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39 - Clara
Epilogue
Capítulo adicional
Previa especial - Niñera para los marines
Autor
Niñera
para los
bomberos
Copyright © 2022 Juicy Gems Publishing
Todos los derechos reservados. Queda prohibida la
reproducción, distribución o transmisión de esta obra de
cualquier forma o por cualquier medio sin el permiso previo
y por escrito de la autora.
Taducción del inglés de María Soledad Berdazaiz
www.cassiecoleromance.com
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autora (en Español)
Niñera con beneficios
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Niñera para el multimillonario
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Derek
Clara
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Taylor
Clara
*
A la mañana siguiente, mi hermano Jason me llamó para
ver cómo seguían las cosas con el bebé y para saber si
necesitaba algún consejo o ayuda.
—No, todo va bien —le contesté—. Tu archivo me ha
salvado muchas veces. ¡Ahora siento que sé lo que hago!
—Espera a que cumpla 1 año —me contestó—. Las cosas
sólo empeorarán.
Lo miré al bebé, que estaba acostado en el moisés frente
al sofá, con el ceño fruncido. De pronto, me invadió la
certeza de algo que en verdad había sido muy obvio desde
el comienzo, pero que, al estar tan enfocada en tareas
cotidianas, había olvidado.
—En realidad, no lo veré cuando tenga 1.
—Ah. Es verdad. Clara….
—Está bien —respondí rápidamente. Hablé con voz
inexpresiva, y me escuché a mí misma como si fuera
alguien que me estuviera hablando a través de una puerta
—. Sabía que esto sucedería. Siempre supe que era algo
temporario.
Hubo una larga pausa en la conversación.
—Es normal que le hayas tomado cariño. Sea cual sea tu
sentimiento ahora, está bien, y…
—Ya te dije que estoy bien —repetí con más sequedad
esta vez.
El nudo que sentía en la garganta empezó a ceder. Pero
el daño ya estaba hecho. Sentía como si me hubieran
clavado un puñal. Toda la felicidad de los últimos días se
estaba esfumando.
«Tal vez el bebé no fue una señal», pensé, «y el hecho de
que se llame igual que mi papá es una mera coincidencia».
—Bueno, de todas formas, gracias por enviarme tu
archivo —le dije a mi hermano—. ¿Hay algo más que…?
—Espera, Maurice quiere hablar contigo.
Se escuchó un ruido en la línea cuando le pasó el
teléfono a su esposo. En seguida, me saludó Maurice con su
tono de voz elevado.
—Clara, ¿cómo está la situación? Y con la situación no me
refiero al bebé. No me puedes ver pero en este momento, te
estoy guiñando el ojo.
—Si estás hablando sobre los bomberos, todo va bien —
contesté—. Excelente, de hecho.
—No seas ambigua conmigo. ¡Quiero detalles!
Torcí la cabeza para escuchar mejor. Los chicos habían
salido a buscar el desayuno. Toda la casa estaba en silencio.
Pero aún así, traté de medir mi respuesta.
—Pues, me estoy llevando muy bien con los tres.
—¡Dije que quiero detalles! ¿Ya han hecho un trío? ¿Has
estado con dos al mismo tiempo?
Ahogué un grito de sorpresa.
—¡No puedo contarte eso! ¡Eres como mi hermano!
—Tu hermano es Jason —dijo Maurice sin rodeos—. Yo soy
tu cuñado cool a quién le puedes contar todos los detalles
habidos y por haber. De hecho, tienes la obligación de
hacerlo. Estoy seguro de que así lo dice mi licencia
matrimonial.
—No lo creo.
—Bueno, cuéntame de todas formas. Es domingo y estoy
aburrido.
Bajé la vista hacia el bebé en el moisés y él me miró con
curiosidad. Sentía que estaba mal hablar de estas cosas
frente a él. Aunque en realidad, anoche habíamos hecho
cosas mucho peores que hablar mientras él estaba en la
misma habitación. Así que, hablar no era del todo malo.
—Anoche, Jordan, Taylor y yo hicimos un trío —dije en voz
baja. Pero Maurice no me escuchó casi nada de lo que dije,
porque en cuanto escuchó la palabra «trío» empezó a chillar
de alegría.
—¡Lo sabía! ¡Sabía que no estabas contando todas tus
aventuras! Dime más, cuéntame.
De fondo, escuché que mi hermano le preguntaba algo.
Maurice lo alejó.
—¡No te contaré nada si mi hermano está ahí contigo! —
exclamé.
—De acuerdo. Estoy saliendo. Hay muchos mosquitos,
pero vale la pena que me piquen para escucharte. Bien,
ahora estoy solo. ¡Desembucha!
—No pienso darte más detalles —dije riéndome. El solo
hecho de hablar sobre mis actividades de la noche previa
me daba cosquillas en la panza—. Pero sí te diré que todos
los que participamos lo disfrutamos mucho.
—Oh, my God! Qué suerte tienes, zorra.
—¡Maurice!
—No chilles, lo digo de forma cariñosa. Mataría por estar
en tu lugar.
De fondo, escuché que mi hermano preguntaba:
—¿En qué lugar?
—Nada cariño. Solo estoy bromeando con tu hermana —
Maurice volvió a dirigirse a mí en voz bien baja—. No estoy
bromeando. En realidad, te envidio. ¡Diviértete, chica!
Pasé el resto de la tarde repasando la conversación con
Maurice. Llegué a la conclusión de que había cambiado mi
percepción de los eventos de la noche anterior. Siempre
había pensado que un trío no era algo que uno hacía
normalmente, sino que era de esas cosas que sucedían solo
en la universidad, o que las parejas hacían como última
opción cuando querían revivir la relación. Por eso, por más
que lo había disfrutado, me sentía avergonzada.
Pero después de hablar con Maurice y contar los hechos
en voz alta, me sentía liberada. Él se sintió contento por mí,
hasta me tuvo envidia. Su reacción le quitó el estigma y
normalizó la situación para mí; la hizo más aceptable.
Jordan, Taylor y yo habíamos hecho un trío. Fue genial. No
había nada de malo en eso. No importaba qué pensaran los
demás.
Ese día, estuvo muy tranquilo para los tres. Taylor estudió
en su habitación, mientras que Jordan y nos acurrucamos en
el sofá para ver la repetición de Mork and Mindy. El
programa había salido al aire por primera vez mucho antes
de mi época, pero aparecía Robin Williams, y el show
todavía resultaba entretenido.
Derek llegó a casa esa misma noche. Vimos las luces del
coche entrar por las ventanas del frente cuando se detuvo
en la entrada. Contenta de que hubiera vuelto, fui a recibirlo
a la puerta, con el bebé Anthony en brazos. Derek me sonrió
como si fuera mi esposo volviendo a casa después del
trabajo, me dio un beso en la mejilla y tomó al bebé de mis
brazos.
—¿Cómo está nuestro pequeño hoy? —preguntó
acunando al bebé contra su pecho y dándole un beso en la
coronilla— ¿Te portaste bien, como te dije?
—Anthony se portó genial, aunque… eh, se tomó buena
parte de tu tequila—dijo Taylor—. De la cara.
—Ah, ¿sí?—preguntó Derek con aspereza.
Taylor, serio, asintió.
—Sí, tenemos a un borrachín entre manos.
Cuando lo vi a Derek, no pude evitar notar lo contento
que estaba de ver al bebé de nuevo. Lo trataba como si
fuera su hijo, no como si fuera una carga de la que había
que deshacerse.
«Qué pena que su exesposa no quisiera tener hijos con
él», pensé. «Sería un padre excelente».
—¿Cómo te fue, jefe? —preguntó Jordan— ¿Pudiste
obtener una clarificación sobre cómo proceder?
Derek me pasó el bebé de vuelta a mí (a regañadientes,
me pareció) y sacó su celular.
—Tomé algunas notas. El administrador de los Servicios
Sociales con quien hablé nos dio bastante información.
Muchas cosas de las que nos dijo no son relevantes para
nosotros. Es mi culpa, porque empecé a hacerle muchas
preguntas sin explicar claramente cuál es nuestra situación.
Pero lo realmente importante es lo siguiente: en dos
semanas, recibirán nuevo financiamiento y habrá una
decena de familias adoptivas que han sido aceptadas al
sistema recientemente. La situación mejorará a partir de
entonces.
—¿Dos semanas? —preguntó Jordan esperanzado—
¿Estás seguro?
Derek asintió.
—En dos semanas, podremos entregar al bebé al
sistema, confiados de que estará en una institución
adecuada.
Jordan y Taylor se palmearon la espalda. Derek sonrió con
ellos, pero fue una sonrisa superficial, que nunca expresó
con la mirada. Parecía que estaba entendiendo lo mismo
que yo había entendido antes: que nuestro tiempo con el
bebé Anthony estaba llegando a su fin.
Moví al bebé para cargarlo con el otro brazo y me
acerqué a Derek para abrazarlo. Sin decir nada, me devolvió
el abrazo y dejó escapar un suspiro que bien pudo haber
sido de alivio como de desilusión.
«Sé cómo te sientes», pensé.
Esa noche, celebramos con una parrillada en el jardín de
la casa. Era una velada tranquila y fresca. El sol se ponía por
el horizonte dejando una estela anaranjada a su paso.
—Estas margaritas estarían mejor con el otro tequila —
gruñó Derek mientras daba vuelta un filete en la parrilla.
Les clavó a los chicos, no a mí, una mirada hostil.
—Dijiste que nos sintiéramos como en casa —se defendió
Jordan—. Y nosotros tomamos la invitación al pie de la letra.
Derek rezongó en señal de desaprobación.
Como vi que Taylor estaba jugando con el bebé, me
levanté y me acerqué a Derek. Le rodeé con los brazos
desde atrás y apoyé la cara contra su cuerpo escultural. Su
camisa olía a humo y a un desodorante especiado.
—¿Estás practicando cómo aplicar medidas de seguridad
antiincendios? —pregunté yo.
Él se rio y su torso se sacudió.
—Las llamas están a tres metros del toldo y de cualquier
madera colgante. Además, tengo un extintor debajo de la
parrilla, y otro de respaldo en la cocina.
—Solo estaba bromeando.
—Nunca se puede ser demasiado precavido. ¿Se
imaginan si ocurriera un incendio y tuvieran que venir los
muchachos del segundo turno a apagarlo? —Dejó escapar
un resoplido de hastío—. Billy Manning no me dejaría
olvidarlo.
Yo sonreí. Luego pasé por al lado de él y me senté cerca
de la parrilla, de frente a Derek.
—Es normal que te sientas triste.
Su rostro se ensombreció; sabía de lo que le hablaba.
Miró por sobre el hombro para asegurarse de que los chicos
no estuvieran escuchando y dijo:
—¿Por qué estaría triste?
Mi padre siempre decía que el silencio era la mejor
respuesta. Por eso, ahora no dije nada; solo lo miré.
Por unos minutos, solo enfocó toda su atención en la
carne sobre la parrilla. Cuando pensé que no iba a decir más
nada, suspiró y dijo:
—Nuestro objetivo desde el principio fue colocarlo en un
buen hogar de acogida y encontrar a alguien que lo adopte.
No debería sentirme así, y eso me frustra.
Taylor se rió a carcajadas y el bebé lo imitó. Jordan dijo
algo que puso muy serio a Taylor. Jordan sonrió y bebió un
sorbo de su trago.
—Las emociones no siempre tienen sentido —dije
despacio—. Soy mujer, créeme: a veces no tienen sentido
en absoluto. Y eso está bien, somos seres humanos.
—Pero no por eso me tiene que agradar —dijo a
regañadientes.
Me puse de pie y lo abracé, de frente esta vez.
—Entonces, disfrutémoslo mientras dure.
Nos besamos profundamente, y en la forma en que
nuestros labios se rozaron hubo un gran entendimiento. Nos
sentíamos igual, él y yo. Estábamos pasando por lo mismo
en el mismo momento.
Nuestro instante de intimidad se esfumó cuando Taylor se
acercó con el bebé y empezó a hablarle como si le estuviera
dando una lección.
—Esto se llama fuego, y es muy malo. Nuestro trabajo
consiste en apagarlo. Pero a veces, el fuego es bueno, como
ahora, que lo usamos para cocinar carne y preparar un filete
delicioso —Hizo una pausa para pensar en lo que acababa
de decir—. Mm, bueno, muchas cosas en la vida son así:
buenas o malas, dependiendo el contexto.
—Creo que es un poco pequeño para entender filosofía —
dijo Derek.
Nos reímos de buena gana y luego nos sentamos a
comer. Hoy, más que nunca, parecía que todos, incluso
Anthony, estábamos jugando a la casita como si fuéramos
una gran familia feliz. Lo que teníamos no era normal. De
hecho, era completamente anormal. Pero por alguna razón,
tenía la sensación de que era lo correcto.
Y eso, había decidido, me bastaba.
Al día siguiente empacamos las cosas y nos preparamos
para volver a la estación. Esta secuencia se estaba
volviendo rutinaria, tan común y corriente como el trayecto
al trabajo. Sentía comodidad al empacar mi valijita y
cambiarle el pañal al bebé. Y había un atisbo de oscuridad
que amenazaba con interrumpir ese sentimiento: el saber
que todo acabaría en dos semanas. Pero por ahora, decidí
ignorarlo. Porque, por ahora, era feliz.
Esa felicidad, sin embargo, se terminó en el momento en
que entramos a la estación.
32
Derek
Clara
Clara
Clara
Derek
Clara
Clara
Clara
Taylor
Un año después
https://bit.ly/3BP8XoS
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Heather