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TEMA 3.

La ética en la Evaluación de la Educación Superior

Seminario de Planeación y Evaluación de la Educación Superior


Maestría en Educación Superior, FFyL, BUAP 7
Traducción: Lic. Alicia Galán Pérez

ÉTICAS EN LA EVALUACIÓN

Books, Haws y Tirsiber (2003). Ethics in evaluation. Website create to supplement the expert panel
presentation on Ethics in evaluation, November 3.

Las éticas y el comportamiento ético


Hay muchas definiciones de éticas. Mabry (1999), por ejemplo, define la ética como “conducta
correcta” (n.p.), un concepto que es intrínsecamente subjetivo. Ha habido tentativas objetivas
éticas en los códigos éticos formales, definidos por Mabry (1999) como “reglas de conducta
correcta” (n.p.); un ejemplo de tal tentativa son las Normas del Programa de la evaluación
(Comisión Mixta sobre las Normas para Evaluación Educativa, 1994). Sin embargo, la noción de
ética por sí misma sigue siendo nebulosa, conforme a las interpretaciones del individuo de lo
que es “correcto” e “incorrecto”.
Por tal discusión, puede ser más útil preguntar: ¿Cuál es un comportamiento ético?
Según Smith (2002), “el conocimiento no sigue la mejor practica, cuando una sabe cómo
alcanzarla, es poco ético” (p.205). Por el contrario, no es poco ético para un evaluador violar un
código ético formal si él o ella no sabe qué constituye la mejor práctica; en lugar, se le
denomina “incompetencia” (Smith, 2002, p.205). Asimismo, no es poco ético para un evaluador
violar un código de ética formal si el o ella no sabe que constituye una mejor práctica, sino no
sabe alcanzarla; ésa es “inexperiencia” (Smith, 2002, p.205).

La ética y el mundo real


Puede por lo tanto verse que determinar si el comportamiento es o no ético es más complicado
que simplemente midiéndolo contra códigos éticos establecidos. Puede ser discutido que el
concepto de éticas, en un sentido puramente abstracto, es sin sentido; es solo cuando los
problemas éticos ocurren en situaciones del mundo real que presentan significados. Por otra
parte, es solamente dentro del contexto de tales situaciones concretas que la ética puede ser
definida y ser entendida.
Dada la naturaleza única de cada situación, es evidente que la toma de decisiones
éticas requieren la adaptabilidad y la intuición informada. Esto no significa que los códigos
éticos son sin valor. Por el contrario: son herramientas invaluables que los evaluadores pueden
utilizar como pautas y justificaciones para las decisiones, que discutiremos más adelante.
Primero, sin embargo, miraremos dos ejemplos de códigos éticos existentes: los Normas de la
Evaluación de Programa, y los Principios Guías para los Evaluadores.

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Las normas
Las normas del Programa de Evaluación (1981)
Las normas del Programa de Evaluación, desarrollados por la Comisión Mixta o Conjunta sobre
las normas para la Evaluación Educativa (1981), consisten en cuatro dominios: normas utilidad,
normas de factibilidad, normas de propiedad y normas de seguridad/precisión. Mientras que las
preocupaciones éticas cortan a través de los cuatro dominios, las normas de la propiedad son
de interés particular con respecto a las éticas. Hay ocho normas, como sigue:

P1: Orientación de servicio (necesidades)


La evaluación debe ser diseñada para asistir a organizaciones para direccionar y servir, para
responder con eficacia a las necesidades de la gama completa de los participantes incluidos.

P2: Acuerdos formales


Los acuerdos de los partidos formales a una evaluación (qué debe hacerse, cómo, por quien,
cuando) deben estar escritos en convenios, para obligar a las partes a adherir a todas las
condiciones del acuerdo o renegociarlo formalmente.

P3: Respeto a los derechos de las personas


Las evaluaciones deben ser diseñadas y conducidas para respetar y proteger los derechos y el
bienestar de temas humanos.

P4: Interacciones Humanas


Los evaluadores deben respetar la dignidad y valores humanos en sus interacciones con otras
personas asociadas a una evaluación, para no amenazar ni dañar a los participantes.

P5: Valoración completa y justa


La evaluación debe ser completa y justa en su examinación y grabación de fuerzas y
debilidades del programa que es evaluado, para poder construir fuerzas sobre las áreas
problemáticas tratadas.

P6: Divulgación de los resultados

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Los partidos formales a una evaluación deben asegurarse de que el sistema completo de
resultados de la evaluación junto con las limitaciones pertinentes esté hecho de manera
accesible a las personas afectadas por la evaluación, y cualquier otro con los derechos legales
expresados de recibir los resultados.

P7: Conflicto de intereses


El conflicto de intereses debe ser tratado de manera abierta y honesta, de modo que no
comprometa los procesos de la evaluación y los resultados.

P8: Responsabilidad Fiscal (rendición de cuentas)


La asignación y el gasto de recursos del evaluador deben reflejar procedimientos sanos de la
responsabilidad, debiendo ser prudente y éticamente responsable, para explicar y apropiarse de
gastos.

Fuente: Comisión mixta sobre las Normas para la Evaluación educativa (1994, p.81-82). Vea
también un resumen de todas las normas de la evaluación de programa.

Juntos, estas normas cubren una gama extensa de situaciones posibles. Sin embargo,
como Mabry (1999) discute, “articulan valores importantes pero no hacen caso de la materia
crucial de la resolución de los valores, que es el corazón de la evaluación” (n.p.). Es decir en la
situación donde están en conflicto estas normas por ejemplo, si el acceso completo de los
resultados (P6) era hacer necesario una violación de la aislamiento del tema humano (P3) – las
normas no proporcionan la dirección de cómo los evaluadores deben tomar una decisión.
Por el contrario, los Principios Guía para Evaluadores, a quienes ahora regresaremos,
proporcionan tal dirección.

Principios
Guía de Principios para Evaluadores (1994)
La Guía de Principios para Evaluadores, desarrollados por la Asociación Americana de
Evaluación (1994), consiste en cinco principios generales para los evaluadores, como sigue:
1. Conocimiento sistemático: La conducta de los evaluadores sistemáticos, investigan datos-
basado sobre lo que se está evaluando.

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2. Competencia profesional: Los evaluadores proporcionan desempeño competente a las partes


interesadas.

3. Integridad y Honestidad: Los evaluadores aseguran la honradez y la integridad en el proceso


entero de la evaluación.

4. Respeto a los Derechos de las Personas: Los evaluadores respecto de la seguridad, dignidad
y valor de los demandantes, los participantes del programa, los clientes, y otras partes
interesadas con quienes obren recíprocamente.

5. Responsabilidad ante el Bienestar General y Público: Los evaluadores articulan y consideran


la diversidad de los intereses y de los valores que se pueden relacionar con el bienestar general
y público.

Fuente: Asociación Americana de Evaluación (1994, n.p.). Vea también una lista completa de
los principios y de sus principios secundarios (sección III).
En contraste el Programa de las Normas de Evaluación, la Guía de los Principios para
Evaluadores reconocen que los principios pueden estar en conflicto, y sugieren que los
“evaluadores tendrán que elegir entre ellos….los evaluadores deben utilizar sus propios valores
y conocimiento para determinar la respuesta apropiada. Siempre que una línea de conducta sea
confusa, los evaluadores deben solicitar el consejo de los compañeros evaluadores sobre cómo
resolver el problema antes de decidir cómo proceder” (Asociación Americana de Evaluación,
1994, n.p.).

Las amenazas
La evaluación ética puede ser amenazada por fuentes externas al evaluador, o por factores
internos al mismo (a).

Las Amenazas Externas


El evaluador y el evaluado no son los únicos elementos en una evaluación. Habrá siempre
individuos y grupos adicionales numerosos (partes interesadas) y otras fuerzas externas
implicadas, con el grado variable de influencia y control sobre diversos aspectos de la
evaluación. Como Thomas (2000) notas, “Programa de Evaluación, particularmente en
organizaciones complejas, comparte un número de características con juicios políticos, y obra
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recíprocamente con los sistemas políticos de estas organizaciones” (n.p.). El carácter


cambiante de estas fuerzas políticas dentro de las instituciones respecto de lo que significa la
evaluación esos rostros de los evaluadores un complejo, intercambio dinámico de presiones
externas a través del curso de una evaluación.
Mientras que no lo hagan siempre así, estas fuerzas externas pueden comprometer la
naturaleza ética de una evaluación. Por ejemplo, las partes interesadas importantes pueden
aplicar la presión indebida en evaluadores para proporcionar resultados positivos, o un
participante puede violar involuntariamente la privacidad de otros participantes. El evaluador
puede hacer poco o nada para prevenir tales fuerzas que entran en el juego, pero él o ella
puede tomar medidas para eliminar o reducir al mínimo su impacto usando las Normas y los
Principios como “indicadores para facilitar juicios prudentes y sanos….y como puntos de la
referencia para la discusión con la partes formales interesadas” (Thomas, 2000, n.p.)

Las Amenazas Internas


Desafortunadamente, los rasgos personales de los evaluadores pueden también amenazar la
ética de la evaluación que emprenden. No hay ser humano libre de parcialidad, y no hay cosa
tal como un evaluador verdaderamente desinteresado. Tal parcialidad puede tener muchas
fuentes. ¿Por ejemplo, Mabry (1999), con respecto a una evaluación que ella condujo se
pregunta, “en qué medida eran mis intereses, apoyo, valores y parcialidad en el trabajo? (n.p.),
y reconoce que” mi entrenamiento, mi experiencia, mi comprensión, mi maestría - las cosas que
me recomendaron para mi papel particular en la evaluación era, de otra lente, parcial (n.p.). Los
evaluadores no pueden eliminar tales parcialidades; sin embargo, pueden reflejar sobre ellos,
reconocer su existencia, y procurar reducir al mínimo su impacto en la evaluación.
Otra amenaza interna para la ética de la evaluación resulta de la interacción de
presiones externas para los resultados positivos de la evaluación y del deseo humano natural
en favor a otras. Este fenómeno del “apaciguamiento del cliente” es “no sólo una edición de la
validez pero también una edición ética” (Mabry, 1999, n.p.). Los evaluadores deben estar
enterados de su propia tendencia a desear en favor de sus clientes, y deben asegurarse de que
los resultados de sus evaluaciones reflejan un gravamen completo y justo.
Finalmente, los niveles de habilidades personales del evaluador pueden amenazar la
ética de las evaluaciones que conducen. Como (1999) notas de Mabry “(nuestros) estudios de
evaluación son limitados por las restricciones impuestas por nuestro entrenamiento, nuestras
experiencias, nuestro repertorio de habilidades, nuestra aptitud social y lingüística, nuestras
conexiones colegiadas, nuestros estándares de la calidad” (n.p.). Observamos anteriormente
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que conducir la evaluación usando habilidades pobres debe ser considerada más bien
incompetencia que comportamiento deliberadamente poco ético. Sin embargo, este tipo de
práctica puede cruzar la línea en territorio poco ético si el evaluador está completamente
enterado de su carencia de habilidades o del conocimiento, con todo continúa con la evaluación
sin tomar medidas correctivas y/o el reconocimiento de sus defectos las partes interesadas.

Conflictos
Resolución de Valores
Además de las amenazas internas y externas para la ética de las evaluaciones descritas arriba,
de los conflictos entre los Estándares o Principios presenta otra amenaza. Mientras que el
Programa de Estándares de Evaluación no ofrece ningún consejo en cuanto a cómo los
evaluadores deben manejar tales conflictos, la Guía de los Principios para los Evaluadores
sugiere que los evaluadores resuelven conflictos usando su propio juicio. En palabras de la
Asociación Americana de Evaluación (1994), “los evaluadores deben usar sus propios valores y
serie de conocimientos para determinar la respuesta apropiada” (n.p.).
La capacidad de evaluadores para resolver conflictos entre las Normas y los Principios
es crucial. Como Mabry, (1999) notas de la “resolución de valores.....es el corazón de la
evaluación” (n.p.). No es bastante simple para seguir códigos éticos ocultos; el evaluador debe
ser capaz de poder utilizar su conocimiento y experiencia existentes para tomar decisiones y
crear soluciones dinámica y efectivamente.

Los Códigos Éticos como pautas


Además, el evaluador debe comprobar que las Normas y Principios no son leyes fijados en
piedra, y que su uso y aplicación “no da lugar a interpretaciones inequívocas de desafíos éticos”
(Smith, 2002, p.201). En lugar, según Smith (2002), el evaluador debe utilizar las Normas y los
Principios como “pautas en la determinación de una situación para determinarse si la conducta
poco ética puede presentarse” y “sugerir líneas de conducta posibles haciendo frente a dilemas
éticos reales o potenciales” (p.201).
Los códigos éticos, por lo tanto, no deben actuar como dictadores rígidos, no cambiantes
en la práctica, sino deben en lugar de esto servir como la heurística o guías, que los
evaluadores pueden utilizar y “vaya más allá de….para determinar la naturaleza del
comportamiento ético al analizar… panoramas de la evaluación practica” (Smith, 2002, p.203).
Las Normas y Principios “sirven sobre todo como indicadores guía para facilitar juicios

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prudentes y sanos de parte del evaluador” (Thomas, 2000, n.p.), más bien que como reglas fijas
que deban ser seguidas terminantemente, al detrimento potencial de la ética de la evaluación.

Responsabilidad
Mientras que los evaluadores deben utilizar su juicio personal y la intuición en tomar decisiones
cuando se presentan los conflictos entre las normas y los Principios, también es verdad que los
evaluadores no deben confiar siempre únicamente en tal juicio subjetivo. A pesar de las
características únicas de cada panorama de la evaluación, las Normas y Principios tienen
valores como prescripción de la conducta, que proporcionan estándares estables, fiables de la
práctica. Como Mabry (1999) afirma, “(porque) la intuición varía entre personas y a través de
tiempo, una ética basada en la intuición será necesariamente inestable.....la inestabilidad con
respecto a práctica ética es altamente poco atractiva” (n.p.). Los códigos éticos proporcionan la
estabilidad que falta en los panoramas de la toma de decisión ética basados solamente en la
intuición.
Además, estos mismos códigos éticos actúan “como palancada con los clientes y partes
interesadas de modo que los evaluadores puedan asegurarse que el trabajo procede según sus
propios juicios profesionales” (Smith, 2002, p.201). Asimismo, en caso de que las decisiones de
un evaluador se desafíen en los argumentos éticos, los códigos éticos “protegen al evaluador
contra censura proporcionando la justificación profesional para las decisiones tomadas” (Smith,
2002, P. 201).
Las Normas y Principios “ofrecen así una medida de protección a los clientes y
evaluadores” en eso los clientes “benefician de un aseguramiento de calidad” mientras que los
evaluadores “benefician de la dirección y ayuda de una comunidad experta y de la credibilidad
de las comunidades consensuadas” (Mabry, 1999, n.p.). Como tales garantías de calidad y de
la ética de los clientes y de la perspectiva del evaluador, los códigos éticos “son muestras
importantes de la profesionalización de la evaluación” (Mabry, 1999, n.p.), y sirven para
proteger y realzar la reputación del campo de la evaluación en su totalidad.

Conclusión
La evaluación no es una tarea simple. Las amenazas para la ética abundan y establecieron
Normas y Principios que pueden estar en conflicto el uno con el otro de maneras numerosas.
Mientras que el evaluador puede atenuar el impacto de estas amenazas y conflictos hasta cierto
punto con timidez y con la toma de decisión prudente, las cuales pueden nunca ser eliminadas
enteramente.
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El evaluador concienzudo puede reducir al mínimo el potencial para la práctica poco


ética, balanceando el poder de códigos éticos formales con la flexibilidad de la toma de decisión
dinámica, intuitiva. Los códigos éticos –las Normas y Principios – representan un marco sólido
para la práctica de la evaluación, y proporcionan la responsabilidad que beneficia al cliente y a
evaluador. Al mismo tiempo, el evaluador debe estar enterado que todas las situaciones son
diferentes, y que él o ella está libre a, y de hecho deba, “construir adaptaciones circunstanciales
específicas, para conceptuar una jerarquía de las prioridades éticas que se deben ajustar de
acuerdo con circunstancias perceptibles” (Mabry, 1999, n.p.).
Esta flexibilidad, combinada con una buena voluntad de discutir áreas nebulosas de la
práctica ética con camaradas practicantes, es esencial para los evaluadores quienes se
esfuerzan por conducir la evaluación competente, ética, y responsable que responda a las
necesidades del cliente, de las partes interesadas, y del mayor interés público. Ni los códigos
éticos ni la intuición son suficientes por sí mismos; los evaluadores deben utilizarlos de una
manera equilibrada para asegurar la conducta ética, y es en este acto balanceado que la
habilidad del evaluador competente es verdad o mentira.

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