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Esta postura asume que el ser humano no es capaz de motivarse y comprometerse con el
trabajo por sí mismo, sino que su productividad surge de la combinación de recompensas
y normas.
También de este modelo se desprenden los “principios de dirección” de Fayol (1916), los
cuales alcanzan tal rigidez que merman la creatividad y la iniciativa del individuo, dejando
de lado casi por completo el carácter humano a excepción de lo que a equidad se
refiere de la fuerza laboral.
Pero no todas las escuelas derivadas del modelo de la ingeniería industrial resultan tan
deshumanizantes como las expuestas hasta ahora. Un buen ejemplo de ello es lo
propuesto por Herbert Simon (1956) en su “enfoque decisional” que, como su nombre lo
indica, tiene muy en cuenta la capacidad humana de toma de decisiones satisfactorias
para el logro de sus objetivos. Asume también que las limitantes del ser humano pueden
ser resueltas a través de programas de capacitación y reorientación que fortalezcan sus
aptitudes, guiándolas por caminos racionales que desembocarán en decisiones en favor
de un mejor y mayor rendimiento.
Es así que, a pesar del claro sesgo de este modelo que relega al ser humano a un carácter
de herramienta de respuesta (para el logro de los objetivos fijados por la dirección), de él
han prevalecido elementos muy importantes en la labor de dirección de empresas como
todo aquello que a funciones, procedimientos y sistemas se refiere.
2. Modelo de la motivación
Murray (1938), Maslow (1943) y Herzberg (1959) son los principales expositores y
desarrolladores de las teorías que sustentan este modelo que, a pesar de tener un
carácter mucho más humano desde el punto de vista psicológico, tampoco es un enfoque
integral, pues aunque el logro y satisfacción de necesidades y deseos posibilita un
adecuado desarrollo humano, no siempre conduce a éste si no es en conjunto con otros
modelos que permitan un desarrollo verdaderamente integral.
3. Modelo sociológico
Rensis Likert (1961), Douglas McGregor (1969) y William Ouchi (1981) son autores
destacados de este modelo, así como Huse y Cummings (1985), quienes proponen el
“desarrollo organizativo” y subrayan la utilidad del intercambio de puntos de vista entre
personas para la resolución de problemas y el logro de mayor y mejor productividad.
Para este modelo el trabajador tiene intereses, capacidad de decisión e influencia. Y por
tanto, cierto poder sobre la organización. De ahí la importancia de las estructuras
organizacionales, sus políticas, filosofía y normas.
Su poder e influencia emanan no únicamente de su individualidad sino de sus relaciones
con otros.
4. Modelo de autoconocimiento
Tomado de:
Cyert, R.M., Simon, H.A. & Trow, D.B. (1956). Observation of a business decision. Journal of Business,
29, pp. 237-248.
En: McClelland, D. (1996). Estudio de la motivación humana. España: Editorial Narcea.
Fayol, H. (1916). Administration industrielle et generale. París: Dunod.
Fayol, H. (1930). Industrial and general administration. Londres: H.R. Grubb Ltd.
Huse, E. & Cummings, T. (1985). Organization development and change. Wisconsin: West Publishing
Company.
Lawrence, P. R., J. W. Lorsch. ([1967] 1986). Organization and environment: Managing differentiation
and integration. Boston: Harvard Business School Press.
Likert, R. (1961). New Patterns of Management. New York: McGraw-Hill.
McGregor, D., Bennis, W., Shein, E. & McGregor, C. (1969). Leadership and motivation: essays of
Douglas McGregor. Cambridge: M.I.T. Press.
Ouchi, W. (1981). Theory Z: How american business can meet the japanese chalenge. Reading: Adisson-
Wesley.
Taylor, F.W. (1911). The principles of scientific management. New York: Harper Bros.