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CHARLA SOBRE LA TRADICIÓN OCULTA DEL

ALMA A TRAVES EL ARTE (SAMADHI)

Cuál es el significado de alma

¿Cuál era el concepto que tenian los griegos del alma?


El alma era inmaterial, inmortal, inteligible y eterna. El alma procedía del mundo de las
ideas, donde había contemplado la verdad y la belleza absolutas. Al encarnarse en un
cuerpo, el alma olvidaba su origen divino, pero podía recordarlo mediante la razón
(logos) y el amor (eros).27 jul 2023
El alma es el principio unificador, la forma, que hace que un conjunto de carne,
huesos, etc., sea efectivamente, un ser vivo. Es la causa por la que la materia es algo.
Es el régimen del sentido en el que algo, el viviente, se organiza, no por sí solo sino
porque tiene este principio que lo organiza como tal.
En algunas religiones y culturas sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos.

¿Qué es el alma para la filosofia?


Según algunas interpretaciones, como la de Aristóteles, el alma incorporaría el
principio vital o esencia interna de cada uno de esos seres vivos, gracias a la cual
estos tienen una determinada identidad, no explicable a partir de la realidad material
de sus partes.

¿Qué es el alma en la psicología?


Según la distinción propuesta por Aristóteles, el alma es entidad en la medida en que
es entelequia de un cuerpo, es decir, su elemento definitorio. También, hace parte de
una entidad compuesta que es el cuerpo natural que participa de la vida, esto es, un
cuerpo natural organizado.

¿Qué es el alma según Socrates?


“Sócrates fue el primer filósofo en decir que el alma es algo característico del hombre y
es la sede del pensamiento y de los valores morales”

¿Qué es el alma según Platón?


Que el alma es en el hombre lo divino, lo invisible, lo inmortal, lo puro, lo que permite
la contemplación de la verdad, la belleza y el bien, lo que por naturaleza debe en él
imperar.
¿Cuál es el origen del alma?
En otras palabras, el origen del alma se da a partir de un proceso natural, esto es, la
combinación armónica de los elementos (tierra, agua, aire y fuego) que da lugar a
diferentes cuerpos con la potencialidad de ejecutar una diversidad de operaciones

¿Cuál es la función del alma en el ser humano?


El alma del ser humano se considera como la parte intangible que habita en el cuerpo
que nos da la capacidad de pensar y de sentir, es capaz de dar vida al organismo y es
la esencia inmaterial que define al individuo y a la humanidad

¿Qué es el alma para Descartes?


Según la concepción de Descartes, el alma racional, una entidad distinta del cuerpo y
puesta en contacto con el mismo por la glándula pineal, puede o no puede darse
cuenta de las emanaciones diferenciales que los espíritus animales traían a su
alrededor a través de la reordenación de los espacios interfibrilares.

¿Qué filósofo habla del alma?


Aristóteles, De anima, traducción de Guillermo de Moerbeke al latín, 1033. Biblioteca
Apostolica Vaticana. Aristóteles sostiene que el alma (psique, ψυχή) es la forma o
esencia de cualquier cosa viviente; no es una sustancia distinta del cuerpo en el que
está.

¿Por qué el alma es inmortal?


Los seres humanos somos mortales; pero si esta forma sustancial es al mismo tiempo
una cosa en sí misma, una sustancia en sí misma, entonces, al morir cada uno de no-
sotros, se corrompe la materia y sigue subsistiendo el alma espiritual. Y eso es ser
inmortal.

¿Qué es el alma para Kant?


En el fenomenismo de Kant, afín al idealismo y al espiritualismo, el alma, al igual que
el mundo y Dios, es un nóumeno, un incondicionado, al cual se llega por la operación
más alta del sujeto pensante, la razón.

¿Cuáles son las características del alma?


El alma es espiritual, es decir, que está dotada de entendimiento y de libertad, y por
ese concepto independiente, en sí misma, del cuerpo. Es el alma, sin embargo, en
este mundo el principio de nuestra vida orgánica y animal. Tal es la enseñanza de la
Iglesia católica respecto a nuestra alma.
¿Qué pasa con el alma después de la muerte según Aristóteles?
El alma es preexistente al cuerpo y, tras la muerte del cuerpo, retorna a su estado
anterior. Entonces, mientras que el cuerpo es perecedero, el alma es inmortal
(Aristóteles, trad. en 2005, pp. 96-117).

¿Qué significa el alma en la filosofía?


Según la distinción propuesta por Aristóteles, el alma es entidad en la medida en que
es entelequia de un cuerpo, es decir, su elemento definitorio. También, hace parte de
una entidad compuesta que es el cuerpo natural que participa de la vida, esto es, un
cuerpo natural organizado.

Qué plantea el pensamiento renacentista

El pensamiento renacentista se ve enmarcado por la crisis del sistema escolástico y el


intento de recuperar el pensamiento antiguo. En él el ser humano ocupa el centro de
reflexión e interés lo que hace que se considere al renacimiento un período
antropocéntrico
En el Renacimiento también se retomó la tesis del alma del mundo, que fue defendida,
entre otros por Giordano Bruno, que, según un modelo organicista, concibe el universo
como un animal inmenso e infinito, regido por una fuerza motriz infinita: el alma del
mundo.
Desde la antigüedad, el alma se ha equiparado con un hálito que sale del cuerpo al
morir la parte corpórea, con una llama que es un símil del fuego de la vida que, al
apagarse, el hombre muere, o con sombras que vagan en el mundo al no tener
habitáculo en el que vivir.
La principal corriente ideológica era el humanismo, que consideraba al hombre como
el centro y la medida fundamental de todas las cosas (a diferencia del teocentrismo de
la Edad Media, en la que todo giraba en torno a Dios)
¿Que buscaba el pensamiento renacentista?
El humanismo es el movimiento intelectual del Renacimiento, que revaloriza la
dignidad del espíritu humano, enlazando la cultura de la época con la de la antigüedad
clásica. El humanismo es pues, el aspecto filosófico y literario del Renacimiento.
El artículo presenta dos tipos de análisis del alma en la época barroca: el comentario
al tratado De Anima de los Conimbricenses y el misticismo de Fr. Juan de los Ángeles.
Uno institucional, universitario, que tiene como centro de interés la filosofía aristotélica
y la tradición metafísica. Otro, alternativo, con intenciones místicas, no abandona el
enfoque filosófico. Desde la tradición poético-filosófica, alimentada en la escuela
platónica profundiza también en la psicología humana. Ambas propuestas tienen
enfoques diferentes, finalidades distintas pero comparten cosas comunes: buscan la
inteligencia de la vida psíquica por su importancia y se orientan en una relación
pedagógica (entre alguien que enseña y alguien que aprende). Aun así el resultado es
diferente, alternativo.
“El amor a la sabiduría, el papel central del hombre, la profunda religiosidad, la
atención a los autores clásicos, la crítica la aristotelismo y la primacía de Platón, y en
particular la orientación práctica de su filosofía nos lleva por caminos que se
reconducen a través de sus páginas a San Agustín”
3. Hablar de psicología supone hacerlo de un pensamiento en el siglo XVI que conoce
en Juan Luis Vives un precursor de una reflexión sobre el espíritu, una fenomenología
de la existencia humana. Psicología designa así un lugar central en la explicación del
conocimiento y la investigación humana. Es verdad que el papel psicologista del
humanista valenciano, muchas veces reconocido como precursor (al menos in
pectore) del psicologismo del empirismo inglés, pareciera que nos llevar a un contexto
epistemológico que podría escapar a nuestro propósito
“No existe conocimiento de cosa alguna ni más excelsa, ni más sabrosa, ni que mayor
maravilla ocasione, ni acarree más utilidad a las más generosas empresas, que el
mayor conocimiento del alma”

En efecto, en esos años los intelectuales florentinos descubrían el neoplatonismo, una


corriente que, partiendo de la filosofía de Platón, sostenía la supremacía del espíritu
sobre la materia, en un movimiento ascendente que conducía al alma hacia Dios a
través del intelecto y del amor. En 1459, Cosme el Viejo había fundado, en la villa de
los Médicis en Careggi, la Academia Neoplatónica florentina. Allí se reunían
intelectuales como Pico della Mirandola, Agnolo Poliziano y el filósofo Marsilio Ficino,
traductor de las obras de Platón y teórico del neoplatonismo. La adhesión de Botticelli
a la cultura neoplatónica de su época queda representada de manera evidente en sus
cuatro grandes obras de tema mitológico realizadas en la década de1480:La
Primavera, Palas y el centauro, Venus y Marte y El nacimiento de Venus. Lo que hizo
posible estas y otras creaciones de Botticelli fue su relación privilegiada con los
Médicis.

El arte como inspiración según cattiaux

El arte es la más pura culminación del amor a uno mismo; ¡se traiciona a sí mismo y
miente a los demás quien busca complacer a los otros por medio de su arte!
Lanza del Vasto
´.
La libertad del espíritu y del alma es indispensable para realizar la captación y la
proyección artística; es el resultado del equilibrio de las facultades y de las funciones
del ser por la unión interior. Puede decirse que el artista está liberado, cuando se
encuentra libre del miedo a hacerlo mal y de la voluntad de hacerlo bien.
El artista ha de permanecer inmutable en medio de lo movedizo, libre en el mundo,
coadjutor del Dios que crea el Universo.

Al ser la sensibilidad su único medio de comunicación con la creación y al no intervenir


el intelecto más que en segundo lugar como ordenador de la inspiración,
necesariamente, se ha de proteger dicha sensibilidad generadora por el ejercicio de
una ascesis. Ya que la aptitud natural para “sentir”, con facilidad se puede transformar
en sufrimiento, en susceptibilidad, en irritación perpetua e incluso convertirse en
orgullo delirante. Se ha de proteger sensibilidad generadora del artista por el ejercicio
de una ascesis. Por eso insistimos en la utilidad de la práctica de una ascesis del
desapego y del olvido de sí mismo, que se obtienen por la comunicación con los
maestros espirituales y por la meditación cotidiana.
“El genio puede hundirse en la locura, el santo jamás” (Libro Desconocido).
La santidad posee en efecto esa guarda extraordinaria que se llama humildad y que
es la libertad conquistada en medio de las trampas de la apariencia mundana. El santo
no se toma en serio, no se enorgullece de lo que no le pertenece, nada le pertenece
aquí abajo excepto la paciencia de la criatura y la alabanza del creador.
El artista verdadero es aquel que ha arrojado de la boca el fruto del árbol del
conocimiento del bien y del mal, que hace bien lo que tiene que hacer y que no se
preocupa del efecto que produce en los demás; aunque hubiera de morir a causa de
su no conformidad con la visión circundante. El artista explora la vida, se pierde en ella
y se reencuentra en ella.
El artista verdadero es aquel que ha arrojado de la boca el fruto del árbol del
conocimiento del bien y del mal.
En la verdadera obra de arte, como en la creación, no existe el aburrimiento, es la
señal de su común origen divino. El artista, deseoso de adquirir el estado de libertad
indispensable para el logro de la creación artística, ha de imponerse una disciplina
mental de la misma manera que ha de practicar una disciplina artesanal, a fin de
alcanzar la maestría en la expresión física de su arte. Tendrá que luchar a cada
instante para conservar el abandono, la facilidad de improvisación, la fantasía, la
audacia y la alegría que animan la obra de arte.
Deberá mantener presente en su espíritu la única finalidad interior, libre de toda
preocupación concerniente al juicio del público. Tendrá que esforzarse en trabajar en
ese estado de doble visión al que condiciona la verdadera inspiración, la verdadera
poesía del alma, estado segundo que engendra la extrema lucidez, libera la propia
volición y manifiesta la euforia indispensable para toda creación artística.
Tendrá que esforzarse en trabajar en ese estado de doble visión al que condiciona la
verdadera inspiración. Habrá de sustituir la voluntad, la tensión y la aplicación, por los
dones de la gracia, de la intuición y de la sensibilidad, es decir, deberá intentar
mantener durante su trabajo el mayor desapego posible frente al motivo de su obra y
frente a la opinión ajena. Su visión interior deberá primar siempre sobre la objetividad
exterior, a fin de que la sugestión se refuerce al extremo. La inspiración no se ha de
cargar con ninguna regla, con ninguna repetición, con ningún esfuerzo, con ninguna
molestia, con ninguna prudencia, con ninguna economía, con ninguna moral ni con
ninguna razón, ya que el arte es como la boda entre la paciencia y la fantasía, la
imprudencia y el gusto, la improvisación y el orden, lo invisible y lo cotidiano, el
espíritu y el peso del color. Es la más gran audacia unida a la mayor maestría, la
perfecta desenvoltura que raya la locura, pero que nunca se hunde en ella.
El arte que desenreda el caos de la sensibilidad es, ante todo, “espagiria”, ya que
separa y reúne. No posee ninguna razón, es decir, ni porqué ni cómo, y, sobre todo, se
opone irremediablemente a la sensatez y al sentido común. El arte que desenreda el
caos de la sensibilidad es, ante todo, “espagiria”. El artista ofrece todo lo que tiene, a
fin de no ser poseído por nada; renueva la creación para propio placer; su locura se
parece a la sabiduría divina. Crea en el olvido de sí mismo, cuando alcanza el
manantial luminoso del Ser donde todo se hace y deshace perpetuamente.

Por medio de la oración, permanece en contacto con los maestros espirituales a los
que ama, ya que sabe que la inspiración viene de Dios por su ministerio; esto es un
secreto que muy pocos conocen. Ya que pocos hombres saben pedir, como también
son pocos los hombres que saben dar o recibir con amor. Bendigamos, pues, en
nuestros corazones a quienes nos ayudan a ser más libres, es el único
agradecimiento que aceptan y devuelven a la fuente divina, única inspiradora y única
donadora perfecta.
“Gratuidad o muerte”, ya que el arte es libertad, amor, gratuidad, magia y vida.
“Libertad o muerte” para el artista más que para ningún otro hombre; esta fórmula es
peligrosamente cierta durante todos los días de su vida. Mejor aún, lo que debería
decorar con letras capitales los muros de su taller es la inscripción: “gratuidad o
muerte”, ya que el arte es libertad, amor, gratuidad, magia y vida. Primero hemos de
romper nuestra prisión desde dentro, y la liberación vendrá al mismo tiempo desde
fuera.

El Mensaje Extraviado.

Según las enseñanzas del legendario Fulcanelli, el arte gótico es la fuente de


conocimientos alquímicos más importante en la historia de la humanidad, entendiendo
la Gran Obra desde su vertiente interior, como el trabajo del alma orientado a
conseguir la elevación espiritual. En este concepto, las catedrales góticas son libros
abiertos en los cuales podemos leer un mensaje alquímico cifrado, elaborado por los
constructores medievales. Incluso en aquellas catedrales con el ábside orientado hacia
Occidente, y no hacia el Este,como es habitual para que el itinerario del feligrés se
dirija desde las sombras a la luz matinal, se alude a los tres colores emblemáticos de
la Gran Obra: Nigredo (la obra al negro), la primera fase alquímica, que representa la
muerte iniciática del adepto, simbólicamente relacionada con la oscuridad temporal
que experimentan los ojos del visitante al entrar en una catedral; Albedo (la obra al
blanco), recorrido que debe seguir el alquimista para la obtención de la Piedra Filosofal
y que puede asimilarse al peregrinaje a través de las catorce estaciones del Via
Crucis, dado que dicha Piedra también es un símbolo de Cristo; y Rubedo (la obra al
rojo), el renacimiento de la materia purificada, representado por el rito eucarístico y por
los rayos rojos del sol, que entran en el recinto desde Occidente.
Todas estas características, comunes a muchas de las catedrales góticas europeas, se
ven acrecentadas con figuras concretas vinculadas al universo de la imaginería
alquímica, repartidas en capiteles, tímpanos, esculturas y pinturas, a lo largo y ancho
del templo. Así sucede también en el caso que nos ocupa.

Breve análisis simbólico de “La Primavera” y "El


nacimiento de Venus" por Sandro Botticelli

Este tema, el de la interpretación esotérica de una de las pinturas más afamadas del
mundo, no es fruto de imaginerías, sino de haberse reencontrado la clave básica que
utilizó el genial Sandro Botticelli –que por este nombre lo conocemos– para
representar maravillosamente el pasaje del Alma por la manifestación carnal.

¿Qué trata de representar Botticelli en su obra?


El significado filosófico del neoplatonismo es ahora claro: la obra representaría el
nacimiento del Amor y de la belleza espiritual como la fuerza motriz de la vida.
En este Renacimiento podemos ubicar la reaparición de la Academia platónica sobre
las áreas culturales de Florencia y Venecia, con numerosas irradiaciones que llegarían
hasta Roma. Asimismo, el trabajo de los anteriores templarios, cátaros, albigenses y
otras formas de investigación acerca de lo reencontrado de Platón y del mismo
Pitágoras, así como de Homero y Virgilio, promovieron un mundo ascensional, con una
arquitectura del pensamiento y un reflorecer del esoterismo.
Pero como el espacio de que disponemos nos impide historiar, en un solo artículo, los
motores espirituales y psicológicos de Botticelli, volvemos al tema central.
La Primavera es un panel de 203 cm por 314 cm pintado al óleo y temple. Está
depositado en la Galleria degli Uffici de Florencia, Italia; y constituye, junto con otra
pintura del mismo autor, Nacimiento de Venus, lo que los especialistas han dado en
denominar el pináculo pictórico del neoplatonismo renacentista.
Fue pintada en 1477 o a principios de 1478 y fue adquirida por Lorenzo de Pier
Francesco de Médicis, primo de Lorenzo el Magnífico. Su historia, en adelante, es
neblinosa. Su autor murió ya anciano, en 1515, tras muchas vicisitudes que lo llevaron
desde mantener amistad con el Papa Sixto IV hasta con Savonarola.
En los inventarios de los Médicis aparece todavía en 1638. Se dice que en ese tiempo
tenía un “ornamento” (¿marco?, ¿maderas talladas, murales?).
No sabemos por qué La Primavera fue pintada sobre tela y Venus sobre tabla.
Mencionaremos a la vez El nacimiento de Venus, pues es, de alguna manera, la
continuación del cuadro que hoy tratamos; incluso cronológicamente, fue pintado un
año más tarde. Ambos pasan intactos por muchas peripecias, y desde 1815 están en
los Uffici, donde se hallan hoy en día. Un detalle notable es que ambos “desaparecen”
de los comentarios hasta bien entrado el siglo XIX. Pero desde entonces han
suscitado la curiosidad de los estudiosos, especialmente La Primavera, pues
documentaciones encontradas y estudiadas a partir de 1945, la muestran como un
cuadro-síntesis de todo el movimiento platónico o neoplatónico que sacudió el
Renacimiento italiano. Una carta de Ficino exhorta a su discípulo ideológico, Botticelli,
a interpretar su horóscopo, en el cual figuraba una conjunción astrológica de Mercurio
con Venus. Incluso se ha llegado a pensar que el cuadro encierra un antiguo “Misterio”
Iniciático, recobrado por aquellos platónicos, los que, tal vez, tuvieron acceso a libros o
a fuentes tradicionales que las luchas religiosas de la Reforma y Contrarreforma, con
su caza de brujas, habrían forzado a sepultar.
Hay un episodio escrito por Ovidio en el cual la ninfa Cloris es atrapada por el viento
frío Céfiro; ella escapa y, convertida en engendradora de flores, toma el nombre de
Flora o Venus-Armonía. Habla de Eros y de la transmutación a través de las gracias
hasta la “remeatio” o regreso a la situación primordial-espiritual de la que cuidará el
Mercurio órfico, quien guiando a las Almas de ultratumba, las lleva al Éxtasis de la
Trascendencia. Es evidente que lo que nos muestra la pintura no está lejos, sino muy
cerca de este fragmento clásico.
Últimamente, basados en fuentes autorizadas italianas, se da la siguiente
interpretación esotérica de la pintura:
El cuadro está dividido en dos laterales, con un centro presidido por la Venus-Madre o
Diosa del Amor. A extrema derecha vemos la representación azulosa del viento Céfiro,
que trata de asir a la ninfa Cloris, la cual, capturada, emite flores: es la fuerza del Amor
que la persigue, la anima a dar a luz flores y bajo esta nueva energía se transforma en
Flora: la Belleza. Céfiro sería el equivalente al Karma que empuja al Alma
inexorablemente hacia el mundo manifestado, representado por el bosquecillo-jardín.
Cloris, cuyo nombre es el del color blanco, es símbolo del Alma pura… pero también
del frío del invierno. La semilla estaría presa en la tierra invernal como el Alma en el
cuerpo material, desangelado.
La Primavera es Floris. Es la misma Alma (el cuadro debería mirarse de derecha a
izquierda y es la secuencia de una misma cosa), pero ya florecida y que, por
superabundancia, da sus flores, de las que tiene las manos llenas. Es el Alma humana
que despierta al Mundo Espiritual. No olvidemos que, según los alquimistas, la
primavera es la época del año más propicia para empezar la Gran Obra: la
transmutación del Plomo en Oro Espiritual.
En la segunda mitad del cuadro vemos a las tres gracias, bendecidas por Venus. Esta
deidad del Amor es la central, domina el pasado, el presente y el futuro; es el eje de
todo. Es el Amor Platónico, que domina todo lo manifestado y se plasma según la
necesidad y el grado de conciencia de cada uno. En este “Paraíso”, Venus ocupa el
lugar donde en la Biblia figura el árbol del bien y del mal.
En cuanto a las tres gracias: la de la derecha es Pulchritudo o la Belleza; la del centro
es Castitas o la Castidad, y la de la izquierda es Voluptas o el Placer, la Voluptuosidad.
Voluptuosidad y Castidad están unidas a Belleza, pues cada una de ellas contiene
belleza en su plano de acción, en el sentido platónico de la Estética como una forma
de la Felicidad, de la cual otra forma es la Ética. En la pintura, Voluptas mira
solamente a Pulchritudo, pues en todo lo que es bello hay una forma de placer y es
una de las posibilidades que Venus da al Alma-primavera.
La Castidad, Castitas, es asimismo bella, pero desde el cielo, en el centro, le apunta
con una flecha incendiaria un Eros ciego. Eros ocupa esta posición pues, como dice
Hesíodo, es el más antiguo de los Dioses. Es la Gran Fuerza que hizo que todo
empezase a moverse (no olvidemos que en los Misterios, lo que sucedía en el
Universo o Macrocosmos, también ocurría en el Hombre o Microcosmos).
La Castidad, inflamada por esta Fuerza de Amor, dará la espalda al mundo (o sea, al
observador) y dirigirá su mirada hacia el Dios Hermes-Mercurio, Maestro de Sabiduría,
conocedor de las Cosas Misteriosas, el cual, con su caduceo mágico compuesto por la
vara central del Poder de los Magos y las dos serpientes (en este caso, con rostros de
dragones alquímicos) de las Fuerzas Complementarias que mueven el mundo y
representan lo blanco y lo negro, lo femenino y lo masculino, etc., disipa las nubes
neblinosas de la ignorancia.
Se sobreentiende que el Alma Florida o Primavera desechará la voluptuosidad y
elegirá la castidad, que la llevará a la muerte de lo manifestado, a la Gran Sabiduría.
Lo que en Oriente llaman Nirvana.
Tal es el ciclo que hemos tomado en su clave iniciática, reflejado en esta maravillosa
obra pictórica en donde todo rezuma belleza, limpieza, luz y amor. Lo mismo pasa en
el otro cuadro sobre el nacimiento de Venus, en el cual la Concha Mágica, la misma
que llevaron durante siglos los peregrinos compostelanos hasta las últimas riberas del
mar, es su barca sin timón y sin remos. El viento hace florecer sus largos cabellos
angélicos, que ella retiene pudorosa, esperando que la cubran con la capa de la
manifestación.
El autor de este trabajo agradece la valiosa colaboración de los representantes de la
Organización Internacional Nueva Acrópolis en Italia, profesores Ettore Realini y Elba
Tejeda. Sería muy positivo que, en todo el planeta, colaborasen aquellos que tienen
acceso a los conocimientos para reinterpretar la herencia cultural que recibimos y
transmitir a las nuevas generaciones una cultura limpia de odios y separatismos que
ayudase a la forja de un mundo nuevo y mejor.

Según el esoterismo, el verdadero arte proviene de nuestro Yo Superior,


transportándonos a los mundos espirituales, mientras que aquello que exalta las bajas
pasiones proviene de nuestro Cuaternario Inferior. Los grandes artistas -conscientes o
no de su digna tarea- han sido verdaderos "canalizadores" del mundo divino y
plasmado en sus obras los símbolos eternos de la Tradición. Joselyn Godwin afirmaba
que "Para quien contempla o recibe la obra de arte, la contemplación de objetos bellos
debería despertar (parafraseando a Platón) la memoria y, finalmente, la percepción de
la Belleza Inteligible que es su fuente. Esta es la finalidad ulterior del arte y de la
artesanía por igual. En las artesanías tradicionales eso se logra por medio de
símbolos, como los dibujos geométricos o los emblemas animales en telas o alfarería,
o los elementos masónicos, cuyo significado se revela en iniciaciones artesanales. En
las artes tradicionales los símbolos son patentes, aunque no todos por igual apreciarán
lo que aquellos significan". Uno de los grandes artistas que entendió esta idea fue
Sandro Botticelli, quien plasmó en sus telas algunas alegorías de la Sabiduría
Perenne.
La obra que podemos observar más arriba es una de sus principales obras y se
titula "El nacimiento de Venus" (1485), inspirada en la mitología grecorromana. En
dicha obra encontramos cuatro personajes utilizados para recalcar los conceptos de
amor, vida y sexo. En el centro del cuadro aparece Venus (Afrodita) diosa del amor
que nace de las espumas del mar, constituidas por el semen y la sangre del dios
Urano, que había sido castrado por su hijo Cronos (Saturno). Venus aparece en una
concha, que alude a las cualidades creadoras de las "aguas de vida". A la izquierda de
la diosa está el viento Céfiro (1), que sopla a Venus dándole la vida. Esta idea de la
vida relacionada al "soplo" o al aire no es nueva ya que aparece incluso en el Antiguo
Testamento cuando Jehová da vida a Adán: "Entonces Jehová Dios formó al hombre
del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser
viviente" (Génesis 2:7). Céfiro tenía como esposa a la ninfa Cloris (Flora en Roma) a
quien secuestró de las Islas Afortunadas, llevándola a Grecia por los aires. Cloris es
quien aparece en los brazos del viento (2) y juntos muestran una cara del amor: el
amor sensual. Según Homero, Céfiro sopla a Venus hasta Chipre luego de su
nacimiento y en ese lugar es recibida por una de las Horas, que la viste para llevarla al
Olimpo. Esta Hora (Tallo) aparece a la derecha de la diosa y simboliza el amor casto.
Esta castidad está representada en el manto que porta Tallo para cubrir la desnudez
de Venus. Tallo era honrada en Atenas por ser la Hora de la Primavera. En este caso
la estación primaveral está dada por las flores que porta Cloris (según la tradición
Céfiro la hizo madre de la primavera) y por la Hora correspondiente, además del
nacimiento que -de acuerdo al simbolismo de las edades- representa el comienzo de
la primavera. Dicho de otro modo, los ciclos de la Naturaleza se repiten en el hombre y
así la primavera simboliza la infancia, el verano la juventud, el otoño la madurez y el
invierno la vejez. Esta relación entre macrocosmos (Naturaleza) y microcosmos
(Hombre)está señalada en la frase hermética: "Así como es arriba es abajo". El
comienzo de la vida relacionado a la primavera es bien conocido por muchos pueblos
e incluso por algunos grupos espiritualistas de la actualidad, quien festejan el "año
nuevo" cuando se inicia dicha estación y la tierra se renueva. Botticelli ya había
incursionado en el simbolismo de la primavera con su obra "Alegoría de la primavera".
De acuerdo con esta pintura, el origen de la vida está dado en la combinación de la
materia (semen y sangre) y el espíritu (el hálito de vida dado por Céfiro).

Notas(1) El nombre Céfiro significa "el que da la vida".(2) Otras versiones relacionan a
este personaje con Aura, la diosa de la brisa.(3) Cabe señalar que existen
interpretaciones alquímicas de la obra, relacionando a Venus con la Materia Prima
Primordial.

EL ANCIANO DE LOS DÍAS. OBRA DE WILLIAM BLAKE

Según Blake, el poeta, el pintor, el músico y el arquitecto actualizan los símbolos de


los textos antiguos y les dan nueva vida. Sin la práctica del arte, la letra mata y
desaparece la posibilidad de la salvación: «Sin una práctica incesante nada puede
realizarse. La práctica es el arte. Si lo abandonáis estáis perdidos». Las sentencias de
William Blake son conscientemente apocalípticas y, en consecuencia, mesiánicas. La
experiencia estética significa poner en práctica aquello que está escrito en el código
del Antiguo y del Nuevo Testamento, y esto quiere decir: realizar el misterio de la
regeneración del hombre.
Según Blake, la función de la creación artística sería la de cumplir lo que propone la
religión, de modo que, por medio del Arte, se pudieran dejara atrás las ataduras de la
muerte. El artista, gracias al Arte, resplandece como un nuevo y divino cosmos, al
igual que Laocoonte, liberado de su cuerpo bruto por medio de las serpientes marinas.
Esta idea es la misma que propone Dom Pernety, el autor del Dictionnaire Mytho-
Hermétiquey contemporáneo de Blake: «Las serpientes marinas son las serpientes
salidas del mar de los filósofos, que disuelven la parte fija del vaso o templo de Apolo
hermético». Las palabras que utiliza Pernety son alquímicas, pero su significado no es
extraño al lenguaje del arte puesto que el impulso y el fin de la creación artística sería,
según el William Blake, el poder manifestar el genio oculto en cada cual. Y eso, en
términos religiosos, equivale a la liberación de Israel y a la realización mesiánica. No
debemos olvidar que, según la historia sagrada, la huída de Egipto tuvo lugar durante
la noche del Pesaj, esto es, durante la Pascua hebrea, fecha en la que el cristianismo
celebra la muerte y la resurrección de Cristo Jesús. El artista, gracias al Arte,
resplandece como un nuevo y divino cosmos, al igual que Laocoonte, liberado de su
cuerpo bruto por medio de las serpientes marinas.
Las propuestas teóricas de Blake eran una necesidad vital para él, sus visiones, como
las de Swedenborg, que tanto cita en sus obras, eran más reales que lo que sus
manos podían tocar. Por eso, su vida interior estaba muy próxima a la experiencia
religiosa, el mysterium tremendum emergía de su corazón con inusitada potencia.
Ahora bien, aquella vitalidad emergente no reconocía su lugar ni su expresión dentro
de las «ceremonias exteriores» de la religión, ni tampoco en los símbolos. En el
romanticismo y en la mayoría de movimientos artísticos posteriores, lo sagrado
buscaba realizarse desesperadamente, sin que, al parecer, encontrase otro espacio
que el de la sublimación artística, con los inevitables peligros que esto conlleva.
A principios del siglo XIX, la inspiración celeste, que en la Antigüedad dictaba a los
profetas, es oída fundamentalmente por los poetas y por los pintores visionarios. La
experiencia estética, su soledad y emoción, se vuelve ajena a las ceremonias. En este
contexto, Caspar David Friedrich, el gran pintor romántico, escribió las siguientes
palabras que han devenido célebres: «Cierra tu ojo corporal con el fin de ver tu
imagen, antes de nada, con el ojo espiritual. Luego, conduce hacia la luz del día lo que
has visto en la oscuridad, de manera que la imagen actúe sobre quien la observe
desde el exterior hacia el interior. El pintor no debe pintar únicamente lo que ve ante él,
sino lo que ve dentro de él; y si no ve nada dentro de sí, que renuncie a pintar lo que
ve fuera, pues sus cuadros serán en tal caso pantallas, tras las que sólo se ocultará la
enfermedad o la muerte» (Friedrich der Landschaftsmaler Gedachtniss).

“Cierra tu ojo corporal con el fin de ver tu imagen, antes de nada, con el ojo espiritual.”

En innumerables ocasiones, desde el romanticismo de principios del siglo XIX hasta la


actualidad globalizada, se ha debatido acerca del valor sagrado de la creación
artística. Definir todas las alternativas que han aparecido durante estos doscientos
años sería otro trabajo, pero, a pesar de todas las discusiones y alternativas, las
propuestas siguen siendo sustancialmente las mismas que las contenidas en las
afirmaciones de William Blake.
El poeta y grabador William Blake es considerado una de las mentes poéticas más
imaginativas y profundas de la cultura europea; sin embargo, son muy pocos los que
han comprendido el significado de su obra. Los ocho ensayos de este libro, la
culminación de más de cuarenta años de investigaciones de Kathleen Raine,
mundialmente reconocida por sus estudios sobre la poesía de Blake, nos revelan, a
través de sus fuentes místicas y culturales, las claves de su complejo mundo espiritual.
Swedenborg se esforzó por eliminar la identificación de la realidad con un orden
material externo. El espacio es una función del cuerpo natural, pero el espíritu humano
es capaz de la omnipresencia de lo no-espacial. Además, no es cierto que Dios sea
espíritu omnipresente mientras el hombre existe en el espacio, puesto que «Dios es
Muy Humano», el universo humano es, asimismo, espíritu ilimitado, al igual que Dios.
Escribe:
«En todos los cielos no hay otra idea de Dios que la idea de un hombre; la razón es
que el cielo en su totalidad, y en cada una de sus partes, tiene la forma de un hombre,
y lo Divino, que está con los ángeles, constituye el cielo; y el pensamiento procede
según la forma del cielo; porque es imposible que los ángeles piensen a Dios de otra
manera. De ahí que todos los que en el mundo están conjuntados con el cielo (es
decir, con los mundos internos), cuando piensan interiormente en sí mismos, es decir,
en su espíritu, piensan en Dios de manera semejante. Ésta es la razón por la que Dios
es un Hombre. La forma del cielo afecta a eso que en sus cosas más grandes y en las
más pequeñas es como sí mismo».
«Ésta es la razón por la que Dios es un Hombre».

El cielo como un todo y cada una de sus partes «tiene la forma de un hombre»; y
porque el hombre fue creado «a imagen y semejanza de Dios», «los antiguos, desde
el sabio hasta el simple» -desde Abraham hasta los africanos primitivos- pensaron a
Dios como un hombre. Esto no es antropomorfismo en el sentido en que la palabra se
usa en la actualidad, como una proyección de la imagen humana sobre el misterio
divino, sino más bien lo contrario: un reconocimiento de la imagen divina impresa en la
naturaleza interna de la humanidad como «lo Humano Divino», para usar el término de
Swedenborg. «Todo es Humano, Todopoderoso, Divino», escribe Blake, y resume la
enseñanza de Swedenborg en un cuarteto:

«Dios Aparece y Dios es Luz / para esas pobres Almas que moran en la Noche, / pero
se despliega una Forma Humana / para aquellos que moran en los Reinos del día».

Estas líneas invierten la visión «ilustrada» que sostiene que a medida que conocemos
mejor el universo como un hecho natural dejamos de ver a Dios en forma humana. El
conocimiento último, según Blake y Swedenborg, es que la Divina Humanidad
contiene el universo. El conocimiento último, según Blake y Swedenborg, es que la
Divina Humanidad contiene el universo. Todas las cosas están comprehendidas en
sus Eternas Formas en el cuerpo divino del Salvador, la Verdadera Vid de Eternidad,
La Humana Imaginación.
Se nos da así una concepción del hombre totalmente diferente a la de la ciencia
materialista: el Hombre en su ser espiritual es ilimitado y no contiene una parte del
universo, sino su totalidad e infinitud. El «cuerpo» de lo Divino Humano no está
contenido en el espacio natural, sino que en sí contiene todas las cosas. Swedenborg
escribe:
«No se puede pensar su cuerpo humano como grande o pequeño, o de alguna
estatura, porque estos son también atributos del espacio; y así él es el mismo en las
primeras cosas y en las últimas, y en las más grandes y en las más pequeñas; y,
además, lo Humano es lo más íntimo de cada cosa creada, pero aparte del espacio».

Swedenborg usa un argumento inusual, si bien convincente, para explicar la


humanidad de lo Divino: que los atributos de Dios serían inconcebibles si no
estuviesen en términos humanos; y dado que Dios sólo es cognoscible en términos
humanos, Él debe, por tanto, poseer atributos humanos:
«… que Dios no podría haber creado el universo y todas las cosas que contiene a
menos que Él fuera un Hombre debe comprehenderlo con nitidez una persona
inteligente a partir del principio de que […] en Dios hay amor y sabiduría, hay
misericordia y clemencia, y también que hay absoluta Bondad y Verdad, porque estas
cosas proceden de Él. Y porque no puede negar estas cosas, tampoco puede negar
que Dios es un Hombre: pues ni una sola de estas cosas es posible si se abstrae del
hombre: el hombre es su sujeto, y separarlas de su sujeto significa negar su
existencia. Pensad en la sabiduría y situadla fuera del hombre. ¿Hay algo ahí? […] La
sabiduría debe tener la forma que tiene el hombre, debe tener completamente su
forma, ni una sola cosa puede existir sin que la sabiduría se halle en ella. En una
palabra, la forma de la sabiduría es un hombre; y porque el hombre es la forma de la
sabiduría, también es la forma del amor, la misericordia, la clemencia, la bondad y la
verdad, porque éstas conforman una unidad con la sabiduría».

Los atributos de Dios serían inconcebibles si no estuviesen en términos humanos.Por


estas razones, argumenta Swedenborg, se dice que el Hombre fue creado a imagen
de Dios, porque es la forma del amor y la sabiduría. No puede ser que el Hombre
inventara a Dios según su propia imagen, pues esa imagen ya está impresa en
nosotros, en nuestro propio ser. El argumento es sutil; y aunque se podría preguntar si
acaso Dios no podría haber creado otros seres y universos aparte del hombre, el
mismo argumento podría aplicarse en todos los casos: cualesquiera que fuesen sus
atributos, también llevarían la imagen e impronta de su creador y origen. Blake, que
había leído con obvio placer Amor divino y Sabiduría de Swedenborg, podría haber
estado pensando en este mismo fragmento cuando se refería a «la Divina Imagen»
Gracia, Piedad, Paz y Amor.
Swedenborg descarta la idea de aquellos que conciben a Dios como diferente de un
Hombre, y «los atributos divinos de otra forma que si como Dios fuera hombre; porque
separados del hombre no son más que fragmentos de la mente. Dios es muy humano,
y a partir de él todo Hombre es un hombre según reciba el amor y la sabiduría». Así
pues

«La Misericordia tiene un corazón humano, / la Piedad un rostro humano, / y el Amor,


la divina forma humana, / y la Paz, el humano ropaje».
«La humana forma divina» no es el cuerpo natural glorificado con idolatría, sino la
forma espiritual de nuestra naturaleza humana. Si se comprende que cuando Blake
escribió estas palabras, tan luminosamente simples, estaba presentando la doctrina de
Swedenborg, resulta totalmente evidente que no hay humanismo implícito alguno en
su asignación de atributos humanos a Dios, el origen y autor de nuestra humanidad.
Swedenborg escribió que «en todas las formas y usos hay una cierta imagen del
hombre» y que «todos los usos, de los primeros a los últimos, y de los últimos a los
primeros, tienen relación con todas las cosas del hombre y correspondencias con él y,
por consiguiente, el hombre, desde una determinada perspectiva, es un universo; y de
forma inversa, el universo visto desde la perspectiva de sus usos es una imagen del
hombre».

Swedenborg concluye que al hombre se le llama microcosmos por esta razón; puesto
que el universo está totalmente presente en cada una de sus partes. O, de nuevo, en
palabras de Blake, «un pensamiento colma la inmensidad». Lo que Swedenborg dice
con su estilo artificioso, y Blake repite en aquello que a sus contemporáneos parecían
delirios poéticos «salvajes», es, de hecho, de extrema sutileza y gran profundidad -la
conciencia humana contiene su universo-. Esto constituye un regreso a la enseñanza
antigua, como se encuentra por ejemplo en el Corpus Hermeticum, de que la mente no
existe en el espacio, sino que todos los espacios con todo aquello que contienen
existen en la mente. Volver a afirmar esta comprensión en la Inglaterra dieciochesca
da fe de una perspicacia tan extraordinaria que sólo puede describirse -y así lo hizo
Swedenborg- como una revelación profética.
En la Grecia arcaica, la poesía se consideró un don sublime y, por eso, se atribuyó a
los aedos un rango social equivalente al de sacerdotes y adivinos. Se pensaba que la
inspiración era entusiasmo, una exaltación del ánimo cautivo provocada por un soplo
divino y, por tanto, una forma de posesión o de canalización mediante la cual los
dioses se hacían presentes, de ahí que el primer deber de todo poeta consistiese en
invocar a las Musas. Platón insiste varias veces en que se trata de una especie de
manía, pero en el Fedro la distingue con nitidez de la locura humana. Puede que el
poeta no sepa lo que dice y sea torpe al explicar el verdadero sentido de sus palabras,
pero está claro que dice mucho más de lo que él sabe por sí mismo de manera
consciente. Esa manifestación del reino espiritual, que traspasa al individuo y lo
trasciende, se realiza mediante imágenes, oníricas o sensibles. Entre los poetas
predomina la escucha de voces –como le ocurría a Rilke o incluso a Mahoma–, y en
cierto sentido es lógico, ya que la poesía es el arte de la palabra y desde su origen
estuvo ligado a la música. Sin embargo, igual que le sucede a los místicos, algunos
poetas también pueden tener visiones. Esto es lo que le sucedió a William Blake y la
razón por la cual ilustró sus poemas con extraordinarios grabados simbólicos,
anticipando el surrealismo con mucha antelación. Gracias a él, por primera vez se
produjo la asociación entre la poesía y la pintura
las visiones de las que estamos hablando no se dan en el espacio ni son intuiciones
sensibles sino intelectuales. A través de ellas, lo eterno irrumpe como un rayo
condensando la colosal energía de la totalidad en un instante que se volatiliza. La
belleza habita en esa endeble frontera que linda entre lo absoluto y lo finito, en ese
punto de contacto entre los dedos de Dios y de Adán en el momento de su creación,
cuando le es transmitida la chispa de vida, según aparece en el famoso fresco de
Miguel Ángel en la Capilla Sixtina:
“Quien así encadenare una alegría
malogrará la vida alada.
Pero quien la alegría besare en su aleteo
vive en el alba de la eternidad.”

De hecho, la puerta de entrada al mundo espiritual se encuentra para Blake en el


entendimiento. Es la imaginación que reivindicarán poco después los románticos
alemanes, apta para descubrir lo universal en las experiencias singulares. Si la meta
de los místicos consiste en negar la propia individualidad y abandonarse a Dios para
unirse a él, no se puede decir que Blake haya sido uno de ellos. Más bien fue un
vidente, capaz de percibir lo eterno no caído en la inmanencia de lo caduco y, de este
modo, captar la totalidad en cada una de las creaciones del universo. Así lo dice en su
poema «Augurios de inocencia»:
“Para ver un mundo en un grano de arena
Y un paraíso en una flor silvestre,
Sostén el infinito en la palma de la mano
Y la eternidad en una hora.
Un Petirrojo en una Jaula
Pone furioso a todo el Cielo
Un palomar repleto de Palomas
Estremece las regiones del Infierno.”

, Blake creó un sistema teológico completo, expuesto en sus Libros proféticos a través
de una intrincada teogonía de cuño original, sobre cuyo significado los intérpretes aún
no se han puesto de acuerdo, en gran medida porque las divinidades fueron
cambiando su sentido simbólico según el poeta avanzaba en la escritura de las obras.
En efecto, El primer libro de Urizen, publicado en 1794, es una cosmogonía a partir de
este dios anciano y ciego, que encarna a la razón decadente, alienada, mera fuente de
opresión. En los primeros versos Blake narra la batalla que la mente divina libra dentro
de sí misma para establecerse distinguiéndose del mundo y, al tratar de construir una
barrera para protegerse de la eternidad, Urizen sufre –como en las cosmogonías
gnósticas– una caída. Tal vez por eso, ciertos comentaristas –entre ellos, Borges– lo
asimilan con el tiempo. En alguno de sus grabados Blake lo representa con un
compás, que le sirve para crear, limitar y medir el universo; en otros, rodeado de libros
y las tablas de la ley, o con redes o cadenas, símbolos todos ellos de las reglas que le
permiten confinar a las personas y que acaban por esclavizarlo a él mismo.
“¡Mirad, una sombra de horror se ha alzado
En la Eternidad! Desconocida, estéril,
Ensimismada, repulsiva: ¿qué Demonio
Ha creado este vacío abominable
Que estremece las almas? Algunos respondieron:
«Es Urizen». Pero desconocido, abstraído,
Meditando en secreto, el poder oscuro se ocultaba.
Los tiempos dividió en tiempo y midió
Espacio por espacio en sus cerradas tinieblas,
Invisible, desconocido: las mutaciones surgieron
Como montañas desoladas, furiosamente destruidas
Por los vientos oscuros de las perturbaciones.”
Jesús fue para Blake su gran inspirador, ya que lo identificó con la imaginación. Así, el
mundo descrito en «Augurios de inocencia», donde cualquier elemento se relaciona
con el universo entero afectando el conjunto con cada una de sus acciones, no remite
al dios tradicional, ese que, en su infinita sabiduría y bondad, difícilmente podría
hacerse responsable de la estupidez y la maldad humana o de la violencia
incomprensible de la naturaleza. Se trata de la divinidad que decide escindirse de lo
eterno para acercarse a lo fugaz y que, embelesada por sus obras, se ama al amarlas,
plena de satisfacción, incluso ante sus defectos. Es la «eternidad enamorada de sus
producciones en el tiempo», a la cual se refieren los Proverbios del infierno, porque en
la precariedad de lo efímero permanece aún ese gesto que anima y da vida a todo el
cosmos, la seña de la absoluta creación, cuyo trabajo silencioso al final hará posible la
redención de lo sensible.
Y esto exige, como es obvio, replantear la cuestión del mal, que es el verdadero
escollo de la teología tradicional y la mayor duda que corroe al pensamiento cuando se
hace coincidir a Dios con el bien. Precisamente, en uno de sus más famosos poemas,
Blake plantea este problema bajo la figura de un tigre:
“Tigre, tigre, que te enciendes en luz
Por los bosques de la noche,
¿Qué mano inmortal, qué ojo
Pudo idear tu terrible simetría?
¿En qué profundidades distantes,
En qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego?
¿Y qué hombro, y qué arte
Pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿Qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?
¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque?
¿Qué tremendas garras osaron
Sus mortales terrores dominar?
Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
Y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿Sonrió al ver su obra?
¿Quién hizo al cordero fue quien te hizo?
Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
Por los bosques de la noche
¿Qué mano inmortal, qué ojo
Osó idear tu terrible simetría?”

Todo el poema es una queja dirigida al Creador que atañe a la presencia del mal en
general y a la contradicción que supone haber incluido en la vida aquello que la
socava: la muerte, la vejez, la enfermedad, el dolor físico, el sufrimiento moral, la
injusticia, el odio o la amargura. Blake lo increpa por su crueldad pero, al presentar
estos aspectos opuestos en la naturaleza, donde la falta de conciencia les quita toda
connotación ética, pone en evidencia el carácter amoral de la Creación concediéndole
plena libertad. La hermosura esplendorosa del tigre, su agilidad y su fiereza no son
gratuitas sino que están ligadas a una geometría funcional que requiere de la
existencia de una presa que terminará por ser aniquilada y devorada. Sólo en el
contraste se explicitan los distintos seres y se definen los valores contrarios, pero eso
no significa que sean reales. Si consiguiésemos purificar «las puertas de la
percepción», veríamos las cosas como son: un fluir infinito. El mundo real es el de la
imaginación creadora, pero vivimos engañados por los sentidos. La teoría de las
emanaciones contribuye a resolver el dilema. Para Blake el dios creador, Jehová,
impone la ley moral y restringe a través de los diez mandamientos, pero es el
resultado de un dios superior, que, a la vez, envía a Jesucristo para redimir a los
humanos, dejándolos libres a través de la imaginación y del amor que todo lo unen.
El concepto de Blake es la facultad del pensamiento ilimitado. Es abrir las puertas de
la percepción (1793) y como una epifanía concebir el infierno y el paraíso que se
dibuja al atravesar al lado en el que se esconden los demonios y sacarlos a bailar para
quitarles lo entumido. Imaginación que trasciende a la razón, que la inventa y la
ilumina. Blake nos muestra la belleza en los ojos del rostro macabro de la realidad,
haciéndonos participes de la cópula entre ángeles y demonios, nos invita a engendrar
la luz que inventa, que crea, que es.
Harold Goddard, el extraordinario crítico de Blake, escribe: “La razón es lo que
distingue al hombre de los animales, lo que le libera de ser un esclavo de sus apetitos.
Nadie puede minimizar esta facultad en tanto que el hombre permanezca víctima de
sus pasiones hasta el punto de merecer a duras penas el calificativo de animal
racional. Pero la imaginación a su vez, es lo que distingue al hombre poético o
sobrehumano del animal racional. ¡Qué calamidad confundirlas! Así como caemos en
el instinto cuando falla la razón, así también caemos en la razón cuando falla la
imaginación. Y por lo general falla, pues el hombre todavía es rudimentariamente
poético o sobrehumano. Entonces parecemos personas con los ojos vendados en su
propia casa, nos movemos cogiendo sillas y tocando paredes, juzgando distancias con
manos y pies, porque la razón como su propia raíz (ratio) indica, es la facultad
calculadora. Aristóteles, que es quien mejor puede definirla, la llama la facultad que
pone fronteras.
Si se depurasen las puertas de la percepción, el mundo aparecería al hombre como
realmente es, infinito” (Blake, 1793), y fue esa misma frase la que inspiró el nombre de
la mítica banda de rock psicodélico The doors.
“Estamos bloqueados de nuestras propias percepciones. Las puertas de la percepción
se han cerrado, los umbrales del sentimiento sellados, los senderos de la sensación
obstruidos, los caminos de la imaginación tapiados, los campos de la consciencia
cubiertos de polución”.
“El progreso traza los caminos derechos; pero los caminos tortuosos, sin progreso,
son los caminos del genio”.
(Blake, Matrimonio del cielo y del infierno., 1793).

Podemos notar que Blake no niega la razón, sino que busca una reconciliación entre
opuestos, lo que sugiere es que tanto la razón como la energía forman parte de una
misma existencia: Sin contrarios no hay progreso. Atracción y repulsión, razón y
energía, amor y odio son necesarios a la existencia humana. (Blake, Matrimonio del
cielo y del infierno., 1793)
LA MELANCOLIA I (DURERO)

“Melancolía, el meditar sobre las desgracias ocurridas, no tiene nada que ver con la
adicción a la muerte. Es una forma de resistencia […]. La descripción de la desgracia
encierra en sí la posibilidad de la superación”
Sebald, descripción de la desgracia

“El Iniciado es un Melancólico”

EXPLORAMOS LAS CUALIDADES DE SATURNO, UN PLANETA CON PROFUNDO


SIMBOLISMO EN EL PENSAMIENTO ESOTÉRICO
Los planetas que conforman nuestro sistema solar no son -o al menos no eran para
los filósofos antiguos- solamente piedras celestes inertes con las que compartimos un
vecindario solar, y con las que estamos conectados solamente por la gravedad u otras
fuerzas físicas. Los planetas son, sobre todo, nodos de significado, grandes
concentraciones de sentido y orden; potencias y arquetipos que constituyen tanto el
cielo arriba de nosotros como el cielo interno de nuestra psique o alma. Esta
interpretación de un cosmos de interpenetración e interconexión significativa requiere
que tratemos a los planetas como inteligencias o, al menos, como energías vivas con
las cuales interactuamos constantemente, de manera consciente o inconsciente. Para
los astrólogos antiguos el cosmos se había forjado a través del número, de un orden
matemático con el cual la divinidad se dividía a sí misma. Una de las principales
divisiones de esta divinidad dinámica -animal divino llamó Platón al cosmos- era el
septenario. Así los sietes planetas eran, cada uno, un aspecto de siete principios
básicos con los que el universo se había creado, como si se tratara una unidad
diversificada.
El sistema astrológico tradicional asoció a los planetas con un cierto elemento, con
ciertos signos astrológicos y con ciertas cualidades materiales, emocionales y
psicológicas. Elegimos hablar sobre Saturno en este caso, porque este planeta tiene
su domicilio en Capricornio, el signo del zodiaco que rige el solsticio de invierno -el
cual ocurre el 21 de diciembre este año-, fecha en la que antiguamente se celebraban
las Saturnalias en Roma y las fiesta del Sol Invicto. El filósofo neoplatónico Porfirio
escribió que estas fiestas se celebraban justamente porque Capricornio "es la puerta
de los dioses (o inmortales)". Esto se debe a que en el esquema de Ptolomeo, en el
cual está basada la astrología (y también el esquema hermético), el cosmos está
formado por siete esferas planetarias, siendo la más baja la Luna (la cual rige Cáncer
"la puerta de los hombres"), la cual marca el ingreso de un alma al mundo material, y
la más alta la de Saturno, la cual marca el regreso de un alma al mundo espiritual o a
la octava esfera, la de las estrellas fijas (en el descenso del alma el orden se invierte y
Saturno es la primera esfera). Notablemente, además, este 19 de diciembre del 2017
Saturno ingresa, en su movimiento aparente zodiacal, a la constelación de
Capricornio, signo donde residirá por tres años y donde se encuentra en plenas
facultades. De alguna manera el espíritu del tiempo saturnino enfatizará el tema de la
moderación, el orden, la disciplina y la importancia de construir una estructura sólida.
Saturno es un planeta de una belleza enigmática, fría y distante. Para los astrónomos
y astrólogos antiguos era el séptimo y último planeta de nuestro sistema solar, aquel
que yacía en el límite, en la fronteras de lo desconocido. Y de aquí tomó seguramente
en parte el simbolismo de ser justamente el planeta, la deidad o el arquetipo de los
"límites", aquello que limita al alma humana pero también el guardián mismo de la
puerta al límite de la existencia con la cual se obtiene la trascendencia.
Paradójicamente, Saturno es el planeta del orden y la razón y de aquello que
trasciende la razón y la mente en sí misma. De aquello en lo que todo orden y razón
se aniquila y se aventura al caos, al mar indiferenciado de la unidad, origen de todo lo
manifiesto.
Saturno, además de Capricornio en la astrología tradicional, rige el signo de Acuario y
está ligado al plomo, el metal base que debe de ser transformado en oro. Marca
también la etapa inicial de la gran obra alquímica, conocida como nigredo, en la cual
se obtiene la materia prima para el trabajo de transmutación a través de la
putrefacción. Encontramos una asociación con el elemento tierra ligado a Saturno y el
humor melancólico (bilis negra) y el mismo origen de la palabra alquimia, que algunos
autores toman como una referencia a kheme, Egipto, la tierra negra. Los melancólicos,
enseñó la antigüedad vía un texto seudoaristotélico, son las personas más propensas
al estudio de las artes herméticas. Marsilio Ficino, quien tenía a Saturno como
gobernador de su ascendente, y quien sufrió de episodios depresivos que lo llevaron a
consagrarse al estudio de la filosofía y la religión bajo el auspicio de la familia Medici,
dice de este planeta que "no puede significar la cualidad y el lote común de la raza
humana, sino que marca al individuo que ha sido separado de los demás, divino o
bruto, bendecido o azotado por los extremos de la miseria". Ficino, a quien le debemos
en buena medida la noción popular que liga la genialidad con la melancolía, nos dice
que estamos sujetos a Saturno a través del ocio, la solicitud, la enfermedad, la
teología, el ocultismo, la superstición, la agricultura, la magia y el luto". En cierta
manera, Saturno nos quita la energía que podríamos utilizar para participar en el
mundo común y en las vanidades bajo el Sol, para llevarnos a las profundidades del
alma.
En la astrología antigua se habla de Saturno como uno de los dos grandes maléficos
junto a Marte y generalmente es temido como se teme el castigo de un padre
inexorable. El astrólogo John Frawley asocia a Saturno con la energía de la
contracción, algo que también lo liga con la tierra y por supuesto a la etapa de
recogimiento invernal, el frío, la reflexión, el aislamiento. El astrólogo Austin Coppock
considera que la palabra clave de Saturno es la "estructura", el viejo Padre Tiempo es
quien provee el esqueleto para poder construir nuestras vidas de manera íntegra y
conforme a la ley (Saturno está asociado a los huesos en la anatomía según la
astrología y según la medicina china al bazo y al estómago). La astrología moderna le
ha dado el apelativo del "Señor del Karma", en tanto parece ser la autoridad máxima
que distribuye los castigos por los actos que desobedecen las leyes de la naturaleza.
Se dice también que Saturno es el destructor de la ilusiones y ahí donde aparece hace
que se muestre la realidad lo que, por nuestra fantasía y nuestra falta de aceptación,
nos parece tan negativo, cuando también podríamos pensar que al mostrarnos
nuestros defectos y obligarnos a enfrentar nuestros problemas en realidad hace el
bien. Saturno, nos dice John Frawley, es el planeta de la justicia, una justicia no sólo
mundana sino en su aspecto cósmico superior.
El día de Saturno es por supuesto el sábado y no ha de extrañar que fuera ligado en la
religión judía con la divinidad suprema. Saturno tiene su exaltación en el signo de Libra
y su detrimento en Cáncer y Leo (los signos opuestos de Capricornio y Acuario). Esto
quiere decir que después de Capricornio y Acuario, Libra es donde Saturno se siente
más cómodo; Cáncer y Leo es donde se encuentra afligido. Ficino recomienda templar
un exceso saturnino o una aflicción utilizando la gracia de Júpiter para mitigar la
influencia funesta de Saturno. Esto se puede conseguir utilizando hierbas, talismanes,
música u horas del día consagradas a Júpiter.
Entre las grades mentes que han nacido con un Saturno prominente podemos incluir,
además de Ficino, a Platón, a Kepler y a Newton, entre otros.
El hombre saturnino, como muestra la famosa pintura de Alberto Durero, es solitario,
meditabundo, seco, arisco, pero dedicado pacientemente a un trabajo que lo hace ir
más allá del mundo material hacia el mundo espiritual infinito. La melancolía que lo
asola es un veneno pero también es una medicina, le hace desencantarse de los
placeres mundanos y dirigir su particular genio a las escalas más alta de la armonía
celestial. Su dominio es la matemática, la astronomía, la alquimia y la filosofía en su
forma más abstracta y absoluta.
A continuación presentamos algunas citas de importantes filósofos sobre Saturno:
Marsilio Ficino en "De vita":
Existen tres causas que hacen que las personas de conocimiento se tornen
melancólicos. La primera es celestial, la segunda natura, y la tercera humana.
La celestial es debido a que tanto Mercurio, que nos invita a investigar las doctrinas, y
Saturno, que nos hace perseverar investigando las doctrinas y retenerlas una vez que
las hemos descubierto. Esta, según los astrónomos, es fría y seca, justo como señalan
los médicos es la naturaleza melancólica.
...Pero de aquellos hombres de conocimiento, especialmente los que están oprimidos
por la bilis negra, siendo diligentemente devotos al estudio de la filosofía, retraen su
mente del cuerpo y las cosas corporales y los aplican a lo incorpóreo. La causa de
esto es que, entre más difícil el trabajo más concentración de la mente requiere; y
segundo, que entre más aplican su mente a las verdades incorpóreas, más están
llamados a separarla del cuerpo. Por esto su cuerpo parece como si estuviera
semimuerto y frecuentemente melancólico.
Ficino, "Sobre encender el fuego melancólico":
Es apropiado entonces que temples la bilis negra a su justa manera. Cuando es
moderada, como dijimos, y mezclada con bilis y sangre, debido a que es seca por
naturaleza y en una condición tan rarificada como la naturaleza admite, es fácilmente
encendida; y porque es sólida y tenaz una vez encendida, arde por más tiempo; ya
que es muy poderosa en su concentración.
Manly P. Hall en su "lectura sobre Astroteología":
“Saturno representaba para los antiguos la sabiduría suprema, el poder antiguo que
debía finalmente también devorar todas las cosas que eran menos que él. Así todas
las cosas que nacen de la sabiduría deben de ser devoradas al final por la sabiduría.
Esta es la extraña sabiduría abstracta de la meditación; la meditación de la cual las
cosas nacen y a la cual todas las cosas regresan. Este era un tipo de conciencia que
engendra, pero que sosteniendo y poseyendo siempre obliga a la cosa que ha
engendrado a regresar a sí misma y ser disuelta... Saturno representaba el principio
de la creación que representa a la vez el símbolo de la muerte, pues todo lo que ha
sido creado debe de morir... Saturno era el devorador, el principio de los movimientos
que en sí mismos deben de terminar, era el principio de la separación que es en sí
misma la más grande ilusión y que la final debe de llegar a su fin. Saturno juega
muchos papeles aparentemente en conflicto, pero siempre bajo un principio
subyacente: Saturno es el principio y el fin; el principio de la esperanza y el fin de la
esperanza; Saturno es la muerte y Saturno es la vida eterna, depende de la dirección
del movimiento, puesto que los antiguos creían que de los anillos de Saturno las
almas eran lanzadas al espacio empíreo.”

Noel L. Brann en "The Debate Over the Origin of Genius During the Italian
Renaissance":
Interpretado místicamente dentro de un contexto cristiano, el estado de putrefacción
"negritud" (nigredo), iniciando el proceso de transmutación regido por Saturno según
los alquimistas e identificado con el estado melancólico en su proceso de sublimación
interna, corresponde con la muerte temporal del cuerpo previa a la resurrección en el
más alla.

Henry Cornelius Agrippa en sus "Tres libros de filosofía oculta":


“El humor melancólico cuando es batido, arde y se agita propiciando una locura que
conduce al conocimiento y la adivinación, especialmente si es ayudada por el influjo
celeste, particularmente de Saturno... Por la melancolía, dijo Aristóteles, algunos
hombres se hacen divinos, y otros poetas.”

Macrobio escribe en su "Comentario al Somnium Scipionis" que el alma humana al


descender de la intersección entre las estrellas fijas y la Vía Láctea (el lugar donde,
según Platón, las almas elegían su lote antes de reencarnar): "toma de la esfera de
Saturno la razón y el entendimiento, llamadas logistikon y theoretikion".

En el texto hermético "Poimandres" se dice que el alma en su proceso inverso, al


ascender hacia la octava esfera, abandona ante Saturno "la mentira que tiende
trampas" y atraviesa la Puerta del Caos, ascendiendo por las órdenes angélicas hasta
fundirse con la divinidad.

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