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SPOHN
Notes on Moral Theology: 1992. The Magisterium and Morality, Theological- Studies
54 (1993) 95-111
El Catecismo Universal
En diciembre de 1989 la CDF dio a luz una redacción del Catecismo Universal (CU).
Era un extenso compendio de la enseñanza de la Iglesia sobre fe y moral, que había de
servir de punto de referencia para los textos que las Conferencias locales habían de
elaborar para la formación religiosa. Su contenido y su espíritu contrastaba fuertemente
con el mensaje del Vaticano II.
Más del 40% de los cambios propuestos pertenecían a la sección de moral, la cual fue
ampliamente reelaborada. A finales de noviembre la prensa se hacía eco de filtraciones
de la redacción final. La mayoría de ellas se referían a nuevos tipos de infracciones
morales (defraudación de impuestos, tráfico de órganos, conducir ebrio). La edición
inglesa no estará a la venta hasta bien entrado 1993.
WILLIAM C. SPOHN
Este documento, emitido por la CDF con fecha 1.03.89 presenta un ejemplo todavía
más inquietante de redefinición curial del magisterio eclesiástico. Profesión y juramento
son obligatorios para todos los nuevos pastores, rectores, superiores de comunidades
religiosas y profesores de filosofía y teología de Facultades eclesiásticas y Seminarios.
Queda la duda de si la disposición ha de aplicarse a los teólogos en las Universidades, a
excepción de las Facultades regidas por la jerarquía y que confieren grados
eclesiásticos. De hecho el canon 833 resulta ambiguo respecto a los que deben hacer el
juramento.
La nueva profesión amplía el objeto de este asentimiento para incluir las enseñanzas del
magisterio que se consideran soporte necesario para lo que se enseña con carácter
definitivo, así como toda decisión que se tome para zanjar un ulterior debate sobre la
materia. Va mucho más allá de la intención expresa de LG n°- 25 y del canon 749, que
limitan la enseñanza "definitiva" a lo declarado infaliblemente. El informe advierte que
el Vaticano I y el II se abstuvieron de enseñar esta doctrina, al menos explícitamente.
Semejante acto compromete a los que realizan este juramento con doctrinas que la
Iglesia nunca ha enseñado de una forma definitiva.
No se consultó a los obispos del mundo antes de formular e imponer esta nueva
profesión de fe. Los obispos no pidieron esa ampliación de la autoridad que, según el
informe, no está justificada ni por el NT ni por la Tradición ni por el Vaticano II.
El 24.05.90 la CDF publicó una "Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo". En
ella se ratifica oficialmente la ampliación introducida en el segundo párrafo de la
profesión de fe. Y por si fuera poco, se crea una categoría enteramente nueva de
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2. Declaraciones definitivas. Todo aquello que, aun sin estar revelado por Dios, está
estricta e íntimamente conexo con la revelación, si el magisterio lo propone "de una
forma definitiva", debe ser "firmemente aceptado y mantenido". Avery Dulles afirma
que esta categoría, sin una mención explícita, es contemplada por el Vaticano I y II.
Pero considera discutible la cuestión de si el magisterio puede enseñar de una forma
definitiva todas las materias que atañen a la ley natural.
contenido actual, el cual parece implicar que hay que sopesar tanto los argumentos
como las conclusiones.
¿Qué pasa cuando teólogos u obispos consideran que una enseñanza dada se sitúa en un
nivel autoritativo menor que los que la proponen? Los documentos oficiales recientes se
centran en la receptividad y apenas dicen nada de la responsabilidad que tienen los de
arriba de consultar ampliamente y de elaborar argumentos convincentes en apoyo de las
posturas morales. El magisterio ordinario no se agota con los documentos vaticanos.
Caso típico: el magisterio ordinario de la Iglesia sobre contracepción no es sólo la
Humanae vitae, sino la Humanae vitae a la luz de otras declaraciones episcopales más
particulares. Se trataría de una "colegialidad post factum" (J. Mahoney).
Esta cuarta categoría puede resultar del todo ambigua para los moralistas. ¿Cómo
determinar lo que se apoya en un principio y lo que es de prudencia, lo que es absoluto
y lo que es contingente? ¿La aplicació n de los principios en la tercera categoría no tiene
mucho de contingente y, por consiguiente, de juicio discrecional?
La Instrucción cuenta con el tiempo para discernir qué afirmaciones son válidas y cuáles
no, en las intervenciones magisteriales. La historia del desarrollo doctrinal no ha sido
siempre tan tranquila, especialmente en tiempos recientes. Los trágicos efectos de la
cruzada antimodernista en el establecimiento de una formación reaccionaria en los
seminarios y en el frenazo de la investigación bíblica ¿no fueron más que efectos del
cumplimiento del "deber pastoral" mediante estas intervenciones discrecionales?
Desde el Concilio un buen número de teólogos están a favor del derecho de los católicos
al disenso. No se trata del "disenso" en sentido estricto rechazado por la CDF Pero no
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excluye el desacuerdo público respecto a las posturas llamadas "oficiales". Ese punto de
vista se basa en el derecho a la libertad religiosa sancionado por el Vaticano II.
Tratándose de un derecho de la persona humana ¿no habrá que concluir que los
católicos gozan de esa libertad con respecto a las autoridades eclesiásticas? En todo
caso, J.C. Murray como los demás redactores del documento conciliar evitaron expresar
en él las implicaciones eclesiales de la libertad religiosa.
Con una sólida argumentación, aboga D.M. Cowdin por un derecho cualificado a
disentir, que presenta analogías con el derecho a la libertad religiosa en el ámbito civil.
Ser miembro de la Iglesia no es lo mismo que ser ciudadano. Y por esto el derecho a
disentir en una comunidad religiosa determinada no es enteramente paralelo al derecho
natural a la libertad religiosa. El Estado debe otorgar a los creyentes una "autonomía
minimalista": debe respetar una auto-definición de la comunidad y garantizar a sus
miembros el derecho a abandonar la comunidad, así como el de permanecer en ella,
incluso cuando sus prácticas puedan parecerles odiosas a otros miembros de la
ciudadanía. No es misión del Estado imponer un "derecho al disenso" interno a un
grupo, cuya auto-comprensión no lo incluya.
Fe y moral
Los dos últimos concilios ecuménicos no han hecho ninguna diferencia en materia de
moralidad y en materia de fe. El asunto se ha enfocado desde el punto de vista de la
justificación teológica y jurídica de la enseñanza auténtica más bien que del de su
contenido, que es donde podría existir alguna diferencia. ¿Cabría esperar el mismo nivel
de claridad y universalidad en cuestiones morales que en materias de fe? Esta pregunta
trae a la memoria el toque de atención de Aristóteles: es signo de persona culta no
esperar más certeza de una disciplina de lo que su temática permita. No puede aplicarse
el mismo rasero al razonamiento matemático y a los argumentos de política.
La autoridad magisterial no es igual respecto a la fe 'y respecto a la moral. Dado que los
pastores de la Iglesia tienen la responsabilidad de comunicar y salvaguardar la fe, la
función de enseñar está en relación directa con la fe cristiana y su integridad. En
cambio, la moralidad no es monopolio de la Iglesia, ya que no descansa en la
revelación, sino en la naturaleza humana, en la conciencia y en la sabiduría común. Para
la fe hay que escuchar la voz del Evangelio; en cambio, para la moral hay que escuchar
un coro mucho más amplio de voces.
Los especialistas en teología moral han de escuchar atentamente todas las voces que
aportan algo a los debates de moral. El magisterio no es norma única en la ciencia
moral. Abordar el desacuerdo en materia moral como si se tratase de desacuerdo en
materia de fe es ignorar las diferencias entre dos temáticas y la respectiva competencia
de la Iglesia en cada una de ellas.
J. Fuchs abunda en esta línea. Después de presentar los principios básicos derivados de
la revelación en la búsqueda de la sabiduría moral, el magisterio debería reconocer que
cada uno por sí mismo ha de buscar y hallar las respuestas. Advierte que resulta
problemático cuando el magisterio mismo determina los límites de su propia
competencia, particularmente en cuestiones de ley natural. Los especialistas en teología
moral han de presentar las enseñanzas de la Iglesia. Pero también han de aceptar la
responsabilidad de señalar dónde dichas enseñanzas contienen problemas de método o
argumentos deficientes. Lo que nunca han de hacer es intentar convencer a su auditorio
para que se ponga en contra de tales enseñanzas. No menos sabiamente, concluye
Fuchs: "En ocasiones he dicho: no afirmo nada que no pueda respaldar, pero no todo lo
que puedo respaldar lo afirmo. Pienso que, por lo general, querer provocar es un error.
Ante posibles dificultades por parte del magisterio, uno debe tener el sentido de lo que,
según las circunstancias, puede decirse y de lo que no puede decirse".
Bondad y rectitud
sentido del deber. Las personas buenas pueden actuar tanto correcta como
incorrectamente.
La Instrucción de la CDF, que hemos comentado, sostiene que la misión confiada por
Dios a la Iglesia se extiende a la enseñanza "definitiva" de las normas morales, ya que
éstas formulan la conducta recta que es necesaria para salvarse. Otros afirman que la
responsabilidad primaria de la Iglesia se refiere al bien y al mal, o sea, a la abertura o
cerrazón de los individuos respecto a la salvación ofrecida en Cristo. Dado que lo
correcto y lo incorrecto, que se refiere a las acciones particulares, sólo secundariamente
afecta a la salvación, la Iglesia no posee la misma competencia en estas cuestiones que
en materia de bien y mal. La rectitud de las acciones depende de toda una serie de
factores intramundanos que deben ser tomados en consideración por cualquiera,
también por los responsables de la Iglesia. Respecto a la salvación, la motivación prima
sobre la rectitud de la conducta, ya que las motivaciones de la persona determinan su
existencia moral. La buena voluntad y la intención de la persona de actuar por amor
proporciona una calidad moral muy por encima de la rectitud de las acciones. Dado que
es posible hacer algo "materialmente" incorrecto actuando de buena fe (con conciencia
errónea) es claro que la rectitud sola no determina la bondad moral.
R. McCormick y otros teólogos deducen de ahí que las normas morales concretas no
son "verdades salvificas" en el sentido de que estén necesariamente vinculadas con la
salvación. El apoya la afirmación de Rahner de que las normas legales concretas no
quedan bajo la competencia infalible de la Iglesia. La naturaleza de la temática de la
moralidad y su relación con la salvación impone determinados límites a la capacidad de
enseñar de la Iglesia. Es una pena que los recientes documentos del magisterio no
reconozcan las diferencias entre la doctrina de fe y la doctrina moral.