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Hilemorfismo

El hilemorfismo es la tesis que afirma que los seres están compuestos de materia (hyle) y forma (morphe). Con
su teoría hilemórfica Aristóteles contradice a Platón, para quien la forma, las ideas, es lo más importante.

No se trata de una forma física (lo redondo, cuadrado, etc) sino de una forma metafísica (el alma).En conclusión,
todo ser vivo (no solamente el hombre se compone de materia y forma o en otros términos, de cuerpo y alma.
El hombre es un ser compuesto de cuerpo y de alma. Santo Tomás continuará con la visión hilemorfista pero
modificando ciertos elementos. En este caso será su concepción sobre el alma, la cual es una forma sustancial.
Otra diferencia respecto del pensamiento aristotélico consiste en el origen del alma: mientras que para el
estagirita es un principio biológico, para Santo Tomás proviene de Dios. Este origen es lo que le dará al hombre
una entidad distinta a la concebida por el pensamiento griego

Dualismo
La posición dualista reconoce la existencia de dos elementos constituyentes del hombre, pero enfatizando la
primacía de uno de ellos: en este caso del alma como elemento principal y secundariamente el cuerpo. Entre los
antecedentes a citar se encuentra el filósofo griego Platón quien, en virtud de su teoría de los dos mundos
mediante la cual explica toda la realidad, sostiene que el verdadero mundo es el de las Ideas (entendiendo por
Ideas a seres verdaderamente existentes) y que la existencia humana comenzó en ese lugar y por lo tanto, la
condición existencial es ser semejantes a estas Ideas, lo cual significa decir, que el hombre es sustancialmente
alma.

Contemporáneamente, el dualismo se expresa de distintas maneras. Por ejemplo, el problema de la relación


entre la mente y el cuerpo y, en general, entre lo mental y lo físico, o entre lo espiritual y lo material, aparece
prontamente en la historia del pensamiento. La creencia en alguna forma de alma separada o separable del
cuerpo parece presente ya desde los albores de la humanidad, como lo prueban los complejos rituales de
enterramiento de civilizaciones muy arcaicas. En la tradición griega, desde Homero, por lo menos, se concibió la
posibilidad de una psique capaz de tener una cierta existencia independiente del cuerpo. Esta tesis se reforzó
con las creencias en la metempsícosis defendidas por los pitagóricos, y se acentuó con la convicción socrática en
la inmortalidad del alma, defendida también por Platón. Todas estas corrientes manifestaban una creencia en el
dualismo psicofísico, que probablemente es una de las más antiguas concepciones o creencias de la humanidad,
que está en la base de las creencias religiosas y que probablemente tenga su origen, por una parte, en la
extrañeza ante fenómenos como los sueños y, por otra parte, ante el hecho de que los llamados estados
mentales, fundamentalmente subjetivos, no se pueden tratar de la misma manera que los cuerpos, ya que
carecen de peso, volumen, color, extensión, etc., y no parece que puedan ubicarse en el espacio. No obstante, al
lado de estas creencias, otros pensadores habían defendido posiciones no dualistas. Es el caso de los hilozoístas
y panpsiquistas, que consideraban a la materia como capaz de animación y movimiento por sí misma. Entre
ellos, destacan los milesios. Por otra parte, los atomistas y epicúreos, también se opusieron al dualismo y
sustentaron un monismo psico-físico de tipo materialista. Aristóteles también se opuso al dualismo psicofísico,
ya que para él, desde la perspectiva de la teoría hilemórfica, la psique era la forma del cuerpo, que no puede
existir independientemente o separadamente de éste. De ahí que Aristóteles no concibiera la posibilidad de la
inmortalidad individual y concibiese el estudio de la psicología como una rama de la biología.
Históricamente, pues, el problema de la relación entre mente y cuerpo se ha planteado fundamentalmente
siguiendo estas pautas: dualismo psicofísico o monismo psicofísico. Pero en cada una de ellas caben muchas
matizaciones y distintas perspectivas. Así, aunque la mayoría de los defensores del dualismo psico-físico lo han
sido desde la perspectiva idealista o espiritualista (Platón, los neoplatónicos, el cristianismo), también los ha
habido que lo han sustentado desde una perspectiva materialista (algunos que consideran un dualismo mente-
cuerpo, pero afirman que la mente es un fenómeno originada por el cuerpo). Por otra parte, aunque la mayoría
de los defensores del monismo psico-físico lo son desde una perspectiva materialista, también los ha habido
idealistas o espiritualistas. Es el caso del inmaterialismo de Berkeley, por ejemplo, según el cual todo es mental
y, en cierta forma, el idealismo de Hegel, el fenomenismo de Mach y, también, con matices, la monadología de
Leibniz. A su vez, en general, y hasta el siglo XVIII, este problema se ha planteado generalmente desde una
perspectiva simultáneamente filosófica y religiosa.
Pero este problema alcanza su plenitud con la renovación del dualismo psico-físico que surgió a partir de la
doctrina cartesiana acerca de las sustancias. Según Descartes deben distinguirse tres tipos de sustancias: la
sustancia infinita (que identifica con Dios), la sustancia pensante o res cogitans, cuyo atributo es el
pensamiento, y la sustancia extensa o res extensa, cuyo atributo es la extensión. En el hombre es donde se
manifiesta el dualismo psico-físico (el dualismo entre res cogitans y res extensa), ya que Descartes, por una
parte, concibe el cuerpo como una máquina, pero en cuanto que el hombre posee estados mentales, afirma que
está dotado de un alma mental. De hecho, para Descartes la evidencia de la existencia de la mente es el
lenguaje. Puesto que ni las máquinas ni los animales están dotados de éste, Descartes sustenta que no piensan,
y de ahí infiere la tesis mecanicista según la cual los animales son meramente como máquinas. Pero en el
hombre, dotado de pensamiento, el problema que se plantea es el de la relación entre res cogitans y res
extensa, es decir, ¿cómo una substancia meramente pensante e inmaterial puede actuar sobre el cuerpo (y
viceversa)?, ¿acaso el pensamiento puede, por ejemplo, mover objetos materiales? Es decir, ¿cómo es posible
que yo, por el acto de mi voluntad (mental), simplemente queriendo levantar mi brazo (material), pueda
lograrlo?
En las Pasiones del alma, Descartes afirma la existencia de tres tipos de procesos humanos:
a) procesos meramente corporales (como la digestión, por ejemplo),
b) procesos en los que colaboran la mente y el cuerpo (como en la sensación) y
c) procesos estrictamente mentales (como el conocimiento de las ideas claras y distintas).
Para explicar la relación entre cuerpo-mente Descartes recurre a la doctrina, extendida en su época, de los
«espíritus animales»: partículas extraordinariamente pequeñas y sutiles que pasan información desde el cerebro
a los músculos a través de la sangre y los nervios. Pero el centro de conexión entre la mente y el cuerpo es,
según Descartes, la glándula pineal, donde los «espíritus animales» son movidos por la mente. En cuanto que
dichos espíritus animales penetran por todo el cuerpo, la mente está totalmente unida al cuerpo, y no es «como
un piloto en su navío». De esta manera, la posición cartesiana fue la de un dualismo interaccionista, pero su
solución no es satisfactoria ya que se limita a afirmar que en una determinada parte del cerebro, (la glándula
pineal), se efectúa la interacción entre mente (inmaterial) y cuerpo, que sólo es válida para el cuerpo humano.
Pero limitarse a decir (por otra parte, sin prueba ninguna) que existe un lugar en el que se efectúa la interacción
no explica cómo se efectúa ésta, ni tampoco explica cómo algo inmaterial, que por definición no es espacial,
puede interactuar con la materia en un «lugar» (espacial) del cerebro. No da, pues, explicación al problema. Por
ello, los pensadores posteriores intentaron hallar una respuesta más satisfactoria.

Ya en el siglo XX la psicología conductista ha negado la existencia misma de lo mental, para considerar sólo
como objeto de estudio científico la conducta públicamente observable, y ha rechazado tanto el mentalismo
como la introspección. Dentro del conductismo, el autor que más ha contribuido a atacar el dualismo de tipo
cartesiano ha sido G. Ryle, que combate lo que el llama el problema del «fantasma en la máquina», y se opone
también a toda forma de mentalismo. Según Ryle, hablar de la mente como de algo distinto del cuerpo es
cometer un error categorial (como el que cometería alguien que, después de visitar las aulas, los edificios, el
campus, las instalaciones, bibliotecas, etc. de la Universidad de Oxford preguntase «¿dónde está la
Universidad?»). La mente no es una sustancia, sino que está constituida por procesos mentales o disposiciones
para la conducta. Para aclarar la naturaleza de estas disposiciones, Ryle distingue entre el saber qué (knowing
that) y el saber cómo (knowing how), y diferencia entre hechos y disposiciones. Partiendo de ahí concluye que la
mente no es, ni una sustancia, ni un receptáculo, sino un conjunto de disposiciones conductuales y, por tanto,
no existe propiamente el mundo mental.

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