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Tolola
Vickyra
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Tolola
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Soy el tipo de chica que ha renunciado a los cuentos de hadas. Así
que cuando Beck, el nuevo asistente en mi trabajo, comienza a tontear
conmigo, sé que no debo tener esperanzas. Los felices para siempre no son
para lag ente normal. Aprendí eso a la fuerza.
¿Pero cómo se puede esperar que resista a un hombre que cita a
Austen, al que le encanta hacerme reír, y parece que es todo lo sexy y bueno
que existe en el mundo?
Es solo que hay mucho más en él que eso.
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¿El dueño de mi corazón, el hombre por el que me he mudado a medio
país de distancia, que me pone el mundo a los pies para convencerme de
que no me vaya nunca? Sí. Sí. Sí.
El bar está muy lejos del agua. También carece de la lista de vinos o
cervezas artesanales que tienen otros bares más de moda de la zona de
Santa Mónica. Nuestra clientela refleja esto. Hemos tenido una noche muy
ocupada con la multitud habitual que entra junto con los turistas en busca
de cerveza barata, música alta y televisores de pantalla grande.
Los habituales y los que quieren servicio este siglo se sientan en mi
sección. Mis propinas están bien. Soy educada y afable sin ser demasiado
familiar. Es una línea muy fina. Sin embargo, algunos imbéciles nunca
entenderán que ser camarera no significa que estés ahí para su gratificación
sexual. Esta noche, el nombre de ese gilipollas es Phil.
—Aquí tienes, dulzura—dice mientras deja caer el billete de veinte
dólares al suelo—. Ups. Qué torpe soy.
Este no es un juego nuevo. Mantengo la sonrisa en mi cara mientras
recojo el dinero. Me agacho, con una mano sosteniendo mi camisa en su
lugar para evitar regalarle al imbécil un vistazo de mi generoso escote, un
hábito común entre las camareras. Pero no hay nada que pueda hacer para
evitar que mis vaqueros negros, los colores oscuros hacen juego con mi alma
y es importante usar accesorios, se ajusten sobre mi igualmente generoso
trasero. Lo más probable es que verme hacer esto sea lo más cerca que este
hombre esté de acción real. Phil es un triste saco de mierda.
—Quédate con el cambio —dice, lamiéndose los labios.
Por muy tentador que sea golpearlo en la cabeza, sonrío y me voy.
—No —dice una voz profunda detrás de mí.
Luego viene el chisporroteo indignado de Phil.
—¡Quítame las malditas manos de encima!
—No la toques. —El agarre de Beck en el brazo del imbécil es feroz. Y
Phil no es rival para el chico nuevo—. No sin su permiso.
—No iba a...
—Sí ibas.
—¿Cuál es el problema? —Rob aparece con la cara roja por haber 10
sacado su trasero de detrás de la barra en un apuro—. Beck, Jesús, déjalo
ir. Phil, amigo, ¿estás bien?
—Este idiota acaba de asaltarme. —Phil se hincha, frotando las
marcas rojas de su brazo—. Casi me arrancó el brazo.
—Iba a agarrarle el culo —dice Beck, con la voz tensa.
—¿Hablas en serio? —Rob mira al cielo—. Solo estaba jugando. La
chica sabe aceptar una broma, ¿verdad?
La chica, yo, solo suspira. Luego sonrío. Una sonrisa no parece una
mentira en el esquema general de las cosas. Pero los ojos de Beck se abren
de par en par por sorpresa. ¿Qué demonios esperaba? Necesito este trabajo.
—Lo siento mucho, Phil —dice Rob—. No volverá a suceder.
—Mejor que no. —El imbécil reúne su orgullo herido y se dirige hacia
la puerta. La gente que nos rodea vuelve a beber. Se acabó.
—Si vuelves a hacer ese tipo de cosas, estás despedido —gruñe Rob—
. Ese tipo es un cliente valioso. Está todas las noches gastando dinero y
dando buenas propinas, ¿entendido?
Beck solo asiente.
Y yo, con los dientes apretados, vuelvo al trabajo.
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C
uando entró en el trabajo al día siguiente, sentí que podía
respirar de nuevo. Como si hubiera estado preparándome,
esperando que desapareciera, esperando que me decepcionara.
No quiero sentirme así. No quiero estar tan metida en esto. No es prudente.
Y me vestí para él, más o menos, pero también para mí misma.
Sesenta/cuarenta, tal vez. No lo sé. Pero uno de mis conjuntos favoritos es
un par de vaqueros ajustados que me abrazan el culo y una blusa negra de
manga corta con cuello alto. Me hace sentir elegante, especialmente con mi
pelo trenzado y pequeños pendientes de aro de plata.
Estoy fatal con este chico. Que Dios me ayude.
Y, oye, las probabilidades de que pierda el interés son buenas. Que se
distraiga con una de las chicas que frecuentan el bar o algo así. El Señor
sabe que recibe suficiente atención. No es que lo haya estado observando
toda la noche. Pero lo estuve observando toda la noche. ¿Qué puedo decir?
Es muy observable. O tal vez se harte del lugar y de su estúpida gestión y
se vaya. ¿Quién podría culparlo? Y, aun así, después de la hora de cierre,
cuando solo estamos él y yo...
—¿Te importaría deshacerte de esto por mí, por favor, esposa? —
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pregunta, depositando una colección de números y nombres garabateados
en trozos de posavasos, fichas y otras tiras de papel en la barra.
—¿Seguro que no quieres quedarte con ninguno?
—No.
—Bien. —Los arrugo con mis manos y los tiro a un contenedor de
basura—. ¿Por qué siento el hecho de dármelas como una declaración de tu
parte?
—Porque lo es —dice— A veces es importante no solo hacer lo correcto,
sino también ser visto haciéndolo.
—Hm.
—Esa es una sabiduría de mi madrastra.
—¿Son cercanos? —pregunto.
—Sí. Razonablemente. —Se da la vuelta—. Como dije, familia
complicada.
—Sin embargo, debes echar de menos a algunos, ¿verdad?
—Claro. —La forma en que dice esto es menos que convincente—.
Algunos.
—¿No te sientes solo, moviéndote de ciudad en ciudad?
Durante un largo momento, solo me mira. El indicio de tristeza en sus
ojos da paso a otra cosa. Felicidad o esperanza, tal vez. Es difícil de decir.
Beck es un misterio que anhelo desentrañar.
—No cuando estoy contigo —dice—. Cuando estoy contigo, esposa,
estoy exactamente donde quiero estar.
—Qué buena línea para ligar.
Sonríe y apoya la escoba en una mesa, apoyando los codos en la barra.
—¿Tienes algún número de teléfono del que tengas que deshacerte?
No hay presión.
—Ja. Sin presión. —Sonrío— Pero no. No acepto números.
—Espero que aceptes el mío. Si tuviera teléfono.
—¿No tienes un teléfono?
—No. —Sacude la cabeza—. Cuando tienes teléfono, la gente con la
que no necesariamente quieres contactar puede hacerlo y es un camino
empinado hacia el infierno.
—Ah.
—Si solo fueras tú mandándome mensajes sexis estaría bien. Pero
inevitablemente no lo estaría. —Y con estas palabras se coloca su máscara 24
una vez más. Como anoche en el restaurante cuando se quedó en blanco y
distante. Solo que esta vez tiene la mandíbula rígida. Parece que lo que está
tratando de superar no ha quedado atrás todavía. Pero supongo que eso
podría decirse de la mayoría de nosotros y de nuestro bagaje emocional.
Odio verle herido o disgustado.
—Si tuvieras teléfono definitivamente aceptaría tu número.
Su sonrisa de respuesta es la lenta y sexy. Hace que mis rodillas se
conviertan en agua.
—Me alegra mucho oír eso, Alice. ¿Qué tal un trago?
—No es un problema. ¿Qué te gustaría?
—Lo que sea que tomes tú.
—¿Vamos a tomar un trago juntos? Muy bien, déjame ver. —Preparé
dos vasos de shot y vertí el tequila plateado Don Julio. Si no hubiera limpiado
ya la mayor parte del bar nos habría hecho margaritas. Pero tal vez en otro
momento. Es una cálida noche de verano y el tequila se siente bien.
—No andas con minucias —dice.
—Nada dice que vas en serio como el tequila. —Cada uno de nosotros
escoge sus vasos, y brindamos juntamos antes de beberlos de golpe. El licor
calienta mi garganta hasta el fondo. Los shots son siempre un poco
peligrosos. Pero, bueno, todo lo de este hombre parece peligroso. Para mi
cabeza, mi corazón y mis entrañas combinadas.
Hace una pequeña reverencia.
—Ahora me gustaría pedirte bailar.
—¿Estás seguro de que estamos ahí ya? ¿Qué dicen las reglas?
—Como bailar es básicamente abrazar y mecerse un poco,
estrictamente hablando, seguiríamos estando de acuerdo con las reglas. Es
decir, siempre y cuando puedas contenerte para no intentar agarrarme el
culo.
—Bueno, haré lo que pueda. Pero no prometo nada.
—¿Puedo ver tu lista de reproducción por favor, esposa?
Le paso mi teléfono, yendo al otro lado del bar. Se toma su tiempo
seleccionando una canción, sonriendo, frunciendo el ceño e incluso
resoplando ante algunas de mis opciones de música. Juzgando, ¿mucho?
Finalmente, "You're the One" de Greta Van Fleet comienza a sonar en el
sistema estéreo. Realmente no puedes superar una balada de rock lento.
Tiene buen gusto. Y me quedo ahí como una idiota, sin ganas de hacer el
primer movimiento. De nuevo, simplemente abre los brazos como invitación.
—Trataré de no pisarte los pies —bromeo, acercándome a él.
—Pisa todo lo que quieras. Puedo soportarlo.
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Dónde tocarlo... sus anchos hombros parecen la opción más segura,
así que descanso mis manos ligeramente allí. Mientras tanto, desliza sus
brazos alrededor de mi cintura. En el momento en que lo toco entro en su
espacio personal, y ya no es incómodo. Es emocionante y estremecedor y
mil cosas más. Pero no es incómodo.
—No te olvides de dejarle espacio a Jesús —dice.
Solo que no lo hacemos. Con cada movimiento de nuestros cuerpos
nos acercamos más hasta que cualquier figura espiritual tendría problemas
definitivos para ponerse entre nosotros. Pero me imagino que Jesús tiene
mejores cosas que hacer a esta hora, de todos modos. Después de una larga
noche en el trabajo, me duelen los pies y probablemente huela
sospechosamente, pero nada de eso importa. Mi corazón late fuerte y sus
brazos me rodean. Estoy exactamente donde quiero estar. Nunca habría
pensado que mi lugar de trabajo tuviera un toque romántico. Solo que
estamos él y yo solos otra vez. En cualquier lugar, eso sería suficiente.
"All of Me" de Billie Holiday aparece y no nos detenemos ni hablamos.
Solo seguimos moviéndonos con la música. Mis manos se arrastran hasta
la nuca, donde tiene la piel desnuda y caliente al tacto. Sus ojos son del más
asombroso tono de color avellana del mundo. Como una tonta enamorada,
podría mirarlos fijamente durante horas. No creo que haya bailado
lentamente con alguien desde el instituto. No me malinterpretes, ha habido
momentos memorables en mi vida adulta. Me han dado rosas y me han
llevado a restaurantes poco iluminados. Pero estar aquí con él se está
convirtiendo rápidamente en el máximo romance.
La siguiente es "Lover" de Taylor Swift, y seguimos bailando. No
intenta besarme, así que yo tampoco hago ningún movimiento. No hay
necesidad de más por ahora. Hacer esto, estar tan cerca, es hermoso. Quiero
unos cien momentos más como este con él. Posiblemente muchos más.
Cuando la música se detiene, nos quedaremos quietos gradualmente.
Y hay un momento en el que solo estamos él y yo y la ciudad que nos rodea
parece perfectamente silenciosa. Qué bueno es estar simplemente en sus
brazos y tener toda su atención. Saber que, tal vez, solo tal vez, estoy a salvo
aquí con él. Las cámaras de mi corazón se llenan con él, una por una, y es
maravilloso y aterrador.
—Eso estuvo bien —dice en voz baja.
—Sí, lo estuvo.
Baja la mirada, examinando la forma en que nuestros cuerpos están
presionados juntos.
—El niño Jesús se horrorizaría.
—Odio a los dioses infantiles decepcionantes. 26
—Sabes, dentro de cincuenta años vamos a mirar atrás a esta noche
y te vas a arrepentir de no haber aprovechado la oportunidad de tocarme —
dice—. Solo ir por ello y agarrar mi entrepierna como si fuera tuya.
—Oh, Dios mío, Beck —me río—. Ese fue un momento romántico
perfecto y lo mataste.
—¿Lo hice?
—Muerto y enterrado.
Se rasca la cabeza.
—Bueno, mierda. Solo estaba siendo honesto.
—Por supuesto que sí.
Con una sonrisa, da un paso atrás. Lo extraño inmediatamente. El
calor y la sensación de él. Tal vez debería haberlo llevado a casa anoche.
Aunque este ritmo más lento tiene una dulzura y un calor que no puedo
dejar de disfrutar. A pesar de las locuras que salen de su boca y los locos
anhelos que me inspira con solo existir. Maldito sea el hombre.
—Bueno —dice.
Se me pone la carne de gallina por la forma en que me mira. Como si
no solo fuera la única mujer en la habitación, que lo soy, sino posiblemente
en todo el maldito planeta. Como he mencionado antes, su atención es
adictiva.
—¿Qué tal si hago la limpieza y luego te llevo a una segunda cita al
restaurante? —pregunta—. A ver si puedo devolver el romance a nuestra
floreciente relación a largo plazo.
—Una segunda cita, ¿eh?
—Es un gran paso, lo sé. Pero creo que estamos listos. ¿Qué piensas?
Asiento, y mi estómago se pone del revés.
—Hagámoslo.
¹En inglés, desastre se dice hot mess, que literalmente significa “desastre caliente” o
“desastre sexy”, de ahí el juego de palabras.
²Parte de la letras de la canción, que traducida significa “Como y/o lujuria en sus ojos y
salsa de tomate en sus labios.
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—Q ué bonito el táser —dice Beck, de pie fuera del hangar,
con las manos en los bolsillos de sus pantalones de traje
negro. Sus zapatos oscuros son brillantes, su camisa es
blanca, y su corbata negra está torcida. Su cabello sigue siendo un poco
largo, pero con un estilo ingenioso. Con ropa elegante con el tatuaje
cubierto, el efecto general de él es bastante diferente. Un poco intimidante,
incluso—. ¿Ya lo has usado con alguien?
—Todavía no.
—¿No? —pregunta—. Bueno, el día aún es joven y no has conocido a
mi familia.
Con cuidado, termino de bajar las escaleras del reluciente jet privado
con el táser en la mano. Smith insistió en que tuviera uno para que me
sintiera segura. Puede que me lo pensara dos veces después de que se
negara a darme el apellido de Beck porque no tenía permiso para revelarlo.
¿Y por qué diablos era su identidad un misterio? De todos modos, con mis
vaqueros negros con una camiseta y un cárdigan a juego, me siento
decididamente mal vestida. Pero, al estar cerca de Beck, me siento como si
no fuera nadie. Su cara está hecha para vallas publicitarias y pantallas de
televisión. Debería pedirle un autógrafo, sin pensar si el hecho de cruzar el 43
país en avión me convierte oficialmente en su novia. Y, sin embargo, aquí
estamos.
—¿Cómo estás? —pregunto.
—Estoy bien.
—¿De verdad? Porque está bien no estarlo.
Se encoge de hombros y me mira fijamente. Con su cara pálida y su
mirada apagada, parece que algo o alguien le ha estado chupando la vida.
Lo que esperarías de una persona que se enfrenta a una muerte en la
familia. Quiero tomar la espada y el escudo para protegerlo. Cabalgar en un
semental blanco como una princesa guerrera, etcétera. Pero no puedo
protegerlo de este dolor.
—Estoy mejor ahora que estás aquí —dice en voz baja.
Y yo estoy más que feliz de verlo. Lo estoy. Aunque han pasado
muchas cosas desde que dejara el trabajo ayer y la llegada de hoy a
Colorado.
Smith estaba ansioso por irse anoche o esta mañana temprano, pero
había un par de cosas que yo tenía que hacer. Dado que no tenía ni idea de
cuánto tiempo duraría esta aventura o de adónde me llevaría, necesitaba
cosas. Ropa, cosméticos, lo de siempre. Junto con la oportunidad de
entender lo que estaba pasando. Mi planta en maceta, Gretchen, necesitaba
ser puesta bajo el cuidado de la señora Flores y luego tenía que llamar a mis
padres y dar algunas explicaciones. Sus reacciones a que dejara mi trabajo,
permanentemente, y California, temporalmente, no fueron alentadoras. Pero
soy una mujer adulta y mis decisiones son mías. También insistí por mi
parte sobre lo que significan las mentiras de omisión de Beck sobre su vida.
Si son importantes. Si me debía la verdad sobre sus antecedentes antes.
Aunque, al final del día, no nos conocemos desde hace mucho tiempo, elegí
dar un salto de fe y subirme al avión.
—Bueno... ese avión tiene grandes y cómodos asientos de cuero y el
baño más elegante que he visto nunca —digo— El dormitorio tampoco
estaba mal. Así que supongo que la pregunta es, ¿cómo de buena es tu
fortuna exactamente?
Se agarra la nuca y aparta la mirada.
—No puedes decir que no te lo advertí.
—Hmm.
—Si elegiste no creerme no es realmente mi culpa.
—¿Es así?
—Me acercaría, pero tengo un poco de miedo de que vayas a usar eso
conmigo. —Asiente hacia la pistola paralizante—. ¿Cuáles crees que son las
probabilidades de que eso suceda? 44
—Probablemente bastante bajas. Te tengo mucho cariño, en realidad.
En el fondo.
Ladea la cabeza.
—¿Cuán en el fondo, exactamente? Solo por curiosidad.
—Tengo preguntas.
—Sé que las tienes. Pero, primero, ¿te importaría si...? —Con mucho
cuidado, me quita la pistola paralizante de la mano y se la pasa a Smith,
que pasa por allí. El conductor la coloca junto con mi maltrecho bolso de
viaje en la parte trasera de un Range Rover grande y brillante. Como todo lo
relacionado con esta versión de Beck, parece nuevo y caro. Está fuera de mi
rango de precios.
—¿Puedo tocarte? —pregunta.
—Me gustaría que lo hicieras.
Sus manos cubren los lados de mi cuello y sus pulgares se deslizan
suavemente sobre mi mandíbula. La forma en que me mira es... ni siquiera
lo sé. Es como si hubiera una masa de emoción dentro de mí tratando de
salir. El hombre me pone la piel de gallina por todas partes. Y, cuando sus
labios tocan los míos, todo es mejor y peor. Por un lado no es suficiente.
Quiero meterme a rastras bajo su piel. Meterme en su cabeza y encontrar
todas las respuestas que busco. Por otro lado, es jodidamente perfecto. Su
lengua en mi boca y mis manos en su bonita y limpia camisa. Explora mi
boca como si ya hubiera reclamado la propiedad y justo. Porque no estamos
haciendo esto a medias. Nuestras bocas se mantienen unidas con un
húmedo y hambriento beso que sigue y sigue. Seis días enteros de locura
fusionándose en este momento. Nada que no sea esto importa. Ambos
respiramos fuertemente cuando se detiene y apoya su frente contra la mía.
Puedo saborearlo en mis labios y es delicioso. Ninguno de los dos se deja
llevar.
—Hace tiempo que quiero hacer eso —dice, con voz baja y áspera—.
Me alegro mucho de que estés aquí.
—Yo también. Te he echado de menos.
Toma mi mano con la suya y me lleva hacia el coche. Su sonrisa ha
vuelto. Tal vez no sea tan amplia como la normal, pero está ahí. A pesar de
estar un kilómetro más arriba en cuanto a ubicación, respiro más fácilmente
estando con él. Por darnos la mano, y hay un entusiasmo o infantilismo en
él que es nada menos que encantador.
—Espero que no hayamos hecho sonrojar a Smith.
—¿Cuánto tiempo ha trabajado para ti?
—Ha estado con la familia desde que era niño.
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—Entonces estoy segura de que ha visto cosas peores.
—Alice —dice, con la nariz arrugada—, ¿insinúas que no fuiste mi
primer beso?
—No me atrevería. Por cierto, ¿cuántos años tienes?
—Veintiséis.
—Mucho tiempo para esperar un beso.
—Citando a nuestra querida amiga la señorita Austen: La distancia
no es nada cuando se tiene un motivo.
—Qué bonito.
—Gracias. —De un bolsillo trasero toma un par de gafas de sol Ray-
Ban y se las pone—. Aunque fue un primer beso bastante bueno. Puedo ver
cómo te puedes confundir.
Solo sacudo la cabeza.
—Dios, te he echado de menos.
—Bien. Eso es bueno.
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B
eck evita mis intentos de ir a la cama y despertarme para
atraerlo al sexo simplemente estando ausente. Se queda
despierto hasta tarde trabajando en la oficina y luego se va
cuando me despierto. Cuando le envío un mensaje, dice que está en el
gimnasio y luego se va directo al trabajo. Pero no cederé. Solo porque las
otras relaciones en las que ha estado hayan salido mal no significa que
nosotros lo vayamos a hacer necesariamente. Y no puede evitarme en el
colchón para siempre. Puede que sea grande, pero no tanto.
En cuanto a las emociones, nos sentimos más estables después de la
discusión de la noche anterior. Lo que no significa que no sea un riesgo
aterrador, pero aquí estamos. Todo es aterrador si lo miras mal. Pero quiero
seguir mirándolo y escuchándolo y acostarme a su lado durante mucho
tiempo.
Resultó que Selah había encontrado mi ropa y está en el vestidor junto
con todas las cosas nuevas. Gracias por eso. Tendré que recordar darle las
gracias. Aunque me molesta reconocer sus buenas acciones, después de la
historia de Beck de anoche y su participación en las maquinaciones del
padre. Hirió a mi novio. No es algo que vaya a olvidar pronto. 96
Aunque no me importa que me arreglen un poco, no me gusta que me
borren la versión original de mí. De hecho, hicieron un gran trabajo con la
ropa y las cosas. La mayor parte parece estar en los colores que me gustan
y no tan lejos de mi propio estilo que ya no me reconozco. Por supuesto que
me quitaría una extremidad antes de ponerme algunas cosas. Pero en
general los compradores personales saben cómo hacer su trabajo. Como es
de esperar de cualquiera que haya trabajado para Rachel, quien sabe
claramente cómo tomar el control de una situación.
Beck me dejó una nota diciendo que estaría ocupado hasta la tarde,
así que es hora de hacer turismo. Después de llamar a mi madre para
hacerle saber que sigo viva y sigo con Beck. También le doy la explicación
completa sobre su dinero y su familia. Está un poco asombrada, por decir
lo menos. Y es justo. Ni siquiera yo estoy segura de haberme hecho a la idea
de todo esto todavía.
Voy a la Plaza Larimer para mirar por ahí. Muchas boutiques geniales
y un restaurante italiano con una pizza increíble y un Rickey de pepino y
lavanda para morirse. Me encantan los cócteles anticuados que se han
vuelto modernos. Aquí es cuando mi móvil suena, alertándome de un
mensaje de texto.
Natasha: Hola.
Yo: ¡Hola! ¿Cómo estás?
Natasha: Trabajo, vida, bla, bla, bla. ¿Qué hay de ti?
Yo: Conocí a alguien, dejé mi trabajo, y tal vez me mudé a Denver.
Natasha: ¿Tal vez o te mudaste a Denver? Esto no es una declaración
intermedia. A menos que estés atrapada a mitad de camino en Utah.
Yo: Lo hice. Supongo que sí. El tipo que conocí es de aquí.
Y ahí es cuando suena mi teléfono.
—No puedo esperar a que me envíes un mensaje —dice Natasha, a
modo de saludo—. Necesito respuestas ahora. Así que finalmente le dijiste
a Rob que se lo metiera por el culo, ¿eh?
Solíamos trabajar juntas en el bar antes de que escapara a Nueva
York. Conoce el dolor que es Rob de primera mano.
—Lo hice —le digo—. Fue glorioso. Le llamé palabras groseras y todo
eso.
—¿Y ahora estás en Denver?
—Sí. Un tipo vino a trabajar al bar, llamémosle camarero sexy por el
bien de esta historia, y empezamos a coquetear y pasaron cosas.
—Bien.
—Entonces resultó que era rico y de Denver y tuvo que volver a 97
Denver, así que finalmente yo también fui allí y eso nos trae hasta ahora.
—Espera —dice—. ¿Es rico? ¿Cómo de rico?
—Mucho. Piensa en una gran familia rica y disfuncional con muchas
mansiones y negocios y yo no encajo.
—Pero él te quiere allí.
Yo sonrío..
—Sí. De todos modos, ¿cómo están las cosas contigo?
—Trabajo, tengo citas, tomo café. Lo de siempre. —Suspira—.
Cuéntame más sobre el rico ayudante de camarero. Eso es mucho más
interesante. Buen partido, por cierto.
—Por favor, no digas eso. —Suspiro—. No me propuse atrapar a un
tipo rico o algo así. Simplemente sucedió.
—Tienes razón. Lo siento.
—Es el mejor. Me gusta mucho.
—Estás usando lenguaje de escuela. Dame detalles. ¿Cómo te trata?
¿Cómo es en la cama? —Lanza preguntas rápidas—. ¿Cómo se llama?
—Genial. No es asunto tuyo. Y Beck Olson.
—Poniéndote en el altavoz para que pueda buscarlo.
—Bien. —Espero—. ¿Qué has encontrado?
—¿No lo has buscado tú misma? —pregunta—. ¿Qué te pasa?
—Ni siquiera sabría por dónde empezar a responder a esa pregunta.
—Revuelvo mi bebida con una pajita de papel—. Su madrastra me hizo un
cambio de imagen ayer. Ropa, cabello, maquillaje... todo el asunto.
—¿Por qué no suenas feliz? A la gente normal le encantan los cambios
de imagen. Especialmente cuando alguien más paga. —Hace un zumbido.—
. La ex prometida es guapa. Ya la odio.
—En realidad no es tan mala. Al menos ha sido amable conmigo.
—No me jodas, su madre es una supermodelo.
—Una locura, ¿verdad?
—Esto es salvaje —dice Natasha—. Oh, es un espécimen muy guapo.
Esa mandíbula, ese pelo oscuro y suelto. Creo que estoy enamorada.
—No me hagas colgarte.
—Oye, hay una foto de ustedes dos juntos.
—¿La hay? ¿Dónde?
—Denver Days. Parece un sitio de chismes sobre ese estilo de vida —
dice—. Si te hace sentir mejor, el cambio de imagen que te hicieron es un 98
regalo. Pareces muy brillante. Mucha especulación sobre la nueva novia
misteriosa y su regreso tras la muerte de su padre. No hay mucho más.
La pongo en el altavoz, busco el sitio y hago una mueca. Las fotos de
mí en general son las peores. Aunque la ropa y el pelo son bastante buenos.
Es de cuando ayer estuvimos parados afuera del Heritage. No me había dado
cuenta de que había un fotógrafo en ese momento.
—Hmm.
—Nunca he tenido una amiga famosa.
—Todavía no la tienes. Él tiene el nombre y el dinero, no yo —digo—.
Nunca he tenido a gente cualquiera escarbando en mi vida privada. Esto es
muy extraño. Por no hablar de vivir este estilo de vida, tener estas cosas,
que no he hecho nada para merecer.
—Intenta dejar de lado la culpa y ver que es tan divertido como raro
en vez de horrible.
—Sí.
—Te estás diciendo cosas de mierda dentro de tu cabeza, ¿no? —dice,
con voz severa—. Tienes que dejar de hacer eso. Es acoso. Eres linda y genial
y tiene suerte de tenerte.
—Nat...
—¿Qué me dirías si yo estuviera siendo toda dudosa y quejumbrosa?
—pregunta.
—¿Saca la cabeza del culo, hermosa diosa?
—Exactamente. Ahora ve a buscar un espejo y dítelo a ti misma.
—Lo haré. —Respiro profundamente—. Te quiero.
—Yo también te quiero.
—Enderézate, hombros atrás y tetas afuera —digo.
—Así se hace —se ríe—. Lo tienes controlado.
109
_______________________
¹La compañía de la estafa.
—N
o te pongas nerviosa —dice Beck—. Estás
hermosa.
—Me pondré nerviosa si quiero. No dejaré
que eso me impida hacer algo.
—Esa es mi chica.
Está de pie a mi lado, vestido con un esmoquin y una sonrisa. Y,
maldita sea, los lleva bien puestos. Sin mencionar el cabello oscuro peinado
con un tupé y ojos color avellana que podría mirar durante días. Luego está
el calor en esos ojos cuando me mira... podría desmayarme. No estoy segura
de si alguna vez me han mirado de verdad antes. No como él me mira.
—Podríamos habernos quedado en casa y tener sexo —digo.
Él sonríe.
—Llamaste a nuestro apartamento casa.
—Te estás perdiendo el punto.
Llegamos en una limusina, la primera vez que me subo a una desde
el baile de graduación. La gala se celebra en el salón de baile de un gran
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hotel. Hay muchas orquídeas ornamentadas en macetas y candelabros
brillantes. Selah y yo tuvimos una robusta discusión sobre lo que me
pondría. Ella me quería en una monstruosidad de lentejuelas y de ninguna
manera iba a pasar. De hecho, le di la cosa junto con la mitad del contenido
del armario para que se lo llevara a Mac. Por alguna razón, ver todo el
espacio libre en el vestidor me tranquilizó mucho. Como si mi vida no se
hubiera puesto patas arriba (aunque de forma maravillosa) y todavía tuviera
un poco de control.
Eso es lo bueno de la ansiedad. Siempre hay algo de lo que
preocuparse. Cuando las cosas van mal, siempre pueden empeorar. Pero
cuando las cosas van bien te puede robar todo en cualquier momento
sumergiéndote en la oscuridad del abismo. A veces realmente me enferma
el interior de mi cabeza.
Todo está bien. Yo me encargo. Y voy a seguir diciéndomelo hasta que
sea cierto.
Normalmente no suelo llevar vestidos porque se me rozan los muslos.
Por supuesto, puedes ponerte mallas cortas ajustadas por debajo y otras
cosas para combatirlo, pero generalmente prefiero pantalones. Esta, sin
embargo, es una ocasión especial. El vestido que elegí es de Juan Carlos
Obando, crepé azul marino, los colores oscuros esconden manchas de
comida, de un solo hombro y hasta el tobillo. Es simple y elegante y me
encanta. Un poco de chispa es añadida por las sandalias de plata de tacón
de Gucci y un brazalete de oro blanco y diamantes tamaño baguette.
También hay hermosos pendientes de diamantes en mis orejas. Estoy
fingiendo que son todos falsos, como los diamantes de imitación o los
cristales. Porque si no es muy probable que pierda la cabeza por lo que
valen. Ser la novia de un multimillonario es raro después de haber vivido
recientemente con fideos ramen durante las semanas de escasez.
La otra cosa de estas joyas es que podría jurar que estas piezas no
estaban aquí ayer. Una cadena de perlas y unos pendientes a juego, mi
sueño de toda la vida de poder agarrar mis perlas puede finalmente hacerse
realidad, un collar de colgantes de diamantes y algunas otras pequeñas
cosas que probablemente cuesten una fortuna han sido colocadas en el
armario. Pero no estas. Tal vez las trajo Selah. No lo sé.
En, cualquier caso, la lección aquí es que no necesitas ser una talla
cero para tener buen aspecto. Pero el dinero no hace daño. Especialmente
con los fotógrafos que deambulan por el lugar. Para las páginas de sociedad,
supongo. Nos detuvimos varias veces de camino. Me duelen las mejillas de
sonreír.
Un camarero nos acompaña a nuestra mesa donde la abuela de Beck
ya está sentada y con la corte, con Ethan sentado a su lado. Es triste decir
que le queda casi tan bien su esmoquin como a su hermano. Sin embargo,
111
no soy superficial, así que planeo que siga cayéndome mal. Nuestra entrada
gana más que la atención de los otros invitados. Y estoy atrayendo bastantes
miradas de admiración junto con las curiosas, lo cual es agradable. Debe
ser extraño ser un Elliot y tener gente observándote todo el tiempo, estando
tan interesados en saber qué o quién estás haciendo. Algunas personas
necesitan tener una vida.
Selah está sentada en la mesa de al lado junto a un joven apuesto. La
mirada que me da está resignada. Ni una sonrisa, pero tampoco un ceño
fruncido. Sin embargo, la mirada que le da a Beck es melancólica. Ojos
tristes y hombros redondeados. Si yo la hubiera cagado tanto con él,
probablemente sentiría lo mismo.
—Tu ex está aquí —digo en voz baja para evitar ser escuchada.
—Es de esperar. Su familia es un gran donante para el hospital.
—¿Se las arregló para acorralarte antes en el apartamento?
—Le dije que no me interesaba nada de lo que tuviera que decir. —
Levanta una ceja—. No estás celosa, ¿verdad?
—No lo sé.
Me saca el asiento delante del camarero, con la mirada pensativa.
—No deberías estarlo.
—La razón no suele contar cuando se trata de emociones. —Me siento,
asegurándome de que mi postura sea perfecta. Cuanto menos motivos le dé
a la abuela y compañía para quejarse, mejor.
Catherine interrumpe su conversación con el zorro plateado sentado
a su lado. Se ve glamorosa con un vestido de terciopelo negro.
—Beck. Alice. Se perdieron los aperitivos. Empezaba a pensar que no
vendrían. La ausencia de Emma esta noche ya es bastante decepcionante.
—Está en Chicago por negocios —dice Ethan—. No se pudo evitar. Ya
lo sabes.
Catherine arruga la nariz, insatisfecha.
Beck da un rápido beso en la mejilla de su abuela, murmurándole
algo, disculpas, probablemente, antes de sentarse a mi lado. Toma mi mano
bajo la mesa mientras la mujer a su otro lado lo mete inmediatamente en la
conversación. Así es como la gente rica hace caridad y fiesta al mismo
tiempo. Todo es brillante y reluciente y de primera. Debe haber al menos
unos pocos cientos de personas aquí.
Cinco minutos después, Beck sigue ocupado hablando con la otra
mujer, así que supongo que me mantendré ocupada. No hay problema.
112
—Tendrás que disculparlo —dice la mujer sentada a mi lado. La cita
de Ethan. Su piel tiene un tono bronceado, un contraste perfecto con su
vestido de seda rojo—. Beck está acostumbrado a que todos se conozcan en
estas cosas. Ya sea en el club de campo, en la gala de arte o en Aspen.
Le doy una sonrisa educada.
—Penny Hollis. Soy abogada de Elliot Corp.
—Alice Lawrence.
—Eres la chica nueva que causa todo el alboroto.
¿Qué se supone que debo decir a eso?
—Disculpe, señorita. —El camarero reaparece con un vodka, un
refresco y una lima, salvándome de responder al comentario de Penny.
Supongo que Beck ordenó por mí. Sabía que había razones por las que lo
mantenía cerca.
Esta vez mi sonrisa es mucho más creíble.
—Gracias.
—Bueno, la mujer que monopoliza la atención de tu novio está en la
inversión en Elliot Corp. A su lado hay un cirujano cardíaco y su socio.
Luego está el especialista en propiedades que espera darle un penthouse a
Ethan —informa—. La rubia aburrida es la esposa trofeo del caballero mayor
que intenta venderle algo a Catherine. Es muy importante para los medios,
está de visita en Nueva York. Y al resto ya los conoces.
—¿Asistes a estas cosas a menudo? —pregunto.
—Con suficiente frecuencia.
La hermosa rubia de tez color arena parece aburrida, tragando el
champán a un ritmo constante.
—Si te casas por dinero acabas teniendo que relajarte —murmura
Penny—. Solía ser una golfista profesional, pero él la obligó a renunciar a
ello para que pudiera encajar en su horario y estilo de vida. Me pregunto
cómo se siente sobre esa decisión hoy en día.
Nos traen la comida. Un trozo de carne sobre patatas asadas con una
especie de salsa de tomate italiana y espárragos. Beck y yo tenemos que
dejar de tomarnos de la mano para comer, pero no creo que la mujer que
está a su lado deje de hablar lo suficiente como para llevarse algo de comida
a la boca. Ella se lo pierde... la comida es espectacular. Beck me lanza unas
cuantas sonrisas rápidas a lo largo de todo esto y eso es todo lo que consigo.
Trato de no dejar que me moleste. Es otra situación de hundirme o nadar y
tengo toda la intención de sobrevivir por mi cuenta.
—¿Cuánto tiempo llevas trabajando para ellos? —pregunto.
Penny se traga su comida, lavándola con un sorbo de vino tinto.
—Ya va a pasar una década.
113
—¿Y tú eres de Denver?
Ella asiente.
—Nací aquí. Puede que sea una gran ciudad, pero sigue siendo una
ciudad pequeña en el fondo. No puedo imaginarme viviendo en otro lugar.
¿Has tenido la oportunidad de ver mucho?
—Solo la Plaza Larimer hasta ahora.
—Haz que Beck te lleve a las montañas. Ahí es donde está la verdadera
belleza.
—Lo haré.
Catherine me mira ocasionalmente con frialdad, pero puedo lidiar con
eso. Dado que no derramo mi comida ni bailo sobre la mesa, no tiene nada
de qué quejarse. Ethan ignora mi existencia por completo. Haciendo aún
más extraño que su cita no. Debido a la política o a la cortesía, no lo sé.
—Solo voy a preguntar porque así es como nos enteramos de las cosas
—dice Penny—. ¿Beck te recogió en un bar de mala muerte donde trabajaba
como ayudante de camarero?
—Ah...
—Porque eso es lo que Ethan me dijo y honestamente todavía tengo
problemas para imaginarlo.
—¿Tú y Ethan son cercanos? —pregunto, porque no tener ni idea de
lo que Beck quiere y no quiere que se sepa significa que requiero una
distracción. No me avergüenzo y tampoco quiero mentir. Pero él hace
negocios con esta gente. No estoy particularmente dotada para la
manipulación o el subterfugio. Los juegos de estrategia se me escapan. La
evasión, sin embargo, sí la controlo. Después de todo he estado evitando
tanto las preguntas como las manos de idiotas con diferentes niveles de
alcohol en la sangre en bares durante años.
—Trabajamos juntos y somos amigos. Aunque no somos pareja. No
soy tan tonta como para intentar salir con un Elliot. —Entonces se da
cuenta de lo que ha dicho y levanta una mano bien cuidada, las uñas
coinciden perfectamente con su vestido—. No es que eso sea un reflejo de ti,
por supuesto. Si la historia del ayudante de camarero es cierta, entonces no
sabías el avispero en el que te estabas metiendo. Incluso se podría decir que
te ganó con falsas promesas.
Me tomo mi tiempo, pensando bien las cosas. El hecho de que la
historia de Beck y mi noviazgo se discuta en la ciudad me deja un sabor
amargo en la boca. Sin embargo, no hay una maldita cosa que pueda hacer
al respecto. ¿Y qué podría decir aquí, en realidad? Casi suspendo
matemáticas, ¿pero mi nuevo novio es un billonario? ¿Soy camarera y 114
fracasada por elección y oficio? Beck sale con alguien de peor estatus a ojos
de muchos. Lo comprendo. Que le patearía el culo y me iría de aquí en el
próximo avión si no me tratara bien sin importar las insuficiencias
percibidas es algo que queda entre él y yo. Todo esto es solo una prueba
más de que las conversaciones triviales son lo peor y que la gente también.
Hora de beber.
Penny revuelve el vino en su vaso.
—Tienes la parte de la discreción aprendida. Deberían darte puntos
por eso al menos.
Y sigo sin decir nada porque aparentemente me está funcionando
bien.
—Voy a tomar tu silencio como un asentimiento —declara
finalmente—. Beck siempre fue la oveja negra de la familia, pero eso es otra
cosa. Es bueno para él salir y hacer lo suyo. Incluso si fue solo durante un
corto tiempo.
Por más tentada que esté de patearlo debajo de la mesa y hacer que
interceda, no lo hago. Cuando se trata de él, la curiosidad gana, como
siempre. ¿Qué tiene de malo dejar que la dama hable?
—Por supuesto, Jack lo presionó demasiado. Nunca pensó que Beck
se levantaría y se iría. Ninguno de ellos lo pensó. Cuando las cuerdas del
delantal son líneas de crédito la presión para obedecer a la familia y la
compañía puede ser extrema. —Parece pensativa, deja de hablar para comer
por un minuto—. Pero ahora Catherine y Ethan están ocupados reuniendo
sus fuerzas para mostrar a la junta y al mundo un fuerte frente unido. Y tu
novio es parte de eso.
—Sí, lo es —digo, porque está claro.
Ella mira por encima del hombro a la mesa detrás de nosotros donde
Selah está sentada. La mirada que nos da la asistente de Rachel está entre
la aversión y la desconfianza. Me parece justo. Luego su mirada va hacia la
especialista de inversiones parlanchína al otro lado de Beck. La que ocupa
toda su atención. Aparentemente no es más feliz con esta mujer que con
nosotros. Interesante.
—Mucha competencia por tu posición, Alice —dice Penny—. Te deseo
la mejor de las suertes.
En lugar de responder, tomo un sorbo de mi bebida. Honestamente,
debería ganar algún tipo de premio de callarme esta noche. Sin embargo, es
mejor no decir nada que meter la pata.
—¿Todo bien? —pregunta Beck, deslizando su mano hasta mi nuca.
—Todo está bien.
—¿Puedo ofrecerte otro trago?
115
—No. —Necesito mi ingenio con esta multitud. Los labios sueltos
hunden barcos y todo eso—. Gracias.
Los camareros recogen los platos de la cena, reemplazándolos por el
postre. Un ganache de chocolate negro con pulpa de frambuesa a un lado.
En todo caso, es un poco demasiado rico. Como todos los presentes. O tal
vez solo sea pobre y juzgadora a pesar de mis nuevas joyas.
En el escenario, una mujer da la bienvenida a todos y les agradece
sus donaciones antes de presentar al hermano de Beck. Ethan se levanta
de su asiento y se dirige al micrófono con un gran aplauso. Una foto de su
recientemente fallecido padre aparece en la gran pantalla detrás de él. No
hay duda del parecido familiar. Jack es solo una versión más vieja, más
delgada y arreglada de sus hijos. Como Catherine y Ethan, sus ojos son
azules como el hielo, su mirada digna y dura.
—Si dijera que mi padre es un santo estaría mintiendo —comienza
Ethan.
Una risa asustada resuena por toda la habitación.
Catherine no parece divertirse. Por otra parte, rara vez lo hace.
—De hecho, probablemente me perseguiría por arruinar su
reputación —continúa Ethan—. Jack Elliot era un hombre muy trabajador
que dedicó su vida a expandir el imperio que su padre había comenzado. Su
compromiso y dedicación a esta tarea eran absolutos, como cualquiera de
ustedes que lo conociera puede atestiguar. La lealtad a la familia lo era todo
para mi padre. Que sus hijos crecieran para entender y apreciar la devoción
y los sacrificios que se necesitan para ser un Elliot, y ser parte de esta
comunidad, y seguir contribuyendo a su manera. Ese era su objetivo y su
visión, y es lo que nos ha traído a todos aquí esta noche. Es un honor para
mí anunciar que se construirá una nueva ala en memoria de mi padre y su
compromiso con esta gran ciudad y su gente.
Los aplausos llenan el salón de baile.
Ethan le da la mano a la presentadora junto con varios otros. Gente
del hospital o funcionarios de la ciudad, tal vez. No quiero ni imaginarme
cuánto dinero costaría un ala del hospital. Pero es agradable verlos hacer
algo con el dinero además de comprar otra mansión. Es increíble pensar que
puedan tomar la decisión de salvar vidas e impactar a tantos. Es difícil
procesar lo que sería tener tanto poder.
La música comienza y la presentación termina. Catherine asiente ante
las palabras de alabanza de los que están cerca. Ethan tarda un poco en
volver a la mesa debido a las palmadas en la espalda y los apretones de
manos.
—Penny, me alegro de verte —dice Beck, apoyando su brazo en el 116
respaldo de mi silla. Está tan devastador como siempre en su esmoquin—.
Esperaba obtener tu opinión sobre el contrato de Amari. Mi hermano está
entusiasmado, pero tengo algunas preocupaciones.
Empiezan a hablar y yo desconecto, escuchando la orquesta de
cámara. Cuando Beck, Penny y Ethan empiezan a discutir algo sobre los
derivados frente a las acciones decido que es hora de un descanso.
Incluso los baños son elegantes con suelos, paredes y bancos de
mármol gris. Mientras me lavo las manos, una mujer de mi edad se presenta
y me pregunta a qué escuela fui. Parece un poco perpleja cuando le digo mi
local. Aun así, es agradable alejarme un tiempo y estirar las piernas. Menos
aún que me encuentre con la especialista en inversiones de la mesa al salir.
Su sonrisa es todo dientes afilados. Supongo que no vamos a ser amigos.
—Eres Alice —dice como si fuera una noticia.
Asiento e intento pasar a su lado, pero se mueve para bloquear mi
escape.
—Deberías saber que hay al menos seis mujeres aquí esta noche con
las que tu novio se ha acostado. Y esas son solo las que conozco. Tiene una
capacidad de atención limitada. Una vez que moja la polla, se acabó.
Aparentemente, es un verdadero animal en la cama. Pero no tan bueno
cuando se trata de compromiso. Mira a la pobre Selah. Viene de una de las
mejores familias de la ciudad y él se fue sin mirarla dos veces. Así que
alguien como tú... digamos que tu tiempo se acabará en cualquier momento.
Mejor disfrútalo mientras dure.
—¿En serio? —pregunto con tono escéptico.
Su mirada se fija en mi brazalete de diamantes, y sus labios se
retuercen en una mueca de desprecio.
—Eso debería ser útil. Bonito y fácil de empeñar en casa en Cali, ¿eh?
—¿Lo es? —Me cruzo de brazos. La confrontación en general me da
ganas de vomitar. Pero aquí vamos, de todos modos—. ¿Has terminado con
tu diatriba de chica mala?
—Buena pregunta —dice una voz masculina familiar y profunda.
—Ethan. —Los ojos de la mujer son tan redondos como los platos de
la cena—. No te vi allí.
—Has terminado por esta noche, Jenna.
—¿Qué? Pero yo solo...
—Vete —ordena—. Ahora.
Y la chica casi corre.
Ethan la observa irse en silencio antes de volverse hacia mí. Todavía 117
no lleva puesta su cara feliz. Pero en esta etapa no estoy segura de que tenga
esa emoción siquiera.
—Dime, Alice, ¿bailas?
—Me balanceo hacia adelante y hacia atrás a tiempo con la música,
¿si eso cuenta?
—Eso servirá. —Ethan me ofrece su brazo—. Vamos.
Solo hay unas pocas parejas en la pista de baile. Esta vez,
definitivamente queda espacio para Jesús. Ethan se sostiene a sí mismo y a
mí con una rígida formalidad. Apuesto a que sabe bailar vals y foxtrot y todo
tipo de cosas. Creo que puedo recordar cómo bailar la Macarena. Algo me
dice que no estaría abierto a esa sugerencia. En cualquier caso, la música
está mal para algo tan interesante. Asumimos la postura estándar del vals
y las balanceamos de un lado a otro.
—Gracias por la interferencia, pero podría haberlo manejado —digo
cuando el silencio entre nosotros empieza a inquietarme.
Un gruñido.
—¿Esta es la parte en la que me adviertes que me aleje de tu hermano?
—¿Sería más efectivo que la diatriba de chica mala de Jenna?
Arrugo los labios.
—No.
—Entonces ahorraré mi aliento.
—¿Tampoco me ofrecerás darme un gran cheque para salir de la
ciudad? —digo, porque aparentemente todas esas palabras que no dije
durante la cena ahora están destinadas a desbordarse—. No es que lo fuera
aceptar. Pero eres mucho menos gánster de la alta sociedad de lo que pensé
que serías.
—¿Gánster de la alta sociedad? —pregunta, con las cejas levantadas—
. ¿En serio?
Me encojo de hombros.
—Puedo ver por qué se llevan bien. Ambos tienen un peculiar sentido
del humor. —Y la mirada en su cara deja claro lo que piensa de nuestro
humor compartido. Aun así, está aquí, bailando conmigo en público.
Especialmente sorprendente dado que ha hecho que lo que piensa de mí sea
más que obvio.
—Interviniendo —anuncia Beck, apareciendo a nuestro lado.
—Me preguntaba cuándo te darías cuenta de que se había ido —dice
Ethan.
—¿Tienes algo en mente, hermano mayor? 118
—Tal vez no ignores tu cita la próxima vez. Eso si planeas quedarte
con ella. Tengo que volver a la oficina. Que tengas una buena noche. —
Ethan da un paso atrás, asintiendo y tirando del puño de su camisa antes
de salir de la pista de baile. Numerosas personas observan su salida.
La mirada de Beck se estrecha. A diferencia de su hermano, no hay
cortesía ni desorden. Desliza sus brazos alrededor de mi cintura,
uniéndonos desde el pecho hasta las rodillas.
—¿Te estaba ignorando?
Abro la boca para responder, luego lo reconsidero y la cierro. La
honestidad no siempre es útil.
—Joder —murmura—. Lo siento. Esa conversación probablemente
salvó a Elliot Corp. entre dos y cuatro millones. Tiempo que podría haber
pasado contigo. No volveré a equivocarme en mis prioridades.
Es difícil no reírme.
—¿Hablas en serio?
—Absolutamente.
—Bueno, tuve una agradable charla con Penny. Estuvo bien.
Con mis manos sobre sus hombros, nos movemos lentamente al ritmo
de la música. Es como cuando estábamos en el bar, solo que completamente
diferente. Absolutamente todo ha cambiado, excepto la forma en que me
debilita las rodillas. Y la forma en que me mira como si acabara de
reemplazar al sol como centro de la galaxia. Ese tipo de cosas puede
realmente subírsele a la cabeza a una chica.
—Esta era una función de trabajo para ti —digo—. Tal vez no entendí
bien lo que eso implica, pero ahora sí.
—No es una excusa.
Me encojo de hombros.
—Especialmente si fue lo suficientemente malo como para que Ethan
lo comentara.
—¿Realmente importan las opiniones de tu hermano? —pregunto.
—¿Sobre nosotros? No. En absoluto. —Sacude la cabeza—. ¿De que
no te trate bien? Sí. Muy bien.
—¿Por qué le importa?
—Ambos crecimos viendo a nuestro padre tratar a las mujeres de su
vida como una mierda —dice—. Ninguno quiere continuar la tradición. Para
Ethan, significa no ser nunca serio con nadie. Para mí, significa hacer las
cosas bien contigo.
—Creo que lo estamos haciendo bien —digo—. Considerando todos los 119
trastornos recientes y el hecho de que llevamos aproximadamente dos
minutos saliendo.
—Los mejores dos minutos de mi vida —murmura.
Me mira a los ojos y, honestamente, pierdo el contacto con la realidad
durante un momento. Olvido el mundo y nuestros problemas y todo lo
demás que importa. No es justo. Nunca tuve la oportunidad de no caer
mucho y rápido por este hombre. Entonces alguna parte malvada de mi
cerebro me recuerda que aparentemente seis mujeres en la habitación se
han arrastrado desnudas sobre él mientras que yo no. Y esas eran solo las
que ella conocía. Maldición.
—¿Por qué frunces el ceño? —pregunta.
—No lo hice.
—No eres muy buena mentirosa, ¿verdad? ¿Has considerado alguna
vez practicar frente al espejo?
—Beck, no es nada.
—No estoy de acuerdo. Algo te ha molestado y quiero saber qué es.
Suspiro.
—¿No podemos relajarnos y disfrutar?
—Encuentro la honestidad muy relajante y agradable. ¿Tú no? —Sus
manos bajan para cubrir las curvas superiores de mi trasero. Nuestras
caderas no podrían estar más juntas públicamente sin que alguien fuera
arrestado.
—Bien —me quejo—. Tu amiga Jenna me acorraló en el pasillo antes
y dijo algunas cosas no tan bonitas. Por eso estaba bailando con Ethan. Él
entró en la escena y la envió a su habitación. No es que no pudiera haber
lidiado bien con ello por mi cuenta.
—Por supuesto que podrías haberlo hecho. Yo estaba allí cuando le
sacaste el palo del culo a mi hermano, ¿recuerdas?
Me ha validado. Escucharme rugir.
—¿Qué clase de cosas no tan bonitas dijo? —pregunta.
—¿No podemos dejarlo pasar? ¿Por favor?
—No.
—Nunca has oído el dicho “la opinión de los demás sobre ti no es
asunto tuyo” —digo con algo de arrogancia—. En realidad lo saqué de
Instagram. No estoy seguro de quién lo dijo.
Solo me mira fijamente, esperando.
—Beck...
—Lo que sea que haya dicho te molestó y estoy pensando que podría
120
haber sido sobre tú y yo. Ahora no puedo decirte que es una mierda y
tranquilizarte si no sé lo que es.
Maldición.
—Dijo que te has acostado con un buen número de las mujeres de
aquí y que solo me usas para el sexo antes de echarme a la calle con la
basura de la mañana. Es un resumen aproximado. Puede que haya
adornado un poco con todo el asunto de la basura matutina. Pero
básicamente... sí.
Su mandíbula se tensa.
—Poco sabe ella que ni siquiera estamos teniendo sexo, ¿eh? La broma
es para ella.
Él aparta la mirada, y su boca es una línea apretada.
—¿No se supone que deberías estar tranquilizándome o algo así? ¿Con
una honestidad relajante y agradable?
Su mirada regresa a la mía, buscando algo. Solo sonrío y espero que
eso sea lo que él necesita.
—Alice, siento que hayas tenido que lidiar con eso.
—Soy una chica mayor. Está bien.
—Jenna no estaba mintiendo sobre las otras mujeres.
—Sé que esto va a ser difícil de escuchar —digo—. Pero nunca te creí
cuando insinuaste que eras virgen.
Su sonrisa es algo dolorosa.
—Siempre fui franco con ellas. Nunca dejé que pensaran que quería
más. No como contigo.
—Bien, me alegro. En ambos casos. —Entrelazo mis manos detrás de
su cuello—. Habrá gente a la que no le guste. Y ciertamente habrá gente a
la que no le gustaremos juntos. Pero la cosa es que ellos no importan.
Depende de ti y de mí decidir qué es lo mejor para nosotros.
Asiente como si estuviera muy pensativo.
—Nunca me vas a convencer de que hay una situación en la que
deberías lidiar con este tipo de mierda. Pero también eres muy sabia.
—Gracias.
Él se agacha y yo me estiro y nos besamos. Sin lengua para no
molestar a su abuela o a otros espectadores. Pero es dulce de todas formas.
Besarlo nunca podría no serlo.
Entonces lo recuerdo.
—Oh, en aras de una completa revelación, también dijo que había oído
121
que eras un animal en el saco.
—Sí —dice—. Yo mismo comencé ese rumor.
Me río y seguimos bailando. No es una noche tan mala después de
todo. Pero aún no ha terminado.
—¿Ocupado?
Beck está encorvado en el sofá de su casa, frunciéndole el ceño a una
Tablet.
—Me he perdido mucho mientras estaba fuera. Va a tomar algún
tiempo ponerme al día. Si todos pudieran dejar de enviarme correos
electrónicos por una o dos horas estaría bien.
—Hmm.
Se ha deshecho de la chaqueta, junto con la pajarita. Pero en el lado
positivo, se ha deshecho de los dos botones superiores de su camisa,
mostrando la fuerte columna de su cuello y esa caída en la base. La vista es
deliciosa.
—Hay un hotel en venta en Boulder que quiero ver. Necesitará mucho
trabajo, pero parece prometedor.
—No es el de El Resplandor de Stephen King, ¿verdad?
Él sonríe.
—Ja. No.
—Aun así, es emocionante.
—Firmé los papeles con Ethan hoy para comprar el Heritage —dice,
todavía mirando la pantalla.
—¿Sí?
—A papá le gustaba conseguir bienes raíces en general. Es más
estable que las acciones en la mayoría de los casos. Diversificar o morir.
Tienes que hacer que ese dinero trabaje para ti.
—Bueno, puedes decirle a Catherine que si no está de acuerdo en
vender el Patrimonio me vestiré de blanco después del Día del Trabajo y
usaré el tenedor equivocado en la próxima velada. 122
—Qué impactante. —Levanta la mirada con una sonrisa. Y se
congela—. Madre mía.
Me acerco al sofá, posándome a su lado. El pobre chico no parece
saber dónde mirar primero. Mi camisola es de satén azul pálido con bordes
de encaje. Tirantes de cordones, falda que roza la parte superior de mis
muslos, y mis pechos apenas contenidos, y mucho menos cubiertos. Incluso
hay una tanga que hace juego. No es que lo sepa todavía.
—Ahora, puedo olerte en la almohada, así que sé que de hecho estás
durmiendo en la misma cama que yo —digo—. No estás cerca cuando estoy
despierta.
—Parecía más seguro. Aunque eres complaciente, incluso te duermes
profundamente.
—¿Es así?
Asiente lentamente.
—Nos hemos acurrucado. El hecho de que no estuvieras consciente
no significa que no haya pasado.
—Es un gran paso adelante en nuestra relación.
—Me lo imaginaba.
—Es una pena que me lo haya perdido. —Y realmente no necesita su
tableta, así que la tomo y la coloco en la mesa de café. Hace mucho más fácil
subirme a su regazo. Mirándolo, por supuesto. No estoy jugando.
—Alice.
Tomo sus manos y las coloco en mis muslos.
—¿Sí?
—¿Esto es una declaración de guerra?
—Hmm. Prefiero hacer el amor, no la guerra.
—Esto no va a ir despacio.
—Para ser justos, nunca acepté nada de eso. Esperar fue todo idea
tuya y ya hemos establecido que fue una decisión basada en datos
incompletos.
—Eso puede ser así. Pero es importante para mí —dice—. Tomemos
un momento aquí y discutamos más a fondo.
—No hay necesidad. Ya sé y no estoy de acuerdo con tus razones. Pero
por el bien de la convivencia y la confianza y respeto mutuos, pongamos un
límite a las actividades de esta noche.
—Está bien. —Cualesquiera que sean sus palabras, se está poniendo 123
duro debajo de mí. Hace imposible que no me balancee contra él. Es grueso
y rígido y se siente divino. El hormigueo irradia desde mi sexo directamente
hasta mi columna vertebral. Él jura, bajo y sexy. Sus manos agarran mis
caderas—. Deja de moverte durante un minuto. No puedo pensar cuando
haces eso.
—Se siente tan bien, Beck. —Pero hago una pausa, a regañadientes.
—Querías hablar de límites —dice, con la cara fija—. Te escucho.
—Eres un fanático del control, ¿lo sabías?
—Sí —dice—. Pero se supone que es un secreto, así que no se lo digas
a nadie.
Rodeo con mis brazos su cuello y descanso mi cara contra su hombro.
Si dejo maquillaje en su camisa, mala suerte. Necesito un segundo para
pensar.
—Me estás volviendo loca. No suelo ser un monstruo sexual.
—Eres hermosa cuando haces pucheros —dice, con los dedos
subiendo y bajando por mis brazos—. El monstruo sexual más guapo que
hace pucheros y apenas vestido de la habitación.
Respiro y me siento.
—Muy bien, este es el trato. Va a haber besos, es decir, besos junto
con caricias sobre la ropa. Ya hemos hecho algo de eso, así que deberías
estar cómodo con ello.
—Acepto tus términos.
—¿Y ya me dejas subir a tu regazo, así que asumo que eso también
está bien?
Un asentimiento de él.
—Eres más que bienvenida a quedarte donde estás.
—Bien.
—Una pregunta. —Su mirada cae a mis pechos una vez más—. ¿Vas
a insistir en llevar eso mientras nos besamos?
—Sí. Se siente bien y es bonito. Puede que también duerma con él.
—Los pijamas de franela se sienten bien —dice—. O incluso podrías
usar calzoncillos largos. Qué buena idea. No solo son extremadamente
cómodos y bastante prácticos, sino que algunos podrían decir que son
bastante bonitos a su manera.
—¿Tienes un fetiche de leñador del que necesites hablarme?
—No.
—Entonces no.
124
Su lengua juega detrás de su mejilla.
—Eso es... en realidad es bastante justo.
—Me alegro de que hayamos llegado a un acuerdo.
—Tortúrame con tu lencería. No te tengo miedo. Mucho.
Con la mano en mi nuca, me insta a acercarme para un beso.
Nuestros labios se encuentran y su lengua entra en mi boca, acariciando la
mía. Es increíble en esto. El hombre hace que me dé vueltas la cabeza. Y yo
doy lo mejor que puedo, presionando mi boca contra la suya, metiendo mis
manos en su camisa. Ninguno de los dos se detiene. Las narices y los dientes
chocan y tal vez sea la guerra después de todo. Aunque estoy bastante
segura de que, si ese es el caso, estamos del mismo lado. La mayoría de las
veces, al menos. Hago lo posible por no mover la parte inferior de mi cuerpo
en caso de que rompa las reglas actuales de toqueteos, pero no es fácil. Cada
centímetro de él es caliente y sólido. Y me estoy derritiendo sobre él. Se
envuelve mi cola de caballo alrededor de su mano, palmeando mi pecho con
la otra. Todo en mí tiembla cuando me roza con el pulgar por encima de mi
pezón.
Eso es lo que quiero. Más y más y más.
Mis pulmones están trabajando a tiempo extra, el corazón me late con
fuerza y él gruñe. En realidad gruñe en mi boca. Joder. Tal vez él empezó el
rumor, pero es un animal de todos modos.
—Esto no es lento —gruñe.
Con una mano en mi trasero y la otra en mi espalda, cambia nuestras
posiciones. Ahora estoy debajo de él en el sofá, agarrándome con fuerza
mientras frota su polla contra mí, haciéndome llegar al orgasmo. Con la
mirada pegada a mi cara y su expresión determinada, cambia su ángulo y
santo infierno. Mi clítoris nunca ha sido tan feliz. Debe ser su cumpleaños
porque es el regalo más espectacular de la historia reciente. Lo que hace
aún más difícil poner fin a las cosas.
—Espera —jadeo—. Detente.
Inmediatamente hace una pausa. Ambos estamos respirando con
dificultad. Incluso hay un brillo de sudor en su frente.
—¿Qué pasa?
—Santo cielo, eso se salió de control rápidamente. Esto... esto no es
lo que acordamos.
—Échale la culpa a tu lencería. Me gusta demasiado.
—Hmm.
—Basta de hablar. Necesito hacer que te vengas. Ahora mismo. 125
Y, considerando que mis pezones podían cortar diamantes, él también
estaba en camino de hacerlo. Mi sexo revolotea, vacío y triste. Pobre
inocente.
—Dime primero esto, ¿cómo termina nuestra sesión de follar en seco?
Contigo corriéndote en tus pantalones o...
Solo parpadea.
—Déjame adivinar, ¿ibas a ir a follarte el puño otra vez en la ducha?
—Lo dices como si fuera algo malo. —Dos manchas rojas le manchan
los pómulos y sus pupilas están dilatadas—. ¿Es algo malo?
—Propongo una nueva regla —digo, reduciendo la velocidad para
recuperar el aliento—. Ninguno de los dos se viene hasta que nos vengamos
juntos. Y estoy hablando de pene en vagina. Nosotros teniendo relaciones
sexuales reales.
Ahora frunce el ceño.
—Estoy harta de que me dejes fuera de tu vida sexual. Tú y tu cita
con el jabón líquido me dejan fuera. Y eso es exactamente lo contrario de
una relación.
—Alice.
—Hablo en serio.
—Sí. Lo estoy entendiendo. —Se levanta de mí y se sienta más abajo
en el sofá—. ¿Crees que esto me va a presionar para que apure las cosas
entre nosotros?
—No, Beck. No estoy tratando de manipularte. —Me siento en el
extremo opuesto del sofá, tratando de respirar profundamente y pensar en
pensamientos tranquilizantes. Joderme el polvo es un infierno—. Pero no
quiero venirme sin ti. Y tampoco quiero que te vengas sin mí, nunca más.
Si vamos a hacer esto, entonces hagámoslo bien.
Solo me mira.
—¿Y bien?
—Está bien. De acuerdo. —Apoya su cabeza contra el respaldo del
asiento, mirando al techo—. Para ser un maniático del control, tengo
sorprendentemente poco control a tu alrededor. Es desconcertante.
—No he terminado todavía —digo—. Quiero irme a dormir contigo y
despertarme contigo. Como una verdadera pareja.
—Somos una pareja real.
—Mira... —Cómo explico esto—. Nunca he vivido con un novio o un
compañero o cualquiera que sea su etiqueta oficial. Nunca he estado de
vacaciones con uno. Así que quiero este nivel de intimidad contigo mientras
126
esperamos. Lo necesito.
Lo piensa.
—Está bien. Pero no más lencería o me será imposible dormir. Tus
tetas y tus materiales transparentes son aparentemente mi criptonita.
—Bien.
—Ven aquí —dice, extendiendo una mano.
Me arrastro hasta el otro extremo del sofá, sentada con su brazo
alrededor de mis hombros. Hay unos buenos y sólidos tres centímetros de
espacio entre nuestros torsos. Una necesidad, dada la forma en que su polla
está tensando la parte delantera de sus pantalones. Es una erección de
tamaño impresionante. No puedo esperar a verla en carne y hueso. Pero
tales pensamientos no ayudan, así que me quedo mirando la vista. Beck,
mientras tanto, agarra una manta de la parte de atrás del sofá y me cubre
de cuello a pies. No voy a atrapar un resfriado en un futuro próximo. No es
que estuviera en peligro.
—Mucho mejor. —Se envuelve un mechón de mi cabello alrededor de
su dedo. Aparte del aire acondicionado que hace clic, todo es silencioso.
—Pregunta. Si te hubiera pedido que vinieras a casa conmigo la
primera noche que nos conocimos, ¿lo habrías hecho?
Hace un zumbido.
—Respuesta. Tal vez. Probablemente. A quién engañamos, quería
entrar en tus pantalones. Pero, cuanto más te conocía, más quería que me
tomaras en serio.
—Te tomo en serio.
—Gracias —dice en voz baja—. En caso de que aún no lo haya dicho
hoy, me alegro de que estés aquí.
—Yo también me alegro de estar aquí. Pero no tienes que decírmelo
todos los días.
—Claro que sí —dice con una sonrisa—. Tengo un par de cosas que
hacer mañana por la mañana que no me puedo perder, pero ¿qué tal si
vamos a hacer algo después? ¿Solo nosotros dos?
—¿Como una cita?
—Absolutamente como una cita.
Sonrío.
—Me encantaría.
127
F
iel a su palabra, nos vamos a dormir juntos, después de que me
haya puesto una de sus camisetas y unas sensatas bragas
largas de algodón y me despierta antes de salir a trabajar. No
hay nada como despertar para ver a un hombre con traje que te da café y te
dice que ha pedido tortitas.
Nivel de calidad de vida: nirvana.
Sin embargo, tenemos que esforzarnos más por comer la comida que
llena la nevera. Estoy un poco horrorizada por el desperdicio. Sin embargo,
Beck está tan acostumbrado a agarrar el teléfono y a que le hagan todo lo
que necesite. No se preocupa por el coste, solo por la conveniencia. Debe
haber sido más que extraño cuando se alejó de esta vida. Aunque parece
haber vuelto a encajar bien.
Pero volviendo a lo de dormir juntos. Gustándome mi propio espacio,
no hubiera pensado que sería de las que quiere acurrucarse. Sin embargo,
al haberme despertado una o dos veces durante la noche para encontrarnos
sobre el otro demuestra lo contrario. La primera vez él me rodeaba con un
brazo y, la segunda vez, yo le pasé una pierna por encima. Mientras duermo,
adoro estar con Beck. Aunque despierta todavía tengo algunas
128
preocupaciones.
Trato de no preocuparme, pero termino pensando demasiado en todo
lo que tiene que ver con nuestra relación mientras llevo a cabo mi nueva y
mejorada rutina de maquillaje y peinado. El conjunto de hoy es unos
pantalones negros de piernas anchas de Altuzarra, una camisa de seda y un
par de zapatos Louboutin. Los pendientes de diamante son accesorio
suficiente.
Mi reflejo me deslumbra desde el espejo. Y me sorprende verlo sonreír.
Supongo que si esta elegancia es una carga que debo soportar, entonces
tendré que seguirla. Soy así de estoica.
Aunque puede haber demasiado de algo bueno. Un reloj de oro blanco
y diamante Patek Philippe ha aparecido en una de las vitrinas del vestidor.
Eso definitivamente no estaba allí ayer. Misterioso. Google me informa que
probablemente valga mi primogénito y posiblemente el segundo y la mitad
del tercero también. Puede permanecer a salvo bajo llave. Por un lado, todo
esto es bonito, brillante y divertido. Pero no quiero que mi relación con el
dinero se tuerza con todo este exceso. No quiero ponerme demasiado
cómoda. Todo podría desaparecer en cualquier momento y, entonces,
¿dónde estaría yo? Sin dinero y sin trabajo con un bolso de Hermès. La vida
en estos días es extraña y rara.
Mientras un par de criadas se ocupan del apartamento, una cosa a la
que no me importa acostumbrarme, aunque sigo recogiendo después
porque, hola, modales, bajo a ver cómo está la situación del personal hoy en
el bar antes de hacer cualquier otro plan o instalarme con un libro. Hay una
gran cantidad de camareros de guardia, así que no me necesitan. Sin
embargo, no están contentos. Esto se debe al grupo de adolescentes
alborotados sentados en la esquina pidiendo bebidas alcohólicas. Y la razón
por la que están siendo servidos es el hermano pequeño de Beck, Henry. La
piel del chico es pálida y pastosa, cubierta de sudor. Esto no es bueno. Otros
clientes, bebiendo su café matutino, tampoco están impresionados con la
escena y es justo.
—Mierda —murmuro.
—No son ni siquiera las diez de la mañana. Cuando le rechazaron el
servicio, fue detrás de la barra a buscar las botellas él mismo —dice el tipo
que está a mi lado. Es un hombre guapo con un afro corto, que lleva un
traje a rayas con una corbata de plata. Que está mediados de sus treinta es
mi suposición. Extiende la mano—. Encantado de conocerla, señorita
Lawrence. Soy Aaron Watson, director general del Heritage.
—Hola. —Nos damos la mano—. Llámame Alice.
—Muy bien, entonces, Alice.
—¿Cómo debemos manejar esto? —pregunto. 129
Su mirada registra sorpresa, pero es rápidamente cubierta por un
comportamiento profesional amistoso.
—Por mucho que me gustaría sacarlo de aquí por el pescuezo, se
supone que debo contactar a Smith para que venga y se ocupe de cualquier
situación. Así es como a la familia le gusta que se hagan las cosas. A menos
que tengas una idea mejor.
—Déjame hablar con Henry primero.
—Están muy lejos de estar sobrios. ¿Crees que eso es sabio?
—He pasado la mayor parte de mi vida laboral tratando con gente que
está muy lejos de estar sobria. —Me encojo de hombros—. Pero, si todo se
va al infierno, puedes decirle a Beck que fue mi culpa.
Aaron solo sonríe. No debería tener que lidiar con un lío creado por
los Elliot. Pero aquí estamos.
Henry y sus tres amigos están de fiesta. Hay una botella vacía y otra
medio llena en la mesa. De malta simple, de primera calidad, por supuesto.
Pequeños niñatos privilegiados.
Y, por el aspecto de los vasos, Henry ha estado mezclando con cola.
Escocés y soda caros, eso es una ofensa colgante.
—Se acabó la fiesta, Henry —digo con una sonrisa—. Es hora de irse,
chicos.
Henry, con la cara roja, solo se ríe.
—Oye, es el último polvo de Beck. Lo siento. Novia, quiero decir.
¿Cómo te va? Te presentaría, pero, honestamente, no puedo recordar tu
nombre. Quiero decir, ¿por qué molestarme en aprenderlos? Ninguna dura
mucho tiempo.
Sus amigos se ríen como si fuera un genio de la comedia. Los imbéciles
borrachos son más o menos iguales en todo el mundo. La edad y el dinero
significan poco una vez que la bebida llega a tu corriente sanguínea.
Recojo la botella de whisky, se la paso a Aaron.
—Devuélvela —gruñe Henry, golpeando su mano contra la mesa—. O
haré que os despidan a todos.
—En realidad no trabajo aquí, así que... no es una gran amenaza.
—Soy el dueño de este maldito lugar. Tú y los otros básicos pueden
irse ahora.
—La cosa es que no te pertenezco. —Sonrío. El truco para lidiar con
los borrachos es la confianza. Actúa como si tuvieras total autoridad y
alguna parte oscura y borracha de su cerebro empieza a preguntarse si tal
130
vez la tienes—. Vosotros tres, amigos de Henry, fuera.
Sus amigos le disparan miradas interrogantes. Los pómulos de Henry
destacan con un gran alivio.
—Maldita perra cazafortunas, ¡no puedes decirnos qué hacer! Ve a
buscar una polla que chupar. Es lo único para lo que sirves.
—Pregunta rápida, Henry. ¿Por qué debería dudar en llamar a la
policía? Podría llamar a tu abuela, pero creo que esto sería mucho más
memorable si os arrastraran a la cárcel. Y no creas que lo mismo no vale
para todos tus amiguitos.
Ahora intercambian miradas nerviosas.
—No sé ni me importa una mierda quiénes sois vosotros —digo—.
Muévanse. Ahora.
Hay algunos insultos y miradas furiosas, pero sus tres compañeros
finalmente se ponen de pie y se alejan a pisotones. Al menos parte del
problema se solucionó. Aaron asiente y un par de tipos de seguridad los
siguen. Con suerte los llevarán a casa a salvo. Ya tengo bastante con lidiar
con el hermano pequeño de Beck.
Los ojos rojos de Henry están furiosos.
—No me hagas llamarla —digo en voz baja—. He estado recibiendo
sus mierdas. Sabes que no quieres eso.
Y no importa lo imbécil que esté siendo ahora, tiene que estar
sufriendo. Con la muerte de su padre y todo eso. El cambio es difícil. Parte
de las ganas de discutir salen de él con esto, haciéndolo más un adolescente
hosco que nada. Me da una mirada de resentimiento.
—¿Qué vas a hacer, entonces?
—¿Dónde está tu madre?
—Se ha ido.
¿Qué demonios?
—¿A dónde?
Solo se encoge de hombros.
—Vale. ¿Así que tú y esos tres se bebieron una botella y media entre
todos? —pregunto—. Espero que te sientas bien ahora porque te vas a sentir
como una mierda muy pronto.
—Como si eso fuera a ser un cambio.
Un suspiro pesado.
—Sube al apartamento, Henry.
—¿Me dejarás beber ahí arriba? —pregunta, poniéndose de pie 131
inestablemente. Es alto como sus hermanos, pero aún no ha ensanchado.
—Ni hablar. Pero te dejaré acostarte en el sofá, ver la televisión, beber
un poco de agua, tomar un poco de ibuprofeno y dormir la mona.
Una sombra de miedo o duda cruza su rostro.
—¿No se lo dirás a la abuela?
—No.
—Bien —decide. Una mano va a su estómago—. No me siento muy
bien.
—No me sorprende. Vámonos.
Ahí es cuando me vomita encima.
Beck entra un poco después de la una de la tarde con un jarrón lleno
de rosas rojas y verdor.
—Cariño, estoy en casa.
—¡Shh!
Sus cejas se fruncen cuando inspecciona mi sostén de encaje. Al
menos mi mitad inferior está cubierta de vaqueros. Coloca las flores en el
mostrador de la cocina.
—Hablamos de ti y de tu lencería tentándome a pecar.
—No estoy aquí para tentarte. Estoy aquí para evitar que despiertes a
tu hermano pequeño que se ha dormido en la oficina. Por favor, baja la voz.
—¿Henry? —pregunta, con el ceño fruncido—. ¿Qué hace aquí?
Especialmente, ¿qué hace aquí contigo a medio vestir? Esa vista es solo para
mí.
—Vomitó sobre mí un par de veces, y yo necesitaba un lavado y un
cambio, lo que estaba a medio camino cuando llegaste. —Cierro suavemente
la puerta de la oficina por los ronquidos borrachos de Henry. Qué día. Al
menos me quité lo peor del desastre de mis zapatos y la ropa salpicada de
vómito está empapada en uno de los lavabos del baño. Esperemos que las
manchas no sean permanentes—. Aaron envió un colchón desplegable y lo
pusimos aquí. Espero que no hayas planeado trabajar en la oficina por un
tiempo.
—Tengo la sensación de que me estoy perdiendo el principio de esta
historia.
—Bien —digo, tomando un respiro—. Bueno, bajé para ver si tenían 132
suficientes camareros hoy y Henry junto con algunos amigos suyos estaban
tomando un brunch líquido. Asusté a sus amigos y lo traje aquí arriba. Fin.
—¿Estuvieron bebiendo aquí en el hotel? —dice, con la voz tensa.
—Ninguno de los tuyos les sirvió. Él mismo fue detrás de la barra y
agarró algunas botellas.
Se da la vuelta, con expresión tensa. El hombre está enojado. Supongo
que podría haber sido un verdadero desastre de relaciones públicas para la
familia si alguien hubiera grabado el incidente y lo hubiera publicado en los
medios sociales. Los mega ricos tienen muchas ventajas, pero el anonimato
no es una de ellas.
—De todos modos —digo—. Lo tenemos bajo control.
No está apaciguado.
—¿Por qué no llamaste a Smith para tratar esto?
—¿A quién responde Smith? —pregunto, con las manos en las
caderas—. Tu abuela, ¿verdad? El niño acaba de perder a su padre y ahora
su madre también lo ha abandonado.
—¿Giada se ha ido?
—Aparentemente. Todo eso sería suficiente para hacer que cualquiera
se vuelva loco, y mucho más un chico de dieciséis años. Así que lo último
que necesita es que Catherine esté sobre él.
Beck no dice nada.
—Entiendo que quieras patearle el culo y estoy de acuerdo en que se
lo merece, más o menos.
—¿Más o menos?
—Pero me recuerda lo que me dijiste de cuando eras joven y que te
dejaban solo todo el tiempo. Eso es lo que está pasando ahora mismo.
Lentamente, asiente.
—Joder. Tienes razón. Todavía quiero patearle el trasero, pero tomaste
la decisión correcta.
Le doy una sonrisa.
—Aunque desearía que me hubieras llamado. Habría llegado antes
para ayudar. —Desliza sus brazos alrededor de mi cintura, atrayéndome
para un abrazo—. Gracias por cuidar de mi hermano pequeño.
—De nada.
—La próxima vez llámame, ¿de acuerdo? Deja que me encargue de la
mierda de mi familia. 133
—Bien.
—Siento que te haya vomitado encima.
—No es la primera vez que pasa. —Me encogí de hombros—. Viviré.
¿Esas flores son para mí?
—Claro que lo son.
—Son hermosas. Gracias.
—Tenía grandes planes para nosotros —dice—. Planes de citas
nocturnas.
—No podemos irnos y abandonarlo como todos los demás.
—No, no podemos. —Me besa la frente, dándome una pequeña
sonrisa—. Termina de vestirte. Voy a hacer un par de llamadas, averiguar
qué le pasó a su madre, etc.
—Bien.
Para cuando termino de arreglarme y ponerme una camiseta negra
limpia y unas botas Aquatalia hasta la rodilla, mucho más a prueba de
escupitajos que zapatos planos, Beck está sentado en el sofá mirando a la
distancia.
—¿Cómo ha ido? —pregunto, poniéndome cómoda a su lado.
—Giada está en un balneario en Suiza.
—¿Así que se fue y dejó a su hijo adolescente con el personal?
—Sip.
La pérdida de su marido es horrible. Pero dejar a su hijo en un
momento como este para ir a hacerse un tratamiento facial... eso no lo
entiendo.
—Claramente no pueden controlarlo —dice Beck, deslizando un brazo
alrededor de mis hombros—. Ha estado fuera de la escuela durante las
últimas dos semanas. Se supone que regresará este fin de semana.
—¿Asiste a un internado?
—Tradición familiar. —Y no parece particularmente entusiasmado
con esto—. Supongo que intentaré hablar con él. Solíamos ser cercanos, 134
pero me ha estado ignorando desde que volví.
—¿Y si fue un grito de ayuda, su llegada aquí, causando una escena?
—Eres un amor. Pero cosas como esta no son exactamente raras
cuando se trata de Henry. —Hace lo de siempre, jugando con mi cabello
mientras piensa—. Una vez, cuando tenía nueve años, papá lo dejó en casa
de la abuela mientras él y Giada se iban a Mónaco. Puso detergente para
platos en la gran fuente de enfrente. Había burbujas hasta la mitad del
camino. Nunca he visto a Winston volverse loco de esa manera. Fue muy
divertido. Por otro lado, el año pasado en Acción de Gracias se bebió una
botella de vino de ocho mil dólares a través de una pajita y chocó un Ferrari
contra un árbol. Eso fue menos gracioso. El pequeño idiota podría haberse
lastimado. O herir a alguien.
—La atención negativa sigue siendo una forma de atención —recito—
. Puede que haya hecho una clase de Introducción a la Psicología.
—Ah.
—No podemos dejarlo solo, metiéndose en quién sabe qué problemas.
Suspira.
—No, no podemos.
—Es solo durante unos días. Es tu hermano. Es lo correcto.
—Eres muy comprensiva para ser una chica a la que hoy le han
vomitado encima varias veces.
—No me malinterpretes, se comportó como un completo imbécil abajo.
Pero siento pena por él. Además, no es la primera vez que me vomita un
borracho. Riesgo laboral.
La puerta de la oficina se abre y Henry sale encorvado.
—Oh. Hola.
—Toma asiento —Beck señala al sofá de enfrente—. Es hora de que
tengamos una pequeña charla.
—A la mierda con eso. Me vuelvo a la mansión. —No a casa, a la
mansión. Y, chico, si no es eso revelador. Tengo la clara sensación de que
no recibió suficientes abrazos de niño. Lo cual sigue siendo legalmente. No
soy muy de abrazos, siendo promedio en todas las cosas sociales, lo mismo
va para mi madre, así que supongo que es de donde lo heredé. Pero saber
que eres amado y querido sigue siendo crucial. Mis padres siempre nos
decían a mi hermano y a mí que éramos regalos. Sin importar las varias
estupideces que hiciéramos o si nos llevábamos bien con ellos en ese
momento. Henry se merece nada menos que lo mismo.
—Siéntate —dice Beck, endureciendo la voz.
Henry solo me mira mal.
135
—Una llamada a Ethan hace que te corten el acceso a tu fondo
fiduciario. En el momento en que tenga pruebas de que no estás usando ese
dinero en tu propio interés, está legalmente obligado como fiduciario a
impedirte el acceso. Tú eliges.
Su hermano pequeño le devuelve la mirada un momento antes de caer
en el sofá, haciendo lo mismo que hace Beck poniendo la mandíbula rígida
cuando está enfadado. Además, el chico apesta a sudor y vómito. Puaj.
—Si la abuela se enterara de que bebes y haces una escena en público
con tus amigos tan pronto después del funeral de papá, se volvería loca.
Probablemente te enviaría a uno de esos centros de rehabilitación durísimos
en Idaho. Un bonito colegio de alta seguridad para niños ricos traviesos y
problemáticos. Ojos que no ven, corazón que no siente y todo eso.
—Mamá no la dejaría —dice Henry.
—¿Estás seguro de eso?
Henry traga, evitando nuestros ojos.
—Y ya hemos cubierto cómo reaccionaría Ethan. —Beck se pone el
tobillo en la rodilla—. Por supuesto, tarde o temprano, ambos se enterarán
de la mierda que has hecho abajo. Así que no es si, es cuando.
—¿Y qué?
—Puedo ocuparme de ellos por ti. Quitártelos de encima. Pero, como
es el caso con todo en esta familia, va a costar.
La mirada de Henry se estrecha.
—¿Qué es lo que quieres?
—Primero, te disculparás con Alice y luego con Aaron y el personal de
abajo. En segundo lugar, te quedarás aquí con nosotros hasta que sea el
momento de...
—No voy a dormir en un maldito colchón desplegable en tu oficina.
—Claro que sí —dice Beck, agradable y tranquilo—. Será todo glamur
y es solo unos días. Aguántate. Tercero, cuando vuelvas a la escuela serás
un estudiante modelo. No más días de bebida o cualquier otra mierda. ¿Me
entiendes?
—No me das muchas opciones —gruñe.
—No. No lo hago, Henry. Porque, sinceramente, estoy un poco
enfadado contigo ahora mismo. —Todo el cuerpo de Beck vibra con la
tensión—. Seamos honestos, nuestro padre era un padre de mierda,
demasiado ocupado para molestarse con nosotros la mayor parte del tiempo.
Pero ahora se ha ido. Las reglas han cambiado. Vienes a mi negocio, el lugar
donde vivo y trabajo, ¿y haces este desastre?
La risa de Henry es dura.
136
—Siempre se trata del negocio con ustedes, imbéciles.
—Si se tratara de un negocio ni siquiera estaríamos hablando. Ya
estarías de camino a Idaho o a una divertida escuela militar, tal vez.
Silencio.
—Pero eres mi hermano y te quiero. Así que aquí estamos. Tienes una
oportunidad conmigo. Solo una —dice Beck—. Vas a seguir mi plan de tres
pasos porque no tienes más opciones. No hay mejores alternativas para ti
que esta. ¿Entiendes?
Henry levanta la barbilla.
—Ve a ducharte. Puedes tomar prestada algo de mi ropa.
Con un pesado suspiro, Henry se pone de pie y hace una pausa.
—Lo siento, Alice. Por lo que dije abajo y por vomitarte encima y todo
eso.
Solo asiento.
Mientras el adolescente camina encorvado hacia el baño de la
habitación principal, Beck se vuelve hacia mí con una mirada extrañada.
—¿Qué te dijo abajo?
—Las habituales tonterías de los borrachos. No es gran cosa.
—Bien. Le pediré los detalles a Aaron, entonces. —Llaman a la puerta
y Beck se levanta para ir a contestar—. O podrías simplemente decírmelo.
—Se acabó. Déjalo ir.
—¿Por qué no puedes complacerme como todos los demás?
Mis ojos se abren mucho.
—Vaya. No. Me temo que elegiste la novia equivocada para eso.
—No es posible. Desde hace un par de semanas, mi gusto por las
mujeres es impecable. —Abre la puerta—. Smith, entra.
El gran conductor/guardaespaldas avanza a pasos agigantados. Pero
muy silenciosamente. ¿Cómo es que alguien tan grande camina tan
suavemente? Debe haber un truco.
—Señorita Lawrence.
—Hola —digo.
—Smith trabaja para nosotros ahora —anuncia Beck—. ¿Te
importaría sentarte fuera, o dentro de la oficina, mientras hablo con Alice,
por favor?
El hombre asiente y sale, cerrando la puerta tras de sí. lleva uno de
sus habituales trajes negros. Sin duda lleva un arma. 137
—¿Robaste al chofer de tu abuela? —pregunto—. ¿Ya se lo has dicho?
¿Qué ha dicho?
—Nada. Solo un silencio muy largo. —Se sienta en el sofá a mi lado—
. Creo que voy a recibir repollo otra vez para Navidad. De todos modos,
siempre fui su favorito. Y le doblé el sueldo. No fue una venta difícil.
—Dios mío, trabajas rápido. Ni siquiera estuve fuera de la habitación
tanto tiempo.
—Estás frunciendo el ceño. —Se lame el pulgar y limpia entre mis
cejas—. Ahí tienes, querida. Todo mejor.
Arrugo la nariz.
—Voy a fingir que no lo hiciste. Y pensé que había dejado claro mis
sentimientos sobre los guardaespaldas.
Beck se estremece.
—Sí, pero... ¿cómo decirlo? Te equivocas. Verás, sea lo que sea que
decidamos hacer con Henry, íbamos a necesitar que alguien nos ayudara a
vigilarlo más de cerca. Al menos durante los próximos días hasta que vuelva
a la escuela.
—Pero no estás hablando de que Smith esté aquí solo unos días,
¿verdad?
—No. Y probablemente no será la única persona de seguridad que
traiga. —Se afloja la corbata, tirando de ella—. La cosa es que si de repente
te hicieras rica, te darías cuenta rápidamente de que necesitas ser más
consciente de la seguridad. Serías un objetivo en formas en las que nunca
lo habías sido. Esa es básicamente nuestra realidad ahora. Sé que no te
gusta. Pero no sé de qué otra forma explicártelo.
Lo pienso.
—Tienes razón, no me gusta. Aunque tampoco quiero ver que te
lastimen, o que algún loco intente secuestrarte y cortarte en pedacitos y
enviarte de vuelta en cajas de regalo a mí.
—Es muy amable de tu parte. Y es toda una imagen. —Me agarra de
la mano y me da un beso en los nudillos—. Ahora, ¿cómo mantenemos a un
adolescente ocupado y lejos de problemas durante los próximos días?
—Buena pregunta. Solía ir al centro comercial con mis amigas o a la
biblioteca. Ninguna de esas opciones me parece que sea cosa de Henry.
—Probablemente no.
—Por cierto —digo—. Necesitamos discutir ese reloj.
Arquea una ceja.
—¿Qué reloj? ¿Necesitas uno?
138
—Un reloj de diamantes apareció en el armario esta mañana. Es
hermoso, pero... excesivo. Lo busqué. Es un Patek Philippe.
—Rachel debe haberlo enviado. —Se golpea el labio con un dedo—. A
menos que, y escúchame, el armario sea de hecho un portal mágico.
—¿Crees que Narnia podría estar ahí atrás?
—Tal vez.
—Tengo que admitir que no se me había ocurrido.
—Si aparece una caja de delicias turcas, lo sabremos con seguridad
—dice—. Para ser honesto, es más probable que Rachel y Selah aun
tratando de ayudarte a parecer una consorte de Elliot.
Me río.
—Y una mierda consorte. Tú, amigo mío, eres muchas cosas. Pero un
rey no es una de ellas.
—¿No podríamos fingir?
—No.
—Pero estarías muy guapa de rodillas.
Le doy una buena vista lateral.
—Ya sabes lo que tienes que hacer para conseguirlo.
—La prohibición del sexo se levantará a su debido tiempo —dice, en
tono solemne. Pero no dura—. Es tu decisión, querida. Si te gusta el reloj,
quédatelo. Aunque sería bueno conservarlo un tiempo y apaciguar un poco
a Rachel. Parece que le gustas.
—No me conoce. Lo que le gusta es que hayas vuelto.
—Eso también.
Beck agita la mano y Smith vuelve a entrar. Aunque parecía estar
relajado y observando el horizonte, aparentemente también nos tenía en el
rabillo del ojo todo el tiempo. Más trucos de magia de guardaespaldas. Henry
sale del baño con una nube de vapor con una toalla envuelta alrededor de
su cintura y el pelo oscuro y húmedo goteando en sus ojos.
—Tu jabón y champú huele a mierda de chica —gruñe.
—Es bueno saberlo. —Beck se cruza de brazos, tomando mi mano con
él. No es exactamente cómodo, pero bueno, lo que sea que lo haga feliz—.
Smith te va a llevar a la calle Bertram para recoger tus cosas. Consigue
también lo que necesites para la escuela, ¿vale?
Otro gesto de la barbilla de Henry.
—Vístete. El armario está por ahí.
—Me voy a poner un traje. Un Westmancott, tal vez. 139
—Si te pones uno de mis trajes, vamos a tener problemas. —Beck mira
al cielo—. ¿De verdad quieres que te pateen el culo cuando tienes resaca?
Porque te lo digo ahora, he estado allí, he hecho eso, y no se siente bien.
—¿Te has metido en una pelea? —pregunto, curiosa—. ¿Cuándo
ocurrió esto?
—Puede que haya habido uno o dos malentendidos durante mis años
más jóvenes y salvajes.
Henry aplaude.
—Quieres decir que no se ha enterado de la vez que tú...
—Regla número cuatro, no le contarás a Alice ninguna historia —
ordena Beck—. Lo digo en serio. Y, de todos modos, eso fue hace mucho
tiempo. He madurado desde entonces.
Con esto, Smith resopla y la risa diabólica de Henry hace eco en el
apartamento. La cosa es que casi suena feliz. Y Beck esboza una de sus
sonrisas furtivas, del tipo que trata de ocultar por una razón u otra. Pero
está ahí y es hermosa, como todo lo demás de él. Si el hombre fuera un libro,
lo releería cien veces o más. Aprendiendo cada rincón de su mente y sus
emociones hasta que lo conociera por dentro y por fuera. Conocer su
historia, las cosas que ayudaban a darle forma, como la palma de mi mano.
Creo que nunca sentí tanta curiosidad por nadie. Nunca estuve tan
completamente ocupada con otra persona. Un rincón de mi mente parece
haber sido creado para pensar en este hombre específicamente. Es una
locura. Esto va tan lejos de una aventura que no es divertido.
Cuando me pilla mirándolo, me hace un guiño. Entonces su mirada
se queda en mi cara, mirándome fijamente. Y la sensación de que no estoy
sola en todo lo que quiero, significa todo.
140
E
l fuerte golpe en la puerta al día siguiente casi me hace desear
no haber echado a Smith. Alguien ahí fuera está enfadado.
—Beck —grita una voz familiar—. Maldición, sé que estás
ahí.
Abro la puerta a pesar de que mi estética actual es un moño
desordenado, sin maquillaje y sudorosa. Sin planes de salir, es un día de
esconderme. El ser elegante puede besarme el culo. Tengo un día libre. Ya
me puse al día en mi socialización a distancia enviando mensajes a Natasha
y Hanae y llamando a mi madre y a mi hermano. Incluso escuché a mi
sobrina gorgotear y decir algo que sonaba como "gato" seguido de un miau
chillón. Qué linda.
En cuanto al imbécil del otro lado de la puerta, puede aceptarme como
soy.
—Hola, Ethan. En realidad no está aquí.
Pero el tipo ya ha pasado por delante de mí, buscando a su hermano.
Y definitivamente está haciendo lo de la mandíbula rígida de los Elliot. Me
pregunto si también hace lo de la frente arrugada. Los genes de Elliot son 141
fuertes. Los colores de Ethan son como el oro descolorido. Pero como alguien
que una vez se bronceó, hace tiempo que no ve el sol.
Matías entra un poco más sedado.
—Hola, Alice.
—Hola. ¿Pasa algo malo?
—¿Dónde coño está Henry? —Ethan se sacude su corbata
normalmente perfecta, tirando de ella de forma torcida—. ¿Está bien?
—Está bien. Él y Beck fueron a dar un paseo hasta Boulder. Deberían
volver pronto.
—Cálmate, Ethan. Te estás portando como un idiota —dice Matías,
poniéndose cómodo en uno de los sofás—. Lo siento por esto, Alice. Emma
me envió para averiguar qué está pasando.
—Bien.
—Pensarías que tendría más respeto por mí mismo que dejar que me
trate como su recadero, pero aquí estamos. —El hombre solo se encoge de
hombros. Es realmente guapo—. Está con su madre en Nueva York por
tiempo de chicas. Es código para ir de compras. Ver un espectáculo o dos.
Tal vez comprando un par de áticos o los Yankees, tal vez.
—¿A Emma le gusta el béisbol? —pregunto.
—En realidad no. Solo le gusta cómo se ven sus traseros con esos
pantalones ajustados.
—Puedo respetar eso.
Mientras tanto, Ethan camina. Y luego camina y grita, demostrando
que los hombres realmente pueden hacer varias cosas a la vez.
—¿Qué demonios pasó abajo ayer? ¿Beck me deja un mensaje a
medias sobre que Henry se queda aquí y eso es todo lo que recibo? ¿Y qué
es eso de robar el personal de la abuela? ¡Esta mañana casi me mordió la
maldita oreja!
—Teniendo en cuenta que tu padre acaba de morir de un ataque al
corazón —dice Matías—. Tal vez deberías tomar un par de respiraciones
profundas y calmarte.
Ethan lo ignora, sacando su teléfono del bolsillo de su abrigo.
—¿Vas a responder a mis preguntas?
Supongo que se refiere a mí.
—No. Creo que esto es un asunto familiar y debería ser una
conversación entre tú y Beck. Pero estaré feliz de pedirle que te llame tan
pronto como regrese.
142
El hombre solo me mira fijamente. Parte aturdido, parte enojado.
—Si quieres que se lo pida, eso es —le ofrezco. Porque tengo modales—
. Henry está realmente bien. Lo prometo.
—No tengo tiempo para esto. —Y Ethan se dirige a la puerta,
abriéndola y caminando a través de ella antes de cerrarla de golpe. Es una
salida bastante dramática.
Matías suspira.
—Siéntete libre de esperar si quieres. —Me vuelvo a sentar en el sofá.
Mis manos están un poco temblorosas por alguna razón—. No deberían
tardar mucho.
—Gracias. Creo que lo haré.
—¿Puedo ofrecerte un trago o algo?
—No. Está bien. —Sus dedos dan golpecitos en el brazo del sofá—.
Tendrás que perdonar a Ethan. Es un Elliot. No están acostumbrados a
escuchar la palabra "no".
—Me di cuenta. Obviamente está preocupado por Henry, lo cual es
bueno.
Solo me mira.
—¿Tienes algo en mente?
—Aunque aprecio tu sutil marca de romper pelotas, no sigues molesta
porque Ethan te haya investigado, ¿verdad? ¿O ha sido un imbécil contigo
de alguna otra manera? —pregunta—. Aparte de gritarte en la cara hace un
momento, por supuesto.
—Es tu amigo, ¿eh?
—Tanto como permite que alguien sea un amigo.
—No, no estoy realmente molesta por el informe. Entiendo que
necesitan protegerse contra las cazafortunas o espías corporativos o lo que
sea. Incluso si fue una invasión flagrante de mi privacidad —digo, con mi
voz ganando volumen con cada palabra. Y una mierda total en general el
tratar de reducir a la gente a una serie de hechos secos. Como si tu
calificación crediticia o nota media realmente dijera qué tipo de persona
eres. Si eres amable o divertido o moral o... no lo sé.
Matías solo espera.
—En realidad puede haber un poco de resentimiento persistente,
ahora que lo pienso.
—No es fácil ser la nueva. Estuve allí una vez, ya sabes, y también
143
recibí el tratamiento completo de los Elliot. —Me da una sonrisa triste—. No
es el mejor momento para conocerlos, tampoco. La pena es dura. Entre tú y
yo, Emma y Rachel están en Nueva York porque necesitan un tiempo lejos
de aquí. Una oportunidad de entender todo y lidiar con la pérdida. Jack era
el padre de Emma, pero él y Rachel también estuvieron juntos durante
mucho tiempo. Creo que les está afectando a ambas.
—Comprensiblemente. ¿Así que estás sugiriendo que Ethan no suele
ser tan malo?
Se ríe.
—Bueno, no suele estar tan estresado. Asumir el cargo de director
general es algo grande, pero tiene el sustento de decenas de miles de
personas sobre sus hombros, el tener que demostrar su valía a la junta
directiva y a los accionistas, etc. Es mucho poder, sin duda, pero también
una gran oportunidad para arruinar las cosas.
—Cierto. —Me relajo contra el sofá—. Si no te importa que pregunte,
¿cómo se conocieron Emma y tú? ¿También eras de la alta sociedad de
Denver?
—No. Yo no —dice—. Soy de Florida, originalmente. Tenía una beca
de fútbol y me jodí la rodilla. Terminé mi carrera de marketing y conseguí
un puesto de interno. Hice algo de modelaje para pagar el alquiler. Emma y
yo nos conocimos en una fiesta en Miami y todo fue a partir de ahí. Jack no
estaba muy impresionado cuando me compró la casa.
—¿Cómo era él?
Frunce el ceño, pensándolo bien.
—Como te lo imaginas. Si tienes una imaginación cínica y brutal. Un
imbécil mega rico adicto al trabajo con un ojo para las damas que esperaba
que sus hijos hicieran lo que se les dijera y siguieran sus pasos. Creo que
los amaba a su manera; simplemente no podía tolerar la idea de que
pudieran tener sus propios pensamientos e ideas sobre la vida, ¿sabes?
—Suena encantador.
—Claro. Cuando quería algo. El hombre sabía cómo cerrar un trato.
Pero también podía ser un malvado hijo de puta. Y, mientras que era flexible
con los conceptos morales como el bien y el mal, su idea del éxito y de lo
que debería ser importante en la vida de alguien estaba grabada en piedra.
No dejaba a la gente a su alrededor mucho espacio para maniobrar. —Su
sonrisa es algo retorcida—. De todos modos, trabajé para Elliot Corp. un
tiempo. Luego decidí que necesitaba hacer mis propias cosas. Beck buscaba
diferentes formas de invertir su fondo fiduciario y se formó The Crooked
Company. 144
—Me encanta ese nombre.
—Surgió después de una sesión de ideas particularmente larga, una
noche, con muchas cervezas.
La mirada de Matías cae sobre el reluciente laptop en la mesa de café
frente a mí. Acaba de llegar esta mañana, y la caja y toda la demás
parafernalia con ella están esparcidos en un montón desordenado a su lado.
—¿Nuevo juguete?
—Cometí el error de pedirle a Beck si podía pedirle prestado su laptop
una o dos horas una noche. —El gato de la señora Flores tiró el mío de una
mesa hace unos meses y desde entonces he estado ahorrando para otro—.
Normalmente cuando un tipo parece un poco sorprendido ante la
perspectiva de entregar sus aparatos es porque le preocupa que le pillen con
el porno o algo así, pero creo que para Beck era solo que se olvida de que no
todo el mundo tiene los últimos juguetes. De todos modos, en una hora un
repartidor aparece con esta brillante tecnología. El tipo se ofreció a arreglarlo
para mí, pero pensé que si no lo hacía yo misma, nunca sabría cómo arreglar
nada cuando saliera mal.
Matías asiente.
—¿Cuál es tu propósito con esto? ¿Negocios o placer?
—La primera opción.
—¿Sí? —Se sienta—. ¿En qué estás trabajando?
—Mi currículum —respondo—. Si me quedo, voy a necesitar un
trabajo. El truco es hacer que media docena de trabajos de camarera
diferentes suenen como si me prepararan para grandes cosas. Servir café o
cerveza no le gustará a la familia, así que es hora de usar el título.
—¿Te importa si echo un vistazo?
—Seguro. —Escaneo mi huella digital y le paso la computadora—.
Todos los comentarios constructivos son aceptados con gratitud.
Está tranquilo durante varios minutos, leyendo lo que he escrito hasta
ahora. Lo que en el fondo puedo admitir que es probablemente un montón
de tonterías. Pero tienes que empezar en algún sitio. Al menos si consigo
alguna entrevista puedo aparecer con un traje elegante y cumplir el papel.
—Tienes una habilidad con las palabras.
Me río.
—A los potenciales empleadores no les importará mucho mi título en
Literatura Inglesa. Pero al menos me ha dado la capacidad de decir
hermosas frases sobre mi falta de cualificaciones útiles.
—Déjame mostrarte algo. —Sus dedos golpean muy silenciosamente 145
las teclas. Me entrega el portátil con un sitio para una micro cervecería local
en pantalla.
—¿Este es el negocio del que hablaban el otro día? —pregunto—. ¿La
cerveza que probamos?
—Así es. Dime lo que piensas.
Me tomo mi tiempo y recorro la información.
—Se ve bien, pero el contenido es un poco torpe.
—De acuerdo. Reescríbelo para mí. Dame algo mejor.
Solo lo miro.
Y el hombre va en serio. Muy serio.
—The Crooked Company está creciendo y algunos de estos negocios
necesitan un poco de tutoría. El hecho es que no puedo seguir manejando
todo por mi cuenta y Beck está ocupado haciendo lo suyo. Estos son
exactamente el tipo de trabajo que debería entregar a otra persona. Alguien
calificado. Así que inténtalo.
—Muy bien —digo, y me pongo a trabajar releyendo el contenido antes
de empezar. Si no sale nada más, será una buena práctica. Tal vez incluso
consiga un trabajo. En el peor de los casos le pediré a Matías cinco dólares
por mi trabajo y pondré una nueva entrada en mi currículum como
consultora profesional de Internet. O cualquier título elegante que pueda
inventarme.
154
—¿E
ste vehículo? —pregunto—. ¿Estás seguro?
—Sí, señorita Lawrence. El señor Elliot fue
muy específico.
Mierda. No puedo quitarme la sonrisa de la
cara. El valet me da un llavero con un lazo rojo. Otro regalo de Beck. Al
menos, espero que sea solo de Beck. Porque si Matías tuviera que contribuir
a esto como un "auto de empresa" hay muchas posibilidades de que le diera
un aneurisma.
Es grande, negro y con aspecto de caja. Algo así como un tanque
cruzado con un SUV con un toque de modernidad en la medida de lo posible.
No tengo dudas de que podría escalar cualquier montaña y contener
cualquier viaje de compras. El interior es todo cuero gris suave con mucho
espacio y toda la última tecnología. Lo mejor de lo mejor, obviamente. Como
si Beck comprara cualquier otra cosa.
—Mercedes Benz Clase G —dice Aaron, apareciendo detrás de mí—.
Es básicamente indestructible y tiene un gran índice de seguridad. Una
buena elección. 155
—No soy tan mala conductora —bromeo.
El valet que nos mira esconde una sonrisa.
—Bueno para alguien con una experiencia limitada en la nieve,
señorita.
—Eso tiene sentido. Gracias por traerlo —digo, dándole una propina.
Hizo un comentario justo sobre una chica de Cali, asumiendo que seguiré
aquí en invierno. Espero estarlo. Nadie ha mencionado cómo funcionan las
cosas cuando vives en el hotel, pero seguiré dando propina a la gente
trabajadora hasta que me digan lo contrario. Otra razón para conseguir
trabajo y tener algo de dinero entrando en vez de saliendo.
Espero hasta que Aaron y yo estemos solos antes de hablar.
—Smith está vigilando a Henry. No creo que haya problemas, pero no
dudes en llamarme si los hay. Beck está en reuniones la mayor parte del
día, así que no estoy segura de su disponibilidad. Pero no deberías tener que
lidiar con su mierda familiar.
—¿Estás segura? —pregunta Aaron.
—Absolutamente. —Mi teléfono zumba dentro de mi bolso Birkin
negro. Reviso entre el maquillaje, los pañuelos de papel, la barra de
chocolate, el libro y otros artículos muy necesarios.
—Disculpa —le murmuro a Aaron.
Él asiente.
—Te dejo con ello. Que tengas un buen día, Alice.
—Tú también. —El mensaje es de Beck. Mi estómago da un salto con
solo ver su nombre. Aunque solo lo vi hace tres horas. A pesar de que lo veré
de nuevo esta noche.
Beck: ¿Te gusta?
Yo: Es increíble. Gracias.
Beck: Puedes pagarme con besos si te apetece.
Yo: Está bien.
Beck: El papeleo para transferirlo a tu nombre está en el asiento del
pasajero. Feliz tercer cumpleaños.
Yo: ?
Beck: La ropa, etc. cubre tu primer cumpleaños. El reloj puede ser para
el segundo. Así que este es para el tercero.
Yo: Habría aceptado con gusto una foto polla por los veintidós, ya
sabes.
Beck: Por eso me gustas. 156
Beck: Lo harás muy bien en el almuerzo. Intenta relajarte y disfrutar.
Yo: xx
Beck: Hazme saber cómo va.
Yo: Lo haré. Buena suerte con tus reuniones.
Escribo la dirección en el GPS y me pongo en marcha. Por supuesto
que el vehículo se conduce como un sueño. Muy lejos de mi viejo sedán en
casa. Incluso tiene olor a coche nuevo, lo que me hace sentirme drogada.
Las implicaciones éticas de aceptar todos estos regalos es una preocupación
constante. Pero por otro lado, ¿quién soy yo para decirle a un billonario
cómo gastar su dinero? Tal vez esté siendo seducida por el estilo de vida.
Sin embargo, en su mayor parte, es solo Beck.
No estando segura de lo que la gente se pone para los almuerzos de
caridad, fui con un vestido de Diane Von Furstenberg y botas negras hasta
la rodilla. Dudo que llegue a ser una loca de la moda de Instagram, pero me
siento bien. Especialmente después de usar máscara de ojos y medio tubo
de corrector. Mi noche de sueño de mierda tiene dos causas: la primera es
la ansiedad por hoy. La segunda son las pesadillas de la ridícula y
sangrienta película de terror de Henry.
—Es del tipo que hizo El Señor de los Anillos —dijo, dándome
esperanzas pero sin mencionar que el nombre de la película era literalmente
Mal Gusto. La última vez que Henry pudo elegir. Nunca más.
El evento se celebra en un restaurante en un gran edificio de ladrillos
viejos recuperado. Una fábrica, tal vez. Todo es elegante en el interior, con
modernas y nuevas lámparas y manteles de lino. Alrededor de ochenta
personas llenan la sala privada con vistas al río. Mi presencia confunde al
maître y a la mujer a la que llama discretamente.
—La señorita Lawrence está aquí en lugar de la señora Elliot —le dice
a la dama. Parece tener unos cincuenta años, con estilo, con lápiz de labios
rojo y pelo gris rizado.
—Oh —es todo lo que dice.
Incómodo.
—Tal vez su asistente olvidó informarle —le digo—. Catherine me pidió
que viniera en su lugar. Bueno, le pidió a su nieto que me lo pidiera. No se
sentía bien, aparentemente. ¿Es eso un problema?
La mujer solo me parpadea.
—No que no se sintiera bien, sino que me envió en su lugar, quiero
decir. —La especificidad es buena, el balbuceo no lo es tanto. Este no es un
comienzo fortuito para mi primer evento en solitario.
—Por supuesto que no —dice otra mujer. Es una década más o menos 157
mayor que yo, con geniales gafas naranja—. Soy Yumi Manning, directora
de asociaciones. Y ella es Debra Stein, gerente de filantropía.
—Alice Lawrence.
Todas nos damos la mano y el maître se dirige al frente del
restaurante. Llámame paranoica, pero tengo un mal presentimiento sobre
esto. La abuela Catherine no me parece del tipo que contrata a gente que se
olvida de hacer cosas. Especialmente cuando se esforzó por solicitar mi
presencia aquí en primer lugar. ¿Qué carajo está pasando?
Debra desaparece entre la multitud a la primera oportunidad que
tiene.
Unas cuantas personas se detienen y me miran fijamente. Tal vez han
visto mi foto en las páginas de sociedad con Beck. Cualquiera que sea la
causa, me hace aún más inquieta y cohibida.
—Vamos a conseguirte un trago. —Yumi detiene a un camarero que
pasa.
—Eso sería genial. Vino blanco —digo, porque quiero alcohol—.
Gracias.
—Hola, Alice. —Penny, la abogada que se sentó a mi lado en la gala,
está sonriendo. Alguien está realmente feliz de verme. Además, se ve
increíble en un traje de pantalón verde—. Esto es una sorpresa.
—Dejaré que ustedes dos se pongan al día —dice Yumi mientras ella
también se arriesga a huir.
Sonrío, aliviada de conocer a alguien.
—Hola. Me envía Catherine.
—¿Lo hizo? —pregunta Penny, con tono cauteloso.
—Sí. No sabía que estarías aquí.
—También trabajo con la Fundación de la Familia Elliot,
—Bueno, es bueno verte de nuevo.
Penny se lame los labios, mirando a la multitud.
—Esta era una de las causas de Jack. Catherine se inclina más por
dar al club de polo y a los internados y colegios de niños. Sus fraternidades
y hermandades, etc.
—Ah.
—Hay rumores de que planea reducir la donación a las bibliotecas al
menos a la mitad.
—¿Son ciertos los rumores? —pregunto.
—Sí, lo son. 158
Joder.
—Por eso no quería venir.
—Lo has entendido a la primera. Yumi y Debra esperaban beber y
cenar con ella en un estado de ánimo más generoso —dice Penny—. ¿Ya te
sientes como el cordero del sacrificio?
Me tomo un trago de vino antes de responder.
—Beee.
Se ríe.
Ah, sí. Esto es increíble. Estaré aquí incómoda si alguien me quiere.
El almuerzo es de quesos artesanales seguido de un asado wagyu al
vino tinto con puré de patatas dulces y una tarta de frutas de postre. La
comida es excelente; sin embargo, la conversación es horrible. Yumi y Debra
están sentadas a ambos lados de mí, pero pasan la mayor parte del tiempo
hablando con los demás en la mesa. Y lo entiendo. Con aproximadamente
428 dólares en mi cuenta, soy de poca ayuda para su situación financiera.
Una vez más soy la persona que nadie quiere en la fiesta. Pobre de mí.
Estoy lista para despedirme y salir corriendo cuando se sirva el café.
Entonces Yumi se levanta y golpea con una cucharita contra su copa de
vino. El silencio desciende sobre la mesa.
—Como todos saben, Jack Elliot falleció recientemente. Su pérdida ha
sido muy sentida por todos en Denver, pero especialmente por los que
estamos en las bibliotecas. Cuando se recortaron los fondos del gobierno,
fue Jack Elliot quien intervino por primera vez para ayudar a llenar el déficit.
Su apoyo nos permitió mantener las luces encendidas y las puertas abiertas.
Alice Lawrence está aquí hoy para decir unas palabras en nombre de la
Fundación de la Familia Elliot.
No me jodas.
Aplausos educados.
Yumi se sienta de nuevo.
La mirada asustada de Penny se encuentra con la mía al otro lado de
la habitación. Supongo que ella tampoco sabía de esta parte. Eso me hace
sentir un poco mejor.
Me pongo de pie, con las manos apoyadas en la mesa. Algo tiene que
mantenerme erguida desde que mis rodillas se convirtieron en agua. Cada
maldito ojo de la habitación está sobre mí. Esperando. Expectante. Y esto
es lo que Catherine realmente quería, lo sé hasta los huesos. Yo de pie frente
a una selección de los mejores de la ciudad haciendo el ridículo. Sí, bueno...
Hoy no, Satanás.
—Gracias, Yumi —digo, con mi sonrisa fija en su lugar—. Es un gran
159
placer estar aquí representando a la Fundación de la Familia Elliot. ¿Qué
puedo decir de Jack Elliot? Buena pregunta. Desafortunadamente, para mi
gran pesar, nunca llegué a conocerlo. Pero he oído a mucha gente hablar de
Jack y parece que inevitablemente todos vuelven a esta característica que lo
define... su determinación. El impulso, la concentración y la dedicación sin
igual del hombre para hacer el trabajo. De esta manera, es sin duda una
inspiración para muchos.
—Sin embargo, de lo que realmente me gustaría hablar hoy es del
legado que deja. No solo a través de su trabajo, sino con sus cuatro hijos,
que han mostrado tanto amor y lealtad apoyándose mutuamente durante
este difícil momento. No dudo de que cada uno de ellos seguirá haciendo
grandes cosas. Y luego está lo que logró a través de toda una vida dedicada
a apoyar causas como las bibliotecas.
—Fue el regalo de la historia transmitida desde el principio de los
tiempos lo que nos ayudó a aprender y evolucionar. Fue la invención de la
imprenta lo que permitió a la gente de todas formas de vida comenzar a
entenderse y a empatizar con otros. Y son nuestras bibliotecas de hoy y la
gente que las atiende las que continúan con este invaluable trabajo,
asegurando que todos tengan acceso al regalo del conocimiento y la
posibilidad de un futuro más brillante.
—Ya les he quitado bastante tiempo y su café se está enfriando, lo
cual es imperdonable. Así que permítanme terminar diciendo que la
Fundación de la Familia Elliot se siente honrada de apoyar a las bibliotecas
de esta ciudad y, en memoria de Jack, de seguir cumpliendo con la cantidad
de la donación establecida por él. Gracias.
Yumi grita de sorpresa. La boca de Penny cuelga abierta. Debra deja
caer su tenedor. El aplauso es atronador. Nunca en mi vida he sido tan
popular, y probablemente nunca lo seré de nuevo. Pensar que todo lo que
cuesta es una cantidad indeterminada de dinero de otra persona y cualquier
posibilidad de que Catherine me acepte. Es difícil no sonreír. Ahí es cuando
la persona del periódico me saca una foto.
—Di algo.
Me siento con las piernas acurrucadas debajo de mí en el sofá y los
contratos en mi regazo.
—Estoy pensando.
—Entonces dime lo que estás pensando —dice Beck, dando vueltas y
vueltas.
Con el fuego encendido, la habitación es acogedora, y la noche fuera
es oscura y silenciosa. Estamos solos, ya que una vez que Emma se calmó,
decidió que prefería irse a casa. Un fácilmente calmado Matías se fue con
ella. Al menos no está sola.
—El contrato parece bastante sencillo. —Respiro profundamente y
enderezo los papeles—. El único problema es que no hablar de nada que
tenga que ver contigo, nuestra relación o tu familia con nadie es algo poco
razonable. Dado que se supone que debes hablar de tu vida con la gente
cercana a ti y tú eres una gran parte de mi vida ahora mismo.
—¿Ahora mismo? —Ladea la cabeza—. ¿Es eso una amenaza?
Y una mierda si va a hacer que esto sea mi culpa.
—Siéntate, Beck.
Frunce el ceño en su lugar, y se sienta en el sofá de enfrente. Su codo
descansa en el brazo del sofá, con el pulgar y el índice jugando con su labio
inferior. El chico no está contento. Yo tampoco. Este papeleo es una pared
entre nosotros.
—Es hora de negociar —digo—. Estaré de acuerdo en no discutir de
tu familia con nadie.
Asiente.
—Y restringir cualquier discusión sobre nosotros dos a una lista
acordada de amigos y familiares que serán advertidos de no discutirlo con
nadie más.
—Advertidos, pero no obligados por contrato —dice—. ¿Qué les vas a
decir, exactamente? 178
—No lo sé exactamente, pero puedo hacer lo que pueda para mantener
las cosas en términos generales. —Me duele la cabeza. Al menos el zumbido
de las margaritas ha desaparecido. Probablemente habría sido mejor tener
toda la conversación mañana. Aunque dudo que ninguno de los dos hubiera
podido dormir con esto encima—. Beck, no quiero que esta relación me aísle.
No quiero acceder a nada que corra el riesgo de que algún día termine
resentida contigo.
Aparece una hendidura entre sus cejas.
—Querías a alguien que no te persiguiera por tu dinero —digo yo—.
Y, sin embargo, el dinero es una parte enorme de todo ahora.
—¿Qué quieres que haga?
—No lo sé.
—¿Me puedes dar el contrato, por favor? —extiende la mano y se pone
de pie. Le entrego los papeles. Resulta que va a buscar un bolígrafo. Con el
que regresa, brillando como metal pulido a la luz del fuego. Probablemente
de platino. Si vas a firmar con tu nombre en acuerdos de millones de dólares,
supongo que también puedes hacerlo con estilo. Se sienta de nuevo, y pone
los papeles en la mesa de café. Varias líneas de texto son tachadas con una
rápida serie de trazos autoritarios antes de escribir algo al final del
contrato—. Mira si eso es aceptable.
—Está bien.
Tomo los papeles, pero por un momento se aferra a ellos, casi
mirándolos. Luego respira profundamente y los deja ir lentamente.
—Déjame darle un poco de contexto. Hace unos dieciséis años,
cuando estaba en la universidad, Ethan empezó a salir con una chica. Una
estudiante de periodismo. Se puso serio rápidamente. Planeaba pedirle
matrimonio una vez que se graduaran, pero todo era falso. Resulta que ella
estaba escribiendo un libro sobre la familia y lo usaba como medio de
investigación. Papá logró que pararan el libro, pero fue entonces cuando los
informes de antecedentes y los contratos se volvieron obligatorios para
todos.
Me llevo los papeles.
—No me extraña que esté amargado. Es horrible.
Beck se sienta allí como un niño perdido. Solo durante un momento.
Entonces su mandíbula se afirma y su mirada se endurece.
—Ethan y Penny tienen razón; necesito proteger tanto mis intereses
como mi familia aquí.
—De mí.
No dice nada. No se puede negar. 179
Y eso duele. De hecho, toda esta maldita conversación es una miseria.
Qué hacer cuando tu novio se convierte en una complicada y costosa
disputa legal. Alguien tiene que escribir ese libro de instrucciones. Trago
fuerte, mi garganta seca.
—Aunque básicamente entiendo de dónde vienes, esto es mucho para
asimilar.
—¿Qué te pareció el acuerdo de cohabitación?
—Parece bastante sencillo. También es muy generoso. Un poco
demasiado generoso. —Me froto las sienes, tratando de aliviar el dolor que
comienza dentro de mi cerebro—. El dinero es un no definitivo. Voy a
encontrar más trabajo. Sentarme en casa a esperar que tengas tiempo para
mí en tu apretada agenda no es atractivo.
—No sería así.
—También está el lado del respeto a sí misma de las cosas que hay
que considerar.
Aprieta los labios un momento.
—Está bien.
Le entrego el segundo lote de papeles y él los examina, buscando la
subsección pertinente. Esto también es tachado antes de firmar el contrato.
Me aclaro la garganta.
—En cuanto a la parte de la disolución...
—Eso se queda. Has puesto tu vida del revés y te has mudado a
Denver por mí. El acuerdo si terminamos la relación es justo y basado en el
tiempo que estemos juntos. No negociaré eso. Tú y tu futuro también deben
ser protegidos. —No me mira a los ojos—. Haz que un abogado lo revise.
Pero no estoy abierto a cambiar esa parte del contrato, Alice.
—La cantidad es exorbitante.
—Algunas de mis ex no estarían de acuerdo —dice, con tono cínico—
. En cualquier caso, se queda.
—Si firmo eso, ¿podrás confiar en que estoy aquí por ti y no por el
dinero? —pregunto—. Porque si todo esto planta dudas en tu cabeza, ¿qué
sentido tiene ir más allá?
Solo se queda mirándome.
—¿Y bien?
Sacude la barbilla.
—Piénsalo de esta manera. Cuanto más generoso sea el acuerdo de
disolución, más incentivo financiero tienes para dejarme. Si te quedas...
—Cuando me quede.
180
—Entonces será obvio para todos que estás aquí por mí, por nosotros,
y no por el dinero.
No estoy del todo segura de que firmar un contrato diciendo que gano
el premio gordo si me voy sea una prueba de mis sentimientos hacia él, pero
aparentemente esto es lo mejor que voy a conseguir.
—Está bien. ¿Qué es lo siguiente? La monogamia es simplemente
obvia. Veo que la notificación escrita de la disolución de la relación incluye
mensajes de texto. Eso es aceptable, aunque espero que tengamos la
madurez para sentarnos y hablar. En cuanto a cualquier regalo dado
durante el...
—Son tuyos. Quédatelos. El auto, el reloj, todo.
Suspiro.
—Hay mucho del dinero que complica la mierda de mi vida. Pero
comprarte cosas no es una de ellas —dice, con la cara puesta—. Me hace
feliz. ¿De acuerdo?
—Bien. Las pruebas de ETS y la inyección anticonceptiva tienen
sentido —digo—. Me parece bien hacerlas lo antes posible.
—Haré que mi asistente haga la cita mañana. Quitarlo de en medio.
—Bien. Supongo que sería justo pedirte que te hagas las pruebas tú
también.
—Por supuesto.
Silencio.
—¿Por qué Smith no me dio esto en el avión? —pregunto.
Sus ojos están oscuros por la poca luz.
—Porque le dije que no lo hiciera. Apenas sabías en qué te estabas
metiendo. Si te hubiera dado eso, habrías hecho que dieran la vuelta al avión
y te llevaran directa a Los Ángeles.
Mis tacones están abandonados en el suelo. Un par de zapatos de
cuero negro Jimmy Choo con una punta puntiaguda. Qué bien han salido
mis planes de seducción y toqueteos de borrachos. Esta noche se ha ido a
la mierda.
—Probablemente tengas razón. ¿Cuándo me los ibas a dar?
—No lo sé. No quería pensar en ello. —Se levanta y sus movimientos
son tensos, los hombros rígidos—. Si estás contenta con los documentos tal
y como están, quizás podamos dejarlos para que tu abogado los revise
mañana. Tengo algo de trabajo que hacer. Estaré en la oficina si me
necesitas.
Ninguno de los dos somos románticos o sentimentales. No es una 181
sorpresa. Esto parece más como un acuerdo legalmente vinculante que una
relación en este momento. Quiero gritar. En voz alta.
En vez de eso, leo la nueva adición al final del contrato. La gruesa
tinta azul de la escritura de Beck fluye a través de la letra negra. Acepta mi
discreción para decidir de quién y qué hablo con unos pocos familiares y
amigos cercanos. Puedo vivir con eso. Beck ya ha añadido su firma a ambos
documentos. Después de leer ambos dos veces, una tarea más fácil de decir
que de hacer, añado mi propia firma. Hacer que un abogado lo revise sería
lo más inteligente. Pero, en este momento, estoy harta, joder.
Después de una larga ducha, me arrastro hasta la cama. Aún no hay
señales del malhumorado y complicado multimillonario. No es que me
importe, una mentira total.
Es cuando estoy al borde del sueño, con mi mente toda flotante y
finalmente relajada, así que horas después, que el colchón se hunde. Su
pecho está contra mi espalda, agradable y fuerte. Es reconfortante.
—Firmaste los contratos —me susurra al oído.
—Mmm.
—No sabía si ibas a hacerlo. —Me pasa un brazo por debajo del cuello,
y el otro por encima de la cintura. En todo caso, parece aliviado. Conozco la
sensación.
—Yo tampoco.
Suspira, frotando su boca contra el lado de mi cuello. Dada su barba,
hace cosquillas y me rasca en cantidades iguales. Estar rodeada por él, por
su piel, su calor y su olor, hace que todo sea infinitamente mejor.
Pongo mi mano sobre la suya, agarrándola fuerte.
—Te propongo un trato. Voy a dejar de ser rara con el dinero y tú vas
a dejar de guardar secretos. Las reglas básicas han sido establecidas. Si algo
es importante, entonces tenemos que comunicarnos y resolver las cosas
juntos en el futuro.
—De acuerdo. —Hay una sonrisa en su voz. Aunque ya no la tiene
cuando dice—: ¿Qué vas a hacer con tu apartamento en Los Ángeles?
—Creo que es hora de dejarlo ir. Le preguntaré a mamá y papá si no
les importaría empacar por mí. No es como si hubiera tanto allí.
—¿Estás segura?
Asiento y la tensión de la noche se disipa. Toda la ira y la confusión y
todo. Y gracias a Dios por eso.
—Pregunta —digo—. ¿Por qué dejaste de llamarme esposa después de
que llegué a Denver?
—Respuesta. No lo sé exactamente. —Hace una pausa un momento— 182
. Supongo que me volví supersticioso o algo así, preocupado de que nos
gafara. Decidí que debía esperar a llamarte así hasta que fueras realmente
eso.
—Creo que tenemos que intentar esto de las citas y la convivencia
antes de intentar casarnos. Aunque es una respuesta bastante buena —
murmuro, el cansancio se me mete en la voz.
—¿Lo es? —Parece sorprendido—. Uf. Me alegro de haber hecho algo
bien esta noche. Por supuesto, estuve tentado de seguir con ello, solo para
ver qué tono de púrpura se pondría la abuela.
Solo gruño. Es lo máximo que puedo hacer.
—Oye, una última cosa antes de que te duermas —dice, frotando su
cara contra mi pelo y oliéndome como un pervertido. Uno adorable, pero
aun así—. Te A.
—¿Perdón tú A.?
—Podría ser te amo. Podría ser te deseo. Honestamente ya no lo sé. —
Sus dientes muerden suavemente la tierna carne de mi cuello. Lo suficiente
para obtener mi completa y total atención. Como si ofrecerme palabras no
lo hubiera hecho ya—. Hay una gran cantidad de sentimientos dentro de mí
acerca de ti, así que pensé en ponerlos en evidencia. Una completa y franca
revelación y todo eso.
—Beck...
—No puedo concretar la hora, ni el sitio, ni la mirada, ni las palabras
que pusieron los cimientos de mi amor. Hace bastante tiempo. Estaba ya
medio enamorado de ti antes de saber que te quería.
A pesar del fuerte agarre que tiene en mí, me contorsiono, girándome
para enfrentarme a él. Llegará el día en que lo mire y en lugar de la
avalancha de hormonas vertiginosas veré la cara de mi mejor amigo. De mi
amor de toda la vida. Tal vez no estaba segura de que llegaríamos hace una
hora. Pero ahora lo estoy. Además, mientras tanto, las hormonas son
divertidas.
—Buen uso de Austen. Yo también te A.
183
—V
amos a empezar de nuevo.
Beck se apoya en el refrigerador, vestido
con solo un par de pantalones grises sueltos
para dormir. Su pecho desnudo es una belleza.
Tiene un cuerpo duro y una piel perfecta, aparte de unas pequeñas
cicatrices blancas. De escalar, probablemente. O de su afición infantil de
patinar. Visualmente, el hombre es una obra de arte. No es que no lo respete
por su mente y todo eso. Aunque no hay que esconder los de repente duros
pezones debajo de mi delgada camiseta.
—¿Por qué empezamos de nuevo? —pregunta, metiéndose una mano
en su desordenado cabello—. No creía que lo estuviéramos haciendo tan
mal. ¿Es tocino y huevos lo que estás cocinando?
—Sí. Toma asiento. —Señalo con la espátula en la vaga dirección de
los taburetes del otro lado de la isla de la cocina—. Y empezamos de nuevo,
a pesar de que ya hemos estado cohabitando, porque ya no estoy siendo
rara con el dinero y tú ya no tienes secretos.
Toma asiento. 184
—Bien. Entendido. Creo que...
—Aquí. Bebe un poco de café. —Le entrego la taza que acabo de hacer
para mí antes de preparar la máquina de café para otra—. Tu cerebro
funcionará mejor.
—Gracias. —Su mirada se queda pegada donde su camiseta, la que
llevo actualmente, roza la parte superior de mis muslos, gruesos muslos
salvan vidas. Es como si su mano estuviera en automático, levantando la
taza de café y llevándosela a los labios—. Sé que no llevas sujetador, querida,
pero también estoy fingiendo que no llevas bragas.
—Lo que te haga feliz.
—No sé si feliz —murmura—. Pero duro sí.
Antes de esta mañana, siempre se ha levantado antes que yo. Iba al
gimnasio y trabajaba para construir su imperio. Incluso los fines de semana.
Supongo que todavía se está poniendo al día con el tiempo que estuvo fuera.
Pero al final va a tener que ir más despacio. Aun así, es interesante verlo en
esos primeros momentos cuando acaba de despertarse. Beck todo
desarreglado y somnoliento con barba incipiente en las mejillas es una
delicia.
Vale la pena perderse el sueño extra. Cinco estrellas. Lo recomendaría.
—¿Cómo va nuestra tiempo de tomarnos las cosas con calma y el
sexo? —pregunto mientras la máquina de expreso silba y escupe. El aroma
del café recién hecho es perfecto—. Me fijé en que no había ninguna mención
explícita sobre nuestra vida sexual en los contratos. Por supuesto, las
pruebas de ETS estipuladas sugieren que alguna actividad tendrá lugar al
final. Porque cuando se trata de decir "vamos a follar", nada lo transmite
igual que las agujas estériles y análisis de sangre. Pero, aun así, no se
mencionó cuándo comenzará este evento o con qué frecuencia se debe
participar a partir de entonces.
—¿Me habrías asfixiado con una almohada mientras dormía si esos
detalles hubieran sido cubiertos por la ley?
—Sí.
—Ahí tienes —dice, tono plácido—. Soy más inteligente de lo que
parezco. El tiempo se está acortando definitivamente.
Mis hombros se desploman de alivio.
—Gracias a Dios.
—Sí. —Se mueve en el taburete con un gesto de dolor—, Te vuelvo a
imaginar con la ropa interior puesta. Más cómodo para todos los
involucrados, pero sobre todo para mí.
—Ya veo. 185
—En mi mente, ahora llevas una tanga de encaje rojo muy sensato.
Sin entrepierna, por supuesto.
Ladeo la cabeza.
—Debatiría el uso de la palabra "sensato", pero, ¿qué sentido tiene?
¿Y sin entrepierna? ¿En serio?
Solo sonríe.
—Creo que deberías imaginarte más cobertura si buscas un estado
mental flácido.
—¿Te estás burlando de mi bastón de amor? ¿Mi pilar del placer?
—No me atrevería —digo, tratando de no reírme— Por favor, no lo
llames así si quieres que me tome en serio esa parte de tu anatomía.
—Duro, pero justo.
—Pareces particularmente lujurioso esta mañana.
Hace un hm.
—Tuve sueños sobre ti. Vívidos. Puede que incluso hayas estado
desnuda.
—Ah.
—Bueno, estaba pensando... —Su mirada ahora se posa en mi
trasero. Parece que mi trasero lo tiene hipnotizado ya que ni siquiera
parpadea—. Sé que dijiste pene en vagina, pero ¿qué opinas de lengua en
vagina? ¿Qué tal si experimentamos con algo oral primero?
—No.
—Sería por el bien de la ciencia, por supuesto —continúa como si no
hubiera dicho una palabra. Típico de Beck—. Tendríamos un diagrama para
marcar tus puntos más sensibles para futuras referencias. Una exploración
minuciosa del clítoris frente a los labios. Examinar la proporción exacta
requerida entre lamer y chupar.
—Deja de hablar sucio, Beck. No vas a hacer que cambie de opinión.
—Luego está todo el asunto del dedo —continúa—. Eso necesitará un
estudio intenso. ¿Qué opinas del tema del anal, solo por curiosidad?
Y ahora estoy agitando una espátula como mi madre, lo que está muy
mal dado el tema de conversación.
—No firmé contratos y cambié de estado para estropear esto contigo
ahora.
—Pero...
—Todo o nada, amigo mío.
Hace pucheros. 186
—Me querías al 100% con esto y ahora lo estoy. Lidia con ello.
—Bueno, ¿qué tal si nos vemos masturbarnos el uno al otro,
entonces?
—Los dos nos quedamos sin hasta el gran evento —digo yo—. Sentías
fuertemente que esto era importante. Que construyamos nuestra relación
lenta y profundamente, conociendo al otro y a todas nuestras pequeñas
peculiaridades en un esfuerzo por limitar cualquier posibilidad de
problemas más tarde. Porque ambos hemos sido decepcionados antes,
¿verdad? ¿Fuimos en serio con gente que no era quien creíamos que era y
salimos heridos?
Es muy lindo cuando frunce el ceño.
—Sí.
—Así que lo estamos haciendo bien, a la antigua usanza.
—Papá nació seis meses y medio después de que la abuela y el abuelo
se casaran. Estoy seguro de que la antigua usanza no es lo que crees que
es.
—Una o dos semanas más no nos matarán. —Al menos, espero que
no—. Por favor, no me digas que va a ser más que eso o voy a llorar mucho.
—Ni siquiera estoy seguro de que vayamos a durar tanto a este ritmo.
Dejo de mirarlo por encima del hombro y empiezo a crearle espuma a
la leche. Luego viene poner en platos el tocino y los huevos. Las tostadas y
la mantequilla ya están en la isla de la cocina. Un desayuno simple. Aunque
huele deliciosamente bien. No puedo comprarle un Rolex al chico, pero
puedo cuidarlo de otras maneras. Además, ya tiene como una docena de
relojes de diseño diferentes.
—No creo que nunca haya tenido una novia que me preparara el
desayuno —dice.
—¿En serio?
—O bien tenían personal de cocina, comíamos fuera, o me negaba a
quedarme a dormir.
—Bon appétit. —Deslizo el plato delante de él junto con los cubiertos.
—Gracias, querida. —Toma su cuchillo y tenedor, cortando una tira
de tocino—. Entonces, ¿cuánto no te importa el dinero, solo por curiosidad?
—Cómete el desayuno, Beck.
—Esto hará que la tradición familiar sea mucho más fácil de
mantener.
187
—¿Oh?
—Sí, en efecto —dice, cargando su tenedor con tocino y huevo—.
Todos los Elliot buscamos permanecer emocionalmente no disponibles
mientras tiramos dinero al problema.
—¿Soy un problema?
—No. Eres mi Alice.
La forma fácil que tiene de decir cosas devastadoras. Primero anoche
y ahora esto... está haciendo un desastre en mi corazón. No sé qué decir.
Estoy demasiado ocupada respirando y no siendo demasiado sensible en su
declaración casual.
—¿Tienes reuniones hoy? —pregunto, con la voz más baja que antes.
Menos atrevida.
—Solo una —dice—. En el hotel de Boulder. Me preguntaba si te
gustaría ir a dar una vuelta por el parque nacional antes. ¿Ir a alguno de los
miradores?
—Me encantaría.
Me dedica una sonrisa torcida antes de meterse otro tenedor lleno de
comida en la boca y masticar. Una vez que traga, dice:
—Esto es genial. Gracias.
—De nada.
Tenemos un comienzo relajado del día juntos. Es agradable. He estado
en una especie de modo de vacaciones desde que llegué a Denver, pero eso
se acabó. Es hora de que me ocupe de construir un futuro. Si antes dudaba
de alguna manera sobre esta relación, esos días se han ido. Es una
sensación extraña, estar legalmente ligada a alguien. Estamos
documentados en papel ahora, obligados por reglas y subsecciones. Mi firma
significa que voy en serio. Tal vez es como se haga el compromiso en una
relación, con capas de promesas, emociones y responsabilidad. Haciéndote
vulnerable. No lo sé.
Aunque un mensaje podría terminar las cosas con bastante facilidad.
Eso también estaba en el contrato.
Después de terminar de desayunar y lavar los platos, revisa su
teléfono.
—Nada de Emma o Matías todavía.
—Espero que estén bien.
—Sí. —Sigue desplazándose por la pantalla—. Henry está bien y se
está instalando en la escuela. Dice que no tiene tiempo para enviarnos
mensajes a los simplones.
—Me parece justo.
188
—Brian organizará tu cita con el ginecólogo para esta tarde —dice—.
La cita con mi médico también se hará cerca, a la misma hora, para
mantener todo en orden.
—¿Es Brian tu asistente?
Un asentimiento.
—¿Y si no tienen una cita disponible?
—La tendrán. —No hay rastro de duda en su voz. Luego levanta la
mirada, encontrándose con la mía—. No has cambiado de opinión, ¿verdad,
amada?
—No.
Solo asiente y sigue mirándome a la cara. Hay una pregunta en su
mirada.
—Está bien. El mensajero vendrá a recoger los contratos en cinco
minutos. Última oportunidad de escapar de mis malvadas garras.
—Iré a ducharme y a vestirme.
—Recuerda traer un abrigo. Hará frío en las montañas.
199
N
o está bien. Como se demuestra ampliamente a las tres de la
mañana siguiente cuando Beck me despierta de un sueño
profundo.
—Psst, Alice. —Hay un vago olor a whisky mientras me da un codazo
en la mejilla con su nariz. En un cruel e inusual movimiento, enciende la
lámpara de la cama—. Oye, querida, despierta.
—No-o-o.
—Hay algo que necesito decirte.
—Vete.
—Es importante.
Abro los ojos, pero no estoy contenta. Ni siquiera un poco. Aunque
una vez que me acostumbro a la luz de la lámpara, la vista es impresionante.
Su cabello está despeinado, y su mandíbula angular está cubierta de barba
incipiente. ¿Cómo es que sus labios son tan expresivos? ¿Tan perfectos?
¿Tan malditamente besables? A pesar del duro despertar, ya estoy a medio
camino de sonreír. Me ha vuelto a engañar este chico. Soy tan fácil que es 200
un pecado. Está acostado a mi lado en la cama, apoyado sobre un brazo,
mirándome. El otro brazo está en medio, y sus dedos se deslizan por debajo
del dobladillo de mi camisa de dormir para ver mi situación de las bragas.
Por alguna razón disfruta deslizando la punta de un dedo bajo el elástico y
moviéndolo de un lado a otro. Si dijera que me importa, estaría mintiendo.
—Hola —digo, voz lenta y pesada con el sueño—. ¿Cómo está Matías?
—Durmiendo en el sofá.
Asiento.
Tan pronto como volvimos de Boulder y de las diferentes oficinas de
doctores, encontramos a Matías esperando. Quería un compañero de copas
y necesitaba un amigo. Así que Beck lo llevó al bar de abajo. Le envié un
mensaje a Emma sólo para ver cómo estaba. Dijo que bien, que no quería
hablar y que se encontraba con su madre. Por lo tanto, me instalé con un
nuevo libro para la noche. Junto con un pedido de dumplings para la cena
porque me encantan los dumplings.
—Tengo algo que decirte repite.
Me cubro la boca con la mano y bostezo.
—¿Qué?
—Prepárate. —Hace una pausa—. ¿Estás lista?
—Estás empezando a ponerme nerviosa.
—Oh, no —dice, dejándome un suave beso en la frente—. No te pongas
nerviosa, querida. Todo está bien.
—Si tú lo dices.
Él sonríe.
—Entré en pánico y compré una casa.
—Tú... ¿qué?
—Sí. Aunque en realidad es más como un gran edificio. Así tu madre
puede tener un piso y nosotros otro y nadie tiene que molestar a nadie.
Eh.
—¿Qué piensas? —pregunta.
—¿Una casa?
—Sí.
—Vaya. —Mi mente está borrosa. Muy adormecida. Y, aun así...—
¿Por qué no le reservaste a mamá su propia habitación en el hotel pero en
un piso diferente al nuestro? ¿No lograría eso lo mismo?
Se muerde el labio.
—En realidad, no pensé en eso. Como dije, había tomado unos tragos 201
y entré en pánico.
—Háblame de esto.
—Bueno, acabamos de deshacernos de Henry. A quien amo y quien,
por cierto, también tendrá su propio dormitorio y sala de estar cuando
vuelva de la escuela. Genial, ¿verdad? —Me da una sonrisa de vendedor.
—Genial. —No parezco convencida—. ¿Cuán grande es este lugar,
exactamente?
—Es... en realidad, ¿por qué no dejamos que sea una sorpresa?
—Bien. —No estoy frunciendo el ceño. Sólo estoy confundida. Sucede
en momentos como estos.
Él suspira.
—La cosa es que, cuando te pones a ello, no podía soportar la idea de
que más gente compartiera este lugar con nosotros. Metiéndose en nuestra
vida. Impedir que caminemos medio desnudos. Juzgando nuestra idoneidad
como posible compañero de vida para su hija. Cosas así.
—Ya veo.
—Así que llamé al agente inmobiliario de la cena de caridad a la que
fuimos la semana pasada. Le pregunté cuál era la mayor propiedad que
tenía disponible en el corazón de la ciudad. Entonces lo comprobé e hice
una oferta a los propietarios. Luego desperté a Penny para ayudar a
apresurar las cosas. —Y entonces me mira.
—Has estado ocupado.
—Sí. —Se rasca la barba de su mejilla—. Había estado en el mercado
un tiempo, así que la conseguimos a un precio bastante bueno. Está
completamente amueblada, incluyendo algunas obras de arte, y en un lugar
muy práctico. Los dueños ya se habían mudado a Hong Kong por negocios,
así que podemos tenerlo de inmediato. La diferencia horaria fue muy útil
para solucionarlo todo.
—Vaya.
—Ya lo has dicho —agrega con ayuda—. Sin embargo, es algo
emocionante, ¿verdad? ¿Nuestro primera casa real juntos? Un hogar de
verdad. Mucho más adulto que vivir en un hotel.
—Mmm.
—De todos modos, obviamente no es mi momento más brillante, ya
que fue provocado por el miedo a tu madre y todo eso. Pero creo que
deberíamos hacer lo mejor con lo que tenemos.
No tengo nada.
Sus dedos siguen golpeando mi culo todavía y ladea la cabeza.
—Matías pensó que era una buena idea.
202
—El futuro divorciado y futuro padre dormido borracho en nuestro
sofá pensó que era buena idea?
—Sí. —Sólo me observa durante un largo momento—. Querida, di
algo.
—¿Cuán borracho estás?
—Desapareció hace horas.
—¿Te arrepentirás de esta decisión más tarde cuando estés
completamente sobrio? —pregunto.
—No, no lo creo. —Cae de espaldas, poniendo las manos detrás de su
cabeza y mirando al techo—. Joder, estoy cansado.
Me siento y me estiro.
—Duerme.
—¿Estás enfadada conmigo?
—No, Beck, no lo estoy. Un poco sorprendida tal vez, pero no
enfadada. —Me arrastro por el colchón para tirar de sus botas. Primero una
y luego la otra golpean el suelo con un golpe. Más vale que Matías no tenga
el sueño ligero. Le desabrocho la hebilla del cinturón, sacándolo con cuidado
antes de tirarlo a un lado—. ¿Quieres con o sin pantalones?
Sus párpados están cerrados ahora.
—Lo que sea.
Me bajo del colchón y me dirijo al baño. En un mundo bueno y justo,
todos los que tienen resaca se despertarían con un vaso de agua e
ibuprofeno esperando en su mesita de noche. Es muy humano. Luego vuelvo
a la cama, acurrucándome a su lado. Uno de sus brazos me rodea, y la mano
se desliza por debajo de mi camiseta para descansar sobre mi cadera. Como
de costumbre, desliza sus dedos bajo el elástico de mis bragas. Y los deja
ahí.
—Siento que mi madre te haya aterrorizado para que compres una
propiedad —le digo.
Levanta un hombro con un encogimiento de hombros a medias.
—Está bien. Hay una pequeña posibilidad de que haya exagerado.
Pero no se lo digas a nadie más.
—Tu secreto está a salvo conmigo.
203
—Gira aquí.
—¿Esta entrada? —pregunto.
Él asiente y yo conduzco mi Clase G hacia una discreta entrada de un
gran y viejo edificio de cuatro pisos de ladrillo marrón. Hay una galería de
arte, boutiques y una cafetería a cada lado. Está a sólo cinco manzanas del
Heritage.
Hoy me he vestido para estar cómoda. Zapatillas Gucci de cuero
blanco, mis Levi's de segunda mano y un jersey azul marino suelto que creo
que se compró con la esperanza de que hiciera yoga o algo así. Ja, ja. Como
si fuera a ceder por alguien. Sin maquillaje. Un par de Ray-Ban de aviador
con montura plateada cubren la mitad de mi cara. Si alguien estaba al
acecho fuera del Heritage para tomar fotos, entonces pueden besar mi
agotado trasero.
—El código es 21145 —dice—. Fue construida en 1934 y ha sido
tiendas y oficinas y todo tipo de cosas a lo largo de los años. El dueño de la
galería de arte de al lado la compró y empezó a renovarla, convirtiéndola en
una casa hace unos ocho años.
La puerta metálica se abre y me dirijo por una pendiente empinada
hacia un aparcamiento subterráneo medio lleno de vehículos y un par de
motos. Todos y cada uno brillan, pulidos a la perfección. Uno es el Bugatti
de ayer, pero los otros son nuevos para mí. En el medio hay unos cuantos
estacionamientos vacíos frente a las puertas plateadas de un ascensor. Aquí
es donde me detengo y apago el motor.
—¿Todos estos son tuyos? —pregunto.
—Sí. Hice que Smith se organizara para traerlos antes.
—¿Dónde estaban antes?
—En el Heritage, en una zona de estacionamiento cerrada.
Asiento.
—Son muchos coches.
—Me gustan las cosas que hacen vroom. Y tú. —Una vez que salimos
de la Clase G, Beck hace un rápido inventario—. El Bugatti Chiron que ya
conoces. Seguido por el Bentley Flying Spur sedán, y el Bentley Bentayga
SUV.
—Un auto para cada ocasión. Te gustan las marcas que empiezan con
la letra B.
204
Mete las manos en los bolsillos de los pantalones.
—¿Eso me hace narcisista?
—No estoy segura. Pero te hace fan de la aliteración. Creo que tienes
muy buen gusto.
—Gracias —dice—. Papá tenía una gran colección de músculo
americano. Le volvía loco que me encantaran los fabricantes de coches
europeos. ¿Pero ves el Maserati GT en la esquina? Me lo regaló cuando
cumplí 16 años. Me había roto el brazo patinando en Nueva York un par de
meses antes. Lo llamé desde el hospital para decírselo, pero nunca contestó.
Una semana más tarde, llamó un asistente para ver cómo estaba. Rachel se
lo insinuó cuando se enteró. El Maserati fue sobre todo mi disculpa, creo. O
él intentando quitarse de encima a su exmujer. Por supuesto, el Escalade
que está detrás de él me lo compró Ethan el día después de mi cumpleaños
para que no estrellara mi estúpido deportivo a toda velocidad en carreteras
heladas y me matara fingiendo que estaba jugando a un videojuego. Esa es
una cita exacta de él.
—Qué dulce.
—Lo es —concuerda Beck con una sonrisa—. Ladra más que
muerde—. ¿Lista para subir?
—Cuando tú lo estés.
Beck señala una puerta en la pared trasera.
—El gimnasio, la sauna, la lavandería, el almacén y la escalera trasera
están por allí.
—Bien.
Y luego presiona el botón de llamada del ascensor.
Para cuando nos levantamos a desayunar hace unas seis horas,
nuestro invitado del sofá ya se había ido. Beck se tomó el ibuprofeno,
seguido de varias tazas de café, se duchó y se puso un traje antes de correr
a Elliot Corp. para alguna emergencia. Luego una reunión con su agente
inmobiliario. La inspección de nuestra nueva casa tuvo que esperar hasta
después del almuerzo. Matías me envió un sitio de negocios para que lo
evaluara, así que me distraje con el trabajo. Es bueno saber que su resaca
no era tan mala.
Pero volviendo a ahora. Es difícil saber exactamente cómo me siento
sobre nuestra nueva casa o sus razones para comprarla con tanta prisa.
Aunque una enmarañada bola de emociones ha estado creciendo dentro de
mí todo el día.
Cuando llega el ascensor, sólo subimos un piso hasta la planta baja.
Al lado del brillante ascensor hay una escalera de madera pulida que sube
y baja, con un tragaluz en lo alto. Pero, por lo demás, hemos entrado en una 205
enorme cocina abierta, comedor y sala de estar. Mucho acero con hermosos
bancos de piedra blanca en la cocina digna del chef.
—Son de Silestone —dice Beck, asintiendo hacia los bancos—.
Cuarzo.
—Hm Bonito. Y tu madre probablemente lo aprobaría.
Algo delicioso se está cocinando. Un asado, tal vez. La mesa del
comedor es de madera y con aspecto antiguo, con capacidad para diez
personas. Todos los sofás y sillas parecen grandes y cómodos y son azul
marino y blanco. Arte moderno minimalista cuelga de las paredes blancas.
No es exactamente mi estilo, pero es bonito. Hermoso, incluso. Muchas
ventanas y dos juegos de puertas francesas que dejan entrar la luz se abren
hacia una zona tipo terraza del jardín trasero con muebles de exterior.
Oculto a la vista del público, está amurallado por los edificios vecinos.
—Es como un jardín secreto —digo, tan emocionada como un niño en
Navidad.
—Entrada y vestíbulo al lado en la parte delantera, con las salas de
personal ocupando el resto de la mitad delantera de este nivel —dice
haciendo más señas—. El polvorín está por allí.
—¿Personal?
—Smith y el ama de llaves.
—Bien. —Tengo preguntas. Muchas preguntas. Pero las guardo para
más tarde.
—Sigamos adelante. —Su culo con traje sube más y lo sigo. Tiene un
buen culo. En el siguiente nivel se detiene, tomándome de la mano para
arrastrarme a su lado—. El comedor formal con capacidad para veinte
personas, la segunda cocina, más pequeña, el bar y la bodega están en la
parte de atrás. La sala de estar, que también sirve de galería, está al frente.
El polvorín está, de nuevo, justo delante de ti.
—¿Segunda cocina?
—A los anteriores propietarios les gustaba hacer fiestas. A menudo
tenía artistas que se quedaban con ellos y su socio era un gestor de fondos
de cobertura, de ahí las veladas de negocios y así sucesivamente.
—Lo tengo.
—Arriba vamos de nuevo. —Y se va. Los músculos de mi pantorrilla
van a ser una bomba para cuando hayamos vivido aquí un tiempo. En el
tercer piso, abre una puerta que da a la mitad delantera del edificio—. La
oficina y la biblioteca por aquí con nuestro dormitorio, etc., en la parte de
atrás.
—¿Una biblioteca? Guau. —Digo esa palabra mucho estos días. No 206
veo que vaya a parar pronto. En todo caso, probablemente esté buscando
un aumento en el uso.
Asiente, llevándome a una gran habitación con un área de descanso.
Unas alfombras antiguas con dibujos azules y grises cubren el suelo de
madera.
—Son persas —dice Beck.
—No estoy segura de lo que eso significa, aparte de que vienen de
Persia... Espera, ¿no es Irán ahora?
—Significa elegante, viejo y caro.
—Bien. —Asiento—. ¿Todos los muebles y el arte que siguen aquí
vienen con la casa?
—Sí. Tengo la sensación de que la decoración es una pasión de los
anteriores propietarios. Ella estaba lista para dejar esta y pasar a otros
proyectos. Pero, como dije, puedes cambiar todo lo que quieras.
Otra cama tamaño orgía como la del hotel está cubierta de ropa blanca
y domina la enorme habitación. Podrías meter mi viejo apartamento unas
seis veces en esta habitación. Es una locura. Hay sillas grises, un sofá de
tres plazas y un sillón frente a la chimenea de mármol gris. También hay un
escritorio antiguo y un discreto bar en la esquina. De nuevo, las ventanas
son enormes, con vistas a la terraza trasera del jardín.
—El baño a la izquierda, los armarios a la derecha. —Se apoya contra
la pared, mirándome todo el tiempo. Al igual que yo, parece estar corriendo
con energía nerviosa.
—¿Armarios en plural? ¿Tenemos uno cada uno?
Levanta las cejas.
—Amada. Querida. ¿Has visto la cantidad de mierda que tienes ahora?
Me preocupa que un día entres ahí y no te vuelva a ver. Creo que
necesitamos un protocolo para que te ates una cuerda alrededor de la
cintura y a la manija de la puerta para que puedas encontrar la salida de
nuevo.
—Ese vestidor no es enteramente mi culpa. Y sigue creciendo, de
alguna manera. Había cosas ahí esta mañana que podría jurar que no
estaban ahí anoche. —Cuando las criadas subieron a empacar todo para la
mudanza apresurada, hice otra selección y envié algunas cosas más a
Rachel. Como tres de los cuatro bolsos Chanel que habían aparecido
misteriosamente. Probablemente ni siquiera necesite el que guardé, pero es
muy bonito. El collar de diamantes de orquídea en una caja de Cartier
también fue devuelto. Mi alma está bastante manchada por el consumo
conspicuo de estos días—. Tienes que decirle a Rachel que pare.
Sólo sonríe. Su arsenal de sonrisas es inigualable.
207
—¿Qué piensas del lugar?
—¿Qué hay en el siguiente piso? —pregunto, tomando asiento en un
sillón con respaldo de cuero y cruzando las piernas. Suficientes escaleras
por ahora.
Se sienta en un largo y moderno sofá gris enfrente.
—Tres dormitorios más, baños, una sala de medios y una sala
familiar. Luego está la terraza de la azotea con jacuzzi y piscina. Eso es todo.
—¿No hay salón de baile?
—Lo siento.
—Qué mal. Supongo que tendremos que prescindir de ello.
—¿Cómo nos las arreglaremos? Henry puede tener una de las
habitaciones del último piso. Tu madre puede quedarse allí también y tener
su propio espacio. —Durante un minuto, espera. Antes de decir
finalmente—: ¿Qué estás pensando?
Inhalo la calma y exhalo el estrés, como dice la aplicación de
meditación.
—La compraste anoche cuando estabas borracho.
—A medias.
Frunzo el ceño.
Él extiende una mano.
—Ven aquí.
La mano me guía hasta su regazo, donde me siento en posición
transversal con los pies colgando hacia el suelo. Me siento mejor,
acercándome. Rozando el olor y el tacto y todo lo de él. Beck crea una
maravillosa manta de seguridad. Me rodea con sus brazos y me observa de
cerca con ojos color avellana.
—Escúchame. Para cuando tenía los papeles preparados y las cosas
firmadas esta mañana estaba sobrio como una piedra y sólo tenía como...
la mitad de miedo a tu madre que el día anterior. Tres cuartos, máximo.
Pero, querida, si no te gusta la casa...
—Me encanta.
—Oh, está bien. ¿Por qué estás tan estresada, entonces?
—Todo esto está sucediendo muy rápido. Tú y yo empezando, yo
mudándome aquí, tú comprando este lugar... —Mi garganta se contrae y
mis ojos se vuelven líquidos. Aj. La última cosa que quiero hacer es llorar.
No hay razón para llorar. Son sólo nervios y otras emociones innecesarias—
. Sabes, he comprado cosas por capricho antes. Hace unos meses decidí
comprar un reproductor de DVD para poder ver mis viejas películas y
208
algunas series de televisión de la BBC que no había visto en años. Pero olvidé
comprobar que estuviera codificado para todas las regiones y entonces la
mayoría de mis cosas no funcionaba y el lugar donde lo compré se negó a
que lo devolviera porque son unos imbéciles. Así que me costó 29,99 dólares.
Treinta dólares por el desagüe. Estaba muy enojada conmigo misma por
desperdiciar ese dinero. Sólo porque no había tenido cuidado al
comprobarlo. Pero tú... compras un edificio entero. Un edificio hermoso,
pero aun así. Supongo que lo que realmente me preocupa es, ¿estás seguro
de esto? ¿Realmente crees que podrías ser feliz aquí, Beck?
Me mira y luego mira a su alrededor, examinando la opulenta
habitación.
—Sabes, Selah lo habría odiado. Quería una gran mansión en la calle
de la abuela. Un lugar donde pudiera codearse con los ricos y los
privilegiados. Claro, este lugar es brillante y cuesta mucho. Pero, sin el
código postal correcto y sin vecinos a los que impresionar, ¿qué sentido
tiene?
—Así que no invitaremos a Selah a mudarse con nosotros. Eso está
decidido —digo—. ¿Pero qué hay de ti?
—¿Te gusta de verdad? ¿Realmente de verdad?
—Es como su propio pequeño mundo —digo—. Un castillo moderno
en el centro de la ciudad.
—¿Eso me convierte en el Príncipe Azul?
—Sí. Y yo soy la pobre chica común con un gusto de mierda en
camisetas que atrapó tu mirada.
—Has atrapado más que eso y puedes ser la reina de mi castillo
cualquier día. —Su sonrisa es lenta y gloriosa. Y está tan cerca que es difícil
no estar un poco deslumbrada—. Alice, ya no te está dando un aneurisma.
—Ya no me está dando un aneurisma.
—Bien. —Su mirada es la definición misma de seria—. Quiero que este
sea nuestro hogar.
No estoy segura de que Beck haya tenido un verdadero hogar antes.
O al menos no en mucho tiempo. Como dijo, vivir en un hotel no es lo mismo.
Y no es que su padre, que en paz descanse, o su madre parezcan haber
hecho mucho espacio en sus vidas para él. Catherine, su abuela, es algo
aterradora, y lo mismo ocurre con la mansión mausoleo.
Sonrío.
—Está bien, entonces.
209
231
—E
sa es una historia horrible. —Beck sigue dibujando
patrones en mi espalda, con la otra mano metida bajo
su cabeza mientras mira el techo. Es particularmente
guapo cuando medita—. No me extraña que tu madre haya demostrado ser
tan resistente a mis encantos y a mi ilegal belleza.
—Ver a un amigo pasar por ese tipo de cosas —digo, humor
igualmente sombrío—. Lo hizo sonar como una guerra de clases. Supongo
que eso es lo que tu abuela siente por mí. La plebeya manchando sus
pasillos de mármol. Destruyendo el brillo de su linaje y profanando su
legado y así sucesivamente.
—Yo seré tu escudo, amada. Descansa en paz.
—Es muy dulce de tu parte, pero no es realmente así como funciona.
Quiero decir, o puedo lidiar con la mierda que se me cruce o...
—Eso suena terrible.
—No —digo—. Sólo es cuestión de hechos. No creo que ninguna
relación que valga la pena tener vaya a ser siempre fácil. Somos dos
personas diferentes con nuestros propios pensamientos y sentimientos. El 232
hecho de que también provenimos de dos mundos muy diferentes sólo añade
al desafío.
—Puedo ver tu punto. Pero sabes que para mí tú vas primero,
¿verdad? —pregunta, sonando preocupado—. No estás haciendo esto por tu
cuenta.
—Sé que me cubres las espaldas. —Sonrío—. Y yo las tuyas. Pero este
elegante estilo de vida tuyo tiene algunas presiones y trampas únicas. Como
Penny dijo una vez, hay mucha competencia por mi posición.
—Todos pueden irse a la mierda —afirma con toda naturalidad—. No
estoy interesado en nadie más que en ti.
—Gracias. Pero a menudo estás ocupado con el trabajo y necesito ser
capaz de mantenerme por mí misma
Me estudia un momento.
—Alice, ¿no estoy lo suficientemente en casa? He estado ocupado
desde que volví y espero que se calme pronto. Pero mientras tanto, ¿estás
obteniendo lo que necesitas de mi atención? Porque si no, tenemos que
cambiar eso.
—Sé que estás especialmente ocupado en este momento. Y estoy bien.
—¿Estás segura?
—Sí, Beck.
—Bien. Dime si eso cambia.
—Lo haré. Por cierto —digo—, he oído que tienes una casa en las
colinas de Hollywood. Y Londres, Nueva York, Oslo... todo tipo de lugares
interesantes. Incluyendo la calle en la que vive tu abuela.
Su mirada es extraña.
—Déjame adivinar, ¿Selah?
—Sí, en efecto.
—La mansión de Green Way va a salir al mercado. —Suspira—.
Mañana.
—¿Es el mejor momento para vender?
—No me importa. Si le molesta a un solo pelo de tu bonita cabeza,
entonces quiero que desaparezca.
—Mi linda cabecita es más dura de lo que crees. La venta puede
esperar hasta que estés listo. Es que hablaste de cómo ella habría querido
vivir allí, pero no mencionaste que habías comprado una casa. —Que conste
en acta que, aunque sobreviviré, estoy un poco descontenta de que no
compartiera este chisme conmigo—. Supongo que me sorprendió.
—No quise que fuera un secreto. Sólo prefiero no pensar en ello. Como
233
dije, iba en serio con ella. Hasta que descubrí que había estado mintiendo
sobre todo. Puede que no la amara, pero confiaba en ella. —Mueve su mano
hasta mi cuello, frotando los músculos de allí. Ah. Dedos mágicos. Me llevan
hasta el perdón—. Eso fue suficiente para que me detuviera y pensara en lo
que realmente estaba haciendo. Qué clase de vida quería. Con qué tipo de
relación estaba firmando a largo plazo. No quiero ser una copia de mi padre.
—Mmm.
—¿Estás molesta porque no te dije lo de las propiedades?
—Me imagino que habríamos llegado a hablar de ellas eventualmente.
Asiente.
—La mayoría las usa mamá más que yo. Aparte de la de Nueva York,
ella tiene su propia casa allí.
—¿No querías quedarte con tu madre cuando la visitaras?
—No desde que se convirtió en naturalista. Traer amigos a casa se
volvió demasiado incómodo —dice—. Luego empezó a tomar el sol para su
perineo en el balcón. Además, algunas personas son realmente geniales en
pequeñas dosis medidas. ¿Sabes lo que quiero decir?
—Sí, lo sé.
Otro suspiro.
—Siento haber perdido la calma con tu madre.
—Eso fue desafortunado. Pero no estaba siendo exactamente
amistosa. —Y no quiero hablar de ello. Ha sido un día muy largo. Así que en
lugar de eso escucho su corazón latiendo fuerte y firme dentro de su pecho.
Está aquí conmigo. Estamos bien. A pesar de todos los altibajos y las
opiniones de otras personas.
—Oye —dice en voz baja—. Dame un beso.
Subo un poco más por la cama, ajustando mi boca a la suya. Su sabor
es mi afrodisíaco perfecto. Un toque de pasta de dientes de menta y Beck,
puro y simple. Lo que empezó como una boca cerrada y fácil se intensifica
tan rápido como siempre. Me pone de espaldas, abriendo su boca y lamiendo
burlonamente mis labios antes de hundirse. Encajamos perfectamente. Sus
labios cálidos contra los míos, su lengua jugando, engatusándome. Y el peso
de su torso, presionando contra mí todo el tiempo. Mis pechos están
aplastados entre nosotros y me duelen. Oh, Dios, cómo me duelen. Envuelvo
una de mis piernas alrededor de la suya, manteniéndolo en su lugar. Una
mano fuerte agarra a mi cadera, animándome. Es justo decir que hemos
llegado a primera base y luego algo más. Me besa fuerte y profundamente,
mostrándome con su lengua lo que le gustaría hacer con otras partes de su 234
cuerpo. Lo que eventualmente haremos. Con la cabeza dando vueltas, es
difícil recordar por qué estamos esperando. Y me pone caliente, la forma en
que me mete su polla endurecida en la parte baja de mi vientre. Mi sexo está
definitivamente húmedo y deseoso. Hay muchas cosas que quiero con él.
Quiero que me toque, me folle y me llame suya. Ya tengo un poco de lo
último, lo cual es agradable. Pero lo quiero todo.
—Joder —murmura en voz baja, escondiendo su cara en mi cuello—
Alice...
—¿Sí?
—Nada. Sólo me gusta decir tu nombre.
—Bien, Beck.
Su pecho retumba con una suave risa.
—Ya no queda mucho tiempo.
—Espero que no.
—Hmm.
—Oh, me llamaron de oficina del doctor. Mi inyección anticonceptiva
está al día y funciona bien. No hay enfermedades de transmisión sexual. Un
pequeño y desafortunado caso de la peste negra. Al parecer, es muy
contagiosa, pero por el lado positivo debería limitar la cantidad de cenas
incómodas que tendremos que sufrir en el futuro...
—Bien, bien. —Su voz es débilmente divertida mientras se levanta
para mirarme—. A mí me llamaron también. Ambos recibieron instrucciones
de enviar el papeleo para que ambos podamos estar seguros de que todo
está bien. Si todavía te parece bien, por supuesto, querida.
—Por supuesto.
—Así que... podríamos tener sexo algún día.
Hace un feliz zumbido dentro de su pecho.
—La pregunta es, ¿sientes que nos hemos unido lo suficiente? ¿Que
hemos llegado a conocernos a tu satisfacción durante este período de
cortejo? —Me contorsiono, reposicionándome para apoyar mi barbilla en su
pectoral. ¿Es raro que me guste olerlo? Porque me gusta—. Estabas
preocupado por estas cosas.
Se toma un momento para responder.
—Hemos conocido a algunas de la familia del otro y nos las arreglamos
para hacerlo sin que se derramara sangre. Hemos manejado el tema de la
convivencia y la integración en la vida del otro. Aunque eso es más bien un
proceso continuo. Pero siento que las etapas iniciales han ido bien. ¿Te has
dado cuenta de que piensas en ello más o menos desde que decidimos
esperar?
—¿Sexo? Más. Porque, por supuesto, hemos estado juntos durante
235
todo ese período, lo que significa que eres mi objeto específico de lujuria. En
otras ocasiones, es más bien una noción general de liberar algo de tensión.
O te gusta alguien y piensas, ¿por qué no?
—Bien. —Su mano se desliza bajo mi camisa de dormir para acariciar
con la punta de sus dedos los bultos de mi columna vertebral—. ¿Alguna
fantasía en particular que quieras compartir, querida?
—Bueno, está la de los uniformes de las criadas francesas que se
agachan coquetamente para desempolvar las cosas.
Se ríe.
—Bonito.
—Pero también está la de los bomberos que derriban la puerta del
dormitorio para salvarme.
—¿Es el fuego en cuestión una metafórica que ocurre entre tus
piernas? —pregunta—. Porque podría trabajar con eso sin problemas.
Sólo sonrío. Me hace sonreír mucho.
—Cielos, te A., amada. Tanto como persona como mujer con unas
tetas fabulosas y un culo precioso.
—Vaya, gracias. Yo también te A. mucho. Creo que eres sexy. —Fuerzo
la risa. En realidad, no es tan falsa. A veces me hace sentir como si tuviera
dieciséis años otra vez y estuviera mareada por las hormonas. Como si
pudiera poner una foto de él en la pared de mi habitación y mirarla fijamente
durante días.
—Me alegro mucho de que estés aquí. —Con su otra mano, se acerca
y apaga la luz—. Dulces sueños para mí.
Y todo es perfecto y pacífico. Desearía que las cosas se quedaran así
para siempre. Sólo que con un deshuesado añadido, por supuesto.
245
—¿ Cuán borracha estás?
En casa, en nuestro dormitorio después de la
medianoche, Beck me reclina. Bailamos
lentamente con Lana del Rey y es uno de los pocos
momentos tan perfectos en la vida. Pero este es uno de ellos. Nos las
arreglamos para no besarnos en la parte trasera del Bentley durante todo el
camino a casa. Tengo que decir que tener a Smith para que nos lleve fue
muy útil esta noche. Nadie tuvo que contar sus bebidas o abstenerse por
completo. Sin embargo, convencer a Beck de que no me metiera mano
debajo de la falda larga de mi vestido durante el viaje de vuelta fue un
esfuerzo agradable. Su sonrisa astuta y su mirada oscura afectan a mi
cabeza y a mis hormonas.
—No borracha —digo—. ¿Y tú?
—Colocado por la vida y de ti.
Sonrío.
—Dices las cosas más dulces.
—Y todas son ciertas.
246
Con las sandalias Louboutin de cuero de tacón alto quitadas debido a
mis pies dolorosos, necesito ponerme de puntillas para besarlo. No es una
tarea dada la recompensa. Su boca es cálida y acogedora. Sus labios se
abren sobre los míos y su lengua toma posesión. Y yo doy, porque darle es
sublime. Con mis brazos envolviendo su cuello y él sosteniéndome contra
sí, no quiero que esto termine nunca. Podría besarlo felizmente para
siempre. Es sexy y delicioso. Mi cabeza está mareada y mi corazón hace
tiempo que se perdió.
Su boca se mueve sobre mi mandíbula hasta mi cuello, y sus dientes
muerden ahí. Y está duro contra la suavidad de mi vientre, lo que lo hace
más excitante. A veces el romance incluye una erección y esta es una de
esas ocasiones. El estado de mis bragas es increíble. Mi coño está mojado y
deseoso, más que listo para que esto se haga.
Y la cremallera del lado de mi vestido baja, el material se arruga
alrededor de mis pechos y en el medio, hasta mis caderas.
—¿Beck?
—¿Quieres? —pregunta en voz baja.
—Sí. —El hombre no tiene ni idea de cuánto. O tal vez sí. Ambos
hemos estado esperando este momento desde hace un tiempo. Me aparto,
respirando más fuerte—. Déjame... necesito un minuto en el baño para salir
de esto.
—¿Puedo ayudar?
Cómo explicar las restricciones de la ropa interior estructural y cuán
poco erótica es a este hombre. Si lo intentara, podríamos estar aquí toda la
noche. Levanto una mano.
—Sólo dame un minuto.
—Bien.
En el espejo del baño, mi cara está sonrojada y mi lápiz labial
desaparecido. Mi cabello es salvaje de sus manos y los pezones tensos
buscando atención. Mierda. Realmente vamos a hacer esto. De hecho,
finalmente estamos teniendo sexo. Gracias a Dios. En serio.
Sin la costurera y Selah, es un poco difícil salir del vestido. Luchar
con la faja. Sin embargo, Rachel y Emma no escatimaron en las cosas
buenas. Mis bragas son de encaje negro Fleur du Mal con un demi sostén a
juego. Comprobación rápida: mi aliento parece estar bien y mis axilas no
huelen. Pero una rociada de perfume después de un largo día nunca hizo
daño a nadie que no tuviera alergias.
Y me descubro, todos mis bultos y salientes. Está bien. Puede tal vez
que me detenga un momento, pero a la mierda. 247
Beck está sentado al final de la cama, chaqueta y pajarita junto con
sus zapatos y calcetines. Le queda bien estar desaliñado, deshaciendo los
puños de sus muñecas. Cuando me ve, su mirada se queda atrapada en mí
y su mandíbula se pone rígida. Es como si estuviera manteniendo una
rienda apretada sobre sí mismo.
—Amada.
—Hola.
Los gemelos caen al suelo mientras él extiende una mano.
—Ven aquí.
No tengo ni idea de lo que pretende, pero sé lo que quiero. Me pongo
a horcajadas con él, con los pechos rozando la tela de su camisa y las manos
sobre los hombros. Su agarre en mis caderas es firme, la expresión de sus
ojos está llena de lujuria y adoración. Es un buen sentimiento, estar segura
y ser deseada de esta manera. No creo que nunca lo haya tenido así.
Él me da a mí también. Eso es lo que hace que esto funcione.
Estoy temblando por alguna razón. No sé por qué. Mis dedos se
deslizan sobre los botones de su camisa, tardando más en desabrocharlos.
Con mucha paciencia, él espera.
—¿Está seguro de esto? —pregunto.
—Sí. —Por fin, le quito la camisa de sus anchos hombros, revelando
la suave piel que hay debajo—. ¿Y tú, Alice?
Asiento.
A diferencia de mí, él no se deja llevar. El cierre de mi sujetador es
desabrochado en un momento. El hombre tiene habilidades.
—Boca.
Hago lo que me dice, besándolo con fuerza, con mis manos acunando
su cara. Sus labios firmes se mueven debajo de los míos y sus dientes me
rozan el labio inferior. Como una burla, las tiras de mi sostén se deslizan
lentamente por mis brazos. Tengo que dejarlo ir para deshacerme
completamente de la cosa. Ahora ambos estamos desnudos de la cintura
para arriba y se siente muy bien. Estar piel a piel es increíble. Toma mis
pechos con sus manos, con los dedos masajeando mi carne y tomando su
peso. Todo el tiempo, su polla dura está justo ahí. Pedirme que me quede
quieta sería imposible. No cuando podría estar retorciéndome y frotándome
contra él, excitándonos a ambos.
Todo mi cuerpo está inquieto por el deseo, preparado por la necesidad.
Y el corazón de Beck late tan condenadamente fuerte contra la palma de mi
mano. Definitivamente no estoy sola en esto.
—Más —dice. 248
Nuestros besos se hacen más largos y húmedos, nuestras bocas
luchan por ello. Sólo que ambos estamos ganando. Le tiro del cabello y él
gruñe. El hombre gruñe de verdad. Qué sexy. Luego me agarra por la cintura
y se levanta, girando y lanzándome sobre el colchón.
—Arriba —ordena con un golpe en la barbilla.
Levanto el culo del colchón hasta que puedo descansar la cabeza en
una almohada. Y el espectáculo que está montando mientras tanto. Ni
siquiera parpadeo. Me mira, se desabrocha la hebilla del cinturón, el botón
y la cremallera del pantalón. Bajan para descansar en el suelo. Luego sus
pulgares se introducen en la cintura de sus calzoncillos negros,
bajándoselos.
Me detendría aquí para escribir odas a la magnificencia de su polla,
pero no hay tiempo para eso. O palabras, aparentemente. Mi cabeza está
revuelta por el sexo. Las feromonas me tienen deshecha. Grande, sí, y guau
es lo mejor que tengo. Junto con el dame, por supuesto.
Como un gran animal se sube conmigo. Mi nueva y cara lencería es
arrastrada por mis piernas y enviada a unirse a los otros enseres
acumulados en el suelo. La señora Francis se horrorizaría.
Con la mirada fija en mi cara, me agarra de las pantorrillas y me abre
las piernas de par en par, haciendo espacio para sí mismo. Entonces está
allí. Está justo ahí, con la polla apoyada en mi coño mojado. Sus caderas
sujetan las mías contra el colchón. Pero el resto de su cuerpo se cierne sobre
mí mientras soporta su peso con un codo.
—Estás tan jodidamente mojada —dice.
—Sí.
Su pelvis se desplaza un poco hacia adelante y hacia atrás, deslizando
su longitud contra los labios de mi sexo. Juro que se me salen los ojos de
las órbitas por la sensación. No digo que pueda salir de ella sola. Pero es un
comienzo muy prometedor.
—Condón —dice—. ¿Sí o no?
Frunzo el ceño confundida.
—¿Condón?
—Es tu elección.
—Ah, bueno, los dos somos seguros y hemos hecho todas las pruebas
y todo.
—¿Así que eso es un no definitivo? —pregunta, aclarando.
—Sí. No. —Parpadeo—. Um. Lo que quiero decir es que es un no a la
pregunta del condón. No es que yo... 249
Con un preámbulo nulo, aparte de todo lo que hemos hecho desde
que nos conocimos, se agacha, se agarra la polla, la alinea con mi sexo, y
me mete la maldita cosa dentro. Simplemente la mete dentro. Sin ninguna
delicadeza. El aire sale de mis pulmones y mi cuerpo se llena de repente
hasta reventar. Todo lo que puedo hacer es agarrarle los hombros y
sostenerme. Y es tan bueno tener todo ese calor y dureza dentro de mí,
estirándome tanto. Finalmente ser uno con él. Pero aun así...
—Jesús, Beck.
—Puede que esté un poco sobreexcitado. —Apoya su frente contra la
mía, con la cara torturada—. Sólo dame un minuto. Juro que sé cómo hacer
esto.
Me reiría, pero no hay aire. Está tan crudo y expuesto ahora mismo.
Ambos lo estamos. Levanto la barbilla y presiono mis labios contra los
suyos. También envuelvo mis piernas alrededor del hombre ante la remota
posibilidad de que trate de escapar. Luego lo beso un poco más, dulce y
suave.
—Tómate todo el tiempo que necesites.
Los dos ya estamos jadeando y sudando. El beso es más profundo,
inclinando su cabeza, frotando su lengua contra la mía. Y eso me gusta.
Mientras sostiene su peso con un brazo, la otra mano se desliza por mi
cuerpo, con los dedos sobre mi piel. Hasta que me agarra del muslo y agita
la gran polla que llevo dentro. Mierda.
Gime.
—Te sientes tan malditamente bien.
—Tú también.
Entonces realmente comienza a moverse, saliendo y entrando en mí.
Retirando esa gruesa longitud hasta que la cabeza de su polla se burla del
tejido sensible cerca de mi entrada, antes de entrar de nuevo. Tiene razón,
estoy ridículamente mojada. Y cada vez más. Es su sensación, su olor y el
sonido de él susurrándome cosas sucias al oído. Como si necesitara follarme
desde la primera vez que me vio. Como si yo fuera a estar de espaldas en su
cama todos los días a partir de ahora. Apruebo de todo corazón ambas
cosas.
Con cada movimiento su pecho roza mis pechos, haciendo que me
duelan los pezones. Roza la base de su polla contra mi clítoris y yo jadeo.
Sin duda, sabe cómo hacerlo. No es que alguna vez haya dudado de verdad.
Va más duro y más rápido y todo mejora. Especialmente cuando mete la
mano entre nosotros, frotando todo alrededor de mi clítoris hinchado. Mis
uñas se clavan en su espalda. Sólo necesito algo a lo que aferrarme, algo
que me mantenga en el suelo. Porque mi sangre está caliente, y todo lo que
está bajo mi cuerpo está tenso y apretado. Estoy justo en el borde. 250
—Joder. Beck.
—Vamos —me persuade.
Es como un relámpago, la sensación que envía estrellándose a través
de mí. Eléctrica y cegadora, impactante y real. Incluso se podría decir que
fue enviada por el cielo, entregada a través de Beck. Así de bueno es. Mi
mente está volando, mi cuerpo temblando. Se mueve encima de mí,
metiendo su polla una o dos veces más antes de llegar con fuerza. Entonces
somos dos pieles sudorosas unidas gracias a fluidos corporales. Su peso es
deseado.
Lo rodeo con mis brazos ya que ningún otro miembro funciona
actualmente. Sólo me recuesto y espero a que mi coño deje de temblar. A
que algún tipo de proceso de pensamiento consciente haga efecto. En
cualquier momento. No hay prisa.
Que es cuando Beck saca su polla todavía semi dura y se derrumba a
mi lado. Es bastante dramático. Es bueno saber que no soy la única
afectada.
—¿Sigues vivo? —pregunto.
—No.
—Eso es triste.
—Me has matado.
Me pongo de lado y me levanto con un codo.
—Oh. Lo siento.
Su brillante polla se encuentra contra su cadera. Es un apéndice
impresionante.
—Deja de mirarme la polla, sirena. Necesita un minuto, y luego
volveremos a hacerlo.
—Bien.
Se estremece, levantando un hombro.
—Creo que me has hecho un Lobezno en la espalda.
—Un par de rasguños no te matarán. Deja de ser un bebé.
—Ven aquí —dice algo gruñón—. Quiero abrazarte.
—Está bien. —Sonrío, encajándome contra él, apoyando mi cabeza en
su pecho. Su brazo me rodea y todo es perfecto. Se considera el colmo del
romance y la mejor etiqueta bostezar tan fuerte que tu mandíbula cruja
después de un gran sexo. Sólo pregúntame a mí—. Lo siento. Fue un gran
día.
—Cierra los ojos, amada. Necesitarás tu resistencia para más tarde.
Es un hombre inteligente. Así que hago lo que dice el inteligente y sexy
251
hombre. Y mi sueño es profundo y tranquilo.
252
268
—V
amos a empezar de nuevo —digo, con una taza de café
entre mis manos—. Otra vez. Y tenemos que hacerlo
bien esta vez.
Beck se sienta frente a mí. Su cabello sigue mojado por la ducha y
está vestido con vaqueros y una camiseta como cuando nos conocimos.
—Estoy escuchando.
—Me voy a mudar al dormitorio del cuarto piso un tiempo y prefiero
que no vuelvas a dormir fuera de la puerta.
Una apenas perceptible mueca de su parte. Le estoy haciendo daño y
eso es una mierda de inalcanzables proporciones, pero aquí es donde sus
mentiras nos han traído. Sin embargo, no trata de convencerme ni nada de
eso y estoy muy agradecida por ello. Todavía hay esperanza para nosotros.
Tiene que haberla.
—Creo que deberíamos volver al principio e intentar salir otra vez. —
Tomo un sorbo de café. Mi mano está temblando, maldita sea. Ahora no es
el momento de la debilidad—. Las cosas fueron muy rápidas entre nosotros.
Ni siquiera nos conocemos desde hace un mes. 269
Un asentimiento.
—Eso es todo. Es todo lo que se me ha ocurrido hasta ahora.
La señora Francis hizo una cafetera y puso un plato de pasteles antes
de desaparecer. Ni siquiera puedo soportar la idea de la comida. El sol brilla
débilmente a través de las ventanas del piso al techo. Hoy el mundo entero
parece frío y gris. Su teléfono está en la mesa zumbando, pero ignora esa
cosa.
—Bien —dice, y las palabras vienen lentamente—. Me quedaré lejos
del cuarto piso, pero me gustaría desayunar y cenar contigo todos los días.
Considerémoslo citas.
—Son muchas citas.
Se encoge de hombros.
—¿De qué otra forma vamos a superar esto si no pasamos tiempo
juntos?
—Está bien. De acuerdo.
—Gracias.
—¿Y vas a empezar a ver regularmente a un terapeuta?
Otro asentimiento.
—Me gustaría que hiciéramos terapia de pareja eventualmente.
—Eso suena como una buena idea. —Mantengo mi cuerpo contenido
a mi lado de la mesa. Porque por muy reconfortante que sea sostenerle la
mano, necesitamos establecer algunos límites. Especialmente después del
accidental sexo oral—. También creo que cualquier uso de la palabra “amo”
debería ser retrasado por ahora. Estoy bastante confundida.
—¿Quieres que sea totalmente honesto? —pregunta, con la mirada
fija en mi cara.
—Sí, pero...
—¿Pero qué?
Trago.
—Es mucho en este momento.
—Sin embargo, es la verdad —dice—. Y eso es lo importante, ¿verdad?
Te amo. Eso es un hecho. No creo que tal vez esté enamorado de ti o que
haya una posibilidad de emociones fuertes en mí respecto a ti en alguna
fecha futura. Te amo y eso no va a ninguna parte.
—Beck, nosotros...
—Te pertenezco, me quieras o no. —Sus hombros están tensos, su 270
mirada segura. No hay cobertura o duda en su voz—. Esa es la verdad, Alice.
Sacudo la cabeza; es demasiado pronto. O tal vez sólo esté asustada.
Un poco de ambos, tal vez.
—Necesito sentir que puedo confiar en ti conmigo otra vez. Y ahora
mismo, lo siento, pero no lo hago. Sólo... hablemos de ello más tarde. ¿Qué
vas a hacer con Catherine?
—Me ocuparé de ella. No tienes que preocuparte por eso.
—Ya que me arrastró a esto, me gustaría saberlo.
Respira profundamente.
—Transparencia total.
—Sí.
—Bien —dice, con la mirada fija en mí—. Hice algunas llamadas
anoche. La primera fue a mi abuela para sugerirle que se mantuviera alejada
de mi vida. Ella se sorprendió, por decir lo menos. Supongo que pensó que
te había echado y que nunca me enteraría de sus amenazas y otras
tonterías.
—Hm.
—Me hace preguntarme qué más ha hecho en el pasado que no ha
llegado a mí. —Sus dedos tamborilean contra la mesa—. Luego llamé a
Ethan para hacerle saber que la abuela podría estar intentando una
adquisición hostil.
—¿Intentaría hacerse cargo de la empresa?
—Como podría haber mencionado antes, Catherine no está
acostumbrada a no salirse con la suya. Su reacción a que la llamara fue...
intensa. Así que no se sabe exactamente hasta dónde podría intentar llevar
esto —dice—. Algunas personas nunca estarán de acuerdo con escuchar un
no.
Levanto las cejas y tomo un poco más de café. Este lío se hace cada
vez más grande. En la mesa, su teléfono vibra.
—Beck, ¿deberías comprobarlo?
—Esto es más importante.
—Deberías estar en Elliot Corp. resolviendo esto ahora mismo, ¿no?
—No, Alice. Hablar contigo, trabajar con nosotros, es más importante.
—Pero podría echarte de la junta.
Se encoge de hombros.
—Ciertamente puede intentarlo.
Me recuesto de nuevo en mi asiento y me tomo un minuto. No importa
271
cuánto me gustaría que la vida se ralentizara, no va a suceder pronto. Esta
es la realidad de nuestra situación. Que me queje de ello o que sueñe que
fuera de otra manera no ayudará en nada. Mamá siempre decía que tenías
que reconocer las cosas que podías y no podías cambiar. ¿Qué está dentro
de tu ámbito? Beck es un hombre rico ocupado que se ocupa de cosas
importantes. No es que mi vida, mis deseos y necesidades no importen. Pero
apoyas a tu pareja. Mis propios padres me mostraron esto una y otra vez.
Cómo presentan un frente unido al mundo y se cubren las espaldas. De
ninguna manera aceptaré menos en mi vida.
—Estoy aquí. No me voy a ir a ninguna parte. Nos estoy dando la
oportunidad de resolver esto.
Y en su cara hay un indicio de un retroceso otra vez.
Me duele el corazón magullado al verlo.
—Oye, hablo en serio. He estado luchando con la gente por el derecho
a estar aquí contigo desde que aterricé en Denver. No me voy a rendir ahora,
sin importar lo enojada que esté contigo. Ahora revisa tu teléfono.
Con un suspiro, toma su teléfono.
—Ethan ha llamado cuatro veces.
—Ve a ocuparte de los negocios. Te veré para la cena de esta noche.
—¿Estás segura?
Mi sonrisa es pequeña, pero está ahí.
—Sí.
289
—E
sto es una mala idea.
—Es una gran idea —dice Beck,
pasándome un gin-tonic—. Fue tu idea, querida.
—No me lo recuerdes.
—Ya está hecho, así que mejor relájate. —Ethan tira del puño de su
camisa—. Debería llegar en cualquier momento.
Henry levanta la vista de su teléfono con una sonrisa.
—Entretenimiento con una E mayúscula.
Matías me hace un guiño. Nada de eso me calma los nervios.
—Pásame ese panecillo. —Emma señala al que está sentado en el
plato a mi lado. Hago lo que me dice. No te metas con una embarazada
hambrienta. No si quieres vivir—. Gracias, Alice.
—¿Quieres otro jugo o algo así, cariño? —pregunta Rachel. La mujer
va a ser una gran abuela. Se nota.
—Agua helada, por favor, mamá. 290
La fiesta de Navidad de Elliot Corp. es tan ostentosa como te imaginas.
Un salón de baile en uno de los grandes hoteles de Denver y cientos de
personas presentes. Esmoquin y ropa formal y lámparas de cristal. En años
pasados, la familia se sentaba en diferentes mesas, mezclados con miembros
de la junta y así sucesivamente. Pero este año estamos todos juntos en una
gran mesa redonda. Beck y yo, Emma y Matías, Ethan, Henry y Rachel.
Todos están presentes.
Penny y River observan subrepticiamente desde una mesa cercana.
Se casaron en Acción de Gracias. Nunca había estado en una boda sorpresa
de Acción de Gracias, pero fue fantástica. Aunque Beck lo sabía porque les
prestó su casa en Aspen para el evento. Pero no me lo dijo. Aparentemente
la renovación de votos de último minuto de Matías y Emma las inspiró a
hacerlo todo a escondidas. Sorprender a la gente sin avisar parece reducir
un gran porcentaje de la locura. Pero estoy pensando que fugarme a una
isla podría ser el camino a seguir. Podría llevar un bikini de boda. Sin
embargo, Beck aún no ha aceptado la idea. Sospecho que mi madre lo
amenazó con respecto a cualquier escabullida en relación a nuestra boda.
Quiere una pequeña ceremonia en California con familia y amigos y luego lo
que sea que queramos hacer en Denver.
Mantener a todos felices nunca es fácil.
—Estás hermosa. —Beck toma mi mano libre, entrelazando sus dedos
con los míos. Lleva un esmoquin, así que por supuesto quiero saltarle
encima. Aunque mi necesidad de tener sexo con él ha sido una constante
desde que lo conocí. Algunas cosas nunca cambian.
—Gracias. Tú también. —Para este evento tan importante, elegí un
vestido de lentejuelas negras hasta la pantorrilla y tacones de aguja
Louboutin. Me hace sentir como una reina de la discoteca futurista con
capacidad para patear culos. Mi única joya son los pendientes de diamantes
y el brillo en mi dedo que mi prometido está besando. Me río—. Pensé que
la gente sólo le hacía eso al Papa.
Sonríe. Es la astucia de la que he aprendido a desconfiar porque es
Beck.
—Amada, sabes que disfruto del néctar de tu cuerpo y sólo vivo para
adorar diariamente en el templo de tu dulce húmedo...
—No. En. Público.
Henry frunce el ceño.
—¿Eh?
—Nada. Vuelve a mirar tu teléfono.
Ethan sólo parpadea antes de darse la vuelta. Su cara en blanco está
llena de fuerza. Es una cosa de los Elliot, junto con la barbilla rígida.
Supongo que es ese tipo de noche. Pero está aquí con nosotros y eso es todo
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lo que importa.
—¿De qué están hablando ustedes dos? —pregunta Emma, untando
mi panecillo con mantequilla. Qué rico.
Matías se endereza.
—Está aquí.
No he visto a Catherine desde el día del evento. Cuando visitó nuestra
casa para imponer la ley según ella y ridiculizarme con insultos en la medida
de sus posibilidades. Una vez que Henry, Ethan y Emma dejaron claro que
no apoyarían ningún intento suyo de echar a Beck de la junta por
insubordinación, se alejó de la idea rápidamente. Las cosas entre ella y Beck
han sido mayormente cordiales, por lo que me han dicho. Supongo que en
el fondo no quiere perder a su nieto, aunque no apruebe sus decisiones de
vida. Que es la forma en que debería ser.
Lleva un traje de seda verde del color del dinero y está chorreando
diamantes. Cada centímetro es la reina viuda de Elliot Corp. Y, por
supuesto, la gente se inclina y se agacha, esperando la bendición de un
momento de su precioso tiempo. Puede que tal vez todavía esté un poco
amargada por todo el asunto y por ella en general. ¿Quién podría culparme?
Cuando llega a nuestra mesa con Winston acompañándola,
despejando el camino, se detiene en seco al verme. Todos nosotros,
reunidos, frente a ella como un frente unido. Como una familia, tal vez. Sus
ojos se mueven por todos lados, mirando a cada rostro. Oh, la expresión de
indignación cuando su mirada se posa en mí.
Beck se levanta y saca una silla para ella en la mesa.
—Abuela.
—Pedí explícitamente que me sentaran en otro lugar.
Emma ladea la cabeza.
—Explícitamente te anulamos.
—Incluso llegamos temprano para asegurarnos de que no hubiera
engaños —dice Beck.
—Esto termina ahora. —Ethan se pone de pie—. Alice y Beck
anunciarán su compromiso más tarde. Ella es y será parte de nuestra
familia y tú lo aceptarás.
Las fosas nasales de Catherine se inflaman de indignación, pero no
dice nada.
—Señora Elliot, ¿le gustaría que yo...?
—Vete a la mierda, Winnie —dice Beck—. No eres parte de esto.
Vaya. La cara del mayordomo se queda blanca de la indignación. 292
Tomo un sorbo de mi bebida.
—Siéntate, Catherine. Estamos dejando atrás todo este disgusto.
Sus ojos se abren de par en par ante mi impertinencia o lo que sea.
—Siéntate, abuela —dice Emma con una voz más suave—. Esta es tu
familia, te guste o no. Estoy a punto de añadirle una tercera generación y
no toleraré estas peleas internas y otros comportamientos de imbéciles.
Rachel suspira.
—Lenguaje, cariño.
Pero es Henry quien tiene la última palabra.
—Estás con nosotros o contra nosotros, abuela. ¿Qué será?
Este es el momento de la verdad. Una vez más, su mirada se mueve
por el grupo, buscando alguna señal de apoyo. Pero no llega. Ella es, sin
duda, la que está fuera desde el exterior ahora mismo. Casi siento pena por
ella. A pesar de todas las tonterías, debe amar a sus nietos. Su forma de
expresar ese amor es lo que da asco.
¿Tomará la rama de olivo o no?
La gente de las mesas vecinas está mirando con interés. Seguro que
habrá algún chisme esta noche. Pero siempre los hay. Una dinastía rica
como los Elliot siempre es un tema de interés. Así es la vida.
La barbilla de Catherine sube, con su mirada fría y distante mientras
se mueve hacia la silla.
—Por supuesto que estoy encantada de sentarme con mi familia.
Hay casi un suspiro audible de alivio. Un relajamiento o alivio de la
tensión de todos los que están en la mesa. La sensación es definitivamente
una de "oh, gracias, joder". Las peleas internas no ayudan a nadie.
Winston le sirve a Catherine una copa de champán.
—Comprometidos.
No es una pregunta sino una declaración. Beck vuelve a tomar su
silla, sosteniéndome la mano una vez más. Y la mirada que me da, el amor
en sus ojos... todavía me da vértigo. Creo que siempre lo hará.
—Así es. Alice finalmente aceptó ayer. No podríamos ser más felices.
Catherine sólo arruga la nariz.
—Es un anillo hermoso —dice Rachel.
Yo sonrío.
—Sí, lo es. 293
—Me convierte en el segundo soltero más codiciado de Denver. —La
lengua de Henry se mueve detrás de su mejilla. Nadie ha sabido de Giada
últimamente. Dios sabe lo que está haciendo. Pero Henry sabe que es amado
y querido por todos nosotros. Eso es lo que importa. Los chicos volvieron de
su viaje de snowboard hace unos días y aparentemente todos se lo pasaron
muy bien.
—No dejes que se te suba a la cabeza. —Ethan bebe su whisky—. Yo
sigo siendo el número uno.
Hay un gruñido de parte de Henry.
—Parece que el bicho del amor está dando vueltas alrededor de Ethan.
Ten cuidado de que no te muerda en el culo.
Catherine frunce el ceño.
—Lenguaje, Henry.
—No va a suceder —dice Ethan, con voz profunda y segura—. Emma
va a suministrar un heredero y Beck y Alice mantendrán a la sociedad
ocupada con los planes de boda. Por ahora estoy libre.
—Ya veremos. —Beck le pone a su hermano su sonrisa más irritante
antes de volver a besarme la mano—. ¿Todo bien, amada?
—Estoy bien, gracias.
Catherine se da la vuelta con expresión agria. Así que todavía no me
mira ni me habla. Pero no importa. Mientras se haga la simpática. No
imaginé que me recibiría con los brazos abiertos después de todo. Sin
embargo, Beck y yo somos felices y la familia ya no es una zona de guerra
activa.
—En realidad, estoy mejor que bien —corrijo, acercándome a mi
prometido—. Soy muy feliz.
—Todos somos tontos en el amor. —Luego me da la sonrisa que
siempre es sólo para mí. Mi sonrisa favorita de todas.
—No soy tonta. De hecho, creo que soy muy inteligente por haberte
atrapado.
Levanta una ceja.
—Y aquí siempre pensé que te había atrapado yo.
—Nos atrapamos el uno al otro. —Sonrío, inclinándome para darle un
beso. Y él me lo da, sin importar dónde estemos o quién esté mirando. Nada
importa más allá de la presión de sus labios contra los míos. Cómo ninguno
de los dos cierra los ojos hasta el último momento. La forma en que su mano
se desvía hacia mi nuca. Como muestra pública de afecto, es una buena 294
muestra. A veces el amor puede ser un asco. Ambos sabemos esto. La vida
juntos no será sin sus baches. Vamos a asistir a terapia de pareja y
trabajaremos en las cosas durante mucho tiempo. Construyendo esa
confianza y manteniéndola. Trabajando en nuestras habilidades de
comunicación y pasando tiempo de calidad juntos. Pero esta noche, nuestro
amor es perfecto.
—Lo que tú digas, casi-esposa.
Kylie Scott
K
ylie es autora de éxito de ventas del New York Times y USA
Today. Fue elegida Escritora Australiana de Romance del año 295
2013, 2014 y 2018, por la Australian Romance Writer’s
Association y sus libros han sido traducidos a once idiomas diferentes. Es
una gran fan del romance, la música rock y las películas de terror malas.
Con sede en Queensland, Australia, con sus dos hijos y su marido, lee,
escribe y nunca duda en Internet.
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