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DIRECCIÓN DE EXTENSIÓN
NÚCLEO MARACAY
ensayo
CI 2152300
La instrucción sobre la Vocación Eclesial del Teólogo, a nuestro parecer, surge por la necesidad
que consideró la autoridad de la iglesia, de evitar confrontaciones entre los teólogos y el
Magisterio de la Iglesia en la búsqueda y presentación de la verdad cristiana ante la feligresía
y el mundo en general.
Así en la introducción se sostiene que la verdad que hace libres es un don de Jesucristo y que
la búsqueda de la misma es una exigencia de la naturaleza del hombre, mientras que la
ignorancia lo mantiene en una condición de esclavitud. Agregando que “en efecto, el hombre
no puede ser verdaderamente libre si no recibe una luz sobre las cuestiones centrales de su
existencia y en particular sobre aquella de saber de dónde viene y a dónde va. Él llega a ser
libre cuando Dios se le entrega como un Amigo”
La instrucción en comento establece que “el servicio a la doctrina, que implica la búsqueda
creyente de la comprensión de la fe, es decir, la teología, constituye por lo tanto una exigencia
a la cual la Iglesia no puede renunciar.” Y precisa que “la Congregación para la doctrina de la
fe, por consiguiente, considera oportuno dirigir a los obispos de la Iglesia católica, y a través
de ellos a los teólogos, la presente instrucción que se propone iluminar la misión de la teología
en la iglesia. Después de considerar la verdad como don de Dios a su pueblo (I), describe la
función de los teólogos (II), se ocupa de la misión particular de los pastores (III), y, finalmente
(IV), luego de discutir (a) Las relaciones de colaboración y, (b) El problema del disenso;
propone algunas indicaciones acerca de la justa relación entre unos y otros. De esta manera
quiere servir al progreso en el conocimiento de la verdad, que nos introduce en la libertad por
la cual Cristo murió y resucitó”
Leemos, entre otros argumentos los siguientes: que entre las vocaciones otorgadas por el
Espíritu Santo a la iglesia se distingue la del teólogo, que tiene la especial función de lograr,
“en comunión con el Magisterio”, una comprensión cada vez más profunda de la Palabra de
Dios contenida en las sagradas escrituras transmitida por la tradición viva de la iglesia.
“El teólogo está llamado a intensificar su vida de fe y a unir siempre la investigación científica
y la oración”
El teólogo debe discernir en sí mismo el origen y las motivaciones de su actitud crítica y dejar
que su mirada se purifique por la fe. El quehacer teológico exige un esfuerzo espiritual de
rectitud y de santificación.
El teólogo, sin olvidar jamás que también es un miembro del pueblo de Dios, debe respetarlo
y comprometerse a darle una enseñanza que no lesione en lo más mínimo la doctrina de la fe.
Por otra parte, Jesucristo le dio a los pastores de la Iglesia la asistencia del Espíritu Santo,
expresada especialmente con el carisma de la infalibilidad para todo lo que se refiere a las
materias de fe y costumbres; el cual se ejerce particularmente, en los concilios ecuménicos,
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cuando proclaman una doctrina, o cuando el papa, ejerciendo su función de Pastor y Doctor
supremo de todos los cristianos, proclama una doctrina “ex cathedra”
Por tanto, el magisterio tiene como oficio discernir, a través de juicios normativos para la
conciencia de los fieles, los actos que están conformes a las exigencias de la fe y promueven
su expresión en la vida, así como aquellos que, por el contrario, son incompatibles con esas
exigencias. La competencia acá se extiende a todo lo que se refiere a la ley natural.
En cuanto a las relaciones de colaboración y el problema del disenso entre el teólogo y el
Magisterio, la Instrucción establece que “la colaboración entre el teólogo y el Magisterio se
realiza especialmente cuando aquel recibe la misión canónica o el mandato de enseñar”. Es
decir, el teólogo pasa a ser parte de la labor del Magisterio al cual está ligada por un vínculo
jurídico. Las reglas deontológicas que de por sí y con evidencia derivan del servicio a la palabra
de Dios son corroboradas por el compromiso adquirido por el teólogo al aceptar su oficio y al
hacer la profesión de fe y el juramento de fidelidad. Y, por tanto, “a partir de ese momento
tiene oficialmente la responsabilidad de presentar y explicar con toda exactitud e integralmente,
la doctrina de la fe”
En caso de discrepancias, “el teólogo no debe presentar sus opiniones o sus hipótesis
divergentes como si se tratara de conclusiones indiscutibles. Esta discreción está exigida por el
respeto a la verdad, como también por el respeto al pueblo de Dios”, por lo cual ha de renunciar
a una intempestiva expresión pública de ellas.
“Si las dificultades persisten no obstante un esfuerzo leal, constituye un deber del teólogo hacer
conocer a las autoridades magisteriales los problemas que suscitan la enseñanza en sí misma
las justificaciones que se proponen sobre ella o también el modo como ha sido presentada. Lo
hará con espíritu evangélico, con el profundo deseo de resolver las dificultades”. Con lo cual
sus objeciones podrán entonces contribuir a un verdadero progreso, estimulando al Magisterio
a proponer la enseñanza de la Iglesia de modo más profundo y mejor argumentado. Todo esto
sin acudir a ejercer presión a través de los medios de comunicación. Ya que “los modelos
sociales difundidos por los medios de comunicación tienden a asumir un valor normativo, se
difunde en particular la convicción de que la iglesia no debería pronunciarse sino sobre los
problemas que la opinión pública considera importantes y en el sentido que conviene a ésta”
“El problema del disenso puede provenir de la tendencia a considerar que un juicio es mucho
más auténtico si procede del individuo que se apoya en sus propias fuerzas. Una doctrina
transmitida y generalmente acogida viene desde el primer momento marcada por la sospecha
y su valor de verdad puesto en discusión. En definitiva, la libertad de juicio así entendida
importa más que la verdad misma. En virtud de esta exigencia la iglesia ha sostenido siempre
que «nadie puede ser forzado a abrazar la fe en contra de su voluntad»”.
A esto se agrega la pluralidad de las culturas y de las lenguas, que puede indirectamente llevar
a malentendidos y ser motivo de sucesivos desacuerdos.
En este contexto se requiere un discernimiento crítico bien ponderado y un verdadero dominio
de los problemas por parte del teólogo, si quiere cumplir su misión eclesial y no perderse, al
conformarse con la opinión el mundo presente.
El documento continúa con argumentaciones que precisan las responsabilidades y funciones
tanto del teólogo como del magisterio en la presentación, predicación y defensa de la verdad
de Cristo, a saber:
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El Magisterio tiene como misión proponer la enseñanza del Evangelio, vigilar su integridad y
proteger así la fe del pueblo de Dios. Para llevar a cabo dicho mandato a veces se ve obligado
a tomar medidas onerosas; por ejemplo, cuando retira a un teólogo, que se separa de la doctrina
de la fe, la misión canónica o el mandato de enseñar que le habla confiado, o bien cuando
declara que algunos escritos no están de acuerdo con esa doctrina.
El recurso al argumento del deber de seguir la propia conciencia no puede legitimar el disenso.
Ante todo, porque ese deber se ejerce cuando la conciencia ilumina el juicio práctico en vista
de la toma de una decisión, mientras que aquí se trata de la verdad de un enunciado doctrinal.
Además, porque si el teólogo, como todo fiel debe seguir su propia conciencia, está obligado
también a formarla. “La conciencia no constituye una facultad independiente e infalible, es un
acto de juicio moral que se refiere a una opción responsable. La conciencia recta es una
conciencia debidamente iluminada por la fe y por la ley moral objetiva, y supone igualmente
la rectitud de la voluntad en el seguimiento del verdadero bien”.
La recta conciencia del teólogo católico supone consecuentemente la fe en la Palabra de Dios
cuyas riquezas debe penetrar, pero también el amor a la Iglesia de la que ha recibido su misión
y el respeto al Magisterio asistido por Dios. Oponer un magisterio supremo de la conciencia al
magisterio de la iglesia constituye la admisión del principio del libre examen, incompatible con
la economía de la Revelación y de su transmisión en la iglesia, como también con una
concepción correcta de la teología y de la misión del teólogo. Los enunciados de fe constituyen
una herencia eclesial, y no el resultado de una investigación puramente individual y de una
libre crítica de la Palabra de Dios.
Aunque la teología y el Magisterio son de naturaleza diversa y tienen diferentes misiones que
no pueden confundirse, se trata sin embargo de dos funciones vitales en la iglesia, que deben
compenetrarse y enriquecerse recíprocamente para el servicio del pueblo de Dios.
En virtud de la autoridad que han recibido de Cristo mismo, corresponde a los pastores
custodiar esta unidad e impedir que las tensiones que surgen de la vida degeneren en divisiones.
En cuanto a los teólogos, en virtud del propio carisma, también les corresponde participar en
la edificación del Cuerpo de Cristo en la unidad y en la verdad y su colaboración es más
necesaria que nunca para una evangelización a escala mundial, que requiere los esfuerzos de
todo el pueblo de Dios. Si ocurriera que encuentran dificultades por el carácter de su
investigación, deben buscar la solución a través de un diálogo franco con los pastores, en el
espíritu de verdad y de caridad propio de la comunión de la iglesia.
Se observa en consecuencia, que la instrucción busca establecer cual en la misión del teólogo
en la doctrina de la iglesia; al respecto hemos encontrado un documento cuya autoría es de H.
Lopera, E. (Licenciado en Filosofía y Doctor en Teología; Profesor en el Seminario Mayor de
Bogotá), denominado “La Misión del Teólogo en la Iglesia” que contiene los capítulos que se
transcriben a continuación y que pueden servir de guía para completar el análisis de la
Instrucción en comento:
El Carisma del Teólogo
Es un hombre que dedica al servicio de la comunidad el don de iluminación que ha recibido
del Espíritu Santo. Dios lo puso como "maestro" en la Iglesia. Este carisma de ser maestro,
llega a la mente y al corazón de quien ha recibido del Señor una vocación y un ministerio muy
concreto. Valdría la pena que el teólogo pensara siempre que debe ser un orante, un
contemplativo, para hacerse más digno del carisma. Se es "teólogo “por vocación divina y se
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La obra de J. I. Illanes “La Vocación Eclesial Del Teólogo” Facultad de Teología Universidad
de Navarra- Pamplona, nos brinda mayor información acerca de la Instrucción en comento,
sobre lo cual señala, entre otros, argumentos como:
“En 1966 se celebró en Roma un magno congreso internacional sobre la teología del Concilio
Ecuménico Vaticano II, en el que participó la totalidad de las grandes figuras del momento. En
la sesión de clausura, Pablo VI pronunció un importante discurso sobre las relaciones entre
Teología y Magisterio, donde se refleja la importancia que la Teología había tenido durante los
trabajos conciliares y se manifiesta a la vez el deseo de salir al paso de los desarrollos y
problemas que ya apuntaban”.
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Diálogo
El diálogo en otras palabras implica una apertura de la fe a la riqueza de los demás saberes en
los cuales razonablemente se traduce la pluralidad cultural y social del mundo de la vida. En
otras palabras, como afirma Parra: «La identidad de la teología entonces deriva de su interés o
propia finalidad; de sus propios peculiares principios; del específico método; del específico
parámetro con que se instaura su analítica de la historia; del sesgo particular con el que indaga
la realidad humana».
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Discernimiento
Para el Papa, es necesario que el teólogo se ponga de frente a la realidad mirándola a la cara,
lo cual implica vivirla, sin miedos, sin fugas y sin catastrofismos y evitar las lecturas
ideológicas o parciales porque la opacan en lugar de develarla.
Ahora bien, para Francisco:
El discernimiento no es ciego, ni improvisado: se realiza sobre la base de criterios éticos y
espirituales, implica interrogarse sobre lo que es bueno, la referencia a los valores propios de
una visión del hombre y del mundo, una visión de la persona en todas sus dimensiones, sobre
todo en la espiritual, trascendente (...). Hacer discernimiento significa no huir, sino leer
seriamente, sin prejuicios, la realidad.
Avanzar en la inteligencia de la fe
Al respecto, Francisco afirma que: «el pensamiento de la Iglesia debe recuperar genialidad y
entender cada vez mejor la manera como el hombre se comprende hoy, para desarrollar y
profundizar sus propias enseñanzas».
En continuidad con el Vaticano II, Francisco avanza en la convicción de que la teología debe
nutrirse de la Tradición de la Iglesia y fundarse en el Evangelio. En este sentido, debe ser tanto
palabra que ilumina como acción que transforma la vida del creyente en sus relaciones. Por lo
tanto, ¿no es a esto lo que se refiere la Gaudium et Spes, en los numerales 33-39 cuando ilustra
la importancia de profundizar la acción humana en el mundo como lugar predilecto de
revelación de Dios?
Al servicio de la Iglesia
La Iglesia, empeñada en la evangelización, aprecia y alienta el carisma de los teólogos y su
esfuerzo por la investigación teológica, que promueve el diálogo con el mundo de las culturas
y de las ciencias. Convoco a los teólogos a cumplir este servicio como parte de la misión
salvífica de la Iglesia. Pero es necesario que, para tal propósito, lleven en el corazón la finalidad
evangelizadora de la Iglesia y también de la teología, y no se contenten con una teología de
escritorio.
Tradición/Realidad
En este sentido, todas las elaboraciones teológicas pueden sonar a mensaje trasnochado y
abstracto si no se resignifican a partir del diálogo con la realidad y las preguntas que orientan
las búsquedas de la mujer y el hombre de hoy. En consecuencia, «lo que se comunica en la
Iglesia, lo que se transmite en su Tradición viva, es la luz nueva que nace del encuentro con el
Dios vivo, una luz que toca la persona en su centro, en el corazón, implicando su mente, su
voluntad y su afectividad, abriéndola a relaciones vivas en la comunión con Dios y con los
otros».
El horizonte de esta primavera teológica se centra en la actualización de la acción de la fe
cristiana como resultado de la puesta en tensión de lo nuevo del presente siempre enriquecido
con la Tradición de la Iglesia. La relectura de lo dado en la tradición a la luz de lo nuevo del
presente, trae una tensión creadora y de transformación para el teólogo de hoy, lo que se traduce
en la esperanza de avanzar hacia una realización del ser humano.
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Conclusión
A partir de todo lo expuesto, las interpelaciones del Papa a los teólogos son un llamado sincero,
consistente y cálido por parte de un pastor, quien, en su misión de confirmar a sus hermanos
en la fe, quiere que centren la atención sobre lo fundamental, sobre aquello que hace posible
que la fe sea fuente de vida, creadora de cultura y humanizadora de la realidad, para que sea
signo de la presencia del Reino entre nosotros.
Referencias:
Higinio Lopera, E. la misión del teólogo en la iglesia - Pontificia Universidad Javeriana.
https://www.javeriana.edu.co/theologica/descargas.php?archivo=Higinio.pdf...
Instrucción sobre la vocación eclesial teólogo, Donum veritatis.
www.vatican.va/roman.../rc_con_cfaith_doc_19900524_theologian-vocation_sp.html
JL ILLANES - 1990 – la vocación eclesial del teólogo – CORE.
https://core.ac.uk/download/pdf/83564192.pdf
Solano Pinzón, Orlando y Garavito Villarreal, Daniel de Jesús. «Interpelaciones del papa
Francisco al teólogo. Una mirada retrospectiva y prospectiva». Fraciscanum 168, Vol. LIX
(2016): 229-265.