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En solo dos casos no está obligado a restituir el que mando hurtar.

El primero cuando no se
siguió el daño y el segundo cuando se revocó el mandato y se notificó al mandatario, antes de
hurtar, aunque no obstante hurte. Pero si hurtó antes de constarle la revocación se le imputa
al mandante el daño, aunque entonces no peque: así como al que dio veneno, aunque se
arrepienta antes de seguirle la muerte al envenenado. Y nótese que quien mandó damnificar al
prójimo, si el mandatario excediese la orden, debe resarcir todo el daño que éste hiciese…. Y
por lo mismo, debe restituir todos los daños que podía y debía prever que podían seguirle a la
acción mandada: como el que mandó un criado que quemase un pajar y no otra cosa, y de eso
se siguiera el quemarse algunas casas: ha de resarcir todos los daños seguidos, pudiendo
preverles por las circunstancias de lugar, tiempo, etc.

San Vicente Ferrer: “Suma moral para examen de curas y confesores en que, a la luz del sol de
las escuelas Santo Tomás, se desvanecen los perniciosos extremos de laxedad y rigor, y se
manifiesta el apreciable medio, y camino real de la verdad.” (1736).

Matar al bandido

Es lícito también, según justicia, matar al bandido, cuando la República da facultad a cualquiera
para ello. Pero…

Advierte lo primero, no puede el hijo matar al padre bandido, porque no quita la República al
hijo la obligación natural que tiene a su padre. Pero podrá si es tan nocivo a la República que
de otra suerte no se puede librar.

Lo segundo, que aunque Finelo y otros digan, se puede matar al bandido en cualquier parte,
aunque sea fuera del territorio de su príncipe. No lo admiten Filiacio y otros, sino no es con el
consentimiento a lo menos tácito, o razonablemente presunto del señor del territorio en que
se halló, o si es bandido por el Pontífice, cuya jurisdicción se extiende a todo el orbe.

Lo cuarto con Molina, contra Menochio, que se puede matar a traición, y que no obita el
peligro que se condene, porque más se ha de mirar al bien común, que al particular…

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