado para llegar a casa. Cuando me dejó, murmuré un gracias.
—Milo, sabes que somos amigos, ¿verdad? —dijo Tom antes de que pudiera
salir del auto.
—Sí, seguro.
111
—No. Lo digo en serio. Sé que soy nuevo en esta ciudad, y sé que somos
diferentes en casi todos los aspectos posibles, pero te considero un buen amigo
mío. Así que, si alguna vez necesitas a alguien con quien hablar o simplemente
estar tranquilo, te puedo ayudar. Puede que no sea tan callado como Chris,
pero puedo aprender a callarme.
Lo miré y asentí.
—Gracias, T.
—No hagas de esto una cosa —me queje, abriendo la puerta del pasajero.
Mi-Mi.
Odiaba eso más de lo que él podría imaginar, pero estaba casi seguro de
que me llamaría así el resto de mi vida.
El auto de papá estaba en la entrada, lo cual era una buena señal. Supuse
que estaría desmayado en algún bar o encerrado por exhibicionismo, por orinar
en la entrada de un edificio o algo así. En lugar de eso, entré a la casa y lo
escuché en su dormitorio. La puerta estaba cerrada, pero podía oírlo
claramente.
Estaba sollozando.
Sin pensarlo, trate de girar el pomo de la puerta para ver cómo estaba,
pero estaba cerrado.
—No, no lo estoy.
Oh.
Eso lo explicaba.
—¿Qué?
—Me siento mal por ti —confesó—. Pero también quiero saber las cosas
importantes. Dos cosas pueden ser ciertas al mismo tiempo.
—Se supone que tienes que ser mi tutor. No preguntar sobre mi vida
personal. Qué tal si haces tu trabajo —resoplé.
¿Cómo se llama?
—Sí. Lo era.
—La cocina. Era chef. Era italiana y vivió en Italia hasta los trece años.
Estudió cocina toda su vida y tenía un restaurante aquí llamado Con Amore.
No era de los que lloran, pero ese comentario casi me hizo llorar.
Mi mandíbula se tensó.
Se quedó boquiabierta.
Sacudí la cabeza.
—No. Sigue aquí físicamente, pero lo que quiero decir es que el día que mi
madre se fue, mi padre también se fue mentalmente. Es como un muerto
viviente.
Me encogí de hombros.
Me quedé callado. No sabía cómo procesar lo que sentía. Mamá era mejor
explicándome mis propias emociones que yo mismo.
Sonreí un poco.
Sólo un poco, pero ella lo notó y su sonrisa también se hizo más grande. Se
117
le daba bien eso de sonreír. Probablemente las sonrisas se crearon
principalmente para gente como Starlet. Las dos cosas iban muy bien juntas. A
mí me gustaban más las muecas.
Se estremeció de disgusto.
—Regaliz negro.1
Se rio, y sonó como algo que querría en un disco de vinilo para poder
reproducirlo repetidamente.
1 Regaliz negro: es un dulce con una textura similar a la goma que se saboriza con
los extractos de las raíces de la planta del regaliz.
—El regaliz rojo, pero el de espiral que se puede pelar. Cualquier otra cosa
es aburrida.
Volvió a reírse.
—Me gustan los Sour Patch Kids. Sin embargo, lamo el sabor amargo de
los caramelos, en vez de succionarlo en la boca —explicó.
—Qué raro.
—Sí, lo eres. —Me moví y jugueteé con mis manos—. ¿Puedes hacerme un
favor?
—¿Qué cosa?
—Dios mío, lo siento. Nos hemos dejado llevar. Gracias —dijo Starlet
mientras recogía sus cosas para irse. Hice lo mismo.
—Gracias.
—¿Por?
Volvió a sonreír.
Maldición...
Después de que ella tuviera que lidiar conmigo y que yo estuviera drogado
al otro día, no debería haberle hecho la vida más difícil de lo que tenía que ser.
Así que esa tarde hice mi tarea. Pensé que eso la haría sentir orgullosa o algo
así.
120
Starlet
Durante las últimas semanas, Milo entregó casi el 70 por ciento de las
tareas que le faltaban. Además, asistía todos los días a nuestras sesiones de
estudio sin quejarse. Me hacía algunos de sus comentarios sarcásticos, pero yo
estaba aprendiendo que él era así. Me gustaban sus comentarios porque sabía
que no eran malintencionados.
Después de una de las noches que compartí con él, frunció el ceño,
sacudió la cabeza y dijo: 121
—Ningún niño de trece años debería perder a un padre.
Milo: No te equivocas.
Starlet: Aprendo rápido. Así que tu tema sería el invierno. Tenemos mucha
nieve por aquí, e incluso si quisieras viajar al norte para hacer algunas fotos,
es una posibilidad, ya que tendrán más. Puedo acompañarte en estas sesiones
para ayudarte a preparar las fotos y todo eso.
¿Por qué? ¿Por qué ofrecí eso? ¿Por qué quería eso? ¿Por qué quería
encontrar razones para estar cerca de él cuando se suponía que no debía
estarlo? ¿Por qué deseaba más días, más horas y más minutos con Milo?
Luego envió una foto de su tarea de matemáticas, que yo revisé. Todas las
respuestas eran correctas. Rápidamente me di cuenta de que Milo no carecía
de inteligencia. Podría ser una de las personas más inteligentes del mundo.
Simplemente no se aplicaba. Después de saber lo de su madre, también lo
entendí mucho más. No quería estudiar esos primeros años después de perder
a mi propia madre. No quería sentir nada. Si no fuera porque mi padre me
empujó, no lo habría conseguido, si soy sincera.
Me sentí bien siendo esa persona para Milo, la que estaba a su lado. Tenía
talento. Sólo tenía que encontrar el camino de vuelta a casa.
Lo que no esperaba era lo protectora que me había vuelto con él. Una
tarde, cuando el señor Slade repartía las tareas realizadas, puso la de Milo
delante de él y dijo:
—Un día voy a descubrir de quién son las tareas que está copiando, Señor
Corti. Recuerde lo que le digo.
Tragué con fuerza, sintiendo que todas las miradas caían sobre mí.
El señor Slade frunció las cejas y soltó un pequeño suspiro. Miró a los
alumnos.
Me sacó del salón de clases, cerrando la puerta tras de sí. Luego se cruzó
de brazos y me miró con severidad, como si yo fuera la alumna a la que podía
disciplinar.
—Tan joven, tan ingenua. Por favor, hábleme del asunto cuando lleve más
de treinta años en esto. Hasta entonces, señorita Evans, conozca su papel y no
se salga de él. ¿Lo ha entendido?
—Sí —dije, pero realmente quería decir que no. La rabia que se acumulaba
en mi interior por su desprecio a mis comentarios era suficiente para hacerme
ir a la guerra. Esa era exactamente la razón por la que quería ser profesora. 124
Para ayudar a los alumnos que podrían haberse topado con los señores Slades
del mundo y haber perdido la confianza en sí mismos.
Volvimos al salón justo cuando sonó el timbre para dar por terminada la
clase. Me quedé en la puerta, sonriendo a los alumnos que salían. Cuando Milo
pasó junto a mí, sus ojos se encontraron con los míos. Su brazo rozó mi
hombro y susurró:
—Gracias, profe.
—Siento llegar tarde —me dijo, dejando la mochila sobre la mesa. Tomó
asiento—. Tuve que parar en la gasolinera.
—¿Hacer qué?
Abrí la boca para hablar, pero antes de que pudiera, sacó unos cuantos
objetos de su mochila: un paquete de regaliz rojo y una gaseosa light.
Se encogió de hombros.
—¿Hacer qué?
—Me gusta.
Sus ojos se encontraron con los míos y juré que casi vi que su boca se
curvaba. ¿Casi me sonrió? Y no era una de sus sonrisas burlonas que recibía
cuando se daba cuenta de que estaba metiendo debajo en mi piel. No, era
genuina. Las sonrisas genuinas de Milo eran escasas y poco frecuentes, así que
cada vez que se le escapaba una, me sentía como si me estuvieran
consintiendo. Su casi sonrisa fue suficiente para que mis propios labios se
levantaran.
—¿Hacer qué?
—Lo sé, lo sé. No hablamos de eso. Pero... —Se inclinó sobre la mesa,
juntando las manos—. Soñamos despiertos con eso, ¿verdad, profe?
Sí, soñamos...
Mis manos temblaban mientras metía mi cabello detrás de mis orejas. Pasé
mi lengua por los labios repentinamente resecos cuando interrumpí nuestra
mirada. Una batalla interna se desató en mi interior. Sabía que mis
pensamientos sobre Milo eran inapropiados. Sabía que mi mente había cruzado
en secreto la línea de la profesionalidad, pero no podía detenerla. A veces
parpadeaba y recordaba mis manos sobre su cuerpo... sus labios sobre mi
pecho... mis piernas colgando contra sus hombros... Tenía que sacudirme
físicamente para escapar del hechizo que ejercía sobre mí. Se me daba bien ser
responsable. Nunca anduve con rodeos... no hasta él, al menos. ¿Qué clase de
mago era Milo Corti, y por qué su magia me hechizaba tanto?
Me aclaré la garganta.
—Se supone que las Islas Apóstol tienen unas cuevas de hielo geniales.
Pensé que podría hacer algunas fotos allí para mi clase de fotografía.
Sonrió.
—Milo, detente —afirmé severamente en voz alta, pero por dentro, mis
pensamientos empezaron a correr. Mi rostro se sonrojó mientras mi mente
imaginaba cómo sería esa situación. Yo en su cama, fingiendo no sentir lo que
sentía. Intentando por todos los medios que nuestros brazos no se rozaran
accidentalmente mientras nos movíamos durante la noche. Parecía una receta
para los problemas.
—Habitaciones separadas —ofreció.
—Me pareció lógico para ahorrar gasolina. —Arqueó una ceja—. ¿Es eso un
problema?
—Cállate.
Suspiro.
La verdad era que amaba cada tipo de sonrisa y cada tipo de mueca que
compartía conmigo.
—Te odio.
—Bien —dijo, metiendo sus cosas en la mochila—. Significa que aún sabes
cómo sentir.
129
Puse los ojos en blanco al verlo repetir las palabras que le había dicho.
¿Cómo se acordaba de eso si estaba completamente borracho?
—Que pases buena noche, Milo —dije mientras pasaba a su lado para salir
de la sala de estudio.
—No importa.
—¿Pero y si importara?
—Milo…
130
Milo
Cuando llegó el sábado, estaba más que preparado para estar a solas con
ella. No estaba acostumbrado a esta sensación de excitación. Había pasado
mucho tiempo sin sentir nada, pero ahora, con Starlet, era como si todas las
emociones del mundo volvieran a invadirme. Miedo. Alegría. Felicidad.
Ansiedad. Lo sentía todo, y no estaba seguro de cómo analizar esas emociones.
Simplemente se quedaron dentro de mí. Además, una parte de mí no podía
dejar de pensar en las sucias posibilidades de este viaje. ¿Y si acabábamos
131
perdidos en el bosque y la única forma de mantener el calor era apretar su piel
contra la mía? ¿Y si venía a dejarme algo a la habitación del hotel y yo la
invitaba a entrar para que probara la cama?
El sol aún no había salido y no lo haría hasta dentro de una o dos horas.
Su maletero estaba lleno de maletas, ropa de invierno y equipo de senderismo.
Parecía que íbamos a estar fuera un mes en lugar de dos días, por lo mucho
que había empacado.
—Más vale prevenir que lamentar —dijo. Durante una fracción de segundo,
se detuvo y me miró. Buscó más profundamente que la mayoría de la gente
cuando me estudiaban. Lo hacía a menudo, como si buscara secretos de mi
alma que nunca había compartido con los demás.
—Pongámonos en camino.
—Está a unas seis horas —dijo—. Así que yo haré las primeras tres horas,
y tú puedes hacer las siguientes.
Algo en nosotros nos acercaba el uno al otro. Y ni siquiera creía que fuera
por lo de las madres muertas. Lo sentí la noche de la fiesta. Algo en ella me
resultaba tan familiar, una extraña que sentía como si estuviera en casa. No
sabía que eso existía hasta que conocí a Starlet.
Desde ella, no he salido con nadie más. No quería hacerlo. No me acerqué
a nadie que conociera, buscando revolcarme en las sábanas para ayudarme a
olvidar mi vida. Estaba viviendo en lugar de ser el muerto andante que había
sido en los últimos años. Trabajaba duro en mis tareas, escuchaba audiolibros,
por diversión y encontraba motivos para hablar con Starlet cada vez que podía.
El sexo sin sentido o perder el conocimiento ya no me atraían. Ya no quería
esconderme del mundo. Quería volver a sentir. Y Starlet Evans era la mente
maestra en hacerme sentir de nuevo.
—Sí, lo es.
Arqueé mi ceja.
Me quité los zapatos porque odiaba llevarlos durante los viajes largos en
auto, y luego me puse lo más cómodo que pude en su auto, lo cual fue
bastante fácil con sus asientos con calefacción y espacio extra para las piernas.
—¡Mentira!
—Lo entiendo.
¿Por qué quería tanto gustarle a esta mujer? ¿Por qué vivía en mi mente
134
más que la mayoría de las cosas?
Era como si Starlet fuera una droga para mi mente, pero en lugar de
aturdirme, aclaraba mis pensamientos. Hacía que las partes tristes de mí
fueran más fáciles de soportar. No habían desaparecido del todo. Sabía que la
depresión no funcionaba así. Pero me sentía menos solo cuando luchaba
contra ellas, con ella cerca. Ella veía la pesada carga de mi dolor y se ofrecía a
llevarla conmigo de las formas más sutiles. Además, hacía cosas que
temporalmente me daban mucha paz, como sus sonrisas.
Las conversaciones entre los dos eran fáciles. Las primeras dos horas
pasaron volando. Había aprendido más sobre su mente y su humor en ese
lapso de tiempo que en las pocas semanas que pasamos juntos en la biblioteca.
En un momento dado, le pregunté si podíamos parar a ver el amanecer. Lo
hizo sin dudarlo. Salió de la autopista y se detuvo a un lado de la carretera que
daba a las zonas boscosas de abajo. Los árboles estaban deshojados y
cubiertos por el polvo de la última nevada. El viento soplaba y sacudía las
ramas, esparciendo la nieve suavemente por el suelo.
Nunca había compartido un amanecer con otra persona desde que murió
mamá. Era algo mío, mi momento secreto de soledad, pero, por alguna razón,
me sentía aún mejor teniéndola a mi lado. Mientras Starlet estudiaba el cielo,
yo la estudiaba a ella. Sus ojos marrones se volvieron vidriosos mientras
135
observaba con asombro.
Starlet se sentía así para mí. Desde el día en que la conocí, no había sido
capaz de entender qué era lo que sentía.
Starlet comenzó a dejar que las lágrimas recorrieran sus mejillas. Parecía
no avergonzarse de dejarlas caer. Sin pensarlo, mi pulgar rozó sus lágrimas,
secándolas lentamente. Inclino su rostro hacia mí, sorprendida por mi acción.
—Lo siento —murmuré, sintiéndome tonto por pensar que podía tocarla
cuando quisiera. No era mía para tocarla, pero maldita sea, cómo deseaba que
lo fuera.
—No lo sientas —dijo ella, apartando algunas lágrimas por su cuenta—.
Lamento ser tan emocional que lloro con los malditos amaneceres.
—No. —Negué con la cabeza—. Que sientas. Me gusta que sientas las cosas
tan profundamente.
—No pasa nada. Siempre puedes tomarte un año sabático para resolver las
cosas o no ir. La universidad no es para todos.
—Ni en sueños.
—¿Cualquier cosa?
—Mentira.
—Tonterías no.
Sonreí.
Me gustó que, en vez de maldecir, utilizara otras palabras, como idiota. Era
bonito.
Tuvo el mismo sueño que yo. Eso creó una extraña sensación de tumulto
en mis pensamientos. No podía dejar de preguntarme si mamá había hecho
esto. ¿Hizo a Starlet para mí? ¿Hizo que nuestros caminos se cruzaran? ¿Algo
en las estrellas nos unió? No creía en el destino, pero esperaba que fuera
cierto. Eso también era algo nuevo para mí: tener esperanzas.
—¿Star?
—¿Sí?
—¿Cómo qué?
Ella asintió.
Giró la cabeza hacia mí y sus ojos marrones se encontraron con los míos.
Fue sólo un segundo antes de que volviera a centrar su atención en la
carretera, pero su mirada me pareció eterna. Esperaba que me mirara así más
a menudo. Como si cuando me mirara, viera para siempre.
Estaba claro que me había pasado de la raya al hacerle esa pregunta, pero
para ser justos, ella me había acercado a esa raya cuando mencionó que la
llamaba Star. Además, cada día parecía como si nuestras líneas de lo
apropiado y lo inapropiado estuvieran trazadas en la arena, y con un pequeño
suspiro, podrían haber saltado por los aires.
Cuando salió de la autopista y entró en una gasolinera, salí del auto para
cargar gasolina.
Una cosa que aprendí de mi padre fue que nunca se permitía a una mujer
llenar el depósito del auto. Honestamente, mi padre me impuso un montón de
buenas lecciones de vida antes de que lo perdiera en el dolor. Siempre trató a
mamá como si fuera su reina, y él un campesino que tenía suerte incluso de
existir en su órbita. Eso era algo en lo que mi padre destacaba: en querer a mi
madre.
Agradecí el paseo de dos segundos hasta mi lado del auto, con el aire
fresco. Necesitaba calmarme del leve roce de su pecho contra mi mano.
139
—Me sorprende un poco que confíes en mí para conducir tu auto —dije
después de subir al auto y girar la llave en el contacto.
Kendrick Lamar sonó por los altavoces y ella se puso a rapear las letras del
genio de las letras.
***
—Sí, señora, pero por desgracia, usted entró a través de un sitio web de
terceros, y el otro huésped entró a través de nuestro sitio. Por lo tanto, la
habitación debió ir a ellos. Pero su habitación es una de las mejores. Es
nuestra suite de luna de miel extra grande.
—Sí, pero están todos reservados debido al festival de invierno de este fin
de semana.
Aparto su mano y se peinó detrás de las orejas. Siempre hacía eso cuando
se ponía nerviosa o la desconcertaban mis comentarios absurdos. Era lindo.
Había tantas cosas bonitas en ella. Mi mente hizo una lista mental de todo lo
que encontraba adorable en aquella mujer.
—Esto es malo. Esto no es bueno. Esto está muy, muy mal —murmuró,
paseándose de un lado a otro de la habitación. Era un espacio impresionante.
Era grande, con una cama King, un sofá cama y un cuarto de baño con una
bañera profunda.
—¡Milo!
141
—Está bien, está bien, estás un poco estresada.
—¡No te atrevas a abrirla, Milo Corti! Nada de beber este fin de semana.
Sonreí.
—Star, sé que hago muchas bromas inapropiadas, pero nunca haría nada
que pusiera en peligro tu carrera. Soy un idiota, pero no tanto.
—Gracias, Milo.
Tomé una almohada de la cama y la tiré en el sofá.
Ella sonrió.
Me encantó.
Pero mantendría ese secreto para mí. No quería presionarla a menos que
supiera que ella me presionaría a mí.
—Bien.
Starlet suspiró.
—Bien, ¿qué?
143
—Podemos compartir la cama. Está claro que estás incómodo. —Tomó
todas las almohadas de la cama e hizo una barrera en el centro—. Tú te quedas
en tu lado y yo en el mío.
—¿Qué puedo decir? Soy una buena persona. —Señaló con un dedo
acusador después de que me subiera a la cama—. No te atrevas a tocarme.
—Duérmete, Milo.
Hice lo que me dijo, esperando que mis sueños fueran conmigo entre sus
muslos.
***
Después de unas horas, me desperté cuando sentí que un brazo rozaba el
mío. Abrí los ojos y descubrí que la barrera de la almohada había desaparecido
por completo. De algún modo, Starlet se había acercado a mi lado de la cama y
su cabeza descansaba plácidamente contra mi omóplato.
Pensé en acercarla más, envolver su cuerpo entre mis brazos y dejar que
nuestro calor se fundiera. En lugar de eso, la dejé donde estaba porque temía
que, si la movía, se despertara y se alejara por completo de mi contacto.
Tenerla durmiendo contra mi hombro me parecía una pizca de alegría que no
quería perder.
Así que cerré los ojos y me volví a dormir, esperando que se acercara poco
a poco.
144
Starlet
Muévete, Starlet.
***
—Nunca se sabe lo que puede pasar ahí fuera —advertí mientras me subía
la cremallera del abrigo y estacionábamos el auto en una zona apartada para
salir de excursión. Unos cuantos excursionistas ya estaban en el sendero hacia
las cuevas de hielo, y yo iba cargada de un fuerte nivel de ansiedad
entremezclado con excitación. Era la primera excursión que hacía desde la
muerte de mamá. Una parte de mí pensaba que, si era sincera, no volvería a
encontrarme en un sendero. No estaba acostumbrada a no tenerla a mi lado.
Sonreí.
146
—¿Qué puedo decir? Soy bastante impresionante.
—Sí, lo eres.
—Starlet, espera.
—¿Qué?
—¿Estás bien?
Ahí estaba.
El dulce Milo.
—Estoy bien —dije con una sonrisa. Inclinó la cabeza, estudiándome como
si intentara averiguar si estaba siendo sincera con él o no—. Estoy bien —
repetí.
Asintió.
—Lo haré.
Sin embargo, lo más sorprendente para mí fue la secuela del dolor, cuando
los corazones congelados empezaron a descongelarse.
—Mira ésta —dijo Milo, acercándose con su cámara en la mano. Tenía una
pequeña sonrisa en la boca, mostrando orgullo por la fotografía, y en cuanto la
vi, entendí por qué.
—¿Te gusta?
—Me encanta.
Su sonrisa aumentó.
Se aclaró la garganta.
Desvió la mirada.
¿Qué significaba eso sobre nosotros? ¿De nosotros? Como si eso pudiera
ser una posibilidad.
Se acercó a mí y nos hizo unas cuantas fotos a los dos juntos. Sonreímos,
hicimos muecas y nos reímos. Dejamos de lado todas las preocupaciones que
llevábamos dentro aquella tarde. Nos permitimos divertirnos juntos. Bailé en
las cuevas y me sentí más libre de lo que me había sentido en mucho tiempo.
Milo sonreía más de lo que nunca lo había visto sonreír.
Sentí como si fuera él. El verdadero él. La versión de él que había estado
durmiendo durante tanto tiempo.
—¿Alguna vez has deseado poder congelar el tiempo? —le pregunté a Milo.
—Hoy sí.
149
Me gire hacia él y para encontrar su mirada fija en mí. Sus ojos eran tan
sinceros que casi lloro sólo por su mirada.
Y esperaba que, dondequiera que estuviera, pudiera ver las cuevas de hielo
y toda su belleza. Esperaba que mi madre acabara en algún lugar con multitud
de rutas de senderismo y pudiera explorarlas todas. Esperaba que pudiera reír,
saltar, brincar y correr por la naturaleza de la misma forma que yo lo había
hecho aquella tarde.
¿Quién diría que dos polos opuestos podrían tener tanto en común?
Una vez terminado, Milo cerró el maletero y me dirigí al lado del conductor
para deslizarme dentro.
150
—Pensé en besarte —confesó Milo antes de que abriera la puerta. Hice una
pausa antes de mirar hacia él, pensando que tal vez me imaginaba las palabras
que salían de su boca. Dio unos pasos hacia mí—. Sé que se supone que
debemos fingir que lo que pasó entre nosotros nunca pasó entre nosotros, pero
después de hoy, después de verte ser la versión más real de ti, no puedo mentir
sobre esto.
—Mi…
Me odiaba por desear tanto su contacto. ¿Por qué ansiaba algo tan malo
para mí? Siempre había hecho lo correcto. Nunca me había portado mal. Era
una persona que le gustaba siempre caminar por la senda correcta. Nunca
vacilé. Sin embargo, cuando se trataba de Milo Corti, todo lo que quería era
más. Más de sus miradas, más de sus sonrisas, más, más, más...
—No tienes que explicarme por qué no puedo besarte, Star. Lo entiendo.
No soy tonto, y nunca querría ponerte a ti o a tu trabajo en peligro. Pero
después de verte hoy, de verte libre, sólo quería que te dieras cuenta de que
eres todo lo que querría en una persona, y si pudiera, te besaría el resto de mi
vida sin dudarlo ni un segundo.
Se acercó más a mí. Con cada paso, mi corazón saltaba un par latidos. No
importaba. Un corazón palpitante no era un requisito de vida.
Sus ojos se encontraron con los míos y no pude apartar la mirada, aunque
quisiera. Él me hizo eso. Me enganchó y me hizo quedarme.
Quiero serlo.
—¿Amigos secretos?
—Los amigos secretos sí. Es lo que mejor hacen los amigos secretos.
—Milo. 152
—No hago las reglas, Star.
Se acercó más.
Y más cerca.
Y más...
Mi pecho yacía contra el suyo, nuestros cuerpos estaban tan cerca que me
costaba saber dónde empezaba él y dónde acababa yo. Tan cerca que su tacto
se sentía como el mío propio.
No, Star...
—Así.
Está mal...
Sabía las palabras que deberían haber salido de mi boca, pero no salieron.
El santo que había en mí guardó silencio mientras mi lado malo se liberaba.
—Quiero esto —me dijo entre beso y beso—. Te quiero a ti, Star —juró
mientras me besaba de nuevo. Una fracción de segundo de preocupación me
invadió cuando besó mis labios. Milo sabía a promesas que no podía cumplir. A
promesa de mañana cuando sólo teníamos el día de hoy.
Una vez que regresamos a nuestra ciudad natal, sabía qué pensaría
demasiado en todo lo que había pasado entre nosotros ese fin de semana, pero
por el momento, me permitiría ser salvaje. Ser indomable. 156
Regresamos a nuestro hotel y Milo llevó todas nuestras maletas a la
habitación. Antes de que pudiera decir que me moría de hambre, llamaron a la
puerta.
—Encantada de conocerla.
—Podemos hacer que eso funcione. Gracias, Señora Evans. Esperamos que
disfrute de su estancia.
—¿Qué? —pregunté.
Me encogí de hombros.
—¿Me atrevo a preguntar qué harías por una barra de Klondike? —bromeó.
***
Tal vez, sólo tal vez, estábamos tratando de meterlo todo antes de que
nuestra fantasía de la historia de nosotros llegara a su fin.
Un escalofrío me recorrió.
—Si te resulta más fácil, he pensado en ello todos los días que te he visto.
He pensado en lo impresionante que eres. No lo he dicho.
158
—Es bueno oírlo.
Me reí.
—No creo que esto sea lo que sería una amistad secreta. Esto se siente más
como un secreto... —Mis palabras se desvanecieron, pero Milo estaba allí para
terminarlas.
—Horrible.
—Totalmente.
—No lo haremos.
—¿No lo haremos?
—Dímelo.
—¿Lo prometes?
—¿Hacer qué?
Me reí.
No lo dudé en absoluto.
Nos habíamos reído tanto aquella noche que me dolían las mejillas de tanto
sonreír. En un momento dado, después de nuestras risas, Milo se sentó en su
silla y sacudió la cabeza con incredulidad.
—Es que no creía que fuera capaz de volver a sentirme feliz. 160
Y así, poco a poco, mi corazón empezó a convertirse en el suyo.
—¿Cuáles son los días más difíciles para ti? —preguntó Milo.
—En realidad, sólo hay uno. El cumpleaños de mi madre solía ser duro,
pero ahora es sólo una celebración. Mi padre y yo siempre nos reunimos y
preparamos su pastel favorito. El más difícil para mí es el Día de la Madre. Es
como un recordatorio constante cada año de lo que ya no tengo físicamente.
—Sí, ese también es duro para mí. Todos siguen siendo duros para mí.
—Algunos serán más fáciles, y eso está bien. Otros no, y tampoco pasa
nada.
Me reí un poco.
Sacudió la cabeza.
Me giré hacia él, apoyé las manos en su pecho y me puse de puntillas para
darle un beso.
—Creo que ahora mismo te necesito más a ti. —Con el dedo, trazó el
contorno de mis labios—. Y créeme cuando te digo que no necesito lentes para
explorarte.
***
Aquella noche todo era un poco diferente a las veces anteriores que
habíamos estado juntos. La primera vez, en la fiesta, no hubo ninguna
conexión emocional. La segunda vez, en la parte de atrás del coche, fue rápida
y cargada de tanta adrenalina que sucedió de forma salvaje.
Esa noche, sin embargo, nos tomamos nuestro tiempo. Una parte de
nosotros sabía que nos acercábamos cada vez más al final de lo que fuera que
habíamos estado haciendo el uno con el otro, lejos de nuestra realidad. Cuando
volviéramos a nuestro pueblo, no podríamos encontrarnos abrazados como
habíamos estado las últimas veinticuatro horas.
No era sólo sexo, como la primera noche que nos conocimos. Lo sabía a
ciencia cierta. Pero tampoco estaba segura de que fuera amor. ¿Qué era lo que
había entre esos dos terrenos?
Estábamos cediendo.
La noche anterior había sido una de las mejores que había pasado en
mucho tiempo. Había soñado despierto con probar cada centímetro de Starlet
desde la primera noche que nos conocimos. La única diferencia entre cuando
nos conocimos y la noche anterior era, bueno... todo. Lo sentía todo por Starlet
Evans. Sentía más de lo que sabía que una persona de corazón frío como yo
podía sentir por otra persona.
164
Froté el cansancio de mis ojos. Cada vez que me despertaba, había unos
segundos de oscuridad, incluso cuando mis ojos estaban completamente
abiertos. Mi visión tardaba unos instantes en reaparecer, y cuando vi que
Starlet no estaba allí, temí que hubiera vuelto a la realidad y se hubiera dado
cuenta de que lo ocurrido la noche anterior había sido un error para ella.
Ese era mi mayor temor: que se diera cuenta de que yo no era más que un
error.
—Buenos días —murmuré, frotándome los ojos una vez más mientras me
sentaba en la cama—. ¿Qué hora es?
***
Pesca en hielo.
—No puedo creer que hayas hecho todo esto —dije, un poco boquiabierto
ante el pensamiento que Starlet se puso en esta actividad para hacerla
realidad.
Tuve que esforzarme al máximo para no dejarme llevar por mis emociones
mientras permanecíamos sentados en el hielo durante varias horas.
No pescamos nada, pero me llené de sentimientos por una mujer que entró
en mi vida cuando más la necesitaba.
166
Si hubiera tenido la oportunidad, me habría quedado en el hielo con ella
un millón de horas más. Habría hecho más y más preguntas sobre su vida, sus
sueños y sus metas. Me habría reído cuando intentaba desenredar la caña de
pescar y habría sonreído cuando ni siquiera me miraba. Habría pasado mis
dedos por sus mejillas y besado sus hoyuelos. Le habría dicho que me
aterrorizaba porque me hacía sentir. Esa mujer me hizo sentir de nuevo, el
alma fría del invierno.
Solía decírmelo todo el tiempo cuando era niño. Me acostaba por la noche,
me arropaba y juntaba su frente a la mía. Decía: "Te quiero, mi Milo Antonio.
Nunca tuve la oportunidad de amar alguien más".
No sabía que se había dado cuenta. Fruncí el ceño y negué con la cabeza.
Eso es bueno.
Qué extraña reacción al saber que alguien aún hablaba con su madre
muerta.
—¿Starlet?
—¿Sí?
—Bien —dije, dándole un codazo—. Eso está bien. —La miré más de cerca
y entrecerré los ojos. Estaba temblando—. ¿Te estás congelando el trasero
ahora mismo?
—No, no, está bien, estoy bien —dijo entre dientes—. Esto es genial.
Sonreí al ver cómo hacía todo lo posible por aguantar, pero sabía que era
hora de irnos. Empecé a recoger nuestras cosas y volvimos al auto. Después de
cargarlo todo, me acerqué a Starlet y la abracé. La abracé durante más tiempo
de lo normal, porque hacía mucho tiempo que no recibía un abrazo de verdad.
La última vez que abracé así a una persona fue cuando abracé a mi madre
para despedirnos por última vez. Había pasado más de un año. Un año desde
que mis brazos rodearon a otra persona. Hacía un año que no sentía el
consuelo auténtico de una persona. No sabía cuánto había echado de menos
esa interacción hasta que la tuve delante.
Mi cuerpo la envolvió mientras su calor se hundía en mí. El olor de su
cabello alcanzó mi nariz mientras la rodeaba con mis brazos. Mi abrazo era lo
bastante fuerte como para importarme, pero no lo bastante como para
restringir su libertad. Sentí como si su bondad se transfiriera a mi alma y le
diera lo mejor de mí en la misma medida. No sabía que aún tenía eso. No sabía
que mi espíritu aún tenía partes buenas que compartir.
—Si hay vida después de la muerte, ¿crees que nuestras madres son
amigas?
—Sí.
***
Conduje las primeras horas antes del anochecer, y Starlet terminó de llegar
a casa, estacionándose en mi entrada poco después de las once. La única luz
que había en la casa era la del porche, que siempre permanecía encendida.
Mamá era quien solía apagarla cada noche, pero después de su muerte, ni
papá ni yo asumimos esa responsabilidad.
Todo lo que sabíamos era que no podíamos hacer lo que habíamos hecho
en los últimos dos días.
Sus ojos marrones parecían tan tristes, y odiaba eso. Nunca quise que me
mirara con tristeza en los ojos. Los ojos de algunas personas estaban hechos
para la tristeza, pero los de Starlet no. Estaban hechos para la sonrisa, la risa
y la alegría.
Se me paró el corazón.
Me quedé callado.
—Lo siento, Milo. Yo... tenemos que pasar estos próximos meses y la
graduación.
—Noventa y tres días —dije—. Noventa y tres días hasta que seas mía.
Asentí.
—Todo en mi cabeza me dice que esto está mal. Que se supone que debo
ser más lista y no enamorarme de ti, no sentir lo que siento, pero mi corazón... 170
lo siente todo, y no sé cómo apagarlo, y no creo que quiera hacerlo, pero sé que
esto no debería sentirse tan bien. Pero así es. Te sientes bien para mí, Milo. Y
eso me asusta. Y no es justo de mi parte esperar que esperes estos próximos
tres meses para que descubramos lo que podemos ser. Me parece muy egoísta
que te lo pida.
Sus labios contra los míos, sus verdades no dichas cayendo en mí a través
de su sabor.
Cuando se alejó aquella noche, no lo sabía, pero se llevó con ella trozos de
mi corazón. No me importó. Sabía que si alguien los mantendría a salvo, sería
ella.
171
Starlet
—No puedes juzgarme —dije, la culpa del fin de semana por fin se había
apoderado de mí.
—No lo sé. Supongo que no pensaba. ¿No eres tú la que siempre me dice
que debería soltarme un poco? ¿Ser un poco más libre?
—Lo siento, pero pareces un poco loca ahora mismo. No puedes estar
poniendo en peligro toda tu carrera universitaria por un hombre. ¡¿Por un
hombre?! ¡Ni siquiera nos gustan los hombres! —vociferó, levantando las
manos en señal de asombro y disgusto.
—No, Star. No intentes explicármelo. Eres más lista que esto. Has
trabajado demasiado para tirarlo todo por la borda por un chico. Lo conoces,
¿cuánto? ¿Tres meses? Llevas tres años en la universidad. No tiene sentido 173
arriesgar tanto por un hombre.
Eso era lo que más me molestaba. Mi cerebro sabía que estaba jugando
con fuego, pero a mi corazón no le importaban las quemaduras. No estaba
enfadada con Whitney. Estaba furiosa conmigo misma. Lo sabía mejor.
¿Embriagador y despiadado?
¿O se suponía que el amor debía ser más suave, sin tantas emociones
complejas unidas a él?
Las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas y sacudí la cabeza con
incredulidad ante sus palabras.
174
—No debería habértelo dicho —murmuré, arrastrándome bajo las mantas.
El arrepentimiento se apoderó de mí rápidamente.
—No, deberías habérmelo dicho, y sabías que también debías hacerlo, por
eso lo hiciste. Una gran parte de ti sabe que esto no está bien, por eso acudiste
a mí. Podría ser una amiga falsa y decirte lo que quieres oír, pero eso no es lo
nuestro, cariño. Nunca hemos sido así. Somos sinceras la una con la otra, pase
lo que pase. Así que esta soy yo siendo real. Sería mejor si detuvieras cualquier
sentimiento que sientas por este tipo, Starlet. Y mientras sigas dándole clases,
seguirás enamorándote de él. Necesitas detener eso. Concéntrate en tu carrera
y en tu vida. Esto no terminará bien.
Me quedé callada.
Una gran parte de mí quería discutir con ella. Una gran parte de mí quería
llamar su atención, ser infantil y decirle que nunca se había enamorado. Por lo
tanto, no lo entendería. Pero una parte mayor de mí la comprendía y sabía que
tenía razón. No estaba siendo cruel, sino sincera. Eso era lo mejor de tener una
verdadera mejor amiga: tener a alguien que dijera la verdad, incluso cuando
era difícil.
Más tarde, esa misma noche, mi padre llamó para ver cómo iba todo. Salí
del dormitorio y me dirigí a la sala de estudio para poder hablar con él en
privado.
Tragué saliva, sintiéndome culpable por la mentira que tenía que decir.
Papá creía que había ido al norte a hacer senderismo sola. Incluso se había
ofrecido a acompañarme.
Dudé y mordí mi labio inferior. Parecía que el buen subidón que tuve
durante el fin de semana estaba llegando a su fin por completo.
—Estoy bien.
—¿Crees que mamá estaría orgullosa de mí? ¿De la persona que soy?
—Creo que te querría aún más por tus errores. Nunca quisimos que fueras
perfecta, Star. Sólo queríamos que fueras tú.
Algunas lágrimas rodaron por mis mejillas. Deseé estar en casa. Deseaba
recibir uno de los granes abrazos de oso de papá porque siempre me hacían
sentir segura.
—No, está bien. Estaré bien. Sólo estoy tratando de decidir si estoy 176
tomando las decisiones correctas, eso es todo. Sólo un poco de ansiedad.
Sí, sí...
Continuó.
—Siempre. Te quiero.
—La gente todavía dice fiestón. Soy yo. Yo soy la gente. —Sacó una tarjeta
de su mochila y me la entregó—. Aquí tienes tu invitación.
—Quiero decir, estás allí, pero no realmente allí. Además, cuanto más
grande es la multitud, menos probable es que aparezcas.
Eso era cierto. Cuanto mayor fuera la multitud, más gente tendría que
evitar conversar. A la gente le encantaban las conversaciones triviales, pero yo
las odiaba.
—¡No! No hay vuelta atrás. Dijiste que estarías allí, así que ahora tienes
que aparecer. —Justo antes de que pudiera responder, Starlet pasó junto a
nosotros dos. Tom dejó escapar un silbido bajo—. Está buenísima, hombre.
—¡Hola, señorita Evans! Me gusta su peinado de hoy —le dijo con tono
cantarín a Starlet, haciendo que se girara para mirar hacia nosotros.
178
Sus ojos se encontraron brevemente con los míos antes de volverse hacia
Tom.
—Es muy bonita. Por otra parte, todo le queda bien, señorita Evans —
coqueteó él.
Sí.
Era cierto.
Estaba coqueteando con mi amiga secreta de la que yo quería ser algo más
que un amigo, y dentro de mí se acumulaba una rabia que ni siquiera era
capaz de exteriorizar. Los secretos eran divertidos.
Starlet sonrió. Maldita sea. Deseé que esa sonrisa estuviera contra mi
boca.
—No soy quien te va a corregir los deberes esta semana, Tom. No hace falta
que me halagues. Los veré a los dos en clase.
Esperaba que me mirara una vez más, pero no lo hizo. Era demasiado
profesional para eso.
Mientras se alejaba, los ojos de Tom siguieron el movimiento de sus
caderas.
Mi pecho se oprimió.
—Me acabo de dar cuenta de que te mira fijamente cuando reparte las
tareas. Se demora.
—Puede ser, amigo. Pero si alguna vez tienes la oportunidad de abrir esa
puerta... por favor, por el bien de todos los que hemos soñado despiertos con
ella, atraviesa la puerta. Porque me la tiraría sin pensarlo.
Furia.
Sabía que éramos amigos y todo eso, pero hombre... quería darle un
puñetazo en la mandíbula a Tom por hablar de tirarse a mi chica.
Mi amiga secreta.
***
—No puedes mirarme así —le dije a Starlet mientras entraba en nuestra
sala de estudio después de clase.
—¿Cómo?
—Así —dije, haciendo un gesto hacia ella—. Cuando me ves así... me ves
de verdad.
—No sé cómo evitarlo. Además —confesó encogiéndose de hombros—, tú
me miras igual.
Pero seguía de mal humor. Me molestaba que Tom y otros chicos se fijaran
en ella y hablaran de cómo querían follársela. Durante la clase, vi cómo los ojos
de todos los chicos parecían clavados en ella, y eso sólo me enfadó más. ¿Podía
culparlos por su atracción? Por supuesto que no. ¿Me molestaba? Claro que sí.
Si hubiera sido cualquier otra chica con la que hubiera tonteado antes, me
habría importado un bledo que se sintieran atraídos por ella. Pero Starlet era
diferente. Ella no era como esas chicas. Ella era mi persona. Preciosa, única,
rara y mía. Únicamente, innegablemente mía.
—¿Qué te pasa?
Su risa se desvaneció.
—Por cómo me miras. Dijo que si te gustaba algún estudiante, sería yo.
—No te preocupes. Lo terminé rápido. Por suerte para nosotros, Tom tiene
el cerebro de un niño pequeño y ya estaba en otro tema.
—¿Otra vez?
—Los chicos del instituto no paran de hablar de lo guapa que les pareces,
de cómo quieren acostarse contigo y todas esas tonterías. Es como si no
tuvieran brújula moral.
—Da igual.
—Mentira.
Ella asintió.
—Sí. En la planta baja de la escuela, en el baño de las chicas, hay una lista
de los chicos más guapos de la escuela. Y las chicas añaden marcas a quién
creen que es el más sexi. Adivina quién es el protagonista.
—Ser un prostituto para evitar lidiar con mis estados de ánimo fue algo
mío durante mucho tiempo.
—Sí. Hasta que llegaste. Sinceramente, no entiendo por qué las chicas
escriben esa mierda en los baños. No era como si estuviera conectando a un
nivel profundo con ellas.
—¿Qué puedo decir? A las chicas nos suelen gustar los hombres
emocionalmente inaccesibles.
Ella se rio.
—Y... ya.
—Estar en esta biblioteca me hace dar cuenta de que quiero follarte en los
lugares más silenciosos y hacerte gritar tan malditamente fuerte. —Se quedó
boquiabierta. No tenía palabras, así que continué—. Ah, y me gusta tu cabello
cuando lo alisas así. Se ve listo para tirar de él.
—Milo.
—Sí. 184
Se puso nerviosa y se peinó detrás de las orejas.
—Había una apuesta sobre que no ibas a aparecer hoy —dijo Savannah
cuando entré en la casa. Estaba llena de gente. Algunos los conocía, otros que
no, con una gran variedad de vasos rojos flotando alrededor.
—Siempre apuesto por ti, hermano. —Sonrió y acercó su vaso hacia mí.
—Siempre bebes.
—Estar sobrio.
Se estremeció.
—Voy mejorando.
—Has estado por aquí, pero no aquí. Lo veo de nuevo... la luz en tus ojos
ha vuelto. Sea quien sea, me alegro de que la hayas encontrado.
—¿Qué?
—Nadie.
—Mentiroso.
—Tal vez.
—No.
Asentí.
—Claro que sí. —Tom miró a su alrededor y extendió los brazos—. ¡Hola a
todos, Tom de Myspace está aquí!
Todos me vitorearon como si no me hubiera puesto una camiseta blanca y
ya está. Yo era el disfraz más perezoso a la vista, pero todos parecían
divertidos. Ese era el poder del alcohol. Hacía que los individuos más
mediocres parecieran Superman.
—Deja que te traiga una copa —dijo Tom, dándome una palmada en la
espalda.
Sus ojos se abrieron de par en par como si hubiera confesado que odiaba a
los cachorros.
—¿Estás embarazada?
Idiotas.
—Sí, bueno, a algunos padres no les importan una mierda sus hijos. —Lo
dijo sin esfuerzo y con una sonrisa, pero vi la vacilación detrás de su sonrisa.
¿Qué demonios era eso? ¿Acaso el perfecto y alegre Tom no era tan feliz como
aparentaba? ¿Teníamos algo en común? ¿Problemas parentales?
—José. —Sostuvo una botella de tequila José Cuervo y la agitó hacia mí—.
José nunca me ha defraudado, a diferencia de mis padres. Así que tomemos un
trago para celebrarlo.
Quería discutir con él, pero por la fracción de segundo de verdad que se le
escapó a Tom, me sentí culpable de su decepción con sus padres. No quería
añadir otra oleada de decepción, así que me dejé llevar por la presión de grupo.
—Hasta el fondo.
***
Los tres estuvimos un rato hablando de todo. Parecía la primera vez que
nos sentábamos a charlar en más de un año. O al menos, era la primera vez
que yo estaba comprometido. Incluso sin muchas palabras, Chris interactuó
más que yo en el último año.
—Es bueno tenerte de vuelta por aquí —mencionó Brian cuando fuimos
por más bebidas.
—¿Qué quieres decir? He estado por aquí todos los fines de semana.
—Sí. Has estado ahí, pero no realmente. —Me dio una palmadita en el
pecho—. Me alegro de tenerte de vuelta —repitió.
—¿Hola?
—¿Feliz o triste?
—Feliz.
—¿Starlet?
—¿Sí? 191
—Te echo de menos.
Me reí.
—Que quede entre nosotros. Era una fiesta de disfraces. Teníamos que
disfrazarnos de diferentes Tom.
—Tom de Myspace.
Se rio levemente.
—Lo sé, pero es verdad. Echo de menos tus ojos. Y tus labios. Y tus curvas
y...
—Ahora lo es.
—Sólo cuando son necesarias para recordarte por qué no puedes venir a
meterte en mi cama en mitad de la noche.
Gemí.
—Y algo de cambio.
—¿Starlet?
—¿Sí?
—Me divertí esta noche.
—Oh, Milo... —Su suave respiración se escuchó a través del celular—. Ten
cuidado, o harás que me enamore de ti.
—Di algo para que desaparezcan las mariposas —ordenó—. Di algo que me
haga poner los ojos en blanco.
Se echó a reír.
—Es verdad. —Su voz bajó ligeramente, y entonces dijo—: Una camiseta de
tirantes y bragas negras.
Sólo oír la palabra bragas salir de su hermosa boca hizo que mi polla se
erizara.
¿Dijo que quería que le follara la boca hasta que le dieran arcadas?
—Luego bajo y dejo que mi lengua se deslice por tu pene mientras mi mano
sigue acariciándola. Me llevo la punta de tu dureza a la boca y empiezo a
chuparla, girando la lengua a su alrededor como si chupara mi paleta favorita.
Voy despacio, empapando cada centímetro de ti contra mí, mientras mi mano
masajea y aprieta tus huevos. Mi velocidad aumenta cuando empiezo a tragar
profundamente tu pene, deslizando mi boca más y más profundamente
mientras tú recoges mi cabello alborotado en tus manos y tomas el control de
guiarme arriba y abajo de tu grueso y duro pene, permitiendo que me
atragante, provocándome arcadas con lo enorme que eres.
¿Qué se suponía que tenías que decir además de "culpa mía" después de
que tu amigo te descubriera masturbándote?
Starlet: Jaja. Solo un poco. No pasa nada. De todas formas, debería estar
durmiendo.
Maldición.
196
Milo: ¿Hablamos mañana?
—Entonces es alguien. ¿Quién? ¿Es una chica nueva? Perro, apuesto a que
es una nueva.
—No tanta energía como la que tenías el sábado por la noche. Por cierto...
¿Comes muchas proteínas o algo así? ¿Espinacas? ¿Cuál es tu rutina de
ejercicios? Porque eso fue bastante...
—¿Sí?
—Sí, o nunca. No pasa nada. Todo lo que digo es que entiendo por qué las
chicas siempre hablan de ti. Si yo tuviera lo que tú tienes, también sería un
prostituto.
—¿Por ella?
198
Puse los ojos en blanco y me dirigí al despacho del director para ver a
Weston en nuestra reunión matutina. No respondí a Tom, pero sabía la
respuesta.
Sí, Tom.
***
—Es cierto. Lo he comprobado con todos tus profesores. Parece que estás
aprobando todas tus clases, lo cual es notable. Tener a la señorita Evans como
tutora parece funcionar a tu favor.
Maldición.
—Ella estaría orgullosa de ti, dijo Weston. Supuse que también estaba
pensando en los muertos.
Y ahí estaba yo, pensando que mi padre por fin había llegado a la tienda de
comestibles. ¡Qué ingenuo soy!
—Espero que no. Espero de verdad que no. Pero tal vez sólo necesita algo
que pueda sacarlo de su depresión.
—No, eso no ayuda. Intentaré verlo esta semana. Pasaré a ver cómo puedo
ayudar.
Tal vez mostrarle apoyo era lo correcto. Aun así, fue duro porque yo
también quería que estuviera a mi lado cuando me estaba ahogando. Ese era el
problema de la vida. Nunca funciona en escenarios perfectos. Si así fuera,
mamá seguiría viva.
—¿Sí?
Sonreí ligeramente.
***
—¡Maldita sea! —grité, yendo a levantarme del escritorio pero tropecé con
mis pies. Froté mis ojos con las palmas de las manos, pero allí no había nada.
Podía oír a todos a mí alrededor entrar en pánico, también. La voz de Savannah
resonaba en mis oídos, junto con la del señor Slade y la de Starlet.
Starlet.
No podía ver.
Tomó asiento frente a mí y no apartó los ojos de mí. No sabía por qué
esperaba otra cosa de ella. Me caí de mi maldito pupitre y tuve un ataque de
pánico en toda regla delante de toda la clase.
—No sé. Eso es exactamente lo que quiero decir. Todo se volvió negro. No
pude ver durante un rato. Ahora está bien. Todo está bien.
203
—No está bien —No estuvo de acuerdo—. Tú también tenías problemas
para ver cuando estábamos en el norte. Y noté que entrecerrabas mucho los
ojos. Necesitas que te revisen los ojos.
Me reí.
—Starlet.
—¿Sí?
—Estoy bien.
Cuando la miraba, me llenaba de luz. Eso era lo que ella hacía a los
demás. Aportaba luz a los rincones más oscuros de su espíritu.
El amor había comenzado y sabía que seguiría creciendo con el paso del
tiempo.
Starlet era el tipo de chica en la que el amor sólo se hacía más fuerte con el
tiempo.
Frunció los labios y sus ojos de cierva parpadearon varias veces antes de
asentir. Sus hombros se relajaron y una pequeña sonrisa apareció en sus
labios.
205
Milo
Mi padre había estado borracho durante las últimas semanas, pero eso no
era nada nuevo. Ni siquiera cuestionó dónde había estado el fin de semana que
me fugué con Starlet. La mayor parte del tiempo se sentía como si él fuera un
fantasma, más de lo que había sido mi madre. A veces pasaba junto a mí a la
cocina para tomar otra cerveza, persiguiéndome con su leve presencia. Me
sorprendía que pudiera seguir trabajando.
Él me dijo que estaba orgulloso de mí todas las noches hasta que murió
mamá.
—Necesito mi tarjeta del seguro —le pedí—. Tengo que programar una cita
para examinar mis ojos.
—Gracias.
Tal vez pensé que era más fuerte de lo que en realidad había sido porque,
durante toda mi vida, siempre lo había admirado.
Sin embargo, al final del día, nuestros padres también eran humanos. Sus
corazones probablemente habían pasado por mucho más traumas que el
nuestro.
Un momento
Una situación.
Una oración.
Eso era todo lo que se necesitaba para que el mundo de una persona se
volviera loco.
Unas semanas más tarde, pude programar una cita para que revisaran mi
vista. Deseaba que estuviera mejorando en las últimas semanas, pero no había
mejorado en lo más mínimo. Al menos no tuve más momentos de apagón en la
clase del señor Slade. No quería escuchar más acusaciones de él sobre cómo
estaba fingiendo que mi vista estaba arruinada.
Nunca había ido sólo a una cita con el médico de ningún tipo. Mamá
siempre me arrastraba hacia ellos, y papá no estaba en las mejores condiciones
para asistir a una cita conmigo. Todavía estaba un poco sorprendido de que
pudiera encontrar la tarjeta del seguro para que la usara.
La seguí a una de las salas de examen. Ella me sonrió, pero se sentía como
una sonrisa triste. El tipo de sonrisas que ofrecía la gente cuando daba el
pésame.
Mi estómago se desplomó.
—¿Ves está fotografía? Así es como debería verse en comparación con esta
imagen. —Cambió de foto—. Que es la tuya.
Me presenté en la sala de estudio tres horas antes de que ella llegara. 210
Estaba sentado allí con mi teléfono, investigando la retinitis pigmentaria en
Internet. En cuanto más buscaba, más aterrador se volvía. Los primeros
síntomas fueron todas las cosas que había experimentado durante los últimos
años. Problemas de visión nocturna. Problemas de visión periférica. Apagones
temporales.
Sin embargo, los síntomas de la última etapa fueron los que más me
aterrorizaban. Pérdida de visión. Ceguera.
Ciego…
Un momento.
Una situación.
Una oración.
Eso era todo lo que se necesitó para que el mundo de una persona se
volviera loco.
211
Starlet
—Nunca estás aquí antes que yo. Supongo que necesitas faltar a la escuela
la mayoría de las veces para que llegues a tiempo, ¿eh? —bromeé mientras
entraba a la sala de estudio para encontrar a Milo sentado allí.
—Estuvo bien —indicó con una pequeña sonrisa—. ¿Tú cómo estás?
—¿Cómo estás?
Sus palabras decían que sí, pero su sonrisa me decía que no. Sin embargo,
si había aprendido algo sobre Milo, era no presionarlo cuando no estaba listo
para abrirse.
—Oh. Bueno. Bueno, ¿qué vamos a hacer durante la próxima hora más o
menos?
—Esto va a sonar estúpido, pero… —Se inclinó hacia delante y juntó las
manos—. ¿Podemos mirarnos el uno al otro por un rato?
—Estás mintiendo.
—Estoy mintiendo.
—Star —susurró.
—¿Sí? 213
Sus labios se separaron, pero vaciló. Sus cejas se fruncieron, y juro que un
destello de tristeza cruzó su mirada, pero desapareció tan rápido que ni
siquiera estaba segura de que realmente ocurrió.
—Estoy...
Mi voz se quebró.
Mi corazón también.
Milo hizo una mueca y estudió sus dedos inquietos antes de volver a
mirarme.
Sonrió, pero no era una sonrisa feliz. Era la sonrisa más triste que jamás
había visto.
—Cállate, Milo.
214
—Star...
—¡No! —grité—. Tú estás bien. Dijiste que la cita de la vista estaba bien
cuando te presentaste hoy. ¡Tú dijiste eso! Eso fue lo que dijiste.
—No llores.
—No lo hago.
—Lo haces.
Oh.
Sin embargo, ¿cómo se suponía que no iba a llorar? ¿Cómo se suponía que
iba a mantenerme fuerte cuando estaba diciéndome las noticias más
desgarradoras que jamás había escuchado? ¿Cómo se suponía que iba a estar
bien?
—Amigo secreto, nueva regla —solicitó—. No llores cuando sepas que Milo
se está quedando ciego.
—Sí, puedo porque no puedo soportar verte llorar sin que quiera
desmoronarme, y no puedo desmoronarme. Al menos, no hoy. Por favor.
Enjugué mis ojos y trabajé lo mejor que pude para recuperarme. Porque
una vez que se creaba una regla de amigo secreto, uno se veía obligado a hacer
lo que se le pedía, incluso cuando era difícil.
Suspiré.
—Pero...
Quería discutir con él. Quería decirle lo egoísta que era guardarse esto
para sí mismo, mantenerlo entre los dos. Pero no podía pelear con él porque
todo lo que quería hacer era estar ahí para él.
Sollocé.
Sus ojos brillaron con emociones y se aclaró la garganta varias veces antes
de parpadear repetidamente. Cuando su mirada se encontró con la mía, la
sonrisa en su rostro ya no parecía tan rota. Parecía relajada y segura.
No hicieron falta las palabras, porque lo único que pedía era verme diez
minutos.
Quería llorar.
No lloré.
Quería gritar.
Ni siquiera susurré.
Él estaba mejorando.
Él estaba en lo correcto.
—Estás consolándome.
—¿Cómo?
Su boca se abrió cuando su mano rozó ligeramente la mía. Su voz bajó una
octava cuando dijo, —Un día, te amaré en voz alta y será el mejor día de mi
vida.
—Milo…
Suspiré.
De acuerdo.
218
Milo
Me preguntaba cómo se vería para los demás: el mundo. ¿Qué vieron ellos
que mis ojos se perdieron? Me preguntaba si alguna vez había visto el mundo
como se suponía que debía ser visto. Nunca supe que tenía un problema, que
yo probablemente era parte del problema. Solo asumí que todos veían todo a
través de la misma lente que yo.
¿Cómo eran sus azules? ¿Y sus verdes? ¿A qué distancia de ellos podían
ser testigos? ¿Cuáles eran sus perspectivas sobre la vida y cómo yo había
pasado tanto tiempo sin saber que era diferente?
La idea de que algún día no tendría esa fuente de conexión con ella estaba
aterrorizándome. No quería olvidar su sonrisa. Sus ojos. A ella. Me aterrorizaba
olvidarla.
Regresó con una sonrisa que me dijo todo lo que necesitaba saber.
Esa fue su forma amable de decir: “Te estás quedando ciego, por lo que es
posible que necesites un sistema de apoyo”.
Asintió. 220
—Si quieres, puedes ir a buscarlo y traerlo contigo.
Me sentí idiota por querer que mi padre entrara en esa sala de examen
conmigo. Crecí lo suficiente como para poder manejarlo por mi cuenta, pero
una gran parte de mí quería su apoyo.
Me sentía solo.
Estaba solo.
***
Mi padre nunca regresó a recogerme. Terminé usando una aplicación para 221
pedir que me llevaran a casa, y cuando llegué allí, papá no estaba por ninguna
parte otra vez. Pasé horas enfureciéndome por el hecho de que el imbécil ni
siquiera podía ser padre por más de quince minutos. Cuando más lo
necesitaba, ni siquiera se molestó en quedarse.
Mi rabia sólo aumentó con el paso del tiempo porque, por alguna razón,
era más fácil para mí estar enojado con mi padre que lidiar con la realidad de
mi situación.
Lo odiaba.
Sabía que debería haberle dado el beneficio de la duda, como dijo Weston,
pero no podía ni esforzarme para dárselo.
Ese fue uno de mis pensamientos más oscuros que cruzaron por mi mente,
sintiéndome como un imbécil por siquiera pensar en ello. Pero lo tuve.
Sintiéndome aún peor porque lo creía. ¿En qué clase de monstruo me convirtió
eso? ¿Qué decía eso sobre mi carácter?
Cuando papá tropezó en la casa alrededor de las siete de la noche, estaba
completamente borracho. Sentí una cierta rabia acumularse dentro de mí,
mirando la forma en que estaba. Qué egoísta de su parte ponerse al volante de
esa manera. Era como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo por las
otras personas en el camino. Por cómo su forma de conducir podría haber
causado que otro perdiera la vida.
Así fue como Starlet perdió a su madre. Una persona se puso al volante
pensando que estaba bien y claramente no lo estaba. Personas como mi padre
eran la razón por la que personas como Starlet ya no tenían a sus seres
queridos.
Dejó caer las llaves segundos después y se rascó su salvaje barba. Cuando
levantó la vista, sus ojos estaban inyectados en sangre. Parecía un muerto
viviente.
—Me dejaste —murmuré. Ni siquiera sabía por qué estaba hablando con él
porque era obvio que no estaba en un estado de ánimo claro.
Pasó junto a mí hacia la cocina y abrió la nevera para tomar otra cerveza.
Eso era lo que no necesitaba: más veneno para su alma.
Tal vez yo era un hipócrita, ya que yo también bebía, pero no como él.
—¿Cómo fue esa cita con el oculista, de todos modos? —preguntó mientras
se dejaba caer en el sillón reclinable de la sala de estar. Eructó mientras abría
la lata y tomaba un largo trago.
En cambio, dije:
No respondí porque sabía que no era mi padre quien estaba hablando. Ese
era un hombre que se entregó a sus demonios. Lo vi ser desgarrado día tras
día, y no había nada que pudiera hacer para ayudarlo.
Esa noche dormí con las luces encendidas. Cuando sonó mi alarma por la
mañana, todavía no sentía nada más que oscuridad.
—Hola, profesora.
—Buen día.
Tomé asiento a su lado, tan cerca que nuestros cuerpos se rozaron el uno
contra el otro. El lago estaba semi congelado. Algunas áreas tenían agua
corriente, mientras que otras eran grandes trozos de hielo sólido. Muy pronto,
la primavera se extendería y lo derretiría todo.
—Me dijiste que estaba escondido del mundo, y deambulé por un rato.
Luego encontré el banco con las iniciales de tus padres. Sabía que estaba en el
lugar correcto.
Arqueé mi ceja.
Suspiró.
224
—Sí, lo estuve.
—Milo, vas a estar bien. Pase lo que pase, nosotros encontraremos la mejor
forma de vida para ti.
Nosotros.
—Todo va a salir bien —afirmé, usando la frase que me dijo que su padre
siempre usaba con ella.
—No quiero ser una carga extra para tu vida, Starlet. No quiero que sientas
que tienes que ir a investigar ni nada. Puedo hacer esto por mi cuenta.
—Sé que puedes —estuvo de acuerdo—, pero eso no significa que tengas
que hacerlo.
Sonreí. 225
—Desde que se enteró que se está quedando ciego. No creo que lo necesite.
Aún no. Resulta que podrían pasar años antes de que mi visión se desvanezca
por completo.
Puso sus manos contra mi rostro y me atrajo hacia ella. Sus labios se
posaron en los míos, besándome lentamente. Su frente se posó sobre la mía y,
mientras cerraba los ojos, susurró:
—¿Qué es?
—No tienes que ver el amanecer para ser testigo de su belleza. Puedes
sentirlo contra tu alma.
—Te sientes como el sol para mí —susurré. Ella era lo que me mantenía
caliente.
Mamá se habría decepcionado de mí. La Starlet que había sido hace unas
semanas también se habría decepcionado de mi yo actual. Pero últimamente,
me sentía desconectada de mi educación y de mi antigua yo. Había estado
yendo y viniendo en mi mente preguntándome si mis elecciones de vida eran
realmente mías. ¿O estaba tratando de aferrarme al legado de mi madre tanto
como fuera posible? ¿Estaba tratando de ser una copia al carbón de la mujer
que amaba más que nada porque la extrañaba profundamente? ¿Estaba
deshonrándome a mí misma al esforzarme tanto por honrarla? ¿Es esto lo que
ella hubiera querido para mí? ¿Habría querido que me perdiera en un intento
de encontrarla? 227
Esa era una conversación complicada conmigo misma porque si no era la
persona que pensaba que había sido antes, entonces, ¿quién era yo? ¿Cuáles
eran mis gustos? ¿Cuáles eran mis necesidades? ¿Qué me hacía feliz? Pensé
que tendría algunos años antes de encontrarme con mi crisis del cuarto de
vida. A decir verdad, pensé que me saltaría cualquier crisis de la vida porque
tenía todo planeado al pie de la letra. Eso era todo hasta que conocí a Milo
Corti, quien puso mi mundo de cabeza. ¿O mi mundo estaba al revés todo el
tiempo, y él fue quien me puso al derecho por primera vez en años?
Ella hubiera sido mejor que yo, y hubiera querido algo mejor para mí.
Siendo realistas, sabía lo que se suponía que debía hacer. Se suponía que
debía alejar a Milo. Se suponía que nunca lo dejaría entrar tanto como lo había
hecho. Yo era mejor que eso. Yo era la chica responsable que siempre había
hecho lo correcto. Sin embargo, parecía que mi mente se apagaba cada vez que
estaba cerca de él. Todo lo que quería hacer era estar cerca de él. Para tocarlo.
Sostenerlo. Para ayudarlo a superar sus luchas actuales. Me asustaba lo 228
mucho que estuviera preocupaba por él en tan poco tiempo. Me asustaba que
costara concentrarme en mi propia vida porque estaba pensando demasiado en
la posibilidad de una vida con Milo después de que se graduara.
Además, él me hacía sentir viva. No sabía que no me sentía viva desde que
mamá falleció. Pasé años caminando aturdida, moviéndome en piloto
automático, tratando de ocultar mi dolor convirtiéndome en una perfeccionista.
En mi mente, puede que no haya sido capaz de controlar la muerte, pero podía
controlar mi vida con estrictas pautas. Sin embargo, de alguna manera esa
guía fue destruida en el momento en que conocí a Milo.
No sabía que podía sentir tanto por otra persona. Mirando hacia atrás,
apenas dejé entrar a John. Era sólo un peón en el juego de ajedrez que había
estado jugando con mi vida. Había estado dirigiendo cada movimiento para
protegerme, para proteger a la reina de ser lastimada nuevamente.
Tal vez por eso me esforcé tanto por convertirme en mi madre, porque si yo
fuera ella, no podría lastimarme. Si fuera yo misma, mi verdadera auténtica yo,
podría romperme. Podría quebrarme. Podía afligirme tan profundamente por
las cosas más duras, y eso me asustaba.
Todo lo que quería hacer era asegurarme de que él estaba bien, lo que
significaba que muchos de mis pensamientos estaban envueltos en él. Él no
hablaba de eso a menudo, pero sabía que la posibilidad de que perdiera la vista
devoraba sus pensamientos. También devoraba los míos. Cuanto más tiempo
pasábamos juntos, más conectados nos volvíamos. Cuanto más le dolía a él,
más se derrumbaba mi corazón.
No era justo.
Giré para encontrarme con su mirada, y las lágrimas inundaron mis ojos.
Negué.
—¿Hay algo que pueda hacer para ayudar? ¿Estarás bien conduciendo
hasta allí? Pareces molesta.
—A diferencia de tu vieja yo, estoy más que bien saltándome una clase o
dos.
—¿Whitney?
—¿Sí?
—Si te dijera que todavía estoy saliendo con Milo, ¿qué me dirías que
hiciera? —susurré—. Y si te dijera que se está quedando ciego y que está
luchando, ¿qué me dirías que hiciera?
—Eso fue hasta que vi cómo fue nuestra última conversación. A veces, las
personas no necesitan duros golpes de la realidad. A veces necesitan a alguien
de su lado que sea amable con ellos. Y siempre estaré en tu esquina, Star.
—No importa qué. —Bajó la cabeza y se mordió la uña del pulgar—. ¿Se
está quedando ciego?
Ella sonrió. Era una sonrisa suave y tímida, pero estaba allí.
Sonreí.
—Gracias, Whit.
—Siempre. Además —se secó las lágrimas—, tenías más que merecido un
buen giro en la trama de la historia de tu vida. Creo que yo estaba realmente
asombrada cuando me lo dijiste por primera vez. Además, tú, mi amiga, de
todas las personas, mereces enamorarte. Especialmente de un chico
doblemente ardiente.
Milo
Lo desconocido era incierto porque algunos días parecía ser ella misma.
Como si fuera a ganar su batalla.
Descubrir que estaba perdiendo la vista hacía que recordara un poco esa
misma sensación. Una línea de tiempo inestable de acontecimientos. El 232
problema de ser diagnosticado con retinosis pigmentaria es que pueden pasar
años antes de que empeore o días. No había manera de saber qué tan pronto se
desarrollaría el progreso de la pérdida de la vista. No sabía si estaba
adelantándome demasiado al pensar en usar un bastón. No sabía cuánto peor
podía ponerse. No sabía qué limitaciones debía ponerme a mí mismo. Estaba
perdido en una nube de confusión y asustado de que existiera la posibilidad de
que una mañana me despertara en un mundo de oscuridad. O que un día
parpadearía y no aparecería nada.
Una ráfaga de ira me invadió, pero hice todo lo posible para mantener la
calma.
Se rascó la nuca.
233
—Estoy ocupado. Te conseguiré dinero para que puedas conseguir que
alguien te recoja. Tal vez uno de tus amigos pueda llevarte.
—Papá...
—Realmente no tengo ganas de ir y venir esta mañana, Milo. Son las siete
de la maldita mañana y...
—Tonterías —respondió.
—Lo es. De eso se trató la cita con el oculista. Tengo este problema con la
vista y no hay cura.
Se sentó en el sofá.
—¿Cómo si te estuvieras quedando ciego?
Asentí.
Se aclaró la garganta. Dejó caer la cabeza y murmuró algo por lo bajo. Hice
una pausa para ver qué estaba diciendo o pensando exactamente. En cambio,
se levantó del sofá y pasó junto a mí.
Unos minutos más tarde, salió del baño, tomó sus llaves y caminó al auto.
—Vamos.
Fingí no darme cuenta de los ojos inyectados en sangre que tenía cuando
salió del baño. Se detuvo en la escuela y puso el auto en el estacionamiento. Se
giró hacia mí.
—¿Qué diablos se supone que debo hacer con esto? ¿Cómo se supone que
debo... este era el papel de tu madre? Estaba mejor preparada para…
—Lo sé. Lo sé, ¿de acuerdo? No tienes que recordármelo. Sé que ella est…
—Sus palabras se desvanecieron.
—Muerta —terminé—. Ella está muerta. Te guste o no, eres todo lo que
tengo, y te necesito ahora mismo. Te necesito, papá, ¿de acuerdo? Te necesito.
—Bien. Está bien. Te escucho, ¿de acuerdo? Voy a estar allí. Te entendí.
***
Para mi sorpresa, papá comenzó a aparecer por mí. No sólo apareció para
recogerme de la escuela, sino que también me llevó a mis citas las siguientes
dos semanas. Se sentaba conmigo y hacía preguntas a los médicos cada vez
que yo no sabía qué preguntar.
Por primera vez en mucho tiempo, sentí que volvía a tener un padre. Tuve
un atisbo de esperanza para un futuro entre nosotros. Claro, no sería como
antes, pero podríamos tener una nueva normalidad. Como lo habían hecho
Starlet y su padre.
Bobby se rio.
236
—No tan alto. Estoy ciego, no sordo —bromeó. Haciéndome sentir como un
completo idiota, pero Bobby siguió con la conversación—. ¿Eres nuevo aquí?
Arqueé mi ceja.
—¿Disculpa?
—¿Especial?
—Está bien, bebé Yoda —murmuré, sin querer involucrarme más con el
estallido de optimismo sentado a mi lado. Quería revolcarme un poco más, no
hacer bromas inapropiadas sobre perder la vista con un niño ciego.
Arqueé mi ceja.
237
—¿Quién demonios es Matt Murdock?
Bobby suspiró.
—No escuches al viejo gruñón, Henry, que está allá. No ha sido feliz desde
1845.
Sonreí levemente.
—Encantado de conocerla,
—Yo también, Milo. Estoy feliz de que te hayas unido a nosotros. Creo que
descubrirás lo único y maravilloso que es este grupo. Creo que es gracioso que
de alguna manera estuvieras sentado entre los dos individuos más vibrantes de
nuestro grupo. Nos gusta llamarlos La pareja dispareja.
Henry refunfuñó:
Por primera vez desde mi diagnóstico, sentí que estaba un poco menos sólo
y un poco menos asustado. Algunas de las cosas que esas personas habían
hecho en sus vidas eran realmente notables. La propia Tracy había corrido
medios maratones y escalado rocas. Otra persona abrió una panadería. Bobby
estaba convencido de que sería el próximo actor de Marvel en unos años. Por
su coraje, lo habría creído.
Cuando la sesión llegó a su fin, Tracy hizo que todos dijeran una o dos
palabras para describir cómo se sentían acerca de sus situaciones actuales. Se
lanzaron todo tipo de palabras. Feliz. Decepcionado. Atascado. Enojado.
Orgulloso.
—Enfadado.
—Eso tiene sentido, Milo. ¿Quieres hablar sobre por qué elegiste esas
palabras? —preguntó Tracy.
Negué.
—No.
Era como si mamá supiera que necesitaba una charla de ánimo hecha sólo
para mí, así que envió a Henry.
Me reí de los dos. Definitivamente eran una pareja extraña. Salí del edificio
para encontrar a papá todavía estacionado en el mismo lugar donde lo había
dejado. Un suspiro de alivio me recorrió mientras caminaba hacia el auto y
entraba.
—¿Estás bien?
Asentí.
—Sí, por supuesto, por supuesto. —Se pasó el pulgar por el puente de la
nariz—. Pero estás seguro de que estás bien, ¿verdad?
—De acuerdo. Eso es bueno. Está bien. Vamos a casa. Puedo pedirnos una
pizza o algo.
Eso era más de lo que había hecho en mucho tiempo. Por una fracción de
segundo, sentí como si estuviera recuperando a mi padre. Claro, para el
mundo exterior, probablemente parecía lo mínimo de lo que debería haber
estado haciendo, pero para mí, se sintió como la mayor victoria. Descubrir que
a tu padre todavía le importabas después de dudarlo durante más de un año se
sentía como algo para celebrar.
—Oh, Dios, ¿estuviste parado afuera todo este tiempo? Tu rostro está tan
rojo.
—Aquí —señaló, dándome la vuelta para mirarla—. Dame tus manos. Las
mías están calientes.
—Estoy bien.
—Es que siento que ahora más que nunca me necesitas, y lo odio. Quiero
estar para ti, Milo. Odio esta sensación.
Ella estuvo de acuerdo, poniendo el auto en marcha. Una vez que llegamos 243
a mi casa, vi el auto de papá en el camino de entrada. Una ráfaga instantánea
de consuelo me golpeó al verlo. Al menos estaba en casa y no estaba herido.
Esa comodidad se transformó directamente en humillación en cuestión de
segundos.
—Maldición —resoplé, saltando del auto. Corrí hacia él, sin lograrlo antes
de que tropezara hacia atrás y cayera al suelo con su maldito pene en las
manos—. ¿Qué estás haciendo, papá?
—Papá... —comencé.
***
—Lo cual es otra cuestión. No lo sabía. Debería haber sabido lo que hoy
era. Debería haber estado allí para él o algo así, pero he estado viviendo en mi
propia mierda que ni siquiera consideré cómo estaba él. O cuántos días tuvo
esa importancia que ni siquiera pensé.
—Creo que ambos están haciendo lo mejor que pueden en cada momento.
La vida es dura, complicada y agotadora. Ambos están cansados. Está bien
descansar. Por favor, no seas tan duro contigo mismo o con él. Hoy es un día
duro, y eso está bien. Somos lo suficientemente fuertes para superar los días
difíciles. Todo va a salir bien.
Ella se rio.
—No. Mi papá me dio una charla de ánimo no hace mucho, y me
impresionó bastante. Sólo estoy transmitiendo sus enseñanzas. Si alguna vez
recibes una charla de ánimo de Eric Evans, considérate afortunado.
—¿Hay una lista de espera en la que pueda inscribirme para una de sus
charlas? —medio bromeé. Extendí una mano hacia ella. La tomó, y la atraje
hacia mí.
—Mi…
—Por favor, Star —supliqué en voz baja mientras mis labios rozaban los de
ella—. Quédate conmigo esta noche. Te dejaré ir por la mañana. Lo prometo. 246
Pero por favor... quédate esta la noche.
—¿Sí?
Lo miré y sonreí.
—¿Por favor? Sólo un día. ¿Un día tú y yo siendo tú y yo? —Cerré los ojos y
gemí ligeramente por la sensación de sus besos—. Podemos reportarnos
enfermos.
Sonreí.
—Sí, ven aquí y compruébalo —indicó, colocando sus manos contra mis
caderas y levantándome en su regazo sin ningún esfuerzo. No pensé que
alguna vez superaría la facilidad con la que me movía.
Frunció el ceño.
—Quiero pasar el día contigo —susurró, su voz baja y tímida. Sus ojos
brillando con un toque de ternura que hizo que mi corazón saltara un par de
latidos.
—¿Así cómo?
—Por favor, haz cosas malas conmigo, Star. —Su lengua se escapó de su
boca, y la arrastró a lo largo de mi oreja—. ¿Por favor?
Cerré los ojos y apoyé la cabeza contra su pecho, escuchando los latidos de
su corazón.
Hizo un puchero.
Pude sentir su sonrisa, incluso con los ojos cerrados, cuando dijo:
—Eso es cierto. Supongo que tendremos que repartirlos por todo Chicago.
—¿Tu papá estará bien? ¿Estás seguro de que no quieres pasar el día con
él?
—Esta iba a ser una de las paradas de mi viaje imaginario por carretera —
mencionó Milo, tomándome fotos frente al Bean. Sonreí ampliamente, posando
sobre una pierna mientras él tomaba la foto.
—¿Sabes qué debemos hacer? Hacer juntos un mapa de viaje por carretera
y marcar todos los lugares que queramos ver. Tengo tantos lugares a los que
me encantaría ir de excursión.
—¿Debería?
Sonreí.
—Por suerte para mí, soy un turista. Entonces, de nuevo, ¿pizza de masa
gruesa?
El resto de nuestro tiempo juntos se sintió libre. Nos reímos más que
nunca y nos besamos en lugares públicos sin preocuparnos de quién pudiera
vernos. Cuando regresamos a la estación de tren, ya temía no poder abrazarlo
como lo había hecho ese día. Temía no tocarlo en los pasillos de la escuela.
Sabía que faltaban sólo unos meses para el verano, pero, sinceramente, 251
parecían siglos cuando te enamoras.
—¿Milo? —cuestioné
Él no me miró.
Sus temblores se intensificaron.
—¿Qué pasó?
—No puedes subir. Weston está aquí, así que no puedes entrar conmigo. 252
—No me importa —espeté—. Quiero estar aquí para ti.
Él asintió una vez, luego salió del auto. Mientras se alejaba, tuve que
obligarme a no correr a su lado para que no tuviera que ir solo. Treinta
minutos pasaron rápidamente. Luego una hora. No pasó mucho tiempo
después de que Milo salió del edificio y caminó hacia mi auto nuevamente.
Abrió la puerta y volvió a entrar.
—Se fue un poco antes que yo. Le dije que tomaría un Uber a casa o algo
así.
—¿Sólo?
—Sí.
—¿Listo?
La casa tenía una sensación inquietante. Como si alguna vez fue tan
animada, pero ahora, había estado en un punto muerto desde que su madre
falleció. Lo que una vez fue un hogar cálido y acogedor se había transformado
en un lugar lúgubre empapado de tristeza.
En el momento en que Milo vio mis ojos en dicha mesa, se quejó y apresuró
a limpiarla.
—No tienes que hacerlo. Tengo esto —espetó antes de ponerse de pie y
correr hacia el lado de la mesa auxiliar al lado de la silla reclinable—.
¡Maldición! —gritó, casi dejando caer las latas en su mano—. ¡Maldita sea!
Estaba tan preocupada por él, pero no estaba segura de lo que podía
hacer.
—No has dicho una palabra sobre tu padre desde que salimos del hospital
—le indiqué con calma—. Eso me preocupa. Deberíamos hablar de eso y…
—Mi...
—Lo digo en serio, Starlet. No quiero tener una maldita sesión de corazón a
corazón contigo, ¿de acuerdo? —gritó.
—Háblame.
—No.
—Por favor.
—No.
—No hay nada que decir. ¿De acuerdo? Mi padre es un borracho que se
metió en esta situación. Fin de la historia.
—Mi...
—O, oh, espera, déjame adivinar, quieres que te diga lo enojado que estoy
conmigo mismo, ¿eh? —preguntó.
Sus movimientos se detuvieron cuando cerró los ojos por una fracción de
segundo. Su cabeza se inclinó ligeramente hacia la izquierda como si estuviera
tratando de ordenar sus pensamientos. Como si estuviera tratando de
controlar sus emociones.
Deseaba que se permitiera llevar. Para sentirlo todo, cada herida, cada
dolor, cada trozo de dolor.
Podría haber sido la persona que lo consolara y le dijera que su padre aún
podía salir adelante.
Starlet trató de hacerme comer algo, pero no pude hacerlo. No podía pensar
con claridad. No podía concentrarme en nada excepto en el hecho de que papá
luchaba por su vida.
No sabía que las mentes podían sentirse enfermas hasta ese mismo
momento.
Sus ojos marrones se abrieron y no me sentí sólo por una fracción de segundo
como solía serlo. Estaba triste pero no sólo y triste, que solía ser mi defecto.
—No.
—Por favor, deja de decir eso. Es sólo un recordatorio de que hay algo por
que arrepentirse.
—De acuerdo, lo siento... —Se detuvo y esbozó una sonrisa—. ¿Cómo puedo
ayudarte hoy?
—¿Qué?
—No, no lo entiendes. Sólo… necesito cocinar hoy, y quiero cocinar para ti.
—Estas eran las recetas de mi madre. Me las dejó después de su muerte. Ella
dijo que cada vez que me sintiera extremadamente perdido, debería hacer una
de las comidas. Todavía no he tenido el valor de abrir la caja, pero me gustaría
hacerlo hoy —le confesé.
Cuando saqué una de las tarjetas para una hogaza de pan holandés 261
horneado, mi pecho se oprimió un poco. En el lado izquierdo de la tarjeta de
recetas estaban los ingredientes y las instrucciones para hacer dicho pan.
Luego, en el lado derecho había una nota de mi madre. Presioné las yemas de
mis dedos sobre las palabras, siguiendo las muescas donde su pluma se apoyaba
pesadamente en el papel. Sus palabras fueron creadas con un amor y un
cuidado tan tierno que casi podía sentirla a través de las curvas de su caligrafía.
Mi mundo,
Hacer pan lleva tiempo. Mucho descanso. Los humanos también somos
como el pan. A veces solo necesitamos un pequeño descanso para levantarnos.
Con amore,
Mamá
Notas.
Mi mundo,
Aún mejor con una copa de vino tinto. (Una vez que seas mayor de edad,
por supuesto).
Con amore,
Mamá
Sentí como si mi mundo girara más rápido a medida que hojeaba más y
más. Cada tarjeta tenía una pequeña nota. Cada tarjeta tenía un mensaje para
mí de ella. Incluso cuando estaba en su punto más débil, se tomó el tiempo para
escribir un mensaje personal en cada receta para mí, firmando cada una con: con
amore. Con amor. Mi madre sabía cuándo iba a necesitar más su amor.
¿Quién sabía que el amor aún podría existir en el más allá? Sentí como si
262
papá estuviera tratando de salir corriendo para encontrarse con ella. Una parte
de mí no podía culparlo.
Si eso era cierto, supuse que por eso el mundo me trajo a Starlet.
Negué.
—Antes de pedir esa comida, ven a tomar una ducha conmigo. Se sentirá bien
contra tu piel.
Dudé por un momento, pensando en un millón de cosas que tenía que hacer,
pero luego la miré a los ojos y una extraña sensación de calma se apoderó de mí.
El mismo tipo de calma que había recibido mientras leía las tarjetas de las
recetas. Una sensación de no estar solo.
Mis manos cayeron a sus caderas y tiré de su cuerpo contra el mío. Presioné
mi frente contra la de ella mientras cerraba los ojos. El agua estaba caliente,
pero por alguna razón, los escalofríos corrieron por todo mi sistema.
—Gracias —susurré.
***
Se rio.
—Para que sepas, no soy un cocinero como lo era mi madre, así que, si lo
odias, está bien.
Hice los hombros hacia atrás cuando terminé y comencé a comer. Para mi
sorpresa, sabía cómo solía saber el de mamá.
Tomé un descanso y fui al hospital para sentarme con papá durante unas
horas. Nada cambió, ni para bien ni para mal. Regresé a casa después de que
terminaron las horas de visita.
Con amore,
Mamá
—Estás mintiendo.
—No, no lo hago.
—Dime.
Sonreí, divertido.
—Mis padres solían cocinar juntos. Mamá llamaba a papá su sous chef.
Ponían música y bailaban en la cocina, abrazándose, besándose y riéndose.
Cuando era niño, pensaba que era muy molesto, pero... no sé. Acabo de tener un
recuerdo repentino de eso mientras te abrazaba.
—Oh. —Asintió—. Los pequeños son los que más duelen a veces.
—¿Los pequeños?
Asentí.
—Eso fue exactamente. Pero fue extraño porque… me golpeó, pero al mismo
tiempo, me di cuenta de que tenía lo que ellos tenían contigo. Sentí lo que ellos
sintieron cuando te abracé... —La atraje hacia mí y besé su frente—. Me doy
cuenta de que eres tú —susurré.
—¿Qué soy?
—Eres el algo que hace sentirme mejor, incluso en los peores días.
Sus ojos se nublaron y me besó lentamente. O tal vez había imaginado que
fue lento. Cada vez que estaba más cerca de Starlet, era como si el tiempo se 266
ralentizara de la mejor manera posible.
—¿Tú crees eso? Tal vez debería haberme puesto pantalones en lugar de sólo
ropa interior.
—Oh, no. Las bragas son lo que hace que el aspecto sea completo.
Siempre me sentía mejor cuando ella estaba en mis brazos. Sonreí y la besé.
No podía esperar el día en que pudiéramos hacer esto en público. La besaría
delante de cada persona. Seríamos esa molesta pareja que daba demostraciones
públicas de afecto que haría que la gente se atragantara.
—Diría que mis padres tendrían un problema conmigo bebiendo esto, pero
viendo cómo uno está muerto y el otro en coma, dudo que me castiguen.
Los ojos de Starlet se abrieron, sorprendida por mis palabras, pero luego
entrecerró la mirada. —¿Te ayuda el humor negro?
Miré alrededor de mi comedor, notando lo más brillante que parecía que los
días anteriores. Sin embargo, no podía decir exactamente por qué parecía de esa
manera.
—Te amo —espeté. No era como había planeado decirle. No estaba ligado a un
gran gesto romántico ni dicho con un tono suavizado de admiración. Lo solté.
Casi agresivamente, incluso. Era como si mi cuerpo físicamente no pudiera
contener las palabras por más tiempo. Como si mi cuerpo necesitara expulsar esa
verdad lo antes posible.
—Te amo —repetí, esta vez más lento, más suave—. Te amo. Te amo. Te amo.
Los ojos de cierva de Starlet se abrieron cuando inclinó la cabeza hacia arriba
para encontrarse con mi mirada.
—¿Me amas?
—Te amo.
¿Cómo no iba a hacerlo? Ella era las cálidas noches de verano para mis días
fríos de invierno. Ella era mi persona.
—Escucha, tú no...
—¿Me amas?
—Te amo.
La besé porque eso era todo lo que podía pensar en hacer en este momento.
Me devolvió el beso porque también me amaba. Últimamente, mis emociones
nunca sabían dónde aterrizar. Era como si hubiera sentido un millón de cosas
diferentes en tan poco tiempo, sin poder ponerme de pie, pero cuando me besó,
sentí como si finalmente estuviera de vuelta en tierra firme.
Esa noche cuando nos acostamos pude abrazar a la mujer que me amaba
tanto como yo la amaba a ella. Mientras yacía en mis brazos, se giró hacia mí y
dijo:
269
Milo
Las máquinas seguían pitando, pero papá no abrió los ojos. No volvió a mí en
ese momento, pero seguía desahogándome. Lloré por el hombre que una vez fue
y el hombre en el que se convirtió. Lloré por nuestras oportunidades perdidas de
sanar juntos. Lloré por el dolor que ambos sufrimos. Luego regresé a la mañana
siguiente y hablé con él nuevamente.
***
Nada.
***
—Su nombre es Starlet. Puede que no recuerdes esto, pero bailaste con ella
en tu aniversario. Ella es todo lo bueno en este mundo, papá —mencioné
mientras caminaba por la habitación del hospital—. Es inteligente, amable y
hermosa. Es tan malditamente hermosa, pero por extraño que parezca, eso es lo
menos interesante de ella. Tiene una motivación que nunca he tenido. Me hace
querer ser mejor persona y me cuida cuando nadie está cerca. Trato de hacer lo
mismo por ella, pero parece que tiene su vida mucho mejor que yo. Sabe lo que
quiere de la vida, y no tengo ninguna duda de que logrará todas sus metas. A
veces, muchas veces, pienso que no soy lo suficientemente bueno para ella,
especialmente con todos mis problemas. No quiero ser una carga en su vida con
mis problemas de visión. En mi sesión de terapia de grupo, hablaron sobre la
carga adicional que a veces recae sobre los seres queridos. No quiero eso. No
quiero que se pierda mientras trata de ayudarme. De todos modos, esa es
Starlet. La amo. La amo mucho, papá. Tú también lo harías si la conocieras. Creo
que todos se enamoran cuando la conocen. Oh, pero aquí está el truco. —Me
acerqué a él, me incliné cerca de su oído y susurré—: Es una empleada de la
preparatoria. Mi profesora. Salvaje, ¿verdad? Weston se volvería loco si se
enterara, y estoy seguro de que tú tendrías un día de campo maldiciéndome si
pudieras. Así que aquí está tu oportunidad. Maldíceme, papá. Despierta. Dime lo
idiota que soy.
272
***
—Algunos son un poco más tercos —señaló una enfermera mientras entraba
a la habitación con una sonrisa en el rostro—. Estoy segura de que cualquier día
de estos, estarás hablando con él y te responderá.
—¿Disculpa?
—Nada. Gracias. Debería irme. Sé que las horas de visita casi han terminado.
273
—Me levanté de mi silla y apreté la mano de papá—. Nos vemos mañana.
***
Weston me obligó a asistir a la escuela los siguientes dos días, que era lo
último que quería hacer, pero también sabía que no podía volver a atrasarme.
Después del sexto período, comencé a sentirme un poco mejor por estar en
la escuela porque eso significaba que podría ver a Starlet en la próxima hora. Eso
siempre hacía que los días fueran un poco mejores.
—Creemos que necesitas tener sexo —añadió Bonnie con total naturalidad.
Arqueé mi ceja.
—¿Otra vez?
—Sé que nos expresamos cómo deseábamos que usaras la terapia en lugar
de tus técnicas de aventuras sexuales a lo largo de los años, pero a tiempos
desesperados requieren medidas desesperadas. Adivina lo que escuchamos en el
baño de chicas esta mañana.
—Sí lo estás. ¿Por qué demonios no nos dices quién es ella? —preguntó.
—Buenas tardes, señoritas —saludo Starlet antes de dejar que sus ojos se
posaran en mí de nuevo—. Buenas tardes, Milo. Nos vemos en clase en unos
minutos —dijo antes de irse, mis ojos la siguieron todo el tiempo hasta que se
alejó.
—Milo Corti, te conozco desde que estabas en pañales, así que no creas que
puedes mentirme ni por un segundo, ¿de acuerdo? ¿Tienes, o no, una relación
secreta con la señorita Evans?
—Es complicado.
Estaba jodido.
El timbre sonó, así que caminé a mi próxima clase. Bonnie tuvo que irse en la
dirección opuesta, pero Savannah mantuvo su ritmo a mi lado.
—¡Milo! Soy tu mejor amiga. Merezco cada detalle. —Entrecerró los ojos,
obligándome a dejar de caminar—. ¿Es buena en la cama?
—No voy a responder eso.
—Oh, Dios mío, es el mejor sexo que has tenido, ¿no es así?
—Sí, lo es… pero eso no es todo lo que es… yo… yo la amo, Savannah. No
puedes decirle nada a nadie. Pero la amo.
¿También te ama?
Pasó otro.
Arrugado.
Tom está convencido de que ustedes dos han estado teniendo sexo durante mucho
tiempo.
—Basta —medio susurré, medio grité, rompiendo el último pedazo de papel.
—Esto es como las telenovelas que ve mi abuela todos los días. Escandaloso.
Adoro esto de ti. Necesitabas un mejor arco narrativo fuera de las cosas tristes.
Creo que es bueno para ti. Creo que es buena para ti.
Sentí sus palabras rodar por mi alma, asentí y continué saliendo con Weston.
Él está despierto.
***
Corrí hacia él y envolví mis brazos alrededor de él. Empecé a sollozar contra
su hombro mientras él se desmoronaba contra el mío. Todas las peleas que
tuvimos durante el último año no parecían importar en este momento. Todo el
dolor y las luchas que enfrentamos parecieron evaporarse en este mismo
momento. Nada importaba excepto el hecho de que él estaba bien. Estaba vivo y
despierto.
Una vez que lo aparté, sus lágrimas seguían cayendo. Se pasó el dorso de la
mano por debajo de la nariz y sollozó mientras miraba hacia Weston y hacia mí.
Escucharlo decir esas palabras se sintió como música para mis oídos. Lo
abracé de nuevo y hablé en voz baja. 278
—Está bien, papá. Te conseguiremos ayuda.
—De acuerdo.
Suspiró.
También suspiré.
De acuerdo.
Milo
Me ofrecí para ir con ellos, pero papá dijo que preferiría que no lo viera
internándose en un lugar como ese. Quería estar allí, pero respeté su elección. No
podía discutir con él cuando estaba en camino de buscar ayuda. Estaría allí
durante al menos cuatro semanas, lo que parecía una cantidad de tiempo
razonable para ayudarlo a recuperarse.
En el momento en que salieron de la casa, llamé a Starlet para que viniera y 279
estuvo allí en treinta minutos. Hablamos un rato, luego pasamos horas
trabajando en nuestra tarea. Cocinamos una de las recetas de mamá para la
cena y, mientras poníamos la mesa para comer, nos interrumpió el sonido del
motor de un automóvil afuera. Me congelé por un segundo después de escuchar
las llaves moviéndose en la puerta principal. Después entró Weston.
—Está bien, Milo. Tu padre ya está instalado. Sé que dijiste que hoy querías
estar solo, pero la idea de que estés sentado aquí solo me mató. Así que compré
algo para cenar.
—Señorita Evans —dijo Weston, atónito por ver a Starlet de pie allí. En mi
camiseta. En sus bragas.
Maldición.
—¡Oh, Dios mío! Director Gallo, hola —balbuceó Starlet, cada vez más
nerviosa.
—¿Qué tal si no? —espetó Weston—. Señorita Evans, tal vez deberías ir a
buscar sus pantalones y salir de esta casa.
Starlet abrió la boca, pero no salió ninguna palabra. Las lágrimas rodaron por
sus mejillas y se apresuró al dormitorio a recoger sus cosas. Cuando salió con su
bolsa de lona, Weston resopló de asombro.
Starlet pasó junto a Weston con la cabeza mirando al suelo. Su cuerpo 280
temblaba a una velocidad que me puso nervioso. Sus labios se separaron una
vez más—. Lo siento —susurró —. Lo siento mucho. —No estaba seguro de si era
una disculpa por Weston o por mí, pero antes de que pudiera decirle que no se
disculpara, salió por la puerta, subió a su auto y se alejó.
—Oh, lo siento. ¿Se suponía que debía ser extrañamente genial que una de
mis maestras se estuviera acostando con uno de mis alumnos? ¿Teniendo sexo
con mi sobrino? Vaya, mi culpa. ¡Olvidé que así era como se suponía que debía
reaccionar ante esa situación!
—Es increíble, Milo. Realmente. Con todo lo que está pasando en este
momento, pensaste que este era el siguiente paso correcto.
—¿Crees que no sé lo que está pasando? Todo está pasándome a mí, ¿de
acuerdo? Entiendo lo que está pasando. Y si no fuera por Star…
—La amo —grité, erguido, pero sintiéndome como si fuera un niño pequeño
al que regañan por portarse mal—. La amo, West.
Por un momento, sus ojos se nublaron. Por un momento, pensé que podría
entender. Por un momento, pensé que escucho mis palabras y miraba más allá
de las fallas en cómo Starlet y yo encontramos nuestro camino el uno al otro. Pero
luego su mirada se volvió fría.
No respondió.
Sabía que me golpearía con un ‘te lo dije’, y no estaba lista para escuchar
eso. No me sentía preparada para escuchar nada. Simplemente estaba
aterrorizada por cómo había arruinado mi vida. Todo por lo que trabajé durante
los últimos años estaba a punto de desaparecer porque decidí enamorarme de
un hombre que también me amaba. 282
Mientras caminaba por los pasillos de la preparatoria, noté a Milo, captó mi
mirada y vino corriendo hacia mí.
—¿Qué estás haciendo aquí? Deberías estar en casa, Milo. No deberías estar
en la escuela lidiando con lo que estás pasando —le dije.
—No puedo hacer esto —confesé, luchando contra las lágrimas que
amenazaban por caer.
—Star...
—No. Eso sólo empeoraría las cosas. Sabía lo que estaba haciendo y conocía
los problemas que iba a tener. Ahora tengo que enfrentar las consecuencias. No
es tu culpa ni tu responsabilidad lidiar con esto.
—¡Lo sé, lo sé, maldición! —gritó, pasando su mano por el cabello oscuro—.
Mierda. Lo arruiné, Star. Lo lamento. Sólo… no puedo dejar de pensar en ti y
preguntarme si estás bien. —Dio un paso hacia mí y negó. Su mano cayó al lado
de mi mejilla, y esos ojos que amaba se clavaron en los míos—. ¿Estás bien?
Esas tres palabras hicieron que las lágrimas comenzaran a caer. Negué con
incredulidad por lo que estaba pasando. Quería decirle que no estaba bien.
Quería tirar de él contra mí y llorar en su hombro. Quería que me protegiera del
mundo que implosionaba a mi alrededor. Pero no podía.
283
No podía sostenerlo.
No podía tocarlo.
No podía amarlo.
—Voy a salir de aquí, Milo, y tú esperarás un rato para salir detrás de mí.
—No. No. ¿No lo ves? Esto está mal. Ha estado mal desde el principio, y
permití que se convirtiera en este desastre. Esto fue un gran error, Mi.
—¿Crees que fuimos un error?
Él estaba tan lejos de cometer un error. Sentía que él era la primera cosa
buena desde que mi madre falleció. Milo Corti se sentía como en casa para mí.
Sin embargo, eso todavía no lo hacía bien.
—Antes de que pudiera responder, salí del armario y salí corriendo. No miré
hacia atrás por miedo a que me siguiera. O por miedo a quebrarme y correr a
sus brazos. Aunque eso era todo lo que quería.
***
No dijo nada por un rato, haciéndome sentir como si estuviera esperando que
yo tomara la iniciativa.
—Director Gallo...
—¿Disculpe?
Tragué saliva, debatiéndome sobre cuán sincera debería haber sido sobre
toda la situación. Entonces me di cuenta de que realmente no importaba. La
verdad era todo lo que tenía, y sin importar cómo la dijera, aún tendría el mismo
resultado. Así que le di cada pieza de la historia. —Nos conocimos en una fiesta de
la fraternidad en la universidad antes de que comenzará a enseñar aquí.
Nosotros… —Hice una pausa, sintiendo un poco de vergüenza—. Nos acostamos.
Asentí.
—Sí, señor.
—Sí. Exactamente.
—No —negué—. Para nada. Durante mucho tiempo, establecí límites con él.
Era estrictamente profesional, y bueno, entonces, bueno, yo, bueno, él, bueno…
nosotros… —Empecé a tartamudear sobre mis palabras. Incapaz de desenredar
mis pensamientos confusos. Antes de que pudiera pronunciar otra sílaba, la
puerta de su oficina se abrió de golpe y Milo entró disparado en la habitación,
cerrando la puerta detrás de él.
—No es culpa de ella —le gritó Milo a su tío, la ira atravesó sus palabras. O tal
vez no era rabia. Tal vez era miedo a lo que me pasaría. También me sentí mal por
eso. Por hacer que Milo se preocupara por mí cuando todo su mundo estaba en
llamas.
—No, al diablo con eso, West. Vamos. Sabes que esto es una mierda —gritó
Milo—. Es demasiado buena en lo que hace para ser castigada por...
—¡¿Por qué?! —gritó el director Gallo en voz baja—. ¿Por acostarse con un
estudiante? ¡¿Con mi sobrino?! No puedes hablar en serio ahora, Milo. Tengo un
trabajo que hacer y necesito que salgas de mi oficina para que pueda manejar
esto ahora.
—No.
—Mi...
—Milo, por favor, vete —susurré mientras mi voz se quebraba—. Por favor.
Todo estará bien.
Pensé que eso era lo que más le dolía a Milo, porque sabía que no era culpa
de su tío. Milo y yo tomamos decisiones. Tomamos decisiones que no deberíamos
haber tomado, y ahora teníamos que lidiar con las consecuencias de dichas
decisiones. No había nadie a quien culpar excepto a nosotros mismos.
—Él ni siquiera debería haber estado aquí. Se suponía que esto sería entre
usted y yo, señorita Evans.
—Lo sé, pero vino porque sabía que estaría aquí —susurré, mirando mis
manos temblorosas—. Vino por mí.
287
Me di cuenta de ello cuando me senté en esa silla frente al hombre que tenía
todo el futuro de mi carrera en sus manos.
Todo lo que sabía era que él también estaba pasando por el duelo, tratando
de averiguar cuáles eran los próximos pasos a seguir. Se estaba ahogando al
igual que su sobrino.
—Lo siento —susurré, negando ligeramente—. Lo siento por todo esto. Lo digo
desde el fondo de mi corazón, Director Gallo. Lo siento por todo.
—¿Disculpe?
—Starlet...
—Espere, déjeme terminar. Sé que está aquí para decirme por qué esto está
mal y por qué me equivoqué, y quiero que sepa que veo todo eso. Lo entiendo y
acepto la culpa, pero Milo significa todo para mí. Él significa más para mí que
nadie antes, y no puedo dejarlo. No puedo dejarlo ir. Es la mejor parte de mis
días. Incluso cuando está triste y roto, sigue siendo muy bueno. Y quiero ser eso
para él, también. Quiero ser su bien. Así que, adelante. Dígame lo horrible que 288
soy. Dime qué vergüenza de ser humano he demostrado ser.... pero por favor,
sepa que esto entre él y yo es real. Es el tipo de amor más real que jamás sentí, y
nunca me disculparé por ese sentimiento.
—¿Terminaste, Starlet?
Asentí.
—Disculpe, ¿qué?
—Entiende que este no soy yo como director de esta escuela, este soy yo
como tío. Estuve con mi esposa durante cuarenta años. Más tiempo del que Milo
y tú llevan vivos. Los padres de Milo estuvieron juntos treinta y tantos años. Mi
hermana Ana y yo vivimos historias de amor épicas con nuestras almas gemelas.
Vivimos historias de amor sobre las que la personas haría películas. No entendí
cuando los vi juntos por primera vez. Diablos, probablemente no entendí hasta
que me dijiste que no. Tal vez todavía no entiendo, pero lo vi, Starlet. Vi lo que
ustedes dos tienen, así que todo lo que les pido es que se queden.
—Espero que entiendas que no puedo permitir que sigas enseñando aquí. Si
alguien más supiera de Milo y tú…
Asentí.
—Entiendo. 289
—Pero no te denunciaré. Inventaremos una razón para que tu semestre de
enseñanza llegue a su fin.
***
Encontré mi paz.
Se apoyó en el marco de la puerta. Tenía los ojos inyectados en sangre y
parecía exhausto.
—Hola.
—Estoy bien.
Bien.
290
Starlet
Había pasado una semana desde que el director Gallo se enteró de lo que
había estado pasando entre Milo y yo, una semana desde que el padre de Milo
se fue a rehabilitación.
Durante la última semana, mi enfoque había sido llevar a Milo a todas sus
291
citas y en ayudarlo lo mejor que podía. A veces, sentía como si se viera a sí
mismo como una carga, pero no quería que se sintiera así. Poder estar a su
lado me hacía sentir bien, por fin. Pero estaría mintiendo si dijera que ayudarlo
me parecía una buena razón para evitar mis propios problemas.
Siguió sonriendo.
—Revisé tus registros, Starlet, y parece que eres una gran estudiante.
Tienes notas excelentes...
Suspiré.
—Que divertido porque eso significa que el cielo es el límite. Creo que ya es
hora de que empieces a probar cosas diferentes o a escribir una lista de cosas
que te interesan.
—Aquí hay una tarea para ti. —dijo la señora Marvin. Me senté más
derecha. Los deberes estaban bien. Los deberes se me daban muy bien, menos
esa maldita C—. Quiero que hagas una lista de quince cosas que te gusten.
Quince cosas que te hagan feliz. Luego quiero que vuelvas a mí.
¿Quince cosas que me hacen feliz? Eso sería un paseo por el parque.
***
—No se trata sólo de Milo —confesé mientras mordía mis uñas—. Creo que
cada vez tiene menos que ver con él y más conmigo. Entré en esto queriendo
ser profesora simplemente porque quería que mi madre se sintiera orgullosa. Y
claro, tal vez termine queriendo seguir enseñando, pero tal y como está mi
cabeza ahora mismo, no sé si podré tomar las decisiones correctas. No sé lo
que me gusta o lo que no me gusta. Todo lo que sé es que soy buena
aprendiendo cosas. Soy una gran estudiante, pero eso no significa que me haga
feliz. Por primera vez en mi vida, quiero ser feliz, Whit.
—Yo también quiero eso para ti, Star. Pero es curioso. Pensé que yo sería la
que pasaría por una crisis de vida universitaria mucho antes que tú.
—Whit, ¿crees que podrías nombrar quince cosas que te guste hacer?
Una noche, después de terminar los deberes, nos duchamos juntos y nos
pusimos unos pantalones de chándal para estar cómodos.
—Tienes que comer algo. Puedo cocinar para ti o pedir algo —dijo Starlet, 295
rebuscando en la nevera mientras me sentaba en el taburete frente a la isla,
mirándola fijamente. Llevaba mi sudadera extragrande y sólo podía pensar en
lo mucho que la amaba.
—Hola.
—Hola.
—Ven aquí. —Caminó hacia mí y se colocó entre mis piernas. Envolví mis
brazos alrededor de ella—. ¿Estás bien?
—Starlet.
Sus ojos destellaron emociones, pero parpadeó para alejarlas. Era todo lo
contrario a como la conocía desde el principio de los tiempos. Starlet nunca
ocultaba sus emociones. Era una de las muchas cosas que me gustaban de
ella.
—No, claro que no. Sinceramente, eres lo único que realmente tiene
sentido en mi mundo ahora mismo.
296
—Bueno, cuando estés lista para hablar, estaré listo para escucharte. —
Besé sus mejillas—. Pero mientras tanto, sólo debes saber que todo va a salir
bien.
—¿Qué te dijo?
Eso hizo que mi dañado corazón diera un par de saltos. Apoyé la frente
contra la suya.
Al menos, así me había sentido al principio. Con el paso de los días, Starlet
permaneció a mi lado aunque le dije que estaba bien que volviera a su vida y a
su mundo. Me mantenía al día con los deberes. No podía decir lo mismo de
Starlet.
—He estado allí antes —dijo otra persona. Su nombre era Greg. Era mucho
más callado que los demás, pero intervenía en las conversaciones cuando lo
consideraba oportuno. Por lo que estaba aprendiendo, no era el tipo más
positivo del lugar—. Va a dar y dar hasta que sea demasiado y se resentirá
contigo.
Greg refunfuñó.
Asentí.
—Sí, exactamente. Sé que este es un viaje largo y lento para mí. Podrían
pasar años antes de que sea legalmente ciego y aún más antes de que pierda la
visión por completo. Si ya está tan concentrada en mí, ¿cómo será el resto de
su vida? ¿Qué pasaría con su mundo cuando la necesitara más físicamente?
¿O si mi salud mental empeora? Habrá días en los que no podré fingir que soy
feliz. Ya me siento fatal teniendo días malos porque la hace sentir triste y odio
hacerla sentir triste.
Ese era mi mayor temor. No quería ser la razón por la que Starlet viviera
con remordimientos.
—¿Y, Milo? No prestes mucha atención a lo que dice Greg. Puede ser un
verdadero imbécil. Y debería saberlo, ya que soy el idiota más grande.
—Sí, gracias.
Escuché las palabras de Henry, pero las de Greg fueron más fuertes esa
noche. Salí del edificio y encontré a Starlet sentada en su Jeep, esperándome.
Se encogió de hombros.
Eso bastó para empujarme por el borde del que Starlet ni siquiera sabía
que estaba colgando.
Esa noche nos quedamos despiertos hasta muy tarde viendo otra película,
pero mi mente estaba en todas partes menos en la película.
Esta vez, mientras dormimos juntos, fue diferente a todas las veces
anteriores. Esta noche estábamos haciendo el amor. Nunca había hecho el
amor antes de ella, y sabía que nunca lo haría con otra alma. El amor era algo
tan nuevo para mí. No esperaba que su amor viajara a tantas áreas de mi
mundo. Su amor vivía en los pequeños momentos. Los tranquilos. El suave
alivio de las duras tormentas. Estaba en sus abrazos suaves y en sus besos
lentos. Estaba en mi piel, apretada contra la suya. Eran las caricias
indulgentes de nuestras almas. Estaba en sus ojos, y sabía que estaba en los
míos.
Amor verdadero.
Asimilé cada movimiento que hizo contra mí aquella noche.
En ese momento, debería haber sentido nada menos que felicidad. Debería
haber encontrado consuelo en el hecho de que la forma más genuina de amor
estaba recostada contra mí. Cuando miré a Starlet a los ojos, vi para siempre.
Vi mi corazón y cómo se hacía jirones con el suyo para siempre.
Aquello me aterrorizó. Porque lo único que conocía del amor, del amor
verdadero, era cómo podía destrozar a una persona. Cómo podía destrozarse y
perderse por ese amor. Mi padre amó a mi madre, y luego ella se fue. Cuando
lo hizo, una parte de él murió ese mismo día. También estaba viendo suceder
con Starlet, con sus sueños y sus ambiciones. Los estaba dejando morir en
nombre del amor. Todo por mi culpa.
La verdad más triste sobre el amor verdadero estaba al final del día. Sólo
podía conducir a la verdadera angustia.
Aunque mi mente debería haber elegido vivir el momento, florecer en los 301
minutos, en los segundos de mi tiempo con Starlet, no podía permitirlo.
Mi alma dolía porque llegaría un día en que nuestro amor tendría un final.
Dudé en girar mi cabeza hacia ella porque sabía que cuando la mirara
fijamente, mis lágrimas caerían. Sabía que cambiaría todo porque estaba a
punto de estropearlo todo. Estaba a punto de tomar un avión que volaba bien y
hacer que se estrellara.
La besé con más fuerza mientras mis lágrimas caían sobre sus mejillas.
Sus hermosas mejillas, con sus profundos hoyuelos y sus ojos cariñosos. Me
besó con amor y la besé con el mismo amor. Su amor parecía poesía para mi
mente inculta. Se sentía sin esfuerzo y atemporal. Me preguntaba cómo se
sentiría mi amor por ella. ¿Sería suave? ¿Delicado? ¿Era crudo y libre? 302
¿Era venenoso? ¿Dolía?
Al amanecer, me despediría.
Porque el amor no podía durar para siempre, por lo tanto, sólo tendríamos
esta noche.
Starlet
—Buenos días.
303
—¿Cuánto tiempo llevas despierto?
—Te amo, Starlet. —Sus palabras eran tan tranquilas y seguras que
hicieron que mi corazón diera unas cuantas volteretas—. ¿Lo sabes? ¿Sabes
que te amo?
—Milo...
Mi corazón se aceleró y puse mis manos contra mi pecho como si eso fuera
a calmar sus latidos desenfrenados.
—Es que siento como si nosotros... con todo lo que está pasando en mi
vida ahora mismo, no creo que debamos... —Sus palabras se fueron apagando,
así que me adelanté y las terminé por él.
—Escucha...
Rompió mi corazón.
Eso se sintió como una traición que no estaba lista para enfrentar.
Iba a estar enferma. Todo en mi cabeza empezó a dar vueltas y sentí como
si fuera a desmayarme en cualquier momento. Me levanté de la cama, pero mi
visión se nubló. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué decía eso? Era imposible que
rompiera conmigo. No después de todo lo que habíamos pasado. No después de
todo lo que dejé atrás.
Sacudí la cabeza.
—Lo dejé todo por esto. Quiero esto. Elegí dejar mi trabajo por nosotros.
Renuncio a mi carrera porque quiero esto. Te quiero a ti. Nos quiero a
305
nosotros. No puedes hacernos esto, A mí. Esta es nuestra primera oportunidad
de ser realmente un nosotros, y no puedes tirarla por la borda —grité.
Atraje sus manos hacia las mías para que pudiera sentirme. Necesitaba
sentir mi calor, sentir mi alma filtrándose en la suya.
¿Cómo podía hacer lo que estaba haciendo? ¿Cómo podía darme la espalda
cuando por fin podíamos ser quienes queríamos ser, lo que queríamos ser,
juntos?
—Lo sé, lo sé —susurró, moviendo la cabeza—. Es que... no creo que sea
bueno para ti.
—¿No crees que seas bueno para mí? ¿Qué? Claro que eres bueno para mí.
Eres lo mejor que me ha pasado.
—No te ves a ti misma, Star. Yo sí, ¿de acuerdo? Lo hago. Te veo tirando
todo por la borda por mi culpa. Ya no actúas como tú misma. Apenas haces los
deberes y no vas a clase. La mitad del tiempo actúas como si ya no quisieras
ser profesora.
—¿Ves? Eso es lo que quiero decir. No estás pensando con claridad. Estás
tan concentrada en asegurarte de que estoy bien que te olvidas de toda tu vida.
¿Cómo pude ser tan ingenua? Pensé que lo que había entre nosotros era
real, pero claramente, era una calle de sentido único de sentimientos
verdaderos, y yo era la conductora al volante.
Su voz se quebró.
—Starlet...
—¡No! —grité, empujándolo de nuevo. Y otra vez. Y otra vez. Recibió cada
empujón como si se lo mereciera. Mis lágrimas caían sin cesar, el dolor hacía
que mi cuerpo quisiera dejarlo.
—Lo siento —susurró, agarrando mis muñecas para detener mis golpes. Ni
siquiera me importó porque no quería golpearlo. Quería amarlo y que él me
amara.
No iba a retractarse.
—Espero que algún día puedas entender de dónde vengo —suplicó, con
aquellos ojos marrón verdosos mirando profundamente dentro de mi alma. 307
También lo miré fijamente a los ojos, esperando que pudiera ver cómo me
había herido y entender las palabras que estaban a punto de salir de mi boca.
***
—Roto —respondí.
—¿Un abrazo?
—Sí.
Abrió los brazos de par en par. Arrastré los pies hasta ella y me desplomé
en sus brazos. Whitney no preguntó nada más. No cuestionó qué paso cuando
fui a ver a Milo. No preguntó por nuestras últimas palabras. Principalmente
porque sabía que nada de eso importaba. Nada de lo que pasó entre él y yo
habría cambiado nada porque dos hechos seguían siendo verdad: Milo me dejó
y yo lo dejé ir.
Era una sensación extraña: un día, Milo era un extraño, y otro, lo era todo
para mí.
Supuse que los rumores eran ciertos. El amor no era suficiente para hacer
que algo durara para siempre. A veces la vida se interponía. Mañana, me
levantaría. Mañana, intentaría existir en un mundo al que él ya no pertenecía.
***
—¿Qué pasa?
Me levanté de la silla y separé mis labios para hablar, pero no salió
ninguna palabra. Rompí a llorar de forma incontrolable. Sólo tardó unos
instantes en dar un paso adelante y abrazarme.
Pero no estuvo bien. Nada estaba bien. Toda mi vida había dado un vuelco
y no tenía ni idea de cómo volver a encarrilarme. Me había retrasado en los
estudios, perdí mi puesto de practicante de educación y a Milo.
No tenía nada.
Una vez que logré calmarme, papá me llevó a su oficina y cerró la puerta
detrás de nosotros. Me senté y se lo conté todo. Cada parte de la historia, sin
dejar ni una gota de información fuera de la ecuación.
309
Ni siquiera tuve el valor suficiente para mirar a mi padre a los ojos
mientras se lo contaba todo. Mi mirada se centró en la alfombra mientras un
millón de palabras que nunca había imaginado decir en voz alta a mi padre
salían de mi lengua.
¿Qué?
—¿Por qué no me gritas? ¿Por qué no me maldices y dices que tengo que
hacerlo mejor, que he arruinado mi vida y que he tomado decisiones terribles?
Dime cuánto apesto, papá.
—Papá.
—Lo digo en serio. Apenas tienes veinte años, Star. ¿Sabes para qué sirven
los veinte? 310
—¿Qué?
—Cariño, lo que quiero decir es que ni siquiera has recorrido un tercio del
camino de tus errores. Acéptalo. Además, estás enamorada, así que eso es una
victoria.
—No fue así contigo y mamá —dije, ligeramente desinflada—. Ustedes dos
eran perfectos.
—¿Qué?
—No todos los días le cuentas a tu hijo que fue un accidente de una noche.
Además, olvidas el comienzo rocoso cuando tienes el medio y el final más
bonitos de tu historia.
—Sí, murió, Star, y fue duro. Pero murió con nuestro amor, y nosotros nos
quedamos con el suyo. No puedes convencerme de que eso no es hermoso:
amarse hasta el final. Y si tuviera la oportunidad de revivir nuestra historia,
sabiendo cómo acabaría, lo haría sin dudarlo. Porque siempre elegiré revivir el
amor cuando se me presente la oportunidad.
Papá sonrió.
—Starlet, venimos a esta vida con una sola promesa: que algún día la
dejaremos. La muerte es el acto final de la historia de todos. Todos lo sabemos.
El problema es que muchas personas viven la vida como si ya estuvieran
muertas, haciendo lo que creen que deben hacer en lugar de vivir su vida más
auténtica. No quiero que seas perfecta. Quiero que seas real, y quiero que 312
vivas. Enamórate y vive. Comete errores y vive. Encuéntrate a ti misma, Star, y
vive.
—¿Por qué?
—Exacto. Entiendo que ahora es algo nuevo y crudo. Puedes estar dolida y
enfadada con él por esa elección. Pero también estar agradecida de haber
encontrado a un chico que se preocupa tanto por tu bienestar que estaba
dispuesto a alejarse.
—Ojalá se hubiera quedado.
—Tienes razón. Puede que no, pero al menos puedes estar triste con un
flan de pastel de queso con oreo. Es un poco más fácil estar triste de esa forma.
Buen punto.
—Milo.
—¿Apellido?
—Corti.
—¡Papá!
Refunfuñó.
—¿Lo juras?
Levantó la mano.
314
Milo
Dudaba que eso quitara el hecho de que aún rompí el corazón de Starlet.
—Soy Eric —afirmó, caminando hacia mí. Desabrochó las mangas largas
de su camisa y las subió por sus brazos. Ni siquiera sabía que los antebrazos
podían ser músculos sólidos. ¿Qué comía este tipo para ganarse la vida?
¿Pollos enteros?—. Y tú eres Milo, ¿eh?
—¿Adónde vas?
Me encogí de hombros.
—Es difícil saberlo. Estoy feliz de que esté recibiendo la ayuda que
necesita.
—Bien. Me alegro. La vida es dura. Hace falta valor para pedir ayuda. —
Miró a su alrededor y luego se encontró de nuevo con mi mirada—. ¿Quieres
que te lleve al lago?
Supuse que no era tanto una pregunta como una orden. Mis palmas
estaban sudando, y me sentía casi seguro de que estaba a segundos de
orinarme en los pantalones.
—¿Qué?
—Lo que quiero decir es, ¿de qué parte te disculpas? ¿Te disculpas por
enamorarte de mi hija?
Dudé ante esa pregunta. Lamentaba que las cosas hubieran terminado,
por supuesto, pero no me arrepentía de mi decisión. Eso era lo que más me
dolía, pensé. Terminé porque no iba a poder darle el amor que se merecía.
Últimamente sentía que la depresión se apoderaba de mí, sobre todo por mis
recientes problemas de salud y porque papá estaba en rehabilitación. No sería
capaz de ser la persona para ella que me gustaría ser. Ya perdió su puesto en
el instituto y pasaba más tiempo conmigo del que debería. No podía ser yo
quien arruinara su vida.
Asentí.
—Sí. Era profesora de inglés. Una de las mejores que hay, aunque puede
que sea parcial. ¿Sabes qué quería ser Starlet antes de que su madre
falleciera?
—Cualquier cosa menos ser profesora. —Me miró antes de tomar otra
piedra y lanzarla hacia el agua. Se creó otra grieta—. Toda su vida, Star ha
hecho lo correcto. Nunca me respondió. Siempre hizo sus tareas y sobresalió
en la escuela. Ni siquiera maldice.
—Claro que lo es. Ella es buena en todo lo que hace. No podría haber
soñado con una hija mejor. Lo ha hecho todo bien durante veintiún años. Y
entonces llegaste tú.
Arqueé una ceja, confundido por sus palabras. Esbozó una leve sonrisa y
lanzó otra piedra. Otra grieta.
Plop.
Plop, Plop.
Bueno, maldición.
Eric frunce las cejas. Frota su nuca con la mano derecha y contempla mi
pregunta durante un momento.
—¿Permitir la oscuridad?
—Sí. Piensa en el dolor como una bestia. Un animal grande y fuerte al que
crees que debes derrotar. Así que luchas contra él, empujas y tiras para
intentar recuperar algo de normalidad en tu mundo. Porque eso es lo malo,
¿no? Todos los demás a tu alrededor seguirán adelante mucho más rápido que
tú. Los demás sonreirán cuando piensen en esa persona mientras tú sigues
queriendo llorar. Todo el mundo vuelve a su mundana vida cotidiana como si la
persona que falleció nunca hubiera estado allí, para empezar. Y pueden hacerlo
sin esfuerzo porque la persona que falleció no era la suya. La persona que
falleció era la tuya. Eran los latidos de tu corazón, y se siente como si te los
hubieran robado. Estás enojado porque todo el mundo a tu alrededor puede
seguir adelante mientras tú sigues ahogándote. Así que intentas actuar como
ellos y luchar contra la pena. Empujas contra ella. Pataleas, gritas, golpeas y
luchas hasta que lo único que te queda es la depresión.
Sí.
Eso es todo...
Cada palabra que dijo sonaba verdadera. Fue como si se hubiera metido en
mi mente y hubiera leído mi lista de mayores temores.
Bajé la cabeza.
Asentí lentamente.
—Sí.
—Eso es lo que pasa con el duelo. A veces, los peores casos son cuando se
trata de aquellos que aún respiran. Superarás esto. Espero que ambos lo
hagan y terminen con un vínculo más fuerte.
—Gracias, Eric.
Yo.
Mi mente.
Mis pensamientos.
—Gracias.
—Aférrate a tu amor por ella y a su amor por ti, incluso desde la distancia.
El amor de Starlet me ayudó a superar la angustia de perder a mi esposa. Su
amor es lo que me salvó, incluso cuando a veces estaba distante. Utiliza ese
amor, ese sentimiento, para ayudarte a atravesar las corrientes de tu dolor.
Entonces, una vez que empieces a nadar de nuevo, y lo harás, Milo, nada hacia
ella.
—¿Qué es?
—Creo que voy a visitar ese lago los viernes por la mañana, si te parece
bien. Me gustó la vista.
—Y trae tu mochila. Puede que no sea el mejor tutor, pero seguro que
puedo ayudarte con unas cuantas ecuaciones para que llegues a la graduación.
—Gracias, Eric.
—¿Sí?
—Ve a nadar.
Starlet
No sabía qué palabras saldrían una vez que él estuviera frente a mí, pero
estaba dispuesta a tratar de encontrar dichas palabras.
—La última vez que tuvimos sexo. Mirando hacia atrás, sabía que era
diferente. También pude verlo en tus ojos y no pude precisarlo, pero ahora lo
entiendo.
—Escucha...
—No —interrumpí. Di un paso hacia él y puse sus manos entre las mías.
Me quedé mirando nuestros dedos entrelazados. Extrañaba tanto su tacto que
su calor casi me hizo retroceder—. Primero necesito que me escuches. Necesito
que sepas que entiendo por qué me alejaste. Entiendo por qué crees que
necesito volver a reenfocarme. Tienes razón. Estoy perdida y necesito aclararme
antes de poder estar contigo. Pero estaré contigo, Milo. Así que tengo un
problema con la forma en que me hiciste el amor la otra noche.
—¿Qué quieres decir?
—Me hiciste el amor como si fuera una despedida. Eso no me gusta porque
no es el final de esta historia. No nos estamos despidiendo. Nos estamos
tomando una pausa para aclararnos antes de volver a estar juntos, ¿de
acuerdo?
Me acercó más y apoyó su frente contra la mía mientras cerraba los ojos.
—No puedo pedirte que esperes a que resuelva mis cosas. Además, el viaje
con mi visión está sólo en las etapas iniciales. No quiero que renuncies a tu
vida para poder cuidar de la mía.
—¿Me lo prometes?
324
—Prometido.
Sus ojos brillaron con la misma pasión que vi la primera noche que me
acogió. Alargó la mano, rodeó mi camiseta blanca con los dedos y me atrajo
hacia él. Mis manos cayeron sobre su pecho y los latidos de mi corazón se
intensificaron mientras miraba fijamente aquellos ojos que tanto amaba.
—Sí —suspiré sin aliento, sintiendo cómo las emociones corrían a través de
mi organismo. Esta noche quería todo de él. Sin reglas, sin limitaciones.
—¿Sin riendas?
—Ninguna.
—¿Y tengo hasta el amanecer?
—Sí.
—Lo que quiero decir es... —Su boca se acercó a mi cuello y su lengua se
deslizó por mi piel, creando pequeños círculos mientras hablaba—. Espero que
no estés cansada porque esto va a llevar un rato.
Sus manos se envolvieron debajo de mis nalgas mientras bajaba entre mis
piernas.
Tomó un dedo y movió las bragas más hacia un lado, luego empezó a hacer
círculos con el pulgar contra mi clítoris.
—Te extrañé, Star, así que por favor perdóname mientras me tomo mi
tiempo para saborear cada centímetro de ti —dijo antes de que su rostro cayera
contra mi centro.
Abrí más las piernas, dándole más espacio para respirar y, con esa
libertad, añadió otro dedo. Lo miré fijamente, mi corazón latía más rápido
mientras el hombre de mis sueños le hacía el amor a mi coño como si llevara
mucho tiempo soñando con hacerlo. Caí de espaldas sobre la encimera,
retorciéndome y girando mientras la velocidad de sus manos se aceleraba.
Acarició mi cuerpo como si yo fuera una diosa, y vino a mi templo para 326
adorarme. Su voz gemía contra mi interior mientras su lengua se entrelazaba
con los movimientos.
Lo decía en serio.
También lo sentí.
—Yo... tú... —Tropecé con mis palabras, ya no era capaz de formar frases.
Caí en un estado de euforia mientras él me acercaba más y más a mi clímax.
—Eso es, Star, mantén tus ojos justo aquí —dijo, su voz se empapó de
atractivo sexual y pasión… Me gustaba cuando hacía eso. Me gustaba cuando
tomaba el control de mi cuerpo y mi alma.
Mío.
Todo mío.
Maldijo en voz baja mientras cerraba los ojos y apoyaba la frente en la mía.
Mi boca se abrió para hablar, pero las palabras eran un misterio que no
podía obtener mientras él me acercaba cada vez más a otro orgasmo. Cada
embestida parecía grabada para siempre, y cada roce estaba marcado para
siempre.
Envolví mis brazos alrededor de su cuello. Me levantó, permitiéndome
colocar mis brazos alrededor de su cintura mientras nos movía hacia la nevera.
Mi espalda se apoyó en el frío acero del frigorífico, y él empujó aún más
profundo, haciendo que todo el aparato vibrara con nosotros.
—Sí, sí, por favor —supliqué, sintiendo que mi sed de más aumentaba con
cada intensa embestida. Su boca se posó en la mía y separó mis labios con su
lengua. Nuestras lenguas se arremolinaron mientras nos besábamos como
animales hambrientos, sin querer perdernos ni una gota del sabor del otro.
—Te amo mucho, Star. Espero que tú también lo sientas. Espero que 328
sientas mi amor —susurró mientras su dureza se posaba en mi entrada.
No era tan salvaje como en la cocina. No, sus movimientos eran más firmes
y tranquilos mientras mantenía el contacto visual conmigo todo el tiempo.
Sentí que mi pecho se oprimía cuando me invadieron las emociones.
No sentí que nos despidiéramos cuando salió el sol. Sólo me sentí más
cerca de él. Nos imprimimos mutuamente en el alma, y la promesa de la
eternidad quedó preservada para los dos.
—Cualquier cosa.
329
—¿Puedes no quedarte solo? Deja que tus amigos y tu familia te cuiden
cuando los necesites, ¿de acuerdo? Cuando las cosas se pongan difíciles, no
afrontes esos problemas solo.
—Cualquier cosa.
Entrecerré los ojos. ¿De verdad me estaba ofreciendo eso? ¿Acaso la carta
era suya ahora? Me hubiera venido muy bien una carta de mamá en este
preciso momento. Últimamente me sentía tan distante de ella. Ni siquiera los
amaneceres y las cartas de recetas parecían suficientes para animarme.
—Si cambias de opinión, házmelo saber. Sé que tienes a Starlet para que te
ayude a superar estos problemas, pero...
—Terminamos.
—¿Qué? 331
—Terminé con ella. Pensé que tenía demasiadas cosas en mi vida, y ya
arruiné la suya bastante. Por lo tanto, pensé que era mejor tomar caminos
separados.
—No tiene nada que ver contigo, Weston. Fue mi decisión. Nuestras vidas
están en dos lugares diferentes en este momento. Tengo que concentrarme en
la escuela y en mejorar. La suya tiene que estar en su vida. No pudimos
resolverlo.
Eso me hizo hacer una pausa porque también lo sentía. Una parte
estúpida de mí sentía como si mamá supiera que necesitaba amor, por eso me
envió a Starlet. Pero no podía poner en peligro su vida porque deseaba tenerla
cerca. Además, ella se sentía como una especie de manta protectora, algo que
me distraía de la depresión. Si realmente quería curarme, si quería mejorar, ser
mejor, necesitaba aprender a valerme por mí mismo. Tenía que sentarme con
mis demonios y permitirles que me contaran su versión de la historia mientras
yo les contaba la mía.
—Sí, supongo. —Él también se levantó y metió las manos en los bolsillos
de sus pantalones—. Oye, ¿Mi?
—¿Sí?
—¿Estás bien?
—No. Tengo que no estar bien por un tiempo. Volveré si es demasiado, pero
por lo demás, estoy deseando recibir esa carta dentro de dos meses.
—¿Y, Weston?
—¿Sí?
***
—¿Por qué demonios estás viendo Friends? —le espetó Henry a su nieto—.
¿No deberías estar viendo Blue's Clues o algo más de tu edad?
333
Bobby se inclinó hacia mí y susurró.
—No le hagas caso. No sabe realmente cómo ser genial. Todo lo que ve son
viejos episodios de Matlock.
—Sí. Pensamos que era la mejor opción —dije, tomando una bola de mi
helado de chocolate.
Me reí un poco.
—Vaya. No puedo creer que un chico como tú haya renunciado a una chica
muy sexi —comentó.
—¿Qué se supone que significa eso? —me quejé.
Se encogió de hombros.
Bobby continuó.
—Sí, pero tienes una voz fea. Puedo decir que tu aspecto concuerda —
bromeó.
—¿Sabe tu madre que está criando a una pequeña mierda? —le preguntó
Henry a su nieto.
Ni por asomo.
Starlet
Lo extrañaba.
—Está bien, compañera de cuarto, tengo una idea —dijo Whitney un día,
entrando con una canasta llena de cosas al azar. Había rotuladores,
purpurina, montones de revistas y cartulinas.
—Vamos a descifrar tu vida, una cosa cada vez, y haremos un tablero para
ello.
Me reí.
***
336
A medida que pasaban las semanas y la primavera despertaba a través de
las ramas de los árboles en ciernes, seguía extrañando a Milo todos los días.
Nada se hizo más fácil sobre ese hecho, tampoco. Aunque todo empezaba a
parecer normal de nuevo, la vida no parecía completa. Era como si me faltara
una parte de mí y no hubiera forma de recuperarla pronto.
Cuando llegó mayo, estaba un poco mejor. Eso fue hasta el Día de la
Madre, el día más difícil del año para mí. Me mantuve ocupada, tratando de no
pensar demasiado en ello. Papá me envió un mensaje diciéndome que me
amaba, y fue agradable verlo. Me estaba preparando una cena esa noche para
celebrar a mamá, lo cual sería genial. Solo deseaba haber recibido un mensaje
de texto de mamá también.
Whitney: Tienes que volver al dormitorio, ya.
—¿Qué?
—Me equivoqué con él. Estaba tan preocupada de que te lastimaran que
me perdí lo más importante. Sé que normalmente odio a los hombres pero... y
confía en mí, no puedo creer que esté a punto de decir esto, pero tal vez no
sean todos los hombres. Tal vez algunos son decentes. Tal vez algunos son
buenos, incluso.
—Tienes un regalo.
—¿Qué?
—Un regalo. Tienes un regalo. En la habitación.
Milo.
Mi mundo,
338
Sé que hoy es un día duro para ti, así que pensé en darte algo que lo haga
un poco menos difícil. Lo construí con un nuevo amigo mío. No es tan perfecta
como la de tu madre, pero espero que te guste.
Con amore,
Milo
Asentí.
—Es mi persona.
Pero no estaba segura de lo que significaba. No sabía cómo sentirme acerca
de todo. Habían pasado semanas desde que lo había visto, semanas sin una
sola palabra, y sin embargo esto me recordaba exactamente por qué amaba
tanto a ese hombre.
No sólo era mi persona, sino que era mi corazón. Era mi espíritu. Era mi
luz.
Iba a desmayarme.
Tomé la bicicleta, me puse el casco y salí a dar una vuelta para hablar con
el viento.
Refunfuñé.
Se encogió de hombros.
Me reí.
—No lo conoces.
—Quiero decir, lo ayudé a construir la bicicleta, así que hemos tenido una
buena conexión en las últimas semanas.
340
—¿De qué estás hablando?
—Hemos salido varias veces en las últimas semanas, así que me gustaría
pensar que lo conozco bastante bien.
—Sí.
—Bueno, nunca fui una exploradora, nena. Así que aceché a tu ex-novio.
Desde entonces lo visito una vez a la semana.
—Lo siento, pequeña. No podía soportar la idea de que ese chico estuviera
solo después de todo lo que pasó. Especialmente cuando puso la comodidad de
tu vida por delante de la suya durante sus momentos más difíciles.
—¿Manejaste durante más de dos horas de ida y vuelta cada semana para
venir a ver cómo estaba?
—Sí.
Papá dejó el cuchillo, tomó un trapo de cocina y limpió sus manos. Giró
hacia mí y sonrió.
Sin pensarlo, corrí a los brazos de mi padre y lo abracé con fuerza. Las
emociones se derramaron por mis ojos y rodaron por mis mejillas.
—Gracias, papá.
—Siempre.
Me abrazó de lado.
—Para ser justos, eres bastante antisocial, así que eso no es decir
demasiado —bromeó
Me reí.
—¿Debería acercarme a él? ¿O debería esperar un poco?
—Bueno, en realidad tengo una idea. Pero puede que la odies porque
tendrás que esperar un poco más.
342
Milo
—Te alegrará saber que aprobé el examen de matemáticas —le dije a Eric
cuando escuché pasos detrás de mí mientras me sentaba en el banco el viernes
por la mañana. Cada vez utilizaba mejor mis otros sentidos para sintonizar con
lo que me rodeaba. Cuando me giré para verlo, me detuve y vi quién estaba
parado a su lado—. Papá. ¿Qué haces aquí?
—Eric —grité.
—¿Sí?
Sonrió con la sonrisa de su hija, lo que solo hizo que extrañara más a
Starlet.
—Cualquier cosa por mi hija. Lo que significa cualquier cosa por ti.
Tomó asiento y me senté a su lado. Observé cómo sus dedos trazaban las
iniciales que mamá y él habían grabado en la madera. Sollozó un poco y se
aclaró la garganta.
—Treinta y cuatro días. —Enarqué una ceja—. Treinta y cuatro días sobrio.
Sé que no suena tan impresionante, pero...
—Me equivoqué, Milo. Dejé caer la pelota un millón de veces el año pasado,
y me disculpo por eso. Estoy buscando terapia y otras cosas para ayudar con
mi dolor. No quiero vivir así. No quiero sentirme así para siempre. Quiero estar
ahí para ti. Quiero descubrir cómo ser más fuerte para ti.
—No necesito que seas fuerte, papá. Lo entiendo... esto apesta y es duro,
pero no necesito que seas fuerte. Sólo necesito que estés aquí. Mamá estaría
bien con nosotros estando socavados de vez en cuando. Sólo que no creo que
ella hubiera querido que nos socaváramos solos.
—Eres un gran hijo, Milo. Siempre lo has sido, y siento no habértelo dicho
lo suficiente.
—Tú también eres genial, papá. Quiero que sepas que no te juzgaré por un
año malo cuando hubo diecisiete estupendos. Alguien me dijo una vez que no
éramos nuestros peores momentos. Me gusta creer que es verdad.
—¿Qué?
—Cuando viniste a visitarme al hospital y me pediste que me quedara
todos los días. Te escuche cada vez. Creo que esa fue la razón por la que pude
volver. Creo que fue gracias a ti, Milo. Fuiste tú, y siempre ibas a ser tú, quien
me trajo de vuelta. Fuiste tú quien salvó mi vida.
***
Star.
Mi Star.
Bajé la mirada hacia el diploma y lo abrí para ver el certificado que había
dentro. En su lugar, encontré un sobre. Una carta con las palabras Mi mundo,
escritas en la parte delantera.
Mi mundo,
El día de tu graduación.
Esta es probablemente una de las cartas más difíciles que he tenido que
escribir. Tengo lágrimas cayendo por mis mejillas mientras los escucho a ti y a tu
padre ver deportes en la sala de estar. Hay una tetera en el fuego y estoy
esperando que el silbido nos alerte a todos. Correrás hacia dicha tetera, me
servirás una taza y me preguntarás si quiero azúcar o miel.
Si estás leyendo esta carta, significa que me he ido del reino físico, pero
quiero que sepas que estoy a tu lado en cada paso que das.
Quiero que sepas que entiendo si el año pasado fue duro para ti. Quiero que
sepas que, pase lo que pase, estoy orgullosa de ti. Podrías haberlo arruinado un
millón de veces. Podrías haber fracasado una y otra vez. Podrías haberte
drogado, bebido, y desmoronado repetidamente, y aun así estoy tan orgullosa de
ti, Milo, porque aun así llegaste hasta aquí. Hasta el día de hoy.
No sé cuáles son tus próximos pasos. Simplemente sé que vas a estar bien,
porque te conozco, hijo. Conozco tu corazón y cómo late. Conozco lo bueno de tu
alma y la bondad de tu espíritu. Vas a estar bien. Vas a ser más que eso. Serás
grande.
Así que ahora me gustaría darte algunos consejos maternales para ayudarte 348
en tus años venideros. Y oh, cómo espero que sean los años más coloridos de tu
vida, llenos de tanta comodidad y alegría.
Consejos de mamá:
Come verduras. Sé que las coles de Bruselas son asquerosas, pero son
buenas para ti. Y asegúrate de usar hilo dental todas las noches. Está bien,
cada dos noches. No quiero presionarte.
Haz, nuevos amigos, y aférrate a los viejos que fueron pacientes mientras te
curabas. Abrázalos un poco más fuerte que a los demás. Y cuando te necesiten,
aparece por ellos. Sé su pilar como ellos fueron el tuyo.
Enamórate. Por favor, hazlo y permite que sea complicado. Enamórate rápido
y profundamente. Lucha por ese amor y sé su ancla. Permítete el espacio para
sentir las cosas profundamente. Di las palabras te amo tanto como puedas.
Nunca sabes cuándo será la última vez, y prefiero que ahogues a una persona
en amor a que dejes pasar los momentos en silencio.
Esta podría ser la parte más importante de todo. Ámate, Milo. Por favor, por
favor, por favor ámate. No hay nadie que merezca más ser testigo de tu amor que
la persona que te devuelve la mirada en el espejo.
Adjunto la última tarjeta de recetas que tengo para ti. Espero que te hayan
reconfortado en algunos de tus momentos más difíciles. Lo único que te pido es
que la hagas un domingo y te sientes en una habitación llena de toda la gente a
la que amas. Quiero que comas, que disfrutes de la comida, que rías, que
bromees y que estés vivo.
Quiero que hagas tus propias recetas de vida. Crea recuerdos únicos a tu
manera. Expándete. Prueba cosas nuevas. Fracasa. Vuelve a intentarlo. Eres el
hijo más extraordinario que he tenido la bendición de conocer, y sé que hagas lo
que hagas con tu vida, será delicioso.
349
Mamá
—Gracias, mamá.
***
—¿Así que me estás diciendo que hoy te graduaste, crees que viste a tu
sexy ex novia, el amor de tu vida, entre la multitud después de construirle una
bicicleta con su padre, y decidiste que querías venir a comer helado con el
gruñón de Henry y conmigo en vez de ir a verla? —preguntó Bobby mientras
estábamos sentados en la heladería.
Me reí un poco.
—Lo soy —convino Henry—. Pero el chico tiene razón. Eres un imbécil.
—Está bien, pero tú lo pediste. Creo que es estúpido que pensaras que
tenías que alejar a alguien para descubrir tu mierda. Mi madre siempre decía
que el sentido del amor era que las personas no tuvieran que hacer las cosas
felices o tristes solas. Y aquí estás, eligiendo hacerlo solo. Eso es estúpido.
Abrí la boca para refutarle, pero no se me ocurrió nada, así que seguí
llenando mi boca de helado.
—El chico tiene razón, imbécil —convino Henry—. Ni siquiera sé por qué
sigues sentado aquí.
—Mi padre tuvo que hacer unos recados antes de que me recogiera aquí
para mi cena de graduación, así que estoy bastante varado. Además, si estaba
soñando despierto con verla allí, ya está de vuelta en Chicago quedándose con
su padre durante el verano.
—Uber, Milo. Toma un maldito Uber —dijo Bobby como si fuera lo más
fácil del mundo.
Me reí.
—¿A Chicago?
—Es muy fácil. ¿Estás seguro de que hoy te graduaste del instituto? Estás
actuando como un tonto —dijo Bobby.
—Hola, Mi. ¿Estás listo para irnos? Tengo todo listo para la cena. Incluso 351
tengo tu regalo de graduación esperando afuera.
—¿Un regalo? No tenías por qué hacerlo. ¿Podemos cambiar también los
planes de la cena? Esperaba que pudieras llevarme a Chicago.
—Hay una chica atractiva —dijo Bobby—. Y Milo está enamorado de ella.
—Perdón, ¿qué?
—Te compré una casa rodante. Sé que de pequeño hablaste de querer ver
los estados y viajar mucho, así que pensé que era un buen momento para darte
la oportunidad durante estos próximos meses de verano.
—Maldición... no, hijo. No puedo hacerlo. Acabo de empezar en ese nuevo 352
puesto y ni siquiera pensé en eso. Lo siento. Supongo que es un regalo
bastante malo.
—Si necesitas un chófer, estoy bastante abierto este verano —dijo una voz
mientras abrían la puerta de la casa rodante. Levanté la vista y vi a Starlet de
pie con la sonrisa más grande—. Eso si estás de acuerdo con mis habilidades
al volante.
Mi mirada iba y venía entre papá y ella mientras intentaba entender lo que
estaba pasando. No sabía si estaba soñando despierto otra vez o no.
Asintió.
—Ella está aquí. Así que será mejor que vayas a saludarla.
Corrí hacia ella y tomé sus manos en un apretón tembloroso. Mi frente se
apoyó en la suya y cerré los ojos.
—Hola —exhalé.
—Está bien. Fue bueno para mí. Todavía estoy aprendiendo mucho sobre
mí misma, pero lo mejor que aprendí es que quiero aprender esas cosas
contigo.
—No puedo creer que lleves dieciocho horas cocinando esta salsa —dijo
Starlet mientras se paraba detrás de mí en la cocina. Envolvió sus brazos
alrededor de mi cintura mientras revolvía la salsa.
Abrió la boca y probó la salsa. Supe que era perfecta cuando gimió más
que nunca conmigo entre sus piernas.
—Vas a tener que hacer esto para mí todos los domingos. Espero que lo
sepas, ¿de acuerdo?
A los pocos minutos empezó a llegar gente. El padre de Starlet apareció con
sus empleados de Inked. Whitney trajo una tarta de gelatina. La familia de
Weston vino con una ensalada, y todos mis amigos vinieron con su apetito.
También trajeron a algunos de sus familiares.
A mamá le habría encantado lo llena que estaba la casa de gente otra vez.
De risas, de cariño, de amistad. 355
Después de que terminó de hablar con Eric durante unos minutos, salí con
papá, sintiendo la cálida brisa que recorría la noche.
—¿Seguro que estarás bien este verano sin mí? No quiero que estés solo.
—No te preocupes por mí. Voy a estar bien. Además, Weston y Eric ya me
informaron que no me van a quitar los ojos de encima durante mucho tiempo
—bromeó—. ¿Sabías que voy a ir Chicago a tatuarme con Eric?
—Tatuajes, ¿eh?
Se rio.
—Otros lo llamarían sanación —dije—. Así que sigue haciendo eso, papá.
Sigue sanando.
La comida fue un éxito. Pudimos enviar a todo el mundo con las sobras,
como había hecho mamá. Starlet incluso preparó paquetes con galletas de
chocolate para todos. Había aprendido que le encantaba hornear.
—Te amo—juré.
Mientras el sol se alzaba sobre nosotros, no pude evitar sentir que nuestra
aventura apenas comenzaba.
***
Un mes después
—¿Cómo puede ser esto real? —le pregunté a Starlet cuando 357
terminábamos de llegar a la cima del Gran Cañón. Llevábamos treinta y dos
días de viaje por carretera y habíamos visto treinta y dos amaneceres juntos,
además de muchos atardeceres. El viaje estuvo repleto de lugares hermosos y
también de cosas raras. A Starlet no le gustó mucho el sendero Doll's Head
Trail, en Georgia, donde se exhibían cabezas de muñecas y partes del cuerpo
embarradas y espeluznantes a través de los oscuros bosques de parches.
Aunque ayudaba a guiarme por los senderos, en ese parque agarró más fuerte
mi brazo. Dinosaur World, en Kentucky, fue otro momento destacado.
Verla bailar por las calles del Barrio Francés de Nueva Orleans fue para mí
uno de los mejores momentos de todo el viaje. Ver lo libre que se volvió Starlet
cuando se unió a una banda de música aleatoria que recorría Bourbon Street
fue lo mejor del mundo. Puede que no supiera exactamente qué iba a hacer con
su vida, pero aquel verano sabía cómo ser libre.
—¿Me viste bailar con el baterista? —preguntó con los ojos muy abiertos de
alegría.
Sonreí y la atraje hacia mí, besando su frente.
—Te vi.
Y lo hice. La vi. Vi cada parte de ella con los ojos abiertos y cerrados. El
aura de Starlet era tan brillante que no podría no haberla visto aunque lo
hubiera intentado. La sentía en cada parte de mí. Algo en ella hacía que los
días oscuros fueran mucho más brillantes.
—Perfecto. Sigue ahí de pie. Haz algunas poses —dije. Hizo lo que le pedí y
tomé unas cuantas fotos más antes de dejar la cámara—. Bien, ahora gira
hacia mí para que pueda tomar algunas fotos de tu rostro.
—Te amo, Star. Te amo de una forma que ni siquiera sabía que existía. En
pocos meses llegaste a mi mundo y cambiaste mi vida al revés. Me salvaste de
la desesperación, me enseñaste lo que era el amor incondicional y eres la mejor
persona que he conocido, y quiero pasar el resto de mi vida amándote
plenamente. Quiero ser tuyo el resto de mi vida, y quiero que tú seas mía. Así
que... —Me reí nerviosamente, sacudiendo la cabeza para intentar evitar que
las lágrimas cayeran por mis ojos—. ¿Cásate conmigo? Cásate conmigo,
Starlet, y persigamos el sol el resto de nuestras vidas.
—Sí —exclamó, con lágrimas rodando por sus mejillas—. Por supuesto, me
casaré contigo.
La vida no siempre sería perfecta, pero sabía que sería segura con nosotros
juntos. Me di cuenta de que eso era todo lo que necesitaba de la vida. No
necesitaba perfección, necesitaba seguridad, y Starlet lo había sido para mí.
Ella era el lugar más seguro en el que aterrizar, y mi único objetivo era ser
también el suyo. En los días buenos, encontraríamos alegría. En los días
malos, descubríamos consuelo el uno en el otro. Estaba agradecido por eso y
por lo que Starlet me enseñó durante todo el tiempo que pasamos juntos. Que
sin importar qué, todo iba a salir bien.
359
Starlet
—No puedo creer que te vayas a casar —dijo Whitney mientras terminaba
de servirnos las mimosas.
Bostecé una vez con el vestido de novia puesto, lo que hizo que Whitney me
señalara con el dedo. 360
—¡No! Nada de bostezos. Te dije que deberías haber tomado una siesta
reparadora como yo.
—Es justo, viendo que hoy es el día más importante de tu vida. —Sonrió de
oreja a oreja—. ¡Hoy es el día más importante de tu vida!
Puede que las ceremonias matutinas no fueran la idea que todo el mundo
tiene de una boda perfecta, pero ¿Cómo íbamos a casarnos sin el amanecer
mirándonos? ¿Cómo íbamos a casarnos sin el viento rozando nuestras
mejillas? Necesitábamos a nuestras madres en el mejor día de nuestras vidas.
—Y tal vez esto puede funcionar como tu algo nuevo. —Se acercó a mí
mientras yo me sentía un poco desconcertada. Agitó el sobre en el aire—. Ana
le dejó otra carta a Weston para que la entregara en este día tan especial, y le
pregunté si podía ser yo quien te la entregara.
Mi corazón empezó a latir rápidamente al darme cuenta que en sus manos 361
había una carta de la madre de Milo, una carta escrita para mí.
—No puedes decir que no llore y luego decirme cosas así, Jacob.
—Lo siento. Es sólo un gran día. Durante mucho tiempo pensé que sólo
seguiríamos adelante Milo y yo. Afortunadamente, el mundo también me trajo
una hija. Disfruta de la carta, y te veré pronto.
—¿Jacob?
—¿Sí?
Sonreí.
—Por supuesto.
El mundo de mi mundo,
Te debo muchas gracias. Gracias, hija mía. Gracias por amar a mi hijo.
Gracias por estar ahí para él cuando es fácil y difícil. Gracias por ser su mejor
amiga y su otra mitad. Mi hijo está lleno de tanto amor en su corazón, y sé que
elegiría a la mejor de las mejores para compartir su amor.
362
Mi amor por ambos es infinito, y espero que lo sientan mucho después del
"sí, quiero".
Cómete un trozo extra de pastel por mí, y asegúrate de que tu vida con Milo
sea igual de dulce.
Con amore,
Tú suegra
Leí la carta varias veces, estudiando cómo Ana ponía los puntos sobre las
íes. Estudié las curvas de su caligrafía y el amor que dejaba en cada palabra.
Me asombraba cómo se podía sentir tanto el amor de alguien cuando no estaba
físicamente allí.
—Muy bien, Star. Es hora del espectáculo. Todos los demás ya están junto
al agua, esperando a que llegue la novia. ¿Estás lista para ir al lago?
Nunca estuve tan preparada para algo en mi vida.
—La veo en cada pedazo de ti. Eres nuestro mayor sueño hecho realidad, y
es un honor ser tu padre y entregarte hoy al amor de tu vida. —Me abrazó con
fuerza—. ¿La sientes? —susurró—. ¿La sientes en el viento?
Lo hice.
Cuando llegamos hasta él, papá estrechó su mano y luego abrazó a Milo.
Papá susurró algo en su oído que hizo que Milo sonriera ampliamente y
abrazara a papá aún más fuerte. Cuando se soltaron, tomé la mano de Milo y
di un paso adelanté.
—Hola —susurré.
Nuestras vidas en los últimos años han sido todo un viaje. Después de
nuestro épico viaje por carretera, decidimos que no estábamos preparados para
abandonar nuestra aventura. Terminé la carrera universitaria, pero después no
me dediqué a la enseñanza. Milo y yo decidimos darle una oportunidad a
nuestros verdaderos sueños, y empezamos nuestro blog de nuestros viajes. Nos
presentamos al mundo, compartiendo nuestros altibajos en la vida. Milo
compartió su yo más auténtico con el mundo, creando conciencia sobre la
ceguera y mostrando cómo su diagnóstico no era una sentencia de muerte. Era
simplemente un nuevo capítulo de su historia. Su historia era cien por cien
suya, y en qué hermosa historia se estaba convirtiendo.
Sabía que probablemente a los demás les parecía una locura que los dos
viajáramos en una casa rodante y nos ganáramos la vida subiendo vídeos a
Internet, pero nos sentíamos más nosotros mismos que nunca. 364
Y ahora, mientras estábamos allí, a segundos de decir "sí, quiero", no podía
evitar sonreír ante la idea de todas las aventuras que nos esperaban.
Mientras Milo sujetaba mis manos entre las suyas, el sol salía al
pronunciar sus votos.
A partir de ese día, todo lo que quise fue un poco más de él cada día
durante el resto de mi vida. Quería sus primaveras lluviosas y sus otoños
frescos. Ansiaba sus días de verano y sus noches de invierno. Quería más de él
y más de nosotros.
Eso era todo, y eso era todo lo que necesitaba desde ahora hasta siempre.
365
Milo
Reí entre dientes. Estaba de pie junto a la olla que se calentaba sobre un
fuego de leña mientras Ana tomó mi cámara del trípode y se apresuraba hacia
mí para filmar nuestra cena. Recientemente había cumplido siete años y estaba 366
a punto de convertirse en la mejor camarógrafa del mundo. Al menos, eso me
decía. La mitad de las veces, sus sujetos ni siquiera aparecían en las tomas,
pero estaba decidida a mejorar cada vez más. No tenía duda de que ella
también lo haría. Llevaba en la sangre el empuje y la perseverancia.
Sus rizos salvajes estaban por todas partes mientras el sol se ponía sobre
nuestras cabezas. Aquella mañana, Starlet tuvo una gran batalla con Ana esa
mañana sobre el cabello de nuestra pequeña. Starlet se rindió después de un
rato. Estar embarazada de ocho meses y medio, sólo le daba fuerzas para lidiar
con una niña quisquillosa de siete años. Algunos días, el cabello desordenado
era la mejor opción.
—¿Qué te he dicho sobre quitar la cámara del trípode? —le pregunté a Ana.
Le di un codazo.
—¿Qué? No. Dije que no lo hagas porque está muy embarazada y cansada.
—Es lo mismo.
Le di un toque en la nariz.
Ana refunfuñó mientras arrastraba los pies con la cámara aún en la mano.
La giró hacia ella y dijo:
—Esto es ser una niña. No puedo esperar a ser mayor y poder hacer lo que
quiera.
—Puede que tengas que emplear toda tu fuerza para levantarme —advirtió.
Sonreí.
Se rio.
—Ella tiene tu risa —dije, acercando mis labios contra los de Starlet—. Me
encanta que Ana tenga tu risa.
—No hagas eso, Milo. Estoy demasiado embarazada para que seas tan
dulce.
Gimió de placer.
—Sí, justo ahí. —Cavé más profundamente y siguió gimiendo—. Sí, sí, sí,
más, más, más.
Me reí.
—Ves, esos sonidos son exactamente como terminamos con otro niño.
—No debería ser tan bueno con las manos, Sr. Corti.
—¿Qué puedo decir? Puede que no sea bueno en todo, pero soy genial con
mis manos.
Aquella noche cenamos los tres y después fui a arropar a Ana a la cama.
—¿Papá?
—¿Sí?
Besé su frente.
—Sí, pero te amo más a ti. Te amo a ti, mi Ana Rosa. Nunca podría amar
más a alguien. —dije con las mismas palabras que mamá solía decirme cuando
era niño—. Ahora, duerme.
—De acuerdo, papá —volvió a bostezar antes de cerrar los ojos. Besé su
frente una vez más antes de dirigirme a mi dormitorio, donde Starlet ya estaba
en la cama, abrazada a su almohada, acostada boca arriba.
—Bien. Hoy se ha portado muy bien. Mi pequeña revoltosa, pero aun así.
Nuestra pequeña.
Me incliné y la besé.
—Seguro.
—Eso no es verdad, pero estoy demasiado cansada para discutir, así que
está bien.
Está bien.
Brittainy Cherry lleva enamorada de las palabras desde que respiró por
primera vez. Se licenció en artes escénicas y escritura creativa en la
Universidad de Carroll. Le encanta participar en la escritura de guiones, actuar
y bailar -mal, por supuesto-. El café, el té chai y el vino son tres cosas que, en
su opinión, toda persona debería tomar. Cherry vive en Milwaukee, Wisconsin,
con su familia. Cuando no está haciendo un millón de recados y escribiendo
historias, probablemente está jugando con sus adorables mascotas.
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