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2
MODERADORA
Mona

TRADUCCIÓN
Clau
Kath
3 Nelly Vanessa
Niki26
Queen Wolf
Cjuli2516zc

CORRECCIÓN Y REVISIÓN FINAL


Sttefanye

DISEÑO
Lola’
4
¿Regla número 1 para la hija del dueño del equipo?
No salgas con los jugadores.

Especialmente no con los defensas de carácter impetuoso con tatuajes y


problemas de control de impulsos.
Por eso Dominic Walker está completamente fuera de mi radar.
Más o menos.
Cuidar al alborotador del equipo cuando se ve obligado a ser voluntario
para la fundación donde trabajo significa que no puedo evitarlo exactamente.
5 Ojalá lo hubiera hecho.

Porque una vez que conozco a Dominic, es casi


imposible ignorar los sentimientos que él
suscita en mí.

Muy pronto, estoy rompiendo todas mis reglas. Solo tengo que
esperar que no me rompa el corazón en el proceso.
Dominic

F
ueron necesarias dos cosas para arruinar mi primer día con los
Washington Wolves: un periodista idiota decidido a pelear y una
botella de tequila a la que debería haber dicho que no.
El primero, logró tomar una rueda de prensa perfectamente buena y
convertirla en una mierda. Lo segundo no llegó hasta más tarde.
Y más que nada, cuando me desperté feliz en un día que normalmente
odiaba, cuando firmé mi contrato con genuino optimismo por el cambio en mi
carrera, debería haber sabido que algo lo arruinaría.
Su nombre era Kevin Carter, de una cadena de deportes de segunda, y
6 compensaba en exceso una polla del tamaño de un lápiz siendo un matón en las
conferencias de prensa. La mayor parte del tiempo evité sus preguntas, pero él
gritó por encima de todos los demás ese día.
En el momento en que se puso de pie y me sonrió de forma maliciosa, supe
que me iba a hacer enojar muchísimo. (Nunca, nunca fue algo bueno para mí).
—Dominic, ¿qué le dices a los muchos críticos que piensan que tu estilo de
juego es agresivo y tu tendencia a sacar banderas no encajarán aquí en
Washington?
Si pensaste que el primer día en una nueva escuela era malo, intenta
transferirte de un equipo de fútbol cuando nadie piensa que puedes encajar con
los “buenos”.
Me recliné en mi asiento y le sonreí tenso a Kevin Carter.
—¿La gente está diciendo eso? —pregunté casualmente.
Su respuesta fue astuta.
—Sabes que lo hacen. No se te conocía exactamente por tu habilidad para
mantener la calma en Las Vegas. ¿No estableciste el récord de banderas
innecesarias por juego rudo en una sola temporada?
A su alrededor, los periodistas que llenaban las filas de mi primera
conferencia de prensa en Washington se movían incómodos. En cada una de
estas cosas, un imbécil hacía su trabajo de hacer enojar al jugador de fútbol, y
casi siempre era Kevin. Si caía en la trampa, le lanzaba un micrófono a la cara y
me marchaba furioso porque estaba arruinando mi estado de ánimo, él
probablemente obtendría una bonificación.
Así que, con un apretón de dientes y una respiración profunda, logré
sonreír, incluso cuando una fría bola de terror llenó mi estómago.
—Ese fue mi primer año en la liga, Kevin. He madurado en los últimos tres
años.
El idiota resopló con incredulidad.
—Cuidado, Washington —leyó en la pantalla de su teléfono—, Walker el
Salvaje es tu problema ahora. —Levantó una ceja—. Ese es mi titular para mañana,
si estás interesado.
La mujer sentada a su lado, con la insignia de ESPN alrededor de su cuello,
puso los ojos en blanco.
Lo que quería hacer era llamarlo cretino y alejarme de todas las miradas
que esperaban con impaciencia que reaccionara. Quería decirle que Walker El
Salvaje era un subproducto de un equipo agresivo con un entrenador agresivo
que sabía exactamente cómo mejorar a sus jugadores.
—Buena aliteración —le dije—. Apuesto a que te tomó todo el día pensar
en ello.
Su sonrisa se desvaneció ante mi alusión y el pequeño murmullo de risa
7 que recorrió la habitación.
—Leí un artículo que afirmaba tener conocimiento de fuentes internas en
Washington de que no están tan entusiasmados con tu tipo de energía en el
vestuario —continuó diciendo—. ¿Algún comentario?
Negué. Una reacción tranquila. Una de la que estaba jodidamente
orgulloso, considerando que quería arrojarle una silla a la cabeza.
La reportera que estaba a su lado, creo que se llamaba Julie, levantó la
mano y yo asentí. Pero antes de que pudiera hacer su pregunta, un tipo de
relaciones públicas elegantemente vestido la interrumpió.
—Eso es todo para el señor Walker hoy. Tenemos otro jugador al que le
encantaría responder algunas preguntas. —Habló en voz baja en mi oreja—. Solo
vamos. Nos ocuparemos del titular de Kevin. No le digas una palabra a nadie —
advirtió.
Su voz ni siquiera tenía un filo agudo, pero esa advertencia seguía ahí.
Todos esperaban que explotara, incluso el tipo al que le pagaron para que
me viera bien. No es como si realmente pudiera culparlo por eso. Mi reputación
de Walker El Salvaje me había precedido. De mis días jugando en la universidad
en Texas, donde todavía era un astuto como el infierno y no sabía exactamente
cómo demostrar mi valía como jugador sin irme por la borda. Mis días al ser
jugador a escala profesional en Las Vegas, como un jugador no reclutado que
había escuchado a los críticos decir una y otra vez que no era lo suficientemente
bueno.
Mi mano se curvó en un puño debajo de la mesa, pero asentí al tipo de
relaciones públicas. No vio el puño. Nadie lo hizo. Era el único indicio externo
de que algo peligroso se estaba formando bajo la superficie de mi piel.
No seas tan malhumorado, Dominic, escuché la voz de mi hermana en mi
cabeza. Abrí el puño y me levanté de la mesa antes de hacer algo horrible, como
romper a llorar o alguna mierda.
Unas cuantas cámaras siguieron mi salida de la sala de prensa de
Washington, y mantuve la mirada al frente cuando algunos periodistas se
movieron para seguirme.
Nadie me esperó fuera de la habitación porque la parte del circo de la
transferencia había terminado. Eché un vistazo a un largo pasillo y, sin pensar
demasiado hacia dónde me dirigía, mis piernas me llevaron en dirección al
campo.
La instalación de los Wolves era impresionante. Lo había sido desde que
tengo memoria. Aunque crecí con la forma del estadio en el horizonte, nunca
habíamos podido pagar las entradas. Incluso antes de que naciera Ivy, en la
víspera de mi décimo cumpleaños, e incluso antes de que se enfermara, nunca
habíamos tenido la cantidad de dinero para ver un juego profesional. En ese
entonces, incluso si seguía diciendo que sucedería, nadie pensó en realidad que
8 terminaría haciendo lo que estaba haciendo. Quizás mis padres hubieran
ahorrado aún más centavos para llevarme.
En mi último año de universidad, Texas jugó un juego del super tazón en
el estadio de los Wolves, y fue cuando supe que finalmente jugaría el juego que
amaba con las camisetas negras y rojas. Sabía que regresaría a ese estadio. Con
ese equipo.
Recordé haber regresado a la habitación del hotel y haber deseado poder
llamar a mi hermana, llamar a Ivy, y contárselo. Luego bebí media botella de Jack
y me desmayé porque era la única manera, en ese entonces, de evitar hacer algo
realmente estúpido.
Con una mirada cuidadosa por encima del hombro, caminé por el túnel
hacia el campo oscuro. El techo estaba abierto y, de nuevo, escuché la voz de mi
hermana en mi cabeza.
¿No sería divertido dormir en medio de un campo algún día?
Suena incómodo, Ivy Lee, le dije.
Solo una vez. Si puedes hacerlo algún día, será mejor que lo hagas por mí.
Frotando mi nuca, respiré hondo. Aún podía escuchar la voz de mi
hermana con tanta claridad a pesar de que habían pasado cinco años desde la
última vez que la escuché. Cinco años exactos, de hecho.
En lugar de saltar la última de las barreras para salir al campo oscuro, me
apoyé contra la pared del túnel y miré el logo hasta que mis ojos empezaron a
arder.
El día no había ido como yo pensaba. En lugar de la emoción que había
sentido esa mañana, el temblor de anticipación que había sentido mientras
garabateaba mi nombre en el papel blanco que me estaba trayendo de regreso
a casa, ahora simplemente escuchaba también la voz de ese maldito reportero
en mi cabeza.
No están tan entusiasmados con tu tipo de energía en el vestuario.
Respiré hondo y traté de sacármelo de la cabeza.
—¿Walker? —llamó una voz detrás de mí.
Me volví y vi al novato que había ocupado mi lugar con la prensa. Lucía un
poco estupefacto al verme, y apenas podía recordar un momento en el que ver a
jugadores veteranos me diera la misma sensación. Probablemente porque no
pasé mucho tiempo en Las Vegas para darme cuenta de que a nadie le importaba
una mierda si estabas emocionado de conocerlos. Todo el vestuario era un
estudio de tipos con problemas de manejo de la ira.
—Novato —dije. Sabía su nombre, pero me estaba sintiendo un poco
nervioso después de la conferencia de prensa.
Se paró hombro con hombro conmigo, mirando el campo.
9 —Jodidamente increíble —suspiró—. Quería verlo vacío.
Algo en él me atrajo. No sabía mucho sobre él, pero al igual que yo, no
había sido una opción llamativa de fichaje. No fue reclutado, alguien con talento
puro y amor por el juego. Mis manos se cerraron en puños de nuevo porque, a
diferencia de mí, él todavía tenía estrellas en los ojos, una emoción visible que
no se preocupó por ocultar.
No era tan fácil para todos.
—Jugaste para Florida, ¿verdad?
—Vamos, Gators —dijo con una sonrisa.
Volví a mirar el campo. Algo en su entusiasmo era irritante, pero no
porque me molestara. Porque me estaba molestando a mí mismo. Mi estado de
ánimo había cambiado tan abruptamente, y desde que salí de esa habitación,
solo empeoró.
El novato se quitó una mochila de los hombros y me dio una mirada
maliciosa que probablemente debería haberme hecho correr por el túnel. Luego
sacó una botella de tequila jodidamente caro.
—Mala idea, novato —le dije.
Agitó la botella hacia el extenso campo.
—No hay nadie aquí. Además, le prometí a mi hermano pequeño que
tomaría un chupito en la línea de las cincuenta yardas si me fichaban.
Lo miré.
—Es una maldita cosa rara prometerle eso a tu hermano.
El novato se encogió de hombros.
—Tiene dieciocho años, así que suena como su idea de un buen momento.
Sus palabras me hicieron imaginar a Ivy si hubiera vivido hasta los
dieciocho. Antes de enfermarse, había mostrado el tipo de insinuaciones
juveniles de una chica que llegaría a ser naturalmente hermosa. Pero en lugar de
saber cómo se vería, solo la recordaría tal como era. No tenía ni siquiera diez
cuando murió.
Algo peligroso se estremeció dentro de mí y extendí la mano para tomar
la botella.
Me la entregó con una sonrisa.
—¿Estamos haciendo esto?
Por un segundo, me pregunté qué tan estúpido era esto. Si debía
detenerme y enviarle un mensaje a Turbo para preguntarle si esta era una forma
jodidamente tonta de honrar el quinto año sin mi hermana. Pero mi amigo en
línea no tenía idea de lo que hacía para ganarme la vida o de que estaba de
regreso en Washington. Y tratar de explicar algo de eso sonaba como demasiado
ruido para agregar a mi cabeza ya ruidosa.
10 —¿Porque diablos no? —murmuré. Sin comprobar si me seguía, agarré el
tequila en una mano y me dirigí al centro del campo.
Horas más tarde, me di cuenta que detenerme para enviarle un mensaje
podría haber sido una buena idea. Pero de nuevo... no era exactamente conocido
por mi moderación.
—No nos echarán del equipo por esto, ¿verdad?
Miré hacia el cielo, sentí el ligero calor del alcohol en mis venas mientras
mis dedos pasaban por la hierba cortada del campo debajo de mí.
—No.
Me sentí como una mierda. No porque me hubiera emborrachado, sino
porque como había anticipado, quedarse dormido en el césped era realmente
muy incómodo. Otra cosa que no pude decirle a Ivy.
¿Pero nos echarían a patadas? No. Ser expulsado de un equipo
generalmente significaba que había cometido un crimen, y la última vez que lo
comprobé, emborracharse no estaba en contra de la ley. Sobre todo, porque
ninguno de los dos había conducido bajo los efectos del alcohol. Pero aun así...
la organización de los Wolves podría no apreciar nuestro intento de tener una
primera experiencia en la lista.
El novato me miró.
—Parecías mucho más emocionado con esta idea antes.
—No sabía que eras tan hablador cuando dije que sí.
En su estado de ebriedad, pensó que era la cosa más divertida que había
escuchado en su vida.
Después de que su risa se desvaneciera, levantó la botella de tequila y
tomó otro trago.
—Tomando chupitos con Dominic Walker —reflexionó—. Épico.
Normalmente, habría sonreído o habría hecho una broma. Pero mantuve
mis ojos en las estrellas y sentí un pellizco incómodo en mi pecho cuando me di
cuenta de que con el sol naciendo lentamente, las estrellas ya no eran visibles.
—¿Quieres otro? —preguntó. Afortunadamente, su culo borracho no se
dio cuenta de mi falta de reacción.
Negué.
—Estoy bien.
Se quedó mirando la botella medio vacía.
—¿No tomaste solo como... dos tragos?
—Tres, creo.
—Mierda —gimió—. No me extraña que me sienta así.
Se dejó caer de espaldas con un gemido, la botella olvidada entre
11 nosotros. Mis ojos permanecieron abiertos mientras miraba al cielo sin
parpadear. Cuando parpadeé, sentí como si hubiera una capa de arena
cubriéndolos.
Por un momento, dejé que mis párpados se cerraran, pero fue un error
porque en cuanto lo hice, vi su cara cuando hablaba de dormir en el campo.
No podía tener más de ocho años en ese momento, ya estaba enferma y
conectada para sus tratamientos en el hospital, donde solíamos discutir todas las
diferentes cosas que podríamos hacer después de que ella terminara y se
sintiera mejor.
Me froté el pecho, esperando que alejara la sensación de dolor, pero no
fue así.
Y en lugar de tristeza, sentí un lento crescendo de ira, como una bola de
nieve rodando por la ladera de una montaña. Esto siempre me sobrepasaba,
eclipsaba todo. Lo que sea que mantuviera enterrado dentro de mí, no explotaba
como la gente esperaba. No era una reacción inmediata, como el estallido de una
bomba o la explosión de una granada.
Era más lento que eso. Finalmente, salía de una manera que otras personas
pudieran ver. Era lo que me metía en problemas. Pero para mí, nunca fue una
sorpresa. Si alguna vez has visto a alguien calentar vidrio, es muy parecido a eso.
Durante un tiempo, no podías ver nada cambiando, pero si mirabas el
tiempo suficiente, el color se volvía naranja fundido brillante y la forma se volvía
algo frágil. Un movimiento en falso, un giro en la dirección incorrecta y todo se
rompía de una manera que no podía repararse.
Si todavía estabas siguiendo mi pequeña analogía, mi temperamento era
el vidrio roto. Más de una bandera de “rudeza innecesaria” venía de esa parte
de mi personalidad.
Mientras yacía en el césped con el cielo volviéndose más claro, pensando
en Ivy después de la conferencia de prensa mientras las dudas superaban mi
emoción de estar en Washington, sentí que aumentaba el calor y cambiaba el
color de mi estado de ánimo.
El tequila no lo ayudaría. Muy pocas cosas lo hacían. Mis padres nunca
quisieron hablar de eso. Mi única amiga que lo haría era alguien a quien nunca
había conocido cara a cara, pero seguía siendo la única persona con la que podía
desahogarme. Agarré mi teléfono, pasé el dedo hasta que encontré la aplicación
de mensajería correcta y, por primera vez en todo el maldito día, no cuestioné lo
que estaba a punto de decir, o si lo estaba expresando de la manera correcta.
NickelRompeLadrillos: No quiero hacer nada este año, Turbo. Sin
gestos, sin conmemoración, sin estúpidas compras que no significan nada.
Porque no importa lo que haga, ella todavía se fue, y eso me enoja, y nada de lo
que hago me parece suficiente de todos modos.
NickelRompeLadrillos: Y está bien, no me siento mal por sentirme así.
Ivy no me necesita para hacer esas cosas, nunca lo ha hecho. Pero soy yo, así que
12 nunca es tan sencillo.
NickelRompeLadrillos: En cambio, hice algo estúpido en mi primer día
en un nuevo trabajo, y probablemente nunca lo olvidaré.
NickelRompeLadrillos: ¿Cuándo voy a aprender? Soy demasiado mayor
para esto. Sin embargo, aquí estoy.
Justo cuando presioné enviar, alguien accionó un interruptor principal y
todos los focos del estadio se encendieron en un estallido doloroso y brillante.
Levanté mi mano para bloquearla y el novato gimió miserablemente. Por alguna
razón, esas luces provocaron la peor reacción posible para un tipo que acababa
de beber media botella de tequila. Rodó hacia un lado y vomitó.
—Oh, esta fue una idea estúpida —gimió—. ¿Quién crees que es?
—Límpiate la boca —siseé.
Mientras me ponía de pie, pensé en ayudarlo a levantarse, pero no estaba
seguro de que realmente pudiera ponerse de pie.
—Odio el tequila.
—Un poco tarde para darte cuenta de eso ahora, idiota —susurré.
Finalmente, aparecieron a la vista. La silueta amenazante de un guardia de
seguridad deambulaba en nuestra dirección con alguien más bajo y menudo a
su lado.
El novato se sentó y se frotó los ojos.
—Oh, estamos jodidos.
Si antes pensaba que mis dudas eran fuertes, ahora me gritaban en la cara.
Esto era exactamente en lo que debería haber pensado antes de agarrar esa
estúpida botella de tequila y salir al campo. Walker el Salvaje nunca superaría
esto si la prensa se enterara.
El guardia de seguridad se detuvo, con las manos en las caderas, y habló
con la persona que estaba a su lado, que aún era difícil de ver por el lugar donde
se encontraban con las luces detrás.
—¿Qué quieres hacer con ellos, jefa?
Ella suspiró.
—¿Necesitan ponerse sobrios antes de que hablemos de esto?
Mis ojos se cerraron tan pronto como escuché su voz. Por supuesto, era la
dueña del equipo. Allie Sutton-Pierson había sido la dueña de los Washington
Wolves durante las últimas dos décadas y no era alguien a quien necesariamente
quisiera enfrentar por primera vez estando así.
Esa rabia, el lento ascenso de mi temperatura interna, se disparó. Y la
única persona con la que estaba enojado era conmigo.
—Estoy bien —murmuré—. Nada durante las últimas horas para mí.
El novato miró la botella, luego el vómito en el suelo e hipó.
13 Abrió la boca para decir algo al respecto, pero un estúpido impulso me
hizo poner una mano en su hombro. Negué cuando me miró.
Me volví y encontré los ojos del guardia.
—Eso era mío de... antes.
El novato volvió a hipar. Los ojos del guardia se entrecerraron, como si
supiera que estaba mintiendo.
Pero vamos, este chico, incluso si fuera más tonto que la mierda por llevar
una botella de tequila en su mochila nunca tendría una oportunidad justa en un
lugar como Washington si así fue como comenzó.
Todo el mundo lo esperaría de mí. Sacudían la cabeza y se movían sobre
su día, pensando que el exaltado de Las Vegas haría algo tan estúpido como
vomitar en la línea de las cincuenta yardas.
La cara áspera del guardia se inclinó en un ceño fruncido y la señorita
Sutton-Pierson se frotó la frente.
—Walker, vayamos a mi oficina. —Señaló al novato—. Un conductor lo
llevará a casa, pero será mejor que regrese a mi oficina mañana a las ocho de la
mañana.
Él le dio una especie de saludo militar. Y dijo algo así como.
—Sí, señora.
Mientras ella negaba, se movió hacia un lado y finalmente pude ver su
rostro con claridad. No estaba feliz, pero cuando sus ojos se posaron en mi cara,
no fue ira lo que vi. Fue decepción y, de alguna manera, fue peor.
Al guardia de seguridad, le dijo:
—¿Puedes levantarlo y llamar a un conductor para que lo lleve a casa?
—Claro, jefa. —Se agachó y ayudó al novato a ponerse de pie—. Ustedes
aprenderán de la manera difícil, ¿no es así?
Quité briznas de hierba de la parte delantera de mi camisa y luché por la
forma en que mis vellos se erizaban a lo largo de mi espalda. Este tipo no podría
haberlo sabido, pero aprendía todo por las malas. Cada batalla que había
ganado había venido de sangre, sudor y lágrimas reales. Mi éxito fue a pesar de
mis antecedentes, no gracias a ellos.
—Gracias, Keith —le dijo mi flamante jefa al guardia mientras salía del
campo con el novato.
Hizo una pausa y me evaluó con ojos astutos.
—¿Estás segura de que puedes con este?
Ella me dio una mirada.
—Oh, sí.
Pasé una mano por mi boca y decidí no responder con algo en la espalda
14 del guardia. Era un tipo grande, probablemente podría jugar como apoyador si
no lo hubiera hecho ya.
Por el rabillo del ojo, la estudié por un momento. Por lo que sabía de ella,
tenía cuarenta y tantos años, pero con el cabello rubio alejado de la cara y la
camisa blanca que vestía con jeans oscuros, parecía una década más joven.
Allie Sutton-Pierson me evaluó por igual, y por su expresión facial me di
cuenta de que no la intimidaba en lo más mínimo a pesar de que yo superaba el
metro noventa y tres.
Ser dueña de un equipo durante dos décadas y estar casada con un ex
mariscal de campo de élite haría eso.
Me sonrió y señaló el túnel que me había dejado salir al campo.
—¿Vamos?
Las palabras fueron dichas con tanta amabilidad y, por alguna razón, sus
modales impecables y su amable sonrisa envuelta en una resolución implacable
me pusieron de nuevo los nervios de punta. Las llamas rugieron peligrosamente
dentro de mí, incluso mientras mantenía mi rostro en blanco.
—¿Tengo realmente una opción?
Ella me enfrentó.
—No si quieres tener el rol en este equipo del que eres capaz. Supongo
que, en ese sentido, sí, tienes una opción, Dominic. Puedes optar por no hablar
conmigo sobre esto y me sentaré contigo más tarde, junto con el entrenador y
nuestro director general. No creo que la conversación sea tan agradable.
Cruzando los brazos sobre mi pecho, me tomé un segundo para pasar por
esos escenarios. Controle su temperamento en la puerta, Walker, me había dicho
mi atribulado agente cuando finalizó este intercambio. Washington no era el
lugar para exhibirse. No era el lugar para romper récords de jugador si se
trataba de una victoria. Mi último equipo había sido así. Muchos jugadores
hicieron todo tipo de cosas increíbles individualmente, pero como unidad
cohesionada, fuimos terribles.
—Lidera el camino —le dije después de un momento de silencio. Nuestros
pasos no hacían ruido al salir del campo, y me tomé un segundo para respirar
hondo y esperar que mis horas en el campo fueran un homenaje suficiente para
marcar el final de este día. El año pasado me hice un tatuaje. El año anterior,
doné una gran parte de mi bono por firmar al hospital infantil donde ella había
estado durante tantos meses.
—¿Va a ser algo habitual, señor Walker? —preguntó mientras recorríamos
el túnel—. Porque tu agente me prometió que no sería así.
Hice una mueca, pero considerando que estaba mirando al frente mientras
nos guiaba a través de los pasillos vacíos del edificio hacia algunas de las
oficinas, no me vio.
—No, señora. —¿Señora era la manera correcta para llamarla? ¿Señorita?
15 ¿Jefa? Ni siquiera estaba seguro.
Ella me sonrió divertida.
—La mayoría de la gente me llama Allie. Excepto Keith, que me ha llamado
jefa durante los últimos veinte años. No puedo impedírselo ahora.
Me condujo a través de un intrincado laberinto de túneles y pasillos. Este
era un edificio que conocía íntimamente. Llegamos a una pared de puertas de
vidrio que se abrieron cuando Allie agitó una placa de seguridad frente a un
pequeño panel a la izquierda. Había luces encendidas, pero dado lo temprano
que era todavía, solo un par de personas estaban trabajando todavía.
—¿Tienes tu oficina en el estadio? —pregunté.
Saludó a alguien sentado en un cubículo, llamándolo por su nombre.
—También tengo una en las instalaciones del equipo, pero divido mi
tiempo porque conozco mejor al personal del estadio cuando paso algunos de
mis días aquí.
Un hombre que empujaba un carrito de custodia la saludó con una amplia
sonrisa mientras caminaba por el pasillo. Sus ojos azules estaban un poco
nublados por la edad.
—Buenos días, Allie. Llegas temprano hoy.
Inclinó la cabeza en mi dirección.
—Tuve que iniciar al chico nuevo. Max, te presento a Dominic Walker. Es
nuestro nuevo defensa. —Me lanzó una mirada que traduje toscamente como si
no tratas a este hombre como si estuvieras conociendo a un dignatario, te castraré—
. Dominic, Max ha trabajado para los Wolves más tiempo que nadie en la
organización. No podríamos hacer nada bien sin él.
Me tendió una mano que parecía doblada por la artritis. La estreché.
—Un placer conocerte, Max.
Esos ojos azules tenían un brillo mientras hacía su propia evaluación.
—Eres un alborotador, ¿no es así?
Allie sofocó una risa con una tos cortés.
—Me han dicho eso una o dos veces —respondí con sinceridad.
—Si ves a Faith, dile que estoy en mi oficina, ¿de acuerdo, Max? —dijo
Allie con una sonrisa.
Él asintió.
—Tenlo por seguro. Sabes que siempre me trae esos muffins que me
gustan, incluso si le digo que no lo haga.
Allie rió.
—Suena como ella. Dominic, estamos aquí. —Señaló una oficina oscura
con grandes ventanales que daban al centro de Seattle. Desde la habitación,
16 grande y perfectamente decorada con cómodos asientos y fotografías en blanco
y negro enmarcadas de momentos en la historia de los Wolves, vi una foto de
Allie, su esposo Luke Pierson y dos niñas. Allie me vio mirando—. Nuestras hijas,
Faith y Lydia.
Faith. Fue el nombre que mencionó en el pasillo. Pero no pregunté. Solo
quería salir de esta reunión y encontrar una manera de no terminar el día enojado
y autodestructivo porque la forma en que lo estaba comenzando ciertamente no
era buena.
Allie se sentó en un largo sofá negro y me hizo un gesto para que me
sentara frente a ella. Mantuve mi cuerpo rígido, consciente de que ella tenía el
poder de hacer o deshacer mi carrera en Washington con esta única reunión.
Encendió esa ira de nuevo.
Fue como le había enviado en un mensaje a Turbo: ¿cuándo voy a
aprender?
—¿Tienes ganas de decirme por qué estabas bebiendo en la línea de las
cincuenta yardas? —preguntó.
Me encontré con su mirada sin pestañear.
—No particularmente.
Allie asintió.
—He estado aquí durante veinte años, Dominic. Ni una sola vez hemos
tenido jugadores que hayan intentado destrozar su hígado en el mediocampo
antes de que haya comenzado la temporada. —Cruzó las piernas y se reclinó en
el sofá—. Me hace sentir un poco de curiosidad por ti.
—¿Y no por el novato borracho? —pregunté secamente.
—Oh, él y yo también tendremos esta conversación. Pero no estabas
borracho, y en realidad no creo que fueras tú quien vomitó en mi precioso logo
de lobo. Eso lo hace aún más interesante.
No me gustó que estuviera siendo amable con esto, que reaccionara con
curiosidad y no con puño de hierro. Este enfoque suyo me hizo sentir incómodo.
Porque me encontré abriendo la boca y entregándole un pequeño
fragmento de la verdad.
—Este es el día que menos me gusta de todo el año. Algo horrible pasó
hace unos años y no me gusta hablar de eso.
Ella dijo:
—No sé mucho sobre ti aparte de tus años en Las Vegas. Si es algo que te
gustaría explicarme, siempre estoy aquí para escuchar.
—No, gracias —dije uniformemente—. ¿Puedo irme ahora?
Esta vez, su sonrisa tenía un filo.
17 —No. Pase lo que pase en este día de tu vida, no puedes traerlo aquí en
forma de botellas vacías de alcohol en mi edificio. Cada centímetro de este lugar
es importante para mí y para todas las personas que trabajan en él, dentro o fuera
del campo.
Ella no tenía ni puta idea de mi vida o por lo que pasé. No tenía ni idea de
lo importante que era esto para mí también. Porque en su mente, apuesto a que
me miró exactamente de la misma manera que todos mis compañeros de equipo
en Texas. Llegaron con becas y una excusa para joder sus clases y poder dedicar
todo su tiempo al fútbol. Trabajé duro para pagar esa educación, mudándome
por todo el país porque mi padre tenía un viejo amigo que me dio un trabajo y
un lugar para vivir.
Para ellos, mi actitud de alguna manera significaba que no me importaba.
Y eso no podría estar más lejos de la verdad.
Se sentaba en su recinto de cristal, supervisando su empresa de mil
millones de dólares con una sonrisa en su rostro. Yo también sonreiría si fuera
tan rico como ella, si tuviera el tipo de problemas que ella probablemente tuvo.
Crucé los brazos y dejé escapar un fuerte resoplido por la nariz.
—Tienes una oportunidad, Dominic, y al firmar ese contrato ayer,
prometiste cierto nivel de profesionalismo. Lo espero de todos los que reciben
un cheque de pago con mi firma, sin importar cuántos ceros tenga ese cheque.
Si aparecieras mañana y me dijeras que quieres recoger palomitas de maíz los
domingos, esperaría el mismo profesionalismo. Eres un jugador excelente, pero
no toleraré que actúes de forma imprudente y faltes el respeto a la casa que
hemos construido aquí.
Sostuve su mirada sin pestañear, y ella no tenía ni idea de lo que estaba
sucediendo debajo de la superficie de mi piel, lo caliente que estaba mi sangre
mientras corría por mi cuerpo, bombeando furiosamente a través de mi corazón.
—No consideraré ese golpe como uno porque nunca he creído en las
consecuencias sin una advertencia primero. Ahora sabes lo que espero de cada
persona en nuestra lista, y voy a tener que confiar en que no permitirás que esto
vuelva a suceder. Pero harás algo para ganarte mi confianza y aprender un poco
de humildad.
—¿Qué cosa? —pregunté.
Ella miró su reloj.
—Mi hija Faith estará aquí en cualquier momento. Vas a pasar algún
tiempo haciendo trabajo voluntario para mí y la fundación de mi esposo, el
Equipo Sutton.
Me pasé la lengua por los dientes. En cuanto a los castigos, no fue tan malo
como pensé que podría ser.
—¿Qué tiene que ver tu hija con eso?
La vi mirar por encima del hombro hacia el pasillo.
18 —Faith, en este momento, es la directora de la fundación. Y creo que no
tendrá ningún problema en mantenerte a raya.
Solté un bufido porque ni siquiera yo podía mantenerme a raya. Una chica
rica, a quien sus padres ricos le dieron un trabajo, no tenía ninguna posibilidad.
Faith

N
ickelRompeLadrillos: No quiero hacer nada este año, Turbo. Sin
gestos, sin conmemoración, sin estúpidas compras que no significan
nada. Porque no importa lo que haga, ella todavía se fue, y eso me
enoja, y nada de lo que hago me parece suficiente de todos modos.
No pude sacarme ese primer mensaje de la cabeza. Quería responderle,
pero debido a mi terrible tendencia a presionar el botón de repetición
demasiadas veces, no tuve tiempo suficiente para responder adecuadamente a
mi amigo antes de conducir al centro hasta el estadio para reunirme con Allie.
Pero debido al día que era, lo difícil que sabía que era para él, no podía hacer
que esperara un par de horas más sin decir algo.

19 Antes de doblar la esquina donde la gran puerta de vidrio me llevaría a


las oficinas, me pegué a la pared y saqué mi teléfono. Tocando la pantalla con el
pulgar, abrí la aplicación de mensajería, pero me desinfló un poco cuando no vi
ninguna notificación no leída ni mensajes nuevos de él esperándome.
Cada año, en este día, recibía un mensaje a primera hora de la mañana de
mi único amigo en línea. Nunca le había visto la cara ni le había hablado por
teléfono. A veces, pasábamos semanas sin enviar ningún mensaje, pero debido
a que este día, tres años antes, es como nos “conocimos” en primer lugar, aún
tenía que pasar sin que él se acercara a mí.
ChicaTurbo: Lamento que apenas estoy respondiendo. Me desperté
tarde para ir al trabajo.
ChicaTurbo: Estoy segura de que lo que sea que hiciste no fue estúpido.
E incluso si lo fuera, han pasado cinco años desde la muerte de Ivy. Sé amable
con mi amigo, ¿de acuerdo?
Me mordí el labio y vi cómo pasaba la hora de inicio de mi reunión con
Allie. Me perdonaría un par de minutos, especialmente porque había estado
casada con mi padre desde que yo tenía como... siete años... así que mi llegada,
siempre con un par de minutos de retraso, no sería una sorpresa para ella.
ChicaTurbo: Cuéntame algo sobre ella. ¿Cuál era su restaurante favorito?
¿O su película favorita? Me encanta oírte hablar de tu hermana. Es la mejor
manera de honrar su vida, N. <3
Al presionar enviar, volví a ver el reloj de mi teléfono.
—Oh, fantabuloso —susurré.
Al deslizar mi placa frente a las puertas de vidrio, se abrieron
silenciosamente mientras yo pasaba apresuradamente, casi chocando con Max.
Me estabilizó con una risa.
—Tranquila, chica. ¿Llegas tarde?
—Siempre —dije. Poner mi teléfono en mi bolsillo fue una hazaña con la
bolsa de panadería metida debajo de mi brazo. Max vio la bolsa y empezó a
negar—. Ni siquiera discutas —le dije—. Todavía no has probado este sabor y es
divino.
Con un gesto de sus manos nudosas, le entregué la bolsa. Cuando la abrió
e inhaló profundamente, sus ojos se cerraron y soltó un suspiro que me hizo reír
a carcajadas.
—Esto huele ilegal, señorita Faith.
—Crema de frambuesa. Déjame saber cuánto te gusta después de mi
reunión, ¿de acuerdo?
Señaló con la cabeza hacia la oficina de Allie.
—Tiene a alguien allí, uno de los nuevos jugadores, pero dijo que podías
entrar.
20 —Eh. Está bien. —Mi interacción con los jugadores se limitaba bastante a
los eventos de la fundación, a pesar de que mi madrastra era la dueña del equipo
y mi padre era prácticamente un miembro no oficial de las oficinas centrales.
Sin embargo, lo prefería de esa manera. Los jugadores de fútbol tenían
esta terrible tendencia a caer en uno de estos dos campos.
Campo uno: ¿Puedo encontrar la manera de acostarme con la hija del
propietario?
Campo dos: Trataré a la hija del propietario como si fuera mi hermana
perdida hace mucho tiempo.
Es por eso por lo que mi adición más importante a la lista de reglas de la
familia Pierson era No tener citas con jugadores de fútbol americano. Sabía por mi
propia y lamentable experiencia en la universidad cómo eran los jugadores del
Campo Uno. De ahí la regla.
—¿Qué te parece ese nuevo y elegante trabajo? —preguntó.
—Es mucho que aprender. Simplemente nos expandimos para aceptar
solicitudes de subvenciones del Medio Oeste —le dije—. Pero Ruth fue una
directora increíble y me ha ayudado mucho desde que se jubiló.
Él sonrió.
—Tienes un gran corazón, al igual que tu mamá.
Todos en Washington sabían que Allie no era mi madre biológica, mi
madre biológica murió en un accidente automovilístico cuando yo era pequeña,
pero en todos los aspectos que importaban, ella fue la única persona que
desempeñó ese papel para mí. Le di una palmada en el brazo.
—Con suerte, ese gran corazón suyo me perdona por llegar un poco tarde.
Sus ojos azules brillaron cuando respondió.
—Creo que no estará tan sorprendida, señorita Faith.
Suspiré.
—Probablemente tengas razón. —Saludé—. Nos vemos, señor Max.
Me guiñó un ojo, empujando su carrito a mi lado.
La puerta de Allie estaba entreabierta y cuando me acerqué, escuché el
retumbar de una voz baja. Apareció a la vista antes que Allie, y si alguien hubiera
escrito una leyenda para la imagen de lo que vi, habría estado enojada con la
autoridad de chico malo. Sus brazos, grandes y tatuados, estaban cruzados sobre
su pecho, y lucía como si Allie le hubiera hecho daño personal.
Su mandíbula era una línea afilada cubierta de rastrojo oscuro, y no había
una pizca de emoción en ese rostro cincelado. Por un momento, lo miré. Algo en
su comportamiento me hizo sentir como si me estuviera acercando a un animal
salvaje, y ese peligro hizo que el aire vibrara con una frecuencia diferente.
21 —Ahí estás, Faith —dijo Allie cuando aparecí a la vista. Con una cálida
sonrisa, me abrió la puerta—. Adelante.
—Gracias por esperar —le dije, metiendo un poco de mi cabello castaño
detrás de mi oreja—. Sé que llego un poco tarde.
Ella frotó mi brazo.
—Dominic y yo nos estábamos conociendo antes de que llegaras aquí.
Él resopló, y mis cejas se inclinaron sobre mi frente ante el sonido burlón.
Los ojos de Allie se encontraron con los míos y vi un destello de humor en ellos,
lo que me hizo relajarme un poco. Luego hizo un gesto hacia mí.
—Dominic, esta es mi hija Faith. Ella dirige la fundación de la que te estaba
hablando.
Le dediqué una sonrisa amistosa y le tendí la mano. Pero en lugar de
levantarse para tomarla, me dio un estudio de pies a cabeza sin prisa, luego
asintió secamente.
Ahh, está bien, entonces él era uno de esos jugadores de fútbol americano.
Este era del Campo Tres: El jugador de fútbol con el ego del tamaño del Everest,
que se cree demasiado talentoso para los modales básicos que me hacían querer
meterme tablillas de bambú en las uñas en lugar de pasar tiempo con ellos.
Esos jugadores hacían que fuera muy, muy fácil no romper mi regla de no
tener citas con jugadores. Un poco como cuando ibas a acampar y te decían que
no dieras de comer a los osos porque podrían devorarte vivo.
Allie se aclaró la garganta bruscamente y Dominic suspiró, estirándose
para estrechar mi mano. Su piel era áspera y cálida al tacto, y luché contra un
escalofrío cuando su palma tocó la mía.
—¿Necesitas terminar con él? —le pregunté a Allie—. Puedo volver en un
mejor momento.
Ella negó.
—No, esto es perfecto. Dominic realmente pasará algún tiempo en el
Equipo Sutton, y me encantaría que pudiera encontrar uno o dos de nuestros
beneficiarios de subvenciones que se beneficiarían de su presencia.
Mis cejas se alzaron. ¿Beneficiarse de la presencia de Oscar el Gruñón?
Cuando el ceño fruncido de Dominic se intensificó, me di cuenta de lo
transparente que había sido mi reacción y traté de suavizar mi rostro. Otra cosa
en la que necesitaba trabajar ahora que estaba a cargo de la fundación.
—Umm, claro. Podemos encontrar... algo.
El hermoso rostro de Allie se dividió en una sonrisa divertida porque me
conocía demasiado bien y sabía lo horrible que era al ocultar mis sentimientos.
—Perfecto. Estaba pensando tal vez un par de horas a la semana durante
el próximo mes. —Volvió la mirada hacia Dominic y, ¡oh, Dios mío! Vi la forma
en que ni remotamente le estaba pidiendo permiso—. ¿Suena bien?
—Como si tuviera una opción —murmuró.
22 Solté un suspiro lento, los ojos muy abiertos.
—Todos tenemos opciones en la vida, Dominic —dijo Allie, sin inmutarse
por la actitud—. Pasar tiempo con los niños que se benefician del Equipo Sutton
puede que no sea algo que puedas elegir, pero te prometo que espero críticas
entusiastas de Faith una vez que acabes tu tiempo.
Si pensé que mis ojos estaban muy abiertos antes, debieron estar
ocupando la mitad de mi maldita cara cuando terminó ese pequeño discurso.
¿Ahora era su niñera?
La asistente de Allie llamó a la puerta.
—Allie, ¿tienes cinco minutos para ver este artículo antes de que lo
enviemos a RP?
—Enseguida, Connie. —Miró de un lado a otro entre Dominic y yo, luego
asintió—. Los dos necesitan hablar de todos modos.
Después de un suave toque en mi hombro, salió de la oficina, y el silencio
resultante fue incómodo a nivel de explosión sónica. Me quedé allí, estudiándolo.
Mi mente recorrió los fragmentos de conversaciones que había escuchado
recientemente. No era un novato y se había transferido desde Las Vegas, donde
se había ganado la reputación de ser un jugador explosivo, dentro y fuera del
campo.
Comenzó a estirar su gran cuerpo fuera del sofá, y levanté mi mano. Sus
cejas, tan oscuras como la barba de su barbilla, se alzaron con incredulidad.
—¿Vas a evitar que me vaya?
Ante su rudeza, mi mandíbula se aflojó.
—Yo... bueno, tenemos que prepararte para el Equipo Sutton. Al menos,
dame tu dirección de correo electrónico para que pueda ponerme en contacto
contigo.
—No envíes correos electrónicos. —Mantuvo mi mirada, un desafío
flagrante que habría hecho que todos los tercos sentimientos recorrieran mi
cuerpo de metro sesenta y cinco.
Dejé escapar un suspiro lento.
—Creo que tal vez empezamos con el pie izquierdo, Dominic. —Hice un
gesto hacia el sofá—. ¿Puedo sentarme?
—¿Sueles pedir permiso para sentarte en el elegante sofá de mamá?
—Lo siento —dije secamente—, ¿Oriné en tus Cheerios esta mañana y no
me enteré? Ni siquiera me conoces, celebridad.
Se inclinó hacia adelante, apoyando sus musculosos antebrazos en sus
rodillas, inmovilizándome con esos ojos oscuros.
—He conocido a personas como tú toda mi vida, pequeña señorita sol
23 radiante —dijo, y luché contra el impulso de tirar del dobladillo de mi camisa
amarilla brillante que estaba adornada con exactamente eso—. Déjame adivinar,
después de que tus padres pagaron cada centavo rojo por tu título elegante, ¿te
llevaron directamente a tu trabajo elegante con una vista de esquina? Podría
verme obligado a pasar tiempo contigo porque mi jefa me acaba de decir que
tenía que hacerlo. —Se inclinó más hacia adelante y, de nuevo, luché contra el
impulso de retroceder por la pura fuerza de él. Pero me condenaría si le diera a
este tonto un centímetro en concesión. Odiaba a los jugadores del Campo Tres—
. Pero nadie me dijo que tenía que hacer amigos.
Una defensa a mis padres (la forma en que me criaron, los privilegios que
me habían otorgado debido a sus trabajos nunca se me escaparon), saltó a la
punta de mi lengua, pero me la tragué.
Incliné mi cabeza hacia un lado.
—¿Y qué hiciste para merecer el honor de pasar tiempo conmigo en mi
elegante trabajo que no gané?
Mi sarcasmo no pasó desapercibido para él, y puso los ojos en blanco.
—El novato y yo decidimos probar un poco de tequila anoche. Nunca salí
del centro del campo antes de que se desmayara, y yo tampoco tenía muchas
ganas de moverme. Supongo que ese tipo de actividad está mal vista aquí con la
gente perfecta.
—Oh, Dios mío, qué pobre jugador de fútbol eres —susurré con un
movimiento de cabeza—. ¿Pagaron millones de dólares por ti y no puedes
emborracharte en una propiedad privada? Qué vergüenza.
Cuando se inclinó, más cerca esta vez, sus ojos brillaron peligrosamente,
y me pregunté vagamente si lo había empujado demasiado lejos.
—No sabes una mierda sobre mí, sol radiante.
Me eché hacia atrás.
—Exactamente lo mismo para ti, celebridad. Y será mejor que esperes que
esté de buen humor cuando te presentes en mi oficina el martes a las diez de la
mañana. —Mi voz se agudizó, el mismo borde peligroso que tenía en los ojos, y
en realidad se sentó cuando lo escuchó—. Porque si muestras una pizca de esta
actitud cuando estés cerca de los niños, no me importa quién eres o cuánto
dinero te pagaron, no tendré problemas para contárselo todo a Allie. ¿Odias mi
educación, celebridad? No podría importarme menos. Pero estaré condenada si
le quitas algo de eso a nuestros niños. —Lo apunté con el dedo, deteniéndome
apenas por debajo de su ancho pecho—. ¿Nos entendemos?
Se levantó del sofá, con el rostro suave y los ojos duros.
—Perfectamente.
Saqué mi teléfono.
—¿Cuál es tu número?
24 Chasqueó la lengua.
—Aww, ¿no puedes conseguir una cita por tu cuenta, sol?
Le di una larga mirada y sus labios casi se curvaron en una sonrisa.
Luego, sus ojos recorrieron mi cuerpo de nuevo.
—No, apuesto a que no tienes ningún problema con eso. Buenos chicos
también, estoy seguro. Llevan pantalones caqui y camisas de botones. Juegan al
golf, toman whisky caro, y obtuvieron excelentes calificaciones en sus elegantes
escuelas.
—Mejor que un jugador de fútbol borracho que no podía quitarse los
modales básicos de su culo si su vida dependiera de ello. —Mi sonrisa fue suave,
beatífica, e hizo que su rostro se volviera aún más tempestuoso—. No salgo con
jugadores de fútbol, y tipos como tú son exactamente la razón por la que es tan
fácil recordar el por qué.
Dominic simplemente me miró fijamente, cada palabra de alguna manera
lo hacía parecer más gruñón. Era horrible lo atractivo que era. ¿Por qué no podía
tener un mentón débil o vello púbico o labios de gusano?
No, los hombres como él de alguna manera siempre se las arreglaban para
ser los especímenes más atractivos que había visto. Eso es lo que hacía que los
jugadores del Campo Tres fueran tan peligrosos. Porque con caras como la suya,
podrían volverte estúpida en dos segundos si no tenías cuidado.
Guardé mi teléfono y crucé los brazos sobre mi pecho, al igual que él lo
había hecho cuando llegué por primera vez.
—Te diré una cosa, obtendré tu número de RR.HH. si no envías correos
electrónicos. Te enviaré un mensaje de texto mañana con la dirección de mi
oficina.
Me dio un fuerte saludo.
—Haré todo lo posible para aparecer sobrio.
Con un paso largo, salió de la oficina, el ancho de sus hombros llenando
el marco de la puerta de manera inquietante porque era la clase de gigante que
simplemente no se podía dejar de notar.
Un minuto después, Allie entró y se detuvo en seco cuando me sorprendió
mirando hacia la puerta.
—¿Dominic ya se fue?
Señalé el pasillo.
—No puedes hablar en serio, mamá.
Su rostro se suavizó porque solo la llamaba mamá en raras ocasiones. No
porque no la amara o porque ella no fuera mi madre, sino que la había llamado
Allie durante años, así que cuando ella y mi padre se casaron, todo funcionó.
—Es un choque de trenes —le dije.
25 Cuidadosamente, asintió.
—Parecería así. Pero creo que tiene mucho potencial.
—-¿Para ser una advertencia? —pregunté.
Ella rió.
—Faith, tienes el corazón más grande de todos los que conozco. Si alguien
puede manejarlo, eres tú.
Cubrí mi rostro con ambas manos.
—Lo llamé cretino borracho que no podía encontrar los modales en su culo
si su vida dependiera de ello.
Allie se sentó a mi lado en el sofá, con una risa clara en su voz.
—Ese es un impulso en el que probablemente deberíamos trabajar, pero
créeme, si alguien entiende lo irritante que puede ser un jugador de fútbol
engreído y tatuado, esa soy yo —dijo con suavidad. Eso me hizo bajar las manos
porque de ninguna manera ella equiparaba esa interacción con la forma en que
conoció a mi padre. Ella me miró fijamente, algo en lo que era tan, tan buena—.
¿Qué? —preguntó.
—¿Confías en él con los niños?
Inmediatamente, asintió.
—Lo hago. Sí, tiene mal genio en el campo, pero sabes que no solo
miramos sus estadísticas del día del juego. Dominic tiene fuego en él, y cuando
se canaliza de manera positiva, personas así pueden cambiar el mundo. —Tomó
mi barbilla—. Tú también tienes fuego en ti, querida. Es por lo que lo harás genial
liderando al Equipo Sutton.
Oh, por supuesto. Con mi rostro que no podía ocultar nada y mi
incapacidad para llegar a las reuniones a tiempo, iba a ser la mejor jefa de todos
los tiempos. Suspiré.
—Gracias.
¿Cómo podría explicárselo a Allie, que había liderado a los Wolves con
gracia y vulnerabilidad y un núcleo de acero durante veinte años?
No podía. Esa era la respuesta.
—¿Cómo eres tan buena en esto? —le pregunté—. Es tan fácil para ti.
Allie se reclinó en el sofá.
—No siempre fue así. Ser un buen líder es mucho más que ejercer tu poder
y golpear a la gente con él, Faith. —Allie miró por la ventana de su oficina y
sonrió al horizonte de Seattle—. Alguien como Dominic puede rechazar ese tipo
de exhibición sin pensar. Es una reacción natural por su personalidad y la cultura
del equipo con el que jugó durante los últimos tres años. Puedes manejarlo —me
dijo—. Pero la clave es descubrir qué lo motiva. No es lo que provoca la mayor
26 reacción. Esos dos rara vez se superponen.
Con tristeza, miré hacia donde salió de la oficina como si esperara que
volviera a asomar su estúpidamente hermoso rostro y gruñirme un poco más.
—Me recuerda a este oso gruñón en el zoológico. Traté de darle un regalo
el otro día cuando estaba ayudando a Tori, y casi me quitó la mano.
—¿Ves? Eres perfecta para esto.
Excelente. Justo lo que quería escuchar.
Faith Pierson, la perfecta niñera de futbolistas cretinos.
Dominic

P
ara cuando detuve mi camioneta en el camino de entrada de mis
padres, estaba tan enojado como horas antes cuando salí del estadio.
Nada logró calmar los pelos de punta con los que salí de esa jodida
oficina, la imagen del rostro sorprendido de Faith Pierson cuando le dije cosas
verdaderamente idiotas.
En momentos como ese, era como si alguien más se apoderara de mi
cuerpo y golpeara con un mazo el filtro entre mi cerebro y mi boca.
No estaba seguro de lo que esperaba de la hija de la propietaria, pero no
era ella. Allie era despampanante. No había otra forma de decirlo. Incluso a
mediados de los cuarenta, podía defenderse de algunas de las mujeres más
27 hermosas que había visto en mi vida. Y cuando Faith Pierson entró en la oficina,
vistiendo esa camiseta de ‘pequeño sol radiante’, yo simplemente... me enojé
aún más.
Porque en circunstancias normales, ella era exactamente el tipo de mujer
tras la que iría. Yo tenía un tipo, y Faith Pierson lo era. Ella lo odiaría si lo supiera.
Porque en su mente, yo era un problema por resolver. Y en mi mente, ese era un
papel del que nunca podría liberarme si no encontraba una manera de dejar de
hacer esas estupideces.
Verla, darme cuenta de todo eso, fue lo que destruyó la correa que tenía
en mi lengua.
No quería que fuera joven y hermosa. Fresca con una amplia sonrisa y
grandes ojos. No era glamazona pulida. Llevaba Chucks en los pies y una insignia
de los Lobos alrededor del cuello como si hubiera nacido con una.
Probablemente porque lo había hecho.
Estacionando la camioneta, recosté mi cabeza sobre el respaldo y respiré
hondo un par de veces. La casa frente a mí era el mismo lugar donde había vivido
toda mi vida. El año pasado, habían pintado el exterior de un blanco brillante,
pero la puerta de entrada se había mantenido en un rojo vibrante. No importa
cuánto dinero les hubiera enviado para que compraran un lugar nuevo.
La idea de derroche de mi padre había sido pagar por el trabajo de pintura
exterior. La de mi mamá había sido un nuevo sofá y un sillón reclinable para su
sala familiar. No importaba que les hubiera enviado un cheque con un montón
de ceros cuando recibí mi bono por firmar, constantemente me recordaban que
lo que me pagaban no era tan importante para ellos como que fuera un gran
trabajador. No solo eso, sino también una buena persona.
Cuando entré por esa puerta roja, especialmente en este día, no estaba
seguro de poder decirles que había sido una de esas cosas. Volver a casa para
jugar en Washington, mi estado natal, era un sueño. Mientras golpeaba el
volante, fue fácil convertir ese lento hervor de ira hacia mí mismo.
Por todo lo que había hecho, porque era el tipo de mierda que podía
arruinar mi oportunidad incluso antes de que comenzara.
Con una exhalación cargada, me bajé de la camioneta, saludando a la
señorita Rose al otro lado de la calle mientras ella llevaba su contenedor de
basura a la acera.
—Te vi en las noticias ayer —llamó—. Te ves muy guapo, Dominic.
Sonreí.
—Gracias, señorita Rose.
Ella miró por encima del borde de sus gafas.
—Excepto por todos esos tatuajes. Marcar así el templo del Señor.
La sonrisa se ensanchó porque ella comentaba sobre mis tatuajes cada vez
que los veía.
28 —Agregaré su hermoso rostro la próxima vez. —Toqué mi pecho—. Justo
aquí sobre mi corazón.
Su rostro arrugado, del color de la caoba bruñida, se suavizó en una
sonrisa como sabía que lo haría.
—Oh, vamos. Diles a tus padres que les envío saludos. He estado orando
por ellos hoy. Extrañando a esa niña pequeña justo como tú debes hacerlo.
Ahora mi sonrisa se sentía quebradiza, pero la mantuve firme en su lugar.
—Gracias, señorita Rose. Lo haré.
La señorita Rose conocía a mis padres lo suficiente como para decirme
esas cosas fuera el único momento en que podía decirlas. Mis padres, que
recibieron el regalo de Ivy unos diez años después de que me tuvieron, no lo
manejaron bien cuando la perdieron. ¿Quién podría?
Habían hecho lo mejor que pudieron conmigo, pero ambos trabajaban
tanto solo para poder vivir que prácticamente me había criado solo. Con Ivy,
habían sido diferentes. Mi mamá no quería perder tiempo con otro niño, por lo
que redujo su carga a medio tiempo. Mi papá siempre estaba en casa para cenar.
Los años antes de que se enfermara fueron los mejores que habíamos tenido
como familia.
Y ahora, simplemente... intentaban olvidarlos porque era demasiado
difícil de recordar.
La señorita Rose se despidió por última vez y luego volvió a subir
arrastrando los pies por el camino de entrada. Una vez que estuvo de regreso en
su casa, me tomé un segundo para estabilizarme antes de subir corriendo los
escalones de la entrada y abrir la puerta.
—Estoy en casa —grité.
Gran parte de este día era predecible para mí. Mi ira ya no me tomaba por
sorpresa. Aprendí hace unos años a abrazarla. También esperaba el hecho de
que entrara en su casa y oliera la comida favorita de Ivy, el pollo cordon bleu.
Odiaba comerlo, pero a mi hermana pequeña le había encantado, la forma en
que el pollo estaba relleno de jamón y queso. Y también sabía que esta era una
de las únicas formas en que mis padres mostraban su dolor. Nos comíamos el
pollo, comíamos las patatas fritas a un lado e ignorábamos al elefante en la
habitación. Cinco años después, todavía había un agujero en nuestra familia que
nunca habíamos podido sanar.
Mi papá estaba en su sillón reclinable, lentes en la punta de su nariz, botas
de trabajo en sus pies y una línea de su casco formando un pliegue en su cabello
oscuro.
—¿Cómo estuvo tu día, Dom?
Incliné el borde del papel para ver lo que estaba leyendo. Deportes, por
supuesto. Me miró con una sonrisa.

29 —Muy bien —le dije—. Conocí a la dueña hoy. Ya me odia.


Suspiró, pasando la página del periódico.
—No es gracioso, chico.
—No es broma, papá.
Cuando entré a la pequeña cocina, mi mamá todavía vestía su uniforme del
trabajo. Estaba sacando una sartén de pollo del horno, y cuando sonrió por
encima del hombro, odié lo cansada que parecía.
—Hola, cariño. Te hice la cama en caso de que quieras quedarte aquí esta
noche.
La vida de un futbolista profesional, damas y caballeros. Mi mamá cambió
las sábanas de mi cama de tamaño completo al final del pasillo, en una habitación
frente a la de ellos en la pequeña casa donde crecí. Donde mi papá me enseñó a
construir una casa, una habilidad que solía trabajar en la universidad como la
única forma en que podía pagarla. Donde mi mamá me mostró cómo doblar una
sábana ajustable porque es mejor que no termines como uno de esos maridos
imbéciles que piensan que su esposa hará esas cosas por él.
Puse mis manos sobre sus hombros y besé la parte superior de su cabello
rojo.
—Gracias, mamá.
Mientras dejaba la sartén de pollo en la estufa, noté que no podía mirarme
a los ojos. Hacíamos este baile todos los años. Siempre quise hablar de Ivy, pero
nunca lo hicieron.
Y como sabía el papel que se suponía que debía desempeñar en esta
macabra cena conmemorativa, mantuve la boca cerrada.
—Ella realmente no te odia, ¿verdad? —preguntó mamá.
—No lo sé. —Agarré un tater tot y me lo metí en la boca—. Hubo un
reportero en la conferencia de prensa que realmente me molestó.
Ella me miró.
—Por piedad, Dominic, cuida tu boca.
La forma en que lo dijo, la expresión de su rostro, no pude evitarlo.
—Suenas como Ivy —le dije con una pequeña sonrisa.
Y así, los rasgos de mi madre se aplanaron y sus mejillas perdieron todo
su color.
—La cena estará lista en cinco.
Se ocupó de llenar los mismos vasos de agua que habíamos usado durante
los últimos veinte años, y esa reacción, incluso si entendía de dónde venía, me
hizo querer tirar uno de esos vasos azul claro contra la pared, solo para ver si
podría romper la tensión.
30 Estaba listo para que el día terminara.
Con el olor de nuestra cena a mi alrededor, la cocina comenzó a sentirse
como si se estuviera acercando a mí. Había un extraño abismo entre los dos
mundos en los que vivía. En el centro de Seattle, tenía un apartamento con vidrio,
azulejos y cromo, vistas elegantes y una dirección elegante, pero la mitad del
tiempo me encontraba aquí porque era mi hogar.
De alguna manera, no parecía encajar en ninguno de los dos lugares.
También había sido mi problema en Las Vegas. El estilo de vida de esa ciudad
no era bueno para mí, y mi agente luchando por este intercambio era
probablemente lo único que me mantendría jugando porque la mitad de los
equipos con los que habló no estaban interesados en tenerme. No con mi
temperamento.
Cuanto más tiempo me sentía fuera de lugar en la ciudad donde vivía y
trabajaba, más sentía la necesidad de explotar fuera de mi piel, lo cual salía de
manera destructiva en el campo. Súmale que mi entrenador había sido una
especie de idiota al que le gustaba cuando nos poníamos rudos con el equipo
contrario, sin importar cuántas banderas de penaltis ganáramos.
Mientras caminaba por el pasillo, no me detuve a mirar las fotos
enmarcadas de Ivy y yo. Entré en mi habitación, las paredes cubiertas de pintura
gris oscuro y carteles de jugadores de fútbol que había idolatrado toda mi vida.
Incluido el padre de Faith Pierson.
Ganó el campeonato en su último año en la liga, uno de los líderes
silenciosamente fuertes que nunca tuvo que gritar demasiado fuerte para ser
escuchado. Pero de vez en cuando, lo recordaba metiéndose en problemas. En
el momento y la edad que tenía, me lo había hecho más simpático. No era
perfecto, pero tenía agallas. Venía de una familia normal, y no fue fácil recordar
cuando vi a su esposa e hija y su imperio, que eso valía miles de millones a estas
alturas.
Me dejé caer en mi cama y puse un brazo sobre mis ojos. Un zumbido
enojado salió de mi bolsillo y suspiré. Había ignorado mi teléfono todo el día.
Cuando lo saqué, era un mensaje de texto de mi agente asegurándose de
que no me hubieran despedido todavía. Puse los ojos en blanco, pero no
respondí.
Desplazándome a la aplicación de mensajería, curvé mi boca en una
pequeña sonrisa cuando vi sus mensajes esperándome, preguntando por Ivy. Era
otra cosa sobre este día que no era sorprendente: su reacción, esta amiga mía en
línea, era exactamente lo que necesitaba.
Sin pensar demasiado, comencé a escribir una respuesta.
NickelRompeLadrillos: No la juzgues por esto, pero el restaurante
favorito de Ivy era Bob Evan. Le encantaban los menús de niños pequeños, le
encantaba toda la basura que venden en la caja registradora y la comida del
desayuno. Si mis padres la hubieran dejado, se habría comido medio kilo de sus
31 croquetas de patata.
NickelRompeLadrillos: Su película favorita era Una liga propia.
Probablemente la vio doscientas veces. Hasta el día de hoy, no puedo escuchar
la música sin querer llorar.
Me ardieron los ojos mientras escribía eso porque me hizo pensar en la
última vez que estuvo en el hospital para recibir tratamiento, y la colocamos en
su habitación. Incluso conectada a todas las máquinas, a todos esos malditos
cables, me dijo que algún día sería atleta. Aunque esa película era su favorita,
iba a jugar fútbol femenino para el equipo de EE. UU. Mis padres apenas podían
pagar las comidas en Bob Evan en ese momento, y mucho menos la idea de
involucrarla en los deportes, incluso si estaba lo suficientemente sana.
Si hubiera vencido al cáncer, si hubiera recuperado sus fuerzas, habría
trabajado en diez empleos si eso significara cumplir ese sueño para ella.
—Espera y verás, Dom —me dijo—. Voy a batir todos los récords y algún día
me llevarán a un museo y no importa si los chicos se burlan de mí, lo haré.
—Lo creo, Ivy Lee —le respondí.
Me gustó poder decirle a Turbo estas dos cosas nuevas. Porque a lo largo
de los años, había aprendido mucho sobre Ivy, considerando que Ivy fue la razón
por la que comenzamos a hablar en primer lugar.
En ese momento, mis cheques de pago en la empresa de construcción
apenas cubrían mis libros y matrícula, pero había apartado lo suficiente para
hacer algo ese año para conmemorar la vida de Ivy. El zoológico de Seattle, el
lugar favorito de Ivy, tenía algo en lo que se podía adoptar digitalmente un
animal. Mirarlo con una cámara, verlo crecer, y el zoológico te enviaba un
pequeño animalito de peluche como agradecimiento.
Ella fue quien respondió a mi comentario en línea cuando le pregunté si
había un koala disponible porque era el animal favorito de mi hermana. Una
semana e innumerables mensajes después, me envió por correo un animal de
peluche especial que había encontrado. Un koala más grande sosteniendo a uno
más pequeño, Ivy y yo, me dijo.
Aunque no parecía estar en línea, hice clic en su perfil y volví a mirar la
foto, el pequeño dije de oro en su collar... un delicado caracol contra la suave
piel bronceada. ChicaTurbo era su nombre de usuario y el mío era
NickelRompeLadrillos. Asombrosamente inteligente, lo sé. Pero para un jugador
de fútbol americano universitario que no estaba allí con una beca y construía
casas para ganarse la vida, parecía apropiado. En ese momento, pensé que
estaría colocando ladrillos y clavando dos por cuatro por el resto de mi vida.
El círculo verde apareció en su perfil y mi corazón se aceleró cuando la vi
escribir.
ChicaTurbo: AMO ESA PELÍCULA. Ivy y yo nos hubiéramos llevado muy
32 bien.
NickelRompeLadrillos: No hay comentarios sobre Bob Evan, ya veo.
Estás juzgando, ¿no es así?
ChicaTurbo: Nunca lo haría. Solo estoy ocultando mi cara de vergüenza
porque nunca he comido allí.
Sonreí, los pulgares volaron por la pantalla.
NickelRompeLadrillos: Es una experiencia que cambia la vida. Deberías
ir alguna vez.
ChicaTurbo: ¿Cómo estás? ¿Qué pasó en el trabajo?
NickelRompeLadrillos: Ha sido un día de mierda, T. No hay otra forma
de decirlo. Y desearía poder venir aquí y hablar con mis padres sobre ella. Pero
creo que les duele demasiado. No quiero que me enoje tanto, pero Dios, lo hace.
Ellos son con los que DEBO poder hablar.
NickelRompeLadrillos: Es como si tuviéramos esta pequeña ventana de
años cuando nuestra familia era tan jodidamente fuerte. Hicimos todo juntos, y
ahora ni siquiera puedo decirle a mi mamá que sonaba como Ivy sin arruinar su
estado de ánimo.
ChicaTurbo: Ni siquiera puedo imaginarme perder a un niño así.
NickelRompeLadrillos: Perdiste a tu mamá, ¿verdad?
ChicaTurbo: Sí, pero yo era un bebé. No la recuerdo. Ni siquiera conocí
a Ivy, y pienso en ella cada vez que veo algo tie-dye.
Soltando una carcajada, no luché contra la única lágrima que se deslizó
por mi sien esta vez.
—El tie-dye no puede ser tu color favorito, Ivy Lee —le dije. La enfermera le
preguntó cuál era su color favorito y tratarían de encontrarle una bata de
hospital.
—Sí puede —anunció—. Son todos los colores, y eso lo hace aún mejor. Nada
es más bonito que el tie-dye.
El koala que me envió T tenía una pequeña cinta de tie-dye que ella había
atado alrededor de su cuello. Estaba encima de mi tocador, y si alguien me dijera
una mierda sobre ese puto animal de peluche, les arrancaría el saco de pelotas.
NickelRompeLadrillos ¿Qué vas a hacer esta noche?
ChicaTurbo: Salir con mi compañera de cuarto. Nada demasiado
emocionante. Tal vez le diga que deberíamos ver Una liga propia.
Mis dedos se detuvieron antes de responder porque por millonésima vez
desde que me mudé, pensé en decirle que vivía en Seattle nuevamente. Cuando
nos “conocimos”, yo había estado en la escuela en Texas. No había opción para
que nos reuniéramos para almorzar. Para ir por bebidas. O pasear. Y ahora que
estaba aquí, en un lugar donde ella todavía vivía, me encontré dudando.
33 No sabía quién era ni cómo me ganaba la vida. Y ella era la única relación
en toda mi vida en la que podía ser yo mismo. Ser Nick, el tipo que construía
casas para poder pagar la universidad. Nick, el que perdió a su hermana y aún
sabía cómo ayudar a su padre a construir una casa, y que pedía desayuno para
la cena en Bob Evan porque a su hermana le encantaba.
No había nadie más en el mundo con quien pudiera ser esas cosas tan
fácilmente. Y sabía que corría el riesgo de arruinarlo si la conocía.
Mi mamá llamó desde la cocina.
—La cena está lista, chicos.
NickelRompeLadrillos: Tengo que ir a comerme el cordon bleu de
mierda. ¿Hablamos mañana?
ChicaTurbo: Día ocupado en el trabajo, pero me conectaré después.
NickelRompeLadrillos: Gracias por el mensaje, T.
ChicaTurbo: En cualquier momento. Desearía haberla conocido, N.
NickelRompeLadrillos: Yo también.
Dejé mi teléfono y suspiré. Gracias a Dios que la tenía.
Faith

—¿N o tienes tu propia oficina?


El canguro bebé en mis brazos apretó sus pies
contra mi cuerpo, tirando más fuerte del biberón con
el que le estaba dando de comer, y me reí. Mi mejor
amiga Tori negó, ajustándolo en su propio abrazo.
—Sí, pero mi oficina no los tiene —señalé.
—Deberías haber cambiado tu carrera en primer año, cuando nos
conocimos, porque si lo hubieras hecho, tal como querías, podrías alimentar a
estos pequeños idiotas codiciosos todos los días como yo.
Uno de los pequeños idiotas codiciosos la miró con enormes ojos
34 marrones, y ella le sonrió como si fuera su propio hijo.
Sin embargo, no estaba equivocada.
La administración sin fines de lucro no sonaba tan genial como alimentar
a los animales para ganarse la vida, pero fue el camino que se abrió frente a mí
con facilidad cuando mi padre se casó con Allie. Mis tardes y fines de semana, a
través de la escuela secundaria, la preparatoria y la universidad, los pasé
ayudando en los eventos del Equipo Sutton y luego en la oficina a medida que la
organización crecía.
También fue cuando empezó mi cambio personal. No de una manera
espeluznante. Pero cualquiera que tuviera ojos podría decir que estaba
destinada a ese tipo de trabajo.
Tenía un don para ello, como habíamos descubierto. Les agradaba a los
niños, les agradaba a los administradores de la escuela y, como lo demuestra la
montaña de solicitudes de becas que actualmente alquilan espacio en la esquina
de mi enorme escritorio en mi enorme oficina, también les agradaba a los
solicitantes de becas.
Y realmente, los amaba a todos. A medida que fui creciendo, era obvio
que tenía corazón para ser voluntaria. Nunca fue trabajo ni castigo. Me encantaba
ayudar en el Equipo Sutton, o en el refugio de animales local, o, en mis años
universitarios, cuando necesitaba algunas horas de voluntariado oficial fuera del
Equipo Sutton, en el zoológico.
Fue allí donde conocí a Tori, la idiota que vivía conmigo y alimentaba
canguros bebés todo el día.
—Auch —murmuré cuando me patearon en el pecho de nuevo. Le di una
mirada severa.
—Te dije que lo pusieras de nuevo en su bolso —dijo, luego me arrojó la
bolsa de lona que imitaba la bolsa de mamá. No la estaban pateando en el pecho,
así que escuché a la inteligente cuidadora del zoológico.
Le rasqué un lado de la cara mientras maniobraba el resto de su cuerpo
de regreso a la bolsa y lo acomodaba en mi regazo.
—Ten cuidado, amigo. Esa es la mayor acción que he tenido en mucho
tiempo.
Tori resopló.
—Realmente hay una impactante falta de hombres derribando nuestra
puerta en este momento.
—¿Cierto? —Cambié la botella, mi mente traicionera sacó una imagen de
Dominic Walker y las palabras que me había arrojado como dardos. Cada una
de ellas había aterrizado con una precisión infalible—. Todo lo que tenemos son
canguros hábiles e imbéciles jugadores de fútbol.
Tori me sonrió de manera comprensiva porque había vomitado
verbalmente toda la historia la noche anterior.
35 —Apuesto a que una vez que llegue a conocerte, no pensará que eres una
chica rica engreída que nunca ha trabajado ni un día en su vida —dijo ella, muy
amablemente.
La miré.
—No importaría si lo hiciera. Regla número uno.
—Lo sé, lo sé, recuerdo al idiota. Pero, honestamente, es una regla trágica
para adoptar, considerando el grupo de hombres disponibles a tu disposición.
En realidad, todos y cada uno de los años, hay una lista completa de ellos
redactada solo para tu lectura.
Me reí.
—¿Es por eso por lo que son reclutados?
—Deberían. —Se movió en su asiento—. Mira. Te seguirá con ojos de
corazón en poco tiempo.
—Lo dudo mucho. No lo viste. Este tipo no solo tiene un poco de
arrogancia. Tiene toda una maldita montaña.
Mi compañera de cuarto no se inmutó.
—Escucha, es parte del encanto de Faith Pierson. Todos pasamos por este
ciclo cuando entramos en tu vida. Como las etapas del duelo.
—Oh, por Dios, Tori —murmuré.
—Primero es la negación —continuó—. Quiero decir, mírate. Eres muy
atractiva con ese estilo de chica de al lado que podría romper Internet si publicara
algo de desnudez.
—Lo cual es totalmente mi estilo.
—Sabes a lo que me refiero. Si lo hicieras. Y es un hecho triste en esta
sociedad, señorita Pierson... que con el aspecto que tienes, con todos esos
billones de dólares que tienen tus padres, la reacción instintiva de las personas
cuyos padres no tienen un billón de dólares es negar la posibilidad de que seas
una persona amable con un gran corazón y una boca sucia recuperada que
trabaja muy duro en todo lo que haces.
La apunté con un biberón.
—Estoy mucho con niños en el trabajo, o solía estarlo, y no puedo ser yo
quien les enseñe formas creativas de maldecir, ¿de acuerdo? Me gustan mis
alternativas para maldecir.
Tori me ignoró.
—Entonces, inevitablemente, todos nos volvemos enojados —dijo con un
significativo alzamiento de las cejas.
—¿Por qué tu cara hace eso?
—El señor Walker es un perfecto ejemplo de la etapa dos en el ciclo de
descubrimiento de Faith Pierson.
36 Gruñí.
—Detente. Te lo ruego.
—Él te miró, hundió el dedo en la negación y se enfureció directamente.
—Besó la cabeza del canguro y tomó la botella vacía, enganchando su bolso
alrededor de su cuello para poder cargarlo—. Lo cual tiene sentido, si conoces
sus antecedentes. Es un luchador, jugador sin cita previa en la universidad, no
reclutado en los profesionales porque nadie pensó que haría mucho...
—No quiero saber su historia —interrumpí—. Porque sé exactamente qué
tipo de chico es. No tengo más remedio que poner su trasero malhumorado de
mírame soy un chico malo tatuado, en una situación en la que está tratando de
inspirar y alentar a la juventud de Seattle. —Sostuve su mirada—. ¿Te parece un
momento divertido?
Ella suspiró.
—No.
—No. —La botella en mi mano también estaba vacía, así que la dejé en el
suelo y coloqué al canguro a salvo en su bolsa, en una cómoda silla a mi lado—.
Fue solo… la forma en que me miró, Tori. He conocido a muchos jugadores de
fútbol en mis veintiséis años, y nunca me sorprenden los egos gigantes que
apenas pueden entrar por la puerta, los jugadores o los fiesteros. Eso viene con
el territorio. Pero los que vienen a ayudar en el Equipo Sutton son buenos
muchachos que trabajan duro y les encanta retribuir.
—Y por lo general son muy respetuosos contigo por lo que eres —señaló
con gentileza.
—Ni siquiera es eso —respondí—. Quiero decir, no te equivocas. Claro,
me han juzgado por quiénes son mis padres. Incluso me han usado por eso —
dije a la ligera—. Pero no creo haber conocido a alguien que me odiara tan
rápidamente por ser quien era.
—Pesada es la carga de la grandeza —dijo Tori a la ligera. Habíamos sido
amigas el tiempo suficiente para que ella no caminara de puntillas a mi
alrededor, lo cual agradecí. La infancia de Tori fue normal y la mía simplemente
no lo fue. Mi papá y Allie trabajaron muy duro para mantenernos a mi hermana y
a mí con los pies en la tierra, pero simplemente no se podía inculcar mucha
normalidad cuando él era un mariscal de campo ganador de un campeonato y mi
madrastra era dueña de un equipo de fútbol profesional—. Tu vida ha sido
bastante protegida, magdalena, y si la suya no lo fue, puedo entender por qué
actuó así. —Ella me dio una sonrisa gentil—. Mas o menos.
De repente, deseé tener el escudo de canguro pequeño y difuso en mis
brazos de nuevo porque su evaluación me hizo sentir un poco desnuda.
—Me miró como si yo fuera... —Hice una pausa, negando—. Algo digno
de lástima.
37 Los ojos de Tori adquirieron un brillo feroz.
—Entonces no tiene idea de lo equivocado que está, pero se lo mostrarás
mañana.
—¿En qué etapa de duelo estará entonces? —pregunté secamente—. No
creo que quiera saber cómo actuaría Dominic Walker cuando está tratando de
negociar conmigo sobre algo.
—Estoy bromeando.
—Lo sé.
Ella movió la bolsa del canguro.
—¿Vas a ir a la oficina pronto?
Con un gemido, me levanté del piso de su oficina y limpié la parte
delantera de mis jeans.
—Sí. Necesito planificar mi día con el hombre-bebé gigante que no puede
regular sus emociones.
Tori rió.
—Buena suerte con eso. De todos modos, tengo un recorrido escolar en un
momento. —Me miró con picardía—. ¿Vas a visitar al koala de tu chico?
Mi cara se puso caliente, como siempre lo hacía cuando se burlaba de mí
por Nick.
—No es mi chico, y para tu información, no, no planeaba hacerlo.
Sus ojos en blanco eran una prueba de lo mal que había mentido. Siempre
me detenía y visitaba el koala de Ivy cuando estaba en el zoológico. Durante tres
años, había pagado la tarifa de adopción digital y, por alguna razón, me pareció
triste que nunca hubiera podido visitarlo. Así que siempre lo hacía por él a pesar
de que nunca me lo había pedido.
—Alguien debería hacerlo —continué remilgadamente.
—Ajá.
—Vive en Texas, ¿de acuerdo? No es como si fuera a subirse a un avión
para venir a verlo.
—Solía vivir en Texas —señaló—. Eres demasiado idiota para preguntarle
si se mudó después de la universidad, y ni siquiera lo niegues, Faith Pierson.
Saqué la correa de mi bolso por encima de mi cabeza.
—¿Sabes lo que me gusta de mi amistad con Nick?
Frunció los labios.
—¿El anonimato completo y total que te brinda porque se siente como si
él fuera una de las únicas personas que conoce la verdadera esencia de quién
eres sin todas las rarezas de tu vida cotidiana?
Mi rostro se congeló en una sonrisa de dolor.
38 —¿Sí?
—Y en otro idioma… mierda de gallina. Porque si se conocieran,
probablemente se enamorarían, se casarían, tendrían bebés y salvarían el
mundo con todas sus tendencias favorables.
La conversación que tuve con Nick la noche anterior, un bálsamo para mi
día de mierda que comenzó en las oficinas de los Wolves, era una prueba positiva
de lo que estaba diciendo mi amiga. Incluso sin admitírselo, sabía que ella sabía
que tenía razón. Y ella sabía que yo lo sabía. Una de esas cosas molestas no
dichas de ser verdaderas amigas.
En mi cabeza, lo había construido para que fuera alto y guapo, un hombre
bueno y decente con un gran corazón y manos fuertes. En mi cabeza, tenía una
amplia sonrisa y ojos brillantes, y pasaba sus días creando hogares para que las
personas comenzaran sus vidas. Se sentía increíblemente maravilloso que la
realidad de él coincidiera con la versión que había creado. Su foto de perfil no
era más que el ala de un sombrero blanco con el borde de una camiseta naranja
al aire, y un destello de su pómulo, cabello oscuro y piel bronceada dorada.
Hablaba de cosas de las que no solían hablar los chicos de mi edad. ¿Cómo
podría estar a la altura en todos los sentidos?
Tal vez eso me convertía en una gallina, como dijo Tori, pero nunca
sacrificaría mi amistad con él simplemente para ver si la versión cara a cara de
nosotros causaba chispas. O llamas. O cualquier cosa que provoque calor.
Si intentara explicarle quién era yo a Nick, explicarle mis padres, nuestra
vida, cualquier cosa... se pondría raro. Y lo último que quería era poner en
marcha las etapas de duelo de Faith Pierson, o cualquier tontería que no pudiera
sacarme de la cabeza ahora que lo dijo.
—¿Y hay algo de malo en querer mantener esa amistad tal como está? —
pregunté. Cuando imaginaba a Nick reaccionando como el idiota de Walker, la
ira, la lástima, el desdén, mi pecho comenzaba a doler, apretando el espacio
alrededor de mi corazón.
Su rostro se suavizó.
—No. Pero por Dios, Faith, ¿y si parece un Hemsworth o algo así? Podrías
estar sobre él ahora mismo si solo pidieras conocerlo.
Me reí.
—No hay forma de que tenga tanta suerte.
—¿Por qué no? Probablemente él piense lo mismo de ti, y eres un maldito
diez, Pierson.
—Lydia es un diez —le corregí, porque el atractivo de mi hermana era algo
con lo que nadie podía discutir. Con una mirada triste a mi camiseta de My Little
Pony y mis jeans oscuros, me encogí de hombros—. Soy un ocho que puede fingir
con un buen maquillaje.
—Fuera de aquí. —Ella se rió y luego miró el reloj de su escritorio—. Oh,
39 en realidad necesitas salir de aquí. Tengo que ir a encontrarme con el grupo
escolar.
Le lancé un beso.
—Te veo en casa.
—Planea algo realmente bueno para el idiota —gritó detrás de mí.
Mientras caminaba por el pasillo y salía por las puertas del zoológico,
tomando el camino hacia los koalas, tuve la más pequeña de las sonrisas
malvadas en mi rostro porque iba a hacer exactamente eso.
Faith

—E
sta fue una gran idea —dijo efusivamente el director de la
escuela. El estacionamiento se había configurado para
facilitar el flujo de tráfico con cubos y cepillos y pilas de
toallas colocadas junto a conos naranjas en el asfalto.
—Creo que saldrá bien.
Cubriéndome los ojos, vi a dos jugadores de fútbol del equipo de Seattle
charlar con un par de jugadores de béisbol. Junto a ellos estaba el mariscal de
campo de los Wolves y uno de sus apoyadores. Dominic Walker aún no había
llegado.
Detrás de ellos, contra las paredes de ladrillo de la escuela, había
40 mangueras, champú para perros e incluso más toallas de las que los autos
podrían necesitar. Tuve esta idea mientras ayudaba a Tori en el zoológico,
bañando a algunos de sus bebés. Ella bromeó diciendo que necesitábamos un
servicio que lavara a los animales y a su auto al mismo tiempo, y cuánto pagaría
para que alguien más lo hiciera.
Así que eso fue lo que hicimos.
La recaudación de fondos conjunta era para una de las escuelas primarias
del Equipo Sutton y un refugio de animales a la vuelta de la esquina; la gente
podía traer sus autos y a sus perros para que los atletas profesionales los
limpiaran.
Por una donación, por supuesto.
El personal del Equipo Sutton tenía mesas preparadas con el botín del
equipo para la compra, todos los equipos deportivos representados por cada uno
de los atletas que se habían presentado para ayudar. Más allá de los pocos que
pude ver, estaban las jugadoras del equipo femenino profesional y un jugador
retirado de la WNBA, todos conversando con el entrenador en jefe del equipo
masculino de baloncesto en UDub. Era una de nuestras mejores participaciones
de atletas durante todo el año.
Solté un suspiro lento porque esos eran los momentos en los que amaba
tanto mi trabajo, que era estúpido. Cambiar montones de papeleo y asistir a
interminables días de reuniones, todo valía la pena en un evento épicamente
asombroso que debería recaudar una tonelada de dinero.
Cuando escuché el estruendo de un camión que se detenía en el lado más
alejado del estacionamiento, supe que finalmente había llegado. Los dos
jugadores de los Wolves se acercaron a mí mientras veía a Dominic Walker sacar
su gran cuerpo fuera de su camioneta.
—¿Por qué está aquí? —preguntó Brody. Era apoyador de quinto año y
tuve que levantar la cabeza para encontrarme con su mirada confusa.
—Cumpliendo un tiempo por mandato de Allie —le dije.
James, el mariscal de campo y uno de mis jugadores favoritos en la lista,
se rió en voz baja.
—Sí, me enteré de lo que hizo.
—¿Y te estás riendo? —le dijo Brody a James—. Vomitó en el campo,
hombre. No quiero esa mierda en nuestro vestuario.
Escucharlo me dejó un sabor amargo en la boca y me alegré de haberlo
invitado aquí primero. Una prueba de funcionamiento en la que podría infligir
mucho menos daño si no lograba arreglar sus cosas.
James le dio una mirada de reprensión a su compañero de equipo.
—No me estoy riendo de eso, y lo sabes. Pero tampoco creo que debamos
41 apresurarnos a juzgar.
Brody soltó una risa sin humor.
—Bueno, dijo que fue él quien lo hizo. Dejé atrás esa mierda de la fiesta en
la universidad, y no estoy de acuerdo con que alguien tome un puesto de titular
y no pueda respetar la oportunidad que tenemos.
Cuando Walker se acercó a nosotros, Brody me hizo un gesto deferente
con la cabeza.
—Gracias por invitarme, Faith. Avísame si hay algo más que pueda hacer.
Sonreí.
—Solo lava muchos autos.
—Por supuesto, jefa.
James se metió las manos en los bolsillos mientras veíamos a Dominic
detenerse a unos metros de nosotros.
—Es bueno verte, Walker —dijo James.
Dominic asintió. Solo una vez.
—Pensé que tenía que trabajar con niños o algo así —me dijo. Bajo el ala
de su gorra negra, sus ojos estaban en sombras. Le daba una ventaja peligrosa,
una que funcionó para toda su conducta. Pero incluso en esas sombras, vi su
mirada perdida viajando hasta mi camisa vintage de los Wolves con el logo
descolorido de los 80. Allie publicó una impresión de edición limitada hace unos
años y toda la campaña se agotó en un día.
—No confío en ti todavía —le dije.
James tosió, tapándose la boca para sofocar lo que sospechaba era una
risa.
Dominic inclinó la cabeza hacia un lado.
—Estoy herido.
—No creo que lo estés. —Señalé un balde de cinco galones lleno de dos
esponjas, algunas toallas y una gamuza para secar el parabrisas—. Sin embargo,
hoy es cuando me demuestras que puedo hacerlo.
Apretó la mandíbula.
Brody se acercó detrás de nosotros.
—Faith, ¿cómo quieres que nos dividamos entre el lavado de autos y el de
los perros?
Dominic debió haber visto algo en el rostro de Brody porque todo su
cuerpo se tensó.
—Walker —dijo Brody—. ¿Puedes retener tu comida hoy? Habrá cámaras
aquí.
James inmovilizó al apoyador con una mirada y Brody levantó las manos.
42 —Solo digo.
Me froté las sienes.
—Ustedes son peores que los niños.
—No dije una mierda —protestó Dominic.
Mi cabeza regresó.
—¿Debería recapitular nuestra primera reunión para ellos?
—¿Tampoco puedes dejar de pensar en eso? —Él mostró una sonrisa
torcida que hizo que mi estómago se volviera ingrávido por solo un estúpido
segundo—. Me siento halagado, sol.
Mis ojos se cerraron por un momento, y levanté una mano hacia Brody,
quien abrió la boca como si fuera a decir algo.
—Si te sientes cómodo lavando perros, te preferiría allí, Brody. Tenemos
un par de atletas que no quieren lidiar con eso, pero tendrás un técnico de aseo
del refugio para ayudarte.
—Lo que necesites, Faith.
Sonreí.
—Gracias.
—Adulador —murmuró Dominic mientras Brody se alejaba.
James negó.
—Walker, no creo que sea así como quieres empezar aquí.
—¿Eres mi jefe que no conozco? —La mirada en sus ojos era tan combativa
que realmente sentí que se me erizaba el vello de la nuca. ¿En qué estaba
pensando Allie? Este tipo caminaba buscando gente que lo hiciera enojar.
Pero James no se dejó intimidar. Sonrió ampliamente.
—¿Hoy? No. Esa es ella —dijo, inclinando la cabeza hacia mí—. Al final del
día, desearás que fuera yo. Faith no juega con sus eventos.
—¿Perros o autos? —le pregunté a James.
—Me quedaré con el que no puede morder mi mano para lanzar.
Le entregué un balde.
—Buena elección. Gracias, James.
Mientras se alejaba, me quedé con el gran bebé inquietante, y tuve que
recordarme a mí misma que si bien no era mi trabajo controlar su ego, era mi
responsabilidad que estos eventos se desarrollaran sin problemas.
Cuando recogí el siguiente cubo, lo miró con cautela.
—Es solo un balde —le dije—. ¿Tienes miedo de un poco de trabajo duro?
Exhaló una risa.
43 —Sol, no tienes idea de cuán poco asustado estoy.
—Ahh, el frágil ego masculino en exhibición. Ciertamente un espécimen
raro. —Le entregué el cubo.
—Simplemente no quería que me golpearas en las bolas con eso.
Sonreí.
—¿Podría encontrarlas si lo intentara?
Dominic entrecerró los ojos.
—Puedes lavar autos —le dije.
—¿Qué pasa si quiero lavar perros en su lugar?
Me encontré con su mirada.
—Te diré una cosa, puedes lavar a los perros si quieres.
Levantó las cejas.
—¿Por qué siento que fue demasiado fácil?
Le quité el cubo a Dominic.
—Porque es una buena prueba. Cuando dije que no confío en ti, no estaba
bromeando. No hay forma de que te deje trabajar con niños hasta que sepa que
no lo vas a estropear. Los niños que se benefician de las becas del Equipo Sutton
ya han pasado por suficiente, y lo último que necesitan es un tipo como tú con un
problema de actitud.
Apretó la boca, pero no discutió.
—Entonces, si puedes manejar esto sin que uno de esos amistosos perritos
te muerda la cara, lo llamaremos bueno.
Observó la fila de perros listos para bañarse.
—¿Cuánto me pagan estas personas para que les lave la mierda a sus
animales?
—Mucho —respondí alegremente—. Ahora corre, campeón. Tomaré notas
desde mi posición de poder.
Dominic me dio una mirada que podría haber marchitado a una mujer
menor, pero en cambio, mi sonrisa se ensanchó. Agité mis dedos en un feliz
saludo, y su mirada se profundizó.
Pero unos diez minutos después, cuando miré en su dirección, estaba de
rodillas, con la gorra vuelta hacia atrás, frotando con cuidado a un pequeño perro
blanco que solía ser esponjoso mientras le lamía la cara. Lo que sea que había
hecho para comenzar el baño de ese pequeño perro había terminado con una
tonelada métrica de agua donde no debería haber estado porque la camisa de
Dominic estaba pegada a los duros y musculosos planos de su pecho. Y tenía
muchos planos duros y musculosos.
44 Y se estaba riendo.
Dominic levantó la mirada y clavó sus ojos en los míos. Ahora se me erizó
el vello de la nuca, no por su temperamento ni por nada de lo que había dicho,
sino porque algo fundamental parecía cambiar con la forma en que me miraba.
No sabía exactamente qué era, pero aparté la mirada de la suya y dejé
escapar un profundo suspiro.
—No fue nada —susurré—. Solo un pequeño contacto visual inofensivo.
Pero aun así, cuando lo miré debajo de mis pestañas, todavía estaba
mirando en mi dirección con la frente fruncida en confusión. Parpadeó, luego
enjuagó con cuidado al perro, charlando amablemente con el dueño mientras el
pequeño animalito se sacudía el agua.
Tuve la sensación, el tipo de reacción instintiva que rara vez me hacía
equivocarme, que las reacciones de Dominic hacia personas como Brody o yo
eran más un ladrido que un mordisco.
No fue mucho para continuar, pero fue algo.
Dominic

L
a primera revisión de hombros en la sala de pesas podría haberse
atribuido a una coincidencia.
La segunda me dio una pista porque el tackle ofensivo en
cuestión en realidad me hizo retroceder unos centímetros. La música rock
resonaba en mis auriculares y vislumbré por encima del hombro su espalda en
retirada. Un par de chicos que realizaban sus entrenamientos en silencio
observaron el intercambio con velado interés.
Qué cálida bienvenida me estaba dando aquí en Washington. Demasiado
para cualquiera de los sentimientos de hijo pródigo que había tenido antes.
En su mente, había cruzado una línea invisible al hacer lo que había hecho:
45 pensaban que había vomitado sobre el logotipo de los Wolves.
Para cuando llegó el tercer intento, me las arreglé para eludir el contacto
real porque él era el apoyador externo, grande, de aspecto mezquino y talentoso
como el infierno. Sí, no era un enano, pero a pesar de que podía mirarlo a los
ojos, él sería capaz de partir mi cuerpo por la mitad sin sudar. Y había estado
jugando en Washington toda su aclamada carrera.
Debajo de mi frustración de que mi tiempo en Washington comenzara así,
había una pequeña chispa de algo desconocido. Me tomó algunas repeticiones
en un par de máquinas diferentes antes de reconocerlo.
Vergüenza.
No sabían cuál era mi problema. No sabían por qué lo hice. Simplemente
me vieron como un intruso. Alguien que no respetaba el sistema por el que todos
habían trabajado tan duro para construir. Fue una marcada diferencia con el
enfoque de Allie.
Si me hubiera conocido con esta misma energía encapsulada, habría sido
mucho más fácil descartarla. Marcar todo este lugar como un experimento que
salió mal. Y tal vez todavía lo fuera. Quizás pertenecía a algún lugar como Las
Vegas, donde vitoreaban y aplaudían cuando actuaba mal. Donde mi entrenador
solía agarrarme del casco y gritarme que fuera a noquear a la gente en el campo.
Literalmente. Me dijo que en realidad noqueara a la gente una vez.
Incluso a pesar de lo autodestructivo que podía ser a veces, sabía que no
era un buen entorno si quería hacer este trabajo durante al menos una década.
Pero yo no estaba en Las Vegas, incluso si estos chicos pensaban que
pertenecía allí.
Mi atención se redujo al equipo que estaba usando, la capacidad de tomar
lo que estaba sintiendo y canalizarlo hacia las pesas hasta que mis músculos se
calentaron y mi pecho estaba suelto. Era el tipo de energía que necesitaba
desaparecer antes de salir de las instalaciones, recién duchado y listo para
reunirme con la pequeña sol radiente nuevamente.
Mientras doblaba mis brazos, levantando mi peso a través de algunas
dominadas, no pude desterrar la imagen de Faith Pierson de mi cabeza.
Su cabello oscuro y sus grandes sonrisas y su absoluta negativa a aceptar
mis mierdas. Nunca había conocido a nadie como ella, y se notaba, considerando
que había luchado por no pensar en ella incluso después de dejar el primer
evento.
Haciéndome bañar perros para ver si podía confiar en mí.
Apretando los dientes, hice una flexión más antes de dejarme caer sobre
el piso de goma de la sala de pesas.
El entrenador entró, seguido por su coordinador defensivo de toda la vida,
Logan Ward, el claro postulado para el próximo entrenador en jefe de los Wolves
46 una vez que la posición estuviera abierta. Tenían el mismo aspecto de ojos
acerados, incluso si el entrenador era una década o dos mayor que Ward, quien
no mostraba mucho su edad excepto por algo de plata en las sienes.
Manos en mis caderas mientras trataba de recuperar el aliento después de
las dominadas no era como quería conocerlo por primera vez, pero asentí
mientras se acercaban. El entrenador me miró de arriba abajo, sin nada en su
expresión que me hiciera pensar que estaba a punto de patearme el culo por lo
que había hecho. Ward, sin embargo, tenía una mirada en sus ojos que hizo que
mis bolas se encogieran.
Me enderecé de la manera que sé que mi mamá esperaría de mí cuando
conocía a mis superiores.
—Entrenador Marks, entrenador Ward.
El entrenador me estrechó la mano.
—El entrenador Torres llega un poco tarde, pero espero que intente
encontrarte antes de que te vayas —dijo, refiriéndose a mi coordinador ofensivo.
Con una mirada rápida a la pared de la sala de pesas, asentí.
—Estaré por aquí un poco más.
—¿Tienes un lugar importante donde estar? —preguntó Ward, con los
brazos cruzados sobre el pecho.
A juzgar por la expresión de su rostro, sabía exactamente dónde tenía que
estar. Quería igualar su postura, cruzar mis brazos sobre mi pecho y abrir mis
piernas, apretar mi mandíbula. Pero mantuve los brazos sueltos e intenté sonreír.
—La señorita Sutton-Pierson tuvo la amabilidad de… —Hice una pausa,
buscando la palabra correcta—. Ofrecerme como voluntario durante algún
tiempo en su fundación.
Los labios del entrenador se crisparon, pero evitó que la sonrisa se
extendiera.
—Ella es buena en eso. El equipo Sutton es una organización de clase
mundial, así que, si quiere que la ayudes, te irá bien. —Miró a Ward, empujando
a Logan con el codo cuando no movió un músculo—. Sabes que no es tuyo para
intimidar, Ward.
—Qué pena —pronunció en respuesta—. Saliste fácil, Walker.
El entrenador Ward no podría haber sabido cómo me sentía en toda la
mañana, que había un lento hervor en mi ira justo debajo de la superficie. Y
desafortunadamente para él, fue su tono el que liberó mi reacción.
—¿Lo hice? No le he hecho una mierda a nadie en esta habitación, pero
todas las personas aquí están actuando como si les hubiera pinchado las llantas
o algo así. Pensé y se suponía que Washington eran los buenos —dije
suavemente—. Quizás todos son un montón de hipócritas.
47 Dio un paso más cerca, las manos cayendo a su lado. Toda la sala de pesas
nos observó mientras la temperatura pasaba de fría a jodidamente ártica.
Había escuchado tantas historias sobre él como entrenador, además de su
reputación de cuando jugaba. Muy respetado ni siquiera se acercó a tocar lo que
la gente pensaba de él. Si escuchaba a los expertos, a los tipos a los que solía
entrenar, casi caminaba sobre el agua y me miraba como si yo fuera menos que
tierra.
El pecho de Logan estaba a solo un par de centímetros del mío.
—No le faltes el respeto a esta casa, a esta familia, Walker. Cuando tomas
la decisión de tratarlo como una casa de fraternidad —se inclinó y sentí que mis
manos se cerraban en puños—, tengo un problema. De arriba hacia abajo,
operamos bajo la creencia de que todos aquí exigen respeto, y cuando actúas
como si fueras demasiado bueno para darlo, no esperes que yo, ni nadie en este
vestuario, te bese el trasero porque “eres bueno en este trabajo”.
Incliné la cabeza y estudié su rostro. Lo decía en serio. Si me movía mal,
tenía la sensación de que este tipo, más de veinte años mayor que yo, me patearía
el trasero.
Desde el rincón de la habitación, el novato se alejó de una máquina y abrió
la boca para decir algo. Lo silencié con una mirada poderosa y un breve
movimiento de cabeza. Luego volví a mirar a Ward.
En mi silencio, que nació de la pizca de auto-conservación que aún estaba
sujeta por un solo hilo triste, señaló el vestuario, al público absorto que nos
miraba.
—Todos son buenos en este trabajo. Toda la liga está llena de tipos que
pueden jugar este juego. Y fuera de eso, no hay fin en el potencial sin explotar
esperando a que desperdicies esta oportunidad. —Levantó la barbilla—. Si fallas
aquí, solo hay una persona a quien culpar, y lo miras en el espejo todas las
mañanas. Hiciste una elección cuando empezaste aquí. —Su voz recorrió toda la
habitación, y mi cara ardió cuando me di cuenta del espectáculo completo que
estábamos ofreciendo—. Haz una mejor, Walker. Porque podrías ser clave para
el éxito de este equipo, pero solo si realmente cierras tu boca de idiota, trabajas
más duro de lo que has trabajado en toda tu vida y aprendes un poco de respeto
por este lugar. ¿Lo entiendes?
Si cerraba los ojos, podía visualizar al diablo en un hombro y al ángel en
el otro. El diablo, con cuernos rojos y silbando, me susurró a la oreja que debería
noquear a alguien por mi cuenta, empezando por el tipo que tenía delante. Pero
más fuerte, tranquilo y firme, era el ángel.
No arruines esto, idiota.
Tragué saliva, retrocedí y le di a Logan un lento asentimiento.
Se relajó, sus ojos se suavizaron solo una fracción. El entrenador nos miró
con interés, el policía bueno del policía malo de Logan. Ni siquiera era tan malo,
48 si tengo que ser honesto. Simplemente enojado. Y si hubo alguna reacción que
pudiera entender, incluso si estaba dirigida a mí, era enfadarme con alguien por
percibir una falta de respeto.
Incluso si supiera todo eso, deseaba desesperadamente poder levantar
mis manos y explicar por qué mi primer día se desarrolló de la manera en que lo
hizo. Explicar lo emocionado que estaba de jugar para Washington, entre
algunos de los jugadores más talentosos de la liga. Explicar lo horrible que se
sintió que nunca podría dejar de ser la persona que había cultivado en Las Vegas.
Pero a juzgar por la mirada en sus ojos, nadie quería eso de mí. Todavía
no.
La actividad se reanudó en la sala de pesas, algunos de los jugadores
defensivos sonreían ampliamente a su líder que me humillaba.
Los entrenadores se alejaron y yo dejé escapar un suspiro lento. El calor
dejó mi cara, pero me preparé para otra interacción cuando nuestro mariscal de
campo se acercó. Era tranquilo bajo presión en el campo, imperturbable por
fuera, y me tendió la mano en lugar de ignorarme.
Habíamos jugado unos contra otros a lo largo de los años, pero aparte de
nuestra pequeña interacción en el evento del día anterior, nunca habíamos
hablado. Con cautela, le estreché la mano.
Su sonrisa fue amplia ante mi expresión, dientes blancos contra el color
oscuro bruñido de su piel.
—Ofrenda de paz —dijo cálidamente—. Además, creo que entendiste el
punto de él. —Señaló con la barbilla a Logan.
Asentí.
—Gracias.
—No hay problema —ofreció.
—¿Suele regañar a los jugadores que no entrena? —pregunté.
James rió.
—Solo cuando realmente se lo merecen.
—Touché. —Miré el reloj—. Necesito ir a las duchas.
—Caminaré contigo. —No fue una pregunta. Este era el líder del equipo
en el campo diciéndoles que se estaba tomando un tiempo conmigo. Podría ser
un exaltado, pero no era un idiota. Llevarme bien con mi mariscal de campo era
lo más importante que podía hacer.
Salimos de la sala de pesas, en silencio por unos momentos mientras yo
seguía sus largas zancadas. Era alto para ser un mariscal de campo, y con su
estilo de juego, podríamos crear magia.
—No hay un equipo perfecto —comenzó—. Como tú, yo no comencé en
Washington. Me transferí aquí hace cuatro años, y siempre es un ajuste cuando
te cambias.
49 —Podrías decirlo. —Froté mi nuca.
—Pero este lugar… —James hizo una pausa, mirando el logo en la pared—
. Es algo especial. Los chicos pelearán a veces. Los entrenadores se pondrán
sobre nuestros traseros si nos equivocamos, lo cual hacemos. No siempre nos
llevamos bien, pero nunca he jugado en ningún lugar como aquí. —Me dio una
palmada en el hombro—. Tienes un buen futuro aquí, Walker, si puedes verlo
por lo que es y no por lo que no es.
—Hasta ahora, parece un lugar donde nadie en esa habitación me quiere
aquí —admití.
Sus ojos estaban firmes.
—¿Puedes culparlos?
Dejé escapar una lenta exhalación, mi cuerpo todavía nervioso por la
interacción con Ward.
—No.
—Dales algo de tiempo y no demuestres que la primera impresión de ti es
correcta. Todos cometemos errores, pero una vez que empezamos a repetirlos,
no son errores. Son opciones. —Inclinó la cabeza hacia el logo—. Este lugar es
una buena elección. Pero el resto depende de ti.
Con sus palabras de despedida, me sentí un poco mejor. Y traté
desesperadamente de mantener la calma mientras me duchaba y cambiaba,
luego me dirigí a mi auto y encontré la dirección que había sido enviada por
mensaje de texto a mi teléfono mientras hacía ejercicio.
Sol radiante: Reúnete conmigo aquí a las 10. No te vistas muy elegante. –
Faith.
Eché un vistazo a mi jean y mi camiseta negra lisa. No está mal. Las
interacciones que había experimentado en mis primeros días en Washington
pasaron por mi cabeza mientras conducía por la 405. Mis manos se apretaron en
el volante porque este bloque de tiempo haciendo… lo que sea que la pequeña
señorita sol radiante había planeado para mí, era mi próxima prueba.
Tal vez podría simplemente lanzar una pelota en el patio de la escuela con
algunos niños en edad escolar, decirles que no consuman drogas y que trabajen
duro, y terminar con eso.
Pero cuando tomé la salida, y los edificios se pusieron un poco más
ruinosos, un poco más deteriorados, supe que no me reuniría con ella en las
oficinas del Equipo Sutton para una “orientación voluntaria”. El GPS me hizo girar
y entré en un estacionamiento con solo unos pocos autos y un edificio de ladrillos
de dos pisos. Un letrero blanco brillante con letras pintadas de color púrpura,
rojo y azul lo proclamó como un centro comunitario.
El patio de la escuela tenía aros de baloncesto limpios y una cancha
pintada con líneas blancas nítidas. La propiedad se mantuvo muy bien con flores
en macetas a ambos lados de las puertas dobles. Mientras estacionaba mi
50 camioneta, las puertas dobles se abrieron y Faith Pierson salió, protegiéndose
los ojos del sol.
Hoy no había camiseta estampada, pero sus largas piernas estaban
cubiertas con un denim oscuro ajustado a sus curvas y una simple camiseta
blanca sin mangas que probablemente costaba tanto como el pago de mi
camioneta. La cola de caballo del otro día había desaparecido, su cabello castaño
oscuro en un peinado recto y brillante alrededor de sus hombros, que estaba
cubierto por un blazer de aspecto caro abotonado en el medio.
Su rostro no cambió cuando salí de mi camioneta, y pude ver su mano
golpeando el costado de su muslo en un gesto nervioso que no pudo ocultar del
todo.
—Buenos días, solecito —dije mientras me acercaba.
Sus labios solo insinuaban una sonrisa en los bordes.
—Buenos días, señor Walker.
Mis cejas se levantaron lentamente.
—Tan formal hoy.
Dio unos golpecitos en una placa con su nombre elegante y de aspecto
profesional enganchada en el bolsillo de sus jeans.
—Estoy de turno.
—Estabas de turno ayer —señalé.
Las cejas oscuras de Faith se arquearon.
—Eso fue diferente. Estuvimos en un gran evento.
—¿Así que ahora eres más amable conmigo porque no hay otros jugadores
de fútbol que te ayuden a enemistarte con el chico nuevo?
—E-eso no es lo que estaba haciendo.
—¿No es así? —murmuré—. Creo que todo lo que has hecho desde el
momento en que nos conocimos fue tratarme como una mierda.
—Porque tú… —Se detuvo en seco y dejó escapar un suspiro lento—.
Tienes razón. Incluso si no puedo controlar tu reacción hacia mí, puedo controlar
la mía.
—Normalmente tengo razón, solecito.
El color enrojeció sus mejillas ante mi tono ligeramente burlón, pero hoy
no hubo respuesta ingeniosa. Sí, Faith Pierson era exactamente mi tipo habitual,
y me dieron ganas de tirar de las proverbiales coletas un poco más para ver qué
sucedía.
Decidido a ponerla nerviosa, me acerqué y enganché el borde del carnet
con mi dedo y tiré, una vez que vi que estaba en uno de esos cordones retráctiles.
En la imagen en miniatura de ella, sonreía ampliamente a la cámara sin
51 preocuparse por nada.
—Qué elegante —murmuré.
Con cuidado de no rozar su piel contra mis dedos, Faith me quitó la tarjeta
laminada de las manos.
—¿Listo para entrar?
Contemplé el edificio.
—¿Qué se supone que debo hacer?
—Este centro comunitario ha recibido una subvención de la fundación
desde hace mucho tiempo. Solía ser voluntaria aquí antes de comenzar a trabajar
para el Equipo Sutton, y me encanta su programa de lectura para niños que
luchan con la alfabetización. —Sonrió ante los chillidos de risa que resonaban
por los pasillos—. Existe un fuerte vínculo entre las tasas de abandono de la
educación secundaria y los problemas de lectura. Todo lo que vas a hacer hoy
es visitar a uno de los grupos y leer un par de libros. —Miró su reloj, un elegante
modelo negro y dorado que rodeaba su muñeca delgada y de huesos finos—.
Creo que hoy es el grupo de chicas. Tienen ocho o nueve, creo.
Mi piel se puso helada.
—De ninguna maldita manera.
Sus ojos se agrandaron.
El pánico me hizo tropezar con mis palabras. Pero no había forma de que
pudiera sentarme en una habitación de chicas de la edad de Ivy. No esta semana.
—Yo solo… ¿por qué querrían que le leyera a un grupo de niñas
pequeñas? ¿No puede ser… lanzar una pelota de fútbol a algunos chicos o algo
así?
Faith Pierson me estudió por un momento, y contuve la respiración,
esperando otro ataque verbal del día. Alguien diciéndome que fui irrespetuoso,
un idiota. Entonces sonrió. Era suave y me hizo sentir tan incómodo que luché
desesperadamente contra el impulso de correr de regreso a mi camioneta.
—Sígueme —dijo.
Sin decir una palabra más, entró en el edificio. Y a pesar de que mi corazón
latía con fuerza en mi pecho, hice lo que me pidió.

52
Faith

A
l caminar por los pasillos, me sentí como si tuviera un animal
gruñendo detrás de mí. Uno sin modales y sin entrenamiento y el
temperamento de un mapache rabioso. Cuando me desperté más
temprano en el día, había tomado una decisión sobre cómo acercarme a Dominic
Walker, una vez que había visto pequeños destellos de suavidad en el lavado. Lo
estaba agregando a la lista de reglas.
No te involucres con la rabieta.
No importa cómo me provocara, qué nombres me llamara, me ayudaría a
pasar el día exactamente como si fuera uno de los perros que paseaba en el
refugio a la vuelta de la esquina de mi apartamento.
53 Una vez que se aclimatan a tu presencia y mantienes la calma, y estás
estable, se relajan. Y uno solo podía esperar que funcionara con un defensa de
metro noventa y cinco con problemas de actitud.
Y como pensé que haría, el rechazo de Dominic comenzó rápidamente.
Esa no fue la sorpresa. Fue su reacción cuando le dije que estaría trabajando con
el grupo de ocho años con su lectura.
Odiaba la curiosidad que me producía que un hombre como él entrara en
pánico de manera tan visible al pasar tiempo con un grupo de chicas. No
encajaba perfectamente en ninguna de las categorías que podría haber definido
para él. En todos mis años de hacer esto, ningún jugador había reaccionado de
esa manera.
Y ahora, más que nada, quería saber por qué.
El hombre que despertó mi curiosidad caminó un poco más lento que yo,
tal vez para ponerme nerviosa al permanecer fuera de mi vista.
—Este centro comunitario en particular ha sido uno de los beneficiarios
del Equipo Sutton durante casi quince años —expliqué—. Tenemos algunos
programas que hemos financiado todo el tiempo, brindando el personal y la
capacitación necesarias que de otra manera no podrían pagar, junto con algunas
clases y grupos nuevos para los niños que viven en el área.
Dominic estaba tan silencioso como la tumba, y solté un suspiro lento. De
acuerdo, él no me lo iba a poner fácil.
Estos fueron los momentos en los que me sentí lamentablemente mal
preparada para el liderazgo, pero pensé en lo que había dicho Allie. No se
trataba de provocar la mayor reacción. Se trataba de descubrir la motivación.
—El programa de alfabetización es uno de esos programas. Hemos visto
un aumento en las solicitudes de subvenciones para cosas como estas. —Había
una pila tan alta como un niño pequeño en mi oficina para demostrarlo, pero él
no necesitaba saber eso—. No podemos ayudarlos a todos, por supuesto, pero
hacemos lo que podemos.
—¿Eso te hace perder el sueño por la noche, solecito?
Los sedosos vellos a lo largo de mi antebrazo se levantaron lentamente
ante el sonido ronco de su voz.
Mantuve mi voz casual.
—¿Qué?
—Que no puedes repartir todos tus miles de millones con un movimiento
magnánimo de tu brazo.
Ralentizando mis pasos, lo miré por encima del hombro.
—En cierto modo, sí. Hay muchos trámites burocráticos relacionados con
la concesión de dinero a las personas. No es el proceso más rápido del mundo,
hay muchos pasos para asegurarse de que lo usarán de la manera que dicen que
lo harán. Esa es una parte de mi trabajo.
54 —Una dificultad, sin duda. —El desdén goteaba de cada sílaba, de cada
sonido que formaba su boca.
Fue más difícil de lo que pensaba no responderle de la misma manera que
lo hice durante nuestro primer par de reuniones. Pero algo en mi interior me dijo
que solo lo empeoraría. No necesitaba que le devolvieran la actitud. No esta vez.
Con las manos cruzadas inocentemente frente a mí, me detuve, inclinando
la cabeza mientras lo estudiaba. Apretó la mandíbula, cubierta por una barba
incipiente más oscura que la última vez que lo había visto. Todo en este hombre
parecía duro y peligroso. Pero por alguna razón, Allie pensó que este era el
mejor curso de acción, que lo ayudaría, tal vez tanto como ayudaría a algunos de
estos niños.
Incluso sabiendo eso, incluso sabiendo lo que había decidido sobre cómo
manejarlo, solo podía mantener mi lengua en una correa muy apretada.
—¿Y cuántos ceros tenía tu bono por firmar cuando lo hiciste con Las
Vegas?
Los ojos de Dominic, oscuros y penetrantes, nunca vacilaron. Pero su boca
permaneció cerrada en una línea firme.
—¿Qué hay de tu contrato con Washington? —Arqueé las cejas ante su
continuo silencio—. Actúas como si fueras mejor que yo, como si pudieras
juzgarme porque vengo de una familia adinerada, pero no creo que estés
sufriendo dificultades económicas en el corto plazo, campeón. ¿Qué estás
haciendo para ayudar a las personas que no ganan millones de dólares
atrapando una pelota?
La sorpresa iluminó esos ojos, una agradable sorpresa también, lo que me
hizo desconfiar al instante.
—Ahora, ¿qué pensaría papá al escucharte burlándote de mi trabajo?
Solté un suspiro lento y me alejé de él.
—Eso no es exactamente lo que estaba haciendo.
Dominic chasqueó la lengua.
—Seguro que me sonó así.
Apégate al plan. Apégate al plan. No te involucres, me recordé.
Profundizando en todas las reservas mentales que tenía a mi disposición, eduqué
mi rostro justo cuando un fuerte estallido de risa juvenil vino de un salón de
clases al final del pasillo.
A su lado, vi las manos de Dominic cerrarse en puños, luego sus dedos se
estiraron. Un gesto inconsciente, estaba bastante segura. Habíamos trabajado
con tantos jugadores diferentes a lo largo de los años, todo tipo de
personalidades, pero nadie que se mostrara completamente reacio a ayudar.
No me gustó que Dominic Walker fuera difícil de definir. En un momento
55 fue grosero y prejuicioso. Luego se echó a reír mientras pequeños perros
peludos le lamían la cara. Por lo general, todo en mi vida podía encajar
perfectamente en una categoría, y me sentía incómoda cuando no era así.
Aun así, mirándolo, no estaba del todo segura de que realmente pudiera
hacer esto.
—Un par de chicas de allí leen mejor cuando alguien se sienta a su lado
para escuchar. Un día a la semana, traen un programa de terapia para perros y
los niños le leen a los perros. —Le dediqué una sonrisa irónica—. Entonces, si
puedes igualar el entusiasmo de un golden retriever que no entiende lo que
están diciendo, estarás bien.
Pero mi broma no lo hizo reír. Se veía pálido, su cuerpo tenso. Fruncí el
ceño cuando me di cuenta de que esto no era simplemente una vieja vacilación.
Esto era pánico real ante la idea de entrar en esa habitación. Sin embargo, antes
de que pudiera decir algo, la puerta del aula se abrió.
Una de las directoras del programa salió al pasillo, sus ojos se iluminaron
cuando nos vio.
—Faith, me preguntaba dónde estabas. Las chicas están emocionadas de
tener un invitado hoy. —Le tendió la mano a Dominic—. Soy Keisha. Un placer
conocerte.
Asintió.
—Dominic Walker.
De acuerdo, él era capaz de tener modales básicos siempre que la persona
no fuera yo.
Puse una mano sobre el brazo de Keisha, una vez más, siguiendo mi
instinto.
—¿Te importa si cambiamos un poco las cosas?
—¿Qué estás pensando?
Sin consultar con Dominic, incliné la cabeza hacia la salida que conducía
al patio de recreo.
—¿Podemos mantenerlo un poco más relajado hoy? ¿Quizás hacer que
lance una pelota con algunos de los niños afuera? Podría llegar a conocerlos un
poco por ahora.
Keisha debió haber visto una mirada en mis ojos que le rogaba que no
dijera que no porque asintió lentamente y luego le dio a Dominic una sonrisa
alentadora.
—Absolutamente. Hay un puñado de niños ahí fuera en este momento. —
Otro estallido de sonido vino de la habitación y ella exhaló una risa que sonaba
cansada—. Déjame ir a ver cómo están. Estaré en el patio de recreo en un rato.
—Gracias, Keisha.
Dominic exhaló silenciosamente, pero noté que su cuerpo se había
56 relajado. Fruncí el ceño mientras lo guiaba hacia el patio de recreo. Quizás no
era un buen lector.
—Te está matando no preguntar, ¿no? —dijo.
Lo miré con sorpresa. Ni siquiera me había dado cuenta de que podía ver
mis expresiones faciales.
—Haces un trabajo de mierda al ocultar lo que estás pensando. —Su
mirada tocó varios puntos de mi cara, y mis mejillas se calentaron ante su
cuidadosa lectura—. ¿Planeas entrometerte, solecito?
—Todo el mundo tiene derecho a un cierto grado de privacidad —
respondí con cuidado—. Especialmente con la vida que llevas.
Llegamos a la puerta que conducía al patio de recreo, y levantó la barbilla
hacia la puerta de metal con una pequeña ventana que dejaba entrar un bloque
de luz solar brillante en el pasillo.
—¿Qué se supone que debo hacer ahí afuera? —preguntó.
Ante su tono de disgusto, no pude evitar sonreír.
—¿Qué? —Su voz se volvía más y más gruñona cuanto más grande se hacía
esa sonrisa.
Me reí en voz baja.
—Solo sé tú mismo. Quizás un poco más amable con ellos de lo que tú eres
conmigo —le corregí—. Juega a atrapar. Dales algunos consejos. Cuéntales lo
duro que trabajaste para llegar aquí.
—¿Eso es todo?
—Estos niños no tienen mucho que esperar una vez que regresen a casa.
En los veranos o en sus días libres de la escuela, pasan el rato aquí porque sus
padres trabajan hasta el hueso para mantener a sus familias o no hacen mucho
de nada. Es un lugar seguro, sí, pero también quieren generar oportunidades
para los niños. Muéstrales cómo utilizar esas oportunidades de crecimiento y
bríndales la confianza para intentarlo.
Suspiró.
—Terminemos con esto.
Abrí la puerta y entré al patio con él detrás de mí. Mientras su gran cuerpo
llenaba la puerta, escuché a una niña gritar:
—¡Atención!
El balón se precipitó en nuestra dirección, y me agaché, pero con el sol
directamente en sus ojos, Dominic nunca lo vio venir hasta que lo golpeó de lleno
en las bolas.

57
Dominic

—C
reo que lo maté —susurró una vocecita por encima de
donde me había hundido de rodillas en el cemento.
Mis manos todavía ahuecaban mis bolas
palpitantes, y santo infierno, era todo lo que podía hacer para respirar, así que
no había ninguna posibilidad de que pudiera corregirlo incluso si quisiera.
Faith exhaló una carcajada.
—No creo que esté muerto. Simplemente… le pegaste bastante fuerte en
un lugar no tan divertido.
Abrí los ojos con fuerza y vislumbré la amplia sonrisa de Faith. Tenía la
más mínima brecha entre sus dos dientes frontales, y nunca lo había notado
58 antes.
Un grupo de niños se reunió a nuestro alrededor y escuché a uno de ellos
susurrar:
—Mierda, ese es Dominic Walker.
—Maggie, le pegaste a Dominic Walker —dijo otro.
Un sonido salió de mi boca, posiblemente un quejido, una pequeña
palabrota, y Faith se aclaró la garganta en voz alta para tapar mi juramento.
—Está bien, muchachos, denle un poco de espacio para respirar. —Puso
una mano en mi hombro, nada más que un ligero toque, pero sus dedos estaban
fríos y suaves contra la piel de mi cuello donde rozaron el borde de mi camisa—
. ¿Estás bien?
Solté un fuerte suspiro a través de las mejillas hinchadas, logrando asentir.
—Creo que sí.
Sonrió.
—¿Puedes ponerte de pie?
La miré. Su mano dejó mi hombro y la colocó sobre la niña que estaba a su
lado. Mientras apoyaba una bota en el suelo para ponerme de pie, finalmente me
di cuenta de lo pequeña que era… la que me castró.
No había forma de que tuviera más de seis o siete años, pero su salvaje y
desordenada corona de cabello castaño rojizo y sus grandes ojos marrones
aterrorizados sacaron el aire de mis pulmones por una razón completamente
diferente.
No se parecía a Ivy ni en su color ni en su estatura. Pero algo en esos ojos
me tenía congelado.
—Lo siento mucho —dijo, volviendo su pequeña figura a las piernas de
Faith—. ¿Estás enojado conmigo?
—No —me las arreglé para decir, estirándome en mi altura. Quiero decir,
claro, toda mi sangre palpitaba entre mis piernas en pulsos dolorosos, pero no
estaba enojado—. Tienes tremendo brazo.
La niña sonrió.
—Soy mejor que mi hermano.
—¡No lo eres! —gritó un niño más alto con el mismo color.
—¡Lo soy! —gritó ella—. No podrías golpear el costado de un
semirremolque, Blake.
Empezó a discutir y le tendí la mano.
—¿Tu nombre es Blake? —pregunté.
Con los ojos llenos de asombro, se acercó, el flaco pecho hinchado. y me
59 estrechó la mano.
—Ajá. Y ella no es mejor que yo. Le enseñé a lanzar.
Faith se rió en voz baja, prestando atención a todos los niños que
empezaron a rodearnos.
—Creo que deberíamos empezar un pequeño juego, ¿no crees?
Todos aplaudieron.
Maggie, la chica que había lanzado la pelota, todavía me miraba como si
fuera a arremeter o perder la paciencia con ella simplemente porque salí por la
puerta en el momento equivocado.
—¿Vas a ser mi mariscal de campo? —pregunté.
—¿Yo? —chilló. Todos los chicos gimieron.
Asentí.
—El mariscal de campo debe tener un brazo fuerte, buena puntería y una
cabeza fría. ¿Puedes manejar eso con todos estos tipos tratando de evitar que
atrape la pelota?
—Totalmente —suspiró.
Su hermano abrió la boca, pero le di una mirada severa.
—Ella va primera, sin discusiones.
—Es una niña —dijo Blake.
—No nos digas, Sherlock.
Faith se aclaró la garganta de nuevo.
—Lo siento —murmuré en su dirección.
—Está bien —respondió ella.
Los niños se separaron, siguiendo mi dirección, y para mi sorpresa, con su
camiseta sin mangas de seda y zapatos caros, Faith se alineó frente a mi línea
ofensiva de cuatro personas.
—¿Crees que puedes defenderme, solecito?
No respondió, solo me dio una sonrisa astuta que me hizo cuestionar si
quería jugar este juego en absoluto.
Pero a los pocos minutos, cualquier aprensión que había tenido al cruzar
la puerta desapareció.
Atrajimos a una multitud de otros niños, mayores y más altos, que querían
unirse una vez que se dieron cuenta de que era yo el que estaba aquí con los más
pequeños.
—El próximo juego es suyo —les dije, limpiando una capa de sudor de mi
frente.
Maggie me quitó el balón de las manos y nuestro equipo se reunió.
60 —¿Te la pasamos a ti de nuevo? —preguntó.
Un niño delgado a su lado, con finas trenzas a lo largo de su cuero
cabelludo, levantó la mano.
—¿Puedo intentar atrapar esta vez?
—Puedes apostar —le dije—. ¿Cuál es tu nombre?
—Desmond. —Se subió los pantalones cortos—. Puedo correr rápido, lo
prometo.
Escuché al equipo de Faith reírse de algo que les dijo, y cuando miré por
encima del hombro, se veía tan hermosa cuando se rió, olvidé lo que estaba
diciendo.
No quería que Faith fuera mi tipo. Para nada.
Porque no era algo que debería haber notado. No la forma en que trataba
a los niños o la forma en que me había tratado desde que llegué con una actitud
que había llevado durante toda la mañana, ni sus dedos contra la piel de mi cuello
o cómo parecía estar completamente segura de sí misma, incluso llevando unas
características tan hermosas.
Maggie dijo mi nombre, y volví mi atención de Faith a mis diminutos
compañeros de equipo. Llamamos a la jugada y metimos las manos en el medio.
Tuve que tomarme un segundo porque con todos ellos mirándome, fue como
vislumbrarme a esa edad. El suyo era el tipo de barrio, el tipo de infancia que
había tenido. Excepto que no tenía ningún lugar como este a dónde ir.
Desmond miró a Maggie.
—¿No se supone que deberíamos estar haciendo algo?
—Lo siento —le dije—. Solo… me quedé en blanco por un segundo. Muy
bien, a las tres —les dije—. Uno dos…
Todos hicieron una pausa. Maggie me miró y yo miré al niño a mi lado.
—¿Qué se supone que debemos decir en tres? —preguntó Desmond.
Sonreí.
—Está bien. Lo resolveremos la próxima vez.
Después de que nos alineamos, Faith se acercó sigilosamente a mí,
asumiendo que yo haría el tiro de nuevo. Dobló las rodillas en disposición, los
ojos se entrecerraron y los labios se curvaron en una sonrisa.
Maggie llamó a la jugada, y yo giré alrededor de Faith, corriendo hacia la
zona de anotación, con todas las personas de su equipo persiguiéndome. Por el
rabillo del ojo, vi a Maggie arrojar la pelota a Desmond, quien la apretó contra
su pecho como si estuviera hecha de oro, y salió corriendo, con las piernas
agitándose furiosamente.
Levanté los brazos en señal de victoria, gritando mientras cruzaba la zona
61 de anotación. Corriendo hacia él, lo levanté y lo arrojé al aire mientras nuestro
equipo gritaba y saltaba.
Faith, acompañada por Keisha, observó con grandes sonrisas mientras yo
chocaba los cinco con todos los que me rodeaban. Faith sacó su teléfono y nos
pidió que posáramos para una foto. Desmond y Maggie me flanqueaban, sus
delgados brazos me rodeaban mientras yo me arrodillaba en medio de todos los
niños.
Keisha me entregó un rotulador.
—¿Te importaría firmar el balón? Lo guardaremos en el salón de clases en
nuestro estante especial.
—Oh, hombre —dijo Maggie—. Esa era mi pelota favorita.
—¿Puedo enviar al centro algunas más para reemplazarla? —pregunté.
Keisha asintió de inmediato.
—Estaríamos muy agradecidos, gracias.
—¿Que más necesitan? —pregunté, garabateando mi nombre sobre la
superficie de la pelota.
Cuando levanté la vista, Faith miró con una sonrisa atenta. Joder si no
amaba esa sonrisa y el hecho de que se la hubiera puesto en la cara.
Keisha tomó la pelota cuando se la entregué.
—Cualquier material deportivo que puedan compartir todos los niños es
el que más se utiliza. Bates, pelotas para cualquier deporte, guantes, cuerdas
para saltar. Lo que sea, les encanta.
—Lo tendrás —le dije.
Ella me dio una cálida sonrisa.
—Gracias, Dominic. Los niños hablarán de esto durante todo el año. —
Luego se volvió hacia Faith—. Hablando de grandes eventos, recibí la invitación
para el Black and White Ball.
Faith sonrió.
—¿Puedes venir?
Keisha asintió.
—No me lo perdería. Le quitaré el polvo a mi vestido elegante. —Ella me
sonrió—. Faith patrocina una mesa en la recaudación de fondos del Equipo Sutton
e invita a diferentes directores de programas de los lugares que han recibido
subvenciones anuales del Equipo Sutton. Es uno de mis eventos favoritos todos
los años.
—Es nuestro principal evento de recaudación de fondos —explicó Faith—
. La mayoría del equipo se presenta y hacemos una subasta silenciosa entre
algunas otras cosas.
62 —Y este es tu gran año —dijo Keisha, empujando a Faith con el codo.
Metió un mechón de su cabello detrás de su oreja.
—Es solo un discurso rápido.
—Deja de ser tan modesta. —Keisha negó—. Serás una directora increíble,
Faith.
Faith me miró bajo las pestañas, estudiando cuidadosamente mi rostro. Y
no podía culparla por cómo había actuado.
Antes de que pudiera decir algo o estudiar más la reacción de Faith,
Maggie tiró de mi mano. Me agaché hasta su altura.
—¿Qué pasa?
Ella inhaló, reuniendo visiblemente su coraje.
—Gracias por dejarme ser el mariscal de campo.
—De nada. —Me di cuenta de que quería abrazarme, pero levanté mi
mano para chocar los cinco. Si esta pequeña niña con el brazo grande y los ojos
enormes me abrazara, estaría perdido. Maggie chocó mi mano con la suya.
—Los chicos nunca me dejan lanzar la pelota —dijo en voz baja.
—Apuesto a que lo harán ahora. —Le revolví el cabello—. No olvides
poner ese pie atrás, ¿de acuerdo? Mantén tu codo adentro.
Sonrió.
—Voy a jugar al fútbol algún día. Ya verás.
Sus palabras atravesaron directamente una pequeña abertura en mis
costillas, y sentí el lento siseo del aire salir de mi cuerpo.
—Te creo —respondí en voz baja. Mientras ella iba hacia el patio de
recreo, quería escapar de ese patio de la escuela y no mirar atrás. Todo eso,
incluso las partes buenas, me hizo sentir extrañamente en carne viva. El más
mínimo toque en esa área, y sangraría durante días antes de que pudiera
comenzar a sanar.
Cuando me puse de pie, sentí la mirada de Faith sobre mí. Keisha todavía
estaba hablando con Faith sobre la cena elegante en la que ella sería el centro
del escenario. Entonces Keisha miró su reloj.
—Oh, rayos y centellas, tengo que volver a mi oficina para una reunión.
Mis ojos se fijaron en el rostro de Keisha.
—¿Que acabas de decir?
Se rió.
—Le robé eso a Faith. Ella siempre lo dice.
Faith se encogió de hombros, dándome una mirada extraña mientras la
miraba.
—Estoy con demasiados niños a la semana. Si no encuentro formas
63 creativas de decir palabrotas, me despedirían muy rápido.
Si pensaba que me había sentido mal antes, no era nada comparado con
cómo me sentía ahora. Nunca había escuchado esa frase en ningún otro lugar
excepto de una persona. Mi corazón latía erráticamente mientras miraba la línea
del cuello de Faith, debajo de la oscura cortina de cabello que cubría sus
hombros. No pude ver una cadena dorada, pero con la forma en que caía el
escote de su camisa, eso no era demasiado sorprendente.
—Yo-yo también tengo que irme —dije.
Faith me dio una sonrisa vacilante.
—Espero que no haya sido tan malo. Sé que a los niños probablemente les
encantaría volver a verte.
Pero no me atreví a responder.
Asentí, pasando junto a ella hasta la puerta de malla metálica que separaba
el patio de la escuela del estacionamiento.
Apenas podía sacar mi teléfono lo suficientemente rápido, desplazándome
a la aplicación de mensajería y haciendo clic en la foto de perfil de Turbo. No se
veía ni un solo mechón de cabello en la imagen, nada que pudiera comparar
definitivamente con Faith. Solo la línea de su cuello. La curva de su mandíbula.
Cuando levanté la cabeza, Faith estaba de pie en el patio de recreo,
mirándome, protegiéndose los ojos del sol.
Y ella se quedó así mientras yo encendía mi camioneta y salía del lugar,
mi corazón latía con fuerza y mi mente se aceleraba.
Si Faith era Turbo, Turbo era Faith, entonces yo había sido el idiota más
grande del mundo con la única persona que me había hecho la vida soportable.
Y no estaba seguro de qué hacer con eso hasta que supiera si era cierto.

64
Faith

L
a salida de Dominic, por no mencionar su increíble visita con los
niños en el centro, difícilmente podría conseguir entenderlo en mi
cabeza antes de que mi teléfono sonara en la oficina. Encontré un
banco tranquilo al sol y atendí la llamada.
—Habla Faith.
—¿Viste el correo electrónico? —preguntó mi asistente. La emoción
entrecortada de Kim me hizo sonreír, incluso si no tenía ni idea de lo que estaba
hablando.
—No, estoy fuera con Keisha. Tuvimos una visita de los jugadores en el
último minuto.
65 Ella hizo una pausa.
—Eso no estaba en tu calendario.
—Lo sé, me olvidé de decirte —respondí con una mueca. Solo había sido
la directora oficial durante menos de un año. A veces, olvidaba que se suponía
que debía actualizar a alguien sobre dónde estaba—. Allie me pidió que hiciera
esto personalmente.
—Ah.
—Sí.
—O es un alborotador o está buscando escribir un gran cheque.
Me reí.
—Lo primero.
—¿Quién es?
Su tono no era malo, pero llegó a ese tono bajo y emocionado, del tipo que
escuchas cuando alguien busca algún chisme jugoso. No solo eso, sino que
todavía estaba desconcertada por lo que había presenciado y lo genial que había
sido con los niños, considerando que era tan amigable como un cactus. Hablar
mal de él no se sentía bien, de alguna manera.
—Kim —le dije suavemente—, ¿me llamaste por un correo electrónico?
Su comportamiento cambió como un interruptor.
—Claro. Perdón. —Kim se aclaró la garganta—. Recibimos tres grandes
donaciones hoy, ni siquiera relacionadas con la cena, y podemos financiar todas
las solicitudes recibidas durante los próximos seis meses.
Sonreí.
—Eso es genial. ¿Incluso el proyecto de teatro comunitario?
—Incluso eso.
Habíamos perfeccionado nuestra misión en el Equipo Sutton para
enfocarnos en programas extracurriculares para niños en la escuela primaria y
secundaria en áreas de bajos ingresos, donde las actividades extracurriculares
eran demasiado caras. Las habilidades que los niños aprendieron al practicar
deportes, participar en obras de teatro y obtener ayuda adicional con la lectura
tuvieron un impacto duradero en el resto de su vida.
—Necesitan una gran renovación en ese gimnasio para poder comenzar el
programa —dije, poniendo mi teléfono en el altavoz y pasando a mi correo
electrónico para poder revisar las donaciones. Dos eran de jugadores de los
Wolves y uno de una actriz conocida que se había mudado a Seattle hace un par
de años. Tendría que acercarme a ella y enviarle un agradecimiento porque su
cheque tenía muchos ceros.
Qué trabajo tan extraño tenía.
La voz de Kim interrumpió.
66 —¿Volverás a la oficina esta tarde?
—Sí, estoy yendo en breve. Necesito hacer un seguimiento de algunas de
las nuevas solicitudes de fondos porque se olvidaron de incluir sus estimaciones
de los proveedores.
—Faith —reprendió—. Eso ya no es algo que tengas que hacer. Quizás
cuando eras pasante.
—Lo sé, lo sé. Gracias, Kim.
Pude escuchar la sonrisa en su voz cuando respondió.
—¿Así que todavía podrás asistir a la reunión de las tres?
Me cubrí la cara con la mano porque me había olvidado por completo.
—¿Me recuerdas eso otra vez?
Se rió.
—Finalizar los artículos de la subasta silenciosa para la cena. Es posible
que tenga que contactar a los antiguos donantes para algunos más. Creo que tu
padre está viniendo también.
—Claro. Esa reunión. —Con un vistazo a mi reloj y una ruta de GPS mental
de cuánto tiempo me tomaría volver a las oficinas del Equipo Sutton, solté un
suspiro lento—. Sí, debería estar allí en un montón de tiempo.
—Hasta pronto, jefa —dijo y colgó.
Con mi teléfono todavía en mi mano, vi una notificación de Nick y sonreí.
Cuando hice clic en él, vi que había llegado justo antes de que Kim llamara.
NickelRompeLadrillos: ¿Cómo va tu día? Necesito que alguien tenga un
día más emocionante que el mío.
ChicaTurbo: No está mal hasta ahora. Tengo que hacer las cosas
divertidas esta mañana. Ahora tengo que ir a hacer las aburridas reuniones.
Comenzó a enviar mensajes, y la vista de los puntos danzantes hizo que mi
ritmo cardíaco se acelerara. Rara vez nos conectamos en el momento.
NickelRompeLadrillos: Sabes, nunca me has dicho realmente qué es lo
que haces. Todavía estabas en la escuela cuando nos “conocimos”.
Con una exhalación cargada, entrecerré los ojos hacia el cielo brillante. Él
estaba en lo correcto. Nunca se lo había dicho a propósito. Estaba esta cuenta, la
que no tenía ni una pista de quién era yo, y estaba mi cuenta oficial de Faith
Pierson, directora del Equipo Sutton, una cuidadosamente seleccionada por el
equipo de relaciones públicas de la fundación. Nunca había tenido nada que ver
con eso, lo cual me quedaba bien, pero con Nick preguntándome así, sentí que
estaba… mintiendo.
¿Cómo hizo Tom Hanks para que pareciera tan fácil en You’ve Got Mail?
Probablemente porque era Tom Hanks. Y cuando recibí reacciones como la
abierta hostilidad de Dominic Walker, solo sirvió para hacerme mucho más
67 cautelosa para ser honesta.
Dando golpecitos con el pulgar en el costado de mi teléfono, reflexioné
sobre lo que podía decir.
ChicaTurbo: Trabajo para la organización que fundó mi madrastra. Yo era
joven cuando se casó con mi papá, así que siempre estaba en las oficinas. Fue un
ajuste natural para mí, supongo. Después de la universidad, me hice cargo de la
oficina. La mayoría de la gente lo vería como un trabajo de escritorio aburrido
con mucho papeleo y reuniones, pero me gusta lo que hacemos.
NickelRompeLadrillos: ¿Pero esta mañana no fue aburrida?
ChicaTurbo: De hecho, tuve que jugar un poco al fútbol. Mi equipo
perdió, pero lo hicimos lo mejor que pudimos.
Los puntos volvieron a aparecer y luego desaparecieron. Eso sucedió dos
veces más. Cuando miré el reloj para ver cuánto tardaba en responder, me di
cuenta de que había estado sentada demasiado tiempo.
—Oh, rayos y centellas —susurré. Nick tendría que esperar, pensé
mientras metía mi teléfono en mi bolso y salía hacia el estacionamiento. Aun así,
llegaría a la reunión con suficiente tiempo siempre que el tráfico no fuera tan
malo en el camino de regreso a la oficina.
Metiendo mi llave en el encendido, la giré… y nada.
Mi auto no arranca.
La saqué y la miré como si fuera a darme una explicación, luego traté de
comenzar de nuevo. Nada.
—Oh, vamos —gemí. Le envié un mensaje de texto a Kim y le dije que
podría llegar tarde y salí del auto. Primero me quité la chaqueta, luego tiré de
una cinta para el cabello de mi consola y me recogí el cabello en una cola de
caballo desordenada mientras caminaba para abrir el capó de mi auto.
Abrí mi teléfono y marqué el número de mi papá. Estaba en el medio de
ayudar con el reclutamiento, buscando agentes libres como Dominic, para la
próxima temporada en Washington, pero recuperó el primer anillo.
—Hola, Turbo —dijo, pero su voz sonaba distraída—. ¿Qué pasa?
—Mi auto no arranca. —Miré el motor—. Creo que es la batería, pero no
estoy segura.
—Mierda. ¿Estás en la oficina? Alguien podría darte un aventón, ¿verdad?
Me froté la frente.
—No, estoy en el centro comunitario de Keisha. No tengo exactamente
cables de puente en mi auto.
El silencio de mi padre me hizo estremecer.
—¿Dónde están?
—Los saqué porque tenía todos esos baldes del evento en el lavado de
68 autos. Creo que están en la encimera de mi cocina.
—Faith. —Suspiró—. Esta es una de las reglas de mi familia. Siempre
guardar…
—Cables de puente en el auto —terminé—. Lo sé. Entraré y veré si Keisha
tiene algo. Solo quería hacerte saber que podría necesitar una batería nueva, ya
que esto también sucedió la semana pasada.
—¿Estás segura de que no necesitas que vaya a buscarte?
—No, no quería que te asustaras si llego tarde a esa reunión sobre la cena
de la fundación. Kim dijo que estarías allí.
Mi papá suspiró de nuevo, un sonido que me hizo sonreír porque lo
escuchaba todo el tiempo. Entre mi hermana Lydia y yo, de veinte años, era lo
que más oímos, en realidad. Y si yo fuera la princesa que hace el bien (según un
jugador de fútbol malhumorado), entonces mi hermana menor sería la que en
realidad haría que mis padres perdieran la cabeza. Vivía para causar problemas.
—Bueno, avísame si cambias de opinión acerca de la ayuda.
—Te amo.
—También te amo —respondió con brusquedad.
Justo cuando estaba metiendo mi teléfono en los bolsillos de mi pantalón
para ir a pedirle a Keisha un aventón, el sonido familiar de una camioneta ruidosa
me hizo detener. Porque escuché que la camioneta salió del estacionamiento del
centro comunitario no hace mucho tiempo. Protegiéndome los ojos del sol, vi a
Dominic Walker regresar al estacionamiento.
Sus ojos estaban cubiertos por lentes negros de aviador, y cuando
desaceleró junto a mi auto, no importaba que no pudiera decir hacia dónde
miraba porque sentí su mirada como si recorriera un dedo por mi columna.
¿Cómo lo había descrito antes? Un animal peligroso.
Cuando apagó el motor y salió de su camioneta, no dijo una palabra
mientras se acercaba a pesar de que se quitó las gafas de sol.
Debido a que era mucho más alto que yo, tuve que inclinar la barbilla para
mirarlo. Dominic era tan grande, en todas partes. Sus hombros, la longitud de
sus brazos, la amplitud de su pecho y sus manos. Él era simplemente…
impresionante.
—¿Olvidaste algo? —pregunté. ¿Por qué fue difícil pronunciar esas
palabras? Sentí que mis pulmones se quedaban sin aire, nada que respaldara mi
capacidad para hablar con facilidad.
Él todavía no respondió, pero vi que sus ojos se enganchaban en la cadena
de oro que descansaba sobre mi pecho, el colgante pegado a mi piel.
Su pecho se expandió silenciosamente y me encontré conteniendo la
respiración. Mis hombros estaban desnudos porque me quité la chaqueta y me
eché el cabello hacia atrás.
69 —¿Necesitas una mano? —dijo con una voz ronca y retumbante.
Mi corazón dio un vuelco ante la implicación. No había tenido una… mano
en mucho tiempo. Ni siquiera una buena para el caso. Y mis palmas se pusieron
un poco sudorosas cuando traté de imaginarnos. Haciendo eso. Excepto que no
salía con jugadores de fútbol porque… reglas. Reglas importantes por razones
importantes que me esforcé mucho en recordar cuando me miró así.
—¿Qué? —pregunté, con la voz entrecortada.
Alzó una ceja con ironía.
—¿El auto?
Parpadeé.
—Sí. Creo que sí.
Dominic hizo un gesto hacia mi vehículo.
—¿Cables?
—En la encimera de mi cocina —dije tímidamente.
Entrecerró los ojos, pero no dijo nada. Cuando se dirigió a la parte trasera
de su camioneta y abrió la caja de seguridad plateada en la base de atrás, me
froté la nuca. Todavía no había dicho por qué regresó.
Y de repente, me encontré bastante desesperada por averiguar por qué.
Dominic

A
l estar cerca de ella, con casi un cien por cien de certeza de que era
Turbo, mis manos apenas podían dejar de temblar mientras sacaba
los cables de puente de la caja de seguridad de mi camioneta.
¡Dile, dile!, gritó el ángel en el hombro.
Brevemente, miré hacia donde estaba esperando junto al capó de su auto,
pero mantener esa mirada breve tomó toda la disciplina que había
perfeccionado como atleta. No quería mirarla directamente. Quería devorar
cada centímetro de ella con un estudio minucioso, esta mujer que se había
convertido en una de mis amigas más cercanas en los últimos años.
Todo tenía sentido. Cada parte de ella.
70 Faith Pierson era una ayudante. Quería formas prácticas de dar, hacer y
servir. Y me recordó de la primera conversación que habíamos tenido, en la que
respondió a un comentario que había dejado en las redes sociales de Woodland
Park Zoo, preguntando por el koala. Ella ni siquiera era una voluntaria oficial si
lo recordaba correctamente, pero su amiga trabajaba allí y en ocasiones
ayudaba.
Esta mujer, que organizaba partidos de fútbol americano con banderas
para niños pequeños, cuando probablemente debería haber estado sentada
detrás de su elegante escritorio, tenía un corazón del tamaño del monte Rainier.
Mis ojos se cerraron con fuerza mientras pensaba en todas las cosas que
le había dicho y las formas en que me había burlado. Mi puño se curvó alrededor
de los cables de puente mientras me preparaba para caminar de regreso en su
dirección.
Si ella era Turbo, no merecía respirar el mismo aire que ella. Tantos
niveles nos separaron, y ni siquiera fue su educación frente a la mía. Faith era
una buena persona, y yo era el tipo que siempre escuchaba al tipo de las
horquillas y los cuernos mientras susurraba a mi subconsciente. Derribaban
todas esas cosas buenas que me rodean antes de que pudieran lastimarme.
En ese momento, la vergüenza fue tan potente como lo había sido en el
vestuario de Washington. Hizo que mi lengua se congelara instantáneamente, las
palabras se atascaron en mi garganta como un atasco de tráfico. ¿Qué podría
decir?
Estaba esperando, con las manos en las caderas, el cabello recogido y los
ojos astutos por el estudio.
—¿Por qué volviste? —preguntó.
Mis labios se tensaron en una línea.
—Yo, eh, necesitaba comprobar si olvidé algo.
La mentira era… más o menos no era una mentira.
Quería volver para comprobar algo. Sobre ella. Sentado en mi camioneta,
a dos minutos de la carretera, apenas lo había pensado cuando llegó su respuesta
de que se había pasado la mañana jugando al fútbol.
En no menos de tiempo del que me tomó tomar un respiro, salí del
estacionamiento y volví mi camioneta hacia el centro comunitario.
Es ella.
Es ella.
Es ella.
Y en el segundo en que la vi, aún tan hermosa como antes, pero de alguna
manera más hermosa porque también era la otra versión de ella que conocía, mi
corazón se puso en marcha de una manera que nunca había experimentado.
71 Por primera vez en mi vida, imaginé cómo la saludaría si realmente
sintiera felicidad al verme en lugar de una cautela inmediata. Deslizaría mis
manos en su cabello oscuro y sedoso. Inclinaría su cara hacia la mía, la
apretujaría contra el capó de su auto y deslizaría mis labios sobre los suyos.
Saboreaba la línea de su boca rosada hasta que se abriera de par en par, y
pudiera usar mi lengua y sentir sus manos en mi espalda.
Pero en el segundo en que me diera esa mirada, esa mirada del pequeño
sol radiante de oh, mierda, ahora qué, la imagen se disipó como el humo. Porque
Faith Pierson no estaba emocionada de verme. Ella podría haber sido mi tipo
antes de que supiera quién era, pero claramente yo no era el de ella.
Porque yo había sido el mayor idiota del mundo con ella. Por ninguna otra
razón que pertenecer a la familia en la que nació.
Mientras me miraba, enganché los cables de puente a su auto y pensé en
lo que debería, o podría, decir.
No había forma de decirle quién era yo, todavía no. Y cuando percibí una
bocanada de su champú brillante y afrutado mientras se inclinaba más cerca,
supe que no quería terminar con esta interacción. Fue demasiado rápido.
Me enderecé, quitando los clips de su batería.
Miró el motor y luego a mí.
—Creo que funcionan mejor cuando están pegados.
Tragando mi impulso de reír, levanté la barbilla al asiento del conductor.
—Quiero que intentes prenderlo de nuevo. Asegurémonos de que sea la
batería, no el motor de arranque.
Faith me inmovilizó en su lugar con esos grandes ojos suyos, y la mirada
interrogativa en ellos hizo que mi garganta se secara como el maldito desierto.
No solo cuestionando lo que estaba haciendo, sino también cuestionándome. Y
no puedo culparla.
Hasta ahora, no le había dado absolutamente ninguna razón para confiar
en mí.
—Mi batería también tuvo problemas la semana pasada —dijo, sin hacer
ningún movimiento para entrar en el auto.
—¿Puedes intentarlo? —Cuando sus labios se movieron, agregué—: Por
favor.
—Bueno, mira quién encontró algunos modales hoy —murmuró. Mientras
se subía a su auto, que probablemente costaba más que la casa de mis padres
cuando lo compraron, vi el borde de una sonrisa en su bonita cara.
Una vez más, la visión de esa sonrisa me hizo cosas locas. Era el tipo de
sensación que solía tener jugando al fútbol. Haciendo una gran atrapada.
Anotando un touchdown. Y ahora, podría agregar hacer sonreír a Faith Pierson a
la lista.
72 Mientras esperaba, giró la llave en el encendido, pero ni siquiera hubo un
intento de que el motor girara. Levantó las manos.
—¿Escuchaste el clic? —pregunté.
Asintió.
—Es tu motor de arranque, no tu batería.
Su rostro se arrugó en una mueca adorable, y mierda, estaba pensando en
palabras como una mueca adorable.
Con qué rapidez habían cambiado las mareas.
—Bueno, supongo que no quería ir a mi reunión de esta tarde de todos
modos —dijo, saliendo del auto y uniéndose a mí mientras cerraba el capó.
—Puedo llevarte al trabajo.
Sus cejas oscuras, de alguna manera tan expresivas como sus grandes
ojos, se alzaron con sorpresa.
—¿Me llevarías al otro lado de la ciudad? —preguntó, claramente
escéptica.
Apoyando mi cadera contra la parte delantera de su auto, le di una leve
sonrisa.
—Pensé en hacerte caminar, pero… creo que tu mamá realmente me
cazaría después de eso.
Faith se colocó un mechón de cabello detrás de la oreja, un gesto que la
había visto hacer algunas veces.
Su cabello se veía tan suave. Si frotara esa pieza entre mis dedos, se
sentiría como seda. Y así, todo lo que quería hacer era enterrar mi nariz en él,
llevar su aroma a mis pulmones y estar junto a su auto bajo el sol de la tarde y
escucharla hablar sobre todas las cosas sobre las que normalmente enviábamos
mensajes.
Ya sabía mucho sobre ella.
Amaba a sus padres y todavía se estaba acostumbrando a su promoción
en el trabajo.
Si tuviera la opción, trabajaría con animales o niños, ensuciándose y
sudando todos los días porque eso le traía alegría.
Odiaba las patatas fritas, lo que en mi opinión era un crimen, pero le
encantaba comer cereales para la cena, lo que teníamos en común. Y ninguna de
esas cosas podría ayudarme en este momento cuando ella todavía no podía
entender por qué yo querría ser amable con ella.
Como si pudiera decirle la verdad. Que ella era el único punto brillante
de mi vida después de la muerte de Ivy. Que era la única mujer con la que había
compartido algo real.
Todas las demás mujeres de mi vida habían estado allí para una
73 interacción sin sentido, de la que seguirían adelante tan rápido como yo. Y frente
a mí estaba la única persona que entendía quién era yo debajo de todo eso.
Y no tenía ni puta idea de que era yo.
La punta de su cabello se enganchó en su collar cuando apartó la mano e
hizo una mueca.
No pude evitarlo cuando mis dedos comenzaron a hormiguear con la
necesidad de tocarla. Me paré y la enfrenté.
—Lo tengo —dije en voz baja—. No quieres romper la cadena.
Faith se quedó quieta cuando mi dedo rozó el costado de su cuello. Con
cuidado, deslicé mi dedo por debajo de los delicados eslabones dorados,
tirando suavemente hasta que el amuleto se liberó de debajo de su camisa.
Mi corazón se aceleró detrás de mis costillas cuando mi mirada se fijó en
el delicado rizo de la parte superior del caparazón del caracol.
Era ella. De manera inequívoca.
La había encontrado sin siquiera intentarlo. Sin siquiera querer
arriesgarme a encontrarla, de arruinar esa amistad perfecta en mi vida.
Y cuando su pecho subió y bajó en una inhalación temblorosa, me di
cuenta de que yo no era el único afectado por esto. Faith estaba mirando mi
garganta, sin siquiera intentar hacer contacto visual. Mientras desenredaba
suavemente su cabello de la cadena, me permití un momento para disfrutar de
la suavidad fresca y resbaladiza contra mi piel.
—Listo —dije en voz baja.
Faith me miró fijamente, con la boca ligeramente abierta, la confusión
estampada en sus bonitos rasgos.
—Gracias.
Tarareé, estudiando el collar de nuevo. Si arriesgaba algo más, no sería
nada tan audaz como lo que acababa de hacer.
Un juego de niños, considerando lo que quería hacerle.
No tomaría solo horas en una cama con ella porque era mucho más grande
que el sexo. Días. Necesitaría días o semanas de tiempo completo con Faith.
Verla despertar, saber cómo se veía cuando salía de la ducha, sentir la textura
de su piel contra mi lengua y enrollar mis dedos entre los suyos mientras la
sostenía, enrollar mi cuerpo alrededor del suyo para ver cómo encajábamos
cuando nos ganaba el sueño.
Tal vez debería haberme asustado de la rapidez con que mis sentimientos
hacia ella podrían pasar del desdén al deseo desenfrenado. Pero ahí estábamos.
E incluso si Faith estaba confundida por el cambio en mis acciones, también lo
sintió.
Algo palpable existía entre nosotros, algo lo suficientemente fuerte como
74 para sentir que podría agarrarlo con ambas manos. Abrió la boca para decir algo
y me encontré conteniendo la respiración para escuchar lo que podría ser.
—¿Todavía están aquí? —La voz de Keisha irrumpió entre nosotros y Faith
parpadeó rápidamente.
En mi cabeza, maldije por la intrusión, pero tal vez fue para mejor.
—Mi auto no arranca —dijo Faith—. Dominic lo estaba revisando por mí,
pero voy a necesitar que alguien me lo lleve más tarde.
—Me dirijo de regreso a Kirkland —dijo Keisha—. Tengo una reunión en
aproximadamente una hora. ¿Quieres que te deje en algún lugar?
Contuve la respiración cuando Faith me dio una rápida mirada debajo de
sus pestañas.
—Sí, gracias, Keisha. Eso sería genial.
—Supongo que me gustaría viajar con alguien además de mí también —
dije secamente.
Y no puedo culparla. Realmente no.
Faith me dio una pequeña sonrisa.
—Sin embargo, agradezco tu ayuda. Gracias por ofrecerte.
—En cualquier momento —le dije. La forma en que sus mejillas se
sonrojaron de un dulce color rosa, supe que ella escuchó el doble significado.
Las dos mujeres regresaron al auto de Keisha y, con las manos en los
bolsillos, las vi entrar.
Algo oscuro y poderoso me llenó, algo que hizo que el diablo en mi
hombro susurrara en mi oreja. ¿Podría ganarla así? ¿Podría conquistarla como
yo? Con la mala actitud y el comienzo terrible, con los tatuajes y la forma en que
salí furioso de la oficina de su madre.
Faith me dio una última mirada de curiosidad a través del parabrisas, y
cuando el sol brilló en la cadena dorada que descansaba contra su cuello, supe
qué voz iba a escuchar.

75
Faith

—¿C ómo que no quieres ir? Siempre vemos juntos los


primeros días de estos mini campamentos. —Mi padre,
de pie al otro lado de la isla de la cocina, se cruzó de
brazos y me dirigió esa mirada que se le daba tan bien y que yo odiaba tanto—.
Es la tradición.
Jugueteé con mi collar.
—Es que... ¿No puedo faltar este año? Tengo mucho que hacer en la oficina
hoy.
Sus ojos se entrecerraron. Allie salió de su dormitorio, y él se ablandó lo
suficiente para que ella le diera un suave beso. Ella me dirigió una mirada.
76 —¿No vas a venir al campamento? Es la tradición.
Oh, ¿qué podría decirles que no fuera una mentira descarada y llena de
mierda?
Cualquier respuesta sincera pondría a mi padre en órbita. Bueno, papá,
me imaginé diciendo, hay un jugador imbécil que se metió en problemas el primer
día, y todo el mundo lo odia. Para mí fue un completo imbécil desde el momento
en que nos conocimos, pero ayer pasó algo en ese estacionamiento, y ese algo
fue más excitante que el ochenta por ciento de las veces que me había acostado
con alguien. Y ahora no quiero volver a enfrentarme a él porque anoche me
sorprendí soñando con él. Definitivamente fue un sueño con clasificación NC-17,
que implicaba una cama de camioneta y cables de arranque y una fina cadena
de oro en sus grandes, grandes manos.
Así que no, no quería ir a ver el mini campamento de entrenamiento.
No quería quedarme en la línea de banda mientras él hacía cosas
físicamente impresionantes que me hacían querer romper mis reglas sobre salir
con jugadores de fútbol.
Por eso, por primera vez en mi vida, no quería tener nada que ver con los
Washington Wolves.
Cuando Allie se aclaró la garganta, tuve que alejar mis pensamientos,
porque mis padres me miraban expectantes.
—Saben que me encanta ir a los primeros minicampamentos —les dije,
hablando despacio, para no decir ninguna mentira descarada. Y era cierto: había
estado en todos desde que tenía unos seis años. Tal vez incluso antes. Cuando
me sentaba en los laterales y veía a mi padre alinearse con los nuevos jugadores
para realizar algunas juagadas amistosas. Era la tradición Washington, y me
encantaba.
El equipo había estado en mi sangre incluso antes de que Allie llegara a
nuestras vidas.
Pero ni una sola vez un jugador que llevara una de esas camisetas rojas y
negras me había hecho sentir como lo hizo Dominic en aquel estacionamiento.
Los chicos del Campo Uno, que querían meterse en los pantalones de Lydia y en
los míos simplemente por ser quienes éramos, eran los más fáciles de ignorar.
Eran la razón por la que tenía una de mis reglas. Había creado la regla por un
tipo como ese. Los jugadores del Campo Dos, los que nos veían como seres
asexuados a los que nunca tocarían ni en un millón de años, nunca intentaron
sacarnos una reacción.
Pero ahora sabía que Dominic no encajaba en ninguno de los dos.
Dominic Walker no me había mirado como si fuera algo asexual. No, me
miraba como si fuera la cosa más jugosa y deliciosa que hubiera visto nunca, algo
dulce que quería devorar.
Si Keisha no se hubiera ido, habría aceptado su oferta. Habría roto mi
77 regla, y no había forma de mentir sobre ello, ni siquiera a mí misma. Era lo menos
parecido a Faith que podría haber hecho, y eso me daba mucho miedo.
Mi padre habló, y una vez más, tuve que arrancarme de la horrible,
horrible dirección de mi cerebro.
—Hablamos de esto la semana pasada, y dijiste que te habías despejado
la mañana en el trabajo. —La obstinación de su mandíbula hizo que Allie sonriera
ligeramente. Ambas lo reconocimos.
—Dije eso, ¿no? —Intenté escapar de la situación. El dobladillo de mi
camiseta se enrolló con fuerza alrededor de mi dedo, otro gesto nervioso que ni
siquiera me había dado cuenta de que estaba haciendo. Concentré mi energía
en esa pequeña mancha de algodón blanco. Todos llevábamos nuestra ropa de
los Wolves, mi padre con una camiseta de manga larga y un jean oscuro, Allie
con una camiseta de tirantes y una americana negra, pantalón negro ajustado y
zapatos rojos, y yo con mi camiseta blanca ajustada y mi jean con agujeros en las
rodillas. Solo por el vestuario, deberían haberme llamado la atención por mis
tonterías cuando me presenté a nuestro tradicional desayuno de tortitas antes de
ir a las instalaciones de prácticas.
—Al menos ven una hora —sugirió Allie—. Si tienes responsabilidades en
la oficina, lo entendemos. —Le dirigió a mi padre una mirada mordaz mientras
lo decía.
Él suspiró, dejando caer un beso en su frente mientras se movía para
rellenar su café.
—Siempre confabulan contra mí.
Resoplé.
—¿Estás sugiriendo que Lydia siempre está de tu lado?
Inclinó la cabeza.
—Buen punto.
Allie miró su reloj.
—Hablando de tu hermana. ¿Puedes bajar a su habitación y decirle que
tenemos que irnos pronto? Durmió aquí anoche.
—Tiene veinte años. Sabe leer un reloj perfectamente.
Mi padre me miró.
—Bien. —Suspiré. Mientras salía de la cocina y bajaba las escaleras para
encontrar la habitación de Lydia, tuve la extraña sensación de que mi hermana
seis años menor probablemente manejaría este dilema mejor que yo. Desde el
momento en que nació, parecía tener a la especie masculina envuelta en su dedo.
Nadie la miraba como si fuera asexual, ni siquiera los chicos del Campo
Dos. Simplemente no intentaron hacer nada al respecto. Tal vez porque el padre
que no teníamos en común genéticamente, Allie, había bendecido a mi hermana
78 menor con el aspecto de diosa por el que se había hecho famosa a los veinte
años.
La habitación de Lydia estaba inmaculada, lo que me sorprendió tanto
como cualquier otra cosa, porque normalmente parecía que su armario había
vomitado por todas partes. Desde su antiguo baño, escuché el suave sonido de
su risa. Cuando abrí la puerta con cuidado, negué ante lo que vi.
Estaba grabando un vídeo frente al espejo, girando su cuerpo en varios
ángulos para mostrar su corto short, su camiseta ajustada de los Wolves que
había cortado para mostrar su estómago. En las piernas llevaba unas botas
negras hasta la rodilla.
Cuando terminó el vídeo, su actitud se relajó y sus ojos azules encontraron
los míos en el espejo.
—Dios mío, estás viva —dijo.
Sonreí.
—He estado ocupada, lo siento. —Entrando en el baño, tomé un tubo de
lápiz labial rojo brillante—. Es bonito.
Lydia me estudió en el espejo, y cuando suspiró dramáticamente, supe
que mi atuendo le parecía deficiente.
—Te quedaría de muerte, si te lo propusieras.
Pasé las manos por la parte delantera de mi cuerpo.
—Este es mi intento, hermanita. No necesito mostrar al mundo mis
esfuerzos.
—¿Esto? —Levantó su teléfono—. Así es como me gano la vida, gracias.
Una publicación con estas botas probablemente me embolsará unos diez mil.
—Buen Señor —murmuré—. Estoy en el negocio equivocado.
—O —dijo—. No estás aprovechando tu experiencia de una manera que
podría beneficiar a todas tus organizaciones benéficas. —Besó el aire junto a mi
mejilla, saliendo del cuarto de baño en una nube de cabello rubio bellamente
rizado y un escote que hará que papá suspire fuertemente al verla.
—Mis organizaciones benéficas no necesitan que publique mis modelitos
para ganar dinero.
Se detuvo en su tocador, añadiendo una pila de pulseras de oro alrededor
de su muñeca.
—¿Cuántos seguidores tiene la cuenta del Equipo Sutton?
—No tengo ni idea.
—Deberías. —Se inclinó hacia atrás, estudiándose en el espejo—. ¿Cómo
me veo?
Sin quererlo, sonreí.
—Gloriosa. A papá le va a dar un infarto.
79 Lydia se rió.
—No. Creo que hizo las paces con esto cuando superé los dos millones de
seguidores y ese tipo apareció en la puerta de la casa esperando para
proponerme matrimonio.
Me quedé con la boca abierta.
—¿Cuándo fue eso?
Se encogió de hombros, limpiando el borde de sus labios.
—Hace un par de meses.
Crucé los brazos sobre el pecho.
—Lydia.
Igualó mi postura.
—Faith.
—Tienes que tener cuidado.
—Lo sé, lo sé. Ahora vigilo lo que publico sobre los lugares, créeme. —
Me dio una sonrisa malvada—. No es que tenga que preocuparme hoy. Rodeada
de hombres grandes, fuertes y musculosos. —Se estremeció—. Me encanta esta
tradición familiar, aunque la regla de las citas te impida divertirte demasiado.
—¿Por eso estás tan arreglada?
—Sí.
Con una sonrisa, volví a negar.
—¿Por qué haces que parezca tan sencillo?
Lydia recogió su bolso y volvió a encogerse de hombros.
—Porque lo es. Simplemente me gusta mirar. No hay nada malo en ello.
Esa era la diferencia entre mi hermana y yo. A ella le gustaba mirar. Le
encantaba coquetear, aunque no hiciera nada al respecto. Y yo quería
esconderme detrás de pilas gigantes de papel porque un tipo me hacía querer
romper mi regla.
—¿Qué es esa mirada? —preguntó, estudiando mi expresión con una
astucia que no esperaba. Debí dudar lo suficiente porque me agarró del brazo y
emitió un chillido agudo—. Oh, mierda, ¿qué ha pasado? ¿Quién es?
Tiré de mi brazo de su agarre.
—¿Quién es qué?
—Desembucha. Ahora. —Los ojos de Lydia brillaban de emoción, y no
pude evitar sonreír. Incluso esto, ella lo hizo parecer fácil. Sinceramente, si se
hiciera cargo del equipo Sutton, probablemente triplicaría nuestras donaciones
por pura fuerza de voluntad.
—Chicas —gritó papá desde arriba—. Tenemos que irnos.
80 Volvió a tirar de mi brazo.
—Ignóralo. Tenemos mucho tiempo. Faith, habla ahora mismo, porque
nunca tienes buenas historias.
—Tengo buenas historias —protesté.
Las cejas de Lydia se levantaron lentamente.
—Sí, lo he oído todo sobre el bebé canguro, que era súper sexy y todo,
pero tú eres una perra jefa con un máster y unas piernas estupendas y un cerebro
gigante, y no tienes absolutamente nada de acción, lo que me entristece.
—Ugh —gemí—. Bien. Hay un nuevo jugador que es un poco... un idiota,
supongo. O yo creía que lo era. Pero ayer tuvo que pasar el día conmigo en el
centro comunitario.
—¿Dominic Walker? —preguntó.
—¿Cómo sabes eso?
—Veo SportsCenter cada mañana. Es un comodín, pero es muy bueno. Es
casi imposible de defender por lo alto y rápido que es.
De alguna manera, su conocimiento inmediato de él me puso... nerviosa.
Celosa. Porque tuve una sola clase de interacción sexy con él. Pero como se
sentía bien contárselo a alguien, le hice un breve resumen de lo que había
pasado en el estacionamiento.
—Oooooh, sí —susurró, asintiendo lentamente—. Veo esa chispa en tus
ojos. Soy fan total de esto para ti. Está todo duro y tatuado, y te sacaría totalmente
de todas esas zonas de confort que te gustan.
—Lydia —me quejé—. No hay nada de lo que ser fan. Fue muy grosero
cuando nos conocimos. Como si me odiara solo por nuestros padres.
Se encogió de hombros. Otra vez. Todo hacía que mi hermana se
encogiera de hombros.
—No fue reclutado cuando empezó en Las Vegas, y en la universidad,
estoy bastante segura de que fue un jugador sin experiencia. Es el tipo de
hombre que ha tenido que trabajar el triple para demostrar su valía, así que lo
entiendo.
—¿Lo entiendes?
Lydia asintió.
—Todo el mundo subestima a los jugadores así. Los hace aún más
impresionantes cuando pueden dominar su posición.
La miré un buen rato.
—Suenas como mamá ahora mismo. Es raro.
Me dedicó una sonrisa brillante.
—Gracias. Alguien tiene que hacerse cargo del equipo algún día. —De
81 nuevo, con un ligero y despreocupado encogimiento de hombros. Solo las
personas que la conocían bien sabían que esos encogimientos de hombros
escondían un cerebro increíblemente inteligente y un corazón despiadadamente
leal—. También podría ser yo, ¿no?
Le pasé un brazo por el hombro mientras subíamos las escaleras.
—Hermana, nunca dudaría de tu capacidad para hacerlo.
—Así que no vas a ser rara e ignorarlo o algo así, ¿verdad?
—¿Ignorar a quién? —preguntó Allie, reuniéndose con nosotras en lo alto
de las escaleras con una sonrisa—. Están muy guapas.
Papá salió de la cocina y se congeló al ver a Lydia.
—Lydia Alexandra —dijo. Allie le clavó una mirada, y él hizo rodar sus
labios entre los dientes y respiró profundamente—. Estás preciosa.
Ahogué una carcajada. Lydia se acercó y le dio unas palmaditas en los
hombros.
—Gracias, papá. Ya veo lo que te ha costado.
—Odio esta tradición —murmuró, bajo el sonido de la risa de Allie.
Nos metimos en el auto después de que Lydia hiciera un par de fotos para
sus cuentas en las redes sociales y, a medida que nos acercábamos a los campos
de entrenamiento, sentí que el estómago se me revolvía en nudos nerviosos. Los
sonidos de los jugadores resonaban en los campos de entrenamiento, junto con
el alegre parloteo de las familias y el personal de la oficina.
Antes incluso del comienzo oficial del campo de entrenamiento a
mediados del verano, estos pequeños minicampamentos señalaban el
verdadero comienzo de la temporada para los que estábamos plenamente
arraigados en la organización de los Wolves.
La gente se arremolinaba alrededor, todos vestidos de rojo, negro y
blanco. Los antiguos jugadores charlaban con los actuales, y Allie se acercó a
hablar con su mejor amiga, Paige, que estaba rodeada por las hermanas
pequeñas de Logan. Emmett, el hijo de Logan y Paige, que ahora sobresalía por
encima de ellos a los veintiún años, había crecido en su estructura de hombros
anchos y se parecía cada vez más a su padre a medida que envejecía. Sonreí en
su dirección y no pude evitar notar que sus ojos se desviaron hacia mi hermana
y sus gloriosas botas cuando me saludó.
Debería llamarlo el Efecto Lydia, porque no era el único que miraba con
añoranza en su dirección. Más de un jugador le lanzó rápidas miradas, con la
esperanza de que la dueña a la que tanto querían y respetaban no se diera
cuenta. O mi padre. Pero, por suerte, Lydia aún no se había separado de mí, con
su brazo entrelazado con el mío.
Los jugadores veteranos lanzaban el balón de un lado a otro, mientras los
novatos se estiraban en el césped. Y sin darme cuenta, encontré mis ojos
82 buscando entre ellos a Dominic.
—Ahí está —dijo Lydia en voz baja, agarrando mi brazo en una dolorosa
prensa cuando empecé a mover la cabeza—. No mires. Te está mirando.
Me reí en voz baja.
—Probablemente está mirando tus botas.
—Oh, no, mi querida y despistada hermana mayor. Te está mirando como
si fueras un menú completo, y no hubiera comido en semanas. —Dio unos saltitos
emocionados—. Deja esto en mis manos.
La agarré del brazo.
—No te atrevas a acercarte a él.
—¿Por quién me tomas, por una aficionada? —preguntó. Lydia apartó con
cuidado mi mano de su brazo y lo palmeó condescendientemente—. Confía en
mí.
Y se marchó, dejándome con la boca abierta. Con cuidado, me coloqué un
mechón de cabello detrás de la oreja y me arriesgué a echar un vistazo en la
dirección en la que había estado mirando.
Llevaba un pantalón corto oscuro y una camiseta blanca ajustada, con un
jersey negro colgado del hombro musculoso. Y sus ojos se fijaron en mí.
Cuando notó mi mirada, sus labios se curvaron en una sonrisa torcida.
Lentamente, exhalé un suspiro, porque aquella era la sonrisa más potente
que había visto en toda mi vida. Podría convertirla en un arma y apoderarse de
todo el mundo, si quisiera. Y algo de estar en el extremo receptor de la misma
era tremendamente desconcertante.
Muy pronto, necesitaría una nueva regla. Nada de contacto visual
prolongado con Dominic Walker.
No era bueno para mi ritmo cardíaco.
El entrenador lo llamó por su nombre, y su atención se desvió.
Una vez que lo hizo, pude hacer otras cosas, como... respirar
correctamente. Pensar racionalmente.
Esto era tan, tan malo.
Me dirigí a la línea de banda, donde mi padre charlaba con Logan Ward.
Tenía el brazo abierto y le di un abrazo lateral. Habló en voz baja cuando
se inclinó.
—¿No te alegras de haber venido?
Con una mirada a mi alrededor, si ignoraba la potente presencia de
Dominic, podía responder con sinceridad. La energía era contagiosa, cálida y
feliz. Este era el hogar, era nuestra vida.
—Sí, papá. Me alegro.
83 Logan nos observó con una sonrisa.
—¿Alguien está pensando en faltar este año?
Mi rostro se sintió caliente.
—Solo tengo cosas esperándome en la oficina.
La mano de papá volvió a apretar mi hombro.
—Faith ha duplicado con creces el alcance de las subvenciones del Equipo
Sutton desde que se hizo cargo. Ahora estamos distribuyendo fondos a escuelas
y programas de día en quince estados. Ella es lo mejor que le ha pasado a ese
lugar.
Logan me dedicó una sonrisa irónica.
—¿No te encanta cuando los miembros de tu junta directiva son
imparciales sobre tu desempeño?
Una carcajada fuerte, con tintes de histeria, estalló en mí, llamando la
atención de algunas de las personas que se reunían a nuestro alrededor. Lo decía
en broma, pero inconscientemente, mi mirada se dirigió rápidamente a Dominic,
porque era exactamente el tipo de cosas que hacían que le cayera mal en primer
lugar. ¿Cuántos veinteañeros podrían hacer afirmaciones como esa y que fueran
ciertas?
Ninguno que yo conozca.
Me aclaré la garganta.
—Me refería a contactar con Paige para ver si reconsideraba la posibilidad
de ocupar un puesto en la junta —aclaré.
Logan miró a su bella esposa, que estaba contando una historia a Allie y a
una de las hermanas de Logan, no pude saber quién era, y las hizo reír a
carcajadas.
—Ella debería. Emmett está fuera de casa, y creo que va a perder la
cabeza sin nadie más viviendo bajo el techo. —Sus cejas se alzaron en
concesión—. Aunque las chicas tienen hijos más que suficientes para
mantenernos ocupados.
—¿Emmett casi ha terminado la universidad? —pregunté, poniendo una
mano en mi pecho—. Oh, eso me hace sentir vieja.
Logan se rió.
—¿Te hace sentir vieja?
Papá levantó la barbilla en dirección a Emmett, donde estaba lanzando
una pelota con uno de los novatos.
—¿Vuelve a ser titular en Stanford este año?
Logan asintió.
—Paige no puede dejar de decírselo a todos los que conoce.
84 Le vi dejarse caer y lanzar una espiral perfecta a Mack, uno de nuestros
receptores novatos.
—Supongo que va a entrar en el draft.
Mi padre silbó cuando Mack se estiró para atraparlo, el balón exactamente
donde tenía que estar.
—Oh, sí —nos aseguró Logan.
—Quizá termine en Washington algún día —bromeé—. Realmente
podemos mantener este lugar en la familia.
Mi padre se rió.
Por el rabillo del ojo, mientras los dos hombres seguían charlando,
vislumbré a Dominic. Había terminado de hablar con el entrenador y estaba
estirando sus largos brazos por encima de la cabeza. El movimiento hizo que se
levantara el dobladillo de su camisa blanca, y la visión de los duros cuadrados
de músculo hizo que se me secara la boca. En medio de esos músculos había una
línea oscura de vello. Eso no hizo que se me secara la boca. Hizo que todo mi
cuerpo se encendiera como el 4 de julio.
Su mirada se elevó, conectando con la mía con un choque contundente que
hizo algo más que secar mi garganta. Hizo que todos mis sistemas de lucha o
huida se pusieran en marcha. Ese mismo deseo de esconderme de lo que fuera
volvió con fuerza.
No era el tipo de persona que quería la atención de un hombre como
Dominic.
Sin embargo, como me negaba a bajar la mirada, y él parecía hacer lo
mismo, ya no estaba segura de que esconderse fuera una opción.

85
Dominic

P
or todas partes había gente riendo, hablando y disfrutando del
ambiente. Un acontecimiento como este nunca se habría producido
en mi antiguo equipo, una reunión de personas que no querían otra
cosa que celebrar un comienzo no oficial de la temporada, meses antes de que
comenzara el entrenamiento. Era una especie de reunión, y no solo de los
jugadores actuales.
Alrededor del campo de entrenamiento había leyendas de equipos
anteriores de los Washington Wolves, algunos que habían ganado trofeos y otros
que no. Jugadores del Salón de la Fama. Mariscales de campo, receptores y
linieros legendarios, sus familias, todos vestidos de rojo y negro.

86 No se me pasó por alto el hecho de que había estado solo a un lado, otra
disparidad entre el resto de mis compañeros y yo. Había otros jugadores
actuales sin familias presentes, pero tuve que adivinar que sus familias no vivían
a menos de treinta minutos de las instalaciones de entrenamiento. El ambiente,
la energía boyante que crepitaba en el aire, fue como una cuchilla que me
atravesó las costillas cuando pensé en lo mucho que le habría gustado esto a Ivy.
Unos cuantos niños más pequeños corrían de un lado a otro, jugando al pilla-
pilla, lanzando una pelota de un lado a otro, sobre los hombros del jugador que
los acompañaba, y si ella hubiera estado viva, mi hermana habría tenido casi
dieciséis años. Demasiado grande para subirse a mis hombros. Pero a una edad
en la que, conociéndola, habría intentado lanzar más que todos los chicos que
había allí.
Tenía la mandíbula apretada mientras veía a dos chicos de edad
universitaria hacer exactamente eso. Alguien pasó delante de mí y parpadeé
ante la mirada confusa de su rostro.
—Joder —susurré en voz baja. Probablemente parecía un imbécil furioso.
En realidad, estaba tratando de asimilar el hecho de que ni siquiera había
pensado en invitar a mis padres a formar parte de esto. Mi padre probablemente
no se habría tomado el día libre para ello. Mi madre tampoco. Pero ni siquiera
se lo había pedido.
No me extraña que los otros jugadores no me quisieran cerca. Ahí estaba
yo, en medio de una fiesta gigantesca, mirando a cualquiera que se acercara
demasiado sin darse cuenta.
En el vestuario existía un frágil alto el fuego desde mi conversación con el
entrenador Ward y James. Solo un par de chicos me lanzaron miradas de franco
desprecio, pero la mayoría me dejó en paz mientras aún estábamos en estos
primeros días de consolidar cómo era el equipo de este año.
Ese era el tipo de cosas en las que debería haber pensado y planificado.
Pero en lugar de eso, pensé en Faith. Era imposible no hacerlo.
En el centro de todo, el sol que sostenía la corte mientras todo giraba
alrededor de su órbita, estaba Faith y su familia. Aquí eran de la realeza, y era
evidente. Incluso algunos de los nombres más reconocidos de la historia del
fútbol se quedaron atrás, esperando su turno para hablar con sus padres, y ella
y su hermana los conocían a todos.
Durante toda la noche, había dado vueltas en la cama, sin poder apartarla
de mis pensamientos.
Incapaz de dormir, me puse a mirar el teléfono mientras estaba tumbado
en mi silencioso y austero apartamento, intentando separar lo que sabía de ella
durante los últimos años de lo que sabía ahora.
Al igual que yo, Faith nunca había mentido abiertamente en nuestros chats
87 en línea, y eso me tranquilizaba. Ahora que sabía quién era, me llamó la atención
una conversación en particular, así que la busqué. Fue justo después de que
empezara a jugar en Las Vegas, pero nunca le había dicho que me había mudado
de Texas. Por lo que sabía ahora, fue justo después de que ella se hiciera cargo
del equipo Sutton y se preocupara de que tal vez el liderazgo no fuera para ella.
Según nuestra historia, Faith creía que Nick era un graduado universitario que
había trabajado en la construcción para pagarse un título de administración de
empresas, algo que podría haber sido utilizado de un millón de maneras
diferentes.
Por lo que ella sabía, todavía construía casas.
Mientras leía algunas cosas, era fácil sonreír ante los destellos que veía de
ella como Faith en los mensajes enviados de un lado a otro. En medio de todo
eso, me pasaron por la cabeza fragmentos de nuestra interacción en el
estacionamiento. El tacto sedoso de su cabello. La piel de su cuello. La forma en
que sus pupilas se dilataban ante mi cercanía. Me encantaba que fuera la misma
chica que acudía a mí con todas las tonterías normales del día a día que la
agobiaban.
ChicaTurbo: ¿Nunca te preocupa decepcionar a la gente? ¿Si les dices
que tal vez no seas bueno en eso que todo el mundo espera que seas bueno?
NickelRompeLadrillos: Por supuesto que no.
ChicaTurbo: LOL. ¿En serio es tan fácil para ti?
NickelRompeLadrillos: Sí y no. Soy muy trabajador, así que, si no siento
que soy lo suficientemente bueno en algo, seré el primero en aparecer por la
mañana y el último en irme al final del día si eso significa que mejoro.
NickelRompeLadrillos: Pero no lo hago por lo que la gente pueda pensar
de mí. Es una pendiente resbaladiza si lo haces, Turbo. Y si dejara que me dijeran
cómo vivir mi vida, no estaría donde estoy.
NickelRompeLadrillos: Si crees que este trabajo no es una buena opción
para ti, no lo hagas. Pero si es solo el miedo lo que te frena, entonces esfuérzate
para ser mejor en él.
ChicaTurbo: Así de fácil, ¿eh?
NickelRompeLadrillos: No me dijiste que eras canadiense.
ChicaTurbo: No lo soy, pero eso no viene al caso. “Eh” tiene un montón
de usos maravillosos en la jerga cotidiana.
NickelRompeLadrillos: Turbo, tenemos una vida. Eso es todo.
ChicaTurbo: Lo sé. Lo sé. Creo que estoy tan acostumbrada a que mi vida
se desarrolle de la manera esperada, que cuando algo me hace tropezar, no sé
cómo superarlo rápidamente. Vamos, que te acuerdas de cómo estaba yo
después de romper con Cara de Culo.
NickelRompeLadrillos: Ahh, sí, las tendencias de control freak.
88 ChicaTurbo: Calla. No soy una maniática del control... Es solo que hay
tanta locura en ciertos aspectos de mi vida que me gusta saber que las OTRAS
partes se desarrollarán de manera que pueda... No sé si lo estoy diciendo bien...
NickelRompeLadrillos: ¿De qué manera puedes controlar?
ChicaTurbo: *Emoji del dedo medio*
NickelRompeLadrillos: Todavía no te conozco lo suficiente, pero gracias
por la oferta.
Tenerla en la misma habitación, donde podía observar la forma en que se
movía, hablaba y reía, ya era lo suficientemente embriagador, pero añadiendo
todas las capas de su personalidad que sabía que eran verdaderas... podía
emborracharme con ello. Decirle a Faith que yo era Nick tendría que llegar en
algún momento, eso estaba claro. Pero al mirar a nuestro alrededor, ese
momento no era ahora.
Dominic Walker era algo que ella sentía que no podía controlar, incluso si
hacía un buen trabajo manejándome cuando estaba en mi peor momento. Y era
eso, su habilidad para meterse en mi piel como Faith, lo que me hacía querer ver
si dejaba de lado algo de esa restricción.
A mi derecha, vi al novato acercarse tímidamente. Esta vez, venía sin una
botella de tequila en la mano.
—Walker —dijo a modo de saludo.
Asentí.
—¿Qué se siente al estar en el campo cuando estás sobrio?
Hizo una mueca, rascándose el costado del rostro.
—Mejor. Eso fue... estúpido.
—Probablemente tengas razón. —Le lancé el balón de fútbol y lo atrapó—
. ¿Te metes en muchos problemas?
—Un poco. —La volvió a lanzar—. Se me metió en la cabeza, ¿sabes? La
imagen completa de lo que estamos haciendo aquí. Esta es la mierda que sueñas
cuando eres un niño. —Con los ojos muy abiertos, miró alrededor de las
instalaciones, a la gente reunida a nuestro alrededor, y negó—. Mira quién está
aquí, hombre. Son leyendas. Sus nombres nunca se olvidarán, incluso décadas
después de que hayan dejado de jugar. Y no creo que hayan sido tan tontos como
para dejarse destrozar en la línea de las cincuenta yardas.
—Probablemente también tengas razón en eso —dije secamente.
El novato se quedó quieto como una estatua.
—Oh, mierda —susurró—. Lydia Pierson está caminando hacia aquí. —Sus
ojos se volvieron grandes, su voz se vio afectada por el pánico—. ¿Qué hago?
Con una sonrisa irónica, estudié a la hermana menor de Faith mientras
dejaba una conversación con un par de personas cerca de nosotros y se paseaba
a propósito en nuestra dirección. Mientras que Faith tenía el cabello y los ojos
oscuros, Lydia era todo cabello rubio, ojos azules y curvas que harían llorar a un
89 hombre. La única similitud que pude ver, a medida que se acercaba, estaba en
la forma de sus labios y el arco de sus cejas sobre los grandes ojos.
—Solo... habla con ella —le dije en voz baja.
Pero por desgracia para el novato, al acercarse, Lydia clavó esos grandes
ojos azules en mi dirección. Me crucé de brazos porque algo en la mirada
especulativa de su rostro me hacía sentir como un bicho en exhibición.
Inmovilizado en su lugar para que pudiera desmenuzarme.
La única razón por la que no lo odiaba era que, en mi mente, eso
significaba que su hermana mayor debía estar hablando de mí.
—Caballeros —dijo, con los labios rojos brillantes curvados en señal de
saludo—. Soy Lydia.
Le tendió la mano al novato, que la tomó con tanta ilusión que me hizo
poner los ojos en blanco.
—J-John Cartwright —dijo.
—John Cartwright —repitió—. Novato de Florida, ¿verdad? Eres un
receptor.
Su rostro se dividió en una enorme sonrisa.
—Sí, ese soy yo.
Ella levantó las cejas.
—Impresionante último año que tuviste. Me sorprendió que no fueras más
alto en el draft, pero supongo que eso es para beneficio de Washington.
Aquel novato apenas podía formar palabras. Era patético.
Suspiré.
—Los dejaré solos.
Pero antes de que pudiera alejarme, me tendió la mano.
—¿Y tú eres?
—¿No tienes mi biografía memorizada? —Me puse una mano en el
pecho—. Estoy destrozado.
—¿Lo estás?
—No. —Le estreché la mano—. Dominic Walker. Mi último año no fue tan
impresionante como el suyo, por eso nadie me reclutó.
Lydia tarareó.
—Bueno, eso resuelve algo que necesitaba saber.
Algo en el brillo de sus ojos me puso nervioso, pero no pude precisar por
qué.
—John —dijo en voz baja—. ¿Puedes hacerme un gran favor? —Con un
ligero toque en su brazo, se inclinó y le dijo algo a la oreja, demasiado bajo para
90 que yo lo entendiera. Pero sus ojos se desviaron hacia la dirección de Faith justo
cuando ella encontró un asiento en uno de los laterales. Mi ceño se frunció y traté
de escuchar lo que Lydia le dijo.
Sonrió cuando ella se apartó.
—Estoy en ello —dijo, todo confianza ahora. El tartamudeo había
desaparecido, y le hizo un rápido gesto con la cabeza antes de alejarse
corriendo, justo hacia Faith.
Miré a Lydia, sintiendo un toque de desesperación muy masculina ante lo
que acababa de ocurrir.
—¿Qué le has pedido que haga?
Lydia no miró en mi dirección, observando atentamente cómo el novato se
acercaba a su hermana. Faith miró sorprendida a Cartwright, pero le dedicó una
brillante sonrisa cuando se agachó frente a ella. No quería que le diera una
sonrisa brillante.
—Le dije que le pidiera a mi hermana una cita.
—¿Qué? —gruñí.
Ella me miró con sorna.
—Vaya, vaya, toda una exageración, teniendo en cuenta la historia que he
oído sobre su primer encuentro.
Me froté la nuca, observando impotente cómo el novato decía algo que
hacía reír a Faith.
¿Cuándo se había vuelto tan jodidamente gracioso?
—Tal vez fui un poco... —Hice una pausa, considerando mis palabras
cuidadosamente—. Rápido en juzgarla.
—¿Tú crees?
Arrancar mi mirada del accidente de auto que se desarrollaba frente a mí
fue difícil, pero logré una rápida mirada al tono de Lydia.
—¿Por qué le dijiste que la invitara a salir?
—Faith necesita echar un polvo.
La verdad es que tardé un segundo en registrar la afirmación porque
respondió muy rápido, uniformemente. Me froté el pecho. Lo sentía tenso y
pesado. ¿Era así como se sentía un ataque al corazón?
—Y tú simplemente... envías a un jugador de fútbol idiota al azar para,
¿qué? ¿Pedirle un polvo rápido en el baño?
Ella puso los ojos en blanco.
—Obviamente no. Faith no es de las que follan en el baño. Tampoco sale
con jugadores de fútbol. Pero mi hermana está tan centrada en hacer cosas por
los demás que ignora por completo sus propias necesidades. —Inclinó la cabeza
91 y me miró fijamente—. Si me entiendes.
—Sí, te entiendo —dije.
Pero mi respuesta no hizo otra cosa que hacer que Lydia sonriera
ampliamente. Este era el tipo de mierda que hacía que mi indicador de
temperatura se disparara. No hubo ningún cambio lento en mi estado de ánimo,
ningún cambio gradual de color mientras me calentaba por dentro. La idea de
que aquel estúpido novato que bebía tequila la hiciera reír y la invitara a salir y
tratara de hacer que rompiera alguna norma anti-fútbol me tenía la piel en vilo.
Y mientras intentaba decidir cómo alejar al novato lo más posible de Faith, ella
se colocó el cabello detrás de la oreja y le dedicó una dulce sonrisa que hizo que
me moviera antes de tomar una decisión consciente.
Cuando me acerqué, oí al novato decir algo estúpido sobre sus
estadísticas universitarias con una voz estúpida que me hizo querer darle un
puñetazo en el estúpido rostro.
—Oye, novato —gruñí—. Te necesitan en otra parte.
Se levantó y extendió una mano para ayudar a Faith a levantarse de la silla
en la que estaba. La sonrisa de agradecimiento que le dedicó hizo que rodara los
ojos.
Podía contar con una mano las veces que en mi vida había sentido celos
de alguien. En realidad, podía contar con un dedo las veces en mi vida que había
sentido celos.
Ahora mismo. Por ella y por este idiota.
—¿A mí? —preguntó.
¿De dónde había salido este tipo? Me dirigía una mirada un poco
desafiante que me hizo cruzar los brazos sobre el pecho y mirarlo de frente.
—Sí.
Me echó una mirada de consideración y luego le guiñó, ¡guiñó!, un ojo a
Faith. Era como si quisiera que le dieran un puñetazo en los huevos.
—Estaba a punto de preguntarle a Faith si quería acompañarme a cenar
mañana, así que creo que lo que sea puede esperar.
—No puede —dije.
Ahora era el turno de Faith de cruzar los brazos sobre el pecho y lanzar
una mirada desafiante.
—¿No puede? —preguntó.
Puede que tuviera una vena autodestructiva de un kilómetro de ancho,
pero el enfoque cavernícola no iba a llevarme lejos. Esta no era una mujer que
quisiera que atravesara ninguna de sus reservas. Así que respiré hondo y
conseguí un tono más suave.
—¿Te has olvidado, solecito?
Al oír el apodo, sus mejillas se volvieron un poco rosadas, mucho más
92 atractivas.
—¿Olvidar qué?
—Prometiste salir conmigo mañana por la noche —dije suavemente. Mi
tono podría haber sido suave, pero mantuve su mirada fija para que viera
exactamente lo serio que era.
—¿Lo hice? —Su respuesta fue murmurada.
A menudo, tomaba decisiones basadas en un revuelto en mis entrañas y
no me detenía a considerar las ramificaciones. Pero esto no era una agitación o
una lenta construcción de una reacción. Estaba exactamente donde debía estar,
hablando con la chica que me hizo algo incluso antes de saber quién era
realmente.
A su pregunta, suavemente formulada, asentí, acercándome un paso más,
hasta que el novato no tuvo más remedio que apartarse de ella. Levanté la mano
y fui a acomodar un mechón de su cabello oscuro detrás de la oreja, pero me
detuve justo antes de tocarla.
Demasiados ojos.
Demasiados ojos importantes.
Pero por su inhalación temblorosa, sabía lo que iba a hacer. Lo sabía y no
se apartó.
El aire entre nosotros se estremeció por ese casi contacto, y en un instante,
tuve la certeza profunda de que cuando nos besáramos, ella me sacudiría hasta
el fondo. Faith Pierson era un cambio de juego, y nada de eso me molestaba.
El novato silbó en voz baja.
—Lo siento, hombre, no me di cuenta.
Mis ojos no se apartaron de los de Faith.
—Ahora sí. Vete —le dije.
Al hacerlo, ella exhaló una risa tranquila.
—Eres... —Su voz se interrumpió con incredulidad.
—Sal conmigo mañana por la noche.
—Increíblemente engreído —respondió—. Y no salgo con jugadores de
fútbol.
Incliné la cabeza hacia un lado.
—¿Por qué no?
Eso la detuvo en seco. Faith se quedó con la boca abierta.
—¿Alguien te rompió el corazón, solecito?
Yo sabía quién lo había hecho. Había escuchado todo sobre él cuando
empezamos a hablar. Y quería ver si lo admitía.
93 Parpadeó rápidamente un par de veces.
—Simplemente no lo sé.
Me lamí el labio inferior, y sus ojos se fijaron en ese pequeño punto.
—Vamos, tiene que haber una razón mejor que esa.
Faith inhaló, apartando su mirada de mi boca.
—Estoy bastante segura de que no te debo ninguna explicación, engreído.
Una parte de mí quería burlarse suavemente de sus tendencias de control.
Decir algo que Nick le hubiera dicho.
—¿Y si prometo no hablar de fútbol?
Sus labios se curvaron ligeramente, y luego los juntó para evitar que la
sonrisa se extendiera.
Arriesgándome a dar un paso más, me acerqué para que su hombro
apenas rozara mi bíceps.
—Una oportunidad. A ver si hay que romper esa regla.
Faith exhaló una risa sorprendida, pero de nuevo no se apartó.
—¿Por qué debería hacerlo?
Con una rápida mirada para asegurarme de que nadie nos observaba,
agaché la cabeza para poder hablarle en la oreja.
—Porque creo que tienes tanta curiosidad como yo por saber qué hay
entre nosotros. —Mi voz, baja y silenciosa, alborotó su cabello. Y cuando terminé
de hablar, noté cómo se estremecía—. Vamos, cariño —le insté—. ¿No quieres
explorarlo conmigo?
Faith se apartó y sus ojos estudiaron mi rostro. Se lamió suavemente los
labios, y yo luché contra el impulso de hacer lo mismo, de ver cómo sabían.
Nunca había sentido esta clase de desesperación con una mujer. Era una
imprudencia pasar demasiado tiempo con ella sin decirle la verdad. Pero tenía
que saber si daría este paso conmigo como Dominic, tenía que saber si podíamos
conectar en más de un lugar, como diferentes versiones de las mismas personas.
—Una cita —dijo en voz baja—. Y más vale que sea buena.
Como mi cuerpo nos bloqueaba la vista, recorrí con un dedo el interior de
su muñeca, la curva de su palma, y sus dedos se curvaron con impotencia.
—Lo será —prometí.
Faith Pierson no lo sabía, pero yo era exactamente el hombre adecuado
para ella, y estaba a punto de demostrarlo.

94
Faith

V
einticuatro horas más tarde, mis dedos volvieron a enroscarse
cuando arrastré mi propio dedo sobre el mismo punto que Dominic
había tocado tan suavemente. ¿Quién sabía que la muñeca era una
zona erógena oculta? Yo no.
Cuando miré mis dedos, no pude evitar reproducir las palabras que había
dicho, la forma en que me había mirado y, lo más importante, las reacciones que
ambas cosas habían provocado en mi cabeza.
Reacciones de gran fuego.
Como las que solo se consiguen con reacciones de asistencia a la batería.
Reacciones en las que no podía dejar de pensar mientras estaba tumbada
95 en mi cama la noche anterior. Sola. A oscuras.
Mi intento de dormir había sido agitado en el mejor de los casos, dando
vueltas en la cama, pateando las sábanas cuando estaban demasiado calientes
para mi cuerpo. Más de una vez, me aferré a mi teléfono, tratando de conseguir
los ovarios suficientes para enviarle un mensaje de texto y cancelar la cita.
La cita. En serio. Lydia se había limitado a dedicarme una sonrisa de
suficiencia cuando salimos del minicampamento.
—¿Por qué estás molesta? —había preguntado—. Hizo exactamente lo que
quería que hiciera. Por eso envié primero al novato.
—Lo sé, Lydia —siseé cuando papá nos miró con extrañeza—. El novato
me dijo lo que tú le dijiste.
Ella sonrió.
—¿Por qué no ser honesto? Todo lo que necesitaba saber era que le debía
mucho si ponía celoso a Dominic.
—Dios, tus tendencias francas te van a meter en problemas algún día,
hermanita.
Lydia me tocó la punta de la nariz.
—Creo que la palabra que buscas es gracias. Porque ahora tienes una cita
con un hombre que es simplemente... —Se estremeció—. Exactamente lo que
necesitas. Nunca deberías haber hecho esa regla de no salir con los jugadores.
—Por favor, sabes exactamente la clase de tipos que estaba tratando de
evitar. Hemos conocido a demasiados de ellos.
Me dirigió una mirada fraternal.
—Tú has conocido a uno de más. Y hemos conocido diez veces más que
son como papá. No puedes mantener a la gente etiquetada en pequeñas
categorías, Faith. No deja espacio para las sorpresas felices.
En mi escritorio, repitiendo sus palabras, después de reproducir mis
reacciones, de reproducir su talento para desequilibrarme, supe que no había
nada más que hacer, excepto abrocharme el cinturón y estar lo más preparada
posible para esta única cita que le estaba permitiendo.
Murmuré una palabrota y tomé el teléfono, pulsando el botón para llamar
a Tori. Contestó al primer timbre.
—Bueno, mira quién es. Es un milagro. ¿A qué debo el placer, señorita
Pierson?
Puse los ojos en blanco.
—Te vi esta mañana en el apartamento.
—Eso apenas cuenta. Estaba medio dormida porque tus pensamientos
exagerados me mantuvieron despierta toda la noche. Podía oírte a través de las
paredes cada vez que dabas vueltas en la cama.
96 Parpadeando, me senté en mi silla.
—¿De verdad?
—Esas paredes son finas, por muy astronómico que sea nuestro alquiler.
—Suspiró—. ¿Qué pasa, botón de oro?
—Ya que estás libre hoy, ¿puedes hacerme un enorme, enorme favor y
traerme algo de ropa?
—Estabas muy guapa cuando te fuiste esta mañana —protestó—. ¿Qué hay
de malo en llevar lo que tienes puesto?
Mientras exhalaba un fuerte suspiro, me aparté del escritorio y me puse
de pie para estudiarme en el espejo que colgaba de la pared junto a la puerta de
mi oficina. El reflejo que me devolvía la mirada estaba... bien. Si iba a hacer la
compra.
—Tengo el mismo aspecto que cualquier otro día de la semana.
—Llevas la camiseta rosa y el jean que hace que tu trasero parezca
increíble, ¿verdad?
Girándome ligeramente, miré la mencionada parte del cuerpo y me
encogí de hombros.
—Supongo.
Tori se rió.
—Te juro que eres crónicamente incapaz de reconocer tu propia
sensualidad.
—Lydia tiene esos genes en nuestra familia. Por suerte para ella, Allie es
la mujer más hermosa del mundo entero.
—Deja de hacer eso ahora —indicó—. He visto fotos de tu madre, y era
hermosa. Tú tienes el mejor tipo de belleza, Faith, porque no te hace inaccesible.
Eres como... una de esas flores que son tan dulces y bonitas que la gente se
detiene a olerlas y a hacerles fotos, y luego bam, te das cuenta demasiado tarde
de que la flor es una peligrosa planta devoradora de hombres porque te
adormeció con una falsa sensación de seguridad. Y ahora te ha matado, y es
demasiado tarde.
Cubriéndome el rostro con la mano, gemí.
—Por favor, deja de hablar. ¿Puedes traerme una camisa diferente y unos
zapatos para salir?
—Claro. —Dejó escapar un chillido alegre que me hizo apartar el teléfono
de la oreja—. ¿Puedo elegir la camisa y los zapatos?
—Por mucho que me arrepienta, sí. —Girando ligeramente en mi silla,
estudié una foto del estadio de Washington. En concreto, el logotipo del centro
del campo. Sin su pequeño ejercicio de iniciación, ni siquiera estaba segura de
haber conocido a Dominic.
97 Sin previo aviso, un ruido sordo de decepción me golpeó en el pecho.
Estaba emocionada por esta única cita que probablemente arruinaría.
La única vez que me entusiasmaba interactuar con algún hombre era con
Nick, y ni siquiera había pensado en revisar mis mensajes la noche anterior
cuando mi cerebro daba vueltas con los pensamientos de mi próxima cita.
Kim asomó la cabeza en mi oficina.
—Molly Griffin está aquí para finalizar sus artículos de subasta para la
cena. Quería saber si estabas disponible un par de minutos para poder saludarte.
La saludé con el pulgar hacia arriba.
—Tor, tengo que irme. Solo... No elijas nada demasiado elegante o que
parezca una zorra.
—Aguafiestas —murmuró—. Gana millones de dólares en su trabajo,
Faith. ¿No crees que va a ir a la Botella de Cristal, a impresionarte con sus contactos
en el club más elegante, a intentar follarte en seco en un rincón con la música alta
y sucia mientras todos los chicos geniales se drogan a tu alrededor? Deberías
vestirte adecuadamente si ese es el plan.
—Vaya. Espero que no.
—De acuerdo. Voy a tirar por un medio feliz. Querrá arrancarte la ropa
con los dientes, lo prometo.
—Eso no es... —Pero no estaba hablando con nadie porque Tori colgó—.
Genial —murmuré. Las posibilidades de lo que podría encontrar escondido en
los oscuros rincones de mi armario, me hicieron estremecer.
—Eso sí que es un rostro feliz —dijo una voz amable desde la puerta de mi
despacho.
Si alguien entendía lo que era estar tan metido en este pequeño y extraño
club de los Washington Wolves como yo, eran Molly y sus hermanas. Criadas por
su hermano, el entrenador Ward, y su mujer, Paige, habían crecido en ese campo
igual que yo. Molly dio un paso más allá, casándose con un antiguo jugador
defensivo, Noah Griffin. Se había retirado un par de años antes.
Con una sonrisa, me puse de pie para saludar a Molly con un cálido abrazo.
—Te eché de menos ayer en el minicampamento —le dije.
—Nuestro hijo de seis años vomitó sobre mis zapatos justo antes de salir
por la puerta, así que... echó por tierra la idea de una excursión familiar. —Al
apartarse para estudiarme, Molly sacudió la cabeza—. En primer lugar, es
increíble cómo te haces mayor y más hermosa, y yo, de alguna manera, no he
envejecido ni un día más allá de los veinticinco.
Nos reímos y le indiqué que tomara asiento frente a mi escritorio.
—¿Kim dijo que ibas a dejar tu artículo de la subasta?
Ella asintió.
98 —Noah y yo decidimos unir fuerzas en este caso. Es nuestra versión del
surf and turf, pero lo llamamos cabañas de madera y alfombras rojas. Un fin de
semana en nuestra cabaña en las Colinas Negras, y una experiencia de alfombra
roja para nuestro próximo estreno de Todo o Nada —dijo, refiriéndose a su
trabajo en la producción de Amazon.
—Ooh, me encanta. —Tomando el sobre de su mano extendida, saqué la
única hoja de papel que contenía todos los detalles y le di una enorme sonrisa—
. Gracias, Molly. Esto es perfecto.
Inclinándose hacia delante en la silla, giró una foto de Lydia y yo en un
partido de los Wolves, haciendo muecas tontas a la cámara.
—No puedo creer que tengas la edad suficiente para dirigir este lugar.
Recuerdo cuando Allie se hizo cargo hace tantos años. Eras tan pequeña… —Con
cuidado, devolvió la foto a su lugar original y echó una mirada de aprobación a
mi oficina—. Esto te queda bien, Faith.
—Gracias.
Su mirada se suavizó.
—Entonces, ¿por qué parecías tan frustrada cuando entré?
—Ahh. —Me aclaré la garganta—. Mi compañera de piso va a traer ropa
para una, una cita que tengo más tarde, y no sé si me fío de lo que va a elegir.
—Ooh, ¿quién es el tipo? —Cuando dudé, ella juntó sus manos sobre su
corazón—. Por favor, dale el gusto a alguien que lleva años casada y apenas
recuerda cómo era el mundo de las citas.
Me eché hacia atrás en mi silla y la miré detenidamente. Como era más de
una década mayor que yo, no era que Molly fuera alguien cercano a mí. Pero con
su educación y el hombre con el que se casó, podría haber sido la persona
perfecta para entrar en mi oficina.
—¿Cómo has...? —Hice una pausa—. ¿Alguna vez te preocupaste por salir
con un jugador? Como si fuera demasiado.
—¿Demasiado en qué sentido?
Señalé mi oficina.
—En todos los sentidos, supongo. Prácticamente nacimos con el logo de
los Wolves tatuado en la frente, y yo trabajo para la fundación que está ligada a
ellos, y mis padres están allí todos los días, y… —Me encogí de hombros—.
Poner mi vida amorosa en esa misma categoría se siente como... se siente como
si fuera demasiado. Si incluso puedo confiar en que lo único que quiere es... a
mí.
Odiaba poner ese miedo en palabras, pero no podía dejarlo de lado.
Siempre estaba al acecho, justo al alcance de la mano.
Molly respiró profundamente.
99 —¿Pero realmente está en esa misma categoría?
Una de mis cejas se levantó lentamente, y ella se rió.
—De acuerdo —dijo Molly—. Así que juega en Washington. Eso lo sé.
Mi rostro se calentó cuando asentí.
—¿Has salido alguna vez con alguien del equipo?
Mi nariz se arrugó.
—No para Washington, no.
Ella escuchó algo en mi cuidadosa respuesta.
—¿En otro equipo, sin embargo?
—En la universidad —dije—. Digamos que no fue una buena experiencia.
Así que nunca ha sido difícil sacarme de la cabeza a todos los de la lista de
Washington.
—Entonces... no es como el tipo de la universidad, sin embargo, ¿cierto?
Exhalé una carcajada.
—En absoluto.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
—Siempre ha parecido demasiado complicado. Allie es la dueña del
equipo, y mi padre es mi padre, así que está loco de sobreprotección cuando
piensa en Lydia y en mí saliendo con alguien como mi ex. Pero nunca he
encontrado a nadie de la manera normal, ¿sabes? En el supermercado
comprando el mismo helado o algo así.
—Escucha, en todas las facetas de la vida, hay guardianes, y hay tipos que
deberían venir con etiquetas de advertencia. No importa si se ganan la vida
jugando al fútbol o si son médicos o profesores, o si los conociste en algún sitio
normal. Tú y yo sabemos mejor que la mayoría que hay hombres sólidos, leales
y cariñosos que hacen este trabajo. Mi marido es uno de ellos, tu padre y mi
hermano también. Mis tres hermanas se casaron con atletas. Y lo increíble es que
lo entienden. Noah sabía exactamente qué tipo de locura había en mi familia, en
esta vida, porque él también viene de este mundo. —Molly sonrió—. ¿Puedo
tener una pista de quién es?
—Todavía no —dije—. Ni siquiera sé si tendremos más de una cita. No es
exactamente... no lo habría elegido para mí, al principio.
Ella tarareó.
—Conozco algunas parejas así. No hay nada malo en alguien inesperado.
Suena como si estuvieras pensando demasiado en una regla que ha estado en
vigor durante mucho tiempo.
—Es posible.
—Solo se necesita una persona, Faith. Solo una persona que te haga querer
100 arriesgar algo grande, simplemente por una oportunidad con ella. Sé que así fue
para Noah y para mí.
Sus palabras tenían algo más que un anillo de verdad y eran lo
suficientemente proféticas como para que no pudiera ignorarlas. Ya había
sentido ese innombrable y abrumador tirón hacia Dominic, incluso antes de que
me pidiera salir.
Bueno, tenía un nombre.
Querer.
No había otra forma de decirlo, y era absolutamente inútil ocultarlo. Yo no
era de las que se lanzaban a la aventura, pero él me hacía desearlo. Si me hubiera
tocado más que ese dedo a lo largo de mi muñeca, podría haberle besado allí
mismo en medio del campo. Pero todavía había muchas cosas de él que no
conocía y de las que no estaba segura.
Sin embargo, por lo que había visto, valía la pena el riesgo.
—A juzgar por tu expresión, creo que puedes tener la respuesta de si es
esa persona o no.
Puse mis manos sobre mis mejillas.
—No puedo saberlo antes de la primera cita, Molly.
—¿No puedes? —preguntó con ligereza—. Hasta donde yo sé, no hay una
línea de tiempo de lo que está bien o mal. Puede surgir completamente de la
nada. Pero si lo sientes, entonces ve por ello. Pronto sabrás si estar en este
mundo con él es demasiado o no.
Era exactamente lo que necesitaba oír.
—Gracias —le dije—. Tu visita de hoy fue... genial.
Se levantó para darme un breve abrazo.
—Buena suerte en tu cita de esta noche. ¿Sabes dónde te va a llevar?
—No. De ahí la situación de la ropa en la que me encuentro.
Molly se rió.
—Me gusta que quiera sorprenderte. Tú y yo somos planificadoras, Faith.
Necesitamos a alguien que no tenga miedo de desequilibrarnos.
Mientras la veía irse, le di vueltas a esas palabras en mi cabeza. En
general, era una persona bastante fácil de llevar... excepto cuando no lo era. Me
gustaba saber qué esperar. Me gustaba sentirme competente en lo que hacía. Y
cuando esas cosas se alejaban de la situación, el desequilibrio era una gran
manera de describirlo.
Solo tenía que saber que Dominic podía ayudar a estabilizar todo si me
encontraba así.
Mi teléfono sonó y lo tomé del escritorio, asumiendo que era Tori por mi
ropa.
101 Pero cuando vi el nombre de Dominic en su lugar, fue como si hubiera
colocado un cable de arranque alrededor de mi sistema nervioso. Un rápido giro
de la llave, y sentí el efecto en todas partes. De nuevo, las palabras de Molly
sonaron en mi cabeza. Podría surgir de la nada.
—No me digas —susurré.
Dominic: Te recogeré en tu oficina a las 5:30.
Yo: ¿Creía que íbamos a quedar en algún sitio? Por lo que sé, podrías ser
un asesino en serie y todo tu plan es atraerme a tu camioneta para poder
cortarme en cien pedazos en algún lugar del bosque.
Dominic: Primero, eso es increíblemente morboso y aterrador. Segundo,
nunca dije que no fuera a recogerte. Lo has asumido, y ya sabes lo que se dice
de asumir, solecito.
Yo: Es justo. También supuse que íbamos a ir a un lugar público.
Dominic: Bueno... difícilmente podría descuartizarte si lo hiciéramos.
Yo: ...
Dominic: Sí. Más o menos.
Yo: ¿Puedo tener una pequeña pista de lo que tienes planeado?
Yo: No soy muy buena con las sorpresas.
Dominic: Como un hombre sabio dijo una vez, la sorpresa es el mayor
regalo que la vida puede concedernos.
Me senté en mi silla, con la mandíbula abierta. El hombre tatuado que se
emborrachó en la línea de cincuenta yardas acaba de... Sí, una rápida búsqueda
en Google lo confirmó.
Yo: Lo siento... ¿acabas de citarme a BORIS PASTERNAK?
Dominic: Incluso los réprobos como yo tuvieron que ir a la universidad,
solecito.
Yo: ¿Entonces no me darás una pista?
Dominic: Nos vemos a las 5:30.
No se puede negar que me tenía intrigada. Y confundida. Su repentino
cambio de opinión hacia mí todavía me hacía rascarme la cabeza, pero le daría
una oportunidad real. Especialmente después de mi charla con Molly. Si
conseguía, como él decía, darme el regalo de la sorpresa, tal vez averiguaría por
qué este hombre, con su coraza dura, su actitud de resentimiento y su núcleo
sorprendentemente atrayente, había decidido de repente que yo no era el
enemigo. Y por qué quería saltar sobre sus huesos con una intensidad
aterradora. Respirando profundamente, envié un mensaje a Tori.
Yo: ¿Tori?
Tori: DIOS MÍO, no me digas que elija algo aburrido, voy a gritar.
102 Yo: No. Elige algo que nunca me atrevería a elegir para mí.
Tori: EN ELLO.
Faith

—¿Y bien?
La expresión expectante de Tori me hizo
morderme el labio inferior para contener mi sonrisa
porque torturarla era una experiencia vital realmente
agradable.
Pero cuando eché un vistazo a mi reflejo en el espejo de la pared de mi
oficina, la sonrisa se liberó. Tori levantó los puños en el aire, su rostro
cómicamente congelado en un grito de victoria que me hizo reír.
—Nunca lo habría escogido —le dije, ajustando el minúsculo tirante del
top con estampado de guepardo que estaba ceñido a mi cintura, metido dentro
103 del vaquero oscuro roto. Mis tetas, que normalmente no son de las que dan un
segundo vistazo al escote, estaban apretadas y eran bastante gloriosas, si me
preguntabas—. Pero —continué—. Todavía no tengo ni idea de lo que estamos
haciendo, y si esto es demasiado... —Señalé a las damas, todas apuntaladas y
bonitas.
Tori se rió. Luego levantó un dedo y empezó a rebuscar en la bolsa de
cosas que había traído. Cuando se enderezó, sacó una pequeña bola de material
negro que me hizo levantar las cejas.
—Esta es la clave —dijo con voz y ojos serios.
Señalé el bulto que tenía en sus manos.
—¿Eso de ahí?
—Sí. —Cuando lo extendió hacia mí, respiró profunda y
dramáticamente—. Debes manejarlo con cuidado.
Era ligero en mis manos, pero cuando sujeté el material por la parte
superior y dejé que se desplegara frente a mí, parpadeé un par de veces antes
de encontrarme con sus ojos con cautela.
—Es... un cárdigan.
Tori puso los ojos en blanco y me agarró por los hombros con firmeza para
ponerse detrás de mí.
—Póntelo.
—¿El cárdigan negro básico? —La sacudí—. Estamos hablando de lo
mismo, ¿verdad?
Su expresión se volvió grave.
—¿Recuerdas cuando tuve una cita con ese estudiante de medicina de la
UD, y apenas pudimos salir de su auto porque lo volví loco?
—Sí.
—Casi lo hicimos en el auto diez minutos después de que me recogiera,
Faith.
Mis cejas se levantaron.
—¿Y por qué estamos recapitulando esto?
—Fue por el cárdigan.
La risa impotente se derramó de mi boca.
—Dios mío, Tori.
—¡Lo digo en serio! Pruébatelo.
Con un suspiro, deslicé mis brazos dentro del cárdigan. Cuando lo tenía
sobre los hombros, Tori se puso delante de mí para abrochar uno de los grandes
botones de nácar. Se apartó y miré mi reflejo con sorpresa.
De acuerdo, no se equivocaba.
104 Me colgaba por encima de las caderas de forma que mi cintura quedaba
oculta, pero mi escote no. El jean y los tacones de tiras hacían que mis piernas
parecieran kilométricas. Entonces me giró hacia un lado.
—Ahora, esta es la magia —dijo—. Deja caer el hombro unos centímetros.
Hice lo que me pidió, aunque me sentí estúpida, y el cárdigan se deslizó
de forma encantadora por mi hombro, dejando al descubierto la parte superior
del top. Incluso medio tapada, me veía sexy. Pero... no de una manera que me
hiciera sentir incómoda. Toda esa sensualidad de voy a poseer y mostrar mi
cuerpo asesino era cosa de Lydia, no mía. Me encantaba eso para mi hermana
pequeña, pero nunca había sido lo mío.
Esto, sin embargo, era lo mío. Tori asintió satisfecha cuando vio que la
expresión de mi rostro cambiaba.
—¿Ves lo que quiero decir? Este cárdigan, Faith Pierson, lo tratas con
precaución.
Con una suave carcajada, me lo subí al hombro.
—Tomo nota.
—¿Estás lista? —preguntó.
Una exhalación nerviosa se deslizó por mis labios fruncidos.
—Supongo. No estoy acostumbrada a citas como esta. Por mucho que me
molestase cuando lo dijo, Dominic no se equivocaba. Suelo salir con chicos
buenos.
—Sí, recuerdo al tipo del caqui planchado —dijo Tori, con el rostro en una
mueca tensa y de asco—. Creo que el señor Tatuaje es una opción maravillosa
para que te sueltes un poco.
Y como si sus palabras lo hubieran conjurado, mi teléfono se iluminó en la
esquina de mi escritorio y su nombre apareció en la pantalla. Tori se inclinó y
sonrió al leer el mensaje.
—Ah, sí. —Me pasó el teléfono—. Me gusta esto.
—Si te apetece un reto esta noche, solecito, estoy listo cuando tú lo estés —
leí—. Qué mierda más engreída.
Tori se rió.
—Sabe cómo crear ambiente, eso seguro.
—Ahh, pero yo tengo el cárdigan. Aparentemente, estoy llevando mis
armas.
Puso sus manos en mis hombros.
—Que te trate bien esta noche, mi niña. —Con una sonrisa, me echó de la
oficina—. Ve. Yo recogeré mis cosas y le diré a Kim que cierre después de mí.
105 —Te veo luego —le dije.
—Espera, necesito las llaves de tu auto.
Hice una pausa.
—¿Por qué?
Su sonrisa era pura maldad.
—Tomé un Uber para poder llevar tu auto a casa y forzar un escenario de
entrega con el señor Tatuaje.
Las saqué de mi pequeño bolso y las entregué con una fuerte mirada.
—Me debes por esto, Victoria.
Me lanzó un beso.
No había nadie en la entrada de la oficina cuando salí, y me alegré de ello.
Mis padres podrían levantar las cejas si supieran que estaba saliendo con
Dominic, y lo último que necesitaba era que algún empleado bien intencionado
del Equipo Sutton enviara a Allie o a mi padre un mensaje de texto como:
—¡Vi cómo se ligaba a Faith ese tipo alto y musculoso con tatuajes!
Y lo habrían comentado, porque cuando empujé la puerta principal, él era
como toda fantasía adolescente hecha realidad, aunque yo nunca hubiera
fantaseado con algo así.
Su camioneta, limpia y reluciente al sol, estaba estacionada en el lugar más
cercano al edificio, y Dominic estaba apoyado en la puerta del pasajero. Si no
fuera por la sonrisa ligeramente torcida de su rostro, habría parecido
increíblemente peligroso. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho, que estaba
cubierto por una camisa negra de botones. Las mangas estaban remangadas, por
lo que sus antebrazos entintados quedaban al descubierto. La camisa estaba
desabrochada en la parte superior, y otro remolino oscuro de tinta cubría la parte
bronceada de su pecho que era visible. Al igual que yo, llevaba un jean oscuro,
pero en los pies tenía unas pesadas botas negras.
Este hombre haría que todos los padres sobreprotectores de Estados
Unidos cerraran sus puertas y revisaran dos veces las ventanas de las
habitaciones de sus hijas, porque tenía aspecto de sexo. Parecía algo
pecaminoso y decadente.
Y cuando se subió las gafas de sol a la parte superior de la cabeza para
poder lanzar una mirada pausada desde mi cabeza hasta mis pies vestidos con
sandalias de tiras, me sentí realmente, físicamente, como si hubiera estallado en
una bocanada de feromonas.
Todavía no había hecho lo de exponer casualmente mi hombro y todo el
buen escote, y cuando se enderezó, extendiendo la sonrisa, quise construir un
santuario para el cárdigan.
—Solecito —dijo, poniendo una mano en su pecho y dándome una lenta
106 sacudida de cabeza—. Estás increíble.
Sonreí.
—Gracias.
Tras una última mirada, emitió un zumbido silencioso y agradecido, como
si acabara de comer algo delicioso. El sonido me golpeó de lleno en el plexo
solar, un auténtico puñetazo en el pecho, porque no pude evitar imaginar ese
mismo sonido contra mis labios. Dominic abrió la puerta del copiloto y me tendió
la mano para ayudarme a subir al alto vehículo. Después de un rápido y nervioso
trago, deslicé mis dedos contra su áspera palma.
Con la mirada fija, me ayudó a subir y luego se llevó mi mano a los labios,
dejando caer un suave beso sobre mis nudillos.
Fue inexplicablemente encantador y tan dulcemente inesperado que mi
rostro se calentó mientras cerraba cuidadosamente la puerta.
Se sentó en el asiento del conductor con facilidad, sus largas piernas y su
amplio cuerpo se acomodaron en la camioneta mientras yo me esforzaba por no
parecer que estaba mirando cada maldito centímetro de él.
—¿Me das una pista ahora? —le pregunté.
Giró la llave y el motor cobró vida mientras me mostraba una sonrisa de
dientes blancos, más amplia de lo que jamás había visto en él aparte de cuando
jugaba al fútbol con los niños del centro.
Esta versión de él, a pesar de que había estado en su presencia durante
unos dos minutos y medio, era tan contagiosa que podía sentir su energía
empapándome como una esponja.
—Mmm. —Sacó la camioneta del estacionamiento, alejándose hacia la
autopista. Así que no íbamos al centro—. Si eres tan competitiva como creo que
eres, te gustará lo que he planeado.
—¿Esa es mi pista?
Se rió en voz baja.
—Nada de deportes. Pero todavía necesito ver tus habilidades.
Me encontré inclinada hacia delante en mi asiento, observando el paisaje,
esperando ver hacia dónde giraba a continuación. El viaje era tranquilo, pero no
incómodo, y descubrí que me gustaba.
—¿Cenamos primero? —pregunté—. ¿O después de que te patee el
trasero en lo que sea esta competición sin nombre?
Giró a la izquierda y redujo la velocidad cuando nos acercamos a un
estacionamiento con unos grandes edificios tipo almacén apartados de la
carretera.
—Esta noche es una parada única, señorita Pierson.
Entrecerré los ojos cuando nos acercamos al edificio más alejado, y le miré
107 sorprendida.
—¿Una sala de juegos?
Por primera vez desde que salí del edificio, Dominic parecía nervioso
mientras evaluaba mi reacción.
—Un salón recreativo.
El estacionamiento estaba vacío.
—No hay nadie aquí.
Apagó la camioneta y bajó de un salto, trotando delante del vehículo para
agarrar mi puerta antes de que pudiera salir. De nuevo, me tendió la mano y esta
vez no dudé en rodear sus dedos. Saliendo con cuidado de la alta camioneta, le
dediqué una rápida sonrisa.
—¿Seguro que está abierto? —le pregunté.
Sin responder, Dominic puso una gran mano entre mis omóplatos y me
guio hacia la entrada. Su total negativa a decirme nada me hizo vibrar de
expectación, y me pregunté si él podría sentir cómo se filtraba por mi cuerpo
donde me tocaba.
Dejó caer su mano el tiempo suficiente para abrir una puerta.
—Después de ti —dijo.
Mis ojos tardaron un segundo en adaptarse a la sala, porque estaba oscura,
con luces brillantes y tintineantes, campanas y silbatos aleatorios de los distintos
juegos que llenaban el enorme espacio. En el centro había una mesa circular,
con un mantel blanco y limpio, dos cubiertos y dos copas de vino vacías.
Le dirigí una mirada de sorpresa. Al hacerlo, sacó un cubo de una pequeña
mesa auxiliar junto a la puerta que yo no había visto. Cuando se lo quité de las
manos, estaba lleno de fichas.
—¿Por dónde empezamos? —preguntó.
—¿Has alquilado toda la sala de juegos?
Con cuidado, Dominic levantó una de esas grandes manos y me acomodó
un mechón de cabello detrás de la oreja. Sus ojos ardían de calor, pero no hizo
nada salvo arrastrar ligeramente la punta de su dedo por mi oreja.
—No puedo tener testigos si me aniquilas, ¿verdad?
Mi sonrisa de respuesta fue enorme e inmediata. Porque era exactamente,
perfectamente, el tipo de primera cita que yo habría planeado.
Hizo falta toda mi capacidad de autocontrol para no agarrar su rostro con
las manos y estampar mi boca sobre la suya. Dejar que deslizara su lengua en mi
boca para ver a qué sabía.
La idea era tan inesperada, tan potente, que tuve que preguntarme si
estaba perdiendo la cabeza.
—¿Por dónde empezamos? —pregunté.
108 Dominic frunció los labios, mirando alrededor de la sala.
—Creo que puedo ganarte al skeeball.
—Ja —dije. Mientras me ponía en marcha en esa dirección, dejé que mi
hombro se moviera justo en ese momento, y el cárdigan se deslizó por mi brazo.
Con una rápida mirada hacia él, vi que sus ojos se congelaron en la pequeña
correa que sujetaba mi corpiño. Su lengua salió para mojar su labio inferior. Y yo
curvé los labios en una sonrisa victoriosa.
—No tienes ni idea de lo que acabas de empezar, listillo.
Dominic

D
espués de la matanza que tuvo lugar en el juego de skeeball, mi
única defensa, como atleta profesional cuyo trabajo era tener una
buena coordinación mano-ojo, fue que ella solo podía haberme
ganado por lo mal que tenía mi cabeza.
Más de una vez, cuando me tocaba lanzar la pequeña bola de madera por
la rampa, ella se movía o cambiaba de forma completamente inocente, o se reía
de algo que yo decía, y de nuevo me quedaba mudo.
Faith Pierson, para mi sorpresa, se presentó a nuestra cita. No había ningún
atisbo de reticencia y ninguna parte de ella se mantenía en reserva. Y no era
como ir a una cita con una fan, porque también lo había hecho. En la universidad,
109 era estúpidamente fácil encontrar a alguien con quien pasar una noche si eras un
jugador de fútbol. En los profesionales era aún peor.
Se abalanzaban sobre ti, susurrándote en la oreja cosas cada vez más
escandalosas, con la esperanza de que les dieras una hora de tu tiempo, una
liberación y una buena historia que contar a sus amigos. Todo ello, aunque no
exento de algunos momentos de placer, era jodidamente vacío.
Este gran edificio, lleno de juegos y luces y ruidos, era el menos vacío que
había sentido en años, y era por ella. Sus sonrisas, tan amplias y alegres, su risa,
que era desenfrenada cuando encontraba algo muy, muy divertido, y su energía,
que crepitaba a nuestro alrededor como un campo de fuerza.
—Ni siquiera lo estás intentando —dijo entre risas impotentes.
Parpadeé porque con la inútil pistola de plástico azul brillante en la mano,
ella acababa de patearme el trasero en un videojuego militar.
—Sí, bueno, no tenía ni idea de lo violenta que eras cuando te pedí salir.
Faith me miró con una ceja oscura levantada, e hizo que mi propia sonrisa
se extendiera. De hecho, había sonreído mucho desde que llegamos. Y en
general, no había una sola persona en mi vida que me describiera como una
persona excesivamente feliz. Pero estar cerca de ella era tan embriagador como
todo lo que había experimentado.
Era difícil recordarme que ella no sabía que me conocía tan bien como
hacía. Pero podía mirarla, sosteniendo esa pistola de plástico unida a la máquina
con un gran cordón negro, de pie como si fuera Lara Croft, y saber que era la
misma mujer que me decía que lloraba cada vez que veía Animal Planet. Que
nunca llegó a dominar una voltereta hacia atrás, aunque fantaseaba
desesperadamente con ser gimnasta cuando era pequeña. Que su libro favorito
es Mujercitas, pero que hace años que no lo lee porque siempre la pone muy
triste.
Esa era Turbo. Y Faith no tenía ni idea de que yo sabía esas cosas.
Pero verla sonriendo, riéndose libremente en la noche perfecta que
habíamos vivido, fue un subidón que no esperaba.
Su juego terminó y sopló la parte superior de la pistola como si emitiera
un rizado zarcillo de humo.
Levanté las manos.
—No puedo competir —le dije.
Faith volvió a deslizar la pistola de plástico en el soporte y se giró
lentamente para apoyarse en el juego mientras me miraba. Ese jersey suyo me
estaba volviendo loco. Cada vez que se movía, se desprendía de sus hombros,
el juego de escondite más sexy que jamás había visto.
—¿Por qué la sala de juegos? —preguntó.
Me metí las manos en los bolsillos para no deslizarlas por sus caderas.
110 —Cuando era niño, era mi lugar favorito para pasar un sábado. Mis padres
no tenían mucho —admití—. Pero si sacaba mi parte justa de la casa durante toda
la semana, mi padre me daba un dólar o dos, y yo ahorraba cada uno para ir a
los recreativos que estaban a la vuelta de la manzana donde me crie.
Me dedicó una dulce sonrisa.
—Apuesto a que el joven Dominic era un alborotador en un lugar como
este.
—Era un alborotador en todos los sentidos —le dije—. El dueño solía
echarme con frecuencia, de hecho.
—¿Cuál era tu juego favorito? —Imitó mi postura, metiendo las manos en
sus propios bolsillos. Vi brevemente que su mirada se detenía en mi boca.
Por primera vez en toda la noche, dudé antes de responder. Debido a
nuestras conversaciones como Nick y Turbo, ella sabía la respuesta a esa
pregunta. Sobre lo de llevar a Ivy a los recreativos y enseñarle a jugar al pinball.
Se le daba fatal, era incapaz de conectar la palanca con la pequeña bola plateada
en el momento adecuado, pero le encantaba verme jugar.
Aquel edificio cerró hace años, pero aún quedaba el cascarón con las
letras desteñidas en el marqués. Turbo también lo sabía, porque antes de que
cerrara, le conté que había comprado el pinball y lo tenía en el sótano de mis
padres. Algún día tendría un hogar para él, pero mi elegante apartamento de
Seattle, con ventanas del suelo al techo y feos muebles negros sin personalidad,
no lo era.
—Mi juego favorito es cualquiera que pueda ganar —dije, la respuesta
más fácil que se me ocurrió sin mentir descaradamente. No quería mentirle.
Pero no podía evitar la tremenda y dulce sensación de victoria de que ella
fuera así con Dominic y no con Nick.
—Típico atleta —respondió con un leve giro de ojos.
—Tú lo sabrás.
Faith suspiró.
—Mi padre es tan competitivo como se puede. La mayoría de los que
juegan lo son. Si no, no serían muy buenos. —Miró alrededor del edificio—. Pero
parece una forma difícil de vivir la vida, si me preguntas. Probablemente por eso
nunca quise seguir sus pasos. ¿No somos mucho más que nuestras victorias y
derrotas?
—Claro —respondí—. Pero todos buscamos las victorias y las pérdidas,
solo que de diferentes maneras. Mira tu trabajo. Tienes cosas definibles que te
dicen si estás haciendo lo que debes, o lo que hay que ajustar. Puede que no
tenga un marcador como el mío, pero todos competimos, día tras día.
Me estudió detenidamente mientras hablaba, pero era difícil juzgar su
mirada mientras estábamos de pie en un rincón sombrío de la sala de juegos.
111 —Es cierto. Tal vez por eso yo... —Hizo una pausa.
—¿Qué?
Faith se colocó un mechón de cabello rizado detrás de la oreja, un hábito
que comprendí porque yo también quería hacerlo constantemente. Tal vez solo
porque me permitía un pequeño trozo de ella hasta que supiera que estaba lista
para más.
Tardó un momento en responder, pero cuando lo hizo, inclinó la cabeza
hacia la luz y vi decisión en esos ojos oscuros.
—No puedo creer que te esté diciendo esto, pero creo que por eso me
costó al principio, cuando me ascendieron. No entendía esa parte competitiva
después de haber estado tanto tiempo en las trincheras del trabajo diario. —Sus
hombros se alzaron en un delicado encogimiento—. Luego tomé el mando y tuve
que descubrir cómo hacer las cosas a mi manera. Fue duro al principio, pero
creo que ya me he asentado. Y me encanta.
Había cautela en sus grandes ojos marrones, y yo sabía el riesgo que
suponía para ella admitirlo ante mí. El tipo que había sido en la oficina de Allie,
el peor de todos mis peores impulsos e inseguridades, habría sostenido esa
admisión sobre su cabeza como un arma. Admitir que se sentía insegura en un
trabajo que le había sido entregado por ser quien era.
—No te gusta la incertidumbre, ¿verdad? —le pregunté.
Su boca se curvó en una sonrisa divertida.
—¿A quién le gusta?
—Muchas personas prosperan en situaciones difíciles incluso cuando no
tienen ni maldita idea de cómo se desarrollará. Son las personas que saltan de
aviones y puentes y escalan montañas sin cuerda.
—Sí, y tienen algunos tornillos sueltos, si me preguntas. —Hizo un ruido
de autodesprecio—. Pero supongo que por eso nunca he sido la emocionante
hermana Pierson. Me encanta Lydia, y me encanta que vaya tras lo que quiere
como lo hace, pero nunca seré yo. Creo que tal vez solía ser así —dijo en voz
baja—. Pero, aunque no lo sea, aunque mi vida sea menos emocionante de lo que
la gente supone, estoy bien con eso.
Con cuidado, extendí la mano y utilicé el borde de mi pulgar para inclinar
su rostro en mi dirección, de modo que supiera que no podía apartar la mirada.
Su pecho se levantó en una inhalación aguda, otra reacción que no podía ocultar.
—No creo que eso te haga menos, de ninguna manera —le dije—. Creo
que eres jodidamente increíble, de hecho.
En lugar de sonreír o agradecerme por haberlo dicho, los gráciles arcos
de sus cejas se doblaron en una V confusa sobre esos expresivos ojos.
—¿Qué? —pregunté. Mi pulgar aún tocaba la suave piel de su barbilla, y
lo dejé caer ante la mirada de su rostro.
112 —¿Por qué me invitaste a salir? —susurró—. Me odiaste cuando nos
conocimos aquel primer día. Y por más vueltas que le doy a la cabeza, intento
averiguar qué te hizo cambiar de opinión.
La honestidad absoluta me hizo sonreír, porque habría sido muy fácil para
ella guardarse ese pensamiento para sí misma. ¿Cuántas personas habrían
planteado una pregunta tan vulnerable en una primera cita? Nadie que yo
conociera. Y en el fondo de mi mente, sabía que era el momento perfecto para
decirle quién era yo. Para ser igual de vulnerable con ella mientras teníamos esta
sala privada y nadie que nos interrumpiera. El ángel de mi hombro estaba
prácticamente clavando sus alas en mi cerebro, tratando de descifrar ese
impulso de seguir esta cita sin ser honesto.
Pero lo aparté de un manotazo por la forma exacta en que me miraba.
Faith Pierson quería que la besara.
Y yo tenía muchas ganas, como Dominic Walker, de ser el que le diera lo
que deseaba. Así que respondí con la mayor sinceridad posible, apaciguando
ambos impulsos lo mejor que pude.
—Te juzgué mal —le dije—. Y habría sido injusto reprocharte tus
antecedentes porque estoy seguro de que odio cuando la gente me hace eso.
Una vez más, en su rostro se veía que me creía, en la suavización de su
postura y en la luz de sus ojos. Prácticamente derritiéndose en mi dirección, Faith
se levantó de donde seguía apoyada en el juego, pero en lugar de alejarse, dio
un paso más cerca.
—Y en aras de la honestidad —le dije en voz baja—. Probablemente
deberías saber que te deseo, Faith Pierson.
Aspiró rápidamente, con los ojos enormes.
Levantando la mano, deslicé mis dedos por un suave rizo contra su mejilla
y lo empujé hacia atrás. Sus ojos se cerraron, y justo cuando incliné la cabeza
hacia abajo, anticipando ese momento de primer contacto, imaginando lo dulces
y suaves que serían sus labios cuando se abrieran bajo los míos...
Fue el momento exacto en que la máquina detrás de nosotros se puso en
marcha y un silbido que indicaba el comienzo de un nuevo juego hizo que sus
ojos se abrieran de golpe.
Su sonrisa se extendió ampliamente y yo exhalé un fuerte suspiro. Faith
hundió su frente en mi pecho con una suave carcajada, y puse una mano a lo largo
de su espalda cuando la cálida presión de su cuerpo tocó el mío.
Un carraspeo detrás de nosotros interrumpió aún más el momento. Un
empleado deferente estaba junto a la mesa.
—¿Puedo ofrecerles algo más? —preguntó.
Negué. En lugar de sentarnos en la mesa para disfrutar de la cena,
habíamos llevado trozos de pizza por la sala de juegos mientras jugábamos.
113 —Gracias —le dije—. ¿Se acabó nuestro tiempo?
Ella me dedicó una sonrisa cortés.
—Sí, tenemos que empezar a cerrar.
Con una mirada al exterior, fue la primera vez que noté que el cielo estaba
oscuro. Faith había dado un paso atrás, tirando del jersey por encima del
hombro, noté con una pequeña sonrisa. El momento estaba oficialmente roto.
Recogió su bolso de la mesa y me dedicó una sonrisa irónica cuando debió
leer la frustración en mi rostro.
—Es muy oportuno, ¿eh?
—Sí. —Pero le tendí la mano y la tomó sin dudar, deslizando sus dedos
entre los míos mientras salíamos de la sala de juegos. El aire se había enfriado,
y con su mano libre, se puso el cárdigan alrededor de su esbelto cuerpo.
Así de fácil, podría calentarla, rodearla con todo mi cuerpo y dejar que el
calor de lo que tenía dentro la mantuviera cómoda. Pero también sabía que no
podía manejar esta noche como lo habría hecho normalmente. Ella era diferente.
Muy, muy diferente, y mucho más importante que cualquier interacción anterior
que hubiera tenido con una mujer.
Se subió al asiento del copiloto y, cuando cerré la puerta, la vi soltar una
lenta respiración. La tensión no era unilateral, y el ambiente no se había disipado
del todo por nuestra interrupción. Me dio la dirección del apartamento que
compartía con su amiga, y en el silencio mientras conducía, la expectación
parecía aumentar con cada kilómetro, con cada insoportable minuto.
Era espeso, cargado de lo que había sucedido en la sala de juegos, de lo
cerca que habíamos estado. No faltaban las imágenes que pasaban por mi cabeza
mientras nos acercábamos, cada fantasía se basaba en la anterior. Cuando me
acerqué a la dirección, me imaginé presionándola contra el estúpido juego de
arcade y deslizando mis manos por debajo de esas correas increíblemente
pequeñas, levantando su muslo contra mi costado para poder presionarme entre
sus caderas.
La imaginé arrastrándose sobre mi regazo cuando subí al lado del
conductor de mi camioneta, su ropa ya no formaba parte de la ecuación. Me la
imaginaba dejándome tumbarla en el asiento trasero, donde lucharíamos por
encajar bien. Pero con sus piernas apretadas contra mi cintura y mis manos
apoyadas en la puerta detrás de ella, seríamos capaces de movernos.
Faith me deseaba tanto como yo a ella, y eso era algo poderoso que me
daba vueltas en la cabeza. Tal vez ella estaba imaginando el mismo tipo de cosas,
o tal vez no.
Si ella mirara mi regazo ahora mismo, sabría exactamente lo que estaba
pensando.
Sentía un dolor agudo y punzante, pero como veía que ella apretaba los
dedos con fuerza, podía soportarlo, simplemente porque no estaba solo.
114 —Ya está —dijo, rompiendo el palpitante silencio que había entre
nosotros. El edificio era alto y majestuoso, con la hiedra trepando por el exterior
de ladrillo. Parecía cálido y acogedor, caro como el infierno, pero no
inaccesible, a diferencia de mi propia casa a solo diez minutos más cerca del
centro.
Estacioné en un lugar y me bajé para abrir su puerta. La entrada estaba
cerrada con llave y, al despejar el capó de la camioneta, vi a un portero
uniformado de pie detrás de un gran escritorio, observándome abiertamente. Él
conocería a Faith, por supuesto, pero desde donde ella salió de mi vehículo, no
podía vernos.
Cuando sus pies pisaron tierra firme, Faith se deslizó a un lado para que
pudiera cerrar la puerta, pero no hizo ningún movimiento para alejarse.
Su jersey se había vuelto a caer del hombro y, con el dedo índice y el
pulgar, tiré suavemente del cuello.
—Esto es... malo.
Faith se echó a reír, con los ojos brillantes.
—¿Lo es?
Levanté una ceja.
—Sabes que lo es.
En lugar de responder, se lamió los labios.
—Me lo he pasado muy bien, Dominic.
—Yo también. —Con cuidado, deslicé el suéter ofensivo para que su
hombro quedara cubierto, permitiendo que mi pulgar rozara la línea de su
delgado tirante y la suave y blanda piel justo al lado. Y por un momento, el borde
de mi dedo tocó la cadena de oro de su collar, lo que hizo que mi corazón
retumbara erráticamente en mi pecho.
La mano de Faith se posó suavemente en mi pecho.
—Me alegro de haber roto mi regla.
Sonreí.
—Se me da muy bien ser una mala influencia en ese sentido.
—Te invitaría a subir —dijo—. Pero mi compañera de piso está en casa.
Ella sabía que la quería. Se lo había dicho. Pero, aun así, esto fue lo más
cerca que estuvo de verbalizar que sentía lo mismo. Y eso desencadenó un
impulso diabólico de burlarme un poco de ella. Puede que no sea el idiota que
ella había pensado en un principio, pero tenía toda la razón cuando dijo que era
un alborotador.
Me acerqué más, deslizando mis dedos por las palmas de sus manos hasta
que sus dedos se enroscaron en los míos. Su respiración se aceleró, su pecho
115 subía y bajaba rápidamente. Con la mandíbula apretada, levanté esas manos
hacia mi rostro y le di un suave beso en la parte interior de la muñeca. Por un
momento, dejé que mi nariz se arrastrara por ese mismo lugar, dejando escapar
un silencioso zumbido de agradecimiento por el aroma que encontré allí.
Contra mi camioneta, ella parecía lista para la combustión, con las pupilas
dilatadas y las mejillas atractivamente rosadas.
Fue entonces cuando di un paso atrás.
—Espero que me dejes invitarte a salir de nuevo —le dije mientras sus
manos caían sin fuerza a su lado.
Se quedó con la boca abierta y parpadeó varias veces.
—¿Qué?
Adoptando una expresión inocente, señalé su apartamento.
Los ojos de Faith adquirieron un brillo decidido, y su mano salió disparada
para aferrarse a la tela de mi camisa y así poder acercarme. Con una risa ronca,
me acerqué a ella, deslizando mis manos por la línea de su cuello hasta la suave
caída de su cabello.
Se puso de puntillas mientras yo descendía para tomar su boca con la mía.
Perfección absoluta, pensé mientras chupaba su labio inferior y dejaba que
el calor del beso nos envolviera.
No fue un primer beso tentativo, nada de lo que había planeado o
imaginado durante el viaje. Inmediatamente, incliné la cabeza para poder
profundizar, saborear sus labios y su lengua con un atrevido barrido de la mía.
Ella gimió, tirando de mi camisa con un agarre aún más firme, con la
lengua girando alrededor de la mía.
Era una corriente salvaje de labios y dientes, de gemidos arrancados de
la suave línea de su garganta. Podría besarla eternamente.
Faith participaba de igual manera en esta deliciosa exploración, y
mientras mis manos se aferraban a su cabello, sus dedos se abrían en mi pecho.
Nos apretamos el uno contra el otro, la cabina de mi auto era una pared sólida
para que yo sintiera y sintiera y sintiera.
Su dulce olor me llenaba las fosas nasales, el suave empuje y el tirón de
sus labios sobre los míos me llenaban las venas de una sensación de poder, de
deseo. Era una atracción sin límites, como nunca había experimentado antes de
ella.
Y lo que lo hacía mejor era su reacción. El filo de sus uñas cuando me
rodeó la nuca con las manos, la forma en que inclinó la barbilla cuando le di
besos calientes y abiertos en la línea de la garganta. Volví a liberar su hombro
para poder doblar las rodillas y chupar la piel donde aquel maldito tirante me
había provocado toda la noche. Quería dejar una marca allí, donde era suave e
impecable. Y por la forma en que se arqueó más cerca, rodando sus caderas
116 contra las mías, pensé que quería que hiciera lo mismo.
—Mierda —respiró, prácticamente trepando por mí cuerpo mientras
intentaba deslizarse más alto contra mi auto.
Podía hacer todo, cualquier cosa con ella, luchando contra el deseo que
arañaba los confines de mi piel. Pero quería algo más de ella que un rápido y
brillante destello de alivio. Volví a encontrar su boca y suavicé el beso,
convirtiéndolo en algo diferente. Esto se sentía más lujoso, como si no tuviera
que preocuparme de tener otra oportunidad, otro sabor. Un suave tirón de su
labio inferior la hizo suspirar. Enroscando las manos alrededor de su espalda
para poder sentirla entre mis brazos, pude separarme después de unos cuantos
besos dulces y cerrados.
Faith sonrió contra el último beso.
—Sí, puedes volver a llevarme a una cita —murmuró, con las manos
agarrando mi camisa por la cintura.
Me retiré, soltando un suspiro al verla toda desarreglada contra mi
vehículo.
—¿Mañana? —pregunté. Sonaba ansioso, pero me importaba una mierda.
Sus ojos eran brillantes y felices mientras exhalaba una risa temblorosa, y
la fuerza de la satisfacción que me produjo fue casi impía.
—Tengo una cena con mi familia mañana por la noche —respondió,
alisando sus manos sobre mi pecho como si no pudiera apartarlas. Fue una
sensación que reconocí porque mis palmas se enroscaron alrededor de sus
caderas, mis pulgares presionando la curva de su cintura.
La camisa que llevaba debajo del jersey, que solo había podido ver a
hurtadillas, era sedosa y se ceñía a su cuerpo. Más tarde me arrastraría a la cama
y me imaginaría quitándosela. Sabría dulce, suave y cálida con ella fuera de su
cuerpo.
—¿La noche siguiente? —preguntó.
—Sí. —La besé de nuevo, hundiéndome en esos dulces y suaves labios con
un gemido. Suspiró felizmente, deslizando sus manos por mi espalda mientras le
acariciaba la comisura de los labios con mi lengua. Ella la persiguió, y todo mi
cuerpo se encendió como un petardo cuando succionó mi lengua en su boca. Mis
manos se apretaron contra su trasero y se me puso la piel de gallina por lo que
me provocó esa descarada muestra de su propio deseo.
Ella me deseaba. A Dominic.
Faith se retiró con una sonrisa feliz.
—Esperaba que te hicieras el difícil y me hicieras esperar junto a mi
teléfono durante una semana.
Besé la punta de su nariz, lo que la hizo reír.
117 —La vida es demasiado corta para hacerse el difícil, solecito.
Sus dedos volvieron a enroscarse brevemente en el material de mi camisa,
pero los alisó, aplanando sus palmas sobre mis costados.
—La mayoría de los hombres no se sienten así.
—Noticia de última hora —susurré contra la curva de su cuello—. Yo no
soy la mayoría de los hombres.
Díselo. Oí esa voz en mi cabeza, apenas por encima de un susurro, pero la
rechacé como si hubiera sido un eco. Cuando volví a besar una línea hasta la
comisura de su deliciosa boca, Faith lo convirtió en otro beso con un gemido
impotente. Sus manos pasaron por mis hombros para poder rodear mi nuca con
sus brazos, presionando sus pechos contra mi pecho. Un auto pasó por delante
del edificio, tocando el claxon, y ninguno de los dos se inmutó.
Mi lengua se introdujo en su boca mientras seguíamos besándonos,
aparentemente incapaces de poner fin a este momento.
No quería terminar nada cuando se trataba de Faith.
Esto era incluso más de lo que esperaba de mi noche con ella. Algo más
grande, más intenso. Si Faith hubiera afrontado nuestra cita con una educada
reserva o incluso con una pizca de contención, podría haber sido más fácil
convencerme de que estaba imaginando lo jodidamente increíble que podrían
ser las cosas entre nosotros.
Pero no lo estaba imaginando. Y definitivamente no estaba solo en ello.
Cuando sus dientes me mordieron el labio inferior, mis brazos temblaron
por la fuerza de mi propia contención.
Hizo falta toda la disciplina que poseía para retirarme. Pero lo hice.
Por un momento, lo único que pudimos hacer fue respirar con dificultad,
con los cuerpos aún entrelazados contra el costado de mi camioneta.
—¿Planifico otra sorpresa para pasado mañana? —le pregunté.
Lo consideró con los labios fruncidos.
—Creo que la mejor pregunta es si mi corazón puede soportar que
planees otra sorpresa.
Se me escapó una risita porque sabía que diría algo así. Pero esta chica
necesitaba a alguien que la ayudara a ver que estaba bien dejarse llevar a veces.
—Una buena sorpresa —prometí. Mis ojos permanecieron fijos en los
suyos, y maldita sea, habría sido tan fácil perderme en ella de nuevo. Fuera lo
que fuera, era una de las cosas más poderosas que había sentido nunca, y por la
expresión de su rostro, estaba sintiendo exactamente lo mismo.
—Bueno —murmuró, sus manos se deslizaron por mis brazos hasta que
nuestros dedos se unieron—. Ciertamente cumpliste tu promesa esta noche,
Dominic Walker.
118 —¿Lo hice?
Me golpeó el pecho.
—No busques cumplidos. Sabes que lo hiciste.
Con una risa, la besé suavemente.
Había algo embriagador en besar a Faith cuando apenas podía dejar de
sonreír, como si yo pudiera absorber algo de esa felicidad. Ella era un subidón
tan grande en mi torrente sanguíneo, que sería fácil acabar siendo adicto.
—Hablamos mañana, ¿de acuerdo?
Asintió.
—De acuerdo.
La besé una vez más, presionando mi frente contra la suya cuando nos
separamos. Mientras se alejaba, sentí la primera punzada de remordimiento por
no haberle dicho quién era en cuanto me di cuenta. Pero ahora que la decisión
estaba tomada, no podía ignorar la persistente pregunta de si habría sido así,
con esta intensidad, si lo hubiera hecho. No podía ignorar ese oscuro susurro que
me prometía que lo haría pronto.
—Pronto —dije en voz alta.
Cuando abrió la puerta de su edificio, se volvió y me dirigió una pequeña
sonrisa por encima del hombro. Le devolví la sonrisa, recordando lo que me
había dicho en la sala de juegos.
Faith me dijo que no tenía ni idea de lo que acababa de empezar. Y era la
verdad. No se daba cuenta de lo poco que sabía también.

119
Faith

D
ominic: Y cenarás con tu familia esta noche, ¿verdad?
Yo: ¿No hablamos de eso anoche?
Dominic: ¿Lo hicimos? Demasiados golpes en la cabeza,
supongo. Ahora que te tengo, qué estás haciendo, qué llevas puesto, y no
escatimes en detalles.
Cuando estaba a punto de entrar por la puerta principal de mis padres
para cenar, me detuve para responder con una sonrisa feliz en el rostro. Antes
de que pudiera iniciar sesión en mi computadora portátil en el trabajo esa
mañana, me envió un dulce mensaje de texto de buenos días, explicando con
gran detalle que había pensado en nuestro beso toda la noche y que estaba
120 ansioso por volver a verme.
Dominic Walker, el impenitente y romántico chico malo de armario.
¿Quién lo hubiera pensado?
Yo: Pantalones cortos de jean, chanclas y una camiseta negra vieja y
sencilla. Nada que cause mucha emoción.
Dominic: Habla por ti misma, sol.
Dominic: ¿Es suficiente para el centro de Keisha? Fui de compras después
de que terminé en la sala de pesas.
Cuando hice clic en la imagen que había adjuntado, me eché a reír. La
mitad de su rostro apareció en la toma, y detrás de él había una pila de bolsas de
una tienda local de artículos deportivos que podría haber abastecido a tres
centros comunitarios.
Yo: Más que suficiente. Tenemos un evento programado allí la semana que
viene, podríamos llevarlo entonces.
Yo: si quieres.
Dominic: Si tengo más tiempo contigo, siempre estaré dispuesto.
Yo: Cuidado, pez gordo… una chica podría acostumbrarse a este tipo de
disponibilidad de un chico que besa como tú.
Presioné enviar, con la nariz arrugada, la incertidumbre me hizo dar un
vuelco. Mis habilidades para coquetear estaban tan oxidadas como un auto viejo
en un depósito de chatarra, pero cualquier cosa que estuviera haciendo parecía
hacer sonar todas las campanas que Dominic Walker poseía. Y cuando abrí su
respuesta, mis mejillas se calentaron instantáneamente. Hablando de campanas
sonando… las mías se estaban volviendo locas. Y no en una especie de peligro
de advertencia de incendio de cinco alarmas más adelante.
Estaba provocando cada una de las reacciones de hormigueo en mi piel
que ni siquiera estaba segura de que existieran. Existían, de acuerdo. Todas
estaban en funcionamiento porque seguía teniendo que recordarme a mí misma
que estaba teniendo todos los grandes, hormonales, físicos sentimientos y que
me aceleraban el corazón después de una cita.
Dominic: Sol, no tienes idea de las cosas a las que me gustaría
acostumbrarte. Dame diez minutos y una superficie plana y te lo mostraré.
Yo: ¿Solo diez minutos? Estoy muy decepcionada.
Dominic: ¿Puedes oír mi orgullo masculino llorando de dolor? Está
encendido ahora.
Yo: * emoji de diablo * Tengo que ir a cenar.
Metiendo el teléfono en mi bolsillo trasero, apenas había atravesado la
puerta de entrada de mis padres cuando la mano de Lydia salió disparada del
medio baño y me tiró dentro.
—¿Qué estás haciendo? —siseé mientras nos encerraba en la pequeña
121 habitación.
Agarró mi parte superior de los brazos y me sacudió ligeramente.
—¿Y bien? — Sus ojos eran todos grandes, brillantes y emocionados.
—¿Bien qué?
Lydia pisoteó con el pie.
—¿Cómo estuvo la cita con el chico malo? No me llamaste anoche.
—¿Por qué tenemos que estar en el baño para esto?
—Porque mamá está en mi habitación buscando algunas joyas que juré
que no le pedí prestadas.
Arqueé una ceja.
—¿Lo hiciste?
—Como si me dejara usar el Chopard si se lo pidiera —dijo—. No cambies
de tema. ¿Cómo estuvo?
¿Cómo estuvo?
Palabras tan inocuas, una pregunta tan simple. Sin darme cuenta, mis
labios se curvaron en una sonrisa soñadora y Lydia chilló.
—Fue... —Hice una pausa, dejando escapar un ridículo suspiro—.
Realmente bueno.
—¿Cómo es? —Sus cejas se movieron.
—No lo sabría, muchas gracias. Me dejó en la puerta como un caballero.
—Cállate. ¿Él?
—Quiero decir, tuvimos la sesión de besos más épica con su camioneta
antes de que entrara —corregí. Tan, tan épico.
Lydia se pasó una mano por la frente.
—Uf. Bien.
—¿Puedo salir del baño ahora?
—¿Qué tan épico, en una escala del uno al diez?
Mi sonrisa la hizo chillar de nuevo. Le mostré diez dedos.
—Oh, esa es la razón por la que necesito vivir indirectamente a través de
ti, hermana mayor. —Suspiró.
Abrí la puerta del baño y salí con ella pisándome los talones. Me recordó
a cuando era pequeña, cuando apenas aprendía a caminar, y me seguía a todas
partes antes de darse cuenta de que podía llegar a la mayoría de los lugares más
rápido por su cuenta.
—¿Por qué tendrías que vivir indirectamente a través de mí? Sé qué tipo
de chicos quieren una parte de esto —dije, señalando su general impecabilidad.
122 —Por favor. Como si tuviera que explicarte por qué es tan difícil. O son
chicos fan o chicos de fraternidad, o quieren algún tipo de ventaja en este mundo.
—Negó—. Por eso Walker es perfecto para ti. Le importa una mierda lo que
piense la gente, no necesita ayuda en ningún lado y tu dinero no le impresiona.
Me reí.
Papá entró en la cocina.
—¿A quién le importa una mierda tu dinero?
Dejó caer un beso en la parte superior de mi cabeza y le di a Lydia una
mirada de advertencia.
—Nadie —dijimos al unísono.
Él se quedó paralizado donde estaba mirando el interior del frigorífico.
—Ahora, ¿por qué eso me pone nervioso?
Mi recuperación llegó rápidamente.
—Le estaba contando a Lydia sobre el último evento que tuvimos en el
centro comunitario antes de la cena de Blanco y Negro. U-uno de los jugadores
me está ayudando.
Lydia tomó el relevo cuando le envié una mirada de impotencia. Pasó junto
a papá en la cocina y pasó un brazo por sus anchos hombros.
—Solo le estaba diciendo a Faith que creo que es muy... —Hizo una pausa,
con los ojos muy abiertos—. Apto para ella. Creo que le gusta —terminó Lydia
con una apresurada exhalación.
Bueno. Entonces haríamos esto ahora.
Porque sí, basándome en la ventana de tiempo de anoche cuando
consideré arriesgarme a la indecencia pública con Dominic Walker, pensé que
también le agradaba.
En el libro de reglas de la familia Pierson, había sido quien había
agregado No Tener Citas Con Los Jugadores. A causa de Aquel Que No Debía
Ser Nombrado. Era una regla tan fácil de seguir. Y el primer tipo que me hizo
querer ir allí tuvo el comienzo más difícil de cualquier jugador de los Wolves en
probablemente la última década. Dar o tomar.
Un comienzo excelente en todos los sentidos. Estoy segura de que mis
padres estarían encantados.
Papá se volvió lentamente.
—¿Quién es el adecuado para ti?
El silencio descendió como una bomba en la cocina.
Los ojos de Lydia se agrandaron cuando no respondí. Papá estrechó los
ojos.
123 Respiré profundamente.
—Dominic Walker —dije al exhalar.
No pareció enojado, solo sorprendido. Y chico, no puedo culparlo. No era
como si nos mantuviera a Lydia y a mí rodeadas por un foso, lejos, muy lejos de
las malvadas garras del equipo. Todo lo contrario. Confiaba en nosotras cuando
estábamos con ellos porque cada miembro de nuestra familia recordaba cómo
estuve después de que terminó esa relación. Mi papá había sido el que me
abrazó a través de mis lágrimas la noche que me presenté en su casa.
Y también confiaba en que la mayoría de los muchachos del equipo sabían
que no éramos material para citas.
Dominic pensaba que sí. Dominic pensaba que era un montón de cosas,
aparentemente, basado en lo que sentí apretado caliente y duro contra mi
estómago anoche. O tuvo una pipa de metal escondida en sus pantalones durante
toda la cita, o pensaba que era muy, muy... amigable.
Allie entró en la cocina con una amplia sonrisa. Se estaba quitando los
aretes cuando sorprendió la mirada de padre e hija sucediendo a través de la
extensión de la isla.
—¿Qué me perdí? —Vio a Lydia—. ¿Qué está pasando? Siempre me
pierdo las cosas buenas.
Lydia no dijo nada, simplemente sacó una botella de vino de la nevera y
se la entregó.
—Solo… sírvete un vaso de eso. Quedarás atrapada.
—¿Un vaso grande? —preguntó en voz baja.
Lydia asintió lentamente.
Mi papá suspiró, pasándose una mano por la boca. Dejó caer mi mirada el
tiempo suficiente para darle un beso a Allie. Sus ojos se suavizaron cuando lo
hizo. Siempre era así con ellas y lo había sido desde el principio. Aunque tenía
seis años cuando Allie se mudó a la casa de al lado, tenía la edad suficiente para
recordar el cambio en él cuando se juntaron.
Antes de ella, era la única por la que mi padre se derretía, la única que
veía detrás de la armadura que erigía para hacer el trabajo que hacía y mantener
la cordura. Hasta Allie.
Si mi padre no podía dejar de lado la hipocresía del brusco y tatuado
jugador de fútbol que se ablandaba por la mujer adecuada, entonces podríamos
tener un problema.
Papá le dio la vuelta a la isla y se sentó junto a mí. El acortamiento de la
distancia entre nosotros ayudó a aliviar un poco la tensión en espiral en mi
estómago.
Tamborileó con los dedos en la isla.
—Háblame, Turbo.
124 Con mi apodo de infancia, le di un codazo con el hombro.
—No hay mucho de qué hablar —dije, como la mentirosa, embustera, con
pantalones en llamas que era—. Me invitó a salir y le dije que le daría una
oportunidad. Eso no es un crimen.
También estaba el incidente menor de que casi dejo que me penetre
contra el costado de su camioneta en el estacionamiento de mi apartamento, pero
lo que sea.
La boca de Allie se abrió, un círculo perfecto de hermoso lápiz labial rojo.
—¿Quién te invitó a salir?
El silencio descendió, inquietante e inmediatamente.
Lydia vio a nuestros padres.
—Qué hay de los Wolves, ¿eh? Se ven bien este año.
Todos la ignoramos.
Mi papá y Allie intercambiaron una mirada sin palabras, una silenciosa
conversación sucediendo entre ellos. Habían podido hacer eso desde siempre y
era muy inconveniente. Allie bajó las cejas con confusión.
Ahh, entonces su cargado aspecto de lenguaje de silencioso matrimonio
no podía transmitir nombres. Era bueno saberlo.
Papá hizo un gesto para que le trajera el vino y lo deslizó por la extensión
de la isla. Con su brazo extendido, pude estudiar las descoloridas líneas de sus
propios extensos tatuajes. Si miraba lo suficiente, aún podía ver el rizo de la F
donde mi nombre estaba escrito en su cuerpo. El de Lydia estaba en su pecho, y
había una pequeña A debajo de su sencillo anillo de bodas de oro. Ese era un
lugar en el que mi padre nunca podría juzgar a Dominic. Porque en un momento,
el hombre que me crio también fue un jugador de fútbol “con chip en el hombro”
con algo que demostrar.
No es que me sirviera de algo recordárselo.
Después de tomar un sorbo de vino, se lo devolvió a Allie. Lydia puso los
ojos en blanco y volvió a agarrar la botella, colocándola entre ellos.
—¿Así que te lo pidió, o ya saliste con Walker? —preguntó papá.
—Ohhhhhhh —suspiró Allie, con los ojos muy abiertos por la
comprensión. Me miró—. ¿En serio? ¿Dominic Walker? —susurró, como si el
resto de nuestra familia no estuviera sentada en la misma habitación—. Eh. No lo
vi venir.
—¿No te preocupa un poco? —le preguntó papá a Allie—. Todo lo que
escucho de Logan es que en los vestuarios no lo soportan. Si quieres salir con un
jugador, Faith, hay muchos buenos muchachos en el equipo en este momento.
No quería a un buen chico. Él también había sido un buen tipo una vez.
Quien mantenía las puertas abiertas y me llevaba a restaurantes elegantes y
llevaba flores a las citas y me llevó a conocer a su madre.
125 Entonces no fue tan agradable. Cuando no consiguió lo que quería, no fue
nada agradable.
Sentí un hormigueo en la lengua por el esfuerzo que me costó no ponerme
a la defensiva por Dominic. Una cita, y estaba listo para sacar la proverbial
espada.
Pero en lugar de hacer eso, le envié a Allie una mirada suplicante. Me
había limpiado tantas lágrimas como mi padre, pero nunca había sido una madre
demasiado protectora. Fue quien confió en nosotras para dar un paso al frente y
cometer nuestros propios errores. Me guiñó un ojo.
Se levantó de la silla y caminó alrededor de la isla. Papá abrió las piernas
en el taburete y Allie lo abrazó directamente.
Lydia y yo intercambiamos sonrisas porque si hubiera una Medalla de Oro
Universal por la habilidad de manejar a Luke Pierson, Allie ganaría todos los días
de la semana y dos veces los domingos.
—Creo —dijo en voz baja, deslizando las manos por sus hombros—, que
tenemos una hija muy, muy inteligente con una buena cabeza sobre los hombros.
—No creo que esté hablando de mí —dijo Lydia en un escénico susurro.
Papá soltó una carcajada. Cuando abrió la boca para decir algo, Allie
suavemente le puso dos dedos en la boca.
—Y también creo que no conocemos a Walker lo suficientemente bien
como para decir que es una causa perdida. Tampoco necesitamos recordarle a
Faith su pasada relación.
—No, no es así —agregué suavemente.
Mi papá miró entre Allie y yo, la reticencia estaba estampada en sus
hermosos rasgos. Había envejecido tan bien, con un pequeño hilo plateado a lo
largo de sus sienes y en el rastrojo que dejaba crecer en el invierno. Y debajo
de ese exterior, todavía tatuado y fuerte, estaba un padre que simplemente no
quería que el corazón de su hija volviera a romperse.
No importa cuánto lo hubiera intentado, no podía protegernos a mí y a
Lydia de todo. Era una píldora difícil de tragar para un tipo que siempre quiso
ser el mejor en todo lo que hacía.
Brevemente, se besaron, una señal de que estaba cediendo la batalla por
ahora. Allie se apartó, pero las manos de papá se demoraron alrededor de su
cintura hasta que entró para darle otro beso.
Lydia puso los ojos en blanco y fue a tomar una copa de vino para ella.
Ninguna de los dos bebía mucho, pero le indiqué que me trajera uno también.
Para cuando mi mano se curvó alrededor del vaso, Allie se había soltado
y me dio un breve apretón.
—Será mejor que me lo digas más tarde —susurró en mi oreja.
126 Asentí, agradecida de que el tema fuera abandonado, sin ninguna
explicación. Era extraño estar en el centro de un tema familiar que era lo
suficientemente sensible como para requerir un manejo cuidadoso.
Normalmente, ese era el lugar de Lydia, quien lo disfrutaba con gran entusiasmo.
La última vez que una cena familiar requirió la delicadeza de una experta en
detonaciones, le dijo a papá que estaba pensando asociarse con una línea de
lencería comestible.
Eso no había salido bien.
Fue la única vez en la historia familiar Pierson que mi padre nos gritó, con
todo el peso de su voz profunda y aterradora voz de jugador de fútbol. Y
créanme, cuando usa esa voz grande y aterradora de jugador de fútbol para
decir algo, no modelarás cubiertas de pezones con sabor a uva para que el mundo
las vea, y nunca, nunca lo olvides. Nos asustó a todas en diversos grados, pero
dado que Lydia tenía diecisiete años en ese momento, había abandonado
sabiamente la idea.
Cuando la informal conversación tomó el control, nos reunimos alrededor
de la mesa más pequeña en la cocina, en lugar de la monstruosidad que
dominaba nuestro comedor formal. Era una de las reglas de papá. La regla de la
cena familiar.
No había cantidad de dinero en el mundo que reemplazara nuestra
capacidad de preparar nuestras propias comidas, poner nuestra propia mesa y
sentarnos en familia a comer. Por eso, una vez a la semana, hacíamos
exactamente eso. Nos turnábamos las semanas, sobre quién era responsable de
hacer la comida, y todos los demás estaban a cargo de la limpieza.
Esta noche, papá había preparado pollo y verduras a la parrilla, con
pequeñas papas rojas a un lado. No era nada de lo que encontrarías en un
restaurante de cinco estrellas con calificación Michelin, pero de alguna manera,
estas comidas semanales eran las normales que representaban mi parte favorita
de nuestra familia ligeramente anormal.
Mi madrastra estaba al mando de un imperio deportivo por valor de miles
de millones, y se sentó con los pies metidos debajo de las piernas, riéndose de
algo que Lydia había hecho al principio del día. Papá, a pesar de que ahora era
dueño de algunos negocios, sentado en algunas tablas en el área de Seattle,
había cambiado su camisa y corbata para usar un manchado delantal para poder
cocinar la cena de sus chicas. Y mi hermana estrella de las redes sociales estaba
sentada con las piernas cruzadas con sus andrajosos pantalones chándal favoritos
y la camisa rota de los Wolves, su rostro sin maquillaje y el cabello en un
desordenado nudo en la parte superior de su cabeza mientras sumergía sus
papas en la salsa ranch.
Dominic, cuando me conoció, probablemente nunca hubiera imaginado
una escena doméstica como esta. Y no podía culparlo. La mayoría de la gente
imaginaba que mi vida estaría dirigida por un ejército de personal contratado,
127 donde no teníamos que levantar un dedo. Pero la verdad de nuestra vida estaba
en algún punto intermedio.
Toda nuestra existencia se extendía a caballo entre la riqueza extrema y
el privilegio, mientras se enraizaba en momentos de completa normalidad.
Y era una de esas cosas familiares normales notar cómo mi papá seguía
mirándome durante la cena. Lydia le estaba mostrando algo a Allie en su
teléfono, y empujé el pie de papá debajo de la mesa.
—Todo estará bien, papá. —Le di una pequeña sonrisa—. No es lo que
piensas.
—Solo ten cuidado —dijo, su voz ronca por la emoción—. Prometo no
exagerar. Pero es difícil, chica. Solo tengo una Faith y una Lydia.
—Gracias a Dios por eso —intervino Lydia—. Serías imposible si fuéramos
más.
Allie se rió y el rostro de papá se rompió en una sonrisa.
Fue suficiente para romper la tensión sobre la cena. Tomé otro bocado de
mi comida, mi papá tomó un lento sorbo de su bebida y luego compartí una
sonrisa con Allie.
Ella dejó la taza con un suspiro.
—Mierda, no puedo esperar a que ustedes dos tengan hijos para que
sepan exactamente lo imposible que es esto.
—¿Estás listo para ser abuelo? —preguntó Lydia, arqueando las cejas.
Papá gimió.
—No. Por favor, olvídate de que dije eso.
—Nueva regla familiar —dijo Allie, levantando su copa de vino—. Ningún
comentario sobre la vida amorosa de las chicas a menos que lo pidan.
Lydia y yo compartimos una mirada de incredulidad.
Papá suspiró y chocó su vaso contra el de Allie.
—Trato.
Lydia agregó el suyo a la mezcla.
—¿Eso también se extiende a mis colaboraciones comerciales? Porque el
otro día recibí una gran oferta de La Perla.
Al ver la expresión de dolor en el rostro de papá, me eché a reír.
—Una cosa a la vez, Lydia —murmuró—. Una cosa a la vez.
Papá bajó el tenedor, pero antes de que pudiera decir algo más, Allie puso
su mano sobre la de él.
—Creo que Dominic, con un buen entrenamiento y con algo de tiempo,
será una gran ventaja para los Wolves —dijo. Vaya, Allie estaba en modo
propietaria en toda regla—. Pero tu padre tiene razón. El baile es una gran
128 noche, y él no... no ha demostrado poder manejar los eventos importantes sin
hacer una escena. —Trató de suavizar su declaración con una suave sonrisa—.
Piensa bien antes de decidir que lo quieres a tu lado en un momento como este.
La atención a cada uno de mis movimientos no era nada nuevo. Había sido
así toda mi vida. Pero normalmente mi familia no me veía como si no pudieran
anticipar lo que hiciera o dijera a continuación.
Mentirles no me llevaría a ninguna parte porque si quisiera que Dominic
estuviera allí, y dijera que sí, cruzaría esas puertas sin una pizca de vacilación.
No lo conocían. Honestamente, tenía que preguntarme quién lo hacía.
Dominic

S
ol radiante: Así que... como ahora son las 12:01, técnicamente es el
día en que saldremos de nuevo.
Sol radiante: ¿Puedo preguntar cuál es mi sorpresa?
Con una sonrisa, me di la vuelta en la cama, apoyando mi cabeza en mi
mano mientras buscaba su información de contacto. Al diablo con esta mierda
de los mensajes de texto, quería escuchar su voz. Respondió casi de inmediato.
—¿Sigues despierto? —preguntó.
—No podía dormir.
—¿Por qué no?
129 Me estiré de espaldas y puse el teléfono en mi pecho. De esa manera
podría fingir que estaba acostada conmigo.
—Fui a la sala de pesas alrededor de las seis. Normalmente no hago
ejercicio tan tarde. Supongo que eso me energizó demasiado.
—Debe haber estado tranquilo a esa hora de la noche.
Ese era el punto. Me gustaba la idea de que no hubiera nadie
más. Estrategia sólida que tenía en la pretemporada. Evitar a todo el mundo. Pero
no quería admitir eso ante ella todavía.
—Así fue —fue todo lo que dije—. Algo agradable. Aparte de la falta de
sueño que vino con eso.
—¿Por qué te ejercitaste tan tarde?
Suspiré dramáticamente.
—Quería pasar tiempo con alguien, pero ella tenía otros planes.
—Grosero.
—Estaba casi dormido —admití—. Entonces una chica bonita hizo estallar
mi teléfono porque me desea tanto.
Faith se rió.
—Dios, tu ego es ridículo.
—Tú eres quien accedió a salir conmigo —señalé.
Un milagro, cuanto más lo pensaba. Puede que no haya admitido ante
Dominic por qué tenía su regla de no salir con jugadores de fútbol, pero Nick lo
sabía. Sabía exactamente por qué.
—Ayer, antes de que me recogieras, probablemente te hubiera dicho que
fue un lapso momentáneo de juicio.
Esperé, porque parecía que no había terminado. Pero se quedó callada.
—¿Y ahora? —pregunté.
—Ahora —comenzó Faith—, te diría que probablemente fue la mejor
primera cita que he tenido.
Mi puño se levantó victoriosamente en el aire, algo que ella no pudo ver.
—Suenas sorprendida por eso.
—Supongo que lo estoy. —Hizo una pausa—. Y aquí estoy, hablando
contigo a la medianoche porque realmente no quería esperar hasta mañana.
El hecho de que ella lo admitiera me hizo cerrar los ojos de nuevo. Este
era el tipo de mierda que me mataría. Si ella sentía siquiera una fracción de lo
que yo sentía, estábamos al borde de un territorio peligroso. Estas eran el tipo
de historias que terminaban con matrimonios en Las Vegas después de
conocerse dos días antes. Las que no tenían sentido para nadie más fuera de esa
pareja.
130 Cuando no respondí de inmediato, Faith soltó una risa tímida.
—Y tampoco me estoy haciendo la dificil, ¿verdad?
—Joder, espero que no —le dije—. No quise quedarme callado. Esto es...
es diferente para mí. En el buen sentido. No salgo mucho. No he tenido una novia
seria desde la secundaria.
Fue entonces cuando Ivy se enfermó. Nada más importó después de eso.
—Oh, vamos —dijo—. ¿En serio?
—En serio. Rompimos cuando me gradué y me mudé por la universidad.
Luego tuve muchas cosas familiares cuando estuve allí. Estaba demasiado
ocupado con el fútbol, el trabajo y la escuela. —Hice una pausa—. Espera,
¿puedo hablar de fútbol ahora?
Exhaló una risa suave.
—Sí.
—Bien, porque eso hubiera hecho que esta relación fuera muy incómoda,
solecito.
—¿Estamos en una relación después de una cita? —preguntó Faith—. ¿No
es eso... una locura?
—¿Una locura para quién? No quiero salir con nadie más. ¿Tú sí?
—No. —Suspiró—. Ha ... ha pasado mucho tiempo para mí también. Sé que
no respondí cuando me preguntaste, pero hubo un chico en la universidad.
Me pellizqué el puente de la nariz, porque no esperaba que lo admitiera
tan pronto.
—¿Sí?
—Honestamente, fue una estupidez el tiempo que estuve con él.
Hacerle preguntas sobre él se sentía tan mal como una mentira, así que
dudé.
—Sin embargo, no creo que seas estúpida. Confías en la gente. Nada de
malo con eso.
—Dos años —dijo en voz baja—. Ni siquiera fueron dos buenos años,
cuando lo recuerdo. Mi familia se dio cuenta de que él realmente no me amaba,
pero yo era joven. El primer chico que me embobó por completo en mi primer
año. Era un estudiante de último año en la universidad. Jugaba de esquinero.
Tarareé.
—Ese es tu problema. Los esquineros son unos idiotas.
Faith se rió.
—¿Lo son?
—Él lo es.
—Ni siquiera sabes lo que hizo —bromeó.
131 Hice una mueca, porque sí, carajos, lo sabía. O la mayor parte.
—Si fue lo suficientemente malo como para que vetaras a todos los
jugadores de fútbol, entonces fue un idiota.
—Lo fue —concordó—. No lo vi al principio. Pero cuando se dio cuenta de
que estar conmigo, sabiendo que mi familia no le iba a dar ningún tipo de
impulso para jugar en la liga profesional, se desvaneció. —Faith gimió—. No
puedo creer que te esté contando todo esto.
—No tienes que hablar de ello si no quieres.
—Honestamente, ni siquiera fue lo que hizo. Fue lo estúpida que me sentí
después —dijo en voz baja—. ¿Qué clase de chica se queda con un chico durante
dos años y no ve lo horrible que es en el fondo?
—Eres la persona menos estúpida que he conocido —le dije.
Faith hizo una pausa, luego habló con una exhalación apresurada.
—Cuando lo dejé, se enojó tanto que me maldijo frente a todos sus
compañeros de cuarto, luego dijo que dormir conmigo era como follar con un
pez muerto. Literalmente.
Me incorporé de golpe en la cama.
—¿ Dijo qué? —grité—. No dijiste… —Me contuve. Nunca me había dicho
eso antes, y yo estaba… furioso—. Faith, no le creíste, ¿verdad?
Ella gimió.
—Nunca le había dicho a nadie eso antes. Fue tan embarazoso.
—Para él. —Santo infierno, mis manos estaban apretadas, y si ese imbécil
del esquinero hubiera estado frente a mí, le habría arrancado las bolas de su
cuerpo y se las habría metido en la garganta—. No tienes nada de qué
avergonzarte. Es un idiota cobarde que debería estar muerto por hablarte así.
Faith hizo un sonido de leve diversión.
—Dios mío, estoy un poco halagada por esta ira en mi nombre. Sin
embargo, debería haber sabido que era capaz de hacer algo así. Dos años,
Dominic.
—Si no lo viste, es porque no te estaba mostrando quién era en realidad. —
Cuando mi ritmo cardíaco se desaceleró a un ritmo normal, me recosté, tratando
de entender que ella había estado dispuesta a darme una oportunidad después
de eso. No es de extrañar que no quisiera nunca volver a sumergirse en ese
grupo de hombres en particular.
Faith se quedó callada por un segundo.
—Suenas tan seguro para un tipo que apenas me conoce.
Lamiendo mis labios, supe que, si se lo iba a decir en esta conversación
telefónica, ella me acababa de dar el momento perfecto. Pero algo me
detuvo. Probablemente ese estúpido miedo masculino, si soy honesto.
Faith fue la primera persona que me vio. Más allá de Walker the Wild, o
132 cualquier estupidez que la prensa haya dicho sobre mí. Más allá de los
entrenadores, los malos equipos y las decisiones tontas alimentadas por el dolor
o la inseguridad. Era la primera vez desde Ivy que sentía este tipo de comodidad
con alguien, y la parte más egoísta de mí era lo que me impedía decírselo.
Inmediatamente después de lo que acababa de admitir, físicamente no
pude forzar las palabras cuando ella no estaba frente a mí.
No. Este no era el momento.
—No lo sé todo —respondí con cuidado—. Pero lo que sí sé solo me hace
querer saber más sobre ti, Faith Pierson. Eso es algo bastante raro en mi mundo.
—En el mío también —murmuró adormilada—. Me alegro de que me
hayas llamado, Dominic. Me gusta escuchar tu voz antes de irme a la cama.
Gruñí.
—Vas a cambiar la dirección de esta llamada telefónica muy rápido si
sigues así.
Se rió.
—Nunca antes he tenido sexo por teléfono.
Inclinando mi barbilla hacia arriba, solté un fuerte suspiro.
—Mujer —le advertí.
—Quizás deberíamos tener una segunda cita antes de intentarlo.
—¿No puedes contar esto como nuestra segunda cita? Ya tuvimos la charla
sobre nuestros ex.
—Es cierto —concedió—. ¿Sabes lo que me gusta de ti?
—No. Dame una lista detallada y dilo lento con esa voz sexy que acabas
de hacer.
Apenas podía hablar entre carcajadas, y me encontré sonriendo
ampliamente.
Faith era mucho más valiente que yo. Todo sobre esto con ella se sentía
frágil, como si hiciera un movimiento en falso, lo perdería. Y no podía soportar
la idea de eso tan pronto después de haberla encontrado.
Le diría. Y cuando lo hiciera, sería perfecto. Algo que le mostrara
exactamente cuánto la escuchaba, lo bien que la conocía.
Porque así era. Faith había sido herida, e incluso si había pasado suficiente
tiempo para que estuviera dispuesta a arriesgarse conmigo, quería a esa chica
segura de sí misma de nuestra primera cita. La chica que no hacía más que
sonreírme y me envolvió completamente alrededor de su delicado dedo
meñique. Cualquier palabra que él hubiera puesto en su cabeza se borraría por
completo.
No solo por mí, sino porque ella sabría que tampoco pertenecían allí.
Tarareó y, de fondo, pude escuchar el movimiento de las sábanas. Pasé
133 una mano por mi cara porque, santa mierda, las imágenes mentales. Eran tan
buenas. Quería estar en esas sábanas con ella.
—No me engañas —dijo.
La mano cayó de mi cara ante el cambio en su tono.
—¿No lo hago?
—Creo que todo esto del chico malo es un acto.
—Todos los árbitros que me pusieron faltas en los últimos tres años no
estarían de acuerdo —respondí con ironía.
—Eso es diferente.
Cerré los ojos por lo segura que sonaba.
—¿Lo es?
—Sí. Puedes jugar como si tuvieras un punto que demostrar, pero eso no
significa nada sobre quién eres debajo del casco. Creo que eres un gran
blandengue —dijo en voz baja—. Y por alguna razón, no quieres mostrarlo.
Esta vez, cuando mi corazón se aceleró, no fue porque estaba enojado. O
porque estaba encendido. Quiero decir, estaba excitado, pero no era solo
eso. Fue porque bien podría haber estado parado desnudo en medio de ese
campo donde comencé mi tiempo en Washington.
¿Cómo hizo esto?
¿Y cuándo se me atascó un calcetín de lana gigante en la garganta? Traté
de pasar saliva y me tomó otro intento antes de tener éxito.
—Ese es todo el plan, solecito. Solo puedo mostrar mi lado suave a unas
pocas personas seleccionadas. Si todos supieran lo increíble que soy, imagínate
el caos que se produciría.
—Entonces supongo que debería sentirme muy especial por ser una de
ellas.
Mis ojos estaban cerrados con fuerza mientras hablaba.
—¿Qué tienes planeado mañana?
—Tengo que trabajar, pero mi compañera de cuarto, Tori, estará
trabajando toda la noche porque un rinoceronte podría dar a luz.
—¿De aaaacuerdo?
Ella se rió.
—Trabaja en el zoológico.
—Ah. —También lo sabía, pensé con una mueca.
—Pero un rinoceronte de parto significa que tendré el apartamento para
mí sola —dijo a la ligera.
—Amo a ese rinoceronte.
134 —¿Ah sí?
—Más de lo que jamás creí posible. —Hice una mueca cuando vi la hora—
. Probablemente debería intentar dormir, pero estaré allí a las cinco y media y
llevaré algo de comer.
—¿Es la comida mi sorpresa? —preguntó.
—Paciencia, solecito. Lo sabrás mañana.
Ella suspiró.
—Bien.
—Dulces sueños —le dije.
—Buenas noches —respondió Faith con dulzura.
Me tomó unos minutos después de que ella se desconectara, donde no
hice nada más que mirar al techo. Era imposible saber si esto era realmente la
cosa más tonta que había hecho en mi vida. Incluso si lo fuera, con su voz
resonando en mi cabeza mientras me dormía, era un riesgo que estaba dispuesto
a correr.
Faith

A
las cinco y veintinueve, caminaba por mi apartamento, haciendo
una última comprobación de que había recogido el tornado de ropa
de Tori que siempre terminaba en el suelo junto al sofá. Mis manos
estaban nerviosas a mi lado, como habían estado todo el maldito día mientras
observaba el viento del tiempo acercándose al momento en que lo vería.
—Esto es una locura —susurré con voz cantarina. Esa conversación
telefónica, después de una cita, me hizo volar tan alto que comencé a
preocuparme un poco.
Le hablé de Charlie, para poder gritar. Le dije lo único que nunca le había
dicho a nadie, nunca. Y puf, salió de mi boca así. Tal vez porque habíamos estado
135 hablando por teléfono, fue más fácil.
Pero lo estaba poniendo tan fácil, de alguna manera.
Por eso caminaba de un lado a otro y mis manos no dejaban de temblar, y
tuve que recordarme a mí misma que no debía saltar sobre él en el momento en
que atravesara la puerta. Porque todavía tenía una buena cabeza sobre mis
hombros.
Quizás.
Frente al espejo sobre nuestra pequeña mesa junto a la puerta, di otra
rápida mirada a mi reflejo. No había tiempo para un atuendo cuidadosamente
elaborado con propiedades mágicas, por lo que Dominic obtendría lo que me
había puesto para trabajar: una falda de tubo de mezclilla y una simple camiseta
sin mangas de color hueso metida en la cintura.
Sonó el zumbido del altavoz junto a nuestra puerta y, aunque sabía que
llegaría a tiempo, salté. Con la mano en mi pecho, apreté el botón.
—Hola, sol, un hombre realmente intimidante aquí en el escritorio quiere
asegurarse de que me estás esperando.
Con una carcajada, apreté el botón para hablar.
—Puedes dejarlo subir, Michael.
—Entendido, señorita Pierson. —Llegó el deferente tono de nuestro
portero.
Dominic debió haber tomado el ascensor de inmediato porque casi no
pude moverme antes de que alguien llamara enérgicamente a la puerta.
Mi pobre corazón.
Corrió con el sonido de ese golpe, e hice la charla mental de nuevo.
No saltes, Faith.
Puedes controlarte.
Eres una mujer fuerte y capaz que tiene autocontrol.
Y me iba muy bien con todas esas afirmaciones hasta que abrí la maldita
puerta.
Dominic tenía una gran bolsa reutilizable de compras agarrada con una
mano y se apoyó en el marco de la puerta con la otra. Por un momento, no se
movió, sus ojos siguieron mi cuerpo como si estuviera usando encaje comestible
o algo en lugar de un atuendo perfectamente aburrido y normal para el día de
trabajo.
—Solecito —dijo en voz baja y ronca.
—Campeón. —La mía no era baja y gruñona, pero era muy entrecortada y
femenina, como si no fuera una mujer con autocontrol—. Adelante.
Me hice a un lado y cuando su hombro me rozó, cerré los ojos.
No saltes, Faith.
136 Puedes controlarte.
Eres una mujer fuerte y capaz que tiene autocontrol.
Ni siquiera se dio cuenta de que seguía allí de pie sosteniendo la puerta
hasta que escuché su risa baja y divertida. Cuando abrí los ojos, había dejado la
bolsa de compras en la pequeña mesa donde Tori y yo comíamos.
Una vez más, Dominic vestía jeans oscuros que resaltaban exactamente lo
largas que eran sus piernas y una negra camiseta que abrazaba su pecho y
hombros. El tatuaje se arrastraba por sus brazos. En su cabeza tenía una gorra
de béisbol negra, al revés otra vez, y podía decir por la oscura barba que cubría
su afilada mandíbula que no se había afeitado.
No estaba tratando de impresionarme, a pesar de que también estaba
haciendo eso, y de alguna manera eso hizo que mi autocontrol se derrumbara
aún más.
—¿Como estuvo tu día, cariño? —murmuró, apoyándose en el borde de la
mesa, con las piernas abiertas.
Pero fue la mirada en sus ojos lo que hizo que el desmoronado autocontrol
desapareciera en un feliz puf.
Caminé hacia él y lo agarré de un lado de la cara, justo cuando sus grandes
manos se acercaron para tomar mi trasero. Nuestras bocas se fundieron en un
beso duro y caliente. Antes de que pudiera parpadear, nos dio la vuelta,
lamiendo mi boca mientras me empujaba hacia la mesa. Esas manos empujaron
lo suficiente el dobladillo de mi falda como para que pudiera poner mis muslos
alrededor de sus caderas. Cuando Dominic se acomodó allí, gimió, un sonido
que vibró fuera de su amplio pecho y en mi boca con temblores tan deliciosos
que me quejé.
Una mano se quedó en mi espalda baja, la otra se ancló rudamente en mi
cabello mientras dirigía el beso. Con la cabeza inclinada hacia un lado, sentí que
me estaba devorando.
Y en sus hábiles manos, con esa lengua, sus labios y los sonidos que hacía,
cedí sin dudarlo. Mis brazos se doblaron alrededor de su cuello mientras nos
besábamos y adorábamos. Cuando finalmente me separé con un grito ahogado,
fue solo porque movió sus labios al borde de mi oreja y chupó el lóbulo de mi
oreja en su boca.
—Oh —gemí—. Oh, eso me gusta.
Dominic se echó hacia atrás con una aturdida mirada en sus oscuros ojos.
—Encontraré todas las formas de hacerte decir eso.
Pasé mi pulgar por debajo de la curva de su labio.
—¿Lo harás?
Con mi toque, mordió la yema de mi dedo. El fuerte mordisco de sus
dientes me hizo sentir dolorida y vacía, y cuando exhalé temblorosamente, lo
137 vio.
—¿Qué necesitas? —preguntó con algo oscuro e intenso en su voz—.
Dímelo.
Como no confiaba en mi capacidad para hablar, sabía que no podía
decírselo, pero podría mostrárselo. Deslizando mi mano sobre la suya, la moví
de la curva de mi trasero y lo ayudé a empujar el borde de mi falda más arriba.
Incluso cuando sus dedos se curvaron en la cálida carne de mi muslo, sus ojos
nunca se apartaron de los míos.
Luego empujé su mano entre mis piernas.
Dominic no necesitó más instrucciones, y sus ojos se iluminaron
peligrosamente mientras se inclinaba hacia adelante, apoyando su mano libre
en la mesa. Sus grandes dedos sabían exactamente lo que necesitaba,
moviéndose lento y seguro hasta que mi cabeza cayó sobre su hombro y apreté
mi puño en la tela de su camisa. Al principio, fue todo lo que podía hacer para
respirar durante la construcción, pero luego ni siquiera eso fue suficiente. Giré
la cabeza y encontré su boca, caliente y buscando, esa lengua se entrelazó con
la mía mientras mis caderas comenzaban a balancearse hacia adelante y hacia
atrás.
Luego se movió, dobló su muñeca y me separé del beso mientras el calor
se deslizaba rápidamente por mis venas.
Bajé lento y silencioso.
En la mesa de mi comedor.
Cinco minutos después de que entrara por la puerta.
—Los encontraré a todos —susurró, agachando la cabeza para besar mi
mejilla. La punta de mi nariz. Mi frente.
Con mis manos todavía agarrando su camisa, tuve que meterme contra su
pecho mientras me sostenía. Algo en este inesperado intercambio hizo que todo
mi cuerpo temblara.
—Oye —dijo, pasando una tranquilizadora mano por mi espalda—, ¿estás
bien?
Asentí. Pero todavía me tomó un segundo, antes de poder levantar la
cabeza y verlo a los ojos.
—Esto es... intenso, ¿verdad? ¿No soy solo yo?
La mandíbula de Dominic se tensó mientras deslizaba una mano por un
lado de mi cara.
—No eres solo tú.
Pero la preocupación estaba grabada en su rostro mientras me estudiaba.
—¿Fue demasiado? —preguntó.
Negué y luego le di un suave beso.
138 —No. No de mala manera. —Sonreí cuando me ayudó a bajar de la mesa—
. Solo…
—Intenso —finalizó.
—Sí.
Dominic dejó escapar un suspiro, luego sonrió de una manera tan juvenil
y encantadora que casi salté de nuevo a la mesa de miedo.
—No es así como planeé comenzar esta cita.
Inclinando la cabeza hacia la bolsa de compras, pregunté:
—¿Algo un poco más dócil?
—Oh, no tendremos una cena aburrida, sol. Estaremos viviendo al límite
esta noche.
Me moví hacia un lado mientras tiraba de la bolsa hacia él. Y simplemente
porque quise, deslicé mi brazo alrededor de su cintura, metiéndome debajo de
su brazo mientras hurgaba en la bolsa. Increíble lo fácil que se sentía el afecto
después de un saludo como ese.
Sacó una caja de chocolate Hershey’s.
Lo vi. Luego la miré fijamente.
—¿Qué es eso?
—¿Puedes tomarla, por favor?
Con una confusa sonrisa, lo hice, luego lo vi desplegar una gran manta a
cuadros y colocarla en medio de la habitación. De espaldas a mí, rebuscó en la
bolsa y sacó una pequeña caja. Eso fue a la mitad de la manta, seguido de cojines
de nuestro sofá. Dominic se metió una gigante bolsa de malvaviscos bajo el brazo
y luego señaló la manta.
—Mi señorita —dijo.
Me senté, todavía agarrando el chocolate en mis manos. Fue entonces
cuando noté una variedad de otros dulces. Tazas de mantequilla de maní. Barra
de chocolate blanco. Chocolate negro con toffe. Y dos pilas de galletas Graham.
—¿Un picnic más? —pregunté.
—Había planeado hacer esto en el parque detrás de tu edificio, pero... —
Hizo un gesto hacia la ventana, donde la lluvia golpeaba suavemente contra el
vidrio.
Mi sonrisa dividió mi rostro de par en par.
—Me encanta. Sin embargo, tendremos un nivel alto de azúcar. ¿Lo sabes
bien?
—Ese es el plan. —Se inclinó hacia adelante y me dio un dulce beso.
De la caja, sacó un pequeño bote plateado que estaba encima de una
piedra cuadrada negra. Con el movimiento de un encendedor que sacó de su
bolsillo, tuvimos nuestro propio pequeño fuego sin llama.
139 Lo vi con asombro.
—Estás poniendo el listón muy alto, pez gordo.
—¿Eso significa que podré quedarme después del postre y besarte un
poco más?
Asintiendo, me incliné de nuevo y le di uno que fue un poco más largo que
el anterior.
—¿Cómo estuvo tu día? —le pregunté mientras cargaba dos palitos con
malvaviscos.
—Oh, ya sabes cómo es —dijo, con los ojos fijos en el malvavisco mientras
lo giraba—, muchos pesos. Mucho sudor. Vi una película por un tiempo.
—¿Cuál película? —Me comí un malvavisco normal, luego agregué otro
de la bolsa a mi palo para asar.
—De los Wolves contra Green Bay, hace dos años.
—Perdimos, ¿verdad?
Asintió.
—Por un gol de campo al final. El defensivo esquema de Green Bay hace
que sea más difícil para que las alas cerradas encajen en ese papel de receptor.
—Asustado de tus apoyadores, ¿verdad? —bromeé.
Dominic emitió un pequeño gruñido que me hizo reír.
—¿Torres te dio esa tarea?
Él negó.
—Solo quería empezar a tomar algunas notas. Jugaremos con Green Bay
en la tercera semana, queremos encontrar algunos huecos en lo que hacen.
Lo estudié porque era más interesante que asar mi malvavisco. Algo me
había estado carcomiendo con este nuevo pequeño viaje de descubrir los
muchos lados de Dominic Walker. Y en lugar de caminar de puntillas, decidí
abrazar cualquier loca base que estuviéramos construyendo, la intensidad y la
conexión, y simplemente ir por ellas.
—¿Puedo preguntarte algo?
Dominic enarcó una ceja.
—Cuando empiezas con algo así, siento que estás a punto de
psicoanalizarme.
Sonreí.
—Lo digo en serio. Si te hago una pregunta, ¿me responderás con
sinceridad?
Apartó el palo de la llama, prestándome toda su atención antes de
responder. Sus ojos buscaron los míos por un momento.
140 —Sí. Te responderé honestamente.
Le ofrecí mi meñique. Lo tomó sin dudarlo, doblando el suyo mucho más
grande alrededor del mío.
—No fuiste tú quien vomitó en el campo, ¿verdad? Fue el novato,
Cartwright.
Sus ojos se abrieron, su boca se abrió ligeramente.
—Lo sabía —suspiré—. ¿Por qué le dijiste a Allie que fuiste tú? Ella debería
saberlo.
—Mierda —murmuró en voz baja. Dominic exhaló pesadamente, todavía
sosteniendo mi mirada—. Esa no es tu historia para contar, jovencita.
—No me digas jovencita. —Le di una palmada en el hombro—. ¿Por qué
mentirías sobre eso?
Dominic se recostó y me miró con calma.
—Dime —lo animé—. Eres un gran trabajador, pez gordo. Amas lo que
haces. Puedo verlo. Cuanto más te conozco, menos sentido tiene todo eso.
Pero no quiso hacerlo. Y no quería presionar demasiado. Pero algo estaba
pasando en ese vestuario, algo que le pesaba, especialmente cuando pensaba
en lo que había dicho mi papá y lo que había visto en el evento de lavado de
autos.
Los veteranos desconfiaban de este chico nuevo: Walker el Salvaje. Pero,
sinceramente, no pensaba que fuera tan salvaje. Jugaba agresivamente, pero en
la atmósfera adecuada, esa ventaja se suavizaría. Nada de lo que había visto de
él me hacía creer que bebería tanto su primera noche aquí que se enfermaría en
ese campo. Pero por alguna razón, los dejó creerlo.
Cuando se quedó callado, me permití un momento de decepción porque
no me estaba contando la historia completa, pero llegaríamos allí. Podía sentirlo.
Él y yo estábamos al comienzo de algo bueno, y estaba bien si algunas cosas
progresaban a un ritmo más normal.
Pero debe haber visto esa decepción en mi rostro.
—Fue idea del novato —comenzó—. Tenía el tequila en su bolso.
Apoyé la barbilla en la mano y escuché.
—Solo tuve un par de tragos en toda la noche. Apenas suficiente como para
que zumbara, pero apuró la mitad de esa botella. Cuando encendieron las
luces... —Hizo un gesto desde su boca.
—Entiendo. —Ante mi tono, Dominic sonrió torcidamente. Mi favorita de
todas sus sonrisas—. Fue entonces cuando apareció mi mamá —agregué.
Asintió lentamente.
—¿Por qué…? —Mi voz se apagó—. No entiendo.
141 Dominic tragó y pasó la lengua por los dientes antes de responder.
—Después del desastre de la conferencia de prensa, ya me sentía tan...
fuera de lugar. Y porque inmediatamente esperaban que hiciera algo estúpido.
—Apretó la mandíbula—. Todos lo hacían. Bien podría dejar que lo creyeran, si
dejaba que el novato comenzara con una pizarra en blanco.
Con cuidado, dejé mi palo de asar en el suelo y, consciente de dónde
estaba la llama, me arrastré hasta que me senté a horcajadas sobre su regazo.
Mis manos rodearon su cuello sin apretarlo y esperé a que apartara los ojos de
la línea de mi camiseta antes de hablar. Sus grandes manos se deslizaron por la
parte superior de mis muslos, expuestas por la posición en la que estaba sentada.
—No se lo diré a Allie —le prometí.
—Gracias.
—Pero no deberías guardarte esto. No es tu responsabilidad soportar los
errores de otra persona, Dominic. ¿Sabes lo que me dijiste ayer? ¿Que no vi que
el imbécil era un imbécil porque no me dejó?
Oh, a Dominic no le gustaba que lo compararan.
Levanté una mano y luego la puse sobre su corazón.
—Sabes a lo que me refiero.
Dominic arqueó una ceja en concesión. Sus dedos trazaron el dobladillo
de mi falda.
—Tienes una oportunidad increíble aquí, y no es demasiado tarde para
que vean lo bueno. Incluso si sobreviene el caos porque todos están
obsesionados contigo una vez que lo hagan —terminé a la ligera.
La mirada de Dominic quemó en la mía, pero tardó un buen rato en hablar.
—¿Cómo te encontré? —preguntó ásperamente.
Sonreí.
—Creo que fui quien te encontró, pez gordo.
Me envolvió en sus brazos, abrazándome con fuerza, antes de rodarnos
hasta la suave manta para un beso profundo y buscado. Pasó mucho tiempo antes
de que saliéramos a tomar aire, y con el cabello revuelto y los labios hinchados
por los besos, comimos nuestra pegajosa y dulce cena entre historias sobre
nuestro día.
Fuera lo que fuera, por muy loco que pudiera haber sido, sabía que no
había ni un solo libro de reglas que no se prendiera en llamas solo para hacerle
espacio en mi vida.

142
Faith

C
hicaTurbo: Oh Dios mío, lamento mucho haberme perdido tus
últimos mensajes. Creo que los vi y respondí mentalmente, pero
en realidad no respondí.
NickelRompeLadrillos: Está bien. Tuve que reservar algunas sesiones
de terapia de emergencia para lidiar con mis problemas de abandono cuando
me dejaste en visto, pero...
ChicaTurbo: Ja. Ja. Dice el tipo que estuvo dos semanas el año pasado sin
responder a ninguna de mis preguntas. Pensé que me odiabas.
NickelRompeLadrillos: Sí, lo recuerdo. Lo siento. Principios de
septiembre fue... una locura en el trabajo, así que. No es que sea excusa. ¿Ya
143 terminaste con el trabajo? Creo que alguien debe haberse escapado de la
oficina.
ChicaTurbo: Lo hice. Solo un poco.
ChicaTurbo: Pero realmente lamento haber olvidado responder.
ChicaTurbo: Ni siquiera puedo culpar al trabajo. He estado más ocupada
de lo normal fuera del trabajo. Cuando llego a casa, suelo plantarle cara a mi
cama.
NickelRompeLadrillos: Qué visual. ¿Qué te ha mantenido tan ocupada?
¿Algún buen material?
Mientras me metía una cucharada de cereal goteando en la boca, miré
fijamente su mensaje, pero no pude responder. Se sentía extraño hablar con Nick
sobre una cita. Sabía de Charlie. No todos los detalles, pero estaba tan recién
salida de esa ruptura cuando comencé a enviarle mensajes que sabía mucho. Y,
sinceramente, fue la única vez en tres años que hablamos de nuestra vida
amorosa. Cuando empezamos a charlar, había sido vehemente en no tener
tiempo para una novia en la escuela y trabajar a tiempo completo. Eso me vino
bien porque las citas eran lo último en mi mente cuando fui a buscar a mi maestro.
Pero por alguna razón, no hablarle de Dominic también se sentía mal.
Mientras pensaba en Dominic, me encontré sonriendo. Habíamos estado
construyendo una pequeña biblioteca de recuerdos de los últimos días. En un
giro sorprendentemente anticuado, Dominic Walker insistió en que hiciéramos
cosas de “citas normales” y no cosas de “saludarte en la mesa con mi mano entre
las piernas”.
Habíamos tomado una clase de cocina privada donde aprendimos a hacer
pasta casera.
Me ayudó a pasear perros en el refugio a la vuelta de la esquina de mi
apartamento.
Manejamos una hora fuera de Seattle porque le dije que nunca había
estado en un autocine, donde nos acurrucamos en la caja de su camioneta para
ver Breakfast at Tiffany's.
También hubo muchos besos allí, muchos, pero en los últimos cinco días,
Dominic había mantenido las manos fuera de mis pantalones y, honestamente,
no estaba segura de poder aguantar mucho más.
Conocerlo fue genial, y supe que lo estaba haciendo por mi reacción
después de lo que pasó en mi departamento, pero también me estaba muriendo.
Quería su mano de regreso entre mis piernas.
Quería mi mano entre las suyas.
Y quería que estuviéramos desnudos mientras lo hacíamos.
Estaba pensando en eso tanto como yo, y si no lográbamos que todo eso
sucediera pronto, honestamente, no podré ser responsable de mis reacciones.
144 Así que sí, sonreía cuando pensaba en el hombre. Cada vez.
Y si alguien, con solo pensar en él, me hacía sonreír, entonces merecía
que se hablara de él.
ChicaTurbo: Muy buenas cosas. Yo, mmm, estoy saliendo con alguien
nuevo.
Cuando terminé el resto de mi Cinnamon Toast Crunch, observé con
fascinación las burbujas que comenzaban a escribir. Luego se detuvo. Luego
comenzó de nuevo antes de desaparecer.
NickelRompeLadrillos: Nuevo amigo, ¿eh? ¿Como un amigo que pediría
prestada tu cazuela o un amigo que toca debajo de las líneas del traje de baño?
Sin darme cuenta, sonreí de nuevo. Por respeto a Nick, respondí con
cuidado. Pero incluso mientras escribía, podía sentir el deseo de compartir
burbujeando como una olla en ebullición.
ChicaTurbo: Tal vez ambos. Aunque no parece del tipo que necesite una
cazuela.
NickelRompeLadrillos: ¿Entonces no probó en tu cita?
ChicaTurbo: De hecho, hemos tenido algunas citas.
NickelRompeLadrillos …
ChicaTurbo: ¿Intentó tomar prestada mi cazuela? No. Ni siquiera un
indicio de necesitar mi 9x13. Hablando de decepción.
NickelRompeLadrillos: Sabes a qué me refiero.
ChicaTurbo: Sí, pero no soy la chica que besa y cuenta.
NickelRompeLadrillos: Ah, entonces es ese tipo de amigo.
Se quedó en silencio después de eso, y se sintió... extraño. Mientras
inclinaba el tazón de cereal para escurrir la leche, miré el reloj en la pared de la
cocina. Teníamos un evento en Keisha's que comenzaba en unos cuarenta y cinco
minutos, y todavía tenía que cambiarme.
Bueno, no tenía que cambiarme, pero sabiendo que estaría viendo a
Dominic, y quién sabe qué más después del evento, quería sentirme como si
estuviera en el mágico cárdigan sin usar realmente un mágico cárdigan. Por
mucho que apreciara sus intentos de “hacer esto de la manera correcta” o lo que
sea, estaba lista para hacer otra cosa de la manera correcta, y si un estratégico
equipo me ayudaba con eso, definitivamente quería tomar la iniciativa. Era hora
de cambiarme. Pero a pesar de que la presión del reloj se acercaba a cuando
tenía que irme, respiré hondo y le envié un mensaje a Nick.
ChicaTurbo: Es de esa clase. Realmente me gusta. Es un poco...
inesperado. Sabes que realmente no he querido tener una cita después de como-
sea-que-se-llame.
ChicaTurbo: Lo siento. Quizás no quieras escuchar sobre esto. Dime que
pare si no lo haces.
145 NickelRompeLadrillos: No te disculpes, Turbo. Somos amigos, ¿verdad?
Siempre me has escuchado cuando lo necesité. Siempre estaré aquí para
devolverte el favor.
ChicaTurbo: Está bien. Odiaría hacerlo raro, así que no sientas que no
podemos hablar o algo así, solo porque estoy saliendo con alguien.
NickelRompeLadrillos: Nos movimos a las citas, ¿eh? Eso fue rápido.
ChicaTurbo: ¡NO LO SÉ, Nick! Fue tan grosero conmigo el día que nos
conocimos, así que, con todo derecho, debería haberlo descartado de
inmediato. No es como ningún chico que me haya atraído y, honestamente, ya ni
me importa porque me tiene la cabeza dando vueltas. Nada tiene sentido, pero
estoy emocionada por eso. Por él.
NickelRompeLadrillos: Estar emocionada siempre es bueno y, a veces,
la gente se comporta mal por muchas razones que no entendemos. Quién sabe
por lo que esté pasando que tú no ves.
ChicaTurbo: Eres tan inteligente.
ChicaTurbo: Tuvimos una “charla de relación” después de nuestra
primera cita, y al principio se estaba moviendo bastante rápido. Pero la semana
pasada, ha sido como, absolutamente perfectos modales y totalmente respetuoso
y enviándome dulces mensajes.
NickelRompeLadrillos: Qué idiota. Cómo se atreve.
ChicaTurbo: LOL.
ChicaTurbo: ¡No! No está mal. Yo solo... ME GUSTA, ¿sabes? Y hemos
tenido oportunidades, solo quiero asegurarme de que las cosas no se vuelvan
demasiado respetuosas, ¿sabes? Si este tipo termina poniéndome en alguna
clasificación de “eres demasiado buena para mí, bla, bla, ahora eres amiga
zonificada” podría prenderle fuego a su camioneta.
ChicaTurbo: Dios mío. Lo siento. No debería ser un vómito contigo sobre
eso, pero mi compañera de cuarto no está en casa, y se supone que lo veré en
aproximadamente una hora, y estoy un poco en mi cabeza al respecto. Me
hubiera acostado con este chico en nuestra primera cita, Nick, y nunca me había
sentido así.
NickelRompeLadrillos: ¿Él...?
NickelRompeLadrillos: Lo siento, lo envié accidentalmente demasiado
pronto. ¿Le dijiste que querías acostarte con él esa noche?
ChicaTurbo: No lo invité porque Tori estaba en casa, y no lo sé... SENTÍ
que era demasiado rápido, incluso si realmente quería hacerlo.
ChicaTurbo: Podríamos haber pasado la segunda noche también, pero
me asusté un poco por lo intenso que es con él.
NickelRompeLadrillos: ¿Qué te asustó?
ChicaTurbo: Mmm. No lo sé. Después de Charlie, nunca pensé que sería
146 una de esas chicas que serían barridas, ¿sabes? Pensé que debería ser cautelosa
y cuidadosa y asegurarme de que quienquiera que estuviese fuera un buen tipo
que estuviera conmigo por las razones correctas.
ChicaTurbo: Y en cambio, lo dejé entrar en mi apartamento, y tres
minutos después, metió su mano en mi falda. Todas las buenas intenciones que
tengo salen por la ventana tan pronto como lo veo, y ahora ese lado está... ¿en
pausa o algo así?
ChicaTurbo: Ah, lo siento, es demasiado.
NickelRompeLadrillos: No hay necesidad de disculparse. Creo que una
mano empujada por la falda siempre es un movimiento sólido, bastante claro de
lo que quieres.
ChicaTurbo: En realidad.
NickelRompeLadrillos: Pero si quieres más, tengo la sensación de que
no diría que no.
NickelRompeLadrillos: A los chicos les gusta una chica que toma la
iniciativa, así que, si lo sientes esta noche, sé clara. No puedo imaginarlo
rechazándote. No si tiene cerebro en la cabeza.
ChicaTurbo: Dice el tipo que nunca me ha visto, LOL.
NickelRompeLadrillos: Nunca necesité verte la cara para saber todas las
cosas importantes sobre ti, Turbo. Eres una buena persona, tienes un gran
corazón, eres graciosa e inteligente y reflexiva. Cualquier hombre tendría suerte
de tener una oportunidad contigo.
Mis ojos se llenaron de inesperadas lágrimas. Era lo más lindo que me
había dicho en su vida.
ChicaTurbo: No te atrevas a hacerme llorar antes de tener que
prepararme.
NickelRompeLadrillos: Es cierto. Eres increíble. Incluso si tardas una
eternidad en responder mis mensajes ahora. Sin embargo, debe ser una digna
distracción.
ChicaTurbo: Lo es. Lo prometo.
Nick no envió un mensaje después de eso, y con una punzada de tristeza,
supe que este era el inevitable cambio si alguno de los dos comenzaba a salir.
ChicaTurbo: Pero gracias por escuchar mis divagaciones. Tu amistad es
muy importante para mí, Nick.
ChicaTurbo: Tengo que ir a prepararme. <3
Sin esperar una respuesta, respiré hondo y dejé mi teléfono. Por alguna
razón, tomar esa decisión se sintió como despejar un obstáculo que me había
detenido. Él detrás de mí, ya no se sentía tan grandioso.
Quizás era tan simple como Nick lo había hecho parecer. Deseaba a
147 Dominic y lo que me había mostrado sin la armadura. Cuando no estaba
poniendo los puños en posición defensiva, me encantó lo que vi.
De pie frente a mi armario, vislumbré la bolsa de ropa que contenía mis
dos opciones de vestimenta para el baile blanco y negro. Con una sonrisa,
imaginé llegar con mi mano alrededor del codo de Dominic.
Sacando los vestidos y esa noche de mi cabeza, respiré hondo y me
concentré en la tarea que tenía entre manos. El día todavía era cálido, el sol
brillaba intensamente, el tipo de día de principios de verano que me hacía amar
Seattle con desesperación. No todo era tristeza y lluvia, a pesar de la reputación.
Mis manos se arrastraron sobre las perchas hasta que me detuve en un
simple vestido de algodón en azul claro, con una pequeña y delicada tela, de
mangas cortas y con capucha que aún serían apropiadas para un evento de
trabajo. Bordeaba mis muslos, terminando a una respetable distancia por encima
de mis rodillas, y cuando lo combiné con brillantes zapatillas blancas, todavía
me sentí como yo misma.
Mantuve mi cabello despegado de mi cara, agregué otra capa de rímel y
una rápida pasada de perfume sobre mis muñecas.
Antes de encender mi auto, ahora con un motor de arranque en
funcionamiento, mi teléfono sonó con un mensaje de texto.
Dominic: A punto de dirigirme hacia el centro. Sí vendrás, ¿verdad?
Yo: Entrando en el auto.
Yo: ¿Crees que te estoy presionando?
Dominic: Solo estoy deseando verte, sol.
Yo: Yo también, pez gordo.
Durante todo el viaje hasta el centro, fue imposible borrar la sonrisa de mi
rostro. Cuando llegué, el personal del Equipo Sutton había transformado el patio
de la escuela. Se colocaron largas mesas bajo arcos de globos de colores
brillantes. El personal y algunos jugadores de los Wolves se mezclaban con las
familias del vecindario. Antes de mi promoción, habría sido una de las personas
que se instalaran durante horas antes de que apareciera una sola persona. Las
cosas eran un poco diferentes ahora, pero me alegré de poder encontrar tiempo
para ayudar.
Justo cuando salí de mi auto, escuché el sonido de la camioneta de Dominic
estacionarse en un lugar justo detrás de donde había estacionado. A través de su
parabrisas, me miró fijamente, los ojos cubiertos con esas gafas de aviador de
nuevo, pero una sonrisa torcida en su rostro me hizo morderme el labio inferior.
Apoyándome en mi auto, puse mis manos detrás de mi espalda para esperarlo.
Él saltó de su camioneta y deambuló en mi dirección, con esas largas
piernas cubiertas de oscura mezclilla, su ancho pecho y hombros luciendo como
el infierno una camisa blanca brillante estampada con un pequeño logo de los
Wolves sobre su corazón.

148 —Mírate —murmuró mientras se acercaba—. ¿Puedo saludarte como


quiero en este momento?
Su cercanía, su demostración sin remordimientos de su atracción me dejó
sin aliento por un momento. Después de una rápida mirada sobre mi hombro
para asegurarme de que nadie estaba mirando, asentí.
Dominic plantó sus botas justo frente a las mías y deslizó sus grandes
palmas sobre mi cintura, rozando los huesos de mi cadera con los pulgares.
—¿Cómo estuvo tu día, sol? —susurró contra mi mejilla, sus labios rozaron
mi piel.
—Bien. —¿Estaba jadeando? ¿Qué pasaba con este tipo y los costados de
los vehículos?—. Tengo que decir —dije con voz trémula, sonrojándome por la
forma en que arrastró su nariz sobre el lugar justo debajo de mi oreja y sus manos
apretadas alrededor de mi cintura—. Que no esperaba este tipo de franqueza de
tu parte cuando tus compañeros de equipo pueden ver tu lado blando.
Besó el costado de mi cuello.
—¿No?
—No. —Pasé mis dedos por debajo de su camisa, sintiendo los duros
cuadrados de músculo—. Pensé que estaríamos a respetuosas distancias y no
tocarnos en público.
Su nariz empujó mi cabello, donde inhaló profundamente.
—En realidad, no me siento muy respetuoso esta noche.
Me reí. Mis dedos se doblaron en la cintura de sus jeans, su piel caliente
contra la mía.
—Fue la película del auto cinema lo que te empujó al límite, ¿no es así? —
bromeé.
Dominic se echó hacia atrás, bajando la barbilla para que su mirada se
fijara en la mía.
—Me parece mucho mejor ser sincero cuando quiero algo.
Doblé los dedos alrededor de la caliente piel de su antebrazo, y los
músculos debajo se movieron deliciosamente. Las palabras de Nick de nuestra
conversación anterior resonaron en mi cabeza.
Con los ojos oscuros de Dominic aun buscando los míos, respiré hondo.
—¿Y me deseas? —pregunté.
Él se lamió el labio inferior.
—Sí, Faith. Lo hago.
Me empujé sobre las puntas de mis pies, lo que me hizo sonrojarme contra
la fuerza de su cuerpo. Mordí el borde de su mandíbula, y siseó con un agudo
suspiro.
—Bien —susurré contra sus labios, que aún flotaban a un milímetro de los
149 míos. Dejé un suave beso contra su deliciosa boca. Sus labios se curvaron en una
sonrisa, y no fue hasta que lo hizo que me di cuenta de que también estaba
sonriendo.
No profundizó el beso como esperaba. En cambio, envolvió sus brazos
alrededor de mi espalda, abrazándome con fuerza. Enterré mi cara en su pecho
e inhalé una bocanada de su adictivo aroma. ¿Qué estaba pasando?
Esto era una locura.
Demasiado rápido.
Nadie me creería si les decía qué tipo de sentimientos estaba provocando
dentro de mi cuerpo.
Y todo se sentía exacta, perfectamente bien.
Como si pudiera leer mis pensamientos, sus brazos se tensaron
imperceptiblemente y su pecho se expandió cuando respiró hondo en el cabello
de mi sien.
—¿Estás bien ahí arriba? —bromeé—. Realmente debes haberme
extrañado.
Dominic presionó un beso en la coronilla de mi cabeza.
—Me alegro de que estés aquí —dijo.
Le sonreí mientras nos separábamos nuevamente sintiéndome más que un
poco aturdida por la química inmediata de nuestro saludo.
Sus ojos tenían tanta intensidad, pero para mi total sorpresa, no me asustó
ni me abrumó.
—Parece que estás pensando en cosas serias ahí arriba —comenté a la
ligera. Deslicé mi palma contra su mejilla sin afeitar. Dominic cerró los ojos ante
el toque, y la oleada de ternura en su expresión fue solo una reacción más que
no había esperado.
Cuando abrió los ojos, pensé que diría algo, pero después de un
momento, su expresión cambió de nuevo a esa sonrisa torcida que estaba
empezando a amar tanto.
—Simplemente feliz —dijo mientras me veía.
Este hombre. Las cosas que le estaba haciendo a mi corazón.
—Bien —le dije.
—Vamos —dijo con una sonrisa—, alguien tiene que ayudarme a cargar
todas estas bolsas. Necesito ir a mostrárselas a mis compañeros de equipo.

150
Dominic

—¿E stás seguro de que no es demasiado grande para mí?


Mi pequeño mariscal de campo, que no había
disparado un cañón contra mi basura hoy, palmeó la
pelota con aire dudoso. Su mano era tan pequeña que la
vista de sus dedos entre los cordones blancos le hizo cosas incómodas en mi
corazón.
—No, te gustará —le dije.
Maggie me dio una sonrisa desdentada mientras lo lanzaba al aire.
—¿Le compraste a alguien más su propio fútbol?

151 Puse mi dedo índice sobre mis labios.


—Nuestro secreto por ahora, ¿de acuerdo, chico?
Todos los demás estaban ocupados investigando las cajas de actividades
de verano que se habían distribuido durante las pasadas dos horas y el
excedente de equipo deportivo que había comprado. La fila de niños que venían
a las mesas con sus padres había sido más larga de lo que esperaba, pero las
sonrisas y la gratitud de todos hicieron que el tiempo pasara rápidamente.
Tomamos fotos y charlamos con las familias, y ni una sola vez me sentí como un
extraño. Muchos de los chicos, demasiado grandes para los zapatos que llevaban
puestos o vistiendo camisetas que no se ajustaban a su estructura, me recordaron
mi propia educación.
Faith y yo estuvimos hombro con hombro durante todo el evento, pero
ninguno de mis compañeros de equipo pareció notar la forma en que mis manos
se demoraban en las suyas cuando le entregaba algo, o el rubor en sus mejillas
cuando nuestros ojos se encontraban.
Mi obsesión por Faith Pierson era tan peligrosa, tan adictiva como
cualquier sustancia en la tierra.
Si tuviera alguna idea del tipo de poder que tenía sobre mí, podría aplastar
mi corazón por completo. Sentado en mi apartamento antes de irme, sabía en lo
que me metía al pedirle ser su cita como Nick. Pero la visión de su honestidad
sin filtrar solo había fortalecido lo que sabía que era verdad.
Era el tipo de chica por la que arruinabas tu vida. Porque mientras
estuviera en ello, incluso la carnicería dejada atrás sería mejor que cualquier
vida sin ella.
Cada cita. Cada momento que pasaba con ella, construíamos algo. Ella lo
sabía. Yo lo sabía.
Aún más sorprendente era lo mucho que me gustaba el tiempo que pasaba
colocando cada bloque en su lugar. Cada cita en la que no hacíamos nada más
que darnos un beso, donde simplemente la conocí mejor y ella podía hacer lo
mismo.
Cuando llegamos juntos, con los brazos cargados con bolsas de equipo
deportivo, Keisha me abrazó como si fuera de la familia.
Uno de nuestros linieros defensivos, Roberts, miró todas las bolsas en mis
manos.
—Aguanta —dijo con una sonrisa—. ¿Por qué tienes que mostrarte ante
todos, Walker?
Su afable broma hizo que algo tenso se relajara en mi pecho. Faith me
sonrió cuando escuchó lo que había dicho. Una sonrisa secreta, y me encantó que
tuviéramos cosas en las que pudiéramos compartir sonrisas secretas.
De hecho, sus burlas no fueron lo único leve suavizado en el camino con
mis compañeros de equipo. Era el primer evento en el que estaba donde los
152 pocos compañeros de equipo presentes me saludaron con cautelosas sonrisas y
golpes de puños.
Press tomó algunas fotos. Hice algunas preguntas.
Buenas preguntas esta vez. Pude hablar un poco sobre el tiempo que había
pasado en el centro comunitario junto con el Equipo Sutton, y ni un solo reportero
me preguntó sobre banderas o sanciones o Walker el Salvaje.
Y cuando la línea se agotó, las cajas de actividades se distribuyeron, Faith
se estaba reuniendo con algunos miembros del personal del Equipo Sutton, así
que me encontré vagando hacia donde Maggie estaba hojeando uno de los libros
de actividades que había en la caja.
—Hay cosas buenas ahí —dije.
Ella echó un vistazo a los libros para colorear, materiales de arte, libros de
lectura y otros educativos artículos cuidadosamente empaquetados por los
trabajadores de la fundación. Luego se encogió de hombros.
—Creo.
—¿No te gusta hacer manualidades y esas pendejadas? —pregunté.
—Se supone que no debes decir malas palabras delante de nosotros.
Con una mueca de dolor, me aseguré de que no hubiera nadie a nuestro
alrededor.
—Lo siento, chica. A veces me olvido de eso.
—No debes ser papá. Los papás suelen recordar eso.
Pensar en mí como padre era aterrador, pero la sencilla forma en que
había deducido la verdad me hizo reír.
—No lo soy. Puedes meterme en problemas con Keisha si eso te hace
sentir mejor.
Por un momento, Maggie miró pensativamente a donde estaba Keisha
junto a Faith. Luego se encogió de hombros.
—Nah. Si le digo que eres una mala influencia, no te dejará más cerca de
nosotros.
—Nunca más —le corregí suavemente—. Y es bueno. Ella debería ser la
protectora con ustedes.
Maggie hizo girar el balón.
—No creo que muchos jugadores de fútbol le compraran un balón a una
chica. Siempre nos dan pelotas de béisbol o de voleibol o algo así. Es estúpido.
Una vez más, me recordó a Ivy con ese brillo desafiante en sus grandes
ojos, y tuve que respirar a través de algunos recuerdos pesados antes de poder
responderle.
Camas de hospital.
Tubos.
153 Sosteniendo su cabello hacia atrás mientras luchaba contra las náuseas de
sus tratamientos.
Mis dedos empezaron a hormiguear un poco, una segura señal de un
ataque de ansiedad, que solo estaba ligado a los pensamientos sobre mi
hermana.
Maggie lanzó la pelota al aire, pero calculó mal la altura, y me vi obligado
a salir de mi cabeza para atraparla por ella. El granulado cuero me devolvió a la
tierra y, cuando se lo entregué, me dio una pequeña sonrisa.
—Las niñas deberían poder practicar cualquier deporte que quieran —le
dije, imágenes de mi hermana nadaron lentamente a través de mi cerebro—. Y
si algún jugador viene aquí y dice que no puedes jugar fútbol, me envías un
mensaje de texto y le daré una paliza porque son unos idiotas.
Por un segundo, Maggie no hizo nada más que parpadear, sus ojos muy
abiertos por la sorpresa. Hice una mueca porque mi amenaza era totalmente
inapropiada.
—Eso es... —comenzó.
—¿Demasiado? —pregunté.
—Tan. Genial. —Respiró—. ¡Voy a decírselo a mis amigos!
Mientras corría a buscarlos, me tapé la boca con una mano porque
probablemente no era lo más inteligente que podría haber hecho. Historia de mi
vida. Siempre estaba haciendo cosas que no debería haber hecho. Que no debí
haberlo dicho.
O en el caso de hoy, cosas que debería haber dicho, pero simplemente...
no pude encontrar el momento adecuado. Desde donde estaba sentado en el
escalón, tenía una línea clara para ver a Faith interactuar con las personas que
trabajaban con ella.
Trabajaban para ella, me corregí mentalmente. La posición de liderazgo
era algo que usaba con tanta naturalidad. Con quienquiera que estuviera
hablando con ella en un momento dado, escuchaba con atención y nunca
dominaba la conversación.
Era tan extraño que la versión física de Turbo, parada frente a mí, fuera
algo novedoso para mí, pero, aun así, estaba tan jodidamente orgulloso de ella.
Con esa novedad, sin embargo, tenía que controlar mis impulsos porque estaba
a un abrazo de decirle algo loco como que me estaba enamorando de ella. Pero
en el momento en que estuvo frente a mí, apenas pude evitarlo.
No era perfecta, eso lo sabía, pero joder si no estaba tan cerca de eso
como nunca la conocí. Y si le decía eso, sonaría loco.
También estaba pensando en todo eso, lo rápido que era, incluso si era
real.
Ese tipo de pensamientos eran a todo lo que podía culpar de por qué no
154 me di cuenta de que mi mariscal de campo se acercaba y se sentaba a mi lado
en los escalones. Como Faith y yo habíamos llegado justo cuando comenzaba el
evento, y James estaba en el extremo opuesto de las mesas, era la primera vez
que hablaba con él en toda la noche.
—Walker —dijo, estirando sus largas piernas frente a él—. No esperaba
verte aquí.
Me hizo reír entre dientes.
—Tratando de tomar esas buenas decisiones de las que hablaste.
Tratar era la palabra clave. No pretendía ser perfecto.
James asintió, una sonrisa jugó en sus labios.
—Te invitaré a algún lado —dijo—. Y probablemente querrás decir que
no, pero quiero que lo pienses.
—¿Invitarme a dónde? —pregunté.
—A un pequeño retiro ofensivo que realizo todos los años en mi casa de
Mendocino. Seremos siete.
Mis cejas se levantaron.
—¿Quieres que vaya?
Se rió, un sonido rico y profundo. Faith miró en nuestra dirección y le di
un pequeño guiño.
—Sí, Walker, quiero que vengas. Es una buena oportunidad para conocer
a mis receptores y corredores, alas cerradas si pueden dejar de ser lo
suficientemente gruñones como para dejarme hacerlo.
El reproche fue manejado con gentileza porque de alguna manera, no me
puso los pelos de punta.
—¿Cuándo es?
Otra sonrisa.
—Salimos el domingo por la mañana. Cinco días, cuatro noches en el
océano. Hacemos ejercicio, cocinamos, lanzamos el balón, solo nos conocemos
antes de que realmente comience la temporada.
Solté un fuerte suspiro.
—¿A qué hora?
Sacó su billetera del bolsillo trasero y me entregó la tarjeta de un
aeródromo privado.
—Si estás allí a las ocho, sabré que irás. Hay espacio para ti en el avión.
Pero es una gran oportunidad, Walker. Les pido a los chicos que dejen sus
teléfonos en su habitación durante el día, sin distracciones. Se trata de formar
una unidad en ese campo, y si no puedes dejar tus cosas personales a un lado
para hacer eso, entonces prefiero que las dejes atrás, y rezaré para que hagamos
clic una vez que comience la temporada.
155 Tragar resultó difícil porque tuve que reprimir la forma en que había
comenzado aquí a la luz de su generosa oferta. Era una gran oportunidad, algo
que me permitiría forjar un vínculo con los muchachos que se alinearían a mi lado
todos los domingos una vez que comenzara la temporada. Si esto era lo que
sucedía a puerta cerrada, explicaba por qué Washington siempre tenía una
intangible química entre sus jugadores.
Y pensé en lo que dijo Faith. Nunca verían más allá de las tonterías si no se
los permitía.
Se puso de pie, empujando mi hombro.
—Espero verte allí, Walker. Le prometí a mi esposa que estaría en casa
para cenar.
Faith lo saludó con la mano cuando pasó, pero me complació ver la forma
en que su sonrisa cambió una vez que fui el único que la vio. El vestido azul que
llevaba se agitaba alrededor de sus muslos, y el hecho de que hubiera
combinado algo tan sutilmente sexy, tan femenino con sus zapatillas blancas me
estaba volviendo loco.
Cuando se sentó en el escalón a mi lado, había una respetable distancia
entre nosotros, y tuve que juntar mis manos para evitar deslizar mi palma hacia
arriba a lo largo de su pierna desnuda.
—¿Te divertiste? —preguntó, con la mirada al frente.
La miré antes de hacer lo mismo.
—Sí. No estuvo mal.
—Vi que le diste el balón a Maggie. Sabes que ahora te idolatrará de por
vida, ¿verdad?
—¿Por qué crees que lo hice? Es la única que ha logrado clavarme en las
pelotas con un balón de fútbol. La quiero de mi lado bueno.
Faith se echó a reír, una alegre sonrisa se extendió por su boca y un
hoyuelo apareció en un lado de su cara.
Me apoyé en mis manos y nos sentamos en silencio durante unos minutos.
—Eres realmente buena en tu trabajo, sol.
Su rostro se suavizó de sorpresa cuando me miró.
—Gracias.
—A todo el mundo le gustas. Pero más que eso, te respetan. —Le di una
mirada rápida—. Se necesita una persona especial para poder lograrlo.
Parpadeó rápidamente y me di cuenta de que estaba llorando.
Se rió en voz baja.
—No te preocupes, no romperé a llorar.
—No me importa si lo haces.
156 Faith se volvió ante eso.
—La mayoría de los hombres entra en pánico al ver las lágrimas de las
mujeres, especialmente si son la causa. ¿No eres así?
—Diablos, no. —También me volví y nuestras rodillas se rozaron. A
ninguno de los dos pareció importarle que hubiera gente alrededor, que alguien
pudiera ver nuestro lenguaje corporal—. Si hago algo para hacerte llorar, bueno
o malo —le dije en voz baja—, puedes apostar tu trasero a que me quedaré aquí
hasta que te sientas mejor.
—¿Quién eres? —preguntó con incredulidad.
Sonreí.
—Lo digo en serio. —Negó—. A veces, no puedo creer que seas el mismo
chico que conocí ese día en la oficina de Allie.
Como había pasado con James, era difícil poner mis pasadas acciones bajo
el foco de atención frente a su generosidad. Las palabras de explicación sobre
Nick y Turbo todavía llenaban mi boca, pero las mantendría atadas por ahora.
Pero esta honestidad era algo que podía darle.
—Te juzgué mal por mi propio pasado. Por mis propios problemas. —
Sostuve su mirada—. Y lo siento. No fue justo.
Faith me vio con algo más mientras escuchaba. Su reacción no fue
inmediata y eso me gustó. No había duda de cómo había actuado, no había que
ignorarlo. Y cuando habló, no fue lo que esperaba que dijera.
—¿Podrías ser mi cita para el baile Negro y Blanco el sábado?
Era la segunda invitación que hacía que mis cejas se levantaran.
—¿La gran recaudación de fondos?
Asintió.
—Necesitarás un esmoquin. Sé que es con poco aviso, pero... —Hizo una
pausa, dejando escapar un suspiro lento—. Me encantaría que vinieras conmigo.
Me acerqué en el escalón.
—¿No es como un gran trato público y elegante?
Nuevamente, asintió. Su meñique se estiró sobre el cemento y rozó el mío.
Nuestras manos estaban bloqueadas de la vista, y deslicé la punta de mi dedo
sobre el de ella, arrastrándolo sobre la suave piel de su mano.
—¿Y quieres que vaya contigo? —pregunté. La emoción hizo que mi voz
saliera un poco más áspera de lo que esperaba.
Pero no podía luchar contra la marea de victoria al darme cuenta. Era
exactamente lo que quería cuando no le dije quién era. Saber que incluso con
todas las formas en que la había jodido al principio, estaba dispuesta a dar este
157 gigante paso conmigo hacia el centro de atención.
Faith giró su mano y entrelazó sus dedos entre los míos.
—Quiero que vengas —afirmó.
—Yo, eh, tendré que irme temprano a la mañana siguiente. —Me incliné
hacia ella, bajando un poco la voz—. Si es algo del tipo tarde en la noche.
Sus ojos brillaron felices ante eso.
—¿Irte para qué?
—Si voy —le dije—. Puede que no lo haga. James acaba de invitarme a ese
ofensivo retiro en su casa de California.
Sonrió.
—¿Te invitó?
—Loco, ¿verdad?
Faith negó.
—Para nada.
—También tendré una ocupada mañana el día de mañana —le dije—. No
estoy acostumbrado a actualizar a alguien en mis viajes. Perdón.
—Está bien. ¿Qué hay en el calendario?
—Algo de Gatorade en Chicago. Me iré por una noche. Me atarán a las
máquinas y harán esas pruebas para asegurarse de que no muera mientras hago
ejercicio y beba todas las cosas por las que me pagan mucho dinero.
Su risa fue fuerte. Algunas personas nos miraron, pero Faith no se apartó.
A mi alrededor, las paredes se derrumbaban a un ritmo alarmante.
—Debería empacar una bolsa o algo esta noche, supongo —murmuré.
Sus ojos brillaron cuando habló.
—¿Quieres un poco de ayuda?
Mi aliento se detuvo ante su oferta, ante la mirada en sus ojos. Como Nick,
prácticamente la había desafiado a hacer esto, que fuera obvio que me deseaba.
El diablo en mi hombro cantó desagradablemente en victoria. Incluso el ángel
guardó silencio porque creo que incluso ese moralista imbécil quería que la
llevara a casa también.
—¿No tienes otros planes esta noche? —pregunté.
Faith bajó la cabeza, su cabello caía sobre su hombro de una manera que
me dieron ganas de meter mis manos en él y tirar con fuerza mientras chupaba
su piel. Cuando levantó la mirada, estaba pensando exactamente lo mismo.
—Solo contigo —respondió simplemente.
—Tengo muchas ganas de besarte ahora mismo —hablé bajo y rápido.
158 Ella soltó una carcajada.
—Puedo decirlo.
—Vivo a unos quince minutos de aquí. Te enviaré un mensaje de texto con
la dirección. —Me paré y le tendí la mano para ayudarla a levantarse.
—¿Quieres que recoja algo de comer? —preguntó.
—Tengo comida en mi casa. —No era una descarada mentira. Tomé leche,
tres cervezas, un paquete de queso y plátanos demasiado verdes. Pero en mi
despensa probablemente había seis cajas de cereal.
Faith asintió y se colocó un mechón de cabello detrás de la oreja. ¿Tendría
alguna idea de lo que me estaba haciendo? No podría tenerla posiblemente.
Estuvimos un poco demasiado cerca mientras sacaba mi teléfono y le
enviaba la dirección. Y como no pude contenerme, me apretujé contra ella por
un momento para poder inclinarme y susurrarle a la oreja.
—Conduce rápido, sol —gruñí.
Dominic

M
i camino adelantado fue inútil. Llegué a la entrada de mi edificio
cinco minutos antes de que Faith pudiera encontrar lugar en el
estacionamiento del hotel al otro lado de la calle. En momentos
como ese, en los que todo lo que quería hacer era estar adentro y no lidiar con
el estacionamiento o el centro o la gente que se interponía en el camino para
encontrar estacionamiento en el centro, comencé a hacer planes para vender el
feo apartamento que realmente no me gustaba y mudarme a algún otro… lugar.
Con estacionamiento propio. Y sin nadie. Así no tendría que esperar por
ella.
Oh, cómo caen los poderosos, pensé. Un puñado de citas y estaba listo para
159 dejar el lugar donde vivía para que fuera más fácil para ella venir.
Pasó un grupo de turistas, algunos inclinando la cabeza y gesticulando en
mi dirección. Pero como no se detuvieron, no sonreí.
Cuando estaba esperando en el frente así, algo que no sucedía a menudo,
mantenía la gorra bajo mi cabeza, combinada con mis lentes de sol, y solo recibía
algunas miradas curiosas cuando la gente pasaba. La gente en mi edificio me
dejaba en paz en su mayor parte, y por eso, estaba agradecido, especialmente
ahora.
Faith salió del estacionamiento del hotel, con una amplia sonrisa en el
rostro mientras cruzaba la calle corriendo durante una pausa en el tráfico.
—Cruzar imprudentemente es ilegal, sabes —le dije.
Ella se subió ágilmente al bordillo y se unió a mí en la acera.
—¿Es un factor decisivo?
Con un rápido escaneo de mi tarjeta llave, abrí la brillante puerta de vidrio
para mantenerla abierta para Faith.
—Podría serlo, sol. No puedo permitir que derribes mi reputación con tus
caminos sin ley.
Su risa fue ligera y feliz, haciéndose eco en el espacio de una manera que
probablemente recordaría cada vez que volviera a mi apartamento.
Mientras atravesábamos la impresionante entrada, asentí hacia el portero
y apreté el botón del ascensor. Elle le echó un vistazo a todo el brillante mármol,
a la fuente de agua en la entrada de dos pisos con ventanas de piso a techo. Mi
edificio estaba justo al final de la calle de Pike's Market, y por la forma en que
veía todo, podía decir que estaba tratando de averiguar algo.
—¿Qué sucede? —le pregunté.
Las puertas del ascensor se abrieron y salió primero, metiendo las manos
detrás de la espalda mientras se apoyaba contra la pared.
—No va contigo.
—¿No? —Pulsé el botón de mi piso. En lugar de apiñarme contra ella y
tomar su boca como quería, hice juego con su pose y me paré frente a ella en el
ascensor—. ¿Qué te hace decir eso?
Su cerebro me fascinaba.
—Es tan brillante —dijo. Faith pasó un delicado dedo por la barandilla de
brillante cromo, y fue imposible no imaginarla haciendo eso en mi estómago,
jugando conmigo de esa manera donde estaba tan duro que era doloroso—. Y tú
—continuó, con una cálida sonrisa en su rostro—, no lo eres.
—No soy brillante —reflexioné, empujándome desde la pared para poner
mis manos a ambos lados de sus caderas en esa barandilla que estaba tocando
como si fuera una prueba personal para mi restricción—. No estoy seguro de
160 cómo me siento con esta evaluación.
Faith alzó la cabeza.
—Necesitas ladrillos a la vista, grandes vigas de madera —susurró—. No
rocas brillantes que sean perfectas.
Bajé la cabeza y atrapé el borde de su mandíbula con un suave y
succionador beso. Ella respiró hondo.
—Ladrillo, ¿eh?
—Algo con carácter —susurró, tratando de girar la cabeza para que su
boca se enganchara en la mía.
Levantando la cabeza, miré fijamente hacia ella justo cuando se abrían las
puertas.
—Algo duro.
Su sonrisa era amplia y complacida, sus ojos se iluminaron con
escandalizado placer.
—Eso también.
Uno al lado del otro, caminamos por el elegante pasillo poco iluminado, y
su astuta observación sobre el edificio desencadenó una extraña reacción en
algún lugar de la boca de mi estómago. ¿Cómo fue, después de tan poco tiempo,
que de alguna manera me conocía tan bien?
Una vez más, esa cruda voz en mi cabeza gritó que debería estar
admitiendo que era Nick y que sabía que ella era Turbo mientras estábamos
solos sin nadie que nos molestara.
—¿Por qué elegiste este edificio? —preguntó mientras sacaba mis llaves.
Sonreí por encima del hombro.
—Realmente te está molestando, ¿no?
—¿Qué tipo de casa tenías cuando jugabas en Las Vegas?
Una vez que se abrió la puerta, la empujé y me reí entre dientes.
—Una básica. Se veía exactamente como cualquier otra casa en mi
vecindario. No era tan elegante, pero la pagué en efectivo y era mía. Eso era todo
lo que necesitaba saber.
Sus ojos recorrieron los muebles de cuero negro, las huellas en la pared
que alguien más había escogido, y luego negó cuando vio todo el reluciente
granito en la cocina.
—Bueno, ahora veo lo brillante que es todo —murmuré—. Muchas gracias.
Faith se rió.
—¿Qué hacen tus padres?
Me detuve junto a la isla porque… ¿qué le había dicho como Nick? Se
estaba volviendo difícil equilibrarlos en mi cabeza a pesar de que no tenía
161 ninguna razón para sospechar que era él. Aun así... me dieron ganas de proceder
con precaución.
O de decirle la verdad. Ella deambuló lentamente, las delicadas puntas de
sus dedos recorrieron cada brillante superficie.
—Mi mamá es asistente médico. —Apoyado contra la isla, la vi dirigirse a
la sala de estar y mirar por la pared de ventanas en dirección a la famosa noria
con vistas al Sound—. Mi papá trabaja en la industria del concreto.
—¿Dónde viven?
Mi mirada siguió cada movimiento de su cuerpo, cada cuidadoso paso,
cada detalle que parecía absorber de mi apartamento, como si estuviera tratando
de descubrir pistas. Tenerla aquí, así, era un gran paso. Ambos lo sabíamos.
—A unos veinte minutos de aquí.
Se volvió, arqueó las cejas.
—¿Eres de Seattle? No creo haberlo sabido.
El techo de mi boca estaba completamente seca. Cada pequeña pieza del
rompecabezas encajaba en su lugar, formando los bordes de una imagen que
aún no podía ver.
—Crecí con carteles de los Wolves en mi pared y todo.
Ella sonrió.
—¿Lo hiciste?
—Probablemente debería admitir que tu padre fue mi jugador favorito.
Faith se mantuvo deambulando lentamente por la sala de estar, estudiando
libros en los estantes de cromo y vidrio.
—Tienes un gusto excelente.
Mis ojos recorrieron la longitud de su cuerpo.
—Lo tengo.
Por encima del hombro, me lanzó una prolongada mirada porque escuchó
el tono de mi voz. Quería que lo hiciera.
Dejando su posición junto a las ventanas, se acercó a mí, con las manos
juntas con recato frente a ella.
—No hay nada en este lugar que se parezca a ti —dijo—. No me da una
sola pista sobre quién eres.
Cuando dejó de caminar, pude extender la mano, deslizar mis manos
sobre sus caderas y acercarla, pero no lo hice. Me costó un esfuerzo hercúleo,
especialmente con la forma en que me veía, la anticipación hacía que sus ojos
brillaran en las parpadeantes luces del techo de mi reluciente y limpísima cocina
que ahora odiaba.
Tenía razón. El apartamento era vacío y sin alma. Nada de eso me hizo
162 sentir cómodo. El hecho de que fuera el primer lugar que me brindara verdadera
privacidad con ella era lo único que lo hizo rescatable.
—Es estúpido, ahora que lo pienso —le dije, enganchando un dedo
alrededor del borde de su muñeca y dándole un ligero tirón. Vino de buena
gana, con las manos deslizándose por mi pecho. Amplié mi postura, para que
pudiera encajar perfectamente en el espacio entre mis piernas—. Mi gran
regreso al lugar donde crecí. Pensé que necesitaba la mejor dirección para
acompañarlo.
Su sonrisa fue desconcertada.
—Odio decírtelo, pez gordo, pero no creo que a nadie le importa si vives
aquí o no.
También tenía razón en eso. No resultaba en absolutamente nada. No
impresionaba a nadie. Especialmente no a esta mujer frente a mí, que hubiera
sido igual de feliz en un antiguo edificio con ladrillos y madera y un carácter que
se sintiera más como yo. No importaba lo que sucediera en el vestuario, me di
cuenta de que en realidad no me importaba impresionar a ninguno de ellos. Todo
lo que quería era sentirme bienvenido. La razón por la que no lo hice fue por toda
la mierda que había tirado, sin importar cuáles hubieran sido mis intenciones.
La que me hizo sentir bienvenido fue Faith porque hizo retroceder al
personaje de Walker el Salvaje, simplemente porque se dio cuenta de que no
era real. O que no era todo lo que yo era.
Frente a mí, Faith olía tan dulce y limpio, y todo mi cuerpo vibró inestable,
el deseo corría ferozmente por mis venas. Todo en ella era cálido y generoso, y
más que nada, quería ver cómo se traducía eso en la cama. Todos los lugares en
los que olería dulce y limpia como ahora. Todos los lugares en los que fuera
cálida y suave, donde pudiera meterla en mi boca, sentirla con mis dedos y
manos.
Ella me tomaría. Y no podía esperar a saber cómo se sentía eso.
—Sé que no les importa —admití, sacando su mano de mi pecho para
poder succionar suavemente la punta de su dedo en mi boca. Pasé mi lengua a
lo largo de la yema de su dedo y se quedó sin aliento—. Odio sentir que todavía
tengo algo que demostrar, incluso si no están mirando.
—¿P-por qué crees que haces eso?
—A veces, tengo estos horribles impulsos —le dije en voz baja—, un
diablo en un hombro, un ángel en el otro. Puedo verlos claramente como si
fueran reales.
Faith escuchó en silencio, con los ojos muy abiertos y pacientes. Su don,
lo que había dado ahora en ambas versiones de sí misma, era comprensión y
aceptación sin las cadenas del juicio. Me pregunté si entendía lo raro que era
eso. Era la persona más digna de confianza que había conocido en mi vida y, aun
así, no pude mencionar las palabras de honestidad que sabía que le debía.

163 —El día que firmé el papeleo para este lugar, ni siquiera puedo decirte
por qué escuché a uno sobre el otro. —Me encontré con su mirada. Era mi
admisión de culpa, incluso si no estaba diciendo todo lo que debería haber
dicho—. En la oficina de tu mamá, estaba tan enojado por cómo todo estaba
saliendo ese primer día. Creo que también sabes qué impulso seguí.
—¿Qué te dijeron ese día?
Tarareé.
—Que alguien como tú nunca podría entender por lo que había pasado,
las cosas que terminaron conmigo en esa oficina. Que me verías exactamente de
la misma manera que todos los chicos ricos becados en la universidad, como si
no me mereciera un lugar en ese campo.
Incluso hablando de eso ahora, lo que no había planeado hacer, pude
sentir los mismos pinchazos de ira, conmigo mismo, con los impulsos que le
conté y que me llevaron a presionarme un poco demasiado fuerte en el campo,
a quitarme el casco y a enfrentarme a alguien cuando hablaban un poco
demasiado tras la seguridad de su equipo de protección.
Pero en lugar de hervir, simplemente puso mi sangre a fuego lento.
Nada de lo que le había dicho la hizo retroceder. Nada de lo que había
admitido oscurecía sus ojos o llenaba su rostro de lástima.
—Realmente no entiendo por qué estuviste dispuesta a darme una
oportunidad después de eso —dije, mis palmas subieron por la curva de su
cintura hasta que mis pulgares rozaron la curva inferior de sus senos—. La
mayoría de la gente ni una vez revisa lo que quiere. Lo que piensan es la verdad.
Su cuerpo se arqueó levemente ante mi toque, la piel debajo de su
delgado vestido de algodón cálida y flexible. No podía esperar a usar mi lengua
allí.
—¿Todavía sientes que necesitas probarme algo?
La pregunta del millón de dólares. ¿No era por eso lo que había hecho todo
esto? Me abrí camino a una posición en la que me habría ganado su favor, donde
me sentiría digno de ello. Cada paso de mi carrera había sido exactamente así.
Hacía lo que nadie esperaba de mí, lo que habían descartado en el primer
vistazo.
¿Sentí que necesitaba demostrarle más a Faith?
Negué.
—Ya no.
Los rosados labios de Faith se curvaron suavemente y no pude esperar
más.
Tomando su labio inferior entre el mío, chupé suavemente hasta que sacó
una suave bocanada de aire de su boca. Mis manos se deslizaron por su espalda
hasta que las curvas de su trasero estuvieron bajo mis dedos. Estaba apretada
contra mí, mis caderas como corchetes a ambos lados de las suyas, y contra la
164 suavidad de su estómago, estaba tan, tan duro. Listo para rasgar y desgarrar,
para colocarla sobre esa horrible superficie brillante como si fuera un festín
preparado solo para mi disfrute.
Ella arqueó la espalda y rodeó mi cuello con los brazos. Nuestro beso pasó
rápidamente de suaves y dulces sorbos a oscuros, húmedos y chupadores.
El deslizamiento de su lengua contra la mía hizo que mi agarre se apretara,
la línea de su vestido subió sobre sus caderas mientras lo tiraba hacia arriba.
Debajo de su vestido había encaje, tan frágil cuando puse mis dedos en el
dobladillo que rodeaba sus caderas.
Sus dedos se metieron debajo de mi camiseta, pasando las afiladas puntas
de sus uñas contra mi estómago, y fue ese dulce borde de dolor lo que me hizo
tirar de su ropa interior hacia un lado hasta que se separó de nuestro beso con
un grito ahogado.
—Eres tan hermosa —le dije, agachándome para chupar la piel de su
hombro. Frenéticamente, empujé las mangas cortas, pero no la desnudé como
quería. Faith se apartó de mí, con el cabello y los ojos desorbitados, y por un
segundo me preparé para que me detuviera, para que me dijera que no podía
hacerlo, que no sabía lo que estaba haciendo aquí conmigo.
Pero luego agarró el borde de su vestido y se lo pasó por la cabeza.
Debajo había un simple bralette blanco de encaje, la ropa interior a juego
que casi le arranqué de su cuerpo. Me separé de la isla, dándole el mismo trato
a mi camisa, tirándola en un montón en el suelo junto a su vestido. Con ojos muy
abiertos, Faith trazó el tatuado diseño en mi pecho, una cruz cubierta de hiedra.
Con el corazón latiendo brutalmente en mi pecho, agarré sus caderas con
mis manos y comencé a caminar hacia atrás hacia mi habitación.
—¿Este es el resto del tour? —bromeó.
Mi voz salió como un gruñido y una enojada orden.
—Más tarde. Mucho, mucho más tarde. —Tomé su boca, presionándola
contra el respaldo del sofá cuando no pude avanzar ni un centímetro sin probarla
de nuevo. Mi cama estaba demasiado lejos. Me recibió con igual fervor y algo
más, sus dedos se clavaron en mi piel, su lengua buscando, caliente y húmeda.
Mis manos se llenaron de cálida carne debajo del sostén de inocente apariencia,
y tembló en mis brazos cuando se lo quité.
Ella se quitó los zapatos mientras luchaba con mi cinturón y me quitaba los
jeans porque había demasiada ropa entre nosotros.
Puse mi mano en su suave y sedoso cabello e incliné mi boca sobre la de
ella, una y otra vez, mientras sus tonificados muslos se envolvían alrededor de
mi cintura. Todo lo que había entre nosotros era el trozo de encaje blanco.
Mi pulgar se movió en apretados círculos sobre su pecho, y gimió en
nuestro beso.
—Te sientes tan bien —respiré contra su devastada boca por los besos.
165 —Llévame a la cama, Dominic —suplicó. Me incliné junto a su rodilla y
empujé mis manos debajo de su trasero para levantarla. Hubiera sido tan fácil
tomarla allí en el sofá, pero sí, una gran cama estaba bien.
La cama dominaba el centro de la habitación, y me detuve en el borde,
dejé que sus piernas bajaran lentamente hasta que sus dedos de los pies tocaron
el suelo. Nuestras bocas se movieron una sobre la otra. Sus manos se deslizaban
sobre mis hombros y espalda mientras las mías se enredaban de nuevo en su
cabello cuando succioné su lengua en mi boca.
Se soltó de mi agarre y retrocedió hasta el colchón, sus piernas se cerraron
juntas con recato. Me volvió loco. Merodeé sobre ella, separando sus rodillas con
una áspera mano, mi lengua lamió una línea en el centro de su pecho,
deteniéndome para rodear su pecho, para soplar suavemente a lo largo de su
pecho hasta que su cuerpo tembló.
Faith se quitó la ropa interior y busqué un paquete de aluminio en la mesita
de noche.
Por un momento, agarrando el pequeño cuadrado en mi mano, la vi
aturdido, tendida sobre la prístina ropa de cama blanca. No había forma de que
fuera real, de ninguna manera, ¿había hecho lo suficiente en mi vida como para
merecer a alguien como Faith presentada así para mí?
Durante años, había sido mi mejor amiga. Y ahora, era cada maldita
fantasía hecha realidad mientras arqueaba la espalda, deslizando sus ágiles
dedos alrededor de mí hasta que mi barbilla cayó a mi pecho.
Cubrí su mano con la mía y la dirigí hasta que tuve que arrancar esos
delgados y fuertes dedos antes de que esto terminara demasiado pronto.
—¿Qué estás esperando? —susurró, sentándose para besar mi pecho,
encontrando mi boca abierta y esperando y codiciosa.
Mis manos eran torpes, temblorosas en mi prisa por cruzar esta línea con
ella, la persona más importante de mi vida.
Díselo, díselo, díselo.
Bloqueé la voz con un vicioso chasquido de una puerta de hierro en mi
cerebro porque, en este punto, detenerme podría matarme. Y en la forma en que
ella se movía contra mí, la forma en que se apretó desesperadamente contra mi
mano cuando la llevé a un quejumbroso y devastador pico, podría matar a Faith
también.
Con la frente presionada contra ella, sus muslos apretados contra mis
costados, no hice nada más que respirarla cuando empujé con cuidado hacia
adelante, delicioso centímetro a centímetro.
Encajó tan perfectamente.
Todo sobre ella, la forma en que besaba, la forma en que llenaba mis
166 manos, la forma en que su cuerpo respondía al mío. Esta no era la primera vez,
sin importar lo que dijera nuestra historia. Lucharía contra la verdad hasta que
mis nudillos estuvieran ensangrentados porque esta mujer no era nueva para mí.
No podía serlo, no con lo buena que era.
No estaba seguro de si creía en la reencarnación, pero si alguna vez había
vivido otra vida, habría sido una que había pasado con ella.
Con cada movimiento de mis caderas, cada movimiento de ella, el sudor
se acumulaba en la base de mi columna y salpicaba su pecho. Lo lamí y maldijo
en voz baja cuando entrelacé sus manos en la cama con las mías.
—Más —la urgí, moviéndome furiosamente entre sus piernas hasta que la
cama crujió siniestramente.
—No puedo.
Mordí su labio inferior.
—Vamos, sol —gruñí—. Dámelo.
Sus dientes se hundieron en la carne de mi hombro, mi piel absorbió sus
gemidos cuando cambié el ángulo de mis movimientos.
Allí.
El ángulo, la velocidad y ella, todo rodó y ardió bajo mi piel hasta que grité
su nombre con la cabeza echada hacia atrás.
Ella sollozó con un estremecedor final, y me hundí contra su cuerpo.
La acerqué a mí, presionando suaves besos a lo largo de las dulces líneas
de su rostro.
Y cuando la boca de Faith se curvó en una sonrisa de satisfacción, supe
cuán total y absolutamente destrozado estaría si alguna vez me dejaba.

167
Faith

—N
o has empacado todavía —murmuré adormilada. Pero en
lugar de levantarme, metí las manos debajo de la
almohada y enterré la nariz directamente en ella, el olor
era tan malditamente adictivo que me preocupaba querer intentar robarlo y
llevármelo a casa.
Dominic tarareó bajo en su pecho, sujetándome con sus muslos
musculosos mientras sus manos se deslizaban por mi espalda desnuda.
Era realmente asombroso lo relajada que se sentía una después de dos
orgasmos y un masaje en la espalda de alguien que tenía muy, muy buenas
manos.
168 —Voy a juntar algunas cosas por la mañana —dijo.
—Ya es de mañana.
—Shhh, no nos preocupemos por la hora que es ahora. —Dominic se
inclinó y dejó un rastro de besos a lo largo de mi columna—. No necesito irme
hasta las siete, que será en al menos otras cinco horas.
Después de nuestra primera ronda, me dio de comer cereal en la cama y
luego me tiró encima de él durante la segunda ronda. Me gustó mucho la
segunda ronda porque Dominic Walker era tan exigente desde abajo como
cuando estaba arriba, y eso me hizo sentir muy, muy bien.
Fue mi primera experiencia con el tipo de sexo que podría hacerte sentir
loca, hacerte querer esforzarte más allá de lo peor del agotamiento, simplemente
para tener más.
Con infalible precisión, presionó sus dedos en un nudo en mis hombros
que hizo que mis caderas se inclinaran por la presión que liberaba.
—Santos cielos —gemí—. ¿Dónde aprendiste eso?
—Simplemente hago lo que me haría sentir bien, supongo.
—Nunca, nunca te detengas. —Solté un fuerte suspiro cuando soltó otro
nudo.
Suavizó sus movimientos, y traté con todas mis fuerzas de no hacer
pucheros cuando se deslizó de nuevo debajo de la sábana y cambió mi posición
sobre mi estómago para que mi brazo estuviera sobre su pecho, mis pechos
presionados contra su costado. Apoyé la barbilla en su pecho y estudié su rostro
mientras cerraba los ojos y dejaba escapar un suspiro de satisfacción.
¿Cuándo dejaría de sorprenderme este lado amable de él?
—Sabes —dije en voz baja—, yo también te juzgué mal.
Los ojos de Dominic se abrieron, esa mirada se clavó en la mía.
Mis dedos trazaron el borde de su labio inferior, un arma peligrosa de
verdad.
Apoyó una mano debajo de su cabeza para poder verme un poco mejor.
—¿Cómo así?
Besé su pecho, maravillándome de la suavidad de su piel sobre todos los
duros y esculpidos músculos.
—A pesar de que tuvimos una visita tan buena en el centro la primera vez,
sabía que no eras tan horrible como lo sugirió nuestra primera reunión. —Hice
una pausa para besarlo de nuevo, para que supiera que estaba bromeando—
. Incluso con eso, estaba tan segura de que sabía lo que pasaría cuando me
invitaras a salir. He conocido a muchos jugadores en mi vida. Más de lo que
puedo contar.
—Ajá, no hablemos de ellos ahora mismo.
169 Su tono hosco me hizo pellizcar su pecho. Me pellizcó el trasero y me reí.
—Habría apostado todo lo que tenía a que me llevarías a un club
desagradable, tratarías de rozarme con música terrible de fondo, tal vez tratarías
de toquetearme en el auto y luego hacer pucheros cuando no me acostara
contigo en la primera cita porque me llevaste a un club desagradable para
rozarme en la oscuridad.
El pecho de Dominic se estremeció con una risa silenciosa.
—Cuán increíblemente vívida es tu imaginación.
—Lo sé. —Negué—. Me has sorprendido, Dominic Walker. De la mejor
manera. Me alegro de que me hayas invitado a salir.
Nos giró para quedar frente a frente, con las piernas enredadas debajo de
las sábanas. Su afecto era tan fácil, tan desenfrenado, y estudió mi rostro mientras
me colocaba el cabello detrás de la oreja.
—Faith, yo… —comenzó, sus ojos buscando los míos.
Había una expresión en su rostro que hizo que mi corazón latiera con
fuerza, mi barriga se volviera ingrávida por la anticipación. También sentía
algunas cosas locas, cosas como enamoramientos, pero no estaba segura de que
estuviéramos listos para decirlas.
Con cuidado, puse mi dedo sobre sus labios.
—Tenemos más que esta noche.
Su ceño se frunció por un momento, y quité ese dedo de sus labios y lo
alisé sobre las adorables líneas.
—¿Son el diablo y el ángel otra vez? —bromeé.
La expresión de su rostro se transformó en una sonrisa.
—Siempre.
Con un zumbido tortuoso, me moví sobre él de modo que estaba
completamente desparramada sobre su pecho.
—¿Qué te está diciendo el diablo ahora mismo? ¿Qué impulso no deberías
seguir?
Estaba tan intrigada porque nunca había conocido a alguien como
Dominic, que hablaba tan abiertamente de sus malos hábitos cuando la mayoría
de la gente trataba de ocultarlos.
Pero en lugar de sonreír, como pensé que haría, o de burlarse de mí, como
esperaba, Dominic parecía desgarrado.
Rocé mis labios con los suyos.
—¿Qué es?
—Ojalá no tuviera que irme mañana —dijo, frotando su pulgar a lo largo
de mi labio inferior—. Prefiero quedarme aquí contigo, comer cereal en la cama,
salir a comer, ir a comprarte flores al mercado.
170 —Todavía podemos hacer todas esas cosas cuando regreses.
—Quizás no vaya al retiro —dijo—. Ni siquiera llegaré a verte antes del
evento, luego me iré de nuevo justo después.
Dominic estaba mirando directamente al techo ahora, pero su mano
frotaba suaves círculos en mi espalda, casi como si se estuviera tranquilizando a
sí mismo de que yo todavía estaba allí, todavía era real.
—Tienes que ir —le dije.
Sus ojos encontraron los míos.
—¿Es una orden oficial como novia?
—Sí. —Me incliné para besarlo suavemente. Trató de profundizarlo, pero
me aparté cuando su lengua se deslizó sobre la línea de mis labios—. James
nunca te hubiera invitado si no creyera que es importante. —Apoyé mi cabeza
en su pecho e intenté lo mejor que pude envolver mis brazos alrededor de él—
. Cualquiera que sea el impulso que te esté diciendo que esto no funcionará, que
no lo superarán, que estás condenado a estar en desacuerdo con tu equipo. —Lo
sentí tensarse debajo de mí, pero seguí adelante—. Tienes que ignorar todo eso,
apartarlo. Tienes demasiada bondad en ti para seguir ocultándote de la gente,
Dominic.
Nos hizo rodar, alzándose sobre mí con ojos tan oscuros, tan intensos, que
sentí un movimiento de deseo encenderse en algún lugar debajo de mi piel.
—No me estoy escondiendo —dijo, bajo y peligroso.
Mis manos acariciaron su pecho.
—No de mí, no. De todos los demás. —Deslizó una mano por mi pierna
hasta que presionó mis rodillas más y más, y mi respiración se detuvo por lo
desnuda que estaba con él—. N-no tienes nada que esconder.
—No todo el mundo es como tú, solecito. —Dobló sus dedos entre mis
piernas y mi espalda se levantó en un arco involuntariamente.
Mis manos se apresuraron a encontrar agarre en las sábanas arrugadas
mientras él sacaba mi placer como si fuera una masilla cálida y flexible,
estirándola increíblemente lejos antes de que estallara en una ráfaga aguda y
caliente sobre mi cuerpo.
Con el cuerpo tembloroso, me fui calmando mientras él besaba las líneas
de mis costillas y empujaba sus palmas a lo largo de mis brazos. Este era el tipo
de conexión que nunca pensé que fuera real. Corazones abiertos mientras su
cuerpo hacía cosas indescriptiblemente maravillosas con el mío.
Nunca quise que terminara.
—¿De qué estás asustado? —susurré mientras se deslizaba por mi pecho
y pasaba su lengua sobre mi piel húmeda de sudor.
Levantó la cabeza, la mirada ardiente e intensa. Dominic se sentó entre mis
piernas.
171 Con los dientes, abrió otro paquete de papel de aluminio y me estremecí
al ver sus ojos. Quería evitar que dijera algo. Pero no lo hizo.
—Hay tanta bondad en ti —me las arreglé para soltar mientras él
comenzaba a menearse, tan lentamente que apreté la mandíbula.
—No, no es así. —Movió las caderas hacia adelante. Lo suficientemente
fuerte como para que me lastime. Eché mi cabeza hacia atrás por la fuerza,
apoyando mi mano en la pared detrás de mi cabeza.
—Eres tan bueno —jadeé. Lo hizo de nuevo, y no estaba segura de lo que
dije después de eso. No estaba segura de que fuera español o de que pudiera
entenderlo. Su control me dejó boquiabierta porque se movía tan firmemente
con una intensidad tan aguda e inquebrantable. Nunca antes había caminado por
la cuerda floja durante tanto tiempo. Cada vez que estaba a punto de lanzarme
hacia adelante por el borde, desaceleraba. Luego hacia que creciera y creciera,
dejando esa sensación fuera de alcance—. Dominic —le rogué con voz
quejumbrosa.
Y en lugar de torturarnos más, el hombre de ojos oscuros y el gran corazón
rodeado por muros tan altos, se desató sobre mí. Exorcizó los demonios que lo
habían atrapado durante tanto tiempo. Su mirada sobre la mía se sentía desnuda,
sin poder ocultar absolutamente nada de lo que sentía por mí.
En esa mirada, supe que me adoraría por siempre. Movería cielo y tierra
para proteger cualquier cosa que estuviéramos construyendo, y se necesitó cada
gramo de autocontrol para no decirle que me había enamorado de él.
Él debió haber visto lo mismo en la mía porque apoyó la palma de la mano
en la cama junto a mi cabeza y apretó mi pierna contra su pecho.
Para cuando terminó, con su brazo enroscado alrededor de la parte de
atrás de mi cuello, su mano agarrando mi hombro ahora, me hallaba sollozando
de alivio. Mis dedos de los pies se curvaron impotentes ante lo que había sacado
de mí. Nada más podría ser arrancado de mi cuerpo después de eso. Estaba
flácida, exhausta, sudorosa y delirantemente feliz.
Sin una sola palabra, pero con tanta ternura, me limpió. Luego acurrucó su
gran cuerpo alrededor del mío y caí en un sueño profundo y sin sueños.

172
Faith

C
uando me desperté a la mañana siguiente, me encontré con
una cama vacía y una nota que había dejado en la mesita de
noche.

Buenos días, sol. Dado que estabas en coma cuando me levanté, decidí
dejarte dormir. No tendré mi teléfono conmigo durante el día, pero come lo que
puedas encontrar en el refrigerador y cierra la puerta cuando te vayas.
Te veo el sábado.

173 Era imposible mantener la sonrisa fuera de mi rostro mientras


estiraba mi cuerpo dolorido en su cama. Sin que nadie me viera, pude
acercarme la almohada a la cara, abrazarla e inhalar con avidez.
Si así es como se sentía el buen sexo, no era de extrañar que tuviera
la capacidad de arruinar la vida de las personas cuando lo perseguían.
Una noche que pasé con Dominic Walker fue una revelación, y no dije
esas cosas a la ligera como persona pragmática. No solo lo que había
sucedido con nosotros físicamente, sino que era casi como si hubiera
perdido la capacidad de sostener su armadura.
Me hizo preguntarme cómo se las arregló para mantener el ritmo
durante toda una temporada de fútbol, qué tipo de gente lo había rodeado
que podía hacerlo. El chico que estaba conociendo, que era dulce y
considerado, abiertamente afectuoso y tenía una clara debilidad por los
niños, parecía ser una persona diferente al chico que cruzaba las puertas
de las instalaciones de entrenamiento de los Wolves, que se mantenía al
margen con sus compañeros de equipo.
Sentada en su cama, estudié su habitación porque estaba un poco
distraída cuando entramos la noche anterior. Como el resto de su casa, no
dio pistas sobre su personalidad. Nada que pudiera usar para conocerlo aún
mejor.
—Odio este apartamento —dije en voz alta.
Tirando de la sábana sobre mis hombros, me levanté de la cama y me
dirigí al armario. Cuando abrí la puerta, me reí a carcajadas.
La habitación era enorme, un armario que Lydia habría llenado en un
santiamén, y Dominic usaba menos de una cuarta parte del espacio. Los
jeans estaban cuidadosamente doblados en un estante junto a algunos
contenedores de almacenamiento con etiquetas blancas. Negando, estudié
suavemente algunas de las prendas que colgaban de perchas negras a juego.
No había nada llamativo, nada en lo que hubiera gastado cientos y cientos
de dólares.
El elegante y reluciente apartamento se llenó con un tipo normal que
no sabía muy bien cómo encajar en el espacio.
Una chaqueta de cuero negro me llamó la atención y sonreí,
imaginándome que la llevaba. Estaba muy gastada y muy querida, y como
no pude evitar mi yo enamorada, lo tiré de la percha y acerqué la chaqueta
a mi pecho.
Sí, estaba enamorada. Era la única forma de describir todas las cosas
revoloteando que sucedían dentro de mi cuerpo. Me recordó a los primeros
días de la escuela secundaria, donde cada chico al que miraba a los ojos era
un flechazo potencial y cada conversación tenía una oportunidad, excepto
que no podías ver a dónde iba a ir.
Era algo que había perdido después de Charlie. No quería mirarme a
174 los ojos. No quería ver posibles enamoramientos. Y con una sonrisa, supe
cuán lejos había llegado porque, en las últimas doce horas, no había habido
peces muertos en ninguna parte de esa cama.
Sin embargo, hubo una mala Faith Pierson, que volvió loco a un tipo
como Dominic Walker. Fue una sensación poderosa, especialmente
mientras caminaba desnuda por su armario, cubierta por nada más que las
sábanas que habíamos usado a fondo.
Incluso sin él cerca, el efecto que tuvo fue asombroso. El olor a cuero,
y a él, me rodeaba, y luché contra la sensación de que lo extrañaba.
Ni una sola vez había conocido a un hombre que pudiera atravesar
cada reserva que pudiera tener, cada paso lógico que creía que
necesitábamos. Estaba en su armario, envuelto en sus sábanas, oliendo su
ropa y extrañándolo.
Y como nadie estaba mirando y nadie podía juzgar lo que estaba
haciendo, abracé la chaqueta contra mi pecho.
El sonido del papel arrugado me hizo quitarme la chaqueta. En el
bolsillo interior había un sobre y, justo después, el borde gastado de una
imagen.
Cuando vi el borde de la imagen, el cabello oscuro retenido por un
pasador rosa, pensé en lo que dijo Dominic sobre las fuerzas opuestas que
te dicen lo que debes y no debes hacer. Todos tuvimos experiencias con eso,
¿verdad?
Pero no era una persona real con cuernos o alas. Era solo nuestra
propia brújula interna que nos decía qué instinto deberíamos escuchar. Tal
vez su brújula estaba calibrada de manera diferente a la mía debido a su
educación, las cosas por las que pasó, pero algo acerca de estar en su
armario, rodeado de sus cosas, me encontré siguiendo el impulso que
normalmente podría haber ignorado.
La imagen salió con un suave tirón, y al ver su rostro, sentí un extraño
golpe en mi estómago, un movimiento de reconocimiento que tardó un
momento en filtrarse a través de mi cerebro.
Era una foto de la escuela, el mismo fondo gris aburrido que todos
habíamos tenido en algún momento de nuestras vidas. No podría haber
tenido mucho más de seis años en la imagen porque su gran sonrisa
mostraba todos los pequeños dientes de leche perfectamente prolijos que
aún no habría perdido a esa edad.
Sus ojos eran grandes, con pestañas espesas, como los de Dominic, y
por un momento, me pregunté si era su hija. Llevaba una camisa teñida, y
ese reconocimiento de nuevo, sonó como una campana en algún lugar de la
parte de atrás de mi cabeza.
Cuando le di la vuelta a la foto, entendí por qué.
175 En letra grande e infantil, con ella y escrita al revés, estaba
garabateada Ivy Lee Walker, de 6 años.
Cuando adoptó el koala, el nombre que envió, donde In Honor Of que
todavía lo proclamaba suyo en el zoológico, decía Ivy Lee. Siempre asumí
que era su apellido, no su segundo nombre.
Mi corazón se aceleró, pensamientos y realizaciones dando vueltas por
mi cabeza en un gran lío descuidado.
¿Cómo era esto posible?
Había visto su foto una vez antes. Era una de las únicas fotos que
Nick me había enviado, en el aniversario de su muerte, aproximadamente
un año después de que empezáramos a charlar.
Pero cuando me envió a una de su hermana pequeña, ella había
perdido el cabello y se había envuelto la cabeza con un pañuelo tie-dye. Pero
era, indudable, inequívoca, ilógica, imposible, la misma niña.
—Santa mierda —exhalé. Me di la vuelta, mirando la cama arrugada
como si me fuera a explicar después de lo que había sucedido.
Pero, por supuesto, no había nadie allí para ayudarme a averiguar por
qué o cómo.
Todas las diferentes conversaciones que había tenido con ambos se
derritieron en mi cabeza, lo cual fue impresionante porque todavía estaba
desnuda en el armario de Dominic. Corrí a la cocina, donde mi bolso había
terminado en el suelo. Estaba debajo de mi vestido, y mis mejillas estaban
ardiendo cuando lo aparté de una patada. Mi teléfono tenía algunos
mensajes de texto de Tori, diciéndome que disfrutara mi noche, y luego otro
de Dominic, que debió haber enviado justo después de salir del apartamento
esa mañana.
Cuando hice clic en él, me quedé sin aliento porque me había tomado
una foto durmiendo. Era como mirar por la ventana de alguien a una escena
que no estaba destinada a ver. Algo íntimo y sexy. Dominic debió estar
agachado junto a la cama con su cámara cerca de mi cara.
La sábana no apareció en ninguna parte de la toma, así que, aunque
parecía que no estaba cubierta, él logró una toma en la que nada mostraba
que no quería capturar con su cámara. Mi boca estaba ligeramente abierta,
los labios fruncidos y mis pestañas largas y oscuras contra mis mejillas
mientras dormía. Todo el cabello oscuro alrededor de mi cabeza se veía
enredado y despeinado, y en la parte inferior del marco, la sombra de mi
escote mostraba donde mi brazo cubría mis senos.
Y luego vi el texto que lo acompañaba y me quedé sin aliento por una
razón completamente diferente.
Dominic: No digas que nunca ignoro mis instintos más básicos
porque al verte así, era casi imposible no tocarte, despertarte como quería.
176 Dominic: Regresaré en veintiséis horas, y ni siquiera estoy fingiendo
que quería estar fuera tanto tiempo en este momento. Te veré mañana, sol.
Me tapé la boca con una mano temblorosa porque las cosas que
estaba sintiendo, sabiendo que él era Nick, sabiendo que no estaba haciendo
un espectáculo para llevarme a la cama, no estaba fingiendo ser algo que no
era. He estallado en lágrimas de felicidad allí mismo, en su horrible sala
familiar.
Traté de escribir una respuesta, pero inmediatamente me resultó
imposible de entregar.
Yo: Mañana. Realmente, realmente desearía que estuvieras aquí
ahora mismo.
Cuando apareció la notificación de color rojo brillante de que no se
podía entregar, agarré mi vestido con un bufido de frustración. Ponerme la
ropa con todo este conocimiento burbujeando en mi cuerpo fue tan...
frustrante. No, fue peor que eso. Fueron como horas de juegos previos, pero
me quedé sin el clímax, la cosa que había estado construyendo y
construyendo y construyendo.
No había forma de que pudiera asentar esto.
Mi hilo de mensajes con Nick hizo que mi corazón se acelerara de
nuevo porque todas las cosas que sabía sobre él, junto con lo que había
aprendido sobre Dominic, apenas podía mantener mis dedos lo
suficientemente firmes como para escribir.
ChicaTurbo: Avísame cuando recibas esto. Necesito hablar contigo.
El mensaje es enviado, pero no puedo decir si le llegó o no, así que
aparto mi teléfono con un gemido. Se puso peor cuando abrí los armarios
de su cocina y vi unas diez cajas de cereal. Mi sonrisa probablemente parecía
de psicótica fronteriza. Después de un tazón de Capitán Crunch, terminé de
vestirme. Y como había estado levantada para recoger mi desorden, hice la
cama con cuidado, los bordes de las sábanas se doblaron cuidadosamente.
Mientras salía del apartamento, envié otro texto.
Yo: No sé cómo es tu horario, pero esta es una situación de ‘mejores
amigas’ con código rojo, y si tienes planes después del trabajo, necesito que
los canceles pronto.
Tori: ¿Código rojo? Dios. Bueno. ¿El chico malo resultó ser un
desperdicio de buena ropa interior?
Yo: Ni siquiera cerca de un desperdicio. Te lo contaré todo más tarde.
Tori: Puedo estar en casa a las cuatro.

177
Faith

—¿S abías que los koalas hembras en cautiverio a menudo


se aparean con otras hembras y sus encuentros
sexuales pueden durar hasta cinco veces más que los
encuentros entre hembras y machos?
Tori se congeló solo por un momento, pero se recuperó rápidamente,
dejando su bebida y dándome una mirada tranquila.
—Primero —dijo con calma—, tengo un título en Ciencias Zoológicas,
idiota, así que sí, lo sabía. —Luego sus labios se curvaron en una sonrisa—
. Y segundo, ¿realmente nos sorprende el hecho de que los hombres no
puedan durar mucho?
178 Empujando el libro de koala de tapa dura lejos de mí, le di una mirada
de suficiencia.
—Algunos hombres pueden.
—Oh, caramba, con las fanfarronadas y las sonrisas satisfechas y los
deliciosos recuerdos sexuales. —Tori tomó un sorbo de su bebida. Estaba
muy tranquila, sin presionarme por los detalles sucios—. ¿Así que nos
gusta? ¿El chico malo tatuado que te adora?
Me hizo reír, pero honestamente, no pude discutir. Tres veces me
había adorado, y si hubiéramos tenido tiempo o energía, podría haber ido a
la cuarta ronda, a juzgar por el mensaje de texto que tenía esperando en mi
teléfono.
Pero en lugar de responder a su pregunta, jugué con el borde del libro
de koala. Naturalmente, los koalas me recordaban a Ivy, por eso había
sacado el libro en primer lugar. Me recordó a él. Todo el día estuve dando
vueltas a la situación en mi cabeza hasta que pensé que me volvería loca
por no poder procesarlo con alguien. Cualquiera.
Y esto no era algo que quisiera decirle por teléfono cuando estaba
trabajando para uno de sus patrocinadores todo el día.
—Tengo que decirte una locura —comencé.
Los hombros de Tori se hundieron de alivio.
—Mierda, finalmente, he estado muriendo aquí fingiendo que no
quería sacártelo.
—Conoces a Nick, ¿verdad?
Ante mi cuidadoso cambio en el tema, Tori se detuvo confundida,
luego puso los ojos en blanco.
—Obviamente. Me vuelve loca cuando puedo oírte teclear, teclear,
teclear en tu teléfono cuando estás sentada a mi lado en el sofá.
Contuve la respiración antes de soltarla en una exhalación
apresurada.
—Nick es Dominic Walker.
Su taza golpeó la mesa con un fuerte golpe.
—Lo siento, ¿qué?
—Son el mismo tipo.
—Cállate.
Con un encogimiento de hombros, no pude evitar reírme de su
expresión estupefacta.
—¡Lo sé! No podía creerlo, pero vi una foto de su hermana antes de
salir de su apartamento.
179 —Después de tu fiesta sexual. Con el chico que son las dos personas.
Cubrí mi rostro con mis manos.
—Sí.
—¿Cómo te pasa esta mierda? De verdad.
—No lo sé —me lamenté. Mis manos se posaron de nuevo en mi regazo
y sentí la montaña rusa de nuevo. Fue una locura. Y asombroso. Y una
locura—. Es como uno de mis mejores amigos, Tor.
—Umm, ¿quién es tu mejor amigo?
La miré.
—Lo siento. Solo quería verificar que no he perdido mi lugar porque
eso es como... el paquete completo que tiene allí.
—No has perdido tu lugar. Pero sí, es él. Él es Nick. Lo cual es aún
más loco porque era un idiota el día que nos conocimos… —Mi voz se fue
apagando. Todo encajó en su lugar.
—¿Qué?
—Mierda —susurré—. Por eso estaba actuando tan loco el día que nos
conocimos. La actitud y por qué apestaba a alcohol. Dios mío, Tori, era el
aniversario de la muerte de Ivy. Por eso lo destrozaron en el campo y por eso
estaba de tan mal humor.
Su rostro se suavizó al comprender.
—Me dijo, en nuestra charla de ese día, que se metió en problemas en
el trabajo. —Pasé una mano por mi cabello y negué—. Esto es una locura.
—Sin embargo, sería negligente no señalar —dijo con suavidad—,
mucha gente tiene días tristes y horribles que les recuerdan cosas malas y
no se emborrachan en el trabajo. —Cualquier expresión facial que hice la
hizo reír—. Oh, Dios mío, estás lista para arrancarme los ojos por decir algo
malo sobre él. ¡Mira a la pequeña novia defensiva ahora mismo!
—Es difícil no sentirse así —protesté en voz baja—. Él es... es tan
diferente de lo que pensé al principio. Y saber que es Nick, el tipo con el que
he hablado de tantas cosas en los últimos años, lo hace aún mejor. —Me
reí—. Incluso le hablé de él. Le dije a Nick que quería acostarme con Dominic
después de una cita.
Los ojos de Tori se agudizaron.
—No sabía que eras tú, ¿verdad?
—¿Cómo pudo haberlo hecho? Millones de personas viven en Seattle
y nunca hablamos de lo que hacíamos para ganarnos la vida. Nunca le hablé
de Allie o de quién es mi padre o de los Wolves.
—¿Y nunca te dijo que era un jugador de fútbol profesional? —Sus
ojos se abrieron dramáticamente—. Por lo general, no pueden callarse.
—Por lo general, no pueden —estuve de acuerdo. También le había
180 dado vueltas a esa parte en mi cabeza todo el día—. Creo... creo que no lo
hizo por mí.
—¿Qué quieres decir?
—Le envié un mensaje a Nick por primera vez hace poco más de tres
años. —Arqueé las cejas de manera significativa—. Justo después de
Charlie.
—Ah. ¿Y le hablaste del imbécil?
—En efecto, lo hice. —Lentamente, hice girar mi teléfono sobre la
mesa. Había leído muchos de nuestros intercambios de mensajes cuando
debería haber estado revisando las subvenciones y haciendo un seguimiento
de los correos electrónicos. Cada frase de Nick era ahora una visión
fascinante del hombre del que me estaba enamorando. Eso y algunas
búsquedas en Google, algo que no solía hacer con ningún jugador.
Toda la vida de Dominic, lo habían subestimado. Su potencial nunca
fue reconocido hasta que obligó a la gente a mirarlo. Una vez que lo hicieron,
fue imposible no ver lo bueno que era en su trabajo. Y de alguna manera, él
había hecho exactamente lo mismo conmigo. En el momento en que tuvo
toda mi atención, no había forma de que pudiera dejar de verlo. Cualquiera
que sea la noción preconcebida que había tenido de Dominic Walker, la
había derribado hasta que no tuve más remedio que verlo de lleno.
—No le di todos los detalles sobre Charlie —dije—. Pero yo estaba en
mi modo activo de odio a todos los jugadores de fútbol.
Sus ojos se agrandaron.
—Lo recuerdo. No fue bonito.
—Supongo que lo agregaré a la lista de cosas de las que hablar con él.
—¿Y le vas a decir en el baile? ¿Seguro que no quiere esperar hasta
tener un poco más de privacidad?
Asentí.
—No hacer explotar su teléfono en este momento es toda la
moderación que puedo manejar.
—Pero le enviaste un mensaje al principio, ¿verdad?
—Estaba tan... sorprendida. No pensé en el hecho de que estaba
volando. Intenté llamar, pero su teléfono estaba apagado. Y no creo que esté
revisando la aplicación de mensajería donde hablé con él como Nick.
—¿Qué dijiste en ese?
Le deslicé mi teléfono. Pero antes de abrir esa aplicación, vio el hilo de
texto con Dominic.
Cuando se desplazó lo suficiente para que apareciera la foto, silbó en
voz baja.
181 —Maldita mujer. Esa es una mierda caliente softcore justo ahí.
—Siempre ha sido el objetivo de mi vida —dije secamente.
—Tienes una situación de la vida real de Tienes un Correo aquí, pero
él no es Tom Hanks esperando con un golden retriever y algunas margaritas.
—Negó—. Es mucho mejor que eso.
El cuadro que pintó hizo que mi corazón galopara positivamente. La
idea de Dominic en ese tipo de escenario podría convertirme
espontáneamente en una pila de baba en forma de corazón enferma de
amor. Tenía una sonrisa burlona en su rostro peligrosamente hermoso,
algunas flores silvestres agarradas en sus grandes manos, e incluso
mientras me abrazaba como el final de una película épicamente romántica,
probablemente me susurraría a la oreja todo el tiempo. cosas sucias que
quería hacerme cuando estábamos solos.
Entraría en el Black and White Ball con el hombre de mis sueños
absoluto en mi brazo, y no estaba segura de que pudiera haber algo mejor
que eso.
—Uh-oh, la he perdido —bromeó Tori.
Parpadeé.
—Lo siento, me descarrilaste con todo el asunto del final de la comedia
romántica.
—¿Qué vas a hacer?
—Dejarlo hacer su trabajo. Decirle en la primera oportunidad que
tenga.
—Es un plan sólido, chica.
—Gracias —le dije.
—Entonces... ¿Qué tan bueno fue? —preguntó con una sonrisa
maliciosa.
Me dejé caer en mi silla con un suspiro y ella se rió.
—Si no te quisiera tanto, te odiaría.
Sonreí.
—¿Sí?
Ella se echó hacia atrás.
—Encontraste a un futbolista tatuado que no solo es bueno en la
cama, sino que también tiene un corazón de oro torturado que esconde de
todos menos de ti. Sí, eres una perra gigante, Faith Pierson, y te adoro hasta
el fin de los tiempos.
Al escucharla hablar de él, sentí mis primeros destellos de realidad.
Dominic Walker era mi novio, antes de eso, había sido uno de mis mejores
amigos, y una vez que regresara, no habría forma de ocultarlo. Él no era
182 alguien a quien nunca mantendría en la oscuridad. Nunca pretendería que
él no fuera importante para mí.
—Espero que mis padres tengan la misma reacción cuando venga
conmigo el sábado —le dije—. Mi papá todavía se muestra cauteloso después
de todo lo de Charlie. No puedo culparlo.
Tori silbó.
—Sí, papá Luke puede tener un infarto, pero sabes que Allie le dirá lo
que está pasando, y luego Lydia hará algo loco para distraerlo, y todo volverá
a ser normal.
—¿Ayúdame a elegir mi vestido? —le pregunte a ella—. Si mi papá va
a tener un infarto, entonces quiero que Dominic pierda la cabeza cuando
me vea.
Se levantó de la silla antes de que las palabras salieran de mi boca.
En mi habitación, ella ya estaba sacando las dos bolsas de ropa que
le había enviado el estilista de Allie. Tori abrió la cremallera de la primera
bolsa y chilló, como si fuera un gato satisfecho lamiendo la crema de sus
bigotes.
—Oh, Dios mío, mira este.
Eché un vistazo por encima de su hombro.
—Estoy bastante segura de que Lydia le dijo al estilista que lo
incluyera solo para atormentarme.
—Tienes que ponértelo.
—¿Y el que tiene el cuello alto? —Toqué el material negro sedoso—.
Ese también es bueno.
Tori apartó mi mano con un sonido de burla.
—No, no, hija mía. ¿Te guiaría mal después del cárdigan?
—Realmente fue mágico —admití.
—Entonces confía en mí. —Mi amiga se volvió y puso sus manos sobre
mis hombros—. Ésta será tu noche, Faith. Ya es hora de que obtengas todas
las ventajas de ser un ser humano tan jodidamente increíble.
Después de darle un fuerte abrazo, volví a estudiar el vestido.
—Necesito esa cinta mágica para las tetas.
—Sí, eso es un hecho porque no podemos permitir que las chicas
vayan a ninguna parte. —Ella me miró con una sonrisa maliciosa—. ¿Vas a
burlarte de él con lo que estás usando? Lo haría después de ese mensaje de
texto que envió esta mañana. Yuju.
—Sin bromas —le dije—. Esto puede ser lo más loco que me haya
pasado, pero no es un juego. Solo quiero verlo y saber que no hay secretos
183 entre nosotros.
Faith

A
l final, fueron las tormentas eléctricas en Chicago las que hicieron
descarrilar mi plan perfecto de comedia romántica.
Dominic estuvo atrapado allí horas más allá de lo que había
planeado porque los pilotos no se arriesgarían a despegar en un clima tan
cambiante, había visto el pronóstico lleno de escalas rojas y naranjas y amarillas
toda la mañana después de que me envió un mensaje de texto que lo lograría,
pero podría ser un poco más tarde de lo que pensaba.
Todavía no había visto mi mensaje de texto a Nick, y por eso, estaba
agradecida.
El salón de baile estaba lleno de atletas y celebridades, filántropos y la
184 élite del noroeste del Pacífico. La gente vagaba por las mesas inmaculadamente
decoradas, examinaba la subasta silenciosa y anotaba las ofertas mientras
bebían su caro vino y comían la costosa comida en platos de porcelana. Y
mientras el reloj avanzaba, no había ni rastro de Dominic.
Había estado lo suficientemente ocupada hablando con la gente que
pasaba que no había entrado en pánico de que me estuviera abandonando, de
que algo que había hecho me hubiera llevado a esto. Pero cuando salí del salón
de baile, fui recibida con un pasillo vacío. Fue casi lo peor que me pudo haber
pasado, dada la energía nerviosa que tenía corriendo por mis venas. La cena
comenzaría en treinta minutos y, tal como lo veía, el asiento a mi lado estaría
vacío mientras el orador principal daba su discurso.
Se graduó de una de las escuelas que el equipo Sutton apoyó cuando se
separaron de la misión inicial de Allie. La adición de proporcionar programas
extracurriculares para escuelas y comunidades desatendidas. Su capacidad para
participar en un programa de arte por primera vez engendró una pasión que
había convertido en una carrera, ganando un lugar en la prestigiosa Universidad
Central de Arte y Diseño en Pasadena. Llevaba donaciones a manos llenas, que
siempre era el objetivo de noches como esa, donde el equipo Sutton había
trabajado durante todo el año unas pocas horas en un elegante salón de baile.
Y ahí estaba yo, quien estaba al mando de la organización, paseando por
un pasillo vacío porque el chico que me gustaba llegaba tarde, y estaba asustada
porque no tendría tiempo para decirle esta gran cosa.
Puse una mano sobre mi estómago, que gruñó siniestramente. Mis nervios
estaban tan revueltos por la noche misma y ahora por Dominic que no podía
imaginar tocar ninguna comida. Contra el blanco de mi vestido y el rosa pálido
de mi manicura, mis manos se veían bronceadas a pesar de que se sentía como
si la sangre no fluyera correctamente por mi cuerpo.
El escote asimétrico y el amplio corte hacían que pareciera un río de piel
que se mostraba a través del vestido. Comenzaba por mi clavícula en una línea
que fluía suavemente, siguiendo la curva de mi pecho y dando un mínimo vistazo
a la parte superior de cadera opuesta. Una corte hasta el muslo revelaba la
pierna en la dirección opuesta, como si mi cuerpo hubiera sido cubierto con una
columna fluida de color blanco. La maquilladora mantuvo mis labios desnudos y
mi maquillaje de ojos en tonos dorados brillantes, pestañas gruesas; el único
accesorio real necesario para complementar el vestido.
Era, sin duda, el más glamoroso que jamás había visto en toda mi vida. Y
por dentro, todavía era un manojo de nervios.
Mi teléfono estaba en algún lugar dentro del salón de baile, escondido en
un bolso de cuentas que no contenía nada más que eso y un tubo de brillo de
labios. La última vez que lo comprobé, Dominic me había dicho que estaba en
camino, y eso fue hace más de una hora.
—¿Estás bien, cariño?
Levanté la mirada, sin siquiera darme cuenta de que alguien se había
185 unido a mí en el pasillo. La asistente ejecutiva de mi mamá me estaba mirando
preocupada. Me conocía desde hacía tanto tiempo que probablemente podría
leer mis nervios en toda mi cara.
Sonreí, o tanto como uno podría.
—Sí, solo un poco nerviosa. Nunca tuve que dar un discurso en una de
estas cosas.
Tocó mi mejilla.
—Los deslumbrarás, chica. Tienes algunos genes duros, ¿sabes?
—Lo sé. —Le di un breve apretón—. Gracias, Connie.
—¿Necesitas que consiga a Allie o a tu papá?
—No —le dije de inmediato—. Pueden hacer más bien allí charlando.
Ella rió.
—De acuerdo. Buena suerte, Faith.
Sintiéndome un poco más tranquila, respiré hondo y me giré para usar el
baño de mujeres antes de volver a entrar.
Pero me detuve en seco cuando lo vi al final del pasillo. Dominic estaba de
pie con el hombro apoyado contra la pared, las manos metidas en los pantalones
de esmoquin perfectamente entallados. La chaqueta era impecable, cortada para
ajustarse a sus anchos hombros de una manera que hizo que mi corazón se
acelerara, e incluso con lo inmaculadamente que le quedaba, no tenía nada en
su rostro.
Por un segundo, todo lo que pude hacer fue admirarlo, la sombra oscura
en su dura mandíbula, la intensidad aguda en la forma en que sus ojos recorrían
las líneas curvas que abrazaban mi torso y mis caderas.
Inhalé fuerte y rápido cuando su mirada se fijó en mi cara. Porque lo que
vi allí fue como mirar directamente al ojo de un huracán. Me deseaba. Estaba en
el centro de todo el tormentoso caos que no podía contener.
Luego él se movió, y yo también. Nos encontramos en el medio, sus manos
agarrando los lados de mi cara mientras su boca tomaba la mía en un beso
temible. Su lengua se metió en mi boca, un gemido arrancado de su gran pecho
mientras apretaba mis manos en su espalda.
Dominic nos hizo girar hacia un lado, y había una pared a mi espalda, así
que no pude hacer nada más que agarrarme fuerte por el ataque de lo que fuera
que estaba sucediendo entre nosotros.
Este hombre, con sus peligrosos besos y su corazón abrumador, de alguna
manera había resultado ser exactamente lo que yo quería. Y no solo lo que
quería, sino lo que necesitaba. A veces esos eran diferentes, sin importar cuánto
quisiéramos que fueran iguales. Cuando me retorcí inquieta contra su dureza,
sus manos se deslizaron por la curva de mi cintura, deteniéndose para deslizar
su pulgar sobre la punta de mi pecho. Mis manos se envolvieron alrededor de su
186 cuello, y no podía creer lo rápido que pasaban cosas así entre nosotros.
Allí mismo, en el pasillo con la élite de Seattle al otro lado de las puertas,
me arqueé ante su toque cuando deslizó su mano por la abertura de mi vestido,
ahuecando mi trasero con firmeza.
Sus besos eran agudos, calientes y húmedos, había algo desesperado en
la forma en que me tocaba, en la forma en que respiraba con fuerza por la nariz
porque ninguno de los dos se atrevía a alejarse. No estaba segura de si sus
razones eran las mismas que las mías, pero algo en mi interior me dijo que en el
momento en que nos detuviéramos, algo cambiaría.
Ese pensamiento fue suficiente para que me separara de su boca con un
grito ahogado. Dominic besó el borde de mi boca, deslizando su lengua a lo
largo de mi labio inferior.
—Te ves tan hermosa —susurró, deteniéndose para chupar el lóbulo de
mi oreja en su boca.
Me reí temblorosamente.
—Gracias. Tendré que revisar mi maquillaje antes de volver a entrar.
Dominic levantó la cabeza, con la mirada recorriendo cada centímetro de
mi rostro.
—Estás perfecta.
—Te extrañé —admití—. Estuviste fuera por dos días, y te extrañé.
—¿Por qué lo dices como si fuera algo malo?
—No lo es, supongo. —Metí un mechón de cabello detrás de mi oreja, y
sus ojos se calentaron cuando lo hice.
—¿He mencionado que te ves hermosa?
Me reí suavemente.
—Gracias. —Pasando mis manos a lo largo de su pecho, me detuve sobre
su corazón y me consolé con el fuerte y constante latido debajo de mi palma. Era
fundamental saber que él estaba tan afectado por esto como yo. No estaba sola
en esto—. Me alegro de que tengamos un minuto a solas.
—¿Sí? —murmuró, agachando la cabeza para besar la punta de mi nariz—
. ¿Cuánto me extrañaste?
—¿Quieres una lista?
—Dilo lento —dijo, acariciando mis brazos—. En esa voz que me gusta.
Me reí.
—No tenemos mucho tiempo antes de que tenga que entrar allí, pero
quería hablar contigo sobre algo.
Seguía mirando mi boca.
—¿Qué pasa?
187 Con voz entrecortada, le conté que me había despertado en su casa y
había ido a su armario. Encontrando su chaqueta.
La cara de Dominic era una máscara ilegible cuando me lamí los labios y
le conté sobre la foto de Ivy.
—Yo-yo vi su foto una vez —le dije con cuidado—. Y sé lo loco que sonará
esto, pero tú eres Nick... ¿no es así?
Su mandíbula se apretó, su mirada buscando profundamente en la mía.
Le di una sonrisa tentativa, tocando suavemente mi collar, actualmente
escondido bajo el blanco de mi vestido.
—Soy Turbo. Era… era mi apodo mientras crecía.
Su pecho se expandió a medida que su respiración se aceleraba. Luego
fue su turno de lamerse los labios antes de hablar.
—¿Lo sabías cuando le enviaste un mensaje a Nick diciendo que
necesitabas hablar?
—Sí —suspiré—. Me asusté cuando vi su foto, Dominic. Traté de llamarte,
pero tu teléfono estaba apagado porque estabas volando. Ni siquiera
pensé. Entonces supe que debía esperar hasta poder contártelo en persona. —
Soltando una risa, me presioné contra él, deslizando mis manos por su rostro—.
Estaba tan destrozada esperando que llegaras aquí.
Dominic exhaló aliviado.
—No lo abrí. Me... me preocupaba que pudieras haber dicho algo sobre
nuestra noche siendo demasiado... —Su voz se fue apagando.
Me tomó un segundo, en el embriagador intercambio, el alivio absoluto
de tener la verdad ahí afuera, para que sus palabras penetraran.
—¿Lo sabías antes de que te enviara el mensaje? —susurré.
Hubo un destello de pánico en sus ojos oscuros, que desapareció en el
siguiente instante, pero lo vi. Si su deseo por mí era el ojo del huracán, entonces
esto era como relámpagos brillantes, una advertencia para que me alejara.
No lo hice.

188
Dominic

S
iempre odié el dicho de que la curiosidad mata al gato.
Porque en este escenario, había sentido mucha curiosidad.
¿Qué pasaría si Faith solo tuviera un lado de mí para elegir? ¿Me
desearía?
Ahora sabía la respuesta. De manera inequívoca.
Y en cuanto a lo que sucedería si se enteraba primero… sería todo. Faith
Pierson estaba enojada.
—¿Cuándo lo supiste? —presionó. El color estaba alto en sus mejillas, sus
oscuros ojos destellaban.

189 Mi mandíbula se apretó con fuerza porque cada instinto defensivo rugió
para no ceder a esto fácilmente.
—¿Importa? —pregunté.
Su boca se abrió.
—Sí, importa. ¿Cuándo lo supiste?
Solo una pizca de autoconservación me hizo responder con la boca
apretada porque la verdad de lo traicionada que se sentiría me hizo querer
despellejarme.
—Cuando volví al centro. Cuando tu auto no arrancó.
—¿Qué? —jadeó—. ¿Hace tanto tiempo que lo sabes?
—Faith —comencé—. Escúchame...
Ella extendió los brazos.
—Oh, por supuesto, explícame esto, Dominic.
El pánico se estrelló contra mis costillas ante su sarcástico tono, haciendo
que mis manos hormiguearan y mi corazón se acelerara. Qué idiota había sido.
Y en lugar de decir eso, algo horrible siseó y estalló en la parte posterior de mi
cabeza.
Mientras estaba allí de pie en silencio, Faith se apartó de mí, su rostro
perdió el color.
—Hablé contigo, sobre ti —susurró—. Sobre querer tener sexo contigo.
Mis ojos ardieron.
—Faith. —Mi voz se quebró con su nombre.
—¿Cómo te sentiste? —preguntó—. Oírme decirte lo mucho que quería
tener sexo contigo.
El aire a nuestro alrededor se enfrió, y si me hubiera clavado un cuchillo
en el estómago, probablemente me hubiera dolido menos. Y me lo merecía todo.
—No lo vuelvas feo —le rogué—. No fue fácil para mí.
Sus cejas se elevaron sobre su frente.
—Apuesto a que no fue así. Mentirme. ¿Para… qué? ¿Ves hasta dónde
puedes llegar? —Exhaló una risa temblorosa—. Dios, todo lo que supiste de mí.
Preguntándome sobre mi regla de citas. No es de extrañar que supieras
exactamente qué decir. Prácticamente te entregué un guion de cómo llevarme a
la cama.
—No fue así —siseé.
—¿No lo fue? —preguntó en voz baja. Si hubiera gritado, habría hecho
tropezar mi temperamento y, como era, lo sabía. Desde el principio, sabía
exactamente lo que necesitaba, exactamente cómo desenterrar las partes más
vulnerables de mí. Entonces se le llenaron los ojos de lágrimas y, por primera
190 vez en mi vida, supe que me odiaba a mí mismo de verdad.
Caminé por el pequeño pasillo.
—Lo siento, Faith. Fue... fue estúpido. —Me detuve frente a ella,
entrelazando sus manos con las mías—. Me equivoqué y lo siento.
Una lágrima se deslizó por su mejilla y apartó sus manos de las mías para
poder limpiarlas.
—Confié en ti.
—Todavía puedes hacerlo —le dije con fervor—. Todavía puedes.
Faith dio un paso atrás.
—Dominic, usaste mi pasado como una forma de beneficiar a esa parte de
ti que todavía no... no sé... no cree que realmente te deseé. Usaste esta horrible
cosa por la que pasé como una forma de manipularme.
Su voz se hizo más fuerte y, mientras lo hacía, la sentí deslizarse entre mis
dedos. No importaba si estaba frente a mí. No importaba lo que dijera en este
momento, si trataba de apartar su enojo con un beso, si la tocaba de la manera
correcta.
—No estaba tratando de manipularte. —Pasé una mano por mi cabello y
tiré, una inútil salida para mi frustración. Lo que realmente quería hacer era
romper algo, solo para verlo romperse en un millón de piezas que no se pudieran
arreglar. Algo que me diera más trabajo que arreglar lo que fuera que me
impulsara a hacer una mierda tan estúpida e idiota—. Sabía que tenía que
decírtelo, Faith. Cada maldita vez que estábamos juntos, lo pensaba.
—Entonces, ¿por qué no lo hiciste? —gritó—. ¿Por qué no me lo dijiste?
—¡Porque no siempre hago lo correcto! —grité—. Soy jodidamente
humano y me equivoco. No siempre es tan simple como saber lo correcto y
simplemente hacerlo.
Sus mejillas estaban enrojecidas.
—No siempre hago lo correcto, Dominic, pero nunca le mentiría a alguien
del que me enam… —Su voz se quebró.
Mi atención se agudizó en su rostro.
—¿Alguien del que qué?
Su boca se aplanó en una línea.
—¿Alguien de quien te estabas enamorando? —terminé, la voz se hizo más
fuerte—. ¿Por qué crees que no dije nada? Casi era demasiado bueno para ser
verdad. Era exactamente el tipo de cosas que nunca pensé que tendría. Incluso
antes de saber quién eras, te deseé. Y ni por un millón de dólares pensé que
alguna vez me desearías de vuelta de la misma manera.
—Así que tuviste que, ¿probar un punto? ¿Que podría enamorarme de ti
incluso si no fueras el hombre al que he respetado durante tanto tiempo? Eso es
191 una mierda, Dominic. —Tal vez Faith estaba sintiendo esa oleada de caliente ira
como siempre la sentía cuando cedía al impulso mordaz y gruñido de hacer que
alguien se sintiera tan mal como yo por dentro. Y no podía culparla. Ni por un
solo segundo—. Nunca te he hecho sentir como si estuvieras debajo de mí.
—Estaba debajo de ti —grité—. Mira lo que hice.
Ella miró hacia el pasillo.
—Cálmate, por favor —suplicó—. Por favor, no hagas una escena. Aquí no.
Una puerta se abrió apenas en la esquina, y cuando vi a Allie saliendo del
salón de baile, me pasé una mano por la frente y luego me vi las manos.
—Mira lo que hice —dije más tranquilamente.
Faith sollozó, las lágrimas corrían por su rostro sin control.
—¿Faith? —gritó Allie. Sus ojos se movieron incómodos entre nosotros—.
¿Qué pasó?
—Vete —me susurró. Su madrastra corrió a su lado, pero no pude apartar
la mirada de Faith. Mis entrañas estaban heladas, y quería llevar una palanca a
mis costillas, sacarla y deshacerme de esta sensación que cubría mis venas.
Si hubiéramos estado solos, podría haber caído de rodillas frente a ella.
Intentar hacer esto bien.
Quería dejar que Faith me calentara, tomar toda esa bondad en ella y
absorberla. Pero hasta que pudiera arreglar lo que había hecho, hasta que
pudiera reparar todos los fragmentos rotos que estaban a nuestro alrededor,
había perdido el derecho a hacer eso.
—Lo siento —dije de nuevo, tambaleándome hacia atrás.
¿Cómo había dejado que llegara tan lejos? ¿Por qué pensé que no la
dejaría sintiéndose traicionada y manipulada?
Con una mirada final, memorizando esa absoluta angustia maldita en su
hermoso rostro, me volví e hice lo que me pidió.
Me alejé.

Faith
Mis rodillas cedieron y me hundí contra la pared. Allie estaba frente a mí
en el siguiente latido.
—Oh cariño, ven aquí.
Extendí la mano.
192 —No. Si me abrazas ahora mismo, me perderé —susurré.
Mi papá se unió, la preocupación estampaba en todo su rostro.
—¿Qué pasó?
Ambas lo ignoramos. No podía decírselo. Y Allie, creo que sabía que, si
decía algo de lo que acababa de ver, mi padre iría tras Dominic sin pensarlo dos
veces.
Allie me vio directamente a los ojos con las manos a cada lado de mi cara.
—Dime lo que necesitas, Faith. ¿Necesitas salir de aquí? Podemos hacer lo
que quieras.
—Qué pasó? —repitió él—. ¿Estás bien?
De alguna manera, asentí.
—Yo solo... creo que me rompieron el corazón de nuevo —me atraganté.
Los ojos de Allie se llenaron de lágrimas.
—Podría ir a cortarle los neumáticos —murmuró mi padre—. O arrancarle
las pelotas.
Una acuosa risa escapó de mi boca en un sollozo.
—No, no quiero eso.
Alcé la cabeza y respiré profundamente unas cuantas veces.
—Turbo —dijo mi padre en voz baja.
—Siento mucho que haya pasado esto, Faith. —Allie negó—. Realmente
pensé que debajo de todo eso, resultaría ser algo especial.
—Lo es —dije en voz baja. Cuando mi padre abrió la boca para discutir,
levanté mi mano—. Lo es. Pero creo que no sabe cómo dejar que la gente lo vea.
No es que lo haga bien —agregué.
Desde el pasillo, Connie se nos unió con un suave carraspeo.
—La cena está comenzando si quieren unirse a nosotros. Allie, estarán
listos para ti en cinco.
—Vayan —le dije. Me sequé la cara con un pañuelo que mi padre sacó
de… de algún lugar. Salió con una mancha de maquillaje, pero eso fue todo. Solté
un suspiro lento.
Ella negó.
—No, no si me necesitas. Pueden esperar.
Lo dijo con tanta sencillez, con tanta certeza, que casi me derrumbé en sus
brazos y dejé que las lágrimas volvieran a fluir.
Le sostuve la cara como había tenido la mía.
—Ve, mamá. Iré justo después de ti. Esto es importante.
—Tú también —dijo ella. Sus ojos, tan brillantes en su hermoso rostro,
193 brillaban con lágrimas no derramadas—. Te quiero.
—Yo también te quiero. —Suavemente, presioné mi frente contra la de
ella—. Y cuando sea mi turno allí esta noche, patearé traseros porque aprendí
cómo hacerlo de ti.
Desobedeciendo mi regla de no abrazar, Allie me dio un fuerte apretón y
luego besó los labios de mi padre.
Me dio una última mirada.
—¿Estás segura de que puedes dar tu discurso?
Asentí.
Connie me entregó una pequeña bolsa.
—Hay gotas para los ojos y algo de rubor allí, cariño.
—Gracias, Connie. —Mi padre me pasó la mano por la espalda y le
dediqué una sonrisa trémula—. Arruiné tu pañuelo.
—Me importa una mierda —dijo, estudiándome con preocupación.
Me reí en voz baja. Poniendo una mano sobre mi pecho, hice un inventario
rápido de si realmente podía hacer esto.
¿Podría dejar a un lado esa gran parte de mí que quería correr tras él?
Todo el cuerpo me dolía por lo que acababa de suceder. Toda la piel que cubría
mis huesos me dolía de puro dolor de corazón.
Allie todavía estaba de pie con nosotros.
—Faith, lo digo en serio. Puedo intervenir si necesitas irte.
Negué.
—No. Puedo hacer esto. ¿Pero puedo tal vez dormir en casa esta noche?
Mi papá sonrió.
—Por supuesto.
Allie me lanzó un beso.
—Puedes hacerlo.
—Puedo hacerlo. —Porque eso era parte de la vida. Las cosas dolían. Eran
difíciles y no las usábamos como excusa para tirar las cosas que importaban. Para
lastimar a la gente de la forma en que nos lastimaba. Tal vez no era tan simple
para todos, pero sabía que era cierto para mí—. Te veré allí.
Se fue con Connie y mi padre se aclaró la garganta, parpadeando un poco
más rápido de lo normal.
—¿Estás bien? —pregunté gentilmente.
Sus ojos estaban un poco rojos.
—Nunca mejor, Turbo. —Extendió el codo—. ¿Estás lista?
Mis ojos se humedecieron de nuevo, pero hice el mismo parpadeo rápido
194 que pareció funcionar para mi gran, corpulento y tatuado padre, a quien solo las
mujeres que adoraba lo ponían de rodillas.
—Eso creo —susurré—. Pero me duele un poco el corazón. —Curvé mi
mano alrededor de su codo y la palmeó con la mano.
—Caminaremos contigo hasta que no duela tanto.
Que fue lo que hizo.
De alguna manera, logré superar el evento con una sonrisa en el rostro,
incluso si todo lo demás se acurrucaba en agonía por dentro. Cuando regresé a
mi apartamento para empacar algo de ropa, me quité los tacones y me hundí en
el sofá con un suspiro de cansancio, finalmente saqué el teléfono de mi bolso.
Mi corazón se detuvo cuando vi una llamada y un mensaje de Dominic una
hora antes.
Con manos temblorosas, en el silencio de mi casa, presioné el botón para
reproducir el mensaje. Debería haberme preparado para el impacto del sonido
de su voz, pero no lo hice, y fue una estupidez.
—Sol, yo... —Se detuvo, con la voz irregular, lenta y áspera—. Soy un
maldito idiota.
Las lágrimas comenzaron de inmediato y no hice nada para detener los
rastros que dejaron por mi rostro.
—No sé por qué lo dejé pasar tanto tiempo. Sabía que estaba mal. Yo
solo… —Hizo una pausa, dejando escapar un inestable suspiro—. Tenía miedo
de que, debido a que no te lo dije de inmediato, tuviera que caminar de puntillas
hasta que todo saliera bien. Fue tan jodidamente estúpido. Me enamoré de ti tan
rápido, sol.
Un sollozo escapó de mi boca antes de que pudiera detenerlo, y cerré los
ojos porque estaba tan contenta de que no estuviera frente a mí.
Si hubiera estado frente a mí diciendo esas cosas, admitiendo lo asustado
que estaba, podría haberlo perdonado, podría haber pasado por alto lo jodida
que fue su reacción. Aun así, mi cuerpo se sacudió bastante por el deseo de
envolver mis brazos alrededor de él, y tuve que pausar el mensaje de voz y dejar
que la sensación pasara antes de poder continuar.
Presiono reproducir y dejo que el mensaje continúe.
—Eres la primera chica con la que he querido estar, Faith Pierson. La
primera chica de la que me enamoré. Y no sé cómo hacer eso —admitió en voz
baja—. Debería decirte esto en tu cara, y sé que todo está mal, pero quiero que
lo escuches de una manera que puedas... no sé, procesarlo o lo que sea.
Probablemente también sea egoísta. —Dominic soltó una áspera risa—. Pero me
conoces, me conoces tan bien, y espero que puedas perdonarme. Ojalá pudiera
decir que nunca te lastimaría, pero ya lo hice. Y no... —Su voz se quebró—. No
sé cómo perdonarme por eso.
195 El silencio se extendió en el mensaje y contuve la respiración.
—Eso es todo, supongo. Si quieres llamarme, hablar conmigo, cualquier
cosa, avísame. Y si no lo haces, lo entiendo. Buenas noches, sol.
Faith

—¿P uedo verlo de nuevo?


Le tiré una almohada a Lydia.
—Por favor, no lo hagas. He escuchado bastante
el sonido de mi voz.
—Sin embargo, estuviste tan bien, Faith. —Mi hermana, apoyada boca
abajo con la almohada arrugada debajo de la barbilla, volvió a deslizar el dedo
por la pantalla de su tableta—. Mira cuántas vistas ya. ¡Te volverás viral!
—Justo lo que siempre quise.
Se rió de mi murmurada respuesta. Mi antigua habitación estaba vacía,
196 porque en lugar de usar la habitación del pasillo con las suaves paredes blancas
y las grandes ventanas que daban al lago Washington, me acurruqué debajo de
la manta de Lydia, que era donde habíamos dormido.
Mi hermana pequeña era la persona perfecta para organizar una pijamada
después de la ruptura.
Por eso Tori también estaba aquí. Asomó la cabeza del colchón que
habíamos arrastrado a la habitación y colocado en el suelo. En una casa de seis
dormitorios, habíamos convertido la antigua habitación de mi hermana en un
caos.
—Lo vería de nuevo —intervino mi mejor amiga—. Al menos el final. Dios,
estuviste tan increíble, Faith. Espero que él lo vea.
Me dolió el pecho cuando lo dijo porque el momento de mi discurso
seguro que parecía que le estaba dando un golpe.
—No se trataba de él, Tor —le dije—. He tenido ese discurso escrito
durante más de una semana.
Lydia me miró.
—¡Lo sé! Puedo mostrarte la nota en mi teléfono cuando la edité por última
vez.
—Lo compartiré en mi página —dijo mi hermana, hablando en voz alta
mientras escribía.
—No lo harás —la reprendí.
Lydia pulsó un botón con deleite. Y Tori tomó su teléfono del suelo, riendo
cuando lo vio.
—Oh, lo hizo. ¿Crees que lo vea?
—No se trata de él —me imitó Lydia con dulce voz.
Le tiré una almohada a su rubia cabeza.
Mi voz llenó la habitación mientras Tori escuchaba el clip, de nuevo. Metí
la cara en la manta con un gemido.
—Historias como nuestra increíble presentación de esta noche son solo
una de las miles que escuchamos en el Equipo Sutton cada año. Con cada
solicitud, cada requerimiento de financiamiento, apilada en los escritorios de
nuestro increíblemente talentoso personal, sería muy fácil adormecernos con la
verdad de lo que significan esos documentos. Sería fácil ignorar la realidad de
que las escuelas y los centros comunitarios de todo el país simplemente carecen
de los fondos para poder darles a estos niños lo que necesitan para alimentar sus
pasiones. No deberíamos adormecernos ante eso, nunca. Verlo a la cara todos
los días es la capacidad de respetar su increíble capacidad de recuperación. —
Hice una pausa, sonriéndole a Allie y a mi papá en la mesa del frente—. Una de
las lecciones que nos enseñaron a mi hermana y a mí mientras crecíamos es que
el talento en bruto es solo una pieza de un rompecabezas mucho más grande. Sin
197 él, solo se puede llegar hasta cierto punto. Pero sin coraje, sin la capacidad de
perseverar, no se puede llegar a ninguna parte. Es tenacidad frente a
interminables desafíos. Es la adaptabilidad de las mareas de la vida en constante
cambio. Es posible que podamos emitir cheques esta noche, es posible que
podamos ver a estos increíbles jóvenes a la cara y reconocer lo que pueden
lograr con el apoyo adecuado, pero algo que no podemos perfeccionar, algo que
no podemos comprar para ellos es la arena que tienen corriendo por sus venas.
No se esconden de sus desafíos —dije en voz baja—. Y como directora de la
Fundación del Equipo Sutton, tampoco me esconderé del mío.
Tori se dejó caer sobre su colchón.
—Uf, fue tan bueno, Faith. Eras una jodida estrella de rock.
La miré.
—Sí, quien fue al backstage y rompió a llorar tan pronto como el centro de
atención se apartó de mí. La pobre Connie no esperaba mis mocos en su gasa.
Lydia se dio la vuelta y me frotó la espalda, algo que Allie solía hacer por
nosotros cuando estábamos enfermas. Mis ojos se llenaron por centésima vez en
las últimas veinticuatro horas, y eso me enojó. Quería dejar de llorar por él.
—¿Estás bien? —susurró mi hermana pequeña.
Tori apoyó la barbilla en sus manos en el borde de la cama y nos miró con
una pequeña y triste sonrisa.
—No lo sé —respondí en voz baja—. Todavía estoy tan herida. Me mintió
en la cara, una y otra vez. No sé cómo aceptar eso.
Sabían que había llamado, pero no me atreví a compartir lo que me había
dicho. Incluso ahora, sentí la necesidad de protegerlo, de permitir que esa
ventana de vulnerabilidad permaneciera privada.
—Deberías estar enojada con él —agregó Tori. Luego levantó una mano—
. Lo sé, probablemente aún no estemos listas para vilipendiar al novio.
Me senté y pasé mis manos por mi desordenado cabello, cortesía de dar
vueltas y vueltas, lo que había hecho toda la noche.
—Quizás no todavía.
Lydia se sentó también, jalando las piernas contra su pecho.
—¿En qué parte estamos entonces? No estoy acostumbrada a verte así, así
que me siento un poco... perdida.
Limpiando las lágrimas de mi mejilla, le di una acuosa risa.
—Yo también me siento un poco perdida. Pero sé que puedo estar enojada
con él y aun así… —presioné un puño contra mi pecho—… dolida por lo
empeñado que parece estar en socavar cualquier cosa buena que pueda
lastimarlo. Ojalá pudiera hacer que se detuviera. —Dejo escapar un profundo
suspiro—. Pero la única persona que puede hacer que Dominic se detenga es él.
198 —¿Por qué crees que hace eso? —preguntó Lydia.
Me encogí de hombros.
—¿Por qué alguien se auto-sabotea? Da miedo pensar en entregarle su
corazón a alguien si nunca lo ha hecho antes. —Mis dedos tocaron el borde de la
almohada que había abrazado a mi pecho toda la noche—. Incluso para mí, fue
aterrador sentir todas esas cosas por él, especialmente tan rápido. Fue el primer
hombre en el que realmente confié.
Tori puso su mano sobre la mía.
—Pero no tomaste un bate de béisbol, incluso si estabas asustada.
—No, no lo hice. —Había algo difícil en reconocerlo en alto. Pero era la
verdad. Enamorarme de Dominic fue como un salto desde el borde de un
acantilado, sin red, sin paracaídas, sin noción de lo que me esperaba una vez que
mis pies estuvieron en el suelo. Tal vez fue tan aterrador para él saltar a lo
desconocido conmigo.
—¿Te acercarás a él? —preguntó Lydia—. Dile que recibiste su buzón de
voz.
Tori puso una mirada en su rostro, la mirada protectora de una amiga, y
levanté una mano para detener lo que fuera que estaba a punto de decir.
—Si Dominic quiere resolver sus problemas, seré su partidaria número
uno. Pero no seré el proverbial saco de boxeo mientras descubre cómo tener
una relación funcional y saludable. Esta no es la secundaria. No es lindo ni sexy
manipular a la gente porque tienes miedo. Es un hombre adulto, e incluso si me
rompe el corazón mantenerme alejada de él —mi voz vaciló y vi a Lydia
secándose debajo de los ojos—, no me pondré en la posición de ser tratada como
eso por alguien que me importa.
Tori dejó escapar un suspiro de alivio.
—Bueno, bien.
—Creo que te volverá a llamar —dijo Lydia—. O te enviará un correo
electrónico. O se aparecerá con algún gesto romántico para mostrarte cuánto te
ama.
—El único gesto con el que será mejor que el chico se presente es con los
recibos de un terapeuta —agregó Tori.
Les sonreí a las dos mujeres que reaccionaban de manera tan diferente a
esta primera angustia mía.
—Lydia, no sabía que eras tan romántica.
—No lo soy —protestó débilmente. Luego puso los ojos en blanco—. No
se lo digas a nadie.
—Tu secreto está a salvo con nosotras.
Mi hermanita suspiró.
—¿Deberíamos ir a ver si papá nos hace unos panqueques?
199 —Sí. — Tori se levantó del suelo—. Me gusta ese plan. ¿Quizás después de
comer, podríamos ir al zoológico y alimentar a algunos bebés?
Lydia aplaudió.
—¡Estoy dentro! ¿Puedo filmarlo?
Tori se encogió de hombros.
—No creo que a los canguros les importe. Ve por ello.
Me tomó un segundo arrastrar mi exhausto trasero de la cama, y cuando
lo hice, mi hermana me dio un rápido abrazo.
—Sigo pensando que llamará pronto —susurró.
Le sonreí a mi hermana.
—Estaré lista.
Una vez que estuve sola, me volví a sentar en su cama y busqué el nombre
de Dominic.
Yo: Por favor, no respondas cuando llame. Solo quería que escucharas mi
voz cuando diga esto.
Dominic: No lo haré. Lo siento. Lo siento mucho.
Yo: Lo sé, Dominic.
Cuando se conectó la llamada, dije una oración rápida para que respetara
este pequeño límite que había erigido. Su primer obstáculo, al menos en mi
cabeza. Su buzón de voz respondió casi de inmediato y solté un rápido suspiro
de alivio.
Mis nervios estaban encendidos como petardos, estallando por toda la
superficie de mi piel porque ni siquiera había pensado en lo que quería decir.
Cuando terminó su mensaje automático y el pitido para grabar sonó en mi oído,
inhalé profundamente.
—Gracias por tu mensaje de anoche —dije en voz baja—. Le dije a mi
hermana esta mañana que me siento un poco perdida, Dominic. No sé qué se
supone que deba decir. O lo que es útil para ti, útil para mí, para navegar por
todo esto. Me lastimaste mucho —susurré, las lágrimas se amontonaron en mi
garganta—. Y acepto tus disculpas. Me alivia que puedas ver lo... lo jodido que
es que me hayas mentido de esa manera. Eres el primer hombre con el que he
querido estar, Dominic. El primer hombre del que me enamoré. Y desearía
decirte esto en tu cara también, pero es demasiado difícil. Porque por mucho que
quiera salvarte de tus peores tendencias, no puedo. No puedo asumir esa
responsabilidad. Solo tú puedes hacerlo. Y espero que lo hagas porque extraño
a mi amigo. Y extraño al hombre que me convenció de arriesgarme con él.
Aspiré ruidosamente.
—Te perdono por mentirme, pez gordo, lo hago. Pero si quieres estar
200 conmigo, necesito que descubras cómo vivir en esa… esa tensión de lo
intermedio. Donde algo te asusta, algo te preocupa, pero no te desquitas con los
demás, solo para poder mantener el control de lo que sucederá después. Porque
eso es lo que hiciste. Incluso si no tenías la intención de manipularme, así es
como me siento. Confié en ti, y como tenías miedo de lo que podría pasar si
confiabas en mí a cambio, detonaste una bomba de tiempo bajo esta gran cosa
que estábamos construyendo. No seré esa persona en tu vida. Me respeto
demasiado. —Me detuve, secándome mis interminables lágrimas—. Pero te
extraño. Y espero que puedas escuchar lo mucho que me importas en este
mensaje. Nunca diría estas cosas si no lo hiciera. Y espero que tenga sentido.
Después de eso, mis palabras simplemente se secaron. No había nada más
que pudiera decirle, al menos por ahora. E incluso mientras desconectaba la
llamada y dejaba el teléfono en la cama de Lydia, una gran parte de mi corazón
esperaba que Lydia tuviera razón. Que llamaría. Aparecería y me enloquecería
con un gran gesto que mostrara que podía cambiar ese lado de él.
Que obtendría ese final de película para chicas que había imaginado
cuando descubrí quién era.
Pero durante la semana siguiente, mi teléfono permaneció en silencio. Y
me prometí a mí misma que estaría bien con él respetando lo que había dicho.
Pero mi corazón, todavía no recibía el memo porque cada noche, me acostaba
despierta y pensaba en él.
Dominic

—H
as estado callado hoy.
James apareció a mi lado en la cubierta
mientras veía las olas rompiéndose en el océano.
Habíamos estado en su casa toda la semana, un viaje
que no estaba seguro de poder hacer hasta que me di cuenta de que no podía
soportar la vista de mi puto brillante apartamento. La veía en cada centímetro.
Había deambulado por mi sala, estudiando cada pieza simplemente porque ella
había hecho lo mismo, queriendo vislumbrar quién era.
Antes de darme cuenta, había metido ropa y un poco de desodorante en
una maleta, y estaba subiendo a un avión privado con James y los otros chicos
201 que había invitado.
Tal vez me había ido porque evitaría volverme loco, castigarme por lo que
había hecho, y tal vez me había ido porque Faith me había animado a hacerlo.
Pero, de cualquier manera, una vez que las puertas del avión se cerraron, no
hubo vuelta atrás.
Y con cada día que pasaba, una vez más, se demostró que tenía razón.
No me acerqué a ellos con un chip en el hombro. No esperaba lo peor,
preparándome para el impacto en cada interacción que tuve.
Pero todos pudieron sentir que algo andaba mal. James fue solo el primero
que estuvo dispuesto a preguntar.
—Sí, tuve un par de días difíciles antes de llegar aquí —le dije—. Lo he
estado pensando más debido a que nos vamos mañana.
James dobló su gran cuerpo en un diván de teca al lado de donde estaba
sentado, y suspiró.
—Este es mi lugar favorito en el mundo.
—Puedo ver porqué.
Durante unos minutos, nos sentamos en silencio, el único sonido entre
nosotros era el rugido de la poderosa agua que se agitaba a lo largo de la costa.
—¿Quieres hablar de ello?
Al principio, negué.
—No hay problema —dijo fácilmente—. Pero puedes hacerlo, si quieres.
Girándome ligeramente sobre la cubierta, le di una curiosa mirada.
—¿Juegas como consejero de todos los chicos del equipo?
James rió.
—No. Pero hay algo en ti, Walker.
—Sí, lo he oído una o dos veces —murmuré—. Por lo general, no es un
cumplido.
Abajo, en el área del patio cubierto de hierba debajo de la terraza del
segundo piso, tres de los otros chicos estaban sentados en la bañera de
hidromasaje. Christiansen, corredor de quinto año, trataba de encestar al novato,
y el otro tipo, Washington, el receptor profesional, con más atrapadas que casi
nadie en la liga, se reía tan fuerte de la pelea que siguió que se hizo eco hasta
donde estábamos sentamos.
Quizás había estado callado, pero ahora sabía más que sus nombres.
Sabía que John Cartwright, el novato de Florida, tenía una madre enferma
en casa con cáncer terminal. De ahí el tequila el día que firmó, porque es posible
que nunca lo viera en un solo juego.
Christiansen era jugador de fútbol profesional de tercera generación,
tenía tres hijos menores de tres años y una esposa que conoció en la secundaria.
202 Washington tenía antecedentes similares a los míos. Un paso en la
universidad terminó destruyendo todos los registros escolares en el estado de
Michigan. Como Christiansen, estaba casado. Todavía sin hijos, pero lo estaban
intentando. Escuchamos todo sobre inyecciones, hormonas y medidores de
ovulación, lo que sea que fueran.
Todos allí fueron agradables. Fueron amistosos. Y lo que había notado es
que se relajaron inmediatamente a mi alrededor cuando vieron que me acercaba
sin puños cerrados y sin fruncir el ceño. No habíamos llorado juntos en un círculo
de confianza ni nada, pero era un muy buen comienzo.
Seguía pensando en lo que Faith me había dicho en su mensaje de voz.
Había confiado completamente en mí desde el momento en que tuvimos nuestra
primera cita. Pero yo no había confiado en ella en absoluto.
La deseaba. Ese no era el problema. Me enamoré de ella. Podría haber
pasado todo mi tiempo libre con ella. Lo que sentía por Faith, como persona,
nunca fue el problema. Pero confiar en cómo reaccionaría conmigo estaba en
una categoría completamente separada. Pero todavía no sabía qué hacer al
respecto. Cómo arreglarlo.
Con otra mirada hacia James, dejé mi lugar en la terraza y me uní a él en
una de las sillas.
—¿Cómo sabías que no vendría esta semana y arruinaría todo?
Él sonrió.
—No lo sabía.
Mis cejas subieron por la facilidad en su respuesta.
—¿Crees que eres el primer tipo con el que he jugado que está enojado
con el mundo?
—No estoy enojado con el mundo —lo corregí—. Bueno… a veces lo estoy.
Jugué para alguien que nos quería de esa manera y, no sé, sacó todos los peores
lados de mí.
—He conocido a ese tipo de entrenadores. —Puso las manos en el
estómago y volvió a mirar el agua—. Ese tipo de liderazgo es la forma más rápida
de arruinar a jugadores realmente buenos. Me enojan, Walker.
Sonreí.
—Eres el tipo enojado más tranquilo que he conocido.
—Cuéntame una situación en la que te enojaste mucho y realmente
resolvió algo. —Su mirada se posó en mí y vi el desafío allí—. Si puedes hacerlo.
Descansando mi cabeza hacia atrás en la silla, lo pensé. Había estado
enojado por muchas cosas. Ivy estaba enferma. Sus tratamientos no estaban
haciendo lo que esperábamos. Mis padres no querían hablar de ella después de
que me fui. Las expectativas de la gente sobre el tipo de jugador que era, mi
habilidad para hacer algo grandioso en Washington por eso. Y ahora... estaba
realmente jodidamente enojado conmigo mismo por cómo había manejado las
203 cosas con Faith.
Por separado, cada situación fracasó cuando traté de sostenerla bajo lo
que James me había pedido. Nada había cambiado por lo que fuera que estaba
pasando dentro de mí. No importaba si la quemadura de mi reacción fue rápida
o lenta o si tuve tiempo de adivinarlo o no. No importaba que supiera que tenía
dos opciones de cómo reaccionar, fuerzas opuestas susurrando en mi oído
tratando de influir en mí de una forma u otra.
Ni siquiera importaba realmente si mi reacción a eso había sido válida. La
validez de mi enojo, la capacidad de racionalizar por qué lo sentía, en realidad
no cambió mi capacidad para responder a su pregunta.
—Está bien si no puedes hacerlo.
—¿Vas a decirme cómo arreglar eso, maestro del Zen?
James esbozó una irónica sonrisa. Mientras lo hacía, no pude evitar
maravillarme de este lado de él, cuando vi de primera mano su intensidad en el
campo, su capacidad para manejar la ofensiva con despiadada eficiencia e
inteligencia. Pero nunca con rabia. Nunca con dominio de mano dura.
—Nos enojamos, nos ponemos a la defensiva, nos autodestruimos por la
misma razón por la que nos preocupamos hasta la muerte, Walker. —Cerró los
ojos. Todo su cuerpo se relajó mientras hablaba—. Engaña a nuestro cerebro
para que piense que tenemos el control de cualquier situación. Estás haciendo
algo si tu reacción es lo suficientemente grande. ¿Pero esa reacción?
Probablemente no haga ninguna diferencia en el resultado, excepto hacerte
sentir una falsa sensación de control.
Autodestructivo, había dicho. Esa frase hizo que mi piel se sintiera dos
tamaños más pequeña, encogida contra mi cuerpo hasta que se sintió incómoda.
Quería quitármelo con movimientos rápidos de la mano, así no se quedaría por
mucho tiempo.
—Eh-oh —dijo—. Algo que dije salió mal, a juzgar por la expresión de tu
rostro.
Antes de que pudiera hablar, pensé en mis padres y en cómo habían
tratado con Ivy. Mi reacción fue completamente opuesta. Todo fue una forma de
gestionar esta gigante cosa que en realidad no podíamos controlar. Pensé en la
conferencia de prensa de mi primer día en Washington. Las elecciones que hice
que se volcaron sobre una interminable línea de dominó. Incluso ahora, seguían
cayendo en una sinuosa línea que no podía frenar. El resultado de dónde caerían
no estaba a la vista, y eso también lo odiaba.
Y al final del día, ninguna de las cosas que había hecho para controlar esas
situaciones me había ayudado en absoluto. Mis compañeros de equipo solo
habían comenzado a calentarme cuando me acerqué a ellos, con las manos
levantadas y las defensas abajo. No importaba dónde estuviera, qué camiseta
usaba, mi capacidad para jugar el juego que adoraba no mejoró porque dejé que
mi ira tomara el volante. Y lo peor de todo, todavía le había roto el corazón a la
204 mujer de la que me enamoré porque todo lo que había hecho para proteger mi
propio y frágil ego de mierda solo sirvió para romper algo precioso: su confianza
en mí.
—Acomódate, James —le dije con un suspiro—. Tengo una historia para ti.
Con infinita paciencia y sin interrupciones, escuchó lo que le dije.
Después de unos minutos, se nos unieron el novato y Christiansen, y
escucharon, con ojos muy abiertos, mientras les hablaba de mi hermana. Sobre
Faith. Cómo todo llegó a un punto crítico en el baile.
Cuando terminé de hablar, mi garganta estaba seca y mi pecho dolía por
revivir todas las piezas separadas. Sin embargo, no estaban separadas.
Realmente no. Eso era lo difícil de ver cuando estabas en medio de la mierda, sin
importar lo que fuera.
Era casi imposible ver cómo todo se entrelazaba, cómo formaba la red en
la que volvíamos a caer día a día. Era en nuestras reacciones, en nuestros
pensamientos, en las historias que contamos en nuestra cabeza de lo que otras
personas estaban pensando. Ni siquiera era consciente de lo enredado que
estaba en esa red hasta que Faith comenzó a mostrarme cómo era estar libre de
ella.
El novato negó lentamente.
—Necesitas una terapia seria, amigo.
Christiansen le dio un golpe en la nuca.
—Auch —murmuró Cartwright, frotándose el cuero cabelludo—. No lo dije
de mala manera.
James sonrió.
Yo también lo hice.
—Probablemente no estás equivocado.
Washington, quien se había unido a nosotros a mitad de camino, junto con
los otros dos receptores, me vio con simpatía.
—¿Qué harás?
—No lo sé, joder —admití. La frustración sangró de cada sílaba. Pero hice
todo lo que estaba en mi mano para no dejar que esa frustración se convirtiera
en ira—. Ella está en lo correcto. No puede arreglar toda esa mierda por mí. Y no
espero que lo haga. Pero ¿cómo se supone que sabré siquiera lo que eso
significa? —Dejé caer mi cabeza hacia atrás en la silla y pasé una áspera mano
por mi cara—. Vive en la puta tensión —murmuré.
—Significa que dejas que sea incómodo —dijo el novato—. Tus padres no
hablan de Ivy porque les entristece. Así que hacen todo lo que está a su alcance
para evitar ese sentimiento, cuando en realidad, si lo admitieran y se quedaran
allí por un tiempo, probablemente encontrarían algún tipo de curación. Evitaste
ayudar a esas niñas porque te recordaron a tu hermana, por lo que en realidad
205 no eres muy diferente de tus padres en la forma en que lo evitas. Y puedes tener
miedo de admitir algo ante Faith, pero no tomes una apresurada decisión para
que ese miedo desaparezca porque en realidad no estás resolviéndolo. Te
enfrentarás a ella como un hombre y le dirás: te amo y tengo miedo de perderte
diciéndote esto. Luego esperas y confías en que te crea.
Mis ojos se abrieron de golpe. Todas las cabezas giraron en su dirección.
Cartwright miró a nuestro alrededor.
—¿Qué?
—Al diablo, hombre —dijo Washington—. ¿De dónde vino eso?
Él se encogió de hombros.
—De la terapia. Ese fue mi acuerdo con Allie cuando nos conocimos en su
oficina. Le hablé de mi madre y de por qué me destrozaron tanto después de
firmar mi contrato que vomité en el campo.
Ahora todos los ojos se volvieron en mi dirección.
Miré al novato.
—Está bien, Walker —dijo—. No tenías que aceptar ese golpe en ese
entonces, y seguro que no necesitas hacerlo ahora. Estoy bien si saben que hice
algo estúpido porque ya tuve que superar la mierda que me obligó a hacerlo en
primer lugar, y nunca lo volveré a hacer. —Extendió los brazos de par en par—.
Viviendo en tensión, hijos de puta.
Después de un momento de silencio, fui el primero en empezar a reír. Para
cuando se unieron, todo mi cuerpo se estremecía. Todavía no sabía exactamente
qué significaba todo eso, pero era la primera vez desde que me alejaba de Faith
que había una nueva y pequeña sensación de ardor enterrada en lo profundo de
mi estómago.
Esperanza.

206
Dominic

T
ratar de convertirte en una persona que no era esperando
constantemente a que alguien tomara una bola de demolición en su
vida era un trabajo duro.
No es que las cosas fueran siempre tan dramáticas, pero en el par de
semanas que siguieron al retiro con James y de los chicos, era difícil tragar todas
las señales de advertencia que había tenido en el camino. Algunas de las cosas
que me habían dicho al principio.
El entrenador Ward, en la sala de pesas, me había dicho que, si fallaba
aquí, solo habría una persona a quien culpar, y lo veía en el espejo todos los días.
Recordé esas palabras cuando aparecí para practicar todos los días y trabajé más
207 duro de lo que nunca había trabajado en toda mi vida. A medida que iba
conociendo a mis compañeros de equipo, a mis entrenadores.
Recordé las cosas que Faith me había dicho cuando vendí ese horrible
apartamento y encontré algo que estaba en una dirección menos impresionante
y con una significativa reducción en las superficies reflectantes. Cuando
comencé a sentar las bases para el tipo de vida que realmente quería tener, en
lugar de meterme en un papel que nunca encajó realmente conmigo en primer
lugar.
Y como se lo debía a ella, me obligaba a recordar todas las cosas que me
había dicho mi hermana. A los nueve, había sido mucho más inteligente, más
intuitiva que yo. Aunque había vivido más de la mitad de mi vida sin ella, antes
de que naciera y ahora después de su muerte, sabía que el propósito de Ivy era
mucho más grande que dejar un silencioso agujero en nuestra familia.
Una vez al año, todavía podía hacer algo para honrarla, pero mientras
conducía a la casa de mis padres para cenar, no estaba dispuesto a dejar que
fuera solo eso.
Después de estacionar mi camioneta en el camino de entrada detrás de la
de mi papá, metí mi computadora portátil debajo del brazo y agarré la maleta en
el piso del asiento del pasajero.
—Joven, ¿tiene un par de manos libres para mí? —gritó la señorita Rose
desde el otro lado de la calle.
Me enderecé, sonriendo en su dirección.
—Para usted, siempre. —Dejé la computadora y la maleta en el suelo y
esperé a que pasara un automóvil antes de cruzar la calle hacia su entrada.
Estaba tratando de colocar una escalera al lado de su casa, donde algunas
canaletas colgaban en ángulo.
Le di una mirada de reprensión.
—Sé que no intentaría llegar allí sola, señorita Rose.
La señorita Rose rechazó eso con un gesto.
—No soy tonta. Le hubiera pedido a tu papá que me ayudara.
Mientras subía por la escalera, extendí la mano para que pudiera pasarme
el destornillador. Metiendo los tornillos adicionales en mi boca, presioné la
broca en las muescas y apreté el botón, el chirrido del destornillador me dio
recuerdos de la universidad. Solía trabajar bajo el ardiente sol tantas horas como
me tomaban, entre ir a clases y practicar.
Era lo que tenía que hacer para poder practicar el deporte que amaba.
Tuve que parpadear un par de veces cuando me di cuenta de que
finalmente podía ver que todo se conectaba. La línea de dominó finalmente se
curvaba de una manera en la que el propósito de todo esto, la acumulación que
se remontaba a años atrás de mi vida se estaba volviendo claro. Sin Ivy, sin mis
208 padres reaccionando de la manera en que lo habían hecho, y con un trago
brusco, me obligué a traerla a la mente, sin Faith, podría no haber llegado a este
lugar.
Cuando terminé de colgar la esquina de las canaletas de la señorita Rose,
me permití pensar en cuánto la extrañaba. No lo descarté y no dejé que esos
sentimientos se redirigieran a algo menos productivo.
Todos los días pensaba en ella. Nunca dolía menos. Aun así, un mes
después, luché por saber cuándo estaba listo. Confié en la capacidad de Faith
para perdonarme. Nunca lo habría dicho si no lo hubiera hecho en serio. Pero
donde todavía me sentía inestable era en mi capacidad de confiar en mí mismo
con su corazón.
Al descender de la escalera, le entregué a la señorita Rose su
destornillador. Su rostro suavemente arrugado estudió el mío.
—¿Estás bien, Dominic?
Le di unas palmaditas en la espalda.
—Llegando allí, señorita Rose. Me equivoqué con una chica y estoy
tratando de arreglar las cosas.
Ella chasqueó la lengua.
—Señor. Espero que sea paciente entonces.
Me reí.
—Lo es.
—¿Es bonita?
—La más bonita —le dije—. Pero lo que hay en el exterior no se acerca a
lo que hay en su interior.
Silbó.
—Creo que saldrá bien, joven, con palabras como esas.
—Creo que necesito más que palabras para ésta.
Desde el otro lado de la calle, escuché el chirrido de la puerta principal
de mis padres y mi mamá nos saludó.
—Tengo que irme, señorita Rose. Avíseme si necesita algo más antes de
que me vaya, ¿de acuerdo?
Me dio unas palmaditas en la mejilla.
—Eres uno bueno, Dominic. Siempre lo pensé.
Todavía estaba sonriendo mientras entraba en la sala de estar de mis
padres. Mi papá miró por encima del borde de su periódico.
—Hijo —dijo.
—Pa. —Le eché un vistazo al periódico—. ¿Los Mariners ganaron ayer?
Gruñó.
209 —Apenas.
Besé a mi mamá en la mejilla.
—Te ves linda hoy.
Se sonrojó, deslizando una mano por la parte delantera de su blusa
morada.
—Tuve cita en el salón de belleza para que arreglaran mi cabello.
Mientras instalaba mi computadora en la pequeña mesa del comedor,
pude sentir que mis dos padres me estudiaban, pero ninguno dijo nada. Respiré
hondo mientras me sentaba y abría la carpeta que necesitaba. Había dos videos
que había desenterrado de mi viejo celular, enviándomelos por correo
electrónico a mí mismo para poder guardarlos en mi computadora. Si todo salía
como quería, los necesitaría guardados en un lugar donde nunca pudieran
perderse.
—¿Para qué es eso? —preguntó mi mamá. Dejó sus guantes de cocina y se
apoyó contra la encimera de la cocina.
—Papá, ¿puedes unirte a nosotros aquí?
Mis padres compartieron una mirada y él se levantó lentamente de la silla.
Como hacía todos los días, y como lo había hecho durante años, vestía la misma
camiseta blanca que siempre se ponía después de ir a casa del trabajo. De hecho,
si el video de mi computadora lo enfocaba, probablemente también la estaría
usando allí.
Con cautelosas expresiones en sus rostros, mis padres se unieron a mí en
la mesa. Me tomó un momento reunir el valor para hacer clic en el primer video.
Mi madre bajó las cejas, el reconocimiento apareciendo.
—Dominic, ¿qué es esto?
Puse mi mano sobre la de ella.
—Por favor, confía en mí. Necesito que veas esto antes de explicarte algo.
El pecho de mi padre se expandió al respirar profundamente.
—No creo que pueda ver esto, hijo.
Mi madre ya estaba negando porque tampoco quería hacerlo.
—Sí, pueden —dije en voz baja—. Y hay una razón, lo prometo.
Después de darles otra mirada a ambos, presioné el botón de
reproducción. Los sonidos del último pequeño partido de fútbol de Ivy llenaron
la pantalla. Ya había comenzado a perder el cabello, por lo que le afeitaron la
cabeza a petición suya. Pero había tenido suficiente energía para jugar, y su
entrenador la puso en el último cuarto del último juego en la posición de
delantera, su posición favorita.
Mi mamá lloró abiertamente por la forma en que corrió por el campo,
210 dribleando el balón pasando a dos defensores con una gran sonrisa en el rostro.
Pero las lágrimas se apoderaron de ella, porque se cubrió la cara cuando Ivy tiró
de su pierna hacia atrás y dio un hermoso tiro a la esquina superior de la portería,
justo pasando la mano del portero. Con el sonido de papá y yo gritando
triunfalmente de fondo, las compañeras de equipo de Ivy la rodearon, con
abrazos y chillidos y gritos y aplausos llenando el video con ruido feliz.
Como era ese desagradable hermano, corrí al campo y la cargué sobre
mis hombros como si acabara de ganar la puta Copa del Mundo, en lugar de
marcar un gol en la liga recreativa de fútbol en el parque a dos cuadras de
nuestra casa.
Me negué a apartar la mirada cuando levantó los brazos, saludando a toda
la gente que la vitoreaba. Llevaba un pañuelo de teñido anudado sobre la
cabeza, y cuando la aparté de mis hombros, me agarró del cuello en un fuerte
abrazo.
A pesar de que mi cara estaba húmeda y mi garganta se sentía ahogada y
llena, todavía no aparté la mirada.
Mi mamá echó la silla hacia atrás.
—Es demasiado, Dominic.
—Mamá, por favor.
Hizo una pausa.
—¿Por qué nos haces ver esto? Ella se fue.
Los ojos de papá eran de un rojo brillante, su mandíbula apretada. Pero no
dijo nada.
—Yo también la extraño —le dije—. La extraño muchísimo. Tendría casi
dieciséis, ¿sabes? Y sé que es difícil ver a los niños que tenían su edad, o que
tendrían la misma edad de ella ahora, pero no se siente bien simplemente...
ignorarlo más.
Lentamente, mi mamá volvió a sentarse a la mesa.
—¿Qué se supone que debemos hacer entonces? No la traerá de vuelta.
—Sé eso. Pero creo que deberíamos poder hablar de ella, de lo alta que
pensamos que sería, o de la jodida estrella de rock que sería si todavía estuviera
jugando porque lo sería. O de lo feo que era ese pañuelo tie-dye —logré decir.
La sonrisa de mi mamá tembló, pero estaba ahí.
—Lo era. —La voz de mi padre era ronca—. Era tan feo.
Todos reímos.
—Siempre la vamos a extrañar, pero creo que podemos hacer algo
grandioso con eso. Sin embargo, para hacer eso, necesitaré su ayuda.
Mis padres, tomados de la mano debajo de la mesa, compartieron otra
mirada. Mi papá dio un breve asentimiento. Después de una profunda
211 respiración, finalmente me miró a los ojos.
—Muy bien. ¿Por qué no nos dices lo que está pensando?

Al día siguiente

Al otro lado del amplio escritorio, me enfrentaban como una sola entidad,
una unidad irrompible. Luke estaba de pie detrás del enorme sillón ejecutivo de
su esposa, con los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada dura. Con el
cabello recogido severamente de su rostro, Allie tenía un lenguaje corporal un
poco más abierto, pero sus ojos advirtiéndome sin una sola palabra:
Arruina esto, y habrás terminado.
No se parecía a la mujer que conocí en mi primer viaje a su oficina. En ese
entonces, había sido un poco más cálida y un poco más dispuesta a darme el
beneficio de la duda.
En ese entonces, no le había roto el corazón a su hija.
La tensión en la oficina era gruesa y pesada, y en lugar abrir la boca para
hacerla desaparecer, crucé las manos en mi regazo y respiré hondo.
—Gracias por estar dispuestos a reunirse conmigo.
—No quería hacerlo —dijo Luke.
Asentí.
—Si tuviera una hija como Faith, me sentiría igual.
Mi voz no tropezó con su nombre, y estaba bastante orgulloso de mí mismo
por eso, porque no importaba que hubieran pasado casi ochocientas horas
desde que la vi, todavía la extrañaba como si alguien me hubiera cortado el
brazo. Era la razón por la que estaba sentado frente a las dos personas que tenían
todas las razones del mundo para odiarme.
—¿De qué querías hablar hoy, Dominic? —dijo Allie. Llevaba una camisa
muy bien confeccionada, el color exacto del logotipo de los Wolves, y no pude
evitar maravillarme de que hubiera estado al mando de la organización de los
Wolves durante veinte años y apenas pareciera lo suficientemente mayor para
tener dos hijas mayores.
—¿Cómo empezó el Equipo Sutton?
Lentamente, Allie se reclinó en su silla, sorprendida por la pregunta.
Luke bajó las cejas y entrecerró la mirada con escepticismo.
Inclinó la cabeza hacia un lado por un momento, estudiándome. Pero luego
parpadeó.
212 —Un día tuve la idea de ayudar a las chicas a encontrar oportunidades
para encontrar su pasión y nutrirla. Muchas de esas oportunidades surgen en
forma de programas extracurriculares en las escuelas. Ampliamos nuestra
misión, obviamente, ya que un amigo y yo ya no manejamos las cosas desde
nuestro sótano, sino que todo comenzó con una idea, un gran cheque para
ponernos en marcha y… —se encogió de hombros—… una reunión con el
abogado del equipo para asegurarse de que estábamos configurando la
estructura de la fundación correctamente.
Asentí.
—Le agradecería que me diera el número de un abogado en el que
confiara.
Los brazos de Luke se desplegaron desde su pecho, colocados ahora en
sus caderas.
—¿Por eso querías reunirte con nosotros? No es para convencernos de por
qué deberías estar con Faith, ¿verdad?
Por una vez en toda mi vida, elegí mis palabras con cuidado.
—Con el debido respeto, Sr. Pierson, y aunque me disculpo por lo que
sucedió en el baile, no es la persona a la que necesito convencer. Sé que debería
estar con Faith, y ella también. Solo estoy... estoy tratando de demostrar que soy
digno para que ella lo crea también.
Un músculo de su mandíbula se crispó.
—¿Y por eso la has ignorado durante un mes?
Incluso con su comportamiento de cara de piedra, era el primer golpe real
que me hizo sentir un breve parpadeo de ira. Allie estaba sentada pensativa, sin
prisa por calmar a su excesivamente protector esposo.
—Estoy respetando lo que Faith me pidió —dije después de un minuto—.
Tengo un temperamento terrible. Problemas de control de impulsos. Y arruino
las cosas cuando tengo miedo. Eso no es algo que pueda arreglar.
Fue el turno de Allie de interrogarme.
—¿Y empezar una fundación es lo que crees que quiere que hagas?
Me encontré con su mirada de frente.
—No. Hago esto por mi hermana. Pero antes de lo que pasó con Faith,
siempre... —Hice una pausa para respirar profundamente—. Siempre me salté
cualquier cosa con los niños porque me recordaban a Ivy. Y haría cualquier cosa
para evitar ese sentimiento. Pero puedo ayudar. Más que eso, quiero hacerlo.
Allie vio a Luke y luego a mí.
—Cuéntanos sobre ella, lo que quieres hacer.
Me levanté de la silla para entregarle un sobre manila con todo lo que tenía
hasta ahora.
Sin decir palabra, hojeó las primeras páginas, la misión tal como la había
213 descrito. Allie hizo una pausa cuando llegó a la foto de Ivy, sujeta a la página con
un clip. Luke colocó una gran mano en su hombro y lo apretó.
—Me gusta el nombre —dijo Luke en voz baja.
—Gracias —me las arreglé para decir.
—¿Quieres que sea una fundación privada o una fundación benéfica? —
preguntó Allie, con los ojos todavía pegados al papel.
—Caritativa —respondí—. Si me rompo la pierna mañana y no puedo
volver a jugar fútbol, quiero saber que otros podrán donar a lo que estoy tratando
de hacer.
Me miró brevemente.
—Por favor, no te rompas la pierna. La pretemporada comienza mañana.
Allie le entregó uno de los papeles a Luke y lo estudió con expresión
tranquila en el rostro. Si veía al hombre sonreír, podría pensar que el apocalipsis
estaba sobre nosotros. Debido a las luces de su oficina, pude saber qué parte
estaba leyendo. Era la página donde describía la misión y por qué era tan
importante para mí. Donde describía lo que pasaban mis padres, trabajos que
no pagaron mucho y tratar de pagar los tratamientos para su hija de ocho años
con una leucemia poco común. El sueño de mi hermana de ser una atleta
profesional, que incluso si se hubiera recuperado, qué imposible hubiera sido
para mis padres permitirse ese sueño.
—Necesitarás un fuerte equipo que te ayude —dijo Allie—. Atletas
femeninas en tu tabla, sin eludir las duras conversaciones que te obligarán a
tener.
—Sí, señora. Estoy trabajando en eso.
Tomó un pequeño bloc de notas de su escritorio y garabateó algo en él
con un bolígrafo de aspecto muy caro. Cuando arrancó el papel con cuidado y
me lo entregó, no lo soltó de inmediato.
—Haz esto de la manera correcta, Walker. O no lo hagas. Lo peor que
puede hacer un atleta es prometer ayudar y luego estropear la entrega hasta el
punto de desaparecer de la vida de esas personas. Te doy este nombre porque
sabe todo lo que hay que saber sobre cómo iniciar con éxito una fundación,
encontrar voluntarios y construir una sólida junta directiva.
—Gracias —le dije.
—Necesitarás mucha ayuda con la temporada que comienza mañana. La
llamaría tan pronto como me vaya, si fuera tú.
—Lo haré.
Luke dejó el papel.
—¿Tus padres están bien ahora?
Tragué.
214 —¿Cómo estaría si perdiera a una de sus hijas?
Su respuesta llegó sin dudarlo.
—Vacío. Con el corazón roto.
Asentí.
—Así están. El dolor no se desvanece, no importa qué mierda te dé la
gente después de que alguien muere. Siempre es jodido allí, apiñado en la base
de tu garganta y pesando en tu intestino. Simplemente... te acostumbras hasta el
punto en que no arruina todos tus pensamientos cuando estás despierto. —Tomé
la carpeta cuando Allie la cerró con cuidado y me la entregó—. Incluso si he
estado callado con Faith, no se equivoque al respecto, cada momento estoy
pensando en lo que puedo hacer para arreglar las cosas. Intentaré recuperarla.
No tienes una mujer como ella en tu vida y luego la dejas ir sin pelear.
—¿Y este eres tú... peleando? —preguntó Allie en voz baja.
Le di una irónica sonrisa.
—Pensé que lo intentaría sin lanzar ningún puñetazo por una vez. Mire
cómo funciona para mí.
Luke se inclinó y abrió el cajón superior del escritorio de Allie. Ella lo vio
con una leve sonrisa en el rostro. Tenían todo esto de la comunicación silenciosa
y era extraño. Quizás eso era lo que le hacía a la gente veinte años de matrimonio.
Arrojó un talonario de cheques sobre el escritorio y le tendió la mano. Ella
puso el bolígrafo en su palma.
Me moví nerviosamente en mi asiento, sin saber qué se suponía que diría
a continuación.
—¿Cuánto de tu propio dinero estarás usando para comenzar esto,
Walker? —preguntó Luke mientras comenzaba a escribir.
Mis cejas se arquearon con sorpresa.
—Ah, ayer hablé con mi planeador financiero y apartará quinientos mil
como fondo inicial para las familias que lo soliciten. Tengo una familia en proceso
de papeleo en este momento. Alguien que trabaja con mi papá. Su hija quería
jugar en un itinerante equipo de fútbol, pero no podían pagar la inscripción. Me
reuniré con Keisha hoy más tarde para hablar sobre otras personas que pudiera
conocer.
La pluma raspando el papel era el único sonido en la oficina. Lo arrancó
de la chequera y se enderezó. Pero en lugar de deslizarlo sobre el escritorio, dio
mesurados pasos a su alrededor hasta que me vi obligado a estar de pie para
que no se elevara sobre mí.
En su mirada había un desafío, claro y directo.
No alcancé el cheque, simplemente levanté la barbilla y traté de no
moverme bajo el peso de su mirada. No era de extrañar que cuando jugaba, las
215 defensas odiaran absolutamente alinearse contra él.
Luke tendió el cheque.
—No lo pierdas de camino al banco —dijo.
Cuando bajé la mirada, casi no podía creerlo. Habían igualado mi
inversión inicial, dólar por dólar.
—Gracias —respondí, con la voz un poco ronca por la emoción.
No era solo una generosa donación. Era una rama de olivo.
—Mis hijas son mi mundo, Walker —dijo en voz baja—. Demuestra que
tomé la decisión correcta al confiar en ti.
Detrás de él, Allie sonrió.
—Lo haré —les dije a ambos—. Estoy llegando allí.
Faith

E
l día treinta y tres fue el peor. Probablemente porque era la primera
vez que lo veía en persona.
Durante los treinta y tres días anteriores, había vislumbrado
los canales de las redes sociales de los Wolves. Algunos clips del campo de
entrenamiento en SportsCenter. Podría o no haber visto un clip en particular unas
diecisiete veces.
Mostraba una serie en la que James se alineaba, hacía una jugada, fingía
un traspaso al corredor, y luego lanzaba la pelota lateralmente al receptor
abierto a su izquierda. Debido a que la defensa se acercó al corredor y James
bloqueó a los linieros que no habían sido engañados, el receptor pudo dar un
216 paso atrás y realizar un hermoso pase de treinta yardas por encima de la cabeza
del safety. Dominic se estiró a toda su altura y lo atrapó con una mano antes de
despegar, girando alrededor de un defensor para ejecutarlo para un touchdown.
Ni siquiera fue la jugada lo que fue increíble. Fue la sonrisa en su rostro
cuando sus compañeros lo apresuraron en la zona de anotación.
Oh, las cosas que pasaron en mi corazón cuando lo vi sonreír así. Fue un
poco extraño, a decir verdad. La alegría de verlo celebrar con el equipo fue casi
suficiente para hacerme llorar y hacerme sentir ridícula.
Y había un dolor sordo y punzante porque todavía lo extrañaba como si
hubiera estado con él durante años. Y en cierto modo, lo había estado.
Extrañaba hablar con Nick sobre mi día. Acerca del suyo. A pesar de que
los detalles de cuándo y dónde, se habían quedado fuera del escenario,
compartimos muchos de los pequeños bloques de construcción que formaban
nuestros días, las cosas que nos gustaban y las que no.
Y extrañaba el abrumador fuego de mi corto período de tiempo con
Dominic.
A veces pensaba en tenderle la mano, pero no sabía si era justo.
Ciertamente estaba lo suficientemente ocupada como para distraerme con el
trabajo. Así fue como me encontré cara a cara con Dominic Walker por primera
vez en treinta y tres días.
En el segundo en que me detuve en el estacionamiento, mi corazón se
desbocó por las malditas carreras al ver su camioneta. Le envié un mensaje de
texto a Keisha de inmediato.
Yo: ¿¿¿¿¿Está aquí?????
Keisha: ¿No te lo dije?
Keisha: Ups.
Yo: KEISHA. Adviértele a una chica la próxima vez.
Con una mirada rápida en el espejo, no tardé en darme cuenta de que no
era así como hubiera elegido volver a ver a este hombre que todavía tenía una
gran parte de mi corazón.
Mi cabello estaba recogido en una simple trenza, no había ni una puntada
de maquillaje en mi cara y había sacado una camiseta vintage Tootsie Pop de mi
armario. Buscando en mi bolso, solté un suspiro de alivio cuando encontré un
tubo de rímel porque honestamente… ¿qué mujer me juzgaría por eso?
Tenía un sentido de la vanidad bastante saludable. Máscara era lo mínimo
que podía manejar.
Pero no me tomó mucho tiempo, caminando con la barbilla en alto y el
corazón martilleando en mi pecho, darme cuenta de que el rímel era tan efectivo
como un plato de papel que me protegía de un huracán. Porque fue lo primero
que vi cuando entré por la puerta.
217 Al ver su ancha espalda, cubierta con una camiseta negra, me sentí
muchísimo como si alguien me hubiera golpeado la espalda con un tubo de
acero. Keisha estaba frente a mí, con un sujetapapeles en la mano, y me vio
primero. El pasillo estaba afortunadamente vacío de niños porque cuando
Dominic notó el cambio en la atención de Keisha e hizo una doble mirada al
verme, casi lo olvido.
Lo que sea que me golpeó en la espalda debe haber golpeado a Dominic
directamente en el estómago porque pude ver la sorprendida ráfaga de aire
cuando salió de su cuerpo.
Sus ojos, oscuros e intensos, me recorrieron desde la parte superior de la
cabeza hasta la parte inferior de mis Converse. Y cuando se detuvo en mi
camiseta, sus labios se curvaron en una sonrisa torcida.
Metí mi cabello detrás de mis orejas, y su sonrisa se volvió un poco
dolorida en los bordes.
Su mirada solo dejó la mía para poder decirle algo a Keisha. Ella asintió,
dándome un pequeño guiño mientras regresaba a su oficina.
Dominic metió las manos en sus jeans y se acercó a mí lentamente.
—Hola, sol —dijo.
Mi garganta se secó con el sonido de su voz. Me costó todo el corazón no
arrojarme a sus brazos.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté—. Sé que no estás programado
para ningún tiempo oficial de voluntariado.
Sus ojos buscaron los míos.
—¿Me estás controlando?
Solté una carcajada y me miré los pies por un segundo.
—Una o dos veces —admití cuando pude verlo de nuevo—. ¿Cómo has
estado?
—Jodidamente miserable —dijo de inmediato—. Pero... estoy trabajando
en eso.
Sentí un hormigueo en la nariz, una sirena de advertencia de las entrantes
lágrimas, y les ordené que regresaran.
—Soy... Dominic… —Mi voz se fue apagando porque ni siquiera estaba
segura de qué decir ahora que estaba frente a él. En mi último mensaje, lo había
acusado de esta enorme cosa, y ahora que lo veía, lo olía, deseaba
desesperadamente acurrucarme en sus brazos, sin siquiera estar segura de que
lo que había dicho fuera justo.
O que no era justo desaparecer una vez que lo había dicho.
Ni siquiera lo sabía ya.
Te echo de menos.
218 Sigo enamorada de ti.
Por favor... dime que podemos hacer esto.
Todos esos pensamientos se mantuvieron cerrados porque quería alguna
señal de él de que se sentía listo para volver a intentarlo. Quizás en lo que estaba
trabajando era en una forma de vivir sin mí.
—Lo sé, Faith —dijo en voz baja—. Tenías razón, lo sabes. Por lo que me
dijiste. Cómo me hiciste responsable de arreglar mi propia mierda.
—No se siente bien —susurré—. No ahora.
Apretó la mandíbula, sus ojos se movieron por encima de mi hombro
mientras asentía.
—No es así. —Cuando volvió a verme, fue tan poderoso, lo que una mirada
de él hizo dentro de mí. Antes, recordaba haber pensado que sus ojos eran el
centro del huracán, la tranquilidad alrededor de todo ese caos. Pero ahora eran
diferentes.
Todo en él se veía diferente, incluso si seguía siendo él.
Abrí la boca para comentar cuando Keisha se aclaró la garganta.
—Lamento interrumpir, pero estos son los nombres de los que te hablé,
Dominic.
Él sonrió.
—No puedo agradecerte lo suficiente, Keisha.
—Estás haciendo una gran cosa, Walker. —Luego me miró con un brillo
en los ojos—. Será mejor que le preguntes qué ha estado haciendo, Faith.
Cuando desapareció, él me dio una sonrisa triste.
—Es sutil.
—¿Qué quiso decir?
Dominic dejó escapar un suspiro y me entregó el archivo que llevaba bajo
el brazo. Cuando lo abrí y vi el membrete, me tapé la boca con una mano.
—¿Ivy's League? —dije. Mi dedo trazó el logotipo y, una vez que pude
pasar, vi lo que había en el papel. La declaración de misión: un programa de
becas para niñas de familias de bajos ingresos que quieran perseguir sus sueños
deportivos. Los nombres de Keisha eran conocidos partidarios de la comunidad
filantrópica y, alineados con los que había incluido en la lista de la comunidad
deportiva, tendría un jonrón. Era exactamente a quiénes le hubiera sugerido que
se acercara—. Dominic. —Hice una pausa, negando—. Esto es increíble.
Se sonrojó, solo un poco, ante mi elogio, y quise apilar unas cien más sobre
él.
—Gracias.
—¿Necesitas ayuda? —me escuché preguntar—. Quiero decir, si quieres.
219 No tienes que hacerlo.
Al principio, Dominic no respondió. Simplemente me miró de esa manera
suya, donde sentía mucho como si estuviera cavando un punto de apoyo en mi
corazón o en mi alma o en cualquier cosa intangible que aún zumbara entre
nosotros.
—Puede que sea demasiado difícil —dijo finalmente—. Incluso verte así
—negó—, cuando no creo estar donde necesito estar.
Te echo de menos.
Sigo enamorada de ti.
Por favor... dime que podemos hacer esto.
Era el tipo de respuesta que hablaba de lo mucho que estaba intentándolo,
y de nuevo, mi corazón se partió por la mitad. La felicidad y el desgarrador dolor
de extrañarlo.
Pero si pudiera respetarme, lo que le dije, entonces podría hacer lo
mismo.
—Entiendo —le dije—. Estoy muy orgullosa de lo que estás haciendo.
Cuidadosamente, se acercó un paso más, y con una fuerte inhalación,
levantó la mano y colocó un mechón de cabello detrás de mi oreja. Su dedo
siguió ligeramente la curva, y me estremecí, mis ojos se cerraron.
—Te extraño —susurró tan bajo que casi no lo escuché.
Con los ojos aún cerrados, se me escapó una lágrima y esperaba que
Dominic la limpiara con el pulgar.
Pero cuando abrí los ojos, había retrocedido un paso, su frente arrugada
como si estuviera sufriendo.
El aliento que dejó mis labios fue tembloroso, tan inestable como mis
temblorosas, gelatinosas piernas que apenas podían sostenerme.
Dominic sonrió.
—Debería irme.
Mi corazón se estaba rompiendo de nuevo, solo por estar cerca de él.
Nunca superaría a este hombre, y no quería hacerlo.
Cuando ese pensamiento entró en mi cabeza, mi egoísta corazón empujó
las palabras fuera de mi boca.
—¿Crees que estarás listo pronto? —pregunté—. Porque también te
extraño.
Se pasó una mano por la boca mientras me estudiaba. Apretó la mandíbula
antes de responder.
—Estoy cerca.
Mi mano secó otra lágrima y apenas logré asentir temblorosamente. Esto
era lo que le había pedido.
220 —Buena suerte en el juego de mañana —le dije.
—¿Estarás allí? —preguntó.
Sonreí.
—Sí. Siempre vemos el primer partido de pretemporada desde la banca.
Yo... ni siquiera me notarás.
Dominic sonrió, un pequeño hoyuelo apareció en su mejilla.
—Imposible.
Luego se volvió y se alejó.
Día treinta y tres. Qué idiota.
Y en ese momento, no tenía ni idea de lo que nos esperaba el día treinta y
cuatro.
Dominic

P
uede que no haya sido el inicio de la temporada regular, pero la
energía que se dirigía a nuestro primer juego de pretemporada me
había levantado. La música sonaba fuerte a través de los parlantes
del estadio, uno bajo profundo y palpitante que sacudió mis huesos mientras nos
alineábamos en el túnel. A mi alrededor había un mar de negro, rojo y blanco, el
rugido de las gradas me recordaba mucho al lobo aullante en nuestras camisetas,
que decoraba el medio del campo.
Mi espacio mental ahora, a punto de entrar al campo por una razón muy
diferente, no podría estar más lejos de la primera noche que firmé mi contrato.
El zumbido de la multitud, los saltos y empujones de mis compañeros de
221 equipo mientras esperábamos para salir al campo con fuegos artificiales y gritos
y ondeo de banderas, todo rodó por mi cuerpo en una ola que nunca quería que
terminara.
Era la emoción que todos los jugadores de fútbol experimentaban y
anhelaban cuando terminaba la temporada, o nuestra carrera.
Por un momento, dejé que mi mente divagara sobre el juego, el estadio,
la afición y pensé en cuando la vi ayer.
Había esperanza.
Lo sabía. Ya no era un ligero resplandor o una lenta construcción.
Lo vi en sus ojos, en cómo sostenía su cuerpo con tanto cuidado en ese
pasillo.
Y esta noche, volvería a verla. Era suficiente para sostenerme, a esos
pequeños fragmentos. Hasta que pudiera caminar directamente hacia ella y
confiar en mí mismo para amarla como se merecía. Sin secretos entre nosotros,
Sin un campo minado para navegar.
James se acercó con una palmada en la parte trasera de mi casco.
—¿Estás listo, Walker?
—Estoy listo, cap. —Le di un puñetazo a la C en su pecho proclamándolo
uno de nuestros líderes.
Sonrió.
—Estoy orgulloso de ti. Quiero que lo sepas antes de que ocurra un solo
chasquido.
—Gracias. —Por un momento, me permití absorber todo el impacto de su
cumplido, entregado con tanta indiferencia.
Hasta que estuve en Washington, no pensé que jamás reconocería cómo
era el verdadero liderazgo. Y sin los años en Texas, abriéndome camino a una
posición inicial cuando mis entrenadores nunca pensaban que podría lograrlo, y
luego en Las Vegas, donde el mal comportamiento se convirtió en una insignia
de honor, nunca hubiera apreciado completamente ese liderazgo tampoco.
El locutor comenzó, agitando a los fanáticos en un enloquecido rugido
mientras se burlaba de nuestra entrada.
—Pero ya sabes, todavía puedes enojarte un poco —gritó James por
encima del ruido.
Me reí.
—Bien. De todos modos, no estoy seguro de poder apagarlo por completo.
Me palmeó la espalda.
—Hagamos esto, Walker.
Ante el sonido de su nombre y el rugido de respuesta de los fanáticos de
los Wolves, salió al campo primero con el puño levantado.
222 Frente a nosotros, listos para conducirnos a través del túnel con gritos de
aliento, estaban Torres y Ward, pasando junto a cada jugador para tocar sus
cascos. Torres sonrió cuando golpeó el mío, y antes de que Ward hiciera lo
mismo, hizo una pausa y luego me tendió el puño.
Lo choqué.
—¿Listo, entrenador?
Golpeó mi casco.
—Siempre.
Después de eso, la música se hizo más fuerte, igual que los fans. Todos
saltamos una, dos veces, y salimos corriendo por la línea de ondeantes banderas.
Los partidos de pretemporada eran casi siempre iguales. Una oportunidad
para que los jugadores iniciales tomaran algunas instantáneas, ejecutaran un par
de jugadas para eliminar los problemas iniciales y darles a los fanáticos una
pequeña vista previa, pero la mayoría se dejaría para el resto del equipo.
Ganamos el lanzamiento de la moneda, y tuve que esforzarme por no
escanear a la gente reunida al margen de los Wolves en busca de Faith.
Esta entrada a una nueva temporada con un nuevo equipo y una energía
eléctrica, quería que lo presenciara junto a mí.
Era solo otra forma en que seríamos tan adecuados uno para el otro. No
solo amábamos algo, sino experimentábamos algo juntos que muy pocas
personas podían entender. Incluso en medio de todas estas cosas que estaba
tratando de equilibrar en mi vida, me preocupaba no ser lo suficientemente
paciente como para esperar a que mi cabeza se enderezara antes de ir hacia ella.
Si verla ayer demostró algo, fue lo real que era esto con Faith. Un mes sin
nada, y todo lo que tomó fueron cinco minutos con ella, y tenía esta nerviosa y
frenética necesidad de terminar lo que había comenzado.
Podría hacerlo, ¿verdad? Podía lograr mantener mi concentración en este
trabajo que tenía que hacer y no preguntarme todo el tiempo si me estaría
viendo. Me pregunto qué estaría pensando.
James y el capitán del otro equipo charlaron amablemente mientras los
equipos de cámara filmaban su intercambio, y justo cuando nos dimos la vuelta
para dejar que el equipo de regreso de la patada inicial se alineara, vislumbré
un cabello rubio y un amplio par de hombros corriendo justo detrás del túnel.
Eran Allie y Luke.
Corriendo antes del inicio del primer partido de pretemporada.
Mis ojos se entrecerraron mientras los veía desaparecer de la vista. Mis
ojos escanearon el resto de las líneas laterales, incapaces de no buscarla más, y
no vi a Faith ni a su hermana.
El entrenador Ward tenía un celular pegado a la oreja, lo cual era bastante
extraño por sí solo durante un juego, pero fue la mirada de preocupación
223 estampada en su rostro lo que llamó la atención de Cartwright, al igual que la
mía.
—¿Qué pasó? —Escuché al novato preguntarle a James, quien estaba
oyendo algo en el micrófono a través de su casco.
James me miró.
—Vamos, repasemos esta primera serie ofensiva, ¿de acuerdo?
—¿Qué pasó, James? —pregunté.
Me miró fijamente.
—No estoy seguro, y no creo que ayude a nadie a especular cuando
tenemos un juego por comenzar.
—James —espeté—. ¿Qué diablos pasó?
Los jugadores que nos rodeaban se movieron incómodos ante mi tono.
Torres se acercó al grupo, los ojos serios y la mandíbula apretada.
—¿Cuál es el problema, chicos?
James miró a Torres y luego a mí.
—Solo trato de mantenerlos a todos concentrados.
Los tres ni siquiera estábamos viendo el campo mientras el equipo volvía
hasta la yarda cuarenta, una línea de salida más que respetable.
Algo estaba mal.
—¿Por qué Allie y Luke simplemente se fueron? —le pregunté a Torres.
James apoyó la barbilla en el pecho.
La mandíbula de Torres se crispó.
—Hubo una emergencia familiar.
—¿De qué tipo? —me las arreglé para decir entre dientes apretados. Mi
estómago era un bloque gigante de hielo.
—Lo sabremos después, y tendrán nuestros pensamientos y oraciones
mientras tanto, pero tenemos un juego que jugar, Walker. Es hora de aclarar la
cabeza.
Señalé el túnel por donde habían escapado.
—¿A dónde fueron? ¿Por qué no quiere James que sepa lo que pasó?
—Oye —dijo con firmeza—, estoy tratando de ser el mariscal de campo
que necesitas en este momento, que es alguien que te mantiene con los pies en
la tierra cuando no sabemos nada.
—Sabes algo. —Miré entre ellos. El equipo de saque salió del campo.
Debería haber estado saliendo. James también. El árbitro nos gritó que
formáramos una fila.
Torres nos dio una orden firme, aunque su mirada fue amable.
—Ve a la fila, Walker. Dirige la jugada e intentaré obtener más
224 información.
—Joder, dime qué pasó —grité—. ¿Es Faith?
El entrenador Ward se acercó. Torres bajó la mirada al suelo.
—Las chicas sufrieron un accidente automovilístico en su camino hacia
aquí —dijo el entrenador Ward. Incluso cuando mi corazón salió de mi estómago,
hasta mis pies, y traté de tomar una respiración superficial, sostuvo mi mirada, y
pude ver lo mucho que estaba deseando que no me asustara al decirlo. Casi
como si le hablaras a un caballo asustado, en un tono suave y callado. Tranquilo
ahora, prácticamente podía escucharlo decir.
Torres dijo algo en voz baja y Ward llamó su atención al coordinador
ofensivo.
—¿Qué pasó? —pregunté alrededor de la piedra en mi garganta—. ¿Están
bien?
—¿Haremos la fila, chicos? —El árbitro se acercó—. Vamos. El reloj del
juego no esperará.
—Danos un segundo —pidió Ward. El árbitro asintió de mala gana.
Mis ojos permanecieron fijos en Ward.
—¿Qué pasó?
Levantó las manos.
—No lo sé. Mi esposa recibió una llamada de Allie. Las chicas tuvieron un
accidente automovilístico. Todo lo que sabían era que una de ellas estaba siendo
transportada en ambulancia.
El hielo no estaba solo en mi estómago. Estaba en todo mi cuerpo. Nunca
había conocido un miedo así, ni siquiera cuando Ivy estuvo enferma. Fue un
proceso increíblemente lento que minaba una pequeña parte de tu cordura a
medida que pasaban los días. Pero esto, era inmediato y absorbente. Y tenía que
salir de allí.
—¡Mierda! —grité. Un tipo con cámara me miró desde el costado de ella,
pero afortunadamente, la mantuvo en el campo. Me dirigí hacia el túnel, con el
corazón acelerado, y Torres me agarró del brazo.
—No puedes irte, Walker. Descubriremos qué sucedió y podrás ir al
hospital tan pronto como termine el juego.
—Bien —le dije. Antes, podría haberme abierto paso a empujones, podría
haberme quitado el casco y arrojarlo, solo para darle salida a mi indefensa
energía. Pero en cambio, dejé que el miedo me recorriera—. Toma la mitad de
mi jodido cheque de pago, Torres, y ve si pierdo un segundo de sueño por eso.
No me necesitas ahí en este momento, y juro por todo lo que aprecio que, si es
Faith, y sucede algo... —Mi voz se tambaleó, solo una vez, mientras mi cerebro
se entretenía con la imagen de Faith atada a una camilla —… Si algo le sucede
antes de que pueda llegar allí, no querrás estar a una cuadra de mí, Torres.
225 Había caos, ruido y gritos, la palpable energía del estadio a nuestro
alrededor, felizmente inconsciente de que podía sentir los cimientos
derrumbándose debajo de mí al pensar que algo le había sucedido a ella.
Hubiera sido tan fácil, dejar que todo ese miedo se convirtiera en ira,
colorear lentamente mis entrañas hasta convertirme en algo, en alguien,
diferente. Pero cerré las manos en puños, respiré hondo y miré a los ojos al
entrenador Ward.
—Ayúdame aquí. Por favor.
Ward puso su mano sobre el hombro de Torres, le dio una mirada rápida,
antes de volverse hacia mí.
—Vete —dijo, su tono no toleraba argumentos—. Me ocuparé de las
consecuencias.
Torres vio entre nosotros y luego asintió lentamente.
—¿A dónde? —pregunté con urgencia.
—Al Swedish en First Hill.
Sin mirar atrás a los otros jugadores, a las cámaras que tomaban fotografías
para filmar mi salida corriendo por el túnel, o al cuerpo técnico con las cejas
levantadas, me fui.
Un ayudante con ropa de los Wolves estaba en el vestuario vacío cuando
empujé la puerta para abrirla, su mano se aferró a su corazón ante mi abrupta
entrada.
—¿Estás bien, Walker? —preguntó.
Mientras me quitaba la camiseta, luego las almohadillas, mi mirada se
entrecerró en su rostro. Era el mismo chico que vi durante mi primer encuentro
con Allie, cuando conocí a Faith.
Con el pecho agitado, me pasé las manos por el cabello mientras trataba
de estabilizar mi acelerado corazón.
—Eres Max, ¿verdad?
—¿Estás bien? No te ves tan bien.
Negué, agarrando mi billetera y llaves de la parte superior de mi casillero.
Los pantalones se quedaron, igual que la camiseta sin mangas que usaba debajo
de mis protectores y jersey.
—No lo sé, Max.
Los sonidos del campo se filtraron al vestuario, y me vio con curiosidad
mientras me quitaba los tacos y metía los pies en mis Nike.
—¿No se supone que deberías estar ahí fuera? —Señaló el campo con el
pulgar.
226 Sabiendo que probablemente no serviría de nada, busqué el número de
teléfono de Faith y presioné el botón para llamarla. Sonó y sonó y sonó. Con un
gemido de frustración, tiré el teléfono en mi mochila, junto con mi billetera.
Como sabía que debía hacerlo, me tomé un segundo para estabilizarme
antes de correr hacia el estacionamiento y ponerme detrás del volante. Lo último
que necesitaba era tener un accidente automovilístico en el camino.
—¿Walker? —dijo él.
No había respondido a su pregunta.
—No —dije lentamente—. No ahora.
Asintió.
—Entonces será mejor que vayas a donde sea que te necesiten, ¿no crees?
Mi corazón todavía estaba alojado en mi garganta mientras corría hacia la
puerta, pero me detuve para poner una mano en el hombro de Max.
—Sí, creo que debería hacerlo.
Faith

—¿Y no recuerda nada más? —preguntó el oficial.


Allie pasó la mano por mi espalda. Mis manos
temblaban con tanta fuerza, y no importaba lo que
hiciera, no podía detenerlas. Negué.
—Estábamos sentadas en una pequeña sala de espera del hospital. Mi
padre estaba con Lydia mientras los médicos le hacían radiografías en el brazo,
que probablemente estaba roto en un par de lugares. Mis ojos se llenaron de
lágrimas de nuevo porque conducir detrás de su auto y tener que presenciar el
accidente fue uno de los momentos más aterradores de toda mi vida.
El sonido de metal contra metal, el chirrido de sus frenos, el sonido del
227 vidrio rompiéndose y mi voz gritando su nombre antes de que hubiera tomado
la decisión de... Quería meterme en el abrazo de Allie y nunca, nunca moverme.
Negué.
—No, lo siento. Apenas noté el auto en sí porque estaba muy preocupada
por mi hermana.
El oficial, sentado en una silla frente a nosotras, me dio una comprensiva
sonrisa.
—Es muy afortunada de no haber estado en el asiento del pasajero de ese
vehículo, señorita.
Fue el lado que sufrió la peor parte del impacto.
—Lo sé —susurré.
Allie resopló ruidosamente, rodeándome con el brazo.
—No tienes que hablar más de eso si no quieres.
La oficial asintió, sus ojos se suavizaron cuando notó que apretaba mis
manos con tanta fuerza que la piel se volvió traslúcida.
—Está en lo correcto. Aquí está mi tarjeta. Quiero que me llame en
cualquier momento si recuerda otra cosa. En algo más.
—Lo haré.
—Malditos paparazzi —susurró Allie con fiereza—. Una chica no puede
conducir sola por la carretera sin que arriesguen la vida y la integridad física
solo para hacerle una foto.
La oficial de policía puso su mano en mi espalda antes de alejarse.
—Es difícil presenciar algo así. No sería mala idea hablar con alguien si le
cuesta dormir, ¿de acuerdo?
Tontamente, asentí.
El brazo de Allie a mi alrededor era un ancla sólida, pero en mi temblorosa
sobrecarga de adrenalina, solo quería a Dominic. Pensar en él era suficiente para
comenzar a llorar por primera vez desde que vi a mi hermanita salirse de la
carretera y chocar contra un enorme árbol porque un psicópata con una cámara
se desvió hacia ella.
—Oh, Faith —susurró Allie—. Lydia estará bien. Estará enyesada por un
tiempo, pero sabes que eso no la detendrá.
—Lo sé. —Palmeé mi cara—. Ni siquiera es eso... —Mi voz se apagó—.
Solo quiero…
Allie suspiró, presionando un beso en la parte superior de mi cabeza.
—Lo sé, cariño. Grandes momentos como este hacen un muy buen trabajo
borrando todas las razones de mierda, ¿no es así?
228 La miré.
—¿Crees que estar separados es una mierda?
Ella negó.
—No exactamente. Creo que tenías razón al pedir espacio y te escuchó, lo
que demuestra lo mucho que significas para él.
—Lo extraño —le dije—. Ojalá estuviera aquí. Desearía… desearía que
nada de esto hubiera sucedido. Y lo hubiera conocido como una chica normal
conoce a un chico normal.
Su sonrisa fue suave.
—Todos tenemos deseos como ese. Pero Faith, la forma en que lo
conociste fue exactamente la correcta. Y creo que encontrarán el camino de
regresar uno al otro.
—¿Estuvo mal preguntarle cuándo cree que estará listo?
Allie alisó mi cabello.
—Dominic me impresionó —habló con cuidado—. No creo que estuviera
de más hacerle saber que todavía estás en esto.
Después de asentir, besó la parte superior de mi cabeza.
—Si estás bien, iré a ver si trajeron a tu hermana de regreso a su
habitación.
—Adelante —le dije—. Podría intentar dejarle un mensaje mientras está
en el juego.
Sonrió.
—Buena idea.
Sola en la habitación, dejé que mi cabeza descansara contra la pared por
un segundo. Aunque no había estado físicamente en el auto cuando se estrelló
contra el tronco de un árbol de cientos de años, cada músculo me dolía como si
lo hubiera hecho. Durante todo el día, había contado los minutos hasta el juego,
para verlo de nuevo, y la realidad era exactamente el tipo de incomodidad que
le había dicho a Dominic que necesitaba estar de acuerdo.
Antes de buscar en mi bolso para encontrar mi teléfono, me aseguré de
que mis razones para contactarlo no fueran solo para hacer las cosas más fáciles,
hacer las cosas más simples. Estaba lista para cualquier versión de Dominic que
esperara al otro lado de la llamada. No era una acción causada por la
desesperación o el miedo. Sabía que incluso si las cosas habían sido incómodas
por un tiempo, pero que al final seguía estando bien.
Era todo para mí.
La verdad era tan, tan dulce de admitir, de tragar y de dejar que llenara
mi cansado cuerpo. Como una bocanada de aire fresco o un sorbo de agua fría
después de tropezar con humo.
229 Me senté y tiré de mi bolso sobre mi regazo, pero cuando pasé mis manos
por él, mi teléfono no estaba allí. Miré debajo del asiento y fruncí el ceño.
Frotándome la cabeza, me puse de pie, tratando de recordar si había estado ahí
desde que llegué al hospital con Lydia en la ambulancia.
No, porque había usado su teléfono para llamar al nueve-uno-uno,
mientras trataba de mantenerla tranquila y quieta en el asiento del conductor.
Había una bolsa con las cosas de Lydia en su habitación, y doblé la esquina para
ver si habían arrojado mi celular junto con su ropa.
Al final del largo pasillo, el sol brillaba doloroso por las puertas cuando
giraban. Apenas podía ver por el destello de brillante luz, pero fue su altura lo
que me hizo detenerme.
Luego, vi unos brillantes pantalones de fútbol blancos, la camisa negra
colgando de sus musculosos hombros. Corrió hacia el escritorio de las
enfermeras, e incluso desde el pasillo, lo escuché gritar mi nombre.
La enfermera le dirigió una severa mirada, pero empezó a hablar.
Él movió la cabeza hacia atrás, y la mirada de pura frustración fue tan clara.
Dominic había dejado su primer juego porque pensó que estaba herida.
—Dominic —grité.
Se quedó quieto por un momento antes de girar en mi dirección.
Y ese hombretón, con su corazón maravillosamente grande, se desinfló
positivamente con un visible alivio. Su mano frotó su pecho, y cuando levantó la
cabeza, sus oscuros ojos se clavaron en los míos, no estaba segura de que
pudiera volver a respirar correctamente.
Luego se acercó a mí. Me estaba moviendo antes de poder respirar de
nuevo.
Un momento después, una eternidad desde la última vez, fui arrastrada a
sus brazos, su rostro enterrado en mi cabello, sus brazos temblando por la fuerza
con la que me abrazaba.
—Oh, gracias a Dios. —Respiró en un lado de mi cabello—. Pensé que
habías sido tú.
Me aparté y tomé su rostro entre mis manos. Su rostro estaba borroso por
las lágrimas.
—¿Dejaste el juego?
—Joder, sí, lo hice. ¿Hablas en serio? —Dominic me estampó un beso duro
y caliente en la boca y suspiré feliz. Se separó casi tan rápido como empezó, su
frente pegada a la mía—. ¿Estás bien?
Asentí, pasando mis manos por su rostro.
—Estoy bien. No estaba en el auto con Lydia. Ella... se rompió el brazo,
pero también estará bien.
230 Sus ojos recorrieron cada centímetro de mi rostro. Nos quedamos así, con
mis pies colgando en el aire mientras me abrazaba con las enfermeras y los
médicos pasando a nuestro lado.
—Faith —dijo—, todavía soy tan jodidamente impaciente. Y no siempre
hago lo correcto. Probablemente te volveré loca a veces.
Solté una carcajada.
—Pero te amo —proclamó con tanto fervor que lo sentí en mis huesos—. Y
nunca te volveré a lastimar así. Sé que es posible que aún no estés lista...
Puse mi mano sobre sus labios.
—¿Pez gordo?
—¿Qué? —habló contra mis dedos.
—Eres exactamente quien necesito que seas —susurré—. No necesito que
seas perfecto, o algo que no eres. Cualquiera que sea esta versión de ti, quiero
estar a tu lado para todo. Porque tampoco soy perfecta.
—Joder que no lo eres —argumentó.
Con una carcajada, lo besé de nuevo. Dominic nos llevó de regreso a la
tranquila habitación y se acomodó en un pequeño sofá de dos plazas. Mis piernas
se dividieron sobre sus muslos y con mis brazos envueltos alrededor de su
cuello, nos sentamos así por unos minutos.
Sin besarnos.
Sin hablar.
Solo respirando uno al otro.
Después de otro momento, me aparté y le sonreí.
—También te amo —le dije.
Sus ojos se calentaron.
—Te tomó el tiempo suficiente admitirlo.
—Alguien tiene que mantenerte alerta, sabes.
Dominic deslizó su mano por un lado de mi cara hasta que sus dedos se
entrelazaron con mi cabello.
—Siempre quiero que seas tú, sol.
Lenta, muy lentamente, se inclinó, bebiendo dulcemente de mi labio
inferior, hasta que doblé mis manos con fuerza alrededor de la parte posterior
de su cuello. Su lengua era fría y resbaladiza contra la mía cuando profundicé el
beso. Pronto, estaba dirigiendo mi cabeza hacia un lado, el ángulo de nuestras
bocas caliente y húmedo y exactamente lo que necesitaba después de tantos días
y semanas sin él.
Fue suficiente, la sensación de él contra mí, después de la tarde que había
tenido, para que las lágrimas me pincharon los ojos de nuevo. Me separé y
231 respiré hondo, mi frente contra la suya.
Metió mi cabello detrás de mi oreja.
—Háblame —dijo, rozando sus labios contra mi mejilla mientras hablaba.
—Me alegro de que estés aquí. —Giré mi rostro para atrapar sus labios de
nuevo—. Estaba tratando de encontrar mi teléfono para llamarte, ¿sabes?
Su rostro se suavizó en una sonrisa devastadora.
—¿Lo hacías?
Asentí.
—Treinta y cuatro días era mi límite, supongo.
—El mío también —murmuró—. Era lo que necesitaba, pero... todavía es
demasiado tiempo.
No pude evitar sonreír.
—Tan impaciente.
—No tienes idea. —Estampó un beso en mi boca—. ¿Quieres ver a tu
hermana antes de irnos?
Moviéndome hacia atrás, coloqué mis manos sobre su amplio pecho.
—¿A dónde iremos?
—A mi nuevo apartamento.
Mis cejas se levantaron.
—¿En serio?
Dominic tarareó. La forma en que me veía me hizo retorcerme en su
regazo.
—Tiene ladrillo. Y madera.
—¿De verdad? —Me reí.
—Muy, muy duro en mi apartamento —dijo contra mis labios—. ¿Puedo
mostrarte?
Se paró conmigo en sus brazos, y recorrimos el pasillo así, obteniendo
miradas, susurros y risas mientras lo hacíamos.
—Iré a cualquier parte contigo, Dominic Walker —le dije.

Faith
Dieciocho meses después
232
Estaba tan nerviosa que podría haber vomitado. Nunca había estado así en
un solo juego que hubiera visto en toda mi vida. Temporada regular,
postemporada, ninguno de los Super Bowls en los que había visto jugar a
Washington. Y a juzgar por la forma en que Dominic me agarraba la mano
mientras estaba sentada a su lado en el enorme teatro, lleno de todos los
jugadores de élite de la liga, los grandes que llegaron antes que él, podría haber
estado sintiendo lo mismo. Su pierna rebotó arriba y abajo cuando el siguiente
grupo de locutores entró en el escenario brillantemente iluminado. A mi lado, la
mamá de Dominic pasó una mano por su bonito vestido rosa, que la había
ayudado a elegir.
—¿Está bien? —susurré.
Asintió y me dio unas palmaditas en el brazo.
—Muy bien, cariño. ¿Crees que alguien se dé cuenta si me desmayo?
Me reí en voz baja.
—No. Para nada.
Los ojos de Dominic se calentaron al verme hablar con su madre. Amaba
a sus padres. Como, yo los amaba. Y habían sido adoptados tan firmemente por
el clan Sutton-Pierson que nunca podrían irse, sin importar lo que sucediera entre
Dominic y yo.
No es que tampoco lo estuviera dejando ir a algún lado. Mis dedos
apretaron su espalda mientras los dos jugadores veteranos bromeaban en el
escenario, usando el teleprompter para presentar el siguiente premio.
El pecho de Dominic se expandió con una enorme inhalación. Me incliné
más cerca.
—Estoy tan orgullosa de ti —susurré.
Se volvió y atrapó mi boca en un ligero beso. Mientras pasaban a la
pequeña introducción para la nominación de Dominic, él apenas podía ver la
pantalla. Su mamá y yo sollozamos en silencio, y envolvió su brazo alrededor de
mis hombros mientras lo hacía.
—No hay llanto en el fútbol, sol.
Emití una risa acuosa.
—Deporte equivocado, pez gordo.
Ante la mención de la película favorita de Ivy, cerró los ojos mientras los
presentadores abrían un enorme sobre.
—Y el premio al Hombre del Año Walter Payton de este año es para... —
Hizo una pausa, escudriñando a la audiencia—. Dominic Walker.
Él se volvió hacia mí mientras lloraba, sus brazos apretados alrededor de
mí. Todo su cuerpo se estremeció. Detrás de mí, escuché a su mamá llorar
233 audiblemente.
—Te amo mucho —le dije al oído—. Y ella estaría muy orgullosa de ti.
Cuando el hombre que amaba se soltó de mi abrazo, ni siquiera estaba
tratando de ocultar lo abrumado que estaba. Se secó la cara y se puso de pie
mientras todo el teatro se ponía de pie en una ovación. Él se dirigió al escenario
y apreté la mano de su madre con tanta fuerza. Desde donde estaban sentados
en la fila frente a nosotras, mis padres estaban igual de abrumados.
Cuando Dominic aceptó los apretones de manos y los abrazos de los dos
presentadores, pude ver lo grandes que eran sus ojos. No podía creerlo.
Mientras le entregaban el premio, la película se proyectaba en la enorme
pantalla. Fotos de Ivy, imágenes de su último partido de fútbol, luego fotos de los
ganadores de la Ivy's League que se habían beneficiado de la enorme cantidad
de trabajo que él había hecho durante el pasado año y medio. La multitud
finalmente se calmó cuando se acercó al micrófono, con la icónica estatua en la
otra mano.
Soltó un fuerte suspiro, sus ojos me encontraron entre la multitud.
—Te amo —articulé.
Brevemente, Dominic miró al suelo y luego volvió a ver hacia arriba.
—Gracias —dijo con voz ahogada—. Yo, eh, estoy tan sorprendido como
cualquier otra persona de que en realidad me estén dejando tener un micrófono.
La risa recorrió el auditorio. Mi papá miró hacia atrás, luego deslizó un
pañuelo en mi dirección con un guiño. Me limpié debajo de los ojos.
Dominic se aclaró la garganta y supe que estaba controlando sus
emociones.
—Cuando comencé Ivy's League, sabía que algunas cosas eran ciertas.
Primero, es muy difícil para los niños con un comienzo difícil tomar ventaja. Tal
vez no soy el mejor tipo para comenzar algo como esto, para ayudar a las niñas
con su sueño de jugar, pero he conocido a tantas increíbles atletas que me
ayudaron a encontrar los lugares adecuados para buscar a niños como ellos.
Quienes tenían una pasión y un fuego dentro. Algunos se han sumado a Ivy's
League y les estaré eternamente agradecido por dejarme entrar en el espacio
en el que he trabajado durante tanto tiempo. Juntos, pudimos implementar
programas de becas y mentores en las escuelas intermedias y secundarias de
seis estados, y el próximo año lo triplicaremos. Y segundo, sé lo difícil que es ver
que el sueño de alguien no se hace realidad. —Se detuvo, sus ojos
enrojecieron—. Mi hermana no vivió lo suficiente para lograr su sueño de
convertirse en futbolista profesional, pero si hubiera vencido al cáncer, puedo
garantizarles que hubiera pateado tantos traseros haciéndolo.
Me reí a través de mis lágrimas.
—Empecé la Ivy's League gracias a ella. Porque no pudo hacer lo que
quería, y si estuviera aquí, me habría molestado como solo una hermana pequeña
234 podría hacerlo hasta que ayudara a tantos niños como fuera posible a alcanzar su
máximo potencial, sin importar las barreras financieras que enfrenten. Pero
también lo comencé por otra mujer. —Sus ojos se clavaron en los míos—. Faith,
nunca hubiera dado este paso sin ti. Me asustó muchísimo intentar algo como
esto cuando probablemente era la última persona que se esperaba que asumiera
un proyecto de esta magnitud. Tu fe en mí nunca vaciló, y gracias a ti, podría
estar cerca de ser el mejor hombre que puedo ser.
No había nada que pudiera hacer para detener el flujo de lágrimas que
corrían por mi rostro. Mi mano estaba contra mi pecho porque mi corazón estaba
tan increíblemente lleno que tenía que asegurarme de que aún latía
correctamente.
Metió una mano en su bolsillo y respiró hondo.
—De hecho, iba a hacer esto más tarde, pero qué diablos. —Se volvió
hacia los presentadores y les dio la estatua—. ¿Pueden sostener esto por mí?
Vuelvo enseguida.
Con la boca abierta, registré la oleada de emocionados murmullos que
recorrían el auditorio mientras Dominic bajaba corriendo los escalones del
escenario y regresaba en mi dirección.
Luego estaba frente a mí, con los ojos brillantes y las manos agarrando las
mías. Las cámaras corrieron tras él porque, por supuesto, estarían ahí.
—¿Qué estás haciendo? —susurré, justo antes de que me diera un dulce y
prolongado beso.
—Algo un poco loco —susurró en respuesta. Luego se arrodilló y sacó una
pequeña caja negra de sus pantalones—. Eres la única mujer a la que amaré,
Faith Pierson. No sé cómo tuve tanta suerte de encontrarte en esta vida, pero lo
eres para mí. —Abrió la caja y, bajo las luces, un simple diamante de talla grande
brillaba maravillosamente contra el terciopelo negro. Cuando lo deslizó en mi
dedo, encajó perfectamente. Sus ojos brillaron—. ¿Te casarás conmigo, sol?
Tiré de él hacia arriba porque lo necesitaba contra mí, necesitaba sus
brazos a mi alrededor.
—Sí —respiré contra su boca mientras me envolvía en su fuerte abrazo—.
Sí.
El lugar se volvió loco. Mientras la sala se llenaba de estridentes aplausos,
gritos y vítores y celebración, me acurruqué en sus brazos.
Dominic me besó de nuevo, y cuando finalmente nos separamos, estaba
sonriendo ampliamente.
—Tenía la intención de hacer eso más tarde, cuando estuviéramos solos.
—Seguro que lo hacías, pez gordo.
Su risa fue grande y feliz, y lo amé tanto que me dolía. Era mi hogar. Y era
el de él. Y esta noche completamente perfecta y loca éramos enteramente
235 nosotros. No cambiaría nada.
Lydia

—N
o puedes vivir allí para siempre.
Mírame, pensé, mientras intentaba doblar con
una mano uno de mis suéteres. Un brazo roto era
absolutamente un asesinato en los intentos de
organización, pero después de diez semanas, me estaba volviendo bastante
buena en eso. Mi amiga Jill no podía verme, porque no estaba de humor para
FaceTiming, pero mi decidido silencio no la detuvo.
—Todos lo entendemos. El accidente fue muy aterrador y todo eso, pero
tienes veintiún años y estás viviendo en el sótano de tus padres. No es un look
236 lindo.
Cerré los ojos con fuerza, porque no tenía idea de lo poco que me
importaba. Todavía no podía ponerme al volante de un automóvil sin tener un
ataque de ansiedad. En el momento en que salía en público y un paparazzi
apuntaba una cámara de lente larga en mi dirección, todo mi cuerpo se ponía frío
y espinoso. Pero mi amiga, cuya preocupación estaba motivada por su falta de
escena social sin mí, no quería escuchar nada de eso.
Todo lo que Jill quería era mi acceso a gente realmente genial y a lugares
realmente increíbles. Mi nuevo y brillante estilo de vida ermitaño no le atraía en
absoluto.
—Además, el accidente fue hace meses. Como... busquemos a un buen
psiquiatra que te dé unas buenas pastillas y sigamos, ¿sabes? —Jill continuó,
completamente inconsciente de que su indiferente tono me hizo querer patear
mi teléfono al lago Washington, justo más allá del tramo del patio trasero de mis
padres.
Con cuidado, dejé el suéter en un estante de mi armario e ignoré el hecho
de que mi mano temblaba un poco. Hacía eso mucho. Cada vez que alguien me
hacía retroceder hasta ese rincón en particular, donde me veía obligada a pensar
en mudarme de nuevo a mi apartamento.
La desafortunada verdad es que no era la primera en tener una mini-
intervención.
Mi hermana estaba preocupada.
Mis padres estaban preocupados. Y no porque ganaron una rubia
ocupante en su sótano con excelente gusto en la ropa. En las pasadas diez
semanas, sabía exactamente cuánto había cambiado y cómo debía verse eso
para ellos. Sin embargo, a diferencia de Jill, su preocupación, viniendo de un
lugar de amor, en realidad me hacía sentir segura. Que le preocupaba a alguien.
Protegida. Me hacía no querer volver a vivir sola. Me encantaba el caos de su
hogar. La gente que entraba y salía que trabajaba con y para mis padres. Me
encantaba quedarme dormida en mi habitación sabiendo que no estaba sola en
la casa.
Como lo había conjurado con el pensamiento, mi padre llamó suavemente
al marco de la puerta. Levanté un dedo y luego señalé el teléfono que estaba en
la cómoda a mi lado.
—Jill, tengo que irme —le dije—. Algo acaba de surgir.
—Puaj. Bien. Llámame más tarde, perra.
Mi papá sonrió cuando desconecté la llamada con un violento puñetazo en
el pulgar.
—Odio cuando me llama así —dije—. No es un apodo halagador.
—Realmente no lo es —estuvo de acuerdo—. ¿Tienes un par de minutos?
Lo vi.
—¿Qué pasa con ese tono?
237 Papá adoptó una inocente expresión.
—¿No puede un padre pedirle a su hija que suba?
—¿Para qué?
—Tu mamá y yo queremos hablarte de algo.
Metí los pies en mis zapatillas negras peludas, subiendo el dobladillo de
mis sudaderas grises favoritas para que no se arrastraran por el suelo.
Últimamente, se me habían caído de las caderas, ya que una involuntaria pérdida
de peso había sido otro desafortunado efecto secundario. Antes del accidente,
Lydia amaba sus curvas.
—Lidera el camino.
Puso sus manos en sus caderas y me estudió por un segundo.
—¿Quizás quieras —señaló vagamente a mi cabello—, cepillar eso?
Con una tímida palmada al nido de pájaros que brotaba de la parte
superior de mi cabeza, miré en el espejo que colgaba de la pared junto a mi
tocador. ¡Ay!
Tal vez me veía un poco... sin hogar. Con un tirón y un giro, intenté alisar
mi cabello en algo un poco más limpio, pero honestamente, con la cantidad de
champú seco que teníamos en esa situación, era una especie de causa perdida.
Mientras tiraba de los últimos mechones sueltos en su lugar, entrecerré
los ojos ante la expresión del rostro de mi padre. Parecía nervioso. Nunca se veía
nervioso.
—¿Hay alguien ahí arriba o algo?
Papá se pellizcó el puente de la nariz y luego dejó escapar un fuerte
suspiro.
—Está bien, tu mamá pensó que deberíamos hacer esto de una manera
diferente y si no actúas completamente sorprendida, sabrá que te lo advertí.
—Oh Señor, ¿qué es? —gruñí.
—Solo recuerda, te queremos y estamos preocupados y esa es la única
razón.
—¿Qué hiciste? —Puse las manos en mis caderas.
Hizo algunos arreglos de cadera por su cuenta, que fue como supe que era
realmente serio.
—Él es... viene muy recomendado.
—¿Qué hace?
Papá levantó una mano.
—Y es un exjugador, obtuve su nombre de Logan.
238 —¿Quién es?
—Solo jugó unos años antes de lesionarse, pero terminó trabajando en
seguridad.
—¿Quién? —Pisoteé. Como una niña pequeña.
No era mi mejor momento.
—Es un... conductor profesional. Más o menos —dijo mi padre—. Y te
acompañará a donde necesites ir.
—¿Qué? —grité. No hubo ningún cosquilleo frío en mi cuerpo ahora, ni
manos temblorosas, mientras pasaba junto a mi padre y comencé a subir las
escaleras.
—Se supone que debes actuar sorprendida —susurró frenéticamente.
—Demasiado tarde —dije por encima de mi hombro.
Mientras despejaba el rellano, solo pude vislumbrar brevemente el rostro
de mi madre, obviamente mis gritos habían llegado a sus oídos.
Le dijo algo a mi papá, o a mí, pero no pude escuchar nada, solo palabras
confusas que no penetraron el zumbido en mis oídos mientras él desplegaba su
gran cuerpo desde el sofá de la sala de estar.
Alto y aterrador. Era la única forma en que podía describirlo, con los
brazos y la barba y el pecho y los ojos. Si me cruzara con él en un callejón,
correría al infierno en la dirección opuesta.
Esos ojos suyos, incluso más oscuros que el cabello de su cabeza, nunca
se movieron de mi cara, pero sentí que me había medido en un solo latido.
—De ninguna manera —dije—. No sucederá.
Su expresión nunca cambió.
Si mis padres pensaron que me estaban cargando con este aterrador perro
guardián de conductor, lamentablemente estaban equivocados.

239
240

Karla Sorensen es una de las 20 autoras más vendidas de


Amazon que se niega a leer o escribir algo que no tenga un final feliz. Cuando no
está devorando romances históricos o evitando lavar, se la puede encontrar
viendo fútbol (británico y americano), HGTV o escuchando podcasts del
Eneagrama para poder psicoanalizar a todos los que están en su vida, sin ningún
orden de importancia. Licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas por la
Universidad Estatal de Grand Valley, se ganó la vida en el sector sanidad para
mayores antes de dedicarse a escribir a tiempo completo. Karla vive en Michigan
con su marido, sus dos hijos y un grande y peludo perro de rescate llamado Bear.
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