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El cuerpo, lugar de expresión

Por María Colomer

El cuerpo, lugar de expresión


Por María Colomer

1. El principio de la dualidad

<Yo soy cuerpo y alma>. Así hablaba el niño. ¿Y porqué no hablar como los niños?.
Detrás de tus pensamientos y sentimientos, se encuentra un soberano poderoso, un
sabio desconocido. Es tu cuerpo, habita tu cuerpo”.Friedrich Nietzsche. Así habló
Zaratustra.(De Los despreciadores del cuerpo)

Cuerpo: conjunto de las partes materiales que componen un organismo. Parte


principal o central de una cosa. Conjunto de elementos que desempeñan un mismo
cometido. Corporación, comunidad. Figura o aspecto de algo. Lo que tiene extensión
limitada, es impenetrable y hiere nuestros sentidos. Colección de leyes.

De las definiciones extraídas de algunos diccionarios de la lengua castellana con


respecto al vocablo cuerpo, he entresacado aquellas partes que considero importantes
y básicas para poder delimitar lo que “es” el cuerpo en y para el ser humano. Leyendo 100
entre líneas, podemos entresacar varios aspectos que se refieren a dicotomías 101
supuestamente no enfrentadas, sin embargo, en continuo conflicto. Entre ellas están
las siguientes: la división materia-espíritu, la integración-parcelación del cuerpo, lo
natural-antinatural desde la cultura somática, y la nobleza y dignidad del mundo de
las ideas frente a lo abyecto del cuerpo. Conflictos que en el terreno de lo psíquico
y de lo artístico cobran relieve y pasan a ser el centro.
Vayamos al principio. La dualidad cuerpo y mente. En Occidente, desde muy antiguo
se concebía, en primer lugar desde la filosofía, y más tarde desde los postulados
científicos, al ser humano como un todo compuesto de dos partes, claramente
diferenciadas: el cuerpo y el alma (posteriormente la mente). El cuerpo es lo externo,
soporte de nuestras actividades públicas, y lo interno , el alma, la sede de nuestros
pensamientos.
Cuando Parménides formuló como axioma que “ el pensamiento y el ser son lo
mismo”, negaba la corporeidad del ser. Aún a pesar de que filósofos como Heráclito
hablaban del movimiento y de la dialéctica y de la no inmutabilidad de las cosas, las
ideas de Parménides se mantuvieron y fueron ampliadas por Platón, con su
formulación de un dualismo axiológico. Platón defiende un dualismo radical que
distingue en el ser dos realidades substanciales distintas. El hombre es alma y cuerpo,
pero “ es el alma la que predomina, es el principio y el fin”. Esta suprema valorización
del alma lleva al envilecimiento del cuerpo, y éste pasa a ser una limitación radical
a la realidad terrenal.
Se consideraba que la “humanidad” de la persona venía dada por la existencia del

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alma, del espíritu, la mente, en contraposición a los demás seres vivos que carecen
de ella. Es un esfuerzo por escapar de las “cadenas terrenales” que el cuerpo , como
prisión, pone al alma. El cuerpo era concebido, pues, como esa pesada carga que hay
que arrastrar, alimentar, reprimir, controlar, que nos produce dolor y que envejece.
Por el contrario, la mente “eternamente joven”, es la encargada de controlar ese
receptáculo de animalidad.
Entonces, todos los esfuerzos se centran en lo considerado esencial, el espíritu, y la
parte que le corresponde al cuerpo desde este planteamiento intelectualista
solamente se refiere a mantener la salud ( mens sana in corpore sano). El cuerpo se
le escapa al espíritu, por eso es necesario domarlo, someterlo a una disciplina férrea,
la de la guerra, transformada en arte en la Edad Media con todos los rituales para la
preparación del caballero en el arte de la guerra. En este sentido, San Agustín habla
del hombre exterior y carnal, viejo, que nace, crece y muere, en contraposición al
hombre nuevo o espiritual.
Al formular la proposición “Pienso, luego existo”, Descartes mantiene y profundiza
este dualismo, y afirma que se debe dudar de los conocimientos sensibles porque
son engañosos en su mayoría. En estos planteamientos, que se mantendrán y
provocarán, en parte, la concepción de un materialismo mecanicista que imperará
a lo largo del siglo XIX, se mantiene que sólo el pensamiento es capaz de concebir
y querer , por lo que el acto depende de la voluntad del alma, y no así las pasiones,
que son involuntarias y por lo tanto hay que vencerlas. El alma se define por el
pensamiento, y el cuerpo se reduce a una sencilla maquinaria movida por el espíritu.
A partir de ahí la diferenciación entre profesiones nobles y manuales, entre hombres
pensantes y hombres máquina, la aparición de la figura del obrero robot al servicio
de un desarrollo económico.
Desde la ciencia, el cuerpo se observó y se diseccionó, se experimentó con él. A la
mente se la pensó, se la analizó. A la enfermedad del cuerpo se la sufría, a la de la
mente se la temía. Sin embargo, a pesar de ese continuo intento de separar la mente
del cuerpo, el problema derivado de esta relación pasó a ser objeto de estudio.
En los albores del siglo XX, a pesar de las reticencias de una actitud científica analítica
a cambiar el concepto de hombre dividido, aparecen estudiosos que empiezan a
reconocer una relación intima entre el cuerpo, la psique y el alma (o espíritu). El
cuerpo ya no es únicamente una máquina en buen o mal funcionamiento, a la que
hay que mantener y “engrasar” de vez en cuando, ya no es sólo un instrumento, y
empieza a concebirse cuerpo y mente como una unidad. Aunque se siguen
estableciendo categorías y distinguiendo entre sensaciones y percepciones; afectos
( sentimientos, pasiones, y emociones); y pensamientos (imaginación y razón),
considerando a más alto nivel la actividad propiamente intelectual del pensamiento.
Un avance en este sentido lo produce la aparición del Psicoanálisis y la figura de S.
Freud, rematando la descentralización del espíritu humano, ya iniciada con Copérnico
al demostrar que la tierra gira alrededor del sol y no al contrario, y continuada con
Darwin al colocar como antepasado del ser humano al mono. Aquellos que colocaban
a la psique humana en las más altas esferas de la espiritualidad ven con asombro
que “es el inconsciente el verdadero centro del pensamiento del hombre”. El
psicoanálisis pone de relieve el papel fundamental que desempeñan las estructuras

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y las significaciones vividas en el cuerpo, en la conducta, en sus obras y en sus


pensamientos más abstractos; confiere al cuerpo y a sus necesidades un papel central
y dinamizante en la conducta. A través del lenguaje se aproxima al cuerpo vivido,
para que sea cuerpo hablado. Con el psicoanálisis se da el salto del cuerpo real al
cuerpo de la fantasía, y del esquema corporal a la imagen del cuerpo.
2. El cuerpo vivenciado

“Uno no se muere cuando se deja ir un poco más allá del punto en el que siempre,
hasta ahora, se había detenido”.
Jean Le Du. El cuerpo hablado.

El siglo XX es el siglo del cuerpo habitado, vivenciado, y no sentido como apéndice.


Se comienza a emplear conceptos como globalidad, integridad, unidad, totalidad,
para hablar de la dualidad cuerpo-mente.
En este sentido es importante citar a Max Scheler, que considera que el ser humano
se diferencia de los otros animales, no porque tenga mente (o alma), sino por el
hecho de que el ser humano es a la vez un cuerpo, y tiene un cuerpo. ”Un animal es
un cuerpo, igual que el ser humano; pero al mismo tiempo el ser humano tiene un
cuerpo, como algo de lo que se puede distanciar subjetivamente, algo que puede
utilizar conscientemente (o inconscientemente) para una finalidad determinada”.
Este distanciamiento es el que le hace aparecer como un ser doble, excéntrico, como
diría Plessner, porque la experiencia que tiene de su propio cuerpo es a la vez 102
condición y objeto. Cualquier manifestación corporal presupone una conciencia por 103
parte del sujeto, lo que crea una distancia entre él y sus acciones corporales. Gracias
a ello es posible que el ser humano haya podido crear los códigos corporales del
lenguaje de mudos, o en el terreno artístico, lenguajes como la danza, el mimo, la
expresión teatral, las performances, y todo lo relacionado con la ocupación de un
espacio y las relaciones que se establecen con él.
Bajo estas premisas de doblez en la integración de la naturaleza humana, de conflicto
en la unidad, el cuerpo recobra su importancia.
Aunque desde la medicina tradicional y analítica se sigue considerando el cuerpo
como el receptáculo de enfermedades y como muestra palpable del envejecimiento
y del deterioro, y mantiene un concepto desmembrador que fragmente y disecciona
al cuerpo en diferentes partes, algo va cambiando. Se sigue curando desde la
parcelación, la lista de especialidades es cada vez más larga, defendiendo, por ejemplo,
que los riñones nada tienen que ver con los oídos (relación establecida por la
acupuntura y la medicina china). La somatización, es decir, el reflejo del efecto de la
mente en la aparición de una enfermedad concreta, las enfermedades psicosomáticas,
no se contemplan como tales más que en el caso de los trastornos mentales. Sin
embargo, se van aceptando desde la propia medicina occidental y científica ideas
de las llamadas medicinas alternativas, como la homeopatía o la acupuntura, que
defienden una unidad y una interrelación constante de todas las partes del cuerpo
humano, incluida la mente. Además de un saber más o menos científico, plantean
una filosofía de vida, donde todo tiene un sentido y un mismo fin. Por otro lado,

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desde planteamientos preventivos, el continuo salud-enfermedad se amplía, no


sólo se habla de salud física y salud mental, sino que se habla de salud social y
comunitaria.
Desde la aceptación de esa indisoluble interrelación del cuerpo y la mente, y desde
una concepción global y no de fragmentación, surgen, desde diferentes disciplinas,
nuevos conceptos que dan al cuerpo una identidad mayor. Desde la Pedagogía y la
Psicología Infantil, resaltando la importancias de la psicomotricidad (con figuras
como Lapierre y Aucouturier) como base del buen aprendizaje y desarrollo
intelectual, hasta la Psicología Clínica, y, como dijimos antes, el Psicoanálisis, aportando
conceptos como Esquema Corporal ( entendida como la representación consciente
de nuestro cuerpo y su posición en el espacio), Imagen Corporal ( que sería la vivencia
del sujeto de una manera diferencial su propio cuerpo respecto del otro) y
Corporalidad ( o el conocimiento del cuerpo a través del esquema corporal y su
vivencia merced a la imagen corporal). Se entiende al cuerpo como síntoma, como
el lugar privilegiado donde el inconsciente habla. Por tanto, es un conjunto de
significantes, índice de lo real en lo simbólico (M.H.Brousse).

3. El cuerpo educado.

“El cuerpo no es solamente ese instrumento racional al servicio de un pensamiento


consciente. El cuerpo es también, y ante todo, lugar de placer y displacer, reservorio
de pulsiones, medio de expresión de los fantasmas individuales y colectivos de
nuestra sociedad, al servicio del inconsciente, tanto o más que del consciente”.
A. Lapierre y B. Aucoutourier. El cuerpo y el inconsciente.

O el cuerpo enseñado, como diría D. Denis. Reencontrar, reconquistar, rehabitar


nuestro cuerpo perdido. Planteamientos desde una consideración utilitarista de
cuerpo, el cuerpo como objeto. De la misma manera que el concebir el cuerpo
enseñado, entrenado en una serie de disciplinas físicas no deja de ser una realidad
institucionalizada, donde “nuestra educación es en cierta medida el ajuste de nuestro
cuerpo conforme a las exigencias normativas de la sociedad”(M. Bernard). “Un
cuerpo asediado por la palabra, un cuerpo sabio: cuerpo gramática, cuerpo solfeo,
cuerpo cálculo,...”(D. Denis).
Al intentar reencontrar el cuerpo, desde las aulas y desde la Psicopedagogía aparece
la demanda, no de una educación física y de la práctica del deporte, que ya existía,
sino más bien de una Educación Psicomotriz, desde la visión de una educación
pluralista e integradora, desde el planteamiento de un movimiento de renovación
pedagógica, y no solo desde el saber intelectual, sino también desde una educación
por y desde las Artes, donde el cuerpo ya pasa a ser un protagonista , no como
enseñado, sino como enseñante, hablante, comunicante. Una educación donde los
lenguajes se multiplican.
Se concibe la Psicomotricidad, pues, como el estudio y la práctica del conocimiento
y del control del propio cuerpo, puesto que éste es el puente entre el sujeto y el
mundo exterior. Las relaciones que se establecen entre el individuo y el espacio, lo
que le rodea, se materializan como manifestaciones motrices, y el sujeto comienza

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a conocer ese real externo a sí mismo a través de las sensaciones y las percepciones.
En palabras del propio André Lapierre:“...colocamos al niño en una situación concreta
que le hacemos vivir en su globalidad corporal, afectiva, intelectual...un lenguaje
común, que va de la vivencia a la conceptualización...”. Intervienen, pues , estructuras
sensoriales, motrices e intelectuales, apoyadas por la afectividad y la maduración
personal. Se defiende que el movimiento es inherente al ser humano , y que genera
placer al efectuarlo, por lo que el movimiento del cuerpo en el espacio y en el tiempo
es una vivencia corporal y afectiva.
En los primeros años de vida infantiles, la escuela ya contempla dentro de su programa
curricular la psicomotricidad como elemento importante del proceso de enseñanza-
aprendizaje y la considera imprescindible para el correcto aprendizaje intelectual
posterior. El problema es que no existe una continuidad, y que, en muchos de los
casos, no se deja que los niños vivan el espacio y el tiempo, sino que se les hace
aprender. Es como si , en el fondo, el cuerpo todavía no ocupar su lugar, sino que se
coloca temporalmente como el sustituto de la mente, del lenguaje hablado, de la
palabra, porque ésta todavía no está. De hecho, en el momento en que los niños y
niñas tienen un dominio del lenguaje hablado, saben leer y escribir, la psicomotricidad
desaparece del programa, y el cuerpo, como mucho, sigue considerándose una
herramienta para alcanzar un conocimiento intelectual y la formación integral de
la persona desde una concepción más humanista queda por hacerse.
Al menos, en los llamados horarios extraescolares y en otros marcos diferentes, como
las actividades de ocio socioculturales, entre otras, aparecen los talleres de Expresión,
la llamada Expresión Corporal. Entendida como disciplina, técnica o arte, la Expresión 104
Corporal hace su aparición en todos aquellos campos donde el Cuerpo está presente: 105
la educación, algunas disciplinas artísticas ( teatro, danza...), las terapias corporales
( masajes de relajación, shiatsu, rolfing, reflexología, bioenergética, técnica Alexander,
Eutonía, Psicokinética...), la Psicoterapia (Gestalt, terapia psicomotora, psicoterapia
autógena...).
Podemos entender la Expresión Corporal como el arte del movimiento que utiliza
el cuerpo humano como elemento de lenguaje, revelando un contenido de naturaleza
psíquica. Esto es, la expresión del pensamiento a través del movimiento, mediante
el cuerpo, con una intención comunicativa. A través de ese movimiento de lo que
se trata es de mostrar lo interior del sujeto, los sentimientos, sensaciones, ideas...
No se trata de una disciplina autónoma, sino más bien un planteamiento de renovación
desde una serie de disciplinas, desde el que se afirma la reapropiación del propio
cuerpo y el derecho a la expresión. Como todo arte, la Expresión Corporal tiene una
parte técnica, a través de la que se conocen las posibilidades de movimiento de
nuestro cuerpo, y una parte de espontaneidad, de creatividad, de originalidad, y, por
tanto, de disponibilidad. Se trata de dejar que se dé la posibilidad de reorganizar
nuestro cuerpo y su relación con el espacio y los otros de manera original, de manera
imprevisible e imprevista, y de estar disponible para vivenciarlo así.
Este proceso creativo en el que se integran movimientos, sentimientos, sensaciones
y pensamientos, lleva a la persona a observarse, a reconocerse , a conectarse consigo
misma, a reencontrarse en sus acciones, después de haberse dirigido al mundo
externo y haberse diferenciado de él. El cuerpo habla, se relaciona, se comunica, a

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través de : una toma de conciencia y sensibilización del propio cuerpo (un trabajo
segmentado del esquema corporal, por una parte, y, por otra, del cuerpo como
globalidad), de la percepción del otro (acercamiento, relación y comunicación
interpersonal), relación con los objetos (vehículos e intermediarios de la
comunicación), de la concepción del espacio y el tiempo ( el equilibrio, la gravedad),
las sensaciones y las emociones. En resumen, el universo interior y el exterior, el real
y el imaginario.
Toda actividad que persiga la integración del sujeto, que trabaje de forma global
con su intelecto, su cuerpo, su afectividad, sus actitudes y sus valores, podría llamarse
de expresión del cuerpo, corporal. Es, pues, permitir la expresión del pensamiento
a través del movimiento con una intención clara de comunicación. A través del gesto
y del movimiento, de las actitudes entendidas como posturas, el sujeto puede mostrar
lo más profundo de la esencia humana. No queda anulada ni sustituida la palabra.
La palabra tiene su lugar, que también es en el cuerpo.

4. Cuerpo, arte y Cultura.

“La regresión no se limita a los hombres. Los hombres no están huyendo de la


masculinidad, sino de la edad adulta ...y las mujeres siguen la moda vestidas con
trajes de muñeca”.
L.S. Kauffman. Malas y perversos.

“El mundo postmoderno se caracteriza por resaltar la diferencia, las minorías, los
fragmentos. Pero se trata de un espejismo; si lo hace es para que todos terminen
unificados en los valores nutricios de la democracia de mercado”.
Angel López Garcia. Lenguaje y comunicación visual.

El semanal de un periódico de tirada nacional hace algunos días publicaba un articulo


con el título de “En busca del cuerpo perfecto”, haciendo referencia a la manipulación
y transformación corporal en busca de una belleza que facilitará las relaciones
personales y con el entorno. También en otro medio de comunicación, una cadena
de televisión privada, en un magazine cultural, se emitía un video-performance de
Orlan, una artista que investiga la interrelación entre el cuerpo femenino y la política
del cuerpo, ofreciendo al espectador, en su arte experimental, su cuerpo en operación
contínua a la búsqueda de una deconstrucción de la feminidad.
Cuerpos maltratados en favor del arte, de la naturaleza, de lo eterno. Estamos en el
apogeo de la cultura somática. El arte es la representación del cuerpo, y asistimos
a un predominio de la imagen (del cuerpo) sobre la palabra. A través de los medios
de comunicación nos vemos bombardeados por reclamos publicitarios que nos
dicen qué hemos de comer para que nuestro cuerpo esté sano, cómo y con qué lo
hemos de asear, qué fragancias y adornos utilizar para que sea seductor, que prácticas
realizar para que esté en forma... Se reclama el cuidado del cuerpo como saludable,
tanto en su forma (estética del bienestar) como en su fuerza (la competición del
deporte). Se mantienen y se actualizan cánones de belleza, elaborados por ordenador.
El cuerpo así, dicen, se acerca a “ lo natural” y se aleja del deterioro, de la muerte. Ya
no sólo el alma tiene atributos de inmortalidad, también la imagen del cuerpo jóven

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se perpetua. En una carrera contra la muerte, la extinción, y en un intento de convertirse


en dios, amputaciones, cortes, dietas, todo vale.Parece que la piedra filosofal, el elixir
de la eterna juventud se haya por fin encontrado.
Nada más lejos de lo real. Convertido el cuerpo en objeto entre los objetos, según
J. Braudrillard, pasa a ser el más hermoso objeto de consumo. El cuerpo sigue lejos
de la mente, a pesar de ser habitado por ella. Continua siendo un cuerpo sabio,
enseñado, hablado; sin embargo, difícilmente vivenciado, escasamente hablante.
Artistas de diferentes lenguajes, desde la performance, la danza, el cine y las artes
plásticas intentan fusionar la dualidad cartesiana de cuerpo y mente exponiendo
el cuerpo como algo que se rebela, mostrando abiertamente las contradicciones, lo
oculto , lo abyecto del cuerpo. La blancura de la piel, las cicatrices de la enfermedad,
la pornografía...una mirada furtiva que nos da a conocer el significado reprimido de
la apariencia. Con sus manifestaciones artísticas no dejan de decir que los cuerpos
se hacen, no nacen, puesto que están mediatizados por la religión, la costumbre, los
tabúes, la tecnología, y el lenguaje. Porque el lenguaje ha de hacer justicia a lo que
somos como cuerpo, más allá de las dimensiones de espacio y tiempo, más allá de
cada cultura en particular. Sin entrar en los avances aportados por la Kinesia y la
Proxémica en cuanto al lenguaje corporal no hablado, y el espacio relacional como
comunicación, a pesar de las diferencias, hay en todo tipo de lenguaje elementos
en común, básicos, definidos por su función de comunicación, además de la
representativa : siempre se da el supuesto de que hay alguien que habla y alguien
que escucha, y es la corporalidad presente de los interlocutores la modalidad
comunicativa originaria (C.Hernández); es el sentido básico, irrenunciable, de todo 106
proceso comunicativo. 107
Como decía Merleau-Ponty, son las relaciones del sujeto en su corporalidad las que
le permiten abrirse al mundo entorno transformándolo en un ámbito interpretable.
El cuerpo es un anclaje de nuestra subjetividad, la constituye. Es más, si podemos
representarnos en la frontera de lo externo y lo interno, en la subjetividad y la
objetividad, es porque la experiencia vivenciada por nuestro propio cuerpo nos lo
permite. “No pensamos nunca el mundo en abstracto sino a partir siempre de las
vivencias que la propia corporalidad induce sobre el mismo. Existir define una esfera
de sentido preobjetiva que sirve de sustrato ineludible a todo pensar”. (C.Hernández).
No cabe, pues, separar el cuerpo de la mente, ni la palabra del cuerpo. Todo lenguaje
es parte de nuestra corporalidad, y el contacto somático es básico, primordial, en
esa relación que permite la comunicación.
5. La corporalidad del clown.

“Nunca obviar lo imprevisto...y nunca dejarse alterar”.


Darío Fo. Manual mínimo del actor.
El payaso como dispositivo de expresión. Como aclara J.B. Bonange (Le Bataclown),
no es solo un registro particular de expresión. Sino más bien un dispositivo específico,
tanto en el sentido de mecanismo para conseguir un fín, como de mecanismo a
disposición del proceso de expresión del si-mismo.

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En cuanto a la Técnica del clown, con mayúsculas, habría que decir que hay muchas
maneras de hacer el clown y muchas reflexiones en torno a su figura. No hay un
manual, una sola manera de hacer. Quizá podriamos destacar, en lo referente a la
cuestión del cuerpo como lugar de expresión, algunos puntos importantes de este
proceso de descubrir el propio payaso que todos llevamos dentro.
Uno de esos puntos es la nariz, esa pequeña máscara, ese punto rojo, hinchado,
luminoso, en el centro de la cara, como un faro, que se mantiene encendido
continuamente y que nos recuerda y nos guia hacia lo afectivo, caluroso, amoroso,
lo divertido de algunos momentos de nuestra vida. Esa nariz que, por el simple hecho
de colocársela pone en cuestión la propia imagen. Nos permite ofrecernos como
desestabilizados, ridiculos, extraños, y, por tanto, desestabilizadores. Nos empuja a
desplazarnos hacia el otro lado, y a ver las cosas de otra manera. A que los otros las
vean de otra manera. A ser el revelador, el espejo de doble fondo.
La mirada es otro punto. Esa mirada que habita al clown, que le mantiene en contacto
directo con el público. La mirada que se cruza con la mirada del público, y le lleva a
lanzar una mirada sobre sí mismo. La complicidad y la presencia de un cuerpo
habitado. La mirada que le empuja a la escucha, a estar receptivo, a dejar que lo
concreto le invada, y tome plena conciencia de todo lo que pasa a su alrededor, y
en sí mismo. La corporalidad en escena.
Una presencia , un estado, el estado de clown , que el actor aspira y le facilita el
proceso de expresión (J.B.Bonange), colocándole en la disponibilidad , en la abertura,
en ese estado de juego, un punto más, que lleva al actor , a la persona, a ese lugar
en el que se está del lado de la infancia, de la fragilidad, de la ingenuidad, de la locura.
Juego que le permite que la energía fluya y se amplifique, que deja abierta la
posibilidad de que las sombras , el extranjero que uno mismo lleva consigo afloren,
siempre hacia lo positivo gracias a esa relación de complicidad y participación con
el público, y gracias al “como si” del juego, que establece la distancia.
Un juego que le permite a la persona-actuante pasar de lo concreto a lo imaginario
del clown, otro punto. Movimiento que le permite estar lo más cercano posible a
todo lo que pasa. A dejar que el mundo sensible cobre razón de ser y de estar. “Un
poco como en el niño que juega, el clown deja salir, del corazón mismo del objeto,
del cuerpo, del espacio, del acto, un potencial imaginario” profundamente enraizado
en lo real. Es el mundo interior a la escucha del mundo exterior, poniendo en juego
sus intimidades, sus sueños. Juego donde la improvisación, otro punto, es la que
permite dejarse sorprender por lo inesperado y darse de bruces contra lo repentino.
Que hace que el momento sea único e irrepetible, y como tal se vivencie.
El proceso de búsqueda del propio clown, a la vez que un proceso creativo, es un
proceso de desarrollo personal, donde la corporalidad encuentra su espacio.

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