Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
Revista de escritura expresiva :
Descalzos o en chancletas: Maestros en cuarentena
Número uno abril-mayo de 2020
Comité editorial:
Daniel Montoya, Jhonny Lozano, Martha Fajardo
Fotografías:
Daniel Montoya, Marcela Morado, Daniel Lopera,Martha Fajardo, Daniel Giraldo - Wonders,
Leonardo García
Diseño:
Marcela Morado
Año 2020
Universidad de Ibagué
2
ÍNDICE
EDITORIAL ........ 4
El supermerado
Daniel Montoya ........ 6
Tapa-bocas N99
Daniel Lopera Molano ........ 12
Clasificado
Reynel Felipe Gómez ........ 21
Los mangos.
Eder Cervera ........ 22
La silla.
Marcela Morado ........ 24
¿Debemos salvarnos?
Eder Cervera ........ 26
ASFRU HADI.
Alfonso Durán Rincón ........ 32
En cuarentena.
Martha Fajardo Valbuena. ........ 38
CARICATURA.
Daniel Lopera Molano ........ 45
ANTIBIOGRAFÍAS ........ 46
3
EDITORIAL
Querámoslo o no los profesores universitarios somos punto de referencia
para nuestros estudiantes. Mientras caminamos por los pasillos de la
universidad o cuando entramos al aula o aún en las cafeterías nuestro cuerpo
encarna un saber, un modo de ser en el mundo. Y así tiene que ser, lo es
desde los tiempos griegos cuando se escogía al mejor de los esclavos, al más
cercano al ideal, para que fuera quien se encargara de llevar y acompañar a
los niños a recibir su instrucción física y, de paso, a formar silenciosamente
con el ejemplo.
4
5
El supermercado
Daniel Montoya
6
Ahora no se abre ante mí al final de un pasillo, como en otras ocasiones, la
dirección en la que yo me veía allá, a lo lejos, con diez años acompañando a
papá a hacer mercado. En la plaza no había carritos de metal y debíamos cargar
las bolsas en el hombro por largos trayectos. A mí se me desollaban los dedos
y los hombros, pero no me quejaba. A veces papá pagaba por unos carritos
humanos: unos hombres flacos, desgreñados y sucios, algunos de mi edad, que
levantaban las bolsas como si solo llevaran algodón. ¿Qué será de esos carritos
humanos? ¿Ya se habrán oxidado? ¿Seguirán atrapados en la pecera sin saber
que hay otra vida donde pueden ser quizá más necesarios o más inútiles?
Ya no tengo tiempo para cruzar por ese pasillo oscuro del supermercado, donde
me veo allá en el fondo con mi papá. No. Ya no tengo tiempo para eso, debo
comenzar a comparar.
7
Fuimos postre
y música
Jhony Alexander Lozano Bermudez
8
Siempre les he ofrecido a mis amigos y colegas más cercanos mucha efusividad.
Me gusta saludar de mano y que mi apretón refleje respeto al interlocutor. Mis
madrugadas de los domingos para ver al vendedor de libros de Jorge Duque
Linares me instalaron la necesidad de saludar mirando a los ojos, de hablarle
cerca a la gente, de abrazar con fuerza a los que quiero. En el Murillo Toro me
he estrechado en carnes con frenéticos pijaos que se sentaban cinco filas más
abajo. Hinchas sin rostro a los que abracé con fuerza mientras el Tolima jugaba a
ser grande. Todas esas imágenes parecen tener ahora unos tonos sepia. Saben
nostalgia.
9
tener fobia a todos. Los estornudos serán imperdonables, los resfriados nos
instalarán ansiedades feroces, evitaremos abrazar a los abuelos. ¿Cómo va a
poder ser mejor un mundo en el que no podemos darle afecto a los viejos?
10
11
Tapa-bocas N99
Daniel Lopera Molano
La prensa virtual registraba los hechos a partir de una cámara pública hackeada
desde un servidor remoto para convertirla en periodismo aséptico. La “limpieza
de la noticia”, era el mensaje promulgado por los medios de comunicación.
La programación de cada cámara estaba minuciosamente diseñada para que
identificara aquellos gestos en las caras de las personas que contenían una
parametrización de un nivel superior al promedio. En ese instante, la cámara
disparaba la noticia.
12
A Daniel le habían obligado a colocarse el tapa-bocas N99, aprobado por la
Congregación de Diseño Universal (CDU), de tal modo que permitiera leer los
labios para población sorda; con código de identificación global para el registro
único de potenciales contagiados y con amplificador de tos para delatar
al infractor. El modelo también venía con adición gratuita de una alarma de
proximidad que conectaba directamente al cuadrante más cercano y con display
de temperatura corporal para población covifóbica.
La política incluía, como primera medida, que los ciudadanos fueran sometidos
a tests de inteligencia de mercados. Aquellos que superaban más de 127
puntos en las 18 pruebas on-line, podían acceder al pin de entrevista para la
evaluación de Idioma Extranjero Prioritario (IEP). Una vez desarrolladas las
pruebas, se debía esperar en confinamiento por los resultados, exactamente
114 días reglamentarios – días hábiles y sin incluir posibles paros virtuales del
sector público. Algunos, necesitados, pero con dinero restante, optaban por
el Estudio Acelerado de Pruebas (EAP) que entregaban en 40 días, adjuntando
13
pagaré en blanco, por si acaso no superaban los 127 puntos del examen y
debían exponerse a trabajar en los entornos de alto riesgo de Covid o, llamados
por el Ministro de Seguridad como ECAs, Entornos de Contagio Asegurado. En
los barrios más exclusivos, los resultados llegaban en 4 días a la puerta de cada
casa incluyendo ya el certificado CIPRE clase 1A (Ciudadano Priorizado para
Reactivación Económica de clase exclusiva) que los acreditaba para acceder
a los Ambientes Controlados Libres de Covid (ACLIC). Grandes hangares por
sectores económicos, totalmente asépticos, y organizados por roles jerárquicos.
Los roles iban de clase 1 a clase 5. La clase 1A correspondía a los jefes.
14
Aun siendo registrado como ciudadano priorizado, Daniel había sido degradado
al nivel 5D, considerado por la autoridad competente como sujeto de revisión
por personalidad inconsistente. Cabe anotar que durante el proceso de registro
de pruebas surgieron varias identificaciones de ciudadanos muertos hace más
de una década, pero que, regresando de ultratumba, recibieron kits. Eso no evitó
que el presupuesto gubernamental se radicara con el sello de “ejecutado”. Esos
kits, en su mayoría, eran los que contenían las gafas mencionadas. A Daniel no
le correspondieron las gafas. Por ser nivel 5D le correspondió el tapa-bocas N99.
Desdichado, se colocó toda la indumentaria que contenía el kit. Principalmente,
un overol con capota y guantes incorporados que venía en varios modelos. El
de Daniel venía estampado con un traje azul de saco y corbata, porque, debido
a la crisis, las únicas otras opciones de modelos incluyentes eran de mujer,
niño, anciano o indígena. El kit también venía con un maletín ejecutivo que, al
mejor estilo Transformers, se volvía lavamanos portátil; un metro-lapicero con
aullador para reclamar distancia ante la presencia cercana de personas; un set
de cuatro pastillas para evitar fatiga y enviar señales al cerebro de excitación
laboral; el fabuloso N99 y una guía básica de economía naranja.
Asomándose, al fondo del armario, algo parecía llamarlo. Estiró su delgado brazo
entre los ropajes polvorientos y extrajo un nuevo festín. Como en los mejores
momentos del Movimiento de Confinamiento Emancipatorio (MOCE) un par de
chancletas olvidadas invitaban a Daniel a la desobediencia.
15
Sonata para la
intrascendencia
Reynel Felipe Gómez
I Movimiento: Afuera
Por otro lado, existen quienes creen que la solidaridad es la salida. El arte es el
primero en salir en defensa de lo humano, aquí y allá florecen conciertos en los
balcones, en la red los artistas ofrecen su fuego a la humanidad, cualquier sala
de hogar se convierte en una sala de teatro, obras completas liberadas para
su disfrute. Obras completas liberadas, vuelvo a leer esta frase y creo que el
16
arte siempre ha sido libre ¿quién lo tenía encerrado? Los amigos y familiares se
visitan a través de pantallas, la pregunta ¿cómo estás? parece más sincera ¿nos
estará uniendo un virus que precisamente nos obliga a separarnos?
II Movimiento: Adentro
En casa ahora hay tiempo. Preparo clases, leo un libro que estaba esperando su
momento, escucho un álbum de alguna agrupación perdida en la memoria, con
el primer riff de guitarra me crece el pelo y se me caen los años. En la pantalla
del televisor Jack Nicholson pierde décadas, a él también le crece el pelo, el arte
destruye el tiempo, lo reconstruye a su antojo.
Decía que en casa ahora hay tiempo, rincones silenciosos son visitados por un
trapo húmedo que les devuelve un poco su color original, gavetas y cajones
empolvados me traen recuerdos de viejas épocas, lecturas olvidadas, cartas
recibidas, poemas nunca enviados, recuerdos de viajes que me cambiaron la
vida. No creo que la memoria funcione como una colección de gavetas y cajones,
pero estoy seguro de que estos la alimentan.
Sigue habiendo tiempo en casa, preparo esa receta que hace tanto tiempo
había aplazado. Cocinar mi propia comida cada día, me ha enseñado más de mí
mismo que tantas lecturas. Sigue habiendo tiempo en casa. La vieja consola de
videojuegos, mi gran compañera por tantos años vuelve a sonreír conmigo, nos
recordamos, nos amamos a nuestra manera.
Pasan los días y la casa cada día se llena más de tiempo, temo que en algún
momento no quepamos ambos en casa ¿hay acaso necesidad de hacer algo con
el tiempo? Un día para dormir, sin levantarme de la cama, me enseña algo que
había perdido en algún bolsillo de la infancia. No hacer nada, también es una
forma de ser libre. Y aún sigue habiendo tiempo en casa.
17
hace ver una película cada noche, o leer un libro o ir a un gimnasio, como quien
repite la rutina de cada día para sentir que hizo algo valioso con su vida, o a la
odiosa práctica del turismo que una vez por año nos lleva a conocer un lugar y
colgarlo en las paredes de la memoria, como quien llena un vacío insondable,
con estampitas de un álbum. Me refiero al ocio como la posibilidad absoluta de
no hacer nada, o de hacerlo de manera espontánea, sin otro propósito que el de
permitir que se manifieste el puro goce de ser humano.
Quizás sea tiempo de preocuparnos más por quienes somos, por descubrir qué
es lo que nos hace felices y dejar a un lado el lastre de la productividad. Leer
por amor a las letras, escuchar música por amor a la música, hacer ejercicio por
amor a nosotros mismos, quedarnos tumbados en la cama todo el día por el
puro placer de sentirnos libres de hacerlo, y no seguir haciéndolo todo como una
simple rutina para matar el tiempo, porque el tiempo no es nuestro enemigo, el
tiempo es la vida que se nos va, mientras nos olvidamos de ser felices.
Mi casa sigue llena de tiempo, pero ahora somos amigos, nos hacemos compañía.
18
19
De Ratones de
Fin de siglo*
Daniel Montoya
III
—No se preocupen por el mañana —enseñaba el ratón jefe a su pueblo—, no
se angustien por la vida, qué han de comer o qué han de beber; ni por el cuerpo
ni por vestido. No se aflijan por el mañana. Cada día traerá su propio gato.
V
Aunque ya no quedaban felinos en la casa, el olor a gato era tan intenso, que sus
habitantes todas las mañanas encontraban ratones muertos en los rincones.
VIII
En pleno fin del mundo, un ratón de biblioteca encontró debajo de la cama la
narración del diluvio. Conmovido por el hallazgo del libro que daba por perdido,
inició la lectura. Imaginó la salvación de sus antepasados y la cólera irrefrenable
del infinito. Imaginó el bramido de las bestias y la agonía del mundo; las promesas
y las vanas esperanzas. Al final de la narración, un ventarrón desclavó el techo,
removió los cimientos de la casa, y cuando el ratón llegaba a la imagen de Noé
enviando una paloma a reconocer la tierra, alcanzó a ver la paloma entre la
arena de la tormenta. Por último sintió un tirón que lo obligó a cerrar los ojos.
—Ya bajaron las aguas, pero no los vientos —informó la paloma, después
de haber soltado al ratón en el arca.
20
Clasificado
Reynel Felipe Gómez
Se escriben definiciones
para diccionarios del nuevo siglo
con vocablos que comprenden
que nadie dice sol
sin señalar la luna.
21
Los mangos
Eder Cervera
Fui muy chico, frágil, para trepar por los mangos. Los adultos ascendían para
hacerse brisa, tormenta en las ramas, tomaban y repartían las ambiciones. No
hubo más dignidad que aprender a recoger los frutos rotos del suelo, aprender
a lavar y sorber el jugo abierto del olvido. No hubo suficiente tierra, ni suficiente
tiempo para enseñar el ascenso, los niños tuvimos que hacer cielos en las raíces,
paraísos de hojas secas. El tiempo se hizo presuroso y nos torcieron en jaulas
mientras los mangos crecían. Aprendimos a mirar al suelo en donde cae todo,
donde nace todo.
22
23
La silla
Marcela Morado
Siempre he tenido una atracción por el diseño de las sillas, pero cuando veo una
que de verdad me gusta para mí es como una revelación, es como encontrar un
alma gemela; alguien que esta atrás de ese diseño y que piensa y siente igual
que yo. Entre mis recuerdos de experiencias estéticas y sensuales con sillas
están las sillas de colores; amarillas, rojas, verdes, azules, naranjas, decoradas
con flores y con el asiento hecho de henequén natural de las fondas en los
pueblos de México.
Otra silla maravillosa o más bien sillón, pero individual, es uno tapizado con
un peluche rojo que estaba en casa de mis abuelos en un pueblo llamado
Teloloapan, Guerrero. Amaba llegar y ganar ese sillón y sentirme parte de ese
objeto. Sí, yo soy kitsch como ese sillón.
Amo las sillas, por eso cuando estaba organizando mi espacio de trabajo en
casa pensé en comprarme una silla que me gustará mucho, y la encontré en
uno de esos anuncios que aparecen de vez en cuando en la página de Facebook.
Una silla morada de terciopelo y la podía comprar por internet e ir a recogerla
al Home Center. Podía pedirla para entrega inmediata que creo que era esperar
un día, por supuesto, pagando más, pero no lo hice porque me gusta la espera,
eso hace que cuando tenga ese objeto del deseo sea más feliz.
Para la cuarta semana ya le puse a la silla tres cojines extras, dos en la parte
para sentarme y uno en la espalda, así que la silla ya perdió todo el glamour que
yo veía en ella, aún la amo pero ya estoy pensando en cambiarla. He pensado
en un sillón estilo Luis XVI, tiene un buen espaldar, tiene para descansar los
antebrazos y tiene terciopelo rojo, solo extrañaré las rueditas.
24
25
¿Debemos
salvarnos?
Eder Cervera
Miro todo este problema, miro nuestra capacidad como sociedad, nuestra
capacidad histórica como hombres y me pregunto ¿Cómo terminamos en esto?
Y claro la respuesta parece simple: la corrupción, la guerra, nuestra cultura,
las conspiraciones, etc. Pero más allá de los inmensos temas, en los que día
a día damos vueltas, como tortugas en la pecera, pienso en lo que decía Kant,
la mayoría de edad, que en nuestro tiempo se traduce en autonomía. ¿Qué
tan autónoma es realmente una sociedad que no puede tomar la decisión, ni
ejecutar las acciones, para preservar la vida? Siento que es la pregunta más
importante. ¿Qué tan autónomo es un país agrícola que no puede alimentar a
su propio pueblo?
26
que las personas de mi alrededor, las personas de mi sociedad, son como mi
hijo, solo pueden decidir sobre su confort: si necesitan un televisor, si el celular
es Samsung o Apple, ropa de Arturo Calle o de San Andresito, Zapatillas Nike
de 400.000 o los tenis de 60.000. Pero a la hora de decidir sobre si hay o no
cuarentena las personas solo pueden esperar a que el estado tome la mejor
decisión, y mientras eso sucede apegarse a todos los santos. No hay de otra.
Hay diferentes razones por las que, en Colombia, las personas no pueden
asumir la cuarentena, la más obvia es la capacidad económica, acentuada con
la corrupción y robo de los recursos para la crisis (un tema en el que no me
quiero detener). La pobreza es una forma de romper con nuestra autonomía,
cuando el escenario es morir de hambre o morir por Covid-19 no podemos
hablar de autonomía. Eliges la muerte más distante, la menos traumática. El
sujeto que no tiene que comer difícilmente generara opciones más allá de
sus necesidades primarias. No puede hilar su mente a propósitos comunes
como una cuarentena, aunque lo intentan no pueden. Por otro lado, están los
sujetos que cambiaron su autonomía por el confort, piensen principalmente
en los estratos 3 y 4 (aunque también pasa en estratos 1 y 2) sujetos que
aparentemente tienen un nivel de vida en el que sus carencias están cubiertas.
Sin embargo, las cuotas del banco, el Icetex, el gota a gota, no pueden esperar.
Los que pudieron elegir un modelo de carro antes del 2010. Los que tienen
una vida tan frágil que un mes en una economía coja los tiene contra la pared,
han tenido que dejar el apartamento para irse a vivir con los padres, porque
en cuarentena no se produce lo mismo, porque “alcanza pal mercado, pero no
pal arriendo”. Y por último lo grandes empresarios, los ricos como dirían en la
cuadra, los que tienen la capacidad no solo de afrontar esta crisis y de ofrecer
formas para no dejar caer la sociedad, pero que no son capaces de tener visión,
que no pueden dimensionar la sociedad, y por ende se han quedado llorando
por perder el 15 o 20% de ganancias, porque sus esquemas de negocios son tan
inútiles que no pueden adaptarse. Los grandes, que ante la crisis se comportan
como pordioseros con papá estado, los amantes del capitalismo que terminan
siendo más socialistas que Cuba o Venezuela (y claro hay excepciones, como
Arturo Calle, Cine Colombia, Bavaria, etc., empresas que debemos ayudar a
sacar adelante cuando acabe esta crisis) el asunto, para ser más claros, es que
esta pandemia solo puede ser enfrentada por los países que son autónomos,
y un país es el compendio de sus habitantes. Si no hay un número significativo
de sujetos autónomos el país termina siendo dependiente de otros. Por eso,
mientras los países de primer mundo tomaron la cuarentena prolongada casi de
inmediato, Colombia va dilatando sus decisiones para no enfrentar su realidad.
27
El aeropuerto el Dorado solo se cerró cuando los colombianos asumieron su
autonomía y decidieron hacer presión para lograr la decisión colectiva.
Somos un país con la palabra independencia muy lejos de nuestro ser. No somos
más que un sueño frustrado de Simón Bolívar. Si algo debemos aprender de esta
pandemia es recuperar nuestra autonomía como nación, nuestra autonomía
como sujetos más allá del confort. Porque la libertad no es un sistema binario
de “sí o no, acepto”, sino nuestra capacidad para observar el entorno y entender
cómo mis decisiones se entrelazan con mi comunidad, con mi ciudad, mi país,
mi mundo. La capacidad de ver esa interrelación simbiótica entre el mundo
interno y externo.
28
aliado para que las personas tomen decisiones, para sí mismos y su entorno.
Mas allá de la forma de inicio de la pandemia, el cómo mitigar sus efectos era
la información que se necesitaba, y día a día esta información se amplía. Más
allá de que la OMS tenga diferencia entre gobiernos e instituciones de salud, la
información está al alcance para que cada sujeto pueda tomar decisiones. Mas
allá de las conspiraciones existe la información mínima para entender qué es un
virus. Sin embargo, no tenemos los suficientes lectores para enfrentar este reto.
La mayoría de personas, académicas o no, se quedaron pasmados buscando la
mentira, el engaño y no atendieron a los datos que se les mostraban. Pero el gran
engaño no lo hicieron los gobiernos, sino nosotros mismos, nos autoengañamos.
Con esto no quiero quitarles las responsabilidades a los gobiernos. En Colombia
han intentado engañarnos de nuevo mostrándonos resultados de un aparato
ineficiente de medición de la realidad. Dentro de la comunidad científica se han
abierto bases de datos para que se pueda acceder a los estudios del SARS-CoV
2, los médicos se han puesto la camiseta para explicar lo mejor posible qué
es lo que viven y contra qué se enfrentan. Sin embargo, esto no sirve en tanto
tengamos una sociedad que no puede entender el lenguaje científico. Esto no
sirve en tanto nuestras formas de educación privilegian la productividad y no
el entendimiento del mundo. Nuestra educación no está centrada en formar al
sujeto para enfrentar la sociedad, ni la vida. Nuestra educación busca sujetos
productivos y por tanto tenemos en cuarentena sujetos hiperproductivos
que no saben cómo enfrentar una cuarentena, que no entienden lo que está
pasando. Que solo se encerraron en su casa porque papá estado les dijo que
podían morir, pero no entienden por qué ni el cómo. Entonces, mientras los que
no entienden el cómo, se saltan las normas cada vez que pueden, los que no
entienden el por qué discriminan a médicos y enfermeras.
Creo que en la pandemia no siento miedo, pánico o indignación, más bien una
profunda tristeza porque este mundo se ha obscurecido, porque tenemos las
velas, tenemos los fósforos y sabemos en qué gaveta están, pero no sabemos
como rastrillar el cerillo para que la luz encienda. Sin embargo, en medio de
mi tristeza intento agarrar esos destellos de esperanza que digan que no
estamos perdidos como especie, como nación. Un amigo del colegio tiene una
pequeña empresa y repartió mercados antes que los gobiernos lo hicieran.
Algunas personas dejan mercado en sitios visibles para quienes lo necesiten.
Cuando salgo a sacar a mi perro veo a gente sin hogar recolectando mercado,
en verdad las personas les han ayudado con algunas cosas. Celebro las buenas
decisiones de los políticos, aunque después tenga que criticarlos por robarse
la plata. Hace poco pude compartir algo de alimentos con un señor, le ofrecí
29
desinfectarle las manos y con gran alegría las abrió, sus manos llenas de tierra
me hicieron entender que no serviría de mucho, pero uno debe apegarse a esas
pequeñas esperanzas. Porque al final del día la pregunta no es si la libertad, la
autonomía, se necesitan para salvar este país, esta humanidad, sino ¿realmente
debemos salvar esta especie? ¿debemos salvar este país? Entonces me apego a
mi ingenuidad de poeta, me apego a las pequeñas esperanzas y digo si, aunque
no lo merezcan.
30
31
ASFRU HADI
Alfonso Durán Rincón
Asfru nació en un lugar muy lejano del sur. Recuerda su infancia frente al mar, en
una sencilla y bella casa, junto a Kalindi, su cariñosa madre, una mujer amante
de los libros, la magia y los misterios del mundo, y Ufrik, su alegre padre, un
hombre dado a los chascarrillos y las conversaciones ingeniosas.
Asfru poco sabía del mundo más allá de la playa y algunas aldeas cercanas
que el padre visitaba para vender mercancías y comprar víveres; a veces Asfru
lo acompañaba y era la sensación entre los aldeanos, en especial entre las
aldeanas, que no podían creer cómo existía un niño tan hermoso, despierto y
de buenas maneras. La vida de Asfru transcurría entre lecturas, abrazos, risas
y juegos frente al mar, así como la promesa de Kalindi de enseñarle un día los
principios de la magia, que intrigaba mucho al niño.
Cuando tenía 11 años, todo cambió para siempre. Estaba con su madre en casa
cuando unos extraños hombres aparecieron y comenzaron a hablar con Kalindi
en un idioma que Asfru no entendió; su sorpresa fue grande cuando vio que su
madre les respondía en la misma lengua, sin dificultad. Sin embargo, el pequeño
Asfru no necesitaba entender lo que decían para intuir que no se trataba de
nada bueno. Al parecer exigían que Kalindi los acompañara, aun cuando ella
no lo deseaba. Ufrik estaba fuera; al llegar a casa opuso resistencia, pero los
hombres pronunciaron unas palabras misteriosas y una fuerza lo arrojó lejos,
32
golpeándose muy fuerte en la caída y quedando inconsciente. Paralizado, el
pequeño Asfru vio cómo su madre, entre lágrimas y sollozos, accedía a irse con
ellos para que no lo lastimaran. Un leve contacto de sus manos y una mirada
fue lo último que Asfru recibió de su madre, antes de verla salir por la puerta.
Por culpa del golpe, Ufrik quedó cojo de por vida y poco a poco perdió su alegría y
su carácter bromista. Se volvió taciturno y melancólico y un día dejó de trabajar.
Asfru tuvo que aprender muy pronto a conseguir el sustento para su ambos.
Su carisma y atractivo le ayudaron mucho en ese proceso. Por su parte, Ufrik
envejeció muy rápido y la tristeza lo dejó postrado en una cama. Asfru tenía 18
años y supo que su padre ya no quería vivir más.
Una noche, Ufrik le contó a su hijo la verdad: su madre pertenecía a una estirpe
de elfos magos muy antigua, muy celosa de sus secretos, y nunca aprobó que
su hija se enamorara de un humano. Kalindi y Ufrik huyeron juntos a los mares
del sur y allí tuvieron a Asfru. Pensaban que estaban a salvo. Tras 11 años los
encontraron y estuvieron a punto de matar a Asfru por su condición “mixta”, pero
Kalindi intercedió para que esto no sucediera y aceptó, a cambio, desaparecer
para siempre de la vida de su esposo y su hijo.
Ufrik dejó que la pena se lo llevara al descanso eterno. Esto afectó mucho a
Asfru, quien abandonó su casa y se dedicó a vagar por el mundo, sin un norte
fijo. Asfru decidió ocultar su lado élfico para evitarse problemas, aunque
también por cierto rencor hacia los elfos y hacia la magia, a la que culpaba de
arruinar su vida. Se volvió un vividor. Aprovechaba su encanto para embaucar
a hombres y mujeres de los lugares a los que llegaba. Y en el camino desarrolló
cierta debilidad por el juego y las apuestas.
Pasaron varios años. Anduvo en malos pasos. Un día, en una gran ciudad, una
treta en una taberna salió mal y recibió una paliza tremenda. Se salvó de la
muerte gracias a un hombre que intervino a su favor. Asfru trabó amistad con
este hombre, llamado Gectoul. Pronto este le presentó a sus compañeros.
Gectoul lideraba un grupo llamado “Zilun Raheeb”, con quienes hacía toda clase
de “trabajos”. En este grupo había personas muy diestras en las artes del robo,
pero les hacía falta alguien con las cualidades de Asfru para cautivar y manipular
a otros. Asfru se involucró con este grupo criminal y aprendió mucho de ellos. Se
hizo llamar Imezi. Juntos realizaron varios “trabajos” encargados por siniestros
personajes.
33
Los “Zilun Raheeb” eran reconocidos en el bajo mundo por su falta de escrúpulos
y por Imezi, aquel que parecía no envejecer nunca. Se puso precio a sus cabezas
en muchos lugares. Pasaron 10 años de esta vida sórdida. Entre tanto, Asfru
no olvidaba a su madre. La soñaba a menudo, tal y como la recordaba en su
infancia. A veces sentía que ella lo llamaba. Los sueños se hicieron cada vez más
frecuentes. Asfru se dio cuenta un día del enorme vacío que había en su vida,
así como de la oscuridad en la que se estaba perdiendo. Asfru quiso volver a ver
el sol. Su madre era su enlace con un mundo que nunca había conocido y que,
a decir verdad, tampoco anhelaba. El rencor y el odio a los elfos había crecido
mucho, pero nunca hacia Kalindi, nunca hacia ella. Decidió abandonar a “Zilun
Raheeb” y buscarla.
Muchos años han pasado ya. Aunque consciente del acecho permanente de
su pasado, Asfru ha procurado enderezar su camino. Abandonó las apuestas
y ha usado su ingenio para ganarse la vida de formas honestas: escriba para
los iletrados a escribir cartas; palabrero para conciliar familias en disputa; en
oficios de tesorería y manejo de dineros públicos; en comercio itinerante... y Sin
embargo sabe cuándo puede estar en peligro, y actúa cuando debe hacerlo.
Ahora Asfru tiene casi 60 años, pero luce como un hombre de poco más de 30.
Consciente de las implicaciones de un envejecimiento más lento, Asfru no echa
raíces. Se ha enamorado varias veces, pero ha tenido que emprender el camino
antes de comprometerse demasiado. Se ha vuelto más cauteloso, aunque no es
huraño y es abierto a la conversación... pero solo si considera que vale la pena,
o si le arroja pistas sobre el lugar donde su madre, reclusa de las circunstancias,
aún le espera.
34
***
El anterior texto es un perfil que escribí para mi personaje de una campaña del
famoso juego de rol de fantasía heroica Calabozos y Dragones, que a través de
dados, lápiz, papel y mucha imaginación, es disfrutado por millones de jugadores
en todo el globo. En nuestro caso, jugamos con amigos de Colombia y Austria, y
reemplazamos los elementos tradicionales con herramientas de gestión de juegos
de rol en línea; la imaginación, por fortuna, se sigue usando de la misma manera.
Por lo general, en estas campañas los jugadores viven con sus personajes una serie
de aventuras, guiadas por un director de juego que sabe lo que va a pasar, dónde
ocurrirán los eventos y cuándo se encontrarán con los peligros. Sin embargo, en
nuestra campaña el director de juego quiso tener solo una idea general de los
acontecimientos, por lo que muchas cosas que pasen serán nuevas tanto para
nosotros como para él. Nuestro destino está en poder de los dados, pero también en
las decisiones que tomemos, guiadas por todo aquello que definimos para nuestros
personajes. No es lo mismo lo que yo haría frente a una amenaza en una taberna
que lo que haría Asfru. Una vez que entendemos esta dinámica y la aplicamos a
conciencia, los personajes cobrarán vida y, mientras nos divertimos en el proceso,
nos convertiremos en el vehículo de sus acciones.
35
36
37
En cuarentena
Martha Fajardo Valbuena
La poesía en mi pastor
Nada me faltará.
J.M. Zonta
Hasta hace dos semanas yo vivía en un palacio de tres habitaciones, una sala
comedor, dos baños y una cocina-patio muy cómodas para una sola persona.
No había televisión ni conexión a internet y había tres estantes de biblioteca
distribuidos en cada habitación y alguno que otro arrume de libros. Cuadros
al óleo en las paredes, almohadones, cobijas y diversas cosas tejidas por mí,
muchos móviles de origami, muchas pinzas y artículos para joyería, una mesa
dedicada sólo a este oficio.
Me gusta entrar a mi Facebook; tengo una página con cinco mil seguidores.
comparto asuntos de lectura, escritura, poemas, artículos de promoción de
lectura y videos de pájaros y gatos. Veo los memes y me río mucho, si son muy
buenos los comparto. Ahora entro menos a Facebook. En los memes de los
38
últimos tiempos veo a la gente recurriendo a la imagen del encierro. Casi siempre
los personajes están desesperados. Algunos muestran fotografías de animales
en zoológicos y leyendas que rezan “ahora si saben cómo nos sentimos”.
Para una solitaria como yo es muy difícil entender que alguien vea su hogar
como un encierro. Yo siempre he visto mi espacio como una cueva, como un
rinconcito modesto de protección, como mi paraíso personal. Un espacio tan
mío que casi nunca permito que alguien entre.
Hace unos años, tal vez veinte, me interesé seriamente por el ocio. Estaba
leyendo a los griegos para comprender su concepto de paideia y llegué a una
afirmación que me conmovió profundamente: un hombre es lo que hace en su
tiempo libre.
39
veo media cara. No estoy en mi ritmo ahora. Todo es frenesí. Hay que dar clase,
corregir, dar taller de creación literaria, conectarme con los estudiantes. Atender
a los que llegaron tarde porque no pudieron conectarse. Estoy en época de
poco ocio. No tengo empleada, debo cocinar, lavar, barrer. Algún amigo me dijo
“Espero el próximo libro después de esta cuarentena, ahora sí tienes tiempo
para escribir”. Recuerdo que los griegos podían vivir como vivían, considerando
que era impropio el trabajo manual, que un hombre libre era un hombre ocioso,
porque eran una sociedad esclavista.
40
Un coctel para estas
épocas
Daniel Giraldo Wonders
No tomo licor. El alcohol siempre me sabe a trueno. Este coctel, sin embargo, me
mantiene compuesto. Sus ingredientes son: quince miligramos de Buspirona,
un ansiolítico no barbitúrico; ciento cincuenta miligramos de Venlafaxina de
larga duración y otros ciento cincuenta del fármaco Bupropión, siendo estos
dos últimos antidepresivos de los que inhiben la recapacitación de la serotonina,
pobrecita. Hasta que todas las sustancias y las cadenas de no sé qué químico
orgánico se pongan en armonía con los receptores de no sé qué otra parte, a
mí no se me dejará de correr el champú. Cuando eso pasa, el diablo se coge de
atrás, mi marido se arranca los pocos pelos que le quedan, y los gatos buscan
escondedero.
No sé muy bien cómo funcionan estas pepitas de alegría, pero a través de una
dura psicoterapia semanal —que ahora es por teléfono, comienzo a ver las
razones de mi ansiedad. Lo que me ocurre, lo estoy entendiendo y ese proceso
duele, entender duele. Duele como entender que desde ahora en adelante, y sin
certeza de un final, tocó enseñar en bata, calzón colgado, rulo y chancleta. La
imagen parece idílica, o me parecía a mí que debo conducir mi carrito por entre
tractocamiones durante hora y media para ir al trabajo. Pero bastó con hacer
la lista de las implicaciones logísticas de tamaña imprevista transición para que
se me subiera el volumen de la ansiedad, como quien le sube los decibeles a un
merengue.
Desde ese día, que ya no sé si ocurrió hace tres semanas o tres décadas, no
logro cogerle la comba al palo. Me escribe una amiga que siente que perdió
41
control sobre el tiempo. No le dije que para qué andaba creyendo en cuentos
porque se disgusta y después no tengo con quien quejarme. Parece que mi
desordencito mental está borrando lo poco que aprendí en la universidad. ¿De
qué carajos me estoy quejando yo que me alimento de una economía que tiene
al planeta y la mayoría de sus habitantes en la miseria? Estén muertos o no, los
poscolonialistas mamertos que colecciono se retuercen en sus tumbas y dos
de sus libros caen de mi biblioteca, directo sobre mi cabeza. Después de una
reacción que por vergüenza no consigno, me percato del chichón, del cuerno
incipiente que simboliza mi hipocresía.
Sé qué pomada echarme. Soy doctor. Pero no de los que tienen que trabajar
en los hospitales o donde toque sin la protección adecuada porque así es el
sistema. No. Yo soy de los doctores que recetan libros y conceptos, de los que
tienen una oficina en el departamento de lenguas extranjeras donde el español
es una de ellas. Soy de los que se comieron el cuento, soy de esos imbéciles
que estudiaron por décadas con la esperanza de dejar todo lo aprendido en un
libro y así ganarle a la muerte. Soy de los que año tras año le dice a una clase de
gringos que este idioma es sexista y por eso no se dice gringos y gringas porque
desde que haya un solo él en el cuarto, la clase, la casa, el teatro, el estadio o
el planeta, ellas perderán el femenino. Soy de los que propone una “e” que nos
neutralice a todes y evite la catástrofe de una Real Academia incapaz de llevar la
cuenta de más de dos géneros gramaticales.
Soy de esos doctores que, en lugar de codearse con los renombrados expertos
de su campo de investigación, han usado sus días explicando una y otra vez por
qué porque no es por qué sino más bien ya que, y que para qué complicarse
con ponerle tilde al porqué porque como sustantivo ya no lo usan ni los que se
lo inventaron. Pero, esta pequeña vida que he logrado construir me gusta. Me
gusta repetir explicaciones. Explico la razón: también se repiten las expresiones
de mis estudiantes cuando les enseño algo nuevo. Me gustan sus caras de
I had no idea/no sabía profe, good to know/que bueno que ahora lo sé. Me
gusta decirles en voz baja que al final del semestre les voy a enseñar las peores
groserías del mundo hispano y del francés de Quebec. Me abraza la felicidad
como una antorcha y la cara se me pone como un tomate barbudo cuando une
de mis estudiantes me para en un pasillo y me da las gracias por haberle hecho
leer el cuento del ajolote o el del ahogado.
42
nueve años y ella sesenta y uno cuando le expliqué que la tierra no era plana
y que el sol no giraba al rededor de la tierra sino al contrario. Cómo son las
cosas, ¿no mijo?- murmura ella desde la foto que cuelga a mi izquierda. Y yo le
respondo que sí, que cómo son las cosas, que ahora nos tocó agradecerle al
aleteo de quién sabe qué mariposa caótica por estas semanas de aislamiento
social. Por tener miedo a salir de la casa para comprar pasta dental. Por hacer
extremadamente imposibles los escenarios académicos ya explicados. La peste
nos descuadernó el tiempo y el espacio a los que hemos tenido la fortuna de no
vivir en territorios de guerra y hambre constante.
Sin embargo, aunque esta realidad sea ahora más visible en este país onírico,
yo me seguiré quejando porque lo que toca no gusta. Porque me tocó ver a
mis estudiantes y a mis colegas despedazados en píxeles como en aquella peli
que Daft Punk musicalizó. Los veo distribuidos en coordenadas binarias, en un
plano de chispazos efímeros, de sombras y luces en una caverna peor que la del
mito, porque ésta la conocemos, y a veces conocer, como entender, duele. Miro
el reloj y se me ha ido la tarde en estas líneas. La Buspirona, que es dos veces al
día, debe de estar por perder el efecto y no quiero someter a mi familia a otro
ataque de nervios justo antes de la cena. Es hora del coctel de la soirée. Aquí
está la pepita. ¡Salud!
43
44
45
Da
ni
el
Lo
pe
ra
M
ol
an
o
caricatura
Daniel Mauricio Montoya
Es astronauta de tierra firme. Cree que el planeta es oblongo y se divierte
dejando los escarabajos patas arriba en medio de las carretera. Su mayor
afición es escribir dedicatorias a su esposa y para eso rellena páginas enteras
de cuentos y poemas.
Eder Cervera
Poeta por obligación, editor de plastilinas, perseguidor de fantasmas y
procreador de totoros.
Jhonny Lozano
Vendedor de humo y fanático del fútbol. Empieza veinte tareas al tiempo y no
termina ninguna. Buena memoria para datos inútiles. Barrabrava en redes
sociales, pero cobarde en persona. Cocina rico. Aceptable marido y mal cuñado.
Daniel Giraldo-Wonders
Sabe hornear almojábanas, come rúcula, y usa camisetas de Superman. Está del
lado correcto de la fuerza y pertenece a un gato que lo cuida y le permite dar
paseos caminando sobre el hielo. Su apellido de casado le hace sonreír mucho.
No come arroz con leche.
46
Alfonso
(acrónimo de Androide Lector Fonetizado Operativo en Nodos Sinérgicos
Organizados), también conocido como Alfonso Durán Rincón™, es un robot
creado hace 35 años por el centro de diseño en inteligencia literaria artificial
Rockmoon Games, con la tarea de interpretar y descifrar códigos y signos
escritos de fuentes de diversa índole (por lo general de tipología literaria),
mediados por el sistema óptico y en dirección a su aparato fonatorio, que emite
ondas sonoras codificadas y listas para ser recibidas por los oídos, corazones
y mentes de especies animales de mamíferos primates homínidos, conocidos
como Homo Sapiens, especialmente de edades tempranas. El objeto de esta
tarea ha sido discutido por lectores, escritores, promotores de lectura, docentes
y pretendidos poetas de todas partes del mundo; mientras tanto, ALFONSO
continuará con la tarea para la que se ha programado, quizás en busca de ser
parte de las especies de animales mamíferos primates homínidos conocidos
como Homo Sapiens, especialmente de edades tempranas.
Marcela Morado
Catadora oficial de Coca-cola y kitsch de nacimiento. Su diosa principal es
Chalchiuhtlicue diosa del agua. Hace parte del grupo de los Tlaloques ayudantes
de Tláloc para hacer llover, su deber es tejer círculos azules por toda la eternidad.
47
48
Descalzos o en chancletas es una revista bimestral creada y publicada desde el año 2020
por La Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la Universidad de Ibagué.
Esta revista pretende ser un camino para la expresión de emociones, pensamientos,
sueños, miedos y necesidades de comunicación de los profesores universitarios en
medio de la cuarentena y los cambios que se avecinan en el mundo.
La revista recibe los siguientes tipos de texto: reflexiones, artículos de opinión, ensayos
personales, artículos de expresión literaria, artículos artísticos o poéticos, sueños
textualizados, cuentos, testimonios, crónicas, caricaturas o dibujos, cartas al editor,
entrevistas, apuntes humorísticos, comentarios y reseñas de libros, películas, series.
Políticas de selección
La revista cuenta con un comité editorial que recibe los artículos y los clasifica en
aprobado para publicación o aprobado con revisiones (en este caso un editor le
asesorará en el proceso de revisión).
El texto escrito no debe tener más de cuatro cuartillas. En letra arial 12, espacio y medio.
El autor debe incluir una antibiografía que lo describa en su tiempo libre y que dé
cuenta de lo que es desde el punto de vista del ocio. No debe superar 100 palabras.
Si quieres enviar imágenes solo trata que tengan una buena resolución y usa tu
imaginación y creatividad.
49
50