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Quijote (10/02/2022)
Reflexiones intermitentes
Primera, de fiesta
Noventa años no son nada comparados con los tiempos cósmicos y es de esta
comparación de donde sale la idea de que nuestra vida es muy corta, efímera; pero si
contamos desde nuestros cuerpos finitos, es un motón de tiempo. Veamos.
Noventa años son 32.850,5 días, 788.940 horas, 47.336.400 minutos y 2.840.184.000
segundos, es decir, tiempo suficiente para llenar nuestra memoria de abundantes
recuerdos ¡Cuánta vida! Pero la cultura eurocéntrica ha formateado nuestro cerebro
para que no retenga lo “pequeño” sino lo “grande”, consecuencia del dualismo
jerarquizador infinito/finito que heredamos del monoteísmo: un solo dios absoluto y sus
innumerables creaturas dependientes. Dualismo puro: Él lo es todo y nosotros somos
nada.
¿O sea que para poder pensar estamos condenados a olvidar la mayor parte de lo que
ocurre en los días, minutos y segundos en los que transcurren nuestras vidas? ¿O sea
que las funciones básicas de nuestro cerebro están inevitablemente impulsadas a
desechar, olvidar lo particular, para abstraerse y poder pensar?
¡Coño, piensa! Le exigen los padres a sus hijos e hijas cuando están enredados en
algún problema concreto, y no son hegelianos. Las instituciones escolares están
diseñadas para “enseñarnos a pensar” y en las religiones, poli o monoteístas, está la
búsqueda individual del encuentro con un ser superior, con la energía eterna, etc.
¿Será esta la causa de la búsqueda invariable de “lo universal” o de la “universalidad”
tanto en las filosofías eurocéntricas como en las descoloniales? En definitiva, pensar
es trascender lo inmediato del dato para abstraer sus detalles y llegar hasta su
“esencia”, algo así como desechar el roce con la piel ajena para poder pensar en la
humanidad. ¿Será por esto que decimos con nostalgia “Recordar es vivir”?
¿O sea que por muy descoloniales que seamos es imposible escapar a este dualismo
jerarquizador entre pensar y recordar? ¿O sea que el dualismo no es exclusivamente
eurocéntrico sino que está en la base neuronal de la corporalidad sentipensante
humana?
Minelia, gracias mimaestra, por ayudarnos a recordar donde, cuando y con quienes
aprendimos a pensar.
Gente de a pie y de a carro, llegados de los llanos, los andes y las costas venezolanas
y caribeñas, unos legales y otros ilegales, buena y mala gente, gente con mucho, poco
o ningún dinero, unos que vivían del comercio y otros del trajín y la maroma comercial
y entre toda esa gente estaban los “caleteros”, los que descargaban los camiones a
brazos, piernas y espaldas desnudas ¡Eso sí era tracción de sangre!
Mientras bajaban la carga del camión se salían de sus recipientes papas, cebollas,
tomares, brócolis, zanahorias, etc., que formaban un “reguero” que apartaban con los
pies para no tropezar. Al comienzo, los dueños de la mercancía no les permitían que
se lo apropiaran, pero, conciencia trabajadora mediante, los caleteros de organizaron y
decidieron dejar la vaina así para ver quiénes bajaban esos sacos y huacales de entre
50 y 70 kilos…
Así es esta Escuela de Sabidurías, recogemos lo menudo que cae de los grandes
camiones del pensamiento académico eurocéntrico y descolonial y lo mezclamos con
otras menudencias que recogemos de las calles de nuestra memoria y de los
recuerdos y sugerencias de algunas y algunos de quienes participan en este “chat” y
quieren y desean pensar… ¡Se han visto vainas!
Hasta la próxima clase. ¡EN UNA PAN O PLANDEMIA NUNCA ESTARÁ DE MÁS
CUIDARSE… O POR LO MENOS NO DESCUIDARSE!