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Marcuse y la mercantilización de los cuerpos

Martín E. Díaz
UNCo

Manjares de plástico, sueños de plástico. Es


de plástico el paraíso que la televisión
promete a todos y a pocos otorga. A su
servicio estamos. En esta civilización, donde
las cosas importan cada vez más y las
personas cada vez menos, los fines han sido
secuestrados por los medios: las cosas te
compran, el automóvil te maneja, la
computadora te programa, la TV te ve.

Eduardo Galeano

A partir de algunos de los análisis efectuados por Karl Marx, en torno a las
consecuencias del desarrollo modo de producción capitalista, el filósofo alemán puso en
evidencia de qué modo en este novedoso modo de producción, basado en la producción
de mercancías y en el aumento de la productividad en pos de una mayor rentabilidad y
riqueza, opera un poderoso mecanismo de alienación de los sujetos el cual produce la
extrañeza o separación del mismo hacia la cosa producida; así como su extrañeza hacia
sus propias funciones vitales. 1
Ahora bien, ¿pero qué sucede con esta relación enajenada entre el trabajador y
el producto de su trabajo en las formas de vida diseñadas en las sociedades de consumo
contemporáneas?
Desde la óptica de Herbert Marcuse, éste plantea la necesidad de revisar el
tradicional concepto de alienación, pues el mismo ya no se ajusta a las condiciones en
las cuales se encuentran los individuos en nuestras modernas sociedades de consumo.
Dice Marcuse: “La gente se reconoce en sus mercancías; se encuentra en su automóvil,
en su aparato de alta fidelidad, su casa, su equipo de cocina. El mecanismo que une el
individuo a su sociedad ha cambiado, y él se ha incrustado en las nuevas necesidades
de lo producido.”2 En este sentido, el concepto de alienación expresado por Marx
parece hacerse cuestionable dado que los individuos se identifican ahora con su
existencia alienada: “Cuando la sociedad establecida entrega las mercancías que

1
Cfr. Marx, Karl: Manuscritos económicos y filosóficos. Madrid, Alianza, 1976.
2
Marcuse, Herbert: El hombre unidimensional, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985, pág. 39.

1
elevan el nivel de vida, la alienación llega a un punto en el cual la conciencia de la
alienación es ampliamente reprimida: los individuos se identifican con su ser- para –
otros.”3
De esta manera, el funcionamiento normal de la sociedad industrial avanzada,
equivale para Marcuse a una especie de distorsión y mutilación de la conducta
individual y de grupo. Esta sociedad encarna un aparato de control efectivizado no sólo
en el trabajo, sino también en el ocio, permitiendo que el individuo dentro de su estrato
social, dentro de su familia, aún bajo las condiciones más desfavorables, naturalice su
enajenación, capacitándolo “...para ser un enfermo, para que viva su enfermedad como
salud.”4
Por otra parte, la revisión al tradicional concepto de alienación en Marx también
se extiende en Marcuse al papel revolucionario que en Marx ocupaba el proletariado.
Dado que la clase obrera, dentro de la utopía marxista, era considerada como aquella
clase social revolucionaria capaz de socavar mediante la revolución proletaria –la
revolución comunista-, la indignidad que encarnaba para Marx el capitalismo industrial.
Dicha revolución sería a partir de la expropiación del capital y los medios de producción
a la burguesía, con lo cual se arribaría a una transformación de la naturaleza individual
de los hombres y mujeres, en donde la avaricia egoísta del hombre capitalista se
transformaría en un claro sentido de solidaridad dentro de la nueva sociedad: “En
sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de
clases, surgirá una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada uno será la
condición del libre desenvolvimiento de todos.”5
Pero este carácter revolucionario de la clase trabajadora ya no es tal para
Marcuse en la sociedad industrial avanzada. El proletariado ya no posee la capacidad de
ser un elemento revolucionario dentro de las reinantes sociedades de la abundancia,
dado que las clases obreras se encuentran aburguesadas hoy bajo la misma lógica de
consumo, teniendo acceso a una mayor cantidad de bienes materiales superfluos. En
síntesis, la clase obrera para Marcuse ya no aparece como una negación del sistema
presente “(...) como la contradicción viviente para la sociedad establecida.”6

3
Marcuse, Herbert: Ensayos sobre política y cultura, Barcelona, Planeta-Agostini, 1986, pág. 19.
4
Marcuse, Herbert: La agresividad de la sociedad industrial avanzada, Madrid, Alianza, 1971, pág. 102.
5
Marx, Karl: Manifiesto comunista, Barcelona, Edicomunicación, 1999, pág. 124.
6
Marcuse, Herbert: El hombre unidimensional, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985, pág. 62.

2
Siguiendo a Marcuse, la posibilidad de una realización integral frente al
horizonte alienatorio que constituye la sociedad de la abundancia industrial radica en
poner en evidencia cómo la misma crea necesidades sentidas como vitales por los
individuos logrando la adhesión de estos a los lugares que se les asignan para realizar su
función social. Estas falsas necesidades, impuestas por intereses sociales para la
represión del individuo, son necesidades para Marcuse que perpetúan el esfuerzo, la
agresividad, la injusticia: “La mayor parte de las necesidades predominantes de
descansar, divertirse, comportarse y consumir de acuerdo con los anuncios, de amar y
odiar los que otros odian y aman, pertenece a esta categoría de falsas necesidades.”7
La desbordante producción de mercancías, sumada a la exposición y bombardeo
visual al que se expone ininterrumpidamente a los potenciales consumidores, muestra
cómo frente al ilimitable mundo de objetos el individuo tiende a sentirse identificado
con uno o varios de ellos, pasando a ser la cosa la cualidad del individuo y el individuo
un atributo de la cosa.
Por otra parte la reducción del trabajo humano, a causa de la industrialización o
trabajo en serie, a partir de los nuevos modos de producción, no acarrea para Marcuse,
una disminución del proceso de enajenación o instrumentalizacion del hombre, por el
contrario, el sistema reacciona frente a los posibles ‘tiempos libres’ humanos
incrementando bienes superfluos, provocando la absolutizacion del consumo con lo cual
logra reproducir las instituciones económicas y políticas establecidas.
Si el trabajo se vuelve cada vez más automático y absurdo pero imprescindible
para ‘ganarse la vida’, la humanidad en su conjunto es llevada a un estado de frustración
y agresividad. De esta manera, Marcuse resalta cómo este tipo de sociedad conduce, por
su estructura irracional, a un estado de agresividad que se esparce por toda la sociedad;
agresividad también reflejada en la estructura mental de los individuos que la
conforman “(...) el individuo se vuelve más agresivo y más dócil y sumiso, ya que se
somete a una sociedad que, en virtud de su opulencia y poder, satisface sus profundas
(y por otra parte enormemente reprimidas y supersublimadas) necesidades
instintivas.”8
El filósofo francés Pierre Masset señala de que modo Marcuse en su obra Hacia
la liberación recurre a la categoría de obscenidad para expresar el carácter de
irracionalidad de la sociedad de consumo: “Exponer impúdicamente mercancías en
7
Id.; pág. 35.
8
Marcuse, Herbert: La agresividad de la sociedad industrial avanzada, Madrid, Alianza, 1971, pág. 118.

3
exceso, hartarse de la comida y llenar de ella los tachos de basura, mientras son tantas
las víctimas del hambre.”9
Frente a la denuncia de Marcuse en torno al desarrollo de falsas necesidades que
pasan a ser sentidas como reales y vitales (falsa conciencia), y siguiendo los análisis de
Masset en torno a la obra marcusiana, a partir de la misma se clarifica cuáles son estas
necesidades como también la negación de éstas: “La necesidad de luchar para vivir, de
‘ganarse la vida’, el principio de rendimiento, la competencia, la necesidad de
adaptarse, la necesidad de no desentonar, la necesidad de una productividad
dispensiosa y unida a la destrucción y la necesidad vital de la represión engañosa de
los instintos.”10
Ahora bien, resulta menester establecer cuáles son para Marcuse aquellas
necesidades reales, cuáles son las necesidades que contribuyen el paso desde la
‘conciencia feliz’ a la ‘verdadera conciencia’, y éstas para el filósofo alemán son, “…
necesidades de paz, de tranquilidad, de estar solo, de disponer de una esfera privada,
de belleza, de felicidad gratuita y cuando, surgiendo como necesidad social, rijan la
organización de las fuerzas de producción, entonces el mundo se transformará
verdaderamente.”11
En otras palabras, una sociedad libre requiere de individuos libres, requiere de
hombres salidos de la enajenación. El vertiginoso estándar de vida propuesto por esta
sociedad de consumo, que instaura un sentido pragmático y utilitarista de la existencia,
logra su perpetuación a través de una estabilidad social provocada a partir de que los
individuos amen su propia esclavitud. Dice Pierre Masset: “Poder elegir libremente
entre mercancías o servicios no es necesariamente ser libre si se está condicionado en
cuanto a la necesidad de estas mercancías o productos.”12
Ahora bien, la función integradora de esta sociedad es también posible para
Marcuse mediante la concentración mundial de los mass media, cuya tendencia
aglutinadora de la opinión publica tiende a producir la homogenización de los discursos
en un discurso que aparece como el único legitimado, posibilitando la mantención del
orden o status quo y la exigencia del continuo del progreso acumulativo.

9
Marcuse, Herbert: Hacia la liberación, citado por Pierre Masset en El pensamiento de Marcuse, Bs.As.,
Amorrurtu, 1972, pág. 18.
10
Marcuse, Herbert: El fin de la utopía, citado por Pierre Masset en obra citada, pág. 33.
11
Id. Ibid.
12
Pierre, Masset: Op. cit., pág. 35.

4
La comunicación de los mass media portadores de una supuesta asepsia
informativa y de una neutralidad objetiva, resulta para Marcuse, en la construcción de
un discurso de efectiva unilateralidad, generador de la apariencia de la participación en
las decisiones publicas. Señala el autor, “(...) su aspecto totalitario se evidencia en los
medios de comunicación de masas que alimentan diariamente a la ‘opinión publica’. La
brutalización del lenguaje y de la imagen, la presentación del asesinato, el incendio, el
envenenamiento y la tortura de quienes son victimas de las matanzas neocoloniales, se
realiza en un estado natural, objetivo a veces humorístico, que asocia esos horrores con
las hazañas de la delincuencia juvenil, los campeonatos de fútbol, los accidentes, los
informes bursátiles y el hombre del tiempo. No se trata ya de la heroización ‘clásica’
del asesinato a favor de los intereses nacionales sino más bien de su reducción al nivel
de sucesos y contingencias normales de la vida cotidiana.”13
En este sentido, los medios de comunicación ligados a la funcionalidad del
sistema constituyen un verdadero ‘universo de discurso cerrado’, en donde la capacidad
de pensamiento crítico es disminuida o anulada en favor de las expresiones que resultan
de este universo manipulable. La funcionalización del lenguaje –el pensamiento
unidimensional-, posee para Marcuse la característica de cerrarse sobre sí mismo
impidiendo otros modos de funcionamiento, cerrando las posibilidades de pensar otros
modos de vida. Dicho lenguaje que aparece como a-crítico, a-histórico, anti-dialéctico,
posee una connotación política al estructurar el pensamiento humano en una de sus
dimensiones -lo que es-, obstruyendo lo que ‘podría ser’. De esta forma, el potencial del
pensamiento del hombre de pensar otras formas posibles, de transformar, de criticar,
dialectizar, quedan cercenadas.
Pierre Masset en el análisis que realiza del capitulo III, el cierre del universo del
discurso del El Hombre Unidimensional, señala que el universo del discurso cerrado
descrito por Marcuse muestra cómo las técnicas de la publicidad, inmersas en el interés
por el consumo inmediato, permiten la unificación y condicionamiento de las mentes
individuales, “simplificación, unificación, inmediatez, univocidad, funcionalismo, pero
también represión y autoritarismo; tales son los rasgos del lenguaje cerrado en el que
nos encierra una sociedad que tiende por completo a la utilidad y el beneficio.” 14
En síntesis, la ideología de la sociedad de masas constituirá un pensamiento
unidimensional soporte de la civilización unidimensional, resultado de una racionalidad
13
Marcuse, Herbert: La agresividad de la sociedad industrial avanzada, Madrid, Alianza, 1971, pág.114.
14
Pierre, Masset: Op. cit., pág. 15.

5
tecnológica en búsqueda de la eficacia y la rentabilidad a la par de una lógica de
dominación establecida por este universo impersonal: “Así surge el modelo de
pensamiento y conducta unidimensional en el que las ideas, aspiraciones y objetivos,
que trascienden por su contenido el universo establecido del discurso y acción, son
rechazados a los términos de este universo.”15

Bibliografía
- Marcuse, Herbert: El hombre unidimensional, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985.
- Marcuse, Herbert: Ensayos sobre política y cultura, Barcelona, Planeta-Agostini,
1986.
- Marcuse, Herbert: La agresividad de la sociedad industrial avanzada, Madrid,
Alianza, 1971.
15
Marcuse, Herbert: El hombre unidimensional, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985, pág. 42.

6
- Marcuse, Herbert: Hacia la liberación, citado por Pierre Masset en El pensamiento de
Marcuse, Bs.As., Amorrurtu, 1972.
- Marcuse, Herbert: El fin de la utopía, citado por Pierre Masset en El pensamiento de
Marcuse, Bs.As., Amorrurtu, 1972.
- Marx, Karl: Manuscritos económicos y filosóficos. Madrid, Alianza, 1976.
- Masset, Pierre: El pensamiento de Marcuse, Bs.As., Amorrurtu, 1972.

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