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Escuela de Sabidurías 2022 (32)

Quijote (10/02/2022)

Reflexiones intermitentes

Primera, de fiesta

El pasado 8 de febrero de 2022, cumplió NOVENTA (90) AÑOS nuestra querida y


admirada MAESTRA MINELIA DE LEDEZMA, quien participa de esta Escuela desde
sus inicios y es, tal vez, la participante más activa y reflexiva, por lo que, sin su
permiso, vamos a especular a partir de su larga y productiva vida que hemos tenido el
privilegio de conocer.

Noventa años no son nada comparados con los tiempos cósmicos y es de esta
comparación de donde sale la idea de que nuestra vida es muy corta, efímera; pero si
contamos desde nuestros cuerpos finitos, es un motón de tiempo. Veamos.

Noventa años son 32.850,5 días, 788.940 horas, 47.336.400 minutos y 2.840.184.000
segundos, es decir, tiempo suficiente para llenar nuestra memoria de abundantes
recuerdos ¡Cuánta vida! Pero la cultura eurocéntrica ha formateado nuestro cerebro
para que no retenga lo “pequeño” sino lo “grande”, consecuencia del dualismo
jerarquizador infinito/finito que heredamos del monoteísmo: un solo dios absoluto y sus
innumerables creaturas dependientes. Dualismo puro: Él lo es todo y nosotros somos
nada.

Es la tiranía de lo “general” sobre lo “particular”, del “abstraer” sobre el “recordar”. Otro


de los dualismos jerarquizadores de la cultura occidental que, según los estudios de la
neurociencia determina la función exclusivamente humana: pensar, porque el resto de
animales recuerda, pero no piensa. Y ¿Qué es pensar? La neurociencia afirma que:
“pensar es olvidar diferencias, es generalizar, es abstraer, por lo que si recordáramos
todo no podríamos pensar”.

¿O sea que para poder pensar estamos condenados a olvidar la mayor parte de lo que
ocurre en los días, minutos y segundos en los que transcurren nuestras vidas? ¿O sea
que las funciones básicas de nuestro cerebro están inevitablemente impulsadas a
desechar, olvidar lo particular, para abstraerse y poder pensar?

Recordando nuestras clases de filosofía eurocéntrica, sacamos del baúl la tesis


hegeliana de que lo particular es efímero y existe sólo para hacer aparecer lo universal
que hay en él y da como ejemplo algo tan simple como esto: nos comemos un pan de
piquito y al acabarse materialmente porque es finito, queda, vivito y enterito, el
concepto universal, abstracto, de “pan” que puede ser de piquito, árabe, gallego, etc.

¡Coño, piensa! Le exigen los padres a sus hijos e hijas cuando están enredados en
algún problema concreto, y no son hegelianos. Las instituciones escolares están
diseñadas para “enseñarnos a pensar” y en las religiones, poli o monoteístas, está la
búsqueda individual del encuentro con un ser superior, con la energía eterna, etc.
¿Será esta la causa de la búsqueda invariable de “lo universal” o de la “universalidad”
tanto en las filosofías eurocéntricas como en las descoloniales? En definitiva, pensar
es trascender lo inmediato del dato para abstraer sus detalles y llegar hasta su
“esencia”, algo así como desechar el roce con la piel ajena para poder pensar en la
humanidad. ¿Será por esto que decimos con nostalgia “Recordar es vivir”?

¿O sea que por muy descoloniales que seamos es imposible escapar a este dualismo
jerarquizador entre pensar y recordar? ¿O sea que el dualismo no es exclusivamente
eurocéntrico sino que está en la base neuronal de la corporalidad sentipensante
humana?

Minelia, gracias mimaestra, por ayudarnos a recordar donde, cuando y con quienes
aprendimos a pensar.

Segunda reflexión desde el reguero

En el Mercado Mayor de Coche, donde transcurrió parte de nuestra vida, se daba la


comercialización de alimentos más grande de Venezuela (¿Será igual todavía?), ahí
llegaban (y desde ahí salían) camiones de todas partes del país cargados de frutas,
tubérculos, granos, hortalizas, carnes, pescados, quesos, enlatados nacionales e
importados y mucha, pero mucha gente.

Gente de a pie y de a carro, llegados de los llanos, los andes y las costas venezolanas
y caribeñas, unos legales y otros ilegales, buena y mala gente, gente con mucho, poco
o ningún dinero, unos que vivían del comercio y otros del trajín y la maroma comercial
y entre toda esa gente estaban los “caleteros”, los que descargaban los camiones a
brazos, piernas y espaldas desnudas ¡Eso sí era tracción de sangre!

Mientras bajaban la carga del camión se salían de sus recipientes papas, cebollas,
tomares, brócolis, zanahorias, etc., que formaban un “reguero” que apartaban con los
pies para no tropezar. Al comienzo, los dueños de la mercancía no les permitían que
se lo apropiaran, pero, conciencia trabajadora mediante, los caleteros de organizaron y
decidieron dejar la vaina así para ver quiénes bajaban esos sacos y huacales de entre
50 y 70 kilos…

Y se apropiaron del reguero que vendían al final de la jornada y obtenían un ingreso


que era mucho más de lo que les pagaban por descargar cada camión. Surgió así la
figura comercial marginal del reguero, productos que se vendían por la mitad de su
precio de mercado. Y no tardó en aparecer la campaña sucia de los dueños: ¡Es
basura! ¡Está en mal estado!, etc., pero nunca pudieron acabar con él y se extendió
como ventas al detal en las aceras de los mercados municipales.

Así es esta Escuela de Sabidurías, recogemos lo menudo que cae de los grandes
camiones del pensamiento académico eurocéntrico y descolonial y lo mezclamos con
otras menudencias que recogemos de las calles de nuestra memoria y de los
recuerdos y sugerencias de algunas y algunos de quienes participan en este “chat” y
quieren y desean pensar… ¡Se han visto vainas!

Y, modestia aparte, nos sentimos felices como se sentía el “Belleza”, un martiniqueño


de 1:90 mts. y 120 kilos, cuando descargaba un camión de papas en 3 horas y le
quedaban 30 kilos del reguero y nos decía, con la sonrisa que le dio el alias y su
vozarrón lleno de eles: ¡Me le salvó la cena!

Hasta la próxima clase. ¡EN UNA PAN O PLANDEMIA NUNCA ESTARÁ DE MÁS
CUIDARSE… O POR LO MENOS NO DESCUIDARSE!

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