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Grado en Criminología

Sociología General y Criminológica

Unidad didáctica 5. Teorías estructurales del conflicto y la desviación


UD 5. Teorías estructurales del conflicto y la desviación ....................................................... 3

5.1. El modelo marxista de sociedad ............................................................................... 4

El modelo marxista de sociedad (II) ................................................................................ 5

El modelo marxista de sociedad (III) ............................................................................... 6

5.1.1. Características genéricas de las clases sociales ..................................................... 7

5.2. El sistema de clases ............................................................................................... 7

5.2.1. Las clases altas................................................................................................. 8

5.2.2. Las clases medias ............................................................................................. 9

5.2.3. Las clases trabajadoras. El proletariado ............................................................. 10

5.2.4. La infraclase de los pobres ............................................................................... 10

5.3. La exclusión social ................................................................................................ 11

5.3.1. Desviación y exclusión: la adicción a sustancias psicoactivas ................................ 12

Desviación y exclusión: la adicción a sustancias psicoactivas (II) ................................... 13

5.4. Modelos conflictuales de desviación ........................................................................ 14

5.4.1. Teorías culturalistas del conflicto y de la desviación ............................................. 14

El sistema frente a la desviación .............................................................................. 16

Resumen ...................................................................................................................... 17

Mapa de contenidos ....................................................................................................... 18

Recursos bibliográficos ................................................................................................... 19

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UD 5. Teorías estructurales del conflicto y la desviación

Consenso versus conflicto

Como ya sabemos, para el funcionalismo la estructura y el orden social se fundan en un consenso


que facilita la convivencia y el equilibrio en la sociedad. En ese sentido, la desviación es una
patología que crea disfunciones y rompe el equilibrio. También hemos visto que la desviación en
pequeñas dosis puede ser una función positiva, por lo que se debe definir la desviación como un
factor más de la sociedad.

En la teoría del conflicto no se acentúa el consenso, sino el conflicto. Para estos autores el
equilibrio no se da, sino que es la lucha entre las clases sociales la que fundamenta la estructura
social; es una lucha de intereses. Esta teoría es originaria de las obras de Karl Marx (1818-1883)
y Friedrich Engels (1820-1895).

El marxismo puede definirse en oposición al funcionalismo positivista, aunque se deberían


matizar algunos conceptos. La desigualdad social y el conflicto existen en la división de clases,
principalmente entre los que poseen los recursos económicos y el poder, el prestigio, etc. y los
que no; en términos marxistas, los que tienen en su posesión los medios de producción y los que
no. Existe una élite, en el sentido propuesto por Mills (1956), y una masa de individuos faltos de
recursos, de forma que las instituciones obran en manos de los primeros a fin de controlar la vida
de los segundos.

Para los autores del conflicto, el conflicto es positivo pues lleva al cambio social necesario hasta
dar con un nuevo sistema: la sociedad comunista (Marx, 1998), en la que ya no habrá lucha de
clases y donde, por tanto, desaparecerá el conflicto y la desviación.

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5.1. El modelo marxista de sociedad

Marx no se centró en la desviación como la conocemos hasta ahora; sin embargo, sus postulados
sobre la sociedad fundamentan un elemento más para tener en cuenta en los estudios de la
desviación.

La vida de Marx (1818-1883) está unida a la industrialización en pleno desarrollo y a los grandes
cambios que produjo la revolución industrial en las sociedades. Consciente de las grandes
desigualdades sociales que generaba el nuevo orden socioeconómico, Marx elaboró su propia
teoría sobre la estructura social en la que la sociedad está fragmentada en clases, que las definió
como un grupo de personas que tienen una relación común con los medios de producción, es
decir, con los medios con los que se ganan la vida (materiales, tecnología, etc.). La mayor parte
de su obra trata de la estratificación y clase social.

Para este autor solo existían dos clases sociales:

• Los que poseen los medios de producción.


• Los que no poseen los medios de producción, sino la fuerza de trabajo.

Previamente, en las sociedades preindustriales, las dos clases fundamentales eran:

• Los que poseían la tierra: los aristócratas, patrones, los nobles o propietarios de esclavos.
• Los dedicados a trabajar en la tierra: siervos, esclavos y campesinos.

Sin embargo, con la industrialización la tierra en el medio rural perdió su poder para dárselo a las
fábricas, las máquinas y la riqueza (el capital). Se creó la sociedad industrial y es cuando Marx
establece dos clases sociales:

• Los capitalistas: los dueños de las industrias y de los bancos, quienes poseen los nuevos
medios de producción.
• El proletariado: la clase obrera, quienes se ganan la vida vendiendo su fuerza de trabajo.

Figura 1. Marx y Engels.

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El modelo marxista de sociedad (II)

La relación que se establece entre estas dos clases está determinada por la explotación, ya que
la cantidad de dinero que el propietario paga al trabajador es menor que el valor total de los
bienes que produce: la diferencia entre estas dos cantidades es lo que Marx define como la
plusvalía. De esta forma, el beneficio es básicamente la explotación acumulada de los
trabajadores en la sociedad capitalista, es decir, la extracción de la plusvalía de estos.

Además, Marx afirma que quienes tienen el poder económico controlan todas las demás
instituciones, es decir, el control de la base económica significa el control de la superestructura.
Y, a raíz de esto, argumentó que la clase dominante (la burguesía) explotaba a la clase obrera
(proletariado).

Este control de las instituciones lo usan los burgueses para mantener a las masas ignorantes de
su explotación, lo que se conoce como control ideológico. Según Marx, esto se hizo
principalmente a través de los medios de comunicación y la religión.

La importancia de este control ideológico como forma de dominación es que genera una
conciencia falsa: los individuos no son conscientes de su verdadera posición de clase o de su
explotación por la clase dominante; se encuentran en un estado hipnótico.

Otro de los factores a los que apuntó Marx sobre las formas de dominación de la clase capitalista
sobre el proletariado es lo que denominó como alienación. Bajo el capitalismo, el trabajador se
aleja del proceso de producción, de las personas con las que trabaja y de los productos que
produce. Esto se debe a que carece de control sobre su trabajo y se convierte en una máquina,
un autómata que pierde su «alma» y su creatividad.

Nota

La obra principal de Karl Marx, o al menos la más conocida por la mayoría de la sociedad, es
El capital, que publicó en 1867.

Marx argumentó que el capitalismo tenía dentro de sí las semillas de su propia destrucción, ya
que este sistema socioeconómico crearía las condiciones sociales que conducirían a su caída. Para
seguir siendo competitivos, los capitalistas tendrían que vender productos a precios cada vez más
bajos, lo que significaría una ganancia reducida. Esto alentaría a los capitalistas a reducir los
salarios y aumentar la eficiencia, haciendo que las condiciones de trabajo del proletariado
empeorasen. Ante este escenario, Marx creía que un número cada vez mayor de proletarios
explotados, hacinados en ciudades en constante expansión (donde las fábricas estaban
asentadas), eventualmente llegarían a una revolución violenta en la que el proletariado se
arrojaría contra sus opresores.

Según Marx, tras el derrocamiento de la burguesía, la sociedad eventualmente se organizaría


siguiendo el modelo comunista, donde los medios de producción serían de propiedad colectiva
(sin propiedad privada). Marx no dio detalles acerca de cómo sería exactamente la sociedad

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comunista, pero argumentó que en esta sociedad «cada uno daría de acuerdo con sus capacidades
y tomaría según sus necesidades» y que habría mucho más tiempo libre para todos.

Marx pasó la última década de su vida sentado en la Biblioteca Británica analizando cómo
funcionaba el capitalismo y descubriendo que, con el tiempo, el grado de explotación de los
trabajadores aumentaba. Por lo tanto, teorizó que el capitalismo llevaría gradualmente a una
cantidad cada vez mayor de miseria y explotación humana y que un día llegaría a su fin.

El modelo marxista de sociedad (III)

Marx consideraba que la acción política era necesaria para «despertar» al proletariado y hacerle
llegar la conciencia de clase revolucionaria. Según Marx, la clase dominante de una sociedad
controla también otros factores de la sociedad:

• La ley existe para preservar a la clase dominante.


• La religión influye en la jerarquía social proclamando que la aceptación de que quienes
aceptan las adversidades de la vida serán recompensados en el más allá.
• Las ideologías a lo largo de la historia han sido las de la clase dominante. Marx afirmaba
que las clases dominantes usaron su control de las instituciones sociales para obtener el
dominio ideológico o el control sobre la forma en que las personas piensan en la sociedad.
Las ideas de las clases dominantes se presentaban como el sentido común y las relaciones
naturales (desiguales y explotadoras) eran aceptadas por el proletariado como la norma.
• La clase social en la que cada individuo nace y socializa será determinante para su
mentalidad y conducta.

El materialismo histórico, otro término acuñado por Marx, se refiere a que los seres humanos
a lo largo de su existencia necesitan materiales para vivir, como comida y refugio, y así satisfacer
sus necesidades. A esto se le llama modos de producción o algunas veces se le llama fuerzas
de producción.

En el principio de la evolución del ser humano, este no tenía herramientas. Ahora, con la
maquinaria, tenemos un trabajo más fácil; sin embargo, aún necesitamos de otros individuos
para ayudarnos. Esta cooperación entre personas se denomina modos de cooperación, lo que
en sociología podría llamarse como «relaciones sociales de producción». Estos modos de
producción cambian con el tiempo al igual que los modos de cooperación. En la sociedad
capitalista parte de esta cooperación recibe el nombre de división del trabajo.

Actualmente vivimos en un modo de producción capitalista y esto establece nuestra subestructura


económica (la base de la sociedad se basa en la economía, la comida, la vivienda, la ganancia,
etc.), lo que determina la forma en que nos comportamos. Esto da lugar a una superestructura
de instituciones que mantienen nuestras creencias y el comportamiento que hemos creado
(debido a la forma en que funciona, nos hace comprar nuestros alimentos, comprar nuestro
refugio, etc.).

Para Marx, cada periodo histórico se determina por un modo de producción específico que
sucesivamente genera formas en la jerarquía social. Hay que tener en cuenta que se han dado
en la historia épocas de estancamiento, aunque la tendencia siempre ha sido buscar una mejor
producción.

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Según va evolucionando una sociedad, el progreso va determinando lo que se queda obsoleto e
inútil o las nuevas tendencias para evolucionar. Así es cuando se generan conflictos y tensiones
entre lo antiguo y lo nuevo, y se puede dar la posibilidad de que ocurra una revolución.

El modo de producción capitalista era diferente del feudalismo debido al papel del trabajo
asalariado y la importancia del capital y los mercados para adquirir riqueza. La importante
transición que condujo a la expansión del capitalismo en todo el mundo a través del colonialismo
fue la concentración del poder capitalista mediante la fusión de la autoridad estatal y el capital.
El feudalismo estaba fundamentado en la clase social y en las tierras, y el capitalismo requería
oportunidades para el progreso fundado en las nuevas tecnologías y en las ganancias. Por ello,
para Marx, las revoluciones de Inglaterra, Francia y Estados Unidos de los siglos XVI y XVII fueron
revoluciones hechas en nombre de la naciente clase capitalista, la burguesía, contra las
coacciones hechas por la aristocracia.

5.1.1. Características genéricas de las clases sociales

El término marxista de clase no se refiere a las creencias que tiene la gente sobre su posición
(concepción subjetiva de clase social), sino a las condiciones objetivas que permiten que unos
tengan un mayor acceso a las compensaciones económicas que otros. Marx nos dirige hacia una
concepción objetiva de las desigualdades económicas estructuradas en la sociedad. De acuerdo
con Marx, las clases sociales tienen tendencia a la polarización, sobre todo en el sistema
capitalista, que supone la desaparición de las clases intermedias.

Cuando en vez de intentar definir la estructura social como una jerarquía de estratos, la
concebimos como una jerarquía de clases sociales en sentido marxista, estamos añadiendo al
concepto de estrato, el de conflicto y el de conciencia. Las clases son, entonces, conjuntos de
individuos que tienen intereses comunes y conciencia de estos; por ello se entienden en oposición
y conflicto con quienes poseen intereses contrapuestos. Como acabamos de ver, en la concepción
marxista existen dos grandes grupos de intereses divergentes (los que poseen los modos de
producción y los que no) que hacen de la sociedad clasista una sociedad de exclusión.

Las acciones realizadas por los excluidos en aras de recuperar derechos serán entendidas como
desviaciones sobre el statu quo social, que es el determinado por la clase dominante.

5.2. El sistema de clases

El modelo marxista es un buen ejemplo del conflicto social entre las dos clases divergentes que
plantea y que genera la desigualdad. No obstante, se le ha criticado por no tener en cuenta la
pluralidad de posiciones que existen en los grupos y en los sujetos y por no mencionar tampoco
que los intereses pueden ser contradictorios en un mismo grupo o en un mismo sujeto.

Para el autor neomarxista E. Olin Wright las personas se pueden encontrar en posiciones
contrapuestas en la jerarquía social, a lo que llamó localización contradictoria, como por
ejemplo: un proletario al que nombren supervisor, pequeños dueños de comercios, etc. En este
estado, se producen tensiones e incluso desviaciones, ya que se encuentran entre las dos clases.
Por lo tanto, tienen la presión social de comportarse según los parámetros de una clase u otra.
Esto genera anomia, según el enfoque funcionalista o conflicto.

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Actualmente, la estructura social derivada de la economía de la información y la tecnología es
más compleja y en desarrollo; lo que en el siglo pasado se llamó clase trabajadora, ahora tiene
muchos matices. De todas maneras, definamos la estructura clásica de las cuatro clases sociales:

• Las clases altas.


• Las clases medias.
• Las clases trabajadoras.
• La clase infraclase de los pobres.

5.2.1. Las clases altas

El número de los sujetos en estas clases es perceptiblemente menor que en cualquiera de las
otras. Para ciertos autores, como Gaetano Mosca y Wilfried Pareto, que siguen la teoría elitista,
existe solamente una élite: la élite de poder, que controla las instituciones en la toma de
decisiones.

Los pertenecientes a esta clase, al compartir los mismos intereses, tener una educación y una
socialización parecida, forman parte de una misma red de conexiones y relaciones que hoy en día
se sigue dando. Otros autores que siguen la teoría pluralista prefieren hablar de diferentes élites
con intereses divergentes, como partidos políticos, ayuntamientos, etc. En cambio, otros
investigadores apuntan a que la existencia de la élite se da por las cualidades y virtudes de
algunos individuos que han nacido para la dirección social.

Figura 2. Gaetano Mosca. Figura 3. Wilfried Pareto.

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Por su parte, el filósofo marxista italiano Antonio Gramsci determinó que la hegemonía ideológica
de las élites se alcanza mediante un sistema de dominación por las instituciones y por los
intelectuales, que contribuyen con sus obras a articular una visión del mundo acorde con sus
intereses de clase. Gramsci criticó a Marx porque pensaba que las personas son más activas que
pasivas, como Marx describía al conjunto de la clase trabajadora.

Gramsci introdujo el concepto de hegemonía: la clase gobernante mantiene el poder a través del
control coercitivo. El control hegemónico de la clase gobernante nunca es completo porque son
muy pocos y tienen al proletariado con una conciencia dual: pueden ver a través de la ideología
burguesa. Para generar un cambio social, según Gramsci, el proletariado necesita sus propios
intelectuales con el fin de desarrollar una contrahegemonía, una alternativa realista para llevar a
las personas al socialismo.

5.2.2. Las clases medias

La clase media quizás sea la clase social más difícil de definir por su ambigüedad y su evolución
a lo largo de la historia. A esta clase pertenecen las personas que a menudo tienen niveles altos
de logros educativos. Los trabajos clásicos de clase media incluyen de todo, desde doctores y
abogados hasta empleados administrativos.

Intentaremos clasificarlas en esta breve exposición:

• Vieja clase media: pequeños propietarios y autónomos.


• Nueva clase media: desempeñan ocupaciones a sueldo tanto en la organización privada
como en la pública.
• Clase media alta: ejecutivos, propietarios medios, etc.
• Clase media baja: administrativos, pequeños comerciantes y los obreros cualificados.
• Clase media productiva: aquella cuyo trabajo permite que se genere plusvalía.
• Clase media improductiva: no genera plusvalía con su actividad laboral. Por ejemplo,
si el barbero de Marx trabaja por su cuenta no genera plusvalía, si lo hace por cuenta
ajena, sí.

Con estos conceptos se pretende distinguir qué zona de las clases medias se integraría en el
proletariado y cuál lo haría en las clases altas. Por ejemplo, las improductivas no lo harían y en
el caso de las productivas, no todas.

En términos generales, se suele destacar en esta clase social una tendencia hacia el
individualismo (heredera de la búsqueda de la independencia y el éxito personal de la
burguesía) y su conservadurismo social y político (las clases medias, los que adquirieron
cierta posición, son poco dadas a las revoluciones, optando en su mayoría por opciones
conservadoras o de cambio moderado y de crítica contenida).

En este sentido, autores como John Kenneth Galbraith critican cómo esta clase social satisfecha
con sus logros es pasiva hacia la existencia de desigualdades sociales, ignorando o evitando la
existencia de otras clases en estado precario y a las minorías. En ocasiones, no ponen oposición
a gastos militares, ayudas a los bancos y no demasiados impuestos para aminorar la exclusión
social.

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Figura 4. Antonio Gramsci. Figura 5. John Kenneth Galbraith.

5.2.3. Las clases trabajadoras. El proletariado

La clase trabajadora u obrera brota de la industrialización. Generalmente relacionamos el trabajo


manual con la clase obrera. Actualmente no es tan obvio; se incluyen los trabajos de cuello blanco
menos cualificados (administrativos públicos y privados, empleados del sector servicios, etc.).

El tamaño de esta clase social dependerá de qué categorías y subcategorías ocupacionales se


contengan en ella, y esto a su vez de quién realice el análisis científico. Asimismo, podemos
preguntarnos a qué llamamos trabajo manual en la actualidad, ¿a solo poner ladrillos o a contestar
llamadas de teléfono también?

La estructura de clases hoy es más compleja que la dicotomía marxista: burguesía versus
proletariado. En la mayoría de las naciones occidentales, y cada vez más en las naciones en
desarrollo, hay una clase media extensa que tiene acciones invertidas en corporaciones dirigidas
por lo que los marxistas llamarían la «clase capitalista». El 70 % de las personas poseen sus
propios hogares y ven estos hogares (propiedad privada) como «activos económicos», por lo que
muchos de nosotros somos, en cierto sentido, pequeños burgueses.

5.2.4. La infraclase de los pobres

En el último puesto de la estratificación social tenemos esta clase que vive en condiciones de
extrema pobreza (sin alojamiento, alimentación, etc.). Las posibilidades mínimas de inserción
social producen una menor esperanza de vida que la mayoría, unos elevados índices de disfunción
personal, familiar y social, además de estar encasillada en situaciones crónicas de anomia y
desviación social. Los pobres son aquellos cuya situación económica es inferior al nivel de pobreza
(indigencia o pobreza crítica según las Naciones Unidas).

Se distingue entre pobreza absoluta (máxima escasez de los derechos humanos universales) y
pobreza relativa (comparación por la que una persona o grupo se considera en peor situación
respecto a otros colectivos).

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Este grupo se caracteriza por los siguientes elementos culturales habituales:

Formas culturales y de organización social

Familias extensas y desestructuradas, códigos normativos propios, etc., que, ante la ausencia
de redes sociales de apoyo por parte de las instituciones, facilitan la adaptación a las difíciles
condiciones socioeconómicas que sufren (por ejemplo: comprar de fiado, economía de trueque,
etcétera).

Características psicosociales

Incapacidad para planear el futuro, la percepción de su situación como algo imposible de


controlar, autoimagen negativa, códigos lingüísticos restringidos.

La clase de los nuevos pobres está formada por personas que han caído por debajo de la línea de
la pobreza en las décadas recientes, como consecuencia de la crisis económica de 2008, la
desindustrialización y la sustitución de trabajos debido a la tecnología. A esto hay que añadir,
además, las consecuencias socioeconómicas que tendrá la pandemia de la COVID-19. El término
técnico que se emplea para definir esta situación es el de desempleo estructural: los cambios en
la economía han vuelto obsoletas sus habilidades.

5.3. La exclusión social

Según el enfoque neomarxista, el término exclusión se ha utilizado para seguir con la línea
marxista dicotómica de dividir a los individuos entre excluidos e integrados en vez de clase
dominante y proletariado. Ahora bien, se añade el factor económico de desigualdad y desequilibrio
estructural (Tezanos, 1999).

Por ello, al factor económico se le añaden otros elementos como los culturales (la identidad de
minorías étnicas, el nivel de estudios, inmigración, etc.); factores personales, como el sexo y la
edad, enfermedades, adicciones, minusvalías, etc.; o sociales, como pertenecer a una familia
extensa, monoparental, nuclear, etc.

Por lo tanto, para definir la exclusión debemos aproximarnos a circunstancias multifactoriales,


donde la dinámica social del sistema incluye o excluye. Asimismo, volviendo a la desviación social,
podemos concluir que es un proceso social y que nadie nace siendo un desviado.

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En este sentido, debemos distinguir entre exclusión y desviación; por ejemplo, un político corrupto
no sufre la exclusión social del mismo modo que un drogadicto delincuente. No obstante, sí que
existe una aproximación en el proceso, ya que la exclusión social se da con el control informal
social. No es igual consumir drogas que ser parte de un grupo que se dedique a la venta de estas.

David Matza creó el término deriva para describir el nivel de riesgo que existe entre una
conformidad con las normas sociales y la máxima desviación. El siguiente esquema representa
este concepto de deriva:

Figura 6. Concepto de deriva.

La idea de deriva nos muestra que existe una zona de transición en la que se cuestionan los
valores tradicionales y que está a medio camino entre la libertad y el determinismo en sentido
estructural; es decir, el individuo está cada vez más condicionado en una orientación sin que la
voluntad del sujeto se extinga. De la misma manera podríamos, por analogía, estimar que en el
proceso de exclusión existe una zona intermedia a partir de la cual los riesgos de acabar excluido
de la estructura social empiezan a ser significativos (Tezanos, 1999).

5.3.1. Desviación y exclusión: la adicción a sustancias psicoactivas

Viaja

La Mina, Barcelona.

Todos relacionamos adicciones con desviación y exclusión. Sin embargo, podemos encontrar
adictos en cualquier clase social, incluso, según las estadísticas oficiales, hay importantes niveles
de adicción a determinados estupefacientes en grupos con mejor nivel económico.

Ahora bien, la exclusión social por adicción se da en las clases menos favorecidas. Estos individuos
caerán en la estigmatización y, probablemente, en la marginación, lo que acaba originando un
modo de vida con sus conductas y códigos culturales que hace más difícil la integración y la
reinserción social.

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Desviación y exclusión: la adicción a sustancias psicoactivas (II)

Llega más lejos

Reflexiona sobre la adicción a la heroína por parte de los toxicómanos y a la cocaína por parte
de los altos ejecutivos.

Cabe destacar la distinción entre la discriminación de los adictos a sustancias legales o a las
sustancias ilegales, a lo que se une también al tipo de clases sociales que las consumen. Por
ejemplo, la adicción a la heroína y la adicción a la cocaína; el proceso de exclusión social de los
primeros es muy superior al de los segundos. Esto ocurre, entre otras cuestiones, por los niveles
de educación o economía que ayudan a excluir o a incluir. ¿Es lo mismo un adicto adinerado con
estudios universitarios que un adicto con pocos recursos económicos y sin terminar los estudios
primarios? Hay individuos con una seguridad débil que les hace más vulnerables a la exclusión
social en el sistema; además, se tiende a crear socialmente chivos expiatorios.

Llega más lejos

Un delincuente bastante popular fue José Luis Moreno Cuenca, más conocido como «El
Vaquilla» (1961-2003), perteneciente al Barrio de La Mina (Barcelona).

Si profundizáis en su historia, podréis ver los distintos elementos desarrollados en esta


unidad, sobre todo en cuanto a su entorno y a las condiciones sociales de su vida.

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Nota

La película Yo, Cristina F. refleja con toda crudeza y fidelidad el mundo de la adicción a la
heroína de toda una generación perdida.

La película sigue impactando casi 35 años más tarde. Aunque rodada en Alemania, la historia
es extrapolable a cualquier sociedad occidental-europea del momento.

Como indica Comas-Arnau1, los factores para tener en cuenta en el proceso de la drogadicción
son: el momento y punto de partida social y familiar; la duración de la adicción; el tipo de apoyos
recibidos; y la coincidencia de procesos de desviación y enfermedad (por ejemplo: sida,
enfermedades mentales, etc.). En los años setenta y ochenta fue la clase media la más afectada
por la adicción de drogas, lo que favoreció el descenso social en vez del ascenso.

5.4. Modelos conflictuales de desviación

5.4.1. Teorías culturalistas del conflicto y de la desviación

Los autores que se acercan a estas teorías culturalistas se refieren al conflicto originario de la
propia cultura: la criminalidad es atribuida a contradicciones existentes dentro de una cultura,
como a los conflictos entre diferentes culturas que conviven en un espacio en el que hay una
cultura dominante y otras minoritarias.

La cultura no es un todo coherente, sino que en su interior coexisten contradicciones. Un ejemplo


de esto son los valores formalmente aceptados y los valores que realmente orientan la acción en

1
Paradójicamente, como señala Comas-Arnau, serán finalmente las clases medias (moralidad media, estándar) las que
en mayor medida sufran la adicción, que se dispara en los años posteriores a 1973, justamente cuando experimentan
una mayor expansión. Por otra parte, los sujetos y las familias que se vieron afectadas por las drogas, especialmente la
heroína, perdieron oportunidades de ascenso social (Tezanos, 1999).

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la práctica. Tales contradicciones son especialmente visibles en momentos de fuerte cambio
social, cuando las estructuras y modelos tradicionales chocan más abiertamente con las
emergentes.

Teorías de la tensión

Un segundo grupo es el formado por las teorías de la tensión, que se encontrarían entre el
funcionalismo y el marxismo más ortodoxo. La desigualdad de los recursos en una sociedad
está institucionalizada y es, por tanto, inseparable al término de estructura.

El conflicto es ineludible a toda sociedad, en la que el cambio es el estado normal y existen


perpetuamente sujetos y colectivos disconformes con la situación en la que viven. Orden y
conflicto, reproducción y cambio coexisten de manera que las teorías de la tensión no niegan
las funcionalistas, sino que ambas son complementarias.

De hecho, los conflictos no siempre evidencian el caos de la estabilidad social, sino que pueden
ser funcionales y favorecer un desarrollo más justo y efectivo del orden social. Dahrendorf
discrepa del punto de vista marxista radical, ya que las clases sociales bajas, y el proletariado
en particular, no viven en conflicto con el Estado, puesto que en muchas ocasiones los intereses
coinciden; tampoco considera que son una clase cohesionada, sino que existen diferentes
grupos con intereses divergentes.

Teorías del conflicto de clases y la desviación

Para los teóricos de este enfoque, el conflicto es congénito a la sociedad. Es decir, es inherente
a la estructura social siempre que, como el marxismo indica, se genere cuando una clase
dominante se apropia de los medios de producción desfavoreciendo a otra clase, la dominada.

Esto conlleva que las instituciones y el Estado funcionen y respondan a los intereses de la clase
dominante. Por lo tanto, el Estado no es neutral y se observa en la creación de leyes y en la
administración. Según Richard Quinney, el capitalismo es la base de las relaciones sociales
actuales, y la forma de tratar el delito se distingue en cada periodo del proceso capitalista por
el modo en que se realiza la apropiación del trabajo.

De todas formas, el delito controlado por el Estado es un medio por el que la clase dominante
puede controlar las amenazas que se dirijan hacia el orden social y económico. En este sentido,
la justicia actuará reprimiendo lo subversivo y lo improductivo que, paradójicamente, se derivan
de los excedentes en la mano de obra del capitalismo.

Estos autores indican que los delitos que se realizan en la clase trabajadora deben ser definidos
como modos de resistencia, consciente o inconscientemente, ante la explotación y desigual
distribución de los recursos. Turk va más allá, ya que indica que el delito pudiera ser atribuido
a un cierto egoísmo en un contexto de desigualdad de oportunidades; tal egoísmo sería para
Quinney el resultado de un sistema social basado en la explotación.

Teorías radicales de la desviación

Los enfoques marxistas radicales, o neomarxistas, se originaron en los cambios culturales


surgidos a partir de los años sesenta, que fueron generados, en gran parte, por los movimientos

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sociales en pro de los derechos humanos, como el movimiento por los derechos civiles para los
afroestadounidenses, el feminismo, etc. Dichos cambios culturales significaron para las ciencias
sociales del delito una aproximación a posturas teóricas marxistas, cuyo modelo explicativo de
sociedad encaja bien con la intención de cambio del sistema que denota la realidad social de
ese momento.

Por lo tanto, si el delito se genera de las contradicciones del sistema capitalista, cuyo conflicto
clasista se basa en la lucha de clases, debemos entender que es el propio sistema el que lo
origina. La razón de ello es que la definición de lo que es delito parte de estas premisas del
sistema y a partir de ahí empieza la criminalización. Para estos teóricos, el derecho penal
perpetúa el perfecto funcionamiento del capitalismo y de las clases sociales, ya que es la
principal arma de control construida por la clase dominante.

El sistema frente a la desviación


• Normaliza comportamientos hasta el momento considerados desviados (por ejemplo, el
aborto) y los introducirá como logrados por el sistema y su nivel de tolerancia.
• Convierte a desviados en colaboradores del sistema; por ejemplo, transformando al jefe
de una banda en educador social de jóvenes en camino de la desviación. Otro ejemplo
sería tratar las adicciones como enfermedades crónicas.
• Excluye socialmente a desviados; por ejemplo, no dando opción a la integración social a
los sujetos.

En conclusión, la sociedad capitalista es una sociedad criminógena que criminaliza aquellas


actividades que cuestionan sus principios económicos de productividad, es decir, la base de su
sistema. Los análisis históricos presentes en los estudios de Marx muestran cómo los cambios en
el ordenamiento jurídico se corresponden con el desarrollo del capitalismo y son el resultado de
los intereses de la clase dominante.

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Resumen

Para Marx la base social de la humanidad radica en el trabajo y en que la economía es el motor
de la historia. A esto añade que la mayoría de los seres humanos se encuentran en un proceso
de alienación que se hace especialmente visible con el surgimiento del capitalismo.

Cuando en lugar de intentar definir la estructura social como una jerarquía de estratos la
concebimos como una jerarquía de clases sociales en sentido marxista, estamos añadiendo al
concepto de estrato el de conflicto y el de conciencia. Las clases son, entonces, conjuntos de
individuos que tienen intereses comunes y conciencia de estos, por lo que se entienden en
oposición y conflicto con quienes poseen intereses contrapuestos.

En la concepción marxista existen dos grandes grupos de intereses divergentes (los que poseen
los modos de producción y los que no) que hacen de la sociedad clasista una sociedad de
exclusión. Las acciones cometidas por los excluidos en aras de recuperar derechos serán
entendidas como desviaciones sobre el statu quo social, que es determinado por la clase
dominante.

La desviación es una consecuencia del sistema, no una característica del individuo. La adicción a
drogas, la violencia sobre otros más débiles o fuertes, el robo, etc. no son sino actos de resistencia
ante una situación manifiestamente injusta y alienante o reproducciones parciales de la situación
general.

Según el neomarxismo, el capitalismo capitaliza incluso la desviación. No es extraño así que el


funcionalismo encuentre el delito como funcional, convirtiendo a los desviados en colaboradores
del sistema (que trabajan para este en la medida en que mantienen desunidas las bases sociales).
Así, el sistema capitalista genera políticas sociales y de seguridad definiendo la desviación como
producto individual, no del sistema.

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Mapa de contenidos

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Recursos bibliográficos

Bibliografía básica

Antón Prieto, J. I. (2011). El delito como cuestión social. Universidad de Salamanca.

Taylor, I., Walton, P. y Young, J. (2002). La nueva criminología. Contribución a una teoría social
de la conducta desviada. Amorrortu.

Bibliografía complementaria

Álvarez-Uría, F. (1992). Marginación e inserción. Endimión.

Baratta, A. (1986). Criminología crítica y crítica del derecho penal. Siglo XXI.

Cid Moliné, J. y Larrauri Pijoan, E. (2001). Teorías criminológicas. Bosch.

Dahrendorf, R. (1979). Las clases sociales y su conflicto en la sociedad industrial. Rialp.

Galbraith, J. K. (1992). La cultura de la satisfacción. Ariel.

García Pablos de Molina, A. (2008). Tratado de criminología. Tirant lo Blanch.

Larrauri Pijoan, E. (2000). La herencia de la criminología crítica. Siglo XXI.

Marx, K. (1998). El capital. Crítica de la economía política. Akal.

Marx, K. (1862-1863/1980). Teorías sobre la plusvalía (vol. 1, pp. 360-1). Fondo de Cultura
Económica.

Parkin, F. (1984). Marxismo y teoría de clases. Una crítica burguesa. Espasa Calpe.

Quinney, R. C. (1985). Estado y delincuencia. Fondo de Cultura Económica.

Tezanos, J. F. (1999). Tendencias en desigualdad y exclusión social. Tercer foro sobre


tendencias sociales. Fundación Sistema.

Wacquant, L. (2000). Las cárceles de la miseria. Alianza.

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