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Un día como hoy hace dieciséis años, una muchacha se encontraba en el frío y
húmedo suelo en medio de un pequeño establo oscuro y destartalado que olía a heno y
estiércol, y dio a luz a una niña prematura. Estaba terriblemente asustada por ella y su
bebé. Soportó lo mejor que pudo, apretando los dientes y permaneciendo en silencio a
pesar del intenso dolor, empujando hasta el final y recibiendo a su bebé en este mundo
completamente sola. Cortó el cordón umbilical con unas tijeras de jardín y envolvió a la
niña en unos trapos viejos que encontró, haciéndolo lo mejor que pudo para
mantenerla caliente. Ella sabía que era muy pronto para que naciera, sabía que no
había manera que hubieran pasado 9 meses. La niña era muy pequeña, no estaba
segura cuanto pesaba, pero no podía ser mucho más de 2 kilos y medio. Su llanto era
débil, su cuerpo ligeramente azul, pero ella se negaba a renunciar a su hija. La sostuvo
toda la noche, meciéndola y tranquilizándola, tratando de alimentarla pero no tenía ni
idea de cómo conseguir que la pequeña se aferrara al pecho.
Todavía era una niña de apenas dieciséis y completamente inocente. Mientras sostenía
a su bebé durante la noche, mirando su carita arrugada y acariciando su pequeña
mano alrededor de su dedo, imaginaba un mundo más allá que aquel en el que ella
vivía. Un mundo donde su hija pudiera florecer. Donde pudiera ir a la escuela y tener
amigos, un mundo donde pudiera enamorarse y casarse. Un mundo donde su hija
pudiera tener su propia casa, su propia carrera, su propia familia. Un mundo donde su
hija tuviera opciones, libertad.
Porque ella no las tenía en absoluto. Era una esclava, a merced de sus dueños. Ella fue
secuestrada cuando era un bebé, sus padres fueron asesinados. Los secuestradores
Si bien, tuvo algo de suerte. Sabía que podría haber terminado en alguna red de
pedofilia, pero no fue así. Fue comprada como un regalo para una mujer, una niña
para una mujer que deseaba desesperadamente tener una hija, ya que no podía
tenerla por sí misma. Ya había tenido un hijo, pero su nacimiento fue tan traumático
que la había dejado estéril. Ellos no podían adoptar legalmente, porque su esposo
tenía un extenso expediente criminal y jamás hubieran sido aprobados.
No veía mucho al hijo de sus amos, debido a que él estudiaba en un internado durante
todo el año y la mayoría de las veces pasaba el verano viajando con la familia. A ella
siempre la dejaban atrás mientras ellos veraneaban, pero nunca estaba sola. Siempre
había alguien vigilándola.
El otoño en que cumplió 15 años, el padre cayó enfermo. Su hijo volvió a casa para
ayudar a su madre mientras su padre estaba fuera de servicio, por así decirlo. Tenía
dieciocho años en ese entonces y era volátil, pero no fue muy duro con ella, no la
amenazaba o golpeaba como hacía con los demás, y no le exigía nada. La mayor
parte del tiempo la ignoraba, apenas notaba que existía. Pero después de algunos
meses cambió y comenzó a entrar por las noches a su cuarto furtivamente, acostándose
con ella, tocándola, cerniéndose sobre ella y empujándose dentro de ella.
Ella no fue educada pero conocía la realidad de la vida. Cuando su periodo dejó de
venir sabía lo que eso significaba. No estaba segura de qué hacer, a quién contarle o
qué decir. Cuando finalmente reunió el valor suficiente para confesarle a su ama que
un niño estaba creciendo dentro de ella el hijo vino a casa y anunció a la familia que
iba a unirse en matrimonio con una chica del pueblo de buena familia.
Así que cuando se sentó en ese establo, meciendo a esa pequeña bebé, se permitió
olvidarse de la manera en que vivía. Se permitió soñar con un mundo mejor para niña.
Se permitió soñar con que su hija tuviese un futuro en el que pudiese brillar.
Una tarde el ama oyó débilmente el llanto de un bebé, y caminó hacia el establo,
donde ella se encontraba escondida con la niña. La ama se sorprendió, por decir lo
menos. La muchacha estaba muy asustada, temerosa de que ellos pusieran en venta la
pequeña o incluso peor, terminaran con su vida. Había visto esclavas quedar
embarazadas a lo largo de los años, vio sus embarazos llegar a término y bebés
desaparecer. Pero la ama la sorprendió. Porque cuando vio el rostro del bebé, vio
relucir los rasgos de su hijo brillando hacia a ella. Sabía que la niña era de su sangre.
No aceptó al bebé como familia, se rehusó a reconocerlo de viva voz, pero le permitió
conservarla. Y durante dieciséis años la muchacha lo hizo lo mejor que pudo siendo la
mejor madre que podía ser. Ella no pudo escapar de la vida que tenía, había sido
vendida, pero mantenía la esperanza que algún día, su hija encontraría algo mejor. Y
ella hizo todo lo que pudo para prepararla para una vida mejor, a pesar de que ella
por sí misma sabía poco sobre el mundo exterior.
La pequeña creció hasta convertirse en una hermosa niña. Los esclavos la mimaban en
exceso, pero la mayor parte de la familia la ignoraba. Alguna que otra vez atraparon a
la ama mirándola fijamente, sonriendo cuando ella pensaba que nadie estaba
mirando. Eso le proporcionaba a la chica esperanza que quizás su hija pudiera ser
liberada. Ellos tampoco la trataban como a los demás, no la golpeaban o la hacían
trabajar demasiado duro. Allí había algo de bondad, bajo la superficie. Compasión por
la hija bastarda que su hijo trajo a la existencia.
No obstante, el verano antes del cumpleaños número 12 de la niña, todo cambió. Los
amos de la casa tuvieron un accidente de coche, muriendo por el impacto. En vez de
ser liberados, como todos ellos esperaban, el hijo intervino y se hizo cargo. Se convirtió
en un hombre duro, su agresividad crecía a medida que envejecía. No tenía una pizca
de bondad en su interior, ninguna compasión.
El hombre no era estúpido, sabía que la niña era su hija y no le gustaba ni un poco.
Durante cuatro años la muchacha fue maltratada y torturada, su madre la protegía lo
mejor que podía mientras se protegía a sí misma. Sabía que muerta no le sería de
ayuda y a veces no le quedaba más remedio que sentarse y permitir que su hija
soportara.
Finalmente, la esposa lo descubrió, se dio cuenta que la niña esclava era la hija
ilegítima de su esposo. La mujer no era capaz de llevar un bebé a término, todos sus
embarazos terminaban en aborto involuntario. Estaba enfurecida y quería que la niña
se fuera. Exigió a su esposo deshacerse de ella.
La muchacha que dio a luz sola a un pequeñísimo bebé en un establo, era mi madre. Y
ese bebé que sobrevivió a pesar de las posibilidades en su contra, era yo. Mi nombre
es Isabella Swan, y hoy es mi decimosexto cumpleaños.
La gente se sorprendería si supiera que el mundo donde nací existe. Abraham Lincoln
pronunció la Proclamación de la Emancipación en 1862 y declaró que la posesión de
otros seres humanos debía ser anulada, pero no terminó ahí. La gente aún sigue
siendo comprada y vendida, destinadas a la servidumbre, despojadas de todos sus
derechos y privilegios. Nací en 1989, más de un siglo después de que Lincoln aboliera
la esclavitud. La esclavitud existe en cada rincón de Estados Unidos, el tráfico de
esclavos fuera y dentro de las ciudades y suburbios se mantiene en secreto. Con el
dinero suficiente puedes comprar a alguien.
Isabella Swan
“Tienes que levantarte pronto cariño,” dijo mi madre en voz baja a mi lado. Refunfuñé
incoherentemente, manteniendo los ojos cerrados y dándome la vuelta alejándome de
ella. Suspiró, extendiendo la mano y acariciando mi pelo castaño con suavidad.
Guardó silencio por unos momentos y pude sentir su mano temblorosa, su respiración
inestable. Estaba dándose fuerzas.
“Tal vez sea lo mejor, tal vez me mate y acabe de una vez,” murmuré. Mamá sollozó en
voz alta por mis palabras, perdiendo la compostura que se esforzaba por mantener.
Suspiré con fuerza y murmuré una disculpa rápidamente, sin querer molestarla.
El rostro de mamá estaba hinchado, sus mejillas manchadas de lágrimas y sus ojos
enrojecidos. Tuve que apartar la mirada rápidamente, incapaz de soportarlo.
Charles Swan, el hombre cuya sangre corría por mis venas y cuyo ADN compartía,
había partido hace dos noches en un viaje de negocios para hablar con un ‘potencial
comprador’. Él viajaba a menudo por esa razón, porque no solo vendía inmuebles
como pantalla, sino que también operaba una importante banda de falsificadores y
Y además de Charles y su padre, en realidad nunca había hablado con otro hombre.
No recuerdo mucho del padre de Charles, rara vez estaba alrededor, y Charles siempre
había sido frío conmigo. Aquí todos los esclavos eran mujeres, y cuando llegaban
visitantes nos encerraban bajo llave. Los hombres me asustaban, eran extraños,
desconocidos. Había visto en varias ocasiones otros hombres, a los que pagaban para
montar guardia alrededor del perímetro de la propiedad, pero nunca había
interactuado con ellos. Los únicos que habían interactuado con los guardias eran los
que fueron los suficientemente estúpidos como para tratar de huir. No siempre estaban
ahí y no siempre los veías cuando estaban, pero siempre sabías que existía la
posibilidad de que estuvieras siendo observado por alguien en las sombras. Era como
si estuvieran burlándose de nosotros, haciéndonos saber que, técnicamente, escapar
sin ser detectados era posible, simplemente nunca sabías cuando. Era jugar con tu
vida y muy pocos estaban dispuestos a correr ese riesgo. Los que lo hacían fallaban.
Me puse una camisa blanca que estaba cubierta de manchas y un par de pantalones
vaqueros. Estaban gastados y descoloridos, con las rodillas agujereadas por el uso y
la parte baja deshilachada. No tenía zapatos, no había tenido en años. Mis pies
Mi madre caminó detrás de mí con un peine y comenzó a pasarlo por mi pelo, tratando
de desenredar los nudos. Fue inútil... necesitaba desesperadamente un buen lavado.
Se dio por vencida después de un minuto, cogiendo una goma y tirando de él hacia
atrás.
“Está solo,” dijo mi madre, sonando complacida. Exhalé con fuerza, dándome cuenta
de que había estado conteniendo la respiración. Ella se volvió, sonriéndome
ligeramente, con expresión aliviada. Se acercó a mí rápidamente, abrazándome y
apretándome con fuerza. “Tal vez ha cambiado de opinión.”
Ella suspiró, soltándome del abrazo y agarrando mi mano. “No pierdas la esperanza
Isabella,” dijo con severidad.
Asentí, más para calmarla que otra cosa. No tenía por qué saber que había perdido la
esperanza hacía mucho tiempo, cuando me di cuenta que un mundo entero existía
más allá del nuestro, un mundo del que sabía muy poco.
Salimos por la puerta, esperando llegar a la casa para recibir a Charles antes de que
él decidiera venir a buscarnos, cuando el sonido del crujir de la grava y el ronroneo de
un motor fue captado por nuestros oídos, lo que indicaba que un coche se acercaba por
el camino de entrada. Giré mi cabeza rápidamente hacia mi madre, el miedo y el
pánico escrito en mi rostro. Su expresión idéntica a la mía.
“Vamos,” dijo en voz baja, llevándome fuera de la habitación y bajando las escaleras.
Nos dirigimos a la parte trasera de la casa y Charles estaba esperando en el vestíbulo,
mirando hacia fuera por la puerta principal. Nos escuchó venir y miró en nuestra
dirección.
“No estás aquí para pensar. Lleva tu culo arriba, a mi habitación, nos ocuparemos de ti
más tarde.”
Mi madre asintió con la cabeza y trató de soltar mi mano, pero me aferré a ella con
fuerza. Ella suspiró, usando su otra mano para soltar mis dedos. “Todo estará bien
cariño, no te preocupes. Sólo escucha a Charles y compórtate lo mejor que puedas.”
Asentí con la cabeza y ella se inclinó para besar mi mejilla suavemente antes de
retirarse subiendo las escaleras. Charles me lanzó una mirada mordaz y caminé los
últimos pasos para llegar al vestíbulo. Me quedé mirando hacia al suelo, temblando de
miedo y mordiendo mi labio inferior tratando de mantener la compostura.
Él hombre continuó hablando por teléfono, estaba hablando sobre algunos envíos
procedentes de alguna parte. No había hablado con ninguno, ni con Charles ni
conmigo, ni siquiera para saludar. Después de unos minutos de nuevo eché un vistazo
y vi a Charles de pie al otro lado de la habitación, casi tan nervioso como yo. Mi ceño
se frunció con confusión, nunca lo había visto así. Charles estaba siempre bajo control,
nunca fuera de su juego. Pero ahora... ahora parecía nervioso. Siguió echando vistazos
nerviosos al hombre rubio, con sus ojos como dardos clavados en el suelo.
El miedo me sacudió aún más cuando me di cuenta que Charles estaba temeroso del
hombre. Estaba escrito en su cara.
El hombre de pelo rubio le dijo a quien estaba hablando que tenía que irse y cerró el
teléfono con fuerza.
Todo estaba en completo silencio, el único sonido que se oía era el bombeo de la
sangre por todo mi cuerpo con furia. Me quedé congelada en mi lugar, con miedo a
moverme.
“Sé que no es la muchacha más bonita...” Charles comenzó, pero el hombre de pelo
rubio lo interrumpió.
“No he dicho que sea fea,” dijo bruscamente. Charles dejó de hablar repentinamente.
“Pero se ve horrible. Tienes dinero, ¿no puedes darte el lujo de pagar unos cuantos
dólares por una vestimenta decente o un par de zapatos para la muchacha? ¡Cristo,
mira que agrietados tiene los pies!”
“Yo, eh… bueno…” Charles murmuró. Eché un vistazo hacia el hombre rubio y este me
miraba. Nuestros ojos se encontraron y una leve sonrisa se deslizó sobre sus labios.
Volví a mirar al suelo después de un segundo, mantener contacto visual con él estaba
siendo un poco incómodo. No estaba acostumbrada a ello, el escrutinio de su mirada
me hacía sentir incómoda.
“Bueno esperaba conseguir uno por ella,” Charles dijo. El hombre de pelo rubio se echó
a reír.
“¿Uno, eh? ¿Cuándo fue la última vez que esta muchacha tuvo un buen baño?”
“¿750?” preguntó Charles, con voz esperanzada. “Quiero decir ella es todavía virgen.”
El hombre de pelo rubio estaba en silencio. No me atrevía a mirar hacia arriba, pero
podía sentir su mirada, podía sentir su mirada fija en mí. Mi corazón latía
violentamente ante la mención de mi virginidad, el miedo me estremeció. El único
conocimiento que tenía del sexo era lo que las mujeres de por aquí decían. Había visto
a Charles tener relaciones sexuales con mi madre antes, los había escuchado más
veces de las que podía contar, y recuerdo claramente como lloraba después,
completamente asqueada. El sexo a mis ojos no era más que una forma repulsiva de
castigo.
Con el tiempo miré de nuevo, el silencio me estaba agobiando. Mis ojos se encontraron
con los suyos de nuevo y él levantó las cejas inquisitivamente, así que desvié la mirada
rápidamente, mordiendo mi labio con nerviosismo.
“Ni siquiera puede mantener contacto visual conmigo. No hay manera de que pueda
hacer el vuelo a mi casa,” dijo, finalmente rompiendo el silencio.
Charles frunció el ceño. “Con su edad y la virginidad, podría conseguir mucho más por
ella en una subasta.” Mis ojos se abrieron ante la mención de la subasta. Sabía por las
otras que las chicas que compraban y vendían en las subastas normalmente
terminaban siendo esclavas sexuales y prostitutas, en tanto que algunas tenían suerte
en ventas privadas.
El hombre de pelo rubio sonrió. “Posiblemente, pero no sirve mucho para lo que la
quiero. Es evidente que no está acostumbrada a estar rodeada de gente, tú has dicho
que ni siquiera sabe leer o escribir.”
“Es una trabajadora muy buena, puede cocinar y limpiar como los mejores.” Charles
murmuró. “Obediente. Vale cada centavo de los 750.”
“No, nunca tuve una razón para hacerlo. Ella ha estado aquí desde el día que nació,
nunca mostró ningún indicio de pensar en irse.”
“650, y es mi oferta final. Voy a tener que ponerle el chip de rastreo y es evidente que
no tienes nada para la muchacha, así que voy a tener que desembolsar dinero para
arreglarla apropiadamente.”
Miré de nuevo y el hombre rubio sonrió.” Volveré mañana con el dinero. Límpiala un
poco para mí, no la voy a llevar a ningún lado con ese aspecto.”
Charles asintió con la cabeza, y extendió su mano para estrechar la del tipo de pelo
rubio. Él abrió su teléfono y marcó un número, en dirección a la puerta. Se detuvo en el
umbral, volviéndose para mirarme brevemente.
“Sí, amo Charles,” susurré, perdiendo la batalla y las lágrimas corriendo por mis
mejillas. Él suspiró exasperado, y me empujó hacia atrás. Tropecé, pero por suerte fui
capaz de mantenerme en pie.
“Ve a la cocina y ayuda con el almuerzo, mientras voy a ocuparme de tu madre,” dijo.
Yo asentí con la cabeza.
“¿Estás bien?” Preguntó en voz baja. Asentí con la cabeza pero no dije nada. Un lado
de mi rostro estaba palpitante, lágrimas aún corriendo por mi rostro.
Agarré una cuchara y fui a la estufa, revolviendo la pasta que Clara ya tenía hirviendo.
Cerré los ojos y suspiré cuando oí que empezaba el sonido familiar de golpes viniendo
desde arriba. La habitación de Charles estaba justo encima de la cocina y podíamos
oír el cabecero de la cama golpeando contra la pared cuando él abusaba de ella. Esa
era su manera de castigar a mi mamá, por lo general nunca le levantaba la mano, la
degradaba de diferentes formas.
La esposa de Charles regresó y se dirigió a la casa. Ella había estado saliendo mucho
últimamente, lo que era realmente un dilema sin salida. Me ayudaba, ya que tendía a
escogerme mí para torturarme sólo por diversión, pero mi madre sufría más cuando la
esposa de Charles se iba. Mamá decía que ellos acostumbran aparentar que se
amaban, pero su matrimonio se había convertido en uno de conveniencia en su mayor
parte. Sin duda no soy una experta en relaciones, pero sí sé que cualquier tipo de
vínculo que ellos compartían ahora no era algo de lo que quisiera ser parte. Era
inestable, siempre estaban peleando y gritando y enojados entre ellos. Imaginaba que
eso no podía ser amor.
Sin embargo, yo tampoco era una erudita sobre el amor, así que, ¿qué sabía yo?
Supongo que lo que sentía por mi madre era una forma de amor y me gustaba creer
que ella me amaba, pero nuestra situación no era una que precisamente consintiese
conexiones muy profundas. Tenías que distanciarte un poco de todos los demás para
sobrevivir en esta vida. Nunca sabías cuándo alguien cercano a ti iba a ser herido justo
frente a ti, o cuando su tiempo acabaría y sería asesinado. No había nada que
pudieras hacer para detenerlo, ya que al intervenir solo conseguías sufrir la misma
suerte que ellos. Tenías que mirar en primer lugar por ti, sin importar lo mucho que
quisieras cuidar de los demás. No estaba segura de haber sentido alguna vez lo que
era realmente el amor y sabía que el amor romántico estaba completamente fuera de
cuestión. No tenía deseos de experimentarlo de todos modos, ningún deseo de
Mi madre trató de defenderme, protegerme de todo lo malo tanto como fuera posible.
Me sentía como una carga para ella, a menudo me preguntaba si habría sido mejor si
nunca hubiera nacido. Nunca dije esas cosas en voz alta, a sabiendas de que ella no
estaría de acuerdo y me diría, lo valiosa que era y lo mucho que significaba para ella.
Una parte de mí se preguntaba si tal vez ser enviada lejos era lo mejor. No tenía idea
de en lo que me estaba metiendo, y tal vez estaba siendo enviada a una muerta
segura, pero al menos mi madre no tendría que soportar el peso de mi existencia sobre
sus hombros.
Después de unos minutos, la esposa de Charles volvió a salir y bailó hacia el jardín,
mirando hacia mí. “He oído que hoy te han vendido a la familia Cullen,” me dijo, su voz
sonando petulante. La miré y vi una sonrisa siniestra jugando en sus labios. “No hay
manera de que seas lo suficientemente buena para ellos.”
Rió para sus adentros, divertida, y volvió a alejarse. Mi corazón latía frenéticamente y
miré a mi madre, que estaba distraída tirando de las malas hierbas y ahora parecía
estar conmocionada.
“¿Sabes quiénes son?” Le pregunté después de unos minutos. Mi madre suspiró, dejó
lo que estaba haciendo y se sentó en sus rodillas.
“Oí el nombre a menudo mientras crecía. Familia poderosa. Crimen organizado. Ellos
no son el tipo de gente con la que te quieres cruzar, si sabes lo que quiero decir.”
Asentí con la cabeza, dándome cuenta ahora por qué Charles había estado tan
nervioso en presencia del hombre de pelo rubio. Él parecía lo suficientemente bueno,
pero había una confianza en él que era intimidante.
“Vas a estar bien,” mamá dijo finalmente, volviendo al trabajo. “Eres fuerte, siempre lo
has sido. Sobrevivirás. Honestamente, cualquier cosa tiene que ser mejor que este
lugar.”
“Has ensuciado mis zapatos, esclava,” dijo la esposa de Charles con desprecio,
entrecerrándome sus ojos.
La esposa de Charles se rio, pero él gruñó. “Limpia bien sus cortes mientras la bañas,”
le dijo a mi madre.
Subimos las escaleras hacia el cuarto de baño reservado para los sirvientes. Mi mamá
empezó a llenar la bañera de agua mientras me quitaba la ropa. Me deslicé dentro,
siseando cuando el agua hirviendo se puso en contacto con mi piel sensible. El agua
causó que las palmas de mis manos y mis rodillas escocieran.
Eché la cabeza hacia atrás para mojarla y ella agarró el champú, vertió un poco en su
mano e hizo espuma en mi cabeza. Cerré los ojos y suspiré contenta, sintiendo sus
dedos masajear mi cuero cabelludo. Sabía que era uno de los últimos momentos que
compartiría con mi madre y estaba saboreando cada segundo. No tenía idea de a
dónde iba o lo que estaría haciendo, pero sí sabía lo que estaba dejando atrás y eso
dolía.
Isabella swan
Abrí la ventana de un tirón y me senté en el alféizar mirando hacia fuera. Me puse unos
sencillos Capri color negro que mi madre había logrado conseguir por ahí y una
camiseta sin mangas color rosa que Charles había conseguido en el armario de su
mujer, muy a su pesar. La noche anterior, también había comprado un par de
sandalias negras, no quería que hoy estuviera descalza. Su esposa no había estado
muy feliz por eso, a pesar de que aparentemente había pagado sólo un dólar por ellas.
Podía oírlos discutir en la casa a mitad de la noche por eso.
Todo el mundo estaba trabajando fuera, pero yo tenía prohibido salir del cuarto en el
granero, Charles no quería que me ensuciara. Estaba sudando y la humedad era
insoportable mi mamá me dijo que tenía un poco amoratada en el rostro por el golpe
que Charles me había dado el día anterior. Yo no lo había visto, ya que no tenía
exactamente acceso a un espejo, así que no estaba segura de lo malo que era en
realidad. Mi madre tendía a restarle importancia a ese tipo de cosas. También podía
sentir la quemadura del sol en mis mejillas de tanto trabajar fuera ayer, y las palmas
de mis manos y rodillas raspadas, pero aparte de eso estaba bastante bien. Mi cabello
estaba limpio, sin nudos y caía por mi espalda.
Entraron en la casa y suspiré, pasando mis dedos por mi pelo nerviosa, tratando de
asegurarme que estuviera decente. Estaban en la oficina de Charles, su risa resonando
en la casa y filtrándose por las ventanas abiertas. Mi corazón latía frenéticamente y me
sentía algo enferma, mareada y con náuseas. No había comido en un tiempo, Charles
se había negado a darnos de comer a ninguno la noche anterior porque había
atrapado a Clara probando algo de comida mientras preparaba la cena. Había
probado con el dedo un poco de salsa de una cuchara, alegando que solo era para
asegurarse de que se hacía correctamente y tenía buen sabor, pero a Charles no le
importó. Probar cualquier cosa sin su permiso, sin importar lo insignificante que fuera,
era robar a sus ojos. A la hora de la cena nos llamó a todos al patio y la ató a la
barandilla del porche, obligándonos a ver como la azotaba con un trozo de cable. Fue
brutal, oyendo sus gritos y viéndola llorar, sin poder hacer nada para ayudarla.
Finalmente, Charles me gritó desde la casa y me puse de pie tomando una respiración
profunda. Eché un vistazo alrededor de la habitación que había compartido con mi
madre toda mi vida, tomando una última imagen antes de salir. Crucé lentamente el
patio, asegurándome de no caer, ya que era torpe por naturaleza y lo último que
necesitaba ahora era avergonzarme a mí misma. Cuando llegué a la casa, entré y miré
hacia arriba, asegurándome de hacer contacto visual con el hombre de pelo rubio. Su
sonrisa desapareció inmediatamente al verme, y gruñó en voz alta.
“¿Qué demonios ha pasado con su cara?” Preguntó, su voz fuerte y enojada. Mis ojos
se abrieron al igual que los de Charles.
“¿Tienes algo de maquillaje? Tu esposa tiene que tener base o algo para tapar el
moretón.”
“Eh, no estoy seguro cómo se sentirá mi esposa acerca de eso, me refiero a que su
maquillaje cuesta una fortuna, fue una mezcla y pedido especial,” dijo Charles.
“Bueno, no puedo llevarla en público con una puñetera huella de una mano en su cara,
Charles.” Escupió el hombre. Charles retrocedió ante su hostilidad y asintió.
Un fuerte estruendo vino de arriba, seguido de más gritos, y salté. El hombre de pelo
rubio gimió en voz alta. “Estos ingratos,” murmuró más para sí mismo que nada. “Pero,
¿qué puedes esperar de un hombre que vende su propia carne y sangre?”
Lo miré con sorpresa y me sonrió ligeramente. “Sí, no soy estúpido. Sé que eres su
hija.”
Una puerta se cerró arriba con fuerza, haciendo eco a través de la casa y haciendo
vibrar las paredes. Los dos nos sobresaltamos por el sonido y dejó caer su mano.
Charles bajó con el ceño fruncido y una pequeña botella de base líquida en la mano.
Se detuvo frente a mí, mirando entre la botella y yo, sin saber qué hacer. No sabía
nada de maquillaje y él tampoco. El hombre de pelo rubio maldijo en voz baja,
arrebatando la botella con dureza de la mano de Charles y abriéndola. La inclinó y
puso un poco en su dedo, acercándolo y frotándolo en mi mejilla.
“Sí, ella sigue siendo pura, estoy totalmente seguro de que nunca ha andado follando
por ahí. Yo nunca la he tocado de esa manera y soy el único hombre que he estado a
su alrededor.”
“Además de mi padre cuando era una niña pequeña y ahora usted, nunca ha hablado
o incluso ha estado en la misma habitación con otro hombre.”
El hombre apretó el puente de su nariz, gimiendo. “No me extraña que sea tan
aprensiva.” Rio entre dientes después de un momento antes de reír a carcajadas. “¡Oh,
esto va a ser divertido, muy divertido!”
“¿Hay algo que te gustaría llevar contigo?” Negué con la cabeza ya que no tenía
ninguna posesión personal. “Bueno, supongo que entonces nos vamos.”
Me tendió la mano y yo fruncí el ceño, confundida, sin saber lo que quería. Él suspiró
con fuerza y tomó mi mano y jalando de mí hacia la puerta. El hombre se detuvo y
levantó mi mano, mirando los recientes raspones en mi palma. Se volvió y miró
brevemente a Charles, sacudiendo la cabeza. Su expresión era hostil, con los ojos
entrecerrados, y sentí mi corazón empezar a acelerarse. Estaba claro que este hombre
podía ser terrible cuando quería serlo. Me volví y di una última mirada a Charles antes
de ser sacada fuera.
Dejó caer mi mano y miré a mi madre. Empecé a correr en su dirección, sacándome las
sandalias en el camino. Salté hacia ella y me atrapó, las dos dimos un traspié hacia
atrás. Ella me abrazó con fuerza. “Mi niña,” sollozaba.
“No arruiné mi maquillaje, ¿o sí?” Le pregunté con cautela, temiendo que el duro
trabajo para cubrir mi moretón hubiera sido borrado. Sonrió y negó con la cabeza.
Eché un vistazo detrás de mí, viendo al hombre que miraba su reloj con una expresión
molesta en su rostro. Mi madre suspiró. “Debes irte,” dijo. Asentí con la cabeza,
inclinándome y besando su mejilla rápidamente. Me di la vuelta y eché a andar hacia
el coche, recogiendo mis zapatos en el camino y poniéndomelos de nuevo mientras
miraba hacia el suelo. Alejarme de ella fue lo más difícil que había hecho. Mi mamá
era lo único constante y real en mi vida y sabía que, alejándome de ella,
probablemente nunca la volvería a ver.
Llegué al coche y él abrió la puerta del pasajero para mí. Me metí en el coche, agarré
el cinturón de seguridad y me lo puse. Solo me había subido a un coche unas cuantas
veces y me sentía un poco fuera de lugar. Él se subió en el asiento del conductor y se
puso el cinturón de seguridad, encendió el coche y empezó a alejarse. Miré por la
ventana lateral llorando en silencio, tratando de contener las lágrimas, pero
continuaron desbordándose. En el estéreo del coche sonaba música clásica suave, por
suerte lo suficientemente fuerte como para ahogar mi respiración inestable.
“No estoy seguro si lo sabes, pero mi nombre es Dr. Carlisle Cullen,” dijo después de
un momento, rompiendo el silencio. Lo miré rápidamente con confusión, un poco
sorprendida por el título. Él sonrió ligeramente. “Sí, te aseguro que soy, en efecto, un
doctor de verdad.”
Asentí con la cabeza una vez, reconociendo que lo había escuchado. “Lo siento, señor,
no quise parecer como si no le creyera. Solo pensaba…” Mi voz se desvaneció,
deteniéndome a mí misma antes de decir demasiado.
Él sonrió, aparentemente divertido, pero había una sutil seriedad en sus ojos. Pensé
que había aprendido a leer a la gente bastante bien durante los últimos años, un truco
que tienes que aprender sobre la marcha para mantenerte fuera de la línea de fuego
cuando se vive una vida como la mía, pero estaba teniendo dificultades para
comprender sus estados de ánimo. Él no estaba reaccionando de la manera que
estaba acostumbrada que la gente reaccionara, sus expresiones eran contradictorias.
“Imagino que no es una parte de mi vida de la cual la gente te informaría. No, no hay
nada escandaloso o emociónate sobre el practicar medicina, ¿cierto?” Preguntó.
Me encogí de hombros. “No mucho. Solo que su familia puede tener vínculos con…. el
crimen organizado,” dije vacilante, sin saber que tanto se me permitía saber. Charles
siempre nos ocultaba su trabajo, cada vez que alguien cuestionaba o insinuaba sus
implicaciones ilegales él lo castigaba severamente.
Él asintió con la cabeza y por suerte no arremetió contra mí o pareció molesto, parecía
estar pensando en algo. “¿Sabes lo que significa estar vinculado con el crimen
organizado?” Preguntó después de un momento.
Me miró con incredulidad antes de estallar en una carcajada histérica, tomándome por
sorpresa. Se recompuso después de un momento, limpiándose los ojos que habían
empezado a lagrimear.
“Supongo que se podría decir eso. No sabía que eras una fan de este tipo de
películas,” dijo, mirando hacia mí.
Mis ojos se abrieron, y sentí el temor crecer dentro de mí. En realidad no teníamos
permitido ver la televisión y no estaba segura si él estaba al tanto de esto.
Prácticamente acababa de confesar haber visto por lo menos algo de la película ‘Los
Intocables’, lo que indicaría que había sido desobediente.
“El amo Charles era un gran fan de ella, señor, la veía a menudo. Es solo una película,
así que no estoy no sabía que tan realista era.
Asentí con la cabeza, manteniendo la calma en el exterior pero ese hecho me asustaba
un poco. No la había visto completa, pero estaba llena a rebosar de hombres
peligrosos y violencia. Se quedó callado por un momento antes de suspirar. “Mira,
vamos a dejar muy claro esto ahora. Voy a decirte lo que siento que debes saber, y si
tienes alguna pregunta eres libre de hacerla. Hay una cosa que aprenderás
rápidamente en mi casa, y eso es que somos gente abierta. No ocultamos ni
guardamos secretos dentro de las paredes de la propiedad Cullen, nunca lo hemos
hecho y no vamos a empezar ahora. Escucharás y verás cosas que probablemente no
deberías, pero lo harás. En el momento en que lleguemos a mi casa quiero que seas
consciente de lo que se espera y no se espera de ti. Preveo un cierto período de
Asentí en comprensión. Hizo una pausa durante un momento y parecía estar pensando,
a juzgar por su expresión. “En primer lugar, espero lealtad. Nada menos que lealtad
completa y si se te considerara una traidora, tendrás que enfrentarte a las
consecuencias, en caso de que no estés al tanto del castigo por traición en mi mundo,
es la muerte. Podrás ver que dirijo mi hogar de manera diferente a los demás y tu vida
no va a ser para nada como lo ha sido con tu padre. Tendrás cierta libertad dentro de
mi casa y tu vida con nosotros te dará cierto sentido de normalidad, pero no te dejes
engañar Isabella. Soy tu dueño. Si me desafías, o actúas más allá de lo que considero
un comportamiento normal, serás castigada. Pero no te golpearé habitualmente por el
simple hecho de hacerlo, ya que creo que eso es despreciable. No abuso de niños, mis
hijos pueden dar fe de eso.”
Lo miraba con un poco de sorpresa, asimilando sus palabras. Era difícil conciliar todo
esto o entender exactamente qué era lo que me estaba diciendo. Solo había vivido de
una manera, y no tenía idea de lo que significaba tener ciertas libertades o
normalidad. No tenía idea de qué era normal.
Él asintió. “Los tengo. Tres adolescentes. Dos de dieciocho años y uno de diecisiete.”
“El mayor fue adoptado cuando tenía casi un año de edad. Los otros dos nacieron uno
seguido del otro. Básicamente, pasamos de no tener hijos a tener tres niños en un año.”
Sentí el miedo crecer dentro de mí ante la perspectiva de estar cerca de tres
muchachos de mi edad. Apenas estaba lo suficientemente cómoda alrededor del
doctor Cullen incluso para hablar, ¿cómo iba lidiar con tres hombres de mi edad? No
tenía idea de qué esperar de ellos, cómo actuar en torno a ellos.
Se dio cuenta de mi expresión preocupada y sonrió ligeramente. “Sí, lo sé. Nunca has
estado alrededor de hombres, mucho menos de adolescentes. Estarás algo asustada.”
Se rio para sí mismo, negando con la cabeza.” Pero no te preocupes, mis hijos saben lo
que se espera de ellos y actuarán adecuadamente. Pueden ser revoltosos a veces, pero
me gusta pensar que son chicos decentes en su mayor parte. Nunca te levantarán una
mano porque fueron educados para respetar a las mujeres. Y nunca te forzarán a
hacer algo que tú no quieras por la misma razón. Tal vez los encuentres un poco
coquetos pero te aseguro que son relativamente inofensivos. En realidad puede que
hasta disfrutes de su compañía.”
Suspiró. “Hace unos años trasladé a mi familia a Washington desde Chicago, por
motivos de seguridad. Todavía estoy muy involucrado en el negocio en Chicago, soy un
Consigliere, o un tipo de asesor dentro de la organización. Han tenido a mi familia en
alta estima dentro de la orden desde hace mucho tiempo y está arraigada en mí, pero
tengo otra vida en Washington, donde de hecho practico la medicina. Soy capaz de
manejar muchos de mis otros asuntos desde lejos, pero toma mucho de mi tiempo libre
y a menudo no tengo más remedio que viajar a Chicago y hacerme cargo de las cosas
en persona.”
“Debido a mi trabajo tengo muy poco tiempo para otras cosas. Mi casa necesita seguir
funcionando y manteniéndose, ahí es donde entras tú. Normalmente escogería a
alguien más mayor, pero mis hijos ya han crecido y pueden cuidar de sí mismos en casi
todo, así que no necesitan a nadie para que cuide de ellos. Me imaginé que ahora
podría funcionar mejor si trajera a casa a alguien más cercano a su edad.”
“En su mayor parte, sí. Sin embargo, no espero que hagas todo por nosotros. Los
muchachos son libres de mantener sus habitaciones como quieran. Lo máximo que
probablemente tendrás que hacer por ellos es lavar su ropa, ya que estoy seguro que
ninguno de ellos sabe cómo utilizar una lavadora o una secadora. Si te piden que
hagas algo en su dormitorio, se espera que lo hagas, pero no sucederá frecuentemente.
Los dos mayores son buenos en hacer lo que les corresponde y el más pequeño es un
poco quisquilloso con sus cosas, así que no estoy seguro de que alguna vez te invite a
su habitación y mucho menos pedirte que toques sus pertenecías. Y a menos que te
inviten a sus habitaciones, no debes entrar bajo ninguna circunstancia, ¿entiendes?”
“¿Y su esposa, señor? ¿Dónde está ella?” Pregunté, notando que no había
mencionado a la madre de sus hijos. Su expresión cambió, estaba visiblemente
molesto. No respondió ni siquiera volteó a verme o asintió en reconocimiento de lo que
había dicho. En lugar de eso, miró fijamente enfurecido a la carretera. Me di cuenta
que toqué una fibra sensible sacando a la luz un tema delicado.
Miré por la ventanilla, pensando. Estaba tratando de captar todo, tratando de entender
cuál era mi propósito.
“¿Tienes otra pregunta, Isabella?” Preguntó el doctor Cullen después de un rato, viendo
el aspecto ligeramente confundido en mi rostro. Lo miré y vi que me miraba con
expectación.
“Supongo que tengo curiosidad por saber por qué me compró, señor.”
Sonrió ligeramente. “¿Por qué tú en particular o por qué compré a alguien de tu edad?”
“Ambas supongo, quiero decir que me pregunto, ¿por qué yo?, pero no entiendo por
qué tendría que comprar una esclava. ¿No podría solo contratar una cocinera y una
sirvienta? Así por lo menos no estaría violando la ley de esa manera.”
Él sonrió y condujo en silencio durante un rato. “En cuanto a por qué tú,” dijo
finalmente. “Bueno… tal vez te lo explique en otra ocasión.”
El doctor Cullen se volvió hacia mí, con una expresión seria. “Espero que te comportes
lo mejor que puedas ahí dentro. Voy a hacerlo lo más cómodo posible para ti, porque
sé que probablemente nunca has estado en un hospital o te han realizado un examen
antes, pero hasta que no tengas el chip de rastreo no puedo dejarte fuera de mi vista.
¿Entiendes?”
“Justo a tiempo,” dijo en un fuerte acento de Oriente Medio. “Entonces, esta es ella,”
dijo, volviéndose hacia mí. Sus ojos recorrieron de arriba a abajo mi cuerpo
lentamente, haciéndome sentir incómoda. Envolví mis brazos alrededor de mi pecho,
sintiéndome algo expuesta.
El hombre cruzó la habitación y abrió un cajón, rebuscando en él. Sacó una pequeña
caja y un envase blanco que contenía una jeringuilla. Abrió la caja y sacó algo tan
pequeño que no pude verlo, pero estaba en la punta de su dedo. Levantó la vista y me
sonrió. “Ven y siéntate,” dijo el hombre señalándome con su mano una silla a su lado.
Miré al doctor Cullen y asintió con la cabeza, así que caminé unos pocos pasos hacia
delante y me senté con nerviosismo.
El hombre abrió la jeringuilla y sonrió. “Inclina la cabeza hacia delante, hacia tus
rodillas,” dijo. Hice lo que me dijo y sentí su mano agarrar el dobladillo de mi camisa y
tirar hacia arriba para exponer mi espalda. Mi corazón comenzó a acelerarse y sentí
pánico, saltando rápidamente. El hombre me agarró por el hombro, sujetándome con
fuerza y forzándome a sentarme de nuevo en la silla. Agarró la parte posterior de mi
cabeza y obligó a bajarla con rudeza. Yo grité y el doctor Cullen gimió.
“Ten cuidado con ella, Ishmel,” dijo. El hombre soltó mi cabeza inmediatamente. El
El doctor Cullen le dio las gracias y él salió de la habitación, cerrando la puerta tras de
sí. El doctor Cullen estaba en silencio y se quedó en su lugar. Después de un momento
no pude soportarlo más y miré hacia arriba. Él me miraba fijamente.
“¿Estás bien?” preguntó. Asentí vacilante. “Iba a hacerte un examen completo hoy, pero
por lo que veo no iría muy bien. Así que supongo que puede esperar unos días, tendré
que hacerlo yo mismo cuando lleguemos a casa.”
Isabella swan
El doctor Cullen condujo en silencio. No había dicho nada de nada desde que salimos
del centro médico. No estaba segura de si ese era su comportamiento habitual o si se
había molestado cuando entré en pánico. No me había explicado exactamente que
habían hecho conmigo, pero me hacía una idea bastante clara de que me habían
puesto un chip de rastreo, lo que sea que eso significase. Eso me puso nerviosa, el
hablar de microchips y GPS. No podía ser bueno, estaba segura de ello.
El doctor Cullen resopló después de un momento, dio las gracias al doctor y colgó.
Presionó un par de botones en su teléfono y lo puso de vuelta en su oído escuchándolo
sonar.
Una voz contestó seguida de un pitido y el doctor Cullen gruñó. “Edward Anthony tienes
exactamente veinte minutos para que me devuelvas la llamada o el carro se va,” dijo
bruscamente. Cerró el teléfono con fuerza y suspiró.
El doctor Cullen me miró en ese momento. “¿Te perdiste el desayuno esta mañana?”
Lo miré y lo atrapé rodando los ojos. “No me extraña que estés tan flaca. ¿Cuándo fue
la última vez que comiste?”
“La noche anterior a esta última,” dije. La cabeza del doctor Cullen se movió
rápidamente en mi dirección y me miró con incredulidad.
“¿Has probado alguna vez la comida rápida?” Dijo mientras paraba en el autoservicio.
Negué con la cabeza y él suspiró.
“¿Qué quieres?”
“Eh, lo que usted quiera comprarme,” le dije, un poco sorprendida de que no sólo me
fuera a comprar algo de comer, sino que también me preguntara qué es lo que yo
quería. Esta era sin duda la primera vez que hacían eso por mí.
“Sólo tienes que elegir lo que quieres,” dijo, encogiéndose de hombros. Le eché un
vistazo al menú, un poco abrumada.
“Nuggets de pollo, supongo,” él asintió y pidió un McNugget combinado con una Coca-
Cola. Pagó con una tarjeta de crédito plateada y me entregó la bolsa de comida.
“Puedes comer en el coche,” dijo. Le sonreí y le di las gracias, pero él hizo un gesto con
la mano como si no fuera gran cosa. Le estaba agradeciendo por todo. Lo que a él no
le parecía nada especial, significaba mucho para mí. Era un simple gesto, pero nadie
había sido nunca tan amable conmigo.
Comí despacio y en silencio, saboreando cada bocado, a pesar de que estaba muerta
de hambre. También disfrute de la efervescencia del refresco, ya que nunca lo había
El teléfono del doctor Cullen finalmente sonó y lo cogió. Sacudió la cabeza y lo abrió.
“Eso fueron 27 minutos, Edward.”
Hubo silencio mientras el doctor Cullen escuchaba a la persona al otro lado del
teléfono. Se detuvo en la luz roja, y subió su mano para pellizcarse el puente de su
nariz, cerrando los ojos. “Sólo han pasado dos semanas, hijo. Dos semanas desde que
volviste a Forks y no puedes mantenerte alejado de los problemas. Tal vez la escuela
secundaria pública no es para ti, tal vez deberías volver a la Academia Gran River.”
El semáforo cambió, y el doctor Cullen todavía tenía los ojos cerrados. “Señor, la luz
está verde,” dije dudosa, sin saber cómo iba a tomarse mi interrupción. Sus ojos se
abrieron y me miró, sonriendo ligeramente mientras pisaba el acelerador.
“Sí, es ella,” dijo, mirando brevemente hacia mí. “Pero deja de cambiar el tema. Estaré
en casa en un par de horas y entonces lo discutiremos.”
El doctor Cullen cerró su teléfono y sacudió la cabeza. “¿He mencionado que mi hijo
menor tiene la habilidad de meterse en problemas? Se ve exactamente igual a su
madre, pero te juro que es un clon de mí a su edad. Él ya sigue mis pasos.”
Me reí en voz alta, deteniéndome de repente y cubriendo mi boca con la mano. Lo miré
con ojos muy abiertos. “Lo siento,” murmuré.
Él sonrió. “No hay necesidad de pedir disculpas. Reír es bueno, deberías hacerlo más a
menudo.”
Asentí con la cabeza, sonriendo. Terminamos el viaje en silencio, ninguno de los dos
dijimos una palabra hasta que se detuvo en el aeropuerto. Estaba un poco temerosa de
volar, ya que nunca había considerado siquiera la opción de subirme a un avión, pero
me quedé callada.
El doctor Cullen metió la mano en el asiento de atrás y agarró una bolsa. Sacó un
Asentí y tomé la píldora con cautela. Dentro de mí escuché una voz gritando que no
confiaran él, ya que nunca se debe confiar en alguien que compra a otro ser humano
como si fuera una posesión. Pero había una parte de mí que se sentía cómoda con el
doctor Cullen, tan irracional como pudiera parecer. A pesar de que era difícil de leer y,
a menudo parecía molesto y frustrado por mi culpa, en general había sido
sorprendentemente amable. Él me miraba con expectación, así que metí la píldora en
mi boca, tragándola.
Seguí al doctor Cullen por el interior del aeropuerto, manteniéndome a su lado en todo
momento cuando devolvió el coche de alquiler y empezó a registrarnos en el vuelo a
Seattle. Lo seguí a través de seguridad, siguiendo sus indicaciones ya que estaba
completamente fuera de mi elemento. Mi temor aumentaba y temblaba ligeramente, ya
que nunca antes había estado rodeada de tantas personas. Era estresante.
Nos sentamos unos minutos hasta que tuviéramos que abordar el avión. Estaba
mirando hacia abajo a la tarjeta de identificación, un poco confundida, y el doctor
Cullen miró hacia mí.
“Feliz cumpleaños número dieciocho,” dijo. Lo miré arqueando una ceja. Él sonrió. “No
puedo tener a una menor trabajando en mi casa, las leyes sobre el trabajo infantil y
todo eso. Por mera precaución.” Asentí un poco sorprendida de que se hubiera
molestado tanto. Yo estaba acostumbrada a estar escondida, sin que nadie supiera
que existía.
Sentí que la droga me golpeó después de un momento, una ligera sensación relajante
me invadió. Me sentía inmensamente agradecida, mi miedo se disipaba.
Se escuchó una mujer por el intercomunicador anunciando que nuestro avión estaba
siendo abordado. El doctor Cullen había comprado asientos de primera clase,
negándose a volar en turista y sin querer dejarme fuera de su vista. Me asusté un poco
en el despegue y al principio cuando hubo algo de turbulencia, pero no fue tan malo
como esperaba. Me quedé dormida a mitad del vuelo, totalmente agotada por no
haber dormido la noche anterior.
El vuelo duro unas tres horas. Llegamos cerca de las cinco de la tarde y el doctor
Cullen me dio un codazo para despertarme. Lo seguí al bajar del avión y al salir del
aeropuerto hacia el estacionamiento. Me llevó hasta un Mercedes Negro con vidrios
Condujo por la costa y nos embarcamos en un ferry alrededor de las 5:30. Estaba
emocionada pero traté de contenerme—nunca había estado en el agua antes y era
absolutamente hermoso. El viaje en el transbordador nos llevó cerca de una hora, al
llegar nos deslizamos de nuevo en el coche para dirigirnos de vuelta a la carretera.
Parecía que habíamos estado conduciendo por una eternidad cuando finalmente el
doctor Cullen desaceleró y salió de la carretera principal, para entrar en un camino
lleno de vegetación.
Parecía estar en medio de la nada, no había otras casas cercanas. Ya estaba oscuro y
miré el reloj en el salpicadero. Eran las nueve y veinte de la noche.
El clima aquí era horrible. Yo estaba acostumbrada al aire caliente y seco de Phoenix,
pero el aire aquí era frío y húmedo. Todo en Phoenix era abierto y color marrón, aquí
todo era verde y cubierto de maleza.
Condujo por el estrecho camino durante algunos minutos, sin nada que nos rodeara
excepto árboles, antes de llegar a un claro. Mis ojos se abrieron y me quedé
boquiabierta cuando la casa quedó a la vista.
Era enorme. Siempre había pensado que Charles tenía una casa grande, pero esta era
más del doble que la suya. La casa parecía haber estado aquí durante mucho tiempo,
pero se encontraba en muy buenas condiciones. Era blanca, de tres pisos de alto con
un gran porche alrededor del primer piso. El claro donde estaba la casa tenía algunos
árboles grandes dispersos, me imagino que daban sombra durante el día.
El doctor Cullen me llevó hasta la puerta principal y la abrió, indicando con la mano
que pasara. Lo hice con timidez, sintiéndome completamente fuera de lugar. La casa
era elegante, clásica, me sentía que con tan sólo estar ahí la degradaba.
Miré a mi junto a mí, a la izquierda vi una plataforma con un piano en ella. Detrás del
piano había una puerta que daba a la cocina, por lo que pude adivinar. Delante a la
izquierda había una sala de estar, podía ver el sofá. A la derecha había una gran
escalera, con algunas habitaciones detrás de ella, pero no podría decir para lo que
eran.
El doctor Cullen cerró con seguro la puerta principal y presionó algunos botones en un
enorme teclado que estaba en la pared. Pasó por delante de mí y entró en lo que creí
que era la cocina y oí golpes de gabinetes al cerrarse. No estaba segura de lo que
“Hola hijo,” se oyó resonar la voz del doctor Cullen. Lo miré y estaba parado en la
puerta de la cocina, mirando al chico que acababa de bajar por las escaleras. Llevaba
un sándwich en la mano, y me puse nerviosa, sin saber si yo debería haberlo hecho por
él.
“Podría haberle hecho algo de comer, señor,” dije en voz baja, mi voz quebrada por la
ansiedad.
“Tonterías, niña, soy perfectamente capaz de hacerme un sándwich,” dijo con una
sonrisa. Asentí y volvía a mirar al suelo. Suspiró y se acercó, deteniéndose frente a mí.
Extendió su mano y agarró mi barbilla, tirando de mi cabeza para mirarlo. “Relájate,”
dijo, en voz baja, dándome una pequeña sonrisa. Le devolví la sonrisa, pero no logró
calmar mis nervios. Oí a alguien bajando las escaleras y el doctor Cullen me soltó,
alejándose de delante de mí. Eché un vistazo y vi a un muchacho alto con la piel
ligeramente bronceada y el pelo rubio y rizado.
“Isabella, este es mi hijo el de en medio, Jasper.” dijo el doctor Cullen, señalando hacia
el rubio.
“Y este es mi hijo mayor Emmett,” dijo el doctor Cullen señalando hacia el gran chico
de pelo oscuro. Lo miré, y él sonrió, asintiendo con la cabeza.
“Hola, señor.”
Pegó una carcajada asustándome. “Oh, no, eso no puede ser. No puedo ser mucho
mayor que tú. Señor es totalmente innecesario.”
El doctor Cullen se echó a reír, divertido por algo. Lo miré y estaba negando con la
cabeza. Después de un momento se aclaró la garganta. “¿Dónde está Edward?”
“¿Está solo?” El doctor Cullen preguntó, con voz vacilante, como si realmente no
quisiera saber la respuesta. Emmett se encogió de hombros.
El doctor Cullen negó con la cabeza. Sacó su móvil del bolsillo y marcó un número.
“Trae tu culo a mi oficina en los próximos cinco minutos,” dijo rápidamente antes de
colgar. Él me sonrió. “Debes tener hambre, Isabella. Por qué no vas a la cocina y te
haces un sándwich. Después de que comas Jasper te puede mostrar tu habitación.
Tendré que comprarte algo de ropa mañana, pero intentaré conseguir algo para que
duermas esta noche.”
Asentí con la cabeza y vacilé, pero me di la vuelta y me alejé. Me detuve cuando entré
en la enorme cocina, que tenía de todo. Los mostradores eran de mármol, casi todo era
negro y metálico, exactamente lo contrario al resto de la casa.
Alguien pasó junto a mí y me estremecí por el inesperado contacto. Miré hacia arriba
para ver a Emmett mirándome inquisitivamente, obviamente escéptico por mi reacción,
Jasper entró detrás de él y me sonrió ligeramente.
“¿Tienes hambre?” Preguntó, alzando las cejas. Asentí con la cabeza y él abrió la
puerta del frigorífico, mirando dentro. Emmett agarró una barra de pan de la encimera
y abrió la bolsa, mientras que Jasper sacaba un poco de jamón y las rebanadas de
queso.
“Eh, yo puedo hacer eso,” dije, dirigiéndome hacia ellos. La mano de Jasper salió
disparada hacia mí y me congelé abruptamente, retrocediendo instintivamente,
preparándome para recibir el golpe. Él frunció el ceño y mis ojos se abrieron cuando
me di cuenta de que sólo había levantado la mano para indicarme que me detuviera.
“Lo siento, sólo… estoy acostumbrada a ello.” Le dije, mi voz suave. Él suspiró.
“Me lo imagino,” murmuró. Cogió un poco de pan que Emmett le tendió e hizo un
sándwich rápidamente. Sacó una toalla de papel y me la entregó junto con el
sándwich.
“No hay de qué.” Me quedé allí comiendo mi sándwich en silencio. Emmett se hizo uno
y se fue en dirección del piso de arriba. Jasper guardó todo y limpió, se volvió hacia mí
cuando terminó. Estaba callado, con una expresión curiosa. Su mirada me estaba
poniendo nerviosa y mis manos comenzaron a temblar. Después de un momento el
suspiró y se dio la vuelta, dándome la espalda.
Sonrió y abrió un gabinete junto a él, donde estaba el bote de la basura. Caminé y tiré
mi toalla de papel.
“Vamos, te voy a dar la gira,” dijo. Señaló el comedor junto a la cocina. Volvimos a la
enorme habitación y yo lo seguí hasta la sala de estar, donde señaló la televisión y el
equipo de sonido, las consolas de juegos y las computadoras. Le sonreí amablemente,
sin comprender realmente por qué se tomaba la molestia, pero fue amable de su parte
de todos modos. Señaló el baño y la lavandería debajo de la escalera, y otra
habitación, la cual indicó que estaba cerrada con llave constantemente y solo el doctor
Cullen tenía la llave.
Empezamos a caminar hacia la escalera y Jasper vaciló. “El piano, del cual quizás
desees mantenerte alejada. Si Edward te atrapa tocándolo, probablemente te rompería
los dedos.”
Su voz era seria y sentí que mi miedo aumentaba un poco ante sus palabras. Todavía
tenía que conocer a Edward, pero deduje que era el más problemático de los chicos
Cullen y por lo que los otros habían dicho, probablemente, el menos amigable.
Nos dirigimos por la amplia escalera al segundo piso y llegamos a un pasillo con
paneles. Señaló su habitación y frente a ella la de Emmett, luego hacia la parte
posterior señaló la habitación del doctor Cullen y su oficina.
Nos dimos la vuelta para dirigirnos de nuevo a las escaleras cuando de pronto una voz
gritó una serie de groserías dentro de la oficina del doctor Cullen. Me quedé inmóvil,
mis ojos abiertos por la sorpresa. Jasper se echó a reír sacudiendo la cabeza.
Jasper me llevó hasta el tercer piso, saliendo a otro largo pasillo con paneles. Al frente
estaba una habitación inmensa que Jasper dijo era la biblioteca. Caminamos hacia la
parte de atrás y Jasper se detuvo.
Asentí con la cabeza, dándole las gracias en voz baja. Sonrió y abrió la puerta de la
recamara, agitando mi interior. Entré con cautela y Jasper encendió la luz. Mis ojos se
abrieron por la sorpresa ante lo enorme que era la habitación. Estaba totalmente
amueblada, una cama enorme con una cómoda de caoba y un tocador con un gran
espejo. La habitación tenía una alfombra de felpa blanca, las paredes eran de un color
marrón suave. Había un sofá de cuero marrón, cerca de la parte delantera de la
habitación con una pequeña mesa de caoba frente a él. Miré a mi alrededor y mis ojos
“¿Está seguro de que tengo que dormir aquí? Quiero decir, tiene que haber un error.”
Jasper dio media vuelta y salió, cerrando la puerta detrás de él. Me quedé inmóvil en
mi lugar, mirando todo a mi alrededor, decir que estaba asombrada era quedarme
corta. Estaba totalmente aturdida, fuera de mi elemento.
Después de unos minutos de completo silencio, una puerta se cerró con fuerza del otro
lado del pasillo, asustándome. Salté y grité agarrándome el pecho cuando mi corazón
comenzó a acelerarse. Suaves golpes se oyeron en mi puerta y esta se abrió
lentamente. Me di la vuelta para ver al doctor Cullen en la puerta. Sonrió y me tendió
algo de ropa.
“Son algo grandes para ti, pero es lo mejor que pudimos conseguir por ahora.”
“Gracias,” dije, tomando la ropa. Él asintió y se volteó para irse, pero vaciló.
“Esta también es tu casa ahora, Isabella. Espero que te empieces a sentir cómoda
aquí. Solo recuerda todo lo que te he dicho y no deberías tener ningún problema. Pero
si surge alguno, no dudes en acudir a mí. ¿De acuerdo?”
Isabella swan
Encontré toallas y paños en un gabinete cerca de la taza y agarré uno de cada uno. La
toalla era suave y esponjosa, tenía un suave y delicado aroma a flores seguramente
por el detergente que usaban para lavarlas. Me acerqué al lavamanos y me lavé la
Sus hijos me sorprendieron. Emmett era intimidante, no había duda de ello, me sentía
insignificante al estar en una habitación con él debido a su tamaño. Instintivamente
encendía el miedo. Sin embargo, parecía agradable, con un carácter alegre y
despreocupado. Su apariencia y personalidad definitivamente no concordaban entre
sí, me tomaría algún tiempo superar la aversión natural a él. En cuanto a Jasper, había
algo en él ligeramente calmante y relajante. Era dulce y cortés. Me había impresionado
su forma de tratarme, como si yo fuera su igual, incluso me había hecho un sándwich.
Me había servido a mí, la sirviente. Era desconcertante. Al principio me preguntaba si
sabía lo que yo era, pero el doctor Cullen me había asegurado que no había secretos
en su casa.
Todavía tenía que conocer al más joven, Edward, y para ser honestos tendría que decir
que estaba inquieta por ello. Estaba preocupada por cómo iba a actuar, cómo me iba a
tratar. La impresión que tenía hasta ahora era que en general era algo exigente en
cuanto a las cosas y que era bastante problemático. Sin duda era malhablado y no
tenía miedo de decirle a su padre lo que pensaba, así que no estaba segura de que
hubiera una razón para que no me agrediera verbalmente. Aunque el doctor Cullen
había dicho que era muy parecido a él, y eso me daba algo de esperanza. Al menos el
doctor Cullen no había sido tan malo.
Estaba que me subía por las paredes por no haberle preguntado al doctor Cullen a qué
La planta baja estaba a oscuras, excepto por un sutil resplandor que venía de la
cocina. Caminé hacia allá lentamente y escuché el sonido de cosas moviéndose, un
gabinete cerrándose. Pasé por donde estaba el piano y levanté la vista cuando llegué
a la entrada de la cocina, deteniéndome bruscamente, mis ojos se abrieron ante lo que
estaba frente a mí.
La cocina estaba oscura, pero lo podía ver claramente por la tenue luz del refrigerador.
Era alto y delgado, pero con un cuerpo bien formado. No llevaba puesta camisa y me
estaba dando la espalda. Pude ver un tatuaje bastante grande en el centro de la parte
superior de su espalda, era circular y parecía ser el símbolo de algún tipo de animal,
una mano y algunos tréboles. La palabra “Cullen” estaba escrito en él, lo que
prácticamente me confirmó que esa palabra era, de hecho, su apellido. Pude distinguir
los músculos bien definidos de su espalda y sus brazos, y sus hombros ligeramente
amplios. Pude ver el comienzo de un tatuaje en su brazo izquierdo, pero no pude
distinguir lo que era. Su piel era pálida y casi brillaba con la luz. Su pelo era de un
color bronce y era un desastre total, saliendo disparado en todas las direcciones
imaginables. Se giró un poco y quedó de medio lado, pude ver con facilidad que su
estómago estaba bien tonificado. Sus pantalones de franela verdes caían bajo sus
caderas, dejando al descubierto sus prominentes caderas y la parte superior de un par
de bóxer negros. Observé un lado de su cara y sus facciones eran angulares y afiladas.
Su pelo desordenado caía hacia delante, y algunas partes de él caían ligeramente en
sus ojos.
“¡Mierda!” gritó, saltando hacia atrás, pero no pudo evitar que el jugo de naranja le
salpicara los pantalones. Mis ojos se abrieron sorprendidos cuando él se congeló en su
lugar, mirando hacia sus pantalones empapados con incredulidad. Levantó su mirada
lentamente hacia mí y arqueó una ceja, su rostro pasó a través de diferentes
emociones. Incredulidad. Shock. Confusión.
Yo había estado inmóvil, mirándolo con la boca abierta, pero en el momento que su
rostro se ensombreció con ira, mi sistema fue sacudido de vuelta a la vida. Corrí para
agarrar el rollo de toallas de papel. Prácticamente me arrojé a sus pies al mismo
tiempo que él tomó una toalla de la encimera y se agachó para limpiarlo el mismo.
Chocamos, nuestras cabezas se golpearon con tanta fuerza que lo lanzó hacia atrás.
“¡Mierda!” gritó.
“¡¿Tienes que andar sorprendiendo a la puta gente?! ¡Cristo, eres peor que un maldito
gato! ¡¿Tengo que comprarte una campana?!” Escupió, todavía frotándose la cabeza.
El miedo se disparó a través de mí, y mis manos comenzaron a temblar.
“Lo siento tanto, señor,” dije, mi voz temblorosa. Solté mi cabeza y extendí la mano
para agarrar la toalla que él había dejado caer y empecé a limpiar el jugo de naranja
en el suelo. Mi visión estaba borrosa por las lágrimas y maldije en silencio cuando una
Grité con sorpresa y miedo cuando su mano agarró mi muñeca con fuerza, deteniendo
mis movimientos. Fue como si una descarga eléctrica se dispara a través de mí y jadeé.
Lo miré con los ojos abiertos, mi cuerpo temblando de miedo. Sus ojos se estrecharon y
su mirada era intensa mientras estudiaba mi rostro.
“¿Qué pasa contigo?” Preguntó en voz baja. Dudé un momento sin saber qué decir. No
tenía idea de lo que él quería escuchar, pero tenía que hacer algo, decir algo, para
tratar de solucionar esto.
“Fue un accidente, señor. Le aseguro que nada como esto volverá a suceder. Por favor,
no me castigue,” dije en voz baja, mi tono suplicando para que me entendiera. Él
arqueó una ceja mirándome fijamente, sin soltar mis muñecas. Era desconcertante y
aparté mi vista, mirando hacia el suelo, tratando de prepararme para lo que vendría
después.
“Maldita sea, Edward, deja ir a la muchacha,” dijo la voz del doctor Cullen,
asustándome. Mi cabeza se levantó rápidamente y abrí los ojos para verlo de pie junto
a nosotros, con el ceño fruncido. Edward miró molesto a su padre y luego me miró a mí,
sus ojos finalmente se posaron en mi muñeca que todavía agarraba con fuerza. Me
soltó de inmediato, alejando su mano y poniéndose de pie.
“No volverá a suceder, señor, lo siento,” dije, al mismo tiempo que Edward murmuró.
“Yo lo derramé, me asustó.”
Lo miré con confusión y el doctor Cullen gruñó. “Ve, prepárate para la escuela,
Edward,” dijo.
“Pero…” Edward comenzó, pero la mano del doctor Cullen se levantó rápidamente
para silenciarlo. El movimiento me sorprendió y di un respingo, lo que hizo que ambos
“No me interesso un cazzo,”* dijo el doctor Cullen con un ligero acento, en un idioma
que nunca había escuchado antes. Sacudió la cabeza con frustración. “Solo vete, no
tengo tiempo para ti esta mañana.”
“Bien, como jodidos sea,” dijo enojado, echándome un vistazo al pasar junto a mí
cuando salió furioso por la puerta.
De nuevo me puse a limpiar el jugo que se había derramado y el doctor Cullen suspiró.
Se agachó y cogió el rollo de toallas de papel, arrancó algunas y las colocó en parte
del líquido derramado para absorberlo. Mientras se acercaba su colonia se filtró por mi
nariz, tenía un efecto calmante, el aroma y mezcla embriagadora de maderas,
almizcle y frutas. No olía nada parecido a Charles, que por lo general olía
asquerosamente, una mezcla de sudor y árboles de pino.
“¿Qué fue lo que te dije? Dolore nel culo,”* dijo. Lo miré y vi una leve sonrisa en sus
labios, sacudió su cabeza. Entonces vio mi mirada interrogante y se rio. “Es Italiano,
significa dolor en el culo.”
Él asintió con la cabeza. “Sí, lo hablamos con fluidez. Era el idioma preferido por la
mayoría en Chicago, ya que la organización es italiana y nosotros tenemos herencia
Italiana. No lo hablamos a menudo, así que no te preocupes. Por lo general, sale a
relucir cuando uno de nosotros se siente frustrado. Aunque probablemente Edward es
la excepción, está bastante encariñado con las palabras Italianas más coloridas.”
Rodó los ojos pero pude ver el brillo en ellos al hablar de Edward. Era evidente que sin
importar si era o no problemático, quería a su hijo. “Hablando de Edward, él no suele
ser tan hostil. Es solo que ahora está algo cabreado conmigo.”
Asentí con la cabeza, sin saber por qué me estaba diciendo tanto y sorprendida porque
pareciera que estaba tratando de excusar la conducta de su hijo. Nunca antes alguien
había intentado explicarme su comportamiento; los amos tenían permitido actuar como
quisieran con nosotros, sin importar qué.
“Yo puedo hacer esto señor,” dije de repente, con temor de que manchara su traje con
jugo. Era muy elegante y podía decir que había costado una fortuna.
“Sé que puedes hacerlo, Isabella,” dijo con firmeza, pero no se levantó. “De todos
modos, ¿por qué estas levantada tan temprano? Pensé que dormirías hasta el
mediodía por lo menos, para recuperarte de las emociones de ayer.”
“No sabía a qué hora se suponía que tenía que levantarme todos los días,” le dije, algo
confundida. “Así que me levante a la hora que el amo Charles siempre nos hacía
levantarnos.”
“De acuerdo,” dije en voz baja. Me puse de pie y miré a mi alrededor, sosteniendo la
toalla empapada con jugo. El doctor Cullen sonrió.
“Hay una cesta en la lavandería para que la pongas dentro. Asegúrate de trapear el
suelo después de que los chicos se vayan a la escuela y asegúrate de que el resto de la
casa esté en orden. No hay mucha comida en la casa pero sírvete lo que sea. Traeré
algo a casa para cenar, así que no tienes que preocuparte por cocinar hasta mañana.
Hoy deberías familiarizarte con la casa y ponerte cómoda. ¿De acuerdo?”
“Ah, qué bueno que ya se levantaron,” dijo el doctor Cullen. Me di la vuelta y caminé
hacia la cocina deteniéndome en la puerta. No estaba segura de lo que tenía que
hacer, si se supone que tenía que estar allí o se consideraría que estaba espiando.
“¿Creen que Alice o Rosalie me harían el favor de pasar hoy por una tienda después de
la escuela y comprar algunas cosas para Isabella? Lo haría yo mismo después del
“Pues adelante, dale tu tarjeta de crédito y dile que traiga lo que compre lo más pronto
que pueda. Isabella, ¿qué talla de pantalones usas?”
Dudé, tratando de recordar. “Cuatro, señor,” dije, segura de que era la correcta.
“¿Zapatos?” Me preguntó.
Solo me quedé mirándolo, no muy segura, ya que los únicos zapatos que había tenido
en años eran las sandalias que había recibido el día anterior. Lentamente me encogí
de hombros. Mirándolo con cautela.
“Está bien. Dile a Alice que consiga pantalones de la talla cuatro y camisetas de la
talla pequeña. Supongo que los zapatos podrían ser del ocho, si no es la talla y no le
sirven los podemos devolver. Y por favor, dile que sea práctica, porque me imagino que
Isabella no estará muy contenta si tiene que andar por la casa en minifaldas y
camisetas sin mangas y por encima del ombligo.” Mis ojos se abrieron por la sorpresa,
miedo corriendo a través de mí incluso ante la idea.
Emmett se echó a reír. “No lo sé papá, minifaldas podría ser bueno,” dijo, mientras me
miraba y me guiñaba un ojo. Me sonrojé e inmediatamente bajé la mirada al suelo.
Sabía que estaba jugando, pero era un poco incómodo. No estaba acostumbrada a
tanta atención. Todos se rieron, pero el doctor Cullen, por suerte cambio de tema.
Levanté la cabeza rápidamente y miré al doctor Cullen en shock. ¿Quería que fuera de
compras? Yo nunca en mi vida había ido a una tienda.
“Yo lo haré,” dijo una voz detrás de mí. Por el susto, di un respingo y me di la vuelta
para ver a Edward allí parado. Sonriendo, con sus cejas levantadas mientras miraba a
su padre.
El doctor Cullen suspiró. “¿No tienes entrenamiento hoy?” Le preguntó. Edward entró a
la cocina pasando a mi lado. Abrió un gabinete y sacó un tazón.
“Muy bien, vienes por ella después de la escuela,” le dijo a Edward el doctor Cullen.
Edward asintió con la cabeza y echó un vistazo rápido. Tenía una sonrisa pícara en el
rostro que envió un escalofrío por mi espalda.
No estaba segura de que pensar de Edward Cullen, pero de una cosa estaba segura.
Él iba a complicar mi vida.
*******
Non me ne frega un cazzo = Mi importa un demonio
Edward cullen
“¡Vete a la mierda, patético hijo de puta!” Le grité, pateando con mis piernas
frenéticamente, tratando de soltarme de los brazos que me retenían. Sentí el hilillo
caliente corriendo por un lado de mi cara y un leve latido proveniente de la zona de mi
ceja. Iba a asesinar a ese cabrón.
“Eres un pendejo,” escupió. Me empujé hacia delante, tratando de llegar a él, pero me
estaban sosteniendo con demasiada fuerza.
Rodé los ojos, frustrado, y me tumbé en el suelo. Hizo sonar su silbato y levantamos las
piernas unos centímetros en el aire, sosteniéndolas en esa posición. Haría cientos de
flexiones y correría kilómetros en lugar de estas ridículas elevaciones de piernas
cualquier día, esta mierda duele.
Un día de estos iba a partirle la puta cara a Mike Newton. Era un cabrón arrogante,
necesitaba que alguien le desinflara ese ego. Había estado de vuelta en Forks por dos
semanas ya y había hecho todo lo que había podido para mantenerme fuera de
El año pasado, pasé el primer semestre en el instituto de Forks. Era sólo un estudiante
de segundo año, pero gané reconocimiento al alcanzar un puesto en el equipo titular
como el Quarterback titular. Siempre fui popular, teniendo en cuenta que soy rico y
bien parecido, y el apellido Cullen por sí solo tiende a provocar cierta cantidad de
respeto, incluso en una ciudad tan pequeña. Pero parece que desde que me nombraron
el Quarterback titular se triplicó. Las chicas están sobre mí y cobardes como Mike
Newton me envidian.
Pero es mucho más difícil decirlo que hacerlo. Porque las chicas todavía siguen
persiguiéndome y las pequeñas mierdas como Newton siguen estando celosos y
tratando de provocarme. Y yo no tolero las ofensas.
“Muy bien, niñitas,” dijo el entrenador Clapp, soplando su silbato para indicar que los
diez minutos habían terminado. Hubo un suspiro y un golpe colectivo cuando todos
dejaron caer sus piernas. Nos pusimos de pie y estiré mi espalda, ya que me dolía por
haber estado acostado en el duro suelo.
“Newton, Cullen, suicidios. En la línea ahora. El resto puede irse.” (N.T. Los suicidios o
llamados también escaleras son ejercicios de aceleración y cambio de dirección, se
corre por toda la cancha tocando las líneas de división en intervalos. Se utilizan en casi
todos los deportes y algunos entrenadores los utilizan como castigo)
Maldije, enfadado. Mis piernas ya estaban adoloridas por haber estado aquí durante
horas. Era martes y no habíamos tenido clases por alguna mierda de taller para
profesores, pero el entrenador Clapp insistió en que de todos modos entrenáramos muy
temprano esta mañana.
Fulminé a Newton con la mirada mientras caminaba hacia la línea. En los últimos días
había estado provocándome, encabronado porque había estado tratando de ligar con
Jessica Stanley y ella no le prestaba atención porque estaba obsesionada con mi polla.
El entrenador Clapp hizo sonar su silbato y empezamos a hacer los suicidios. Newton
era el kicker del equipo y lento como la mierda, así que lo vencí. Sus piernas le
fallaron a mitad de una carrera y cayó al suelo. El entrenador Clapp hizo sonar el
silbato exasperado, y paré en seco. Sentí que la bilis subía de inmediato y traté de
frenarla, pero fue inútil. Me agaché y tomé inhalaciones profundas, pero terminé
vomitando.
“Nunca los quiero volver a ver peleando en mi campo de fútbol, ¿oyeron? Dense un
abrazo, reconcíliense y acaben con esta mierda de una vez,” nos dijo el entrenador
Clapp. Lo miré con incredulidad pero parecía hablar en serio.
Gruñí y me acerqué a Newton, dándole un abrazo a medias con un solo brazo que
paso a ser un golpe en la espalda, casi sacándole todo el aire. “Frocio,” le dije con
frialdad, empujándolo y haciéndolo tropezar. Él me miro mal, entrecerrando los ojos,
pero yo sólo me reí entre dientes. Le había estado diciendo esa mierda durante años y
todavía no se había dado cuenta que le estaba llamando gay.
“Vayan al hospital los dos y que les revisen esas lindas caras, ambos van a necesitar
puntos,” nos dijo el entrenador Clapp.
mis piernas. Mi teléfono sonó nuevamente y lo cogí viendo que era Jessica Stanley.
Dudé con mi dedo sobre el botón de contestar, contemplando responder para ver si la
Llamé a mi correo de voz y escuché el mensaje de mi padre. Miré el reloj cuando oí que
amenazaba con quitarme el Volvo sino le devolvía la llamada en veinte minutos y
gemí. Casi había pasado media hora.
Paseaba frenéticamente por la habitación tratando de explicarle cómo esa era una
idea ridícula, cuando una débil voz femenina se filtró a través del teléfono. Era dulce y
parecía joven e inocente, pero seductora al mismo tiempo. Le pregunté que si esa era la
mujer que había ido a recoger y me dijo que sí lo era, pero terminó abruptamente la
conversación, sin querer hablar de ello por el momento.
No era tonto ni ingenuo. Mis hermanos y yo somos muy conscientes del estilo del estilo
de vida de nuestro padre; lo hemos sabido toda nuestra vida. Nunca nos lo ocultaron o
nos mintieron sobre ello, pero al mismo tiempo tampoco se ensalzaban por ello.
Siempre trataban de no involucrarnos, pero a veces era inevitable cuando sabíamos
que nuestra vida era diferente. No importa cuánto tratara de proteger a la familia de la
violencia, estar en la mafia es una manera de poner en peligro a los que conoces.
Sabía que estaba metido en tráfico de drogas y venta ilegal de armas. Sabía que tenía
sangre en sus manos, que había ayudado a organizar asesinatos y secuestros e
incluso llevó a cabo algunos. Había estado involucrado en lavado de dinero y
extorsión, tenía cuentas en el extranjero sobrecargadas de dinero para evitar el pago
de impuestos. No sé si habría alguna ley que mi padre no hubiera quebrantado. Era un
tramposo, ladrón y asesino, no había forma de endulzar eso. La gente lo respetaba y le
temía, no sólo por el apellido, sino también por la forma en que se comportaba. Era
tranquilo y sereno—silencioso pero mortal.
Y sabía exactamente a que había ido a Phoenix. Sabía que la trata de esclavos aún
existía en América. No era la primera vez que mi padre había pagado dinero por
poseer a otro ser humano. Habíamos tenido dos desde que nos mudamos a
Washington, cuando tenía ocho años. La primera fue una señora mayor de pelo gris a
quien llamábamos nona, la trajo para que se hiciera cargo de la casa y para
ayudarnos, porque aún éramos muy jóvenes. Estuvo cerca de una maldita década con
nosotros, falleció de un ataque al corazón hace algunos meses. Era una mujer
agradable, nunca tuvimos queja alguna sobre ella. Casi era como nuestra abuela.
Crecimos sintiendo cariño por ella y quiero pensar que el sentimiento era mutuo, a
Sé que Jasper iba a estar más molesto que nunca, porque esa dulce e inocente voz en
el teléfono pertenecía a una niña, no una mujer. Papá nunca nos dijo nada así que
automáticamente asumimos que iba a traer a alguna señora mayor, como antes, pero
estaba claro que no lo era. Ella era joven.
Finalmente papá llegó a casa. No sé si era tan malditamente perezoso como para subir
las escaleras a mi habitación o si pensaba que tenía compañía, pero me llamó al
Estaba sorprendido y confuso al principio, antes de dar paso a la ira. Estaba parado
frente a la chica, empapado con puto jugo de naranja y todo lo que pude hacer fue
mirarla con la boca abierta. ¿Podía ser más jodidamente estúpido?
Apenas podía ver a través de la habitación porque estaba muy oscuro, pero sus ojos
estaban claros como el día. Estaban muy abiertos y expresivos, parecía un ciervo frente
a los faros de un coche. Finalmente volví en mí e hice un movimiento para limpiar el
jugo de naranja, pero evidentemente la chica estaba adiestraba para hacer esa
mierda, porque prácticamente me empujó en mi culo para hacerlo ella misma. Le di un
cabezazo e hice una mueca, ya que dolía como el demonio. Y a la manera de Edward
Cullen, mi respuesta natural al dolor es agredir verbalmente.
Sus mejillas estaban rojas y agrietadas por el sol y tenía un enorme moretón a un lado
de su cara que parecía ser la huella de la mano de alguien. Sus ojos estaban llenos de
miedo y una lágrima corría por su mejilla. Estaba claro que estaba agitada y asustada.
La había pasado mal. Y era joven, oh tan jodidamente joven. No podía ser mayor que
yo, aún tenía su cara ligeramente redonda, por su juventud. Todavía había inocencia
en su rostro, pese a los signos de abuso y la evidente cautela en él.
Pero eso no fue lo que más me impresionó. Lo que casi me dejó sin aliento fue que
debajo de todo eso, ella era hermosa. He tenido mi cuota justa de chicas calientes,
sexys y eróticas en ropas demasiado ajustadas. Y la chica que estaba frente a mí no se
Le pregunté cuál era su problema, una puta pregunta estúpida, porque obviamente yo
era parte del problema. Pero sólo quería saber su historia, cómo demonios alguien
como ella terminó en la situación en la que ella estaba.
Fue entonces cuando prácticamente me rogó que no la castigara. Me miró, con un puto
miedo de que fuera a golpearla por mi error. La miré con incredulidad, preguntándome
qué demonios había experimentado esta chica para tener tanto miedo de mí. Por el
amor de Dios, ni siquiera podía mirarme a los ojos.
Subí las escaleras y me desvestí, saltando a la ducha. Me lavé las piernas pegajosas,
donde el jugo me había empapado y me lavé el cabello, sin molestarme en lavarme
nada más. Mi polla estaba dura y envolví mi mano alrededor de ella, bombeando un
par de veces, pero no parecía que fuera a llegar. Seguí pensando en la jodida chica en
la planta baja, como se quedó limpiando mi desorden, y en lo mal que eso estaba, lo
cual era completamente ridículo, porque precisamente esa era la razón por la que ella
estaba aquí.
Me di por vencido de hacerme una paja, resignado a que probablemente tuviera que
tomar a una de las chicas de la escuela y escabullirnos para que se hiciera cargo de
mi problema. Cerré la llave del agua y salí, secándome. Agarré un par de bóxer de
seda y unos vaqueros descoloridos y me los puse. Me puse una camiseta blanca y
encima de esta una camisa de manga larga y botones, doblando las mangas hacia
arriba.
Ni siquiera me molesté por arreglar mi cabello porque era inútil, la mierda tenía mente
propia. Pasé mis manos un par de veces, pero nada más. Sin embargo, parecía que a
las chicas les encantaba, así que, qué diablos.
Bajé las escaleras y vi a mis hermanos. Ayer no había visto a los cabrones en todo el
día. Solíamos estar muy unidos, pero cuando me fui al internado las cosas parecían
haber cambiado. Ellos tenían novias estables y sentaron cabeza, yo volví siendo la
misma persona que cuando me fui. Alice y Rose me agradan, las conozco desde que
nos mudamos aquí de la escuela primaria y son chicas guay, pero no estoy
acostumbrado a ver a mis hermanos tan encariñados. Me fui y éramos amigos, todos
nosotros simplemente nos relajábamos juntos y ahora que he vuelto soy la puta quinta
rueda. Sin embargo, creo que es genial, me alegro por ellos, pero eso no significa que
Bajé volando las escaleras y salté sobre la espalda de Emmett, ese cabrón me las
debía por levantarme y tirarme al suelo de espaldas hace algunos días. Casi lo tiré por
las escaleras ya que no me esperaba, y trató de tirarme. Salté cuando llegamos al final
de la escalera, trató de pegarme pero lo evité, riéndome. Me di la vuelta para decirle
algo, para burlarme un poco de él porque Emmett es divertido cuando lo sacas de
quicio, entonces mis ojos se posaron en la chica.
Nos miraba y sonreía. No pude evitar sonreír al verla, una mirada de puro asombro en
su rostro. Se sonrojó cuando le sonreí y bajó inmediatamente la mirada, de nuevo sin
poder mirarme a los ojos. En serio tendría que cambiar eso, esa mierda no funcionaría
aquí.
Puse el canal del tiempo, lo cual no tenía sentido teniendo en cuenta que es raro el día
en que no llueva en algún momento, pero no podía concentrarme en lo que estaba
viendo. Volví a la cocina y los escuché reír. Papá amenazaba con decirle algo a Rose.
Me detuve detrás de la chica mientras ella estaba en la puerta mirando al suelo. Oí a
papá decir algo sobre llevar a Isabella al supermercado y sin siquiera pensarlo dos
veces, las palabras salieron de mi boca antes de que mi cerebro las registrara.
Ella se dio la vuelta sorprendida, y me miró. Pasé junto a ella y tomé un tazón para
servirme algo de cereal. Le aseguré a papá que no tenía práctica, gracias a Dios,
teniendo en cuenta que aún tenía las jodidas piernas adoloridas, y él estuvo de
acuerdo. Me sorprendió un poco, considerando que técnicamente estaba castigado y
justo ahora no era su persona favorita.
Y eso es lo que ella era. No tenía idea que tenía esta chica que me había cautivado,
pero definitivamente iba complicar mi puta vida.
Edward cullen
Estaba repantingado en el sofá con los pies sobre la mesa de café, comiendo un tazón
de Lucky Charms (N.T. Una marca de cereal con malvaviscos) Solo me gustaban los
malvaviscos, las piezas marrones me parecían demasiado blandas, pero era lo único
que había en casa para desayunar y estaba muerto de hambre. Sabía que Emmett me
estaba maldiciendo en silencio, podía ver las miradas furiosas que me echaba desde
el otro lado de la habitación porque había usado la leche que quedaba y tenía que
comerse los cereales secos. Si te duermes pierdes, cabrón. Le gané.
“De todas formas, ¿cuántos años tiene?” Pregunté con indiferencia, seguro de que si
alguien lo sabía era él. Jasper frunció el ceño.
“La compró el día que cumplió dieciséis años,” dijo, su voz llena de molestia. Suspiré
asintiendo con la cabeza. Sabía que ella era más joven que yo.
Emmett regresó con un sándwich y nos reímos de él. Acabé de desayunar, llevé el tazón
a la cocina, dejándolo en el fregadero y miré mi reloj.
Me dirigí a las escaleras y las subí rápidamente. Abrí de par en par la puerta de mi
dormitorio y miré a mi alrededor, buscando mi mochila. Mi habitación estaba hecha
La puerta al otro lado del pasillo se abrió inesperadamente e Isabella salió. Sus ojos se
ampliaron con una expresión de asombro en su cara cuando me vio. Sus ojos
observaron a mi alrededor, obviamente alcanzando a ver algo en mi habitación. Casi
me sentí avergonzado, pero deseché esa mierda rápidamente.
“Lo sé, es un puto desastre,” le dije, riendo entre dientes. Se sonrojó y de nuevo desvió
su mirada al suelo.
Gemí. “No tienes por qué pedir disculpas. La puerta estaba abierta, sería imposible no
mirar.”
Ella levantó la vista y sonrió ligeramente, asintiendo una vez. La miré a los ojos durante
un momento y me sorprendí cuando no bajó la mirada. Era algo incómodo y
extrañamente intenso, ninguno de los dos habló o se movió, pero no podía apartar la
mirada.
Me volví hacia el teléfono y contesté vacilante. “¿Qué quieres, Jessica?” Pregunté con
un suspiro. Me puse la mochila al hombro y cerré la puerta de mi habitación,
dirigiéndome a las escaleras.
Ella suspiró exageradamente y yo rodé los ojos. “¿Me puedes llevar a la escuela?” me
dijo, su voz sonaba algo estridente. Hice una mueca.
“Lo siento nena, no puedo,” dije rápidamente. “Me tengo que ir, te veré más tarde.”
Colgué y metí el teléfono en mi bolsillo, sabía que iba a estar encabronada, pero
francamente, me importaba una mierda. Ella sabía que no era buena idea llamarme
para que la llevara, ¿les parezco un servicio de taxi?
Llegué al final de las escaleras y me detuve. Di unos pasos hacia la sala de estar y vi a
mis hermanos todavía sentados en el sofá. “¿Eh cabrones, quieren que los lleve?” Les
pregunté.
“¿Siempre tienes que escuchar esta puta mierda de música?” Preguntó frustrado.
Extendí la mano y golpeé la suya con fuerza, me lanzó una mirada asesina pero, de
todos modos, cambió la canción. Se decidió por algo de hip-hop, una canción de Lil
Kim.
Tuve que detenerme a echar gasolina de camino a la escuela pero hice que Jasper
saliera y le echara, porque odiaba echar gasolina. Aparqué en mi sitio habitual en el
estacionamiento de la escuela y abrí la puerta, mientras que un coche giró de repente
para estacionar en la plaza de al lado, casi arrancando mi puerta. Salí de un salto
enfadado y vi que era el horrible y pequeño Honda de Lauren Mallory. Era de color
negro y parecería un coche decente si no le hubiera pegado calcomanías de color rosa
brillante en todas las ventanas y no le hubiera colgado collares de cuentas de Mardi
Gras y un collar de flores en el retrovisor. Era completamente ridículo, porque esa
perra nunca había estado en Hawai y seguro como la puta mierda que no nunca había
ido a Mardi Gras (N.T. Mardi Gras es el nombre de un carnaval que se celebra en
Nueva Orleans, ahí regalan a todo el mundo collares de cuentas). Supongo que
pensaba que era genial o lo que sea, pero para mí la hacía parecer una farsante. Me
di cuenta que Jessica estaba en el asiento del pasajero y gemí.
“Eh, Edward,” dijo Lauren, queriendo parecer coqueta cuando salió del coche y se
lamió los labios a propósito mientras hablaba para que yo lo notara. Lauren siempre
había sido tan fácil como Jessica, pero al menos ella entendía cuál era su lugar y no
trataba de disfrazar lo que había entre nosotros. Sabía que era solo sexo. Antes
habíamos estado juntos solo un par de veces y desde que había regresado no
habíamos tenido mucha interacción. Ella también había decidido probar suerte siendo
fiel y comprometiéndose con una persona.
“Lauren,” le dije para saludarla, sonriendo. Jessica saltó del asiento del pasajero y me
sonrió.
“¿No me veo todos los días así?” Pregunté, alzando una ceja. Soltó unas risitas y
asintió.
Avance unos cuantos pasos, cerrando la distancia entre Jessica y yo. “¿Sabes cómo te
verías muy bien está mañana?” Le pregunté en voz baja, tratando de parecer
encantador.
“Bocchino,” le dije, deslizando mi dedo por sus labios. Ella siempre se derretía cuando
le hablaba en italiano, sin importar una mierda lo que le dijera. Hasta pedirle una puta
mamada como lo estaba haciendo le sonaba romántico. “Esa boca en mí.” Ella abrió
los labios y llevó mi dedo índice a su boca, chupándolo. Gemí y empecé a hablar, pero
fui interrumpido abruptamente por un fuerte golpe y un dolor agudo en la parte
posterior de mi cabeza. Alejé la mano de Jessica y me agarré la parte de atrás de mi
cabeza, sobándome.
“Eres una puta,” dijo la voz fría de Rosalie, entrecerrándome los ojos. Sonreí levemente,
todavía frotándome la cabeza. Debería haber sabido que era ella, Rosalie era la única
que tenía las bolas para hacer eso.
“Buenos días, Rose,” le dije. Emmett se acercó riendo, pasando su brazo por los
hombros de Rose. Jasper y Alice se acercaron detrás de ellos, agarrados de la mano.
“¿Por qué sigues aquí?” Rosalie preguntó mientras levantaba una ceja, su voz ácida y
afilada. Miraba por encima de mi hombro, donde Jessica seguía parada.
“Te veré más tarde, Edward,” murmuró Jessica, alejándose. Le rodé los ojos a Rose,
pero no pude evitar sonreír. Era bastante divertido ver cuánto miedo le tenían todas las
chicas a Rosalie Hale. Alice era su única amiga mujer, porque era la única con las
agallas para enfrentarse a ella siempre que fuera necesario.
Me encogí de hombros. “Es la que se deja convencer más fácilmente para meternos en
el armario del conserje.”
Mis hermanos se rieron, pero Rose no lo encontró gracioso. “Te lo juro, nunca vas a
conseguir una chica decente con esa actitud,” me dijo, sacudiendo la cabeza.
Antes de que pudiera hablar y reiterarle que no deseaba sentar cabeza, intervino Alice.
“Deberíamos dejar en paz a Edward. Si quiere perder su tiempo con alguien como
Jessica Stanley, es su problema.”
La miré, algo sorprendido, ya que ella siempre era la primera en sacar a colación el
tema de mi falta de compromiso. Sonrió ligeramente, encogiéndose de hombros ante
mi mirada interrogante.
“Papá volvió anoche,” dijo Emmett de repente, echándome una mirada rápida,
tratando de desviar la atención de mí. Se lo agradecí. Parecía ser cosa de todos los
días, que uno de ellos me regañara por mi llamada “promiscuidad”. ¿Y qué si me
gustaba follar?
“¿En serio?” Rose preguntó con indiferencia, ni siquiera pretendiendo hacer que le
interesaba.
“Sí, eso me recuerda,” dijo Jasper. “Alice, ¿qué vas a hacer después de la escuela?”
“Papá quiere saber si irías a una tienda y escogerías algo de ropa y otras cosas para
la chica nueva que ha traído a casa,” dijo Jasper, llevando la mano a su bolsillo para
sacar su billetera. Él sabía que no había manera que ella dijera que no. Cada uno
teníamos nuestros recursos terapéuticos, el mío era la música. Comprar era el de Alice.
La tranquilizaba, le ayudaba a pensar, algo que nunca tuvo sentido para mí, porque
los centros comerciales me estresaban hasta la puta mierda. Pero, como sea, así era
Alice—excéntrica.
Los ojos de Alice se ampliaron. “¡Por supuesto!” Dijo con entusiasmo, sosteniendo su
mano y tomando la tarjeta de crédito.
“¿Así que consiguió una nueva?” Rose preguntó en voz baja. Rose y Alice eran las
únicas personas fuera de la familia que estaban al tanto de la verdadera naturaleza
Todo el mundo se pensaba que vivían en casa porque eran amas de llaves o lo que
sea para lo que las contratábamos; pero Rose y Alice sabían que no estaban allí
voluntariamente. De todos modos, ellas eran como parte de la familia para nosotros,
confiábamos en ella.
Todos asentimos y ella rió. “No va empezar a follar con esta también, ¿verdad?”
Emmett y yo nos reímos, ellas también sospechaban que papá había tenido líos
sexuales con la mujer anterior. Sin embargo, a Jasper no le pareció divertido.
“Teniendo en cuenta que es más joven que nosotros, espero que no,” dijo secamente.
Todos nos callamos al instante y Rose lo miró boquiabierta.
“¿Ha traído a una adolescente a una casa llena de chicos adolescentes? ¿Cómo puede
ser tan jodidamente estúpido?” Preguntó, obviamente echando humo.
Rodé los ojos y Emmett suspiró. “No seas ridícula Rose, no es gran cosa.” Ella arqueó
las cejas.
“¿No es gran cosa? ¿Una adolescente viviendo en la misma casa que el señor Me-Voy-
A-Follar-Lo-Que-Me-Sea-Más-Conveniente?” Dijo, haciendo un ademán hacia mí.
Gemí, negando con la cabeza.
“Dame un puto respiro, Rose. Me conoces desde primaria; deberías conocerme mejor
que eso.”
Emmett la siguió y me pasé los dedos por el pelo, dándome la vuelta para dirigirme al
interior del edificio. Oí que Jasper le susurró a Alice el nombre de Isabella, consideré
merodear por ahí para escuchar lo que le decía, pero decidí mejor no hacerlo. Quería
llegar a la primera hora de clase y ver si podía convencer a Jessica para que saliera
Las primeras horas de clase pasaron lentamente. La escuela siempre fue fácil para mí,
no era exactamente un niño prodigio pero había sido bendecido con la increíble
memoria de papá. Si no fuera un jodido vago a la hora de las tareas y los trabajos,
estaría en el primer lugar de la clase. Aun así, tenía un promedio decente, alrededor de
4.0, pero con mis clases del programa de colocación avanzada podría ser un poco más
alto.
Cuando llegó la hora del almuerzo me fui a la cafetería, me dejé caer en la pequeña
silla de plástico en nuestra mesa de siempre, en la esquina. Me había sentado en esa
silla todos los días desde que era estudiante de primer año, nadie se atrevía a sentarse
en ella. La mayoría de la gente de aquí nos temía por los chismes y rumores que
andaban por ahí sobre los vínculos de mi familia con la mafia. Se ha vinculado a los
Cullen al crimen organizado desde los días de Al Capone y la prohibición, y muchos de
los chicos lo descartaban como una coincidencia, viendo que mi padre solo resultaba
ser el doctor del pueblo, pero por si acaso no se metían con nosotros. Pero quedaban
unos pocos, como Mike Newton, que eran demasiado estúpidos como para meterse en
la cabeza que tenían que cuidarse de nosotros. Y eso me encabronaba…. si había algo
que odiaba, era que me faltaran al respeto.
Pero eso fue lo que me metió en problemas el año pasado, y no tenía intención de
dejarme llevar de nuevo por ese camino. Estaba haciendo mi mejor esfuerzo para
ignorar a gente como Newton, pero era mucho más fácil decirlo que hacerlo. No quería
nada más que caminar a través de la cafetería, tirarlo de la silla y darle una paliza
frente de todos para mostrarles que no debían joderme. Nadie había dicho nada sobre
el vendaje en la cabeza, donde me habían dado los puntos y lo agradecía, si alguien lo
hiciera me enfurecería y terminaría buscando desquitarme sin pensarlo.
Mis hermanos solían ser espontáneos e impulsivos, pero al parecer me había perdido
mucho durante estos dos meses, porque volví a casa con los dos hijos de puta más
predecibles del planeta. Puedo asegurar que Jasper comerá una porción de pizza de
queso, Alice tendrá una ensalada y compartirán una puta coca, porque es exactamente
“Eh enana, casi no te había visto,” dije con una sonrisa. Entrecerró los ojos en broma y
me sacó la lengua. Siempre me estaba metiendo con el hecho de que era verticalmente
desfavorecida, ya que apenas media metro y medio, o ni siquiera eso.
“Sí, me sorprendió que lo hubieras hecho. Quiero decir, mierda Alice, normalmente tú
eras la peor de todos queriendo que siente cabeza.”
Alice sonrió. “Sí, me di cuenta que no tiene sentido tratar de hablar contigo al respecto,
eres demasiado cabeza dura. Lo entenderás por ti mismo muy pronto,” me dijo.
Rodé los ojos. “Mejor espera sentada, Alice,” murmuré. Jasper se acercó y dejó la
bandeja frente a Alice. Pizza de queso, ensalada y una puta coca, ¿qué es lo que dije?
“¿Qué es lo que tiene que esperar sentada?” Preguntó dejándose caer en la silla al
lado de Alice. Emmett y Rose se acercaron con su comida, sentándose a mi lado.
“Le dije a Edward que muy pronto decidirá establecerse con una chica,” Alice dijo,
tomando un bocado de su ensalada. Mis hermanos la miraron y murmuraron algo en
voz baja.
“Compadezco a la chica que sea tan estúpida como para realmente salir con él,” dijo
Rose, riendo. Me volví y la miré furioso.
“¿Por qué?” Pregunté a la defensiva, seguramente no era tan malo. “Soy rico, tengo
influencias, soy inteligente, talentoso, tengo sentido del humor, y soy jodidamente sexy.
Cualquier perra sería afortunada de estar conmigo.”
Todos rodaron los ojos y Rose gruñó. “Exactamente por eso. Eres un gilipollas mimado
y engreído.”
Reí amargamente, meciéndome en la silla hacia atrás sobre sus patas traseras. “Y lo
dice la perra más engreída que existe.”
Rose me miró con los ojos entrecerrados y se levantó rápidamente, empujando su silla
hacia atrás bruscamente, y saliendo furiosa de la habitación, golpeando la puerta con
fuerza y llamando la atención de todos en la cafetería.
Jasper se sentó en tranquilo, masticando su pizza en silencio. Alice suspiró y dejó caer
el tenedor. “No debes dudar de mí. Y para que lo sepas, no importa lo guapo o
divertido o talentoso que seas, a ninguna chica con una pizca de amor propio le gusta
ser llamada por la palabra con ‘p’ por un hombre. Tal vez si le bajas a eso, consigas
una chica decente que se interese por las partes más encantadoras de ti. Porque
puedes ser encantador Edward, y eres un buen partido, pero estás perdiendo tu tiempo
con las furcias de por aquí.”
Suspiré, pasando la mano por mi pelo. Papá siempre decía que mi mayor talento era
encabronar a la gente.
Isabella Swan
La mañana había sido, ya de por sí, bastante larga y extraña, por decir algo. Después
de que Edward se había ofrecido a llevarme a hacer la compra y el doctor Cullen
estuvo satisfecho de que las cosas se hubieran resuelto en ese aspecto, se dispuso a
salir hacia el hospital. Al salir me pidió que cambiara las sábanas de su cama, al
parecer quería que lo hiciera todos los miércoles y me avisó que el maquillaje que
había cogido de la casa de Charles estaba en su baño. Me dijo que hiciera lo posible
por cubrir el hematoma antes de salir en público con Edward, ya que era un pueblo
pequeño. No quería que nadie tuviera una idea equivocada, porque a la gente de por
aquí al parecer le gustaban los cotilleos y rápidamente sacaban conclusiones.
Después de que el doctor Cullen se fue, los chicos comenzaron a buscar algo para
desayunar. El doctor Cullen había dicho que en el desayuno cada quién veía por sí
mismo y no tenía que cocinar, a menos que se me pidiera, pero estar allí de pie, solo
observando, me hizo sentir mal. Aunque, en realidad no tenían nada para que
cocinara, por lo que no podía ofrecer mis servicios. Me sentía inadecuada y fuera de
lugar, así que subí a mi habitación y decidí tomarme una ducha. Él no había dicho
nada acerca de baños o duchas, pero supuse, por su indignación hacia mi apariencia
en la casa de Charles, que prefería que estuviera siempre limpia. Estaba tan
acostumbrada a que cada pequeño detalle de mi vida estuviera controlado por
adelantado, que estaba teniendo dificultades tratando de resolver las cosas yo sola.
Sabía que debería haber recibido especificaciones, pero tenía tanto miedo de decir o
hacer algo incorrecto que no pude formular ninguna pregunta. En mi mundo, nada,
Eran pequeñas muestras de todos los tamaños pero funcionaban bastante bien.
Salí de la ducha, sintiéndome más fresca de lo que me había sentido en mucho tiempo.
En Phoenix, estaba acostumbrada a empezar a sudar al momento de salir del agua,
por el calor, la humedad y nuestras condiciones de vida, no estando nunca realmente
fresca. El aire de la casa Cullen estaba regulado y parecía estar en algún punto entre
cómodo y ligeramente frío.
Miré a mi alrededor y me di cuenta que no había ningún peine o cepillo. Pasé los
dedos por mi pelo para quitar los nudos, sin molestarme en hacer otra cosa. Los
espejos estaban empañados por el vapor de la ducha caliente que había tomado y en
realidad estaba muy agradecida por ello, no tenía ganas de verme. Sabía que tenía
cicatrices por todo el cuerpo por los castigos de los últimos años y evitaba mirarlas a
toda costa. Me hacían sentir repugnante, indigna.
No tenía ropa nueva, así que me puse los capri negros del día anterior. No quería usar
el top rosa, porque era algo incómodo, así que me puse de nuevo la camiseta de fútbol.
Esperaba que no les importara. Abrí la puerta, decidiendo si bajar a la habitación del
doctor Cullen para encontrar el maquillaje y me congelé abruptamente cuando me di
cuenta que la puerta frente a mí estaba abierta de par en par. Edward estaba de pie
dentro de la habitación y también parecía estar congelado en su lugar. Miré alrededor,
algo sorprendida, ya que nunca había visto una habitación tan desorganizada y
caótica. Dejó escapar una risa que sonaba un poco nerviosa y recitó algo a toda prisa
sobre su dormitorio estando hecho un desastre y me di cuenta que me había atrapado
mirando con la boca abierta. Aparté la vista rápidamente y me disculpé, recordando
claramente que las habitaciones de los chicos estaban prohibidas. Me dijo que no me
disculpara y lo hizo parecer que no era gran cosa, lo que me sorprendió, teniendo en
cuenta que, tanto el Dr. Cullen como Jasper, habían mencionado que Edward era un
poco particular cuando se trataba de sus posesiones.
Me quedé en silencio, aguzando los oídos para escuchar los sonidos en la casa.
Escuché a Edward bajando las escaleras, hablando con alguien. Pasó de largo el
segundo piso y pude oír su voz filtrarse desde el piso inferior, pero no puede entender
nada de lo que decía. Abrí la puerta del dormitorio del doctor Cullen y caminé sin
hacer ruido a la parte superior de las escaleras, escuchando. Vi a los tres chicos
dirigirse a la puerta de entrada, ninguno miró en mi dirección. Me quedé allí, mirando
y escuchando mientras desaparecían por la entrada, la puerta hizo clic detrás de ellos
y el coche se puso en marcha, alejándose de la casa.
Nunca me habían dejado por mi cuenta. A pesar de que técnicamente estaba sola,
sospechaba que de alguna manera me estaban vigilando, posiblemente por lo que sea
que me habían hecho en el centro médico. Chip de rastreo, era como el doctor Cullen lo
había llamado. Todo eso me puso nerviosa y de repente era híper consciente de todo.
Me quedé allí durante un momento, contemplando lo que debía hacer antes de bajar
lentamente las escaleras. El doctor Cullen me había dicho que me familiarizara con la
casa, así que pensé que cualquier lugar era bueno para empezar.
Pasé alrededor de una hora paseando por la casa y abriendo armarios y cajones,
intentando hacerme una idea de dónde estaba todo. Encontré todos los artículos de
limpieza en un armario de la lavandería. En el segundo piso, encontré otro armario que
estaba lleno de sábanas, mantas y fundas de almohada. No entré en las habitaciones
de los chicos y tampoco en el cuarto del primer piso, del que Jasper me había dicho que
me mantuviera alejada. También me aseguré de pasar por alto el piano, no quería
ningún dedo roto.
Después de eso fregué el suelo de la cocina, ya que estaba un poco pegajoso por el
zumo de naranja que se había derramado. Lavé los platos del desayuno de los chicos,
El resto de la planta baja estaba bastante limpia. Limpié el polvo los aparatos
electrónicos en sala de estar y cogí la botella transparente que tenía escrito en letras
negras “Limpiador de ventanas- USO EXCLUSIVO”, limpié los grandes ventanales que
cubrían casi toda la pared del fondo. Tuve que usar una silla para alcanzar la parte
superior y casi me caigo, pero por suerte fui capaz de evitarlo.
Fui al baño y fregué el inodoro y el lavabo. Usé Windex en el espejo y luego sequé el
suelo de baldosas blancas.
Después, me dirigí a la segunda planta. Fui a la habitación del doctor Cullen y deshice
su cama. Fui al pasillo y abrí el armario de la ropa de cama, saqué un conjunto de
sábanas y un edredón en blanco y negro, parecido al que había quitado. Hice la cama
de la manera en que a Charles le gustaba que lo hiciera, sin saber cómo lo prefería el
doctor Cullen. Charles había sido muy especial sobre cómo se hacía su cama, así que
era algo que había perfeccionado a lo largo de los años.
Cogí algunos suministros y me dirigí al piso de arriba. Fui al baño del doctor Cullen y
fregué la bañera y la ducha, que tenían algo de suciedad y parecía que no las habían
limpiado en un tiempo. Después fregué el lavabo y el inodoro, haciendo que brillaran
tanto como fuera posible. Usé Windex en su espejo del baño, por último, barrí y fregué
el suelo. Volví a su habitación, quité el polvo y pulí los muebles de madera. Por último,
antes de salir de la habitación, utilicé el limpiador en sus ventanas.
Fui al tercer piso y entré en la biblioteca, jadeando por su tamaño. Debía de haber
cientos de libros, estante tras estante, llenos de ellos. Había un escritorio y algunas
sillas colocadas alrededor, así como una pequeña mesa. Limpié la habitación lo mejor
que pude.
Una vez que el suelo estuvo seco, volví a la lavandería y devolví los suministros,
ordenando el cuarto. La secadora dio un zumbido y saqué la ropa limpia y caliente,
inhalando el aroma a limpio y ligeramente floral. Las doblé y me dirigí de nuevo al
segundo piso, colocándolas en el armario de la ropa de cama.
Regresé a la habitación del doctor Cullen y miré el reloj. Pasaban unos minutos de las
de las tres de la tarde. No estaba segura de a qué hora volvería Edward a casa, pero
estaba entrando en pánico sabiendo que no faltaba mucho. Después del extraño
encuentro de esta mañana, estaba un poco aprensiva respecto a estar de nuevo en su
presencia. Agarré la botella de maquillaje del baño del doctor Cullen y me dirigí a mi
habitación. Consideré tomar otra ducha, sabiendo que estaba algo sudorosa por el
trabajo, pero pensé que era una pérdida de tiempo, teniendo en cuenta que no tenía
ropa limpia para ponerme. Entré en mi baño y miré mi reflejo en el espejo, frunciendo
el ceño. El moretón se había desvanecido un poco a un color verdoso en los bordes,
luciendo un poco desagradable en contraste con mis mejillas enrojecidas. Me lavé el
rostro, refrescando mi piel y secándola. Abrí el bote de maquillaje y eché un poco en mi
dedo. Lo apliqué sobre el moretón, haciendo mi mayor esfuerzo para diluirlo, me
parecía que estaba un poco embadurnado, ya que no tenía idea de lo que estaba
haciendo.
Entré en la cocina, saqué un vaso y eché un poco de agua del grifo. La bebí de un
trago, un poco sedienta. Me sentía algo más cómoda después de haber pasado todo el
día aquí, pero no lo suficientemente cómoda para servirme algo de la cocina.
La puerta del conductor se abrió y Edward salió. Mis ojos se abrieron y mi respiración
se detuvo al verlo. El sol brillaba, haciendo que su pelo pareciera un poco más dorado
de lo que era. Tenía la piel tan pálida, que casi brillaba con el reflejo de la luz del sol
y llevaba un par de gafas de sol negras. Incluso el pequeño vendaje blanco en la
esquina de su frente, parecía que le daba carácter. Hizo una pausa antes de cerrar la
puerta, pasando los dedos por su cabello y haciéndolo aún más caótico de lo que ya
Solté la cortina y me aparté cuando levantó la vista hacia la casa, no quería que
pensara que lo estaba observando o algo parecido. Oí la puerta abrirse y cerrarse
suavemente. Hubo un golpe un poco fuerte que resonó en el silencio de la casa y luego
un fuerte suspiro.
Volví a bajar la vista al suelo, tratando de evitar el contacto visual para que no se
repitiera lo de esta mañana. Él se quedó callado por un momento antes de aclararse la
garganta.
“Lo siento señor, en estos momentos no tengo otra cosa que usar. Le aseguro que se la
devolveré tan pronto como sea posible y en las mismas condiciones en la que me la
prestaron.” Recité rápidamente.
Mis ojos se abrieron y aparté la mirada rápidamente. Maldije en silencio cuando sentí
la sangre apresurase a mis mejillas. No tenía ni idea de lo que quería decir con eso,
pero sus palabras me pusieron nerviosa.
“Olvida que acabo de decir eso,” murmuró, suspirando. Levanté la vista y vi que estaba
pellizcándose el puente de la nariz, pareciendo frustrado. Sonreí involuntariamente—
definitivamente era igual a su padre cuando gesticulaba. Me miró y rápidamente dejé
de sonreír, desviando mis ojos de nuevo. “Vamos, terminemos con esta mierda de una
vez por todas.”
Llegó a la puerta y la abrió, dándose la vuelta. Dio un salto, asustado, cuando se dio
“¡Joder, chica!” Gritó fuerte, agarrándose el pecho. “Necesitas aprender a hacer algún
maldito ruido para que la gente sepa que estás ahí. Esa mierda de andar a hurtadillas
no va a funcionar.”
“Lo siento señor,” murmuré rápidamente, sintiendo las lágrimas brotando de mis ojos.
“No tenía intención de sorprenderlo, me enseñaron a ser lo más silenciosa posible en
todo momento.”
El interior del coche estaba impecable y me ponía nerviosa. Todo era de piel y su olor
era bastante fuerte. Por lo que pude ver, no había suciedad en ningún sitio, todo se
mantenía limpio y brillante. Sin embargo, no estaba exactamente sorprendida,
teniendo en cuenta que supuestamente era quisquilloso.
Condujo durante unos minutos antes de entrar en los límites del pueblo. Finalmente, se
detuvo cuando llegó a una tienda, aparcando en la parte de atrás del estacionamiento.
Aparcó el coche en ángulo, usando un par de plazas e ignorando las líneas pintadas.
Fue algo confuso.
Apagó el motor y suspiró, sacando la llave. Salió y cerró la puerta con rapidez. Dudé
brevemente. Sin embargo, antes de llegar a la manilla de la puerta, estaba en mi lado,
Salí y cerró la puerta tras de mí. Hizo una pausa, me miró brevemente por primera vez
desde que se metió en su coche, antes de dar la vuelta y dirigirse a la tienda. Lo seguí,
tratando de hacer algo de ruido para no molestarle con mi silencio, pero no era tan
fácil como pensaba que sería.
Hizo una pausa y se volvió con una mirada expectante. Me quedé inmóvil, un poco
asustada. Frunció el ceño cuando vio mi expresión y vaciló antes de agarrar un carro y
tirar de él.
“¿Alguna vez has hecho la compra tú sola?” Preguntó en voz baja, después de un
segundo, mirándome por el rabillo del ojo. Negué con la cabeza.
“¿Nunca?” Preguntó.
Negué con la cabeza. “Nunca. No se me permitía,” dije en voz baja. Suspiró y sacudió
la cabeza, aparentemente frustrado.
“Bueno, en realidad, tampoco puedo decir que alguna vez haya comprado
comestibles,” dijo encogiéndose de hombros. Lo miré sorprendida y sonrió levemente.
Él asintió, riendo suavemente entre dientes. “Sí, de verdad. Quiero decir. He ido a una
tienda a comprar algo concreto cuando me mandaban ir, pero en realidad nunca he
ido a hacer la compra yo solo. Afortunadamente, esa no es mi responsabilidad,” dijo.
“Tampoco puedo decir que, en realidad, alguna vez haya cocinado, así que no tengo
idea qué es la mitad de esta mierda o para qué sirve,” dijo, cogiendo un tallo de coles
de Bruselas y observándolo con escepticismo. No pude evitar la risa que se me escapó
al ver su expresión. Volvió la cabeza y me sonrió. “Hablando en serio, ¿qué coño es
esto?” Preguntó, sosteniéndolo.
“Gracias,” dije en voz baja. Asintió, pero por lo demás no respondió. Nos quedamos
allí, mirándonos el uno al otro por un momento, antes de que se aclarara la garganta y
apartara la mirada, pasándose de nuevo la mano por el pelo.
Asentí, sintiéndome un poco incómoda. Ahora había tensión, no lo entendía pero podía
sentirla. “¿Qué es lo que suelen comer? ¿Qué de cosas cocinan?”
“¿Y usted?” Pregunté, notando que no había mencionado nada sobre él. Suspiró y se
encogió de hombros.
Negó con la cabeza. “Mi padre te enseñó esa mierda, ¿no? Ha estado diciéndome que
soy un hijo de puta quisquilloso durante años.”
Asintió con la cabeza. “Lo sé. Pero como sea, vamos a comprar. Parecemos idiotas aquí
parados a un lado de estas coles de mierda,” murmuró. Sonreí y asentí.
Edward agarró pequeñas bolsas verdes y empecé a echar frutas y verduras que pensé
que serían buenas para ellos. Fuimos por los demás pasillos y cogí lo que reconocía
que había usado antes. Por suerte, había pasado tanto tiempo en la cocina en casa de
Charles, que reconocía el envase y no tenía que lidiar con el hecho de que,
supuestamente, era analfabeta. Clara me había enseñado a cocinar, así que lo tenía
bastante arraigado.
Nos dirigimos a la caja con el carro rebosante y Edward comenzó a arrojar las cosas en
la banda transportadora. Noté que la trabajadora estaba mirando a Edward, con los
ojos muy abiertos y una gran sonrisa en su rostro. Era tan extraño, lo miraba como si
fuera un ídolo o algo parecido y ni siquiera trataba de ocultar el hecho de que estaba
mirándolo con la boca abierta. Sin embargo, Edward parecía no haber reparado en
ella.
Tan pronto como el gerente vio a Edward, se acercó a nosotros. “Señor Cullen, es un
placer verlo,” dijo, extendiendo la mano hacia él. Edward asintió y tomó su mano,
agitándola con indiferencia.
Aparté la vista, sin saber por qué me estaba mirando de la forma en la que lo estaba
haciendo. No podía comprender si estaba molesto o no. Todavía podía sentir su mirada
en mí y me estaba poniendo nerviosa.
La chica quitó el recibo, agarró un pedazo de papel extra y escribió algo en él. Se los
entregó a Edward, él le asintió antes de darse la vuelta y alejarse. Cuando salíamos
de la tienda, la chica me estrechó sus ojos, mirando mi camiseta. Me di cuenta de que
llevaba la ropa de Edward en público y ella debía saberlo, porque su expresión era
celosa y hostil. Suspiré y aparté mis ojos de ella, mirando al suelo mientras nos
íbamos.
Mis ojos se abrieron y lo miré con la boca abierta. Cuando no los tomé después de un
Edward cullen
Mi día se había ido al infierno rápidamente y aunque quisiera culpar a mis hermanos o
a sus novias por ello, el hecho era que todo era mi culpa.
Traté de ignorar las palabras de Jasper cuando salió de la cafetería. Fue una simple
declaración, pero tan putamente cargada de significado que era ridículo. En realidad,
estaba bastante sorprendido de que hubiera tenido el valor de decírmelo a la cara,
porque todos sabían que era temperamental y como me afectaba que la mencionaran.
Por supuesto, la puta palabra la hizo llorar y después me sentí como una mierda, sin
entender por qué Emmett no me había dicho lo que significaba la maldita palabra. Si
ella supiera que la usaba diariamente para describir a la población femenina al
completo, estaría muy decepcionada.
Sí, si pudiera verme ahora probablemente hubiera deseado que no hubiera nacido. He
crecido para ser, exactamente, lo que ella estaba tan desesperada por evitar para sus
hijos. Tenía la mentalidad de la mafia, la actitud de “nadie más importa, sino yo.” Ese
chico dulce y compasivo que estaba desesperado por amor y afecto, hacía demasiado
tiempo de mierda que había muerto. Alejaba a la gente de mí, los encabronaba, los
utilizaba y, francamente, no me importaba. Pero en realidad, nadie entendía lo que
realmente había tenido que pasar, lo que había visto y había tenido que vivir
sabiéndolo. Si tuvieran, al igual que yo, las mismas imágenes y sonidos metidos en su
cerebro, tal vez, no me juzgarían o condenarían tan rápido.
Así que me levanté de la mesa de la cafetería y salí, pasé el resto de la jornada escolar
tratando de olvidarme, de nuevo, de ella, pero no pude. Seguía pesando en mi cabeza
y me estaba encabronando. En el último periodo, en clase de gimnasia, Jessica cambió
de idea y decidió escabullirse conmigo, pero no puede, no podía concentrarme.
Después de la escuela, Emmet se fue con Rose y Jasper tenía una reunión de algún
club, así regresé a casa solo. Estaba empezando a lamentar el haberme ofrecido a
llevar a Isabella al supermercado, por el estado de ánimo en el que estaba. Algo en
ella me ponía nervioso y no podía pensar con claridad a su alrededor. Hoy estaba
distraído por culpa de Jasper y lo último que necesitaba era decirle algo estúpido. Que
ya de por sí, se comportaba de forma rara.
Ni siquiera me miraba y era incómodo, así que nervioso, solté algo sobre ella usando
mi camiseta. Por supuesto, pidió disculpas y dijo algo acerca de devolvérmela pero,
Estaba frustrado y le dije que lo olvidara, era lo más cercano a una disculpa que se me
ocurrió. La miré y vi que estaba sonriendo pero, en ese momento, su rostro estaba de
nuevo carente de expresión y desvió la vista.
Le dije que nos fuéramos, así terminaríamos con las compras antes de que hiciera o
dijera algo más estúpido. Me estaba riñendo a mí mismo por ser un maldito idiota que
no la oí venir detrás de mí, así que de nuevo, logró asustarme cuando me di la vuelta.
Y, por supuesto, exactamente igual que la primera vez, arremetí contra ella antes de
darme cuenta de lo que estaba haciendo. Ella se disculpó, diciendo que la habían
enseñado a estar siempre callada y para empeorar las cosas, le grité que tenía que
entrenarse de forma diferente. Entrenarse…. como un puto perro. En realidad, ¿Cómo
podía llegar a ser tan imbécil?
Estaba tan encabronado y ocupado hablando pestes de mí mismo que casi había
olvidado mis modales, por poco no le abro la puerta. No lo entendía, nunca había
tratado a ninguna mujer así. No era su culpa, ellas estaban ahí y yo siempre trataba de
hacérselo lo más fácil posible.
Estuve distraído durante todo el viaje y traté de no mirarla. Algo en ella me ponía
nervioso, necesitaba descifrar qué era y solucionarlo, porque no podíamos continuar
con la tensión o yo estallaría.
Llegamos a la tienda y aparqué el coche de lado para que nadie pudiera aparcar
cerca de mí. La gente, probablemente se encabronaría, aunque utilizara una jodida
docena de sitios, nadie me diría una mierda por ello. Entramos y parecía que Isabella
estuviera a punto de tener un ataque de nervios. Confesó que nunca había estado en
una tienda y me dejó estupefacto. ¿Quién cojones no había estado nunca dentro de
una tienda? Traté de quitarle algo de su pánico y aligerar un poco el estado de ánimo.
Francamente, no sabía lo que estaba haciendo, nunca había tenido que comprar
mierdas para hacer comidas, no me sentía a gusto en el departamento de alimentos,
ya que prácticamente no me gustaba nada. Hasta la hice reír, estaba sorprendido de
lo joven y despreocupada que parecía y sonaba en ese momento. Le hice un cumplido
por su risa y ella sonrió. Fue como un momento dulce, nos miramos fijamente durante
un rato hasta que se convirtió en algo extraño y tuve que apartar la mirada antes de
hacer algo estúpido. Se estaba metiendo bajo mi piel y me incomodaba.
Me sorprendió cuando murmuró que yo era quisquilloso. Por lo que yo sabía, mi padre
era el único que utilizaba esa palabra, así que, inmediatamente, supe de donde la
había sacado. Tenía curiosidad por todo lo que mi padre le había dicho sobre mí,
cuanto sabía, pero en medio de la tienda, no era el lugar ni el momento para
preguntarle. Me atrevía a suponer que no sabía gran cosa, ya que había sido lo
suficientemente valiente para llamarme así a la cara.
Recorrimos la tienda rápidamente. Me di cuenta que apenas miraba los paquetes que
arrojaba en el carrito. Yo me encargué de lo que no fuera para las comidas, para
facilitarle las cosas hasta que se hiciera una idea de nuestros hábitos alimenticios y
preferencias.
Extendí mi mano frente a Isabella para tomar una barra de Toblerone, porque era un
glotón cuando se trataba de ellos y ella se estremeció, alejándose de mí. La miré
asombrado, sorprendido porque creyera que la golpearía sin razón, sobre todo en
medio de una puta tienda. Parecía avergonzada después de su reacción, que era
sencillamente desconcertante. Ni siquiera podía imaginar por lo que habría pasado
para ser tan desconfiada. Me volví para pagar y le presté atención a la chica de la
caja, que me estaba sonriendo de forma coqueta. Sabía quién era, era linda y había
escuchado por ahí que seguía siendo virgen. Hubiera sido divertido convencerla para
llevarla a la cama y el sexo hubiera sido bueno, puesto que era tan pequeña y sería
estrecha, pero no habría valido la pena dado las posibles consecuencias. Su padre era
policía y lo último que necesitaba, era un hombre con una placa y una pistola, tratando
de vengarse de mí por desflorar a su pequeña niña y romper su corazón. Mi padre me
patearía el trasero por eso. Pero de todos modos, coqueteé con ella solo porque podía.
Ella deslizó su número de teléfono con el recibo y lo guardé en el bolsillo, haciendo una
nota mental para tirarlo más tarde.
Bajé la capota del coche, lo que pareció asombrar a Isabella. Su expresión fue tan
simpática que no podía dejar de reír. Después de meter la compra en el coche y
Y entonces ella gimió. Dio un puto gemido. Y no fue un delicado y suave gemido, fue
uno de esos gemidos guturales que dicen 'fóllame hasta dejarme tonta'. Fue
directamente a mi polla y me endurecí al instante. Reí y dije algo sobre lo bueno que
era el chocolate, tratando de ignorar el bulto en mis pantalones. ¿Dónde había estado
antes, cuando lo había necesitado?
El viaje a casa fue en silencio. Puse algo de Debussy y lo tarareé. Isabella tenía la
cabeza hacia atrás y los ojos cerrados, el viento soplaba en su rostro. No dejaba de
mirarla, como si fuera todo un espectáculo. Tenía una sonrisa en sus labios, algo sobre
su felicidad me hacía sonreír. Tenía la sensación que ella tenía más demonios
acechándola que yo.
“Solo es la novia de Emmett. Aunque puede ser una perra, así que solo ignórala.”
Ella asintió, pero el pánico no se había ido. Salí de coche y caminé hacia su lado,
abriéndole la puerta. Empecé a agarrar bolsas y ella también, las llevamos a la casa y
las dejamos en el suelo de la cocina. Volví a salir y agarré las últimas bolsas, poniendo
de nuevo la capota por si acaso llovía. Llevé las bolsas y las dejé en el suelo,
suspirando.
Abajo no había rastro de Emmett o Rose, así que imaginé que estarían en la habitación
de Emmett. “¿Crees que podrás guardar tú sola toda esta mierda?” Le pregunté.
Isabella me miró y asintió, volviendo rápidamente la cabeza. Suspiré de nuevo,
pasando la mano por mi pelo. Era un hábito nervioso que al parecer no podía evitar.
“Está bien, solo junta todas las bolsas de plástico, ponlas dentro de una sola y
colócalas a un lado del bote de la basura. A mi padre le gusta reciclar y toda esa
mierda.”
Ella asintió, aun dándome la espalda. Dudé antes de darme la vuelta y dirigirme hacia
las escaleras. Empecé a subir lentamente las escaleras, escuchando. Pude oír voces
que venían de la habitación de Emmett y quería asegurarme de que no estuvieran
follando antes de irrumpir.
“¿Cómo han ido las compras?” Preguntó Emmett. Lo miré y vi que estaba sonriendo.
Tenía los ojos vidriosos y rojos—estaba drogado como el demonio.
Emmett se echó a reír y Rose rodó los ojos, extendiendo su mano, tomando el porro de
Jasper. “Quien quiera que sea, tiene que ser mejor que Stanley,” dijo.
Negué con la cabeza. “Es la hija del nuevo policía. No tengo planes de ir a la cárcel por
un culo.” Me dejé caer al lado de Jasper, suspirando. “Entonces, ¿qué están haciendo?
¿Además de matar las células del cerebro?”
Mis cejas se elevaron y sonreí. Siempre estaban apostando por mierdas ridículas. Juro
que mis hermanos tenían una adicción a las apuestas. “Entonces, ¿por qué estamos
apostando?”
“¿Quién hace llorar a Isabella primero?” Dijo Jasper, sacudiendo la cabeza. Rodé los
ojos.
“¿Y quién apuesta qué?” Pregunté, mientras que Emmett me entregaba el porro. Tomé
una calada y Rose sonrió.
“Emmett dijo que sería Carlisle,” dijo. Mis ojos se abrieron ligeramente por la sorpresa.
Creí que, automáticamente, todos me señalarían.
“¿Por qué papá?” Pregunté, llevando el porro hasta mis labios y dando una larga
“Hombre, papá puede dar miedo. Tú lo sabes. Estoy acostumbrado a él y esas miradas
que a veces da y todavía me dan ganas de correr lo más lejos posible y esconderme.
Me imagino que pronto la cagará y él perderá los estribos con ella.”
Asentí, ya que podía suceder. “¿Y quién dijo Jasper?” Pregunté, exhalando el humo de
mis pulmones lentamente.
“Yo dije que Emmett, por su tamaño. Deberías haber visto su mirada cuando papá se lo
presentó, estaba asustada,” dijo Jasper. Lo miré y tenía el ceño fruncido.
“¿Y tú, Rose?” Le pregunté. Ella sonrió, estirando su mano y tomando el porro de
Jasper.
Rose le pasó el porro a Emmett. “200 dólares cada uno,” dijo encogiéndose de
hombros. Asentí otra vez.
Pasé los dedos por mi pelo y me puse de pie. Estaba algo mareado y parpadeé varias
veces para aclarar mi visión. Le quité el porro a Emmett y sonreí.
“Bueno, yo diría que ustedes dos, hijos de puta, le deben a Rose 200 dólares cada uno,
porque la perra ya ganó,” le dije, dando una calada. Sus cabezas giraron bruscamente
en mi dirección, mientras me miraban con la boca abierta.
“¿Cuándo la hiciste llorar?” Jasper preguntó, con el ceño fruncido. Parecía enojado, a
pesar de haber entrado en la apuesta, seguía sin gustarle la idea de alguien ganando,
porque eso significaba que alguien había molestado a la chica indefensa de la planta
baja.
“Esta mañana, la primera vez que hablé con ella. Me dio un susto de mierda y le grité,”
dije encogiéndome de hombros. “No fue mi intención, pero tú me conoces, reaccioné.”
Bajé las escaleras y llegué al vestíbulo al mismo tiempo que Isabella salía de la cocina.
Se congeló cuando me vio y finalmente exhalé el humo dejando mis pulmones. Tosí y
los ojos de Isabella se estrecharon ligeramente.
“¿Lo has guardado todo?” Pregunté, quería asegurarme que había logrado recoger
toda la comida. Nunca me había importado una mierda, probablemente fuera la
Nos quedamos mirándonos el uno al otro. Sentí el impulso de decirle algo pero no tenía
idea de qué decir o hacer, así que me quedé allí parado, mirando.
Finalmente, después de un momento ella apartó sus ojos, mirando al suelo. Pasó por
delante de mí y subió las escaleras rápidamente, sin volver a mirarme.
Le eché un vistazo mi reloj y suspiré. Eran las cinco y media. Caminé y agarré mi
mochila, que seguía tirada junto a la puerta y subí las escaleras hasta mi habitación.
Saqué mi libro de Historia Europea y me dejé caer en el sofá de cuero de mi
habitación, pasando las páginas hasta encontrar la sección sobre la familia Medici
durante el Renacimiento en Italia. Traté de leer algo, sabiendo que tenía que presentar
un ensayo en unos días pero no podía concentrarme. Después de leer el mismo párrafo
una docena de veces y aún sin retener nada, tiré el libro con frustración. Me recosté en
el sofá cerrando los ojos.
Cuando abrí los ojos, la habitación estaba un poco más oscura y el sol se estaba
poniendo. Me incorporé rápidamente, parpadeando con rapidez y mirando el reloj,
sabiendo que me había quedado dormido. Faltaban unos minutos para la siete.
Me levanté y estiré la espalda, pasando los dedos por mi pelo. Salí de la habitación y
bajé las escaleras lentamente. Oí la televisión de la sala cuando llegué a la planta
baja y me dirigí en esa dirección.
Jasper estaba en el sofá, viendo Jeopardy. Emmett estaba al otro lado de la habitación
sentado en una silla, hablando por su teléfono móvil. Me dejé caer en el sofá y suspiré,
mirando la televisión.
Jasper estaba recitando las respuestas a cada pregunta, la mayoría de ellas mal, pero
no le importaba. Le encantaba esa mierda de programa. Me recargué en el respaldo y
miré divertido, riéndome de su frustración.
Mis ojos se abrieron cuando una foto de un tallo de una col de Bruselas apareció en la
pantalla y Alex Trebek dijo: “Cada una de las plantas que ves aquí, produce docenas
de estos vegetales.” La frente de Jasper estaba fruncida y murmuró “guisantes”, lo que
no tenía sentido.
“Es una puta col de Bruselas,” dije. Jasper giró la cabeza bruscamente en mi dirección
y entrecerró los ojos, cuando el tipo de la televisión confirmó que, efectivamente, se
trataba de coles de Bruselas.
Isabella swan
Me acosté en mi cama mirando al techo, perdida en mis pensamientos. Todo era aún
nuevo y extraño para mí. Había sido un día raro y estaba empezando a entender lo que
el doctor Cullen me había explicado sobre la vida en su casa, cómo tendría una
sensación de normalidad y algunas libertades. Habían dejado que me las apañara yo
sola, sin ninguna indicación en todo el día, permitiéndome trabajar y hacer las cosas a
mi ritmo y a la hora que quisiera. Fue tan extraño, después de haber pasado los
últimos dieciséis años con todo planificado. Me sentí incómoda, en conflicto por la
forma en que me trataban. No me sentía como una esclava en su presencia, casi me
hacían sentir bienvenida. Y aunque estaba bien que no me trataran con dureza cada
minuto del día, no estaba segura de si me agradaba del todo. Era demasiado nuevo,
demasiado extraño. Nunca había experimentado un cambio y era demasiado
abrumador.
El viaje desde la tienda había sido extraño. Apoyé la cabeza en el asiento y cerré los
ojos, mientras el cálido viento soplaba en mi rostro. Aún podía saborear la dulzura del
chocolate en mis labios. Mis pulmones respiraban una mezcla de la colonia de
Edward, que era embriagadora y nublaba mis sentidos, y el aroma de la vegetación
exterior que estaba en el aire. En el radio sonaba música clásica, no sabía qué era,
pero la melodía era hermosa y cautivadora. Y por si eso fuera poco, Edward la estaba
tarareando en total armonía. Los sonidos que salían de él, eran suaves y dulces y
enviaban un cosquilleo por mi espalda. En este momento estaba contenta y feliz; oír,
Todo se vino abajo cuando llegamos la casa y abrí los ojos. La realidad volvió con
toda su fuerza y ella, en su totalidad, era aún más difícil después de olvidarla por un
momento. Me asusté y miré a Edward. Sentí una oleada de nostalgia y deseo, todo mi
ser pidiendo, de nuevo, esa sensación que acababa de perder.
Y culpé a Edward por haber roto ya mis defensas. No sé qué clase de poder tenía sobre
mí que me hacía olvidar, con tanta facilidad, mi lugar en el mundo, pero no me
gustaba. Era peligroso, probablemente, la persona más peligrosa que había conocido.
Otros podían golpearme y castigarme todo el día, dejándome maltratada y amoratada,
pero nunca me habían doblegado. Edward, con tan solo una sonrisa, ya había
derrumbado mis muros.
Tenía que mantenerme alejada de él, no podía dejar que me derribara. Necesitaba
recordar quién era yo, por qué estaba aquí, porque olvidarlo sería mi perdición.
Me alegré cuando me dejó guardar los comestibles sola. Tenía una idea de donde iba
cada cosa, así que no fue tan difícil. En cuanto terminé, miré a mi alrededor para
asegurarme que todo estaba en su lugar, antes de salir corriendo y esconderme en mi
habitación. Por supuesto, con la suerte que tenía, no escapé inadvertida.
Hubo un suave golpe en la puerta, asustándome. No había oído a nadie subir las
escaleras. Sentí el pánico dispararse dentro de mí, mientras me levantaba de la cama.
Me acerqué lentamente y agarré el pomo de la puerta, tomando una respiración
profunda antes de abrirla.
“¿Quieres cenar con nosotros?” Preguntó. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, cuando
me di cuenta de que estaba allí para invitarme a cenar. Miré al reloj que había detrás
de mí y era casi las siete y media. El doctor Cullen me había dicho que cenaban, a
diario, a las siete, así que asumí que había llegado a casa con la cena.
Entonces, empecé a sentir pánico. Siempre tenía que saludar a Charles cuando
llegaba a casa, ¿esperaban lo mismo aquí? Jasper debió haber visto el miedo en mi
rostro, porque suspiró en voz alta, con el ceño fruncido.
“No tienes que hacerlo, lo sabes, ¿no?” Dijo en voz baja. “Está bien si no quieres
bajar.”
“Gracias, señor,” dije, sintiéndome un poco aliviada. Él parecía sincero. “Por favor, dele
también las gracias al doctor Cullen por el ofrecimiento,” añadí, con la esperanza de
que le diera el mensaje y el doctor Cullen lo comprendiera. Incluso si no lo hiciera,
podría recibir el castigo. En ese momento, el castigo físico no sería tan malo, incluso
podría ayudarme a recordar mi lugar. Estaba muerta de hambre, pero no podía
enfrentar a Edward, todavía no, al menos hasta que pudiera controlarme. Jasper
asintió.
“Lo haré.” Dudó, pero después de un segundo volvió a salir. Cerré la puerta
suavemente y volví a acostarme en mi cama.
Alrededor de una hora más tarde, oí pasos subiendo las escaleras y me preparé. Hubo
otro golpe en mi puerta, esta vez un poco más fuerte. Me levanté y caminé hacia la
puerta, abriéndola.
“¡Hola Isabella!” Dijo con voz alta y alegre. Solo podía mirarla con la boca abierta por
la sorpresa, totalmente confundida.
Ella se echó a reír. “Mi nombre es Alice. He sido amiga de los Cullen desde que
éramos pequeños. Jasper es mi novio.”
Asentí, recordando haber oído de ella. Era la chica a la que el doctor Cullen había
enviado a comprar ropa para mí.
“Es un placer conocerte, Alice,” dije en voz baja. No estaba segura de cómo saludarla.
Su sonrisa creció. “¡Eres tan correcta!” Dijo. Vi con asombro cómo pasaba junto a mí y
entraba en mi habitación, mirando a su alrededor. Fui a cerrar la puerta, cuando oí
más pasos en las escaleras. Me asomé y vi a Jasper y a Edward subiendo la escalera y
llevando un montón de bolsas. Me hice a un lado cuando entraron en la habitación,
dejándolas caer en el suelo. Mis ojos se abrieron cuando vi cuantas era. No podían ser
todas para mí.
“Sí, señorita,” dije en voz baja. Me miró con confusión y se echó a reír.
“Por favor, no me vuelvas a llamar señorita,” dijo. “Alice estará perfectamente bien. Y
apuesto, a que fuiste la envidia de las chicas de la ciudad, vistiendo la camiseta de
fútbol de Edward.”
Sonreí. “Solo vimos a una chica, pero dudo que tenga motivos para envidiar a alguien
como yo.”
Alice negó con la cabeza. “Las chicas de este pueblo están locas por él. El que estés
usando su ropa, es motivo suficiente para despertar sus celos. Además, no tienen idea
de quién eres. Lo único que saben es que trabajas para la familia Cullen y que vives en
su mansión. Rose y yo, somos las únicas personas que sabemos la verdad,” dijo.
Asentí, mirando al suelo. No estaba segura de cómo sentirme acerca de que las
personas no supieran lo que era yo, pero al mismo tiempo, no sabía cómo sentirme
acerca de esta chica, frente a mí, sabiéndolo.
“Gracias, Alice.”
Ella sonrió. “De nada,” dijo. Se dio la vuelta y se dirigió a la puerta, abriéndola. Hizo
una pausa y se volvió hacia mí. Nos quedamos allí por un momento, en silencio, antes
de que ella se abalanzara sobre mí y me envolviera con sus brazos. Mis ojos se
abrieron por la sorpresa, mientras me apretaba con fuerza.
“Parecía que no te vendría mal un abrazo,” dijo mientras se alejaba con una sonrisa.
“Y no te preocupes Isabella, todo irá bien. Vamos a ser grandes amigas.”
Se volvió y salió de la habitación sin decir una palabra, en dirección a las escaleras.
Cerré la puerta y suspiré. ¡¿Amigas?!
Me acerqué al sofá y me dejé caer en él, empezando a sacar cosas de las bolsas. Miré
la ropa con la boca abierta por la incredulidad, estaba sorprendida por la gran
cantidad que había comprado. Había docenas de camisetas, por lo menos diez pares
de pantalones vaqueros, algún que otro tipo de diferentes pantalones, junto con
algunos cortos y Capris. Incluso había un par de faldas y vestidos, me desconcertó por
completo, no tenía idea para que los iba a necesitar. Había un sinnúmero de ropa
interior, algunas de las cuales nunca me imaginé usar, la tela apenas era visible.
También había algunos pares de zapatos, algunos casuales y otros de vestir. También
había una docena de diferentes conjuntos de pijamas, y una bolsa llena de artículos de
tocador con olor afrutado, como champú, desodorante, gel de baño e incluso algo de
perfume.
Me puse el pijama, eran unos pantalones cortos con rayas rosas y negras, a juego con
una camiseta negra sin mangas. Miré a mí alrededor, dándome cuenta que aún no
tenía un cepillo, pero por suerte Alice había comprado algunas gomas para el pelo, así
que solo lo eché hacia atrás.
Salí del baño y me dirigía a la cama, cuando un suave golpe sonó en mi puerta.
Suspiré, cerrando los ojos. Estaba agotada y, realmente, solo quería dormir un poco.
Me acerqué tímidamente a la puerta y la abrí. El doctor Cullen estaba parado en el
pasillo y sonrió levemente cuando me vio.
“Así que, ¿la ropa te quedó?” Preguntó, alzando una ceja y mirando lo que llevaba.
Asentí.
“No me la he probado toda, pero parece que sí, señor,” dije. Él asintió.
“Sí, usualmente, Alice es muy certera en esas cosas. Ella es como una hija para mí. Te
agradará.”
Él sonrió. “Sí, lo es. Su mejor amiga, Rosalie, también es como una hija para mí. Sin
embargo, ella no es tan alegre.”
Asentí. “Algo he oído,” murmuré, recordando lo que Edward había dicho sobre ella en
el coche.
Sonrió y levantó una ceja interrogante. “¿En serio? ¿Quién te advirtió sobre Rosalie?”
“Edward, señor. Él dijo que era una…” Dudé, recordando que él la había llamado por
una mala palabra. No sabía si debía repetirle al doctor Cullen una cosa así, no quería
causar ningún problema.
Vio mi expresión y se rio. “Me voy a aventurar a adivinar y decir que Edward la llamó
perra, ¿correcto?” Sonreí y asentí. Él negó con la cabeza, sin dejar de reír. “Eso suena
como Edward. Hablando de él, ¿fue todo bien hoy? Sé que Edward puede ser un poco
abrasivo.”
“Edward fue amable, muy servicial,” dije. El doctor Cullen pareció sorprendido.
“Wow, eso no es algo que escuche muy a menudo,” dijo, riendo entre dientes. “Como
sea, vine para felicitarle por el trabajo que hiciste hoy. Un día aquí y la casa se ve
mejor de lo que se ha visto en mucho tiempo. En serio, no puedo recordar la última vez
que las ventanas no estuvieran sucias. Y en caso de que te estés preguntando, todas
las ventanas de la casa son a prueba de balas, por lo que requieren el limpiador
especial.”
Suspiró. “Lo dudo mucho. No tienes que mentir para complacerme, puedes hablar
libremente, siempre y cuando no seas irrespetuosa al hacerlo.”
Lo miré confundida, ya que sus palabras eran algo crípticas. Sonrió levemente y negó
con la cabeza. “No tenemos que adentrarnos en el tema en este momento, se está
haciendo tarde. Que pases buena noche, Isabella.”
“Buenas noches a usted también, señor,” dije. El doctor Cullen se dirigió a la puerta,
haciendo una pausa y girando la cabeza para mirarme.
“Una cosa más. No tienes que comer con nosotros si no te sientes cómoda, pero tengo
que pedirte que por favor, te asegures de comer en algún momento. Lo último que
necesito es que colapses por inanición. Puse tu cena en la nevera.”
“Sí, señor,” dije. Él asintió y salió, bajando las escaleras rápidamente. Me quedé
parada unos instantes, en conflicto, antes de salir y bajar las escaleras. Sonidos
apagados procedían de todas las habitaciones, donde asumí, estaban los muchachos.
Fui directamente a la cocina y abrí el refrigerador, viendo el recipiente desechable.
Lo saqué y lo abrí. Por lo que pude ver, era comida japonesa. Nunca la había comido,
pero tenía experiencia en cocinarla. Puse el recipiente en el microondas, cogí un vaso
del gabinete y eché agua del grifo. Cuando la comida estuvo caliente, la cogí y me
dirigí al comedor. Puse la comida y el vaso sobre la mesa y me senté. Comí en silencio,
manteniendo la luz apagada, para no llamar la atención.
Cuando terminé de comer, tiré el recipiente, lavé mi vaso y lo guardé. Limpié un poco la
cocina, donde los Cullen habían cenado y después me dirigí al piso de arriba. Entré en
mi habitación en silencio y me dirigí al baño a cepillarme los dientes. Estaba un poco
temerosa con la pasta de dientes que Alice había comprado, ya que en realidad nunca
había utilizado pasta comercial. Charles se negaba a comprar para nosotros, pero mi
madre siempre se las arreglaba para juntar suficiente sal y bicarbonato de sodio, para
hacer una mezcla que nos sirviese, así que mis dientes siempre estaban limpios. El
sabor de la pasta era tan fuerte que casi me hizo vomitar.
No sabía qué hacer. Consideré huir de la habitación ya que me sentía estúpida allí
parada, pero por alguna razón sentía que sería desobediente. Estaba ansiosa y
necesitaba algo en que ocupar mi tiempo, porque cuando no estaba ocupada mi mente
vagaba. Eso no era bueno, porque mis pensamientos divagaban hacia Edward.
Después de un momento, suspiré y salí de la cocina. Entré en la sala de estar y me
detuve, mordiendo mi labio inferior. Ambos me miraron de forma interrogante y eso me
puso nerviosa.
“¿Por favor? Tiene que haber algo, cualquier cosa que pueda hacer,” prácticamente
imploré. La frente de Jasper se frunció y Emmett se echó a reír.
“Mierda, no tienes que rogar,” dijo Emmett. “Quiero decir, siempre podría comer un
sándwich.”
Le sonreí, aliviada por tener algo que hacer. Era completamente ridículo. Cualquiera
pensaría que no apreciaba ni disfrutaba de tener tiempo de descanso, pero era
desesperante para mí. “¿Qué tipo de sándwich le gustaría?”
“Por supuesto que no,” le dije. Fui y cogí la coca cola del refrigerador, dándosela a él.
Me dirigí a la cocina, lavé el cuchillo que había utilizado y limpié la encimera. Oí un
fuerte suspiro detrás de mí y me volví para ver a Jasper, mirándome con el ceño
fruncido.
“Lo vas a malcriar,” dijo, señalando con la cabeza en dirección a la sala de estar.
“Realmente, no tienes que hacer todo eso, podemos cuidarnos solos.”
“Lo sé. No quise dar a entender que no puedan, señor,” dije. “Es que prefiero estar
ocupada. Estoy acostumbrada a tener siempre, cosas que hacer y no puedo estar sin
hacer nada. Me hace sentir ansiosa.”
“Estoy seguro de que tengo algo de ropa para lavar,” dijo, encogiéndose de hombros.
Sonreí levemente. “Ven, vamos por ella.”
Asentí y di unos pasos hacia el frente. Extendí la mano para agarrar el asa de la
canasta de Jasper y su brazo se levantó con rapidez para detenerme. Una vez más
retrocedí instintivamente, y él se congeló.
“Lo siento,” dije rápidamente, pidiendo disculpas por como acababa de reaccionar.
Suspiré.
“Está bien. Me he preguntado por qué reaccionas así, pero no estoy seguro de querer
saberlo. Sabes que no te voy a pegar, ¿verdad?”
Empecé a buscar en los gabinetes, a sabiendas de que tenía que preparar la cena,
pero no tenía idea de qué hacer. Suspiré y me dirigí a la sala de estar.
Jasper y Emmett miraron hacia mí cuando entré. “¿Alguna sugerencia para la cena?”
Pregunté. Emmett se echó a reír y Jasper sonrió sacudiendo la cabeza.
“Yo comeré cualquier cosa,” dijo Emmett. Jasper asintió, rodando sus ojos.
“Solo haz algo fácil que te quede sabroso,” sugirió Jasper. Asentí, volviendo a la
cocina. No habían sido de mucha ayuda.
Cociné fettuccini Alfredo con pollo y champiñones. Preparé una ensalada y para
complementar hice palitos de pan caseros. Terminé de preparar la cena a las siete
menos cuarto, y la mantuve caliente mientras doblaba el resto de la ropa de Jasper.
“Genial. Adelante, pon todo sobre la mesa, Edward llegará del entrenamiento de fútbol
en unos minutos y cenaremos.”
Me quedé allí, hasta que oí que Edward subía las escaleras y entraba en su
habitación. Tal vez era ridículo e inmaduro, pero dada la situación, sentía que era lo
mejor que podía hacer. Necesitaba mantener la distancia. Cuando todos estuvieron
dormidos, bajé las escaleras a hurtadillas, cené en silencio y lavé los platos antes de
regresar a mi habitación.
El doctor Cullen regresó temprano a casa, poco después de las cinco. Yo estaba en la
cocina, mirando en los gabinetes, tratando de decidir qué hacer para la cena. Entró en
la cocina y sonrió.
“Me olvide por completo de decírtelo. Esta noche no tienes que cocinar,” dijo.
“Edward tiene partido, así que los chicos no estarán en casa. Yo tengo que coger un
vuelo esta noche y estaré fuera el fin de semana por negocios.”
Asentí. “¿Está seguro de que no quiere que le haga algo de comer antes de que se
vaya?” Pregunté. Él sonrió.
“Estoy seguro. Solo relájate durante esta noche, haz palomitas y ve una película o
algo.”
Lo miré sorprendida por su sugerencia, pero solo asentí. Él extendió su mano hacia mí
y di un respingo, alejándome, pero eso no le impidió agarrar mi hombro. Lo apretó un
poco y sonrió. “Tengo que ir a hacer la maleta y salir. Que tengas un buen fin de
semana, Isabella.”
Antes de irse con su novia, Jasper vino a mi habitación para enseñarme cómo
funcionaba la televisión. No me miró como si fuera idiota o me trató como si fuera
estúpida y estuve muy agradecida. Jasper era realmente una buena persona, por lo
que podía decir. Traté de seguir sus instrucciones, pero, de nuevo, terminé echándolo
todo a perder y los dos nos pusimos a reír, pero él no lo hizo de forma burlona. Y yo lo
agradecía. Mientras me estaba ayudando, oí la puerta al otro lado del pasillo cerrarse
con un portazo, tan fuerte, que hizo vibrar las paredes de mi habitación. Jasper suspiró
y negó con la cabeza, pero no hizo ningún comentario.
Alrededor de las once y media de la noche, mi estómago gruñó. Durante todo el día no
había comido nada, así que salí de la cama y me dirigí a la planta baja en silencio. Oí
la televisión cuando llegué al vestíbulo y vi el suave resplandor desde la sala de estar.
Di unos pasos en esa dirección y vi a Jasper sentado en el sofá. Me miró y sonrió.
“Déjeme coger algo para comer primero,” dije vacilante. “¿Quiere algo?”
“Solo Jasper podía conseguir que finalmente se divirtiera un jodido rato y se riera,” dijo
Emmett, después de unos minutos. Me sonrojé y los dos se rieron. Era relajante y me
sentí bienvenida, fue sorprendente.
Después de un rato, mis oídos registraron esa voz aterciopelada y me congelé a media
carcajada. Miré hacia arriba y vi a Edward de pie, a unos metros de nosotros. Ni
siquiera le había oído acercarse. Me tensé de inmediato, de pronto consciente de mí
*********************
Scopata = Joder
Edward cullen
Me estaba evitando, ahora estaba seguro de ello. Cuando se negó a cenar con
nosotros la primera noche, lo atribuí a su necesidad de adaptarse a la vida aquí.
Siguió rehusando cenar con nosotros y pensé que, tal vez, solo necesitaba sentirse
cómoda estando a nuestro alrededor; que, quizás, solo era tímida a la hora de comer.
Era estúpido, pero sabía que algunas chicas eran así, se cohibían y no se atrevían a
comer delante de los chicos. Como sea, creí que era como ellas y prefería comer sola.
Demonios, incluso pensé que el simple hecho de ser hombres, era lo que la hacía
cerrarse en sí misma.
Pero entonces, la sorprendí comiendo frente a mis hermanos. La escuché reír con ellos;
la vi pasándolo bien con ellos. Incluso, parecía un poco más relajada en torno a mi
padre, por el amor de dios, había pagado medio millón de dólares para poseerla. Pero
ella se negaba, incluso, a mirarme o estar en la misma habitación que yo. No podía
entenderlo, ¿era el puto malo? Sabía que tenía una boca sucia y podía ser impulsivo,
pero me había estado esforzando por ser amable con ella, ¿no podía ver eso? ¿Cuál
era su problema conmigo?
El día de mi partido de fútbol, que había sido hace casi dos semanas, volví a casa un
poco deprimido. Estaba feliz porque habíamos ganado, pero el hecho de que todo el
mundo estuviera de fiesta, emborrachándose, drogándose y follando, mientras yo
estaba castigado en casa me deprimió. Y sabía muy bien, que mi padre revisaría las
cámaras de seguridad para asegurarse de que tenía mi culo en casa, como castigo por
Y entonces, me evitó todo el día y yo estaba aburrido como una ostra. Tomé una larga
siesta porque no había nada más que hacer y cuando desperté y me dirigí al primer
piso, la encontré riéndose y pasando el rato con mis hermanos. En el momento que me
vio, se puso muy incómoda y se fue.
Las últimas dos semanas, no habían sido mucho mejores. Me evadía, apenas me
dirigía cinco palabras y dudo que me mirara a los ojos en lo absoluto. Eso estaba
empezando a encabronarme, porque me empezaba a sentirme tenso en mi propia
casa. Estaba tratando de esperar a que pasara, esperando que al tener un poco de
paciencia, ella se relajara, pero no estaba funcionando. Finalmente, llegué a mi punto
de quiebre cuando Jasper, simplemente, tocó mi puta puerta después de salir de la
habitación de Isabella y me pidió mi ropa sucia para que Isabella pudiera lavarla al
día siguiente. Mi hermano estaba jugando el papel de mensajero. Estaba usando un
puto intermediario, para evitar interactuar conmigo del todo.
Necesitaba saber por qué y necesitábamos resolver lo que fuera necesario, porque no
podíamos seguir con esta mierda. Normalmente, me encantaría no tener que tratar con
la gente, pero algo acerca de esta chica se había metido bajo mi piel. Simplemente, no
podía dejarlo pasar.
Me acosté en mi cama durante un rato, sin poder dormir. Toda esta situación estaba
jodiendo mi mente y así había sido desde el momento que puse mis ojos en ella en la
cocina. Estaba de mal humor y todo el mundo podía saberlo. Sabía que mis
compañeros de equipo estaban molestos, porque la estaba tomando con ellos durante
el entrenamiento. Cuando, en realidad, solo quería golpear a alguien, a quién fuera,
solo quería sacar algo de jodida sangre. Pero no podía, porque mi coche no
sobreviviría una nueva ronda de castigo tan cerca de la última.
Me incorporé sin ganas y miré el reloj. Tan solo eran unos minutos después de las
nueve. Me levanté y suspiré, pasando las manos por mi pelo con frustración. Caminé
hacia la puerta y la abrí, saliendo al pasillo. Escuché con atención y apenas se oía la
televisión en la habitación de Isabella. Vacilé, considerando si era o no, buena idea
pero, finalmente dije, al diablo. No iba a conseguir dormir hasta que no resolviera esta
mierda, así que levanté la mano y llamé.
Toqué una vez más, haciendo una pausa. Cuando, de nuevo, no hubo ningún
movimiento, dije: a la mierda y giré el pomo.
En realidad, esperaba que la puerta estuviera cerrada con seguro, así que me
sorprendí, cuando el pomo giró sin problemas y la puerta se abrió. La abrí lentamente
y le eché un vistazo al interior, congelándome al instante.
Estaba dormida. Sus ojos estaban cerrados y podía ver el vaivén de su cuerpo cuando
respiraba. Había una pequeña sonrisa en sus labios y, de inmediato, me pregunté qué
podría estar soñando para parecer tan contenta. Rápidamente, traté de hacer ese
pensamiento a un lado, ya que era jodidamente ridículo que me importará una mierda
lo que alguien estuviera soñando. La chica ni siquiera se acercaba a mí, ¿por qué me
importaba?
La ropa negra hacía que su piel se viera más pálida de lo que era. Parecía tan frágil,
casi como una muñeca de porcelana. Dudé, suspirando, antes de cerrar la puerta
detrás de mí. Di unos pasos hacia ella en silencio, deteniéndome junto a su cama.
Las marcas que tenía en la piel cuando llegó, se habían ido, pero pude ver,
claramente, que su piel estaba cubierta de pequeñas cicatrices. Había tantas, que era
evidente que había sido golpeada de forma rutinaria por Dios sabe cuánto tiempo.
Me di cuenta que estaba acostada, ligeramente, sobre una hoja de papel. Mi ceño se
frunció en confusión, preguntándome que podría ser. Ya me sentía lo suficientemente
Sin embargo, siguió dormida y yo, respiré profundamente al verla. Su camiseta era tan
escotada que podía ver la cima de sus senos y su sujetador. Desvié los ojos
rápidamente, sintiéndome como un puto pervertido y mi mirada se posó en su
estómago. Su camiseta se había levantado un poco, exponiendo su ombligo. Sentí la
erección en mis pantalones creciendo cada vez más y gemí.
Aparté la vista de ella rápidamente y agarré el papel que había a su lado. Lo levanté y
le di la vuelta, mis ojos se ampliaron.
Era un dibujo. No era un puto garabato o un monigote de mierda hecho con palitos
como los que yo hacía. Era bueno. Lo miré fijamente, con sorpresa, totalmente
asombrado de que fuera tan jodidamente talentosa. Quiero decir, ¿quién se imaginaba
que una chica que no podía escribir su nombre, fuera una artista? Era la imagen de
una mujer; supongo que sería de mediana edad. Reconocí algunos de sus rasgos, que
también pertenecían a Isabella, así de bueno era el dibujo, y me di cuenta que debía
de ser su madre.
Y me sentí mal al instante. Estaba enojado con ella y a punto de soltarle algunas
palabrotas por hacerme sentir incómodo, mientras la chica se encerraba en su cuarto a
hacer dibujos de su madre. Todavía era una niña y había sido empujada a esta casa
con un montón de gente que ni siquiera conocía, obviamente extrañaba a su madre.
Yo, de entre todos, sabía lo que se sentía al revolcarse en la tristeza por perder a una
madre. ¿Cuál era el puto problema, que no había sido comprensivo?
Me dirigí a la puerta, negando con la cabeza por mi estupidez, cuando su inocente voz
entrecortada, llegó a mis oídos.
“Edward,” dijo en voz baja. Me quedé helado a medio camino, mi polla se endureció
aún más ante el sonido de mi nombre saliendo de sus labios. Era la primera vez que la
Mi ceño se frunció en confusión, cuando vi que sus ojos aún estaban cerrados. Su
pecho subía y bajaba constantemente y la sonrisa seguía en sus labios. Una fuerte y
asombrosa sensación me invadió, cuando me di cuenta que seguía durmiendo. Había
hablado en su sueño y dicho mi nombre.
La miré, por un momento, con los ojos muy abiertos, confusión y sorpresa rebotaban a
través de mí. Otra fuerte sensación bullía y parpadeé, rápidamente, un par de veces.
Me sentí feliz, con esperanza. ¿Por qué demonios sentía esperanza?
La erección en mis pantalones palpitaba y era incómodo, así que, después de unos
minutos, moviéndome de un lado al otro tratando de ignorarlo, suspiré resignado.
Bajé un poco mis pantalones y la saqué, acariciándola despacio. No pasó mucho
tiempo antes de que la tensión se acumulara y pudiera sentir mi liberación
acercándose. Apreté los dientes y cerré los ojos cuando el placer me sacudió y exploté
con fuerza. No pude detener el fuerte gruñido que escapó de mi garganta y sentí mi
cuerpo inmensamente relajado. Disminuí el movimiento y suspiré, finalmente,
deteniéndome. Lo tenía todo sobre mi puta mano y mi estómago, así que salí de la
cama y me dirigí al baño, lavando la sustancia pegajosa. Ahora, mis ojos estaban
pesados por el cansancio y me tiré en la cama, durmiéndome casi de inmediato. Era,
exactamente, la mierda que necesitaba.
Salté a la ducha y me lavé, poniéndome algo de ropa después. Me habían quitado los
puntos, pero todavía quedaba una leve cicatriz sobre mi ojo y para ser honestos, me
hacía parecer un tipo duro. Tenía algunas cicatrices, la mayoría tenían historias locas
detrás, pero no estaba feliz de que esta viniera de Mike Newton.
Bajé las escaleras y cogí un tazón de cereal, dejándome caer en el sofá. Puse MTV y vi
algunos videos musicales para pasar el tiempo. Después de unos minutos, mis
hermanos se me unieron y desayunamos mientras charlábamos.
Después de un rato, sonó una bocina y Emmett se levantó de un salto diciendo que era
Rose y que nos veríamos más tarde. Miré mi reloj y vi que se iba temprano, lo que me
decía que planeaban echar un polvo en algún lugar antes de la escuela. Rose tenía un
fetiche con los coches, le gustaba follar en él.
“Una scopata veloce,” murmuré a Jasper, diciéndole que Rose y Emmett iban a echar
un polvo rápido. Jasper se echó a reír, negando con la cabeza y Emmett se volvió para
fulminarme con la mirada, mostrándome su dedo medio. Yo solo sonreí, acababa de
confirmarlo.
Jasper y yo nos sentamos viendo la televisión en silencio durante unos minutos, antes
de que suspirara. “Alice me pidió que invitara a Isabella al partido de mañana por la
noche,” dijo. Lo miré y elevé mis cejas algo sorprendido. Sabía que no estaba
acostumbrada a estar alrededor de adolescentes, así que no sabía cómo se tomaría
llegar a un estadio lleno de ellos.
Él suspiró otra vez. “Iba a hacerlo, pero primero quería asegurarme de que estabas de
acuerdo.”
Se encogió de hombros. “No lo sé, tú eres el que juega y no quería hacer que perdieras
el partido por llevarla.”
Hice un gesto de negación con la cabeza. “¿Por qué el que ella estuviera allí me haría
perder?” Pregunté con confusión. Suspiró.
“En realidad, no lo sé, pero está claro que no se llevan bien. Estar a menos de cinco
metros el uno del otro los pone tensos. Quiero decir, diablos, ya ha estado por algunos
días estresada al saber que tiene que lavar tu ropa porque la necesitas, pero está
condenadamente asustada solo por pedírtela. Finalmente, me cansé de esa mierda y lo
hice yo.”
Él negó. “No creo que te des cuenta de lo abrasivo que puedes llegar a ser. Ni siquiera
tienes que decir una palabra, solo con tu postura y la manera de mirar a la gente,
puedes ser intimidante. En eso, te pareces mucho a papá. Tale il padre, tale ilfiglio,”
murmuró, de tal padre, tal hijo.
Suspiré y asentí. Realmente, no había nada que pudiera hacer sobre eso, simplemente
era así. No trataba de ser de esa forma, lo hacía inconscientemente. Miré el reloj, vi que
eran las siete y media y me levanté. “Vamos, cabrón, vámonos a la escuela y
terminemos con este día,” murmuré.
Jasper tenía su propio coche, pero no era aficionado a la conducción, así que siempre
iba con alguien. Subimos al Volvo y repasé mi iPod, buscando la lista de reproducción
de música clásica. Escuchaba casi todo tipo de música, pero hoy necesitaba algo para
calmar mis nervios. Últimamente, no había tocado mucho el piano, había estado en
algo así como un estancamiento musical y demasiado ocupado como para tratar de
concentrarme en eso.
Me encogí de hombros. Jasper sacudió la cabeza. “Él e Isabella no se llevan muy bien,”
dijo. Rodé los ojos.
“No es que no nos llevemos bien, es solo que, joder, sale huyendo cada vez que estoy
cerca.”
Alice negó con la cabeza. “Isabella es una chica dulce, si te relajas ella se acercará.”
De nuevo, rodé los ojos. “Alice, has hablado con ella una vez, su primer día aquí.
Desde entonces, se ha encerrado en su habitación cada vez que has venido. No eres,
precisamente, una experta en el tema,” murmuré. Isabella, también había evadido con
éxito a Alice, pero tenía la sensación de que tenía más que ver con el hecho de que
Alice, solo estaba en casa cuando Rose estaba allí. A todo el mundo le gustaba Alice,
pero todo el mundo evitaba a Rose.
Alice sonrió. “Siempre dudas de mí, Edward. A pesar de todo, solo sigue siendo una
adolescente promedio. No somos tan difíciles de entender si prestas atención.”
“¿Quieres?” Le pregunté, sin tener que hacer la pregunta completa. No había follado
con Lauren por un tiempo, tratando de respetar el asunto del Tyler, pero necesitaba
descargar un poco de tensión y no se me paró con Jessica. Ella sonrió y se encogió de
hombros. “Vamos,” le dije, guiñándole un ojo. Me di la vuelta y me dirigí hacia el
coche, mirando hacia atrás para ver si me seguía, como sabía que haría.
Me subí en el asiento del conductor y vi a Alice y Jasper mirándome, los dos frunciendo
el ceño. Sin embargo, los evité, no quería lidiar con ello. Lauren se metió en el asiento
del pasajero. Encendí el coche y di marcha atrás, saliendo rápidamente del
estacionamiento.
“Por supuesto que no, no vamos a profanar los asientos de cuero. Este bebé es un
“Área de no follar”.”
Inmediatamente, me tensé. ¿Mi casa? Por lo general, es dónde llevaba a las chicas
cuando nos saltamos clases, pero ahora Isabella estaba allí. ¿Podría, realmente, follar
ahora con alguien sabiendo que ella estaba allí? “No, no vamos a recorrer todo el
camino hasta mi casa,” le dije.
Tan pronto como llegué a una zona despoblada, me detuve y me dirigí lentamente
hacia el bosque. En cuanto quedamos fuera de la vista desde la carretera, detuve el
coche. “¿Aquí?” Preguntó frunciendo el ceño. Rodé los ojos.
“Oh, no seas delicada, deseas esta mierda tanto como yo. Dónde, no importa tanto
como qué,” dije. Estiré la mano, abrí la guantera y saqué un condón. Me bajé del coche
y ella se encogió de hombros, saliendo. Caminé hacia el frente del coche y se unió a
mí. Se inclinó para besarme y volví la cabeza para que sus labios rozaran mi mejilla.
Yo no besaba en la boca, ella sabía esa mierda mejor que nadie. Era demasiado
íntimo. No había besado en los labios desde que era niño.
“Solo espera, un día me besarás,” dijo. Sonreí y negué con un gesto de cabeza,
desabotonando y bajando el cierre de mis pantalones mientras sacaba mi polla. Rompí
el envoltorio del condón con mis dientes y me lo puse, era casi un experto en esa
“Espera sentada por ese beso,” dije en voz baja, inclinado con mis labios justo en su
oído. Se estremeció y sonrió. Siempre supe cómo conseguir que se corriera.
Golpeé dentro de ella, sin misericordia. Lauren era una pervertida y le gustaba rudo, lo
que era bueno para mí porque era, exactamente, lo que necesitaba. No me iba bien
eso de tomárselo con calma. Necesitaba salir y entrar, no me importaban una mierda
los juegos previos. Hacer el amor era para las personas que estaban enamoradas y,
sin duda, ese no era yo.
Sentí su cuerpo tensarse, sus gritos cada vez más fuertes. Me incliné hacia adelante,
hundí mis dientes en su hombro y ella gritó, explotando en un orgasmo. Lamí el lugar
que había mordido y soplé suavemente mientras su orgasmo pasaba y, de nuevo, su
cuerpo estalló, sus rodillas se doblaron mientras gritaba mi nombre. Agarré sus
caderas para sostenerla y sentí venir mi propia liberación. Apreté los dientes y gruñí
cuando me corrí.
Hizo un puchero a la mención de volver a la escuela, pero no dijo nada. Nos metimos
en el coche y volvimos al instituto de Forks. Aparqué y bajamos justo cuando la
campana del final del primer período sonaba.
Caminé detrás de Lauren y subí mi mano por su muslo, rozando su tanga empapada.
“Gracias nena,” dije en voz baja, susurrando en su oído. Se estremeció de nuevo y yo
reí entre dientes, alejando mi mano y dirigiéndome al edificio. Pasé junto a Alice y le
sonreí, pero ella solo rodó los ojos. Me eché a reír.
El resto del día transcurrió sin incidentes. En el entrenamiento, los chicos se sintieron
aliviados al verme más relajado. Taylor estaba frío conmigo, pero lo ignoré, no dejando
que me incomodara.
Me lavé las manos y me dirigí al comedor, donde la cena estaba esperando. Me dejé
caer y mi padre bendijo la mesa. Siempre me pareció irónico que insistiera en decir
una oración todas las noches durante la cena. Quiero decir, demonios, no creo que
pedirle a Dios que bendijese nuestros alimentos, valiese la pena el aliento que lleva
decir las palabras, considerando que él ha asesinado sin remordimientos, pero como
sea.
La cena estuvo fantástica, como siempre. Isabella era una cocinera increíble. Dos
semanas y todavía no había hecho nada que no me gustara, y yo era exigente como el
demonio. Mi padre y mis hermanos también estaban complacidos, lo que era mucho,
teniendo en cuenta que no creo que alguna vez cuando alguna de las otras mujeres
cocinaba, alguno de nosotros no hubiera tenido que hacerse después un sándwich por
no poder pasar la cena.
A mitad de la cena papá se aclaró la garganta. “Fue muy amable de tú parte invitar a
Isabella al partido de fútbol el viernes, Jasper,” dijo. Jasper asintió.
“Pensé que podría aprovechar a pasar un tiempo lejos de aquí. En realidad, ella no ha
puesto un pie fuera de casa desde que fue al supermercado,” dijo.
Papá se quedó inmóvil, su tenedor a medio camino hacia su boca. Miré a Jasper con
incredulidad. “¡¿No ha salido para nada?!” Pregunté.
Jasper negó. “No sabía que le estaba permitido. Nadie se lo explicó exactamente. Ni
siquiera sabía que tenía permitido ver la televisión en su habitación, hasta que papá le
dijo que viera una película.”
Negué con la cabeza y papá gruño. “Debí haberlo sabido, considerando de donde
viene,” murmuró para sí mismo.
“¿De dónde viene?” Pregunté por curiosidad. Papá hizo un gesto de negación
“No es mi historia para compartirla, depende de si Isabella quiere decírtelo,” dijo. Reí
secamente, como si fuera a decírmelo, cuando ni siquiera me daba una puta mirada, y
me volví hacia Jasper. Se encogió de hombros, por la expresión en su cara, era obvio
que no tenía idea de la respuesta.
“Voy a hablar con ella. De todos modos, he estado planeando llevarla a que se haga
unos exámenes y prefiero hacerlo todo, antes de que salga a socializar al instituto de
Forks,” dijo papá después de un momento.
Suspiré y me dirigí hacia ella. Su cabeza se levantó rápidamente e hizo contacto visual
conmigo por primera vez, en casi dos semanas. “Yo, eh…” comenzó. Hice una pausa,
esperando pacientemente a que terminara. “Yo, eh, iba a guardarlas, pero eh…. no se
me permite, y uh, no sabía lo que usted querría, así que eh….”
“Sí, señor,” murmuró. Asentí, mirándola fijamente por un momento, en conflicto. Podía
aliviar su malestar fácilmente, diciéndole que yo mismo podía hacerlo y realmente
podía hacerlo. O podría decirle que lo hiciera. Lo que requería que entrara en mi
cuarto, que era un desastre, pero ella ya lo sabía. No dejaba que la gente entrara a mi
cuarto a menudo, ya que no estaba del todo cómodo con gente alrededor de mis
pertenecías. Yo era tan extraño como para eso; supongo que era quisquilloso cuando
se trataba de mi mierda, pero como sea. Ambos estaríamos un poco incómodos, pero
ella no podría evitarme en mi puta habitación. El único momento en que las chicas
eran invitadas a entrar, era cuando me las tiraba y después las dejaba quedarse un
rato, así no parecía un completo cabrón, pero en el momento en que empezaban a
mirar o tocar cosas las echaba.
Me sentía mal por su incomodidad, pero cuando era necesario, era egoísta. Buscaba lo
que quería y, justo ahora, lo que quería era que me reconociera.
“Bien,” dije. Me miró y frunció el ceño, sorprendida por mi respuesta. Supongo que
pensaba que la eximiría de su obligación. Arqueé una ceja.
Abrí mi puerta y me hice a un lado, haciendo un ademán para que pasara. “Bien,
adelante.”
Isabella Swan
No estaba funcionando.
Las dos últimas semanas, había estado evitando a Edward. Apenas lo había visto o
hablado con él. Mantuve la distancia y traté de no permanecer mucho en su presencia.
Esperaba que al mantenerme alejada de él, de alguna manera, hiciera que esta
tensión incómoda que había entre nosotros desapareciera, que hiciera que estos
extraños sentimientos que siempre tenía cuando estaba cerca de él, se detuvieran.
Pero como dije, no estaba funcionando. Las sensaciones solo seguían creciendo y mi
atracción por él aumentando. Era ridículo y no me gustaba, pero no podía evitarlo.
Ahora tenía que saberlo, tenía que haberlo descubierto. No era precisamente
disimulada al hacerlo y sabía que Jasper se había dado cuenta de que evitaba a su
hermano, así que comprendí, que Edward tenía que haberlo notado. Pero no tenía
forma de explicarlo, no había manera de hacerle entender por qué.
Lo peor, era que no tenía con quién hablar, nadie que me ayudara a entender o me
diera consejos. Las dos últimas semanas, había llegado a conocer a los otros chicos
Cullen tan bien como se esperaba y el doctor Cullen tenía razón, realmente, había
llegado a disfrutar de la compañía de Jasper y Emmett. Especialmente de Jasper, que
era compresivo y simpático. Nunca me hacía preguntas o me presionaba sobre por qué
hacía o decía ciertas cosas. Simplemente lo aceptaba y lo agradecía. Podía imaginar
fácilmente, por qué él y esa chica, Alice, eran novios, parecían tener personalidades
que se complementaban la una a la otra.
Hablando de Alice, las últimas semanas había estado en casa un par de veces, pero yo
la evitaba. Me agradaba, pero no sabía cómo actuar a su alrededor. Me abrazó y me
dijo que seríamos amigas y para mí fue muy extraño, inesperado. No había estado
aquí sin venir con Rosalie, la novia de Emmet y había estado haciendo todo lo posible
para mantenerme alejada de ella. Tanto Edward como el doctor Cullen me habían
avisado que no era agradable y yo no necesitaba una confrontación. Le tenía miedo y
ni siquiera había hablado con ella.
Anoche, Jasper había venido a mi habitación a dejar un paquete que Alice le había
dado para mí. No era la primera vez, en las últimas semanas, me había enviado
paquetes a través de él un par de veces. Él decía que eran cosas que se le había
olvidado comprar, como unas lociones, una bata y un cepillo. Estaba agradecida por
todo, pero era abrumador. No parecía que valiera la pena, que gastaran tanto dinero
en mí. Entró, se sentó en mi sofá y me preguntó si ya había lavado la ropa sucia de
Edward. Yo había mencionado de pasada, que tenía que saber si Edward necesitaba
que le lavara ropa, a los demás les había lavado, al menos dos veces y de Edward aún
no había lavado una sola pieza. Le dije que no, que aún no le había preguntado y
Jasper asintió. Se sentó en silencio durante unos minutos, antes de suspirar y
preguntarme si Edward me había hecho algo.
Como de costumbre, pasé el día limpiando y lavé la ropa de Edward, teniendo especial
cuidado con ella porque sabía que era exigente con sus cosas. La llevé arriba y la puse
en el pasillo, fuera de su habitación, sin saber qué hacer con ella. Siempre guardaba
la ropa de los demás, cuando ellos me daban permiso para entrar, pero nunca había
tratado el tema con Edward y no había manera de que simplemente entrara. El día
transcurrió rápido.
“¿Quieres venir con nosotros al partido de fútbol de Edward, mañana por la noche?”
Me preguntó.
Dejé lo que estaba haciendo y lo miré con incredulidad. ¿Me estaba invitando a salir
con ellos y socializar? Lo miré fijamente por un momento, antes de mirar al doctor
Cullen. Él me observaba con interés y sonrió, asintiendo. No estaba segura de si eso
significaba que se me permitía decir que sí, si quería, o si él me decía que tenía que
decir que sí, pero independientemente de ello, sabía que no podía decir que no. No
sería correcto.
“Sí,” dije en voz baja. Jasper sonrió y asintió. Terminé de sacar la comida, de repente
estaba muy nerviosa y me dirigí rápidamente a las escaleras. Oí el coche de Edward
detenerse y la puerta principal abrirse. Pude sentir su mirada sobre mí cuando llegué
al segundo piso, pero no me atreví a dar la vuelta y mirar.
Esperé en mi habitación hasta que escuché a Edward empezar a subir las escaleras
del segundo piso. Respiré profundamente para prepararme y salí al pasillo. Al menos
tenía que ofrecerme a colocar su ropa, ya que, para empezar, no había sido lo
suficientemente valiente como para pedírsela.
Me sentía enferma, las mariposas revoloteaban dentro de mí. Di unos pasos dentro de
su habitación, deteniéndome justo en la entrada. Edward cogió el cesto de la ropa y lo
dejó al lado de la puerta. Estaba parado detrás de mí, tan cerca que mi piel
hormigueaba. Podía olerlo y era embriagador, nublaba por completo mis
pensamientos. Inhalé bruscamente cuando oí el clic de la puerta al cerrarse detrás de
nosotros, encerrándonos juntos en la misma habitación.
“¿Estás bien?” Preguntó con las cejas levantadas. Parecía preocupado por mí de
verdad y me hizo sentir aún peor por toda la situación. No era su culpa que yo tuviera
esos sentimientos tan ridículos e inmaduros y estaba mal por mi parte tomarla con él.
“Sí, señor,” dije en voz baja, inhalando profundamente. Me di la vuelta y caminé hacia
su canasta, empezando a sacar su ropa. Tenía mucha, ya que no se la había lavado en
bastante tiempo.
Se quedó callado por un momento antes de suspirar. “¿Te puedo preguntar algo?”
Preguntó.
Al principio no dijo nada, solo estaba sentado, mirándome. Finalmente, fue demasiado
y dejé de hacer lo que estaba haciendo, mirando en su dirección. Él sonrió cuando lo
miré, pero no dijo nada.
Negué con la cabeza. “Puede preguntarme cualquier cosa, señor,” Me arrepentí de mis
palabras en el momento que las pronuncié, temiendo que me preguntara algo
vergonzoso. Me di la vuelta y comencé a colgar más ropa, esperando que empezara
con sus preguntas.
“¿Dónde naciste?”
¿Se supone que debería decir que no, porque decir que sí sería grosero? ¿Se
ofendería si dijera que sí? ¿Realmente, podría decir que echaba de menos Phoenix, sin
explicarle todo y que entendiera que no era nada contra ellos o algo a favor de
Charles, pero que eran mis sentimientos? “La verdad,” dijo, leyendo mi expresión.
“Depende de lo que quiera decir con “eso”,” dije vacilante. Lo miré para evaluar su
reacción y lo vi mirándome con interés.
“No echo de menos a mis dueños,” dije. Nadie más me había pedido que hablara de
esto y no me sentía muy cómoda hablando de ello por primera vez, con la única
persona que me ponía tan tensa como estaba ahora.
“Te golpeaban,” dijo, su tono me dijo que era una declaración y no una pregunta. Lo
miré y vi que fruncía el ceño y parecía enojado. Asentí.
Suspiré. Sin saber cómo explicárselo. “Hay diferentes grados de buena,” le dije
vacilante. “Pude haberlo pasado mal allí porque abusaban físicamente de mí, pero lo
que tenía era un sistema de apoyo, personas que soportaban lo que yo soportaba y
entendían la vida que tenía. En ese sentido, tenía una buena vida en Phoenix.”
Lo miré y vi que sus ojos se estrechaban ligeramente. No parecía enojado por lo que
había dicho, más bien, era como si estuviera contemplando algo.
Asentí. “Por supuesto. Tengo comida para comer y ropa que vestir y mis amos me tratan
con humanidad. La gente, en mi mundo, se esfuerza por este tipo de vida, una donde
no tengas que vivir en constante temor de pagar por los errores de otras personas con
tu vida.”
“¿Y en Phoenix lo sentías? ¿El temor de ser asesinada sin razón?” Preguntó. Lo miré y
vi que parecía realmente interesado.
“Siempre hay una razón, señor. Solo no siempre una que hayas provocado.” Era
curioso lo fácil que era decirle estas cosas. Los nervios seguían allí, mi corazón seguía
latiendo de prisa, pero no estaba del todo incómoda. Hablar con él venía de forma más
natural de lo que pensé que sería y me sentí ridícula por mi comportamiento anterior.
Solo había conseguido empeorar las cosas.
“Por eso me pediste que no te castigara cuando tiré el jugo de naranja. Estás
acostumbrada a que te culpen por todo, incluso si no tienes la culpa.”
Asentí. “Sin embargo, eso fue mi culpa, señor. Lo asusté y no debí haberlo hecho.”
Se burló. “No puedes culparte por eso. Estaba siendo un puto gato miedoso.”
“¿Así que, no era la única actuando como un gato?” Dije al instante, sin darme tiempo
a pensar en lo que estaba diciendo. Él me había gritado y me había dicho que
necesitaba una campana porque era peor que un gato.
Rio con fuerza. “Fliglio di a femmina,* ¿acabas de gastar una broma?” Sonreí con el
sonido de su risa. Era tan alegre y melódica. No tenía idea de lo que quería decir la
primera parte de lo que había dicho, pero una parte de mí, reconoció que,
probablemente, no quería saberlo.
“Por supuesto.”
“¿Aquí temes por tu vida?” Preguntó, su voz baja y demandante. Lo miré y vi que su
Dudé, pero decidí decirle la verdad. Hasta ahora, no le había mentido y no quería
empezar ahora. “Siempre temo por mi vida, sería estúpido por mi parte no hacerlo.
Solo porque no me castiguen por los errores de alguien más, no quiere decir que algún
día no tenga que pagar por los propios. Nadie es perfecto y es probable que, en algún
momento, diga o haga algo que no esté bien y soy muy consciente de las posibles
consecuencias. Mi vida no me pertenece, nunca me ha pertenecido. Ahora mismo, le
pertenece a usted y a su familia y es suya para quitármela cuando mejor le parezca.”
“Verde,” le dije de inmediato, sin siquiera pensarlo. Sentí el rubor subir a mis mejillas y
volví la cabeza para que no pudiera verlo. Sabía que lo había dicho porque era el color
de sus ojos y no quería tener que explicarlo.
Él asintió. Y me quedé allí parada, por un momento, mirándolo, esperando que dijera
lo que quería, pero no lo hizo.
“¿Qué necesita?” Pregunté, finalmente, sin poder evitar que la tensión surgiera en la
habitación.
Mis ojos se abrieron y parpadeé varias veces confusa. ¿Pensaba que lo odiaba?
“¿Qué quiere decir?”
Suspiró pasándose la mano por el pelo. Estaba despeinado y apuntando para todos
lados y solo lo estaba poniendo peor. “Quiero decir, huyes de mí como la mierda, no
me miras ni me hablas. La única razón por la que lo estás haciendo ahora, es porque
piensas que no tienes otra opción, porque tienes que guardar mi ropa. Quiero decir,
joder, yo podría hacer esa mierda, pero la única manera en que puedo conseguir que
te quedes en la misma puta habitación que yo, es darte trabajo que hacer. No tienes
problema en pasarlo bien con mis hermanos, así que, ¿cuál es el puto problema
conmigo? ¿Soy tan jodidamente horrible?”
“Y Dios, ahora estoy aquí sentado gritándote de nuevo y maldiciendo, como si eso
fuera arreglar el puto problema,” murmuró, mientras hacía un gesto de negación con la
cabeza. “¿Ese es el problema? ¿Es mi temperamento? ¿Te doy miedo?” Sacudí mi
cabeza, vacilante. Él gruño. “Entonces, ¿qué?”
“Es que no lo entiendo,” dije en voz baja. Suspiró y abrió la boca para responder, pero
fue interrumpido por el timbre de su teléfono. Él gruñó con fuerza y lo cogió, mirándolo.
Elevó la vista hacia mí y suspiró.
“Que tenga una buena noche, señor,” dije, dándome la vuelta y dirigiéndome a la
puerta.
“Isabella,” gritó, su teléfono seguía sonando. Volví la cabeza para mirarlo. Tenía el
ceño fruncido. “Creo que descubrirías que tenemos mucho más en común de lo que
piensas, si, al menos, nos dieras la oportunidad de conocernos.”
Entré en mi habitación y cerré la puerta, yendo directamente al baño. Tomé una ducha
larga y caliente para relajarme. La conversación con Edward había sido algo
surrealista y estaba tratando de ponerlo todo en orden en mi cabeza.
Después de mi ducha, me puse un pijama corto de los que Alice me había comprado.
Se habían convertido rápidamente, en mis favoritos. Me acosté en la cama pero no era
capaz de desconectar mi cerebro, así que cogí papel y lápiz y empecé a dibujar.
Cuando lo terminé, lo levanté y lo miré. Era decente, pero le faltaba algo. Tal vez era,
que no había color en sus ojos o quizás era, simplemente, que tenía el tipo de
esplendor que no se puede traducir en un papel. Fuera lo que fuese, algo no cuadraba
y eso me frustraba. Hice una bola con él y lo arrojé a través de la habitación, al bote de
Me desperté por la mañana y salí de la cama. Me puse unos vaqueros y una camiseta
rosa, antes de dirigirme a la planta baja. Me quedé inmóvil a mitad de las escaleras,
cuando oí la televisión encendida en la sala de estar. Pasaban de las ocho y a esa
hora, deberían de haberse ido todos.
Llevaba un par de gafas para leer, lo que me sorprendió, nunca las había visto.
Mientras me acercaba me miró y sonrió.
“Buenos días a usted también, amo Cullen,” murmuré, un poco confundida porque
estuviera en casa. En dos semanas, no había habido un día que se quedara en casa.
“De acuerdo,” dije un poco sorprendida de que me pidiera que lo llamara por su
nombre. “Y usted es mejor hombre que mi padre, señor,” añadí rápidamente, no quería
que creyera que pensaba mal de él. Había sido amable conmigo.
Sonrió. “Gracias, solo los que son verdaderamente egoístas gozarían de ser llamados
amos por una inocente niña de dieciséis años. Y tengo que incluir a mi hijo Edward en
eso, pero por otras razones. Probablemente, lo disfrutaría enormemente como un típico
adolescente. Son muy hormonales a su edad,” dijo en broma. Sonreí y asentí.
Condujo en silencio. El viaje pareció como si hubiera durado una eternidad, pero en
realidad fue poco más de una hora. Se detuvo frente a un gran edificio y pude leer la
palabra “Clínica” a un costado. Aparcó el coche y se volvió hacia mí, sonriendo
suavemente.
“Esta es la ciudad de Port Ángeles. Tengo un amigo aquí que está al tanto de la
situación y empleará la mayor discreción. Yo podría, fácilmente, hacer todo esto, pero
imaginé que te sentirías más cómoda si no lo hiciera.”
“Para empezar, unos exámenes físicos básicos, análisis de sangre para asegurarnos
de que estás sana. También te hará una prueba de papanicolaou. ¿Sabes lo que es?”
“Tomará una muestra de entre tus piernas y hará algunas pruebas, por lo que sería
incómodo para ti que yo lo hiciera. Te pondré en control de natalidad porque es
necesario.”
“¿Control de natalidad?” Casi grité, mis manos volaron hacia mi boca para cubrirla,
sorprendida por mi propio comportamiento. Gracias a Dios, no se enojó por mi
arranque.
“No estoy insinuando nada, Isabella. Tu virginidad es tuya para que hagas lo que
desees, nadie te quitará nunca esa libertad. Creo que la violación y el asalto sexual es
el crimen más atroz que puede haber y no lo apruebo en lo absoluto, y si alguna vez
alguien se aprovecha de ti de esa forma ten por seguro que afrontará las
consecuencias. Lo digo en serio. Pero no quiero correr riesgos y algo a lo que no me
puedo arriesgar es a un embarazo no planeado, ni deseado. Siempre es mejor prevenir
que lamentar, así que tengo que asegurarme de que si terminas participando en
actividades sexuales con alguien, no termine con el nacimiento de un niño.
¿Comprendes?”
Nos dirigimos directamente a una habitación con una mesa acolchada. Después de
unos instantes, entró un hombre mayor con el pelo gris, cerrando la puerta detrás de
él.
“Me sorprende verte tan pronto, Carlisle. ¿Supongo que no salió bien la última vez?”
Preguntó, abriendo, inmediatamente, un cajón y sacando unas cosas. El doctor Cullen
se echó a reír con amargura.
“No, en lo absoluto, fue un desastre total. Estoy casi seguro que en esta ocasión he
encontrado una ganadora,” dijo, mirándome con una sonrisa. Comprendí,
inmediatamente, que estaban hablando de otra esclava, aparentemente, una que
había tenido antes que yo. Al instante, me pregunté qué habría pasado con ella pero,
rápidamente, me negué a pensar en eso, sabiendo que no quería conocer la respuesta.
El hombre asintió. “Bien. Podemos seguir adelante y empezar. Primero, voy a extraer la
sangre y haré la prueba en el laboratorio, personalmente. Mientras tanto, puedes
tomar sus signos vitales y las estadísticas y prepararla para el papanicolaou.”
El doctor Cullen asintió, volviéndose hacia mí. “Toma asiento,” dijo, palmeando la
gran mesa acolchada. Me subí, nerviosa y mis piernas no llegaban al suelo. El otro
hombre se acercó a mí y agarró mi brazo, atando algo alrededor de él. Me dio una
pelota de goma y me dijo que la apretara. Le obedecí e hice una mueca de dolor,
cuando clavó una aguja en mi brazo, sin avisarme.
Me quedé quieta durante unos minutos, mientras él llenaba algunos frasquitos con mi
sangre. Soltó la liga y sacó la aguja de mi brazo, poniéndome una gasa. Salió de la
habitación con la sangre sin decir nada.
El doctor Cullen rodó una pequeña maquinita hacia donde yo estaba y envolvió algo
alrededor de mi brazo. Presionó un botón en la máquina y lo que estaba alrededor de
mi brazo empezó a inflarse, hasta que estuvo apretado y era ligeramente incómodo.
Finalmente paró y en la máquina sonó un pitido. Puso algo en mi dedo y lo sujetó
durante un momento, hasta que la máquina pitó de nuevo. Por último, tomó un
termómetro y me dijo que lo pusiera bajo mi lengua. Lo sostuve ahí por un momento
hasta que la máquina pito de nuevo y lo cogió de vuelta.
Me indicó que me pusiera de pie y lo hice. Lo seguí por la habitación y me subí a una
pesa. Movió el marcador hasta que estableció mi peso y suspiró.
“Estás flaca, debes comer más,” murmuró. Sonreí ante su tono. Sacó una regla de
metal con rapidez, tan rápido que me sorprendió y di un respingo. Redujo la velocidad
Después, me hizo bajar y suspiró. “Vas a tener que quitarte la ropa. Allí hay una toalla
con la que te puedes envolver. No voy a salir de la habitación, pero te aseguro que no
miraré.” Lo miré fijamente, el miedo corriendo a través de mí y él suspiró. “Solo hazlo
para que podamos acabar de una vez. Va a suceder, cooperes o no y prefiero que sea
en buenos términos y no tener que forzarte físicamente.”
Asentí vacilante. El doctor Cullen se acercó a la ventana y miró hacia afuera. Agarré la
toalla y me quité la ropa, envolviéndome en ella. Me subí en la mesa, temblando de
miedo. La puerta se abrió y grité, asustada. El doctor Cullen se dio la vuelta y miró
hacia mí rápidamente, antes de volverse hacia el otro doctor.
“Isabella, acuéstate y sube hasta el final de la mesa. Coloca los pies en los estribos o
reposapiés, como quieras llamarlos. Y trata de relajarte,” dijo con calma. Hice lo que
me había dicho, a pesar de mi miedo, no quería molestar al doctor Cullen. Él se dio la
vuelta y se alejó dándome la espalda de nuevo. “Vas a sentir algo frío ahí abajo y
luego sentirás algo de presión. Será incómodo y quizás un poco doloroso, pero pasará
rápido. ¿Entiendes?”
“Sí, señor,” dije en voz baja, cerrando los ojos. Sentí el frío y, al instante, me estremecí,
llorando en voz baja por el leve dolor y algo me penetró. Definitivamente, era incómodo
y empecé a sentirme mal. Apreté mis ojos con fuerza y sentí una lágrima deslizarse,
cayendo por mi nariz.
“Todo listo,” dijo el hombre y sentí la presión disiparse al instante. Mantuve mis ojos
cerrados y salté cuando sentí manos sobre mis senos. “Solo estoy comprobando que no
haya anomalías,” dijo. No respondí, solo me tense hasta que sentí que sus manos se
alejaban. “Por lo que veo, parece estar perfecta. Sé que probablemente no te importa,
pero definitivamente, nunca ha tenido ningún tipo de contacto sexual.”
Sentí una mano sobre mi cabeza y abrí los ojos. Mi visión estaba borrosa por las
lágrimas, pero pude ver al doctor Cullen a mi lado. Acariciaba mi pelo suavemente,
mirando al hombre. “Quiero que le pongas la inyección del Depo Provera (N.T.
Anticonceptivo) y si puedes tráeme un hisopo.”
“Por supuesto,” le dijo. El doctor Cullen se lo dio y estrechó la mano del hombre antes
de que este se fuera.
“No más auscultar y pinchar,” dijo el doctor Cullen, sonriéndome. Extendió su mano y
retrocedí, causando que gimiera con irritación. Sin embargo, no lo detuvo. Su mano se
elevó y se deslizó por mis mejillas, limpiando mis lágrimas. “¿Tienes hambre? ¿Vamos
a comer algo?”
******************
Figlio di a femmina = Hijo de puta
Isabella swan
El doctor Cullen condujo por la ciudad y paró en otro estacionamiento. Miré hacia
arriba y vi que el edificio tenía un cartel rojo, blanco y negro, pero no conocía la
palabra escrita en él. El doctor Cullen me miró, así que giré la cabeza, no quería que
me atrapara tratando de deletrear.
Me volví a subir al coche y el doctor Cullen condujo durante unos minutos, parando
frente a lo que parecía un restaurante, pero no puede leer el cartel. Cogió el paquete
de la tienda que acabábamos de dejar y rodeó el coche para llegar a mi lado,
abriéndome la puerta y ayudándome a salir. Entramos e inmediatamente nos
sentamos. La camarera me entregó el menú y me quedé mirando la fotografía que
tenía delante, a sabiendas que el doctor Cullen tendría que pedir por mí.
Ordenó dos cocas, cogió el paquete y sacó un teléfono de color azul claro. Lo abrió y
empezó a presionar los botones. Me senté, de nuevo en silencio, sin querer molestarlo.
La mujer volvió con nuestras bebidas y el doctor Cullen pidió dos platos de fettucini
Alfredo con pollo. Cuando la camarera se fue, me miró y sonrió. “Eso está bien, ¿no?”
Asintió, volviendo su atención hacia el teléfono. Unos minutos más tarde, lo cerró con
fuerza y lo empujó sobre la mesa en mi dirección. Lo miré sorprendida y sonrió. “Es
tuyo. No puedo dejar que salgas de casa sin tener una forma de ponerte en contacto
con cualquiera de nosotros, y no quiero que estés sola en casa todo el día, sin una
forma de contactar conmigo en caso de que algo pase, ya que no tenemos teléfono en
casa.”
Asentí y tomé el teléfono, recogiéndolo vacilante. Lo miré con cautela. “Gracias,” le dije.
“Sí, señor.”
Asentí. La señora regresó con la comida y el doctor Cullen dejó de hablar. Comimos en
silencio.
Después del almuerzo volvimos al coche y el doctor Cullen nos llevó de vuelta a su
casa. Hice un poco de limpieza mientras él se sentaba en el sofá con su ordenador
“Hay algo de lo que debo encargarme en Chicago,” dijo. “Tengo que llamar al hospital
y hacer la maleta.”
Los chicos asintieron y no comentaron nada al respecto, lo que me decía que los viajes
sorpresa a Chicago no eran raros. El doctor Cullen se levantó y se dirigió a las
escaleras, maldiciendo en voz baja acerca de la gente incompetente. Me senté en la
sala de estar con los chicos y el doctor Cullen regresó, después de unos minutos, con
una maleta.
“Chicos, cuiden a Isabella esta noche, ¿de acuerdo?” Ellos asintieron y el doctor Cullen
salió y arrancó su coche rápidamente. Yo suspiré.
Me puse de pie y caminé hacia la puerta, vacilando al abrirla. Mis ojos se abrieron por
sorpresa cuando vi a Alice. Ella me sonrió.
“Ya era hora de que abrieras,” dijo. Pasó junto a mí al entrar en la habitación,
dirigiéndose, directamente, a mi armario. Se movió entre la ropa, sacando algunas
cosas que todavía no había usado porque no había encontrado razón para hacerlo.
Las lanzó sobre mi cama y caminó hacia la cómoda, sacando algunas prendas
interiores. “Ponte estás y ven al baño,” dijo. Se dirigió al baño y cerró la puerta.
Sabía que no debía discutir o estar en desacuerdo. Me puse la escasa ropa interior y el
sujetador a juego. Me puse unos ajustados pantalones vaqueros azul oscuro y una
camiseta blanca. Encima me puse el suéter color canela y me dirigí al baño. Cuando
abrí la puerta Alice sonrió y asintió.
“¡Bien!” Ella saltó sobre el mostrador junto al lavamanos y me hizo un gesto con la
mano para que me pusiera entre sus piernas. La obedecí y ella agarró el cepillo,
empezando a jugar con mi cabello. Sacó algunos broches de su bolsillo, peinando
hacia arriba la parte superior, dejando que el resto cayera suelto por mi espalda.
Cuando quedó satisfecha, sacó un poco de maquillaje y comenzó a aplicarlo en mi
rostro. Estaba un poco nerviosa pero traté de mantener la calma. Apenas conocía a
Alice, pero, dadas las circunstancias, no tenía más remedio que confiar en ella.
Terminó rápidamente y asintió. “Realmente, eres una chica hermosa,” dijo.
“No tienes que darme las gracias,” dijo encogiéndose de hombros. Me hice a un lado y
ella saltó del mostrador, dirigiéndose hacia la habitación. Me miré en el espejo y me
congelé. Obviamente era yo, pero lucía…. diferente. El maquillaje no estaba cargado y
el peinado no era muy elaborado, pero la combinación de ellos, casi me hizo sentir
bonita.
Cuando estuve completamente vestida, sonrió y asintió. “Vas a volverlos locos,” dijo.
Mis ojos se abrieron por la sorpresa, sin saber a qué se refería. Se rio de mi expresión.
“El único problema es que no tienes las orejas perforadas. Pronto arreglaremos eso.
Pero toma,” dijo, sacando un collar de su bolsillo. Lo deslizó alrededor de mi cuello y
sonrió.
“De nada. Estoy contenta de que vengas. Rosalie estará allí y sé que te han dicho que
ella puede ser mala, pero la clave con ella es ser sarcástico. Es extraña. Para que le
agrades tienes que aprender a contestar.”
La miré con incredulidad. ¿Esperaba que le contestara a alguien? Eso iba en contra de
todo lo que sabía. Ella vio mi expresión y asintió. “Ya verás, será más fácil de lo que
crees.”
Alice cogió mi mano y me llevó fuera de la habitación. Vacilé, pero agarré el teléfono
que el doctor Cullen me había dado, poniéndolo en mi bolsillo trasero. Fui detrás de
ella, tomando respiraciones profundas para calmarme. Nos dirigimos al vestíbulo y vi a
Jasper allí parado, esperándonos. Me sonrió y se inclinó, besando a Alice en los labios.
Aparté la vista de inmediato, no quería sentir que estaba interrumpiendo o espiando su
momento íntimo.
“Te ves muy bien, Isabella,” dijo Jasper. Le miré y vi que sonreía. Le devolví la sonrisa.
“Gracias, Jasper.”
Él asintió y abrió la puerta de la entrada, haciendo un gesto con la mano para que
saliera. Lo hice y Alice salió detrás de mí, seguida por Jasper, que pulsó los botones del
Traté de controlar mi respiración para no hiperventilar, pero estaba más que nerviosa.
Alice se acercó al instituto y mis ojos, se abrieron por la sorpresa por la gran cantidad
de coches. Parecía que toda la ciudad estaba allí. Alice aparcó y salimos. Mis rodillas
temblaban y Alice entrelazó su brazo con el mío, sujetándome. Jasper me sonrió con
tristeza.
“Todo irá bien,” dijo. Caminé con ellos hacia el estadio. Alice no me soltó, sujetando mi
brazo. Jasper fue a la puerta, compró tres boletos y caminamos al interior. Había gente
por todas partes y yo estaba agradecida por el confort del agarré de Alice, de esta
forma, no me sentía tan sola y fuera de lugar. Seguimos a Jasper a las gradas y miré
fijamente mis pies mientras subíamos por ellas, no quería tropezar y hacer que Alice y
yo cayéramos por las escaleras. Jasper encontró una fila apartada a mitad de camino y
dijo que nos sentáramos allí.
Miré a la multitud a mí alrededor. Había gente de todas las edades, desde personas
mayores hasta niños pequeños, pero en su mayor parte adolescentes. Algunas de las
mujeres, estaban vestidas alarmantemente lascivas, con montones de piel expuesta. En
la calle hacía bastante frío, así que no entendía por qué estaban usando ropa tan
ligera. Debían de estar congelándose.
“Los partidos de fútbol de los viernes por la noche, siempre son grandes eventos por
aquí,” Alice dijo en voz baja. Me volví hacia ella y le sonreí levemente, asintiendo para
hacerle saber que la había escuchado.
Se oyó al locutor y una banda salió y empezó a tocar. Las animadoras salieron
corriendo y empezaron a corear algo que apenas pude escuchar, porque la gente
empezó a gritar, todo el mundo menos nosotros saltaba y hacía ruido. Alice sonrió y
aplaudió un poco y Jasper echó hacia atrás, descansando en las gradas con
indiferencia.
El equipo de fútbol salió corriendo y levanté mis manos para cubrir mis oídos cuando
los gritos se hicieron más fuertes. Alice me lanzó una mirada comprensiva y apoyó su
cabeza en mi hombro. Era extraño, pero de alguna manera reconfortante. Apenas me
conocía, pero era muy amable y actuaba como si nos conociéramos desde hace años.
“Hola Emmett,” dije en voz baja, mi voz temblaba ligeramente, pero esperaba que ellos
no se dieran cuenta.
“Esta es Rosalie, mi novia,” dijo, haciendo un gesto con la cabeza hacia la rubia.
Asentí.
“Es un placer conocerte al fin, Rosalie,” dije, tratando de que no detectaran el miedo.
Ella me miró fijamente por un momento, su mirada era tan intensa, que casi empecé a
retorcerme.
Desvié mi atención al campo. No sabía casi nada de fútbol y no sabía lo que estaba
sucediendo. Observé durante unos minutos, mis ojos instintivamente escaneando a la
gente en busca del número 21. No estaba de pie a un lado, así que imaginé que tendría
que estar jugando.
Miré a los jugadores en el campo, pero por la forma en que estaban parados en ese
momento no puede distinguir los números. Vi como un tipo se estrellaba contra otro
jugador tirándolo con fuerza sobre su espalda. Hice una mueca y Emmett y Jasper
maldijeron. Rosalie resopló y Alice suspiró. “¡Ay!” murmuré, sabiendo que tenía que
haber dolido.
“Él está bien, Edward es una pequeña mierda dura,” dijo Emmett. Mi ceño se frunció.
“Sí, es el quarterback,” dijo Jasper. Asentí, vacilante, sin saber que implicaba ser el
quarterback. Emmett volvió la cabeza para mirarme y sonrió.
Sonreí. “No. Me refiero a que he oído hablar de él, pero no tengo idea de lo que es o
cual es el punto o siquiera qué es lo que están haciendo.”
“Oh, no te avergüences,” dijo Emmett. Luego comenzó a decir, de un tirón, las bases
del juego, de las que la mayor parte no tenía sentido para mí, pero de todos modos
escuchaba y trataba de entenderlo. Cuando terminó, en cierto modo, entendía el punto,
deduje que estaban tratando de traspasar al otro equipo y recibir el balón sobre la
línea de fondo y, a su vez, trataban de impedir que el otro equipo hiciera lo mismo. No
entendía el sistema de puntuación, pero deduje que el trabajo de Edward era llevar la
pelota a donde debería de estar.
“¿Y aquí a todo el mundo le gusta el fútbol, hasta las chicas? No sabía que un juego
como este fuera tan popular,” dije mirando alrededor a las gradas.
Rosalie soltó un bufido de nuevo y me sentí un poco nerviosa, avergonzada por estar
sonando como una idiota. Hizo un gesto de negación con la cabeza.
“Cariño, a la mayoría de las mujeres que están aquí, no les importa el fútbol para
nada. Las únicas bolas que les importan, son las que están en los pantalones de
Edward.” Todo el mundo se echó a reír y yo la miré sorprendida. No se molestó en
volverse y mirarme, pero desde donde estaba sentada, podía ver una pequeña sonrisa
en sus labios.
“¿Así que están aquí por Edward?” Pregunté, esperando una aclaración.
“Muchas de ellas, sí. Edward es algo así como un, eh…. donnaiolo,” dijo Jasper.
Emmett se echó a reír.
“Es un puto, eso es lo que es. No puede mantener la polla en sus pantalones,” dijo.
¿Por eso me hacía tener estos sentimientos? ¿Por qué él era así, a todas las chicas les
hacía sentir de esa forma?
Miré alrededor y vi que las chicas que le habían gritado a Edward desde unas filas
más abajo, estaban mirándome fijamente y susurrando entre sí. Desvié la mirada,
incómoda con la atención que, obviamente, no era positiva y mis ojos se encontraron
con un par de ellos, azules cristalinos.
Rosalie me miraba con expresión curiosa. Su mirada era incómoda, parecía que con su
intensidad podía mirar a través de mí. De repente, estaba híper consciente de mi
entorno, una oleada de miedo irracional corrió a través de mí, mientras me preguntaba
si ella sabía. ¿Podría saber cómo Edward me hacía sentir? ¿Pensaba que era
repugnante o estúpida o infantil por ello? Aparté la vista inmediatamente, mirando al
suelo.
“Voy a tomar un refresco, ¿damas quieren ustedes algo?” Preguntó. Me congelé, sin
saber que decir y Alice le sonrió. Era evidente por el intercambio de miradas, que se
tenían mucho cariño. Me hizo darme cuenta que estaba en lo cierto, Charles y su
esposa no se amaban. Las dos personas frente a mí sí se amaban, estaba escrito en su
rostro.
“Consíguenos algunas cocas,” dijo Alice. Jasper asintió y empezó a alejarse. Ella volvió
su cabeza hacia mí después de que él se hubiera ido y sonrió ampliamente.
“Creo que has hecho algunas amigas,” dijo, haciendo un gesto con la cabeza hacia las
chicas de las filas de abajo. Las miré y vi que todavía me miraban fijamente. Suspiré.
“Tienes una gran personalidad. No es de extrañar que le gustes a los tres chicos.”
La miré. “No estoy segura de eso,” le dije. “Jasper y Emmett tal vez me tengan cariño,
pero Edward no mucho.”
Asentí pero no hablé. Obviamente, Alice conocía a Edward mejor que yo, así que
debería de confiar en su opinión sobre el asunto. Pero había una parte de mí a la que
se le hacía difícil creer, que Edward sintiera algo más que fastidio hacia mí.
Finalmente, Jasper volvió con nuestros refrescos y vimos la segunda mitad del partido,
charlando y riendo. Era agradable—me estaba aficionando a la compañía de Alice.
“Emmett quiere que vayamos a la fiesta,” dijo. Jasper y Alice me miraron, ambos con
expresiones interrogantes.
“Está bien,” dije dudosa, sin saber qué es lo que querían. Estaba totalmente a su
merced, si decían que íbamos a una fiesta no tenía más remedio que ir a la fiesta. No
tenía una idea exacta de en qué consistía, pero pensé que no sería tan malo.
Alice chilló y no pude evitar reírme de su reacción. Terminamos y nos dirigimos hacia el
coche, Alice condujo hacia otra parte de la ciudad. Mis ojos se abrieron con sorpresa
cuando llegamos, ante la cantidad de coches aparcados a lo largo de la calle cuando
llegamos. Podía oír el fuerte golpeteo de música rap sonando desde la casa y muchas
personas fuera, en el jardín delantero. Alice entrelazó su brazo con el mío de nuevo,
sonriendo mientras me guiaba hacia la casa.
Estaba nerviosa, muy nerviosa. A pesar de que Alice permanecía conmigo, toda la
gente y sus miradas me asustaban un poco. Circulamos por ahí y Alice me presentó a
algunas personas, pero no recordaba ninguno de sus nombres porque estaba
demasiado atemorizada como para concentrarme. Caminamos por entre la multitud y
capté el atisbo de un caótico pelo color bronce por el rabillo de mi ojo. Mi cabeza se
volvió rápidamente en esa dirección y vi a Edward sentado en una silla en la mesa de
la cocina con un montón de gente. Me azotó una oleada de una extraña emoción
cuando vi que había una chica sentada en su regazo. Tenía el pelo rubio rojizo y
parecía una modelo, su apariencia complementando totalmente con la de él. Parecían
algo así como dos gotas de agua, dos personas guapísimas en medio de un montón de
gente promedio. Era como si…. se pertenecieran. Sentí que mi pecho se apretaba y
“Hola,” dijo una voz masculina a mi lado, sorprendentemente cerca. Salté y volví la
cabeza para ver a un tipo con el pelo rubio de punta y ojos azules. Él me sonrió y yo le
sonreí cortésmente de vuelta. Su proximidad era un poco alarmante y mi miedo
comenzó a aumentar, mi cuerpo temblaba.
Miré hacia Edward y vi que caminaba directamente hacia nosotros, estrechando sus
ojos hacia Alice. Alice me miró y sonrió con tristeza.
“Te llevaré a casa,” me dijo Alice. Asentí y abrí la boca para darle las gracias, pero
Edward interrumpió abruptamente.
“No, yo la llevo a casa.” Su voz tenía un tono duro, que envió un escalofrío por mi
espalda.
Edward cullen
Era una persona compleja, ahora estaba claro. Mientras estaba en mi dormitorio
contestando mis ridículas y entrometidas preguntas, comencé a pintar un cuadro sobre
lo profunda que era.
Con el simple hecho de que hubiera tenido las agallas de pararse frente a mí y
decirme la alarmante verdad, se había ganado una gran cantidad de mi puto respeto.
Era sorprendente cuanto teníamos en común cuando todo se resumía a eso. Nuestros
mundos podían ser diferentes, pero ambos peligrosos y ninguno de los dos teníamos
elección en ello. Nacimos en ellos, obligados a adaptarnos al peligro. Puede que ella
no lo viera, pero yo sé, exactamente, lo que es temer el tener que pagar los errores de
otras personas. Yo sé cómo es vivir sabiendo que tu vida puede terminar por una
mierda que no tiene nada que ver contigo.
Puede que técnicamente solo fuera una niña de dieciséis años a los ojos de los demás,
pero en mi opinión era una mujer jodidamente fuerte. Resumiéndolo, estaría dispuesta
a soportar cualquier cantidad de dolor físico para hacer que el tormento emocional
desapareciese. Aceptaría una puta paliza brutal en lugar de la agonía de estar sola.
Soportaría cualquier tortura, si eso significaba tener a su madre de vuelta.
Se paró allí y dijo que me evitaba porque no me entendía, sin ver que éramos tan
parecidos. Nadie me había comprendido nunca y quería que ella lo hiciera. Necesitaba
que lo hiciera.
Cuando Isabella se fue, no pude dormir. Me pasé la mitad de la noche dando vueltas,
finalmente, me di por vencido y salí de la cama.
Abrí el papel y mis ojos se abrieron en sorpresa. Era un dibujo de mí, con cada puto
detalle. Era casi inquietante lo preciso que era. Incluso había dibujado mis ridículas
pecas y esa cicatriz en el lado derecho de mi labio inferior, que me había hecho
cuando era un niño. Jesús, la mayoría de las personas que me conocían desde hace
años, no habían notado esa mierda y esta chica la había hecho sin apenas mirarme.
Mi corazón latía con fuerza, sentí que mi pecho se hinchaba y gemí suavemente,
deseando que la mierda se detuviera. Dos semanas y ya estaba derrumbando mis
barreras. No podía desarrollar sentimientos por ella, porque era demasiado peligroso,
pero no podía detenerlos. Algo me decía que, joder, era demasiado tarde para volver
atrás.
Gimió un poco en sueños y sonreí, tratando de ignorar otra vez, la agitación en mis
pantalones. Joder, estaba demasiado hormonal, tenía que lograr controlarme. Miré a
sus labios entreabiertos y murmuró algo, los sonidos eran confusos.
“Por favor,” dijo finalmente, con voz suave y entrecortada. Suspiré, cerrando los ojos.
Desearía saber lo que pensaba, lo que soñaba.
Se me había hecho tarde, Jasper y Emmett ya se habían ido. Vi que mi padre estaba
sentado en la sala de estar con su ordenador portátil y entré, dejándome caer a su
lado. Miró su reloj y luego me miró a mí, sabiendo que iba jodidamente tarde a la
escuela, pero no dijo nada.
“No sé si llamarlo un día de descanso, considerando que puede que sea tan estresante
como un día en el hospital,” dijo.
Se encogió de hombros. “Tal vez. No creo que haga una rabieta sobre esto, pero la voy
a poner en tratamiento para control de la natalidad, y no estoy seguro de cómo va a
reaccionar al examen. Todavía es virgen y probablemente enloquecerá cuando la
toquen.”
Asentí pero no hablé. Estaba un poco sorprendido de que fuera pura. Había tratado de
no pensar en su historia de relaciones sexuales, a sabiendas que las chicas que viven
su vida, probablemente, sean violadas repetidamente. Tuve una sensación de alivio, al
menos no había tenido que soportar ser maltratada de esa manera.
Después de unos minutos, mi padre miró su reloj. “La campana acaba de sonar en el
instituto de Forks,” dijo, apurándome. Rodé mis ojos.
“Sí, tú también. Buena suerte,” le dije cuando salía. Me subí en el Volvo y lo puse en
marcha, alejándome a gran velocidad. Tuve que registrarme cuando llegué a la
escuela, ya que necesitaba un pase para entrar en mitad del primer período. El día de
clases pasó bastante rápido y después comí algo con los chicos antes de que
tuviéramos que presentarnos para el partido.
Oí que me llamaban y eché un vistazo hacia las gradas y vi a las dos chicas. Eran
estudiantes de segundo año, chicas inocentes. No había estado con ninguna de ellas,
pero siempre estaban riendo y esa mierda a mi alrededor, así que me aseguré de
coquetear con ellas. Puse una sonrisa en mi rostro, interpretando el papel.
Tanya se acercó como si nada, balanceando sus caderas y tratando de parecer sexy.
Se sentó en mi regazo y levanté una ceja, pero solo sonrió seductoramente. Tanya era
divertida, habíamos estado juntos antes, pero ella era el tipo de chica que usualmente
esperaba algo a cambio y yo no era uno que diera.
Le dije a uno de los chicos que me echara otro trago, esperando que el alcohol matara
el dolor en los hombros y la espalda. Cogí el vaso y estaba a punto de llevármelo a los
labios, cuando oí la voz de Alice desde el otro lado de la habitación. Mi cabeza se
movió rápidamente en su dirección y vi que Isabella estaba aferrada a ella. Isabella
me estaba mirando con expresión de sorpresa. Era difícil de leer, parecía triste o herida
o molesta, pero lo que estaba claro, es que no estaba cómoda. Podía ver el miedo en
sus ojos, la podía ver temblando ligeramente desde donde estaba sentado.
Me enojé. ¿En qué demonios estaban pensando haciéndola pasar por esto? Estaba
claro que no estaba preparada para ello, ¿por qué demonios lo estaría? Me levanté,
casi tirando a Tanya al suelo. Se me había olvidado que la perra estaba sobre mí. Vi
como Mike Newton se acercaba a Isabella y le decía algo. Ella dio un salto y lo miró, el
miedo estaba claro como el agua, pero tenía una sonrisa pegada en su rostro porque,
por supuesto, no podía ser jodidamente grosera. Cristo, la primera vez que salía y la
arrastran a una fiesta con un montón de tipos borrachos, ruidosos e insoportables,
buscando follar. Podía ver a los tipos mirándola como si fuera carne fresca y eso me
molestó, me encabronó. Era demasiado buena para esa mierda, demasiado buena
para esos cabrones.
“No, yo la llevo a casa,” dije con frialdad. Parecía que Alice quería discutir, así que la
miré arqueando una ceja, casi retándola a que lo hiciera. Suspiró y soltó el brazo de
Isabella, murmurando un adiós y disculpándose con ella. Isabella parecía sorprendida
por todo esto, mirándonos completamente asustada.
Miré a Isabella. Su rostro resplandecía bajo la luz de la luna y pude ver que sus
mejillas estaban surcadas por lágrimas, el rímel corriéndose de sus ojos. Gemí y estiré
la mano para limpiarlas, deseando que dejara de llorar y un poco confundido del por
qué lo estaba haciendo. “¿Estás bien? ¿Estás herida?” Le pregunté.
Isabella gritó y se apartó de mí, volviéndose para mirarme con miedo. Fruncí el ceño y
comprendí que estaba jodidamente atemorizada por mi culpa. Mi puta reacción la
había aterrado más de lo que lo había hecho la fiesta.
Mi irá aumentó y golpeé con las manos el volante, maldiciendo porque estaba molesto.
Era tan estúpido, ¿podría alguna vez no cagarla cuando estaba cerca de esta chica?
“Cristo, no tenía la intención de asustarte. Estoy furioso, pero no quiere decir que vaya
desquitarme contigo,” dije después de un momento. No respondió, solo se quedó
mirando por la ventana. Seguía llorando en silencio y eso hería mi corazón. ¿Qué
pasaba con esta chica?
“No es tu culpa. Y mi noche no está arruinada. De todos modos, esta noche no estaba
de humor para esa mierda,” dije.
Me miró sorprendida. “Pero, su novia, señor…” Comenzó. Fruncí el ceño con confusión
antes de darme cuenta, que ella estaba hablando de Tanya, a quién había visto
sentada en mi regazo. Me reí, probablemente demasiado fuerte, porque saltó
sorprendida.
“No tengo novia, Isabella. Esa chica no significa nada para mí, me importa un bledo,”
dije.
Ella me miró por un momento, antes de asentir y mirar al suelo. Suspiré. “Mira, vamos
a ver una película o algo así,” sugerí.
“Está bien,” dijo enseguida, sin dejar de mirar el suelo. Gruñí, extendiendo la mano
para coger su barbilla y levantar su cabeza para que me mirara.
“¿Ese es un ‘está bien, realmente quiero ver una película contigo Edward’ o es un ‘está
bien, voy a hacer la mierda digas porque creo que tengo que hacerlo’?" Pregunté. Ella
solo me miró y sonrió levemente. “Sabes, puedes estar en desacuerdo conmigo. Puedes
discutir y decirme que no, si quieres. No voy a castigarte o golpearte o nada de esas
pendejadas. Puedes gritarme si eso te hace sentir mejor. Quiero decir, probablemente
voy a gritarte en respuesta, porque eso es lo que hago, pero no voy a lastimarte
físicamente. Así que no dudes en decirme que me vaya a la mierda, si quieres que me
vaya a la mierda, pero simplemente no digas ‘está bien’ porque no sé qué coño quieres
decir con eso.”
“Mira, voy a ir a la sala de estar, poner una película, sentar mi culo en el sofá y verla.
Si me acompañas o no, es tu decisión,” le dije. Ella asintió, así que di media vuelta y
me dirigí a la sala de estar suspirando. Esto era malditamente complicado.
Encendí la luz y abrí un armario, mirando los DVD. Saqué Brigada 49 ya que todavía
no la había visto y Emmett seguía delirando por la puta película. La puse y volví a
apagar la luz, dejándome caer en el sofá con el control remoto. Me quité los zapatos y
puse mis pies sobre la mesa de café, encorvándome mientras comenzaba la película.
Estaba aturdido. Mi madre, acostumbraba hacérmelo casi todos los putos días después
de la escuela cuando era niño. Me refiero a que, sabía que iba a descubrir que me
gustaba la coca de cereza, había comprado un paquete de doce en el supermercado.
¿Pero se había tomado la molestia de prepararlo cuando, realmente, hubiera podido
agarrar una lata del refrigerador? Eso me pilló desprevenido. Estaba acostumbrado a
que me atendieran, pero el que ella hiciera algo tan jodidamente amable, me
sorprendió.
“De nada,” dijo en voz baja. Miré de reojo y vi que estaba viendo la película con
atención, sus pies sobre el sofá junto a ella y su cabeza ligeramente inclinada hacia un
lado. Había llegado a cambiarse, por lo que entendí por qué había tardado tanto,
llevaba un par de pantalones de yoga negros y una camiseta sin mangas, azul claro.
Se había recogido el pelo en una cola de caballo y estaba muy casual, pero lo hizo
bien. Seguía luciendo bien.
“¿Ya has visto esta?” Pregunté después de un momento. Volvió la cabeza para mirarme
inquisitivamente, como si fuera una pregunta estúpida. Me reí entre dientes, dándome
cuenta de que probablemente lo era. “Realmente, no lo sé. Me refiero a que has
pasado algo de tiempo con mis hermanos, así que no sé qué es lo que has visto con
ellos.”
“A Jasper le encanta esa mierda. Creo que es una mierda en eso, el idiota. A veces me
preguntó, si su cerebro funciona correctamente.”
“No quise decir….” Empecé, suspirando. Pasé mi mano por el pelo con nerviosismo.
Ella volvió la cabeza para mirarme y sonrió con tristeza.
“Lo sé, es comprensible. No soy precisamente culta,” dijo. Había un toque de tristeza y
anhelo en su voz y me preguntaba si ella desearía poder aprender. La primera mujer
que tuvimos, Nona, no tenía deseos de aprender. Ella había aceptado su vida y
después que la compramos ya no se esforzó por nada más. La siguiente perra, no duró
lo suficiente como para que me aprendiera ni siquiera su apellido, mucho menos, algo
más sobre ella. Isabella aún era joven, perfectamente capaz de aprender.
Pensé en hablarle de ello, pero antes de que pudiera, mi teléfono empezó a sonar. Lo
cogí de la mesa donde lo había dejado y miré la pantalla, era Jessica Stanley.
Sonó por tercera vez, Jessica de nuevo, apagué el sonido. Isabella seguía mirándome,
como si se sintiera mal. De nuevo, tiré el teléfono sobre la mesa y me levanté, gimiendo
por el dolor en la espalda y los hombros. Isabella se levantó rápidamente, tan rápido
que me asustó y fruncí el ceño.
Miré las botellas de licor, sacando una botella de vodka Grey Goose. Consideré
agarrar la pipa y algo de hierba, pero lo pensé mejor, no sabía cómo se sentiría ella
con esa mierda. No quería hacerlo delante de ella y terminar ofendiéndola. Volví a
cerrar el cajón con llave y me dirigí a la planta baja.
Volví a la sala de estar y me senté otra vez a lado de Isabella, un poco más cerca de lo
que estaba antes. La miré y vi que me observaba con curiosidad. “Todo es mejor con
un poco de licor,” dije encogiéndome de hombros. Sonrió levemente. Abrí la botella y
vertí un poco de bebida, vacilando antes de llevarla a mis labios, e inclinarla. Hice una
ligera mueca por lo fuerte que estaba e imagino que la expresión de mi rostro tuvo que
haber sido horrible, porque Isabella rompió a reír. Me reí entre dientes y le pasé la
“¿Está bien?” Preguntó Isabella. La miré y vi que me observaba con una mirada
curiosa en su rostro. Suspiré.
“Sí, solo un poco dolorido por el golpe que recibí. Probablemente tenga que ir al
quiropráctico o al masajista o alguna mierda de esas mañana,” murmuré. Ella sonrió.
“Yo podría darle un masaje,” dijo con tranquilidad, encogiéndose de hombros. Arqueé
una ceja, un poco sorprendido por su oferta.
“Lo sé, pero pensé en ofrecerme.” La miré por un momento, inseguro de qué decir.
¿Acepto como un cabrón de mierda y dejo que la chica me dé un masaje? Quiero decir,
ni siquiera sabía si ella sabía qué demonios estaba haciendo y probablemente, no
ayudaría en nada a mi dolor, pero una parte de mí solo gritaba por sentir su tacto. Sí,
maldito adolescente hormonal promedio.
Después de un momento sentí mi camisa moverse y sus manos subir por debajo de ella
por mi espalda. Un hormigueo se disparó en mi espalda por su toque, esa sensación
Cuando me di cuenta que sería jodidamente más fácil para ella si no llevaba puesta
la camisa, bajé mis manos, la agarré y me la quité rápidamente. Se tensó casi de
inmediato y su respiración se detuvo con sus manos sobre mis omóplatos, haciendo
que me preguntara si había sido un error. No quería que se sintiera incómoda. Pensé
en levantarme y decirle que lo olvidara, pero antes de que pudiera, ella habló.
“Sería mejor con un poco de loción o algo así,” dijo. Solté una risita y me levanté, sus
manos se deslizaron por mi espalda suavemente. Caminé hacia el baño, encendí la luz
y miré a mi alrededor. Abrí el armario y encontré un poco de aceite de bebé. Lo miré
cautelosamente, preguntándome qué demonios estaba haciendo eso en el baño de las
visitas de la planta baja, pero vi que seguía sellado, así que lo cogí. No tocaría una
botella abierta de aceite para bebés en mi casa, ni con un palo de tres metros, a
sabiendas de que alguien, probablemente, lo habría usado para hacerse una paja.
“Sí, eso es perfecto,” dijo, sus ojos una vez más bajando hacia mi pecho. Me aclaré la
garganta y su atención volvió rápidamente a mi rostro. Levanté una ceja y sonreí. Ella
se sonrojó de un hermoso tono de rojo y miró hacia otro lado, lo que me hizo reír.
Le entregué la botella y volví a sentarme entre sus piernas. La abrió y puso un poco en
su mano antes de poner la botella a su lado. Llevó sus manos a mi espalda y las
presionó con firmeza, deslizándolas hacia arriba por mi espalda, hacia mis hombros.
Me sorprendió lo firme que su tacto era ahora. Gemí mientras empezaba a masajear
con determinación mis omóplatos y la parte de atrás de mi cuello. Sus manos subían y
bajaban por mi espalda repetidamente y sentí mis músculos aflojándose bajo su
toque. Lo siguió haciendo durante un rato y cerré los ojos, sin poder dejar de gemir
como una pequeña puta. Se sentía jodidamente fantástico, sin duda, sabía
exactamente lo que estaba haciendo.
Después de un rato, su toque se suavizó y gruñí, no quería que se detuviera. Sus manos
vagaban por mi espalda con ternura y la sentí delineando las líneas de mi tatuaje
entre mis omóplatos. Su mano izquierda deambuló hacia abajo y delineó la cicatriz
que corría a lo largo de mi costado. Esa mierda hacía cosquillas y me estremecí
levemente. Pasó una de sus manos hacía arriba, por mi columna vertebral y mi cuello.
Me pareció oír algo y abrí los ojos. Vi el vestíbulo iluminarse ligeramente, indicando los
faros de un coche. Estiré mi mano hacia atrás, agarrando las manos de Isabella,
deteniéndola.
“Alguien está aquí,” dije. Ella se tensó inmediatamente. Solté sus manos y me levanté.
Ella saltó del sofá, pasó junto a mí y se dirigió a las escaleras. Miré con incredulidad
como las subía corriendo y quedaba fuera de mi vista. Negué con la cabeza y agarré
mi camisa, poniéndomela.
Me dejé caer otra vez en el sofá mientras la puerta principal se abría. Inmediatamente,
oí la risa de Alice y rodé los ojos. Cogí mi coca de cereza, la puta ya estaba diluida,
pero me importó una mierda y me la bebí toda. Agarré una cereza y la reventé en mi
boca, masticándola mientras cogía mi teléfono.
“¿Isabella está bien?” Jasper preguntó después de un momento. Asentí, sin molestarme
en mirarlo.
“No pensé que fuera a ponerse frenética,” dijo Alice en voz baja, sentándose a mi lado.
Le eché un vistazo rápido, riendo con sequedad.
“Qué me jodan y yo que pensaba que Mary Alice Brandon era una jodida sabelotodo.”
Isabella Swan
“¡¡Oye, Isabella!!”
Salté ante el sonido de una fuerte e inesperada voz y dejé caer el vaso que estaba
sosteniendo. Se estrelló contra el suelo, rompiéndose con el impacto y pequeños trozos
de vidrio salieron volando. Mis ojos se abrieron, el fuerte ruido sonando como si hiciera
eco por toda la planta baja. Miré a Alice, que tenía una mirada de asombro en su
rostro. Ni siquiera me había dado cuenta que estaba aquí, pensaba que estaba sola.
“Lo siento, no tenía intención de asustarte,” dijo disculpándose. Le hice un gesto con la
mano y me puse en cuclillas, empezando a recoger los trozos de cristal del suelo. Casi
corrió hacia mí, queriendo ayudar, pero solo consiguió asustarme aún más. Me
estremecí, alejándome de ella y me pinché el dedo con un trozo de vidrio filoso, dando
un chillido. Agarré mi mano y vi el hilo de color rojo que fluía del corte. Inmediatamente
me sentí mareada, cuando el olor a óxido de la sangre me golpeó, y al verla me
entraron ganas de vomitar. Cerré los ojos y me dejé caer hacia atrás, sentándome,
tratando de tomar unas cuantas respiraciones profundas por la boca para calmarme y
evitar el olor.
Había tenido un mal día…. un muy mal día. Me había despertado antes de que el sol
se levantara, cada pizca de mi cuerpo dolorido. En el momento en que abrí los ojos, mi
estómago empezó a revolverse y me levanté de un salto, corriendo al baño. Pasé la
mayor parte de la mañana y la tarde allí, vomitando lo que tenía calculado que podría,
posiblemente, sumar mi peso corporal. El doctor Cullen había venido a verme en algún
momento de la tarde, estaba preocupado porque no había salido de mi habitación
durante todo el día y me encontró desmayada en el suelo, frente al inodoro. Entró de
inmediato en modo médico, comprobando mi pulso, respiración y temperatura y lo
atribuyó a un virus estomacal. Me dijo que me relajara y durmiera, que no me
presionara o estresara y dejara que mi cuerpo se fortaleciera, pero era mucho más fácil
decirlo que hacerlo.
Así que una vez que estuve segura de que podía llegar a la planta baja por mí misma,
salí de la cama y me dirigí a las escaleras.
Me agarré a la barandilla y comencé a bajar las escaleras, solo para llegar al segundo
piso y encontrarme cara a cara con Edward. Tenía su brazo envuelto en los hombros de
una chica. Sus ojos se ampliaron cuando me vio, su expresión era de asombro. Casi
parecía culpable o avergonzado. Aparté mis ojos, incapaz de mirarlo.
Hacía poco más de una semana que me había sacado de la fiesta después de su
partido de fútbol, trayéndome a casa. Esa noche me sorprendió y desde entonces me
había sentido como si estuviera en un torbellino, mis pensamientos y sentimientos
todos revueltos y nada tenía sentido. Verdaderamente me sentía como la ridícula y
patética niña que siempre pensé que era.
Su comportamiento me había cogido por sorpresa. Casi había exigido que le dijera lo
que pensaba, tan difícil como ese concepto era para mí, en parte deseaba ser capaz de
hablar libremente. Le hice una auténtica coca de cereza, quería hacer algo para
mostrarle mi agradecimiento. Pensé que le gustaría, ya que sabía que bebía eso en
lata. Había aprendido a dominar el arte de la coca de cereza en los últimos años,
cuando mi ama, en Phoenix, la bebía y exigía que estuviera perfecta. La perfecta
proporción de jugo de cereza en la coca, el número perfecto de cerezas. Cualquier
pequeña imperfección se traducía, literalmente, en una patada en alguna parte del
cuerpo en la cual prefería no ser pateada. Le gustaba patear a la gente detrás de las
rodillas, ya que eso siempre causaba que se desplomaran al suelo. Edward parecía
apreciar el hecho de que le preparara una, aunque echase alcohol en ella.
Parecía tenso. Me quedé mirando como estiraba su espalda, rodaba los hombros y
levantaba la mano para masajear su cuello. Después de un rato, me picó la curiosidad
y le pregunté si estaba bien y confesó que sus músculos estaban doloridos por el golpe
que le había visto recibir. Supongo que no era tan duro como Emmett pensaba que era.
El arte del masaje es algo que aprendes sobre la marcha cuando vives una vida como
la mía. Largas horas y días enteros de trabajo agotador, causan estragos en tu cuerpo,
por lo que es esencial aprender a relajarse y calmar los músculos para aliviar algo de
dolor y de presión. Me ofrecí para darle un masaje, tratando simplemente de ser
amable, sin tener en cuenta lo que iba a suceder cuando realmente lo tocara.
Prácticamente hui de ellos, casi cayendo por las escaleras porque estaba muy
mareada. Entré en la cocina y lavé y guardé algunos platos, y fue entonces cuando
Alice me asustó.
Abrí los ojos, sintiendo que estaba otra vez bien y al instante vi el rostro de Alice.
Estaba frunciendo el ceño, sus ojos vidriosos. Parecía que estaba luchando por
contener las lágrimas y eso me sorprendió. Eché un vistazo alrededor rápidamente,
asustada porque tal vez se había lastimado. Eso era lo último que necesitaba, que se
cortara con un vaso que yo había roto. Las últimas semanas había evitado con éxito el
castigo, no había tenido que experimentar la ira del doctor Cullen, pero sabía que herir
a una chica en la que pensaba como una hija haría precisamente eso.
“Estoy bien, ¿tú estás bien?” Preguntó. Solo la miré fijamente por un momento. Por
supuesto que no estaba bien. Estaba tan sola y preocupada, que era ridículo. Estaba
confundida y herida y, simplemente, tan agotada emocionalmente que ya no sabía que
camino podía tomar.
“Estoy bien,” dije en voz baja después de un momento, apartando la mirada de ella. No
podía decirle esas cosas, no podía decírselo a nadie.
“Ve arriba y acuéstate, yo termino de limpiar por ti y subo en un segundo,” dijo Alice.
La miré interrogante y ella asintió. Me sentía mal, no quería que ella limpiara, pero
necesitaba desesperadamente acostarme, antes de que volviera a vomitar. Murmuré un
gracias y me levanté, aferrándome a la encimera para estabilizarme. Una vez que me
sentí lo suficientemente estable, empecé a subir las escaleras.
Oí a la chica gritar de nuevo, esta vez gritando el nombre de Edward. Perdí el aliento y
un dolor quemó en mi pecho. Mis ojos se llenaron de lágrimas y todo empezó a ponerse
borroso. Mis rodillas se aflojaron y escuché pasos detrás de mí, en las escaleras. Mis
piernas cedieron y me desplomé, mi cabeza golpeando contra la pared y mi cuerpo
alcanzando el suelo con un fuerte golpe. Escuché débilmente que Alice gritaba el
nombre de Jasper, antes de perder el conocimiento.
“¿Isabella? Despierta bella ragazza,* abre los ojos para mí.” Escuché la familiar voz
aterciopelada filtrándose tan cerca, que se sentía como si estuviera justo en el oído.
“Dale una bofetada o algo, ¿no se supone qué es lo que tienes que hacer?” Dijo una
voz femenina, sonando muy lejos y un poco asustada. Era una voz que había
escuchado antes, pero no una que conociera muy bien. Me confundía, las palabras no
tenían sentido.
Rogué para que mis ojos se abrieran, todo estaba borroso, pero pude distinguir un par
de ojos verdes cerniéndose justo frente a mí. Parpadeé un par de veces confundida,
tratando de aclarar mi visión.
“¡¡Maledicalo,* no vuelvas a hacer eso otra vez!! ¡¿Me has escuchado?!” Gritó. Mis ojos
se abrieron con sorpresa por su ira, enfocando todo. Estaba visiblemente molesto y
mirándome fijamente.
“¿Qué he hecho? Lo siento,” dije, mi ceño frunciéndose con confusión. No tenía idea de
lo que estaba sucediendo, pero lo que sea que fuera, de alguna manera, había metido
la pata. Sentí que mi visión volvía a ponerse borrosa, esta vez por las lágrimas. Su
semblante se suavizó y gruñó, pellizcándose el puente de su nariz.
“Te has desmayado. No quise gritarte, pero me asustaste hasta la mierda,” dijo.
“Oh,” dije, sin saber cómo responder. ¿Me desmayé? Traté de hacer memoria y mis
ojos se abrieron en shock cuando recordé que estaba en el pasillo, escuchando los
Edward parecía sorprendido por mi arranque. “Relájate,” dijo, su tono ahora, era
suave. “Jasper ha llamado a mi padre para que venga del trabajo y te revise. Te has
golpeado con fuerza la cabeza.”
“Ve y ponte la puta ropa, Jessica,” dijo, el tono áspero volviendo a su voz. No levanté la
vista, pero después de un momento, escuché un portazo del otro lado del pasillo.
“Voy a ver cómo le está yendo a Jasper,” dijo Alice, saliendo disparada por la puerta.
Casi de inmediato, escuché sus pasos bajando las escaleras. Suspiré, sabiendo que
Edward y yo estábamos solos y cerré los ojos. Estaba un poco avergonzada, después
de haberlo escuchado a él y a la chica y obviamente, interrumpirlos. Me hizo sentir
enferma la idea de ellos manteniendo relaciones sexuales y traté de ignorarla, no
queriendo lidiar con ello.
Después de un momento, sentí que pasaba su mano por mi frente. Las yemas de sus
dedos estaban frías y enviaron chispas a través de mi piel febril. “La mia bella
ragazza,*” murmuró en voz baja, mientras acariciaba la piel de mi rostro, tan suave
que apenas lo oí. Sus palabras sonaban dulces y me sentí reconfortada, aunque su
significado era desconocido para mí.
Abrí los ojos y lo vi mirándome con intensidad. “¿Qué significa eso?” Le pregunté.
“Um… la mia bella ragazza,” dije, aunque mi pronunciación lo hizo sonar como
‘lemona bella re-gezzi.’
Asentí, recordando que el doctor Cullen había dicho que Edward disfrutaba decir cosas
coloridas en italiano. Nos sentamos en silencio por un momento. Edward estaba
acariciando mi mejilla suavemente con el dorso de su mano y mirando mis ojos
fijamente. Era un poco incómodo, pero no podía romper con su mirada. Sus ojos
estaban tan llenos de emoción, tan compasivos.
Una puerta se cerró con fuerza al otro lado del pasillo y Edward gruñó, rodando los
ojos. Alejó su mano de mí y se puso de pie, saliendo rápidamente de la habitación. Me
incorporé y lo vi parado en el pasillo con la chica de pelo rizado. Ella parecía enojada
y Edward estaba hablando con ella. No pude entender sus palabras, ya que eran
susurros, pero sus labios se movían furiosamente. Finalmente, ella resopló con fuerza y
le dio la espalda alejándose y pisando con fuerza. Edward caminó de vuelta a la
habitación, negando y suspirando. Se sentó de nuevo en el borde de la cama y me
miró.
“No quería interrumpir,” dije, sintiendo como si necesitara disculparme. Me sentía mal.
No tenía idea de quién era la chica, pero si Edward estaba teniendo sexo con ella,
obviamente significaba algo para él. “Y por favor, dígale a ella que lo siento.”
“Por interrumpirlos, usted sabe…. lo que estaban haciendo.” Dije un poco avergonzada
e incapaz de decirlo en voz alta. Sentí que mis mejillas enrojecían.
Mis ojos se abrieron, temiendo que pensara que estaba escuchando a hurtadillas. “Lo
siento, no estaba tratando de… lo prometo. Solo estaba caminando por el pasillo y
escuché los ruidos.”
Lo miré sorprendida… ¿Por qué iba él a pedir disculpas? No había hecho nada malo.
Antes de que pudiera decir algo, empezó a despotricar en italiano, tan rápido, confuso
y apasionado que me sobresaltó.
“Demonios Edward, disminuye la velocidad,” dijo la voz de Jasper desde la puerta. Alcé
la vista y lo vi allí parado con Alice, mirando a su hermano con sorpresa. Edward dejó
de hablar de inmediato, mirándolos. Su expresión casi era de horror.
“No sé qué le pasa, lo siento. Es bueno que no hables italiano porque, probablemente
acabarías asustándote,” dijo Jasper, negando con la cabeza. Le sonreí levemente.
“No es la primera vez que me habla en italiano. Aunque, nunca ha dicho mucho. Solo
escucharlo me hace sentir mareada.”
Alice sonrió. “Yo tampoco lo entiendo,” dijo. “Sé un poco de italiano, lo he aprendido a
lo largo de los años, pero no lo suficiente para entender todo.”
“Estoy seguro de que has captado lo fundamental,” dijo Jasper con suavidad, mirando
a Alice. No me perdí el hecho de que ella asintió en confirmación. “Cómo sea, mi
padre ha dicho que bebas esto despacio. Él estará pronto en casa.”
Jasper me tendió una botella de agua. Me senté y la cogí, abriéndola. Sentí que mi
visión se nublaba un poco por los mareos y tomé unos sorbos. Permanecieron callados
mientras bebía el agua, pero mantuvieron un intercambio de miradas que me preocupó
un poco.
Escuché pasos en las escaleras y levanté la vista para ver al doctor Cullen detenerse
en la entrada. “¿Alguien sabe cuál es el problema de Edward? Casi hizo chocar ese
maldito Volvo contra mi Mercedes bajando a toda velocidad por el camino de entrada.”
“Quién sabe,” dijo Jasper rápidamente, mirando a Alice. Ella sonrió levemente y asintió
una vez. Estreché mis ojos ligeramente, con sospecha. Mantenían un secreto y no
entendía por qué.
El doctor Cullen suspiró y avanzó. Alice se puso de pie y él tomó su lugar en la cama.
“He oído que le diste a los chicos un buen susto desmayándote frente a ellos. ¿Te
sientes mejor?”
Asentí. “Un poco.” Sonrió y agarró mi muñeca para tomarme el pulso. Me estremecí por
su toque, como de costumbre, pero eso no lo detuvo. Sacó una pequeña linterna y
alumbró en mis ojos.
“Debes de estar bien, solo un poco deshidratada. Bebe mucho líquido y duerme un
poco. A menos que vayas al baño, no quiero verte salir de esta cama hasta mañana,
¿me has oído?”
“No,” dijo. Podía decir por su expresión que estaba mintiendo. Pero nunca me atrevería
a decirle eso. Simplemente asentí y me volví a acostar, suspirando. Después de un
momento, Jasper regresó con cuatro botellas de agua y las puso junto a la cama. Me
sonrió y agarró la mano de Alice. Ella rio cuando la levantó de la cama. Ambos me
desearon dulces sueños y dejaron la habitación rápidamente, cerrando la puerta tras
ellos.
Estaba agotada y el sueño me llevó al instante. Dormí a ratos por horas, durante toda
la noche, solo despertando el tiempo suficiente para beber algo de agua o ir al baño.
Limpié la casa, la cual estaba más sucia de lo que la había visto últimamente, ya que
el día anterior había estado enferma y no había podido hacer nada. Cuando la casa
estuvo decente, me dejé caer en el sofá de la sala de estar. Estaba aburrida y me
sentía sola, deseando no estarlo. Me estaba acostumbrando a los chicos Cullen y
deseando su compañía. Y Alice… disfrutaba inmensamente la presencia de Alice.
**********
La Mia Bella Ragazza = Mi Chica Hermosa
Maledicalo = Demonios
Colpo Di Fulmine = literalmente significa ‘un rayo’… pero es una expresión italiana
usada para describir la sensación de ser golpeado por el amor de forma tan intensa que
es como si fueras golpeado por un relámpago de luz o rayo… como el amor a primera
vista
Edward cullen
“Voy a ducharme. Cuando llegue Alice, dile que suba,” dijo Jasper, levantándose del
sofá donde estaba sentado junto a mí. Levanté la mano con una floja señal de paz,
para que supiera que lo había escuchado. Estaba con mi ordenador portátil,
descargando algunas canciones de I-Tunes para cargarlas en mi IPod.
Un minuto después de que Jasper desapareciese por las escaleras, una ronda de
golpes se oyeron en la puerta principal. No me molesté en levantarme para contestar,
sabía que era Alice. Después de los golpes, casi de inmediato, la puerta se abrió y ella
entró danzando. Pude sentir su presencia y alcé la vista, levantando una ceja. Estaba
empapada por la lluvia, ya que fuera caía una jodida lluvia torrencial y me estaba
mirando con el ceño fruncido.
“Sí,” murmuré, volviendo a mirar la pantalla. “Algún virus estomacal o alguna mierda
de esas.” Mi padre había dicho que la había encontrado en el suelo del baño
vomitando sus tripas, y que tendría que pasar el día en su habitación. Nos dijo que la
dejáramos en paz y no le pidiéramos nada. De todas formas, no tenía intención de
hacerlo, podía arreglármelas solo bastante bien, pero estaba un poco decepcionado
porque eso significaba que no la vería durante todo el día.
“Jasper está en la ducha, dijo que subieras,” dije después de un momento, levantando
de nuevo la vista para mirarla. Suspiró y asintió, dándose la vuelta y dirigiéndose
hacia las escaleras. De nuevo, volví mi atención a la pantalla y mi computadora sonó.
Suspiré mientras rodaba los ojos, cuando vi que era un mensaje instantáneo de
JStanley4387. Quiero decir, no me jodas, ¿no podía ser más creativa con esa mierda?
‘En unos 10 minutos estaré dentro de ti, si traes tu culo aquí’ escribí. Volví a ITunes y
después de un momento sonó de nuevo.
Jstanley4387: jijiji
Rodé los ojos. Nadie dijo que era una jodida intelectual, eso seguro.
‘Tengo toda la intención de hacer que llegues, así que apúrate’ escribí. Me desconecté
y agarré mi IPod, enchufándolo para cargarlo. Después de unos minutos me levanté,
caminando a la cocina para tomar algo de beber. Estaba tenso, mi cuerpo necesitaba
alguna maldita liberación. Había estado inundado con trabajos escolares, tuve una
semana cargada de mierda con exámenes y el entrenamiento de fútbol estaba
pateándome el culo, así que había tenido poco tiempo para buscar placer. No ayudaba
que hubiese tenido una erección continua durante una semana, desde aquella noche
en el sofá, cuando Isabella masajeó mi espalda. Ni la cantidad de pajas que me había
hecho, había acabado con ella y me estaba volviendo loco.
No puedo mentir, me sentía como una mierda trayéndola a casa con Isabella aquí.
Pero estaba lloviendo, así que era seguro como la mierda, que no saldríamos fuera.
Nadie iba a follar en mi coche y no había manera de que alguna vez, me subiera a
esa trampa mortal que ella conducía, así que en ese momento, realmente era mi única
opción. Pensé que Isabella nunca se enteraría, ya que estaba enferma en su
habitación. Solo tenía que hacer que Jessica mantuviera bajos sus puñeteros ruidos.
Ni siquiera quería pensar en por qué me molestaba follar con una chica, estando
Isabella en la misma casa. Nunca me había importado una mierda. Ni siquiera me
incomodaba que mi propio padre me escuchara echando un polvo con una chica.
Jessica estaba risueña y empalagosa, desde el principio fue molesto, pero traté de
ignorarlo. Puse mi brazo sobre sus hombros y nos dirigimos hacia las escaleras,
Ella, prácticamente corrió pasando frente a nosotros y Jessica se rió por lo bajo. Rodé
los ojos y tiré de ella por las escaleras. En cuanto llegamos a mi habitación, Jessica fue
directo a mi cuello y empezó a besar y lamer.
“No me hagas una jodida marca,” dije, haciéndola retroceder hasta la cama. Sus
rodillas golpearon el borde y dejó caer su culo sobre ella. Me quité la camisa, tirándola
al pie de la cama. Jessica se desabrochó la suya y se la quitó. Se bajó los pantalones y
los lanzó de una patada, recostándose sobre sus codos mientras me miraba en bragas
y sujetador. Desabroché mi cinturón y desabotoné y bajé el cierre de mis pantalones.
Los bajé junto con mi bóxer y mi polla saltó libre. Jessica gimió al verla y sonreí. Sabía
que había sido bendecido tanto en longitud como en grosor y tendía a dilatar a las
chicas cuando me follaban. Las vírgenes pasaban un mal rato haciéndolo por lo
estrechas que eran y lo grande que era yo. No había tomado muchas, por lo que sabía,
creo que había desflorado a tres y, probablemente, había hecho sus primeras veces,
mucho más dolorosas de lo que deberían haber sido, no solo por mi tamaño, sino
porque no me lo había tomado con calma con ellas. Ellas querían follar conmigo, así
que las follaba. Ellas sabían en lo que se estaban metiendo.
Lancé mis pantalones y mi bóxer de una patada y caminé hacia el borde de la cama.
Extendí mi mano y agarré el brazo de Jessica, levantándola. Con una mano agarré mi
polla, la otra la puse en la parte posterior de la cabeza de Jessica. La empujé hacia
adelante y separó sus labios, tomándome en su boca. Se detuvo a medio camino y no
la empujé más, sabiendo que no podía ir más allá. No era tan pendejo como para
producirle náuseas intencionalmente.
Gritó y gimió. “Baja la voz,” dije, no quería que la gente la escuchara. Jessica me miró
con incredulidad, porque normalmente eso, no me importaba una mierda, pero
simplemente no me sentía cómodo con que Isabella pudiera oírnos. Traté de
Agarré sus piernas y coloqué sus pantorrillas sobre mis hombros, golpeando en ella.
Estaba tratando de mantenerse callada, pero no podía evitar hacer ruidos, sobre todo
cuando no me lo estaba tomando con calma con ella. Ya sentía la tensión aumentando
en mí, mi liberación viniendo rápidamente.
Estiré la mano y pellizqué el clítoris de Jessica, sabiendo que esa mierda la llevaría al
orgasmo. Gritó mi nombre y su coño comenzó a contraerse y convulsionarse mientras
ella llegaba al orgasmo. Mi liberación estaba jodidamente cerca y mis estocadas se
hicieron más constantes, preparándome para ello. Sentí viniendo ese familiar
hormigueo, a sabiendas de que estaba cerca, cuando un fuerte golpe rebotó a través
de mi cuarto desde el pasillo. Sonó como si alguien hubiera golpeado la pared junto a
mi puerta con algo duro. Reduje mis movimientos, sorprendido y molesto, ya que la
distracción había hecho que desapareciera el hormigueo. Di una estocada más con
fuerza, esperando que volviera, cuando escuché que Alice llamaba a gritos a Jasper,
un estridente grito de pánico. Me asustó hasta la mierda, Alice no era alguien que se
alterara y se pusiera frenética. Algo estaba muy mal.
Los sentimientos que se dispararon en mí, casi me dejan sin aliento. El miedo y la
desesperación que sentía, era intensa. Allí de pie, viendo en el suelo su cuerpo pálido e
inerte, estaba jodidamente devastado.
Y entonces lo supe. Había levantado muros y evitado sentimientos sin importarme una
mierda nadie más, excepto yo y por defecto, mi familia y esta chica había entrado en
mi vida como si nada y en un maldito mes había destruido todo eso. Derrumbó mis
muros y arrasó con mi duro exterior encontrando su camino bajo mi piel y dentro de mi
puñetero corazón. E hizo todo eso sin siquiera intentarlo, sin desearlo.
Me preocupo por ella. No, borra eso. Joder, la amo. No me había permitido amar a
nadie desde que había perdido a mi madre, convenciéndome que el dolor de perder a
alguien no lo valía, especialmente cuando vives la vida que nosotros vivimos. Alejaba a
la gente y los encabronaba, porque de esa forma era más fácil. Nadie conseguía llegar
a mí, siempre los mantenía alejados. Pero ella había conseguido entrar.
Jasper subió y vio lo que estaba pasando, bajó corriendo las escaleras para coger su
teléfono y llamar a mi padre al hospital. Alice abrió la puerta de la habitación de
Isabella y entré, acostando a Isabella en su cama. Jessica salió de mi habitación, pero
no le presté ninguna atención, en este momento, no podría importarme menos. No
mientras Isabella estuviera herida. En ese momento, nadie importaba una mierda
excepto ella.
“¿Isabella? Despierta bella ragazza, abre tus ojos para mí,” dije rápidamente. Ni
siquiera pensé en lo que estaba diciendo. Sabía que Alice estaba en la habitación y
sabía suficiente italiano para entender que acababa de llamar a Bella ‘chica hermosa’,
pero las palabras, simplemente, fluyeron. Le había cogido el gusto a referirme a ella
así en mi cabeza. ¡Dios, ¿cómo no había descubierto antes que la amaba?!
“Dale una bofetada o algo, ¿no se supone que es lo que tienes que hacer?” Preguntó
Jessica desde la entrada. Sentí una oleada de ira y hablé con brusquedad, gritándole
que nadie iba a darle una pinche bofetada. Los ojos de Isabella se abrieron y
parpadeó. Sentí alivio al instante, los sentimientos dentro de mí seguían siendo tan
intensos y abrumadores que le hablé con rudeza, gritándole por haberse desmayado,
como si hubiera sido su culpa o hubiera podido evitarlo. Pensó que estaba en
problemas y sus ojos se llenaron de lágrimas, haciéndome sentir como un imbécil por
mi reacción. Traté de calmarme y explicárselo, diciéndole que se había desmayado y
me había asustado.
Porque era cierto, no le gustaría. Si supiera que acababa de llamarla “mi chica
hermosa”, probablemente se pondría histérica o se asustaría. Nos miramos durante un
momento y busqué en su rostro alguna señal de que quizás, ella sintiera lo mismo que
yo, tal vez solo estaba tan desconcertada y perturbada como yo. Pero me miró como si
estuviera aturdida y no pude leer su expresión.
Volví con Isabella y ella se disculpó conmigo y me dijo que la disculpara con Jessica. Al
principio estaba confundido, pero entonces empezó a explicarse y caí en cuenta. Nos
había oído. Había oído los gemidos y los gritos de Jessica y estaba disculpándose por
interrumpir nuestra follada. Ambos estábamos avergonzados y me sentí como un
cabrón. Estaba tan abrumado por todo y el hecho de que ella supiera que acaba de
tirarme a esa golfa barata, me llevó al límite.
Me dijo que redujera la velocidad y levanté la vista hacia él, jodidamente horrorizado y
esperando como la mierda, que no hubiera entendido lo que había dicho. Pensé que
por esta vez había tenido suerte, pero entonces me miró confundido.
“¿Colpo di fulmine?” Preguntó. Sentí pavor corriendo por mi sistema. Él lo sabía. Había
escuchado lo suficiente para darse cuenta.
Colpo di fulmine. Cuando conoces a alguien y te golpea como un maldito rayo, amor a
primera vista.
Le dije que me ignorara, que no había querido decir lo que sea que hubiera escuchado
y salí corriendo de allí. Necesitaba pensar, necesitaba aclarar mi cabeza. Fui a mi
habitación, agarré mi camiseta y me puse mis zapatos, bajando las escaleras. Salí y
Conduje a Port Angeles y me detuve en una tienda de licores. Compré una botella de
vodka con mi identificación falsa, una mierda barata porque su máquina para tarjetas
de crédito no funcionaba y yo no tenía mucho efectivo. Aunque no me importó, la
mierda barata funcionaba bien. Alquilé una habitación de hotel, usando también mi
identificación falsa y me encerré en ella, poniéndome como una puta cuba.
Dejé la habitación y caminé hacia el coche, haciendo una mueca por el brillante sol de
mierda. Me puse mis gafas de sol, sabiendo que mis ojos debían de estar inyectados
en sangre. Conduje de vuelta a casa al límite de velocidad, por primera vez en mi vida,
no quería que me detuviera porque era muy probable que todavía hubiera alcohol
corriendo por mis venas. Estoy seguro que mi padre no estaría muy contento de venir a
pagar la fianza un lunes a mediodía, porque su hijo de diecisiete años estaba
conduciendo bajo su influencia.
Sí, no estoy tan seguro de que la policía estuviera muy contenta con la pistola Colt
automática del 45, oculta bajo mi asiento y cargada con balas de punta hueca. Ni
siquiera estaba seguro de que mi padre supiera que tenía esta mierda, después de la
cagada del año pasado. No sabía cómo se sentiría, justo ahora, con que tuviera otra
puñetera arma. Pero él sabía que siempre era mejor prevenir que lamentar, así que al
menos, no creo que me patease el culo por ello. Mi padre amaba las armas, las trataba
como si las putas tuvieran sentimientos o algo así. Joder con un arma y no tratarla
apropiadamente era una falta de respeto a sus ojos. La última vez que había tocado su
arma personal, casi tuvo un jodido ataque de pánico.
No había forma de evitarla, porque eso, solo levantaría más sospechas. Y sabía
malditamente bien, que evitarla no iba a hacer que mis sentimientos desaparecieran.
Sería su amigo, podríamos hacer eso. Podríamos ser amigos. Mantendría mis
sentimientos y compulsiones bajo control y nadie se daría cuenta, montaría un maldito
espectáculo si tuviera que hacerlo, si su vida dependiera de ello. Y probablemente, así
fuera. No podía concebir que fuera asesinada o enviada lejos porque mi yo irracional y
hormonal, no pudiera controlar sus impulsos.
Cogí unas galletas de la cocina, necesitaba meter algo a en mi estómago para tratar
de asentarlo. La puñetera agua se me cayó al suelo mientras trataba de tomar una
aspirina, así que la sequé con una toalla. Caminé a la lavandería y arrojé la toalla en
la cesta, dándome la vuelta y dirigiéndome de nuevo hacia la cocina, cuando escuché
la dulce e inocente voz.
“Edward.”
Me volví hacia ella, necesitando ver esa pequeña sonrisa jugando en sus labios, que
usualmente acompañaba mi nombre y me congelé. Mis ojos se abrieron cuando se
encontraron dos orbes marrón chocolate. Estaba despierta y mirándome fijamente.
“Hoy te ves mejor,” dije, encendiendo la televisión. Empecé a recorrer los canales,
tratando de encontrar algo decente a media tarde.
“Me siento mejor,” dijo. Asentí y lo dejé en alguna repetición aleatoria de Americas
Funniest Home Videos. Me senté en el sofá, un poco encorvado.
“¿No se supone que debe estar en la escuela?” Preguntó después de un momento. Miré
hacia ella.
“Al parecer,” dije encogiéndome de hombros. “Pero no soy precisamente conocido por
hacer lo que se supone que debo de hacer.”
Estuvo callada por un momento, así que la miré frunciendo el ceño, cuando me di
cuenta que estaba mirando fijamente mi pecho. Miré hacia abajo, dándome cuenta de
que aún me faltaba ponerme la camisa y vi que estaba mirando el tatuaje de mi pecho.
“El tiempo cura todas las heridas,” dije. Sus ojos se dispararon hacia los míos y su ceño
se frunció.
“¿Qué?” Preguntó.
Suspiré. “El tatuaje en mi pecho. Il tempo guarisce tutti i mali. Significa ‘El tiempo cura
todas las heridas’.”
“Oh,” dijo en voz baja. “No pretendía mirar. Solo tenía curiosidad por ellos.”
Sonreí levemente. “Está bien. En realidad todos, Jasper, Emmett y yo lo tenemos; fuimos
y nos lo hicimos juntos. El tatuaje en mi espalda es el escudo de la familia Cullen.”
Sonreí y asentí. “Por lo general, lo mantengo cubierto con mi reloj, por lo que nunca lo
has notado.” Estiré mi mano y desabroché mi reloj, quitándomelo. Giré mi brazo,
extendiendo mi muñeca hacia ella. Garabateado a través de las venas en letra
pequeña, estaban las palabras.
Extendió su mano y rozó ligeramente con la punta de sus dedos a través de la tinta.
Sentí el cosquilleo en mi brazo por su toqué y cerré los ojos brevemente.
Suspiré, apartando mi brazo de ella y poniéndome el reloj otra vez. “Fiducia Nessuno.
No confíes en nadie.”
“Un poco. El de mi muñeca fue el peor. Pero he sentido dolores peores.” Otra vez
asintió.
“¿Por qué no cenas con nosotros?” Pregunté con curiosidad. Parecía sorprendida por
mi pregunta y comenzó a morderse el labio inferior. “La verdad. Cualquiera que sea la
respuesta, puedo soportarla.”
Suspiró. “Tenía miedo de enfrentarle,” dijo después de un minuto en voz baja. Asentí,
un poco sorprendido porque me hubiera escuchado y me hubiera dicho la puta verdad,
pero no precisamente sorprendido por la respuesta. Tenía la sensación de que era
porque quería evitarme.
La miré con incredulidad. “Cristo, niña, alguien realmente hizo un trabajo de mierda
contigo. Con quién sea que hayas estado antes de venir aquí, debe haber sido un puto
cabrón.”
Sonrió, pero no le llegó a los ojos. Sus ojos estaban llenos de tristeza y desesperanza.
“No estoy segura de que se le pueda echar toda la culpa a él por cómo nos trataba,
teniendo en cuenta que los niños son un producto de su medio ambiente. Después de
todo, solo sabemos lo que nos han enseñado. El ejemplo no es lo principal que influye
en otros. Es lo único que lo hace, amo Edward.”
Mis ojos se abrieron y la miré sorprendido. Sonaba como Yoda de Star Wars, arrojando
la jodida sabiduría, sumamente tranquila e inconexa. No había vida en sus palabras,
en absoluto, ninguna emoción en su voz. Sonaba como un maldito robot, poniendo
excusas por cómo había sido tratada. ¡Me había llamado amo, por amor de Dios! ¡¿Y
acababa de citar al puñetero Albert Schweitzer?!
Estaba atónito. Definitivamente, había más de la chica de lo que estaba a simple vista.
“¿Estás segura de que nunca has ido a la escuela?” Le pregunté rápidamente. Sus ojos
se ampliaron cuando me miró.
“Estoy segura, ¿por qué?” Preguntó, su expresión parecía asustada y un poco culpable,
como si estuviera ocultando algo.
“Eres inteligente. Por amor de Dios, acabas de citar a Albert Schweitzer. ¿Cómo sabes
eso?”
Parpadeó un par de veces, pareciendo asustada y confundida. “No sé, tal vez del amo
Charles. No estoy muy segura de donde lo escuché.”
Arqueé una ceja, mirándola por un momento. Parecía casi culpable y tenía la ligera
sospecha de que estaba ocultándome algo y no me gustaba.
“¿Has estado con ese tipo, Charles, toda tu vida?” Pregunté, con curiosidad.
Vaciló. “Supongo que se puede decir eso. En realidad, no se convirtió en mi amo hasta
que sus padres murieron cuando yo tenía doce.”
“¿Ellos fueron tan malos como él?” Pregunté. Se encogió de hombros y medio negó con
la cabeza. No parecía cómoda hablando sobre esto, pero realmente quería conocer su
“Normalmente eran indiferentes. Las palizas no comenzaron hasta que ellos murieron y
aumentaron hace unos meses, cuando la esposa del amo descubrió que….” empezó,
arrastrando las palabras rápidamente. Mordió su labio inferior con nerviosismo.
Asintió. “La ama me despreció profundamente cuando descubrió, que el amo Charles
era mi padre.”
Mis ojos se abrieron en sorpresa, la conmoción recorriéndome. ¿Su puto padre le había
hecho esto?
“¿Tu amo fue tu padre?” Pregunté con incredulidad, medio gritando. Parecía
avergonzada y apartó la mirada, asintiendo.
“Mi madre era esclava de su familia y él la usaba solo por placer. No tenía la intención
de crearme, la única razón por la que nací es porque mi madre me mantuvo en
secreto.”
“Eso está jodidamente mal. ¿Tu propia familia? Eso es inmoral, no es ético. Podrían
haberte tratado mejor. Joder, debieron haberte tratado mejor.”
Me quedé callado por un momento, suspirando. “Un hombre es realmente ético solo
cuando obedece a la obligación de ayudar a toda la vida que es capaz de ayudar y
rehuirá de dañar nada que viva,” dije, extrayendo otra cita de Albert Schweitzer que
sabía. Le eché un vistazo y vi que una pequeña sonrisa adornaba sus labios mientras
absorbía mis palabras.
Isabella swan
Estaba en completo silencio y oscuro, excepto por el débil resplandor de una luz que
venía de la cocina. Algo de ella se filtraba al vestíbulo, iluminando ligeramente la
plataforma donde estaba el piano. Apenas podía distinguir la forma de Edward bajo el
resplandor de la luz. Estaba sentado en el centro de la banqueta del piano,
Estaba un poco sorprendida. Jasper había insinuado que Edward era muy protector
con su piano, pero era la primera vez que lo veía sentado frente a él. Nunca lo había
escuchado tocar, pero suponía que sabía cómo hacerlo, considerando que era dueño
de uno. La gente no compra pianos solo por como lucen, ¿no?
Me debatí sobre qué hacer. Su lenguaje corporal me decía que algo iba mal, y me sentí
como si estuviera entrometiéndome en un momento que se supone, no debería ver. Algo
sagrado, algo personal y casi íntimo. Además, supuse que no me había oído bajar por
las escaleras, ya que no se había vuelto o me había reconocido y no quería asustarlo.
Edward no reaccionaba bien cuando era sorprendido, definitivamente, lo había
aprendido por experiencia. Así que estaba congelada en mi lugar, indecisa.
Le oí exhalar con fuerza, su respiración inestable. Pasó sus manos por su cabeza,
entrelazándolas en su pelo. Agarró con fuerza sus desordenados mechones color
bronce, dejando caer su cabeza aún más. Su cuerpo empezó a temblar y sentí el dolor
rasgar mi pecho cuando se le escapó un suave sollozo. Estaba asustada y sorprendida,
confundida y angustiada. Edward estaba llorando.
Sin embargo, lo que sí sabía, era que ver a Edward sufriendo, también me hacía sufrir
a mí. No quería que sufriera, jamás. Quería que sonriera y fuera feliz, porque su
felicidad significaba la mía. ¿Significaba eso que lo amaba? ¿Eso era lo que eran
Suspiré, lavé el vaso y lo guardé en su lugar. Unos momentos más tarde, escuché más
pasos y caminé hacia la puerta, viendo a Jasper. Me sonrió levemente, pero su
expresión era sombría, una sonrisa, obviamente forzada, en aras de la cortesía. Seguí
a Jasper a la sala de estar y él se dejó caer junto a Emmett. Sus expresiones eran
idénticas, ambos parecían deprimidos.
Definitivamente, algo estaba mal, estaba claro ahora. No solo era Edward, eran todos.
Era como si una nube negra se cerniera sobre la residencia Cullen, deprimiendo a
todos. Sentí como si me estuviera perdiendo de algo, alguna pieza del rompecabezas
que desconocía. Hubo un incómodo silencio y la tensión persistió, algo que jamás
había sentido cerca de Jasper. Me sentí mal, no me gustaba verlos afectados de esa
forma. El que su depresión me afectara, también me sorprendió un poco. ¿Había
empezado a preocuparme por los otros chicos Cullen?
“¿Tienen hambre chicos? Puedo hacerles tostadas francesas o algo así,” les ofrecí. Me
había levantado temprano y no tenía nada que hacer a esta hora, así que no me
importaba hacer el desayuno. Hasta el momento, todavía no les había cocinado otra
cosa más que la cena. Jasper me miró y sonrió, esta igual de forzada que la anterior.
“Huele bien,” dijo en voz baja, su voz hosca. No había chispa en sus palabras, nada de
la pasión a la que estaba acostumbrada. Por lo general, Edward siempre estaba
animado cuando hablaba.
“¿Tiene hambre? Puedo hacerle algunas,” le dije tratando de hacer que mi voz sonara
“No tienes que hacer eso Bella,” dijo con la voz aún suave, pero con un ligero atisbo de
esa chispa cuando me llamó Bella. Había empezado a llamarme así hace unos días, el
día que se había saltado las clases y nos habíamos quedado charlando en el sofá. Me
dijo que mi nombre era italiano y supongo que solo lo acortó, ya que Bella,
aparentemente, era una palabra italiana. No sabía lo que significaba y no le pregunté,
porque sonaba dulce y tenía miedo que me dijera que era algo vulgar. Me di cuenta
que no me llamaba así frente a su familia, así que supongo que no era tan cariñoso
como deseaba. Supongo que algunas veces, la ignorancia es felicidad.
“Lo sé, quiero hacerlo,” dije. Me miró y noté que sus ojos estaban rojos, círculos negros
debajo de ellos. Lucía completamente agotado y tuve que luchar contra el impulso de
estirar mi mano y hacer desaparecer las bolsas debajo de sus ojos.
Después de terminar las tostadas francesas, las puse en la mesa junto con una botella
de jarabe de arce y algo de fruta. No estaba segura de cómo les gustaba a los chicos
su desayuno, pero hice caritas felices con un poco de crema batida y usé una cereza
como nariz, esperando que tal vez eso, les hiciera sonreír. Los chicos se sentaron y
comenzaron a comer en silencio, ninguno de ellos, realmente hablando.
Hizo un gesto de negación. “Te lo agradezco, pero no tengo mucho apetito. Hoy estaré
en casa; tengo algunas cosas que hacer aquí. Pasaré la mayor parte del tiempo en la
habitación, aquí abajo en la planta baja, junto a la lavandería. Trata de no molestarme
a menos que sea una emergencia. Si me necesitas utiliza el teléfono que te di y llama
al mío. ¿De acuerdo?”
Asentí. “Sí, señor.” El doctor Cullen no dijo nada más y me di cuenta que su expresión
era idéntica a la de sus hijos. Parecía un poco irritado y sus ojos llenos de tristeza.
Salió de la cocina y caminó hacia la habitación al otro lado del pasillo. Sacó una llave
y abrió, entrando y cerrando la puerta detrás de él. Inmediatamente, oí de nuevo el clic
de la cerradura. No tenía idea de lo que había en esa habitación, pero sea lo que
fuere, estaba bastante segura de que no era nada bueno cuando estaba tan
asegurada. Había muy poco en la casa que pudiera dar a entender a alguien que
“Está bien,” dije asintiendo. Me miró fijamente por un momento y parecía que iba a
decir algo más, pero finalmente, solo suspiró y sacudió la cabeza.
“Nos vemos a las tres y media,” murmuró, dándose la vuelta y saliendo rápidamente
por la puerta.
Llevé el cesto a la habitación del doctor Cullen, poniéndola junto a su puerta. Me sentía
un poco rara estando en su habitación con él en casa, porque nunca lo había hecho y
me hacía sentir como si estuviera invadiendo su espacio. Quité las sábanas
rápidamente, llevándolas abajo y metiéndolas en la lavadora. Volví a subir y cogí algo
de ropa de cama del armario, volviendo a hacer su cama.
Encima de su ropa había un arma. Era plateada y muy brillante, tan brillante que
podías ver tu reflejo en ella. Había visto armas antes, a distancia, principalmente en la
cintura de las personas que visitaban a los Swan, pero nunca había estado tan cerca
de una. Charles prefería usar sus manos para la violencia y no las armas. Sabía que
tenía una en la casa de Phoenix, pero estaba en una caja cerrada con llave encima de
su armario. Sabía que el doctor Cullen tenía, estando como estaba de involucrado en
el crimen organizado, pero en el tiempo que llevaba aquí, todavía no había visto
una…. hasta ahora.
De inmediato dejé caer el arma, asustada. Hizo un leve ruido cuando cayó en el cajón.
El fuego en los ojos del doctor Cullen se desató aún más por el sonido de la caída del
arma. Cerré el cajón rápidamente, sin dejar de mirar hacia él, sin saber qué hacer. No
se movió, solo estaba ahí parado, mirándome. Después de un momento, estiró su mano
detrás de él, tan lento que lo sentí como si estuviera moviéndose a cámara lenta y
agarró el cerrojo de la puerta. Le dio vuelta suavemente, el fuerte chasquido casi hizo
eco a través de la silenciosa habitación mientras cerraba la puerta con seguro. Mi
corazón comenzó a acelerarse, mi cuerpo temblando por el miedo. Había cometido un
grave error, en ese momento lo supe y por la mirada en el rostro del doctor Cullen,
estaba en graves problemas.
Nunca lo había visto de esta manera, la intensidad de sus ojos, la forma en que se
oscurecieron un poco y se volvieron duros no el azul brillante y cristalino al que estaba
acostumbrada. Ahora eran como un océano, agitados, oscuros y turbios. Ahora había
un filo detrás de ellos, un brillo de maldad. Mirándolo, finalmente vi al Carlisle Cullen
que había causado que Charles se pusiera tenso por el miedo. Este hombre era
peligroso y mortal.
Dio unos pasos más y me acorraló contra la pared. Estaba atrapada, no había ningún
sitio al pudiera ir. Para llegar a la puerta tenía que pasar junto a él e incluso si
consiguiera escapar de su agarré, no había manera de que fuera capaz de abrir el
seguro de la puerta y salir bien librada de la habitación sin que él me atrapara.
Además, incluso tratar de huir era inútil. Correr solo empeoraría las cosas, porque era
inevitable que fuera capturada. No había forma de escapar, eso lo sabía.
El doctor Cullen se detuvo frente a la cómoda. Abrió el primer cajón y sacó el arma. La
“Las armas son algo bello, verdaderas obras de arte. Tan poderosas, tan fuertes,” dijo
después de un momento, volviendo a estirar la mano hacia el cajón. Sacó una bala con
cuello dorado y la levantó. “Es realmente increíble cuanta destrucción y devastación
puede causar algo tan pequeño.” Su voz era uniforme y calmada. Era como si fuera
indiferente, sin ninguna emoción en absoluto. Eso me asustó aún más, mis piernas
temblaban mientras estaba contra la pared. Por la mirada en sus ojos, estaba claro
que no estaba feliz y eso significaba que estaba conteniéndose, guardándoselo. Era
como una bomba de relojería.
“¿Te gustan las armas, Isabella?” Preguntó, mirando hacia mí. Tenía sus cejas
levantadas, expectante, el fuego seguía en sus ojos.
“Este es un revólver Smith & Wesson 627, Magnum 357, ocho tiros. Por supuesto, balas
de punta hueca, para garantizar el máximo daño. Tengo muchas armas, desde rifles
de asalto a AK-47, hasta comunes y corrientes pistolas y revólveres Glock. Pero este…
este es mi favorito,” dijo frente a mí, levantándolo de lado frente a nosotros. Estaba
mirando el arma, sus ojos seguían ardiendo.
Hizo una pausa por un momento, antes de que sus ojos se encontraran con los míos.
Mis ojos se abrieron con miedo cuando movió su mano y apuntó el arma directamente
hacia mí. Caminó hacia adelante, cerrando la distancia entre nosotros y colocó el
cañón de la pistola justo en el centro de mi garganta. Presionó con fuerza y jadeé, la
fuerza que ejercía bloqueaba mi tráquea haciendo difícil el respirar. Estaba temblando
y solo podía respirar de forma superficial y él solo se quedó así, con las cejas
levantadas y mirando mis ojos con intensidad. No había compasión en él, nada de la
comprensión que había llegado a conocer. Había sido reemplazada por una crueldad
que me asustó. Mi visión se puso borrosa por las lágrimas y sentí que algunas se
deslizaban por mi mejilla. Estaba aterrada y temblando, incapaz de moverme o de
hablar o respirar de verdad. Sonidos de gorgoteos y jadeos y el inicio de sollozos
ahogados escapaban de mi garganta, un poco bloqueada por el arma presionada
firmemente en mi tráquea.
Dejó la fuerza del arma contra mi cuello un poco más, finalmente permitiéndome
tomar una respiración profunda. Me miró por un segundo, antes de presionar el arma
de nuevo con fuerza, con mucha más fuerza que la primera vez. Bloqueó
completamente el aire y sentí como si mi pecho fuera a explotar. Mis ojos se abrieron
aún más, mientras luchaba por respirar.
“Así que, ¿vemos que sucede cuando una 357 con balas de punta hueca alcanza de
lleno tu cuello a quemarropa, Isabella?” Preguntó. Traté de negar con la cabeza y
hacer ruido, pero era difícil por la fuerza con la que estaba presionando. Las lágrimas
fluían libremente por mi rostro, mis ojos ardían.
Una pequeña y perversa sonrisa llegó a sus labios, enviando un miedo que rasgó a
través de mí. “Sí, creo que lo haremos,” dijo. Traté de gritar y me puse tensa. Me
preparé para el golpe, para el dolor. Sabía que era el final, sabía que era demasiado
tarde para mí. Me iba a matar, estaba a punto de morir. Solo esperaba no sentir, que
fuera rápido. No estaba dispuesta a morir, no quería morir, pero no podía hacer nada
para detenerlo.
Por el rabillo del ojo vi su dedo mover un poco el gatillo, tirando hacia él. Cerré los ojos,
apretándolos con fuerza, esperando por una inminente explosión y salté cuando hubo
un fuerte chasquido. La presión en mi cuello desapareció de inmediato y me derrumbé
en el suelo, incapaz de mantenerme en pie. Estaba temblando y grité, asustada y
confundida.
Se dio la vuelta y salió de la habitación sin soltar la pistola. Me quedé allí sentada por
un momento, aturdida y asustada. ¡¿Ese no era mi castigo?! Estaba aterrada, sin saber
a lo que me estaba enfrentando. Me levanté con piernas temblorosas y despacio, me
dirigí al pasillo y subí las escaleras hacia el tercer piso. Llegué a mi habitación y me
avergoncé y asusté cuando me di cuenta de que había perdido el control de mi vejiga y
Me senté en el borde de la cama, sin saber qué hacer. Después de un rato, oí pasos en
la escalera y miré el reloj. Eran apenas las tres, demasiado pronto para que fuera
Edward, así que sabía lo que significaba, era la hora de mi juicio.
La puerta se abrió y levanté la vista para ver al doctor Cullen entrar con un arma en su
cintura. Sostenía una cuerda, algunos pañuelos, un rollo de cinta adhesiva y un par de
esposas. Mis ojos se abrieron y empecé a llorar otra vez, aterrada y sin tener idea de lo
que estaba a punto de hacerme.
“Ven aquí, al pie de la cama,” dijo. Me levanté y caminé con cautela hacia donde me
había indicado. Me quedé junto a la pata derecha de la cama y avanzó, poniéndose
en cuclillas frente a mí. Cogió la cuerda y ató mis tobillos juntos, sujetándolos con
fuerza.
“Arrodíllate,” dijo rotundamente. Lo miré con miedo y levantó las cejas. Su expresión
me asustó más allá de lo creíble, sus ojos implorándome que presentara pelea. Tenía
la sensación de que este lado del doctor Cullen amaba la violencia, se deleitaba con
ella y cuanta más, mejor, nada me gustaría más que ser capaz de usar la fuerza e
impedir que me lastimara.
Aunque no lo haría; no podía hacer de esto algo peor de lo que ya era. Se saldría con
la suya, cooperase o no. No había manera de que yo ganara.
Agarré el pie de la cama y me posicioné de rodillas lo mejor que pude, los amarres en
los tobillos lo hacían difícil. Él me empujó más abajo, para que mi trasero estuviera
presionado contra mis pantorrillas, posicionándome de tal manera que mi espalda
estuviera contra la pata de la cama y yo frente a la puerta. Puso las esposas en el suelo
y agarró mi brazo, colocando un pañuelo en mi mano. “Haz una bola con esto en tu
puño,” dijo, su tono firme y demandante. Me obligué a hacerlo, él agarró el rollo de
cinta y comenzó a ponerla alrededor de mi puño, cubriéndolo completamente. Era
incómodo y no podía separar los dedos, pero el pañuelo en mi palma afortunadamente
me dejaba un poco de espacio para flexionarlos. Repitió el proceso con la otra mano,
haciéndome imposible utilizar cualquiera de ellas.
“Pon las manos detrás, en tu espalda,” dijo. Me vi obligada a hacerlo, sin querer
luchar. Cerró con fuerza las esposas en una de mis muñecas, asegurándola
firmemente. Las ató a la pata de la cama antes de asegurar con fuerza mi otra
“No quiero que tus ruidos molesten a Edward esta noche mientras trata de dormir.” Mis
ojos se ampliaron aún más. ¡¿Planeaba dejarme así toda la noche?! Miró a su
alrededor y maldijo entre dientes. “Olvidé la venda para tus ojos,” murmuró caminando
hacia mi armario y abriéndolo. El miedo se disparó a través de mí y traté de llamarlo
sacudiendo mi cabeza frenéticamente. No me gustaba la oscuridad y vendarme los
ojos sería la tortura máxima… ni siquiera podía dormir en la oscuridad.
Me miró y suspiró. “Bien, supongo que podemos prescindir de la venda en los ojos,”
dijo. Cerró el armario y comenzó a caminar hacia la puerta. “Quiero que pases la
noche pensando sobre lo afortunada que eres por haber llegado aquí. Tal vez te
ayudará a recordar tu lugar y te recordará que no tolero la falta de respeto. Volveré por
la mañana antes de ir a trabajar para liberarte.” El doctor Cullen salió y miré fijamente
a la puerta mientras se cerraba con seguro, dejándome sola.
Esa extraña sensación con la que me había despertado aún persistía y se alojaba en
mi estómago. Mi mayor error había sido salir de la cama esta mañana.
Isabella swan
Dejé escapar un sollozo ahogado cuando el doctor Cullen cerró la puerta tras de sí.
Debían de ser las tres de la tarde cuando entró, y considerando que había dicho que
regresaría antes del trabajo, calculé que estaría aquí, hasta por lo menos las seis de la
mañana. Quince horas. Se esperaba que me sentara aquí, en esta posición, durante
quince horas, lo que era incómodo y ya de por sí un poco doloroso. No tenía idea de
cómo iba a sobrevivir a esto sin derrumbarme, pero supuse que ese era el punto. Él
quería doblegarme. Había estado muy satisfecha conmigo misma, olvidando quién era
realmente yo.
El tiempo pasó tortuosamente lento. No podía ver el reloj desde donde estaba sentada,
así que no tenía forma de medir realmente el tiempo, pero cada segundo parecía
sentirse como una eternidad. Después de un rato, el sol comenzó a ponerse, la
habitación cada vez más oscura. Me dolía cada músculo del cuerpo por la posición y
traté de moverme un poco para aliviar la tensión y la presión sobre mí, pero no ayudó
mucho. Tenía muy poca capacidad de maniobra, lo que imagino, era el punto. Mis
rodillas palpitaban, y tanto las muñecas por las esposas, como mis tobillos por las
ataduras, quemaban. Incluso mis dedos estaban acalambrados y agarrotados, y mis
pies dormidos. Traté de quitar mi peso de ellos, pero la posición de las esposas y de la
cuerda atada a la pata de la cama, no me daban suficiente espacio para mover mi
cuerpo y hacerlo. Mi espalda dolía y punzaba.
“Oh, la mía bella ragazza,” murmuró. “Tenía que asegurarme que estabas bien.” Sus
palabras eran suaves, pero su voz estaba cargada de emoción. Solo lo miré, más
lágrimas resbalaban por mis mejillas. Suspiró.
“Joder, siento tanto, tanto, tanto esto,” dijo. “No te mereces esto, por Dios, no te mereces
esto. Traté de advertirte, pero de todos modos, se las arregló para atraparte en el lugar
equivocado y en el momento equivocado. Sabe mejor que nadie que es estúpido dejar
esa maldita pistola por ahí, sobre todo, sabiendo que irías allí. Cualquier otro día se
habría dado cuenta que él fue quién la cagó y no tú, pero de todos los putos días, tenía
que suceder hoy. Cristo, probablemente hizo esa mierda a propósito.”
No traté de hacer ningún ruido o de hacer ningún tipo de movimiento con la cabeza, ya
que no tenía sentido para mí. ¿Por qué el doctor Cullen me haría esto a propósito? Solo
lo miré interrogante. Suspiró y se pasó la mano por el pelo. “Es el aniversario de, eh….
mierda. ¿Por qué coño no puedo siquiera decirlo?” Escupió, pasando las manos por su
cara y gruñendo en frustración. “Es el día en que nuestras puñeteras vidas se
arruinaron en Chicago, cuando perdimos a mi madre. Todos tuvimos un mal día, pero
él suele encabronarse con el mundo y puede ser jodidamente irracional y brutal, es por
lo que no fue a trabajar.”
Asentí y bajé la mirada, comprendiendo finalmente por qué habían estado alterados
esta mañana. No fue específico, pero imaginé que había querido decir que ella murió
cuando dijo que la perdieron. Ninguno de ellos había hablado nunca de ella y recordé
que el doctor Cullen se había enfadado cuando veníamos de Phoenix y la traje a
colación. Ni siquiera sabía su nombre, nunca había visto ninguna foto de ella. Supuse
que era demasiado doloroso para ellos tenerlas por ahí, muy difícil mirarlas. El doctor
Cullen había dicho que Edward se parecía a su madre, por lo que imaginaba que tenía
el pelo de color bronce y unos sorprendentes ojos verdes. Apuesto a que era hermosa,
tenía que haberlo sido para crear a la criatura frente a mí. Me preguntaba qué era
exactamente lo que le había pasado, lo que fuera, no podía haber sido agradable.
“Me gustaría poder desatarte, pero el cabrón me mataría. Nos dijo que no viniéramos
aquí, pero no podía dormir, tenía que saber que estabas bien. Si me atrapa solo haría
esta mierda peor y no puedo hacerte eso. ¡Cristo, mírate! Hasta te envolvió las putas
manos en puños con cinta para que no pudieras deslizarlas por las esposas. Esto está
mal, jodidamente mal.”
“Vuelvo por ti por la mañana, ¿de acuerdo? Resiste tesoro mio*, ya casi termina. Y te
juro, no dejaré que esta mierda vuelva a suceder nunca.”
Asentí y él se puso de pie, pasando las manos por su cabello. Me miró por un momento
antes de darse la vuelta y dirigirse a la puerta.
“Por favor, despierta para mí, Isabella.” Oí la voz del doctor Cullen y abrí los ojos
rápidamente. Su tono no era tan cruel como lo había sido el día anterior, así que me
sentí un poco aliviada. Estaba en cuclillas delante de mí, mirándome fijamente.
“Buenos días,” dijo. Asentí en respuesta, ya que no quería que pensara que estaba
siendo irrespetuosa, pero desde luego no eran buenos días para mí. Pero iba a ser tan
obediente como fuera posible, ya que no había manera de que pudiera soportar esto
nunca más. El doctor Cullen podía decirme que el cielo era verde y el pasto era morado
y, llegado a este punto, estaría de acuerdo con él.
Extendió su mano y tiró de la esquina de la cinta adherida sobre mi boca. “Esto tirará
un poco, pero voy a ser rápido,” dijo. La arrancó rápido y grité cuando ardió. Mis ojos
se llenaron de lágrimas, mientras mis labios palpitaban y quemaban, agrietados por la
cinta y sin poder humedecerlos.
El doctor Cullen se movió, así que estaba detrás de mí. Sacó unas tijeras pequeñas y
cortó la cinta de mis manos, desenredándola y tomando los pañuelos en ellas. Traté de
flexionar mis dedos e hice una mueca de dolor, gritando suavemente pues dolía
muchísimo. Estaban acalambrados por estar en la misma posición toda la noche.
Abrió las esposas, quitándomelas. Llevé mis manos al frente y froté mis muñecas,
haciendo de nuevo una mueca de dolor. Estaban cortadas, las esposas se habían
clavado en mi piel y tenían sangre seca endurecida a su alrededor. El doctor Cullen
desató mis tobillos y una vez que estuve liberada, se puso de pie rápidamente.
“Por favor, tómatelo con calma hoy, ¿de acuerdo? Traeré algo para la cena,” dijo,
“Sí, señor,” dije en voz baja, diciendo mis primeras palabras desde la tarde de ayer. Mi
voz era áspera, mi garganta dolorida por los sollozos.
Asintió. Vaciló, mirándome como si quisiera decir algo más. Levanté la vista hacia él y
me encontré con sus ojos. Otra vez estaban llenos de compasión, de un color azul
brillante y cristalino. Tuve que apartar la mirada rápidamente, incapaz de soportarlo.
No quería su compasión, no ahora. Finalmente, suspiró, se dio la vuelta y se fue.
Me quedé en esa posición un momento antes de mover mis piernas para enderezarlas.
Grité y sentí que las lágrimas caían de mis ojos, el fuerte dolor punzando a través de
mis músculos.
Me quedé allí un rato y eché la cabeza hacia delante. Levanté mi brazo y limpié mi
nariz con la camiseta. Recordé que era de Edward y me sentí horrible, pero mi nariz
estaba goteando por haber llorado y no había manera de que ahora me pudiera
levantar para conseguir un pañuelo. Estaba agradecida de no haber tenido ganas de
hacer pis y de no haberlas tenido durante toda la noche. Al parecer, el doctor Cullen
ayer, había espantado todo de mí y no había tenido oportunidad de reabastecer mi
sistema. Estaba muerta de sed, mi cuerpo desesperado por agua. Estaba flexionando
mis dedos y moviendo mis rodillas, tratando de eliminar los calambres. Todo mi cuerpo
parecía como si estuviera ardiendo, mis músculos en llamas. Cada articulación dolía y
tenía una contracción en el cuello por dormir en la posición en que lo hice. Era un
desastre total y absoluto. Me regañé mentalmente por haberme puesto ayer los
pantalones cortos, ya que solo habían empeorado las cosas. La piel expuesta rozando
contra la alfombra había dejado mis piernas hechas trizas, sobre todo porque había
sudado por estar sentada encima de ellas. Las rodillas eran lo peor, teniendo que
soportar tanta presión. Ardían por la alfombra y estaban agrietadas.
Después de unos minutos hubo un suave golpe en la puerta y se abrió lentamente. Miré
hacia arriba y vi a Edward. Se quedó allí por un momento, mirándome con una
expresión triste en su rostro. No dije nada, solo lo miraba. Sinceramente, no sabía que
decir. No sabía si agradecerle por haber venido a verme anoche, porque era una de
las cosas más bonitas que alguien había hecho por mí, o si quería gritarle por haberlo
hecho, me sentía un poco molesta porque me hubiera visto de esa manera. Después de
un momento, dejó la puerta y se acercó, poniéndose en cuclillas frente a mí. Me tendió
un vaso, lleno de agua.
“Toma, bebe esto,” dijo con suavidad. Cogí el agua y traté de sonreír ante su
generosidad, pero no pude hacerlo. Cada movimiento, incluso algo tan simple como
una sonrisa, dolía. Pero estaba inmensamente agradecida por el agua.
“No hay de qué. ¿Crees que puedes levantarte, tesoro?” Preguntó levantándose y
tendiéndome su mano. Puse una mano en la suya y agarré el estribo de la cama con la
otra, tratando de levantarme. Edward ayudó lo que pudo, tratando de ser gentil. Me
puse de pie, gracias a él, pero cuando me soltó mis rodillas cedieron y no pude
sostener mi peso.
Edward me agarró para sostenerme antes de que cayera al suelo y grité de dolor. Su
agarré era firme y brusco, sabía que no tenía la intención de lastimarme, solo había
reaccionado así para evitar que me estrellara contra el suelo. Rápidamente me tomó en
sus brazos, acunándome. Gruñó y parecía bastante molesto, lo que me asustó un poco.
No quería caerme, la última cosa que quería hacer era enfadarle cuando estaba
siendo tan amable conmigo.
“Lo siento,” dije en voz baja, un fuerte sollozo escapó de mi garganta mientras me
quebraba una vez más y las lágrimas corrían por mi rostro. Me miró y su rostro se
suavizó un poco. Rápidamente salió al pasillo, sosteniéndome aún y abrió la puerta de
su habitación. Me llevó dentro y me acostó en su cama. Estaba confundida y un poco
sorprendida porque me hubiera llevado a su habitación, pero solo me quedé allí
acostada, lo más quieta posible. Desapareció en su cuarto de baño, volviendo un
minuto después con sus brazos llenos de cosas. Las dejó caer en la cama junto a mí y
se sentó con cuidado. Tenía una toallita en su mano.
“Tengo que limpiarte un poco, ¿de acuerdo? No quiero que esto se infecte,” dijo, su voz
suave. Asentí, sin saber qué decir. Estaba aturdida y abrumada. Edward se acercó y
limpió mis mejillas manchadas de lágrimas. La toallita estaba fría y húmeda pero se
sentía bien contra mi piel. Pasó la toallita por mi boca, siendo especialmente delicado,
e hice una mueca de dolor porque mis labios estaban muy resecos. Levantó mi brazo
izquierdo y pasó la toallita por mi muñeca, limpiando la sangre seca. Hice mi mejor
esfuerzo para ignorar el dolor y traté de no mirar, ya que la sangre me mareaba, en su
lugar mantuve mi atención centrada en su rostro. Parecía estar profundamente
concentrado, su atención fija en lo que estaba haciendo. Sin embargo, había
compasión en sus ojos, mezclada con una profunda tristeza.
Limpió mi otra muñeca, bajando de nuevo mi brazo con suavidad. Dejó la toallita y
agarró una toalla seca para secar mis muñecas. Cogió un pequeño tubo y puso una
pomada blanca y cremosa en sus dedos, frotándola sobre los cortes en mis muñecas.
Después, cogió un rollo de gasa y envolvió mis muñecas, fijándolas con cinta adhesiva.
Suspiró, volviéndose hacia mí. Me dio otra pequeña sonrisa y agarró una botella
transparente con un líquido de color azul. Lo miré con curiosidad, mientras ponía un
poco en un paño limpio y seco. “Esto es limpiador de cinta. A veces me quedo todo
pegajoso por la cinta en el fútbol; neutraliza el material pegajoso en tu piel. Sé que
esta mierda puede ser irritante.”
Sonreí levemente y asentí para que supiera que le estaba escuchando. Frotó mis
manos con eso y las secó. “Mantén tu boca cerrada, estoy seguro que no sabe muy
bien,” susurró antes de levantar el paño y frotarlo alrededor de mi boca. Cerré mis ojos
con fuerza, cuando el limpiador hizo que mis labios hinchados ardieran aún más y olía
horrible. Después de quitar el material pegajoso, se levantó y cogió todas las cosas,
llevándoselas y arrojándolas al cuarto de baño.
Volvió a salir y caminó al otro lado de la cama, sentándose a mi lado. Abrió un cajón
junto a la cama y sacó un tubo grande de vaselina. Lo miré interrogante,
preguntándome por qué lo tenía allí, y sonrió ampliamente por mi expresión. “Créeme,
no quieres saberlo. Pero aún no he usado este, así es que no te preocupes.”
Sonreí, sin tener idea de para qué lo había o no utilizado, pero comprendiendo que con
Edward algunas veces, definitivamente, era mejor no saber las cosas. Lo abrió y pasó
su dedo índice por la punta, poniendo un poco en su dedo. Puso el tubo a un lado y se
volvió hacia mí. Extendió su mano y delicadamente frotó su dedo en mi boca. Cerré
mis ojos y separé mis labios, suspirando contenta cuando la sensación de estar
agrietados y el ardor, desapreció al instante. Disminuyó sus movimientos, su dedo aún
permanecía en mi labio inferior. Abrí mis ojos y lo vi mirándome fijamente, con
intensidad.
Parpadeó un par de veces, sacudió la cabeza, y apartó su mano. Le puso la tapa otra
vez al tubo y lo devolvió a su cajón. “¿Te sientes mejor?” Preguntó. Asentí.
“Creo que ya puedo caminar, así que puedo regresar a mi habitación,” dije en voz
baja. No estaba segura de que fuera cierto, ya que mi cuerpo aún dolía un poco, pero
no era tan fuerte. Me atreví a suponer que era la medicamento haciendo efecto y no
que en realidad me hubiera curado del todo.
Me miró con una expresión de dolor en su rostro que me asustó. “¿Eso es lo que
quieres? Si prefieres estar en tu habitación lo entiendo,” dijo.
“No te estás imponiendo, Bella. Mierda, después de todo, fui yo quién te trajo aquí.
Puedes quedarte todo el tiempo que necesites.”
Asintió y se levantó. “Voy a darme una ducha, volveré en unos minutos, solo relájate,
¿de acuerdo?” Asentí, él se dio la vuelta y entró en el cuarto de baño, cerrando la
puerta detrás de él con suavidad.
**********
Tesoro = Cariño
Edward Cullen
Si tuviera que clasificar los peores días de mi vida, creo que el de ayer, definitivamente,
estaría entre los cinco primeros. De hecho, estaba bastante seguro que ocuparía el
número dos. El único día peor que el de ayer, fue el día en que mi madre, Elizabeth,
murió y estoy bastante seguro que nada podría superar jamás la devastación de aquel
horrible día. Han pasado nueve años de su muerte y todavía la seguíamos llorando en
el puto aniversario como si acabara de suceder. Aún estaba jodidamente
desconsolado, aunque nadie lo sabía. Nadie sabía que lloraba por esa mierda, o que
no podía dormir por ella. Nadie sabía que tenía malditas pesadillas todo el tiempo. No
sabían que me sentaba en mi piano y me quedaba mirando las teclas cuando estaba
solo, y joder, cómo deseaba que ella aún estuviera aquí para tocar el piano conmigo.
Era pésima, yo tenía ocho años y era mejor que ella, pero de cualquier manera, ella
tocaba, orgullosa como la mierda de poder tocar ‘twinkle, twinkle, little star’. No, nadie
sabía que recordaba esa mierda o que pensaba en ella, porque nadie sabía que
Edward Cullen tenía sentimientos. Todos pensaban que era cruel y frío y demonios, tal
vez lo era, pero eso no quería decir que no sintiera. Simplemente no se lo mostraba a
nadie, no dejaba que nadie me viera así.
Sin embargo, este año, el problema era que se iba a quedar en la puñetera casa con
una chica de dieciséis años que apenas lo conocía, no entendía sus estados de ánimo
o lo que lo hacía estallar. Nona había aprendido esa mierda rápidamente y tenía su
trabajo hecho incluso antes de que él se levantara de la jodida cama y se escondía, y
la segunda mujer no duró lo suficiente como para tener que pasar por eso. Pero
Yo, como Isabella, he pagado por los errores de otros, concretamente, los errores de mi
padre. Tengo cicatrices para probarlo, físicas y mentales.
Ayer, como es normal, estaba consternado, pero más nervioso de lo habitual porque
estaba preocupado. Preocupado por lo iba a pasar en la casa cuando yo estuviera en
la escuela. Qué es lo que iba a encender a mi padre, si le iba a hacer daño de alguna
manera. No había una mierda que pudiera hacer al respecto porque tenía un puto
examen importante que no podía saltarme, y sabía que mi padre no me escribiría una
nota y así poder recuperarlo después. De todos modos, traté de quedarme en casa,
dispuesto a perder mi clase para asegurarme que no perdiera demasiado el control,
pero me dijo que no, me dijo que llevara mi culo a la escuela y recibiera educación. Así
que fui a la escuela y esperé, y joder, recé todo el día para que ella me hubiera
escuchado. Que se hubiera escondido y se hubiera quedado fuera de su camino.
En el momento que entramos por la puerta cuando llegamos de la escuela, sabía que
no lo había hecho. Sabía que había encontrado una maldita razón para desquitar su
rabia con ella. Estaba de pie en la sala de estar, mirando por la ventana hacia el patio
trasero. Se volvió hacia nosotros y vi la fachada vacía y tranquila, el fuego en sus ojos y
el puñetero revólver Smith & Wesson en su cintura. El miedo más grande que jamás
había sentido me atravesó al ver el arma, y mis piernas casi se doblaron.
“¿Qué hizo?” Preguntó Emmett con indiferencia, dejándose caer en el sofá. Mis
hermanos también lo sabían. Jasper me miró y frunció el ceño. Negué con la cabeza,
jodidamente enojado y asustado, deseando que no me mirara, porque era consciente
que sabía que estaba enamorado de ella. Guardaría el secreto y se lo llevaría a la
tumba, pero cuando me miraba, sentía como si pudiera leer cada jodido pensamiento y
ver mis sentimientos, y eso me volvía loco.
“Tenía mi arma,” dijo rotundamente. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, al igual que
los de Jasper.
Inmediatamente me enfurecí. Sabía que ella tenía que guardar su ropa esta mañana y
él también lo sabía. Sabía muy bien que no debía dejar esa mierda por ahí, en un
cajón que ella tendría que abrir. Inmediatamente sospeché que había hecho esa
mierda intencionalmente; la puso en su camino, sabiendo que probablemente ella
trataría de mover esa mierda, porque todos conocíamos a Isabella lo suficientemente
bien para saber que no dejaría que nada le impidiera hacer su trabajo.
“La presioné contra su garganta y apreté el gatillo. No estaba cargada, pero hice que
se orinara del miedo. La envié a su habitación y como castigo, la puse en aislamiento
durante la noche.”
“¿Por qué estaba tu arma descargada?” Pregunté con voz afilada. Se volvió y me miró,
su rostro seguía vacío.
Mis ojos se estrecharon aún más. “Nunca pones esa puñetera pistola sin balas en el
cajón, siempre la vuelves a cargar antes de guardarla,” dije con brusquedad,
gritándole.
Sus cejas se levantaron y pude ver la jodida ira en sus ojos. Quería arremeter contra
mí, podía verlo. Sí, estaba encabronado y estaba buscando una maldita pelea. No le
importaba con quién, incluso golpearía a su propia sangre si eso significaba aliviar
algo de estrés y no sentir todo el peso y la culpa que llevaba sobre sus hombros.
“¿Me estás acusando de algo, hijo?” Preguntó tratando de mantener la calma, pero su
voz se elevó al final, cuando me llamó hijo. Lo miré fijamente durante un momento,
entrecerrando los ojos y mostrando mi ira, pero no me importó. Estaba cabreado. Sabía
lo que aislamiento significaba para mi padre. Podía llamarlo como quisiera, pero
sabía que eso significaba que la había encadenado o atado de alguna jodida manera,
utilizando las mismas técnicas que la organización utilizaba cuando secuestraban
“Maldita sea, me has oído. Puedes mostrar tus puñeteros músculos y usar tu maldito
poder e intimidar a una chica inocente y eso no va a cambiar nada. Ella sigue
jodidamente muerta y tú no tienes el poder para evitarlo.”
En el momento en que las palabras salieron de mis labios enloqueció. Sacó la pistola
de su cinturón a la velocidad del rayo, sin ni siquiera pensárselo dos jodidas veces. La
levantó y apuntó directamente a mi cabeza. Jasper y Emmett gritaron, confusos y
cagados de miedo, gritándole a mi padre para que se detuviera. Pero, joder, solo me
quedé allí, sin siquiera parpadear.
“No vas a dispararme. Me parezco demasiado a ella,” dije con calma. No bajó el arma,
pero su mano comenzó a temblar. Tenía mano firme y una puntería increíble, todo el
mundo hablaba siempre de cómo Carlisle Cullen era un perfecto tirador, pero joder,
estaba nervioso. Verme a mí era como estar viendo a mi madre. Si me disparaba, era
como darle un puto tiro a ella. Y sabía muy bien que él nunca lo haría.
“Con mucho gusto,” dije. Jasper me agarró del brazo, tirando de mí hacia las escaleras.
Seguí a Jasper hasta el segundo piso. “Maldita sea, Edward, ¿qué te pasa? Tampoco
me gusta esa mierda pero, ¿lanzarle así a mamá a la cara hoy, de todos los días?
¿Tienes ganas de morir?” Jasper preguntó al llegar a su habitación. Me encogí de
hombros, suspirando. Entramos en su habitación y fumamos una gran cantidad de
hierba para tratar de calmarme. No mencionó mis sentimientos por Isabella, pero eran
un maldito elefante enorme y rosado en la habitación, eso es seguro. (N.T. Esta
expresión ‘the elephant in the room’ se refiere a un problema obvio que nadie quiere
discutir y prefieren ignorar)
Me quedé inmóvil en el interior cuando la vi, mi puto corazón se paró y el dolor rasgó a
través de mí. Estaba atada a la jodida cama de rodillas, con cinta adhesiva sobre su
boca. Cristo, nunca había sido tan brutal. Era doctor, sabía cuánto daño podía hacerle
estar de rodillas durante mucho tiempo. A la última señora siempre la dejó sentarse
con las piernas estiradas, las esposas en sus tobillos y sus manos detrás de la espalda
esposadas a la cama. Joder, eso era suficientemente malo, ¿pero esto? Esto era una
maldita tortura.
Me acerqué a ella, tratando de consolarla y joder, pedir disculpas por lo que estaba
pasando. En realidad, no podía creer que hubiera llegado a decir la palabra ‘lo siento’,
nunca me había disculpado por nada, pero ella tenía ese efecto en mí. No quería más
que rescatarla sabiendo que tenía que ser doloroso como el infierno, pero no había
manera de que pudiera hacerlo. Si se soltaba de las ataduras, aunque fuera yo el que
la soltara, mi padre, probablemente, le volaría la cabeza. Y por Dios, no podía pagar
también por mis errores.
La llamé con nombres dulces con la esperanza de confortarla un poco a pesar de que
no tenía ni idea de lo que significaban. A las chicas solía gustarles cuando hablaba
en italiano y Alice había dicho que era una adolescente promedio, así que pensé que
quizás podría ayudar, al menos un poco. Me había acostumbrado a expresar mis
sentimientos por ella en italiano en su cara. No sabía qué diablos estaba diciendo y
nunca preguntó, pero aliviaba un poco la tensión que se desarrollaba en mí por saber
que, finalmente, alguien me importaba y no podía hacer nada al respecto.
Le dije que resistiera y le juré que esto no volvería a suceder. Y lo dije en serio. No
había una jodida manera de que permitiera que pasara por esta mierda de nuevo.
Puede que no fuera capaz de hacerla mía, pero al menos, podría tratar de mantenerla
a salvo. Joder, estaba enamorado de la chica y eso no es algo que Edward Cullen
haga. Pude que solo tuviera diecisiete años, pero no era lo que llamarían joven e
ingenuo. Si las cosas se pusieran duras, mierda, podría pelear sucio para defenderla.
Pero no podía poner su vida en peligro por descuido y ser la causa de sus problemas,
“Yo lo haré,” dije con tanta indiferencia como pude. Parecía sorprendido por mi
ofrecimiento, y yo estaba jodidamente agradecido. Ayer había estado tan cerca de
explotar que no había sospechado de mi forma de actuar. No podía dejar que mis
emociones me controlaran, no ahora que él pensaba con claridad.
Sonreí, no porque estuviera feliz con él, sino porque estaba diciendo la maldita verdad.
Por ahora, yo era el maestro de los primeros auxilios.
Le llevé un poco de agua y cogí un analgésico del baño. No mentiré, tenía esa mierda
con fines recreativos. Son los mejores, te hacen flotar y olvidarte de todo, y sabía que a
ella, ahora, podía serle jodidamente útil.
Fui a su habitación e hice que se la tomara. No podía levantarse sola, así que la
levanté, optando por llevarla a mi habitación ya que allí sería más fácil curarla. Limpié
y vendé sus heridas, intentando quitar, lo mejor que pude, el adhesivo de su piel,
porque sabía que podía ser molesto. Tenía los labios agrietados e hinchados y parecía
doloroso como el demonio, así que cogí vaselina de mi cajón. La miró con sorpresa y
demonios, solo esperaba que no se diera cuenta que había comprado esa mierda con
fines sexuales, así que le dije que ni siquiera preguntara. Puse un poco de vaselina en
su boca y cerró los ojos, exhalando algo parecido a un maldito gemido. Mi polla
despertó, endureciéndose por el sonido, y una imagen de ella haciendo esos puñeteros
ruidos y retorciéndose debajo de mí en esa cama, destelló en mi mente. Me congelé al
instante, tratando de alejar esos pensamientos, no era el maldito momento para
ponerme hormonal. Estaba herida y dolorida y yo estaba jodidamente excitado, y eso,
simplemente, estaba mal. Después de un momento, me levanté con la excusa de tomar
una ducha.
Finalmente bajé mi erección gracias a una ducha de agua helada que podía congelar
Me acerqué lentamente a la cama, deteniéndome junto a ella. Isabella tenía los ojos
cerrados y estaba acurrucada en mi cama, con el edredón envuelto a su alrededor y el
rostro hundido en mi almohada. Parecía que estaba dormida, tan dulce y realmente
preciosa, una oleada de deseo me recorrió, pero no era sexual. Joder, quería
acurrucarme con ella. Quería que hundiera su rostro en mí y se envolviera a mi
alrededor, no en mi manta ni en mi almohada.
“Cristo,” murmuré, confundido por mis sentimientos. Nunca había estado interesado en
esa mierda de besos y abrazos cariñosos.
Los ojos de Isabella se abrieron con el sonido de mi voz. Me sonrió, un ligero brillo en
sus ojos que nunca había visto. Me sorprendió y le sonreí. Definitivamente, estaba
sintiendo la euforia de la droga.
“Se siente bien, ¿no?” Le pregunté en broma. Su sonrisa se hizo un poco más grande y
asintió. Me reí entre dientes y me senté en la cama junto a ella, inclinándome hacia
atrás y apoyándome en mis antebrazos.
“No voy a ir,” dije. Pareció sorprendida y sonrió. “Lo siento, pero hoy estás atrapada
conmigo, espero que no te importe.”
Sonrió con dulzura, acurrucándose aún más en la almohada. “No me importa,” dijo en
voz baja. Asentí y agarré el control remoto de mi estéreo, poniendo algo de música.
Estuvo silencio por un momento. Podía sentir sus ojos en mí y después de un momento,
no pude soportarlo más. Me volví hacia ella, apoyándome en el codo. “¿Quieres hablar
de ello?” Pregunté.
Sonrió levemente. “No hay nada de qué hablar. Sobreviví, eso es lo que hago. Soy una
superviviente. Voy a seguir sobreviviendo hasta que no sobreviva más,” me eché a reír
y ella soltó unas risitas. “Sí, eso sonó raro, no muy inteligente. Creo que necesito un
diccionario de sinónimos.”
Negué riendo, antes de que sus palabras me golpearan. La miré con curiosidad. Me di
cuenta que la droga ya le estaba haciendo sentir eufórica, desinhibida, y me
preguntaba cuanto podía conseguir que dijera, lo que confesaría sin miedo a meterse
en problemas. Sabía que guardaba secretos y no la culpaba por ello, pero
simplemente, no me gustaba no saber las cosas.
“De acuerdo, lo haré,” dijo con suavidad. La miré fijamente y vi que algo destelló en su
Apartó sus ojos de mí. “Creo que el doctor Cullen te lo dijo. Soy analfabeta.”
“Es posible que lo haya mencionado, ¿pero realmente lo eres?” Le pregunté. Vaciló y
me precipité rápidamente, antes de que pudiera soltar la habitual mentira. “La
verdad.”
“No,” dijo con voz vacilante y algo temblorosa. Mordió su labio inferior, un hábito
nervioso que había notado en ella. Hizo una mueca de dolor, ya que sus labios
estaban hinchados y doloridos.
Sonrió levemente, sin parecer nerviosa. Supongo que había estado esperando que me
pusiera histérico o algo así pero, ¿por qué coño iba a enfadarme porque pudiera leer?
“Sí, supongo que es un poco raro. No fue tan fácil aprender, no se me permitía ver la
televisión, solo conseguía vistazos ocasionales. El resto de los esclavos me enseñaron
lo que sabían, pero no era mucho.”
Asentí. “¿Por qué no le dijiste a mi padre que podías leer? Quiero decir, de todas
formas, no le importaría una mierda, pero realmente, no le gustan los mentirosos.”
Ella frunció el ceño, suspirando. “Yo no lo dije, fue Charles el que lo hizo. Charles
seguía siendo mi dueño en ese momento y a él si le hubiera importado. No podía
hablar y menos cuando no me correspondía y estar en desacuerdo con Charles cuando
le dijo al doctor Cullen que era analfabeta, habría sido masacrada por ser
desobediente.”
“No entiendo por qué le importaba a ese tipo, Charles, el que pudieras o no leer, ¿cuál
es el problema? Cristo, probablemente sería beneficioso, no puedo entender cómo
diablos puedes cocinar tan bien siendo incapaz de leer las instrucciones.”
La miré sorprendido, dándome cuenta que se estaba burlando de mí, porque la última
vez que ella me había dicho ‘está bien’ yo le dije la misma mierda. Nadie se había
burlado nunca de mí estuviera o no, relacionado conmigo, nadie tenía las pelotas para
hacerlo. Era demasiado volátil, imprevisible, siempre tenían miedo de que estallara.
“Has hecho todo jodidamente mal,” dije sacudiendo la cabeza juguetonamente. “Ni
siquiera has maldecido una vez.”
Arqueé una ceja. “¿Nada?” Negó con la cabeza. “¿Por qué no?”
Se encogió de hombros. “Una vez que coges el hábito, es difícil que puedas evitarlo. He
visto a muchas personas perder sus dientes por decir cosas desagradables en
presencia de su amo sin ni siquiera darse cuenta de lo que estaban diciendo.”
“¿Así que al no maldecir te ha llevado a conservar todos los dientes?” Pregunté, la idea
de alguien reventándole la boca me encabronó. Dios, me estaba volviendo
jodidamente posesivo y protector con ella, especialmente después de lo que mi padre
le acababa de hacer pasar. Sentía la necesidad de protegerla, aunque era evidente
que era fuerte y podía soportar mucho más que la mayoría de la gente. Ata a Jessica
Stanley a una cama la mitad de un puto día hasta que sea incapaz de moverse y
sangrando, y garantizo que dos horas después de haber sido soltada, no estaría
riéndose y bromeando.
“No, por pura suerte es por lo que he conservado todos mis dientes. Con los golpes que
he recibido en el rostro, me sorprende no estar más desfigurada de lo que estoy,” dijo.
Estreché los ojos ligeramente. “No estás desfigurada en absoluto,” dije, probablemente,
con demasiada firmeza porque parecía confundida por mi tono. Pero ella era hermosa
y no podía menospreciarse.
“Tengo la nariz torcida con un pequeño bulto,” dijo, con total naturalidad. La miré
entrecerrando un poco los ojos, mirando su nariz. Podía ver el chichón, pero no era
prominente o algo así, le daba carácter. Era una nariz linda.
Gemí para mis adentros rodando los ojos. ¿Una nariz linda? ¿De verdad, Edward?
¿Cuándo te convertiste en un marica sentimental?
Me miró por un momento. “Mi ama me dio una patada en la cara usando unos zapatos
de tacón de aguja,” dijo.
“¿Cómo raspaste sus zapatos?” Sabía que estaba mal curiosear tanto, pero estaba
siendo tan jodidamente abierta y tenía curiosidad acerca de lo que había pasado.
Quería saber todo lo que había que saber sobre ella.
“De alguna forma, los raspé cuando me hizo tropezar,” dijo rotundamente.
Fruncí el ceño, mi irá iba en aumento. ¿Qué diablos le pasa a la gente? “¿Así que esa
perra te hizo tropezar para reírse, y luego se encabronó porque aparentemente, rayaste
su zapato en el proceso, así que decidió patearte en la nariz?”
Ella asintió. “¿Estás seguro que no quieres saber de color era el zapato? Quiero decir,
me has preguntado todo lo demás, ¿por qué parar ahora?”
Abrí los ojos ante su actitud sarcástica, ya que fue completamente inesperada. Por mi
expresión, debió de haberse dado cuenta de lo que había dicho, porque sus ojos se
agrandaron y se llenaron de miedo, y levantó la mano para cubrirse la boca. Pensaba
que estaba en problemas.
Parpadeé un par de veces y reí entre dientes, todavía un poco aturdido. “Lo siento…”
Empezó a decir.
“No lo sientas. Te dije que dijeras lo que pensabas, dije en serio esa mierda. Es que no
me esperaba ese desparpajo. Tienes fuego por dentro. Y si de todos modos quieres
decirme el color de los zapatos, dímelo. Si estás harta de mis preguntas, dime que me
vaya a la mierda,” dije. Le sonreí, esperando que entendiera que no estaba molesto por
ello. Dejó caer la mano de su boca y sonrió levemente.
“El zapato era rojo, y sinceramente, tus preguntas no me molestan. Aunque, no puedo
creer el arranque que acabo de tener.”
Le sonreí. “Es la droga, tiende a relajar cuando quita el dolor, borra el filtro entre tu
cerebro y tu boca. Por eso estás siendo tan abierta y honesta conmigo, por lo que en la
pasada media hora, te las has arreglado para burlarte de mí, ser sarcástica, y confesar
Hice un gesto de negación. “No hay razón para avergonzarse. Me gustas desinhibida.”
Sonrió ligeramente. “Bueno, si tienes preguntas, es mejor que las hagas ahora, porque
no sé cuándo podrás verme de nuevo desinhibida.”
Asentí, mirándola fijamente por un momento. Había tantas cosas que quería
preguntarle, tanto que quería saber…. pero lo que más me interesaba, nunca lo podría
preguntar. Quería saber si ella se sentía, como yo, si sentía esa chispa entre nosotros.
“Las más violenta fue cuando Charles golpeó a una chica adolescente hasta matarla
frente a mí y dejó su cuerpo en la casa durante horas, tirada en el suelo. Cuando
finalmente se la llevó, me vi obligada a limpiar la sangre y la masa encefálica que
había penetrado en el suelo de madera.”
La miré asombrado, sin saber qué coño esperaba oír, pero eso no era. “¿Y eso no es lo
más traumático que has visto?”
“No. La muerte no es tan traumática cuando es algo que ves de forma regular, cuando
es algo que siempre está presente, a la vuelta de la esquina. Te acostumbras a ella.
Esa fue la peor porque era la única persona de mi edad que había conocido antes de
venir aquí.”
Me miró y por un momento, fue realmente intenso, tan jodidamente intenso que me hizo
sentir como si estuviera viendo a través de mí. “Sí,” dijo finalmente.
Asentí. “Mira, quiero decir, no puedo mentirte Bella. Tengo sexo, pero sé que ya sabes
esa mierda porque ese día lo oíste. El sexo puede ser algo hermoso entre dos personas
que lo desean. Se siente bien, en realidad puede ser jodidamente fantástico, el placer
es diferente a todo lo demás. Pero nunca estaría con una chica que no quisiera estar
conmigo, nunca forzaría a nadie. Las chicas con las que tengo sexo, lo desean,” dije,
sintiéndome como un cabrón, sabiendo que, obviamente, el sexo era un concepto
extraño y aterrador para ella, ya que lo que conocía estaba limitado a la violación.
“¿Amas a esas chicas?” Preguntó en voz baja. Me quedé helado y la miré, totalmente
sorprendido por la pregunta. Su expresión era de curiosidad, sus ojos inocentes y
suplicantes.
Por un minuto solo me quedé mirándola, sin saber cómo responder a eso. Estaba
seguro como la mierda de que no podía decirle ‘sí, joder, estoy enamorado de ti’ a
pesar de que era la verdad. Pero no me gustaba mentirle ya que había sido tan
malditamente honesta y abierta conmigo.
“Tal vez,” dije por fin. “Todavía estoy tratando de averiguar qué es exactamente el
amor.”
“Sí, yo también,” dijo en voz baja. Arqueé una ceja y ella sonrió levemente. “Es todo tan
confuso.”
Después de un momento bostezó y reí entre dientes. Tenía que estar agotada después
de la noche que había pasado. “¿Por qué no tomas una siesta?” Le sugerí. Ella me
sonrió.
“No, puedes quedarte a dormir aquí,” dije, temiendo la idea de que se marchara.
Sonrió y asintió. Aparté la vista de ella, sin querer que pareciera que estaba mirándola,
aunque eso era exactamente lo que quería hacer. Me senté ahí durante unos minutos,
inclinado hacia atrás y mirando el techo, escuchando la música que estaba sonando.
“¿Edward?” Dijo en voz baja después de un rato. La miré y vi sus ojos ligeramente
abiertos, indicando que todavía estaba despierta.
“¿Sí?”
“¿Qué es lo peor que has visto?” Preguntó en voz baja, casi arrastrando las palabras
por el agotamiento. Miré de nuevo al techo, considerando si responder o no y cuánto
decir. Era una historia que nunca le había contado a nadie. Obviamente, mi familia
sabía las partes técnicas, pero nunca había hablado sobre haber estado allí, lo que
pasó y de lo que fui testigo.
¿Podía contarle esa mierda? ¿Decirle exactamente cuánto teníamos en común cuando
se trataba de demonios internos?
Me di cuenta, que le contaría la historia. Diría o haría cualquier maldita cosa que ella
me pidiera.
Isabella swan
Tomé una respiración profunda y casi jadeé cuando el aroma embriagador se filtró a
través de mi nariz y se quedó en mis pulmones. Olía como a sol, miel y extrañamente a
lilas pero tenía un borde almizclado en él. Era celestial y consumía cada célula de mi
cuerpo. Y era totalmente Edward, la esencia de él.
Cerré mis ojos con fuerza, tratando de recordar detalles de la conversación, cuando
sentí que la cama se movió un poco a mi lado. Abrí mis ojos un poco para echar un
vistazo y vi a Edward sentado junto a mí, mirándome. Su expresión era gentil,
compasiva, y eso pareció aliviar mis miedos casi de inmediato. Obviamente no dije o
hice algo muy malo para que él me mirara de esa forma.
“¿Tuviste una buena siesta?” Preguntó. Asentí e hice una ligera mueca por el dolor
punzante en mi cuello. “¿Te duele?”
“¡No!” Casi grité, deteniéndolo. Se quedó inmóvil y se dio la vuelta, levantando una
ceja hacia mí, confuso por mi arrebato. “Yo, eh… prefiero que no.”
“Está bien,” dijo, riendo entre dientes. “Al menos déjame traerte algunos Tylenol o algo
así.”
Sonreí. “De acuerdo.” Se paró y caminó hacia el baño. Me incorporé para quedar
sentada, rodando mis hombros y tratando de estirar mi espalda para aflojar los
músculos. Él volvió después de un minuto con una botella de Tylenol y un tubo blanco
de algo. Se sentó en la cama y abrió la botella de pastillas, entregándome dos. Estiró
su mano hacia la mesita junto a su cama y agarró una botella medio llena de agua.
“Te prometo que no tengo ninguna enfermedad, pero si no te agrada la idea de beber
después de mí voy a bajar y traerte una para ti.”
Sonreí levemente, tomando la botella. “Ya he bebido después de ti una vez, después de
tu partido de fútbol.”
“Cristo, Bella, ¿estás bien?” Preguntó. Tosí un par de veces más, tratando de recuperar
el aliento, mis ojos llorosos.
“Sí,” escupí. “Bien.” Levanté la mano y sequé mis ojos. Él suspiró pasándose la mano
por su pelo.
“Sólo es Icy hot, (N.T. Una crema para el dolor que se llama así por eso no traduje el
nombre) aliviará el dolor de los músculos. No voy a, abusar de ti o algo así,” murmuró.
Lo miré sorprendida. “Oh, lo sé… me refiero a que, nunca pensé que fueras a
tocarme… de esa forma… tú sabes,” murmuré. “Sólo me sorprendió, eso es todo.”
Me miró por un momento, asintiendo. “Bien,” dijo en voz baja. “Como sea, sí…
acuéstate boca abajo.” Me dio una pequeña sonrisa y se la devolví.
Pareció dudar, pero pude sentir la cama desplazarse un poco cuando se movió. Salté
levemente, un poco asustada, cuando sentí sus manos en mis tobillos. Se detuvo,
supongo que dándome tiempo que para acostumbrarme a su toque, antes de que
empezara a frotar suavemente mis pantorrillas. Estaba frotando algún tipo de crema
en ellas y olía horrible, como un muy fuerte olor a menta que quemaba la nariz. Al
principio era muy frío pero hacía que mi piel se sintiera cálida y hormigueaba,
relajándome por completo. Suspiré contenta cuando el dolor parecía disiparse un poco.
Subió hasta mis muslos, frotando el Icy hot en ellos. Sus movimientos eran lentos y
suaves, la sensación de sus manos sobre mí enviaba chispas a través de mi cuerpo.
Sus manos se movieron hacia arriba, deteniéndose justo donde terminaban mis
pantalones cortos.
Pareció dudar un poco antes de que fueran debajo de mi camiseta, masajeo la parte
baja de mi espalda y los lados. Su toque me hacía cosquillas y tuve que morderme el
labio para contener la risa, pero no puede evitar retorcerme un poco. Se detuvo con sus
manos en mis costados antes de moverlas hacia arriba, rozando el broche de mi bra.
Empezó a masajear mi espalda y hombros, deslizando sus manos con cuidado debajo
de los tirantes de mi bra para frotar la pomada.
Después de un momento quitó sus manos, suspirando. “Siéntate para mí,” dijo en voz
baja.
“Listo, terminamos. ¿Te sientes mejor?” Preguntó en voz baja, poniéndole de nuevo la
tapa al tubo y mirando alrededor. Después de un segundo se encogió de hombros y
sólo tiró el Icy hot en el suelo junto a la cama, en un montón de lo que supuse era ropa
sucia.
“Sí, gracias,” dije, riéndome un poco y sacudiendo la cabeza mientras miraba el tubo
en suelo. Miré alrededor, notando todo tipo de porquerías tiradas por donde quiera. El
suelo estaba lleno de ropa, libros, papeles, plumas y lápices. No estaba exactamente
sucio o antihigiénico, ya que no había de verdad tierra, comida o basura. Sólo estaba
totalmente caótico con todas sus pertenencias esparcidas alrededor. La única cosa que
estaba en su lugar era su colección de música. Tenía toda una pared llena de estantes
de música junto con su enorme equipo de sonido. Todo estaba organizado y me di
cuenta que su música significaba mucho para él.
“De nada. Y sí, lo sé, sigue siendo un puto desastre,” dijo, mirando alrededor de su
habitación cuando notó mi vista deambular. Sonreí con timidez, sintiéndome un poco
mal por estar viendo sus cosas.
Me miró con incredulidad. “No voy a hacer que limpies mi cuarto,” dijo, rodando sus
ojos.
“Lo sé, sólo pensé en ofrecértelo. Has sido tan generoso conmigo que me encantaría
hacer algo a cambio. Además, me daría algo que hacer,” dije, encogiéndome de
hombros.
Me miró fijamente por un momento, con la ceja levantada. Parecía estar pensado,
supongo que considerando mi oferta. Realmente no me importaba hacerlo para él. “Tal
vez algún día,” dijo finalmente, encogiéndose de hombros y volviendo su rostro,
echándole un vistazo a la desordenada habitación. “Pero hoy, definitivamente no. Justo
ahora no estás en posición de tratar con un puto desastre como este.”
“¿Qué tan bien puedes leer?” Espetó después de un momento, levantándome una ceja.
Mis ojos se abrieron, su pregunta ocasional me sorprendió. “Eh... o sea, no tan bien,”
tartamudeé. “Puedo reconocer palabras comunes y puedo deletrear muchas otras
palabras, pero a veces me lleva un tiempo entenderlas.”
“Eh, muy poco. Quiero decir, supongo que sé lo básico, pero no soy muy buena en eso.”
Volvió a asentir y todo quedó en silencio. No tenía idea por qué me lo estaba
preguntando, lo que significaba, pero estaría mintiendo si dijera que no me asustaba
un poco. Los últimos días, me había sentido más cómoda alrededor de Edward. No es
que exactamente confiara en él, ya que en mi mundo era una estupidez el poner tu
confianza en otro. En primer lugar tienes que ver por ti mismo, y poner tu confianza en
otros sólo te hacía más vulnerable para ser aventado en la línea de fuego. La gente te
tiraría debajo de un autobús en un latido, para desviar la atención de sí mismos.
Edward miró el reloj. “Sí, dormiste un par de horas,” dijo. Comenzó a reírse después de
un segundo. “También debes haber tenido algunos sueños divertidos.”
Mis ojos se abrieron. Sabía que hablaba dormida, mi madre solía hacer comentarios al
respecto mientras crecía. De repente estaba extremadamente avergonzada y un poco
asustada por lo que debí haber dicho. Sentí aumentar la calidez de mis mejillas
mientras el rubor se deslizaba por mi rostro. Él se rió.
Mi estómago escogió ese momento para gruñir con fuerza. El día anterior no había
cenado, tomando en cuenta que estuve esposada a la cama toda la noche, y hoy
todavía no había comido. Me sonrojé aún más y él volvió a reír.
Bajar las escaleras fue un poco difícil, pero Edward se aferró a mí todo el tiempo.
Finalmente logramos bajar hasta el vestíbulo y suspiré, tratando de sacar mi mano de
la suya. Él dudó, manteniendo su agarre por un momento. Me miró inquisitivamente y
suspiró, soltándome finalmente. “¿Quieres comer algo?” Pregunté en voz baja. Sólo me
miraba, la mirada en su rostro ilegible. Después de un momento negó con la cabeza
lentamente. Le di una pequeña sonrisa, asintiendo, y me dirigí a la cocina por mi
cuenta.
“¿Ella está bien?” Japer le preguntó a Edward, su voz baja, pero lo suficientemente alta
como para que la escuchara desde donde yo estaba. Sonreí levemente por el hecho de
que Jasper estuviera preocupado por mí. Era una persona dulce, tan compasiva.
“Tan bien como puede estar, supongo. Ella es un chingo más fuerte de lo que pensé,”
Edward le respondió.
“Sí, estoy sorprendido de verla ya levantada. Cuando Papá castigó a Janet por primera
vez, ella estuvo por lo menos dos días fuera de servicio,” Jasper susurró.
“Sí, bueno, Isabella la tuvo peor. Él apenas si le dio un poco de libertad para moverse,
“Pero no me atrapó. Simplemente no pude dejarla allí sola, tenía que asegurarme de
que estaba bien,” dijo Edward. Había un dejo de tristeza en su voz que hizo que mi
corazón latiera.
Oí que Jasper suspiró. “¿Estás bien? Me refiero a que, sé que no hemos hablado acerca
de lo que dijiste ese día y te conozco, lo vas a negar, pero sabes que no soy estúpido.
Me doy cuenta. Y sé que todo esto tiene que ser difícil...”
Jasper se calló de una vez. Me quedé parada a lado de la encimera, haciendo caso
omiso de mis punzantes rodillas y comí rápidamente. Me di la vuelta y salí cojeando de
la cocina, viendo a ambos, Edward y Jasper parados en silencio en el vestíbulo. Jasper
me sonrió con tristeza y Edward estaba mirando al suelo, luciendo molesto.
Pasé junto a ellos, un poco confusa por la conversación que acababan de tener y la
espesa tensión que permanecía entre ellos ahora. ¿Qué había dicho Edward antes y
que ahora negaba? ¿Y por qué la mención de eso había hecho que Edward estallara
de esa forma?
“Joder,” Edward escupió, su voz casi un gruñido. Había rabia en ella que era de alguna
manera aterradora.
“Sí, también lo veo,” Jasper respondió, su voz baja y mezclada con tristeza. No tenía
idea de lo que estaban hablando y no me molesté en detenerme para averiguarlo,
parte de mí ni siquiera quería saberlo. Utilicé el baño de abajo y volví a salir para
encontrarme a Jasper esperándome justo al otro lado de la puerta. Lo miré
inquisitivamente y me sonrió levemente. Tomó mi brazo y me llevó al sofá, sentándome
con cuidado. Me acomodó de tal manera que quedara recostada de lado y mis ojos se
ampliaron por la sorpresa cuando él se sentó, agarrando mis piernas y poniéndolas en
su regazo.
Edward entró en la habitación, cargando lo que parecían ser dos paquetes de hielo de
primeros auxilios. Se acercó y con cuidado los puso sobre mis rodillas, colocándolos de
tal manera que no se cayeran.
Nos sentamos allí, platicando casualmente y viendo televisión. Tuve que reír a algunas
de las respuestas de Jasper a las preguntas de Jeopardy. En algún momento que
respondí correctamente una pregunta, Edward y Jasper me miraban sorprendidos,
ninguno de los dos sabía la respuesta.
En un momento dado, Jasper estiró sus manos y comenzó a masajear mis pies. Le dije
que no tenía que hacer todo eso, que estaba acostumbrada a lidiar con el dolor, pero
no me hizo caso y de todos modos lo hizo. No tenía exactamente bonitos pies, ya que
eran la parte más maltratada de mí, así que me sorprendió que incluso los tocara.
Suspiré contenta y cerré los ojos después que se negó a detenerse, permitiéndome
disfrutarlo ya que se sentía increíble.
Después de un rato la puerta principal se abrió y me tensé cuando escuché una risa
femenina. Edward gruñó y mis ojos se abrieron, mi cabeza se movió rápidamente en su
dirección. Dejó caer su cabeza ligeramente y pasó sus dedos por su cabello, luciendo
irritado. Miré en dirección al vestíbulo y vi cuando Emmett y su novia Rose entraron,
seguidos por Alice. Alice sonrió ampliamente cuando me vio.
“¡Hola, Isabella!” dijo. Sonreí ante su entusiasmo. Imaginaba que era casi imposible
estar triste en presencia de Alice, porque ella rezumaba felicidad.
“Hola, Alice.” Me sentía un poco incómoda con mis piernas en su novio, sobretodo
tomando en cuenta que seguía masajeando mis pies, pero no pareció perturbarla.
Se inclinó y besó a Jasper en los labios, apretándose junto a él en el sofá de tal manera
que mis pies casi la tocaban.
“¿Qué te pasó?” Preguntó, mirando mis rodillas. Jasper me miró con tristeza y abrió la
boca para hablar, pero yo lo interrumpí rápidamente.
“Soy torpe,” dije simplemente. Jasper me miró sorprendido por mi respuesta y Alice
sonrió con tristeza. No sé si me creyó, pero esperaba que sí, ya que de verdad no
quería que supiera la verdad.
Ya estaba avergonzada lo suficiente por ello como estaba, con los chicos mirándome
con tanta lástima. No quería también su lástima, sólo me haría sentir peor.
“Así que, Edward,” Rosalie finalmente dijo, rompiendo la incómoda tensión en la sala.
Vi una pequeña sonrisa en sus labios que me asustó un poco, ya que lucía maliciosa.
Edward gruñó.
“¿A quién vas a llevar a la fiesta de Bienvenida?” Preguntó, sentándose en el brazo del
sofá junto a Alice.
Rose se rió. “Por supuesto que vas a ir. Y en serio, tienes que resolver pronto esa
mierda porque tienes a la mitad del Instituto de Forks con un manojo de nervios. Todas
las chicas conteniéndose, esperando que Edward Cullen se los pida, y eso está
encabronando a los chicos porque ninguna de las chicas se compromete a ir con ellos.”
Nadie dijo nada después de eso, pero Jasper y Alice, ambos fruncieron el ceño y le
lanzaron a Edward miradas comprensivas. No entendía, ni siquiera tenía idea de que
era una fiesta de Bienvenida.
Todos nos quedamos sentados ahí un rato, el resto de ellos platicando un poco pero yo
me quedé en silencio. En algún momento Alice estiró su mano y me hizo cosquillas en
la parte de abajo del pie. Me asustó e instintivamente alejé mi pie, gritando cuando el
dolor viajó a través de mi pierna por el movimiento repentino.
La bolsa de hielo se cayó de mi rodilla y golpeó el suelo. Los ojos de Alice se ampliaron
mientras me miraba fijamente, obviamente no esperaba mi reacción. Edward se
levantó de un salto rápidamente, gimiendo tan fuerte que se escuchó como un gruñido.
Agarró el paquete de hielo y lo puso de nuevo en mi rodilla con cuidado.
“Hola, doc,” dijo Rosalie. Escuché una risa y me tensé, al darme cuenta que el doctor
Cullen estaba en casa. Miré el reloj y vi que eran las 5:45, lo que quería decir que
había llegado temprano.
“¡¿Podemos tener otra vez una fiesta de Halloween este año?!” Alice soltó con
entusiasmo, su voz acelerada y las palabras pegadas apenas si se entendieron. Todos
se echaron a reír, evidentemente encontrando algo gracioso en ello. Yo me quedé
sentada en silencio.
“Por supuesto que puedes. Aunque, estaré fuera de la ciudad ese día, así que siempre
que me prometas que no destruirás mi casa, es tuya,” dijo el doctor Cullen. Alice chilló.
“¡Ni siquiera te darás cuenta que tuvimos una fiesta, lo prometo!” Alice exclamó.
“Sí, estará limpia para cuando regreses,” dijo Rosalie. “Para eso tienes a la chica
esclava, ¿cierto?”
Su tono fue un poco malicioso. Bajé la vista en el momento que las palabras dejaron
sus labios, una sensación de agitación se movió por mi estómago. De pronto me sentí
muy incómoda allí.
“Demonios, Rose,” dijo Emmett, sonando un poco irritado. Levanté la vista y vi que
estaba frunciendo el ceño. Miré junto a mí y vi que Jasper me observaba. Me sonrió
compasivamente pero aparté la mirada rápidamente, incapaz de sostenerla. No quería
su lástima. Estiré mis manos y quité los paquetes de hielo de mis rodillas, bajando las
piernas del regazo de Jasper y sentándome. Podía sentir la mirada de Edward en mí,
podía sentirla con tanta fuerza que me sorprendía que no hubiera hecho unos hoyos a
través de mí. Sin embargo, no podía mirarlo. No quería ver su expresión.
“Sé amable,” dijo el doctor Cullen en un tono paternal. Las chicas dijeron adiós entre
dientes y salieron, cerrando la puerta detrás de ellas.
Me quedé sentada, mirando hacia el suelo cuando el doctor Cullen entró. Se detuvo
cuando llegó a la sala de estar, suspirando. Hubo un extremadamente incómodo
silencio y tensión que entraron con él, peor de lo que nunca había sido. Sentí como
que iba a vomitar, pero me contuve, centrando toda mi atención en un pequeño punto
en el suelo. Parecía como suciedad, una mancha, y estaba haciendo una nota mental
para fregarla más tarde cuando limpiara. Traté de pensar en qué químico sería mejor
usar, era algo completamente ridículo estar pensando en eso en ese momento, pero
necesitaba algo para mantener alejada mi atención del doctor Cullen y lo mal que me
“Chicos, ¿podrían subir a su habitación por unos minutos? Me gustaría hablar con
Isabella a solas,” dijo finalmente, rompiendo el silencio. Mi corazón comenzó a
acelerarse, el miedo corriendo a través de mí tan intenso que mis manos comenzaron a
temblar. Aunque, traté de mantener la calma y seguí mirando fijamente el punto en el
suelo. Después de un segundo Jasper y Emmett se pararon y pude escuchar sus pasos
cuando salieron. Edward se paró y dio unos pasos pero vaciló cuando se acercó a su
padre. Eche un breve vistazo y vi que él estaba mirando fijamente al doctor Cullen y
pareciera que quisiera decir algo. El doctor Cullen sólo lo miró, obviamente esperando
a ver si hablaba. Después de un momento Edward negó con la cabeza y apartó su
mirada, dejando la sala rápidamente.
El doctor Cullen avanzó y mis ojos volvieron a bajar al suelo rápidamente, mirando ese
punto de nuevo fijamente. Se detuvo cuando llegó a mí, poniéndose en cuclillas delante
de mí. Estaba bloqueando el punto en el que había estado centrada así que miraba su
hombro, incapaz de mirarlo a los ojos. Había un hilo suelto en su camisa y me hice otra
nota mental de encontrar la camisa y cortarlo con las tijeras luego. Podía sentir su
mirada sobre mí, pero tenía mucho miedo de mirarlo.
Por el rabillo del ojo vi que su mano subió y retrocedí, alejándome de él lo más que
pude. Volví mi cabeza hacia otro lado y presioné mi espalda contra el sofá,
envolviendo mis brazos alrededor de mi pecho. Se detuvo brevemente, al ver mi miedo,
pero después de un momento, levantó su mano y la puso en mi rodilla. La sensación de
náuseas en la boca de mi estómago se encendió cuando su piel entró en contacto con
la mía y mordí mi labio inferior con fuerza, tratando de aguantar. Mis ojos se llenaron
de lágrimas.
“Debes de guardar reposo por unos días,” dijo mientras pasaba sus dedos por encima
de mis rodillas y las apretaba un poco. Hice una mueca, ya que estaban sensibles, y la
sensación de sus manos sobre mí me aterrorizaba.
“Tienes bursitis de rodilla por estar mucho tiempo de rodillas. Es cuando el pequeño
saco sobre tu rótula se inflama y se llena de líquido. Necesitas descansar con
frecuencia y ponerles hielo algunas veces al día hasta que la hinchazón desaparezca.
Te conseguiré algo de Ibuprofeno para que tomes también, ya que va a dolerte por un
tiempo. ¿Entiendes?”
“Está bien,” dije, sin saber que más decir y sin querer parecer indiferente.
“¿Isabella?” dijo después de un momento, su voz un poco más suave que antes.
“Mírame, por favor.”
Suspiré y miré hacia él. Sus ojos eran suaves, su mirada un poco triste. Había
compasión en sus ojos, lástima, que me hacía sentir más enferma. Sabía que estaba
mal pero tuve que apartar la mirada rápidamente, incapaz de soportarlo. Sentí que
una lágrima se deslizó por mi mejilla y mentalmente me maldije por ser tan débil.
“Entiendo que estés molesta. Sé que no va a cambiar nada, pero por si sirve de algo,
no tenía la intención de ser tan cruel contigo.”
Asentí, sin poder hablar. Tenía miedo que sí destrababa mi mandíbula y abría la boca
para hablar perdería el control. No comprendía, ya que nunca había tenido estás
reacciones después de que Charles me castigara. Había soportado tanto de él y
después era capaz de levantarme y seguir adelante. Pero en una noche, sin siquiera
levantar su mano hacia mí, el doctor Cullen me hizo pedazos.
“E ignora a Rosalie. Ella a menudo dice cosas sólo para hacer perder los estribos a
alguien,” añadió, poniéndose de pie. Después de un momento se dio la vuelta, saliendo
de la sala de estar y subiendo las escaleras. Me quedé allí sentada en silencio,
tratando de serenarme. Necesitaba otra vez calmarme de alguna manera, levantar mis
muros y recuperar mis fuerza para poder seguir adelante. Finalmente me levanté del
sofá, haciendo una mueca por el dolor, y subiendo las escaleras. Llevaba la mitad del
primer piso cuando Edward y el doctor Cullen empezaron a bajarlas. Ambos se
congelaron al verme.
“¿No deberías tomártelo con calma, chica?” Preguntó. Yo sólo lo miré, y me encogí de
hombros levemente. Él rodó sus ojos y se acercó a mí, y grité cuando me levantó
rápidamente.
“Cristo, Emmett, joder, se cuidadoso. Está lastimada,” Edward dijo con brusquedad.
“Oh relájate, ella es más fuerte de lo que piensas,” Emmett dijo con indiferencia,
dirigiéndose al tercer piso. Me sonrió levemente y abrió la puerta de mi habitación,
sentándome en mi sofá.
“No hay de qué,” dijo, encogiéndose de hombros. Sonrió y se dio la vuelta para salir,
cerrando la puerta detrás de él.
El resto de la noche voló relativamente rápido, ya que la pasé en mi cuarto bajo llave.
Afortunadamente nadie me molestó, ya que no estaba con el estado de ánimo para
tratar con ninguno de ellos. Me sentí mal por eso, cuando Jasper y Edward y hasta
Emmett habían sido tan amables conmigo, no podía lidiar con sus miradas. No quería
su lástima o compasión. No quería que me miraran como si realmente les importara lo
que me pasaba. Yo no era más que algo de su propiedad que habían comprado para
hacer su vida más fácil.
A pesar de la siesta demasiado larga que había tomado más temprano durante el día,
seguía agotada. Me fui a la cama temprano, suspirando cuando mi cabeza tocó la
almohada. No se sentía bien, la cama no era tan cómoda, la almohada no olía como
Edward. Traté de alejar ese pensamiento, sin querer lidiar con eso. No quería sentir
algo por él.
Esa noche tuve pesadillas. Pesadillas sobre el doctor Cullen y esa mirada que había
tenido en sus ojos. Me desperté asustada a mitad de la noche, sudando, temblando y
con náuseas. Salí de la cama y corrí al baño tan rápido como pude, lo que no fue fácil
cuando el dolor seguía tan fuerte. Me desplomé en el suelo frente a la taza del baño
con náuseas y dando arcadas sin vomitar nada. Golpear la baldosa fría empeoró mis
rodillas aún más, enviando un dolor intenso a través de mis piernas. Mis ojos se
llenaron de lágrimas y comencé a sollozar, completamente abrumada y temblorosa.
Cuando mi cuerpo se tranquilizó y ya no daba arcadas, me acosté en el suelo y lloré en
silencio. Lloré por mí, y por mi madre, y por todo aquel cuya vida no le pertenece. Lloré
por cada niño en el mundo que despierta cada día sin su libertad, quienes nunca
conocerán una vida sin dolor. Lloré por todos los que nunca experimentarán el amor,
aquellos que sólo conocen una vida llena de abusos.
Desperté la mañana siguiente, aún en el duro suelo frío del baño. Me obligué a
levantarme, ignorando el dolor cuando dormir en el suelo sólo lo había hecho peor. La
casa estaba completamente en silencio, ya todos se habían ido. Me dirigí a la planta
baja, todavía cojeando, pero me obligué a hacerlo, negándome a darme por vencida.
Limpié la casa, fregando de arriba abajo lo mejor que pude en mi condición. El dolor
no me lo impidió, me animó a seguir adelante.
Estaba acostumbrada a eso, el dolor era algo que conocía muy bien. El dolor me
recordó exactamente quién era yo, me recordó mi lugar. Lo había estado olvidando
últimamente, tan envuelta en esas pequeñas partículas de libertad que había tenido en
mis manos. Así que de cierto modo, era bienvenido. Cada dolor punzante y fuerte ardor
Por primera vez desde que llegué a la casa de los Cullen, finalmente algo se sintió
familiar para mí.
Edward CULLen
Baile de Bienvenida.
Debería estar emocionado, ¿cierto? Después de todo, era mi puto momento de brillar.
Todo el mundo me prestaba atención la semana del baile de Bienvenida, todos los ojos
en Edward Cullen, quaterback, titular.
Rose no había mentido cuando dijo que todas las chicas del Instituto estaban
conteniéndose hasta que yo escogiera una cita. Francamente no me importaba; esas
perras no podían importarme menos. Sólo porque te lleve al baile no significa que te
vayas conmigo. Entré a la escuela ese viernes por la mañana, resuelto a invitar a la
primera perra que se me acercara y terminar con esto.
Sin embargo, Stanley no contaba. Es seguro que en ocasiones especiales como los
bailes las perras se regalen y no tengo deseos de follar a esa zorra de nuevo, a pesar
de que prácticamente había vuelto arrojarse sobre mí todos los días. Francamente no
tengo ganas de follar a nadie por el momento, lo que era loco porque yo siempre tengo
ganas de follar, así que eso no se le podía llamar exactamente un factor de motivación.
Cuando Stanley puntual como un reloj se acercó a mí en el estacionamiento de la
escuela, la mandé a volar. Podía ir con Newton, eran la pareja perfecta, los dos
pendejos.
“Buenos días a ti también,” dije. Me di la vuelta para abrir mi casillero y por suerte ella
se quitó del maldito camino antes de que la abriera, porque definitivamente la hubiera
golpeado con ella y me hubiera importado una mierda.
“¿Me prestas tus apuntes de trigonometría de ayer?” Preguntó, su voz seguía siendo
ese ronroneo seductor. Tenía que darle crédito a Tanya, ella podía hacer que hasta
una palabra como trigonometría sonara sexual.
Negué con la cabeza. “No es posible,” dije. Los tenía y sabía exactamente donde
estaban pero si quería notas debería haber prestado atención como el resto de
nosotros. Además, yo tenía la costumbre de garabatear en mis papeles y no había
forma de saber qué otra cosa vería en ellos. Sólo me miró, sin sorprenderse de lo que
dije ya que siempre decía que no cuando la pinche gente me pedía cosas porque no
era una persona generosa. Soy un abusivo, eso es lo que soy. Espero que la gente me
dé mierdas, pero no doy nada a cambio. Tanya hizo sobresalir su labio inferior en un
ridículo puchero después de un momento, recordándome de alguna mierda que
Stanley haría. Rodé los ojos y me encogí de hombros. “Pero sé de algo que puedo
hacer por ti.”
Así que, sí, eso fue hace una puta semana. Y esta semana pasada el Instituto de Forks
ha estado en modalidad de baile de Bienvenida, en un frenesí como si fuera la
segunda venida de Cristo o algo así. Y todo el tiempo he estado con un maldito mal
humor, negándome a participar en esa ridiculez. Mis hermanos aman el pinche espíritu
de la semana, al igual que Alice. Rose cree que es demasiado buena para esa mierda,
pero me di cuenta que se divertía por el comportamiento de Emmett. A medida que la
semana pasaba, se hizo más y más ridículo, y yo me ponía más y más irritado.
Lunes fue un día de jornada para la orientación profesional, Jasper llevaba una bata
de laboratorio de papá y un estetoscopio, mientras que Emmett usaba un traje y
llevaba un maletín porque quería ser un puto CEO o algo así. Me dieron un montón de
mierda porque no me disfracé. ¿Qué querían que hiciera, que pusiera unos pinches
zapatos con punta de ala y cargar con una AK-47? Porque al paso en que iba, ese era
mi futuro.
Miércoles fue el día de la “Infancia”, lo que me hizo sentir como un maldito pervertido
estando rodeando de tantas chicas con coletas, moños de color rosa, calcetines con
vuelos y zapatos Mary Jane. Emmett, les juro esa mierda, llevaba pantalones de brinca
charcos y una maldita camiseta de los Pitufos y trajo un puto triciclo a la escuela para
montarlo alrededor de la plaza. Eso era algo que nunca jodidos quería volver a ver.
Jasper no estaba mucho mejor con sus overoles y su camiseta de los Dukes de Hazard.
Juro que nunca usamos esas mierdas de niños.
Y al jueves se le llamó el “día de locos”, donde se suponía que tenías que lucir
totalmente ridículo con toda la intención. Y vaya si mis hermanos tuvieron pinche éxito.
Me negué a darle a alguno de esos cabrones un aventón a la escuela. Ni siquiera
quiero dar detalles de lo que llevaban puesto, pero juro que la mitad lo consiguieron
del armario de Isabella.
Hoy fue el día de los colores de la escuela y he visto más perras con pelo azul de lo que
podía contar. No era lindo, en lo absoluto. Pero al menos hoy me sumé usando mi
camiseta de fútbol.
Ha estado fría toda la maldita semana y me estaba volviendo loco. Pareciera que
desde que Rose la llamara ‘esclava’ enfrente de ella, carajos, ha estado actuando
como una. Ha estado hablando como un pinche robot, llamándome amo Edward y odio
esa mierda. Juro que quiero romperle la madre a Rosalie por hacer eso, pero en el
pasado todos simplemente la ignorábamos cuando actuaba como una perra y si la
defendiera ahora sería como si ondeara una puta bandera enorme de color rojo
delante de la cara de todos. Pero quiero de vuelta a la chica que durmió una siesta en
mi cama y dijo cosas devastadoramente tiernas y dulces en su sueño. La chica que reía
y que se abrió conmigo. Porque esa jodida chica me hace feliz, y me daba cuenta que
sin ella era sólo un cabrón insoportable.
No era como si pudiera hacer algo al respecto, así que no sé porqué estaba siendo una
perra llorona por ello. No era como si pudiera demostrar mis sentimientos. Cristo,
incluso me he encontrado soñando despierto con llevarla al baile, ya que ella era la
Y toda la semana ha sentido dolor, pero ha estado siendo tan jodidamente terca y se
niega a tomar un descanso. Ha estado limpiando y cocinando hasta caérsele el culo.
Sólo quería agarrarla y sacudirla hasta sacarle la mierda y decirle que se relajara.
Porque me iba a hacer explotar si no me daba pronto una puta sonrisa.
El que haya dejado de sonreír me estaba matando. Era seguro que la vería hacerlo en
su sueño cuando decía mi nombre pero ni siquiera eso ha vuelto a suceder. Porque
nunca jodidos duerme. Esa noche la escuché llorando, la noche siguiente de que papá
le hizo esa mierda. Carajo, ella estaba sollozando y me mató escucharla pero no sabía
que hacer al respecto. Quería ir con ella y tratar de consolarla, y luché contra el
puñetero impulso por no querer ser un idiota e irrumpir ahí si ella sólo quería estar
sola. Sus sollozos cesaron eventualmente y su habitación quedó en silencio, así que
entré a hurtadillas para ver como estaba. Estaba confundido cuando vi que no estaba
en su cama, pero vi la luz del baño estaba prendida y me imaginé que estaba allí.
Quería entrar y verificar que estaba bien, pero entrar en su cuarto ya era bastante
malo, no había puta manera de que entrara en su baño siguiéndola. Eso estaba
jodidamente mal, la idea se sentía pervertida. Así que volví a mi habitación y di vueltas
toda la maldita noche, preocupado.
Los siguientes días fueron igual de malos. La escuché moverse por su habitación toda
la pinche noche, sin descansar, joder, hasta sin dormir. Lloraba casi todas las noches y
eso me carcome, rompe mi puto corazón. No quería que llorara, no quería que sufriera.
Pero la forma en que me hablaba me hacía pensar que era parte de la puta razón de
que estuviera sufriendo. Y quería ir con ella pero no quería empeorar las cosas, no
podía hacerle eso. No podía ser tan jodidamente egoísta. Dios, ¿dónde se había ido la
dulce chica con la sonrisa contagiosa? Echaba de menos verla dormir, escuchándola
decir mi nombre y ver como esa sonrisa curvaba sus labios hacia arriba. Amaba esa
mierda. La esperaba. ¿Qué tan patético era que el la mejor parte de mi día era cuando
entraba a hurtadillas a la maldita habitación de una chica para espiarla como Tom el
mirón? (N.T. Un personaje de la leyenda de Lady Godiva que no pudo resistir la
tentación de mirar a la mujer por un agujero. Un Voyeur) Pero sí, no había estado
sucediendo y era jodidamente desdichado por eso.
Después del desfile, salté de mi Volvo e iba a encontrarme con los chicos para ir a
comer algo antes del partido, como de costumbre, a pesar de que no estaba
precisamente de humor para eso. Pero era una tradición, y no puedes romper una
puñetera tradición como esa antes de un gran juego. Eso es simplemente estar
rogando por mala suerte. Estaba sentado en el estacionamiento de la escuela, tratando
de despejar mi cabeza. Tenía un juego esta noche, necesitaba concentrarme y
resultaba difícil sacar a Isabella de mi mente.
Se encogió de hombros. “No mucho, sólo quería asegurarme de que estabas bien.”
Rió un poco pero no tuvo respuesta. Se quedó callada por un momento y empecé a
ponerme incómodo, preguntándome qué carajo era lo que realmente quería. Tenía que
ser algo más que sólo checarme, ya que no tenía ningún sentido. Ella suspiró después
de un momento, sacudiendo la cabeza. “Te dije que pasaría, pero dudaste de mí,” dijo
en voz baja.
“¡Por favor, enana! Tú sabes que la única persona que amo es a mí mismo,” dije,
Me sonrió levemente en respuesta. “No tienes que fingir conmigo, Edward. Yo sé que la
amas.”
Negué con la cabeza. “¿Qué te hace pensar que la amo?” Pregunté, levantando una
ceja interrogante.
Se echó a reir. “El simple hecho de que ni siquiera tienes que preguntarme de quién
estoy hablando te delata y lo sabes.” Rodé los ojos maldiciéndome mentalmente. No
había disimulado bien esa mierda en lo absoluto. “Además, he aprendido de ustedes
suficiente italiano para entender algunas de las cosas que le dices a ella.”
“Tal vez escuchaste mal,” dije, encogiéndome de hombros. Me tenía y yo lo sabía, pero
no sólo iba admitir esa mierda de buenas a primeras.
“Tal vez,” dijo. “Pero incluso sin haberte oído llamarla mi chica hermosa lo sabía,
podía verlo.”
Suspiré. “¿Soy tan jodidamente obvio?” Pregunté, un poco irritado. Me dejé caer hacia
el frente y presioné mi frente contra el volante. Pensé que había estado disimulando
muy bien pero evidentemente no.
“No, eres realmente bueno fingiendo que no te importa, pero en realidad a mí nunca
me has engañado. Todos piensan que sólo eres una persona fría, pero yo sé que no lo
eres. Yo sé que sólo das la impresión de ser así porque estás triste. Sabía que la
felicidad entraría un día a tu vida y cambiaría todo, porque lo mereces. Honestamente.
Y me doy cuenta por la forma en que la miras que es ella… que ella es tu felicidad.”
Gemí. “Sí, bueno, ¿qué tan jodidamente bueno puede ser un atisbo de felicidad si no
puedes tenerla?”
“¿Por qué piensas que no puedes tenerla?” Alice preguntó, su tono lleno de confusión.
Le eché un vistazo y la vi mirándome inquisitivamente.
“¿En serio, Alice?” Pregunté, rodando los ojos. ¿Era en tan jodidamente despistada?
¿No podía ver que tan jodida estaba la situación? “¿Aún seguimos hablando de la
misma gente aquí? Mírame a mí, mírala a ella y carajo, dime si alguna vez funcionara.
Te desafío a que lo hagas.”
“L’amore e cieco,*” dijo, su puta pronunciación era espantosa pero de todos modos
sabía lo que estaba diciendo. El amor es ciego. Supongo que sabía más italiano de
mierda de lo que pensaba.
Me miró por un segundo antes de encogerse de hombros con indiferencia. “Creo que tu
papá sólo estará feliz de que finalmente permitiste que alguien entrara en tu corazón,
no importa quién sea.”
“¿Apostarías en ello la vida de Jasper?” Pregunté. Mi voz estaba más afilada de lo que
pretendía y sabía que ella no se merecía que le hablara con brusquedad cuando sólo
estaba tratando de ayudar, pero estaba molesto. Sólo me miró fijamente, sorprendida
por mi tono. “Porque no puedo simplemente poner en riesgo la vida de Isabella sólo por
un presentimiento de que puede que él lo acepte. No puedo jugar con su vida sólo
porque mi estúpido culo fue a sentir algo por ella. Dios, sé que soy arrogante pero,
¿crees que soy un cabrón tan egoísta como para arriesgar así su vida?”
Suspiró, apartando la mirada de mí. “¿Y por qué tienes que decirle?” Preguntó en voz
baja después de un momento.
Reí con amargura. “¿De verdad piensas que podemos ocultárselo? ¿Qué él no se daría
cuenta de esa mierda?”
Alice asintió con confianza y yo rodé los ojos. “Él raras veces está ahí Edward y de
hecho sé que eres bueno fingiendo que no te importa. Creo que puedes lograrlo.”
“¿Y qué hay de ella?” Pregunté, levantando una ceja. Estaba tratando de que sus
puñeteras palabras no me llegaran, ya que la idea de que realmente pudiera tener a la
chica hacía que mi pinche pecho se hinchara con los sentimientos que estaba tratando
de reprimir.
Alice sonrió, sacudiendo la cabeza. “Si crees que Isabella no es la reina en ocultar
cosas, estás loco. Apenas la conozco, pero ya me doy cuenta que tiene secretos.”
Sonreí levemente, asintiendo. “Sí, los tiene,” dije. Me quedé en silencio por un momento
antes de reír entre dientes. “La semana pasada me enteré que no es analfabeta.”
Alice sonrió. “En realidad, eso ya lo sabía.” La miré sorprendido y me sonrió. “La
atrapé deletreando palabras en voz baja en el partido de fútbol. Estaba leyendo los
nombres y los números en las camisetas de fútbol. Por supuesto, no le pregunté sobre
ello, pero lo noté.”
Alice se encogió de hombros. “Tal vez él no es tan observador como piensas, Edward.
Sin embargo, aún pienso que no le importaría incluso si lo descubriera. Bueno, al
menos no le importaría lo suficiente como para que de verdad les hiciera daño a
Negué con la cabeza. “De todos modos, nada de eso importa Alice. No importa cómo
me siento, no hay forma de que ella sienta eso por mí.”
“¿Me conoces?” Pregunté, levantando una ceja. “No es que sea exactamente un pinche
tipo agradable, ¿sabes?”
Se echó a reír. “Como sea, Edward. Yo no te voy a decir que hacer. Sólo voy a decir que
cuando llegué el momento, lo sabrás. Tendrás que verlo por ti mismo.”
Negué con la cabeza. “Somos sus jodidos dueños, Alice, ella prácticamente es un
pedazo de propiedad. Me llama su pinche amo. ¿Cómo puede ella alguna vez llegar a
amar a alguien tan malditamente despreciable, con tanto poder sobre ella?”
Alice sonrió levemente. “L’amore e cieco,” dijo de nuevo, abriendo la puerta y saliendo
de un salto.
Encendí el coche y me alejé después de que Alice saliera, haciendo rechinar las llantas
porque estaba molesto. Me encontré con los chicos en la pizzería y ellos comieron, pero
yo no tenía mucho apetito así que sólo despedacé un puto trozo de pizza con mis
dedos, descargando lo que sentía en ello. Estaba tratando de concentrarme y sacar
esa mierda de mi mente, para poder poner la cabeza en el juego. Sabía que esta
noche era importante, sabía que era la jodida bienvenida. Finalmente, regresamos a la
escuela, nos vestimos y empezamos los calentamientos y estiramientos.
Para cuando llegó la hora del juego, por suerte estaba centrado. La multitud estaba
vitoreando con fuerza. El puñetero estadio estaba más lleno de lo habitual. No tenía
idea si Isabella había venido al juego o no, ni siquiera había preguntado si iban a
traerla, e hice cada maldita cosa que puede para no mirarla. Quería hacerlo, carajo,
sólo quería verla, pero sabía que si la veía, eso sólo haría que esa sensación de anhelo
volviera. Y si no la encontraba, si no había venido, iba a doler. Lo sabía, así que era
mejor simplemente no saberlo por el momento.
La segunda parte del juego comenzó y estaba atento, pero se estaba haciendo más
difícil mantener la cabeza en el juego. Estábamos ganando arrogantemente y para
cuando llegamos al inicio del último cuarto, estaba desconcentrándome. Finalmente
me permití buscar entre la multitud, sin poder aguantarme más, y mis ojos se posaron
sobre ella casi de inmediato. Por alguna razón mi familia siempre se sentaba en la
misma zona en cada juego; supongo que les gustaba ese lugar. Lucía hermosa,
llevaba esa camisa a rayas color rosa bebé, verde menta y canela, que hacía brillar su
piel.
Desvié la vista y no me permití mirar de nuevo hasta que sonó el silbatazo final y el
juego había terminado. Todo el mundo se abalanzó al puto campo, todos emocionados
porque ganamos. No que alguna vez hubiéramos perdido ni nada, no conmigo
dirigiendo esta mierda.
Mi familia vino hacia mí, Emmett me tomó desprevenido y me tacleó, pasé todo el juego
ileso sólo para ser derribado por mi propio hermano. Me lo quité de encima, lo cual es
mucho más fácil decir que hacer cuando tenía la complexión de un puto Mack Truck.
(N.T. En otras palabras un tráiler) Papá me tendió su mano para ayudarme a
levantarme. Me reí cuando me puse de pie, empujando a Emmett.
“Lo hiciste bien,” dijo papá, palmeandome la espalda. Sonreí con suficiencia, feliz que
porque una vez él estaba felicitándome por algo y no regañándome en público por
cagarla. Todavía estaba encabronado con él por al mierda que le hizo a Isabella y lo
había estado ignorando toda la semana, pero no podía negar que me hizo sentir bien
que me felicitara.
Escudriñé el área y empecé a caminar por los alrededores buscándola, tropezando con
la gente pero sin importarme una mierda. Ese puto instinto de protegerla estaba
avivándose y estaba desesperado por encontrarla, asegurarme de que estaba bien.
Finalmente vi algo verde y rosa por el rabillo del ojo, mi cabeza se volteó rápidamente
en esa dirección. Me congelé abruptamente por lo que vi frente de mí, mis ojos se
ampliaron.
Sí, conocía muy bien a ese hijo de puta, porque era el mismo pendejo que me había
hecho estallar el año pasado. Era el único que me encabronaba y me hacía perder el
control. Fue el cabrón que me envió a un maldito internado pijo (N.T. En mi tierra
diríamos fresa, pero por si no me entienden las españolas o las de otros países), el que
casi me hizo que destruyera mi puta vida. Lo odiaba, joder, lo despreciaba, más que a
nadie en el mundo. Quería romperle el cuello, sólo el verlo me hacía enojar.
Y estaba parado junto a la mujer que amaba, la única chica que había dejado entrar
en mi pinche corazón. Estaba hablando con ella, y ella le estaba dando una puta
sonrisa a él. Ella sonrió. Había estado esperando toda la maldita semana para que
volviera sonreír y cuando lo hacía, le sonreía a él de todas las demás personas. ¿Por
qué a él? ¿Por qué coño no me sonreía a mí?
La furia asesina que se apoderó de mí me hizo temblar. Sólo me quedé allí, congelado
en mi lugar, temblando y encabronado. Escuché a alguien cerca diciendo mi nombre, y
sonaba como Emmett, pero no podía concentrarme en él. Tenía visión de túnel, todo lo
que podía ver era a mi hermosa Isabella parada junto a ese asqueroso chucho Jacob
Black.
Llegué a la cerca de malla y me la agarré, saltando sobre ella como una maldita
estrella de atletismo. Caí de pie y comencé a correr de nuevo, y escuché a alguien
saltar la malla después de mí. Jacob e Isabella debieron escuchar la conmoción porque
ambos levantaron la vista al mismo tiempo. Los ojos de Isabella se ampliaron con la
confusión y el miedo, y los ojos de Jacob se estrecharon cuando me vio. Sí, el cabrón
también me odiaba y no lo culpaba después de lo que hice el año pasado, pero no
podía lamentarme por esa mierda. Se lo merecía, se merecía mucho más. Estaba
buscando una maldita revancha entonces y la quería tanto como ahora. Así que corrí
directamente hacia ese hijo de puta. Él retrocedió unos cuantos pasos, como el
maricón que era cuando se dio cuenta que no me iba a detener, pero era demasiado
tarde para que huyera de mí. Su culo era mío. Choqué directamente con él, enviándolo
Escuché más conmoción detrás de mí y me volví para ver a mis hermanos corriendo
hacia nosotros. Alice pasó junto a mí y me echó un vistazo rápido, frunciendo el ceño y
estrechando levemente sus ojos. Sí, aparentemente no le pareció bien. Se dirigió
directamente hacia Isabella y me hice a un lado, queriendo verla para asegurarme que
estaba bien. Sabía que Jacob no la había lastimado pero también sabía que no le
gustaba que la gente la tocara. Quiero decir, mierda, todavía respinga alejándose de
mí. Pero papá me agarró de la camiseta para detenerme, obviamente temeroso de que
me fuera a lanzar a ese cabrón. Agarré su mano y me la quité de encima, lo que
probablemente fue un error y posiblemente lo encabronó mucho más. Si no
estuviéramos en público me podría haber quebrado los putos dedos intencionalmente
por ello, porque tú no tocabas al maldito Carlise Cullen. Lo esquivé para así poder
verla, mis ojos se ampliaron. Había lágrimas corriendo por el rostro de Isabella.
Parecía jodidamente asustada, su cuerpo temblaba.
Gemí. “Isabella,” dije rápidamente, queriendo que entendiera que hice esa mierda por
su propio bien. No había querido asustarla. Me miró cuando la llamé por su nombre
pero apartó su mirada rápidamente y miró hacia el suelo, incapaz de mantener
contacto visual conmigo. Alice la agarró por el brazo y comenzó a llevarla lejos de
nosotros, susurrándole algo. Di unos pasos hacia el frente, intentando ir tras ellas, pero
Jasper saltó frente a mí.
Estreché un poco mis ojos, jodidamente enojado de que estuviera diciéndome qué
hacer, y estaba a punto de discutir cuando papá interrumpió.
“Estoy de acuerdo. Supongo que esta es la primera vez que has visto a Jacob desde
que regresaste así que voy a tratar de ser comprensivo y no molestarme por tu
Me di la vuelta y me alejé de ellos, dirigiéndome a los vestidores. Todos los chicos sólo
me miraron, sin decir mucho cuando vieron qué coño acababa de pasar. Me cambié
rápidamente, azotando las pinches puertas y maldiciendo en voz baja. Me puse un par
de jeans y una camiseta sin mangas, dirigiéndome a mí coche, acelerando como un
maldito loco hacia la casa de Demetri donde era la after party (N.T. Para esto no hay
una frase muy adecuada en español así que no la traduje, aunque se puede decir la
fiesta después del juego. Sólo una descripción) Él estaba en el equipo de fútbol, un
apoyador, y sabía que él siempre tenía un montón de puto licor.
“¿Ya está aquí Cheney?” Pregunté. Felix me miró sorprendido, sabiendo muy bien por
qué pedía a Ben Cheney. Ben era un traficante de droga minoritario, sólo a nivel local,
pero si vives en Forks y quieres algo, viene de Ben. Es uno de los pocos hijos de puta
que sabe que mi familia al menos tiene conexiones con la droga, ya que mi padre lo
abastece con su mierda. Tengo mis propias drogas en casa pero no había manera de
que fuera allí, no en el estado de ánimo en el que estaba. Ya la había cagado
bastante, molestándola lo suficiente por un día.
“Sí, está en el cuarto de atrás,” dijo Felix después de un momento. Asentí y tomé otro
gran trago de vodka antes de devolvérselo a Felix y caminar por el pasillo. La
habitación estaba casi a oscuras excepto por una pequeña lámpara con luz tenue. Era
un pequeña antro, supongo que así puedes llamarlo, con unos cuantos sofás y mesas.
“Hola Cullen,” dijo Ben, asintiendo en señal de saludo. Era un cabrón tranquilo, me
caía bien. Un estudiante sobresaliente, tenía planes de ir a una de las putas
universidades de mayor prestigio y convertirse en abogado para todos los campos y
estaba vendiendo para ahorrar dinero para la universidad. Su novia Angela también
era una chica dulce, todo lo contrario a la mayoría de las perras de Forks.
Me miró, sorprendido por mi petición, pero asintió. Rara veces pedía algo tan fuerte
como la cocaína pero con la semana que estaba teniendo necesitaba una subida
mayor. “¿Cuánto quieres?”
Ben asintió, volviéndose a sentar. “Cuando quieras,” dijo. “¿Estás teniendo un mal
día?”
Reí secamente. “Podrías decirse.” Me incliné hacia abajo y esnifé la segunda línea,
cerrando los ojos y recargándome en el sofá. La euforia comenzó a recorrer mi cuerpo,
el calor partió de mi pecho y se extendió a través de mis miembros. Me sentía ligero,
invencible, como si no hubiera nada que me preocupara en el mundo. Era exactamente
lo que necesitaba.
Pasé el rato con Ben y algunos de mis compañeros de clase, flotando en el aire. Fue
agradable olvidarse de toda la mierda y sólo sentirte bien por un tiempo. Hice otra
línea cuando me sentí bajar de la euforia de las primeras dos.
“Si vas a sentarte en mi regazo, perra, al menos deberías quitarte la ropa primero,”
dije. Ella rodó los ojos pero sonrió. Sentí que la euforia empezó a bajar, su presencia
me molestaba por alguna razón y mataba mi colocón. Así que empujé ligeramente a
un lado a Tanya, y vacié un poco más de polvo, haciendo otras dos líneas. Saqué mi
billete y esnifé las dos rápidamente, limpiando mi nariz, porque la congestión y el
goteo eran demasiado. Vacié el resto del polvo, suficiente para una línea, y la alineé.
Le di el billete a Tanya y levanté una ceja. Parecía jodidamente sorprendida de que le
estaba ofreciendo y rápidamente saltó sobre esa mierda. Me di cuenta de que
probablemente nunca antes le había ofrecido nada y negué con la cabeza. Supongo
que Edward Cullen enamorado era un cabrón generoso después de todo, pensé.
Alguien se aclaró la garganta del otro lado de la habitación y levanté la vista para ver
a Alice parada en la puerta, sus manos en sus caderas y una ceja levantada. Tenía
esa mirada irritada en su rostro de nuevo, evidentemente seguía enojada por mi mal
comportamiento en el juego. Comencé a reír y negué con la cabeza. “Hola, enana,”
dije.
Caminó hacia mí y se paró en seco. “Estás drogado,” dijo con toda naturalidad, su tono
haciéndome reír aún más. Sonaba como si acabara de hacer un puto gran
descubrimiento milagroso.
Negó con la cabeza. “Mucho si apenas puedo ver el verde en tus ojos. Son casi
totalmente negros.”
“Por favor no me eches bronca Alice. Sólo… no ahora, ¿de acuerdo? Sólo quiero saber
si ella está bien.”
“Va a estar bien, sólo la asustaste y por supuesto ella pensó que era culpa suya. Por
cierto, tienes que dejar de hacer eso. Tienes que controlar ese temperamento que tienes
si quieres que alguna vez se relaje y te deje entrar por completo.”
Gruñí, asintiendo porque sabía que estaba diciendo la verdad pero era mucho más
fácil decirlo que hacerlo. Reaccionaba mucho sin pensar y no sabía cómo dejar de
hacer esa mierda. Alice extendió su mano y me dio unas palmaditas en la mejilla con
condescendencia, y se alejó.
Pasé el resto de la noche divirtiéndome con mis amigos, poniéndome aún más jodido.
Encima del alcohol, terminé en algún momento haciendo otras pocas líneas de coca.
Sabía que iba a pagar por esa mierda más tarde, pero por el momento no me
importaba. Eventualmente tomé un poco de Vicodin para disminuir el bajón para no
andar como un jodido emo cuando los efectos de la coca desaparecieran. Sabía que
no podía ir a casa tan jodido como estaba, así que sólo me quedé dormido en el sofá
de Demetri.
Desperté la mañana siguiente con la peor resaca que había tenido, mi cabeza latía tan
fuerte, que hacía que mis ojos palpitaran. Me dirigí al coche e hice una mueca por la
pinche luz del sol, poniéndome mis gafas. De nuevo manejé a casa relativamente
despacio, ya que evidentemente, todavía seguía bastante jodido.
Me detuve frente a la casa cuando sentí un hilito de líquido caliente que salía de mi
nariz. Rápidamente bajé la visera y me miré en el espejo. Maldiciendo de nuevo
cuando vi que era sangre. Mi puta nariz estaba sangrando.
“Deja la coca, ¿de acuerdo? Puede que la venda pero no me gusta y no quiero que mis
hijos la consuman.”
“Dios, luces como porquería,” dijo, echándome una ojeada. “En fin, te conseguí algo
para que usaras porque sabía que tú no lo harías.” Me reí y tomé la bolsa porque
estaba diciendo la maldita verdad. Sólo usaría cualquier putada que estuviera
colgada en mi armario. “Tayna estará aquí pronto con Rose.”
Realmente quería pensar en algo profundo que decir para hacer bien esa mierda, pero
como un idiota solté la primera cosa que se me vino a la mente. “Está puta corbata me
hace lucir afrutado, ¿cierto?”
Se rió con tanta fuerza que lágrimas se asomaron por sus ojos. Me reí con ella, porque
su risa me hacía jodidamente feliz. Se calmó después de un momento, negando con la
cabeza.
“No, no es así,” dijo, todavía riendo mientras pasaba frente a mí. Se dirigió a su
habitación y la observe a medida que desaparecía de mi vista.
Me dirigí a la planta baja y gemí en voz baja cuando vi que Tanya ya estaba allí y
tenía puesto un vestido púrpura casi jodidamente rosado, el mismo tono que la corbata.
Me acerqué a donde estaba sentada con Rose y me apoyé en la pared durante unos
minutos antes de mirar mi reloj.
“Ven, vámonos,” murmuré. Agarrando la mano de Tanya, tratando de ser cortés y esa
mierda, llevándola a mi coche. Le ayudé a entrar en el asiento del pasajero y me subí,
alejándome de la casa.
Llegamos al baile y entré con ella. Mis hermanos y sus mujeres entraron casi
directamente detrás de nosotros, habiendo salido casi al mismo tiempo que nosotros.
Las chicas se fueron e hicieron lo que carajos hicieran las chicas juntas en el baño, y yo
tomé. En exceso.
Bailé un poco con Tanya, lo que en realidad equivalía a que ella frotara su trasero en
mi entrepierna con un poco de música rap. Trató de sacarme a la puñetera pista de
baile durante una canción lenta pero no acepté. Era demasiado íntimo para mi gusto.
Rose y Emmett fueron coronados como el rey y la reina del baile de Bienvenida, lo que
no me sorprendió en lo más mínimo. Sabía que un puto Cullen lo conseguiría, y
hubiera sido yo si fuera estudiante de último año. Jasper había sido nominado, pero se
negó a participar, sacando su nombre de la competencia porque su novia era de tercer
año como yo y él no quería hacer esa mierda sin ella. Juro que esos dos eran como los
pinches gemelos Bopsy, ya no podían hacer ninguna mierda sin el otro. Por supuesto
Rose era la estudiante de último año más caliente así que nunca se cuestionó si iba o
no a ser coronada.
Para cuando mi frasco estaba vacío, estaba borracho y aburrido como la mierda y mi
polla estaba dura por el trasero de Tanya frotándose encima toda la noche. Le dije a
Tanya que estaba listo para irme, ella sonrió de acuerdo, toda seductora. Sonreí con
suficiencia y rodé los ojos, llevándola fuera del edificio.
Manejé a su casa, ya que dijo que sus padres estaban fuera de la ciudad. Salí del
coche y la ayudé a salir. Entramos y ella se fue directo a la vitrina de licores, sacando
una botella de vodka. Me la entregó y la abrí tomando un trago. Me agarró de la
“Tú sabes esa mierda mejor que nadie, no voy sin protección. Nunca.” Francamente no
confiaba en las perras.
Gemí, y sólo me quede allí acostado, dejando que hiciera el jodido trabajo. Después de
un momento me empecé a sentir incómodo, joder, demasiado íntimo. Ella iba muy
lento, sus manos pasando por mi cuerpo con suavidad y eso me estaba molestando.
Nada de en ello se sentía correcto, su cuerpo no era el correcto. No era pequeña y frágil
como debería haber sido, no era tan pálida, su cabello y sus ojos eran del puñetero
color equivocado. Cerré mis ojos con fuerza, tratando de apartar esa mierda de mi
mente, pero seguía estando mal. No se escuchaba bien, su voz, gemidos y gruñidos no
eran tan dulces, melódicos e inocentes como deberían haber sido.
Sentí que mi polla se ablandaba y abrí los ojos en el tiempo justo para ver a Tanya a
punto de darme un pinche beso. Volví la cabeza de tal manera que sus labios rozaron
mi mejilla. ¿Qué carajo estaba mal con estas chicas?, sabían que yo no beso en la
boca.
Nos di la vuelta así que ahora estaba encima de ella. Me recosté sobre mis rodillas y le
di la vuelta de tal manera que quedó sobre sus manos y rodillas. La empujé hacia
abajo, para que nada más que su trasero estuviera en el aire y empujé de nuevo dentro
de ella. Gimió, jadeó y gritó mi nombre mientras golpeaba dentro de ella y la puta
vergüenza corrió a través de mí casi doblándome. ¿Qué carajos estaba haciendo? No
estaba bien. Joder, ni siquiera estaba disfrutando, lo estaba haciendo mecánicamente.
¿Y para qué? Esta chica me importaba una mierda.
“No te quiero Tanya, nunca jodidos voy a quererte. Simplemente no está bien.”
Me di la vuelta y salí antes de que siquiera pudiera decir algo, esa fue una jugada de
pendejo, lo sabía, pero carajo, tenía que salir de allí.
Me subí al Volvo y quemé llanta yendo por su camino de entrada, volando por las
calles. Estaba hiperventilando, mi pecho dolía, donde estaba mi corazón. Joder, se
sentía como si se estuviera haciendo pedazos, destrozándose. Maldición, amaba a
Isabella, no podía salir y hacer mierdas estúpidas y mi corazón lo sabía. Mi corazón lo
sentía, estaba sufriendo por mi pinche estupidez. ¿Qué coño había hecho?
************
L’amore e cieco = El amor es ciego
Finocchio =homosexual
Isabella swan
Me di la vuelta y miré el reloj, haciendo una mueca por la estridencia de los números y
suspiré. Pasaban unos minutos de la medianoche.
Había sido una semana difícil por decir lo menos, estaba completamente agotada. Sin
embargo, no podía dormir, no había dormido mucho durante toda la semana.
Finalmente me desmayé por el agotamiento y me dormí durante una hora o dos, sólo
para despertar abruptamente, gritando y sudando frío. Todavía tenía pesadillas y no
las entendía en absoluto, pero me asediaban y no parecían detenerse. Tenía miedo de
cerrar los ojos, miedo de revivir ese momento en la habitación del doctor Cullen.
Aunque, ya no sólo era él, era todo. Era como si el total de 16 años de negligencia y
abuso finalmente me habían alcanzado y se estaban repitiendo, torturándome en mis
sueños. Vi la cara de esa chica, la adolescente que Charles asesinó frente a mí. Vi esa
mirada en los ojos de ella cuando recibió ese último golpe en su cara con su bota de
punta de acero, su vida dejándola. Vi la mirada en el rostro de mi madre, el horror puro
cuando Charles estaba violándola esa primera vez y ella miró hacia mí y se dio cuenta
que estaba despierta. Me perseguía, me torturaba. Quería culpar al doctor Cullen por
ello, culparlo por lo que me hizo, pero parte de mí admitía que probablemente Edward
tuvo mucho que ver en ello. Durante la semana pasada más de la conversación de ese
día en su habitación empezó a volver a mí y me di cuenta que le había confiado
experiencias de las que nunca antes había hablado tan explícitamente. Había estado
reprimiendo todo y parecía que una vez que la presa se rompió el diluvio comenzó. Ya
no podía escapar; estaba obligada a hacer frente a los hechos.
De hecho, las únicas personas que alguna vez me vieron salir fueron Jasper y Emmett,
ya que normalmente lo hacía entre esas horas cuando ellos llegaban a casa de la
escuela y que el doctor Cullen llegara a casa del trabajo. Edward siempre era el último
en llegar, así que por supuesto nunca lo vio. De vez en cuando, había sorprendido a
Jasper parado en la ventana observándome con curiosidad y pensé en invitarlo a
acompañarme una o dos veces, pero nunca lo hice porque estaba tratando de
mantener mi distancia. Traté de parecer un poco distante con los chicos, pero era
difícil. Todos ellos habían sido tan amables conmigo y no se merecían ser tratados con
frialdad, pero es sólo que tenía tanto miedo de bajar la guardia de nuevo. Y Jasper y
Emmett habían sido tan divertidos durante toda la semana, vistiéndose como tontos
todos los días, por lo que no me estaban ayudando con mi resolución de verlos
meramente como mis amos. Mantuve la compostura en torno a ellos, pero cuando
estaba sola me reía de cuan ridículo era todo, cuan despreocupados y jugetones
podrían ser.
Cuando se trataba de Edward, era casi imposible ser indiferente. Edward estaba bajo
mi piel, encontró la forma de entrar hasta lo más profundo. Por alguna razón había
estado de mal humor durante toda la semana, su semblante casi igualaba el mío, así
que eso me había ayudado a no quebrarme por completo en su presencia. Creo que si
hubiera estado riendo y sonriendo durante toda la semana, no hubiera sido capaz de
contenerme de hacer lo mismo.
Su partido de fútbol había sido incómodo. El doctor Cullen había sido amable
conmigo durante toda la semana, actuando casi como si el incidente en el que me
esposó a la cama no hubiera ocurrido en lo absoluto. No estaba cómoda alrededor de
él, naturalmente temerosa, y traté de mantenerme alejada de él tanto como fuera
posible. El día del partido de fútbol vino a casa temprano del trabajo y declaró que
“todos” íbamos a ir al juego. No me preguntó si quería ir, supongo que sólo lo asumió.
Y aún así, si no quería, no tenía otro remedio. Cuando el amo dice que vas a hacer
algo, el hecho es que tienes que hacerlo. En sí no es que no quisiera ir al juego, cuando
Después de que el juego terminó, todos se levantaron para ir al campo. Me quedé atrás
y Alice me miró inquisitivamente, obviamente sin entender que estaba pasando
conmigo, pero le hice señas para que siguiera adelante. Me quedé de pie a un lado yo
sola, lejos de todos. Caminé un poco por ahí, sin temor a perderme. Sabía que nunca
me perdería porque el doctor Cullen siempre sería capaz de encontrarme; se había
asegurado de eso implantándome ese microchip en mi espalda. Simplemente no me
había sentido cómoda saliendo al campo a celebrar con todas esas personas. No era
parte de su mundo, y aunque estaba contenta de que Edward hubiera ganado no creía
que tuviera derecho a celebrar. No significaba nada para él sino una conveniencia,
destinada para hacer su vida más fácil. ¿Por qué le importaría lo que tuviera que
decir? Nunca a nadie le ha importado lo que pienso.
Así que me hice a un lado y deambulé por el césped, disfrutando de la sensación del
aire frío y ligeramente húmedo sobre mi piel y preguntándome que estaría haciendo mi
madre. Preguntándome si estaría bien. Su cumpleaños era en dos días, el domingo.
Iba a cumplir 33 y aún era tan joven. Tenía toda una vida por delante, y se merecía
algo mucho mejor de lo que tenía, algo mucho mejor que la vida que se le dio. Era tan
fuerte, y a pesar de que siempre me decía que yo era la fuerte, me sentía débil. Ya me
estaba quebrando.
“¿Estás perdida?” Dijo una voz detrás de mí. Me di la vuelta para ver a un chico alto de
piel morena y cabello largo de color negro mirándome. Miré a mí alrededor y fue un
poco incómodo darme cuenta de que estaba a solas con él. No conocía a este chico,
definitivamente no confiaba en él como no confiaba en nadie, pero no quería ser
grosera. No quería hacer una escena y avergonzar al doctor Cullen. No había manera
de que lo molestara en público.
“¿Perdón?” Dije.
“Nociervon Ojos,” dijo, sonriendo. “¿Lo entendiste? No sirven ojos.” (N.T. Como verán es
disque un chiste, algo difícil de traducir, sorry si no lo hice muy bien)
Sonreí de inmediato cuando entendí el chiste, se me escapó una risita. Era tan ridículo,
cursi y totalmente infantil, pero no podía negar que era divertido.
“¡Oh sí, logré que se riera! ¡Así está mucho mejor!” Dijo juguetón. Sonrió y se echó a
reír en respuesta a mi sonrisa, extendiendo su mano. De nuevo di un respingo por
instinto, mi sonrisa decayó, pero pareció no notarlo. Tocó mi brazo, apretándolo un
poco de una forma amistosa.
“¿Tal vez nos podríamos ver por ahí alguna vez?” Sugirió, levantándome una ceja. Me
congelé, sin saber exactamente qué decir. No conocía a este chico y él no me conocía a
mí. ¿Por qué querría volver a verme de nuevo alguna vez?
“Eh…” Comencé a decir. Tenía miedo de decir algo incorrecto y ofenderlo, o que el
doctor Cullen descubriera que había sido grosera y se enojara. Sin embargo, antes de
que pudiera responder, hubo una fuerte conmoción que llamó nuestra atención. Ambos
miramos hacia donde venía el ruido y mis ojos se abrieron cuando vi a Edward
corriendo a toda velocidad justo hacia nosotros, una mirada asesina en su rostro. El
miedo se disparó a través de mí, tan intenso que casi se me doblaron mis rodillas.
Instintivamente di unos pasos hacia atrás y observé a Jacob hacer lo mismo. Miré,
completamente horrorizada como Edward corrió directamente hacia Jacob, sin
disminuir ni un poco la velocidad y haciéndolo que se estrellara en el suelo. Edward
cayó encima de él e hizo su puño hacia atrás. Contuve la respiración, completamente
asustada, y sentí las lágrimas corriendo por mis mejillas.
En todo lo que pude pensar es que Edward estaba atacando a este pobre chico, porque
yo había estado hablando con él. Traté de ser cortés porque pensé que es lo que se
suponía debía de hacer, y en lugar de eso conseguí que un pobre chico saliera
lastimado por mi culpa. Alice me dijo que estaba siendo ridícula, que nada tenía que
ver conmigo, pero yo no podía creerlo.
Limpié e hice mi trabajo habitual hasta que llegaron las chicas. Todas estaban de gala
y lucían increíble. Rose seguía mirándome como si estuviera tratando de leerme, como
si cada pensamiento y sentimiento estuviera escrito en mí en una lengua extranjera y lo
estuviera descifrando todo. La otra chica, cuyo nombre no recordaba, pero la
recordaba como la que había estado sentada en el regazo de Edward en la fiesta,
seguía dándome miradas furiosas. Era muy bonita, pero el color de su vestido se veía
extraño en comparación con los tonos rojos en su cabello. No sabía mucho acerca de
ropa y de moda, tal vez yo estaba mal. Sin embargo, las miradas que me estaba
echando me estaban haciendo sentir incómoda, así que decidí escaparme a mí
habitación.
No había sido lo suficientemente afortunada como para deslizarme sin ser detectada,
ya que me encontré con Edward en el pasillo. Estaba completamente asombrada por
cuan guapo se veía vestido de gala. Me quitó el aliento, haciéndome sonrojar y tuve
que apartar la mirada. Era casi incómodo, ninguno de los dos decía nada, pero
entonces de pronto preguntó si la corbata lo hacía lucir afrutado.
Me reí, ridículamente alto y fuerte. Su corbata era del mismo color que el vestido de la
chica, y también pensé que se veía extraño contrastando con su tono de cabello
bronce. Pero Edward se las arregló para lucir bien con ella, me atrevía a suponer que
no había nada en lo que no luciera bien. Estaba casi avergonzada por mi ataque de
risa, pero se sentía bien poder reírse de verdad por algo. Edward también se echó a
reír, cuyo sonido hacía cosas locas en mí. Dios, su risa era tan alucinante. Edward feliz
era una vista increíble, un espectáculo que me moría por ver.
Cuando se fueron al baile, estaba sola. El doctor Cullen había salido a alguna parte,
creo que ha Seattle para una conferencia o algo así, y no volvería hasta mañana. Pasé
la noche sola, dibujando y viendo la televisión, más aburrida que una ostra. De nuevo
me quedé pensando en mi madre, lo cual era bienvenido ya que cuando no estaba
pensando en ella, estaba pensando demasiado en Edward y dónde estaba. Él había
salido con esa hermosa chica y aunque odiara admitirlo, estaba celosa. Y era tan
ridículo de mi parte estar celosa pero no lo podía evitar. Anhelaba estar en los zapatos
de esa chica. Desearía ser bonita y libre para poder salir y bailar con Edward y
divertirme, y sólo ser una adolescente sin preocupaciones. Y era inútil anhelar esas
cosas, porque nunca tendría ninguna de ellas. Nunca sería libre. Y nunca tendría a
Edward.
Bajé las escaleras despacio, sin hacer ruido. La casa estaba en silencio, tan
inquietante, y cada ruido que hacía me asustaba más que el silencio. Llegué al
vestíbulo y suspiré, mirando a mí alrededor, considerando qué hacer. Me dirigí a la
cocina para tomar algo para beber y me congelé en la puerta, el miedo se disparó a
través de mí inmediatamente cuando vi la figura sentada allí.
El temor se disipó cuando reconocí las facciones cinceladas brillando bajo la luz de la
luna que entraba por la ventana. Mi ceño se frunció por la confusión y me quedé ahí
parada inmovilizada, totalmente desconcertada y sorprendida. Edward estaba sentado
en la encimera junto al refrigerador, ligeramente encorvado con una botella de lo que
supuse era licor, en la mano. No sabía lo que estaba haciendo, porqué estaba en casa.
Ni siquiera lo había escuchado entrar y no tenía idea de cuánto tiempo había estado
aquí. Parecía molesto, demasiado, y eso hizo que un dolor punzante se disparara en mi
pecho. No quería que estuviera molesto. Antes había estado tan feliz, riendo conmigo
en el pasillo. Quería ver de nuevo ese lado de él. No sabía exactamente qué hacer, ya
que no creía que me hubiera escuchado y no quería asustarlo, especialmente si ya
estaba molesto. Sorprender a Edward no era prudente, ya que arremetía sin pensar, y
el hecho de que estuviera bebiendo y molesto lo hacía aún más impredecible.
Solo nos miramos el uno al otro por un momento y había una extraña tensión cuando
ninguno de los dos hablaba. “No quise interrumpir,” dije finalmente, sin poder soportar
el silencio.
Edward rió con amargura. “No interrumpes, Isabella. Joder, no es como si estuviera
haciendo algo. Solo estoy sentado aquí, emborrachándome hasta quedar en coma.”
“Sí,” dije simplemente, decidiendo solo hacer lo que vine a hacer. Avancé unos cuantos
pasos y él me miró inquisitivamente, pero pasé rozándolo para abrir el refrigerador.
Saqué la jarra de jugo de naranja y la puse junto a Edward en la encimera. Él estaba
“Dame uno también,” dijo en voz baja, sus labios justo junto a mi oído, su aliento
persistente en mi cuello. Un escalofrío me atravesó y traté de detenerlo pero no pude.
Edward se rió entre dientes y yo me ruboricé, estirando mi mano rápidamente y
agarrando un vaso para él. Cerré el gabinete, resultando en un fuerte portazo que nos
hizo saltar a ambos. Dejé los vasos abajo y agarré el jugo de naranja. Me serví un
poco, haciendo una pausa.
“¿Quieres un poco de esto?” Pregunté, sin saber si era para eso que quería el vaso.
Edward me miró por un segundo.
“¿Por qué me lo preguntas? Joder, puedes leer así que léelo.” Dijo. Mis ojos se abrieron
“La mia jodida bella ragazza,” dijo, riendo después. Negó con la cabeza, sin dejar de
reír, y empinando su bebida, la engulló y puso su vaso junto al mío.
“¡Válgame Dios! Esto está fuerte,” Edward se rió y dejó su vaso en la encimera, el cual
estaba vacío como era de esperarse.
“Sí, ese lo cargué un poco.” Se bajó de la encimera y dio un paso hacia atrás, de forma
que no me golpeara. Agarró la jarra de jugo de naranja y vertió en mi vaso, llenándolo
hasta arriba. Me entregó el vaso y sonrió. “Esta vez no lo engullas, porque si lo haces te
desmayarás y de verdad me gustaría algo de jodida compañía.”
“¿Qué tipo de juego?” Pregunté, un poco nerviosa. No era muy buena con los juegos, no
tenía mucha experiencia con nada en lo absoluto.
“De acuerdo,” dije, ligeramente aliviada al menos sonaba fácil, pero al mismo tiempo
un poco nerviosa ya que adivinaba que podía preguntar cosas personales.
“La única regla es que no puedes mentir. Me importa una mierda cual sea la pregunta,
sólo no me mientas y yo no te mentiré. Y cada uno podemos conseguir un pase, con el
que podemos negarnos a contestar una pregunta si queremos,” añadió rápidamente.
Asentí. Tomé un profundo respiro y empiné mi vaso, engullendo la bebida. Ya estaba
sintiendo el calor y algo de confusión dentro de mí, lo cual imaginaba era la indicación
de que el alcohol estaba haciendo efecto. Sabía todo acerca del alcohol, ya que
Charles bebía mucho y era un borracho cruel, así que estaba muy consciente de que
entre más tomara estaría más inhibida.
“Tú primero,” dije, sin tener idea de qué preguntar y queriendo que el guiara. Miró
hacia mí, sus ojos cayeron en su vaso vacío. Estaba nerviosa, no podía mentir, y mi
mano temblaba ligeramente, agitando mi vaso. Esperaba que él no lo viera, pero tenía
la sensación de que podía verlo, ya que estaba mirando directamente hacia él.
Después de un momento suspiró y se paró, tomando mi vaso y colocándolo en el
escritorio. Sacó sus llaves de su bolsillo y abrió un cajón en su escritorio. Eché un
vistazo, extrañamente sin preocuparme por meterme en problemas por ser entrometida.
No sabía que era, pero no tenía miedo de que él me castigara.
“¿Qué piensas acerca de las drogas?” Preguntó, mirándome. Por cierto, eso no cuenta
como mi pregunta. Sólo quiero saberlo antes de hacer esto, no quiero ofenderte o hacer
algo que no quieras que haga.”
“¿Los que estaban a tu alrededor no las usaban en Phoenix?” Preguntó. Negué con la
cabeza. Charles bebía, pero nunca utilizó drogas. Asintió, metiendo la mano en su
cajón y sacando una bolsa llena de algo verde. Parecían como hojas secas. Sacó un
pedazo de algo marrón que parecía papel y lo llenó de un poco de eso verde,
enrollándolo y lamiéndolo para sellar el papel. Lo llevó a sus labios, sacando un
encendedor y encendiéndolo, inhalándolo como un cigarro.
Se paró y se acercó hacia mí. Mi corazón empezó a latir más rápido mientras se ponía
de cuclillas frente a mí, al nivel de mi rostro. “Esto te relajara,” dijo, sonriendo
levemente y levantándome sus cejas. “Es marihuana, nada loco o algo así, sólo una
puta planta. No te daría nada que pudiera hacerte daño. ¿Quieres probar?”
Sólo me quede mirándolo, un poco aturdida por su proximidad. Sus ojos miraban
directamente a los míos, estaba tan cerca el verde prácticamente estaba
hipnotizándome, mientras se arremolinaban por la emoción.
Asentí. Llevó la droga a sus labios y aspiró profundamente. Separé mis labios y me
quedé lo más quieta que pude, a pesar de mi ansiedad. Él hizo su cabeza hacia
adelante, hacia mí y mi corazón comenzó a acelerarse cuando inclinó su cabeza hacia
un lado. Se detuvo cuando sus labios estaban sólo a un centímetro de los míos y
comenzó a exhalar, la mezcla del humo de sus pulmones y el aroma embriagador de
su colonia entró en mi sistema. Nubló todo y cerré los ojos, manteniéndolo en mis
pulmones. Ardía un poco, pero lo mantuve lo más que pude antes de finalmente
soltarlo cuando me faltó el aire. Exhalé despacio, abriendo mis ojos. Edward seguía
frente a mí, pero había echado su cabeza hacia atrás, su expresión de asombro. Su
mirada era intensa, casi abrasándome.
Me le quedé mirando por un momento, un poco sorprendida por la pregunta que eligió.
“Mi primer amo tenía uno de sus libros. Lo tomé cuando estaba aprendiendo a leer.
Ninguno de los esclavos podía escribir bien, así que necesitaba algo con lo que
practicar.” Me sonrojé después de mi admisión y Edward me miró interrogante.
“Acabo de confesar que soy una ladrona,” dije. Edward se echó a reír, sacudiendo su
cabeza.
“Sí, bueno, vives en una casa con un criminal de carrera cariño. El robo ni nos inmuta,”
dijo juguetonamente. Por fin se paró, dejando la droga en el escritorio, la que había
sacado. Se sentó en la silla junto al escritorio y se recostó en ella, frente a mí. “Tu
turno.”
Suspiré, sin saber que preguntarle. “¿Cómo te hiciste esa cicatriz en tu costado?”
Pregunté después de un momento, sólo preguntando algo al azar. Él sólo se quedó ahí
sentado, mirándome fijamente por un momento, sin moverse.
“No me lo vas a poner fácil, ¿cierto?” Murmuró, subiendo su mano y pasándola por su
pelo. “Me dispararon. Tenía ocho años, la bala rasgó justo a través de mi costado.”
Mis ojos se ampliaron y lo miré horrorizada. No estaba segura de que tipo de respuesta
esperaba, tal vez que se cayó de una bicicleta o se cortó con algo, pero sin duda no
esperaba que dijera que le habían disparado.
“Lo siento,” dije en voz baja, bajando la vista al suelo, sintiéndome mal por sacar a
colación algo así.
“No tienes por qué. Pero como te dije antes, somos más parecidos de lo que tú crees. Mi
sangre se ha derramado por mierda que tampoco es culpa mía.”
“Tú ya hiciste tu pregunta. Es mi turno,” dijo. Su tono no era duro en lo absoluto pero
había un ligero filo en sus palabras que me decía que tal vez eso era algo que no
debería haberle preguntado… no ahora, de todos modos. Se echó hacia atrás y me
miró por un momento, obviamente pensando. “Pregunta número tres-- ¿Tienes algunos
talentos secretos?”
Fruncí el ceño. “Eh… no lo sé. No lo creo,” dije. Arqueó sus cejas con escepticismo.
Sonreí. “Ya hiciste tu pregunta,” dije a forma de juego. Se echó a reír, sacudiendo la
cabeza.
Dudé. “¿Por qué atacaste a ese chico, Jacob, en el juego?” No estaba segura si
realmente quería escuchar la respuesta, no estaba segura si realmente quería
escuchar que confirmara que era mi culpa.
“Mi turno. Así que, ¿dibujarías algo para mí?” Preguntó. Me encogí de hombros.
“¿Algún día?” Preguntó inquisitivamente. Asentí. “¿Qué coño quieres decir con algún
día? ¿Mañana? ¿La semana que viene? ¿Cuándo tenga 80 años?”
Sonreí levemente. “Supongo que te dibujaré algo el mismo algún día que tú finalmente
me dejes limpiar tu habitación.” Rodó los ojos y parecía que estaba a punto de discutir
así que lo interrumpí rápidamente e hice mi pregunta.
Rió con amargura. “¿Segura que quieres saberlo?” Lo miré fijamente por un momento,
su reacción me hizo pensármelo dos veces. Finalmente asentí, por pura curiosidad, y él
suspiró. “Un día me encabronó y estallé. Me dirigí a la reservación donde vive, saqué
un arma, y le disparé a su coche. Le di al tanque de gasolina, hizo chispas y voló la
Lo miré fijamente, un poco sorprendida de que se hubiera puesto tan violento. Jacob me
había parecido tan inofensivo cuando hablé con él, no podía imaginármelo siendo
capaz de irritar a Edward hasta el punto de que Edward estallara como lo hizo.
“¿Qué te dijo Jacob que te hizo sonreír?” Preguntó, levantándome una ceja. Frunció el
ceño y parecía estar un poco molesto sobre algo.
“No fue un pinche chiste sucio, ¿verdad?” Preguntó con voz un poco fuerte. Reí
levemente, un poco confusa en cuanto a porque un chiste lo estaba haciendo enojar.
Edward rodó los ojos y negó con la cabeza, murmurando en voz baja. “Tu turno para
hacer una pregunta.”
“¿Ya no tocas el piano?” Pregunté. Me miró interrogante como si fuera una pregunta
estúpida. “Quiero decir, Jasper como que me dio a entender que te pones violento en lo
relacionado con tu piano así que me sorprende que nunca te haya visto tocarlo.”
Sonrió. “¿Ese cabrón te dijo que te quebraría los dedos si lo tocabas?” Asentí y se echó
a reir, negando con la cabeza. “Te juro por Dios que no tenía la intención de quebrarle
los dedos a esa perra pero le pedí que dejara de tocarlo y no quiso escuchar.”
Mis ojos se abrieron con horror. “¡¿De verdad le rompiste los dedos a alguien?!”
Él asintió. “La última mujer, Janet. No había estado aquí por más de una semana y ya
la había sorprendido haciendo esa mierda. No se detuvo cuando se lo pedí, así que
agarré su mano con fuerza y ella trató de apartarla. Jaló su dedo en la dirección
contraria. Sin embargo, te juro que no era mi intención hacer esa mierda. Y sí, todavía
toco el piano. Sólo he estado ocupado y un poco metido en la rutina,” dijo,
encogiéndose de hombros.
Me tomó un poco por sorpresa. “Eh… mi mamá,” dije. Era verdad, pero no le dije los
Me miró sorprendido. “¿De verdad?” Asentí y sonrió. “Bueno, feliz cumpleaños para
ella,” dijo, cogiendo su bebida y levantándola en el aire antes de engullirla. Reí
levemente, sacudiendo mi cabeza.
Me miró, su expresión seria. En base a mi tono supongo que pudo darse cuenta que
no era una pregunta del juego. “Sí,” dijo en voz baja, vacilante.
“¿Qué pasó con Janet?” Pregunté. Sabía que probablemente estaría muerta, pero tenía
curiosidad de saber que la llevó a eso. Yo misma había enfrentado la ira del doctor
Cullen pero tenía curiosidad en cuanto a que lo llevaba hasta el punto de que en
realidad te matara. Edward suspiró, pasándose la mano por su pelo.
“¿Así que la mató?” Pregunté en voz baja. Edward suspiró, encogiéndose de hombros.
“La sacó de la casa por el pelo y la internó en el bosque. Nunca escuché un disparo,
pero para ser sinceros no podría escucharlo, mientras tuviera un silenciador en su
pistola. Sin embargo, nunca la volví a ver, así que creo que sí. Trato de no pensar en
esa mierda, sé que está jodidamente mal que quiera ignorarlo pero lo hago.”
Él asintió. “Vamos a considerar esa como tu pregunta,” dijo, sonriendo. Vaciló por un
momento, mirándome. “¿Alguna vez te han besado?”
Mis ojos se abrieron y lo miré, un poco atónita de que me preguntara eso. Negué con la
cabeza despacio. Me sentía un poco inepta por mi respuesta, admitiendo mi inocencia
en el tema. “Sé que probablemente me haga parecer inmadura ante ti, el que nunca
nadie me haya besado,” murmuré, bajando mis ojos de los suyos avergonzada.
Sonrió con tristeza. “Yo no besó, nunca besé a alguna de ellas en los labios,” dijo
encogiéndose de hombros.
“Demasiado mimoso y romántico. Quiero decir, puede que haya besado a una chica o
dos cuando era apenas un niño pero eso en realidad no cuenta cuando en aquel
entonces ellas todavía tenían piojos. Eso probablemente me haga parecer como un
pendejo, que pueda tener sexo con ellas pero no besarlas, pero ellas sabían como era
yo.”
Lo estaba mirando, en shock. ¿De verdad nunca había besado a una chica? “¿Cuántas
han sido?” Pregunté. Su ceño se frunció en confusión.
“Cristo, no lo sé. Una docena y media más dos o tres, tal vez,” farbulló. Parpadeé un
par de veces.
“Joder, eres rápida para las matemáticas. Pero sí, no lo sé. No es exactamente que
tenga una lista por ahí, pero esa probablemente es la cifra correcta. Y esa mierda es
ridículamente alta, lo sé.” Negó con la cabeza, pasando los dedos por su pelo de
nuevo. Me observaba con cautela, frunciendo el ceño.
Parecía molesto por su propia respuesta y eso me entristeció. ¿Se arrepiente de alguna
de esas chicas y no le gusta hablar de ellas?
Sonreí, tratando de tranquilizarlo y sin querer que se sienta mal. Quiero decir, no
entiendo exactamente todo el tema del sexo pero él no había forzado a ninguna de
esas chicas y él dice que lo disfruta así que no entiendo por qué había de estar
avergonzado.
Gruñó, pasando sus manos sobre su rostro en frustración. “Tema nuevo. Pregunta
número… cualquier puto número en el que estemos. ¿Cuándo fue lo más asustada que
alguna vez has estado?”
“Eh, sí eso fue aterrador. Pero iba a decir que cuando escuché el clic de la puerta al
cerrarse, al levantar la mirada y ver su expresión. Nunca había visto tanta rabia en los
ojos de una persona. Era como si fuera una persona completamente diferente.”
Edward asintió, pero no hizo ningún comentario. “Tu turno,” dijo, me dio la espalda y
tomó su vaso, engulliendo el resto de su bebida.
“¿Dónde está tu mamá?” Solté antes de que incluso me diera cuenta de lo que estaba
preguntando. Mis ojos se ampliaron y mi mano se disparó hacia mi boca para taparla.
Edward se quedó inmóvil, su vaso en el aire. No podía ver su rostro, ya que estaba de
espaldas, así que no estaba segura de si estaba molesto o enojado.
Asintió. “Sí.” Dudó por un momento. “En realidad es técnicamente Hillside, sólo a unos
pocos kilómetros de Chicago. Está en el Cementerio Monte Carmelo.”
Fruncí el ceño, dándome cuenta de que en verdad estaba muerta. “Lo siento,” susurré,
casi deseando no haber preguntado. Fue un error de mi parte forzar un tema tan
sensible como obviamente lo era su madre. Si quería que supiera de ella, me lo diría.
Se encogió de hombros.
“Está bien. Sólo no me preguntes justo ahora cómo llegó ahí, ¿de acuerdo? Esa es una
puñetera historia diferente para un diferente día de mierda.” Asentí,
comprensivamente, y él sonrió levemente.
“¿Por qué el verde es tu color favorito?” Preguntó. Mis ojos se abrieron un poco y sentí
el rubor subiendo rápidamente. Aparté la vista de él y lo escuché reír.
“Paso,” murmuré, acostándome en su cama y cerrando los ojos, deseando que pudiera
desaparecer.
Me había tomado por sorpresa y reaccioné sin pensar, lo que me hizo sentir como una
idiota.
Él se rió aún más por mi reacción y sentí la cama moverse después de un segundo. Mis
ojos se abrieron de pronto e inmediatamente encontré esos verdes ardientes, ya que
ahora estaba sentado junto a mí y casi inclinándose encima de mí.
“Tu turno, ya que utilizaste tu pase,” dijo con diversión en su voz, sonriendo con su
impresionante sonrisa torcida. Suspiré y todavía podía sentir el rubor en mis mejillas.
“Justo ahora estoy dividido entre el marrón chocolate y ese lindo tono rojo rosáceo,” dijo
ligeramente, mirando directamente a mis ojos. Sentí que mi sonrojo se profundizaba y
tuve que apartar la mirada de él. Mi corazón latía rápidamente, su cercanía
confundiéndome y haciéndome pensar que en realidad estaba coqueteando conmigo.
Sabía que sólo eran mis ridículos sentimientos controlándome y ofuscándome, cuando
en realidad no había manera de que él coqueteara con gente como yo. Rió entre
dientes.
Lo miré, confusa. “Eso no es justo, ya pasé en esa pregunta.” Se rió, negando con la
cabeza.
“No, tú pasaste en por qué es el verde tu color favorito. Ahora quiero saber porque es
vergonzoso el que verde sea tu color favorito. Dos cosas totalmente diferentes.” Dijo con
total naturalidad, como si fuera así de sencillo, y no hubiera manera de salir de esto.
Gemí, cerrando los ojos. Rió entre dientes y encontraba todo divertido, lo que sólo me
avergonzaba aún más. “La verdad, Bella.”
Suspiré. Sentí la cama moverse y abrí los ojos para echarle un vistazo a Edward y verlo
estirar la mano y agarrar la marihuana. Lo encendió y aspiró profundamente, cerrando
los ojos y sosteniéndolo. Lo observé por un momento, un poco anonadada. Se veía tan
tranquilo y relajado. Abrió sus ojos después de un segundo y me miró. Vio que lo
estaba mirando y sonrió su encantadora sonrisa torcida. Sentí que un cosquilleo
recorrió mi cuerpo, se me puso la piel de gallina al verlo. De verdad era asombroso y
no estaba segura si eran las drogas o el alcohol, pero algo me hizo sentir
completamente a gusto con él. Me sentía reconfortada y segura, y era total y
absolutamente aterrador como disfrutaba de esa idea. Porque nunca en mi vida,
incluso cuando era una niña pequeña, nunca me sentí como si estuviera a salvo con
alguien. Ni siquiera con mi propia madre. Desde el principio supe que mi madre era
impotente y en realidad no podía protegerme, por mucho que quisiera hacerlo.
Pero lo amaba, Cristo, amaba al chico. Podía sentirlo en cada centímetro de mi cuerpo,
en cada latido de mi corazón. Nunca supe lo que era realmente el amor hasta que
llegué aquí, pero ahora lo sentía. Me consumía por completo, y eso era aterrador, y
enamorarme de él probablemente era la cosa más estúpida que alguna vez había
hecho. Pero no podía detenerlo. Me di cuenta, recostada allí, que haría cualquier cosa
que él me pidiera voluntariamente. Si Edward Cullen me quería, Edward Cullen podía
tomarme y no lo detendría. No quería detenerlo.
Edward se inclinó hacia adelante, sus ardientes ojos verdes mirando dentro de los
míos. Había tanto fuego en ellos, demasiadas chispas. Me tensé cuando se acercó a
mí, deteniéndose cuando estaba a unos simples centímetros de mis labios. Separé mis
labios e inhalé todo lo que me dio, cerrando los ojos y suspirando mientras saboreaba
su aliento y olía su aroma.
Sentí que su rostro rozó contra mi mejilla, las chispas de su piel envió un hormigueo por
mi cuerpo. Podía sentir el ligero roce de su barba, áspera y rasposa, y pude sentirlo
inhalando contra mi piel. Me di cuenta que me estaba respirando y finalmente me
permití preguntarme seriamente si tal vez, sólo tal vez, esta hermosa criatura podría
ansiar lo mismo que yo anhelaba. Si posiblemente él podía sentir las mismas chispas
que yo sentía.
Edward cullen
Vi como el rubor se deslizó hasta sus mejillas y ella apartó sus ojos de mí. No pude
evitar reír, un poco desconcertado por todo. La razón por la que le pregunté por su color
favorito de nuevo es porque tuvo exactamente la misma reacción la primera vez. No
capté porqué era tan importante el color verde para que ella tenga una reacción tan
intensa, pero carajo si no me tenía curioso. No había manera de que me lo dijera
ahora.
Pero no podía peguntarle esa mierda. Perras normales se avergonzaban por completo
cuando se trataba de la masturbación; si se lo planteó a Isabella probablemente le dé
un aneurisma o algo. Y estaba tan relajada a mí alrededor; no quería arruinarlo por
ser un pendejo hormonal entrometido.
No me gustó no verla así que me levanté y me senté en la cama junto a ella. Quería ver
ese rubor, ya que era malditamente lindo. Ni siquiera sabía que las chicas seguían
haciendo esa mierda hasta que ella llegó. Supongo que tal vez lo hacían y sólo usaban
Me incliné sobre ella y sus ojos se abrieron de golpe, mirando directamente a los míos.
Le dije que hiciera una pregunta ya que había pasado y me preguntó mi color favorito.
Mierda, francamente no tenía uno en específico, mi preferencia siempre cambiaba
dependiendo de lo que se veía bien en el momento. Y justo en ese momento, esos ojos
de un profundo marrón chocolate y ese rubor rojo rosáceo, joder, era todo lo que se
veía bien para mí.
Se puso aún más roja cuando le dije eso y ni siquiera pudo darme una puta mirada.
Era tan malditamente linda que era ridículo. Le pregunté porque el color verde la
avergonzaba y trató de rehuir la pregunta de nuevo, todavía avergonzada, y no pude
evitar reírme. Le dije que me dijera la verdad y ella gruñó, cerrando sus ojos.
Estaba un poco ebrio y la hierba me tenía relajado. No podía creer que ella en realidad
haya estado dispuesta a beber el Everclear conmigo (N.T. El Everclear es alcohol casi
puro y por lo mismo es ilegal en los Estados Unidos), ya que esa mierda era fuerte, y
estaba aún más jodidamente atónito de que no hubiera salido corriendo o le hubiera
dado un ataque de pánico cuando enrollé el porro. Sabía que ella no había hecho
nada como eso antes y Cristo, me sentía como un pendejo corrompiéndola. Era tan
inocente y pura, a diferencia de cualquier persona que alguna vez había conocido.
Todo era nuevo y asombroso para ella, y amaba la forma en que sus putos ojos se
iluminaban cuando estaba viendo o experimentando algo nuevo. Y tal vez era egoísta
de mi parte el querer ponerla jodida y sin inhibiciones, pero quería pasar un tiempo
con ella, conseguir conocer su verdadero ser y no esa versión robótica que había
estado vagando por la casa toda la maldita semana. Quería que estuviera a gusto
conmigo y que me viera, como lo que era, otra pinche persona, un igual, y no como
alguien por encima de ella como un amo. Me di cuenta de que probablemente era
difícil para ella, mirarme como si fuera su igual, tomando en cuenta que mi padre
había pagado dinero por ella. Pero ella no era un pedazo de propiedad para mí. Era
sólo una chica, y una jodida chica hermosa, y yo sólo era un chico que quería
conocerla.
Y no puedo mentir, verla inhalar el humo que yo había exhalado fue erótico. Se sentía
como si me estuviera tomando en su cuerpo, invitándome a entrar. Una puta parte de
mí estaba dentro de ella, fluyendo en ella. Era sensual e hizo que mi polla se
endureciera más de lo que alguna vez la había sentido. Estaba palpitando y traté de
ignorar esa mierda, no queriendo ser indecente o espantarla. No tengo idea de cómo
se siente acerca de mí, si alguna vez me había deseado así. No tenía experiencia y la
verdad yo tampoco.
Joder, me mataba admitirme a mí mismo que era tan inexperto como ella en esa
mierda. Podía follar a una chica hasta dejarla sin sentido, hacerla gritar y llorar de
placer, pero cuando se trataba de amar a una no tenía idea de lo que estaba
Y Cristo, había utilizado a tantas chicas en los últimos años que era ridículo. No podía
creer que me había hecho esa pregunta. Pensé en pasar, pero sabía que si pasaba en
esta eso me haría lucir mucho peor, siendo incapaz de admitir el número.
Honestamente no sé di la mejor estimación que pude. No quiero que Isabella sea como
ellas, no quiero que sea otro número en la lista. Ella era especial, quería que las cosas
fueran diferentes con ella. Quería amarla, no follarla. Por supuesto que me excitaba
pero no se trataba de eso, para nada. Quería su puta alma, no su cuerpo.
Mis propios deseos me asustaron, ya que yo no besaba. Nunca antes había querido
darle un puto beso a una chica. Pero en ese momento no quería nada más que sentir
esos deliciosos labios presionados contra los míos, para ver si eran tan suaves y tiernos
como se veían, para probarla y ver si sabía tan bien como olía.
Pero no podía. Por mucho que lo quisiera, que lo anhelara, sería el más grande cabrón
en el planeta si lo hiciera. Hace apenas unas horas estaba follando a Tanya y no podía
sólo besarla así de rápido después de eso. Ella se merecía algo mejor que esa mierda,
no era sólo otra chica. Tenía que tratarla con respeto, mostrarle que la adoraba con mi
Y además, ¿qué puto derecho tenía de sólo ir y besar sus labios? Ella ya más o menos
me había dicho que preferiría que alguien la asesinara a que la violaran. Se necesita
ser un verdadero pendejo de mierda para sólo ir y besarla sin su consentimiento
después de que ella confesó eso. Era un imbécil, sí, pero no tan imbécil.
Aunque todo era demasiado, totalmente demasiado. Tenía que alejarme de ella antes
de cruzar la línea, antes de presionarla demasiado y asustarla porque estando tan
cerca físicamente estaba poniendo a prueba mi fuerza de voluntad. Nunca tuve que
negarme algo que quería y era difícil como el demonio hacerlo. Me senté, suspirando.
Ella se quedó acostada, con sus ojos cerrados y sin respirar, manteniendo mi aire en
sus pulmones.
Caminé por el pasillo y abrí la puerta de la biblioteca. Encendí la luz del techo, la cual
estaba jodidamente brillante porque era de alto voltaje y me hizo hacer una mueca.
Entrecerré los ojos y parpadeé un par de veces, tratando de ajustar mis ojos. Caminé
frente a las estanterías por un momento, recorriendo con la vista los títulos. Raras veces
venía aquí, no tenía tiempo para leer con lo ocupado que estaba. La mayoría de los
libros eran de mi madre ya que coleccionaba esas pendejadas y ninguno de nosotros
en realidad los tocaba. Por lo general, sólo estaban allí acumulando polvo, sin usarse
como el resto de las cosas de mamá. Todo nos lo quedamos, papá se negó a regalar
nada de ello. Todo estaba en el desván de la casa, guardado en cajas y bajo llave.
Dudo que Isabella siquiera sabía que tenemos un ático. La única manera de llegar a él
era a través de la biblioteca y dudaba mucho que ella viniera aquí con bastante
frecuencia siquiera para notar la entrada a él. Quiero decir, me di cuenta de que
algunas de las capas de polvo se habían ido así que era evidente que ella había
Papá era hábil para eso, podía mantener a alguien como rehén a unos pocos metros
bajo nuestros pies y joder, nunca ninguno de nosotros nos daríamos cuenta, porque
con su comportamiento él nunca daría indicación de que algo estaba pasando.
Siempre tranquilo y con dominio de sí mismo. De todos los putos rasgos que heredé de
él, ¿por qué no había heredado ese? Si preguntáramos no nos mentiría, nos diría la
verdad, y esa en parte era la puta razón por la cual ninguno de nosotros preguntaba.
La ignorancia es felicidad, o lo que sea.
Miré a lo largo de la estantería, recorriendo con la vista los títulos. Me detuve cuando
llegué al que estaba buscando y lo saqué. Estaba viejo y desgastado por el uso, el
maldito libro favorito de mi madre. La cubierta tenía un poco de polvo, así que soplé
para quitárselo, tosiendo y cerrando los ojos cuando el polvo regreso a mí. Buen puto
movimiento, Cullen.
Volví a apagar la luz y me dirigí de vuelta a la habitación. Abrí la puerta y mis ojos
encontraron los marrones suaves de Isabella instantáneamente. Se había movido de
lugar y estaba acostada boca abajo en mi cama, con los pies arriba de mis
almohadas. Le di una pequeña sonrisa y cerré la puerta detrás de mí con suavidad. Me
acerqué a ella y le extendí el libro y ella extendió su mano vacilante, tomándolo con
cautela pero pareciendo confusa.
Sus ojos se abrieron un poco y bajó la vista a libro en sus manos. “Eh...” Comenzó a
decir, su ceño se frunció mientras miraba la cubierta. Me reí ante su reacción, tan
jodidamente linda e inocente. Quedándose completamente atónita por un maldito libro.
“Mira, no tienes que leerlo, sólo pensé que te daría algo que hacer,” dije, sin querer
que pensara que la estaba forzando a hacer algo.
“No te preocupes por él,” le dije, encogiéndome de hombros. Levantó la vista hacia mí
con una mirada de incredulidad en su rostro. Le sonreí levemente. “Te tengo cubierta,
confía en mí.”
Me miró por un momento y vi sus ojos cubrirse de lágrimas. Era sorprendente cuanta
jodida emoción había allí. Me di cuenta que estaba luchado por retenerlas, sin querer
llorar. O sea, sólo era un libro, pero supongo que para ella esa mierda era mucho más
que eso. Pero para ser sincero, ella podía tener la puta colección completa de libros si
los quería, si ello significaba hacerla feliz.
“Está bien,” dijo en voz baja, mirando el libro. Lo abrió como por la mitad y se veía
como si estuviera echando un vistazo a la página. “Eh, no creo que pueda leer esto,”
murmuró.
“Hay un montón de palabras grandes en esta cosa,” dijo. Me reí, negando con la
cabeza. Joder, esperaba que dijera que era demasiado escandaloso o algo así, no que
era difícil.
“¿Puedes leer Albert Schweitzer pero no puedes leer esto?” Pregunté con incredulidad.
Se encogió de hombros.
“Ese fue el único libro que había tenido durante años, lo único que tenía para leer. No
lo terminé todo porque mucho de él no tenía sentido para mí pero me aprendí algo de
memoria así que lo di por terminado.”
Sonreí. “Ah, bueno… yo creo que puedes hacerlo. De todas formas, nos tienes a
nosotros para ayudarte.”
“Quiero decir, si no quieres ayuda aprendiendo y leyendo y esa mierda está bien. Pero
estaré más que feliz de hacer lo que pueda, y sé que Alice y Jasper también lo estarán,”
dije. Tan encantados como estaban esos dos con Isabella y considerando que sabían
cómo me sentía por ella sabía malditamente bien que saltarían ante la oportunidad.
Sonreí y finalmente me quité los zapatos. Mis putos pies me estaban matando, pero
había estado tan muerto de la curiosidad, perdido en mis pensamientos y la compañía
de Isabella, para siquiera pensar en quitármelos. Me subí a la cama y me acosté junto
“Te veías guapo esta noche,” dijo Isabella en voz baja. La miré, un poco sorprendido
por sus palabras. Estaba acostumbrado a que las chicas me dijeran que me veía bien,
Stanley alimentaba mi ego con esa mierda todas las mañanas, pero que Isabella me lo
dijera era diferente. Estaba extrañamente asombrado, de que ella pensara que estaba
jodidamente guapo, esa opinión envió esos malditas oleadas de amor y deseo a través
de mi pecho y al interior de mí corazón.
Se rió en respuesta, mirándome directamente a los ojos, me encantaba que ahora por
lo general era capaz de mantener el contacto visual conmigo, me sentía como si
pudiera ver su pinche alma a través de sus ojos. En ese momento sentí el impulso de
decirle que era hermosa y las palabras casi salieron, pero antes de que pudieran salir
ella volvió su cabeza y se volvió a centrar en el libro. Suspiré, pasando mis dedos por
mi pelo, enojado porque había perdido la oportunidad de realmente hacerle un puto
cumplido. Dudaba que alguna jodida vez alguien le dijera que era hermosa pero de
verdad lo era.
Traté de no mirarla, ya que sabía que estaba tratando de leer y no quería incomodarla
por estarla observando. Pero por el rabillo del ojo pude ver su ceño fruncirse
ocasionalmente, una mirada de pura jodida concentración y determinación en su rostro
mientras sus labios se movían y trataba de deletrear esa mierda. Era gracioso y tan
malditamente adorable, pero traté de no decirle eso porque no quería que se
avergonzara.
“Gracias,” dijo en voz baja, volviendo con su libro. Estuvo callada por un momento
antes de gruñir. “¿Qué es, eh, solil... eh, que significa está palabra?”
Sonreí y me rodé para quedar boca abajo. El movimiento me dejó tan cerca de ella que
nuestros costados se tocaban. Eché un vistazo para ver lo que estaba señalando, mi
barbilla apoyada en su hombro.
Sonrió y volvió su rostro para quedar frente al mío. Sus ojos estaba directamente
delante de los míos, nuestros rostros tan cerca que las puntas de nuestras narices se
rozaban. Pensé que ella se iba a volver rápidamente, ya que nuestra proximidad era
realmente íntima, pero no lo hizo. Me miró fijamente y pude sentir su aliento en mi piel.
Después de un momento llevó su labio inferior a su boca y empezó a morderlo como
normalmente hacía cuando estaba nerviosa por algo. Estaba un poco confundido en
cuanto a por qué no se movía si estaba nerviosa, pero entonces su respiración se hizo
un poco más inestable. Mi frente se frunció levemente. ¿Quería que la besara? Dios,
cuanto lo deseaba y estaba tan jodidamente cerca, era difícil no hacerlo. Parecía como
que lo deseaba pero estaba mal que lo hiciera, especialmente después de toda esa
mierda de Tanya. Y tenía tanto miedo de lastimar a esta chica o forzarla demasiado o
en llevarla a una dirección a dónde no quería ir.
“¿Por qué coño mi padre me está llamando a las 3 de la mañana?” Pregunté, más para
mí mismo que para nadie. Era el baile de Bienvenida debía de suponer que estaba
drogado o borracho a esta hora. Llevé el teléfono a mi oído, suspirando.
“Sí doctor Cullen, ¿qué puedo hacer por usted a esta encantadora hora?” Pregunté,
sarcásticamente. Él suspiró.
Suspiró. “¿Has visto a Isabella? Traté de llamarla más temprano y ver cómo estaba,
pero no respondió. Supuse que estaba dormida, pero me ha estado preocupando.”
“Llamé al celular que le compré,” dijo. Estaba algo sorprendido, sin tener una puta
idea de que él le había dado un teléfono. Quiero decir, que tenía sentido que tuviera
uno, aunque por lo general teníamos instalado un teléfono fijo con las otras mujeres,
pero sabía que el intentaba hacer las cosas diferentes con Isabella. Intentaba darle un
poco más de espacio para deambular, espacio que las otras consiguieron cuando él
se sintió cómodo con su lealtad.
“Bueno, te dejo. Buenas noches,” dijo. Murmuré un buenas noches, colgué y puse mi
teléfono a un lado. Volví mi cabeza hacia Isabella y vi que me estaba observándome
con cautela.
“Sólo quería saber si estabas bien, dijo que trató de llamarte.” Sus ojos se abrieron un
poco y vi un destello de miedo en ellos. Suspiré. “Relájate, no estás en problemas con
él, sólo estaba preocupado. Mi padre no suele ser tan pendejo, no te pongas nerviosa
por más mierda. Quiero decir, no te culpo por no ser su mayor fan después de lo que te
hizo, pero él no va a hacer esa mierda otra vez.”
“Ve y tráeme tu teléfono,” dije. Parecía un poco confundida, pero se levantó y se dirigió
a la puerta.
“Me gusta esa canción,” Isabella dijo en voz baja junto a mí. La miré. Estaba viendo el
libro, pero me di cuenta que su atención estaba en la música. Suspiré cuando me di
cuenta que canción era: “Welcome to My life”. (N.T. Bienvenido a mi vida) Por supuesto
que le gustaba esa, imaginaba que ella podía relacionarse con ella.
Que te pateen cuando estás caído, sentirte como si hubieras sido pisoteado
Bienvenido a mi vida.
Cerré el teléfono y lo puse a un lado, mirando hacia el techo. Todavía seguía bastante
colocado, relajado y simplemente contento. Después de un rato Isabella gruñó y cerró
el libro, tirándolo hacia un lado y acostando su cabeza en mi almohada. Le eché un
vistazo y sonreí ante la mirada de irritación en su rostro.
Me miró. “Estoy segura de que la historia estaría genial si pudiera entenderla,” dijo,
dejando caer su cabeza y cubriéndose con su cabello. Extendí mi mano y metí algo de
su cabello detrás de su oreja de manera que pudiera ver su rostro. Sonrió levemente
cuando nuestros ojos conectaron.
“Paciencia, lo entenderás. Tengo la sensación que se volverá más fácil para ti una vez
que te metas en ello. Cristo, cualquiera que puede aprender lo básico de la lectura a
través de los malditos subtítulos tiene un talento innato para esa mierda.”
“Te ves agotada,” dije. Suspiró, sonriendo levemente. Obviamente sus párpados
estaban pesados, ya que seguían cerrándose solos ligeramente.
“Estaré bien,” dijo, su voz suave y dulce. Quería preguntarle si era verdad, si realmente
iba a estar bien, pero sólo me quedé sentado con la boca cerrada y sonriendo. Me paré
y fui al baño a echarme una meada, el alcohol en mi cuerpo drenándose a través de
mí. Me lavé las manos y volví a salir, caminando de vuelta hacia donde había estado
acostado. Miré a Isabella y sonreí, porque sus ojos estaban cerrados. Si no estaba ya
dormida, pronto lo estaría. Joder, de verdad quería que se quedara aquí conmigo,
estaba feliz de que aún no intentara volver a su habitación. Imagino que sólo estaba
tan agotada que no podía siquiera pensar en levantarse. Sabía que mi cama era
cómoda como la mierda.
Me senté al borde de la cama junto a ella y sus ojos se abrieron cuando la cama se
movió. Parecía doloroso cuan exhausta estaba.
“¿Bella?” Dije en voz baja cuando sus ojos se estaban cerrando de nuevo.
“¿Sí?”
Suspiró y volvió la cabeza, desviando sus ojos de mí. Tomé eso como una señal de que
no iba a contestarme y estaba a punto de decirle que estaba bien, no tenía que
decirme si no se sentía cómoda con ello, cuando habló.
“Tus ojos son verdes,” dijo en voz baja, arrastró un poco las palabras por la fatiga y
apenas fueron audibles. Mi ceño se frunció en confusión por su respuesta. Quiero decir,
por supuesto que mis putos ojos eran verdes. ¿Qué tenían que ver con eso? La miré por
un momento, notando su respiración constante y un leve ronquido viniendo de ella. No
Por un minuto, me quedé allí acostado tratando de entender porqué el que mis ojos
eran verdes la haría sentir avergonzada de que le gustara el color. Quiero decir, ¿se
supone que era un insulto, como si eso de alguna puta manera deshonrara el color?
Pensé que tal vez sólo había dicho algo, medio dormida, y tal vez esa mierda no
significaba nada.
Sentí la cama moverse y abrí mis ojos, con jodido miedo de que se despertara, se
levantara y se fuera. No quería que se fuera. Me sentí aliviado cuando vi sus ojos y
seguían cerrados y ella estaba dormida, pero se había dado la vuelta quedando frente
a mí. Me quedé un rato mirándola, observándola dormir, perdido en mis pensamientos.
Le gustaban mis ojos, obviamente lo suficiente para hacerlo su color favorito. Sin
embargo, ¿qué tanto le gustaba? Cristo, ¿podría amarme? Joder, ¿de verdad podía
tener el corazón de esta chica? Sería difícil como el demonio y jodidamente injusto
tener que mantenerlo en secreto, pero no podía negar que valdría la pena todo el puto
trabajo. Ella lo valía.
“Sogni d’oro, la mia bella ragazza. Ti amo,” murmuré, cerré mis ojos y volví a quedarme
dormido.
***********
Sogni d’oro, la mia bella ragazza = Dulces sueños mi chica hermosa
Ti amo = Te amo
Isabella swan
Estaba teniendo una mañana desconcertante. Sin embargo, no era del todo mala, era
extraña.
Anoche había pasado una buena cantidad de tiempo con Edward, por lo que recuerdo.
Recuerdo el juego de las preguntas que habíamos preguntado y contestado. También
recuerdo que me dio un libro que había leído acostada en su cama junto a él. Después
de eso, nada. No recordaba haberme levantado e irme a mi cuarto así que imagino
que debo haberme quedado dormida en su cama y él fue demasiado caballero como
para despertarme y sacarme. Cómo había pasado de dormir en su cama a dormir en
sus brazos, no estoy segura. Recuerdo que anoche tuve otro pesadilla, otra de mi
madre ya que hoy era su cumpleaños, y estaba un poco preocupada de si le había
molestado o no hablando en sueños. Esperaba que no, esperaba que no hubiera sido
una molestia. No sólo porque había invadido su cama y aparentemente me le encimé
mientras dormía, posiblemente lo mantuve despierto con mis arrebatos a mitad de la
noche. Me sentí mareada ante la idea de que lo había molestado. Él había sido
demasiado amable conmigo como para estar dándole lata.
Esperaba despertar esta mañana sintiéndome mal, ya que había conseguido ponerme
ligeramente ebria, así que quedé gratamente sorprendida de que no tenía dolor de
cabeza. No sabía exactamente qué es lo que se le había metido a Edward, por qué
había estado actuando de la manera que lo estaba haciendo. Imaginaba que algo
tenía que haber ocurrido en su baile para molestarlo, pero me alegró que pareciera
más feliz a medida que la noche avanzaba. Sin embargo, me sorprendió cuan dulce
era conmigo y estaba un poco asustada, ya que el tiempo que pasábamos juntos
parecía hacer que los sentimientos que tenía hacia él fueran aún más fuertes. Anoche
me di cuenta de que estaba enamorada de él y no sabía lo que tenía que hacer al
respecto, cómo se suponía que debería actuar hacia él. No podía decirle, ya que tenía
miedo de que me alejara si se enteraba de que mis sentimientos eran tan profundos.
No sabía exactamente lo que él sentía por mí, no veía como pudiera alguna vez
quererme siquiera una fracción de la manera como yo lo quería, pero anoche me dio
una pista de que tal vez al menos se sentía atraído por mí. Sabía que Edward se sentía
atraído por muchas mujeres, lo había escuchado de algunas personas y hasta él
mismo expresó que gustaba de la compañía femenina de una manera íntima. Y juro
que anoche estuvo a punto de besarme, justo antes de que su padre llamara. En ese
momento estaba en conflicto, completamente dividida entre desearlo por la forma en
que me sentía, y no desearlo porque tenía mucho miedo. Temerosa de todo lo
romántico o sexual. No sabía lo que estaba haciendo, nunca pensé que alguna vez
estaría en la posición de besar a alguien, mucho menos otra cosa. No sabía qué hacer,
cómo se supone que se sentía o si dolería. Todo el concepto me asustó.
La casa estaba limpia desde ayer que la había limpiado por aburrimiento, así que en
realidad no había nada para que hiciera. Sin embargo, no quería sólo sentarme por
ahí sin hacer nada, porque sabía que si lo hacía sólo conseguiría deprimirme
pensando en mi madre o me aterraría pensando en si Edward se molestaría o no
conmigo por todo el asunto de dónde dormí. Miré alrededor de la cocina, abriendo
gabinetes, y decidí cocinar algún tipo de galletas.
Teníamos que conseguir de nuevo provisiones, ya que otra vez estaban escaseando,
pero teníamos todo para preparar unas galletas de mantequilla de maní. Una cosa de
la que me di cuenta era que a todos los hombres Cullen les encantaba la mantequilla
de maní. Era una de las pocas cosas en la que todos estaban de acuerdo. No era nada
fuera de lo normal encontrar a uno de ellos parados en la cocina en algún momento
del día comiendo mantequilla de maní de a cucharadas, directamente del tarro. Por
eso, me imaginé que todos ellos al menos apreciarían unas galletas de mantequilla de
maní, y yo podía cocinarlas bastante bien gracias a que a Charles le encantaban todo
tipo de postres.
Nunca antes había estado en esta situación, ya que nunca había estado sola cuando
alguien tocaba. No estaba segura si en realidad debería de atender o no, ya que el
doctor Cullen nunca me había dicho nada sobre los visitantes, pero imaginé que sería
“Tengo que ver a Edward,” dijo finalmente, había un poco de crueldad en su voz.
“Él, eh, sigue dormido,” murmuré. Se rió secamente y puso sus manos en sus caderas.
“No te pregunté qué estaba haciendo, fenómeno. Te dije que tengo que verlo. Así que
corre y tráelo, ¿no es ese tu jodido trabajo?” Dijo despectivamente. Me sobresalté por
su tono.
“Eh, en realidad no se supone que entre en su habitación,” dije, aún insegura de lo que
se supone que debería de hacer en esta situación. Gruñó, obviamente irritada conmigo,
y rodó sus ojos.
“Jodida gente incompetente,” escupió. Sin previo aviso me empujó fuera de su camino y
me tomó por sorpresa. Tropecé hacia atrás, perdiendo el equilibrio. Lancé mis manos
hacia atrás para detenerme mientras caía sobre mi trasero. Entró rápidamente y muy
molesta, rodeándome y casi pisando mi mano, dirigiéndose directamente a las
escaleras. Estaba completamente aturdida, sin saber qué hacer. ¿Debería seguirla,
tratar de pararla? Subió los escalones, y lo hizo tan rápido que estaba completamente
fuera de la vista antes de que pudiera levantarme del suelo.
Me di cuenta en ese momento que seguir a la chica sería infructuoso, ya que llegó a la
habitación de Edward antes de que siquiera pudiera salir de la cocina. Suspiré,
resignada a que ya era demasiado tarde para hacer ahora algo al respecto, y puse la
segunda tanda de galletas en el horno. Sólo tendría que lidiar más tarde con las
posibles consecuencias. Puse la primera tanda en charolas de alambre para enfriarlas
y salí al vestíbulo cuando escuché alboroto arriba.
“¡Eres un pendejo!” La chica gritó desde el segundo piso. Levanté la vista a los
escalones y vi a Edward empezando a bajarlos hacia el primer piso. Llevaba sólo un
par de pantalones de franela, su pecho todavía desnudo, y su pelo estaba más
desordenado de lo usual. Ella definitivamente lo despertó en medio de su sueño, a
juzgar por su apariencia. Tenía una expresión de extrema molestia en su rostro y
empecé a sentirme un poco más nerviosa, al darme cuenta que estaban peleando. La
chica empezó a bajar los escalones detrás de él, gritando. Edward no dijo nada en
respuesta a sus gritos pero ella estaba llamándolo de lo peor. Escupiendo maldiciones
que nunca antes había escuchado. Estaba visiblemente molesta y me pregunté qué
rayos podría haber hecho Edward para encender tanta furia en ella. Me recordó un
tanto como la esposa de Charles acostumbraba echársele encima.
“Oh, que jodidamente lindo. ¿Esa es la puta razón, Edward? ¿Esa perra? ¿Sirvienta y
prostituta?” Escupió. Edward se quedó inmóvil, su sonrisa decayó y la ira se apoderó
de sus facciones una vez más. Noté que sus ojos se oscurecieron ligeramente por la
rabia a medida que volvía su cabeza para fulminarla con la mirada.
“Si sabes lo que es bueno para ti Tanya, cerrarás la puta boca justo ahora,” dijo. Su
voz era elevada y su tono áspero y envió un escalofrío por mi columna vertebral. No era
yo quién estaba en problemas o a quién estaban gritando, pero independientemente
de ello escuchar ese tono me asustó. Anoche me di cuenta que Edward era más como
doctor Cullen de lo que originalmente pensé. De hecho, Edward podría ser peligroso,
Mis ojos se abrieron y la miré horrorizada. ¿Ella pensaba que Edward y yo estábamos
teniendo sexo? Edward miró hacia mí y algo en mi expresión debió encenderlo. Se
acercó a Tanya y la agarró del brazo. Abrió la puerta con tanta fuerza que la estrelló
contra el muro. La sacó al patio y ella le estaba gritando, todavía furiosa. Al principio
pensé que él la estaba lastimando, pero me di cuenta que sólo la tenía agarrada de la
chaqueta y no a ella en realidad.
Entré a la cocina y miré por la ventana, sabiendo que no debería de ser entrometida
pero sin poder evitarlo. Estaba confundida y no tenía idea de lo que estaba pasando.
Vi que la chica levantó su mano tratando de darle una cachetada a Edward cuando él
soltó su brazo. Él la eludió, agarrando su muñeca para detenerla. Él empezó a gritarle,
no pude escuchar lo que le decía pero era obvio que estaba furioso. Después de un
segundo la soltó y ella solo se quedó allí con sus ojos entrecerrados. Él se dio la vuelta
y comenzó a caminar de vuelta hacia la casa, dándole a ella la espalda.
Edward se acercó a donde yo estaba, deteniéndose junto a mí. Miró por la ventana,
gruñendo cuando vio que Tanya seguía en el camino de entrada. “¿Por qué carajos la
dejaste entrar aquí, de todos modos?” Preguntó, sonando irritado.
Suspiré. “Lo siento. Honestamente, no quería hacerlo. Ella tocó así que no quise ser
descórtes y atendí, le dije que estabas durmiendo. Se enfadó cuando le dije que no
podía ir a despertarte y me empujó para quitarme del camino y subir ella misma a
despertarte.”
Di un respingo, asustada por la rabia que estaba mostrando. “Eh… quiero decir, ella
me empujó y me caí pero en realidad no creo que ella quisiera lastimarme o algo así,
señor.”
Él miró hacia mí, negando con la cabeza y tomando un bocado de la galleta. “No, ¿por
qué te sorprende? Y por cierto, esta galleta es una mierda fantástica.”
Se echó a reír. “Exacto. Ella no es una mierda real. Con la manos demasiado bien
cuidadas, jodidamente falsa. Se esfuerza demasiado. En realidad nunca podría estar
con alguien que pasa horas enfrente del espejo cada mañana poniéndose un chingo
de maquillaje y perfeccionando su cabello sólo para acabar luciendo como una
maldita muñeca Barbie. Necesito alguien que no tenga miedo de ensuciarse las manos
y esa no es ella. Tanya explotaría si se astillara una puta uña. La perfección no es mi
definición de la belleza.”
“Come una galleta, Bella,” dijo, dándose la vuelta y dirigiéndose por las escaleras.
Edward bajó los escalones y entró en la cocina. Miró a sus hermanos y se echó a reir,
sacudiendo su cabeza. “Sfatto,*” dijo, extendiendo su mano y palmeando a Jasper en
la espalda. Jasper hizo una mueca y se apartó de Edward, rodando los ojos.
“Sí, bueno, ¿a qué hora llegaste?” Preguntó. Edward se rió, encogiéndose de hombros.
“¿Quién carajos sabe? ¿A la medianoche, tal vez? No es que haya mirado al reloj
cuando llegué,” dijo, mirando hacia mí con sus cejas levantadas. Asentí y sonreí. Lo
encontré en la cocina poco después de la medianoche.
Edward asintió. “Isabella y yo pasamos el rato juntos como hasta las 3:30,” dijo,
encogiéndose de hombros. Jasper miró hacia mí y levantó una ceja. Le sonreí y asentí,
confirmándolo. Me miró fijamente por un momento con una expresión curiosa en su
rostro antes de otra vez volverse hacia Edward. Le arqueó una ceja y Edward gruñó,
“¿La drogaste?” Preguntó con incredulidad. Parpadeó un par de veces antes de que su
cabeza se volviera rápidamente en mi dirección, la sorpresa en su rostro. “Espera,
pensé que eras analfabeta.”
Edward se rió con fuerza y me sonrojé, avergonzada. No podía creer que Edward
estuviera diciendo todo tan tranquilamente.
“Ella sabe lo básico, sólo falta pulirla un poco,” dijo Edward. Se echó hacia atrás
apoyándose en la encimera, agarrando otra galleta de la charola y masticándola. Se
me quedó mirando y su mirada me estaba haciendo sentir un poco cohibida. Jasper vio
las galletas, y agarró una también, tomando un bocado.
“No recuerdo la última vez que comí una verdadera galleta de mantequilla de maní
hecha en casa,” murmuró con la boca llena. Sonreí levemente. “En realidad, creo que
nunca había comido una, y estas están formidables. Pero, es genial que no seas
completamente analfabeta. Vamos a tener que ayudarte con eso.”
Afuera oí crujir la grava y miré por la ventana para ver el coche negro detenerse. “El
doctor Cullen está en casa,” dije en voz baja, alejándome de los chicos. Agarré un
recipiente del gabinete y empecé a poner las galletas en él ahora que se habían
enfriado. Escuché la puerta del frente abrirse y pasos dirigiéndose hacia la cocina.
“Buenos días, señor,” dije en voz baja. “Eh… ¿qué significa eso?”
Mis ojos se ampliaron y asentí, un poco aturdida. ¿Dulzura? Sonrió una vez más y se
dio la vuelta, saliendo de la cocina. No tenía idea de lo que se le había metido al
doctor Cullen para que estuviera tan feliz esta mañana pero era asombroso.
Seguí guardando las galletas y escuché pasos viniendo detrás de mí. Eché un vistazo
alrededor y vi a Edward acercarse. Se volvió y saltó sobre la encimera cerca de donde
estaba parada y agarró otra galleta del contenedor antes de que pudiera ponerle la
tapa. Le sonreí, orgullosa de que parecía disfrutar de mi repostería. Me devolvió la
sonrisa y le dio un mordisco, mirándome fijamente.
“Sí, estoy bien. ¿Por qué no había de estarlo?” Pregunté vacilante, con un poco de
curiosidad del por qué me estaba haciendo esa pregunta. Suspiró y pasó su mano por
su pelo.
“Lo siento si perturbé tu sueño,” dije en voz baja. “No tenía intención de hacerlo. Debí
haber vuelto a mi habitación.”
Podía sentir sus ojos en mí pero no podía levantar la vista para encontrar su mirada.
Sentí mis mejillas ponerse cada vez más calientes por la vergüenza. “Estoy bien,” dije,
vacilando. “Yo, eh... no sé por qué pasó eso, por lo general no es así.” Estaba
mintiendo pero me sentía un poco incómoda hablando con él sobre eso. No quería que
se preocupara por mí. No tenía porque hacer eso.
“Pendejadas,” dijo. Levanté la vista hacia él, un poco sorprendida. Tenía una ceja
arqueada hacia mí. “¿Por qué me estás mintiendo?”
“Puedo escucharte, ¿sabes? Gritas todas las noches. Y joder, luces como si no hubieras
estado durmiendo, como si anoche fuera lo que más has dormido en mucho tiempo,”
dijo. Gemí y cerré los ojos, poniendo mis manos sobre la encimera y agachando la
cabeza. No podía creer que me pudiera escuchar por las noches. No pensé que fuera
así de ruidosa.
“No te disculpes. Sólo estaba preocupado por ti, y por supuesto no entiendo por qué
carajos te paras aquí y me mientes sobre eso.”
Sentí lágrimas brotando de mis ojos, pero las contuve, sin querer parecer como una
idiota y llorar. “Porque es estúpido, y no tiene importancia,” murmuré.
Suspiró pero no dijo nada. Después de un momento sentí su mano en la parte de atrás
de mi cabeza. Pasó sus manos por mi cabello con suavidad, llevándolos hacia abajo y
frotando la parte superior de mi espalda con delicadeza. “Es importante si te impide
dormir. Para tu información, sé lo que es eso.” Levanté la vista hacia él sorprendida.
Sonrió levemente cuando mis ojos encontraron los suyos. “¿Quieres contarme?”
Negué con la cabeza rápidamente. “Yo, eh… no,” dije. Sonrió levemente y asintió.
“Está bien. Si cambias de opinión, soy todo oídos. Y lo siento si de alguna manera te
hice sentir incómodo en la cama conmigo. Pero parecías calmarte un poco cuando te
abrazaba.”
Mis ojos se ampliaron. ¿Él hizo eso? Pensé que prácticamente me había metido en sus
brazos, para nada consideré que lo hizo intencionalmente. “No, no me hiciste sentir
incómoda. Eso fue, eh…” Dudé, sin saber que decir. “¿Agradable?”
“¿Sí?” El doctor Cullen respondió desde la silla donde estaba del otro lado de la
habitación. No miró a Edward, continuó mirando la televisión.
El doctor Cullen miró brevemente hacia su hijo antes de mirar hacia mí. Levantó sus
cejas y me miró inquisitivamente por un momento, parecía considerarlo. “Está bien,”
dijo finalmente, encogiéndose de hombros y volviéndose otra vez hacia la televisión.
Sólo me quedé mirándolo sorprendida, echando un vistazo hacia Edward después. Él
sonrió y me guiñó un ojo y yo bajé la vista. Sentí el rubor subir por mis mejillas. “Toma
asiento, Isabella.”
Levanté la vista para ver al doctor Cullen mirándome de nuevo. No podría decir por su
expresión si se trataba de una oferta o una demanda que me sentara con ellos pero
sabía que era mejor prevenir que lamentar. Suspiré y aparté mi vista de él, sin ser
capaz todavía de mantener el contacto visual, y me acerqué despacio al sofá. Me senté
en medio, entre Jasper y Edward.
Edward tenía los pies sobre la mesa frente a él, encorvado hacia abajo con sus brazos
cruzados sobre el pecho. Mi brazo rozó el suyo y miró hacia mí, sonriendo ligeramente.
Jasper tenía sus largas piernas estiradas frente a él y estaba tamborileando sus dedos
en el brazo del sofá. Nos sentamos en silencio por un rato, su atención fija en la
televisión. No tenía idea de lo que era, alguna película sobre algún tipo. No podía
concentrarme en ella, la cercanía de Edward me inquietaba.
Hubo un golpe en la puerta después de un rato y miré alrededor, confusa ya que nadie
se levantaba para atender. Consideré hacerlo yo misma pero tenía un poco de miedo
después de mi previo encuentro de esta mañana. Tocaron una vez más y sentí mi
corazón acelerarse, finalmente surgió la confusión cuando la puerta se abrió.
“Hola, Rosalie,” dijo el doctor Cullen cuando entró, sin dejar de mirar la televisión. Se
detuvo, y miró alrededor a todos nosotros, sus ojos se detuvieron en mí un poco más de
lo que era cómodo para mí.
“Hola Doc, hola chicos,” murmuró. Edward y Jasper le murmuraron un hola y Emmett un
entusiasta ‘hola nena.”
Volví mi atención a la televisión, sin querer que Rosalie me atrapara mirándola. Traté
de concentrarme en ella, tratando de entender de qué se trataba la película. Pero
Edward seguía muy cerca de mí y eso estaba perturbando mi mente. Podía sentir el
hormigueo en mi cuerpo por su toque, el aroma de su colonia filtrándose por mis
orificios nasales, haciendo que todo lo demás pareciera simplemente tan
insignificante.
“Oiga doc, ¿le dijo su hijo que esta mañana destartaló el coche de Tanya?” Rosalie
preguntó, mirando hacia Edward y sonriendo maliciosamente. Edward gruñó y rodó los
ojos.
El doctor Cullen miró a su hijo. “¿Y por qué exactamente ella irrumpió aquí esta
mañana para interrogarte?”
Edward rodó los ojos. “Se puso toda psicópata porque no le di lo que quería. Quería
una puta relación conmigo o algo así.”
El doctor Cullen se echó a reír, negando con la cabeza. “Sí, bueno, eso pasa cuando
les das falsas esperanzas a las chicas, ¿sabes?”
Edward gruñó, entrecerrando ligeramente sus ojos hacia su padre. “Como sea, no le di
falsas esperanzas. Soy franco; ellas saben qué coño está pasando. Pero
independientemente de eso, tal vez yo merezca esa mierda, pero Isabella no merecía
ser golpeada.”
Las cejas del doctor Cullen se levantaron y me miró. Mi corazón comenzó a acelerarse,
sintiendo mi estómago revuelto por el hecho de que me sacaran a relucir en la
conversación.
Suspiré. “Sí, señor. Pero no creo que ella tuviera la intención de hacerme algún daño.
Probablemente fue un accidente.”
“Puras pendejadas,” dijo Edward, mirando hacia mí y arqueando una ceja. “Tanya
estaba enojada, sabía exactamente lo que estaba haciendo.”
Edward gimió pero sonrió levemente. No tenía idea de que era puttani pero tenía la
sensación de que no era un nombre muy agradable para las chicas. “Está bien. He
sobrevivido a cosas mucho peores que un empujón.”
Al momento que las palabras salieron de mis labios me sentí mal. El doctor Cullen se
me quedó viendo, su mirada era intensa. Probablemente pensó que estaba tratando de
dejarlo en evidencia, ya que me di cuenta que así es como sonaba. Era la verdad, él
me había hecho algo peor de lo que alguna vez Tanya pudiera haberme hecho, pero
no era eso lo que quería decir. “Sí, lo has hecho,” dijo después de un momento,
volviendo de nuevo su cabeza hacia la televisión.
“Estoy bien,” dije en voz baja, volviendo la cabeza en su dirección. Estaba tan cerca
que mi mejilla que pasó rozando su nariz y la punta de nuestra nariz se rozó cuando
nuestros ojos se encontraron. Rápidamente echó su cabeza hacia atrás, pero mantuvo
su mirada en mí. Levantó una ceja y nos quedamos mirando el uno al otro por un
momento.
“Tú odias todo,” Edward murmuró. Sentí que el cojín se movió cuando él cambió
ligeramente de posición.
“Como sea. Sólo odio no saber el final. Quiero decir, en serio, ¿qué diablos paso con
él?”
El doctor Cullen rió suavemente. “Ese es el punto. La muerte de Jimmy Hoffa está sin
resolver.”
Mi ceño se frunció, ese nombre me sonaba un poco familiar. Supongo que el tipo en la
película que estábamos viendo se llamaba Jimmy Hoffa y evidentemente murió.
Después de un momento sentí que Edward se agachó en mi dirección. “Es una historia
real. Él se desvaneció en el aire,” susurró. Sonreí levemente, apreciando el gesto. Él
“Vamos, no me den esa mierda. ¿Qué es lo que realmente pasó con él?” Rosalie
preguntó.
El doctor Cullen suspiró y negó con la cabeza. “Si estás insinuando que yo tuve algo
que ver con eso Rosalie, estás equivocada. Yo tenía diez años cuando desapareció.”
Ella resopló. “Vamos, tiene que saber algo,” dijo. “Siempre he querido saber.”
Hubo un breve silencio. “Si fuera un hombre de apuestas, apostaría a que fue Frank
Sheeran quién de verdad lo liquidó. Me atrevería a suponer que fue cremado y sus
cenizas eliminadas. Sin embargo, Chicago no tuvo nada que ver con eso. Hoffa fue
valioso para la familia con el lavado de dinero a través de los casinos.”
El tono del doctor Cullen era uniforme, su voz carente de toda emoción. Era un poco
espeluznante, me recordó a como me había hablado ese día en su habitación.
“¿Así que no está bajo el Estadio de los Gigantes?” Emmett preguntó después de un
momento. El doctor Cullen se echó a reír.
“No, no lo creo. Bueno, no lo sé, pero si yo lo hubiera hecho lo hubiera cremado." Todos
se quedaron sentados alrededor, charlando tranquilamente sobre ese tipo Hoffa y
riendo. Estaba un poco incómoda con la situación, después de que se me recordara
cuan insensible podía ser el doctor Cullen. No podía exactamente correr a mi
habitación y esconderme, sin saber cómo reaccionaría el doctor Cullen considerando
que él fue el que me dijo que me sentara en primer lugar. Después de un momento no
lo puede soportar más y me incliné hacia Edward.
“¿Quieres algo de tomar?” Pregunté en voz baja. Volvió su cabeza hacia mí y sonrió.
“Eh, ¿quiere algo de tomar doctor Cullen?” Pregunté vacilante. Sabía que sería
descórtes no ofrecerlo y los otros dos chicos ya tenían sus bebidas.
“No, gracias,” dijo, mirándome y sonriendo levemente. Forcé una pequeña sonrisa en
respuesta para ser educada, dándome la vuelta para salir cuando Rosalie intervino.
“Tomaré una botella de agua, gracias por preguntar,” comentó sarcásticamente. Mis
pasos se tambalearon y sentí elevarse el ritmo de mi corazón, un poco asustada de que
hubiera metido la pata. No sabía si se supone que tenía que preguntarle o cómo se
supone exactamente que tenía que tratarla cuando nos visitara. El doctor Cullen había
dicho que ella era como una hija para él, ¿eso significaba que tenía que tratarla como
un miembro de la familia?
Di unos pasos hacia la cocina y escuché la voz de Edward. “Eres una pinche perra, lo
juro,” dijo. Escuché a Rosalie murmurar un “como sea” en respuesta.
Entré en la cocina y abrí el refrigerador, mirando alrededor. Agarré una lata de coca, la
abrí y la vertí en un vaso. Agarré el contenedor de cerezas y mezclé un poco de jugo
con la refresco, echando unas pocas cerezas dentro y revolviéndolo. Metí la mano en el
refrigerador y agarré una botella de agua, dudando antes de agarrar otra.
Regresé a la sala de estar y me acerqué a Rosalie con cautela. “Aquí tienes,” dije en
voz baja. Tendiendo uno de las botellas de agua hacia ella. Ella me miró, levantando
las cejas y se quedó así por un momento antes de tomar el agua. De nuevo volvió su
cabeza para mirar la televisión sin decir una palabra.
Sonreí levemente. “De nada,” dije en voz baja. Miré de nuevo hacia la televisión y algo
por el rabillo de mi ojo llamó la atención. Eché un vistazo y mis ojos se abrieron
ligeramente cuando vi al doctor Cullen mirándonos a Edward y a mí. No pude descifrar
su expresión si estaba desilusionado, enojado o triste, pero sus labios estaban un poco
curveados hacia abajo y sus ojos ligeramente entrecerrados. Empecé a sentirme
cohibida, con miedo de que tal vez hubiera hecho algo mal. No podía evitar el miedo
constante que ahora sentía en torno a él, ya que siempre tenía miedo de cometer un
error involuntariamente que lo hiciera enojar.
El teléfono del doctor Cullen sonó y apartó su vista de nosotros, llevando su mano a su
bolsillo para encontrarlo. Lo sacó y miró la pantalla, una mirada de confusión en su
rostro. Suspiró y lo contestó.
“¡¿Qué?!” Dijo el doctor Cullen, su voz más fuerte que antes. “¿Cómo demonios es
posible eso?” El doctor Cullen gruñó después de un momento. “Hazlo otra vez. Si se
trata de lo mismo, vamos a rehacer todo. Pero eso tiene que estar equivocado. Y espero
completa discreción, ¿me escuchaste? No quiero que esto se filtre hasta que pueda
resolverlo, sobre todo cuando tenemos tantas ratas en el alcantarillado. Manténgalo
extraoficial… simplemente no tenemos que golpear el colchón sobre esto
prematuramente. ¿Capisca?”
“¿Sí, señor?”
“¿Sabes mucho sobre los negocios de los Swan? ¿Alguna vez hablaron de ello cerca
de ti?” Preguntó, alzando las cejas inquisitivamente.
“Eh… no, señor,” dije vacilante, tomándome desprevenida, sin saber por qué me había
preguntado sobre Charles. “Quiero decir, éramos conscientes, pero Charles nos
castigaría si alguna vez insinuáramos que era más que un agente de bienes raíces.”
No tenía idea de lo que había sucedido, pero lo que fuera no podía ser bueno. Miré a
Edward quién me observaba con atención. Fruncí mi frente, confundida, y se encogió
de hombros.
******************
Puttani = Puta
Capisca = Entiendes
Dolcezza = Dulzura
Angelo = Ángel
Edward cullen
Escuché que dijeron mi nombre y miré hacia la maestra parada junto al pizarrón. Me
miraba como esperando algo y murmuré algunas maldiciones en voz baja. No había
estado prestando atención a las mierdas que estaba diciendo o lo que estaba
repasando, así que francamente no tenía idea de porqué me estaba llamando.
“¿Podría repetir eso por favor, Señorita Jones?” Pregunté, usando mi voz seductora,
suave y encantadora a la que incluso las maestras parecían no poder resistirse, y le
arqueé una ceja. Vi la esquina de su boca levantarse en una pequeña sonrisa y sonreí.
Sí, hasta esa perra frígida me deseaba, era ridículo.
“315 grados,” murmuré. Levanté la vista y vi que asintió levemente, pasándose con
alguien más. Suspiré, negando con la cabeza y mirando el reloj. Sólo faltaban 15
minutos.
“Como si fuera de tu puta incumbencia,” murmuré, más fuerte de lo que pensé ya que
todos a mí alrededor me miraron con molestia. Rodé mis ojos, todos ellos podían
besarme el culo. Me senté en silencio, escuchando a Tanya continuar con sus ridículos
resoplidos detrás de mí por el resto de la clase, sólo mirando fijamente al reloj mientras
los segundos pasaban.
Finalmente la campana sonó y cerré mi libro con fuerza, murmurando un “joder ya era
hora” bajó mi aliento.
“¿Qué es lo que te pasa últimamente? Te lo juro, toma algo de Midol o algo así y
recupérate de ese Síndrome Premenstrual, porque este no eres tú,” dijo Tanya,
arrojando su libro en su mochila. Rodé los ojos de nuevo.
“¿Alguna vez has pensado que tal vez no me conoces?” Pregunté, molesto de que me
estuviera gritando. “¿Y por qué carajos todavía me hablas?”
Resopló otra vez. “¿Tal vez porque solíamos ser amigos?” Dijo.
“Sí, bueno, tú casi mataste eso cuando irrumpiste en mi casa como si la maldita policía
viniera a interrogarme,” escupí. Seguía enojado con ella, sin hablarle por lo que
ocurrió ese día que ella se presentó en la casa. Le pagué por los daños causados a su
coche, sólo para que no hiciera una maldita rabieta y tratara de demandarme o alguna
mierda de esas, pero a estas alturas ella y yo estamos muy lejos de ser “amigos”.
Había entrado en mi habitación gritando esa mierda de que nos pertenecíamos el uno
al otro y que estaba arruinando todo. Nunca le había hecho una promesa, y estaba
malditamente seguro que no le había hecho ningún voto, así que no tenía puto derecho
de actuar de esa forma. También, había estado teniendo una mañana
extraordinariamente fantástica, soñando con Isabella y deseando despertar con ella en
mis brazos. En lugar de eso, me desperté con la estridente voz de Tanya y con Isabella
por ningún lado. Ignoré a Tanya lo mejor que pude, sin importarme una mierda lo que
pensara de mí, pero cuando empezó con Isabella, algo dentro de mí se encendió. Joder,
casi la golpeé como si fuera un hombre, sin importarme una mierda en el momento,
pero lo que me detuvo fue el hecho de saber que Isabella lo vería y no podía hacer esa
putada frente a ella. Cristo, estaba tratando de ganar su corazón, lo último que tenía
“Y si vas a venir mañana a la fiesta, te agradecería que dejaras esa jodida actitud en
casa, Tanya,” dije con firmeza. Me levanté y me colgué la mochila al hombro, dándome
la vuelta y saliendo de la habitación. Todo el mundo se dirigía al quinta hora de clase,
pero yo pasé de largo el salón de clases y salí del edificio, dirigiéndome directamente
al estacionamiento de los estudiantes. La única razón por la que hoy vine a la escuela
fue por el examen de trigonometría que acaba de tomar en la última hora y no había
forma de que soportara alguna otra puta clase. Hoy no.
Desde que nos mudamos a Washington, cada año habíamos tenido una fiesta de
Halloween, por lo general Alice se encarga de todos los detalles al respecto, toda la
mierda de la planificación con decoraciones e invitaciones, y el resto de nosotros
normalmente sólo vamos a disfrutar. En este pequeñísimo pueblo siempre es un gran
acontecimiento, cada año todos lo esperan con ansias.
Alice también se encarga de los disfraces. No tenía idea de qué diablos había
planeado para este año y no lo sabría hasta que se presentara en la casa con todo por
la mañana. Al principio estaba algo preocupado, montando una enorme fiesta en la
casa con Isabella allí, pero Alice y Jasper habían insistido en que todo estaría bien.
Aunque yo no sabía si confiar en su opinión sobre el tema considerando que esos
pendejos la habían llevado a la fiesta después de mi juego y ella no pudo manejar la
situación. Volví a plantear el tema a Isabella algunas veces, tratando de medir su
reacción a la idea de una fiesta en la casa, y ella en realidad no se asustó por ello,
pero me di cuenta que estaba un poco aprensiva. Traté de asegurarle que todo iba a
estar bien, pero honestamente ni siquiera yo podía saberlo. Las perras eran
impredecibles.
Le aseguré en múltiples ocasiones que no tenía que participar, que podía quedarse en
su cuarto si quería y que nadie la molestaría. Nadie tenía permitido subir hasta el
tercer piso durante nuestras fiestas, ellos lo sabían. No había absolutamente ninguna
razón para que alguien subiera allí, así que la dejarían en paz. Pero ella dijo que
estaba bien con todo ello. Sin embargo, no puedo negar que estaba un poco
preocupado, preguntándome si ella tenía idea de todo en lo que se estaba metiendo.
Me dirigí hacia las escaleras, un poco confundido del por qué había limpiado tanto.
Papá se había ido y ella ya debería de haber sabido que realmente a ninguno de
nosotros nos importaba una mierda si se relajaba un poco. Llegué al segundo piso y vi
todas las puertas cerradas y ni un sonido por ningún lado, así que imaginé que no
estaba allí. Subí al tercer piso y caminé hacia nuestras habitaciones. Escuché la
televisión en su habitación y me detuve en su puerta, escuchando. Después de un
segundo levanté mi mano y toqué suavemente.
“Vístete,” dije, levantando una ceja. Frunció el ceño en confusión, bajando la vista para
mirarse. Sus ojos se abrieron ligeramente por la sorpresa, supongo que al darse cuenta
que tan poca ropa tenía puesta en realidad.
“Lo siento mucho,” murmuró, mirándome. La miré inquisitivamente, confundido del por
qué se estaba disculpando conmigo, cuando me di cuenta de lo que había dicho. Ella
pensó que le estaba diciendo que se vistiera, debido a la cantidad de piel que estaba
mostrando.
“No te disculpes. En serio, nunca jodidos te disculpes por eso,” dije riendo entre dientes,
bajando mis ojos, recorriendo su cuerpo de nuevo. Era tan obvio, que estaba echándole
un vistazo pero realmente no me importaba si ella se daba cuenta. Por supuesto que
me preocuparía si se sintiera incómoda, pero en realidad no podía preocuparme si ella
se daba cuenta que me sentía atraído por ella. Sinceramente, ella ya tendría que
haberlo sospechado de todas formas. La había estado llamando con nombres dulces y
coqueteando con ella durante toda la semana. "Es sólo que tenemos que ir a un lugar y
estoy seguro de que preferirías ponerte algo más antes de irnos.”
Sonrió, con su sonrisa inocente y dulce y asintió. Me quedé allí por un momento, sólo
Me sonrió con dulzura, alzando sus cejas. “Estoy lista,” dijo, encogiéndose de
hombros. Sonreí y asentí con la cabeza, dudando antes de dirigirme a la puerta. La
abrí y ella salió pasando junto a mí, de manera que yo pudiera activar la alarma y
cerrar.
Abrí la puerta del pasajero del coche para ella, y me agradeció en voz baja. Subí por el
lado del conductor y encendí el coche, alejándonos de la casa.
“¿A dónde vamos?” Pregunto. Miré hacia ella, dándome cuenta que se acababa de
subir a un puto coche conmigo, sin tener idea de a dónde íbamos. No estaba seguro de
cómo sentirme al respecto, había estado tratando de que dijera lo que pensara cuando
estuviera con ella, y defenderse por sí misma, diciéndole que podía decirme que no.
Demonios, esperaba que no solo me hubiera seguido y hacer lo que le dije
simplemente porque sintió que no tenía opción. Pero la otra maldita alternativa era
que ella confiaba en mí y no estaba seguro sobre ello. Quería que confiara en mí,
quería que creyera que nunca la lastimaría intencionalmente, y haría lo que pudiera
por ayudarla, ¿pero podría la chica de verdad poner su puta confianza en mí hasta el
punto en que me seguiría a ciegas? No lo sabía.
Abrí la consola central, mirando dentro, buscando la lista. “Abre la guantera, debe de
haber un pedazo de papel ahí,” dije. Me miró con confusión, supongo que porque no le
respondí la pinche pregunta, pero de todos modos hizo lo que le dije. Abrió la guantera
y empezó a mover cosas, buscándola. Eche un vistazo y vi que sacó algo y lo puso en
alto, una mirada confusa en su rostro. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y gruñí
cuando me di cuenta que había encontrado los putos condones que siempre guardaba
en el coche por si acaso. “Cristo, había olvidado que estaban ahí,” murmuré,
sintiéndome como un pendejo. Quiero decir, no era como si estuvieran usados o algo
así, pero no me agradó que los viera porque probablemente eso le recordaría que era
un tipo de pendejo que follaba a las chicas sólo por el gusto de follar. Me echó un
vistazo confundida sosteniendo la pequeña caja negra de Magnum.
“Es un condón. Tú, eh…te lo pones… o quiero decir, un tipo se lo pone cuando estás, tú
sabes…” Tartamudeé. Me pasé la mano por el pelo por nerviosismo, sin saber cómo
carajos decirlo y sintiéndome como un idiota. ¡Dios, ¿por qué está chica me pone tan
malditamente nervioso?!
Gruñí, ahora más irritado por mi puta incompetencia. Me miraba con curiosidad,
obviamente esperando una maldita respuesta y sin entender. “Son para el sexo,
Isabella.”
Sus ojos se abrieron de la impresión y dejó caer al caja, soltándola rápidamente como
si el tocarla fuera doloroso o algo así. Casi me reí por su reacción, y probablemente lo
hubiera hecho si no estuviera tan avergonzado por ello. Estiré mi mano y le arrebaté los
condones de su regazo y bajé mi ventanilla, tirándolos a la carretera. Sus ojos se
abrieron impresionada por mi comportamiento. “Para que sepas, son sólo por
protección. Para así no contagiarte de ninguna enfermedad o hacer bebés. Siento que
tuvieras que encontrarlos.”
“No es gran cosa,” dijo en voz baja. Agarró un pedazo de papel doblado y lo levantó,
mirándome inquisitivamente. “¿Es este?”
Asentí, agradecido que pasáramos de este desastre de conversación. “Sí, esa es.
Ábrela, ¿qué dice?” Cerró la guantera y desdoblo el papel, recorriéndolo con la vista.
Después de un momento sus ojos se estrecharon levemente y vi que sus labios se
movían mientras deletreada en silencio algunas de las palabras. “En voz alta, Bella.”
Me miró con sus ojos amplios antes de volver su atención a la lista. “Eh... papas…Pret--
eh... pretzels... Soda… ¿Vamos al supermercado?”
Sonreí. “Sí, de hecho, ahí es a dónde vamos. Alice me dio esa lista hace ya casi una
semana para conseguir esa mierda para la fiesta y todavía no lo he hecho.
Honestamente, ella mejor que nadie sabe que no debería pedirme esas putadas
porque siempre se me olvida, pero si no lo hago ahora me va a matar. Pensé que
mientras estuviéramos allí podríamos abastecer la casa ya que se nos empieza a
escasear la mierda. Tú sabes, dos pájaros de un tiro.”
No sabía si ella había escuchado esa expresión pero sonrió y asintió como si
entendiera, volviendo su atención a la lista. “¿Quieres que prepare algo para la
fiesta?” Preguntó.
“¿En serio, Bella? ¿Sólo “está bien”? Lo digo en serio, prométeme que si alguno de
ellos te ordena algo, le vas a decir que no,” le dije.
Asentí, esperando que no fuera una pinche rompepromesas. “Bien,” dije. Nos detuvimos
en el estacionamiento de la tienda y nos bajamos del coche, dirigiéndonos al interior.
Isabella agarró el carro, esta vez sin una pizca de duda o miedo, y sonreí. Era algo tan
simple, pero ella realmente se había adaptado y progresado mucho desde que llegó
aquí, a Forks. Finalmente estaba empezando a acostumbrarse a las cosas, sintiéndose
relajada afuera en el mundo. Todavía me era difícil creer que pasó toda su vida hasta
ahora fuera del ojo público. Habían cometido una gran injusticia con el mundo,
guardando bajo llave a tan hermosa criatura como ella.
Iba a darme la lista y negué con la cabeza. Llevé mi mano a mi bolsillo y saqué una
pluma, entregándosela. Era mi puñetera pluma favorita, la que escribía sin problemas
y parecía tener un suministro interminable y fluido de tinta. Sí, era quisquilloso hasta
con mis utensilios de escritura, no podía evitar esa mierda. La tomó vacilante y sonreí.
Prácticamente quité sus dedos del carro y empecé a empujarlo. “Puedes encargarte de
la lista,” le dije. Parecía sorprendida y parpadeó un par de veces, pero asintió.
Supongo que la práctica hace la perfección, ¿cierto? Leyendo las palabras y
asegurándose de que teníamos todo por lo menos la ayudaría a aplicar la mierda que
había aprendido. Había estado ocupado toda la semana con el fútbol y la escuela, y
en realidad no había podido ayudarla, pero Jasper dijo que pasó un rato con ella
algunos días de esta semana y que trabajaron en ello. Dijo que le había ayudado con
la práctica de algunos aspectos técnicos, como rimas, sílabas, el sonido de las letras y
Cargué los comestibles en la parte de atrás, sin bajar el techo porque era un día gris y
lloviznaba. Solía gustarme la lluvia, y amaba las putas tormentas cuando era niño,
pero empezaba a odiarla porque me impedía poder utilizar el convertible. El invierno
se aproximaba y pasaría un tiempo antes de que volviera a bajar el techo. Nos subimos
al coche y le di a Isabella su barra de Toblerone. “Gracias, Edward,” dijo amablemente
con una sonrisa, abriendo la barra de chocolate muy meticulosamente, arrancando un
triángulo para comerlo. Reí entre dientes, abriendo el mío y dándole una mordida.
“Cuando quieras, bella ragazza, ni siquiera tienes que darme las gracias,” dije.
Encendí el coche, sonriendo, y dirigiéndome a la carretera.
En el camino a casa hablamos de cosas sin importancia, sobre todo sobre el clima y
mierdas casuales como la vegetación, pero sólo conversar con ella era agradable. Era
bastante inteligente e ingeniosa cuando se abría, nunca dejaba de asombrarme
cuando abría la boca para hablar. Al momento que llegamos a la casa, estaba
lloviendo con fuerza así que me estacioné lo más cerca que pude a la puerta principal.
Apagué el coche y le di mis llaves. Me miró confundida y sonreí.
“Abre la puerta,” le dije, señalándole la llave de la casa. Papá no le había dado una
todavía, , supongo que porque ella nunca iba a ningún lado sin nosotros, pero supongo
que muy pronto lo haría. “Presiona los números 62373 en el teclado y presiona el botón
rojo grande. ¿Crees que puedes hacerlo?”
“No tenía la intención de asustarte,” murmuré. Asintió y bajó sus manos, dándome una
pequeña sonrisa. Parecía avergonzada por su reacción, pero en realidad no fue su
culpa. “Adelántate y empieza a guardar esa mierda, yo traeré las bolsas del coche. No
quiero que te mojes y te enfermes o algo así.”
Me lanzó una mirada que parecía una mezcla entre confusión y diversión, pero asintió
y comenzó a agarrar bolsas para llevarlas a la cocina. Terminé de descargar el coche
y dejé caer todas las bolsas en el piso. Empecé a sacar cosas y arrojándolas donde
creía que iban. Probablemente le estaba haciendo el trabajo más difícil
atravesándome en su camino, pero me sentía como si al menos estaba tratando de
ayudar. No quería que hiciera esa mierda sola.
Rodé mis ojos y agarré la caja de la de pepperoni, sin molestarme en darle las gracias
después de eso. Puse la caja en la mesa de café, dejándome caer en el sofá. Miré a
Isabella, bastante sorprendido de que siguiera allí, y palmeé el cojín junto a mí,
diciéndole que se sentara. Dudó, y vi sus ojos moverse rápidamente hacia las
escaleras, pero le arqueé una ceja y le lancé una mirada que claramente decía “no te
atrevas a hacer esa mierda”. Arrastraría su culo de regreso, no había duda de ello. No
había razón para que no comiera con nosotros.
Suspiró y se sentó junto a mí, dándome una pequeña sonrisa. Nos quedamos allí
sentados, comiendo pizza directamente de la caja, y Jasper puso la película de “Los
Salté de la cama, maldiciendo por que quién sea que fuera seguía golpeando la
puñetera puerta como si fuera la policía con una maldita orden de registro. Abrí la
puerta y vi a Alice parada allí con las manos en sus caderas y sus ojos ligeramente
entrecerrados.
“¿Importa que te de una puta respuesta Alice, considerando que ya estoy levantado?”
Pregunté. Ella sonrió y negó con la cabeza.
Me dirigí a la planta baja, gimiendo cuando escuché la voz de Rosalie. Odiaba tratar
con ella cuando acababa de despertar porque entonces era más pendejo y ella
siempre era una perra bocazas. Sí, siempre chocábamos pero más por las mañanas.
Me dirigí a la sala de estar donde estaban ellos, todavía medio dormido y sin ganas de
pasar mi día decorando cuando esa mierda sólo iba a ser arrancada de nuevo, no le
veía el caso. Podía escuchar a Rosalie y Alice charlando, pero la puta habitación
estaba extrañamente en silencio, Jasper y Emmett no estaban por ningún lado. Rosalie
y Alice estaban paradas sobre unas sillas junto a las ventanas, tratando de clavar con
tachuelas serpentinas de color negro y naranja a la pared, e Isabella estaba sentada
en el sofá, revisando una caja de lo que parecían flores falsas y las estaba separando
en pilas por colores. Le levanté una ceja, preguntando que carajos estaba haciendo,
pero ella sólo se encogió de hombros, obviamente sin tener idea para qué carajos Alice
tenía flores falsas. Le sonreí levemente y negué con la cabeza. Me acerqué a dónde
estaban las otras dos y agarré la silla dónde Rosalie estaba parada, sacudiéndola.
Ella gritó, ya que le di un susto de mierda y casi hice que se callera porque no me
había escuchado acercarme. Extendió su mano para darme un manotazo y salté hacia
atrás. Estrechó sus ojos y saltó de la puta silla, corriendo directamente hacia mí. Me
agaché y me cubrí la cabeza y me golpeó dos veces en la espalda.
“Sí, bueno, tú golpeas como niñita,” dije. De nuevo estrechó sus ojos y su puño salió
disparado, pegándome justo en el puto pecho. “¡Cristo! ¡Esa mierda dolió!” dije,
frotando el lugar donde su puño había golpeado.
“¿Edward puedes ayudar a Isabella a separar esas flores?” Alice preguntó detrás de
mí. Suspiré y asentí con la cabeza.
“Claro, enana. ¿Cómo sea, para que carajos son?” Pregunté, caminando hacia
“Son para la decoración idiota,” dijo Alice juguetonamente. Saltó de la silla y caminó
hacia su cartera, sacando su pequeño iPod color rosa. Me lo entregó y lo puse en la
estación base, poniendo algo de música porque esta mierda estaba demasiada
silenciosa y yo no podía hacer nada sin ruido de fondo.
Empezó una canción de Justin Timberlake, una de las nuevas, llamada “Like I Love
You”. No era un gran fan de su música, pero empecé a escuchar la letra y me reí entre
dientes. Carajo, si no tenía sentido para mí ahora.
Nos pusimos de pie y empezamos a colgar racimos de flores color naranja y negro
alrededor de la habitación. “¿Te gusta Justin Timberlake?” Pregunté, levantando una
ceja y mirando a Isabella. Ella me miró, pareció confundida por un segundo antes de
encogerse de hombros.
“No en lo particular,” dijo. La miré sorprendido, todavía sin haber conocido a una puta
adolescente que no amara a ese pendejo.
“Pensaba que todas las perras amaban a Justin Timberlake,” dije, encogiéndome de
hombros. Se quedó paralizada, su ceño se frunció, sus ojos se estrecharon y
prácticamente me fulminó con la mirada. Nunca antes la había visto mirarme tan
enojada y me asustó. Cristo, le había gritado, dicho maldiciones y había sido un
completo pendejo y ella nunca le daba importancia, ¿pero se había enojado por Justin
Timberlake? Vaya momento para tomar mi consejo de defenderse.
Mis ojos se abrieron y gruñí. “Ah, mierda...” Murmuré. Joder, la acababa de llamar
perra. Sacudí mi cabeza con pura incredulidad porque acababa de arrojarle eso.
Me miró furiosa por un poco más, girando su cabeza y volviendo al trabajo. Rose se
echó a reír otra vez, obviamente amando esta mierda.
La observé por un rato, sintiéndome como un idiota ya que era obvio que no le había
gustado que la llamara así, aún si en verdad no lo había dicho con mala intención.
Finalmente fue demasiado así que me acerqué a ella y me incliné, con mis labios cerca
de su oído. Inhalé brevemente, su cabello y su pelo oliendo a fresas deliciosas. “Lo
siento,” susurré.
Me echó un vistazo y se encogió de hombros. “Está bien,” dijo en voz baja. Gemí,
negando con la cabeza.
“En realidad no quise decir eso, de verdad,” murmuré. Sonrió ligeramente y asintió,
pero no dijo nada. No sé si me creyó pero esperaba que sí.
Me alejé de ella y noté que Rose nos observaba con curiosidad. Por un momento la
fulminé con la mirada, preguntándome qué demonios la tenía tan interesada, antes de
cruzar la habitación y continuar poniendo esas malditas feas flores por todas partes.
Terminamos de decorar y Alice comenzó a sacar bolsas de disfraces. Nos entregó uno
a cada uno de nosotros, quedándose con dos. “Voy a arreglarme con Isabella, estoy
segura de que ustedes pueden vestirse solos,” dijo. Todos murmuramos de acuerdo.
Abrí mi bolsa y sonreí, se fue con el tema pirata.
“Espera, ¿no tengo espada?” Emmett preguntó, mirando dentro de su bolsa. Reí entre
dientes y Jasper gruñó. Cada año ese cabrón quería un arma, y cada año se
emborracha y causa destrozos con ella. Siempre vamos con los temas en los que Alice
coordina todos nuestros disfraces, ella realmente es una maestra en esa mierda.
Inmediatamente me pregunté qué disfraz era el de Isabella, ya que Alice me había
prometido que no sería demasiado escandaloso porque sabía que no se sentiría
cómoda con algo sensual. Sabía que preguntar sería una pérdida de tiempo, ya que
Alice simplemente me daría esa sonrisa malvada que prácticamente grita “yo sé una
mierda que tú no” y se negaría a responder.
Alice condujo a Isabella arriba. Se veía jodidamente nerviosa y me sentía mal por ella,
pero imaginé que estaría bien. Subí a mi habitación, lanzando la bolsa a mi cama y
desvistiéndome. Salté a la ducha, lavándome muy bien ya que por alguna razón me
sentía sucio. Salí y me sequé, entrando a la habitación y sacando el disfraz. Me puse
unos boxers, los pantalones negros y unas botas negras. Me puse una camiseta sin
mangas y la camisa blanca abrochada hasta arriba encima de ella. También el
chaleco negro, abotonado hasta arriba, y amarré la faja roja alrededor de mi cintura.
Agarré el pañuelo rojo y entré al baño, tratando de peinar my pinche cabello de
manera que pudiera amarrar el pañuelo alrededor de mi cabeza. Me miré en el espejo
Miré el reloj, dándome cuenta que sólo teníamos unos 30 minutos hasta que la gente
comenzara a aparecerse. Me rocié con colonia y me dirigí a la planta baja,
deteniéndome en el segundo piso y me eché a reir cuando vi a mis hermanos. Emmett
traía puestos unos pantalones capri con rayas negras y blancas con un chaleco rojo
desabotonado sin camisa debajo de él, una enorme arracada dorada y un parche en el
ojo. Y de alguna manera había conseguido una pinche espada de alguna parte. Jasper
lucía como el Capitán Garfio, con la túnica formal, una camisa con volantes y un
sombrero enorme. Sí, definitivamente yo tenía que ser el pirata cool.
Volví a subir con la caja llena de licor, cerrando todo y saliendo a la sala de estar. Le
entregué la caja a Jasper y cerré de nuevo el cuarto con llave.
Rose bajó las escaleras, vestida como una moza pirata cachonda. Resistí el impulso de
decirle algo de su disfraz, que se supone que se tenía que vestir de algo que ella no
fuera, porque mi pecho todavía dolía del puñetazo que antes me había dado. Tenía la
sensación de que me iba a dejar un moretón.
Tanya se acercó a mí mientras estábamos jugando y sonrió con mucha dulzura. Rodé
mis ojos, dándome cuenta que estaba tratando de ser seductora. Estaba vestida como
un conejo, con unos pantalones color gris verdaderamente cortos que mostraban
indicios de su nalgas, y una bola de algodón blanca en el trasero, una reveladora
camiseta gris muy ajustada y unas putas orejas de conejo. Normalmente encontraba
esa mierda excitante, pero ahora tan solo el mirarla me molestaba. Quería decirle que
ya no estaba invitada, pero no podía hacer esa mierda. Podría ser mí casa, pero no era
sólo mi fiesta. Ella y Rose eran amigas e imaginé que me arrancaría la cabeza si le
decía a Tanya que no viniera.
Miré el reloj cuando el juego Beer Pong terminó, mis ojos se abrieron por la sorpresa
cuando me di cuenta que ya había pasado una hora desde que la fiesta comenzó. Miré
alrededor, preocupado por Isabella, preguntándome donde estaba ya que no la había
visto. Jessica se me acercó mientras buscaba a Isabella y empezó a hablar. La miré
brevemente mientras ella parloteaba sobre algo, pero alejándome después de un
momento, porque no tenía paciencia para sus tonterías. Estaba disfrazada como
Dorothy del Mago de Oz con un cortísimo vestido, normalmente trataría de inclinarla
sobre algo y tomar ventaja de ello, pero el verla ya ni siquiera se me ponía dura la
polla. En realidad, ya ni siquiera la encontraba atractiva, el sonido de su voz me
crispaba los nervios.
Alice me dio una sonrisa comprensiva y entrelazo su brazo con el mío, sacándome de
la cocina y guiándome hacia el vestíbulo. La mayor parte del vestíbulo estaba vacío,
excepto por la gente que se filtraba al piso de arriba para fumar en la habitación de
Emmett. Las drogas tenían que quedarse en una de las recamaras, ya que a papá no
le gustaba que hiciéramos esa mierda en las áreas comunes, porque en lo personal él
no las consumía.
Nos quedamos parados en la plataforma junto al piano, sólo esperando por ahí para
asegurarnos que estaba bien. Después de un momento vi a Jasper bajar las escaleras y
fruncí el ceño cuando vi que estaba solo. Suspiré y bajé la vista al suelo, negando con
la cabeza. No podía mentir, estaba jodidamente decepcionado. No la culpaba por no
querer asistir a la fiesta, pero era egoísta y de verdad quería verla.
Me di la vuelta y estaba a punto de irme cuando escuché la risa, ese sonido, inocente,
dulce y melódico que amaba tanto. Mi cabeza volteó rápidamente hacia las escaleras
y vi a Jasper ahí parado esperando por Isabella mientras ella comenzaba a bajar
desde el segundo piso. Cuando la vi mis ojos se abrieron por la sorpresa, mi
respiración se detuvo.
Se veía hermosa. No, se veía más que hermosa. Literalmente quitaba el aliento, que ya
es decir mucho porque se necesitaba mucho para aturdirme. Llevaba un vestido
dorado brillante, no muy apretado pero mostraba sus curvas y caía ligeramente por
encima de sus rodillas. Tenía un fleco alrededor de los bordes hecho de falsas
monedas de oro de piratas y llevaba un par de botas peludas de color marrón que le
llegaban a mitad de la pantorrilla. Tenía puesto un montón de joyería de fantasía
dorada con diferentes collares de piedras, colgando alrededor de su cuello y muñecas.
Su cabello estaba ondulado y llevaba puesta una corona dorada. El maquillaje no era
exagerado, pero era un poco brillante, su piel resplandecía. Miré a Alice y le arqueé
una ceja.
Jasper la llevó hacia nosotros. Ella sonrió tímidamente, viéndose tan jodidamente linda
y tímida. Jasper tomó la mano de Alice y se la llevó, dejándonos solos a Isabella y a mí.
Alice miró hacia atrás y me guiñó un ojo. Rodé los ojos ante sus juegos, pero no pude
evitar la enorme sonrisa que vino a mi rostro.
Me quedé mirando a Isabella por un momento. “La mia bella ragazza,” dije en voz
baja, estirando mi mano para tomar la suya. Ella levantó la vista, encontrando mis
ojos. Había un brillo en los de ella, un brillo de felicidad. Bajó la vista a nuestras
Me acerqué a la mesa y me enganché en otra ronda de Beer Pong, sin poder sacar a
Isabella de mi mente. Sin importar donde estuviera mis ojos se desviaban en su
dirección y cada vez que la veía, ella me veía a mí. Yo sonreía con suficiencia y ella se
sonrojaba y apartaba la mirada. Después de aproximadamente media hora no pude
aguantar más y caminé a la cocina donde estaba. Tan pronto como llegué a la entrada
Rose se acercó, deteniéndose frente a ella. “Tráeme un vaso de ponche,” le dijo,
tendiéndole el vaso a Isabella. Me quedé inmóvil y contuve la respiración, esperando
su reacción, joder, esperaba que no cediera y lo hiciera. Isabella vaciló por un
momento.
“Lo siento, pero no,” dijo finalmente. Rose le arqueó una ceja.
“¿Perdón?” Dijo.
“Dije que no. El ponche está justo ahí, si tienes sed,” dijo, encogiéndose de hombros.
Mis ojos se abrieron por su valentía, una sensación de jodido orgullo me atravesó
porque de verdad se había defendido por sí misma. Di unos pasos hacia adelante y
Rose miró hacia mí. Sonreí con suficiencia y ella me entrecerró los ojos.
“Supongo que te lo dijo,” dije, encogiéndome de hombros. Isabella dio un salto, sin
haberme escuchado mientras me acercaba, y volteó a mirarme.
“Sí, supongo que lo hizo,” dijo Rose. “Joder, ya era hora.” Observé con incredulidad
como Rose se acercaba y llenaba su vaso de ponche. Nos miró por un momento,
“No, creo que ser la moza es perfecto para ti,” dijo Isabella, sin ninguna pinche duda.
Inmediatamente comencé a reírme y Rose se congeló a mitad de camino. La mano de
Isabella se disparó hacia su boca, cubriéndola, al darse cuenta de lo que acababa de
decir.
“¡Ah, Bella, eso fue jodidamente brillante!” Dije, asombrado. Comencé a reír y tomé su
mano, haciéndola girar. La sorprendí y se echó a reír, casi perdiendo el equilibrio. La
alcancé a sostener para que no se cayera y la atraje hacia mí. Estaba excitado y me
sentía atrevido. La canción de Prince “Kiss” empezó a sonar y en ese momento no
deseaba otra cosa más que ella bailara conmigo. Quería sentir su cuerpo cerca de mí,
quería abrazarla y estar sólo por un momento con ella. Sujeté sus caderas y ella saltó
levemente, pero no se alejó de mí. Empecé a balancear su cuerpo al ritmo de la música
y ella parecía un poco temerosa, obviamente, no por bailar.
“Relájate, tesoro mio,” le dije, sonriendo. Ella sonrió levemente en respuesta, alejando
un poco de la ansiedad en su rostro. Tomé sus brazos colocándolos por encima de mis
hombros antes de colocar de nuevo mis manos en sus caderas, acercándola aún más a
mí.
Ella se sonrojó y apartó la vista de mí, me reí entre dientes. Nos movimos al compás de
la música y comencé a cantar el coro, ya que era la única parte que me sabía de la
puta canción.
“Tú no tienes que ser rica para ser mi chica,” canté en voz baja, mis labios cerca de su
oído. “No tienes que ser cool, para dominar mi mundo. No hay un signo con el que sea
particularmente compatible. Sólo quiero tu tiempo libre y tú...”
Incliné su cuerpo hacia atrás, sobresaltándola. Gritó y me abrazo con fuerza poniendo
sus brazos alrededor de mi cuello y me reí. “Beso.” Dije bromeando, terminando el coro.
La levanté rápidamente y la hice girar de nuevo, porque era jodidamente hermosa y
Ella se apartó rápidamente de mí, con los ojos muy abiertos. Llevó sus manos a su
boca para cubrirla, con una mirada de puro horror en su rostro. Yo simplemente estaba
pasmado, incapaz de hacer otra cosa que no fuera mirarla boquiabierto. No podía
creer que me dio un beso. Había estado deseando esa mierda desde ese día en mi
habitación, besar su boca y saborear sus labios, pero sin saber cómo hacerlo, ni
siquiera consideré en algún momento que ella hiciera el primer movimiento. Y Dios, eso
fue jodidamente valiente de su parte, sobretodo porque le dije que yo simplemente no
hacía esa mierda, que no besaba en la boca.
Isabella dio unos pasos hacia atrás y mi ceño se frunció por la confusión, sin saber lo
que estaba haciendo. Comenzó a darse la vuelta y me di cuenta de que estaba a punto
de salir huyendo. La alcancé, agarrándola del brazo, volviéndola hacia mí y
atrayéndola de tal manera que su cuerpo estaba presionado con el mío. Sus manos
cayeron de su boca, y sus ojos se abrieron aún más. Sin pensarlo dos veces, presioné
mis labios firmemente con los suyos. Inclinando la cabeza hacia un lado y besándola
apasionadamente. Cerré los ojos y saboreé su boca, sólo disfrutando de su jodida
suavidad y dulzura. Por un segundo pareció quedarse inmóvil antes de comenzar a
responder el beso, sus labios moviéndose con los míos y ligeramente entre abiertos.
Podía sentir su aliento, su respiración inestable, no sabía si por nerviosismo o
ansiedad. Sentí su brazo levantarse y pasó su mano por mi nuca, entrelazando sus
dedos en el cabello que sobresalía de mi pañuelo por mi cuello. Su tacto era suave, sus
manos temblorosas. Gemí en su boca porque esa mierda hacía cosquillas y me aparté
ligeramente. Sentí que mi polla se endurecía y no quería ser un puto indecente y
presionarla contra ella. Además, no sabía si ella temblaba de miedo, si la había
jodido, y la había asustado, y eso me preocupó porque no quería asustarla por besarla
así. Quiero decir, ella empezó esa mierda y me respondió el beso así que no creía que
estuviera asustada, pero no quería abrumarla. Abrí los ojos y aparté mis labios de los
suyos, notando que sus ojos estaban cerrados y parecía jodidamente relajada. Los
abrió lentamente, encontrándose con los míos. Sonreí y la miré por un momento. Sonrió
“Yo, eh… tengo que ir al baño,” dijo Isabella, con la voz temblorosa. Practicamente
salió corriendo de la habitación, sin darnos si quiera oportunidad de reaccionar. Miré a
Alice y ella sonrió, asintiendo con la cabeza y yendo tras Isabella. Suspiré y levanté mi
mano, frotando la parte de atrás de mi cuello con nerviosismo.
“No era mi intención interrumpir,” dijo Jasper, avanzando y dándome unas ligeras
palmadas en la espalda. “Pero mierda, sin duda no esperaba entrar en la cocina y ver
eso. Me imaginé que ibas a intentar algo en privado, no rodeado de tanta maldita
gente.”
Mis ojos se abrieron levemente. “Ni siquiera pensé en esa mierda. Cristo, ¿cuántos
vieron?”
Jasper se rió. “No lo sé. Además de Alice y yo, creo que Lauren.”
Gemí, rodando los ojos. “Como sea. No tenía la intención de hacerlo aquí, pero ella me
besó primero y joder, no pude contenerme.”
Jasper me miró con incredulidad, echándose a reír y murmurando algo en voz baja,
negando con la cabeza. Alice volvió a entrar y me sonrió ligeramente. “Dijo que saldría
en un momento, necesitaba un momento a solas.”
“Puedo encargarme de eso por ti,” dijo, sus ojos bajando hacia el bulto en mis
pantalones antes de levantar la vista de nuevo y arquearme una ceja. Rodé mis ojos.
“Estoy seguro de que podrías,” dije. La miré y sacudí mi cabeza. Estaba usando un
disfraz de diabla con un leotardo super apretado de un vivo color rojo y unas medias
de red, con cuernos de diablo y una cola colgando de su trasero. “¿Dónde está tu
novio?” Pregunté, dándole una mirada inquisitiva que coincidió con la que ella me dio.
Estrechó los ojos levemente. “Nunca antes te habías preocupado por él,” dijo con total
naturalidad. Me encogí de hombros, tomando un trago de vodka.
“Es evidente que tú tampoco te preocupas por él,” dije. Ella rodó los ojos.
“Me preocupo por Tyler, pero él no es como tú. Te deseo, siempre te he deseado. Nos
podría ir bien juntos, tú sabes. Juntos, somos buenos. Puedo ocuparme de ti como ella
no puede,” dijo. Por un momento mi ceño se frunció por la confusión, antes de que me
diera cuenta de que carajos estaba diciendo. Sí, ella definitivamente me vio besar a
Isabella. “Así que, ¿qué hay de diferente en ella? He estado tratando de que me des un
puto beso hace largo tiempo, ¿sabes?”
Me encogí de hombros, tomando otro trago de vodka. “¿En que es diferente? En que
ella no es del tipo que me deje inclinarla sobre el capó de mi coche en medio del
bosque y follarla hasta perder el sentido, sólo por diversión.”
Me reí entre dientes. “No, eso fue bueno. Agradezco esa mierda.” Tomé otro trago de
vodka, sin estar disfrutando de esta conversación. “Pero esa no es precisamente la
forma en que te ganas el amor de un tipo y su respeto.”
Reí con amargura. “¿Eso qué carajos importa Lauren? Lo que sí es seguro es que a ti,
no te amo.”
Joder, era algo difícil de decir, pero no quería responder esa pregunta, y quería que se
fuera y me dejara solo. Se me quedó viendo por un segundo, la expresión en su rostro
indicando que estaba bastante enojada, antes de darse la vuelta y alejarse furiosa.
Bebí un poco más de vodka y terminé de ver el juego de Beer Pong. Jodidamente
Salí de la habitación, pasando junto a Ben y Angela que venían bajando las escaleras.
“¿Han visto a Isabella, chicos?” Pregunté, recordando que los había presentado
anteriormente.
“Sí, hace unos minutos se dirigía al piso de arriba. La vi con Mike en las escaleras,”
dijo Angela. Me paré en seco, volviéndome y levantándole una ceja.
“¿Estaba con Newton?” Pregunté. Angela asintió y gemí. Ese idiota estaba borracho; no
lo quería cerca de ella. Subí las escaleras al segundo piso, mirando alrededor sin ver a
ninguno de ellos. Empecé a entrar un poco en pánico. Todo el mundo sabía que
debería mantenerse alejados del tercer piso, iba a matar a ese hijo de puta si allí es
donde estaba.
Subí las escaleras al tercer piso, caminando en silencio por el pasillo. Pude ver que la
puerta de Isabella estaba abierta y caminé hacia allá, paralizándome cuando escuché
la voz masculina. Una furia asesina se apoderó de mí y casi corrí el resto del maldito
camino a su habitación. Me detuve en la entrada y vi a Isabella parada justo al otro
lado de la puerta, Mike agachado frente a ella, con la mano en una de sus botas.
Joder, ni siquiera lo pensé, ni siquiera me detuve a tratar de comprender qué carajos él
estaba haciendo. Lo único que importaba es que estaba aquí arriba, donde se suponía
que no debería estar y tenía un maldito dedo en mi chica, y además en su habitación.
Di un paso para entrar e Isabella levantó la vista hacia mí, sus ojos se abrieron ante la
expresión en mi rostro. Agarré con fuerza la camiseta de Newton por la espalda y lo
levanté con brusquedad, asfixiándolo con la tela. Lo saqué al pasillo arrastrándolo,
furioso, tan encabronado que estaba temblando. Él jadeó, asustado, y se dio la vuelta
para quedar frente a mí. Lo empujé, lanzándolo a la pared. Sus ojos se abrieron con
miedo e hice mi puño hacia atrás para luego lanzarlo hacia delante, golpeando con
fuerza su puta nariz. Él gritó y le empezó a salir sangre de la nariz. Lo volví a golpear,
dándole una pinche paliza en la cara. Levantó sus manos a la defensiva, tratando de
protegerse y dándome un puñetazo en la boca. Mordí mi labio y probé la puñetera
sangre cuando mi labio se abrió. El que hubiera hecho contacto conmigo me
encabronó mucho más, aún si hubiera sido un accidente. Empecé a golpearlo con
Se dejó caer en suelo, tratando de alejarse de mí, y se cubrió así mismo poniéndose en
posición fetal. Me agarré de la pared, haciendo mi pie hacia atrás y comencé a
patearlo con fuerza. Él estaba gritando y tratando de detenerme, intentando sujetar mi
pie. Escuché gritos y pasos en la escalera y alguien me agarró, jalándome hacia atrás.
“Joder, cálmate, Edward,” dijo Jasper. Me zafé de él agachándome hacia Newton.
Tenía una herida profunda en la puta cabeza y la nariz rota, su ojo derecho ya estaba
hinchado.
Isabella swan
Alice me dio una pequeña sonrisa desde la puerta antes de cerrarla suavemente
detrás de ella, al salir del cuarto. Me senté en mi cama, mirando hacia la puerta,
sintiéndome mareada y nerviosa. Podía escuchar la música de abajo, el murmullo débil
de la gente hablando.
La semana pasada les aseguré en múltiples ocasiones que estaba bien con lo de la
fiesta, que no era gran cosa, pero el hecho de pensar en ello hacía que me sintiera
enferma. No me sentía bien alrededor de mucha gente, sobre todo sabiendo que
Edward conocía a todos ellos muy bien. Había demasiadas chicas en la fiesta; chicas
que yo sabía que él conocía íntimamente, y tenía miedo de cómo iba a reaccionar
cuando lo viera con ellas. Estaba enamorada de él, tuve que lidiar con eso en mi
mente, y sabía que junto con eso iban a venir sensaciones no muy agradables como los
celos. Sabía que verlo con esas otras chicas me iba a lastimar, especialmente si él las
tocaba o se portaba romántico con ellas. Una parte de mí quería quedarse en mi cuarto
y cerrar los ojos con fuerza, cubrir mis oídos y pretender que nada estaba pasando,
quedarme en mi pequeña burbuja de ignorancia. Pero no quería decepcionarlos. Ellos
habían hablado emocionados acerca de la fiesta y Alice me había dicho que feliz la
haría que yo disfrutara con ellos, no podía simplemente acobardarme y encerrarme
como una niña inmadura.
Me sentía como una verdadera adolescente por primera vez en mi vida, pasando el día
en decoraciones, pasándola bien y arreglándome para la fiesta. No tenía que
preocuparme por las tareas o responsabilidades, solamente relajarme y divertirme.
Pero no era fácil, todo se resume a que todavía me sentía fuera de lugar. Todavía
sentía como si no perteneciera allí, como que contrastaba y era inferior a los demás
presentes. Y estaba con miedo de bajar esas escaleras, porque temía que con una sola
mirada ellos sabrían exactamente quién era. Sabrían que no era igual a ellos.
Me senté allí durante un rato, sintiéndome horrible porque todo el trabajo de Alice se
Después de un tiempo hubo un golpe suave en mi puerta y me tensé, sin saber quién
podría ser. Ellos habían dicho que nadie tenía permitido estar en el tercer piso por eso
me imaginé que podría ser uno de los chicos, o quizás Alice, pero no estaba segura de
que la gente no ignorara las reglas y llegara hasta aquí. Me quedé sentada por un
momento, debatiéndome entre si ignorarlo o no, sólo por si acaso, cuando oí la voz de
Jasper. “¿Isabella? ¿Puedo entrar?”.
Me relajé un poco, al darme cuenta de que era alguien que conocía y suspiré. Me puse
de pie y caminé hacia la puerta, abriéndola lentamente. Sus ojos se abrieron
ligeramente cuando me vio y sonrió. “Molto bella”, dijo, sus ojos le echaron un vistazo a
mi disfraz.
“¿Qué significa eso?” pregunté, dando un paso atrás e indicándole que pasara. Él
entró a la habitación y yo cerré la puerta detrás de él, caminando hacia la cama y
sentándome en ella. Él se acercó y se sentó junto a mí, apoyándose sobre sus codos.
”Mi madre me enseñó mucho, pero eso es lo que más recuerdo. Ella me enseñó que no
debía de tener miedo y asumir los riesgos. Quizás no siempre resulte, y a veces se
puede fallar miserablemente y puedes salir herido. Pero nunca lo sabrás si no lo
intentas. Y si funciona, ¿no habrá valido la pena todo?"
Hizo una pausa por un momento, y suspiro. “Puedes jugar sobre seguro, Isabella. No te
culparía ni un poco por ello. Puedes continuar como hasta ahora lo has hecho y
Me le quedé mirando, asimilando sus palabras. Me miró expectante así que asentí, sin
saber qué era exactamente lo que quería que dijera. Lo entendía, y tenía mucho
sentido, pero no estaba exactamente segura de lo que se supone tenía que hacer. Él
sonrió ligeramente. “Mi madre te habría caído bien. Ella era fuerte de espíritu, la
persona más fuerte que he conocido en mi vida. La única persona que he conocido tan
fuerte como ella eres tú”. Lo miré con incredulidad y se carcajeó. “En serio. Tú eres
dura, pequeña. Y tal como mi madre te hubiera caído bien, ella te hubiera amado.
Quiero decir…ella no habría estado de acuerdo con la parte de la esclavitud, habría
condenado absolutamente que eso pasara bajo su techo, pero si te hubiera conocido y
visto la fuerza de espíritu que tienes, te hubiera adorado completamente. Simplemente
era ese tipo de persona, compasiva y amorosa”.
De nuevo volvió su cabeza mirando a la nada. “Falta algo en nuestras vidas sin ella,
ninguno de nosotros ha sido el mismo desde que murió. Edward no siempre ha sido un
pendejo, ¿sabes? Él era el que se parecía más a mamá, tenía un gran corazón y era
compasivo, cuando era niño no mataba ni a una mosca. Era demasiado ingenuo y
también crédulo…. Pero todo cambió cuando ella murió. Se encerró en sí mismo ante
todos, se aisló pensando que era más fácil permanecer distante. Que era menos
doloroso de esa forma. Muy rápidamente olvidó la lección que mamá se esforzó por
enseñarle. Edward tomaría riesgos físicos sin pensarlo… algunas veces te soy honesto
me pregunto si tiene alguna consideración por su vida… pero todo lo que implica
emociones esta fuera de cuestión. Tú eres buena para él, ¿sabes? Eres buena para
todos nosotros, pero sobre todo para él. Pienso que le recuerdas a mamá, le recuerdas
esa parte de compasión que todavía existe. Pienso que eres la primera mujer que él ve
como una persona y no como un objeto desde que perdimos a mamá”.
“¿Por qué?”. Pregunté. Me miro cuestionándome. “¿Por qué soy yo tan diferente para
él?”.
Jasper se encogió de hombros. “Tendrás que preguntarle eso a Edward. Quiero decir,
podría soltarte algunas teorías acerca porque él te ve diferente desde el primer día que
llegaste a esta casa, uno por supuesto sería que probablemente le recuerdas a mamá,
pero él es el único que realmente puede contestarte eso”.
Yo asentí haciéndole ver que comprendía. Nos quedamos en silencio por un momento
antes de que Jasper se levantara y suspirara. “Entonces, dime Isabella. ¿Vamos a jugar
a lo seguro y limitarnos a sobrevivir, o vamos a salir allá afuera y tomar riesgos y
verdaderamente tratar de vivir?”
“La mia bella ragazza”, dijo suavemente, tomando mi mano. Estaba ligeramente
aturdida y muy curiosa por saber qué significaba eso, pero como siempre, no me lo
diría. Me ofreció alcohol, que me negué a tomar ya que no me sentiría cómoda estando
embriagada alrededor de todos estos extraños, y presentándome a alguna personas.
Después de un rato Alice me alejó, presentándome a más personas y estaba un poco
aturdida de que tan agradables se comportaban conmigo, pero no podía centrarme en
ninguno de ellos. Instintivamente mis ojos se desviaban hacia Edward. Él me vio
observándolo y miré hacia otro lado, avergonzada de que me atrapara, pero no lo
pude evitar. Me sentía atraída hacia él por instinto.
Tomó mis caderas y empezó a balancearme con la música, me puse un poco nerviosa
yo nunca antes había bailado y tenía miedo de verme estúpida o arruinarlo y hacer
que se frustrara. El sintió mi aprehensión porque sonrió ligeramente y dijo “Relájate,
tesoro mio” mientras ponía mis brazos arriba de sus hombros. Era un momento
completamente abrumador, bailando con Edward, y le pregunté por qué me decía
tesoro. Esperaba que no me lo dijera, así que me sorprendí cuando me lo explicó. Me
sonrojé, sorprendida de que me hubiera llamado así varias veces en estas semanas. Lo
encontró divertido y empezó a cantar al ritmo de la canción, su voz suave y cálida,
enviando escalofríos a través de mí. Las palabras eran dulces y me hacían sentir esa
esperanza otra vez. De pronto me echó hacia atrás y grité, porque me sorprendió por
completo. Me levantó y me hizo girar, atrapándome otra vez cuando estaba a punto de
caer. Me eché a reír, probablemente demasiado fuerte pero no pude evitarlo. Me sentí
ligera y despreocupada, e incluso un poco hermosa ese momento. Me acercó más a él
y mi corazón empezó acelerarse por la cercanía. Su cuerpo estaba pegado al mío;
irradiaba calor de él, nuestras frentes se tocaron con un brillo de sudor en la suya. Mi
nariz rozó la suya y lo miré a los ojos. Eran de un verde intenso, tan brillante y
emocional. Mirando en sus ojos podía ver la compasión y el amor dentro de él, esas
cosas que Jasper había dicho que ellos creían que habían desaparecido. Pero que yo
sabía que existían en él, y que eran potentes. Jasper dijo que de alguna manera yo hice
que regresaran y en todo lo que podía pensar era en sus palabras, como Edward me
veía como una persona y no como objeto. Para Edward no era una posesión o una
esclava, era sólo una chica. Y en eso momento lo sentí. No me sentía más que una
simple chica… una chica enamorada del maravilloso chico frente a ella.
Estaba tan cerca de él que podía sentir su aliento en mí. Las palabras de Jasper
resonaban en mi cabeza, si no arriesgas, no ganas, apenas si lo pensé. Incline mi
Salí del baño finalmente, sintiéndome ligeramente abrumada por todo eso. Miré
alrededor, buscando a Alice para hacerle saber que estaba bien ya que había sido tan
amable de venir a verme y me detuve abruptamente cuando vi a Edward. Una chica
rubia estaba detrás de él y envolviendo su brazo a su alrededor, agarrándolo.
Me giré y alejé rápidamente, sintiéndome mal. No quería ver eso, no podía quedarme y
Me dirigí hacia las escaleras rápidamente, sólo esperaba escapar y olvidarme de ello.
Iba a mitad de camino del segundo piso cuando vi a Tanya en lo alto de las escaleras,
sonriendo y sus manos en sus caderas. Mi corazón empezó acelerarse rápidamente por
el miedo y miré hacia el suelo, esperando que me ignorara. Sin embargo, no tuve esa
suerte. En el momento que llegué donde ella estaba, se movió hacia mí,
intencionalmente golpeándome con fuerza y empujándome contra la pared. Hice una
mueca y ella retrocedió, sonriendo con maldad.
No le dije nada, sin querer una confrontación, y sólo me di la vuelta para dirigirme al
segundo tramo de escaleras. Sin embargo, aparentemente ignorarla fue lo peor que
hice, al momento que traté de alejarme de ella sacó el codo rápidamente y me golpeó
con fuerza en las costillas. Grité y agarré mi costado, mis ojos se llenaron de lágrimas
por el golpe bajo.
Sentí que una mano agarró mi brazo y mis ojos se abrieron por el miedo. Giré mi
cabeza rápidamente, sorprendida cuando vi que era un chico de cabello rubio. Tenía
una expresión de preocupación en su rostro y lo reconocí como el que había hablado
conmigo en la fiesta a la que Alice y Jasper me habían llevado.
“Estoy bien” dije. Mi voz se quebró suavemente por la lucha para contener las lágrimas
pero sonreí levemente, esperando que no se diera cuenta. “Gracias por preguntar”.
El asintió. “Sí, sé que a veces Tanya puede ser una perra, le encanta torturar a las
personas. La hace sentir mejor que los demás o lo que sea. Por cierto soy Mike”.
“Isabella” murmuré. “Yo, eh… solo me iba a la cama”. Me volví y me dirigí a las
escaleras para el tercer piso y vacilé, notando que ahí también era donde Tanya
estaba deambulando. Estaba parada justo enfrente de ellas, hablando con otra chica.
No reconocí a la segunda chica pero era muy bonita. Ambas no dejaban de mirarme,
cuchichear y reírse. No tenía idea de lo que tenían planeado, pero definitivamente
parecía que nada bueno. Consideré dar la vuelta y volver corriendo a la plata baja
pero no quería tener que ver de nuevo a Edward con esa chica. Ver eso me lastimaría
más que cualquier golpe físico que Tanya podía lanzarme.
“Por lo menos deja que te ayude a subir las escaleras,” dijo Mike, mirando hacia donde
Tanya estaba parada. Le estreché mis ojos con recelo, pero sonrió amablemente. No
Él subió las escaleras conmigo, pasando junto a Tanya. Ella estrechó los ojos y me dio
una mirada amenazante, pero no me habló o trató de tocarme con Mike entre nosotras.
Él estaba balbuceando algo, no estaba muy segura acerca de qué. Sinceramente, no le
estaba prestando mucha atención, sólo quería llegar a mi habitación. Se detuvo en mi
puerta y yo la abrí, caminado al interior. Le agradecí y él me dio las buenas noches,
dándose la vuelta para alejarse. Inmediatamente me agaché para desabrochar mis
botas, porque mis pies estaban sudando como locos. El cierre estaba atorado y tiré de
él con fuerza. Se me zafó y me cortó el dedo al tratar de bajarlo.
Jasper y algunos otros subieron las escaleras corriendo al mismo tiempo que yo salía al
pasillo, alejando a Edward de Mike. Edward aún tenía esa mirada asesina en su rostro.
Se zafó de Jasper y levantó a Mike para mirarlo. Mike se veía muy mal, pero resultar
herido por ser golpeado innumerables veces en el rostro sabía que a menudo lucía
peor de lo que en realidad era. Gracias a Dios seguía consciente.
“Si alguna vez vuelves a ponerle un puto dedo encima, te juro por Dios que te
arrancaré cada uno de ellos para que no vuelvas a tocar nada de nuevo,” dijo Edward,
su voz dura y fría. Mis ojos se abrieron ante sus palabras y jadeé, miedo y pavor se
dispararon a través de mí ya que inmediatamente pensé en el doctor Cullen. Eso fue
casi exactamente lo que él me había dicho cuando toqué su arma. Edward me miró, la
rabia en su rostro murió lentamente cuando sus ojos encontraron los míos. Se paró y
estiró una mano hacia mí pero retrocedí, sin querer lidiar con ello. No podía creer que
había dicho eso. Se dirigió hacia mí, yo me volví y entre corriendo a mi habitación,
cerrando la puerta y poniéndole seguro de manera que no pudiera entrar. Sólo quería
estar sola, necesitaba pensar. Estaba confundida, me invadieron tantas diferentes
emociones y sentimientos, necesitaba tiempo para considerar todas y cada una de
ellas, para poder entenderlo todo.
Finalmente me senté y empecé a quitarme la joyería, por último me quité las botas. No
me molesté en cambiarme, sólo me quité el vestido y me acosté en bra y panties. Podía
escuchar la música en la planta baja, la gente charlando mientras la fiesta continuaba
durante toda la noche. Sólo me quedé acostada ahí la mayor parte de la noche,
tratando de entender las cosas en mi cabeza. Estaba preocupada por Mike, esperando
que Edward no le hubiera causado mucho daño y aunque era ridículo, estaba
preocupada por Edward. Sus acciones no tenían ningún sentido para mí, no lo
entendía. Era difícil conciliar al Edward que acababa de golpear a ese chico en el
pasillo por tocarme, al Edward que veo cuando él y yo estamos solos. Para alguien que
supuestamente me ve como una persona y no un objeto, ciertamente actuó de forma
posesiva como si fuera un pedazo de propiedad que tenía que vigilar.
“¿Isabella? Por favor, abre la puerta, puedo escucharte.” Suspiré y cerré los ojos
cuando escuché la voz de Edward. Tocó de nuevo por un rato, llamándome,
prácticamente rogándome que lo dejara entrar. Una parte de mí quería hacerlo, la
parte que nunca quería negarle nada a esa hermosa criatura, pero dejando eso a un
lado, simplemente necesitaba estar sola por un rato. Finalmente dejó de tocar y
escuché la puerta de su habitación cerrarse.
Nunca en mi vida había visto tal desastre. Caminé despacio por la planta baja,
completamente asombrada. Había basura por todos lados, latas de cerveza y botellas
vacías. Había comida por todo el lugar, en la alfombra y sobre los muebles. También
había líquidos derramados por todas partes y el lugar olía horrible como a cerveza y
sudor. Había algunos vidrios rotos en la esquina de la habitación y uno de los cojines
del sofá estaba extrañamente desaparecido.
Entré en la cocina y jadeé. El fregadero estaba amontonado hasta arriba con vasos
sucios, las encimeras cubiertas con latas, botellas y comida. Gemí y fui hacia el
refrigerador, agarrando una botella de agua mineral antes de ir hacia la lavandería.
Tomé algunos trapos y un par de guantes. Volví a subir al piso de arriba, dejando los
artículos en el pasillo. Fui a mi habitación y agarré una botella de peróxido de mi baño
y lo llevé al pasillo.
“Cristo, ¿qué estás haciendo? ¡No deberías estar haciendo eso!” Se agachó junto a mí
y me arrebató el trapo de la mano. Estaba un poco asustada, sin saber que era lo que
estaba haciendo mal, y me senté sobre mis rodillas. Me miraba furioso y me pregunté
si tal vez no debería estar usando peróxido en su alfombra, si tal vez él sabía algo que
yo no. Tenían ventanas especiales que requerían un limpiador especial, así que tal vez
tenían una alfombra especial. Sólo estaba tratando de limpiar, sin querer que la
sangre se extendiera más de lo que ya estaba, sin querer que nada estuviera
arruinado cuando el doctor Cullen llegara a casa. Mis ojos empezaron a llenarse de
lágrimas y mentalmente me maldije por ser tan débil, pero seguía tan confundida y
sinceramente agotada y agobiada que simplemente no pude soportar que me mirara
así. No podía soportar que me mirara como si hubiera arruinado todo.
“Joder, ¿estás llorando?” Preguntó con incredulidad. Volví mi cabeza para otro lado y
cerré los ojos, deseando que dejara de reaccionar con tanta intensidad. Sólo estaba
empeorando las cosas para mí. De nuevo abrí los ojos y capté un movimiento de su
mano dirigiéndose hacia mí. Retrocedí dando un respingo, instintivamente echándome
hacia atrás y alejándome de su alcance. Se paralizó y su rostro se nubló con confusión
y una mirada de dolor en sus ojos que me impactó. Dejó caer su mano y parpadeó un
par de veces, sin dejar de mirarme. Después de un momento, negó con la cabeza y
pasó una mano por su pelo. “Juro, que me parece que no puedo hacer nada bien
contigo.”
Mi ceño se frunció. “Lo siento,” dije instintivamente. Sin comprender, pero no quería
molestarlo. Mi respuesta pareció molestarlo aún más, ya que gimió y lanzó el trapo
hacia la pared. Hizo un pequeño ruido sordo y cayó al piso.
“¡¿Tú te disculpas?! ¡¿De qué te estás disculpando?! ¡Ció é scopare pazzeco*! ¡Voy a
volverme malditamente loco si no paramos este puto baile que estamos haciendo
Isabella!”
Sólo me le quedé mirando sorprendida, él elevó un poco su voz con pasión. Estaba
Gruñó y extendió la mano, de repente agarrándome con fuerza. Bajé la vista a su mano
sobre mi brazo, luchando contra las sensaciones que su toque le daba a mi cuerpo. El
cosquilleo que corría a través de mí, la oleada de emociones que evocaba. Sólo me le
quedé mirando fijamente a su mano, confundida del por qué me estaba tocando, pero
esa parte irracional de mí deseando que jamás dejara de hacerlo.
“Dime que no sientes eso,” me dijo, su voz un poco más baja, pero aún con fuerza.
Levanté la vista hacia él, mis ojos muy abiertos, con miedo de que me hubiera
descubierto. Que él supiera lo que su toque me hacía. Todo en lo que podía pensar era
en que lo había besado anoche, tenía que ser tan obvio. ¿Era por eso que estaba
molesto? “Dime que no sientes esas mismas chispas que siento y desistiré de esto y te
dejaré en paz. Pero estoy cansado de intentar mantenerme alejado de ti, Bella.”
“Por supuesto que lo siento. Cristo, tiene que ser obvio lo que estoy sintiendo. Quiero
decir, te besé anoche,” dijo.
“Apenas sí rozaste mis labios. Yo prácticamente asalté tu puta boca. Y tienes razón, yo
no hago eso, que es lo que lo hace un pinche locura. He estado tratando de reunir las
bolas para decirte esta mierda toda la maldita semana.” Suspiró, y pasó su mano por
su cabello, mirándome fijamente, sus ojos prácticamente implorándome, pero qué, en
realidad no lo sabía.
“Dime, ¿de qué estás hablando?” Pregunté, confundida respecto a qué era
exactamente lo que estaba diciendo.
Sólo me le quedé mirando mientras despotricaba en italiano, sin entender una sola
palabra saliendo de su boca. Después de un momento suspiré y estiré mi mano,
“Yo limpio la sangre,” dijo después de un momento. “Yo derramé esa mierda, no
deberías ser tú quien lo haga.”
“Él me ayudó, ¿sabes?” dije en voz baja. Edward levantó sus cejas interrogante,
obviamente preguntándose de que estaba hablando. “Me acorralaron en las escaleras
cuando iba camino a mi habitación y él intervino para detenerlas. Me acompañó a mi
habitación para que me dejaran en paz.”
Gruñó. “Newton está bien, se recuperará completamente. Se veía mucho peor de lo que
era. Ahora, ¿quién te acorraló?”
“Tanya,” dije. Sus ojos se oscurecieron, su expresión cambió a una de ira intensa.
Tenía la sensación de que seguía enojado con ella por cómo había actuado en el
anterior encuentro.
“¿Ella te tocó?” Preguntó. Me di cuenta por la tensión en su voz que estaba luchando
para mantener la calma.
Edward negó con la cabeza. “No me importa si no dejó marcas, es importante. Ella no
tiene derecho a ponerte un dedo encima.”
Suspiré. “¿Qué, también vas a golpearla por tocarme? Primero Jacob Black, luego Mike
Newton. ¿Quién sigue? ¿Vas a golpear a todo el que me toque? Mira, sé que soy tu
propiedad, Edward y no tengo derecho a decirte lo que tienes qué hacer, pero no me
gusta que la gente salga lastimada por mi culpa. Ya antes te había dicho que he
pasado mi vida pagando por los errores de otros y no soporto saber que otros están
derramando sangre por mi culpa. Si quieres culpar a alguien, cúlpame a mí.
Castígame. Pero por favor, no sigas lastimando a otras personas porque han tenido la
desgracia de cruzarse en mi camino.”
Sus ojos se ampliaron y me miró con incredulidad. Me pregunté de inmediato si tal vez
no debería de haber dicho eso. Era extraño cuan relajada me sentía cuando hablaba
con Edward y expresaba lo que estaba en mi mente, pero reconocía que había algunas
cosas que nunca debería decir. “¿Crees que pienso en ti como una pertenencia, algo
que poseo?” Preguntó, su voz baja, casi un susurro. Hubo un poco de dolor evidente en
su voz.
Me encogí de hombros. “Ya no sé que pensar. Al principio no lo creía así, pero cuando
atacas a esas personas es como si estuvieras molesto porque se están metiendo con
una de tus posesiones. Le dijiste a Mike casi exactamente lo mismo que me dijo el
doctor Cullen ese día en su habitación cuando toqué su arma.”
“Esa mierda no salió bien. Cristo. Mira, yo, eh…me preocupo por ti, ¿de acuerdo?” Dijo
vacilante, observándome con cautela. “Y, carajo, sé que algunas veces exagero, pero
es porque no quiero que nadie te lastime. No hago esa mierda intencionalmente. No
eres como nadie que haya conocido. Me tienes cautivado.”
Suspiró. “No te ves a ti misma con claridad, ¿sabes? Eres diferente, no como todo el
resto de ellos. Eres perceptiva, jodidamente fuerte y madura más allá de tu edad.
Puedes entenderme de la forma que nadie más puede hacerlo. Y eres, molto bella,”
dijo.
Parpadeé un par de veces, sorprendida cuando recordé esas palabras. Jasper me las
había dicho anoche, cuando me vio con mi disfraz. “¿Tú crees que soy… hermosa?”
Pregunté con incredulidad.
Sus ojos se abrieron cuando se dio cuenta que sabía lo que significaba. Sonrió con
timidez, asintiendo ligeramente con la cabeza. Se deslizó acercándose a mí, cerrando
algo de la distancia entre nosotros, por lo que quedó sentado frente a mí con nuestras
piernas tocándose. “La mia bella ragazza,” dijo en voz baja, mirando a mis ojos
fijamente.
“Sabes que no sé qué quiere decir eso,” murmuré, sintiendo el rubor subir a mis
mejillas por la intensidad de su mirada. Siempre se había rehusado a decirme cuando
le preguntaba y era enloquecedor. Me preguntaba si Jasper o Emmett me dirían, si
Alice sabría, y había considerado preguntarles pero no lo haría por vergüenza. Edward
asintió, levantando su mano. Pasó el dorso de sus dedos a lo largo de mi sonrojada
mejilla, bajando y acariciando la línea de la mandíbula, mis ojos parpadearon
intentando cerrarse ante su suave tacto, mi cabeza instintivamente se inclinó en su
dirección. “Mi chica hermosa,” susurró.
Abrí los ojos y lo miré de nuevo, completamente aturdida por la expresión en su rostro.
Había tanto amor y compasión reflejándose en sus ojos, su rostro suave pero lleno de
emoción. Su mano acarició suavemente la línea de mi mandíbula una vez más antes
de bajar y tomar mi barbilla. Llevó hacia arriba su pulgar y masajeo mi labio inferior
con suavidad y exhalé un suspiro tembloroso, mi corazón corriendo a gran velocidad.
El deseo en su rostro era impresionante, me consumía. Se sentía tan surrealista, estaba
nerviosa y emocionada, algo aturdida pero completamente esperanzada, y ese
sentimiento por sí solo me hacía sentir mareada. Edward me miraba con tal intensidad
que sentía como si pudiera mirar a través de mí, ver más allá de mi exterior y dentro de
mi alma.
Bajó la vista a mis labios brevemente antes de mirarme otra vez a los ojos. Su cabeza
avanzó lentamente hacia adelante, con cautela, observándome. Mi corazón se estaba
acelerando, latiendo con tanta fuerza que casi dolía y me preguntaba si tal vez él
pudiera escucharlo. Me incliné ligeramente hacia adelante, cerrando un poco más la
distancia entre nosotros. Sonrió levemente por mi movimiento y cerró el resto de la
Después de un momento se apartó de mis labios y abrí mis ojos. Sonrió y rápidamente
se inclinó hacia adelante para besarme una vez más, brevemente, con suavidad. “No
creo que seas hermosa, Bella. Sé que eres hermosa.”
Me sonrojé y él rió entre dientes. “Gracias,” dije en voz baja. Sentí mis ojos llenarse de
lágrimas, pero no eran mis usuales lágrimas de tristeza. Estas eran, lágrimas de
alegría, lágrimas de esperanza. Me asustaron, ya que todo el concepto aún era extraño
para mí, pero no traté de detenerlas. “Tú también lo eres.”
Sonrió con suficiencia, su linda sonrisa torcida triunfando sobre su rostro. “¿Crees que
soy hermoso?” Preguntó juguetón, arqueando una ceja.
Me eché a reír suavemente. “¿Tal vez guapo es más apropiado? Sin embargo, eres una
hermosa persona.”
Él rió entre dientes, negando con la cabeza. “Sí, no puedo decir que alguna vez haya
escuchado eso. Me han llamado de todas las formas habidas y por haber, pero una
persona hermosa no es una de ellas.”
Sonreí y me encogí de hombros. “Entonces, todos tienen que estar ciegos para no
verlo.”
Debería de haber estado pensando lo mismo que yo porque suspiro. “Que te parece si
vamos abajo y arreglamos un poco, y tal vez entonces podamos volver aquí y hablar
sobre todo lo que significa todo esto,” sugirió, levantando nuestras manos para
enfatizar de lo que estaba hablando. Lo miré y asentí. Suspiró de nuevo y soltó mi
mano. La quité de su regazo y agarré los guantes y el trapo del piso, poniéndome de
Levanté la vista hacia él y asentí. “Lo siento,” murmuré, sintiéndome mal porque él
acababa de abrirse conmigo y yo me estaba reteniendo y tensándome. Edward
sacudió su cabeza.
“No te disculpes. Tengo más mierda de la que disculparme que tú,” dijo, pasando la
mano por su cabello. Le sonreí, dándome cuenta que simplemente estaba tan nervioso
como yo. No tenía ningún sentido, ya que Edward tenía experiencia con las chicas,
pero era reconfortante saber que no era la única ansiosa por todo esto. Él vaciló y nos
quedamos en el pasillo por un momento, antes de que se volviera y se dirigiera hacia
las escaleras. Lo seguí, sin desear para nada llegar a la gran cantidad de trabajo de
limpieza que nos esperaba.
Edward se congeló cuando llegó al final de las escaleras, tan abruptamente que no me
di cuenta que se había detenido y choque contra él. Mis ojos se abrieron un poco y
comencé a alejarme, sin saber cómo iba a reaccionar por su temperamento, pero él
simplemente se dio media vuelta y agarró mi brazo, deteniéndome a su lado. Su
atención estaba centrada en la habitación frente a nosotros, su expresión de pura
incredulidad.
“Sí, eh…” Comenzó, su ceño se frunció mientras parecía estar concentrado en algo.
“Qué tal si olvidamos lo que dije sobre limpiar y simplemente volvemos arriba.”
Me dio una mirada interrogante, por alguna razón obviamente no esperaba esa
respuesta, pero se encogió de hombros. “Bueno,” dijo, agarrando mi mano y dándose
la vuelta hacia los escalones. Mi ceño se frunció por la confusión y me resistí cuando
intentó llevarme hacia ellos. Se detuvo cuando se dio cuenta que no me estaba
moviendo. Me miró, viendo mi expresión confundida. “Pensé que íbamos a volver
arriba y hablar.”
Por un momento me quedé mirándolo, negando con la cabeza. “Yo, eh, tengo que
limpiar,” murmuré. Gruñó y rodó los ojos.
“Acabas de decir que estaba bien cuando dije que nos olvidaríamos de eso,” dijo con
una leve irritación en su voz. Suspiré, dándome cuenta de que lo estaba confundiendo.
“Él no va a regresar por unos días, sabes. El desorden puede esperar un poco, no tiene
jodida importancia,” dijo, encogiéndose de hombros. Sólo lo miré con incredulidad por
su indiferencia.
“Sé que puedes, Isabella. Cristo, sólo déjame ayudarte con esta mierda para que
termines más rápido,” me dijo. De nuevo sonaba molesto, así que cerré la boca y
asentí, sabiendo que no era prudente discutir. Había llegado a creer que realmente
podría discutir con Edward y él lo entendería, aunque probablemente me respondería,
pero no quería ser irrespetuosa sólo porque él me permitía hacerlo.
“Está bien. Y tienes razón, hay algunos vidrios rotos en la sala de estar,” dije. Rodó los
ojos y gruñó.
“Por supuesto que los hay. Y apuesto a que esa mierda la hizo Emmett. Su culo debería
de estar aquí limpiando este desastre,” murmuró, dándose la vuelta y dirigiéndose a la
sala de estar. Me quedé ahí parada, observándolo por un momento, sin poder dejar de
sonreír. Estaba murmurando para sí mismo, probablemente maldiciendo a juzgar por
sus expresiones faciales, y empezó a lanzar cosas dentro de una bolsa de basura. Era
algo tan simple, pero un gesto tan dulce de su parte estar aquí abajo conmigo,
ayudándome. Me atreví a suponer que no era algo que hacía muy a menudo.
“Tenemos un lavavajillas, no tienes que hacer esa mierda a mano. ¿Y has visto el puto
cojín del sofá? Porque no puedo encontrarlo,” dijo, definitivamente molesto.
“No sé como funciona el lavavajillas. Y no, no he visto el cojín del sofá,” dije, incapaz
de dejar de reír. Él llegó detrás de mí y mi corazón comenzó a acelerarse por su
proximidad.
“¿Te estás riendo de mí?” preguntó en un susurró, sus labios justo a un lado de mi oído.
Me estremecí involuntariamente ante la sensación de su aliento sobre mí.
“Eh… no,” murmuré. Rió entre dientes y me rodeó, moviendo el seguro en la puerta del
lavavajillas y abriéndola. Sacó la rejilla superior y me miró con una pequeña sonrisa.
“Saca las malditas manos de esa agua sucia y llena esto con platos,” dijo, haciendo
un ademán hacia la rejilla. Lo miré con cautela, preguntándome si sabía lo que estaba
haciendo. No podía imaginarme a Edward alguna vez lavando platos, y considerando
que no podía hacer funcionar una lavadora, tenía la sensación de que sólo estaba
improvisando.
Empecé a llenar las rejillas con los platos sucios mientras él se paró atrás
observándome. Cuando estuvo lleno di un paso atrás y lo miré inquisitivamente. Sonrió
y asintió, luciendo bastante orgulloso. Si estaba orgulloso de sí mismo o de mí, no
estaba segura, pero a pesar de todo me hizo sonreír. Me di la vuelta, comenzando a
guardar los pocos platos que había logrado lavar a mano antes de que Edward
interviniera. Miré por el rabillo de mi ojo mientras añadía el jabón y cerraba la puerta,
asegurándola. Se le quedó mirando por un momento, estrechando sus ojos con una
expresión de confusión en su rostro. Me contuve la risa, sin querer que pensara que
estaba burlándome de él, cuando me di cuenta de que definitivamente no tenía idea de
lo que estaba haciendo. Después de un segundo, extendió su mano y presionó algunos
botones y la encendió. Saltó cuando comenzó a hacer ruido y quitó su mano
rápidamente, obviamente sorprendido de que consiguió hacerla funcionar. Se encogió
de hombros y me miró, dándome una rápida sonrisa orgullosa y saliendo de la cocina.
En cuanto se perdió de vista me eché a reír, negando con la cabeza.
“¡Puta madre!, ¡figlio di puttana!” dijo, caminando con cuidado a través de las burbujas
hacia el lavavajillas. Empezó a presionar botones frenéticamente y tirando de la puerta
tratando de pararla. Continuó derramando burbujas y él gimió, prácticamente
golpeando los botones con fuerza. Su temperamento se encendió después de un
momento y llevó su pie hacia atrás, golpeando la puerta con fuerza. Hizo una mueca
con el crujido que se escuchó, mis ojos se ampliaron cuando vi la pequeña abolladura
que había dejado al frente. Maldijo y cojeó en un pie por un momento.
“¿Te estás riendo de mí otra vez?” Edward preguntó, arqueándome una ceja, sin verle
lo gracioso ni un poco. Comencé a reír más fuerte, todo mi cuerpo temblando por la
risa. Traté de alejarme de la encimera, sin prestar atención a lo que estaba haciendo
en medio de mi ataque de risa, y metí mi pie en un charco. Me resbalé, perdiendo el
equilibrio. Edward se movió rápidamente hacia adelante para atraparme y patinó en
un charco, su pie salió volando. Me agarró pero en lugar de evitar que llegara al suelo
nos tumbó a ambos. Caí de espaldas con un ruido sordo y Edward aterrizó
directamente encima de mí. Gemí y cerré los ojos, casi quedándome sin aliento por la
fuerza de su peso sobre mí. Se levantó rápidamente y abrí los ojos para verlo
cerniéndose sobre mí con una expresión de horror en su rostro.
“Cristo, Isabella, ¿estás bien? Joder, lo siento tanto; ¡no quise derribarte! ¿Te
lastimaste? ¿Te lastimé? ¡Joder, di algo!” Escupió aterrado, sus ojos amplios. Sólo me
quedé mirándolo por un momento antes de levantarme de manera que quedé sentada.
Él se apartó rápidamente, sentándose en el suelo frente a mí. En realidad no me dolía,
sólo estaba aturdida por lo que pasó. Estaba cubierta en burbujas, mi espalda
completamente empapada con jabonosa agua caliente. Él me miraba preocupado,
toda la situación completamente ridícula. Después de un momento empecé a temblar y
subí mis manos para cubrir mi boca. Los ojos de Edward se abrieron más por el miedo.
“No llores, ¡mierda! ¡¿Dónde te lastimaste?!” Al momento que las palabras salieron de
su boca, no puede contenerme. Me eché a reír como histérica, con tanta fuerza que me
dolían los costados. Apenas si podía respirar en medio de mi ataque de risa. Sentí mis
ojos llenarse de lágrimas y aparté las manos de mi boca, para limpiarlas. Nunca me
había reído tanto en mi vida e imaginé que debería verme absolutamente ridícula, pero
no podía detenerme.
“Yo, eh…” Empecé, sacudiendo la cabeza. “Creo que puede que hayas hecho algo
mal, Edward.” Bajó su mano y agarró un puño de burbujas de jabón cuando empecé a
reír de nuevo, arrojándomela a mí. Rápidamente volteé mi cabeza y me salpicaron el
pecho y la mejilla. Ni siquiera dudé, ni siquiera me detuve a pensar que estaba
haciendo. Agarré algunas burbujas y se las arrojé de vuelta. Lo salpicaron
“¡No puedo creer que hayas hecho eso!” me dijo. Se abalanzó hacia adelante y
empecé a correrme hacia atrás, todavía riendo. No parecía molesto, pero tenía una
mirada decidida en su rostro y no estaba segura de qué iba a hacer. Me atrapó antes
de que pudiera escaparme y me empujó suavemente hacia atrás, de manera que
estaba en el suelo de nuevo acostada en las burbujas de jabón. Se cernió sobre mí, sin
dejarme sentir su peso pero manteniendo su cuerpo pegado al mío, inmovilizándome.
Agarré un poco de burbujas del suelo junto a nosotros y se las lancé, una pequeña
cantidad de ellas le dieron directo en la nariz. Me reí aún más fuerte y él empezó a reír
junto conmigo, sin molestarse en quitarlas. Se agachó y frotó su nariz contra la mía,
pasando algunas de las burbujas sobre mí. Después, no se apartó, mantuvo su cuerpo
pegado al mío, su nariz tocando la mía, y me miró fijamente. Su expresión era
tranquilizadora, ya que parecía contento a pesar de la situación. Después de un
momento levanté mi cabeza, sintiéndome valiente, y presioné mis labios con los suyos
con suavidad. Rápidamente me aparté, mirándolo con cautela, sin saber si estuvo bien
lo que había hecho. Sonrió levemente y se inclinó hacia abajo para besarme de nuevo.
Cerré mis ojos, simplemente disfrutando de la sensación. Nunca antes había entendido
el atractivo de besarse, lo que era tan agradable de conectar las bocas, pero ahora lo
entendía. Sus labios eran suaves y húmedos, su sabor dulce pero con un toque de
menta de su pasta de dientes. Abrí mis labios y gemí suavemente cuando empezó a
besarme con más firmeza, mis ojos se abrieron de repente cuando su lengua rozó mi
labio inferior. Me quedé helada cuando se deslizó un poco en mi boca, tocando la
punta de mi lengua. Sintió que me tensé y se apartó, abriendo sus ojos.
“Sólo… me sorprendió,” dije en voz baja, sintiéndome sonrojar. Rió entre dientes y se
inclinó hacia abajo besando mis labios una vez más. Se hizo hacia atrás y se sentó,
tomando mi mano para levantarme de manera que estaba sentada. Me miró y se echó
a reír, extendiendo su mano para quitar algunas burbujas que se pegaron a mi
cabello.
“Qué tal si limpiamos este desastre para que podamos hablar,” dijo, mirando el
desastre que era la cocina a nuestro alrededor. Asentí y se puso de pie, extendiendo su
mano y agarrando la mía para ponerme de pie. Se pasó una mano por su pelo,
gimiendo.
“Y una siesta. Definitivamente también voy a necesitar una puta siesta después de
esto.”
**********
Molto Bella = Muy hermosa
Madonn', dovete scopante scherzandolo. Non potete essere quei ciechi. Sparimi già
nella testa maledetta dio e superilo con. Mettalo dalla mia miseria scopante. Come
potete non vedere quello ti amo?! = Mierda, ¡tienes que estar haciéndome una puta
broma! ¡No puedes estar tan ciega! ¡Dispárame ya en la maldita cabeza y acabemos
con esto! ¡Sácame de mi puta miseria! ¿Cómo es que no te has dado cuenta que te
amo?)
Edward cullen
Me sentía como un pendejo, dejando que ella limpiara el piso, pero sabía que ella
sería más eficiente para esa mierda y lo haría más rápido que lo que yo podría
hacerlo. O sea, yo lo habría hecho, pero entonces ella tendría que ir detrás de mí y
rehacerlo, por lo que tenía sentido que ella se encargara en primer lugar. Al menos
hice el intento de aspirar la sala de estar, pero intentar es la palabra clave ya que la
mierda era más difícil de lo que parecía. Sabía que ella volvería y lo haría de nuevo
antes de papá llegara a casa y no la culpo, apesto para esta mierda de limpiar.
“Bien, porque estoy jodidamente agotado,” dije. Anoche apenas si había conseguido
conciliar el sueño porque había estado muy preocupado por ella. Durante toda la
noche se negó a responderme o abrirme la puerta y me estaba volviendo loco sin saber
lo que estaba pensando o cómo la estaba llevando. No tenía la intención de asustarla;
pensé que la estaba ayudando. Ahora me había dado cuenta cómo exactamente se
había visto y me sentí mal por esa mierda. Nunca quise que pensara que yo la veía
como un trozo de propiedad y así era exactamente como se vio. Y seguramente ayudó
que me había comportado como un maldito salvaje que le recordó una combinación de
su anterior amo y mi padre. Ella me había contado esa historia sobre como observó a
esa chica adolescente ser golpeada hasta muerte y me dijo lo mucho que le había
afectado, y como un pendejo fui y casi hice lo mismo justo frente a ella a alguien que,
joder, al parecer la había ayudado. Y maldición, sino me siento ahora como un cabrón
por haberle hecho eso a Newton. Nunca pensé que llegaría el puñetero día que me
arrepentiría de romperle toda la madre a ese cabrón, pero él evitó que Isabella fuera
acosada por Tanya así que en ese momento no se merecía mi ira. Seguía sin confiar en
él y sin quererlo cerca de ella, pero estaba malditamente seguro que no debí haberle
pegado tan fuerte como lo hice.
Subimos las escaleras en silencio. Cuando nos acercábamos al segundo piso escuché
las voces de mis hermanos y rogué en puto silencio que se quedaran en sus cuartos
hasta que nos hubiéramos ido. No estaba de humor para que me distrajeran de lo que
quería hacer y tener que lidiar con ellos. Con Jasper no era tan malo, ya que sabía de
mis sentimientos por Isabella pero Emmett era otra historia. Confiaba en mi hermano
con mi vida, pero no era exactamente lo que llamaría discreto. No le diría a la gente a
propósito para empezar alguna mierda intencionalmente, pero era un puto
Di un suspiro de alivio cuando llegamos a la segunda serie de escaleras sin que nos
hablaran, miré hacia atrás a Isabella y vi su suspiro, su expresión también de alivio.
Me di cuenta de que probablemente estaba pensando lo mismo que yo y era algo
reconfortante. Era tranquilizador pensar que quería ser tan cautelosa como yo. No
estaba seguro si ella entendía completamente todos los obstáculos que estaban en
nuestro camino, si estaba consciente sobre la fina línea sobre la que teníamos que
caminar y estaba algo preocupado de planteárselo. No quería que pensara que estaba
avergonzado de ella o que pensara que estaba usándola o algo así porque eso estaba
lejos de la verdad. Si pudiera salir con ella y presumirla al mundo, estaría jodidamente
orgulloso de ponerme de pie y decir que ella era mi chica. Pero no podía, porque no
estaba seguro de que eso no causaría su perdición y joder, no podía arriesgarla así.
Mierda, ella era demasiado importante, una persona demasiado hermosa.
La llevé por el pasillo hacia nuestras habitaciones y abrí mi puerta, pero Isabella se
resistió cuando traté de jalarla hacia adentro. Me detuve y la miré con curiosidad,
preguntándome porque no venía.
“¿No quieres hablar?” Pregunté, confundido. Bajó la vista para mirarse antes de
mirarme de nuevo.
“Yo, eh… necesito una ducha,” dijo vacilante. Bajé la vista mirándola, echándole un
vistazo. Definitivamente estaba sudada y sucia, y probablemente sintiéndose
asquerosa por prácticamente bañarse en la puñetera agua jabonosa del lavavajillas.
Todavía tenía el brillo de anoche por todas partes, su cabello rizado y tieso, hacía atrás
en una cola de caballo con piezas que sobresalían por todas partes. Sin embargo, todo
eso en realidad me importaba una mierda, no es como si apestara o algo así. Seguía
oliendo a putas fresas y completamente femenina. Pero, ¿quién diablos era yo para
decirle a la chica que no podía bañarse si ella quería hacerlo?
Sus ojos se abrieron un poco y rápidamente soltó mi mano, poniéndose roja. “Lo
siento,” murmuró, obviamente avergonzada. Reí entre dientes, sacudiendo la cabeza.
Estaba malditamente confundido, sobre toda la situación. Todo lo que sabía es que
ella había robado mi puñetero corazón y que no había manera de que sólo
retrocediera. Los sentimientos que tenía con ella no eran sentimientos que hubiera
tenido con nadie más. Eran sensaciones que nunca pensé que sentiría y ahora que las
había experimentado, las ansiaba. Las necesitaba. Ahora ya no podía imaginarme la
vida sin ellas. En un espacio tan corto de tiempo ella se había apoderado de mí, me
había consumido completamente. Mierda, ella ahora era parte de mí. Era como el aire
que respiraba. No, ella no era mi novia. Ella era mi vida.
Me puse un par de boxers y unos pantalones cortos de baloncesto, porque todos mis
pantalones de pijama estaban sucios, no quería estar indecente y estar acostado por
ahí en boxers cuando ella entrara. Agarré el control remoto del estéreo y lo encendí,
recorriendo los CDs y deteniéndome cuando llegué al de Coldplay. Me dejé caer en la
cama boca abajo, acurrucando la cabeza en una de mis almohadas y tirando del
edredón encima de mí. Estaba más que agotado, mis párpados pesaban y casi al
instante se cerraron.
Caí en sueño ligero. Escuché el clic de la puerta y después de un rato sentí la cama
moverse y forcé a mis ojos a abrirse. Isabella estaba sentada en el borde de la cama,
mirándome. Sonreí en el momento que la vi. Tenía su pelo suelto, cayendo en cascada
en su espalda y usaba una pijama de color marrón que era casi el mismo tono exacto
de marrón de sus ojos. Agarré el edredón y tiré de él hacia atrás, haciendo un
movimiento con mi cabeza para que se subiera a la cama. Estaba jodidamente
“Está bien. Sólo estaba dormitando, esperándote,” murmuré. “Por cierto, te ves mejor.
Es decir, no estoy diciendo que al principio lucieras mal o nada por el estilo, sólo que te
ves bien después de la ducha. Cristo, eso tampoco sonó bien. Joder, sólo ignórame.”
Se rió levemente, obviamente divertida por mis divagaciones tontas. Juro que con ella
se me trababa tanto la lengua que era ridículo. “Entiendo. Me siento mejor.” Asentí,
suspirando, ¿podía ser más idiota? “Aunque, tú te ves agotado,” añadió después de un
segundo.
“No voy a pegarte, sabes. Nunca te pegaría,” dije en voz baja. Odiaba que a menudo
se alejara de mí pero aceptaba que no era nada personal. Cuando la gente me
asustaba yo decía maldiciones, y ella respingaba. “Pero, ¿estás bien? ¿Por qué estás
llorando?”
Ella sonrió levemente, otra lágrima se escapó y corrió por su mejilla. “Estoy bien, sólo
un poco abrumada eso es todo.”
Asentí, mostrándole que la entendía. Suspiré y tomé un profundo respiro, sin saber
cómo empezar esta maldita conversación, que decir exactamente. No quería soltar todo
de golpe y asustarla, pero tampoco quería que tuviera la impresión equivocada y
pensara que el asunto me era indiferente. No quería que pensara que ella no era
“¿Sí?” Preguntó, un leve titubeo en su voz, obviamente sólo ansiosa por esta
conversación que estábamos a punto de tener.
“¿Qué te dio el valor de besarme anoche?” Pregunté. Sus ojos se abrieron ligeramente
por la sorpresa ante mi pregunta. “Quiero decir, definitivamente no me estoy quejando
ya que soy demasiado cobarde como para dar el primer paso, pero tengo curiosidad
por saber que te hizo tomar ese riesgo.”
Ella suspiró. “Jasper,” murmuró. Mis ojos se estrecharon ligeramente. ¿Qué carajos
tenía que ver Jasper con eso?
“Él no te dijo que me besaras, ¿cierto? Porque juro que si sólo hiciste esa mierda
porque ese hijo de puta…” Comencé, sintiendo la ira surgiendo en mí. Suspiró con
fuerza.
“No, él no me dijo que te besara. Él no tenía idea de que lo haría, ni siquiera tenía la
idea de que quisiera hacerlo. Sólo me dio un pequeño consejo sobre tomar riesgos y
citó algo en italiano sobre el que no arriesga no gana, y cuando estábamos en la
cocina simplemente lo recordé y actué, en realidad no lo pensé dos veces,” divagó,
encogiéndose de hombros.
La miré sorprendido. “¿Nella vita—chi non risica—non rosica?” Pregunté. Me miró por
un momento, viéndose algo confundida.
“Sí, sonó más o menos así,” dijo. Negué con la cabeza, suspirando. De todas las putas
cosas que pueden utilizarse para una maldita charla motivacional, él usaba esa.
Había escuchado esa mierda más veces de las que podía contar.
“Mi madre solía decir esa mierda todo el tiempo,” murmuré. Isabella sonrió levemente,
asintiendo.
“Lo sé, él me lo dijo,” dijo. Mis ojos se estrecharon ligeramente. ¿Jasper le habló de
mamá?
“¿Dijo algo más sobre mi madre?” Pregunté con curiosidad, con la jodida esperanza de
que no le hubiera contado la puta historia. Sabía que le diría algún día, pero no estaba
seguro de que ella estuviera lista para escucharlo, todavía. Esa mierda era algo
personal y odiaba que la gente me mirara con la maldita lástima. Pobre del pequeño
Edward Cullen de mierda tuvo que ver a su mamita morir. Ninguno de ellos jamás
podría entender esa mierda.
“Sí, lo era,” dije, tratando de mantener mi tono de voz. “Y él tiene razón, ella te hubiera
amado.” De inmediato imaginé a mi madre conociendo a Isabella y sonreí
involuntariamente. Joder, definitivamente ella le hubiera agradado. Tenía la misma
fuerza, valor y compasión. Tenía que resistirme rápidamente a esos pensamientos y
sentimientos también, ya que pensar demasiado en eso sólo me estaba poniendo de
mal humor. Mamá se había ido, había estado ausente durante mucho tiempo. No se
podía volver de la pinche muerte, así que preguntarse “que hubiera pasado si” era una
pérdida de tiempo.
Isabella se quedó callada, mirándome con recelo. Suspiré, al darme cuenta que estaba
jodiendo nuestro momento al ponerme temperamental. Necesitaba aprender a
controlar mi ira con ella si quería que algún día verdaderamente dejara la guardia
baja y me dejara entrar por completo. No podía esperar que se abriera a mí si yo me
cerraba a la primera mención de algo sensible.
“¿Tú…?” Comenzó, haciendo una pausa. Abrí los ojos y la miré inquisitivamente,
cuando no terminó de hablar.
“Sí, de verdad lo siento. Y lo he sentido desde la primera vez que te toqué en la cocina.
También me dio un susto de mierda. Fue como si me hubieras dado una puta
descarga, como si hubiera electricidad bajo tu piel.”
Ella sonrió. “Yo también la sentí en ese momento. ¿Qué crees que sea?”
Ella sonrió. “Por favor,” dijo, su voz tan dulce y cálida. Era muy difícil para mí decir esa
Me miró fijamente por un momento, obviamente asimilando lo que había dicho. Quería
decirle que eso significaba que la amaba, que estaba destinada a ser mía y joder, sólo
mía y que éramos almas gemelas, pero no quería asustarla. Además, no había forma
de que consiguiera que esas puñeteras palabras salieran de mi boca. Esa mierda era
intensa.
“Bien,” dijo después de un momento. Reí entre dientes, sacudiendo la cabeza por su
respuesta.
“¿Ese un “bien” Edward, eres un idiota por lo que acabas de decir, o es un “bien” eso
también tiene sentido para mí?” Pregunté, arqueándole una ceja. Ya sabía que odiaba
esa mierda, cuando ella simplemente decía un puto “bien” y no decía más.
“Es un, “bien” tiene sentido,” dijo sonriendo. “Es una especie de sensación extraña. Sin
embargo, es agradable.”
Otra vez comenzó a acariciar mi rostro, mirando mis ojos fijamente. Después de un
momento me incliné hacia adelante y ella siguió mi ejemplo, inclinándose en mi
dirección. Presioné ligeramente mis labios a los suyos, dándole un pequeño y casto
beso. Quería tratar de darle un beso más profundo, deseando probar su boca de
verdad, pero no sabía que tan cómoda estaría con ello. Quiero decir, usé un poco de
lengua en la cocina y dijo que no fue demasiado y quería intentarlo de nuevo, pero no
estaba seguro. Sin embargo, sus besos eran dulces y su aliento cálido. Me estaba
obsesionando cada vez más con besar su boca y me pregunté si ella se sentía de la
misma forma. Me aparté de su boca y sonreí. “Tus besos son increíbles,” dije. Se
sonrojó y me reí entre dientes. “¿Por qué desapareciste anoche de la fiesta? Entiendo
porque te pusiste jodidamente nerviosa cuando Jasper entró, pero pensé que al menos
después vendrías a encontrarme. Empecé a preocuparme y fui a buscarte, y bueno… tú
sabes el resto…”
“Yo, eh… fui a buscarte. Pero estabas ocupado,” murmuró. Mi ceño se frunció por la
“¿Estaba ocupado?” Pregunté, sin saber de lo que estaba hablando. Yo sólo me quedé
por allí esperando que ella apareciera después de que huyó.
Suspiró. “Estabas con una chica. Una hermosa de cabello rubio. No quería
interrumpir.”
“Sabes que yo no quiero a esa chica, ¿verdad?” Dije rápidamente, queriendo que
entendiera que ella era la única por la que me preocupaba así. Me miró interrogante y
gemí.
“Cristo, hablaba en serio cuando dije que me preocupaba por ti. Ninguna de esas
chicas alguna vez significó algo para mí, no como tú lo haces. Ya he terminado con
todas ellas, no quiero a nadie más que ti.”
Tenía una mirada de pánico en su rostro que me confundió como la mierda. La miré
fijamente, frunciendo el ceño, tratando de entender qué carajos había dicho que la
había preocupado. “Yo, eh… yo no creo…” Comenzó, volviendo a apartar sus ojos de
mí. Su voz sonaba asustada.
Suspiré, sin entender de qué carajos estaba hablando, que la había asustado. “Habla
conmigo, Bella. Simplemente dime lo que hay en tu mente.”
“Es sólo que no creo que pueda, eh, hacer... lo que esas chicas hacen para ti. Tú papá
me dijo que no tenía que hacerlo, así que no pensé... quiero decir, es sólo que no
esperaba…” Balbuceó después de un momento, todavía incapaz de mirarme. La miré
fijamente, tratando de entender qué quería decir cuando hizo el pinche clic en mi
cerebro. Estaba preocupada porque yo esperara que comenzara a tener sexo conmigo.
Gemí y estiré mi mano, atrayendo su rostro hacia mí de manera que pudiera mirarme.
Una vez que nuestros ojos se encontraron miré en su interior por un momento.
Definitivamente se veía alarmada, aprensiva.
“No espero nada de ti tesoro. Necesito que entiendas eso. Eres jodidamente hermosa, y
no puedo mentir, me siento atraído por ti. Pero nunca te tocaría de ninguna forma que
tú no quieras y joder, sin duda no quiero que te sientas obligada a dejarme que lo
haga sólo porque puede que lo desee. Sólo vamos a hacer lo que tú quieras hacer, ¿de
acuerdo? Puedes tener cualquier parte de mí que desees, podemos ser lo que sea que
tú quieras que seamos.”
Ella me miró confundida, pero no respondió. Levanté una ceja, esperando su pregunta,
Sólo se me quedó mirando, con los ojos abiertos y luciendo completamente incómoda
como yo me sentía.
“¿Qué es lo que te asusta tanto al respecto? Quiero decir, entiendo que sea
completamente extraño para ti y que tuviste que ver que lo usaron en contra de tu
madre, mierda, lo que está realmente mal y comprendo eso totalmente. Pero, ¿por qué
todo lo que tiene que ver con el tema te asusta?”
Parpadeó un par de veces, apartando su mirada de mí. Se veía tan avergonzada y casi
le dije que lo olvidara, pero de verdad quería saber. No estaba tratando de meterme en
sus pantalones, de todas las cosas importantes de la vida, ahora mismo no podía
importarme menos el puñetero sexo. Pero quería saber dónde estaban sus límites, que
era exactamente lo que la hacía sentir tan incómoda cuando se trataba de relaciones
íntimas para que no la presionara demasiado accidentalmente y asustarla. No quería
que sufriera, y estaba malditamente seguro que no quería ser yo el que la lastimara.
“Supongo que es sólo que en realidad no lo entiendo,” dijo en voz baja, su rostro
sonrojándose de ese rojo rosáceo.
Sonreí ligeramente por su inocencia, sin querer que se sintiera avergonzada o nada
por el estilo. “¿Nunca has tenido curiosidad?” Pregunté. Me miró interrogante. “Quiero
decir, ¿nunca has explorado tu cuerpo, estimularte ahí abajo? No hay nada vergonzoso
en ello, casi todo el mundo hace esa mierda.” Me sentí como un pendejo,
preguntándole sobre masturbación, pero de verdad tenía curiosidad. No era de
extrañar que no entendiera el atractivo del sexo, si nunca antes se había tocado ella
misma.
“¿Qué tal si por ahora cambiamos de tema?” Sugerí rápidamente, sin querer que se
fuera. Me miró y parecía visiblemente aliviada. Sonrió y asintió, aún sonrojada.
Sonreí. “No. Quiero decir, hubiera preferido que no hubiéramos sido interrumpidos,
pero honestamente no me importó que él viera. Ya hace un tiempo que Jasper ha
estado muy al tanto de mis sentimientos, al igual que Alice. Nuestro secreto está a
salvo con ellos.”
“Mira, no quiero que recibas la impresión equivocada, o que creas que estoy
avergonzado o algo así porque no lo estoy. Por ahora, sólo tenemos que mantener esto
como un secreto entre nosotros. No sé cómo vaya a reaccionar mi padre, y hasta que
pueda garantizar que no se pondrá histérico por ello, no podemos permitir que lo sepa.
No podría soportarlo si él tratara de alejarte de mí, o si arremete contra ti por ello. No
puedo permitir que tú sufras por mí. Simplemente no quiero que nada te pase, ¿sabes?
Y probablemente sea de verdad egoísta de mi parte el siquiera ponerte en esta puta
posición, pero no puedo evitarlo. Me siento atraído por ti, como si fuera una mierda
magnética y no puedo permanecer lejos de ti. Tú eres todo en lo que pienso, joder, tú
eres todo lo que me importa.”
Ella me miró fijamente, obviamente asimilando lo que había dicho. “Lo primero que me
dijo el doctor Cullen cuando me compró fue que en su casa no había secretos,” dijo
finalmente.
Me eché a reír, lo cual probablemente fue jodidamente inapropiado, ya que ella estaba
hablando muy enserio, pero el idea fue graciosa para mí. “Todos tienen secretos,
Isabella, incluso mi padre,” dije, negando con la cabeza. Mi padre definitivamente
tenía su parte correspondiente de putos secretos.
Sus ojos se abrieron levemente. “¡No!” Espetó rápidamente. Se sonrojó por su reacción
y yo me reí entre dientes. “No quiero que te alejes.”
Ella se quedó en silencio por un momento, sólo observándome. “Yo tampoco sé lo que
estoy haciendo,” murmuró finalmente. Sonreí.
Sonrió pero parecía nerviosa. Podía sentir su aprensión. Me deslicé hacia ella,
inclinando un poco para ver sus ojos. No quería que se sintiera nerviosa al hablar
conmigo.
“No seas tímida, sólo somos nosotros. Conmigo puedes ser tú misma, lo digo en serio.
No tengas miedo de decirme nada.”
“Yo, eh… no lo sé. Todo es tan nuevo para mí. Nunca antes he sentido nada como
esto,” comenzó, su ceño se frunció con un gesto de concentración en su rostro mientras
me miraba a los ojos.
“Tú me das esperanza y eso me asusta. Hace mucho tiempo que dejé de esperar algo
para mí.”
Sonreí, orgulloso de que hubiera sacado eso, tiene que haber sido difícil expresar esa
mierda, especialmente para ella. Estaba acostumbrada a ocultarse en sí misma,
cerrándose a todos para mantenerse a salvo. No confiaba en nadie y el simple hecho
que estuviera diciéndome esta mierda indicaba que al menos empezaba a confiar en
mí. No era tan torpe como para no reconocer eso, al menos. Era malditamente
importante.
“Sí,” dijo simplemente. Sonreí y asentí con la cabeza, feliz de que lo admitiera.
Sonreí. “No, gracias a ti. Tú eres la que se está arriesgando dándome una oportunidad
y confiando en mí. Te lo agradezco, y no lo voy a dar por sentado.”
“El que no arriesga, no gana, ¿cierto?” Dijo dudosa. Me miró recelosa, obviamente
tratando de evaluar mi reacción.
“El que no arriesga, no gana,” murmuré, asintiendo con la cabeza. Sonrió levemente.
La miré a los ojos por un momento, prácticamente hipnotizado por la puta emoción que
se arremolinaba en ellos. Me incliné un poco más hacia adelante y ella me siguió.
Presioné suavemente mis labios en los de ella antes de profundizar ligeramente el
beso. Ella abrió los labios y llevé mi lengua hacia afuera, deslizándola en sus labios
suavemente y encontrando su lengua. Esta vez no se tensó o se apartó de mí.
Masajeaba su lengua con la mía, cerrando los piches ojos y simplemente disfrutando
de su sabor dulce y un poco a menta. Era buena besando, obviamente esa mierda le
venía natural. Sus labios se movían en armonía con los míos, su lengua danzando
delicadamente con la mía. No era vulgar o empalagoso, era dulce y apasionado e hizo
que mi puto pecho se hinchara con satisfacción. Besarla fue mejor que follar a
cualquiera de las perras del Instituto de Forks, porque había sentimiento detrás de esa
mierda. No era sólo físico, aunque el aspecto físico se sentía genial. Era algo
emocional, no estábamos conectados sólo por los labios, nuestras puñeteras almas se
conectaron cuando la besé.
Después de un momento me aparté, sin querer abrumarla, y abrí mis ojos. Ella
mantuvo sus ojos cerrados por un poco más, su rostro se veía jodidamente relajado. Es
como si de alguna manera hubiera hecho que su preocupación desapareciera, como si
hubiera hecho que todo en el mundo estuviera bien de nuevo sólo por besar sus labios.
Las nubes se abrieron y la maldita luz brilló y todo era arcoíris y mariposas. Finalmente
abrió los ojos y sonrió. “Wow,” murmuró sin aliento.
Me reí por su reacción. “Slinguata*,” dije en voz baja. “Beso francés. Va a ser difícil no
hacer eso constantemente. Ahora que sé como es, no voy a ser capaz de mantener mis
labios lejos de ti.”
Se sonrojó, estirando su mano y pasando suavemente sus dedos por mis labios. Me dio
algo de cosquillas, mi boca seguía hormigueando por el beso. “Tienes labios tan
suaves,” dijo. “Son sorprendentemente dulces para decir cosas tan malas.”
De nuevo empecé a reír. “¿Y cómo exactamente huelen los rayos de sol, Bella?”
Asintió en respuesta y me miró por un momento antes de permitir que sus ojos se
cerraran. Después que se reguló su respiración supe que estaba dormida, también
cerré mis ojos y rápidamente caí en la inconsciencia. Soñaba una y otra vez, destellos
extraños, algunos buenos pero también malos en su mayor parte. Vi a mi madre con el
tiempo, la vi siendo de nuevo asesinada. Ocasionalmente revivía ese día en mis
sueños, me insultaba y me torturaba mientras dormía. El dolor de revivirlo era peor que
el dolor físico que sentí ese día, la carne rasgada y el ardor abrasador cuando la bala
me atravesó no era nada comparado con la tortura emocional que sufri. Me senté de
golpe y grité cuando el sonido del disparo rebotó en mi mente, agarrándome el puto
pecho para calmarme. Estaba hiperventilando y traté de tomar algunas respiraciones
profundas, mis ojos escocían por las lágrimas. Joder, odiaba llorar y traté de luchar
contra esa mierda. Me hacía sentir débil, como un maldito mariquita.
“¿Quieres hablar sobre las tuyas?” Pregunté, volviendo mi cabeza para mirarla. Ella
Extendí mis brazos y la envolví en ellos, atrayéndola hacia mí. Se veía un poco
asustada, pero no se resistió. Se acurrucó en mí y la abracé con su cabeza apoyada en
mi pecho. Agaché la cabeza para apoyarla encima de la suya, suspirando. Con el
tiempo ambos nos volvimos a quedar dormidos.
Me moví un poco, moviendo a Isabella para así poder levantarme y orinar. Mi vejiga
estaba llena y necesitaba mear desesperadamente. Salí de la cama, mirando a
Isabella rápidamente para asegurarme de que no la hubiera despertado. Habíamos
dormido la mitad del puñetero día y probablemente ninguno de los dos dormiríamos
bien durante toda la noche, pero se veía tan malditamente contenta y tranquila
acostada ahí como para que la molestara.
Entré en el baño e hice lo que tenía que hacer, lavando mis manos y salpicando agua
en mi rostro para deshacerme de algo de la somnolencia. Volví a entrar en la
habitación y me congelé cuando vi que Isabella estaba sentada. “¿Tuviste una buena
siesta?” Pregunté, pude ver su pequeña sonrisa en la oscuridad.
Me encogí de hombros. “Estuvo bien,” dije, sin querer meterme en todo el asunto de la
pesadilla de nuevo. “¿Tienes hambre? Podemos bajar y comer algo.” Ella asintió y bajó
de la cama, estirándose. Su camisa se subió cuando levantó sus brazos en el aire,
dejando expuesta su cintura pálida y delgada, su estómago plano y su sexy ombligo.
Volví mi cabeza rápidamente, sintiendo mi polla endurecerse. Ella no tenía una
maldita idea de las reacciones que provocaba dentro de mí, ni idea de cuan atractiva
era.
Abrí la puerta de la habitación y ella salió, dirigiéndose por las escaleras. La seguí,
todavía bostezando. No tenía sueño pero me sentía jodidamente agotado. Llegamos al
vestíbulo y escuchamos la televisión en la sala de estar y la voz de Emmett se filtró
hacia nosotros. Miré a Isabella, quién me observaba de cerca. “No hay mejor momento
que ahora para poner a prueba nuestra fuerza de voluntad,” dije, encogiéndome de
hombros. Asintió, luciendo un poco confundida por algo.
“¿Dónde estaba el puto cojín del sofá?” Grité con fuerza, al momento que lo vi de nuevo
“Joder, alguien tenía que hacerlo, y ustedes Jamooks no sacarían su culo de la cama y
harían esa mierda,” dije. “Y en serio, ¿dónde estaba el cojín? Porque estuve tan cerca
de encender toda la maldita cosa y dejar que seguro pagara por él para conseguir uno
nuevo.”
Jasper se echó a reír, recogiendo del piso las palomitas de maíz. “Emmett lo encontró
en su bañera,” dijo. Mi ceño se frunció.
Isabella regresó a la habitación antes de que pudiera decir algo, y él se volvió para
otro lado. Ella me dio un vaso de coca de cereza y le sonreí. Se metió junto a mí,
sentándose entre Jasper y yo, agarrando su plato y recargándose, dándole una
mordida a su sándwich.
Por un rato nos quedamos en silencio y aún percibía que Jasper nos miraba. En serio
me estaba volviendo loco. Estaba tratando de ser indiferente con esa mierda y él me
estaba haciendo sentir como si fuera malditamente obvio que estaba enamorado de la
chica. Si tenía esta maldita paranoia alrededor de Jasper, ¿cómo carajos iba a lograrlo
con mi padre? Miré a Isabella y ella estaba sentada completamente tranquila, sin dar
ningún puto indicio de que era gran cosa para ella. Me di cuenta de que Alice tenía
razón, era la reina para ocultar mierdas.
“Va’fa Napoli,” murmuré, diciéndole que se fuera al demonio. Se rió entre dientes,
obviamente jodidamente divertido, y mis ojos se estrecharon.
“¿Gli avete detto che la amavate?” Preguntó. Negué con la cabeza. Quería saber si le
dije que la amaba… como si fuera de su maldita incumbencia.
“Farsi una canna,” dijo, diciéndome que me fumara un porro como si esa mierda en
realidad ayudara con la paranoia. Miró a Isabella y sonrió antes de salir. Gemí,
sacudiendo mi cabeza.
“¿Vas a traducir?” Isabella preguntó en voz baja junto a mí. La miré y le sonreí
levemente.
“Ni siquiera carajos quieres saberlo,” murmuré. Asintió y se volvió otra vez a la
televisión. Nos quedamos sentados por un poco más, sólo viendo alguna maldita
película sobre un hospital. No podía concentrarme en la televisión, mi atención seguía
vagando hacia Isabella. Ella observaba el programa con atención, mordiéndose el
labio inferior. Todavía estaba tenso y jodidamente aburrido, así que después de un
rato, suspiré y me puse de pie. Isabella levantó la vista hacia mí y sonrió. “¿Quieres
subir?” Pregunté. No quería asumir que quería ir conmigo, pero joder, no me quería ir
sin ella.
“Me quede sin nada y realmente no quiero bajar para conseguir algo,” dije. Ayer
acababa de tomar un chingo de alcohol del sótano para la fiesta, no había forma de
“Sí, ni lo menciones,” dijo. Isabella y yo nos dirigimos al tercer piso, y ella se detuvo en
el pasillo, mirando a la puerta de su habitación. La miré confundido y sonrió
ligeramente.
“No sé, quiero decir… en cual habitación debería…” ella tartamudeó, sonrojándose.
Me reí entre dientes, dándome cuenta que no sabía si se suponía que iba a irse a su
habitación o si todavía tenía permitido entrar en la mía.
“Oh, vamos tesoro, no sería una fiesta sin ti,” dije juguetonamente, asintiendo con la
cabeza hacia mi habitación. Abrí la puerta y sonrió, caminando al interior. Entré y cerré
la puerta detrás de mí. Caminé hacia mi escritorio y me senté, sacando el papel de
fumar y enrollándome un porro. Ella se sentó con cuidado en la cama, observándome.
“Por supuesto que puedes,” dije, llevando el porro a mi boca y lamiéndolo para sellar el
papel. Lo encendí y me puse de pie, acercándome y sentándome junto a ella en la
cama. La miré esperando por su pregunta.
“¿Por qué le disparaste a Jacob Black el año pasado?” Preguntó. Mi ceño se frunció y
por un momento me quedé mirándola, sorprendido por su pregunta. De todas las putas
cosas que pudiera preguntarme, ¿ella quería hablar de ese pendejo?
“Sólo por curiosidad. Quiero decir, sólo me preguntaba que podía hacer alguien que te
haya molestado tanto.”
Finalmente se quedó dormida y encendí la alarma del reloj antes de dormirme. Ambos
despertamos de golpe por la fuerte alarma de las 6:30. Gemí y le di un manotazo,
dispuesto a callarlo. No quería ir a la escuela, sin querer nada más que quedarme en
casa y permanecer en la cama con la hermosa chica a mi lado, pero sabía que mi
padre me patearía el trasero si se enteraba que falté a la escuela mientras él no
estaba.
Isabella se levantó y me dio una rápida sonrisa antes de salir de la habitación. Suspiré
y salí de la cama arrastrando mi culo hasta la ducha. Me duché y me puse algo de
ropa. Abrí el cajón de mi escritorio y saqué mi frasco, llenándolo y poniéndolo en mi
bolsillo antes de dirigirme a la planta baja. Tenía la sensación de que sería un muy
largo día y lo necesitaría más o menos a la mitad de él. Tomé un tazón de cereal,
sentando un rato con mis hermanos en la sala de estar. Muy a mi pesar, Isabella no
bajó. Quería verla antes de irme, besarla de nuevo. Dios, estaba obsesionado con
besar sus putos labios suaves.
Me dejé caer frente a la mesa, al otro lado de Newton. Me miraba confundido, sus
hombros tensos. Lucía como si se estuviera preparando para que de nuevo le partiera
toda la madre. “Probablemente no debía de haberte jodido tanto,” dije, cruzando los
brazos sobre mi pecho y fulminándolo con la mirada. “Sabías muy bien que no
deberías de estar en el tercer piso, ya antes habíamos dejado clara esa mierda. Si en
ese momento hubiera sabido por qué estabas ahí, no te hubiera pateado el trasero…
como sea, no tan fuerte. Pero no lo sabía, así que lo hice.” Sonreí con suficiencia y él
rodó los ojos. Eso era lo más cercano a un “lo siento” que ese hijo de puta conseguiría
alguna vez de mí y lo sabía.
“Sí,” murmuró.
“Y te diré algo Newton. La próxima vez que quieras hacer una fiesta, me avisas. Me
aseguraré que tengas ahí mucho alcohol y muchas perras. ¿Te cae?” Asintió y suspiró.
Eso era lo más que podía hacer para compensarlo de alguna manera. La campana
sonó y se iba a poner de pie pero estiré la mano y sujeté con fuerza su camisa,
volviéndolo a poner en su asiento con brusquedad. Se me quedó viendo horrorizado,
sus ojos amplios por el miedo. “Pero si alguna vez vuelves a tocar a Isabella, te
arrancaré los putos brazos. Lo digo en serio.” Solté su camisa y me paré, dándome la
vuelta para alejarme. “Finocchio,” dije.
“Todo un pendejo,” murmuró. Sonreí con suficiencia y negué con la cabeza. Al menos
el cabrón tenía bolas.
Mis primeras clases volaron muy rápido. La cuarta hora de trigonometría llegó y tomé
“Hola, Edward,” dijo, usando su tono seductor y batiendo sus pestañas, tratando de
verse linda e inocente cuando estaba muy lejos de serlo. Mantuve mi rostro con una
sonrisa de suficiencia, ignorando mi instinto de hacer una mueca, y luchar contra el
impulso de darle un golpe en su puta cara.
“Hola, Tanya,” dije, bajando la vista y notando que traía puesta su camisa escotada
favorita con el puto sostén rosado que resaltaba por debajo. Levanté la vista de nuevo
hacia su rostro, mi sonrisa cada vez mayor. “Así que, estaba pensando...” Comencé.
“¿Sí? ¿En qué?” Preguntó con ansiedad. Me reí entre dientes, lamiendo mis labios. La
perra pensó que la deseaba.
“Oh, en esa pequeña, eh… en esa pequeña celebración de “bon voyage” que tuvimos
el año pasado, justo antes de que me fuera. Ese pequeño regalo que me diste. ¿Lo
recuerdas? Estoy bastante sueguro que estabas usando ese mismo sostén,” dije, mi voz
baja con ese filo encantador en ella. Estiré mi mano y agarré el tirante de su sostén,
estirándolo levemente y soltándolo. En realidad quería agarrar esa cosa, envolverla en
su maldito cuello y estrangularla con él, pero me mantuve calmado.
Ella bajó la vista hacia su sostén y sonrió, volviendo su atención otra vez hacia mí. “Sí,
también lo creo. Y por supuesto que me acuerdo.”
Asentí. “También me gustan los pequeños recuerdos que tengo de ese día. Tú sabes,
las fotos. Anoche estaba acostado en la cama pensando en ellas.”
“¿Sabes lo que pienso?” Pregunté en voz baja, inclinándome más hacia ella. Ella se
inclinó hacia adelante, cerrando más la distancia entre nosotros.
“¿Qué?” Preguntó, lamiendo sus labios y mirándome con deseo. Sus ojos de nuevo se
encontraron con los míos y le arqueé una ceja, mi sonrisa decayó. Vi que sus ojos se
nublaron con confusión, su sonrisa vaciló.
“Creo que la cagaste,” dije, mi voz dura y fría. Su sonrisa decayó completamente por
mi tono y se congeló. “Recuerdo claramente haberte dicho que si le volvías a poner una
Se me quedó viendo, con la boca abierta, atónita. Otra vez sonreí con suficiencia y
sacudí mi cabeza.
“Aunque, tengo que pensar si voy a compartirlas o no. Tú sabes que no me gusta
compartir pero Dios, es sólo que se siente que es… lo correcto. Casi, adecuado.
Supongo que sólo tendrás que esperar y ver qué es lo que decido.”
Cuando la clase terminó, recogí mis libros. Tanya pasó junto a mí rápidamente, con los
ojos en el suelo. Me reí entre dientes y salí del salón, avistando a Lauren en el pasillo.
Corrí para alcanzarla, echando mi brazo por encima de su hombro. Al principio la
asusté hasta que se dio cuenta que era yo y entonces sonrió. Le sonreí con aire de
suficiencia.
Ella se paró en seco y quité mi brazo, volviéndome para fulminarla con la mirada.
“¿Qué quieres?” Preguntó, estrechando sus ojos. Trató de fingir como si no le importara
y sólo estuviera enojada, pero podía ver su miedo. Me encogí de hombros con
indiferencia.
“Sólo digo que todos tenemos algunas cosas que preferiríamos que no llegaran a oídos
de nuestros padres. Cosas que preferiríamos que se quedaran entre los que estuvieron
allí.”
Por un momento, me miró fijamente. “Así que, ¿si no le digo a tu padre lo que vi, no le
dirás a mis padres lo que viste?”
“No exactamente,” dije. “Mira, yo no iría y sólo le diría a tus padres. Eso sería actuar
como un pendejo, así como yo sé que tú no irías y solo le dirías a mi padre. No eres tan
jodidamente estúpida. Pero sé que tienes una boca muy grande y si tú lo esparces con
cualquiera de estos cabrones por aquí, es seguro que con el tiempo llegará a oídos de
mi padre. Al igual que si les doy una pista a estos cabrones sobre tus, eh, actividades
Sus ojos se abrieron levemente y trató de conservar la calma. Joder, me di cuenta que
era demasiado tarde, que ya había esparcido con la gente lo que vio. Cristo, no me
importaba si cualquiera de esos hijos de puta lo sabía, pero estaba preocupado por la
reacción de mi padre. Mi padre era el único con el poder de destruir lo que había entre
nosotros, de destruirla. Y si se esparcía, era seguro que eventualmente llegaría a él.
“Será mejor que encuentres una manera de retractarte de esa mierda, y rápido,” le dije
con brusquedad. Me di la vuelta y empecé a alejarme hacia mi siguiente clase.
El resto del día transcurrió lentamente. Las clases se me hicieron demasiado pesadas y
la práctica de fútbol fue aún peor. El entrenador Clapp nos mató con los ejercicios, ya
que este viernes fue nuestro último partido de temporada regular. Estábamos invictos y
los play offs comenzarían pronto para el campeonato estatal. No había puta manera de
que ganáramos el campeonato, no con algunos de estos cabrones jugando, pero el
entrenador Clapp estaba determinado a reventarnos el culo y llevarnos tan lejos como
pudiera.
Pasé junto a la cocina, mirando hacia adentro. Isabella estaba dentro, haciendo la
cena. Inmediatamente miró hacia mí, supongo que sintiendo mi presencia. Le sonreí y
a cambio me dio una pequeña sonrisa, pero no se veía feliz en lo absoluto. Se volvió
después de un momento, centrándose de nuevo en la comida. Suspiré y pasé una
mano por mi pelo, dándome la vuelta para dirigirme a la sala de estar.
“¡Ah, el príncipe della mafia! ¡Aquí está mi ahijado!” Dijo Aro feliz. Sonreí y me
acerqué, inclinándome para darle un leve abrazo. “¿Cómo estás?”
“Me alegro de verte Aro. Lo llevó bien,” le dije, sonriendo con satisfacción. Estiré mi
mano y estreché la de Royce, saludándolo con cortesía. Miré a los otros dos tipos. Uno
de ellos, un hombre negro alto y fornido, con rastas, asintió en forma de saludo. Aro lo
presentó como Laurent. El otro tipo, uno alto y desgarbado con cabello rubio recogido
en una cola de caballo, me miraba con recelo. Naturalmente, el cabrón no parecía
tener buenas intenciones. Asentí en forma de saludo pero le estreché mis ojos cuando
Aro lo introdujo como James. Su nombre me sonó conocido y me acordé que fue cuando
papá había llegado con la última mujer que había comprado de un tipo nuevo en la
organización con el mismo nombre.
Papá se aclaró la garganta y miré en su dirección. Se puso de pie y le dijo a los otros
tipos que volvería en unos minutos, volviéndose y fulminándome con la mirada. Sentí
que el pinche color se fue de mi rostro por su expresión. Salió de la sala de estar y lo
seguí, ya entrando en puto pánico. No sabía si sólo estaba siendo paranoico, pero algo
andaba mal. Mi padre se veía encabronado.
Paranoico = Paranoico
Gli avete detto che la amavate? = ¿Ya le has dicho que la amas?
Grazie = Gracias
Isabella swan
Esto no era real, no podía ser real. No había manera de que esto realmente estuviera
sucediendo, y de todas las personas, a mí. Tal vez todos estos años que había pasado
reprimiendo mis esperanzas y sueños para el futuro, sepultándolas en mi interior y
ocultándolas finalmente había causada estragos en mí y estaba alucinando. O tal vez
simplemente estaba dormida y estaba soñando esta muy bien elaborada fantasía. O
tal vez había muerto y esta era una versión inesperadamente extraña del cielo. Pero si
realmente existía un Dios, no creía que pudiera ser tan cruel como para hacerme la
propiedad de alguien en el más allá. Había soportado lo suficiente en la tierra y me
gustaba pensar que al menos con la muerte finalmente sería libre. Así que, no,
definitivamente no estaba muerta... aún no, de todos modos. Y se sentía demasiado
real para mí como para estar dormida. Estiré y mi mano y me pellizqué el antebrazo,
sólo por si acaso, gritando con fuerza por el dolor agudo. Gemí y froté mi brazo,
notando la pequeña mancha roja que ya estaba apareciendo, eso se iba a volver un
moretón. Sí, definitivamente estaba despierta.
Así que entonces, tenía que estar alucinando. Me preguntó si el doctor Cullen me
mataría y me sacaría de mi miseria, o si trataría de ser humano y me entregaría a un
centro psiquiátrico. Supongo que la primera, considerando que sabía demasiado de él
para dejarme libre en las manos de otros cuando estaba mentalmente inestable. No se
sabía lo que diría en ese estado. Sólo podía esperar que lo hiciera rápido y sin dolor
cuando terminara con mi vida y no me hiciera sufrir más de lo que tenía que hacerlo.
Debido a que era simplemente imposible que fuera algo real. Definitivamente no había
manera de que hubiera pasado con Edward prácticamente todo el día de ayer, y que él
hubiera confesado que tenía profundos sentimientos por mí. Había sido tan abierto y
honesto conmigo, y habíamos permutado a tener algún tipo de relación amorosa
secreta. No tenía idea del cual era su nombre, en lo que esto me convertía para él, pero
sabía que era intenso, sorprendente y francamente aterrador. A pesar de la ansiedad
que me causaba, simplemente se sentía lo correcto para mí. Me sentía como si me
Y sus besos… wow, sus besos eran increíbles. Me quitaban el aliento, su sabor era
cálido, penetrante y completamente embriagador. La sensación de sus labios
presionados contra los míos enviaba oleadas de chispas a través de mis venas. La
sensación de estar en sus brazos, él abrazándome mientras duermo, era reconfortante.
Incluso sujetar su mano era sorprendente. Sus manos eran grandes y fuertes, sus
dedos largos, su agarre firme. Sólo sus manos me hacían sentir segura. No eran manos
que alguna vez me harían daño. Eran manos que no habían hecho nada más hasta
ahora que confortarme y tratar de protegerme. No quería soltar sus manos nunca,
nunca quería que dejaran mi piel.
Pero nada de eso importaba, porque nada de esto era real. Estaba alucinando y tan
pronto como el doctor Cullen llegara a casa de Chicago estaría muerta. Él me
encontraría, probablemente balanceándome en una esquina y balbuceando
incoherencias sobre estar enamorada de su hijo, y me arrastraría hacia afuera al
bosque y me sacaría de mi miseria. Inmediatamente me pregunté qué haría con mi
cuerpo después de que estuviera muerta. Nunca supe realmente lo que había hecho
Charles con la gente que asesinó a lo largo de los años, no tenía idea que exactamente
Me puse rápidamente unos vaqueros y una camiseta y me dirigí a la planta baja con
tiempo suficiente para escuchar la puerta principal cerrarse y el coche encenderse al
frente de la casa. Entré a la cocina y me asomé por la ventana para ver el coche de
Edward alejarse, el verlo me hizo sonreír. Deseaba que no tuviera que irse, ya que las
cosas parecían tan aburridas sin él alrededor. Había menos color en la vida sin la
presencia de Edward. Bien, así que me di cuenta de que en realidad no estaba
alucinando. No había imaginado el día de ayer. Pero todavía lo sentía tan surrealista y
tenía la sensación de que tomaría bastante tiempo para que lo asimilara.
El doctor Cullen miró las escaleras casi al instante y el terror corrió por mi cuerpo
cuando sus ojos se posaron en mí. Me arqueó una ceja expectante y me quedé helada,
sin saber qué se suponía que tenía que hacer. Su expresión era seria; su rostro tenía un
borde severo en él. Entonces me di cuenta que estos hombres eran sus compañeros de
trabajo, pero no del tipo de los que trabajaban con él en el hospital. Estaban
involucrados en el crimen organizado. No estaba completamente instruida en cuanto a
la mafia pero había aprendido lo suficiente para darme cuenta que el lado indulgente
del doctor Cullen era una rareza en su línea de trabajo. Lo más probable es que estos
hombres eran como mi padre, fríos e indiferentes, sin tener consideración por gente
Tomé la reacción del doctor Cullen como indicación de que, de hecho, debería bajar.
Se dirigieron a la sala de estar, y bajé las escaleras despacio. Mis piernas estaban
temblando, mis nervios de punta. Llegué al vestíbulo y me detuve, tomando algunas
respiraciones profundas para calmarme. Me dirigí hacia la sala de estar despacio y en
silencio, ya que sabía que algunas veces estos tipos de hombres preferían que los de
mi tipo fueran silenciosos. Estaba completamente fuera de práctica después de haber
estado en la casa de los Cullen. En ese exacto momento me di cuenta cuanto en
realidad había cambiado en tan corto tiempo sin siquiera saberlo. Estaba tan lejos de
ser la tímida Isabella Swan que había subsistido en Phoenix, la chica que era
prácticamente una aparición. Me había acostumbrado a ser parte de algo y no
quedarme parada en los alrededores tratando de ser invisible.
“¿Le gustaría a usted y sus invitados algo de beber, señor?” Pregunté, tratando de
hablar con fuerza y claridad pero mi voz se quebró a la mitad de lo que decía. Me
regañé mentalmente por resultar tan débil.
Él asintió. “Sí, Isabella. Sólo serán unas botellas de agua por ahora.”
“Isabella, estos son amigos míos de Chicago,” dijo el doctor Cullen cuando le entregué
la última botella de agua a un tipo negro con su pelo retorcido. Miré hacia él, un poco
sorprendida de que estuviera intentando conversar conmigo delante de sus invitados.
Me señaló a los hombres y me los presentó como Aro, Royce, James, y Laurent. Los
saludé, tratando de ser agradable, sin querer avergonzar al doctor Cullen por falta de
modales.
“Así que es ella,” dijo el hombre mayor llamado Aro cuando el doctor Cullen terminó de
presentarme a los hombres. Miré en su dirección y él me sonrió cuando nuestros ojos se
encontraron. Rápidamente rompí el contacto visual, centrando mi atención en el suelo.
Él definitivamente era intimidante, pero no podía llamarlo precisamente hostil.
“Es bueno verla finalmente después de todo este tiempo,” dijo Aro. Mi ceño se frunció
ligeramente en confusión, ya que sólo había estado en la casa de los Cullen por poco
más de un mes. Eso no era mucho tiempo, y, ¿a qué se debe que tuviera ese interés por
verme? Sólo era otra niña esclava. “Tengo curiosidad, Carlise. Dime… ¿vale la pena?”
El doctor Cullen se rió con amargura por la pregunta, el sonido envió escalofríos por mi
columna vertebral. No era agradable en absoluto; había un borde malicioso en ella
que me preocupó. ¿En realidad había sido tan mala? Había hecho todo lo que él me
pedía que hiciera y él no había dicho que estuviera decepcionado excepto por ese
incidente con su arma. Acepté mi castigo con calma y había hecho todo lo posible para
no desobedecer y mantenerme fuera de su camino tanto como fuera posible.
El doctor Cullen me miró, sus ojos encontraron los míos. Mis ojos se abrieron y una
oleada de miedo atravesó mi cuerpo, con tanta intensidad que casi colapsé. Sus ojos
estaban oscuros, su comportamiento atemorizaba. Se veía casi como lucía ese día en
su habitación con su expresión amenazante. Él ya no era el compasivo y bondadoso
doctor Cullen. Era ese hombre peligroso que se había encolerizado y había perdido
completamente el control.
El doctor Cullen volvió su cabeza de mí, mirando al vacío. “En absoluto. Por supuesto
que no valía la pena,” dijo con firmeza. Casi me quedé sin aliento cuando habló, un
dolor en mi pecho que me asustaba. Sus palabras dolían y era completamente ridículo,
pero me sentía traicionada. Pensaba que había encajado bastante bien, a pesar de
ese único incidente el doctor Cullen había sido extrañamente amable conmigo. Me
llamaba con nombres cariñosos, los mismos con los que, me había dado cuenta,
llamaba a Alice y Rosalie.
Mis ojos se llenaron con lágrimas ante todas las incógnitas y las reprimí, sin deseos de
llorar delante de estos hombres, sobre todo sobre algo completamente absurdo. No era
de su familia, no era nada para él sino una posesión. ¿Por qué me importaba tanto lo
que él pensaba de mí? Me di cuenta que Edward tenía razón, el doctor Cullen nunca
aprobaría que su hijo alguna vez tocara a alguien como yo.
Sólo lo miré fijamente con confusión, sin comprender. Si tenía todas esas cosas
positivas que decir sobre mí, ¿por qué en lo personal pensaba que no valía la pena
comprarme? Sin embargo, Aro asintió y pareció comprender lo que el doctor Cullen
estaba diciendo, obviamente entendiendo algo que yo no capté.
“Y a todo esto, ¿cuánto pagaste por ella?” El hombre de pelo oscuro llamado Royce
preguntó.
“650.000,” dijo el doctor Cullen, encogiéndose de hombros. Mis ojos se abrieron por la
sorpresa, ya que no sabía que había pagado tanto por mí. Eso parecía una gran
cantidad para el poco trabajo que yo hacía. Casi me sentí mal, como si lo hubieran
estafado.
“Swan quería al menos un millón por ella porque es joven y todavía es virgen, pero no
iba a darle a ese cerdo tanto dinero. Sabía que él me la vendería por lo que sea que le
ofreciera, no había manera de que me rechazara,” dijo el doctor Cullen, sonriendo.
Aro se rió. “Sabes que tú podrías haberle dado 20 dólares y él te la habría entregado,
con miedo de no hacerlo.”
El doctor Cullen se encogió de hombros. “Sí, pero me sentía un poco generoso, qué
puedo decir.” Todos se rieron y yo sólo me quedé ahí, mirándolos. Estaba
completamente atónita que estuvieran hablando de negocios justo enfrente de mí,
actuando como si ni siquiera estuviera allí. Y además estaban hablando de mi compra.
“Se ve que sería una buena goomah*,” James intervino después de un momento, el
sonido de su voz envió un escalofrío por mi columna vertebral. Lo miré, la sonrisa
diabólica en su rostro de inmediato me hizo sentir enferma. La forma en que me
miraba me hizo sentir muy incómoda. De todos ellos, él era el que menos me
agradaba.
“Estoy bastante seguro que para tener una goomah, debería tener una esposa,” dijo el
doctor Cullen con dureza, con tanta brusquedad que salté y mi cabeza se movió
rápidamente en su dirección. Fulminaba a James con la mirada, con furia asesina. No
tenía idea de que era una goomah, pero estaba muy segura que no era algo agradable
para provocar tal reacción en el doctor Cullen.
“Es cierto,” dijo James, seguía mirándome fijamente y sonriendo. La ira del doctor
Cullen no parecía perturbarlo en lo absoluto. “Te daré lo doble de lo que pagaste por
la chica.
Mis ojos se abrieron por el miedo ante la idea de ser vendida a este hombre, y miré
rápidamente al doctor Cullen. Él había dicho que no valía la pena, ¿eso quería decir
que me vendería? Era un montón de dinero el que James estaba ofreciendo. El doctor
Cullen se volvió a mirarme brevemente antes de negar con la cabeza. “Isabella no está
en venta,” dijo con firmeza.
Cerré los ojos y di un suspiro de alivio. “Che peccato*,” dijo James, encogiéndose de
hombros. Un leve silencio incómodo se invadió la habitación y me quedé mirando
hacia el suelo, sin saber que debería hacer. Después de un momento el doctor Cullen
aclaró su garganta. “Porque no continúas tu trabajo y empiezas a hacer la cena,
Isabella. Mis invitados nos acompañarán esta noche, así que tendrás mucho que
hacer.”
“¿Te haría sentir mejor si te dijera que también me hacen sentir incómodo?” Preguntó,
su voz baja. Obviamente, no quería que los visitantes lo escucharan.
“Siempre ha sido así. Nunca me ha gustado este estilo de vida, nunca me he sentido
cómodo con él. Mi mamá tampoco lo estaba, ella trató de mantener a sus chicos lejos
de esta vida. Edward es el único que parece haberla aceptado de buena gana,” dijo,
encogiéndose de hombros. Asentí, recordando que el doctor Cullen me dijo que Edward
parecía estar siguiendo sus pasos. Era un poco difícil de entender, ya que el Edward
que había llegado a conocer no era un ser humano cruel. Tenía carácter, sí, pero
también era compasivo y cariñoso. Me alejé de Jasper y empecé a gabinetes, tratando
de decidir qué hacer para la cena. “¿Alguna sugerencia sobre lo que debo cocinar?”
Le pregunté. Él suspiró.
“Haz lo que hiciste la primera noche que cocinaste para nosotros,” sugirió. Lo miré y
sonreí, dándole las gracias. Él asintió y salió de la cocina, subiendo las escaleras. Me
concentré en la comida, sin querer equivocarme. Todavía no había arruinado una cena
y no quería empezar ahora cuando el doctor Cullen tenía invitados importantes.
La mayor parte del tiempo me dejaron sola, permitiéndome cocinar en paz. Con el
tiempo Emmett llegó a casa, saludándome con la mano rápidamente desde el vestíbulo
ya que se dirigía al piso de arriba. Después de un rato, Carlisle y sus invitados
entraron en la habitación cerrada bajo las escaleras, dejando la planta baja en
relativo silencio.
Estaba revolviendo los fideos, cuando sus pasos empezaron de nuevo lentamente
mientras caminaba hacia mí. Estaba tan tensa que mis músculos dolían. Mis manos
temblaban, cada paso hacía que mi corazón corriera aún más rápido. Se detuvo detrás
de mí e inclinó su cabeza hacia adelante, aspirando mi pelo. Escalofríos de asco me
asaltaron cuando sentí su aliento en mi cuello. Levantó su mano, corriendo por mi
brazo el dorso de sus dedos. Mis ojos se llenaron de lágrimas y empecé a temblar,
tratando de retenerlas.
“Él debió haberte vendido a mí,” dijo, su voz baja y su tono perverso. “Podríamos haber
tenido un poco de diversión.”
Seguí congelada en mi lugar y sentí que una lágrima se deslizó por mi mejilla a
medida que su mano recorría hacia abajo mi costado. Lloré en voz baja, temerosa de
lo que estaba haciendo, cuando su mano se detuvo en mi cadera. Cerré mis ojos con
fuerza, para prepararme para lo que sea que estaba por venir, cuando escuché una
pequeña conmoción y me empujaron con fuerza hacia un lado, la mano de James ya no
estaba en mi cadera. La sacudida me lanzó hacia la estufa y mi mano golpeó la olla
de fideos hirviendo, el dolor abrasador recorrió mi mano. Mis ojos se abrieron de golpe
y aparté mi mano rápidamente, tomándola cuando comenzó a palpitar. Escuché un
ruido fuerte, el sonido de algo golpeando con fuerza la encimera, y grité. Miré en la
dirección del ruido, impactada cuando vi que el doctor Cullen tenía a James prensado
contra la encimera con un cuchillo de cocina apretado contra su cuello. James estaba
tenso y el doctor Cullen se veía tan enojado que quería matarlo, sus ojos entrecerrados
y sus fosas nasales dilatadas por la ira. No tenía idea de dónde había salido, cuando
no lo había escuchado acercarse en lo absoluto, pero ese día que me atrapó
sosteniendo su arma aprendí que era sigiloso. Empecé a hiperventilar, asustada y
confundida. Obviamente estaba agradecida, pero su comportamiento me asustaba. El
doctor Cullen me asustaba, no había duda de ello.
“No tocarás mi propiedad, ¿me escuchaste chico?” El doctor Cullen dijo con dureza.
James sólo se le quedó viendo.
“Te escuché,” dijo finalmente. El doctor Cullen se quedó ahí parado, mirándolo
fijamente por un poco más, la hoja del cuchillo tan apretada en él que cualquier ligero
movimiento de parte uno o del otro y cortaría la piel. Puede ver el cuello de James
palpitando por el fuerte latido de su corazón.
“No lo vuelvas a hacer,” dijo el doctor Cullen, apartando el cuchillo y dando un paso
atrás. James se relajó un poco y me dio una rápida mirada antes de darse la vuelta y
“Lo siento,” dije rápidamente, sabiendo que estaba molesto. Las lágrimas seguían
cayendo por mis mejillas, mi voz temblorosa por tratar de retenerlas.
Él se acercó y se agachó junto a mí. “No te disculpes, tú no hiciste nada malo. No tenía
la intención de empujarte y hacer que te lastimaras,” dijo. Alcanzó mi mano y la tomó,
pasando por alto el hecho de que una vez más retrocedí. Sostuvo mi mano en alto,
evaluando la quemadura. Suspiró y se puso de pie, caminando hacia el fregadero.
Puso el tapón y llenó el fregadero con agua fría. “Ven aquí,” dijo. Me levanté vacilante
y me acerqué a él. Tomó mi mano y la puso en el agua fría. “Mantenla sumergida
durante unos veinte minutos. Más tarde le pondremos un poco de crema, ¿está bien?”
“Está bien,” dije en voz baja, con la vista en el fregadero. Mi palma me punzaba, el
agua tan fría hacía mis dedos hormiguearan. Suspiró y se dio la vuelta para alejarse.
Estaba hirviendo la segunda tanda de fideos cuando escuché el coche afuera derrapar
bruscamente hasta detenerse. Miré por la ventana y vi el Volvo, observé con curiosidad
como Edward salió y estudió los otros coches en la entrada. Mi corazón latió
rápidamente, mariposas revolotearon en mi estómago. Él entró y se detuvo en el
vestíbulo, volviéndose a mirarme. Sonrió, el verlo envió un hormigueo por todo mi
cuerpo. Le di una pequeña sonrisa en respuesta pero volví mi atención a los fideos
hirviendo. Sin querer prolongarlo o pensar demasiado en ello. Todavía estaba tan
abrumada por todo, teniendo dificultades para realmente comprender que Edward de
verdad me quería como yo lo quería a él.
“Está terminado, sólo tengo que poner la mesa, señor,” dije. Él asintió.
“Bien. Sólo déjalo ahí, puedo poner a Jasper a que lo haga.” Lo miré en confusión y él
suspiró. “Quiero que subas a tu habitación y que te quedes ahí por el resto de la noche,
¿de acuerdo? Y mantén tu puerta cerrada con seguro. Enviaré a unos de los chicos más
tarde con tu cena y la crema para las quemaduras.”
Asentí y rápidamente miré alrededor para asegurarme de que todo estaba en orden
antes de salir de la cocina. El doctor Cullen me siguió al subir las escaleras,
desapareciendo en su oficina cuando llegamos al segundo piso. Fui hasta el tercer piso
y directo a mi habitación, entrando y cerrando la puerta detrás de mí como me pidió el
doctor Cullen. Estaba algo nerviosa, sin saber porqué prácticamente había sido
confinada aquí arriba.
Me senté por ahí por unos minutos sintiéndome inquieta. Encendí la televisión y repasé
los canales, tratando de encontrar algo que ver pero fue en vano. Pareciera que no
podía concentrarme. Después de un rato me di por vencida y entré en el baño,
quitándome la ropa y abriendo el agua caliente de la ducha para tratar de relajarme y
deshacerme de algo de la tensión en mis músculos. Me sentía sucia después de tener
las manos de ese hombre sobre mí y quería quitarme esa sensación. Lavé mi cabello y
mi cuerpo, enjuagándome y saliendo de la ducha. Me sequé y me puse mi bata
rápidamente, atándola en torno a mi cintura. No me molesté con mi cabello, pensando
que lidiaría con él luego. El baño estaba completamente nublado por el vapor, así que
no podría verme en el espejo de todos modos.
“¡¿Cómo entraste aquí?!” Pregunté con incredulidad, sabiendo que había cerrado la
puerta con llave. Se rió entre dientes, colocando el control remoto en la mesa. Metió la
mano en su bolsillo y sacó un llavero, balanceando una llave frente a mí. “¿Tienes una
llave de mi habitación?”
Negó con la cabeza y puso la llave de vuelta en su bolsillo. “No la tenía. Aunque, mi
papá me la acaba de dar.”
“Me dijo que te vigilara por los próximos días, mientras los mafiosos están en el pueblo.
No quiere que te quedes sola.”
“¿Por qué tú?” Pregunté confundida. Me arqueó una ceja y parecía un tanto herido por
mi pregunta.
“¿Soy tan malo como para pasar el rato conmigo?” Preguntó. Mis ojos se abrieron
cuando me di cuenta de lo que estaba pensando y negué frenéticamente con la
cabeza, sin querer que tuviera una idea equivocada.
“¡No quise decir eso! Sólo estoy sorprendida de que tu papá te lo pidiera.” Asintió y
sonrió levemente. Sentí un gran alivio de que pareciera entender.
“Sí, bueno, evidentemente estoy siendo castigado por darle en toda la madre a
Newton,” dijo encogiéndose de hombros. “No que considere esto un castigo ni nada,”
añadió rápidamente. “Él me dijo que encendiera las cámaras en la casa y estaba a
punto de volverme loco, preguntándome cómo carajos iba a poder seguir saliéndome
con la mía y escabullirme aquí por la noches sin que me atrapara, cuando me dio la
llave y me dijo que te vigilara. Resolvió mi puto problema.”
Le estreché mis ojos cuando registré sus palabras. “¿Te escabulles aquí a menudo?”
Pregunté.
“No muy a menudo. Pero tu comida se va a enfriar,” dijo. Hizo una pausa, mirándome a
de reojo. Sacudió la cabeza levemente y sonrió con su deslumbrante sonrisa torcida. “Y
es posible que quieras ponerte algo de ropa.”
“Sí, tentadora. Ahora, ve a vestirte y ven a comer tu cena antes de que en serio se te
enfríe,” dijo. Dudé, queriendo saber qué encontraba tan tentador de mí, pero decidí no
preguntar. Me di la vuelta y entré al baño, dejando caer la bata y poniéndome mi
pijama. Rápidamente pasé mis dedos por mi pelo para quitar los nudos y salí de nuevo
a la habitación. Edward seguía parado en el mismo lugar, luciendo un poco incómodo
por alguna razón. Me acerqué y me senté en el sofá, dándole una pequeña sonrisa
cuando me miró. Cogí mi plato y comencé a comer un poco, sin tener realmente apetito.
“¿Te vas a sentar?” Pregunté después de un momento, sin saber porque sólo estaba
parado allí. Suspiró y asintió.
“No sabía si querías que lo hiciera, o lo que sea,” murmuró. En mi interior rodé mis ojos
por su disparate, como si no lo quisiera aquí. Se dirigió hacia mí y metió la mano en su
bolsillo, sacando un pequeño tubo. “Casi se me olvidaba esta mierda. Mi papá dijo
que te quemaste la mano cuando él agarró por el cuello a ese pendejo.”
“Sí. Aunque no está tan mal,” dije, levantando mi mano. Se sentó en el borde del sofá
quedando frente a mí y agarró mi mano con cuidado, inspeccionándola.
“Mal o no, joder, no debiste haberte quemado, porque ese cabrón no debió haberte
tocado,” Edward dijo con firmeza, su tono volviéndose de pronto frío. Lo miré con
recelo, un poco desconcertada por su rápido cambio de comportamiento. Su
temperamento era impredecible, casi tanto como el del doctor Cullen.
“¿Dijiste que tu padre te dijo que encendieras las cámaras?” Pregunté rápidamente,
recordando que había mencionado eso y sin querer que pensara que no quería o no
me gustaban sus besos. Simplemente no quería que Edward fuera sorprendido
“Ninguna de las habitaciones o baños tiene cámaras. Son muy personales, sería
jodidamente pervertido grabar esa mierda. Normalmente sólo tiene encendida las
cámaras en la oficina de la planta baja, pero debido a los visitantes encendió las que
están en los pasillos y la planta baja. Siempre nos advierte cuando lo hace, no nos
quiere paranoicos o jodidamente incómodos en nuestra propia casa. No hay problema,
no va ver una mierda.”
Asentí con la cabeza, comprendiendo. Con eso me sentí aliviada, ya que no estaba
muy cómoda siendo observada y grabada, especialmente no en mi cuarto. Me miró
fijamente por un momento antes de arquear una ceja. “Entonces, ¿puedo darte un beso
o qué?”
Sonreí y asentí. Se inclinó hacia adelante y ladeó su cabeza, presionando sus labios a
los míos. Su lengua salió casi de inmediato y trató de profundizar el beso. Tomé el
plato que seguía en mi regazo y a tientas encontré la mesa, colocándolo en ella. Llevé
mis manos hacia arriba y entrelacé mis dedos en su caótico pelo, atrayendo su cabeza
hacia mí. Gimió y se apretó a mí, empujándome hacia atrás sobre mi espalda y
cerniéndose sobre mí. Mi corazón comenzó a correr como loco, mis manos temblaban.
Sus labios se movían febrilmente, su lengua danzando con la mía frenéticamente.
Había tanta pasión en ese beso, tanto deseo.
Después de un momento separé mi cabeza, jadeando por aire, sin aliento. Los labios
de Edward bajaron por la línea de mi mandíbula y llevó su boca a mi cuello, plantando
besos por todos lados. El cosquilleo se disparó a través de mí, la sensación de sus
labios húmedos y aliento cálido provocó un escalofrío que me asaltó por completo. Lo
sentí colocar su mano sobre mi rodilla y empezó a llevarla lentamente hacia arriba por
mi muslo desnudo. Instintivamente me tensé, sin asustarme pero un poco sorprendida
por las sensaciones. Sintió mi tensión y su mano se detuvo en seco, apartando
rápidamente sus labios de mi cuello.
“Está bien. No deberías pedirme disculpas por tocarme,” dije. Sonrió suavemente y
miró hacia otro lado, asintiendo con su cabeza hacia mi plato.
“Come, Bella. Tal vez veamos una película o algo así.” Asentí en respuesta, agarrando
el plato de la mesa y tomando un bocado. Ahora estaba algo frío, pero no me
molestaba. Había pasado la mitad de mi vida comiendo la comida fría.
Terminé de comer mientras Edward repasaba los canales, tratando de encontrar algo
Parecía gustarle, pero para mí parecía bastante extraña. Finalmente cuando terminé
de comer coloqué abajo mi plato y al mismo tiempo Edward se puso de pie. Estaba
viendo la televisión pero vi algo por la esquina de mi ojo. Miré a Edward, mis ojos se
abrieron por la impresión cuando sacó de su cintura bajo su camisa una pistola negra.
La puso en la mesa frente a nosotros, volviéndose a sentar junto a mí. Me quedé
mirando hacia la pistola en la mesa con horror, completamente atónita de que él la
tuviera. No puedo negar que me asusté un poco y mis manos empezaron a temblar. Él
me miró y sonrió al ver mi expresión. “Más vale prevenir que lamentar,” murmuró.
Volví a mirarlo, notando que me miraba con preocupación. Sonreí levemente, tratando
de asegurarle que estaba bien. “Es sólo que yo… eh, no estoy acostumbrada a ellas,
supongo. Simplemente no esperaba que tuvieras una.”
Edward se encogió de hombros. “Confía en mí,” dijo simplemente. Se echó hacia atrás,
ligeramente encorvado, y puso su brazo alrededor de mis hombros. Me atrajo hacia él
y no me resistí recorriéndome un poco y apoyando mi cabeza en su hombro. Él me
apretó levemente, bajando su cabeza para descansarla encima de la mía. Todavía
estaba un poco aturdida, por la conversación que acabábamos de tener y no dejaba
de mirar el arma sobre la mesa. Edward puso su otra mano en su regazo y después de
un momento estiré mi mano con cuidado hacia ella. Edward bajó la vista a su regazo,
mientras corría ligeramente mis dedos por su antebrazo, antes de acariciar
suavemente su muñeca y el dorso de su mano. Él giró su mano después de un momento
de manera que su palma estaba hacia arriba. Pasé ligeramente mi dedo índice
alrededor de su palma, trazando las líneas y pliegues. Sus dedos temblaron un poco y
Volví a bajar la vista a su mano, moviendo hacia abajo mis dedos y pasándolos
ligeramente a través del tatuaje en su muñeca el que decía “no confíes en nadie” en
italiano.
“¿De verdad crees eso?” Pregunté en voz baja. Pude sentir su mirada en mí, su cuerpo
moviéndose un poco.
“Que no debes confiar en nadie,” dije, trazando ligeramente las letras del tatuaje con
mi dedo índice. Él suspiró.
“Solía hacerlo,” dijo finalmente. “Hasta que entraste por la puerta y a mi vida.”
Levanté la vista hacia él, un poco sorprendida. “¿Confías en mí?” Pregunté. Asintió,
frunciendo el ceño.
“Sí, soy un puto quisquilloso. En serio, ¿realmente soy tan malo?” Preguntó. Me reí un
poco.
“No, no eres tan malo,” dije. “Sin embargo, todavía no me dejas limpiar tu habitación,”
añadí con rapidez. Él suspiró exageradamente.
“Eso no es porque sea quisquilloso o porque no confíe en ti. Me siento como un pendejo
haciendo que limpies por mí. Quiero decir, tú eres mi chica, no se supone que tengas
que hacer esa mierda,” murmuró. Mis ojos se abrieron un poco por la sorpresa, una
oleada de esperanza y satisfacción surgió en mi interior cuando las palabras “mi
chica” resbalaron de sus labios.
“Te lo dije, no te ves a ti misma con claridad. No quiero que te sientas como si tuvieras
que hacer cosas para impresionarme, o tratar de ganarme para consevar mi pinche
afecto. Esa mierda es tuya para siempre.” Se inclinó y rápidamente presionó sus labios
en los míos, con suavidad. “¿Esto precisamente? Esto es lo que me hace feliz. El que
sólo seas tú misma es suficiente para mantener mi interés. Sólo quiero verte y estar
cerca de ti.”
Yo solo lo miré boquiabierta y sentí mis ojos llenarse de lágrimas por sus palabras.
¿De verdad podía ser así de simple? Sentí una lágrima deslizarse y caer por mi mejilla.
Edward extendió su mano y la enjugó, sonriendo levemente. “Eres tan malditamente
pura y buena, realmente única en tu clase. Estoy malditamente seguro que no merezco
a alguien como tú, después de todas las pendejadas que he hecho en mi vida. Sólo
espero poder estar a la altura de lo que necesitas. Espero que pueda ser lo
suficientemente bueno para ti.”
Parpadeé un par de veces. “Tú eres demasiado bueno para mí,” murmuré, sorprendida
de que dijera una cosa así. Se rió entre dientes, negando con la cabeza.
“¿En serio estamos hablando de la misma persona aquí? ¿El hijo de puta egoísta y
engreído, que dice maldiciones y grita, hace explotar coches y le rompe la madre a la
gente porque tiene un maldito temperamento que no puede controlar? Tú sabes, ¿el
pendejo que bebe como un maldito pez y fríe su cerebro con drogas sólo por joder? ¿El
que usa a la gente por placer sin que le importe una mierda, sólo sus propias
necesidades y dice al diablo con todos los demás? ¿Ese hijo de puta es demasiado
bueno para ti?” Preguntó, arqueándome una ceja.
Edward extendió su mano y tomó la mía, pasando sus dedos a lo largo de los míos,
igual que yo había hecho con los suyos. Me hizo cosquillas y me reí un poco cuando las
cosquillas subieron disparadas por mi brazo. “¿Estás bien, tesoro?” Preguntó después
de un momento. Abrí mis ojos y lo miré, dándome cuenta de su expresión seria.
“Sí, mi mano ya no me duele tanto,” dije con indiferencia. Ya me había quemado antes,
en realidad no era importante. El dolor se desvanecería y se curaría. Él suspiró.
“No estoy hablando de tu mano, aunque me alegro de que esté bien. Me refiero al
hecho de que él te haya tocado,” dijo en voz baja, frunciendo el ceño. Aparté la mirada
de él, volviendo mi atención a la película, sin saber qué decir. Todavía estaba
asustada por ello, el pensar en sus manos sobre mí me hacía sentir náuseas, ya que
había una malicia en él que no me gustaba. Él definitivamente tenía malas intenciones
y no tenía ningún respeto por los demás.
“Supongo que sí,” dije después de un momento. “Quiero decir, en realidad no me hizo
daño. Sólo me asustó un poco.”
Levanté la vista hacia él. “¿Qué pasa cuando estés en la escuela?” Pregunté. Edward
sonrió levemente. “La mayor parte del tiempo mi papá andará por aquí. Cuando él no
pueda vigilarte, uno de nosotros se quedará en casa. Probablemente Jasper. En
realidad, no puedo faltar más días de este semestre pero lo haré si es necesario. Y
estaré contigo por las noches. Los tipos entrarán y saldrán de la casa día y noche pero
no dormirán aquí. Sólo llevarán a cabo actividades comerciales o lo que sea.”
Asentí. No estaba del todo cómoda con la idea de pasar mucho tiempo con el doctor
Cullen, pero cualquier día lo preferiría a él en lugar de a James. “¿Puedo preguntarte
algo?” Le pregunté después de un momento, enderezándome un poco para mirarlo.
“Eh… James le dijo a tu papá que yo sería una buena, lo que sea que fuera eso. Tú
papá se enfadó bastante por ello y James se ofreció a comprarme,” dije en voz baja,
volviendo a recostar mi cabeza y acurrucándome en su cuello. Edward se tensó
levemente, su mano en mi brazo tembló un poco. Lo miré de reojo y vi la ira en su
rostro. Su otra mano estaba apretada en un puño y estaba luchando por mantener la
calma.
“Una goomah es una amante de la mafia. Muchos mafiosos las tienen, la chica
adicional a donde acuden por sexo, con quien engañan a sus esposas. Mi papá es uno
de los pocos que nunca hizo eso. O al menos espero que nunca haya hecho esa
mierda, porque estaría jodidamente encabronado si me entero de que alguna vez le
hizo eso a mi madre. Por lo general son chicas jóvenes, de edad universitaria, que ellos
pueden consentir con regalos a cambio de tener sexo. Los hace sentirse bien consigo
mismos, tener a una jovencita hermosa envolviendo sus pollas. Luego hay algunos que
encuentrar placer en la dominación y el uso de la fuerza, como James. Tendría una
goomah para hacerlo sentir poderoso cuando en realidad no es más que un enfermo
stronzo de mierda. Ellos son los que prefieren usar a… eh… el servicio.” La última parte
la dijo vacilante y sonó más como una pregunta que una declaración. Obviamente
estaba tratando de ser sensible cuando se refería a los de mi clase.
Suspiré, sabiendo que era inútil presionar al respecto, ya que él sólo se molestaría más
por cualquier cosa. Era sólo una palabra, sea que la dijera o no, no cambia nada.
“Sí. Sin embargo, nunca voy a dejar que esa mierda suceda, tendrán que matarme
primero.” Mis ojos se abrieron ligeramente ante lo contundente de su declaración. Me
aparté de él rápidamente, mirando hacia su rostro. Su expresión era severa,
completamente seria. Estaba asombrada.
*************
Goomah = Amante de la Mafia
Edward cullen
Me senté en el gran sillón de cuero negro en la oficina de mi padre. Tratando de verme
todo indiferente y jodidamente aburrido, hundido en el sillón. Pero por dentro estaba en
un total caos, ya que tenía miedo que esa mierda me explotara en la cara. No había
jodida manera que él ya hubiera escuchado de ese beso, había estado en Chicago y
no había salido al pueblo para escuchar los chismes acompañado de los mafiosos. A
la puta gente de Forks les molestaría su presencia y solo alimentaría los rumores de las
relaciones de mi padre con el crimen organizado. Pero irracional como sea la mierda,
todavía tenía miedo y me estaba derrumbando por dentro. No tenía idea de qué
demonios iba a hacer si él irrumpía aquí y exigía saber qué coño estaba pasando entre
Isabella y yo. No podía mentirle. Mierda, mi padre era como un maldito detector de
mentiras andante cuando se trataba de mí. Él conocía todas mis señales,
inmediatamente se daría cuenta si me tomaba desprevenido y trataba de mentir.
Francamente yo era un buen mentiroso hijo de puta pero mi padre sabía cómo
sonsacarte la mierda. Iría por una de dos rutas, ya sea que estuviera extremadamente
paciente hablando pendejadas en círculos sobre tonterías hasta que terminaras
admitiendo la mierda sin que te dieras cuenta de ello o entraría corriendo y
simplemente empezaría a soltar todo para tomarte desprevenido y hacerte entrar en
pánico. Normalmente conmigo se iba por la segunda, Y no me daba suficiente jodido
tiempo para confrontarlo. Demonios, probablemente empezaría a tartamudear como
solía hacerlo cuando era niño y me confrontaba.
“En serio, sólo es un puto número,” dije después de un momento, sin saber a dónde
quería llegar. Sin embargo, mi padre siempre tenía un propósito para todo lo que
decía; él no saldría simplemente con una maldita pregunta al azar sin tener una razón.
Como, ¿cuántos metros de cuerda necesitaría para colgar mi estúpido culo del árbol de
roble del patio trasero? ¿Cuántos centímetros a la redonda debería tener la rama del
árbol para sostener mi peso?
“Sí. Yo mismo nunca he entendido la fascinación por él. Hay incluso un trastorno
psicológico tratando con el miedo a ese número. Triscaidecafobia. Es extraño cuán
aprensiva está la gente por algo tan trivial como un número. Hay un sinnúmero de
rascacielos que ni siquiera tienen un piso trece por el miedo irracional a él, uno de
ellos el UBS Tower en Chicago. En realidad, en Italia el número trece es considerado
un número de suerte. Aunque en la región de Campania, en el sur del país, el término
“tredici”, el cual por supuesto sabes es el número trece en italiano, se utiliza como
“Sabes, agradezco la puta trivia, papá. Estoy seguro de que si alguna vez voy a un
maldito Jeopardy me sería útil, pero no entiendo que carajos tiene que ver conmigo,”
escupí después de un momento, más cortante de lo que intentaba que se escuchara.
Pero estaba molesto y mi temperamento me traicionó. Inmediatamente sus dedos
dejaron de moverse en las teclas y levantó la vista hacia mí, arqueando su ceja
interrogante. Gemí, dándome cuenta que estaba haciendo justo lo que él quería. El
truco más viejo en el libro, confundirlos para que cedan.
“No sólo la tuya, hijo,” murmuró. Mi ceño se frunció y estaba a punto de pedir que me
explicara cuando empezó a hablar otra vez. “Y sólo para advertirte, acabo de encender
las cámaras de la planta baja y de los pasillos. Así que nada de inhalar polvo en mi
sala de estar, sabes que no me gusta esa mierda y estaré vigilando.”
“No consumo coca,” murmuré, ofendido aunque no tenía derecho a estarlo. Levantó la
vista hacia mí y arqueó una ceja, yo rodé los ojos. “Ya no más,” corregí
inmediatamente. Sí, había esnifado la maldita coca, denme un respiro. No tenía
intención de volver a hacerlo.
Gruñí. “Cristo, no necesito una puñetera intervención. Dije que había terminado con
eso. ¿Y por qué encendiste las cámaras?” Pregunté. Su ceño se frunció y me miró de
manera extraña como si fuera una pregunta estúpida.
“¿No las enciendo siempre que tenemos visitas?” Preguntó. Me encogí de hombros,
sintiéndome como un maldito idiota porque siempre lo hacía y en mi pánico irracional
ni siquiera se me ocurrió.
“Hablando del número trece, Edward, ¿estás consciente que desde que regresaste a
Forks, has hecho que Michael Newton reciba exactamente trece puntos de sutura?”
Preguntó.
Gruñí, rodando los ojos. Por supuesto, había descubierto lo de la puta pelea. El doctor
Snow llamaría a mi padre en el momento en que Newton abandonó el consultorio. El
entrometido hijo de puta siempre me estaba delatando. “Mierda, mira, sobre Newton.
Juro por Dios que no hice esa putada sólo por gusto…” Empecé, pero su mano se
disparó hacia arriba diciéndome en silencio que cerrara la maldita boca. Dejé de tratar
de explicarme y sólo refunfuñé un poco para mí mismo, a sabiendas de que si no
quería escuchar mi puta explicación, no la escucharía y soltarlo sería una pérdida de
maldito tiempo.
“Cuando me llamaron por primera vez sobre Michael yendo al hospital desde la fiesta
de Halloween y que me dijeron que evidentemente tú le habías dado una golpiza, voy a
admitir que estaba furioso, mi primera reacción fue llamarte y decirte que empacaras
tu mierda porque te enviaría directamente de regreso a la Academia de Gran River.
Pero sabía que no podía enviarte lejos, no ahora, porque voy a necesitarte por aquí. Sin
embargo, eso no quiere decir que te has librado de ser castigado por ello, Edward.
Tienes que aprender a controlar ese maldito temperamento tuyo antes de que te
encuentres de nuevo en serios problemas,” dijo. Suspiré, negando con la cabeza. Él
tenía razón pero no estaba de humor para un discurso. Pero de nuevo, nunca estaba de
puto humor para un discurso.
“Entonces, ¿cuál es mi castigo?” Pregunté, levantando mis cejas. “¿Vas a quedarte con
el puñetero coche?”
Se rió secamente. “¿Y tener que llevar tu culo por ahí? Lo siento hijo, no estoy de humor
para eso esta semana.”
Mis ojos se entrecerraron brevemente. ¿Me estaba pidiendo un pinche favor? Eso no
podía ser bueno.
“¿Quieres que la espíe?” Pregunté incrédulo, sin entender su jodida petición. ¿Ella
había hecho algo que yo no sabía? Él suspiró, sacudiendo su cabeza.
“No, no necesito que la espíes. No me ha dado ninguna razón para desconfiar de ella.
Pero necesito alguien que la vigile y se asegure que permanezca a salvo.” Mi ceño se
frunció, mis ojos se estrecharon.
“¿Te encargaste de ello? Joder, ¿es todo lo que vas a decir, que te encargaste de esa
mierda? ¿Por qué carajos él todavía está aquí?” Escupí. Empecé a andar de un lado
para el otro frente a su escritorio, apretando los puños y la mandíbula, tratando de
“Sí, me encargué de ello. Cristo, Edward, ¿qué demonios te pasa? ¿No te acabo de
decir hace un minuto que tienes que controlar tu temperamento?” Preguntó. Me volví
para fulminarlo con la mirada, notando que él me observaba con recelo. Gemí, y me
volví a dejar caer en la silla, todavía apretando mis puños pero tratando de relajarme.
Dios, ya estaba echando todo a perder con mis malditas reacciones.
“Tú sabes que no me gusta esa mierda, me dan ganas de matar a alguien cuando le
hacen eso a las mujeres,” murmuré, mirando a la pared a un lado de su oído. Daba la
ilusión de contacto visual, sin tener que verlo en realidad a los putos ojos. Lo vi asentir
por mi visión periférica.
“Lo sé, lo entiendo. Pero necesito que estés bajo control, porque necesito de tu ayuda
esta semana. No quiero que vigiles todo por mí. Mira, voy a ser honesto contigo. No
confío en James en lo absoluto. Creo que está tramando algo, tiene segundas
intenciones. Es una rata y no sé exactamente lo que está tramando pero no es nada
bueno. No tiene ningún respeto en lo absoluto y no lo quiero en ninguna parte de mí
casa. Me desharía de él en un instante si pudiera, pero la verdad es que no puedo. Aro
piensa muy bien de él, siempre lo ha hecho, y está cegado por el hecho de que
técnicamente es familia para él.”
Me quedé mirándolo sorprendido cuando todo hizo clic. “¿Es la misma mierda
escuálida que solía seguir a Emmett por todos lados como si fuera un puto Dios?”
Pregunté con incredulidad. Recordaba claramente al sobrino de Aro de cuando éramos
niños en Chicago, excepto que en aquel entonces le decían Jamie. Era un niño
pequeño, flaco como un palillo de dientes y débil. Solía estar siempre a los talones de
Emmett como un jodido cachorrito y Emmett lo odiaba, siempre quejándose y
lloriqueando sobre cuán molesto era. Sin embargo, Mamá siempre lo regañaba por
eso, diciéndole a Emmett que teníamos que mirar por aquellos que no eran tan fuertes
como nosotros, que un poco de paciencia y compresión era esencial cuando la gente
levantaba la vista hacia nosotros y debíamos utilizar nuestro poder e influencia para
ayudar a los que menos pueden.
“Sí, pero está bien. Fue superficial. Sabes que no te estaría pidiendo esto si no
considerara que fuera necesario. Sé que tú no eres exactamente una persona sociable,
Edward, e interpretar el papel de guardaespaldas de una adolescente no es tu idea de
diversión. Se lo hubiera pedido a uno de tus hermanos pero el hecho es que necesito a
alguien que no dude en jalar del gatillo, si es necesario. No estoy del todo seguro de lo
que es capaz pero no puedo correr ningún riesgo. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?”
“Entiendo,” dije con calma, asintiendo. Él asintió y me miró fijamente por un momento
antes de abrir el cajón de su escritorio. Sacó una llave en un llavero y la tiró al otro
lado del escritorio hacia mí. La atrapé y lo miré interrogante.
“Es la llave de la habitación de Isabella. Le dije que subiera allí y mantuviera la puerta
cerrada. Sé cómo eres sobre tu habitación con no dejar que la gente entre e imaginé
que podrías pasar durmiendo algunos días en su sofá. Tú sabes, castigo y todo eso por
los trece puntos de sutura,” él dijo. Le sonreí levemente después de un momento. “No
creo que ronque, pero no prometo nada. Bien merecido te lo tendrías si lo hace.”
Rodé mis ojos pero asentí. Sabía que ella no roncaba, pero joder, sí hablaba en
sueños. Aunque, no le iba a decir eso a él. Nos quedamos sentados en silencio por un
momento, ambos sumidos en nuestros pensamientos. “¿Realmente crees que él puede
ser un gran peligro?” Pregunté un poco sorprendido que mi padre estuviera recurriendo
a medidas tan drásticas.
Me le quedé mirando pasmado. “¿Ella era una puta espía? Cristo, y yo pensando que
sólo estabas follándote a la perra.”
Me miró por un momento con el ceño fruncido antes de que se echara a reír y negara
con la cabeza. “¿Por qué piensas eso?”
Me encogí de hombros. “No lo sé, supongo que las miradas que le dabas. Esa mierda
era estresante y era incómodo estar en la misma habitación que ustedes algunas
veces.”
Él suspiró, sacudiendo la cabeza. “Pensé que me conocías mejor que eso, Edward.
Estaba observándola porque había algo sospechoso en ella. ¿De verdad crees que le
haría eso a una mujer, que la usaría por sexo? Te lo he dicho muchas veces y he
intentado inculcarlo en ustedes, que el asalto sexual está mal, que nunca debes tocar a
una mujer sin su consentimiento. Así que, ¿por qué crees que le daría la espalda a lo
que les dije y lo haría yo mismo?”
Suspiré. “Lo sé. Cristo, papá, no creo que estuvieras violándola. Pensé que esa mierda
era consensual o algo así.”
Él sonrió, negando con la cabeza. “¿De verdad crees que ella estaría dispuesta a tener
sexo conmigo? De ninguna manera.”
“¿El que una esclava y su dueño tengan una relación íntima?” Preguntó, levantando
sus cejas. Asentí levemente, vacilante. Suspiró y estuvo en silencio por un momento, con
la vista en su escritorio. Parecía estar sumido en sus pensamientos. “Es posible, pero no
probable. Él tiene que ser un hombre compasivo y tratarla con amabilidad y ella tiene
que tener un gran corazón como para ser capaz de aceptarlo por quién es. Se
necesitaría un tipo de mujer fuerte que sea capaz de ver a su dueño como un simple
hombre y no como su amo. Ver más allá de la situación y verlo por lo que él es por
dentro y no por lo que es. Pero, tú sabes, simplemente porque puede pasar, no
necesariamente quiere decir que sucederá. Estarías invitando a los problemas en tu
vida y complicando las cosas por pasar por alto los límites. Mezclar los mundos así, es
solo pedir penas, la gente sale lastimada de esa forma. Es un poco de placer,
¿realmente vale la pena el dolor potencial? No estoy seguro. Depende de la mujer,
Él se echó a reír. “No, no lo hubiera hecho. De todas formas, Janet no era ese tipo de
mujer, ella veía el mundo en blanco y negro, y las cosas a sus ojos estaban bien o mal,
bueno o malo. No tenía el cerebro o el corazón para ver más allá de las etiquetas. Y en
cuanto a si era o no una espía, no puedo decir con toda seguridad que lo fuera, pero
me pareció sospechoso que así como así James tenía una mujer a la venta, bastante
barata, cuando yo necesitaba una. Ella era demasiado entrometida para su propio
bien, siguió husmeando en lugares donde no debería. Tú viste cuan desafiante e
irrespetuosa era. Traté de darle el beneficio de la duda, pero cuando recibí la última
factura del teléfono vi un número sospechoso en él, de un teléfono celular desechable
con un código de área de Illinois. Ahí fue donde comencé a sospechar. Estoy seguro
que recuerdas que estaba esposada porque con las cámaras de vigilancia la atrapé
entrando de nuevo en la oficina de la planta baja, que fue la razón por la que le puse
más cerraduras esa noche. No estaba pensando en matar a la mujer, pero abrí la
factura del teléfono y cuando le pregunté de quién era el número al que había estado
llamando, descubrí que se había soltado de sus ataduras y… simplemente estallé. La
vi como una amenaza para mi familia.”
Asentí en comprensión. “¿Y crees que era a James a quién estaba llamando?”
Él se encogió de hombros. “Es lo más probable. Después yo mismo llamé a ese número,
y alguien contestó pero no habló. Supongo que estaban esperando que Janet hablara
primero. Sus intenciones definitivamente no eran buenas.”
Él se encogió de hombros. “Unos cuantos días, hasta el viernes al menos. Esta mañana
los federales allanaron uno de los clubes de striptease que manejamos. Por suerte no
consiguieron nada, pero hay algunos embarques que llegan esta semana y que se
suponía que serían enviados desde allí, que obviamente, ahora no se puede. Cuando
eso sucedió, Aro decidió que se movieran algunas de las operaciones desde aquí, ya
que los federales no están enterados de esta ubicación así que es el lugar más seguro
para pasar algunas de las cosas. Fue una decisión espontánea, literalmente la
manifestó e hizo algunas llamadas y a la hora estábamos en un avión. Estarán
entrando y saliendo de la casa a todas horas, así que no quiero que Isabella se queda
sola en ningún momento.”
“Andaré un poco por aquí y, cuando no pueda, uno de tus hermanos puede quedarse
Asentí. “Simplemente no lo entiendo, ¿por qué él iba a estar tan interesado en Bella?”
Pregunté después de un momento. Quiero decir, entiendo el atractivo. Joder, ella me
conquistó y envió mi vida en una caída en picada la primera vez que la vi, ¿pero que él
le falte el respeto a mi padre abiertamente e intente algo en su casa? Eso es una puta
locura. Las cejas de mi padre se levantaron por la sorpresa.
“¿Qué quieres decir con, quién? Isabella. Por qué carajos James está tan interesado en
ella,” dije con confusión. ¿De quién carajos creía él que estaba hablando?
“Ah, bueno, no estaba consciente de que había adquirido un apodo,” dijo indiferente.
Me congelé, devanándome los sesos furiosamente, tratando de averiguar de qué
estaba hablando cuando me golpeó. Mierda, acaba de llamarla “Bella” delante de él.
“Bella, Isabella. Sólo recorté la mierda,” dije encogiéndome de hombros. Él me miró por
un momento y empecé a entrar en pánico, preocupado de que estaba empezando a
unir las putas piezas. Dios, ¿qué carajos estaba mal conmigo? Una conversación con
mi padre desde que empezamos cualquiera que sea la mierda que estábamos
haciendo y ya la había cagado y le había dado todas las pistas que alguna vez
necesitaría.
Se me quedó mirando, con tanta maldita intensidad que era como si me estuviera
leyendo. Me di cuenta que estaba buscando “señales”, tratando de averiguar si estaba
siendo o no honesto con él. Me quedé quieto y mantuve contacto visual, sabiendo que
si me retorcía o apartaba la puñetera mirada le diría todo lo que quería saber.
“¿Estás seguro que no la llamaste Bella porque significa “Hermosa”?” Preguntó. Sólo
me quedé mirándolo. Sabía que no podía mentir, él se daría cuenta. Necesitaba una
manera de evadir la pregunta.
“¿Tú llamas a Rosalie, Rose porque ella huele jodidamente bien?” Pregunté después
de un momento, arqueándole una ceja. Él sonrió y negó con la cabeza.
“No sé por qué James está interesado en, uh, ¿es, Bella?” Dijo, todavía sonriendo. Rodé
los ojos y él rió entre dientes. Se estaba burlando de mí, encontrándolo malditamente
divertido. “Tal vez sólo sea para provocarme. Él es del tipo que hace las cosas
simplemente por emoción. La única razón por la que viola la ley es porque es
emocionante y él sabe que está mal, para él es como drogarse. Me imagino que con
las mujeres probablemente sería lo mismo. La quiere porque no puede tenerla,” dijo.
Asentí, sintiendo la ira ebullendo de nuevo. Sin embargo, ya había hecho que mi papá
sospechara lo suficiente para una maldita conversación, así que me contuve,
Gemí. “Sí, bueno, ninguna de ellas era una chica de dieciséis años,” dije molesto.
Él suspiró. “Incluso si hubiera querido esconderla, no hubiera podido. Ellos sabían que
estaba aquí. Eventualmente Aro hubiera preguntado por ella y hubiera querido verla.
Supuse que era mejor para ella que bajara a ellos que ellos fueran a buscarla. Traté
de facilitarle las cosas y debería haberla despedido de inmediato y decirle que se
fuera al piso de arriba, pero no quería despertar la curiosidad de James por tratarla
diferente de lo que normalmente lo haría con una esclava. Es la misma razón por la
que no la llamé para decirle que veníamos. No sabía que querían venir a la casa esta
noche, pensé que esta noche podría darle algunas advertencias sobre ellos cuando
llegara a casa. Para cuando me di cuenta, era demasiado tarde para advertirle ya que
James estaba en el carro conmigo, y llamándola hubiera despertado sus sospechas. No
creo que James se dé cuenta de quién es ella y prefiero que no lo averigüe.”
Mi ceño se frunció y me quedé mirándolo con confusión. ¿Por qué carajos querría Aro
verla? Él no era del tipo que le importara una mierda el servicio. ¿Y qué quiso decir con
lo de que James no sepa quién es ella? “¿Quién es ella?” Pregunté receloso.
“Dijiste que James no se sepa quién es. ¿Qué quieres decir con eso?” Se encogió de
hombros indiferente y yo gemí. “¿Su padre es algún cabrón importante o algo así? ¿Es
de eso de lo que estás hablando? ¿No quieres que sepa de dónde la conseguiste?”
“Él sabe que compré una esclava joven de dieciséis años de Charles Swan y eso es
todo lo que necesita saber. ¿Y cómo supiste que era su padre? No recuerdo alguna vez
haberte dicho eso.”
“Me sorprende que ella te haya dicho eso,” dijo. “No es que precisamente Charles la
haya reconocido como su hija y no lo admitiría en voz alta, aunque el pendejo era muy
consciente de que era su padre. No muchas personas saben esa pequeña pieza de
información. En realidad puede que Aro y yo seamos los únicos dentro de la
Asentí, de manera que supiera que estaba escuchando. En realidad, todavía no tenía
un puto sentido para mí que haría a Isabella tan especial que Aro quisiera verla, pero
sabía que él no iba a decírmelo. Ya de por sí no estaba siendo completamente sincero
conmigo, ya que estaba parloteando sobre mierda solo para darme medias respuestas,
para ser evasivo. “Bueno, lo que sea. Está bien. Yo la vigilaré,” dije, encogiéndome de
hombros. Él asintió y cerró su laptop.
“Bien. Bajemos para la cena y luego puedes llevarle un plato,” dijo, poniéndose de pie
y empujando su silla. Me puse de pie, pasando mi mano por mi cabello, un poco
aturdido por la conversación. Vine aquí asustado y en realidad el cabrón sólo me
facilitó las cosas sin darse cuenta.
Él se dirigió hacia la puerta y lo seguí. Pausó por un momento, volviéndose hacia mí.
“¿Necesitas que te consiga un arma de abajo?” Preguntó en voz baja. Negué con la
cabeza.
Sonreí con suficiencia. “¿Cuánto tiempo tiene el mencionado coche siendo mío?”
“Asegúrate de que más tarde se ponga esto en su mano,” dijo. Suspiré y asentí,
tomándolo y deslizándolo en mi bolsillo. Entró a la sala de estar y anunció a los
hombres que era hora de comer.
Los escuché a todos correr hacia la mesa, obviamente, todos con puta hambre. Yo
entré en la cocina mientras Jasper estaba agarrando la comida, ayudando ya que
Isabella estaba arriba. Lo detuve y agarré un plato, echándole comida rápidamente. Lo
puse en el refrigerador mientras Jasper llevó el resto de la comida a la mesa. Después
de un momento me dirigí hacia ellos, deslizándome en una silla al final de la mesa
junto a Jasper. James sacó la silla frente a mí y se sentó, inclinándose hacia atrás y
observándome con curiosidad. Le estreché mis ojos, rogándole silenciosamente que me
dijera alguna mierda irrespetuosa, para darme una maldita razón para pararme y
darle un puñetazo en la puta boca. Empezaron a servirse la comida y agarré un poco,
en realidad sin puta hambre. Sólo quería subir y asegurarme que Isabella estuviera
bien.
“Así que, Edward,” dijo Aro finalmente. Detuve el movimiento de mi tenedor y lo miré,
levantando una ceja y preguntándome qué carajos quería. “Vas a tener dieciocho en
algunos meses, ¿alguna idea de lo que planeas hacer?” Sonrió alegremente, sin
siquiera ocultar su puta esperanza que planeara ir a Chicago a trabajar para él. Seis
jodidas semanas atrás no habría dudado, hubiera declarado que iba a estar ahí el
pinche día que cumpliera los 18, pero la mierda era diferente ahora. No tenía idea qué
demonios me deparaba el futuro, dónde terminaría, pero ahora no sólo estaba
pensando en mí. Estaba pensando en la hermosa chica dos pisos arriba, encerrada en
su puta habitación como una prisionera. Ni siquiera tenía idea cómo demonios iba a
cambiar, cómo alguna vez ella y yo íbamos a ser capaces de una verdadera vida
juntos, pero estaba decidido a encontrar una jodida manera.
Me quedé en silencio, sin saber qué carajos decir. Papá se aclaró la garganta después
de un momento. “Edward es libre de elegir qué es lo que quiere hacer con su vida, pero
me gustaría pensar que andará por aquí hasta que por lo menos se gradúe del
“Puede que un diploma no importe en nuestra línea de trabajo, pero no se trata del
pedazo de papel. Se trata sobre empezar lo que terminaste, siendo dedicado y no
dándose por vencido. No hay nada peor que un oportunista,” dijo mi papá con
brusquedad. Lo miré, levantando las cejas por la sorpresa. Sabía malditamente bien
que ya no estaba hablando de mí graduándome del puto Instituto. Era un jodido tiro
directo al pendejo frente a mí.
“Yo no diría que es ser un oportunista, yo diría que es más como pensarlo un poco y
cambiar tus prioridades,” dijo James tranquilamente, encogiéndose de hombros.
“Tal vez tus prioridades no deberían cambiar cuando estás en un camino en el que
juraste que te quedarías,” papá dijo bruscamente. “La madre de Edward hubiera
querido que siguiera dedicado a sus estudios y los terminara.”
Mis ojos se ampliaron y miré a mi padre, un poco sorprendido de que hubiera hablado
de mamá.
James se encogió de hombros otra vez. “Pero Elizabeth no está aquí ahora, ¿cierto?
Entonces, ¿qué importa lo que ella querría?”
Después de un momento llegó a ser demasiado y dejé caer mi tenedor. Golpeó el plato
con un largo tintineo y todos miraron hacia mí. “¿Puedo retirarme?” Pregunté con
frialdad, apretando los dientes.
“Sí,” dijo mi padre simplemente. Empujé mi silla hacia atrás con fuerza y boté mi
servilleta encima de mi plato, dándome la vuelta y saliendo de la habitación
rápidamente. Me importa una mierda recoger mi plato y limpiar en este momento,
alguien más podría hacer esa mierda. De inmediato me dirigí hacia la puerta principal,
sacando las llaves de mi bolsillo y presionando el botón para abrir las puertas de mi
coche. Abrí el lado del conductor y extendí mi mano debajo del asiento, sacando la
glock. La puse en mi cintura y me bajé la camisa encima de ella, cerrando otra vez el
Volvo y volviendo a entrar. Fui a la cocina y agarré el plato de Isabella, metiéndolo en
el microondas por un minuto. Cuando terminó me dirigí al piso de arriba, subiendo los
escalones rápidamente. Quería verla, asegurarme que estaba bien. Me detuve cuando
llegué a su puerta, agarrando la manija y tratando de darle vuelta. Por supuesto,
estaba cerrada con llave, lo que me hizo feliz porque ella había escuchado a mi padre.
Toqué levemente y escuché, sin oír un sonido dentro de la habitación. Toqué una vez
más y seguía sin haber sonido alguno. La llamé por su nombre y no recibí respuesta, e
inmediatamente me preocupé un poco. Llevé mi mano a mi bolsillo y saqué la llave que
mi papá me dio, quitando el seguro de la puerta y abriéndola despacio.
No podía hacer esa mierda, tenía que controlarme. Era una total pendejada siquiera
pensar esas cosas sobre ella; no estaba ni cerca de estar lista para ese tipo de mierda.
Pasaría mucho tiempo hasta que lo estuviera, si alguna vez lo estaba. No sabía cómo
iba a hacerlo, como me iba a pasar tanto tiempo sin sexo. Estaba acostumbrado a
tener esa mierda constantemente, en cualquier momento que lo quería. Y sería tan
jodidamente fácil tomar el teléfono y llamar a una de las perras de la escuela,
correrían hacia aquí en un latido y se encargarían de mi puñetero problema. Pero no
quería eso, no podía hacer eso. Demonios, estaba jodidamente seguro que de todos
modos no sería capaz de responderle a ninguna de ellas. Incluso las últimas veces que
lo intenté la mierda no resultó, y eso fue antes de que verdad empezara cualquier cosa
con la hermosa criatura frente a mí. Amo a esta chica y si eso significaba prescindir de
ello, simplemente iba a prescindir de ello, incluso si eso implicaba que mis bolas se
volvieran tan azules que estuvieran malditamente moradas y mi polla se secara y se
atrofiara por falta de uso.
Está bien, puede que estuviera exagerando. Era un adolescente normal así que no
habrá tal cosa de falta de uso. Pero estaba bastante seguro que iba a conseguir el
túnel carpiano y joder mi muñeca si me seguía haciendo pajas tantas veces como lo
había estado haciendo.
No quería que se vistiera, joder, nunca quise que se cubriera, pero si se quedaba así
mucho más tiempo sabía que no iba a ser capaz de controlarme. Así que le sugerí que
se vistiera y ella miró hacia abajo, jodidamente sorprendida de que estuviera tan
expuesta. Me reí entre dientes, sorprendido. Quiero decir, ¿cuándo demonios llegó a
estar tan a gusto conmigo que podía quedarse parada ahí en esa brevísima bata que
apenas le cubría sus partes femeninas? Diablos, tal vez estaba más cómoda de lo que
Iba a tener que encontrar la manera de prepararla para ese momento, cómo conseguir
que se sintera cómoda con la intimidad. Sí, quería tener sexo con ella algún día, joder,
no puedo mentir. La amo. Sí el sexo era malditamente grandioso sin ningún apego
emocional imagino que tiene que ser cien veces mejor cuando estás jodidamente
enamorado de la otra persona. Pero en realidad no se trataba de conseguir mojar mi
polla. Quería que ella experimentara las grandes cosas de la vida conmigo, quería
hacerla sentir bien. Nunca había tenido que esforzarme por hacer que una chica se
sintiera bien, no estaba seguro de cómo empezar. Pero estaba decidido a encontrar
una manera de llevarnos ahí. Y sabía que eso caería sobre mis hombros, ya que no
había manera de que ella tomara la iniciativa.
Francamente, no tenía puta idea de lo que estaba haciendo. Me quedé parado ahí, sin
moverme de mí sitio, tratando de acomodar mi polla en mis pantalones porque estaba
dura y era incómodo. Isabella volvió a salir del baño y no me moví, ya que me sentía
como si estuviera invadiendo su espacio. Esta era la primera vez que había estado en
su habitación para simplemente pasar el rato y me sentía fuera de lugar. O sea, joder,
ella ni siquiera me había invitado a entrar, yo simplemente irrumpí en su habitación y
declaré que estaba jodidamente atrapada aquí conmigo.
Se le puso la piel de gallina y un suave ruido se escapó de sus labios, casi un gemido.
Me di cuenta que definitivamente ella era una de esas que daban putos ronroneos, de
que la haría lloriquear, gemir y dar suaves gritos. Mierda, sólo de pensarlo me excitaba
aún más. Mi polla palpitaba con fuerza, rogando por pinche atención. Ella olía divino,
tan jodidamente bien que casi quería morderla y probarla de verdad. Sin embargo, a
ella no le gustaría lo pervertido, así no era ella. Eso sería jodidamente cruel, nunca
podría hacerle esa mierda, no con su torcida visión del sexo. Nunca podría ser rudo con
ella, tenía que ser lento y gentil.
Sin embargo, el problema es que Edward Cullen nunca ha hecho esa mierda lenta y
gentil. Edward Cullen folla salvajemente a las chicas, hasta dejarlas atontadas porque
sabe que es bueno en eso. Me vi tan atrapado en el momento, besándola con pasión,
que no me di cuenta que mi puta mano empezó a deambular hacia arriba en su muslo
desnudo hasta que sentí que se tensó. Me di cuenta de lo que estaba pasando y me
aparté rápidamente, disculpándome. Ella me sonrió y me dijo que no me disculpara
por tocarla, sin saber que era mucho más que eso. Estaba disculpándome porque
estaba pensando con mi polla, dejándome llevar por mis hormonas cuando le hice la
maldita promesa de que sería lo contrario.
Ella terminó de comer y puse una película. El arma en mi cintura, ahora se me estaba
enterrando un poco por moverme en el sofá, así que me puse de pie y la saqué
tendiéndola en la mesa. Le eché un vistazo a Isabella y la vi mirándola sorprendida,
obviamente no del todo cómoda con las armas. Traté de explicarle que era por su
seguridad, más vale prevenir que lamentar, y le ofrecí en alguna ocasión enseñarle a
Ella se enderezó para mirarme y me dijo que quería hacer esa mierda porque
básicamente se sentía inadecuada, que no tenía nada que ofrecerme para mantener
mi puto interés en ella. Sólo me quedé mirándola, atónito. ¿De verdad pensaba que iba
a perder interés en ella sino hacía esa mierda por mí? Ella era mi maldita vida ahora,
no había forma de que alguna vez perdiera el interés en ella. Era tan compleja y hacía
que todo se sintiera tan jodidamente fresco y nuevo otra vez, como si todo en el mundo
lo estuviera experimentando por primera vez. ¿Cómo podría alguna vez no querer eso?
Ella trajo la luz de nuevo a mí vida, la luz que se había apagado en el momento en que
esa bala, me atravesó todos esos años atrás. Mi mundo no era nada más que
oscuridad hasta que ella entró en él e iluminó el maldito cielo como si fuera el 4 de
Julio. Pero ella no veía eso, y supongo era mi puta culpa porque no se lo había dicho.
Ella no era una maldita lectora de mentes, aunque haría esta mierda mucho más fácil
si alguno de los dos lo fuera de manera que finalmente pudiéramos estar en misma
maldita sintonía.
Sí, lo admito. Estoy jodidamente embelesado, y ni siquiera recibí coño para estarlo.
Ella me tenía envuelto en su dedo meñique sólo por la chispa en sus ojos color
chocolate.
Parecía sorprendida por mis palabras y murmuró que era demasiado bueno para ella.
Me reí, aunque no debí haberlo hecho porque ella estaba seria cuando dijo esa
mierda, pero estaba tan equivocada que era ridículo. Todo lo bueno acerca de mí era
material e insignificante. Lucía bien y era rico, ¿y qué? Cuando mi abuelo murió nos
dejó a cada uno seis millones de dólares, la mitad a la cual tendría acceso cuando
cumpliera los dieciocho en algunos meses. El resto se me entregaría cuando cumpliera
los 25. Jasper y Emmett ya habían recibido la mitad de lo suyo pero ninguno de ellos lo
había tocado porque no había razón para hacerlo. Papá mantenía su cuenta de banco
repleta y nos dejaba gastar libremente lo que quisiéramos. Sin embargo, ninguno de
nosotros era extravagante en realidad, así que no era como si saliéramos y gastáramos
cientos de miles en carros y mierda. Así que, sí, podría comprarle el mundo si lo
quisiera, pero estaba impotente para darle cualquier puta cosa que ella realmente
quisiera. Y había muchas cosas malas en mí, mi temperamento y mi egoísmo, no había
manera posible de que en realidad ella disfrutara de mi jodida actitud.
Le dije eso y ella se echó a reír negando con la cabeza. Empezó a parlotear acerca de
cómo ella me veía realmente y yo sólo me le quedé mirando, jodidamente atónito de la
forma como ella me veía. Señaló las pequeñas mierdas, las cosas que ni siquiera
pensé dos veces y simplemente las hice porque se sentía correcto el hacerlo. Como
compartir mi dulce y darle un libro. Quiero decir, esa mierda era trivial, no fue como si
hubiera puesto un gran esfuerzo en ello. Todo eso simplemente parecía ser cosa de
sentido común el hacerlas. Pero era evidente que significaba mucho más para ella.
Dijo que mis malas cualidades y hábitos no me hacían quién soy y eso me hizo pensar
en lo que mi padre había dicho en su oficina, cómo se necesitaba una mujer fuerte con
un gran corazón para poder ver más allá de las etiquetas. Joder, entonces me di cuenta
de que ella realmente me vio, y no a la persona que se supone que era. No me vio
como alguien que la poseyera o tuviera poder sobre ella. Me vio como un simple
muchacho de 17 años quien estaba jodidamente dañado, pero que aún tenía un
corazón y no quería ser un monstruo.
Le dije que tendrían que matarme antes de que dejara que alguien le hiciera eso a ella
y lo dije en serio. Como dijo mamá, tienes que cuidar de aquellos quienes no son
capaces de hacerlo por sí mismos. Sabía que si mi madre estuviera aquí, eso sería
exactamente lo que me diría. Ella sonreiría con esa jodida pequeña sonrisa feliz suya y
me diría que fuera paciente y comprensivo con ella, porque por alguna maldita razón
ella cuidaba de mí cuando no merecía esa mierda, y ella me diría que la protegiera,
porque ella no puede protegerse a sí misma. Quedándose sin hacer nada y guardando
silencio, nunca se ayuda a la víctima, eso siempre ayuda al torturador. Me recordó el
poema que leímos en la clase de Inglés, el que era sobre el holocausto llamado
“Primero Vinieron”. En ese momento, apenas presté atención a esa mierda y era
extraño que lo acabara de recordar, pero ahora tenía sentido para mí. Supongo que mi
cerebro retuvo esa mierda, esperando por el momento perfecto para utilizarlo. Si no
defiendo a alguien que lo necesita, ¿quién carajos va a defenderme a mí?
Cuando estábamos en la oficina de papá y él dijo que sólo porque dos personas como
ella y yo se enamoraran no significaba que deberían de estar juntos, esa mierda dolió
un poco. Me confirmó que él nunca lo aceptaría con los brazos abiertos; lo vería como
un enorme riesgo de disturbio para su maldita burbujita de vida feliz. Tenía suficientes
problemas con el trabajo, nunca querría algo remotamente capaz de causar problemas
en su casa. Este era su santuario, donde podía olvidarse de lo ridículamente caótico
que el mundo era. Y de alguna manera podía ver su punto. Era un gran riesgo y las
cosas podrían ser de verdad jodidamente complicadas por traspasar los límites. Pero él
tenía razón. Dependía de la chica. Y yo sabía sin lugar a dudas que la chica hermosa
sentada frente a mí, definitivamente lo valía. Ella valía cada gota de posible dolor que
pudiera causarme.
Me di cuenta de que si mi madre hubiera sido capaz de verme los últimos años, habría
estado decepcionada. Pero sabía que si me viera ahora, ella lo aprobaría. Estaría feliz
de que me estoy abriendo y no estaba tomando el camino más fácil. Me felicitaría por
ser lo suficientemente fuerte para correr el riesgo. Recitaría su “Nella vita- chi non
risica- non rosica” el que no arriesga no gana una mierda y diría algo ridículamente
cursi como “ve por ellos, tigre”. Porque así es como mi mamá era, y qué fue lo que
alguna vez vio en mi pesimista padre, no lo sé. Joder, supongo que lo mismo que
La amo, y joder, moriría por ella si tuviera que hacerlo, porque de eso se trata el amor.
Todo fue tan rápido que me sorprendió y todavía estaba tratando de lidiar con ello y lo
que significaba, pero estaba seguro de una cosa: No podría vivir en un mundo donde
ella no existiera.
Ella me miró fijamente a los ojos como si estuviera leyendo mi puta alma. No sabía lo
que estaba buscando, lo que estaba tratando de ver allí, pero esperaba que lo
encontrara. Porque lo que vi en sus ojos era lo que me había pasado buscando los
últimos nueve años sin siquiera saberlo. La chispa de la vida que murió con mi madre
se reavivó en ella.
Se quedó viéndome por un momento más y esperé por su respuesta. Casi esperaba
que me abofeteara y me llamara pervertido o algo así, pero no lo hizo. Simplemente
volvió a recostar su cabeza después de un momento y se acurrucó junto a mí otra vez.
Me incliné y besé ligeramente el tope de su cabeza, cerrando los ojos e inhalando su
esencia. Vimos el resto de la película en silencio, simplemente juntos. Finalmente se
quedó dormida y la aparté de mí, con cuidado de no despertarla. La levanté con
cuidado y la llevé a la cama, recostándola. Puse el despertador a las 6:30, ya que no
tenía otra opción que ir a la puta escuela por la mañana y caminé hacia la televisión
para apagarla. Me debatí en el interruptor de la luz, dudando un momento antes de
apagarlo. Sabía que ella dormía con la luz encendida pero francamente yo no podía
hacerlo. Yo la mantendría a salvo, no tenía por qué tener miedo a la oscuridad cuando
yo estaba allí. Agarré mi arma y caminé hacia la cama poniéndola en la mesita de
noche. Me metí a la cama junto a ella, atrayéndola hacia mí. Se acurrucó en mi pecho y
suspiró contenta mientras ponía la manta sobre nosotros. Era la primera vez en putos
siglos que dormía en algún otro lugar que no fuera mi cama y me preocupó no poder
conciliar el sueño, pero fue infundado ya que me quedé dormido rápidamente con ella
en mis brazos.
“Jasper se va a quedar hoy con ella en casa,” murmuró. “Y yo estaré cerca.” Asentí y me
di la vuelta después de un momento, bajando al primer piso. Agarré una barra de
granola y la mastiqué, consiguiendo algo de beber y volviendo a subir a mi habitación.
Me metí rápidamente a la ducha y me puse algo de ropa, mis últimos malditos
vaqueros limpios. Cuando ya estaba vestido y listo, volví a bajar. Pasé unos minutos
con Emmett y a las 7:30 nos paramos para salir a la escuela. Vi a Jasper en la cocina y
me detuve mientras Emmett se dirigía afuera.
“Vas a cuidar de ella, ¿de acuerdo?” Dije. Él sonrió y asintió, levantando la mano hacia
arriba con el signo de honor de los exploradores. “Y hazme un favor y dile que puede
entrar a mi habitación a buscar mi ropa y lavarla, no porque ella tenga que hacer esa
mierda, sino porque apreciaría si tuviera unos pantalones que usar para mañana.
Preferiría no tener que ir a la escuela en puñeteros boxers por el resto de la semana.”
Rodé mis ojos. “Que la jodan a esa perra,” dije. Él se rió un poco más.
“Yo paso,” dijo, alejándose. Negué con la cabeza y salí, subiéndome al coche donde
Emmett estaba refunfuñando impaciente.
La clase pasó lentamente. Apoyé mi cabeza con mi codo en mi escritorio y cerré mis
Presioné el botón de “leer”, mis ojos se abrieron por la sorpresa. “Yo también, Sempre.”
Parpadeé un par de veces, malditamente atónito.
“Creo que por hoy vamos a detenernos allí, ya que el señor Cullen tiene su mente en
otra parte,” dijo, negando con la cabeza. Rodé mis ojos y ella se fue y se sentó frente a
su escritorio. Mis compañeros de clase comenzaron a hablar entre ellos y volví a mirar
a mi teléfono. No pude evitar la puta sonrisa que vino a mis labios cuando volví a leer
las palabras. Jasper tuvo que haberla ayudado con esa mierda, ya que ella no sabía
italiano pero eso no importaba, era el jodido sentimiento. Sempre. Siempre.
“La criadita. De hecho escuché que la besaste, lo que no creí en lo absoluto ya que tú
no besas, pero aun así, lo escuché,” murmuró. Me tensé y sentí la ira corriendo dentro
de mí.
“Sí, bueno, Lauren es una schifosa. Ella sólo esta encabronada porque no la quiero,”
murmuré.
Tanya suspiró pero no respondió. Se volvió y comenzó a platicar con su amiga Kate y
yo volví a mirar mi teléfono, leyendo las palabras una vez más. No iba a permitir que
Tanya o los putos chismes me molestaran. Simplemente iba a hacer lo que jodidos
quería, y dejar que las cosas caigan por su propio peso. De todas formas, ahora no
*************
Scarafaggio = cucaracha
Nella vita – chi non risica – non rosica = En la vida: quién no arriesga no gana
Sempre = Siempre
Isabella swan
Me puse rápidamente unos pantalones caqui y una camisa de manga larga color
negro. Me puse mis balerinas color negro, las cuales con el tiempo se habían
convertido en mis favoritas. Eran tan cómodas que a menudo olvidaba que estaba
usando zapatos cuando las traía puestas, lo que era una bendición para alguien que
seguía acostumbrada a estar descalza. Cepillé mi pelo y lo puse en cola caballo baja
en mi nuca, dándome un vistazo rápido en el espejo. Era simple, no había duda al
respecto, pero al menos me veía presentable.
Tomé mi teléfono y lo deslicé en mi bolsillo como solía hacer. El doctor Cullen estaba
en la casa, por supuesto, pero me quedé con la costumbre de traerlo siempre conmigo
por si acaso. La única vez que él llamó fue una de las pocas veces que andaba sin él, y
no quería que se repitiera nunca. Salí despacio de la habitación, asegurándome de ser
lo más silenciosa posible. Llegué al segundo piso y me congelé, mi ceño se frunció
cuando vi la puerta de la habitación de Jasper abierta de par en par. Todas las puertas
de la casa por lo general siempre se mantenían cerradas, sin importar si alguien
estaba en ella o no. Me acerqué lentamente, deteniéndome en la puerta y mirando
alrededor. Parecía vacía y la luz estaba encendida. Jasper siempre decía que tenía
permitido entrar en su habitación siempre que necesitara entrar pero aún me sentía
como si estuviera invadiendo su espacio, así que muy rara vez me aventuraba a entrar.
“Me tomé el día libre,” dijo encogiéndose de hombros. Lo miré confundida antes de que
cayera en cuenta.
“Llamarlo deberes de niñera sugiere que yo en realidad no quiero estar aquí. Prefiero
llamarlo tiempo de calidad,” dijo. Le sonreí levemente y asentí, contenta de que al
menos él parecía no verme como una carga, aunque me estaba sintiendo como una.
Él se echó a reír. “Bueno, vamos a hacer un poco de limpieza, y luego vamos a pasar
algo de tiempo en la biblioteca, y tal vez salir un poco antes de hacer la cena. Lo sé, en
realidad nada emocionante, pero, ¿qué te parece?”
Él me devolvió la sonrisa y se volvió para dirigirse por las escaleras hacia el pasillo del
tercer piso, como sea, él iba en la dirección opuesta. Me detuve brevemente, pero lo
seguí sin saber lo que estaba haciendo. Se detuvo frente a la puerta de la habitación
de Edward y se volvió hacia mí, arqueando sus cejas.
“¿Por qué vamos a entrar en la habitación de Edward?” Pregunté vacilante, sin saber a
dónde quería llegar. Por supuesto que estaba cómoda con Edward y confiaba en él,
pero simplemente todavía no podía invadir su espacio sin su permiso.
Por un momento, Jasper pareció confundido por mi pregunta antes de sonreír. “Creo
que olvidé mencionarlo. Edward necesita que laven su ropa y esta mañana me pidió
que te lo pidiera a ti. Dijo que no tenías qué hacerlo, pero que te lo agradecería,
considerando que oficialmente se quedó sin pantalones.” Me le quedé viendo a Jasper,
“Eh, está bien,” murmuré, todavía aturdida. Él me dio una rápida sonrisa y se volvió
para irse. Por un momento, dudé en el pasillo antes de alcanzar la perilla y girarla con
cuidado. Abrí la puerta despacio y di un paso al interior, mirando alrededor
brevemente. Por supuesto, todavía estaba en total caos, y mis ojos se posaron en su
pistola sobre la cama. Me le quedé mirando por un momento, recordando su
ofrecimiento de anoche de enseñarme algún día cómo usarla. Sonreí
involuntariamente ante su muestra de confianza como para poner un arma en mi mano
cuando podía con tanta facilidad usarla contra él. Por supuesto, nunca haría eso, pero
tenía que confiar verdaderamente en mí para correr ese riesgo.
Agarré su cesto, el cual estaba extrañamente vacío. No entendía exactamente, por qué
tiraba toda su ropa sucia en el suelo cuando tenía un excelente y perfecto cesto para
meterla, pero imaginé simplemente que era Edward. Era su forma de ser un poco
estrafalario, curiosamente su desorden tenía un poco de organización en él. Puede que
las cosas no estén donde se supone que deben estar, pero estaban en algún lugar
dónde probablemente él pudiera encontrarlas fácilmente de ser necesario.
“Buenos días para usted también, señor,” dije, levantando la vista hacia él y
asegurándome de que mi voz fuera clara para no parecer irrespetuosa.
“No te molestes hoy con mi oficina, estaré trabajando en ella,” dijo. Asentí con la
cabeza.
“Sí, señor,” le dije. Él asintió y se dirigió a la puerta de su oficina. Miré hacia el otro
tipo, quien me daba una mirada extraña. Rápidamente aparté la vista, mirando de
nuevo al suelo. Ellos se dirigieron al interior de la oficina del doctor Cullen y yo bajé las
escaleras rápidamente a la planta baja con el cesto. Me fui directamente a la
lavandería y Jasper entró detrás de mí, sosteniendo una botella de agua sin abrir.
“Pensé que tendrías sed,” dijo sonriendo. Le sonreí y le di rápidamente las gracias,
abriéndola y tomando un trago. La puse a un lado y encendí la lavadora, poniendo
dentro la ropa de Edward mientras Jasper se dirigía de nuevo a la sala de estar.
Después que terminé me dirigí a la cocina, poniendo los platos en el lavavajillas y
poniéndolo en marcha. Después del percance de Edward ese día en el que teníamos
burbujas por todas partes, descubrimos como hacerla funcionar correctamente, lo que
hacía que lavar los platos fuera mucho más fácil para mí. Demasiado fácil, de hecho,
casi se sentía que estaba haciendo trampa.
Limpié las encimeras y me aseguré que la cocina estuviera decente antes de salir a la
sala de estar. Ordené un poco y limpié la mesa del comedor.
“¿Quieres que te ayude?” Jasper ofreció después de un momento. Él sólo había estado
parado por ahí y me observaba, viéndose bastante aburrido.
“No, aunque muchas gracias por la oferta. Puedes ir a hacer algo, puedo encargarme
de esto sola. No tienes por qué estar viendo, me imagino que tiene que ser aburrido,” le
dije, encogiéndome de hombros. Él suspiró.
“Eres terriblemente terca, sabes,” murmuró. Lo miré con sorpresa y él sonrió. “Lo eres.
Alguien te ofrece ayuda y tú lo rechazas. ¿Quién hace eso?”
Me encogí de hombros. “¿Alguna vez ofreciste ayudar a las otras mujeres a limpiar?”
Pregunté, mirándolo con curiosidad. Jasper era un buen tipo, pero en realidad no lo
tomé por el tipo que limpia sólo por el gusto de hacerlo. Se me quedó viendo por un
momento antes de negar con la cabeza. “Bien, entonces. No hay nada especial en mí,
Jasper. Puedo ser más joven de lo que ellas eran, pero sigo siendo simplemente como
ellas. No tienes que tratarme como una niña; en realidad nunca, alguna vez me he
sentido como una niña. Estoy acostumbrada a esto, no te preocupes. Puedo
encargarme de mis responsabilidades.”
Puse la punta en el papel y vacilé. “¿Qué debo escribir?” Pregunté, levantando la vista
hacia él. Se encogió de hombros.
“Simplemente comienza con tu nombre, que siempre es una cosa segura,” sugirió.
Asentí y volví mi atención al papel y comencé a escribir mi nombre. Era de trazo poco
firme, las letras demasiado grandes para las líneas, pero al menos era legible. Escribí
‘Isabella Marie Swan’ y miré a Jasper. Él sonrió. “En realidad no eres tan mala, sabes.
Y la práctica hace la perfección, así que estarás escribiendo novelas en poco tiempo.
Ahora puedes escribir mi nombre.”
“Justo en el clavo. Eres mejor de lo que crees,” dijo. Sonreí y empecé a escribir su
nombre de pila, un poco orgullosa de que lo adiviné correctamente. “Mi segundo
nombre es Whitlock,” dijo después de un momento antes de proceder a deletrearlo. Lo
miré sorprendida ante el nombre inusual y él se encogió de hombros al ver mi
expresión. “Tendrás que preguntarle a mi padre de dónde vino ese, ya que no tengo
nada qué ver con ello,” dijo, con una sonrisa. Asentí y volví mi atención al papel,
escribiendo su segundo nombre. Escribí su apellido y me miró inquisitivamente,
obviamente preguntándose cómo sabía deletrearlo.
Sonreí y de nuevo volví mi atención al papel una vez más. Escribí ‘Edward’ recordando
como deletrearlo por haberlo visto antes escrito en alguna parte. Miré a Jasper
interrogante, preguntando cual era el resto de su nombre. Jasper sonrió. “¿No sabes su
“Nunca me lo dijo,” murmuré. “Pero, pensándolo bien, supongo que en realidad nunca
se lo pregunté.” Jasper asintió con la cabeza.
“Es Anthony. Él consiguió el nombre normal,” dijo. Sonreí y volví mi atención al papel,
deletreándolo en mi cabeza y escribiéndolo. Jasper lo vio y sonrió cuando vio que lo
escribí bien. Hice el resto de sus nombres con la ayuda de Jasper antes de tomar un
descanso. Estaba verdaderamente agradecida por toda la ayuda de Jasper al
enseñarme, o su insistencia en que practicara. No parecía como si fuera gran cosa,
pero para mí significó mucho que él hiciera un esfuerzo y pareciera querer que
mejorara.
“¿Sobre qué estoy equivocada?” Pregunté, sin saber de qué estaba hablando, ya que
ninguno de los dos había dicho una sola palabra en al menos veinte minutos.
“En la planta baja, dijiste que no eras especial. Eso realmente me molestó, porque te
equivocas. Tú eres especial. Estás trayendo a mi hermano a la vida, lo estás
convirtiendo de nuevo en la persona que solía ser. Sólo eso, te hace muy especial,”
dijo. Sonreí levemente y negué con la cabeza.
“No he hecho nada para cambiar a Edward, él lo ha hecho todo por sí mismo. Yo no
merezco ese crédito,” le dije. No obstante, me sentí ruborizar y desvié la mirada
avergonzada. Jasper se rió entre dientes y abrió la boca para hablar cuando un fuerte
ruido sonó y mi bolsillo empezó a vibrar. Grité y me puse de pie rápidamente,
asustada. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi teléfono de un tirón, mirándolo con
sorpresa. Cuando se detuvo y la luz de la pantalla se apagó, miré a Jasper confundida.
Él sonrió levemente.
“Ábrelo,” dijo. Lo abrí y miré la pantalla, entrecerrando los ojos un poco para leer lo
que decía.
“Dice que tengo un mensaje,” dije después de un momento, vacilante. Jasper se rió
entre dientes.
“Presiona el botón grande que está en la parte superior del centro para leerlo,” dijo.
Asentí y presioné el botón grande, entonces la pantalla cambió. “Usa las flechas para
desplazarte por él.”
Sonreí y sentí mis ojos llenarse de lágrimas por el hecho de que Edward me envió un
mensaje desde la escuela para decirme que me extrañaba. Sentí que una se deslizó
por mi mejilla y rápidamente la limpié, con la esperanza de que Jasper no la hubiera
visto. “Supongo que es de Edward, ¿verdad?” Jasper preguntó en voz baja después de
un momento. Levanté la vista hacia él y vi que estaba observándome, una mirada de
pura compasión en su rostro. Asentí ligeramente. “Presiona el botón pequeño en la
parte superior derecha para responderlo.”
“Sempre,” dijo en un marcado acento que hizo que su voz sonara encantadora. De
inmediato me pregunté si él le hablaba a Alice en italiano, ya que el idioma sonaba
muy romántico. “Semp-re.”
“Sí, y qué te parece si tomamos algo rápido para comer y salimos por un rato, tomar un
descanso fuera de la casa. Es un bonito día,” sugirió. Asentí y me puse de pie,
“Muchas gracias,” dije, abrumada con gratitud. Era demasiado extraño tener a alguien
más preparando o haciendo cosas para mí. Él se encogió de hombros con indiferencia,
como si no fuera nada del otro mundo, y se dirigió hacia la puerta trasera. Lo seguí al
patio, suspirando contenta a medida que sentía los rayos del sol en mi rostro. No
estaba muy caliente pero tampoco hacía demasiado frío. El aire tenía una ligera
humedad y sólo había lo suficiente para ser una brisa lo que lo hacía confortable.
Jasper y yo caminamos a través del patio, sólo paseando casualmente hacia los
árboles. Estaba dejando que él guiara, ya que en realidad no tenía idea de lo que
estaba haciendo. Él estaba charlando tranquilamente sobre cosas al azar, muchas de
ellas sobre Alice. Habló tan bien de ella que me hizo sonreír. Era claro que estaban
perdidamente enamorados el uno del otro. Yo había añadido unas cuantas palabras
aquí y allá cuando comenzó a caminar por el bosque. Al principio estaba un poco
preocupada, ya que yo no había ido tan lejos todavía, pero imaginé que no había
problema si seguía a Jasper. Él no me llevaría a algún lugar donde me pudiera meter
en problemas.
Podía escuchar el sonido del agua corriendo cada vez más cerca a medida que
caminábamos, y nos detuvimos cuando los árboles se escasearon y nos encontramos
con un río. Sonreí y caminé hacia su orilla, mirando hacia abajo. El agua no estaba
muy contaminada, estaba muy clara, lo que me sorprendió dada la humedad del
suelo. Me imaginé que estaría turbia.
“Sí, sigue otros cien metros o algo así hacia allá,” dijo, señalando más allá del río.
Él se rió ligeramente. “Sí, supongo que sí. Aunque yo no soy muy dado a la naturaleza.
Él asintió. “Bueno, solía hacerlo. En realidad, no ha venido aquí desde que volvió del
internado. Pero siempre solía pasar tiempo en el bosque cuando quería estar solo.
Estaba de mal humor, tú sabes, desanimado y sólo quería escaparse. Bajaba al río o
iba de excursión. Corre mucho a lo largo del camino para mantenerse en forma cuando
no está jugando fútbol.”
Me puse de pie y dudé mirando hacia Jasper. Él se sentó en el suelo con cuidado y se
apoyó contra un árbol, mirando hacia el agua. Yo también me volví hacia el río,
contemplándolo por un momento. Me agaché y me quité los zapatos, poniéndolos a un
lado. Enrollé las piernas de mis pantalones hasta las rodillas y comencé a bajar a la
orilla del río al agua poco profunda.
“Sabes que esa agua está helada,” dijo Jasper rápidamente. Me encogí de hombros y
me metí en el agua, mis pies punzaron por la frialdad, pero eso no me detuvo.
Rápidamente se acostumbraron, el dolor disminuyó. “Y probablemente haya todo tipo
de criaturas allí, insectos o serpientes, o peces.”
Me reí un levemente. “Yo crecí con escorpiones, Jasper. No tengo miedo de nada en
esta agua.” Di vueltas por ahí un poco y sonreí cuando sentí el fango moverse entre mis
dedos. El agua pasando por mis pies se sentía increíble, casi relajante.
“¿Le tienes miedo a algo?” Preguntó en voz baja. Miré hacia atrás para verlo, notando
su expresión seria.
“Entonces, ¿tú a qué le tienes miedo?” Preguntó con curiosidad. Suspiré. No había
manera que pudiera decirle mi mayor temor. Había compartido con Edward que temía
ser violada, que el sexo me asustaba, pero era demasiado personal para compartirlo
con Jasper. Este miedo se sentía como algo irracional tenerlo y confesarlo, dado que lo
más seguro es que los tres chicos ya han experimentado el sexo.
“La esperanza,” dije en voz baja después de un momento, admitiendo la única cosa
aparte de esa a la que realmente le temía. “Le temo a la esperanza.”
“No me permito esperar nada,” dije. “Es peligroso tener esperanza cuando se vive una
“Eso es triste,” murmuró. Me encogí de hombros, ya que sólo era un hecho de la vida
para mí. “¿Ahora tienes esperanza?”
Caminé por el lodo por un momento, pensando. “Supongo que sí. De alguna manera,
al menos.” Dije encogiéndome de hombros. “¿Tú a qué le tienes miedo?” Añadí
rápidamente, sin querer detenerme demasiado en el hecho que ahora tenía la única
cosa a la cual me propuse que nunca sucumbiría.
Él suspiró. “Mi mayor temor es perder a mi padre.” Lo miré sorprendida y él asintió. “Ya
he perdido a mi madre a causa de su estilo de vida, no quiero perderlo a él también.”
Asentí con la cabeza. “Eso tiene sentido,” le dije, sintiendo un dolor en el pecho por la
tristeza de Jasper. Mi madre aún vivía, hasta donde yo sabía de todos modos, pero
todavía me sentía como si la hubiera perdido.
Nos quedamos en silencio por un rato, ambos pensando. “Siempre tienes que tener
esperanza, sabes,” dijo finalmente en voz baja. “Hay más en este mundo allá fuera
para ti.” Yo me reí, negando con la cabeza.
“Te oyes igual a mi madre,” dije, recordando de inmediato el sonido de su voz cuando
ella me decía casi exactamente lo mismo una y otra vez. “Ella solía sermonearme
constantemente sobre tener esperanza. ‘No pierdas la esperanza’ ‘Estás destinada
para más, Isabella’,” dije, tratando de imitar su voz. Sentí un leve dolor en el pecho
pensando en ella, pero traté de ignorarlo.
“¿Así que la conoces? ¿A tu mamá?” Preguntó con curiosidad. Lo miré con sorpresa, ya
que pensé que él ya lo sabía.
“Sí. Me sorprende que Edward no te haya dicho eso ya,” dije, encogiéndome de
hombros.
Él negó con la cabeza. “Edward no te haría eso. Cualquier cosa que le digas él lo
mantendrá en su cabeza bajo llave. Tu historia es tuya para compartirla.”
“La última vez que la vi fue el día que tu padre me recogió,” dije en voz baja. “Y
supongo que esa es la última vez que la veré.”
“Espera, ¿mi padre te separó de tu madre? ¿Él lo sabía?” Jasper preguntó, un ligero filo
en su voz. Lo miré sorprendida.
Jasper gruñó y refunfuñó molesto en voz baja. Nos quedamos en silencio por un
momento, él pensando y yo pisoteando en el río. “Lo siento,” dijo después de un
momento en voz baja. Miré hacia él con confusión, con curiosidad por el por qué se
estaba disculpando conmigo.
“Por tu situación. El hecho de que mi padre te haya comprado y te hayas visto obligada
a vivir en nuestra casa,” dijo, su voz mezclada con tristeza. Sonreí levemente,
apreciando el hecho de que él sintiera compasión por mí. Era tan extraño, ya que
siempre he odiado que la gente sienta compasión, pero algo hizo que ahora se sintiera
bien cuando la persona la muestra es evidentemente sincera al hacerlo.
“Tú no tienes por qué pedirme disculpas,” dije, negando con la cabeza. “Tú padre no
es tan malo para tener como amo.”
“Pero él te separó de tu madre, eso simplemente no está bien,” murmuró. Negué con la
cabeza.
“Daba miedo ser separada de ella, lo admito. Y constantemente me preocupo por ella.
Pero yo no diría que no está bien. Si supieras de dónde vengo Jasper verías que estoy
bastante bien aquí. Incluso mi madre diría que él me hizo un gran favor al
comprarme.”
“A todo esto, ¿de dónde vienes?” Preguntó con curiosidad. Suspiré y bajé la vista al
agua, salpicando un poco mis pies.
“Eso ya lo sabía,” dijo, rodando los ojos. Me reí un poco. “¿Naciste en esta vida? ¿Tus
padres eran esclavos?”
“Él era el amo,” murmuré, sin disfrutar precisamente de este tema. No me gusta pensar
en Charles, mucho menos hablar de él.
Asentí con la cabeza. “Hasta que tu padre me compró, sí. No era un amo amable. Tu
padre me da comida para comer y cama para dormir dentro. Mi padre rara vez me
alimentaba y me rehuía mandándome a un granero. Tu padre sólo me castigó una vez.
Mi padre me golpeaba rutinariamente y permitía que su esposa me golpeara todos los
días por diversión.”
Él suspiró. “¿Qué clase de padre hace eso?” Preguntó, más para sí mismo que a mí.
“Charles Swan,” dije en voz baja. Él suspiró y se quedó en silencio por un momento.
“Ese nombre me suena tan familiar. Recuerdo a algunos Swan ser mencionados
antes.” Se quedó en silencio de nuevo y lo miré, notando que parecía estar absorto en
sus pensamientos. Después de un momento, sus ojos se abrieron levemente y me miró
con la boca abierta. “¡Oh mierda, Charlie Swan! Joder, ¿cuál es el nombre de su
esposa?”
Él gruñó, sacudiendo la cabeza. “Maldición, esperaba que no dijeras eso,” dijo. Yo sólo
lo miré sorprendida.
“¿Supongo que eso significa que los conoces?” Le pregunté. Él suspiró y asintió con la
cabeza.
“Sé quiénes son. ¿Le has dicho a Edward esto? Me sorprende que no lo haya
descubierto y tenga algo que decir al respecto,” dijo, negando con la cabeza.
“Eh, le hablé de ellos, pero nunca le dije el nombre de mi ama, no lo creo,” dije,
encogiéndome de hombros. No entendía por qué era tan importante. Para mí era
evidente que la familia Cullen conocía a la familia Swan, teniendo en cuenta que el
doctor Cullen me había comprado en privado. “De todos modos, no es importante. Ella
ya no es mi ama.”
Él asintió. “Me alegró de que no lo sea.” Miró su reloj y suspiró. “Deberíamos regresar,
terminar la ropa de Edward y empezar la cena”. Subí a la orilla del río, bajé la vista y
sonreí cuando noté mis pies cubiertos de fango. Me volví a poner rápidamente mis
zapatos y desenrollé mis pantalones, tratando de lucir una vez más presentable. Algo
me decía que el doctor Cullen no estaría muy feliz con una sirvienta con los pies llenos
“No sabía que ahí había una puerta,” dije con curiosidad. Jasper suspiró.
“Conduce al sótano, el cual está fuera de tu alcance. Es la misma razón por la que no
puedes entrar en la oficina bajo las escaleras, también conduce al sótano. Te juro que
no quieres bajar allí, ya que ni siquiera yo quiero bajar allí.”
Asentí, comprendiendo finalmente que ese era el lugar donde se contenían las
actividades ilegales. Jasper comenzó a caminar otra vez y yo lo seguí hacia la puerta
trasera. Levanté la vista y vi a James de pie junto al camión, observándome con
curiosidad. Aparté la vista rápidamente, sin querer dar la impresión equivocada, no
quería que pensara que tenía la más remota curiosidad por él. Seguí a Jasper dentro y
fuimos directo a la lavandería, sacando la ropa de Edward de la secadora y
doblándola. Eché dentro de la secadora la última carga y me dirigí a la cocina.
Cuando llegué al vestíbulo la puerta principal se abrió y Emmett entró. Me dio una
pequeña sonrisa y asintió en forma de saludo antes de pasar junto a mí hacia la sala
de estar. Fui a la cocina y comencé a ver en los gabinetes y el refrigerador, tratando de
encontrar algo qué hacer para la cena. No estaba segura si los invitados se quedarían
otra vez, pero no quería ir allí y preguntar, ya que eso sería interrumpir y esa era la
última cosa que quería hacer. Me debatía en la cantidad a preparar cuando escuché el
sonido de la grava crujir y un motor rugiendo. Miré por la ventana y vi el camión rodar
alrededor de la casa y bajar por el camino, desapareciendo de la vista. Escuché que
una puerta se abrió y la voz del doctor Cullen se filtró casi de inmediato. Me quedé en
la cocina, tensándome un poco cuando pasos se acercaron a mí.
“¿Comenzando con la cena?” La voz del doctor Cullen dijo detrás de mí. Me di la
vuelta despacio, lo miré y asentí con la cabeza.
“Sí, señor.”
Preparé una ensalada César, ya tenía los filetes descongelados y estaba cocinándolos,
asegurándome de no dejarlos secos. Terminé los panecillos y las papas cuando
escuché el coche detenerse afuera. Miré por la ventana y sonreí cuando vi que era
Edward llegando a casa del fútbol. Saqué los filetes y comencé a llevar las cosas a la
mesa, colocándolas cuando él entró en la casa. Todos los demás estaban en la sala de
estar, viendo televisión y charlando mientras esperaban la cena. Volví a la cocina y
tomé el resto de la comida cuando Edward entró.
“Subiré a verte tan pronto pueda alejarme de la mesa,” dijo. Negué con la cabeza y su
rostro se ensombreció por el dolor antes de que tuviera la oportunidad de explicarle.
Para dar la impresión de ser duro, Edward era sin duda sensible. “¿No quieres que
suba?” Preguntó, su voz mezclada con el mismo dolor que mostraba en su rostro.
Rodé los ojos por su suposición. “Por supuesto que quiero. Pero tu padre dijo que esta
noche tenía que quedarme aquí para cenar por su invitado, así que no hay razón para
que te apresures en irte.”
Él me miró confundido. “¿Él te está haciendo cenar con nosotros porque Aro está
aquí?”
Él parecía que estaba a punto de decir algo más cuando su padre caminó detrás de él,
pasando junto a él para entrar en la cocina. Él se acercó y abrió el gabinete, sacando
una botella de alcohol color naranja, volví a echar un vistazo a la entrada y noté que
Edward se había ido.
Él asintió y sonrío levemente. “Llenas los vasos hasta la mitad con hielo,” dijo, dando
un paso hacia atrás. Hice lo que me dijo y me volví hacia él, esperando por el resto de
sus instrucciones. Él sonrió y dio un paso al frente, cogiendo la botella oscura. “Este es
Prosecco, un vino italiano.” Abrió la botella y vertió un poco en los vasos hasta que
estaban llenos casi a la mitad, la puso abajo y cogió la botella de color naranja. “Y
este es Aperol, un licor de naranja o algo así.” Vertió de ese en los vasos casi tanto
como lo hizo con el vino, tal vez un poco menos.
Abrí el agua mineral y vertí un poco en cada vaso. Le volví a poner la tapa y la dejé a
un lado, mirando al doctor Cullen. “Bien. Ahora lleva uno de estos vasos a Aro, en la
sala de estar.”
“Aquí está su bebida señor,” dije en voz baja, tratando de hablar con claridad por
respeto. Aro me miró y sonrió, tomando el vaso.
“De nada, señor.” Di unos pasos hacia atrás y me di la vuelta, volviendo rápidamente a
“Ves. Eso no fue tan malo, ¿verdad?” Preguntó. Yo negué con la cabeza.
Edward pasó rozándome, inclinando su cabeza hacia mí. “Sólo siéntate y relájate,”
susurró. Le di una pequeña sonrisa y asentí, agradecida por su ayuda y compresión.
“Así que, Isabella...” Escuché mi nombre en una voz extraña y el tenedor resbaló de mis
dedos, ya que me sobresaltó. Sonó contra mi plato e hice una mueca ante el sonido,
sintiéndome como una idiota e inmediatamente me preocupé de que mi torpeza fuera a
molestarlos. Volví a recogerlo y levanté la vista, mis ojos de inmediato se encontraron
con los de Edward. Él me miraba con inquietud, obviamente preocupado. Aparté la
vista de él rápidamente, tomando una respiración profunda mientras miraba hacia
donde Aro y el doctor Cullen estaban sentados.
“No tienes porque estar nerviosa querida, te aseguro que no tengo la intención de
causarte daño. Quiero disculparme por las insinuaciones de mi sobrino ayer. A veces
es un poco problemático y le gusta empujar los límites, pero no es una mala persona,”
dijo Aro, sonriendo amablemente. Asentí con la cabeza, pero Edward se rió
misteriosamente y empezó a refunfuñar en voz baja, obviamente sin gustarle la
descripción de Aro sobre James.
“Bien. También tenía curiosidad sobre cómo habías encontrado la vida aquí con
Carlisle. He oído hablar mucho de ti a través de los años, tengo que decir que es un
Miré a mí alrededor brevemente, notando a los tres chicos viéndose igual de confusos.
Edward miraba fijamente a Aro con los ojos ligeramente entrecerrados, su tenedor
suspendido en el aire.
“Eh, los Cullen son amables conmigo, señor,” comencé, confundida. “Me tratan
bastante bien.”
Aro asintió. “Es bueno escuchar eso, aunque nunca lo dudé por un momento. Imagino
que tiene que ser una inmensa mejoría de esa horrible situación en la que creciste en
Phoenix. Si yo hubiera sabido antes que los Swan trataron a su propia carne y sangre
tan duramente, hubiera intervenido y hecho algo yo mismo, pero para cuando Carlisle
lo descubrió y me informó, era demasiado complicado para simplemente intervenir sin
causarte más daño.”
Me le quedé mirando confundida, sin saber de lo que estaba hablando. Sus palabras
no tenían ningún sentido para mí. Sacudí mi cabeza para intentar aclararla, tratando
examinar las cosas.
“¿De qué carajos estás hablando?” Dijo Edward después de un momento, antes de que
siquiera tuviera la oportunidad de ordenar mis pensamientos. El doctor Cullen gimió.
“Cuida tu lenguaje en la mesa, hijo,” replicó el doctor Cullen. Edward rodó los ojos y
Aro se echó a reír.
“Tal vez, he dicho demasiado,” dijo Aro, encogiéndose de hombros. El doctor Cullen
asintió, murmurando “tal vez, y una mierda” en voz baja. Por desgracia, fue más fuerte
de lo que pensó, ya que todos lo escuchamos.
Sin embargo, Aro simplemente se rió. “Ah, en realidad no importa, olviden que lo dije.
Sólo que sepas que me alegro que tú situación haya mejorado.”
Asentí, pero Edward negó con la cabeza. “No, no puedes decir una mierda así y
simplemente decir “olviden que lo dije”. Si sabías que uno de los tuyos estaba
abusando de un niño, independientemente de si era de ellos o no, ¿por qué no hiciste
nada al respecto? Sé como son las reglas de la organización, desapruebas el que
niños sean lastimados por cualquiera de los tuyos, punto.”
Aro suspiró y miró hacia el doctor Cullen, levantando las cejas. El doctor Cullen negó
con la cabeza levemente, mirando hacia Edward. Mis ojos se estrecharon un poco ante
su silenciosa conversación, ya que era evidente que estaban ocultando algo y era
“Descubrimos su parentesco cuando ella tenía 12 años, más o menos cuando sus
abuelos murieron. Para ese tiempo, en realidad no estaban abusando de ella. Tal vez
la maltrataban, pero estábamos bastante seguros de que en ese momento, no estaba
en verdadero peligro. Nos pareció que sería más perjudicial separarla de su madre de
lo que era permitir que se quedará allí,” dijo deliberadamente el doctor Cullen.
“Sin considerar que,” comenzó Aro. “Charles Swan es apenas uno de los nuestros. Su
padre fue un miembro de la organización hace muchos años y de haber sabido antes
que él a sabiendas estaba maltratando a su propia nieta, lo hubiéramos reprendido
por su comportamiento. Pero no tenemos poder sobre Charles y sus decisiones, ya que
no tiene lealtad jurada hacia nosotros. Hay ciertas reglas que rigen esta vida Edward,
reglas que no puedes simplemente pasar por alto porque no te gusta algo que está
pasando. Los sentimientos personales no pueden anular el código de conducta, y si tú
permites que sea así estás pidiendo una guerra innecesaria.”
Edward se le quedó viendo a Aro por un momento, antes de mirar a su padre. Seguí su
mirada y vi que la atención del doctor Cullen estaba enfocada en mí y que parecía
completamente ajeno a las duras miradas de su hijo menor. Quería preguntar cómo es
que siquiera sabían de mi existencia en primer lugar, pero no creí correcto preguntarles
de esa manera. Toda mi vida, siempre estuve en la sombra, nunca resaltaba lo
suficiente para ser notada por alguien, así que no entendía por qué incluso sabían de
mí como para alguna vez preguntarse sobre mi parentesco. Me aclaré la garganta
después de un segundo, cuando un silencio incómodo comenzó a elaborase en la
mesa.
“¿Me puedo retirar?” Preguntó. El doctor Cullen dijo que sí y él se puso de pie, saliendo
de la habitación inmediatamente. No estaba del todo segura de lo que pasaba con él,
pero estaba preocupada de que posiblemente yo lo había molestado. Mordisqueé un
poco más de mi comida, mirando hacia el plato de Edward y dándome cuenta de que
casi no lo había tocado.
“El resto de ustedes pueden retirarse cuando hayan terminado,” dijo el doctor Cullen
después de un momento, cuando el sonido de un motor rugió en la casa. Miré detrás de
mí hacia las ventanas y vi que el camión con la caja blanca se detuvo detrás de la
casa. Miré al doctor Cullen y asentí, agradeciéndole en silencio. Me levanté y agarré mi
Me dirigí hacia las escaleras y las subí lentamente, todavía un poco desconcertada
por la atención que había recibido en la cena. Llegué hasta el tercer piso y abrí la
puerta de mi habitación. Me detuve en la puerta, notando a Edward sentado al borde
de mi cama con la cabeza gacha, mientras miraba fijamente el suelo.
“Sí,” murmuró, mirándome fijamente. Sonreí levemente, queriendo aliviar lo que sea
que le estuviera molestando.
“¿No te gustó lo que cociné?” Pregunté caminando hacia él. Frunció el ceño ante mi
pregunta.
“En realidad no tenía apetito. No tiene nada que ver con lo que cocinaste,” murmuró.
Asentí y me quité los zapatos, subiendo mis piernas a la cama y tumbándome de
espaldas.
Edward se recostó en la cama, apoyándose en sus codos de manera que pudiera ver
mi rostro. Me miró por un momento antes de inclinarse hacia mí y besar mis labios
suavemente. “Ellos están ocultando algo,” dijo en voz queda después de un momento.
“Y eso me molesta.” Yo asentí con la cabeza.
“No sé qué podría ser,” le dije. “No sé siquiera cómo sabían de mí.” Ambos nos
quedamos en silencio y Edward movió su cuerpo de manera que estaba acostado junto
a mí y viéndome a los ojos. Extendió su mano y acarició mi mejilla suavemente con el
dorso de sus dedos. Después de un momento se oyó un golpe en la puerta y Edward
retiró su mano rápidamente, levantándose de la cama de inmediato. Él caminó hacia
la puerta y la abrió, gimiendo.
Me levanté ligeramente y vi a Jasper. Sus ojos se encontraron con los míos y le di una
pequeña sonrisa.
“Hola, Jasper,” le dije. Él asintió con la cabeza en señal de saludo, pasando junto a
Edward y entrando en la habitación. Edward cerró la puerta y se acercó, dejándose
caer de nuevo en la cama junto a mí.
“Ustedes chicos, se ven bien juntos,” dijo. Lo miré y vi que estaba sonriendo. Edward
rodó los ojos, pero sonrió con suficiencia. “Como sea, sólo quería ver si sabías de
dónde exactamente vino Isabella, Edward.”
“¿Qué quieres decir? Ella vino de con ese tipo Swan en Phoenix,” dijo Edward, su
atención seguía centrada en mí. Parecía estar apenas consciente de la presencia de su
hermano con las miradas que me estaba dando.
“Me parece algo familiar, me pareció así la primera vez que lo escuché,” dijo Edward.
“No sé, me imaginé que tal vez escuché a papá decirlo en algún momento.”
“Jane Swan,” murmuró, obviamente tratando de ubicar el nombre. Jasper asintió con la
cabeza.
“Sí, tú sabes. ¿La Jane que vive en Arizona?” Jasper insinuó. La mano de Edward dejó
de moverse de inmediato cuando dejó de acariciar mi mejilla. Su expresión cambió a
una de ira.
Edward se sentó rápidamente, tan rápido que me asustó, y mis ojos se abrieron por la
sorpresa.
“Ese hijo de puta, ¿sabía la mierda que su hermana estaba haciendo? Joder, pensé
que él era mejor que eso,” Edward casi gritó, abriendo su teléfono de golpe y
presionando botones mientras se desplazaba a través de los números. Jasper extendió
su mano rápidamente y le arrebató el teléfono a Edward.
“¡¿Qué demonios estás haciendo?! ¡¿Vas a llamar a Alec?!” Preguntó Jasper con
incredulidad. Edward lo fulminó con la mirada.
“Maldición, claro que voy a llamarlo. Joder, quiero saber si él sabía que esa maldita
Edward gruñó. “¡Cristo, Jasper, no puedes simplemente entrar aquí y decirme que la
maldita hermana de nuestro tío es la perra que la torturaba y esperar que me relaje al
saber esa mierda!” él casi gritó. Mis ojos se ampliaron por la sorpresa y me senté
derecha, mirando de Jasper a Edward.
“¿El hermano de Jane es su tío?” Pregunté con incredulidad. “¿Eso significa que ella es
su tía?”
“NO,” ambos dijeron con rudeza, al mismo tiempo. Di un respingo por el tono de
ambos.
Jasper suspiró. “Nuestra tía está casada con el hermano de Jane. Solíamos escuchar
historias sobre ella todo el tiempo. En Chicago la llaman ‘La loca Janie’.
Después que Jasper se fue, pasamos cerca de veinte minutos sólo acostados en
silencio, mirándonos el uno al otro con él acariciando mi rostro con suavidad,
finalmente Edward suspiró y se sentó. “Voy a cambiarme. Volveré en unos minutos,
¿está bien?” Asentí y él sonrió, rozando las yemas de sus dedos a través de mis labios
con suavidad antes de salir. Me quedé allí por un momento después que se fue, antes
de levantarme y sacar una pijama de mi cómoda. Me desvestí y me las puse
rápidamente, aventando mi ropa sucia al canasto.
Caminé hacia la cama para subirme de nuevo cuando hubo un suave golpe en la
puerta y se abrió. Edward entró, usando sólo unos pantalones de franela con unos
boxers negros asomándose alrededor de su cintura. Él estaba tan cómodo mostrando
“¿Preferirías que usara una camiseta? Quiero decir, puedo conseguir una limpia,
considerando que hoy lavaste mi ropa. Por cierto, gracias por eso,” preguntó después
de un momento, cerrando la puerta detrás de él. Levanté la vista a su rostro y vi que me
levantaba una ceja, una pequeña sonrisa de complicidad en sus labios. Me di cuenta
que me había atrapado mirando fijamente su piel expuesta, a sabiendas que me lo
estaba comiendo con los ojos, y me ruboricé. Negué con la cabeza rápidamente, sin
querer que se pusiera una camiseta. Se rió entre dientes y sacudió su cabeza,
alcanzando la puerta detrás de él para poner el seguro. “Sabes que tú tampoco tienes
que usar una,” dijo en broma mientras se acercaba a mí. Lo miré con confusión por un
momento, antes de que comprendiera. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y lo miré
boquiabierta. Él se rió entre dientes y puso la pistola en la mesita de noche,
programando la alarma.
“Ehh…” comencé, nerviosa por su comentario. Sentí mis mejillas enrojecerse por la
vergüenza y aparté la mirada.
“Relájate, tesoro,” dijo en voz baja, subiendo a la cama a mi lado. Estiró su mano y
agarró mi barbilla, atrayendo mi rostro hacia él. Encontré sus ojos y vi el brillo en ellos,
la chispa de felicidad que tanto disfrutaba. Él sonrió y yo le sonreí en respuesta.
“Puedes quedarte con tu camiseta si quieres,” dijo jugando. “Tal vez en otra ocasión.”
“Tal vez,” dije en voz baja. Sus ojos se ampliaron por la sorpresa.
“Ah, así que eres de mente abierta, ¿eh? Excelente,” dijo, sonriendo con suficiencia y
asintiendo. Me reí y encogí de hombros. Era tan fácil ser abierta y juguetona con
Edward. Su presencia siempre me relajaba. “Tengo que admitirlo. Lo espero con
ansias. Pero como sea, estoy agotado. He tenido un día muy largo, así que, ¿qué tal si
dormimos un poco?” Sugirió. Yo asentí con la cabeza.
“Suena bien para mí,” le dije. Él asintió y se paró, caminando hacia el interruptor y
apagando la luz. Volvió y se metió en la cama, atrayéndome a él y lanzando la manta
sobre nosotros. Me acurruqué en su pecho y me apretó con fuerza, besando el tope de
mi cabeza. Dormir con Edward hacía que la oscuridad no pareciera tan solitaria o
molesta. No sabía cómo alguna vez iba a ser capaz de volver a dormir sin él.
“¿La traducción?” Pregunté en voz baja. Reconocí la mitad de ella, pero no estaba
segura de la primera parte. Él se rió entre dientes.
“Dulces sueños, mi chica hermosa,” dijo. Mi sonrisa se hizo más grande y cerré los ojos,
acurrucándome en su pecho. Él era tan cálido, sus brazos reconfortantes.
“Ya era hora de que despertaras,” dijo Emmett con una sonrisa. Sólo me quedé
mirándolo en shock, agarrándome el pecho con mi mano, tratando de calmar y
regularizar mi ritmo cardíaco de nuevo. Él sostenía unos DVD, un tazón de palomitas y
tenía algunas botellas de agua en el hueco de su brazo. Se quedó de pie junto a mí
sonriendo, esperando pacientemente que me recuperara del susto.
“Sí, es un buen día. Ahora, date la vuelta y entra de nuevo a la habitación,” dijo.
“Dije, vas a entrar de nuevo a la habitación,” él dijo. Yo sólo me quedé allí, atónita, y él
se rió un poco más. Él dio un paso hacia adelante e instintivamente di un paso hacia
atrás. Él encontró gracioso y lo hizo de nuevo, lo que hizo que yo diera otro paso hacia
atrás. Él continuó hasta que ambos estábamos dentro de la habitación, y estiró su
mano detrás de él, cerrando la puerta. Me rodeó y colocó el tazón sobre la mesa en
frente del sofá, sacando un DVD de su caja y acercándose al reproductor de DVD
metiéndolo dentro. Yo sólo me quedé inmóvil, mirando todo conmocionada ya que él
estuvo todo el tiempo silbando para sí mismo. Agarró el control remoto y se acercó al
sofá, dejándose caer y levantado los pies poniéndolos sobre la mesa. Presionó algunos
botones para comenzar la película, agarrando el tazón de palomitas y centrándose en
la pantalla. Se saltó los adelantos y comenzó a comer las palomitas, masticando
ruidosamente. Era bastante desconcertante, ya que era como si estuviera
completamente ajeno a mi presencia y simplemente estaba poniéndose cómodo en mi
habitación. No me sentía incómoda, ya que él no me molestaba, pero era abrumador.
No solíamos pasar tiempo juntos en el mismo lugar.
“No,” le dije. Él asintió y empujó más el tazón hacia mí. Tomé un puñado y él sonrió,
retirando el tazón. Empecé a comer las palomitas, mirando la pantalla cautelosamente.
Él me miró, entrecerrando los ojos. “¿Me estás tomando el pelo?” Dijo. Negué con la
cabeza dudosa y él hizo un sonido con su lengua. “¡Por Dios, no sabes nada de la vida!
¡Es Shrek! ¡Me encanta está mierda!” Dijo, con una sonrisa brillante y volviendo su
atención a la película mientras lanzaba un puñado de palomitas en su boca.
“El hecho de que estemos viendo caricaturas. Quiero decir, ¿no es eso lo que la gente
suele hacer cuando cuida niños?” Pregunté bromeando.
Mis ojos se ampliaron y lo miré horrorizada cuando registré sus palabras. Él vio mi
expresión y se echó a reír. “Eh, no sé… quiero decir, ¿cómo sabes…” Balbuceé,
totalmente asombrada ya que tenía la impresión de que sólo Jasper sabía de ello.
Lo miré fijamente, aturdida. “Eh, quiero decir, no sé si diría que él se… enamoró.”
Susurré la última parte, haciéndose difícil incluso el que la palabra dejara mis labios.
El concepto era tan desconcertante e impactante para mí. Sabía en lo profundo de mi
corazón que amaba a Edward Cullen, sin embargo me gustaría poder creer que él
algún día podría amarme de verdad.
“Por favor, chica. Ese imbécil está enamorado. Si eso no es amor, entonces no sé qué
es el amor. Lo tienes dominado. Él ha dejado a todas sus pequeñas golfas y eso es
algo que nunca pensé que vería. El pasatiempo favorito de Edward siempre ha sido
correrse,” él dijo. Mi ceño se frunció con confusión.
Asentí vacilante, no muy segura del todo ahora de querer saber lo que significaba. Me
concentré en la televisión y comí un poco más de palomitas. La película resultó ser
bastante buena, y me reí unas cuantas veces. Obviamente, Emmett era un gran fan de
ella, ya que en varios puntos dijo las líneas junto con los personajes. Cuando Shrek
Cuando la segunda película terminó, miró su reloj y se levantó. “Tengo que ir a tomar
una ducha. Rose va a salir temprano de la escuela y vendrá aquí para recoger algo.
¿Crees que te las puedes arreglar estando sola por unos minutos? Quiero decir, si no,
puedes venir conmigo. Bueno, no ha tomar una ducha, por supuesto,” dijo, riendo.
Yo sonreí y asentí con la cabeza. “Estaré bien. No necesito que me vigilen como un
halcón, puedo cuidarme.”
Él sonrió. “Está bien. Vuelvo en unos minutos y podemos conseguir algo de comer o
algo así. Esas palomitas no me van a durar mucho.”
Después de un rato me levanté, sedienta por las palomitas y mi botella de agua estaba
vacía. Salí de la habitación hacia el pasillo, con la intención de ir rápidamente a la
planta baja por algo de beber. A un metro o menos de la cima de las escaleras me
congelé cuando vi a la persona subiendo las escaleras, un pavor inmenso y miedo
corrieron a través de mí, con tanta fuerza que dejé de respirar por instinto. Lo reconocí
de inmediato, era James. Di un paso hacia atrás, tratando de no hacer ruido y
esperando que no me hubiera visto. Quería volver rápidamente a mi habitación y
cerrar la puerta. No podía saber a ciencia cierta por qué estaba subiendo al tercer piso,
pero la lógica me decía que era la única cosa aquí que le interesaría.
“Mmmm, al fin solos,” dijo en voz baja, quitándose el abrigo y arrojándolo sobre la
mesa cerca de él. Llevaba un traje básico, lo que lo hacía parecer casi respetable como
un hombre de negocios. Pero yo sabía que no era respetable. Él era cruel, peligroso y
malvado, y estaba determinado a obtener de mí la única cosa que no estaba dispuesta
a dar. No era suyo para tomarlo; el doctor Cullen había jurado que era mío y sólo mío
para darlo voluntariamente si así lo decidía. Él iba a hacer conmigo la única cosa que
tenía un miedo terrible de hacer, lo que esperaba nunca tener que soportar. Él me iba a
tratar brutalmente, torturarme para su propio placer retorcido. El hombre cruel delante
de mí estaba aquí para violarme.
“Mantente callada y compórtate, y no será tan malo,” dijo. “De todos modos, no tiene
ningún caso pelear. Carlisle se ha ido y ese gran idiota está en la planta baja con su
novia, él no está preocupado por ti. Demonios, no eres tan especial. Eres sólo una
esclava, a ninguno de ellos les importas una mierda. Sí, Carlisle podría encabronarse
de que toqué su propiedad, pero lo superará. Le pagaré por ello más tarde, por tus
“Por favor, no. No me toque, por favor. Haré cualquier cosa, por favor, sólo no haga
esto,” dije sofocada por las lágrimas.
“Oh, vamos, cosita dulce, no seas así,” dijo, sonriendo. Inmediatamente me di cuenta
que le gustaba que suplicara, eso lo hacía mejor para él. “Tú sirves para ganarte la
vida, es para eso que existes. ¿No te gusta hacer a la gente feliz, complacerlas
haciendo un buen trabajo? Eso es todo lo que tienes que hacer ahora, hacer un buen
trabajo para mí. Complacerme.”
“Mierda, apuesto a que estás apretada,” dijo, su sonrisa cada vez mayor. “No como esa
última perra Janet. Ella tenía sus beneficios, pero tenía esa mierda demasiado floja
para mi gusto.”
Él avanzó para cerrar la distancia entre nosotros, sus manos bajando cuando comenzó
a desabrochar su cinturón. Me dieron náuseas y contuve la necesidad de dar arcadas
cuando mi cuerpo empezó a temblar del miedo y el asco. Rápidamente me hice a un
lado, esperando conseguir rodearlo, pero no fui lo suficientemente rápida. Él caminó
casi en sintonía conmigo, bloqueando mi paso. Di unos pasos hacia atrás cuando
comenzó a desabrochar sus pantalones.
“De rodillas, chúpalo, compláceme y ponme duro. Y no te atrevas a darme una pinche
mordida o te tumbo todos los dientes,” dijo, con voz casi arenosa por el deseo. Las
ganas de vomitar ganaron en ese momento y volví la cabeza hacia un lado, dando
arcadas secas. Él me agarró del pelo, y tiró de mi cabeza quedando frente a él, su
expresión oscura y enojada. “Joder, ¡basta!, acéptalo como una maldita mujer,” dijo
con dureza. Sacó la pistola de la cintura de sus pantalones, mientras bajaba el cierre,
estirando su mano y colocándola sobre la mesa detrás de mí.
“Y el arma tiene seguro, no podrás dispararla, así que ni siquiera pienses en nada
estúpido perra.”
Mi teléfono empezó a sonar otra vez y él agarró mi cabeza con una mano, tratando con
“No es no, pendejo,” dijo, su voz áspera. Hizo su pie hacia atrás y lo pateó con fuerza
en su costado.
Escuché pasos frenéticos y miré al pasillo para ver a Emmett subir corriendo, su
teléfono celular en su oído. “¡Puta madre!” Exclamó, mirando dentro de la habitación.
Sus ojos se abrieron por la sorpresa. “Cristo, bebé, ¿tú hiciste eso? ¡Mierda sí! ¡Esa es
mi chica!”
Rose se encogió de hombros con indiferencia, pero una pequeña sonrisa envolvió sus
labios. Ella me miró, cuando estaba parada en la puerta temblando. “¿Estás bien?”
Preguntó.
Asentí con la cabeza. “Mierda, sí, ¿estás bien gatita?” Preguntó Emmett. “¡Cristo, lo
siento, te juro que pensé que el cabrón se había ido, no sabía que seguía aquí!”
Negué con la cabeza. “Está bien. Estoy bien,” dije, subiendo mi mano y secando mis
ojos. Todavía tenía lágrimas fluyendo.
“Yo no voy a ninguna parte, no me trates como una pinche inútil, Emmett,” ella escupió.
Emmett suspiró, pero no discutió con ella, sólo la rodeó.
“Sabía que algo andaba mal cuando te envié ese mensaje e inmediatamente recibí un
montón de letras desordenadas. Traté de llamar un par de veces, pero no obtuve
respuesta, así que llamé a Emmett y le dije que fuera a verte,” susurró, explicándome
cuando no era necesaria una explicación. Me abrazó con fuerza; obviamente tratando
de hacerme sentir segura otra vez, hacerme sentir protegida.
Escuché la voz del doctor Cullen y miré hacia la puerta. Mi visión estaba borrosa por
las lágrimas, mis ojos me ardían, pero pude distinguir su expresión y ver la tristeza en
ellos. Él me dio una pequeña sonrisa cuando vio que lo miraba y rápidamente aparté
la mirada, cerrando los ojos.
El doctor Cullen suspiró. “Sí, Aro lo está llevando ahora al aeropuerto, poniéndolo en
un avión de vuelta a Chicago. Emmett lo jodió bastante, incluso Rosalie consiguió darle
algunos golpes. Escuché que el corte debajo de su ojo, el que necesitó varios puntos de
sutura, fue de Isabella.”
Todo estuvo en silencio por un rato y yo mantuve mis ojos cerrados, acurrucándome en
Edward. Estaba empezando a preguntarme si nos habíamos quedado solos cuando la
voz del Dr. Cullen se escuchó, su áspero y frío tono rompiendo el silencio.
Edward cullen
Me le quedé mirando por un momento confundido. Al principio pensé que tal vez ella
había golpeado accidentalmente algunos botones estando en su bolsillo, pero
entonces recordé que tenía un teléfono que se abría, así que eso no era posible. No
podía entender esa mierda, pero me estaba molestando. Levanté la vista al reloj,
dándome cuenta que al menos faltaban 20 minutos hasta el final de la clase. No había
pinche manera que pudiera esperar tanto, la espera me iba a volver loco.
Sus labios se curvearon hacia arriba y sus ojos se iluminaron al ver mi expresión.
“¿Puedo ir al baño?” Pregunté en voz baja. Ella sólo se me quedó viendo por un
momento, ya que sabía muy bien que tenía una puta regla de ‘nadie jodidos se va de
la sala hasta que todos los exámenes sean entregados’ y tomaría hasta el puñetero
final de la clase para la idiota de Tanya el terminarlo.
“Está bien,” dijo, rodando los ojos pero sonriendo. Me reí entre dientes.
Su correo de voz contestó por segunda vez y colgué. Desplazándome de nuevo por mis
contactos, hasta que encontré a Emmett. Apreté el botón de llamada y sonó dos veces
antes de que mi hermano contestara.
“¿No deberías estar en clase y esa mierda, hombre?” Preguntó inmediatamente. Rodé
los ojos y gruñí.
“Sé que estás en la puta casa, pendejo,” escupí, sabiendo malditamente bien que él no
podía irse de la casa porque papá le había dicho que se quedara. “No te pregunte eso,
te pregunte si estabas con Isabella.”
“Caray, Relájate, hermano. Ella está arriba en su habitación,” dijo. Escuché la risa
femenina en el fondo y la reconocí de inmediato como la de Rosalie. Me congelé,
dándome cuenta que él no le estaba prestando ni un poco de puñetera atención a
Isabella porque su maldita novia estaba allí.
Gruñí con molestia. “Jodido idiota, ¿no te has puesto a pensar que ella no sabe que no
debe quedarse sola? No está contestando mis llamadas y acabo de recibir un pinche
mensaje realmente raro y necesito saber si ella está bien."
“Cristo, Emmett, ¿te estás drogando?” Pregunté con incredulidad. Negué con la cabeza
y comencé a dar vueltas en el baño, irritado y preocupado por ella.
“No estés chingando, hombre. Dije que estoy checándola,” dijo. Hubo una leve
conmoción en su extremo de la línea y lo escuché murmurar “mierda” bajo su aliento,
seguido por algunos ruidos apagados y su respiración aumento. Comprendí que el
cabrón estaba corriendo y mi miedo se incrementó cuando me di cuenta que algo
estaba jodidamente mal. Había estado esperando que me hubiera preocupado sin
motivo, pero ahora estaba seguro de ello, algo estaba sucediendo allí.
“¿Qué coño está pasando, Emmett? ¿Es James?” Pregunté frenéticamente, gritando, sin
preocuparme una mierda si perturbaba algunas clases cercanas. Alguien gritó y me di
“Puta madre,” exclamó Emmett. “Cristo, bebé, ¿tú hiciste eso? ¡Mierda, sí! ¡Esa es mi
chica!”
Mi ceño se frunció cuando me di cuenta que estaba hablando con Rose. Empecé a
maldecir, preguntándome si siquiera estaba checando a Isabella, cuando oí la voz de
Rose en el fondo preguntándole a alguien si estaba bien. “Mierda sí, ¿estás bien,
gatita? ¡Cristo, lo siento, te juro que pensé que el cabrón se había ido, no sabía que
seguía aquí!”
De nuevo me congelé y sentí que el temor y el miedo corrían a través de mí por las
palabras de Emmett. Tenía la puta razón, alguien estaba allí arriba con ella y sabía
exactamente quién era ese hijo de puta. Escuché la voz de Isabella en el fondo
declarar que estaba bien, pero no me lo creí ni por un segundo. Estaba tratando de
aguantar y ser fuerte, pero pude escuchar su voz malditamente temblorosa a través de
la línea. Empecé a gritar en el teléfono, gritándole a Emmett que me dijera qué carajos
había pasado, gritando que iba a matar a ese hijo de puta, gritándole que se
asegurara que ese cabrón no le hubiera tocado un maldito pelo de su cabeza. Estaba
encabronado y rezándole a Dios que no le hubiera hecho daño, que ese cabrón no la
hubiera violado, porque si lo había hecho iba a castrarlo antes de volarle los putos
sesos. Nadie tocaba a mi maldita chica, a menos que quisiera se tocada, y ese pendejo
iba a pagar si lo hizo.
“¡Maldita sea, Edward! Cálmate de una puta vez, él no le hizo daño,” dijo Emmett
mientras yo estaba gritando. Gruñí y continué gritando y maldiciendo, mis
declaraciones probablemente jodidamente incoherentes por mi rabia. Oí pasos que se
acercaban y levanté la vista hacia la puerta de entrada para ver al director entrar con
ese pequeño novato cabrón al que le grité un momento antes. Gruñí con más fuerza,
consciente que la pequeña mierda fue y me acusó por maldita intimidación o algo así.
“¡Mierda!” Grité, sin importarme siquiera que el director estuviera parado a unos pocos
metros de mí, mirándome como si fuera la maldita policía y yo fuera algún criminal que
estaba aquí para ser arrestado. Miré a la pequeña mierda de primer año y mi
expresión debió haber sido intimidante porque él se encogió detrás de la puta figura
de autoridad, supongo que pensando que él podía protegerlo. Pero podría noquear al
hijo de puta sin ningún problema, ya que no me asustaba ni un poco.
“Y me encantaría darle una, de verdad. Joder, no hay nada más que me gustaría hacer
que quedarme aquí y tratar de explicarle esa mierda, pero tengo que llegar a casa. Es
una emergencia,” dije con mordacidad. Puse el teléfono en mi bolsillo y empecé a
caminar en su dirección, los dos se hicieron a un lado para dejarme pasar. El director
se me quedó mirando con la boca abierta, jodidamente atónito por mi rotunda
desobediencia, pero no dijo una mierda mientras pasaba furioso.
Corrí por el pasillo y saliendo por la puerta, sin importarme una mierda que estaba
dejando mis libros en la clase de trigonometría. Me preocuparía más tarde por ellos.
Salí corriendo hacia el estacionamiento y saqué las llaves de mi bolsillo, apretando el
botón para quitar el seguro de las puertas. Rápidamente me deslicé en el asiento del
conductor y encendí el coche, sin molestarme con el puñetero cinturón de seguridad.
Eché el coche en reversa y voló hacia atrás, metiendo rápidamente el cambio con
fuerza y salí volando del estacionamiento, tan rápido que piedras y tierra volaron y
rociaron los putos carros cercanos. Volé por las calles y tripliqué el límite de velocidad,
queriendo llegar a casa tan rápido como fuera posible. Tenía que asegurarme
personalmente que ella estaba bien, tenía que asegurarme que no la había violado.
Volé a través de los caminos y rápidamente llegué al camino de entrada de la casa,
dando un brusco giro y malditamente cerca de fallar y llevarme un árbol en el proceso.
Bajé volando por el camino de entrada y derrapé hasta parar frente a la casa, justo
detrás del Mercedes de papá. Estaba tan furioso, que inmediatamente llevé mi mano
debajo del asiento del conductor por mi pinche arma; fue como por instinto cuando
estaba tan cegado por la ira. Fue lo que sucedió el año pasado con Jacob, cuando volé
su mierda. Fue como si estuviera en jodido piloto automático y ni siquiera me di cuenta
de lo que estaba haciendo. No la sentí bajo el asiento y comprendí después de un
momento que era porque la puta cosa seguía arriba en mi habitación. Gruñí,
preguntándome qué carajos estaba haciendo, ya que no podía sólo irrumpir en la
maldita casa agitando una Glock como puñetero maniático. Bajé del coche y cerré la
puerta con fuerza, corriendo hacia la casa. Abrí la puerta rápidamente y con tanta
fuerza que rebotó en la jodida pared. De inmediato escuché gritos desde el segundo
piso, algunas voces todas mezcladas y sonando enojadas. Eran tan fuertes y
contundentes, que por un momento me aturdieron y me congelé. Levanté la vista y vi a
mi padre bajar las escaleras, con una expresión que indicaba que estaba muy, muy
“Debí haberla vigilado mejor,” dijo, mirándome directamente. No tenía que darle una
puñetera respuesta; él ya sabía todo lo que tenía que decir. La había cagado y no
había maldita razón para que lo reprendiera por ello, cuando lo había reconocido.
Emmett no lo habría hecho jodidamente a propósito, descuidar su obligación y esa
mierda.
Sin embargo, no fue suficiente, nada lo era. Ese hijo de puta no debería estar parado
allí, no debería estar respirando. Noté que su maldito pantalón estaba desabrochado y
empecé a temblar de rabia, mi respiración se aceleró. Eché un vistazo a mí alrededor
rápidamente, esperando ver a Isabella. Rose se acercó detrás de mí y suspiró.
“Tú chica está bien,” dijo en voz baja. “Está en tu habitación.” Miré hacia atrás hacia
ella, mi ceño fruncido y empecé a sentir un poco de pánico cuando ella la llamó mi
chica. ¿Cómo carajos sabía esa mierda? Ella vio mi expresión confusa y rodó los ojos.
“No me des esa pinche mirada, no soy idiota.”
Desvié la mirada de ella y suspiré, mirando a mi padre en la cocina. Todos los demás
Mi padre le estaba diciendo algo a James, hablando en voz baja así que no pude
escucharlo, pero por la expresión de su rostro me di cuenta que no era una mierda
agradable. Aro se paseaba por la habitación, hablando por su celular y viéndose
encabronado. Después de un momento James se rió por lo bajo, alejándose de mi
padre quién estaba tratando de terminar de coser un corte. Estaba seguro que mi
padre no quería hacer esa mierda, pero no tenía puta elección. Él era un maldito
médico y el jefe lo esperaba de él, no importa cuán jodidamente ruin era el pendejo
que estaba herido.
“Esa puta perra lo deseaba, ella lo estaba pidiendo,” James se burló. Sentí la puta
rabia hirviendo cuando sus palabras me impactaron e inmediatamente mis piernas
empezaron a moverse.
“¿Qué coño acabas de decir?” Le grité, dirigiéndome directamente hacia él. Él me miró
y entrecerró sus ojos. Aro me escuchó y dio unos pasos en mi dirección.
“Dije, que ella quería que la follara,” espetó. Tomé velocidad y le salté directamente,
queriendo joderlo por haber dicho esa mierda. Él trató de quitarse del camino, pero mi
papá estaba parado en su camino, bloqueando su huida. Tiré mi puño hacia atrás y le
di un puñetazo en la pinche nariz, con fuerza. Él se tambaleó hacia atrás, chocando
contra la encimera, y le pegué otra vez antes de que Aro me sujetara y alejara.
Aro me sacó al vestíbulo y me llevó hacia las escaleras. Miré a mí alrededor, notando
que Rose y Emmett se habían ido. “Esta mierda no está bien,” escupí, zafándome de su
agarré. Sacudí mi mano, ya que dolía un poco por haber golpeado con la nariz de
James con tanta fuerza. Estaba encabronado de que ellos sólo estaban parados por
ahí mientras que ese idiota se quedaba allí, prácticamente burlándose de la mierda
que trató de hacer. Aro suspiró, negando con la cabeza.
“Sé que no está bien, mi muchacho. ¿Pero no acabamos de tener una conversación
ayer sobre como los sentimientos personales no tienen cabida en nuestro negocio?
También estoy molesto, sabía que él se interesó en ella pero no pensé que mi sobrino
“Baja la voz antes de que molestes a tu padre,” dijo con firmeza y en voz baja. Le
entrecerré mis ojos, preguntándome por qué carajos estaba tan preocupado que mi
padre escuchara y negó con la cabeza. “Yo no dije que no valía más que un sándwich,
Edward. Esa chica que esta allá arriba significa para tu padre más de lo que tú
claramente entiendes. Pero nada de eso importa en el mundo de los negocios, dentro
de la organización las cosas son en blanco y negro y tú lo sabes. Sólo porque ella es
más que una simple esclava para él, personalmente, no quiere decir que no sea
simplemente una esclava más en el punto de vista de los negocios. Tienes que
aprender a distinguir entre lo que es personal y lo que son negocios, tienes que
aprender a seguir el código de conducta aquí,” dijo, pegándome con fuerza en la parte
de atrás de mi cabeza, “y no te dejes llevar demasiado por esto,” dijo, pegándome en
el pecho donde está mi corazón. Di un traspié hacia atrás, jodidamente impactado.
“En el momento en que ayer me insultaste en la mesa supe que ella se te había metido
aquí,” dijo, pegándome de nuevo en el pecho. “Y vas a causar problemas si no
empiezas a usar esto,” dijo, golpeándome de nuevo en la cabeza. Agarré su mano,
porque esa pinche mierda dolía.
“Joder, deja de golpearme,” dije con brusquedad. “¿Y qué coño quieres decir con que
es más importante para mi padre de lo que entiendo?” Él sonrió y negó con la cabeza,
obviamente no me iba a decir una mierda. Ya me estaba cansando de todos sus
malditos secretos.
“Sabes que te veo como un hijo, Edward, y siempre te he tratado como si fueras mío.
Siempre he querido solo lo que es mejor para ti. No te estoy diciendo que no dejes
entrar a la niña aquí,” dijo, tocándome levemente en el pecho, “e incluso si hubiera
querido decirte eso, sería inútil, porque sé que ya es demasiado tarde. Lo que te estoy
diciendo es que no dejes que los sentimientos dominen sobre todo lo demás. Tienes
que ser racional. Está bien si permites que el corazón llevé la delantera cuando estás a
solas con ella, pero una vez que salgas en presencia de otros, tienes que permitir que
Gemí y pasé las manos por mi rostro, frustrado. Estaba jodidamente asombrado que él
me hubiera descubierto tan malditamente rápido. Todo se estaba convirtiendo en una
mierda con tanta rapidez. “Mierda,” murmuré, sacudiendo mi cabeza y pasando mis
dedos por mi cabeza.
Aro sonrió levemente. “No te estreses por ello,” dijo, estirando su mano y apretando mi
hombro. “Entiendo que es una chica dulce y estás enamorado. Estás cosas pasan, pero
como bien sabes, algunas personas desaprueban que los nuestros, eh, se unan con los
de su clase. Yo mismo no veo el problema, ya que es evidente que sería difícil que
encontraras a una mujer más leal que alguien como ella. Pero es una situación frágil, y
no una de la que se deba hacer alarde, en especial alrededor de tu padre. Es una
tensión adicional y una complicación que él no necesita en estos momentos. Hay cosas
que no sabes Edward, cosas que me gustaría poder decirte, pero que no estoy en
posición de contarlas. Pero confía en mí cuando te digo, que no es el momento para no
hacer caso a la razón. Te beneficiará enormemente ahora y a largo plazo si puedes
aprender el equilibrio entre el corazón y la mente, y actuar en consecuencia y
apropiadamente en las situaciones adecuadas. Si quieres dale a la chica tu corazón,
pero actúa con lógica y no con las emociones cuando estés cerca de tu padre y quien lo
acompañe. ¿Me entiendes?”
Asentí con la cabeza, vacilante. “Sí, entiendo lo que estás diciendo. Simplemente no
me había dado cuenta cuán jodidamente obvio estaba siendo.”
Él sonrió encogiéndose de hombros. “Uno de los efectos secundarios del primer amor,
nos pones los nervios de punta. Sólo relájate y mantén la calma, y hagas lo que hagas,
sé paciente, jovencito. Es una situación complicada, una en la que tienes que ir con
cuidado. Si juegas bien tus cartas y usas ese cerebro tuyo, no veo razón por la que no
puedas algún día estar con esa chica, si eso es lo que realmente deseas. Pero ahora no
es el momento de exponer su amor para que todo el mundo lo vea, y sobre todo no es el
tiempo para que lo restriegues en el rostro de tu padre. Nunca lo olvides, Quella
destinata per te, nessuno la prenderá*.”
Él asintió. “¿Te sorprendería saber que tu padre todavía tiene ese problema a veces?
Normalmente es tan juicioso, pero cuando se trata de algo en lo que tiene sentimientos
personales, todavía tiende a reaccionar desproporcionadamente. He pasado años
Ella estaba llorando en mi cuello, agarrada a mí con tanta maldita fuerza que estaba
jodidamente cerca de lastimarme. Pero eso me importaba una mierda. Podría
golpearme, hacerme moretones y sacarme sangre y yo no haría ni una mueca, me
sentaría ahí y lo resistiría si con ello me llevara algo de su dolor. Joder, ella no debería
sentir dolor, punto.
Capté un movimiento en la puerta y levanté la vista para ver a mi padre. Lo miré a los
ojos y él me observó con Isabella por un momento. No estaba preocupado porque
sospechara, ya que sabía que podía hacerme el desentendido. Sólo me quedé allí
meciéndola, haciendo suaves sonidos para acallarla.
“Lo estará,” le dije, porque era verdad si yo tuviera algo que ver con eso. Y no sólo
estaba hablando sobre el incidente. Estaba hablando en general. Mi chica iba a estar
bien, me iba a asegurar de ello. “¿Él se ha ido?” Pregunté vacilante, esperando como
el infierno que ese hijo de puta no siguiera en la planta baja.
“Lo hubiera matado,” dije. Si hubiera sido el que la salvo, hubiera acabado con su
“Yo también lo hubiera matado.” Mis ojos se abrieron un poco mientras su mirada
permaneció en Isabella por un momento más antes de que metiera su mano y agarrará
el pomo de la puerta, cerrándola. Me quedé sentado en silencio, meciéndola y
acallándola, a medida que escuchaba sus pasos bajar por el pasillo y llegar a las
escaleras. Me estaba dejando a solas con ella, dejándome una vez más a mí tratar de
sanar sus heridas.
La mecí por otros minutos más, hasta que sus sollozos parecieron disminuir casi por
completo, todavía estaba sorbiendo por su nariz, pero parecía tranquila casi en su
totalidad. “¿Bella, cariño?” Dije en voz baja. “Qué tal si nos acostamos, ¿está bien?”
Ella asintió con su cabeza levemente y me puse de pie, aún acunándola. Me agarró
aún con más fuerza y estaba temblando ligeramente. Me acerqué a la cama y la
acosté en ella con su cabeza en la almohada. Ella se aferró a mí cuando traté de
apartarme y me reí un poco entre dientes. “Me voy a acostar contigo, relájate,”
murmuré. Ella dudó pero finalmente me soltó. Me enderecé y me estiré un poco, ya que
estaba jodidamente adolorido por estar sentado allí, meciéndola, pero no me
importaba, valió la pena. Ella valió la pena. Me quité los zapatos y caminé hacia el
otro lado de la cama y me subí, con los putos vaqueros puestos y mi camisa
abotonada, pero en ese momento me importaba una mierda. Ella se dio la vuelta para
quedar frente a mí y yo estiré mi mano hacia abajo para agarrar el edredón y
subiéndolo encima de nosotros. No lo necesitábamos, la temperatura en la habitación
era confortable, sino un poco caliente, pero pensé que ella se sentiría más segura
cubierta. Su rostro estaba enrojecido y surcado por las lágrimas, sus ojos enrojecidos
por el llanto. Estiré mi mano para apartar algo de cabello rebelde de su rostro y dio un
respingo pero no dejé que eso me molestara. Metí su pelo detrás de su oreja y pasé mis
manos por sus mejillas, limpiando las lágrimas. Me moví un poco para acercarme a
ella, sin querer invadir su maldito espacio personal pero queriendo consolarla con mi
presencia. De todos modos, por lo general parecía ayudarla.
Ella me miró a los ojos por un momento y yo le devolví la mirada. Las lágrimas habían
dejado de fluir, pero parecía completamente agotada, exhausta. “¿Quieres tomar una
siesta?” Le pregunté suavemente.
“No,” dijo, su voz ronca por tanto llorar. “Sólo quiero quedarme aquí acostada por un
Asentí con la cabeza. “¿Quieres que me vaya?” Pregunté vacilante, sin querer
quedarme si ella prefería estar a solas. De inmediato sus ojos se ampliaron y negó con
la cabeza frenéticamente. “Está bien, no te preocupes. Me quedaré. Podemos
quedarnos aquí todo el tiempo que desees. Podemos quedarnos aquí por una puta
semana, si te apetece.”
Mi ceño se frunció y la miré con incredulidad. “¿Lo sientes? ¿De qué te estás
disculpando?”
“Por ser tan patética y débil. Por derrumbarme de esa forma,” murmuró, rodado sus
ojos y frunciendo el ceño. Suspiré y negué con la cabeza, comprendiendo que mi
suposición era cierta y que ella sentía que no valía nada.
“No eres débil, ni jodidamente patética. Cristo, Isabella, te defendiste. Esa mierda
requirió fuerza y coraje. Tienes todo el puto derecho a estar conmocionada por lo que
pasó, no hay razón para que te disculpes por nada. Lo hiciste malditamente bien,
Ragazza. ¡Y a todo esto con qué lo golpeaste?” Le pregunté.
Ella suspiró. “Con su arma. No pude encontrar nada más y él la puso en la mesa, así
que la agarré y lo golpeé en la cara con ella,” dijo en voz baja, casi sonando
jodidamente avergonzada por ello, pero yo estaba atónito. ¿Le pegó con la puñetera
pistola? El valor que eso requirió, especialmente con su obvio miedo a las armas, era
sorprendente.
“Maldición, eso fue jodidamente valiente,” le dije, queriendo que comprendiera que
estaba contento de que se hubiera defendido. “Estoy orgulloso de ti.”
Sus ojos se abrieron un poco por mis palabras. “¿Estás orgulloso de mí?” Preguntó con
incredulidad. Yo sonreí y asentí con la cabeza, comprendiendo que mi jodido orgullo
era de verdad irrelevante, pero de todos modos quería que ella lo supiera.
“Lo hice por ti,” dijo en voz baja. En ese momento mis ojos se ampliaron.
“Pensé en ti y supe que no podía sólo rendirme ante él, supe que si hubieras estado allí
me hubieras dicho que me resistiera, así que lo hice,” dijo. Sentí que mi pecho se
hinchó ante sus palabras.
“Bien. Porque ningún cabrón toca a mi chica a menos que quiera que la toquen,” dije
con firmeza. Ella sonrió y se sonrojó con ese pinche color entre rosa y rojo tan hermoso.
Suspiré, asintiendo con la cabeza. “Ninguna mujer debe ser violada de esa forma. Esa
es una de las cosas que mi madre siempre nos enseñó y se aseguró de que
entendiéramos. Ella solía decir que no importan las circunstancias, no importa la
situación de la mujer, ella siempre debe de mantener el poder sobre su sexualidad.
Ella sabía acerca de todo sobre la esclavitud, la mayoría de los que están en la
organización son dueños de personas y por supuesto ella lo odiaba, pero sabía que no
podía hacer nada para detenerlo. Era demasiado grande, algo muy fuera de sus
manos. Pero una cosa que no pudo aceptar, era que la gente usara a los que poseían
para la búsqueda del placer. Siempre decía que el cuerpo de una mujer era un templo
y nunca deberías entrar sin una invitación. Por supuesto, yo sólo era un puto niño, así
que en el momento no lo comprendí realmente, pero insistió mucho en que recordara
las palabras y capté lo que estaba diciendo cuando era un poco mayor.”
“Sí, lo era. Era un tema que significaba mucho para ella. Ella, eh…” Hice una pausa y
pasé mis dedos por mi pelo con nerviosismo. Era un puñetero tema difícil y no era fácil
hablar sobre ello, pero por alguna razón sentía que ella debería saberlo. Quería
compartir esto con ella, ya que era una mierda que nunca había hablado con nadie.
No sabía si en realidad alguna vez alguien le había explicado eso a Alice o Rose,
imagino que sí, cuando ellas parecían entender nuestra postura sobre el tema. Era la
razón por la cual mi padre era tan riguroso sobre el tema, por lo cual él querría matar a
cualquiera que lo intentara bajo su techo. “Mi madre fue, eh… violada,” dije vacilante.
“Fue cuando era más joven o lo que sea, no conozco los detalles. Pero ella nunca se
avergonzó de ello, no se avergonzaba de llamarse a sí misma una sobreviviente. En
realidad ella nunca tuvo que trabajar porque mi papá tenía mucho dinero, pero pasó la
mayor parte de su tiempo libre ofreciéndose como defensora de las víctimas de
violación, ayudando a las víctimas de abuso sexual a hacerle frente y tratar con ello. A
mi papá no le gusta hablar de eso, pero aun así dona dinero cada año al centro de
violaciones en Chicago en el que mi mamá trabajaba, en su nombre, en honor a su
memoria o lo que sea,” murmuré.
“Wow,” dijo en voz baja, todavía luciendo un poco sorprendida. Asentí con la cabeza y
suspiré. Por un momento nos miramos el uno al otro antes de que la alcanzara y la
atrajera hacia mí, moviéndonos un poco de manera que su cabeza estuviera sobre mi
pecho. Ella se acurrucó junto a mí y la besé en la parte superior de su cabeza.
“Esa es la razón por la que nunca quiero que sientas que tienes que dejar que te toque.
Tu cuerpo es tu templo y no vendré a él a menos que quieras que lo haga,” le dije. Al
momento que las palabras dejaron mi boca me eché a reír, dándome cuenta de cuan
pinche pervertido se escuchó eso. ¡¿No vendré a él?! Cristo, ¿podía ser más
jodidamente idiota? “Sí, eso sonó jodidamente enfermo, no quise decirlo de esa forma,”
dije, riendo y negando con la cabeza. Isabella levantó su cabeza para mirarme y me
miraba confundida.
“¿Qué hay de enfermo en eso?” Preguntó. Gruñí, por supuesto, ella no captó la
connotación pervertida de esa mierda.
“No te preocupes por eso, no es nada,” dije, sacudiendo mi cabeza. Ella estrechó sus
ojos levemente, obviamente sin gustarle mis evasivas.
“Quiero saber,” dijo. Gruñí y cerré los ojos, sabiendo que no podía no explicarle si ella
quería saber esa mierda. Era un imbécil por ella, me tenía envuelto alrededor de su
jodido dedo.
Ella me miraba con atención, su expresión tan jodidamente seria que me estaba
poniendo nervioso. “Así que cuando dije que no vendré a él, sonó como si estuviera
diciendo que no, tú sabes, no me vendría dentro de ti.” Ella aún me miraba con
confusión y gemí. “Sabes muy poco sobre sexo, ¿no?”
Ella asintió vacilante, luciendo avergonzada. “Quiero decir, sé dónde va qué o lo que
sea...” Murmuró. Yo suspiré.
Me sentí como un maldito idiota trabándome con esto. ¿Cómo carajos le explicas un
orgasmo a alguien tan ingenuo sobre todas las cosas íntimas? Afortunadamente, en
lugar de mirarme como si fuera un estúpido, ella sonrió y asintió. “Sí, se siente bien,
como si algo de tensión se liberara,” dijo. Yo sonreí.
“Sí, exacto. Es más o menos así pero multiplicado por mil. Todo tu cuerpo hormiguea y
se relaja, se siente puta madre. Eso es lo que es tener un orgasmo. Y tú no tienes que
hacer todo y tener sexo para tener un orgasmo, puedes hacer eso con sólo tocarte y
acariciarte. Quiero decir, que la gente llama esa mierda de diferentes formas, tener un
orgasmo, o eyacular, o venirse, o correrse o lo que sea, pero todo significa lo mismo.”
Sus ojos se ampliaron y ella se volvió de un puto rojo brillante, desviando la mirada de
mí. Mi ceño se frunció y traté de pensar en qué carajos acababa de decir, esperando
que no hubiera dicho una mierda demasiado vulgar. Estaba tratando de ser delicado
con esa mierda por ella. “¿Isabella? ¿Dije algo malo?”
Ella negó con la cabeza, todavía luciendo avergonzada. “Yo sólo… quiero decir,
Emmett dijo eso hoy, me dijo que te preguntara lo que era cuando no entendí,” dijo en
voz baja. Por un momento la miré fijamente impactado antes de gruñir y rodar los ojos.
“Ese cabrón,” dije, negando con la cabeza. “¿Por qué carajos te estaba hablando de
correrse?” No estaba seguro que me gustara la idea de que él, de toda la puta gente, le
diera una charla sexual. Ese cabrón podía ser grosero.
Ella se encogió de hombros. “Dijo que era tu pasatiempo favorito, que nunca pensó que
te vería renunciar a tus chicas y que debes estar…” Comenzó, pero su voz se apagó y
se encogió de hombros, de nuevo desviando la mirada de mí y ruborizándose, viéndose
casi jodidamente asustada.
“Que debía estar, ¿qué?” Le pregunté con curiosidad, preguntándome qué carajos mi
le había dicho mi hermano. Imaginé que si Rose sabía, ese cabrón sabía y quería
saber qué carajos le había dicho a ella que concerniera a nuestra relación.
“Es importante, ¿qué dijo? Quiero decir, sí, me gusta tener orgasmos, se siente bien.
Pero no necesito a ninguna de esas perras para eso, ya no las quiero. Ya te dije que tú
eres la única chica que quiero en mi vida y lo digo en serio. Puedo masturbarme, no me
avergüenzo de esa mierda,” dije de un tirón, mirándola. Sus ojos se ampliaron un poco
por un segundo antes de que sonriera ligeramente con un brillo de curiosidad en sus
ojos.
“Sí, lo hago. Y tú también puedes, esa es la razón por la que te sugerí que te tocaras.
Pero ese es otro tema, estás tratando de desviar mi atención de la cuestión que nos
ocupa. ¿Qué dijo Emmett?" Le pregunté.
Ella suspiró. “No recuerdo,” murmuró. No le creí, ni por un puto minuto, cuando ni
siquiera me miraba.
“Pendejadas,” dije con firmeza. Ella me miró y se congeló, luciendo como un puto
venado encandilado por las luces del coche. “¿Por qué me mientes?”
Ella negó con la cabeza, sólo mirándome con la boca abierta y viéndose como si
tuviera miedo de que estuviera en malditos problemas por mentir. Quiero decir, mierda,
¿qué tenía tanto miedo de decirme? “Eh, él sólo...” Comenzó, suspirando y cerrando los
ojos. “Él dijo que pensaba que tú…quiero decir, porque tú no has estado con otras
chicas, él simplemente pensó que tal vez...”
Me quedé ahí, esperando pacientemente mientras tropezaba con las palabras, todavía
sin decirme lo que el jodido de Emmett le dijo. Suspiré después que se detuvo de nuevo
y estiré mi mano, tomando con mi mano su mejilla para que me mirara. Sus ojos
encontraron los míos y sostuve su mirada por un momento antes de inclinarme y
besarla ligeramente. Inmediatamente sus labios se separaron y mis ojos se ampliaron
cuando sentí su suave y húmeda lengua rozar contra mi labio inferior. Abrí mi boca y
profundicé el beso, sacando mi lengua para mezclarse con la suya. Estaba
sorprendido de que esta vez ella hubiera tomado la jodida iniciativa, ya que era seguro
que no esperaba esa mierda. Continuamos besándonos un poco más, nuestras bocas
moviéndose juntas, lenta pero apasionadamente, nuestras lenguas acariciándose la
una a la otra de forma sincronizada. Era putamente excitante, el sólo besarla. Mi polla
empezó a endurecerse y gemí en su boca cuando sentí su mano en mi nuca,
alborotando mi cabello, despacio y con suavidad. Pasó sus dedos por mis cabellos,
agarrando un puñado y jalando aún más mi cabeza hacia ella. Su respiración era
cada vez más errática e inestable y sentí que sus dedos temblaban. Por un momento
me asusté e iba a apartar mi cabeza, temeroso de que fuera demasiado para ella, que
Joder, la deseaba, más de lo que nunca había deseado algo. La palpitación en mis
pantalones era casi insoportable, pero ahora sabía que no era el momento de empujar
los límites y explorar, no después de la mierda por la que había pasado. Él no la había
tocado o violado, pero el cabrón la había asustado y necesitaba un tiempo para lidiar
con eso. No quería apresurarla o presionarla, incluso si ella parecía querer ir más allá.
La habitación estaba en silencio, siendo los únicos sonidos los de nuestra respiración y
el leve silbido del aire soplando en la habitación desde la rejilla de ventilación en el
techo. Isabella llevó sus manos hacia arriba y cogió el brazo que había envuelto en
ella, tomando una de sus manos y entrelazando nuestros dedos. Levantó nuestras
manos para posarlas en su pecho. Después de un momento sentí su respiración y la
ligera humedad de su boca a medida que rozaba sus labios a través de mis nudillos,
los cuales estaban un poco hinchados y amoratados por golpear a James. Me pregunté
si ella sabía eso, si vio que estaban hinchados y por eso los besaba. Sonreí para mis
adentros y cerré los ojos, inhalando el delicioso olor de su cabello. Era jodidamente
sensual, simplemente yacer con ella, abrazándola.
Nos quedamos allí por un rato, ninguno de nosotros habló o se movió. Su mano libre, la
que no sostenía la mía estaba frotando suavemente mi antebrazo, así que sabía que
todavía estaba despierta. No podía ver su rostro, por lo cual no podía saber cómo se
sentía, si estaba sonriendo o molesta, o lo que sea, pero su silencio me dio curiosidad.
“¿Qué estás pensando?” Pregunté en voz baja, tratando de no hacer tanto ruido porque
la habitación estaba tan silenciosa que la asustaría. Ella saltó un poco, pero su suave
caricia en mi brazo no se detuvo, así que sabía que no la había dado un susto de
mierda.
“Nunca podría amar a alguien como tú, Isabella, porque no hay nadie como tú,” solté
rápidamente. Ella se congeló, su cuerpo levemente tenso. “Esa mierda no sé escuchó
bien, Cristo. Si me estás preguntando si te amo, entonces sí, Isabella, la maldita
respuesta es sí. Joder, te amo.”
Su mano en mi brazo se detuvo y lo apretó, sujetándolo con fuerza. Sentí que todo su
cuerpo tembló levemente y su respiración se entrecortó. “¿Tú… me amas?” Susurró.
Yo suspiré. “Sí. Y tal vez es demasiado pronto para que esté enamorado, pero lo siento
y no puedo negar esa mierda. Ni siquiera sabía lo que era realmente el amor
romántico hasta que entraste en mi vida, pero ahora lo sé. Y espero que eso no te de un
susto de mierda o algo así y no espero que sientas lo mismo, te dije que tomaría lo que
sea que me des,” le dije, sin querer que se sintiera obligada porque yo estuviera tan
involucrado emocionalmente con ella.
Al momento que las palabras salieron de sus labios sentí mi puto pecho hincharse, con
más fuerza que nunca antes. Mi corazón latía de manera irregular, y sentía esa mierda
como si fuera a explotar. Los sentimientos eran tan intensos que casi dolían. Recordé
una vez escuchar a mí padre decirle a mi tía Esme, que amó tanto a mi madre que era
físicamente doloroso, pero que era un dolor bueno. Y no entendí lo que quiso decir con
esa mierda, pero ahora lo entendía. Porque tenía un dolor en mi pecho, originándose
justo en el centro de mi corazón, pero no era un dolor malo. Era el dolor más grandioso
que alguna vez hubiera sentido. Era el dolor del puto amor verdadero tan rebosante
que consumía todo, tan intenso que me quitaba el maldito aliento. Después de eso
ninguno de nosotros dijo nada, simplemente yacimos juntos, disfrutando del silencio,
sólo disfrutando el estar jodidamente enamorados. Después de un rato su respiración
se regularizó y me di cuenta de que estaba durmiendo. Le di un pequeño beso en la
cabeza y dejé que mis ojos se cerraran, cayendo en un sueño intranquilo.
La melodía se hizo más fuerte en mi mente, burlándose de mí. Podía ver el rostro de mi
madre, su cabello ondulado y ojos chispeantes, esa sonrisa suya tan llena de orgullo.
Era tan jodidamente hermosa, y siempre brillaba tanto que parecía un ángel. Yo era un
niño de mamá, mi madre era mi mundo. La seguía a todas partes, haría cualquier cosa
que ella me pidiera. Mis hermanos siempre salían a jugar, ensuciándose, montando
bicicleta y corriendo por ahí como almas en pena y yo siempre parado junto a la
sombra de mi madre, preguntándole si quería que la ayudara en algo. Pidiéndole que
jugara conmigo. Pidiéndole que practicara el piano conmigo. ¿Qué jodido niño de 8
años tiene a su madre como su mejor amigo? Dios, la amaba. Era tan paciente,
amable, compasiva y tan jodidamente cariñosa. Ella me mimó demasiado con su amor.
Hacía pequeñas cosas como cocinarme galletas y hacerme cocas de cereza, sólo para
mostrarme lo mucho que se preocupaba por mí.
Y esa noche había estado tan jodidamente orgullosa de mí, hablando maravillas sobre
mí. Escuché sus palabras filtrándose a través de la inolvidable melodía en mi mente.
“Mi sole*,” dijo, con voz suave y dulce pero jodidamente radiante de alegría. Ella
siempre me llamó su sole, su sol, porque decía que yo brillaba con tanta intensidad. Yo
era su sol; agregaba calor a su mundo, hacía todo brillante y más fresco.
Ella se estaba riendo, el sonido tan abrumador que casi ahogó esa melodía tortuosa en
el fondo. Su sonrisa era tan luminosa y despreocupada, tan feliz. Era una noche tan
hermosa que ella dijo que caminaríamos a casa en lugar de llamar a un coche para
recogernos, y yo estaba preocupado de que papá se molestara, cuando odiaba
dejarnos sin protección durante la noche en las calles, pero ella insistió en que estaba
bien, que papi entendería. Yo confié en ella, y no discutí. Mamá era una diosa,
infalible. Si ella lo decía, yo lo creía.
“¡Cállala!” Un hombre gritó. Mi madre dio el más aterrador y escalofriante grito que
alguna vez hubiera escuchado, tan inquietante que casi se me doblaron las rodillas.
Mis pasos se tambalearon y me di la vuelta, asustado. ¡Ellos la estaban lastimando,
ellos estaban lastimando a mi madre! ¡Ella era mi mundo y ellos la estaban
lastimando!
“Tenía ocho años,” dije finalmente, mi voz gruesa. Sentí que las putas lágrimas ya
empezaban a acumularse y aclaré mi garganta, tratando de detenerlas. Quería decirle
esto ahora, quería que supiera. “Tuve un recital de piano, acababa de llegar al nivel 7
en habilidades. Ya era tarde cuando terminó y mi madre quería caminar a casa porque
estaba tan agradable afuera y ella quería dar un paseo y mirar las estrellas. Siempre
amó la jodida naturaleza y nunca tenía suficiente de sólo disfrutar de la belleza del
mundo. Vivíamos algo lejos y tomamos un atajo a través de algunos callejones. Un
coche se detuvo, un coche negro con vidrios oscuros. Era un puto coche de mafioso, se
podría decir con sólo mirarlo. Ella lo vio y supo esa mierda, no sé cómo, pero lo supo.
Me dijo que corriera, que la dejara ahí y yo no quise. Pero ella me hizo que lo hiciera,
joder, ella me dijo que si la amaba correría. Y la amaba y siempre la escuchaba, así
que corrí.” Ahora las lágrimas caían a raudales por mis mejillas, era inútil luchar
contra ellas. Esas mierdas caían sea que quisiera o no. “Llegué al final del callejón y
ella gritó, y me volví con el tiempo suficiente para ver cómo un hombre le empujaba
una pistola en la boca y apretaba el gatillo. La sangre salpicó la puta pared del
edificio a su lado y ella cayó al suelo con un ruido sordo. Les grité y ellos miraron hacia
mí. Había dos y uno me apuntó con su arma, yo me volví para correr, porque ella me
había dicho que nunca jodidos me detuviera y ya una puñetera vez no la había
escuchado, así es que no lo quería hacer de nuevo. Se escuchó otra fuerte explosión
antes de que pudiera doblar en la esquina y el peor y más abrasador dolor que nunca
había sentido desgarró a través de mí. Pero nunca jodidos me detuve, ignoré el puto
Hice una pausa para aclarar de nuevo mi garganta y tomar una profunda respiración.
“Al parecer alguien siguió el rastro de sangre que dejé y me encontró. Lo siguiente que
recuerdo es despertar en el hospital viendo a mi padre, viendo la jodida devastación en
su rostro. Él estaba llorando y nunca antes lo había visto llorar. Estaba sentado junto a
mi cama repitiendo “todo esto es mi puta culpa”. Le dije que no fue su culpa, que era la
mía. Quería hacerlo sentir mejor, no quería que se derrumbara. Mi padre era la
persona más fuerte que conocía, entonces, siempre me intimidó con su
comportamiento. Y mierda, era más mi culpa que de él. Joder, yo corrí. Simplemente la
dejé ahí para que muriera, sólo la abandoné. Ella me necesitaba y yo fui el cabrón que
la defraudé.”
Dejé salir un suspiro tembloroso, sin molestarme siquiera en limpiarme las putas
lágrimas o acallar mi llanto. Isabella no me soltó y yo sólo la apreté con fuerza, sólo
sintiendo su jodido calor y vida. No podía perderla. No podría hacer frente a otra
pérdida como la de mi madre. Ella se quedó callada por un rato, su mano acariciando
ligeramente mi pecho. Agradecí el gesto, agradecí su toque. Después de un rato
suspiró y levantó su cabeza para mirarme. Parpadeé un par de veces, sorprendido
cuando vi que su rostro también estaba surcado por las lágrimas.
“Tú no la defraudaste,” dijo. “Hiciste exactamente lo que ella necesitaba que hicieras.”
La miré fijamente por un momento antes de estirar mi mano y limpiar las lágrimas de
sus mejillas.
Ella me miró a los ojos con intensidad, estirando su mano y limpiando mis mejillas
justo como le había hecho a ella. “Sobreviviste.”
****************
Sole = Sol
Quella destinata per te, nessuno la prenderà = “Nadie tomará al que está destinado
para ti.” (es decir, “el verdadero amor espera”)
Isabella swan
Traducido por Lanenisita
Me incorporé y miré el reloj de alarma que estaba sobre la pequeña mesa, suspirando
un poco para mí misma. Edward cambió su posición un poco, sintiendo mi movimiento,
y murmuró en sueños. Se aferró a mí y yo descansé mi cabeza sobre su pecho, no
queriendo abandonar la calidez y comodidad de su abrazo.
Era por muy temprano por la mañana, poco después de las 5 am según el reloj. Hoy
era Día de Acción de Gracias y yo sabía que todos los chicos estarían en casa a causa
de la festividad, ya que habían estado libres de escuela toda la semana, y el doctor
Cullen tenía el día libre de trabajo. Yo había planeado una gran comida y necesitaba
ir a la planta baja a la cocina para empezar, pero la cama de Edward estaba
demasiado cómoda para salir.
Han pasado un par de semanas desde el encuentro en mi habitación ese día con
James, cuando los amigos mafiosos de la organización del doctor Cullen vinieron de
visita. El resto de su estancia fue de pocos incidentes gracias a Dios y ellos partieron la
mañana del sábado para volver a Chicago. Mantuvieron distancia de mí el resto de la
visita, ninguno de ellos me hablaba o siquiera reconocían mi presencia cuando estaba
cerca. Me trataban como yo estaba acostumbrada a ser tratada por todos en Phoenix,
actuaban como si yo no existiera. Pensé que quizás estaban molestos por culpa mía,
que me despreciaban por lo que pasó con James, pero Edward me aseguró que ese no
era el caso. Él dijo que estaban simplemente tratando de ser respetuosos conmigo por
lo que sucedió, por lo que uno de ellos había tratado de hacerme. Dijo que la mayoría
de las personas de la organización estarían avergonzadas por los actos de James, ya
que en su conjunto, la organización estaba en contra de hacerles daño a mujeres y
niños. Yo no lograba entenderlo muy bien, ya que la mayoría de ellos eran dueños de
esclavas mujeres, así que, en esencia ¿eso no es hacerle daño a una mujer? Él dijo que
no era lo mismo, pero cuando presioné por una explicación, no pudo darme ninguna.
Y el ver las lágrimas de Edward dolía, al verle llorar y sentir tal dolor, eso rompió mi
corazón. No quería estuviese herido, no quería que estuviese roto. Edward siempre me
había parecido tan fuerte. Ver sus lágrimas había roto ese último pedazo de la pared
que yo había mantenido en torno a mi corazón, la última pequeña defensa en la que
me había protegido.
Nos pasamos el resto del día durmiendo y acurrucándonos, solo estando juntos en la
tranquila habitación. Él me estaba dando tiempo y yo aprecié muchísimo su paciencia.
Yo había estado preocupada por lo que el doctor Cullen podría pensar sobre nosotros
estando allí juntos, pero Edward me aseguró que debido a sus antecedentes en el tema
de la violación, su padre en realidad no lo cuestionaría. Él había abandonado la
habitación dos veces, una para tomar algo de comer, y la segunda vez para recuperar
sus libros, ya que uno de sus compañeros de clase al parecer había pasado por la
casa dejándolos para él. Evidentemente, en su apuro por llegar a casa para ver cómo
estaba, él había dejado todo en su salón en la escuela.
Volvimos a la rutina después de ese día. Antes de que saliéramos de su habitación esa
Y cuando estábamos solos, era muy fácil ver que Edward Cullen verdaderamente me
amaba. Era tan abrumador, la idea de que una hermosa criatura honestamente
pudiese estar enamorado de mí. Pero él me lo decía frecuentemente y cada vez esas
palabras traían lágrimas a mis ojos, y lo demostraba con sus acciones cuando no
había nadie alrededor. Me trataba tan tierna y afectuosamente, como si de veras yo
fuese un tesoro para ser adorado. Era tan amable y paciente, tan comprensivo. Era un
hombre tan hermoso y me sentí muy bendecida por conocerlo, por tenerlo en mi vida.
Permanecí por unos pocos minutos en cama con Edward, solamente admirando su
rostro pacífico. Cayó en un sueño profundo después de un momento y empezó a roncar
suavemente, lo que me hizo reír un poco. A veces, hacía los más graciosos ruidos
cuando dormía. Yo podía tener, incluso conversaciones completas conmigo misma en
mi sueño, ocasionalmente; pero Edward gemía y gruñía y murmuraba toda la noche.
Todavía nos las arreglábamos para dormir juntos casi cada noche, uno de nosotros
silenciosamente colándose en la habitación del otro en la mitad de la noche. Las
primeras noches después de que las visitas del doctor Cullen se marcharan, nos vimos
obligados a mantenernos alejados durante las noches, ya que el doctor Cullen no
había apagado todavía las cámaras en los pasillos y no teníamos ninguna razón
Y dormir con Edward era celestial. Realmente nunca me tocó, con la excepción de
sostener mi mano y besarme, y tal vez un roce ocasional en la espalda o acariciar mi
cabello, pero era íntimo de su propia manera. Para ser sincera, no tenía miedo de que
él me tocara, ya que cuando me besaba podía sentir mi cuerpo reaccionar a él por su
propia cuenta, y sentía mucha curiosidad acerca de esto, queriendo explorar más. Pero
era muy tímida como para decir algo. Sabía que yo no estaba lista para tener sexo con
él y no sabía cuándo o si alguna vez lo estaría, pero él me había dicho que podía
hacerlo solo tocándome y eso me intrigó mucho. ¿Podría yo tocarlo y hacerlo sentir
bien, así como las otras chicas lo hicieron sentir? No me hizo sentir como si tuviese que
hacerlo, pero yo quería. Lo amaba tanto y su felicidad significaba mucho para mí. Yo
quería hacerlo feliz, quería hacerlo sentir bien. Me decía a menudo lo bien que yo lo
hacía sentir por dentro, pero, ¿podría hacerlo sentir bien por fuera también? ¿Querría
que yo hiciera eso? Sin embargo, no tenía idea de lo que estaba haciendo, no tenía
idea de cómo una debería tocar a un hombre para hacerlo sentirse bien y me sentía
muy avergonzada de preguntarlo.
Salí de la habitación y caminé hasta las escaleras, bajándolas rápidamente pero sin
hacer ruido. La casa estaba en silencio y a oscuras en su totalidad e imaginé que los
“Yo, eh…” Empecé de manera nerviosa, mirando con recelo. No estaba segura qué
decirle, o el por qué él estaba allí de pie.
“¿Mierda?” él preguntó, alzando sus cejas hacia mí. Sentí pavor en ese momento,
“Lo siento, señor, yo no quise decirlo. No me di cuenta lo que estaba diciendo, solo se
me escapó” dije rápidamente. Él negó con su cabeza y sonrió.
“Está bien” dijo él, encogiéndose de hombros. Mis ojos se abrieron por la sorpresa,
atónita de que a él pareciera no importarle. Él se rió de mi expresión. “¿Qué?
¿Pensabas que estabas en problemas por eso?” él preguntó.
Yo asentí levemente. “Es decir, bueno, yo nunca había dicho una palabra como esa
antes…” empecé diciendo. Él me miró sorprendido, con sus ojos muy abiertos.
“¿Esa fue la primera vez en tu vida que has maldecido?” él preguntó. Yo asentí con la
cabeza.
“Sabía que no debía decir esas cosas en casa de los Swan” dije. Mis ojos se abrieron
cuando me di cuenta lo que había dicho y negué rápidamente con la cabeza. “No es
que no sepa que aquí no debo decirlas, no quise que sonara de esa manera. Es solo
que, es decir, era diferente allá y aquí no es diferente…” Hice una pausa, insegura de
cómo explicarlo, sabiendo que estaba sonando como una idiota y que mis palabras no
estaban teniendo ningún sentido lógico. No quería que él pensara que yo no le temía
como a un amo, tampoco quería que pensara que estaba siendo irrespetuosa de
manera intencional. Él sonrió y alzó su mano para detener mis divagaciones, yo paré
de hablar de inmediato, mirándolo con cautela.
“No es gran cosa. Honestamente, estoy sorprendido de que no digas más cosas. Es un
efecto secundario de andar mucho tiempo con mi hijo menor, él tiende a tener ese
efecto ya que es aficionado de decir cosas desagradables” dijo. Me miraba
intensamente, como si estuviese tratando de medir mi reacción a lo que había dicho.
Me pregunté inmediatamente si estaba tratando de engañarme o si esta era alguna
clase de prueba, pero hasta ahora el doctor Cullen había probado que no era de los
que jugaban con las personas. Lo que dijo fue lo que en realidad quería decir, y lo que
quiso decir fue lo que dijo. Pero, aun así, el que él mencionara a Edward me hizo poner
nerviosa.
“Sí, Edward parece tenerle mucho cariño a las palabras coloridas, pero yo trato de
evitarlas, para así no tomar el hábito y accidentalmente decirlas en momentos
inapropiados, como en la presencia de mi am…eh,” me detuve, percatándome de que
estuve a punto de llamarlo mi amo, sabiendo que a él no le gustaba esa palabra. Él me
miró y alzó sus cejas, obviamente esperando que yo terminara de hablar. “…En la
presencias de aquellos que merecen mayor respeto”
Sonrió. “Ese fue una buena atrapada”, dijo, moviendo su cabeza y riendo por lo bajo.
“Eres rápida.” Yo le sonreí levemente en gesto cordial, pero todavía me estaba
haciendo sentir muy nerviosa. “Gracias, señor. De veras, quise decir cada palabra.
Él suspiró. “No tienes que besar mi trasero, Isabella. Lo aprecio, pero es innecesario.
Mis hijos me maldicen todo el tiempo,” dijo encogiéndose de hombros como si en serio
no fuese gran cosa.
“Pero no soy uno de sus hijos, señor,” le dije de manera simple. Me miró fijamente por
un momento, su mirada era intensa.
“No, no lo eres,” dijo finalmente. Él suspiró y pasó su mano por su cabello, el cual ya
estaba seco y estaba volviendo al color rubio claro al que yo estaba acostumbrada a
ver. El movimiento le desordenó un poco el cabello y yo sonreí de manera involuntaria,
pensando en Edward. “Así que… ¿Por qué estabas maldiciendo de todas formas? ¿Hay
algún problema? Preguntó después de un momento. Yo suspiré.
“No tenemos huevos, señor” le dije tímidamente, sin saber cómo él iba a responder. Era
mi responsabilidad asegurarme de que tuviésemos la comida que necesitábamos y era
evidente que había fallado en esa tarea. “Creo que… no los compré en la tienda.”
“Anda a ponerte tus zapatos y toma una chaqueta para irnos,” dijo. Yo solo lo miré por
un momento, atónita. Él rió, sacudiendo su cabeza. “Es para hoy, si no te importa”
“Sí, señor,” dije inmediatamente, asustada por que mi vacilación era molesta para él.
Caminé pasando muy cerca de él y salí de la cocina, dirigiéndome a las escaleras
rápidamente. Caminé despacio por el tercer piso, no queriendo despertar a Edward, y
me metí en mi habitación. Tomé mi chaqueta del armario y me lo puse, cerrándolo
rápidamente. Era de color azul marino y no era tan abrigadora, pero era la única que
tenía y al menos debía de servir. Saqué un par de medias y me calcé un par de zapatos
cafés. Salí de la habitación, cerrando la puerta muy despacito una vez más, y bajé las
escaleras. El doctor Cullen estaba de pie en el vestíbulo con su abrigo puesto,
meciéndose hacia adelante y hacia atrás sobre sus talones mientras esperaba. Alzó su
mirada y la fijó en mí, frunciendo el ceño ante mi apariencia.
“¿Ese es el único abrigo que tienes? Preguntó. Yo asentí vacilante, preguntándome qué
era lo que estaba mal con mi abrigo. Él suspiró “Pronto vas a necesitar un abrigo más
grueso para el invierno. Voy a tratar de recordar de pedirle a Alice que consiga uno
“Señor, ¿hay algún problema?” pregunté, tratando de adivinar por qué estábamos allí
de pie solamente. Estaba haciendo muchísimo frío y mi cuerpo estaba temblando por
ello, mi nariz estaba empezando a congelarse. Él suspiró.
“Edward tiene bloqueado mi coche,” dijo él, negando con su cabeza. Miré hacia los
vehículos y me di cuenta que el coche negro del doctor Cullen estaba estacionado al
fondo, muy cerca de la casa y el coche plateado de Edward estaba estacionado detrás
de él, aparcado de manera torcida como usualmente lo aparcaba. Una vez le pregunté
el porqué él siempre estacionaba su coche en la dirección contraria de la que los
demás lo hacían y lo que dijo fue que de esta manera su coche no sería lastimado por
idiotas quienes no podía aparcar así sus vidas dependiesen de ello, o lo que sea que
aquello signifique. No lo entendí muy bien, ya que para mí parecía que era él quien no
sabía estacionar su coche, ya que todos hacían lo mismo, pero supuse que era
simplemente él. Edward podía ser tan confuso a veces.
“Espera aquí un segundo,” dijo. El doctor Cullen regresó y fue al interior de la casa
mientras yo seguía de pie en el porche, moqueando y temblando, deseando que él se
apurara y me dejara ingresar al interior de un vehículo para poder calentarme
nuevamente. Regresó después de un segundo y cerró la puerta principal. Me dio una
El doctor Cullen parecía muy a gusto con la posición del asiento después de un
momento y cerró la puerta. Estiró su mano y abrió la consola central, mirando dentro de
ella. La cerró después de un segundo y se acercó a mí, causando que me tensara
brevemente a causa de su cercanía. Abrió la guantera y miró dentro de ella cerrándola
de golpe después de un segundo. Echó un vistazo a sus lados, buscando en las grietas
entre los asientos, antes de llegar por debajo de su asiento. Se echó a reír después de
un momento y retiró su mano, mis ojos se abrieron por completo cuando vi que sacó el
arma que yo sabía que Edward tenía. La miró por un momento, mirándola con
peculiaridad. Chequeó rápidamente para ver si el arma estaba cargada y luego la
regresó debajo del asiento. Suspiró y encendió la marcha del auto, meneando su
cabeza y riéndose para sí mismo.
Debido a que era muy temprano y además era día festivo, cada tienda por la que
pasábamos estaba cerrada, pero él continuó conduciendo en completo silencio.
Después de poco más de una hora de conducir, encontró una tienda con un letrero
luminoso que decía “Abierto” por lo que se detuvo en el estacionamiento. Me miró y me
dio una ligera sonrisa, saliendo del coche. Abrí la puerta y salí del coche, siguiéndolo
al interior de la tienda.
“Eh, no, gracias, señor” dije, todavía sorprendida ligeramente de que él también
comiera las barras de Toblerone. Me miró algo confundido pero asintió después de un
momento y se volteó. La joven mujer marcó los artículos en la caja y él sacó su billetera,
entregándole algo de dinero en efectivo. Ella le entregó el cambio y él le agradeció de
manera cortés, tomando la bolsa y dirigiéndose al coche. Abrió la puerta del pasajero y
la mantuvo abierta para mí, mientras yo ingresaba en él. Cerró la puerta y caminó
rodeando el coche hasta llegar al asiento del conductor. Se sentó y dejó los huevos en
el asiento trasero, sacando la golosina de la bolsa. Encendió el coche y abrió su
chocolate, tomando un bocado. Yo lo veía curiosa y empecé a reírme después de un
momento, intimidada un poco por cuán similar era con su hijo. Él escuchó mi risa y me
miró alzando una ceja. “¿Qué es tan gracioso?” preguntó con una sonrisa. Yo negué
con la cabeza, riéndome ligeramente todavía.
“Nada, es sólo que acaba de recordarme a Edward. Él siempre toma esa golosina
cada vez que venimos a la tienda, también,” dije. Él sonrió.
“Ustedes parecen llevarse muy bien” dijo. Mi ceño se frunció y volteé a verlo,
preguntándome de qué era lo que estaba hablando.
“Tú y Edward. Debo admitirlo, cuando recién te rescaté de tu padre, estaba un poco
preocupado acerca de cómo tú y él podrían llevarse bien. Sé que mi hijo puede llegar a
ser un poco abrasivo y tú eres tan tímida, tenía un poco de temor de que te asustara
con su comportamiento y actitud. Pero pareces estar a gusto con él. Es un poco
sorpresivo, me pregunto a qué se debe,” dijo mientras fijaba su mirada en mí. Él tenía
una expresión de expectativa en su rostro, como si de verdad estuviera tratando de
buscar una explicación para eso. Me asusté internamente un poco, preocupada de que
me estuviese examinando, pero por fuera mantuve la calma.
“No estoy segura,” dije en tono vacilante. No estaba segura de cómo explicarlo, ni
siquiera podía decirle algo que tuviese una pizca de sentido sin que eso levantara
sospechas. “Supongo que tal vez es porque él es muy decidido. No se necesita muchas
“Supongo que eso tiene lógica,” dijo encogiéndose de hombros. Yo asentí y fijé mi
mirada en la ventana, evitando así tener que discutir más sobre eso. Gracias al cielo, el
doctor Cullen no me presionó ni tampoco dijo nada más al respecto. Trajo a colación
temas más triviales, tales como el clima y las festividades, preguntándome si yo
participaba o no en las fiestas en casa de mi padre.
Para cuando llegamos a Forks, una hora después, la tensión y la incomodidad parecía
disminuir ligeramente. No estaba del todo cómoda con el doctor Cullen y no estaba
segura de que algún día lo estaría, pero era agradable no sentirme temerosa de él
nuevamente. Llegamos a la casa y estacionó el coche en el garaje, aparcándolo de
manera de que no bloqueara el suyo otra vez. Salí del coche y cerré la puerta mientras
el doctor Cullen sacaba los huevos y aseguraba las puertas. Nos dirigimos a la casa y
el doctor Cullen abrió la puerta principal para mí, alentándome a entrar. Llegué al
vestíbulo y alcé la mirada para ver a Edward de pie a unos pocos pasos de allí, con
una expresión de asombro en su rostro. Parecía preocupado y algo resentido, y quizás
un poco atemorizado. Fruncí el ceño, preguntándome qué era lo que lo tenía molesto.
Miró detrás de mí, y en cuanto vio al doctor Cullen entrar, su expresión cambió
rápidamente a una de rabia. El doctor Cullen lo miró y suspiró.
“Si no quieres que yo conduzca tu coche, quizás no deberías bloquear el mío” dijo
encogiéndose de hombros. Edward solo rodó los ojos.
“Joder, simplemente lo hubieras movido y llevado el tuyo” dijo él, sonando irritado. Me
di cuenta entonces que él estaba preocupado por su coche y que esa era la razón por
la cual el parecía molesto cuando lo vi al entrar. Edward adoraba su coche, eso estaba
más claro que el agua.
“Sí, pude haberlo hecho. Pero, ¿sabes algo? Yo pagué por tu coche, así que… ¡Qué
demonios!” fue la respuesta del doctor Cullen. Edward rodó sus ojos nuevamente pero
no rebatió la respuesta. El doctor Cullen me extendió la bolsa con huevos y yo la tomé
de manera cautelosa, dudando por un segundo antes de voltearme y dirigirme a la
cocina. Regresé rápidamente a mis labores de cocina, tratando de terminar la cena
pronto.
Pasé el resto del día correteando por la cocina, preparando la cena. Ellos me dejaron
sola la mayor parte del tiempo. Se sentaron en la sala viendo fútbol americano y
conversando entre ellos. De vez en cuando daba un vistazo breve a Edward y él hacía
lo mismo con pequeñas sonrisas o guiños cuando su padre no estaba cerca, pero no
intercambiamos muchas palabras además de unas pocas y casuales. En un momento
del día, él vino a la cocina en busca de algo de tomar y de manera deliberada rozó mi
cuerpo. Pude sentir su pecho detrás de mi espalda, la calidez de su cuerpo filtrándose
a través de nuestras ropas y alcanzando mi piel. Aquello hizo que mi cuerpo entero
tuviera un hormigueo y dejé escapar un suave gemido debido a la sensación, algo que
“Está bien,”” le dije, aún sorprendida pero sabiendo por su expresión de que no
tomaría un no por respuesta en este tema. Limpié mis manos y me dirigí a las
escaleras, subiéndolas de inmediato. Entré a mi habitación, para luego quitarme
algunas prendas. Fui al baño y me vi al espejo, aún un poco sorprendida por lo
desaliñada que lucía. Estaba manchada y salpicada con comida, mis pantalones
sucios por limpiar mis manos en ellos. Me desnudé y los dejé a un lado rápidamente,
me puse un pantalón negro y una camiseta rosada. Me calcé mis zapatillas de
bailarina negras, no queriendo bajar descalza, y peiné mi cabello. Lo dejé suelto pero
recogido detrás de mis orejas. Después de que me asegurara de lucir decente, me
dirigí a la planta baja, deteniéndome en el vestíbulo cuando alcancé a ver a Edward.
Él sonrió ligeramente y sus ojos escanearon mi cuerpo por un momento antes de que
pasara rozando junto a mí y se dirigiera al piso de arriba. Llegué al área de la sala, los
otros tres hombres me miraron y me sonrieron pero enfocando su atención de regreso
en el juego que estaban viendo. Edward regresó un momento después y el doctor
Cullen carraspeó y se puso de pie.
“Muy bien, ¡Vamos a comer!” dijo. El rostro de Emmett brilló de emoción, para luego
salir del sofá con un brinco y correr a la mesa. El resto de chicos se carcajearon y yo
sonreí por su entusiasmo. Caminé hasta la mesa y Jasper acercó una silla para mí de
manera cortés. Le di una pequeña sonrisa y le susurré ‘gracias’, para luego sentarme.
Era extraño, ser tratada como si fuese una invitada en la mesa de la cena. Jasper se
sentó a mi lado y Edward se sentó frente a mí, así como lo había hecho la única vez
que comí con ellos.
Todos ellos inclinaron la cabeza y yo imité su gesto, y el doctor Cullen hizo una
bendición rápida. Estaba sorprendida de que él rezara, ya que no parecía ese tipo de
persona, considerando el tipo de negocios en el que estaba involucrado, pero el hecho
es que el doctor Cullen seguía siendo para mí un misterio. Después de la oración,
empezó a cortar el pavo y todos comenzamos a servirnos comida ayudándonos
Yo asentí y él volteó su cabeza para mirar a Emmett. Emmett hizo a un lado su tenedor,
recargando su espalda en la silla. “Estoy agradecido por Rosalie, y por aquellos labios
sensuales que ella posee” fue como él empezó. El doctor Cullen rodó sus ojos y los
otros chicos se rieron. Su padre hizo un ademán con su mano después de un momento.
“Estoy agradecido de que finalmente me graduaré del instituto, pronto, para ir la
universidad. Estoy agradecido por todo lo que tenemos, por supuesto. ¡Y agradecido
por esta comida ya que está malditamente buena! ¡Gracias, Isabella!” el exclamó. Yo
me sonrojé mientras él me miraba con entusiasmo y todos rieron. El doctor Cullen miró
a Edward después, alzando sus cejas de forma expectante.
Edward suspiró. “Estoy agradecido por el Volvo, maldita sea que estoy agradecido de
que no lo regresaste con un ningún rayón,” dijo, alzando una ceja a su padre. El doctor
Cullen sonrió y asintió. “Estoy agradecido por estar en casa, fuera de ese ridículo
internado. Estoy agradecido por la música y por mi pistola. Amo mi pinche pistola”
Lo miré con sorpresa mientras él asentía para sí mismo, sonriendo. El doctor Cullen se
rió entre dientes. “Sí, es una buena pistola, la vi en tu auto. Es una 1911 .45 ACP, una
pequeña pero poderosa arma. ¿De dónde la sacaste?”.
Mis ojos se abrieron como platos ante sus palabras y todos los demás rieron. “Jasper,”
dijo el doctor Cullen.
“Alice por amarme, papá por todo su apoyo, financiero y emocional. A mis hermanos
por su compañía. Isabella por todo lo que hace por nosotros, y por ser mi amiga a
pesar de las circunstancias,” dijo él. Yo lo miré fijamente sorprendida y él sonrió
suavemente.
“Esas son buenas cosas para estar agradecido. La mayoría de las personas toman los
conceptos básicos por sentado” dijo. Yo asentí.
“Sí, cuando tú vives la mayor parte de tu vida sin ellas, aprendes a apreciarlas,” le dije
suavemente. “Estoy agradecida por su amabilidad, también.” Mantuve mi mirada en la
mesa y pude sentir los ojos de Edward sobre mí, pero no me atreví a mirarlo. Hubo una
pequeña pausa y un persistente silencio me estaba haciendo sentir incómoda antes de
que el doctor Cullen hablara de nuevo.
“Estoy agradecido por mis hijos y por sus parejas. Estoy agradecido por la paz que
tenemos garantizada viviendo aquí, agradecido de que soy capaz de ejercer la
medicina. Estoy agradecido por nuestra salud y bienestar, y por último, por la
seguridad de Isabella,” dijo. Yo lo miré con sorpresa y él se encontró con mis ojos,
mirándome por un momento. Aquello era, ligeramente extraño, tener a mi amo
proclamando que estaba agradecido de que yo estaba a salvo. No estaba segura
cómo tomar sus palabras, o qué fue lo que quiso decir con ellas. ¿Estaría alguna vez
verdaderamente segura?
“Bien, estoy lleno. Ustedes están excusados de retirarse una vez que hayan terminado”
dijo, tomando su plato y poniéndose de pie. Él se volteó y caminó unos pocos pasos con
dirección a la cocina, vacilante antes de que se detuviera en la esquina. “¿Isabella?”
“Gracias,” dijo él. Mis ojos se abrieron un poco y yo asentí cuando fijó su mirada en mí.
“De nada, señor” le dije. No estaba muy segura exactamente por qué me estaba
agradeciendo, pero asumí que debía ser por la comida. Él asintió en respuesta y salió
de la estancia rápidamente. Dudé por un momento antes de retirar mi silla, tomar mi
plato y ponerme de pie. Salí del área del comedor de inmediato y fui a la cocina. Retiré
los restos de comida del plato así como el doctor Cullen lo había hecho, y empecé a
cargar el lavaplatos y a limpiar la cocina.
Suspiró después de un momento cuando el doctor Cullen caminó por el vestíbulo donde
alcanzaba a escucharnos, y se volteó para irse. Lo miré y lo vi dirigirse a las escaleras.
Llegué al tercer piso y fui a mi puerta, dudando en el pasillo cuando vi que la puerta de
la habitación estaba completamente abierta. Él estaba sentado en su escritorio con uno
de sus libros del instituto abierto en frente de él mientras lo miraba fijamente. Yo sonreí
levemente, ya que se veía bastante adorable y muy pasivo concentrado completamente
en su libro. Volteé para dirigirme a mi habitación, no queriendo molestarlo, cuando
escuché su voz.
“¿Sí, Edward?”
Él sonrió cuando yo dije su nombre. “¿Quieres ver una película o algo así?”. Yo sonreí y
me encogí de hombros.
"Está bien. Aunque quisiera tomar un baño primero,” le dije. Él asintió con su cabeza.
“Eso está bien. Solamente ven cuando hayas terminado. Estaré aquí dentro” dijo,
volviendo su mirada a su libro. Yo volteé y sonreí para mí misma, suspirando
levemente.
Me senté allí por un momento hasta que el agua se enfrió, antes de que finalmente
lavara mi cabello y saliera de la bañera. Me sequé por completo y me puse el albornoz,
tomando mi cepillo para librarme de los nudos de mi cabello. Me dirigí a la habitación
y me puse la ropa interior, sacando unos pantalones negros cortos y poniéndomelos.
Tomé la camisa de fútbol de Edward y la deslicé por mi cabeza. Me dirigí a la puerta y
me detuve un momento con la mano en el pomo, ligeramente nerviosa por alguna
razón. Era tan irracional, pero estaba asustada de que pudiese ser capaz de adivinar
lo que yo había hecho. Sabía que incluso, si él llegaba a saber que me había tocado a
mí misma, no tendría nada que decir sobre eso, ya que había sido él quien me había
animado a hacerlo, pero aun así, me sentía avergonzada. Había un dolor sordo allí
abajo, una ligera vibración que extrañamente se sentía como si me estuviese llamando,
impulsándome a que la toque. Era desconcertante, aquellas sensaciones, el deseo de
ser tocada. Me pregunté si a lo mejor no debía ir a la habitación de Edward en esa
“¡MIERDA!” salté, mi corazón comenzó a latir con fuerza sobresaltado por la palabra
que rebotó fuertemente a través del piso. Tomé el pomo de la puerta y la abrí rápido,
preocupada de que algo anduviese mal. Alcé mi mirada y mis ojos se clavaron en
Edward instantáneamente. Estaba de pie, cerca de la puerta dentro de su habitación,
mirando alrededor como su estuviese buscando algo. Estaba pasando sus manos por
su cabello con fuerza, luciendo frustrado. Yo me quedé de pie y lo vi por un momento
mientras él soltaba aún más groserías, no tan fuerte como antes. Empezó a patear algo
del desastre que había en el suelo de su habitación. Sonreí ante su numerito, moviendo
mi cabeza.
“¡Cristo! ¿Por qué nunca puedes hacer un sólo jodido ruido?” espetó. “¿Estás tratando
de darme un maldito ataque al corazón?” Lo miré, ya que no estaba exactamente
sorprendida de su reacción. Debo admitir que no me gusta cuando Edward me
hablaba de manera brusca, pero aquello era parte de quién era, así que nunca le dije
nada por eso. Yo no era la indicada para dictar cómo debía ser su conducta, ni
tampoco quería serlo. Amaba a Edward por quién era y yo no quería que dejara de ser
él mismo. Eso fue una de las cosas que hizo que nos engancháramos tan bien. Él
nunca trató de cambiarme o criticarme. Aceptó mis rarezas y defectos, incluso si no le
gustaban, y había hecho su mejor esfuerzo en hacerme una persona autónoma, pero
jamás me criticó cuando yo era débil.
Me miró por un momento con una mirada de rabia antes de que el gesto de su rostro se
suavizara. Suspiró y pasó su mano por su cabello. “Perdí mi teléfono,” dijo con voz
irritada. Sonreí levemente y asentí, volteándome y caminando de regreso a mi
habitación. Tomé mi teléfono que estaba sobre la mesita y lo abrí, presionando el
botón derecho para abrir la libreta de contactos. Después de lo que pasó con James,
Edward me había enseñado como usar todas las funciones del teléfono. De manera
rutinaria me enviaba mensajes de texto desde el instituto y la semana anterior me
llamó una vez durante su hora de almuerzo.
“Fui un imbécil, no debí haberte tratado de manera brusca,” dijo con voz suave. Le
sonreí y me alejé un poco de él. “¿Qué tal si vemos esa película ahora?” Sugirió en
tono de disculpa.
Asentí, apreciando el hecho que pareciera arrepentido cuando no era necesario. Sabía
cómo era él. Tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos y me llevó por el pasillo
hasta su habitación. Sonreí y agarré el pomo, cerrando la puerta de mi habitación
rápidamente. Una vez que estuvimos en su habitación, él cerró la puerta y caminó
hasta la cama, dejándose caer sobre ella.
“Hay algunos DVD en el estante,” dijo él, señalando hacia la pared que albergaban su
colección de música. Yo lo miré con gesto de sorpresa al inicio, ligeramente
asombrada de que me dejara escoger la película, pero después de un momento
caminé hasta el estante y comencé a ver los títulos. Estaba empezando a mejorar
muchísimo con la lectura gracias a Jasper y Alice, y Edward se había vuelto un poco
persistente en hacerme leer cosas en cada oportunidad que tenía. Supuse que esa era
su manera de ayudar.
“Tú siempre hueles bien,” le respondí cuando él se alejó. Él rió entre dientes.
“Al igual que un rayo de sol, ¿verdad?” él preguntó bromeando, empujándome con su
“Y como lilas y miel,” dije. Él rió, negando con su cabeza. Se puso de pie y agarró el
control remoto mirando a la pantalla. Se quedó paralizado y se volvió, levantando una
ceja hacia mí.
Edward lanzó el control remoto a la cama y caminando hasta allí, apagó la luz. Debido
al espesor de las cortinas, la habitación se oscureció considerablemente a pesar de
que afuera aún había luz solar. Se acercó a la cama y se deslizó en ella, sentándose
con su espalda apoyada en el cabecero de la misma. Se acercó a mí y me tomó del
brazo, mientras yo me reía y él inclinaba mi cuerpo de tal manera que mi cabeza
quedó en su regazo. Él miró hacia abajo, a mi rostro y sonrió, tomando su mano y
peinando mi cabello con ella de manera suave. “¿Sabes que esta película está llena
de escenas de sexo, drogas y violencia, verdad?” Preguntó. Mis ojos se abrieron como
platos debido a la sorpresa y él se echó a reír, obviamente anticipando mi reacción por
adelantado.
“No, no lo sabía,” le respondí. Miré hacia arriba para verlo y se encogió de hombros.
“Creo que debías haber leído la portada, ¿eh?” dijo en broma. Yo rodé mis ojos y él
volvió a echarse a reír.
“Estaba asustado esta mañana,” dijo suavemente. Mis ojos se abrieron ligeramente y
lo miré algo confundida, sin saber a qué se refería. Él suspiró. “Me desperté para
Yo le sonreí levemente. “¿Y cuál estabas más molesto por perder”? le pregunté. Me
miró por un momento y yo me pregunté si en verdad lo estaba pensando. Se inclinó
hasta mí y presionó sus labios con los míos, abriéndolos un poco y sacando un poco su
lengua para acariciar mi labio inferior. Abrí mi boca para él, y él inclinó la cabeza a un
lado, para profundizar el beso. Gimió despacio y se separó de mí un momento después
“La chica, definitivamente. Puedo comprar un nuevo coche, pero ella es irremplazable.”
Sentí un sonrojó arremolinar en mi rostro y él se echó a reír. Alzó su mano y acarició mi
mejilla con la punta de sus dedos. Gemí suavemente e incliné mi cabeza hacia su
mano, disfrutando de las chispas que provocaba su contacto. Él descansó su mano en
mi mejilla y me miró por un momento, su mirada era intensa. Había tanta emoción en
sus ojos, tanto amor chispeante dentro de sus hipnóticos ojos verdes.
“Yo también te amo, la mia bella ragazza,” dijo él. Le sonreí y sentí mi sonrojo
profundizarse con el sonido del acento que usaba cuando hablaba tan suavemente en
otro idioma. Aparté mi mirada de él, ligeramente avergonzada por mi reacción al
escucharlo hablar italiano, y él se echó a reír. “¿Por qué esa reacción?” Preguntó.
“¿En serio?” Preguntó. Asentí y él sonrió con picardía. Se acercó lo más posible a mi
cuerpo, tanto así que estaba casi presionando su cuerpo contra el mío, alzó su cabeza,
trayendo sus labios a mi oído. “Ti amo tantissimo, fin dal giorno in cui ci siamo
incontrati ho sentito un sentimento speciale tra noi. Mi hai reso felice come mai prima*.”
Cerré mis ojos y dejé escapar un suave gemido mientras su aliento golpeaba mi oído.
Él hizo una pausa, moviendo ligeramente su cabeza y acariciando su mejilla contra la
mía. El incipiente vello facial de su rostro me hizo cosquillas. “Sei la prima cosa che
penso quando mi sveglio, e l'ultima quando mi addormento. Ti amo, la mia bella
ragazza*,” susurró después de un momento. Mi respiración se detuvo y sentí un
cosquilleo recorrer mi cuerpo. Abrí los ojos y se encontraron de inmediato con los suyos.
Su mirada era intensa, su expresión, sorprendente. Su respiración era algo errática y
profunda. Inclinó su cabeza hacia adelante y presionó sus labios contra los míos con
fuerza, con tanta pasión que fui empujada hacia tras ligeramente. Rodé sobre mi
espalda y él se movió conmigo, ubicándose sobre mí sin descansar su peso en mi
cuerpo. Lo besé en respuesta, de la misma manera apasionada que él estaba
haciendo conmigo, queriendo que fuera capaz de sentir cuanto lo quería, queriendo
“Déjame hacerte sentir bien,” susurró, su voz temblaba por la emoción. Me estremecí
cuando su aliento golpeó mi oído. “Prometto di non danneggiarlo. Prometo no hacerte
daño, nena.”
Mi cuerpo tembló y mi respiración se detuvo ante sus palabras. Mi agarre fue incluso
más fuerte, apretándolo a mi cuerpo lo más fuerte posible. Él dejó un poco más de peso
sobre mi cuerpo, para acostarse sobre mí, su mano subiendo y bajando por mi muslo.
Estaba estremeciéndome por su contacto, mi cuerpo empezaba a encenderse con un
fuego que nunca antes había sentido. “Confío en ti,” le susurré después de un
momento, mi voz era entrecortada y temblaba por la anticipación. No tenía miedo,
porque de verdad confiaba en él. Confiaba en que no me haría daño. Él me amaba, le
creí cuando me lo dijo. Me protegió y nunca haría nada para violarme, nunca haría
nada con lo que yo estuviese incómoda. Levantó su cuerpo y me miró a los ojos. Yo le
devolví la mirada, queriendo que viese que hablaba en serio. Que confiaba en él y que
podía tocarme, ya que sabía que no me presionaría más lejos de lo debido.
Se inclinó hacía a mí y presionó sus labios contra los míos levemente. Se retiró un poco
hacia atrás y se inclinó hacia su mesa de noche, tomando el control remoto de su
equipo de música. Presionó un botón y la música apareció, era algo de música clásica
suave. Dejó a un lado el control remoto y volvió hasta mí. “Dime que pare en cualquier
momento y lo haré, ¿de acuerdo?”, dijo suavemente, su expresión y tono eran
completamente serios.
“Solo relájate” murmuró con sus labios sobre los míos. Llevé mis manos hacia su
cabello, entrelazándolas mientras sus labios se movían hacia abajo, besando mi cuello
una vez más. Después de un momento, sentí mi camiseta ser levantada levemente y sus
manos recorrer mi estómago con suavidad. Subió mi camiseta lo suficiente como para
exponer mi estómago y cambió la posición de su cuerpo para quedar de alguna
manera, más abajo que yo en la cama. Cerré los ojos, tratando de relajarme, y temblé
cuando sentí su respiración sobre mi estómago. Empezó a dejar ligeros besos por toda
mi carne y quedé sin aliento cuando sentí su lengua meterse en mi ombligo. Eso envió
Besó casi cada pulgada expuesta de mi piel que pudo encontrar. Sus manos vagaban
por mi muslo, de arriba a abajo con suavidad. Yo me estremecí, gimiendo suavemente
mientras me tocaba. Levantó su cuerpo después de un momento y tomando mi
camiseta me miró. “¿Puedo”? preguntó, mirando hacia mi camiseta brevemente. Lo
miré por un momento pero asentí con algo de duda. Él asintió una vez y removió la
camiseta hacia arriba mientras yo me movía para que pudiese retirarla del todo. Él se
recostó despacio junto a mí y miró mi torso expuesto, gimiendo. Me tensé un poco,
sintiéndome tímida por lo que estaba pasando pero sin saber el porqué estaba
reaccionando de esa manera. Todavía estaba usando mi sostén, nunca había estado
expuesta en frente de un hombre antes. Me miró y se inclinó hacia adelante, besando
mis labios con suavidad.
“Bella. Tan hermosa,” susurró sobre mis labios. Bajó sus labios y besó la base de mi
garganta, y yo cerré mis ojos y eché la cabeza hacia atrás para que pudiese tener
mejor acceso. Besó a lo largo de mi clavícula y en medio de mis pechos. Bajó una de
sus manos después de un momento y con ella rozó mis pechos aún cubiertos por el
sostén, yo gemí. Todavía estaba besando mi piel cuando usando una mano, la coló
debajo del sostén, levantando un poco la copa del mismo. Di un grito ahogado cuando
su mano entró en contacto con mi pecho desnudo, sus dedos ligeramente rozando mi
pezón. Se puso duró bajo su toque y gemí mientras unas chispas bailaban a través de
mi piel. Estiró su brazo e hizo lo mismo con el otro pecho, levantando la copa y
acariciando con sus dedos mi pezón. Él retiró su boca de mi cuello y llevó sus manos
atrás de mí rápidamente, desabrochando mi sostén. Estaba ligeramente sorprendida
por cuán rápido lo hizo, incluso yo he tenido problemas para desabrochar sostenes a
veces. Miró mi cara de sorpresa y sonrió tímidamente. Removió el sostén y lo dejó a un
lado. Se volvió sentar y miró mi pecho desnudo por un momento, su mirada me estaba
empezando a poner nerviosa. Edward era experimentando y yo no sabía que era a lo
que él estaba acostumbrado, si mis pechos eran lo suficientemente grandes o
simplemente estaban bien. Miró mi rostro, viendo mi expresión de preocupación.
Suspiró y se inclinó hacia mí, besándome con suavidad.
“Eres jodidamente perfecta” dijo, llevando una de sus manos hacia abajo y tomando
uno de mis pechos. Sonreí levemente, ya que era tan propio de Edward maldecir en un
momento tan dulce como este. Regreso mi sonrisa y miró hacia abajo, fijando sus ojos
en mis pechos. Llevó sus labios a ellos después de un momento y jadeé mientras usaba
su lengua, arremolinándola alrededor de uno de mis pezones. Mi espalda se arqueó y
él gruñó, usando su mano en el pecho en el cual su boca no estaba. Dejó besos por
toda la piel de mis pechos, succionando con suavidad mis pezones y jugando con ellos
con su lengua. Se sentía tan increíble, diferente a cualquier cosa que yo hubiese
podido imaginar. Yo lo tenía aferrado a mí con fuerza, apretándome a él desde su
“Tan jodidamente hermosa,” él murmuró sobre mi piel “Il vostro corpo responde
perfettamente al mio tocco*.” Gemí y él llevó sus labios a los míos, besándome con
suavidad. “¿Se siente bien, tesoro?”
“Arrapatissimo*,” Masculló sobre mis labios, su voz áspera. “Dios, estás empapada.”
Me confundí por un momento, pero antes de que en realidad pudiese formular algún
pensamiento coherente sobre lo que dijo, él presionó su mano con un poco más de
fuerza y yo gemí, echando mi cabeza hacia atrás. Sus labios fueron a mi cuello y
empezó a lamer y a besar todo el camino y a través de mi clavícula.
“Abre tus piernas un poco, nena,” él susurró. Yo dudé pero hice lo que él me pidió.
Movió su mano levemente para agarrar mi pierna y hacerla para atrás, abriéndome
para darle mejor acceso. Su mano regresó directamente al punto y yo jadeé de nuevo
cuando empezó a frotarlo. Su boca fue a mis pechos, él lamía mis pezones mientras su
mano empezaba a frotar en círculos el área allí abajo, presionándola firmemente. Las
cosquillas atravesaron todo mi cuerpo, descargas de electricidad recorrieron mis
venas. Mis piernas empezaron a temblar, mi respiración se volvió errática. Jadeos y
gemidos suaves escapaban de mi garganta de manera involuntaria. Arqueé mi
espalda cuando él empezó a incrementar el ritmo en sus movimientos. Agarré las
sábanas, haciendo un puño con ellas, apretando mis ojos fuertemente. Las sensaciones
eran intensas, tan intensas que apenas podía soportarlas. Se sentía tan bien, mejor
“Stupore*,” él masculló sobre mi piel, su voz era áspera. Llevó su lengua a uno de mis
pechos y dibujó con ella el área alrededor de mi pezón antes de cerrar sus labios en él
y succionarlo. Gemí y dejé la mano que tenía sobre la cama, para que encontrara su
camino hacia el cabello de Edward. El gimió de nuevo y empezó a succionar mi pezón
con más fuerza, su mano en mis pantaloncillos moviéndose más rápido y presionando
más fuerte. “Solo siéntelo nena. È tutto per voi. Lo voglio venire per me*.”
Gemí cuando el italiano fue pronunciado por sus labios, su voz ronca y sus palabras
entrecortadas. Él estaba respirando con dificultad, casi tan duro como yo lo estaba
haciendo. Podía sentir sus aliento soplar sobre los puntos húmedos sobre mi piel y eso
envió hormigueos en mi columna vertebral. Su mano estaba frotando círculos
desesperados en mi ropa interior y las sensaciones crecían cada vez más. Podía sentir
la presión intensificándose, la tensión creciendo y volviéndose fuerte. Empecé a jadear
y a gemir, incapaz de detenerme yo misma. Mi cuerpo parecía tener voluntad propia y
empecé a retorcerme, moviendo mis caderas. Él gimió y separó su boca de mis pechos,
llevando sus labios a encontrarse con los míos. Presionó su boca contra la mía y trajo
su lengua de inmediato, besándome profundamente y de manera frenética. Empecé a
perder el aliento mientras el placer se fortaleció y me recorrió por completo. Mis ojos se
abrieron por completo cuando sentí a mi cuerpo paralizarse casi totalmente, todo me
cosquilleaba pero parecía congelado. Edward sintió a mi cuerpo tensarse y se separó
de mis labios brevemente, mirando a mis ojos. La comisura de sus labios se alzó hasta
el infinito. “Así es, la mia bella ragazza,” él susurró. Presionó mi punto más firme y yo
jadeé mientras frotaba un par de veces más. Casi de la nada, todo pareció hervir
dentro de mí y mis piernas empezaron a temblar, mi cuerpo entero se estremeció.
Lloriqueé, casi hasta grité cuando, algo que parecía una explosión, ocurrió dentro de
mí, la más intensa sensación que jamás había sentido rápidamente se disparó por mis
piernas y subió a mi estómago, tan fuerte, mi espalda se arqueó y perdí el aliento por
completo. Se sintió tan bien que casi hasta dolió. Edward presionó sus labios sobre los
míos firmemente, amortiguando mis sonidos de inmediato. Yo lo envolví en mis brazos
con fuerza, aferrándome a él mientras continuaba moviendo su mano, las sensaciones
continuaron disparándose en mi interior. Se sentía como si estuviese teniendo
espasmos musculares, como si mi cuerpo entero estuviese reaccionando y trabajando
por sí solo, sin ninguna ayuda de mi parte. Estaba gimiendo y lloriqueando en su boca
mientras él me sostenía fuertemente a él y dejaba salir todo lo que tenía adentro. La
sensación desapareció después de un momento, la tensión liberándose de mis
Él removió sus labios de los míos y empezó a besar suavemente mi cuello una vez más.
Alejó su mano de allí después de un momento y empezó a acariciar mi estómago con
suavidad, recorriendo con su mano su camino hacia arriba y masajeando con cuidado
mis pechos y explorando mis pezones con la punta de sus dedos. Se movía lentamente,
su roce era suave mientras yo seguía acostada muy quieta, respirando pesadamente.
Él se echó para atrás después de un minuto o algo así, sentándose despacio para
verme. Me miró a los ojos, su expresión era intensa. Lo miré y traté de recuperar mi
respiración y ponerla bajo control. Él no decía nada, solo me miraba mientras yo
empezaba a sentirme tímida nuevamente. Mi cuerpo se sentía como una gelatina y
apenas si me podía mover, cada pulgada de mí sintiéndose relajada y exhausta.
Había sido una experiencia asombrosa y estaba tratando de asimilarla, asimilar
aquellas sensaciones que me recorrieron por completo. Nunca dudé cuando me dijo
que podía hacerme sentir bien solo tocándome, pero jamás esperé tal intensidad. Una
cosa es escucharlo, otra cosa es experimentarlo.
“Oh, mi Bella,” dijo, su voz derramaba felicidad. “Estoy pensando en que si yo pudiese
pasar el resto de mi vida viéndote de esta manera, yo sería el maldito más feliz del
planeta. Eso fue jodidamente hermoso”.
Mis ojos se abrieron con sorpresa y me apretó con fuerza, meciendo mi cuerpo con su
abrazo. Él nos subió un poco después de un momento y se agachó, agarrando el
cobertor y tirando de él hasta cubrirnos.
“¿Estás bien?” preguntó despacito un momento después, con algo de duda en sus
palabras. Mi ceño se frunció y levanté un poco para verlo. Me miraba con preocupación
por alguna razón.
“Te prometo que estoy bien,” le dije, esperando con eso tranquilizarlo de que no me
pasaba nada malo. “De hecho, estoy muy bien. Muchas gracias…por eso…” murmuré,
sonrojándome.
Él se rió, su expresión era alegre. “De nada, pero te aseguro, que no tienes que
agradecerme. Yo puedo hacer esa mierda en cualquier momento que desees, será mi
placer hacerlo. Así que, eh…” él empezó alzando una de sus cejas y sonriendo. “¿Lo
disfrutaste?”
Yo asentí, sonrojándome aún más y sonriendo tímidamente. Edward rió entre dientes y
recorrí con el dorso de su mano, mi mejilla enrojecida. “Debo decir, que estoy bastante
sorprendido de que tu rubor se extienda a lo largo de todo tu cuerpo,” dijo él, su mano
moviéndose un poco más abajo. Recorriendo con sus dedos mi cuello y mi pecho,
explorando también mis pechos. Gemí suavemente cuando su mano entró en contacto
con mi pezón, mientras se erguía de inmediato bajo su toque. Miré hacia abajo y vi que
mi pecho estaba, de hecho, sonrojado. Miré a Edward y vi que él estaba mirando mi
pecho, sus dedos haciendo círculos alrededor de mis pezones. Me hizo sentir algo
nerviosa estar frente a un hombre sin camisa, con sus ojos fijos en mi pecho. Me
empecé a retorcer un poco y él me miró al rostro.
“No seas tímida, amore mio*,” dijo suavemente. Se movió un poco de tal manera que
pudo llevar ambas manos a mis pechos para tomarlos, masajeándolos con gentileza.
“Tienes un cuerpo increíble”.
Yo gemí con suavidad, dejando que mis ojos se cerraran un poco. Llevé mis manos
hacia arriba y las dejé sobre las suyas.
“Te amo, Edward Cullen,” dije suavemente. Sentí como la cama se movió y él removió
sus manos de mis pechos. Abrí los ojos y lo vi sentarse frente a mí. Envolvió mi cuerpo
con sus brazos y me acercó a él nuevamente, acostándonos sobre la cama una vez
más. Me acurruqué junto a él, con mi cara en su cuello. Dejé un beso suave cerca del
hueco de su garganta y sentí su cuerpo temblar. Me di cuenta que aquella era la
primera vez que yo había besado a alguien en otro lugar que no fuese los labios e
“Te amo, Isabella Marie Swan. Sempre,” dijo él. Moví mi cabeza y lo miré, viendo cómo
sus ojos se cerraban de a poco. Ubiqué mi rostro en el hueco de su cuello, inhalando su
aroma. Olía tan asombroso, tan reconfortante.
“Sempre,” le susurré en respuesta, cerrando mis ojos. Y allí supe que era verdad. Que
yo amaría a Edward por siempre, el tiempo que yo viva. Él sería mi “siempre”.
**************
Ti amo tantissimo, fin dal giorno in cui ci siamo incontrati ho sentito un sentimento
speciale tra noi = Te amo tanto, desde el día que nos conocimos sentí una conexión
contigo
Mi hai reso felice come mai prima = Me has hecho más feliz de lo que nunca he sido
Sei la prima cosa che penso quando mi sveglio, e l’ultima quando mi addormento =
Eres en lo primero que pienso cuando despierto y en lo último que pienso cuando me
quedo dormido
Dolcezza = Dulzura/cariño
Stupore = Increíble
Sempre = Siempre
Edward Cullen
Abrí los ojos y gemí, ya que mi brazo estaba dormido y sentía como si estuvieran
siendo clavadas en él un millón de agujas simultáneamente, por algún pendejo sádico.
Le eché un vistazo y vi que estaba atrapado bajo el cuerpo de Isabella, en algún
momento se había movido sobre su espalda con su cabeza en mi hombro. Traté de
sacar mi brazo de debajo de ella con cuidado y murmuró en su sueño, rodándose de
encima de mí. Di un suspiro de alivio y me senté, rodando mi hombro y flexionando mi
brazo, tratando de que fluyera de nuevo la jodida circulación.
Ella ahora estaba acurrucada con su almohada, abrazándola con fuerza. Había
empujado la manta debajo de su cintura, dejando al descubierto su espalda desnuda.
Dejé que mis ojos se entretuvieran en ella por un momento, pude ver las leves crestas
de su columna vertebral y pude ver un atisbo de su seno de lado derecho. Ella era tan
jodidamente hermosa y me molestó que no lo viera. Podía ver la aprensión en su
expresión, su nerviosismo y timidez cuando permitió que su carne quedara expuesta
para mí. No soy un puto estúpido; sabía que era muy difícil para ella. Ella no había
hecho esa mierda; sabía que era el primero que alguna vez había visto sus senos así.
Y joder, eran increíbles. Tan perfectamente proporcionados, un poco más que un puño,
sólo lo suficiente para ahuecar mi mano en ellos y masajearlos y acariciar a los
cabrones. Me sentí como algún maldito chico inexperto, acariciando su primer par de
tetas, pero nunca antes les había prestado mucha atención. Era algo así como del tipo
de entrar, conseguir lo mío y salir, y ocasionalmente había apretado o pellizcado uno
Lo que vi del resto de su cuerpo era simplemente tan increíble, no estaba mintiendo
cuando dije eso. Me encantó su puto estómago, ya que era suave pero delgado, y
había algo en su maldito ombligo que me había fascinado. Y su piel era tan tersa y
cremosa, el sabor de su carne era increíble con un toque ligeramente salado en ella.
No le quité las prendas de abajo, porque trataba de hacerlo lo más confortable posible
para ella, sin querer exponerla por completo. Joder, no quería presionarla demasiado
lejos, demasiado rápido y tenerla completamente desnuda. Honestamente, si le
hubiera quitado su ropa interior, tenía miedo de que no hubiera podido contenerme
tanto, como si hubiera tenido que luchar contra la pinches ganas de fisgonear. Sabía
que ella no estaba preparada para eso, así que me fui a lo seguro y sólo metí mis
manos en sus bragas. Y que me jodan, si no estaba completamente empapada,
jodidamente excitada y caliente. Su vello púbico era sorprendentemente suave, y
rizado, no fuera de control pero aun así, era natural. Joder, no puedo mentir, en el
pasado siempre he preferido un coño completamente depilado, pero algo sobre sentir
el pelo de Bella de ahí abajo, esa mierda me encendió a lo grande. No pude evitar
acariciar esa mierda y sentí ganas de frotar mi mejilla contra él, queriendo frotar mi
puta nariz contra su clítoris y oler su excitación, sacar mi lengua y probar su humedad,
la razón por la que la dejé con su maldita ropa interior, porque eso sería presionarla
demasiado. Sin embargo, ella olía dulce y todavía podía oler su excitación.
Sin embargo, jamás nada podrá igualar el haberla ayudado a experimentar su primer
puto orgasmo. Fue asombroso, la forma en que su cuerpo se tensó y comenzó a temblar
mientras traspasaba a través de ella. Ella arqueó su espalda y hubo un intervalo, de
unos pocos segundos, donde estuvo casi completamente paralizada, antes de que
soltara un puto gemido gutural. Era fuerte, más fuerte de lo que alguna vez hubiera
esperado escuchar de su boca, e inmediatamente estrellé mis labios con los suyos
tratando de sofocar el sonido, porque había personas a sólo un maldito piso debajo de
Había tenido mucho sexo en mi vida, más sexo de lo que jamás podría sentarme y
calcular, y había dado un montón de puñeteros orgasmos en los últimos años. Jamás
había estado con una chica sin hacerla venirse, era en lo que era jodidamente bueno.
Pero nada, y me refiero a nada, fue alguna vez tan jodidamente erótico y satisfactorio
como ver a Isabella alcanzar la cima y explotar en el clímax. La forma en que su rostro
se contorsiono por el placer agonizante y como todo su cuerpo tembló, fue jodidamente
hermoso. Ella no puso un dedo en mi polla, pero en mi mente se sentía como si
acabara de experimentar la follada de mi vida simplemente con verla.
Sin embargo, físicamente era otra historia. Físicamente estaba en puta agonía. No
estaba acostumbrado a no ser el que se corriera.
Todavía todo era bastante impresionante, casi irreal. Me quedé sentado ahí viendo el
movimiento de su espalda descubierta a medida que respiraba profundamente en su
sueño y todavía estaba tratando de aceptar el hecho de que había redondeado
rápidamente algunas malditas bases. Ni siquiera podría decirte, que fue lo que lo
provocó; simplemente parecía como si de la nada ambos supimos que era momento de
avanzar con esta mierda.
Y la forma en que ella casi se derritió cuando le hablé en italiano, fue increíble. Su
carne se erizó cuando susurré contra su piel, diciéndole cosas sexys en un idioma
extranjero. Ella no podía comprender lo que le estaba diciendo, pero simplemente
pareciera como si su cuerpo lo entendió, respondiendo adecuadamente a ello. Joder,
dejaría de hablar inglés y seguiría con el italiano si ella siempre va a responder de esa
manera, eso era malditamente seguro.
Maldije cuando mi dedo gordo del pie comenzó a punzar por lo que sea que había
pateado y me acerqué a la puerta abriéndola. Salí al pasillo y cerré la puerta con
suavidad, bajando las escaleras. Llegué al vestíbulo y salté cuando levanté la vista y vi
a una persona de pie en la puerta de la cocina, agarrando mi pecho cuando mi
corazón comenzó a latir con fuerza por tomarme desprevenido. No esperaba que
alguien estuviera levantado a esta puñetera hora, mucho menos a mi maldito padre.
“¡Mierda, papá!”. Dije con brusquedad. “¡Me asustaste!”. Mi padre suspiró y negó con
la cabeza, luciendo algo molesto.
“Como sea,” murmuré. Me dirigí hacia la cocina y él se hizo a un lado para dejarme
pasar. Caminé hacia el gabinete y lo abrí, sacando un vaso. Abrí el refrigerador y
agarré el galón de jugo de naranja, sacándolo y vertiendo un poco en mi vaso. Puse el
galón de vuelta en el refrigerador y me giré para ver a mi padre parado en la puerta
observándome con curiosidad. Cerré la puerta del refrigerador y me apoyé contra la
encimera, tomando un trago.
“Si me estás preguntando si todavía las tengo, entonces sí,” dije, molesto de que
sacara esa mierda, ya que no estaba de humor para hablar de eso justo ahora. Sin
embargo, me di cuenta por su expresión, que estaba realmente preocupado, así que
traté de mantener la calma, sin querer reaccionar con brusquedad cuando sólo estaba
de ser paternal y esa mierda.
“¿Y ponerme todo psicótico de nuevo? No, gracias, paso,” murmuré. La última vez que
probé esa mierda me quitó las pesadillas pero empecé a actuar como el puto Guasón
de Batman, riendo todo el tiempo como un maniático sin razón y siendo temerario
hasta el punto que fui casi un puto suicida. También me jodió en lo sexual, incrementó
mi deseo de tener sexo y me mantuvo constantemente erecto, cualquier pinche cosa me
excitaba, pero no importa lo que hiciera, simplemente no podía correrme. Esa mierda
era una tortura, nunca conseguí un puto alivio de ello. Él asintió como si me hubiera
entendido, y yo suspiré. “Así que, ¿por qué estás levantado, de todos modos?” Le
pregunté, antes de que pudiera decir algo más sobre mis pesadillas, porque ya no
quería hablar sobre mis problemas de mierda.
Él negó con la cabeza. “Tengo que prepararme para irme a Chicago,” dijo, la irritación
volvió a su voz. Mis ojos se abrieron un poco por la sorpresa.
“¿Ahora?” Pregunté confundido. Él asintió. “No sabía que tenías que ir a Chicago este
fin de semana.”
Él se encogió de hombros. “Yo tampoco hasta hace unos veinte minutos que tu padrino
llamó. Se supone que partiría el próximo fin de semana para poder iniciar a algunos
hombres, pero evidentemente el problema con los rusos está aumentando, así que
vamos a presionar para tener una reunión este fin de semana con algunos de ellos.”
Mi ceño se frunció por la confusión. “¿Están teniendo problemas con los rusos?”
Él asintió con la cabeza. “Son hijos de puta bastante brutales. Están operando con la
idea “cada uno ve por sí mismo”, no tienen absolutamente ninguna lealtad por nadie.
Es realmente lamentable que ellos sean considerados como del crimen organizado, ya
que no hay absolutamente nada de organizado en nada de lo que ellos hacen. No
tienen una jerarquía de poder, y luchan constantemente entre ellos. Harían cualquier
cosa por un dólar y es evidente que no tienen respeto por nadie, lo que es algo que
sabes que la organización no puede tolerar que continúe en nuestras calles. Ellos en
realidad no son mejores que los delincuentes callejeros comunes.”
“Sí, gracias. Con suerte, estaré de vuelta el domingo en la noche,” dijo. Asentí,
Me quedé ahí parado por un momento con el ceño fruncido, mirando el lugar donde él
había estado parado, preguntándome que carajos había sido ese último pequeño
intercambio. Suspiré después de un momento, desconcertado, pero mi padre siempre
era malditamente confuso, así que en realidad no era nada nuevo. Empiné mi vaso,
tomando el último sorbo de mi jugo y lo puse en el fregadero. Salí de la cocina y
comencé a subir las escaleras, viendo la puerta de la habitación de papá abierta con
la luz encendida, cuando llegué al segundo piso. Pude escuchar su voz dentro, se
estaba quejando y sonaba exasperado, pero no puede entender nada de lo que decía.
Me dirigí al tercer piso y abrí la puerta de la habitación sin hacer ruido, deslizándome
al interior rápidamente. Cerré la puerta y me quedé ahí parado por un momento,
mirando hacia la cama. Isabella estaba tumbada de espaldas, su pinche pecho
desnudo completamente descubierto, ya que la manta estaba completamente a un
lado. Estaba empezando a sentirme como un maldito mirón o alguna mierda de esas,
parado allí mirándola, pero estaba hipnotizado por la vista. Sus pezones estaban
erectos, piedrecitas como piel de gallina danzaban a lo largo de su carne, e
involuntariamente me encontré lamiendo mis labios, deseando chuparlos, dar vuelta en
torno a ellos con mi lengua. Mi polla se movió ante la imagen mental mientras sangre
corría de vuelta justo a esa zona, mis pantalones aumentaron. Gemí en voz baja y
sacudí la cabeza, sabiendo muy bien que cuando comenzaba a palpitar eso, no había
manera de que pudiera subirme de vuelta a la cama y volver a dormir. Mi polla me
estaba gritando, encabronada por la falta de atención que estaba recibiendo, ya que
era una puta egoísta y no le gustaba ser descuidada.
Dejé que el peso de mi cuerpo descansara en ella y estiré mis manos, tirando hacia
abajo de la parte delantera de mis pantalones y boxers. Mi polla saltó libre
inmediatamente, erguida en el aire, dura como el infierno. Envolví mi mano derecha en
torno a ella, empuñándola en la parte inferior, y gemí por la sensación. Estaba llena de
sangre y palpitando hasta el punto de doler como la mierda. Se le podía ver moverse
Llevé mi mano abajo y la envolví alrededor de mi polla con fuerza, acariciándola unas
cuantas veces para esparcir la lubricación. Me volví a relajar contra la puerta,
subiendo y bajando mi mano a todo lo largo de mi eje, torciendo mi mano al llegar a la
punta para masajear la cabeza. Gemí suavemente y continué acariciándola,
incrementando el ritmo y empuñándola con más fuerza después de un momento. Mi
respiración empezó a acelerarse, mi ritmo cardíaco aumentando a medida que
masajeaba mi carne hinchada con un agarre firme. Estaba palpitando en mi mano;
podía sentir la sangre corriendo frenéticamente bajo la piel. Moví mi mano hacia atrás
y hacia adelante, gimiendo en voz baja cuando el placer comenzó a correr a través de
mis venas. Cerré mis ojos y pensé en mi chica, imaginándola yaciendo en mis sábanas
arrugadas, su pelo castaño claro esparcido por todas partes en la almohada. Pensé en
la forma en que su cuerpo se retorció por mi toque, la forma en que sus piernas
vibraron cuando presioné mis dedos contra su clítoris, la forma en que prácticamente
perdió el puto control y se derritió para mí. La forma en que movió sus caderas,
completamente excitada, su cuerpo jodidamente desesperado porque le diera el placer
que ella anhelaba tanto. Pensé en la forma en que gritó cuando se corría, como arqueó
su espalda y todo su pinche cuerpo se sonrojaba de ese hermoso color rosa. La forma
en que su rostro se retorció de placer, cuan jodidamente mojada estaba para mí. Como
olía tan jodidamente dulce como el néctar, como alguna maldita fruta prohibida que
estaba desesperado por probar. Era un hombre jodidamente hambriento y ella era una
de las más grandes exquisiteces ahí fuera, y la necesitaba. Joder, la ansiaba como
nunca había ansiado nada antes. Gemí y comencé a acariciarlo más rápido,
empujando mis caderas con el movimiento de mi mano. Imaginé sus senos, me
imaginé capturando esos pezones erectos con mi boca, rozándolos suavemente con
mis dientes. Pensé en esos putos ruidos primitivos que escaparon de sus labios, esos
gemidos guturales y gruñidos y esos gritos guturales jodidamente calientes que dejó
salir mientras ella explotaba en mi mano. Pensé en cuan mojada estaba, en como su
dulce calidez se filtró en mi mano mientras la frotaba con ella.
Bajé las escaleras despacio, sin ánimo de lidiar con ellos pero deseando encontrar a
Isabella, y me detuve cuando llegué al vestíbulo. Escuché la risa familiar sonar desde
la sala de estar y mis ojos se ampliaron por la sorpresa, cuando me di cuenta que
Isabella estaba allí con ellos, charlando y riendo. Caminé en esa dirección y vi a
Isabella parada en el borde de la habitación, de espaldas a mí. Todos los demás
estaban holgazaneando por ahí, y tenían la televisión encendida pasando un episodio
del puñetero Jeopardy, como de costumbre. Rose me vio cuando me acerqué y sonrió
con suficiencia, con esa puta mirada en su rostro que tiene usualmente cuando esta de
humor para ser una pinche perra conmigo. Rodé los ojos y caminé hacia Isabella,
acercándome por detrás de ella. Envolví mis brazos alrededor de su cintura y la apreté
hacia mí. Suspirando satisfecho por su calor corporal. Ella se tensó por la sorpresa,
obviamente, sin saber que yo estaba allí, pero se relajó un poco cuando cayó en cuenta
que sólo era yo.
“Buenos días, la mia bella ragazza,” murmuré, mis labios cerca de su oído. Ella sonrió,
pero antes de que pudiera responder, tiré de ella hacia la silla más cercana. La asusté,
pero se rió un poco cuando me senté, atrayéndola a mi regazo. Cerré los ojos y la
apreté contra mí, apoyando mi mejilla en su hombro con mi rostro en su cuello. Inhalé
profundamente, oliendo su embriagador aroma afrutado ya que evidentemente había
tomado una puta ducha esta mañana, inclinándome para presionar un pequeño beso
en su cuello. Ella se aferró con sus manos a mis brazos que estaban envueltos a su
alrededor y se estremeció cuando mis labios encontraron su piel. Abrí los ojos y levanté
la vista para encontrarme con cuatro pares de ojos mirando directamente hacia mí, con
expresiones atónitas en sus putas caras. Supongo, a juzgar por la miradas que me
estaban dando, que no esperaban que demostrara tanto mis pinches sentimientos por
mi chica con ellos alrededor.
Rodé los ojos y me retiré del cuello de Isabella. “No me den esas malditas miradas, sé
que todos ustedes, hijos de puta, ya saben,” les dije. Tan pronto como las palabras
salieron de mis labios, Alice tenía la sonrisa más grande en su cara que jamás había
visto. Gemí y negué con la cabeza, reclinándome en la silla y atrayendo a Isabella aún
más hacia mí, manteniendo mis brazos envueltos en torno a ella con fuerza. Era un
poco más baja que yo y su cabeza vino a apoyarse en mi pecho. Incliné mi cabeza y
besé la cima de la suya brevemente antes de descansar mi mejilla en ella.
“Sí, bueno, es jodidamente bueno sentirlo,” dije. Él sonrió con suficiencia y asintió,
obviamente comprendiendo. Yo le había estado diciendo mierdas sobre que era un
mariquita desde que comenzó a salir con Rosalie, y ahora me encontraba haciendo la
misma mierda por la que le había dicho esas pendejadas.
“¿Quién carajos eres tú y que has hecho con el pendejo de corazón frío que solía vivir
aquí?” Rosalie preguntó inmediatamente, levantando sus cejas y sonriendo con burla.
Yo le rodé los ojos.
“Ciucciami il cazzo*, perra,” le dije molesto. Joder, estaba teniendo una bonita mañana
y ella iba a arruinar mi estado de ánimo con su mala leche. Sentí que Isabella respingó
cuando sus rudas palabras salieron volando de su boca. Comencé a frotar en círculos
en su costado donde mi mano estaba descansando, tratando de relajarla un poco.
“¿Chupar tu polla, Cullen?” Escupió Rosalie. “No tocaría esa pinche cosa ni con la
boca de Tanya Denali. No se sabe cuáles enfermedades de mierda tienes recorriéndote
con tantas golfas con las que has follado por ahí. Eres un puto, así de simple, y una
perra tendría que ser estúpida para estar alguna vez contigo con tu historia.”
Isabella agarró mis brazos con fuerza y trató de quitarse mis puñeteros brazos de
encima y vacilé, sin querer que se levantara. “Por favor, déjame ir, Edward,” dijo
después de un segundo, hablando en voz baja. Su voz temblaba y yo gemí, sabiendo
que no podía detenerla en contra de su voluntad. Quité mis brazos y ella se levantó
rápidamente de un salto, saliendo prácticamente disparada de la puta habitación.
Gruñí y me pasé las manos por el pelo, mirando furioso a Rosalie, encabronado de que
hubiera dicho esa mierda enfrente de Isabella. Mis manos temblaban y mi
temperamento se enardeció a medida que escuchaba los pasos de Isabella en las
escaleras, subiéndolos rápidamente.
“Será mejor que sea jodidamente amable con ella allá arriba,” le dije con seriedad.
Emmett asintió.
“Lo será. Ella puede ser dura, pero sabes que Rose no es una mala persona,” dijo, su
voz sonaba arrepentida. Pasé mi mano por mi pelo y asentí, suspirando. Nos
quedamos todos por ahí sentados en un jodido silencio incómodo por un rato, sin que
ninguno de nosotros supiera qué carajos decir. Yo estaba preocupado por las
pendejadas que Rosalie le estaría escupiendo a Isabella allá arriba y el resto de ellos
lucían jodidamente avergonzados por lo ocurrido y preocupados por lo que podría
estar sucediendo.
Suspiré y asentí con la cabeza e iba a hablar, porque una cosa que le faltaba a
Isabella era una buena amiga con quién hablar, pero la risa atronadora de Emmett me
interrumpió. Todos lo miramos confundidos, preguntándonos que carajos era tan
gracioso. Él sacudió la cabeza después de un momento, sin dejar de reír. “Sí, estoy
seguro que definitivamente podría necesitar una charla de chicas después de lo de
anoche,” dijo, mirándome con una expresión divertida. Mis ojos se ampliaron y me
quedé mirándolo, sabiendo inmediatamente que de alguna manera el hijo de puta
sabía.
“¿Qué pasó anoche?” Dijo Alice, mirando hacia mí. Yo la miré a ella, manteniendo mi
expresión calmada y me encogí de hombros, fingiendo ignorancia. Le reduje mis ojos a
Emmett, dándole una mirada que claramente decía que mantuviera su puta boca
cerrada, pero sabía que no serviría.
“¡No, no lo hiciste!” Dijo Jasper sorprendido, volviéndose para mirarme con los ojos
abiertos como platos. Gruñí y rodé los ojos.
Emmett se echó a reír. “Entonces, ¿qué fue eso?” Preguntó. “Porque estoy seguro como
la mierda que la escuché gritando y no era por miedo, te puedo asegurar.”
“Sí, pero fue sólo porque estaba en el tercer piso. Estaba buscando para ver si
teníamos una copia del libro “El Gran Mar de los Sargazos” en la biblioteca, porque
Gruñí rodando los ojos. “¿De verdad crees que ella estaría cómoda con que sepas
sobre su maldita vida sexual?” Pregunté con fastidio, levantándole una ceja, con la
puta esperanza que dejara el tema. Su sonrisa de suficiencia sólo creció en respuesta.
“Así es que, ¿ahora tiene una?” Preguntó. “Una vida sexual, quiero decir,” lo fulminé
con la mirada, furioso de que me estuviera cuestionando y presionándome sobre el
tema, sin tener la intención de siquiera darle gusto con una puta respuesta.
Rodé los ojos por su línea de cuestionamiento. “Sólo la toqué, ¿de acuerdo? Así que,
sólo déjenlo ya,” dije. Ella sonrió alegremente y llevó su mano hacia arriba,
pretendiendo cerrar sus labios con un cierre. Suspiré y negué con la cabeza. “Y les
agradecería si ninguno de ustedes cabrones se burlan de ella al respecto, porque ya es
lo suficientemente tímida,” dije, poniéndome de pie y mirando a mis hermanos. Ambos
lanzaron sus manos hacia arriba en un signo de honor de los exploradores, mirándose
el uno al otro y riéndose. Negué con la cabeza, a veces podían ser unos putos idiotas.
“¿Y eso por qué fue, enana?” Le pregunté. Ella se apartó de mí y sonrió, mirándome.
Estaba atónito cuando vi que sus putos ojos estaban vidriosos y estaba a punto de
chillar.
“Por ser tan bueno con ella,” dijo en voz baja, totalmente en serio. Me eché a reír.
“No tienes por qué abrazarme por eso. Mierda, probablemente ella es la que puede
necesitar el abrazo por tener que aguantar mi culo,” dije. Alice se echó a reír.
“No eres tan malo,” dijo, pegándome ligeramente en el brazo. Rodé mis ojos y sonreí.
“Qué, joder, ¿estás espiando?” Preguntó. “¿No crees que ella se puede cuidar sola?”
Yo le rodé los ojos.
“No, sólo me estoy asegurando que no trajiste tus malditos monos voladores contigo,
bruja,” le dije. (N.T. Monos voladores o Winged monkeys son personajes del “El Mago
de Oz” que han ocupado su lugar propio en la cultura popular, regularmente se hace
referencia a ellos en situaciones cómicas o irónicas como una fuente del mal o miedo)
Por un momento me fulminó con la mirada, tratando de mantener su expresión seria,
pero después de un segundo esbozó una sonrisa.
Ella pasó rozándome y movió rápidamente hacia afuera su codo pero lo esquivé
saliendo de su camino para que no pudiera golpearme. Negué con la cabeza y entré
en la habitación de Isabella, deteniéndome cuando la vi parada frente a su cama. Ella
se veía toda incómoda y linda, sonriendo tímidamente mientras me miraba. Estaba
haciendo girar sus pulgares, entrelazando sus dedos frente a ella con nerviosismo.
“¿Estás bien?” Le pregunté, alzando las cejas. No parecía molesta, pero nunca sabía
esa mierda con ella, ya que era bastante buena ocultando sus emociones. Asintió con
entusiasmo y me reí entre dientes. Me le quedé viendo por un momento y se removió un
poco, parecía ansiosa. Avancé lentamente hacia ella y me observó, sonriendo. El rubor
se deslizó a sus mejillas y desvió su mirada cuando llegué lo suficientemente cerca
como para tocarla. Mi ceño se frunció brevemente, confundido por su reacción pero ella
me volvió a mirar después de un segundo y llevó su labio inferior a su boca,
masticándolo con nerviosismo. La miré a los ojos y vi la emoción, la felicidad y la leve
aprensión, y caí en cuenta, ella estaba pensando en lo que pasó anoche.
Le sonreí y pasé mi mano por mi pelo, sacudiendo mi cabeza. Extendí mis brazos y los
envolví a su alrededor, atrayéndola después de un momento en un abrazo. Ella apoyó
su cabeza contra mi pecho y me apretó de vuelta.
“Mi Bella, realmente eres asombrosa,” susurré. Se apartó para mirarme, puro asombro
en sus ojos.
“¿De verdad crees eso?” me preguntó, su pinche voz sonando rebosante de alegría. Me
“Por supuesto que digo esa mierda en serio, nena,” le dije. Dio unas risitas, el sonido
tan despreocupado y feliz que hizo que mi pecho se hinchara de nuevo con toda esa
puta satisfacción. Amaba cuando hacía feliz a mi chica. Me aparté un poco de ella y la
miré a los ojos, sólo disfrutando de toda la emoción creciendo en ellos. Me incliné
hacia adelante y presioné mis labios con los suyos con suavidad, y ella los separó,
sacando su lengua y rozándola a través de mi labio inferior. Me reí entre dientes contra
su boca, sorprendido por su audacia y abrí mi boca para ella. Saqué mi lengua para
mezclarla con la suya, besándola con profundidad y apasionadamente. Después de un
momento, apartó su cabeza, sonrojada y respirando pesadamente.
“¿Qué tal si nos vestimos y hacemos algo?” Sugerí. Mi puta habitación podía esperar,
hoy ella merecía que la llevara a algún lado y que le diera gusto. Sus ojos se abrieron
un poco.
“Lo que sea que quieras hacer,” le dije. Realmente me importaba una mierda lo que
hiciéramos, siempre y cuando pasáramos algo de tiempo juntos lejos de la maldita
casa. “Podríamos ir al cine, o al parque, o a dónde sea. Tal vez cenar algo,” sugerí. No
tenía ni puta idea de lo que la gente hacía para divertirse, ya que lo más cercano que
llegué a una jodida cita antes de que ella llegara a mi vida fue pasar por el maldito
autoservicio del restaurante de comida rápida de camino a dejar a una perra después
de follármela. Sí, era un pendejo, e incluso la hacía comprarse su propia comida de
mierda.
Ella se me quedó mirando con una extraña expresión en su rostro. “Como, ¿en
público?” Dijo vacilante después de un momento. Me eché a reír y asentí,
preguntándome a qué carajos pensó ella que me refería. Se me quedó viendo un
momento más antes de sonreír y asentir. “Está bien,” dijo. “Yo, eh… me voy a vestir.”
Sonreí. “Tómate tu tiempo, de todos modos me tengo que duchar,” le dije. Me sentía
asqueroso, sin haberme duchado, tomando en cuenta que me había corrido en el baño
ayer en la noche y sudado como un maldito cerdo mientras dormía. No me había visto
en un espejo, pero imaginaba que mi puto pelo estaba para todos lados y mi piel
estaba desaseada.
“Está bien,” dijo, asintiendo levemente. Sus ojos brillaban y puedo decir que estaba
tratando de contener su emoción. Me le quedé viendo por un momento, sonriendo y
mirando fijamente a esos hermosos ojos suyos, asombrado de como algo tan
jodidamente trivial como una película, podía hacerla iluminarse tanto. Humedecí mis
labios y me incliné hacia adelante, presionando los suyos suavemente.
Me quedé ahí parado por un momento, mirando la ropa, considerando que usar como
una maldita niña remilgada. Quería verme bien para ella, y joder, nunca antes había
tratado de lucir bien porque esa mierda sólo pasaba naturalmente, pero sentía como si
tuviera que poner un poco más de esfuerzo en esa mierda por ella, porque era
importante para mí. Esto era como nuestra pinche primera cita o algo así, y tal vez no
contaba porque se me estaba facilitando mucho ya que era el pinche mediodía y no le
estaba trayendo unas putas flores o conociendo a sus malditos padres, pero aun así se
sentía especial.
Saqué un par de boxers y una camiseta sin mangas de mi tocador, dejando caer la
toalla y poniéndomelos. Agarré unos vaqueros de color azul oscuro, ajados y
descoloridos y me los puse, poniéndome un cinturón negro para evitar que las mierdas
se caigan. Saqué una camisa verde de manga larga con botones del armario y me la
puse, porque el verde era su color favorito y sabía que le gustaría esa mierda ya que
resaltaba el color de mis ojos, o algo así dijo la pinche Alice que hacía, como sea. Me
quedé con algunos botones de la parte superior desabrochados y enrollé las mangas
hacia arriba porque de lo contrario me sentía sofocado. Me puse un par de botas
negras y entré en el baño, mirándome en el espejo. Me veía bien, como siempre, no es
como si alguna vez lo hubiera dudado, pero como sea.
Me lavé los dientes y me rocié con colonia, deseando oler bien para mi chica. Es decir,
evidentemente a ella le gustaba mi olor natural jodidamente soleado, pero aun así,
puse algo de esfuerzo en esa mierda. Me quedé mirando mi cabello por un momento,
pero me encogí de hombros y dije a la chingada porque no había nada que pudiera
hacer por esa mierda. Me pasé los dedos por él y sólo lo dejé hacer lo suyo.
“¿Yo, eh… me veo bien?” Preguntó vacilante. “Quiero decir, no sé cómo ponerme
maquillaje u otras cosas.”
Me le quedé mirando sorprendido por un momento, atónito de que ella pensara que lo
necesitaba. “Bien, no te hace justicia, y no necesitas maquillaje. Tú, Isabela, eres
“¿Qué significa eso?” Preguntó vacilante, como si casi tuviera miedo de la respuesta.
Me eché a reír.
“Espléndida. Magnífica. Preciosa. ¿Hace falta que siga?” Pregunté, levantándole una
ceja. Se ruborizó y negó con la cabeza.
“Gracias. Tú, eh… te ves de verdad guapo. Siempre es así,” dijo con nerviosismo. Fue
jodidamente dulce que me estuviera haciendo un cumplido, y me sentí bien de
escuchar que ella me encontraba atractivo, no es como si dudara esa mierda, pero aun
así era bueno escucharla decir esas palabras. Me reí entre dientes de su nerviosismo,
porque ella era simplemente jodidamente linda y tomé su mano. Ella tomó la mía con
cautela, entrelazando nuestros dedos y sonriendo.
“¿Nos vamos?” Pregunté, haciendo una seña con la cabeza hacia las escaleras. Ella
asintió y me volví llevándola abajo. Llegamos al vestíbulo y ella iba a apartar su mano
de la mía ya que mis hermanos y sus novias todavía estaban en el primer piso, pero yo
la sujeté con fuerza. Me dirigí directamente a la puerta principal, pero antes de que
pudiéramos escabullirnos sin ser detectados Jasper salió de la cocina. Él se paró en
seco y nos miró y me detuve, dando un suspiro.
“¿A dónde van?” Preguntó, mirando entre Isabella y yo. Su mirada vino a posarse en
nuestras manos unidas y sonrió levemente.
“Tengo una cita con una chica hermosa,” le dije, sonriendo con complicidad. Llevé
nuestras manos a mi boca y besé el dorso de la mano de ella con suavidad. Isabella se
sonrojó y Jasper se echó a reír.
“Bueno, chicos tengan cuidado y diviértanse,” dijo con voz de adulto con tono burlón
antes de reírse y negar con la cabeza. Le rodé los ojos, pero me reí y asentí. La saqué
por la puerta principal antes de que alguien más nos pudiera detener y quisieran
echarse una puta charla, esos entrometidos hijos de puta.
La ayudé a entrar al coche y rodeé subiendo en el asiento del conductor. Gemí cuando
el asiento estaba más atrás de donde lo mantenía, confundido por un momento antes
de que cayera en cuenta que mi pinche padre fue el último en conducirlo. “¿Tenía que
joder mi asiento?” Dije con irritación, tratando de volver a ponerlo como me gustaba.
Era delicado con esa mierda, me había llevado casi 20 malditos minutos que quedara
perfecto, cuando obtuve el coche por primera vez. Isabella se rió y mi cabeza se movió
rápidamente en su dirección, fulminándola con la mirada, inmediatamente
jodidamente irritado de que se estuviera riendo de mí.
“Joder, ¿te parece gracioso?” Pregunté, mi tono más duro de lo que intentaba que
saliera. Ella dejó de reír de inmediato, poniendo su rostro al instante carente de
expresión. Gemí y relajé mi expresión, negando con la cabeza por el puto hecho de que
“No tienes que dar explicaciones. Soy muy consciente de que eres quisquilloso,
¿recuerdas?” Dijo, en broma. Rodé mis ojos y seguí jodiendo con mi asiento, tratando
de ponerlo bien. Ella sólo se quedó ahí sentada esperando, sin señales de
impaciencia, lo cual apreciaba porque no había maldita forma de que pudiera
conducir a ningún lado con un asiento incómodo. Finalmente lo puse bien y lo fijé,
poniéndome mi cinturón de seguridad y encendiendo el coche. Rápidamente lo eché en
reversa y lo giré rápidamente, poniéndolo en marcha y bajando por el camino de
entrada.
Aparté mi mano de su boca y ella sonrió con timidez. “Tal vez algún día,” murmuró. Yo
le sonreí con complicidad.
“Sigues con tu mente abierta, eso es genial. Debo haber hecho un maldito buen trabajo
entonces,” le dije, todavía bromeando. Su sonrisa creció y apartó su mirada de mí,
volviendo su atención al paisaje que pasaba velozmente. Todavía estaba ruborizada y
llevó su labio inferior al interior de su boca, aunque por ello sabía que su mente
todavía estaba concentrada en lo que pasó anoche. Estaba feliz de que le hubiera
gustado esa mierda, de que pudiera hacer algo así por ella, de que podía hacerla
sentir bien. Ella se merecía un poco de placer en su vida.
“Conoces a alguien ahí, ¿no es cierto?” Preguntó en voz baja, asintiendo con la cabeza
hacia La Bella Italia. Suspiré y me pasé la mano por mi pelo con nerviosismo, sabiendo
que me había descubierto pero sin querer que tuviera la jodida idea equivocada de
ello.
“No necesitas explicarte,” dijo en voz baja. Asentí con la cabeza y dudé, mirándola
fijamente. Era extraño cuan malditamente comprensiva y resignada era sobre esas
mierdas, sin ponerse toda nerviosa o asustada por mis tendencias de pendejo y nuestra
jodida situación. Le di una pequeña sonrisa y abrí mi puerta, saliendo del coche. Di la
vuelta y la ayudé a salir, tomando su mano y guiándola al interior del restaurante. Le
pasé un poco de dinero a la perra en la puerta para que nos sentara rápidamente, en
algún lugar apartado. Isabella cogió el menú y sonreí, observándola fruncir el ceño y
sus putos labios moverse mientras deletreaba en silencio para sí misma. Se estaba
haciendo buena en esa mierda, estaba orgulloso de ella.
La camarera vino a tomar nuestra orden e Isabella me miró, supuse que esperando
“¿Qué tienes ganas de ver?” Le pregunté. Ella levantó la vista y entrecerró los ojos,
leyendo los títulos de las películas. Me quedé allí parado mientras ella los revisaba,
tratando de ser jodidamente paciente porque ella se lo merecía. Me esperó a que
arreglara el maldito asiento del coche, podía contenerme un poco mientras trataba de
entender esa mierda.
“No tengo idea de lo que se tratan ninguna” dijo finalmente, suspirado y negando con
la cabeza. Sonreí levemente e incliné mi cabeza hacia ella.
“Tenemos una historia real sobre una puta estrella de rock llamado Johnny Cash. Hay
una sobre una familia con un montón de pinches niños. Una sobre unos niños que
juegan a un juego de mesa y se ven atrapados en esa mierda y terminan en el espacio
exterior,” le dije, leyendo a través de los títulos.
Ella me miró confundida por la última y me reí entre dientes, sacudiendo la cabeza. “Ni
siquiera preguntes, tampoco sé que es esa mierda. Hay una comedia romántica sobre
un tipo que quiere estar con una perra, pero ella sólo quiere que sean amigos. Y por
supuesto está, Harry Potter,” le dije, encogiéndome de hombros. Otra vez me miró con
confusión.
“Sí, ese tipo mago de mierda en esa escuela de magia,” le dije. Se me quedó mirando,
obviamente sin saber de qué mierdas estaba hablando, y suspiré. “Es lo mejor en
cartelera, así que, ¿qué tal si simplemente la vemos? Probablemente te gustará.”
Ella sonrió y se encogió de hombros. “Por mí está bien,” dijo. Asentí y la guié hacia la
ventanilla, comprando dos boletos para Harry Potter y el Cáliz de Fuego. Entramos al
cine y compré una refresco enorme, y sólo una mierda de esas porque esos hijos de
Ella se relajó de nuevo para el momento en que la película real comenzó y abrí la caja
de dulces. Metí unos cuantos en mi boca y le tendí a ella la caja. La miró por un
momento antes de sacar un trozo, y meterlo en su boca. Ella hizo la pinche cara más
graciosa que había visto tan pronto llegó a su lengua y me eché a reír, apretándola.
“Está ácida esa mierda, ¿eh?” Le dije bromeando. Dio unas risitas, masticándola.
“Aunque están buenas,” dijo. Asentí y le volví a tender la caja. Esta vez tomó dos y
sonreí con suficiencia.
Ella estaba viendo la película con intensidad, fijando toda su atención en ella. A mí,
realmente, me importaba una mierda la película, no tenía ningún interés en esa mierda
mágica, así que me pasé la mayor parte del tiempo centrado en ella. Sus reacciones
“¿Sabes? Ese tipo como que se parece a ti,” dijo en voz baja, cuando la película estaba
llegando a su final. No tenía idea de qué carajos estaban pasando, pero parecían estar
corriendo a través de un laberinto endemoniado o algo así. Mi ceño se frunció cuando
los dos tipos sujetaron algo con fuerza fueron desintegrados del puto laberinto.
“El que está en la película. El chico, Cedric,” me dijo. Miré la pantalla por un momento,
recordando esas perras en la escuela diciendo eso mismo la semana pasada y no les
hice caso, pero si mi chica lo decía tal vez era cierto.
“No lo sé, ¿crees que ese imbécil se parece a mí?” Le pregunté, mirando al chico pero
sin verlo realmente. Su ceño se frunció brevemente y se encogió de hombros.
“Un poco,” dijo. Asentí y lo miré fijamente, tratando de ver el parecido. Algunas otras
personas aparecieron en la pantalla y de la nada, el chico que evidentemente se
parecía a mí cayó al suelo muerto.
“Bueno, que me jodan, morí,” dije, parpadeando confundido, porque no tenía idea de
Vimos el resto de la película en silencio. Tomé su mano cuando empezaron a pasar los
créditos y salimos de la sala rápidamente antes que todos los demás. La llevé a la
salida, tirando a la basura el vaso de refresco vacío y el envase de dulces por el
camino. La ayudé a entrar en el coche y charló sobre la película durante todo el camino
a casa, jodidamente entusiasmada con ella. No tenía puta idea de lo que estaba
hablando, porque no había visto más de diez jodidos minutos de la película, pero
sonreí y la escuché con atención, su felicidad me hacía feliz. Estaba contento de que
ella se había divertido, que era lo único que realmente importaba.
“Sí, estoy bien,” dije, mi voz tensa y mi garganta ardiéndome un poco. Me quedé
mirándola por un momento, sonriendo. “Estás jodidamente hermosa, Isabella.”
Ella sonrió y se sonrojó, sus pinches mejillas volviéndose del mismo color que su ropa.
Sonreí y negué con la cabeza, ya que ella era tan jodidamente pura y buena, y no la
merecía. Tomé otro toque de hierba, inhalando profundamente y lo sostuve en mis
pulmones.
“Gracias, Edward. Me haces sentir hermosa,” dijo en voz baja. Me le quedé mirando
sorprendido cuando registré sus palabras, y dejé que el humo saliera. Estaba contento
de que la hiciera sentir de esa manera, porque debería sentirse así. Ella era hermosa.
“También te amo. Demasiado,” dijo, su voz tan dulce y entrecortada. El sonido de ella
se fue directamente a mi polla y la sentí endurecerse. Gemí y empecé a acercarme a la
cama, sin prestar atención a lo que estaba haciendo. Pateé un puto libro de texto que
estaba en el suelo y grité, el humo dejando mis pulmones en un soplido. Empecé a
toser y me dejé caer en la cama, agarrando mi pinche pie. Esa fue la segunda vez en el
maldito día que me lastimo tratando de caminar en mi jodida habitación.
“¿Estás bien?” Preguntó Isabella, pasando su mano por mi espalda con suavidad. Lo
que envió un escalofrío por mi columna vertebral y casi me hizo olvidar mi punzante
dedo gordo de mierda. Me acosté en la cama e Isabella retrocedió un poco supongo
que para darme espacio, pero antes de que pudiera alejarse, apoyé mi cabeza en su
regazo. Levanté la vista a su rostro y ella miró hacia mí, sonriendo alegremente. Su
expresión era suave, completamente llena de amor intenso y devoción. Esa mierda era
impresionante, ver cómo se centraba en mí. Seguí siendo tan surrealista, joder, esta
chica de verdad me amaba como yo a ella.
“Estoy bien. Estoy feliz de que me ames, porque necesito un favor,” le dije después de
un momento. “Y no cualquier favor, un jodido favor enorme.” Su ceño se frunció y se me
quedó mirando.
Le sonreí. “Mi puta habitación necesita una limpieza,” le dije. Sus ojos se abrieron un
poco por un momento, antes de que se echara a reír, sacudiéndonos a ambos con su
risa.
Isabella swan
Traducido por Lanenisita
No podía negar que las palabras de Rosalie me habían golpeado muy fuerte. Ella ni
siquiera me las decía a mí, pero aun así me habían dolido. Ella trató de insinuar el
hecho de que Edward había tenido un montón de chicas, y aunque él me lo había
admitido antes, cuando Rosalie lo dijo, ella lo hizo parecer mucho peor de lo que él lo
hizo. Ella lo hizo ver como si él fuese una mala persona por completo, lo hizo parecer
como si él me fuese a usar al igual que lo hizo con el resto de chicas, y que yo era una
estúpida por dejar que él se me acercara. Y yo supe, muy en el fondo, que entregarle a
Edward mi corazón no era exactamente lo más sabio de mi parte, darle acceso a
partes de mí que había mantenido privadas, pero al mismo tiempo confiaba en que él
no me fuese a herir de manera intencionada. Si lo hacía sin intención, sin embargo, era
otra historia, y traté de no pensar en los “¿Qué pasa si?” Pero ella, prácticamente, me
los recordó, me los restregó en la cara. ¿Qué pasa si él se daba cuenta que yo no era
los suficientemente buena para él y decidía que quería volver donde esas chicas
porque yo no valía la pena como para aguantarse un problema? ¿Qué pasaría si se
hartaba de mí y la novedad de la situación desaparecía? ¿Se iría y me dejaría en el
pasado así como había hecho con el resto de ellas? Yo no quería que Edward pensara
que yo no creía en su amor, porque fue claro cuando yo lo miré a sus ojos cuando él me
lo dijo. Pero, ¿era su amor suficiente para retenerlo junto a mí? Todavía no estaba
segura de eso.
Suspiró con fuerza, sonando irritada, y yo retrocedí inmediatamente por instinto. Dio un
paso adelante en la puerta y yo me moví de allí rápidamente mientras ella entraba al
dormitorio. Caminó hasta la cama, se iba a sentar pero se quedó inmóvil, volteando y
frunciéndole el ceño a la cama por alguna razón. Se movió rápidamente en mi
dirección y enseguida alzó sus cejas.
“No has follado con Edward en esta cama, ¿verdad?” preguntó. Mis ojos se abrieron
debido al shock por sus palabras.
“Sexo, Isabella. No has tenido relaciones sexuales con ese imbécil en esta cama,
¿verdad?” Preguntó, aclarando su punto pero pareciendo un poco molesta porque
pensó que debía hacerlo. Entendí lo que ella quiso decir la primera vez pero estaba
simplemente sorprendida de que ella me hiciera esa pregunta.
“Um, no. Digo, nosotros no hemos, usted sabe… así que no, no lo hemos hecho en esa
cama,” dije con nerviosismo. Ella me miró por un momento con una expresión de
incredulidad en su rostro antes de volver su mirada de regreso a la cama. Dudó
brevemente pero se sentó con cuidado en el borde de la misma, como si le tuviese
miedo a la cama.
“Así que Edward está siendo célibe, ¿eh?” Apuesto que su jodido brazo se está
cansando,” dijo sonriendo. La miré confundida y ella rió, notando mi expresión, “Tú
Mi ceño se frunció. “Sacudirse ¿qué?” ella me miró con incredulidad por un momento
antes de echarse a reír una vez más, y de manera ruidosa esta ocasión. Negó con su
cabeza, obviamente divertida por mi ignorancia. Entrecerré los ojos, sin apreciar el
hecho que se riera de mí, pero cuando ella me miró una vez más, endurecí mi
expresión, poniéndome aquella máscara sin emociones que estaba acostumbrada a
usar. La última cosa que yo quería era exasperar a Rosalie más de lo que
naturalmente estaba a causa mía.
“Dios, estás tan perdida en esto. Sacudírsela significa masturbarse. Al menos sabes lo
que es eso, ¿verdad?” Ella preguntó. Yo asentí, mis ojos se abrieron un poco debido al
tema. “Bien, porque en realidad no tengo deseos de tener que explicarte acerca de
cómo se hace esa mierda. Y no hay ninguna jodida manera de que ese chico esté
tranquilo sin hacerlo, él adora tener relaciones sexuales, así que debe estarse
tocándose eso. MUCHO,”
Ella suspiró. “Sí, supongo que tú no podrías saberlo,” murmuró, sonando un poco
irritada y decepcionada. “Cierra la puerta, ven acá y siéntate. Tengo algo que decirte.”
Sentí un poco de pánico crecer dentro de mí, sin saber lo que quería. Me volteé y cerré
la puerta despacio, caminando hasta el otro lado de la cama y sentándome. Dejé mis
manos sobre mi regazo y volteé hacia ella, mirándola con recelo. Ella suspiró y
mantuvo su mirada fija lejos de mí, como si estuviese mirando a la nada.
“¿Sabes? Mi padre solía joder a golpes a mi madre,” ella dijo de manera abrupta e
imprevista. Mis ojos se abrieron con sorpresa y la miré, sin saber por qué ella me
estaba diciendo eso. Hizo una pausa y continuó con su mirada lejos de mí, casi como si
estuviese obviando mi presencia junto a ella. “Desde que recuerdo, él abusaba de ella.
Y ella siempre lo aceptaba, sin defenderse nunca. Dejaba que él le pegara todo lo que
quisiera, sin ninguna maldita razón, y luego ella lo excusaría por hacerlo. Él la dejaba
sangrando y herida, incapaz de poder caminar algunas veces, pero aun así, ella solo
aceptaba esa mierda, como si aquello fuese parte de su vida. Yo odiaba eso, me daba
asco porque sabía que papá no hacía eso con las demás personas, y eso me hizo
odiarla porque ella solo se resignaba y lo aceptaba, como si no hubiese algo que ella
pudiese hacer para cambiarlo. Si lo había, pero ella simple y sencillamente no lo haría.
Yo creía que ella era patética y débil, indigna de mi admiración. Estaba avergonzada
de llamarla mi madre, avergonzada de su comportamiento casi al igual que el
comportamiento de mi padre. Él siempre me dejó en paz, generalmente siempre me
ignoraba, pero cuando él me alzó la mano un día mientras estaba borracho y me
Hizo una pausa y me miró brevemente, antes de volver a mirar a otro lado y continuar.
“Él murió un par de años atrás, un accidente extraño, lo que sea, y yo recuerdo cuando
me dijeron que él estaba muerto, me sentí malditamente feliz. Quizás es algo
enfermizo, pero estaba complacida de que él se hubiera ido. Me sentí… libre. Pero
cuando vi a mi madre llorando, y le pregunté por qué ella estaba molesta, como una
idiota pensé por un momento que quizás había algún error y que él si había
sobrevivido y que por eso ella estaba llorando porque el pendejo todavía estaría cerca
para torturarla, pero en vez de eso ella dijo ‘Rosie, nena, tu papi está en el cielo ahora’.
Recuerdo haberme reído, porque no había ninguna jodida manera que de ese imbécil
fuese al cielo, mi madre solo me miró, confundida por mi carcajada.”
Ella se rió con amargura, moviendo su cabeza. “Yo no podía entender sus lágrimas, y
ella no podía entender mi alegría. A ella realmente le dolió su muerte, estaba
devastada porque él estaba muerto. Ese hombre la torturaba a diario, abusando de
ella y controlándola, y joder, ella lo extrañaba y lo quería de vuelta. El poco respeto
que aún le tenía a mi madre, lo perdí ese día. Entendía que ella no estaba del todo
cuerda, tantos años de abusos puede dejar a la víctima con su cerebro lavado, pero yo
simplemente no podía respetarla más. ¿Dónde estaba su orgullo, su autoestima, su
sentido de auto-preservación?”
“El doctor C, es lo más cercano que tengo a un padre real y que respeto. Y puedo
imaginar que tú no puedes entender eso, que suena jodidamente retorcido para ti
porque él es el hombre que te controla. Para tus ojos, probablemente él no es mejor
que mi abusivo y alcohólico padre. Pero él ha estado para mí cuando nadie más lo
estuvo. Yo no podía apoyarme en mi madre o depender de ella porque ella estaba
totalmente fuera de control y no podía aceptar que necesitaba alguna clase de ayuda.
El doctor C, ha hecho todo lo que alguna vez he necesitado, y aunque probablemente
él jamás me diga la jodida verdad, estoy segura que él fue quien resolvió, por mí, el
problema con mi padre.”
Mis ojos se abrieron completamente y la miré sorprendida. “¿El doctor Cullen mató a su
padre?” le pregunté. Ella volteó para verme por un segundo, su expresión era casi de
tristeza.
“Yo creo, sí. Él nunca vendría y me lo diría, pero es demasiada coincidencia que mi
padre justamente se muriera en un insólito accidente en el bosque casi el mismo día
que le confesé al doctor C, que él me había golpeado,” dijo ella.
Nos quedamos sentadas en silencio por un momento. Yo estaba asimilando todo lo que
ella me había dicho mientras ella volvía a mirar a la nada nuevamente. “No me gusta
cuando las personas no se defienden a sí mismas. Me recuerdan a mi madre, me
recuerdan todo lo que pasó. Yo presiono a la gente, la saco de sus casillas y les digo
cosas groseras para que ellos se subleven, de esa manera se podrán de pie y se
Ella se volvió hacia mí y yo asentí, de esa manera ella sabría que yo la estaba
escuchando. Viéndolo en retrospectiva, sus acciones de alguna manera tenían sentido.
Ella estaba acostumbrada a ver a su madre derrumbada, viéndola como ella
solamente aceptaba todo, así que era por eso que ella derrumbaba a la gente y
juzgaba su personalidad basada en quien aceptara o no ser derrumbado. Ella no
podía soportar estar rodeada de personas como su madre, y me arriesgaría a suponer
que era porque a ella le dolía mucho recordarla.
“Vivo con mis abuelos ahora. Mi madre murió,” ella añadió rápidamente. “Pero ese no
es el punto realmente. El punto es que, me gustan las personas que se defienden a sí
mismas y que no soportan que otros los estén ordenando o controlando. Yo te he
tratado de la misma manera en que trato a los demás y eso no estuvo bien, porque tú
no eres como los demás. Tú no tienes la opción de defenderte, no realmente. Así que, lo
siento por haber sido tan perra contigo porque tú no puedes evitar tus circunstancias y
estuvo mal de mi parte tratar de presionarte, de forzarte a ser alguien que claramente
tú no eres capaz de ser. Nada de esto es tu culpa y, debo decir, que me tiene cabreada
de que sea de esta manera, gracias al hombre que yo respeto como un padre. Estoy
teniendo problemas con adaptarme a esa mierda.”
“Él está cambiando,” dijo ella después de un momento. Yo la miré confundida y ella
sonrió. “No te puedo mentir y hacerte pensar que él es alguna clase de príncipe
encantado montado en un caballo blanco, porque claramente ese no es Edward
Cullen. Ha estado con un chingo de chicas y puede ser bastante imbécil. Pero es
diferente contigo y eso es muy extraño de ver. Es decir, pasó de estar con casi todas
esas chicas de la escuela, lavándoles el cerebro con unas pocas palabras para
tenerlas a su disposición, a prácticamente ni siquiera notar que ellas respiran. Y…,
santo cielo, ellas lo odian. Pero a él no le importa, lo ha superado. Y fue mi error
llevarte a pensar que él no tiene interés en ti, porque claramente sí lo tiene. Pero
“No puedo siquiera imaginarlo. La mayoría de chicas idolatran a ese chico, pero para
mí él es solo el pequeño y molesto Edward. Pero, dime Isabella, ¿al menos has tocado
su polla, incluso si no la has usado?” Ella preguntó sonriendo con complicidad. Mis
ojos se abrieron sorprendidos por su pregunta.
“Eh, es decir…no” dije rápidamente, negando con mi cabeza. Ella parecía sorprendida.
“¿Para nada?" Ella preguntó. Yo negué con la cabeza. “¿La has visto?” negué
nuevamente de manera vacilante y sus ojos se entrecerraron un poco. “¿Al menos te ha
tocado?” ella preguntó.
“¿Pero aún no lo has tocado, para nada? ¿Ni siquiera le has echado un vistazo?
Wow… Me sorprende que al final él fuese tan desinteresado,” dijo, más para ella que
para mí. “Después de todo, ¿por qué no lo has tocado o echado un vistazo? ¿No sientes
algo de curiosidad?”
“Sí, tengo curiosidad. Pero, quiero decir, yo nunca he visto una y no sé lo que tengo qué
hacer o por dónde empezar,” le dije nerviosa. Ella sonrió un poco, mirando de manera
compresiva.
“¿Sabes? Todo lo que tienes que hacer es decirle a Cullen eso y estoy segura que con
mucho gusto se la sacará para ti y te enseñará cómo funcionan las cosas,” dijo. Mis
“Suelen serlo. Vienen en diferentes tamaños, no hay dos iguales. No lo digo por
experiencia o algo así, pero corre el rumor de que Edward es de los que la tiene
grande”.
“Las chicas a veces le dicen ‘Cocky Cullen’, y no es porque él sea vanidoso. Es porque
el chico es evidentemente aventajado,” ella dijo. Hizo una pausa y se rió. “Ese hijo de
puta solía bromear acerca de tener una polla de 9 pulgadas (23 centímetros), yo
siempre pensé que él estaba exagerando hasta que las chicas de la escuela
empezaron a hablar de eso.” (N.T. aquí la escritora usa un juego de palabras ya que
cock significa polla y cocky vendría a ser como “gran polla” <no tiene una traducción
muy literal> y a la vez cocky significa engreído o vanidoso).
“Sip, es bastante grande. Pero no dejes que el tamaño te asuste. Alice probablemente
te diría que el tamaño no importa, te diría alguna de esas mierdas de que ‘no es el
tamaño del barco, sino el movimiento del océano lo que importa’. Pero yo seré la perra
que te lo diga, y muy claro, que entre más grande es usualmente mejor, mientras ellos
sepan lo que hacen con ella,” dijo. Yo asentí, todavía un poco asombrada.
“¿Y eso cabe… allí abajo?” pregunté, sorprendida, ya que aquello no parecía creíble.
Ella sonrió y asintió.
“Una mujer se ensacha para acomodarse,” ella dijo. Yo asentí, tratando de captar el
concepto.
“Puede doler la primera vez. Pero mientras el chico sepa lo que está haciendo, eso
puede volverse tan fácil e indoloro como sea posible. Y no todo el dolor es malo en el
sexo, un poco de dolor se siente bien” dijo ella. Yo la miré, tratando de asimilar la idea,
y ella suspiró. “Pero en serio, no seas tímida con Edward acerca de esto, porque te
aseguro de que ese chico no tiene vergüenza y te hablará de esto de manera directa.”
Le sonreí. “Está bien,” le dije en tono suave, sin estar del todo segura de que tenga el
valor para decirle algo como eso a él sin sentirme completamente avergonzada, pero
quería también que ella sepa que había escuchado su consejo y lo había apreciado.
Nos sentamos en silencio por un momento antes de que ella aclarara su garganta y se
pusiera de pie, alisando las inexistentes arrugas de sus prendas.
“Y eso es todo lo que en realidad tengo que decir,” dijo, volteándome a ver. “No te
puedo prometer que no volveré a portarme como una perra contigo, o que
accidentalmente diga algo para molestarte, porque así soy yo, pero intentaré ser un
poco más sensible a tu, eh…situación,” dijo ella. “Y realmente te agradecería si lo que
yo dije no sale de esta habitación, ya que no quiero que tu novio piense que me estoy
volviendo más delicada. Odiaría tener que patearlo en polla de supuestamente nueve
pulgadas para probar lo contrario, porque estoy segura de que tu estarás queriendo
usarla en poco tiempo.” Mis ojos se abrieron del todo mientras un sonrojo invadió de
inmediato mis mejillas y ella sonrió, moviendo su cabeza. Caminó hasta la puerta,
abriéndola rápidamente y quedándose inmóvil.
“¿Qué? Joder, ¿estás espiando?" Dijo ella, sonando irritada. “¿No crees que ella se
puede cuidar sola?”
Mi ceño se frunció y miré hacia el frente, asombrada, cuando vi a Edward allí de pie. Él
mencionó algo sobre los monos voladores y traté de contener la risa, sabiendo
exactamente a qué lo estaba aludiendo. Había visto el Mago de Oz, muchas veces a
través de los años, como para saber por qué lo había mencionado. Ellos
intercambiaron un par de palabras más, y ella intentó golpearlo al irse, pero él logró
esquivarla y entró a la habitación. Yo me quedé allí de pie, un poco nerviosa ya que los
recuerdos de la noche anterior volvieron a mi cabeza y esa era la primera vez que
estábamos solos desde aquello. Las palabras de Rosalie también retumbaron en mi
cabeza, y curiosamente tuve que resistir las ganas de mirar sus pantalones para ver si
podía observar alguna indicación de sus partes masculinas. Era tan tonto, pero al
parecer yo no podía parar de pensar en eso, así que simplemente estuve allí de pie,
tratando de contener mis reacciones. Él caminó hasta mí y yo empecé a ruborizarme,
tuve que desviar la mirada ya que su proximidad solo estaba haciendo aquellos
Él sugirió que saliéramos por allí por el resto del día y me sorprendió de que me
invitara a salir en público, ya que se suponía que debíamos ser cuidadosos para que
su padre no se enterara, pero al parecer él no estaba preocupado por eso. Él fue a
tomar una ducha y yo nerviosa cambié mi ropa, mirando al closet y tratando de elegir
algo que me hiciera lucir decente. Edward estaba acostumbrado a ser visto con chicas
lindas, chicas que se veían como unas modelos, y eso me hizo sentir algo ansiosa ya
que yo jamás podría verme como ellas lo hacían. Saqué algo de ropa que ya había
usado ya que no parecían ser sensibles al lavado, y peiné mi cabello hacia atrás
dejándolo suelto. Me rocié algo de perfume, no sabía cómo ponerme el maquillaje de
manera apropiada, así que ni siquiera me molesté en intentarlo. Me sentí un poco fuera
de lugar, pero afortunadamente él pareció contento cuando me vio y me dijo que creía
que lucía bien.
Edward era hermoso, sin duda. Él usaba una camisa verde que hacía que sus ojos
brillen, sacando de ellos unos tonos destellantes. Estaba deslumbrada con ellos,
asombrada de cuan increíble era él y cómo yo había tenido la suerte de que entrara en
mi vida. Me condujo hasta el coche y tuvo un pequeño berrinche con el asiento,
alzándome la voz un poco, yo en cambió le di un poco de tiempo para que él se
tranquilizara. Se disculpó después, como solía hacerlo y sugirió darme un orgasmo en
el coche. Sólo había estado bromeando pero yo estaba asombrada por su franqueza,
su despreocupación sobre el tema. Recordé entonces lo que Rosalie había dicho, sobre
como él no tenía vergüenza y yo no debería ser tímida en hablar con él sobre estas
cosas. Pero sabía también que hablarlo en el coche, no era una buena idea.
Salimos del restaurante y fuimos al cine, decidiendo a último momento ver una película
de un chico llamado Harry Potter. Edward compró golosinas y refrescos, lo que
curiosamente ni siquiera me sorprendió. Nos ubicamos en la última fila del cine. Me
Yo sonreí y me sonrojé, ya que había sido atrapada por sorpresa por su repentino
elogio. Nunca pensé en mí como una persona hermosa pero Edward conocía muy bien
la manera de hacerme sentir como si lo fuese. Le dije eso mientras él inhalaba un poco
más de marihuana, le dije que me hacía sentir hermosa. Me miró por un momento, al
parecer estaba asimilando mis palabras, y exhaló.
“Te amo,” me dijo, su voz era completamente seria y era tan baja que parecía apenas
un susurro. Le creí cuando me habló, le creí con cada parte de mi alma. Él se levantó
de su silla, y lo miré sonriéndole, y tratando con todas las fuerzas que tenía de evitar
que las lágrimas de alegría se derramaran de mis ojos, evitando así asustarlo por mi
reacción excesiva. Mi corazón latía a mil por hora mientras fijaba mi mirada en él, con
la emoción recorriendo todo mi cuerpo.
Él suspiró y yo miré hacia abajo, notando que había cerrado sus ojos. “Aunque,
mañana. Limpiar puede esperar para mañana,” murmuró, moviendo un poco su
cabeza como si estuviese tratando de hacer una pequeña madriguera en mi regazo. Yo
le sonreí y lo miré, acariciándolo con suavidad. Sus labios se movían un poco,
pequeñas sonrisas aparecían en su boca.
“De acuerdo,” le respondí. Él asintió, sonriendo, e inhaló otro poco de marihuana. Dejó
el porro sobre el escritorio y caminó hasta mí, sentándose suavemente a mi lado en la
cama. Alzó una de sus cejas dándome una mirada inquisidora y sonreí, sabiendo de
inmediato lo que él quería hacer. Se inclinó a mí muy despacio, dejando que sus labios
apenas tocasen a los míos, y empezó a exhalar. Yo cerré mis ojos e inhalé, llevando su
humo a mis pulmones. Lo retuve allí y lo escuché reír entre dientes cuando retiró un
poco sus labios de los míos. Abrí mis ojos y vi que aún estaba muy cerca de mi rostro,
su nariz apenas tocaba la mía. Exhalé, dejando que el humo salga, y una vez que mis
pulmones estuviesen limpios se inclinó y presionó sus labios contra los míos de manera
poderosa. La fuerza con la que lo hizo me empujó hacia atrás y ambos reímos cuando
él se ubicó sobre mí, besándome profundamente. Yo envolví mis brazos alrededor de él
y lo besé con todas las fuerzas que tenía. Finalmente él se separó de mis labios
después de un momento y sonrió, besándome suavemente un par de veces más.
“No existe cosa más jodidamente sexy que verte respirar mi humo,” dijo con voz ronca.
“Pregunta número, cualquier maldito número que sea. ¿Me quisiste besar ese día?
Porque, joder, juro que creí que sí querías hacerlo, pero no estaba seguro así que no lo
hice,” él murmuró, sus labios todavía recorrían mi piel. Suspiré, dejando recorrer mis
dedos por su cabello.
Suspiré, llevando mi labio inferior a mi boca para morder de manera nerviosa. “¿No es
mi turno para hacer una pregunta?” le pregunté. Él gruñó, rodando sus ojos.
“Estoy asustada de perderte,” le dije casi en susurro, mi voz temblaba un poco a causa
de los nervios. No era tan fácil admitir mis inseguridades, de permitirme a mí misma
ser vista de manera tan vulnerable. La vulnerabilidad jamás había sido una cosa
buena para alguien como yo.
“¿Puedes sentir eso?” él preguntó en voz baja. Asentí, un poco asombrada por su
seriedad. “No me iré a ningún lado, Isabella. Esto es tuyo.”
Sentí mis ojos llenarse con lágrimas, traté de reprimirlas pero fue inútil. Una de ellas se
“A que tú salgas lastimada por mi culpa,” respondió sin vacilar. Mis ojos se abrieron a
causa de la sorpresa, ya que no esperaba esa respuesta. “Tengo miedo de que mi
padre vaya a alejarte de mí, o de que algo salga jodidamente mal cuando yo trate de
robarte”.
Lo miré por un momento, luchando contra la esperanza que estaba tratando de invadir
mi cuerpo. Era peligroso para mí siquiera empezar a esperanzarme en la libertad, ya
que los esclavos no eran simplemente liberados. Los esclavos eran usados y
desechados cuando su tiempo había llegado. Nosotros sabíamos demasiadas cosas
como para ser simplemente liberados al mundo exterior. Había pensado en ocasiones
anteriores, como Edward y yo pudiésemos estar juntos, y me di cuenta que algo debía
pasarnos para que aquello durara. Él se iría pronto, ya que era casi un adulto, y si
nada ocurría él me dejaría en su pasado mientras seguía con su vida. Pero el concepto
de que yo pudiese encontrar la libertad que anhelaba, era difícil de aceptar.
“No hay ninguna salida a esto, Edward,” le dije después de un momento, el pesimismo
una vez más le ganaba la lucha a la esperanza que yo misma reprimía. Su ceño se
frunció ante mis palabras y me miró confundido. “Esta no es solo una etapa de mi vida.
Esta es MI vida. La esclavitud es lo que me trajo al mundo, y probablemente sea la que
me saque de él. No vale la pena siquiera intentar cambiar eso, es inútil.”
Sus ojos se estrecharon mientras su rostro se ensombreció de ira. Mis ojos se abrieron
con sorpresa debido a su repentino cambio de comportamiento. Había un fuego en sus
ojos, una chispa de ira arremolinándose en el verde de su mirada que me asustó. Él se
sentó rápidamente, alejándose de mí, retiré la mano de su pecho. Mi corazón empezó a
latir de manera errática, debido a mi asombro y confusión por su reacción. Él se quedó
allí frente a mí y me miró furioso. “Nunca más vuelvas a decir esa mierda,” dijo
bruscamente, alzando su voz. Solo lo miré, sin saber lo que se suponía debía hacer o
decir, o sin saber al menos que fue exactamente lo que dije mal. Él tomó un respiro
profundo, al parecer para tratar de calmarse, pero no funcionó ya que el fuego aún
ardía en su mirada. “Estoy tratando de no encabronarme contigo, pero no puedes decir
“¡No!” le dije rápidamente, mi ceño estaba fruncido. No quise que pensara que él no
significaba nada para mí, porque sí era importante para mí. Él era todo para mí. Me
senté rápidamente y sentí mis ojos llenarse de lágrimas nuevamente. “No eres en vano
o sin sentido. Tú eres la única cosa en mi vida que tiene algún sentido, Edward.”
Él suspiró y negó con su cabeza, aún luciendo algo molesto. “¿Entonces valgo la puta
pena para luchar por mí? Porque si tú no estás dispuesta a luchar, tienes que
decírmelo ahora. Porque estoy completamente preparado para hacer cualquier
pendejada que sea necesaria, y no voy a hacer esa mierda para nada, si tú ni siquiera
lo quieres intentar.”
“Por supuesto que vale la pena luchar por ti,” le dije, llevando mi temblorosa mano
rápidamente a su rostro para tocar su mejilla. Esperaba que me evitara, debido a que
la ira estaba todavía escrita en su rostro, pero no lo hizo. Inclinó un poco su cabeza al
sentir mi roce y suspiró fuertemente.
“Entonces no vuelvas a decir esa mierda, ¿entendido? Cuando digo que voy a tratar de
averiguar una manera para sacarte de esto, lo digo en serio. Joder, no estoy jugando
aquí, es en serio cuando te digo que te amo, no son solo palabras para mí. Y Cristo,
lamento estar gritando, pero me encabrona cuando te menosprecias y dudas de las
cosas,” dijo. La expresión de rabia en su rostro se había disuelto un poco, y había sido
reemplazada por una de tristeza, de dolor. Él estaba viéndome de manera intensa, sólo
asentí.
“No es tan fácil tener esperanza,” le dije, esperando que me entendería. Él suspiró,
alcanzando mi mano y poniendo la suya encima de la mía sobre su mejilla. Se apoyó
un poco más en mi toque.
“¿Crees que no sé eso, tesoro? Pero tú debes de tener un poco de fe en mí. Volere è
potere*,” dijo.
“Donde existe voluntad, existe un camino,” me dijo. “Mi papá dice esa mierda todo el
tiempo. Es su respuesta para cada jodida cosa.”
“Buenas noches, Isabella,” dijo suavemente. Su voz tenía tintes de tristeza en ella y me
sentí mal por eso inmediatamente, sabiendo que había sido yo quién había matado su
estado de ánimo y que prácticamente había arruinado el recuerdo de una bonita
noche.
“Buenas noches, Edward,” le susurré. Sentí una lágrima rodar por mi mejilla y cerré mis
ojos, ignorándola. Me aferré a sus brazos, los mismos que estaban envolviéndome,
sujetándolo fuertemente a mi cuerpo sin querer que me soltase jamás. Es que es tan
difícil ser optimista cuando vives de la forma en que yo lo hago.
Caí en un profundo sueño y por primera vez en mucho tiempo, las pesadillas se
filtraron en mi inconsciente. Empezaron como breves destellos de mi vida, imágenes
inofensivas de momentos con mi madre, pero que en sí eran difíciles de ver. Duros de
revivir, ya que ella no estaba allí conmigo. Ella se veía tan distante y se sentía como si
hubiese pasado una vida entera desde que la había visto u oído por última vez, y me
preocupé de que ella no sea nada más que una aparición para mí de ahora en
adelante, un producto de mi imaginación. Rápidamente la imagen se transformó en
violencia, en la brutalidad que yo presencié, el asesinato al que fui forzada a ver y que
luego tuve que limpiar. Reviví algunas de mis peores palizas, Jane pateándome en el
rostro, Charles agarrándome por el cabello y arrastrándome hasta el patio. Las
correas, los látigos y los palos que ellos usaban en mí. Los golpes, las bofetadas, las
patadas y los empujones. Y la sangre, ¡oh, tanta sangre! De esa imagen, cambió a la
mirada furibunda del doctor Cullen, la rabia y la indiferencia en sus ojos cuando él
apuntó con su pistola a mi garganta, el fuerte clic cuando apretó el gatillo.
Dudé al principio pero, aun así, salí por la puerta, escabulléndome hacia el pasillo. El
tercer piso estaba oscuro y en completo silencio, casi de manera misteriosa. Bajé las
escaleras en silencio, dirigiéndome hacia el segundo piso. Me dirigí hacia las
escaleras que conducían al vestíbulo, pensado que quizás él estuviese consiguiendo
algo de tomar, pero me detuve de manera abrupta cuando escuché que la música
inició.
Era inquietante y oscura, mezclada con tristeza. No sabía qué canción era pero sonaba
sobrecogedora mientras retumbaba en la silenciosa casa. Caminé por los escalones
muy despacio, asegurándome de permanecer en silencio, y me detuve en la parte
superior. Me senté sin hacer ruido y miré a través de la barandilla, la plataforma sobre
la que estaba el piano. Edward estaba sentando en el banquillo, tocando las
inquietantes notas de una manera muy hermosa, encorvado ligeramente logrando que
su postura hiciese juego con el tono de la melodía. La música se hizo más fuerte
después de un momento, al tiempo que él empezó a golpear las teclas de manera casi
furiosa, pero tan rápido como se disparó, así mismo regresó a las suaves e inquietantes
notas.
Me pregunté cuán seguido tocaba el piano por las noches, o si es que él se escapaba
de la cama con frecuencia. A menos de que Edward me despierte por una pesadilla,
últimamente yo era capaz de dormir toda la noche, no despertándome hasta que el sol
haya salido totalmente allá afuera. ¿Él siempre hacía esto? ¿Era parte de su rutina
hacerlo? ¿O es que yo realmente lo había molestado más temprano esa noche hasta
llegar al punto donde no quisiese dormir conmigo, no quisiese estar cerca de mí?
Mis párpados se sintieron pesados pero traté de mantenerlos abiertos, sin querer
levantarme e irme todavía. Estaba del todo cautivada por la música que estaba
tocando como para querer volver a la cama. Sin embargo, debí haber perdido mi
batalla con mis párpados, porque la siguiente cosa que supe fue que estaba siendo
sacudida por alguien, mis ojos se abrieron de golpe, estaba completamente
sorprendida y perpleja. Mi mirada recayó en Edward de inmediato y miré a mí
alrededor con confusión, asombrada cuando vi que estábamos en el segundo piso y
que él me estaba meciendo en sus brazos. Me di cuenta en ese momento que me había
quedado dormida mientras lo escuchaba tocar, y que debió encontrarme cuando se
“Tenemos camas, tesoro, no tienes por qué dormir en el piso,” dijo en broma. Yo sonreí
ligeramente.
Yo suspiré pero no discutí con él. Apoyé mi cabeza en su pecho y cerré mis ojos
mientras llegábamos al tercer piso y él me llevaba a su habitación. Me dejó sobre la
cama y rodeándola, arrastrándose a mi lado. Me acercó a su cuerpo y yo me acurruqué
en su pecho, volviendo a quedarme dormida de inmediato.
Me levanté mucho después y levanté la cabeza un poco para ver la hora en el reloj. Me
sorprendí cuando vi que habían pasado unos minutos después de las 10 am. Escapé
con suavidad de los brazos de Edward, siendo cuidadosa de no despertarlo y salí de la
cama. Sorteé mi salida de su habitación en medio de su desorden, agradecida de que
pronto estaríamos haciendo algo al respecto y me dirigí al pasillo. Cerré la puerta
detrás de mí con cuidado y me dirigí hasta las escaleras. Las bajé rápidamente,
haciendo una pausa cuando llegué al vestíbulo y escuché la tv encendida en la sala.
Caminé en silencio, sorprendiéndome cuando vi a Jasper sentado en el sofá con el
control remoto en su mano. Él me miró y sonrió.
“Buenos días, Jasper,” le dije con calidez. “¿Tienes hambre? Iba a preparar el
desayuno.”
Su sonrisa creció. “Eso es terriblemente dulce de tu parte. Sí, podría comer algo,” me
respondió. Yo asentí.
“Sí, fue a tomar una ducha. Debería bajar en un rato más.” Dijo. Yo sonreí y murmuré
un ‘está bien’, volteándome y dirigiéndome a la cocina. Sabía que si Emmett estaba en
casa, necesitaría preparar un poco más de comida, ya que él tenía un apetito voraz.
Empecé friendo algo de tocino y preparé la mezcla para la masa de los pancakes.
“¿Tuviste una buena cita ayer?” Preguntó curioso. “¿Qué hicieron?” yo alcé la mirada y
le sonreí.
“Sí, fue genial,” le respondí. “Él me llevó a cenar y luego vimos una película.” Él asintió
mientras sonreía feliz.
Me encogí de hombros “¿Fajarse una chica?” le pregunté. Él suspiró y cerró sus ojos,
pero antes de que pudiese responderme alguien aclaró su garganta desde la puerta.
Di un salto a causa del sobresalto y me viré rápidamente, mis ojos se abrieron por
completo cuando vi a Edward. Él se veía algo desaliñado a causa del sueño, su cabello
estaba todo parado. Y no estaba usando nada más que sus shorts.
Escuché a Jasper murmurar una maldición y los ojos de Edward se fijaron de inmediato
en él. “¿Qué eres, la puta Gestapo?” Edward preguntó. “¿Interrogándola y todas esa
mierdas?” Jasper suspiró.
“Solo tenía curiosidad,” Jasper respondió, encogiéndose de hombros. Edward rodó sus
ojos.
“Lo que sea. Yo sé cómo tratar a una chica,” dijo Edward, sonando a la defensiva. Él
me miró, luciendo ligeramente aprensivo e inquisitivo. Lo miré por un momento,
confundida por la mirada que me estaba dando, hasta que la realidad me golpeó. Él
no creía sus propias palabras y estaba mirando, tratando de encontrar en mí una
confirmación de que él me había tratado bien. Le sonreí, ya que de cierta forma era
“¿Acabas de golpearme?”, Emmett preguntó en tono vacilante. “Porque te juro por Dios
que creó que lo hiciste, o quizás solo acabo de imaginar esa mierda.”
“Te lo mereces, cabrón,” dijo Edward en tono de broma. Emmett lo miró y le sonrió
abiertamente. Él extendió su mano rápidamente, robando un pedazo de tocino antes
que ninguno de nosotros notáramos lo que estaba haciendo y llevándoselo a la boca.
“Síp, la gatita aquí presente tiene cojones, lo puedo ver,” Dijo Emmett. “Toma una
chingo de valentía tratar de interponerse entre la comida y yo.”
Le sonreí e iba a disculparme con Emmett, ya que mi intención no había sido golpearlo,
pero Edward habló antes de que yo pudiese decir algo. “¿Por qué la llamaste gatita?”
preguntó.
Emmett sonrió. “Porque es como una jodida gatita, es por eso. Toda linda y tierna y de
aspecto inocente, pero de la nada sus garras saldrán y se alzarán, y te mostraran una
pizca de aquel pequeño y vicioso animal en ella. Digo, ella todavía es relativamente
inofensiva, pero tampoco es completamente indefensa. ¿Sabes?”
“Sí, claro que lo sabes, ella te tiene agarrado por las bolas,” Dijo Emmett de inmediato.
Edward gruñó.
“Mierda, ya quisiera ella. Yo hago las cosas por mi cuenta, tonto,” dijo Emmett
sonriendo y asintiendo. Tanto Jasper como Edward empezaron a reír con fuerza.
“Ya lo quisieras tú,” dijo Jasper. “No estoy avergonzado de decir que Alice me tiene
envuelto en su dedo meñique, y te estás engañando a ti mismo si no piensas que es
Rosalie quien lleva los pantalones en su relación. Tú eres incluso peor de lo que es
Edward. Al menos él admite ser un mandilón.” Mi ceño se frunció a causa de la
confusión y Edward gruñó.
“Eh… ¿La comida está lista? Dije al no entender lo que ellos estaban hablando y
sintiendo como si estuviese entrometiéndome en una conversación que se suponía no
debía escuchar. Sonó más a una pregunta que a una afirmación cuando lo dije pero
ellos al menos entendieron la idea. Emmett abrió de golpe una de las puertas de la
alacena para tomar un plato, casi golpeando a Jasper. Él saltó del mesón mientras
reía, dejándole el camino libre. Edward permaneció donde estaba, abrazándome. Se
agachó un poco y besó mi cuello suavemente mientras sus hermanos servían su propia
comida.
Edward y yo tomamos nuestros platos al final, y fuimos a la sala para comer y ver algo
de TV. Después del desayuno, regresé a la cocina y limpié un poco mientras los chicos
conversaban. No quedaron muchas sobras, eso gracias a Emmett, así que todo lo que
tenía que hacer era lavar los platos y limpiar los mesones.
Edward entró cuando estaba casi por terminar, recostando su espalda en el marco de
la puerta y cruzando sus brazos sobre su pecho. Me miró en silencio; su mirada era tan
intensa que parecía como si me penetrara por completo. Aquello me hizo sentir algo
tímida y sentí ruborizarme de manera ocasional cuando hacíamos contacto visual.
Le sonreí y asentí con entusiasmo, sintiéndome un poco más emocionada por limpiar
de lo que por lo general lo estaría. Pero era algo importante para mí que él me dejara
limpiar su habitación finalmente, así que por esta ocasión se sintió diferente. Él sonrió
al sentir mi entusiasmo, y señaló con su cabeza las escaleras antes de voltearse. Lo
seguí y subí las escaleras en silencio.
“Yo no diría eso todavía,” murmuró. Caminó por toda la habitación y empezó a recoger
su ropa sucia, lanzándolas en el cesto. Dudé, pero aclaré mi garganta después de un
segundo.
“Separarlas para que yo pueda lavarlas. Tienes que separar la ropa por colores,” le
dije. Su ceño se frunció a causa de la confusión y yo empecé a reír. “Una pila de ropa
blanca y otra de pila de ropa de color servirá,” le dije, tratando de dejarlo claro para
hacerlo más fácil para él. Fue bastante evidente, de hecho casi inmediato, que él no
tenía ni idea lo que estaba haciendo. Suspiró y alzó su mano para hacerme un saludo
de tipo militar.
“Así que, eh…” Edward empezó. Yo cerré el libro rápidamente y volteé a verlo, para
evitar que pensara que yo estaba curioseando entre sus cosas solo por diversión. Él
sostenía una camiseta blanca con rayas azul marino, y la miraba con cautela.
¿“Considerarías esto ropa de color o blanca?” Él preguntó. Volteó a verme brevemente.
“Y los libros van en la mochila que está allá,” dijo, señalando con su cabeza a la
mochila que estaba junto a la cama.
Yo sonreí y asentí. “Es de color” le dije. Miré hacía las pilas de ropa por un segundo.
“Esa camiseta blanca con el diseño verde en la espalda también es considerada
color.”
Él miró abajo a la pila de ropa, entrecerrando los ojos. Tomó la camiseta y la lanzó a la
“La etiqueta dice que no se debe usar cloro,” le dije. Atravesé su habitación y tomé su
mochila, para caminar de regreso al escritorio y guardar los libros en ella. Él me miró
con algo de disgusto y regresó a lo de la ropa.
“Joder, no me dijiste que leyera las malditas etiquetas,” dijo. Traté de retener mi
carcajada nuevamente debido a su enojo, a sabiendas que aquello solamente podía
empeorar su irritación. Estaba claro que estaba fuera de su ambiente aquí, pero
apreciaba el hecho que estuviese intentando hacer algo por sí mismo. Continué
recogiendo libros que estaba esparcidos por toda la habitación, unos eran del instituto
y otros obviamente eran de lectura personal. Me sorprendió un poco el ver tantos libros,
ya que no creí que Edward fuese la clase de personas que lee por placer. Tomé un
pequeño libro café después de un momento y miré su cubierta. Estaba un poco
gastado, se veía bastante viejo y no había nada en su portada a excepción de dos
palabras doradas. No las reconocí así que pensé que quizás estaban en algún
lenguaje extranjero. Mi ceño se frunció por la confusión y lo miré con cautela, sin saber
qué hacer con él.
“No, esa no es la mierda que te enseñan en la escuela, cariño,” me dijo, riendo entre
dientes y sonando bastante divertido. Miré nuevamente la cubierta.
“¿Es esto italiano?” le pregunté. Él me miró, todavía luciendo divertido y negó con su
cabeza cuando hizo contacto visual conmigo. “Entonces, ¿qué es?” pregunté.
Él rió nuevamente. “Es, eh…” empezó diciendo. Hizo una pausa y negó con su cabeza.
“Cristo, es una mierda que pudiese enseñarte más fácil que explicártelo”.
“Me rindo,” murmuró. Yo solté una risita y negué con la cabeza ante el hecho de que
todo lo que había hecho era dividir la ropa en dos pilas, y que en ello había hecho un
trabajo bastante malo. Se rió y se sentó. “En serio, esta mierda es trabajo duro.”
“Eh, no es tan malo,” le dije, encogiéndome de hombros. Rodó sus ojos y se puso de
“Están contaminadas,” dijo simplemente. Lo miré, sin entender lo que había dicho,
dándome cuenta después de un momento que no pretendía decirme nada más sobre
eso. Recogió algunos discos de música y empezó a organizar sus DVD, así que caminé
hasta su cama y saqué las sábanas. Edward cambiaba por si solo sus sábanas con
frecuencia, ya que él no era exactamente muy insalubre, gracias a Dios, y cada vez
que lo hacía, usualmente solo dejaba las sábanas sucias en la cesta del cuarto de
lavado. Dejé caer en el suelo las sábanas, fundas de almohada y el edredón en el
pasillo, asegurándome de mantenerlas separadas de las sábanas supuestamente
contaminadas ya que Edward había reaccionado muy fuerte acerca de eso. Me dirigí
al segundo piso, sacando del armario sábanas limpias y una manta, asegurándome
de tomar alguna que Edward ya hubiese usado antes, en caso que él fuese exigente en
eso también. Las llevé al dormitorio de Edward y empecé a hacer la cama. Él estaba
jugando con su estéreo, tenía el reproductor de discos abierto y estaba poniendo en él
algunos discos. Lo cerró después de un momento, dejando las cajas de los discos de
regreso en su lugar inicial y encendió el estéreo. Algo de ruidosa música rap se
escuchó enseguida, el sonido del bajo retumbaba en las paredes, y él sonreía al
parecer bastante complacido por ello. Había notado en el último par de semanas que
el gusto de Edward con respecto a la música era bastante amplio, que iban
rápidamente desde suaves tonadas de piano a canciones de rock estruendosas, a
vulgares canciones de rap. Incluso le oí que una vez escuchaba una canción de música
country, pero él pretendió no saber de qué estaba yo hablando cuando por alguna
razón se lo mencioné más tarde aquel día.
“Te dije que encontrarías la pornografía,” me dijo. Tomé el DVD y rápidamente lo envié
de regreso debajo de la cama, lo que provocó únicamente que él riera aún más fuerte.
Se acercó y se acuclilló frente a mí, estirando la mano debajo de la cama y tomándolo.
Lo sostuvo frente a mí y me sonrojé, evitando mirarlo, estaba avergonzada. Se acercó a
mí y tomó mi barbilla levantando mi cabeza para que yo pudiese verlo. Hice contacto
visual con él pero aún podía ver el DVD por el rabillo de mis ojos, lo que hizo que mi
rubor fuese más profundo.
“¿Lo quieres ver?” preguntó suavemente, con un brillo malicioso en sus ojos. Mis ojos
se abrieron asustados y negué rápidamente con mi cabeza. Él rió y asintió, poniéndose
de pie. Caminó hasta su escritorio y abrió un cajón, para dejar el DVD allí dentro. “Me
parece justo. Quizás en otra ocasión,” dijo. Me miró, alzando sus cejas con expectativa.
Yo empecé a morder mi labio inferior de manera nerviosa.
“¿Qué hay, Ben?” dijo. Hubo una pausa y Edward empezó a reír, moviendo su cabeza.
Edward empezó a hablar algo sobre algún profesor y traté de bloquear su voz en mis
oídos, sin querer inmiscuirme ya que no quería que pensara que era entrometida o que
no confiaba en él. Saqué un paquete de fotos que estaban debajo de la cama y los
sostuve en el aire, llamando la atención a Edward con la mano para que me viera.
Sonrió y señaló con la cabeza un cajón. Miré en esa dirección pero él aclaró su
garganta de inmediato. Me volteé para verlo y cubrió el teléfono con su mano. “Pues
verlas si quieres, son solo fotos de mis hermanos y de Alice y Rose y de otras cosas.”
dijo. Yo sonreí en respuesta y retiró su mano del teléfono, para inmediatamente decirle
algo a Ben. Abrí el paquete y saqué las fotos, dejando la envoltura sobre el aparador.
Las revisé, sonriendo a la foto de los cinco haciendo cosas como ir a parques de
diversiones y fiestas y otras en las que estaban solo pasando el tiempo. Habían unas
pocas con ese chico Jacob Black en ellas, y dudaba que Edward supiese aquello ya
que me podría aventurar a adivinar que si supiera no las hubiese guardado. Todos se
veían muy jóvenes y despreocupados, pero en la mayoría de ellas había algo extraño
en Edward. Había ese entumecimiento en sus ojos, el brillo del fuego y la emoción a la
que estaba acostumbrada a ver, no estaba. Estaba sonriendo pero había tristeza en él,
una soledad. Todo el mundo me había dicho que Edward había cambiado desde que
me conoció, y ver esas imágenes de él sin vida me hizo dar cuenta de que todos me
decían la verdad. Estaba claro que se veía reprimido e infeliz.
Llegué hasta una foto de Edward, solo y muy tranquilo. Era una imagen de cuerpo
entero, al parecer tomada por alguien más. De inmediato me pregunté si al menos
sabía que alguien le había tomado esa foto, ya que no estaba prestando ni un poco de
atención a la cámara. Estaba de pie frente a la playa, vistiendo nada más que un
bañador, y mirando al agua. Estaba solo y tenía una expresión sombría en su rostro. El
sol estaba brillando con fuerza, era tan brillante incluso que hacía que su pálida piel
pareciera casi brillar. Aquello me quitó el aliento, ya que se veía tan
devastadoramente hermoso pero al mismo tiempo se veía tan claramente roto. Era una
foto hermosa, tenía en ella mucha emoción. Yo había escuchado la expresión ‘Una
imagen vale más que mil palabras’ pero nunca la había entendido realmente hasta
que me topé con la foto de Edward en la playa. La imagen definitivamente decía
demasiado.
“Claro que todavía te ves impresionante,” le dije, casi sin aliento. “Pero esta es
realmente una foto hermosa.”
“Sí, en serio. Veo a ese imbécil cada maldito día en el espejo, no necesito una foto de
él.” me dijo. Sonreí de oreja a oreja, asombrada y abrumada. Era algo pequeño pero
significaba mucho que él me diera la foto.
“De nada, tesoro. Ahora, si me disculpas, tengo un pequeño asunto que atender. Ben va
a pasar por la casa para recoger algunas cosas que mi padre dejó para él. Regresaré
enseguida. ¿De acuerdo?” Dijo. Yo asentí y él me besó de manera rápida otra vez
antes de salir de la habitación.
“Vas a provocarte un sangrado si sigues haciendo esa mierda,” me dijo en voz baja. Lo
miré y su expresión se había suavizado, su rostro era el mismo que el de la foto que me
había dado. “Mi madre solía hacer esas muñecas para las niñas que llegaban al
albergue cuando ella trabajaba como defensora de mujeres violadas. Todo el dinero
que recibían en donaciones iba directamente al programa en sí, pero ella siempre se
sintió mal por las niñas, sintiendo que ellas necesitaban algo de atención
personalizada. Así que hacía esas muñecas para las niñas pequeñas, ya que eran
baratas y fáciles. Teníamos el suficiente dinero para que ella pudiese comprar a cada
niña un puto juguete, pero decía que algo simple y personal era mejor”
“Un par de meses atrás hubiese estado en desacuerdo contigo,” dijo, negando con su
cabeza.
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Volere è potere = Donde existe voluntad, existe un camino
Isabella swan
Traducido por Lanenisita
Estaba acostada en mi cama con un montón de papeles frente a mí, apretando el lápiz
entre mis dedos. Hice un boceto breve en el papel en blanco que estaba encima del
montón, deteniéndome después de un momento para mirarlo fijamente. Continué con
mi boceto, deteniéndome una vez más, antes de gruñir y agarrar el papel. Lo hice una
pequeña bolita, con fuerza, y lo lancé al piso. Fijé mi atención al papel en blanco que
estaba ahora encima del montón, contemplándolo brevemente antes de empezar
nuevamente a hacer un boceto.
Había estado haciendo lo mismo por un buen rato ya, un par de horas si era honesta, y
no había hecho nada en absoluto. Tomaba una hoja de papel y dibujaba algo en ella,
casi de inmediato sintiéndome insatisfecha con ella. Yo misma hacía una pequeña
rabieta, reprendiéndome por mi inutilidad mental y autoproclamado mi falta de talento,
para luego desechar el dibujo sin pensarlo mucho y empezaba nuevamente. El piso
estaba cubierto con muchas bolas de papel blanco, y si me ponía a adivinar, podía
decir que en el piso había al menos dos docenas de esas bolas. Me negué a contarlas
siquiera, para ser sincera no quería verlas, ya que aquello me haría sentir mal por
desperdiciar tanto papel. Papel que era hecho de árboles, y aunque seguramente no
había escasez de árboles en el pequeño pueblo donde los Cullen vivían, creía que
ellos, los árboles, no eran algo que debía ser desperdiciado o tomado por sentado. Los
árboles vivían y respiraba, y aunque ellos no podían pensar o sentir, sentía que debían
ser apreciados. Ayudaban a proveernos de nuestro oxígeno y nos daban sombra. Y
cuando tú eres criado en la forma en la que lo fui, sabes que un árbol era una cosa de
misterio, una de belleza. Era increíble lo que un árbol puede soportar y sobrevivir,
creciendo fuerte y cada vez más grande, no permitiendo que los males de la tierra lo
detenga. ¿Era tonto pensar tan profundamente sobre algo salido de la madera y las
Nuestra relación parecía haber cambiado un poco desde el día que se molestó y me
gritó cuando le dije que no tenía sentido el tratar de salvarme. No me había dado
cuenta hasta ese momento, exactamente cuan serio era él, no había tenido intención
de ofenderlo con mis palabras. Edward bromeaba refiriéndose a aquello como nuestra
‘primera pelea,’ pero yo le dije que aquello había sido simplemente un momento de
caldeadas emociones conflictivas. Edward se rió de mí por eso, diciéndome que eso era
Fui capaz de controlarme a mí misma por casi 30 segundos después de eso, antes de
estallar en risas debido a lo absurdo de la situación. Mi carcajada lo irritó aún más, ya
que lo vi ponerse completamente serio y determinado a ser él quien tenga la razón.
Empezó a soltar aún más tonterías que tampoco tenían sentido para mí. Continuó
gritándome “fuori di testa”, palabras que luego admitiría que significaba que yo estaba
básicamente loca, y mirándome como si yo fuese una maniática. Probablemente debía
haberme sentido temerosa a causa de su hostilidad en ese momento, pero no fui capaz
de sentir miedo con él. Yo había visto su alma, y era amable. Sabía que jamás me
pondría una mano encima para provocarme daño físico, por lo que supe que su rabia
externa era solo un show. Siguió gritando y yo seguí riéndome, lo que únicamente
provocaba que él gritase más fuerte, lo que hacía que yo riera todavía más duro. Era
un círculo ridículo que continuó por al menos cinco minutos antes de que él finalmente
se calmara lo suficiente antes de preguntarme qué era tan gracioso.
Miré nuevamente el pedazo de papel en blanco que estaba frente a mí, suspirando. No
tenía ni idea siquiera qué dibujaría para él, qué querría él. Pensé por un momento en
preguntárselo, trayendo a colación el tema, pero no quería que se decepcionase si yo
no podía hacerlo de manera correcta. Y de la forma como se veía hasta ahora, no
había manera alguna que yo pudiese producir algo que se considerase digno de ser
visto por él, al igual que todo lo que yo había bosquejado de manera elemental.
Hoy era viernes, 16 de diciembre, y era el último día de clases de Edward antes de sus
vacaciones de Navidad. Estaba muy emocionada con la idea de que él estuviese en
casa todos los días por las próximas dos semanas, pero tenía que admitir también que
me sentía en conflicto acerca de las festividades en sí. Nosotros nunca fuimos capaces
de celebrarla de verdad en Phoenix, pero me entristeció un poco el hecho de que ésta
sería la primera Navidad sin mi madre a mi lado. Ella siempre había amado la fecha,
adoraba ver las luces y el árbol que los Swan ponían cada año. Nunca se pronunció al
respecto, pero estaba claro, por la mirada en sus ojos mientras ella se sentaba en la
ventana del granero donde nosotras dormíamos y miraba con atención a la casa, que
ella deseaba poder participar de la fiesta. Yo sabía que ella quería ser parte de algo,
de que ambas queríamos serlo, y que, por solo una ocasión, no estuviésemos sentadas
afuera, mirándolo. Yo conocía muy bien ese sentimiento, el de mirar pero jamás
experimentar, así que el hecho que los Cullen me hayan incluido en la celebración me
hizo sentir ligeramente culpable. Me debatía entre la culpa por tener la capacidad de
ser partícipe de algo que mi madre siempre había deseado, la tristeza por no estar con
ella, y finalmente mi entusiasmo, de ser por primera vez tomada en cuenta.
No lo esperaba, para ser honesta, fue por ello que hace una semana cuando Alice
prácticamente corrió al interior de la casa arrastrando a Jasper detrás de ella, y
declarando que era hora de empezar a decorar la casa de los Cullen para la Navidad,
que me tomó por sorpresa. Jasper y Edward habían desaparecido por algún lado de la
casa y regresaron un momento después cargando muchas cajas llenas con artículos
decorativos. Los chicos colocaron las luces colgantes y las guirnaldas por toda la casa,
y Alice y yo colgamos el muérdago y arreglamos las poinsettias. (N.T. poinsettias o
flores de Nochebuena, es aquella flor roja de pétalos puntiagudos que se usan para
todas las decoraciones navideñas) Rosalie y Emmett se aparecieron un poco más tarde
con un árbol de Navidad real y los chicos lo colocaron en la sala junto a la ventana. Yo
La presencia del doctor Cullen también había sido algo escasa en las últimas
semanas. No estaba segura donde estaba o que era lo estaba haciendo, pero hubieron
algunas noches en las que no llegaba a cada hasta después que el sol hubiese salido
por la mañana, y solamente se quedaba en casa el suficiente tiempo para cambiar su
ropa y comer algo. No le hice ninguna pregunta, ya que no tenía el derecho de
preguntar qué era lo que mi amo hacía en su tiempo libre, pero sí encontré extraño el
hecho de que me dejase sola por tanto tiempo. Sabía que los chicos estarían en casa, y
estaba completamente consciente del chip en mi espalda que le aseguraba que él
siempre tuviese el control de mi ubicación, pero aun así me sorprendía. Los chicos por
el contrario no parecían estar sorprendidos por su ausencia durante esas semanas por
lo que me pregunté si aquello ocurría ocasionalmente, si travesaba ciertos periodos en
los que prácticamente desaparecía del mapa pero todavía estaba cerca y era capaz de
aparecerse en cualquier momento sin aviso previo.
Todavía estaba cocinando la cena cada noche a las 7 pm, aun cuando el doctor Cullen
no estaba usualmente en casa. Empecé a comer en la mesa con ellos por petición de
Edward. Él no me hubiese forzado a hacerlo, por supuesto, pero dijo que apreciaría el
hecho de que considerara el cenar con ellos. No podía rechazar su petición, no solo
porque me lo había pedido con tanta amabilidad sino que para ser honesta no tenía
motivos para rechazarlo. Había estado comiendo cerca de ellos el tiempo suficiente
para sentirme cómoda con eso, y ellos tenían una manera de hacerme sentir como si en
verdad perteneciera a su mundo. Cabe mencionar que hubo momentos raros, tales
como las noches en las que el doctor Cullen estaba en casa para la cena y terminé sin
tener nada de apetito. Apenas me hablaba cuando estábamos en la mesa, y cuando lo
hacía eran cortesías básicas, pero había algo en su presencia que hacía que esa
pequeña parte de mí que todavía se sentía como si fuese nada más que una niña
esclava se reavivara. Ocasionalmente lo encontré dándome esas miradas que me
hacían sentir incómoda, ya que parecía que estaba observándome fijamente como si
quisiera leer mi mente. Se sentía como si estuviese esperando a que yo hiciese algo,
como si estuviese a la expectativa de que en el cualquier momento algo suceda y que
él lo notara. Estuve a punto de preguntarme si quizás sabía algo acerca de Edward y
yo, pero me imaginé que si él estaba al tanto de eso, no nos hubiese dejado a los dos
solos por mucho tiempo sin supervisión. No pude descifrarlo por mí misma, incluso le
mencioné el tema a Edward, él solo se encogió de hombros y dijo que su padre a veces
De acuerdo, así que yo sabía de hecho que el doctor Cullen estaba ocultando algo que
tenía que ver conmigo, Edward y yo lo sabíamos desde aquella visita de esos hombres
de Chicago, pero ahora parecía ser más obvio.
“Que tenga un buen día,” dijo el hombre de manera educada. Yo asentí, sonriendo.
“¿Puedes subir a mi oficina? Estaré allí en un momento,” me dijo. Aunque lo pidió como
si fuese una pregunta, no esperó una respuesta de mi parte así que yo sabía que
aquello no era negociable. Alejó su mirada de mí y empezó a buscar algo en su
teléfono, presionando un botón y llevándolo a su oreja nuevamente. Dudé un momento
en las escaleras, sintiéndome un poco ansiosa, preocupada acerca del porqué quería
verme. Quien quiera que sea la persona a quien él estaba llamando debió haber
contestado enseguida ya que el doctor Cullen empezó a hablar de inmediato.
“Sí, soy yo. Estoy a punto de hacerlo ahora, así que te veo allí en una hora más o
menos,” dijo rápidamente, caminando por el vestíbulo. Sentí la cerradura de una
puerta sonar debajo de las escaleras y luego escuché la puerta abrirse, el doctor
Cullen entró y cerró la puerta detrás de él. Di un paso hacia atrás de manera nerviosa
antes de voltearme y lentamente regresar hasta la parte alta de las escaleras. Caminé
hasta la oficina del doctor Cullen y entré con cuidado, sentándome cuidadosamente en
una silla frente a su escritorio. La habitación estaba en completo silencio, con
excepción del continuo tic tac del reloj en la pared detrás de mí, que estaba poniendo
mis nervios de punta y me estaba poniendo un poco más ansiosa. Aquello pareció una
eternidad, estar allí sentada en silencio antes de que escuchara unos pasos en la
escalera. Los pasos se acercaron a la oficina y mi corazón empezó a latir de manera
errática, sin saber el porqué yo estaba allí o qué quería él de mí. Nunca me había
llamado a su oficina antes así que no tenía ni idea de qué podía ir todo esto.
“Sí, señor,” murmuré, saliendo de su oficina. Hice una pausa en el pasillo, insegura de
qué hacer a continuación. Decidí bajar las escaleras y esperar a que los chicos
volvieran de la escuela. Fui directamente a la sala, sentándome en el sofá. Miré a mí
alrededor y tomé el control remoto, encendiendo el TV. Bajé un poco el volumen,
evitando de esa manera molestar al doctor Cullen en caso de que me escuchara, me
senté en silencio por unos minutos. Después de un rato escuché las puertas de un auto
afuera y sonreí de manera involuntaria, mirando al reloj y percatándome que la
escuela había terminado. La puerta principal se abrió y escuché la voz de los tres
chicos inmediatamente, mientras ellos reían y conversaban animados. Se dirigieron a
la sala y alcé la mirada, mis ojos se posaron rápidamente en Edward. Él sonrió
levemente y me guiñó un ojo, caminando hasta la sala y dejándose caer en una silla
“¿Qué hay de nuevo gatita”? preguntó en tono de broma. “¿Me extrañaste el tiempo
que estuve en la escuela?” Sonreí, encogiéndome de hombros, mientras Edward le
lanzaba una mirada de fastidio. Emmett empezó a reírse, sacudiendo su cabeza.
“Creo que tu novio está celoso,” dijo Emmett, acercándose a mí y pretendiendo susurrar
pero su voz era tan fuerte como para que Edward lo escuchase. Edward entrecerró los
ojos, no pareciendo muy feliz, pero la molestia solo parecía hacer a Emmett un poco
más feliz.
“No permitas que Rosalie te vea haciendo eso,” dijo. “Empezarías una guerra y odiaría
tener que intervenir.”
“Yo no dije nada de ponerme a favor de alguien. Simplemente dije que intervendría.
Tengo la política de mantenerme neutral,” dijo finalmente el doctor Cullen. Me relajé un
poco con su respuesta evasiva, agradecida de que no tuviese que escuchar su
declaración sobre como yo no significaba nada para él, aun cuando ya me sentía de
esa manera. Escuchar que te lo digan y saberlo únicamente en tu mente son dos cosas
distintas.
“Sí, como Suiza,” dijo el doctor Cullen, negando con su cabeza y sonriendo con una
expresión de diversión en su rostro.
Emmett asintió. “Sí, supongo que estoy haciendo esa puta pregunta,” dijo él, riéndose
para sí mismo. Escuché a Edward gruñir al otro extremo del salón y alcé la mirada
para ver un semblante irritado en su rostro, sus hombros entumecidos. No estaba muy
feliz con esta conversación, al igual que yo.
El doctor Cullen se encogió de hombros. “Bueno, por un lado, Rosalie puede ser
bastante ruda y protectora, y es bastante buena dando golpes bajos. Estoy segura que
James puede testificar sobre eso, con el golpe que recibió en sus partes privadas. Pero
por el otro lado, Isabella tiene un don para la supervivencia y la perseverancia; no
puedes vencerla por mucho tiempo. Tampoco es indefensa, James también puede ser
testigo de eso. Él tiene una cicatriz bastante grande en su rostro en el lugar en que
Isabella lo golpeó con la pistola, y debo decir que no está muy contento por eso.” Él
hizo una pausa y se rió levemente, sacudiendo su cabeza. “Rosalie está acostumbrada
a tener a otras personas que la ayuden a arreglar sus líos, pero Isabella está
acostumbrada a lidiar con sus problemas sola. Si las ponen frente a frente, debo decir
que Isabella fácilmente le ganaría,” dijo él. Mis ojos se abrieron por completo a causa
de la sorpresa y lo miré, asombrada de que dijera algo así. “Pero no le digas a Rosalie
que dije eso o te juro, que te haré sufrir, chico.”
“Bueno, eso fue jodidamente extraño,” dijo él. Alcé mi mirada y lo vi llevando una mano
a su cabello, con un semblante de asombro en su rostro. Alzó su mirada, mirándome
por un momento antes de mirar a Emmett. “Y quita tu maldito brazo de mi chica antes
de que te quiebre esa mierda.”
Emmett rió, sacando su brazo de mí. Se inclinó en mi dirección, con una sonrisa. “Te
dije que estaba celoso,” él simuló un susurro. Yo sonreí y escuché a Edward gruñir.
“Como sea. Y ¿Qué coño va mal contigo, preguntándole mierdas como esa? ¿Quién
ganaría en una maldita pelea? ¿Qué clase de pregunta es esa?” Edward escupió,
sonando bastante irritado. Se puso de pie y caminó hasta el sofá, su expresión era de
intensa molestia. Hizo una pausa cuanto estuvo frente a mí y me ofreció su mano,
alzando una ceja. Le sonreí levemente y estiré mi brazo, dejando mi mano sobre la
suya. Él me respondió con otra sonrisa y me levantó del sofá con un tirón, manteniendo
su mano en la mía y entrelazando nuestros dedos.
“Eh, era una maldita buena pregunta, eso era lo que era. Y, ¿por qué coño estás tan
molesto por eso? Debería ser yo el que debe estar molesto. Escogió a tu chica y no a la
mía,” dijo Emmett, haciendo sobresalir su labio en un puchero. Me reí por lo bajo y
Edward rodó sus ojos.
“Como sea, supéralo,” Edward murmuró. Lo miré y le sonreí. “En fin, vamos a estar en
el piso de arriba. Ustedes par de imbéciles, está cada uno por su propia cuenta para la
cena.”
“Oh mi Bella,” él susurró, su voz era ronca mientras me apretaba contra la puerta. Sentí
su lengua salir de su boca y recorrer mi mandíbula hasta alcanzar mi oído. Tomó mí
lóbulo entre sus labios de manera breve antes de pasar su lengua en él. Sopló
ligeramente en mi oído y me estremecí, mi piel se puso como la de una gallina. Me
aferré a su cabello con fuerza, un gemido fuerte e involuntario escapó de mi garganta.
Él gruñó en respuesta, sus labios atacando mi cuello nuevamente. Mi respiración era
cada vez más inestable, mi corazón latía enloquecido en mi pecho. “Mi sei mancata*,”
murmuró con sus labios sobre mi cuello.
“¿Qué…eh…qué significa eso?”, le dije casi sin aliento. Él gimió, mientras continuaba
besando mi cuello.
“Cada hora sin ti es una hora demasiado larga,” me dijo. Mi sonrisa creció y sentí el
sonrojo apoderarse de mi rostro. Rió por lo bajo y se inclinó un poco, presionando sus
labios sobre los míos. Cerré los ojos y lo besé en respuesta, abriendo un poco mis
labios y sintiendo su suave y cálida lengua acariciar la mía. Gemí en su boca y él rió
antes de profundizar el beso un poco más, el movimiento de sus labios era cada vez
más frenético. Envolví mis brazos en su cuerpo con fuerza, mi cuerpo entero sintiéndose
un poco más caliente, la electricidad de su toque atravesando mi sistema. Todavía
tenía ese zumbido en mi cuerpo que provenía de Edward cada vez que nos tocábamos
y como siempre hizo cosas asombrosas a mi cuerpo, haciéndome desear más de él.
“¿Ti tira la fregna*?” Él murmuró, presionando sus labios contra los míos. Empujó sus
caderas golpeando duro ese punto entre mis piernas, causando un placer que se
disparó en mi cuerpo. Lloriqueé, pero el sonido se amortiguó en sus labios. No tenía ni
idea lo que él estaba diciendo y no parecía reunir la fuerza suficiente como para
preguntárselo, ya que mi cuerpo estaba sofocado de curiosidad. Continuó besándome
y embistiendo sus caderas hacia adelante, frotando ese punto entre mis piernas. Sentí
la tensión recorrerme con rapidez, mi piernas temblaban. Me aferré a él con fuerza y lo
besé frenéticamente, retorciendo mis caderas un poco al ritmo que él estaba llevando,
frotando mi punto sensible. Se alejó de mi boca después de un momento y abrí los ojos
para verlo mirarme intensamente, su expresión me sorprendió. Estaba respirando de
manera pesada y sus ojos estaban casi prendidos en fuego, destellando de puro deseo.
La expresión de su rostro me llevó hasta el borde y él sacudió sus caderas, golpeando
el punto con fuerza, grité al tiempo que mi cuerpo explotaba de placer. Mis músculos se
tensaron y eché mi cabeza hacia atrás, golpeándome contra la puerta. Apreté con
fuerza mis ojos y continué lloriqueando mientras él continuaba con sus movimientos,
empujándome un poco más allá en la espiral de la felicidad, esta vez no hizo ningún
movimiento para acallar mis ruidos como usualmente lo hacía. Bajó la intensidad de
sus movimientos después de un momento cuando empecé a calmarme mientras
mantenía los ojos cerrados, tratando de recuperar mi aliento. Mi cuerpo enteró
hormigueaba, ese punto entre mis piernas palpitaba sensiblemente. Él movió un poco
la posición de mi cuerpo después de un momento, alejándome de su cinturón, asumí
que estaría sensible durante un tiempo. Él no me bajó, ya que mis piernas
permanecieron envueltas en sus caderas, y continuaba aferrada a él, tratando de
recuperar mi aliento. Tenía miedo de caerme si trataba de ponerme sobre mis pies, ya
que mis piernas se sentían como gelatina. Nos alejó de la puerta después de un
segundo y caminó conmigo en su cuerpo hasta llegar a la cama, dejándome recostada
sobre mi espalda. Mantuve mi mirada en él, y no intentó alejarse de mí, en lugar de
eso, capturó mis labios en un dulce beso.
“Dios, ¿Sabes lo que me estás haciendo Bella?, dijo él, su voz estaba llena de emoción.
Me detuve de inmediato y me tensé un poco, sin saber si lo que había dicho era bueno
o malo. Él estaba respirando pesadamente y parecía un poco tenso, como si estuviese
luchando por mantener su autocontrol. Estaba preocupada de que podía empezar a
molestarse o enojarse por lo que yo estaba haciendo, o si eso era algo que se suponía
no debía hacer.
“No tienes que explicar nada, tesoro”, dijo suavemente, su voz era cálida. Yo respondí
su sonrisa con otra, sintiéndome ligeramente avergonzada y sonrojándome con fuerza.
Él rió despacito, negando con su cabeza. “Me sorprendiste un poco, tratando de tener
sexo conmigo con nuestra ropa puesta,” dijo en broma. Mis ojos se abrieron asustados
por sus palabras y él rió.
Sus palabras era genuinas, su tono era suave. Me miró por un momento, el deseo
todavía ardía en llamas en sus ojos, su amor por mí era tan claro como la luz del sol.
Se movió un poco y de manera breve pude verlo tocándose allí abajo rápidamente. Mi
ceño se frunció y lo miré de regreso.
“Sí, estoy bien. Es solo que, para los hombres no es tan fácil, eh, aplacarse,” dijo él,
sonando un poco nervioso. Mi ceño se frunció porque no tenía ni idea de que
significaba la palabra aplacarse y no entendía el por qué él se sentía nervioso por ello.
“No, no lo sé,” le dije después de un momento. “Creo que quizás ese puede ser el
problema.”
Gimió, alejándose de mí. Yo liberé mis piernas de sus caderas finalmente y le permití
sentarse. “Cristo, ¿Por qué mierda estoy divagando, como si fuese algún maldito idiota
incompetente que jamás ha visto un coño en su vida?” espetó, sonando irritado. Lo miré
asustada y él me devolvió la mirada, negando con su cabeza.
“¿Por qué simplemente no lo dices? No se supone que seas tímido acerca de…estas
cosas,” le sugerí, confundida tanto como él lo estaba. Me senté a su lado, moviendo un
poco mi posición para darle algo más de espacio.
Él suspiró. “No lo diré porque estoy tratando de ser un puto sensible por tu propio bien,
Isabella.” Dijo con irritación, desviando su mirada de mí. Rodé mis ojos, sabiendo que
no me vería pero estaba un poco molesta con él al verlo intentar protegerme de estas
cosas.
“Bueno, no lo seas. Quizás si lo dices, finalmente lo pueda entender,” le dije, más clara
de lo que quise sonar en realidad. Su cabeza se volteó en mi dirección al escuchar mi
voz en alto.
“¿Quieres que lo diga simplemente?” me preguntó, alzándome una ceja. Dudé un poco
pero asentí, ya que sentí que yo debía saber que era lo que estaba sucediendo con él.
“Mi polla está dura. Crece cuando me excito. Y la mierda esa no se va hasta que no me
corra,” dijo simplemente. Mis ojos se abrieron sorprendidos.
Me miró por un momento antes de que empezara a reír de manera histérica. Negó con
su cabeza, divertido. “¿En serio me estás preguntando cuán grande es mi polla,
cariño?” Preguntó, su tonó volvió a ser bromista, ya que la irritación parecía haberse
disipado. Me sonrojé y asentí, dándome cuenta que eso era exactamente lo que le
estaba preguntado.
“Quiero decir, Rosalie dijo…” empecé, antes de darme cuenta lo que estaba diciendo.
Sus ojos se entrecerraron un poco cuando dije el nombre de Rosalie y mis ojos se
abrieron por completo.
“Solo dímelo, ¿de acuerdo? No le diré ni una mierda a ella, Rosalie no sabrá que tú me
dijiste algo,” dijo en voz baja. Lo miré por un momento antes de asentir.
“Más o menos dijo que tú eras…eh…grande,” le dije, sintiendo el rubor llenar mis
mejillas rápidamente. Sus ojos se abrieron por completo y yo alejé mi mirada de él,
sintiéndome ligeramente avergonzada.
“¿Ella te dijo que yo tenía una polla grande?” Preguntó después de un momento, el
asombro era evidente en su voz. Lo miré y vi la esquina de sus labios luchar por
levantarse en una sonrisa pero la estaba reteniendo. Asentí con duda y él me miró,
divertido. “¿Por qué demonios Rosalie Hale estaba hablando de mi polla?”
Yo me encogí de hombros, todavía sonrojada. “Yo, eh, le pregunté,” le dije en voz baja.
Su ceño se frunció confundido.
“¿Tú le preguntaste a Rosalie cuán grande era mi polla?” Me preguntó, esperando una
aclaración. Suspiré, mordiendo mi labio.
“Quiero decir, yo le pregunté cuán grande eran en general y ella mencionó que las
chicas en la escuela hablaban de que tú la tenías más grande que el resto de los
chicos,” le solté nerviosamente. Él suspiró.
“¿Y le preguntaste algo más sobre el sexo?" Preguntó. Me encogí de hombros una vez
más, alejando mi mirada de la suya. Él me estaba viendo fijamente haciendo más
difícil el hablar sobre el tema.
Yo asentí. “Lo sé. Es solo que… no sé lo que estoy haciendo, y es vergonzoso porque tú
si lo sabes, y no quiero decepcionarte…” le murmuré. Él gimió, negando con su cabeza
para interrumpirme.
Yo suspiré, “Pero sí lo sabes, porque sabes qué te complace y qué no. Yo no sé cómo
hacerte sentir bien, para nada. Ni siquiera sé cómo tocarte,” le dije. Él me miró por un
momento antes de que una pequeña sonrisa apareciese en sus labios.
“¿Y no crees que yo te lo puedo enseñar? Porque te aseguro que lo haría, esa mierda
no es problema para mí,” me dijo. Hizo una pausa, su sonrisa creció. “Y sí, es grande.
Cualquier momento en que quieras verla, aprender de primera mano, solo házmelo
saber,” me dijo en broma antes de reírse. Mis ojos se abrieron por completo y lo miré
fijamente, sintiendo a mis labios curvarse en una sonrisa. Él me miró y me dio una
expresión confusa.
“¿Y quieres hacer esto ahora?” me preguntó después de un momento, alzando sus
cejas a la expectativa. Dudé por medio segundo antes de asentir una vez más. Él
parpadeó un par de veces asombrado, y pasó su mano por su cabello nerviosamente
otra vez. Aquel era un patrón de Edward, me había dado cuenta de eso. Se sentó en
silencio por un momento y parecía estar pensando, mientras me miraba. Estaba
empezando a ponerme ansiosa por su silencio, preguntándome que era lo que pasa
por su cabeza en ese momento o si quizás había cometido un error. Sin embargo, me
sonrió después de un momento, la curva de sus labios de inmediato alivió en algo mi
pánico. Le regresé la sonrisa y él se deslizó ligeramente más cerca de mí, inclinándose
y capturando mis labios en un beso. Permití que mis ojos se cerraran y abrí mis labios
para que su lengua se colara al interior de mi boca. Él me besó profundamente y me
empujó un poco hacia atrás sobre mi espalda. Me recosté en la cama y él cambió la
posición de su cuerpo para yacer a mi lado, ligeramente cubriendo mi cuerpo pero
manteniendo su peso alejado de mí. Me besó de manera apasionada y yo lo besé con
“Estoy segura,” le respondí rápidamente. “Es solo que estoy… un poquito nerviosa.” Él
sonrió y se inclinó un poco, besándome suave y dulcemente, un delicado e inocente
beso.
“Relájate, tesoro. Soy solamente yo, solo somos nosotros,” murmuró sobre mi boca.
Puedes detenerlo en cualquier momento.”
“Está bien,” le susurré. Se separó un poco de mí para mirarme a los ojos. Tenía una
relativa expresión de calma en su rostro, pero sus ojos estaban prácticamente gritando
a causa de emociones escondidas. Había asombro y sorpresa, diversión y entusiasmo,
felicidad y amor, y un poco de miedo y aprensión. Y la única razón por la que sabía
que estaba sintiendo esas cosas era porque eran exactamente las mismas emociones
que surgían de mi cuerpo en ese momento. Me reconocí a mí misma en él, lo que era
tan sorprendente que incluso esfumó por completo el pánico que sentía. Esta hermosa
criatura, a pesar de toda su experiencia pasada, estaba casi tan abrumado acerca de
lo que estábamos haciendo al igual que yo. Sonreí levemente después de un momento
y me incliné para besarlo de nuevo. Dejé que mis ojos se cerraran y que él profundizara
el beso, tomando mi mano y lentamente empezando a moverla en un movimiento
circular sobre el bulto en sus pantalones. Lo mantuvo así por un minuto más o menos,
me di cuenta que era probable que estuviese haciendo esto solo por mi beneficio,
tratando de alentarme para que lo tocase. Era impresionante cuan considerado y
compresivo era él, especialmente cuando se trataba de cosas que parecían tan
naturales y despreocupadas para él. Edward me había demostrado que podía ser un
hombre paciente, a pesar de su temperamento.
“Tan hermosa,” susurró. “Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia*.” Yo sonreí
mientras el italiano escapaba de sus labios, alzó su mano, agarrando la mía una vez
más. Me miraba con cautela, sus movimientos eran lentos y deliberados, dándome
tiempo de arrepentirme y cambiar de idea. Pero no tenía intenciones de arrepentirme,
mi decisión estaba tomada. Quería tocarlo, quería sentirlo. Quería hacerlo sentir tan
bien como él me hacía sentir.
Dejó su mano sobre la mía, por encima de sus boxers. Yo di un grito ahogado cuando
lo sentí a través de la fina tela, cuando sentí su dureza y tamaño. Empecé a mover mi
mano ligeramente, todavía mirando sus ojos, él sonreía. Me permitió acariciarlo sobre
sus boxers un momento más antes de alejar su mano de la mía. Alejé mi mano
rápidamente al tiempo que él bajaba la parte delantera de sus boxers. Continué
mirando sus ojos, mi mano suspendida en el aire, mi mente luchando con todo lo que
tenía para no mirar hacia debajo de manera inmediata. Sabía que se la había sacado,
podía ver por la expresión de su rostro, la manera en la que sus ojos prácticamente
bailaban de emoción. Pude ver por mi visión periférica que su brazo se estaba
moviendo, su hombro cambiando de posición, me di cuenta entonces que él se estaba
tocando a sí mismo. No me estaba obligando a hacer nada, no me estaba forzando a
hacer nada. Simplemente me miraba con cautela, mirando cualquier indicio de
aflicción. Sonreí ante ese hecho y su sonrisa creció aún más, ese brillo en sus ojos
creció de manera prominente. Traje mi labio inferior a mi boca, mordisqueándolo
nerviosamente como era mi costumbre, y en silencio conté hasta diez mientras
mantenía contacto visual con él. Era solo Edward, éramos solo nosotros. Él era mi
puerto seguro, mi única chispa de calidez y felicidad en mi vida de agitación.
Cuando llegué a diez, finalmente rompí el contacto visual y miré hacia abajo. Me
quedé inmóvil, mis ojos se abrieron de puro asombro cuando se encontraron con su
masculinidad. Se veía prominente, erecta y absolutamente impactante. Su mano
estaba envuelta alrededor de ella fuertemente, acariciándola de arriba abajo por toda
su longitud muy suavemente. Era definitivamente grande y supe de inmediato que
ninguna de ellas había exagerado con respecto a su tamaño, de hecho creo que lo
subestimaron. Alcé la mirada a su rostro por un momento, asombrada, él se limitó a
sonreír con aire de suficiencia. Miré hacia abajo nuevamente y sentí como la comisura
de sus labios se levantó un poco.
“Così scopare buon*,” murmuró sin aliento con sus labios todavía presionando los
míos. Su voz rasposa estaba llena de lujuria. “Joder, tu mano se siente increíble,
tesoro”.
Gemí y cerré los ojos mientras Edward incrementaba el ritmo de nuestras manos sobre
su masculinidad. Sus respiraciones se volvieron todavía más erráticas, gemidos
guturales escapaban de sus labios. Yo estaba gimiendo y frotándome a mí misma
sobre su mano, el placer me recorría por completo. Sentí la presión crecer en mi interior
de manera instantánea, mis músculos se tensaron mientras mis piernas empezaban a
temblar. Mordí mi labio inferior y dejé caer mi cabeza hacia atrás mientras el placer
me llevaba a la cima. Mi cuerpo explotó y temblé, y lloriqueé también, mi cuerpo entero
casi se paralizó por lo ocurrido. Apreté con más fuerza a Edward y el gruñó
fuertemente, moviendo nuestras manos todavía más rápido. Empezó a hacer sonidos
sorprendentes, gruñidos y gemidos fuertes mientras mascullaba casi sin aliento
palabras al azar, la mayoría de ellas en italiano acompañadas con unos cuantos
‘joder’ en ellas. Mis ojos se abrieron cuando mi orgasmo se disipó y miré a Edward, mi
respiración era superficial y mi cuerpo todavía estaba temblando. Él tenía sus ojos
cerrados con mucha fuerza, sus dientes apretados, y la expresión en su rostro era de un
placer inexplicable. Su nariz se arrugó después de un segundo, mientras su cuerpo se
puso rígido, su masculinidad se sentía palpitante y pulsante en mi mano. Su espalda
se arqueó ligeramente y él embistió con sus caderas un par de veces antes de que un
gruñido sonoro, algo parecido a un rugido, escapara de su garganta. Miré hacia abajo
“Joder,” gruñó Edward después de un momento. Miré a su rostro justo cuando sus ojos
se abrieron. Respiraba de manera pesada, una mirada de pura relajación estaba en su
rostro. Me miró e hizo contacto visual conmigo, y el verde de sus ojos era tan brillante e
intenso que me hizo dibujar una sonrisa brillante. Él sonrió en respuesta y removió su
mano que estaba sobre la mía, gruñendo y limpiándola en su camiseta. Yo lo solté
finalmente, mirando hacia abajo y notando que ya no había ninguna gran erección
erguida allí, y que se había encogido. Finalmente él sacó sus manos de mis
pantalones, acariciando mi punto mientras lo hacía y haciéndome lloriquear ya que
estaba sensible y palpitante. Sonrió, una risa ligera escapó de sus labios. Bajó su
mano y se metió a sí mismo en sus boxers, gruñendo mientras lo hacía. Rodó sobre su
lado para verme y sonreír brillantemente, luciendo extremadamente satisfecho de sí
mismo.
“Eso estuvo, eh… tú sabes… ¿bien?” le pregunté dubitativa. Empezó a reír, el sonido de
su risa era de felicidad y despreocupación.
“Bien no es suficiente. Eso fue como el Cuatro de Julio, como los malditos fuegos
pirotécnicos,” dijo entusiasmado. Mi ceño se frunció ligeramente debido a la confusión
y él rió.
“Fue jodidamente espectacular,” dijo. “Gracias. ¿Estuvo bien para ti, verdad? Joder, no
te forcé mucho, ¿no es cierto?” preguntó rápidamente, su tono de voz cambió de
inmediato de felicidad a pánico.
“No, estuvo bien. Fue como, eh, realmente una sorpresa pero de una buena manera,” le
dije, sin saber realmente como describirlo. Él sonrió y asintió.
“Bien. Realmente necesito tomar una puta ducha porque estoy malditamente pegajoso,
pero me siento demasiado perezoso para hacer eso ahora. Creo que ni siquiera puedo
moverme.” dijo en un susurro.
Yo sonreí. “Sé de lo que estás hablando. También estoy un poco pegajosa,” le dije,
“Un hombre en un camión café con las letras UPS escritas en él, lo dejó hoy,” le dije.
“Tenía tu nombre escrito allí, firmé para recibirlo.”
Él me miró sorprendido. “¿Firmaste?” preguntó. Lo miré y asentí, sin saber por qué le
pareció tan raro. Su sonrisa brilló. “Te estás volviendo jodidamente buena en esta
mierda de la alfabetización cariño, en poco tiempo vas a poner empezar a escribirme
poemas de amor y esas mierdas,” dijo en tono de broma. Empecé a reír y él sonrió
conmigo, subiendo de nuevo a la cama. Edward estaba definitivamente de muy buen
humor ahora, su felicidad era tan clara como el día. “Me alegra que haya llegado hoy,
estaba preocupado que la mierda esa no llegara hasta después de Navidad y entonces
no tuviese un maldito regalo para ti.”
Mis ojos se abrieron sorprendidos y lo miré, asombrada por sus palabras. “¿Un regalo
para mí?” le pregunté dubitativa. Su ceño se frunció para luego asentir.
“Bueno, entonces espéralo porque lo vas a tener. De hecho, vas a tener más de uno,
porque estoy malditamente seguro que todos los demás te han comprado algo
también,” dijo. Lo miré asustada, completamente abrumada.
“Me acabas de dar mi regalo, Isabella. Y ni siquiera tuve que desenvolverlo. Fue el
mejor maldito regalo de mi vida,” dijo él, su tono de voz era completamente serio. Me
“No necesito nada más que a ti,” él murmuró de inmediato. “Pero tendremos muchas
más navidades juntos para que me mimes como un pinche consentido si quieres, una
vez que averigüemos cómo salir de esta mierda.”
Sonreí para mí misma, sintiendo aquella esperanza llenando mi cuerpo, sobre todo
porque ahora sentía todo el tiempo que cuando Edward hablaba de nosotros lo hacía
refiriéndose a un futuro real juntos, uno en que nosotros no tengamos que escondernos
o aparentar nada. Uno en el que fuésemos iguales sin esas complicaciones.
“No, realmente. No tenemos mucha familia cercana, así que usualmente solo somos
nosotros. Mi tía Esme viene unos pocos días este año, creo. Ella es la hermana de mi
papá y es una persona muy relajada, te caerá bien. Te tratará amablemente. Además
de ella y su esposo, quien tú sabes es hermano de Jane, nosotros no tenemos muchos
parientes. Mi abuelo está muerto y no vemos a nuestra abuela,” me dijo, con un atisbo
de tristeza en su voz. Me di cuenta entonces que el tema de la familia era algo delicado
de tratar para él.
“Fruta prohibida, significa en la jerga de la mafia, una dulce chica italiana de pura
raza,” me dijo. “Evidentemente mi abuela tenía muchas esperanzas que mi padre
pudiese encontrar una, pero en vez de eso él escogió a la pelirroja irlandesa. Los
irlandeses y los italianos jamás se llevaron bien en Chicago, así que eso resultó ser
como una bofetada en el rostro para ella. Ella se mantuvo con su boca cerrada con el
paso de los años, pero aparentemente ahora que ha envejecido, expresa su disgusto
por mi madre con algunos términos bastante feos.”
Asentí, ya que eso tenía sentido. “¿Has pensado alguna vez en buscarlos?”
“No,” dijo en voz baja. “Me di cuenta que ellos jamás vinieron a buscar a mi madre,
jamás preguntaron qué carajos le pasó, así que, ¿por qué mierda deben importarme
ellos? No sé si papá sabe de alguno de ellos, él no toca ese tema y mi madre tampoco
mencionó esa mierda. ¡Demonios! Ni siquiera sabía que ella había nacido en la
maldita Irlanda, me enteré después que muriera al encontrar una pila de papeles en la
oficina de mi padre, registro de ciudadanía y certificado de nacimiento y esas mierdas.
Le pregunté acerca de ello y me dijo que ella había inmigrado aquí, que sus padres
murieron y que ella no tenía a nadie más, y eso era todo.”
Asentí. Los dos estuvimos en silencio por un rato, perdidos en nuestros pensamientos.
Yo estaba pensando en la madre de Edward, como ella prácticamente no tenía a nadie
más en el mundo que a su esposo, y sobre cuán devota debió ser a su familia. Pensé en
cuanto podía parecerme a ella, realmente al no tener nada de familia.
“Solía soñar en tener una gran familia,” le dije con suavidad después de un momento.
“Cuando era más joven tenía un montón de amigos imaginarios. Mi mamá solía reírse,
decía que desde el momento en que pude hablar y caminar, tenía ya conversaciones
con mis amigos imaginarios, y les decía que ellos eran mis hermanos o hermanas o
que eran mis hijos. Ella creía que aquello era adorable, siempre me decía que cuando
yo creciera podría tener una gran familia de verdad. Era muy dulce de su parte. No
quería destrozarme con la verdad.”
**************
Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia = “Tan gentil y tan honesta mi dama
parece ser (una línea de La Vita Nuova de Dante Alighieri)
Edward cullen
Navidad.
No puedo mentir; solía odiar esa mierda. Cuando era niño me gustaba porque mamá
lo hacía especial, horneando galletas de Navidad como para una semana completa y
contaba historias sobre Santa y esa mierda. Siempre estábamos juntos como una
familia, viendo Rudolph y Frosty y Es una vida maravillosa. Ella constantemente
tarareaba canciones de Navidad y joder, prácticamente me rogaba que las tocara en
el piano para ella, y era mi mamá, así que por supuesto no podía decir un puto no,
aunque en el fondo despreciaba la mayor parte de la música de Navidad. Era siempre
la época del año que esperaba con más ansias. Pero después de que ella murió, había
perdido todo interés en las fiestas. Supongo que básicamente había perdido todo
interés en la mayoría de las cosas de la vida, pero en especial la Navidad.
La primera Navidad después de su muerte, papá no aparecía por ningún lado, así que
no solamente estábamos sin ella, sino también sin él. Pasamos de tenerlos siempre a
los dos, a de pronto no tener a ninguno. mamá había estado muerta por tan sólo dos
meses y nosotros apenas lo habíamos visto durante ese tiempo. De hecho, apenas lo
vimos ese primer año completo después que ella murió. Cambió drásticamente durante
ese tiempo, casi al punto de ser irreconocible. Fue hace algunos años que realmente
comenzó a actuar como un padre, hasta que finalmente comenzó a tratarnos de nuevo
como su familia. Me atrevo a pensar que estuvo distante durante ese tiempo a causa de
la culpa y la vergüenza por lo que había pasado, la culpa que todavía lleva con él. Nos
quedamos en Chicago el tiempo suficiente para recuperarme de la herida de bala y
para enterrar a mamá, y luego tía Esme nos subió a los tres chicos a un coche y
condujo a través del país hasta esta casa en Washington. Éramos tan jóvenes que en
realidad no entendimos una mierda, todavía estábamos de duelo y confundidos por lo
que había pasado, no podíamos entender dónde estaba papá. Esme se quedó con
nosotros ese primer año y papá se presentó una vez al mes, tal vez, pero actuaba tan
jodidamente frío y distante que era como si realmente no estuviera aquí. Apenas si me
miraba cuando nos visitó, y joder, en aquel tiempo pensé que era porque me culpaba…
Demonios, yo me culpaba. Pero después de todos estos años me doy cuenta de que no
era porque él creyera que yo había hecho algo malo, sino que era porque yo era tan
malditamente parecido a ella. Eso es difícil de soportar para algunas personas, los que
Creo que la ausencia de mi padre ese año, realmente afectó a Jasper, porque fue en
ese tiempo que su personalidad cambió. Él se volvió jodidamente sensible y emocional,
y así no era él antes. Cuando era niño, Jasper era duro, intenso… en ese entonces era
un pequeño guerrero. Pero a él le pegó fuerte la muerte de mamá, lo ablandó, y sé que
está que se caga del miedo de perder también a mi padre. A mí ni me inmutó su
ausencia, porque yo ya estaba perdido. Ese año estuve como un zombi, no quise
hablar con nadie o siquiera hacer algo. Esme hizo todo lo que pudo por hacerme
hablar o reír, trató de hacerme tocar el piano, pero yo sólo me quedé ahí sentado
mirando a la puta nada, ignorándola por completo. Amaba a Esme pero ella no era mi
puta madre, así que no quería escuchar sus estúpidas bromas o tocar el maldito piano.
Mi madre se había ido y simplemente todo me importaba una mierda si ella no estaba
allí.
Esme trató de hacer esa primera Navidad especial, tratando de darnos a los niños un
poco de felicidad en nuestra sombría vida, pero se volvió un maldito desastre total.
Jasper se había derrumbado y lloró como un puñetero bebé y Emmett hizo un puto
berrinche y gritó, porque se encabronó después que mamá murió y papá se fue, y yo
únicamente me quedé ahí sentado ignorándolos a todos y sin importarme una mierda.
Esme lloraba, porque todos estábamos tan jodidos y no había nada que ella pudiera
hacer al respecto. Esme quería sanarnos, arreglarlo todo, y ese día se dio cuenta que
no podía.
Las siguientes Navidades fueron un poco mejor. Papá estaba ahí e insistió en que
montáramos un espectáculo y pretendiéramos ser felices y que disfrutábamos, porque
eso era lo que mamá querría. Sí, él usó la puta memoria de mamá para manipularnos
y nosotros se lo permitimos, solamente porque estaba tan malditamente destrozado
como el resto de nosotros.
Con el tiempo volví en mí, pero nunca fui el mismo. Una vez que empecé a hablar de
nuevo, comencé a encabronar a la gente con mi boca. Una vez que empecé a hacer
cosas de nuevo, comencé a lastimar a la gente con mis acciones. Intencionalmente era
Con el tiempo mis hermanos llegaron a disfrutar otra vez de la Navidad, y creo que
Alice y Rose merecen todo el crédito por esa mierda. Ellas devolvieron esa chispa a sus
vidas, una luz en medio de la oscuridad donde nos habíamos quedado atrapados. Me
siento tan jodidamente estúpido por no haberme dado cuenta antes de que ellos
estaban enamorados, debería haber sido claro como el agua para mí, ya que paso
tanto tiempo con ellos, tomando en cuenta que eran los únicos que pasaban por alto
mis tendencias de pendejo y no se tomaban esa mierda como algo personal. Pero, de
nuevo, en ese tiempo realmente ni siquiera reconocía lo que era el amor, así que tal vez
no debería sorprenderme de que no pude verlo.
Esme nos visitó casi todos los años, una o dos veces arrastrando consigo a su esposo,
pero por lo general llegaba ella sola. Siempre venía por mi padre porque no quería
que tuviera que estar solo durante las navidades, porque esos días eran realmente
difíciles para él. Creo que Esme fue la que lo ayudó a salir de la oscuridad. Ella es la
hermana mayor y no aceptaba estupideces de su hermanito, no dejaría que se
consumiera por completo y se ensombreciera por la noche.
En cuanto a mí, a pesar de que ponía una sonrisa y fingía ser jodidamente feliz frente a
todos por su bien, odiaba la Navidad. La Navidad me hacía pensar en galletas de
azúcar y el tintineo de las campanas, y el maldito Santa Claus y sus renos, esa era una
mierda en la que no me gustaba pensar porque me recordaba a mi madre, me
recordaba que ella no estaba aquí.
Este año, sin embargo… este año era diferente. Pero, de nuevo, ¿qué mierda no era
diferente ahora?
Mi tía Esme llegaría del aeropuerto mañana y cada minuto que pasaba parecía
aumentar mi ansiedad por la situación. Mi tía era una mujer increíble y yo sabía
malditamente bien que le encantaría Isabella, así que no tenía por qué preocuparme
de que la maltratara o algo por el estilo, en absoluto. Esme fue siempre bienvenida, era
amable, compasiva y cariñosa por naturaleza. Era una cuidadora, siempre queriendo
cuidar de la gente y hubiera sido una fantástica madre, si no hubiera perdido la
facultad cuando el cáncer la obligó a hacerse una histerectomía cuando era más joven.
Yo solía preguntarle porque nunca adoptó, sin comprender el concepto de que su
esposo en ese tiempo era un asesino a sueldo y ninguna jodida agencia los aprobaría
para adopción, debido a los rumores. Papá le dijo que simplemente podría comprar un
bebé en el mercado negro, esa mierda me sorprendió ya que entonces era más chico y
todavía un poco ingenuo sobre la trata de esclavos, pero Esme se negó a ir por ese
camino.
Así que, sí, en sí no estaba preocupado por Esme. Sin embargo, lo que me preocupaba
es cómo iba actuar Isabella con mi tía aquí. Ella ahora estaba jodidamente feliz,
prácticamente resplandeciente, y no quería que todo eso se fuera por el caño cuando
Esme apareciera. Comprendí que esta era la primera Navidad verdadera para Isabella
y quería hacerla lo más especial para ella como podía, dada la situación, y no quería
que se arruinara porque ella se volviera instintivamente a esa mentalidad de esclava
que de vez en cuando todavía tenía. Sé que en verdad no puede evitarlo, se había
arraigado en ella prácticamente desde su nacimiento, pero odio esa mierda y ella lo
sabe. Odio cuando se pone prácticamente como un robot y está en piloto automático.
Me encanta ver vida en ella, la chispa y el entusiasmo. Quería ver esa mierda en esta
Navidad, porque lo había extrañado por un montón de putos años y era la única razón
por la que no estaba temiendo este día de fiesta tanto como los demás.
Le eché un vistazo a mi reloj, viendo que pasaban unos minutos de las 6 am. Había
estado despierto por al menos una hora, incapaz de apaciguar mi mente y volver a
dormir. Isabella estaba acurrucada en una bola a mi lado, envuelta en el edredón,
luciendo completa y jodidamente contenta. Últimamente ella realmente se sentía a
gusto en mi habitación, en parte por mi insistencia, pero estaba feliz de que pareciera
tan cómoda aquí. Amaba compartir mi espacio con ella, amaba siempre tenerla ahí
junto a mí. Si me saliera con la mía, probablemente empezaría a pasar su mierda para
acá, pero sabía que estaría presionando demasiado. La mayor parte del tiempo mi
papá no venía a mi habitación, pero conociendo mi maldita suerte él necesitaría algo y
vería una puta camiseta rosa colgando en mi armario y cualquiera se daría cuenta de
Para ser honesto, él probablemente sospechará de una puta manera u otra tal y como
estaban las cosas, pero no necesitaba añadir más leña al fuego. Sé que Isabella ha
estado un poco preocupada de que él sepa de lo nuestro, pero todavía estaba esta
parte de mí que pensaba que no había puta manera que pudiera ser así, pues de lo
contrario él definitivamente hubiera dicho algo. Pero aun así, él tenía que saber que
algo estaba pasando, aún si por lo general no estaba aquí. Era un maldito milagro si
alguien no le había ido con el chisme acerca del beso allá en Halloween, ya que la
boca enorme de la maldita Lauren había esparcido esa mierda por el pueblo, tanto
que la extranjera que casi no hablaba inglés en la tintorería lo supo en esa semana. Y
aun así, él tenía que saber que yo había dejado de pasar el rato con todas esas chicas
de la escuela. Además de ese día que Tanya se presentó en la casa para dejar mis
libros de la escuela que había dejado precipitadamente en la clase de Trigonometría,
ninguna de esas perras había estado en la casa. Él solía comentar sobre como parecía
que tuviera una puta puerta giratoria cuando se trataba de las chicas en los
alrededores de Forks, así que el hecho de que ninguna de ellas había estado cerca
tenía que haber despertado su curiosidad.
A pesar de eso, no había dicho una mierda al respecto, así que me sentía un poco
aliviado y con la esperanza de que si aún no sabía, no iba a enojarse. Pero de ninguna
manera le diría a Isabella mis sospechas, porque ella tenía las suyas y no quería casi
confirmarle esa mierda. Como estaban las cosas, ella ya estaba lo suficientemente
paranoica y no quería que se asustara y volviera a la antigua versión de sí misma,
porque la Isabella Swan con la que me había acostumbrado a convivir estás últimas
semanas era jodidamente increíble.
Ella era ingeniosa, juguetona y coqueta, tan jodidamente ingenua y dulce. Tenía un
increíble sentido del humor y era tan naturalmente inteligente, que era casi asombroso.
Como ese incidente de la semana pasada, cuando dejó salir por casualidad que Suiza
era un país neutral… ¿qué maldito adolescente de 16 años memorizaría ese hecho y
después lo sacaría en el momento adecuado? Yo había estado viendo constantemente
Jeopardy desde hace años por Jasper y no puedo acordarme de la mierda que dicen
allí, pero ella parecía absorber cada maldita pieza de información emitida en cada
episodio. Siempre estaba diciendo casualmente mierda que había aprendido en
Jeopardy. Era sensacional y no podía dejar de preguntarme cuál era su coeficiente
intelectual, porque me atrevo a suponer que podía estar cerca de ser una maldita genio
con la forma en que funcionaba su cerebro. Isabella Swan era un puto rompecabezas,
un enigma, y joder, me la estaba pasando como nunca tratando de entenderla.
Y Dios, era jodidamente hermosa. He pensado eso desde el primer día que posé mis
ojos en ella en la cocina, cuando derramé mi jugo de naranja, pero mi admiración por
ella físicamente estaba creciendo. No creo que ella se dé cuenta, pero ella había
cambiado mucho en cuanto a apariencia desde que había venido a vivir con nosotros.
No estoy diciendo que Isabella sea perfecta, porque no lo es. A veces pone a prueba mi
paciencia, pero sé que yo también lo hago con ella, así que supongo que de esa
manera nos equilibramos el uno al otro. No discutíamos mucho, pero cuando lo
hacíamos por lo general eran estupideces que ni siquiera importaban. Como esa
maldita discusión sobre si habíamos peleado. ¿Quién demonios discute sobre si sí o no
se peleó? Evidentemente lo hicimos. Pero de todos modos, nos reímos bastante por eso,
así que tal vez valió la pena. Casi siempre terminamos riendo después de nuestras
disputas.
“¿Edward?” Su voz era suave y vacilante, y se escuchaba jodidamente cerca. Abrí los
ojos un poco para verla inclinada sobre el borde de la cama, mirándome con
confusión. “¿Por qué estás en el suelo?”
“En realidad, no planeé bien esta mierda,” le dije con los dientes apretados. Mi polla
palpitaba un poco por el golpe y retorcía mis caderas, tratando de cambiar la posición
de nuestros cuerpos para que ella no estuviera encima de esa mierda.
“No quise golpear tu… cosa,” susurró. Me reí entre dientes ante la inocencia de su voz y
la apreté en un abrazo, amando el calor de su jodido cuerpo contra mí.
“¿Y cuál esa cosa?” Le pregunté jugando. Levantó la cabeza para mirarme, luciendo
un poco sorprendida por mi pregunta. Vi como sus mejillas se sonrojaban y su labio
inferior era capturado por sus dientes.
“Tú sabes, tu… eh… pene,” dijo, en voz tan baja que casi no entendí la palabra. Su voz
era entrecortada y gemí cuando sentí endurecerme debajo de ella.
“Cristo, Bella, solamente tú puedes hacer que un término como ‘pene’ suene
jodidamente sexy,” le dije, moviéndome un poco. Sus ojos se abrieron un poco y una
sonrisa curveó sus labios. “Y si te interesa saberlo, estoy en el suelo porque
prácticamente me sacaste de la maldita cama tratando de golpearme.”
“¡Oh no, lo siento mucho!” Dijo rápidamente. “Te juro que no…” Rápidamente quité mi
brazo de en torno a ella, subiendo mi mano y cubriendo su boca con ella antes de que
pudiera decir nada más. Ella murmuró contra mi palma por un segundo antes de
callarse.
“Deja de pedir disculpas. Estabas dormida,” le dije serio, sin querer que sintiera que
tenía que pedir que la perdonara por una mierda que ella no tenía intención de hacer,
algo en lo que no tenía control. “Fue un accidente. Aunque, realmente quiero saber qué
carajos estabas soñando.”
“Normalmente no son tan raros. La mayor parte del tiempo tienen sentido,” dijo.
Suspiré y de nuevo la apreté a mí con fuerza. Ella recostó su cabeza en mi pecho y por
un momento, acurrucándonos en el suelo en silencio.
“Por supuesto que sí,” murmuró, acurrucándose aún más a mí. Le sonreí levemente,
inclinándome y besando la cima de su cabeza.
Nos quedamos en silencio por un rato, abrazándonos el uno al otro. Mi espalda estaba
empezando a doler por estar acostado en el suelo duro con su peso sobre mí. Ella no se
movía y no podía ver su rostro, ya que estaba enterrado en mi puto pecho, así que no
podía saber si siquiera estaba despierta.
“¿Bella?” Dije finalmente en voz baja, sin poder aguantarlo más. De inmediato levantó
la cabeza para mirarme. Le sonreí levemente, removiendo mi mano de entorno suyo y
acariciando su mejilla con el dorso de mi mano. “Sólo quería ver si todavía estabas
despierta.”
Ella sonrió. “En realidad, no estoy tan cansada,” murmuró. Asentí con la cabeza.
“¿Quieres hacer hoy algo conmigo?” Pregunté, levantando las cejas inquisitivamente.
Su ceño se frunció y se me quedó mirando por un momento, considerándolo.
“Bueno, desafortunadamente tengo que confesar que soy un flojo hijo de puta, lo que
significa que todavía no he conseguido ningún regalo de Navidad para ninguno de
esos imbéciles de allá abajo, así que tengo que ir a hacer eso,” le dije. Por lo general,
compro todo en línea porque odio los putos centros comerciales, pero no lo hice este
año porque quería llevar a Isabela conmigo. Ella nunca tuvo la oportunidad de hacer
una mierda tan mundana como ir de compras, y pensé que lo disfrutaría. Pensaba en ir
Su sonrisa creció. “¿Quieres que vaya contigo a hacer las compras de Navidad?”
Preguntó, sus ojos iluminados por la emoción. Me reí entre dientes y asentí.
“Sí. Quiero decir, si quieres,” le dije. Ella asintió con entusiasmo y se quitó de encima
de mí poniéndose de pie de un salto. Me miró fijamente, sonriendo expectante, y yo me
eché a reír porque el maldito sol ni siquiera se había levantado y ella ya quería
alistarse e irse. Me forcé a levantarme y me puse de pie, estirando mi espalda. Me
crujió y gemí, sacudiendo mi cabeza. “Muy bien, hermosa, ve a vestirte y nos iremos,” le
dije, pasándome una mano por el pelo. Ella asintió con entusiasmo y se volvió,
prácticamente salió saltando de la puta habitación. Me reí y negué con la cabeza,
acercándome al armario y sacando algo de ropa. Me desvestí y me puso unos
vaqueros, agarré una camiseta lisa color azul marino poniéndomela. Me puse un par
de Nike air force one y agarré mi chaqueta Sean John Navy. Dudé, pero agarré mi gorra
blanca de béisbol de los Cubs de Chicago con las letras azul marino porque esa
mierda combinaba con mi conjunto y mi cabello se estaba poniendo completamente
fuera de control. Me la puse en la cabeza y agarré mi billetera, llaves, teléfono e iPod,
saliendo de la habitación. Crucé el pasillo y abrí la puerta de la habitación de Isabella,
sin siquiera tomarme la molestia de llamar. Ella me miró y sonreí con complicidad,
viendo que estaba parada en nada más que un par de ajustados vaqueros y un sostén
de encaje de color negro.
Ella sonrió pero negó con la cabeza. “En realidad, no tengo un abrigo grande. Tu
padre dijo que le diría a Alice que me consiguiera uno hace unas semanas, pero
supongo que se le olvidó.”
Yo suspiré, rodando los ojos. Sonaba como mi maldito padre últimamente, totalmente
distraído. Levanté mi dedo índice, diciéndole en silencio que esperara, y volví a cruzar
el pasillo a mi habitación. Miré en mi armario y saqué mi abrigo negro con capucha de
Christian Dior, pensando que le quedaría más o menos bien. Regresé a su habitación y
sonreí cuando vi que seguía de pie en el mismo lugar, esperando pacientemente. Le
tendí el abrigo y ella lo tomó con cuidado, poniéndoselo. Por supuesto, estaba un poco
grande, así que le enrollé un poco las mangas. Ella sonrió levemente, bajando la vista
al abrigo.
“Supongo que sí, si eso es lo que son,” dijo finalmente, volviendo a levantar la vista
hacia mí. “¿Hay algo malo con ellos?”
Me encogí de hombros, ya que yo odia los malditos Sketchers y pensaba que eran feos
como el demonio, pero de nuevo, no le iba a decir eso a ella. Eso fue lo que Alice le
compró y ella no tenía la culpa y me atreví a suponer que un zapato era un puto zapato
para ella. Le importaba una mierda qué marca era o cómo se veían, sobre todo
tomando en cuenta que en realidad nunca tuvo zapatos hasta que llegó aquí.
Ella asintió, bajando la vista a mis pies. “Bueno, Alice no me compró Nikes,” dijo con
toda naturalidad. Mis ojos se abrieron un poco ante su mordacidad y ella me sonrió
con timidez.
“Alice no lo hizo, pero yo puedo hacerlo,” le dije enfáticamente. Ella sólo se me quedó
mirando por un momento antes de rodar los ojos.
“No hay nada malo con mis zapatos. Hacen lo que tienen que hacer,” dijo. Me encogí
de hombros pero no discutí, sabiendo que no nos llevaría a ningún lado. Le dejaría
creer que no importaba, porque así era ella, y le compraría unos malditos Nikes,
porque así era yo, y los dos seremos jodidamente felices cuando los acepte, porque
joder, así éramos como pareja.
Su mirada era penetrante mientras miraba de Isabella a mí. “Se levantaron temprano,
chicos,” dijo finalmente con indiferencia. Di un suspiro de alivio de que al menos su
tono no demostraba enojo.
“Pensé en venir a casa y dormir un poco, en lugar de gastar dinero en una habitación
de hotel. Tengo algunos negocios en Port Angeles un poco más tarde,” dijo. Asentí,
mirándolo fijamente, sin saber qué hacer. Él me miraba con curiosidad, obviamente
preguntándose qué carajos estábamos haciendo Isabella y yo.
Él sonrió. “Buenos días a ti también. Y gracias. ¿Van a salir a alguna parte?” Preguntó,
levantando las cejas. Suspiré, resignado, y comencé a bajar los últimos escalones
hacia el vestíbulo.
“Vamos a hacer compras Navideñas,” murmuré. “Tengo que hacer esa mierda y pensé
que a ella le gustaría ir, ya que nunca ha hecho nada como esa pendejada antes.”
Isabella bajó al vestíbulo y se hizo a un lado. Le eché un vistazo y noté que su rostro
estaba carente de expresión, pero podía ver el temor en sus ojos.
“Oh, bueno, eso es amable de tu parte, hijo,” él dijo. “¿Supongo que ya que estás
parado tan temprano vas a ir a Seattle?” Preguntó, de nuevo alzando las cejas. Asentí
vacilante, dándome cuenta que debería haberle preguntado si podía llevarla tan
jodidamente lejos. Si fuera Port Angeles, él no hubiera dicho una mierda por ello, pero
Seattle era muchísimo más lejos. No estaba seguro qué tanto confiaba él en Isabella
hasta ahora, si no querría que estuviera rodeada de tanta maldita gente dónde
pudiera fácilmente escapar. Yo sabía que no lo haría, yo tenía puta confianza en ella y
sabía que no trataría de escapar, pero no sabía si él también.
Él asintió con la cabeza en respuesta a mi gesto, mirando hacia Isabella. Sus ojos se
ampliaron, una expresión de asombro en su rostro. Mi ceño se frunció y miré hacia ella,
preguntándome qué lo había sorprendido tanto cuando recordé que llevaba mi maldito
abrigo. Y no cualquier abrigo, el artículo de ropa más caro que he comprado. Él se
quejó porque pagué demasiado por un abrigo al momento que vio el cargo en la
factura de su tarjeta de crédito.
“Olvidé por completo que la muchacha necesita un abrigo. Consíguele uno mientras
Rodé los ojos. “Como sea, valió la pena cada puto centavo.” Él se echó a reír volviendo
a mirar hacia Isabella.
“Si tú lo dices, Edward,” dijo, sacudiendo la cabeza. “Pero sí, vayan y consigue
cualquier otra cosa que ella necesite mientras estén fuera.”
“Déjala que escoja algunos regalos para tus hermanos, y para Rose y Alice. Puedes
sacar algo de dinero de la cuenta para ella o cargarlo a la Amex, no importa,” dijo. Me
quedé mirándolo por un momento, atónito de que hubiera hecho esa mierda ya que él
nunca le había dado dinero a nadie de la servidumbre antes de Navidad para que
pudiera comprar regalos. Él miró hacia mí expectante, así que finalmente asentí.
Sonrió y se dio la vuelta, subiendo el resto de las escaleras, desapareciendo en el
segundo piso. Miré fijamente al lugar donde él había estado de pie, con el ceño
fruncido por la confusión. Salté cuando sentí la mano de Isabella en mi brazo,
sorprendido de que hubiera estado en tal estado de trance. Volví mi cabeza para
mirarla y me di cuenta que ella parecía estar tan desconcertada como yo.
Lucía como si fuera a decir algo así que me quedé parado con paciencia, esperando
por su pregunta. Me imaginé que probablemente quería saber qué fue toda esa
mierda, por qué le estaba dando dinero para comprar, pero yo no tenía la maldita
respuesta a esa pregunta. Finalmente abrió la boca, su ceño fruncido y los ojos
ligeramente entrecerrados por la concentración y dijo de un tirón la última maldita cosa
que esperaba que preguntara en ese momento.
“Está bien,” murmuró. “No creo que sepas, exactamente, por qué está él siendo tan
generoso conmigo, ¿verdad?”
“Está bien. Pero tal vez deberíamos irnos antes de que cambie de parecer,” dijo ella.
Sonreí levemente y asentí, volviéndome y abriendo la puerta. Ella salió al porche,
temblando al momento que el aire la golpeó. Afuera estaba malditamente frío,
estábamos bajo cero. Salí detrás de ella, cerrando la puerta. Nos dirigimos a mi coche
y abrí la puerta para ella, ayudándola a entrar. Cerré la puerta del pasajero y rodeé el
coche corriendo, deslizándome en el asiento del conductor. Mis malditos dientes
castañeaban, mis putos dedos ya estaban congelados. Saqué la llave y encendí el
coche, de inmediato dándole a todo lo que daba a la calefacción.
“Dios, hace frío,” dijo Isabella, sus dientes castañeaban. Le eché un vistazo y sonrió.
“Te lo dije, tus jodidos pezones podrían cortar el vidrio,” le dije. Ella rodó los ojos y yo
me eché a reír. “Lo digo en serio. Desabrocha el abrigo, quítate la camisa y déjame
ver,” le dije jugando, extendiendo mi mano y apretando su seno izquierdo a través del
abrigo. Ella me miró con sus ojos amplios y estiró su mano, golpeando mi brazo con
fuerza. Quité rápidamente mi mano de su teta, frotándome el brazo donde ella me
golpeó, y riéndome. “Cristo, no tenías por qué golpearme tesoro, solo estaba
comprobando. Tú sabes, con fines de investigación y esa mierda.”
Ella se echó a reír, sacudiendo su cabeza. Estaba tan jodidamente agradecido de que
se estuviera relajando sexualmente conmigo lo suficiente que pudiera bromear con
ella, porque así era yo. Tenía una jodida mente sucia, no podía evitarlo. Me reí entre
dientes y metí la mano en mi bolsillo, sacando el iPod. Lo conecté y comencé a
desplazarme a través de la música mientras esperábamos que se descongelaran las
ventanas. Después de un momento me di por vencido, volviéndome hacia Isabella.
“¿Puedes manejar uno de estos?” Pregunté, haciendo un gesto con la cabeza hacia el
iPod. Ella me miró sorprendida y yo sonreí. “Solamente presiona estos botones hasta
que llegues a una canción que te guste, ¿de acuerdo? No soy tan jodidamente
exigente, me gusta toda la música que hay en él ya que es mía y todo.”
Ella asintió vacilante y puse el coche en marcha, ya que ahora podía ver por el
parabrisas. Salí del camino de entrada y llegué a la carretera principal, acelerando
El sol había salido y estaba brillando con ganas para el momento en que llegamos al
ferry. Compré el boleto y lo saqué, estacionándome. Isabella se veía aprensiva y un
poco tensa, y sabía que se había subido cuando mi padre la trajo desde Phoenix, pero
probablemente había estado muy aturdida porque en ese momento todo era muy
nuevo para ella. Estiré mi mano y agarré la suya, entrelazando nuestros dedos. Ella me
miró y sonrió, su tensión disipándose.
La miré por un momento antes de inclinarme hacia ella. Siguió mi ejemplo y presioné
mis labios en los suyos, separando sus labios con mi lengua. Ella gimió en mi boca y la
besé con intensidad.
“Yo también te amo, Edward,” dijo en voz baja. Sonreí complacido porque amé cuando
ella dijo que me amaba. Hizo que mi corazón fallara y latiera de forma errática, el
sonido de mi nombre deslizándose por sus labios, joder, fue lo que más me excitó.
Nos quedamos en el coche durante el viaje en ferry, porque afuera estaba jodidamente
frío, y arranqué cuando llegamos al otro lado. Manejé directamente hacia el centro
comercial Northgate, esperando que no estuviera tan lleno como si me hubiera ido
directamente al maldito centro de la ciudad, y llegamos justo cuando estaban
abriendo. Estacioné el coche y salí, caminando hacia Isabella y ayudándola a salir. Le
di una sonrisa y me incliné, dándole un beso breve.
“Ven, vamos a gastar algo de puto dinero,” le dije. Ella sonrió y asintió, tomando mi
mano. Nos dirigimos al interior y de inmediato se empezó a tensar, porque el lugar era
bastante grande y aunque era temprano, ya había mucha gente. Supongo que eso
sucede cuando te esperas a comprar en el último puñetero minuto, tienes que lidiar con
las multitudes.
“Yo, eh… en realidad no sé qué les gusta o qué es lo que hay,” dijo en voz baja. Asentí
con la cabeza, suspirando. Ella nunca antes había estado en una jodida tienda como
esta, así que por supuesto no lo sabía.
“Bueno, les encontraremos algo. Mis hermanos son fáciles. A Jasper le gusta cualquier
cosa que requiera estrategia, a él le gusta todo eso de la historia y esa mierda.
Especialmente la Guerra Civil. Ni siquiera sé si sabes qué es la guerra civil, pero es
cuando la escl…”
“Fue la guerra por la esclavitud, lo sé. Abraham Lincoln declaró que la esclavitud
estaba mal y en 1865 los esclavos fueron liberados y el Congreso declaró ilegal la
posesión de otra persona,” dijo en voz baja. Suspiré, apretando su mano levemente.
“No sabía que conocías esa mierda, pero supongo que sí. Demonios, te lo sabes mejor
que yo. No podría haberte dicho el puto año,” le dije. Ella sonrió, encogiéndose de
hombros.
“No puedo salvarlos a todos, Bella, pero te prometo que te salvaré,” dije en voz baja.
“Así sea la última maldita cosa que haga.”
Ella se apartó de mí y aflojé mi agarre. Otra lágrima se deslizó por su mejilla pero
sonrió. “Ya me has salvado, más de lo que crees. No espero nada más, pero estoy
agradecida.”
Sonreí levemente. “Bueno,” dije, soltándola y limpiando sus lágrimas. “Pero pronto voy
a emitir una Proclamación de Emancipación para Isabella Swan, forzando a los que
están al mando a liberarte.”
Me reí entre dientes. “Estaba pensando que yo era el Norte y él el Sur, y por supuesto el
puto Norte gana, pero supongo que podrías decir eso. Siempre y cuando no me
disparen como lo hicieron con Lincoln. Quiero decir, en un santiamén recibiría un puta
bala por ti, tesoro, pero no estoy deseando tener que hacerlo. El último dolió como la
mierda, como para querer recibir otro.”
Su boca se cerró de pronto y sonreí. “Bien. Ahora, volvamos a las compras, porque ya
tenemos suficiente de conversaciones serias por hoy. Únicamente quiero pasar algo de
tiempo con mi chica lejos de toda esa mierda.”
Ella sonrió levemente. “Bueno, eso suena bien.” Asentí con la cabeza y llevé hacia
arriba nuestras manos entrelazadas, besando el dorso de la suya antes de caminar de
nuevo por el centro comercial.
Ella se rió, el alegre sonido disipó un poco el peso que sentía en mi corazón. “Que a
Jasper le gusta la guerra civil,” ella dijo. Asentí, recordado como es que llegamos al
tema de la esclavitud.
“Sí, le gusta. Y Emmett, bueno, él es la persona más poco exigente del planeta. Le
encantan los juegos de video, su guitarra y su novia. Y en cuanto a ella…” Empecé,
pero Isabella me interrumpió rápidamente.
“La vi, pero no sabía si sabías usarla ya que nunca la tocas,” dijo.
“Sí, bueno, la tomo de vez en cuando. Siempre he sido diestro en la música, significa
mucho para mí. Pasé por una larga fase en la que me negué a tocar el piano, aunque
es eso en lo que realmente está mi corazón, pero no pude resistir el impulso de crear
música por completo. Así que me conseguí la guitarra, porque podía tocarla encerrado
en mi habitación, lejos de todos los demás,” le dije.
“Sí, Rosalie es una perra exigente, y disculpa mi lenguaje pero lo es. Pero ella ama su
coche y le encanta verse bien. No estoy diciendo que crea que se vea bien o esa
mierda,” rápidamente añadí, echándole un vistazo a Isabella. Ella sonrió pero no dijo
nada, así que continué. “Alice es fácil, a ella le gusta todo.”
Ella sonrió. “¿Y tú? ¿Qué le gusta al quisquilloso de Edward Cullen?” Preguntó,
levantado sus cejas.
Ella se echó a reír. “Bueno. No creo que pueda poner ninguna de esas cosas bajo el
árbol para ti.”
Me encogí de hombros. “No lo sé nena, me gusta algo la idea de que estés tú debajo
con nada más que un moño rojo,” dije en broma. Ella jadeó y yo me reí entre dientes.
“Sí, reservaremos esa idea para futuras Navidades. Aunque, hablando en serio, no
Dimos un paseo por el centro comercial por un rato e Isabella empezó a relajarse, en
realidad sintiéndose lo suficientemente cómoda como para soltar mi mano y caminar a
una tienda, aunque siempre asegurándose de que estaba a la vista. Terminamos
encontrando algunas piezas de ajedrez de la maldita guerra civil para que Isabella le
comprara a Jasper, los cuales sabía que le iban a encantar. Le estábamos echando un
vistazo a una tienda de música y agarré un nuevo juego de herramientas para Emmett,
porque estaba cansado de que me pidiera el mío, e Isabella casualmente se encontró
algunas uñas blancas con “Rose” escrito con negro y un dibujo con plantilla de la flor
del otro lado. Ella las agarró de inmediato y tengo que admitirlo, era un regalo
jodidamente bueno. Sabía que a él le encantarían, porque no se veían para nada
afeminados y también le haría ganar malditos puntos con su vanidosa novia.
Finalmente nos desvié a la zapatería y escogí un par de Nikes blanco y negro con el
logotipo de Nike en color rosa para Isabella, porque mi padre dijo que le consiguiera
todo lo que necesitara y creí que necesitaba un par de Nikes. Cogí un par de Nikes
color verde y blanco para mí, ya que a mi chica le gustaba el verde, y le dije que ese
podría ser su regalo para mí. Parecía que iba a discutir una vez más, obviamente
queriéndome comprar algo más personal que un par de zapatos, pero se dio por
vencida. Tomé los zapatos y puse los dos pares en el mostrador, esperando que la
señora que manejaba la registradora viniera a marcar la venta, ya que estaba
hablando con otro cliente. Me puse algo impaciente esperando y envolví mis brazos en
torno a Isabella, pegando su espalda a mí. Ella levantó sus manos y frotó mis
antebrazos, recostándose en mí. Inhalé su cabello, oliendo la dulzura frutal y apoyé mi
cabeza en la de ella. Solamente nos quedamos allí de pie, abrazándonos el uno al
otro, cuando escuché mi nombre a nuestra espalda. Ella se tensó en el momento en que
las palabras “Edward Cullen” llegaron a sus oídos, pero yo tan solo giré un poco mi
cabeza para mirar porque reconocí la voz al toque y no había mierda de qué
preocuparse.
“¿Qué hay, Ben?” Pregunté, sonriéndole a él y a Angela. Giré nuestros cuerpos para
quedar frente a ellos e Isabella seguía tensa, pero no trató de apartarse.
“Vaya, entonces, supongo que es verdad,” dijo Angela, mirando de Isabella a mí. Rodé
los ojos pero sonreí con suficiencia.
“No te preocupes, sabes que no soy chismosa. Tu vida amorosa es privada. Aunque he
de decir que nunca pensé que sucedería, pero me alegra que así sea,” dijo.
Asentí con la cabeza. La señora empezó a marcar mis zapatos, así que solté mis
brazos de Isabella y metí la mano en mi bolsillo sacando mi billetera. Le entregué la
American Express, gimiendo cuando la mujer pidió ver mi identificación. Firmé el jodido
papelito después de que se aseguró que yo era Edward Cullen e Isabella agarró la
bolsa antes de que yo pudiera discutir. Le arqueé una ceja, dándole una mirada
inquisidora, pero ella solamente sonrió.
“En fin, estábamos a punto de ir a comprar algo para comer en Panara Bread, ¿quieren
acompañarnos chicos?” Angela preguntó. Negué con la cabeza.
“Voy a llevarla a Red Robin, porque quiero algo extremadamente poco saludable y no
voy a sobrevivir el resto de este viaje de compras sin un maldito trago. O dos. Tal vez
tres,” le dije. Ben se echó a reír y Angela rodó los ojos en broma, pero Isabella me miró
sorprendida.
“Con novia o sin novia, veo que sigues siendo el mismo Cullen,” dijo Angela. Me encogí
de hombros y me reí entre dientes.
“Siempre,” le dije. “Aunque primero tengo que ir a dejar estás bolsas al coche, porque
se están poniendo jodidamente pesadas.” Ben asintió y sostuvo en alto las putas bolsas
que él estaba cuidando, indicándome lo mismo. Las mierdas que hacíamos por las
chicas, lo juro.
Isabella sonrió. “Tengo que ir al baño,” dijo en voz baja, mirándome. Le sonreí y asentí
con la cabeza, y estando a punto de abrir la boca y decirle que caminaríamos hacia
allá, cuando Angela intervino. “Yo puedo mostrarle dónde están los baños mientras
ustedes se libran de esas bolsas,” dijo. Miré a Isabella vacilante, y ella pareció
congelarse por un momento antes de asentir con la cabeza, fijando una sonrisa en su
rostro. No podría decir si estaba de acuerdo porque sintió que debía de hacerlo, o
porque realmente estaba bien con ello. Angela sonrió y le tendió la bolsa que estaba
sujetando a Ben, y yo me giré hacia Isabella para que me mirara.
“Puedes decir que no, bebé,” le susurré, inclinándome y besando brevemente sus
labios. Ella se ruborizó.
“Solamente serán unos minutos, y luego vamos a conseguir algo de comer,” le dije. Ella
sonrió, aparentemente aliviada, y me incliné para besarla de nuevo con suavidad,
tratando de tranquilizarla. Finalmente se apartó de mí y se volvió hacia Angela, quien
le sonreía. Me dio una última mirada y me entregó la bolsa de zapatos antes de
alejarse.
Cristo, únicamente iba a ir al puto baño y la vería en unos cinco minutos, pero verla
alejarse de mí era malditamente difícil. Ben se acercó y me palmeó en la espalda,
riéndose.
“Sí, bueno, guárdate esa mierda porque estamos tratando de mantenerlo en secreto,”
le dije. “No sé cómo se lo vaya a tomar mi padre, ya que vivimos juntos y toda esa
mierda.”
Él asintió con la cabeza. “Sabes que no diré nada. Sin embargo, hablando de tu
padre, me topé con él ayer en Forks, me preguntó por ti.”
Ben se encogió de hombros. “Tan solo me preguntó si me había dado cuenta que
parecías más feliz últimamente. También quería saber si últimamente me habías
comprado mierda fuerte. Le dije que no me habías comprado mierda en
aproximadamente dos meses, que parecías estar un poco más tranquilo, pero que
aparte de eso, seguías siendo el mismo Cullen.”
Asentí con la cabeza. “Sí, tengo que dejar esa mierda. La última vez me dio una
hemorragia nasal de los mil demonios.” Dije. Ben asintió con la cabeza.
“¿Así que tú y Angela se llevaron bien?” Le pregunté. Ella sonrió y asintió con la
cabeza.
“Sí, ella fue muy amable. Me preguntó cómo conocí a tu familia, cómo es que me vine a
vivir contigo y no supe cómo contestarle, así que sólo le dije que nuestras familias se
conocían,” ella me dijo. Asentí con la cabeza.
“Ella es una buena persona, pero no sería justo,” ella dijo. La miré confundido y sonrió
con tristeza. “¿Qué clase de amiga sería, mintiéndole acerca de mí? Claramente no
puedo decirle la verdad, y estaría mal inducirla en una amistad bajo esas
circunstancias. No sería justo para ella y no quiero ser esa clase de persona.”
“¿La gente realmente usa esto?” Preguntó en voz baja después de un momento. Me
encogí de hombros.
“Algunas chicas lo hacen. Apuesto a que te verías sexy en uno de estos modelitos,” le
dije, pasando mi mano a lo largo de una lencería extravagante de color negro,
transparente con encaje y ligas colgando de ella. Horrorizada, abrió mucho los ojos y
me miró boquiabierta.
“No la vas a comprar para mí, ¿cierto?” Preguntó, sonando un poco aterrada. Me reí
entre dientes, moviendo la cabeza.
“No. No ahora de todos modos. Tal vez en algunos años. Pero puedes comprar algo de
ropa sexy para mí,” le dije, levantando una ceja. Ella se ruborizó y me reí. “Vamos,” le
dije, agarrando de nuevo su mano y llevándola hacia un estante de conjuntos de
sostenes y bragas, le dije que escogiera un conjunto a juego y ella me miró sorprendida
por un momento, pero finalmente se volvió hacia ellos, mirándolos con cuidado. Sacó
un sostén de encaje color azul con un par de cacheteros a juego y me miró nerviosa,
llevando su labio inferior al interior de su boca para masticarlo. Sonreí y los tomé,
caminando hacia el mostrador. Se los entregué a la señora, sin una pizca de maldita
vergüenza por estar en esta tienda como la mayoría de los hombres estaría, y compré
dos tarjetas de regalo de $100 dólares para Alice y Rose porque le saco al bulto
cuando se trata de comprarles mierdas y siempre les compro tarjetas de regalo.
Dejamos la tienda y ella miró hacia atrás brevemente. No me perdí la pequeña sonrisa
que puso en sus labios cuando vio la lencería, una vez más. Sí, definitivamente mi
chica tenía potencial en ese departamento.
Recorrimos las tiendas por un rato e Isabella encontró una foto enmarcada de
Campanita del Ballet de Peter Pan. Su rostro se iluminó y lo agarró para Alice de
inmediato. Tuve que admitir, que esa mierda era perfecta, porque Alice amaba las
bailarinas ya que solía ser una cuando era más joven y por supuesto, Alice misma se
parece a una maldita pequeña duende. Pasamos caminando junto a una tienda de
juguetes cuando Isabella vio un BMW con control remoto en el escaparate. Se detuvo y
se volvió hacia mí, arqueando sus cejas, expectante. Le eché un vistazo y sonreí,
dándome cuenta que era exactamente el mismo puto coche que Rosalie conducía. Me
reí entre dientes y la arrastré al interior de la tienda, porque era el regalo perfecto para
Rose. Mi chica, ni siquiera necesitó mi ayuda, ella por sí sola era excelente para dar
regalos.
Después de terminar con eso entré en una tienda para echarle un vistazo a algunas
figuras de jade, tratando de escoger una para Esme. Sabía que ella las coleccionaba
ya que solía verlas por toda su casa. Estaba examinando algunas cuando Bella se
echó a reír. Apuntó a un león, sonriendo.
“Sí, lo sé, necesito un maldito corte,” murmuré. Me acerqué al mostrador para pagarlo
e Isabella continúo riéndose. Agarré la bolsa y salimos de la tienda. De nuevo comencé
a andar por el centro comercial, pero Isabella vaciló. Me detuve y me volví para
mirarla, ella sonrió. Alzó la mano y me quitó la gorra de béisbol, pasando sus dedos
por mi desordenado cabello. Dio unas risitas y se alzó de puntillas, su rostro iluminado
por la alegría. Sonreí, porque era jodidamente imposible no sonreír cuando ella estaba
tan feliz, y me agaché. Ella me besó con profundidad, dejándome jodidamente atónito
porque estábamos en público, y después de un momento me aparté. Ella se rió un poco
más, sonando malditamente despreocupada.
“Vaya, gracias,” le dije. “¿Ya estás casi lista para irnos de aquí? Todo esta gente me
está haciendo sentir puta claustrofobia y mis malditos pies me están empezando a
doler.”
Ella sonrió, mirando alrededor. Estaba sorprendido de que ya no entrara en pánico por
la gran cantidad de gente que había aquí en este momento. Finalmente asintió. “Sí,
estoy lista. Pero, eh… ¿debería comprar algo para tu padre?” Preguntó. Le negué con
la cabeza y su ceño se frunció.
Suspiré. “No, él no espera nada,” le dije, encogiéndome de hombros. No veía cual era
el problema, pero ella sólo se quedó ahí parada, mirándome.
“Sin embargo, creo que debería de hacerlo,” dijo. Gruñí, pero asentí con la cabeza.
“Bien, simplemente cómprale una jodida corbata o algo así,” murmuré. Ella asintió y de
nuevo empezamos a caminar por el centro comercial. Entré en una tienda y ella eligió
una corbata Salvatore Ferragamo de seda italiana color verde, lo que tengo que
admitir era un bonito regalo de mierda. Pagué y la estaba sacando de la tienda, pero
me congelé y me quejé. “Mierda nena, nos olvidamos de comprarte un abrigo.”
¿Quién necesita un puto coche tan grande de todos modos? Juro que parece más un
autobús que nada, ¿cuántos malditos niños necesita una persona? De acuerdo, me di
cuenta que estaba siendo un pendejo porque estaba molesto, pero no podía evitarlo.
Apenas la semana pasada le había dicho a Isabella que podía tener una gran familia,
si ella quería, y esa mierda la dije en serio. Honestamente, nunca, siquiera, había
pensado en tener hijos, pensé que envejecería y moriría sin heredero, porque eso era
mejor que afligir al mundo con otro gilipollas como yo. Pero Isabella era jodidamente
buena, ella tenía una hermosa alma, así que probablemente equilibraría mis
obviamente jodidos genes en cualquier prole que creemos. Y podía imaginarla con un
montón de pequeños cabrones pelirrojos como yo armando jodidos escándalos y
pequeñas bellezas como ella, toda dulzura y esa mierda. Una casa enorme llena de
bondad y maldad, equilibrándose entre sí. Podíamos tener niños uno tras otro como
mamá lo hizo, ya que ella siempre quiso una jodida familia grande. No sé por qué se
detuvo después de mí, papá dijo que ella quería tener al menos media docena más.
Pero, como sea, podíamos permitírnoslo. Podíamos tener tantos bebés como ella
quisiera, podíamos ser la próxima maldita generación de la familia Duggar, (N.T. De
un reality show llamado 19 Niños y Contando, la familia Duggar la componen el papá
Jim Bob la mamá Michelle Duggar y sus 19 hijos) embarazándonos cada puto año. Pero
ya saben, nada de eso sucederá nunca si esa maldita camioneta delante de nosotros
no se quitaba de mi puto camino.
Ella suspiró. “Estás rechinando los dientes, lo haces cuando estás irritado por algo.”
“¿Lo hago?”
“Cuando hago algo que encuentras molesto, empiezas a rechinar los dientes, supongo
que para evitar decir algo,” dijo en voz baja. Sonreí, está vez con más ganas y quité mi
mano del volante. Estiré mi mano y tomé la suya, entrelazando nuestros dedos y
colocándolas en su muslo.
“También tuve un hermoso día,” dijo en voz baja, volviendo su cabeza y mirando por la
ventana. Miré el reloj, dándome cuenta que ya pasaban de las 6 pm, lo que significaba
que habíamos estado en ese maldito centro comercial como 8 horas.
“No, pero gracias,” me dijo. Asentí con la cabeza y volví mi atención hacia el tráfico,
una vez más molesto de que no nos estuviéramos moviendo. Empecé a parlotear con
toda tranquilidad acerca de pendejadas, tratando de distraerme. Finalmente
comenzamos a movernos, conduje a través de la ciudad hacia el ferry. Lo abordamos y
esta vez nos bajamos, ya que se había calentado un poco. Paseamos por la cubierta e
Isabella observaba el agua con asombro, mientras yo envolvía mis brazos en torno a
ella y solamente la abrazaba. Cuando llegamos a la orilla, volvimos a subir al coche y
lo puse en marcha, saliendo del ferry.
“Es un… bueno, es donde consigo toda la mierda mala con la que no quieres tener
nada que ver. No sé cómo lo llamarías. Pero consigo mierda del mercado por medio de
estos chicos y necesito recoger el presente de mi padre,” le dije. “Sólo estaré unos
minutos.”
Ella asintió vacilante y extendí mi mano, abriendo la guantera. Saqué el sobre manila
y la cerré, inclinándome y dándole a Isabella un breve beso. Salí, cerrando las puertas
y encerrándola dentro. El barrio era relativamente seguro, a pesar de que la casa era
en sí la más peligrosa de la ciudad, así que sabía que estaría más segura en el puto
coche que en la casa. Me guardé el sobre en el abrigo y me acerqué a la puerta,
tocando suavemente, asegurándome de no tocar con fuerza como la maldita policía y
hacerlos que se pusieran paranoicos. La puerta de entrada se abrió después de un
momento y el tipo me miró con recelo antes de hacerse a un lado y apurarme a entrar.
Caminé por el corredor hacia una gran habitación. Un hombre me miró y sonrió.
El hombre volvió después de un momento cargando el arma de gran tamaño. Era una
M1 Garand, tipo militar, Nacional para Combate Tipo 2, calidad de colección. Era lo
mejor de lo mejor cuando se trataba de rifles militares en la opinión de mi padre.
Puedes conseguirlos por excedentes a través del gobierno, pero este tipo de arma en
particular estaba retenida por al menos un año y no era fácil conseguir una aprobación
a través del Programa de Tiradores Civiles Expertos (N.T. Civilian Markmanship
Program- es un programa decretado por el gobierno de los Estados Unidos que
promueve el entrenamiento seguro para armas y prácticas de rifle para todo ciudadano
estadounidense calificado. Todo ciudadano estadounidense que no tenga prohibido
legalmente poseer un arma puede comprar un rifle de excedente militar de este
programa, obviamente esto no incluye a miembros de la mafia) especialmente cuando
eres sospechoso de estar vinculado a cualquier persona en dentro de la mafia. Mi
padre tenía uno hace un año en Chicago, pero fue decomisado por la ATF (N.T.
Departamento de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos. Organización de las
autoridades federales que investiga y prevé los delitos federales que implican el uso
ilícito, la fabricación y posesión de armas de fuego, además de otras cosas).
“Siempre mi cliente favorito,” dijo, sonriendo. Entró en la habitación del fondo y regresó
con una caja larga para meter el rifle. Lanzó dentro algunas municiones y me lo
entregó, estirando su mano. Se la estreché con firmeza y asentí con la cabeza.
Ella asintió con compresión y volvió la cabeza para mirar por la ventana. Encendí el
coche y me alejé de la acera, acelerando a casa.
Isabella se quitó el abrigo que llevaba y lo colocó con cuidado a lo ancho del extremo
de la cama. Me quité el mío y lo arrojé hacia el armario, pero aterrizó en el suelo. Vi
que la comisura de sus labios se elevó un poco y gemí. Caminé hacia allá y recogí el
abrigo, agarrando un gancho para colgarlo. Extendí mi mano y me dio el otro, que
también colgué.
“Nunca estuve infeliz, Edward,” dijo, su voz dulce y entrecortada con un deje de
diversión. Rodé los ojos y me acerqué a ella, envolviendo mis brazos a su alrededor. De
inmediato me fui a su cuello, degustando su carne deliciosa. Ella gimió y ladeó su
cabeza para darme un mejor acceso. Levantó sus manos y agarró mi gorra, sacándola
y arrojándola al otro lado de la habitación. Empecé a reír y me aparté de su cuello.
“¿Cuál es la razón por la cual tú puedes tirar las malditas cosas por la habitación y yo
no?” Le pregunté. Ella sonrió y se encogió de hombros.
“No sé de qué estás hablando,” dijo jugando. Rodé los ojos y la hice caminar hacia
atrás, levantándola y arrojándola sobre la cama. Ella se echó a reír y se quitó los
zapatos, dejándolos caer al suelo con un ruido sordo. Yo me quité los míos y me subí a
la cama, cerniéndome sobre ella y besándola brevemente, antes de caer a su lado en
la cama porque mis extremidades estaban cansadas.
“Cristo, estoy tan malditamente cansado para incluso una sesión de besos y manoseo,”
le dije. Mi cuerpo de verdad se sentía malditamente agotado, mis párpados pesados
por la falta de sueño de anoche. Isabella suspiró, rodándose hacia su costado.
“Yo estoy…” Empezó, antes de que se le escapara un pinche bostezo. Me eché a reír y
la atraje hacia mí, abrazándola con fuerza.
“Lo sé nena, yo también,” le dije. “Vamos a dormir.” Cerré mis ojos y ella se acurrucó
en mí, tarareando suavemente.
“No, no lo harás. No puedes dejarme sólo,” le dije, haciendo un puto puchero. Estaba
demasiado cómodo como para que ella se levantara, no quería moverme. Ella se rió.
Ella se rió un poco más. “Pero estos vaqueros son incómodos,” dijo.
“¿Qué pasa con ella? Siempre acostumbrabas dormir con ella encendida,” murmuré.
Ella me había confesado que solía dormir con la luz encendida para no sentirse tan
sola, tan abandonada, pero que ya no necesitaba esa mierda desde que me tenía a mí.
Se quedó callada por un momento, acurrucándose más en mí. Le sonreí, sabiendo que
estaba cediendo con esa mierda.
“Tienes una respuesta para todo, ¿cierto?” Murmuró después de un rato. Me reí entre
dientes.
“Tú sabes que sí,” le dije. Ella suspiró y se levantó. Rápidamente abrí los ojos,
pensando que tal vez se iba a ir después de todo. Cristo, realmente no había ningún
problema, simplemente estaba siendo un pendejo al respecto. “Puedes ir a cambiarte
Bella. Voy a estar aquí,” le dije, sin querer que estuviera jodidamente incómoda. Ella
me echó un vistazo y sonrió, bajando su mano y agarrando el dobladillo de su
camiseta. La subió por sobre su cabeza, dejando al descubierto su sujetador de encaje
negro. Gruñí cuando lo vi y ella se rió.
“Sé que puedo ir a cambiarme,” dijo, tirando la camiseta en el suelo. Se acostó junto a
mí y se desabrochó y bajó el cierre de sus vaqueros, levantándose un poco para
bajarlos de su trasero. Levantó las piernas y se los sacó, dejándolos caer al suelo. Me
le quedé mirando aturdido, sorprendido de que realmente lo hiciera. Dejé que mis ojos
bajaran lentamente por su cuerpo, sintiendo mi polla endurecerse.
“Pensé que estabas demasiado cansado para una sesión de besos y manoseo,
Edward,” me dijo. Yo gruñí.
“Pensé que lo estaba pero luego vienes tú y prácticamente me haces un puto striptease.
“Tú fuiste el que me dijo que lo hiciera,” dijo. Suspiré, rodando los ojos.
“Lo sé, pero maldita sea, en cierto modo no esperaba que lo hicieras. Te estás
volviendo terriblemente atrevida, tesoro,” le dije. “Pero sí, tienes razón. Sin tocar, lo
entiendo.”
“Lo sé, pero realmente estoy agotado,” le dije, cerrando los ojos. Ella se echó a reír y yo
junto con ella, porque me di cuenta que acabamos de pasar por toda esa mierda por
nada. Rápidamente caí en sueño profundo sin sueños. Me desperté en una habitación
envuelta parcialmente en luz y le eché un vistazo al reloj, viendo que eran casi las 11
am. Escuché a Isabella murmurar y la miré para ver sus ojos abiertos. Me vio mirándole
y sonrió somnolienta.
“Buenos días,” murmuró. Sonreí, rodándome ligeramente sobre ella y besando la punta
de su nariz.
“Buenos días para ti también, bella durmiente,” dije en voz baja. Ella se rió y se
incorporó de manera que estaba sentada. Salí de la cama y estiré mi espalda. “Tengo
que tomar una ducha.”
Ella suspiró. “Yo también,” dijo, poniéndose de pie. Comenzó a recoger la ropa y me
quedé parado, observándola, prácticamente hipnotizado por la jodida manera en que
se le hacían unos ligeros hoyuelos en el trasero cuando se erguía y como su vientre se
tensaba cuando se inclinaba. Eran pequeñas mierdas, pero eran mierdas que nunca
antes había notado. Una vez que había recogido su ropa, atravesó corriendo
rápidamente el pasillo.
Entré al baño y me quité los boxers, abriendo el agua caliente y poniéndome debajo de
la ducha. Me lavé el cuerpo rápidamente, lavando mi cabello. Mi polla estaba dura y
me debatí por un momento antes de apoyarme contra la pared de la ducha,
envolviendo mi mano en ella. La acaricié un par de veces, gimiendo y cerrando los
ojos. Casi de inmediato la tensión empezó a aumentar y la acaricié más rápido,
agarrándola con fuerza. Me tomó un par de minutos llegar a la cima, mis rodillas casi
se sacudieron cuando exploté. Gruñí, apretando los dientes para mantener bajo el
maldito ruido, y todo mi cuerpo se sacudió. Me lavé con rapidez y cerré la llave del
Cristo, con sólo pensar en ella haciéndome una paja ya tenía a mi polla moviéndose de
nuevo. La forma en que se sentía su pequeña mano envuelta en torno a ella, sus
pinches reacciones tan inocentes. Juro que fue el mejor puto orgasmo de mi vida. Al
principio ella había estado un poco temerosa pero se sobrepuso, obviamente
determinada y jodidamente empecinada en darme placer. Fue entrañable, tenía que
reconocerlo. Mi niña era tenaz y llena de determinación. No tenía duda alguna de que
si Isabella Swan se proponía algo, iba a tener éxito en ello.
Ella no me había tocado desde entonces pero el recuerdo de ello estaba tatuado en
fuego en mi mente. Para ser honesto, yo tampoco la había tocado en realidad, aunque
hubiera querido hacerlo, porque no quería hacer del sexo una mierda entre nosotros,
no quería que se convirtiera en solamente parte de la rutina o algo así. Básicamente no
quería que pensara que, porque estaba durmiendo en mi puta cama todas las noches,
tenía que hacer que me corriera cada noche.
Así que, sí, todavía sigo recurriendo a masturbarme en la puñetera ducha, tratando de
caminar en una fina línea en lo que tiene que ver con intimar con ella de manera que
se siga sintiendo cómoda estando tan cerca físicamente de mí.
“Mi tía deberá estar aquí pronto,” dije en voz baja. Ella se me quedó viendo por un
momento antes de asentir, sonriendo.
“Sí, probablemente deberíamos hacerlo. Sólo relájate, ¿de acuerdo? Esme es amable,”
le dije, tratando de tranquilizarla una vez más. Ella asintió y se puso de pie, pasando
las manos por su ropa un poco nerviosa. Salí de la habitación y me siguió, bajando las
escaleras en silencio. Escuché la televisión cuando llegamos al vestíbulo y nos
dirigimos a la sala de estar. Jasper y Emmet levantaron la vista hacia nosotros,
sonriendo, y me dejé caer en el sofá en el extremo opuesto que Jasper. Isabella dudó,
pero se acercó y se sentó con cuidado entre Jasper y yo.
Nos sentamos tranquilamente charlando, viendo Kill Bill. Isabella la veía atentamente
pero tenía una expresión de confusión en su rostro, obviamente sin tener una puta idea
de qué se trataba. Después de unos 45 minutos oí un coche detenerse afuera en el
frente y por la esquina de mi ojo pude ver a Isabella tensarse un poco, obviamente
porque también lo había escuchado.
“Juro que te pareces más y más a ella cada vez que te veo, chico,” dijo en voz baja, lo
suficientemente alto para que sólo yo lo escuchara. No tenía que ser específica, yo
sabía de qué carajos estaba hablando. Suspiré y respondí su abrazo, sin molestarme
en responder porque realmente no había nada que decir. Era la verdad, y Esme era
una de las pocas personas que no tenía miedo de hablarme abiertamente de mi
madre.
Me solté de su abrazo y ella me miró, sonriendo. Levantó una mano y me dio una ligera
palmadita en la mejilla. “¿Te estás portando bien, Edward? No le estás haciendo pasar
a tu padre un infierno otra vez, ¿cierto?” Preguntó. El año pasado, cuando fui enviado a
la Academia de Gran River ella voló un fin de semana y me regañó por mi
comportamiento, básicamente diciéndome que creciera de un puta vez y les diera una
razón para estar orgullosos de mí.
“Bueno, supongo que entonces ese es un comienzo, ¿no?” Ella dijo. Me reí entre dientes
y asentí. Mi papá se aclaró la garganta un poco y me alejé de Esme para mirarlo. Él
miraba fijamente hacia el sofá y me di la vuelta rápidamente para ver a Isabella
parada allí, mirando al suelo. Sólo el verla luciendo tan temerosa y aprensiva tiró de
mi corazón y tuve que luchar con todas mis fuerzas contra el impulso de correr
directamente hacia ella y alzarla en brazos y decirle que no tenía por qué sentir miedo
de nada porque yo la protejo.
“¿Isabella, supongo?” Preguntó Esme con suavidad. Ella levantó la vista del suelo,
haciendo contacto visual con mi tía. Se veía tan jodidamente asustada, la misma
mirada en sus ojos que tenía el primer día que llegó aquí. Esa mirada de miedo a lo
desconocido, de miedo al pasado.
“Sí, señora,” dijo en voz baja, volviendo a mirar hacia el suelo. Suspiré y me pasé una
mano por el pelo, nervioso y no precisamente feliz de ver que mi peor maldita pesadilla
hoy se estaba cumpliendo y estaba recurriendo de nuevo a esa chica tímida y
destrozada que había sido. No lo entendía, no había razón para esa mierda.
“Es bueno conocerte finalmente. He oído hablar mucho de ti,” dijo Esme. Le eché un
vistazo a mi tía, estrechando mis ojos levemente. En ese momento me di cuenta que
ella sabía cualquier maldito secreto que mi padre se estuviera guardando, ya que mi
padre le contaba todo. Ella era su confidente, su mejor amigo. Esme albergaba tantos
de los secretos de mi padre, que era ridículo, y era evidente que cargaba también con
“También es un placer conocerla, Sra. Evanson, señora,” dijo Isabella en voz baja. Mi
ceño se frunció por un momento cuando la llamó por su nombre, ya que no recordaba
haberle dicho alguna vez el puto apellido de casada de mi tía, pero entonces recordé
que Esme estaba casada con el hermano de su antigua ama, así que por supuesto ella
sabía su puto nombre.
Mi papá empezó a reír con fuerza. Todos lo miramos a él, pero solamente negó con la
cabeza, obviamente sin ningún interés de compartir lo que sea que era tan
jodidamente gracioso. Compartió una mirada cómplice con Esme, cuando era obvio
que estaban respondiendo a una broma privada y trató de contenerse después de un
momento. De nuevo aclaró su garganta, ahogando su risa y se quedó en silencio, pero
la comisura de sus labios seguía luchando por elevarse. Era extraño verlo tan
jodidamente relajado y feliz, tuve que admitir que era agradable ver esta parte de él de
nuevo. Joder, ese era el padre que amaba y admiraba.
“En fin,” dijo Esme. “Estoy hambrienta y agotada por el viaje, así que no esperes que
esta noche sea buena compañía.”
Isabella le echó un vistazo al reloj, sus ojos se abrieron levemente. “Yo, eh… debería
comenzar a preparar la cena,” dijo rápidamente. Inició su camino para salir de la
habitación, pero mi papá se puso delante de ella para detenerla. Ella levantó la vista
hacia él, congelándose, una expresión de miedo extremo destelló en su rostro a medida
que retrocedía por su aparición en su camino. Él levantó las manos en señal de paz
cuando ella retrocedió, para mostrarle que no era su intención hacerle daño. Ella bajó
la mirada al suelo, temblando un poco. Yo me quedé ahí inmóvil, jodidamente aturdido
por su comportamiento. Estaba seguro que ella había dejado atrás esa mierda, el
constante miedo, ya que parecía tan abierta alrededor de nosotros. Quiero decir, tenía
miedo que empezara hablar como robot y esa mierda, pero nunca imaginé que trataría
de huir de mi padre del puto terror.
“Tranquila, niña,” dijo papá vacilante, estaba visto que tampoco esperaba esa
reacción. “Únicamente te iba a decir que no te preocupes por la cena esta noche. Voy a
comprar pizza,” dijo. Isabella asintió con la cabeza, todavía mirando al suelo. Tenía
sus manos apretadas en puños a sus costados y los podía ver temblar.
“¿Puedo retirarme, am--, eh, señor?” Preguntó con voz temblorosa. Me encogí cuando
ella casi lo llamó su pinche amo. Él suspiró.
“No podías saberlo. Ni siquiera se me ocurrió que ella lo hiciera,” respondió Esme con
suavidad. Yo los miraba con desconfianza, preguntándome de que carajos estaban
hablando.
“¿No podía haber sabido qué?” Pregunté, arqueándoles una ceja. Ambos me miraron
confundidos. “¿Y ni siquiera se te ocurrió que ella hiciera qué? Joder. ¿Qué saliera
corriendo?”
“Eso no importa ahora, nos ocuparemos de ella más tarde,” dijo mi padre. “Sólo denle
algo de tiempo. Edward, ¿por qué no corres y traes la cena?”
Él se dio la vuelta y se marchó, así que sabía que no era una mierda negociable. Gruñí
y subí las escaleras corriendo, agarré mi abrigo, las llaves del coche y mi billetera.
Isabella estaba en su habitación con la puerta cerrada. Escuché en el pasillo por un
momento, preguntándome que estaba haciendo, y no escuché ningún ruido. Consideré
el tocar o entrar a ver si estaba bien, pero Esme tenía hambre y sabía que se
preguntarían que me había tomado tanto maldito tiempo. Así que simplemente me fui,
esperando que estuviera resolviendo y analizando lo que sea que le hubiera hecho
encerrarse en sí misma y tener una puta regresión de esa magnitud, resignado a que
hablaría con ella de alguna manera más tarde. Salí y me subí al Volvo, conduciendo
por la ciudad a la pizzería. Agarré la cena rápidamente y conduje de vuelta a casa.
Cuando llegué a la casa la atmósfera era menos tensa, y nos sentamos alrededor
platicando y comiendo por un tiempo. Esme estaba compartiendo historias de Chicago
y preguntándonos sobre la vida aquí, en Washington, ocasionalmente regalándonos
unas cuantas historias de mi padre por diversión. Le encantaba contar jodidas
historias de papá mientras crecía, tratando de avergonzarlo. Aunque él siempre,
simplemente se reía, como si cuando su hermana estaba cerca su antiguo yo al que
estábamos acostumbrados parecía volver a salir.
Esme comenzó a bostezar después de un rato. “Así que, no sé ustedes chicos, pero esta
Ella se echó a reír, negando con la cabeza. “Isabella tiene que ser buena, si logró que
tornado alley esté limpio,” dijo en broma. (N.T. Tornado alley- El callejón de los
tornados un término coloquial usado en los Estados Unidos para referirse a un amplio
territorio del país donde los tornados son más destructivos y frecuentes) Me encogí de
hombros.
“Ella puede ser malditamente insistente. No le gustan las cosas sucias,” le dije. Emmett
resopló y luchó para contener la risa, obviamente encontrando jodidamente gracioso
algo de lo que dije. Lo fulminé con la mirada y él trató de contenerse, poniendo su cara
seria. Él tenía una maldita mente pervertida, eso es seguro.
“Está bien,” dijo Esme. “Gracias. Aunque, ¿estás seguro? Porque puedo dormir en el
sofá.”
“Estoy seguro,” le dije. Ella sabía malditamente bien que nunca la haríamos dormir en
el sofá. Por lo general, ella tomaba la habitación de huéspedes y al servicio era a los
que se sacaba, pero no había maldita manera de que le hiciera eso a Isabella. De
todos modos, sabía que no conseguiría dormir mucho esta puta noche, y como sea con
un poco de suerte, podía escabullirme a la habitación de Isabella por un rato. Es decir,
si ella no cerraba con llave la puta puerta. “Sólo no toques nada de mi mierda,” añadí
rápidamente. Ella se echó a reír.
“Ah, sí, ahí está el Edward que conozco,” dijo. Mi papá se rió.
“Como sea, simplemente me gusta mi mierda y no me gusta que la gente se meta con
ella,” dije. Esme se me quedó mirando por un momento, sonriendo, pero asintió.
“Bien, buenas noches chicos,” ella dijo. Palmeó en la espalda a Jasper y Emmett,
estirando su mano y revolviendo mi cabello. Gruñí y me alejé, lo que sólo la hizo reír.
Se inclinó y besó a mi padre en la mejilla antes de irse por las escaleras.
Papá dijo que se retiraba, pero se detuvo para agradecerme por ofrecer mi cama.
Asentí y me dijo que durmiera donde me diera la puta gana, a lo cual no le dije una
mierda ya que ya lo había planeado de todos modos. Me senté por ahí con mis
hermanos por unas horas, viendo películas, antes de que finalmente se retiraran a
dormir. Agarré mi laptop y el nuevo iPod de color negro de mi mochila que estaba
Después de haberlo cargado, lo metí de nuevo en mi mochila, sabiendo que tenía que
envolver esa mierda por la mañana. Guardé la laptop y me levanté, subiendo las
escaleras. Las pisé con cuidado, sin querer ser escuchado, y abrí la puerta de la
habitación de Isabella sin hacer ruido. Me escabullí dentro y me metí a la cama junto
a ella, atrayéndola hacia mí. Murmuró algo entre sueños y se acurrucó en mi pecho.
Besé brevemente el tope de su cabeza y me quedé dormido por un rato, cogiendo
algunas horas de sueño.
“Gracias,” le dije. Ella asintió y bajó la vista a las teclas. Tomé una respiración
profunda, sabiendo que se preguntaba por qué me detuve, y coloqué mis dedos de
nuevo en las teclas. Otra vez, empecé a tocar la Marcha Fúnebre, con la necesidad de
terminarla porque odiaba detenerme a mitad de la melodía, y ella escuchó en silencio
por un rato, su mirada fija en mis dedos.
“¿Es la única melodía que te sabes?” Preguntó finalmente. Negué con la cabeza,
“No, me sé muchas melodías. He estado escribiendo las mías desde que era un niño,
melodías que giraban en está jodida cabeza mía,” le dije. Ella sonrió levemente.
“¿Puedes tocar algo más para mí?” Preguntó, su voz sonando con ilusión. Una
repentina ola de ira me atravesó de inmediato ante su pedido, pero la controlé,
sabiendo que no podía enojarme porque me pidiera una mierda así. Era irracional y
estúpido, y tenía que aprender a lidiar con mis emociones apropiadamente, sobre todo
si iba a compartir mi vida con esta chica. Después de un segundo le eché un vistazo y
vi ese brillo en sus ojos, y no pude evitar sonreír.
“Sí, por supuesto,” le dije. Puse las manos sobre las teclas y dudé, pero empecé a tocar
suavemente la melodía en la que había estado trabajando, la que había estado
flotando en mi cabeza desde que ella apareció en mi vida. Era su canción, su nana.
Ella había inspirado esa mierda. Parecía fascinada por ella, sus ojos centelleaban
mientras observaba mis dedos flotando a través de las teclas. Puse en ella mi corazón
y mi alma, porque se trataba únicamente de ella y joder, quería que sintiera cuanto la
amaba. Ella cerró los ojos después de un momento e inclinó su cabeza para
descansarla en mi hombro. Seguí tocando por un rato, antes de completar las notas y
terminarla. El vestíbulo quedó en completo silencio y ella abrió los ojos, levantando su
cabeza para mirarme. “Feliz Navidad, la mia bella ragazza,” le susurré. Ella sonrió y
me susurró ‘Feliz Navidad’ en respuesta. Me miró a los ojos por un momento y comenzó
a inclinarse, deseando que la besara, cuando escuché un escalón crujir detrás de
nosotros. Me aparté rápidamente e Isabella se puso rígida. Mi cabeza se volvió
rápidamente y vi a Esme parada en las escaleras, mirándonos. Gemí en voz baja,
preguntándome qué carajos había visto.
Me encogí de hombros. “No es nada,” murmuré. Ella sonrió y negó con la cabeza.
“Siempre tan talentoso,” dijo suavemente. “Tu madre siempre estuvo orgullosa de ello,
su pequeño Mozart.”
“Tú también,” me dijo. Sonreí. Juro que era tan parecida a mi padre en cuanto a ser
evasiva, que era ridículo. Ella suspiró después de un momento. “Ella me reconoció,”
dijo en voz baja, su voz mezclada con un poco de tristeza. Mi ceño se frunció por la
confusión con ese comentario casual.
“Isabella. A eso es a lo que nos estábamos refiriendo ayer tu padre y yo, el porqué está
actuando tan temerosa. Ella me reconoció,” me dijo.
Me quedé sentado por un momento mientras caía en cuenta. Por supuesto, la jodida
Esme debió ser sometida a visitar ese agujero del infierno por su marido, así que tenía
sentido que Isabella la haya visto antes, lo que supongo es la razón por la que está tan
jodidamente inquieta por ella. Cualquiera en su maldito y sano juicio estaría un poco
temeroso de alguien que se mezclaba con los hijos de puta que la torturaban.
“Entonces, ¿visitaste a los Swan y ella te vio? Joder, ¿alguna vez pensaste en ayudar a
la pobre chica, salvándola de tu maldita y lunática cuñada que la golpeaba hasta el
cansancio sin ninguna razón? Quiero decir, Cristo, ¿no se supone que eres toda
maternal y esa mierda? Joder, ¿no podías haber hecho algo? ¿Qué ella no era tan
jodidamente importante como para tratar de ayudarla?” Le pregunté, levantando una
ceja. Joder, sabía que no podía culpar a Esme, pero me encabronaba que mi familia
solamente se sentó por ahí, sabiendo lo que le estaba sucediendo, y no hizo un carajo
al respecto.
Esme suspiró y negó con la cabeza. “Quería hacerlo, créeme que lo hice. Hablé con
Alec al respecto, tratando de que Jane la dejara en paz. Pero estaba fuera de mis
manos, Edward, era parte de sus negocios y…”
“Sí, sí, sí,” le dije, cortándola rápidamente. “La mierda de tengo que mantener los
negocios y lo personal por separado, el código de conducta y toda esa otra mierda. Lo
sé, no tienes que tratar de convencerme con esas pendejadas. Aunque eso no lo hace
correcto.”
Ella se rió un poco. “Veo que has estado hablando con Aro,” me dijo. Rodé los ojos pero
asentí con la cabeza. “Bueno, no obstante, ahora que tu padre la consiguió está a
salvo.”
La miré con desconfianza. “¿Qué te hace pensar que está segura aquí?” Le pregunté.
Ella me miró confundida y reí secamente. “Quiero decir, ¿supiste de la puta ejecución
simulada y como la ató y esposó a la cama?”
Negué con la cabeza. “¿Cómo puedes estar tan segura?” Le pregunté. “Quiero decir,
amo a mi padre, pero algunas veces puede ser una maldita bala perdida.”
Ella sonrió. “Sí, puede ser así. Pero confía en mí, él nunca le volverá a poner un dedo
encima a esa chica.”
La miré, estrechando mis ojos levemente. “¿Por qué?” Le pregunté. Ella me miró
desconcertada. “¿Qué la hace tan especial que nunca le volvería a hacer daño?”
Se me quedó mirando por un momento, antes de sonreír, de nuevo esa maldita sonrisa
cómplice. Ella sacudió su cabeza. “No es mi secreto para contarlo, lo siento.” Estreché
mis ojos con recelo y ella se echó a reír. Estaba a punto de discutir, queriendo saber de
quién era el puto secreto, cuando se puso de pie.
“Ahora, si me disculpas apuesto sobrino mío, arriba hay una chica confundida con la
que necesito tener una conversación.”
**************
Mi sei mancata = Te extrañé
Isabella swan
Traducido por Lanenisita
Yo sabía poco o nada acerca de ella como persona, pero una cosa que si sabía con
certeza es que ella había pasado mucho tiempo cerca de las personas que me
lastimaban, las personas que me torturaban solo por diversión. Yo la había visto
sonreírles, hablarles. Edward había hablado muy bien de Esme, asegurándome que
ella era una dulce y amorosa mujer, pero ¿Cómo puede alguien así estar tan a gusto
cerca de personas tan viles como mi padre y su mujer?
Yo me sentía nerviosa acerca de su venida a la casa, ya que sabía que ella estaba
relacionada con Jane a través del matrimonio, pero no fue hasta que la vi entrar a la
sala con el doctor Cullen que todo se esclareció. Aquello me golpeó como una tonelada
de ladrillos cuando posé mis ojos en ella y reconocí aquel cabello caramelo y su rostro
en forma de corazón. Era irracional, pero en ese momento se sintió como si mi padre
hubiese entrado por la puerta, entrado a la vida en la que yo empezaba a sentirme
El problema, sin embargo, es que mis rodillas estaban temblorosas y tenía miedo de
que si intentaba pararme sobre mis pies sin un apoyo, colapsaría.
Ella palmeó la cama junto a ella, sonriendo, indicando que yo debía sentarme allí.
Caminé dubitativa y me senté con cuidado, mordisqueando mi labio de manera
nerviosa. Estaba tratando de detener el temblor en mis manos para que ella no pudiese
ver mi aprensión, queriendo parecer fuerte y no tan vulnerable.
“Quería contarte una historia, ¿Te opondrías a eso?” ella preguntó suavemente
después de un momento. La miré, algo sorprendida, pero luego negué con la cabeza.
Ella sonrió nuevamente y luego vi un ligero brillo en su mirada, algo de compasión. Me
recordó a Edward, aquella mirada en sus ojos, la paciencia y compresión, y aquello
borró un poco mi miedo. “Bien. Veamos, por donde empiezo,” dijo ella, frunciendo su
ceño. “Se supone que debo regresar hasta el inicio, así tiene más sentido.” Me miró y
yo asentí, no teniendo idea que historia me contaría pero no queriendo parecer como si
yo no la escucharía o estuviese interesada. Asintió en respuesta, suspirando.
Ella hizo una pausa y me miró, asumo que trató de medir si yo estaba prestando o no
atención. Yo asentí y ella continuó.
“Yo tenía once años en ese entonces, y fue aquí donde conocí a Alec y Jane. Su padre
estaba en la organización con mi padre y ellos habían sido enviados aquí por su padre
para mantenerlos a salvo. Mi madre los vigilaba, ya que su propia madre se había
rehusado a abandonar su hogar. Yo no sé si tú fuiste alguna vez tan desafortunada
como para conocer a la señora Evanson, pero ella era tan insensible y egocéntrica.
Una horrible mujer,”
Sonreí, ya que sí, había sido tan desafortunada y había tenido un encuentro con ella
un poco después de que Charles tomara el control de la casa Swan. Vino para cenar
con Jane y no hizo nada más que ridiculizarme todo el tiempo. Nunca tenía nada
amable que decir. “En fin, Carlisle y yo odiamos de inmediato a Jane. Ella era una
malvada y pequeña imbécil, quien a propósito rompía las cosas y causaba problemas,
le robaba a la gente. Tenía una habilidad para herir a la gente, aún la tiene. Estoy
segura que tú puedes dar fe de ello,” dijo ella. Me miró expectante y yo asentí,
confirmándolo. Ella asintió en respuesta, suspirando. “Alec era casi el polo opuesto de
Janie. Era así como la llamábamos en ese entonces, Janie… eventualmente ella logró
tener el sobrenombre de Loca Janie, y hay personas que aún la llaman así dentro de la
organización. Mi esposo siempre se ríe de eso. Pero de todas formas, me desvié del
Ella hizo una pausa, suspirando. “Yo recuerdo un día en que todos nosotros estábamos
cerca del río jugando y Janie empezó a lanzar rocas, golpeándome con ellas. Alec solo
retrocedió y nos miró, su expresión estaba completamente en blanco como si fuese
ajeno a lo que estaba ocurriendo. Nosotros pensábamos que él era una persona fácil
de disuadir, permitiendo a su hermana salirse con la suya en cualquier cosa que
hiciese. Sin embargo, Carlisle no permitiría aquello, así que entró en su modo protector
como lo hacía usualmente y trató de detenerla, pero ella no lo escuchaba y seguía
lanzando las piedras. Así que Carlisle tomó una gran roca y se la lanzó, golpeándola
en la cara. Ella empezó a llorar y corrió de regreso a la casa, chismoseando a todo el
mundo cuán malvado era Carlisle y cómo él la golpeó sin razón. Mi mamá se molestó
ya que la roca que le había lanzado Carlisle le había dejado una marca, y tomó uno
de los cinturones de mi padre, con la intención de pegarle a Carlisle. Mi madre no es
una mala persona pero ella no tenía ningún problema en golpear a uno de nosotros si
hacíamos algo malo. Traté de decirle que no había sido culpa de Carlisle pero me
ignoró, ya que estaba acostumbrada a que nos manteníamos unidos en todo. Nosotros
siempre estábamos apoyándonos el uno al otro, mi hermano y yo. Ella hizo el cinturón
hacia atrás para tomar fuerza y cuando el cinturón estaba, literalmente, a punto de
hacer contacto con él, Alec habló. Salió de la nada y nos sorprendió a todos, ya que su
voz era tan calmada y dominante. Este pequeño niño no había dicho una sola palabra
en días, y la primera vez que él abrió su boca, habló con autoridad. Él dijo ‘No creo que
usted deba golpearlo’, y mi madre se detuvo y le preguntó porqué. Alec dijo que
Carlisle solo estaba tratando de proteger a su familia, y una persona jamás debería
enfrentar un castigo por proteger a los suyos. Mi madre solo lo miró por un momento
antes de dejar ir a Carlisle.”
Ella se rió levemente para sí misma, negando con su cabeza. “Y ese es mi esposo. A él
siempre le interesan sus propios asuntos, rara vez interviene, pero cuando habla, tú lo
escuchas. No es tan despiadado como parecería ser, pero actúa por la lógica y no por
las emociones y le da a la gente una oportunidad de luchar sus propias batallas, de
solucionar las cosas antes de que él meta sus narices. Y no le gusta tener que hacerlo,
así que no lo hará a menos que sienta que no tiene otra opción.”
Ella suspiró. “Tú probablemente te estás preguntando a donde voy con todo esto,
¿cierto?” preguntó, fijando su mirada en mí. Yo asentí dubitativa y ella sonrió con
simpatía. “Yo sé que tú me reconoces, que me habías visto antes en Phoenix en la casa
de los Swan, y es por eso que estabas tan asustada ayer cuando entré a la casa. Pero
quiero que sepas que yo no soy como ellos, que mi esposo no es como ellos. Nosotros,
también, lidiamos con personas con las que no queremos hacerlo, a veces
poniéndonos máscaras, sonriendo y sobrellevándolo por el bien de las apariencias. Yo
La miré con sorpresa y ella sonrió. “Si tan solo pudiese hacer que hablase más a
menudo, estaríamos en el negocio, pero es así como es mi esposo. Eso es lo que
entiendes cuando te involucras con un hombre que creció en este mundo. Ellos tienen
defectos, recurren a la violencia y hacen cosas desagradables a veces, cosas que la
mayoría de mujeres se sentirían avergonzadas que sus esposos hicieran, pero no
nosotras. Entendemos que es algo arraigado en ellos, al igual que hay cosas
arraigadas en nosotras. He aceptado a Alec por quien es, nunca traté de cambiar a la
persona dentro de él. Elizabeth era de la misma forma, ella no estaba del todo
contenta con la vida de Carlisle pero lo supo sobrellevar porque lo amaba. Lo aceptó
por quien era, de la misma manera que estoy segura tú aceptas a Edward.”
“Yo acepto a todos los chicos Cullen por quienes son,” le dije de manera vacilante. Ella
se rió levemente de mi afirmación, negando con su cabeza.
“Estoy segura que lo haces Isabella,” dijo ella, sonando ligeramente asombrada, “Mis
sobrinos son unos chicos increíbles, soy bendecida por tenerlos a ellos en mi vida. Y sé
que es un terrible error de mi parte escoger un favorito, pero debo confesar que soy un
poco parcial con aquel sentado allá abajo en frente de su piano. Él tiene un alma tan
gentil debajo de toda esa armadura que usa, y es agradable ver a alguien finalmente
hacer una grieta a través de ella.”
“Sí, él lo es,” dijo ella. Me miró por un momento, su expresión era suave y amorosa. Fue
sorprendente verla mirarme de esa manera, y me di cuenta que si no hubiese entrado
en pánico antes, me hubiese dado cuenta que ella no era como Charles y Jane.
Yo asentí. “Lo entiendo. Y lamento por cómo la traté y por cómo respondí a su
presencia,” le dije en voz baja, sintiéndome apenada por como reaccioné. Ella sonrió
con cariño, encogiéndose de hombros.
“Está bien. Solo no quería que tu festividad se arruine por el hecho que estar yo aquí.
Quiero que disfrutes, ya que sé que nunca has tenido la oportunidad de celebrar
Navidad antes,” ella dijo. Yo sonreí, sintiéndome agradecida. Esme era claramente una
buena persona, justo como Edward había dicho que era, y que yo obviamente había
reaccionado de una manera extrema.
“Gracias. Por decirme todo esto,” le dije. Ella asintió, levantando su mano y acarició mi
cabello de manera amable. Yo me tensé un poco, ya que sentí el gesto algo maternal y
me recordó una vez más aquella culpa que yo sentía por estar sin mi propia madre este
año. Podía imaginármela sentada en esa ventana, completamente sola, mirando la
decoración navideña y queriendo desesperadamente unirse a la celebración. “¿Puedo
preguntarle algo?” le pregunté tentativamente después de un momento. Sus ojos se
abrieron levemente con sorpresa y ella asintió de forma entusiasta.
“Claro que puedes,” dijo ella, sonriendo. Yo sonreí en respuesta a su obvia alegría. Era
algo extraño que algo tan simple como que quiera preguntarle algo le causara
emoción.
“No he ido, pero he escuchado de Carlisle que a tu madre le está yendo tan bien como
se espera, dada su situación,” dijo ella en voz baja, obviamente sabiendo el por qué yo
lo había preguntado. Me tomó un momento antes que sus palabras se filtraran por
completo en mí y que mi ceño se frunciera debido a la confusión.
“¿El doctor Cullen ha estado en Phoenix?” le pregunté con sorpresa. Ella asintió.
“Claro,” dijo ella suavemente. Se sentó por un momento mirándome, la mirada que me
estaba dando me hacía sentir ligeramente incómoda. "Probablemente debería ir y
empezar con la cena” dijo ella finalmente. Mis ojos se abrieron con sorpresa y salté de
la cama rápidamente, con una nueva oleada de pánico surgiendo dentro de mí. Me
había olvidado de la cena por completo, una vez más.
“¿Qué?” le pregunté, parpadeando un par de veces. Escuché cada palabra que ella
había dicho pero era un poco difícil para mí de entender. Ella sonrió, negando con su
cabeza.
“Dije que la cena es mi trabajo hoy. Tu trabajo es simplemente ser tú misma y divertirte.
¿Crees que puedas llevarte bien con eso?” ella preguntó. Yo la miré fijamente por un
momento antes de asentir con duda, ya que aún me sentía fuera de guardia. Ella
sonrió y se puso de pie, acercándose a mí y golpeando mi espalda suavemente. “Bien.
Te veré abajo.”
“Lo siento,” dijo él, su voz rasposa, su respiración tan errática como la mía. Yo gemí
levemente, el sonido de su anhelo me envió un fuerte cosquilleo por todo mi cuerpo.
Había sido tomada por sorpresa por su comportamiento pero no era una reacción
negativa. De hecho, sentí una repentina urgencia por él, mi piel picándome por la
electricidad, mi cuerpo calentándose por el deseo.
Suspiré. “Estoy bien, solo tuve una reacción exagerada. Lamento haberte preocupado,”
le dije casi sin aliento. Él murmuró sobre mi cuello en respuesta, la vibración de sus
labios ocasionaron que toda mi piel se estremeciera.
“Creo que ella lo sabe,” dijo él en voz baja, trayendo su boca de regreso hacia arriba y
besando la línea de mi mandíbula. No necesitaba especificar nada, yo sabía de lo que
estaba hablando.
“Yo sé que ella lo sabe. Lo insinuó, pero…eh…” hice una pausa mientras él
mordisqueaba mi barbilla levemente con sus dientes antes de presionar sus labios
contra los míos nuevamente, con fuerza. Respondí su beso con cada gota de pasión
que pude reunir, envolviendo mis brazos alrededor de él fuertemente. Él presionó su
cuerpo contra el mío y pude sentir la dureza en sus pantalones.
“Sí, lo sé. Y Cristo, lamento si te acabo de atacar de esa manera pero se sentía como
una maldita eternidad desde la última vez que te besé,” dijo él. Me reí levemente,
rodando en la cama para verlo de frente. Él rodó también para verme y sonrió, para
luego dejar un suave e inocente beso en mis labios.
“Te gustó, ¿eh? Mmmm,” dijo él, alzando su dedo índice y recorriendo con el mi labio
inferior, ligeramente hinchado por la fuerza del beso. “Quizás podamos hacer algo con
eso esta noche. Pero probablemente deberíamos bajar ahora, sé que es probable que
mi papá esté despierto y que quieran hacer intercambio de regalos ahora y esas
mierdas.”
Edward salió de la cama, levantándose y estirándose. “Quiero que tú abras el mío aquí
arriba,” dijo él, caminando hasta el sofá y tomando el regalo que había dejado cuando
entró a la habitación. Caminó de regreso hasta mí y sentó conmigo en la cama
nuevamente. Me extendió una pequeña caja y yo la tomé con cuidado, mis nervios a
flor de piel y mis manos temblando ligeramente. Llevé mi labio inferior a mi boca,
mordisqueándolo, pero me estremecí ya que el labio ya estaba de por si hinchado.
Miré a Edward y él sonrió con simpatía. “Solo ábrelo, no es gran cosa.”
Asentí y regresé mi mirada al regalo. Era difícil encontrar un punto por dónde empezar
a abrirlo, ya que había usado demasiada cinta adhesiva para envolverlo. Rió,
obviamente divertido por aquello y yo reí porque era un severo desperdicio de toda esa
cinta adhesiva y papel que había usado pero no podía criticarlo por ello. Como dijo
Esme, yo aceptaba a Edward, quisquilloso y todo como era. Finalmente encontré un
espacio donde podía halar y empecé a desenvolver el papel, dejándolo a un lado de la
cama junto a mí. Después que todo el papel fue removido, saqué el pedazo de cinta
adhesiva que cubría la pequeña caja y la abrí con cuidado, mirando en su interior. Mi
ceño se frunció debido a la confusión por un momento antes de que mis ojos se
abrieran con sorpresa cuando me di cuenta que era un reproductor musical como el
que tenía Edward. Levanté mi mirada y lo vi con sorpresa, el rió ligeramente.
“Primera regla de Navidad, tesoro. Nunca preguntes cuánto pagó la gente por los
regalos,” dijo él, sacando el reproductor de música de la caja. Lo acercó con rapidez a
mí y sonrió. “Y no, no es tan costoso así que relájate. Le cargué con canciones para ti,
le puse unas mierdas que asumo te gustaron ya que las escuchaste en mi auto, y Alice
me ayudó a escoger algunas de esas mierdas que las chicas de ahora escuchan. No lo
sé, lo que sea, puedes borrar las que no te gusten. Quería comprarte joyas pero sabía
que eso hubiese sido la más grande y maldita bandera roja del mundo, si tú ibas
caminando por la casa usando diamantes y mi padre conseguía el estado de cuenta
de la tarjeta de crédito y veía una compra mía en el puto Tiffanny’s o lo que sea. Pero la
música significa mucho para mí, y me di cuenta que podría ser útil cuando estés
limpiando y esas mierdas, y tú sabes...”
Lo miré asustada mientras él divagaba cosas sin sentido, dándome cuenta que estaba
nervioso por el regalo. Era un poco asombroso ver eso pero me hizo sentir mejor,
sabiendo que yo no era la única nerviosa por ello. Estuvo diciendo algunas cosas sobre
el reproductor de música y yo levanté mi mano para ponerla sobre la suya. Dejó de
hablar y me miró, con un poco de aprensión en sus ojos. Sonreí alegre y todo pareció
desaparecer ya que él respondió a mi sonrisa con otra.
“Gracias. Es perfecto,” le dije. Rodó sus ojos pero continuó sonriendo, obviamente
complacido de que yo estuviese feliz.
“No es lo que hubiese querido darte, pero…”él empezó a hablar. Yo levanté mi mano y
presioné mi dedo índice en sus labios, silenciándolo. Se quedó en silencio y se acercó
a mí, retirando mi dedo y presionando mis labios contra los suyos de manera suave.
“Es perfecto,” le susurré sobre su boca, porque en realidad lo era. Era completa y
genuinamente Edward. La música significaba mucho para él y estaba tratando de
compartir esa parte de él conmigo, y eso significaba mucho para mí.”
Me estaba viendo de manera escéptica, claramente sin saber lo que estaba haciendo.
“Yo, uh… dibujé algo para ti,” le dije en voz baja. Sus ojos se abrieron con sorpresa al
principio antes de sonreír, su rostro estaba prácticamente iluminado de alegría. Eso
hizo que mi corazón comenzase a latir más fuerte, mi ansiedad sobre si a él le gustase
“Pensé que lo habías olvidado,” dijo él. Sonreí y negué con mi cabeza.
“Nunca olvido, Edward,” le dije. Él sonrió y asintió, pasando su mano por su cabello.
“Voy a tener que recordar eso después, cuando joda algo, ya que eso podría suceder
eventualmente," dijo en broma. Reí despacito y abrí el cajón de la mesita junto a mi
cama, sacando el pedazo de papel blanco que allí estaba. Cerré el cajón y miré el
dibujo, sosteniéndolo de tal manera que no pudiese verlo. Empecé a morder mi labio
inferior, mi mano tembló nuevamente mientras lo veía.
"Estoy segura que es hermoso, nena," me dijo suavemente. Yo alcé mi mirada y vi que
su expresión era tranquila, de compresión, pero sus ojos parecían estar saltando con
aparente emoción. Suspiré, resignada a que no había ya marcha atrás, y le entregué el
papel. Él sonrió y lo tomó rápidamente, volteándolo y fijando sus ojos en él. Me senté
con cuidado sobre la cama, mirándolo, y vi sus ojos abrirse por completo cuando vio el
dibujo.
Pero ahora... Ahora que él lo miraba tan intensamente, estaba haciendo conjeturas
sobre mi decisión.
"Joder, Bella, ¡Esto es asombroso! ¿Estoy jodidamente sin palabras aquí y tú piensas
que tu dibujo apesta? Esto es impresionante. Tú tienes el verdadero y maldito talento,"
dijo él con total naturalidad. Yo lo miré por un momento.
"¿En serio?" Le pregunté algo dubitativa. Él rió secamente, mirando al dibujo y pasando
una mano por su cabello.
"Sí, en serio. Esto lo mejor que alguien ha hecho por mí, el mejor puto regalo que he
recibido en mi vida. Tú eres jodidamente asombrosa, tienes que ver eso," él dijo.
Parpadeé un par de veces y sentí mis ojos llenarse con lágrimas. "Yo, eh..." Empecé a
decir, asombrada de cierta forma por su intensa reacción. "Iba a dibujar tu auto,"
murmuré, sin saber que decir, sintiéndome un poco abrumada por su reacción.
"Estoy seguro que eso hubiese sido jodidamente tan bueno como este, pero esto es
perfecto. Te dije que te quería por Navidad y tú me lo diste. No podría haber imaginado
algo mejor para dibujar. Esto es jodidamente hermoso. Tú eres jodidamente hermosa,"
dijo él. Dejó el papel sobre la cama y se inclinó hacia mí, abarcando mi mejilla en la
palma de su mano y presionando sus labios en los míos. Me besó suave y dulcemente,
el beso estaba lleno de amor y adoración. Cerré mis ojos y gemí en su boca, lo que él
respondió con un gemido gutural por su parte.
"Deberíamos bajar," dijo mientras se alejaba de mí. Abrí mis ojos y lo miré. Mis nervios
se alteraron con la sola mención de bajar las escaleras, pero él sonrió para darme
confianza lo que pareció calmar mis nervios. Asentí y nos pusimos de pie,
dirigiéndonos hasta la puerta. Hizo una pausa al llegar a la mitad del pasillo y luego
regresó a mi habitación, para tomar su dibujo. Caminó por el pasillo, entró a su
habitación y lo dejó sobre su escritorio. "Voy a enmarcar esa mierda," dijo él con un
guiño cuando regresó hasta donde estaba yo. Me sonrojé y sonreí, sorprendida por
cuanto parecía haberle gustado el regalo, y él soltó una risita. Se dirigió hasta las
escaleras y yo lo seguí, manteniendo algo de distancia entre nosotros.
Llegó al segundo piso y oí un grito fuerte, lo que causó que me paralizara. Edward
también se quedó inmóvil y gritó "Joder" en voz alta, antes que de la nada apareciera
una silueta y le saltara encima. Miré con asombro la forma en cómo Emmett lo había
derribado, lanzándolo al suelo, mientras reía. Edward gruñó fuertemente al tiempo que
caía en el piso con un sonido sordo y Emmett aterrizaba sobre él. "¡Buon natale*,
pequeño hermano!" Emmett declaró en voz alta, su voz estaba llena de entusiasmo.
"Vete a la mierda, quítate de encima," Edward gritó. Había algo de diversión en su voz
así que supe que él no estaba realmente molesto o herido. Bajé los últimos escalones
que me quedaban hasta llegar al segundo piso y escuché una risita desde el otro lado
"¿Nieve?" ambos dijeron a la vez. Reí, y ambos chicos gritaron en voz alta "¡Jinx!" una
vez más al unísono. El doctor Cullen empezó a reírse, al igual que hizo Emmett. (N.T.
Jinx es una expresión idiomática que en el inglés se usa como cuando en el caso de
Emmett y Edward, alguien dice lo mismo al mismo tiempo que otro, en algunos países
se dice: Me debes una coca cola, o chócala. Es diferente en cada país así que decidí
dejarlo así).
"No lo hiciste, ¡Maldición! Y joder, sal de aquí," dijo él, liberando su brazo y empezando
a golpear a Emmett en el estómago. Emmett gruñó y cayó sobre Edward, lo que causó
que él gruñera fuertemente por el peso adicional.
"Wow, ¿Qué está pasando aquí?" Jasper dijo, bajando las escaleras hasta el segundo
piso. Él miró a sus hermanos algo escéptico, mientras Emmett todavía estaba encima
de Edward y Edward estaba gritando un montón de groserías diferentes.
"Evidentemente tus hermanos no estaban al tanto que nevó," dijo el doctor Cullen,
encogiéndose de hombros. La cabeza de Emmett se alzó a la mención de la palabra
nieve nuevamente y finalmente se levantó de encima de Edward. Estiró su mano para
ayudar a su hermano a levantarse, pero Edward golpeó su mano para retirarla del
camino y ponerse de pie por sí mismo.
"¿En serio nevó?" Emmett preguntó, su voz estaba llena de esperanza. Edward sonrió y
me miró brevemente.
"Sí," dijo simplemente el doctor Cullen. Emmett lo miró con desconfianza, como si no le
creyese por alguna razón, el doctor Cullen rodó sus ojos. "Anda y mira si no me crees."
Emmett sonrió y corrió por las escaleras, saltando por el pasamanos y deslizándose
hasta abajo. Jasper negó con su cabeza y caminó hasta su habitación, riendo. "Lo juro,
yo no entiendo a ese chico en algunas ocasiones," murmuró por lo bajo el doctor
Cullen. Yo reí y el doctor Cullen me miró, sonriendo ligeramente y moviendo su cabeza.
Miró a Edward por un momento, sonriendo, antes que sus ojos retornaran a mí. "Buon
natale. Feliz Navidad, a los dos. Tu primera Navidad y tu primera nevada, día increíble,
eh?" él preguntó, mirándome.
"Por supuesto, dolcezza, no hubiese podido ser de otra manera," dijo con voz baja. Se
acercó a mí y acarició mi espalda suavemente, casi de una manera paternal, y miró a
Edward un segundo antes de dirigirse a las escaleras con rumbo al vestíbulo. Edward y
yo permanecimos allí muy callados por un momento antes que él suspirara, pasando
su mano por su cabello.
"Puedo jurar que es un jodido bipolar o algo así," murmuró él. Sonreí, negando con mi
cabeza.
"Supongo que quizás no debas entenderla. Deberías únicamente disfrutar al Dr. Jekyll
mientras esté aquí, y esperar que Mr. Hyde no aparezca hoy," le dije. Edward sonrió.
"Sí, esperemos esa mierda. Por cierto, ¿Has leído alguna vez el libro o has visto la
película, o es solo una pizca más del jodido conocimiento que has adquirido de
Jeopardy?" él preguntó, sonriendo tímidamente. Era increíble cuantas cosas uno puede
aprender en 30 minutos viendo TV. Edward soltó una risita. "¿Sabes cuál era el primer
nombre del malvado, de Mr. Hyde?" él preguntó. Yo negué con mi cabeza de manera
dubitativa y él sonrió de lado. Miró por la estancia rápidamente, fijando su mirada en
la escalera para asegurarse que nadie nos viera al pasar, y caminó hasta donde
estaba yo. Se acercó por atrás y se acercó a mí, sus labios cerca de mi oído. "Edward,"
dijo en voz baja, acercándose aún más. Apartó mi cabello hacia un lado y dejó un
pequeño beso en mi nuca antes de hundir sus dientes en mí, pero no lo suficiente como
para herirme pero sí lo bastante como para asustarme. Yo salté y di un pequeño grito y
él rió, alejándose.
Me guiñó el ojo para luego voltearse, y bajar corriendo las escaleras. Lo escuché gritar
nuevamente, una nueva grosería, cuando llegó al vestíbulo, y Emmett rió
inmediatamente. Negué con mi cabeza, levemente asombrada por su comportamiento.
Caminé hasta las escaleras y Jasper salió de su habitación, cerrando la puerta detrás
de él. Me sonrió y caminó hasta mí, poniendo su brazo sobre mi hombro y bajando
conmigo las escaleras.
“Feliz Navidad, Señorita Isabella,” dijo él. “¿Has visto la nieve ya?” yo sonreí.
“Lo siento,” dije, sintiéndome incómoda por ser el centro de atención, sintiendo como si
yo estaba causando una escena.
“Sí,” el doctor Cullen dijo. “¿Por qué mejor no vamos y abrimos los regalos?”
Abrí el regalo de Emmett, y empecé a reír cuando vi que era un juego de Monopolio de
Shrek. Yo sabía lo que era un Monopolio, ya que Charles tenía la versión original, pero
claro que Emmett compraría el de Shrek ya que nosotros habíamos visto esas películas
juntos. Emmett me miró y sonrió.
“Eso es para que tú y yo juguemos, gatita. Estos tontos podrán haberte enseñado a leer
pero yo te voy a enseñar cómo usar el dinero y esas mierdas,” dijo él. Yo sonreí
alegremente y escuché a Edward gruñir.
“Tú eres la última jodida persona que ella necesita para que le enseñe acerca del
dinero a través del Monopolio. Tú eres un maldito estafador, le robas al maldito
banco,” dijo él. Emmett rió estruendosamente.
“No lo hago, tú solo estás molesto porque apestas en el juego,” Emmett dijo. Solté una
risita y dejé el juego a un lado, rápidamente agradeciendo a Emmett por él. Los dos
continuaron con su disputa sobre el Monopolio, acusándose el uno al otro de hacer
trampa y de ser malos perdedores. Miré el segundo regalo, entrecerrando los ojos y
leyendo el nombre de Jasper. Lo abrí con cuidado y sonreí cuando vi que era una caja
llena de materiales artísticos, tableros para escribir y cuadernos de dibujo. Alcé la
mirada hacia Jasper y sonreí, agradeciéndole. Él asintió y sonrió.
“No hay de qué,” dijo cortésmente. Dejé la caja a un lado y tomé el tercer regalo,
leyendo el nombre de Esme. Yo suspiré y empecé a romper el papel, ligeramente más
nerviosa acerca de este regalo que sobre los otros. Abrí la caja y jadeé cuando vi que
era una cámara de fotos muy linda y un álbum de fotos vacío. Alcé la mirada y la miré
con sorpresa, asombrada por el hecho que me haya comprado algo tan caro. Ella
sonrió dulcemente.
“Pensé que te gustaría. Estoy segura que uno de los chicos te puede ayudar
averiguando como funciona y puedas imprimir tus fotos,” dijo ella. Yo asentí y sentí
lágrimas desbordándose en mis ojos, abrumada por toda la generosidad de los Cullen.
Susurré un agradecimiento, mi voz quebrándose mientras una lágrima rodaba por mi
mejilla. Edward se acercó a mí y acarició mi espalda con suavidad, asombrándome ya
que su padre estaba sentado en la sala, pero traté de no reaccionar a ello. Pensé que
quizás si yo hacía parecer que el gesto no era gran cosa, el doctor Cullen simplemente
haría caso omiso. Dejé el regalo de Esme a un lado y tomé la caja del doctor Cullen, el
“La mayoría de los libros en la biblioteca son bastante viejos, así que pensé que te
gustarían unas opciones más actuales,” dijo él. Sonreí, bastante contenta por su
consideración, y le agradecí. Él simplemente asintió en respuesta.
Todos parecían muy contentos cuando abrieron los regalos que yo compré para ellos.
Tenía que admitirlo, ir de compras había resultado ser bastante intimidante al
principio, pero una vez que me relajé y me di cuenta que Edward no iba a dejarme sola
en medio de un montón de extraños, la pasé bien. Nunca había estado en un centro
comercial antes por lo que estaba bastante asombrada por cuantas cosas habían allí
que uno podía comprar, cuantas distintas opciones podías encontrar. Era bastante
sorprendente, pero a la vez completamente abrumador. Aunque él había sido de gran
ayuda, siendo tan paciente y comprensivo conmigo. Todo el día me sentí casi como una
persona normal, como si yo fuese una simple chica de 16 años allí afuera en el mundo
con su novio, solo disfrutando de las pequeñas cosas que la vida tiene para ofrecer. Y
él me trató como su novia todo el día, besando y abrazándome constantemente y
haciéndome sentir segura. No me había dado cuenta de aquello antes, pero había
estado en desesperada necesidad de esa clase de atención de parte suya. A pesar que
sabía que nosotros debíamos ser cuidadosos cerca de su padre, todavía me dolía en
una parte muy profunda de mi cuando él actuaba frío y distante, constantemente
alejándose de mí. No había actuado así cuando estuvimos de compras, ni siquiera
cuando algunos de sus amigos del instituto lo vieron. Me di cuenta que ellos eran
personas agradables y que Edward debe confiar en ellos al grado de permitir que
nuestra relación sea expuesta a ellos, pero era agradable que finalmente alguien nos
viese. Se sentía maravilloso simplemente estar juntos, no preocupándonos por nadie
más.
Le prometí a Jasper que aprendería a jugar ajedrez con él, y le aseguré a Emmett que
él podría tocar una canción para mí con su guitarra. Su alegría era genuina y aquello
calentó mi corazón, sentirme casi como una parte de ellos, como si yo en verdad
pertenecía a ellos. El doctor Cullen incluso me había sonreído cálidamente y me
agradeció por el regalo que le di, diciéndome que era innecesario pero que se sentía
halagado de que yo haya pensado en él. ¿Mi amo, diciéndome que esta halagado por
algo que yo había hecho para él? Eso era asombroso.
A pesar de la hermosa mañana que había tenido, todavía existía esa otra parte de mí,
esa pequeña parte que sentía nada más que pura culpa acerca de todo. Mi mente
seguía distraída en mi madre, ya que me preguntaba que estaría haciendo ella hoy.
Cuando miré por la sala, llena de papel de envoltura, los regalos alrededor nuestro, los
platos de galletas y bocaditos que estábamos comiendo, sentí casi como si yo estuviese
traicionándola. Cuando recordé el hecho que alguien más estaría haciendo la cena
¿Qué clase de hija era yo? ¿Por qué fui yo la que tuve esta suerte y no ella? Ella había
soportado mucho más que yo, ella había sufrido mucho más de lo que yo lo había
hecho. ¿Por qué ella no estaba en un lugar mejor, por qué no estaba comiendo galletas
dulces y viendo tontos dibujos animados y escuchando a alguien tararear de manera
vaga una ridícula versión de Jingle Bells? No sentí como que yo lo mereciese, no había
hecho nada para ganármelo. Ella había luchado por más de 30 años y había
sobrevivido, había soportado abusos y había criado a una niña lo mejor que pudo en
deplorables condiciones. ¿Por qué ella no podía tener un descanso de todo esto? ¿Por
qué no puede estar aquí?
Había estado tan perdida en mis pensamientos que ni siquiera había notado que todos
habían empezado a salir del salón hasta que la mano de Edward se acercó a la mía.
Apretó mi rodilla y yo salté, asustada. Él me miró inquisitivamente, obviamente no
esperaba mi reacción.
“¿Estás bien, cariño?” me preguntó en voz baja. “Te ves algo molesta.” Yo sonreí
tristemente, encogiéndome de hombros.
“Solo, eh, estaba pensando en mi madre,” le dije con voz suave. Sentí lágrimas en mis
ojos y traté de retenerlas, no quería llorar. Edward suspiró y puso su brazo alrededor
mío, atrayéndome a su pecho. Me acurruqué junto a él y se inclinó, besando la parte
superior de mi cabeza.
“Te entiendo, yo también extraño a mi madre. Ella siempre amó la Navidad,” dijo él en
voz baja, inclinando su cabeza y descansándola sobre la mía. Ambos nos quedamos
en silencio por un momento y me empecé a sentir incluso peor, lloriqueando por mi
madre cuando ella estaba viva allí afuera en algún lugar. La madre de Edward ya no
estaba en este mundo. Él tenía más razón que yo para estar molesto, y parecía estar
controlándose a sí mismo bastante bien.
“No estamos siendo muy cuidadosos,” murmuré, sabiendo que su padre podría entrar
en cualquier momento y vernos de esta forma. Suspiró, murmurando de acuerdo pero
no haciendo ningún movimiento para moverse de mi lado.
Nos sentamos en silencio por un rato, solo viendo la TV. No estaba realmente
prestando atención al programa, ya que mi mente todavía estaba absorta en
pensamientos del pasado. Esme entró a la sala después de un momento y nos miró,
sonriendo de manera alegre.
“¿Están bien chicos?” ella preguntó en voz baja. Yo sonreí y asentí, pero Edward solo
se encogió de hombros. Esme suspiró y frunció el ceño, mirando hacia el vestíbulo
brevemente antes de caminar hasta donde estábamos nosotros. Se puso en cuclillas
delante de Edward, mirándolo con ternura. Él la miró por un momento y ella sonrió.
“Tira più un carro di figa che un pelo di bue*,” dijo ella, su tono sonaba casi bromista.
Edward empezó a reír y Esme me miró brevemente, sonriendo. Edward negó con su
cabeza, fijando sus ojos en mí por un momento. “De hecho, Esme. De hecho,” dijo él,
sonriendo.
La sonrisa de Esme se volvió más brillante y ella golpeó su barbilla con su puño.
“Frente en alto, vaquero,” dijo ella. Se acercó un poco a mí y golpeó mi pierna
levemente antes de ponerse de pie y salir de la sala. Miré a Edward algo confundida y
él sonrió pero no dijo nada.
“¿No vas a traducir eso para mí?” le pregunté dudosa. Él rió, negando con su cabeza.
“Esencialmente acaba de decir que un hombre haría lo que sea por el amor de una
mujer,” dijo él. “Solo que lo dijo en palabras más coloridas”.
Entrecerré los ojos levemente, preguntándome cuáles eran esas palabras más
coloridas que Esme había usado ya que ella no parecía el tipo de persona que habla
de manera vulgar, pero Edward parecía haberle puesto punto final al tema. Estiró su
mano sobre mí y tomó la cámara que Esme había comprado para mí, abriéndola. Lo
miré mientras le ponía las baterías y empezó a curiosear con ella. Encontró la manera
cómo usarla y empezó a enseñarme a hacerlo cuando la puerta principal se abrió y
una fuerte risa retumbó por toda la casa. Alice llegó dando saltitos hasta la sala, casi
corriendo.
“¡Feliz Navidad, Edward, Isabella!” dijo ella, con voz alegre, su rostro radiante de
emoción. Corrió hasta nosotros y me envolvió con sus brazos, apretándome
fuertemente. Aquello me sorprendió un poco pero yo la apreté en respuesta,
murmurando Feliz Navidad. Me dejó ir y me sonrió antes de envolver con sus brazos a
Edward. Él se rió y la apretó también.
“Pensé que preferirías estar sola cuando abrieras esto,” dijo ella, su diversión era
todavía evidente. Mis ojos se abrieron levemente y tomé el regalo que ella me estaba
dando. Caminé por la habitación y me senté en mi cama, nerviosa mientras empezaba
a arrancar el papel. Ella se quedó de pie y cruzó sus brazos sobre su pecho, sonriendo.
Puse el papel a un lado y miré el paquete con cautela, leyéndolo.
“El mismo. Yo tengo uno para mí, perfecto para la bañera, proporciona orgasmos
increíbles,” dijo ella con indiferencia. Di un grito ahogado, asombrada por sus
palabras, y dejé caer el paquete. Cayó en el piso y ella empezó a reír, caminando
hasta mí y agachándose para recogerlo. Me lo entregó nuevamente y yo lo tomé con
cuidado, mi mano temblaba levemente. “No te va a morder. Yo personalmente digo que
todas las chicas deberían tener uno de estos. Una chica necesita tener un orgasmo de
vez en cuando, y cariño, esos chicos allí abajo no siempre son convenientes.”
La miré por un momento, boquiabierta. Finalmente miré hacia abajo, al paquete en mis
manos y lo vi con cuidado. “Así que esto es, eh… quiero decir…sí,” murmuré,
sonrojándome. Ella se rió.
“Sí, lo es,” dijo ella. “Como te dije, pensé que querías abrirlo en privado.”
“Te amo,” susurró en voz baja, solo lo suficientemente fuerte como para que yo lo
escuchase. Empezó a caminar nuevamente, dirigiéndose al tercer piso. Lo vi hasta que
desapareció de mi vista y sonreí, dirigiéndome al vestíbulo. Caminé hacia la sala
donde estaban todos reunidos, esta vez incluyendo a Rosalie y Alice. Me quedé de pie
junto a la pared, una vez más quedándome en segundo plano, solo viéndolos a todos.
Era bastante reconfortante ver lo feliz que ellos se veían, riendo y bromeando y
abrazándose. La escena era alegre y la adoración que ellos sentían por los demás era
completamente evidente. Miré como el doctor Cullen y su hermana reían juntos a causa
de un secreto susurrado, y Rosalie se sentó en el regazo de Emmett y él la sostuvo con
fuerza, y Alice chilló cuando Jasper la besó. El amor en el lugar era tan puro y fuerte, y
sentí mis ojos empañados a causa de la intensidad de todo esto.
Escuché unos pasos y levanté mi mirada para ver a Edward caminar en dirección a mí.
Estaba llevando los regalos de Alice y Rosalie y los dejó en la sala para luego voltearse
y caminar hacia mí nuevamente. Hizo una pausa frente a mí. “¿Estás bien?” preguntó,
su voz tenía un atisbo de preocupación. Yo sonreí y asentí.
“Sí, ¿Por qué no habría de estarlo?” le pregunté, un poco confundida acerca del por
qué estaba preocupado. Suspiró y se encogió de hombros.
“Estás aquí de pie, sola, como si no te sintieras cómoda aquí,” dijo él. Yo sonreí
ligeramente.
“Me siento bien. Es solo un hábito, quedarse afuera solo viendo lo que hay adentro,”
dije, encogiéndome de hombros. Él sonrió.
“Bueno, nosotros vamos a tener que romper con ese hábito, porque tu perteneces
adentro conmigo,” dijo él en voz baja. “Sempre.”
Me ruboricé levemente. “Sempre,” murmuré. Se rió y yo miré sus ojos por un momento,
hipnotizada. El amor que sentía proveniente de la sala hace un momento estaba
siendo reflejado directamente hacia mí a través de ese verde ardiente en sus ojos, sentí
mi corazón acelerarse e hincharse, emociones poderosas surgieron por todo mi cuerpo.
Finalmente rompí el contacto visual y miré al suelo, parpadeando un par de veces. “Tu
padre,” murmuré en voz baja. Edward suspiró y se volteó, alejándose de mí de
inmediato. Caminó hasta la sala y se sentó en el brazo del sofá, jugando a empujar a
Jasper con su codo.
Caminé unos cuantos pasos hasta la sala, haciendo una pausa. Empezaron a
entregarse regalos entre ellos y yo me senté y los miré con diversión. Rose abrió mi
regalo y sus ojos se abrieron completamente, su rostro se iluminó cuando vio que era
una versión miniatura de su auto. Alzó su mirada y me sonrió alegre, murmurando
“gracias”. Yo asentí y ella continuó mirándome fijamente, sonriendo. Era sorprendente
ver a Rosalie luciendo genuinamente feliz, su alegría fijada en mí. Edward alzó su
mirada hacia ella y su expresión cambió de inmediato, de regreso a un ceño fruncido.
Alzó una ceja hacia él, dándole una mirada de irritación, y él rodó sus ojos, fingiendo
molestia. Cuando él alejó su mirada de ella, vi sus labios curvarse ligeramente en una
sonrisa y Rosalie sonrió, guiñándome un ojo.
Alice abrió el regalo que yo le di y chilló fuertemente, saltando y corriendo hacia mí. Me
envolvió en un abrazo y yo empecé a reír, abrazándola en respuesta. “¡¡Muchas
gracias, me encanta!! ¡Yo solía ser una bailarina y amo demasiado el ballet de Peter
Pan, voy a pedirle a Jasper que me lleve a verlo pronto ya que es tan hermoso de
admirar! ¡Tú lo amarás también, deberías verlo algún día!” parloteó rápidamente, con
emoción. Todos empezaron a reírse y yo me sonrojé por cuanto agradecimiento ella me
estaba mostrando.
“No hay de qué, Alice,” le dije en voz baja. Me soltó de su abrazo y sonrió, asintiendo.
Ella se volteó y tomó un sobre que estaba sobre la mesa y me lo entregó.
“Feliz Navidad, Isabella,” dijo ella. Yo tomé el sobre de sus manos y sonreí. Abrí la
solapa del sobre con cuidado y saqué su contenido, entrecerrando los ojos levemente
para leerlo. “Es un certificado de regalo para un día de Spa, en Spa Noir en Seattle. Ya
lo he arreglado con Carlisle, él dijo que Rose y yo podíamos llevarte cuando quisieras
ir, ya que en realidad es un regalo de ambas.”
Mis ojos se abrieron con sorpresa y la miré. “¿Spa?” le pregunté. Ella sonrió y asintió.
“De nada,” ambas dijeron al mismo tiempo. Se miraron la una a la otra y empezaron a
reírse.
“¡Jinx!” Emmett gritó en voz alta, con emoción en su voz. Rosalie gruñó y golpeó la parte
de atrás de su cabeza, causando que el resto se riera.
“Tú solo dices jinx cuando eres una de las personas que dijo algo al mismo tiempo que
otra, idiota,” dijo ella. Emmett rascó la parte de atrás de su cabeza y se encogió de
hombros.
“Solo lo estaba haciendo por ti nena,” dijo en broma. Él la removió de su regazo y miró
alrededor brevemente antes de sonreír de manera alegre. “¡¡Hora de jugar en la
nieve!!”
“Necesitas abrigarte también, para que puedas jugar en la nieve,” dijo él, sonriendo.
Yo lo miré sorprendida y el soltó una risita. “Vamos, será divertido.”
Yo asentí y lo seguí por las escaleras hasta el tercer piso. Fui a mi habitación y miré mi
armario, sacando mis botas altas y peludas de color café. Me las puse y agarré mi
nuevo y enorme abrigo, poniéndomelo y cerrándole el cierre. Edward entró a mi
habitación y me entregó un par de guantes y yo empecé a ponérmelos mientras él
ponía un gorro negro en mi cabeza, cubriendo con él mis orejas. “Ya está, toda
calentita y perfecta para acurrucar,” dijo él, sonriendo cálidamente. Volvió a su
habitación y yo lo seguí, mirando cómo se ponía su abrigo y su gorro y sus guantes. Me
besó brevemente saliendo de su habitación y bajando las escaleras.
Lo seguí hasta el vestíbulo, donde sus hermanos y sus novias estaban esperando. Alice
enlazó su brazo con el mío y me llevó con dirección a la puerta trasera, todos nos
seguían atrás. Emmett prácticamente corrió encima de nosotras y abrió la puerta
trasera, caminando con dificultad en la nieve y dejándose caer, enviando partículas
blancas voladoras por doquier. Yo reí y Rosalie resopló, pero sonrió. Dudé un momento
mientras estaba en la sala y me alejé de Alice, tomando mi cámara. “¿Puedes tomar
algunas fotos por mí?” le pregunté a Alice algo dubitativa. Ella sonrió y asintió,
Yo me estremecí cuando salí al aire frío y Alice apretó mi brazo. “Amo la nieve,” dijo
ella, sonriendo.
Alice tuvo que soltarme ya que estaba tomando fotos para mí de todos y de todo. Yo me
puse en cuclillas después de un momento y pasé mi mano por una pila de nieve.
Estaba muy fría y podía sentir lo helado de ella a través de los guantes. El aire también
estaba muy frío y podía sentir mi nariz enfriarse, e imaginé que mi rostro
probablemente estuviese sonrojado. Tomé un puñado de nieve y luego abrí mi mano,
mirándola amontonarse por mis dedos. Era bastante asombroso de ver, ya que yo solo
había escuchado sobre ella. Alcé mi mirada después de un momento y vi a Edward que
estaba allí de pie mirándome, sonriéndome con amor. Lo miré y él me guiñó el ojo, lo
que causó que me ruborizara. Él sonrió alegre para sí mismo y yo empecé a morder mi
labio inferior, mirando nuevamente a la nieve a mis pies.
Empezaron a hacer grandes bolas para los muñecos de nieve y Jasper me animó para
ayudarlo a buscar algunos palitos para sus brazos. Todos nos reímos y bromeamos
cuando intentamos armar los muñecos, ocasionalmente se golpeaban los unos a los
otros con bolas de nieve. Era algo divertido de ver y tenía que admitirlo, eso llenó de
calidez mi corazón, el sentirme incluida en algo. Me sentí tan joven y feliz y liviana y
solo por un momento me permití a mí misma el sentir de esa manera, permití que la
Después de que los muñecos de nieve fueron armados de alguna forma por así decirlo,
Edward caminó hasta mí y se detuvo a mi lado. "¿Quieres dar un paseo conmigo?"
preguntó con tono suave. Yo sonreí y asentí mientras él señalaba con su cabeza al
bosque. Empezó a caminar con dirección a los árboles y yo lo seguí, caminando
pesadamente a través de la nieve lo mejor que podía. Encontré que era un poco difícil
caminar en ella, aunque el resto de ellos lo hacían parecer tan fácil. Llegamos a los
primeros árboles que se divisaban y Edward extendió su mano cubierta con su guante
hacia mí. Tomé su mano y él entrelazó nuestros dedos.
"Así que, ¿Te gusta la nieve, mi Bella?" preguntó él, mirándome mientras caminábamos
por los árboles. Yo sonreí y me encogí de hombros.
"Es bonita. Fría pero aun así es hermosa de ver," le dije. Él asintió.
“No tan hermosa como tú,” dijo él, alzando sus cejas. Me sonrojé y él soltó una risita.
Caminamos en silencio con dirección al río, el sonido de la corriente del agua se hacía
más fuerte cada vez. Él caminó más despacio e hizo una pausa en la ribera del río,
mirando el agua. Yo recliné mi cabeza en su hombro y él soltó mi mano, pasando su
brazo sobre mi hombro y apretándome contra su cuerpo. “Solía venir aquí todo el
tiempo cuando era un niño cuando quería estar solo. Solía pasear por estos bosques
por horas, me perdí un par de ocasiones. La única vez que he sentido que recupero la
paz es cuando estoy aquí en el bosque.” Hizo una pausa y suspiró. “De hecho, hay un
pequeño prado a pocas millas de aquí. Está fuera del sendero así que nadie va allá
nunca. Quizás te lleve allí y te muestre cuando el clima mejore.”
Lo miré a la cara, sonriendo. Él estaba mirando a los árboles, una mirada de añoranza
marcada en sus facciones. Debió haber sentido mi mirada porque sonrió después de
un segundo. “¿Te gusta algo de lo que ves?” me preguntó en tono de broma. Yo le di un
codazo de manera juguetona y reí.
Nos quedamos allí de pie y en silencio bajo los árboles hasta que dos ardillas pasaron
corriendo. Yo sonreí y las miré mientras ellas correteaban por la nieve cerca de
nosotros, persiguiéndose mutuamente. Subieron al árbol junto a nosotros después de
un segundo, saltando sobre una rama. Me agaché, al percatarme lo que estaban
haciendo, pero Edward alzó su mirada justo en el momento en que una de las ardillas
golpeó un montoncito de nieve de la rama, mandándolo a volar. Le cayó justo en la
cara y yo empecé a reír histérica mientras él solo se quedó de pie allí, congelado,
mirando a la rama ahora sin nieve.
Empecé a reír otra vez de manera inmediata y sus ojos se entrecerraron aun más. Se
acercó a mí en ese instante, y mis ojos se abrieron por completo. Retrocedí un par de
pasos mientras él se acercaba, volteándome después de un momento y empezando a
correr. Apenas logré avanzar un par de pasos antes que mi torpeza se hiciese presente
y mi pie se atorara con algo en el piso. Me caí en la nieve enterrando mi cara en ella y
escuché a Edward empezar a reír de inmediato.
“¿Ves?” Eso es lo que pasa cuando te ríes de mí,” me dijo. Yo sonreí y rodé para
quedar de frente y verlo, tomando un puñado de nieve en mis manos y lanzándoselo.
Le di justo en el pecho y sus ojos se abrieron con sorpresa.
“Eso es lo que pasa cuando te ríes de mí,” le dije. Empezó a reír, negando con su
cabeza.
“Me parece justo,” dijo él. Me extendió su mano y yo la tomé con cuidado. Tiró de mí
hacia arriba y soltó una risita. “Estás completamente cubierta de nieve,” me dijo,
limpiando mi abrigo. Yo sonreí y me encogí de hombros.
“Puedes congelarte. Enfermarte, pescar una neumonía. Joder, incluso hasta hipotermia.
Toda clase de mierdas pueden pasarte,” él dijo. Solo reí.
Él suspiró fuerte, levemente irritado. Esperé que empezara una discusión conmigo y lo
miré, notando que estaba rechinando sus dientes. Sonreí, sabiendo que estaba
tratando de controlar su temperamento por mi bien.
Nos quedamos en silencio por un momento y él dejó de rechinar sus dientes un rato
después, calmándose. “Yo también fui prematuro,” dijo finalmente. Yo lo miré con
sorpresa y él asintió. “Solo fueron unas pocas semanas antes. Jasper tenía apenas
“Wow,” le dije. “Eso debió ser muy duro para ella, tres bebés a la vez.”
Él asintió. “Sí. Decidieron esperar hasta que todos nosotros al menos dejáramos de
usar pañales antes de tener más hijos. Ella quería un montón de niños. No sé por qué
se detuvieron.” Su voz estaba llena de nostalgia cuando él habló de su madre. Podía
ver que era duro para él pero Edward estaba tratando de abrirse cada vez más
conmigo.
Sonreí levemente y acorté la distancia entre nosotros, envolviendo con mis brazos su
cuello y mirando su rostro. Puso sus manos en mis caderas y me miró, sonriente.
“Quizás se dieron cuenta que ellos había creado la perfección cuando te hicieron y no
necesitaban seguir tratando,” le dije en voz baja. Sonrió e inclinó su cabeza,
capturando mis labios con los suyos de manera suave. Yo cerré mis ojos y suspiré al
tiempo que él separaba mis labios con su lengua, besándome apasionadamente.
Se alejó de mis labios después de un momento y yo abrí los ojos para verlo mirarme
intensamente.
“Estoy bastante lejos de ser perfecto, Isabella,” me dijo. “Tengo más defectos que
virtudes.” Yo sonreí, negando con mi cabeza.
“Tú quizás puedas tener defectos, pero esa es la parte qué te hace ser tan maravilloso.
Tú eres perfecto…perfecto para mí.”
****************
Buon natale = Feliz navidad
Tira più un carro di figa che un pelo di bue = Un pelo de coño puede halar más peso
que una manada de toros. (Traducido libremente: Un hombre haría lo que fuera por el
amor de una mujer)
Permanecí de pie frente al gran ventanal de la sala, mirando afuera al gran patio
trasero. Los chicos estaban fuera, jugando con la nieve, lanzándose bolas y tratando
de hacer un horrendo muñeco de nieve. Todos ellos estaban riendo y parecían bastante
alegres, lo cual debía admitir era una vista bastante magnífica. Honestamente no
podía recordar cuándo fue la última vez que vi a mis tres chicos verdaderamente felices
todos al mismo tiempo, ya que por una razón u otra al menos uno de ellos parecía estar
sufriendo. Usualmente era Edward, ya que por años parecía que mi hijo menor
permanecía en un perpetuo estado de agitación y angustia. Su alma había sido
quebrantada, su corazón desgarrado, y me culpo a mí mismo con bastante frecuencia
por eso. Me culpo a mí mismo por no hacer nada para apaciguar sus preocupaciones
ese terrible día de hace tantos años atrás, cuando él despertó en esa habitación de
hospital para darse cuenta que su madre estaba en realidad muerta y que no había
sido una horrible pesadilla evocada por su mente. Mi pequeño, el que más se parecía a
Elizabeth en apariencia y espíritu, yo le había fallado hace mucho tiempo atrás.
Esme se acercó hasta mí y se quedó de pie a mi lado, envolviendo con sus pequeños
brazos mi brazo derecho, abrazándolo. Arrimó su cabeza a mi cuerpo y suspiró. Los
dos nos quedamos en silencio, mirando al patio, absorbiendo toda esa inocencia
despreocupada. Yo daría lo que sea con tal de ser capaz de regresar a esos días, ser
feliz de nuevo sin cargar con las heridas que la vida me había dejado.
“Ninguna de las dos,” ella dijo. Pude escuchar alegría en su voz. “Era algo nuevo. Algo
original.”
Mis ojos se abrieron levemente a causa de la sorpresa por el hecho de que él haya
compuesto algo. “Wow,” le dije simplemente. Ella asintió sobre mi brazo pero no
respondió.
“No puedo creer que no me lo hayas dicho,” dijo Esme en voz baja después de un rato.
Yo miré a mi hermana y vi que su mirada estaba fija en Edward allí afuera en la nieve.
Sabía de lo que ella estaba hablando por la expresión en su rostro, ese amor
compasivo que ella mostraba a menudo. Suspiré, negando con mi cabeza.
“¿Qué querías que te dijera? ¿Qué mi hijo menor es un idiota?” Le pregunté. Esme
gruñó, golpeándome en las costillas con su codo.
“No le digas así,” dijo ella bruscamente. Yo negué y nos quedamos en silencio otra vez,
mientras seguía viendo a los chicos jugar afuera. “Él la ama,” añadió después de un
momento, su voz era suave.
Yo rodé mis ojos. “Ella es solo algo nuevo para él, carne fresca. La novedad se le
pasará pronto y la olvidará,” le dije.
“Oh, por favor. Ni siquiera tú te crees eso pequeño hermano,” dijo ella, negando con su
cabeza.
“Puedo tener esa esperanza,” le dije. Ella rodó sus ojos y miró nuevamente a los chicos.
“No lo sé,” le dije. Era la verdad; no tenía ni idea como manejar la situación. “Cuando
me enteré al principio pensé en enviártela a Chicago por un tiempo… como si ustedes
dos la hubiesen adquirido, eso es todo.”
Ella suspiró. “Sabes que nosotros lo hubiésemos hecho,” dijo ella. Yo bajé mi mirada y
alcé mis cejas, mirándola escépticamente. Ella alzó su mirada y me sonrió tímida.
“Hubiese convencido a mi esposo de alguna manera.”
Yo reí ligeramente, negando. Alec no era alguien tan fácil de convencer y yo dudaba
que incluso Esme le hubiese hablado de eso sin involucrarme, si es que ella le iba a
decir la verdad de la situación. Se había negado a intervenir en la situación de
Isabella a través de los años e insistía que Esme también se mantuviera al margen, y
yo no lo culpaba ni un poquito por hacerlo. Toda la situación era un desastre.
“Si tú lo dices, Esme. Yo mismo, no estoy tan seguro de eso. Sin embargo, eso ya no
importa ahora. Es muy tarde para eso. Dejé pasar esa pequeña oportunidad,” le dije.
Sabía que si yo trataba de enviarla a Chicago con Esme mi hijo iría de inmediato tras
ella y eso era la última cosa que quería que sucediese.
“Creo te estás engañando a ti mismo si tú en realidad crees que tuviste alguna vez una
pequeña oportunidad. Esos dos están completamente enamorados. È stato amore a
primavista*, lo puedo apostar” dijo ella. Yo suspiré y negué con mi cabeza pero no
respondí porque no tenía nada que decir. Sabía muy en el fondo de mí que mi
hermana tenía razón, aunque yo no quise admitirlo.
La verdad en todo este asunto es, que yo sabía hace algún tiempo lo que estaba
pasando. Sospeché de la atracción entre los dos antes que ellos mismos se diesen
cuenta. Estaba preocupado cómo esos dos se iban a llevar, y la primera mañana
cuando fui a la cocina temí lo peor. Ella era de por sí bastante tímida, aterrada del
mundo, y yo tenía miedo que la naturaleza abrasiva de mi hijo le causaría un
desequilibrio antes que ella pudiese poner sus pies sobre la tierra. Los dos estaba en el
piso de la cocina esa mañana, sentados en medio de un charco de jugo de naranja,
Isabella temblando de miedo y Edward mirándola con confusión. Él la tenía agarrada
con fuerza, manteniéndola allí por el fuerte agarre en sus muñecas, y reaccioné con
Esa es una frase que ni siquiera yo me atrevo a decir, no importa la situación. Una
frase que debí decir cuando actué de manera tan brutal con Isabella en el aniversario
de la muerte de Elizabeth. Me imaginé a mi esposa viéndome desde el cielo, bastante
avergonzada por mi comportamiento, disgustada conmigo. No era justo lo que pasó,
ella no lo merecía. Yo lo hice a propósito para herirla cuando ella no era más que una
niña atrapada en una vida terrible de la que ella no podía salir. Racionalmente
hablando yo sabía que nada de eso había sido su culpa, que ella no podía evitar lo
que pasó al igual que cualquiera de mis hijos no podían evitar las cartas que el destino
les había echado. Pero yo no soy siempre racional, y no siempre pienso claramente.
Yo era un hombre dividido, dividido entre querer ayudar a alguien y querer destruirlo a
la vez. Y eso me enferma, porque, ¿qué hombre decente podría sentir alguna vez la
necesidad de lastimar una niña inocente?
Esme se quedó de pie frente a la ventana por un momento más, mirando al resto de
chicos terminar de hacer esos decrépitos muñecos de nieve, antes de voltearse y
caminar hasta mí. Se sentó enfrente mío y yo pude sentir sus ojos atravesarme, su
mirada era intensa.
"Es lindo ver cuán ingeniosos ellos creen que están siendo. Me recuerdan esos tiempos,
cuando tú..." ella empezó diciendo, sonriendo para sí mismo por su remembranza.
"¿Por qué no los dejas simplemente ser ellos mismos? Edward está tan feliz. Siempre
fue tan infeliz y ahora está sonriendo. Su vida se está iluminando de nuevo," Esme
preguntó después de un momento. Yo negué con mi cabeza.
Ella me miró, entrecerrando los ojos con un poco de irritación. "¿No debería ser su
decisión?" ella me preguntó. Negué con la cabeza, frunciendo el ceño.
"Ellos no saben nada, no saben lo suficiente para ser capaces de tomar esa decisión,"
le dije. Ella me alzó una ceja, obviamente no estaba de acuerdo con eso tampoco.
"Quizás deberías decírselo entonces," ella dijo cortante. Yo entrecerré los ojos
levemente y ella negó con su cabeza, sabiendo que yo estaba a punto de discutir. "Ya
sospecha que tú le estás guardando un secreto, Carlisle. No es un idiota. Creo que
deberías decirle la verdad."
Ella solo me miró, luciendo ligeramente asombrada por mi sermón. Yo negué con mi
cabeza, levemente exasperado. “No, eso no es lo que tú quieres. Tú quieres que yo le
diga solo una parte de la verdad para hacerle creer que está perfectamente bien que él
e Isabella estén juntos. Pero yo no puedo hacer eso; no puedo engañarlo con pedazos
de la verdad. O es todo o no es nada, Esme. Y si le digo toda la verdad, estoy seguro
que él, o bien va a ir y arremeter contra ella a causa de su rabia irracional, o va a
tratar de llevársela y huir. Y yo no puedo permitir que ninguna de las dos cosas ocurra,
ya que eso hará que todo lo que ocurrió y todo lo que estoy tratando de hacer aquí sea
un completo desperdicio. O incluso peor, él podría arremeter contra nosotros dos y
desaparecer, sin querer saber nada de nosotros y eso lo va a destruir. Elizabeth no
hubiese querido que su hijo sea sacrificado, eso lo sabes.”
Esme suspiró, frunciendo el ceño. “Ella hubiese estado feliz, verlos a los dos de esa
Esme negó con su cabeza. “Tú no podrías haberlo sabido Carlisle, nadie lo sabía.” Yo
suspiré y me senté en silencio por un momento. “¿Ya sabes que vas a hacer acerca de
eso? ¿Acerca de los resultados del ADN?”
Yo negué levemente. “No lo sé. Sé lo que se supone debo de hacer, se supone que
debo siempre elegir el maldito negocio y quizás la cosa más lógica de hacer sería
contarlo y exponérselos, pero las implicaciones de hacerlo son jodidamente
aterradoras. La potencial ira, el problema que probablemente nos caiga encima, sin
mencionar que sería como echar a los lobos a Isabella. Y maldita sea, si eso sucede,
no puedo imaginar lo que mi hijo pueda hacer para ir tras ella. Yo solo deseo no haber
hecho esa maldita prueba, así yo no tendría que tomar esta clase de decisiones.”
Esme movió su cabeza. “Tú no puedes vivir del ‘qué hubiese pasado si’ Carlisle. Lo
hecho, hecho está.”
Yo me reí amargamente. “Siempre he vivido con el ‘qué hubiese pasado si’. Apenas
duermo por las noches pensando acerca de aquellas cosas, preguntándome como un
pequeño movimiento pudo cambiarlo todo, golpeándome a mí mismo por todos los
errores que he cometido. Es mi culpa que estemos donde estamos, pude haberlo
detenido antes que todo empezara. Eso es todo en lo que puedo pensar y sé que es
irracional pero no puedo dejar de hacerlo. ¿Qué hubiese pasado si yo no hubiese
llevado a mi esposa a Las Vegas ese fin de semana? ¿Qué hubiese pasado si nosotros
íbamos una semana antes o una semana después? Demonios, ¿Qué hubiese pasado si
hubiésemos llegado una hora después, o incluso una hora antes? ¿Por qué ella tenía
que estar en ese preciso lugar en ese preciso momento? En todo lo que puedo pensar
es como las cosas hubiesen sido diferentes, cuan felices seríamos aún. Y me culpo a mí
mismo por todo aquello. Diablos, incluso a veces culpo a papá de esto, y me cabreo
tanto Esme, me cabreo tanto con esa niña allá afuera y sé que está mal porque nada
de eso fue su culpa, pero no puedo evitarlo.”
“Si ese día no hubiese pasado Carlisle, la chica que está allí afuera probablemente
hubiese muerto. Tú la estás salvando y ella lo está sanando a él. ¿No hace entonces
que todo valga la pena?”
El camino era largo y desierto, nada que ver aparte de unas figuras abultadas de color
café a los costados de la autopista y pequeños atisbos de color verde en forma de
arbustos y cactus. El aire era caliente y sofocante, y a pesar del hecho que el aire
acondicionado del auto estaba encendido en su máxima potencia, el sudor se había
empezado a filtrar por mi cuerpo. Alcé mi mano y limpié mi frente del sudor, mientras
suspiraba. Yo odiaba el sur.
Estaba molesto. Estaba todo sudoroso, y me sentía demasiado miserable. Sin contar el
sonido del motor rugir y el ruido de la transmisión cambiar la velocidad, había
demasiado silencio en el auto. La radio estaba apagada, por lo que después de un
momento estiré mi mano y la encendí, explorando rápidamente entre las estaciones,
tratando de encontrar algo que distraiga a mi mente de toda esa situación. No me
importaba que estación fuese, solo necesitaba algo de ruido. Estaba rechinando mis
dientes, tratando de controlar mi temperamento pero el silencio estaba a punto de
llevarme al borde de la locura. Ella sabía que yo odiaba cuando se quedaba en
silencio. Prefería que me gritara y castigara, en vez de que solo estuviese allí sentada
en silencio como lo estaba, ignorándome y mirando a la ventana con esa expresión en
blanco dibujada en su rostro.
“Maldita sea, Lizzie, si tú no dices algo juro por Dios que voy a entrar en combustión
espontánea”, mascullé con mis dientes apretados. Exhaló bruscamente y dirigió su
mirada a mí brevemente, para luego desviarla de regreso a la ventana, a esas formas
de color café con tintes de verdes en ellas.
Mis dientes rechinaron nuevamente y apagué la radio, sabiendo que era inútil poner
algo de música. De todas maneras ella hubiese apagado la radio después de un
Ella rió amargamente. “Es nuestro aniversario Carlisle,” dijo, su tono de voz era
mordaz, y lleno de rabia y resentimiento. Elizabeth rara vez se molestaba pero cuando
lo hacía, ella podía ser bastante venenosa y ese veneno casi siempre era disparado
directamente hacia mí.
“Eso lo sé, pero tú sabes que a ellos no les importa. Dicen anda y yo voy,” le dije,
suspirando de manera exagerada. Sabía que yo había tomado ese juramento, que me
había comprometido a la organización y que cuando ellos llamasen yo estaría allí, 24
horas al día 7 días a la semana 365 días al año. Ellos eran relativamente flexibles y por
lo general no me daban muchas molestias, pero el quid de la cuestión era que yo era el
hombre que estaba más abajo en el tótem y que cuando ellos ladraban, yo respondía.
(N.T. Aquí cuando Carlisle habla del tótem se refiere a la organización, los hombres
que se encuentran en la parte baja o base de la estructura son los que por lo general
hacen la parte fea del trabajo)
“Lo sé,” dijo ella firmemente. “Pero no te sientes allí y actúes como si yo no tuviese el
derecho a sentirme molesta. Tú sabes cómo me siento con respecto a este lugar, con
respecto a estos…Bichos.”
Suspiré, negando con mi cabeza. “Nunca dije que no tenías el derecho a estar
molestar. Y sabes que a mí me disgusta este lugar tanto como a ti, entonces, ¿por qué
te las tomas en mi contra?” Tú no tenías que venir, te hubieses quedado en el hotel y
hubieses esperado.”
Ella volteó a verme y sus ojos se entrecerraron. “¡Tienes que estar bromeando!
¿Esperas que yo me quede en una habitación del hotel, sola, en nuestro aniversario,
mientras tú estás allí afuera haciendo Dios sabe que cosa? Hubieses estado fuera todo
el día. No te hubiese visto para nada este día”.
Yo rodé mis ojos. “¿Y esta mierda es mejor que no verme? ¿Estar sentada en un auto
por cinco horas, dándome la maldita ley del hielo como si todo esto fuese mi culpa?
¿Tú crees que yo quiero venir hasta acá, tú no crees que yo prefiero pasar el día
contigo en Las Vegas?” Entendía el por qué ella estaba molesta, en serio lo hacía, pero
no podía aceptar que me echara la culpa de esto. Hice mi mejor esfuerzo, hice todo lo
que estaba en mis manos para hacerlo especial para ella. Había planeado el viaje,
había acordado con Esme y Alec para que ellos se quedaran con los chicos durante el
fin de semana en Chicago mientras yo volaba con ella a Las Vegas por nuestro
aniversario. Tenía todo el fin de semana planeado, ya que era nuestra primera vez en
la cuidad. La llevaría a bailar y a los casinos, compré tickets para un show al que yo
sabía que ella quería asistir. Iba a darle de comer y de beber, tratarla como la princesa
que era, y le haría el amor durante toda la noche. Ella era mi corazón, mi alma gemela,
Pero en el momento en que aterrizamos en Las Vegas, todo se vino abajo. Les dije a
donde estaría durante el fin de semana, ya que no era una decisión muy sabia
simplemente desaparecer del radar sin razón alguna, así que ellos me localizaron en
el hotel. No habíamos desempacado todavía, Elizabeth se veía radiante, emocionada
por todo lo que haríamos, pero en el momento en que me llamaron desde la recepción
del hotel y dijeron que era una llamada importante, su luminosidad desapareció.
Sabía lo que aquello significaba. Sabía que las complicaciones habían vuelto a
atraparnos.
Era mi padre quien llamaba, diciéndome que ya que estaba cerca, ellos necesitaban
que condujera hasta Phoenix en la mañana para ir a recoger unos papeles importantes
de Charles Swan Padre. Era un hombre de confianza para la organización que
vigilaba nuestros intereses en los casinos de Las Vegas, ya que la organización lavaba
dinero a través de ellos y manejaba algunos negocios por debajo de la mesa en la
ciudad. Los Swan eran personas decentes hasta donde yo sabía, ya que
personalmente solo los había visto un par de ocasiones en Chicago cuando ellos nos
habían ido a visitar. Charles Padre era un tipo un poco rudo, pero parecía ser honesto y
respetable, y su esposa Makenna era siempre tan agradable.
Traté de liberarme de la situación, diciéndole a mi padre que yo volaría hasta allá con
mi propio dinero y conseguiría esos papeles en Phoenix si es que ellos podían esperar
hasta que yo volviera el lunes, pero él insistió que eso debía ser hecho el sábado por la
tarde. Me quejé, enfurecido por lo que me estaba haciendo. Sabía lo que este fin de
semana significaba para nosotros, pero él simplemente exigió que yo cumpliera y cerró
la llamada, caso cerrado. En el momento en que el tono de llamada sonó en mi oído yo
sabía que no había nada más que hacer, no había manera de librarse de eso. Mi
padre despachó una orden, su palabra era definitiva y nadie podía ignorarlo sin hacer
frente a las consecuencias, ni siquiera yo. Él era el jefe, la cabeza de la familia. Habló,
y yo cumplí, porque cuando tú entras a la organización tu compromiso con la familia
siempre es lo primero… y por familia ellos no se refieren a los lazos sanguíneos. Ellos
se refieren a la Borgata, la familia de la Mafia.
No fue sino hasta años después que el peso de la realidad de la situación me cayó
encima. Me había unido a la organización por protección, cuando en realidad el hecho
que yo me uniera a ellos nos obligó a tener que ser protegidos en primer lugar. Yo
había atraído el peligro a nosotros, lo había invitado a entrar a nuestras vidas. ¡Qué
estúpido e ingenuo había sido, completamente ignorante! Estaba cegado por los
signos de dólares, atraído por una falsa sensación de seguridad, nunca teniendo en
cuenta el terror y la potencial violencia que podía entrar en erupción en cualquier
momento.
Suspiré y miré a Elizabeth. Nos habíamos casado apenas un par de semanas después
de mi inducción, en una pequeña ceremonia en un arrebato de capricho en el día de
San Valentín. Yo había querido darle una enorme y espectacular boda, haciéndole
sentir que ella debía tener un día magnifico en el que pudiese brillar. Estaba dispuesto
a llevar las cosas hasta el extremo porque ella se lo merecía, porque valía la pena.
Pero ella no lo quiso, en vez de eso me pidió que nos casáramos en privado, de manera
discreta, con la presencia de mi familia únicamente. Mis padres nos ofrecieron su casa,
un sacerdote local que mi padre conocía fue quien celebró la ceremonia. Esme vino
para estar con Elizabeth ese día, ya que ella no tenía a nadie más, pero Alec se
mantuvo alejado. Yo sabía que Elizabeth lo hubiese recibido, pero él sintió que no era
justo entrometerse en su día especial. Tenía que respetarlo por eso, aún cuando yo
hubiese deseado que estuviese a mi lado y fuera el padrino de la boda.
Nuestro otro hijo, quien esencialmente es nuestro hijo mayor, vino a nosotros por la
gracia de Dios. Hasta que estuvo a punto de dar a luz a Jasper, Elizabeth fue voluntaria
en un centro de defensa de mujeres violadas y continuamente aconsejaba a una joven
llamada María. María había sido violada y quedó embarazada a causa de aquello, y
Elizabeth había tratado de ayudarla a pasar por todo eso. María dio a luz y
desapareció de la vista de todo el mundo, y eso siempre preocupó a mi esposa ya que
no sabía que había ocurrido con ella y el bebé. Una tarde por causalidad Elizabeth
decidió pasar por el centro de ayuda para enseñarles a Jasper, ya que las mujeres que
trabajan con ella estaban encantadas con el bebé, y ella encontró a María de pie cerca
de la esquina del edificio. Se acercó y vio que María estaba llorando, se veía asustada
mientras sostenía un niño pequeño. Ella prácticamente empujó el niño a Elizabeth y mi
esposa lo tomó, asombrada. María declaró que ella no podía hacer esto por más
tiempo; no podía ver al bebé ya que era un constante recordatorio de lo que le ocurrió.
Elizabeth solo se quedó allí de pie, embarazada de unos pocos meses y sosteniendo
dos bebés en sus brazos, sin saber qué hacer. Trató de hablar con María, convencerla
que entrara al edificio, animándola a conseguir ayuda, pero María se negó y solo se
volteó dejando a Elizabeth y al bebé, huyendo de ellos.
Y fue así como Emmett llegó a nuestras vidas. Elizabeth se vio obligada a cuidar de él
y yo no entendía el por qué ella lo hacía, ya que de por si ella estaba abrumada con
Jasper y teníamos otro bebé en camino, pero luego me di cuenta que ella vio todo eso
como karma. Elizabeth era un fiel creyente del destino, no creía que nada en la vida
era accidente o coincidencia, y ella sintió que lo que le había ocurrido a ella la había
conducido a este inocente bebé que necesitaba ayuda, que necesitaba amor. Yo
finalmente acepté todo esto cuando me di cuenta que ella hablaba en serio y que no
daría un paso atrás y acepté que nosotros nos quedáramos con él. Buscamos a María y
ella firmó los todos documentos para que nosotros lo pudiéramos adoptar legamente.
Emmett recién había cumplido seis años, y nuestro más pequeño, Edward, tenía cuatro.
Los tres eran niños estupendos, los mayores eran un poco traviesos. Edward era por
decirlo así, el más tranquilo. Era como la sombra de Elizabeth. Seguía a su madre
dondequiera, imitaba cada cosa que ella hacía. Era casi imposible ver a mi esposa sin
un pequeño y escuálido niño pelirrojo aferrado a su lado. De hecho, él era tan niñito de
mamá que nosotros apenas fuimos capaces de escaparnos este fin de semana, ya que
Podría apostar que se sentía arrepentida ahora, arrepentida de aceptar venir conmigo
a Las Vegas. Porque en vez de apostar y hacer el amor y bailar, estábamos
conduciendo en esa desolada y sucia autopista en las afueras de Phoenix. En vez de
reír y disfrutar, ella estaba molesta y decepcionada.
Ella me miró, entrecerrando sus ojos. “Ni siquiera te atrevas a intentar deslumbrarme
hablando en italiano, Carlisle Cullen,” me dijo con tono firme. Le sonreí tímido,
volviendo a mirar a la autopista.
“Los Evanson no estarán allí. Esa mujer rara vez sale de su casa,” le dije. Yo sabía que
ella sabía eso y el hecho que se lo repitiera no era necesario, pero traté de
tranquilizarla de todos modos. Asintió después de un momento, con una mirada
contemplativa en su rostro. Miró por la ventana, una vez más fijando su mirada en el
monótono paisaje, pero esta vez la atmósfera al interior del auto era más ligera.
Ninguno de los dos estaba feliz, pero la tensión se había disipado cuando ella al final
aceptó nuestro próximo destino.
“Él podría ser un increíble pianista algún día. El próximo Mozart,” dijo de manera
efusiva. “Podría ser lo que sea que quiera ser.” Su voz era melancólica y yo sonreí
levemente.
“Sí, él puede ser cualquier cosa. Si quiere ser un músico, él puede ser uno. Puede ser
un maestro o un artista o un abogado, eso no me importa, con tal que sea alguien en la
vida. Todo lo que quiero es que mis hijos sean alguien en la vida,” le dije. Elizabeth
sonrió y asintió.
“Podría ser un doctor como tú,” ella dijo. Yo rodé mis ojos.
“Solo porque asisto a una escuela de medicina para obtener el título no significa que
yo pueda llegar a ser un doctor en realidad Elizabeth. El internado toma mucho tiempo
y dedicación, la residencia también es cruel. No tengo el tiempo libre como para
dedicarlo a eso, no con todo lo demás encima,” le dije. Ella sonrió de manera triste.
Ella habló un poco más sobre Edward y el piano antes de sumergirse en otras
conversaciones acerca de los chicos. Yo sonreí y la escuché, sabiendo que sus nervios
estaban en aumento mientras más nos acercábamos a la residencia Swan,
permitiéndole tener algo de tiempo para asimilar la situación.
“Relájate, ¿sí? No es gran cosa. Lo haré lo más rápido que pueda y tú nunca más
tendrás que regresar aquí,” le dije. Suspiró y asintió, todavía sintiéndose un poco
tensa.
Conduje despacio por el largo tramo, ya que el camino estaba lleno de baches y yo no
quería estropear demasiado el auto rentado. La casa apareció a la vista enseguida y
los ojos de Elizabeth se abrieron como platos levemente, su pierna temblaba un poco
debajo de mi mano. Estaba nerviosa y ansiosa. Quería decirle que no tenía nada de
qué preocuparse pero sabía que mis palabras serían inútiles. Se sentía incómoda aquí
sin importar lo que yo dijera. Aparqué en frente de la casa y apagué el motor, sacando
la llave del interruptor del auto. Miré a Elizabeth y vi que ella estaba mirando por la
ventana, la aprensión era clara en su mirada.
“Tan lista como pudiese alguna vez estarlo Carlisle,” me dijo en voz baja, su voz era
temblorosa. Yo asentí con la cabeza y vacilé un poco, pero estiré mi mano y abrí mi
puerta. Salí del auto y lo rodeé, abriendo su puerta del coche por ella. Le ofrecí mi
mano y ella la tomó con cuidado. La ayudé a salir del coche y cerré la puerta,
entrelazando nuestros dedos. Empecé a guiarla hasta la casa pero ella se resistió un
poco cuando llegamos a los escalones. “Puedo, eh… tener un minuto, ¿por favor?” ella
pidió en voz baja. Yo suspiré y asentí.
“Por supuesto que puedes Lizzie. Tómate todo el tiempo que necesites,” le dije. Ella
sonrió de manera cálida.”
“Gracias. Puedes ir avanzando,” ella dijo. Dudé pero ella asintió, asumo que trataba
de asegurarme que estaba bien. Yo asentí en respuesta y solté su mano, pasando mis
dedos por mi cabello. La miré por un momento antes de voltearme y caminar hasta los
escalones despacio, dirigiéndome a la puerta principal. Toqué la puerta despacio y
tomando un profundo respiro, no deseando estar allí. Nadie respondió después de un
momento así que alcé mi mano nuevamente y toqué, pero en cuanto lo hice escuché un
chillido agudo detrás de mí, casi como un gritito. Me giré rápidamente, asombrado, y vi
a una pequeña y frágil niña castaña corriendo en dirección a Elizabeth. Era
pequeñísima, quizás llegaba a la altura de la rodilla y era casi tan delgada como un
mondadientes. Su cabello estaba enmarañado y estaba imposiblemente sucia,
cubierta de tierra y usando ropa que estaba hecha jirones. Elizabeth escuchó el ruido y
se volteó, sus ojos se abrieron con sorpresa en cuanto vio a la niña. Elizabeth se quedó
inmóvil y a la niña le parecía completamente ajena la presencia de Elizabeth en su
camino, ya que después de un segundo se estrelló contra Elizabeth. Ella se tambaleó
un par de pasos debido a la fuerza del golpe y la niña voló hacia atrás cayendo sobre
su trasero. Elizabeth parpadeó un par de veces, asombrada, y la pequeña niña la miró
"¿Dónde?" preguntó confundida, su voz era aguda y dulce. Elizabeth rió y se puso de
cuclillas frente a la pequeña niña.
"Por todos lados," le dijo ella. Elizabeth sonrió y alzó su dedo índice, presionándolo
sobre la nariz arrugada de la niña. La pequeña niña sonrió, con una mirada de
tranquilidad en su rostro.
"Oh, está bien," dijo simplemente, como si esa respuesta fuese un alivio para ella.
Después de un segundo su animó cambió, sus ojos se abrieron mientras la emoción
resaltaba en su rostro. “¿Quieres jugar?” ella le preguntó, casi chillando. Elizabeth rió,
la sonrisa en su rostro brilló ante la pregunta de la pequeña niña.
“¿Qué vamos a jugar?” Ella preguntó, su voz era suave y cariñosa, esa calidez que yo
amaba de Elizabeth saliendo a flote. La pequeña niña se encogió de hombros, su
rostro nuevamente se arrugó.
“No lo sep,” dijo ella. La pequeña empezó a morder su labio inferior, pareciendo estar
bastante concentrada.
“Isabella,” le dijo ella. Cuando dijo su nombre sonó más como ‘Izza-bewa’ pero mi
esposa pareció entenderle, ya que ella asintió y repitió su nombre. Yo no era muy
bueno interpretando a los niños, ya que ni siquiera a los míos les entendía todavía a
veces cuando hablaban.
“¿Y cuántos años tienes, pequeña Isabella?” Elizabeth le preguntó. La pequeña niña
arrugó su rostro otra vez.
“¡Tres!” dijo en voz alta, alzando dos dedos. Elizabeth empezó a reír y se acercó a ella,
suavemente sacando otro dedito de Isabella para que ella mostrase tres.
“Wow, así que eres una niña grande, ¿eh?” Elizabeth preguntó. Isabella asintió de
manera entusiasta.
“¡Eso es lo que dice mi mami!” dijo ella, sonriendo alegremente. “Mami dice que las
niñas grandes son buenas. ¿Yo soy buena si estoy sucia? Mami dice que la suciedad
“Supongo que podemos hacerlo. ¿Qué más te gusta hacer?” mi esposa le preguntó. La
pequeña niña se encogió de hombros.
“No sep. A veces yo ayudo a mami pero ella dijo que no hoy,” dijo la niña,
mordisqueando su labio inferior nuevamente. Ella se levantó del suelo finalmente,
poniéndose de pie junto a mi esposa. Elizabeth se acercó a ella y limpió algo de tierra
que llevaba ella encima, pero era inútil ya que no había manera posible de que la niña
esté cercanamente limpia sin un buen baño y un par de prendas limpias. Elizabeth la
miró, su mirada cayó a los pies de la pequeña niña. Estaba descalza, sus pies estaban
llenos de tierra.
“Estás sangrando,” le dijo Elizabeth, su ceño fruncido. La pequeña niña bajó la mirada
a sus pies, su rostro se arrugó una vez más. Sonreí al ver cuán expresiva era la frágil
pequeña. “Debes haber cortado tu pie con algo. ¿Te arde?”
Isabella negó con su cabeza. “¡Yo siempre sangro, no me duele! Mami dice que soy
valiente,” dijo ella con orgullo. Elizabeth sonrió ligeramente.
“¡Oh, supongo que eres valiente entonces!” ella le dijo. “Aunque podrías no sangrar si
usaras tus zapatos. ¿La arena no quema tus pies?”
Isabella negó nuevamente. “¡Me gusta la arena, es sucia! No tengo zapatos, mami dice
que cuando sea grande puedo tener sus zapatos pero no soy tan grande ahora. Y
sangrar está bien siempre y cuando no entre a la casa. Se supone que no debo entrar
allí, el amo se molesta.”
En el momento en que la palabra ‘amo’ escapó de los labios de la pequeña niña, fue el
momento en que mi esposa se percató de todo. Yo había estado tan absorto en su
conversación que no me había dado cuenta que mi esposa no había notado que la
pequeña niña era una esclava. Las esclavas de su edad eran raras en lugares como
este y me pareció escuchar alguna vez que los Swan tenía una niña esclava, así que
no me sorprendió del todo. Pero mi esposa era un caso aparte. Era evidente que la
pequeña no era un miembro de la familia, ya que ninguna familia de la mafia que se
asocie con nosotros permitiría que una de sus propias hijas estuviese en un estado tan
deplorable, pero por supuesto eso no era algo que Elizabeth notara. El concepto de que
esa pequeñita fuese esclavizada como una sirvienta o una trabajadora sería algo que
su mente naturalmente se negaría a considerar, no era capaz de aceptar. Elizabeth
naturalmente hubiese asumido lo mejor, no queriendo admitir el peor escenario. Su
mente la protegería ante aquella posibilidad como un mecanismo de defensa, como
una manera de protegerla del dolor.
“¿Lizzie?” le dije en voz baja, un poco preocupado por ella. Me ignoró y continuó
mirando intensamente a la pequeña niña. Me acerqué un paso hacia ellas y escuché
unos pasos detrás de mí. La puerta se empezó a abrir y yo volteé mi cabeza
rápidamente, quedando cara a cara con Charles Padre. Él parecía admirado por mi
presencia y parpadeó un par de veces, haciendo una pausa.
“¡Señor Cullen, no lo escuché golpear la puerta! Qué bueno verlo,” él dijo cortésmente,
extendiendo su mano hacia mí. Yo le di un apretón de manos, apretando fuertemente
como un signo de respeto y como una forma de medir al otro en nuestro mundo. Él me
doblaba la edad y había sido cercano a la organización por mucho más tiempo que yo
así que él tenía señorío, aunque nuestros rangos eran los mismos. Yo sabía el hecho
que siendo mi padre el jefe me daba una pequeña ventaja sobre él, y sabía que estaba
consciente de eso también.
“Opino igual,” le dije. Yo me volteé para señalar a mi esposa y poder compartir con
ella los saludos de cortesía, la vi de pie allí, mirándonos cuidadosamente. Isabella
estaba también parada allí, sus ojos estaban fijos en Charles Padre. Miró a mi esposa
brevemente y sonrió antes que su mirada se fijara en la pequeña niña. Hizo una
mueca, la ira mostrándose en su rostro.
“Niña, sabes muy bien que no debes estar afuera cuando tengo visitas. ¿Dónde está tú
maldita madre?” Le preguntó furioso. Una mirada de miedo apareció en el rostro de la
pequeña niña mientras se estremecía por el tono de su voz. “¡Renée!” gritó él en voz
alta, negando con su cabeza. “Gente jodidamente incompetente.”
Suspiré y me volteé para ver a Charles Padre, quién me estaba viendo cautelosamente.
“Yo, eh… yo no creí…” él dijo. Alcé mi mano para detenerlo y negué con mi cabeza.
“No importa. Solo vamos al grano y terminemos con esto,” le dije. Él asintió y entró a la
casa, yo lo seguí de cerca. Fuimos a su oficina y buscó entre sus papeles por un buen
rato, sacando los archivos que mi padre estaba necesitando. Tomó cerca de una hora
hasta que todo estuvo listo y yo tenía lo que necesitaba.
“Deberíamos irnos,” le dije en voz baja después de un momento, sin saber cómo
reaccionaría mi esposa una vez que ella asimilase todo. Ella suspiró y asintió,
frunciendo el ceño levemente.
Ella alzó su mano y acarició el cabello enmarañado de Isabella. “Gracias por dejarme
jugar contigo, Isabella,” ella dijo suavemente. “Sé una niña buena por tu mami, ¿de
acuerdo?”
Isabella asintió. “Lo seré. ¿Volverás para jugar conmigo otra vez? Me gustas, yo no
tengo amigos reales con quien jugar”
Elizabeth suspiró y sonrió triste. Vi sus ojos llenarse de lágrimas y desvié mi mirada,
incapaz de soportar ver la escena. “Veré que puedo hacer, pequeñita,” le dijo en voz
Elizabeth se puso de pie y bajó los escalones con dirección al coche. Yo la seguí,
mirando brevemente a la pequeña y frágil niña. Me sonrió con emoción y se despidió
con su manita cuando me vio mirarla. Yo le di una breve sonrisa antes de voltearme y
dirigirme al auto, pero mis pasos fueron detenidos abruptamente cuando sentí que
algo golpeó mi pierna. Miré abajo rápidamente, asombrado, y vi a Isabella colgada de
mi pierna, abrazándola.
“De nada, pequeña,” le dije. Ella asintió y se volteó, alejándose mientras daba
pequeños saltos con dirección al gran montículo de tierra. La vimos lanzarse en él,
haciendo que la arena caliente volara por todos lados. Yo me volteé hacia el coche y
abrí la puerta del pasajero, ayudando a Elizabeth a entrar antes de rodearlo y abrir la
puerta del conductor. Me deslicé al interior del coche y lo encendí, prendiendo el aire
acondicionado a toda potencia. Estaba empapado de sudor ahora y mi ropa estaba
pegada a mí, pero por supuesto aquello no parecía molestar en absoluto a Elizabeth.
Lancé los archivos que Charles Padre me había dado en el asiento trasero y puse la
marcha del coche en reversa, girando un poco mi cuerpo y mirando hacia atrás al
camino. Elizabeth se quedó en silencio, mirando la ventana mientras nos alejábamos
de la casa, una expresión de aturdimiento en su rostro. Vi lágrimas rodar por su mejilla
y suspiré, alzando mi mano y limpiándolas con mis dedos.
Miré el reloj del salpicadero y sonreí. “Llegaremos a Las Vegas con el suficiente tiempo
para ver el show de esta noche,” le dije. Elizabeth suspiró y negó con su cabeza.
“Solo llévame a casa, Carlisle,” dijo ella en voz baja. “Quiero ver a mis hijos.”
“¿Sabes?, los chicos están empezando a crecer, quizás ahora podamos empezar a
intentar tener una niña,” le dije finalmente, queriendo animarla. Ella siempre había
querido más niños pero nos detuvimos después de Edward porque ella estaba
demasiado abrumada con todo aquello. Pero ahora él tenía cuatro y empezaría la
escuela pronto al igual que los otros chicos, así que tener otro bebé parecía tener
sentido.
Ella negó con su cabeza después de un momento. “La única niña que quiero intentar
tener Carlisle es esa bella bambina que está allá en esa casa, porque alguien necesita
salvarla. Ella es tan alegre, demasiado buena para estar atrapada en una vida como
esa. Si quieres darme un hija Carlisle, dame esa.”
~*~
Fue así como Isabella Swan entró como una bala de cañón a mi vida, poniendo todo
de cabeza. La pedí para mí una semana después, y Charles Padre de mala gana me
informó que ella no estaba a la venta. Sin importar cuánto dinero yo ofreciese, él no
cambiaría de opinión. Traté de explicarle eso a mi esposa y esperé que con eso ella
olvidara todo el asunto pero simplemente no lo aceptó. La pequeña y frágil niña que
ella había conocido en Phoenix se convirtió casi en una obsesión para ella y yo
continuamente le decía que lo olvidara, que dejara el asunto como estaba, y después
de un tiempo creí que ella lo había hecho… pero me equivoqué. Había hecho cosas a
mis espaldas, contratando investigadores privados y hacienda investigaciones,
contactando personas y haciendo preguntas que ella no debió haber hecho en primer
lugar. Y yo había estado tan cegado con respecto a eso, viviendo dentro de mi coraza
de ignorancia e inocentemente creyendo que todo en mi vida estaba bien. Que todo
estaba genial. Yo era una persona muy astuta, tenía un ojo certero para muchas cosas
y muy pocas cosas se me escapaba, pero mi esposa tenía un talento para los secretos.
Había pasado casi toda su vida usando una máscara, escondiéndole a la gente cosas,
y logró también esconderlas de mí. Yo no tenía idea de lo que mi esposa estaba
haciendo, aunque tuve que haber estado muy consciente de ello. Tuve que haber
sabido que ella no dejaría así el asunto, yo debía haber sabido lo que esa pequeña
niña significaba para ella.
Ella había estado tan desesperada por salvar a Emmett, un niño producto de una
violación, porque ella también había sido violada. A ella no le importaba lo que
aquello había ocasionado en su vida, la presión de todo aquello ya tenía estresada su
vida. Vio todo aquello como una señal de que ella debía haber estado en el exacto
momento en que María estaba allí de pie en esa esquina sosteniendo a ese bebé. Dios
se lo había traído como compensación por todo lo que ella había tenido que soportar
en su vida. Yo debí haber sabido que ella vería a Isabella de la misma manera que vio
a Emmett.
Han pasado casi trece años desde aquella tarde en Phoenix y nueve desde la muerte
de Elizabeth, y no ha pasado un solo día en el que yo no haya pensado en aquella
pequeña niña por la cual mi esposa se sacrificó. Fue duro para mí aceptarlo, y sería
Yo nunca les dije a mis hijos quién mató a su madre y porqué. Todos ellos asumieron
que ella fue un daño colateral, una casualidad al azar que resultó del hecho de estar
conectado con la mafia. Yo les permití que creyeran que toda la culpa recaía en mis
hombros, no teniendo el corazón suficiente para decirles que su madre había sido
asesinada porque ella hizo algo que sabía muy bien que no debía hacer. Hizo
preguntas, y yo le había dicho muchas veces con anterioridad que eso simplemente no
se podía hacer en mi mundo. Hacer preguntas, meter tus narices en los asuntos de la
gente haría que te matasen. Ella lo sabía y aun así lo hizo. No quería que ninguno de
mis hijos pensara que su madre había ofrecido su vida de manera casual a causa de
un extraño, esencialmente abandonándolos por tratar de salvar a una niñita que
ninguno de nosotros conocía en realidad. No quería que ellos creyesen que su madre
pensara que una niña esclava era más importante que ellos, no quería que dudasen
del amor que ella sintió por ellos.
Y estaba incluso más temeroso de decirles ahora… ¿Cómo le dices a tu hijo que su
madre fue asesinada frente a él y que incluso él casi muere a causa de su novia?
¿Cómo le explicas que él fue lastimado por dentro, y que estaba siendo curado,
reconstruido por la misma persona que de manera inconsciente lo partió en dos en
primer lugar? ¿Cómo hago que mi hijo vea que eso no fue culpa de Isabella, cuando yo
mismo la he culpado de aquello después de todos estos años?
Mi esposa había estado tan desesperada por salvar a la niña, tan desesperada que
incluso se sacrificó por ella, y estaba haciendo todo lo que podía para tratar de
terminar lo que ella empezó… pero era difícil, porque la oscuridad todavía merodeaba
debajo de la superficie de mi piel, amenazando con consumirme.
“Ella me preguntó por su madre, ¿sabes? Queriendo saber si yo la había visto,” dijo
Esme. Yo sonreí despacio, mientras asentía.
“Estoy un poco sorprendido que ella no me haya preguntado por su madre en absoluto,
pero supongo que no se siente cómoda conmigo como para hacerlo. Todavía veo algo
de aprensión y miedo en sus ojos cuando está cerca de mí,” le dije. “En verdad jodí
todo con ella, pero supongo que eso es lo único en lo que soy bueno. Joder las cosas
una y otra vez.”
“Ah, no seas tan duro contigo mismo. Creo que siempre hay espacio para la
redención,” ella me dijo. “De hecho, yo tengo fe que encontrarás la manera de hacer
que todo esto funcione, de salvarla como Elizabeth quiso salvarla además de encontrar
la manera para que aquellos hermosos niños que están allá afuera sean felices
Ella señaló con su cabeza la ventana y alcé la mirada, mirando a Edward e Isabella
salir de los árboles y caminar al patio trasero. Ambos estaban sonriendo alegres,
riendo despreocupados. Gruñí, negando con la cabeza.
“Tú siempre pensaste en grande con respecto a mí, Esme,” le dije, poniéndome de pie.
“No soy un obrador de milagros. Pero en el momento en que ellos entren, dile a
Isabella que vaya a mi oficina para que pueda hablar con ella.”
Tanto ella como mi hijo pensaban que ellos estaban siendo muy cuidadosos, pero
Los dos habían tenido un comportamiento notable cuando las cámaras de seguridad
estaban encendidas, manteniendo la distancia entre ambos, pero veía claramente en
las imágenes de los videos que miré después, que había algo entre ellos. Era casi
como magnética la manera en que se movían cuando estaban cerca. Podía ver los
roces sutiles de piel que había entre ellos cuando caminaban uno junto al otro, las
miradas que se intercambiaban. Ellos habían cometido un error con respecto a las
cámaras que estaban al exterior de la casa, ya que lo vi besando a Isabella en su auto
hace un par de días atrás, pero nuevamente, no eran tantos los errores que cometieron
en comparación a lo que yo esperaba.
“Toma asiento, Isabella.” le dije, señalando con mi cabeza la silla frente a mí. Ella
asintió en respuesta y caminó hasta la silla, sentándose cuidadosamente. Me miraba
con cautela, manteniendo una expresión nula en su rostro pero sus ojos se mantenían
muy expresivos. Yo cerré la laptop y la miré por un momento. “¿Estás teniendo un buen
día, dolcezza?” le pregunté. Ella sonrió alegre y asintió.
“Sí, señor. Gracias,” dijo ella cortésmente. Era siempre cortés, siempre mantenía sus
buenos modales cuando estaba cerca de mí.
Vi como el pánico se apoderó de su mirada pero ella asintió. “Claro que no hay
problema,” dijo ella.
“La primera vez que te conocí Isabella, tú tenías tres años de edad,” le dije, sabiendo
que mi confesión no decía mucho. “Bueno, tú le dijiste a mi esposa y a mí que tenías
tres, pero levantaste solo dos dedos.” Ella sonrió ante aquel hecho y yo sonreí en
respuesta. “En fin, me sorprende un poco que tú recuerdes a mi hermana pero no a mí,
ya que yo te vi en algunas ocasiones durante estos años.”
Su sonrisa desapareció, el pánico volvió a sus ojos. “Lo siento, señor,” dijo ella
rápidamente. Mi ceño se frunció un poco a causa de la confusión.
“La disculpa es innecesaria, niña. Solo me sentía realmente curioso, eso es todo. Pero
en fin, la razón por la cual te pedí que vinieras aquí es porque tengo algo que darte.
Me debatí a mí mismo si el darte esto sería beneficioso para ti o no pero me di cuenta
que sería grosero de mi parte tenerlo en mis manos y no compartirlo contigo,” le dije.
Ella me miró confundida y algo de aprensión.
“Está bien,” dijo ella en voz suave. Sonreí levemente y abrí el primer cajón de mi
escritorio, sacando de él una foto. La había tenido en mi poder hace un par de
semanas, desde mi visita a Phoenix con Alec. Él fue enviado allí por negocios, ya que a
él siempre lo envían dado que aquella es la residencia de su hermana, y a mí no me
gustaba ir por mis razones personales. Él sabía parte de la razón por la que estaba allí
esa vez, obtener esta foto, pero no compartí el resto de información con él. No quería
abrumarlo con información e involucrarlo de manera innecesaria, así que no le dije que
la razón por la que yo estaba realmente allí era para obtener el ADN de Renée.
Dejé la foto sobre el escritorio frente a mí y la deslicé por el mismo hasta llegar a ella.
La tomó algo dubitativa, su mano temblaba un poco, y la miró. Sus ojos se abrieron
sorprendidos cuando miró la foto y vi lágrimas llenar sus ojos de inmediato.
Isabella miró la fotografía fijamente, su máscara en blanco cayó y una enorme gama
de diferentes emociones se reflejaron en su rostro. Las lágrimas empezaron a rodar por
su mejilla y levantó su dedo pulgar, trazando con él el perfil de su madre en la foto.
Finalmente alzó la mirada después de un minuto, su rostro estaba bañado en lágrimas.
“Gracias,” ella balbuceó, su voz era ahogada. Yo sonreí y ella aclaró su garganta,
ruborizándose. “Gracias por mostrármela, señor.”
Yo asentí. “De nada. Eso era todo lo que quería, así que puedes volver y reincorpórate
a las festividades con los chicos,” le dije, poniéndome de pie y rodeando el escritorio
con dirección a la puerta. Asintió y se puso de pie, bajando la mirada hacia la foto. Me
la extendió con su mano temblorosa después de un momento y yo negué con la cabeza.
“Puedes quedártela.”
Sus ojos se abrieron levemente sorprendidos. Yo abrí la puerta para que ella pudiese
irse, ya que sabía que probablemente se sentía incómoda estando a solas conmigo,
ella dio un par de pasos hacia adelante. Sus pasos se detuvieron después de un
momento y se volteó rápidamente quedando frente a mí. Mi ceño se frunció y ella se
acercó a mí de inmediato. Me preparé para lo que podría hacer, pero me asusté
cuando ella rodeó con sus brazos mi cuerpo, abrazándome. Yo reí, asombrado de verla
colgada de mí, y yo rodeé con mis brazos su cuerpo de manera leve, dando leve
golpecitos en su espalda.
“Muchas gracias, doctor Cullen,” ella dijo entusiasmada. Asentí cuando ella se alejó de
mí.
“De nada, niña. ¿Sabes?, tú hiciste lo mismo la primera vez que te vi, excepto que para
ese entonces tu apenas llegabas a mi rodilla,” le dije, recordando el asombroso abrazo
que ella me dio cuando salió de la nada en el momento en que yo me iba. Isabella se
quedó admirada a causa de aquella información y yo solté una risita, asintiendo. “No
eras tan tímida en ese entonces.”
“No deberías entrar a una habitación sin permiso, Edward,” le dije, cerrando la carpeta
“¿Por qué?, ¿Hay algo que estás tratando de ocultar? No creo que nosotros
mantengamos secretos en esta casa,” él dijo, sonriendo. Rodé mis ojos pero sonreí ante
su no-tan-sutil intento de tratar de conseguir información.
"Supongo que probablemente tengo tantos secretos como tú, hijo,” le dije en voz baja.
Él solo me miró, y pude notar un breve atisbo de terror en su expresión. Aquello lo
había notado mucho más últimamente, ya que sabía que él sospechaba que yo sabía
lo que ellos estaban haciendo. “¿Vas a tomar asiento”? le pregunté finalmente. Se
encogió de hombros y caminó hasta mi escritorio, dejando la caja sobre mis carpetas.
Yo lo miré confundido y su sonrisa creció.
“¡Oh, vamos! ¿En serio creías que mi único regalo por Navidad sería un jodido diario
médico? Creí que me conocías mejor que esa mierda,” él dijo, dejándose caer en la
silla frente a mi escritorio. Yo sonreí y negué con la cabeza, no me sentía
completamente sorprendido.
“Sí te conozco hijo, muy bien de hecho,” le dije. Abrí la caja, mis ojos se abrieron un
poco cuando mi mirada se posó en el revólver M1 Garand. Lo saqué de la caja,
mirándolo, mi sonrisa se hizo aun más grande. Era una pistola hermosa, una obra
maestra en mi opinión además de ser una de mis favoritas. Me sentía algo cabreado
cuando el gobierno se apoderó de la mía con todos esos argumentos ridículos cuando
estábamos en Chicago y nunca me la devolvieron una vez que probé que yo no estaba
haciendo nada malo, declarando que ellos se habían equivocado. Recibía un rechazo
por parte del gobierno cada vez que yo intentaba conseguir otra, aun cuando mi
registro criminal estaba técnicamente inmaculado, ya que ellos sabían que yo estaba
vinculado a la mafia aunque ellos no pudiesen probarlo. Se podía conseguir una en el
mercado negro en ciertas ocasiones, pero cada vez que lograba conseguir una, la
misma se encontraba en deplorables condiciones y ellos me pedían una cantidad
exagerada de dinero por ella. “¡Qué buena mierda, hijo! ¿Qué he hecho para merecer
esto?” le pregunté, mirándolo. Él se encogió de hombres.
“Nadie ha dicho que te merezcas esa mierda,” dijo él en broma. Yo reí, negando con la
cabeza.
“Gracias de todos modos. Pero debo preguntar, ¿De dónde carajos conseguiste esta
cosa?” le pregunté. Él se encogió de hombros nuevamente, sonriendo. Me sentía
bastante curioso con relación a las conexiones de mi hijo, ya que él nunca me había
solicitado información de ese tipo ni tampoco a mis fuentes usuales sobre la manera de
conseguir un arma. Aunque no me sentía precisamente molesto, me sentí algo
atemorizado de que mi hijo menor se había metido tan profundamente en este estilo de
vida que él pudo obtener una M1 Garand a la edad de diecisiete años sin tener
mayores inconvenientes. Quería más para él, ya que era demasiado brillante como
“Fue de lo más curioso, yo estaba caminando por la calle y solo me tropecé con la
pinche cosa. Una historia de la vida real,” él dijo en tono de broma. Yo reí nuevamente.
“Sí, podría apostar que así sucedió,” le dije, negando con mi cabeza. “Sin embargo,
muchas gracias, en serio.”
Él asintió. “De nada,” me dijo serio. “Digamos que es mi manera de compensarte por
toda la mierda por la que te he hecho pasar estos últimos años.”
Yo reí y negué con mi cabeza. “Oh no, va a tomar mucho más que un arma para que tú
compenses todo lo que hiciste;” le dije. “Pudiste haber matado a Jacob, pudiste haber
prendido fuego a la casa de Billy Black. Cabreaste a toda una tribu de Nativos
Americanos. No puedes venir y sobornarme con un arma y esperar que todo sea
perdonado.”
Él se encogió de hombros, pasando una mano por su cabello. “Tú enviaste mi culo a
esa maldita escuela de niños ricos por varios jodidos meses con un grupo de nerds
degenerados. Creo que he pagado lo suficiente mi crimen.”
Yo asentí. “Supongo que lo hiciste. No chicas por meses, el máximo castigo para ti
¿eh?” le dije. Se encogió de hombros con indiferencia y sonrió. Mi hijo había sido un
playboy arrogante, cosa lo que lo metió en líos en primer lugar, yo me sentí feliz de que
aquello había terminado. Sabía el por qué había terminado esta etapa, yo sabía que
era por Isabella y me sentía agradecido por eso, incluso cuando yo no me sentía
exactamente feliz por su relación. No estaba seguro si él estaba intimando con
Isabella, y realmente esperaba que no fuese así pero una parte de mi reconocía que
aquello era una posibilidad real. No me gustaba no saber lo que estaba sucediendo
bajo mi techo pero ese era un tema en el que escogí no inmiscuirme, esperando que él
no lo hubiese hecho. Ella estaba protegida al menos, ya que puse en ella un método
anticonceptivo como una precaución al azar, así que al menos sabía que no habría
ninguna descendencia accidental de la que preocuparme y que pudiese complicar las
cosas.
“Es bueno tenerte en casa, hijo, en verdad,” le dije. “Espero que nunca tengas que irte
***************
È stato amore a prima vista = Fue amor a primera vista
Edward cullen
Abrí la puerta trasera de la casa haciéndome a un lado para que Isabella pudiera
entrar. Sus mejillas estaban sonrojadas, su nariz de un rojo brillante. Ella se estaba
sorbiendo la nariz y sus ropas empapadas por revolcarse en la nieve, por lo que
obviamente estaba jodidamente fría. Se estremeció cuando entró en la casa, su cuerpo
tratando de adaptarse a la calidez una vez más. Me miró y me dio una pequeña
sonrisa mientras se dirigía hacia las escaleras, y cerré la puerta. Mis hermanos y sus
novias todavía seguían jugando afuera, pero estaba malditamente frío para mí. Mi
puta polla estaba congelada y mis bolas a punto de secarse en mi interior. Me gustaba
la nieve y todo eso, pero solo en cantidad limitada.
Isabella llegó al último escalón y estaba a punto de subirlo cuando Esme salió de la
cocina. Me miró brevemente, sonriendo, antes de volver su atención a Isabella.
“Isabella, querida, Carlisle quiere verte en su oficina cuando tengas un momento,” ella
le dijo.
Isabella se tensó un poco, deteniéndose. Giró su cabeza para mirar a Esme y sonrió,
pero obviamente fue forzada. Pude ver la leve preocupación en sus ojos.
“Sí, señora,” dijo en voz baja. “Gracias.” Ella me miró brevemente con una expresión
de pánico antes de volverse y comenzar a subir las escaleras. Me volví para mirar a
“No, estoy absolutamente segura que está a punto de hacerla un millón de veces mejor,
hijo,” dijo. Estreché mis ojos levemente.
“¿Cómo?” Le pregunté.
“¿Por qué no esperas y le preguntas a ella? Estoy segura que te contará,” ella me dijo,
dándome esa sonrisa de complicidad. Rodé los ojos pero sonreí levemente, porque me
sentía jodidamente bien de que Esme supiera.
“Sí, ella me lo dirá,” dije sacudiendo la cabeza. “Ella no me oculta ninguna mierda.”
Los ojos de Esme se ampliaron levemente y me miró con escepticismo. “¿No lo hace?”
Preguntó. Negué con la cabeza y ella asintió. “Así que, ¿te contó de su vida en
Phoenix?”
Esme se echó a reír. “Sabes que no puedes culpar a Alec por lo haga su hermana. Y
me gustaría verte tratando de darle una paliza a mi esposo,” me dijo, empujándome
con el codo. “Te noquearía de inmediato.”
Me reí entre dientes. “Lo que sea, podría ganarle si él diera una puta pelea justa. Pero
conociéndolo, solo se quedaría ahí parado y me dejaría darle un par de puñetazos
para luego sacar su maldita pistola y la haría estallar justo entre mis ojos.”
Ella suspiró, negando con la cabeza. “Él no haría eso,” dijo. Rodé los ojos.
“Stronzata*, tú sabes malditamente bien que sí lo haría. El tío Alec puede ser genial y
todo pero puede ser jodidamente atemorizante cuando está callado,” le dije. Cuando
era un niño pequeño él solía asustarme como la mierda con su forma de ser. Él es del
tipo que solo habla cuando tiene algo que decir, de lo contrario solo se sienta ahí y
escucha, asimilando todo lo que dicen los demás y observando su comportamiento.
Cuando eres un niño pequeño eso puede asustarte, hacerte sentir como si estuvieras
bajo un maldito microscopio y solo estuviera esperando quela jodieras. Odiaba cuando
papá y mamá nos dejaban con Esme para quedarnos cuando Alec estaba en casa,
hacía malditos berrinches. A veces cedían y me llevaban con ellos, pero la mayoría de
las veces papá solo me daba una mirada que decía “aguántate como una pinche
“Mi esposo puede ser un hombre callado, pero no es cruel,” ella dijo, mirándome. “Se
preocupa por ti, y lo sabes.”
Yo sonreí. “Lo sé. Aunque, ¿por qué carajos no está él aquí? ¿Tenía algo mejor que
hacer que pasar la Navidad con nosotros?” Le pregunté. Ella suspiró.
“Iba a venir, pero no estaba seguro de cómo iba a reaccionar Isabella a él, así que se
quedó en casa,” ella dijo. La miré sorprendido y me sonrió levemente. “Dijo que si
puede asustarte a ti, seguramente asustaría a la tímida chica Swan, sobre todo porque
está relacionado con Jane. Supongo que estuvo bien que no viniera, teniendo en cuenta
que me tuvo miedo hasta a mí.”
Me reí secamente. “Sí, Alec definitivamente le daría un susto de mierda. Sin embargo,
eso fue muy amable de su parte. Tal vez no lo joda la próxima vez que lo vea después
de todo, ya que está siendo tan considerado y esa mierda con Bella,” le dije. Los ojos
de Esme se ampliaron levemente y se rió.
“Sí, Bella. ¿Hay algún puto problema con eso?” Pregunté. Ella siguió riéndose
suavemente para sí misma y negó con la cabeza.
“No… solo me recordó a tu madre, eso es todo,” dijo ella. Mis ojos se estrecharon un
poco.
“¿Por qué el que yo la llame Bella te recuerda a mi madre?” Pregunté. Ella me miró
confundida brevemente antes de que destellara en sus ojos algo que se parecía
malditamente cerca al pánico. “La verdad, Esme. Porque joder, sé que lo sabes y no me
gusta que la gente me oculte las mierdas.”
Ella suspiró y negó con la cabeza. “No sé de lo que estás hablando. Solo me recordó a
tu madre porque a ella le gustaba esa palabra, bella.”
“No es mi secreto para contarlo,” dijo. Rodé los ojos, sacudiendo mi cabeza.
“Como sea,” murmuré, irritado. Ella suspiró y acercó su mano, frotando mi espalda con
suavidad.
“Lo siento hijo, vas a tener que preguntarle a tu padre. No puedo descubrir sus secretos
más de lo que puedo descubrir los tuyos. Hablando de eso, ¿no es un poco hipócrita
enojarte con las personas porque no te mantienen al tanto de las cosas cuando tú
mismo has estado tratando de ocultarle cosas a tu padre?” Preguntó. Me le quedé
mirando por un momento, sabiendo que ella tenía la puñetera razón, pero sin que me
gustara que se me acusara de ello.
“Oh por dios, deja de ser tan paranoico,” dijo. “Te dije que estaba allá arriba haciendo
algo bueno. Relájate.”
Suspiré, sacudiendo la cabeza. “Estoy tratando de relajarme, pero maldita sea, es más
fácil decirlo que hacerlo. ¿Tienes alguna idea de cuán difícil es esta mierda? Solo
estoy esperando a que todo se venga abajo o nos estalle en la puta cara en el
momento en que mi padre se dé cuenta de que estoy enamorado de su jodida escl—“
Me detuve, incapaz de siquiera terminar de decir esa maldita palabra. Escuché a Esme
reírse levemente y la miré arqueando una ceja. “¿Algo jodidamente divertido?” Le
pregunté.
Ella sacudió la cabeza. “No, solo tuve una sensación extraña de déjà vu. Solo
ignórame,” me dijo. Yo la miré confundido pero ella me dio una mirada que claramente
decía “ni te molestes en preguntar”, así que lo ignoré, sabiendo que era una pérdida
de tiempo el siquiera tratar de sonsacarle algo. Ella siempre guardaba los secretos de
papá, se los llevaría con ella a la puta tumba.
“Lo que sea,” murmuré, un poco molesto por la situación. Esme sonrió y comenzó a
frotar de nuevo mi espalda.
“Por si sirve de algo, creo que es una chica encantadora. Se ven muy dulces juntos,”
dijo.
“Tu padre es complicado, ya lo sabes. Simplemente vete con él con cuidado por el
momento, y estoy segura que resultará,” dijo en voz baja. Suspiré y asentí, pasando la
mano por mi pelo. Me hizo sentir un poco mejor escuchar que Esme dijera eso, el tener
su apoyo, pero la entera situación seguía preocupándome. Hubo una breve pausa
antes de que ella suspirara. “Tu madre estaría feliz.”
La miré de soslayó asintiendo. “Creo que mamá la hubiera querido. Si alguna vez
hubiera tenido la oportunidad de conocerla, de todos modos,” los ojos de Esme se
ampliaron un poco y hubo un destello de sorpresa en su rostro antes de poner su
expresión seria. Entrecerré mis ojos con recelo. “Es un puto secreto enorme, ¿cierto?”
Pregunté.
Ella sonrió suavemente. “No sé de qué estás hablando,” dijo. Gemí con fuerza,
exasperado.
“Lo que jodidos digas. Voy a tomar una ducha y a cambiarme, así que puede que no
quieras subir a mi habitación a menos que quieras un espectáculo,” gruñí, dándome la
vuelta y dirigiéndome a las escaleras. Empecé a subirlas pero Esme me detuvo a mitad
de camino al segundo piso.
“¿Edward?” Dijo en voz baja, con compasión. Miré hacia ella y vi que estaba sonriendo
con amor. “Hubiera sido imposible que Elizabeth no amara a Isabella.
Me le quedé mirando por un momento antes de asentir. Suspiré y empecé a subir los
escalones de nuevo. Me di cuenta que la puerta de la oficina de mi padre estaba
cerrada cuando llegué al segundo piso, ya que obviamente Isabella estaba ahí con él.
Subí al tercer piso y abrí la puerta de mi habitación, entrando sigilosamente. Encendí
la luz y cerré la puerta detrás de mí, empezando de una vez a quitarme la ropa
húmeda. La arrojé a la cesta, la mayor parte cayendo a un lado de ella, pero en ese
momento me importó una mierda. Entré al baño y abrí la llave del agua, dando un
paso bajo el chorro de la ducha una vez que el agua estuvo caliente. Lavé mi pelo y me
quedé parado un rato bajo el chorro, permitiendo que el agua calentara mi cuerpo y
enrojeciera un poco mi piel. Finalmente, después de un momento cerré la llave del
agua y salí, agarrando una toalla blanca y secándome. La envolví alrededor de mi
cintura y volví a salir a la habitación, parándome en seco cuando vi a Isabella sentada
al borde de mi cama. Estaba sosteniendo una foto en su mano, mirándola con
intensidad.
“¿Qué tienes ahí, nena?” Le pregunté en voz baja, con curiosidad. Ella levantó la vista
hacia mí y mi ceño se frunció cuando noté que sus mejillas estaban manchadas de
lágrimas, sus ojos inyectados en sangre de llorar. “¿Estás bien?”
Ella sonrió suavemente, asintiendo con la cabeza. Levantó un poco la foto en su mano.
“Tu padre acaba de dármela,” dijo en voz baja, apartando la vista de mí y bajándola
de nueva hacia la foto. “La tomó para mí cuando fue a Phoenix con tu tío.”
La miré atónito por un momento, bastante sorprendido por cuan amable de parte de mi
padre había sido eso. Pasé una mano por mi pelo mojado y me di cuenta que estaba
simplemente parado ahí, completamente desnudo excepto por la puta toallita que
apenas cubría mi polla. Me acerqué a mi cómoda, abriendo el primer cajón y saqué un
par de boxers.
“Bueno, eso fue muy jodidamente amable de su parte,” le dije. Me volví hacia ella y vi
que su mirada estaba fija en mí, sus ojos se quedaron un largo rato en mi pecho.
Después de un momento me aclaré la garganta y sus ojos subieron de golpe a mi
rostro. “¿Quieres verme mientras me visto?” Le pregunté en broma. Sus ojos se abrieron
ligeramente y se sonrojó, un rubor rosado en sus mejillas. Me reí entre dientes,
negando con la cabeza. “Bueno, entonces ve para otro lado tesoro, porque estoy a
punto de dejar caer esta toalla.”
Ella giró levemente su cabeza de manera que estaba viendo para otro lado, pero la
atrapé viéndome de soslayo mientras me quitaba la toalla. Me eché a reír, y su sonrojo
se profundizó mientras cerraba sus ojos de golpe y se giraba por completo de manera
que su espalda estaba hacia mí.
Negué con la cabeza, riendo entre dientes, y arrojé la toalla hacia el cesto. Me puse
rápidamente mis boxers y agarré unos vaqueros. Me los puse, los abroché y me
acerqué a la cama. Me senté junto a Isabella, di un suspiro, y envolví mis brazos en
torno a ella. Ella dio un saltito pero abrió los ojos y se inclinó hacia mí.
“¿Puedo verla?” Le pregunté, estirando mi mano hacia la foto que estaba sosteniendo.
Ella automáticamente la apretó más fuerte cuando la toqué y me reí. “Voy a
devolvértela, Bella.”
Me miró y sonrió con timidez, soltándola para que pudiera tomarla. “Lo siento,”
murmuró, sonando un poco avergonzada. Le sonreí y me encogí de hombros.
“No importa,” le dije, mirando la foto. Era una foto de una mujer, bastante delgada y de
aspecto algo frágil, con cabello corto color castaño. La reconocí de inmediato, ya que
había visto el dibujo que Isabella había hecho de ella aquella vez en su habitación, y
pude ver fácilmente en ella muchos rasgos de Isabella. Estaba parada en lo que
parecía ser el desierto, lo que tenía puto sentido ya que Phoenix estaba en el maldito
desierto, y había una gran casa de color blanco y gris en el fondo. Junto a la casa
había otro edificio más pequeño, un viejo establo, y atrás de la casa había algunos
Isabella inclinó su cabeza posándola sobre mi hombro, suspirando. “Ahora puedes ver
mi casa,” dijo en voz baja, extendiendo su mano y señalando el granero.
“Esa no es tu casa. Tu casa es aquí conmigo,” dije con firmeza, sin gustarme que
llamara casa a un puñetero lugar tan ridículo. “Y no puedo creer que de verdad te
hayan hecho vivir en esa mierda.”
“Hay mucho más en la vida que solo sobrevivir, Isabella,” le dije. Ella dio un suave
suspiro.
“No sé. Joder, ¿qué tal ser feliz?” Dije, sin saber como responder a eso. Ella se rió
suavemente.
“La felicidad no es nada más que buena salud y un mala memoria,” dijo en son de
broma. Mi ceño se frunció y la miré para encontrarme con una pequeña sonrisa en sus
labios. Ella me echó un vistazo y su sonrisa creció cuando levantó su cabeza de mi
hombro. “Albert Schweitzer.”
Rodé los ojos jugando. “Tú y tus malditas citas de Schweitzer. Juro por dios que eres
demasiado inteligente para tu propio bien, probablemente podrías hacer mi puta tarea
por mí,” le dije.
“Yo no diría eso,” dijo riendo. “Sé lo que sé, ni más ni menos.”
Me eché a reír sacudiendo la cabeza. “Como tú digas, Bella Ragazza. Deberías darte
más crédito. Como con tus dibujos, dudas de ti misma cuando no tienes un pinche
razón para ello, tienes talento.”
“Gracias,” dijo en voz baja, con sinceridad. Le di una sonrisa y asentí, mirándola por
un momento antes de inclinarme y besar sus labios con suavidad, sacando mi lengua
brevemente para saborear su boca.
“¿Prego? ¿No es esa una salsa para espagueti?” Preguntó confundida. Me eché a reír
sacudiendo la cabeza ante su seriedad. Se veía tan jodidamente linda con esas
arruguitas en su frente y la expresión de concentración y confusión en su rostro.
“Es una marca de salsa, sí. Pero significa “de nada” en italiano,” le dije. Ella asintió y
Suspiré y pasé mi mano por mi pelo. “Tenemos. La mayoría están arriba en el ático con
el resto de las cosas de mamá, pero hay algunas por aquí en algún lado. Es solo que…
es algo difícil mirarlas constantemente.” Después que mi padre llegó a quedarse a
casa después de ese primer año y Esme se fue, él fue por toda la casa bajando cada
foto de mamá que Esme había colgado. Sé que conserva una en el cajón de su oficina,
ya que anteriormente he entrado y lo he sorprendido mirándola, pero guardó el resto.
Nosotros tenemos fotos de ella pero también las mantenemos arriba. Probablemente no
tenga ningún sentido para ella, pero era más fácil al no tener que mirar su rostro todos
los días. Supongo que algunos lo llamarían evasión o lo que sea, pero era menos
doloroso de esa forma. “Voy a tener que sacar una para que puedas verla uno de estos
días.”
Me reí entre dientes. “Por supuesto. Ella me hizo,” le dije bromeando. Isabella me
empujó suavemente, rodando sus ojos, pero se echó a reír. “De acuerdo, de acuerdo. Lo
sé, estoy siendo engreído. Pero sí, ella era hermosa. Si bien, me parezco a ella. Cabello
rojizo, ojos verdes. En fin… suficiente de eso.”
“Debería ir a ver si tu tía necesita ayuda,” dijo en voz baja. Me puse la camiseta y me
volví para mirarla.
“Estoy seguro que a ella le gustaría eso,” le dije. “Aunque no tienes que hacerlo.”
Isabella sonrió y se puso de pie.
“Lo sé,” dijo, caminando y deteniéndose justo frente a mí. Ella sonrió ampliamente por
un momento, el verla hizo que mi pecho se hinchara un poco. Dios, ella se veía tan
maldita y genuinamente feliz, más feliz de lo que jamás la había visto. No puedo negar
que me hizo sentir un poco celoso que fuera por una mierda que mi padre había hecho
por ella, pero no podía ser un pendejo y dejar que mis problemas arruinaran su
Se puso de puntillas y rápidamente rozó sus labios con los míos. Me reí entre dientes y
negué con la cabeza cuando se giró y salió por la puerta. Entró en su habitación y
colocó la fotografía encima de su cómoda antes de salir y bajar las escaleras.
Cogí la caja que contenía el verdadero regalo de mi padre y salí de la habitación hacia
el segundo piso. No se lo di mientras estábamos intercambiando regalos porque sabía
que Jasper estaría incómodo con esa mierda y no quería hacerle eso en Navidad. Me
detuve frente a la puerta de la oficina de mi padre y toqué brevemente antes de abrir
la puerta.
“No deberías entrar a una habitación sin permiso, Edward,” mi padre dijo de golpe,
cerrando una carpeta frente a él y mirándome detenidamente.
“¿Por qué? ¿Hay algo que estés tratando de ocultar? No creo que mantengamos
secretos en esta casa,” le dije, sonriendo con suficiencia, enfrentándolo con su mierda.
Sonrió y rodó los ojos, obviamente divertido.
“Supongo que probablemente tengo tantos secretos como tú, hijo,” dijo después de un
momento, obsevándome con curiosidad y todavía luciendo divertido. Registré sus
palabras y empecé a sentir pánico una vez más pero hice a un lado esa mierda, sin
querer demostrarlo. Joder, estaba probándome, lo sabía. “¿Vas a tomar asiento?”
Preguntó después de un momento, levantándome una ceja. Me encogí de hombres y
caminé hacia el escritorio, tratando de mantener mis nervios a raya. Coloqué la caja
frente a él, observándolo. Miró la caja con aprensión, obviamente, sin tener una puta
idea de lo que era.
“Oh, vamos. ¿En serio creías que mi único regalo por Navidad sería un jodido diario
médico? Creí que me conocías mejor que esa mierda,” le dije, dejando caer mi culo en
la silla frente a él. Sonrió, viéndose bastante contento. Sí, desde un principio supo que
era pinche contrabando.
“Sí te conozco hijo, muy bien de hecho,” dijo con indiferencia, pero no pude evitar sentir
que había connotaciones mucho más profundas en esa mierda. Cristo, Esme tenía
razón, estaba jodidamente paranoico. Abrió la caja y pareció sorprendido de ver el M1
Garand, sacándolo y sonriendo radiante con alegría. “¡Qué buena mierda, hijo! ¿Qué
he hecho para merecer esto?” Preguntó, mirándome. Tuve el impulso repentino de
decirle que se lo merecía porque iba a aceptar mi puta relación con Isabella le gustara
o no, pero en vez de eso cerré la boca y solo me encogí de hombros, porque las
probabilidades de que esa mierda sucediera no eran muy altas.
“Nadie ha dicho que te merezcas esa mierda,” le dije en broma. Él se echó a reír y me
preguntó de dónde lo había conseguido, y me hice el disimulado como de costumbre.
No había maldita manera de que revelara mi fuente, ya que sabía que había una gran
Así que le dije que había sobrevivido, porque joder, lo hice. Mi chica me dijo que era un
sobreviviente y supongo que tenía razón. No importa que mierdas, iba a sobrevivir.
Igual que ella. Sin embargo, hablé en serio cuando dije que había más en la vida que
sobrevivir, porque lo había y lo encontraríamos juntos.
“Es bueno tenerte en casa hijo, en verdad,” él dijo. “Espero que nunca tengas que irte
de nuevo.”
Sonreí, porque su voz sonaba malditamente genuina y era agradable escuchar eso.
“Sí, yo también lo espero. Es bueno estar en casa,” le dije. No tenía intención de irme
de nuevo a ninguna parte, no a menos que llevara a Isabella conmigo.
Asintió y me miró por un momento, sonriendo. “Bueno, gracias por el juguete,” dijo,
sosteniendo el arma. “Voy a tener que despejar mi horario uno de estos días y llevarte
a disparar.”
Me reí entre dientes. “¿Estás seguro de eso Papá?” Le pregunté, levantando una ceja.
“¿Y despejar tu horario? Creeré esa mierda cuando lo vea.”
Él se rió un poco. “Sí, creo que estaría bien. Y estoy seguro que puedo encontrar algo
de tiempo para mi hijo pequeño.”
Me sonrió y estaba a punto de decir algo cuando alguien se aclaró la garganta detrás
de mí. Él miró por encima de mi hombro hacia la entrada y volví la cabeza para ver a
Isabella parada en la puerta. Se veía un poco nerviosa, jugueteando con sus pulgares
y mirando a mi padre.
“Gracias, Isabella,” él dijo, su voz cálida. Era extraño cuan casi jodidamente
agradable era con ella en estos días. Nada que ver con cabrón que le puso a mi chica
cinta adhesiva y la esposó a una maldita cama.
“Prego, señor,” dijo ella, sonriendo suavemente. Yo sonreí con suficiencia, ya que le
acababa de enseñar esa mierda, y le eché un vistazo a mi padre quién tenía una
expresión atónita en su rostro. La miraba sorprendido.
“Wow,” dijo después de un momento. Me eché a reír e Isabella se contuvo de reírse por
su expresión. Era raro sorprender a mi padre, pero ella lo había hecho con éxito.
“Es jodidamente inteligente, ¿eh? Deberías de escuchar la mierda que repite que
aprendió en Jeopardy. Es como una maldita esponja y esa mierda, simplemente
absorbiendo todo lo que le arrojamos,” le dije. “Me sorprende que no haya empezado
ya a maldecir por escucharme decir esa mierda.”
Mi padre le sonrió a Isabella y yo giré mi cabeza para mirarla. Sus ojos estaban
amplios y se estaba sonrojando, sonriendo con timidez. Mi ceño se frunció por la
confusión ante su reacción y ella me miró de soslayo, luciendo casi avergonzada sobre
algo.
“Oh, pero ella ha aprendido palabrotas de ti hijo,” dijo mi papá. Lo miré sorprendido y
vi que le seguía sonriendo a ella. “Le oí decir una palabrota esta mañana.”
“¿En serio?” Le pregunté atónito. Nunca antes le había escuchado decir nada grosero y
era irracional, pero casi me sentí malditamente celoso de que no había estado allí para
experimentarlo y mi padre sí. De nuevo me volví hacia Isabella, sonriendo. “¿Qué
dijiste?”
Me miró horrorizada, pero no respondió, obviamente sin querer repetirlo. Llevó su labio
inferior al interior de su boca para mordisquearlo con nerviosismo, mirando de mí a mi
padre. Me reí entre dientes, negando con la cabeza. Se veía tan jodidamente inocente
e ingenua ahí, ruborizada por decir una mala palabra, pero no me engañaba. Mi chica
podía ser una maldita tigresa.
“Vamos, puedes decirlo. ¿Fue joder? Porque yo digo mucho joder. ¿Hijo de puta?
¿Mierda, tal vez? ¿O fue maldito? ¿Maldición? ¿Pendejo? ¿Puta? ¿Perra?” Sus ojos se
entrecerraron ligeramente con esa última, su reacción me hizo liarme y titubear. “Eh...
Bueno, definitivamente no fue perra. ¿Ojete? ¿Polla? ¿Chupapollas? ¿Gilipollas?
¿Cabrón? ¿Maricón?” Ella me miró horrorizada, sus ojos abriéndose más y su rubor
profundizándose.
“Creo que eso es suficiente, Edward,” dijo mi padre con algo de diversión en su voz. Lo
Yo sonreí con suficiencia y asentí con la cabeza. “Bien,” le dije. Mi padre se echó a reír
y yo reí entre dientes. Ella solo se quedó ahí mirándome con nerviosismo, sonrojándose
con ese maldito rubor y mordisqueando ese labio inferior suyo. Pude ver sus dientes
enterrándose en la carne y era algo caliente, y sentí que mis pantalones comenzaban a
levantarse ante la vista. Se veía tan malditamente inocente y lista para tomarla, y
Cristo, yo quería tomarla. El simple hecho de que una mala palabra se había deslizado
de esos labios me encendió y quería escuchar esa mierda, quería que me dijera cosas
sucias.
“Supongo que deberíamos bajar para cenar, antes de que Esme tenga un ataque de
histeria.” Volví a mirar a mi padre y vi que nos observaba a Isabella y a mí con
curiosidad. Asentí con la cabeza y me puse de pie. Isabella se giró y salió de la
habitación rápidamente, podía escuchar sus pies golpeando los escalones cuando
prácticamente los bajó corriendo.
Suspiré y comencé a salir de la habitación con mi padre tras de mí. Bajé por las
escaleras y fui directamente a la sala de estar donde todos estaban sentados,
esperando. Mi papá entró detrás de mí, palmeando levemente mi espalda.
“¿Estamos listos para comer, hermana?” Él preguntó, mirando hacia Esme. Esme
sonrió y asintió con la cabeza hacia la mesa. Emmett se levantó de un saltó y
prácticamente corrió hacia la mesa, porque ese hijo de puta siempre era el primero allí.
El resto de nosotros íbamos detrás, incluyendo a Alice y Rosalie. Ellas siempre
pasaban la cena de Navidad con nosotros, ya que los abuelos de Rosalie nunca
hacían gran cosa para las celebraciones y la familia de Alice siempre tenía su gran
cena en Nochebuena.
Saqué una silla y asentí con la cabeza hacia ella, mirando a Isabella. Ella me sonrió
con suavidad, sentándose con cuidado y yo empujé la silla hacia adentro. Caminé
hacia el otro lado de la mesa y me senté frente a ella, dándole una pequeña sonrisa.
Jasper y Alice se sentaron junto a ella, y Rose y Emmett se sentaron a mi lado, con mi
papá y Esme en los extremos. Todos nos servimos e Isabella se sirvió una cucharada
de todo, pero no era mucha comida en lo absoluto. Se había acostumbrada a comer
con nosotros a la mesa, pero ahora se veía un poco nerviosa. Empecé a picotear mi
comida y ella empezó a empujar la suya por su plato, mientras que todos
prácticamente la devoraban. Ellos empezaron a contar historias de Navidades
pasadas e Isabella escuchaba con atención, como si estuviera asimilando toda esa
mierda. Sus ojos brillaban y una sonrisa jugaba en sus labios cuando mi padre y Esme
contaron historias de mí y mis hermanos, que tan quisquilloso era y cuanto
acostumbrábamos pelear por mierdas estúpidas, como quién agarró la última galleta
Isabella y yo nos quedamos en silencio mientras todos los demás charlaban durante el
resto de la cena. Parecía estar escuchando con atención, pero podía ver su sonrisa
cada vez que echaba un vistazo hacia mí, obviamente sin estar prestando mucha
atención a ellos como parecía. Yo estaba tratando de verme como si estuviera
participando o prestando puta atención, pero pareciera que en todo lo que podía
centrarme era la sensación de los pies de Isabella en mí. Se había quitado el zapato y
sus dedos se estaban moviendo debajo de la pierna de mi pantalón, acariciando mi
piel desnuda. Me hacía cosquillas y tenía que contener el impulso de reír o de dar un
puto gemido, porque esa mierda se sentía bien. Envió un hormigueo por mi pierna y
directo a mi puta entrepierna, ya que mi polla se estaba endureciendo y comenzando a
latir un poco, con ganas de un poco de jodida atención.
“Mañana me debes el día, hermanito. Solo tú y yo,” dijo Esme. Mi padre asintió
después de un momento, sonriendo con timidez.
“Soy todo tuyo. Dormiré algo en el hospital para estar descansado,” dijo. “Y puedes
tomar mi habitación esta noche, ya que no voy a estar en casa.”
“Así que, ¿qué regalo te dio Rose?” Le pregunté en voz baja, abriendo el lavavajillas y
sacando la canastilla. Isabella comenzó a mordisquear su labio inferior, su rubor solo
aumentó, pero actuaba como si no hubiera escuchado mi puta pregunta. Suspiré
después de un momento, preguntándome porque demonios estaba ocultándome cosas.
“¿Me lo enseñas?”
Se detuvo bruscamente, abriendo los ojos por la sorpresa. Negó con la cabeza casi de
forma frenética y mis ojos se estrecharon un poco. “¿Qué me estás ocultando?”
Ella se encogió de hombros. “Quiero decir, es solo… una cosa, nada en realidad…”
Mi ceño se frunció por la confusión. “¿Qué quieres decir?” Le pregunté, sin entender.
“Es solo una cosa…” Dijo otra vez. Le arqueé una ceja y ella suspiró de nuevo. “No
quiero hablar de ello,” me imploró. Suspiré, pasando la mano por mi cabello.
“Como sea, solo tenía jodida curiosidad, no me digas entonces. Me importa una
mierda,” dije con brusquedad, sin tener idea de cuál era el pinche problema y molestó
porque me estuviera ocultando mierdas. Ella suspiró exageradamente, sonando igual
de molesta que yo, y siguió poniendo los platos en el lavavajillas. La miré y vi las
arruguitas en su frente, sus ojos ligeramente entrecerrados. Sí, estaba preocupado de
que papá le arruinara el día y aquí estaba yo, jodiéndolo yo mismo.
Estaba a punto de abrir mi boca y decir algo, decirle que no estaba tratando de ser un
pendejo, cuando mi padre bajó los escalones y se dirigió a la cocina. Me hice a un lado
y él se acercó, rozándome al pasar mientras se dirigía al refrigerador. Sacó una botella
de agua y tomó un sorbo, dándonos a Isabella y a mí una mirada de curiosidad. “Que
pasen buenas noches chicos,” dijo, dándose la vuelta y saliendo de la cocina. Sacó sus
llaves y le dijo adiós a Esme con la mano antes de salir por la puerta principal.
Isabella continuó llenando el lavavajillas con platos y se agachó para agarrar el jabón
para platos. Suspiré y me acerqué cuando ella se enderezó, congelándose de repente
cuando se encontró cara a cara conmigo. Tomé el jabón de sus manos y le sonreí
levemente, inclinándome y besándola con suavidad. “Lo siento,” murmuré contra sus
labios. Ella suspiró y se echó hacia atrás, asintiendo.
Así que abrí la puerta, jodidamente contento de que no estuviera cerrada con llave. No
creo poder soportar que me deje afuera, aún si había sido un pendejo. Entré en su
habitación y cerré la puerta sin hacer ruido detrás de mí. Isabella salió del baño
después de un segundo y le eché un vistazo, pero desvié la mirada rápidamente.
Suspiré y una vez más pasé la mano por mi cabello, porque estaba nervioso por la
maldita ley del hielo. Odiaba esa mierda.
“Lo siento…” Empecé, dando una puta disculpa una vez más porque solo quería que
hablara conmigo y no me gustaba que estuviera molesta. Perdí los estribos, pero no fue
gran cosa, levantó su mano en un claro gesto que decía “ni te molestes con esa
mierda” y me callé, porque ella tenía ese maldito control sobre mí de manera natural.
Por un momento me dejó atónito, mi pinche reacción natural a obedecer, y me quedé
ahí parado y confundido. ¿Cómo demonios tenía ese control sobre mí?
“En el primer cajón,” dijo simplemente, abriendo finalmente la boca para hablar. Mi
ceño se frunció y me quedé mirándola, sin saber que quería decir. Suspiró y asintió su
cabeza hacia su tocador. “En el cajón de arriba, Edward. ¿Quieres saber que me dio
Rosalie como regalo de Navidad? Está en el cajón de arriba.”
La miré sorprendido. “¿En tu cajón de la ropa interior?” Le pregunté con confusión. Ella
suspiró y se encogió de hombros.
“¿Es ese un problema? ¿Mi ropa interior te asusta?” Preguntó con brusquedad,
escuchándose algo sarcástica. Mi temperamento se encendió de forma natural y traté
de responderle, sin gustarme su tono o entender cuál era su maldito problema. Y era
algo irracional, pero parte de mí sentía como que estaba tratando de insinuar algo
sobre su ropa interior, como si hubiera sido demasiado maricón como para quitársela.
Sabía que eso no era lo que quería decir y solo estaba proyectando en ella mis propias
inseguridades de mierda, pero no pude evitarlo. Sí, me molestaba un poco que no
había llegado más lejos con ella, solo porque estaba seguro de que podía pero era
demasiado gallina para tratar de presionarla.
Rosalie jodida Hale le compró a mi novia un maldito vibrador. Joder no estaba seguro
si quería golpearla por esto, o besar sus malditos pies y postrarme ante ella en
agradecimiento.
“¿Bella?” Dije en voz baja. Ella se quedó inmóvil por un momento, pero me miró
vacilante, mordisqueando su labio y mirándome con recelo. “Soy un pendejo.”
Ella sonrió suavemente. “No, no lo eres,” dijo en voz baja. Me reí secamente,
sacudiendo la cabeza.
“Sí, realmente lo soy,” le dije, acercándome y sentándome junto a ella con suavidad.
Estiré la mano y metí algo de cabello detrás de su oreja, suspirando. “No debería
haberme enojado contigo, es simplemente que no me gusta que me ocultes mierdas.
Quiero decir, ahora lo entiendo, lo siento. Eso probablemente fue jodidamente
vergonzoso para ti.”
“Bueno, tal vez te enseñe uno de estos días,” dije a la ligera, encogiéndome de
hombros. Sus ojos se abrieron por la sorpresa y yo me reí entre dientes. “Sí, se cómo
funciona un vibrador Bella. Mierda, eso de verdad sería caliente. Tú sabes, siempre y
cuando no permitas que me sustituya,” le dije bromeando, extendiendo mi mano y
pasándola por su muslo. Ella dio un saltito y su sonrojo se intensificó mientras me
miraba sorprendida.
“Por supuesto que no,” dijo ella, sonriendo con timidez. Levanté las cejas
inquisitivamente y dejé mi mano en el interior de su muslo.
Me miró fijamente por un momento antes de que la sonrisa se dibujara en sus labios y
sus ojos se iluminaran. “Te amo, Edward,” dijo con total naturalidad. Me reí entre
dientes, amando escuchar esas malditas palabras y el entusiasmo con que ella las
decía.
“Yo también te amo,” le dije, inclinándome hacia ella y besando sus labios
suavemente. “Y siento que sea tan pendejo algunas veces.”
“Grazie,” le dije, presionando una vez más mi boca en la suya, sacando mi lengua y
pasándola por su labio inferior. Ella se rió un poco, murmurando ‘prego’ contra mis
labios. Me reí entre dientes y metí mi lengua en su boca, ella abrió sus labios para mí y
suspiró. La besé a fondo y me reposicioné, empujándola de espaldas sobre la cama y
cerniéndome sobre ella.
Ella envolvió sus brazos en torno a mí, sus dedos subiendo y entrelazándose en mi
cabello. Me jaló hacia ella, respondiendo a mi beso apasionadamente. Al principio me
resistí, porque no quería poner todo mi peso sobre su pequeña forma y porque mi polla
estaba dura como el puto acero y no quería ser obsceno y esa mierda, pero ella gimió y
tiró de mi con más fuerza. Finalmente cedí y me acosté más encima de ella, mi
palpitante erección presionada en ella. Ella gimió y sus labios comenzaron a moverse
frenéticamente contra los míos y meció sus caderas, presionándolas en mí. Yo presioné
las mías, la fricción de su entrepierna frotándose contra mí envió estremecimientos que
hicieron estragos en mi cuerpo. Lo hizo de nuevo y gemí, separando un poco más sus
muslos con mis piernas y empujando mis caderas directo hacia ella. Jadeó cuando mi
polla golpeó el lugar adecuando entre sus piernas y me agarró con más fuerza,
besándome con firmeza mientras continuaba restregando sus caderas en mí.
La deseaba. Joder, la deseaba más de lo que jamás había deseado nada. Deseaba
cada parte de ella. Quería lamer, chupar y saborear cada centímetro de su carne,
explorar cada centímetro de ese maldito cuerpo perfecto. Y quería follarla, Dios, cuanto
quería follar ese coño, pero no podía hacer eso. Ella no era una chica para ser follada.
Era una chica para hacerle el amor y por más que deseara hacer esa mierda, una
Ella asintió sin dudarlo. “Sí,” dijo sin aliento. Sonreí con suficiencia y asentí con la
cabeza.
Rápidamente me quité los zapatos, dejándolos caer al suelo con un ruido sordo. Sus
ojos se abrieron aun más y extendí mis manos, quitándole los suyos y tirándolos junto a
los míos. Volví a ponerme encima de ella y sonrió, levantando su mano y pasándola a
través del tatuaje en mi pecho.
“¿De verdad crees que el tiempo cura todas las heridas?” Me preguntó. Me reí
suavemente por su pinche pregunta, un poco sorprendido de que siquiera recordara lo
que esa mierda decía.
Pero puedes apostar tu culo que hoy iba a quitarle esos cabrones. Tiré los pantalones
en el suelo con el resto de la ropa y dejé mis ojos escudriñaran su forma casi desnuda.
Ella se retorció un poco bajo mi mirada, y levanté la vista a su rostro para ver su
sonrisa y su sonrojo, pero sin parecer en lo absoluto incómoda al estar así frente a mí.
Me incliné sobre ella y la besé con suavidad, dejando vagar mi mano por su pecho y
estómago, rozando ligeramente su entrepierna. Ella gimoteó por mi toque y gemí,
porque sus bragas estaban jodidamente empapadas de su excitación. Aparté sus
muslos y deslicé mi mano dentro de sus bragas, la yema de mis dedos rozando su
clítoris. Ella gritó y retorció sus caderas, y llevé mis labios a la línea de su mandíbula
besándola y también su cuello, sacando mi lengua y trazando con ella su clavícula.
Ella estaba aferrada a mí con fuerza, suaves ruidos se escapaban de su garganta
mientras yo rozaba y besaba su piel.
“Por supuesto, sabes que sí,” dijo sin aliento, sin titubeó en sus palabras. Sonreí contra
su piel, besando su mejilla y pasando mi lengua en torno al lóbulo de su oreja. Saqué
mi mano de sus puntos sensibles y agarré un lado de su ropa interior y empecé a
bajarla lentamente. Su respiración se detuvo por un momento y abrió los ojos para
mirarme. Me senté, agarrando el otro lado de su ropa interior con mi otra mano, y
tirando hacia abajo. Se quedó inmóvil por un segundo, solo se me quedó mirando con
intensidad. Le arqueé una ceja, sin saber si esto estaba bien o no, ella levantó un poco
su culo y cerró los ojos de nuevo aprobándolo en silencio. La bajé y se la quité
tirándola al piso. Me senté en mis rodillas, mirándola, viendo su cuerpo completamente
desnudo por primera vez. Era jodidamente despampanante, cada centímetro de ella,
suave, femenina y hermosa. No era perfecta, tenía cicatrices e imperfecciones, pero
joder, entendí lo que me había estado tratando de decir afuera. Era jodidamente
Me incliné y presioné brevemente mis labios en los de ella, masajeando sus senos y
frotando sus pezones con mis pulgares.
“Tan malditamente hermosa, lo juro,” murmuré contra su boca. Ella gimió y levantó su
mano pasándola por mi pecho. Se detuvo brevemente en mi estómago y pude sentir
sus dedos temblando ligeramente contra mi piel. Ella comenzó a bajarlos lentamente
aun más, rozando por encima del bulto en mis pantalones. Pude sentir su ligero toque
a través de mis pantalones y suspiré, cuando me hizo pinches cosquillas.
“¿Puedo…” Comenzó, abriendo sus ojos y mirándome con recelo, luciendo un poco
nerviosa. Le sonreí y suspiré de nuevo cuando rozó la punta de sus dedos sobre mi
entrepierna una vez más, sabiendo exactamente lo que me estaba pidiendo.
“Por supuesto que sí, ni siquiera tienes que hacer la puta pregunta, bebé. Puedes
tocarme en cualquier momento que lo desees, ¿pero puedo intentar algo primero?” Le
pregunté en voz baja. Ella asintió y quitó su mano de mis pantalones, recorriendo de
nuevo mi estómago con la punta de sus dedos. Me incliné y la besé de nuevo,
jodidamente orgulloso de que hubiera tomado la iniciativa de tocarme.
Empecé a bajar por su pecho besándolo, y chupé su estómago, ella contuvo el aliento
cuando metí la lengua en su ombligo. Moví mi cuerpo hacia la abajo en la cama,
arrastrándome entre sus piernas. Ella abrió los ojos para mirarme y yo le sonreí. Me
sonrió con suavidad pero pude ver que estaba ansiosa, sin saber lo que estaba
haciendo. Sus piernas estaban un poco tensas mientras yo las abría, pero no trató de
detenerme. De verdad estaba confiando en mí, y esa mierda significaba mucho, sabía
lo difícil que era poner tu confianza en las personas y quedar tan jodidamente
vulnerable.
“Relájate,” dije en voz baja, bajando la vista a su centro. Ella estaba abierta para mí y
podía ver la humedad filtrarse hacia su coño, humedeciéndolo y escurriendo sobre sus
muslos. Y era tan malditamente impresionante, verla abierta para mí. Su clítoris
destacaba prominente por su excitación, sus labios carnosos, rosados y brillantes. Sus
rizos eran suaves y de color marrón, enmarcando muy bien la pinche área, pero sin
cubrirla demasiado como si fuera una maldita jungla ni nada. Era jodidamente lindo y
bello, y por primera vez en mi maldita vida quería comer coño. No, no solo quería, lo
necesitaba. Esa mierda me estaba llamando, rogando que lo probara, lo lamiera y
mordiera.
Me agaché y ella se tensó, su cuerpo se puso rígido. Pasé mi mano por su muslo
suavemente, deseando que se relajara. Me detuve a unos centímetros de su clítoris e
inhalé, su aroma jodidamente dulce y embriagador, toda femenina y cálida. Saqué mi
lengua y la pasé por su clítoris con delicadeza, recorriendo con mi lengua lentamente
sus labios, saboreándola por primera vez. Ella dio un grito ahogado, sus caderas
Porque nada podría haberme preparado para el sabor de mi Bella. La dulzura, el dejo
ligeramente picante de sus jugos. Ella era como el maldito vino más dulce en mi
existencia y yo era un puto alcohólico, mi cuerpo lo ansiaba.
Recorrí con mi lengua sus labios hacia arriba y hacia abajo un par de veces, lamiendo
sus jugos, antes de cerrar mis labios alrededor de su clítoris y chuparlo suavemente.
Ella dejó salir un gemido gutural y estiró su mano, agarrando mi pelo con fuerza.
Empecé a lamer, chupar y morder sus labios, apartando más sus piernas con mis
manos, abriéndola aun más. Subí y bajé mi lengua encontrando su abertura,
rozándola con mi lengua. Ella estaba gimiendo constantemente, aferrándose a mí y
retorciéndose. Metí mi lengua al interior de su abertura y ella siseó, levantando sus
caderas. Gemí y me retiré un poco, contemplándola brevemente antes de subir mi
mano y pasar mi dedo medio alrededor de su abertura con cuidado. Puse mis labios en
torno a su clítoris y empecé a chuparlo y morderlo, ella empezó a retorcerse más y a
gritar. Dudé una fracción de segundo antes de empujar lentamente mi dedo medio en
su interior. Ella lo sintió y se tensó de inmediato y dejé lo que estaba haciendo,
vacilando.
“Por favor,” murmuró en voz baja, arrastrando las palabras. Levanté la vista hacia ella
y vi que sus ojos estaban cerrados, sus dientes mordiendo su labio inferior. Me
sorprendió que estaba prácticamente rogándome que lo hiciera, y observé su rostro
mientras lentamente deslizaba mi dedo el resto del camino. Llevé de nuevo mis labios
a su clítoris chupándolo y rozándolo con mis dientes, mientras bombeaba despacio
dentro y fuera de ella. Ella se retorcía y gemía en voz baja, sujetando todavía mi
cabello. Después de un momento añadí otro dedo, sorprendido de lo jodidamente
apretada que era y como sus paredes se envolvían alrededor de mis dedos.
Giré mi mano de manera que mi palma quedará hacia arriba y curveé mis dos dedos
en su interior, sacándolos lentamente. Ella gritó con más fuerza después de un
momento y me di cuenta que había encontrado su punto. Empecé a lamer su clítoris,
moviendo frenéticamente mis labios y mi lengua, lamiéndola mientras metía y sacaba
mis dedos de ella, masajeando su punto-G. Después de un momento sus piernas
empezaron a temblar, sus caderas retorciéndose y sacudiéndose en mi rostro. Su
cuerpo temblaba y fue jodidamente hermoso haciendo que mi puta erección casi
doblara su tamaño, porque esta mierda era por mí. Mi chica se estaba derritiendo y
desmoronándose bajo mi tacto, porque la estaba haciendo sentir jodidamente bien.
Ella solo había hecho esto por mí, con nadie más y nadie más vería o experimentaría
esto con ella.
“Wow,” murmuró después de un segundo. Me reí entre dientes y subí por su cuerpo,
cerniéndome sobre su figura desnuda. Me incliné y besé sus labios, y ella abrió la boca
para que pudiera profundizar el beso. Gemí y me aparté después de un segundo, mi
puta polla palpitando ante la realización de que se estaba probando a sí misma.
Estaba a punto de decir algo al respecto, porque era malditamente caliente, cuando de
pronto puso su mano en mi entrepierna y comenzó a frotarme sobre mis vaqueros.
Gemí, cerré mis ojos y mordí mi labio, porque esa mierda se sentía bien.
“No tienes que hacer eso,” dije, sin querer que pensara que tenía que tocarme. Yo la
tocaba y le daba placer porque quería y no quería que se sintiera obligada a hacer lo
mismo. Escuché su suave risa y abrí los ojos para verla sonriéndome.
“Si muerdes con más fuerza ese labio, te sacaras sangre,” dijo divertida. Le rodé los
ojos pero solté mi labio y sonreí. Ella subió su mano y desabrochó mis pantalones,
bajando el cierre. Lo pensé por un momento antes de cambiar posiciones y acostarme
a su lado. Levanté mi culo y bajé mis pantalones y mis boxers, quitándomelos de una
patada. Le eché un vistazo a Isabella y la vi mirando fijamente a mi polla, ya que
estaba dura, totalmente rígida y palpitante. Ella estaba sonrojada y parecía
asombrada, y no puedo negar que esa mierda me hizo sentir bien por dentro.
La atraje hacia mí y mis labios encontraron inmediatamente los suyos, estiré mi mano y
la pasé por su coño, ya que ella seguía chorreando esos pinches jugos que mojaron mi
mano. Me acaricié un par de veces, lubricándome con sus jugos y alcancé su mano en
un intento por ayudarla. Pero ella no necesitó esa mierda, porque siguió besándome
con pasión y estiró su mano envolviéndola alrededor de mi eje con fuerza por su
propia cuenta. Comenzó a acariciarme con firmeza, todo lo largo de la base a la
punta, incluso masajeando la puta cabeza en el proceso. Y su ritmo era jodidamente
Así que solo me relajé y lo disfruté, porque la sensación de su pequeña, suave y cálida
mano envuelta alrededor de mi palpitante polla cubierta en sus jugos era intensa.
Sabía que no duraría mucho porque ya podía sentir la tensión desarrollándose, la
calidez y el placer filtrándose a través de mis extremidades. Su toqué era eléctrico y
hacía que mi cuerpo entero hormigueara, mi corazón latía con fuerza en mi pecho. No
pude detener los ruidos guturales que se escapaban de mi garganta cuando ella
comenzó a incrementar el ritmo. Apartó su boca de la mía y acercó sus labios a mi
cuello, besando todo el camino hacia abajo, a mi pecho. Eché mi cabeza hacia atrás
para darle mejor acceso y jadeé cuando sentí que sus dientes mordisquearon mi
manzana de Adán, una oleada de puto placer e intenso deseo me recorrió. Sujeté la
cama con una mano y subí la otra, acariciando suavemente su espalda a medida que
empezaba a besar mi pecho. Trazó mi tatuaje con su lengua, y en el momento que sus
labios encontraron mi pezón y ella lo rozó con sus dientes, todo mi cuerpo se puso
tenso, la parálisis de apoderó de mí cuando la tensión se multiplicó por diez. Exploté y
todo mi cuerpo temblaba mientras gritaba, sacudiendo mis caderas y empujando en su
firme agarré mientras derramaba mi semilla en su mano. Su agarré o ritmo no decayó,
tampoco la exploración de su lengua en mi pecho. Mi orgasmo amainó y estiré mi
mano, deteniendo la suya sobre mí después de un momento cuando comencé a
tranquilizarme.
Su sonrisa se hizo más grande y solté su mano. Ella soltó mi polla y pasó su mano a
través de mi estómago. Suspiré y envolví mis brazos en torno a ella, echándola entre
mis brazos. Cogí la manta y la puse sobre nosotros, asombrado de que estaba
acostado en la cama con mi novia, los dos completamente desnudos y jodidamente
satisfechos, y ni siquiera habíamos follado.
“Eso fue divertido, Romeo,” dijo en voz baja, acariciando mi cuello con su nariz. Subió
su pierna sobre mí y me eché a reír.
“Romeo y Julieta. Dos personas que vienen de dos mundos diferentes pero que aun así
logran reunirse. Hemos perfeccionado la parte del amor prohibido,” ella dijo. Sonreí
levemente, negando con la cabeza.
“Sí, bueno, no vamos a suicidarnos para hacerlo lo más parecido posible. No quiero ser
De nuevo se echó a reír. “No, pero el suyo era un amor prohibido. Shrek y Fiona venían
de dos mundos diferentes pero cuando llegó el momento se dieron cuenta que no eran
muy diferentes y el amor los mantenía unidos tal como eran.”
Consideré eso por un momento, ya que era bastante profundo y tenía puto sentido,
pero entonces me sentí estúpido por considerar seriamente que tan parecida era mi
vida a una maldita caricatura. “Elige otro.”
Ella suspiró. “¿Titanic? El de Rose y Jack era un amor prohibido,” dijo. Yo gemí.
“¿En serio? Joder, él se muere al final; no quiero ser Jack. Quiero decir, te dije que
moriría por ti tesoro, pero no me voy a echar la mala suerte encima,” le dije. Ella se
quedó quieta y callada por un momento, y me pregunté si quizás la había
encabronado o molestado, pero finalmente suspiró y comenzó a acariciar mi estómago,
pasando sus dedos por mis abdominales y trazado mi cicatriz con la punta de sus
dedos.
“De acuerdo, ¿qué tal si solo somos Edward e Isabella?” Dijo finalmente. “No sabemos
como termina la historia, pero siempre podemos esperar lo mejor.”
*****************
Stronzata = Pendejadas
Rompiballe = Jerga para alguien que te pone los nervios de punta (literalmente un
hinchapelotas)
Isabella swan
Traducido por Lanenisita
Abrí la puerta de la secadora y empecé a echar en ella la ropa que había sacado de la
lavadora. La mayoría eran cosas de Edward pero unas pocas piezas mías se fueron
con ellas, y por alguna razón se sentía extraño ver nuestra ropa mezclada. Pero una
vez más, no quedaba mucho de nosotros en este punto que no se hubiera mezclado ya,
así que no me sorprendió que estuviese lavando también nuestra ropa junta.
Escuché a Edward y a su padre discutir sobre esta noche, el doctor Cullen le advertía
que sería mejor que él se comportase y que no se metiera en ninguna pelea, y Edward
le respondía algo como ‘gente estúpida’. Hoy era víspera de Año Nuevo y
aparentemente uno de sus compañeros de clase daría una gran fiesta a las orillas de
un lago y los chicos asistirían. Al parecer ellos iban cada año, ya que era como una
especie de ritual en el pueblo al igual que la fiesta de Halloween de los Cullen. Creo
que Edward asumía que iría con ellos este año, considerando que había estado
hablando continuamente sobre eso, pero realmente, todavía no me había invitado a ir.
De cierta forma yo quería ir, ya que pasar la noche con Edward sería ideal, pero era un
poco intimidante también y no estaba segura de que aquello fuese algo prudente que
hacer. Habría muchas personas allí, personas que lo conocían a él y a su padre, y tenía
miedo de que nosotros de manera accidental pudiésemos exponer nuestra relación
ante la persona equivocada.
Hubo un ligero golpe proveniente del pasillo después de un momento y giré mi cabeza
para ver a Esme de pie allí, sonriéndome. Le devolví la sonrisa y ella entró a la
“Fue un placer también, señora,” le dije en voz baja. Ella rodó sus ojos en gesto
bromista.
“Esme, cariño. Y solo quería decirte que aprecio todo lo que haces por estos chicos, ya
que los quiero mucho. En especial con Edward, tú eres buena para él, sabes,” dijo ella.
Sonreí y asentí.
Ella asintió. “Sí, lo es. Y merece encontrar la felicidad en su vida, al igual que tú. Tengo
fe que todo saldrá bien, solo sé paciente.”
Ella sonrió. “Me imagino que la tienes. En fin, debo irme antes de que Carlisle se
empiece a quejar. Amo muchísimo a mi hermano pero puede ser un poco idiota en
relación a la puntualidad. Cuídate ¿de acuerdo?” Ella se inclinó y besó mi frente con
cariño, yo me quedé de pie allí, levemente asombrada por el gesto ya que era
tremendamente maternal de su parte. Se dio la vuelta y salió de la habitación,
regresando al vestíbulo. Escuché cómo intercambiaban sus últimas despedidas y la
puerta abrirse y cerrarse, un coche arrancó en el exterior. Regresé a la secadora,
cerrando se puerta y encendiéndola. Me giré para salir y jadeé en cuanto choqué con
una silueta de manera repentina. Edward soltó una risita y envolvió sus brazos a mi
alrededor, abrazándome fuerte.
“No fue mi intención asustarte” me dijo. Me alejé un poco para mirarlo y vi que estaba
relajado y feliz, sonreía contento.
“Está bien. Es solo que no sabía que estarías ahí,” le dije. Asintió y me soltó, pasando
su mano por su cabello.
“Alice llamó a Jasper y quiere saber si estarías de acuerdo con que ella venga y te
ayude a arreglarte para esta noche,” me dijo. Mis ojos se abrieron sorprendidos y
asintió. “Quiero decir, puedes decir no, no te sientas obligada a nada. Aunque siendo
honesto, no lo necesitas, ya eres hermosa de todos modos. Pero lo ha preguntado y sé
que me patearía el culo si no te lo consulto, al menos.”
Parpadeé un par de veces, sin saber qué responder a eso. “Eh, yo, no lo sé. ¿Tú crees
de verdad que debo ir esta noche?” le pregunté. Su ceño se frunció al escuchar mis
palabras, un semblante de malestar atravesó su rostro.
Me encogí de hombros. “No lo sé, es decir todos tus amigos van a estar allí y no es
como si nosotros realmente pudiésemos estar juntos, así que probablemente solo sea
una complicación,” le dije. No quería ir y tener que ver a Edward de lejos toda la noche
y ser una carga para Alice o Jasper, ya que sabía que uno de ellos mantendría los ojos
puestos en mí todo el tiempo y eso solo estropearía su diversión.
Lo miré fijamente por un momento, suspirando. “Está bien,” le dije en voz baja. Gruñó
de nuevo, pasando su mano por su rostro con frustración.
“¿Está bien? ¿Volvemos a eso otra vez? Vamos, sabes que odio esa mierda. Si no
quieres venir solo dímelo, joder, si eso te hace sentir mejor me quedaré en casa
también. Porque honestamente no quiero ni siquiera ir si tú no vas a estar allí, pero
había pensado que sería bueno salir esta noche. Y el lugar es grande así que podemos
tener un poco de privacidad, y para ser honesto todos ellos probablemente ya saben
esa mierda de todas maneras gracias a la maldita y enorme boca de Lauren Mallory
así que eso ya ni siquiera importa,” espetó irritado. Mi ceño se frunció y lo miré
confusa.
“Es solo una perra. Nos vio besándonos en Halloween y regó esa mierda por todos
lados como si fuese un incendio forestal porque ella es una pequeña y metida
schifosa,” me dijo, la última palabra tenía un tono un poco amargo impregnado en ella.
“Schifosa es una jerga que se usa para decir perra asquerosa. Tú sabes, una chica fea
o algo parecido,” murmuró él, recorriendo con sus dedos su cabello y tirando de sus
hebras. Parecía casi nervioso. Yo asentí después de un segundo, su comportamiento
sobre este tema me hizo sentir curiosidad.
“¿Te has acostado con ella?” le pregunté a causa de una corazonada. Él me miró
fijamente por un segundo, al parecer lo había cogido con la guardia baja con mi
pregunta, antes de gruñir irritado.
“Tomaré eso como un sí. Y no, no estamos jugando a las veinte preguntas. Solo tenía
curiosidad, eso es todo. Oh y puedes decirle a Alice que puede venir y maquillarme, o
lo que sea que ella quiera hacerme. No quiero avergonzar a mi novio enfrente de las
schifosas con las que va a la escuela,” le dije bromeando. Rodó sus ojos, tratando de
no parecer muy divertido a causa de la situación, y se giró para alejarse.
Me había dicho en algunas ocasiones desde aquella vez cuanto lo había disfrutado,
cuanto había amado mi sabor. El solo hecho de escucharlo decir eso despertaba mi
cuerpo y me hacía sentir deseos de experimentarlo otra vez. Había algo absolutamente
primario y salvaje en ello, y se sentía incluso más íntimo de lo que yo alguna vez había
podido imaginar sentir. Y quería hacer algo en retribución, quería probarlo también,
pero el concepto era intimidante.
Escuché pasos acercarse y alcé la mirada para ver a Emmett caminar en mi dirección.
Él me miró y sonrió, acercándose y echándose en el sofá junto a mí. “Ey Izzy Bizzy,” dijo
codeándome. Me reí ligeramente, negando con mi cabeza.
“De hecho yo solía llamarme a mí misma así cuando era pequeña,” le dije, recordando
a mi madre llamarme de esa forma un par de veces. “Por un período de tiempo insistí
en ser llamada Izzy por alguna razón. Pero eso fue antes de darme cuenta del mundo
tan violento en el que vivíamos. Maduré bastante rápido después de eso.”
Él asintió, suspirando. “Mi verdadera madre… bueno, no, a la mierda con eso.
Elizabeth fue mi verdadera madre. La mujer que me trajo al mundo, fue violada y fui
concebido a causa de eso. Así que sí, yo sé lo violento que es el mundo. La violencia
me creó.”
“Sí, lo imagino. Ves, tú y yo no somos tan diferentes gatita. Ninguno ha podido evitar su
destino. La única diferencia entre nosotros es que mi madre se tropezó conmigo en el
momento correcto en el lugar correcto y me salvó, y tú no tuviste la misma suerte,” me
dijo.
Asentí, un poco absorta, tratando de asimilar sus palabras. “Así como Edward y tú no
son tan diferentes. Sí, mi hermano es un pequeño consentido de mierda, siempre lo ha
sido. Por eso es tan quisquilloso. Pero muy en el fondo él todavía es un pequeño niño
aterrado y herido, tratando de averiguar el lugar al que pertenece, al igual que tú que
todavía eres esa pequeña niña asustada que trata de encontrar su lugar en el mundo.
Ambos están buscando la misma jodida cosa y es ahí donde se han encontrado el uno
con el otro. Mi madre hubiese llamado a esa mierda destino. Ella siempre decía que
era el destino el que la llevó hasta mí, e imagino que ella podría decir que era el
destino el que los ha unido a Edward y a ti. Lo que está destinado a ser, será, y eso es
todo.”
“Bien. Si alguien trata de joderte o meterse contigo, tú solo dímelo y les patearé el
trasero por ti. Sé que Edward lo haría en un santiamén pero yo creo que si pone un
solo dedo sobre alguien en esa fiesta, probablemente destierren su trasero otra vez, y
ninguno de nosotros quiere eso,” dijo él. Fruncí el ceño, disgustándome la idea siquiera
de Edward yéndose, y asentí.
“Estoy buscando mi camisa American Eagle verde y gris. ¿Sabes de la que te estoy
hablando? Es de manga larga,” me dijo, sonando irritado. “Realmente quiero ponerme
la jodida camisa pero esa mierda a desaparecido,” él volvió a su tarea de lanzar ropa
por toda la habitación, buscándola.
“No me jodas, ¿en serio?” dijo, alzando una ceja. Yo sonreí un poco, moviendo mi
cabeza en un sí.
“La lavé esta mañana,” le respondí. Él suspiró y pasó una mano por su cabello, dando
un vistazo a la caótica habitación.
“Bueno, podrías haberme dicho esa mierda antes de que yo hiciera este desastre,” dijo
él en tono cortante. Yo reí en voz baja, ya que Edward no sería él mismo si no discutiera
algo, pero enderecé mi postura cuando él me miró nuevamente. “Gracias,” masculló
bajito.
Asentí. “De nada. Yo, uh… voy a tomar una ducha ahora,” le dije, apuntando mi
cabeza en dirección a mi habitación. Él suspiró y asintió.
“Sí, está bien. Alice debería llegar pronto,” dijo. Yo sonreí de manera leve y me giré,
dirigiéndome a mi habitación. Cerré la puerta detrás de mí pero no me tomé la
molestia en asegurarla, ya que sabía que Alice entraría en cuanto llegara a la casa.
Me saqué toda la ropa, lanzándola en la canasta de ropa sucia, y caminé al baño.
Cerré la puerta y abrí la llave; entrando a la ducha una vez que el chorro estuvo
caliente. Me lavé a conciencia y cerré la llave después de un rato, saliendo de la ducha
y agarrando una toalla. Me sequé con cuidado y tomé mi albornoz, me lo puse y lo até
con fuerza. Regresé a la habitación y me detuve después de un segundo, sonriendo
cuando vi a Alice sentada en mi cama.
“No estoy intentando poner a nadie celoso, Alice,” le dije. Ella rodó sus ojos en tono de
broma.
“Sé que no lo estás intentando tontita, este es solo un beneficio agregado. Le prometí a
Edward que no haría algo exagerado con tu maquillaje y que también te dejaría usar
tus nuevos zapatos Nike, lo que por cierto provocó un cambio en mi plan inicial, ya que
arruinaba completamente lo que había planeado que usaras esta noche, pero vamos a
hacer que todo el atuendo funcione de alguna manera,” dijo ella sin importancia. Yo
solo la miré, levemente asombrada de que ella pudiese decir todo aquello tomando
apenas un solo respiro.
“De acuerdo” murmuré, sin saber qué más decir. Ella sonrió de manera brillante y
asintió.
“De acuerdo. Empecemos,” dijo. Caminó hasta mí y me tomó del brazo, llevándome de
regreso al baño. Tomó mi cepillo y empezó a desenredar los nudos de mi cabello
mientras yo cepillaba mis dientes.
“Así que, ¿cómo van Edward y tú?” Preguntó después de un segundo. Dejé de lavar mis
dientes, deteniendo mi cepillo en el interior de mi boca y mirándola al espejo.
“Bien, creo,” murmuré, mis palabras salieron algo ininteligibles a causa de la pasta
dental. Ella sonrió y asintió, empujándome levemente hacia un lado para tomar el
secador de cabello que ella había comprado meses atrás. Lo conectó y lo encendió,
empezando a secar mi cabello. Terminé de cepillar mis dientes, el único sonido en la
habitación era el zumbido del secador.
Lo apagó después de un momento y cepillo mi cabello una vez más. “En serio tienes un
cabello hermoso, tantas chicas que conozco matarían por tener ese color natural y la
suavidad que tú tienes” me dijo. Sonreí levemente, agradeciéndole. Ella se encogió de
hombros, y comenzó a cepillar la parte superior de mi cabello, dándole volumen y
sosteniéndolo con unas pocas horquillas para asegurarlo. Era increíble ver lo rápida y
eficiente que era, y como parecía agradarle su resultado final en cuestión de segundos.
Tomó una botellita de fijador de cabello y puso su mano sobre mis ojos antes de
empezar a esparcir el fijador. Tomé una respiración fuerte y empecé a toser al inhalar
el fijador, quedándome con un sabor ácido en mi boca y una sensación de quemazón
en mi nariz.
Ella alejó el fijador después de un momento y empezó a sacar el maquillaje que había
comprado para mí bastante tiempo atrás. Nunca lo había usado ya que no sabía cómo
aplicarlo y tampoco tenía muchas razones para usarlo, así que estaba aún todo nuevo
“¿Sabes algo? Tienes una piel naturalmente hermosa así que no necesitas mucho
maquillaje. Solo con resaltar unas pocas áreas de tu rostro te ves asombrosa,” dijo ella,
tomando el cepillo del rímel y acercándose a mi rostro con él. Yo retrocedí un poco
tratando de alejarme de eso para que ella no me pinchara el ojo. Lo aplicó
rápidamente, de manera experta y enseguida lo alejó de mí. Agarró un lápiz y delineó
mis ojos con él muy rápido.
“Gracias, por los cumplidos,” le dije suavemente después de un segundo. Ella sonrió,
tomando un contenedor con un polvo de color y un aplicador suavecito. Hundió el
aplicador en el polvo y empezó a aplicarlo por mis mejillas.
“De nada. Así que, uh, ¿cómo de lejos han llevado las cosas Edward y tú?” me
preguntó. Mi ceño se frunció en confusión y la miré mientras ella alejaba el contenedor
con el polvo de color.
“¿A qué te refieres?” le pregunté, sin saber de lo que estaba hablando. Ella sonrió.
“Quiero decir, ¿han intimado?” preguntó. Mis ojos se abrieron levemente y sentí como
el calor se arrebolaba en mi rostro cuando me di cuenta de qué era de lo que ella
estaba hablando.
“Yo, eh… es decir, sí. Pero no, nosotros no hemos hecho, tú sabes,” balbuceé nerviosa.
Su sonrisa creció un poco y asintió.
“Él, eh, dijo que era tercera,” murmuré suavemente. Sus ojos se abrieron levemente
sorprendidos, su sonrisa creció aún más.
“¡Vaya! Así que, ¿Tú, ya sabes, le has hecho eso?” ella preguntó. La miré confusa, no
del todo segura acerca del ‘eso’ de lo que ella se estaba hablando. Ella vio mi
expresión y suspiró. “Tú sabes, ¿has estado allí abajo?”
“Alice está tratando de preguntarte si le has hecho el favor. Tú sabes, poner su polla en
tu boca y chupársela,” dijo ella con diversión, alzando una ceja hacia mí. Mis ojos se
Alice parecía levemente entristecida por mi respuesta pero la sonrisa de Rosalie creció
aún más. “¿Quieres hacerlo?” ella preguntó.
Yo parpadeé un par de veces, asombrada. “Eh, bien… Supongo,” murmuré. “Es decir,
lo he pensado, pero yo no sé, tú sabes… qué hacer, no sé cómo hacerlo sentir bien de
esa forma.”
“No es tan difícil,” Rosalie dijo. “Los hombres son fáciles de manejar. ¿Le has hecho
una paja, verdad?”
Ella sonrió. “Bien. Todo lo que tienes que hacer cariño es envolverlo con tus labios y
succionar, moviendo tu cabeza arriba y abajo. No muy rápido, ni muy despacio, solo
mantén un ritmo agradable. Y no esperes que toda esa cosa quepa en tu boca,
especialmente no si es una polla grande, y definitivamente no la primera vez. Así que
solo cógela con tu mano y muévela como si le estuviese haciendo la paja al mismo
tiempo,” dijo ella encogiéndose de hombros. Yo solo me quedé mirándola, y Alice rio
levemente.
Solo tienes que meterte todo lo que puedas sin que te den nauseas. Suena raro si te lo
explico, pero será algo natural cuando ocurra, ya te darás cuenta y me darás la razón.
Quiero decir, tú sabes cómo los hombres se corren mientras se lo acaricias, así que
solo tienes que hacer esos mismos movimientos no solo con tu manos sino con tu boca
a la vez,” dijo Alice en voz baja, con un poco de compasión en su voz. “Y no te olvides
de prestar atención a la puntita, ya que a los hombres les gusta que se la laman. Ellos
disfrutan mucho lo que hacemos con la lengua.”
“Sí, está bien. Edward no te daría un puñetazo. Aunque recuerdo cuando oímos que él
le hizo el ‘dragón furioso’ a esa chica de primer año el año pasado en aquella fiesta
cuando ella le mordió…” ella empezó a decir. Mi ceño se frunció y Alice jadeó.
“Rosalie eso es asqueroso, cállate,” dijo Alice. Rosalie empezó a reírse negando con su
cabeza.
“¿Qué? ¡Él lo hizo! ¡Cielos! ¿Cuál era el nombre de esa chica, de esa muchachita
castaña? Ella se mudó durante el verano pero todavía salía con él de vez en cuando
después de eso, chiquilla estúpida. No la entiendo,” dijo ella. “En fin, no es que su
nombre importe, no me importa. Pero Alice tiene razón, Edward no te golpearía, y no
debería haber dicho que él lo haría porque probablemente tú me creerías.”
“No es nada,” dijo Alice rápidamente, mirando a Rosalie. Rosalie sonrió, sacudiendo su
cabeza.
“No, si la chica quiere saber, nosotros debemos decírselo. Ella debe saber las mierdas
que su novio ha hecho. Le dije hace unos días que ni siquiera iba a intentar simular
que él es el príncipe encantado y realmente hablé en serio cuando lo dije,” Rosalie le
dijo a Alice. Alice suspiró, negando con la cabeza, y Rosalie se giró para mirarme. “Un
dragón furioso es cuando una chica se la está chupando a un chico, entonces cuando
está corriéndose, él empuja tu cabeza hacia adentro haciendo que el semen que está
en la boca se te salga por las fosas nasales. Ellos le llaman el dragón furioso porque,
puedes darlo por seguro, ella estará jodidamente furiosa después que le hayan hecho
eso.”
“Él jamás te haría eso, Isabella,” Alice dijo, todavía mirando a Rosalie. “Espero que
entiendas eso. Él era diferente entonces.”
Yo asentí y parpadeé un par de veces, todavía asombrada. “Eh, sí. Es decir, yo confío
en él. Solo que me resulta un poco difícil creer que él haya hecho eso, sin embargo.”
“Sí, bueno, Edward ha hecho un montón de mierdas a las chicas,” Rosalie dijo
negando con su cabeza.
“Yo creo que nosotras no deberíamos estar hablando de estas cosas, son el pasado,”
Alice murmuró. Ella se acercó a mí y empezó a arreglar nuevamente mi cabello,
conectando una tenaza para hacer rizos.
Rosalie rio. “Sí, como cuando, ¿te acuerdas esa vez en la que él llevó a Jessica a ese
armario en el instituto y le arrancó toda la ropa, y luego él se corrió en los pantalones
de ella? ¡Oh Dios, y luego solo la dejó allí metida! Ella salió del armario y caminó por
el corredor cubierta de su semen, mientras trataba de apretar su ropa a su cuerpo, pero
sus pantalones todavía estaban chorreando y los botones de su blusa habían volado.
¡Qué perra más estúpida!”
Alice negó con su cabeza. “¿Y esa vez cuando él tenía a una chica dándole sexo oral
en el área de pesas del gimnasio, sabiendo que su novio podría entrar y verlos?”
Rosalie asintió. “Sí, él hizo algo para cabrear a Edward, así que él le respondió
metiéndose con su novia. Eso fue grosero.”
Rosalie rio fuerte. “Sí, él le dijo a Eric que eran un regalo de Kate. Ese nerd la persiguió
durante semanas después de eso, pensando de verdad que ella le daría una
oportunidad.”
Alice asintió. “Sí, oh, y esa vez en la que él fue con esa chica rubia a ese restaurante y
la convenció para que le hiciera sexo oral debajo de la mesa, y cuando él se corrió,
simplemente se levantó y se fue.”
Rose asintió, todavía riéndose. “¡Dios, sí! Él la dejó allí con la cuenta y atrapada debajo
de la mesa,” dijo.
Alice sonrió. “Él dijo que le había dado una propina a la anfitriona por haberle dado
una mesa privada, así que él al menos hizo bien su parte.”
Rose negó con su cabeza. “¡Qué imbécil! ¡Oh! ¿Te acuerdas en esa fiesta de hace dos
años cuando Edward estaba masturbando a esa chica que tenía la faldita cortita y
luego él caminó hasta donde estaba Lauren Mallory y le metió el dedo en su boca?”
Alice gruñó. “Ugh, ¡eso es tan asqueroso! Y ella solo le chupó el dedo, tratando de ser
“Por supuesto que lo hizo. Él creyó que todo era gracioso. Quiero decir, ¿te acuerdas lo
que le hizo a Shannon?” Rosalie dijo, negando con su cabeza. “Él pensó que eso era la
cosa más graciosa del mundo.”
Alice suspiró, negando. “El potro salvaje,” dijo ella, sonando exasperada.
“Es cuando un chico tiene a una chica en cuatro mientras están follando, y él se agarra
de sus pechos con fuerza y le susurra algo completamente enfermizo o tremendamente
horrible al oído, haciendo que ella enloquezca. Ella tratará de sacárselo de encima
rápidamente pero él se está agarrando a ella, así que es esencialmente como ver a un
potro salvaje,” dijo ella, encogiéndose de hombros.
Yo la miré por un segundo, asombrada. “¿Edward hizo eso?” le pregunté. Ella asintió y
yo parpadeé un par de veces, tratando de absorber toda la información. Nada de eso
sonaba como el Edward del que yo estaba enamorada y todo me parecía un poco
surrealista. “¿Qué le dijo a esa chica para hacer que ella lo quisiera alejar?”
“Él le dijo ‘Tu coño no es tan estrecho como el de tu madre’,” Rosalie dijo, con una
sonrisa. Mis ojos se abrieron asustados y Alice suspiró.
“Él no había dormido con la madre de chica, en realidad, solo estaba bromeando,” dijo
ella. Yo asentí con duda, asombrada de todas formas por el hecho que él siquiera lo
hubiera dicho. “Él lo hizo porque Jacob lo desafió a hacerlo. Ese par estaban todo el
tiempo desafiándose mutuamente, retándose a hacer cosas estúpidas y ninguno de los
dos jamás se echó para atrás.”
“Así como ahora, ninguno de los dos se echará para atrás,” Rosalie dijo despacio. “Y
hablando de Jacob, podemos añadir a su hermana en la lista de cosas que Edward ha
jodido.”
“Él me habló sobre eso,” dije en voz baja. Ellas me miraron sorprendidas. “Él, eh… Yo
le pregunté acerca de Jacob cuando él lo atacó en el partido de futbol.”
Alice suspiró. “Sí. Estábamos muy unidos. Aún hablamos con Jacob cuando lo vemos
Rosalie rio secamente. “Nosotros elegimos a Edward en lugar de a él,” dijo ella. “Nos
forzaron a escoger un bando con su comportamiento, y sabíamos que si no escogíamos
a Edward todos terminaríamos desmoronándonos. Esos dos idiotas pudrían haberlo
manejado mejor, como dos adultos en vez de dos chiquillos consentidos, pero ellos
decidieron básicamente hacer una guerra de esto. Ambos dieron golpes bajos. Sí,
Jacob no debería haber dicho las cosas que dijo, pero Edward no debería haber hecho
lo que hizo tampoco. Ambos jodieron las cosas y ninguno de los dos es lo
suficientemente hombre para pararse y admitirlo.”
Rosalie asintió, y todo se quedó en silencio nuevamente por otro momento hasta que
ella aclaró su garganta. “En todo caso, nos hemos desviado mucho del tema. Se
supone que teníamos que decirte como hacer que ese imbécil se sienta bien.” Yo me
sonrojé y ella sonrió, obviamente divertida por mi reacción.
“Sí, ¿en dónde nos quedamos en eso? Bastante lengua, pocos dientes. Mueve tu mano,
mueve la cabeza. Solo toma lo que puedas sin atorarte,” dijo Alice. Mi sonrojo creció
con cada palabra, levemente avergonzada, ya que se sentía como si ellas estuviesen
adiestrándome.
“¡Oh! ¡Las bolas!” dijo Rosalie en voz alta. Mis ojos se abrieron asustados y ambas,
ella y Alice empezaron a reírse. “Solo ahuécalas con suavidad en la mano que no estés
usando para hacerle la paja, los chicos aman esa mierda.”
“Y puedes escupir si quieres hacerlo, no creas que tienes que tragártelo,” dijo Alice. Mi
ceño se frunció en confusión antes de percatarme de que la cosa blanca estaría en mi
boca cuando eso pasara.
“¡Oh Dios!” exclamé, más fuerte de lo que en realidad quise que sonara. Ellas se
quedaron quietas y me miraron confundidas. “No me había dado cuenta… es decir…
¿Es malo? ¿A qué sabe?”
Rosalie sonrió y Alice soltó una pequeña risita. “Bueno, es un poquito salado y
pegajoso, y a veces puede ser un poquito ácido. El de Jasper sabe un poco a
almendras,” dijo Alice. Mis ojos se abrieron asustados y el ceño de Rosalie se frunció
confundido.
“¿Almendras?” El de Emmett sabe más al jodido cloro o algo así,” Rosalie dijo. Ambas
empezaron a reír y yo solo las miré, sin saber qué pensar. Ellas se calmaron después
de un momento y Rosalie se giró hacia mí, sonriéndome. “Honestamente, es más fácil si
solo te lo tragas y terminas con eso de una sola vez. Yo creo que escupirlo hace que el
sabor perdure en tu boca. No es tan insoportable tampoco.”
Rosalie bufó, rodando sus ojos. “¿Quién mierda te crees que eres, dándome órdenes?,”
murmuró ella, girándose y dirigiéndose a la habitación. Alice rio levemente,
mirándome.
“No te preocupes,” dijo en voz baja. “Edward lo entenderá. Tómate tu tiempo y explora
todo lo que quieras y verás como lo haces bien. Él sabe que eres inexperta, apreciará
que al menos lo intentes.”
Asentí, sonriendo. “Gracias, Alice. En verdad,” le dije. Ella asintió y terminó de rizar mi
cabello en silencio. Rosalie regresó después de un momento, sosteniendo unos
vaqueros y una camiseta rosa y negra. Me los entregó y yo los cogí con cuidado.
Asintió y salió del baño una vez más. Desde la entrada del baño me lanzó otras
cuantas prendas que yo traté de atrapar, pero terminé dejando caer toda la ropa al
suelo en el proceso. Alice me dio una pequeña sonrisa y me incliné para recoger toda
la ropa, haciendo mi mejor esfuerzo para no exponer mi cuerpo de manera accidental
ya que yo todavía estaba usando únicamente mi albornoz.
“Voy a dejar que te vistas,” dijo ella, desconectando el rizador de cabello. Asentí y le
agradecí mientras ella salía del baño, cerrando la puerta detrás de ella despacio.
Suspiré y me quité mi albornoz, dejándolo caer al suelo. Me puse el sostén negro y las
bragas negras rápidamente antes de ponerme los vaqueros. Se ajustaron a mi cuerpo
con algo de dificultad pero tampoco es que fueran muy apretados, en los tobillos eran
un poco más sueltos. Me puse la camiseta y me sorprendí un poco cuando vi que
mostraba el inicio de mis pechos. Caminé hasta la puerta y la abrí, entrando a la
habitación. Alice me miró y sonrió con alegría, aplaudiendo con sus manos. Rosalie
sonrió, mientras me miraba, y me extendía una camisa. Yo la vi y la miré con cautela.
“Es de Edward. Y sí, se la he pedido antes de cogerla. Póntela encima de la que llevas
y te verás perfecta.” Yo asentí y le agradecí en voz baja, ella asintió en respuesta. “Muy
bien. Bueno, Emmett y yo ya nos vamos. Nos vemos más tarde.”
Quería decirle lo hermoso que se veía, deseando poder hacerle entender exactamente
cuánto lo amaba, pero en vez de eso las primeras palabras que salieron de mi boca
fueron las últimas que yo esperaba decirle al hijo del hombre que me había comprado
con dinero.
Me miró por un segundo antes de echarse a reír, negando con la cabeza. Pasó una de
sus manos por su cabello, ocasionando aún más caos en sus hebras de color cobrizo.
“Me temo que no tesoro. Pero la ropa puede esperar hasta mañana.”
Sonreí y asentí. “Sí, supongo que puede esperar,” murmuré, volteándome y mirándome
al espejo una vez más. Era fácil ver que aquella era yo, con mis mejillas levemente
sonrojadas y las escasas pecas y ese bulto en la nariz, pero me sentía diferente. Por
una vez no vi ninguno de esos defectos al principio. Yo sabía que estaban ahí, ya que
siempre han estado, pero no era eso lo que me asombraba. Me sentí bonita… me sentí
casi digna.
Edward entró detrás de mí y envolvió con sus brazos mi cuerpo, mirando al espejo. Se
inclinó y besó mi cuello suavemente antes de sonreír. “Ah, mira eso, nena. ¿No lucimos
jodidamente fabulosos juntos o qué? Lucimos como si fuésemos perfectos juntos y esas
mierdas,” dijo él. Yo sonreí alegremente.
“Sí… nos vemos bien,” le dije, sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas de emoción ante
sus palabras. Él murmuró algo en voz baja y me apretó con más fuerza en un abrazo,
“Luces realmente increíble, la mía bella ragazza. Increíblemente hermosa,” dijo él. Yo
sonreí y miré hacia mi reflejo mientras una de esas lágrimas que había luchado por
contener se deslizaba por mi mejilla. Edward soltó su abrazo y alzó su mano,
limpiándola rápidamente sin decir una sola palabra.
“¿Así que no soy una schifosa?” le pregunté en tono de broma. Él soltó una pequeña
risa, negando con su cabeza y apretándome una vez más con fuerza.
“Definitivamente no eres una schifosa.” Usted, mi dama, es una condenada figa*. No, a
la mierda eso. Tú eres una figone*”, dijo él. “Yo nunca me había sentido tan atraído por
alguien en mi vida de la forma en la que me siento atraído por ti.”
“No, no lo harás, porque no quiero que te metas en problemas con tu padre. Y nadie
me va a tocar. Dudo que alguien se pueda fijar en mí, de todas formas,” le dije,
encogiéndome de hombros. Él rio sin ganas, liberando el abrazo.
“¿Luciendo así, Isabella? Todos se van a fijar en ti. Pero tienes jodida razón, ellos no te
van a tocar, porque todos deben saber que no deben,” dijo él. Suspiré, su voz sonaba
algo irritada. Si estaba empezando a cabrearse y ni siquiera habíamos salido de la
casa, la noche prometía ser un completo desastre.
“Saldrá todo bien,” le dije despacio, alejándome del espejo y acariciando su espalda
con suavidad. Él suspiro, asintiendo.
Asentí y lo seguí cuando salió del baño. Cogí mi abrigo que tenía en el armario y
apagué las luces, dirigiéndome al pasillo. Edward fue hasta su cuarto y agarró un
abrigo gris, para luego ponérselo. Cogió sus llaves y otras cosas en su mano mientras
yo lo esperaba pacientemente, poniéndome mi abrigo. Después de un minuto, salió de
su habitación, sosteniendo una botella grande de alcohol. La abrió y la alzó, tomando
un trago largo. Gruñó después de eso y me la extendió, alzando sus cejas y sonriendo.
Lo miré algo dubitativa y sonrió. “Confía en mí, tesoro. Se necesita una buena jodida
cantidad de alcohol para tolerar a esos capullos,” me dijo, su voz sonaba en broma.
Sonreí ligeramente y tomé la botella algo vacilante, alzándola y tomando un pequeño
sorbo. Hice una mueca cuando el líquido quemó mi garganta y la alejé de mis labios
Cerró la puerta después de que yo entré y rodeó el auto, deslizándose hasta el asiento
del conductor al tiempo que yo abrochaba mi cinturón de seguridad. Encendió el motor,
enchufando la calefacción y conectando el reproductor de música. Buscó rápidamente
entre algunas canciones hasta que encontró una canción de rap, el bajo era tan
ruidoso que hacía vibrar las ventanas. Puso el coche en marcha y salimos de la
entrada de la casa, mientras él cantaba la canción.
Entró al pueblo de Forks pero salió enseguida, dirigiéndose a las afueras, al otro lado
del pueblo. Condujo unos minutos más antes de entrar a un pequeño camino para
luego desviarse a la derecha. Al entrar a la pequeña carretera miró por el retrovisor,
percatándose que un auto venía tras de nosotros. Condujo unos minutos más, a través
de unos árboles, antes de llegar a un lugar despejado. Era un gran campo abierto con
una casa rodante a un lado. Detrás de la casa rodante había agua, lo cual asumí que
era un lago ya que en repetidas ocasiones Edward me dijo que la fiesta se llevaría a
cabo en el lago. Había muchísimos coches aparcados en el lugar y se podía ver una
enorme fogata ardiendo a lo lejos con un montón de gente a su alrededor. Edward
aparcó el auto, un poco apartado del resto, y apagó el motor.
“Estoy bien chicos, en serio. Pueden ir y divertirse” dije, encogiéndome de hombros. Era
una verdad a medias, ya que la idea de estar aquí sola sin nadie conocido era algo
atemorizante, pero no quería que ellos sufrieran por mi culpa. Jasper rio, negando con
su cabeza.
“¿No entendiste ese intercambio de señas que tuvimos cuando llegaste? No puedo
dejarte sola, querida. Estás atrapada aquí conmigo hasta que él regrese,” dijo en tono
de broma. Se acercó un poco a mí y me dio un ligero codazo, yo le sonreí en respuesta.
Rosalie se detuvo frente a mí, sosteniendo unos vasos, y Emmett me ofreció un vaso rojo
de plástico que tenía en su mano. “Toma, gatita. Ten un trago. No vayas a tomar nada
de lo que te pueda dar cualquiera de los otros hijos de puta que están por aquí. ¿Está
claro?” me dijo. Yo me quedé asombrada por un segundo pero tomé el vaso de sus
manos, llevándolo a mi nariz y oliéndolo.
“Por supuesto. No sabía lo que querías tomar así que solo tomé algo de cerveza del
barril. Me imaginé que no te gustaría, pero honestamente a ninguno de nosotros nos
gusta e igual la bebemos,” él me dijo, alzando su vaso y chocándolo con el mío. “Así
que bienvenida a la maldita pandilla, eres oficialmente una de nosotros una vez que te
termines esa cerveza.” Llevó su vaso a la boca y empezó a beber rapidísimo su cerveza
mientras yo lo miraba sorprendida. Rosalie le entregó uno de los vasos que estaba
sosteniendo a Jasper cuando Emmett terminó su bebida, lo intercambió con el de
Rosalie que todavía estaba lleno.
Rosalie le dejó el vaso, para luego tomar a Alice por el brazo y llevársela un momento.
Emmett mantuvo su brazo rodeando mis hombros y empezó a hablar con Jasper acerca
de unos videojuegos mientras yo me quedé completamente paralizada y atrapada
desprevenida por las palabras de Emmett.
Yo llevé mi bebida a mi boca y tomé un trago, haciendo una mueca por el ligero sabor
agridulce y por su calidez. Michael Newton caminó hasta donde estábamos nosotros
después de un momento con otro chico y se detuvieron para hablar con los chicos
brevemente. Le di a Michael una sonrisa cortés cuando sus ojos se encontraron con los
míos pero él desvió su mirada rápidamente, actuando como si estuviese obviando mi
presencia. Me di cuenta que aquello era a causa de Edward, de que el comportamiento
de Edward había intimidado al chico. Me hizo sentir mal de inmediato, pero había una
pequeña parte de mí, muy dentro de mí, que se alegró. Edward era tan sobreprotector y
su sobreprotección sobre mí me hacía sentir tan segura a veces.
“Ey, Em.” Una voz sonó detrás de nosotros, sintiéndose ligeramente familiar para mis
oídos. Emmett se volteó rápidamente, aún sosteniéndome por los hombros moviéndome
por tanto con su cuerpo. Casi me caigo a causa del súbito movimiento, tropezando por
poco con mis propios pies. Emmett rio pero mantuvo su agarre en mí de tal forma que
no me estampé en el piso. Yo reí y alcé la mirada, paralizándome cuando vi a Jacob
Black de pie frente a nosotros.
“¿Qué hay, Jake”? dijo Emmett. Alzó su puño y lo puso frente a Jacob quién chocó su
propio puño contra el de Emmett.
“No mucho. Ey, ¿Finalmente decidiste cambiar a Rosalie?” preguntó, señalándome con
su cabeza. Mis ojos se abrieron asustados y Emmett rió.
“Mieeeeerdaaa, tú sabes que lo mío con Rosie es para toda la vida. Esta pequeña aquí
no es mía, solo la estoy cuidando, tú sabes, para que los buitres no estén rondándola,”
dijo Emmett.
Jacob asintió. “Sí. He oído antes a Lauren hablando de ella. Maldita perra celosa.”
Emmett rio. “Sí, ella y Tanya. No quisiera tener que golpear a una perra esta noche.
Rosie probablemente se cabrearía si termino encerrado en la cárcel por golpear a una
mujer, ya sabes.”
Jacob asintió y rio levemente. “Sí, lo sé.” Volvió su mirada hacia mí y me sonrió. “Fue un
gusto verte nuevamente, Isabella Swan,” me dijo de manera cortés. Estaba sorprendida
de que él me estuviese hablando de manera tan agradable después del incidente del
partido de futbol.
“Ey, ¿sabes lo que un muñeco de nieve le dijo a otro muñeco de nieve?” preguntó, sus
cejas estaban alzadas mientras me miraba. Mi ceño se frunció y le miré brevemente
antes de encogerme de hombros.
“Huele a zanahorias,” dijo él. Emmett empezó a reírse y yo solté una pequeña risita
graciosa, negando con mi cabeza. (N.T. La broma de Jacob se refiere a que la nariz de
los muñecos de nieve en USA comúnmente es una zanahoria. Por eso los muñecos
huelen a zanahoria)
Jacob se rio y Emmett aclaró su garganta. “Edward está mirando hacia aquí,” dijo
Emmett en voz baja. “Parece algo enojado.”
“¿Cuándo no está enojado Edward?” preguntó Jacob, negando con su cabeza. “En fin,
solo quería decir hola. Los veré en otra ocasión, Em. Tengan todos una buena noche.”
Él se volteó y se alejó de allí, mientras Emmett murmuraba, “Tú también Jake.” Una vez
que se perdió de vista, yo miré a Emmett curiosa.
“¿Todavía te agrada Jacob después de que él dijera cosas malas sobre tu madre?” le
pregunté con duda. Emmett suspiró, asintiendo.
“Su madre también murió, ¿sabes? La familia ha sido siempre un tema bastante
sensible tanto para Edward como para Jake. Nosotros nos tenemos mutuamente y a
papá y a Esme y Alec, pero todo lo que tiene Jake es a su padre y sus hermanas. Es por
eso que Edward sabía lo que hacía cuando se metió con una de las hermanas de Jake.
Él se metió con su familia, y eso no es algo que se deba hacer. Así que sí, Jacob no
debió decir las mierdas que dijo, yo me molesté por eso durante un tiempo, pero él solo
estaba herido y portándose a la defensiva y todo lo que quería era herir a Edward. Y
antes de que tú llegaras, Izzy Bizzy, la única manera que se podía herir a Edward era a
través del recuerdo de mamá. No estoy diciendo que esa mierda estuviera bien, pero
Edward le respondió enseguida diciendo cosas sobre la madre de Jacob… antes de
que él prendiera en fuego su jodido auto y que casi lo matara, eso es todo
básicamente,” dijo Emmett. Yo asentí, levemente sorprendida. Alcé nuevamente la
mirada hacia Edward y vi como Ben y Ángela se acercaban a él. Ben le entregó algo y
Edward sonrió, asintiendo y metiéndolo rápidamente en su bolsillo.
Emmett me giró con él después de un segundo así que estábamos de frente a Jasper
una vez más. Yo reí casi cayéndome otra vez, y Emmett me volvió a sostener. Ellos
estaban hablando de algunas cosas mientras yo llevaba el vaso a mi boca,
bebiéndome el último trago. Me estremecí levemente a causa del sabor y sentí una
risita cerca de mí, tan cercana que hizo a mi piel ponerse de gallina. Giré mi cabeza
hacia un costado y quedé cara a cara con Edward. Él se inclinó hacia mí, sus labios
exactamente junto a mi oreja. “Tan jodidamente sexy,” susurró, su aliento golpeando
mi cuello, el olor a menta y alcohol mezclado intoxicaba mis sentidos de manera
extraña.
Jasper sacó un encendedor y la encendió, para luego darle una fumada y pasar la pipa
a Alice. Empezaron a pasarla de mano en mano y cuando llegó a Edward, él le dio una
calada, girándose y mirándome manera curiosa. Mis ojos se abrieron asustados por un
momento, al percatarme que él quería saber si yo quería un poco. Empecé a
tartamudear y él sonrió, llevando la pipa a sus labios y dándole otra calada. Sostuvo el
humo en sus pulmones y se inclinó hacia mí. Me tensé un poco, porque aunque sabía
que había hecho lo mismo conmigo en numerosas ocasiones, nunca lo había hecho
frente a otras personas. Permanecí quieta y cerré mis ojos mientras su boca se
acercaba a la mía, y empecé a inhalar en cuanto él empezó a exhalar. Llevé el humo a
mis pulmones y él acarició con su nariz la mía, gimiendo levemente. Mi cuerpo entero
empezó a estremecerse y mantuve el humo el mayor tiempo posible antes de soltarlo
para respirar. Abrí mis ojos y miré a mi alrededor para ver que todos estaban
mirándome con sorpresa, menos Edward, él estaba sonriendo.
Empecé a sonrojarme por toda la atención fijada en mí, mirándolos algo confundida.
Rosalie gruñó después de un segundo, acercándose a Emmett y golpeando la parte de
atrás de su cabeza. “¿Por qué tú nunca me haces esas mierdas, pendejo? Joder, eso es
tan malditamente sexy,” preguntó. Todos empezaron a reír y Emmett sacó su brazo de
mis hombros finalmente, levantando su mano para sobar su cabeza.
“Cielos, Rosie, te lo haré si quieres, nena. Pero tú siempre haces esa mierda por ti
misma, tú sabes, y eso que ella ha hecho es casi como hacer trampa. Todo el mundo
tiene que fumar esa mierda por sí solo al menos una vez, es como una tradición o algo
así,” dijo. Rosalie rodó sus ojos.
“Lo que sea, dame,” dijo. Edward le entregó la pipa y ella le dio otra calada, mirando
con el ceño fruncido a Emmett. Se la pasó luego a su novio al tiempo que Ben se
acercaba a nosotros, tocando en el hombro a Edward.
“Ten, hombre. Esta es la nueva mierda que tu padre me ha dado,” dijo entregándole un
nuevo porro a Edward. Edward lo tomó y le agradeció, cogiendo el encendedor que
tenía Emmett y encendiéndolo con rapidez. Le dio una rápida calada y lo sostuvo,
asintiendo.
“Sí, esto sí que es bueno. Gracias,” dijo Edward. Ben asintió y me dio una pequeña
sonrisa antes de alejarse. Edward le dio una nueva calada y me lo extendió, sonriendo.
“Emmett tiene razón, ya sabes. Tienes que darle una calada por ti misma al menos una
sola vez,” dijo, sosteniendo el porro para mí. Mis ojos se abrieron asustados y lo miré
un momento antes de tomarlo cuidadosamente. Mi mano estaba levemente temblorosa
a la vez que lo miraba.
“¿Qué estás haciendo? La gente te va a ver,” le dije en voz baja, mirando alrededor.
Edward se encogió de hombros y Emmett soltó una carcajada.
“No te preocupes gatita, todo el mundo sabe la maldita cosa de todas formas. No
puedes esconder un amor como ese. De hecho, estoy jodidamente seguro que mi padre
ya lo sabe desde hace tiempo, lo que no puedo entender es por qué no ha dicho ni una
sola mierda sobre el asunto. Realmente debes de agradarle, o por el contrario está
malditamente asustado por Edward de alguna forma,” Emmett dijo, encogiéndose de
hombros. “Las probabilidades de que él estuviese asustado por el culo de este pendejo
no son condenadamente altas tampoco, ya que al parecer nada asusta a papá, así que
supongo que le agradas.”
Me quedé allí, mirándolo aterrada. “¿El doctor Cullen lo sabe?” le pregunté en voz alta,
entrando un poco en pánico. Todos empezaron a reír pero Edward suspiró,
reclinándose contra mi cuerpo y besando mi cuello.
“Hay una buena probabilidad de que lo sepa,” dijo Edward en voz baja. “No importa,
ya veremos qué hacemos con eso.”
“Sip, ella está a punto de estar totalmente colocada con esto,” Emmett dijo dando otra
“Ey, ¿Es que acaso no te he dicho que no aceptes vasos de otras personas?” Emmett
preguntó. Le devolví el vaso a Alice, rodando mis ojos.
“Es solo Alice,” le dije. Edward rio despacito, antes de suspirar alegre. Me apretó contra
su cuerpo con fuerza y nos meció un poco. Alcé mis manos para aferrarme a sus
antebrazos y él empezó a besar la piel expuesta de mi cuello. Podía sentir su húmeda
lengua presionada sobre mi piel, escalofríos recorriendo mi espalda. Su calor era
reconfortante, su esencia era vigorizante. Mi piel prácticamente picaba, fuertes
estremecimientos bailaban por todo mi cuerpo mientras la electricidad se
incrementaba, dirigiéndose directamente a ese punto entre mis piernas. Mi corazón
latía desbocado, mi respiración era temblorosa.
“¿Te sientes bien? Estás temblando” me preguntó Edward en voz baja, susurrando
sobre mi piel. Yo asentí, sin saber cómo responder a eso sin avergonzarme a mí misma.
Él suspiró. “¿Quieres dar un paseo, solos tú y yo?”
Asentí. Él alejó sus labios de mi cuello y liberó sus brazos de mi cuerpo. Pasó su mano
por su cabello, mirando alrededor. “Vamos a dar un paseo, tontos. Estaremos cerca.”
“Lauren,” dijo Edward, asintiendo. Mis ojos se abrieron un poco sorprendidos cuando
“Edward,” dijo bruscamente, mirándolo. Ella dejó que sus ojos escanearan el cuerpo de
Edward, una pequeña risita se dibujó en sus labios mientras lo miraba, y de pronto
sentí una inesperada oleada de rabia en mi cuerpo. Me sentí protectora, y celosa, y no
me gustaron las miradas que ella le estaba dando. Me sentí prácticamente violada por
esas miradas, como si ella me estuviese faltando el respeto con eso. Aclaré mi
garganta y sus ojos se fijaron de inmediato en mí. Entrecerró sus ojos con rabia. “Él te
dejará como si fueses un mal hábito, ¿sabes? Tú no eres nada más que la criada. ¡Por
el amor a Dios, eres únicamente la criada!”
Podía sentir que la mano de Edward comenzaba a temblar y la apreté, sabiendo que
su temperamento estaba a punto de entrar en ebullición. Alcé mis cejas mirando a
Lauren, mi ligero nivel de embriaguez me dieron confianza y coraje. Había llegado
muy lejos con Edward, demasiado lejos como para arrepentirme alguna vez. Todo lo
que podía hacer era salir adelante, y salir adelante requería tomar riesgos y alzar la
voz para decir las cosas.
“¿Sabes? Eso podría ser cierto, yo puedo ser una sirvienta. Pero al menos no soy una
puttana, y eso es lo que me hace diferente, tú… tú… schifosa,” le dije de manera
cortante, las palabras volaron de mi boca antes de que pudiese darme cuenta siquiera
de lo que estaba diciendo.
Sus ojos se entrecerraron aún más. “¿Cómo acabas de llamarme?” preguntó. Yo solo
la miré ya que honestamente, no tenía ni idea lo que era una puttana pero lo mencioné
ya que el doctor Cullen lo había usado para las chicas con las que Edward solía
dormir de vez en cuando en el pasado, y sabía bien que esa no era una palabra
bonita.
“Yo…eh… Yo creo que ella te ha llamado puttana,” dijo Edward, su voz era de
completo asombro, “Y una schifosa también.” Alcé mi mirada hacia él y vi que estaba
mirándome, la esquina de sus labios luchaba por no dibujar una sonrisa.
“Lo que sea, no me importa. Te acostarás con él como todas las otras chicas que están
por aquí y luego te dejará y se largará. Ninguna le pude decir `no´ a Edward Cullen, él
consigue todo lo que quiere y lo sabe. Cualquier chica aquí haría lo que fuera para
quitártelo, para tenerlo para ellas,” dijo cruzando sus brazos sobre su pecho y
mirándome fijamente.
“¿Hacer cualquier cosa incluye también succionar los jugos de otras chicas que
estaban en sus dedos?” le respondí de inmediato, mi temperamento estaba encendido.
Nunca había estado encendido como hasta este momento, nunca había sentido un
“No importa. Pero él no hace ese tipo de cosas conmigo, y nada de lo que me digas va
a quebrar la confianza que tengo en él. Así que supéralo,” dije. Me volteé para
alejarme de allí, soltando la mano de Edward. Él se quedó paralizado un segundo
antes de soltar una risita.
“Bueno, jódete. Supongo que ya has oído a la chica, Lauren,” dijo. Se giró enseguida y
me siguió, tomando mi mano una vez más. Sentí algo de pánico recorriendo mi cuerpo,
estaba insegura de cómo iba a reaccionar él o lo que diría por el hecho que yo hubiera
dicho todas esas cosas a esa chica. Caminamos hasta su coche en silencio e hice una
pausa al llegar al tiempo que solté un suspiro. Alcé la mirada y vi que él estaba
sonriendo, con esa sonrisa torcida característica suya, sus ojos prácticamente bailaban
emocionados.
"¿De dónde cojones ha venido eso?" preguntó, riéndose para sí mismo. Me encogí de
hombros.
“No lo sé, te juro que solo salió de mi boca, ni siquiera me he dado cuenta de lo que
estaba diciendo. Nunca me había portado así,” le dije. Él asintió, todavía sonriendo.
“Bueno, puedes hacer esa mierda más a menudo nena, porque eso fue jodidamente
sexy. Te lo juro por Dios, el solo hecho de escuchar cómo te ponías molesta y celosa fue
casi erótico, estuve a punto de correrme en mis pantalones” dijo.
Mis ojos se abrieron asustados. “Yo, eh… yo quiero…” empecé, insegura de cómo
responder a eso. “¿Qué es una puttana?” le pregunté finalmente, con algo de duda en
mi voz. Su ceño se frunció confundido antes de que él empezara a reírse.
“Por Dios, ¿ni siquiera sabes lo que significa?” Me preguntó. Hice un gesto de negación
y él se rio más fuerte. “Significa ‘puta’,” me dijo. Asentí, su respuesta no me sorprendió.
“Me imaginé que era algo así,” le dije. Él paró de reírse después de un momento,
negando con la cabeza pero todavía sonriendo. Envolvió sus brazos a mi alrededor y
me acercó más a él, en un fuerte abrazo. Mi cuerpo estaba presionado contra el suyo y
podía sentir el bulto, la hinchazón en sus pantalones que indicaba su excitación.
Aquello provocó cosas locas en mi cuerpo ya fuera de control, cosquilleos que
atravesaban todo mi cuerpo por el hecho de reconocer que era yo quien provocaba eso
en él. Yo lo excitaba, él me deseaba.
Presioné mi cuerpo contra el suyo con más fuerza y él gruñó, sus manos acariciaban mi
espalda suavemente. Una de sus manos bajó y acarició suavemente la parte trasera de
mis vaqueros, apretándolos de manera leve. Alejé un poco mi cabeza para mirarlo y él
Me retorcí un poco, gimiendo al tiempo que él seguía frotándose sobre mí, mi corazón
latía desenfrenado. Se separó de mis labios en ese momento y sonrió. “¿Quieres entrar
al coche? De esa manera, ya sabes, no vamos a dar un jodido espectáculo o algo así. ”
“Está bien,” susurré, mi voz salió un poco ronca. Él alzó una ceja y le sonreí tímida.
“Está bien, quiero entrar al coche,” le dije, aclarándoselo. Él sonrió levemente, mientras
asentía.
“Esa es mi chica,” me dijo. Me agarró por las caderas y me bajó del capó. Sacó sus
llaves y abrió la puerta del lado del conductor, agachándose y levantando el asiento
hacia adelante. Él se giró y me sonrió, señalando con su cabeza el asiento trasero.
“Después de ti,” me dijo. Sonreí y subí al auto, sentándome en el extremo opuesto. El
auto estaba levemente más cálido que el exterior, mi piel estaba completamente
sonrojada por lo que me quité el abrigo en cuanto entré. Edward entró también y cerró
la puerta, encerrándonos en el interior. Se quitó su abrigo y lo lanzó hasta el asiento
delantero, sonriendo. Se inclinó un poco hasta mí y capturó mis labios con los suyos de
inmediato, su mano recorría todo mi pecho. Apretó mis senos con cuidado antes de
llevar su mano abajo, en dirección a mi centro, acariciándolo sobre mis vaqueros. Yo
gemí en su boca, retorciéndome un poco por sus caricias.
“Lo siento, debí habértelo preguntado primero,” dijo, en tono de disculpa y de leve
decepción. Negué rápidamente y tomé su brazo antes de que él alejara su mano de mí
completamente.
“No, es solo que… es decir… ¿aquí?” Pregunté, mirando por la ventana junto a mí.
“Quiero decir, ¿qué pasa si alguien nos ve?” de manera irracional susurré aquella
última parte, como si alguien me fuese a escuchar. Edward suspiró.
“Mierda, Bella, estamos aparcados muy lejos, nadie más está aparcado aquí, nadie
tiene ninguna razón para venir hasta aquí. Además las ventanas son polarizadas;
nadie va a ver ni una mierda aunque lo intente. Tenemos privacidad aquí,” dijo él,
encogiéndose de hombros. Asentí vacilante, sus palabras aplacaron mi miedo.
“La marihuana hace que las personas se pongan paranoicas a veces,” dijo en tono de
broma, inclinándose hacia mí y besándome con suavidad. Volvió a meter la mano en
mis pantalones y empezó a frotar mi punto nuevamente, sus labios se movieron hasta
mi cuello. Él estaba lamiendo, succionando y mordisqueando mi piel, el movimiento de
su mano se hacía cada vez más frenético. El hormigueo se estaba disparando por todo
mi cuerpo, mi respiración era errática, mi corazón latía furioso. Edward estaba
enfocando toda su atención en mí, tocándome y besando cada pedazo de piel que
pudiese encontrar, y entonces empecé a sentirme egoísta. Sabía que él estaba
excitado, ya que lo había sentido a través de sus pantalones unos minutos atrás, por lo
que me acerqué y pasé mi mano por su pierna. Llegué hasta el bulto en sus pantalones
y empecé a frotarlo antes de subir un poco más la mano y tratar de soltar su cinturón.
El movimiento de su mano se detuvo cuando él se percató de lo que estaba haciendo,
pero retomó su ritmo enseguida.
Estaba ligeramente asombrada, sin saber si aquello era bueno o malo, pero empecé a
mover mi cabeza un poco más abajo después de un momento. La punta de Edward
golpeó la parte de atrás de mi garganta y sentí náuseas por lo que me detuve allí. Hice
mi cabeza un poco hacia atrás, pasando mi lengua por un lateral y empecé a
masturbarlo nuevamente con la mano. Sincronicé el movimiento de mi cabeza con el
de mi mano, incrementando el ritmo después de un momento. No era tan difícil como
pensé que sería, ya que Alice había tenido razón, parecía ser algo natural. Él estaba
haciendo sonidos guturales, gruñendo y gimiendo, acariciando mi cabello mientras yo
succionaba. No llevó mucho tiempo antes que su miembro empezara a hincharse y a
crecer a y removerse un poco, los sonidos de Edward se hacían cada vez más fuertes.
“Eso se siente tan jodidamente bien nena,” dijo él con su voz ahogada. “Cielos, sí, justo
así.”
Seguí con mis movimientos, agarrándolo firmemente y envolviéndolo con mis labios
con fuerza. Rocé mis dientes por la punta de manera leve, realmente por accidente, y él
gimió con fuerza. “Joder, eso se ha sentido bien”, dijo él. Me sorprendieron un poco sus
palabras, su aprobación y su obvio placer por lo que yo estaba haciendo. Yo estaba
haciéndole sentir bien con esto, al igual que él me hacía sentir bien cuando me tocaba.
Su ceño se frunció y me miró con confusión. “¿Por qué demonios piensas eso?” me
preguntó. “Lo has hecho bien. No, a la mierda con eso. Lo has hecho mejor que bien.
¡Lo has hecho jodidamente fantástico! No sé qué mierda ha motivado todo esto, pero
debo decir, que estoy malditamente agradecido.” Sonreí con timidez y él soltó una
risita. Bajó su mano y retiró mi mano de su miembro, volviendo a meterlo en sus
pantalones. Subió el cierre y abotonó su vaquero, sujetando luego su cinturón antes de
sentarse e inclinarse hacia el asiento delantero. Alcanzó una botella de agua que
estaba en el sujeta-vasos, y me la dio.
“Sí, ni siquiera lo menciones, nena. No puedo creer que mi novia se lo acabe de tragar,
y que fuera su primera vez haciéndolo. ¿Cómo es que soy tan malditamente suertudo?”
dijo haciendo un gesto de negación y sonriendo. Me sonrojé al tiempo que me miraba y
sonreía. Yo le devolví la botella de agua y la puso en su lugar inicial.
“Son solo fuegos artificiales,” dijo. Sus labios formaron una sonrisa y asintió. “Vamos,
coge tu abrigo.”
“¿Tienes la más mínima idea de lo importante que eres para mí? ¿Alguna idea en
general sobre cuánto te amo? Estaba destrozado hasta que llegaste a mi vida y me
estoy encontrando a mí mismo de nuevo. Nunca había pensado que esto podía pasar,
nunca había pensado que podría encontrar una persona como tú. Mi madre solía
hablarnos del destino todo el tiempo, y ahora creo que tú eres mi destino. Llegaste a mí
por una razón, para salvarnos el uno al otro. Porque no eres la única que necesita ser
salvada, Bella. Me estaba ahogando, y tú me has rescatado. Tú eres mi vida ahora.”
Yo me quedé allí solo mirándolo fijamente, asombrada por sus palabras. Las estaba
asimilando y me reí ligeramente después de un momento, cosa que él no notó hasta
después de un rato. Edward sonrió, alzándome sus cejas. “¿Qué es tan gracioso?”
Sonreí, negando con mi cabeza. “¿Te das cuenta que acabas de decir todo eso sin
decir ni una sola vez ‘mierda’?” le pregunté, susurrando aquella última palabra. Sus
ojos se abrieron asustados al tiempo que me miraba. Me sonrojé, sonriendo
tímidamente por el hecho que acababa de decir una mala palabra, pero sabía que él
quería escucharme decirla hacía bastante tiempo. Mordisqueé mi labio inferior,
sintiéndome ligeramente sucia por el hecho de haber dicho esa palabra. Él sonrió
finalmente y parpadeó un par de veces, pasando su mano por su cabello.
*****************
Edward cullen
Estaba agotado, jodidamente nervioso. Mi estómago estaba dando malditas volteretas
y me sentía como si en cualquier maldito momento fuese a vomitar el interior del coche.
Y eso me estaba encabronando porque amaba mi puto Volvo. Nadie vomitaba en un m
puñetero Volvo, ni siquiera yo. Juro por Dios, que si jodía el interior porque estaba
siendo un maldito y miedoso mariquita, me patearía el culo yo mismo. O, joder, le daría
permiso a Emmett para que lo hiciera. Con mucho gusto dejaría mi trasero fuera de
combate, ya que desde hace tiempo ha estado buscando una jodida excusa para
hacerlo. Enfilé el pequeño camino que conducía a la fiesta en la cabaña de los Cheney
y mis nervios se dispararon a un máximo histórico. Mi corazón latía con tanta fuerza en
mi pecho que sentí que en cualquier momento simplemente iba a reventar, a hacer una
puta explosión y me iba a desplomar sobre el maldito volante, sacándome de mi jodida
miseria. Mis dedos hormigueaban y empezaban a adormilarse y me estaba mareando.
Sabía exactamente qué mierdas significaba eso tan pronto como comenzaron los
síntomas, pero me sorprendió porque había pasado mucho tiempo desde que había
pasado por uno.
Estacioné en la parte trasera, lejos de los demás coches, y miré por el espejo para ver
el blanco pedazo de mierda al que Tanya llamaba coche viniendo a toda velocidad
hacia la cabina. Había estado detrás de mí casi todo el camino a través de la ciudad y
ver esa maldita cosa por el espejo retrovisor no había ayudado con mi resolución de
tranquilizarme de una puta vez.
Realmente estaba malditamente nervioso por esto, porque sabía que esta noche iba a
ser decisiva. Simplemente traer a Isabella aquí, a esta fiesta, estaba malditamente
cerca de hacer nuestra relación oficialmente pública y eso era jodidamente aterrador.
Había estado hablando un poco con mis hermanos sobre esta mierda desde Navidad y
no le había dicho nada a Isabella al respecto, pero todos estábamos muy seguros de
que nuestro padre sabía lo que estaba pasando. No podíamos entender por qué
Saqué las llaves del contacto y miré a Isabella. Ella mantenía una expresión calmada,
pero podía ver la duda y el miedo en sus ojos. Estaba aprendiendo a leerla
jodidamente bien ahora, pero esperaba como el infierno que ella no fuera tan buena
leyéndome a mí. No quería que viera mi pánico, porque eso solo provocaría que el suyo
aumentara. Tenía que controlarme y detener esto antes de que se convirtiera en un
maldito ataque y empezara a hiperventilar y toda esa mierda. Estaba tratando de que
ella se relajara y se abriera más para que pudiéramos pasar un jodido buen rato y el
que yo me pusiera frenético solo provocaría que ella hiciera lo mismo.
“Sí, estoy lista,” dijo. Estaba tratando de ser valiente y eso me hizo sentir orgulloso. Ella
era jodidamente fuerte, eso seguro. Salí del coche y la ayudé a salir, sujetado su mano
cuando comenzamos a caminar hacia la fiesta. Vi a Tanya a medida que nos
acercábamos a la multitud y el maldito pánico comenzó a aumentar de nuevo. Sabía
que en el momento que me vieran la gente empezaría a hablarme, tratándome como la
maldita realeza, como solían hacer, y no quería introducirla todavía en esa mierda
poniéndola bajo un puto microscopio, teniendo que lidiar con las malditas preguntas
volando hacia nosotros acerca de si estábamos o no saliendo. Y me sentí como un
jodido pendejo al hacerlo, pero necesitaba algo de tiempo para aprender a lidiar con
esta mierda. Tenía que matar el ataque de pánico antes de que pudiera ser lo
suficientemente fuerte para exponerla por completo delante de estos idiotas al
mostrarle mi evidente afecto, el tipo de mierda que nunca antes había hecho alrededor
Encontré a Jasper y Alice rápidamente, porque sabía que estaría a salvo con ellos y
nadie la jodería. No quería simplemente dejarla ahí, me sentía como un cretino
haciéndolo, y una puta parte de mí estaba gritándome que me quedara a su lado. Pero
estaba confundido, y todo era tan nuevo para mí, en realidad solo quería matar la
maldita ansiedad que estaba experimentando y así pudiéramos hacer bien esta
mierda.
Así que le dije que volvería y comencé a caminar entre la multitud, actuando como el
puto señor Popular y aparentando que me importaba una mierda lo que dijera la
gente. Sonreí y di malditas carcajadas como se suponía que tenía que hacer, cuando
en lugar de eso sentía ganas de vomitar. Había arrastrado el culo de Isabella a una
fiesta a la que se mostraba reacia a venir y luego me alejé de ella, ¿qué tipo de puto
novio era yo?
Entré en la cabina y él entró detrás de mí, cerrando la puerta. Lo seguí por el pasillo
hasta una pequeña habitación, congelándome cuando entré por la puerta y vi el
ladrillo de un kilo de cocaína colocado sobre la mesa. Ben se acercó a un escritorio en
la esquina y abrió un cajón, examinando algunos frascos de pastillas de color naranja.
Le echó un vistazo a las etiquetas, sacando uno y sosteniéndolo. Me preguntó cuántas
necesitaba y le dije que dos estarían bien, cuando la verdad quería tragarme todo el
puto frasco por la forma en que me estaba sintiendo. Ni siquiera le pregunté qué
cojones era, él solo me dio las dos pastillas y yo me las eché a la boca sin agua,
tragándolas. Fue incómodo y raspó mi garganta, pero funcionó, porque cuanto más
rápido llegaran a mi sistema y calmaran mi culo, más rápido podría comportarme
como un verdadero hombre de una puta vez y ser el tipo que Isabella necesitaba en
“Sabes bien que nada, hombre,” dijo. “Tú, eh, ¿quieres algo de eso? Todavía no he
tenido la oportunidad de cortarlo.”
Lo miré y vi que me estaba mirando con curiosidad, sus cejas levantadas. Dudoso hice
un gesto de negación, pasando una mano por mi pelo. Mi corazón seguía acelerado,
las palmas de mis manos sudorosas y mis malditos dedos entumecidos. “Estoy
tratando de alejarme de esa mierda, ¿sabes? ¿Te ha dicho algo mi padre sobre eso?”
Ben asintió. “Sí, esta mañana temprano. Y bien por ti, alejarte de la coca. ¿Todavía
fumas?”
“No me veo dejando esa mierda nunca, Ben,” le dije. Sabía que algunas personas
estaban en contra de la marihuana, pero para mí solo era una maldita planta. La
hierba me relajaba, me calmaba y había reducido un poco el consumo de esa mierda,
pero no podía simplemente renunciar a ella. Él se rio entre dientes y asintió,
comprendiendo.
“Tengo algo de buena mierda por ahí, tu padre debe de estar recibiéndola ahora de un
lugar nuevo. Me ha dado algunas muestras esta mañana. Te encontraré más tarde y te
dejaré que la pruebes. Me dijo que te diera el dinero por el kilo cuando te viera de
todos modos, porque no tenía el efectivo cuando pasó por aquí,” dijo. Asentí, para
nada sorprendido, ellos por lo general me usaban de intermediario. No es que Ben
tuviera precisamente miedo de mi padre, pero sabía que se sentía más cómodo
tratando conmigo. No lo culpaba por ello ni un poco, mi padre se tomaba los negocios
en serio, podía ser malditamente intimidante cuando se trataba de ello.
“Gracias. Voy a buscar algo de beber y a relajarme de una puta vez,” le dije. No me
llevaría mucho tiempo para que las pastillas tuvieran efecto y se acabaran las
palpitaciones y los temblores, y dejaría el maldito pánico irracional, pensando con
claridad. No sabía qué mierda estaba haciendo, tenía miedo de cagarla o de hacer
algo mal, exponiendo injustamente a Isabella a ser atacada por tener una relación
conmigo. Cristo, simplemente no sabía cómo actuar y mi maldito cuerpo me estaba
traicionando al actuar como un puto niñato asustado.
“Sí. Está ahí afuera con Jasper y Alice,” le dije. Él sonrió en complicidad, estirando su
mano y golpeando suavemente mi espalda.
“Sí,” dije simplemente, a sabiendas que era muy poco probable. Isabella había
descartado la idea de hacer amistad con ellos. Pensaba que no era justo o correcto, y
en lo personal pensaba que era algo malditamente estúpido, pero tenía que respetar
su decisión. Ella no tenía muchas oportunidades de hacer muchas putas elecciones
sobre su vida y las que era capaz de hacer, no me atrevería a quitárselas. “En fin, te
veo por ahí.”
Todos con los que iba a la escuela estaban de pie platicando por ahí, y había un buen
número de los chicos presentes que ya se habían graduado del infierno que era el
Instituto de Forks, y habían regresado de la universidad por las vacaciones de invierno.
También reconocí a algunos de los Quileute que andaban por ahí, pero ninguno de
ellos me habló o siquiera me dieron una jodida mirada en realidad. Supongo que no
podía culparlos por no querer relacionarse con el único hijo de puta en la historia de su
tribu en ser expulsado de la maldita reserva. Creo que me merecía esa mierda, pero
todavía me encabronaba que ya no podía ir a First Beach. Tenía un montón de putos
recuerdos de ese lugar y me encantaría llevar a Isabella allí, ya que sabía que le
encantaría, pero era imposible. No, a menos que quisiera arrojar mi culo a una celda
de la cárcel.
Su sonrisa creció. “Sí, puedes ayudarme,” prácticamente ronroneó, sus ojos barrieron
“No te hagas ilusiones bagascia*, esa mierda no va a suceder,” le dije, mirando hacia
otro lado. “Hay un montón de otras pollas por aquí a las que puedes babearles
encima.”
Ella rió con amargura. “¿Qué mierdas te pasa?” Preguntó. Suspiré, sin estar de humor
para explicárselo. De todos modos, no le debía una puta explicación; en realidad no
era de su maldita incumbencia.
“Se llama madurar Tanya, tal vez deberías intentarlo alguna vez,” le dije,
encogiéndome de hombros. Me alejé de ella y pude escucharla resoplar
exageradamente, jodidamente molesta de que ya no participara en sus malditos
juegos. Me abrí paso entre la multitud y agarré otro trago, finalmente mi cuerpo se
calmaba y relajaba. Me detuve brevemente a hablar con Demetri y él estaba hablando
sin parar sobre una maldita cosa, pero de verdad no pude concentrarme en él porque
el toque inicial del Xanax me estaba haciendo efecto, cuando escuché la risa de
Isabella y Emmett. De inmediato me sentí jodidamente emocionado de que se estuviera
riendo y giré mi cabeza en su dirección, queriendo ver la sonrisa que sin duda jugaba
en sus labios, y me quedé inmóvil cuando vi una piel bronceada y pelo oscuro recogido
en una cola de caballo obstruyendo mi visión. Sentí la furia agitarse y me tensé,
tratando de mantener mi puto temperamento a raya. No debía pelear, porque sabía
malditamente bien que si atacaba a Jacob Black esta noche mi padre me crucificaría.
Pero estaba encabronado y mis manos empezaron a temblar, pero una voz en mi
mente me gritaba que le diera una paliza a ese pendejo hasta derribarlo, porque él
estaba frente a mi novia, y la estaba haciendo reír. Y maldición, aquí estaba yo,
caminando por ahí, jodiéndome y hablando con cabrones que me importaban una
mierda, porque estaba siendo un maldito maricón asustadizo cuando debería estar con
ella. Joder, no debería haberme alejado de ella, para empezar, pero quería
controlarme para disfrutar de la noche con ella sin ceder al pánico como una pequeña
perra. Y ahí estaba ella, mis hermanos haciéndola sentir bienvenida y de todas las
putas personas el maldito de Jacob Black haciéndola reír. Y eso era inaceptable, pero
no podía culpar a nadie más que a mí mismo.
Sí, estaba malditamente confuso mental y emocionalmente. Joder, nadie había dicho
que yo estuviera estable.
Emmett miró de reojo y me vio, su risa se desvaneció. Dijo algo que no pude escuchar e
Isabella miró hacia mí de inmediato, sus ojos encontrando los míos. Vi un rápido
Envolví mis brazos a su alrededor y se puso tensa, al parecer sorprendida. Ella dijo
algo sobre la gente viéndonos y me encogí de hombros, porque en realidad me
importaba una mierda. A Emmett se le fue la lengua diciendo que era probable que
papá ya supiera, lo que la hizo entrar en jodido pánico por un segundo, pero le
aseguré que le haríamos frente. Porque lo haríamos. Enfrentaríamos lo que se
interpusiera en nuestro camino. Hace veinte jodidos minutos hubiera dicho que
estábamos muertos, pero el Xanax corriendo por mis venas me daba el valor.
Con mi nariz acaricié su cuello, porque ya estaba bastante jodido y la carne tibia con
el toque de aroma a fresa me estaba volviendo loco. Ella le dio una calada al porro y
se estaba ahogando, lo que no me sorprendió en absoluto cuando yo todavía a veces
tosía. La agarré con fuerza para que no se derrumbara en el maldito suelo o algo así, y
recuperó el aliento después de un momento. Empecé a besar su cuello, incapaz de
resistirme más, y ella empezó a temblar. Me preocupaba que se asustara, que fuera
demasiado para ella, así que le sugerí que diéramos un paseo. Me imaginé que
alejarla de toda la gente, la multitud de extraños, ella se abriría.
Salimos hacia el Volvo y nos encontramos con Lauren en el camino. Ella dijo mierdas
sobre Isabella y casi pierdo el control, pero antes de que pudiera decir una maldita
palabra, Isabella estalló. Joder, eso me sorprendió, ya que nunca la había visto perder
el control de esa manera, y yo simplemente la miré con la boca abierta mientras
maldiciones en italiano salían volando por su boca. Sonaba tan natural como fluían de
su lengua, joder, su descaro me excitó. Lauren preguntó cómo cojones la había
llamado Isabella y yo dije las palabras entre dientes, sorprendido de que mi chica las
usara. Lauren dijo algo en respuesta, algo sobre chicas separándome de ella, una
mierda que no iba a ocurrir, pero en fin. Isabella le respondió con brusquedad, pero
una mierda que en realidad no estaba captando, porque en todo lo que podía pensar
es en que ella estaba ahí parada y había llamado a esa perra “puta”. Por primera vez
ella se estaba defendiendo sola, no se iba a quedar ahí y dejar que una chica tratara
de intimidarla. Ella dijo lo segura que estaba conmigo, como nada que esa perra dijera
iba a hacerla dudar de mí, y mi puto corazón comenzó a latir con fuerza por ese hecho.
Ella confiaba en mí, joder, cuando nunca había confiado en nadie más, y no merecía
esa mierda porque había sido un grandísimo imbécil en la vida, pero aun así, ella lo
hacía. Y no desaprovecharía esa mierda o la daría por sentado. Haría lo que pudiera
para ser digno de su confianza, para ser digno de ella. Se alejó después de un
momento y yo fui detrás de ella, todo parecía tan surrealista. No podía negar que su
puta determinación me hizo desearla, mi polla palpitaba en mis pantalones, y sabía
que el hecho de que estaba bastante colocado estaba alimentando ese deseo.
Así que cuando llegamos al coche, empecé a besarla y apretarme contra ella,
sentándola en el capó del coche para que fuera más fácil. Nos estábamos en una
ardiente sesión de besos y caricias en la que de verdad me estaba poniendo
Estaba frotando mi mano en ella, y ella se retorcía y gemía, poniéndose todavía más
mojada. Extendió la mano después de un momento y comenzó a frotar la entrepierna
de mis pantalones y le dije que no tenía que hacerlo, no quería que se sintiera
obligada. Ella asintió, pero en realidad me tomó por loco y siguió luchando con mi
cinturón y la hebilla de mis pantalones. Después de un segundo consiguió desabrochar
esa mierda y cambiamos de posición para que pudiera meter su mano en mis
pantalones, y me reí porque sin darse cuenta se abrió más para darme mejor acceso.
Introduje dos dedos en su interior, en busca de su punto G, y ella jadeó y comenzó a
levantar las caderas. Empecé a follarla con los putos dedos a conciencia, queriendo
que se corriera, deseando sentir su coño abrazándome mientras su cuerpo
convulsionaba. Porque esa mierda era excitante, y ella estaba tan malditamente
apretada que ni siquiera podía empezar a imaginarme cómo se sentiría si fuera mi
polla la que estuviera dentro de ella.
Ella parecía estar luchando por sujetarme, sin poder agarrar mi polla. Me levanté un
poco para darle un mejor acceso y ella sacó mi erección de mis boxers. Comenzó a
hacerme una paja, y me encantó sentir su pequeña mano envuelta alrededor de mi
polla, su palma ligeramente húmeda por el sudor. Empecé a introducir mis dedos en
ella con más fuerza y más profundo, y en cuestión de segundos su cuerpo se tensó y
ella gritó, su orgasmo sacudiéndola. La llevé a través de él, el verla hizo que mi polla
se hinchara y creciera aún más bajo su agarre. Ella finalmente descendió de su
alucinación sexual y saqué mi mano, la besé y le dije lo malditamente hermosa que se
veía cuando se corría. Porque así era, la forma en que su rostro se torcía y su cuerpo se
tensaba antes de temblar, los malditos ruidos que hacía. Todo eso era hermoso.
Y entonces, joder, sucedió de la nada. Fue tan jodidamente repentino e inesperado que
casi me corro de inmediato. Sentí la cálida humedad envolver la cabeza de mi polla, la
parte plana de su lengua presionando contra un costado de ella, y el sorprendente
placer que recorrió mi cuerpo fue claro para mí lo que estaba sucediendo. Ella estaba
intentando hacerme una puta mamada.
Mis ojos se abrieron de golpe e inmediatamente bajé mi mano para detenerla, porque
si se movía un maldito centímetro más iba a tener que beberse mi leche en ese mismo
momento. Y ni siquiera estaba seguro si ella sabía lo que estaba haciendo o cómo
siquiera sabía cómo hacer esa mierda, pero tenía la ligera sospecha de que Rosalie
jodida Hale tenía algo que ver en esto. Y se sentía tan malditamente bien que no
quería que se detuviera pero no quería perder tan rápido el jodido control como un
virginal inexperto e imbécil. Quería disfrutar esta mierda, porque no sabía qué
demonios la había inspirado y no tenía idea si alguna vez iba a pasar de nuevo. Sentí
el inminente orgasmo retroceder y me relajé, diciéndole que podía moverse de nuevo.
Ella empujó su cabeza más abajo y cerré los ojos, disfrutando las sensaciones. Sentí
que la punta golpeó la parte posterior de su garganta, sus arcadas empezaron y me
tensé, esperando que ella entrara en puto pánico o tratara de alejarse lo máximo que
pudiera. Pero no hizo ni una cosa ni la otra; se detuvo justo ahí y empezó a salir de
nuevo. Entonces me di cuenta de que definitivamente alguien la había preparado y me
pregunté cómo había sucedido esa mierda. Si ellas tomaron la iniciativa de enseñarle
o fue ella la que quiso saber, pero no podía preocuparme por eso ahora. Quería
concentrarme en la mierda que me estaba haciendo, porque se sentía malditamente
increíble. Ella comenzó a hacerme la paja y a mover su cabeza hacia arriba y hacia
abajo, mamándomela. Era malditamente buena con esa mierda, en particular por ser
su primera vez. Había tenido un montón de mamadas en mi vida, algunas de ellas
jodidamente magníficas. Había estado con chicas que podían meter mi polla lo más
profundo de su garganta, chicas que eran casi expertas en la felación de mierda. Pero
ninguna de esas perras le llegaba a mi Bella. Ella no era perfecta, maldición, era obvio
que era su primera vez y solo estaba tratando de aprender y experimentar con ello,
pero tenía un talento natural. Parecía saber cómo complacerme, como si hubiéramos
sido hechos el uno para el otro en esta mierda.
Vimos los fuegos artificiales por un rato en silencio, simplemente disfrutando de estar
juntos. La multitud comenzó la cuenta atrás y sonreí, jodidamente sorprendido de que
Me aparté de su boca y pasé mis dedos con suavidad por sus labios. Estaban rojos e
hinchados, húmedos por la mezcla de nuestra saliva.
“¿Tienes la más mínima idea de lo importante que eres para mí? ¿Alguna idea en
general sobre cuánto te amo?” Le pregunté, realmente preguntando si de verdad
entendía cuanto había cambiado mi vida. Joder, ella lo era todo para mí y no se lo
decía lo suficiente. “Estaba destrozado hasta que llegaste a mi vida y me estoy
encontrando a mí mismo de nuevo. Nunca había pensado que esto podía pasar, nunca
había pensado que podría encontrar una persona como tú. Mi madre solía hablarnos
del destino todo el tiempo, y ahora creo que tú eres mi destino. Llegaste a mí por una
razón, para salvarnos el uno al otro. Porque no eres la única que necesita ser salvada,
Bella. Me estaba ahogando, y tú me has rescatado. Tú eres mi vida ahora.”
Dije cada maldita palabra en serio. No hace mucho, me había convencido que
enamorarse sería como ahogarse, que si me permitía alguna vez amar a alguien
perdería mi identidad en el proceso. Pero estaba equivocado, porque la verdad era que
ya me estaba ahogando. Apenas me mantenía a flote, y no fue hasta que encontré el
amor que finalmente comencé a descubrirme a mí mismo de nuevo. Eso se lo debía a
ella, y haría lo que fuese y enfrentaría lo que fuera por ella a causa de ello. Porque sin
ella, no tenía nada y no era nada.
“Feliz año nuevo, cariño,” le susurré. Ella se quedó mirándome y por un momento
pareció sorprendida, antes de que su pequeña y hermosa sonrisa poseyera su rostro,
una risa ligera y despreocupada se filtró entre sus labios. La miré inquisitivamente,
preguntándome qué era tan gracioso en cuanto a lo que había dicho.
“¿Te diste cuenta que dijiste todo eso sin decir “mierda”?” Preguntó. Lo dijo
suavemente, con voz entrecortada y encantadora. En el momento en que la palabra se
deslizó de sus labios mi polla se removió de nuevo, el sonido de algo tan vulgar
viniendo de alguien tan malditamente dulce incrementó mi excitación. La miré
fijamente, atónito, y ella empezó a sonrojarse y sonreír con jodida culpabilidad, como si
Todavía estaba tratando de asimilar esa mierda y envolví mis brazos en torno a ella,
abrazándola. Me reí cuando me di cuenta que tenía razón, le había abierto mi puto
corazón y me las había arreglado para hacerlo sin decir una sola palabrota.
Definitivamente ella me había cambiado.
“Sip, creo que lo he hecho. Bueno entonces… ¡Mierda!” le dije en broma. Ella se echó a
reír y se apoyó más en mí, y yo la apreté más.
“¿Edward?” Dijo en voz baja después de un segundo a medida que los fuegos
artificiales comenzaron a apagarse. Estaba acariciando con mi nariz su cuello, oliendo
su delicioso aroma, sintiendo su calor.
“Te amo demasiado,” dijo en voz baja. “Nunca tuve la esperanza de un futuro hasta
que te conocí, pero realmente deseo que tengamos uno. Tu madre solía hablaros del
destino y mi madre siempre solía decirme que no perdiera la esperanza, que estaba
destinada para más. Yo también creo que ella estaba hablando de ti. Creo… que solo
estábamos a la espera de encontrarnos el uno al otro para que los dos empezáramos a
vivir.”
Sonreí en su piel, colocando otro beso en su cuello. “No sabes cuanto amo escucharte
decir esa mierda, Bella,” murmuré. Hice su cabello a un lado y pasé mi lengua por su
cuello, dando vueltas en el lóbulo de su oreja. “¿Puedo quedarme contigo?” Le susurré,
echándome a reír y apartándome de ella por lo malditamente cursi que se escuchó eso.
“Cristo, ¿qué pasa conmigo? Estoy citando al puto Casper.”
“Sí, Casper. Ya sabes, ¿el maldito fantasma amigable y todo eso?” Dije, levantando
una ceja, esperando que ella supiera de qué demonios estaba hablando. Pero ella
siguió mirándome confundida. Suspiré y de nuevo pasé la mano por mi cabello, un
poco molesto pero tratando contener esa mierda. No era culpa suya que no supiera
pequeñas mierdas como esa. “No tiene importancia, es solo una ridícula película de
mierda. Es una estupidez, a ti probablemente te guste.”
Sus ojos se estrecharon, una expresión de ira destelló en su rostro. Me congelé, confuso
en cuanto a qué lo había causado. “¿Qué estás tratando de decir?” Preguntó, un ligero
filo severo en su voz.
“Cristo, nena, no quise decir esa mierda así. No estaba tratando de insinuar que te
gustaría porque era estúpida o porque tú eres estúpida,” dije rápidamente. Sus ojos se
estrecharon aún más y gemí con fuerza. “Mierda, no que eres estúpida, porque no lo
eres. Eso no ha sonado bien. Joder, tú sabes que no pienso de esa forma de todos
modos. Siempre me sorprende lo rápido que aprendes las cosas y que lo intuitiva que
eres. Tendrías que ser jodidamente estúpido para no ver que eres inteligente.” Me
detuve, incluso mis propias palabras casi me confunden. Era una locura, ella
fácilmente podía ponerme jodidamente nervioso y tenerme tartamudeando como un
maldito idiota. Finalmente la ira pareció disiparse de su expresión, pero frunció un
poco el ceño, confundida. “Probablemente solo debería cerrar la puta boca, ¿eh?”
Ella se me quedó mirando un momento más antes de que la comisura de sus labios se
elevara ligeramente. Se dio la vuelta y se volvió a recostar en mí, así que envolví mis
brazos en torno a ella una vez más. “Gracias,” dijo en voz baja después de un
momento.
“¿Por qué?” Le pregunté, volviendo a acariciar su cuello con mi nariz. Ella suspiró,
inclinando su cabeza para darme un mejor acceso.
“Por pensar siempre en mis sentimientos,” me dijo. Rodé los ojos por el hecho de que
me estaba dando las gracias por esa mierda, porque por supuesto siempre tomaba en
cuenta sus sentimientos. La amaba, no quería hacer nada que la lastimara o la
molestara. “Sé que no es algo que suelas hacer.”
Me reí entre dientes. “Sí, tienes razón. Solía ser jodidamente egoísta. Quiero decir,
todavía soy muy egoísta, pero no lo soy tanto como antes al menos. Honestamente, soy
un cabrón odioso, no tienes idea.”
Ella se rió ligeramente. “Creo que me hago una idea,” dijo. Me reí, besando su cuello.
“No lo creo Bella ragazza, si de verdad te enteraras de las mierdas que arrastro
conmigo probablemente no me quisieras cerca de ti, mucho menos me dejarías
abrazarte, besarte y sentirte,” le dije, llevando mi mano de su estómago hacia arriba,
pasándola ligeramente por sus pechos. Ella gimió suavemente, apoyándose todavía
más en mí y cerrando sus ojos.
“No deberías dudar de mí,” dijo en voz baja. “Te amo.” Suspiré, sacudiendo un poco la
cabeza.
“Yo también te amo, y no es que dude de ti. Es solo que, Cristo, he hecho cosas muy
jodidas,” le dije.
“El dragón furioso. Se lo hiciste a una chica en una fiesta,” dijo vacilante.
Isabella suspiró, pero no lo negó, lo que prácticamente me confirmó esa mierda. Iba a
separarme de ella, sintiéndome como si no debería estar tocándola, ella agarró mis
brazos con fuerza para mantenerlos a su alrededor. “No puedes culpar a Rosalie o a
Alice por ello, les pedí que me dijeran,” dijo. Parpadeé un par de veces, un poco
sorprendido de que la jodida Alice estuviera involucrada, pero más de que ella hubiera
querido escuchar esa mierda. Me reí secamente después de un momento, sacudiendo
la cabeza.
“No me importa, no debería haberte dicho esa mierda,” escupí, encabronado. No sabía
cuál era su maldito problema, diciéndole a Isabella esa mierda. ¿No querían que
estuviera conmigo? Alice siempre parecía feliz por el hecho de que estábamos
enamorados, así que, ¿por qué demonios le habría dicho esa mierda pudiendo
arruinar lo que teníamos?
“¿Por qué?” Preguntó, sonando bastante confundida. “¿Por qué no deberían habérmelo
dicho?” Gemí.
“Porque es una putada. Quiero decir, no puedo negar que hice esa mierda, te he dicho
que era un cabrón. Pero contigo es diferente y necesito que lo sepas," dije rápidamente.
No podía imaginar cómo tenía que haberse sentido ella, sabiendo que había sido tan
malditamente brutal. Suspiró y comenzó a frotar ligeramente mi brazo, inclinando su
cabeza para apoyarla en mí.
“Lo sé, Edward. ¿Realmente crees que hubiera hecho lo que acabo de hacer si no
confiara en que cuidarías de mí? Quiero decir, no voy a mentirte. Todas esas historias
que me contaron…” Comenzó a decir. Mi ceño se frunció y de nuevo me congelé.
“¿Te han contado más? Joder, ¿qué otra cosa te han dicho esas perras?” Dije con
brusquedad. Suspiró con fuerza, sonando molesta por mi arrebato pero no pude
evitarlo.
“Alto, alto de una puta vez,” le dije rápidamente, congelándome y entrando en pánico.
“Nunca hice que Lauren se comiera a la maldita Tanya, ni las hice que se exhibieran
de esa forma, no tengo nada que ver con esa mierda. Ellas se lo montaron por su
cuenta.” No podían hacerme responsable de esa mierda, incluso si estuve presente y
tomé fotos… jodidas fotos que serían bastante útiles si esas perras no dejaban en paz
a Isabella. Les había advertido a las dos sobre el tema, pero ellas seguían actuando
mal. Pronto estallaría si seguían con esa mierda.
Su ceño se frunció y se quedó mirándome por un momento. “Esas dos chicas… ¿han
tenido sexo entre ellas?” Preguntó confundida, escuchándose asombrada.
“Eh, creo que puedes llamarlo así. ¿No es de esa mierda de la que estabas hablando?
¿Cuándo Lauren y Tanya estuvieron juntas?” Pregunté, desconcertado por su reacción.
Ella negó con la cabeza vacilante.
“No, ellas no me han dicho nada de eso. Me refiero a cuando tocaste a una chica en
una fiesta y luego metiste tus dedos en la boca de Lauren, sin que ella lo supiera.
Quiero decir, acabo de decirle algo a Lauren al respecto, pensaba que te habías dado
cuenta,” me dijo. La miré fijamente, sorprendido y confundido.
“¿Acabas de decirle eso a Lauren?” Pregunté. Ella asintió y parpadeó un par de veces,
sorprendida de que no hubiera captado esa mierda. Supongo que me lo merecía por
no prestar más atención. Jesús, tal vez mi padre tenía razón. Era distraído. “Bueno,
joder. ¿Qué más te han dicho Rosalie y Alice?”
Se encogió de hombros. “No lo recuerdo, algo sobre montar a un potro salvaje o algo
así, y luego otra historia sobre una chica probándote y que la dejaste en el
restaurante.”
Suspiré, sacudiendo la cabeza. Habían destacado muy bien mis peores momentos. No
sabía qué decir o qué carajos responder a toda esa mierda. Quiero decir, podía
intentar excusarme por lo que había hecho, pero el quid de la cuestión es que no había
buenas excusas. Era un imbécil y aunque esas chicas no significaban nada para mí,
no es que precisamente se hubieran merecido que las tratara como putas. No podía
retractarme de nada de eso, no había nada que pudiera decir para alguna vez reparar
o cambiar el pasado.
“Me sorprende que me dejes tocarte después de haber escuchado todo eso,” dije en voz
baja después de un maldito momento de tenso silencio. Suspiró y trató de quitar mis
Se volvió para quedar frente a mí y levantó sus manos, ahuecando las palmas en mis
mejillas. Trató de girar mi cabeza hacia ella y al principio me resistí, sin deseos de ver
si parecía decepcionada o consternada, pero cedí finalmente cuando resopló y
comenzó a tirar con más fuerza. La miré, frunciendo el ceño.
“¿Puedo preguntarte algo?” Preguntó. Asentí vacilante. “¿Alguna vez me harías eso del
dragón furioso?”
“Joder, no,” dije de inmediato y con bastante fuerza, porque estaba encabronado con la
sola idea de que le hicieran eso a ella. Ella sonrió levemente.
La miré confundido. “¿Por lo menos tienes una puta idea de lo que es eso, Isabella? No
es bonito, ni divertido. Es asqueroso. ¿Alguna vez has bebido algo, te has atragantado
y ha salido volando por tu nariz?” Le pregunté. Ella asintió, todavía mirándome
fijamente. "Sí, esa mierda quema. Imagínate que sea algo espeso y viscoso. ¿Te das
cuenta de lo malditamente desagradable que tiene que ser eso? No puede sentirse
bien, eso es malditamente seguro, y es humillante.”
Ella sonrió levemente. “Así que, ¿aunque quisiera que lo hicieras, te negarías?”
“Joder, por supuesto que me negaría. ¿Por qué siquiera me preguntas esa mierda?
Debes saber que nunca te lastimaría así,” espeté, molesto de que siquiera lo pensara.
Suspiró, encogiéndose de hombros, y envolvió sus pequeños brazos alrededor de mi
torso. Me abrazó con fuerza y apoyó su cabeza en mí y yo solo me quedé ahí, un poco
confundido por todo el intercambio de palabras. Después de un momento la abracé y
empecé a frotar ligeramente su espalda, sin saber por qué ella había reaccionado así.
No tenía ningún jodido sentido para mí.
“Gracias,” dijo en voz baja. Mi ceño se frunció y detuve mis manos, sorprendido por su
expresión de agradecimiento. Ella no tenía ninguna maldita razón para darme las
“¿Por qué?” Pregunté. Suspiró, oyéndose contenta y me apretó con más fuerza.
“Por ser tan protector. Es agradable saber que antepones mi bienestar, que me dirías
que no aun a riesgo de decepcionarme, si eso significa mantenerme a salvo. Nunca
antes he tenido a alguien que realmente cuide de mí,” dijo en voz baja. Me sorprendió
un poco que se las hubiera arreglado para lograr eso de una conversación sobre mis
fechorías que podría haber sido jodidamente catastrófica, pero lo que dijo era cierto.
Era ingenua, malditamente indefensa y alguien tenía que guiarla a través de las cosas.
“Siempre haré lo mejor para ti,” dije después de un momento, empezando a frotar de
nuevo suavemente su espalda. Ella tarareó levemente en respuesta y me incliné para
besar la parte superior de su cabeza.
“¿Tiene algo que ver con dragones furiosos, potros salvajes o cualquiera de esos putos
errores que cometí?” Pregunté. Ella asintió contra mi pecho y suspiré. “Bien, como sea.
Pregunta lo que quieras.”
“¿Esas otras chicas se merecían eso?” Preguntó. “Quiero decir, me dijiste que yo no
merecía que me lastimaran de esa forma, ¿eso significa que crees que ellas sí?”
Me quedé allí por un momento, sin saber cómo responder a eso. “Eh, no. No debería
haber hecho esa mierda en absoluto, pero ahora ya no puedo retractarme, ¿sabes? Era
un idiota, Bella, simplemente en ese momento me importaba una mierda. Y sé que es
una jodida excusa horrible, pero siempre había pensado solo en mi propia satisfacción,
hasta que llegaste tú. Y es vergonzoso, porque sabes cómo me siento sobre el asalto
sexual, pero yo mismo degradaba a la mujer. Aún si ellas eran participantes
dispuestas en esa mierda y sabían cómo era yo, eso no significaba que estuviera bien.
Soy una persona despreciable, una pobre excusa de hombre.” Ella tarareó en
respuesta una vez más y se quedó en silencio por un momento. El hecho de que no
tuviese una mierda que decir al respecto me puso nervioso.
“Ya sabes, si tuvieras algo de sentido común, estarías corriendo al jodido extremo
opuesto tan rápido como te fuera posible,” dije después de un minuto, negando con la
cabeza.
Ella se quedó callada otro segundo antes de suspirar dramáticamente. “¿Otra vez me
estás llamando estúpida, Edward?” Preguntó bromeando.
Rodé los ojos. “Crees que eres graciosa, ¿verdad?” Le pregunté juguetón, agarrando
sus costados y haciéndole cosquillas. Comenzó a reírse y a apartarse de mí, cogió mis
manos y trató de alejarlas de ella. Me reí entre dientes y se lo seguí haciendo, sin dejar
que se apartara de mí, amando el sonido de esa risa despreocupada. Se estaba riendo
“Así que dime, mi Bella, ¿te enseñaron las soplonas el arte de la felación mientras
parloteaban sobre todas las mierdas que había hecho en mis viejos tiempos?” Le
pregunté. Ella echó su cabeza hacia atrás para mirarme, su ceño fruncido en
confusión. Le di una pequeña sonrisa. “Ya sabes, ¿esa mierda que has hecho en el
coche, nena?”
Sus ojos se ampliaron un poco y el rubor ascendió rápidamente a sus mejillas. Me reí
por su reacción y ella sonrió con timidez, mordisqueando su labio inferior. “Sí… eh…
quiero decir, hablamos de eso. Me dieron algunas, eh, ideas supongo. Estaba nerviosa,
no sabía cómo o qué hacer... tú sabes.”
Ella se rió levemente, asintiendo. “Sí, Rosalie y Alice son agradables.” Me reí
secamente.
“Rosalie y agradable son dos palabras que nunca deben ir juntas en una oración,
tesoro. Esa perra dista mucho de ser agradable,” dije, sacudiendo la cabeza. Me dio
un codazo en las costillas y salté, riendo y agarrando mi costado porque esa mierda
dolía. “Maldición bebé, puedes ser una jodida luchadora cuando quieres.”
Ella levantó la vista y me sonrió con dulzura antes de apoyar de nuevo su cabeza en
mí. “Tú lo haces relucir,” murmuró. Sonreí con suficiencia y besé el tope de su cabeza,
contento de escuchar eso. Me alegraba que su nueva faceta saliera a la luz y estaba
agradecido de que ella estuviera tan a gusto conmigo que no fingiera o fuera alguien
que no era realmente. Amaba su puto lado despreocupado, su franqueza.
Ella se apartó de nuevo para mirarme, con una pequeña sonrisa. “Parte de ello me
molesta un poco, no puedo mentirte. Estaba bastante horrorizaba por algunas de las
Le sonreí y me agaché, presionando mis labios en los de ella con suavidad. “Me alegra
que me entiendas,” murmuré contra su boca. Ella me besó en respuesta y se apartó
después de un momento.
“Además, tú sabes que no puedo huir. Desaparecer es imposible,” dijo, rodándome los
ojos.
“¿Por qué dices eso? Mierda, sería fácil para ti desaparecer. Demonios, Bella, en
realidad nadie sabe que existes. Podrías escapar sin ser detectada en mitad de la
noche. Es un maldito país enorme, con un montón de lugares para esconderse. Quiero
decir, no estoy insinuando nada, que ni siquiera se te pase por la cabeza esa mierda,”
dije con firmeza, sin querer que tratara de huir y esa mierda. La rastrearía, y joder,
probablemente sería pésimo en ello pero no me daría por vencido. Ella solo se quedó
mirándome, parecía asombrada.
“Yo, eh…” Empezó, su ceño fruncido, pero antes de que pudiera terminar la risa de
Emmett sonó cercana. Miramos en esa dirección y vimos a mis hermanos y sus novias
caminando hacia nosotros, riendo y bromeando. Giré a Isabella de manera que su
espalda quedará frente a mí y la abracé, suspirando.
“¿Qué hay cabrones?” Dije mientras se acercaban. Todos asintieron y dijeron hola, a
excepción de Rose que rodó los ojos.
“Estoy tratando de convencer a Isabella que me deje hacerle el dragón furioso, pero
hasta ahora no he tenido éxito,” le dije, arqueándole una ceja. Jasper escupió lo que
sea que fuera el líquido que tenía en su boca, casi mojando a Emmett, y empezando a
toser. Emmett se echó a reír y Rose y Alice solo se quedaron allí, abriendo un poco los
ojos. Isabella levantó sus manos para cubrirse el rostro, sonrojándose de un hermoso
“¿Qué?, ¿no te gusta que tu novia sepa lo cretino que eres en realidad?” Rose
preguntó. Le estreché los ojos y le enseñé el dedo medio.
“En fin,” dijo Alice, sonriendo tímidamente. “Nos vamos a casa. ¿Están en condiciones
de conducir o necesitan que los llevemos o algo?”
Hice un gesto de negación con la cabeza. “Estoy bien como para conducir. A esta hora
ya casi se me ha pasado todo,” le dije. Ellos asintieron y nos despedimos, cuando
partieron hacia sus vehículos. Nos quedamos ahí parados por un momento, viendo los
coches marcharse, y le eché un vistazo a mi reloj. “Es casi la una de la madrugada.
¿Quieres que nos vayamos a casa?”
Ella asintió. “Sí,” dijo en voz baja. La solté de mi abrazo y se hizo a un lado, alejándose
de mí. De nuevo abrí el coche y la puerta del pasajero, haciendo un gesto con la
cabeza hacia dentro. Me sonrió con dulzura y se deslizó en el interior, abrochándose el
cinturón. Cerré la puerta y caminé alrededor, subiendo en el asiento del conductor.
Encendí el coche y puse algo de música suave y tranquila, moví la palanca de cambios
y giré el coche en redondo. Manejé por el pequeño camino y miré a Isabella. Estaba
mirando por la ventanilla lateral, hacia los árboles. Parecía perdida en sus
pensamientos, mordisqueando su labio y algo inquieta. Dirigí de nuevo mi atención al
camino y tomé la carretera principal en dirección a la ciudad de Forks.
“En realidad pensaba que lo sabías,” dijo en voz baja después de un momento. La miré
y vi que me miraba fijamente con confusión, su ceño fruncido.
“¿Que sabía qué, nena?” Le pregunté con curiosidad, alzando las cejas
inquisitivamente. Ella suspiró.
-“¿Qué quieres decir con que tienes un chip de rastreo?” Le pregunté. Se encogió de
hombros.
“Es decir, como tu coche. Un chip de rastreo. Me pusieron uno en Phoenix, para que no
pudiera huir.” dijo. Golpeé los frenos tan pronto como las palabras se registraron en
mis oídos, el coche se paró en seco sacudiéndose, con un fuerte chirrido. Ella apoyó sus
manos en el salpicadero, sus ojos se abrieron con horror.
“Lo que me dices no tiene sentido, ¿tienes o no un puto microchip?” Dije con
brusquedad, sin intención de perder los estribos, pero un poco asustado ante la
posibilidad.
“Entonces, ¿por qué has negado con la cabeza?” Le pregunté, luchando por controlar
mi temperamento. Me pasé la mano por el pelo, completamente desconcertado y
jodidamente sorprendido.
“Porque no fue mi padre quien lo hizo, fue el tuyo,” dijo en voz baja. Al instante me
congelé y parpadeé un par de veces, aturdido, antes de echarle un vistazo. Estaba
mirando por la ventana hacia los árboles junto a la carretera.
“¿Mi padre te puso un chip de rastreo?” Le pregunté. Suspiró y asintió con la cabeza.
“¿Estás segura?”
“Sí, estoy segura. Me refiero a que, estaba ahí…” Dijo, su tono un poco insolente. Mis
ojos se estrecharon y mi temperamento se encendió todavía más, pero lo contuve,
porque nada de esto era culpa suya. Pero todo estaba completamente jodido, y
cambiaba cada maldita cosa. Hacía mis planes mucho más difíciles de lograr si eso
era cierto, mis putas esperanzas de liberarla por cualquier medio necesario
disminuían.
Ella asintió, sonriendo, pero la sonrisa no le llegó a sus ojos. Parecía algo preocupada
y asustada, levanté mi mano y rocé sus labios con mis dedos, sonriendo.
Conduje el resto del camino a casa en silencio, deteniéndome frente a la casa. Salí del
Se encogió de hombros. “Puso un gran hisopo en mi boca dos veces, frotando el interior
de mi mejilla,” me dijo. “Pero eso es todo, creo.”
Fruncí el ceño confundido, ya que el único puñetero motivo en el que pude pensar para
que frotar la mejilla de alguien con un hisopo es para obtener el ADN. Sin duda, mi
padre estaba tramando algo, cualquiera que fuese el secreto que estaba guardando
tenía que ser malditamente serio.
“Si él hace cualquier otra cosa, me lo dices de inmediato, ¿de acuerdo?” Le dije.
Asintió y yo suspiré, alcanzándola y tirando de ella hacia mí. Se acurrucó contra mí,
recostando su cabeza en mi pecho, y cayendo casi al instante en un profundo sueño.
Después de un tiempo rodó alejándose de mí, enroscándose en una bola bajo las
sábanas, y yo di vueltas en la cama por un rato. Mi mente daba vueltas con toda la
nueva información, repasando el día completo y todo parecía casi jodidamente bizarro.
Caí en un ligero sueño intranquilo, despertando periódicamente antes de quedarme
dormido nuevamente.
Me debatí un momento en si iba a hacer esto o no, pero presioné el botón de llamada.
Porque no había maldita manera de que me relajara hasta que me confirmara o
negara el asunto. Una parte de mí todavía quería pensar que había sido un
malentendido, que Isabella estaba confundida.
Llevé el teléfono a mi oído, escuchándolo sonar, mi corazón empezó a latir con fuerza.
Casi consideré colgar de una puta vez, pero sabía que era demasiado tarde para eso,
ya habría visto que era yo en su identificador de llamadas. Escuché que descolgaban
después de un segundo, mi corazón casi se paró.
“¿No es algo temprano para que estés levantado, Edward?” Dijo mi padre cuando
contestó. Suspiré.
“¿Qué pasa?” Preguntó. Gemí, me sentía como un idiota por siquiera hacer esta puta
llamada.
“No pasa nada, ¿es que no puedo llamar a mi jodido padre y desearle un feliz y
maldito año nuevo?” Le pregunté. Él se rio entre dientes.
“Por supuesto que puedes, Feliz Año para ti también,” me dijo. “¿Tuvisteis una noche
agradable?”
“Bien. Entonces, ¿no hubo ninguna pelea?” Preguntó, con un poco de diversión en su
voz. Gemí.
“Bien. Así que, ¿qué van a hacer hoy? ¿Van a salir a algún lado?” Preguntó. Dudé un
poco antes de que las putas palabras simplemente se desparramaran, casi sin darme
cuenta de lo que estaba diciendo.
“Tal vez. Alice y Rose se quedaron anoche; ayer pasaron con Isabella tiempo de chicas
y probablemente quieran que hoy hagamos algo juntos. Supongo que de todos modos
te podrás dar cuenta si vamos a algún lado, ya sabes, con el chip de rastreo en ella y
esa mierda.”
“Así que, ¿ella te ha contado eso?” Preguntó finalmente, su voz tranquila. Suspiré.
“Sí, mencionó esa mierda sin querer. También dijo algo sobre ti pasando un hisopo por
su mejilla. Ella no es algo así como nuestra puta prima, ¿verdad?” Le pregunté,
entrando en algo de jodido pánico porque le hubiera hecho una prueba de ADN.
Supuse que si éramos familia él no la trataría como una jodida sirvienta y
definitivamente hubiera intervenido si realmente supiera sobre la mierda que estaba
sucediendo entre nosotros, pero esa parte irracional de mí todavía estaba que se
cagaba de miedo de que fuera así.
Se rio entre dientes. “No, no hay parentesco de sangre. Todo eso es por razones de
seguridad, solo por si acaso le sucediera algo. No es gran cosa, soy el único con el
código del chip, y honestamente nunca lo he revisado. Nunca he tenido razón para
hacerlo. Y el ADN…” Su voz titubeó y se estancó, tartamudeando un poco. “Solo con
fines de identificación.”
“Está bien, lo que sea. No es como si importara, solo tenía curiosidad,” le dije,
mintiendo como el culo, queriendo sonar indiferente sobre ello. Solo el que yo
preguntara ya de por sí levantaba sospechas, así que no había necesidad de dejar que
mis malditos ánimos se enardecieran y prácticamente le escupiera esa mierda.
“Tú también,” le dije. Presionando el botón para finalizar la llamada. Me quedé ahí
sentado por un momento en silencio antes de levantarme, dirigiéndome hacia las
escaleras. Quería volver a la cama antes de que Isabella despertara, sin querer
parecer un pendejo que la había abandonado en mitad de la noche.
Lo iba a averiguar.
**************
Bagascia = Término de argot para perra/puta
Isabella swan
Traducido por Lanenisita
Hoy era 6 de enero, viernes, y los chicos habían vuelto a clases hacía un par de días.
La semana anterior había pasado volando, ya que había invertido mi tiempo limpiando
constantemente cuando Edward estaba fuera para que así pasara el tiempo. Encontré
que el reproductor de música que Edward me había regalado en Navidad era bastante
beneficioso para mí, ya que al parecer la música me hacía ser más productiva, me
elevaba la energía y el tiempo y las tareas en casa prácticamente volaban. Era
extraño, ya que yo nunca había escuchado música antes, pero ahora después de una
semana de prestarle atención no podía imaginarme vivir sin ella. Ahora entendía por
qué era tan importante para Edward, por qué amaba tanto la música. Anteriormente
solamente sonido y palabras para mí, pero ahora sentía la melodía y me emocionaba
con ella. ¿Quién habría dicho que algo tan tonto como una canción podría hacerme
soltar unas lágrimas? Seguro que yo no, y no fue así hasta que Edward llegó a mi
Me puse de pie y me estiré, mientras bostezaba. Mi espalda se sentía rígida por las
horas de sueño, y mi cuello estaba un poco dolorido. Alcé mi mano y toqué mi nuca por
un momento, tratando de relajar los nudos que sentía ahí, antes de coger el edredón y
empezar a hacer la cama. Edward siempre ha dicho que no sirve de nada hacer la
cama todas las mañanas, ya que nosotros la volveríamos a deshacer después, pero yo
siempre ignoro sus quejas y hago la cama de todas formas. Me gustaba tener una
cama hecha para poder acurrucarme por las noches, esta era una de esas cosas a las
que me había acostumbrado en estos últimos meses. Y yo sabía que él no sería capaz
de entender por qué esto era tan importante para mí, considerando que él había
dormido en una cómoda y tibia cama toda su vida y no era nada especial para él. A él
no le importaría si las sábanas estaban prácticamente cayéndose, o completamente
arrugadas. Pero cuando has pasado toda tu vida durmiendo en un viejo colchón tirado
sobre el suelo, haciendo almohadas de cosas que encuentras por ahí como la ropa, y
con una fina manta que había envejecido con el tiempo y que no podía mantener
alejado el frío viento de las noches, entonces tiendes a apreciar el concepto de tener
una cama hecha.
Recogí unas cuantas prendas de ropa del suelo que Edward evidentemente había
desechado esta mañana y las dejé en el cesto de ropa. Tenía que darle algo de crédito,
usualmente hacía un esfuerzo por mantener su habitación decente porque ahora yo
dormía con él aquí, pero a veces lo olvidaba y recaía en esos viejos hábitos de
vagancia. Nunca me molesto con él por eso sin embargo; simplemente continúo
recogiendo las cosas y dejándolas donde se supone deberían ir.
Me puse mis zapatos Nike, porque a Edward parecía encantarle cuando los usaba ya
que él había sido quien me los había comprado, y cogí mi reproductor de música. Me
puse los auriculares y lo encendí, deslizándolo en mi bolsillo. Empecé a tararear la
canción desde el principio, todavía no me sabía realmente las letras de la mayoría de
las canciones que él había cargado, y me dirigí a la puerta. Salí hasta el pasillo y
caminé unos cuantos pasos antes de detenerme abruptamente cuando miré con
dirección a las escaleras. Jadeé asustada, un grito estuvo a punto de salir de mi
garganta, y agarré mi pecho ya que mi corazón empezó a latir furioso. Parado al inicio
de las escaleras, con los brazos cruzados sobre el pecho y levemente recostado contra
Había estado en Chicago toda la semana y no tenía ni idea de cuándo regresaría, así
que honestamente, era la última persona que esperaba ver cara a cara en ese
momento. Lo miré asombrada, preguntándome cuándo habría llegado a casa, pero
más curiosidad tenía de saber qué estaba haciendo aquí de pie, en el tercer piso. Me
miraba fijamente, su expresión era nula, y estaba provocando que el pánico empezara
a burbujear bajo la superficie de mi piel. No tenía idea cuanto tiempo había estado allí
mirando, si quizás me habría visto salir de la habitación de Edward esta mañana. Y
había una parte de mí, una parte muy en el fondo, que jamás olvidaría lo que él me
había hecho esa tarde cuando cometí el error de tocar su arma, esa parte era la misma
que estaba gritando mientras decía que algo no estaba bien. Esa parte de mí no
estaba cómoda con estar a solas con el doctor Cullen de esta forma, no me gustaba
que él me mirara de la forma que me estaba mirando.
A pesar del hecho que últimamente no me había dado razones para tenerle miedo, ya
que se había portado casi abrumadoramente agradable, yo sabía que el doctor Cullen
era una persona muy peligrosa. Era una amenaza para mí, mi mayor amenaza por el
hecho de que él era mi dueño. Nunca estaría segura con él, a pesar de esas sutiles o
pequeñas dosis de normalidad y libertad que él me permitía tener. Todavía me tenía
bajo su poder y el solo hecho de su presencia repentina en mi camino casi me causó un
ataque de pánico y temor que indicaban exactamente cuánto poder ejercía sobre mí.
No podía recordarlo diciéndome algo respecto al día de hoy, no podía recordar alguna
tarea especial que se suponía que yo debería haber hecho por lo que solo estaba
desconcertada. “Coge tu abrigo y reúnete conmigo fuera, en mi coche, en unos
minutos.” Mis ojos se abrieron levemente, el miedo casi estaba por consumirme pero
traté de mantener fuerte mi fachada externa. Continuó mirando, obviamente esperando
una respuesta. Yo no sabía por qué, no es que yo pudiese decirle si estaba o no de
acuerdo con eso. Si él me decía que fuera a algún lado, yo estaría allí, sin importar si
quería o no. No tenía control sobre mis acciones, él sí. Yo era como una marioneta. Él
controlaba las cuerdas y yo instintivamente obedecía obligada a sus órdenes. Y si él
decía que yo debía estar en su coche en unos minutos, yo debía estar en su coche en el
momento correcto.
“Sí, señor,” le dije, asintiendo. Él asintió en respuesta y soltó los brazos que estaban
cruzados sobre su pecho, mientras continuaba mirándome. Se giró con dirección a las
escaleras después de un momento y dio dos pasos antes de detenerse.
Llegué al vestíbulo y caminé hasta la puerta principal, sacando mi mano del bolsillo y
tomando la perilla de la puerta. Empecé a darle la vuelta y tuve un repentino e intenso
Justo en la mitad de mi casi colapso mental, noté una mano sobre la mía en la perilla.
Me sobresalté cuando la sentí, gritando y quitando la mano con rapidez como si me
hubiese quemado. Di un paso hacia atrás, mis ojos completamente abiertos a causa
del miedo, y vi al doctor Cullen parado ahí, con su ceño fruncido. Me quedé quieta por
un segundo mientras él me miraba, deseando que mi corazón dejara de latir tan fuerte,
deseando poder calmarme y dejar de actuar de una manera tan tonta. No había razón
alguna para que yo pensara que estaba a punto de ser asesinada, no existía razón
para que siquiera asumiera que él me iba a mandar lejos. Es que ni siquiera existía
razón alguna para que creyera que él estuviese molesto conmigo, o que su rabia era
por mi culpa. No me había dicho nada más que fuese a buscar mi abrigo. Estaba
paranoica y si no me detenía ahora, probablemente podría enfadarlo con mi
comportamiento.
“¿Estás bien?” el doctor Cullen me preguntó, mirándome con cautela. “Estás muy
nerviosa hoy, niña.”
Asentí de inmediato. “Sí, eh… Estoy bien. Perdón, señor. Por reaccionar
exageradamente.”
“Está bien, no pasa nada,” dijo con un leve tono de irritación en su voz, bajando su
mirada para mirar su reloj nuevamente. “Ven, vámonos ya. No quiero retrasarme.”
Asentí, recordando a Esme decir que su hermano era un poco estricto con respecto a
estar a tiempo para todas las cosas. El doctor Cullen abrió la puerta principal de la
casa y con su cabeza apuntó en su dirección. Suspiré y caminé rápidamente,
manteniendo mi mirada fija en el suelo mientras pasaba cerca de él y salía de la casa.
Me detuve por un segundo cuando él programó la alarma y cerró la casa, para pasar
luego junto a mí dirigiéndose a su coche haciendo como si yo no estuviese allí de pie
siquiera. Lo seguí, no queriendo molestarlo más de lo que ya parecía, no queriendo
que él pensara que estaba tratando de resistirme a ir de alguna manera. Abrió la
puerta del pasajero de su coche y señaló con su cabeza la misma, en gesto silente me
dijo que entrara. Me subí al coche y estrelló la puerta con fuerza, provocándome una
mueca de dolor y que mi corazón empezara a latir rápidamente de nuevo. Rodeó su
“Es de mala educación mirar fijamente a alguien así, niña,” dijo. “¿Es que acaso nunca
te enseñaron eso? Los Swan eran seres humanos muy viles, pero sé que ese padre que
tenías no toleraba faltas de respeto de los esclavos así que sé bien que él no habría
tolerado que lo miraras así. Deberías saberlo.”
“Bien. Ahora si tienes alguna pregunta, hazla. En caso contrario, controla tus modales.
No estoy de humor para soportar insolencias hoy,” dijo. No tenía ni idea de lo que
significaba insolencia, pero tampoco tenía la intención de ser irrespetuosa con él. Dudé
por un momento, debatiéndome si preguntarle o no algo al respecto, no queriendo
arriesgarme en molestarlo aún más. Debí dudar mucho tiempo porque él gruñó. “Solo
pregunta,” espetó bruscamente. Me tensé a causa de su tono, mi corazón empezó a
latir de manera errática nuevamente.
“Yo, eh… Yo solo quería saber dónde vamos, señor,” le dije rápidamente, mi voz era
temblorosa. La imprevisibilidad del doctor Cullen me sorprendió.
Entró con el coche al estacionamiento, conduciendo por el lado frontal del edificio y
aparcando en uno de los primeros puestos para estacionarse. Miré por la ventanilla y vi
Apagó el motor del coche y sacó la llave del encendido, suspirando. “Espero que hoy
demuestres tu mejor comportamiento, Isabella. Estas personas son mis colegas, así que
no te atrevas siquiera a ponerme en ridículo. Probablemente ninguno te dirija la
palabra, ya que todos ellos saben que vives en mi casa y que trabajas para nosotros.
Demonios, para ser honestos, todo el mundo en este pueblo sabe todo acerca de ti.
Estas personas son como buitres cuando se trata de chismes.”
Me quedé sentada inmóvil, mirando por la ventanilla al letrero con el nombre del
doctor Cullen en él. Podía sentir su mirada fija en mí y eso estaba incrementando mi
nerviosismo. No pude sino sentir que estaba insinuando algo con sus comentarios
acerca de los chismes, tratando de conseguir algún tipo de reacción de mí, pero no iba
a ceder tan fácilmente. No podía permitir que mi paranoia me llevara a cometer
errores.
“Es un placer verte también,” dijo con voz formal. Se acercó a una pared y presionó la
flecha hacia arriba del ascensor. La puerta se abrió y me miró, alzando las cejas. Pasé
cerca de él rápidamente, entrado al ascensor, y me siguió. Presionó un botón y las
puertas se cerraron despacio.
A pesar del hecho que subir hasta la segunda planta tomó apenas treinta segundos a
lo máximo, fue lo suficiente como para aumentar mi ansiedad a la décima potencia. No
me gustó estar atrapada en un sitio demasiado estrecho con absolutamente ninguna
oportunidad de escape. Lógicamente sabía que el doctor Cullen no me pondría una
mano encima estando en el ascensor de un hospital, especialmente si era el hospital
en donde él trabajaba, ya que valoraba el respeto que se había ganado. Pero no
estaba siendo fácil ser lógica cuando estás confinada en una pequeña caja de cinco
por cinco pies con un techo de siete pies con un hombre claramente capaz de hacerte
daño, y que probablemente él estuviese deseando poder hacerlo por alguna razón.
“Lo siento, señor,” le dije rápidamente en un susurro. No había nadie en el pasillo con
nosotros por lo que nadie podía escuchar lo que acababa de decir de todas formas,
pero supuse que era mejor pedir disculpas antes que pedir perdón y no hablar en voz
alta.
Suspiró y soltó sus puños, dándose la vuelta y caminando en dirección a una puerta.
Alcé la mirada y vi su nombre escrito en una placa de metal en ella, dándome cuenta
que aquella era su oficina. Sacó un par de llaves de su bolsillo y liberó los seguros de
la puerta, abriéndola y guardando las llaves de regreso en su bolsillo. Entró
rápidamente al lugar y encendió la luz antes de voltearse en mi dirección.
“Pasa y siéntate, regresaré en un momento. No te atrevas a tocar nada, ¿me has oído?
Sabré si lo has hecho,” dijo. Su voz era firme y sonaba relativamente calmada, pero él
ni siquiera estaba tomándose la molestia en esconder la irritación en sus ojos. Sabía
que yo sabía que estaba molesto, así que no tenía sentido tratar de ocultarlo.
Caminé por el lugar y me senté en una de esas sillas con cautela, mis nervios me
“Me preguntaba por qué estamos aquí, señor,” dije en voz baja. Él asintió y regresó su
mirada a los papeles en sus manos, y volvió a leerlos. No respondió enseguida y me
pregunté si simplemente me iba a ignorar, sin darme alguna respuesta a eso. Supuse
que lo averiguaría por mí misma a su debido tiempo, pero el hecho que no me lo dijera
incrementó mi ansiedad.
Él asintió y dejó los papeles que estaba sosteniendo en sus manos sobre el escritorio.
Se puso de pie y caminó hasta un estante de libros junto a la pared y comenzó a
buscar entre los títulos. Gruñó por lo bajo y me tensé cuando algo que sonó parecido a
‘hacerme abuelo’ salió de sus labios. ¿Acaso él pensaba que Edward y yo estábamos
teniendo sexo? ¿Esa era la razón por la cual él me tenía bajo control anticonceptivo?
¿Había pensado que de alguna manera terminaríamos juntos? No me atrevería a
preguntarle esas cosas de todas formas, ya que sería algo imprudente.
Sacó un libro del estante y caminó de regreso a su escritorio, sosteniéndolo para mí.
Mis ojos se abrieron asustados y alcé mi mano, cogiéndolo con cuidado. “Una de las
enfermeras vendrá en un momento para ponerte la inyección, aparte de eso solo vas a
estar aquí sentada la mayor parte del día. No tengo nada aquí para entretenerte, este
libro es la única diversión que tendrás de esta oficina. Allá hay algunos otros libros en
caso que te aburras con este.”
Asentí de manera dubitativa, mirando la cubierta del libro mientras el doctor Cullen se
sentaba en su silla nuevamente. Él empezó a clasificar sus papeles nuevamente y mi
ceño se frunció en cuanto leí la cubierta del libro.
“Lo siento, señor. Yo voy a, eh… Solo voy a leer. Gracias,” murmuré. Él asintió.
“Sí, gracias,” dijo él, sonando sin mucho entusiasmo. “Voy a bajar a buscar algo de
comer para ti. Volveré enseguida,” dijo mientras se giraba a mirarme. Asentí.
“Gracias,” le dije en voz baja. Él asintió y me miró por un momento, entrecerrando sus
ojos levemente. La mirada en ellos era un poco intimidante, casi como si fuese una
amenaza. Sentí como una oleada de miedo recorría mi cuerpo, miedo que ni siquiera
sentí aliviarse cuando él se volteó y salió de la oficina. No quería cometer ningún error
y accidentalmente decir o hacer algo equivocado.
“¿Así que tú eres Isabella? Soy Heidi,” dijo ella, extendiendo su mano hacia mí. Dejé el
libro sobre el escritorio del doctor Cullen y me puse de pie, extendiendo también mi
mano para estrechar la suya.
“Encantada de conocerte, Heidi,” le dije algo dubitativa, sin saber exactamente cómo
llamarla. Ella me había dicho su nombre pero yo no quería ser descortés llamándola
por el mismo, pero no estaba tampoco segura si decirle señora era algo apropiado. El
doctor Cullen no me había dicho nada sobre ella, así que no estaba segura sobre
cuánto sabía ella o lo que debía esperar.
“Yo, eh… Es decir, no sé...” Balbuceé, sin tener idea de cómo responder a eso. Ella
sonrió levemente, asintiendo.
“Está bien, lo sé. Es inexplicable, ¿eh? Pero déjame decirte, ese chico solía aterrizar por
emergencias o causaba que alguien más necesitara atención medica cada semana
con todas las riñas que ocasionaba. Han pasado meses desde la última vez que pasó
eso,” dijo ella, encogiéndose de hombros. “Es casi como un milagro. Yo sé que el
doctor C debe estar feliz por ello, por no tener que estar castigando constantemente a
su hijo por meterse en líos.”
Solo la miré fijamente. “No estoy muy segura sobre el doctor Cullen,” murmuré. “Quiero
Ella rio levemente. “Por supuesto que lo sabe. El doctor Cullen es un hombre
inteligente, muy observador. Eso es lo que lo hace un gran doctor. Él puede sentir
cosas, percibir cosas que los otros no perciben y él conoce a sus hijos muy bien.
Demonios, él probablemente supo lo que estaba sucediendo antes que Edward
siquiera lo supiera” dijo encogiéndose de hombros como si lo que acababa de decir no
fuese gran cosa, completamente ajena al hecho que aquello sí que era un problema
enorme. “Date la vuelta y desabrocha tus vaqueros para mí, por favor”
Hice lo que ella dijo, sintiéndome un poco aprensiva por aquello. Ella bajó mis
pantalones levemente y me tensé, preparándome para lo que venía. Estaba muy
agradecida con que el doctor Cullen fuese lo suficientemente amable como para traer
a alguien más que hiciera esto, ya que no existía manera posible en que yo me pudiese
sentir cómoda de que él hiciera esto.
“Es un poco difícil de creer que la única atención médica que Edward le causase a
alguien más estos días, es para que su novia tenga su dosis de anticonceptivos,” dijo
mientras reía y clavaba la aguja en mí. Salté a causa de la sensación de ardor,
haciendo una mueca de dolor mientras sus palabras causaban que el pánico en mí
resurgiera otra vez. El dolor se disipó después de un segundo y ella subió mis
pantalones nuevamente. Empecé a abotonarlo, mis manos temblaban ligeramente a
causa de los nervios.
“Gracias,” le dije rápidamente, sin querer parecer descortés ya que tampoco tenía idea
qué más decirle. Ella me miró y sonrió, asintiendo.
“De nada. Es solo parte de mi trabajo. Ha sido realmente un placer conocerte,” dijo. Yo
asentí y hubo un ligero golpe en la puerta. Heidi se volteó y la abrió, permaneciendo en
la entrada con las manos en sus caderas. “Eso ha sido rápido,” dijo ella.
El doctor Cullen sonrió levemente. “Ser médico tiene sus ventajas,” dijo encogiéndose
de hombros. Ella se hizo a un lado y él entró en la oficina, sosteniendo una bolsa.
Caminó hasta el escritorio y se sentó en su silla. Suspiré y regresé a mi silla,
intercambiando miradas entre Heidi y el doctor Cullen. Estaba preocupada de que ella
fuese a decir algo acerca de Edward, de que ella trajera el tema a colación estando el
doctor Cullen presente.
El doctor Cullen sacó dos contenedores de plástico, situando uno frente a mí y el otro
frente a él. Sacó unos cubiertos de plástico envueltos también en plástico y me entregó
un para mí.
“No veo por qué consigue un tratamiento especial, usted no es especial,” dijo Heidi en
tono de broma. El doctor Cullen esbozó una pequeña sonrisa, mientras negaba con su
cabeza.
Abrí el contenedor de comida, deseando que ella se fuese para que así mi ansiedad
pudiese calmarse un poco. Saqué mis cubiertos de plástico y empecé a pinchar la
comida frente a mí cuando Heidi rio a mis espaldas. “Lo que sea. Es su cumpleaños así
que vamos a darle esa ventaja hoy.” La mención de su cumpleaños una vez más causó
que alzara mi mirada y lo mirase, todavía algo confundida por el hecho de que todos
me hubiesen ocultado algo así. Él me miró brevemente, su sonrisa decayó cuando vio
mi curiosa expresión. “En fin, disfruten de su almuerzo. Una vez más, ha sido un placer
conocerte Isabella. Eres una chica afortunada, pero no dejes que estos hombres Cullen
te den muchos problemas. A veces hay que enseñarles quien es el jefe, ¿me
entiendes?” dijo en tono gracioso. Me paralicé, tensándome un poco, y miré al doctor
Cullen. Parecía casi divertido por sus palabras, la ironía obviamente estaba presente.
Ella no tenía ni idea cuánto poder sobre mi vida tenía el hombre que estaba sentado al
otro lado del escritorio.
Ella caminó hacia la salida y casi respiré aliviada, pero hizo una pausa cerca de la
puerta, mi peor miedo salió a flote cuando ella abrió su boca una vez más. “He oído
que a Edward le gustan las mujeres pervertidas de todas formas, así que estoy segura
que él apreciará un poco de dominación por parte de su chica.”
La diversión murió en los ojos del doctor Cullen de inmediato, su expresión se torció
una vez más. Heidi salió de la oficina, riendo, completamente ignorante de la situación
que acababa de provocar. En cuanto la puerta se cerró, mis manos empezaron a
temblar con fuerza, el tenedor que estaba sosteniendo se movía de un lado a otro. Mi
corazón latía furioso y sentí como si estuviese a punto de vomitar. El doctor Cullen
únicamente se sentó y me miró, su expresión era ruda, y sus ojos estaban entrecerrados
levemente. Me di cuenta que estaba tratando de buscar alguna reacción en mí,
tratando de leerme. Intenté mantener mi rostro en blanco, tratando de mantener mi
compostura, pero estaba aterrada.
El doctor Cullen comió en silencio y yo tomé unos cuantos bocados de mi bandeja, sin
querer molestarlo por ignorar mi comida. Después de diez minutos de espesa tensión y
de haberme obligado a ingerir una buena cantidad de comida, dejé mi tenedor a un
Mis ojos se abrieron completamente a causa del pánico que atravesó mi cuerpo y alcé
el teléfono para dárselo, mi mano temblaba con fuerza. Él lo cogió rápidamente y miró
la pantalla. Lo miré por un segundo mientras él miraba el teléfono, sabiendo que podía
ver el nombre de Edward parpadeando en él, indicando que era él quien llamaba. La
canción terminó después de un segundo y el doctor Cullen permaneció allí quieto,
todavía mirando la pantalla. Estaba aterrorizada sobre lo que podía pasar ahora, a
qué nos enfrentaríamos Edward y yo. En cuestión de momentos empezó nuevamente, la
canción sonó tan fuerte, retumbando en la tensa y tranquila habitación.
“Sentirse herido
Sentirse perdido
Bienvenido a mi vida.”
Me miró brevemente antes de abrir la tapa del teléfono y presionar el botón. La canción
se detuvo y llegué a la conclusión de que él la había silenciado nuevamente, pero en
vez de eso llevó el teléfono a su oído. El pavor me sacudió cuando me di cuenta que
había contestado la llamada.
El doctor Cullen cerró el teléfono y lo miró por un segundo antes de dejarlo sobre su
escritorio. Lo deslizó hasta mí, mirándome expectante. “Silenciar una llamada solo
hace parecer que estás tratando de esconder algo, Isabella. Y estoy muy bien enterado
de que él te llama y te envía mensajes de texto, ya que soy yo quien paga ambas
cuentas de teléfono.”
Él asintió. “Bueno, en realidad no hay motivos para celebrar este día. Puede ser el día
en que me fue dada la vida, pero también es el día en que la vida me fue arrebatada,”
dijo, mirando unos papeles que estaban sobre su escritorio. Empezó a ordenarlos, y lo
miré confundida, sin saber qué significaba eso de que le había sido arrebatada la
vida.
Sus palabras no tenían mucho sentido para mí; el hecho de que él carecía de
verdadera libertad puso en duda que lo que estaba diciendo fuera en realidad la
verdad.
“Y ese es el porqué no existe nada ‘feliz’ en mi cumpleaños, por qué ni siquiera vale la
pena mencionarlo. Dime, niña, ¿celebrabas cumpleaños en Phoenix?” preguntó
mirándome.
Yo dudé, sin saber qué decir para no enojarlo. Me miraba fijamente, obviamente
esperando una respuesta. Me debatí por un momento antes de optar por la verdad, mi
mente estaba ya de cabeza, y ocasionaría más daños si trataba de mentir que si
soltaba la verdad.
“¿De quién?” Pregunté instintivamente, mi reacción natural fue fingir ignorancia. Sabía
exactamente de quién estaba hablando, porque estaba tan claro como el día que
definitivamente nos había descubierto tiempo atrás. ¿Debía admitirlo y enfrentar las
consecuencias que estaba segura que vendrían con mi confesión, o debía mentir?
¿Debía tratar de negarlo y esperar que se olvidara del asunto, que no me presionara
más con eso? ¿Existía de todas formas un motivo para mentir, cuando él jamás me
había creído al fin de cuentas? ¿Escuchar una confirmación de mi parte, o una
negativa cuando estaba segura que la respuesta le molestaría aun más?
“Sí,” le dije, tratando de mantener mi voz uniforme y mirando la placa con su nombre
que estaba sobre su escritorio. No quise mirar hacia abajo completamente, pero no
había forma en que pudiese mirarlo a los ojos. Tenía demasiado temor de ver la rabia,
el asco que probablemente estaría presente porque su orgullo y alegría estaba con una
esclava.
Pero yo no tenía miedo del castigo, en sí. Él podría castigarme todo lo que quisiera, y
eso no cambiaría lo que yo sentía. Podría atarme y amordazarme todo lo que quisiera,
golpearme y lastimar mi cuerpo, pero él no podría destruir lo que yo sentía en mi
corazón. Podría soportar un millón de castigos por Edward, pero de lo que sí tenía
miedo es que Edward tuviese que enfrentar algunas de las consecuencias.
El doctor Cullen se puso de pie después de un momento y tomó una bolsa que estaba
junto a su escritorio, mi corazón empezó a latir con fuerza en cuanto caminó hacia mí.
Me tensé en cuanto se sentó en una silla de cuero negro junto a mí, abriendo la bolsa.
Continué mirando al frente pero pude ver sus movimientos aun cuando estaban fuera
de mi vista periférica. Él sacó algo de la bolsa, lo cual me asustó al principio, pero mi
ceño se frunció a causa de la confusión en cuanto apartó un par de cosas de su
escritorio y dejó una computadora portátil sobre el mismo. La abrió y la encendió.
“Edward me llamó la otra noche, en fin de año. Quería saber si en verdad tú tenías un
chip de rastreo en tu cuerpo,” dijo el doctor Cullen. Estaba levemente asombrada por lo
que lo miré, sorprendida por el hecho de que Edward hubiera confrontado a su padre
por eso. Estaba también un poco asustada, me pregunté de inmediato si esa era la
razón por la cual el doctor Cullen parecía estar tan molesto cuando me vio esta
mañana. No recordaba que me hubiese prohibido contarle a cualquiera de sus hijos
acerca del chip, pero no podía estar completamente segura de que para él fuese algo
implícito y por eso no lo mencionó. “Tengo que decirte, Isabella. Que no estaba muy
feliz de que él me lo preguntara.”
Mi pánico surgió por todo mi cuerpo. “Lo siento, señor. No sabía que no debía decirlo…
Quiero decir, usted nunca lo dijo… y usted dijo que no existían secretos en su casa,”
balbuceé.
Suspiró y asintió. “¿Así que recuerdas esa conversación que tuvimos en Phoenix?”
preguntó, mirándome. Asentí algo dubitativa. “Bien. Está claro que has hecho caso
“Lo sé, niña. ¿Crees que te permitiría tanta libertad si pensara que intentarías huir? Sí,
fácilmente podría encontrarte y traerte de regreso, pero entonces habrían
consecuencias por sus acciones que prefiero no tener que enfrentar. No, no estoy
preocupado de que intentes irte, nunca he temido eso, ya que no eres capaz de
sobrevivir allá afuera por tu cuenta y estoy bastante seguro de que estás al tanto de
eso. Te puse el chip principalmente por razones de precaución y seguridad, ya que
tenía la intención de darte ciertas libertades. Has estado cara a cara con algunos de
los hombres más peligrosos de este país y a causa de eso te has desensibilizado en
situaciones moderadamente perjudiciales. Tenía miedo de que pudieses enamorarte
de alguien que con encanto lograra conquistarte, Isabella, alguien que pudiese
convencerte de poner en él toda tu confianza y que eso potencialmente pudiese ponerte
en peligro. Y parece que estaba en lo correcto, excepto que nunca logré anticipar que
la persona que te encantaría bajo su hechizo sería alguien que viviese bajo mi techo.
Jamás imaginé que ese alguien sería mi hijo,” dijo negando con su cabeza.
Hubo una corta pausa, miré el portátil mientras él presionaba unos cuantos botones y
la pantalla cambió. Era la imagen de un mapa, un montón de calles con un gran
círculo rojo en la mitad del mismo. “Quiero a mi hijo demasiado, pero él puede ser
volátil y actuar sin pensar, y lo sé porque yo era igual que él a su edad. Y conozco muy
bien el resultado de eso. Yo sé que si a él se le ocurre, podría intentar huir contigo. Y
esto también lo sé, porque una vez intenté hacer lo mismo,” dijo. Mi ceño se frunció a
causa de la confusión, ya que no sabía de qué me estaba hablando. Alzó su mirada y
negó con su cabeza.
“Eso no importa ahora. Lo que importa es que mi hijo será bastante persuasivo, y
gracias a que lo amas querrás seguirlo con los ojos cerrados. Y necesito que entiendas,
Isabella, que no puedes hacerlo. Sé que tú puedes pensar lo contrario, y no te culpo por
ello, pero no soy del todo un hombre horrible. Tengo corazón. Y así como amo a mi hijo,
Presionó otro botón en la pantalla y el mapa cambió a una imagen un poco borrosa. La
miré por un momento, el punto rojo parpadeaba en lo que parecía ser un edificio. Mis
ojos se abrieron sorprendidos después de un segundo cuando me percaté que el
edificio era el hospital en donde estábamos. Me estaba enseñando lo exacta que era la
información.
“Esta es la primera vez que he mirado esto, la primera vez que he accedido a tu chip
para ubicarte. Y espero que sea la última que tenga que hacerlo. Porque te lo digo en
este momento, si huyes con mi hijo, te encontraré y te haré pagar con creces por eso.
Ninguno de ustedes comprende la situación en la que están metidos, y huir solo va a
provocar que alguien salga herido y no puedo permitir que eso ocurra. No puedo
permitir que mi hijo caiga en las redes de esto, no puedo permitir que sea una víctima.
Podría intentar explicarle esto a Edward, pero entonces él querría respuestas que yo
simplemente no puedo darle. Respuestas que será mejor que él jamás oiga. Así que en
vez de eso, te lo digo a ti. Porque si recuerdas nuestra conversación en Phoenix como
dices recordarla, recordarás claramente que dije que esperaba tu lealtad, y si me das
cualquier cosa menos tu completa lealtad, tendrás que enfrentar las consecuencias. Es
decir, estoy hablando muy en serio, y te digo ahora que si huyes con mi hijo te rastrearé
y te mataré si tengo que hacerlo. Y no quiero hacerlo, porque eso sería ir en contra de
todo lo que yo he estado intentando hacer y estaría además firmando mi propia
sentencia de muerte a la vez, pero no puedo permitir que mi hijo salga lastimado. Y si
son lo suficientemente estúpidos para tratar de desaparecer, Edward terminará herido
Hizo una pausa y regresó su mirada al portátil, mirando fijamente al punto rojo
parpadeante por un momento. “Si lo amas como dices, entenderás por qué estoy
haciendo esto. No quiero guardarle secretos a mi hijo, pero su seguridad va primero. Y
sé que tú no vas a querer guardárselos tampoco, pero por el amor que le tienes lo
tendrás que hacer, si quieres que se mantenga a salvo. Porque estos secretos, Isabella,
estos secretos giran todos a tu alrededor. Necesito que te hagas la idea de esto. No
espero que entiendas lo que sucede porque no estoy preparado para decirte cuáles son
esos secretos, pero lo que sí espero es que me obedezcas. Necesito que mantengas
alejado a Edward de todo aquello que pueda alimentar su sospecha y curiosidad,
debes desalentarlo de que siga buscando respuestas que tampoco necesita encontrar.
No sé qué me llevó a hacerlo, pero cuando me fui la semana pasada dejé encendida la
cámara de video de mi oficina porque tenía una extraña sensación. ¿Y sabes lo que he
visto esta mañana cuando he regresado a mi oficina y he rebobinado la cinta? A mi
hijo hurgando en mi oficina. Estaba buscando información, información que menos mal
que no había dejado allí. Él ya ha empezado y necesita detenerse, porque si no lo hace
se verá obligado a cruzar unos límites que seguro provocarán que ambos salgan
lastimados”.
“Yo sé que es demasiado para asimilar,” dijo el doctor Cullen después de un momento.
“Sé que lo más lógico parecería que me sentara con mi hijo y le dijera que se detenga,
pero conoces muy bien a mi hijo. La lógica no funciona en él. Si le digo a Edward que
deje de meterse en asuntos que no le incumben por el hecho de que con eso está
poniendo su vida en riesgo, eso solo hará que él escarbe más y más en busca de
respuestas, eso solo encendería aún más su curiosidad. Es ingenuo y estúpido, al igual
que lo era yo, y no logra comprender la seriedad en el hecho de desperdiciar su vida
por una tontería. Y me gustaría poder decírselo, pero hay circunstancias que me lo
impiden.”
Hizo una pausa y negó con su cabeza. “No quiero que Edward se involucre con la
mafia, quiero que esté lo más lejos posible de eso. Pero el hombre a cargo, Aro, tiene
grandes esperanzas en Edward. Yo también estoy caminando por una delgada línea,
debatiéndome entre alejar a mi hijo de este estilo de vida y tratar de ser conciliador con
mi organización. Cuando comprometí mi vida con ellos, juré a la organización que
siempre irían por delante sin importar nada más. Ellos me dijeron que esperaban que
fuese capaz de sacrificar a mi familia si fuese necesario y estuve de acuerdo con eso,
porque era un idiota y pensaba que solamente era un juramento glorioso como para
hacer eso algo emocionante. Y hasta donde sé, veintitrés años después, ellos esperan
que simplemente les entregue a mi hijo, que permita que el más pequeño de mis hijos
entre en esta vida con los ojos cerrados justo como hice yo. Aro ve a Edward como un
principe della mafia. No ve el momento en que pueda tenerlo bajo sus alas. Si se
enteran que no estoy de acuerdo, que he hablado y he tratado de persuadir a mi hijo
de que no se una, me verán como un traidor. ¿Recuerdas lo que te dije ese día en el
auto cuando estábamos en Phoenix acerca del castigo que se recibe por traición en mi
mundo, Isabella?”
“Sí, la muerte. Entonces, ¿puedes ahora ver una parte de la encrucijada en la que me
encuentro? Tu relación con él no ayuda a mi situación, pero soy lo suficientemente
hombre como para reconocer que está ayudando a mi hijo como persona. Lo estás
salvando de maneras en las que yo he fallado, pero quiero que te des cuenta que yo
también estoy tratando de salvarlo. Es solo que aún no he encontrado una salida para
eso sin que alguien salga herido, una salida para que todos seamos salvados y en la
que nadie deba ser sacrificado. Y necesito tu ayuda; estoy demandando tu lealtad,
porque sin ella todo será simplemente peor,” dijo.
Me miró de forma inquisidora, alzando sus cejas, obviamente esperando alguna clase
de respuesta de mi parte. Había tanto que quería decirle, tanto que quería preguntarle
pero estaba tan sorprendida, aturdida y asustada que no encontré palabras como para
formar una pregunta coherente. Finalmente asentí después de un segundo, suspirando.
“Sí, señor,” murmuré. Él asintió y se puso de pie, caminando hasta su silla para
sentarse detrás de su escritorio nuevamente. Tomó su bolígrafo y empezó a ordenar
unos papeles, lo miré por un momento antes de inclinarme y recoger el libro que estaba
en el suelo. Le di un vistazo, incapaz de enfocar mi atención en las historias, mi mente
daba vueltas a mil por minuto mientras trataba de absorber completamente lo que el
doctor Cullen había dicho. Definitivamente esta no era la reacción que había esperado
de él.
El tiempo prácticamente voló y antes de que me pudiese dar cuenta hubo un sonoro
golpe en la puerta detrás de mí. Salté, asustada, ya que la oficina había estado
envuelta en un silencio total bastante tiempo. El doctor Cullen alzó su mirada hacia mí,
como si estuviese a punto de decir algo, pero antes de que pudiese hacerlo la puerta se
abrió. El doctor Cullen gruñó, mientras negaba con la cabeza.
“¿Cuántas veces tenemos que pasar por esto Edward Anthony, antes de que dejes de
entrar a las habitaciones sin permiso?” dijo el doctor Cullen en tono cortante,
obviamente no parecía feliz. Me quedé paralizada en mi asiento, mirando directamente
al escritorio del doctor Cullen, y sentí cómo la piel de mi nuca empezaba a erizarse a
causa de su proximidad después de que la puerta se cerró.
“Eh, pensé que tenía permiso. Es decir, mierda, tú me has pedido que viniera,” dijo
Edward. El doctor Cullen lo miró un segundo antes de negar con su cabeza.
Mis ojos se abrieron asustados y Edward se tensó, mientras miraba a su padre. Lo miré
“¿Disculpa?” dijo Edward, su voz estaba llena de rabia que él claramente estaba
tratando de controlar. El doctor Cullen suspiró, negando con su cabeza.
“¿Qué es les pasa que actúan como niños ignorantes? Ya me has oído. Te he dicho que
me des la llaves de tu coche,” dijo con tono cortante. Miré a Edward nuevamente y pude
ver como agarraba el brazo de la silla con fuerza, con rabia. Llevó su otra mano al
bolsillo de su pantalón y sacó sus llaves, lanzándolas sobre el escritorio de su padre.
Cayeron sobre la pila de papeles con un leve tintineo. El doctor Cullen las tomó y se
puso de pie, dándose la vuelta y dirigiéndose hasta la esquina donde había dejado su
chaqueta. Una vez que el doctor Cullen nos dio la espalda, Edward se acercó a mí y
tomó mi brazo levemente para llamar mi atención. Lo miré enseguida y vi cómo su ceño
estaba fruncido. Volvió su mirada a su padre rápidamente antes de darme una mirada
inquisitiva, obviamente preguntándose qué estaba ocurriendo. Yo me encogí de
hombros, insegura de mí misma y todavía bastante sobrecogida acerca de todo,
Edward solo suspiro. El doctor Cullen se volteó después de un segundo y Edward soltó
mi brazo, para luego pasar una mano por su cabello.
“¿Y qué demonios tiene que ver eso con lo que está pasando?” preguntó.
“He pensado que un automático sería más fácil para empezar,” dijo el doctor Cullen.
“Pero si tú prefieres que ella empiece con el Volvo, adelante y coge tus llaves de
nuevo.”
Edward negó con su cabeza, aún estaba confundido. “Jesucristo, ¿De qué mierdas
estás hablando?” preguntó. “Lo que dices no tiene maldito sentido.”
“Guardi le vostre parole*,” espetó el doctor Cullen rápidamente, entrecerrando sus ojos
a Edward. Edward suspiró, negando con su cabeza, pero de todas formas no
respondió. “Si dejaras de estar siempre tan a la defensiva, podrías ver que te estoy
diciendo que enseñes a la chica a conducir.”
Me tensé y los ojos de Edward se abrieron asustados. “Joder, ¿estás bromeando?” dijo
en voz alta, sonando emocionado. Lo miré rápidamente, asombrada, y el doctor Cullen
“Te lo juro, hijo, a veces me dan ganas de sacarte la mierda a golpes,” dijo el doctor
Cullen irritado. Edward soltó una risita.
“¿Te das cuenta que estás maldiciendo porque yo maldije primero, verdad? ¿Qué clase
de maldito modelo a seguir eres?” dijo Edward en tono de broma. Estaba un poco
sorprendida sobre lo rápido que fue su cambio de actitud. El doctor Cullen negó con su
cabeza.
“No el tipo de modelo a seguir que necesitas, eso tenlo por seguro. Haz lo que yo diga y
no lo que yo haga,” dijo.
Edward hizo una mueca. “Ah, vamos. Tale il padre, tale il figlio,” dijo él
El doctor Cullen negó con su cabeza. “Eres demasiado bueno para seguir mis pasos,”
dijo.
“¿Demasiado bueno para ser doctor?” preguntó Edward, con una sonrisa. El doctor
Cullen suspiró.
“Sabes de lo que estoy hablando,” dijo en voz baja. Edward suspiró, encogiéndose de
hombros.
“Como sea. Mira todo lo que te ha dado. Seguro que no será tan malo,” murmuró. “En
fin, ¿por qué estamos en el puto hospital? ¿Implantando más mierda, haciendo más
pruebas genéticas? O déjame adivinar, ¿es un secreto?”
Me tensé y miré a Edward, mis ojos estaba abiertos por completo a causa del pánico.
No podía creer que hubiera dicho eso. Mi cabeza volteó en dirección al doctor Cullen
después de un segundo y vi como miraba fijamente a Edward, luciendo bastante
enojado. Dirigió su mirada a mí brevemente, sus ojos relucían con esa irritación que yo
había visto temprano esta mañana. Negó con su cabeza, mirando nuevamente a
Edward.
El doctor Cullen se puso de pie y empezó a caminar cuando Edward le habló. “Oh, feliz
cumpleaños,” le dijo. Miré al doctor Cullen mientras él se paralizaba por completo,
después de un segundo volteó a mirar a Edward.
“Toda mía,” susurró con voz ronca mientras soltaba mi labio, presionando su boca
contra la mía nuevamente de manera breve. Sonreí cuando él se alejó esta vez, alcé mi
mano para pasar mis dedos sobre sus labios, pasando mi mano por su mejilla.
Necesitaba urgentemente un buen afeitado y tenía unos pequeños pelitos creciendo
por allí, su piel se sentía áspera pero no por eso dejaba de ser atractivo. Habíamos
llegando bastante cerca de la completa intimidad durante la semana anterior,
realmente explorando la tercera base. La noche anterior él había estado allí debajo
nuevamente por tercera vez en una semana y me probó, y la sensación de su vello
facial frotándose con el interior de mi muslo fue intensa. Yo había ido a su parte de
abajo dos veces esta semana, la noche anterior incluida, y parecía ser extraño el hecho
de tener tanta intimidad.
Permanecí inmóvil en la silla, sus palabras me recordaron todo lo que el doctor Cullen
me había dicho. No estaba segura de cuál era el peligro, pero sí estaba segura de que
Edward estaba dispuesto a enfrentarlo y eso me asustó. No sabía que Edward había
empezado ya a hurgar en busca de información y no quería que accidentalmente fuese
arrastrado a algo más peligroso por mi culpa.
La semana anterior, en la noche de fin de año, Edward me había dicho que él pondría
mi seguridad por encima de mis deseos, y yo apreciaba demasiado aquello porque por
primera vez en mi vida alguien en realidad estaba tratando de cuidarme. Supe ahora
que yo debía hacer lo mismo por él. Necesitaba pensar en su seguridad. No quería que
saliera herido y si eso significaba que debía poner toda mi confianza en las palabras
del doctor Cullen y darle mi total lealtad, tendría que hacerlo. Por Edward. Y no sería
fácil, encontrar el balance entre amarlo y entregarle mi alma y mantenerlo seguro y
alejado de todo lo malo, pero encontraría la manera de hacerlo. Porque valía la pena,
él valía la pena.
Prefería sacrificarme a mí misma antes de que él tuviese que sufrir un simple momento
a causa de mi existencia.
**************
Guardi le vostre parole = Controla tu boca
Edward cullen
La estridente campana sonó con fuerza, sobresaltándome de mi sueño ligero. Mi
cabeza se alzó rápidamente y parpadeé varias veces, mirando alrededor, confundido.
Me llevó un momento darme cuenta que estaba en mi escritorio en medio de mi aula de
historia. Gruñí y levanté mis manos para frotar mi rostro, tratando de despertarme de
una puta vez. Todos los demás se estaban levantando, recogiendo sus pertenencias y
saliendo de la sala, charlando con entusiasmo porque era la hora del almuerzo. Me
quedé ahí sentado un segundo antes de empujar mi silla hacia atrás y ponerme de pie.
Agarré mi mochila y arrojé mi libro y mi cuaderno dentro, subiendo el cierre y
lanzándola sobre mi hombro. Me alejé unos pasos de mi escritorio, deseando salir por
la puerta rápidamente, pero alguien se aclaró la garganta ruidosamente detrás de mí.
Me detuve y volví a gruñir, sabiendo que me iban a dar una puta llamada de atención.
Me pasé la mano por el pelo, algo irritado y me di la vuelta para enfrentar al señor
McDonald. Ese hijo de puta me odiaba, siempre lo había hecho, porque era un maldito
idiota y probablemente sabía más sobre la jodida historia que de él. La primera
semana de clases dijo una mierda acerca de la mafia italiana en Sicilia, algunas
gilipolleces que sabía que no eran ciertas, y simplemente podría haber dejado que se
resbalara, pero por supuesto, soy un cabrón engreído y tuve que hablar de una puta
vez. Él ha estado detrás de mi culo desde entonces, ya que no agradeció que lo hiciera
parecer un estúpido. Él sabía que yo tenía influencias, que lo que digo y hago tiene
peso en la escuela, y sabía que el que yo lo enfrentara arruinaría el respeto que otros
chicos de lo contrario probablemente le podrían tener. Así que desde entonces me ha
estado llamando la atención, porque su maldito ego estaba herido y quería
desacreditarme, y nunca había tenido jodido éxito pero de todos modos lo intentaba
con todas sus jodidas fuerzas. También detestaba que realmente no tuviera que hacer
un gran esfuerzo, que podía hacer todo a medias y aun así pasar su clase de mierda
con un éxito rotundo.
Lo miré un poco más, considerando si decir algo más o no, antes de simplemente
darme la vuelta y dirigirme hacia la puerta. No tenía sentido siquiera que me molestara
y él no dijo nada al respecto, solo se quedó ahí mirándome con la boca abierta
mientras salía de la sala. Sabía que no se atrevería a mandarme a detención, porque
mandarme a detención solo lo forzaría a tener que sentarse en una habitación conmigo
otra maldita hora después de clase y eso era lo último que él quería. Seguro como la
mierda que tampoco iría al director por esto. Hizo eso al inicio del año, tratando de que
me expulsaran por falta de respeto no mucho después del incidente de la mafia en
clase, pero el director tenía tanto maldito miedo de castigarme por mi padre que no le
dio importancia en absoluto.
Caminé por el pasillo y llegué a las puertas dobles, saliendo a la explanada. Hacía
bastante frío fuera, pero al menos estaba seco después de haber llovido toda la
semana. Metí la mano en mi bolsillo cogiendo mi teléfono y sacándolo. Recorrí mis
contactos hasta que encontré el nombre de Bella, presionando el botón de llamada.
Ella seguía dormida cuando me había levantado para ir a la escuela esta mañana, con
un sueño tan malditamente profundo que incluso ese ridículo y estridente reloj de
alarma no la molestó ni un poco. Tengo que admitir que esa mierda me infló un poco el
ego. Habíamos estado despiertos hasta muy tarde, solo manoseándonos y explorando,
siendo sexuales e intimando. Ella se estaba abriendo cada vez más a esa mierda, no
tan tímida al respecto, y me hizo de nuevo una mamada. Era la tercera, y por supuesto
que todavía no era la mejor maldita persona en el mundo haciendo mamadas, pero
tengo que admitir que estaba algo agradecido por ello. Porque si ella fuera una
experta en eso, indicaría que probablemente había tenido práctica con esa mierda
como las perras que andaban en la escuela, y no me gustó ni siquiera pensar en eso.
Prefiero tener una mamada un poco descuidada que saber que ella había chupado la
polla de otro tipo, que esos dulces labios suyos alguna vez se habían envuelto
alrededor de algún otro hijo de puta. No quería siquiera que viera otra polla, mucho
menos que tocara una. Ella era mi chica, y si estaba en mi mano, nunca pertenecería a
otro hombre. Nunca estaría con otro hombre, porque no necesitaría a ningún otro más
que a mí. Mierda, la simple idea de que hablara con otro chico hacía hervir mi sangre,
y eso era jodidamente hipócrita de mi parte porque yo había follado a más chicas de
las que me gustaría admitir y todavía hablo con la mitad de ellas a diario. Pero ese era
yo, y esos habían sido mis errores. Ella era mejor que esa mierda.
Así que después de que anoche me hiciera sexo oral, y sorprendentemente se tragara
esa mierda como una campeona de nuevo, decidí devolverle el favor. Y para mí no fue
ningún problema, porque honestamente me encantaba hacer esa mierda de todos
Pero ahora sabía, por el progreso que habíamos hecho, que ya no era más “y si
tuviéramos sexo”, ahora era “cuando tengamos sexo”. Y como ella estaba tan
jodidamente apretada, me decidí a empujarla un poco más lejos y usar tres dedos en
lugar de uno, tratando de dilatarla un poco porque, Cristo, definitivamente no quería
lastimarla cuando estuviéramos juntos. El orgasmo de anoche la golpeó con fuerza,
con más fuerza que el resto, y su maldito sueño fue el más profundo que le hubiera
visto dormir alguna vez. Y esa mierda me hizo sentir bien, porque había dejado su culo
fuera de combate. Fue impresionante la forma en que había respondido a mi toque.
Así que sí, estaba jodidamente exhausto, apenas pude arrastrar mi culo fuera de la
cama esta mañana. No deseaba más que acurrucarme con ella todo el maldito día y
decir al diablo con la escuela. Pero hoy tenía el examen de historia y ya que el maestro
era un imbécil, sabía que no me dejaría hacerlo después. Tal vez podría dejar que me
dieran un cinco aquí o allá, y el año pasado me habría importado una mierda, pero
como ahora mi futuro estaba en el aire no quería correr ese riesgo. Porque la verdad
Terminé la llamada, volviendo a marcar, asumiendo que tal vez no había logrado
llegar a tiempo o no lo había escuchado. Volví a llevar el teléfono a mí oído y sonó de
nuevo por un rato antes de que el correo de voz contestara una vez más. Mi irritación
estaba aumentando, porque me estaba preocupando un poco. Ella nunca ignoraba mis
llamadas, ya que siempre contestaba a la primera cada vez que llamaba excepto
aquella vez cuando ocurrió esa situación con James. Terminé esa llamada y marqué
una vez más, dirigiéndome hacia la cafetería, considerando salir, saltar al coche y
conducir a la maldita casa para ver cómo estaba. El teléfono dejó de sonar y
contestaron, y sentí mi temperamento enardecerse involuntariamente. Esperé a que
dijera algo, conteniendo las putas ganas de gritarle porque me había asustado, pero
me congelé cuando estaba a punto de hacerlo porque sonó la voz de mi padre. Era la
última maldita cosa que esperaba escuchar en la línea, ya que esta mañana se
suponía que estaba todavía en Chicago, y por supuesto al instante me pregunté si tal
vez había llamado al maldito número equivocado porque me tomó por sorpresa y no
tenía sentido. Así que me pregunté si tal vez había marcado el suyo y no el de Bella,
pero lógicamente sabía que ese no era el caso porque había escuchado su correo de
voz dos veces. Pero no quería aceptar el hecho de que acababa de contestar a su
teléfono, porque ni siquiera quería empezar a pensar qué demonios significaba eso.
“Necesito verte en mi oficina en el hospital tan pronto como salgas de la escuela,” dijo
tan pronto respondió la llamada. Simplemente me quedé ahí, tratando de conseguir
que mi puta boca formara palabras, aturdido.
“Oh, está bien. Ahí estaré,” dije después de un momento. Me dijo que me vería
entonces y colgó, quité el teléfono de mi oído y solo me quedé mirándolo con confusión.
No estaba seguro de qué mierdas había querido decir realmente, pero no podía venir
nada bueno de mi padre contestando el teléfono de Isabella, cuando era yo el que
llamaba. Estaba seguro. De nuevo metí el teléfono en mi bolsillo después de un
momento y me pasé la mano por el pelo, desconcertado y algo nervioso. Comencé a
andar de nuevo hacia la cafetería, deslizándome entre las puertas y casi golpeando a
una chica de primer año accidentalmente mientras caminaba hacia la mesa donde
“¿Qué pasa?” Preguntó de inmediato. Suspiré y me pasé las manos por el rostro.
“¿Sabías que papá volvía a casa hoy?” Le pregunté, mirándolo. Él solo se me quedó
mirando sin tener una puta respuesta para mi pregunta, así que miré hacia Emmett
quien se encogió de hombros.
“¿Eso es lo que te molesta? ¿El hecho de que no hemos hecho nada para su
cumpleaños?” Jasper preguntó, mirándome fijamente. Rápidamente negué con la
cabeza, pasando una mano por mi pelo.
“No, ni siquiera me había dado cuenta que era su jodido cumpleaños. Como sea, esa
mierda no importa, a él no le gusta hacer nada de todos modos,” le dije. Jasper asintió.
“Lo que pasa es que contestó el maldito teléfono de Isabella y dijo que mi trasero
estuviera en su oficina tan pronto saliera de la escuela. Ese el puto problema,” dije con
brusquedad, lo que probablemente estaba jodidamente mal de mi parte porque no era
culpa de ninguno de ellos, pero estaba molesto y confundido, y jodidamente asustado
de lo que eso significaba.
Los ojos de Jasper se abrieron por el shock y miré alrededor hacia los otros tres,
dándome cuenta de que todos tenían expresiones similares. Cada uno de esos
cabrones estaba mirándome con la boca abierta, esa mirada que decía “estás jodido”.
Gemí, azotando mi puño contra la mesa, encabronado porque ninguno de ellos decía
nada para mejorar esta mierda, para darle sentido. Y nada de esto era su culpa, por
supuesto, pero podría serme útil algún tipo de maldito apoyo en este momento. Alguien
que me dijera que me estaba preocupando por nada, que estaba exagerando y que no
“¿Crees que no lo sé, perra?” Espeté. Sus ojos se entrecerraron y estrelló sus manos
contra la mesa, poniéndose abruptamente de pie y empujando su silla hacia atrás con
brusquedad.
“Jesús, chicos, cálmense de una puta vez,” dijo con mordacidad, mirando entre su
novia y yo. “¿Qué demonios pasa con ustedes dos? ¿No pueden llevarse bien por un
jodido segundo? ¿Por qué están peleando?”
Rose simplemente se quedó mirándome con los ojos entrecerrados, obviamente sin
intención de dar marcha atrás. Cristo, ni siquiera sabía por qué demonios nos
estábamos gritando el uno al otro de todos modos, simplemente así era como nos
comportábamos siempre Rosalie y yo. Por un segundo la fulminé con la mirada,
todavía encabronado, pero me encogí de hombros porque no tenía sentido pelear con
ella ahora, sobre todo porque probablemente tenía razón… estaba jodido.
Me di la vuelta y levanté mi silla del suelo, colocándola de nuevo sobre sus patas. Dejé
caer mi trasero en ella y crucé los brazos sobre mi pecho. Emmett y Rose se sentaron
después de un momento y miré a mi alrededor, notando que la gente aún nos miraba,
obviamente preguntándose qué diablos estaba pasando. Eric Yorkie pasó por nuestra
mesa en ese momento y me miró, haciendo contacto visual. Tenía expresión de
curiosidad, siendo un pequeño pendejo entrometido, y le levanté una ceja
preguntándole qué demonios pensaba que estaba haciendo mirándome así.
“¿Qué mierdas estás mirando?” Le dije con brusquedad. ¿Qué le pasaba a la gente de
la escuela? Antes, casi me temían y respetaban, y ahora me miraban como si fuera un
maldito objeto extraño que trataran de descifrar. Odiaba que me faltaran al respeto,
ellos sabían esa mierda.
“Está diciendo que sigues siendo un cabrón, con novia o sin ella,” dijo Rosalie. Gemí,
sacudiendo la cabeza.
“Como sea, cabrón o no, esa mierda no importa en este momento. Lo que importa es el
puto hecho de que tengo un verdadero problema aquí,” les dije.
“No puede ser tan malo, quiero decir, él quiere verte en el hospital. Él no haría nada
malo allí, lo sabes,” dijo Jasper. Asentí y me pasé la mano por el pelo por lo que
parecía ser la millonésima puta vez en los últimos cinco minutos, teniendo un poco de
puñetera esperanza por eso pero todavía nervioso como el demonio.
Mi padre se había ganado poco a poco el respeto de la gente, especialmente allí, así
que por suerte no correría el riesgo de tener una gran escena allí de entre todos los
lugares. Hubo una breve pausa de intenso silencio, todos nosotros, perdidos en
nuestros pensamientos antes de que Emmett jadeara. Miré hacia él confundido y vi que
me miraba boquiabierto.
“Oh mierda, ella no está embarazada, ¿cierto?” Emmett preguntó con los ojos muy
abiertos. Mi ceño se frunció.
. Mi corazón empezó a latir con fuerza solo con mencionarlo, y aunque sabía que era
jodidamente imposible, empecé a ponerme malditamente nervioso al respecto.
“Mierda, no. Ella sigue siendo una maldita virgen Emmett,” dije con brusquedad,
molesto de que siquiera hubiera pensado en esa mierda, pero mantuve mi voz como un
“Mierda, ¿en serio? Estaba seguro de que ya le estabas dando, hermano,” dijo
sonando casi divertido. Gemí y me cubrí el rostro con las palmas de las manos, irritado.
“Bueno, has pensado jodidamente mal. Ella no está embarazada. Y, Cristo, aunque le
estuviera dando, ella está en tratamiento anticonceptivo,” le dije, sacudiendo la
cabeza.
“¿Crees que te va a enfrentar por ello?” Preguntó Jasper después de un largo silencio.
Suspiré, encogiéndome de hombros.
“Eso es lo único que tiene sentido. Quiero decir, él ha contestado su maldito teléfono.
Soy consciente de que él tenía que saber, pero el hecho de que haya contestado su
teléfono me hace pensar que no se va a quedar solo de brazos cruzados y a seguir
dejándolo pasar. Simplemente no sé lo que va a hacer al respecto, ¿sabes? No estoy
esperando su maldita bendición ni nada, pero será mejor que él no le haga daño o
trate de hacerle alguna mierda,” le dije, preocupado.
“¿Y si lo intenta?” Preguntó Emmett en voz baja. Lo miré y vi que tenía una expresión
seria en su rostro. “¿Qué vas a hacer? ¿Vas a huir con ella?”
“¿Estás seguro? Tal vez ella se equivocó. Eso no suena como una mierda que papá
haría,” dijo. Yo asentí.
“Sí, bueno, yo pensé lo mismo, pensé que tenía que ser algún tipo de equivocación,
pero él lo admitió. Dijo que solo era por su seguridad o lo que sea, que ni siquiera
había usado el código para rastrearla. Lo que sea que signifique esa mierda, no sé
cómo funcionan,” le dije molesto. Traté de encontrar información sobre los chips desde
entonces aprendiendo acerca de ellos, pero por supuesto todavía estaban en maldito
desarrollo y se supone que en realidad no son utilizados en seres humanos. Una
compañía llamada Applied Digital Solutions, evidentemente afirmó haber tenido éxito
haciéndolos hacía dos años atrás, pero no había ninguna especificación de cómo
trasmitían las malditas cosas o cómo conseguir que dejaran de hacerlo. Sabía que el
agua tiende a bloquear las señales GPS tradicionales, pero el cuerpo es
fundamentalmente agua, así que obviamente había algo más sobre estos chips. Y por
supuesto, siendo la maldita mafia, serían capaces de echarles mano y utilizarlos de
forma ilegal, incluso si no están garantizados para funcionar o ser seguros. Y eso me
encabronó, el saber que le había implantado algo que evidentemente, no había sido
probado a fondo. Nadie sabía qué demonios pasaría con él, las complicaciones que
podría causar.
“¿Puedes sentirlo bajo la piel? Tal vez se pueda extraer.” Alice intervino, sonando tanto
confusa como esperanzada. Me volví para mirarla y negué con la cabeza.
“No, ella dijo que era diminuto. Me dijo dónde se lo habían implantado pero no hubo
suerte encontrando el lugar,” le dije. Ella frunció el ceño y me dio una mirada
comprensiva. Aparté mi mirada de ella y me volví hacia Emmett una vez más, con la
esperanza de que él tuviera algo de jodida sabiduría que ofrecer, esta era el área en la
que Emmett era experto. A él le gustaban las computadoras y la tecnología.
“Una vez que están dentro, es poco probable que se puedan volver a sacar,” dijo
vacilante. “El tejido habrá crecido a su alrededor, incrustándose realmente. Quiero
decir, si supiera cómo funcionan probablemente podría anular la señal, tal vez
encontrar la manera de desactivarlo o al menos joderlo hasta el punto en que papá no
pudiera rastrearlo. Sabes que puedo hackear como un hijo de puta.”
Asentí. “Sí, el problema es que no sé cómo demonios lo rastrea. Ni siquiera sabía que
él tenía acceso a esa mierda,” le dije. “Pero llegado el momento, si él trata de hacerle
daño o deshacerse de ella, tendría que hacer algo. Probablemente tendría que tratar
de huir, por lo menos hacer el puto intento. No puedo permitir que la lastimen o sufra
porque tuvo la mala suerte de enamorarse de un cabrón como yo en una situación
como esta.”
Me quedé mirándolo por un momento, un poco sorprendido por su gran apoyo, que
estuviera dispuesto a ir en contra de nuestro padre por mí. Asentí después de un
segundo. “Gracias,” le dije en serio.
Él asintió y me miró fijamente por un segundo antes de que le brotara una sonrisa. “Te
había dicho, idiota, que estabas siendo obvio con esa mierda. Maldito idiota
perdidamente enamorado,” dijo divertido. Yo rodé los ojos, gimiendo, y recosté mi
cabeza sobre la mesa. No encontraba nada de la situación jodidamente gracioso.
“Enfréntalo como un hombre, estoy seguro que te respetará por eso. Tal vez no sea tan
malo,” dijo. Suspiré y él se alejó. Miré a Alice, quien aún estaba sentada frente a mí, y
vi que estaba frunciendo el ceño.
“Gracias de todos modos, enana. Solo tengo que enfrentar lo que sea que él arroje
hacia nosotros,” ella asintió.
“Creo que Emmett tiene razón, ¿sabes? Creo que tu padre te respetará si vas y lo
admites,” dijo. Sonreí levemente, sacudiendo la cabeza.
“¿Y si no lo hace? ¿Qué pasa entonces?” Pregunté. Ella solo se me quedó mirando y
asentí, sabiendo que ella tampoco tenía la maldita respuesta a eso. Jasper suspiró y lo
miré.
“Entonces huyes como un hijo de puta,” dijo. Mis ojos se abrieron por la conmoción de
que él hubiera maldecido, ya que muy rara vez hacía esa mierda. Me reí entre dientes,
un poco sorprendido, y Alice dio unas risitas.
“Nella vita, chi no risica, non rosica,” dijo sonriendo. Gemí y volví a dejar caer mi
cabeza sobre la mesa y él se echó a reír. “Sí, lo recuerdas. Todavía puedo escuchar su
voz gritándonos eso. En la vida, quien no arriesga, no gana. Sabes, le dije eso a
Isabella el día de Halloween, cuando subí a su habitación.”
Volví a levantar la cabeza para mirarlo y asentí. “Ella lo mencionó,” le dije. Él volvió a
sonreír.
“Le dije que no había garantías, pero había verdaderas posibilidades. Que ella podía
sentarse con los brazos cruzados y limitarse a sobrevivir o podía tomar el riesgo y
realmente tratar de vivir. Y tan difícil como ha de haber sido para ella, eligió vivir. Y
esa noche ella te besó. Todavía no puedo creer haber visto eso, por cierto. El coraje que
tuve que necesitar. Esa noche le dije que mamá la hubiera amado,” dijo. Le di una
pequeña sonrisa, asintiendo.
“Sí, lo hubiera hecho,” le dije. “Creo que se parece mucho a mamá en espíritu.”
Jasper asintió. “¿Realmente crees que papá podría culparte por amarla? ¿De verdad
crees que papá podría odiar a alguien a quien mamá hubiera amado?”
Me quedé mirándolo un segundo, sin saber la respuesta a eso. Quería decir que no,
que no podía, porque papá adoraba a mamá y todo lo relacionado con ella. Pero
todavía quedaba esa pequeña parte de mí que tenía miedo, porque papá podía ser
irracional y jodidamente violento.
“Como le dije a Isabella, no hay garantías, pero hay posibilidades. Nella vita, chi non
risica, non rosica,” dijo. Asentí, riéndome un poco. Por supuesto tenía que ser el jodido
Jasper el que me sacara los sabios consejos de mamá, ya que él era el que se parecía
más a ella en estos días.
“Creo que deberíamos ir a la puta clase,” murmuré, poniéndome de pie y pasando una
mano por mi pelo. Él sonrió y asintió, poniéndose de pie. Se dio la vuelta y comenzó a
caminar hacia el otro lado, atravesando la cafetería hacia su clase, y yo me dirigí a la
salida más cercana a la mesa.
“¿Edward?” Me volví para ver que Jasper se había detenido al otro lado de la cafetería,
y estaba girado hacía mí.
“Solo quería decir que si mamá pudiera verte ahora, estaría orgullosa. Muy orgullosa.”
Se giró y se dirigió a la salida, abriendo la puerta y desapareciendo detrás de ella. Me
quedé parado en mi lugar por un momento, sus palabras haciendo eco en mí, sin saber
si quería creerlas en este puñetero momento pero simplemente oírlas me hacían sentir
un poco mejor en cuanto a esta situación. Mamá estaría orgullosa.
Suspiré y me pasé una mano por el pelo, sintiéndome un poco abrumado por todo.
Después de un momento me volví y salí, dirigiéndome a mi siguiente clase. El maestro
me dio una mirada desaprobatoria, molesto porque estaba entrando tarde en su aula
sin una nota, pero por supuesto no hizo ningún comentario. En realidad ninguno de
ellos lo había hecho nunca.
Casi tuve un puto ataque de pánico mientras estaba sentado en el aula, mi corazón
latía con furia y me sudaban las palmas de las manos. Empecé a preguntarme dónde
estaría Isabella, si estaría con él en el hospital. No podía evitar preguntarme si tal vez
él ya la había confrontado y deseaba saber lo que ella le había dicho. Quería saber si
se lo había confirmado de inmediato, si le había hecho frente y había aceptado lo que
viniera o si había tratado de hacerse la tonta para evitar el problema. Me gustaría
saber qué demonios se supone que tengo que hacer si él me confronta, porque estoy
seguro como la mierda que no quiero contradecir su historia, fuera la que fuese, porque
Había otra parte de mí, esa parte pesimista del vaso medio vacío, que se preocupaba
de que él ya le hubiera hecho daño. Esa parte de mí que tenía la imagen mental de
ella esposada y atada a la cama grabada con fuego en su cerebro, temía averiguar
por lo que ella estaba pasando por mi causa. Nunca quise que saliera lastimada por
mi culpa, y lógicamente sabía que había la posibilidad de que ocurriera por accidente,
pero haría todo lo que estuviera en mi poder para asegurarme de que no fuera así.
Recibiría cualquier cantidad de puto dolor y enfrentaría cualquier tipo de castigo o
tortura, si eso significaba que la mia bella ragazza* se libraría de ello. Solo esperaba
como el infierno que no fuera demasiado tarde, que él no le hubiera hecho daño ya.
Conduje hasta el hospital, respetando el límite de velocidad porque la última cosa que
necesitaba en ese momento era una multa que solo encabronaría más a mi padre, y
entré en el estacionamiento. Por lo general me metía rápidamente en uno de los
lugares de enfrente, ignorando los letreros diciendo que estaban reservados para otros,
pero pensé que hoy era mejor prevenir que lamentar y estacioné donde técnicamente
me estaba permitido hacer esa mierda. Aunque lo estacioné de lado, ocupando más de
una plaza, para que nadie estacionara cerca de mí y me golpeara. No podía evitar esa
mierda, tenía una paranoia sobre mi coche siendo maltratado.
Salí del coche y le cerré antes de dirigirme hacia la entrada. Entré y la mujer en
recepción levantó la vista y me saludó. Levanté la mano y la saludé con indiferencia,
sin saber si podría conseguir que mi maldita voz funcionara siquiera para decir hola.
Tomé una respiración profunda y presioné el botón del ascensor, retrocediendo y
esperándolo. Después de un momento el ascensor sonó y las puertas se abrieron. Eché
un vistazo y vi el pelo rubio y el uniforme de enfermera color rosa de inmediato,
gimiendo y rodando los ojos. Ella levantó la vista y me miró, una sonrisa creciendo en
sus labios.
“Bueno, mira a quien tenemos aquí, Edward Cullen,” dijo Heidi. Suspiré, pasando la
“¿Qué tal Heidi?” Dije con frialdad. Odiaba a la perra, no representaba más que
problemas. Era una maldita fan de los médicos, una caza fortunas, siempre buscando
un puto vale de comida. Había estado persiguiendo a mi padre algún tiempo, tratando
de conseguir un sugar daddy o como quiera que llamen a esos cabrones en estos días.
Estaba bastante seguro de que mi padre se la estaba follando o al menos
consiguiendo que se la mamara, basándome en la forma en que ella actuaba en torno
a él, pero estaba totalmente equivocada si pensaba que él alguna vez tomaría en serio
su trasero. Mi padre no tenía citas, nunca tenía relaciones serias con mujeres, y
reconozco que algún día podría encontrar a una mujer con la que quisiera estar como
lo estuvo con mamá, pero seguro como la mierda que no sería Heidi. Él tenía la edad
suficiente para ser su maldito padre y ella no tenía la suficiente clase para llenar los
zapatos de mi madre. De todos modos, mataría a la jodida perra si lo intentaba.
Me deslicé por un lado de ella y entré en el ascensor. Ella se volvió para mirarme y me
sonrió de nuevo. “He conocido a tu novia,” me dijo. Me congelé y golpeé con mi mano
el botón para evitar que las puertas del ascensor se cerraran, el pánico surgiendo a
través de mí. No solo acababa de llamarla mi jodida novia, lo que era otra puta señal
de que mi padre sabía ya que su pequeña puttana chismosa sabía y tenía una boca
muy grande, pero el jodido hecho de que ella la hubiera conocido indicaba que
realmente estaba aquí… o al menos, había estado.
“¿Alguna vez has oído hablar de las malditas leyes HIPAA, Heidi? Porque la última vez
que lo revisé, no está permitido abrir la boca acerca de los procedimientos médicos de
los pacientes. Te podrían despedir por esa mierda,” le dije.
“Lo que es malditamente ilegal, ¿verdad? ¿Qué hizo por ti a cambio de tu ayuda?
¿Dejarte que le chuparas la polla?” Le pregunté, levantando una ceja. Su rostro se
“Que te jodan,” dijo en voz baja, mirando alrededor para asegurarse que nadie estaba
escuchando. Le sonreí con suficiencia, negando con la cabeza.
“Paso. Aunque gracias por la oferta,” le dije, guiñándole un ojo. Sus ojos se
estrecharon y yo golpeé el botón cerrando las puertas del ascensor. Me reí entre
dientes y me apoyé en la pared del ascensor mientras subía, al menos mi mente se
había distraído de lo que potencialmente estaba a punto de enfrentar en ese momento.
El ascensor se detuvo, se abrió en el piso donde iba y salí, bajando por el pasillo hacia
a su oficina de inmediato. Algunas personas me vieron en mi camino y me saludaron,
yo murmuré un saludo pero no me detuve para conversar, porque no quería molestar a
mi padre con mi tardanza. Él odiaba que cualquier cosa se retrasara, le gustaba
mantener un maldito horario. Y mientras tocaba a la puerta y la abría, me di jodida
cuenta que si él había traído con él a Isabella está mañana, se le debería haber hecho
tarde para el puto trabajo. Generalmente se va antes que yo por las mañanas para
llegar aquí a lo que él llama una “hora decente”, lo que para mí es jodidamente
temprano, porque básicamente él podría fijar sus propios horarios en este agujero de
mierda. Ella estaba dormida en mi cama cuando me fui, y cuando abrí la puerta y eché
un vistazo a la habitación, vi a mi padre mirándome molesto y a ella sentada en una
silla, tensa, tuve que preguntarme si él la había encontrado en mi puto cuarto. Si
habría ido a buscarla esta mañana para traerla al trabajo con él y la habría
encontrada dormida en mi cama en lugar de en la suya.
“¿Cuántas veces tenemos que pasar por esto Edward Anthony, antes de que dejes de
entrar a las habitaciones sin permiso?” Espetó. Mi ira hirvió por su tono, pero contuve el
impulso de gritarle en respuesta, tratando de mantenerme calmado aunque estaba
entrando de nuevo en maldito pánico.
Gemí y dejé que la puerta se cerrara, no muy contento de que él estuviera gritando
desde el principio. Mis esperanzas de un indulto estaban disminuyendo, ya que no
parecía estar de un ánimo muy generoso. Me acerqué y me senté en la silla junto a
Isabella, agradecido de ver que al menos estaba bien físicamente. “Eh, pensé que
tenía permiso. Es decir, mierda, tú me has pedido que viniera,” le dije, tratando de
parecer indiferente. Él me miró por un momento, mostrando con su apariencia que no
le había gustado que me las diera de listillo, antes de negar con la cabeza y decirme
que le diera las llaves del coche. Me tensé cuando me las pidió, jodidamente
confundido y haciendo mi mayor esfuerzo para no arremeter contra él. Había
amenazado con quitarme el maldito coche algunas veces, pero nunca había pensado
que en realidad lo hiciera. Quería gritar y exigirle saber qué mierda había hecho para
merecer ese castigo, pero me contuve ya que no quería saber la respuesta,
especialmente si su razón se sentaba justo a mi lado. No quería que ella escuchara
cómo la llamaba un error o cualquier cosa que hubiera causado mi castigo, porque
ella se tomaría en serio esa mierda a pesar de las veces que le dijera lo contrario. No
“Jesucristo, ¿De qué mierdas estás hablando?” Le pregunté. “Lo que dices no tiene
maldito sentido.” No me gusta no saber lo que está pasando, especialmente ahora
cuando ya estaba al límite.
“Guardi le vostre parole*,” espetó rápidamente. Cerré mi puta boca, al darme cuenta
que realmente lo había encabronado ya que había recurrido a reprenderme en
italiano. “Si dejaras de estar siempre tan a la defensiva, podrías ver que te estoy
diciendo que enseñes a la chica a conducir.”
Me tomó un segundo registrar sus palabras, pero cuando lo hice la jodida emoción
redujo el pánico que se había elevado al punto de casi consumirme. Él quería que ella
aprendiera a conducir un puñetero coche, no podía estar tan jodidamente encabronado
por la situación. “Joder, ¿estás bromeando?” Le dije, casi sintiéndome estúpido por
haber reaccionado de forma tan exagerada esta tarde.
Él estaba algo molesto porque había maldecido de nuevo, lo que no era inusual, y me
contestó con una maldición. Le llamé la atención por maldecirme porque yo había
maldecido, al igual que Isabella regañaba mi culo por gritar cuando me gritaban,
diciéndole que era un mal ejemplo a seguir. No me contradijo, sabiendo que era la
maldita verdad, y me dijo que yo era demasiado bueno para seguir sus pasos. Sabía
dónde quería llegar y era bastante agradable de escuchar, ya que mi padre en
realidad nunca hablaba mucho sobre ese maldito tema. Nunca había tratado de
incitarme hacia la mafia como otros lo habían hecho, parecía casi indiferente al
respecto, como si no tuviera una opinión sobre eso en absoluto. Y yo sabía que tenía
que tener una, pero era posible que simplemente sintiera que no era quien para
expresarla, lo que no tenía jodido sentido porque él era mi padre y estaba implicado en
ella, así que por supuesto que importaba su opinión sobre el tema.
Solté algo sobre que viera lo que el crimen organizado le había dado, y cómo no
parecía tan malo, pero rápidamente cambié de tema porque no estaba de humor para
hablar sobre eso ahora. “En fin, ¿por qué estamos en el puto hospital? ¿Implantando
más mierda, haciendo más pruebas genéticas? O déjame adivinar, ¿es un secreto?” Le
pregunté, queriendo abordar el maldito punto. Sabía que ella estaba aquí para recibir
Isabella me miró, al parecer asombrada, pero yo solo me quedé ahí mirando fijamente
a mi padre, queriendo saber lo que iba a decir. Sabía que estaba presionando mi
maldita suerte, lanzándole eso, pero como Jasper había dicho ‘el que no arriesga, no
gana’.
Me quedé ahí sentado por un momento después de que hubo ido, permitiéndome
asimilar el hecho de que había recibido ese maldito indulto que había estado
esperando antes, miré a Isabella y parecía estar aturdida, mirando al vacío con una
expresión curiosa en su rostro. Estiré la mano y la atraje hacia mí presionando mi boca
en la suya y dándole un profundo beso, jodidamente agradecido que al menos por
ahora estábamos bien. Rompí el beso y dudé, mordiendo su labio inferior. Era tan
rellenito y jugoso, no demasiado relleno como el de Angelina Jolie o algo así, aunque
esa perra es algo caliente, supongo. Pero como sea, no tiene nada que no tenga la mia
bella ragazza, con sus hermosos labios suaves y llenos. Me encantaba besarlos.
“Toda mía,” le susurré después de besarla de nuevo, esta vez más suave. Después de
eso de verdad me aparté y ella sonrió, pasando sus dedos sobre mis labios y mis
mejillas, eran toques suaves como plumas que dejaron un hormigueo a su paso.
“Toda tuya,” susurró, su voz llena de emoción. Sonreí y asentí, amando escuchar esa
mierda, y me puse de pie.
Miré a Isabella después de un segundo cuando ella no dijo nada y la vi sentada tan
quieta como una estatua, mirando fijamente hacia el suelo cerca de mi pie. Tenía una
“¿Bella, nena?” Le dije. Ella no respondió, siguió mirando fijamente al suelo como si
fuera un puto misterio que estaba tratando de resolver desesperadamente. Suspiré de
nuevo. “¿Isabella?” Le dije, más fuerte esta vez. Seguía sin responder y gemí, dando un
paso hacia ella. La agarré por el hombro y se estremeció apartándose de mí, asustada.
Soltó un grito y sus ojos salieron disparados hacia los míos, aparté mi mano
rápidamente sorprendido por su reacción. Me quedé mirándola atónito y sorprendido
por el miedo en sus ojos. Se esfumó rápidamente, su rostro se transformó a una
expresión casi culpable, parpadeó un par de veces y sacudió la cabeza.
“Yo, eh… lo siento,” murmuró. Me quedé ahí parado mirándola por un momento, antes
de volverme a sentar en la silla con cautela.
“¿Qué pasa?” Le pregunté, preocupado porque había reaccionado de esa manera. Ella
rápidamente negó con la cabeza, tratando de ignorar esa mierda, pero yo no era
estúpido. Algo pasaba. “No me hagas eso, Isabella. Sé que algo está mal, dime.”
“¿Qué te pasa?” Le pregunté, curioso de saber por qué demonios me estaba mintiendo
y ocultándome algo, porque estaba claro como el agua que lo estaba haciendo. No me
gustaba que tuviera secretos y me ocultara mierda. Ella solo se me quedó mirando,
sorprendida de que la estuviera regañando.
“Es, eh… es solo que ha sido un día tenso, sentada aquí con tu padre durante horas.
No era precisamente agradable, estoy algo nerviosa,” dijo después de un segundo,
tirando de su brazo. Solté su muñeca, sintiéndome como un imbécil por mantenerla allí
y ella dio un paso hacia atrás. “No quería ponerme histérica, lo siento.” Ella se quedó
mirándome intensamente y le sostuve la mirada, tratado de encontrar cualquier signo
de engaño, preguntándome si era tan simple como esa mierda.
Suspiré y después de un momento me pasé la mano por el pelo. “Sí, está bien, como
sea. Lo siento, no debería haberte agarrado de esa forma. Es solo que no me gusta la
idea de que tengas secretos para mí,” le dije. Ella asintió y sonrió levemente, un poco
forzado pero pensé que podría ser porque mi culo acababa de sujetarla con fuerza. No
podía estar jodidamente feliz conmigo por ello.
“Sabes que puedes decirme lo que sea, ¿cierto?” Le pregunté. Ella asintió. “¿Ha dicho
algo hoy mi padre que te haya molestado?”
Ella suspiró y negó con la cabeza, vacilante. “Tu padre siempre dice lo que tiene que
decir,” me dijo. La miré, sus palabras eran algo crípticas y una parte de mí quería
cuestionarla por ellas, pero decidí no hacerlo. Me di cuenta que probablemente solo
estaba paranoico, y no quería presionarla y que se encabronara, si lo que decía era
verdad. Imaginé que en todo el día él apenas le habría hablado, sin tener nada que
decir ya que probablemente, no tenían nada en común. “En fin, ¿estás listo para
irnos?” Preguntó.
Asentí y me puse de pie. “Creo que la mejor forma de decirlo es, si tú estás lista,” le
dije, sonriendo y sosteniendo las llaves del Mercedes. Sus ojos se abrieron y vi un
destello de miedo combinado con un entusiasmo que no podía ocultar. Ver su
entusiasmo hizo que yo también lo sintiera. “Ven, comencemos con el show.”
“Ah, no seas así, amor. Tu sonrojo es molto bello,” dije en voz baja. Su sonrojo se
profundizó con mis palabras y una dulce sonrisa envolvió sus labios. Me reí de nuevo,
el ascensor sonó y las puertas se abrieron. Dejé caer mi mano rápidamente y me giré
para quedar frente a él cuando vi de nuevo el uniforme rosado y el pelo rubio. Gemí,
sacudiendo mi cabeza.
“Awww, miren a quien tenemos aquí, a los dos tortolitos juntos,” dijo Heidi, sonriendo
con picardía. Rodé los ojos y ella se rio un poco. “Hacen una linda pareja.”
“Cierra la puta boca,” le dije, manteniendo la voz baja pero tratando de sonar
convincente, ya que casi salíamos de ese lugar y no quería que mi papá escuchara y
nos detuviera para hablar sobre esa mierda. Heidi me lanzó una mirada que
probablemente se suponía debía ser intimidante, pero parecía más estreñida que otra
cosa.
“Bueno, jodidas gracias, pero me importa una mierda lo que pienses,” le dije. Ella
entrecerró los ojos y abrió la boca para hablar pero alguien se aclaró la garganta
detrás de nosotros, haciendo que rápidamente cerrara la boca de nuevo.
“Heidi, tengo algunas pruebas de sangre que necesitan ser tomadas.” La voz de mi
padre sonó, haciendo que me tensara un poco. Miré detrás de mí y vi que él estaba
frunciendo el ceño, mirando de Isabella a mí. El pánico comenzó a amenazar de nuevo
por su expresión.
“Seguro, doctor C,” dijo Heidi con una voz alegre forzada. Ella pasó junto a mí, su
brazo rozándome enviando un desagradable escalofrío por mi espalda. El ceño de
Isabella se frunció mientras me echaba un vistazo rápido. Suspiré y me pasé una mano
por el pelo, sacudiendo mi cabeza. Miré a mi padre, esperando ver qué demonios iba a
decir sobre todo esto.
“¿Te has acostado con esa chica?” Preguntó vacilante. Mis ojos se dispararon hacia
ella, estrechándose.
“Joder no,” le dije con brusquedad, sin que me gustara que me preguntara esa mierda.
Yo era el único culpable por haber andado follando con todas esas chicas y no podía
culparla por preguntarlo, pero aun así no me gustaba tocar el tema.
“Lo siento,” dijo volviendo su cabeza y mirando furiosa hacia el suelo. Suspiré,
sintiéndome como un imbécil al hablarle así por preguntarme. El elevador se detuvo y
la puerta se abrió, e Isabella salió hacia el vestíbulo rápidamente. La seguí hacia las
puertas delanteras, casi teniendo que correr para poder seguir el ritmo de sus piernas
moviéndose rápidamente.
“Cristo, no debería haberte gritado así porque sí, ¿de acuerdo?” Le dije rápidamente.
Ella suspiró y asintió con la cabeza, bajándose de la acera y deteniéndose junto a la
puerta del pasajero del coche. Mi ceño se frunció por la confusión y bajé de la acera
“Sí, quiero decir, no sé si realmente están follando pero estoy bastante seguro de que
ella le chupa la polla. No sé nena, como sea, no tiene importancia. Ella es solo una
puta, trato de no preocuparme por la vida sexual de mi padre, ¿sabes?” Dije de un
tirón, no muy cómodo hablando del tema. Ella me miró por un momento de forma
curiosa antes de asentir.
“Está bien,” dijo simplemente. Asentí agradecido de que solo dijera eso y dejó el tema,
aún cuando ella sabía que odiaba que dijera esa mierda. Nos quedamos allí en
silencio por un segundo solo mirándonos el uno al otro, antes de aclararme la
garganta.
“¿Por qué estás aquí? Vas a conducir tú,” le dije, extendiéndole las llaves. Sus ojos se
ampliaron por la sorpresa, su boca se abrió por el shock.
“Sí, ¿por qué no?” Le dije, haciendo tintinear las llaves y ofreciéndoselas. Ellas las miró
y extendió su mano, tomándolas con cuidado.
“Yo, eh… no sé lo que tengo que hacer Edward,” dijo, bajando la vista hacia la palma
de su mano. Suspiré y asentí.
“Lo sé, yo te guío. ¿Ves esa cosa grande de color negro con ese enorme botón de color
rojo? Presiónalo…” Comencé a decir, pero antes de que pudiera decir otra palabra ella
presionó el puto botón rojo del pánico. Las luces empezaron a parpadear y la bocina
comenzó a sonar, y sus ojos se agrandaron por el susto. Hice un gesto de negación y
estiré mi mano, presionando el botón para detener la alarma. Ella me miró aliviada y
me sonrió con timidez, y me reí entre dientes.
“Lo siento,” dijo en voz baja, sonrojándose. Asentí, dándome cuenta que iba a ser un
jodido desastre si ni siquiera podíamos abrir las puertas sin cometer un error.
“Está bien. ¿Qué tal si empezamos de nuevo con esta mierda?, y esta vez no haces
nada hasta que yo te lo diga, ¿de acuerdo?” Le dije, levantando mis cejas. Ella asintió
todavía sonrojada, y sonreí para que ella no pensara que estaba enojado o algo así,
aunque podía sentir la ira amenazando muy dentro de mí. No era una persona
paciente y esto iba a tomar cada gota de paciencia que pudiera sacar de donde fuese.
“¿Ves el botón con la imagen del candado abierto?”
Subió del lado del conductor y cerró la puerta, mirando a su alrededor confundida. Me
contuve de reírme por el hecho de que el pinche maldito asiento estaba tan atrás que
no podía alcanzar nada, y era obvio que se estaba devanando el cerebro tratando de
averiguar cómo demonios iba a conducir así. Después de un segundo estiré la mano y
utilicé los controles para ajustar su asiento de manera que pudiera ver por encima del
tablero y alcanzar los pedales. Ella me dio una pequeña sonrisa de agradecimiento y
estiró su mano, agarrando su cinturón de seguridad y poniéndoselo. Me miró, alzando
las cejas inquisitivamente. “¿Tú no vas a, eh, usar tu cinturón?” Preguntó dudosa.
“¿Alguna vez he usado el cinturón, Bella?” Le pregunté. Ella negó con la cabeza,
vacilante.
“Pero no sé muy bien lo que estoy haciendo…” Empezó a decir. Suspiré, encogiéndome
de hombros.
“De verdad, conducir es pan comido, no puedes ser tan jodidamente mala en ello,” le
dije. Ella suspiró, mirándome con incredulidad, pero después de un momento se
encogió de hombros.
“Bien, eso está bien. Lo que yo diga. Y yo digo que agarres la parte metálica de la cosa
negra, saca la llave y métela en el encendido,” le dije. Ella suspiró y asintió, haciendo
lo que le había dicho. Metió la llave en el encendido y esperé a que arrancara el coche
pero no lo hizo. Suspiré con impaciencia. “¿Vas a arrancar el coche o qué?”
Ella me miró nerviosa. “Pero, no me has dicho que lo hiciera,” me dijo. Asentí vacilante,
al darme cuenta que esta mierda iba a ser mucho más difícil de lo que yo pensaba.
“Solo gira la llave,” le dije. Ella asintió y giró la llave hacia adelante, el motor rugió a
la vida, pero lamentablemente no soltó la llave después de que hubo arrancado y
continuó chirriando. “¡Cristo, Bella, suéltala antes de que quemes el puto arranque u
otra cosa!”
Ella soltó rápidamente la llave, alejando su mano de ella, sus ojos desorbitados por el
miedo cuando ella me miró. “Lo siento, no lo sabía,” dijo rápidamente. Suspiré,
pasando una mano por mi pelo.
“Está bien, joder, debería habértelo dicho. Pensé que al menos sabrías esa mierda,” le
“Puedo contar el número de veces que viajé en coche en Phoenix con una mano,
Edward. No sé nada de coches,” me dijo. Yo asentí.
“Está bien, sí. No había pensado en esa mierda. Es mi culpa,” murmuré. Me incliné,
dándome cuenta que tenía que revisar lo básico que un puto niño de cinco años podría
decirte, pero sabía que no podía culparla porque no era su puta culpa que haber
estado tan aislada. Aunque sí me molesté, no pude evitarlo.
Miró a su alrededor por un segundo antes de asentir. “Creo que sí,” dijo dudosa, sin
escucharse muy segura de sí misma.
“Detente frente a los enormes octágonos de color rojo que dicen STOP. Y si el semáforo
está en rojo, te detienes frente a la línea. Si está verde, sigues adelante,” le dije,
encogiéndome de hombros. Es simple sentido común.
“Si está amarillo aceleras de una puta vez para poder atravesarlo antes de que se
ponga rojo,” le dije, encogiéndome de hombros.
“Bien nena, empecemos con esta mierda de una vez. Solo quédate entre la línea
amarilla y la blanca, en tu carril y estaremos listos. Pon a esta perra en reversa y da
marcha atrás.”
Alargó la mano y agarró la palanca de cambios para ponerla en reversa y tiró de ella.
Su frente estaba arrugada y levantó la vista hacia mí confundida. Suspiré al darme
Ella suspiró y quitó su pie del freno, tomando una respiración profunda antes de pisar
el acelerador. El coche salió disparado hacia atrás cuando ella piso accidentalmente el
puto acelerador hasta el fondo. Ella empezó a darle vueltas al volante y nos hizo girar
rápidamente casi subiendo a la parte trasera de la acera que sale del hospital y
malditamente cerca de golpear una señal. Ella golpeó el freno con fuerza y nos
detuvimos con una sacudida.
“¡Jesús, Bella, te he dicho que pisaras el acelerador no que lo apretaras hasta el puto
fondo!” Le dije, agarrándome con fuerza al maldito asiento. Ella me miró, el miedo era
evidente en sus ojos. “Solo presiónalo ligeramente, ¿de acuerdo?” Le dije, tratando de
calmarme y hablar en voz baja para no asustarla más de lo que ya estaba, obviamente
ya estaba entrando en pánico.
Ella asintió y bajó su mano poniendo el coche en directo. Soltó el freno y presionó
ligeramente el acelerador y comenzamos a avanzar a través del estacionamiento.
Llegó a la señal de Stop al final del estacionamiento y pisó el freno con algo de fuerza,
volviéndonos a sacudir, pero al menos no fue tan malo como la primera vez. Se quedó
allí por un momento, mirando para un lado y para el otro, y empecé a impacientarme
preguntándome por qué demonios no estaba yendo hacia ningún lado. No había
ningún maldito coche en la carretera.
“Si no hay ninguna mierda viniendo, puedes avanzar. No tienes que quedarte aquí,” le
dije. Ella suspiró, echándome un vistazo.
“¿Y hacia dónde exactamente me dirijo, Edward?” Preguntó, sonando algo molesta. Me
quedé mirándola por un segundo antes de sonreír ligeramente. Ella estaba esperando
mis putas instrucciones.
“Por allá,” le dije, apuntando hacia la izquierda. Ella asintió con la cabeza.
“¡Acabas de pasarte una maldita luz roja, Isabella! Rojo significa detenerse, joder, ¿no
has escuchado esa parte? ¿No entiendes inglés?” Le grité, asombrado. Ella dejó
escapar un sonido de molestia se escuchó jodidamente cerca a un gruñido y me miró
brevemente de soslayo.
“Tú has dicho que pisara el acelerador cuando estuviera en amarillo. Así que eso ha
sido lo que he hecho,” dijo con brusquedad, obviamente muy nerviosa.
Gemí, negando con la cabeza. “Sí, si vas a lograr pasar esa mierda, lo que obviamente
aquí no podías hacer,” le repliqué.
“¿Cómo iba yo a saberlo?” Gritó. Escucharla elevar su voz hizo que mi temperamento
se enardeciera y mi mano se volvió un puño involuntariamente. Estiré la mano y golpeé
el tablero frente a mí, gruñendo.
“Mierda, simplemente se supone que debes saberlo,” dije con brusquedad, sin tener
una buena respuesta para su pregunta porque la verdad, ¿cómo se supone que ella
iba a saber esa mierda? Me echó un vistazo, con un poco de miedo y aprensión en sus
ojos. La miré por un momento, sintiéndome como un pendejo por gritarle cuando en
realidad no era su culpa, y levanté la vista mirando por el parabrisas a tiempo para
verla dirigiéndose directamente hacia un puto buzón de correo. “¡Mierda!” Grité,
estirando la mano y agarrando el volante. Lo giré con brusquedad y el coche se
sacudió, el espejo lateral golpeó el buzón pero afortunadamente no se cayó. Isabella
apretó los frenos, el coche patinó hasta detenerse rápidamente a un costado de la
carretera. Seguí agarrando el volante mientras ella seguía pisando el freno, teniendo
la puta esperanza de no haberle dejado una marca al coche de mi padre, porque lo
último que necesitaba es que tratara de castigarla y yo tuviera que intervenir. Hoy
había conseguido un indulto, dudo que llegado el momento consiguiera otro.
“Yo, eh…” Comenzó a hablar. Solté el volante y sostuve mi mano arriba para indicarle
que no dijera nada, negando con la cabeza.
“Solo, ni siquiera te molestes. Está bien, ha sido mi culpa. En fin. Vamos a ver si
podemos intentarlo de nuevo. Me sentaré aquí, cerrando la puta boca y dejaré de
distraerte, y tú simplemente prestarás atención a la carretera, ¿de acuerdo?” Le
pregunté, tratando de mantener mi nivel de voz. Sabía que estaba manejando mal esta
mierda, pero igual que como la lectura, joder, no sabía cómo enseñarle. Ella debería
de saber esa mierda, y no era su culpa que no fuera así, pero, ¿cómo demonios le
enseñas a una persona una cosa que simplemente es algo lógico para ti?
“Está bien,” dijo en voz baja. Asentí y estiré mi mano agarrando el puto cinturón de
Me miró vacilante e hizo lo que le había dicho. Todavía agarraba el volante con fuerza,
con tanta fuerza que podía jurar que estaba doblando al cabrón, y su cuerpo todavía
estaba temblando. Estiré mi mano y froté ligeramente su brazo, suspirando. “¿Estás
bien?”
Ella asintió pero mientras lo hacía una lágrima que estaba tratando de reprimir se
escapó y se deslizó por su mejilla. Soltó el volante rápidamente y levantó su mano
limpiándose la lágrima.
“Acabo de hacer esto mucho más difícil de lo que debería haber sido, lo siento,”
murmuré. Ella soltó el volante por completo y se apoyó en mí de manera que pudiera
sostenerla. Asintió pero no dijo una palabra. Podía sentir su cuerpo temblando en mis
brazos, ya que obviamente estaba aterrorizada y joder, en realidad no podía culparla.
Tenía que ser abrumador, que simplemente te lancen a hacer esa mierda. Incluso
recuerdo la ansiedad que sentí cuando me puse por primera vez detrás de un volante y
“¿Quieres que conduzca yo a casa? Creo que sería mejor que uno de mis hermanos te
enseñara esta mierda,” le dije, suspirando. Se apartó rápidamente, frunciendo el ceño.
“De todos modos, ¿por qué tengo que aprender?” Preguntó. La miré brevemente,
sorprendido, antes de encogerme de hombros.
“Para que puedas trasladarte tu sola, sin tener que depender constantemente de uno
de nosotros para que te lleve,” le dije. Su ceño se frunció aun más.
“Sí, libres. Tú y yo juntos, no importa lo que tenga que hacer,” murmuré contra su boca.
Me respondió el beso con dulzura, las yemas de sus dedos frotando la ligera barba en
mi rostro.
“Te amo, Edward,” dijo mientras se apartaba. Le sonreí, asintiendo con la cabeza.
“Y yo te amo a ti. Ti amo, la mia bella ragazza. Sempre*,” le dije. Su sonrisa creció y
una lágrima se deslizó por su mejilla. La estaba haciendo llorar de nuevo, pero al
menos esta vez eran lágrimas de felicidad.
Me reí un poco. “Maldición, tengo que ser bueno besando para que te hayas olvidado
del puto desastre que acabo de hacer como maestro,” le dije en broma. Se echó a reír,
negando con la cabeza.
“Está bien. Empecemos de cero, vamos a comenzar de nuevo con esta mierda. Antes
que nada, cuando llegues a una luz amarilla, baja la velocidad de una puta vez y
detente. Más vale prevenir que lamentar, ya sabes...”
******************
Ti amo = Te amo
Sempre = Siempre
Isabella swan
Traducido por Lanenisita
Abrí la puerta del refrigerador y suspiré, mirando en su interior. Después del día que
había llevado lo único que quería hacer era subir las escaleras e irme a dormir,
olvidando completamente que este día había pasado, pero eso simplemente no era
posible. Eran ya unos minutos después de las seis de la tarde y el doctor Cullen
llegaría a casa a las siete, esperando tener su cena sobre la mesa y una casa limpia.
Había estado fuera todo el día por lo que no había arreglado la casa y tampoco
ayudaba el hecho de que no había sido capaz de preparar algo para la cena, así que
lo único que me quedaba era improvisar. El hecho que hoy fuese el cumpleaños del
doctor Cullen me ponía incluso más nerviosa y todo lo que quería era hacer las cosas
perfectas, a pesar de que en realidad él ni siquiera quería celebrarlo.
Aprender a conducir había sido una de las experiencias más sorprendentes de mi vida.
No creo que Edward haya comprendido en realidad lo abrumador que había sido todo
eso para mí. Por primera vez en mi vida, alguien me daba el control. Y aunque fuese
pequeño en proporción, ya que todo lo que habían hecho era permitirme conducir el
auto en la dirección que me marcaron, no obstante me habían dado un pequeño
fragmento de autoridad. Yo estaba a cargo de algo que no era la aspiradora o la
lavadora de ropa, a cargo de algo que era poderoso y caro, ellos me habían dado el
control de algo que era completamente innecesario para mí. Y por primera vez en mi
vida, alguien más estaba bajo mi voluntad, y aunque se trataba simplemente de
Edward, no creo que él se percatara del hecho que su vida había estado en mis manos.
Podría haberle causado un gran daño, y aunque nunca se lo haría eso me demostró
que realmente él confiaba en mí. Siempre me había dicho que lo hacía y nunca había
dudado, pero me lo había demostrado hoy y eso significa mucho para mí, más de lo
que él pudiese siquiera imaginar.
La clase de conducción empezó horrible, porque Edward era por naturaleza impaciente
y yo no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Yo no sabía nada de autos y casi me
Después del susto inicial a causa de la clase de conducción, después que Edward me
alzara la voz bruscamente un par de veces y que yo aparentemente ‘casi lo matase o le
causara un maldito infarto, o ambos’ como me había dicho después, las cosas
comenzaron a ir con mucha más calma. Creo que tenía que ver con el hecho de que
empecé a llorar, la presión y el miedo eran demasiado para mí y me estaban partiendo
en dos. Pude ver que él se sentía mal, y continuó disculpándose una y otra vez, yo le
aseguré que estaba bien. Sabía cómo era él, cómo perdía el control y su falta de
paciencia, y aunque no me gustaba, lidiaba con eso. Él lidiaba con mi incompetencia
en cosas que él veía como sencillas, y yo lidiaba con su inhabilidad de mantenerse
calmado todo el tiempo. Y por suerte, después que ambos nos calmáramos en el
estacionamiento de la tienda de comestibles y de que él pudo explicarme las cosas de
una manera racional, no tuvimos mayores contratiempos. Me hizo dar la vuelta al
pueblo un par de veces y aunque estaba nerviosa al inicio, finalmente empecé a
relajarme, sintiéndome cada vez un poco más cómoda detrás de volante.
Pero cualquier felicidad u orgullo que normalmente podría haber tenido por un logro
tan grande, lo que para alguien como yo era un asunto enorme, desafortunadamente
estaban opacados por los eventos previos de ese día. Porque las palabras del doctor
Cullen, sentado en su oficina, se seguían infiltrando en mis pensamientos, haciendo
eco en mi mente como una canción en repetición automática.
… está metiéndose cada vez más en ese asunto… huir solo va a provocar que alguien
salga herido…
… necesito tu ayuda…
… una salida para que todos seamos salvados y en la que nadie deba ser
sacrificado…
Una y otra vez se repetían esas frases en mi cabeza, mi mente trataba de darle sentido
a algo que hasta este punto no parecía tenerlo. No dudaba de las palabras del doctor
Cullen en absoluto, ya que se podía decir que basado en su tono de voz, él hablaba
muy en serio y que la vida de su hijo no era algo con lo que podía manipularme. El
doctor Cullen claramente amaba a sus tres hijos y la preocupación era evidente en sus
palabras… el problema era, que yo simplemente no lo entendía. Supongo que eso no
era sorprendente, considerando que el doctor Cullen había sido muy directo
diciéndome que no esperaba que lo entendiera ya que no me estaba dando detalles,
pero que al menos esperaba que lo obedeciese. Y aquello era lo difícil, ya que aún no
estaba del todo segura que era aquello que se suponía que debía hacer para
ayudarlo, o cómo iba a hacer para mantener a Edward apartado de esto sin darle a
conocer la conversación que el doctor Cullen y yo habíamos tenido. No estaba del todo
segura cuánto de esa conversación se suponía que debía mantener en secreto, si podía
decirle al menos una parte de ella. Estaba segura a este punto que Edward me conocía
bastante bien, y que podía leer mis estados de ánimo muy fácilmente, así que ocultarle
secretos no sería nada fácil. Yo había perfeccionado el arte de eludir cosas, de evadir y
guardar secretos al crecer en la casa Swan, ya que aquellas características fueron las
que me mantuvieron fuera de problemas pero sobre todo, viva. Pero era distinto con
Edward, por primera vez en mi vida alguien realmente me conocía, por completo. Y
ahora tenía que ocultar una parte de mí nuevamente, por su seguridad, y aquello me
molestaba inmensamente. La peor parte, sin embargo, era ni siquiera saber el porqué
¿Qué era aquello tan peligroso que podría hacer que Edward saliera lastimado? ¿Y
cómo podría lastimarlo? Por mucho que me diera miedo al escucharlo, no podía culpar
al doctor Cullen por admitir que me mataría antes que permitir que su hijo saliera
lastimado, porque llegado el momento yo preferiría morir antes de que Edward fuese
lastimado por mi culpa. Pero el problema se basaba en el hecho que yo ni siquiera
podía imaginar qué era aquello sobre mí que podría hacer que Edward saliese
lastimado por indagar, al menos que fuese el doctor Cullen quien hiciera el daño a
Edward. Yo no podía siquiera imaginarlo lastimando a su propio hijo, ya que se veía
claramente que estaba tratando de mantenerlo y de no causarle ningún daño. Pero lo
importante era, que yo no era nadie especial. No era nada más que una esclava de
dieciséis años, y que nunca sería nada más que una esclava. Podría tener un padre
vinculado con el crimen organizado, pero él rehusaba a reconocerme siquiera.
Significaba tan poco para él que me vendió por unos dólares fácil y alegremente, sin
importarle siquiera lo que me ocurriría, o para qué era requerida. Estaba claro incluso
cuando él había aludido llevarme a la subasta, para venderme como esclava sexual
porque el precio de venta habría sido mayor. Y mi madre no era nada más que una
esclava también, había sido una niña esclava como yo, y en aquellos días no era nada
más que una goomah obligada, como Edward me había dicho que se llamaban a las
amantes de los mafiosos. Yo, técnicamente ni siquiera existía en el mundo, así que
honestamente no le importaba a nadie más fuera de esta casa. Entonces, ¿cómo podía
causarle daño a Edward el hacer preguntas o indagar sobre mí? Yo no era nadie; por
tanto no debía existir razón alguna por la cual alguien siquiera saliera lastimado por
indagar sobre mí. Entonces, ¿cuál sería ese secreto?
Creí que posiblemente fuera porque soy una esclava, que él sentía que yo no era
suficiente para Edward. Y en ocasiones yo también me sentía de esa manera incluso
cuando Edward tenía una manera especial de hacerme sentir hermosa y que valía la
pena. Pero mientras más rondaban las palabras del doctor Cullen en mi cabeza, más
sentía que todo esto era más grande de lo que pensaba. Si era por el solo hecho de
que yo era una esclava, no debería existir el incentivo de su parte para que nos
permitiera seguir con lo que estábamos haciendo. Me había sentido un poco
sorprendida cuando lo dijo, que él nos permitiría seguir con la relación mientras no nos
luciéramos frente a él. Así que no podía ser que le molestara ese hecho, ya que casi
parecía no tener problemas con ello. Era algo más, alguna fuerza externa, algo que
aún era un misterio para mí, algo que podría causarnos potencialmente daño a todos
nosotros si Edward empezaba a intentar indagar información sobre mí. Pero ¿qué
información podría siquiera encontrar? No existía nada…
No quería que pensara que estaba perdiendo la esperanza, a pesar de que las
palabras del doctor Cullen habían empezado a hundir y ahogar mi nueva y recién
descubierta esperanza. Porque si el doctor Cullen no encontraba una forma de
sacarnos a todos de cualquiera que fuese esta situación sin que alguien saliese herido
y eso que él sabía todo lo que estaba ocurriendo, ¿cómo podía esperar que Edward y
yo resolviéramos todo esto y estuviéramos bien?
En el auto, cuando mencionó que nosotros podríamos ser ‘libres’ juntos, me impactó
con fuerza. Sentí el deseo más intenso de libertad que jamás había sentido en mi vida
cuando lo dijo, y eso que no estaba siquiera muy segura qué era exactamente lo que
significaba libertad para mí. Pero la quería, lo que sea que fuese; quería encontrarla
de manera desesperada para que Edward y yo pudiésemos estar bien juntos. No
estaba segura si eso era posible ahora y eso me había golpeado con fuerza, ya que
era difícil aceptarlo después de haberme permitido a mí misma tener esperanza por
una vez en mi vida. Decidí entonces no desperdiciar ni un solo momento a su lado, sin
importar lo molesto que él pudiera estar a veces o lo difícil que las cosas pudieran
ponerse, porque no sabía con certeza cuanto iba a durar esto. Haría lo que fuese para
disipar toda esta situación, así el doctor Cullen no tendría que intervenir pronto y tratar
de separarnos, pero simplemente no sabía cómo hacerlo.
¿Cómo logras detener a alguien de cruzar una línea invisible que tú ni siquiera ves y
que no tienes ni idea dónde está?, ¿cómo haces que ese alguien entienda y
permanezca quieto sin explicarle absolutamente nada del porqué tiene que
permanecer donde está? Incluso peor, ¿cómo lo haces cuando ese alguien es tan
impredecible e irracional como Edward?
Sonrió y se inclinó hacia adelante, presionando su boca contra la mía. Yo abrí un poco
mis labios y dejé escapar un suave gemido cuando su lengua entró en mi boca y
“¿Has bebido?” le pregunté curiosa. El sabor amargo que había notado, sabía casi
exactamente igual a esa botella de alcohol que tenía guardada en el cajón de su
habitación. Parecía casi asombrado por mi pregunta y parpadeó un par de veces antes
de sonreír tímidamente. Su expresión fue la única reacción que necesité, ya que estaba
claro que había acertado con mi suposición, negué con mi cabeza, sonriendo. Me giré
con dirección al refrigerador y Edward soltó una risita, envolviéndome por mi cintura
con sus brazos y acercándome nuevamente a él. Miré el refrigerador una vez más y
Edward apartó mi cabello a un lado, acariciando mi cuello. Mis ojos se cerraron de
forma involuntaria cuando sentí sus húmedos labios entrar en contacto con mi piel, su
caótico y húmedo cabello rozándose con mi mejilla y mi oreja. Se sentía frío y me hacía
cosquillas, causando que un escalofrío me recorriera el cuerpo por completo. Edward
soltó una nueva risita y alejó su boca de mi cuello.
“Demonios, no lo sé, ¿porque es viernes? ¿Necesita alguien realmente una razón para
emborracharse? Creo que será divertido. Y prometo ser un perfecto caballero,” dijo
inclinándose nuevamente y presionando sus labios en un beso sobre mi piel. Sentí la
punta de sus dientes en mi nuca y gemí de manera impulsiva. Estaba sorprendida por
la reacción de mi cuerpo que él encendía cada vez que de manera juguetona me
mordía, ya que jamás podría haber imaginado que algo así se sintiera bien, y él lo
había estado haciendo cada vez con más frecuencia durante toda la semana anterior.
“Bueno, a la mierda. Quizás no seré un perfecto caballero.”
Reí suavemente, haciendo un gesto de negación. “Lo que sea que digas,” murmuré.
Suspiró y presionó un nuevo y suave beso en mi cuello antes de enderezarse.
“No lo sé, ¿de qué tienes hambre?” le pregunté. Abrí el refrigerador y saqué un frasco
de cerezas y una Coca Cola, dejándolas sobre la mesa. Edward asintió en respuesta y
lo miré, para encontrarlo recostado sobre la encimera de la cocina con sus brazos
cruzados sobre su pecho.
Sus ojos escanearon todo mi cuerpo de manera breve y sonrió. “De ti,” dijo en broma.
Rodé mis ojos, sintiendo el sonrojo invadir mi rostro.
“No estoy borracho, tesoro, apenas he bebido un sorbo. Nah, mi deseo por ti es natural
y no químicamente inducido,” me dijo. Sonreí y le entregué su bebida. La cogió con
cuidado y tomó un sorbo, su sonrisa se ensanchó. “Gracias. Lo juro, eres por completo
demasiado y jodidamente buena para mí. No te merezco.”
“Tengo una cena que preparar. Tu padre llegará pronto a casa, no tengo mucho
tiempo,” le dije. Él suspiró, encogiéndose de hombros.
“Que se joda. Probablemente ni siquiera vendrá a comer con nosotros esta noche, ya
sabes. Es su cumpleaños y siempre está cabreado en su cumpleaños” dijo Edward. Yo
suspiré, asintiendo.
“De todos modos, la cena se supone que debe estar lista a las siete, lo que significa
que solo tengo como treinta minutos para preparar cualquier cosa,” le dije, abriendo el
refrigerados y volviendo a poner en su interior las cosas que había sacado para
preparar su bebida. Abrí el congelador y saqué unas salchichas italianas, metiéndolas
en el microondas para descongelarlas. Empecé a presionar los botones, y cuando
estaba a punto de presionar inicio, la mano de Edward agarró la mía rápidamente,
deteniéndome. Lo miré confundida y él abrió la puerta del microondas, cogiendo las
salchichas y sacándolas de allí. Caminó por la cocina y abrió la puerta del congelador,
lanzándolas nuevamente al interior de manera brusca y cerrando la puerta. Me quedé
“¿Qué estás haciendo, Edward? Necesito hacer la cena. Me vas a meter en problemas,”
le dije, caminando hasta el refrigerador y abriendo el congelador nuevamente,
mientras bufaba. Antes de que pudiese meter la mano para alcanzar la salchicha otra
vez, la mano de Edward me detuvo y cerró la puerta en mi cara. Entrecerré mis ojos
hacia él, irritada por lo que me estaba haciendo. Suspiró y metió la mano en su
bolsillo, sacando su teléfono. Empezó a buscar algo en él y se lo llevó al oído. “¿Qué?”
empecé diciendo, confundida, pero él solo alzó su mano frente a mí, en gesto silente
para decirme que me callase.
“Ey, ¿está bien cenar pizza?” preguntó en cuanto la persona en la línea atendió la
llamada. Lo miré sorprendida y él sonrió. “Sí, claro. Bien, gracias. Adiós.”
Cerró la llamada y metió el teléfono de nuevo en su bolsillo. “Ya está, la cena está
lista,” dijo con aires de suficiencia. Solo lo miré por un segundo, ligeramente
desconcertada. Él me miraba expectante, luciendo bastante complacido de sí mismo y
obviamente esperando algún tipo de respuesta de mi parte.
“Me parece justo, pero realmente quiero emborracharme esta noche. Así como,
hacerme mierda,” me dijo, alejándome de él y tomando su Coca Cola de cereza. Se
volteó y de un solo sorbo se tomó la mitad de la misma, alejándola de sus labios y
mirando el vaso. Metió la mano en él después de un momento y sacó una cereza
cogiéndola por el rabito. La acercó a mis labios, sonriendo. “¿Quieres una cereza,
tesoro?” me preguntó en un susurro ronco.
Sonreí y abrí mi boca, llevando la cereza entre mis labios. La mordí y su sonrisa creció
aún más. Él había empezado a inclinarse hacia mí cuando un auto estacionó fuera.
Miró por la ventana rápidamente antes de volverse a inclinar hacia mí. Sacó su lengua
y lamió mi labio inferior antes de besar mi boca suave y dulcemente. Gemí y lo miré
cuando se alejó de mí, asombrada por lo intenso y erótico que ese pequeño
intercambio había resultado ser. La puerta principal se abrió y él rio levemente por mi
expresión, negando con su cabeza. Escuché las voces de Jasper y Emmett de inmediato
y me volteé, encontrándome con ellos cara a cara. Se detuvieron en la puerta,
intercambiando miradas entre Edward y yo, sus rostros tenían expresiones de
preocupación. Mi ceño se frunció confundido mientras los miraba, sin saber por qué
ellos parecían tan molestos, empecé a mordisquear la cereza en mi boca.
“¿Todo bien?” Le preguntó Emmett a Edward, alzando sus cejas de manera inquisitiva.
Sentí las manos de Edward agarrarme por las caderas y acercarme de nuevo a él.
Emmett asintió, el alivio era evidente en su rostro. Aquello me confundió y miré a Jasper
para ver una expresión similar. Él me atrapó mirándolo y me sonrió levemente.
“Ey, Izzy Bizzy, ¿me puedes hacer un favor?” Me preguntó Emmett después de un
segundo. Rompí el contacto visual con Jasper y lo miré nuevamente, alzando mis cejas
cuestionándolo.
“Le he contado eso a Emmett hoy a la hora del almuerzo, después de que papá
contestara tu teléfono. Me estaba volviendo loco, pensando que a lo mejor él trataría de
separarnos,” dijo Edward. Suspiré y asentí, no me sentí del todo sorprendida de que
Edward hubiera tenido una reacción exagerada. ¿Podía siquiera llamarlo una reacción
exagerada? Después de todo, yo había tenido casi toda la certeza que él me iba a
matar.
“Puedes mirar si quieres pero Edward dijo que no se ve nada,” murmuré, sin saber por
qué él quería ver ese lugar en mi espalda. Edward había visto mi espalda desnuda un
par de veces la semana pasada y me preguntó dónde estaba localizado el chip,
informándome de que no había ninguna marca que indicara que algo había sido
implantado. Yo tenía pequeñas cicatrices por toda mi espalda sin embargo, así que
añadirle otra no marcaría la diferencia.
Emmett asintió, sonriendo, y Edward me volteó para quedar frente a mí. Edward
caminó hasta mi posición y me sentí algo tensa cuando sentí que él alzó el borde de mi
camiseta. Él era inofensivo, eso lo sabía pero aun así, era algo incómodo. Alzó mi
camiseta hasta arriba y Edward me sostuvo, asumo que lo hizo intentando hacerme
sentir cómoda para que así pudiese relajarme. Cerré mis ojos e incliné mi cabeza sobre
su cuerpo. Él suspiró y llevó su mano a mi cabeza, acariciando mi cabello con
suavidad. Pude sentir la callosidad en la yema de los dedos de Emmett mientras los
pasaba por toda la piel de mi espalda. Suspiró después de un momento y soltó mi
camiseta, abrí los ojos en ese momento. Esperé que Emmett dijera algo acerca de mis
cicatrices, sintiéndome consciente de ellas ya que él las había visto, pero no dijo nada.
“Voy a ver qué puedo averiguar,” dijo Emmett. Mi ceño se frunció y me volteé,
mirándolo confundida. Él estaba mirando a Edward y volteé mi cabeza en ese
momento para verlo asentir.
“Yo, eh…no lo sé…” empecé diciendo, sin saber en realidad qué decir, pero no había
manera de que permitiese que otro de los chicos Cullen se metiera en este problema. El
doctor Cullen seguro no estaría de acuerdo si se enteraba.
“Relájate, gatita. Tengo toda esta mierda bajo control, no es gran cosa,” me dijo,
encogiéndose de hombros con indiferencia. “Te preocupas demasiado.” Yo solo lo miré
y Edward aclaró su garganta.
“Gracias, amigo. Por todo. A los dos,” dijo Edward, su tono era serio. Emmett y Jasper
asintieron, haciendo un gesto con su mano como si en verdad no fuese gran cosa, pero
el hecho era que sí era un gran asunto. Que ellos estuviesen siendo arrastrados a una
situación peligrosa me preocupó de inmediato. Yo no quería que ninguno de ellos
saliese lastimado por cualquiera que fuese el secreto que el doctor Cullen escondía
sobre mí.
“Entonces, en verdad, ¿qué está pasando?” preguntó Jasper. “¿Por qué te ha llamado
para que fueses al hospital?”
Miré hacia atrás para ver a Edward y él también fijó sus ojos en mí, sonriendo. “Solo
quería que la recogiera, supongo,” dijo, encogiéndose de hombros. Jasper asintió,
como si entendiese, pero los ojos de Emmett se entrecerraron levemente mientras
miraba a su hermano con sospecha.
“Espera… ¿Dónde mierdas está tu coche?” dijo Emmett. “Me acabo de dar cuenta que
el Mercedes de papá está allí afuera.”
La sonrisa de Edward creció. “Intercambiamos los coches para que Isabella aprendiera
a conducir,” dijo.
Los chicos parecían estar en shock por un momento antes de que ambos sonrieran.
Emmett sonrió, caminando hasta pasarnos de largo. “Que me jodan, el coche todavía
está de una sola pieza,” dijo bromeando. Se quedó de pie junto a la ventana y miró el
coche negro que estaba en la entrada de la casa, negando con su cabeza. “Está bien,
bueno, no completamente ileso. Obviamente se ve que has golpeado algo.”
“Me alegra que todavía sigan vivos,” dijo Emmett. “No puedo imaginarme siquiera por
qué papá te escogió de todas las personas para que le enseñaras. ¿Quería que
destrozarais su coche? Quiero decir, eso es como ir directo al desastre.”
Edward asintió, apretándome aún con más fuerza a su cuerpo. “Sí, yo solo la lancé a
esa mierda al principio. He tenido maldita suerte de que ella no me matara, pasándose
las jodidas luces rojas y señales de stop.” Él sonrió y mi ceño se frunció.
“Señal de stop, señal de ceda el paso, es la misma mierda. Es decir, ambas significan
bajar la maldita velocidad en caso que algo se acerque, lo que claramente no hiciste,”
dijo él. Rodé mis ojos, negando con mi cabeza.
“Sí hay una diferencia, sin embargo. En una te detienes sin importar qué, y en la otra
reduces la velocidad y te preparas a detenerte en caso que algo se acerque. ¿Verdad?”
le pregunté. Él suspiró y acarició mi cuello, dejando un pequeño beso en mi piel, ni
siquiera tomándose la molestia de responder mi pregunta porque sabía que estaba en
lo cierto. Sonreí y Emmett rio.
“¿Qué tal si ese era el punto?” preguntó Jasper, su voz era tranquila. Lo miré, sin saber
a qué se refería, y vi que su ceño estaba fruncido. Edward y Emmett lo miraron
también.
“¿Qué tal si ese era qué punto?” Preguntó Edward. Jasper suspiró haciendo un gesto de
negación.
“¿Qué tal si todo el asunto de esto era crear un desastre? Quiero decir, seamos serios.
Todos sabemos que Edward es la última persona en el mundo que debería enseñar a
alguien a conducir… sin ofender, pero eres demasiado impaciente y nervioso,” dijo
mirando a su hermano. “Alguien con la mitad de cerebro podría ver que dejar a este
par en un coche juntos y esperar que él le enseñe a conducir sin ningún contratiempo
es pedir un imposible. Él nos lo podría haber pedido a alguno de nosotros, o incluso
podría haberlo hecho él mismo. Entonces, ¿por qué pedírselo a la única persona que
está garantizado que va a joderlo todo? Sin ofender nuevamente, y disculpa mi
lenguaje Isabella.” Sonreí de manera involuntaria a causa de los buenos modales de
Jasper. “Pero en serio, él tiene que haber visto la potencial catástrofe a una milla de
distancia, él debe haberlo hecho.”
“¿Pero… por qué demonios haría eso?” Edward preguntó confundido. “¿Por qué estaría
jugando de esa manera?”
Jasper se encogió de hombros y Emmett suspiró. “¿Quizás para crear problemas entre
ustedes?” Sugirió Emmett. “Es decir, obviamente esa mierda no ha funcionado, pero
pienso que es posible que lo haya hecho por ese motivo. Estoy de acuerdo al decir que
no tiene sentido que te lo haya pedido, así que tiene que estar jugando a algo.”
Nos quedamos en silencio un segundo antes que Edward hablara. “Lo que sea, no voy
a caer en sus juegos. Que se joda. Si cree que algo tan estúpido como conducir un
maldito coche será suficiente para alejarnos, es un idiota.”
“El doctor Cullen está en casa,” le dije, confundida porque él no me soltaba. Edward
sonrió de manera seca, negando con su cabeza.
“¿Y eso se supone que debe significar algo para mí?” Preguntó, la rabia era muy
notoria en su voz. Estaba furioso. Me tensé, el temor me recorrió por completo. Esto no
estaba nada bien. La advertencia que me había hecho antes el doctor Cullen vino a mi
mente y mis manos empezaron a temblar, mientras se me revolvía la boca de mi
estómago.
… no voy a intervenir si no debo hacerlo… ahora caminan sobre una delgada línea…
“Debes soltarme, Edward,” le dije en voz baja, tratando de liberarme de sus brazos.
“Estoy harto de ocultarme,” dijo, su tono era serio. Mi corazón empezó a latir
desesperado en cuanto el doctor Cullen salió del Volvo, dando la vuelta y acercándose
al asiento del pasajero para sacar unas cajas de pizza. Cerró las puertas del coche y
mis rodillas empezaron a sentirse débiles.
“Porque hoy ya ha sido un día lo suficientemente estresante ¿vale? Quiero decir, de por
sí tengo que lidiar con el golpe al coche. Y, además, es su cumpleaños. No creo que
debamos añadir una confrontación a todo esto,” le dije. Mi pánico se multiplicó por
diez mientras la puerta se abría, sintiéndome bastante segura que todo estaba a punto
de ponerse realmente feo, pero Edward suspiró exasperado y finalmente me soltó,
alejándose un par de pasos. Yo suspiré, cerrando mis ojos, ligeramente aliviada de que
por el momento hubiese podido disuadirlo.
Abrí mis ojos y vi al doctor Cullen dirigirse a la cocina. Nos miró a todos, sus ojos se
posaron en mí y permanecieron allí por un momento. Se acercó hasta nosotros y se
detuvo cerca de mí para dejar las cajas de pizzas sobre la mesa. Miró a Edward y pude
escuchar como un agonizante gruñido escapó de la garganta del doctor Cullen. Era
apenas audible pero como él estaba justo a mi lado pude oírlo. Lo miré con
incertidumbre y noté que él estaba mirando a Edward, quién a su vez estaba recostado
sobre la encimera bebiendo su Coca Cola de cereza. La confusión me atrapó por
completo en cuanto el doctor Cullen hizo un gesto de negación y alejó su mirada,
alzando su mano y pellizcando el puente de su nariz.
“¿Tienes mi llaves, hijo?” preguntó. Edward lo miró y asintió, llevando una mano a su
bolsillo y sacando el juego de llaves. Las sostuvo en el aire y el doctor Cullen las tomó
con cuidado. Las llevó a su propio bolsillo y agarró las llaves de Edward,
devolviéndoselas. “Tengo que encargarme de algo esta noche, no volveré hasta
mañana por la tarde. Que tengan una buena noche.”
“¡Veamos una película. Una que tenga unas tetas decentes, hombre!” gritó. Jasper me
dio una pequeña sonrisa, haciendo un gesto de negación, y Edward rio. Jasper cogió
otra caja de pizza y se dirigió a la sala mientras Edward se detenía, mirándome.
Caminé hasta el fregadero para enjuagar mis manos y miré por la ventana al doctor
Cullen caminar hasta su coche. Me tensé en cuanto él hizo una pausa en el lado del
pasajero, mirando el espejo lateral que había golpeado el buzón de correos. Se
mantenía intacto pero tenía un largo rayón en él, algo bastante notable sobre la
brillante pintura negra. Se quedó quieto y lo miró por un momento antes de girar su
cabeza lentamente con dirección a la casa. Mi corazón empezó a latir furioso en cuanto
sus ojos se fijaron en mí a través de la ventana. Me di cuenta que podría haberme
agachado y escondido antes de que él me viera pero solo me quedé congelada allí,
casi paralizada. Me miró por un momento con una expresión en blanco en su rostro, así
que no pude averiguar cuán molesto estaba. Casi esperaba que él volviera al interior
de la casa o que al menos me diese una advertencia visual de que estaba en
problemas. Charles solía usar su dedo y lo pasaba por su garganta como un signo
para decirnos que tendríamos que hacer frente a algún tipo de consecuencia en cuanto
él terminara lo que sea que lo mantuviese ocupado en ese momento, esencialmente
diciéndonos que estábamos a punto de soportar una paliza tan fuerte que nos haría
desmayar. Él no tenía que hacerlo, pero aun así lo hacía, porque sabía cuánto nos
afectaba. A veces era mejor simplemente no saberlo, ya que la anticipación y el
nerviosismo sobre lo que estaba a punto de ocurrir en ocasiones eran incluso más
agonizantes que el castigo físico en sí.
Pero el doctor Cullen no hizo nada como eso. Simplemente me miró un momento antes
de voltear nuevamente y caminar hasta el lado del conductor, abriendo la puerta y
subiéndose en el auto. Peleó un momento con el asiento, poniéndolo en su posición
inicial antes de encender el auto y salir de la entrada de la casa. Suspiré, aliviada pero
un poco sorprendida de su falta de reacción, y me dirigí a la sala con las gaseosas. Le
“Solo escoge una,” dijo. Jasper se inclinó hacia mí, con una sonrisa.
“Nah, amigo, jódete. Es mi novia,” dijo mirando a su hermano. “Escoge Wild Things,”
me dijo, sacando a flote su sonrisa ladeada que sabía que me desarmaba. “Per favore.
Ti amo.” (N.T. Por favor, te amo.)
“¡Eso es hacer trampa, no puedes deslumbrarla hablando en italiano! Tienes que ser
justo amigo, déjala que escoja por sí sola. Es una mujer fuerte, déjala tener su propia
opinión” dijo Jasper. Me giré a mirarlo, orgullosa de que me defendiera, quise
agradecérselo pero él sonrió y articuló las palabras ‘American Pie’ en el momento en
que mis ojos se fijaron en él. Empecé a reírme al ver su comportamiento casi infantil y
Edward negó con su cabeza.
“Bueno, bueno, ambos se callan la jodida boca o vamos a terminar viendo Dirty
Dancing. Estoy seguro que a Izzy Bizzy le gustaría ver esa mierda,” dijo Emmett. Sonreí
y sus dos hermanos gruñeron pero dejaron de discutir. “Muy bien… así es como vamos
a hacer esto. Te las voy a describir y vas a escoger cual de las dos suena mejor. Ignora
a estos dos imbéciles y vota por ti misma. Vivimos en una maldita democracia, después
de todo. La tierra de la libertad y el hogar de los valientes y esas cosas.” (N.T. Emmett
hace referencia con esta frase a una línea del himno de Estados Unidos.)
Yo solo lo miré, alzando mis cejas, y Edward gruñó. “La tierra de la libertad mi culo,”
murmuró. Suspiré y la expresión de Emmett cambió ligeramente a una de culpabilidad.
“Lo lamento, mierda, no me he dado cuenta de lo que estaba diciendo. Eso me pasa a
menudo, ya sabes” dijo, su sonrisa era tímida. Asentí y escuché a Edward murmurar
‘maldito tarado’ en voz baja, pero por suerte Emmett no lo escuchó.
“Sí, bueno. Entonces, tenemos esta película de comedia en la cual un grupo de tipos
hacen un pacto para perder su virginidad en la noche del baile de graduación o lo que
sea,” dijo. Lo miré confundida.
“¿Baile de graduación?” le pregunté, sin saber realmente qué era aquello. Sentí a
Edward tensarse un poco ante la mención de eso, su brazo que había estado
ligeramente recostado en mis hombros se puso rígido levemente.
Emmett asintió. “Sí, es un baile escolar, ya sabes. Todos usan su imagen GQ y bailan
toda la noche; es un gran evento. (N.T. GQ es una revista de modas solo para hombres
en las que usualmente solo muestran tipos elegantes) Y todo el mundo conoce el baile
de graduación por el sexo, está como escrito en las estrellas o algo así.”
Asentí después de un segundo, entendiendo entonces por qué Edward se había puesto
tenso. “Está bien, entonces es una comedia sobre unos chicos que quieren tener sexo
después del gran baile,” le dije. Emmett asintió.
“Sí pero hay más, es jodidamente graciosa,” dijo él. “Y la otra película… bueno; joder,
todo lo que recuerdo es ver a unas chicas besándose en una piscina, pero se supone
“¡Joder! eso no ha sido justo, estás haciendo trampa. Ni siquiera le dijiste de qué se
trata Wild Things para que obviamente no la escogiera,” masculló. Emmett rió,
abriendo la caja del DVD y poniendo el disco en él.
“¿De qué se trata de todas formas, Edward?” preguntó. Edward permaneció en silencio
por un momento antes de encogerse de hombros.
Retomamos nuestra comida después de que la película empezó, los chicos hablaban
entre ellos un poco pero yo permanecí en silencio, poniendo mi atención completa a la
televisión. Los chicos encontraron la película muy graciosa, riendo de manera
estruendosa en ciertas partes, pero para mí era solo sorprendente y un poco extraña.
Me sentí un poco incómoda, ver a un chico espiar a una chica que estaba
aparentemente masturbándose y unos padres entrando a su habitación y encontrar a
su hijo mientras intentaba masturbarse con una media mientras veía una película
porno y un padre tratando de explicarle algo de material pornográfico a su hijo. Nada
de eso, sin embargo, tenía que ver con la escena en la que el chico estaba tratando de
tener sexo pero que había terminado dos veces incluso antes de haber empezado, y la
escena en la que el chico estaba teniendo sexo con un auténtico pastel de manzana.
Entendí en ese momento porqué se llamaba ‘American Pie’, pero era algo perturbador
para mí el haberlo visto.
Cuando la película estaba llegando al final y todos los chicos estaban teniendo sexo
finalmente, me puse de pie y empecé a recoger la basura que estaba esparcida por
todos lados, llevándola a la cocina. Estaba tirando las latas cuando una mano me
tomó suavemente por la cintura. Yo me sobresalté y di un pequeño gritito, ya que ni
siquiera lo había escuchado acercarse, y Edward susurró algo levemente. Envolvió con
su brazo mi cuerpo y me presionó al suyo mientras yo lavaba los vasos, inclinándose
un poco hacia mí y acariciando mi cuello.
“Sí, estoy bien,” le dije, echando mi cabeza a un lado para darle un mejor acceso,
suspirando relajada ya que sus suaves y húmedos labios se sentían estupendos,
mientras enviaban cosquillas por toda mi espalda.
“¿Quieres hablar o algo así?” me preguntó. “Parece que algo está pasando en tu
mente. No he hecho nada malo, ¿verdad? Es decir, yo sé que he sido un imbécil antes
en el coche...”
Hice un gesto de negación con mi cabeza, interrumpiéndolo. “No has hecho nada
malo,” le dije. “Yo solo quiero… no sé… solo quiero…”murmuré, sin saber siquiera qué
decir. Para ser sincera, ni yo misma tenía idea de lo que estaba pasando por mi
cabeza, no sabía exactamente lo que estaba sintiendo. Era casi como una mezcla de
tristeza y culpa y me di cuenta que a lo mejor derivaba del hecho de que estaba
ocultándole un secreto a Edward y eso era algo que yo jamás había querido hacer.
Confiaba en él a ojos cerrados y de manera desesperada quería contarle cosas, pero
no podía evitar que las palabras del doctor Cullen volvieran un vez más a mi cabeza.
… vas a tener que usar tu influencia para hacer que mi hijo dé un paso a un lado sin
levantar muchas sospechas…
… no vas a querer guardarle secretos… pero lo tendrás que hacer, si quieres que se
mantenga a salvo…
… necesito que mantengas alejado a Edward de todo aquello que pueda alimentar su
sospecha y curiosidad…
…debes desalentarlo… persuadirlo de cruzar unos límites que seguro provocarán que
ambos salgan lastimados…
“Dime lo que quieres y será tuyo,” murmuró sobre mi piel cuando no logré completar mi
“Quiero subir a la habitación,” le dije muy bajito. Él susurró algo y alejó su cabeza de
mi cuello, enderezándose.
“Muy bien, podemos hacer eso,” dijo, asintiendo. Pasó su mano por su cabello, mirando
por toda la cocina brevemente antes de mirarme. “Espera, todavía podemos
emborracharnos, ¿verdad?”
Alzó sus cejas con expectativa y me sonrió nuevamente. “Si eso es lo que quieres,” le
dije. Él me miró por un segundo antes de asentir.
“Quiero hacer todo contigo, incluso cuando es ese tipo de mierdas que probablemente
es mejor que no hagamos juntos,” me dijo. “Como por ejemplo conducir,” añadió de
forma juguetona, acercándose y dándome un pequeño golpecito en el brazo. Me reí y
asentí, y él tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos. “Entonces ven, amor, vamos a
hacernos mierda bebiendo, a desmayarnos y olvidar que hoy casi me provocas un
infarto,” me dijo bromeando, mientras me sacaba de la cocina. Lo seguí de cerca y
volteé a ver el área de la sala, saludando a Jasper mientras cruzaba por allí. Edward
empezó a subir las escaleras pero se detuvo algo dubitativo en la mitad de las mismas,
soltando mi mano.
“Sube, voy a coger unas bebidas extras,” me dijo. Asentí y él se volteó, bajando las
escaleras. Seguí mi camino al tercer piso, escabulléndome a la habitación de Edward y
entrando en ella, para echarme en su cama. Me quedé acostada en silencio por un
momento antes de escuchar unos pasos acercarse por las escaleras. Edward entró un
momento después mientras hacía malabares con dos vasos, una botella de dos litros
de bebida de naranja, y una botella de un licor frío y transparente que había cogido
del congelador. Cerró la puerta de una patada y caminó hasta su escritorio, dejando
todas las cosas sobre él. Abrió la botella de Sunkist y se la acercó a la boca, tomando
un buen trago. (N.T. Sunkist es una marca de bebidas gaseosas saborizadas, en este
caso de naranja) Observó la botella después de haberla tomado y puso algo de jugo
en un vaso vacío. La miró nuevamente y puso un poco más de bebida en el vaso,
dejándola sobre el escritorio cuando un tercio de la misma ya se había consumido.
Llevó su mano a su bolsillo trasero y mi ceño se frunció confundido cuando sacó unos
sobrecitos de Kool-Aid. (N.T. Kool-Aid es la marca de una mezcla en polvo saborizada
para preparar bebidas) Empezó a abrir los sobres y echando el contenido en polvo en
“Este es tuyo,” me dijo, apuntando con su cabeza la botella. Mis ojos se abrieron
asustados y él rió. “Te dije que nos íbamos a hacer mierda hoy. Se llama Tarta Dulce,
sabe como una dulce tarta de caramelo, sabes de lo que hablo ¿verdad?” él de
inmediato se percató de que yo no lo sabría por lo que solo negó y me tendió mano.
“Olvídalo, soy un idiota. Es solo Sunkist, Kool-Aid y Everclear, es fácil de tomar.” (N.T.
Everclear es un tipo de alcohol, hecho de maíz, muy parecido al vodka en su sabor pero
es menos fuerte)
Asentí y sonreí, un poco asombrada de que él esperara que bebiera tanto. Me dio otra
sonrisa y se acercó a mí, inclinándose para besarme. “Conecta el iPod por mí, por favor
¿de acuerdo? Tengo que ir a orinar como no tienes idea”, dijo antes de dirigirse al
baño. Me reí para mí misma, negando con mi cabeza ante el hecho de que él sintiese
necesario compartir ese tipo de información conmigo. Me levanté y tomé su reproductor
de música de su escritorio, caminé por su habitación y lo conecté en el altavoz como él
me había enseñado unos días atrás. Lo encendí, sonriendo orgullosa de mí misma, y
una suave melodía se escuchó. Caminé nuevamente al escritorio, algo dubitativa, antes
de tomar la botella de dos litros. Le saqué la tapa, curiosa de saber cuál sería su
sabor, y de inmediato empezó a burbujear. Traté de cerrar la tapa rápidamente, pero
mi reacción no fue lo suficientemente rápida y me salpicó por completo. Grité, asustada
por el salpicón en mi camiseta, hasta que finalmente logré cerrar la botella. La puerta
del baño se abrió abruptamente, y miré con ojos muy abiertos a Edward de pie en el
marco de la puerta. Él me miraba con preocupación, obviamente me había escuchado
gritar. Mis ojos se abrieron con sorpresa cuando vi que su pantalón aún estaba a
medio cerrar, desabotonado, con el cierre abierto, y apenas lograba sostenerse de sus
caderas gracias al hecho de que él los tenía sujetos por una de las presillas del
cinturón. Su ceño se frunció cuando vio mi camiseta toda salpicada, el líquido
goteando por mi ropa, y mi sonrisa tímida.
“Yo no pensé…” empecé diciendo, mis mejillas se llenaron de calidez por el sonrojo de
vergüenza.
Rodé mis ojos y alejé mi mirada de él, sorprendida de que pudiese hacer eso cuando
estaba allí de pie tan expuesto. Me encontré extrañamente fascinada por el cuerpo de
Edward y podía incluso pasar horas solo mirándolo, memorizando cada marca y cada
manchita, cada peca y cada vello, cada arruguita y cada curva en sus tonificados
músculos. Él era de verdad una criatura hermosa, aún cuando él ni siquiera se
esforzaba en serlo.
Dejé la botella nuevamente sobre el escritorio, secando mis mojadas manos en mis
pantalones. Edward finalmente se abotonó los suyos, subiendo el cierre antes de
acercarse a mí con una toalla y lanzándome una prenda seca antes de tomar la botella
y secarla también. Me debatí por un momento antes de caminar hasta la puerta y
abrirla, dirigiéndome a mi habitación. Me saqué toda la ropa y la lancé al cesto,
caminando hasta el baño para lavarme rápidamente. Tomé unos pantaloncillos negros
cortos y me colé en ellos, para luego ponerme la camiseta de futbol de Edward.
Regresé a su habitación, cerrando la puerta una vez que estuve dentro, y sonreí cuando
él me dio un vaso lleno de su bebida Tarta Dulce.
“Gracias,” le dije en voz baja, tomando el vaso de sus manos. Él asintió y murmuró
‘Prego’ antes de caminar hasta su escritorio y abrir uno de sus cajones. Sacó una
botella de un líquido claro y la abrió, llevándosela a los labios y tomando un gran
trago. Hizo una pequeña mueca y dejó la botella sobre el escritorio, tomando el vaso
de bebida de naranja y bebiéndolo. Yo miré el vaso en mis manos y lo llevé a mis
labios algo cautelosa, tomando un trago. Era realmente dulce y frutal, el sabor del
alcohol permanecía en el fondo pero no era tan malo como para hacerme estremecer ni
nada. Tomé otro trago, uno largo esta vez, y la sonrisa de Edward se hizo más grande.
“Sip, te vas a hacer mierda muy rápido,” dijo con emoción. “Entonces, eh, ¿qué quieres
hacer mientras estés aún coherente?”
Me encogí de hombros, tomando otro trago mientras él tomaba otro de su licor puro.
“¿Qué hay por hacer?” le pregunté. Se encogió de hombros, nuevamente soltando la
botella.
“¿Cómo veintiún preguntas?” le pregunté. Él negó, pasando una mano por su cabello.
“No, yo creo que ya superamos esa etapa en la que tenemos que jugar un juego para
hablar de mierdas. Ambos sabemos que podemos decirnos todo el uno al otro,” me
dijo. Alzó su mirada y le sonreí, asintiendo a pesar de la culpa que sentía recorrerme
ante el hecho de que yo estaba intencionalmente escondiéndole cosas.
“¿Qué tipo de juego entonces? Ya sabes, no soy muy buena en cosas que…” empecé
diciendo, algo nerviosa por el hecho de hacer el ridículo.
“Sí,” dijo pasando una mano por su cabello. Tomó su botella de alcohol nuevamente y
le dio un gran trago, hacienda una cara fea mientras un escalofrío recorría su cuerpo.
Estaba aún sin camisa, de hecho no se la había puesto en todo el día, y estaba
cautivada por la forma en la que los músculos de su estómago se tensaban mientras su
cuerpo se estremecía. Sus pantalones aún colgaban muy bajos, los huesos de su
cadera se asomaban un poco y un camino de vello clarito bajaba por su estómago y
desaparecía en sus pantalones. Se inclinó un poco después de un segundo,
rascándose en el lado donde estaba la cicatriz que le había quedado cuando le
dispararon. Yo estaba extrañamente paralizada por la vista de su mano. Sus manos
eran levemente toscas por jugar al futbol americano pero eran fuertes, y sus dedos eran
largos y delgados. Tenía unas manos hermosas, manos que me hacían sentir segura y
a salvo, y me di cuenta de que debía estar real y profundamente enamorada si algo
tan insignificante como sus dedos podría causarme un entusiasmo exagerado.
“Sí, yo tampoco sé qué haría,” le dije. Jamás había imaginado que yo querría alguna
vez besar a alguien, mucho menos tener a alguien como él para besar, pero ahora que
lo tenía no estaba segura de cómo había logrado sobrevivir sin esos besos.
“¿Y qué es eso?” le pregunté, sonriendo ante su repentina y feliz disposición. Alzó su
dedo, haciéndome una muestra de que esperara, y se agachó. Tomó su edredón y lo
alzó, para mirar debajo de su cama. Mi ceño se frunció en confusión y lo miré curiosa
mientras empezaba a sacar unas cajas de debajo de su cama. Miró su contenido
rápidamente, para luego volverlas a meter debajo de la cama, hasta que encontró la
que al parecer estaba buscando. Sacó de allí algo muy parecido a una caja en dos
tipos de tono de gris. Tenía una pequeña puerta en frente, con letras rojas, y dos
botones con otras dos ranuras en las que parecía que algo se conectaba. Sacó algo
más de la caja, algo que parecía como un mando de control que iba con un sistema de
juego de video. Tenía el mismo color que la caja gris y tenía algunos botones y un
cable largo. Edward empezó a sacar otros cables y caminó hasta el televisor. Comenzó
a conectar cosas y a moverlas de un lado a otro.
Consiguió hacer lo que sea que estaba intentando hacer y finalmente encendió la
televisión, alejándose de allí y bajando un poco el volumen de su iPod pero sin
apagarlo por completo. Caminó de regreso hasta mí y miró la caja una vez más,
cogiéndola y sacando algo más de allí. “¿Qué es eso?” le pregunté curiosa. Me miró y
sonrió.
“Es el sistema de juego Nintendo Original. Guardé esta mierda de cuando era niño,
aún funciona perfectamente”, me dijo, encogiéndose de hombros. Asentí en respuesta,
suspirando.
“¿Y vamos a jugar?” le pregunté dudosa, no estaba muy segura de cómo jugar un
video juego. Él asintió.
“Sip, es tan fácil como la mierda, incluso tú podrás hacerlo,” me dijo. En el momento en
que las palabras salieron de sus labios se tensó y me miró. “No quise decirlo de esa
manera.”
“Lo sé,” le dije, dándole una pequeña sonrisa. Asintió y acercó a su boca algo que
asumí era un juego y comenzó a soplar sobre él. Lo miré confundida y él se rió de mi
expresión.
“Tienes que sacarle el polvo a esto para que funcione. No es exactamente algo de
última tecnología o algo así,” dijo, encogiéndose de hombros. Se acercó al televisor,
Sonreí y me puse de pie, caminando hasta él. Me senté con cuidado entre sus piernas y
puso sus manos frente a mí, sosteniendo el control del mando. Empezó a explicarme
cada qué hacía cada botón, empezando con un juego nuevo y haciendo toda la
primera parte para demostrarme lo que se suponía debía yo hacer. Lo hacía parecer
tan fácil y de manera tan casual, que hizo que me sintiera menos nerviosa. Yo sabía
que era ridículo estar ansiosa cuando hacía cosas junto a Edward, ya que no había
razón para sentirme acomplejada, pero tampoco lo podía evitar. Muy dentro de mí
seguía siendo completamente insegura y me sentía desesperadamente aterrada de
que un día él decidiera que yo no era lo suficiente para él.
“Mario” respondió. “Es como una tradición, Bella. Que se joda Halo y Grand Theft Auto
y todas esas otras mierdas, no eres nadie a menos que hayas ganado el juego de
Mario de Nintendo.”
Edward habló serio, su tono era completamente sobrio, como si fuese un hecho certero
lo que estaba diciendo. Yo no tenía ni idea de qué eran exactamente esos otros juegos,
pero recordaba de manera vaga que los otros chicos los habían mencionado antes.
Sonreí y miré nuevamente la televisión, recostándome nuevamente sobre él. Observé
cómo este pequeño personaje saltaba sobre tuberías verdes y volvía a saltar, esta vez
para intencionalmente golpear su cabeza en ladrillos que flotaban en el cielo. Una
cosa que parecía un pequeño hongo salía de uno de esos ladrillos a los que había
golpeado y Edward hizo que el personaje corriera, dirigiéndose directamente hasta el
hongo. Desapareció y de inmediato el personaje creció al doble de su tamaño. Solté
una risita y miré a Edward, quien estaba sonriendo contento. Parecía tan joven y casi
inocente en ese momento, tan despreocupado. Me miró nuevamente y se echó a reír.
“Ten, termina esta parte,” me dijo, entregándome el control. Mis ojos se abrieron con
sorpresa.
“Él regresa a la vida. No es como si tuviéramos que planearle un jodido funeral o algo
así. Una vez que lo mates tres veces, o cuantas vidas tengas, el juego se termina y
empiezas otra vez. No es gran cosa,” me dijo. “Y sí, vas a matarlo. No importa quién
Dejó mi vaso junto a nosotros y se llevó su botella de licor a la boca, para tomar un
trago.
Empezó a tararear la canción que estaba sonando en ese momento, era algo que yo no
reconocía. La música que provenía de su reproductor se mezclaba con el leve tintineo
de la música del videojuego. Estaba sorprendida de que Edward la tolerara, ya que era
muy quisquilloso con respecto a las cosas musicales. El sonido de sus tarareos
guturales que escapaba de sus labios me estaba distrayendo y terminé llevando al
personaje directo al borde de una cornisa, sin ni siquiera notar el hoyo enorme en el
suelo. Edward se rio, mientras negaba.
“Tienes que saltar, nena,” dijo en tono bromista, mientras me codeaba. Sonreí y me
sonrojé, asintiendo.
El siguiente par de horas pasaron rápido mientras caímos en una especie de rutina. Yo
mataba a Mario y él completaba un nivel por mí para que al menos yo pudiese
intentarlo en el siguiente. Tuvimos que empezar nuevamente el juego un par de veces
ya que mientras más tiempo pasaba, mataba a Mario con más rapidez, debido a que
ambos estábamos bebiendo continuamente durante el juego. Podía sentir el alcohol en
mi cuerpo, ya que mis piernas hormigueaban y mi cabeza se sentía levemente
mareada. Era una sensación de euforia, al igual que había sentido las otras ocasiones
que había consumido sustancias tóxicas con Edward, pero esta vez era mucho más
intensa. Sentía vibrar todo mi cuerpo, y estábamos riendo y bromeando. Era
agradable, estar únicamente los dos pasando tiempo y haciendo algo tan divertido y
despreocupado. Nunca había tenido la oportunidad de tener este tipo de experiencias,
pero no estaba segura si Edward entendía cuanto significaban estos momentos para
“No, no bebes lo suficiente como para molestarme. No eres un borracho malvado como
mi padre,” Le dije, encogiéndome de hombros y recostándome en su pecho.
“Sí,” le respondí. “Cuanto más bebía, peor era el castigo que recibía. Al principio,
cuando él tomó el control de la casa no bebía mucho, pero mientras más peleaban él y
su esposa, más empezó a beber. Los últimos meses fueron los peores.”
“Quiero matarlo, realmente quiero matarlo, ¿sabes?” me dijo en voz baja, estirando su
mano y alcanzando su botella de licor. Tomó un trago y volteé mi cabeza para mirarlo
con sorpresa. Él bajó su botella y me miró, frunciendo el ceño. “No tienes ni idea de
cuánto quiero que ese hijo de puta sufra por todo lo que te hizo, cuantas ganas tengo
de terminar con su vida.”
“¿Por qué no? En serio no debería importarte un carajo ese monstruo,” me dijo de
manera cortante, el coraje era evidente en su voz. Yo negué con mi cabeza, suspirando.
“No me importa lo que le pase a él, Edward. Lo que sí me importa es lo que te pase a
“¿Sabes algo? Hay muchas personas que están esperando que yo siga los pasos de mi
padre,” me dijo en voz baja. Yo suspiré, asintiendo.
“¿Por qué importa lo que ellos quieran?” le pregunté. Edward permaneció en silencio
por un momento antes de encogerse de hombros.
“Supongo que es porque realmente no quiero decepcionarlos. Quiero decir, nunca supe
qué demonios quería de la vida, así que la idea de ir a Chicago y entrar en la
organización parecía lo más fácil y práctico de hacer, pero ahora que te tengo a ti
estoy empezando a ver finalmente qué es lo que quiero. Te quiero a ti, y lo que tú
quieras me importa. Si tú no quieres que haga esa mierda, entonces realmente tengo
que pensarlo, ¿sabes? Porque esta también será tu vida. Y tú me importas mucho más
que cualquiera de esos otros hijos de puta,” respondió. Sonreí levemente, suspirando,
sintiendo un poco de alivio a causa de sus palabras. Quizás el doctor Cullen tenía
razón, quizás tendría lo que anhelaba y Edward no seguiría el camino que él había
tomado para sí después de todo. No podía engañarme a mí misma, la idea de Edward
siendo un criminal y un asesino realmente me molestaba. Yo podía aceptar sus
defectos, pero ¿podía realmente aceptarlo si él mataba personas y robaba para
obtener ganancias de ello?
“Tú eres la única cosa que me importa,” murmuré finalmente, porque era la verdad. No
era nadie sin él; él era la única luz en mi vida. Él gimió levemente en respuesta a mis
palabras, apretándome con fuerza.
“¿Sabes algo?, quizás nosotros debamos solo irnos,” me dijo después de un momento.
Mi ceño se frunció confundido, sin saber a lo que se refería. “Voy a hacer que Emmett
encuentre alguna manera de joder ese chip para que no podamos ser rastreados y
simplemente largarnos de aquí.”
Estaba diciendo la más gorda de las mentiras, ya que todavía estaba bastante segura
de que el doctor Cullen me podía herir en un latido si él lo sentía necesario y el hecho
de quedarme, significaba también que debía seguir protegiéndome constantemente,
pero esperaba que Edward no lo notara y que solo estuviese de acuerdo, aceptándolo
por el momento. “Nos quedamos,” dijo finalmente, haciendo una pausa para luego
añadir, “por ahora.”
Asentí, sabiendo que la situación no estaba del todo evitada pero que al menos
quedaría a un lado por el momento, al menos hasta que yo pudiese lograr comprender
mejor la situación de lo que estaba pasando o hasta que lograse tener un plan mejor
para arreglarlo todo. Ambos nos quedamos en silencio por un momento antes que
Edward tomara de nuevo el control de mando del video juego. “¿Has terminado de
jugar?” me preguntó. Asentí, mirándolo y dándole una pequeña sonrisa. Él sonrió en
respuesta y se puso de pie, empezando a recoger todo el juego. Caminó hasta la cama
y puso todo en la caja nuevamente, al tiempo que me ponía de pie, y tomaba mi
bebida.
“Me pregunto que hay en esas cajas,” le dije, recordando haberlas visto cuando
limpiamos su habitación. “¿Es ahí donde escondes tus juguetes?” le pregunté en tono
bromista. Él me miró y sonrió levemente, negando con la cabeza.
“Mucho más que juguetes, Bella. Es aquí donde guardo mi antiguo yo,” me dijo. Sus
palabras no tuvieron sentido para mí y se percató de aquello cuando vio mi expresión.
“Todo lo que guardo de Chicago está en estas cajas.”
La madre de Edward era impresionante. Alta, de piel blanca, ojos verdes expresivos y
cabello rojo levemente ondulado. Ella prácticamente brillaba en la foto, y se podía
decir con solo verla que claramente adoraba a su hijo menor. Y Edward, a pesar de
todo el tiempo que había pasado, seguía siendo Edward. Su cabello era rebelde y sus
ojos llenos de emoción, de piel pálida con unas pocas pecas en su nariz. Y era también
muy fácil decir que él amaba a su madre más que a nada, porque la manera en la que
él la miraba era asombrosa. La estaba mirando como si ella fuese la cosa más
hermosa del planeta, y para él seguro que lo era. Y aquello me sorprendió, porque esa
era una mirada que yo conocía bien. Era una mirada que se había perdido en todas
aquellas fotos que había visto de Edward durante el paso de los últimos años, pero que
era una expresión que yo veía cada vez que lo miraba ahora.
Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, todo aquello me impactó con fuerza. Mi amor por
él, su obvio amor por mí, y sobre todo, el amor entre una madre y su hijo. Y el dolor, oh
Dios el dolor. Lo que ambos, tanto la madre como el hijo tuvieron que haber sentido en
ese último momento, justo antes de que su vida terminase, justo antes de que Edward
tuviese que ser forzado a ser testigo de cómo la luz la abandonaba. Porque viendo la
fotografía, estaba muy claro de ver que ella definitivamente llevaba luz a cada vida
que ella tocaba. Los chicos siempre hablaban muy bien de su madre, siempre la
hacían parecer casi como si fuese una santa, como un ángel, y viéndola no me
defraudó en absoluto esa opinión. Porque ella era sin lugar a dudas todo aquello que
ellos decían que era.
Había estado tan cautivada, mirando la fotografía y tratando de asimilar todas las
emociones que no me había dado cuenta de que Edward se había acuclillado frente a
mí hasta que él posó una mano sobre la foto. Lo miré y él sonrió con tristeza, alzando
su mano y limpiando mis mejillas con la yema de sus dedos. Me di cuenta que estaba
llorando, de que las lágrimas se habían escapado sin ser detectadas. Edward me miró
con ternura y se inclinó hacia mí después de un momento, dejando un beso corto en
mis labios.
“Lo sé, ella me vestía horrible, no tienes que llorar por eso. Te prometo que nunca más
“Odiaba esos jodidos zapatos,” me dijo. “Pero los usaba por ella.”
Sonreí y asentí, mirando la foto otro segundo, todavía abrumada por esa extraña
familiaridad. “Era muy hermosa,” le dije.
Asentí, ya que aquello era una verdad absoluta. Me pregunté en ese momento si esa
era la razón por la cual la fotografía me había llamado tanto la atención, si era por el
simple hecho de que había mucho de Edward en ella. Dudé por un momento pero le
entregué la foto a Edward. Él la cogió y esperé que la guardara nuevamente, pero por
el contrario se puso de pie y caminó hasta su escritorio, dejándola sobre él. Se volteó y
me sonrió, cerrando la caja nuevamente y deslizándola sobre su escritorio.
“¿Quieres acostarte y ver una película o algo así?” me preguntó. Asentí y él cogió un
DVD y lo puso en el reproductor. Mis ojos se abrieron asustados cuando desabotonó y
bajó el cierre de sus pantalones, dejándolos en el suelo y saliendo de ellos. Caminó
hasta la cama y apagó las luces antes de tomar el control remoto y subir a la cama en
boxers. Me acercó a él y recosté mi cabeza en su pecho, entrelazando nuestras piernas
mientras nos acurrucábamos. La película empezó, y apenas logré llegar a los diez
primeros minutos antes que mis ojos empezaran a cerrarse.
Alcé la mirada y pude ver una silueta, pero el sol en el cielo me estaba cegando de tal
forma que todo se veía brillante y resplandeciente. Me sentí confundida por un
momento, y luego una dulce y suave voz femenina rompió el silencio. ‘Estás
terriblemente sucia, pequeña,’ dijo la voz. Estaba desconcertada acerca de lo que
estaban hablando y les pregunté dónde, bajando la mirada para verme a mí misma.
Una dulce risa retumbó y la ceguera se aclaró en cuanto la silueta se acuclilló frente a
Era imposible, no podía haberla conocido. La habría recordado mucho antes que
ahora, podía jurar que recordaba a cada persona que había conocido. Pero ella
estaba allí, en mi sueño, en Phoenix. Y me había hablado, y no tenía ni idea de cuántos
años tenía pero debía ser demasiado pequeña para que un recuerdo como ese
estuviese tan profundamente enterrado.
Miré a Edward, que estaba hecho una bolita sobre la cama y abrazando su almohada
con fuerza. Miré su silueta tranquila, para repentinamente recordar algo que el doctor
Cullen me había dicho en Navidad.
“La primera vez que te conocí Isabella, tenías tres años. Bueno, nos dijiste a mi esposa
y a mí que tenías tres, pero levantaste solo dos dedos.” Dijo. “En fin, me sorprende un
poco que recuerdes a mi hermana pero no a mí, ya que te vi en algunas ocasiones
durante estos años.”
Mis ojos se abrieron asustados mientras una vaga imagen del doctor Cullen vino a mi
mente, un recuerdo. ‘¡Gracias por visitarme!’ le había dicho, abrazando su pierna. Él
palmeó mi cabeza y sonrió, diciendo: ‘De nada, pequeña.’
Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, el asombro me recorría por completo. Me sentía
sorprendida de no haber descubierto nada de esto antes. Mis manos estaban
temblando, mi corazón latía con rapidez. Salí de la cama con cuidado, asegurándome
de no molestar a Edward, y caminé hasta su escritorio. Le eché un vistazo rápido para
asegurarme de que él siguiera dormido antes de mirar la foto una vez más. Entrecerré
los ojos en la oscuridad, mirando a Elizabeth Cullen, recuerdos borrosos que acababa
de tener comenzaron a llegar con un poco más de claridad.
Edward cullen
Me di la vuelta y estiré mi brazo, buscando la forma de Isabella en la cama junto a mí
para poderla atraer hacia mí y acurrucarnos como solíamos hacer cuando dormíamos.
Di unas breves palmaditas en la cama sin sentirla ahí y rápidamente abrí los ojos. Mi
frente se arrugó en confusión cuando vi que la cama estaba vacía, nada más que una
manta, sábanas y una almohada donde debería haber estado su cuerpo dormido. Miré
hacia el baño, viendo que la puerta seguía abierta y la luz apagada, así que
obviamente ella no estaba allí. Rápidamente me incorporé y escuché un ruido de
alguien arrastrando los pies detrás de mí. Volví la cabeza al instante y vi a Isabella
acercándose desde el otro lado de la habitación. Se metió de nuevo en la cama y
rápidamente se deslizó a mi lado dándome la espalda. Me quedé mirándola
confundido por un momento, antes de acostarme de nuevo y envolver mis brazos a su
alrededor.
“Ven aquí, cariño,” le susurré, mi voz ronca por el sueño. “Acuéstate conmigo.” La
atraje hacia mí y ella no ofreció ninguna resistencia, girando su cuerpo para quedar
frente a mí y acurrucarse. Recostó su cabeza en mi pecho, envolviendo su brazo sobre
mí. Me incliné y besé el tope de su cabeza, suspirando. “¿Qué estabas haciendo?” Le
pregunté con curiosidad.
“¿Qué tal si hago la pregunta de nuevo y esta vez me dices la verdad?” Le dije, un poco
molesto. Sabía que odiaba que me escondiera mierda y me había estado molestando
toda la noche, porque estaba claro como la puta agua que ella se estaba guardando
algo. Desde que la recogí en el hospital había estado actuando de forma extraña, y no
era nada específico que estuviera haciendo sino una sensación que estaba recibiendo
de ella. Se estaba conteniendo, y no tenía una puñetera idea de por qué o qué podría
“¿Qué quieres decir?” Preguntó con cautela, su voz tranquila. Suspiré, negando con la
cabeza.
“Quiero decir que te conozco malditamente bien, Isabella, y le estás dando vueltas a
algo. Antes me has dicho que sabías que podías decirme lo que fuese, así que solo
escupe esa mierda,” le dije, molesto porque mis ojos ardían por el cansancio y no
quería nada más que cerrar una vez más esos hijos de puta y volver a dormir, pero
joder, no podía hacer eso si había algo molestándola. Se quedó quieta por un largo
rato, tan inmóvil y callada que me pregunté si se había quedado jodidamente dormida
o algo. Levanté mi mano para frotar mis ojos y gemí suavemente, exasperado, y ella
finalmente suspiró y movió su cuerpo.
“Tal vez ahora no sea el momento,” dijo en voz baja. Gemí de nuevo, esta vez con más
fuerza y empecé a moverme sobre mi costado para mirarla. Ella se quitó de mi pecho e
iba a darse la vuelta para darme la espalda pero la agarré para detenerla, queriendo
aclarar las malditas cosas para poder volver a dormir. Sin importar lo agotado que
estuviera, no había manera de que mi mente desconectara y fuera capaz de dormir si
ella estaba actuando así rara cuando no tenía ni puta idea de por qué.
“Ahora es el momento. ¿Qué va mal, qué ha pasado? Y no me digas que nada, o que
estás perfectamente o bien, porque no me voy a creer esa mierda. Así que si me amas
como jodidos dices que lo haces, me dirás qué demonios es lo que te está molestando,”
le dije, necesitando saber qué la tenía tan alterada. Se me quedó mirando un segundo,
un destello de pánico en sus ojos, y casi me sentí mal por el chantaje emocional pero
estaba demasiado inquieto para preocuparme por eso ahora. Estuvo mal de mi parte
usar nuestro amor contra ella como una manera de conseguir que me dijera la mierda
que estaba en su mente, pero al mismo tiempo estaba mal de su parte no decirme esas
mierdas en primer lugar.
Ella solo se me quedó mirando por un momento, viéndose asustada y me di cuenta que
su mente estaba trabajando a gran velocidad. Joder, estaba tratando de pensar en
cómo conseguir salir de esta, una laguna en mi chantaje. Lo que sea que fuera
“¿Tenemos que jugar a las veintiún putas preguntas para conseguir que me lo digas?
Pensé que habíamos pasado eso, pero tal vez no,” dije con fastidio, levantando la
mano y pellizcando el puente de mi nariz. Estaba tratando de mantener mi
temperamento bajo control para no molestarla más, pero sentí las ganas de sacudirla
hasta sacarle la mierda y demandar que me dijera cada jodida idea que tuviese en el
cabeza.
Ella negó con la cabeza rápidamente. “Ya pasamos eso,” me dijo. Suspiré.
“Entonces, ¿por qué me estás ocultando mierdas? Has estado actuando de forma
extraña desde el hospital. ¿Ha pasado algo? ¿Te ha dicho algo mi padre?” Le
pregunté, tratando de conseguir alguna maldita pista de lo que se trataba. Ella se
quedó mirándome y vi ese pánico de nuevo cuando mencioné a mi padre. Asentí, con
la ira hirviendo dentro de mí cuando supe que iba por el camino correcto. “¿Qué te ha
dicho? ¿Te ha hecho una maldita amenaza?” Le pregunté bruscamente.
Rápidamente negó con la cabeza, luciendo casi temerosa, pero no hizo ningún intento
por decir más, lo que no ayudó nada en sofocar la ira que estaba sintiendo por la
situación. Ella seguía sin decirme esa mierda.
Respiré profundamente y me pasé una mano por el pelo, cerrando los ojos, tratando de
calmarme porque estallando y gritándole no resolvería nada. Solo haría que se cerrara
más, la alteraría todavía más y eso no era lo que quería. Quería que se abriera a mí y
siendo un imbécil no lo lograría. Iba a tener que ser encantador para convencerla que
me lo dijera, lo que era malditamente ridículo porque ella es mi novia y afirmaba que
confiaba en mí, así que no había razón por la que deberíamos tener que jugar estos
putos juegos mentales de mierda. Pero por alguna razón ella quería jugarlos, así que
no solo iba a jugar sino que iba a ganar y usar lo que tenía para manipularla.
Volví a abrir los ojos y la miré, viendo que ella me miraba con aprensión. Suspiré y
estiré mi mano para quitar algunos cabellos rebeldes de su rostro. La punta de mis
dedos rozó su piel ligeramente y sus ojos revolotearon cerrándose.
Ella abrió de nuevo los ojos para mirarme, su expresión casi de sorpresa. Me aseguré
de mantener mi voz suave y encantadora, acentuando el italiano porque pensé que esa
mierda al menos no haría daño. Mi italiano era muy americanizado, a veces incluso
hasta el punto que los italianos no podían entender qué demonios estaba diciendo.
Pero la mafia entendía, porque ellos hablaban esa mierda americanizada también.
Era una loca mezcla de dialectos, la mayoría del sur de Italia y estaba todo jodido
gramaticalmente y por lo general mi acento era una mierda porque soy nacido y criado
en América. Pero podía sacar esa mierda bastante bien cuando quería, cuando de
-“Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia*,” le dije, halagándola. Sus labios
comenzaron a convertirse en una sonrisa.
-“¿Qué significa eso?” Preguntó con curiosidad. La miré fijamente por un segundo,
sonriendo.
-“Significa: ‘Tan amable y tan honesta mi dama parece ser,” le dije. “Es un verso de
Dante, ‘La Vita Nuova*’. Poesía, supongo.” Mi ceño se frunció por la confusión ante mis
propias palabras, ¿cuándo cojones había comenzado a citar poesía? ¿Qué demonios
me había pasado? Me había convertido en un mariquita de verdad.
Ella asintió, sonriendo. “Eso es dulce,” me dijo. “¿Sabes más?” Suspiré y asentí
vacilante, soltando esa mierda para tratar de seducirla pero sin tener verdadero interés
en recitar la maldita cosa justo ahora. Ella me miraba expectante, obviamente
queriendo escuchar más y yo era un imbécil por ella, le daría cualquier maldita cosa
que quisiera, incluso si eso significaba recitar poesía de amor para mariquitas a las
tres de la mañana en italiano.
Ella sonrió y asintió. “Está bien. Deberíamos volver a dormir,” murmuró. Yo negué
rápidamente.
Sus ojos se ampliaron un poco, ese maldito pánico volviendo a surgir. “Decidimos que
nos íbamos a quedar, ¿recuerdas?” Ella dijo. “No vamos a huir.”
Tengo que admitir que ella me había impresionado antes, cuando le dije que quería
“Si quieres que nos quedemos, nos quedamos. Como sea. Si quieres huir, huimos. Tú
mandas,” le dije. Sus ojos se abrieron por la sorpresa y me encogí de hombros. “Todo
lo que sé es que dónde sea que tú estés, yo voy a estar. Porque nos pertenecemos.
Somos como… dos gotas de agua, nena. Como mermelada y mantequilla de
cacahuete, o macarrones con queso. La mierda puede estar bien en sí misma, podría
salir muy bien, pero mezclas esa dos cosas y es mejor que jodidamente bien. ¿Sabes?”
Estaba todavía medio dormido y casi delirando por el puto agotamiento, todavía podía
sentir algo de vodka en mi cuerpo, así que no sabía si tenía maldito sentido, ella
probablemente pensara que era un idiota, me pregunto qué demonios me pasaba,
pero parecía bastante lógico para mí. Ella sonrió después de un momento.
Sonreí. “Sí, ¿ves?, sabes a lo que me refiero. Somos como la jodida leche y galletas,
cariño.”
Asentí con la cabeza. “Demonios sí. Y tienen que ser patatas onduladas y salsa
“Como sea, es solo un hecho de la vida,” murmuré. “Mmmm… somos como puré de
patatas y la salsa Gravy. ¡Oh, no! Somos como preguntas y respuestas. ¿De qué sirve
una maldita pregunta sin una respuesta?”
Ella se rio con fuerza, negando con la cabeza. “Tú eres la pareja perdida de mi
calcetín,” dijo de pronto. Me eché a reír, sacudiendo la cabeza, porque solo la jodida
Isabella incorporaría el lavado de la ropa en esta mierda.
“De acuerdo, seré eso. En realidad, eso es jodidamente bueno. No soy nada sin ti y los
calcetines son inservibles cuando solo es uno, un desperdicio de espacio si no tienes el
compañero,” le dije, sonriendo. “Bueno, a menos que tengas un solo pie, entonces
puedes tener un solo calcetín.”
Estalló en risas y me reí entre dientes. Estábamos siendo jodidamente infantiles, pero
era bueno escuchar su risa. “¿Y qué pasa con el Kool-Aid y el azúcar?” Preguntó.
Negué con la cabeza, sonriendo. “Al diablo con eso. Kool-Aid, Sunkist y Everclear,” le
dije. Ella frunció el ceño y me miró como si fuera un maldito estúpido.
“Eso no cuenta, son tres cosas y nosotros solo somos dos,” dijo con seriedad, como si
realmente estuviera confundida con esa mierda. Me reí con fuerza, sacudiendo la
cabeza.
“Está bien, tesoro, retiro lo dicho. Podemos ser Kool-Aid y azúcar,” le dije. “Pero
también tiene que ser ron y Coca Cola. O vodka y zumo de naranja. En realidad, joder,
el vodka va con lo que sea.”
“Eso es, justo eso. Somos una maldita Coca Cola de cereza.”
Los dos nos echamos a reír. “¿Bert y Ernie?” Dijo después de un segundo. Mis ojos se
abrieron por la sorpresa.
“Mierda. Esa es una buena. ¿Veías Plaza Sésamo?” Le pregunté. Ella sonrió con
timidez, encogiéndose de hombros. “Bueno, ahí lo tienes, somos Bert y Ernie. Demonios,
podemos ser Starkey y Hutch si vamos al caso. Lois y Clark. Batman y Robin. Scooby y
Maggi. Obi-Wan y Han Solo. Pero nada de esa mierda de Romeo y Julieta.”
Ella me miró confundida, obviamente sin saber quiénes eran la mitad de esos hijos de
puta. “¿Bonnie y Clyde?” Preguntó después de un momento. Asentí con la cabeza, un
poco aturdido de que ella sacara esa.
Los dos nos quedamos callados después de un momento y ella solo se quedó allí,
acostada, mirándome con una expresión algo así como de cariño. Me deslicé hacia
ella y le di un ligero beso en los labios, con lo que ella suspiró y cerró los ojos. Me
aparté de su boca y empecé a acariciar la suave piel de su mejilla, deseando que
simplemente me lo dijera para que pudiéramos terminar con esto. Me di cuenta por su
expresión que sabía que todavía estaba esperando. Le había gritado por eso, había
intentado deslumbrarla, y joder, después la había hecho reír y todavía nada. Así que
solo fui paciente y esperé hasta que ella lo hiciera, sin importar lo difícil que me
resultaría hacer esa mierda.
“Él, eh…” Ella comenzó, haciendo una pausa y suspirando una vez más. “Él me ha
preguntado si estaba enamorada de ti.”
“¿Y qué le has dicho?” Le pregunté vacilante, sin saber si quería saber la respuesta a
eso. Admití que me dolería de forma irracional si ella había negado esa mierda, pero
no era como si pudiera culparla si lo había hecho.
“Le he dicho que sí,” dijo en voz baja. Sentí una oleada de emoción rasgar a través de
mí, una mezcla de orgullo y sorpresa. Quiero decir, en el fondo sabía que él sabía esa
mierda, pero que lo hubiera expresado con palabras era diferente. La confirmación era
sorprendente.
“Él ha dicho que éramos idiotas si pensábamos que podíamos engañarlo, que él lo
sabía,” dijo tentativamente. Asentí, no del todo sorprendido por eso.
“¿Qué más te ha dicho? Tiene que haber opinado,” le dije. Ella comenzó a morderse el
labio inferior, pareciendo nerviosa.
“¿Por qué no me lo has dicho antes?” Le pregunté. “No tenías por qué ocultármelo.
Mierda, podrías habérmelo dicho de inmediato en el hospital cuando te dije que creía
que nos habían atrapado en lugar de dejar que te carcomiera por dentro todo el día.”
“Si tienes miedo de que pierda la cabeza y vaya en contra de su voluntad solo por puto
gusto, no tienes que preocuparte. Si por lo menos va a ser civilizado con esta mierda,
entonces no voy a presionarlo,” le dije.
Ella asintió frunciendo el ceño. “Lo siento,” susurró. “Por ocultarte cosas.”
“Está bien, no hay problema. Solo que no hagas esa mierda de nuevo, ¿de acuerdo?
Nada es tan malo para que tengas que ocultármelo,” le dije, sintiéndome como un
maldito hipócrita al momento que las palabras salieron de mis labios. Yo también
estaba ocultando mierda, y estaba mal de mi parte pero simplemente estaba tratando
de protegerla. Había empezado a investigar y en realidad no había encontrado nada,
pero sabía que si mi padre me atrapaba, estallaría. No quería involucrarla porque yo
podía soportar la ira de mi padre. Él realmente no me haría daño, lo sabía. Pero con
Isabella era otra historia y no quería que saliera lastimada por mi culpa. Así que se lo
había ocultado, por su seguridad.
“De acuerdo,” dijo simplemente, acercándose aún más a mí. La apreté con más fuerza,
cerrando los ojos.
Entré en el baño y agarré una botella de Tylenol, poniendo dos en mi boca y tomando
un vaso de agua del grifo para tragarlas. Me pasé la mano por el pelo, mirándome
brevemente en el espejo antes de salir de la habitación. Bajé las escaleras, vacilando
en el segundo piso cuando escuché la voz de mi padre en su oficina, indicando que ya
había vuelto a casa. Me dirigí al primer piso y entré en la cocina, agarrando un
refresco del refrigerador. Lo abrí y tomé un trago, mirando a mi alrededor. La planta
baja estaba en completo silencio y miré por la ventana, notando que el Jeep de Emmett
no estaba. Caminé por la planta baja por un momento, sin ver a Isabella por ningún
lado, y volví a subir las escaleras. Miré en su habitación y en la biblioteca, confundido
cuando no la encontré por ninguna parte. Empecé a bajar las escaleras de nuevo,
preguntándome si habría ido a alguna parte con mis hermanos, y me congelé cuando
llegué al segundo piso y la puerta de la oficina de mi padre se abrió.
“Harás bien en recordar eso,” escuché que decía su voz. Miré hacia la puerta
confundido, preguntándome de qué carajos estaba hablando, mis ojos se ampliaron
por la sorpresa cuando Isabella salió al pasillo. Ella levantó la vista, sus ojos
encontraron los míos y una expresión de sorpresa cruzó su rostro. Mi padre vio su
expresión y me miró.
Se encogió de hombros. “No sé. Es solo que llevas dos días seguidos por ahí con
apenas algo de ropa. Solo me preguntaba si tal vez te habías quedado sin ropa o algo
así,” dijo.
“Sí, me alegra que por lo menos eso se metiera en esa cabezota tuya. Siempre
mantenlo cubierto,” dijo divertido. Me reí entre dientes por el obvio doble sentido,
sacudiendo la cabeza.
“¿Qué?, ¿crees que eres demasiado joven para ser abuelo?” Le pregunté en broma. Él
levantó las cejas.
“En realidad, sí. Vamos, apenas tengo cuarenta y uno. Y al tener diecisiete se es
demasiado joven para tomar decisiones importantes en la vida, lo que incluye la
reproducción. Pero, francamente, estaba tan preocupado de que cogieras algo de esas
bagasce* de este pueblo como lo estaba que las embarazaras. Durante un tiempo,
cada vez que decías las palabras: ‘Ey, papá. ¿Qué es esto?’ Temía volverme a mirarte y
tú de repente sacaras tus partes privadas y me mostraras algo sospechoso,” dijo.
“Quiero decir, un bebé te costaría mucho dinero, pero puedes costearlo… no estoy tan
seguro de que puedas costear que se te caiga la polla.” Isabella jadeó con fuerza,
volviéndose a mirar a mi padre, sus ojos muy abiertos y al parecer bastante
sorprendida por sus palabras. Me reí por su expresión.
“Bueno, gracias por tu preocupación, papá, pero te aseguro que mi polla está en
fantástica forma,” le dije en tono de broma, estirando mi mano y dándole una palmada
en la espalda. Se echó a reír, sacudiendo la cabeza, y le eché un vistazo a Isabella
para verla mirándome con horror, su rostro volviéndose de un rojo brillante.
“Puedes retirarte, niña,” dijo en voz baja. Ella asintió y se giró rápidamente,
prácticamente saliendo disparada por los putos escalones. Casi me sentí mal de que
ella se hubiera sentido avergonzada por la conversación, pero no podía negar que la
mierda había sido muy divertida.
Me reí y negué con la cabeza, pasando la mano por mi pelo mientras ella desaparecía
de mi vista. Mi padre suspiró después de un momento y lo miré para verlo
observándome.
“¿No acabamos de pasar por esta mierda? No es como si estuviera indecente. ¿Tienes
algún problema con verme así? Creo que me veo jodidamente bien, hay gente que
pagaría por verme así,” le dije, levantando mi mano para frotar mi pecho. Él suspiró,
negando con la cabeza.
“No, hasta que salgas de mi casa,” dijo. “Y lo digo en serio. No más tatuajes.”
Me quedé mirándolo por un momento antes de sonreír con suficiencia. “Lo que tú digas
papá, tú eres el jefe por este hijo de puta,” le dije, encogiéndome de hombros. Sabía
malditamente bien que me haría otro tatuaje si quería y no había una mierda que él
pudiera hacer al respecto.
“También harías bien en recordar eso, hijo,” dijo. Mis ojos se estrecharon levemente.
“¿Y qué haría bien en recordar Isabella?” Le pregunté, ya que eso era exactamente lo
mismo que le había dicho cuando salía de su oficina. Él se me quedó mirándome un
segundo antes de encogerse de hombros.
“Chi s’occupa coi i suoi propri affari, va continuare por cent’anni*,” dijo. Me quedé
mirándolo y asentí después de un momento.
“¿El que se ocupa de sus propios asuntos, vivirá cien años?” Le pregunté, queriendo
asegurarme de que había entendido bien esa mierda, porque nunca antes le había
escuchado decirla. Él sonrió y asintió, y suspiré. “Básicamente, que no me meta en la
mierda que no me importa.”
“¿En serio vas a pararte ahí y hablarme sobre cómo se sentiría mi madre con lo que
estoy haciendo?” Le pregunté, molesto. “¿Y qué pasa con lo que tú estás haciendo?”
Él se quedó mirándome y vi el destello de ira en sus ojos, pero contuvo esa mierda
tratando de no estallar. “Ella siempre estuvo decepcionada de mí, no sería nada nuevo.
Pero había pensado que tal vez tú podrías aprender de mis errores para que la
historia no se repitiera. Creo que estaría decepcionada si dejamos que eso suceda.”
“Puedes corretear por la casa luciendo como quieras Edward, pero no voy a salir en
público contigo medio desnudo. Además, fuera hace frío. No querrás enfermarte,” dijo.
Mi frente se arrugó por la confusión.
“¿A dónde voy a ir?” Le pregunté, pensando si tal vez me había olvidado de algo,
porque estaba jodidamente seguro que no recordaba haber hecho ningún plan.
“Tengo el día libre, así que había pensado que podíamos ir al campo de tiro como
habíamos hablado,” dijo. Mis ojos se abrieron por la maldita sorpresa y lo miré
boquiabierto, un poco aturdido.
Salí cuando estuve tan limpio y coherente como jodidos pude conseguir y agarré una
toalla, secándome rápidamente. La envolví alrededor de mi cintura y entré en la
habitación, agarrando un par de vaqueros y una camiseta marrón para usarlos. Me
vestí rápidamente y volví a entrar al baño, y me estaba lavando los dientes cuando la
puerta de mi habitación se abrió. Miré hacia afuera y sonreí cuando Isabella entró. Ella
me miró y sonrió, acercándose y quedándose de pie en la entrada.
“¿Van a salir el doctor Cullen y tú?” Preguntó, levantando sus cejas inquisitivamente.
Asentí y escupí, enjuagando mi cepillo de dientes y mi boca. Agarré mi colonia y
rápidamente me rocié, girándome y caminando hacia ella. Ella dio unos pasos hacia
atrás, tratando de salir de mi camino, pero la agarré por las caderas y la llevé de
vuelta a la cama. Sus rodillas golpearon el borde y se sentó sobre su culo. Sonreí con
suficiencia y me incliné, presionando mis labios en los suyos rápidamente y
empujándola de nuevo sobre su espalda. Le di un beso profundo, separando sus labios
con mi lengua. Ella gimió y alzó sus manos agarrando mi cabello y respondió
furiosamente a mi beso. Después de un momento me aparté, sonriendo con suficiencia
cuando vi que estaba jadeando.
“Siempre te echo de menos cuando no estás,” dijo en voz baja. Me reí entre dientes,
poniéndome el abrigo.
“Te doy unos meses más y comenzarás a cansarte de mi culo,” le dije. Agarré mis cosas
indispensables, deslizándolas en mis bolsillos, y ella negó con la cabeza.
“Nunca,” dijo. Sonreí y me acerqué a ella, colocando otro ligero beso en su boca.
“Me da gusto escuchar eso, porque yo también te extraño como la mierda cuando no
estoy contigo. Pero ya sabes, ¿cómo es esa mierda que dicen? ¿La ausencia hace
crecer el cariño? O como sea.” Le dije, encogiéndome de hombros. “El que me vaya
solo significa que me amarás más cuando regrese a casa.”
Ella se rió suavemente. “Creo que es una forma de verlo,” dijo. Yo asentí.
“No hay mal que por bien no venga. Como sea, ¿de qué estaban hablando antes, mi
padre y tú? No me gusta despertarme y descubrir que no estás,” le dije, mirándola. Ella
sonrió levemente.
“¿No me vas a decir de qué estaban hablando?” Le pregunté. Sus ojos se abrieron un
poco y esperé un momento su respuesta. Sin embargo, antes de que pudiera contestar
escuché pasos subiendo las escaleras y a mi padre gritando mi nombre. Refunfuñé,
caminando hacia ella rápidamente y besándola una vez más. “Hablaremos cuando
vuelva.”
“¿Estás listo?” Preguntó. Asentí suspirando y dirigiéndome hacia él. Se dio la vuelta y
comenzó a bajar los escalones y lo seguí. Llegamos al vestíbulo y se detuvo. “¿Vas a
disparar tu arma o quieres una de las mías del sótano?”
“Está bien. Iremos en tu coche, puedes conducir,” dijo. Mis ojos se abrieron por la
sorpresa y asentí, sonriendo con suficiencia. “Voy a coger mi arma y nos encontramos
en el coche.”
Me di la vuelta y salí por la puerta principal, sacando mis llaves y abriendo las puertas
del Volvo. Me subí, ajustando mi asiento porque mi padre había sido el último en
conducirlo y le había metido mano al maldito de nuevo. Salió unos minutos más tarde
con una bolsa de lona y abrió la puerta del pasajero, tirando la bolsa en el asiento
trasero. Se puso su cinturón de seguridad y arranqué el coche, poniéndolo en marcha y
bajando por el camino de entrada.
Cogí mi Glock de debajo del asiento y la guardé en la cintura del pantalón. Mi padre
cogió su bolsa y nos dirigimos hacia el campo de tiro acondicionado al aire libre. Por
suerte, estábamos apartados sin tener que lidiar con nadie más que estuviera cerca. Él
empezó a cargar la M1 Garand que le había conseguido para Navidad y yo saqué la
Glock, quitándole el seguro.
Yo, por el contrario, sin duda era capaz de darle a alguien por accidente ya que fallé el
“Ha sido pura suerte,” dijo, sacudiendo su cabeza. Cargó la Glock y apuntó, por
supuesto, dándole al puto blanco una y otra vez mientras descargaba la maldita cosa
rápidamente, disparando las ocho balas de una vez. Sonrió con suficiencia y me miró.
Se echó a reír. “Sí, no eres tan malo. Tienes una puntería decente. Tiendes a darle a lo
que estás apuntando. Seguro que Jacob puede atestiguar eso.”
Yo refunfuñé. “Que se joda Jacob,” murmuré, disparando otra vez. Mi padre me miró,
pero por suerte no dijo nada en respuesta a eso. Disparamos sin decir nada por un
momento antes de que me devolviera mi pistola, tomando de nuevo la Garand.
“Es un arma muy buena,” dijo, mientras la volvía a cargar. Sonreí y asentí con la
cabeza.
Las palabras salieron de mi boca incluso antes de que me diera cuenta de qué
demonios estaba diciendo. Me tensé un poco, apretando el gatillo, mi disparo
evadiendo por completo el puto blanco. Mi padre estaba observándome y suspiró.
“Algo me dice que ella tendría mejor puntería que esa,” dijo, refiriéndose a mi último
disparo. Rodé los ojos, disparando otra vez rápidamente y dándole al blanco. Sonreí
con suficiencia. “Espero que al menos seas lo suficientemente hombre para hablar
conmigo al respecto antes de que siquiera hagas algo como enseñarle a usar un
arma.”
Disparé un tiro y suspiré. “Por supuesto que lo haría,” le dije, mintiendo como un hijo de
puta porque lo habría hecho sin siquiera decirle. Se rio secamente, sacudiendo la
cabeza.
Él disparó un par de rondas más, los disparos haciendo eco y rompiendo el tenso
silencio. Bajó el arma después de un momento, suspirando. Nos quedamos callados,
mirando a nada en particular, obviamente ambos considerando qué decir.
Sabía que habíamos llegado al punto donde tendríamos que hablarlo abiertamente,
que tendríamos que discutirlo y resolverlo, porque no había manera de volver a la
ignorancia o incluso pretender que nada pasaba. Joder, los dos lo sabíamos. El único
dilema era si yo mismo diría la mierda y acabaría de una vez, o esperaría a que él
preguntara. Porque estaba claro que lo haría, si yo no decía nada. Estábamos más allá
de las evasivas. Estaba sopesando los pros y los contras en mi cabeza de solo soltar
esa mierda, siendo el pro principal que al menos ya no me sentiría como si estuviera
ocultando alguna mierda, pero estaba ese enorme y jodido contra en forma de él
sosteniendo en su mano una maldita arma cargada. Le dije a Isabella que él no me
dispararía y realmente lo creía, pero nunca le dije que no estaría a punto de meter la
maldita cosa en mi garganta para hacer que me cagara de miedo.
“¿Sabes? No pude evitarlo,” dije en voz baja, tratando de mantener mi tono de voz
uniforme para no mostrar mis nervios aunque él pudiera sentirlos. “No es como si
hubiera dispuesto que sucediera. Era la última cosa que hubiera querido. Pero
simplemente… pasó.”
“Sé que tienes tu jodida opinión al respecto, no tienes que reservarte. Puedo soportarlo.
Adelante, dime lo jodidamente idiota que soy, cómo estoy cometiendo el mayor error de
mi vida. Dime lo jodidamente indignado que estás de que tu hijo haya caído tan bajo
como para enamorarse de una maldita es…” Titubeé al final, incapaz de terminar.
“Cristo, ni siquiera puedo decir la puta palabra,” espeté. Me volví hacia el blanco y
levanté mi arma, disparando el resto de las balas simultáneamente, con mis manos
temblando por la ira, mi temperamento enardeciéndose. Sabía que eso era
exactamente lo que él quería, era como siempre me hacía quebrar y había entrado
directamente en su puñetero juego de nuevo, pero no había podido evitarlo.
“Ella dijo lo mismo,” le dije, recordándola diciendo eso cuando la organización estuvo
de visita desde Chicago y no pude decirle esa palabra. Mi padre asintió.
“¿Así que crees que la amas?” Preguntó en voz baja, mirando hacia los blancos. Me reí
secamente, sacudiendo la cabeza.
“No es lo que crea. Sé que la amo,” le dije. Él asintió de nuevo y continuó mirando el
campo de tiro. Yo solo me quedé ahí y lo miré fijamente, cada segundo que pasaba
aumentaba mi ansiedad por la situación. Nunca había sido bueno cuando él estaba
así de callado, eso quería decir que estaba encerrado en su puta mente y sus
pensamientos podían ser jodidamente tenebrosos.
“¿Es todo lo que tienes que decir?” Dije con brusquedad después de un momento, mi
ansiedad haciendo que mi ira hirviera una vez más. “Te dije que puedo soportar esa
Giró su cabeza para mirarme, levantando las cejas inquisitivamente. “¿Es eso lo que
quieres escuchar? ¿Quieres que te diga que no estés con ella?”
Entrecerré los ojos. “No,” dije con dureza. Él asintió y volvió a mirar a lo lejos.
Lo miré con recelo, ya que por alguna razón había escogido esas malditas palabras
cuidadosamente. “Ella nunca le ha hecho nada a nadie para merecer la mierda por la
que ha pasado, pero aun así ha tenido que soportarla,” le dije. Solo porque ella no
mereciera su jodido odio no quería decir que no lo tuviera. Él no había dicho que no la
odiaba, solo que no lo merecía.
“Muy cierto, hijo,” dijo, echando un vistazo a su reloj antes de mirarme. “¿Qué tal si
buscamos algo de comer y hablamos?”
Le arqueé una ceja. “¿En público? Sabes que sería mucho más fácil para ti si me
mandaras aquí a la mierda.”
Hizo un gesto de negación, gimiendo. “¿Por qué clase de persona me tomas? Joder, no
voy a matarte, hijo. No soy un maldito salvaje.”
“Bueno, joder, papá. He pensado que podrías ser del tipo de persona que puede atar y
amordazar a una maldita chica inocente. Es bueno saber que estaba equivocado
acerca de esa mierda,” le dije con sarcasmo, una vez más abriendo mi maldita boca y
hablando sin pensar en lo que estaba diciendo.
Tan pronto como registré las palabras, miré a mi padre con aprensión. Él me miró y vi
la ira en sus ojos, pero trató de contenerla, haciéndola retroceder.
“Soy un hombre que comete errores, algunos de ellos bastante grandes. Soy un
hombre que no espera ser perdonado por sus errores, sino un hombre que espera que
su hijo lo respete lo suficiente para que no se los arroje en su cara cuando está
tratando de ser civilizado y discutir un tema malditamente serio con sensibilidad,” dijo
con brusquedad. “Si quieres discutir y resolver esto usando nuestra ira, podemos
hacerlo, Edward. Tenía la esperanza que pudiéramos discutir esto como adultos, pero
si lo prefieres de otra forma, está bien. Es tu problema, afecta a tu vida, así que cómo
vamos a manejarlo depende de ti.”
“Te pediré disculpas por decirlo cuando tú le pidas disculpas a ella por hacerlo,” le
dije, la ira aumentando de nuevo. Me miró por un segundo antes de que la comisura de
sus labios se curvara ligeramente hacia arriba.
Empezó a meter de nuevo sus cosas en la bolsa de lona, cerrándola. Puse el seguro de
mi pistola y la deslicé en la cintura de mis pantalones. Él se dirigió hacia el coche y yo
lo seguí. Caminó hacia el lado del conductor y me tendió su mano, pidiendo las
malditas llaves e instintivamente me molesté y quise discutir pero sabía que la puta
situación ya era lo bastante inestable así que comportarme como un cabrón
quisquilloso no contribuiría a mi causa en absoluto. Tomé una respiración profunda y
metí la mano en mi bolsillo, sacando las llaves y entregándoselas. Él abrió el coche y
yo subí del lado del pasajero, gruñendo en voz baja. Saqué la pistola de mi cintura y
abrí la guantera, arrojándola dentro mientras él arrancaba.
“Bueno, gracias,” le dije sarcásticamente. “Estoy seguro que fue jodidamente divertido.
Probablemente estaba malditamente aterrorizado.”
Él sonrió divertido, asintiendo. “Sí, lo estabas. Siempre habías sido un chico pasivo,
pero ese día estallaste y tuviste tu primera gran crisis. Estuviste malditamente cerca de
hacer que tu madre se arrepintiera, pero era nuestro aniversario y teníamos planeado
un viaje a Las Vegas, así que insistí en que dejara que se te pasara.”
Yo asentí. “Apenas recuerdo esa mierda. Quiero decir, no ese día o algo así, pero
recuerdo que me dejaron con Alec y me puse como loco y tú me diste una mirada que
básicamente me dijo ‘Deja de ser un maldito mariquita y corta ya con esa mierda’,” le
dije. Se echó a reír.
“Sí, odiabas ir allí,” dijo. Asentí, tomando un bocado de mi comida. Él hizo lo mismo y
“Sabes, esa es una linda historia y todo eso papá, gracias por recordar los viejos
tiempos, ¿pero qué tiene que ver eso con esta situación?” Le pregunté. Él me miró por
un momento, la diversión había desaparecido de su rostro.
“Puedes dejar el sarcasmo,” dijo. Suspiré, asintiendo, a sabiendas que esa mierda no
estaba ayudando pero estaba molesto y nervioso. “Ese fin de semana en que los
dejamos y fuimos a Las Vegas, tu abuelo llamó y me localizó, interrumpiendo nuestro
fin de semana antes de que siquiera realmente hubiese comenzado. Tu madre estaba
bastante molesta, pero no había nada que yo pudiera hacer al respecto. Él daba las
órdenes y yo tenía que seguirlas.”
Hizo una pausa, empujando su comida alrededor de su plato. “Me dijo que necesitaba
que me fuera a Phoenix la mañana siguiente para recoger algunos documentos
relacionados con los casinos.”
“Esa fue la primera vez que vimos a Isabella. Ella tenía tres años. Acabábamos de salir
del coche, y una cosa diminuta vino corriendo directamente hacia tu madre.
Literalmente chocó con ella,” dijo. Me quedé mirándolo, un torbellino de emociones me
atravesó, jodidamente atónito de que él supiera sobre Isabella desde que tenía tres
años. Estaba aún más sorprendido de que mi madre en realidad la hubiera conocido
antes.
“Sí. Ella era una dulce niña, bastante extrovertida. Prácticamente le rogó a tu madre
que jugara con ella porque no tenía amigos,” dijo. “Tu madre, por supuesto, estaba
más que feliz de hacerlo.”
Sentí un dolor en el pecho por eso, el hecho de que mi madre hubiera jugado con mi
chica porque estaba sola. Sentí que las emociones se agitaban, una maldita
combinación agridulce de alegría y dolor, pero contuve esa mierda antes de que se me
comenzaran a poner los ojos llorosos y me avergonzara a mí mismo.
“Sí. Cuando nos íbamos, Isabella le pidió a tu madre que regresara a jugar con ella.
Hasta me dio un abrazo y me agradeció la visita. Era tan inocente.” Él se detuvo de
nuevo y parecía estar pensando en algo. Me miró con aprensión. “Tú madre y yo
volvimos un par de veces después de eso. Incluso te llevamos con nosotros una vez.”
Mis ojos se abrieron por la sorpresa. “¿Me llevaste contigo a casa de los Swan?” Le
“No me sorprende que no lo recuerdes. Acababas de cumplir cinco años. Has tenido
una vida bastante mimada, has pasado años viajando alrededor del mundo y
conociendo a un sinnúmero de personas, experimentando cosas. Un viaje de unas
cuantas horas al desierto cuando tenías cinco años no tenía por qué sobresalir como
algo especial. Sin embargo, me sorprende aún más que Isabella no lo recuerde. Ella
estaba tan aislada y alejada del mundo que ese suceso debió ser algo especial para
ella. Pero claro, solo tenía tres años y ha sufrido mucho desde entonces, así que quizás
se supone que habría de olvidarlo,” dijo, encogiéndose de hombros.
“Sí, pero fue una visita muy breve. Tu madre se quedó fuera contigo e Isabella mientras
yo me encargaba del trabajo. Nunca la volviste a ver después de eso hasta que la
compré hace unos meses,” dijo. “En fin, como he dicho, ella tampoco lo recuerda. Yo
era un extraño para ella cuando fui a recogerla a casa de los Swan. Todos lo éramos.”
Suspiré, asintiendo, todavía aturdido por toda esa mierda. Me quedé callado por un
momento tratando de considerar las cosas.
“¿Sabe Esme que mamá conoció a Isabella?” Le pregunté con curiosidad. Él se quedó
mirándome un momento antes de asentir titubeante.
“Solo la he recordado diciendo algo sobre cómo mamá no hubiera sido capaz de no
amar a Isabella, así que solo me preguntaba si ella se había sacado esa mierda de la
manga o si en realidad lo sabía,” le dije. Él se quedó mirándome un momento y me di
cuenta que su mente estaba trabajando, pensando en algo con mucho cuidado. Joder,
ocultaba algo, elegía sus palabras cuidadosamente. ¿Qué pasaba con la gente que
estaba siendo malditamente reservada y evasiva conmigo?
“Sí, supongo que se podría decir que tu madre no pudo evitar encariñarse con la niña.
Era una niña encantadora. Sigue siendo muy encantadora, supongo, si se las ha
arreglado para llegar a ti,” dijo. Yo asentí. Los dos estábamos callados mientras
empujaba mi comida alrededor del plato. Después de unos minutos se aclaró la
garganta y levanté la vista hacia él para ver una expresión seria en su rostro.
“Te voy a decir lo mismo que le dije a Isabella, Edward, y quiero que me escuches con
mucho cuidado,” él dijo, su tono muy natural. Asentí, mi ansiedad incrementándose.
“No voy a detener lo que sea que esté sucediendo entre ustedes, porque ahora mismo
es relativamente inofensivo. Ambos parecen felices, y Dios sabe que a los dos, a ti y
esa niña, les hace falta algo de eso. Pero te digo en este momento, que no quiero verlo
Entrecerré los ojos, mi ira iba en aumento, y él debió presentir mi inminente explosión
porque levantó la mano para detenerme antes de que siquiera empezara. Su expresión
cambió rápidamente, casi a la ira desde la máscara de calma que estaba usando. Fue
suficiente para dilatar mi rabia lo suficiente para que él continuara.
“No voy a lastimarla físicamente. Pero puedo mandarla lejos, y lo haré, si me obligas a
hacerlo. No te estoy pidiendo mucho, Edward, y creo que estoy siendo bastante justo
sobre el asunto. No te estoy dando mi bendición para estar con la niña, ni te lo estoy
prohibiendo. Soy neutral en este asunto, tal vez no muy feliz al respecto, pero mi
opinión no es relevante en este momento.” Hizo una pausa y suspiró. “Supongo que
como diría Isabella, soy Suiza.”
“Solo ten cuidado, ¿me oyes? No te estoy dando ninguna garantía para el futuro,
porque ninguno de nosotros sabemos lo que va a suceder. Pero hay una cosa que sí sé
y es que sin duda no va a ser fácil, en absoluto. Odio las complicaciones, lo sabes, y
esto es una gran complicación. Manténganse fuera de mi camino, sean discretos y no
se metan en lo que no les importa, y yo haré lo mismo. No quiero ser el malo de la
película, Edward. No hagas que lo sea,“ dijo. Yo asentí.
“Muy bien,” le dije. Él me miró un momento antes de dirigir de nuevo su atención a sus
alimentos.
“Bueno, ya sabes papá, estoy algo así como esperando que el cabrón que es su
maldito dueño no lo sea para siempre,” le dije con brusquedad.
“Entonces, ¿de qué estabas hablando?” Le pregunté, arqueándole una ceja. Él suspiró,
negando con la cabeza.
“¿Te has detenido a pensar por qué te pedí a ti de todos los demás que intentaras
enseñarle como conducir, Edward? ¿La persona más volátil en la familia?” Me
preguntó.
“¿No me has escuchado? Maldita sea, hijo, ¿eres así de estúpido? Acabo de decir que
no quiero tener que separarlos, no soy tan inhumano,” dijo, con la voz llena de fastidio.
“Lo juro, a veces me pregunto cuál es tu verdadera opinión de mí. Debes pensar en mí
como una persona deliberadamente cruel e insensible que se regodea lastimando a la
gente, cuando no soy así. ¿De verdad crees que tu madre se hubiera quedado conmigo
si fuese así de jodidamente horrible?”
Él estaba de verdad enojado y ofendido, me daba cuenta por sus palabras, a pesar de
que estaba manteniendo un tono neutral porque estábamos en público. Se quedó
mirándome, obviamente, queriendo que le respondiera eso, y suspiré porque había
estado esperando que fuera una jodida pregunta retórica.
“No lo sé. No tengo idea de lo que pensaba mi madre,” le dije. “Pero estoy bastante
seguro que no habría estado muy contenta contigo por haber comprado a Isabella y
haberla traído aquí así, en especial si ella estaba tan jodidamente encariñada de ella
como afirmas.”
Él negó con la cabeza. “Tú eras todavía muy joven cuando tu madre… murió,” dijo,
titubeando con las palabras. “Me sorprende que recuerdes tanto de ella como lo haces,
pero francamente, tu punto de vista está distorsionado por la edad. He hecho mucho en
los últimos años que hubiera decepcionado a tu madre, incluyendo haberlos
abandonado a ustedes y lo que le hice a Isabella ese día, pero estoy muy seguro que
no estaría molesta conmigo por haberla comprado. Ella me habría dado las malditas
gracias por ello,” dijo con brusquedad.
Mis ojos se estrecharon. “¿Crees que mamá te hubiera agradecido que fueses el dueño
de un maldito esclavo? ¿Por degradar a otra persona así, quitándole su libertad? Eres
un puto enfermo si crees eso,” estallé, encabronado de que tuviera esa opinión de mi
madre. Sí, yo era joven, pero ella nunca había hecho nada para dañar a otra persona.
Joder, ella era compasiva y amorosa.
“No es mía,” él dijo, su voz baja y mezclada con ira. Entrecerré mis ojos e iba a rebatir
esa mierda, porque por lo que yo sabía él tenía más culpa que nadie, pero alguien
carraspeó a nuestro lado. Los dos miramos a esa dirección y vimos al gerente parado
allí, mirándonos fijamente. Miré alrededor y vi a otros mirándonos, ya que
aparentemente estábamos gritando con más fuerza de lo que pensaba. Suspiré,
sacudiendo la cabeza. Mi padre se puso de pie y sacó algo de dinero de su cartera,
arrojándolo sobre la mesa. Sacó las llaves y comenzó a caminar hacia fuera. Yo dudé,
encabronado, pero lo seguí después de un minuto.
“Hice que le enseñaras a conducir porque, como dije, no creo que entiendas con
exactitud en lo que te estás metiendo. Ella ha estado aislada del mundo durante toda
su vida. No sabe ni ha experimentado cosas que el resto de nosotros damos por
sentado. En los confines de tu habitación puede ser que las cosas sean perfectas entre
ustedes. Si quieres tener por lo menos una oportunidad con ella en el mundo real vas a
tener que ser paciente. Va a ser exasperante para ti y aterrador para ella. A pesar de
todo lo que ha tenido que soportar, ella es totalmente ingenua, hijo. Y en la remota
posibilidad de que encuentren una oportunidad de estar juntos en el mundo de allá
fuera, pensé que sería mejor si por lo menos tenías un poco de experiencia al tratar con
esa parte de ella. Porque va a estar ahí, a cada paso del camino, y va a recaer en tus
jodidos hombros porque no es como si pudieras llevarla a un psicólogo sin que te
encuentres con un mundo de mierda. Vas a tener que tomarla de la mano y guiarla,
tratar de enseñarle sentido común, porque cuando has sido criado en un maldito
granero en medio del desierto, no tienes el sentido común necesario para vivir de otra
manera sino de la forma que lo ha hecho ella. Es todo lo que ella conoce. Estaba
tratando de ayudarte, Edward. No de hacerte daño,” me dijo.
Hizo una pausa y yo me quedé ahí sentando, en silencio, porque podía oír la
contundencia en su voz indicando que decía en serio esa mierda. Estaba malditamente
aturdido, de todos modos no sabía ni qué decir. Ni siquiera había considerado esa
mierda, había estado demasiado centrado en lo que él estaba haciendo mal de
acuerdo a mis términos para siquiera detenerme y pensar qué podría ser mejor para
ella en sus términos.
Dejó caer mi brazo con fuerza y abrió la puerta, cogiendo su bolsa y bajando del
coche. Me arrojó las llaves con brusquedad, golpeándome bastante fuerte con ellas en
el pecho, y me sobresalté cuando azotó la puerta con fuerza haciendo que las ventanas
vibraran. Me quedé ahí sentado por un momento, jodidamente aturdido y sin tener idea
de qué demonios acababa de pasar. Nunca lo había oído hablar con tanta pasión o
intensidad sobre algo, pareciendo tan malditamente seguro sobre eso. Él siempre
estaba tan tranquilo y controlado sobre todo.
Después de un momento salí del coche, cerrando la puerta y poniendo los seguros, y
me dirigí al interior de la casa. Subí directamente las escaleras hacia el tercer piso,
mirando hacia la oficina de mi padre en el segundo piso, preguntándome si estaba
allí. Después de todo lo que dijo de dudar de él y que no me metiera en lo que no me
importa, me preguntaba si tal vez él sabía que había estado husmeando por su oficina.
“La mia bella ragazza*,” le dije en voz baja. “¿Durmiendo la siesta a mitad de la
tarde?”
Ella sonrió tímidamente. “Me quedé sin nada que hacer. Todo está limpio y ordenado.
Hasta he limpiado las ventanas,” dijo ella, encogiéndose de hombros. Yo sonreí,
asintiendo con la cabeza.
“Es comprensible,” le dije. “En realidad, una puta siesta suena bastante bien para mí
Me miró con curiosidad por un momento, alzando las cejas inquisitivamente. “¿Mal
día?” Preguntó. Yo suspiré, negando con la cabeza y mirándola.
“Ha sido jodidamente largo y confuso, pero no diría que ha sido un mal día. Cualquier
día que incluya estar acostado contigo en la cama, tesoro, no puede ser malo,” le dije
en voz baja.
Su sonrisa creció y la puse entre mis brazos, acurrucándome con ella. Suspiró
contenta, envolviendo sus brazos a mi alrededor y olisqueando mi cuello, colocando un
beso suave en mi piel que envió un escalofrío que atravesó mi cuerpo.
“¿La Vita Nuova*?” Preguntó, diciendo correctamente el título en su mayor parte, pero
su pronunciación era completamente ridícula. Me reí entre dientes.
“Sí, La Vita Nuova. Pero no, no puedo recordarlo todo. Me acuerdo de la parte más
importante,” le dije, encogiéndome de hombros. Ella se rio suavemente.
Yo sonreí con suficiencia. “Sí, y también encaja muy bien. Significa ‘La Vida Nueva’. Es
sobre el amor eterno de un hombre por una mujer, empezando por la primera vez que
se conocieron cuando eran niños, hasta su muerte.” Ella se movió un poco, levantando
la cabeza para mirarme. La miré y vi las preguntas en sus ojos, la curiosidad.
“¿Recuerdas haberme conocido cuando éramos pequeños, Bella?”
Sus ojos se abrieron un poco por la sorpresa ante mi pregunta. Ella negó con la
cabeza, vacilante.
“Tu padre me lo ha dicho esta mañana pero no lo recuerdo,” murmuró, sonando casi
avergonzada por ello. Le sonreí levemente, asintiendo.
“Sí, yo tampoco lo recuerdo. Es una pena. Apuesto a que eras adorable. Demonios,
apuesto a que nos veíamos jodidamente lindos juntos,” le dije. Ella se echó a reír.
“No la recordaba. Pero después de que me enseñaras la foto, soñé con ella. No dije
nada porque no sabía si era real, así que le he preguntado a tu padre esta mañana,”
dijo.
“Así que esa es la razón por la que no me has contestado esta mañana, cuando te he
preguntado de qué estabas hablando con mi padre,” le dije. Ella asintió y me quedé
callado por un momento, pensando. Supongo que entendía por qué ella no había
simplemente soltado esa mierda en ese momento, pero aun así no me gustaba que se
guardara esas mierdas. “Mi padre dijo que ella te tenía cariño,” le dije finalmente.
“Sí. Ella fue mi primera amiga. En realidad, mi única amiga, supongo. Yo era pequeña,
y no sabía lo que estaba haciendo,” murmuró. Suspiré, apretándola en mi abrazo,
sintiéndome mal de que se hubiese sentido malditamente sola al crecer.
“Sí, bueno, te dije que ella te hubiera amado de haberte conocido. Y tenía la puta
razón,” le dije. “Simplemente no sabía que ella realmente te había conocido.”
Ella murmuró en respuesta y bajé la vista, mirando sus ojos cerrados. Suspiré,
sabiendo que tendríamos mucho maldito tiempo para hablar de estas mierdas en el
futuro, y permití que mis ojos se cerraran. La abracé con fuerza, sintiendo su calor y
oliendo su dulce aroma teñido con puta fresa, puramente femenino, sin querer dejarla
ir. La amaba, y todavía estaba absolutamente confundido acerca de todo lo que mi
padre había dicho y cómo esa mierda iba a afectarnos, lo que significaba para nuestro
futuro. Francamente, me había sacudido, pero ahora más que nunca tenía fe de que
ella y yo, posiblemente, podríamos tener un futuro juntos. Sin embargo, sabía que tenía
que ser cuidadoso y jugar bien mis cartas. Tenía que hacerlo bien por ella.
Sonreí suavemente, forzando a mis ojos a abrirse para mirarla. Ella tenía esa
expresión tranquila en su rostro de nuevo, y un resplandor casi angelical que hizo que
doliera mi jodido corazón. “Suo il mio piacere*.”
Es un placer.
*********************
La mia bella ragazza = Mi chica hermosa
Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia = “Tan amable y tan honesta mi
dama parece ser…”
Bagasce = Perras/Putas/Rameras
Chi s’occupa coi i suoi propri affair, va continuare per cent’anni = El que se
ocupa de sus propios asuntos vivirá cien años
Puttani = Putas
Isabella swan
Traducido por Lanenisita
Pero el doctor Cullen no hizo nada como eso. Después de que terminara y me
disculpara una vez más por olvidarlo, él simplemente me agradeció. Me
agradeció, después de una negligencia en mis obligaciones, por hacer algo que
debí haber hecho horas antes. Era extraño. A veces me sentía como si estuviese
viviendo en alguna dimensión desconocida en la casa de los Cullen por el
hecho de cuán rápido y drástico fue el cambio de mi vida en los últimos meses.
Incluso, solo el hecho que supiera lo que era la dimensión desconocida ya era
un gran signo de que mi vida era completamente diferente ahora. Nunca pude
haber imaginado una vida en la que podía simplemente dejar la escoba a un
lado y dejar de lavar por un rato solo para encender el televisor y ver un
programa a media tarde, y que nadie me arrancara los ojos o me considerase
rebelde. Parte de mí se preguntaba si alguien en Phoenix me reconocería
siquiera como la misma persona, si alguna vez sería capaz de funcionar en la
vida de la que venía. Estaba muy acostumbrada a tener al menos un poquito de
decisión, acostumbrada a que se me permita tener una opinión la mayor parte
del tiempo, por lo que no estaba segura de poder volver a ser capaz de no tener
lo que ahora tenía.
Extrañamente, mucho de eso había sucedido sin que siquiera me diese cuenta.
Me encontré a mí misma haciendo cosas que nunca me hubiese imaginado
siquiera que podría hacer, pero, que ahora, solo parecían suceder sin ni
siquiera pensar en ellas. Antes de que yo llegara a la casa de los Cullen,
estaba constantemente enfocada en las tareas que tenía que hacer,
necesitando mantenerme fuera de problemas y siempre permaneciendo un
paso más delante de todo para complacer a la gente. Pero ahora parecía como
si yo pensara un poco más en mí, y no sabía si eso era algo bueno o algo malo.
Edward parecía feliz al respecto, complacido de que hubiese logrado abrirme
un poco y que ahora dijera lo que quería, pero aún se sentía algo extraño para
mí. Como si no fuese de mi incumbencia opinar sobre ciertas cosas, como si no
tuviese derecho alguno de tener deseos y de esforzarme para conseguirlos.
¿Quién era yo para pedir cosas? Lógicamente aún era solo una esclava. Pero el
Él incluso había empezado a hacer unas que otras cosas triviales, como tomar
el juego de Monopolio que Emmett me había dado en Navidad y enseñarme a
jugar, diciendo que sería bueno para mí que aprendiese matemáticas y a
manejar dinero. Lo entendí muy rápido y de hecho hasta lo disfruté. Emmett se
quejó cuando se enteró que Edward me había enseñado a jugar, se quejó
diciendo que se suponía que él debía enseñarme, pero Edward simplemente le
respondió ‘si pestañeas te lo pierdes, imbécil’. Le prometí a Emmett que jugaría
con él más adelante, pero el hecho era que él nunca estaba en casa. Emmett
usualmente salía todo el tiempo con Rose y estaba preparándose para irse a la
universidad, ya que él y Jasper se graduarían este año y se irían. Eso me hacía
sentir algo nerviosa, que ambos se fueran, pero trataba de no pensar en lo que
aquello significaba para mí.
Pienso que lo más sorprendente de todo esto era el hecho que Edward había
desistido de su deseo de seguir buscando información. Aún parecía estar algo
sospechoso y a veces hacía comentarios extraños que me descolocaban, así
que yo sabía que al menos él todavía pensaba en ello. No lo culpo, yo también
me sentía curiosa sobre cuáles eran los secretos que su padre podía estar
escondiendo y que estaban relacionados conmigo. Pero me sentía contenta de
que al menos él no estuviese presionando por obtener respuesta. Estaba
bastante preocupada sobre cómo iba a lograr disuadir a Edward de seguir
husmeando sin tener que delatarme sobre las cosas que su padre me había
Me puse de pie, estirando todo mi cuerpo y cantando la letra del coro. Me había
despertado esta mañana y había decidido limpiar al detalle el piso de la cocina
cuando me percaté de que jamás lo había hecho. Y era extraño, tomar una
decisión a conciencia de limpiar y no solo limpiar porque lo tenía que hacerlo.
Se sentía bien, hacer algo porque yo lo decidía, lo que me dio cierto sentido de
orgullo. Nunca se aprecia verdaderamente la habilidad de tomar una decisión
por cuenta propia y usar tu tiempo como quieras a menos que alguna vez ese
derecho te haya sido arrebatado.
“Eh, perdón, señor,” murmuré. “Yo, eh…” miré al reloj, mi ceño se frunció
confundido cuando me di cuenta que apenas había pasado el mediodía. “No
sabía que usted estaría en casa.”
“Dice que tiene ‘presentimientos’, supongo que así se le llama. Ella siente cosas.
Me hizo ganar un montón de dinero cuando tenía 11 años y eligió unas cuantas
acciones por mí,” me dijo, riéndose para sus adentros. “No sé cómo lo hizo, pero
lo hizo.”
La atmósfera en la cocina era algo extraña, solo nosotros de pie allí y sin
hablar. Él parecía esperar que dijera algo, lo cual se había convertido en una
especie de rutina entre los dos, pero me sentía algo confundida porque si había
Empecé a moverme algo nerviosa bajo su atenta mirada y miré una vez más el
reloj, poniéndome ansiosa por el hecho que iba a estar sola con él hasta que los
chicos salieran del instituto. Miraba fijamente los números, percatándome de
que aún quedaban al menos un par de horas, cuando me di cuenta que
momento del día era.
“Eh, ¿tiene hambre, señor?” le pregunté, mirándolo. “Es hora del almuerzo.”
“No, está bien,” respondí vacilante, no estaba del todo emocionada ante el
prospecto de tener que pasar tiempo con el doctor Cullen pero tampoco
queriendo tener que discutir y liarme al tener que explicar porqué no quería.
Asintió.
Hice una pausa, contemplando el interior, antes de sacar la Coca Cola y las
cerezas, sabiendo que Elizabeth siempre preparaba Coca Cola de cerezas así
que me imaginé que existía una buena probabilidad de que el doctor Cullen
también las hubiese probado. Ocasionalmente él bebía la versión enlatada de
lo que era la bebida favorita de Edward, así que sabía que al menos no odiaba
la bebida. Además de que siempre miraba a Edward de forma extraña cuando
tomaba las Coca Cola de cerezas hechas en casa, casi como con nostalgia y
tristeza, así que tenían que significar algo para él. Parte de mí se preguntó si
aquello era un error, si esto solo le recordaría a su esposa y lo molestaría, pero
una parte mucho más grande en mí pensó que a lo mejor él podría agradecer el
gesto. Era algo incierto, como una apuesta, y quizás yo estaba siendo estúpida
por tomarla, pero era solo una bebida. Si él decidía que no la quería o que no le
gustaba, simplemente puedo desecharla y llevarle algo más.
“Yo, eh… solo creí que a usted podría gustarle. Quiero decir, usted sabe… usted
toma de esas en latas y, eh… a Edward le gustan,” le dije, encogiéndome de
hombros y balbuceando cualquier cosa que se me viniese a la mente en ese
momento. Me miró por un segundo, una vez más haciendo contacto visual
“¿Es eso un problema, señor?” le pregunté, alzando mis cejas. Suspiró y negó
con la cabeza.
“Lo descubrí hace unos años atrás, en un viaje a Phoenix. Tenías un libro,” me
dijo. Mi ceño se frunció confundido, preguntándome cómo rayos él podría saber
eso. Yo había tomado ese libro de Albert Schweitzer y lo oculté en el granero
donde nosotras dormíamos y los Swan felizmente nunca lo encontraron. Me
miró y negó con la cabeza. “No importa mucho eso en realidad. Lo pude haber
sabido cuando te compré de todas formas, en el momento en que tu alfabetismo
fue mencionado, tú te retorciste nerviosa y bajaste la mirada. Es así como te
pones en evidencia, por cierto. Cuando estás ocultando algo, bien miras al
suelo y te mueves nerviosa, o te muerdes el labio. Soy bueno leyendo personas,
Isabella, y a pesar de tu increíble capacidad de mantener secretos, no puedes
esconderlos de mí. Veo cosas que los demás no ven.”
“¿Cuánto tiempo has estado durmiendo con mi hijo por las noches?” preguntó,
alzando sus cejas. Me tensé aún más, sorprendida por su pregunta. Solamente
lo miré, no teniendo ni idea cómo responder a eso. “Te lo acabo de decir, no
puedes ocultarme cosas. Descubrí que tú estabas durmiendo en su cama el Día
de Acción de Gracias. Recibí una llamada a medianoche diciendo que debía ir
a Chicago y subí para despertarte e informarte de mi partida, y tú no estabas en
tu cama. Supuse al inicio que a lo mejor estabas abajo, pero algo me dijo que
abriera la puerta de la habitación de Edward. Y estoy seguro que estás
consciente de lo que vi cuando abrí la puerta,” dijo. Lo miré fijamente, tratando
de recordar esa noche de Acción de Gracias. Había sido un buen día, había
cenado con ellos y luego Edward y yo vimos una película en su habitación. Era
esa un poco cruda, Boogie Nights, y después de eso…
“Pensé que usted había dicho que no quería saber sobre estas cosas,” solté sin
siquiera pensarlo.
“El fin de esta conversación es de ponerte en sobre aviso que no fui fácilmente
engañado, de que siempre tuve manera de saber cosas y la mayoría del tiempo
ni siquiera estás consciente de que estoy recopilando información de ti.
Asintió, sonriendo levemente. “Ya sabía tu nombre, por si acaso. Solo me sentía
curioso por saber si tú me dirías Isabella o Izzy,” me dijo, negando con su
cabeza. “Estaba tratando de medir cuánto recordabas a mi familia. Es por eso
que cada vez que hacías contacto visual conmigo te miraba expectante. Estaba
esperando ver en tus ojos esa chispa de remembranza, algo de ese
reconocimiento que a lo mejor tuvieses de aquellos recuerdos pero eso nunca
sucedió. Quería saber si era posible que tú recordabas a mi esposa, pero era
claro que no lo hacías.”
Murmuré una disculpa pero él hizo un gesto con la mano como si aquello no
fuese importante. Regresó su atención de nuevo a la TV y permanecí sentada un
momento más antes de levantarme y tomar nuestros platos. Los llevé a la cocina
y los lavé, poniéndolos luego a secar. Di vueltas en la cocina para luego poner
una carga de ropa en la lavadora, manteniéndome ocupada para así parecer
que tenía cosas qué hacer porque no tenía ganas de sentarme en la sala con el
doctor Cullen todo el tiempo que restaba para que los chicos volviesen de la
escuela.
“Te lo dije ayer, Alice. Tienes que hablar con ella sobre eso, no conmigo. Es su
decisión,” dijo él, encogiéndose de hombros. Mi ceño se frunció confundido
mientras Alice regresaba a mirarme, la emoción en su expresión se duplicó.
“¡Por favor, por favor, por favor!” chilló. Mi confusión creció aún más, ya que no
tenía ni idea de por qué rayos ella estaba rogándome por algo. “Debí habértelo
preguntado, lo sé, ¡Pero por favor di que sí! ¡Ya hice incluso las reservaciones,
“Eh… ¿Qué?” pregunté. Ella hizo un puchero con sus labios y todos rieron.
“Lo que Alice está tratando de decir,” Rosalie empezó diciendo, mirando a Alice
y rodando sus ojos ante su expresión. “Es que nosotras tenemos planes para ir
al spa mañana. Tú sabes, ¿el regalo que te dimos por Navidad? Alice hizo las
citas sin siquiera preguntarte primero, a lo cual le dije que era una mierda
porque nosotras te dijimos que tú podías ir cuando quisieses y tú no has querido
ir. Pero en fin, el punto es que la enana fue e hizo las citas y el doctor C dijo que
nosotras tendríamos que preguntarte, como jodidamente le dije que hiciera en
primer lugar. Pero en vez de preguntártelo, ahora ella está tratando de recurrir a
la culpa para convencerte.”
Miré a Alice, quien aún tenía su labio formando el puchero y sus ojos muy
abiertos. Era muy fácil de ver en su expresión que Rosalie tenía razón – ella
estaba tratando de convencerme para que diga que sí.
“Está bien,” dije, alzando mi mano y pasando la yema de mis dedos por sus
labios. “Te extrañé.”
Rio entre dientes. “Mi sei mancata,” me dijo, haciendo una pausa. “Eso significa
‘te extrañé’ en italiano. No sé si recuerdas esa mierda.”
“No esa palabra, Edward. Quiero decir, esa con la que te referiste a las partes
femeninas,” respondí. Me miró sorprendido.
“Está bien, lo que sea. No me importa como quieras llamarle, el punto es que no
tengo una de esas. Gracias al jodido Dios por aquello, por cierto. Así que tienes
Pusimos una película un poco después y nos relajamos antes de que fuese hora
de que empezase a hacer la cena. Edward se quedó en su habitación,
trabajando en una tarea que debía entregar el lunes. Hice spaghetti y una
ensalada acompañada de pan de ajo, todos nos sentamos alrededor de la
mesa, charlando despreocupados. El ambiente estuvo bastante relajado por el
resto de la tarde y terminamos viendo otra película todos juntos en la sala. En
un par de ocasiones vi al doctor Cullen mirarnos a Edward y a mí, en su rostro
había una expresión de tristeza. Aquello era algo confuso, pero resolví que era
mejor darme por vencida en intentar entender al doctor Cullen. Sus reacciones
en ocasiones no tenían sentido para mí. No entendí por qué un hombre que
había amenazado con matarme y que me había ordenado que mantuviese mi
relación con Edward fuera de su vista, hubiese cambiado de un momento al otro
y se refiriera a mí con nombres cariñosos y me preguntara sobre la misma
relación de la que no quería saber nada. Y si no quería saber nada al respecto,
si en realidad quería pretender que nada estaba ocurriendo, ¿por qué parecía
que siempre nos estaba mirando con algo de nostalgia?
Edward estaba exhausto por lo que nos retiramos a la cama bastante temprano,
se quedó dormido en menos de un minuto después que su cabeza tocó la
almohada. Lo observé dormir por un rato, miré su inocencia y su tranquilidad
que le envolvía el rostro mientras caía en su profundo sueño. Se sentía mucha
paz simplemente con el hecho de observarlo, de ver sus expresiones, y su
semblante de felicidad.
“Jódete, estoy desnudo, así que no vayas a entrar aquí a menos que quieras ver
mi polla,” respondió Edward. Me reí, ya que él estaba completamente vestido y
estaba mintiendo para mantenerla alejada de la habitación. Me miró, al
escuchar mi risa y me encogí de hombros, sonriendo tímidamente.
“Eres un maldito enfermo, Cullen. Tápate, imbécil, porque voy a entrar,” ella
gritó. Edward sonrió travieso, gritando ‘no’. Sonreí, mis ojos se abrieron
sorprendidos cuando el pomo de la puerta giró y la puerta se abrió
bruscamente. Rosalie permaneció en la puerta, alzando una de sus cejas con
dirección a Edward. “Eres un mentiroso. De todos modos no estamos aquí por ti,
no me importa lo que hagas.”
El trayecto fue bastante largo, cada minuto que pasaba solo incrementaba mi
ansiedad. Era extraño, estar en el auto con esas dos chicas y dirigiéndonos a un
lugar muy lejos de donde estuviese cualquiera de los Cullen. Era casi
asombroso que el doctor Cullen hubiese permitido esto, siendo mi amo. Edward
me había llevado a la ciudad de compras y aunque jamás lo he sentido como
mi amo, el hecho de que él fuese un hombre se sentía como si él era más fuerte
y más poderoso que yo y por tanto se sentía como algo normal. Pero esto – esto
era diferente. No sentía como si alguien tuviese el mando sobre mí, como si
alguien fuese más fuerte que yo. En parte, me sentí mal por eso, poniendo a
Edward por encima de mí de esta manera, pero no lo podía evitar. Edward tenía
autoridad propia, un instinto de dominación natural. Él siempre me hacía sentir
protegida cuando estábamos juntos, pero ahora, salir con Alice y Rose, me hizo
sentir un pedacito de esa ‘independencia’ de la que él hablaba mucho
últimamente… y aquello me hizo sentir nerviosa.
“¡Esto va a ser tan genial! ¡Mereces ser consentida!” dijo emocionada, mientras
sonreía. Forcé una sonrisa en respuesta, sintiéndome mareada por estar tan
lejos de mi zona de confort.
“Es un placer conocerte, Isabella. Soy Trevor,” dijo él, extendiendo su mano
hacia mí. Le extendí también mi mano y él la apretó con entusiasmo. “Siempre
me emociono cuando llega una virgen aquí. Me encanta ser el primero, ellas
nunca quieren a nadie más después de mí.”
“¡Oh, mírate nena, eres tan linda! Yo persigo a los chicos al igual que tú de
todas formas, así que cariño, no tienes que preocuparte,” me dijo, guiñándome
un ojo. Mi sonrojo se profundizó al tiempo que lo miraba asustada y ellos se
reían aun más.
“¿Qué tipo de depilación, Rosie?” preguntó, con una leve sonrisa. “¿Qué es lo
que voy a quitar?” la miré y vi en ella una sonrisa pícara en sus labios que me
hizo sentir ligeramente nerviosa.
“Ya sabes dónde. Todo lo que está allí,” respondió simplemente. Alice jadeó, su
reacción de sorpresa incrementó mi ansiedad.
“No lo sé…” Alice empezó diciendo, pero Rose soltó una fuerte carcajada y negó
con su cabeza.
“Vamos, sabes muy bien al igual que yo que Edward nos va a agradecer por
eso,” Rosalie dijo. “Toda chica debería hacérsela al menos una vez, solo para
ver que se siente tenerla desnuda.”
Alice suspiró. “Quizás deberías dejar que Isabella decida,” dijo ella,
mirándome. Las miré por un momento, no tenía absolutamente ninguna idea de
lo que ellas estaban hablando.
“¿Es algo por lo cual Edward se sentirá feliz?” pregunté. Rosalie gritó en voz
alta ‘Joder que sí’ y miré a Alice, quien me sonrió levemente y asintió
afirmativamente.
“Cariño, es algo que amará. Los hombres prefieren esa cosita limpia. Te hará
un altar por eso,” dijo Trevor, con una sonrisa. Lo miré por un segundo antes de
asentir levemente.
Mis ojos se abrieron aterrados y los tres rieron por mi expresión. “Tienes que
quitarte la ropa en el spa,” dijo Rosalie. “Pero te prometo que no tienes nada
que él no haya visto antes. El hombre ve más mujeres desnudas que Hugh
Mi ceño se frunció confundido, ya que no tenía idea de quién era Hugh Hefner,
pero no dije nada para no parecer estúpida tampoco. Trevor rió, asintiendo.
“Así es, de hecho nosotros tenemos algo más en común, Hugh y yo,” dijo Trevor.
Después del masaje que me había dado me pidió que rodara sobre mi espalda
una vez más, manteniendo mis partes femeninas cubiertas con una toalla, y
empezó a esparcir una pasta sobre mi rostro, diciéndome que era una especie
de facial que purificaría la piel. No tenía ni idea lo que aquello siquiera
significaba pero no me quejaba tampoco, ya que se sentía bastante agradable.
Después de que terminara con lo que dijo que estaba haciendo, se fue por otros
treinta minutos más. Me pregunté porque él no había hecho esa parte cuando
hizo lo de la parte de algas marinas pero no argumenté ni pregunté, ya que él
era el experto y era obvio que sabía lo que hacía.
“Eres una chica muy linda, de vez en cuando no hace daño un par de mimos
pero Dios sabe cuán perfecta es tu piel y que no necesitas esa ayuda extra,” me
dijo. Sonreí a causa de su cumplido, no estaba acostumbrada de escuchar tales
cosas de parte de extraños.
“Puede ser un poquito doloroso,” dijo. “Quiero decir, vamos a remover todo el
vello de tu cosilla de allí, cariño, puede no ser tan placentero, tú sabes.”
Jadeé asustada, mis ojos se abrieron con pánico cuando sus palabras tomaron
sentido. “¿Va a sacar todo el vello de allí abajo?” le pregunté. Rio nuevamente y
asintió.
“Sí, aunque déjame decirte algo, esas amigas que tienes, te han metido en esto
sin explicarte de que se trataba. Prometo lo haré lo más fácil que pueda para ti.
Seré rápido, ¿está bien?
“Genial. Acuéstate mirando al frente y sube tus piernas, así como en un examen
ginecológico o un Papanicolaou,” me dijo. Asentí, sabiendo exactamente lo que
quería ya que el doctor Cullen ya me había llevado a hacerme un examen
ginecológico antes. Trevor removió la toalla y me tensé cuando abrió un poco
más mis piernas, exponiéndome por completo a él. Sabía que había hecho esto
un montón de veces, era su trabajo y no había nada sexual en ello, pero eso no
detuvo mi reacción natural de pánico. Estaba expuesta a un hombre extraño,
completamente vulnerable, podía hacerme un gran daño y podía aprovecharse
de mí y no había nada que pudiese hacer al respecto. Mi corazón latía con
fuerza al tiempo que me aferraba a la toalla con fuerza, tratando de calmarme.
Estaba hablando de manera despreocupada, explicándome el procedimiento,
fue entonces que me di cuenta que iba a poner cera caliente en mis partes para
luego poner algo más sobre la cera y sacarlo de un tirón una vez, para arrancar
todos los vellos de allí. A mí me habían arrancado cabello antes, de mi cabeza
cuando Jane lo hacía y dolía inmensamente, así que no podía siquiera empezar
a imaginar cómo se iba a sentir que los arrancaran de allí abajo. Apreté mis
ojos con fuerza y podía escucharlo que seguía hablando pero no podía prestar
atención a sus palabras. Todo el sonido era opacado por la sangre que furiosa
recorría mi cuerpo y la llevaba a mi errático corazón, el sonido finalizaba en eco
en mis oídos.
Pero nada en lo que podía pensar podría bloquear por completo esa corriente
de dolor que atravesaba mis partes privadas. Continué con mi mandíbula
apretada y traté de aguantar, permitiéndole a Trevor que él hiciera todo aquello
que debía hacer sin darle problemas ni lloriquear. No me gustaba tener sus
manos sobre mí, no me gustaba lo que me estaba haciendo, sin importar cuán
inofensivo fuese él como persona. Trevor estaba hablándome y me di cuenta
que lo hacía para que yo pudiese relajarme, pero no había forma posible que
me relajara hasta que él pudiese decir al fin la palabra ‘terminé’.
Y en el momento en que esa palabra salió de sus labios unos minutos después,
la más grande oleada de alivio recorrió mi cuerpo. Él había terminado, todo se
había terminado y nunca más volvería a hacer una cosa de estas otra vez, sin
importar cuánto podría gustarle a Edward.
Trevor sacó sus manos de mí y abrí mis ojos, relajando mi mandíbula y soltando
mi agarre en la toalla. Lo miré y al hacerlo lo vi mirarme con sorpresa. “Tengo
que decir, que has sido la virgen más fácil que he tenido. No lloraste ni una sola
vez. ¡Eres una pequeña pero ruda gatita! Vas a estar un poco inflamada y
enrojecida por un rato, pero se te pasará rápido. Puse un poco de loción en esa
área para ayudarte con eso. Si tomas un baño esta noche no lo hagas con el
agua muy caliente, mientras más fría será mejor. ¿Está bien?” yo asentí y él
sonrió. “Bien, ya puedes ir y vestirte, ya he terminado contigo, cariño.”
Las chicas se encargaron del pago y luego de eso nos fuimos. Ellas hablaban
animadas mientras yo intentaba sumarme a la conversación, pero me sentía
algo rara e incómoda por lo que había acabado de hacer. Me sentí como en las
nubes la mayor parte del camino y me sorprendí que hubiera anochecido
cuando llegamos a la casa de los Cullen en Forks. Salimos del auto y nos
dirigimos a la entrada, agradecí tanto a Alice como a Rosalie por el día que
habíamos pasado, diciéndole que había tenido un buen día.
“Sí, fue agradable. Aunque ahora mismo me gustaría subir y tomar una ducha,”
le dije. No es que en realidad necesitara de una, pero sentía que a lo mejor si la
tomaba, eso haría que ese raro sentimiento que me atravesaba la piel se
disminuiría. Asintió.
“Date una ducha entonces, Bella,” me dijo, besándome una vez más. Jasper
llamó a Edward y lo miró, asintiendo. “Te veo en un ratito, nena.”
“¿Quieres que me vaya?” preguntó, alzando sus cejas de forma inquisitiva, con
una expresión de dolor en su rostro. Negué rápidamente con mi cabeza y vi
entonces un semblante de alivio ante mi respuesta.
“Yo solo… uh…” empecé diciendo, bajando la mirada, sin saber qué decir.
Suspiró, pasando una mano por su cabello, asintiendo.
“Lo sé, tesoro. Ellas se acaban de atribuir el hecho de que te depilaron, y justo
ahora estoy jodidamente dividido porque no sé si quiero sacarles la mierda a
golpes a esas perras porque les dije que te dejaran intacta y joder que sé muy
bien que tú no hiciste eso porque querías, o no sé si quiero caer de rodillas y
agradecer a cualquier jodido dios que hizo esto si es que fuese cierto,” me dijo,
su voz estaba llena de pasión. Lo miré fijamente por un segundo, levemente
confundida.
“No lo sé. Yo solo… no sé, lo que piensas acerca de…esto,” balbuceé nerviosa,
sintiendo el sonrojo invadir mis mejillas. Él me miró por un segundo antes de
sonreír, meneando su cabeza. Él pasó su mano por su desordenado cabello una
vez más y caminó los pocos pasos que nos separaban. Hizo una pausa junto a
la tina y me miró a los ojos, buscando con sus manos y tomando el borde de su
camiseta. Se la sacó poco después, y la lanzó al piso del baño. Mis ojos se
abrieron con sorpresa mientras me permitía ver su pecho desnudo, sintiendo mi
corazón latir desesperado ante aquel panorama. Escuché un casi agonizante
gemido escapar de su garganta y mi ceño se frunció, mis ojos volvieron a su
rostro. Vi que él estaba mirando hacia el agua y me tensé levemente, sabiendo
que lo que él estaba viendo por sí mismo era mi desnudez. Sentí mi sonrojo
profundizarse, casi como si se estuviese regando por todo mi cuerpo, y cerré mis
ojos. Sentí su mirada sobre mí, su absoluto silencio provocaron que mis nervios
se alteraran.
Él pasó una de sus manos por mis pechos, provocando un gemido en mí. Se
alejó un poco después de eso, canturreando levemente. “¿Puedo intentar algo?”
me preguntó en voz baja, su voz estaba llena de emoción. Asentí, sin importar lo
que fuese, ya que lo amaba tanto que haría cualquier cosa que él quisiese. Me
di cuenta que a lo mejor no era saludable, el amarlo tanto, pero sabía muy
dentro de mí que él me amaba de la misma forma. Cualquier cosa que le
pidiese a Edward, él la haría. Me besó con firmeza, su mano bajó despacio y
acarició mi estómago. Después de un segundo llevó su mano aun más abajo,
pasándola por mi pierna hasta mi rodilla y de nuevo arriba hasta mi muslo
interno. La electricidad me recorrió entera ante su toque, él bajó mi pierna, y la
abrió un poco. Siguió besándome profundamente, pasando mi mano hacia
arriba de mi muslo. Pasó sus dedos por mi centro desnudo y yo lloriqueé en su
boca cuando una sacudida de placer me invadió. Soltó una risita en mi boca,
“Está bien,” le dije dudosa. Me miró por un segundo y sabía que era porque
había usado la frase ‘está bien’ y él odiaba esa simple afirmación, le gustaba
que mis respuestas fuesen de acuerdo a mi opinión. Asintió después de un
segundo, afortunadamente él no pensaba hacer un escándalo sobre aquello, y
salió del baño. Miré la puerta, preguntándome donde había ido, y jadeé
asustada cuando regresó un momento después sosteniendo esa cosa que
Rosalie me había dado en Navidad. Sonrió, caminando de regreso a mí.
“Dios, Bella,” me dijo con voz ronca. “Sabes bien que no tenías que haber hecho
esa mierda de la depilación, ¿verdad?” Asentí, retorciéndome un poco cuando
sus dedos presionaron mi punto nuevamente. Escuché un ‘ummm’ escapar de su
garganta antes de que dejara un beso en mi cuello. Su mejilla áspera rozó mi
piel, enviando cosquillas por todo mi cuerpo, mi respiración se volvió errática y
pesada. “Bien. No me importa el vello, ¿sabes? Pero que me jodan si esta
Gemí una vez más, mi cuerpo entero estalló en hormigueos a causa de sus
palabras. Sentí su mano tomar el vibrador de las mías y me tensé levemente,
abriendo mis ojos cuando escuché el sonido de un zumbido cuando él lo
encendió. Edward debió haber sentido mi rigidez porque nuevamente dejó un
beso en mi cuello, mordiendo mi piel con sus dientes. “Relájate,” me susurró.
Cerré los ojos de nuevo, tratando de bloquear de mi cabeza el zumbido y
tratando de enfocarme en la sensación de su lengua y labios mientras él
besaba mi piel. Después de un momento la tensión regresó con fuerza, mi
cuerpo entero se paralizó cuando una extrema e intensa sensación atravesó mi
centro, las vibraciones recorrían mis partes femeninas mientras él me tocaba
con el vibrador. Lloriqueé con fuerza y en voz alta, retorciéndome mientras el
placer se regaba por todo mi cuerpo, Edward gimió en respuesta. Empezó a
atacar mi piel cercana a su boca, mordiendo y lamiendo y besando, soplando
con su aliento aquellos puntos mojados, mientras su otra mano buscaba a
tientas mis senos.
Gemí con fuerza, llevando mi mano hacia arriba para encontrar su cabeza.
Entrelacé mis dedos en sus cabellos y él gimió, mordiendo mi hombro. Lloriqueé
ante la sensación, el ligero dolor provocó que mi placer se disparara a las
nubes, y mi cuerpo enteró se puso rígido. Mis músculos parecían entumecidos
por una parálisis mientras dejaba escapar un grito cuando mi cuerpo explotó en
un orgasmo. Me aferré con fuerza al brazo de Edward y a su cabello y le
escuché dejar escapar un gruñido. Mi cuerpo estaba tembloroso y
convulsionado, el placer era intenso, intenté calmarme pero no podía parar los
“Joder, te deseo tanto nena,” Edward gimió sobre mi piel mientras me golpeaba
el orgasmo. Me aferré a él, jadeando, moviendo mis caderas desesperada, el
placer era casi insoportable. Sus palabras me sorprendieron, me pillaron de
sorpresa, enviando a mi cuerpo una mezcla de más placer y deseo. Era
mezclado también con miedo, ya que no estaba segura si estaba lista para
llegar tan lejos con él, pero mi cuerpo pedía a gritos que al menos lo intentara.
Asentí después de un segundo, un poco aliviada ante sus palabras pero sin
duda sorprendida de que él quisiese esperar. Sabía, muy en el fondo, que
Edward y yo tendríamos sexo en algún momento, y confiaba en él lo suficiente
para hacerlo, pero solo que no sentía que ahora fuese el momento correcto. No
sabía cuál era la razón, o que es lo que haría que el momento fuese el ‘correcto’,
solo sentía que algo estaba faltando y me pregunté si él también lo sentía así.
Apoyé mi espalda sobre su pecho y él me aferró con fuerza a su cuerpo
mientras trataba de controlar mi respiración nuevamente. Podía sentir su
masculinidad presionándome, por lo que me moví un poco hacia adelante
después de un momento. Edward me soltó, asumí que él pensó que me iba a
parar porque el agua se había enfriado significativamente, pero en vez de eso
estiré mi brazo hacia atrás y envolví su miembro con mi mano. Gruñó ante el
inesperado contacto, envolviendo con su brazo mi cuerpo nuevamente.
“Eso es, háblame sucio nena,” me dijo después de un segundo con un toque de
diversión en su voz, mientras se reía entre dientes. Mi ceño se frunció, empezó a
mover su mano otra vez. Solté un gritito cuando pellizcó uno de mis pezones con
sus dedos, empecé entonces a masturbarlo con más rapidez.
“Te amo,” le dije de inmediato. “Más que nada en este mundo, Edward.” Gimió
alguna respuesta, empujando sus caderas con más fuerza.
“Soy tuya. De nadie más, nunca de nadie más,” le dije. Nunca querría a nadie
más que él, él era mi mundo.
“Estoy sorprendido que pude mantener mi erección con lo jodidamente fría que
estaba el agua, Bella,” me dijo después de un segundo. “Estaba casi seguro
que mi polla se iba a rebelarse en mi contra y que no iba a pararse, que iba a
tratar de esconderse o algo así.”
Reí, negando con mi cabeza. “No teníamos que haber hecho esto en la bañera,”
le dije. Él se encogió de hombros, levantándose un poco. Tomó mi mentón y
Asentí. “Sí, sí que valió la pena,” le dije, sonriendo. Soltó una risita y envolvió
una toalla en su cintura antes de acercarse a mí, estirándome su mano para
ayudarme a salir de la bañera. Me levanté con su ayuda y salí de la tina de
baño. Edward envolvió una toalla en mi cuerpo, para luego abrazarme.
“Recuérdame darle las gracias a Rosalie más tarde,” dijo. Lo miré sorprendida,
ya que él y Rosalie siempre vivían discutiendo y muy rara vez se agradecían por
cualquiera cosa.
“Por ese momento que acabamos de tener en la bañera. Mierda, ella compró el
vibrador y pagó la depilación. No estaba seguro si debía agradecerle o
golpearla por ambas cosas, pero después de ver correrte de esa manera, tan
abierta y lista para mí. Sí, definitivamente ella se ha ganado mi gratitud por
primera vez.”
Edward cullen
Estaba paseando de un lado a otro al pie de las escaleras, esperando
ansiosamente el sonido del coche estacionándose. Era temprano por la mañana
y el sol aún no había comenzado a subir y ya estaba jodidamente preocupado
por este día, tan malditamente nervioso que no podía quedarme quieto. No
sabía por qué estaba tan inquieto, tal vez porque nunca antes había hecho una
mierda como esta. Joder, no era como si realmente importara, Isabella no me
parecía del tipo que realmente le importara una mierda te todas formas, pero
parte de mí quería hacerlo especial para ella. Se lo merecía y yo quería hacerlo
de la forma correcta, y por mi naturaleza quisquillosa, simplemente, todo se
sentía jodidamente mal. No tenía mucho tiempo despierto y ya estaba entrando
en pánico ante mi potencial fracaso. Estaba seguro que la iba a joder, no había
manera de que no lo hiciera. Yo no era romántico; no era un pinche Casanova o
Don Juan, y definitivamente no era un Sr. Darcy o Heathcliff o Romeo o
cualquiera de esos hijos de puta en todas esas ridículas historias de amor que
les gustan a las chicas. Era solo Edward Cullen, un extraordinario pendejo, que
estaba seguro que jodería este día para su novia.
Hoy era 14 de Febrero. Sí, el día de san Valentín. Siempre odié este maldito día
porque nunca le vi sentido. ¿Por qué demonios tenían que señalar un día para
celebrar el amor? Quiero decir, ¿si estás enamorado no se supone que se
muestren esa mierda el uno al otro cada maldito día? Era una estupidez, pero
las perras se tragaban esa mierda y solían mirarme como si esperaran algo de
mí por todo el puñetero coño que me daban. Era una estupidez. No las amaba,
así que, ¿por qué carajos iba a celebrar con ellas el Día de san Valentín?
Siempre lo veía como cualquier otro día, y encabronaba a las chicas, pero no
me importaba. No me importaba una mierda el Día san Valentín y les garantizo
que quién sea que inventó ese día de fiesta fue una mujer e hizo esa mierda
deliberadamente para joder a los hombres. Se los apuesto. En realidad, estaba
Pero este año, como toda otra puta cosa en mi vida, el Día de san Valentín era
diferente. Tenía una novia que realmente amaba, y ella probablemente ni
siquiera sabía qué demonios era el Día de san Valentín y no tenía ninguna
expectativa, pero me sentía como si debería hacer algo. Quería hacerlo
especial, porque ella nunca había tenido a nadie que hiciera esa mierda por
ella. Aunque el maldito internet no fue de mucha ayuda, porque todo lo que
sugería estaba lejos de ser una mierda en la que alguna vez Isabella se
interesaría. Isabella no era el tipo de chica de vino y una cena o llevarla a un
salón de baile. Ella no necesitaba joyería y probablemente no las usaría si se
las comprara. Ella era poco exigente, las más pequeñas cosas la hacían feliz.
Así que me había estado devanando los sesos, de verdad estresándome con
esa mierda y deseando que saliera perfecto, pero al mismo tiempo mantenerlo
sencillo. Finalmente se me ocurrió un plan y llamé a Alice para conseguir su
ayuda, porque estaba muy seguro que no podría llevar a cabo esa mierda sin
su ayuda, y ella felizmente aceptó. Los dos estábamos faltando a la escuela hoy
para hacer que esto funcione, y solamente esperaba como el infierno que no la
jodiera de alguna forma y lo arruinara.
Le eché un vistazo a mi muñeca por lo que parecía la vigésima vez desde que
había bajado las escaleras, gruñendo porque me había vestido con tanta prisa
que olvidé ponerme mi reloj. El sonido de mis pies golpeando el suelo de
madera prácticamente hacía eco a través de la silenciosa y desierta planta baja
mientas paseaba de un lado al otro, y pasé la mano por mi pelo por lo que tenía
que ser la centésima vez. Ella me prometió que estaría aquí, estaba contando
con ella, y juro que si ella me abandonó en mi momento de necesidad iba a
“Llegas tarde,” le dije, arqueándole una ceja. Rodó los ojos y me empujó
ligeramente para quitarme del camino y entrar a la casa. Dejó caer una bolsa
de lona en el suelo junto a la puerta y metió la mano en su bolsillo, sacando un
pedazo de papel doblado.
“Llegué temprano, Edward,” dijo ella, sacudiendo la cabeza. “Me dijiste que
estuviera aquí a las seis. Eran las 5:51 cuando me bajé del coche.
“No, todavía no son las seis. Y relájate, caramba. No puedes estar empezando a
ponerte histérico ya o vas a estar perdido,” dijo ella, entregándome el trozo de
papel. “Toda va a salir bien”.
Alice negó con la cabeza, rodando los ojos de nuevo. “¿No te acabo de decir
que te relajes, Edward? Todo está genial, a ella le va a encantar,” dijo. Suspiré,
asintiendo.
“Lo sé. Pero como dije, todo va estar bien. La bolsa de lona tiene cambios de
ropa para los dos y escribí en el papel todo lo que vas a necesitar para que no
se te olvide nada. Y hablo en serio cuando digo que todo esto es muy dulce de
tu parte, ella realmente apreciará esto,” dijo, sus palabras sonando bastante
sinceras. Me le quedé mirando por un momento y asentí con la cabeza.
Sonrió con entusiasmo. “De nada. Estoy más que feliz de ayudar. Es genial
verte así, feliz y enamorado.”
Sonreí. “Sí,” comencé, apunto de decir más cuando escuché un portazo arriba.
Me tensé, mirando hacia las escaleras y vi aparecer a Jasper. Dejé escapar un
suspiro de alivio, pasando una mano por mi pelo y él sonrió.
Asentí con la cabeza y escuché otro ruido arriba, tensándome una vez más y
mirando hacia arriba. Emmett apareció un momento después y me relajé otra
vez, aliviado de que no fuera Isabella. Él se echó a reír y bajó las escaleras,
negando con la cabeza. “Awww, mira a mi pequeño hermano, todo nervioso y
esa mierda. Qué jodidamente tierno,” dijo divertido. Gruñí y extendí mi brazo
dándole un puñetazo en su brazo cuando llegó al vestíbulo.
“Vete a la mierda, fuori dai coglioni*,” le dije, diciéndole que me dejara las
bolas en paz. De nuevo se echó a reír, extendiendo su brazo y devolviéndome el
golpe. Maldije y froté mi brazo, ya que él era jodidamente fuerte y esa mierda
dolía.
Gruñí. “Lo que sea, yo siempre hago que se la pase bien,” le dije a la defensiva.
Emmett se dio la vuelta y volvió a asomarse fuera de la cocina, sonriendo
ampliamente. En el momento en que vi su expresión me di cuenta exactamente
de lo que había dicho. “Cristo, Emmett, tú y tu puñetera mente de alcantarilla,
pervertido.”
Se echó a reír, lanzando sus manos hacia arriba inocentemente. “¡Yo no dije
nada hombre!” Dijo. Gruñí, sacudiendo la cabeza.
“No tienes que decir nada, joder, yo solo me doy cuenta. Contigo todo tiene que
terminar con sexo”, le dije. Levantó su ceja inquisitivamente, sonriendo.
“Y lo dice el puto”, él dijo. Rodé los ojos y se rió. “Bueno, el puto reformado,
supongo. Ya no puedo exactamente llamarte un puto si de lo único que se está
abusando es de tu mano.”
Gruñí con fuerza, y los tres se echaron a reír. “A la mierda con todos ustedes. No
necesito de un coño para estar satisfecho,” les dije, molesto. La puerta principal
se abrió detrás de mí y eché un vistazo rápido para ver a Rosalie entrar. Me le
quedé mirando, sorprendido de que ni siquiera había escuchado su puto coche
estacionándose y preguntándome qué demonios estaba haciendo aquí tan
temprano.
Emmett se echó a reír. “Sí, lo escuchaste bien, Rosie Bebé. Nuestro pequeño
Eddie aquí, finalmente está madurando.”
“Hey, será mejor que seas amable conmigo hermano,” dijo Emmett.
También tendría que hacerlo sin que mi padre supiera y lograr que Isabella
diera su consentimiento para esa mierda, después de que le había dicho que
desistiría de ello, no iba a ser fácil. Por no mencionar el puto hecho de que ella
ni siquiera existe, no tiene absolutamente ninguna documentación de su
nacimiento o de su existencia, por lo que ningún maldito médico que conociera
le pondría un puto dedo encima y no podía precisamente usar las conexiones
de mi padre para ello. Pero de todas formas, el chip tenía que irse y estaba
determinado a encontrar una manera de eliminar al menos esa complicación.
Pero aun así, me preguntaba a quién carajos culpaba mi padre por ello, si no a
él mismo. ¿Culpaba a mi mamá? ¿Es por eso que estaba insinuando que ella
no era tan jodidamente buena como yo recordaba que era? Y cuando salió del
coche y me dijo que si no dejaba de husmear iba a perderme como la perdió a
ella… ¿me estaba dando la puta confirmación de que mi madre había estado
husmeando después de todo? ¿En qué demonios podía ella haber estado
husmeando? Ella odiaba el trabajo de mi padre, ella no se habría involucrado
en esa mierda a menos que sintiera que no tenía otra opción. Entonces, en todo
caso, ¿qué podría haber sido?
Realmente quería saber, ahora más que nunca, por qué demonios había sido
asesinada. Pero estaba tratando de no pensar en esa mierda y no dejar que mi
curiosidad me controlara, porque si mi padre estaba siendo civil por el
momento, no quería andar husmeando por allí y abrir una lata llena de
gusanos o lo que sea.
Otra cosa que me molestó, es cómo diablos mi padre sabía la mierda que
sabía. Las cosas que dijo sobre que Isabella necesitaba estructura y ser
introducida gradualmente al mundo real, tenía maldito sentido, ¿pero cómo
demonios sabía él eso? Yo ni siquiera había pensado en esa mierda, pero él
parecía saber exactamente lo que había qué hacer, como si fuera una acción
instintiva en él o que tuviera experiencia en ello, pero eso no tenía sentido. Por
otra parte, ¿por qué siquiera se tomaba la puta molestia? ¿Por qué demonios
había comprado de verdad a Isabella? Porque era malditamente claro ahora
que ella no solo era una maldita niña esclava, no si él me dejaba estar con ella
por el momento y tratando de aclimatarla a nuestra definición de “normal”.
Yo había hecho todo lo posible por ayudarla este último mes o algo así, y cada
día tenía más claro que mi padre había tenido toda la razón. Mi puto mundo se
la habría comido viva si hubiera sido lanzada en él desde el primer momento.
Hablé mucho con Alice en las últimas semanas y ella me había ayudado sin
que nadie lo supiera, dándome ideas de cómo demonios conseguir que Isabella
se abriera y se acostumbrara a la vida real. Fue jodidamente duro algunas
veces porque sabía que estaba accediendo a mierda con la que ella estaría un
poco incómoda, pero lo hice porque ella necesitaba que pasara. Ella estaba
preparada para ello. Tenía que encontrar un poco de independencia en su
Por supuesto, ellas no escucharon, y terminaron por hacerla que se hiciera una
puta depilación. Al principio había estado molesto, porque Isabella estaba bien
como estaba, y me encabroné todavía más cuando me dijeron que ella se hizo
esa mierda a solas con un maldito hombre. Me importaba una mierda si era
gay o no, esas perras deberían saber que no tenían por qué hacer que hiciera
esa mierda, no solo por mí sino también por ella. Podía sonreír y decir que
estaba bien todo lo que quisiera, pero conozco a mi chica. Sabía que esa
mierda era difícil para ella, en especial por su miedo a ser violada. No le dije a
Rose o a Alice esa mierda, que ella tenía tanto miedo a ser violada, porque
sentía que no era mi lugar andar divulgando los más profundos secretos de
Isabella a la gente de afuera. Pero aun así, joder, ellas deberían haber sabido
que no debían haber hecho eso.
No podía negar que tuve que luchar contra los celos irracionales ante el hecho
de que un hombre haya visto y tocado el área privada de mi chica. Y sí, después
me puse posesivo con ella y no podía quitarle las malditas manos de encima en
la tina de baño. El hecho de que solamente tengo 17-jodidos-años y sigo
estando impulsado, predominantemente, por mis hormonas fue lo que me llevó
a irrumpir en el baño donde estaba, después de enterarme de la depilación. Por
supuesto, quería ver cómo estaba, porque estaba malditamente preocupado
sobre cómo se sentía y cómo estaba lidiando con ello. Pero después que supe
A pesar de todo eso y el ligero retroceso que había tenido por el viaje al spa,
Isabella había hecho algunos putos progresos importantes mentalmente en este
último mes, lo que me demostró aún más que mi padre sabía de lo que estaba
hablando. Y odiaba esa mierda, admitir que él podía saberlo que Isabella
“Bueno, no es solo una cosa, se trata más de un par de cosas que combinadas
pueden ganarte algo de tiempo en caso de un apuro hasta que surja una
solución permanente,” me dijo. “En primer lugar, tenemos que conseguir un par
de bloqueadores de GPS. Hacen unos bastante decentes en estos días y estoy
seguro de que si vas con quién sea que te consigue tu arsenal de armas,
puedes conseguir algunos de gran alcance. Necesitas por lo menos uno para
conectarlo en tu coche y se enciende, ¿sabes?”
Asentí con la cabeza. “Está bien, puedo conseguir uno de ellos. ¿Qué más?”
Él suspiró. “Hicieron unos nuevos bloqueadores GPS, son como del tamaño de
la palma de la mano y pueden caber en tu bolsillo. Podemos conseguir uno o
dos de esos para ella para que los lleve si se aleja del Volvo. Su batería
solamente dura unas pocas horas después de encenderlos y necesita
recargarse, pero podrían ser útiles. El único problema sería aprender a
ocultarlos en caso de que papá vea uno.”
Asentí de nuevo. “Sí, eso ayudará mucho,” le dije, un poco aliviado de que
aunque no era una solución permanente al menos nos ayudaría un poco.
“Sí, aunque no es todo,” él dijo. “Una vez que entre al programa, tal vez pueda
cambiar la señal que él está siguiendo. Si podemos conseguir una señal GPS
en la casa, puedo cambiar las coordenadas que él está rastreando por unas
nuevas. Probablemente le tome un tiempo darse cuenta y rastrear la señal
correcta, en especial si no la ha estado revisando regularmente.”
“Sí, lo sé,” dijo. “Ahora solo tenemos que encontrar la manera de conseguir
acceso a la laptop de papá.”
“Ustedes dos son unos jodidos idiotas, lo juro,” dijo sacudiendo la cabeza.
“¿Están tratando de meterse en problemas? En serio, ¿no se han puesto a
pensar que tal vez doctor C sabe qué diablos está haciendo? Tal vez solo
deberían dejar las cosas así.”
“De ninguna jodida manera,” le dije, irritado de que ella siquiera sugiriera esa
mierda. Oí a Jasper suspirar y le eché un vistazo.
“Tal vez Rose tiene razón,” dijo. “Tal vez sea lo mejor que solo dejen las cosas
como están.” Mis ojos se abrieron por la sorpresa de que él tomara esa
posición.
“¿En serio, Jasper? ¿Crees que es mejor dejarla con un chip como un puto
perro? No puedes venirme a mí con esa mierda, eres una persona de jodidas
estadísticas. Dime, ¿cuáles son las probabilidades de que un puñetero
dispositivo de rastreo GPS pueda llegar a ser útil y de verdad ayudarla?” Le
pregunté. Él me miró por un segundo antes de negar con la cabeza.
“Como sea, no hay razón por la que alguna vez habríamos de usarlo para
encontrarla. Ella nunca va a desparecer, no me importa,” dije a la defensiva.
Estaba actuando un poco irracional e inmaduro, pero no podía evitarlo. “De
todos modos, tienes que admitir que las probabilidades de que esa mierda la
lastime son mayores. Y piensa como una puta persona compasiva. ¿Te gustaría
una de esas malditas cosas dentro de ti para que alguien pudiera rastrearte
constantemente? Esa mierda no es justa para ella.”
“En fin,” dije, echándole un vistazo a mi muñeca y gimiendo otra vez porque
todavía no tenía puesto mi pinche reloj. “Tengo que irme, tengo mierda qué
hacer.”
Sí, estaba siendo exigente con Alice y tal vez eso estaba mal ya que ella me
estaba haciendo un favor, pero me importaba una mierda. Yo podía planear lo
que sea que quisiera y organizar todo y la noche aún podría ser un desastre
total si Isabella se torcía un tobillo tratando de caminar en algunos ridículos
Agarré mi laptop y la bolsa que Alice había dejado caer en la puerta y salí,
yendo directamente hacia el Volvo. Finalmente el sol comenzaba a salir y sabía
que Isabella se despertaría pronto sola, si Alice no la despertaba. Encendí el
coche, poniéndolo en marcha y bajando por el camino de entrada, volando a
través de Forks y llegando a la carretera 101 para Port Angeles. Tenía algunas
cosas que quería realizar y solo tenía unas cuantas horas para hacerlo antes de
que Alice llevara a Isabella de vuelta a la casa para encontrarse conmigo.
Las carreteras estaban totalmente desiertas porque era muy temprano, así que
pude llegar a Port Angeles con bastante rapidez. Tomé una desviación cuando
llegué a la zona, conduciendo a través de caminos secundarios remotos hasta
que la enorme estructura apareció a la vista. Era el The George Washington Inn,
una posada en el Estrecho de Juan de Fuca. Estaba construido en un prado al
pie de las montañas de Olympic, así que tenía vista de ambos tanto del agua
como del terreno, y supe al momento que vi al hijo de puta que a Isabella le iba
a encantar. La vista era increíble, algo que sabía que ella apreciaría, y estaba
aislado así que no teníamos que preocuparnos por otras personas estando
cerca de la zona. Los había llamado hace algunos días, prácticamente
rogándoles que me dejaran el lugar por esta noche, y al principio se resistieron,
pero finalmente cedieron cuando les ofrecí una maldita fortuna. Sí, renté toda la
puta posada por una noche… así que demándenme.
Me dirigí de nuevo hacia el coche y abrí la puerta del lado del conductor,
deslizándome al interior del Volvo. Lo encendí y le di la vuelta, saliendo de
nuevo al centro de Port Angeles. Conduje hacia First Street y me estacioné,
saliendo del coche. Cerré la puerta y accioné los seguros del Volvo, no quería
que nadie se llevara al hijo de puta, y miré alrededor. Saqué de mi bolsillo
trasero la lista que Alice me había hecho, desdoblándola y revisándola
Me parecía un desperdicio, pero como sea. Estaba confiando en Alice para que
me guiara, al igual que yo estaba guiando a Isabella. Todos necesitamos un
poco de ayuda a veces y era claro para mí que el departamento del romance
era algo en lo que definitivamente podría mejorar.
Caminé por las tiendas por un rato, encontrando una canasta que se veía
decente en alguna tienda de antigüedades. No sabía qué clase de puta canasta
era, si incluso había diferente tipos de canastas. Le pregunté a la trabajadora si
era una canasta de picnic y ella me miró como si fuera un estúpido, lo que me
hizo querer pegarle con la dichosa canasta de mierda, pero mantuve la calma
lo mejor que pude. Lo más probable es que ella no tenía ni puta idea de la
diferencia entre las canastas, si siquiera había una diferencia, y solo tenía este
trabajo por el salario mínimo para pagar su alquiler, y ahí estaba yo haciéndole
perder su jodido tiempo por una maldita canasta inútil. Pero no pude evitarlo.
Estaba empezando a estresarme y estaba actuando de nuevo como un
quisquilloso, queriendo hacer el día perfecto, pero ya se estaba yendo a la
mierda porque Alice tenía que escribir en mi lista ‘canasta de picnic’.
No estaba seguro de qué carajos era una manta de picnic, pero me imaginé
alguna manta a cuadros color rojo y blanco como lo vi en los dibujos animados
al crecer. Sabes a lo que me refiero, ¿cierto? ¿Los dibujos animados con el puto
oso hormiguero y las hormigas llevándose la maldita comida? El solo pensar en
ello empezaba a estresarme todavía más, porque ni siquiera había pensado en
los bichos. ¿Qué pasa si las moscas o las hormigas o las abejas invaden mi
Volví a echarle otro breve vistazo a la lista, sin ver nada que pareciera que su
propósito era repeler a los insectos, y metí la mano en mi bolsillo para agarrar
mi teléfono. Lo abrí y de inmediato encontré el nombre de Alice, suspirando
molesto. Comenzó a sonar y esperé impaciente.
“¿Sí?” Dijo con timidez cuando contestó después de lo que pareció el maldito
millonésimo timbrazo. Gemí, levantando mi mano para pellizcar el puente de mi
nariz y casi picándome el maldito ojo con mi lista. Sí, el día se estaba yendo al
infierno.
“¿Qué demonios se supone que voy a hacer cuando las hormigas intenten robar
mi maldita comida, Alice?” Ella no respondió por un momento, pero finalmente
se rio, lo que me encabronó porque estaba lejos de ser algo divertido. Esto era
jodidamente serio. “No encuentro esta mierda divertida, Alice. ¿Y qué diablos es
una manta de picnic?”
“Qué, joder, ¿quieres reírte un poco más?” Espeté, exasperado. Soltó una
risotada pero estaba tratando desesperadamente de contenerse.
“¿No te dije que te relajaras, Edward? Te estás alterando por nada. Los insectos
no serán un problema. Y una manta para picnic es solo una manta, cualquier
manta. Solo compra una manta,” ella dijo.
No sabía diferenciar entre la mayoría de las flores, pero sabía que era una
maldita rosa, y tal vez era cliché pero me fui por lo que conocía. Pedí cuatro
docenas de rosas rojas y el hombre me las puso en floreros y me hizo la cuenta.
Estaba jodidamente sorprendido por el precio, porque, ¿quién demonios paga
cerca de 200 dólares por unas malditas flores que solo se van a quedar ahí, y
luego se marchitarán en unos pocos días? Al parecer, la respuesta a eso era yo,
porque saqué la Amex y las pagué sin quejarme demasiado. Salí, colocándolas
con cuidado en el asiento de atrás, esperando como el infierno que las hijas de
puta no se volcaran y tiraran agua en mi asiento de cuero. Conduje
directamente a la posada de regreso, subiendo las flores a la suite y
poniéndolas alrededor. Tomé una flor y empecé a quitarle los pétalos,
arrojándolos sobre la manta color canela en la cama. Arrojé el tallo a la basura,
tomando otra rosa de un florero y entrando al cuarto de baño. Arranqué los
pétalos, aventándolos a lo largo de la encimera alrededor del lavabo antes de
tirar también ese tallo. Vi que hacían todo el tiempo esa mierda en las películas
y las chicas parecían tragárselo, así que pensé que valía la pena intentarlo.
Agarré una rosa de uno de los floreros y salí, conduciendo de vuelta a Forks.
Todavía tenía los putos nervios de punta, una nausea persistente desde el fondo
de mi estómago. Sabía que estaba siendo ridículo, que Isabella apreciaría el
gesto y no tenía que ser un maldito perfeccionista, pero no pude evitarlo. Quería
que las cosas salieran perfectas esta noche, quería darle un día para recordar
porque ella se lo merecía.
Odiaba decirlo de esa forma, pero así era como se sentía. Estaba intentando
conseguir que olvidara lo que sabía y enseñarle mierda a nuestra manera. Me
sentí como si estuviera reprogramándola para una nueva vida.
Me metí en la ducha para bañarme y me paré bajo las gotas de agua, tratando
de calmarme. Estaba tenso y exagerando sobre mierdas estúpidas, y Alice tenía
razón… iba a sentenciarme yo solo si no me relajaba. Pero joder, no podía
evitarlo así era yo y sabía que si me fumaba una pipa o me tomaba un par de
tragos de vodka me ayudaría a relajarme, pero estaba tratando de mantenerme
jodidamente sobrio hoy. De todos modos, no me gustaba depender de esa
mierda, no quería tener que intoxicarme para pasar por este día. La mierda se
supone que tenía que ser especial, se supone que es una declaración de
nuestro amor y que clase de pendejo sería si necesitara joderme para sobrevivir
eso.
¿Ya he mencionado que odio el maldito Día de san Valentín? Porque lo hago.
Hoy también era el aniversario de bodas de mis padres. Siempre pensé que esa
mierda era cursi, el hecho de que ellos se casaron en este día, pero creo que al
menos tenían una excusa legítima para celebrar el amor el 14 de Febrero. Si no
hubiera estado tan jodidamente desconsolado por la pérdida de mi madre
podría haber sentido un poco de alivio que al menos había alguien más allá
afuera que estaba tan estresado como yo hoy. Porque sabía sin lugar a dudas
que mi padre la estaba pasando como la mierda. Me alegré de que se fuera, lo
que reconozco era jodidamente desconsiderado, pero por lo general hoy se lo
pasa abatido, emborrachándose y poniéndose emocional, y eso era lo último
con lo que quería lidiar justo ahora. Joder, me sentía bastante mal por él, ahora
más que nunca porque en todo lo que podía pensar era, ¿qué tal si se tratara
de mí y Bella? ¿Y si fuera la mujer que amo la que estuviera muerta? Ni siquiera
me gusta pensar en esa mierda, pero sabía que también sería un pendejo
inconsolable si hubiera recibido esas cartas, sin importar de quién era la
puñetera culpa.
Agarré mi chaqueta color negro, porque quería intentar estar más o menos
arreglado para ella, y me la puse, dejándola desabrochada. Me puse unos
En la noche, ella iba a estar decepcionada o se iba a abrumar por ello y entrar
en pánico. El picnic iba a ser un maldito desastre, simplemente lo sabía.
Mierda, iba a haber una invasión de hormigas, o si ellas no lo estropean e
Isabella en realidad llega a comer probablemente consiga una pinche
intoxicación alimentaria. Cristo, yo no cociné nada así que no veía cómo eso era
posible, pero si hubiera una maldita manera de que eso suceda probablemente
lo haría. Joder, ¿qué pasa si uno de nosotros tiene una reacción alérgica como
en esa película ‘Hitch’? Quiero decir, yo no soy alérgico a nada y tampoco ella
que yo sepa, pero en realidad nunca le he preguntado. Dios, ¿qué pasa
conmigo? ¿Por qué no pregunté esa mierda? Si no es nada de eso, iba a ser
una jodida tormenta, a pesar de que el hombre del tiempo dijo que iba a ser
una tarde completamente clara. Como acabo de decir hace un momento, ¿qué
saben esos pendejos? No podía predecir el puñetero futuro.
Seguí paseándome por la habitación y miré mi reloj una vez más, dándole
vueltas a la rosa en mis manos nerviosamente, agradecido de que la florista ya
le había quitado las espinas o mi jodida mano estaría cortada y estaría
sangrando todo el puto piso. Y si hacía esa mierda, Isabella iba a llegar y
querer limpiar, porque no querría que la maldita sangre manchara el suelo y yo
perdería el control. Oh Dios, ahí estaba otro jodido escenario por el cual
preocuparme…
Era ella.
Ella era la pieza faltante del rompecabezas, y ahora que estaba aquí frente a
mí todo parecía encajar justo a la perfección. Todo estaba bien de nuevo. No
me preocupaban los tornados, terremotos o incendios, no estaba alucinando
con putas hormigas y honestamente no me importaba qué tipo de cesta de
mierda compré. Nosotros soportaríamos y nos encargaríamos de lo que sea que
la vida nos arrojara en el camino. Todo lo que importaba era la hermosa mujer
a pocos metros frente a mí, parada ahí mirándome sorprendida, luciendo tan
jodidamente nerviosa como yo me había sentido durante todo el día.
Me quedé ahí por un momento, solo apreciándola, una sonrisa envolvió mis
labios. Ella pareció relajarse de inmediato al ver mi sonrisa, sus labios
curveándose hacia arriba y los nervios desapareciendo de sus rasgos. Dio unos
pasos para entrar, girándose un poco para cerrar la puerta. Di unos pasos
hacia adelante como si nada, sin poder apartar los ojos de ella. Era como si
estuviera jodidamente hipnotizado por ella, atraído hacia ella como si hubiera
un campo magnético que nos atraía el uno al otro. Se volvió a girar para
quedar frente a mí, sonriendo dulcemente mientras me acercaba.
“Ah, la mia bella ragazza. Boun san Valentino*,” le dije, tendiéndole la flor. Sus
ojos se hicieron más grandes por la sorpresa al verla brevemente antes de
estirar su mano y tomarla con cuidado. “Feliz Día de san Valentín. Te ves
hermosa.”
Su sonrisa se hizo más radiante cuando volvió su atención de la rosa hacia mí.
“Gracias,” dijo en voz baja. “Te ves muy guapo.”
Mi sonrisa creció. “Lo sé,” le dije bromeando. “¿No es así siempre?” Se rio, el
sonido tan jodidamente fresco y feliz que de inmediato hizo que mi corazón
latiera con fuerza, ese dolor sordo en mi pecho, que solamente ella me
ocasionaba tan a menudo con su presencia, aumentando. Nunca imaginé amar
a alguien como la amaba a ella.
“Por supuesto que sí. Pero hoy estás aún más guapo,” dijo ella, encogiéndose
de hombros. Asentí.
“Grazie*,” dije en voz baja, dándole las gracias. “Siento no haber estado aquí
esta mañana, pero tenía alguna mierda qué hacer, tú sabes. Aunque tengo toda
“¿Cómo?” Preguntó con curiosidad, alzando las cejas. Me reí entre dientes,
negando con la cabeza.
“¿Crees que voy a arruinar la sorpresa? Demonios no, vas a tener que esperar y
ver lo que he planeado,” le dije.
“Sí, en serio. ¿Por qué crees que hice que te arreglaran?” Le pregunté. Se
encogió de hombros.
“Alice dijo que era el Día de san Valentín así que pensé que tal vez esta era mi
sorpresa,” dijo ella, señalando su ropa. Gemí, rodando los ojos.
Me miró por un segundo antes de estallar en una celestial sonrisa. “Eres tan
dulce,” me dijo, mirando a la rosa en su mano, el rubor subiendo lentamente a
sus mejillas. “Muchas gracias.” Comencé a reír cuando ella llevó la flor a su
nariz para olerla.
“Siempre y cuando estemos juntos, estará bien,” dijo. Hice una pausa antes de
asentir, un poco sorprendido de escucharla decir eso ya que había tenido
exactamente la misma revelación momentos antes.
“Sí, así va a ser,” dije en voz baja. La miré por un momento y me devolvió la
mirada, directamente a los ojos. Di otro paso hacia adelante y me incliné,
presionando mis labios en los suyos con suavidad. Ella suspiró contenta y
separó sus labios, que estaban cubiertos de lápiz labial, sacando su lengua a
la vez. Pasé mi lengua por sus labios brevemente, disfrutando de ese dulce
sabor a fresa antes de acariciar su lengua con la mía. “Tan dulce,” le dije,
alejándome de su boca. Pasé mi dedo índice por su labio inferior, reuniendo
algo de su brillo labial y llevándolo a mi boca. Lo probé de nuevo, sonriendo.
Ella asintió, sonriendo cuando me aparté. “Lo sé, por eso es que Alice me dio el
tubo,” dijo, metiendo la mano en su bolsillo y sacando el tubo de brillo de color
rosa. Sonreí con suficiencia.
“¿Algo así como un museo de arte?” Preguntó. Sonreí y asentí con la cabeza.
“Sí, como eso,” le dije. Ella sonrió, la emoción reavivándose de nuevo en sus
rasgos. Supe de inmediato que había tomado la maldita decisión correcta, que
“¿No hay que pagar?” Preguntó en voz baja, susurrando. La miré por un
momento, sorprendido por su pregunta.
“No,” le dije, negando con la cabeza, vacilante. Me tomó por sorpresa, sin
esperar que me preguntara eso. “Aquí no tienes que pagar para ver el arte.”
“¿De verdad es gratis este lugar?” Preguntó por fin, mirándome. Le sonreí un
poco y asentí.
“¿Por qué no?” preguntó, con toda seriedad. Me le quedé mirando por un
momento, no muy seguro de cómo demonios contestar eso. En realidad, nunca
antes pensé en esa mierda.
“Por razones educativas, supongo. Alguien da los fondos para este lugar para
que la gente pueda venir y disfrutar del arte sin costo alguno. Más gente
aprovechará la oportunidad si no tienen que pagar por lo que el arte será visto
y apreciado por más. Los artistas tienden a trabajar no por dinero sino por
placer, muy parecido a los músicos, supongo,” le dije, encogiéndome de
hombros. No tenía ni puñetera idea de si era correcto o no lo que dije porque
sabía muy poco sobre arte, pero se oía como que podría ser verdad.
“Está bien,” repetí. “¿Podemos ver el arte ahora, o quieres hablar algo más
Sus ojos se ampliaron un poco y rápidamente negó con la cabeza. “Lo siento,
no fue mi intención ser entrometida con lo del dinero,” dijo, sonando un poco
asustada. Mi frente se arrugó en confusión y negué.
“Está bien, entonces. Ahora podemos ver el arte,” dijo. Sonreí, apretando un
poco su mano.
“No se puede saber con seguridad. Creo que está sola y el tiempo pasa, y ella
va por la vida a la deriva, esperando el momento en que algo finalmente la
despierte de verdad y viva,” dijo. Abrí más los ojos, sorprendido, y la miré
boquiabierto, esperando que me dijera que ‘ella estaba soñando con el otoño’ o
alguna mierda de esas, pero no eso.
Volvió su cabeza para mirarme, entrecerrando los ojos un poco. “¿Es apropiado
maldecir en una galería de arte?” Me preguntó en voz baja. Me volví para
mirarla, jodidamente sorprendido de que haya dicho eso después de
básicamente acabo de sugerir meterla en la escuela, y estallé en carcajadas
por su expresión. Llevé mis manos a mi boca para taparla, tratando de no
molestar a nadie cerca y sonrió. “¿De verdad crees que soy lo suficientemente
inteligente para la escuela?”
Su sonrisa creció. “Sé que puedes tratar de ayudarme. El que tengas éxito o no
es otra cosa,” dijo bromeando. Mis ojos se abrieron por la sorpresa ante su
comentario sarcástico.
Se sonrojó y apartó su mirada de mí, lo que me hizo reír. Era adorable como
podía pasar de juguetona y mordaz a sonrojada y tímida en cuestión de
segundos. Era toda una mujer de verdad, un enigma.
Sonreí. “Sí, estoy bastante seguro de que lo estaba,” le dije. “¿Lo vistes en
Jeopardy?”
“Nos vamos a quedar aquí esta noche, alquilé el lugar,” le dije, encogiéndome
de hombros. Se quedó callada un momento, mirándome con escepticismo.
“¿Todo el lugar?” Preguntó vacilante. Asentí con la cabeza y ella suspiró. “No
me extraña que hayas tenido que llevarme a una galería de arte con entrada
gratis, esto debe de haberte costado un fortuna.”
“Me temo que no, angelo mia*. Es jugo de uva espumoso. Esta noche, tú y yo
vamos a estar sobrios,” le dije sonriendo. Me miró sorprendida antes de sonreír,
tomando un sorbo de su bebida.
“¡Mmmm!” Dijo. Me reí, pasando una mano por mi cabello y tomando un sorbo
de mi bebida.
Nunca antes lo había probado, pero Alice lo sugirió cuando le dije que quería
intentar mantenerme alejado del alcohol y solo tener una tarde tranquila. Ya la
había emborrachado antes y hasta la había drogado… quería que fuéramos
simplemente nosotros, al natural, sin inhibiciones, sin necesidad de putos
“Es solo una barra de chocolate,” dije. Suspiró, negando con la cabeza.
“No solo por eso. Me refiero a todo. Significa más para mí de lo que nunca
sabrás, que creas en mí. Que crees en nosotros,” dijo.
Asentí con la cabeza. “Tú lo haces fácil,” le dije. “Amarte es fácil. Viene como
Estaba mirando hacia el cielo cuando de pronto sentí una enorme gota caer en
mi frente. Cerré los ojos instintivamente, subiendo mi mano y rogando a Dios
que no tuviera mierda de pájaro o alguna mierda de esas. Sentí otro ¡plas!
después de un momento y gemí casi al mismo tiempo que Isabella se echó a
reír.
“Está lloviendo,” dijo. Suspiré, sentándome. Sabía que ese maldito meteorólogo
no sabía de qué demonios estaba hablando.
“Sí, es hermosa. Es una cesta de corteza nativo americana, ¿cierto? Parece que
es antigua,” dijo. Mi frente se arrugó por la confusión.
“Eh, mierda, no lo sé. ¿No es una cesta de picnic?” Le pregunté. Ella se rio
ligeramente.
“Por lo general las cestas de picnic tienen tapas en la parte superior,” dijo,
encogiéndose de hombros. “Aunque es una hermosa cesta. Los Swan tenían
unas cuantas, las coleccionaban. Me metí en problemas cuando era niña por
jugar con una, pero pensé que era hermosa y quería una.”
Suspiré, tenía que ser que ella de toda la puta gente podía diferenciar entre las
malditas cestas. “Puedes quedarte con esta,” le dije, encogiéndome de
hombros, ya que había planeado solo dejar a la hija de puta aquí o tirarla a la
basura ahora que había terminado con ella. Había pagado una buena
“Por supuesto que quiero escucharlo,” me dijo. “No seas tonto.” Asentí y la llevé
hacia el piano, sentándonos en el banquillo. Por un momento casi entro en
pánico porque no había afinado al hijo de puta cuando estuve allí por la
mañana y tenía miedo de que fuera a estar desafinado, pero presioné algunas
teclas, gratamente sorprendido de que no lo necesitaba.
“¿Recuerdas esa canción que toqué para ti en Navidad, cuando Esme nos
interrumpió?” Le pregunté. Asintió. “La terminé. Tú la inspiraste, ¿sabes? Es la
primera cosa que he escrito en mucho tiempo.”
Me sonrió con calidez y empecé a tocarla para ella. Había estado practicando
mucho, últimamente, el piano me llamaba de nuevo. Isabella se quedó quieta
junto a mí, mirando fijamente a mis dedos mientras flotaban a través de las
teclas, la bella melodía moviéndose en el aire que nos rodeaba. Después de
tocarla dos veces me detuve, llevando mi mirada hacia ella. Me estaba dando
una hermosa sonrisa y se inclinó, besándome con dulzura. “Eso fue hermoso,”
dijo, con su voz cargada de emoción. Sonreí satisfecho, sintiendo mi pecho
hincharse de orgullo.
“Debería de serlo, está inspirada en la mujer más hermosa del mundo,” dije en
voz baja. Se sonrojó y reí entre dientes.
“¿Tocarías algo más para mí?” Preguntó. Me le quedé mirando por un momento
antes de asentir. Había estado trabajando en una mierda nueva, no algo
original pero adaptando canciones populares al piano. Lo consideré
brevemente antes de sonreír.
“Está bien, pero soy jodidamente malo cantando, así que tal vez no se oiga
bonito,” le advertí. Su sonrisa solo creció y asintió, sin dejar de mirarme
entusiasmada. Sacudí la cabeza, sonriendo por su entusiasmo y me volví hacia
el piano. Presioné unas cuantas teclas, solo jugueteando con ellas para
prepararme.
Comencé con las primeras notas, tomando una profunda suspiro. La canción
era “18th Floor Balcony” de Blue October, y la primera vez que la escuché hacía
unas cuantas semanas, casi me aturdió con lo mucho que me recordó a
Isabella. Casi se sentía como si esa mierda fuera escrita para ella y para mí.
“Cerré los ojos y sonreí, sabiendo que todo está bien. Hasta el centro, así que
cierra esa puerta. ¿Está pasando esto?” Empecé, mi voz suave. Podía sentir sus
ojos en mí y me ponía nervioso, mis dedos queriendo temblar pero traté de
seguir concentrado. Podría decirle todo el día que la quería, decirle lo que ella
significaba para mí, pero esto, extrañamente se sentía más profundo. Como si
estuviera abriendo de golpe mi pecho ante ella, mostrándome por completo a
ella. Estaba tan jodidamente vulnerable en ese momento, y eso simplemente no
era yo. Pero lo era ahora, era quién yo era cuando estaba con ella. “Mi aliento
está en tu pelo. No estoy consciente, que abriste las persianas y dejaste entrar la
ciudad. Dios, tú tomas mi mano, y nos quedamos ahí, solo viendo todo,”
continué, mis dedos titubeando un poco sobre las teclas porque no había
practicado mucho esa mierda y no estaba totalmente en el juego. “Y lo supe
desde el principio, así que mis brazos están abiertos. Tu cabeza está en mi
estómago y estamos luchando por no dormir. Aquí estamos en el balcón de este
piso 18. Los dos estamos volando.”
“Y levanté mi mano como si fuera a mostrarte que era tuyo, que soy todo tuyo
para que me tomes, sigo siendo todo tuyo para que me tomes. Fue entonces
cuando sentí el viento soplar, agarré la baranda mientras esas palabras que
quería decir se quedaron en mi garganta y entonces me besaste… “
“Te amo, Edward Cullen,” dijo en voz baja, las lágrimas haciendo su voz
ligeramente áspera por la emoción. Parpadeé un par de veces, mirándola
fijamente.
“Bella…” Comencé a decir, sin saber qué decir o cómo reaccionar, sin estar
seguro si realmente podríamos hacer esa mierda. Quiero decir, yo lo deseaba,
¡Dios! Lo deseaba. Pero si lo hacíamos no había vuelta atrás. Una vez que
saltáramos de ese precipicio, estábamos muertos, podía sentirlo y ella tenía que
sentir esa mierda también.
“¿Estás… segura?” Le pregunté con cautela. Asintió con la cabeza sin ningún
titubeo.
No tenía qué responder, porque las palabras no eran necesarias. Ella sabía
exactamente cómo me sentía, porque ella tenía mi corazón. La miré por un
momento, simplemente asimilando todo ese amor y devoción irradiando de ella,
antes de inclinarme y besar suavemente sus labios. No voy a negar que estaba
jodidamente asustado, desesperadamente temeroso de que iba a joder esto.
Tenía que hacer lo correcto por ella, tenía que tratarla como el tesoro que era
ella, adorarla por completo y no sé si podría hacer eso. No sé si podría ser
Bajé su pierna y subí mis manos por sus muslos, subiendo su vestido hasta su
“No lo haré,” dijo, un ligero temblor en su voz. Asentí y subí su vestido aún más.
Ella levantó sus manos después de un momento y tiré de él por encima de su
cabeza, arrojándolo al suelo junto a mí. La miré, viendo el sostén color negro y
las bragas a juego con el puñetero liguero de encaje. Por un momento me
quedé en un estado de estupor, sorprendido de cuán jodidamente seductora se
veía, el contraste de su piel tan pálida que casi relucía y lo oscuro de su ropa
interior la destacaba. Recuerdo haber pensado esa mierda la primera vez que
me metí en su cuarto y la vi tendida ahí con sus pantalones cortos color negro.
Como lucía casi como una muñeca de porcelana, tan frágil y vulnerable. Joder,
no quería lastimarla, nunca quise lastimarla y ella se veía tan jodidamente
frágil. Nunca podría vivir en paz conmigo mismo sabiendo que fui quién le hizo
daño.
Extendió su mano y desabrochó uno de mis botones, sus manos temblando por
los nervios. Suspiré y puse mis manos sobre las suyas, deteniéndola cuando
comenzó a desabrochar el segundo.
“Relájate, ¿de acuerdo?” Le dije en voz baja. “Somos solo tú y yo, cariño. Solo
Edward y Bella, ¿recuerdas?” Me miró brevemente antes de asentir. Aparté sus
manos de mi camisa sonriendo. “Esto es todo acerca de ti, no de mí. Déjame
adorarte.”
Sus labios se curvearon ligeramente hacia arriba por mis palabras y dudó, pero
asintió despacio. Sonreí satisfecho y levanté mis manos, llevándolas a su
espalda y desabrochando su sostén. Se lo quité y lo arrojé al suelo junto a mí,
mirando a su pecho desnudo. Llevé una de mis manos hacia arriba y rocé
suavemente sus pechos, sus pezones reaccionaron a mi tacto. Gemidos suaves
escaparon de su garganta y sus ojos se cerraron cuando empezó a retorcerse
bajo mi tacto. Empecé a masajear sus pecho suavemente y me incliné,
depositando besos húmedos en sus muslos. Bajé mis manos después de un
momento y agarré sus bragas por los lados además del liguero, tirando hacia
Me quité los zapatos, porque todavía tenía a esos hijos de puta puestos, y me
incliné hacia abajo. Presionando mis labios en los de ella, besándola
profundamente. Ella separó sus labios y me besó con furia, llevando sus brazos
hacia arriba y envolviéndolos alrededor de mí, abrazándome con fuerza. Gemí
en su boca y bajé mis manos para desabrochar mi cinturón. Desabroché y bajé
el cierre de mis pantalones, dejándolos caer. Me los quité pateándolos y dejé de
besarla por un momento para quitarme los calcetines.
“No quiero parar,” dijo. Suspiré, asintiendo, la verdad aliviado de que mi propio
jodido miedo fuera disminuyendo lentamente y sustituido por un intenso deseo y
excitación. La deseaba, joder, la deseaba tanto que mi cuerpo dolía y mi polla
estaba más hinchada de lo que nunca había estado. Mi puto cuerpo no
aguantaba más y yo estaba obsesionado conteniéndolo, sin querer joderlo al
apresurar nada de esto.
“Confío en ti, Edward,” dijo en voz baja, dejando caer su mano. Sentí que mi
pecho se hinchaba por sus palabras, mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
Asentí y me agaché, acariciando su cuello con mi nariz y besándolo
suavemente, lamiendo y degustando su piel. Presioné mi cuerpo contra el suyo y
podía sentir el calor que irradiaba de ella. Besé su cuello y bajé hacia sus
pechos, lamiendo y acariciando sus pezones como piedrecitas, pasando mis
manos por su torso. Tembló bajo mi toque, envolviendo sus brazos a mi
alrededor y subiéndolas y bajándolas por mi espalda.
Besé y lamí cada centímetro de su piel expuesta a la que podía llegar con mi
boca, recorriendo su cuerpo con mis manos. Podía sentir como se le ponía la
piel de gallina, sus ojos cerrados, con su labio inferior entre sus dientes
mientras respiraba de forma errática.
“Voy a hacerlo despacio y con suavidad, ¿de acuerdo?” Dije en voz baja,
inclinándome y dándole un suave beso, ella murmuró en respuesta y vi como el
nerviosismo aumentó, pero aun así no afectó en nada al deseo. Me bombeé la
polla un par de veces, me estaba palpitando, y abrí más sus piernas para que
quedara más expuesta. Miré hacia abajo y me alineé en su entrada, gimiendo
al momento que sentí el calor y la humedad en la cabeza de mi polla. Empujé la
cabeza un poco, manteniendo la vista en su rostro, en busca de pánico.
Después de estar en posición de empujar dentro de ella, solté mi miembro y me
“Va a doler un poco, pero voy a tratar de ser lo más cuidadoso posible,” le dije,
nervioso por esta parte. Ya antes había roto hímenes y no era una experiencia
placentera para la chica, gran parte de esa mierda fue por mi culpa y de pronto
sentí una mierda de arrepentimiento, pero rápidamente lo hice a un lado, sin
querer pensar en otras chicas con las que había estado en ese momento.
Porque este momento era jodidamente monumental, un punto crucial en nuestra
relación y necesitaba centrarme en eso. No estaba seguro hacia dónde nos
dirigíamos y lo que esta mierda significaría para nosotros más tarde, pero
sabía lo suficiente como para reconocer qué tan importante era esto para
ambos. “Solo sujétate de mí, cariño y pasará pronto, ¿de acuerdo?”
“Está bien,” susurró, su voz temblando por los nervios. Se aferró a mí con
fuerza, clavando los dedos en mi espalda y tomando un profundo suspiro.
Empujé hacia adelante, rompiendo la resistencia y ella gritó, poniendo su
cuerpo completamente rígido. Una vez más detuve mis movimientos, resistiendo
el jodido impulso de empujar todo el camino hacia adentro, y llevé mis labios a
su cuello. Empecé a lamer su piel, depositando besos en ella.
“Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia, quad’ella altrui saluta, ch’onge
lingua deven tremando muta, e li occhi no l’ardiscon di guardare. Ella si va,
sentendosi laudare, benignamente d’umiltá vestuta*,” comencé a decir,
sabiendo que amaba cuando le hablaba en italiano y esperando como el
infierno que le ayudara a relajarse. Busqué esa porción de la ‘La Vita Nuova’ de
Dante hace unos días porque me estaba molestando que no podía recordar esa
mierda y sabía que ella había querido escucharla. “E par che sia una cosa
venuta da cielo in terra a miracol mostrare. Mostrasi sí piacente a chi la mira,
che dá per li occhi una dolcezza al core, che ‘ntender no la puó chi non la prova:
e par che de la sua labbia si mova un spirito soave pien d’amore, che va
diciendo a l’anima: “¡Sospira!*””
“Me refiero al poema, pero las otras partes hasta ahora han estado bastante
bien también,” dijo tímidamente. La miré sorprendido y sonrió con timidez. “Y
dijiste eso, porque así eres.”
“No necesito romance. Te necesito a ti,” dijo. Eché un vistazo hacia ella y la vi
empezar a cerrar sus ojos. Me detuve, considerando sus palabras por un
momento antes de salir un poco y volver a empujar hacia adentro, llenándola
de nuevo. Gimió, sus dedos acariciando mi cabello con suavidad. Bajé de
nuevo, capturando sus labios con los míos y empecé a empujar hacia dentro y a
salir de ella lentamente, tomando mi tiempo, luchando contra el deseo de
aporrear su coño. Follar era todo lo que conocía y esta mierda era extraña para
mí, pero no podía negar que era tan jodidamente bueno, más bueno de lo que
nunca imaginé que sería. Electricidad corría por mi cuerpo desde donde
estábamos conectados, la piel de gallina apareció por todo mi cuerpo cuando
“Solo a ti,” ella susurró, pasando sus manos por mi espalda. “Siempre serás
solo tú, Edward.”
“Toda mía,” jadeé. “Ni siquiera sabes lo jodidamente apretada que estás
cariño. Jamás nada volverá a ser tan bueno como esto, nada podría sentirse tan
bien como tú.” Gimió, agarrándome con fuerza. Retorcía sus caderas al ritmo de
mis embestidas, nuestros movimientos entrando en sintonía. Era solo otra señal
de que estábamos destinados a estar juntos, que esta mierda estaba destinada
a suceder.
“Ti amo,” le dije. “Demasiado. Dios, te amo demasiado.” Gimió con fuerza en
respuesta, empujando sus caderas y agarrando mi cabello con su mano libre.
“Por favor, nunca me dejes,” dijo. Gruñí mientras la emoción bullía dentro de mí.
“Jamás,” le dije de inmediato. “Nunca voy a dejarte. ¿Sientes esa mierda, Bella?
Nos pertenecemos.”
“Sempre,” repetí. “Para siempre, Isabella. Joder, moriría sin ti. Nunca
sobreviviría si alguna vez te alejas de mí.”
“¿Estás bien?” Le pregunté vacilante, con el pinche miedo que ella fuera a
decirme que la había lastimado. Me miró por un momento antes de que sus
labios se curvearan en un pequeña sonrisa, una lágrima corriendo por su
mejilla. Estiré mi mano y las limpié con mis dedos mientras ella asentía.
*******************
Fuori dai coglioni = No me toques las pelotas
Grazie = Gracias
Isabella swan
“Uh,… ¿eh?” Dije confundida, mirando a la puerta de la habitación de Edward donde
Alice estaba parada. Ella tenía una gran sonrisa en su rostro y estaba prácticamente
saltando sobre las puntas de sus pies con entusiasmo, se le notaba ansiosa por algo.
Verla así me ponía nerviosa, porque me miraba con expectación. Era como si esperara
que hiciera algo con ella y después del viaje al spa de hacía unos días donde de
alguna forma me habían convencido depilarme mis partes privadas, no estaba tan
segura de que mi idea de pasar un buen rato coincidiría alguna vez con la suya.
“Necesito que te vistas para que podamos irnos,” me dijo. Mi ceño se frunció por la
confusión.
En el momento en que la palabra salió de sus labios me tensé un poco, mis ojos se
ampliaron. “¡¿Spa!?”
Dije inmediatamente, entrando en pánico ante la idea de tener que volver a ese lugar.
Ella paró y se quedó mirándome.
“Es un spa para manos y pies, manicura y pedicura. Solo vamos a arreglarnos las uñas
y a darnos un masaje de pies,” dijo. La miré con sospecha.
“¡Sí, en serio! Te juro que no te quitarás la ropa,” dijo. “Además, ha sido idea de
Edward de todos modos, así que no puedes culparme esta vez.”
“¿En serio?” Pregunté con curiosidad, preguntándome por qué Edward sugeriría que
fuera a pasar un día en el spa. Miré mis manos, viendo las achatadas y
mordisqueadas uñas y suspiré. Sabía que mis pies tampoco estaban muy bien, pero
tenía que saber que estaban en tan malas condiciones debido al trabajo que me había
visto forzada a hacer. Inmediatamente me pregunté si le molestaba y simplemente era
demasiado educado para decir algo al respecto. Por lo general, Edward no era de los
que se quedaban callados cuando tenía una opinión, pero también sabía que nunca
querría decir algo que pudiera lastimar mis sentimientos.
“Sí, en serio,” dijo Alice de nuevo, confirmando que de hecho había sido idea de
Edward. Suspiré y asentí, volviendo la vista hacia ella.
“Está bien. Aunque, ¿no tienes que ir a clase?” Pregunté. Ella sonrió y se encogió de
hombros.
“Me voy a tomar el día. Hay cosas más importantes que hacer hoy que sentarse en el
salón de clases,” dijo.
“Entonces está bien.” Le di una leve sonrisa, sorprendida de que hubiera pensado que
pasar el día conmigo a petición de Edward sería más importante que la escuela. “Creo
que voy a vestirme.”
Ella asintió. “¡Genial! Te espero en la cocina en unos minutos.” Se dio la vuelta y se fue
a toda prisa por el pasillo entusiasmada, supongo que agradecida de que aceptaría lo
que ellos hubiesen planeado para mí. Me quedé un momento mirando hacia la entrada
ahora vacía antes de bajar la vista a mis manos de nuevo. Llevé mi labio inferior a mi
boca y lo mordisqueé con nerviosismo. ¿Realmente le molestaban a Edward esas
cosas?
“Buenos días Jasper, Emmett… eh, Rosalie,” dije, haciendo un gesto con la cabeza en
forma de saludo, sin saber por qué todos estaban con Alice en la cocina a esta hora.
Emmett me dio una amplia sonrisa.
“¡Buenos días, Izzy Bizzy!” Gritó. Sonreí en respuesta. Jasper y Rose se hicieron
repitieron el saludo, aunque con menos entusiasmo que Emmett. Alice cogió a Jasper
del brazo y él se inclinó, dándole un rápido beso. Era dulce, verlos juntos y claramente
enamorados. Sabía exactamente cómo se sentían ahora, cuanta calidez, felicidad y
consuelo se proveían el uno al otro. Alice se giró hacia mí después de que Jasper se
apartó.
Después de que Alice terminó de comer sus tortitas se puso de pie, diciéndome que
necesitaba usar el tocador para damas. Asentí y le dije que fuera, de pronto
sintiéndome algo nerviosa cuando la vi alejarse y desaparecer de mi vista. Miré
alrededor, el hecho de estar completamente sola en público alrededor de extraños era
un poco intimidante. Estaba en una habitación repleta de personas a mi alrededor y no
conocía ninguna. O ese pensé, de todos modos.
"¿Qué hace una belleza como tú comiendo sola?" Una voz preguntó en voz baja detrás
de mí. Mi ceño se frunció por la confusión ante su familiaridad y volví la cabeza
lentamente, sorprendida de ver a Jacob Black. Me sonrió abiertamente y yo le devolví
una pequeña sonrisa educada, un poco recelosa por su presencia.
"Eh, estoy con Alice. Solo ha ido... a alguna parte," murmuré. Él asintió, todavía
sonriendo.
"Así que, tengo una pregunta para ti, y es completamente seria," me dijo. Lo miré con
aprensión, sin estar seguro de lo que quería saber. Hizo una pausa y se quedó
mirándome fijamente.
"Dime, Isabella. ¿Cómo llamas al amor de un vampiro?" Mi ceño se frunció confuso por
su pregunta y él se echó a reír, sacudiendo su cabeza. Reí levemente al darme cuenta
de que era otro chiste. Dio unos pasos para acercarse y se deslizó en la cabina frente a
mí donde Alice había estado sentada. Levanté mis cejas, un poco sorprendida de que
se hubiera atrevido a sentarse conmigo sin invitación para hacerlo. No se percató de mi
expresión o no le importó, porque se relajó contra el asiento y me miró expectante,
obviamente esperando mi respuesta. Metió la mano en el bolsillo de su chaquetón y
sacó una pequeña caja rosa, abriendo la tapa y vertiendo algo de su contenido en su
mano. Le eché un vistazo y vi que eran pequeños corazones de diferentes colores,
dulces asumí.
"¿El amor de un vampiro? Yo, eh... no lo sé," le dije nerviosa. Sonrió y se metió una
pieza de dulce en la boca, masticándolo.
“Una monsternovia. ¿Lo entiendes? ¿Cómo una novia pero monstruosa?”, dijo. Lo miré
fijamente sin entender realmente lo que era tan gracioso, y él hizo un gesto de
negación. “Bien entonces. Tal vez no eres una chica vampiro. Vamos a ver…”
Hizo una pausa y miró al dulce en su mano, comiéndose otra pieza. De verdad parecía
estar inmerso en sus pensamientos, sus ojos levemente entrecerrados y su frente
"No estoy segura," dije titubeante. Me miró un momento de forma extraña antes de
inclinarse sobre la mesa hacia mí.
"Tú me enciendes," dijo en voz baja. Su sonrisa creció y apartó su mirada de mí por un
momento, metiendo una pieza de dulce en su boca a medida que se volvía apoyar en el
respaldo del asiento. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y lo miré boquiabierta,
pasmada por el chiste. Pude sentir que el rubor se apoderaba de mi rostro y no estaba
segura de cómo me sentía porque él me dijera eso, si reírme porque era algo gracioso
o indignarme por el obvio trasfondo. Apenas nos conocíamos por lo que no creía que
él debería decirme esas cosas tan crudas. Sin embargo, era obvio por qué
exactamente Edward y él había sido amigos previamente, ya que parecían tener el
mismo sentido del humor. Me miraba, esperando mi reacción pero por suerte en
realidad no tuve que considerar una respuesta, porque en cuestión de segundos Alice
apareció de nuevo.
"Jacob Black, por todos los cielos, ¿qué estás haciendo aquí?" Preguntó, sonriendo y
deslizándose en el asiento junto a él. La miró y sonrió, encogiéndose de hombros.
"Las dos cosas," dijo ella. Él rodó los ojos, dándole un codazo jugando.
"Me han suspendido tres días. Me metí en una pelea, no gran cosa. Pero mira quién
habla, ¿no deberías tú estar en la escuela?" Preguntó, mirándola inquisitivamente. Ella
sonrió, encogiéndose de hombros.
"Me he tomado el día. Isabella y yo vamos a pasar el día juntas embelleciéndonos para
nuestros enamorados," le dijo, sonriendo con entusiasmo. Sonreí, la idea de verme bien
para Edward me hizo sentir feliz y orgullosa. Jacob me miró sorprendido.
Lo miré con curiosidad cuando su sonrisa cayó casi de inmediato. "¡¿Cullen?!" Dijo, con
algo de incredulidad en su voz. Alice asintió.
"Sí, Cullen. ¿Qué otro Edward hay? Y no estés tan sorprendido, porque él no es la
misma persona que conocías. Ha cambiado mucho," dijo Alice. Jacob se rio con
amargura, sacudiendo su cabeza.
"Cullen nunca cambiará. Podrá haberlos engañado pero yo no estoy cautivado por su
farsa como todos los demás parecen estar. Siempre será un cabrón y hará daño a la
gente. En el momento en que deposites tu confianza en él, te aplastará," dijo, sonando
bastante molesto y mirándome. Lo miré fijamente, nada sorprendida por su punto de
vista considerando lo que Edward le había hecho pero un poco aturdida por la
intensidad con la que había hablado. Se quedó mirándome un segundo y Alice
suspiró.
"Lo que tú digas," murmuró. "Siempre pensaste bien de él de todos malditos modos,
Alice, negándote a creer que en realidad podría ser el cretino que resulta ser. Pero lo
es, y lo sé porque él me lo demostró al darme la espalda. Todos en esta ridícula ciudad
todavía piensan que el sol sale y se pone con Edward Cullen, que él no puede hacer
nada malo. Es jodidamente extraño." Empezó a juguetear un poco más con sus dulces,
comiéndose unos cuantos en silencio. Alice seguía mirándolo de una forma extraña.
"Bueno, ha sido agradable y todo, pero tengo que estar en la estación de policía antes
de que mi padre quiera mi culo por llegar tarde."
Alice sonrió con tristeza y salió de la cabina para dejarlo salir. Él se puso de pie y se
detuvo, mirándome de forma extraña. Bajó la vista a su mano y cogió uno de los dulces
en forma de corazón que había estado comiendo, poniéndolo sobre la mesa frente a
mí. "Tal vez estaba equivocado, Isabella. Quizás sí eres la chica de un vampiro
después de todo... ¿Por qué Cullen? Te va a chupar la vida."
Miré a Alice y vi que me miraba con cautela. Le di una suave sonrisa y ella sacudió su
cabeza. "Para que lo sepas, lo he dicho en serio. Él es diferente ahora, Jacob ya no lo
conoce," me dijo. Yo asentí.
"Lo sé, Alice. No te preocupes. No voy a permitir que la opinión de alguien más sobre
Edward cambie la mía. Confío en él," le dije, encogiéndome de hombros. Ella sonrió.
"Bien," me dijo, mirando alrededor. "Y eh, tal vez no quieras mencionarle esto a Edward,
porque no estará muy feliz por ello, ¿sabes? Sé que no le ocultarías cosas pero esto
solo lograría molestar a Edward si se entera. Nada bueno resultará de ello y no tiene
tanta importancia. ¿Entiendes?"
Asentí. "Sí, lo entiendo," le dije. Sabía a ciencia cierta que decirle a Edward que Jacob
se había sentado conmigo y más que nada había hablado mal de él solo pondría a
Edward furioso, y no tenía planes de hacerlo. Ya le ocultaba cosas obligada por su
padre, tratando de mantenerlo a salvo, por lo que algo tan trivial como haberme
encontrado con Jacob Black no debería importar.
"¿Estás lista para irnos?" Asentí y Alice pagó por nuestro desayuno, lo que me hizo
sentir mal porque tuvo que gastar su dinero en mí. No es como si tuviera a acceso a
cualquier cantidad de dinero para contribuir y ella lo sabía, pero lo mencioné de todas
formas. Ella se rio un poco e hizo un gesto con su mano como si no tuviera importancia,
diciéndome que Edward le había dado un montón de dinero hacía unos días,
específicamente para hoy así que el dinero no había salido de su bolsillo. Nos
dirigimos a su coche y condujo hacia la carretera principal, saliendo de Forks. Me dijo
que íbamos a la ciudad de Port Angeles, ya que al parecer allí es donde estaba el spa.
Ella conversó durante todo el viaje y yo escuché contenta, de vez en cuando diciendo
una palabra o dos de manera que supiera que de verdad estaba prestando atención.
Habló sobre todo de los chicos Cullen, contándome algunas historias de ellos a través
de los años y me reí un par de veces por su divertido comportamiento. También me
contó unas cuantas historias no tan agradables sobre Edward que podía notar que no
estaba muy segura de compartir conmigo. Ninguna de ellas era necesariamente mala,
solo un poco deprimentes de lo triste y obviamente destrozado que él había estado.
Las manicuras y pedicuras por sí solas no fueron tan incómodas como pensaba que
serían. La gente que trabajaba allí conocía a Alice por su nombre así que me atreví a
suponer que ella se lo hacía a menudo, lo que me calmaba un poco. Solo porque
Edward había sugerido que me lo hiciera no necesariamente significaba algo malo y si
Alice lo hacía a menudo era probable que fuera solo otra de esas cosas que las chicas
hacían. Agradecía que él tratara de darme experiencias que las otras chicas tenían,
incluso si eran cosas que yo no encontraba precisamente interesantes. La mujer que
me hizo las uñas y los pies no hizo ningún comentario sobre su estado o incluso no
Frotó un poco de loción en mis pies y metió algo entre mis dedos, preguntándome qué
color quería. Por un momento, solo me quedé mirándola, sin saber de qué estaba
hablando porque en realidad no sabía lo que estaba haciendo.
"A Jasper le encanta que me pinte las uñas de los pies," dijo Alice. Miré en su dirección
y vi que me estaba mirando. Al principio asentí, pensando que solo estaba cotilleando
sobre su novio, pero me levantó sus cejas y entendí lo que me había dicho.
Alice pagó cuando terminaron con las dos y salimos en dirección a su coche. Ella
condujo por la ciudad hacia una tienda y la seguí titubeante cuando entró, notando
que era una tienda de ropa muy elegante. Se volvió para mirarme y me dijo que
eligiera un vestido, prohibiéndome mirar los precios de las etiquetas. La miré
confundida y me explicó que también era otra de las ideas de Edward, que se suponía
que debía llevarme a comprar un lindo vestido. Asentí dudosa y miré alrededor de la
tienda, mordisqueando mi labio inferior por los nervios. Vi un montón que me
parecieron bonitos, pero no tenía idea de lo que realmente se consideraba que estaba
de moda. Me volví hacia Alice y le pedí que simplemente cogiera algo para mí pero me
dijo que Edward había insistido que el vestido fuera algo que yo eligiera
personalmente.
Encontré uno blanco a capas con tirantes negros y finalmente lo sostuve en el aire,
mirando a Alice con cautela. Pensé que era realmente hermoso, pero tenía miedo que
Alice hiciera una mueca cuando lo viera. Por suerte no lo hizo, en su lugar sonrió y
asintió, quitándomelo. Caminó por la tienda y tomó unas cuantas cosas extras,
Pagó y nos fuimos, dirigiéndonos de vuelta a Forks. Esperaba que Alice me llevara de
vuelta a la casa de los Cullen, pero en lugar de eso tomó una calle lateral en la ciudad.
Mi ceño se frunció por la confusión cuando se detuvo en una casa sencilla de dos pisos
con el exterior de ladrillo, preguntándome qué íbamos a hacer. Ella vio mi expresión y
me explicó que era su casa, que nos íbamos a arreglar allí, una vez más anunciando
que era idea de Edward. Accedí con escepticismo y seguí a Alice dentro, sorprendida
de lo hogareño que era el lugar. Con la actitud jovial y alegre de Alice casi esperaba
que el interior fuera artístico y con un decorado exclusivo de colores brillantes, de
manera que los marrón claro y blancos combinados con absoluta sencillez me tomaron
desprevenida.
Fuimos a la habitación de Alice y sonreí cuando entré, al darme cuenta que la había
interpretado bastante bien después de todo. Estaba decorada con brillantes colores
neón, rosa y verde en su mayor parte, y tenía obras de arte por todos lados. Mis ojos se
posaron en pintura de ballet que le había regalado para navidad, que estaba colgada
en la pared junto a su cama, y de inmediato sentí una oleada de orgullo de que
realmente le hubiera gustado.
Alice me entregó algunas prendas interiores y una bata, diciéndome que entrara a su
baño y me duchara. Hice lo que me pidió, sintiéndome un poco extraña al usar su
ducha. Salí y me sequé cuando hube terminado, poniéndome las bragas y el sujetador
negro. Me puse la bata y entré de nuevo en la habitación de Alice, notando que se
había puesto un vestido rojo. Me hizo un gesto con la mano para que me sentara frente
a un enorme espejo e inmediatamente empezó a trabajar en mi cabello, secando y
rizándolo.
Me miró por un segundo, su ceño fruncido por la confusión. "Porque es lo que se hace
en el día de San Valentín," me dijo, encogiéndose de hombros. Me quedé mirándola
confundida.
"¿El Día de San Valentín?" Pregunté, sin saber exactamente qué era eso. Ella me miró
boquiabierta, al parecer atónita.
"¿Nunca has oído hablar del día de San Valentín?" Preguntó en voz baja. Sacudí mi
cabeza titubeante, diciéndole que si lo había hecho seguramente no podía recordarlo.
Ella suspiró. "Es el día de los enamorados, cuando la gente muestra su amor entre
ellos."
"Realmente se está esforzando por hacer de tu primer día de San Valentín algo
memorable," me dijo. "Él tampoco había celebrado este día antes." Yo sonreí.
Ella asintió. "Por supuesto, Jasper es del tipo romántico. Probablemente me llevará a
cenar y a bailar porque sabe que me gustan ese tipo de cosas, y me bañará con joyas
porque amo las joyas. Después de eso, bueno... probablemente tengamos sexo durante
toda la noche." Mis ojos se abrieron por la sorpresa y se rio. "¿Eso ha sido demasiada
información?"
Sonreí con timidez y negué con la cabeza. "No, solo que me ha tomado por sorpresa.
Me refiero a que, vivo con los chicos Cullen. Ellos en realidad no se retraen sobre el
tema así que he oído sobre ello," le dije. Rodó los ojos y empezó a pasar sus dedos por
mi cabello, soltando un poco los rizos que había hecho.
"Para que sepas, yo no confiaría mucho en sus charlas de sexo. Son chicos, les gusta
exagerar y hacer que la gente crea que el "sexo divertido" lo es todo," dijo, rodando los
ojos por lo de 'sexo divertido', usando sus dedos para hacer comillas y enfatizarlas.
"Supongo que no es varonil admitir que le hacen el amor a sus chicas," me dijo,
negando con su cabeza.
Miré con curiosidad a su reflejo. "¿Hay alguna diferencia?" Pregunté, imaginando que
todo sexo consensuado era lo mismo. Ella me miró sorprendida.
"Por supuesto que hay una diferencia. Puedes tener sexo con cualquiera y disfrutarlo,
pero tienes que amar de verdad a la persona para ser capaz de hacer el amor con ella.
El sexo es solo placer físico, pero hacer el amor es físico y emocional. No estoy
totalmente en contra de los rapidines o tontear, ya sabes, lo divertido es agradable.
Pero nada es mejor que hacer el amor," me dijo, encogiéndose de hombros.
"Bueno, él me dijo que el sexo consensuado no es el mismo tipo de sexo que cuando es
forzado," le dije. "Y dijo que no se trataba solo de, eh... de que el tipo metiera su cosa
dentro... sino que se trataba de venerar y amar o algo así." No pude recordar las
palabras exactas que él había usado para describirlo pero era algo parecido a eso.
"Sí. Nunca quise a nadie más que no fuera Jasper," me dijo. "Él es el único que siempre
querré. Él me ama de verdad."
Sonreí y ella terminó de toquetear mi cabello, agarrando una bolsa. Sacó unas medias
que subían hasta mis muslos y algo así como un cinturón de encaje que ella llamó
liguero, con pequeñas pinzas en él que sujetaban las medias. Me lo puse y ella me
ayudó a colocarlo antes de arreglar su cabello. Me senté con cuidado sobre su cama,
observándola por un momento.
"¿Puedo preguntarte algo, Alice?" Pregunté. Me miró por el espejo y asintió. "¿Cómo
supiste que estabas lista para, eh, hacerlo con Jasper?"
Pareció sorprendida por mi pregunta. "Um, supongo que solo lo supe. No fue como si
fuera algo planeado o algo así, solo llegó un momento cuando miré a Jasper y todo
encajó a la perfección. Supe en ese momento que quería que me hiciera el amor, que
era lo correcto. Sé que suena como que me lo estoy inventando, pero es verdad. Nunca
deberías apresurarte a nada, cuando sea el momento simplemente lo sabrás."
Llegamos a la casa y Alice me deseó que pasara una buena tarde cuando salí del
coche. Le agradecí por pasar el día conmigo, ya que en realidad había disfrutado el
tiempo que pasamos juntas. Me dijo que en cualquier momento que quisiera pasar el
rato que solo la llamara y ella estaría allí, antes de alejarse en el coche. Me dirigí a la
puerta principal, un poco nerviosa porque el coche de Edward estaba en la entrada por
lo que definitivamente estaba en casa. Abrí la puerta y miré hacia el vestíbulo,
parándome en seco cuando mis ojos se posaron en Edward.
Estaba de pie, inmóvil, vestido algo formal y viéndose tan guapo como siempre. Lo
miré, sin poder descifrar lo que él estaba sintiendo porque su expresión no revelaba
nada. No tenía idea de lo que pensaba de cómo me veía y estaba muy nerviosa porque
nunca antes había usado un vestido. Nunca había tenido una razón para usar uno y
pensé que era bonito, y Alice me había dicho que me veía preciosa, pero lo que
realmente me importaba era lo que Edward pensase. Era ridículo pero quería
impresionarlo prácticamente hasta el punto de hacerlo sentir orgulloso de estar
conmigo. Algunas de esas chicas con las que él había estado en el pasado eran
No podía entender por qué solo estaba parado allí, mirándome, su mirada penetrante
haciéndome sentir aún más nerviosa al pasar los segundos. Pero después de un
momento sonrió con su sonrisa encantadora, haciendo que mis labios se curvaran
involuntariamente. Entré, relajándome un poco cuando porque al menos parecía
complacido. Se acercó a mí y me dijo unas palabras en italiano, el acento en ellas hizo
que mi corazón latiera con fuerza y me tendió la rosa roja que llevaba en la mano. La
cogí con cuidado, casi abrumada ya que nunca nadie me había regalado una flor. Era
muy simple pero significaba mucho para mí.
Me deseó un feliz día de San Valentín y me dijo que teníamos planes para la noche, lo
que me sorprendió un poco porque yo me había imaginado que el vestido y demás
eran mi sorpresa. Después de un par de minutos y de besos nos pusimos en marcha,
saliendo a la carretera que ya sabía para entonces que conducía a Port Angeles. Se
detuvo frente a un edificio el cual me explicó era una galería de arte. Estaba un poco
sorprendida de que Edward quisiera entrar a una galería de arte, todavía más
asombrada cuando me dijo que era gratis. Simplemente no me pareció que fuera algo
en lo que Edward estaría interesado, pero tuve que preguntarme si solo lo había
escogido porque había pensado que me gustaría. Que lo estaba haciendo solo por mí.
Independientemente de eso, fue asombroso y disfruté cada segundo de ello, el
ambiente relajado distendió lo que quedaba de mi nerviosismo por esta noche.
Habló sobre mí yendo a la escuela, lo que me dejó aturdida porque en realidad nunca
se me había pasado por la mente que la escuela alguna vez de verdad fuera una
opción para mí. Entonces pasó a decir lo estupendo que era mi arte, cómo algún día
podía tener mis propias creaciones expuestas en una galería. El concepto me dejó
atónita, que en realidad pudiera ser así de talentosa en algo.
Después que dejamos la galería de arte él condujo por la ciudad hacia una enorme
mansión blanca en medio de un prado, completamente aislada de todo. Me informó
que había reservado el todo el lugar por esa noche, sorprendiéndome aún más por el
gesto. Ni siquiera podía imaginarme cuánto le habría costado pero sabía muy bien que
no debía preguntar, recordando como él parecía casi incómodo cuando le pregunté
sobre dinero en la galería.
Edward había planeado para mí un picnic al aire libre y nos acomodamos en el prado,
nos deleitamos con la comida y tonteamos un poco, solo pasando el tiempo juntos.
Hablamos de todo lo imaginable, los dos contándonos un poco más sobre nuestros
padres y las cosas por las que habíamos pasado. Fue agradable, estar los dos juntos
en lo que se sentía casi como un terreno neutral. Me sentí como si en verdad fuéramos
iguales, solo dos adolescentes enamorados y deseando estar juntos. Fue tan
Edward había hecho eso por mí, me lo había regalado. Me hizo olvidar el mundo
exterior y todas las complicaciones, todo lo que trataba de separarnos y que
potencialmente todavía podía hacerlo. Él creía en mí y deseaba dar todo lo que tenía y
luchar por lo que fuese que tuviéramos, y eso significaba más para mí de lo que
alguna vez él comprendería.
Edward era el primero que de verdad luchaba por mí como persona. Han habido
personas que han sido posesivas conmigo como propiedad, como el doctor Cullen
parecía serlo, pero no alguien que de verdad luchara por mí, por lo que hay en mi
interior. Luchaba por quién era yo y no por lo que era, y puede que fuese una pequeña
diferencia a los ojos de la mayoría pero era enorme para mí. Mi propia madre nunca
pudo de verdad luchar por mí. Ella esperó y soñó, deseó y rezó por mí, pero lo único
que no pudo hacer fue pelear. Estaba tan indefensa como yo.
Pero Edward no estaba indefenso y estaba preparado para luchar. Acostada en esa
manta con él, mirando a las estrellas, podía sentir lo entregado que estaba a nuestra
relación. Sabía que solo estaba fuera de su elemento con ella como yo lo estaba, pero
estaba poniendo todo su esfuerzo cuando en realidad no tenía que hacerlo. Pero
quería hacerlo y el hecho de que llegara a tales extremos para hacerme sentir especial
hacía que mi amor por él creciera enormemente.
Entramos antes de que realmente empezara a llover y Edward dijo que tenía algo que
quería tocar para mí. Podía percibir su nerviosismo cuando nos sentamos y me
sorprendió, ya que por lo general se veía muy seguro de sí mismo. Lo había oído tocar
antes, así que sabía que era inmensamente talentoso y no tenía razón para
preocuparse. Dijo que era la melodía que había tocado en Navidad, la que yo había
inspirado, y me sentí abrumada por el amor que sentía mientras estaba allí sentada,
escuchando. Era sorprendente que yo hubiera sido la inspiración para una melodía
como esa y cuando le dije que era hermosa él me dijo que lo era porque yo era
hermosa. Solo escuchar esas palabras hizo que mi corazón revoloteara, y le pedí si
podía tocar algo más para mí. Dudó, como si estuviera debatiéndose en hacerlo o no,
pero después de un momento me dijo que tocaría una melodía que le recordaba
nuestra relación.
"Cerré los ojos y sonreí, sabiendo que todo estaba bien. Hasta el centro. Así que cierra
"Mi aliento está en tu pelo. No estoy consciente, que abriste las persianas y dejaste
entrar la ciudad. Dios, tú tomas mi mano, y nos quedamos ahí, solo viendo todo." Me
quedé mirándole fijamente, sorprendida por lo dulce que era la canción. Nunca la
había escuchado antes y sonreí ante el hecho de que hacía a Edward pensar en
nosotros.
"Y lo supe desde el principio, así que mis brazos están abiertos. Tu cabeza está en mi
estómago y estamos luchando por no dormir. Aquí estamos en el balcón de este piso
dieciocho. Los dos estamos volando."
Con solo ver flotar sus dedos por las teclas, la melodía sonando y mezclándose con la
dulce letra hizo que mi corazón latiera con fuerza, se me puso toda la piel de gallina.
"Así que hablamos sobre nuestros padres y madres, sobre pasados familiares, solo
para saber de dónde venimos. Nuestros corazones expuestos para que todos los vean.
No puedo creer que esto me esté pasando a mí."
"Y levanté mi mano como si fuera a mostrarte que era tuyo, que soy todo tuyo para que
me tomes, sigo siendo tuyo para que me tomes. Fue entonces cuando sentí el viento
soplar, agarré la baranda mientras esas palabras que quería decir se quedaron en mi
garganta y entonces me besaste..."
Cuando las palabras salieron de sus labios lo supe. Era el momento. Y finalmente
entendí exactamente lo que Alice había estado diciendo antes sobre que cuando el
momento fuera el correcto simplemente lo sabría. Porque en ese momento lo sentí, y
mientras él lo decía supe sin lugar a dudas que era lo correcto. Era suya para que me
tomara, y quería que me tuviera, todo de mí.
"Te amo, Edward Cullen," le dije en voz baja, sintiendo en ese momento el amor más
intenso que nunca antes había sentido. Se quedó mirándome brevemente antes de
Agarré una de las rosas del florero y fui y me senté en el borde de la cama mientras
Edward ponía algo de música. Las emociones que surgían de mí eran intensas y traté
de contener las lágrimas que estaban provocando pero fue inútil. No estaba segura de
cómo hacerlo, cómo mencionarlo o si él siquiera se sentiría cómodo con ello, si incluso
lo deseaba porque solo unos cuantos días atrás se había dicho a sí mismo que el
momento no era el correcto. Estaba preocupada de que todavía se sintiera de esa
forma, pero por otro lado hacía solo unos días yo también había sentido que el
momento no era el correcto. Pero ahora, en este momento, simplemente lo era.
Me tocó y besó por un momento, antes de apartarse y ponerse de cuclillas frente a mí.
Empezó a quitarme la ropa, depositando besos en mi piel a medida que dejaba
expuesto mi cuerpo. Me dijo que podía cambiar de opinión antes de quitarme mi
vestido, y sabía que podía hacerlo y él retrocedería sin hacer ninguna pregunta, pero
Bajó la vista y empujó mis piernas para abrirlas aún más, alineándose. Empezó a
empujar dentro de mí y pude sentir cómo me iba expandiendo, la sensación no era
dolorosa pero sí un poco intimidante. Se liberó para recostarse sobre mí y lo envolví en
mis brazos con fuerza, una docena de emociones diferentes pasaron por mi cuerpo. Él
empujó más y se detuvo, diciéndome que iba a doler pero que me agarrara a él con
fuerza, y que pasaría, le dije que estaba bien y afiancé mi agarre, nerviosa por esta
parte. Empujó hacia adelante otra vez y un dolor agudo atravesó mis partes íntimas. No
fue el peor dolor que alguna vez había sentido, ni siquiera se acercaba, pero era más
Le dije que estaba bien y comenzó a moverse de nuevo. "Eso ha sido hermoso," susurré
después de un momento y él bromeó preguntándome si me estaba refiriendo al poema
o a la penetración. Su pregunta me sorprendió, pero estaba agradecida por ella, que
aún en un momento como este Edward fuera él mismo. Trató de retractarse, diciendo
que estaba tratando de ser romántico pero le dije que no necesitaba eso. No
necesitaba que fingiera en nada para mí, quería a su verdadero yo en todo momento.
Lo amaba por cómo era él y no quería que cambiara nunca la persona que era en su
interior, porque esa persona era asombrosa.
Cuanto más se movía Edward, más intensas se hacían las sensaciones. Era un poco
incómodo al principio hasta que las palpitaciones desaparecieron por completo, el
placer aumentó y mitigó todo lo demás. Podía sentirlo llenarme por completo y casi
sentí nostalgia cuando salió de nuevo, el vacío dentro de mí tanto emocional como
físico llenado una vez más cuando volvió a penetrarme. Estaba jadeando a medida
que la electricidad por nuestra unión recorrió cada centímetro de mi cuerpo. Fue
sorprendente y desgastante.
"Solo a ti. Siempre serás solo tú, Edward," jadeé después de un momento, necesitando
que supiera eso. No había nadie más para mí y sabía que nunca nadie más me haría
sentir de la forma en la que él lo hacía. La electricidad que sentía era única, no existía
más allá de nosotros. Nunca podría entregarme a nadie más, no después de sentir lo
que estaba sintiendo. Él gruñó en respuesta y continuó entrando y saliendo de nuevo,
enviando placer a través de mi cuerpo.
"Toda mía," dijo finalmente, sin aliento. "Ni siquiera sabes lo jodidamente apretada que
estás cariño. Jamás nada volverá a ser tan bueno como esto, nada podría sentirse tan
bien como tú."
"Te amo," sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas por todo lo que estaba
experimentando. Se sentía mejor de lo que nunca había imaginado que se sentiría, la
euforia de estar con él y el éxtasis físico sobrepasando todo lo demás. No importaba
nada más que él, no me preocupaba nada más que nosotros. Él era mi mundo, mi vida,
y le estaba entregando cada centímetro de mí y esperaba con todo lo que tenía que lo
tomara y lo conservara.
"Ti amo," me dijo. "Demasiado. Dios, te amo demasiado." Sus palabras enviaron un
escalofrío por mi espalda tan intenso que empujé mis caderas y gemí con fuerza. Podía
escuchar la pasión en su voz, su amor inquebrantable. Lo decía en serio, no dudaba ni
una sola sílaba de esas palabras. Me amaba, tanto como yo a él, y me estaba
haciendo el amor. Alice había tenido razón, era mucho más que solo una unión física.
Era espiritual y emocional. Lo podía sentir en mi alma, hasta llegar a los huesos. Me
estaba consumiendo por completo, adueñándose de cada célula de mi cuerpo. Era
suya y siempre sería suya. No había vuelta atrás para mí, no había forma de salir de
esto. Ahora lo necesitaba como el aire que respiraba, no podría sobrevivir en un mundo
donde no existiera Edward Cullen. Él era mi luz en la oscuridad, mi chispa.
"Por favor, no me dejes nunca," le dije al mismo tiempo que las lágrimas empezaron a
derramarse de mis ojos, la emoción de todo era demasiada para contenerla. Tenía
tanto miedo de perderlo ahora que lo tenía, miedo de perder estas sensaciones. Él
gruñó en respuesta, el sonido fue apasionado y primitivo.
"Jamás," dijo de inmediato, con voz enérgica. "Nunca voy a dejarte. ¿Sientes esa
mierda, Bella? Nos pertenecemos."
Gemí. "Sempre," le dije con voz temblorosa. Se había convertido en nuestra palabra
favorita desde que la había usado en ese primer mensaje de texto. Sempre. Él era mi
para siempre.
"Sempre," declaró, su voz resuelta y poderosa. "Para siempre, Isabella. Joder, moriría
sin ti. No sobreviviría si alguna vez te alejas de mí."
Finalmente se levantó, saliendo de mí. Los dos hicimos un sonido por la pérdida de
contacto, y él me miró, congelándose.
"¿Estás bien?" Preguntó, pareciendo preocupado. Sonreí y rozó mis mejillas con la
punta de sus dedos mientras yo asentía.
Escuché los suaves ronquidos de Edward un rato, lo que por lo general hacía solo
cuando estaba más que agotado, y finalmente me quedé dormida. Dormí
profundamente y sin soñar nada, despertando cuando la luz del sol entró a raudales
por la ventana. Me senté e hice una mueca por lo dolorido de mi cuerpo, la mayor parte
centrada entre mis piernas. Miré instintivamente hacia la fuente de la incomodidad,
congelándome y mis ojos abriéndose por la conmoción cuando vi la mancha de sangre
seca bajando por mi muslo interno. Jadeé y me moví rápidamente, asustada de que me
hubiera llegado mi periodo o algo así, pero no vi nada por ninguna parte sobre la
manta.
"¿Qué pasa?" La pastosa voz preguntó junto a mí. Miré en su dirección de inmediato
para ver a Edward mirándome con recelo, al parecer todavía medio dormido. Solo me
quedé mirándolo, sin saber qué decir que no nos avergonzara a los dos por completo.
Me miró un poco más antes de gruñir y sentarse rápidamente, pasando las manos por
su rostro en exasperación.
"Eh, es solo que," empecé a decir bajando la vista de nuevo a mi muslo antes de volver
a mirar a Edward. Su ceño se frunció por la confusión y bajó la vista a mi regazo, sus
ojos se ampliaron un poco cuando lo vio.
"Oh," dijo en voz baja, mirando fijamente a mi pierna por un segundo antes de volver a
mirarme. "Probablemente debería haber mencionado que las vírgenes normalmente
sangran la primera vez, ¿eh?"
Mis ojos se abrieron por la sorpresa. "¿Lo hacen?" Pregunté. Él asintió, sus labios
curvándose hacia arriba en una sonrisa. Sonreí en respuesta y sentí la sangre
apresurarse a mis mejillas de la humillación de casi ponerme frenética por nada.
Mi sonrojo se intensificó por sus palabras y rio entre dientes, sacudiendo su cabeza. Se
inclinó hacia mí y presionó sus labios en los míos, empujándome de nuevo de espaldas
"Nunca hagas eso, ¿me oyes?" Dijo enfáticamente. "Esta mierda es seria, Bella. No
quiero lastimarte. Joder, me destrozaría si te lastimara ."
Lo miré por un momento antes de asentir. "Lo siento," murmuré. "Yo solo... sé que estás,
eh... que quieres..." Tartamudeé un poco, sin saber cómo decirlo apropiadamente.
Suspiró y pasó la mano por su cabello. "¿Recuerdas cuando estuvimos juntos por
primera vez, cuando te dije que no deseaba a otra chica más que a ti y tú te asustaste y
esa mierda, porque pensaste que esperaba sexo?" Preguntó, mirándome
inquisitivamente. Yo asentí. "¿Qué te dije entonces?"
Me quedé callada, pensando en ese momento. "Dijiste que haríamos lo que yo quisiera,
que no tenías expectativas," le dije, muy segura de que estaba en lo correcto. Él asintió.
"¿Y?"
"Y..." Hice una pausa, recordando la conversación en mi mente . "¿Que no tuviera sexo
contigo solo porque tal vez tú lo quisieras?"
Lo miré asombrada y se rio otra vez. "¿Qué?, ¿prefieres desflorada?" Preguntó en tono
juguetón.
Sonrió satisfecho. "Nunca, en un millón de años, creí que alguna vez estaría en
realidad feliz de que una chica me dijera esa mierda, pero lo estoy." Se rio, sacudiendo
su cabeza. "Bueno, es claro que estás dolorida así que, ¿qué te parece si te preparo un
baño y luego tal vez vamos a hacer algo hoy?"
"¿En qué estás pensando?" Preguntó después de un momento, levantando sus cejas
interrogante. Me encogí de hombros, haciendo un gesto de negación.
"Solo estoy pensando en lo protector que eres, cómo cuidas tan bien de mí cuando
estoy dolorida aunque sea solo un poco," le dije. "Eso me recuerda cuando cuidaste tan
bien de mí después de mi castigo."
Volvió a pasar la toallita sobre mí y suspiré. "Está bien, no fue un castigo entonces.
Abuso. Sin embargo, independientemente de la palabra, me ha recordado a ese día
cuando me curaste."
Me dio una pequeña sonrisa. "Sí. También hice un buen trabajo de mierda, si se me
permite decirlo," dijo bromeando.
"Lo hiciste. Eres un buen curandero. Tal vez puedas ser doctor como tu padre algún
"Tal vez. Aunque, no sé si tengo paciencia para eso. Ya veremos, supongo. De lo que
estoy seguro es que espero no tener nunca que curarte de nuevo como lo hice ese
puñetero día. No quiero verte sufrir nunca, y juro por Dios que si alguien te lastima así
de nuevo, lo mataré," dijo enérgicamente. Me quedé mirándolo por un momento antes
de asentir.
"Yo también lo espero," le dije en voz baja, haciendo una pausa. "Aunque, algo me dice
que probablemente te pondrías como loco por algo tan tonto como un corte con papel."
Él se rio, asintiendo. "Malditamente cierto. Los cortes con papel pueden ser brutales,
tesoro."
Me reí y terminé mi baño, y Edward me envolvió con una toalla cuando salí. Frotó
ligeramente mis brazos y besó mis labios con ternura, diciéndome que había una bolsa
negra de lona en la habitación con ropa para los dos. Entré a la recamara y cogí la
bolsa mientras Edward se metía en la ducha, abriéndola y sacando la ropa. Puse sus
vaqueros, camiseta y boxer sobre la cama para él y empecé a vestirme con los
vaqueros y una camiseta de manga larga que estaba empacada para mí. Edward
regresó después de un momento y comenzó a reunir nuestras cosas para llevar a casa.
"¿Estás lista?" Preguntó cuando tenía todo acomodado. Asentí y empezó a llevar cosas
al Volvo, preparándose para irnos. Una vez que cargamos todo, encendió el coche y
nos alejamos de la posada. Eché un vistazo por mi espejo lateral y observé como la
mansión se hacía cada vez más pequeña, triste de que el momento estaba llegando a
su fin y que una vez más los dos tuviéramos que regresar a la realidad de nuestra
situación. La realidad en la que a menudo teníamos que ocultar nuestros sentimientos
y representar las partes que se esperaba que representáramos, yo, la obediente
sirviente y propiedad, él, el obediente hijo y príncipe de la mafia.
"Hay cosas más importantes hoy que la escuela," me dijo. Lo miré boquiabierta.
"¿Qué es más importante que la escuela?" Pregunté, pensando en por qué se perdería
dos días seguidos. Su ceño se frunció un poco y me miró sorprendido.
"¿Qué tipo de pregunta es esa? Tú eres más importante que la escuela," dijo.
"Bella, tontita," dijo con suavidad. "¿Tienes hambre? Podemos parar en el restaurante
para almorzar."
Sonreí. "Eso suena bien," le dije. Asintió y condujo a través de la ciudad, deteniéndose
en el restaurante donde había comido con Alice la mañana anterior. Me ayudó a salir
del coche y sujetó mi mano, entrelazando nuestros dedos mientras me conducía dentro.
Las personas lo saludaron por se nombre cuando entramos, y estaba claro para mí que
no había una sola persona en la ciudad de Forks que no conociera a Edward Cullen.
Nos sentamos y la camarera se acercó, la misma del día anterior que nos había
atendido a Alice y a mí. Hoy parecía un poco más alegre, sonriendo radiante y
definitivamente más conversadora. Sin embargo, Edward apenas pareció notar su
presencia. "Quiero una coca," dijo simplemente, mirándome, esperando a que eligiera
una bebida. Sonreí y ordené lo mismo, y la camarera se fue por nuestros refrescos.
Charlamos brevemente mientras leía mi menú y la mujer regresó con nuestros
refrescos, una vez más tratando de entablar conversación. Edward ignoró su parloteo e
inmediatamente comenzó a ordenar, a pesar de que ella ni siquiera nos había
preguntado todavía si estábamos listos para pedir. Dijo que quería un filete de queso
con patatas fritas y me miró expectante. Sonreí y le dije que quería un sándwich de
pollo con patatas fritas. La camarera suspiró y tomó nuestros menús, diciendo que
volvería en un momento. Edward gimió cuando se alejó, sacudiendo su cabeza.
"Maldita gente irrespetuosa," dijo con molestia. Mi ceño se frunció por la confusión y me
quedé mirándolo.
"¿Te ha faltado al respeto?" Pregunté, sin saber de lo que estaba hablando. Negó con
la cabeza y pasó una mano por su cabello.
"En realidad no, ha sido más como una falta de respeto hacia ti," me dijo.
"Al tratar de coquetear conmigo," me dijo. Mis ojos se abrieron por la sorpresa.
Comenzó a reír y sonreí con timidez. Acercó su mano y rozó mis labios con sus dedos.
"Te amo, amore mio," me dijo, tomando mi barbilla e inclinándose hacia el otro lado de
la mesa. Yo me incliné también y presionó su labios en los míos, besándome
suavemente y con dulzura. Cerré los ojos y solo disfruté de la sensación de sus
húmedos y suaves labios contra los míos, permitiéndome por un momento olvidar que
estábamos en medio de un restaurante lleno de gente y solo sentir la adoración de
"Jefe," le dijo Edward, tratando de sonar educado pero pude percibir la naturaleza
forzada de sus palabras. Era obvio que a Edward no le agradaba por alguna razón.
"Bien, señor. ¿Y usted?" Preguntó Edward. El hombre sonrió con aire de suficiencia y me
di cuenta de inmediato que claramente él tampoco era fan de Edward, la aversión era
mutua.
"Estoy muy bien. La vida ha sido mucho menos estresante para todos nosotros
últimamente, desde que te fuiste después del incidente," le dijo. Edward y Jacob se
tensaron y pude ver como se ensanchaban las fosas nasales de Edward, sus manos se
hicieron puños mientras trataba de contener su ira. "Es bueno ver que no te metes en
problemas estos días."
"Sí, señor," escupió, el desdén claro en su voz. Suspiré y extendí mi mano por encima de
la mesa, agarrando la mano de Edward. Él me miró rápidamente, pareciendo casi
sorprendido por mi movimiento pero relajó su mano. Entrelacé nuestros dedos, dándole
una pequeña sonrisa. Curvó sus labios hacia arriba y le dio a mi mano un apretón.
"Tengo una razón para no meterme en problemas."
Mi sonrisa creció por sus palabras, sintiendo el rubor subir a mis mejillas. Se rio y
volvió a mirar en dirección del oficial de policía. "Bueno, eso es maravilloso.
Felicitaciones por eso." Edward le agradeció y el oficial de policía me saludó
brevemente antes de darse la vuelta y alejarse. Jacob se quedó allí por un momento,
mirando hacia la mesa donde mi mano y la de Edward estaban unidas con una
La mujer regresó con nuestra comida y comimos, la atmosfera una vez más relajada
después del breve encuentro. Después de que los dos terminamos de comer, Edward
ordenó un batido de fresa y lo compartimos, charlando y riendo. Estaba siendo
juguetón y de vez en cuando se inclinaba y me besaba o pasaba sus dedos por mi
mejilla o labios. Era sorprendente lo dulce y abierto que era conmigo en público, en un
restaurante repleto, rodeado de gente que lo conocía bien y conocía a su padre. Era
obvio que a Edward no le importaba, que el mundo exterior quedaba en segundo lugar
ahora comparado con lo que fuese que teníamos.
No podía explicarlo, pero había ocurrido un cambio en el aire que nos rodeaba. Al
parecer que Edward hubiese hecho el amor conmigo nos había influido a ambos y nos
cambió. Había una conexión que no había estado allí antes de anoche, una fusión de
almas y espíritu. El hacer el amor había reafirmado todo lo que ya sentía,
fortaleciéndolo hasta el grado de sentirse casi inquebrantable. Se sentía como si los
dos pudiésemos enfrentar cualquier cosa, soportar lo que sea que la vida nos pusiera
en frente mientras estuviéramos juntos. Él me había jurado que nunca me dejaría y lo
creía, porque creía en él y en su amor. Simplemente podía sentirlo, sentir su dedicación
y devoción. Nadie se interpondría entre nosotros nunca, tenía que creer de verdad en
eso.
Porque podía sentir los ojos de Jacob clavados en mí desde el otro lado del restaurante,
y no sabía lo que quería de mí o por qué parecía tan interesado, pero estaba segura
que no sería bueno para mi paz y la de Edward.
Edward cullen
Dos meses.
Han pasado exactamente dos meses desde que dejamos el George Washington Inn y
volvimos a la realidad, y han sido dos meses de mierda. El tiempo ha pasado volando,
bastante rápido, tan rápido que es jodidamente difícil creer que Isabella ya lleva con
nosotros más de medio año. Ella ha cambiado mucho durante este tiempo, los dos
últimos meses han sido una diferencia enorme en su comportamiento e incluso su
apariencia. Es jodidamente impresionante, ya que en realidad es como si fuera una
nueva persona. En el fondo, en esencia sigue siendo la misma Isabella, pero ahora
tiene más confianza en sí misma, es juguetona y puede ser bastante extrovertida
cuando está rodeada de gente que conoce.
Ya había dado algunos pasos agigantados para adaptarse al mundo exterior, lo que
me impresionó porque estaba seguro de que tomaría puñeteros años que se sintiera lo
suficientemente cómoda como para abrirse realmente. La mañana que despertamos en
la posada, ella hizo el comentario de que habíamos recorrido un largo camino juntos, y
tuve que admitir que era verdad porque juntos éramos personas totalmente diferentes,
pero tuve que preguntarme si ella de verdad entendía lo lejos que había logrado llegar
por sí misma. Ella estaba sobresaliendo en esa mierda de la alfabetización, leía libros
de cabo a rabo, acabando rápidamente con toda la colección que mi padre le había
conseguido para Navidad durante los días que estuvo en casa mientras yo estaba en el
infierno conocido como el instituto de Forks. Jasper todavía le ayudaba con eso, su
escritura mejoraba cada día. Era difícil de creer que ella apenas sabía leer y escribir
cuando entró por la puerta de nuestra casa en septiembre, ya que no te darías cuenta
al verla en estos días.
Ella había tomado esos cuadernos que Jasper le dio por Navidad y comenzó a llenar
páginas al derecho y al revés con palabras, solo escribiendo cualquier cosa, lo que
fuese que estuviera en su mente. Era fascinante leerlo, casi como un diario aunque
algunas de las mierdas que escribía eran bastante incoherentes. Ella no tenía secretos
para mí, así que no me preocupaba leer algo que se suponía no debería de ver,
También estaba dibujando mucho más últimamente, en su mayoría cosas al azar como
árboles y edificios y pendejadas que veía en televisión. Me hizo un impresionante
dibujo del Volvo hace una semana que fue clavado en la pared de la habitación junto
al que había dibujado de sí misma en Navidad. Mis dos grandes amores en la puta
vida, mi chica y mi coche. Le dije que lo único que tenía que hacer era poner mi piano y
mi arma, y estaría completo.
Sin embargo, era inútil esperar que Bella no se hubiera dado cuenta del coqueteo,
porque desde aquel día en el comedor cuando señalé que la mesera estaba
coqueteando conmigo, ella parecía haber desarrollado un maldito radar para eso.
Cada vez que una chica me sonreía o me daba ese puchero de ‘inclíname y azótame
por favor’, que no es para nada jodidamente lindo por cierto, pero yo sabía lo que
significaba, Bella me daba un codazo y me decía algo ridículo como ‘ella de verdad
está coqueteando contigo’.
También empecé a darle dinero en efectivo cuando íbamos a la tienda para que
pudiera utilizar las habilidades que había adquirido en Monopoli, contando y pagando
por su mierda ella sola. Aunque la primera vez que le entregué un billete, juraba que le
iba a dar un ataque de pánico por la forma en que su mano empezó a temblar y su
respiración se volvió superficial pero sobrellevó esa mierda y lo hizo. Por lo general, no
íbamos a muchos lugares, principalmente solo al supermercado y varias tiendas
cercanas, a veces a comer al restaurante, pero cuando íbamos me aseguré de que ella
fuese tan independiente como fuera posible. Pedía su comida, elegía su propia mierda
en la tienda, y siempre hablaba por sí misma. No trataba de ser un maldito engreído o
sonar arrogante, pero era bastante bueno en el papel de ‘novio comprensivo’. ¿Quién
demonios lo hubiera creído? E Isabella se estaba volviendo tan buena en esa mierda
de la independencia que me preguntaba si tal vez era el momento para que finalmente
hiciera su primer viaje sola.
Y conduciendo… Cristo, enseñarle a conducir era la puta cosa más difícil y estresante
que jamás había hecho. Después de sacar el automático de mi padre un par de veces,
parecía haberlo dominado y no cometía ningún error, así que tuve la brillante jodida
idea de enseñarle con un manual. Sí, un gran error de mierda. Al menos fui lo
suficientemente inteligente como para utilizar el maldito vehículo de otro y no el Volvo,
porque ella enganchaba las velocidades y se paraba cada pocos minutos, iba marcha
atrás y casi elimina mierdas en el camino. Me frustré demasiado y tuve que tirar la
toalla con eso en menos de treinta minutos y ella pareció decepcionada, así que traté
de explicarle que era definitivamente era mejor para la cordura de ambos y nuestra
maldita relación si no pasábamos por eso de nuevo. Por suerte Jasper tomó la iniciativa
y se ofreció a llevarla y enseñarle.
Se fueron más de dos horas la primera vez que él la llevó a conducir. Yo había
empezado a entrar en pánico pensando que algo estaba realmente mal, preocupado
de que ella se hubiera parado a mitad de la maldita intersección o hubiese volando
por la carretera y chocado contra un maldito árbol, pero finalmente regresaron de una
pieza con el vehículo completamente intacto. Él la llevó un par de veces más después
de eso y declaró que lo había dominado, sin pararse o enganchar alguna velocidad la
última vez. Sonreí y le dije lo jodidamente orgulloso que estaba de ella y ella estaba
sonriendo, pero aun así no había maldita manera de que yo me metiera en un coche
manual con ella al volante en un futuro cercano. Si la puñetera transmisión no
cambiaba sola las velocidades, ella no iba a conducir conmigo en el coche.
Ella parecía cada día más y más una adolescente normal y yo disfrutaba cada
La vida no había cambiado solo para Isabella en los últimos meses, al parecer había
comenzado a cambiar para todos nosotros. Papá estaba ausente mucho más tiempo,
casi cada fin de semana, ya que los negocios en Chicago se habían vuelto muy
demandantes. Jasper y Emmett estaban ocupados preparándose para la universidad,
ya que se graduaban en dos meses. Emmett y Rose se irían al otro extremo del país, a
Nôtre Dame. Emmett iría a la escuela de ingeniería en informática y Rosalie planeaba
estudiar marketing. Había esperado que se quedaran cerca por lo que me sorprendió
cuando anunciaron que querían ir a una puta universidad católica privada al otro lado
del maldito país. Pero como fuese, estaba feliz por ellos, y papá estaba tan
jodidamente eufórico que ya tenía escritos los cheques para la matrícula de ambos.
Jasper, por otro lado, se quedaba cerca e iba a ir a la universidad de Seattle. Alice se
graduaría en un año más y sabía que su argumento para no buscar más allá de eso
era ella. Se merecía mi respeto por eso, porque ahora, cuando pienso en mi futuro,
Isabella también es mi principal motivación.
Sí, ahora teníamos sexo, no había sido algo de una sola vez. Me refiero a que no era
frecuente que lo hiciéramos, pero un poco de sexo era sin duda mejor que nada de
jodido sexo. Por lo general, ocurría una vez a la semana, más a menudo el sábado
cuando mi padre estaba de viaje. Me doy cuenta que nos habíamos hecho jodidamente
predecibles con esa mierda, y solía molestarme por lo predecibles que se habían vuelto
mis hermanos desde que habían sentado cabeza pero ahora me encontré siguiendo
sus pasos. Siempre había pensado que la vida de esa forma sería aburrida, pero
ahora estaba aprendiendo que nada es jodidamente aburrido con ella. Podríamos
hacer la misma mierda día tras día, y la mitad del tiempo lo hacíamos, siempre se
sentiría fresco y nuevo con ella a mi lado.
Cuando nos alejamos de esa posada dos meses atrás, nos fuimos siendo dos personas
diferentes. Mi futuro y el de Isabella ahora estaban unidos, y nadie podía hacer nada
que cambiara eso.
Me puse algo de ropa, pasando una mano por mi cabello que todavía estaba húmedo
por la ducha. Hoy era sábado, 15 de abril para ser exactos, lo que significa que
mañana era Pascua. Isabella había comprado toda la mierda para hacer una gran
cena, pero no estaba seguro de siquiera tenía sentido hacerla, porque ni siquiera sabía
si mi padre estaría en casa. Él había estado en Chicago durante tres días haciendo lo
que fuese qué cojones la organización estuviera haciendo estos días. Le escuché
hablar de problemas con los rusos y el Departamento de Justicia de nuevo, el calor
llegándoles por todas direcciones y Aro demandando más de su tiempo. Esto a su vez
había molestado a mi padre por alguna razón. Ahora empezaba a entender que mi
padre despreciaba su puesto en la Mafia, por comentarios sutiles que estuvo haciendo
y pensé en preguntarle directamente pero tenía miedo de abrir una lata de gusanos
con ese tema. Mi cumpleaños se acercaba bastante rápido y tendría dieciocho años en
apenas dos meses. Sabía que cuando eso sucediera algo de atención indeseada sería
dirigida hacia mí, y todavía no sabía cómo abordar ese tema. Se lo había mencionado
a Isabella y ella soltó algo acerca de gente tomando decisiones precipitadas por
impresiones distorsionadas, solo después de saber la verdad y sin tener manera de
volver el tiempo atrás, tuvieron que soportar las consecuencias de sus acciones. La miré
fijamente por un momento tratando de descifrar su críptica mierda y le pedí que me
hablara en jodido inglés.
“¿Te has preguntado alguna vez por qué tu padre insiste tanto en practicar la
medicina?” Me preguntó. La miré confundido, frunciendo el ceño.
“Todo tiene que ver con eso, Edward,” dijo molesta. Sí, ella ni siquiera me ocultó su
puta molestia. Como dije, la independencia le había dado carácter. Me encogí de
hombros, pasando una mano por mi pelo. “Joder, no lo sé, Bella. Tal vez él ayuda a
algunos para resarcirse por los que ha dañado,” le dije. Ella me miró y asintió.
No tenía idea de cómo diablos sabía eso, pero no me sorprendía su sabiduría. Desde
entonces, reflexioné sobre esas palabras. Unirme a la Mafia definitivamente no era un
tema que podría ignorar o tomar a la ligera, porque ella tenía razón. No había vuelta
atrás. Una vez que se hacía y eras iniciado, era para toda la vida y todo lo que podías
hacer después de eso era lidiar con ello y esperar lo mejor. ¿Realmente quería hacer
eso y tomar el riesgo de convertirme en mi padre dentro de unos veinte años?
Salí de la habitación y bajé las escaleras. Tan pronto como empecé a bajar del
segundo piso hacia el vestíbulo, fui asaltado por el olor de tocino, huevo y pan tostado
y el sonido de charla. Sonreí al escuchar la risa de Isabella sonar entre la plática de
mis hermanos.
“¿Qué pasa cabrones?” Les dije, entrando en la cocina donde estaban todos reunidos.
Me saludaron y me acerqué donde estaba Isabella, frente a la estufa, envolviendo mis
brazos alrededor de su cintura. Ella volvió su cabeza para mirarme, apartando la vista
de la tostada francesa que estaba haciendo.
“Hueles bien,” dijo inclinándose hacia mí para rozar sus labios contra los míos
rápidamente. Sonreí satisfecho y murmuré, asintiendo.
“Eso es lo que pasa cuando tomas una ducha, Bella. Te quitas la peste de encima,” le
dije. Ella rodó los ojos y volvió su atención de nuevo a la estufa, volteando la tostada
francesa.
Le eché un vistazo a Isabella viendo como sonreía con picardía porque realmente
hacía esa mierda. No estaba encima de Emmett golpeándolo con una puta cuchara de
madera cuando estaba tratando hacer la comida, pero siempre me dejaba picar
mientras la hacía.
“Es una de las ventajas de ser el novio,” le dije, encogiéndome de hombros y soltando
a Isabella. Caminé hacia el refrigerador y abrí la puerta, tomando la garrafa de jugo
de naranja. La cerré y levanté la vista para ver a Isabella entregándome un vaso. Le
sonreí y lo tomé, agradeciéndole mientras me servía algo de beber.
“Sí, bueno, esa mierda no es justa,” dijo Emmett. Me eché a reír de nuevo.
Me volví de nuevo hacia Isabella y le di un rápido beso, diciéndole que iba a pasar el
rato con mis hermanos mientras ella terminaba el desayuno. Me dirigí hacia la sala de
estar, sentándome junto a Emmett en el sofá. Lo miré, sorprendido cuando vi el
pequeño microchip colocado en su dedo índice. “Cristo, Em, esa mierda es
jodidamente pequeña.”
Él se echó a reír. “Sí. Proviene de Rakon, una empresa en Nueva Zelanda. ¿Te puedes
imaginar lo difícil que es encontrar esta maldita cosa si está oculta? No hay forma de
que papá lo encuentre,” dijo. Yo sonreí y asentí.
“Excelente,” le dije. Habíamos estado trabajando en la situación del GPS en los últimos
dos meses, poniendo en acción el plan que se le había ocurrido. Había conseguido
unos cuantos bloqueadores de GPS bastante poderosos de mi conexión en Port
Angeles, gastando un montón de dinero por ellos, y tenía uno pequeño conectado en el
Volvo. Se metía en el enchufe para el encendedor y casi parecía un cargador de
teléfono pero con una antena en él en lugar de un alambre. La primera vez que
Isabella entró en el coche después de conseguirlo, me preguntó por él, e inventé alguna
mierda sobre que era una antena que mejoraba la recepción o algo así. Me sentí mal
al mentirle, pero no había manera de que pudiera decirle la puta verdad sobre ello sin
Suspiré, asintiendo con la cabeza. Esa era la parte difícil del plan, la parte que todavía
teníamos que resolver. Papá nunca iba a ninguna parte sin esa maldita cosa, rara vez
la perdía de vista y no era como si alguna vez tendríamos una razón válida para
pedirla prestada.
“NO,” dijimos al mismo tiempo Emmett y yo. La frente de Isabella se arrugó por la
confusión y Jasper se echó a reír con más fuerza.
“Está bien,” dijo después de un segundo. “Como digan. Son muy raros.” Sacudió la
cabeza y se dio la vuelta, saliendo de la habitación. Vi como desapareció y me eché a
reír.
“Maldito gatito, convirtiéndose cada vez más en un tigre,” dijo Emmett, incorporándose
de nuevo y sosteniendo el microchip. Yo asentí.
“Cristo, Emmett, ¿has estado tomando putos esteroides? Es como si te hicieras más
fuerte cada maldito día,” le dije, llevando la mano a mi espalda y tratando de frotar el
lugar que acababa de golpear. Él se echó a reír, negando con la cabeza.
“Como digas,” murmuré, negando con la cabeza pero haciendo una nota mental para
hacer algunos malditos abdominales o salir a correr después. No podía empezar a
descuidarme, sobre todo si quería empezar el respaldo de fútbol en unos meses. Tenía
que ponerme de nuevo en forma, para no empezar a lucir como un jodido mariquita
como Newton o algo así.
“Chicos, ¿van a comer o qué?” Isabella gritó desde la mesa donde la comida estaba
puesta. Suspiré y Emmett se echó a reír.
“Maldición Izzy Bizzy, ten algo de paciencia gatito. Ya vamos,” dijo, echándome un
vistazo y sonriendo. Él disfrutaba la recién descubierta vivacidad de Isabella mucho
más de lo que debería. Me atrevo a suponer que a ese hijo de puta solo le gustaba el
hecho de que ahora había alguien que me llamaba la atención por mi mierda, alguien
de quien yo realmente lo aceptaría.
“Entonces, ¿qué van a hacer hoy?” Pregunté a mis hermanos cuando Isabella comenzó
a recoger mierdas. Jasper se encogió de hombros, murmurando alguna mierda sobre
pasar el rato con Alice y sus padres y Emmett dijo que iba a llevar a Rosalie a Port
Angeles en una cita. Suspiré y asentí, sin tener una puta idea de qué hacer con
Isabella. No quería simplemente quedarme sentado por ahí en la maldita casa, porque
era agradable salir ahora que la primavera había llegado, pero no es exactamente
como si hubiera exceso de actividad en este pequeñísimo pueblo.
“¿Nena?” Le pregunté en voz baja. Ella volvió su cabeza para mirarme y sonrió,
levantando sus cejas inquisitivamente. “¿Qué quieres hacer hoy?”
Se encogió de hombros. “Lo que tú quieras hacer, Edward,” dijo volviéndose de nuevo
para terminar su trabajo. Gemí y pasé la mano por mi pelo.
“Si supiera qué demonios quiero hacer, ¿crees que me hubiera molestado en
preguntar?” Le pregunté, sacudiendo la cabeza en frustración. Ella se rio suavemente y
yo estreché mis ojos, pero mi enojo rápidamente se disipó cuando ella volvió a mirarme
con una sonrisa en su rostro. Era un puto imbécil por ella ahora, con solo una maldita
sonrisa podía calmarme. Cristo, Emmett tenía razón… me estaba haciendo un blando.
“Sí, en realidad no había pensado en eso,” dijo. “Siempre me pides mi opinión, lo que
agradezco.”
Me quedé mirándola un momento antes de suspirar. Joder, ella me había pillado con
esa. “Así que, dime Isabella. ¿Tienes alguna opinión en esta ocasión? Porque de
verdad no tengo idea.”
“Sí, eso no va a pasar. Ya de por sí pasamos mucho tiempo en este hoyo de mierda,”
le dije. Ella volvió a mirarme y me dio una pequeña sonrisa antes de terminar su
trabajo. Sí, ella no estaba siendo de jodida ayuda.
Seguí observando a Isabella y sentí que mi bolsillo comenzaba a vibrar, ‘Because I Got
“¿Qué pasa, Ben?” Respondí. Isabella sonrió levemente, dándose cuenta de quién era,
y se dio la vuelta de nuevo para terminar con lo que demonios fuera que estuviera
haciendo.
“Ey Cullen, se supone que tenía que pasar mañana por algunas cosas de tu padre, él
dijo que estaría en casa para entonces. Ha pasado algo, y mis padres me obligan a
salir de la ciudad con ellos. ¿Estás en casa? Porque voy para allá ahora, si se puede,”
dijo, sin molestarse siquiera en cortesías. “He intentado llamar a tu padre, pero no
contesta, así que he pensado que podría preguntarte, que probablemente sabrías.” Me
quedé callado, debatiéndome en si hacerlo o no, pero papá siempre me hacía
encargarme de mierda con Ben de todos modos, así que pensé que no habría
problema en hacerlo ahora antes de lo previsto.
“Sí, aquí estaré,” le dije. Dijo que me vería en unos minutos y colgué, deslizando el
teléfono en mi bolsillo de nuevo.
“El tono que tienes para él no es muy sutil,” dijo Isabella jugando, arrojando un trapo
en la encimera y acercándose a mí. Ella había descubierto en las últimas semanas,
que Ben era un traficante de drogas y conseguía su mierda de mi padre. Sonreí,
encogiéndome de hombros. “Nadie dijo que fuera bueno siendo sutil, Bella. Creí que
eras consciente de que soy muy directo,” le dije. Ella sonrió y envolvió sus brazos en
torno a mí, recostando su cabeza en mí.
“Es cierto,” murmuró. “Una de las muchas cosas que amo de ti es que eres directo.
Aprecio la honestidad.”
Me reí entre dientes, porque ella podía ser jodidamente ingeniosa cuando quería, y la
atraje de nuevo hacia mí. “¿Así que estás diciendo que eres feliz?” Le pregunté.
“Por supuesto que soy feliz,” dijo frotando su nariz en mí. Mi corazón henchido con todo
ese amor que sentía ante el hecho de que a pesar de todo, yo era capaz de hacerla
sentir al menos algo de felicidad después de todo.
Nos quedamos allí unos momentos antes de escuchar el sonido de grava crujiendo
fuera. Suspiré e Isabella se apartó de mí, ambos mirando por la ventana. Vi la
furgoneta color azul deteniéndose, y a Ben que bajaba del asiento del conductor.
“¿Puedes dejarlo entrar, tesoro? Tengo que ir a buscar su mierda,” le dije, frotando
suavemente sus brazos. Ella sonrió y asintió, me incliné para besar rápidamente sus
labios. Salí de la cocina y saqué las llaves de mi bolsillo, buscando entre ellas hasta
que encontré la de la habitación bajo las escaleras. Abrí la puerta y entré, bajando al
sótano. Me detuve al final de las escaleras, suspirando y pasando la mano por mi pelo
mientras miraba alrededor. Caminé hacia una caja enorme y la abrí, sacando el
paquete con la enorme B, escrita con la letra de mi padre. Cerré la caja y me di la
vuelta, y me detuve cuando mis ojos cayeron en las pistolas colocadas en el estuche en
la pared. Sonreí satisfecho cuando una idea me golpeó, sabía exactamente lo que
Isabella y yo íbamos a hacer hoy.
Salí del sótano y escuché las voces de mis hermanos en el momento que llegué al
primer piso. Salí de la habitación y saludé a Ben, entregándole el paquete. Me
agradeció y me entregó un sobre que deslicé en mi bolsillo trasero.
Nos quedamos allí charlando un momento, antes de que Ben dijera que tenía que
llevar la mierda a su casa y esconderla antes de que sus padres llegaran. Se fue y mis
hermanos dijeron que se iban y no volverían hasta más tarde. En cuantos se cerró la
puerta principal y los tres hijos de puta se habían ido, me volví hacia Isabella y sonreí
con suficiencia.
“Así que, ¿qué quieres hacer hoy?” Le pregunté, levantándole una ceja. Ella sonrió y
rodó sus ojos juguetonamente, porque ya había respondido antes esa puta pregunta.
“Esperaba que dijeras eso,” le dije, dándome la vuelta y dirigiéndome de nuevo hacia
Sus ojos se abrieron por la sorpresa. “Yo, eh… no creo… que deba entrar ahí.”
Ella se quedó mirándome un momento antes de negar con la cabeza. “Jasper dijo que
me mantuviera lejos, que estaba cerrado por una razón,” dijo tímidamente. Yo asentí.
“Está cerrado por una razón, al igual que yo tengo una maldita llave de la habitación
por alguna razón,” le dije, encogiéndome de hombros.
“¿Por qué tienes una?” Preguntó con curiosidad. Suspiré, encogiéndome de hombros
otra vez.
“Está bien,” dijo con timidez después de un momento, asintiendo. Se acercó donde yo
estaba e hizo una breve pausa antes de entrar en la habitación. Se detuvo al entrar y
entré detrás de ella, poniendo mi mano en su cadera e inclinándome para besar
suavemente su nuca.
“¿Ves?, no ha sido tan aterrador,” le dije en broma. Ella rodó los ojos y trató de darme
un codazo pero me hice a un lado, riéndome.
“No es a la habitación a lo que le tengo miedo, Edward,” dijo. “Es al hombre al que
pertenece a quien tengo miedo.”
Me encogí de hombros. “No tienes por qué tener miedo de nada, Bella. Yo te
“Sé que lo intentarás,” dijo. “Pero no siempre puedes estar ahí para salvarme. No eres
exactamente un superhéroe.”
“¿Quién lo dice?” Le pregunté, levantando una ceja. Su ceño se frunció por la confusión
y me eché a reír. “No estoy hablando de esa mierda del superhéroe, Bella. Cristo, soy
más como el maldito malo de la película que nada. Me refiero a la parte de no estar
siempre ahí para salvarte. ¿Por qué crees eso?”
“Porque no puedes. Tienes tu propia vida para vivir,” dijo, encogiéndose de hombros.
Me reí secamente, sacudiendo mi cabeza.
“¿No has comprendido el jodido concepto de que tú ahora eres mi vida? No hay ni una
mierda sin ti. No hay razón para vivir si no estás conmigo,” dije encogiéndome de
hombros. Sus ojos se abrieron por el shock mientras me miraba boquiabierta.
“No puedes decir eso, Edward. Incluso si algo me pasara, tienes que seguir viviendo.
No puedes solo darte por vencido,” dijo y sonó casi como si estuviera entrando en
pánico. Hice un gesto de negación.
“No sería darme por vencido, Bella. Sería sucumbir, creo que hay una diferencia. En
cualquier caso, no importa. Nada va a pasarte, así que no tiene maldito sentido
preocuparnos por ello,” dije, caminando hacia el armario y entrando en él. Miré hacia
atrás para ver si me estaba siguiendo, mirándome con curiosidad. Abrí la puerta que
conducía al sótano y sus ojos se abrieron un poco por la sorpresa. “Puede que no sea
un superhéroe, pero sí tengo una Baticueva. Y puede que sea mortal, pero soy capaz de
matar a un hijo de puta antes de que él tenga la oportunidad de hacerme daño o a
alguien a quien amo.”
Ella me miró como si estuviera a punto de debatirme, pero finalmente suspiró, sonando
resignada.
La miré fijamente un momento, preguntándome qué era lo que ella pensaba que era
tan irracional y volátil acerca de lo que había dicho, pero finalmente decidí
simplemente dejarlo pasar por el momento. “¿Recuerdas cuando los socios de mi padre
vinieron de visita desde Chicago?” Le pregunté. Ella me miró con una extraña
expresión en su rostro, lo que me confundió por un momento antes de que me diera
cuenta de lo que había preguntado. Por supuesto que recordaba esa mierda, el maldito
James casi la viola. Ella nunca olvidaría eso. “Sí, pregunta estúpida, lo sé. El punto es,
que esa primera noche que me quedé en tu habitación te dije que algún día te
enseñaría cómo usar un arma. Bueno, ese día es hoy, tesoro.”
“¿Te parece que estoy bromeando?” Le pregunté, levantando mis cejas. Ella negó con
la cabeza vacilante. “Muy bien, entonces. Siempre es bueno saber cómo protegerte por
si acaso, porque en realidad nunca se sabe cuándo lo necesitarás. Además, no hay
nada más que hacer y Cristo, ¿sabes lo jodidamente sexy que te vas a ver, disparando
un arma?”
Ella se sonrojó y me reí entre dientes. “Eh, está bien… quiero decir, si crees que va a
estar bien,” comenzó, encogiéndose de hombros y mirándome con cautela. Podía ver
su recelo acerca de la situación, su preocupación de que mi padre fuera a enojarse.
Suspiré y metí la mano en mi bolsillo, sacando mi teléfono. Revisé mis contactos y
marqué el número de teléfono de mi padre, llevando el teléfono a mi oído. Le había
dicho que si alguna vez decidía llevarla a disparar sería lo suficientemente hombre al
respecto y primero acudiría a él, así que eso es lo que estaba haciendo. El teléfono
sonó un par de veces antes de que respondiera el buzón. “Ey, voy a llevar a Isabella a
practicar tiro. Estoy intentando dejarlo claro o lo que sea, pero no contestas tu puto
teléfono. Así que sí, he pensado que agradecerías que te lo dijera. Nos vemos cuando
sea que regreses.”
“Blancos. Munición extra. Mierda para seguridad, como protectores de oído y gafas,” le
dije. Ella me miró y le sonreí con suficiencia. “Dependiendo de tu estado de ánimo, tal
vez un chaleco antibalas para mí.”
Me reí entre dientes cuando ella se sonrojó. “Tú sabes que nunca… ya sabes… te
dispararía.”
Vaciló pero dio los últimos pasos para acercarse, mirando hacia abajo, a la entrada
del sótano. Se detuvo y estiré mi mano, tomando la suya. Comenzó a bajar las
escaleras después de un momento y la sujeté, a sabiendas que los escalones podían
ser una poco estrechos y difíciles de bajar si no estabas acostumbrado a ellos y joder,
no quería que se cayera ni nada. Ella se sujetó de mi mano con fuerza y se detuvo al
final de los escalones, mirando alrededor. Bajé el último de los escalones detrás de ella
y puse mis manos en sus caderas, inclinándome para besarla ligeramente en su cuello.
Ella miró hacia mí, parecía nerviosa pero pude ver la curiosidad en sus ojos. Al menos
estaba jodidamente intrigada, era un comienzo. “¿Contrabando? ¿Así que todo aquí es
Negué con la cabeza y solté sus caderas, pasando una mano por mi pelo. “No, en sí no
todo es ilegal, pero todo es jodidamente desagradable,” le dije. Me quedé callado y
miré a mi alrededor a todos los cajones, cajas y baúles colocados alrededor. “Toda
esta mierda es principalmente el alcohol y las drogas que importan y distribuyen en el
área,” le dije, haciendo un gesto con la mano alrededor de dónde estábamos de pie.
Ella asintió y miró a su alrededor.
“Hay mucho,” dijo llevando su labio inferior dentro de su boca para masticarlo. Sus
puñeteros nervios estaban destacando y me pude dar cuenta que estaba algo
incómoda aquí abajo, y me estaba empezando a preguntar si había sido una buena
idea. No quería estresarla, pero era demasiado tarde para cuestionar esa mierda
ahora. Ya estaba aquí abajo.
“Sí, lo es. Vamos,” le dije, señalando con la cabeza hacia el espacio frente a nosotros.
Empecé a caminar y ella me siguió, pero se congeló cuando las armas estuvieron a la
vista. Me di la vuelta para mirarla y me di cuenta que estaba mirando con la boca
abierta a la pared, parecía sorprendida, confundida y asustada.
“Sí, ¿qué puedo decir? Él ama sus malditas armas,” murmuré. Me acerqué a un
armario y lo abrí, sacando una caja de balas. “Pero como he dicho antes, no debes
temerlas. No pueden hacerte daño, solo la gente puede.”
Finalmente apartó sus ojos de ellas y me miró. “Sí, lo recuerdo. Así que, ¿qué más hay
por aquí?” Preguntó, mirando más allá de mí. Suspiré y la miré con recelo.
“El calabozo,” dije en voz baja, sin saber cómo iba a reaccionar ante el hecho de que
prácticamente teníamos una cámara de tortura aquí abajo. Se me quedó mirando un
momento antes de asentir.
“Está bien, entonces,” dijo simplemente, obviamente sin querer considerar la mierda
que acababa de decir. La ignorancia era felicidad, supongo. “¿Hemos terminado?”
Podía sentir la ansiedad en su voz, pero estaba luchando por mantener la compostura
“Wow, ¿la gente en realidad hace eso? Pensaba que solo era en las películas,” dijo, la
curiosidad clara como el agua en su voz. Me reí entre dientes, sacudiendo la cabeza
mientras ella caminaba hasta donde yo estaba de pie frente a la caja fuerte.
“Tienes que tener tanto la llave como la clave para abrirla,” le dije. Sonreí con
suficiencia, volviéndome para mirarla. “La clave es la misma que la de la alarma de la
puerta principal. ¿Recuerdas cuál es?”
Ella me miró y se quedó en silencio por un momento. “¿Seis, dos, tres, siete, tres?,”
preguntó vacilante. Asentí con la cabeza.
Abrí la puerta y una carpeta se deslizó hacia fuera, golpeando el suelo y esparciendo
un montón de papeles. Miré hacia abajo y suspiré, molesto por esa mierda. Arrojé el
sobre con el dinero en la caja fuerte y me agaché, comenzando a recoger los papeles
cuando la palabra “Swan” captó mi atención. Me quedé inmóvil, echando un vistazo
rápido al papel, mi corazón comenzó a latir erráticamente cuando vi las letras ADN
escritas en la parte superior.
“Nena, ¿quieres subir a mi habitación y coger mi mochila para meter toda nuestra
mierda?” Le pregunté, agarrando el resto de los papeles y poniéndome de pie
rápidamente antes de que pudiera preguntarme qué demonios estaba leyendo. “Solo
deja mis libros sobre la cama.”
“Sí, claro,” dijo dándome una pequeña sonrisa antes de darse la vuelta y salir
rápidamente de la habitación. Dejé escapar un suspiro de alivio, sujetando los papeles
en mi mano con fuerza. Mi mente trabajaba rápidamente mientras me debatía con
intensidad en cuanto a qué hacer. Joder, quería leerlos, estaba desesperado por saber
“Ese prado del que te hablé hace algunos meses, el que encontré vagando por el
bosque hace unos años. Está tan fuera del camino que no tenemos por qué
preocuparnos de molestar a nadie,” le dije.
Ella corrió para preparase y yo salí hacia el Volvo. Abriendo la puerta del conductor y
metiendo la mano debajo del asiento. Saqué la M1911 .45 ACP y la deslicé en la
cintura de mis pantalones, volviendo a cerrar el coche. Me dirigí al interior y me
encontré con Isabella en el vestíbulo, con sus zapatos puestos y lista para irse. Me reí
ante su evidente entusiasmo y fuimos a la cocina, preparando algunos puñeteros
sándwiches y los envolvimos para cuando tuviéramos hambre, porque era una
caminata jodidamente larga y lo último que quería era morir de puta hambre en el
camino.
Puse los sándwiches en la mochila junto con unas cuantas botellas de agua antes de
ponerla en mi espalda. “¿Estás lista?” Le pregunté, levantando las cejas
inquisitivamente. Ella asintió y la tomé de la mano, llevándola hacia la parte trasera de
la casa y cerrando cuando salimos. Nos dirigimos hacia el bosque, solo caminando y
conversando, tomados de la mano y sonriendo. Parecíamos dos malditos tontos
enamorados, pero supongo que en sí eso era exactamente lo que éramos. Fue una
larga caminata de mierda, alrededor de ocho kilómetros para ser exactos y nos llevó
casi dos horas con lo jodidamente lento que estábamos caminando. Pero valió la pena,
porque en el momento que llegamos al claro Isabella jadeó, una mirada de puro
asombro dominó su rostro. Fue jodidamente extraño, pero yo siempre había sentido
que entrar en el claro del pequeño prado era como entrar a una burbuja de paz, como
si cada causa de estrés, preocupación y jodido hecho de la vida hubiera desaparecido
en la línea de árboles y todo lo que encontrabas dentro era pura serenidad. Y sé que
sueno como una jodida chica, como el maldito mariquita que me estaba sintiendo en
estos días, pero era cierto. Este había sido mi refugio durante años, donde por fin pude
encontrar armonía. Y estaba claro por la reacción de Isabella, que al entrar en el prado
se había sentido de la misma forma.
“Es hermoso,” dijo Isabella finalmente, con voz tranquila. Sonreí y besé el tope de la
cabeza.
“Sí, es agradable. Solía venir aquí todo el tiempo para alejarme de todo, solo para
olvidar toda esa mierda,” le dije. Suspiró y se recostó sobre mí y nos quedamos allí
unos momentos más, disfrutando del paisaje.
Ella pareció entenderlo y le entregué las orejeras y unas gafas de seguridad, haciendo
que se pusiera las malditas cosas. Yo nunca las usaba, pero quería asegurarme que
ella estuviera a salvo y no quería que se asustara por el ruido del disparo. Ya la tenía
colocada y alineada, diciéndole que se concentrara en la parte inferior del blanco y
disparara un tiro cuando estuviera lista.
Di un paso atrás y la observé mientras estaba allí parada, apuntando el arma. Sus
manos temblaban ligeramente por los nervios y solo me quedé ahí parado
pacientemente, sabiendo que iba a necesitar algo de tiempo antes de que se relajara y
pudiera sostener el arma con firmeza. Ella suspiró profundamente y apretó el gatillo y
yo retrocedí instintivamente cuando ella hizo su primer disparo. El culatazo cuando
apretó el gatillo y expulsó el cartucho la sobresaltó, porque como un puto idiota no le
había explicado esos aspectos detalladamente y ella gritó malditamente fuerte y casi
dejó caer el arma. Afortunadamente mantuvo su agarre en ella y no cayó al suelo, pero
me miró, viéndose jodidamente asustada.
Suspiré y pasé la mano por mi pelo, mirando hacia el blanco. Había fallado en darle a
ese hijo de puta por más de un maldito kilómetro.
Me acerqué a ella y puse mis brazos a su alrededor, alineándola para que quedara
frente al blanco. Sostuve la pistola con firmeza y puse mi dedo en el gatillo, diciéndole
que pusiera sus manos sobre las mías. Apunté y apreté el gatillo, dando un disparo
que dio directamente en el blanco. Isabella se estremeció, pero no parecía sorprendida
o asustada en ese momento, supongo que al menos sabía qué jodidos esperar. Me di
cuenta inmediatamente que había hecho exactamente la misma maldita cosa con lo de
disparar que con la conducción, lanzarla directamente a hacer esa mierda.
Disparamos el resto de las balas de esa forma y ella pareció relajada al momento en
que todas las balas fueron expulsadas, sin siquiera pestañear en la última. Pareció
asimilar lo que yo estaba haciendo y después de que volví a cargar le pregunté si
quería intentarlo de nuevo sola. Ella dudó pero asintió, llevando su labio inferior al
El último disparo que hizo finalmente le dio al jodido blanco, malditamente cerca del
centro. Sonreí satisfecho y ella jadeó, sus ojos se abrieron por la sorpresa de que
realmente le había dado a esa maldita cosa. Me reí entre dientes y me acerqué a ella,
cogiendo el arma y recargándola. Se la di de nuevo y ella sonrió, sus ojos brillando por
la emoción. Ahora que estaba relajada y su puñetero miedo se había disipado,
realmente podía disfrutar. Ni siquiera podía imaginarme como jodidos se sentía,
empuñando algo tan malditamente peligroso y poderoso después de toda una vida de
opresión. Tenía que ser una enorme oleada de adrenalina. Me quedé detrás y la
observé mientras disparaba unas cuantas rondas, su puntería iba mejorando bastante
a medida que se sentía más cómoda. Le dio al blanco tres veces seguidas, la tercera
vez dando directamente en el centro del blanco. Ella gritó entusiasmada y se volvió
para mirarme, olvidando bajar la maldita arma en el proceso. Me estaba apuntando
directamente con la hija de puta y me agaché, lanzando mis malditas manos hacia
arriba de manera protectora. No es como si pudiera haber detenido una maldita bala
si ella hubiera apretado el gatillo de forma accidental, pero era una reacción natural
teniendo una pistola apuntando hacia mí.
“¡Cristo, Bella, cuida la mierda que haces!” Le grité. La oí jadear y eché un vistazo,
viendo que bajaba el arma inmediatamente, sus ojos abriéndose aún más por el
miedo.
“Lo siento,” dijo rápidamente, sonando asustada. Suspiré y dejé caer mis manos,
negando con la cabeza.
“Está bien. Joder, nena. Nunca debes de hacerle esa mierda a la gente. Nunca apuntes
un arma cargada a nada o nadie a menos que estés dispuesta a disparar esa hija de
puta, ¿me has oído?” Le pregunté, pasando la mano por mi cabello, mi corazón
latiendo de forma irregular. Mi padre era la única otra persona que alguna vez había
apuntado un arma hacia mí y estaba seguro que él nunca me dispararía, pero yo no
era estúpido. Sabía que Isabella fácilmente podría apretar el gatillo por accidente y
volarme la puta cabeza. Ella asintió rápidamente.
“No fue mi intención hacer eso,” dijo, todavía con pánico en su voz. Suspiré y asentí.
“Lo sé. Como he dicho, sé que nunca harías esa mierda intencionadamente, pero no
puedes dejarte llevar y perder la concentración. Esta mierda es seria. Cristo, tal vez
debería haber usado ese maldito chaleco antibalas,” le dije. Ella asintió en
Disparó una ronda, apenas dando en el blanco pero sonriendo ligeramente para sí
misma. Me di cuenta que se sentía orgullosa y trataba de contenerse, sin querer
entusiasmarse demasiado y perder la concentración. Suspiré y me acerqué a ella por
detrás. Puse mis manos sobre sus caderas y ella saltó ligeramente por el contacto, pero
trató de mantenerse concentrada. Disparó las últimas balas y bajó el arma,
echándome un vistazo. Le sonreí y tomé el arma de sus manos, empezando a cargarla
de nuevo.
“Ah, la mia bella ragazza. Lo estás haciendo jodidamente bien, ¿sabes?” Le dije,
queriendo que supiera esa mierda. Se merecía sentirse bien consigo misma, porque lo
estaba haciendo mejor de lo que esperaba que lo hiciera la primera vez que tiraba al
blanco. Ella sonrió ampliamente, esa chispa regresó a sus ojos casi al instante. Hizo un
disparo y dio un respingo, ya que se escuchaba mucho más fuerte sin las orejeras, pero
por suerte mantuvo la compostura. Puse mis manos en sus caderas y me quedé detrás
de ella, viendo la expresión de concentración y determinación en su rostro mientras
enfocaba. Podía sentir su cuerpo tensarse ligeramente por la anticipación, sus
músculos se pusieron rígidos y su cuerpo vibraba cuando disparaba. La fuerza pura y
el poder exudando de ella y la confianza en sí misma que estaba demostrando eran
jodidamente sexy y pude sentir mi polla excitarse en mis pantalones a medida que ella
disparaba un tiro tras otro.
“Oops,” susurró cuando los pájaros comenzaron a chillar, oyéndose una conmoción en
los árboles. Me eché a reír y acaricié con mi nariz su cuello, besando su piel.
“Mi culpa, tesoro. No debería haberte distraído,” le dije. “Pero en mi defensa, de verdad
eres completa y jodidamente tentadora para tu propio bien. Mejor el pájaro que yo, de
todos modos.”
“Sí, bueno, tengo un montón de puta práctica, amor,” le dije. Ella me dio una pequeña
sonrisa, asintiendo con la cabeza.
Nos quedamos allí parados y abrazados por un momento antes de que me alejara un
poco, inclinándome para presionar mis labios contra los suyos con suavidad. Ella abrió
sus labios y llevó su lengua hacia afuera y yo la besé con fuerza, saboreando su dulce
brillo labial y su boca con sabor a menta. Sus labios eran tan suaves y cálidos, cada
centímetro de ella era acogedor.
Dejé que mis manos recorrieran su espalda, pasándolas sobre su culo y apretando sus
mejillas. La atraje hacia mí, presionando mi polla en ella. Gimió cuando la sintió, el
sonido aumentando mi maldita excitación. “¿Me vas a dejar entrar esta noche en ese
coño, tesoro?” Murmuré contra su boca, mordiendo su labio inferior con mis dientes. Sí,
sí, no siempre soy un maldito romántico, solo tengo diecisiete años ¡por el amor de
Cristo! Mis hormonas todavía me dominaban a veces.
“Tal vez,” murmuró. Sonreí satisfecho y besé de nuevo su boca, porque un tal vez
siempre era mucho mejor que un jodido no.
Nos quedamos allí descansando más o menos una hora, solo recostados en la hierba y
hablando, antes de empezar a recoger nuestra mierda y a ponerla de nuevo en la
mochila. Me la puse y tomé su mano, entrelazando nuestros dedos cuando nos pusimos
en camino a través del bosque hacia la casa. La caminata de ocho kilómetros fue
mucho más difícil de lo que recordaba que era la caminata al prado, a pesar de que
charlamos y bromeamos durante el viaje para distraer nuestra atención. Nos llevó más
de dos horas y mis putas pantorrillas dolían, mis músculos ardían de tanto uso. Yo
acostumbraba correr por los putos senderos durante horas para desestresarme así que
caminar ocho kilómetros al paso de una maldita tortuga no debería ser un problema,
pero estaba sintiendo esa mierda. Hasta Isabella parecía sentirlo, cuando se
agachaba y frotaba su pantorrilla de vez en cuando como si estuviera tratando de
disolver un nudo. Estaba claro que no era el único que se había vuelto un flojo. Ella se
Cerró la puerta y caminó hacia mí, metiéndose en la cama, a mi lado. Hice que se
diera la vuelta para quedar frente a mí, sonriéndole.
“Te ves cansado,” dijo en voz baja, extendiendo su mano y pasando sus dedos por mi
mejilla.
“Lo estoy. ¿Qué tal si…” Empecé, pero fui abruptamente interrumpido por un puto
bostezo. Ella se rio y yo sonreí, negando con la cabeza. “Maldita sea, hombre. Como te
decía, ¿qué tal si dormimos un poco? Siempre puedo darle a ese coño mañana.”
Sus ojos se abrieron y extendió su mano, dándome un ligero golpe. “¡Edward! Esta es
la segunda vez hoy, sabes que odio esa palabra.” Me reí entre dientes y me encogí de
hombros. La mitad del tiempo solo decía esa mierda para sacarla de sus casillas,
porque sus reacciones podrían ser jodidamente divertidas.
A pesar de mi cansancio y la pesadez en mis ojos, Bella logró quedarse dormida antes
que yo. Luchaba por desconectar mi mente y olvidarme de la imagen de Bella con un
arma. Era impresionante cuan en jodido control se veía, cuan dominante y fuerte
parecía ser. Ella sería una fuerza a tener en cuenta cuando finalmente encontrara la
libertad que se merece y sea capaz de encaminarse en el mundo y seguir sus sueños.
No veía la hora de ver esa mierda, de verla volverse la mujer que estaba destinada a
ser.
También parecía que no podía conseguir sacarme de la cabeza ese papel que había
visto en la oficina de la planta baja. Había apartado esa mierda de mi mente todo el
día, tratando de no pensar en ello y así poder centrarme en Isabella, pero ahora que
todo estaba en silencio y el día estaba llegando a su fin, al parecer no era capaz de
dejar de pensar en esa mierda. Sabía que la organización tenía un fácil acceso al
ADN. No solo tienen un médico entre ellos que podría ser jodidamente cauteloso con
respecto a tomar muestras, sino que también había oído hace algunos años que cada
persona que es iniciada se le hace sangrar. De manera que ellos tendrían acceso a esa
mierda personalmente, y encima de eso ellos tenían personas en el interior, por
supuesto, que podían entrar en la base federal de datos de ADN, el CODIS, para ver el
ADN de alguien con el fin de hacer una comparación. Así que francamente, no había
manera de saber de dónde venía ese puto ADN, fuera que ellos aún estuvieran con
vida o no. Joder, podrían haber muerto hace décadas por lo que sabía. No había
manera de que saber el ADN de quién demonios pegaba dónde.
Al momento en que esa idea llegó a mi mente, recordé una conversación telefónica de
mi padre de algunos meses atrás, no mucho después de que Isabella llegó. Habíamos
estado viendo esa mierda de película de Jimmy Hoffa y alguien lo llamó por algunas
marcas (N.T. Aquí se utiliza la palabra hit, que se traduce resultado o golpes, en el
caso de la mafia es una clave que se utiliza para asesinatos ‘marcas’. Cuando llaman
a Carlisle, él usa hit y Edward entiende que se está refiriendo a asesinatos cuando
están hablando de los resultados de la prueba de ADN), y mi padre parecía
sorprendido, diciendo que esa mierda no era posible y que lo hicieran de nuevo.
Recuerdo que esa mierda me sorprendió, porque por lo general él nunca era tan obvio
cuando hablaba de las marcas tradicionales de la mafia, los cuales eran asesinatos.
Miré a la figura de Isabella dormida. ¿Quién diablos era ella en realidad? Estaba claro
que ella no lo sabía, pensaba que era una simple esclava, pero me estaba dando
cuenta que era mucho más que eso. Estaba claramente relacionada con alguien, y no
estaba seguro de quién era, pero sabía que no era algo que mi padre se estuviera
tomando a la ligera. Prácticamente me había exigido que dejara de buscar respuestas,
soltando esa mierda de que no quería perderme como había perdido a mi madre, si no
me detenía. Con quién fuese que ella estuviera relacionada era alguien importante, y
probablemente jodidamente poderoso y mi padre no quería que esa mierda saliera a
la luz.
Repasé esa mierda una y otra vez durante un rato antes de que mi cuerpo finalmente
tomara el control, bloqueando mi mente y cayendo en un profundo sueño. Me desperté
abruptamente un poco más tarde por un fuerte ruido y me senté rápidamente, mirando
alrededor confundido. La habitación todavía estaba oscura y en seguida me pregunté
si tal vez había tenido un puñetero sueño de nuevo y el jodido ruido que había
escuchado era el disparo en el sueño, pero después de un momento otro golpe fuerte se
escuchó en el piso debajo de nosotros, el sonido de un portazo. Me tensé y sentí un
movimiento en la cama, mirando hacia Isabella. Obviamente, ella también se había
despertado, ya que se estaba sentando y me miraba con los ojos muy abiertos.
“¿Qué ha sido eso?” Preguntó, con pánico en su voz. La miré fijamente por un
momento, sin saber la puta respuesta, antes de mirar hacia el reloj y ver que eran las
tres de la madrugada.
“No tengo ni las más puta idea,” le dije. Me quité el edredón de encima e iba a
bajarme de la cama cuando escuché las fuertes pisadas empezando a subir las
escaleras hacia al tercer piso.
“Vete a tu cuarto, Isabella,” dijo con brusquedad, sin siquiera molestarse en mirar en
su maldita dirección, pero él sabía que ella estaba allí. No me quitaba los ojos de
encima y sentí el miedo recorrer mi cuerpo. Esto era malo, jodidamente malo.
“¡Te he dicho que TE VAYAS!” Gritó, finalmente apartando la vista de mí para mirarla
a ella. Ella gritó de nuevo y se levantó rápidamente.
“Sí, señor,” murmuró, pasando corriendo junto a él y saliendo por la puerta. Tan pronto
se fue, mi padre cogió la puerta y la cerró con fuerza, haciendo que las paredes
vibraran por la fuerza y encerrándonos a los dos dentro.
“De verdad pensaba que eras más inteligente que esta mierda, hijo. Lo hacía. Pero en
un maldito día consigues demostrarme exactamente lo inmaduro e ignorante que eres
en realidad. ¿Honestamente piensas que esa mierda que has hecho hoy era una buena
idea? ¿En serio? No puedes ser tan jodidamente estúpido,” dijo con brusquedad,
negando con la cabeza.
Traté de contener mi propia ira, pero fue inútil porque joder, odiaba que me gritaran.
“Joder, te he llamado,” escupí con enojo. “No es culpa mía que no contestaras tu puto
teléfono.”
Entrecerró los ojos, su ira aumentando. “¿Me has llamado? ¿Eso es todo lo que tienes
que decir? ¿Qué me has hecho una puta llamada?” Espetó. “¿Y qué hay si te hubiera
contestado, si te hubiera dicho que no? ¿Y qué si te hubiera dicho que no la metieras
en ese puto cuarto y que no le dieras un arma? ¿Aun así lo hubieras hecho? Sí, lo
Él hizo una pausa, negando con la cabeza. “Y en serio, ¿qué cojones se te ha metido
últimamente? ¡¿A qué demonios estás jugando?! ¡¿Te das cuenta que te has gastado
casi veinte mil dólares en los dos últimos meses?! ¿Qué mierdas estás comprando?”
Entrecerró los ojos, mirándome con desconfianza, pero yo me quedé allí y traté de
mantener mi rostro inexpresivo, porque no había forma de que le dijera dónde se había
ido su puto dinero. La mayor parte había ido directamente a las manos de mis
conexiones en Port Angeles, para comprar mierda de la que mi padre no tenía que
saber.
“Está bien, no me lo digas. Pero no soy estúpido. Sé que estás tramando algo, te
conozco hijo. Sé que tienes un jodido plan en tu cabeza que estás tratando de llevarlo
a cabo, pero en este momento te digo, que sea lo que sea no va a funcionar. Tienes que
detenerlo, y detenerlo ahora,” dijo con brusquedad, su ira bullendo. Yo seguía allí,
sabiendo que con cualquier cosa que dijera solo iba a encabronarlo más, pero de
ninguna jodida manera dejaría de hacer lo que estaba haciendo. Era demasiado tarde
para esa mierda.
“Y dame tu maldita llave, ahora mismo,” dijo, tendiendo su mano. “Dame las dos, la
del cuarto y la de la caja fuerte. No quiero que nunca más pongas un pie allí, no tienes
ni una mierda que hacer allí.”
Llevé mi mano hacia la mesa y agarré mis llaves, arrojándoselas. Sacó las llaves
rápidamente y las deslizó en su bolsillo, lanzándome las llaves de vuelta. Me
golpearon el pecho con fuerza e hice una mueca, frotando el lugar donde me habían
golpeado.
“Joder, no puedo creer que le hayas enseñado todo, hasta la maldita caja de
seguridad, Edward. También sé lo que has visto, lo que sacaste de la caja y leíste. Y ni
siquiera puedo imaginar qué clase de mierda está rondando en esa cabeza tuya, qué
planes estás urdiendo para averiguar quién es esa gente. Pero ahora mismo te digo, no
te atrevas a hacer esa mierda. Me he estado rompiendo el trasero tratando de resolver
esta situación sin arrastrar a nadie más en ello, y tú sin ayuda de nadie me lo estás
jodiendo, hijo. Esta mierda es seria, joder, esta es gente que puede matarte si se
enteran de que tienes la más mínima noción de esta mierda, Edward. Tienes que dejar
de meterte en lo que no te importa,” espetó, pellizcando el puente de su nariz con
enojo. Comenzó a pasearse de un lado al otro, murmurando para sí mismo.
“Juro por Dios que si no fueras a cumplir dieciocho años dentro de poco y supiera que
puedo hacerlo, enviaría tu trasero de vuelta al internado mañana. Joder, casi estoy
decidido a deshacerme de ella,” dijo molesto. En el momento en que pronunció esas
“No vas a hacer ni una mierda con ella,” vociferé. “Vas a dejarla en paz.”
Sus ojos se estrecharon, su ira aumentando. “¿Quién demonios crees que eres,
diciéndome qué hacer? Voy a hacer cualquier maldita cosa que quiera con ella.
¡Cristo, Edward, apenas conoces a la jodida muchacha! ¡No sabes nada de ella, no
sabes en la mierda que te estás metiendo! Joder, ¿no me has escuchado? ¡Vas a
conseguir que te maten! Puede que a ti no te importe una mierda tu vida, pero yo no
puedo dejar que la desperdicies. Voy a hacer lo que tenga que hacer para asegurarme
de que no suceda, aún si eso significa convertirla a ella en un daño colateral. Si quiero
hacerla desaparecer, voy a hacerla desaparecer y no hay una maldita cosa que
puedas hacer al respecto.”
Estaba tan furioso que mis manos temblaban y las apreté en puños, tratando de
contenerme, pero sus palabras me estaban llevando al límite. Cómo mierdas se atrevía
a pararse ahí frente a mí y amenazarla en mi cara. “¡Vete a la mierda! Juro por Dios
que te mato si alguna vez le haces daño,” espeté.
“¡No metas a mi jodida madre en esto y la uses como una maldita excusa para
justificar esta mierda! Isabella nunca te ha hecho una maldita cosa, no merece que la
uses como una puta amenaza contra mí,” vociferé. “Joder, la amo, y voy a estar con ella
no importa lo que pase. Tienes que aceptar eso y resolver de una puta vez el problema
que tengas con ello.”
“¡No puedo!” Gruñó, dando un paso hacia mí. “No sabes lo que estás haciendo, el
peligro al que te estás exponiendo. ¡Eres solo un maldito niño, Edward, solo tienes
diecisiete años!”
“¡Puede que tenga diecisiete años, pero no soy un maldito niño!” Le grité. “¡Yo sé lo que
quiero, sé qué diablos estoy haciendo! ¡No he sido un maldito niño desde que tenía
ocho años y me dispararon por tu culpa!”
“¡Yo no tuve la culpa de que te dispararan, tu maldita madre tuvo la culpa! Y no sabes
lo que estás haciendo, no tienes idea de en lo que te estás metiendo. ¡No tienes idea de
“¡Ella no está haciendo nada de esto, tú eres el que lo está haciendo!” Espeté. “¡Todo
esto es tu culpa! ¡Cómo cojones te atreves a culpar a mi madre o a Isabella de eso! ¡Tú
eres quién nos introdujo en esta maldita vida, a cada uno de nosotros! ¡Mi madre e
Isabella eran jodidas espectadoras inocentes que se vieron envueltas en tu mierda! Tú
pagaste dinero por ella, por una maldita niña, ¿y quieres culparla por sus
circunstancias? ¡Eres un maldito enfermo!”
“¡Maldición! ¡Estaba tratando de salvarla!” Gritó. “He hecho todo lo que podía hacer
por esa maldita muchacha, y nada es suficiente. Es simplemente demasiado y está
desbaratando a esta familia, poniéndonos a todos en peligro. Y tú te has visto más
involucrado gracias a ella. ¡No sabes lo que Isabella me ha costado, no sabes cuánto
he sufrido a causa de esa pequeña perra!”
En el momento que la palabra “perra” salió de su boca perdí el control. Apreté con
fuerza mi puño derecho y llevé mi brazo hacia atrás, poniendo tanta fuerza en él como
fuera posible. Lo golpeé directamente en la puta boca y al momento que mi puño
conectó con su rostro un dolor agudo se disparó por mi brazo. Él se tambaleó dando
unos pasos hacia atrás, sorprendido y sin esperar que lo golpeara. Hasta a mí me
sorprendió, ya que ni siquiera había pensado esa mierda, solo reaccioné. Sacudí mi
mano cuando el dolor se dirigió a mis nudillos.
“¡Joder, no la llames así!” Grité, fulminándolo con la mirada. “Y juro por Dios, que si
siquiera piensas en hacerle algo, la cogeré y nos iremos, y nunca nos...”
Antes de que siquiera me diera jodida cuenta de que se había movido, él estaba sobre
mí. Me empujó hacia atrás y me golpeó contra la pared con fuerza, tirando todo lo que
estaba en la mesa junto a mi cama en el proceso. La fuerza del golpe me dejó sin aire y
jadeé, tratando de respirar.
Me agarró con fuerza y me sujetó contra la pared, la rabia en sus ojos me asustó.
Nunca antes lo había visto tan enfurecido, nunca había visto ese fuego tan intenso en
él. Escuché pasos y una conmoción en el pasillo y la puerta se abrió con fuerza.
“¿Qué demonios?” Se escuchó la voz de Emmett. “¿Qué coño estás haciendo, papá?”
Levantó su mano y limpió sus labios con los dedos, mirándolos. Estaba sangrando un
poco donde lo había golpeado, su labio se había abierto. Él negó con la cabeza y me
miró, evidentemente, todavía estaba jodidamente encabronado en base a su expresión,
pero no me importaba. Se había merecido esa mierda. No tenía derecho a decir nada
de lo que acababa de decir.
“¿Por qué demonios no puedes confiar en mí?” Preguntó, negando con la cabeza. Me
reí secamente.
“¿Por qué no me puedes dar una puñetera razón para hacerlo?” Le escupí de vuelta,
pasando una mano por mi cabello.
“Mi seguridad no significa nada para mí comparada con la suya,” le dije. Él gruñó con
fuerza y sacudió la cabeza.
Se dio la vuelta y salió por la puerta, dirigiéndose hacia las escaleras rápidamente.
“Eso es lo que tú crees. Solo mírame, hijo de puta,” le grité. Me quedé mirando al lugar
donde había estado parado mientras lo escuchaba azotar una puerta en el segundo
piso, levantando mi mano y frotando mi pecho, donde me había empujado. Estaba
sensible y sabía que se iba a hacer un moretón.
No tenía idea de qué demonios acaba de pasar y ahora estaba aún más confundido
por toda la situación de lo que había estado antes de que hubiera encontrado ese
maldito papel. De lo único de lo que estaba seguro era que era algo jodidamente serio
y no me gustaba ni un poco. No sabía por qué era tan importante para él que ella se
quedará aquí, por qué creía que nuestras vidas estaban en peligro, pero ahora estaba
seguro que él era una puta amenaza a la pequeña burbuja de felicidad que había
creado. No estaba preparado para que esa hija de puta se reventara… todavía no.
******************
Terra di contrabbando = Tierra de contrabando
Isabella swan
Traducido por Betzacosta
“¿Qué diablos te pasa, Edward?” Gritó el doctor Cullen. “¿Tienes jodidos deseos de
morir? ¿De eso se trata? “
“De verdad pensaba que eras más inteligente que esta mierda, hijo. Lo hacía. Pero en
un maldito día consigues demostrarme exactamente lo inmaduro e ignorante que eres
en realidad. ¿Honestamente piensas que esa mierda que has hecho hoy era una buena
idea? ¿En serio? No puedes ser tan jodidamente estúpido.”
Los gritos del doctor Cullen se fueron amortiguando ligeramente por la barrera entre
nosotros, pero las palabras me golpearon claramente, casi haciéndome desplomar
cuando me di cuenta de que esto era por mi culpa. El doctor Cullen estaba allí
gritándole a Edward por mi culpa, por lo que habíamos hecho hoy. Sabía que no
debería haber aceptado, que debería haberle dicho que no. No debería haberlo
seguido a esa habitación, a pesar de su insistencia en que estaba bien. Debería haber
escuchado esa voz en el fondo de mi cabeza que me decía que era imprudente y
estúpido. Pero él parecía tan seguro y yo confiaba en él y no quería decirle que no,
quería creer que él sabía lo que estaba haciendo.
Había querido seguirlo en todo y ahora me daba cuenta que estaba equivocada. El
doctor Cullen había dejado claro que no podía hacer eso; no podía simplemente
seguirlo ciegamente. Él era irracional y volátil, e incluso me había dado cuenta de eso
“Joder, te he llamado,” la voz de Edward sonó, la ira clara en ella. “No es culpa mía
que no contestaras tu puto teléfono”.
Me tensé aún más y sentí las lágrimas comenzar a deslizarse por mis mejillas. Yo
había causado esto, todo era totalmente mi culpa. Si hubiese escuchado al doctor
Cullen, si le hubiera prestado más atención y seguido sus órdenes como se suponía,
nada de esto estaría sucediendo. Edward no estaría en problemas, el doctor Cullen no
estaría molesto, y ellos no estarían ahí peleando.
Eran familia, ellos se amaban, y no debería haber tanta hostilidad entre ambos. El
doctor Cullen solo quería proteger a Edward, él me lo había dicho, y Edward
necesitaba a su padre. Ya ha perdido a su madre… el doctor Cullen era el único padre
que le quedaba.
El doctor Cullen gritó un poco más pero solo podía escuchar a medias mientras mis
lágrimas y el terror empañaban todo. Estaba asustada y triste, sin saber lo que iba a
suceder ahora. Después de un momento oí al doctor Cullen gritar algo acerca de
deshacerse de mí, y un sollozo escapó de mi garganta, las lágrimas aumentaban
mientras Edward le respondía gritando. Le dijo al doctor Cullen que él no iba a
hacerme nada, prácticamente exigiendo que me dejase en paz.
“¿Quién demonios crees que eres, diciéndome qué hacer? Voy a hacer cualquier
maldita cosa que quiera con ella. ¡Cristo, Edward, apenas conoces a la jodida
muchacha! ¡No sabes nada de ella, no sabes en la mierda que te estás metiendo!
Joder, ¿no me has escuchado? ¡Vas a conseguir que te maten! Puede que a ti no te
importe una mierda tu vida, pero yo no puedo dejar que la desperdicies. Voy a hacer lo
que tenga que hacer para asegurarme de que no suceda, aún si eso significa
convertirla a ella en un daño colateral. Si quiero hacerla desaparecer, voy a hacerla
desaparecer y no hay una maldita cosa que puedas hacer al respecto.”
Lloré en voz alta y sentí que mis rodillas cedían, el terror envolviéndome. ¡Edward no
podía ser lastimado por mi culpa, yo no podía dejarlo morir! Pero el doctor Cullen no
podía enviarme lejos tampoco; él no podía hacerme desaparecer. Edward me había
dicho claramente que lo destruiría, ¿el doctor Cullen no podía ver eso? De las dos
formas Edward saldría lastimado y yo no podía dejar que eso sucediera.
“¡Vete a la mierda! Juro por Dios que te mato si alguna vez le haces daño,” gritó
Edward con tanta rabia en su voz que me dejó sin aliento. Subí mi mano hasta taparme
la boca mientras los sollozos me sacudían. Esto se estaba saliendo de control; ¡Edward
estaba amenazando con matar a su propio padre por mi culpa! No podía dejar que eso
sucediera, tenía que hacer algo.
Me debatí por un segundo antes de salir corriendo por el pasillo, en silencio rezando
para que mis piernas no fallaran y me cayera por las escaleras. Llegué al segundo
piso y me quede inmóvil, mirando a mi alrededor con rapidez, sin saber qué hacer.
Miré entre las puertas de Jasper y Emmett por un momento antes de decidirme por
Emmett, tropezando por las prisas y cayendo sobre esta. No podía permitirme estar
preocupada por el escándalo, había cosas más importantes de las que preocuparse.
“¿Qué mierdas está pasando, gatita?“, preguntó Emmett de inmediato cuando abrió la
puerta.
Negué frenéticamente y abrí la boca para hablar, cuando la voz de arriba se hizo aún
más fuerte, Edward gritando: “¡Eres un maldito enfermo!” Las cejas de Emmett se
fruncieron y miró más allá de mí, hacia la escalera. Antes de que pudiera tratar de
explicarle lo que estaba pasando, el doctor Cullen comenzó a gritar y Emmett pareció
darse cuenta de lo que estaba sucediendo.
“¡Oh, mierda!“ Gritó, sus ojos muy abiertos por la sorpresa. “¡Maldita sea!”
Corrió alarmado, casi tirándome por lo que salté fuera de su camino rápidamente. Me
encaminé hacia la escalera siguiéndolo cuando la puerta de la habitación de Jasper se
abrió. Volví la cabeza para mirarlo y lo vi parado en la puerta, luciendo medio dormido
y confuso. Me miró y parpadeó un par de veces, al igual que Emmett había hecho.
Consideré quedarme a tratar de explicarle, pero Emmett ya se dirigía escaleras arriba
y yo todavía estaba en estado de pánico.
Me volví rápidamente y corrí hacia las escaleras, subiendo detrás de Emmett. A medio
“¡Joder, no la llames así! Y juro por Dios, que si siquiera piensas en hacerle algo, la
cogeré y nos iremos, y nunca nos...”
Emmett empezó a correr y a maldecir bajo su aliento y corrí detrás de él, las lágrimas
corriendo por mis mejillas. Hubo una conmoción en el cuarto de Edward y me congelé
en el borde de las escaleras, aterrorizada. Sonaba como si ahora estuvieran peleando
físicamente, sonaba como si algo se estuviera rompiendo o siendo tirado. Emmett
maldijo un poco más y golpeó la puerta de Edward para abrirla, entrando en el cuarto.
“¿Qué demonios? ¿Qué coño estás haciendo, papá?“ gritó Emmett, desapareciendo de
mi vista. Me detuve en medio del pasillo con miedo de ir más lejos, aterrorizada de lo
que pudiera pasar. Estaba completamente asustada de averiguar lo que había sido
ese ruido, temerosa de lo que el doctor Cullen podría haberle hecho a Edward.
“¿Por qué demonios no puedes confiar en mí?” Preguntó el doctor Cullen, todavía
sonaba enojado.
Escuché a Edward reír con amargura, el sonido me asustó por la hostilidad, pero
curiosamente me alivió al mismo tiempo. Por lo menos sabía que estaba bien. Escupió
algo de vuelta sobre que el doctor Cullen no le había dado razones para confiar en él.
“Mi seguridad no significa nada para mí comparada con la suya,” dijo Edward. Sentí el
miedo gestándose dentro de mí por sus palabras. No podía pensar en eso, él no podía
poner mi seguridad antes que la suya. Él era demasiado importante para mucha gente
como para ignorar descaradamente su propia vida. Yo solo era una esclava, estaba
acostumbrada al peligro. Yo sobreviviría, pero incluso si no lo hacía él tenía que
hacerlo, porque él no podía sucumbir así por mí. Lo amaba demasiado como para
dejar que en verdad se lastimase.
“¿Y morirías por ella?” Preguntó el doctor Cullen. Me puse nerviosa ante la pregunta.
“En un puto segundo,” dijo Edward sin dudarlo. Un sollozo escapó de mi garganta
cuando respondió, mi mano subió para taparme la boca mientras mi cuerpo empezaba
a temblar y las lágrimas corrían de mis ojos. Sentí una mano sobre mí y salté,
jadeando a la vez que giraba mi cabeza hacia los lados. Jasper estaba de pie detrás
de mí y lo miré fijamente con los ojos abiertos por un segundo antes de que él me
atrajera a sus brazos. Me abrazó con fuerza y lloré contra su pecho, sin poder frenar
mis lágrimas más. Nada de esto estaba bien. Nada de esto debería estar sucediendo.
Había causado muchos problemas; estaba destrozando su familia.
“Eso es lo tú crees. Solo mírame, hijo de puta”, le gritó Edward desde su dormitorio.
La rabia en la expresión del doctor Cullen creció y gimió con molestia, el sonido era
casi un gruñido amenazador. Negó con la cabeza y comenzó a bajar las escaleras
rápidamente. Una puerta golpeó en el segundo piso después de un momento y yo salté,
aullando ante el sonido.
“Cálmate, está bien,” dijo Jasper en voz baja, abrazándome de nuevo. Envolví mis
brazos a su alrededor, rozando mi nariz contra su pecho. Las lágrimas fluían
libremente y no parecían detenerse, no podía controlarme. Solía tener un gran control
sobre mis emociones, pero todo eso había cambiado. Todo era distinto. Ni siquiera me
conocía a mí misma ahora.
“Ven aquí, nena,” dijo caminando hacia mí rápidamente con los brazos abiertos.
Jasper me liberó y di unos pasos hacia adelante. Edward envolvió sus brazos a mi
“Cristo, no has oído esa mierda, ¿verdad?“ Preguntó, apretándome con fuerza y
balanceándome. Asentí contra su pecho y gimió. “No prestes ninguna maldita atención
a cualquier palabra que él haya dicho, ¿me oyes? Que se joda. Me importa una mierda
lo que piense. Em y yo tenemos una mierda planeada, y tú y yo vamos a desaparecer
en unos pocos días, ¿de acuerdo? Joder, nos iremos de aquí, lejos de esta mierda, y
empezaremos de nuevo juntos.
Frunció el ceño. "¡No puedes estar hablando en serio, no después de la mierda que
acaba de suceder!" Escupió, la irritación era evidente en su voz. "¿Joder, no acabas de
oírlo? ¡Ha amenazado tu vida! ¡Maldita sea, no podemos quedarnos aquí!".
Lo miré fijamente, aturdida por su ira. "Pero tenemos que hacerlo," balbuceé, sintiendo
mis ojos llenos de lágrimas de nuevo. Traté de tragármelas, porque no quería llorar
más. Necesitaba ser fuerte.
"Porque tenemos que hacerlo," murmuré, sacudiendo la cabeza. "No podemos huir de
esto, no va a desaparecer. Nos hallará, él nos encontrará".
Él gimió, negando con la cabeza. "No, él no nos va a encontrar. Tengo esa mierda
cubierta".
Mi ceño se frunció. "¿Qué quieres decir con que lo tienes cubierto?" le pregunté, de
inmediato preguntándome si en verdad estaba planeando algo. Parecía que el doctor
Cullen estaba molesto por algo más que por mí, ¿creía que Edward estaba haciendo
cosas a sus espaldas? ¿Estaba haciéndolo Edward?
"No importa, solo confía en mí. Él no va a encontrarnos. Pero tenemos que irnos,
Isabella, porque aquí no estás a salvo," dijo con irritación. Suspiré y negué con la
cabeza.
"¡Pero tú no estarás seguro allá fuera!" Le dije, aterrorizada de que no se rindiera. Sus
ojos se entrecerraron mirándome, un destello de ira ardía en ellos.
"¡Bueno, a mí sí!" grité, mirándolo. No podía soportar que tratara su vida con tanta
indiferencia… no podía seguir con eso. Me miró por un momento, luciendo aturdido por
el hecho de que le hubiese gritado. Pude ver la rabia en su expresión y sabía que
estaba luchando para controlarse, tratando de contener su temperamento. Estaba
peligrosamente cerca de perder la compostura y atacarme.
"Eh, ¿qué tal si todos aquí solo respiramos profundamente?" dijo Jasper detrás de mí, su
voz me atrapó con la guardia baja ya que incluso me había olvidado de que estaba
allí. Giré la cabeza para mirarlo y Edward se alejó de mí por completo dando unos
pasos atrás, pasándose una mano por el cabello.
"Sí, vamos a calmarnos por un jodido segundo", dijo Emmett. "No nos precipitemos”.
Edward se paralizó y miró a Emmett, su ceño estaba fruncido.
"Pero hace menos de cinco jodidos minutos has dicho..." comenzó. Emmett elevó sus
manos en gesto defensivo, mirando a Edward con énfasis.
"Sé lo que he dicho," dijo. "No voy a contradecirte eso. Solo digo que te calmes de una
puta vez en estos momentos. Ya veremos cómo van las cosas mañana o lo que sea, y si
tienen que irse, joder, nos aseguraremos que se vayan. ¿De acuerdo?"
Edward suspiró exasperadamente y otra puerta se cerró en el segundo piso, todos nos
inmutamos ante el sonido. Oí pasos dirigiéndose a la planta baja y el débil sonido de
otro portazo.
"Bien, como sea," murmuró Edward, rozando su pecho. "Realmente necesito un maldito
trago".
Di un grito ahogado al momento que Emmett dijo las palabras. “¿Él le ha golpeado?"
Jasper y yo gritamos al mismo tiempo, los dos sonando aturdidos. Miré a Jasper
brevemente, sorprendida, y Edward gimió. Volví a mirar a Edward y lo vi negar con la
cabeza, pasando una mano por su cabello.
"¡Por Dios, Edward, estás sangrando!" Le dije. Bajó la vista hacia su mano y empezó a
sacudirla, flexionando los dedos. Me imaginé que tenía que doler. Me miró unos
segundos después e hizo un gesto de negación, frunciendo el ceño.
"¿Él te llama perra y te amenaza de muerte, y por todo lo que estás jodidamente
preocupada es porque estoy sangrando un poco? Ridículo," murmuró, caminando
hacia su habitación. Escuché algunos golpes alrededor y suspiré.
"No te preocupes, cariño, se solucionará, ¿está bien?" Dijo Jasper en voz baja. Lo miré y
le di una sonrisa triste, apreciando que estuviera por lo menos tratando de consolarme
y aliviar las cosas. Me devolvió la sonrisa y se acercó, frotando mi brazo ligeramente.
"Sí, relájate. Duerme un poco, lo resolveremos mañana," dijo Emmett. Me dio un codazo
juguetonamente, sonriendo, antes de girar y bajar las escaleras. Jasper me dio una
última mirada antes de girar y seguir a su hermano. Dudé, viéndolos desaparecer,
escuchando el alboroto en la habitación de Edward. Di la vuelta cuando estuvieron
fuera de la vista y poco a poco caminé de regreso a la habitación de Edward. Me
quedé inmóvil justo en la entrada, mis ojos se abrieron, asombrada por el desastre.
De repente pateó el cajón del escritorio, cerrándolo bruscamente con el pie. Pasó una
mano por su cabello y se acercó, dejándose caer en el sofá. Se quedó mirando al
suelo, en la habitación a oscuras, y lo observé con curiosidad mientras él llevaba la
botella de nuevo a sus labios.
“¡Mierda, estás llorando! ¡Maldición! No debería haberte gritado, joder, nada de esto
es tu culpa,” dijo, pasando una mano por su cabello de nuevo con irritación.
Suspiré, negando con mi cabeza. “Es mi culpa. Estoy destrozando tu familia, Edward,”
dije, sintiendo las lágrimas saliendo de mis ojos, sin poder detenerlas.
“Esta familia fue destrozada cuando mi madre fue asesinada,” dijo Edward en voz
baja, caminando hacia mí. Se acuclilló a mi lado y me quitó el cuaderno que tenía en
las manos, colocándolo sobre su escritorio. Lo miré y suspiró, extendiendo su mano y
apartando las lágrimas de mis mejillas. “Así que al menos que planees tomar el crédito
por eso, puedes dejar esa mierda”.
“Está bien,” murmuré. Me observó otro momento más largo antes de negar con la
cabeza.
El hecho de que esta era la hora en que Charles siempre exigía que nos levantáramos
para empezar el día en Phoenix no me pasó desapercibido. Inmediatamente me
pregunté sobre lo que estaría haciendo mi madre, si las cosas seguirían igual para
ella. ¿Todavía pasaba la mayor parte de sus días en el jardín? ¿Acaso Jane
descargaba su enojo en ella ahora que me había ido? ¿Charles aún la atacaba como
castigo? Me preguntaba si ella pensaba en mí tanto como yo en ella... ¿estaría
pensando en mí en este momento mientras se levantaba para empezar su día?
Salí de mi habitación después de un momento y bajé las escaleras, medio aturdida. Fui
directamente a la cocina y empecé a sacar las cosas para la cena de Pascua. Empecé
a cocinar de inmediato, simplemente realizando los movimientos como me habían
enseñado a hacer. Miré por la ventana brevemente en un momento mientras el sol salía
y noté que el auto negro había desaparecido, lo que significaba que mi amo ni siquiera
estaba en casa. Me pregunté por un instante si realmente había siquiera tenía sentido
el cocinar una gran cena, pero deseché ese pensamiento y continué, a sabiendas que
los chicos se lo comerían y por lo menos lo agradecerían. Además, ¿quién era yo para
tomar decisiones que afectaran a otros?
Estaba parada frente a la estufa mezclando los ingredientes para hacer un poco de
galletas caseras y Edward estaba apoyado en el mostrador junto a mí, mirándome con
intensidad. Probablemente estaría nerviosa por su atención si no estuviese tan ida,
pero como lo estaba simplemente le preguntaba una y otra vez si necesitaba algo. Él
negaba con su cabeza cada vez que se lo preguntaba y solo seguía mirándome,
observándome cocinar. Emmett entró en la habitación y extendió la mano hacia donde
estaba, agarrando uno de los huevos endiablados que había hecho. Lo miré
brevemente, pero me giré para terminar de preparar las galletas.
"¿Te sientes bien hoy, Isabella?" preguntó, metiendo el huevo en su boca. Le devolví la
mirada y asentí.
"Sí," dije simplemente, volviendo a lo que estaba haciendo. Se paró a mi lado por un
momento, comiendo su huevo, antes de suspirar.
"Ok. Porque acabo de robar algo de comida y no me has sacado la mierda con un
golpe. Esa no eres tú," dijo. Solo me encogí de hombros, sin siquiera darme cuenta de
eso en el momento. Por lo general siempre golpeaba a Emmett cuando robaba comida
antes de que estuviera lista.
"Ella está en jodido piloto automático hoy," intervino Edward, con irritación en su voz.
"No es ella en absoluto, ni siquiera la reconozco en estos momentos. Felices Pascuas de
mierda para mí."
"Dale tregua a la gatita, ella se recuperará rápido. De todos modos, creo que he
hackeado esa mierda, me está dando un maldito dolor de cabeza, pero estoy bastante
"¿Oh y ahora si quieres ser jodidamente receptiva?” preguntó. Rodé los ojos y me giré
apartándome, molesta por su actitud.
Ambos estuvieron callados por un segundo antes de que Emmett dijera que iba a ir a
terminar de hacer lo que fuera que estaba haciendo. Se marchó y me giré hacia
Edward, suspirando.
"Por favor no hagas nada estúpido," le dije, mirándolo con cautela, esperando que el
código no tuviese nada que ver con el doctor Cullen o con la situación. Edward se rio
secamente, negando con la cabeza.
"Quedarse aquí es la cosa más estúpida que existe y estoy haciendo esa mierda por tu
culpa, así que toma una puñetera decisión," se quejó. Sus palabras dolieron un poco y
aparté la mirada, centrándome de nuevo en la comida. Se quedó en silencio por un
momento antes de apartarse del mesón, caminando hasta quedar detrás de mí.
Envolvió sus brazos alrededor de mí y se inclinó, besando mi cuello suavemente. "Soy
un idiota," murmuró, sus labios contra mi piel. Podía oír el remordimiento en su voz,
pero no podía pretender que estaba en desacuerdo con él, como solía hacer cuando
decía cosas así. Yo lo entendía, sabía por qué había actuado como lo hizo, pero en mi
estado grogui adormecida no podía reunir la energía para siquiera intentar hacer que
se sintiese mejor al respecto. Él estaba siendo un ‘imbécil’.
Hubo un sonido débil un momento después y Edward maldijo. Mis ojos se abrieron de
golpe y levanté la vista, los ojos centrándose sobre el coche negro que estaba
aparcando fuera. Edward se alejó de mí y prácticamente desapareció de la cocina,
subiendo las escaleras. Miré por la ventana mientras el coche se detenía y apagaba,
un montón de diferentes emociones se arremolinaron en mi interior. Estaba
definitivamente asustada y nerviosa; insegura de lo que él iba a hacer o decir y cómo
iba a actuar conmigo y hacia Edward.
Edward bajó apresuradamente por las escaleras poco después, casi al mismo tiempo
Edward entró en la cocina de nuevo, dirigiéndose directo hacia mí. Envolvió sus brazos
a mi alrededor y me abrazó con fuerza, casi de manera protectora. El doctor Cullen
cerró la puerta del coche y suspiré, extendiendo mis brazos y poniendo mis manos
sobre los brazos de Edward que me sujetaban.
"Estás planeando algo," le dije, sabiendo que era la verdad. El hecho de que hubiese
corrido arriba cuando vio que el doctor Cullen había regresado a casa era suficiente
para confirmar mis sospechas. Él estaba haciendo algo que no debería estar haciendo,
algo que podría empeorar aún más todo. El ‘código’ del que él y Emmett hablaron me
recordó esa conversación en la cocina cuando Emmett me había pedido ver el lugar
donde me habían insertado el chip. Tenía la sensación de que estaban tratando de
dañar el chip para que pudiéramos huir, después de todo... especialmente después de
anoche, cuando Edward le había confiado al doctor Cullen que nunca nos encontraría.
"Me dijiste que te detendrías, que lo dejarías así," le dije con frustración, me dolía que
él hiciese esto después de haberme dicho que no lo haría. Me había mentido o al
menos me había engañado y nunca hubiese querido pensar que Edward me mentiría
deliberadamente. Se suponía que él sería mi lugar seguro, mi pequeño pedazo de
honestidad en un mundo tan cruel.
"También te dije que pondría tu seguridad por encima de lo que tú quisieras, que
cuidaría de ti, y eso es exactamente lo que estoy haciendo," dijo.
"¿Te detendrías? ¿Por favor?" le pedí, entrando en ligero pánico cuando la puerta
principal se abrió. Edward suspiró.
Hubo un breve silencio, ninguna palabra fue pronunciada, pero la tensión en la casa
escaló mientras las pisadas sonaban hacia la zona de la cocina. Me quedé allí,
trabajando en la comida, mis manos temblando un poco mientras aferraba a la
cuchara de madera. Podía sentir la mano de Edward en mi cadera comenzando a
moverse mientras suavemente empezaba a frotar círculos con su pulgar, tratando de
calmarme ya que probablemente podía sentir mi miedo.
"Déjame ver tu mano," la voz de doctor Cullen surgió, más cerca de lo que esperaba
que estuviese. Di un ligero salto y la mano de Edward agarró mi cadera con más
fuerza.
"¿Disculpa?" dijo Edward, con un poco de enojo en su voz. El doctor Cullen suspiró.
"He dicho que me dejes ver tu mano. Tiene que doler. Pusiste demasiada tensión en el
cuarto y quinto dedo cuando golpeaste, me sorprendería que no te los hubieras
fracturado," dijo el doctor Cullen
"Solo déjale que mire tu mano y acaba con eso," dijo Jasper. Edward permaneció tenso
durante un momento antes de sacar su mano de mi cadera. Me di la vuelta vacilante y
lo vi extendiéndosela a su padre, una mirada de pura irritación en su cara. No le
gustaba esto ni un poco. La expresión del doctor Cullen seguía en blanco mientras
miraba la mano de Edward y vi una mueca de dolor en Edward varias veces mientras
su padre presionaba sus nudillos y dedos. Me di cuenta de que había un corte en la
boca del doctor Cullen, su labio inferior ligeramente hinchado en el sitio donde Edward
lo había golpeado.
"No puedes haberte hecho todo esto solo por golpearme la boca," dijo el doctor Cullen
después de un momento. Edward gimió y apartó la mano de su padre rápidamente.
"Como he dicho, vete a la mierda," murmuró Edward. Fruncí el ceño y miré a Edward,
deseando que se calmara un poco porque el doctor Cullen parecía al menos calmado y
no quería que la actitud de Edward lo enfureciera.
La tensión parecía aumentar con cada segundo que pasaba, mientras nadie dijo una
palabra por bastante tiempo. Los únicos sonidos que se oían eran los cubiertos
golpeando los platos y las sillas moviéndose ligeramente. Siempre había oído la
expresión 'la tensión era tan espesa, que podría cortarse con un cuchillo’, pero no fue
hasta estar sentada en la cena de Pascua con los Cullen que entendí lo que
significaba. Las cosas estaban tan tensas que era casi insoportable y sofocante.
Podía notar que no era la única que lo sentía, porque miré alrededor de la mesa y vi a
todo el mundo moviéndose incómodo. Nadie quería estar en esta mesa, ninguno de
nosotros quería soportar esta tensión o tener que lidiar con la situación. Pero era
inevitable en este punto, no se podía evitar. Las ruedas se habían puesto en marcha y
no estaba exactamente segura de lo que Edward había hecho, pero de lo que estaba
segura era de que era demasiado tarde para retroceder. Tenía que ser tratado ahora.
El elefante en la habitación tenía que ser reconocido antes que nos aplastara a todos.
"Ya no puedo soportar esta mierda," dijo, negando con la cabeza. "Necesitamos una
puta intervención o encontrar un maldito mediador o algo, porque esto no puede seguir
así. Está arruinando mi apetito.” Nadie habló por un momento, solo lo observábamos.
Nos miró, suspirando. "¿Nadie tiene algo que decir al respecto? ¿Voy a tener que
actuar como el doctor Phil de nuevo?" preguntó, sus ojos cayendo sobre mí. La esquina
de mi boca se elevó ligeramente por la referencia, recordando cuando él me lo había
dicho.
"No creo que ni siquiera el doctor Phil pueda ayudarnos," dijo Edward, negando con la
cabeza y empujando su comida alrededor de su plato. Emmett suspiró.
"Bueno, tenemos que hacer alguna mierda aquí. Tenemos que aclarar el aire.
Demonios, necesitamos tener una reunión familiar como hacen en la mafia," sugirió. El
doctor Cullen se rio secamente.
"No sabes nada sobre las reuniones de los Borgata, hijo," dijo el doctor Cullen,
sacudiendo la cabeza. Emmett se encogió de hombros.
"Tienes razón, y realmente espero nunca aprender esa mierda de verdad. Pero
independientemente, vamos a tener nuestra propia versión de ella. Tenemos que
reconsiderar esto y tenemos que hacerlo ahora, y nadie se levanta de esta maldita
mesa hasta que aclaremos esta mierda y tengamos algún tipo de putas respuestas,"
dijo Emmett.
Edward se sentó en silencio y el doctor Cullen suspiró, negando con la cabeza. "Hay
algunas preguntas que simplemente no puedo responder," dijo. Edward gimió y rodó
los ojos y Emmett suspiró.
"Eso está bien, lo entiendo. Si no puedes contestar algo, solo nos dicen que no puedes
responderlo. Alega la maldita Quinta Enmienda, lo que sea. Va a ser una buena
práctica para la próxima vez que los policías arrastren tu culo, al menos," dijo Emmett,
encogiéndose de hombros. Lo miré con sorpresa y miré al doctor Cullen, sorprendida al
notar subir la comisura de sus labios en una sonrisa. Se deshizo de ella rápidamente,
regresando a su máscara en blanco. "Pero esta mierda no puede seguir así, demonios,
tienes que darnos algo aquí, papá, antes de que todo esto explote en nuestros culos.
Esta tensión no solo está afectando a Isabella y Edward; está arruinando el ambiente
completo de la casa." (N.T. Quinta Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos,
está referida al derecho a no declarar o responder preguntas en un proceso penal,
interrogatorio o juicio).
"Bien, reunión familiar, entonces," dijo simplemente. Las palabras que utilizó me
parecieron extrañas y me pregunté de inmediato si debía irme. Yo no era exactamente
parte de su familia.
"Eh, yo debería irme entonces," le dije a la vez, con un poco de pánico. Empujé mi silla
hacia atrás y me levante rápidamente.
Me quedé inmóvil y lo miré fijamente por un momento, sin saber si irme o quedarme.
"Sí, eres tan miembro de la familia como el resto de nosotros," dijo Emmett. "Eres como
mi hermana pequeña ahora, así que vuelve a sentar tu trasero."
Miré a Emmett en shock por un segundo antes de volver a mirar al doctor Cullen. Vi que
estaba mirando a su hijo, también parecía sorprendido. Era obvio por su expresión que
él definitivamente había esperado que no estuviera en su reunión familiar tampoco. Se
volvió para mirarme después de un momento, su mirada era intensa.
"Muy bien, entonces. Esto es lo que vamos a hacer. Todos somos adultos aquí. Quiero
decir, Edward e Isabella puede que sean todavía menores de edad, pero creo que
todos podemos estar malditamente de acuerdo que han pasado la suficiente mierda
para que no ser exactamente unos niños y no deben ser tratado como tales. Por lo
tanto, vamos a hacer nuestras preguntas y a hablar de esta mierda como los hombres
que somos," dijo Emmett, mirándonos alrededor de la mesa. Se detuvo con los ojos fijos
en mí y sonrió. "Bueno, cuatro hombres y una chica. Todos saben lo que quiero decir
con esa mierda”.
"Está bien," murmuré, sintiendo que aumentaba el rubor en mis mejillas por su
Mis ojos se abrieron con sorpresa ante la pregunta de Emmett y miré al doctor Cullen
rápidamente, temiendo por su respuesta. Vi que estaba mirando a Emmett, su
expresión todavía sin emociones.
"¿Qué te hace pensar que tengo un problema con ella?" le preguntó después de un
momento. Emmett suspiró y Edward se rio secamente.
"Ey, ¿no acabo de decir que vamos a actuar como jodidos hombres?" recitó Emmett.
"Cálmate de una puta vez. No hay gritos en mi jodida reunión, hermano."
Edward se quejó en voz baja, pero dejó de hablar, cruzando los brazos sobre su pecho
y echándose hacia atrás en su silla.
"Eso está mejor," dijo Emmett, volviéndose hacia su padre. "¿Tal vez porque le hiciste
una jodida amenaza?" afirmó, en un tono mucho menos hostil que el de Edward
mientras repetía la declaración. El doctor Cullen suspiró y negó con la cabeza.
"Miren, yo no tengo ningún problema con la niña como persona y le he dicho esto a
Edward. La primera vez que me encontré con ella llegaba apenas a mis rodillas y se
las arregló para encantarnos tanto a su madre como a mí. Es una buena chica," dijo,
encogiéndose de hombros. Mi ceño se frunció en confusión por su declaración, por el
hecho de que él estaba diciendo que no tenía ningún problema conmigo en lo
personal.
"Pero usted dijo..." Empecé, antes de darme cuenta siquiera que estaba hablando.
Cerré mi boca rápidamente y miré alrededor, nerviosa de que acababa de hablar en
medio de su reunión. Todo el mundo parecía igual de sorprendido por mi arrebato,
obviamente, no esperaban que en verdad tuviera la suficiente valentía para participar.
Pero mi mente estaba todavía grogui, todo parecía casi surrealista y no estaba
pensando con claridad.
"¿Yo dije qué?" preguntó el doctor Cullen después de un momento, levantando las cejas
inquisitivamente. Lo miré fijamente, sin saber si debía o no seguir realmente con lo que
había estado a punto de decir. No quería que pensara que estaba tratando de llamarlo
mentiroso ni nada, sólo estaba confundida. "Solo dilo, niña."
Suspiré. "Cuando aquellos hombres estuvieron de visita desde Chicago, el tipo que
usted dijo que era su jefe le preguntó que si valía la pena en forma personal y usted
dijo que no."
Pareció sorprendido por lo que había dicho y me miró un segundo antes de asentir.
Asentí vacilante. "Usted dijo que yo era un buena esclava," murmuré. Él asintió.
"Así que si no la odias, entonces ¿cuál es el gran problema con que ella y Edward estén
juntos? Digo, si se aman el uno al otro y se hacen felices, ¿por qué no puedes
simplemente dejarlos estar?" Preguntó Jasper. El doctor Cullen negó con la cabeza.
"Porque hay complicaciones que ustedes no entienden, por eso. Sí, ellos se aman y eso
es genial. No me había dado cuenta hasta que mi hijo me dio un puñetazo de
exactamente cuán profundo era ese amor para ser honesto, pero el amor nunca es algo
malo. Quiero que los dos encuentren la felicidad, mi corazón no es de piedra. Pero hay
cosas que ellos no saben que pueden causarle daño a ambos si no se calman y dejan
de actuar de manera tan imprudente llamando la atención sobre sí mismos," dijo. "Le
he dicho a ambos que pueden estar juntos por el momento si eso es lo que quieren;
solo necesitan ser cuidadosos.”
"¿No puedes ver lo jodidamente injusto que es eso?" preguntó Edward. "¿Podemos estar
juntos ‘por el momento’? ¿Qué diablos se supone que significa eso, de todos modos?"
"Significa que hasta que resuelva las cosas no puedo darles ninguna garantía en el
futuro," dijo simplemente. Edward gimió.
"¿Qué cosas?" Preguntó, enarcándole una ceja a su padre. El doctor Cullen se limitó a
mirarlo, sin responder. "Está bien. No respondas a eso, puedo descubrirlo por mí
mismo. Solo dime, ¿con quién está emparentada ella?"
"Su padre es conocimiento común, todo el mundo sabe que su padre es Charles Swan,
"¿Por qué simplemente no se lo dices?" preguntó Jasper, con el ceño fruncido. El doctor
Cullen suspiró, negando con la cabeza.
“Porque él la querrá. Él esperará que ella le sea entregada y ella no estaría a salvo, es
por eso que no se lo he dicho. Contrariamente a lo que ustedes puedan pensar, estoy
tratando de ayudarla," dijo el doctor Cullen. Me quedé allí sentada, mi mente tratando
frenéticamente de analizar lo que él acababa de decir. No quería ser entregada a
nadie, a pesar de todo, tenía a Edward aquí y Edward me hacía feliz.
"Joder, nadie se la va a llevar," dijo Edward con fiereza, la ira en sus palabras enviando
un escalofrío por mi espalda, pero aliviando un poco mi pánico. "No se la vas a
entregar a nadie. No dejaré que eso suceda."
"¿Lo conocemos?" Preguntó Edward, levantando las cejas inquisitivamente. "¿El hombre
que está relacionado con ella, es alguien que conocemos personalmente?"
El doctor Cullen miró a Edward por un momento. "No puedo responder a eso," dijo
finalmente. Edward rio secamente.
"Tomaré eso como un sí, entonces," dijo. El doctor Cullen gruñó, negando con la
cabeza.
"¿Por qué no puedes hacerlo tú?" Preguntó Jasper. "Quiero decir, sí, sabes que ella tiene
un pariente por allí en algún lugar. Es obvio que no es alguien que ella va a querer
"Porque los únicos verdaderos secretos son los que no se comparten con nadie;
aquellos que son simplemente entre un hombre y su Dios. Este no es uno de ellos. La
gente lo sabe," dijo. Edward suspiró.
"Esme lo sabe," dijo Edward, negando con la cabeza. El doctor Cullen asintió.
"Sí, lo hace. Pero no es de ella de quien estoy hablando. No estoy preocupado porque
tu tía hable, ella se lo llevará a la tumba. Pero estoy preocupado por el médico que hizo
la prueba en primer lugar y por quien pueda haberse tropezado con los resultados
desde allí. Hasta el momento han mantenido la boca cerrada, pero no sé cuánto tiempo
va a durar," dijo. "Y no tienen idea del dilema en que esto me ha puesto. Debo poner al
Borgata en primer lugar; debo hacer lo que ellos quieren por encima de cualquier otra
cosa. Y en este momento no estoy haciendo eso. En este momento estoy poniendo a mi
verdadera familia por encima de ellos. Estoy básicamente tambaleándome en el borde
de romper el juramento que hice y estoy seguro que todos y cada uno de ustedes son
conscientes de lo que eso significaría para mí si soy descubierto. Estoy tratando de
ocultarle lo que ellos quieren para que mi hijo y su novia puedan estar a salvo, y mi hijo
sigue metiendo su nariz en ello y amenazando con arruinarlo de todos modos."
"Si estás tratando de ayudarla, ¿por qué la amenazas entonces?" preguntó Jasper
después de un momento. El doctor Cullen suspiró.
"Porque es lo único que puedes hacer cuando estás tratando con aquellos que no
tienen respeto por las cosas. Lo único que me importa es mantenerlos con vida; y eso
es lo único que puede mantenerlos en línea. Edward no tiene ninguna estima por su
propia vida; él me dejó muy claro eso de nuevo anoche cuando no dudó en anunciar
que moriría por ella. Amenazar su vida no le perturbaría. La única cosa que lo haría es
la de ella," dijo. "Pero no es un farol. Si se llegara el momento y no puedo salvarlos a
ambos, voy a elegir mi sangre. Si no tengo otra elección, la sacrificaré si es la única
manera de mantener a Edward a salvo."
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho ante sus palabras mientras el miedo corría por
mis venas ante la idea de morir. No podía odiar exactamente al doctor Cullen por ello,
ya que yo me sacrificaría a voluntad si eso significara mantener a salvo a Edward, pero
aun así no era algo que quisiera oír de los labios de mi amo.
"Eso es una mierda," espetó Edward. "Eres mucho más malditamente estúpido de lo que
pareces si piensas que quiero seguir viviendo si no la tengo a mi lado. Ella me ha
Miré a Edward, jadeando hacia él por su estallido. No era la primera vez que había
dicho algo por el estilo, por supuesto, pero había algo que me golpeó con fuerza al
oírle decírselo a su padre.
"Sé que crees eso..." comenzó el doctor Cullen. Edward hizo un ruido similar a un
gruñido y dio un puñetazo sobre la mesa, haciendo que nuestros platos traquetearan
por la fuerza.
"No seas condescendiente conmigo y pretendas saber mejor que yo mis puñeteros
sentimientos. ¡Yo la amo, joder, y nada va a cambiar eso! ¡No me trates como un niño
que simplemente no sabe nada!" espetó Edward.
El doctor Cullen golpeó la mesa con sus manos, también causando que todo
traqueteara. "¡Entonces crece de una puta vez ya! ¡Deja de actuar tan malditamente
inmaduro! No estoy asumiendo conocer tus sentimientos mejor que tú, pero no soy
estúpido, hijo, ¡sé cómo te sientes! ¡Lo sé porque me sentí de la misma jodida manera
cuando tenía tu edad! Sé que amas a la chica y lo que arriesgarías todo por ella, pero
te lo digo ahora mismo, ¡tenía que intentarlo, joder! No podía dejar que ambos
cayeran, ¡tenía que por lo menos intentarlo! ¡Si no por ti entonces por lo menos por tu
maldita madre!"
"¡Mi madre no tiene nada que ver con esto, así que deja de arrastrar su jodida
memoria!" explotó Edward.
"No sabes lo que estás diciendo. ¡Tu madre tiene todo que ver con esto!" explotó el
doctor Cullen de vuelta.
"¡Ella amaba a la chica! ¡Desde el momento en que puso sus ojos en ella la amaba!
¡No habría querido que ambos perdieran la vida, joder, ella me diría que al menos
tratara de salvar a uno de ustedes!" escupió el doctor Cullen. Mis ojos se abrieron con
sorpresa y los ojos de Edward se estrecharon aún más, su temperamento explotando de
nuevo.
Me puse nerviosa por su tono, el terror arrastrándose a través de mí. Estaba furioso de
nuevo y el fuego estaba ardiendo en sus ojos, el mismo fuego que había provocado que
perdiera el control y explotara violentamente en contra de Edward y de mí. En silencio
recé para que Edward retrocediera y se calmara y no lo presionara más porque tenía
miedo de la que pudiera ser su reacción.
"¿Quién lo hizo?" preguntó Edward después de un momento, su voz era baja. Todos
alzamos la mirada hacia él y vi que miraba fijamente a su padre, con el ceño fruncido.
No estaba segura de lo que estaba hablando, pero me di cuenta por su expresión que
era algo serio.
"¿Quién hizo qué?" Preguntó el doctor Cullen con indiferencia, sin molestarse siquiera
en mirar a Edward. Yo tenía la sensación de que el doctor Cullen sabía exactamente a
qué se refería Edward, simplemente estaba fingiendo ignorancia.
"Sabes qué. ¿Quién la mató?" preguntó. Mis ojos se abrieron con sorpresa ante la
pregunta. "Estamos aclarando todo, y quiero saber. ¿Quién me disparó?"
"¿Por qué lo hicieron?" preguntó Edward directamente. "Si no quieres darme nombres,
bien. Lo menos que puedes hacer es decirme qué demonios era tan malo que hizo que
mereciera que me fusilaran cuando tenía solo ocho años."
"No hay ningún punto en ello, Edward. Lo hecho, hecho está," dijo. Edward se rio
secamente, su ira iba en aumento.
"No me vengas con esa mierda. Tengo derecho a saberlo. Mi vida se jodió ese día,
merezco saber quién o qué demonios lo causó," dijo Edward. "Siempre te culpaste,
diciendo que esa mierda era tu culpa, pero anoche me dijiste que era culpa de mamá.
El doctor Cullen miró a Edward por un momento. "No lo sé," dijo finalmente. Edward
gimió, negando con la cabeza.
"¡Quiero decir, no sé quién demonios tiene la culpa!" espetó el doctor Cullen. "Tu
madre... Dios, yo amaba jodidamente a tu madre. Pero ella actuó a escondidas mías e
hizo mierdas que sabía que no debería estar haciendo. Estaba investigando y
haciendo preguntas y obteniendo atención no deseada. ¡Yo era un ingenuo y no me di
cuenta de lo que estaba ocurriendo hasta que ya había conseguido que la matasen!"
El doctor Cullen suspiró, negando con su cabeza. "¿Por lo que tu madre haría cualquier
cosa que hacía? Tratando de ayudar a la jodida gente, como siempre. Estaba tratando
de salvar la vida de alguien y terminó perdiendo la suya en el proceso."
Edward negó con la cabeza. "¿Quién?" preguntó. El doctor Cullen lo miró, enarcando
sus cejas inquisitivamente. "¿A quién estaba tratando de ayudar?"
"Sí," espetó Edward. "Me gustaría saber quién demonios fue tan malditamente
importante para que arriesgara todo. Quién era tan jodidamente importante para que
alguien la matara por ello. ¡A quién carajo trató de salvar y casi causó que mataran a
su hijo! ¡Quiero saber a quién mierda eligió sobre mí, su propia y maldita carne y
sangre! ¡Por quién estaba tan dispuesta a morir!"
Me tensé, su ira asustándome. El doctor Cullen se limitó a mirarlo con una expresión en
blanco pero con una mirada intensa. Edward le devolvió la mirada por un momento y
era extraño, casi como si estuvieran teniendo una conversación en silencio mientras se
miraban el uno al otro. La expresión enfurecida de Edward se suavizó después de un
momento mientras su ceño se fruncía, entrecerrando los ojos con suspicacia. Él rompió
el contacto visual después de un segundo y miró a la mesa, pasando una mano por su
cabello. Tenía una expresión de intensa concentración en su rostro, como si estuviera
tratando lentamente de descubrir un enigma, su cerebro trabajando furiosamente para
unir las piezas. Su expresión se suavizó aún más después de un momento y parpadeó
Mi ceño se frunció en confusión. Era como si me hubiera perdido algo, había algo que
no entendía. Miré a mi alrededor y vi que Emmett y Jasper tenían expresiones que
hacían eco de cómo me sentía, estaban tan confundidos como yo. Miré al doctor Cullen
y me congelé cuando vi que me miraba con una expresión curiosa en su cara. Era casi
de compasión, tal vez un poco de tristeza, pero no había realmente ningún enojo. Era
más como... lástima.
Emmett gruñó. "Maldita sea, papá, ¿no he dicho que no quería saber cómo
funcionaban las reuniones reales? Pero sí, lo que sea, se ha acabado. Ha sido un
fracaso de todos modos."
Emmett volvió a gemir y el doctor Cullen le dio una palmada en la espalda de nuevo
antes de alejarse. Me senté allí un poco más con Jasper y Emmett, los tres en silencio.
"Ni idea," dijimos Jasper y yo al mismo tiempo. Lo miré con sorpresa y Emmett se rio
entre dientes.
"Siempre gritas `Jinx´ cuando no tiene nada que ver contigo," dijo Jasper, empujando
su silla y poniéndose de pie. "De todos modos, gracias por la cena, Isabella. Sentimos
que la comida no haya ido tan bien".
"¿Sí, señor?" Le dije, vacilante. Él suspiró y me miró un momento con una curiosa
expresión en su rostro, como si estuviera tratando de leerme de nuevo. Estaba nerviosa,
mi corazón golpeando frenéticamente y mis rodillas amenazando con ceder mientras
mi cuerpo se estremecía bajo su mirada.
"Sí, señor," murmuré de nuevo, solo accediendo. Me miró por un momento más antes de
asentir. Se dio la vuelta y se dirigió a su despacho y cerró la puerta detrás de él. Me di
la vuelta y me dirigí hacia las escaleras lentamente. Llegué el tercer piso y me acerqué
a la puerta de Edward, dudando cuando vi que estaba cerrada. Extendí la mano y
agarré el pomo, pero me detuve, frunciendo el ceño confundida cuando no giró.
Estaba cerrada con llave. Había cerrado la puerta, dejándome fuera. La confusión y el
dolor me golpearon, ya que nunca había hecho eso antes. Nunca había cerrado su
puerta así. De inmediato me preocupé y parte de mí quería golpear la puerta y exigir
que abriera para poder saber que estaba bien, pero otra parte de mí estaba
recordando lo que el doctor Cullen me había dicho unos segundos atrás. `Dale a
Edward algún tiempo´. No estaba segura de por qué o qué estaba sucediendo, pero
era obvio que tenía razón. Edward necesitaba tiempo. Quería estar solo.
Sentí las lágrimas en mis ojos, una mezcla de dolor, tristeza, confusión y agotamiento
me consumía. Me acurruqué en la cama, tratando de encontrar la calidez que ansiaba
mientras las lágrimas se desbordaban y mi cuerpo se vio sacudido por los sollozos.
Estaba perdido, él estaba desaparecido. Su calidez se había ido, el confort y la
seguridad que deseaba desesperadamente habían desaparecido junto con su
presencia. Y no sabía por qué. No sabía por qué no estaba aquí conmigo, lo que había
sucedido, por qué quería estar lejos de mí. ¿Había hecho yo algo mal? ¿Todavía me
amaba? Esta noche había dicho que me amaba y que nunca nadie me apartaría de su
lado, pero era él quien nos mantenía alejados en este instante. ¿Por qué? ¿Qué estaba
sucediendo?
Por primera vez en meses, me quedé dormida sin él a mi lado. Mi sueño fue inquieto y
discontinuo, con pesadillas amenazando con apoderarse de la pequeña fracción de
paz que estaba encontrando mientras estaba inconsciente.
"Te amo," susurró, su voz quebrándose. Pude escuchar el dolor, la agonía que estaba
sintiendo y no sabía por qué estaba allí, pero quería que se fuera.
Se aferró a mí con firmeza, apretándome con tanta fuerza que casi dolía, pero no
quería que me soltara. Nunca querría que me soltara. Sentí una lágrima deslizarse por
mi mejilla, una vez más mis emociones me estaban abrumando.
Edward cullen
¿Alguna vez has visto una de esas películas donde el protagonista de pronto tiene una
puta revelación, donde está ahí sentado y simplemente, de la nada, todo le golpea
como un maldito tráiler? ¿Dónde las palabras no son necesarias, es mierda que él ya
sabe, pero es como si todas las piezas del rompecabezas parecieran unirse y de pronto
todo tiene sentido, misterio resuelto? No estoy hablando de ese marica momento “¡Ah-
ha!” como en la maldita Clue donde adivinaste que fue el Coronel Mostaza con una
maldita vela o algo así. Me refiero algo así como en la película “Sexto Sentido” cuando
ese doctor que Bruce Willis interpretó, Malcom Crowe, simplemente se da cuenta de
que había estado muerto todo el maldito tiempo y todo lo que había pasado en la
película apoyaba su maldita teoría. (N.T. Clue (conocida como Cluedo o El juego de la
sospecha en España y Clue, el castillo del misterio en Hispanoamérica) es una película
estadounidense estrenada en 1985 y dirigida por Jonathan Lynn. De acuerdo con la
naturaleza del juego de mesa, en la versión teatral de la película se muestran uno de
los tres posibles finales)
Sí, yo también solía pensar que todo eso era una mierda. La gente comprendía las
cosas gradualmente, que no había tal cosa como una revelación masiva donde
simplemente todo se aclaraba y en un instante todo tenía sentido. Esa mierda no
sucedía… pero aun así, acaba de pasar.
Sentado ahí en la mesa, frente a mi chica que amaba más que a la vida misma, todas
las putas piezas del rompecabezas simplemente se unieron y cayeron en su lugar.
Todas habían estado allí todo el tiempo, justo frente a mi puta cara y casi me sentí
estúpido por no ver la verdad antes. Me quedé atónito, casi completamente inmóvil
mientras comprendía todo. Yo era el Dr. Malcom Crowe y estaba jodidamente muerto.
No sé cómo se me ocurrió o qué fue exactamente lo que me dio la chispa que me hizo
darme cuenta de ello. Tal vez fueron mis propias palabras, tal vez fue la forma en que
mi padre me miró, lo que sea. El “por qué” francamente no importaba… lo importante
era que había sucedido. Todo simplemente encajó, y al instante que la idea cruzó mi
puñetera mente, simplemente lo supe. Mi ceño se frunció y miré fijamente a mi padre,
esperando de inmediato como el infierno estar fuera de puta base, estar fuera del
maldito estadio, pero solo mirando su expresión sabía que no lo estaba. (N.T. Estar
Era ella. La persona por la que mi madre había arriesgado todo por ayudar, la persona
por la cual mi madre se había arriesgado a sí misma para tratar de salvarla. Era la
misma chica por la cual yo estaba dispuesto a dar mi vida, la chica por la que estaba
luchando con todas mis jodidas fuerzas. Ambos amamos y quisimos salvar a la misma
maldita persona. Parpadeé un par de veces y pasé la mano por mi pelo de forma
ausente, aturdida.
Mi madre fue asesinada y mi vida había sido destrozada por Isabella Swan.
Era la razón por la que mi padre actuaba de forma tan extraña con ella, por qué había
actuado de la forma en la que lo hizo con Isabella en el aniversario de la muerte de mi
madre. Fue la razón por la cual él dijo que personalmente para él no valía la pena, por
la cual en ciertos momentos realmente parecía sentir resentimiento hacia ella. Pero al
mismo tiempo, era la razón por la cual estaba tratando de salvarla, por la cual trató
con todas sus putas fuerzas de ayudarla a que se adaptara. ¡Cristo, era la jodida razón
por la que la compró en primer lugar! Era como si estuviera tratando de terminar lo que
mi madre había empezado.
En el momento en que me di cuenta que incluso una parte de la ira que sentía estaba
dirigida a la hermosa chica sentada frente a mí, tuve que salir de allí de una puta vez.
No estaba bien, no era justo para ella. ¡Era solo una niña por el amor de Dios, no podía
culparla por ello! Ella no tenía el control sobre las acciones de mi madre.
Pero aun así, de todos modos sentía esa mierda. Sentía la ira y el odio comenzar a
aparecer. Sentí el impulso de culparla. Mi madre había muerto y si la chica frente a mí
no hubiera existido, joder, mi madre no estaría muerta. Yo no habría sufrido tanto en
los últimos años. No habría estado tan jodidamente destrozado, mi familia no se habría
arruinado. Me sentí asqueado de mí mismo, como si hubiera elegido a la chica frente a
mí en vez de a mi madre. Sentí que por estar con Isabella, estaba orinando sobre la
tumba de mi madre. Mi madre había muerto por ella, si ella no hubiera nacido nada de
esto habría sucedido. Me sentía como si estuviera manchando su memoria. ¡Cristo,
estaba durmiendo con el puto enemigo!
Empujé bruscamente mi silla hacia atrás y me puse de pie, ansioso de salir de una
puta vez de allí antes de que perdiera el control. Necesitaba escapar porque no era
justo para Isabella. No podía culparla por lo sucedido, ella no había hecho ni una
maldita cosa mal. ¡Tenía que alejarme de ella antes de que accidentalmente perdiera
el control y la lastimara, porque ella no merecía ser lastimada! Ya había sido
lastimada lo suficiente en su vida y no podía ser yo quien le diera el maldito golpe final
y la destruyera. Y sabía a ciencia cierta, que esta mierda lo haría. Esto la destruiría.
Joder, ella me amaba y confiaba en mí. No podía ser yo la causa de su caída.
Me paseé por la habitación, mi mente buscando una solución a todo, una pequeña
parte de mí estaba en puñetera negación de que esto estuviera sucediendo. Sabía que
estaba en lo correcto, que toda la mierda encajaba, pero el problema era que no
quería que nada de esto fuera cierto. No quería que Isabella fuera la puta razón de que
mi madre estuviera muerta. Esa mierda no estaba bien, joder, ¡no era justo! ¿Qué clase
de Dios jodidamente enfermo me haría eso? ¡Finalmente había encontrado algo de
maldita felicidad en este enfermo mundo retorcido, algo positivo, y ella era la causa de
la maldita oscuridad en primer lugar! ¡Finalmente había aprendido a amar de nuevo, y
Dios de verdad que la amaba, y joder, resulta que ella era quién me había hecho así,
la que mató mi pinche capacidad de relacionarme con los demás!
Me paseé por la habitación, mis manos pasándose furiosamente por mi pelo mientras
trataba de ordenar mis pensamientos. Tenía que dejar de pensar de esa forma, tenía
que dejar de pensar que algo de eso era su culpa. Ella no había hecho ninguna
maldita cosa. Pero estaba tratando de darle sentido a esta mierda y a pesar de que
todo encajaba entre sí, todavía no entendía ni mierda. ¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué
nosotros? ¿Qué demonios habíamos hecho para merecer esta mierda? ¿Había sido tan
Los últimos meses pasaron por mi mente, la mierda que Isabella y yo habíamos hecho
juntos. Las cosas que habíamos hecho, todas nuestras putas confesiones. Le había
abierto mi puñetero corazón y alma a ella, le había contado todo sobre mi madre,
maldición, incluso había llorado por ello frente a ella y todo el tiempo había sido ella.
Había sucedido por ella. Gracias a ella que tuve que ver morir a mi maldita madre, fue
por ella que casi pierdo mi propia vida de mierda.
“¡Carajo!” Grité, llevando mi pie hacia atrás y pateando el marco de la cama mientras
caminaba junto a ella. No podía seguir pensado esas mierdas, no podía culparla. ¿Ella
tenía, qué, siete años cuando mi madre murió? ¿Cómo carajos puedes culpar a una
niña de siete años por un puto asesinato que ocurrió casi a tres mil quinientos
kilómetros de distancia de ella? Su vida nunca había sido suya, ella nunca había sido
libre de hacer la mierda que quisiera. Maldición, ni siquiera podía orinar sin maldito
permiso, ¿y yo estaba culpándola por un maldito asesinato? Eso era una locura. Joder,
estaba loco.
Y Cristo, ¿de quién era la puta culpa? Sí, mi mamá anduvo husmeando por ahí, se
había convertido en una maldita entrometida e hizo malditas preguntas que no debería
haber hecho, pero, ¿desde cuándo ser entrometido merece una sentencia de muerte?
Ella solo había estado tratando de ayudar a una jodida niña, ¿qué había de malo con
esa mierda? Pero al mismo tiempo ella lo sabía, maldita sea. Ella sabía que no se
podía hacer esa mierda en la vida de mi padre, pero ella lo hizo de todas malditas
formas. Ella se lo había provocado a sí misma. No, a la mierda con eso. Ella nos había
provocado todo eso. Ella sabía la mierda que estaba haciendo, sabía lo que estaba
arriesgando. Y recordé su pinche cara cuando ese hombre le puso esa arma en la
cabeza, la compresión y la realización en sus ojos justo antes de que él apretara el
gatillo. Ella sabía la mierda que había hecho y no había ni una pizca de maldito
arrepentimiento en su expresión. Y yo sabía esa mierda, porque la imagen de ella
estaba grabada en mi cerebro. Había revivido ese momento más jodidas veces de las
que podría contar. Tenía cada segundo memorizado. Ella no se había arrepentido de
la mierda que había hecho, no habría dejado de hacer nada de ello. Estaba
preocupada por mí y en su último puñetero momento hizo exactamente lo que siempre
había hecho… trató de salvar a alguien más. Joder, ella trató de salvarme.
Pero al mismo tiempo, no podía precisamente culparla por esa mierda. No importaba
cuan jodidamente entrometida hubiera sido, no merecía ser asesinada y ella no
debería haber muerto. El maldito estilo de vida de mi padre había hecho eso. Su puto
estilo de vida fue lo que la mató. Era por culpa de él que todos nosotros vivíamos en un
mundo tan peligroso, su puñetera culpa que tuviéramos que lidiar con la violencia, el
odio y el derramamiento de sangre. Él era el maldito criminal, él fue quien introdujo a
los asesinos y salvajes en nuestras vidas. Si no hubiera sido por él, ella no hubiera
estado en peligro por hacer una jodida pregunta. No, si él no se hubiera unido a la
puta mafia, hoy, ella todavía estaría viva. No había duda alguna de eso en mi maldita
mente.
Pero mi madre sabía esa mierda. Sabía lo que él era cuando se casó con él. Sabía a
qué clase de mundo de mierda estaba llevando a sus niños. Nunca había entendido
cómo alguien tan puro e inocente como mi madre podía vivir su vida con alguien como
mi padre, cómo ella podía simplemente aceptar la mierda que él hacía. Todavía no
entendía esa mierda sobre Esme, cómo jodidos podía quedarse con su esposo y
amarlo, sabiendo que asesinaba personas y que probablemente había roto cada
maldita ley federal que existía. ¿Cómo podían simplemente aceptar esa mierda? Yo
una vez le pregunté a Bella si podría aceptar eso de mí, si alguien como ella podría
quedarse conmigo si elegía seguir ese camino y no estaba muy seguro de ello
entonces. Todavía no sabía si ella estaría dispuesta, pero de algo estaba seguro ahora,
yo no quería que lo hiciera. Joder, ella era demasiado pura para atarse a esta maldita
vida brutal, el tipo de vida donde la puñetera curiosidad puede llevarte a ser ejecutado.
Y no había jodida manera de que alguna vez yo la pusiera en esa posición. De
ninguna jodida manera iba a terminar como mi padre.
Estaba encabronado y jodidamente dolido. Mi pecho se sentía oprimido, tanto que con
cada respiración que daba enviaba un dolor agudo a través de él. Caminé de un lado
al otro de la habitación, pateando cosas y tirando mierda por todas partes, tratando de
sacar mi puto enojo. Estaba tan tenso que necesitaba algo para liberarme, tenía que
dejar salir algo de tensión así que me desquité con mis pinches pertenecías, para así
no desquitarme accidentalmente con alguien como Isabella. Mis pensamientos eran
confusos y todo el tiempo me lo pasé frenéticamente culpando a una y otra persona,
tratando de encontrar la maldita lógica en una situación en la que no había ninguna.
Mi ira era tan jodidamente intensa que estaba empezando temblar, pasando la mano
por mi pelo frenéticamente y tirando de él mientras mi otra mano, a un costado, estaba
hecha un puño. Estaba tratando de contenerla, tratando de aclarar mi puta mente, pero
mis emociones lo estaban dominando todo. Quería hacerle daño a alguien, quería que
Saqué una botella de Patrone porque prácticamente era toda la mierda que me
quedaba allí. Mi reserva estaba menguando y en realidad no me había dado cuenta,
ya que no me había metido mucho de esa mierda últimamente. Era otra maldita cosa
que ella había cambiado en mi vida sin siquiera darse cuenta. Dios, ¿siquiera seguía
siendo mía mi vida? ¿Qué demonios me había pasado? ¿Qué demonios le pasaba a
mi familia? Ella había influido en cada uno de nosotros de algún modo, era como si
hubiera lanzado un maldito hechizo en todos nosotros. Nos tenía comiendo de su
mano, jodidamente listos y dispuestos a sacrificarnos por ella. ¿Qué tenía ella? Cristo,
era como si fuera una maldita bruja o algo así. Yo no era esta mierda, no solamente
entregaba mi maldita vida a alguien más. Yo era Edward jodido Cullen, podría tener
cualquier maldita cosa que quisiera. Se supone que la vida es jodidamente fácil para
mí, así que, ¿por qué demonios estaba permitiendo que esta complicada mierda
tomara el control?
Abrí la botella y la llevé a mis labios, empinándola toda. No era suave en absoluto y
quemó excesivamente al bajar. Hice una mueca y me estremecí, pero no la guardé. El
ardor podía manejarlo, el dolor físico podía soportarlo, lo que fuera con tal de
deshacerme del maldito dolor en mi pecho afianzándose justo en mi puñetero corazón.
Lo que fuera para hacer que eso desapareciera.
Dejé la botella después de un momento y pasé la mano por mi pelo, sintiendo un poco
de calor extenderse a través de mi cuerpo a medida que el alcohol comenzaba a
recorrer mi sistema. Mis ojos se fijaron en el marco que estaba boca abajo sobre el
escritorio y me congelé por un momento antes de extender la mano y levantarlo. Lo
miré, sintiendo pinches náuseas cuando vi la pequeña mancha de sangre seca en él de
cuando Bella se había cortado tratando de limpiar. El vidrio estaba roto, solo algunos
pedazos quedaban aferrados a él. Me quedé mirando a la foto de mi madre y de mí de
hace tantos años, los dos viéndonos tan jodidamente felices. Tenía que haber tenido
como unos cinco años entonces y de inmediato me pregunté si ella ya había conocido a
Me pareció irónico que un marco roto y unas gotas de sangre estropearan ahora la
imagen feliz. Joder, casi era adecuado que estuviera manchado de esa forma. Mi
maldita vida se había arruinado igual que esa jodida foto estaba arruinada ahora.
Nunca nada sería lo mismo. Su jodida memoria estaba corrompida ahora al saber la
mierda que había llevado a su muerte, era como una maldita nube negra cerniéndose
sobre todo. ¿En realidad alguna vez había conocido a mi madre? ¿Había sido tan
jodidamente ingenuo y mi memoria estaba tan confusa como mi padre había
insinuado? Mi ira solo aumentaba cuanto más pensaba en ello, el dolor en mi pecho se
intensificaba mientras miraba el rostro de mi madre. Las palabras que había dicho
antes en la planta baja vinieron a mi mente, apoderándose de mis pensamientos.
Quería saber qué demonios era tan importante por la cual había arriesgado cada puta
cosa. Quién era tan jodidamente importante que alguien la mataría en su lugar. A
quién demonios quería salvar que casi consiguió que por ello mataran a su hijo.
Quería saber a quién demonios había escogido sobre mí, su propia maldita carne y
sangre, por quién había estado tan dispuesta a morir…
Isabella. La jodida Isabella. La mia bella ragazza. Sentí que mis ojos ardían a medida
que las lágrimas brotaban y traté de contenerlas lo más que pude, sin querer llorar
como un gran maldito maricón. Gemí y negué con la cabeza, tratando de controlarme,
y arrojé de nuevo el marco sobre el escritorio. Cogí la botella de licor y me paseé por la
habitación, bebiendo y tratando de pensar racionalmente, pero todo estaba confuso y
el maldito alcohol no estaba ayudando. Mucha de la mierda que la gente me había
dicho en los últimos meses de pronto tenía sentido, cada pizca de ella. No sé cómo
carajos no lo había entendido antes, ahora estaba claro como el infierno. Todas las
putas pistas habían estado allí, simplemente yo había estado tan cautivado por mi
amor por ella que no pude verlas. No había querido ver esa mierda.
Las palabras de Aro sobre que ella significaba más para mi padre de lo que creía,
acerca de que Bella no solo era otra esclava para él. Las palabras de Esme acerca de
cómo mi madre no podría evitar amarla. Y mi padre… ahora todo lo que había dicho
tenía sentido. El hecho de que cuando habíamos ido al campo de tiro él dijo que ella
no había hecho nada para merecer su odio pero ni una sola vez diciendo que no
tuviera esa mierda. Fue por eso que le había tendido una trampa en el aniversario de
la muerte de mamá, la razón por la que puso esa pinche arma allí donde sabía que
ella la encontraría. Él quería hacerle daño, quería que sintiera el mismo puñetero dolor
que él sentía. La culpaba por la mierda que le había pasado a mamá, la había
culpado por ese día, y había querido darle un puto castigo por ello.
¡Cristo, ella estaba pagando de nuevo por los errores de los demás! Había pasado
toda su vida siendo lastimada por pendejadas que ella no había hecho y esa mierda
seguía pasando. Era injusto, tan malditamente injusto. Joder, yo había pagado por sus
errores ese día cuando me dispararon e Isabella todavía estaba pagando por sus
putos errores.
La ira recorría mi cuerpo, el resentimiento que sentía era intenso. Empecé a caminar
más frenéticamente de un lado al otro, tratando de recuperar el control. Estaba
jodidamente encabronado y todavía no sabía con quién demonios estaba más
encabronado. Todavía estaba esa pequeña parte muy dentro de mí que sentía ese
resentimiento hacia Isabella que no debía estar sintiendo porque ella no había hecho
ni una maldita cosa. Ni una mierda había cambiado, ella seguía siendo la misma
chica que había sido esta mañana o la semana pasada. Joder, la amaba y ella me
amaba y nunca había hecho una maldita cosa para lastimarme intencionalmente. Yo
sabía eso. Confiaba en ella y nada había cambiado esa mierda.
Pero… pareciera como si todo fuera jodidamente diferente ahora. ¿Cómo olvidar
simplemente esa mierda? ¿Cómo se puede retroceder en el tiempo? ¿Cómo te puedes
detener, sabiendo que tu novia sin saberlo ha arruinado tu maldita vida? ¿Cómo
perdonar esa mierda? ¡Cristo, no tenía ni una mierda por la cual perdonarla, ella no
tenía ninguna puta razón para pedir perdón en primer lugar!
Era la desesperación. Estaba devastado, sentía la pena tan intensa como recordaba
haberla sentido al despertar en el hospital cuando tenía ocho años. Joder, fue como si
la hubiera perdido de nuevo, como si esa mierda apenas acabara de suceder. Ella
había muerto, mi pinche madre había muerto. Perdí mi última chispa de fuerza en ese
momento y las lágrimas comenzaron a caer. Simplemente dejé que esa mierda me
venciera, sabiendo que era inútil tratar de mantenerla a raya. No era justo,
absolutamente nada de ello, pero la vida no era justa. Había aprendido eso años atrás.
A todos nos iba jodidamente mal, y no importaba cómo demonios habíamos llegado
aquí, el punto era que estábamos aquí. Joder, todos estábamos destruidos, todos y
cada uno de nosotros. Todos habíamos sufrido y habíamos tenido que sacrificarnos, ¿y
qué maldito derecho tenía yo de ir por ahí tratando de culpar a la gente por ello? Al
final esa mierda no importaba, no importaba con quién demonios me enojara y a quien
culpara, ella todavía estaría muerta. Eso mismo le dije a mi maldito padre todos esos
meses atrás cuando él desquitó su propia ira y desesperación con Isabella. Le dije que
mamá estaba muerta y que no importaba a quién demonios castigara o con quién
tratara de desquitarse, ella no iba a volver. Se había ido. Ella se había ido.
Cerré la llave y salí del baño, quitándome los zapatos en el proceso porque había
fragmentos de vidrio pegados en la suela. Caminé hacia la puerta y titubeé con mi
mano frente al pomo. Le eché un vistazo al reloj y me congelé, sorprendido de que era
medianoche. De inmediato me pregunté dónde estaba Isabella y me sorprendió un
poco que ella no hubiera tocado a la puerta para ver cómo estaba. Demonios, tal vez lo
había hecho por lo que sabía, había estado tan enfrascado en mí mismo en el baño
que es probable que ni siquiera me hubiera dado cuenta. Me pregunté si ella lo sabría,
el jodido miedo me recorrió ante la expectativa de qué demonios había pasado cuando
me fui. No había pensando en ello hasta ahora, joder, solo había estado pensando en
mí mismo y mi propio dolor, sin tomarme un puto momento para pensar en cómo
carajos se iba a tomar ella esto. Tenía que haber estado confundida cuando salí
corriendo del puto comedor y no vino a buscarme por respuestas, entonces, ¿ella ya
sabía esa mierda? ¿Acaso mi padre le había dicho algo?
Giré el pomo y abrí la puerta, entrando. Cerré con el pie detrás de mí y caminé hacia la
silla de cuero, dejándome caer en ella. Dejé caer mis hombros y llevé la botella de
vodka a mis labios, empinándola.
Nos quedamos ahí sentados en silencio por un momento, sin que ninguno de los dos
hablara, siendo los únicos sonidos en la habitación el de sus dedos presionando las
teclas y el tic tac del reloj en la pared más cercana. Yo me estaba tomando el vodka
como si fuera agua, tratando de adormecer el puñetero dolor que todavía sentía en mi
pecho. Los calmantes habían atenuado el dolor físico pero el dolor emocional todavía
era intenso. Estaba desgarrado, malditamente destrozado, y cada vez que miraba a mi
padre sentía la ira quemarme por dentro. Esa mierda me preocupaba, porque, ¿cómo
diablos iba a reaccionar al ver a Isabella? Estaba acostumbrado a culpar a mi padre
por cómo me sentía y mirarlo todavía me enfurecía. Tenía miedo de arremeter contra
ella, de perder el puto control y perderla. A pesar de todo, no podía soportar la puta
idea de perderla alguna vez. La amaba. La necesitaba.
“Nunca quise decírtelo,” dijo mi padre por fin, rompiendo el tenso silencio. Vi que sus
dedos se habían detenido en la computadora pero él aún no me miraba. “Pensé que
sería cruel, que nada bueno podría resultar de eso, sobre todo ahora. Tenía miedo de
que al saberlo te haría más daño que bien. Al fin parecías feliz de nuevo y no quería
ser el que arruinara eso.”
Me quedé mirándolo por un momento, sin saber qué decir. ¿Se suponía que tenía que
darle las putas gracias o algo así? Él se quedó callado por un instante antes de
suspirar y recostarse en su silla, mirándome finalmente. Tenía el ceño fruncido y su
expresión era sombría. Se veía casi tan jodidamente herido como yo me sentía.
Yo solo me quedé mirándolo, un poco sorprendido por las semejanzas entre mi madre
y yo. Los dos tomamos directamente dinero de la cuenta bancaria de mi padre para
tratar de ayudar a Isabella, sin tener en cuenta en absoluto la mierda que él dijo en el
proceso. Cristo, estaba siendo tan jodidamente imprudente como mi madre había sido.
“En algún momento me enteré que ella había estado preguntando a mis asociados
acerca de la chica y rápidamente le puse un alto a eso, o eso creí. Corté su contacto
con Phoenix, nunca la llevé de vuelta allí después de eso. Pero el que ya no viera a la
niña no la detuvo. Estaba contratando investigadores privados, tratando de sacar
trapos sucios y averiguar de dónde provenía Isabella, tratando de encontrar una
manera de alejarla de los Swan. Estaba haciendo preguntas a mis espaldas,
hundiéndose hasta lo más profundo. Le dije muchas veces que no se puede hacer eso,
que no se puede andar por ahí removiendo así la mierda. Pero ella se negó a verlo
como si fuera algo bueno o malo,” él dijo.
Me quedé callado, asimilando lo que me estaba diciendo. Quién hubiera sido, era
obvio que la había asesinado porque estaba tratando de averiguar el puto linaje de
Isabella. Ella había muerto tratando de averiguar la misma pinche información en la
que yo había estado husmeando, la misma información que mi padre estaba
guardando con su vida. Toda esa mierda pareció golpearme con fuerza en ese
momento y parpadeé rápidamente, casi jodidamente atónito. Estaba haciendo
exactamente la misma maldita cosa que ella había hecho. Estaba arriesgando mi puta
vida para entender el misterio de Isabella Swan. Joder, no era de extrañar que mi
padre se estuviera volviendo loco por ello, por qué insistía tanto en que me detuviera.
Incluso me había mirado y dicho que si no paraba ya él iba a perderme de la misma
forma en que la había perdido a ella, esa era la razón por la que estaba tan
malditamente seguro que la información podría hacer que me mataran. Joder, ya había
conseguido que mataran a alguien.
Él suspiró, negando con la cabeza. “Iba por el camino correcto, pero no, no creo que
alguna vez consiguiera estar lo suficientemente cerca como para unir todas las piezas.
La mataron porque tenían miedo de que lo hiciera. Hasta hace poco siempre había
pensado que el secreto que estaban tratando de ocultar era el hecho de Charles hijo la
había engendrado. Los Swan ocultaron esa pieza de información al Borgata porque
nunca se les hubiera permitido tratarla de la forma en que lo hicieron si ellos hubieran
sabido que ella estaba relacionada con ellos. Pensé que por eso se había negado a
vendérmela, porque era pariente consanguíneo. Pero ahora… ahora sé que fue por
algo mucho más serio que eso. A Charles no le importaba una mierda que estuviera
relacionada con ellos o lo que le pasara, solo que no quería que nadie cuestionara o
supiera de dónde había sacado a la madre de Isabella.”
Él me miró por un momento antes de asentir. “Supongo que se puede decir eso,” él dijo.
“Pero tú la culpaste a ella,” dije en voz baja. Sus ojos se abrieron un poco ante mi
Él me miró por un momento antes de suspirar. “A veces, cuando sufres una pérdida
tratas de culpar a una sola causa. `Responsabilidad desproporcionada´ la llaman.
Hace que sea más fácil lidiar con eso cuando puedes canalizar tu dolor y enojo en algo
más tangible…” él empezó a decir.
“Chivo expiatorio,” él repitió. “Tu tía Esme la llama mi `patsy’, como la palabra pazzo.”
“Porque sería fácil tratarla injustamente,” murmuré, sabiendo que pazzo básicamente
significa tonto o pusilánime en italiano. Él asintió con la cabeza.
“Sí. Y tienes razón, durante mucho tiempo Isabella fue mi chivo expiatorio. La culpé por
estar, donde estaba, cuando estuvo, por cruzarse en nuestro camino. La culpé por
hablar con tu madre y pedirle que jugara con ella. La culpé por todo eso, porque era
fácil culparla. Me duele que mi esposa amara tanto a alguien más que arriesgara todo
por esa persona, al igual que sé que te duele a ti por razones parecidas. No es
racional, pero de nuevo, las emociones no lo son a menudo. He aprendido a aceptarlo
en su mayor parte a través de los años, por lo que me pareció que era seguro
finalmente traerla aquí. Pero sí, todavía hay momentos en los que vuelvo a caer en esa
misma mentalidad,” él dijo. Pude oír el arrepentimiento en su voz, el tono de disgusto.
Era evidente que no le gustaba el hecho de culpar a una niña, pero al parecer no podía
evitarlo, así como yo no podía evitar esos sentimientos de culpa que se arremolinaban
en mi interior.
“Hay algo que no entiendo,” le dije. “Dijiste que la gente que había matado a mamá
por husmear estaban muertos. ¿Fue el abuelo de Isabella?, o su anterior amo, como
demonios quieras llamarlo.” Él se quedó mirándome por un momento antes de asentir
levemente. “Así que él sabía los resultados de la prueba de ADN, los que habían sido.
Tenía miedo de aquel con quien ella está realmente relacionada.”
Él asintió de nuevo. “En nuestro mundo es matar o morir, Edward,” me dijo. Me reí con
amargura.
Sus ojos se abrieron por la sorpresa y me pregunté si iba a discutir conmigo, tratar de
convencerme o sermonearme, pero no lo hizo. Simplemente asintió después de un
momento, tema finalizado. Puto caso cerrado en lo que a él concernía.
Nos quedamos en silencio por un momento. Podía sentir el vodka ardiendo por mis
venas, relajando mi cuerpo pero sin hacer nada para calmar mi mente. En algún
momento levanté mi mano, pasándola por mi pelo como de costumbre, dando un
respingo por la leve sensación de ardor en mi mano. Mi padre suspiró dramáticamente,
frunciendo el ceño.
“Déjame ver tu mano,” dijo, inclinándose hacia adelante. Lo miré fijamente por un
momento, considerando discutir ya que odiaba cuando jugaba al maldito doctor
conmigo. Pero yo no era estúpido… sabía que realmente la había jodido esta vez.
Suspiré y me deslicé hacia adelante en mi silla, sosteniendo mi mano hacia él. Por
suerte ya no latía tanto, solo ardía un poco, estaba hinchada y algo rígida. Él tomó mi
mano con cuidado y empezó a mover mis dedos, tratando de girar mi muñeca. Apreté
los dientes cuando el dolor se extendió por mi brazo cuando él echó hacia atrás mi
dedo meñique.
“Debes haber golpeado algo muy duro para hacerte esto,” dijo después de un
momento. Me reí secamente.
“Solo un percance sin importancia con un espejo, eso es todo,” murmuré. Él negó con la
cabeza.
“No hay nada sin importancia en esto, Edward. Tienes una fractura de boxeador, de lo
que traté de advertirte por tu cuarto y quinto dedo, pero no quisiste escucharme. Y creo
que también tienes una fractura de muñeca, a juzgar por la inflamación,” él dijo. Yo
gemí.
“Tengo toda la medicina que necesito justo aquí, gracias,” le dije, llevándola a mis
labios y empinándola. Él se quedó mirándome por un momento antes de negar con la
cabeza.
“Tengo que ir unas horas por la mañana de todos modos, puedes venir conmigo, sacar
una radiografía de tu mano y ponerte yeso en ella,” él dijo. No me molesté en
responder, no tenía sentido. Sabía que mi culo iría, porque al fin y al cabo no quería
“He dicho que bebes demasiado, no deberías de estar ingiriendo el licor de esa forma,”
repitió. Yo me encogí de hombros.
“Sí, bueno, todos tenemos nuestros vicios, papá. Tenía muchas ganas de un poco de
puta hierba, pero ya no tengo y tampoco tengo la maldita llave para ir allá abajo y
conseguir más,” le dije. “Así que, tendrá que ser vodka, supongo.”
Él suspiró. “Me compadezco de tu hígado, vas directo a conseguir una cirrosis a los
diecisiete años,” murmuró. “Te va a matar si sigues así.”
“Sí, bueno, todos tenemos que morir en algún maldito momento. Qué mejor que irme
por algo que amo.” Murmuré, exasperado de que otra vez estuviera jugando al puto
doctor conmigo. Llevé la botella a mis labios para tomar otro trago y cuando el líquido
comenzó a fluir y a quemar mi garganta, noté la mierda que acababa de decir.
‘Todos tenemos que morir en algún maldito momento. Qué mejor que irme por algo que
amo.’
Cristo, eso era exactamente lo que mi maldita madre había hecho. Me recordó toda
esa mierda que ella solía decir cuando éramos niños, Nella vita-chi non risica-non
rosica. En la vida, quien no arriesga, no gana. Ella se podría haber quedado sin hacer
nada, viviendo cómodamente y de manera egoísta, y terminar con una vida larga y
bastante fácil. Ella no tenía por qué exponerse y tomar riesgos, pero lo hizo, porque las
ganancias potenciales para ella valieron la pena. Ella sabía que podría haber fallado
horriblemente, y lo hizo, pero para ella esa mierda había valido la pena por la
posibilidad de que podría haber hecho una diferencia. Valía la pena morir si podía
salvar a una chica que merecía la puñetera oportunidad de vivir. Joder, yo pensaba de
la misma forma. Demonios, todavía pensaba eso sobre ella. Me sacrificaría sin
pensarlo dos veces. Esa es la mierda que haces cuando amas a alguien, por lo que a
mí respecta.
“Yo, eh…” Mi papá comenzó a decir, rompiendo el silencio intenso que había caído
sobre la habitación. Yo lo miré y vi la aprensión en su rostro. “Le dije a Isabella que te
diera algo de tiempo.”
“¿Le dijiste por qué?” Pregunté vacilante. Él suspiró y negó con la cabeza.
“¿Crees que puedes ocultárselo? Ella va a querer una explicación y tú mismo no has
llegado precisamente a aceptarlo,” él dijo. Suspiré y pasé una mano por mi pelo,
haciendo de nuevo una mueca por mi maldita muñeca.
“Inventaré algo, lo que sea. Pero no hay puta manera de que ella sepa que mamá
murió tratando de salvarla. Joder, eso la destruiría, especialmente después de las
pendejadas que le he dicho al respecto,” le dije. Él me miró por un instante, levantando
su ceja.
“¿Hablaste con ella sobre eso?” Preguntó en voz baja. Me quedé mirándolo, sabiendo
que tenía jodida curiosidad porque nunca había compartido esa mierda con él
personalmente. Simplemente no hablaba de esa mierda, pero lo había hecho con ella.
“Le conté todo,” murmuré. “Y joder, he dicho mierdas algo crueles. Anoche por ejemplo,
le preocupaba que estuviera arruinando nuestra familia cuando tuvimos el altercado y
le dije que quién causara la muerte de mi madre fue quien la arruinó, no ella. No tenía
ni puta idea que era ella, Cristo. Ella no puede saberlo, joder, la destrozaría, le dolería
más de lo que esa mierda me duele a mí.”
Él suspiró. “¿Y crees que puedas hacer eso? ¿Ocultarle secretos a ella?” Él preguntó.
Yo asentí vacilante.
“Tengo que hacerlo,” le dije, sintiéndome como una mierda por eso, pero sabiendo que
era la verdad. Saber esto destruiría a Isabella por la culpa, porque sin lugar a dudas
ella se culparía a sí misma.
“Tú sabes que si te sirve de algo, estoy seguro que tu tía Esme y Alec con mucho
gusto…” Él comenzó a decir. Mis ojos se estrecharon y mi ira se encendió.
“Que ni siquiera se te ocurra esa mierda,” espeté, inclinándome hacia adelante tan
rápido que casi dejo caer la botella de licor. “¡Ella no ira a ninguna jodida parte!” Él se
tensó, sus ojos abriéndose un poco.
“No iba a sugerir enviarla a alguna parte,” él dijo. “Iba a sugerir que tú te fueras a
alguna parte. Algo de tiempo lejos puede ayudar.”
Me reí secamente, negando con la cabeza. “No puedo dejarla. Joder, nunca la voy a
dejar.”
Nos quedamos en silencio una vez más después de mi contundente declaración, sin
hablar o movernos ninguno de los dos. Él finalmente volvió a su laptop y comenzó a
escribir de nuevo y yo me puse de pie, dándome la vuelta y saliendo sin decir nada
más. No había nada más que decir entre nosotros. Era extraño después de todo este
Subí las escaleras hacia el tercer piso, deteniéndome brevemente en el pasillo. Extendí
mi mano agarrando el pomo de la puerta, y no estaba bien ni era justo para ella, pero
necesitaba un poco de puto tiempo para superar esto. No tenía idea de qué demonios
iba a decirle, cómo explicarle sin tener que decirle la verdad, pero tenía que encontrar
una manera. Comencé a girar el pomo y me congelé, un escalofrío recorrió mi espalda
cuando oí el suave gimoteo que venía desde la habitación frente a la mía. Cerré mis
ojos, el sonido se instaló en mi pecho, donde está mi corazón. Joder, ella estaba
sufriendo.
Ni siquiera lo pensé, no tomé una decisión consciente sino que reaccioné solo por
instinto al momento que me di cuenta que ella estaba sufriendo. Solté el pomo y me di
la vuelta, caminando hacia su habitación. Giré el pomo y abrí sin hacer ruido,
deslizándome al interior de la habitación. Estaba totalmente a oscuras y parpadeé un
par de veces, tratando de ajustar mis ojos a la oscuridad. Cerré la puerta detrás de mí
y di unos pasos hacia adelante, congelándome cuando mis ojos se posaron en ella.
Estaba aferrada a la almohada, usando mi camiseta de fútbol y acurrucada en
posición fetal.
El dolor que recorrió mi cuerpo era intenso, esa pena volvió a mi pecho, la ira y el odio
comenzaron a bullir en la boca de mi estómago mientras la miraba. Fue por ella. Mi
jodida madre había muerto y fue por ella.
Ella estaba gimoteando, llorando suavemente en sus sueños, y quería ir con ella pero
tenía maldito miedo de hacerlo. Miedo de lastimarla, o arremeter contra ella. Sentí el
resentimiento y el reproche, y la culpa y la vergüenza me golpearon, mis ojos se
nublaron una vez más y me ardían por las lágrimas que amenazaban con
desbordarse. Me di la vuelta y caminé hacia el sofá, sentándome en él, poniendo la
cabeza entre mis manos. Esto era una mierda, todo era una mierda. Éramos tan
malditamente felices, ambos habíamos encontrado un maldito punto brillante en el
universo y ahora el pasado nos estaba alcanzando y la oscuridad amenazaba con
derrumbarnos. Y ella ni siquiera lo sabía. No tenía ni puta idea de nada de eso, y eso
no estaba bien pero no había puñetera manera de que pudiera decírselo. De ningún
modo podría permitir que lo supiera.
Mi madre había muerto, nada iba a cambiar eso. No había nada que la trajera de
vuelta, sin importar lo que hiciera ella seguiría muerta. La había perdido hacía mucho
tiempo. Pero Isabella estaba viva, y por ahora estaba a salvo, y no había maldita
manera de que fuera a perderla a ella también. Había perdido bastante en la vida. Me
merecía esto. Joder, ambos merecíamos esto. Sea como sea, estábamos destinados. Y
yo me encargaría de la mierda y combatiría el reproche y resentimiento con tantas
fuerzas como pudiera, porque teníamos que ser felices juntos. Teníamos que hacerlo,
porque la amaba. Joder, la amaba.
“Te amo,” le susurré, mi voz quebrándose a medida que las lágrimas fluían de mis
ojos. La apreté con fuerza, necesitando sentirla con vida. Necesitaba saber que toda
esta mierda iba a estar bien, necesitaba la confirmación.
La abracé por mucho tiempo, llorando en silencio. Tuve la sensación de que ella se
daba cuenta, que sabía que estaba angustiado, pero no hizo ningún movimiento para
apartarse de mí e investigar. Ella solo se quedó allí y me dejó abrazarla, sin hablar o
presionarme por jodidas respuestas, solo aceptándome como yo era. Porque así es
Isabella, nunca había tratado de cambiarme. Ella me entendía y me aceptaba, y yo la
amé aún más por eso en ese momento. Ella siempre parecía saber exactamente qué
era lo que yo necesitaba y ahora necesitaba resolver yo solo mis conflictos. Necesitaba
tiempo.
Ella volvió a dormirse, sus manos quietas sobre mis brazos mientras se aferraba a mí.
Finalmente me quedé dormido, mi sueño interrumpido e inquieto y vinieron las
pesadillas. Isabella se aferró a mí toda la noche, agarrándose con fuerza mientras yo
revivía de nuevo esa noche de tantos años atrás. Dolió peor que nunca, viendo el miedo
y la compresión en los ojos de mi madre cuando apuntaron el arma en su cabeza y
sabiendo que había sido por Isabella. Pero esta vez, antes de que apretaran el gatillo,
antes de que sonara el disparo que destruyó mi alma, el sueño cambió. Se desenfocó y
se iluminó, de forma tan brillante que apenas pude distinguir algo. Fue como si el
resplandor del sol, me cegara. Oí una risa que me impactó, porque al instante supe
que esa risa melódica era la de mi madre. Era un sonido que extrañaba, un sonido que
ansiaba escuchar de nuevo.
“¿Un beso?” Otra voz que sin duda no era la de mi madre, sonó confundida, el sonido
de esta era también juvenil y despreocupado, había un dejo de compresión en ella y
entrecerré los ojos en el resplandor, tratando de distinguir un rostro.
“Sí, un beso,” le dije un poco molesto, sin entender por qué ella no sabía de lo que
estaba hablando.
“Eh, está bien,” dijo la voz de la niña. Casi al instante fui atacado, casi cayéndome
cuando algo húmedo se estrelló contra mi boca.
“Tú me preguntaste si quería un beso,” dijo ella, solo mirándome. Mi ceño se frunció,
porque no tenía mucho sentido para mí lo que decía. Ella era extraña, y no la entendía
en absoluto. ¿Qué le pasaba? Nunca había visto un niño como ella.
“Él se refiere a un pedazo de chocolate,” dijo mi madre en voz baja. Ella se acercó y se
puso de cuclillas frente a la niña, el verla casi me deja sin aliento. Mi madre era tan
hermosa, la inmensa luz del sol casi haciéndola resplandecer y su pelo rojo brillar. Ella
se veía como un ángel enviado desde arriba.
“Sí, chocolate. Es dulce, una delicia para comer,” dijo mi madre, sonriendo
alegremente y mirando a la niña. Su expresión igual de impactante, el amor y la
devoción absoluta en sus facciones mientras miraba a la extraña niña. La niña pareció
sumida en sus pensamientos por un momento antes de sonreír alegremente y su rostro
se iluminó.
“¡Oh!” Ella dijo con entusiasmo, cuando al parecer finalmente unió las piezas. “¿Tienes
chocolate?”
Abrí los ojos y me incorporé bruscamente, jadeando ya que fui arrancado de mi sueño.
La comprensión llegó a mí en ese momento, estaba recordando haberla conocido.
Estaba jodidamente aturdido por las similitudes que había notado, el hecho de que
ella me había dado un puto beso de la nada y yo le había ofrecido chocolate. El hecho
de que mi madre la había llamado Bella, el amor que vi entre ellas era similar al amor
que yo sentía por las dos. Cristo, ¿podría ser más obvio que era mierda del destino?
Sentí que la cama se movió a mi lado y rápidamente miré, viendo a Isabella mirarme
con cautela. Sentí esa ira comenzar a surgir de nuevo y respiré profundamente,
tratando de contenerla. Sabía que tomaría tiempo hasta que finalmente pudiera
librarme de ella, pero tenía que contener esa mierda y no dejar que ella la viera o
tendría que lidiar con ello. Tenía que protegerla, aún si eso significaba protegerla de
Levanté mi mano para pasarla por mi pelo y grité cuando el dolor se disparó por mi
brazo. Sí, definitivamente estaba fracturado y ahora que los calmantes y el alcohol se
habían evaporado lo estaba sintiendo de verdad.
“¡¿Qué le ha pasado a tu mano?!” Preguntó Isabella, sus ojos amplios por la impresión.
Le eché un vistazo a mi mano, viendo lo hinchada, amoratada y cortada que estaba.
En serio estaba jodidamente desfigurada.
“Oh, eh…” Empecé a decir, sin saber cómo responder a eso. Al final ella iba a ver la
destrucción en la habitación así que no podía ocultarle eso. “Tuve algo así como un
agarrón con el espejo del baño. Tengo que ir al hospital a que me la curen esta
mañana,” murmuré. Ella se me quedó mirando por un momento, al parecer asimilando
lo que le había dicho.
“¿Estás bien, Edward?” Preguntó con cautela, la preocupación clara como el agua.
Asentí con la cabeza, suspirando.
“Yo solo… tengo alguna mierda que tengo que resolver,” murmuré.
“¿Quieres hablar de ello?” Preguntó en voz baja, levantando las cejas inquisitivamente.
Suspiré y negué con la cabeza, saliendo de la cama. Me puse de pie y me estiré,
tratando de deshacerme del dolor en mi cuerpo.
“No en este momento, Bella,” le dije, mi pecho se apretó cuando `Bella’ salió de mis
labios. Cristo, incluso decir esa mierda dolía. “Solo necesito algo de tiempo.”
“Está bien,” dijo en voz baja, el dolor invadiéndola. De inmediato sentí la culpa por
rechazarla, pero no tenía elección. Estaba sintiendo náuseas, una combinación del
dolor físico de mi muñeca, mi leve resaca por engullir el puto vodka y las intensas
emociones con las que estaba lidiando provocándome querer vomitar.
Suspiré y me senté al borde de la cama, tendiéndole mi mano. Hice una mueca por el
dolor pero la ignoré, pasando mis dedos con suavidad por su mejilla que estaba
sonrojada por dormir. La miré brevemente, cautivado por su belleza, viendo el amor
centelleando en sus ojos. Solo tenía que recordarme eso a mí mismo, tenía que
aferrarme a ello. Necesitaba recordar que éramos ella y yo juntos en esto cuando la
mierda amenazara con consumirme. Tenía que aferrarme a eso para mantenerme a
flote de manera que no terminara desgarrado y tragado de nuevo por la oscuridad. Su
amor me ayudaría a superarlo, tenía que…
Dudé un poco, pero me incliné, presionando mis labios a los suyos. Ella gimió y levantó
sus manos, entrelazándolas en mi pelo. La besé suavemente, con dulzura, sacando mi
Me aparté de su boca y moví mi mano, gimiendo por el dolor. “Tengo que ir a que me
vean esta mierda,” murmuré. Ella sonrió con tristeza y asintió.
“Está bien. Te amo. Mucho,” ella dijo rápidamente con voz ronca, su voz quebrándose.
Me di cuenta que estaba herida y confundida, y sabía que ella estaba consciente de
que algo estaba mal y eso me hizo sentir como una mierda, pero ella estaba tratando
de mantenerse calmada por mí y yo apreciaba esa mierda. Necesitaba que se
mantuviera tranquila para yo también mantenerme tranquilo.
“Tú sabes que también te amo. Sempre. Nada va a cambiar eso,” le dije. “Nada. Nunca
olvides eso.”
La puerta se abrió después de un rato y casi di un suspiro de alivio hasta que la voz
estridente sonó y mis oídos la registraron.
Gemí y cerré los ojos, la irritación recorriendo mi cuerpo. Como si mi maldito día no
fuera lo suficientemente malo. “Vete a la mierda, Heidi.”
Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana conde, Gaby Madriz, Paola Guevara,
Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar
Ocampo
“Eso es genial”, murmuré, asumiendo que todo lo que acababa de decir era genial a
sus ojos. Me miró por un momento más antes de gemir y tratar de pasar la mano por el
pelo, lo que era prácticamente imposible con el yeso. Esa era otra cosa que le irritaba.
“Sí, por supuesto que sí,” le dije. ”Has dicho que tenía torque y caballos de fuerza y
rpm.” Yo acabo por decir cualquier palabra que él hubiera dicho y que se hubiese
registrado en mi mente, aunque no tenía idea de lo que eran, esperando que creyera
que le había estado prestando atención. Él negó con la cabeza.
“Todos los coches tienen esas cosas, Bella,” dijo. Mi ceño se frunció y le miré con
confusión, preguntándome por qué solo me había dicho todo eso si era algo que todos
los coches tenían. “He dicho que es un Audi A4 Cabrio Quattro. Motor V-6 tres litros.
Doscientos veinte caballos de potencia a 60300 rpm. El motor es de doscientos
veintiuno en 20 a 300 rpm. De cero a sesenta en 7.9 segundos”.
“Está bien”, dije vacilante, sin saber lo que quería decir o cómo él recordaba todos
esos números. “Y eso es bueno, ¿verdad?”
Él asintió con la cabeza. “Es casi tan malditamente bueno como mi Volvo. Algunos
probablemente dirían que es mejor, pero no puedo estar de acuerdo con esa mierda”.
Asentí con la cabeza y me miró por un momento antes de girarse y caminar hacia el
“¿Así, qué piensas?” Preguntó en voz baja, envolviendo sus brazos alrededor de mí y
acercándome hacia él. Se inclinó y presionó sus labios contra mi cuello suavemente, la
cálida humedad envió un hormigueo a través de mí.
“Es lindo”, murmuré, mirando el coche. Era de color plata y parecía casi exactamente
igual que su Volvo con la parte superior baja. No estaba segura de lo que él esperaba
que dijera, ya que mi conocimiento de los coches era muy limitado. ”Se parece al otro
tuyo.”
Él suspiró y retiró su boca de mi piel. “No seas ridícula. El Audi es más estrecho y más
corto. El Volvo es más elegante y tiene un techo rígido, a diferencia del Audi que tiene
la capota de lona negra. No son para nada igual.” Me miró por un momento antes de
girar la cabeza para mirar al Volvo.
“Los dos son de color plata”, murmuré. Él se echó a reír, sacudiendo la cabeza.
“Ni siquiera son del mismo tono de plata, Bella. El Volvo es más oscuro. Así que sí, los
dos son convertibles color plata, lo que sea, pero era el único color que tenían del Audi.
Si deseas otro color se puede pintar”, recitó. Mi frente se arrugó en confusión.
“¿Por qué iba yo a decirte de qué color pintar el coche?” Le pregunté, sin entender ya
que es obvio que a él gusta el color plata.
Mis ojos se abrieron de golpe y volví la cabeza bruscamente hacia él, inmediatamente
pensando que tenía que haber oído mal. No había manera de que acabara de decir
que era mi coche. No había ninguna razón para que yo tuviera un coche y,
francamente, la idea de comprarme uno era tan escandalosa que ni siquiera podía
comprenderlo. Los coches eran caros.
“Sí, tuyo. Sé que probablemente no es justo que no te dejaran elegir, pero en realidad
fue idea de mi padre, y no podía exactamente discutir con él sobre ese tema. Pensé
que este te gustaría”, dijo, encogiéndose de hombros. Lo miré con sorpresa,
absorbiendo sus palabras. ¿Había sido idea del doctor Cullen que tuviese coche?
“Yo, eh...” comencé, volviendo la cabeza para mirar el coche de nuevo. “Me gusta.
Él suspiró. “Porque sabes conducir, Bella. Por eso. Necesitas un coche para moverte
cuando nos hayamos ido durante el día para que puedas hacer los mandados y esa
mierda, ir de compras o lo que sea. Joder, no lo sé, simplemente tiene sentido”.
“Espera”, le dije cuando por fin caí en la cuenta de sus palabras. “¿Quieres decir que
tengo que ir a la tienda y todo eso... sola?”
Él suspiró y asintió. “Sí. No hay ninguna razón por la que no puedas hacerlo. Joder, no
vas a salir huyendo y sabes cómo manejarte en público. No es gran cosa”, dijo,
encogiéndose de hombros.
“Wow”, dije por fin, sintiendo la emoción. Edward suspiró y envolvió sus brazos
alrededor de mí otra vez.
Estaría mintiendo si dijera que todo fue sin problemas a partir de ahí, porque no fue
así. Edward condujo el coche a la escuela, ya que era automático, y encerró su Volvo
en el garaje hasta que le sacaran el yeso. Alrededor de una semana después de
conseguir el coche, el doctor Cullen entró en la cocina y me entregó una pequeña
tarjeta de crédito de plástico, y me dijo que fuera a la tienda de comestibles. Lo miré
con sorpresa antes de agarrar y guardar la tarjeta, con la mano temblorosa. Salió
inmediatamente después, sin decir una palabra más, actuando como si no fuera gran
cosa en absoluto.
Le pedí a Edward que viniera conmigo, pero él se negó, diciendo que tenía una gran
cantidad de tareas escolares con las que ponerse al día. Estaba un poco asustada de
ir, pero no quería discutir ni hacer una gran cosa de esto. Me resigné, sabiendo que
realmente no tenía otra opción, y reuní tanto valor como me era posible para caminar y
Decir que estaba orgullosa de mí misma era un eufemismo. Nunca había sentido tal
sensación de logro antes, era algo pequeño que la mayoría de la gente tenía sin
siquiera pensarlo, pero para mí fue muy significativo. Edward me dijo que estaba
orgulloso de mí y podía oír el placer en su voz, que solo aumentó mi propia
satisfacción.
Las próximas veces que fui por mi cuenta, Edward acabó teniendo que llamarme a mí y
así me calmaba, pero estaba en el punto en que podía hacerlo sin reaccionar
exageradamente. Todavía era intimidante, salir yo sola, pero se estaba haciendo más
fácil con cada viaje.
Edward maldijo en voz alta, con lo que me sacó de mis pensamientos, mi atención se
centró de nuevo en él.
“¿Qué clase de maldita pregunta es esta? ¿Qué coño tiene que ver con las
matemáticas la maldita letra 16ª del alfabeto griego? ¿Qué es esta mierda?”
“Pi”, le dije, sin siquiera pensarlo. Dio un salto al oír el sonido de mi voz y giró la
cabeza para mirarme, sus ojos se estrecharon. Supongo que él no sabía que yo estaba
allí de pie después de todo.
“Uh, no. La letra dieciséis del alfabeto griego es Pi y también es una eh…cosa
matemática”, murmuré. Me miró por un momento confundido antes de que pareciera
registrar lo que le dije.
“¿De verdad?” Preguntó. Asentí con la cabeza. “Bueno, gracias al puto Alex Trebex por
eso. De seguro él no te dijo cuántas obras de Shakespeare tienen fantasmas en ellas,
¿cierto? Porque no puedo encontrar esa mierda.”
“¿Cuantos fantasmas hay en total en sus obras o cuantas obras de teatro tienen
“Había cuatro obras con fantasmas, pero una de ellas tenía dos fantasmas”, le dije con
vacilación. Me miró de nuevo con sorpresa.
“¿De verdad sabes puñetera respuesta? ¡Cristo, Bella!” Murmuró. “Podrías hacer mi
tarea y salvarme de esta mierda, ya sabes."
Me sonrojé y rió entre dientes. “No sé mucho, solo lo que me han dicho o he visto,
supongo. Y si hiciera tu tarea, ¿cómo aprenderías?” Le pregunté. Él se encogió de
hombros.
“No me veo a mí mismo necesitando saber esta mierda pero siempre puedo,
simplemente, memorizar tus respuestas”, dijo alegremente, sacudiendo la cabeza
mientras escribía algo. “De todos modos, ¿necesitas algo?”
Suspiré y volvió la cabeza de nuevo para mirarme. “Estaba a punto de salir”, murmuré.
Miró el reloj y asintió.
“Está bien” dijo él, agarrando un manojo de llaves de su escritorio. Él me las ofreció y
me acerqué, tomándolas con cuidado. “Voy a terminar esta mierda y hacer algunas
cosas antes de estar listo. Que se diviertan y por amor de dios, no dejes que Alice haga
contigo algo que tú no quieras. Dile a Pixie que la haré arder el infierno si se pone
demasiado exigente.”
Sonreí. “Lo haré. Te veré más tarde”, murmuré. Él asintió con la cabeza y se volvió
hacia su ordenador sin una palabra más. Me quedé allí un momento mirándolo antes
de salir.
Era mediados de mayo, un poco más de cuatro semanas después desde que Edward
había perdido el control durante la reunión de la familia. Las últimas cuatro semanas
me había sentido casi como en una montaña rusa, probablemente Edward se burlaría
de mí por decir eso porque yo nunca había visto una montaña rusa en persona y mucho
menos montado en una, pero era como me imaginaba que se sentiría estar en una.
Hubo altos y bajos, y algunas veces los cambios eran tan rápidos que era imposible
prepararte para eso. La anticipación y la emoción siempre estuvieron ahí, gestándose
bajo la superficie, pero también estaba el miedo. El miedo a lo desconocido, miedo a lo
que estaba bajo la superficie, porque Edward en estos días era bastante impredecible.
Parecía siempre estar guardando algo que le molestaba, y yo no sabía si se trataba
simplemente de su situación actual o si había algo más en ella, pero parecía que
estaba deliberadamente tratando de mantenerlo oculto. De vez en cuando se alejaba
de mí, era cortante conmigo y se enojaba fácilmente, su temperamento estaba peor que
de costumbre. Estaba ocurriendo un poco más últimamente y, a veces sabía detenerse
El que se había visto afectado obviamente era Edward, pero parecía estar tratando con
eso por su cuenta. Estaba un poco distante, no físicamente ya que todavía estaba
siempre a mi lado, pero emocionalmente parecía algo distante. Todavía me tocaba y
me besaba y me decía lo mucho que me amaba, pero parte de la pasión que me había
acostumbrado que él mostrara, ya no estaba. Me imaginé que era simplemente otro de
los efectos secundarios por todo lo que estaba lidiando y que pasaría con el tiempo, así
que traté de pasarlo por alto. Pero aun así, estaba esa molesta sensación dentro de mí,
esa pequeña voz en mi subconsciente que me decía que algo andaba mal, que me
faltaba una pieza del rompecabezas en algún lugar que podría explicar su
comportamiento.
Pero traté de ignorar esa sensación y silenciar esa voz, porque Edward no era de los
que fingían sentimientos. Quería creer que si había algo mal entre nosotros, me lo
diría. Él nunca me había engañado o hacer algo por hacerlo simplemente para
tranquilizarme. Si me decía que me amaba, sabía que lo hacía en serio. Todavía
podía sentir su amor por mí, podía verlo en sus ojos y escucharlo, más que nunca en su
voz, cuando me lo susurraba al oído por la noche mientras pensaba que estaba
dormida.
Estaba preocupada por él, así que hice todo lo posible para hacerlo feliz. Y no me
malinterpreten, parecía ser feliz, pero había una tristeza sutil mezclada en él. Eso
suena como una contradicción, felicidad mezclada con tristeza, pero es la única
manera que se me ocurre para describirlo. Era como que mostraba una especie de
añoranza, de nostalgia. Me hubiese gustado poder hacer más por él, pero imaginé
que estar ahí para él y darle tiempo era la mejor respuesta.
Hoy es un día especial en Forks. Es el día del gran baile de graduación en el instituto
de Forks. Hace tres semanas que Edward me sugirió, casualmente, que tenía que ir de
compras con Alice esa semana si quería escoger mi propio vestido. Yo estaba
confundida y le pregunte de qué estaba hablando y él se limitó a decir “El baile de
graduación, Bella. Necesitas un vestido.” Estaba sorprendida, ya que sabía acerca del
baile, pero no esperaba que me invitara. Yo no era una estudiante o cualquier cosa y
no estaba segura de que el doctor Cullen se lo permitiera. Le expresé eso a Edward y él
me dijo que estaba haciendo el ridículo, que yo era su novia, por lo tanto, yo iría con él
sin importar lo que pensaran los demás. Estuve de acuerdo y me fui con Alice un par de
días más tarde para comprar un vestido, escogí uno de un azul muy oscuro con bordes
dorados en el cuello y zapatos a juego. Estaba en casa de Alice, donde nos
prepararíamos.
Decir que estaba nerviosa por ir a un baile con Edward sería un eufemismo. Estaba
casi petrificada. No solo estaba a punto de pasar la noche con él muy cerca de toda la
gente de su escuela, todas las chicas que habían tenido encuentros previos con él, sino
que además no tenía la más remota idea de cómo bailar. Tenía miedo de
avergonzarme a mí misma, de avergonzarlo. Él estaba tan irritable, y lo último que
necesitaba era que lo molestara frente a toda su escuela.
Alice seguía tratando de tranquilizarme diciendo que las cosas estarían bien, que
Edward me ayudaría como solía hacer con todo y que el baile moderno era fácil, pero
nada me hizo sentir mejor. Estaba completamente fuera de mí.
“¿Estás emocionada?” Preguntó ella con entusiasmo. Sonreí y asentí con la cabeza.
“Por supuesto que lo estoy”, le dije, sin tomarme la molestia de decirle que mis nervios
estaban eclipsando mi emoción. No quería que pensase que no quería ir o que no
estaba contenta con eso, porque lo estaba.
“Va a ser tan increíble”, exclamó ella, agarrando mi brazo y arrastrándome hacia la
casa. Me reí y seguí, saludando brevemente a sus padres cuando me hizo entrar. Me
los había presentado hace unas semanas en uno de los días que habían venido a
pasar "tiempo de chicas con ella y Rosalie”. Su padre era un poco distante, pero su
madre estaba fue agradable, por lo que yo podría decir. Seguí arriba a Alice, a su
habitación, sentándome en su escritorio. Comenzó con el pelo de una vez,
inmediatamente conversando acerca del baile y de Jasper.
“Ya era hora que llegaras”, dijo Alice, sacudiendo la cabeza y sacando el rizador que
había estado usando en mi pelo.
“Sí, bueno, me tomó más tiempo conseguir lo que había pensado hacer con mi pelo”,
dijo ella, encogiéndose de hombros y caminando, acomodó su bolsa en la cama y se
sentó al lado. “Tenía que asegurarme de que estaba perfecto.”
“Así es. Te ves muy bonita, Rosalie”, murmuré. Rosalie y yo nos llevábamos bien en su
mayor parte, pero todavía me intimidaba un poco. Ella me miró y asintió.
Alice suspiró. “¿Quieres terminar con su pelo? Así yo empiezo a trabajar en el mío.”
Rosalie asintió con la cabeza y se acercó a mi espalda, comenzando a pasar los dedos
por los rizos que Alice había hecho, aflojándolos un poco. Alice comenzó a trabajar su
propio cabello, volteando las puntas hacia fuera y hacia arriba. Rosalie comenzó a
tirar de la parte superior del mío hacia atrás, dándole cuerpo y fijándolo en su lugar,
dejando que el resto colgara.
Estuvieron cotilleando sobre la gente que iba a la escuela, hablaban de quién iría con
quién al baile. Me quedé allí sentada, sin saber realmente de quienes estaban
hablando, así que no presté atención a nada de lo que dijeron en realidad. Rosalie
terminó con mi pelo y agarró una botella de spray para el cabello. Apreté los ojos con
fuerza y contuve la respiración, había aprendido de la manera difícil en el pasado que
la inhalación de spray para el cabello no es agradable. Ella comenzó a trabajar en mi
maquillaje, poniendo un poco de materia brillante dorada en mis párpados. Alice
terminó su cabello y comenzó a trabajar en su propio maquillaje.
“No me avergüenzo de mi cuerpo, no tienes que mirar hacia otro lado”, dijo. Eché un
vistazo hacia ella con cautela y deslizó el vestido rojo sobre su cabeza, poniéndoselo.
Sonreí levemente, aún sintiendo el rubor en mis mejillas por su franqueza. Asentí con la
cabeza y vacile, sin saber qué hacer. No estaba del todo cómoda desnudándome
delante de ellas y creo que Alice lo sintió porque ella agarró el brazo de Rosalie,
tirando de ella. “Rose y yo estaremos en el baño”, dijo ella, sonriendo y sacando a Rose
de la habitación. Rosalie resopló y se alejó de Alice, pero no discutió, siguiéndola. La
puerta del baño se cerró y me relajé un poco.
“Es un vestido bonito”, dijo ella, caminando hacia donde estaba yo. Ella vino por detrás
y me empujó el pelo hacia un lado, agarrando la cremallera y tirando hacia arriba. No
estaba segura de cómo sabía que necesitaba subirla, pero de alguna manera lo hizo.
“Gracias”, dije en voz baja. Ella murmuró de nada y dio unos pasos hacia atrás,
mirándome. Alice salió del baño y se puso al lado de Rose, también mirándome.
Llevaba un vestido sin tirantes de color amarillo suave.
“Sé que la tengo”, dijo con aire de suficiencia. Rosalie rodó los ojos, pero siguió
sonriendo.
“Alice aquí piensa que vas a tener la mitad de la ciudad alborotada esta noche con los
celos, las chicas querrán ser tú y los chicos que querrán estar contigo. Le dije que eso
solo estaba en su maldita mente, pero ahora lo veo. Estás a punto de generar un
tornado en este lugar”, dijo. Mis ojos se abrieron un poco, mis nervios recorrieron mi
cuerpo como una descarga eléctrica.
“Eh, no estoy segura de eso”, murmuré. “Quiero decir que todos me han visto antes, no
soy nada realmente especial o nuevo.”
Rosalie se rió. “Eres tan ingenua. Sí, pueden haberte visto antes, pero esta noche es
diferente. Todo el mundo sabe que ustedes están juntos y sí, tal vez algunos de ellos
los vieran juntos en Año Nuevo o lo que sea, pero esto es la fiesta de graduación. No
creo que entiendas cómo la gente de aquí se siente acerca de tu chico tonto del culo. O
bien lo aman, cosa que hacen la mayoría de las chicas, o lo desprecian, cosas que
“No te preocupes”, agregó Alice rápidamente. “Va a ser genial. ¡Vas a ser una
explosión!”
Sonreí débilmente hacia ella, asintiendo con la cabeza. “Sí lo que ella dijo. Disfrútalo.
Demonios, yo lo hago. Son todas unas perras envidiosas, quieren lo que tú tienes y no
pueden tener. Yo lo tomo como un cumplido.”
“Está bien”, murmuré. Tomé una respiración profunda y me acerqué, poniéndome mis
zapatos. Me senté y Alice y Rosalie charlaron un rato, y yo intervine con una palabra
aquí o allí, pero me mantuve en general callada. Después de un tiempo mi teléfono
empezó a sonar y me levanté, acercándome para cogerlo. Miré la pantalla y vi que era
Edward. Sonreí y lo abrí, respondiéndole.
“Eh, sí. Estoy a punto de irme”, dije, mirando el reloj y ver que eran casi las cinco pm.
Yo sabía que el baile no empezaba hasta las nueve pm, pero se suponía que nos
reuniríamos con todos para cenar antes en Port Ángeles. Rose, Emmett, Alice y Jasper
irían todos juntos, pero Edward quería que fuéramos por separado...
“¿Puedes pasar por la tienda y coger un poco de coca? Me olvidé de conseguir algo
mientras yo estuve fuera y si trato de conducir el Volvo de nuevo ahora probablemente
arruinaré el hijo de puta”, murmuró.
“Debería haber un poco de dinero en la guantera del coche. Te veo en un rato”, dijo.
Colgó inmediatamente después, cortando la línea antes de que pudiera decir nada.
Suspiré y cerré el teléfono, mirando a Alice y Rose.
“Tengo que pasar por la tienda de camino a casa”, dije. Dijeron que estaba bien y
empecé a recoger mis cosas, preocupada por el obvio mal humor de Edward. Esta
noche no se planteaba muy bien, teniendo en cuenta la actitud de Edward y lo que
Rosalie había dicho. Alice me acompañó hasta el coche y me dijo que no me
preocupara, que todo iba a ser maravilloso, y yo le di las gracias, pero sus palabras no
Desde el día en el restaurante hacía tres meses cuando Edward y yo habíamos visto a
Jacob, escapar de él se había convertido en algo habitual para mí. Él parecía estar en
todas partes y siempre había sido amable, en su mayor parte. Nuestros encuentros
siempre eran básicamente de la misma manera, comenzaban con una broma, se
transformaban en una conversación educada, donde me felicitaba, y después él hacía
un comentario sobre Edward y yo expresaba mi descontento antes de ir por caminos
separados. Tenía un buen sentido del humor, y si no fuera por el hecho de que él y
Edward se odiaban mutuamente, casi podía verme siendo amiga de él.
“Queso Nacho” dijo, sonriendo. Lo miré con confusión. “¿Me sigues, Nacho, not yo’?
¿Not yo' queso, porque no es tuyo”. (N.T. Nacho y Not yo’ o Not yours, que en español es
‘No es tuyo’ tienen la misma pronunciación en inglés)
En el momento en que me hizo clic me reí tan fuerte que solté un bufido. Llevé mi mano
hasta taparme la boca, para no avergonzarme a mí misma, y casi dejo caer la soda en
el proceso.
“¡Wow!”, gritó Jacob, agarrándola antes de que se me escapara de los dedos. Lo cogió
Asentí con la cabeza. “Sí. Aunque ha sido un poco, eh, cursi”, le dije. Él se echó a reír,
sacudiendo la cabeza y yo me reí también.
“No solo eres hermosa, sino que también tienes sentido del humor. Mi tipo de chica”,
dijo, no me sorprendió el cambio de tema ni el cumplido. Me sonrojé.
“Gracias”, le dije. “Veo que vienes muy elegante”, murmuré, sin saber qué decir. Bajó
la mirada y asintió con la cabeza.
“Sí, bueno, es la fiesta de graduación, por supuesto que estoy vestido para la ocasión”,
dijo, encogiéndose de hombros. Mis ojos se ensancharon con la sorpresa.
“Es cierto, pero tú tampoco lo haces y supongo que no vas como una reina de belleza
en estos momentos solo por el placer de hacerlo”, dijo. Me miré a mí misma y me
sonrojé, dándome cuenta de repente exactamente por qué todo el mundo me estaba
mirando cuando entré.
“Sí, bueno, tengo una cita también” dijo él, encogiéndose de hombros.
“Sí, de verdad. Y no estés tan sorprendida. Puede que no sea un chico guapo como
Cullen, no puedo ser tan encantador como él, pero también puedo atraer mi porción
justa de damas,” dijo. ”Hablando de Cullen...”
“Ni siquiera empieces”, le dije rápidamente, interrumpiéndolo. Hizo una pausa, con las
manos a la defensiva.
“Hey, yo no iba a decir nada. Iba a decir que me sorprende que te esté dejando salir en
público sola,” dijo él, encogiéndose de hombros. Me miró fijamente durante un
momento.
“¿Por qué no iba a hacerlo? Puedo ir a una tienda yo sola”, le dije con vacilación. Me
miró, alzando la ceja interrogante.
“¿Puedes?” Me preguntó, con un poco de seriedad en la voz que empezó a alterar mis
nervios. “¿En serio?”
Asentí con la cabeza. “Por supuesto que puedo”, le dije, mirándolo con recelo. Mi
corazón empezaba a latir furiosamente en el pecho. No había manera de que pudiera
“Es bueno saberlo”, dijo con indiferencia. ”Ya que puedes salir sola y todo eso, tienes
que venir a la reserva a visitarme.”
Mis ojos se estrecharon ligeramente con la invitación.” ¿Por qué estás tan interesado en
mí?” Le pregunté. Él se encogió de hombros.
“Pareces una buena chica, pensé que podríamos ser amigos. No hay nada malo en ser
amigos, ¿no?” Preguntó.
“¿Quieres ser mi amigo porque quieres llegar a conocerme? o ¿quieres ser mi amigo
porque sabes que le molesta a Edward?” Le pregunté. ”Porque no me conoces y yo no
puedo entender por qué siquiera te molestas, a menos que sea porque sabes que
hacerte mi amigo lo irritaría. No puedo evitar sentir como si estuvieras tratando de
usarme porque sientes rencor y quieres venganza, y no puedo ser amigo de alguien
que quiere hacer daño a Edward”
Solté las palabras sin siquiera comprender lo que estaba diciendo hasta que ya
habían pasado por mis labios y se quedaron en el aire entre nosotros. Me miró por un
momento. ”No soy una persona tan ruin”, dijo finalmente. Suspiré y sacudí la cabeza.
“¿Y cómo se supone que voy a saber eso?” Le pregunté, levantando la ceja
interrogante. Él se encogió de hombros.
Me miró con curiosidad. "¿Pero confías en él?” Preguntó, con un poco de incredulidad
en su voz. Asentí con la cabeza, vacilante.
“Sí”, le dije. Puso los ojos en blanco y gimió. “Nada de lo que digas va a cambiar eso,
así que no pierdas el tiempo. Confío en Edward.”
Él levantó las manos defensivamente una vez más. ”Está bien. Eso no quiere decir que
no puedes confiar en mí, también, ya sabes.”
Le miré, un poco sorprendida por su expresión suplicante. Negué con la cabeza. “Yo,
eh... tengo irme. Edward está esperando... por la coca... así que, eh, sí.”
Le extendí la mano y agarré la soda que me dio y vaciló pero me dejó pasar. Di media
vuelta y empecé a alejarme, deteniéndome brevemente cuando dijo mi nombre.
“¿Isabella?” Dijo. Me volví a mirarlo y sonrió. ”Realmente te ves hermosa. Cullen puede
“¿Qué mierda te tomó tanto tiempo?” Preguntó la voz de Edward, sonando irritado.
Suspiré y cerré la puerta principal, sin molestarme siquiera en responderle. Estaba de
mal humor y nada de lo que pudiera decir en respuesta lo cambiaría. Todavía no sabía
sobre mis encuentros con Jacob Black, y parte de mí quería decírselo, sobre todo ahora.
Pero tenía miedo de su reacción y no quería que se metiera en problemas por
exagerado. Así que mantuve la boca cerrada, y probablemente fue un error porque
eran cosas que también le incumbían a él, pero yo no estaba segura de cómo tratar el
asunto con él.
Volvió la cabeza para mirarme y se congeló. Vi que sus ojos se abrieron un poco a
medida que recorría mi cuerpo y sentí el sonrojo llegando a mis mejillas. No había visto
mi vestido o nada, solo sabía que era de color azul y oro de acuerdo con Alice. Me
acerqué y me senté poniendo la soda sobre el mostrador, abriéndola y entregándole
una de las latas de Coca-Cola para él. La tomó con cuidado, sus ojos nunca me
abandonaron. Me quedé allí por un momento, su silencio me corroía, y la tensión
seguía creciendo en la habitación. No tenía ni idea de lo que estaba pensando, no
“La mía bella ragazza”, murmuró, soltando mi brazo. Extendió la mano y pasó el dorso
de sus dedos por mi mejilla. “Estás impresionante” me ruboricé profundamente y
sonreí.
Su sonrisa se hizo más amplia y vi que sus ojos parpadeaban brevemente hasta mis
labios. Vaciló, pero se inclinó lentamente hacia delante, presionando sus labios contra
los míos. Gemí suavemente y me besó dulcemente, su lengua corriendo suavemente
sobre mis labios. Yo los separé, esperándolo para profundizar el beso, pero no lo hizo.
Se retiró después de un momento y con su dedo índice trazo mi labio inferior.
“No quiero estropear el maquillaje antes de que puedas mostrarlo” dijo, sonriendo.
Sonreí y asentí con la cabeza, tratando de ignorar el dolor que sentía cuando él se
retraía. Se había convertido en casi una ocurrencia común en las últimas semanas,
otra consecuencia de su temperamento reciente.
Parecía contenerse. Me había tocado un par de veces y yo a él, pero que no habíamos
tenido relaciones desde hacía tiempo, desde antes del incidente. Se quejaba muchas
veces de que su brazo le impedía ser capaz de dar placer, y me pregunté si eso era
parte de por qué estaba siempre tan irritable, pero parecía casi no querer besarme o
tener intimidad conmigo y no entendía por qué.
Se volvió de espaldas y llenó un vaso con hielo, abriendo la lata de soda. Dudé, pero
salí después de un momento, dirigiéndome a la sala de estar. No estaba segura de qué
hacer, así que me senté con cautela en el sofá, cruzando las manos sobre el regazo.
Edward entró en la habitación después de un minuto y se acercó donde yo estaba
sentada. Se sentó, puso su vaso sobre la mesa y se deslizó en el pequeño espacio
delante de mí, sentándose en la mesa frente a mí. Metió la mano en el bolsillo y sacó
una caja negra larga pero delgada.
“Tengo algo para ti,” dijo en voz baja. Mis ojos se abrieron con sorpresa cuando abrió
la caja y sacó un collar de oro. Puso la caja sobre la mesa junto a él. “Date la vuelta y
levanta tu pelo, así te lo puedo poner.”
Hice lo que me pidió, moviendo mi cuerpo hacia un lado y apartando mi cabello para
que no estorbara. Puso el collar en mi cuello, batallando un poco y maldiciendo porque
su mano en mal estado no se lo ponía fácil. Por fin lo consiguió y dejé caer mi cabello,
“Wow, es hermoso”, murmuré, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas, el gesto
abrumador y mis emociones estaban fuera de control. Las contuve, no quería llorar y
arruinar mi maquillaje.
“Sí, el colgante es el hamsa y los colores son contra el mal de ojo. La gente cree que da
protección contra el mal. Se supone que trae energía positiva y felicidad, o lo que sea.
Yo no soy muy religioso o supersticioso, pero me puse a buscar algo para ti y el hombre
de la tienda dijo que la gente usa estos para garantizar que los sentimientos negativos
de otras personas hacia ellos no les causan ningún daño. Pensé que después de toda
la mierda que has pasado, podría utilizar un poco de protección”, dijo. Lo miré
sorprendida, aturdida por lo mucho que le había dedicado a comprar este regalo.
“De nada”, dijo él, agachándose y agarrando su vaso de soda. Tomó un trago y en el
momento de que mi emoción pasó me di cuenta de que tenía licor en ella. Vi como él
prácticamente se lo bebió de un trago. ”Tengo que coger algunas cosas. Todo el
mundo debería estar aquí pronto para fotos o lo que sea.”
Asentí con la cabeza. “Está bien”, le dije. Se inclinó y me besó en los labios
rápidamente, un beso casto e inocente y pude saborear el fuerte licor en los labios. Se
levantó y salió de la habitación, en dirección a las escaleras. Me senté en silencio por
un momento antes de que la puerta principal se abriera y se cerrara, oí pasos en mi
dirección. Levanté la vista y vi al doctor Cullen entrando, sus pasos vacilaron cuando
me vio. Me miró por un momento con una expresión de sorpresa en su rostro.
“Eh, gracias,” dije, un poco sorprendida por el cumplido. Él asintió con la cabeza en
respuesta y me miró, su mirada me incomodó. Oí pasos en la escalera después de un
momento y dejé escapar un suspiro de alivio porque Edward regresaba. Se acercó
hacia nosotros, deteniéndose al lado de su padre.
“Hola, hijo” dijo el doctor Cullen. Edward asintió con la cabeza en señal de saludo.
“Ese de ahí fuera es un buen coche.”
El doctor Cullen suspiró. “El dinero no importa. Solo ten cuidado al conducir esta
noche, sobre todo si vas a beber.”
Un tenso silencio cayó sobre el cuarto y mire a su alrededor, preguntándome por qué
las cosas parecían tan tensas entre ellos. Edward suspiró exasperado después de un
momento y se volvió, alejándose.
“Maldita sea, ¿quién demonios eres tú y qué pasó con Izzy Bizzy?” Dijo Emmett,
mirándome y sonriendo ampliamente. Le miré con confusión, preguntándome qué
quería decir con eso, y él se echó a reír. ”Te ves hermosa hermanita, realmente
hermosa”.
Le sonreí y me sonrojé, lo que hizo reír a Emmett aún más. Había empezado a
llamarme hermanita con frecuencia en las últimas semanas, las primeras veces me
sorprendió. Era tan extraño ser visto por alguien casi como de la familia, parte de mí
sentía como si estuviera traicionando a mi madre por ser realmente feliz. Ella era mi
única familia verdadera y no tenía a nadie ahora.
Edward se encogió de hombros. ”Por mí está bien. Estoy listo para terminar con esta
mierda de una vez“. Fruncí el ceño, mirando a Edward mientras él se empinaba su
bebida, terminándosela rápidamente. Se estremeció y se acercó dónde yo estaba,
poniendo el vaso sobre la mesa. Me agarró la mano, levantándome del sofá. “Vamos,
tesoro”.
“Eh, en el mueble” le dije, haciendo un gesto con la cabeza hacia el lugar donde
estaban los DVD´s. Él asintió con la cabeza.
“Coge la cámara de ella, también”, dijo, volviéndose para mirar a su padre. El doctor
Cullen asintió y Edward comenzó a tirar de mí hacia la puerta una vez más. Salimos y
seguimos a los demás. Me detuve justo frente a la casa y Edward vaciló antes de
mascullar una maldición en voz baja y soltarme la mano. Se acercó y abrió la puerta
del coche deportivo, mirando el interior y sacando un recipiente de plástico. Él sacó
algo y lo observo con curiosidad mientras tiraba el recipiente de plástico en el asiento
trasero. Cerró la puerta del coche y echó a andar hacia mí, sosteniendo lo que
parecían ser pequeñas flores.
“Déjame ver tu mano, cariño”, dijo. Levanté mi mano y él lo deslizó a mi muñeca. Era
bonito, unas flores de un color blanco dorado. Miré a Alice y Rosalie y vi que tenían
algo parecido en sus muñecas y me di cuenta de que era algún tipo de tradición de
baile o algo así.
“No hay de qué”, murmuró. El doctor Cullen nos instruyó para alinearnos y posar y
Edward envolvió sus brazos alrededor de mí, acercándome mucho a él. Olía increíble y
aspiré profundamente, conteniendo su rico aroma. Él inclinó la cabeza hacia abajo y
me dio un suave beso en el hombro.
“Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mía,” murmuró en voz baja después de un
momento, recitando el verso de la poesía italiana de Dante, el mismo poema que había
recitado cuando hicimos el amor por primera vez. Piel de gallina apareció por toda mi
piel expuesta y sonreí. A pesar de su actitud, él todavía podía ser bastante encantador
cuando quería serlo y me recordaba exactamente por qué lo quería tanto.
El doctor Cullen sacó un montón de fotos con diferentes cámaras, tomando tantas fotos
que ya todo el mundo, aparte de Alice y yo, había empezado a gemir con irritación. Por
último, declaró que había terminado, a lo que Edward murmuró, "Gracias al Señor de
mierda”, y todos partimos hacia nuestros vehículos. Edward sacó un juego de llaves de
su bolsillo y abrió la puerta del lado del pasajero en el coche deportivo brillante,
abriéndolo.
“Sí. Es un Aston Martin Vanquish, un coche de puta madre. Siempre he querido uno, y
me tú me diste una excusa para tomar prestado uno. Me siento como el puñetero James
Bond conduciendo este hijo de puta”, dijo.
“¿James Bond?” Pregunté, sin saber quién era. Me miró con sorpresa.
“Sí, ya sabes, ¿007? ¿El espía agente secreto?” Dijo. Yo negué con la cabeza vacilante
y suspiró. ”No importa, es solo una película. El conducía uno de estos.”
Asentí con la cabeza. “Lo siento,” murmuré, sintiéndome estúpida por no saber. Él se
encogió de hombros.
“Dije que no importa”, dijo, haciendo un gesto hacia la puerta abierta del coche. Le di
una pequeña sonrisa y me metí dentro, poniéndome el cinturón de seguridad mientras
cerraba la puerta. Dio la vuelta hacia el otro lado y se subió, arrancando el coche.
El trayecto a Port Ángeles fue tranquilo aunque mis nervios estaban desbocados.
Después de unos treinta minutos no pude seguir más en silencio y traté de conversar,
con la esperanza de sacarlo de cualquier bajón en el que se encontrara. “Es un coche
muy bonito”, le dije, pensando que era un buen tema para empezar ya que dijo que le
gustaba mucho. “¿No puedes conseguir uno de estos en lugar del tuyo?”
Él se rió, el sonido no del todo feliz o alegre. Había un tono burlón que me dolió un
poco. “No, Isabella, no puedo. Esto cuesta como seis veces más que mi Volvo, no hay
manera de que mi padre gaste más de un cuarto de millón de dólares por un coche. Lo
único en lo que gastaría tanto es en una casa”, dijo. Hizo una pausa, moviendo la
cabeza. “O en ti, supongo. Gastó más en ti.”
Edward sacó una silla y asintió con la cabeza hacia ella, haciendo un gesto para que
me sentara. Hice lo que me pidió y él empujó mi silla hacia adelante, sentándose a mi
lado.
Pedimos nuestra comida y bebidas, las que llegaron en seguida. Edward metió la
mano en su bolsillo y sacó un pequeño recipiente de metal, abriéndolo y vertiendo un
poco de lo que había dentro en su refresco. Todos estábamos charlando
tranquilamente mientras comíamos, la felicidad y emoción por suerte ahogaban la
actitud de Edward en su mayor parte. Aunque de vez en cuando decía algo que me
molestaba, pero alguien hacía otro comentario para aligerar las cosas de nuevo. No
me gustaba este lado de Edward y era una parte de él de la que no conocía muy bien.
Me pregunté si era la forma en que solía ser, si era la actitud que siempre había tenido
antes de que yo llegara, de la que había oído hablar a la gente.
“Odio a las busconas”, dijo ella, sacudiendo la cabeza. ”Puede ver claramente a tu
novia sentada a tu lado. ¿Tiene un poco de maldita dignidad?”
Sonreí ligeramente y Edward se rió. “Perras, No puedo evitarlo, Rose. Quiero decir,
¿puedes culparla? Mírame,” dijo Edward, encogiéndose de hombros. Alice suspiró
ruidosamente y Rosalie volvió a gemir.
“Tu actitud, eso es. Es una lástima, casi me empezaste a agradar por un tiempo” dijo.
Los ojos de Edward se entrecerraron.
“Eso es lo que dice la perra más grande que he conocido, y he conocido a algunas
grandes putas perras”, espetó Edward de vuelta. Los ojos de Rosalie se estrecharon, su
propia ira enardeciéndose. Emmett golpeó la mesa con fuerza, haciéndome saltar.
“¡Basta, ustedes dos!” Dijo seriamente. “Rose, nena, tú sabes mejor que nadie que no
hay que empezar a discutir en público con él. Y Edward, no sé qué diablos es tu
Edward frunció el ceño, la ira todavía evidente en su rostro mientras miraba furioso a
su hermano. “¿Qué demonios he hecho?” Preguntó. Emmett sacudió la cabeza.
“¿En serio no te das cuenta de lo que haces? Estás empezando a actuar cada vez más
como el de antes, ese pendejo que eras antes de que Isabella llegara, y ese es un
cabrón que no tengo ningún deseo de ver de nuevo”, dijo Emmett.
“Sí, lo eres”, espetó Emmett de nuevo. “Y te lo estoy diciendo en este maldito momento,
hermanito, si no resuelves esa mierda voy a joderte. Si le haces daño, haré que lo
lamentes. Ella se merece algo mejor que esta mierda, ella merece algo mejor que la
forma en que la estás tratando últimamente.”
Me senté en silencio, mirando con recelo como Edward con el ceño fruncido miraba a
su hermano con confusión. La tensión en la mesa era densa y empecé a sentir un poco
de pánico, sintiendo náuseas y no muy cómoda. “Yo, eh... necesito ir al baño”,
murmuré, poniéndome de pie rápidamente y mirando a mi alrededor. Alice se puso de
pie rápidamente, diciendo que iría conmigo y le di las gracias. Nos alejamos de la
mesa antes que alguien pudiera hacer algún comentario y Alice me mostró dónde
estaba el baño, diciéndome que me esperaría fuera. Le di las gracias de nuevo y entré,
dando un suspiro de alivio una vez que estuve sola detrás de la puerta cerrada.
Me quedé dentro durante unos minutos, solo para calmarme. No quería que Alice
empezara a preocuparse por mí así que después de un rato abrí la puerta y volví a salir
del cuarto de baño, pero me congelé cuando en vez de Alice me encontré cara a cara
con Edward. Tenía el ceño fruncido, luciendo arrepentido.
“¿Podemos hablar, tesoro?” Preguntó en voz baja. Asentí con la cabeza tímidamente y
me tendió la mano. La tomé con cuidado y empezó a guiarme hacia la salida. Eché un
vistazo a nuestra mesa rápidamente y vi que los otros cuatro estaban charlando. Llamé
la atención de Jasper y él sonrió con tristeza, dándome un pequeño saludo. Se lo
devolví y me di la vuelta, dirigiéndome fuera con Edward.
“No, no lo está. Quiero decir, esa mierda no ha sido a propósito, pero aun así, no debo
actuar de esa forma contigo. Emmett tiene razón, te mereces algo mejor que mi actitud.
Tengo un montón de mierda en mi mente y estoy estresado pero nada es por tu culpa”,
Suspiró y trató de pasarse la mano por el pelo, gimiendo cuando no tuvo éxito. “En
realidad no, y eso probablemente me hace el pendejo más grande. Pero yo solo...“
Comenzó, haciendo una pausa. “¿Podemos empezar esta mierda otra vez? Es la fiesta
de graduación, se supone que debo tratarte como a una princesa y no he sido más que
un culo contigo. Por fin tienes la oportunidad de experimentar una mierda adolescente
normal y la estoy jodiendo para ti. Quiero decir, Cristo, Bella. Te ves jodidamente
hermosa. Debería estar arrastrándome a tus pies, dándote las gracias por darme
siquiera mirarme después de la mierda que has tenido que pasar. No deberías
amarme, con toda franqueza, pero lo haces y no sabes lo jodidamente agradecido que
estoy por eso, lo mucho que aprecio tenerte en mi vida. Y sé que no siempre actúo así,
pero siempre me siento de esa manera.”
Le miré con sorpresa. “Me alegro de tenerte en mi vida también”, le dije. Él me dio una
suave sonrisa.
“Excelente”, dijo, titubeó pero extendió su mano y pasó su dedo índice sobre mis labios.
Se inclinó después de un segundo y me besó con suavidad, con dulzura, con su lengua
encontrándose con la mía. Se retiró después de un momento y nos sentamos en el
coche durante un rato, hablando de cosas. Él estaba continuamente pidiendo disculpas
por cómo había estado actuando, y yo todavía no estaba segura de por qué, pero me
sentí agradecida de que por lo menos se había dado cuenta. La oscuridad cayó sobre
nosotros y echó un vistazo a su reloj después de un rato, entrecerrando los ojos en la
oscuridad para leerlo.
“¿Estás lista para ir a este baile?” Preguntó. Suspiré y asentí con vacilación.
“Y lo siento por las Nike”, dijo después de un momento cuando empezó a alejarse del
restaurante. Mi ceño se frunció.
“¿Qué pasa con ellas?” Le pregunté con confusión, sin saber por qué se disculpaba
conmigo.
Él suspiró. “Alice me regañó por ir al baile con unas Nike, dijo que era de mal gusto y
que daba la impresión de que no me importaba el baile. Pero realmente, estoy contento
de ir contigo y toda esa mierda, pero yo realmente amo mis jodidas Nike.”
Después de eso el viaje hacia Forks fue relajado, pero cuando él se detuvo en la
escuela, mis nervios habían vuelto con toda su fuerza. Había coches por todas partes,
el lugar estaba lleno. Edward estacionó el coche en la parte trasera, lejos de todos los
demás, y me ayudó a salir. Me agarró la mano y entrelazó nuestros dedos, apretando
suavemente. “Relájate amore. Estás conmigo”, dijo sonriendo. Sonreí en respuesta,
asintiendo con la cabeza, sus palabras me tranquilizaron un poco, pero no del todo
como para acallar mis nervios.
Nos dirigimos hacia la entrada y Edward metió la mano en su bolsillo y sacó lo que
supongo eran nuestras entradas. Entramos y me congelé, mis pasos vacilaron cuando
vi que todo estaba decorado en tonos dorados, luces brillantes y guirnaldas en todas
partes. Miré a mí alrededor, casi aturdida, completamente hipnotizada. Oí la voz de
Edward, pero no registré, por un momento, que él me estaba llamando. Miré en su
dirección y vi que me observaba con cautela, con una pequeña sonrisa en sus labios.
“Es tan bonito”, susurré.
Él se rio entre dientes. “Ven, vamos a tomarnos la foto”, dijo. Mis ojos se abrieron con
sorpresa.
“Oh”, murmuré. Él tiró de mi mano y yo lo seguí, aferrándome a él con fuerza. Nos llevó
a través de la multitud. Podía sentir los ojos en mí, el pelo de la nuca se me erizó
cuando la gente nos miraba, pero traté de ignorarlo y centrarme en Edward. La gente
lo recibió como lo hicieron las otras veces que lo había visto en una multitud, casi como
si tuviera algún tipo de estatus de celebridad. Me recordó a las palabras de Rose sobre
cómo la gente veía a Edward, cómo todos ellos bien quería estar con él o ser él, y pude
verlo al observar la forma en que interactuaban con él.
Mi corazón empezó a golpear salvajemente ante la mención del baile. “Yo...” comencé
“Relájate, es fácil. Si estas perras lerdas de por aquí tienen suficientes células
cerebrales para hacerlo, serás una campeona en esta mierda. Con tu coordinación de
mierda y todo”, dijo en tono de broma. Sonreí ligeramente y me puso delante de él, con
las manos en las caderas, dirigiéndome hacia la pista de baile. Se paró en el borde y
la canción se detuvo y comenzó otra. “Joder, sí, ¿ves? El momento perfecto. Es mi
canción para ti”.
Mi ceño se frunció y me atrajo hacia él con fuerza, puso sus manos en mis caderas.
Comenzó a balancearnos al compás de la música, agachando su cabeza con sus
labios justo en mi oído. Comenzó a cantar suavemente la canción en mi oído, el sonido
de su voz y la sensación de su cuerpo me relajaron, me puso la piel de gallina y un
hormigueo atravesó mi cuerpo. Después de un momento cantó una línea: 'Todo lo que
necesito en esta vida de pecado, soy yo y mi novia´ y finalmente la reconocí como la
canción que Edward tenía en su teléfono para que sonara con cuando yo lo llamara.
Edward movió mis caderas al ritmo de la canción, sujetándome y guiándome hasta que
empecé a seguir su cadencia. Fui capaz de mantener el ritmo y entonces me soltó un
poco. “Ves, tesoro, te lo dije. Un puñetero pan comido.”
Le sonreí, ruborizándome. Aún podía sentir los ojos mirándonos pero el calor de
Edward detrás de mí me hizo sentir segura, su presencia me decía que todo iba a estar
bien. Bailamos un par de canciones más antes de que me preguntara si quería un poco
de ponche. Asentí con la cabeza, me agarró de la mano, alejándome de la pista de
baile y hacia una mesa de alimentos y bebidas. Cogió dos vasos de plástico pequeños
y sirvió ponche en ellos, mirando a su alrededor brevemente antes de buscar en su
bolsillo para coger su pequeño recipiente de metal. Lo abrió y vertió un poco en la
primera copa y vaciló un instante antes de verter un poco en la otra. La cerró y se lo
guardó en el bolsillo, agarrando los vasos y entregándome uno a mí. Lo mire con recelo
y se rió. “No es un baile sin Grey Goose. Estoy bastante seguro de que te lo he dicho
antes, todo es mejor con un poco de vodka.”
Edward volvió a llenar nuestras copas una vez más y me llevó por ahí, mezclándonos
con la gente. Vi algunas chicas que me miraban mal y deliberadamente trataron de
coquetear con Edward delante de mí, pero él no les hizo caso y las rechazó. Siempre
Estábamos de pie a un lado y Edward estaba hablando con uno de sus compañeros
del equipo de fútbol sobre su muñeca y el campo de fútbol cuando vi a Jacob Black por
el rabillo del ojo. Volví la cabeza y se quedó inmóvil, con los ojos en shock cuando vi
que la chica de pelo rojo que se aferraba a su brazo era Tanya. Miró alrededor de la
habitación brevemente, sus ojos cayendo sobre mí. Me miró por un momento y volví la
cabeza, mirando hacia atrás a Edward. No estaba segura de cómo iba a tomar la
presencia de Jacob, en especial que estuviera con una de las chicas con las que él
había intimado.
Bailamos un poco más y estuvimos charlando con Ben cuando todo el ponche que bebí
hizo efecto en mí. Le dije a Edward que iba al baño y asintió con la cabeza, diciéndome
que me diera prisa en volver. Yo le dije que lo haría y me acercó, para besar mis labios
rápidamente. Me dirigí hacia los baños, sintiéndose un poco incómoda porque Edward
había estado a mi lado toda la noche, pero no era como si pudiera venir al baño
conmigo. Era ridículo de todos modos, no tenía por qué estar cuidándome siempre.
Ahora ya estaba acostumbrada a salir en público, a estar rodeada de gente. Podía
manejarlo.
Utilicé el baño y estaba lavándome las manos cuando escuché la puerta abrirse y
cerrarse detrás de mí, y unas voces femeninas llegaron hasta mí. Levanté la vista y
sentí la tensión de inmediato, reconociendo a Tanya y a esa chica Lauren a la que le
había dicho algunas cosas malas en la fiesta. Aparté la vista de ellas rápidamente,
mirando hacia abajo en el lavabo y enfocando la atención en mis manos. Estaban
empezando a temblar, mi corazón latía furiosamente en el pecho. No había forma de
que pudiera salir caminado sin pasar cerca de ellas, ya que estaban junto a la puerta
charlando. Podía sentir sus ojos en mí y pude sentir su hostilidad, la tensión crecía en el
baño con su presencia. Sentía como si fueran perros rabiosos, capaces de sentir mi
miedo y estaban a la espera de atacarme, burlándose de mí.
“Yo no sé lo que le pasa, tiene que haber algún tipo de apuesta o algo así, no hay
“Puedo decir exactamente lo que le pasa. Tiene una puta al alcance de su mano, ¿qué
adolescente no mataría por eso? Eso es todo lo que es, una conveniencia “, se burló
Tanya. Me sequé las manos, mordiéndome el labio inferior nerviosamente, respirando
profundamente y tratando de hacer desaparecer las náuseas que sentía.
“Pero aun así, es sencillamente asqueroso. Joder, ella ni siquiera es linda”, replicó
Lauren. Tiré la toalla de papel y me di la vuelta, dando unos pasos en su dirección.
Mi ceño se frunció y la miré. Lauren se rió, era un sonido chillón. “Sí, que te vayas de la
ciudad y dejes a Edward en paz. Tú no tienes nada que sea lo suficientemente bueno
para él “.
Suspiré. “Yo...” comencé, sin saber qué decir. Miré y vi que ellas tenían una sonrisa en
sus labios, obviamente disfrutando de mi malestar. Mis ojos se posaron en Tanya y en
ese momento algo pareció hacer clic. La forma en que me miraba, la forma en que
estaba sonriendo y burlándose, obteniendo placer de mi disgusto... me recordó a Jane.
Me recordó a todas esas veces que me pateaba una y otra vez y me dolía y se burlaba
de mí y no hubo nada que pudiera hacer al respecto. Tuve que quedarme allí
recibiéndolo todo, soportándolo. Pero ahora... no tenía por qué soportar nada.
“Dije disculpen”, dije con firmeza, dando otro paso hacia adelante. Tanya no se movió
de mi camino y me encontré frente a ella, mi hombro golpeándola y empujándola fuera
del camino. Me acerqué y cogí la puerta, abriéndola para salir.
“Eres una perra”, dijo la voz de Tanya detrás de mí. Sentí que una mano agarraba mi
hombro y me alejé rápidamente, abriendo la puerta. Tanya salió del cuarto de baño
detrás de mí y me di la vuelta, al ver la ira en su rostro. Tenía la mano hecha un puño y
mi corazón comenzó a latir furiosamente, sabía que ella estaba a punto de pegarme.
Tiró su brazo hacia atrás y me estremecí involuntariamente, cerrando los ojos y
poniendo mis manos en alto, esperando el impacto. Sentí unos brazos agarrándome
por detrás y apartándome, al principio me imaginé que sería Edward, pero después de
un segundo algo volvió a hacer clic en mi cerebro diciéndome que el olor no era el
adecuado. No era soleado y dulce como la miel. Era almizclado, como el pino y los
árboles y la naturaleza. Abrí los ojos rápidamente, tensándome con sorpresa cuando
Agarró el brazo de Tanya, deteniéndola. “Whoa, Laila Ali, pon atención con dónde
pones esa cosa”, dijo Jacob, apretándole la mano. Ella se apartó de Jacob,
entrecerrando los ojos.
“¿Cómo demonios me has llamado?” Dijo ella. Jacob suspiró, sacudiendo la cabeza.
“¿Qué diablos es eso?” Preguntó con enojo. Jacob gruñó con irritación.
“Es una mujer boxeadora” dije en voz baja. ”La hija de Muhammad Ali.” Tanya me
miró.
“¿Por qué estás hablándome?” Me espetó, dando un paso hacia mí. “Nadie te hizo una
jodida pregunta.”
“Ey basta,” dijo Jacob, tratando de ponerse entre nosotras, pero no fue lo
suficientemente rápido en ese momento.
Ella alargó la mano y trató de golpearme, pero yo moví mi cabeza hacia atrás
rápidamente. Su mano golpeó mi collar, agarrándolo y tirando de él. Sus uñas se
hundieron en mi carne e hice una mueca mientras me lo arrancaba. Ella lo tiró al suelo
y Jacob se agachó para cogerlo, pero se detuvo de repente por una figura de color rojo
que apareció de la nada entre ellos. Parpadeé por la confusión y me di cuenta de que
era Rosalie que había empujado a Tanya hacia atrás.
“¿Estás bien, gatita?” Dijo Emmett detrás de mí. Di un salto, sobresaltada por su
presencia, y volví mi cabeza para mirarlo. Asentí.
“Bien”, dijo él, dándome una pequeña sonrisa. Miró a Jacob y asintió con la cabeza.
”Gracias por ayudar a Izzy Bizzy, hombre.”
“No, tú vete a la mierda. ¡Y te quedas allí de una puta vez, nadie jode con mi familia!
¡Te voy a matar perra!”
Jacob se agachó y agarró mi collar que estaba tirado en el suelo, tocándolo. “Lo
rompió,” masculló, ofreciéndomelo. Lo cogí con cuidado.
Él asintió con la cabeza. “¿Así que, ellos te consideran como familia?” Preguntó, con
curiosidad en su voz. Suspiré, encogiéndome de hombros.
“Supongo. Emmett lo hace. Él dice que soy su hermana menor “, dije. Jacob asintió con
la cabeza, echándome un vistazo.
“Dieciocho” dije.
“¿Qué edad tienes en serio?” Preguntó él, en voz más baja que antes. Yo solo lo miré
fijamente.
“Lo que quiero decir es, he conocido a los Cullen durante un largo tiempo. Solíamos ser
bastante cercanos, ya sabes, pasábamos gran cantidad de tiempo juntos. Y a veces
cuando pasas mucho tiempo con la gente, aprendes cosas acerca de ellos. Yo no soy
nadie, ya estoy fuera, pero eso no quiere decir que no lo sepa”, dijo él, su voz
completamente seria. Sentí la implicación que le había dado a sus palabras.
“No sé de qué estás hablando acerca de ellos” le dije. Él asintió con la cabeza.
“No soy idiota. Me gusta mi vida y no tengo ninguna intención de morir en cualquier
momento pronto, eso es seguro. Yo sé mantener mi boca cerrada y el doctor Cullen lo
sabe también, y esa es la razón por la que todavía estoy caminando por ahí”, dijo él.
Mi ceño se frunció.
“¿El doctor Cullen sabe que tú sabes?” Pregunté con sorpresa. Él asintió con la cabeza.
“Sí que lo sabe. Y me alegro de que no estés haciéndote la ignorante conmigo. Mira,
yo no te puedo salvar o rescatar, solo soy un chico y tienes razón, no debo saber, ya
sabes. Pero eso no significa que no me sienta mal y pierda el sueño sabiendo que
alguien como tú se encuentra atrapada en esta situación sin manera de salir” dijo él.
“Estoy seguro de que lo son, pero eso no lo convierte en algo bueno. Y hace que me
sienta enfermo por lo que Edward está haciendo, tomar ventaja sobre ti por esto” dijo
con disgusto, negando con la cabeza. Mis ojos se estrecharon.
“Verás con el tiempo, por duro que sea, que él no ama a otra persona más que a sí
mismo” dijo. “Es un cabrón, Isabella. Es egoísta”.
Negué con la cabeza. “Yo lo amo”, dije, cada vez más enojada.
“Déjame ver si lo adivino ¿él es el primero que te trata de esa manera? ¿Te sonríe y te
susurra palabras dulces al oído? ¿Te habla en italiano para hacerte desfallecer? Sí, él
ha hecho esa mierda con casi cada chica en esta sala en algún momento. Eso es lo
que es. Es un mujeriego. Puedes pensar que te ama pero apenas lo conoces”, dijo
Jacob. Lo fulminé con la mirada, mi temperamento intensificándose.
“Lo amo, y él me ama, y nada de lo que digas va a cambiar lo que pienso, Jacob
Black”, espeté. Él parecía sorprendido por la pasión en mi voz y asintió con la cabeza
después de un segundo.
“Bien” dijo encogiéndose de hombros. ”Pero de todas formas, como dije antes, eso no
significa que no podamos ser amigos. Puedes hablar conmigo, ya sabes. Si alguna vez
necesitas a alguien para hablar acerca de lo que quieras, yo estaré por aquí.”
Abrí la boca para decirle que había gente a la que le importaba, que a Edward le
importaba, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, otra voz sonó detrás de
nosotros.
“¿Qué mierda pasa aquí?” Dijo Edward. Me di la vuelta rápidamente, mis ojos se
agrandaron, en shock, y oí un suspiro de Jacob. Edward estaba fulminándolo con la
mirada y se acercó a mí, envolviendo su brazo alrededor de mi cintura.” ¿Déjala en paz
de un puta vez, me oyes?”
Suspiré mientras Jacob negaba con la cabeza. “Me estaba ayudando, Edward.”, dije,
no quería que se hiciera una idea equivocada y repitiera el incidente como cuando ese
muchacho, Michael Newton, me ayudó y Edward lo golpeó.
“Algunas de tus puttanas*, o como demonios las llames, la estaban acorralando. Una
de ellas intentó golpearla. Hice lo que cualquier hombre haría”, dijo él encogiéndose
de hombros. ”Bueno, en realidad, eso no es cierto. Supongo que la mayoría no harían
nada y se quedarían viendo como dos chicas sexys se dan con todo. Pero no quería
que Tanya consiguiera que le patearan el culo en el baile de graduación. Todavía
tengo la esperanza de un poco de acción esta noche.”
Edward lo fulminó con la mirada por un momento antes de darse la vuelta para fijarse
en mí. “Joder, ¿Tanya trató golpearte? ¿Otra vez?” Jacob se burló.
“Cierra la puta boca y ocúpate de tus malditos asuntos antes de que lo haga yo por ti”
espetó Edward. Mi oído latía con fuerza, su ira me asustaba.
“Eh, sí, pero ella no lo hizo. Aunque ha roto mi collar”, dije, levantándolo en el aire. Él
lo cogió, lo miró y maldijo bajo su aliento, guardándolo en el bolsillo. Alguien dijo por
el altavoz algo acerca de una cierta clase de realeza y Edward suspiró.
“Ven conmigo, Bella” dijo él, empezando a tirar de mí lejos. Yo di una última mirada a
Jacob antes de dar vuelta para seguir a Edward.
“Toc toc” dijo detrás de mí. Suspire, sintiéndome ligeramente culpable por limitarme a
dejar que Edward me alejara después de lo que Jacob había hecho por mí, y me volví
para mirarlo una vez más.
“¿Quién está ahí?”, le pregunté, haciendo una pausa. Edward dejó de moverse y miró a
Jacob, obviamente sin divertirse.
“El comal le dijo a la olla, Cullen”, gritó Jacob. Edward gruñó algo en italiano en voz
baja, finocchio, lo que sonó algo así como los dibujos animados de la marioneta
Pinocho. Caminamos a través de la multitud hacia el otro lado de la habitación y una
señora se puso de pie sobre una plataforma en la que estaba el tipo que tocaba la
“¿Estás bien, tesoro?” Preguntó. “Siento que no haber estado allí. Te lo juro, no se
saldrán con la suya con esta mierda.”
“Estoy bien, Edward. Y realmente no me gustaría que le hicieras daño” le dije. Exhaló
ruidosamente.
“No le voy a poner un dedo encima, lo prometo”, dijo. Me di cuenta de que estaba
eligiendo cuidadosamente sus palabras y tenía la sensación de que ya se estaba
fraguando algún tipo de venganza, lo que me asustó un poco, pero no tenía la energía
para tratar de convencerle de lo contrario. Una vez que tomaba una decisión él se
vengaría de ellas de alguna manera, sin importar lo que dijera.
Nos quedamos allí por un momento antes de que los nombres de Rosalie y Emmett se
dieron a conocer, la gente estaba animando. Mi frente se arrugó en confusión y miré en
esa dirección, viendo como subían al escenario. Emmett sonreía ampliamente y Rosalie
tenía su usual expresión feroz en su rostro.” ¿Ganaron algo?” Le pregunté. Edward
asintió con la cabeza.
“El rey y la reina. Es solo un concurso de popularidad o lo que sea, de los que se ven
mejor”, dijo.
“Hay que ser del último año para ganar, así que el año que viene”, dijo, encogiéndose
de hombros. Me acurruqué de nuevo en su pecho, mirando al escenario, viendo como
la señora daba a Emmett y Rose coronas. Emmett tomó el micrófono de la señora y
Edward comenzó a reírse. ”Esto va a ser bueno”
“¡Ey, no había terminado!” Gritó Emmett. Rosalie lo miró, entrecerrando los ojos, y su
sonrisa creció. Ella sostuvo el micrófono y él trató de cogerlo, pero ella negó con la
cabeza, golpeando su mano. Ella lo sostuvo para que él pudiera hablar y se rió.
“Gracias a todos, ¡y a la chupona de la señora Parker!”
“Eh, creo que era la señora Campbell. Era una anciana de cabellos blancos” dijo, sin
dejar de reír. Me reí, dándome cuenta de que había inventado todo lo que había dicho
en el escenario.
“Solicité esta canción”, dijo en voz baja. Mis ojos se abrieron con un poco de sorpresa.
“Más bien soborné al DJ con dinero contante y sonante para que encontrara a esa hija
de puta y la pusiera” dijo. “Ahí es donde estaba cuando tú estabas en el baño”. Él se
lamió los labios y se inclinó a besarme suavemente. Comenzó a balancearnos con la
música suave y cuando las palabras comenzaron, él cantó. Su voz era baja y suave, el
placentero sonido envió un hormigueo a través de mí. Me abrazó, besándome mientras
cantaba dulcemente contra mis labios.
Me tomó un momento para registrar que estaba cantando en italiano, y que no tenía ni
idea de lo que estaba diciendo, pero sonaba dulce. Después de un momento una mujer
se adelantó y comenzó a cantar en inglés.
Oigo tu voz
Forever
Want you
That I believe
Para siempre
Te quiero
Nena, te quiero
Eso creo.
Te pertenezco y me perteneces”).
Sentí que la emoción tomaba el control, las lágrimas amenazaban con desbordarse.
La canción terminó y él dejó de moverse, con sus manos en mis caderas,
deteniéndome. Nos quedamos allí y nos miramos el uno al otro, todo el mundo
comenzó a bailar una canción de rap, pero nosotros parecíamos casi ajenos a ella.
“Yo iba a decir adiós, pero no veo a ninguno de esos hijos de puta”, dijo Edward,
cogiendo mi mano. Miré a mi alrededor también, sin ver a sus hermanos o Alice y
Rosalie.
“No he visto a Alice y Jasper en toda la noche”, dije, dándome cuenta de que no había
prestado atención a nada. Edward asintió con la cabeza.
“Sí, aquí. La mitad de las personas en esta sala han follado en algún lugar dentro de
la escuela” dijo él, encogiéndose de hombros como si no fuera gran cosa, pero fue
sorprendente para mí. ¿La gente tenía sexo en la escuela?
“Sí” dijo. “Pero ninguna de ellas me importaba. Eran solo un polvo. ¿Pero tú? Tú me
importas. Es por eso que voy a llevarte a casa y prepararte y hacerlo como Dios manda.
“
Las palabras enviaron un escalofrío por mi espalda y traté de detenerlo, pero fue inútil.
Él se echó a reír al ver mi reacción. ”Está bien” dije en voz baja, sonriendo tímidamente.
Me llevó a través de la multitud, diciéndole adiós a la gente tal y como los saludó. Nos
dirigimos afuera y caminábamos hacia el coche, paseando cogidos de la mano cuando
escuché las familiares voces una vez más. Edward se rio y me miró, notando a Jacob y
“Debería haber sabido que esa mierda era tuya”, dijo Jacob. ”Qué imbécil. ¿Estás
tratando de jugar a James Bond?”
“Vete a la mierda, tú te acostaste con ella, ¿qué dice eso de ti?” Espetó Jacob en
respuesta. Edward se encogió de hombros, mirando divertido.
“Estoy haciéndote sentir bien, eso es lo que estoy haciendo. Ha pasado demasiado
tiempo, no puedo esperar” dijo, con la voz tensa. Mis ojos se abrieron.
“Sí, aquí. Cristo, no te voy a follar aquí, solo tengo que tocarte. Quiero hacer que te
corras “, dijo.
“Tengo unos dedos que funcionan perfectamente bien joder. Relájate, tesoro. Córrete
por mí”.
Me estremecí mientras apretaba con más fuerza contra mí, frotando con mayor rapidez.
Sentí la tensión creciendo inmediatamente, llevando mi deseo fuera de control. Él
volaba por las calles, aceleraba y me tocaba frenéticamente, y una parte de mí estaba
asustada y quería gritar para que fuera más despacio antes de estrellarse, pero otra
parte de mí estaba siendo consumida por la emoción. Se trataba de un lado casi
animal y yo gemía en voz alta, mi cuerpo temblaba. Empecé a tensarme y me agarré a
la puerta mientras el placer estalló en mí, un grito escapó de mi garganta mientras el
orgasmo me llegó. Oí a Edward gemir y continuó frotando, tratando de prestar atención
a la carretera.
“Nena joder, no puedo esperar a estar dentro de ti” dijo él, su voz áspera envió otro
escalofrío a través de mí. Giró a la derecha en el camino de entrada y grité, temiendo
que iba a estrellarse con un árbol o algo así, pero mantuvo el control del coche y
prácticamente me ignoró. Se detuvo delante de la casa, el coche derrapando hasta
detenerse bruscamente. Por fin quitó la mano y puso el coche en el garaje,
apagándolo.
“¿Alguna vez dije algo sobre hacer que te corrieras en el coche mientras conducía?”
Dijo en broma.
“Sí creo que sí”, le dije. Nos sentamos en silencio por un momento antes de empezar a
reír, bajando de ese sentimiento extraño mezcla de mi orgasmo y adrenalina. Edward
se rió conmigo brevemente antes de salir, caminar hacia mí y ayudarme a salir del
coche. Me llevó a la casa, abriendo la puerta rápidamente y apretando botones en el
teclado de la alarma. Antes de que pudiera hablar o hacer un movimiento, él estaba
sobre mí, acercándome a él y presionando sus labios contra los míos
apasionadamente. Gemí mientras mordisqueaba mi labio inferior, gimiendo. Me
empujó hacia atrás, hacia la escalera y casi me tropecé con ella cuando llegamos, pero
agarró una parte de mí para mantenerme erguida. Él rio y se apartó de mi boca,
agarrando mi mano y conduciéndome escaleras arriba.
“Te necesito” murmuró él, enderezándose de nuevo y yendo por mis labios. Empecé a
juguetear con la corbata, tratando de deshacerla. Me ayudó a desnudarlo,
quitándoselo todo rápidamente, sin dudarlo. Los dos estábamos desesperados por
esto, nos necesitábamos tanto el uno al otro.
Él trató de alzarme, una vez que los dos estuvimos completamente desnudos, pero a
causa de su brazo no pudo agarrarme bien. Maldijo y decidió caminar hacia atrás, a la
cama, besando y mordiendo mi cuello. Me arrastré hasta el centro de la cama y él se
cernió sobre mí, aplastando sus labios con los míos con pasión. Su lengua corrió a
través de mi labio inferior y los abrí para él. Profundizó el beso y separó mis piernas,
empujando mis rodillas hacia arriba. Sentí la punta de él frotar contra mí y gemí,
moviendo mis caderas. Él se rió entre dientes.
“Oh Dios”, murmuré sin aliento mientras él comenzó a empujar dentro y fuera de mí. Se
sentía tan bien, mejor de lo que recordaba. Edward estaba gimiendo y murmurando
contra mi piel, su lengua y sus labios acariciaron mi piel expuesta. Se me puso la piel
de gallina y me aferré a él con fuerza, arqueando mi espalda.
“Tan jodidamente bueno” dijo él, pasándome la lengua por la oreja y tomando el
lóbulo entre sus labios, succionando suavemente. Era sorprendente lo bien que se
sentía, su aliento contra mi oído. “La figa dolce e stretta*. Dios, tienes un dulce coño.
Tan apretado, amore mío*.”
Trató de meter su mano entre nosotros pero no pudo y maldijo. Se sentó sobre sus
rodillas y me agarró de las piernas, acercándome a él. Comenzó a empujar sus
caderas, entrando y saliendo de mí, mientras su mano bajaba y frotaba contra mi
punto. ”Joder, tienes que correrte para mí, cariño. Necesito sentir esa mierda apretando
mi polla.”
Siguió embistiendo y la tensión creció hasta que el placer sacudió a través de mí, mi
cuerpo explotó en un orgasmo una vez más. Grité su nombre, hundiendo los dedos en
sus muslos, agarrándolo y empujándolo dentro de mí. Él gruñó cuando empecé a
convulsionar a su alrededor y me condujo a través de esa ola de placer, nunca vaciló
en sus movimientos. Mi cuerpo se relajó después de un momento y él apartó sus dedos,
volviendo a recostarse encima de mí. Mis brazos lo envolvieron con fuerza,
aferrándome a él. Mis piernas se sentían como papilla, todos los músculos relajados.
Unos momentos más tarde se tensó, dejando escapar lo que era prácticamente un
gruñido. Gemí cuando estrelló su pelvis contra la mía un par de veces, la mezcla de
placer y dolor casi agonizante. Él derramó su semilla en mi interior, algo cálido
escurriendo y bajando por mis muslos. Me aferré a él cuando se quedó quieto, tratando
de mantener mi respiración bajo control mientras él hacía lo mismo. Se cernió sobre mí
un momento antes de salir, siseando por la pérdida de contacto cuando empezó a
ablandarse. Lo solté y esperé a que se moviera, pero en lugar de eso se recostó con la
cabeza en mi estómago. Bajé mi mano y empecé a correr mis dedos por sus cabellos
que estaban humedecidos por el sudor.
“Lo siento” dijo finalmente, con voz tranquila, pero rompiendo el silencio de la
habitación. “Me he estado alejando y sé que no es justo para ti. Es que... Te quiero
tanto. Por favor, no lo tomes como algo personal. Solo, no te des por vencida conmigo,
Me quedé en silencio, con las manos en su pelo. “No debes disculparte conmigo” le
dije, sintiéndome culpable porque estaba prácticamente implorándome que lo
perdonara por algo que yo misma había estado haciendo. No había sido honesta con
él, ocultándole cosas y me di cuenta de que había cosas que debería saber. Me sentí
muy culpable, porque él me estaba dando todo. Estaba confiando en mí, dándome
seguridad y amor, poniéndose en riesgo a sí mismo para tratar de darme la libertad de
la única manera que sabía hacerlo. Me había llevado a su fiesta de graduación del
instituto y eso era algo que nunca había imaginado que experimentaría alguna vez.
Un baile de instituto, con un vestido bonito, rodeada de gente de mi edad y con un
chico devastadoramente apuesto, que me amaba.
“¿Sí?” Preguntó.
“Yo... también he estado ocultando cosas,” murmuré con nerviosismo. Sus dedos
dejaron de hacer patrones en mi estómago.
“¿Cómo?” Preguntó vacilante. Suspiré, sin saber qué decir ni por dónde empezar.
Estuve en silencio por un momento, tratando de decidir cómo decírselo, antes de
simplemente ceder y soltarle lo que era la más pesada carga en mi mente...
*****
Rompiballe = Dolor en el culo
Puttana = Puta
Edward cullen
“¿A qué te refieres con que Jacob Black lo sabe?” Le pregunté dudoso, sin saber qué
demonios quiso decir con eso, o por qué estaba trayendo a colación a ese hijo de puta.
“Él sabe acerca de… eh… mí,” farfulló ella, sus palabras apenas coherentes. Mi ceño
se frunció y rápidamente me senté, mis movimientos la alarmaron. Se sobresaltó y sus
ojos se abrieron con horror mientras yo estrechaba los míos con suspicacia.
“¿De qué estás hablando? ¿Qué sabe él de ti?” Le pregunté. Ella se limitó a mirarme,
sin abrir la boca para responder, y mi impaciencia iba en aumento. No sabía dónde
demonios quería llegar con esto, pero no me gustaba para nada. No quería hablar de
ese pendejo, ella sabía como me sentía acerca de él, así que para que ella trajera a
colación ahora a ese cabrón, significaba que la mierda que la estaba molestando era
un verdadero problema. Y necesitaba decirme qué demonios era para que pudiera
hacer que el miedo que era evidente que sentía, basado en su expresión, se fuera.
El mes pasado había sido uno de los más complicados de mi vida. No recuerdo
haberme sentido tan confundido alguna vez, completamente molesto y malhumorado, y
sin saber qué demonios hacer conmigo mismo. Mis emociones estaban completamente
fuera de control, el amor y la ira que sentía estaban en conflicto entre sí. Era como si
una especie de batalla épica se estuviera gestando en mi interior, diferentes flancos
luchando por el control de mi corazón y mi mente. Todo era simple y jodidamente
complicado y me estaba llevando al límite, haciéndome perder el control de mí mismo.
De hecho, así es como me había sentido todo el mes. Como un jodido fracasado. Al
parecer no era capaz de hacer nada bien, me pasaba cada hora del día jodiendo algo.
No podía concentrarme en la escuela, casi destrozo el maldito Volvo y había sido el
peor puñetero novio del mundo. Ella no se merecía la forma en que la trataba, pero no
podía evitar esa mierda, sobre todo tomando en cuenta que ni siquiera me daba
cuenta de que lo estaba haciendo la mayor parte del puto tiempo. Hablo de que, sabía
que estaba irritable y que a veces no era una maldita persona agradable con la que
estar, pero no fue sino hasta que me senté frente a mi hermano en el restaurante en
Port Angeles, con él gritándome sobre maltratar a Bella, que me di cuenta qué
demonios había hecho. Ella salió huyendo de la mesa rápidamente cuando Emmett me
hizo notarlo, y afortunadamente Alice fue tras de ella, así que por lo menos no estaba
sola.
Me levanté de esa mesa y caminé hacia los baños, dándole a Alice una sonrisa triste.
Ella me fulminó con la mirada, dándome la mirada más malvada que podía conjurar.
Para ser una cosita pequeña, ella podía ser intimidante cuando quería serlo.
“Hey, enana,” dije en voz baja. Ella resopló y puso las manos en sus caderas.
“¿En serio, Edward? ¿Nikes? ¿Por qué no solo te pusiste unas sandalias? ¿Y por qué no
unas pantuflas?” Ella escupió enseguida, su voz haciendo eco de la molestia que vi en
su rostro. Mi frente se arrugó por su arrebato.
“¿Qué pasa con los Nike? Combinan,” le dije, encogiéndome de hombros. Compré esos
hijos de puta porque Alice me dijo que usara la puta corbata azul y no tenía ninguno
“¡Lo que está mal con los Nikes, Edward, es que es la graduación!” Ella exclamó.
“Nada dice más ‘No me importas’ que el que no estés ni siquiera dispuesto a soportar
un par de zapatos de vestir incómodos durante unas horas por la mujer que
supuestamente amas.”
Ella se burló. “Te esforzaste más en la fiesta de bienvenida con Tanya, la mayor
ramera de todas las que hay, de lo que lo has hecho con Isabella. Isabella nunca ha
estado en uno de estos bailes en su vida. Esto se supone que será algo especial para
ella y tú ni siquiera puedes de verdad arreglarte para ella. Con Tanya no usaste
Nikes.”
Lo hice lo mejor que pude. Me disculpé por cómo había estado actuando y joder, quería
decírselo todo. Quería confesarle lo que sabía para que así pudiéramos resolver esa
mierda juntos, pero no podía lastimarla de esa forma. No quería ver el dolor que sabía
que encontraría si averiguaba que ella era la persona por la que mi madre había dado
su vida. No podía agobiarla así. No podía permitir que sintiera dolor solo para aliviar
un poco el mío. Joder, no podía ser así de egoísta. Así que seguí guardándome esa
mierda pero derramé el resto de mi corazón ante ella. La llevé al baile y le enseñé lo
que sabía para que se lo pasara como nunca. Todo el tiempo la cogí de la mano y no
dudé en decir a todos con quien nos topábamos exactamente lo que ella era para mí.
Ella era mi novia, la chica que había cambiado mi vida. Ella era mi vida, el amor en
ella y siempre lo sería.
En algún momento tuvo que ir al baño, porque sí, le di licor y todo el mundo sabe que
cuando tomas licor, orinas como un caballo de carreras. Mientras ella no estaba fui con
el DJ y soborné a ese hijo de puta para que tocara una canción para mí. Él nunca la
había escuchado y trató de negarse al principio, pero no había manera de que
Estuve a punto de perder los putos estribos, pero Isabella me dijo que él la había
ayudado y yo titubeé lo suficiente para una explicación. Al principio no me creí esa
mierda, pero sabía que le había molestado la última vez que le había partido la crisma
a alguien delante de ella cuando la habían estado ayudando, aunque hubiera sido
una reacción natural. Me explicaron lo que había pasado con Tanya y decir que estaba
encabronado sería un eufemismo. Tanya y algunas de las otras perras la habían
acorralado en el baño y tuvo la audacia de intentar joderla. Esas perras sabían bien lo
que estaban haciendo y más tarde, Isabella me dijo que no le hiciera nada a Tanya, a
lo que respondí que no le pondría un dedo encima. Y no lo haría, pero la iba a joder.
Iba a arrepentirse de haberse cruzado en mi camino. Me dijo que Tanya le había
arrancado el collar y me lo dio. Lo puse en mi bolsillo, naturalmente encabronado
porque había pagado cerca de novecientos dólares por ese cabrón y poco le habían
ayudado los putos amuletos protectores. Lo arreglé fácilmente, no fue mucho problema,
pero no me gustaba que jodieran con las cosas de mi chica. Jodería a un hijo de puta
por meterse con sus cosas. Ella nunca había llegado a tener mierda que fuera solo
suya y ahora que la tenía, iba a quedarse con ella. Toda ella.
Bailando la canción, fue como si todo lo demás se desvaneciera, nada más que ella
importaba en ese momento. Y mientras estábamos bailando me di cuenta exactamente
lo pendejo que había sido, porque me di cuenta que la echaba de menos. Apenas le
había prestado atención en un mes, tratando de lidiar con mi propia mierda e
ignorando sus necesidades en el proceso. No estaba bien y probablemente parte de
ello era mi maldito problema. Nada se sentía bien sin ella en mi vida, y a pesar de que
todo el tiempo había estado allí, a mi lado, en realidad nunca estuvo allí. Yo no le
había permitido estar, y no podía culpar a nadie más que a mí mismo. La necesitaba,
no podía negar eso.
Y lo hice. Le di hasta la última gota de pasión que pude evocar, deseando que ella
sintiera esa mierda. Joder, tenía que hacer que sintiera lo mucho que la necesitaba, lo
mucho que la anhelaba. Necesitaba que sintiera mi pasión y supiera que ella seguía
siendo la única chica para mí de manera que si por un momento volvía a ser ese hijo
de puta que solo pensaba en sí mismo otra vez, ella lo recordaría. Ella me recordaría,
al verdadero yo y volvería a sacar mi culo de la oscuridad. Porque exactamente eso era
lo que era. Estaba cayendo de nuevo en la oscuridad y ella era la única luz que tenía.
Tenía miedo que ese hijo de puta me consumiera, de que ella se diera por vencida
conmigo porque ya de por sí no la merecía, y sin duda no la merecía si iba a tratarla
como lo había estado haciendo.
Después de mostrárselo, se lo dije. Le dije que necesitaba que ella me sujetara, que
sabía que me estaba alejando pero que ella tenía que mantener su control sobre mí,
porque no podía perderla. Sentí como si la batalla entre el bien y el mal dentro de mí
finalmente hubiera terminado, habían llegado a una tregua y ondeado la bandera
blanca al darse cuenta que tenían que encontrar una manera de cohabitar
pacíficamente. Casi me sentí contento… pero me había equivocado. Porque después
de lo que dije, ella dijo esas cuatro palabras que me llevaron a donde estoy ahora,
aquí sentado mirándola, conteniendo la maldita ira que de nuevo amenazaba con
desbordarse y explotar. Si ella quería decir algo, pudo haber dicho “Te amo” o
“Fóllame con fuerza” o algo así, una cosa con la que yo pudiera hacer algo. Así que,
¿por qué tenían que ser esas palabras? ¿Por qué demonios de todo lo que podía decir,
tuvo que quedarse allí y decir: “Jacob Black lo sabe”?
“Él, eh… sabe que soy una… esclava,” murmuró, mirándome con recelo. Mis ojos se
estrecharon cuando esa palabra salió de sus labios. Odiaba esa mierda.
“Joder, ¿él te ha llamado así?” Dije con brusquedad, furioso ante la idea de que ese
cabrón llamara de esa forma a mi chica. Ella rápidamente negó con la cabeza,
entrando de pronto en pánico.
“¡No, él no ha usado esa palabra!” Dijo. “¡Pero sabe de mí, eh, situación!”
“¿Tú le has dicho esa mierda?” Una vez más ella negó rápidamente con la cabeza.
“¡No, nunca lo he dicho! ¡Te juro que no lo he hecho! Él solo me dijo que lo sabía,” ella
dijo.
“¿Por qué demonios iba él a decir eso? ¿Y cómo demonios sabe? Es imposible. Nunca
se lo dije a ese hijo de puta,” le dije confundido. Solíamos pasar el tiempo juntos, pero
porque su familia era muy cercana a la policía deliberadamente nunca le hablamos de
ninguno de los negocios de mi padre.
“¿Qué quieres decir con que lo viste en la mañana?” Le pregunté con desconfianza.
Sus ojos se abrieron y ella me miró boquiabierta, entrando en pánico de nuevo.
“Yo, eh… me encontré con él, eso es todo,” dijo, encogiéndose de hombros como si no
fuera gran cosa, pero maldición, sí que lo era. Gruñí, negando con la cabeza.
“¿Y entonces, también te ha dicho algo? ¿Qué mierda te ha dicho? ¿Era esa la primera
vez que lo veías?” Le pregunté, queriendo tener algunas malditas respuestas para
aclarar esta mierda. Ella se quedó mirándome brevemente y parecía estar
“Él, eh… por lo regular es muy agradable,” dijo en voz baja. “Me cuenta chistes. Dijo
que quería que fuéramos amigos porque él pensaba que me vendría bien tener un
amigo, por mi situación o lo que sea.”
Mi ira se encendió. “¿Quiere que sean malditos amigos? Sí, claro. Demonios, ese hijo
de puta solo quiere tomar lo que tengo. ¡Joder, él quiere quitarme todo, quiere hacerme
daño, Bella! ¿No te das cuenta? No puedes ser tan jodidamente ingenua para creer que
él es sincero. ¿Y él lo sabe? ¿Cómo demonios lo sabe?”
“Aparte de las veces que ya sé, ¿cuántas veces más has hablado con Jacob Black?” Le
pregunté, deseando saber la puñetera respuesta a eso.
Ella suspiró, sonando resignada. “¿Cinco veces, tal vez?” Dijo con cautela. Esa mierda
de verdad me sorprendió y me quedé mirándola, completamente atónito. No podía
creer que me hubiera ocultado esa mierda. Sabía que estaba siendo jodidamente
hipócrita, no podía enfadarme con ella por guardarme secretos cuando yo había hecho
lo mismo, pero eso no disminuyó el dolor que sentí al escucharlo.
“Ahora, ¿es todo?” Le pregunté. Ella asintió con la cabeza. “Gracias. Sabes que no
tienes que ocultarme cosas, Bella. Joder, puedes contarme todo. No me importa una
mierda lo que otros digan. Realmente desearía que me hubieras dicho todo esto
antes.”
Ella suspiró. “No quería que te alteraras o hicieras algo malo y te metieras en
problemas,” dijo en voz baja. Yo negué con la cabeza.
“Sí, bueno, no tienes por qué preocuparte de que yo haga algo, pero mi padre es otra
historia. Tengo que decirle que Jacob lo sabe,” le dije, sabiendo que en realidad no
tenía opción. Esa mierda era seria y algo que él tenía que saber.
Me eché a reír secamente, sacudiendo la cabeza. “No hay puta manera de que él lo
sepa, Jacob es un mentiroso de mierda,” le dije.
“Estoy seguro que sí,” dije con confianza. Si Jacob lo sabía, no había manera de que
estuviera caminando por ahí como si nada. Estaba bastante seguro que si mi padre lo
supiera, Jacob estaría en una caja a tres metros bajo tierra en algún lugar o bien, en la
parte de atrás de un cartón de leche. ¿Todavía siguen haciendo esa mierda, poner a
gente desaparecida en los cartones de leche? Joder, no lo sé pero en realidad no
importa. El punto era, que estaría fuera de nuestras malditas vidas, ya no sería un
problema.
Asentí con la cabeza. “Y no puedes ser su amiga, Bella, eso está fuera de jodida
consideración. Odio decirte qué hacer, esa mierda no está bien, pero no puedo dejar
que seas amiga de ese pendejo. Él está intentando usarte para vengarse de mí y no
puedo dejar que pase esa mierda. No puedo permitir que te usen de esa forma, no
puedo permitir que te lastimen,” le dije. Conocía bien a Jacob Black, y sabía
malditamente bien de lo que era capaz. No era buena persona, y si alguna vez
lastimaba a mi chica de cualquier forma, yo mismo lo mataría. No es que importara
“Le dije que no podíamos ser amigos,” ella dijo en voz baja. “Le dije que confiaba en ti
y que a ti no te gustaría.”
“Tienes toda la puñetera razón, no me gusta. Ni siquiera me gusta que este a unos
treinta metros de ti, mucho menos que hable contigo. Aléjate de él, ¿me entiendes? Y si
alguna vez trata de hablar de nuevo contigo, házmelo saber,” le dije enfáticamente.
Ella se me quedó mirando por un momento antes de asentir con la cabeza. Estaba
jodidamente encabronado, tan enojado que temblaba, pero estaba tratando de
dominar esa mierda y no asustarla. Nada de esto era culpa suya y estaba siendo
honesta conmigo. Gritarle solo haría que se distanciara, pero al menos mi maldita ira
estaba centrada en algo más, en alguien que se lo merecía.
“No debes disculparte conmigo,” le dije, repitiendo lo que ella había dicho antes. Joder,
yo todavía seguía ocultándole cosas, no tenía derecho a esperar ningún remordimiento
por su parte. La miré por un momento antes de volver a meterme a la cama, volviendo a
recostar mi cabeza en su estómago. Estaba molesto, pero no había una mierda que
pudiera hacer al respecto esta noche. Podría renegar, tirar mierda por doquier y ser un
pendejo, pero al final todo seguiría siendo igual y simplemente no tenía la puta energía
para eso. Ahora que era consciente de mi actitud últimamente, estaba más atento a
esa mierda. No quería gritarle, no hoy. Se supone que hoy debía ser un buen día, un
día en el que ella podía ser una adolescente normal y feliz que por desgracia, estaba
enamorada de un cabrón como yo. Así que solo comencé a acariciar de nuevo su
vientre y su muslo, dibujando patrones con las puntas de mis dedos y deletreando
palabras al azar, tratando de dejar de pensar. Ella olía a flores y sexo con un toque de
sudor, y el aroma fue lo suficiente para distraerme un rato. Sus dedos encontraron su
camino de regreso a mi pelo, acariciándolo suavemente. Su toque era relajante, y el
movimiento de su pecho al respirar, reconfortante. Sentí mis párpados hacerse más
pesados y me quedé dormido.
Ella tenía un maldito moretón alrededor del cuello por haberle arrancado el collar y
esa mierda no era aceptable. Extendí mi mano y pasé la punta de mis dedos a través
de ella, delineando la marca. Se estremeció por mi toque y murmuró, pero no se
despertó. Me incliné y le di un ligero beso en la mejilla, sintiéndome culpable por cómo
había ido su día ayer. Había querido que lo pasara bien en la noche de la graduación,
y en lugar de tener el puto cuento de hadas, había tenido que soportar mi actitud y la
hostilidad por parte de las chicas celosas. Esa mierda no estaba bien, ella no se
merecía eso. De alguna manera encontraría la forma de compensárselo, y no había
jodida manera de que Tanya se saliera con la suya con lo que había hecho.
Salí de la habitación, cerrando la puerta sin hacer ruido para no despertarla todavía, y
bajé las escaleras. Me detuve en el segundo piso cuando vi que la luz en la oficina de
mi padre estaba encendida, debatiéndome. Era jodidamente temprano para hablar de
problemas y además, domingo por la mañana, joder, cuando probablemente él estaría
ahí rezando o la mierda que fuera que él hiciera tan temprano, pero realmente quería
hacer esta mierda sin que Isabella estuviera presente. No quería arrastrarla a esta
situación más de lo necesario, especialmente teniendo en cuenta que mi padre podía
explotar. Ya de por sí él la asustaba, ella no tenía por qué verlo enfurecerse.
“Eres la última persona que esperaba ver,” me dijo, haciéndose a un lado y haciendo
un gesto con la mano para hacerme entrar. Lo miré con curiosidad, pasando junto a él
al entrar en la habitación.
“Porque has llamado y eso no es algo que tú hagas, Edward,” dijo. Yo me quedé
mirándolo, dándome cuenta que era verdad. ¿Por qué demonios había tocado, de
todos modos? Nunca había hecho esa mierda. Por lo general, solo entraba.
“Sí, bueno, ni siquiera yo me reconozco así que supongo que en este punto soy capaz
de cualquier cosa,” le dije, encogiéndome de hombros.
“Bueno, yo no tengo años para atormentarme con esta mierda, papá. Han pasado
semanas, se acabó, nada lo va a cambiar,” le dije, encogiéndome de hombros.
“Sabes que la oferta sigue en pie, si quieres irte con tu tía Esme por un tiempo, ella te
recibiría feliz,” dijo. Yo negué con la cabeza.
“Joder, ya te lo he dicho antes, no voy a dejarla,” le dije, molesto de que sacara esa
mierda de nuevo. No podía contar el número de veces que él había sugerido que nos
separáramos temporalmente y me encabronaba cada vez que lo mencionaba. Joder,
no me iba a alejar de ella, puede que me hubiese distanciado un poco emocionalmente
por un tiempo, pero ahora que me había dado cuenta de lo que había estado
haciendo, iba a hacer un esfuerzo para no hacerlo más. No había forma de que
pudiera sobrevivir a la separación física, la emocional ya me estaba jodiendo lo
suficiente.
“Haz lo que quieras. Si cambias de opinión, siempre puedes volver con Esme el mes
próximo cuando ella nos visite por la graduación de tus hermanos,” dijo, apartando su
mirada de mí y volviendo a su papeleo.
“Sí, bueno, no voy a cambiar de opinión, pero gracias de todos modos,” le dije con
frustración. “He sido lo suficientemente cabrón con ella últimamente, no puedo
simplemente irme. Eso lastimaría demasiado a Bella.”
Él rio un poco y lo miré entrecerrando los ojos, preguntándome qué demonios era tan
divertido. “Bella,” él murmuró en voz baja, negando con la cabeza.
Él me miró de nuevo, levantando las cejas inquisitivamente. “¿Vas a admitir ahora que
la llamas así porque significa “hermosa”?” Preguntó en tono de broma. Yo rodé los
ojos.
“Como tú digas, sí. Si te hace feliz escuchar esa mierda, bien. La llamo Bella porque
ella es hermosa,” le dije. Él sonrió. Me estaba encabronando su estado de ánimo, no
estaba de humor para bromas.
“Esa es la misma razón por la que tu madre se refería a ella como Bella. Bella
bambina, niña hermosa,” dijo. “Aunque supongo que para ti no es una niña.”
“Algo. Me refiero a que recuerdo haberla visto, a mamá llamándola Bella Bambina y
explicándole qué era el chocolate, eso es todo,” le dije. Él sonrió con tristeza.
“¿Te acuerdas del chocolate?” Preguntó con curiosidad. Me encogí de hombros, sin
saber qué tenía esa mierda de importancia.
“Recuerdo que le pregunté si quería un beso de Hershey y ella trató de besarme, sin
saber de qué demonios estaba yo hablando,” le dije. Él se rió entre dientes.
“Sí. Recuerdo que tu madre me contó sobre eso después. Para entonces,
aparentemente no estabas tan contento con besarla como ahora,” dijo, una vez más
con su tono bromista. Entrecerré los ojos con recelo, preguntándome qué diablos le
pasaba. No habíamos hablado mucho las últimas semanas y su actitud
despreocupada en cuanto a la relación entre Isabella y yo me estaba sorprendiendo.
No estaba precisamente escondiéndole esa mierda últimamente, sin tener reserva
alguna en besarla frente a él, pero por lo general él se iba y parecía seguir sin querer
tener nada que ver con eso.
“Sí, bueno, ¿cuántos años tenía, cinco? Solo estaba tratando de darle a la niña un
dulce y ella trató de meterme la lengua,” le dije. Él se echó a reír, sacudiendo la
cabeza.
“En ese entonces ella era muy valiente. Es triste que haya perdido esa parte de sí
misma. Nunca haría eso ahora,” dijo. Lo miré brevemente antes de sonreír con
suficiencia ante su ignorancia.
“Está claro que en realidad no sabes nada acerca de Isabella,” le dije, negando con la
cabeza. Su frente se frunció mientras me miraba fijamente.
Se me quedó mirando, con expresión atónita. “Wow, ella es… eh…“ Comenzó a decir.
Yo lo observé, esperando a que terminara de hablar. Juré que si decía algo negativo
como “estúpida”, llegaría hasta el otro lado del escritorio y le rompería de nuevo la
maldita boca, con escayola y todo. “Valiente,” finalmente terminó de decir.
Yo asentí. “Lo es. Una de las cosas que me gustan de ella. Es valiente y malditamente
fuerte,” dije con brusquedad, mirándolo fijamente. Él asintió después de un momento.
“Lo puedo imaginar. ¿Le has dicho que recuerdas haberla conocido?” Preguntó,
levantando las cejas inquisitivamente. Suspiré y me quedé callado por un momento
antes de hacer un gesto de negación con la cabeza. Me di cuenta que había estado tan
absorto en mi propia mierda que apenas había pensado de nuevo en eso. Había sido
tan jodidamente egoísta últimamente que ni siquiera me había tomado el tiempo para
compartir eso con ella. Cristo, de verdad había sido un imbécil. Él asintió. “Tú, eh… no
sé si querrás hacerlo.”
“Ella se metió en problemas por tener ese chocolate,” dijo. “Le dije a tu madre que no le
diera nada pero ella no me hizo caso. Tu madre simplemente no lo entendió, ¿sabes?
Lo puso en su bolsillo para que lo guardara para más tarde supongo, Bella era joven y
no entendía. Charles padre lo descubrió.”
“Cuando dices que se metió en problemas, te refieres a… eh…” comencé a decir, sin
saber cómo decir esa mierda. Sin embargo, no importó, porque él sabía a dónde
quería llegar con eso.
“Ella fue castigada,” dijo en voz baja, observándome con cautela. “Probablemente fue
la primera vez que él la golpeó.”
Él suspiró con fuerza. “Lo sé. Lo detuve, por supuesto, pero no llegué a tiempo para
evitar que sucediera. Tu madre y tú ya estaban en el coche y yo había olvidado algo en
la casa. Regresé por ello y lo vi golpeándola. No solo se había derretido todo el
chocolate y ella se lo había extendido por todas partes tratando de abrirlo, sino que
también él asumió que lo había robado de la casa.” Él se detuvo, mirándome. “Nunca
se lo dije a tu madre, la hubiera devastado. E Isabella era tan joven que no me
sorprende que lo hubiera bloqueado. Debió haber sido algo traumático para ella, y me
temo que si se lo recuerdas…”
“No he venido aquí a hablar de ella,” le dije. Él se calló y me miró con curiosidad.
“Sí, tiene que ver con anoche…” Empecé a decir. Sus ojos se abrieron un poco.
“¿Cómo estuvo la fiesta? ¿Lo pasaron bien?” Preguntó con curiosidad, sonando
ilusionado. Yo gemí, negando con la cabeza, molesto porque me estaba
interrumpiendo y sonando todo malditamente paternal y alegre.
“¿Qué le dijo?” Mi padre me interrumpió de nuevo, su voz seria. Gemí otra vez.
“Dijo que sabía qué demonios era ella, eso es lo que dijo.” Lo miré y vi como su
expresión cambiaba, una máscara en blanco se apoderó de su rostro. Se quedó ahí
callado, solo mirándome. Le sostuve la mirada brevemente, cada segundo de silencio
poniéndome de los nervios. Joder, ¿por qué no estaba diciendo nada? Tendría que
estar malditamente encabronado o al menos preocupado, así que, ¿por qué demonios
solo se quedaba ahí sentado?
“Le dijo a ella que quería ser su maldito amigo porque conocía su situación, que él
sabía que no estaba aquí voluntariamente, y tuvo el descaro de afirmar que tú sabías
que él sabía esa mierda,” le dije, levantándole las putas cejas, esperando a que
explotara. No había manera de que él aceptara esa mierda, no había manera de que
tolerara que Jacob supiera o contara esa mierda. Me quedé allí sentado y lo miré
fijamente, pero él simplemente me sostuvo la mirada sin expresión alguna en su rostro.
Mi ceño se frunció después de un momento, la comprensión me golpeó.
Él asintió. “Soy consciente de que Jacob lo sabe,” él dijo, su voz calmada y sin emoción.
Me enderecé en mi asiento rápidamente y lo señalé, la ira corriendo a través de mí.
Los ojos de mi padre se abrieron por la sorpresa de mi arrebato. “No hablas en serio,”
él dijo. Me reí secamente.
“No, no es cierto,” dijo con brusquedad. “Puede que estés molesto con Jacob por lo que
sucedió, pero él no es tu enemigo. Todos decimos cosas que no queremos cuando
estamos molestos. Maldición, tú más que nadie debe saber eso, Edward. No te estoy
diciendo que seas su amigo, sino que todo este odio que pareces tener por él es
completamente innecesario y está fuera de lugar.”
Mis ojos se estrecharon y mi ira solo creció. “¿Cómo diablos puedes decir eso?” Dije
molesto y gritando. Él me miró furioso y arrojó sus manos hacia arriba y las bajó
golpeando con fuerza el escritorio. Obviamente no agradeció mi tono y su máscara
desapareció, dejando su ira expuesta con sus ojos brillando.
“Tienes que cerrar esa maldita boca,” dijo con severidad, su voz era brusca pero baja.
Cuando empezó a maldecir, supe que lo había encabronado. “Puedo decirlo porque es
la verdad. Sé qué demonios es tener enemigos, Edward. Sé la amenaza que
representan, y Jacob no es un enemigo. Es un chico inocente que la jodió no más que
tú. No voy a matarlo porque sabe más de lo que probablemente debería.”
Yo gemí. “No es seguro que él lo sepa. La gente no debería saberlo,” le dije molesto. Él
nos había dicho un millón de puñeteras veces que la gente no podía saber de su forma
de vida.
“Tienes razón, no deberían saberlo. Pero lo saben. Jacob no sabe más que Alice o
Rosalie, y no puedo soportar matarlo más de lo que podría soportar matar a una de
esas chicas. ¿O es lo que estás sugiriendo, aniquilar a cualquiera que sepa que tu
novia es una esclava? Así no es como vas a conseguir comenzar de nuevo con ella,
hijo. No puedes simplemente matar a quien sospeche de su verdadera naturaleza,
porque no importa cuánta gente mates eso no cambiará nada. Las cosas son como
son,” dijo con brusquedad. “Ella siempre ha sido una esclava, simplemente tienes que
comportarte como un hombre, superarlo y aceptarlo. No puedes huir de la verdad o
tratar de ocultarla.”
Él hizo un gesto de negación con la cabeza. “No lo dirá,” mi padre dijo con confianza.
Yo gemí.
“Sí. Él,” dijo simplemente, negando con la cabeza. Evadíamos el tema del ADN cada
vez que hablábamos, refiriéndonos al que coincidía con el de Isabella y que estaba
con vida simplemente como “Él”. Era jodidamente ridículo, porque me sentía algo así
como si estuviera viviendo en los libros de Harry Potter y tuviéramos puto miedo de
decir el nombre del tipo malo. Joder, solo quería gritar: “¡Es Voldemort, maldita sea,
solo di el puto nombre!’ porque tener miedo del nombre solo aumenta el temor a la
jodida persona, sea que se lo merezcan o no. Y sí, lo tomé de la perra de los libros,
Hermione o como sea que se llame, y sí, solo sé esta mierda porque mi chica leyó los
libros y exigió que viéramos todas las películas. Yo estaba que me moría de puto
aburrimiento pero me aguanté hasta verlas todas con una maldita sonrisa pegada en
el rostro, porque ella amaba esa mierda. Como sea. Era estúpido y todo esto era una
estupidez.
“¿Así que no has encontrado la manera de encargarte de… Él?” Le pregunté después
de un momento, ganándome la curiosidad. Él negó con la cabeza.
“Justo ahora, solo estoy ganando tiempo, hijo, hasta que no tenga más remedio que
actuar. Y entonces, solo espero como jodido infierno hacer lo correcto una vez llegado
el momento, sea lo que sea,” él dijo. Asentí.
“Que ni siquiera se te ocurra esa mierda, Edward Anthony. Lo digo en serio,” dijo con
brusquedad. “Ni siquiera lo pienses, no te lo diré de nuevo.”
Cerré la boca y él asintió, pero no había manera de que pudiera evitar pensar en ello.
Tal vez no pudiera pronunciar las palabras en voz alta, pero eso no significaba que no
lo supiera. Había tenido un mes para pensar en esa mierda, para que mi mente
desarrollara teorías. Admito que al principio, algunas de ellas era ridículas y el
resultado de ver demasiada maldita televisión. Estaba convencido de que ella era de
la maldita realeza de cierta forma o relacionada con el puto presidente o líder de un
país poderoso o algo así. Pero cuanto más pensaba en ello, más me daba cuenta que
tenía que ser algo más cercano a casa, y que lo más probable es que fuera realeza…
solo que realeza de la mafia.
Tenía la sospecha de que mi novia era una principessa della mafia, y técnicamente
siempre lo había sido ya que su abuelo paterno era un iniciado, pero era más que eso.
Si ella realmente lo era, debería haber sido una de las princesas de la mafia a quién
mimarían y consentirían al crecer.
“Hay solo unos cuantos a los que les tendrías miedo,” le dije. Él gruñó con fuerza y
estrelló sus manos contra el escritorio, moviendo su silla de nuevo para levantarse.
“Vete a la mierda, Edward,” dijo, perdiendo la calma. Sabía que no debía presionarlo
demasiado, pero era ridículo. Se dijera o no, estaba claro que los dos sabíamos que
era de esperarse que ya hubiera descubierto esa mierda. Y la conclusión a la que
había llegado, en base a todo lo que había pasado y todo lo que se había dicho, era
una mierda en la que francamente ni siquiera me gustaba pensar. Si estaba en lo
cierto, entendía exactamente por qué mi padre estaba tan nervioso porque no cabía
duda… todos estaríamos jodidamente muertos por ocultarle a Él esta información.
“¿Qué has hecho ahora para encabronar a papá?” Preguntó, luciendo divertido
mientras miraba a la puerta de la oficina.
“¿Qué es lo que hago siempre, Emmett?” Le pregunté. Él sonrió y levantó su mano para
hacer un gesto de estar hablando.
Hice un gesto con la cabeza hacia las escaleras. “Aún dormida, supongo.”
“¿Está bien?” Preguntó con seriedad. “Rosie y yo vimos lo que pasó con Tanya.
Llegamos hasta ella tan pronto como pudimos, pero por suerte Jake intervino.” Asentí
titubeante, desde luego deseando decir que se joda Jacob, pero independientemente
de sus motivos él había ayudado a mi chica.
“Tiene una marca donde se le hundió el collar, pero estará bien. No pareció
inquietarla,” le dije. “Tanya va a pagar por esa puta mierda, también.”
Él asintió. “Será mejor que también hagas pagar al culo de Lauren. Rosie la escuchó
reírse sobre eso más tarde, diciendo: que había sido idea suya y que ayudó a
acorralarla en el baño.”
“¿En serio?” Le pregunté. Él asintió y yo gemí, mi ira aumentando. Los culos de esas
dos perras eran míos. “Gracias por cuidar de ella. Y por amenazarme con joderme
anoche. No me había dado cuenta que estaba haciendo esa mierda.”
Mis ojos se estrecharon, mi ira aumentando por sus palabras. “Joder, ni siquiera lo
pienses. Yo la amo. Y no, no he cambiado de opinión. Solo estoy jodidamente ansioso
sobre cómo demonios vamos a resolver esta puta situación y permanecer juntos,
¿sabes?”
Él asintió. “Sí, lo entiendo. Solo digo que, ya sabes, si alguna vez cambias de
opinión…”
Yo gemí y él levantó sus manos. “Solo escúchame, hermano. Solo digo que si llega el
día donde ya no puedes estar con ella, solo… acude a mí. O Jasper, ¿de acuerdo? No
quiero ver lastimada a Izzy Bizzy o que se sienta abandonada. Encontraríamos una
manera de ayudarla, y lo sabes.”
“¡Solo no lo jodas, o yo te joderé a ti! ¡Si le haces daño, yo te lo haré a ti!” Gritó detrás
de mí. Yo sonreí satisfecho, sacudiendo la cabeza, extrañamente reconfortado por el
Me dirigí al tercer piso, parándome en seco cuando casi choco con la forma que estaba
en la cima de las escaleras. Isabella gritó, sorprendida por mi presencia, y yo agarré
sus caderas cuando ella saltó.
“Oye, tranquila,” le dije. Ella sonrió, el sonrojo subiendo lentamente por sus mejillas.
“Hola. No sabía dónde habías ido,” dijo en voz baja, llevando su labio inferior a su
boca para mordisquearlo. Parecía nerviosa y me sentí culpable por ello, sabiendo que
era porque no estaba segura de mi estado de ánimo. Mi jodida actitud realmente debe
haberla afectado en las últimas semanas si estaba nerviosa a mi alrededor. Sonreí y
levanté mi mano, sacando su labio de entre sus dientes a medida que pasaba mis
dedos a través de él, me incliné y presioné mis labios contra los suyos con suavidad,
besándola dulcemente.
“Donde he estado, no importa, Bella. Todo lo que importa es dónde estoy ahora, y es
contigo,” murmuré, acercándola a mí. Ella sonrió contra mis labios.
“Yo también te amo. Y te ves jodidamente sexy con mi ropa puesta,” le dije, alejándome
de sus labios y mirándola. Llevaba los pantalones de mi pijama de franela, plegados y
enrollados para que se quedaran en su lugar, y una de mis camisetas de fútbol. Ella se
sonrojó una vez más y llevó su labio inferior a su boca, sonriendo tímidamente. Sonreí
con suficiencia y me incliné de nuevo, deteniéndome con mis labios justo junto a su
oído. “Pero ¿qué te parece si vamos a mi cuarto y te la volvemos a quitar?”
“Sí, sin duda va a ser un buen día,” le dije alegremente, inclinándome y besándola,
mordiendo su labio inferior juguetonamente. “Y una buena tarde. Y una buena noche,
si tengo suerte.”
Sus ojos se abrieron y su rostro se iluminó. “Wow,” ella dijo. Me reí al ver su expresión.
“Tengo un mes de abandono que compensar, tesoro, y no tenemos nada que hacer hoy.
“¿No?” Repetí. “¿No quieres?” No estaba seguro de lo que quiso decir con eso.
“¡No!” Dijo, con sus ojos muy abiertos por la sorpresa. “Quiero decir, espera. ¡Sí!”
Mi ceño se frunció y ella se echó a reír. “Hablando de señales confusas, tesoro. ¿Ese es
un jódete o un jódeme?” Le pregunté, comenzando a besar la línea de su mandíbula.
Ella levantó sus manos para pasarlas por mi pelo, gimiendo suavemente a medida que
mis labios encontraban su cuello.
“Jódeme,” ella susurró, las palabras saliendo de sus labios sin aliento. Si no hubiera
estado escuchando atentamente, probablemente no hubiera escuchado lo que dijo,
pero por suerte había estado escuchando. Y el sonido de algo tan sucio y francamente
jodidamente vulgar, viniendo de su dulce boca encendió cada centímetro de mí, el
deseo disparándose a través de mí. Me aparté de su piel, levantando la cabeza para
mirarla. El fuego en sus ojos era intenso, el anhelo en su expresión deslumbrante. Sí,
ella me deseaba tanto como yo ella.
“Será un placer,” dije, mi voz llena de deseo. La besé apasionadamente y ella gimió en
mi boca, aferrándose a mí con fuerza. Comencé a tirar de su ropa, desnudándonos a
ambos rápidamente, dejando todo en el suelo. Besé su cuello y a través de sus
clavículas, masajeando suavemente sus pechos. Saqué mi lengua y la hice girar
alrededor de su seno, capturando el pezón entre mis labios y chupándolo. Ella gimió y
gritó cuando lo rocé con suavidad, la piel de gallina apareció en su pecho. Hice lo
mismo con el otro seno, sin querer descuidar a ese hijo de puta. Cada centímetro de
ella merecía la misma atención y planeaba asegurarme de que ninguna parte de ella
quedaría sin ser tocada y acariciada.
Deslicé mi boca por su cuerpo, metiendo mi lengua en su ombligo. Ella se rió, su cuerpo
temblaba un poco por la risa, el sonido calentó mi corazón. De verdad había extrañado
esa mierda, y no era la maldita culpa de nadie sino mía. No había manera de que
permitiera que eso volviera a suceder, de ninguna manera podría tratarla de nuevo
desconsideradamente como lo había estado haciendo. Separé sus muslos, llevando mi
boca directamente a su clítoris. Moví mi lengua rápidamente sobre él y ella gritó, sus
manos aferradas a mí. Sonreí satisfecho por su respuesta, amando la reacción de su
cuerpo a todo lo que yo le hacía. Empecé a chupar y lamer su coño, saboreando sus
dulces jugos a medida que empujaba dos dedos de mi mano derecha en su estrecho
lugar. Ella estaba gimiendo y retorciéndose, apretando sus muslos mientras su cuerpo
se tensaba, sus músculos poniéndose rígidos. Era jodidamente hermosa la forma en
que su cuerpo se movía. No le llevó mucho tiempo correrse, un orgasmo la recorrió a
medida que apretaba en torno a mis dedos. La humedad goteó de ella. Se relajó
“Te deseo,” me dijo, su voz temblorosa por el deseo. “Te deseo tanto, Edward.”
Gemí cuando mi nombre salió de sus labios, mi polla empezó a palpitar. Llevé mi
mano entre nosotros, tratando de sostenerme, pero esa mierda no era fácil con una
mano lastimada. Abrí sus piernas todo lo que pude y empecé a empujarme en su
interior. Ella gimió por la sensación y la llené por completo, empujando lo más
profundo que podía. Estaba tan húmeda y cálida, la mierda más apretada que jamás
había sentido. Nunca podría haber algo que se amoldara de forma más perfecta que
ella a mí. Empujé hacia dentro y salí de ella lentamente, deseando sentir y disfrutar
cada embestida. Le hice el amor de la única manera que sabía, y eso fue poniendo
cada pizca de amor que sentía en ello. Acaricié su piel y besé sus labios, mi nariz
rozándola ligeramente. Ella pasó sus manos por mi espalda, sus dedos clavándose en
mi carne, sus caderas subiendo para encontrar mis estocadas. Ella era una criatura
jodidamente increíble, y tuve la suerte de ver su cuerpo despertar sexualmente. La miré
a los ojos, absorbiendo todo el amor y el deseo brillando en ellos.
“Tu sei l’unico per me,” susurré, antes de traducirle para que supiera lo que le estaba
diciendo. “Tú eres la única para mí. Ti ameró per il resto della mia vita. Te amaré por el
resto de mi vida, nena. Sempre.”
“Sempre,” repitió, agarrándome por el pelo y atrayendo mi boca hacia ella. Me besó
con fervor, había desesperación en sus movimientos. Hicimos el amor una y otra vez
durante toda la tarde, dormitando o simplemente quedándonos acostados hablando
cuando no estábamos haciéndolo. Sabía que ella iba a estar jodidamente dolorida
más tarde si seguíamos así, y se lo dije, pero ella insistió en que no quería parar. Ella
lo deseaba tanto como yo, su desesperación por estar conmigo de esa forma se sentía
casi mejor que el maldito acto en sí mismo. Llegó el momento en que estaba tumbada
en la cama junto a mí, durmiendo pacíficamente y murmurando mierda sin sentido
entre sueños. Yo solo la estaba observando y escuchando, algo divertido por algunas
de las cosas que decía. La puta marca que Tanya había dejado en ella estaba
empezando a molestarme ya que se había oscurecido significativamente a medida que
Le envié a Ben un mensaje, explicándole la situación y qué era lo que quería hacer.
Esperaba como el infierno que él me echara una mano o al menos me señalara la
dirección correcta, porque sabía que él era uno de los pocos en quien podía confiar.
Después de que lo envié, puse mi teléfono en la mesita junto a mi cama, rodando sobre
mi costado para mirar a Isabella un poco más. Ella estaba recostada sobre su
estómago, con su espalda desnuda descubierta para mí. Me quedé mirando sus
cicatrices, sabía que eran parte de ella y que era la mierda que causó las cicatrices lo
que había ayudado a hacerla la persona que era, pero me gustaría que nunca tuviera
que haberlas tenido. Deseaba que nunca hubiera tenido que experimentar dolor, físico
o de otro tipo. Y por eso, odiaba esas putas cicatrices, pero por otro lado eran casi
hermosas. Eran hermosas porque mostraban su fuerza, su carácter… formaban parte
de ella y no había nada en ella que fuera feo. Ella era tan hermosa por dentro y por
fuera, y merecía mucho más de lo que tenía ahora. No podía esperar a ser capaz de
darle más, de darle el mundo. No podía esperar para darle lo que ella se merecía, lo
que mi jodida madre había sacrificado para darle. La vida. Una puta vida real. El tipo
de vida que ella se merecía, donde fuera libre. Libre de sus cadenas imaginarias, libre
de la angustia, libre del peligro. Joder, simplemente… libre. Extendí mi mano, trazando
con la punta de mis dedos la palabra en su espalda llena de cicatrices. Libre. Era todo
lo que realmente importaba.
Pasamos la mayor parte del día descansando. En algún momento nos pusimos la ropa
y nos dirigimos a la planta baja a pasar el rato. Isabella preparó la cena, porque lo
seguía haciendo cada noche a las 7 p.m. como un maldito reloj, comimos y vimos una
película con la familia. Mi padre apenas habló durante toda la noche pero lo atrapé
mirando a Isabella, sus ojos fijos en la marca alrededor de su cuello. Mantuvo su rostro
Después de que anocheció nos dirigimos de nuevo al piso de arriba e hice un poco de
tarea mientras Isabella leía. Era uno de los viejos libros de mi madre de la biblioteca, y
no sabía cuál era y ella seguía riéndose así que tenía que haber sido jodidamente
divertido al menos. Estaba contento de que ella disfrutara de ello... ya era hora que se
diera uso a las pertenencias de mi madre en lugar de que solo recolectaran polvo. A mi
madre no le hubiera gustado esa mierda.
“Después de toda la mierda que has hecho por mí, Cullen. Es un placer. De todos
modos, ellas se lo merecían desde hace mucho tiempo, son unas perras con Ángela,
todo el tiempo riéndose de ella porque no es una chica femenina,” dijo. Yo asentí.
“Sí, bueno, vamos a ver quién se ríe hoy,” le dije. Él sonrió y asintió, tomando el
paquete.
Se fue para hacerse cargo del asunto y después de un rato la campana sonó, todo el
mundo entró a sus clases. La mañana pasó lentamente, cada minuto se sintió como
La hora del almuerzo llegó y me senté con mis hermanos y sus chicas, sin tener apetito
porque estaba ansioso por lo que estaba a punto de suceder. Estaba jodidamente
inquieto, incapaz de esperar más tiempo, listo para que esas perras recibieran lo que
merecían. La campana sonó, indicando que el almuerzo había terminado, y me levanté
rápidamente para irme pero Emmett me agarró del brazo. “Tú tramas algo,” dijo. Eché
un vistazo alrededor de la mesa y vi que todos estaban dándome miradas idénticas de
sospecha. Sí, ellos me conocían demasiado bien. Me encogí de hombros.
“Me temo que no sé de lo que me estás hablando,” le dije, sonriendo con suficiencia.
“Los veo en la asamblea.”
Rosalie gruñó y me reí entre dientes. Teníamos una asamblea después del último
periodo, una de esas puñeteras veces que obligan a todo cuerpo estudiantil a reunirse
para sermonearnos por mierdas. El tema de hoy era el peligro de que los adolescentes
bebieran, lo que era jodidamente irónico dado que tenía una botella de licor de la que
había estado bebiendo todo el día para contenerme de pegarle a una de esas perras
en la cara cuando me sonrieron.
“Oh, no vas a querer perderte esta asamblea, Rose. He escuchado que va a ser, eh…
excitante,” le dije, encogiéndome de hombros. Sus ojos se estrecharon por la
desconfianza y me reí de nuevo antes de alejarme.
“Mmmm, veo que ustedes, chicas, están sentadas aquí juntas, ¿y saben qué pasa por
mi mente?” Pregunté, usando mi voz cautivadora que sabía que encendía a esas
perras. Ellas dieron un respingo, asustadas con mi presencia y se volvieron para
mirarme.
“Ah, hola, Edward,” dijo Lauren con voz coqueta y sonriendo. “¿Y qué es eso?” Yo
sonreí satisfecho.
-“Chi la fa l’aspetti,” dije en voz baja, acentuando esa mierda para que se la tragaran.
Me puse de pie y me alejé, caminando hacia donde estaban mis hermanos sentados
con Alice y Rosalie. Me senté en el asiento a un lado de Alice, mirando hacia abajo y
viendo a Tanya y a Lauren mirándome con recelo. Yo sonreí de nuevo.
“¿Quiero saber lo que has hecho?” Preguntó Alice. Yo la miré, levantando mis cejas.
Saqué mi botella y la abrí, bebiendo mientras él hablaba sin cesar sobre estadísticas
de adolescentes y la bebida. Eran las mismas gilipolleces que nos decían todos los
años y nunca tuvo jodido sentido para mí por qué esperaban hasta después de la fiesta
de graduación, cuando se sabe que los hijos de puta de mi edad bebemos y
parrandeamos, para mostrarnos esta mierda. Pero, como sea, no es como si nos
impidiera que bebiéramos de todos modos.
“Vamos a ver una presentación sobre los riesgos del consumo de alcohol por menores
de edad,” dijo el director. Me eché a reír, porque seguro como la mierda que íbamos a
ver algo, pero simplemente no el tipo de presentación que él pensaba.
Él dio clic para iniciar el programa y se alejó, y el sonido comenzó. Una voz de hombre
comenzó a hablar de cómo cada día 11.318 jóvenes norteamericanos probaban el
alcohol por primera vez y la pantalla se quedó en blanco por un momento antes de que
la imagen apareciera. Fuertes jadeos resonaron y la risa estalló, yo simplemente sonreí
satisfecho ante la pantalla cuando la fotografía apareció. Tanya y Lauren, ambas
desnudas, haciéndose sexo oral la una a la otra. El parloteo y la risa se hicieron más
fuertes y Lauren comenzó a gritar y a ponerse frenética. Se levantó de un salto cuando
las fotos empezaron a cambiar, sustituyéndose por otras. El director estaba gritando y
corrió hacia allá, presionando frenéticamente los botones en el ordenador y tratando
de hacer que se detuviera. No pudo conseguir que se cerrara y se rindió, en lugar de
eso trato de tapar la pantalla.
“¡Vuelvan a sus aulas, todos ustedes!” Gritó. Nadie se movió, todos estaban demasiado
concentrados en el espectáculo para prestarle alguna puta atención. Foto tras foto de
Lauren y Tanya en posiciones comprometedoras aparecieron en la pantalla, y yo no
No, no hay forma de que hubiera sido yo. No tenía acceso a los programas o los
conocimientos para hacerlos funcionar. Y ninguno de los que estaban a cargo
sospecharían nunca o siquiera por un momento se les ocurriría que Ben Cheney estaba
involucrado. No, él era un estudiante modelo, iba a ir a Yale después de graduarse.
Era uno de los mejores de Forks, que salía con la hija del predicador. No había manera
de que él hiciera tal cosa, ni tendría motivos para hacerlo.
“Oh, Dios mío,” dijo Alice, sonando sorprendida. La miré y vi que estaba mirando a la
pantalla. “No puedo creer lo que has hecho, Edward.”
Volví a sacar la botella, abriéndola. Tomé un trago de vodka, sabiendo que nadie me
prestaría atención en medio del puñetero caos, la gente gritando y corriendo
frenéticamente alrededor. Se lo tendí a Emmett y él lo tomó, sosteniéndola en alto.
“Por los peligros del consumo de alcohol en adolescentes,” dijo, haciendo un gesto
hacia la pantalla. Tomó un trago y se estremeció, entregándomelo de vuelta. La tomé y
le puse la tapa de nuevo, sabiendo que ninguno del resto querría. Lo puse otra vez en
mi bolsillo.
“Debería haber traído palomitas de maíz,” Jasper y Rosalie dijeron al mismo tiempo.
Todos empezamos a reírnos.
-“¡JINX!” Gritó Emmett en voz alta. La risa aumentó y finalmente la luz se apagó al
frente, la mayor parte de la sala se quedó casi completamente a oscuras. La sala
rápidamente se quedó en silencio por la repentina oscuridad y Emmett se rio. “¡¡Más
“Yo te voy a mostrar tetas, pendejo,” dijo. Los ojos de Emmett se agrandaron.
“¿De verdad, cariño?” Preguntó. “Demonios, ¿entonces por qué seguimos sentados
aquí? ¡Vámonos!”
“Vamos, cariño. Vámonos de aquí,” dijo. Ella sonrió y me dijo adiós con la mano,
siguiendo a Jasper fuera. Finalmente otras personas comenzaron a salir, el director aún
seguía exigiendo que volviéramos a nuestras aulas. Él estaba más rojo que un tomate y
nervioso, interrogando a Lauren sobre lo que había sucedido. Ella estaba frenética y
podía escucharla gritar mi nombre, pero no había una mierda que pudieran hacer
contra mí. Sinceramente, yo no había hecho ni una maldita cosa. Además, el director le
tenía demasiado miedo a mi padre para siquiera tratar de culparme, así que dejó
pasar mi nombre como si nunca lo hubiera escuchado.
“Vas a morir.”
Solo se escucharon esas tres palabras, rompiendo el intenso silencio que envolvía la
habitación. Contuve el impulso de negarlo o mofarme de esa declaración, en lugar de
eso mantuve mi temperamento tranquilo. No era como si fuera algo en lo que no
hubiera pensado yo mismo una docena de veces pero escucharlo expresado en
palabras con esa voz fría y sin emoción de alguna manera lo hizo más real. Las
palabras fueron dichas con tanta calma, como si fuera algo solo dicho de paso,
palabras olvidadas casi al momento en que mi mente las registró. Pero no fue así,
porque eran palabras que me perseguirían y quedarían suspendidas en el aire en
torno a mí hasta el momento en que se convertirían en realidad. Iba a morir.
Sus ojos se clavaron en mí por un poco más de tiempo y casi podía ver su mente
trabajando a través de los diferentes escenarios. Acababa de poner el futuro en sus
manos, no solo mi destino sino también el de dos jóvenes locamente enamorados, y
solo podía esperar que él viera eso y encontrara una manera de solucionar esto. Si no
por mí, entonces por ellos.
Porque detrás de esos ojos profundos y peligrosos, dentro de ese duro exterior, residía
un hombre con un corazón. Un hombre que me conocía desde que éramos niños. Un
hombre que había sido bien acogido en mi familia con los brazos abiertos. Un hombre
que amaba a mi hermana con todo su ser, y debido a eso era un hombre que entendía
Porque aquellos ojos pertenecían a mi cuñado Alec, y solo esperaba que a pesar de
todo el fuera capaz de entender mi posición. Que él me escuchara como el esposo de
mi hermana, y no como un caporegime en la cosa nostra.
Hoy era 18 de junio y el primer pensamiento que había pasado por mi mente cuando
desperté esta mañana era que finalmente habíamos llegado al día del juicio. Era el día
en el que se me llamaba al juego de mi vida, preparándome para poner mis cartas
sobre la mesa, y esperaba que cuando lo hiciera hubiera una mano ganadora y no me
viera forzado a retirarme.
De cualquier manera, nada volvería a ser lo mismo desde hoy para ninguno de
nosotros, estaba seguro de ello. De cierta forma era atemorizante, pero necesario, y
cómo iría todo dependía mayormente del hombre que estaba sentado frente a mí.
Dependía de si él estaba o no dispuesto a jugar el juego.
Jasper se quedaba cerca de casa por Alice, y aunque sabía que él podía ir a una
universidad mejor que la Universidad de Washington en Seattle, también entendía sus
razones y me atrevo a decir que su madre hubiera estado igual de extasiada al
respecto. Ella creía en el sacrificio por el amor verdadero y yo era testigo de ello, así
que me gustaría pensar que ella no criticaría a su hijo por su decisión. De hecho,
probablemente lo elogiaría por la generosidad y madurez que conllevaba haber
tomado tal decisión.
Era deprimente admitirlo, pero de todo lo que había hecho sentía como si esos dos
muchachos fueran los mayores logros de mi vida. Había jodido tantas cosas a través
de los años y el simple hecho de que mis dos hijos mayores hubieran sobrevivido
intactos y estuvieran iniciando su camino por senderos que ni siquiera remotamente se
parecían al que yo había tomado a su edad, me hacía sentir como si finalmente
hubiera hecho algo bien. Finalmente había algo que no había destruido, la vida de
alguien que no había contribuido a arruinar. No importaba lo que pasara, al menos
esos dos estaban bien, y eso me hacía pensar que tal vez no había sido un padre tan
Pero mi entusiasmo y orgullo por el evento de mañana estaba siendo eclipsado por un
evento aún más grande que ocurriría al día siguiente. Un evento al que le había estado
temiendo ante todo, el evento que finalmente me había forzado a romper el silencio
sobre esta situación y tomar medidas. No había tiempo que perder, no había tiempo
para quedarse sentado y solo esperar que las cosas se resolvieran por su cuenta,
porque estaba claro que eso no iba a pasar. Necesitaba resolver esta situación antes
de que empeorara aún más, porque sabía que en dos días había muchas
posibilidades de que eso sucediera.
Porque en tan solo dos días, el 20 de junio, Edward finalmente cumpliría 18 años. No
estaba completamente seguro de qué pasaba por su cabeza, lo que planeaba para su
futuro, pero esperaba que aquellas palabras que había dicho semanas atrás en mi
oficina fueran verdad. Esperaba que no tuviera absolutamente ninguna intención de
seguir mis pasos, que no tuviera intención alguna de ir a Chicago o involucrarse en esa
vida de ninguna manera. Pero también sabía que las cosas cambiaban en un abrir y
cerrar de ojos, y estaba muy consciente de que Aro estaba desesperado por ponerle las
manos encima. Él quería que el último príncipe della mafia siguiera sus pasos, una
marioneta que pudiera forzar a hacer su voluntad y moldearlo hasta hacerlo un
soldado frío y calculador, y esa idea me enfermaba. Me asqueaba como padre y sabía
que si Elizabeth siguiera con vida el solo pensar en ello sería devastador para ella.
Sabía que Aro podía ser persuasivo y que nada le impedía usar la manipulación, y
tenía miedo de lo que haría para conseguir ponerle las manos encima a mi hijo. Temía
a qué o quién usaría para meter a Edward en esta vida, y por eso tenía que tomar la
iniciativa. Tenía que estar a la ofensiva y tomar algunas medidas preventivas. No
podía simplemente quedarme sentado y preparar mi defensa, porque tratándose de mi
defensa fracasaría contra lo que me estaba enfrentando y todos terminaríamos
muertos.
Mi hijo menor cumplía dieciocho, finalmente estaría emancipado a los ojos de la ley y
fuerzas externas ya amenazaban con quitarle la vida. Por eso este día era tan
importante, por eso estaba sentado frente a mi cuñado y miraba a esos penetrantes
ojos, esperando la sentencia. Alec y Esme habían volado esta mañana para la
graduación de Emmett y Jasper, y para celebrar el cumpleaños de Edward con él.
Todos los chicos se habían levantado antes del amanecer para ir a Port Angeles a
pasar la tarde y Esme estaba arriba, acomodando sus cosas en la habitación de
Isabella para su estancia, deliberadamente dándonos a los dos algo de espacio. Ella
sabía lo que había planeado, sabía que finalmente le iba a decir a su marido lo que
sabía. Estaba muy consciente de que le estaba pidiendo que hiciera a un lado todo lo
que le había prometido a la Borgata con el fin de ayudar a mi hijo y a la chica que
amaba. Esme confiaba en que el amor ganaría, que él no sería capaz de negarse a
“Ella no parece ser una principessa della mafia,” afirmó, rompiendo el silencio que
había dominado la habitación una vez más. Asentí lentamente.
“Yo pensé lo mismo. Casi se lo dije a ella cuando conseguí la segunda muestra de
ADN. Su piel de demasiado pálida, ella no parece una italiana legítima,” le dije.
“Pero estás seguro de ello,” me respondió, pronunciando las palabras como una
declaración y no como una pregunta, pero asentí en respuesta de todos modos. Él
sabía que no me habría atrevido a tocar el tema si no estuviera del todo seguro.
“Principessa della mafia. ¿Perché non lo vedo prima d’ora? Ha perfettamente senso,” se
dijo a sí mismo después de un momento, negando con la cabeza. “Siempre sospeché
que había algo más respecto a esa chica. Simplemente nunca tuvo sentido para mí que
el viejo Swan hiciera algo tan deplorable como mandar matar a tu esposa simplemente
porque Isabella era su nieta. Aro podría haber aceptado ese hecho, pero para mí
simplemente no era lógico. Es cierto que trataba terriblemente a su nieta, pero no era
tan terrible como para que la Borgata lo hubiera penalizado por ello. Tal vez habría
sido una vergüenza, pero no era una transgresión seria o que mereciera la pena de
muerte. Pero esto… esto definitivamente merece la muerte.”
Me encogí cuando dijo esas palabras, sabiendo que no quiso decirlas de esa forma, no
obstante, sin gustarme el sonido de ellas. Absolutamente nada merecía la muerte de mi
esposa. Él debió haber notado mi reacción porque siguió hablando de inmediato. “No
estoy diciendo que ella mereciera haber muerto. Sabes lo que pienso sobre esa
situación, así que no voy a hablar de ello. Hasta hoy todavía me habría gustado haber
hecho más para frustrar sus intentos cuando ella se acercó a mí la tarde del funeral de
tu padre, pero ni una sola vez pasó por mi mente que Swan pudiera ser tan inhumano.”
“Ninguno de nosotros lo pensó, Alec,” le dije, sin querer que se sintiera culpable. Nada
de esto era culpa suya. Él asintió y apartó su mirada de mí, bajando la vista hacia la
afelpada alfombra en el piso de mi sala de estar. Era obvio que estaba sumido en sus
pensamientos una vez más, repasando la información otra vez.
“Es difícil de creer que ella es una de los nuestros,” dijo después de un momento, su voz
tranquila como de costumbre. “No estoy diciendo que no te creo, porque lo hago,
Carlisle. Simplemente es algo surrealista descubrir después de todos estos años que la
pequeña esclava es la nieta de Marcus y Didyme. Que su madre Renée es en realidad
Bree, y que ella de alguna manera se las arregló para sobrevivir.”
“Sí, bueno, nunca se sabe Alec. Por ahora me inclino a creer que cualquier cosa es
posible,” le dije, sacudiendo la cabeza.
“Es cierto. Todos desaparecieron al mismo tiempo. Creo que ahora buscaré a Hoffa
cuando esté en el barrio,” dijo, su tono completamente serio. Me eché a reír, ya que era
absurdo porque Hoffa definitivamente estaba muerto, pero él solo se me quedó
mirando con una expresión de molestia en su rostro. Me tranquilicé rápidamente
sabiendo que no debería estar riendo porque no había nada divertido en esta
situación, y obviamente él no vio la gracia en lo que había dicho.
“Como lo sería para mí, si Aro se enterara,” añadí en voz baja. Él me miró de forma
extraña por un momento antes de asentir.
“Sí,” dijo simplemente. Suspiré, asintiendo una vez más ante su confirmación. Era muy
consciente de que si se descubría que me había quedado con Isabella después de
descubrir su parentesco de sangre con la organización, me matarían. No había manera
de que Aro siquiera se detuviera a considerar mi argumento o intentara entender mi
posición. No lo entendería de todas formas, incluso si se me permitiera la oportunidad
de explicarme.
“Tú entiendes por qué hice lo que hice, ¿no?” Le pregunté vacilante, mirándolo con
cautela. Puede que Aro no fuera capaz de entender, pero realmente esperaba que el
hombre frente a mí lo hiciera. Aro solo vería mis acciones como traición, pero esperaba
que Alec viera al menos la lógica detrás de ellas. “Entiendes por qué no podía
simplemente entregarle a la chica.”
“Sí,” dijo. “No estaríamos todavía aquí sentados hablando, Carlisle, si alguna parte de
mí no concordara contigo. Las consecuencias de entregársela a Aro y confesar su
verdadera identidad serían catastróficas. En un principio, no solo serías asesinado,
sino que también su vida sería puesta en grave peligro. James está esperando heredar
la dinastía de Aro, confiando en el hecho de que él es lo más cercano a un pariente que
le queda a Aro. Edward ya está en peligro por el interés de Aro en él, añadiendo a la
chica a la ecuación solo los pondría en más peligro a ambos.”
“La historia se repite,” dijo Alec. “Él empezaría otra guerra en respuesta a la primera.”
“Sí. Estoy tratando de encontrar una forma de salir de esto, evitando aquello. No estoy
preocupado por mí, Alec. He aceptado que mis probabilidades de sobrevivir a esto son
escasas sin importar el camino que tome, no quiero que ninguno de esos chicos sea
derribado por algo sobre lo que no tienen control. No necesitan más dolores de cabeza,
“Así que, ¿solo quieres que príncipe y principessa puedan cabalgar hacia el atardecer,
para ser felices para siempre? Eso no es pedir mucho, ¿verdad?” Él preguntó, su voz
fría y dura. “Odio ser yo quien te lo diga, Carlisle, pero esto es el mundo real. Esto no
es de lo que están hechos los cuentos de hadas. Tengo más probabilidades de sacarte
de esto con vida que de asegurarme de que ellos dos salgan totalmente ilesos. Esto
perjudicará a más personas, y hay una gran posibilidad de que uno o ambos tengan
que sufrir o sacrificarse. Sinceramente, no sé qué esperas de mí, no puedo con todo.”
“En realidad, no te estoy pidiendo que hagas nada, Alec. No quiero tener que
involucrarte, yo solo…” Empecé a decir, pero él me interrumpió con una risa amarga, el
sonido golpeando algo dentro de mí que hizo que el miedo me recorriera.
“No era mi intención…” Empecé a decir, sin querer que pensara que planeaba dejarle
todo el problema a él. Solo necesitaba algo de orientación, la lógica de alguien más,
pero él me interrumpió antes de que pudiera decir eso.
“No, estoy seguro de que esa no era tu intención Carlisle. Pero hubiera pensado que tú
más que nadie entenderías. Tú perdiste a tu esposa por esta vida, la perdiste por esa
esclava, y ahora me pones exactamente en la misma situación. Para ser alguien quien
amó y lamentó tanto la muerte de su esposa, ciertamente no dudaste en llevarme a
soportar la misma suerte. Para alguien que dice amar a su familia y que se sacrificaría
por ellos, ciertamente no tuviste en cuenta lo que esto significaba para tu hermana o
para mí. En tu misión de asegurarte de que tu hijo no siguiera tus pasos, te las has
arreglado para conseguir que tu hermana siguiera los pasos de tu esposa,” él dijo
molesto. “¿Sabes lo que sentí cuando mi esposa se acercó a mí y me pidió que salvara
a esa chica? ¿Lo que sentí cuando me miró y me rogó que rescatara a Isabella de
Phoenix? Ella utilizó casi exactamente las mismas palabras que tu esposa había usado
cuando acudió a mí años atrás. Con las dos me negué, porque no era mi lugar
intervenir y en este momento no deseo nada más que negarme a tu solicitud de ayuda,
pero no puedo. Soy un hombre razonable y reconozco que no tengo otro remedio que
Me quedé mirándolo, un poco sorprendido por su arrebato. En todos los años que
había conocido a Alec, nunca lo había escuchado desahogarse tan apasionadamente.
Ni siquiera había caído en la cuenta de lo que estaba diciendo, la posición en la que
en realidad estaba poniendo a mi hermana. Había sido egoísta con mi preocupación
últimamente.
“Así que sí, voy a ayudarte Carlisle, pero no lo voy a hacer por ti. Lo hago por mi
esposa. Si tengo que morir por esto, al menos moriré luchando por algo por lo que vale
la pena luchar,” dijo, mirándome fijamente. “No prometo nada, pero voy a ver qué
puedo lograr hacer a pesar del hecho que va contra todo lo que me he jurado a mí
mismo. Todo lo que sé es que es mejor que esta esclava valga la pena para ti.”
Lo miré brevemente. “La valía para Elizabeth,” le dije. Él negó con la cabeza,
levantando las manos para frotar su rostro con frustración.
“L’amore domina senza regole*. Las cosas que hacemos por las mujeres,” murmuró.
“En primer lugar, necesito el nombre del médico que hizo las pruebas de ADN para ti y
tiene los resultados.”
Lo miré con recelo. “¿Por qué?” Le pregunté. Él arqueó sus cejas luciendo sorprendido.
“¿Te ayudo y cuestionas mis motivos, Carlisle?” Preguntó, negando con la cabeza. “De
verdad te has vuelto blando. El Carlisle que yo conocía hubiera metido una bala en ese
hombre sin pensárselo dos veces, ¿y ahora tú hasta dudas en darme su nombre? ¿Qué
es lo que tiene esa chica que provoca tales reacciones en la gente?”
Suspiré y pasé la mano por mi pelo. “No lo sé, me he hecho esa misma pregunta tantas
veces… Y estaba tratando de no matar a ningún inocente, Alec,” le dije. “Le he estado
pagando y hasta ahora ha mantenido la boca cerrada.”
Alec me miró, su expresión era casi de incredulidad. “Chi vuole mantenere un segreto
deve nascondere il fatto che egli possiede uno*,” dijo fríamente. El que quiera guardar
un secreto debe ocultar el hecho de que posee uno. “El dinero solo te llevará hasta ahí.
En algún momento no será suficiente. La única manera de asegurarte de que
mantenga la boca cerrada es garantizar que nunca tenga la capacidad de abrir la
boca de nuevo. Entiendo el deseo de no lastimar a inocentes y sé que has hecho todo lo
que puedes en estos últimos años para mantener esa sangre lejos de tus manos, pero
eso no siempre es plausible. Tal vez en la sociedad lo sea, pero en el mundo en el que
vivimos el daño colateral es a menudo inevitable. Matar o morir, tú sabes eso.”
Asentí vacilante, sabiendo que era la verdad pero aún sin querer seguir ese camino.
“doctor Scomparsa,” le dije. Él me miró fijamente por un momento antes de que la
“¿En serio?” Preguntó, con algo de diversión en su voz. Asentí y su sonrisa creció. Lo
observé con curiosidad por un momento, un poco sorprendido por su reacción. “Bueno,
Carlisle, creo que tu esposa hubiera llamado a esto “destino”. No se me ocurre un
nombre más apropiado para el hombre.”
“Tengo que decir, que me sorprende que confíes en un hombre llamado doctor Muerte,”
dijo, sacudiendo la cabeza. “Pero yo me encargo de él. Está en Port Ángeles, ¿cierto?
Voy a necesitar su dirección.”
Sentí una punzada de culpa por la forma despreocupada en la que Alec hablaba del
hombre, ya que lo conocía desde hacía bastante tiempo. “Te voy a dar la dirección de
su oficina y de su casa,” le dije. Él asintió en respuesta.
“Bien. Me voy a dar una escapada en algún momento de esta semana mientras
estamos aquí,” dijo simplemente. “¿Y hay alguien más que pueda saber? ¿Qué pueda
sospechar algo?”
“Es demasiado curioso para su propio bien. Se puso entrometido y comenzó a indagar.
No pudo encontrar ningún nombre pero me ha dado a entender que ya lo ha resuelto.
No lo sé con seguridad, pero me doy cuenta que probablemente así sea,” dije en voz
baja, sin saber cómo iba a tomar eso Alec. Me di cuenta que él no quería que nadie
con vida además de él, Esme y yo lo supiéramos y no estaba seguro cómo quería
manejar a Edward.
Él se quedó sentado en silencio, reflexionando en ello. “Tal vez sea mejor que él lo
sepa,” dijo finalmente. Mi ceño se frunció por su respuesta, ya que era la última cosa
que esperaba escuchar. Esperaba al menos molestia o decepción por una nueva
complicación. “Si algo sale mal, creo que sería justo que Edward entendiera el por qué
y a qué se está enfrentando. Si probablemente ya lo sabe de todos modos, no veo el
daño en informarle abiertamente.”
“Muy bien. Es tu hijo. Debo decir, sin embargo, que estoy en un dilema en cuanto a
quién me recuerda más en estos días, a ti cuando eras más joven o a su madre. Es una
gran mezcla de los dos lo que lo hace un chico potencialmente peligroso. Curiosidad y
hostilidad no hacen un temperamento estable,” dijo, negando con la cabeza. “Puedo
ver por qué Aro lo quiere tanto. Él será una fuerza a tener en cuenta si se le guía
correctamente.”
Asentí, sintiendo el temor ante esa declaración. Sabía que era verdad, incluso yo podía
ver el valioso potencial de Edward para la organización.
“¿Qué debo hacer con Renée, o, eh, Bree?” Pregunté, el hecho de que siguiera bajo el
control de los Swan me preocupaba más últimamente. No podía simplemente ir y
demandar que Charles me la entregara. No solo estaba en contra de nuestro código de
conducta, teniendo en cuenta que Renée era considerada propiedad de los Swan y no
podía simplemente llevármela, sino que también levantaría sospechas porque sería
algo muy fuera de lo normal en mí. Aro querría saber por qué tan repentinamente
estaba interesado en otra esclava, y usar la excusa de que Isabella era su hija no
funcionaría. A él no le importaría la madre de una esclava, lo consideraría innecesario
y básicamente me prohibiría hacerlo.
“Por ahora nada. La vigilaré e intentaré asegurarme de que Charles no le ponga las
manos encima. No me agrada dejar a una principessa della mafia en esa situación,
pero por ahora es lo mejor, hasta que no nos aseguremos que esta información no
saldrá a la luz,” él dijo. Asentí.
“Eso está bien,” sabiendo que él podía sacarla pero comprendiendo por qué no la
quería en su casa hasta que estuviera seguro de que no iba a perjudicarlo si la
información se daba a conocer. No quería estar en la misma posición en la que yo
estaba… siendo el dueño de uno de los familiares consanguíneos de Aro como una
esclava. Eso les pondría a él y a mi hermana todavía más en peligro de lo que ya lo
estaban por mi culpa.
“No, me hubiera enterado si hubiera sido así. Tu hermana hubiera alardeado de ello y
dudo que la hubieran entregado tan fácilmente si hubieran descubierto su identidad, a
sabiendas que podría ser descubierta. Estoy seguro que no sabía nada entonces,
cuando… sucedió…” Mi voz se fue apagando. Alec se quedó mirándome por un
momento.
El 18 de junio, el aniversario del día en que había tocado fondo. La mayoría de la gente
asumiría que toqué fondo cuando mi esposa murió o al año siguiente, cuando fui
incapaz de volver a casa y hacerle frente a mis propios hijos por la vergüenza, la culpa
y la ira, pero no fue así. Toqué fondo años después...
**************************
18 de junio de 2001.
Corría por la carretera desierta, mis manos temblaban y mis ojos ardían por la falta de
sueño, amenazando con cerrarse. Mi cuerpo se agotaba, desesperado por descanso,
pero no había forma de que pudiera detenerme ahora. Había llegado muy lejos para
detenerme, demasiado lejos para solo dejarme llevar por el agotamiento.
Mi teléfono móvil comenzó a sonar con fuerza desde el asiento del pasajero y lo miré,
parpadeando cuando la molesta luz verde amarillenta iluminaba la oscuridad. Extendí
mi mano y lo cogí, entrecerrando los ojos ante la pantalla y tratando de leer el nombre.
Sentí el coche sacudirse después de un momento y rápidamente volví a mirar por el
parabrisas, dejando caer el teléfono y cogiendo con fuerza el volante cuando me di
cuenta que me había salido de la carretera. Giré con fuerza a la izquierda tratando de
volver al camino y derrapé un poco antes de recuperar el control. Mi corazón latía de
forma errática y las palmas de mis manos sudaban cuando el pánico se apoderó de
mí. La adrenalina comenzó a bombear y a despertar mi cuerpo cansado y provocando
náuseas en la boca de mi estómago.
Caminé al interior de esa gran casa en Lincoln Park más o menos veintiséis horas
antes y me paré frente al hombre que controlaba mi vida, escuchando las cuatro
palabras que resonaban constantemente en mi mente como una cinta en repetición.
Una y otra vez, las palabras me impulsaban, “Charles Swan lo hizo.”
Él me dijo más después de eso pero no asimilé nada de ello o me afectó en realidad
como aquellas primeras cuatro palabras. Recuerdo que me dijo que no hiciera nada,
que el mandaría llamar a Swan a Chicago cuando tuviera oportunidad y tendríamos
una reunión, y como un buen subordinado asentí de acuerdo. ‘Sí, señor’ ‘Lo que usted
diga, señor,’ dije robóticamente, sabiendo que no podía decir nada más. Él me
despidió, diciéndome que me fuera a casa con mis hijos porque el más joven cumpliría
catorce en unos días y necesitaba a su padre. Accedí una vez más y salí, pero en el
momento en que me senté al volante del coche, toda la lógica y razón me dejaron.
Todo lo que podía oír eran esas cuatro palabras, y todo lo que podía sentir era la ira y
el odio. Todo en lo que podía pensar era en vengarme. Él había mandado asesinar a
mi esposa y destruido a mi familia, marcando de manera permanente a mi hijo en el
proceso. Sus cicatrices eran mentales y físicas, y no había manera de pudiera ir a casa
y estar frente a él. No ahora, no con lo que sabía, y definitivamente no sin hacer nada
al respecto. Edward y Elizabeth merecían que se les vengara y Charles Swan merecía
pagar con su sangre. No, no podía ver a mi hijo, aquel que se parecía tanto a
Elizabeth, no hasta que resolviera esto.
Estaba a unos cuantos kilómetros del desvío hacia la propiedad Swan cuando vi las
luces de un coche viniendo en mi dirección. Giré de nuevo hacia mi carril, después de
haber estado conduciendo por en medio de la carretera, y disminuí un poco la
velocidad de manera que no fuera muy por encima del límite. Lo último que necesitaba
en este momento era que me detuvieran, llevando un arma cargada sin registro y algo
intoxicado. Eché un vistazo al vehículo cuando pasó zumbando junto a mí, tensándome
y la ira me invadió cuando vi que eran ellos. Era inconfundible, porque nadie más
viajaba por este camino desolado y Swan era un aficionado a los coches, demasiado
ostentoso para su propio bien. Él alardeaba de su nuevo y brillante Ferrari 360 color
amarillo la última vez que lo vi y en el momento en que lo vi, supe exactamente quién
era.
Pisé los frenos, el coche derrapó hasta detenerse con un chirrido estridente, y
rápidamente di la vuelta. Estuve a punto de perder el control del vehículo cuando se
salió a un lado del camino cuando intenté dar la vuelta, pero me las arreglé para
conseguir enderezarlo de vuelta. Pisé con fuerza el acelerador y me abalancé hacia
adelante, tratando de cerrar la distancia entre nuestros vehículos. No estaba pensando
con lógica y claridad, no tenía un plan de lo que iba a hacer cuando lo atrapara, pero
El coche aceleró rápidamente, acercándose al deportivo amarillo. Las luces rojas frente
a mí se encendieron cuando pisó el freno, obviamente al notar que me acercaba
rápidamente. Él podía fácilmente correr más rápido que yo y alcanzar los trescientos
kilómetros si quería y yo no podría alcanzarlo en el Mercedes, pero Charles Swan
padre no era sensato. Bajó un poco la velocidad y en mi inestable estado irracional,
aumenté la velocidad. Pisé el acelerador y me fui directamente hacia él. Él debió
haberse dado cuenta de lo que estaba sucediendo en el último momento porque pisó
su acelerador, sus llantas chillaron cuando se disparó de nuevo hacia adelante, pero
era demasiado tarde. Había esperado demasiado.
La adrenalina recorriendo mi cuerpo, junto con mi cansancio y los golpes físicos del
accidente me hacían sentir mareado, todo en el momento estaba borroso y era
surrealista. Humo y polvo se cernían en la zona de la colisión, mis ojos ardían y
lloraban. Subí mis manos para frotar mi rostro cuando mi vista se nubló de nuevo.
Tomé una respiración profunda, tratando de calmarme, y gemí cuando el dolor se
intensificó en mi pecho.
“Eh… yo… eh, Carlisle, yo…” Comenzó a decir, resollando y jadeando por aire. Él
estaba atrapado, sus piernas aplastadas bajo la parte delantera del coche y podía
decir por el sonido de su respiración que al menos uno de sus pulmones había
colapsado. Miré hacia el lado del pasajero y vi a su esposa desvanecida, sus piernas
estaban también aplastadas. Ella no se movía en absoluto y había sangre saliendo de
sus oídos, indicando que ella probablemente tenía lo que supuse era una fractura de
base de cráneo severa por trauma con objeto contundente. Ella no me sería ningún
problema, porque ya estaba casi muerta. Miré de nuevo a Charles y pude ver que
seguía tartamudeando, sus ojos se llenaron de lágrimas mientras algunas corrían por
su rostro. Yo ya no podía escucharlo y en ese momento ni siquiera me detuve a
preguntarme por qué. Su boca se movía frenéticamente pero todo lo que oía era un
zumbido, sonando con fuerza en mis oídos. Verlo llorar y suplicar por su vida hizo que
mi ira aumentara, mi enojo me abrumó por completo y bloqueó todo lo demás.
Por lo general no apruebo el fumar. Soy médico y sabía el daño que estaba haciendo a
mis pulmones y a mi cuerpo. Pero era un hábito que se había apoderado de mí
últimamente, uno de mis múltiples vicios que me ayudaban a soportar, como el alcohol
y las mujeres. Le di una cuantas caladas más al cigarrillo antes de lanzarlo hacia el
Ferrari. Aterrizó en el pequeño charco de gasolina que se había acumulado,
encendiéndose de inmediato. Me quedé allí y observé por unos minutos, apoyado en mi
Mercedes y encendí otro Marlboro. La sangre en mis manos temblorosas tiñó de rojo el
cigarrillo pero lo ignoré, tratando de concentrarme.
Después de que el coche empezó a arder, cogí mi cigarrillo y lo lancé, haciendo arder
la parte trasera. Subí al coche y arranqué, y me dirigí de vuelta a la residencia de los
Swan. No tenía idea a dónde más ir porque sabía que no había nadie más en el área y
no había manera de que pudiera ir a algún lugar público en mi condición. Estaba fuera
de control, mi mente seguía nublada y mis pensamientos confusos, y estaba cubierto
de sangre y conmocionado.
El viaje duró solo unos cuantos minutos, bajé por el camino de entrada de los Swan con
cautela, sin saber si él tenía a los guardias fuera esta noche y queriendo evitar una
confrontación. Ellos tenían un campo de marihuana localizado en las cercanías y a
menudo tenían hombres armados vigilando las líneas de árboles y cuidando de su
propiedad cuando salían a alguna parte. Detuve el coche frente a la casa y bajé,
mirando alrededor. El lugar parecía desierto, todo en silencio y sin señal alguna de
movimiento en alguna parte. Tomé mi pistola y me dirigí hacia la casa, girando el
“Clara,” gimoteó.
“Si quieres vivir Clara, te recomiendo que vayas a tu cuarto y te quedes allí,” le dije
fríamente. Empecé a caminar pasando junto a ella y se me quedó mirando brevemente
antes de darse la vuelta y salir corriendo. Me dirigí hacia la oficina de Charles,
tratando de girar el pomo y encontrándolo con llave. Abrí la puerta de una patada,
sorprendido de lo fácil que era entrar. para ser un hombre con secretos, ciertamente no
hacía mucho por proteger sus cosas. Busqué por la oficina rápidamente, arrojando
cosas por todos lados, tratando de encontrar algo, cualquier cosa de importancia que
me explicara por qué lo había hecho. Por qué demonios había llegado al extremo de
matar a mi esposa por esa pequeña esclava. ¿Qué demonios la hacía tan importante
para ellos como para matar por ella? Nada de eso tenía sentido para mí.
Cuanto más rebuscaba, más me enojaba por no encontrar nada. Mi ira aumentaba, la
indignación y el resentimiento bullendo. Cómo se atrevían, todos ellos. Mi esposa
estaba muerta, y aquí estaba esta gente, respirando y seguía con vida. Ninguno de
ellos merecía vivir, no si ella no podía vivir. Joder, ellos habían conseguido que la
mataran, y no solo era culpa de Charles y su esposa. Eran todos ellos, cada uno de
ellos habían jodido a mi esposa de alguna manera. Después de un rato me di por
vencido en la búsqueda de respuestas, al darme cuenta que era infructuosa. De todos
modos no importaba el puto por qué, lo único que importaba es que había sucedido.
Ellos lo habían hecho, y por ello estaban muertos. Pero todavía no sentía que fuera
suficiente. Todavía quería que alguien pagara esa mierda, todavía necesitaba que
pagaran.
Suspiré y volví la cabeza, mirándola. Era tan pequeña y frágil, parecía débil e
indefensa, pero a mí no me engañaba. No era débil en absoluto. Era poderosa, y ella ni
siquiera tenía idea del jodido poder que tenía. Era peligrosa, y no tenía ni idea de lo
peligrosa que era. Ella era un lobo con piel de oveja… el puto lobo enorme y malo que
tenía que ser detenido.
La odiaba y sentía esa sed de sangre creciendo de nuevo en mí, la desesperación por
culpar gente y hacerlos pagar golpeándome con fuerza. Me quedé mirándola,
indignado por todo lo que tuviera que ver con ella. ¿Por qué demonios tenía que existir
siquiera? Ella se removió en su sueño después de un momento, dándose la vuelta
quedando frente a mí, y murmurando. Me tensé cuando las palabras “lo siento”
escaparon de sus labios, la ira se apoderó de mí una vez más. Joder, ella no lo sentía.
No le importaba una mierda lo que me había hecho, lo que le había quitado a mi
familia. ¡Ella ni siquiera lo sabía!
Levanté el arma y la dirigí hacia ella, apuntando a su cabeza, sin vacilar ni un poco.
Tiré del gatillo sin pensarlo dos veces, mi ceño se frunció y la confusión me invadió
cuando nada pasó. No hubo un fuerte estallido, ni gritos desgarradores, ni sangre. Yo
solo me quedé mirando al arma por un momento, sorprendido porque nunca me había
fallado en el pasado, antes de que de verdad me diera cuenta de la mierda que
acababa de hacer. Acababa de apuntar el arma hacia ella con toda la intención de
matarla y si no fuera por el hecho de que el arma se había atascado, ella estaría
jodidamente muerta en este momento. La hubiera matado sin siquiera darme cuenta
de lo que estaba haciendo. Había estado tan consumido por la ira que casi había
matado a una niña. ¡La niña por la cual mi esposa había muerto tratando de
mantenerla con vida! Ella no tenía la culpa de su situación, ella no tenía control sobre
Sentí la ira amenazando con consumirme ante el sonido de su voz, mi cuerpo se tensó
una vez más, y me di la vuelta antes de que me dominara. Salí de la habitación y bajé
corriendo los escalones, necesitando alejarme de ella antes de que perdiera el control
de nuevo e hiciera algo de lo que realmente me arrepintiera. Nunca podría perdonarme
si la matara, sin importar qué pudiera estar sintiendo en el momento. Le había
prometido a Elizabeth años atrás que nunca lastimaría a una mujer o un niño, y acaba
de asesinar a una puta mujer en el camino. Eso era lo suficientemente malo. Matar a
un niño, en especial a la niña que ella había amado y por la cual había luchado, sería
como insultar su memoria.
Salí del granero y di una respiración profunda, disfrutando del aire fresco. La emoción
arremolinándose en mí era intensa y me tambaleé hacia la casa, sentándome en los
escalones del porche. Me dejé caer hacia adelante, el arma se soltó de mi mano y
golpeó el escalón haciendo `pum´. Puse la cabeza entre mis manos, tirando de mi
cabello con fuerza, tratando de calmarme. Pero mi agotamiento, ira y devastación, mi
repulsión, agonía y culpa fueron simplemente demasiado para que un simple hombre
las soportara.
Sentado allí, en esos escalones en la caliente noche de junio en Phoenix, mis manos
temblando y mi piel empapada de sudor, finalmente toqué fondo. Me quedé allí
temblando, alternando entre llorar histéricamente y vomitar, mi cuerpo trataba de
expulsar cualquier mal que me consumía ya fuese mental o físico. No sé cuánto tiempo
pasó o cuanto estuve allí sentado aturdido, pero finalmente salí de ese estado por la
luz de unos faros que venían en mi dirección. Levanté la vista, secando mis ojos y
aclarando mi garganta, tratando de controlarme. Extendí mi mano y cogí mi arma,
entrando de nuevo en piloto automático. La confusión en mi mente pareció aclararse un
poco y estaba lo suficientemente coherente para revisar el arma y desatascarla para
que disparara si surgía la necesidad.
El coche se detuvo detrás del mío, apagando el motor inmediatamente. La puerta del
lado del conductor se abrió y un hombre que reconocí inmediatamente como el hijo de
Charles Swan salió. Él cerró la puerta y empezó a caminar hacia mí y al parecer sin
siquiera notar mi coche, hablando en voz baja frenéticamente. Subió al porche y abrió
la puerta principal, parándose en seco cuando entró y sus ojos se posaron en mí.
Apunté el arma hacia él y se me quedó mirando, el miedo y la confusión destellaban en
sus ojos.
“¿Señor Cullen?” Dijo vacilante, levantando sus manos para mostrármelas. “¿Qué,
eh… qué está pasando? ¿Por qué?, eh… mis padres, ellos, eh… en la carretera, no sé
qué ha pasado, su coche fue incendiado…”
Me quedé mirándolo por un momento. “Lo sé,” dije simplemente, manteniendo mi mano
firme.
“¿Usted… lo sabe?” Preguntó confundido. Yo asentí. “¿Ellos... fue enviado aquí para
ayudarlos? ¿Había alguien detrás de ellos? ¿Hay algún problema?”
Yo asentí. “Sí, hay un problema. Pero no, nadie me envió. Vine aquí por mi cuenta.”
Él me miró fijamente con su ceño fruncido, las manos le temblaban en el aire mientras
trataba de entender lo que le estaba diciendo. “¿Ellos están bien?” Preguntó. Yo negué
con la cabeza.
“Odio ser el que te diga esto, Charlie, pero me temo que tus padres ya no están con
nosotros,” le dije con frialdad. Sus ojos se abrieron y vi su miedo llegar al máximo
cuando se dio cuenta que estaban muertos, encajando el resto de lo que le había
dicho.
“Usted…” Balbuceó.
“Sí. Yo. Y si quieres salir de aquí con vida, tu mejor opción es escuchar y escuchar
bien…”
Al amanecer salí al porche de la casa, viendo como el sol comenzaba a salir. Capté un
leve movimiento por el rabillo de mi ojo y miré hacia allá, viendo como Isabella salía
del granero y se dirigía hacia un jardín enorme. Bajé la vista hacia el reloj en mi brazo
y vi que eran las 5:30 AM en punto.
Charlie Swan salió al porche y se detuvo junto a mí, observándome con cautela.
Todavía podía ver el miedo en él, ya que sabía muy bien de lo que era capaz. Él miró
hacia Isabella cuando ella se detuvo en el jardín y se puso de rodillas, poniéndose a
trabajar de inmediato.
“¿Qué pasa con esa chica?” Pregunté, más para mí mismo que otra cosa. Escuché que
Charlie suspiró y lo miré, arqueando una ceja.
“Algunas personas hacen locuras por aquellos con los que están relacionados por
sangre, independientemente de si en realidad se preocupan por ellos,” dijo,
encogiéndose de hombros. Me quedé mirándolo por un momento, asimilando lo que
había dicho.
“Ella es tu hija,” le dije, volviendo mi cabeza para mirar a Isabella. No sé como nunca
lo había pensado. Ella tenía que venir de algún lado y yo simplemente, siempre había
asumido que uno de los guardias o de los hombres que siempre andaban con Charles
se había aprovechado de su madre, pero no tenía sentido que alguno de ellos lo
hubiera hecho. Charles padre tenía goomahs y no era del tipo de los que se acostaba
con la servidumbre, pero su hijo era otra historia.
“No,” dije finalmente. Parte de mí gritó en protesta, al saber que tenía la oportunidad
“Está bien,” dijo, sonando sorprendido. Suspiré y pasé una mano por mi cabello.
Estaba todo desordenado por haber tirado de él con frustración durante mi crisis
nerviosa de anoche.
“Mantenla con vida y cuando llegue el momento, cuando ya no puedas tenerla aquí,
llámame. Tal vez mi repuesta sea diferente entonces.” Él asintió en respuesta. “Y
probablemente desees mantenerlas encerradas hoy. Seguramente la policía estará
aquí pronto. Y recuerda… no me has visto.”
“Sí, señor,” dijo con la voz temblando de miedo. Yo asentí y lo miré, dándole una
mirada que claramente decía que hablaba en serio, antes de salir del porche hacia mi
coche. Subí del lado del conductor y puse el arma sobre el asiento junto a mí,
respirando profundamente. Puse la llave en el contacto, pero antes de tener la
oportunidad de arrancar el coche, mi celular comenzó a repiquetear desde el suelo.
Suspiré, cerrando los ojos brevemente, antes de alcanzar el teléfono y levantarlo. Le
eché un vistazo a la pantalla, volviendo a la realidad. No podía eludirla por más
tiempo. Presioné el botón y llevé el teléfono a mi oído.
******************************
“¿Esa fue la última vez que mataste?” Alec preguntó. Hice un gesto de negación.
“Maté un hombre aquí en Forks no mucho después de eso y esa mujer que James
plantó en mi casa,” le dije. Él me miró con curiosidad.
“Ni siquiera voy a preguntar por el hombre. Aunque, casi me olvido de esa mujer,” me
dijo. “Definitivamente James está tramando algo.”
“Y es muy probable que tengas que matar de nuevo, Carlisle,” me dijo. Asentí una vez
más.
“Bien, porque para ser honesto contigo, no estoy seguro de poder soportar mucho más
en este momento,” me dijo, saliendo por la puerta. Me puse en pie y salí al pasillo
mientras él se dirigía al vestíbulo.
Abrí mi boca para hablar, para decirle que simplemente estaba agradecido por su
disposición a de ayudarme, pero antes de que pudiera pronunciar una sola palabra la
puerta principal se abrió y las voces de los chicos entraron en la casa. Se callaron casi
al instante cuando vieron a Alec y él solo los miró.
“Hola, tío,” Emmett dijo, entrando en la casa y sonriendo. Él extendió su mano y palmeó
a Alec en la espalda, un movimiento que siempre requiere de muchas agallas. Eso es
algo que identifica a Emmett… es muy valiente. La mayor parte de la gente huye de
“Emmett,” dijo Alec, asintiendo en señal de saludo. “Rosalie.” Rosalie dijo un rápido
hola suavizando un poco su usual insolencia.
“Tío Alec, es bueno verte,” Jasper dijo con cortesía. Él siempre era el de los modales.
“Supongo que también recuerdas a Alice.”
“Jasper, Alice,” Alec dijo una vez más asintiendo en señal de saludo. Alice sonrió
alegremente.
“Me alegra tanto que hayas podido venir a la graduación de Jasper,” dijo alegremente.
Había muy pocas cosas que podían matar la disposición animada de Alice. Alec
simplemente asintió a su declaración, moviendo su mirada hacia Edward. Él estaba
parado en la puerta con Isabella a su lado, manteniéndola cerca, envolviéndola con su
brazo de forma protectora. Tenía una expresión seria en el rostro mientras miraba a
Alec y yo le eché un vistazo a Isabella, viendo que ella estaba mirando hacia el suelo.
Parecía asustada y desde dónde yo estaba podía sentir su aprensión. Ella sabía quién
era él, lo había visto en numerosas ocasiones en su vida. Sabía que él estaba
relacionado con la mujer que la había torturado, sabía que él se había quedado allí
viendo como lo soportaba, sin intervenir ni una sola vez para detenerla o hablar en su
defensa. Y no puedo imaginar lo que eso le hizo pensar de él y parte de ello me hizo
sentir culpable porque en realidad Alec había hecho mucho por ella. Alec se había
asegurado de que Charles cumpliera con lo que le había dicho ese día en Phoenix
cinco años atrás. No se me había permitido volver mucho allí a través de los años y
continuó asegurándose de que Charles mantuviera a la chica con vida. Eso fue más de
lo que alguna vez esperé de él, y me sentía culpable de que ahora estuviera pidiendo
aún más de él.
“Edward,” Alec dijo, dándole el mismo saludo que a los otros. Edward lo miró por un
momento antes de bajar la vista hacia Isabella. Él la acercó aún más a él y se inclinó,
susurrándole algo al oído. Mi ceño se frunció y lo miré con curiosidad, preguntándome
qué le estaría diciendo. Ella asintió brevemente después de un momento y él le dijo
algo más. Ella asintió de nuevo, sin dejar de mirar el suelo, levantando sus manos para
agarrar el brazo que la envolvía. Él levantó su otra mano y sujetó su barbilla,
empujándola hacia arriba. Ella no se resistió y levantó la vista después de un
momento, sus ojos se encontraron con Alec.
“Es un placer conocerle, Alec,” ella dijo, con voz temblorosa. Le tendió su mano y mis
ojos se abrieron por la sorpresa. Estaba temblando, cada uno de nosotros podía verlo y
darse cuenta que estaba aterrada, pero eso no tenía importancia. Lo que importaba
era que de todos modos lo estaba haciendo. No estaba permitiendo que su miedo la
consumiera.
“Igualmente,” dijo Alec. “Si me disculpan chicos, voy a instalarme.” Él soltó la mano de
Isabella y se dio la vuelta, dirigiéndose hacia las escaleras. Se volvió brevemente y me
miró a los ojos, asintiendo hacia mí antes de desaparecer en el piso de arriba.
Miré a los chicos en la puerta, observando como Edward sonreía con orgullo. Se
agachó un poco y de nuevo le susurró algo y ella se sonrojó profusamente, dando una
pequeña sonrisa en respuesta a lo que sea que le hubiera dicho. Él se rio entre dientes
y se agachó aún más, colocando los labios en su cuello. Ella inclinó su cabeza hacia
un lado y sus ojos se cerraron en respuesta a su beso.
Porque ella había mirado fijamente esos penetrantes ojos oscuros, ojos que la habían
visto ser torturada, ojos que ella sabía pertenecían a un asesino, y ni siquiera titubeó.
Se había mantenido firme e hizo frente a sus temores, sin permitir que nadie la
subyugara. Y más que nada, me hizo creer que las cosas en verdad podrían estar bien
y que después de todo, tal vez si había esperanza para ellos.
Porque eso era algo que ni siquiera mi esposa había podido hacer.
***************
Principessa della Mafia = Princesa de la Mafia
Perchè non lo vedo prima d’ora? = ¿Por qué no lo había visto antes?
Chi vuole mantenere un segreto debe nascondere il fatto che egli possiede uno = El que
desee mantener un secreto debe ocultar el hecho de que lo posee
Edward cullen
Lo vi en el momento que entramos por la puerta principal de la casa. Él se detuvo justo
donde estaba y sus ojos nos recorrieron rápidamente y nos echó un vistazo,
evaluándonos como siempre lo hacía. Joder, siempre alerta, siempre atento a lo que le
rodeaba. Isabella lo vio y se tensó de inmediato, todo su cuerpo se puso rígido y
agachó la cabeza, sus ojos fijos en el suelo de madera. Extendí mi brazo hacia ella por
instinto, abrazándola con fuerza y atrayéndola de nuevo hacia mí.
Quería decirle de inmediato que dejara de actuar así, joder, que se relajara, que era
solo mi tío Alec, pero mantuve la boca cerrada. Se lo había estado diciendo por
aproximadamente una semana, prácticamente metiéndole en la cabeza que él estaría
aquí porque quería que estuviera preparada. Me aseguré que supiera que no tenía
nada de lo que preocuparse y le dije que él era completamente inofensivo. No parecía
que me hubiera creído esa mierda, pero no la culpaba porque joder, era jodidamente
seguro que ni siquiera yo creía que fuera ‘completamente inofensivo’ pero estaba
seguro que no tenía nada de lo que preocuparse. Él nunca le pondría un dedo encima
o la trataría mal de ninguna forma. No solo era parte de la familia y muy respetuoso de
esa mierda, sino que también yo nunca lo permitiría. Joder, nadie jamás lastimaría a
mi chica de nuevo, no mientras yo pueda impedirlo.
Debería haber sabido que prepararla con anticipación era inútil, porque esa misma
mierda había ocurrido cuando Esme nos visitó por primera vez tantos meses atrás. Ella
dijo que estaba bien, dijo que estaba lista, pero decirlo y hacerlo eran dos cosas
completamente distintas. Casi se da por vencida entonces, volviendo a su puta
modalidad de esclava, y estaba claro que estaba a punto de hacerlo de nuevo.
Todos empezaron a saludar a Alec y yo solo me quedé allí, sosteniendo a Isabella, sin
saber qué demonios podía hacer para aliviar su estrés. Consideré solo agarrarla e
irnos de allí, llevarla arriba y asegurarme que estaba bien, pero sabía que era una
ridiculez y que no resolvería nada. Joder, ella no podía huir siempre de él y yo no podía
solo ocultarla y protegerla de todo constantemente, a pesar de que esa mierda era
Después de que Alec saludó a los demás, sus ojos se posaron en mí. Me quedé
mirándolo por un momento, rogando silenciosamente porque esta mierda saliera bien,
esperando que no nos explotara encima. Estaba tratando de ser fuerte y no ponerme
todo ‘cavernícola’ con ella, lanzándola sobre mi maldito hombro y salir corriendo, y si
ella se ponía más histérica de lo que ya estaba me haría perder el control.
¿Qué demonios le dices a la chica que amas cuando está aterrorizada de ser dañada
por tu propia familia? ¿Qué clase de palabras pueden matar el miedo fomentado por
haber sido torturada y tener a este hombre frente a nosotros, que lo sabe, que vio
suceder esa mierda y no hizo ni una maldita cosa para evitarlo? ¿Hay siquiera
palabras que puedan aliviar esa mierda? No lo creo, pero no podía quedarme
simplemente allí parado sin decir nada. Una parte de mí, la parte impaciente que
estaba gritando que esto era una puñetera ridiculez porque ella no podía simplemente
tener maldita confianza en mí, quería decirle que terminara con esto de una puta vez,
pero una gran parte de mí entendía. Recordaba con claridad cuando la presencia de
Alec solía ponerme nervioso de niño y mi padre básicamente acostumbraba a decirme
que me portara como un hombre de una puta vez y le hiciera frente, cómo dolía esa
mierda, como si mi miedo y mis sentimientos no importaran una mierda. No podía
hacerle eso a ella, porque tenía más razón para temer a Alec de lo que yo alguna vez
la tuve y necesitaba que ella supiera que sus sentimientos eran importantes para mí.
Después de un momento me di cuenta que nunca encontraría las palabras correctas
que decir, así que simplemente dije lo primero que se me vino a la mente. Alguna
mierda estúpida, típico de mí, abrir la boca y decir tonterías, pero esperaba que tal vez
ella sería capaz de entender.
Ella asintió de nuevo, levantando sus manos para sujetar mi brazo. Usé mi otra mano y
sujeté su barbilla, levantando su cabeza. No iba a forzarla y me alegró que no tratara
de resistirse, pero no me gustaba verla tan derrotada. Ella era más fuerte que
cualquiera de nosotros, y no podía permitir que el miedo irracional la dominara de esa
forma.
“Esta es mi novia Isabella,” le dije. Alec sabía de ella, de hecho probablemente conocía
toda la maldita historia de mi madre muriendo por ella, pero eso no era quién era
Isabella. Isabella era más que eso.
“Por supuesto, Isabella,” él dijo, mirándola. Ella le devolvió la mirada pero no habló y
un silencio incómodo se apoderó de la habitación. Consideré decir algo después de un
momento, solo para romper la tensión que iba en aumento por su concurso de miradas.
Estaba esperando que ella hiciera el primer movimiento y hablara porque sabía que
Alec no lo haría. Basado en lo que Esme había dicho cuando nos visitó en Navidad, la
única razón por la cual Alec se había mantenido alejado entonces fue para evitar esta
situación. Él no quería hacer la mierda incómoda ni molestarla. Pero por suerte no tuve
que pensar en algo para romper la tensión, porque ella finalmente reaccionó.
“Es un placer conocerte, Alec,” dijo, su voz tensa y temblorosa. Ella le tendió su mano y
yo me quedé mirando, un poco sorprendido por esa mierda. Esperaba que encontrara
el valor para saludarlo, pero seguro que no esperaba que se armara de valor y
estrechara su mano. Requería de mucho valor estrechar la mano del hombre que había
permitido que su hermana te torturara sin siquiera pestañear por ello. La mano de un
hombre que sabes que mata personas. Y obviamente ella seguía estando jodidamente
aterrorizada, pero lo estaba haciendo porque era fuerte. Finalmente estaba
empezando a creer en sí misma y estaba jodidamente claro que creía en mí. Confiaba
en mí.
Ella le tendía la mano al hombre que sabía que nunca había siquiera considerado
“Igualmente,” dijo Alec. “Si me disculpan chicos, voy a instalarme.” Él soltó la mano de
Isabella y se dio la vuelta, dirigiéndose al piso de arriba y desapareciendo de la vista.
Sonreí con suficiencia y atraje de nuevo a Isabella hacia mí mientras ella ponía su
mano de vuelta en mi brazo, sujetándose en mí.
“¡Demonios, sí, esa es mi chica! Cristo, ¿podrías ser más jodidamente sexy?” Vi que sus
mejillas comenzaron a ruborizarse a medida que se sonrojaba. “Nunca me he sentido
más orgulloso de ti, tesoro.” Ella sonrió, su cuerpo se relajó un poco y me reí entre
dientes, inclinándome y presionando mis labios contra la ruborizada piel de su cuello.
Ella dio un suave suspiro e inclinó su cabeza hacia un lado aflojando su agarre en mí y
empezó a frotar suavemente mi antebrazo.
Besé su cuello por un momento mientras todos comenzaron a hablar, Alice y Rose
diciendo que ya se iban. Aparté mis labios de Isabella y levanté la vista, atrapando la
mirada de mi padre de inmediato. Él nos miraba fijamente con curiosidad, una sonrisa
en su rostro. Hicimos contacto visual y me quedé mirándole, un poco confundido por su
expresión. Él se dio la vuelta después de un momento caminando hacia la puerta bajo
las escaleras, abriéndola y deslizándose en el interior.
Dijimos adiós a Alice y Rosalie y mis hermanos las acompañaron fuera, dejándonos a
Isabella y a mí solos en el vestíbulo. Ella suspiró y se apartó de mis brazos, dándose la
vuelta para mirarme. Había curiosidad en sus ojos, una pequeña sonrisa y el sonrojo
todavía evidente en sus mejillas. Ya no estaba temblando, su mano firme a medida que
la levantaba y acariciaba con la punta de sus dedos la línea de mi mandíbula. Ella se
puso de puntillas y sonreí, inclinándome y presionando suavemente mis labios en los
suyos.
“¿Tu novia?” Preguntó en voz baja, apartando su boca de la mía. Asentí, mirándola.
“Es lo que eres,” le dije, envolviendo mis brazos a su alrededor y atrayéndola hacia mí.
Estaba confuso en cuanto a por qué sonaba sorprendida por eso. La llamaba mi novia
todo el puto tiempo. “¿Hay algún problema? Quiero decir, ¿no te gusta que le diga a la
gente esa mierda?” Ella puso sus brazos alrededor de mi torso, abrazándome con
fuerza con su cabeza acurrucada contra mí.
“Oh no, me encanta escucharlo, es solo que… él sabe,” dijo en voz baja. “Él sabía
quién era yo. Me refiero a que, no es como si él no supiera quién soy o algo así.”
Yo suspiré, negando con la cabeza. “Lo que tú eres, Isabella, es mi novia. Él sabe lo
“Sin peros. Deja de pensar esa mierda de ti. Tú eres mejor que eso, más que eso,” le
dije, sacudiendo la cabeza. Odiaba cuando ella misma se menospreciaba y a pesar de
que entendía por qué lo hacía, deseaba que fuera capaz de verse a sí misma como
algo más que una puta esclava.
“¿No acabo de decirte que sin peros?” Le pregunté. “Son solo tecnicismos, Bella.
Etiquetas que otras personas nos dan, ellas no nos hacen lo que somos. Si tú solo eres
una esclava, entonces yo no soy nada más que un príncipe della mafia. ¿Eso es todo lo
que soy, Isabella? ¿Un príncipe de la mafia?”
Ella negó rápidamente, sus ojos abriéndose un poco. “¡No, por supuesto que no!” Dijo.
“Bien entonces,” le dije, con un tono de voz serio. “Eso es lo que pensaba. Solo porque
ciertas personas nos vean así, no significa que eso es lo que somos. Nosotros
superaremos juntos nuestras etiquetas. Ellas no importan, no nos hacen quienes
somos. Nosotros nos hacemos quienes somos. Que se jodan las hijas de puta.”
Ella esbozó una sonrisa con mi última declaración y me reí cuando una ligera
carcajada escapó de sus labios. Se estiró y presionó sus labios sobre los míos
suavemente, apartándose y pasando su dedo índice sobre mi labio inferior.
“Cristo, Emmett. Deja de darme jodidos golpes,” escupí. Isabella se echó a reír y estiró
su mano subiéndola por mi espalda, debajo de mi camisa. Comenzó a frotar mi
espalda con suavidad, la punta de sus dedos enviando un hormigueo por mi espalda.
Emmett se encogió de hombros. “Nunca digas nunca,” me dijo, dirigiéndose hacia las
escaleras. Jasper entró y suspiró, cerrando la puerta principal.
“¿Todo bien?” Preguntó, mirando entre Isabella y yo. Los dos asentimos y él sonrió.
“Bien.” Se dio la vuelta y comenzó a subir las escaleras detrás de Emmett,
desapareciendo de la vista. Le pregunté a Isabella si quería subir a nuestra habitación
y accedió. Nos dirigimos al piso de arriba y se quitó los zapatos en el momento que
entramos, poniéndolos a un lado. Se acercó y se tumbó en la cama boca abajo, con las
piernas cruzadas por los tobillos y balanceándolas. Me quité los zapatos y la observé
por un momento, feliz por lo cómoda y relejada que parecía estar en nuestra habitación
estos días. Sí, lo he dicho. Nuestra habitación. Ya no era mi puñetera habitación y lo
prefería así. La mayor parte de su mierda de la nada fue a dar hasta aquí en las
últimas semanas, su ropa llenaba la mitad de mi armario y mi cómoda porque era más
fácil simplemente tener su mierda aquí junto con la mía. No le veía el sentido a separar
nuestras pertenencias cuando ya se había descubierto el pastel y todo el mundo sabía
que compartíamos una habitación de todos modos. Tomé el control remoto dejándome
caer en la cama junto a ella. Encendí la televisión y empecé a repasar los canales,
dejándola finalmente en un documental sobre leones de montaña en animal planet.
Nos relajamos y pasamos el rato solo viendo la televisión y bromeando por un rato. De
vez en cuando se escuchaban sonidos desde fuera de la habitación, puertas
cerrándose, pasos o risas del otro lado del pasillo e Isabella se ponía tensa, la realidad
de la situación se hacía presente sigilosamente de nuevo.
“Bueno, demonios. Si no es mi tía favorita,” dije en forma de broma. Ella nos miró y
sonrió.
“Soy tu única tía, Edward,” dijo, haciendo un gesto de negación. Me encogí de hombros
y ella se acercó a nosotros, atrayéndome en un abrazo. “Te ves guapísimo en estos
días, muchacho.”
Sonreí con suficiencia. “Mierda, sabes que siempre me veo bien, Esme,” le dije. Ella se
echó a reír y se apartó de mí, dándome un manotazo juguetonamente.
Isabella le dio una suave sonrisa. “Me alegra verte de nuevo, Esme,” le dijo con voz y
sonrisa genuina.
“Igualmente, querida. Y debo decir que tú también te ves muy hermosa. Hacen una
hermosa pareja chicos,” Esme dijo con alegría, mirándome de nuevo. Yo sonreí y miré
a Isabella, viendo el rubor subir por sus mejillas.
“Nos vemos bien juntos, ¿verdad?” Le dije en broma. Esme se echó a reír, golpeándome
de nuevo.
“Esa no es la única cosa grande que tengo, ¿no es cierto, Bella?” Dije en tono de
broma. Isabella jadeó y Esme gimió mientras yo comenzaba a reír.
“Yo, uh… voy abajo,” Isabella dijo, dándose la vuelta y prácticamente huyendo de
nosotros. Me sentí un poco mal por avergonzarla pero ella sabía cómo era yo y pensé
que sería jodidamente divertido. Esme negó con la cabeza.
Me hizo una coca de cereza y me la bebí, dejando correr un poco de vodka Grey Goose
en ella de la botella en el refrigerador. Se puso a trabajar preparando un pollo
cacciatore sobre pasta con pan casero y una ensalada caprese por un lado.
“Bien,” dijo mi padre, todavía mirándonos. “Yo voy a, eh… voy a estar en mi oficina en
este piso si me necesitan.” Asentí e Isabella recitó un “está bien, señor” como
respuesta. Mi padre titubeó pero se dio la vuelta y se alejó después de un momento.
“Sabes que un `sí´ habría sido suficiente,” dije, mirando hacia donde estaba parada.
Me miró, brevemente confundida.
“También dijiste un montón de otra mierda, ¿te has dado cuenta?” Pregunté. “¿Doctor
Cullen? ¿Señor? ¿Gracias por preguntar?”
“Es de buena educación,” dijo, encogiéndose de hombros. Rodé los ojos, sin gustarme
cuando hablaba así, en piloto automático. Quería que cada maldita palabra que dijera
fuera porque quería decirla, y que no solo dijera las cosas que ella pensaba que se
suponía tenía que decir.
Me reí secamente. “No es necesario, Bella.” Estrechó ligeramente sus ojos, la molestia
cruzando rápidamente su rostro.
“Es necesario. Es una señal de respeto, y tu padre claramente me dijo que respetarlo
era necesario, Edward,” me dijo enfáticamente. Suspiré, pasando la mano por mi pelo
en frustración.
“Todavía puedes ser respetuosa y no ser tan jodidamente formal todo el tiempo, Bella.
Me refiero a que, no es falta de respeto que lo llames Carlisle, ¿sabes? Él le ha dicho a
todo el mundo que lo llame por su nombre. ¿Por qué no puedes hacerlo tú?” Le
pregunté. Ella se encogió de hombros.
“Él me dijo que lo llamara por su nombre, pero simplemente no lo veo correcto. Quiero
decir, sé lo que me dijiste antes sobre las etiquetas y esas cosas, y sé que no solo soy
una, eh, esclava, pero todavía me siento de esa forma con él, Edward,” me dijo en voz
baja. Ella pausó, volviendo su mirada hacia mí. “Sé que probablemente pensarás que
es tonto ya que es tu padre, pero simplemente… no puedo verlo más allá de una
etiqueta. Él es simplemente… el doctor Cullen. Él no es una persona. Es el amo.”
Sentí como que lo que decía no tenía ningún sentido, pero ella asintió y pareció
entender a lo que me refería. “Lo sé, pero es como me siento. Tal vez cuando
finalmente logre vencer mi etiqueta, él también lo haga para mí,” dijo en un murmullo,
encogiéndose de hombros. Se dio la vuelta de nuevo y volvió al trabajo, preparando la
cena.
“Tal vez,” dije simplemente. Me quedé allí sentado un poco más de tiempo,
observándola en silencio. Ella casi había terminado, abrió el refrigerador y sacó un
poco de masa que había hecho con antelación. La miré con curiosidad por un
momento, confundido porque no sabía qué demonios estaba haciendo cuando ya
había hecho el pan, y mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando la vi sacar el queso
ricota y las chispas de chocolate.
“Maldición, no me digas que estás haciendo la mierda que pienso que estás
haciendo,” le dije. Ella se congeló y me miró, pánico destellando en sus ojos.
“Cristo, justo cuando pensé que no sería posible amarte más de lo que ya te amo, vas y
haces puto cannoli casero. Tú, mi Bella, eras una maldita enviada del cielo,” le dije,
bebiendo el resto de mi bebida de un trago. Ella sonrió y se sonrojó mientras me
bajaba de la encimera, acercándome a ella y besándola brevemente en los labios.
“¿Supongo que eso significa que te gusta el cannoli?” Preguntó con curiosidad,
volviendo a trabajar en ello. Yo asentí.
“Llamaré a todos para la cena,” le dije. Ella sonrió y asintió, y yo caminé hacia la
oficina debajo de las escaleras y toqué la puerta. La puerta se abrió después de un
momento y mi padre me miró sorprendido.
“¿Todo está bien?” Preguntó, levantando sus cejas inquisitivamente. Mi ceño se frunció
“¿Por qué la gente me sigue haciendo esa maldita pregunta?” Pregunté, confundido
porque era la segunda vez que él me preguntaba eso y era exactamente la misma cosa
que tanto Jasper como Esme me habían preguntado antes. Sus ojos se abrieron un
poco por mi arrebato.
“No sabía que nosotros, “la gente”, te seguimos preguntando eso. Solo te he
preguntado porque has llamado,” me dijo. Suspiré, encogiéndome de hombros.
“Sí, bueno, recuerdo que me dijiste que nunca volviera a poner un puñetero pie en la
habitación, así que no podía solo entrar, ¿cierto?” Le pregunté.
“La cena está lista,” dije. “Le dije a Isabella que te avisaría.”
Él sonrió y me agradeció, y yo le hice una señal con la mano diciendo que no era nada,
porque no era como si en realidad hubiera hecho alguna mierda. Subí al tercer piso y
toqué en la puerta de la habitación, se abrió después de un momento y Esme se asomó
para mirarme. Le dije que la cena estaba lista y ella dijo que bajarían en un momento.
Me dirigí de nuevo hacia abajo, al segundo piso, y golpeé con fuerza las puertas de
Emmett y Jasper. “¡Comida, cabrones!” Grité. La puerta de Emmett se abrió de
inmediato y casi me tira cuando pasó a toda prisa junto a mí. Jasper salió y se echó a
reír al verme casi atropellado, y nos dirigimos a la planta baja.
Esme y Alec aparecieron al cabo de unos minutos y todos nos sentamos a comer. El
ambiente se sentía un poco extraño al principio, pero por supuesto no siguió así por
mucho tiempo con Emmett presente. Isabella permaneció tensa durante toda la comida
y no parecía muy cómoda, así que después de un rato extendí la mano, poniéndola en
su regazo. Froté su jodido muslo suavemente, tratando de calmarla y ella me miró por
el rabillo de su ojo y sonrió. Ella puso su mano debajo de la mesa y tomó la mía,
entrelazando nuestros dedos.
Todos los demás tuvieron la misma reacción con el cannoli que yo había tenido cuando
lo trajo, diciendo maravillas de él y haciéndola sonrojar. Ella nos consentía, no había
duda de ello. Emmett agarró algo de postre y sonrió. “Deja el arma, toma el cannoli,”
dijo con el más profundo acento jodidamente italiano que podía hacer. Todos se
echaron a reír e Isabella nos miró confundida.
Ella asintió vacilante. “Oh, está bien,” dijo en voz baja. Emmett nos miró, sus ojos
amplios.
“Oh mierda, ¿Izzy Bizzy nunca ha viso la saga de El Padrino?” Preguntó. Ella negó con
“Subiré en un minuto,” le dije, volviendo a girar mi cabeza para mirar a Isabella. Ella
debió escuchar la conversación con mi padre porque me sonrió y asintió.
“Te veo arriba en un rato,” me dijo en voz baja, era su forma de decirme que estaba
bien y que me podía ir. Salí y subí las escaleras, agarrando el pomo y abriendo la
puerta de la oficina en el momento en que llegué allí. Me quedé inmóvil en la puerta,
notando que Alec estaba de pie a un lado tan quieto como una maldita estatua y me
miraba de forma extraña. Entré después de un momento, cerrando la puerta detrás de
mí y sentándome en la silla al otro lado del escritorio de mi padre. Miré de mi padre a
mí tío brevemente, preguntándome de qué mierda se trataría esto.
“Está mejorando en eso,” mi padre dijo simplemente. Yo gruñí, negando con la cabeza.
“¿Me has pedido que venga para una lección de modales?” Pregunté.
“No, pero es importante que los tengas,” Alec dijo con mordacidad. “Me recuerda mi
infancia, cómo mi madre solía preguntarnos si habíamos sido criados en una granja
cuando olvidábamos nuestro sitio.”
“Sí, bueno, tu madre es una maldita perra,” murmuré, las palabras salieron de mi boca
antes de que siquiera las registrara mi mente. En el momento en que las dije me di
cuenta de la mierda que había dicho y mis ojos se abrieron por la sorpresa mientras
miraba a Alec. Él era la persona equivocada a la cual decirle una mierda como esa,
familiar o no. “Eh, maldición. Quiero decir, tú sabes… Joder, algunas personas son
criadas en granjas, y tan solo eso no es muestra de putos modales, ¿sabes?”
“Creo que ese es el punto que quería dejar claro, Edward, antes de que me
interrumpieras con el comentario grosero sobre mi madre,” Alec dijo finalmente,
rompiendo el tenso silencio. “Corrígeme si estoy equivocado, pero tu novia es una de
esas personas que fueron criadas en graneros, y ella tiene muchos mejores modales
que tú. Fuiste criado con bastantes lujos, y no pareces apreciar y respetar lo que la
gente ha hecho por ti lo suficiente como para siquiera tocar la puerta antes de entrar a
su habitación.”
Lo miré fijamente por un momento, sin saber exactamente qué decir. “Aprecio lo que la
gente hace por mí. Pero, personalmente, nunca he tenido que preocuparme porque
alguien me patee en la puta cara con un par de zapatos de tacón alto y romperme la
nariz cuando he olvidado mi lugar como Isabella. Aprendes a fingir respeto por las
personas cuando ellas tienen el control y amenazan tu vida, ya sea que quieras ser
educado o no. Me atrevo a pensar que la mitad del tiempo que Isabella dice “sí, señor”,
por dentro, ella en realidad está gritando “jódete, pendejo”,” le dije. Él me miró con
curiosidad.
“¿Perdón?” Pregunté, escuchando lo que había dicho pero un poco sorprendido por la
pregunta.
“Ya has oído mi pregunta, es innecesario andarse con rodeos. Claramente has
reaccionado genuina e impulsivamente, sin contenerte en absoluto, así que adelante,
contesta la pregunta con honestidad. ¿Tienes la intención de ser iniciado?” Me
preguntó.
“Has dicho bien, no has pensado,” él me interrumpió, su voz brusca. “Y tal vez no soy
quién para decirlo, pero creo que es necesario que escuches esto porque es obvio para
mí que tú, simplemente no entiendes la realidad de la situación. Te encontrarás con
una desagradable sorpresa si intentas unirte a nuestra vida, porque todo eso que
acabas de decir sobre aprender a respetar a aquellos a quienes preferirías decirles
que se jodan por el poder que tienen en tu vida. Eso no se aplica solamente a los
esclavos. Si tienes alguna intención de tomar la Omertá, también te pasará a ti. Porque
nos pasa a todos en esta vida, a todos hasta a tu padre. Si nos tomamos derechos que
no nos corresponden, no recibimos un pie en la cara, Edward… recibimos una bala. Así
“¿El, eh, ADN?” Pregunté no muy convencido. Él asintió. “Tú me dijiste que ya ni
siquiera pensara en esa mierda, mucho menos que hablara de ello.”
“Sé lo que te dije, pero las cosas cambian. Había pensado que lo mejor era excluirte
por completo, esperando que en el peor de los casos pudieras declarar ignorancia,
pero lo discutí con Alec y él cree que es mejor contártelo, en especial si ya tienes una
idea. Probablemente sea lo mejor para todos que sepas a lo que te enfrentas si esto
queda al descubierto y sale horriblemente mal,” me dijo.
“De acuerdo,” respondí vacilante, sin saber si en realidad quería escuchar que dijeran
esa mierda fuerte y claro. Estaba bastante seguro que sabía la verdad, aunque no con
todos los detalles, pero estaba seguro de lo suficiente como para darme cuenta de la
gravedad de la situación.
Mi padre comenzó a relatar una historia sobre guerras clandestinas de la mafia que
surgieron en los años 70 por todo el país, organizaciones luchando las unas contra las
otras y rompiendo los códigos de conducta en su búsqueda de venganza. Habló sobre
cómo todos estaban fuera de control y cómo familias enteras fueron masacradas,
reuniones familiares convertidas en objetivos de tiroteos desde coches en movimiento y
asesinatos. Habló de cómo mi abuelo trató de poner bajo control su organización y
logró lo que otros no, pero todavía había gente corrupta y los hicieron objetivos por
cosas en las cuales no tenían nada que ver. Entonces, mi abuelo ordenó que enviaran
a las familias a casas de seguridad al otro extremo del país, esa era aparentemente la
razón por la cual la jodida casa en la que vivíamos llegó a ser nuestra. Tenía sentido
para mí, ya que este pequeñísimo pueblo sería el último lugar donde buscarían a la
realeza de la mafia italo americana.
Dijo que en el caos familias enteras desaparecieron y se perdió contacto con ellos,
poco después, algunos aparecieron vivos en algún lugar del país, pero otros no
“La madre de Isabella es una de esas personas a quien se dio por muertas,” dijo
finalmente.
“Sí,” me dijo. “Ella era solo un bebé en ese tiempo como para tener algún recuerdo de
su vida antes de que los Swan la adquirieran. Quién fuera que hubiera matado a sus
padres se la vendió a Charles en lugar de matarla también.”
“Y es por eso que Charles mató a mamá para que nadie se enterara que era un traidor,
porque mamá se estaba acercando demasiado a la verdad para su gusto,” le dije,
sintiendo surgir la ira. Sí, ya tenía resuelta la mayor parte, pero escucharlo de alguien
más golpeaba un punto sensible.
“¿Cómo demonios podrían usarnos a uno contra el otro?” Le pregunté, sin gustarme
como se escuchaba en absoluto.
“¿Notaste la respuesta que me diste hace unos momentos cuando te pregunté si tenías
la intención de ser iniciado? Te lo aseguro, aquellos que tengan la oportunidad de
hacerlo la usarán para conseguir que cambies de opinión,” dijo Alec. Él explicó cómo
ella sería usada como carnaza y todo eso pondría un enorme blanco de tiro en su
espalda. Habló del papel de James y como él querría reclamarla para asegurar su
posición, haciendo que mi temperamento se enardeciera brevemente pero Alec me
Me quedé en silencio por un momento después de que terminaron. “Una pregunta, algo
que no tiene sentido para mí,” dije finalmente. “¿Por qué demonios compraría Charles
Swan ese bebé si él sabía quién era? ¿Por qué compraría a alguien relacionado con
uno de los suyos? ¿Por qué carajos se arriesgaría así a terminar asesinado por ello?”
“No lo podemos saber a ciencia cierta, pero recuerdo haber escuchado una historia
cuando su hijo se casó con mi hermana sobre como Charles compró es niña con la
intención de hacerla su hija y no su esclava. Él podría falsificar documentos, pero de
ninguna manera podría lograr pasar todas las agencias gubernamentales para
legalizar la adopción así que optaron por lo clandestino para la niña. Y como sabes,
los linajes son importantes para nuestras familias. Tal vez no pueden proporcionarte
poder en sí, a excepción de a las generaciones más antiguas, ellas eran reverenciadas
en particular. Sí, iba a hacerla hija suya, pero en su arrogancia quería a alguien
cercano en sangre a él, un linaje que pudiera respetar y considerar casi de su sangre.
Creo que simplemente se aprovechó de una situación desafortunada, creyendo que
podría salirse con la suya por el caos de la situación y porque nadie sospecharía
alguna vez de su traición. Los bebés era relativamente difíciles de distinguir y él vivía
tan lejos del corazón de la organización que no sería vista por nadie que pudiera ser
capaz de reconocerla de todos modos,” dijo Alec.
“Además, los niños esclavos era muy raros para nosotros,” dijo mi padre. “Nadie
compraba niños para trabajar, especialmente bebés. Simplemente no sirven de mucha
ayuda por su naturaleza. No puedes poner a un niño pequeño a lavar los platos o a
cocinar o a trabajar en los campos, así que no tiene sentido tenerlos. Nadie hubiese
considerado que el bebé había sido vendido en lugar de asesinado por esa razón.
Tener niños esclavos significaba solo una cosa, y puede que entonces se rompieran los
códigos de conducta y se asesinaran inocentes, pero algunas cosas seguían estando
prohibidas para algunos de nosotros.”
“Esa también era la razón por la cual los esclavos no tenían permitido tener hijos. Eran
un estorbo y obstaculizaban el trabajo. La única razón por la que Renée fue comprada
fue para convertirla en su hija, y a Isabella solo se le permitió existir por su linaje,” dijo
Alec. “De hecho, Isabella es la única niña esclava que he visto personalmente, e
incluso me sorprendió verla con mis propios ojos. Así de inusuales son en nuestro
mundo.”
“Está bien,” dije simplemente. Todos nos quedamos callados por un momento y Alec se
rio disimuladamente, sorprendiéndonos a mi padre y a mí.
“Esta mañana estaba sorprendido que ella fuera una principessa italiana de sangre
pura, pero me retracto de ello ahora. Me ha demostrado con su forma de cocinar que lo
italiano corre por sus venas. Es natural,” dijo. Sonreí y asentí.
“Sí, ella es jodidamente asombrosa,” le dije. “Bueno, ¿eso es todo? ¿Me puedo ir?”
Ellos asintieron y me levanté, murmurando un adiós antes de salir. Subí al tercer piso y
abrí la puerta de la habitación, atrapando de inmediato los ojos de Isabella. Entré y
cerré la puerta tras de mí y ella me dio una suave sonrisa.
“Cristo, tú también no, cariño,” le dije, cansado de escuchar esa puta pregunta. Ella me
miró confundida pero solo le hice una seña diciéndole que no me hiciera caso,
envolviéndola con mis brazos y atrayéndola en un abrazo. “¿Podemos solo pasar el
rato esta noche, ver una película o algo?”
Después de que la película terminó me dirigí arriba, tocando con fuerza en la puerta de
mi habitación porque estaba cerrada con seguro. La abrieron después de un momento
y le sonreí a Alice, rodeándola para entrar.
“Hola enana,” le dije, empujándola con mi codo. “Un jodido año más y será nuestro
turno.” Ella me dio una suave sonrisa.
“Sé que será mi turno. En cuanto a ti, no estoy muy segura de ello,” me dijo, su voz
suave pero con un toque de seriedad en ella. Negué con la cabeza, pasando la mano
por ella.
“Oh, estaré allí contigo, con mi pinche toga azul brillante luciendo como un puto
finocchio*,” le dije.
Ella bajó la vista para mirarse, con una sonrisa brillante, su maldito rostro
prácticamente se iluminó. Llevaba un vestido corto color rosa y un par de zapatos de
tacón color rosa y marrón claro. “Gracias,” me dijo, con voz alegre. “He puesto tu ropa
sobre la cama.”
La puerta del baño se abrió y miré en esa dirección, quedándome inmóvil cuando mis
ojos se posaron en Isabella. Llevaba una falda negra y un top de manga corta color
gris que parecía acentuar sus pechos, haciendo que destacaran prominentes. Mis ojos
se vieron naturalmente atraídos por ellos y me sentí un pervertido por comérmela con la
mirada frente a la gente pero Cristo, no podía evitar esa mierda. Estaba hermosa. Mis
ojos vagaron por su cuerpo, notando sus cremosas piernas desnudas, mi mente
naturalmente pensó en cosas retorcidas. Como, cómo se sentiría teniéndolas alrededor
de mi cabeza mientras le hacía sexo oral, o cómo se verían envolviendo mis hombros
mientras taladraba ese apretado coño suyo. Cómo sus muslos se tensarían cuando su
orgasmo estuviera cerca, y entonces sus piernas empezarían a temblar mientras la
llevaba a través de él. Ella tenía unas piernas jodidamente hermosas, tan delicadas,
“No puedo evitarlo,” le dije. Ella se echó a reír, haciendo un gesto de negación.
“Eres un puto pervertido, Cullen,” dijo Rosalie, saliendo del baño. Ella llevaba un
vestido color amarillo y azul que era casi tan obscenamente corto como para que se lo
subiera. Negué con la cabeza.
“Lo que tú digas, desvergonzada. Solo apreció la perfección cuando la veo,” le dije.
Isabella se sonrojó mientras Alice dejó salir un fuerte ‘awwww’ detrás de mí. Yo me reí
y Rosalie rodó los ojos.
“Bagascia*,” le grité, ella levantó su dedo medio antes de desaparecer por la puerta.
Alice nos sonrió brevemente antes de darse la vuelta y salir corriendo detrás de
Rosalie. Me volví de nuevo hacia Isabella, sonriendo satisfecho y dejando que mis ojos
recorrieran su cuerpo brevemente una vez más.
“Supongo que tengo que prepararme,” le dije. Ella asintió y le eché un vistazo a la
cama, viendo los pantalones color caqui y la camisa de vestir que Alice había dejado
allí. Era jodidamente ridículo que haya asumido la responsabilidad de escoger mi ropa
en ocasiones especiales pero ya estaba acostumbrado a ello. Simplemente, esa era
Alice, lo hacía por todos.
Entré al baño y tomé una ducha rápida para refrescarme, entré de nuevo en la
habitación con una toalla envuelta alrededor de mi cintura. Isabella estaba acostada
en la cama sobre su estómago con su falda levantada tan arriba que casi podía ver sus
bragas. Sonreí con suficiencia y me acerqué, sentándome a su lado. Subí mi mano por
la parte posterior de su muslo, subiendo su falda el resto del camino. Ella volvió
rápidamente su cabeza para mirarme mientras yo tocaba su trasero.
“¿Quieres echar un polvo, tesoro?” Le pregunté, levantando mis cejas. Sus ojos se
abrieron un poco por mi pregunta.
“¿Ahora?” Preguntó. Asentí, deslizando mi mano entre sus muslos, mis dedos
introduciéndose debajo de sus bragas. Ella jadeó cuando rocé con ellos sus pliegues y
los bajé hacia su clítoris, sentándose rápidamente. Mi mano salió de debajo de su
falda y fruncí el ceño.
“Pero se van a dar cuenta,” dijo nerviosa. “Quiero decir, ¿no lo sabrán?”
“Está bien,” dijo en voz baja, mirándome. Desaté la toalla y la dejé caer al suelo,
caminando hacia la cómoda para coger unos boxers. Empecé a ponérmelos y me di la
vuelta para mirar a Isabella, viendo que su sonrojo se había profundizado mientras me
miraba. Comencé a reír entre dientes, negando con la cabeza.
“Con todas las veces que me has visto desnudo, pensaba que ya estarías acostumbra
a ello,” le dije.
“Nunca me acostumbraré,” dijo sin quitarme los ojos de encima. “¿Qué ha sido lo que
has dicho? ¿Aprecio la perfección cuando la veo?”
Me eché a reír. “Sí.” Me puse la ropa rápidamente, un par de pantalones color caqui y
una camisa de vestir azul marino. Me puse unos calcetines y bajé la vista, viendo el par
de zapatos de vestir negros colocados allí. Los miré por un momento, temiendo
ponerme esos hijos de puta. Isabella se bajó de la cama y yo levanté un zapato,
desatándolo y preparándome para ponérmelo cuando un par de Nikes cayeron al suelo
frente a mí. Levanté la vista y encontré los ojos de Isabella, viendo la dulce sonrisa en
sus labios. No dijo una sola palabra, simplemente me quitó los zapatos de vestir y
caminó hacia al armario, arrojándolos de nuevo dentro. Me reí entre dientes y negué
con la cabeza, poniéndome los Nike. Sí, mi novia me conocía jodidamente bien.
Terminé de arreglarme, pasando los dedos por mi cabello para darle al menos una
apariencia más proporcionada y me puse colonia. Llené un frasco grande con vodka
L’Orange Grey Groose y cogí todas mis cosas antes de tomar la mano de Isabella,
entrelazando nuestros dedos a medida que nos dirigíamos a la planta baja. La llevé a
la sala de estar donde todos los demás estaban ya reunidos, y salimos hacia la
escuela un poco más tarde. Llevábamos coches diferentes porque después nos iríamos
por separado, los adultos de vuelta a casa supongo, y nosotros, a celebrarlo.
“Estoy bien. Es solo que… no quiero hacer algo mal y avergonzarte,” dijo. Sacudí la
cabeza.
“¿Y si me caigo por las escaleras delante de todos?,” me dijo, su voz completamente
seria desafiando mi declaración. Me eché a reír.
“Mierda, ¿crees que me puedes hacer caer?” Le pregunté bromeando. Ella asintió,
dándome una suave sonrisa.
“Bueno, demonios, entonces supongo que simplemente caeré. Odio decírtelo, pero una
caída no me avergonzará.”
“Si eso sucede, Bella, probablemente me cague de la risa, pero equis. Tranquila, no
vas a avergonzarme,” le dije. Ella suspiró y asintió, pareciendo resignada. Era ridículo
pero la dejé tener su mini crisis nerviosa, tomando en consideración que en ocasiones
yo también las tengo. El infame día de campo de San Valentín vino a mi mente.
La conduje al interior del auditorio y tomamos asiento en la parte trasera, Alice se unió
a nosotros después de unos pocos minutos. Mi padre, Esme y Alec llegaron unos
momentos más tarde, sentándose detrás de nosotros. Tenía mi brazo sobre el hombro
de Isabella y pude sentirla tensarse cuando sintió su presencia, así que la apreté
suavemente, tratando de tranquilizarla porque no tenía ni una mierda de la que
preocuparse.
No sabía qué decirle así que solo me quedé allí callado, viendo como el director
balbuceaba sobre cuán orgulloso estaba de la clase que se graduaba. Por lo general,
bloquearía la mierda inspiracional que estaban arrojando, pero Isabella estaba
escuchando con tanta pasión en sus ojos que me hizo querer saber qué mierda estaba
escuchando y encontraba tan fascinante. El director estaba sobre escenario, hablando
del futuro.
“Quiero que se tomen un segundo en este momento para empezar a pensar de verdad
en su futuro. Quiero que se imaginen dentro de diez años e imaginen cada aspecto de
su vida. Su trabajo, su esposa, sus hijos, incluso sus amigos. Pero no imaginen el futuro
al que ustedes piensan que se están dirigiendo, el futuro que parece más lógico con el
conjunto de circunstancias que los rodean, más bien imagínense el futuro que ustedes
desean. Olviden todas las expectativas que los demás tengan para ustedes, y mientras
lo hacen sigan adelante y olviden las que ustedes mismos tengan. Ignoren, por solo un
segundo, todas esas expectativas y en su lugar, concéntrense en lo que ustedes de
verdad desean de la vida. Quiero que visualicen el camino que les llevará allí, al futuro
que más desean. Ese es su camino. Allí es donde pertenecen,” dijo.
Miré a Isabella y vi las lágrimas humedeciendo sus ojos, pero pude ver que estaba
intentando contenerlas. Suspiré y la abracé, acercándola a mí. Ella recostó su cabeza
en mi hombro y me incliné hacia ella, besando el tope de su cabeza. Olía dulce, como
flores y fresas.
“Felicidades, chicos,” les dije. Ellos me lo agradecieron y se sentaron uno a cada lado
de mí sobre el muro. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi frasco, abriéndolo y
tomando un trago. Se lo pasé a Emmett y tomó otro, ofreciéndoselo a Jasper. Esperaba
que rehusara porque por lo general siempre lo hacía, ya que no era un gran bebedor,
pero esta vez lo tomó. Le dio un gran trago y se estremeció, haciendo que tanto Emmett
como yo nos echáramos a reír.
“¿Qué?” Le pregunté. Él hizo un gesto con la cabeza hacia donde estaba parada
Isabella con Rosalie y Alice.
“Dije que ella se ve feliz. Ha cambiado muchísimo en los últimos nueve meses que ha
estado con nosotros. No es la misma pequeña chica asustadiza que entró por la puerta
ese primer día, cagándose de miedo por todos nosotros,” me dijo, extendiendo su mano
y quitándole el frasco a Jasper.
“También es inteligente,” dijo Jasper. “Es mejor en el Jeopardy que yo. Hasta corrigió mi
vocabulario el otro día. Dije que me sentía repugnado y ella me dijo que la palabra que
quería era asqueado.”
Sonreí con suficiencia, porque era jodidamente seguro que eso sonaba como algo que
haría mi Bella, haciendo comentarios con sus trocitos de sabiduría para ayudar cuando
podía. “Tampoco se sobresalta ya,” dijo Emmett.
-“Yo, también,” los dos dijeron al mismo tiempo. Me eché a reír cuando los dos gritaron
“Jinx” con fuerza, atrayendo la atención de las chicas. Isabella me miró y le hice un
pequeño saludo con la mano. Ella sonrió dulcemente antes de que Alice le dijera algo,
atrayendo de nuevo su atención. Nos quedamos callados un momento, solo pasando el
frasco entre nosotros. “Fue ella, ¿cierto?” Emmett preguntó finalmente. Lo miré con
recelo, notando que él ni siquiera me miraba. De inmediato supe exactamente a lo que
se refería, por la apariencia de su rostro mientras miraba a Isabella. No le respondía
por un momento y él volvió su cabeza para mirarme, directamente a los ojos. Asentí
titubeante y él suspiró, entregándome el frasco. “Lo imaginábamos.”
Mis ojos se abrieron un poco y miré a Jasper, viendo la misma expresión en su rostro.
“¿Hace cuánto que lo saben?” Pregunté, volviendo a mirar hacia Isabella. Se estaba
riendo por algo, su rostro iluminado de alegría. Sonreí en respuesta a lo que veía, su
felicidad incitaba la mía.
Tomé una respiración profunda, sintiéndome culpable por eso. Me sentía mal por
haberla culpado, aunque en ocasiones todavía había momentos en que me dolía el
saberlo. Me preguntaba si alguna vez en verdad lo dejaría atrás por completo y lo
dudaba. Me imaginé que siempre dolería de alguna manera, pero era un dolor al que
aprendería a adaptarme y a vivir con él.
“Aunque no estuve seguro hasta el baile,” comentó Jasper. Emmett se rio secamente,
extendiendo su mano y quitándome el frasco.
“Sí, cuando estabas siendo un cabrón insoportable. Quería arrancarte las bolas por
como la estabas tratando,” me dijo.
“Lo sé, hermano. Sé que la amas,” me dijo, tomando un trago. Nos quedamos callados
por un momento antes de que Jasper hablara.
“Creo que mamá estaría feliz al verla,” dijo. “Al ver cuánto ha crecido y cambiado estos
últimos meses. Creo que eso es lo que mamá quería y tú lo has hecho por ella.”
“No he hecho nada,” dije. Emmett se echó a reír, negando con la cabeza.
“Y una mierda que no has hecho nada. ¿Crees que eso es obra de papá? Demonios no.
Papá la trajo aquí, pero fuiste tú quién salvó su culo, Edward,” dijo ofreciéndome el
frasco. Lo cogí y él continuó. “Mamá siempre decía que tú harías grandes cosas en la
vida y tengo que admitirlo, yo dudaba esa mierda. Pero ahora lo veo. Porque no
importa qué demonios hagas mañana, Edward, lo que importa es que has hecho eso
hoy. La has hecho como es,” él dijo, haciendo un gesto con la mano hacia ella.
La miré por un momento, solo viéndola interactuar con Rosalie y Alice. Parecía tan
relajada, tan tranquila, tan parecida a una chica normal. Tan solo viéndola allí
parada, riéndose y conversando, nunca imaginarías que había pasado las cosas que
había pasado. ¿En realidad había yo hecho todo eso?
“¿Has pensado tal vez que eso es justo lo que ella necesitaba? ¿Alguien que viera su
verdadero yo y finalmente la amara? A veces no tenemos que hacer realmente nada,
tenemos que ser solo nosotros mismos,” dijo Jasper.
Rosalie rodó los ojos y volvió a la conversación. Yo sonreí con suficiencia cuando los
ojos de Isabella permanecieron en mí por un momento, su expresión suave y llena de
amor.
“¿Ella lo sabe? ¿Por qué mamá murió?” Jasper preguntó. Hice un gesto de negación.
“No planeo decírselo. La destrozaría. Ella sabe lo jodido que estaba por la muerte de
mamá, no quiero cargarla con eso. Se culparía y no puedo permitirle llevar esa carga.
No se lo merece,” le dije. Emmett suspiró.
“Estoy jodidamente seguro que lo intentaré,” le dije. “Si algún día ella se entera, lo
resolveremos. Pero no planeo destrozarla yo mismo de esa forma.”
“Me sorprende que no lo haya descubierto ella misma. Es lista, todas las piezas están
ahí,” dijo Jasper.
“Puede que todas las piezas estén ahí, Jasper, pero ella no sabe cual es el puto
rompecabezas para montarlo. Mamá dejó de ir a ver a Isabella años antes de que ella
muriera. Isabella no tiene razón para pensar está relacionada con ello en absoluto. No
se ve a sí misma con claridad,” les dije. Los dos murmuraron que estaban de acuerdo y
nos quedamos en silencio un poco más de tiempo, solo pasándonos el frasco hasta que
quedó vacío. Lo deslicé de nuevo en mi bolsillo y Emmett se levantó de un salto.
“Bueno, me voy a mostrarle a Rosie cómo divertirse de lo lindo,” dijo en tono de broma,
moviendo sus cejas. Me eché a reír y Jasper se puso en pie junto a él, sonriendo.
“Le prometí a Alice que haríamos vida social esta noche. ¿Planeas ir a alguna fiesta?”
Preguntó. Me encogí de hombros.
“Le dije a Isabella que esta noche era suya, así que no sé qué es lo que vamos a
hacer,” les dije. Ambos asintieron.
“¿Sabes qué es gracioso? Quiero decir, tal vez no sea gracioso, pero sí, irónico.”
Emmett preguntó. “Ella ya lleva aquí nueve meses y son necesarios nueve meses para
crear una vida. Es como si ella hubiera nacido de nuevo, ¿sabes? Y el hecho de que tú
mañana cumplas 18 y seas un adulto, hermano, es una pieza más. Es solo que parece
como si justo ahora fuera el inicio de algo, como si estuviéramos en la línea de salida y
no en la de meta.
“El inicio de nuestras vidas,” Jasper y yo dijimos al mismo tiempo. Emmett comenzó a
Pasamos la noche conduciendo por el área, yendo a algunas fiestas pero sin
quedarnos mucho tiempo en un solo lugar. Finalmente comimos algo, encontrándonos
con Tania y Lauren en la pizzería en Forks, pero ellas ni siquiera miraron en nuestra
dirección. No han hablado ni una sola palabra conmigo desde que armé el ardid de
las imágenes. No tenían pruebas que me señalaran, ni siquiera tenían evidencia de
que estuviera presente ese día. Las dos terminaron en grandes problemas con sus
padres y la escuela tampoco lo tomó muy bien, pero me importaba una mierda. El
karma es una perra.
Subimos a la habitación e Isabella se desvistió, diciendo que quería tomar una ducha
rápida para quitarse del cabello el spray que Alice le había puesto en él. Me desvestí
mientras ella se duchaba, poniéndome unos boxers y una camiseta sin mangas. Ella
salió del baño con mi camiseta de fútbol y un par de pantalones cortos, su cabello
húmedo colgando por su espalda. Lucía casual y simple, pero jodidamente hermosa.
Caminó hacia el sofá y se sentó mientras yo abría el cajón del escritorio, sacando la
hierba. Le pregunté si le molestaba que lo hiciera, sin querer ser un pendejo y
encenderla si solo iba a molestarla, y ella me dijo que lo hiciera. A ella no le gustaban
mucho las drogas o la bebida en realidad, y de vez en cuando tomaba un poco
conmigo pero no muy a menudo. Era algo más que me encantaba de ella que había
adoptado su nueva independencia. No se sentía obligada a hacer esa mierda solo
porque yo lo hacía. Se estaba convirtiendo en una mujer independiente.
Escogió una película mientras yo fumaba un poco, le pasé un poco con mi aliento una
vez pero además de eso, ella no la tocó para nada. Finalmente apagué las luces y me
senté en el sofá junto a ella, envolviéndola con mis brazos y abrazándola. Vimos el
inicio de la película en silencio, solo haciéndonos compañía. Después de un rato me
aburrí y comencé a mordisquear su cuello, besando su carne caliente. Después de un
rato ella se movió girando su cuerpo para quedar frente a mí, presionando sus labios
“¿Este es nuevo?” Pregunté, sabiendo que nunca había visto a ese hijo de puta antes
porque definitivamente era algo que recordaría. Ella sonrió y asintió.
“Un regalo para ti de Alice,” me dijo. Me reí entre dientes, tomando nota de agradecer
por ello a la chica entrometida más tarde. Desabroché su sujetador y me deshice de él,
porque por más linda que fuera esa mierda, los senos desnudos eran más lindos. Hice
que se recostara en el sofá y le quité sus pantalones cortos, notando las bragas
transparentes que hacían conjunto con el sostén. Agaché la cabeza y les di un suave
beso antes de quitárselas, arrojándolas también al suelo. Ella yacía frente a mí,
completamente desnuda, su piel luminosa bajo la luz proveniente de la televisión y me
cautivó. Me incliné hacia abajo y besé suavemente su ombligo, haciendo que hundiera
su estómago mientras mi lengua se sumergía dentro de él.
No podría decirte cuantas veces habíamos tenido sexo, joder, no las estaba contando,
pero algo que sí sabía es que ella nunca antes había estado encima. Nunca había
tomado en realidad la iniciativa. Llevé mi boca a su cuello, mordiendo y besando
mientras ella restregaba sus caderas sobre mí, frotándose contra mi polla. Gruñidos
escapaban de mi garganta a medida que me llevaba a la cima, la puta necesidad
volviéndose casi insoportable. Ella se levantó después de un rato y me agarró,
bajándose ella misma sobre mi erección. Gemí a medida que su coño me envolvía, su
estrechez y calor envolviéndome.
“Joder, Bella,” siseé, agarrando sus caderas. La llené por completo y ella se detuvo
conmigo en su interior, sus ojos cerrándose. Se quedó así por un segundo antes de
abrir de nuevo sus ojos y mirarme, el fuego en ellos era intenso. La pura y cruda
necesidad brillando frente a mí me tenía maravillado, y ella comenzó a mover sus
jodidas caderas, montándome despacio. La observé por un momento, sorprendido por
cuan en control y sorprendente se veía, antes de permitir que mis ojos se cerraran y mi
cabeza se recostara en el sofá. Dejé mis manos en sus caderas, guiándola un poco
pero dejando que ella hiciera la mayor parte, dejando que marcara el ritmo. Yo solo
disfrutaba cada estocada cada puto segundo de mí llenando ese apretado coño.
Ella gimió al escuchar el italiano y estrelló sus labios contra los míos con fuerza. Sus
movimientos ganaron más vigor, se clavaba con más fuerza y rapidez, y sus gemidos
se hicieron más fuertes. Agarró mi cabello con fuerza, besándome con tanta intensidad
que casi me deja sin puto aliento mientras me montaba.
Gruñí, sujetando sus caderas con fuerza y guiando más sus movimientos. “También te
amo, Bella. Mierda, demasiado nena.”
Disminuí el ritmo después de que su orgasmo menguó, dejando que pasara su éxtasis.
Cuando pareció recuperar el control de su cuerpo, nos giré, poniéndola de nuevo sobre
mí. Al principio parecía aturdida, mirando con sorpresa, pero yo solo sonreí y me
levanté, besándola con suavidad.
Ella empezó a mover de nuevo sus caderas, montando mi polla, marcando el ritmo
perfecto. Sentí mi orgasmo formarse y pasé mis manos por todo su cuerpo, sintiendo su
piel húmeda por el sudor. “Se siente tan bien,” gruñí a medida que la intensidad
comenzó a formarse en mi interior. Abrazándola la atraje hacia mí, y empecé a
empujar mis caderas hacia arriba encontrándome con ella.
“Joder, voy a correrme,” gruñí, abrazándola con fuerza mientras me golpeaba. Grité
cuando el placer se apoderó de mí, penetrando con fuerza a medida que comencé a
derramarme en su interior. Disminuí el ritmo antes de detener mis movimientos cuando
mi clímax se desvaneció.
Me quedé acostado con ella encima de mí por un rato, los dos jadeando y
abrazándonos con fuerza el uno al otro. Ella finalmente se movió después de un
tiempo, sentándose por un momento para mirarme. Le echó un vistazo al reloj en la
mesita junto a la cama antes de mirarme. El amor y la devoción en sus ojos, hizo que
mi corazón latiera frenéticamente, mi jodido pecho se hinchó con el amor que sentía
por ella. Mi chica. Mi Bella.
****************
Finocchio = Palabra despectiva para “gay”
Donnaiolo = Mujeriego
Bagascia = Perra/puta
Isabella swan
Traducido por Betzacosta
Anoche fue diferente. Hubo la misma pasión y amor que siempre había cuando
estábamos intimando, pero anoche fue más intenso. La necesidad de estar con él
parecía impulsarme a seguir adelante mientras mi abrumador deseo de reclamar y ser
reclamada por él se hacía cargo. Las anteriores treinta y seis horas habían sido
algunas de las horas más emocionalmente inestables de mi vida; mi cabeza y mi
mente estaban totalmente confundidas. Al momento en que pusimos un pie en la
puerta y vi a Alec Evanson de pie en el vestíbulo de la casa de los Cullen, todo se me
vino encima. Mi miedo del pasado y la esperanza del futuro colisionaron, la fuerza de
esta colisión por poco me quiebra. Sabía que iba a venir y sabía exactamente quién
era él. Lo recordaba de visitas a Phoenix, recordando claramente la forma en que
miraba y el sonido de su voz. Había tratado de prepararme para ello, al igual que
Edward había hecho todo lo posible para asegurarse de que estuviese bien con todo,
pero no existía ninguna preparación que pudiera alejar esos sentimientos.
Fuerza.
Yo valía la pena.
Eso no mató el miedo de ninguna manera, ya que todavía estaba asustada más allá de
las palabras, pero era lo suficientemente poderosa como para hacer que extendiera mi
mano al hombre que lo causó y ser valiente. Desee ser verdaderamente fuerte, y no
tener que depender de los brazos de Edward para mantenerme en pie. Por mucho que
amara y creyera en Edward, en ese momento sentí que tenía que amarme y creer en mí
misma.
Pero decir que todo había ido viento en popa y que estuve cómoda después del
encuentro inicial sería estar mintiendo, porque eso estaba muy lejos de la realidad.
Alec todavía me asustaba, al igual que una parte de mí seguía temiendo al doctor
Cullen. Pero no permitiría que el miedo tomara el control. El doctor Cullen podría
controlarme físicamente, pero él no controlaba la persona que era yo, y no permitiría
que Alec entrara por la puerta y destruyera a la persona en la que me había
convertido.
Esa realización fue intensa. No se lo había dicho a Edward, pero ni siquiera estaba
segura de que fuera necesario. Aunque, había cambiado una parte de mí, como ya
había sentido en mi interior las últimas treinta y seis horas. Fortaleció mi esperanza en
el futuro e hizo que el amor que sentía por Edward fuera todavía más fuerte. Ir a la
escuela y ver a Jasper y Emmett graduándose solo había reforzado esos sentimientos.
Al escuchar las palabras que el hombre pronunció sobre la previsión del futuro y cuál
era el camino que querías tomar, apartando las expectativas y encontrando dónde
estaba tu pasión había sido abrumador. Por primera vez, en verdad, podía verlo.
Ver una vida para mí fuera de la esclavitud me dejó casi satisfecha. No estaba allí
todavía, pero algún día podría estarlo y eso era lo que importaba. Después de la
ceremonia de graduación estuvimos deambulando por Forks durante un tiempo,
mezclándonos con los compañeros de clase de Edward y cenando. Me estaba
volviendo más segura y cómoda alrededor de la gente, lo que hacía más fácil
sociabilizar con gente que lo conocía de la escuela o el vecindario. Todavía estaba
nerviosa en una multitud y no disfrutaba particularmente de recibir mucha atención, ya
que una parte de mí todavía sentía como si tuviera que estar de pie en el exterior
mirando hacia dentro, pero la mayor parte de mí se estaba acostumbrando a ello,
acostumbrándose a la idea de que estar con Edward Cullen significaba a veces
convertirse en el centro de atención... y yo estaba bien con eso.
Después de que llegamos a casa, pasamos el rato en el dormitorio y Edward puso una
película, pero no podía concentrarme en ella. Mi mente seguía divagando, de nuevo a
esas palabras que había escuchado horas antes en la graduación. Pensé en hacer un
lado lo que todos esperaban de mí y en su lugar, avanzar hacia lo que yo deseaba en
la vida. Adoptar una postura, tomando el caballo por las riendas y simplemente ir a por
ello. Pensé en mi madre diciéndome que nunca perdiera la esperanza, que estaba
destinada para más en la vida. Incluso pensé en la madre de Edward, y esa frase que
ellos me habían dicho que a menudo utilizaba ‘En la vida, si no se arriesga, no se
gana’. Yo podía continuar como estaba y simplemente sobrevivir, o podía dar un paso
hacia delante y tratar de vivir de verdad. Jasper me preguntó una vez si solo sobrevivir
era suficiente, si esto era lo que quería decir sobrevivir, y yo no había estado segura de
cómo responder a eso en aquel momento, pero lo sabía ahora. Sobrevivir no era
suficiente para mí. Yo era una superviviente, pero necesitaba más que eso. Quería vivir
de verdad.
Y fue ese anhelo de vivir la vida que yo deseaba y no la existencia que sentía que
estaba condenada a tener lo que causó que la fuerza que había tenido antes surgiera
en mí. Edward estaba besando todo mi cuerpo, tomándose su tiempo y prácticamente
adorando mi piel, y por mucho que anhelara su atención, algo al respecto no se sentía
justo. Edward adoraba mi cuerpo a menudo, complaciéndome más allá de las
palabras, y yo quería hacer lo mismo. Quería que se sintiera amado y necesitado como
muchas veces me hacía sentir a mí. Quería que supiera que lo anhelaba, que lo
Así que por primera vez, tomé la iniciativa. Por primera vez, tomé el control. Yo siempre
había pensado que sería una situación estresante, y la verdad es que estaba un poco
nerviosa, pero no fue tan malo como había imaginado que sería. Las cosas eran
siempre naturales con Edward. Nunca me sentí como si tuviera que cambiar alguna
parte de mí misma para encajar con él. Todo parecía converger entre nosotros y el sexo
no era la excepción. Nosotros encajábamos; pertenecíamos juntos.
Empecé a agarrar las cosas para hacer el glaseado de queso crema cuando se aclaró
la garganta. Me quedé inmóvil, un escalofrío corriéndome por la espina dorsal.
"Buenos días," dijo. Su voz era tranquila, pero habló enfáticamente, casi sin emociones.
No dije nada durante un segundo, tratando de que mi corazón dejara de golpear
febrilmente porque estaba haciendo eco en mis oídos.
“Buenos días señor Evanson... señor," finalmente dije, vacilante, volviendo la cabeza
para mirarlo. Estaba allí de pie, completamente vestido con un traje negro que parecía
caro junto con una corbata negra. Su chaqueta estaba abierta y tenía las manos en los
bolsillos, apoyado contra el marco de la puerta. Su mirada me penetró, una mirada
intensa mientras hacía contacto visual conmigo. "¿Puedo, eh... Puedo ofrecerle algo?"
Siguió mirándome fijamente, sin moverse siquiera una fracción de pulgada. Su postura
era casi escultural y me pregunté por un momento si todavía respiraba o parpadeaba.
Rompí el contacto visual con él mientras mi ritmo cardíaco comenzó a aumentar de
nuevo por mi ansiedad. No estaba segura de qué decir ni qué hacer, y él no había
respondido a mi pregunta, así que no tenía idea de lo que quería.
"No," dijo finalmente, su voz parecía hacer eco en el tenso silencio. Salté, sobresaltada
por el sonido, y volví la cabeza rápidamente para mirarlo de nuevo. Levantó las cejas
ligeramente de modo interrogante, obviamente notando mi reacción.
"Está bien", le dije, sin saber qué más decir. Me di la vuelta y volví a trabajar en el
glaseado, intentando ignorar su presencia. Todavía lo podía sentir detrás de mí y no
tenía idea de por qué estaba allí, pero no me gustaba. No estaba cómoda con él y
quería que se fuera. Sentía casi como si estuviera invadiendo mi espacio, lo cual era
ridículo porque él era parte de la familia Cullen. Él era el tío de Edward, y el esposo de
Esme, y tenía todo el derecho a estar allí.
Alec abrió la nevera y cogió una botella de agua. Me puse de pie a un lado por un
momento mientras él destapaba su bebida y bebía un sorbo, antes de volver al
glaseado que estaba mezclando. Lo terminé, hiperconsciente de su proximidad. No
estaba segura de por qué estaba allí de pie mirándome, o siquiera por qué estaba
despierto a esa hora para el caso.
Oí pasos bajando las escaleras después de unos minutos, el alivio colándose a través
de mí. Se acercaron a la cocina y me di la vuelta, mirando mientras el doctor Cullen
entraba. No estaba del todo cómoda con él, por supuesto, pero al menos era más
familiar para mí.
Echó una mirada a Alec mientras caminaba hacia nosotros, dándole una mirada
curiosa. Sus ojos encontraron los míos después. "Buenos días, dolcezza", dijo en voz
baja, abriendo la nevera y cogiendo otra botella de agua.
"Estoy sorprendido de verte despierta tan temprano hoy. ¿Supongo que Edward todavía
está dormido?” Dijo, levantando las cejas inquisitivamente.
"Lo supuse", murmuró, volviéndose para mirar a Alec. El temporizador para el horno se
apagó y empecé a sacar las capas del pastel mientras charlaban en voz baja. No
podía entenderlo todo, trataba de ignorarlos intencionadamente a fin de no dar la
impresión de estar espiando, pero escuché algunas cosas a pesar de mi esfuerzo.
"Me he hecho cargo de ello", dijo Alec, y yo no estaba segura de lo que estaba
hablando, pero el tono de su voz hizo que un escalofrío fluyera por mi espina dorsal.
"No," dijo Alec, "Llegué a casa hace una hora y media. Con el tiempo suficiente para
limpiar”.
"Estarán aquí pronto," dijo el doctor Cullen después de un momento, su voz rompiendo
el silencio intenso en la habitación y sacándome de mis pensamientos. Alcé la cabeza
y lo miré con confusión, sin saber de lo que estaba hablando, o de quién hablaba. Él
suspiró de nuevo y me miró, sus ojos bajando a la tarta colocada frente de mí. "Pastel
de crema italiana."
Asentí. "Sí, señor", le dije. "Lo he hecho para Edward. Es por su, eh... cumpleaños".
"Es sorprendente, ¿no?" preguntó Alec desde el otro lado de la habitación. "¿Las
similitudes? Es fascinante de ver. Nunca he sentido una sensación tan fuerte de déjà
vu antes”.
Mi ceño se frunció en confusión, una vez más, ya que la ira pareció intensificarse en la
expresión del doctor Cullen. Apretó los dientes y volvió la cabeza, mirando por la
ventana hacia el patio delantero. Mi corazón latía de manera irregular, los nervios me
hicieron sentir enferma. No tenía idea de lo que estaban hablando, pero estaba claro
que lo que fuera que fuese estaba molestando al doctor Cullen.
Mis ojos se abrieron con sorpresa ante su declaración, mis mejillas inmediatamente se
tiñeron de un cálido rubor. Sentí náuseas y mis rodillas se debilitaron. No podía creer
que hubiera dicho eso y me sentí apenada, casi avergonzada, porque era cierto. Él no
estaba decente. Él había estaba desnudo y yo lo había cubierto antes de irme, pero
conocía a Edward lo suficientemente bien como para saber que habría terminado por
patear la manta en cuestión de minutos. ¿Su padre realmente lo sabía? ¿Estaba en
casa anoche? ¡¿Oh Dios, si él estaba de hecho en casa toda la noche, él nos había
oído?!
Alec rió secamente. "Estoy bastante seguro de que este es uno de esos momentos a los
que Edward se refería, Carlisle", dijo. "Uno de esos momentos en los que ella dice `sí,
señor’, pero que significa algo totalmente diferente".
Lo miré con incertidumbre, preguntándome qué quería decir con eso, y escuché al
doctor Cullen suspirando de irritación. No respondió a la declaración de Alec,
simplemente se alejó de mí y salió de la cocina, en dirección a la sala de estar. Alec se
quedó en la cocina un momento más, mirándome con curiosidad.
"Cuando despiertes a Edward, dile que su padrino viene a verlo," dijo Alec. Empezó a
caminar hacia fuera, murmurando "Tale padre il, cuento il figlio", en voz baja. Me
quedé allí por un momento, confundida y un poco asustada por todo el intercambio.
"Cristo, bebé, no tenías que hacer eso", dijo. "Hubiera preferido tenerte en la cama
conmigo. Quiero decir, eso no quiere decir que no voy a comer el maldito pastel, solo
estoy diciendo... Te prefiero a ti".
"Sí, Alec dijo que había regresado hace unas dos horas desde algún lugar y que había
estado fuera toda la noche. No estoy segura de cuándo volvieron tu padre y Esme... o si
acaso salieron," le dije, vacilante. Me miró con curiosidad antes de hacer un gesto de
negación.
"No quiero saber lo que ese hijo de puta estaba haciendo," murmuró. "Tal vez no
estábamos solos anoche después de todo. Pero lo que sea, no importa. ¿Quieres volver
a la cama? Es todavía jodidamente temprano. ¿Podríamos quedarnos en la cama todo
el día, tal vez tomar una ducha juntos? "
Sonrió con picardía, su mano deslizándose por mi espalda y por encima de mi trasero.
Sonreí, sonrojándome. "Ojalá pudiera, pero ya te he dicho, tu padre ha dicho que tienes
que levantarte. ¿Alec ha dicho algo acerca de tu padrino visitándote?"
Sus ojos se abrieron como platos al oír mis palabras, su expresión se endureció
mientras el color parecía escurrirse de su rostro. "¿Estás segura de que ha dicho mi
padrino?" me preguntó, con la voz con un poco de pánico. Mi frente se arrugó y asentí
con vacilación.
"Quiero decir, dijeron algunas cosas pero no entendí la mayoría. Tu padre pareció
enojarse conmigo por lo de la tarta que he hecho, y luego Alec dijo que era uno de los
momentos de los que les hablaste. ¿Uno de esos momentos donde yo digo 'sí, señor',
pero que quería decir algo más? ¿Eso tiene sentido?" Le pregunté, perpleja. Me miró
por un momento antes de que una pequeña sonrisa adornara sus labios. Él me soltó y
"Sí, ayer dije algo acerca de cómo a veces, cuando tú dice 'sí, señor' probablemente
quieres decir 'vete a la mierda', o algo así” dijo, encogiéndose de hombros. Mis ojos se
abrieron por la conmoción.
"¡Oh Dios, Edward, no lo hiciste!", le dije, dándome cuenta de que simplemente habían
asumido que yo había querido decirle doctor Cullen eso. Él se rio entre dientes.
"Sí, lo hice. No es gran cosa; quiero decir, es la verdad. Si él se molesta contigo porque
me horneas un puñetero pastel, sabes muy bien que querrías decirle que se jodiera"
dijo con indiferencia. Yo solo lo miré boquiabierta, asombrada de que le dijera eso a su
padre. "Pero, lo que sea, no es realmente importante, Bella. No es como si él no lo
supiera ya, yo solo estaba afirmando lo obvio. ¿Han dicho algo más?"
Me encogí de hombros. "Alec dijo algo en italiano. Um, ¿’Tale il padre, tale il figlio’? ", le
dije, tratando de pronunciarlo bien. Sus ojos se abrieron un poco.
"Tale il padre, tale il figlio," repitió. "De tal palo, tal astilla. En realidad has dicho bien
esa mierda. Pero lo que sea, no soy tan parecido a mi maldito padre". Sonreí
suavemente.
"No, no lo eres" le dije, sacudiendo la cabeza. "Eres cálido. Cariñoso. Guapo. Dadivoso.
Divertido. Inteligente. Paciente".
Frunció el ceño y se echó a reír. "¿De quién cojones hablas, tesoro? ¿Cálido?
¿Paciente? ¿Yo?"
Me aparté de él y asentí, diciéndole que iba a tomar una ducha. Se inclinó y besó mis
labios brevemente antes de caminar fatigosamente por las escaleras, refunfuñando
para sí mismo. Hice mi camino hasta la habitación y el baño, me desnudé y me metí en
la ducha. Me lavé, de pie bajo la ducha caliente durante un tiempo, permitiendo que el
agua calmara mi tensión antes de salir y dirigirme hacia la habitación. Me vestí,
colocándome una blusa azul y un par de pantalones negros y deslizándome en unas
bailarinas de color azul que hacían juego con la camisa.
No tenía ni idea de cuándo lo vería, porque no tenía motivos para llevar un abrigo
pronto, pero era una idea que había obtenido de una de las revistas de Alice. Me había
dejado algunas de ellas hacía unas dos semanas, diciendo que pensaba que me
gustaría leerlas. Algunas de ellas eran un poco chocantes y llenas de consejos
sexuales, cosas que me hicieron ruborizar nerviosamente solo de leerlas, solo algunos
de los artículos eran interesantes. Una de ellas estaba llena de consejos sobre cómo
hacer que tu novio se sienta especial y mientras algunos de los consejos iban mucho
más allá de mi zona de confort o mi capacidad, encontré algunos más o menos tiernos.
Había hecho un par de ellos desde que había leído el artículo, como dibujar un
mensaje de "Te quiero" en el espejo después de tomar una ducha por lo que él lo vería
cuando se diera una ducha después de mí. Otro consejo, que era el que acababa de
hacer, era escribir una pequeña nota y dejarla en algún sitio para que él la encontrara
más tarde. Era una tontería, pero yo no era capaz de hacer mucho por Edward en mi
posición, así que estaba dispuesta a hacer lo que pudiera, sin importar lo ridículo que
pareciera.
Me acerqué y tiré el cuaderno sobre el escritorio, mientras que Edward volvía a salir del
cuarto de baño. Retrocedí y lo observé mientras se vestía rápidamente, poniéndose
unos caquis de color canela y un polo negro con rayas azules y blancas. Agarró un par
de Nike y se sentó en el borde de la cama, poniéndoselos. Se tumbó en la cama
después de un momento, un suspiro exasperado escapó de sus labios. Fruncí el ceño y
me acerqué, sentándome cuidadosamente a su lado. Él me miró con el ceño fruncido.
"Te ves muy bien," dijo en voz baja. Sonreí levemente, sintiendo que mis mejillas se
calentaban con rubor.
Mis ojos se abrieron con sorpresa. "¿Quieres decir el hombre que los visitó de
Chicago?" Le pregunté. Él asintió y el miedo me atravesó por el hecho de que él vendría
aquí. Parecía lo suficientemente agradable pero por lo que había oído hablar de él por
el doctor Cullen, era muy peligroso y estaba desesperado por conseguir que Edward se
uniera a su organización. No me gustaba en absoluto, de hecho francamente me
asustaba.
Edward suspiró. "Al parecer, llamó ayer por la noche después de la graduación y le dijo
a mi padre que iba a parar por la zona, desviándose hasta aquí por mi cumpleaños en
su camino a California con su esposa".
"Oh," dije entre dientes, sin saber qué decir al respecto. Edward me miró con
curiosidad, frunciendo el ceño de nuevo. No estaba segura de por qué parecía tan
angustiado sobre ello ya que me pareció que se llevaba bien con el hombre la última
vez que estuvo de visita. Era su cumpleaños, un día que se suponía sería especial para
él, y no me gustó verlo tan molesto. Después de un momento levanté mi mano, pasando
mis dedos por sus labios. "¿Por qué frunces el ceño?"
"No sé lo que va a suceder hoy," dijo, alzando su mano y agarrando la mía. "Aro es un
poco, eh... joder, Bella. No sé. Es un imbécil, supongo. No sé lo que va a decir o hacer o
cómo demonios va a actuar. Te lo he dicho, la gente espera mierda de mí, y yo
simplemente no sé cómo reaccionará cuando se entere de que él no lo va a conseguir".
Lo miré brevemente, absorbiendo sus palabras. "¿Te preocupa que vaya a intentar
llevarte con él ahora que tienes dieciocho años?" Le pregunté. Él asintió, pasándose la
mano por el cabello y agarrando un puñado de él.
"Sí, pero no es solo eso. No estoy preocupado por mí, Bella. Puedo manejarlo. Es solo,
que controla un poco la vida de mi padre, y eso significa que tiene algo que decir sobre
la mierda que mi padre hace. Es jodido, pero Aro ha sido muy indulgente con papá, le
permitió mudarse aquí y practicar la medicina o lo que sea. Cuando se llega a esto, mi
padre en realidad no puede hacer nada sin el sello de aprobación de Aro, y estoy
putamente preocupado por lo que eso pueda significar para ti," dijo. Mis ojos se
abrieron con sorpresa y lo miré fijamente, tratando de averiguar lo que quería decir con
eso.
"¿Estás diciendo que podría... llevarme?" Le pregunté, vacilante, el miedo corría por mí.
Me sentía enferma ante la perspectiva. Edward negó con la cabeza rápidamente.
"Maldición, nadie te llevará, tesoro, ¿me oyes?" Dijo con fuerza, con un tono
"Oh," dije, todavía sin comprender completamente lo que eso significaba, pero no
quería presionarlo. Él suspiró y se puso de pie, extendiendo su mano hacia mí.
"Vamos, amor. No nos preocupemos de esa mierda ahora. Vamos a buscar algo para
desayunar mientras esperamos a esos hijos de puta," dijo. Asentí y me levanté,
tomando su mano. Me llevó fuera de la habitación, a la planta baja, sentado sobre el
mostrador, como de costumbre, mientras yo comenzaba el desayuno. Hice el favorito
de Edward, tostadas francesas junto con panceta y trozos de fruta. A mitad de la
cocción Emmett y Jasper finalmente regresaron a casa, después de haber estado fuera
toda la noche, y Alice y Rosalie aparecieron unos minutos más tarde. Edward gruñó
con disgusto cuando vio que Alice traía un montón de globos para él, quejándose sobre
que eran innecesarios porque él no era un niño. Personalmente pensé que era un gesto
dulce, sonriendo alegremente cuando los vi.
Esme bajó poco después de que los chicos regresaran a casa, entrando en la cocina y
echándome una mano. Le dije que no era necesario, que era una invitada y no tenía el
deber de hacer el trabajo, pero ella insistió. Hicimos comida extra para que todos
pudiéramos comer, y nos sentamos juntos en la mesa cuando terminamos. La comida
fue un poco más cómoda que la del día anterior, ya que había más gente presente y
me sentí como que podía estar fuera del centro de atención más fácilmente. Edward
parecía un poco nervioso, sin embargo, y continuó intercambiando miradas curiosas
con su padre y Alec.
Después del desayuno, todos se dispersaron. El doctor Cullen y Alec tomaron asiento
en la sala de estar, mientras que todos los chicos se dirigieron arriba. Edward trató de
que fuera arriba pero le dije que se adelantara y me escabullí a la cocina, tratando de
pasar desapercibida. Sin embargo, Esme me vio, y me siguió un momento después. Le
dije una vez más que no era necesario y que yo misma podía limpiar, pero ella no me
escuchó. Las dos estuvimos calladas al principio, pero notaba que tenía algo en su
mente en base a las miradas que me estaba dando. Me pregunté qué era y consideré
solo preguntarle, pero antes de que pudiera por fin habló.
"Mi marido no es un hombre malo," dijo ella, con voz suave. Me quedé inmóvil y la miré.
"Yo... Yo no he dicho que lo fuera," le dije rápidamente. "Quiero decir, no creo que..."
Ella sonrió suavemente, asintiendo y levantando su mano para detenerme. "Lo sé. He
sentido la necesidad de decirte que él no es un hombre malo. Sé que Alec puede
parecer bastante cruel, pero tiene un corazón.” Ella hizo una pausa y se dirigió hacia
mí, cruzando los brazos sobre el pecho y apoyando la espalda en el mostrador. "¿Te
"Sí. Mi marido aún cree eso, ya sabes. Los tiempos pueden ser diferentes, pero no ha
cambiado realmente. Alec sabía que Carlisle hizo algo que era esencialmente malo,
pero sabía que mi hermano tenía buenas intenciones. Alec reconoció que Carlisle
estaba simplemente tratando de proteger a su familia por cualquier medio necesario,
incluso si eso significaba hacer algo que no debería hacer. Mi marido apoyó a Carlisle,
intervino para ayudarlo, porque él podía respetar eso. Él quizás no haya querido
intervenir, y honestamente nunca lo hace realmente, pero lo hizo, independientemente.
Ese es mi marido," dijo. Hizo una pausa, negando con su cabeza. "Él es un buen
hombre con buenas intenciones, pero él es un hombre que a veces tiene que hacer
cosas malas por ello. ¿Lo entiendes? "
Asentí, vacilante. "Sí", le dije. Podía entender eso, sobre todo después de que el doctor
Cullen y Edward me explicaran cómo era la vida de la mafia. Ella sonrió y me miró
fijamente por un momento, su mirada me hizo sentir un poco incómoda. Aparté la vista
y comencé a cargar el lavavajillas, insegura de por qué ella me decía esas cosas.
“Bien. Mi marido se ocupa de los suyos," dijo, dando un paso hacia mí. Me tensé
instintivamente mientras sus manos se levantaban. Ella palmeó mis mejillas y levantó
mi cabeza para mirarme. "¿E Isabella? Eres de la familia ahora."
Mis ojos se abrieron cuando me quedé helada, sorprendiéndome de que ella dijera
eso. "Yo..." Empecé, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas. No estaba segura
de por qué estaba reaccionando con tanta intensidad, ya que no era la primera vez
que uno de ellos me llamaba familia, pero algo sobre ella diciéndome eso descontroló
mis emociones. Ella siempre parecía tan cálida y amorosa... tan maternal... y eso me
destrozó con un intenso anhelo, culpa, amor y una docena de diferentes emociones.
Antes de que pudiera tratar de juntar las palabras para responder, el sonido de un
coche fuera nos desconcentró. Me puse nerviosa, el familiar miedo me golpeó cuando
vi el coche negro. Esme suspiró, mascullando una maldición en voz baja que me
impactó. La miré con sorpresa y ella sonrió tímidamente. "Es hora de fingir que nos
gusta la gente."
Él asintió y ella se dio la vuelta, saliendo de la cocina. Me cogió y me atrajo hacia él,
presionando sus labios contra los míos rápidamente. "Ven a sentarte en la sala de estar
conmigo, ¿de acuerdo?"
Asentí y él vaciló, pero me alejé cuando se abrieron las puertas del coche. Miré por la
ventana, reconociendo a Aro inmediatamente por su anterior visita. Llevaba un traje
gris y una mujer iba con él. Ella tenía el cabello oscuro muy largo y llevaba un vestido
sin mangas, ligeramente estrecho, de color marrón y de lujo con un par de zapatos de
tacón alto. Parecía hermosa desde la distancia, pero cuanto más se acercaba a la
casa, menos real parecía. Era extraño, pero parecía casi como si estuviera hecha de
plástico. Su rostro era inexpresivo y revestido por el maquillaje, con el cuerpo rígido y
casi desproporcionado. Cada parte de ella parecía fabricada.
"A usted también, señor", le dije en voz baja. Un carraspeo a su lado y miré, mis ojos
cayendo sobre la mujer que lo acompañaba. Ella me estaba mirando con disgusto y
parecía aún peor de cerca. Le entregué una copa. "Aquí tiene, señora".
Ella la tomó con cautela, llevándolo hasta la nariz e inhalando. La miré con confusión
mientras su nariz se arrugaba. "Esto no está bien hecho", dijo bruscamente,
empujándola hacia mí con tanta fuerza que casi se derramó. Mis ojos se abrieron por
la sorpresa y la sala se calló al instante, centrando la atención directamente en mí. Me
sonrojé de vergüenza y extendí la mano, tomando la copa de ella.
"Yo... lo siento," le dije, instintivamente, sin saber qué más decir. Me fui a dar la vuelta y
"Debo estar perdiendo mi toque," dijo Esme. "Y yo que pensaba que lo había hecho a la
perfección, pero debo haber cometido un error".
La señora nos miró a Esme y a mí con irritación. "Debo haberme equivocado", dijo,
levantando su mano. Esme le devolvió el vaso y ella lo cogió, lo llevó a sus labios y
tomó un sorbo. "Perfecto, como siempre, Esme".
Esme sonrió, asintiendo. "Ya me lo imaginaba. Todos cometemos errores ", dijo con un
toque de diversión en su voz. Me miró brevemente antes de caminar hacia una silla al
otro lado de la habitación y se sentó en ella. Alec, que estaba de pie a un lado, se abrió
paso hasta Esme y se sentó en el brazo de la silla a su lado. Ella lo miró, sonriendo, y
la comisura de sus labios se levantó mientras la miraba. Su expresión se suavizó
mientras miraba a su esposa, y por primera vez parecía casi feliz.
"Sulpicia," dijo Aro con firmeza, su voz era baja. "Siete ben consapevoli che no sí ne
parla."
Ella levantó la mano, todavía mostrándose divertida. Una sonrisa casi malvada se
formó en sus labios, molestándome y haciendo que mi ansiedad aumentara. No
conocía a esta mujer, pero estaba claro que no era muy amable. "Mis labios están
sellados", dijo, negando con la cabeza. Mi ceño se frunció en confusión y miré a
Edward, que parecía tan confuso sobre el intercambio como yo. Miré a doctor Cullen, la
ira intensa irradiaba de él, pero me di cuenta de que estaba tratando de controlarla.
Algo muy malo debió haberle molestado y yo esperaba que no fuera algo que yo
hubiera hecho mal.
Edward me atrajo hacia él, apoyando su cabeza en mí. "Nunca vuelvas a disculparte
por algo que no has hecho. Eres mejor que eso, ¿me oyes?” Dijo en voz baja, solo lo
suficientemente alto como para que yo lo oyera. Asentí y él suspiró, llevando luego la
copa a sus labios. Tomó un trago, pareciendo sorprendido. "Mírate, mejorando mi
bebida y toda esa mierda. Joder, eres demasiado buena para mí, nena".
"Me temo que no vamos a ser capaces de quedarnos mucho tiempo. Mi esposa y yo
tenemos un vuelo a Seattle esta noche para unas cortas vacaciones en California, pero
quería venir y desearle a mi ahijado un feliz cumpleaños," dijo alegremente.
"Te lo agradezco. No esperaba verte así que es una maldita sorpresa," dijo Edward. Aro
asintió.
"Sí, bueno, no todos los días mi ahijado cumple dieciocho años," dijo. Sentí a Edward
tensarse cuando Aro continuó. "Es un gran acontecimiento”.
Aro se rio, el sonido envió un escalofrío por mi espalda. "Oh, pero es diferente. Eres un
adulto ahora, Edward. Eres libre de tomar tus propias decisiones, seguir el camino que
tú elijas. Eso, mi querido muchacho, es realmente importante," dijo. Hizo una pausa
antes de reírse una vez más. "Y estoy seguro que ese fondo fiduciario que has
adquirido a media noche no hace daño."
Mi ceño se frunció en confusión y miré a Edward, viendo una suave sonrisa en los
labios. "Sí, el dinero es bueno," dijo en voz baja. La sonrisa de Aro creció mientras
asentía.
"Hablando de eso, sé que ahora tienes suficiente dinero para comprar cualquier cosa
que quieras, lo que hace los regalos esencialmente innecesarios, pero quería darte una
cosita de todos modos," dijo. Se puso en pie y le tendió la mano a la mujer que lo
acompañaba, quien me di cuenta que debía ser su esposa. Metió la mano en su bolso
y sacó una pequeña caja con un lazo rojo en ella, entregándosela a Aro. Se acercó
hacia nosotros, entregándosela a Edward.
"Eh, gracias," dijo Edward, tomando el regalo. Retiró el lazo y abrió la tapa de la caja,
paralizado mientras miraba en su interior. Metió la mano en la caja después de un
momento y sacó un reloj de plata, mirándolo fijamente. Una mirada de sorpresa cruzó
su rostro mientras lo miraba. "¿Un maldito Rolex?"
Edward asintió, pareciendo poco aturdido. Se quitó el reloj que llevaba puesto y me lo
dio, colocándose así el nuevo. Echó un vistazo a la caja negra, con un suspiro. "Mierda,
gracias. Siempre he querido uno de estos".
La sonrisa de Aro se iluminó. "De nada," dijo, sonando bastante satisfecho de sí mismo.
"Así que, dime, Edward. ¿Tienes planes para este verano?"
"Estoy seguro que el último año de la escuela me pateará el culo por un rato," dijo. Aro
levantó las cejas inquisitivamente.
"La universidad, supongo," dijo vacilante. "No sé dónde, no he pensado mucho en eso.
Tal vez en algún lugar cálido y no tan malditamente húmedo como Forks".
"Maravilloso", dijo con forzada alegría, mirando a Edward brevemente antes de mirar
hacia el doctor Cullen. Le miré también, notando que estaba mirando a Edward. Aro
observó al doctor Cullen, como si estuviera esperando que hablara, pero el doctor
Cullen no dijo una palabra. La sala quedó en silencio por un momento, la atmósfera
tensa, antes de que Aro se aclarara la garganta.
"¿Y qué hay de la chica?" dijo, girando sus ojos hacia mí. Me tensé, mis ojos se abrieron
cuando el foco se movió en mi dirección. No estaba segura de lo que quería decir con
eso, pero no me gustaba ser el centro de atención.
"¿Qué pasa con ella?" Preguntó Edward con un borde duro en su voz. Al igual que yo,
estaba claro que no le gustaba el cambio en la conversación.
"Solo estoy curioso en cuanto a lo que pretende hacer tu familia con ella, eso es todo",
dijo Aro. "Quiero decir, supongo que dada tú, eh, situación, no vas a permitir que ella se
quede atrás o sea entregada."
Yo escuché al doctor Cullen suspirar en voz alta y lo miré. Él me miró con curiosidad
por un momento antes de volver a mirar a Aro. "He estado acostumbrándola al mundo
exterior con la esperanza de que algún día pueda unirse a él," dijo con cautela, sus
palabras me aturdieron. Parecía elegir cuidadosamente sus palabras, lo que me
recordó lo que Edward había dicho arriba acerca de que Aro tenía voz y voto en las
decisiones importantes.
El doctor Cullen me miró brevemente antes de asentir. "Sí," dijo. "Yo respondo por ella."
Aro se rió secamente. "Estoy seguro de que lo harías, Carlisle, pero me temo que tu
juicio se nubla cuando se trata de esto. Después de lo que pasó con... bueno... ya
sabes... Estoy seguro de que tu opinión puede ser tomada enteramente por su valor
nominal".
"No es lo mismo", dijo el doctor Cullen rápidamente. "Esto no tiene nada que ver con
eso."
"Esto tiene mucho que ver con eso, Carlisle," dijo Aro bruscamente. "Tú conoces los
peligros y riesgos. Solo no puedes dejarla ir y esperar lo mejor, sin que alguien tome la
responsabilidad por ella y no estoy del todo seguro de que seas capaz de eso".
"Yo lo haré," dijo Edward. "Si quieres que alguien se haga cargo de ella, yo lo haré." Me
preguntaba exactamente qué significaba que Aro negara con la cabeza en respuesta.
"Tú sabes que no puedes hacer eso, muchacho. No eres un Borgata, no puedes
responder por ella," dijo, mirándome. "Es que no estoy del todo seguro de cuál es el
curso de acción correcto. Sin ánimo de ofender".
"Yo lo haré."
"¿Qué?" preguntó Aro con sorpresa. Alec me miró un momento más antes de mirar en
dirección a Aro.
"Necesitas a alguien que asuma la responsabilidad por ella, así que lo haré. Yo
respondo por ella," dijo. Aro parpadeó un par de veces, pareciendo aturdido, antes de
asentir.
"Está bien", dijo vacilante, volviendo la cabeza para mirarme. "Es todavía joven, pero
cuando llegue el momento supongo que no debería ser un problema en este caso."
"Está decidido entonces," dijo Alec simplemente. Volvió la cabeza para mirarme, con
mirada intensa, una vez más. Esme se movió en su silla a su lado y yo la miré,
encontrando sus ojos. Sus labios se volvieron hacia arriba en una sonrisa, en su cara
grabado el orgullo.
El resto de la tarde fue un poco tensa, y Aro seguía dándonos a Edward y a mí miradas
extrañas. Definitivamente no estaba contento con la situación y me di cuenta de que
era porque él me veía como una complicación. Antes de mi llegada, Edward había
estado en camino de ser enviado directamente a Chicago, pero ahora Edward parecía
dispuesto a ir a cualquier parte menos allí. ¿Yo realmente había hecho eso?
Edward no parecía muy cómodo con su compañía, mientras seguía inquieto y pasando
sus dedos por su cabello cada vez que podía. Emmett y Jasper bajaron junto con
Rosalie y Alice finalmente, y el doctor Cullen les envió por pizzas para el almuerzo.
Comimos y cortamos el pastel cuando terminamos, todo el mundo tomó una porción,
excepto el doctor Cullen. No estaba segura de cuál era su problema con la tarta de
crema italiana, pero cada mención de ella parecía irritarlo.
Aro y su esposa partieron casi a las cuatro de la tarde, ya que necesitaban volver a
Seattle para coger un avión a California. Yo estaba la cocina para empezar a hacer la
comida favorita de Edward para la cena cuando Aro apartó a Edward hacia un lado en
el vestíbulo para hablar con él. No podía oír lo que decían, pero Edward estaba
escuchándolo con atención, mirándolo bastante tenso. Después de que se fueron
Edward entró en la cocina, caminando detrás de mí y envolviendo sus brazos a mi
alrededor. Se inclinó y me dio un cálido beso en el cuello, suspirando.
"La misma mierda de siempre,” dijo. “Me dijo que debo considerar salir e ir a visitarlo
este verano," dijo.
"¿En serio?", le pregunté. "¿Tú vas…? eh... ¿tú vas a ir?" Él se encogió de hombros otra
vez, saltando desde el mostrador y preparándose otra bebida.
Asentí, un poco aliviada por esa respuesta. Ya estaba preocupada por pasar una
semana lejos de él cuando se fuera a su campamento de fútbol en Seattle, así que no
podía imaginarme que él volara a través del país y me dejara atrás.
Terminé la cena y nos sentamos todos a comer, el ambiente en la casa era mucho más
relajado por la partida de Aro y su esposa. Todavía no estaba completamente cómoda,
ya que podía sentir los ojos de Alec en mí durante toda la comida, pero aguanté.
Después de la cena Edward abrió los regalos de la familia. Me sentía muy mal, al no
haber tenido forma de darle cualquier cosa, y miré con nostalgia como otros le daban
regalos. Después, pusieron una de las películas que le habían regalado y conversaron
informalmente durante la misma, pero no podía centrarme en la televisión o en la
conversación. Mi mente estaba atrapada en los acontecimientos del día y las cosas
que se habían dicho, tratando frenéticamente de absorber todo y darle sentido. ¿Ellos
realmente planeaban liberarme? ¿Qué significaba eso para mí? ¿Qué iba a hacer,
dónde iba a ir? ¿Era realmente así de simple? ¿Alguien responde por mí, sea lo que
sea que eso signifique, y entonces me puedo ir? Todos esos pensamientos que había
tenido sentada en el auditorio de la escuela de Forks vinieron flotando hacia mí, todos
los sueños y esperanzas y posibilidades para mi futuro. Había sido capaz de
imaginarlo, pero ahora casi podía sentirlo. ¿Una vida real, para mí?
"Ey," dije con voz ronca, mi voz llena de sueño. Me aclaré la garganta, tratando de
quitarme la ronquera. "¿Qué hora es?"
"Eso está bien", murmuré, consolada por su presencia. No tenía idea de qué era
exactamente Scarface, pero sonaba como una película de terror. Él se rio entre dientes,
envolviendo sus brazos a mi alrededor y me atrajo a su pecho.
"¿Te sientes bien, Bella?" Me preguntó en voz baja, su mano acariciando mi espalda
suavemente. Tarareé en respuesta, asintiendo con la cabeza contra él.
"Me has dado a ti misma, Isabella. Eso es todo lo que necesito. He obtenido la mitad de
mi fondo fiduciario esta mañana. No necesito ninguna maldita cosa de ti, puedo
conseguirla yo mismo," dijo.
"¿En total? Un par de millones. He obtenido la mitad esta mañana y tendré la otra
mitad en tres años, cuando cumpla los veintiuno," dijo.
"Sí, es lo que mi abuelo nos dejó cuando murió," dijo, bostezando. "Es solo dinero,
realmente no importa, pero es suficiente para mí y para ti, para vivir y ser capaz de
hacer lo que queremos hacer."
"¿En serio?" Le pregunté con sorpresa. "Quiero decir, ¿ellos en realidad hablaban en
serio sobre eso de liberarme?"
Suspiró. "Yo no diría que es fácil. Conseguir que alguien de fe por ti puede haber sido
fácil, pero la parte más difícil está por delante de nosotros".
Asentí contra su pecho. "¿Pero voy a ser… libre?", Le pregunté, vacilante. Él tarareó otra
vez, apretándome con fuerza.
"Sí, tesoro, serás libre. Libre para hacer lo que quieras en la vida. Libre para ir a la
escuela, y casarte conmigo, y hacer un mierdero de bebés, si eso es lo que quieres.
Libre para dejar mi culo, también, si prefieres hacer eso," añadió con una sonrisa. Mis
ojos se abrieron con sorpresa y me senté, sacudiendo la cabeza con rapidez.
"Nunca te abandonaré," le dije con fuerza, sorprendida incluso de que pudiera pensar
eso. Él suspiró y se irguió sobre los codos, mirándome en la oscuridad.
"Es bueno escuchar eso, amore," dijo con seriedad, inclinándose y besando mis labios
suavemente.
Ambos nos quedamos en silencio por un rato y comencé a irme a quedarme dormida.
"¿Edward?" Murmuré curiosamente después de un momento. Él murmuró en respuesta,
sonando medio dormido. "¿Qué quiere decir cuando alguien responde por ti?"
Suspiró y se quedó quieto por un rato, casi durmiéndome mientras me imaginaba que
él no estaba lo suficientemente coherente como para responder. Pero por fin habló, su
voz era apenas lo suficientemente alta como para que lo oyera.
"Significa que garantizan tu lealtad. Si metes la pata pagan por ello. Los esclavos no
son los únicos que pagan por los errores de otros, Bella. Alec acaba de jurar que si
cometes un error, pagaría por ello con su vida".
*************
Siete ben consapevoli che non se ne parla = Eres muy consciente de que no hablamos
de eso
Edward cullen
Gemí y me levanté sobre mis codos para ver a Isabella. Estaba un poco borracho, no
había razón para negar esa mierda, no deseaba más que cerrar mis putos ojos y
dormir. Pero ella estaba sentada allí mirándome con esa expresión sorprendida en su
rostro, y sabía que no había manera de evitar hablar de esto. Me pregunté brevemente
si tal vez debía haberle mentido o ignorarla cuando me preguntó lo que significaba el
que alguien responda por ti, pero estaba cansado de tener secretos con ella, en
especial si no tenía que hacerlo. Ya de por sí le ocultaba mucho, no podía decirle la
mierda que mi madre había hecho, y no quería ocultarle nada más. Tenía derecho a
saber lo que él acababa de hacer por ella y en mi estado de ebriedad pensé que tal
vez la haría sentirse segura o protegida.
Debería haber sabido que esa mierda no funcionaría. Debería haber sabido que solo
la haría entrar en pánico.
“Él no puede hacer eso, Edward,” repitió por lo que pareció la maldita quincuagésima
vez en cinco minutos.
“Él puede y lo ha hecho, Bella,” le dije. Ella negó rápidamente con la cabeza.
“¡Pero él tiene que retractarse! No puede hacer eso… no puede pagar por mis errores,”
dijo ella, su voz llena de emoción. Podía decir que estaba tratando con todas sus
fuerzas contener sus lágrimas y me sentí culpable sabiendo que si hubiera mantenido
la maldita boca cerrada ella no estaría al borde del llanto. Sabía cómo se sentía sobre
que otras personas pagaran por sus errores, me lo había dejado muy claro
anteriormente, que era una de las cosas que más temía que pasara.
Suspiré y pasé la mano por mi cabello, sin saber cómo explicarle esto de manera que
se calmara. “¿Qué errores, Bella?” Pregunté finalmente. Su ceño se frunció y ella se
quedó mirándome confusa. “¿Qué errores tienes planeado cometer por los cuales él
“¿A qué llaman ellos un error?” Preguntó. Suspiré de nuevo y me encogí de hombros.
“No son tantos los errores como las opciones de vida, supongo. Que alguien los delate
es su mayor preocupación, así que a menos que planees ir a la policía y decirles que
eres una esclava de la mafia no veo cuál es el puto problema,” le dije.
Yo asentí. “Yo lo sé y tú lo sabes. Demonios, todos sabemos esa mierda. Pero alguien
tiene que responder por ti de todos modos, algo como un depósito de garantía o
colateral o lo que sea. Alguien tiene que asumir la jodida responsabilidad, en caso de
que todos estuviéramos equivocados,” le dije. No dudaba en absoluto de su lealtad,
simplemente así eran las cosas. Ella se quedó en silencio por un momento, al parecer
asimilando lo que había dicho. Entendí que probablemente era sorprendente para ella
que mi tío la defendiera, y probablemente lo sentía como otra carga más que tenía que
llevar, pero en realidad era todo lo contrario. En todo caso, era como quitarle un
maldito peso de sus hombros.
“Yo no…” Empezó a decir, suspirando. Se detuvo y dio una respiración profunda,
haciendo un gesto de negación. “No entiendo por qué. No entiendo por qué haría algo
así por mí.”
Una lágrima se deslizó por su mejilla cuando ya no pudo contenerlas. Extendí mi mano
para limpiarla con la punta de mis dedos, mi corazón dolía al verla. Joder, odiaba
cuando ella lloraba. “Alguien tenía que hacerlo, Bella. O lo hacía él o lo hacía yo,” le
dije en voz baja. Su ceño se frunció.
“Pero él dijo que tú no podías porque no eres uno de ellos,” dijo titubeante. Yo asentí,
limpiando otra lágrima que se había deslizado.
No había sido fácil mantener la puta boca cerrada cuando se sentaron frente a mí
discutiendo acerca de qué demonios iba a pasar con mi chica, pero de todos modos lo
hice. Sabía que abriéndola solo nos hundiría más porque eso era exactamente lo que
Aro quería.
“Él trató de usarme para que te unieras,” dijo en un murmullo, después de que parecía
haber asimilado lo que le acababa de decir.
“Sí. Mira, él sabe lo que siento por ti, lo sabe desde la última vez que nos visitó.
Consideré hacer todo lo que pudiera y mantener la distancia contigo mientras él
estuviera aquí para que no hiciera esa mierda, pero Alec me dijo que no tenía sentido.
Aro me sermoneó la última vez sobre aprender a equilibrar mi amor por ti con mi
compromiso con mi familia. Se acaba de dar cuenta que ignoré cada maldita palabra
que dijo y que he dejado que mi corazón ganara, sin importarme una mierda la
familia, así que él usó eso para tratar de manipularme y hacerme cambiar de opinión.”
Hice una pausa, suspirando.
“Aro sabe malditamente bien lo que mi padre planea hacer contigo, sabe esa mierda
desde el primer día, y él no habría dejado que mi padre respondiera por ti porque sería
jodidamente fácil. Pensó que podía intimidarme para que me uniera, sabiendo que lo
haría para asegurar tu libertad si tenía que hacerlo, pero no tomó en cuenta el hecho
de que Alec te defendería,” le dije. Yo mismo estaba sorprendido de que él hubiera
hecho esa mierda, ya que Alec no es de los que ayudan a los demás, así que ni
siquiera podía imaginarme cuan sorprendido estaría Aro con toda esa mierda.
Ella se quedó callada por un momento, las lágrimas continuaban corriendo por sus
mejillas. Las limpié y solo la miré, sin decir nada y dándole tiempo para asimilar todo.
“Simplemente no quiero que nadie salga lastimado por mi culpa,” dijo suavemente.
“Lo sé,” le dije. “No tienes por qué preocuparte por Alec. Él sabe lo que hace. Si no
estuviera seguro de que esto es lo que tiene que hacer, no lo hubiera hecho. Puede que
no confíes en ellos, Bella, pero tienes que confiar en mí cuando te digo que es la única
forma, cariño. Es la única forma en que podemos estar juntos, la única forma en que
puedes ser libre. Todo va estar bien.”
Ella se quedó mirándome y esperaba como el infierno que captara lo que le estaba
diciendo y que tuviera sentido. No tenía idea de cómo funcionaba esa putada de la
esclavitud, y hasta hoy no tenía idea lo que hacían para liberar a alguien.
Simplemente había asumido que ella podía irse y ya, pero era más ingenuo sobre todo
eso de lo que pensaba. Cuando fui a hablar con mi padre y Alec, me explicaron por
qué podía haber riesgos, no era común dejar ir a un esclavo. Ellos veían mierda que no
debían ver, y escuchaban mierda que no debían escuchar, y la única forma en la que
Deseaba que Isabella pudiera entender exactamente lo importante que era esa
mierda, cuánto había sacrificado mi familia y seguía sacrificando por ella de manera
que supiera exactamente cuan especial era ella... que ella lo valía, pero tenía miedo
que decirle esa mierda resultara contraproducente y la hiciera sentir culpable. Ella
estaba ganando seguridad en sí misma y autoestima como una posesa y explicarle lo
que las personas estaban poniendo en juego por ella podría matar cada pizca de
progreso que hubiera hecho. No quería que se sintiera presionada o pensara que se
esperaba perfección, porque no era así, pero la conocía suficientemente bien para
saber cómo lo vería ella. Se sentiría como si tuviera que romperse el trasero para estar
a la altura y nunca entendería que la única mierda que queremos de ella es que sea
jodidamente feliz y que viva de verdad.
“Confío en ti,” dijo finalmente, su voz baja y llena de emoción. Suspiré, parcialmente
aliviado de que no me presionara para que le diera más que una explicación. Extendí
mis brazos y la rodeé con ellos, haciendo que se recostara en la cama. Agarré la
manta y nos cubrí a ambos, tratando de relajarnos. Mis ojos ardían por el cansancio y
mi maldita cabeza comenzó a palpitar por pensar demasiado. Solo quería dormir y
olvidarme de todas esas tonterías por un rato.
“Está bien,” dijo con suavidad, acurrucándose en mis brazos. Cerré mis ojos,
disfrutando de su calor, el sueño me sorprendió rápidamente. “Te amo, Edward,”
susurró después de un momento, su voz apenas audible. Murmuré en respuesta.
Abrí los ojos mucho más tarde en una habitación más iluminada y parpadeé un par de
veces, mirando alrededor. Me senté y miré el reloj de alarma sobre la mesa,
sorprendido cuando vi que ya era casi mediodía. Estaba adormilado y me sentía algo
desorientado, mi cabeza latía vehementemente. Me quedé allí por un momento,
tratando de aclarar mi mente y de despertarme, sintiéndome extraño por alguna
Me obligué a salir de la cama y me dirigí al baño para tomar una ducha rápida. Salí
después de quitarme el sudor y la suciedad de encima, lavando mis dientes y
mirándome al espejo. Me veía agotado y necesitando desesperadamente un puto corte
de cabello, pero además de eso me seguía viendo como el Edward Cullen de siempre.
Los mismos ojos verdes, el mismo cabello rojizo, la misma sonrisa. El mismo yo que he
visto todos los días durante años, pero no me sentía como la misma persona. No era
porque fuera mayor o porque me sintiera más sabio o cualquiera de esas tonterías. Me
sentía diferente por ella. Me sentía completo, como si la pieza perdida finalmente
estuviera allí y estuviera completo de nuevo.
No sabía dónde demonios estaría ella en ese momento, pero sabía que no estaba lejos
y ese simple hecho me tranquilizaba. Me sentía como un maldito hijo de puta mariquita
admitiéndolo, pero ella me había domado. Antes de que llegara a mi vida, siempre
había dicho que cualquier día escogería la lujuria sobre el amor, pero me retracto de
esa mierda. Después de encontrar el amor con Bella, lo elegiría en un puto segundo en
lugar de cualquiera de esas aventuras sin ataduras.
Crucé los brazos sobre mi pecho y me apoyé sobre el marco de la puerta, solo
observándola durante un momento. Se veía extasiada en esta habitación, siempre
parecía relajada y contenta rodeada de libros. Tenía curiosidad por saber si era algo
natural en ella o si era el resultado de su educación. Me preguntaba si los libros le
fascinaban porque nunca antes había tenido acceso a ellos, o si simplemente había
nacido como un puto ratón de biblioteca.
Sacó un libro de piel marrón del estante, frunciendo el ceño mientras estudiaba la
cubierta frontal con atención. Me reí entre dientes por su expresión y sus ojos volaron
en mi dirección, con una expresión de sorpresa en su rostro. Ella sonrió cuando me vio
y se ruborizó. “No te he oído entrar,” me dijo. Me encogí de hombros, todavía
observándola.
“No eres la única que sabe ser silenciosa,” le dije. Ella sonrió.
“Sí, bueno, al menos no ha estado a punto de darte un puto infarto,” le dije. “Solías
asustarme como el demonio. Estaba seguro que mi corazón se detendría un par de
veces.”
Ella se volvió para mirarme, levantando sus cejas. “No estés tan seguro de eso,” me
dijo. “Haces que mi corazón se acelere cada vez que te acercas a mí. A menudo me
pregunto si se parará por exceso de esfuerzo.”
Me eché a reír y negué con la cabeza, quitándome del marco de la puerta. Me acerqué
a donde ella estaba, contento de que pareciera estar de buen humor esta mañana.
Había estado preocupado por cómo actuaría después de nuestra conversación de
anoche, pero me alegró ver que parecía haberlo aceptado. La abracé e incliné mi
cabeza, presionando mi boca en la de ella. Abrió sus labios y la besé
apasionadamente, nuestras lenguas entrelazándose en armonía. Me aparté después
de un momento, mordiendo su labio inferior con suavidad. Ella respiraba con un poco
de dificultad mientras me miraba con ojos amplios. “¿Cómo está tu corazón?” Le
pregunté en voz baja, extendiendo mi mano y presionando mi palma en su pecho. Ella
sonrió y parpadeó un par de veces, consiguiendo controlarse de nuevo.
“Parece como si fuera a explotar,” me dijo. Me reí entre dientes y planté otro suave beso
en sus labios.
“Lo prometo,” le dije, extendiendo mi mano y pasando mi dedo índice por sus labios.
Ella soltó su labio inferior y sonrió. “Haré lo que tenga que hacer para asegurarme de
que siga latiendo, tesoro.”
“Lo sé, es solo que… no lo sé,” me dijo, sonrojándose. “He pensado que debería
aprender algo. Si voy a ser libre probablemente no debería ser estúpida.” Suspiré e
hice un gesto de negación, al notar que estaba avergonzada. No me agradaba que se
menospreciara y se subestimara a sí misma de esa forma.
“No eres estúpida, Bella. No quiero escuchar que digas esa mierda. Me deslumbras con
lo naturalmente inteligente que eres. No cualquiera puede ver un episodio de Jeopardy
y repetir cada jodida cosa que ha escuchado en él,” le dije. Ella me miró con
incredulidad y me eché a reír. “Lo digo en serio. Sin embargo, no tiene nada de malo
aprender. Si quieres aprender, estoy de acuerdo. En realidad, ¿sabes qué? Tengo una
idea.”
“¿Necesitas algo, hijo?” Mi padre preguntó con curiosidad desde el otro lado de su
escritorio. Tenía su ordenador portátil abierto frente a él y sus dedos fijos sobre el
teclado mientras me miraba.
“Sí. Bueno, quiero decir, no justo en este maldito momento, pero pronto,” le dije. Él
asintió y levantó la mano para pellizcar el puente de su nariz. Dirigió su mirada a
Isabella después de un momento y yo le eché un vistazo a ella, viendo una expresión
de confusión en su rostro. Estaba a punto de explicarle lo que era un puto GED porque
“Supongo que depende de para qué lo quieres exactamente,” dijo. “Me refiero a que,
podríamos fácilmente conseguirle uno pero puede que no pase un proceso de
investigación riguroso.” Yo negué con la cabeza.
“Sé que puedes hacer que te hagan uno, pero eso no sirve de nada. Estoy hablando de
que ella consiga uno,” le dije. ¿Cuál es el maldito punto en conseguirle un GED si ella
no aprende ni una mierda al hacerlo?
“Oh,” él dijo, volviéndose para mirar a Alec. “Supongo que no sería muy difícil. Ella
tiene una licencia de conducir que Charles me dio con su nombre y una foto y eso es
todo lo que piden como prueba de identidad. Son bastante indulgentes con los GED,
sin que certificados de nacimiento ni números de la seguridad social sean en realidad
necesarios. Puede que le pidan su número de la seguridad social pero puede negarse
a revelarlo, y aun así tendrían que permitirle hacer el examen. Todo lo que tienes que
hacer es asegurarte que esté lista y llevarla a hacer el examen.”
“¿En serio?” Pregunté, bastante sorprendido de que fuera tan malditamente fácil.
Había pensado que tendríamos que salvar muchos obstáculos o algo así. Él asintió y
yo sonreí satisfecho. “Bueno demonios, ojalá hubiera sabido eso antes.”
Todos nos giramos para ver a Isabella y ella nos miró a todos con confusión. “¿GED?”
Preguntó vacilante. Suspiré asintiendo.
Yo asentí, sin que en realidad me importara una mierda lo que significaban las
malditas letras porque todo quería decir la misma cosa, y volví a mirar a Isabella. Ella
miraba al frente con incredulidad. “¿Un certificado?” Preguntó después de un
momento, mirándonos de nuevo.
Sus ojos se abrieron por la sorpresa. “¿De verdad?” Preguntó. Yo asentí. “¿Y puedo…
conseguir uno de esos? ¿Un GED?”
“Es decir, si quieres uno,” mi padre intervino. “La decisión es tuya, Isabella.”
Sus ojos se ampliaron aún más por las palabras de mi padre y se le pusieron vidriosos
casi al instante. Ella parpadeó un par de veces, tratando de contener las lágrimas. En
ese momento me di cuenta de lo importante que era esto para ella. Mi padre, el hombre
a quién veía como su amo, el hijo de puta que controlaba su vida, le acababa de decir
que podía tomar una decisión sobre si quería o no recibir educación. Ella volvió su
cabeza para mirarlo y abrió su boca, pero no salió ningún sonido. Aclaró su garganta
después de un momento y simplemente asintió, levantando su mano para cubrir su
boca. Parecía completamente atónita, joder, casi aturdida. Mi padre se quedó
mirándola brevemente antes de que él mismo asintiera.
“Bueno, supongo que está arreglado entonces. Seguro que puedes encontrar algún
lugar de prácticas on-line para prepararla, y cuándo esté lista puedes llevarla a hacer
el examen. Nada más que eso y tendrás que esperar los documentos apropiados. Va a
llevar un tiempo conseguir un certificado de nacimiento o seguro social para ella,” dijo,
volviendo su atención de vuelta a su ordenador.
Me detuve y miré hacia Isabella antes de asentir. Ella salió al pasillo y yo me volví de
nuevo, cerrando la puerta de la oficina una vez más.
-“¿Qué?” Pregunté vacilante, sin saber qué mierda quería. Él suspiró y caminó hacia
mí, mi cuerpo se tensó cuando extendió su mano para agarrar mi brazo. Quitó el Rolex
de mi muñeca, sus ojos fijos por un momento en el tatuaje escrito en mi piel.
“Fiducia Nessuno,” él murmuró. “No confíes en nadie. Para alguien que cree lo
suficiente en eso como para marcar con esas palabras su piel permanentemente, eres
bastante crédulo.”
“¿Qué demonios?” Pregunté cuando utilizó la punta del cuchillo, y sacó algo de él. Era
jodidamente pequeño y estaba en la punta de su dedo. Se lo entregó a mi padre, quien
lo tomó y lo miró con curiosidad mientras Alec volvía a montar el reloj. Me entregó el
Rolex una vez que estuvo intacto de nuevo y lo cogí con cuidado, mirándolos
confundido.
“Un GPS,” dijo mi padre, mirando la pequeña pieza. Mis ojos se abrieron por la
sorpresa.
“Ya te puedes ir, Edward,” dijo mi padre con frustración. Deslicé mi reloj en el bolsillo,
sin querer siquiera ponerme el hijo de puta después de todo eso, y pasé la mano por mi
cabello.
“Todo esto es una mierda,” murmuré en voz baja, dándome la vuelta y abriendo la
puerta de la oficina. Salí al pasillo y cerré la puerta detrás de mí, suspirando. Vi a
Isabella parada a un lado y estaba a punto de decirle algo cuando se lanzó hacia mí,
casi tirándome. Di unos pasos hacia atrás cuando su forma impactó con la mía pero
conseguí mantener el equilibrio. Lanzó sus brazos alrededor de mi cuello y saltó,
envolviendo sus piernas alrededor de mi cintura. La abracé, sosteniéndola para que no
se cayera, y joder, me eché a reír. Estaba sorprendido, completamente desprevenido, y
totalmente confundido cuando sentí su jodido cuerpo temblar.
“Gracias,” murmuró, su voz gruesa por la emoción, el sonido haciendo que mi corazón
“No deberías agradecérmelo,” le dije. “En realidad, tú eres la que va a hacerlo, Bella.
Yo solo he dado la sugerencia.”
Ella asintió y de sus ojos cayeron más lágrimas. “Tengo que agradecerte… por
preocuparte lo suficiente para siquiera hacer la sugerencia.” Yo suspiré.
“Bueno, de nada. Tú quieres aprender y no hay ni una maldita razón por la que no
puedas hacerlo. No te prometo ser de mucha ayuda pero puedo intentarlo y estoy
seguro que Jasper estará feliz de ayudarte o lo que sea.” Había fallado completamente
en mis puñeteros intentos de enseñarle alguna mierda antes y no tenía idea de cómo
hacerlo ahora, pero ella se merecía esto y no había duda de que al menos intentaría
ayudarla a lograrlo. Ella asintió, una brillante sonrisa apareció en su rostro, y yo sonreí
en respuesta, su felicidad era contagiosa.
“Te consigo tus cosas más tarde, pero por ahora que tal si desayunamos algo. O, eh…
¿Almorzamos?” Le dije, sacando el reloj de mi bolsillo y echándole un vistazo. Ya era
malditamente cerca de la una de la tarde.
Esme se nos unió finalmente, riendo y bromeando con nosotros sobre la película. La
parte uno terminó e Isabella se levantó, diciendo que iba a prepararnos algunas
bebidas. Me levanté y la seguí a la cocina, abriendo el refrigerador y sacando el pastel
que ella me había hecho por mi cumpleaños. Isabella preparó cocas de cereza y sonrió
mientras yo cortaba un pedazo para mí.
“Demonios, sí,” murmuré con la boca llena. Ella se echó a reír cuando mis hermanos
entraron en la habitación, y Emmett jadeó dramáticamente.
“Joder, no puede creer que estés comiendo sin mí, hermano. Eso es pecado,” él dijo,
“¿Has probado esta mierda, papá?” Emmett preguntó con la boca llena. “Recuerdo que
amabas este pastel, solíamos comerlo todo el tiempo de niños.”
Mi padre miró a Emmett, viéndose bastante irritado. “No,” dijo simplemente. Emmett
asintió y bajó su plato ahora vacío, alcanzando el pastel y cortando otro trozó. Él cogió
un plato y puso la pieza que acababa de cortar sobre él, entregándoselo a mi padre.
“Deberías probar un poco,” dijo haciendo un gesto con la cabeza hacia el plato. “Te
juro que es tan bueno que se derrite en la boca.”
Mi padre suspiró molesto. “Preferiría no hacerlo,” dijo, mirando el plato con asco.
Emmett se encogió de hombros.
“Sí, está bueno,” le dije. Miré a Isabella y sonreí con suficiencia cuando vi que se
estaba sonrojando.
“Ella debe tener algo italiano en su interior para poder hacerlo así de bueno,” dijo
Jasper como si nada. Me tensé con su declaración y miré hacia mi padre, notando que
había tenido la misma reacción. Él abrió su refresco y lo llevó a su boca para tomar un
trago y yo suspiré, tratando de pensar en alguna mierda que decir para cambiar la
conversación en otra dirección. Estaba claro que mi padre no estaba cómodo con el
tema por la jodida razón que fuera, y reflexionar sobre su herencia italiana
definitivamente no era una buena idea. Sin embargo, antes de que pudiera tomar la
iniciativa, Emmett se echó a reír.
“Ella tiene algo italiano en ella, Jazz. Ella duerme junto a nuestro pequeño hermano
todas las noches. Sabes malditamente bien que tiene ese braggiole en ella todo el
tiempo,” dijo bromeando. Mis ojos se abrieron de asombro por el hecho de que él
básicamente acababa de referirse a Isabella y a mí follando, y mi padre escupió y
tosió, ahogándose con su bebida. Esme resopló, tratando de contener su diversión,
pero ninguno de mis hermanos se molestó en contenerlo. Ambos se rieron
histéricamente y yo sonreí satisfecho, notando que hasta Alec sonreía con el chiste.
Eché un vistazo a Isabella y la vi mirándonos confundida, obviamente sin entender
La risa de Emmett y Jasper se calmó cuando mi padre se quedó sin aliento, mirando a
Emmett con desaprobación. Esperé que le dijera algo, un poco nervioso por no saber
cómo demonios iba a reaccionar. Mi padre no era estúpido y sabía que tenía sexo, lo
había sabido durante años, así que estaba muy seguro que era consciente de que ella
y yo habíamos intimado. Él se aseguraba que Isabella recibiera la inyección
anticonceptiva y francamente no me sorprendería si nos hubiera escuchado antes.
Tratábamos de no hacer mucho ruido cuando había gente en casa pero a veces nos
perdíamos en el momento. De hecho, si mi padre había estado en casa hacía dos
noches como ahora sospechaba, no había maldita forma de que no nos hubiera
escuchado.
Él hizo un gesto de negación después de un momento y simplemente salió sin decir una
palabra. “A veces los desconozco, chicos,” dijo Esme, sonriendo todavía divertida.
Pusieron El Padrino III cuando la segunda terminó, y Esme salió para comprar comida
china para la cena. Comimos y vimos la película, mi padre no volvió a reaparecer.
Esme y Alec se dirigieron arriba a mitad de película, y después de que terminó Emmett
y Jasper desaparecieron. Isabella se dirigió a la cocina para lavar los vasos y yo
caminé hacia el vestíbulo, titubeando antes de sacar la banqueta del piano. Me senté y
bajé la vista a las teclas, pasando ligeramente los dedos sobre ellas. No presioné lo
suficientemente fuerte como para hacer algún sonido, solo quería sentirlas de nuevo.
“No deberías llorar tanto, tesoro. Es triste verlo,” murmuré. Ella sonrió suavemente.
“Me alegra eso, pero aun así… si sigues llorando, vas a terminar deshidratada o
alguna mierda de esas,” le dije. Se rio un poco y sonreí satisfecho, encogiéndome de
hombros. “Sí, no sé qué mierdas estoy diciendo. ¿Por qué estás llorando de todas
formas?”
Ella suspiró, extendiendo su mano para pasar sus dedos a lo largo de la línea de mi
mandíbula. “Eres muy guapo,” susurró. La miré fijamente sorprendido, atónito por su
seriedad. Cubrió mi mejilla con su palma y se inclinó hacia mí, sus ojos cerrándose.
Sonreí y cerré toda la distancia entre nosotros, besándola. Ella separó los labios y su
suave y caliente lengua salió, pasando ligeramente por mis labios. La besé
profundamente y gimió un poco, el sonido envió escalofríos por mi espalda. Se apartó
de mi boca después de un momento, tomando una respiración profunda.
“Maldición, amore. ¿Qué he hecho para merecer eso?” Pregunté. Ella sonrió
tímidamente, encogiéndose de hombros.
“Me encanta que toques,” me dijo, bajando la vista hacia las teclas del piano. Sonreí
con suficiencia.
“Eh, no sé…” Comenzó a decir, negando frenéticamente con la cabeza. “Quiero decir,
me gusta, pero no creo… tú sabes… es solo que no estoy segura de ello.”
Suspiré, negando con la cabeza. “Ah, vamos,” le dije. “No es tan difícil. Podemos hacer
algo sencillo. Creo que te gustará.”
Ella se quedó mirándome y mordió su labio inferior nerviosamente. “Eh, está bien,
supongo,” me dijo. “Solo que… no quiero arruinar tu piano.”
Yo rodé los ojos. “No lo vas a arruinar, Bella. No seas absurda. Sé que Jasper te dijo
que no lo tocaras pero sabes que eso es irrelevante. Lo mío es tuyo, cariño. Puedes
tocarlo cuando quieras.”
Me miró de forma extraña, una pequeña sonrisa en sus labios. “¿Puedo?” Preguntó
Sus ojos se abrieron por la sorpresa, el sonrojo subiendo por sus mejillas. Sí, ella había
captado la insinuación sexual en eso. Extendí mi mano, subiéndola por el interior de
su muslo. Ella se echó a reír y me empujó juguetonamente cuando puse mi mano sobre
su coño. “Ahora no, no aquí,” dijo en voz baja. Me reí y alcé las manos a la defensiva.
Nos llevó algo de tiempo antes de que ella fuera capaz de repasar las teclas sin
equivocarse, y todavía era sin armonía, pero la sonrisa en su rostro hizo que valiera la
pena cada segundo de frustración e impaciencia. Todo fue tan trivial, porque
probablemente era la puta canción más fácil de tocar en el mundo, pero estaba
orgulloso de ella por no rendirse y seguir intentándolo hasta que lo logró.
Inmediatamente después intentó tocarlo de nuevo y la jodió después de las primeras
notas, gruñendo y deteniéndose.
“¿Mozart, cierto?”
“¡Cristo, Alec, me has dado un puto susto!” Le dije con brusquedad. “No puedes
sorprenderme así, joder.”
Él levantó las cejas y se quedó mirándome, aparentando estar un poco divertido por mi
reacción. “Siempre has sido bastante distraído,” dijo. “No es una buena cualidad que
poseer. Es Mozart, ¿cierto?”
Él asintió, sus ojos se movieron hacia Isabella. “Lei mi ricorda tua madre.” (Ella me
recuerda a tu madre)
Él suspiró. “Isabella é molto simile a tua madre. Elizabetta non é mai stato molto buono
al pianoforte, sia” (Isabella es muy parecida a tu madre. Elizabeth nunca fue muy
buena con el piano, tampoco). Él hizo una pausa, suspirando. “Si recuerdo bien, en
cualquier caso.”
Yo asentí, porque era cierto. Solía intentar enseñarle piano y no importa cuantas veces
repasáramos ‘Twinkle Twinkle Little Star’, mi madre siempre se equivocaba. Sin
embargo, era persistente, y siempre quería intentar tocar conmigo. “¿Credi davvero che
lei é come mia madre?” Pregunté, sorprendido de que hubiera dicho eso. (¿De verdad
crees que se parece a mi madre?)
“Sí, e lo pensa anche tuo padre,” él dijo. (Sí, también lo cree tu padre.) Volvió su cabeza
para mirarme y solo lo miré fijamente, atónito por su declaración. ¿Qué de ella le
recordaba a mi padre de mi madre? “¿Lei ti rende felice?” (¿Ella te hace feliz?)
Asentí, tratando de aclarar mis pensamientos. “Sí, piú felice di quanto non sia mai
stato.” (Sí, más feliz de lo que nunca he sido.) Me giré para mirar a Isabella y vi que
estaba mirando al suelo, su ceño fruncido y una expresión confundida en su rostro.
Recordé que ella no entendía ni una maldita palabra de lo que estábamos diciendo y
probablemente le preocupaba. “La amo.”
Ella me miró rápidamente y sonreí. La comisura de sus labios se torció hacia arriba y
se sonrojó, mirando de nuevo para otro lado. Miré a Alec y vi que nos observaba con
curiosidad. “Sono felice per te. So che tua madre sarebbe felice anche,” dijo después de
un segundo. (Me alegro por ti. Tu madre también estaría feliz.) “Si me disculpan, tengo
que llevarle a tu tía algo de beber.”
“Solo me preguntó si era feliz contigo. Nada de importancia,” murmuré. Mis ojos se
Ella levantó su mano y presionó su dedo índice contra mis labios, silenciándome. Me
quedé mirándola sorprendido, siempre me dejaba atónito que tuviera el valor de
decirme cuando cerrar la puta boca, y sonreí. “Ya lo he entendido,” dijo con suavidad.
“Y también te amo. ¿Podemos solo irnos a dormir?”
Asentí, besando la punta de sus dedos con suavidad. “Por supuesto que podemos,
tesoro.”
Tomé su mano y la llevé al piso de arriba. Nos desvestimos y subimos a la cama. Ella
se acurrucó en mis brazos y rápidamente se quedó dormida, pero yo me quedé
acostado en la silenciosa habitación, perdido en mis pensamientos. Seguí pensando
en mi madre y como de diferente sería nuestra vida si ella viviera. Pensé en Isabella y
lo lejos que había llegado, y como de lejos teníamos todavía que llegar ambos. Me
sentí culpable por refrenarme con ella, por ocultarle cosas pero no quería que se
preocupara. Hacía menos de veinticuatro horas me había sentido un pendejo por no ser
comunicativo con ella y aun así estaba haciendo esa mierda de nuevo.
Le había restado importancia a lo que Alec había dicho abajo, sin querer sacar el tema
de mi madre en ese momento. Me sorprendía haciendo eso bastante a menudo,
minimizando cosas con ella, y esa mierda no era justa pero no sabía qué más hacer.
Justo como cuando me preguntó lo que Aro me había dicho en el vestíbulo y yo le dije
que él había mencionado que lo visitara, pero eso no era siquiera la mitad de ello. No
le dije que él quería que mi visita fuera permanente, que me imploró que reconsiderara
mis planes. No le dije que él me había dicho que era mi destino, que había nacido para
seguir ese camino. No le dije que él me había dicho que la única forma en que un
hombre como yo podría mantener a salvo a una mujer como ella sería uniéndome a
esa vida.
Aro había tratado de convencerme que el poder que La Borgata podía darme sería la
única forma en la que Isabella estaría realmente protegida y segura. No le creí esa
mierda, ya que mi padre y Alec me habían advertido con anticipación que él
probablemente diría esas cosas, pero una parte de mí seguía asustado por sus
palabras. Una parte de mí no podía evitar preguntarse si estábamos equivocados y Aro
tenía razón. ¿Y si no podía mantenerla a salvo en el mundo exterior sin nada a lo que
recurrir por protección?
“¡Vete! ¡Estamos ocupados aquí!” Se escuchó la voz de Emmett desde dentro. Escuché
la risa de Jasper y mis ojos se estrecharon.
“¡¿Vete?!” Grité. “¿Qué demonios quieres decir con qué están ocupados?” Ellos tenían
a mi chica allí adentro y no me gustaba que estuviera encerrada, apartada de mí y no
ser capaz de ir con ella y verla cuando quería. No me gustaba esa mierda ni un poco.
“Quiero decir que estamos jodidamente ocupados, hermano,” Emmett gritó. “Tu turno.
Dale a esa mierda con ganas. No te rajes conmigo aquí. Tenemos que enseñarle a Izzy
Bizzy cómo se hace.” Mi ceño se frunció cuando Jasper se rió de nuevo. Escuché algo
que hizo `pop´ e Isabella gritó, haciendo que mis dos hermanos se echaran a reír.
“¡Demonios sí, Jasper! ¡Así es como se destapa!”
Empecé a golpear con más fuerza la puerta, confundido como la mierda y sin tener
idea de qué demonios estaban haciendo, pero no me gustaba lo que escuchaba en
absoluto. “Será mejor que abran esta maldita puerta ahora antes de que rompa la hija
de puta,” les grité.
“Tal vez deberíamos dejarlo que entre,” la voz de Isabella dijo vacilante.
“Lo siento, Edward,” Jasper gritó. “Regresa cuando hayamos terminado con ella.”
“Problemas, hermano,” dijo. “Nada más que un poco de problemas. Ven acá, Izzy.
Dame tu mano y déjame mostrarte como se hace.”
Mis ojos se abrieron como platos y comencé a golpear la puerta, gritando maldiciones.
“No la toques,” dije con brusquedad. Todos comenzaron a reír, incluyendo a Isabella, y
sentí que mi ira iba en aumento. Confiaba en cada uno de ellos pero no me gustaba no
“Hazlo con más fuerza,” Jasper dijo después de un segundo. “Sí, así. Buena chica.”
Emmett gimió. “Presta atención, Jasper. Lo estás haciendo mal, idiota. ¿Cómo
demonios vas a enseñarle esta mierda si ni siquiera puedes meterlo en el agujero
correcto?”
“Estoy en el agujero correcto,” dijo Jasper molesto. “De todos modos, ¿por qué son tan
pequeños? Queda tan apretado.”
“Voy a dejar entrar a Edward,” dijo. “Tal vez él también quiera jugar.”
“Edward no arruina nada,” dijo ella enfáticamente. Oí el seguro hacer clic y vi que el
pomo giraba, la puerta se abrió inmediatamente. Al momento en que mis ojos se
posaron en ella extendí mis brazos y la sujeté, envolviendo mis brazos alrededor de su
cintura. Miré el interior de la habitación, mi ceño se frunció cuando vi a mis dos
hermanos sentados relajadamente en el suelo con las piernas extendidas.
“¿Qué demonios?” Dije. Isabella se echó a reír y Emmett rodó los ojos.
“Te lo dije, cabrón. Trouble, problemas. Estamos jugando Trouble,” dijo, señalando el
juego de mesa en el suelo entre ellos. “O lo estábamos, hasta que irrumpiste aquí y lo
arruinaste. Siempre te tienes que poner celoso todo el maldito tiempo. Ya te adueñaste
del Monopoli, tramposo hijo de puta. ¿No nos puedes dejar este?”
Miré fijamente el juego entre ellos y empecé a reír entre dientes, haciendo un gesto de
negación. “Jódete, Em. Como sea, no dejen que los interrumpa,” les dije, encogiéndome
de hombros. Me incliné y besé a Isabella rápidamente, haciendo un gesto con la
cabeza hacia el juego. “Termina tu juego, amor, antes de que haga un berrinche.”
Ella rodó los ojos y caminó de nuevo hacia ellos, dejándose caer en el suelo junto a
Emmett, él me dio una amplia sonrisa y arrojó su brazo sobre el hombro de Isabella,
haciendo gestos de besos frente a ella. Rodé los ojos y cerré la puerta. Ese hijo de puta
sabía exactamente lo que estaba haciendo, presionando mis malditos interruptores e
intentando conseguir que perdiera el control. Me acerqué al sofá de Jasper y me dejé
caer, agarrando su control remoto y encendiendo la televisión. Repasé los canales unos
cuantos minutos mientas ellos jugaban su juego, finalmente dejando las noticias
“Lo conozco,” dijo, sonando impactada. Miré hacia ella confundido y vi que estaba
mirando la pantalla de la televisión. Levanté la vista hacia allá, mi ceño se frunció
cuando vi la fotografía de un hombre mayor con pelo gris. El titular decía ‘Respetado
médico local desaparecido’. Agarré el control remoto rápidamente y subí el volumen.
Bajé el volumen de nuevo cuando la historia cambió a una acerca de las malditas
nuevas rutas de tráfico por construcción y Emmett se echó a reír. “Doctor Scomparsa.
Eso es algo así como irónico, ¿no es así? No iría a un médico llamado así, hombre. Esa
es un tipo de mierda Kevorkian. ¿De dónde lo conoces, de todos modos?” (N.T. Jack
Kevorkian conocido como el ‘Doctor Muerte’, un patólogo armenio-estadounidense que
ocasionó controversia por la aplicación de la eutanasia a 130 pacientes. Su lema era
‘Morir no es un crimen’.)
Isabella lo miró confundida. “Eh, él fue con quién me llevó tu padre aquella vez,” ella
murmuró. Sus ojos se desviaron hacia mí después de un momento cuando asimiló la
realidad de ello, todo comenzaba a tener sentido. El doctor Scomparsa no estaba
desaparecido, estaba muerto. Y ahora sabíamos dónde exactamente había estado
Alec la otra noche.
El resto del día pasó rápidamente. Ellos jugaron más y nos divertimos por un rato.
Eran finales de junio y no tenía idea lo que nos deparaban los próximos meses, pero
después de los últimos días, estaba claro para mí que sería un verano para recordar. O
mejoraría las cosas o nos destrozaría, y esperaba lo mejor pero una pequeña parte de
mí temía lo peor. Sentía esta extraña sensación de tristeza amenazando con infiltrarse
y destruir la felicidad que habíamos encontrado juntos, y pelearía contra esa mierda
con todo lo que tenía pero me preocupaba que lo que tenía para dar no sería
suficiente. Eran grandes fuerzas contra las que nos enfrentábamos y algunos grandes
obstáculos que teníamos que superar, un montón de mierda amenazaba con meterse
en nuestro camino. Solo esperaba que lo que teníamos juntos fuera lo suficientemente
fuerte como para soportar la tormenta que se avecinaba en el horizonte.
Porque todo parecía tan fácil ahora y si había algo que había aprendido, es que la
vida no era fácil, y que tampoco era justa. La vida era una perra esperando solo para
joderte… pero no me iban a joder. Edward Cullen era quien jodía, y no vacilaría en
joder a cualquiera o cualquier cosa que tratara de meterse en nuestro maldito camino.
Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola Guevara,
Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar
Ocampo.
“Hermano, ¿no vas a llegar tarde?” Preguntó Emmett mientras entraba en la sala de
estar donde Edward y yo estábamos sentados. Suspiré exasperada ya que volvía a
hacer la misma pregunta que había hecho hace unos momentos, Edward gimió.
Emmett se rio.” ¿Qué? ¿Tienes miedo que Newton te entregue tu culo? Le dije a tu culo
que se endureciera”, dijo en tono de broma. Edward se quejó de nuevo.
“Vete a la mierda, yo no le tengo miedo a ese hijo de puta. Podría patearle el culo
cualquier día de la semana”, dijo con irritación. Emmett se rio de nuevo y Edward se
enderezó, girando la cabeza para mirar a su hermano con una expresión de enfado en
su rostro.
“Deja de ser tan marica, hermano. Mueve tu culo y vete. Izzy Bizzy estará aquí cuando
vuelvas”, dijo Emmett. Edward gruñó incoherentemente, tumbándose nuevamente en el
sofá, pareciendo como si no tuviera ninguna intención de salir.
Había jugado a ese juego desde que era un niño pequeño y la familia se mudó a
Washington después de que su madre muriera, admitiendo que a través del fútbol
Realmente entendía que tenía que irse, así que cada vez que el tema se planteaba me
limité a sonreír y a aparentar como que no era gran cosa. Lo sentía como una cosa
gigantesca, sin embargo, y honestamente no podía ni siquiera imaginar toda una
semana sin él. Me pareció extraño, había estado dieciséis años sin Edward Cullen en
mi vida, por lo que una semana debería ser fácil, pero la idea de estar lejos de él
ahora, por un período prolongado de tiempo era desalentadora. Me había
acostumbrado a tenerlo siempre cerca, y mientras que yo no tenía ninguna duda de
que podía sobrevivir sin él, tenía que hacerlo, ese era el problema... Yo no quería
hacerlo.
Edward parecía estar bien con irse, incluso estaba un poco emocionado por ello.
Habíamos pasado todo el tiempo juntos desde su cumpleaños y él parecía muy feliz,
ocasionalmente me explicaba en qué consistía su viaje y me decía lo que haría cuando
se fuera. No tenía ni idea de qué estaba hablando la mayor parte del tiempo y él hizo
todo lo posible para explicarlo, para que lo entendiera, pero todavía no sabía lo que la
ocupación o la interferencia o cualquiera de esas otras cosas querían decir realmente.
Lo escuchaba, independientemente, porque sabía que era importante para él y estaba
agradecida de que estuviera compartiendo esto conmigo.
Parecía hablar más de ello a medida que el día de su partida se acercaba, así que
naturalmente asumí que cada vez estaba más entusiasmado por el viaje. Continué
sonriendo y escuchando, tratando de ignorar la ansiedad que solo parecía crecer
dentro de mí cada día que pasaba. Me había convencido a mí misma de que Edward
no estaría tan emocionado con el campamento si no creyera que ambos estaríamos
bien, pero cuando abrí los ojos esta mañana y vi su expresión, todo cambió.
No sonreía, ni estaba seguro, y nada de esa emoción que había estado rezumando las
últimas dos semanas estaba presente. Todo lo que vi fue la preocupación y el temor en
sus ojos, mi propia ansiedad que desesperadamente había intentado ahogar, se
reflejaba nuevamente en mí. Esto me desconcertó al principio hasta que me di cuenta
de que Edward había estado exactamente haciendo lo mismo que yo... fingiendo. Él no
tenía ganas de irse, en absoluto.
“Tienes que ir”, dije finalmente, rompiendo el tenso silencio en la sala al mismo tiempo
que él habló, pronunciando esas cinco palabras que había estado repitiendo durante
todo el día.
No vio mi lógica, sin embargo, y había sido bastante inflexible durante todo el día,
insistiendo en que no iba a ir. Dijo que era estúpido y que no merecía la pena,
declarando que tenía un millón de cosas que hacer, que le obligaban a quedarse en
Forks. Le pregunté cuáles eran esas otras cosas urgentes y balbuceó un poco, incapaz
de nombrar una sola cosa que no seguiría allí la próxima semana, cuando regresara.
Siempre había sentido que la tenacidad de Edward era parte de su encanto, pero en
este momento, esto empezaba a ser desesperante.
“Tienes que ir”, le dije, mirándolo. Me ignoró y fingió estar interesado en la pantalla de
televisión, pero yo podía ver sus ojos mirando como dardos hacia el reloj de la pared
cada pocos segundos. Sabía que se estaba acabando el tiempo, así como también
sabía que yo tenía razón... tenía que ir.
“Mierda, que no voy a ir”, murmuró de nuevo, su tono no era tan firme como lo había
sido antes. Suspiré fastidiada, sin saber qué decir ni qué hacer para que llegara a
reconocer y admitir que tenía que irse. Se suponía que debía estar en la Universidad
de Washington en Seattle a las cinco de la tarde para registrarse en el campamento y
ya pasaban unos minutos de la una.
“Emmett tiene razón, ya sabes. Todavía estaré aquí cuando vuelvas”, le dije en voz
baja. Sus ojos se dirigieron en mi dirección, con una expresión de enojo en su rostro.
“Por supuesto que sí. ¿Dónde más podrías estar? Lo juro por Cristo, mataría a alguien
Sonreí ante la idea, pero no creía en sus palabras de momento. Yo sabía que ellos
estaban haciendo planes para mantenerme ocupada mientras Edward estuviera lejos,
pero no había manera de que pudieran distraerme hasta el punto de no darme cuenta
de que no estaba. No importaba lo que estuviera haciendo, era capaz de sentir su
ausencia con la misma fuerza que podía sentir su presencia.
“Lo que sea, tú la meterás en más problemas de lo que nunca podría encontrar por su
cuenta. ¿Te has parado a pensar que quizás es por eso que no voy?”, preguntó Edward
con irritación. Suspiré y Emmett se rio.
“Vas a ir. Así que levanta tu culo y vete, pedazo de mierda” le dijo. “Sabes que no la
voy a llevar a ningún lugar que no sea seguro, es como una hermana para mí. Si no
puedes dejarla durante una semana, entonces eres un marica más grande de lo que
pensaba o es que no confías en ella”
“No, yo sé que puede”, espetó Edward de nuevo. “Ella es fuerte, no me cabe ninguna
duda de eso”.
Emmett asintió. “Así que nuevamente ¿por qué no vas?” Edward lo miró fijamente, pero
no respondió, obviamente no tenía respuesta para esa pregunta.
“¿Podríais dejar de tocarme los cojones? Iré en un maldito minuto. Cristo,” murmuró, su
“Eso es todo, sé un hombre y lárgate de aquí. Cuanto antes te vayas, antes podremos
Isabella y yo empezar a tener un poco de diversión”, dijo en broma, mirándome y
guiñando un ojo.
“Es solo una semana, voy a estar bien”, le dije. “No tienes que preocuparte por mí. Ve
a hacer algunos goles de campo o a jugar alguna carrera o algo así”
Edward se echó a reír. “Soy el quaterback, Bella. No pateo goles de campo. Y se llama
hacer algunos juegos, no jugar algunas carreras.”
“Oh”, dije con una risita, sonrojándome por la vergüenza. “Bueno, entonces ve,
quaterback”. Se rió nuevamente y me soltó, mirándome brevemente antes de inclinarse
y presionar sus labios contra los míos. Su beso fue suave, dulce y lleno de amor, tan
intenso que casi me dejó sin aliento. Eventualmente tiró de mis labios y yo carraspeé
por falta de aire, mi reacción lo hizo sonreír.
“No dejes que ese hijo de puta te obligue a hacer algo que no quieras, ¿me oyes?”, me
dijo. “Te llamaré cada vez que pueda.”
“Está bien. Diviértete. No es más que una semana, voy a estar bien”, repetí una vez
más. No estaba exactamente segura de a quién estaba tratando de tranquilizar más
con mis palabras, a él o a mí misma. Él asintió y levantó su mano, pasando sus dedos
por mi mejilla. Brevemente, se inclinó y me besó una vez más.
“Te amo”, dijo, en voz baja y con expresión apasionada. Podía sentir el amor
desbordándose y sabía que no eran sólo palabras para él. La emoción comenzó a
burbujear en mi interior y luché de nuevo con todo lo que tenía, porque no quería llorar.
Realmente no quería que se fuera, no importaba lo mucho que supiera que debía
hacerlo, y sabía que si me ponía a llorar, solo sería más difícil para los dos cuando
saliera por la puerta principal.
“Yo también te amo”, dije en voz baja. Él suspiró y me besó una última vez antes de
ponerse en pie y estirarse.
“Adiós, Edward”, le respondí en apenas un susurro. Sus pasos vacilaron y pude ver sus
hombros tensos, su reacción a mis palabras me confundió. Pensé que se daría la vuelta
y diría algo, pero simplemente se fue después de un momento, sacudiendo la cabeza y
murmurando algo entre dientes. Me senté en silencio en la sala de estar, mientras él
cogía sus cosas y se dirigía a la puerta principal.
“¿No vas a llegar tarde?” Oí que la voz de Jasper interrumpía desde el vestíbulo,
seguido de un gemido de Edward.
“Maldición, que ya voy, ¿de acuerdo?” Dijo con fastidio, dando un portazo un poco
después. Suspiré y fruncí el ceño, sin molestarme siquiera en fingir alegría ahora que
se había ido. Jasper entró en la sala y se sentó en el sofá a mi lado, dándome una
pequeña sonrisa, en comprensión. No dijo ni una palabra al respecto, lo cual aprecié
enormemente.
Pasamos el resto del día viendo películas, y Emmett pidió pizza para la cena. El doctor
Cullen se esfumó, solo salió lo suficiente para comer algo. Miré el reloj periódicamente
a medida que avanzaba el día, preguntándome dónde estaría Edward en este
momento o qué es lo que estaría haciendo.
Me incorporé y miré a mi alrededor con confusión, sin saber qué era y de dónde
provenía el sonido. Me volví a recostar después de un momento, renunciando a
averiguarlo, cuando otro pitido sonó. Mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando me di
cuenta que era mi teléfono. Salté de la cama rápidamente, casi tropezando en el
momento en que mis piernas se enredaron con el edredón, y cogí el teléfono de la
mesa. Lo abrí y vi que tenía una llamada perdida de Edward, dándome cuenta de que
él me había llamado hacía una hora.
“Odio hablarle a estas cosas de mierda, pero supongo que no tienes tu teléfono cerca o
lo que sea. Mierda, te echo de menos, pero asegúrate de salir y vivir la vida y divertirte
y todas las demás tonterías, ¿de acuerdo? Te lo mereces, no te preocupes por mí. Me
voy a dormir y a olvidarme de estos estúpidos hijos de puta de aquí. Te veré más tarde,
tesoro. Y Cristo, no se te ocurra decirme adiós otra vez, ¿me oyes? No me gusta esa
palabra, suena como si fuera malditamente permanente o algo así. Vas a verme otra
vez, ya lo sabes. La mia bella ragazza. Te quiero. Sogni d'oro.”
Colgué sin eliminar el mensaje, no queriendo borrar su voz. Me senté allí, cogiendo el
teléfono por un momento, repitiendo sus palabras en mi mente, y sentí una lagrima
resbalar por mi mejilla. La aparté rápidamente y coloqué el teléfono en la mesita junto
a la cama antes de arrastrar nuevamente las sábanas hacia la cama. Me acurruqué en
la almohada y cerré los ojos una vez más, con la esperanza de que el sueño viniese
pronto.
“Eh, sí”, murmuré. “Quiero decir, realmente ni siquiera pensé en esto... así que, ¿por
qué estás despierto tan temprano?”
Mis ojos se abrieron con sorpresa. "Oh." ¿Quieres que te prepare algo?”, le pregunté
con curiosidad. Él se echó a reír y sacudió la cabeza.
“Por supuesto que no. Maldición, chica, ¿aún no estás despierta? ¿De verdad crees que
arrastraría tu culo para hacer que me cocinaras?”, preguntó. Me encogí de hombros y
me sonrojé de nuevo, dándome cuenta de que era una idea ridícula. Emmett nunca
había esperado que saliese de mí hacer cosas por él que no hubiera hecho antes, y no
quería empezar ahora porque Edward se había ido. “Vamos a desayunar, solo
nosotros dos.”
“¿En serio?”, le pregunté. Él asintió en confirmación, antes de decirme que tomara una
ducha y me pusiera ropa limpia. Me duché rápidamente, tratando de despertarme bajo
el chorro de agua. Estaba aturdida y agotada por mi insomnio, me sentía muy nerviosa
sin Edward. Salí de la ducha y me sequé, me puse un par de pantalones Capri y un top
negro. Después me coloqué mis bailarinas de color negro, coloqué mi pelo hacia atrás
y me aseguré de coger mi teléfono antes de salir rápidamente de la habitación. La
noche anterior había tenido una llamada perdida de Edward y no habría manera de
que me perdiera de otra llamada.
Se dirigió a la cafetería de Forks, aparcando, ambos salimos. Echó el brazo por encima
de mi hombro y me llevó dentro, saludando con entusiasmo a las personas en el
recinto. El lugar estaba lleno de gente pero Emmett fue capaz de conseguir con
bastante facilidad una mesa, para gran consternación de algunos otros que estaban a
la espera de ser atendidos. Al caminar por el comedor hacia nuestros asientos, me di
cuenta de que Edward no era el único hijo Cullen popular.
La gente parecía tenerle miedo y admiración a Edward la mayor parte del tiempo, no
del todo por cómo era, sino más por lo que él era, mientras que con Emmett, parecían
disfrutar de su compañía. Ellos asentían en reconocimiento y se apartaban del camino
“Creo que has culminado tu crecimiento, Emmett. Ya estás grande y yo no creo que
puedas seguir creciendo”, le dije, sonrojándome al momento en que las palabras
salieron y me di cuenta de lo que acababa de decir. “No creo que haya sonado bien”
Él se echó a reír y sacudió la cabeza.” Entiendo lo que estás diciendo”, dijo, haciendo
subir la manga de su camisa y flexionando sus músculos. “Sin embargo, necesito
combustible. Estas armas no se mantienen naturalmente, hermanita.”
Sonreí. “Hermanita”, le dije en voz baja, haciendo eco de sus palabras. Esto siempre
me encendía el corazón cuando se refería a mí como una parte real de su familia, lo
cual había empezado a hacer con más regularidad.
“Sí, hermanita. Es lo que eres. Algún día, probablemente te casarás con mi pequeño e
imbécil hermano, haciéndolo oficial”, dijo. Mi sonrisa creció
“Me gustaría eso”, dije en voz baja. Él asintió y empezó a hablar, pero la camarera
volvió con la comida y se calmó. Ella repartió nuestros platos y le trajo a Emmett otra
bebida, los dos empezamos a comer en silencio.
“¿Alguna vez pensaste que sería de esta manera?”, preguntó después de unos minutos,
con un tono serio. Me detuve con mi tenedor a medio camino hacia mi boca y lo miré.
“De esta forma. Ya sabes, venir aquí, tener una vida. Ganar una familia, conocer a
Edward. Todo ello, de verdad. ¿Alguna vez pensaste que pasaría?“, preguntó tomando
un bocado de su comida y mirándome con curiosidad. Suspiré, contemplando su
pregunta.
“Puedo entender eso y creo que hasta puedo sentirme en parte identificado. Quiero
decir, era demasiado joven para recordar la vida antes de los Cullen, pero me pregunto
todo el tiempo qué diablos me habría pasado si Elizabeth no me hubiera salvado”,
dijo. Se detuvo por un momento con una expresión solemne en su rostro, dejando el
tenedor en el plato. “Hubiese deseado hubieras sido salvada mucho antes porque no
deberías haber pasado por todo eso, pero entonces me pregunto, cómo mierda de
diferente sería si lo hubieras sido”.
“Creo que todo sucede por una razón”, le dije con un encogimiento de hombros, no del
todo segura de cómo responder a eso. No podía ni siquiera comenzar a imaginar cómo
sería la vida para mí si yo no hubiera tenido que soportar lo que había pasado a través
de los años, antes de salir de Phoenix. La idea de crecer libre era un pensamiento
agradable, pero no habría llegado a ser la persona que era y, definitivamente, no
hubiera conocido ni me habría enamorado de Edward si eso hubiera pasado.
Asentí y me puse de pie, usé el baño mientras Emmett pagaba. Volví al momento en
que estaba dejando algo de dinero sobre la mesa, él sonrió y nuevamente me pasó un
brazo por encima del hombro. Me condujo hacia el Jeep para que pudiéramos regresar
a casa de los Cullen, cantábamos junto a la radio en voz alta y bromeábamos mientras
conducía. En el momento en que nos acercábamos al patio delantero de la propiedad,
vimos el familiar convertible rojo, junto a Rosalie que estaba apoyada en él, con los
brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido en su rostro.
“Ey, nena”, dijo Emmett, saltando del jeep y caminando hacia donde ella estaba de
pie. Envolvió sus brazos alrededor de ella y la abrazó con fuerza, sus pies se elevaron
del suelo mientras él la levantaba. Su expresión se suavizó de inmediato, su hostilidad
desaparecía a medida que una pequeña sonrisa se formaba en sus labios.
“Casi llegan tarde”, dijo. Emmett se rio suavemente y la colocó de nuevo sobre sus pies.
“Casi, pero no”, dijo inclinándose para besarla. Ella envolvió sus brazos alrededor de
su cuello y sus bocas se movieron furiosamente, su amor y pasión por el otro, eran
claros. Me di la vuelta rápidamente, una punzada de celos me golpeó y me hizo
anhelar a Edward.
“Es un traje de baño. Alice dijo que no creía que tuvieses uno, así que lo escogió para
ti”, dijo. Mis ojos se abrieron en sorpresa.
“Yo, eh... gracias, de verdad... pero no creo que realmente necesite uno” dije,
preguntándome por qué ella me había comprado un traje de baño. Me dio una mirada
divertida y sentí el enrojecimiento de mis mejillas.
“Lo siento cariño, pero lo vas a necesitar si vas a venir a la playa conmigo”, dijo. La
miré con sorpresa.
“Sí, nos vamos a First Beach para pasar el rato durante el día y a tomar el sol, surcar
las olas, tal vez jugar un poco de voleibol”, dijo Emmett, tirando su brazo sobre el
hombro de Rosalie y sonriéndome. “Va a ser la bomba. Alice y Jasper nos esperarán
allí”
Me quedé mirándolos brevemente antes de dar una ligera inclinación de cabeza para
mostrarles que lo había entendido. No estaba segura de lo que sentía acerca de ir a la
playa y estaba de verdad un poco nerviosa ante la idea, pero todos estaríamos allí, así
que pensé que no podía ser tan malo.
“Está bien, entonces” murmuré, mirando hacia la bolsa. “Y yo, ¿tengo que usar esto?”
Rosalie se rio. “Sí, eso. Puedes ponértelo debajo de tu ropa. Yo ya llevo el mío puesto.”
Suspiré y asentí de nuevo, dirigiéndome hacia la casa. Emmett me detuvo y me tiró las
llaves, diciéndome que la puerta principal estaba cerrada con llave. Abrí y marqué el
código para desactivar la alarma, recordando los números que Edward me había
dicho meses atrás. Me fui directamente a la habitación de Edward y me despojé de mis
ropas, dejándolas en un pequeño montón en el suelo. Cogí el traje de baño y lo miré
con cautela. Era de una pieza, atado alrededor del cuello y con lazos pequeños en la
parte inferior de cada lado, que parecía que eran simplemente decoración. Me lo puse
y lo até lo mejor que pude, caminando hacia el baño para mirarme en el espejo. Me
quedé inmóvil al mirarme, sorprendida por mi reflejo.
Con frecuencia me miraba de pasada en el espejo, pero rara vez echaba un vistazo
más de cerca, no me preocupaba mucho por mi aspecto, la mayor parte del tiempo.
Pero allí de pie, con el pequeño traje de baño negro con lunares blancos, me
sorprendió porque apenas reconocí a la chica que me miraba. Mi piel estaba todavía
muy pálida, posiblemente, más pálida de lo que había estado alguna vez debido a la
falta de sol en Forks, pero ahora tenía un brillo sutil. Estaba saludable y feliz, y sin
Todavía estaba delgada pero parecía como si se hubieran llenado algunas áreas, con
más curvas. No estaba segura de si eso era considerado algo bueno o no, y no era
como si realmente importara, pero a Edward parecía gustarle. Me decía
constantemente lo hermoso que pensaba que estaba mi cuerpo, señalando partes de
mí que encontraba atractivas. Debido a eso, no me avergonzaba estar de pie frente a
él sin ropa, pero no estaba tan segura de estar cerca de otros mientras llevase algo tan
pequeño.
El traje de baño cubría la mayor parte de cuerpo, dejando sólo un rastro de mis pechos
asomado por encima de él, pero mis muslos, brazos y espalda estaban totalmente
expuestos. No estaba tan preocupada por mis extremidades como lo estaba por mi
espalda, porque no había olvidado que estaba cubierta de cicatrices. Edward nunca lo
había comentado, pero a menudo las trazaba con sus dedos y colocaba besos sobre
ellas. Nunca le pregunté por qué, creía entender sus motivos detrás de esos gestos al
igual que yo solía hacer lo mismo con la cicatriz que tenía en uno de sus costados. Era
una parte de él, un recuerdo físico de su resistencia, de su supervivencia y fuerza.
Solté mi cabello, dejando que cayera en cascada por mi espalda, y estaba pasando
mis dedos a través de él cuando oí la voz de Rosalie. Salté, me había tomado por
sorpresa porque no tenía ni idea de que estaba allí. Debía estar en trance mientras me
contemplaba y ni siquiera había oído el clic de los tacones altos característicos de
Rosalie que indicaba que se estaba acercando. Yo solía estar siempre alerta con lo
que me rodeaba, lo que hacía casi imposible que no detectara a las personas a mi
alrededor, pero era evidente que me había relajado en los últimos meses. La miré y la
vi de pie en la puerta del cuarto de baño, dándome cuenta de que tenía un par de
chanclas rojas. No era de extrañar que no la hubiese escuchado.
“Me alegro de que te quede bien”, dijo caminando hacia mí.”Y hace que tu trasero se
vea fantástico. Me imaginé que preferías así la parte inferior para usarlo con
pantalones cortos.” Ella empujó mi cabello hacia un lado, atando el lazo alrededor de
mi cuello y apretándolo para dar realce a la parte superior de la prenda. Le di las
gracias en silencio.
“Así que, ¿se ve bien?”, le pregunté, mirando nuevamente a mi reflejo. Ella se rio un
poco.
“Se ve mejor que bien. Eres atractiva, deberías estar orgullosa de tu cuerpo. No hay
vergüenza en mostrar un poco de piel a veces”, dijo. “De todos modos, hay que ponerse
en marcha para llegar a tiempo, vámonos.”
Nos metimos en el coche de Rosalie y ella condujo fuera de los límites de la ciudad de
Forks en una dirección en la que nunca había ido, así que el paisaje era
completamente nuevo para mí. El viaje duró cerca de quince minutos y de inmediato vi
el coche amarillo de Alice cuando nos acercamos a una zona de aparcamiento. Rosalie
estacionó a su lado y cogió una bolsa con cosas, saliendo del coche con cuidado.
Emmett saltó y prácticamente me arrastró fuera del asiento trasero, lanzando su brazo
sobre mi hombro.
“Hola chicos”, dijo con entusiasmo.” ¿No es hermoso? ¡Estoy tan emocionada!”
Extendieron las sillas y toallas, y vi algunas tablas de surf a un lado. Emmett me vio
mirándolas y se rió. “¿Quieres aprender a hacer surf, Izzy Bizzy?” me preguntó. Di un
grito ahogado y negué con la cabeza rápidamente
“Si cambias de opinión, házmelo saber”, dijo con diversión. Le dije que no se
preocupara porque no había absolutamente ninguna manera de que cambiara de
opinión.
Los chicos se metieron en el océano casi inmediatamente, mientras que Alice y Rosalie
comenzaban a despojarse de sus ropas, y mis ojos se abrieron de golpe al ver lo
pequeños que eran sus trajes de baño. El de Alice era azul brillante y de dos piezas,
tanto la parte superior como la inferior apenas cubrían sus áreas privadas. El de
Rosalie era también dos piezas, la parte superior ni siquiera tenía alguna tira para
mantenerlo sujeto. Estaba sorprendida por la cantidad de piel que estaban mostrando
Me quité mi ropa con cuidado y la coloqué en una de las sillas, mientras que Alice y
Rosalie colocaban las suyas hacia mi derecha. Rosalie sacó un tubo de crema y se
frotó con ella antes de ofrecérmela, diciéndome que era protector solar. Ella puso un
poco en mis manos y lo froté sobre la piel que pude alcanzar a cubrir, mientras que
Alice hacía lo mismo. Ambas se pusieron sus gafas de sol y se reclinaron en sus sillas a
tomar el sol nuevamente, pero se mantuvieron erguidas y observaron a los chicos
mientras hacían surf. Realmente no entendía el punto de broncearse, había aprendido
viviendo en Phoenix que ninguna cantidad de sol me haría broncearme. Era extraño,
porque mi padre era italiano, así que debería tener por lo menos la capacidad de
broncearme, pero supuse que era una de esas opciones de la naturaleza.
Era algo incómodo estar sentada al principio porque me sentía fuera de mi elemento,
pero empecé a relajarme como las demás personas en la playa, el ambiente pasó de
relajadamente silencioso a lleno de actividad y bullicio.
Alguien empezó un juego de voleibol, lo cual hizo que Emmett y Jasper salieran del
agua para participar. Alice y Rosalie se unieron a ellos y me pidieron que jugara, pero
me negué ya que no había manera de que hiciera tal cosa con tanta gente alrededor.
Estaba segura de que haría el ridículo y sinceramente no deseaba llamar la atención,
porque no sabía nada de voleibol y era torpe cuando se trataba de algo relacionado
con el deporte.
Me senté nuevamente a verlos, riéndome de sus travesuras. Resultó que Alice y Rosalie
tampoco eran muy buenas en esto, pero jugaron de todos modos, incluso se les
escapaba la pelota o accidentalmente la enviaban en la dirección opuesta. Parecía
que estaban teniendo un gran momento y empecé a lamentar no haber aprovechado la
oportunidad para tratar de jugar, dándome cuenta de que no les hubiera importado lo
horrible que era jugando.
Estaba tomando un trago de una lata de coca cola de cereza que había sacado de la
nevera cuando una voz familiar resonó detrás de mí, asustándome, ya que, por
segunda vez ese día, no había oído acercarse a nadie. Me atraganté con el refresco y
empecé a toser, jadeando en busca de aire mientras el líquido bajaba por mi garganta.
“¿Perdón?” Farfullé, girando la cabeza y encontrándome cara a cara con Jacob Black.
Él se congeló en su lugar y me miró con preocupación.
“Estoy bien. Solo me has pillado por sorpresa. ¿Qué has dicho?” Le pregunté, incapaz
“Está bien, está bien”, dijo, levantando las manos a la defensiva. “Creo que estoy
sorprendido de que hayas venido aquí sabiendo que tu novio no puede.”
Él me miró con sorpresa. “Quiero decir, si conozco a Cullen como creo que lo conozco,
no estará feliz de que estés aquí, ya que le está prohibido acercarse a esta zona, ya
sabes, por tratar de matarme a mí y a todos.”
Mis ojos se abrieron por sorpresa cuando me di cuenta de lo que estaba hablando.
Cuando Edward se metió en problemas por ir tras Jacob, como castigo le prohibieron
acercarse a la reserva, aunque el doctor Cullen lo había sacado del problema serio. Ni
siquiera se me había pasado por la cabeza que estuviéramos en la reserva donde
Edward tenía prohibido ir.
“No lo conoces”, le dije, sin saber exactamente qué decir. “Y él no intentó matarte. Fue
sólo un malentendido”
Él se rió secamente. “¿Tú dices que el haber disparado contra mí, destruir mi coche, y
en el proceso casi quemar mi maldita casa fue un ‘malentendido’? Es un loco, egoísta
y manipulador. Ha perdido el juicio. “
“No, tú has perdido el juicio. Edward ha cometido errores, pero él es un buen hombre.
Me volteé a mirarlo, mi ira intensificándose. “Tal vez puedas saber quién soy, pero no
sabes nada acerca de mi situación y está claro que realmente no sabes nada de
Edward. Él es dulce, amable y solidario y está tratando de ayudarme en mi libertad, así
que no te quedes ahí y pretendas saber cosas que no sabes. Está en una posición en la
que realmente trata de ayudarme, y es algo que tú nunca estarías dispuesto a hacer,
así que ¿cómo te atreves a juzgarlo cuando él es más compasivo y valiente de lo que tú
nunca serás?” Espeté. Me miró en estado de shock, obviamente no esperaba semejante
arrebato. Mis palabras me sorprendieron incluso a mí misma, porque había sido
entrenada para mantener la boca cerrada y no arremeter contra algo, pero algo acerca
de Jacob hablando mal de Edward me hizo estar a la defensiva.
Rápidamente traté de pensar en algo que decir para contener su ira, pero después de
un momento me di cuenta de que no estaba siquiera mirándome. Sus ojos estaban
enfocados directamente delante de mí, en Jacob y él lo estaba mirando fijamente.
Jacob debió darse cuenta de que ya no tenía mi atención porque se dio la vuelta en la
dirección de mi mirada, congelándose cuando vio a Emmett.
Dudé, sorprendida por su pregunta, y Jacob suspiró en frustración. “Vamos, Em. Sabes
que yo no... “comenzó, pero Emmett lo interrumpió rápidamente.
“No te estaba preguntando a ti, Jake,” dijo bruscamente. “Estoy hablando con Isabella.
¿Todo bien? “
Los ojos de Jacob se abrieron con sorpresa. “¿Es este fin de semana?”, preguntó.
Emmett asintió confirmándolo y Jacob se rio. “No, me he metido en algunos problemas
en la escuela, me sorprendieron peleando y el entrenador me echó del equipo”.
La seria expresión de Emmett se suavizó mientras sonreía. “Juegas todos estos años y
terminas expulsado el último año. ¿No es una mierda?”, dijo con diversión. Rosalie
llamó a Emmett y él levantó la mano para decirle que esperara, su sonrisa una vez más
desapareció. “Se amable con Isabella. Me gustas, ya lo sabes, pero te golpearé si la
molestas.”
Jacob levantó las manos a la defensiva, con una expresión seria en su rostro. “Lo capto,
hombre. No tenía intención de molestarla”.
Emmett asintió y se alejó corriendo, volviendo a mirar hacia nosotros unas cuantas
veces antes de unirse a Rosalie nuevamente a jugar otro partido de voleibol. “Es muy
protector contigo”, murmuró Jacob cuando me di la vuelta para mirar de nuevo hacia el
agua. No me molesté en responder a su declaración, sin saber qué decir de todos
modos. Se quedó quieto por un momento, antes de dar unos pasos y pararse junto a
mí. “¿Vas a meterte en el agua?”
“¿Por qué no?”, preguntó. Suspiré y me encogí de hombros, pero siguió mirándome
inquisitivamente.
“No tienes que saber nadar para mojarte los pies”, dijo encogiendo los hombros,
Suspiró, mirándome con desconcierto. “En serio, ¿crees que voy a dejar que te
ahogues? Confía en mí.” Mis ojos se estrecharon en el momento en que las palabras
salieron de su boca, y sus ojos se abrieron ligeramente al ver mi expresión. “O no
confíes en mí, lo que sea. Pero, ¿realmente crees que soy tan estúpido como para
decirte que hagas algo que pueda hacerte daño, con Emmett de pie allí mirándome
como un maldito halcón? Te lo he dicho antes, Isabella Swan. Pareces agradable y
todo, pero no tengo planes para hacer que me maten por ti. Y puedes estar segura, si
dejo que te ahogues, Emmett me matará”.
Sonreí y asentí, dejando mis manos sobre la superficie del agua. Pequeñas olas se
estrellaban contra ellas, la visión era fascinante y de alguna manera, calmante. “Debe
ser agradable vivir cerca del agua. ¿Vienes a la playa a menudo?” Le pregunté con
curiosidad.
“Sí, cada vez que puedo. Surfeamos y hacemos clavados en el acantilado y esas cosas
todo el tiempo “, dijo. Lo miré en confusión
“¿Clavados?” Le pregunté, sin saber lo que era. Él asintió con la cabeza y señaló a lo
lejos, a un gran acantilado que sobresalía en la orilla.
“Nos ponemos en la parte superior del acantilado y saltamos al agua”, dijo. Mis ojos se
abrieron por la sorpresa.
“No lo sé, a setenta y cinco pies ¿tal vez? Exactamente no se cuánto medirá”, dijo
indiferente. Me giré a mirarlo boquiabierta, sorprendida por su indiferencia al respecto.
“Hay que estar loco para saltar desde allí”, afirmé. Él se rio y se encogió de hombros.
“Tal vez estoy loco, pero eso solo significa que tu novio también lo está” dijo divertido.
“Todo el maldito tiempo. De hecho, se armó de valor y saltó antes de que yo lo hiciera.
Maldito gilipollas, no tenía respeto por la vida”, murmuró. Entrecerré los ojos
nuevamente, no me gustaba que hablara negativamente de Edward y él levantó las
manos en defensa una vez más. “Está bien, seré bueno.”
“Gracias”, le dije en voz baja. Caminamos un poco por el agua, un incómodo silencio
se manifestaba en el aire, entre nosotros. No lo conocía muy bien y no estaba segura
de qué decirle, pero por alguna razón me sentía extrañamente a gusto en su presencia.
Yo era muy consciente de cómo se sentía Edward acerca de Jacob, y que nunca haría
algo para hacerle daño deliberadamente, pero él siempre me decía que formara mis
propias opiniones acerca de las personas y las cosas. Dijo que con la independencia
viene la oportunidad de tomar mis propias decisiones, y vi a Jacob como una de esas
cosas a las cuales Edward, se estaba refiriendo. No confiaría del todo en él porque
sabía que había traicionado a Edward en el pasado, pero no vi ninguna razón para no
ser civilizada con él.
Al resto de los Cullen todavía les gustaba, Rosalie y Alice me habían manifestado
incluso hace meses cómo deseaban que Jacob y Edward volvieran a ser amigos. Una
parte de mí se preguntaba si tal vez yo podría ayudar con eso, si yo podría ayudar a
cerrar la brecha entre ellos. Los dos estaban obviamente heridos y se sentían
agraviados uno hacia otro, y sinceramente ambos tenían derecho a estarlo, pero no
veía ninguna razón por la que no pudieran llegar a superarlo. Edward había hecho
tanto por mí, y yo no podía dejar de preguntarme si tal vez esta era mi oportunidad de
hacer algo a cambio. Tal vez podría ayudarles a ser amigos nuevamente.
“¿Así que, por que el seis tenía miedo del siete?”, preguntó Jacob. Lo miré con
confusión al principio, antes de darme cuenta de que estaba tratando de romper la
tensión con un chiste.
“Porque el siete se come al nueve”, dijo, sonriendo. “¿Lo entiendes, siete se come al
nueve?” (N.T. La broma de Jacob en inglés es “Seven eight nine”, haciendo que ‘eight’
se pronuncie como ‘ate’, lo cual en español es comer, por ello el seis le teme al siete,
porque se come al nueve).
“Pero no te has reído, intentémoslo otra vez. ¿Por qué el muchacho lanzó su tostada
por la ventana? “preguntó. Me encogí de hombros vacilante, no tenía ni idea de cuál
podría ser la respuesta. “Él quería ver la mantequilla volar”
“¿Ver la mantequilla volar?” Pregunté con confusión, no capté el chiste hasta que las
palabras salieran de mi boca. “Ah, como una mariposa.” (N.T. Butter fly (mantequilla
volar) suena igual que la palabra Butterfly, mariposa).
Él suspiró, sacudiendo su cabeza. “Sí, una mariposa. ¿Por qué despidieron al chico de
la fábrica de zumo de naranja?” Me encogí de hombros otra vez y él levantó sus cejas
con una expresión de esperanza en su cara. “Él no podía concentrarse.”
Él me miró fijamente durante un momento antes asentir. “Sí. Eres difícil de entretener,
¿sabes?,” dijo con un suspiro.” Me siento derrotado; nunca he fallado así antes
tratando de hacer reír a alguien. Podría haberte preguntado ¿por qué la maldita
gallina cruzó la carretera?“
“Para llegar al otro lado, desde luego” dijo. Me reí y reí tontamente, haciendo que riera
enseguida. “Bien, ¡mierda! La gallina lo ha logrado. ¿Nunca lo habías oído antes?”
“Necesitas más comedia en tu vida” murmuró. “Eso o si no Cullen terminará por acabar
con tu buen sentido del humor.”
Mis ojos se estrecharon, pero antes de poder decir algo, él desapareció bajo el agua,
salpicándome un poco. Emergió de nuevo y sonrió con satisfacción. “No ha sido
gracioso” dije molesta. Se encogió de hombros y comenzó a salir del agua sin decir
nada, recogiendo su camisa de la arena. Suspiré y caminé detrás de él, no quería
quedarme sola en el océano. Dimos un paseo hacia las tumbonas y agarré una toalla
mientras él solamente dejo caer su cuerpo todavía mojado en la tumbona.
Me sequé y me senté en el borde de la silla, poniendo mis pies hacia delante. Estos
fueron cubiertos por la arena, pero esto no me molestó en absoluto, porque yo estaba
acostumbrada a caminar con los pies descalzos en la suciedad y arena de Phoenix.
Las puntas de mi pelo estaban mojadas por haberse salpicado de las pequeñas olas
“Edward” dije tranquilamente. Esperé que él dijera algún comentario sarcástico pero
me sorprendí cuando no lo hizo.
“Lo siento” dijo. Lo miré con incredulidad, tomando su palabra como algo genuino
viniendo de él.
“¿Así que están realmente enamorados? ¿Esto no es algo pasajero?” preguntó. Reí
pensativamente mientras lo miraba fijamente.
“¡Mierda, relájate!” dijo, riendo y tratando de tranquilizarme. “En serio, cálmate. No voy
a llamar a nadie”. Traté de cogerlo otra vez pero él lo alejó antes de que yo pudiera
conseguirlo, dándome una mirada seria. Le entrecerré mis ojos, inquieta sobre lo que
él estaba haciendo, pero estaba claro que no tenía ninguna intención de devolvérmelo,
así que la lucha era inútil. Podría haber llamado a Emmett y él habría forzado a Jacob
a devolverme el teléfono, pero tenía miedo de que simplemente esto causara un
innecesario altercado.
Eché un vistazo hacia mi teléfono y asentí, sin saber como reaccionar. Yo no estaba
segura de como sentirme acerca de esto o si alguna vez lo usaría, pero tenía que
admitir era bastante amable de su parte. “Eh, bien”
“Y si has sido sincera cuando has dicho que entre Cullen y tú todo va en serio, y él
realmente te ama, entonces no tiene ninguna razón para revisar tu teléfono o
desconfiar de ti. No es un crimen tener gente con la que poder hablar” añadió él.
“Sí” murmuré, insegura de qué más decir. Rosalie se acercó después de un momento,
quejándose de que él hubiese mojado su silla con su cuerpo empapado. Los demás se
acercaron mientras Jacob rodaba los ojos.
El resto del día se pasó volando. Traté de llamar a Edward dos veces más pero cada
vez que lo hacía, iba directa a su buzón de voz. Me recosté en la cama después de la
Otra vez, a pocos minutos de las siete de la mañana, me desperté con el toque
implacable de Emmett. Salí de la cama y caminé cansadamente hacia la puerta,
abriendo y encontrándomelo de pie allí con una enorme sonrisa sobre su cara. Él
declaró que el desayuno estaba listo, y en broma me dijo que estaba orgulloso de mí
por haberme acordado de ponerme mi pijama la noche anterior.
Te amo.
Cerré el teléfono y levanté la vista, notando que Emmett me miraba con cautela. “¿Has
tenido noticias suyas?” preguntó.
Me encogí de hombros. “Me ha llamado dos veces pero he perdido sus llamadas. Él no
ha contestado cuando lo he llamado.” Él asintió, dejando su tenedor.
Me reí suavemente. “Lo sé” dije, sin saber realmente y aun así sin querer que Emmett
se sintiera obligado de darme excusas o explicarme algo. Edward no tenía mucho
tiempo que se había ido y había tratado de llamar dos veces, entonces esto no era
culpa de nadie, más que mía por no haber hablado todavía con él.
Sempre.
Era increíble como seis simples letras que componen una simple palabra podían
mejorar mi estado de ánimo tan drásticamente. El resto de la tarde la pasamos igual
que la mañana, llena de juegos de mesa y películas. En realidad, acabe ganando
“Trivial Pursuit”, el cual se convirtió rápidamente en mi juego favorito para jugar. Me
sabía cada respuesta al derecho y al revés desde que veía Jeopardy. Todos parecían
estar totalmente sorprendidos por lo buena que era en esto y por el buen humor que
tenía jugando, a pesar del hecho de que ganaba cada vez más a menudo.
Alrededor de las ocho de la tarde, les dije que me iba a la cama, porque mis ojos me
quemaban por el agotamiento. Me preguntaba cuando volvería a tener una buena
noche de sueño, aventurándome a adivinar que probablemente no sucedería hasta
que Edward regresara. Me subí a la cama y me acurruqué con su almohada,
inspirando profundamente justo como había hecho las dos noches anteriores. La miel
y rayos de sol con una pizca de lila y ahora una sutil esencia de fresas, intoxicaban mis
sentidos, calmándome. Me sumergí en la inconsciencia rápidamente y me desperté
más tarde por el sonido de una canción. Me senté con tanta rapidez que mi visión se
volvió borrosa, y busque ciegamente mi teléfono alrededor de la cama. Finalmente lo
encontré, y lo abrí rápidamente para contestar.
“¿Hola?” dije inmediatamente. No había nada más que silencio al otro lado de la línea
y repetí mi saludo una vez más sin obtener nada a cambio. Alejé el teléfono de mi
oído y vi el mensaje en la pantalla de "una llamada perdida", dándome cuenta de que
había contestado un segundo tarde. Gruñí y sentí que mis ojos se llenaban de
lágrimas, pero luché para que no sucediera con el fin de tener control sobre mí misma.
Marqué su número rápidamente y sonó un par de veces. Sabía que su buzón de voz iba
a saltar en cualquier momento y estaba a punto de colgar cuando la llamada entró.
“Empezaba a pensar que no querías hablar conmigo, tesoro”, su voz sonó en la línea,
con un tono suave. Apenas lo escuché, mi corazón comenzó a palpitar frenéticamente
y perdí la lucha contra mis lágrimas, estas resbalaban una a una por mi mejilla.
“Por supuesto que quiero”, dije, limpiando mis lágrimas. “Te echo de menos.”
Él se burló. “Oh sí, es jodidamente divertido hacer esta mierda”, dijo, sonando divertido
por mí pregunta. “Ha sido frenético y me han partido el culo. Te amo lo sabes, pero
realmente no puedes seguir cocinando toda esa deliciosa comida italiana. Me he dado
cuenta que eso ha hecho mella en mi físico”.
“Muy bien, listilla. Veo lo que quieres hacer. Tentarme con la puta Alfredo mientras yo
estoy en una esquina comiendo algunas coles de Bruselas de mierda o algo así”, dijo
en broma. Empecé a reír. (N.T. Cuando Edward dice la puta Alfredo se refiere a pasta
Alfredo, una receta italiana de pasta muy famosa).
“No me cabe duda de eso, pero voy a tener que pasar de esa mierda. Aunque,
gracias”, dijo. “De todos modos, realmente solo quería oír tu voz porque ha sido
demasiado tiempo, ¿sabes? No puedo permanecer en el teléfono mucho tiempo,
porque estoy agotado y tengo que levantarme temprano para un entrenamiento pero te
llamo otra vez mañana, ¿está bien?”
Dormí un poco mejor que las noches anteriores, pero todavía estaba inquieta sin él.
Entramos rápidamente en un patrón después de que Emmett me arrastrara fuera de la
cama a primera hora y luego me mantuviera ocupada hasta al menos el atardecer.
Fuimos a desayunar juntos a la cafetería como cada mañana, y Jasper, Alice y Rosalie
se unieron a nosotros un par de veces. Los días estuvieron llenos de intensa actividad,
que me gustó más de lo que jamás podría haber imaginado. Todavía extrañaba a
Edward tremendamente pero mantenerme ocupada hacía soportable la separación. Ni
una sola vez me olvidaba de él, ya que estaba en mi mente constantemente, pero no
era sino hasta que llegaba a la habitación por la noche, en un intento de dormir un
Limpié y cociné muy poco en toda la semana, de vez en cuando hacíamos sándwiches
y bocadillos y recogíamos solo lo necesario para que la casa quedara decente. Me
sentía mal, haciendo flojeando con mis obligaciones, pero cada vez que intentaba
escapar de Emmett para limpiar algo, me detenía y me alejaba a rastras. Tenía miedo
de lo que el doctor Cullen pudiese pensar, pero el quid de la cuestión era que apenas
veía al doctor Cullen. Trabajaba durante el día, llegaba a casa por la noche y
desaparecía en su oficina de abajo, rara vez reaparecía cuando todavía estaba
despierta. No estaba segura de si estaba ocupado o si simplemente estaba
manteniendo la distancia intencionalmente, casi me sentía culpable por ello. Aunque
no tenía mucho sentido para mí, porque ¿quién era yo para cuidar la forma en que
pasaba su tiempo? Pero, independientemente, tenía la extraña necesidad de ver cómo
estaba a pesar de que sabía que era una tontería. Era el hombre de la casa, mi amo, y
yo era apenas una chica de dieciséis años que simplemente se aseguraba de que
tuviese ropa limpia, una cama hecha y comida para comer. No tenía derecho de hablar
de cualquier cosa con él a un nivel personal.
Era la tarde del sexto día, y me senté en la sala observando el reloj de la pared.
Contaba los segundos a medida que pasaban, cada tic-tac me llevaba un segundo
más cerca al regreso de Edward. Se sentía tonto, llevándolo segundo a segundo, pero
estaba aumentando mi ansiedad. Pensé que sería más fácil cuando la semana hubiera
avanzado, pero la anticipación crecía más a medida que los días pasaron volando y
apenas podía contenerme.
El reloj marcaba las cuatro de la tarde y sonreí para mis adentros, sabiendo que solo
faltaban veinticuatro horas más para que Edward dejara el campamento y fuera libre
Suspiré y aparté la vista del reloj, mirando de nuevo a la televisión. Estaba viendo una
película con Jasper y él estaba obsesionado con ella, casi en trance, mientras yo no
podía concentrarme lo suficiente como para entender de qué trataba.
“Tengo que ir a hacer la compra” solté al azar, sabiendo que se estaban agotando
algunas cosas. El doctor Cullen había dejado claro que podía comprar comida en
cualquier momento que fuese necesario y sin tener que recibir previa aprobación.
Sabía que la compra podía esperar un momento más oportuno, ya que estaba
lloviendo y estaba finalizando la tarde, pero no podía simplemente sentarme y esperar.
Necesitaba algo que me distrajera.
“Está bien, entonces. Si estás segura” dijo finalmente. Yo sonreí y le dije que lo estaba,
me puse de pie y salí de la habitación. Corrí escaleras arriba y me puse una chaqueta
con la capucha sobre la cabeza. Hacía calor, pero la lluvia era un poco fría y la
chaqueta al menos me protegería.
Después de decirle adiós a Jasper en voz alta, cogí las llaves y salí por la puerta
principal, en dirección al coche plateado. Conduje por la ciudad hacia la tienda de
comestibles, aparcándolo cerca de la entrada tanto como me fue posible debido a las
condiciones meteorológicas. Me puse a comprar rápidamente, cogiendo todo lo que
sabía que necesitábamos o íbamos a necesitar pronto, asegurándome de coger las
cosas favoritas de Edward para cuando llegara a casa. Estaba mirando los cereales
para comprar una caja de Lucky Charms para Edward cuando una voz familiar resonó
detrás de mí en el pasillo.
“Creo que sé algunas bromas de duendes” dijo con una sonrisa. Me volví hacia él,
sonriendo.
“No me sorprende”, le dije. “Tú nunca pierdes cuando se trata de hacer una broma.”
Él sonrió y se encogió de hombros. “Eso es lo que soy. Cada hombre tiene que tener lo
suyo para atraer a las damas, ya sabes. Los Cullen las hacen desmayarse con el
acento italiano y yo las hago reír”, dijo.
“¿Y eso realmente funciona para conseguir chicas? ¿Contar chistes?”, le pregunté con
curiosidad. Su sonrisa creció.
“No es gran cosa. No me avergüenzo de lo que hago”, agregó con una sonrisa.
“Hablando de hacérselo a la gente, ¿cuándo vuelve tu novio? Apuesto a que tienes
mucho que compensar. ¿Cullen ha estado una semana sin jugar nada? Eso tiene que
haber sido una tortura para él.”
Mis ojos se abrieron con sorpresa y lo miré boquiabierta, sorprendida por sus palabras.
“No voy a hablar contigo acerca de... eso” dije en voz baja, aumentando mi rubor.
“¿Por qué? ¿Tú puedes preguntarme pero yo no te puedo preguntar a ti? Vamos, tengo
curiosidad acerca de cómo le va al Cullen de una sola mujer”, dijo.
“Tienes que estar bromeando. ¿Quieres que se lo pregunte a ese imbécil? Yo no tengo
absolutamente nada que decirle”, dijo. Sacudí la cabeza con fastidio.
“Para alguien que dice que no le importa, Jacob Black, pareces estar muy interesado en
su vida” murmuré, cogiendo la caja de cereales de la estantería y lanzándola al carrito.
“Y a él le está yendo muy bien, muchas gracias.”
Se echó a reír. “¿Sabes?, apenas te conozco, pero lo que puedo decir es que has
cambiado mucho. Algo me dice que esa chica con la que intenté coquetear en el
partido de fútbol del año pasado no me hubiera contestado así “, dijo. ¡Diablos!, tal vez
me equivoqué. Tal vez Cullen sea bueno para ti, después de todo.”
Lo miré con sorpresa, no esperaba que hiciera una concesión así. “Él es bueno para
mí”, le dije. Jacob asintió y sonrió.
“Sin embargo, sigue siendo un idiota” añadió. Gemí y él se rio, extendiendo su mano y
apoyándola en mi hombro. “Tengo que irme. Cuídate.”
“Tienes que ir a cambiarte de ropa antes de enfermar o algo así”, dijo. “Puedo terminar
esto”
“Eh, está bien”, le dije, no quería discutir con él. Me dirigí escaleras arriba y me cambié
la ropa mojada por un par de pantalones negros y una camiseta de fútbol de Edward.
“Ey, tesoro. ¿Qué estás haciendo?” Preguntó, con una suave voz. Parecía agotado,
como lo había estado durante toda la semana. Cada vez que le preguntaba cómo
estaba, me decía que estaba bien, pero parecía como si estuviera siendo mucho más
difícil para él de lo que dejaba ver.
“Sí. Ambos, eh, el conjunto negro que Alice me compró el mes pasado”, recordé
preguntándome por qué me estaba preguntando eso. Lo escuché gemir
“No te disculpes. Joder, no puedo creer que estés usando eso y yo no estoy allí. No
puedo esperar para llegar a casa y adorar ese maldito cuerpo de nuevo, eso es seguro.
Apuesto a que estás ruborizada ahora mismo, ¿no?”, Preguntó.
“Yo solo puedo imaginarte, ya sabes, recostada y abierta para mí. Tan jodidamente
hermosa. Quiero besar y acariciar cada centímetro de ti, sólo disfrutar de tu sabor”,
dijo. Sus palabras me pusieron la piel de gallina encendiendo mi piel como un
hormigueo que recorría mi cuerpo y se instalaba justo entre mis muslos.
“No” dije en voz baja. “Es… agradable”. Sentí que mi rubor aumentaba ante esa
admisión.
“Por supuesto”, le dije inmediatamente. Él gimió ante mis palabras antes de responder,
capturándome con la guardia baja por su petición.
“¿Qué?” Le pregunté, sorprendida por sus palabras y sin entender del todo lo que
quería decir con eso. Él se echó a reír de nuevo.
“Tócate a ti misma, nena. Desliza tu mano por tus bragas y tócate a ti misma” dijo,
sonando un poco divertido.
“Sí. Vamos, echo de menos follar. No hay vergüenza en ello, no puedo estar ahí en este
momento para tocarte, así que quiero que te toques por mí” dijo, su tono me decía que
hablaba en serio. Inmediatamente pensé en las palabras de Jacob en el supermercado,
cómo una semana sin ninguna atención sexual sería una tortura para Edward. Sabía
que podía negarme a hacerlo y Edward no pensaría mal de mí, probablemente hasta
se reiría de esto, pero también me di cuenta de que era algo que realmente quería y no
quería negarle algo. Nunca quise negarle nada Edward.
“Sé que no lo sabes, tesoro” dijo en voz baja. “Simplemente recuéstate, relájate y haz lo
que yo diga, ¿de acuerdo? Todo lo que tienes que hacer es escuchar y dejarme
manejarlo. ¿Crees que podrás hacer eso?”
“Bien. En realidad, ¿por qué no te quitas la ropa rápidamente? Será más fácil para ti
de esa manera”, dijo. Yo le dije que esperara mientras dejaba el teléfono,
desnudándome nerviosamente. Estaba ansiosa y completamente fuera de mi elemento,
pero no podía negar que una parte de mí estaba emocionada y excitada por lo que él
estaba pidiéndome que hiciera.
“Está bien”, dije mientras cogía nuevamente el teléfono. “Me la he quitado. “Escuché un
gemido en respuesta a lo que había dicho.
“Bien. Ahora échate hacia atrás y pasa tu mano libre sobre el pecho, tocándote los
pezones. ¿Están erizados?”, preguntó. Suspiré y murmuré en confirmación, mientras se
endurecían bajo mi tacto. Me dijo que pellizcara mi pezón con el pulgar y el dedo
índice y los rodase entre ellos, el acto me causó placer por todo mi cuerpo. Lo hice con
ambos y se endurecieron aún más, el hormigueo cruzó toda mi columna vertebral.
“Ahora pasa la mano por tu estómago lentamente y acaricia la piel mientras abres
camino hacia tu coño. Apuesto a que se te ha puesto la piel de gallina, ¿no? Joder, amo
la forma en que tu cuerpo reacciona”, dijo. “Tesoro, abre las piernas un poco, y recorre
suavemente tu clítoris con tu dedo índice.”
Dudé brevemente, procesando lo que me estaba diciendo que hiciera, antes de pasar
cuidadosamente mi dedo a través de mi clítoris. Gemí suavemente ante la sensación y
lo oí gemir en respuesta.
“¿Alguna vez te has tocado así estando sola?”, preguntó en voz baja. Le dije que no,
murmurando nerviosamente sobre ese incidente en la bañera que pasó hacía mucho
tiempo, y él se rio un poco. Nunca tuve ningún deseo de tocarme de manera sexual,
porque Edward siempre era bueno en ese aspecto. “Se siente bien, ¿no es así? Usa tu
dedo índice y medio para acariciarte ahí abajo, recórrelos suavemente por esos
hermosos labios tuyos y por encima de tu apertura. ¿Estás mojada?”
“Sí”, murmuré, sintiendo que la humedad se filtraba hacia afuera sobre mis dedos.
“Mmmm, mierda, me gustaría estar ahí para sentirlo. Empieza a frotar tu clítoris con tus
dedos. Utiliza un movimiento circular y presiona un poco más fuerte, pero no
demasiado. Como te sientas más cómoda bebé”, dijo, con la voz entrecortada y
enviando un escalofrío por mi columna vertebral. Hice lo que me pidió y gemí ante la
sensación.
“¿Se siente bien?”, preguntó. Murmuré 'sí' en confirmación y él suspiró. “Bien. Sigue
haciendo eso y sólo escúchame, ¿de acuerdo? Todo lo que tienes que hacer por ahora
es seguir frotando”
“Ahora cierra tus ojos y finge que soy yo. Olvídate de que estamos en el teléfono,
simplemente finge que estoy ahí contigo, tocándote y susurrándote en el oído”, dijo
Hice lo que me dijo, cerré mis ojos mientras me frotaba. El placer era intenso y mi
respiración era débil desde que sentí el deseo en mí. Definitivamente estaba excitada,
lo cual nunca creí posible, ya que creía que estaría demasiado nerviosa para darme
placer, pero no fue así. Incluso me sentí a gusto con la idea de Edward sabiendo lo que
estaba haciendo, ni incómoda o avergonzada en absoluto.
“Tienes un coño hermoso, mi Bella. ¿Lo sabes? Tan jodidamente estrecho, húmedo y
cálido. Me encanta esa mierda, nadie puede compararse con lo que tienes. Me encanta
cómo se siente, cómo sabe. Me encanta empujar dentro de ti, y que tu cuerpo me
envuelva con fuerza. Encajamos tan jodidamente perfecto, tesoro. Nunca podrá haber
una unión más perfecta que nosotros”, dijo. Gemí en respuesta a sus palabras, mi
anhelo aumentando. Empecé a mover mis dedos, presionando cada vez más rápido, y
las sensaciones se hacían cada vez más fuertes.
“La forma en que gimes y te retuerces debajo de mí. Tú no sabes lo que es eso, amor.
La forma en que tu cuerpo se somete al placer, la forma en que reaccionas cuando
estoy dentro de ti. El sexo es bueno, y me refiero, joder... es bueno... pero eso no es
todo. Me encanta la forma en que me amas, tan jodidamente genuina y cálida. Tú no
solo me das tu cuerpo, me das todo de ti. Yo siempre pienso primero en ti, te lo
prometo“, dijo.
“Te amo”, gemí en respuesta, mi cuerpo se sentía como si estuviera en llamas de dentro
a fuera.
“Sé que lo haces y yo también Te amo. Jodidamente demasiado. ¿Aún te tocas, nena?
¿Todavía se siente bien?”, preguntó. Murmuré en afirmación. ”Bien. Ahora desliza dos
de tus dedos dentro de ti, ¿crees que podrás hacerlo? Empuja hacia dentro y hacia
fuera y finge que soy yo, tesoro. Imagina que estoy ahí dándole placer a tu cuerpo,
follándome ese hermoso coño. ¿Te gustaría eso, tenerme dentro de ti ahora mismo? “
“Oh Dios, sí” jadeé, deslizando mis dedos dentro de mí. No lo había hecho antes, pero
estaba tan perdida en mi deseo, que no había espacio para los nervios. Lo deseaba
mucho, estaba completamente desesperada por él.
“Sí”, lloriqueé.
“Bien, sigue haciéndolo. Quiero oír cómo te corres. Joder, realmente quiero sentir como
te corres pero, ya que no puedo, al menos necesito oírlo. ¿Puedes hacer eso por mí,
puedes correrte para mí?”, preguntó, su voz era áspera por la lujuria. Gemí en voz alta,
el corazón me latía furiosamente en el pecho. Casi podía sentir la sangre corriendo por
mis venas febrilmente, extendiendo la calidez y el placer a través de cada centímetro
de mi cuerpo.
“Sí”, respondí.
Empezó a hablar de nuevo en italiano y sentí el placer rasgar a través de mí, mis
músculos se tensaron y mi cuerpo se paralizó brevemente. Arqueé mi espalda y grité el
nombre de Edward, juntando mis muslos mientras el orgasmo me invadía.
“¡Joder!, eso es” gruñó Edward en voz baja. Le oí gruñir mientras las oleadas de placer
me inundaban, hasta que la euforia y la relajación llegaron a mí. Traté de seguir
frotándome pero cada parte de mí se sentía como si estuviera hecha de gelatina,
siendo casi imposible que pudiese moverme. Me tumbé en la cama y traté de recuperar
el aliento, escuchando la respiración dificultosa de Edward a través del teléfono.
Se rio entre dientes. “Sí que lo ha sido”, dijo con regocijo. Me preguntó si estaba
cansada y de mala gana admití que sí, sabiendo que él querría colgar si le mentía,
pero el quid de la cuestión era que estaba cansada. Me dijo que me vería al día
siguiente y me deseó buenas noches antes de colgar el teléfono.
Pasamos nuestro día frente a la televisión mientras yo miraba los segundos avanzar en
Eran casi las ocho y media cuando vi un destello brillante, mi corazón latió con furia
cuando me di cuenta de que eran los faros... los faros del coche de Edward. Traté de
mantener la calma, pero en el momento en que las luces se apagaron, oí el golpe de la
puerta del coche, perdí mi cordura sobre mí misma, mi corazón eclipsó todo mi
razonamiento y sentido común. Tenía que verlo... ahora.
Me levanté de un salto del sofá y corrí a través de la casa en poco tiempo, oyendo la
risa de Emmett procedente de la sala mientras yo salía. Fui directamente a la puerta
principal y la abrí, miré en la oscuridad y lo visualicé inmediatamente. Le sonreí
mientras me miraba y salté hacia fuera. Sus pasos vacilaron y una mirada de sorpresa
apareció en su rostro mientras volaba fuera del porche directamente hacia él. Dejó caer
sus maletas y abrió los brazos rápidamente, tropezando unos pasos hacia atrás
mientras me lanzaba hacia él.
Envolví mis brazos alrededor de su torso con fuerza y hundí mi rostro en su pecho,
sintiendo su calor e inhalando su aroma. Él se rio y me abrazó de nuevo, besando la
parte superior de mi cabeza. Me aparté rápidamente y lo miré a la cara, viendo su
caótico cabello color bronce y sus impresionantes ojos verdes. Se veía exhausto y tenía
una contusión leve debajo del ojo izquierdo y una herida cerca de la nariz, lo que
confirmaba que él había tenido un entrenamiento difícil en Seattle. Empezó a decir
algo, pero lo interrumpí rápidamente, pegando mis labios a los suyos con furia. Parecía
brevemente aturdido, pero empezó a besarme de nuevo, con la pasión y la necesidad
evidente en la forma frenética en que sus labios y su lengua se movían contra la mía.
“Bueno, joder. Si me vas a recibir así, tal vez tenga que irme lejos más a menudo.”
Edward cullen
“¡Mierda!”
El dolor atravesó mi muñeca y subió por mi antebrazo a medida que mis dedos se
entumecían al instante. Empecé a sacudirla, tratando de deshacerme de la sensación
cuando las puntas de mis dedos comenzaron a hormiguear.
“¡Muévela, Cullen!” El Entrenador Clapp gritó. Gruñí molesto, flexionando mis dedos y
frotando mi muñeca mientras maldecía en voz baja. ¿Qué mierdas pensaba que
estaba haciendo?
Decir que estaba teniendo una mala semana ni siquiera empezaba a describir lo
jodidos que habían sido los últimos días. Joder, no había querido dejar a Isabella pero
sabía malditamente bien que tenía que hacerlo si quería mantener mi posición en el
equipo, así que me armé de valor después de quejarme la mitad del puto día y salí por
la puerta de casa. Me mentalicé durante todo el viaje a Seattle, diciéndome a mí mismo
que esta mierda iba a salir bien. El campamento sería pan comido y mis hermanos
mantendrían a Isabella ocupada y entretenida, y todo terminaría rápidamente. Para
cuando me detuve en el estacionamiento de la Universidad de Washington casi me
había convencido, pero cada onza de seguridad que había ganado durante el viaje se
fue por la puñetera ventana en el momento en que me dijeron que esperaban que
compartiera habitación con Michael Newton. Newton. Esos hijos de puta esperaban
que me quedara en una habitación de tres por cinco metros con ese pendejo durante
una semana completa. Si no supiera que no era así, pensaría que alguien hizo eso a
propósito solo para joderme, porque tenían que saber que ninguna mierda buena
podía salir de ponernos a los dos juntos.
Y ese fue solo el jodido comienzo de la aún más jodida semana. El primer día en el
campo, Tyler tuvo la brillante idea de empezar sin mí. Evidentemente estaba
encabronado por la broma pesada que le hice a Lauren con las fotos, porque en algún
momento había decidido que en realidad estaba enamorado de esa perra. No le
importaba que yo le hubiera dado a ella una advertencia con suficiente antelación
para que desistiera de una puta vez, e incluso le hubiera dicho que pondría al
No parecía avergonzada cuando estaba frotando todo sobre Tanya, eso era
malditamente seguro. Ni siquiera estaba seguro de que fuera posible avergonzar a
alguien como Lauren, quien no tenía dignidad ni respeto de sí misma. Esa perra no
tenía vergüenza. Ella solo estaba molesta por haberse metido en problemas en la
escuela por ello, y que sus padres la hubieran castigado para todo el verano y la
estuvieran enviando a la consejería de su iglesia. Demonios, creía que era una buena
idea. No era religioso pero incluso yo podía reconocer que Lauren necesitaba alguna
maldita intervención divina. Esa perra seguro que tenía el demonio dentro, puta
confabuladora.
Sin embargo Tyler era demasiado estúpido para ver mi lógica y optó por arremeter
contra mí en lugar mirar de cerca a la chica que supuestamente amaba. Él me provocó
y mantuve la boca cerrada todo lo que pude, pero después de horas oyendo su mierda
perdí el control. Arremetí contra él, diciéndole que solo estaba jodidamente celoso de
que ella no le comiera el coño a una chica por él y se lanzó contra mí. Recibí un codazo
en la cara durante la pelea que dejó un moretón después, pero no fue nada comparado
con los dos ojos morados y la nariz rota con los que Tyler terminó.
Desafortunadamente, en el proceso de romperle el culo terminé con una muñeca
dolorida. No me la lastimé, pero todavía estaba muy débil desde que me la rompí hace
meses, haciendo mi semana infinitamente más difícil. Estaba fuera de forma, mi
muñeca estaba jodida, y la mitad del equipo estaba encabronada conmigo por una
razón o por otra. Joder, todo lo que quería hacer era jugar algo de maldito fútbol e irme
a casa con mi chica, pero esos hijos de puta decidieron que sería demasiado fácil. Al
parecer el karma finalmente me había alcanzado.
Traté de mantener la compostura y hacer solo aquello por lo que estaba allí, pero cada
golpe bajo y comentario sarcástico solo alimentaba mi ira y me hacía perder el control.
Había estado explotando con la gente toda la semana y los entrenadores estaban
hartos de ello, amenazando con quitarme de mi posición inicial si no me calmaba. No
parecían entender el puto hecho de que estaba tratando de estar calmado…
simplemente esos cabrones no me dejaban en paz.
Definitivamente no estaba tan en forma como antes por lo que los ejercicios que solía
hacer sin ningún problema me estaban pateando el culo. Estaba extenuado, y solo
empeoró conforme pasaba la semana. Todo mi cuerpo estaba dolorido, cada músculo
me ardía y dolía. Joder, me dolía respirar la mitad del tiempo, mucho más moverme, y
estaba contando los malditos segundos hasta que pudiera ir a casa con mi chica.
Al momento en que la semana se acercaba a terminar estaba harto. Hoy era mi sexto
día en el campamento y estaba demasiado cerca de simplemente enseñar el dedo
medio a todos e irme de una puta vez. El entrenador Clapp me había estado gritando
desde el momento que puse un pie en el campo a las nueve de la mañana, y mi
molestia estaba en el punto de no retorno. Si se acercaba era probable que lo golpeara
en el puñetero hocico como a todos los demás.
“¡Mierda!” Maldije, agarrándola una vez más. Eché un vistazo al otro lado del campo
mientras frotaba mi muñeca, viendo la perfecta espiral de la pelota a medida que
“Borra esa sonrisa de satisfacción de tu cara, Cullen,” dijo el entrenador Clapp con
impaciencia. “No hay lugar para tu ego en este campo.”
Puse los ojos en blanco, molesto, y Tyler se echó a reír. “Cullen Arrogante,” dijo
divertido. Lo fulminé con la mirada cuando pasó junto a mí, sacando mi hombro para
golpearlo. (N.T. Aquí la frase en inglés es “Cocky Cullen” cocky es arrogante, altanero,
pero obviamente cock también se usa para referirse a la polla, así que es a eso a lo
que se refiere Edward con lo siguiente)
“Así es como me llama también tu novia, ¿sabes?” Le dije en tono burlón. “Solo que por
otras razones.” Sus ojos se estrecharon y la ira destelló en su rostro cuando se lanzó
hacia mí, empujándome hacia atrás. Eché mi puño hacia atrás inmediatamente y lo
golpeé directamente en la mandíbula, haciendo que su cabeza volara hacia un lado
mientras se tambaleaba dando unos pasos hacia atrás. El dolor subió por mi brazo de
nuevo y maldije, sacudiendo otra vez mi mano. Él recuperó el equilibrio y venía de
vuelta hacia mí pero algunos de nuestros compañeros de equipo saltaron entre
nosotros, separándonos cuando el entrenador Clapp empezó a sonar su silbato con
todas sus fuerzas.
“¡Ustedes dos, basta ya de una puta vez!” Gritó. “No me importa cual sea el problema
del uno con el otro, pero lo van a dejar fuera de mi campo. ¿Entendido?”
Pasé el rato con unos de los chicos en la sala comunitaria de los dormitorios, poniendo
hielo en mi muñeca y viendo una película. No podía concentrarme porque mi mente
estaba estancada en Isabella, mis pensamientos se dirigían constantemente hacia ella
en cada momento libre que tenía. Joder, la extrañaba, más de lo que alguna vez esperé
extrañarla. Era como si se hubiera adueñado de cada aspecto de mi mundo, y de
pronto la mierda que solía disfrutar simplemente parecía casi insoportable sin ella allí.
Ni siquiera podía terminar de ver una maldita película sin ponerme ansioso e inquieto
Ella sonaba feliz cuando contestó y sonreí al instante, contento de que, al parecer,
estuviera teniendo una buena semana. Joder, al menos uno de nosotros la estaba
teniendo. Le pregunté qué estaba haciendo y dijo que estaba recostada en la cama,
sus palabras hicieron que apareciera su imagen en mi mente inmediatamente. Le
pregunté qué llevaba puesto por curiosidad, queriendo conseguir una buena imagen
mental porque no la había visto en muchos días, y en el momento en que confesó que
llevaba puesto su sujetador y bragas transparentes mi polla comenzó a endurecerse.
Podía imaginarla, la forma en que lucía su cuerpo y cómo se movía, y el más intenso
anhelo me golpeó. Cristo, la necesitaba. Necesitaba su maldito toque, su amor…
necesitaba que me calmara como solo ella podía. Era jodidamente extraño lo
desesperado que estaba por ella, lo que había llegado a depender de ella para mi
propia felicidad. Siempre había sido de los que se valían por sí mismos. No me había
permitido depender emocionalmente de alguien más desde que fui ese destrozado niño
de ocho años, sin madre y marcado con un padre que no podía soportar volver a casa
con él. Encariñarse de alguien era arriesgarse a salir lastimado, era simplemente pedir
ser abierto de un tajo y destrozado, y eso era algo que juré que nunca haría… pero lo
había hecho. Me había apegado a ella, más aún de lo que había sido consciente hasta
que me fui lejos. Mi vida entera estaba envuelta en ella y si bien podía ser poco
saludable, ahora no deseaba que fuera de otra forma. Aunque terminase destruido y
destrozado por ello, ella valía esa mierda.
Así que le pedí que se tocara. Tal vez estaba mal que le pidiera que hiciera esa mierda
para mí, pero lo necesitaba. Y ya que no podía estar con ella de la forma en que
quería, esto era lo más cerca que podía llegar. Esperaba que dijera que no, porque
Ella empezó a jadear con fuerza y podía escucharla estremecerse con cada exhalación,
indicándome que estaba cerca. Empecé a recitar mierda en italiano al azar porque
sabía que le gustaba, quería llevarla a la cima. Mi nombre escapó de su garganta en
un alarido cuando su orgasmo la golpeó y yo cerré los ojos apretándolos con fuerza,
apretando mi polla y bombeando con más rapidez mientras la imaginaba. La forma en
que su espalda se arqueaba y su cuerpo se tensaba antes de temblar, la forma en que
su rostro se contorsionaba por el placer agonizante y los sonidos de éxtasis
retumbando en su pecho. “Demonios, sí, así,” gruñí cuando mi propio orgasmo me
golpeó, el placer rasgando a través de mí. Gruñí y continué bombeándome mientras
me corría, deteniendo mi mano cuando había terminado. Me quedé allí acostado, con
los ojos cerrados y tratando de recuperar el aliento, escuchando sus jadeos por la línea
pero además de eso, silencio.
“Gracias,” dije después de un momento, agradeciendo lo que había hecho por mí. Me
sentía relajado, mi cuerpo había perdido considerablemente la tensión que albergaba.
“Realmente necesitaba esa jodida liberación.”
Hablamos un momento más antes de colgar para dormir algo. Arrojé mi teléfono sobre
la mesita lateral y me levanté, aseándome y cambiándome a ropa más confortable. Me
subí a la cama y cerré los ojos, dando vueltas mientras trataba de ponerme cómodo
sobre el pequeño y duro colchón. Finalmente me quedé dormido pero desperté poco
después por el ruido de un golpeteo constante. Maldije en voz baja y apenas salí de la
cama, dando trompicones hasta la puerta y quitando el seguro. Abrí la puerta e hice
una mueca por la luz brillante del pasillo, fulminando con la mirada a Newton.
“Me has despertado,” le dije con molestia, encabronado porque no había podido
dormir toda la maldita semana y finalmente tenía la oportunidad de conseguir un poco
de descanso decente solo para que él lo interrumpiera. Él se quedó mirándome y se
encogió de hombros.
“Sí, bueno, jódete,” le dije, caminando hacia la cama y tirándome de nuevo en ella.
Sabía que estaba siendo un capullo y entendía que había sido mi puta culpa, pero
estaba exhausto y no tenía paciencia para tratar con él. No respondió, solo cerró la
puerta y se fue a la cama.
Siendo el último día, pensarían que sería pan comido, pero estaba muy lejos de ello.
Tuvimos un partido de práctica en la mañana y todos seguían cometiendo errores,
distraídos y fuera del juego por la anticipación de finalmente volver a casa. Soltaron el
balón y perdieron mis puñeteros pases más veces de las que incluso pude contar y la
Nos hizo trabajar duro, poniéndonos una rutina tras otra hasta que la mayoría de
nosotros estuvimos al borde del desmayo. Yo mismo estaba a punto de colapsar, sin
poder correr otro maldito centímetro, cuando finalmente sopló su silbato y nos dijo que
nos detuviéramos. Al momento que las palabras salieron de su boca, la mitad del
equipo se dejó caer al suelo mientras me encorvaba, tratando de respirar
profundamente pero batallando porque dolía mucho hacerlo. Hasta mi maldita polla lo
estaba sintiendo, tratando de engullirse a sí misma y esconderse de la brutalidad.
Estaba a punto de salir del campo cuando el entrenador me llamó por mi nombre y me
dijo que esperara un minuto para poder hablar conmigo. Gemí mientras todos los
demás salían lentamente del campo, la ira se disparó a través de mí cuando Tyler se
volvió con una sonrisa, divertido. Solo quería llegar a casa y no había hecho nada
malo en todo el puto día así que no había razón para que me hiciera quedarme hasta
tarde.
“Has jugado bien hoy, hijo,” el entrenador Clapp dijo finalmente. Lo miré jodidamente
sorprendido, sin esperar escuchar eso de él porque siempre parecía odiarme.
“Gracias,” le dije, pasando la mano por mi pelo, sin saber cómo responder a su
cumplido.
“De nada. Sé que soy duro contigo, pero es porque tienes verdadero potencial. Si
puedes mantener tu temperamento a raya y concentrarte, realmente podrías llegar
lejos. Sabes que los entrenadores de UW han estado aquí toda la semana, observando
y puede que no sea muy apropiado de mi parte decirte esto, pero han expresado algo
de interés por ti,” me dijo.
“Sí, en serio. Pero a ellos no le gustan los violentos, Cullen. A nadie le gustan,” dijo con
severidad. “Sigue haciéndolo bien.” Extendió su mano y palmeó mi espalda con
Tuve que esperar al ferry un rato, cada segundo que pasé detenido alteraba mis
nervios. Finalmente llegó y volví a seguir mi camino, acelerando a fondo y recorriendo
a toda velocidad la carretera a Forks. Siempre me quejaba del puto pueblo, porque era
demasiado pequeño y completamente aburrido y monótono, pero en ese momento
estaba desesperado por ver ese letrero de “Bienvenido a Forks” de nuevo.
Eran pasadas de las ocho de la noche cuando finalmente llegué a los límites del
pueblo. Corrí a toda velocidad por las calles, esperando que ninguno de los policías
estuviera fuera porque estaba corriendo al menos al doble del límite de velocidad.
Finalmente, unos cuantos minutos más tarde, llegué al camino de entrada de la
propiedad y giré el coche. Me detuve frente a la casa y apagué el motor del coche,
tomando algunas respiraciones profundas para calmarme. Estaba desesperado por
verla pero no quería entrar corriendo como un jodido idiota y abrumarla. Los dos
habíamos sobrevivido a la semana así que no había razón para dejar que mi fuerza
flaqueara ahora que finalmente había terminado. No quería parecer débil cuando
obviamente ella había sido jodidamente fuerte.
Salí del coche y estiré un poco mi espalda, agarrando mis bolsas y dirigiéndome hacia
la casa. Iba a mitad de camino, cuando la puerta principal se abrió de par en par y
levanté la vista, viendo a Isabella. Ella se dirigió directamente hacia mí con una
expresión de alegría en su rostro, dejándome atónito y haciendo que me detuviera.
Saltó del porche y yo dejé caer mis bolsas cuando corrió hacia mí, nuestros cuerpos
chocaron con fuerza y me hizo tropezar un poco. Me abrazó con fuerza y enterró su
rostro en mi pecho, su reacción me hizo reír. No estaba seguro de, exactamente, cómo
actuaría ella después de una semana separados y me sorprendió gratamente su
emoción. Actuó exactamente como yo me sentía, extasiado.
La envolví con mis brazos y besé el tope de su cabeza, inhalando el suculento aroma
que había extrañado tanto. Me miró después de un momento, con adoración y una
pizca de preocupación en su expresión. Sabía que todavía tenía algunas marcas en mi
cara por la pelea con Tyler y estaba punto de explicarle que lucían peor de lo que en
“Bueno, joder. Si me vas a recibir así, tal vez tenga que irme lejos más a menudo,” dije
en broma. Ella sonrió con timidez pero negó con la cabeza sin vacilación.
Me eché a reír y asentí. “Está bien. Eso está bien para mí,” le dije, atrayéndola de
nuevo hacia mí y abrazándola con fuerza. “Joder, te he extrañado, tesoro.”
“Sí, yo tampoco. Estoy exhausto. En realidad solo quiero comer algo muy rápido y
llegar a la cama,” le dije, bostezando mientras las palabras salían de mi boca.
Isabella se echó a reír y se zafó de mi abrazo, agarrando mi brazo y tirando de él.
“Te voy a hacer un sándwich,” me dijo, sonriendo felizmente. Me reí entre dientes por su
entusiasmo y agarré mis bolsas, siguiéndola dentro de casa. Dejé caer mis cosas justo
al otro lado de la puerta principal y ella entró a toda prisa a la cocina mientras yo iba
hacia la sala de estar. Vi a mis hermanos cuando entré y Emmett sonrió ampliamente.
“Te ves como si te hubieran pateado el culo,” dijo divertido. Rodé mis ojos y me dejé
caer en el sofá cerca de Jasper.
“Deberías haber visto al otro tipo,” murmuré, haciendo que los dos se echaran a reír.
Isabella entró después de un momento con un sándwich de pavo hecho exactamente
como sabía que me gustaba y una Coca-Cola de cereza hecha en casa. “Joder, eres
demasiado buena para mí.”
Ella sonrió y se sonrojó pero no dijo nada mientras se sentaba junto a mí. Devoré mi
sándwich y bebí mi refresco, y nos dirigimos al piso de arriba para dormir tan pronto
como hube terminado. Arrojé mis bolsas a la esquina de la habitación, sin tener
energías para vaciarlas, y empecé a desvestirme hasta quedar en boxers. Isabella se
quitó la camiseta para ponerse su pijama y se detuvo, mirándome. Dio unos pasos
hacia mí y colocó su mano en mi pecho desnudo, recorriendo hacia abajo con la punta
de sus dedos el camino de vello que desaparecía dentro de mis boxers.
“Tu pecho está más duro,” dijo en voz baja, pasando su mano por mi estómago. Asentí,
sabiendo que el brutal entrenamiento por el que había pasado la semana pasada
había comenzado a tonificar de nuevo mis abdominales.
Una expresión de sorpresa vino a su rostro y bajó la vista hacia su pecho. Eran sutiles
pero yo podía verlas claras como el día porque conocía muy bien su cuerpo. “Oh.
Supongo que tomé un poco el sol,” dijo simplemente.
Quitó su mano de mi pecho y se quitó sus pantalones, sin molestarse en ponerse nada
más. Subió a la cama en su sujetador y bragas y me deslicé a su lado, abrazándola.
“Entonces, ¿qué has hecho mientras no estaba, amor? ¿Algo excitante?”
“¿Y dónde has conseguido el bronceado?” Pregunté con curiosidad. Ella no respondió
por un momento y bajé la vista para mirarla, preguntándome si se había quedado
dormida tan rápido, pero vi que sus ojos seguían abiertos. “¿Bella?”
“De la, eh… Emmett me llevó a la playa,” murmuró. Me tensé al momento que dijo las
palabras.
“¿A First Beach?” Le pregunté, sabiendo la puta respuesta a eso pero deseando la
confirmación. Asintió y suspiré, tratando de contener mi temperamento que estaba
amenazando con enardecerse. “¿Estaba él allí, Bella?”
“Ya sabes quién. Jacob Black. ¿Estaba en la playa cuando fuiste?” Pregunté, sabiendo
la puta respuesta, también. Había averiguado durante el campamento de fútbol que él
ya no jugaba, después de haber sido expulsado del equipo, así que había estado toda
la semana en su casa. Y basándome en su vacilación en responder la pregunta, estaba
jodidamente claro que ella lo había visto. Me quedé quieto, esperando a que
respondiera. Incluso cuando la confirmación era innecesaria. Quería que ella me dijera
la jodida verdad, porque si ella no podía decirme esa mierda entonces estaba claro
que no éramos tan cercanos y seguros en nuestra relación como pensaba que éramos.
“¿Te dijo algo? Porque si se portó jodidamente mal contigo, te juro que se lo haré
pagar,” dije con firmeza, la idea de ese hijo de puta acosando a mi Bella, me ponía
“No se portó mal conmigo,” dijo rápidamente, levantando su cabeza para mirarme a
los ojos. Su expresión era seria y su voz sonaba auténtica. “Me refiero a que, él habló
conmigo, pero estuvo bien.”
“Lo que digas,” dije finalmente, todavía luchando por controlar mi temperamento.
“¿Hiciste algo más?” Ella se encogió de hombros.
“Bien,” le dije, contento de que hubiera tenido la oportunidad de hacer eso. Parecía
jodidamente encantada de aprender todo el material del examen GED, absorbiendo
feliz cada pieza de información. Estaba aprendiendo las cosas rápidamente y sabía
que no pasaría mucho tiempo hasta que estuviera lista para el examen.
“Me alegra que te lo hayas pasado bien. Podemos hablar un poco más de ello
mañana. ¿Qué tal si dormimos un poco ahora?”
Ella murmuró en confirmación y cerró sus ojos, dando una respiración profunda. Froté
su espalda gentilmente a medida que se quedaba dormida, sin poder desconectar mi
mente a pesar de mi cansancio. Eventualmente se movió de mi pecho y se dio la vuelta,
acurrucándose con su almohada. La miré un rato antes de salir de la cama sin hacer
ruido. Poniéndome de nuevo los pantalones, salí de la habitación sigilosamente,
teniendo cuidado de no molestarla. Me dirigí al segundo piso y vi la luz filtrándose por
debajo de la puerta de la habitación de Emmett. Caminé hacia allá y toqué, y él la
abrió con una expresión de sorpresa en su rostro.
“Hola hermano, ¿qué pasa?” Dijo. “Pensaba que estarías durmiendo con Izzy.”
Solo me quedé mirándolo, mi ira encendiéndose de nuevo. “¿First Beach, Emmett? ¿En
serio? ¿La llevaste a la puta First Beach?”
“Me importa una mierda el voleibol, Emmett,” dije con brusquedad, molesto de que
estuviera actuando como si no fuera gran cosa. “¿La maldita First Beach? Te pedí que
hicieras una maldita cosa por mí, y era mantenerla lejos del peligro, ¡¿y al minuto de
haberme ido la llevas dónde está él?! ¿Eres jodidamente estúpido? Debería haber
sabido que no te tomarías esto en serio. Me refiero a que, solo hay que ver lo que pasó
la última vez que confié en ti para que la mantuvieras a salvo, casi dejaste que el
cabrón de James…”
Antes de que pudiera terminar la frase estaba encima de mí. Me había sacado al
pasillo y empujado contra la pared con tanta fuerza que me sacó el aire. Jadeé sin
aliento, jodidamente aturdido, y él me sujetó contra la pared con su antebrazo
izquierdo presionando en mi garganta y echó su puño hacia atrás. Podía ver el maldito
fuego en sus ojos y sentí su cuerpo temblar por la ira mientras me miraba amenazante.
“¡Mierda, si que tienes cara, Edward! ¿Cómo te atreves a sacar esa mierda? Cometí un
error, uno que nunca cometeré de nuevo. La he mantenido a salvo. Me aseguré de que
nada la lastimara. La llevé a la maldita playa, ¿y qué? Nadie la lastimó. Se divirtió. Y
sí, él estuvo allí. ¿Qué mierda importa? ¿Por qué es tan malditamente importante para
ti?”
Lo fulminé con la mirada y empujé mis brazos contra su pecho con fuerza, tratando de
quitármelo de encima porque estaba presionando mi puto cuello en serio e
interrumpiendo mi maldita capacidad de respirar. Dejó caer su jodido brazo pero no se
movió, obviamente, negándose a que se le persuadiera tan fácilmente.
“Sabes por qué es tan importante. Él es un peligro para ella,” Grité. Emmett sacudió su
cabeza con irritación.
“Jacob no es peligroso y lo sabes. Es un jodido bromista y tal vez hizo algo que no está
bien contigo pero no es una amenaza. Tienes que dejar de ser una pequeña perra y
superarlo,” me dijo. Mis ojos se estrecharon a medida que mi temperamento se
encendía.
“¡Vete a la mierda! Él sabe lo que es ella, estúpido,” espeté, empujándolo. Dio un paso
hacia atrás en respuesta y la ira destelló en su rostro de nuevo cuando echó su puño
hacia atrás una vez más, pero antes de que pudiera reaccionar la puerta de la
habitación de mi padre se abrió de golpe y salió al pasillo, viéndose medio dormido y
bastante encabronado.
“¿Qué demonios están haciendo muchachos?” Dijo con brusquedad, haciendo que los
dos nos quedáramos inmóviles. “En serio, ¿qué se les ha metido? ¿Es media noche y
tengo que trabajar en unas horas y se están peleando en el pasillo?”
Mi padre miró del uno al otro, viéndose todavía molesto. “¿Y por qué demonios se
estaban peleando?”
“Por nada,” le dije de inmediato, sin querer hablar de ello, pero Emmett decidió que no
lo dejaría así.
“¿De nuevo Jacob Black? Necesitas olvidarte de esa mierda, hijo. Hay cosas mucho
más importantes por las cuales preocuparse en la vida. Solo porque tú ya no puedas ir
allí, no significa que ella no pueda ir a la reserva si quiere. Cuanto más pronto te lo
metas en esa cabeza dura que tienes, mejor para todos nosotros,” dijo con firmeza. Lo
miré furioso y traté de calmarme, porque todo lo que ellos habían logrado era
encabronarme aún más.
“Son gilipolleces. Es una gilipollez que te enganches en serio en una pelea con tu
propio hermano por esto. Me voy de nuevo a la cama y no quiero oír ni pío de
cualquiera de ustedes. Lo digo en serio.” Desapareció de nuevo en su habitación y dio
un portazo. Emmett y yo nos quedamos mirando un momento antes de que él negara
con la cabeza.
“Sé que él lo sabe, Edward. No soy un jodido idiota. Y tal vez deberías confiar más en
tu novia, porque puede defenderse sola. No vaciló en golpear a James con la pistola y
ciertamente le hizo saber a Jacob lo que pensaba para defenderte, de todos modos. Y
te digo, Jacob se veía más asustado por ella que ella por él. Le dijo que no soportaría
que nadie hablara mal de ti porque tú eres un buen hombre que la ama y confía en
ella. Tal vez es hora de empezar a actuar así,” dijo enfáticamente. “Lleva tu patético
culo de vuelta a la cama con ella, donde pertenece, y deja de ser tan perra sobre la
situación antes de que la ahuyentes. Ella ha sido controlada más que suficiente para
toda una vida.” Entró en su habitación y cerró la puerta, dejándome solo en el pasillo.
Pasé la mano por mi pelo y suspiré, todavía molesto pero sin saber ya qué pensar.
Estaba alucinado de que ella hubiera enfrentado a Jacob por mí y me sentí como un
pendejo por enojarme con mi hermano, pero aún seguía sin gustarme la idea de ella
cerca de Jacob.
“Son un poco más de las dos, tesoro,” le dije. Sus ojos se abrieron por la impresión
mientras se incorporaba rápidamente, haciendo una mueca y agarrando su cabeza.
“Prefiero que no. He ido allí todos los días de esta semana pasada. Preferiría hacer
algo ya que no he cocinado desde que te fuiste,” me dijo. La miré sorprendido.
“¿No has cocinado nada?” Pregunté. Ella negó con la cabeza, sonriendo suavemente.
“Nop. Tampoco limpié exactamente. Cada vez que trataba de hacer algo, Emmett me
veía y me distraía haciendo otra cosa. Realmente me ha mantenido ocupada, lo
agradezco tanto,” dijo. Me quedé mirándola y sentí una punzada de culpa por cómo
había actuado con Emmett cuando claramente él había hecho todo lo que había
podido por ella esta semana pasada. En lugar de ser agradecido y darle las putas
gracias como debería, le grité y básicamente le dije que la había jodido, usando el
incidente de meses atrás con James como munición. Yo odiaba que me recordaran mis
errores y le había hecho la misma maldita cosa a él cuando no había hecho ni una
mierda sino tratar de ayudar.
Le dije que estaba bien, ella podía cocinar si realmente quería hacerlo. Nos vestimos y
nos dirigimos a la planta baja. Desapareció dentro de la cocina mientras yo entraba en
“Gracias,” murmuré, echando un vistazo hacia donde estaba sentado Emmett al otro
extremo de la habitación. Él giró su cabeza para mirarme.
“¿Por qué? ¿Por no patearte el culo cuando debería haberlo hecho?” Preguntó. Suspiré,
pasando una mano por mi cabello.
“De nada,” dijo. Nos quedamos callados después de eso, en un confortable silencio.
Isabella hizo una pizza casera para el almuerzo y comimos mientras veíamos la
televisión. Nos quedamos allí pasando el rato y luego terminó haciendo una gran cena
de espagueti para todos. Nos sentamos y comimos juntos a la mesa, mi padre
haciéndose presente solo el tiempo suficiente para comer con nosotros. Se veía
exhausto y parecía preocupado, sin siquiera notar cuando Emmett estaba frente a su
cara, prácticamente gritando su nombre. No tenía idea qué lo tenía tan distraído, pero
no podía negar que me asustaba como la mierda, sabiendo lo que sabía.
Después de cenar nos dirigimos arriba, e Isabella agarró un pedazo de papel del
escritorio en la habitación. Me lo entregó y sonrió, sus ojos brillantes de alegría. Tomé
el papel y lo miré, atónito cuando vi que era un dibujo a lápiz de un paisaje; césped,
árboles, arbustos y flores. Lo miré fijamente, notando que era un lugar familiar. Un
lugar que conocía como la palma de mi mano, un lugar al que había ido un sinnúmero
de veces a través de los años. Era el prado al que la había llevado con el fin de
enseñarle a disparar, y en el momento en que mis ojos se posaron en el dibujo lo
reconocí. El dibujo era perfecto, todos los pequeños detalles exactamente dónde se
supone deberían estar, como el pequeño árbol caído que había estado tirado allí
desde la primera vez que encontré el lugar, escondido parcialmente por la vegetación y
las enredaderas a lo largo del borde que venían desde el oeste. Mierda que la mayoría
de la gente ni siquiera notaría estaba dibujada con detalle, y era sorprendente porque
solo la había llevado allí una vez.
“Es solo un boceto,” murmuró después de un momento cuando no dije nada. La miré y
vi que me miraba con cautela, mordisqueando su labio nerviosamente.
“Es asombroso,” le dije, volviendo a mirarlo. “Aunque, ¿cómo demonios lo has hecho?
¿Cómo recuerdas los detalles de mierda, como el árbol caído y las enredaderas?”
“Eh, no lo sé,” me dijo. “En realidad, solo dibujé lo que recordaba. Simplemente lo
imaginé.”
“¿Así es cómo dibujas todo?” Le pregunté con curiosidad. “Cuando dibujaste tu retrato
para mí por navidad, y todos esos dibujos que hiciste; mi piano, el Volvo, el mío y el de
“¿Cómo sabes que dibujé esos?” Preguntó. La miré y sonreí con suficiencia.
“Te dije que solía entrar a hurtadillas a tu habitación todas las noches. No voy a
mentirte, tesoro, dolió un poco verme arrugado así en el piso,” dije en broma. Ella
sonrió y se sonrojó.
“Algo de él no me gustaba, como que le faltaba algo,” me dijo. Negué con la cabeza
por la ridiculez de su declaración, ya que ese hijo de puta había sido exacto hasta en
las malditas pecas en mi nariz.
“Como sea, era perfecto. Pero en serio, ¿así es como siempre dibujas las mierdas?
¿Solo te lo imaginas con perfecto detalle en tu mente?” Pregunté. Ella asintió.
La miré y sonreí, sin saber cómo coño no se me había ocurrido antes. “¿Recuerdas lo
que Albert Schweitzer dijo sobre la tragedia de la vida?” Le pregunté, recordando una
de las pocas citas de él que en realidad conocía. Recuerdo que cuando ella llegó lo
había citado porque era el único libro que alguna vez había tenido en sus manos. Yo
estudié a ese hijo de puta en la escuela y no podía recordar ni la mitad de la mierda
que ella.
“La tragedia de la vida es lo que muere dentro de un hombre mientras él vive,” dijo
como si nada, como si fuera la cosa más jodidamente simple para recordar en el
mundo.
“Bella, puedes recordar un lugar con perfecto detalle después de verlo una sola vez.
Puedes citar a Albert Schweitzer de un libro que tuviste una vez. Aprendiste tú sola lo
básico de leer y escribir por breves vistazos a los jodidos subtítulos de televisión.
Recuerdas todas las respuestas de Jeopardy. Apuesto a que no recuerdas esa mierda,
pero la viste, ¿no es así?” Pregunté, ella asintió y yo suspiré, negando con la cabeza.
“Tienes memoria fotográfica.”
“¿De verdad?” Preguntó. Asentí y ella frunció el ceño, mirándome con escepticismo.
“Entonces, ¿por qué no recuerdo haberte conocido todos esos años atrás?”
Me quedé mirándola, sin saber cómo explicárselo. “Tú todavía eras pequeña así que
pudo haberse desdibujado y puede que las memorias fotográficas sean esporádicas,”
le dije. “Puedes recordar cosas al azar con perfecto detalle, pero otras cosas, no tanto.”
Dejé fuera la parte de que su cerebro probablemente estaría bloqueando esa mierda
como un mecanismo de defensa, ya que yo había causado que ese día, recibiera su
primera gran paliza.
“Oh,” dijo. “Y eso es bueno, ¿cierto? Me refiero a que, no crees que sea rara o algo
Me reí entre dientes, negando con la cabeza. “Por supuesto que es bueno. En realidad,
es jodidamente grandioso. Significa que probablemente estarás lista para hacer tu
examen GED mucho antes de lo que esperaba.”
“Jasper dice que piensa que estaré lista pronto,” dijo en voz baja.
“¿Sí? Bien. Entonces, recibirás un puto diploma antes que yo,” le dije, sonriéndole. Puse
de nuevo el dibujo sobre la cama y la envolví con mis brazos, atrayéndola a mí. Me
incliné y besé sus labios con suavidad. “He echado de menos el besarte.”
“He echado de menos otras cosas también,” le dije, mis manos bajando por su espalda
y agarrando su culo. Lo apreté suavemente y me presioné contra ella, sintiendo mi
polla comenzar a hincharse por el contacto.
“Apuesto a que sí,” dijo en broma. “Yo también he echado de menos eso de ti.”
“¿En serio?” Pregunté, llevando mi boca hacia su cuello y besándolo. “¿Te gusta eso?”
Sonreí satisfecho contra su piel. “Bueno, ¿qué tal si nos reconectamos de nuevo
entonces, tesoro? Ha pasado una semana.”
Ella se echó a reír, señalando que antes había pasado más de una semana sin ningún
contacto sexual. Le dije que esa mierda no contaba, porque eso fue en el principio
cuando estaba siendo paciente para lograr que se sintiera cómoda con la idea. Ahora
que estaba cómoda y abriéndose sexualmente, dispuesta a explorar e intentar nuevas
cosas, toda la paciencia se había ido por la ventana. Todavía me aseguraba de hacer
las cosas bien para ella, pero pasar una semana sin ningún contacto sexual estaba
malditamente cerca a lo insoportable cuando era innecesario.
Ella se subió a la cama y se quitó la ropa, sin perder jodido tiempo en desnudarse. Bajé
por su pecho, besándolo, capturando sus pezones entre mis labios y pasando mi
lengua alrededor de ellos mientras mi mano bajaba lentamente entre sus muslos. Rocé
con la punta de mis dedos su clítoris y comencé a acariciarla, sintiendo ya la humedad
acumulándose a medida que su cuerpo empezaba a excitarse. Empezó a gemir y
agarró mi camiseta, tirando de ella y tratando de quitármela. Quité mis labios y mi
mano de ella el tiempo suficiente para que me la quitara, desabrochando mis
pantalones y deshaciéndome de esos hijos de puta en el proceso. Al momento que
quedé expuesto, envolvió su mano alrededor de mi polla y yo gruñí, sin esperar que
fuera tan atrevida, pero disfrutando como la mierda de que lo fuese. Empezó a
acariciarme y mis labios encontraron los suyos, mi mano yéndose directamente de
“Si haces que me corra ahora. No lograré entrar en ese coño y eso está jodidamente
mal,” le dije. Ella se sonrojó y sonrió con timidez, haciéndome reír de nuevo. Podía
verse tan malditamente tímida e inocente algunas veces, pero estaba aprendiendo con
el paso del tiempo, que también podía ser todo menos eso.
Comencé a empujar dentro de ella lentamente y salir casi por completo, deseando
saborear cada jodida estocada. La besé a medida que la llenaba, susurrando cuanto
la amaba y lo perfecta que era. Siempre me había gustado decir cosas sucias pero
sabía que Bella apreciaría escuchar cuanto la amaba en lugar de cuanto me gustaba
follarla, aunque me aseguré de decirle también esa mierda.
Aumenté el ritmo después de unos minutos y ella comenzó a responder de igual forma,
haciéndose más vocal y respondiendo a mis palabras. Arrastró sus manos con firmeza
por mi espalda y las detuvo sobre las mejillas de mi culo, sujetando mi carne con
fuerza y tratando de introducirme en ella con más fuerza. Al principio me sorprendió,
porque simplemente no esperaba esa mierda de ella en absoluto.
“¿Lo quieres más duro, nena?” Pregunté, mordiendo su clavícula con mis dientes. Ella
murmuró en respuesta y trató de introducirme en ella de nuevo, pero yo seguí
conteniéndome. “Dime. Dime lo que quieres.”
“Ungh, más duro,” lloriqueó, el sonido mandó un escalofrío por mi columna. “Lo quiero
más duro. Por favor.”
Gruñí cuando las palabras “por favor” escaparon de sus labios, el hecho de que
estaba prácticamente rogando hizo que la sangre se disparara por mis venas. “Lo que
tú quieras,” le dije, aumentando de nuevo el ritmo y penetrándola con fuerza. Ella gritó
“Sí. Así,” jadeó, abriendo sus ojos para mirarme, el deseo en ellos era intenso. Estrellé
mis labios en los suyos y la besé con fuerza, mordiendo su labio inferior.
“¿Te gusta duro y profundo?” Pregunté. “¿Te gusta cuando penetro ese coño?”
Su rostro se sonrojó y parpadeó un par de veces, obviamente excitándose aún más por
mi pregunta. Sonreí con suficiencia, sabiendo que después de una semana lejos de mí
estaba tan jodidamente desesperada por esto como yo. “Sí,” respondió con voz
entrecortada. “Oh Dios, sí.”
Separé más sus piernas y traté de llegar aún más profundo, pero la posición en la que
estábamos me impedía hacerlo. Me debatí en poner sus piernas sobre mis hombros, en
lugar de eso, salí de ella y me senté sobre mis rodillas. “Date la vuelta,” le dije. Se
quedó mirándome sorprendida pero hizo lo que le dije, sin cuestionarme. “Apóyate
sobre tus manos y rodillas si puedes, tesoro.”
Ella hizo lo que le pedí y me alineé y me introduje de nuevo en ella, golpeando con
fuerza tan bruscamente que casi colapsó sobre la cama. Gritó con fuerza y arqueó su
espalda, su cuerpo se estremeció. Nunca lo habíamos hecho en esta postura, podía
llegar muchísimo más profundo que en cualquier posición en la que habíamos estado
antes, entonces me di cuenta que debería haber sido más gentil la primera vez a fin de
aclimatarla a esa mierda.
“¿Estás bien?” Pregunté, parando en seco de inmediato, con el jodido temor de que la
hubiera lastimado. Ella gimió y asintió furiosamente.
Al principio titubeé pero empecé a penetrarla con fuerza. Ella estaba gritando con
todas sus fuerzas, su cuerpo temblaba. Pasé la mano por su columna y la empujé un
poco hacia abajo de nuevo para cambiar el ángulo, sus sonidos se hicieron todavía
más altos a medida que se abría más y yo llegaba aún más profundo. Prácticamente
chillaba y gritaba mi nombre mientras yo la penetraba con todas las fuerzas que tenía,
luchando por contener el maldito orgasmo que ya estaba tratando de alcanzarme. No
tenía idea de dónde había venido dentro de ella esa nueva encontrada perversión y no
tenía puñetera idea de cuando, o sí, alguna vez iba a surgir de nuevo, así que estaba
disfrutando cada maldito momento de ello que pudiera.
“Mierda, Bella, te sientes tan jodidamente bien,” gruñí, azotando mi pelvis en ella, la
fuerza del impulso haciendo que su trasero se sacudiera y meneara. Era una hermosa
vista, una vista que siempre había disfrutado porque sabes que le estás dando como
“Me voy a… correr,” lloriqueó. Pellizqué su clítoris entre mis dedos cuando dijo la
palabra y ella gritó de nuevo, su cuerpo comenzó a convulsionarse a medida que su
orgasmo la golpeaba. Su coño apretando mientras su cuerpo se estremeció en éxtasis,
enviándome a la cima y gruñí con fuerza cuando mi propio orgasmo desgarró a través
de mí. Me sujeté a ella con fuerza y empuje un par de veces más, tan duro como pude,
derramándome en ella a medida que la llevé a través de su orgasmo. Su cuerpo se
empezó a relajar y di una última y dura estocada y gruñí con fuerza cuando el dolor se
disparó por mi espalda.
“¡Mierda!”
“¿En serio?” Preguntó, extendiendo su mano hacia mí y quitando la mía del camino,
empezando a masajear con firmeza la zona. Gemí involuntariamente a medida que su
toque comenzaba a aliviar el dolor mientras relajaba el músculo. “Te sientes tenso.”
“Joder, eres demasiado buena para mí, tesoro,” murmuré, cuando se volvió a sentar
sobre la cama y vertió un poco en mi espalda baja antes de colocar la botella a un
lado. Comenzó a frotar con toque firme a medida que masajeaba mi espalda.
“Siempre dices eso,” respondió. “No quiero que sufras. Es lo menos que puedo hacer y
en realidad no me cuesta nada. Me refiero a que, no es como si fuera atroz el tocarte,
Edward.”
Me reí entre dientes y cerré los ojos, solo sintiendo sus manos mientras amasaba mis
músculos tensos y eliminaba el calambre. “Eres muy buena para esta mierda, ¿sabes?
Ese día después de mi partido de fútbol cuando te ofreciste para frotar mi espalda, juro
que casi me corrí en mis jodidos pantalones de lo bien que se sintió.”
Ella jadeó y le eché un vistazo, sonriendo con suficiencia cuando vi su rubor. “Tenía
miedo de que te sintieras asqueado porque te tocara así,” dijo en voz baja. “Pero sabía
que estabas sufriendo y quería ayudar.”
“¿Asqueado, Bella? Eso es ridículo,” le dije, triste de que ella hubiera pensado esa
mierda, pero sabiendo que hasta ese momento no tenía ninguna razón para pensar
nada más que eso. “Estaba jodidamente excitado.”
Ella suspiró. “Yo también,” dijo con timidez, su rubor aumentando. “¿Pasó eso de
nuevo? ¿Te tacklearon?” Preguntó. Me eché a reír histéricamente, negando con la
cabeza.
“Eh, cuando todos los demás son derribados se le llama tackleo, pero cuando me
derriban a mí es un sack,” le dije. “Dos cosas muy diferentes.”
“No importa. No te disculpes. Pero sí, derribaron mi culo un par de veces,” murmuré.
“¿Así que ha sido un campamento duro?” Preguntó. “¿Por lo menos te has divertido
algo?”
Suspiré, cerrando mis ojos una vez más. “Ha estado bien. He jugado bien, hasta
impresioné a algunos de los entrenadores de la universidad y mencionaron estar
interesados en que jugara para ellos después del instituto.”
“Entonces, ¿a dónde quieres ir?” Preguntó en voz baja después de un momento, sus
manos seguían trabajando en mi espalda. Abrí mis ojos y la miré, sonriendo.
“¿A dónde quieres ir tú, tesoro? Voy a dejar que tú decidas eso.”
Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola Guevara,
Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar
Ocampo
Me quedé a un lado tratando de contener las lágrimas que brotaban de mis ojos,
sintiéndome absolutamente ridícula al ponerme tan emocional. Todo el mundo se
reunió en el vestíbulo, charlando animadamente, la emoción en el aire alrededor de
ellos era palpable. La risa de Emmett resonó por encima de todos los demás,
filtrándose en mis oídos y causando que el control que había tenido en mí misma se
tambaleara mientras una lágrima solitaria resbalaba por mi mejilla. Extendí mi mano y
sequé la lágrima rápidamente antes de que alguien se diera cuenta, complacida por el
momento en que todos estaban ocupados.
Era un domingo por la tarde, veintiuno de agosto, era difícil creer que el verano ya
estaba llegando a su fin cuando se sentía como si hubiera empezado. El mes y medio
después del viaje de Edward al campamento de fútbol había estado llena de actividad,
haciendo que nuestro tiempo pasara rápidamente. Edward y yo salíamos juntos, por lo
general solos, pero de vez en cuando con uno de sus hermanos y su novia. Realizamos
viajes a Port Angeles y Seattle, visitamos galerías de arte, museos, acuarios y
zoológicos. Edward me llevó a las afueras un par de veces, sin poder ir a First Beach
por lo que optó primero por una zona menos poblada al sur de la misma. Jugamos en
la arena, haciendo cosas tontas como enterrar nuestros pies y construir castillos de
arena, e incluso trató de enseñarme a nadar, pero lo abandoné la primera vez que
inhalé agua y empecé a jadear y ahogarme.
Estudié mucho para mi examen de GED y Edward también estudió un poco, diciendo
que tenía que tomar algún examen llamado SAT si planeaba ser aceptado en la
universidad. Era extraño estudiar junto a Edward, y cuando se lo dije, simplemente me
dijo que me acostumbrara a ello, ya que sería algo que sucedería con regularidad en
los próximos años. Sonreí ante esa idea, la idea de realmente ir a la escuela en alguna
parte y aprender al mismo tiempo que él.
A menudo le recordaba a Edward que solo porque mi libertad había sido concedida,
no significaba que era totalmente libre. Todavía estaba bajo el control del doctor
Cullen y el aún podía hacer conmigo lo que quisiera. Hasta que él ya no fuera mi amo,
yo seguiría haciendo lo que él me dijo que hiciera desde ese primer día en Phoenix, yo
iba a cocinar, limpiar, y obedecerlo lo mejor que pudiese. Y francamente, se sentía
como si fuera simple cortesía a ese punto, yo vivía en su casa y sin dar nada a cambio
por ello, así que lo menos que podía hacer era cocinar la cena y limpiar unos cuantos
pisos.
No estaba segura si el doctor Cullen lo notaba, sin embargo. Casi nunca lo veía fuera
de la normal cena de las siete a la cual usualmente ni siquiera se presentaba. Él
entraba y salía de la casa, siempre, ya sea trabajando en el hospital o encerrado en su
despacho. Empecé a preocuparme por él y se lo comenté a Edward una vez, pero me
dijo que era mejor que no nos involucráramos en los asuntos de su padre. Aunque yo
respetaba eso, no alivió mi preocupación... sobre todo después de lo que pasó con ese
médico en Port Ángeles. Según las noticias, nunca se recuperó su cuerpo o incluso no
había señal de que realmente estuviera muerto, pero en el fondo yo sabía que lo
estaba. Me asustaba saber que alguien había sido asesinado, posiblemente a causa
de algo referente a mi existencia, y esto me ponía ansiosa, por cada persona con la
que he tenido algún contacto. A veces me preocupaba que el doctor Cullen saliera
dañado, pero estaba más preocupada que Edward y sus hermanos sean
accidentalmente arrastrados en la línea del fuego.
Sus maletas estaban ya listas, sus más preciadas posesiones metidas en sus vehículos
estacionados en frente de la casa. En unos momentos Jasper se dirigiría a Seattle con
Alice y el doctor Cullen estaba ayudándolos a mudarse a su primer apartamento muy
cerca de la universidad a la que asistirían. Emmett y Rosalie se irían casi al mismo
tiempo que los otros, conduciendo a través del país a la escuela que habían elegido
para asistir. Mañana por la tarde el doctor Cullen abordaría un avión en Seattle,
volaría para ayudarles a establecerse también. Todos parecían estar tan emocionados
“Muy bien, pongámonos en camino”, dijo el doctor Cullen mientras bajaba los
escalones desde el segundo piso. Lo miré, tenía los ojos hinchados con ojeras
pronunciadas en su rostro. Se veía completamente agotado y desgastado, nada qué
ver con el hombre fuerte y seguro que había entrado por la puerta principal en Phoenix
para comprarme. Incluso el doctor Cullen había cambiado, y yo no sabía por qué, pero
no podía dejar de preguntarme si algo de esto era mi culpa. Todos callaron ante sus
palabras y Alice abrazó a Rosalie, estallando en lágrimas.
“Voy a extrañar a mi mejor amiga”, declaró. Rosalie rodó sus ojos y le devolvió a Alice
el abrazo con indiferencia, pero pude ver la tristeza en sus ojos y supe que no era más
que una fachada. Si aprendí algo de Rosalie Hale en los últimos meses, era que ella
era demasiado protectora con los que le importaba y que tenía un gran corazón... a
ella no le gustaba mostrar ese lado de sí misma, ya que le hacía ver vulnerable.
Jasper le dijo algo a Edward que no pude oír, su voz apenas era un susurro. Edward
asintió y sus ojos se dirigieron hacia mí brevemente, pero antes de que pudiera intentar
descifrar su intercambio, fui cogida en un abrazo, mis pies dejaron el suelo mientras
era levantada en el aire.
“Voy a extrañarte como el infierno, Izzy Bizzy”, dijo Emmett, apretándome con fuerza.
Me reí y lo abrace de respuesta, completamente desprevenida.
“También te extrañaré, Emmett” le dije”. Gracias por todo lo que has hecho por mí.
“Oh, no”, dijo, poniéndome de nuevo de pie y sonriendo de felicidad. “Gracias a ti. No
solo me has cocinado comida increíble, la cual voy a extrañar como no tienes idea, sino
que has conseguido que mi hermanito finalmente siente cabeza.”
“¿Querías una hermana?”, preguntó Emmett en voz alta desde el otro lado de la
habitación, tambaleándose hacia atrás unos pasos cuando Edward finalmente lo alejó
de un empujón. Jasper rodó los ojos.
“Por supuesto que quería una hermana, ¿tú no? ¿Por qué crees que siempre quisimos
vestir a Edward como niña cuando era pequeño?”, preguntó Jasper. Yo los miraba
atónita mientras Alice y Rosalie se echaban a reír, y Edward gruñía.
“Diablos, pensé que hacíamos esa mierda para torturarlo”, dijo Emmett con una
sonrisa. “Aunque, es agradable tener una hermana. Ella es muchísimo más linda que
Edward cuando era pequeño. Él lucía como una niña fea.”
“Nos vemos luego, Isabella”, intervino Rosalie al otro lado de la habitación. “No dejes
que nadie te mangonee o trate de intimidarte. Ellos no son mejores que tú, así que no
dejes que te hagan sentir de esa manera. Esto también va para todas las putas de
Forks, porque tú eres un millón de veces mejor que ellas. Van a tratar de hacerte sentir
menos, pero no dejes que te hagan dudar de ti misma. Solo son inseguras y celosas,
así que mantén tu cabeza en alto y sigue haciendo lo que estás haciendo. Ellas solo
quieren lo que tienes por alguna razón, lo cual aún no entiendo completamente, pero
como sea. Él sigue siendo un imbécil.”
“Oh, jódete, perra fastidiosa,” dijo Edward. Me encogí cuando dijo esa palabra, pero
Rosalie sonrió, obviamente sabiendo que iba a decir algo por el estilo. Me acordé de la
conversación en la que ella me explicaba cómo era su relación. Se cuidaban el uno al
otro, pero disfrutaban sacarse de sus casillas al mismo tiempo.
Se despidieron por última vez mientras el doctor Cullen los apresuraba a salir por la
puerta principal, y Edward comenzaba a encaminarse en mi dirección. Emmett estaba
a punto de salir al porche, pero se detuvo en la puerta, volviéndose para mirar a su
hermano. “Hombre, cuida de mi hermana menor” dijo seriamente, mirando hacia
nosotros. En cuanto las palabras salieron de sus labios perdí esa última pizca de
serenidad y sentí que las lágrimas comenzaban a caer libremente mientras Edward
“Ustedes, chicos, tenga una buena semana y buena suerte en tu prueba, Isabella,” dijo
el doctor Cullen tranquilamente después de un momento. Me aparté del abrazo de
Edward y miré hacia la puerta donde el doctor Cullen estaba de pie, secando mis
lágrimas.
“Gracias, señor”, le dije, con mi voz quebrada por el llanto. Él asintió con la cabeza y
salió por la puerta principal sin decir nada más, dejándonos solos a Edward y a mí.
“Ya has estudiado lo suficiente, no tienes que hacerlo en exceso. Ya estás lista”, dijo
con confianza. “Pero tenemos la casa para nosotros solos en los próximos días, por lo
que deberíamos disfrutarla.”
Acabamos pasando el día en la casa, comiendo pizza y viendo películas. Por un rato,
estuvo tocando el piano para mí y nuevamente había tratado de tocar esa simple y
pequeña canción que él me había enseñado en su cumpleaños, pero no era muy buena
en eso. Nos reímos y bromeamos, simplemente disfrutando de la mutua compañía.
Realmente nunca importaba lo que Edward y yo hiciéramos, siempre nos lo pasamos
muy bien cuando estábamos juntos.
Él pensaba que mi memoria era buena, pero las cosas siempre parecían venir de forma
natural a Edward y era como si realmente no tuviese que intentarlo... solo le sucedía.
El doctor Cullen, sin embargo, coincidía en que había algo extraordinario en la forma
en que mi memoria funcionaba y cómo procesaba la información, diciendo que alguien
que creció como yo lógicamente no debería haber sido capaz de aprender tan
rápidamente como yo lo había hecho. Él dijo que siempre pensó que pasarían años
antes de que yo fuera capaz de hacer cualquier cosa con mi educación, y por eso ni
siquiera consideraba inscribirme en alguna escuela o conseguir ayuda externa. Mi
ignorancia a la edad de dieciséis años hubiera levantado muchas sospechas y la gente
se habría preguntado por qué una chica de mi edad no podía hacer algo tan trivial
como una división larga o la reseña de un libro.
La tarde en el prado fue agradable. Había sido un día bastante caluroso y nos
quedamos sentados en una manta, hablando y pasando tiempo de calidad juntos. Él
había traído su arma larga, afirmando que era para protección en caso de que nos
encontráramos con animales salvajes, pero sospechaba que no era su única
motivación para llevarlo y había tenido razón. Nuevamente practiqué cómo disparar y
me miró con una sonrisa en el rostro, al parecer lo hice mucho mejor esta segunda vez.
Tomamos el desayuno y él nos llevó a Port Angeles, hablando todo el tiempo acerca de
lo orgulloso que estaba de mí. Dijo que no le importaba lo que pasara o cuáles fueran
los resultados, ya que yo era valiente por estar dispuesta a intentarlo. Aprecié su
charla, pero todavía tenía miedo de decepcionarlo, él parecía confiar mucho en mí.
Dijo que me vería en un par de horas antes de marcharse, y esperé hasta que
desapareció de mi vista antes de entrar en el aula. Sonreí con cortesía al instructor,
sintiéndome mareada una vez más, pero intenté controlarlo. Era abrumador, no había
duda de ello, pero también estaba emocionada de que finalmente estaba haciendo
algo por mí misma. Estaba progresando como persona, no como una esclava, y eso era
algo para estar realmente orgullosa.
“Isabella Marie Swan” le dije. Asintió y miró hacia abajo, hacia una lista de nombres,
marcando uno con una pluma.
“Licencia de conducir”, dijo simplemente, alzando su mano hacia mí. Metí la mano en
mi bolsillo y la saqué, se la entregué con nerviosismo. Yo sabía que no era auténtica,
pero había sido de gran utilidad al atravesar la seguridad del aeropuerto, así que no
veo por qué no pasaría con un instructor de escuela, pero todavía me inquietaba que la
mirase.
La primera prueba fue la de escritura. Resolví las cincuenta preguntas sobre gramática
y puntuación rápidamente, terminando con tiempo de sobra. La segunda parte de la
prueba de escritura fue un ensayo, que era la parte que más me ponía nerviosa porque
mi capacidad de escritura aún no estaba a la altura. Estuve practicando mucho,
llenando esos tontos diarios, pero nunca antes había escrito nada serio. Jasper me
había ayudado lo mejor que podía, pero en realidad esto no era algo en lo que pudiera
estar totalmente preparada de antemano ya que no iba a saber acerca de qué escribir.
El profesor nos dijo que teníamos cuarenta y cinco minutos para escribir nuestro tema
asignado, y me quedé helada cuando mire mi papel y leí el mío: ¿Qué se necesita
para ser un buen padre? En su ensayo, describa las características de un buen padre.
Dar detalles específicos para explicar sus puntos de vista. Usar sus observaciones
personales, experiencia y conocimientos.
Me senté allí, mirando fijamente la pregunta mientras el reloj marcaba el tiempo. Podía
oír a la gente jadeando y suspirando mientras su pluma rayaba en sus papeles, pero
yo seguía mirando el tema que tenía que escribir. ¿Qué se necesita para ser un buen
padre?
Mi padre era abusivo y malicioso, e incluso se negó a reconocer que me había creado.
Fue una tortura lo que sufrí durante años bajo su tutela y ni siquiera se inmutó al
respecto. Me vendió sin tener en cuenta lo que yo sentía, y si el doctor Cullen no
hubiera pagado tanto dinero para comprarme, lo más probable es que hubiera
terminado en una subasta en alguna parte. Me hubiera vendido como esclava sexual
sin pensarlo dos veces, y se hubiera gastado el dinero que ganase en whisky y zapatos
nuevos para su horrible mujer. Hubiera gastado cientos de dólares por cada par nuevo
de zapatos de tacón alto que ella iba a usar como armas en contra de los más débiles,
solo por entretenimiento. Era enfermo y retorcido. Ellos eran egoístas y desquiciados, y
no tenían ni una pizca de compasión por los demás.
Ella nunca perdió la esperanza de que algún día fuera a encontrar una vida mejor,
soñando que su hija iba a vivir en un mundo mejor que el que tenía. Todo lo que
alguna vez parecía importarle era asegurarme que algún día experimentaría lo que
ella nunca tuvo, libertad. La libertad de amar, de tomar mis propias decisiones para mi
futuro, para aprender... la libertad de hacer exactamente lo que había estado haciendo
gracias a los Cullen.
Ella luchó para criarme durante dieciséis años para que yo pudiera estar sentada aquí,
tomando la prueba, y yo estaba permitiendo que la memoria del hombre que la había
maltratado, manchara este momento. No estaba bien. No podía permitir que me
quebrara, porque el quid de la cuestión era que Charles Swan no era mi padre. Él no
era mi padre. Charles Swan era una persona horrible que torturaba a mi madre para
su propia satisfacción, y solo porque él hubiese proporcionado los elementos
biológicos, no significaba que era algo mío. Renée era la única madre que había
tenido... y el único padre que tendría.
Traté de alejar las lágrimas y aclarar mi visión, desesperada por tener control sobre mí.
Eché un vistazo al reloj en la pared del salón, me sorprendí al ver que habían pasado
más de veinte minutos desde por primera vez leí por primera vez la entrada del
ensayo. El tiempo se escapaba rápidamente, así que tomé una profunda respiración y
empecé a escribir. Hice lo que pude al estructurar mis oraciones y mi gramática
mientras intentaba revisar rápidamente todo lo que escribía, asegurándome de que
fuera legible, porque no tendría ningún crédito en absoluto si no se podía leer ni una
sola palabra del ensayo. Acabé de escribir todo lo que se me vino a la mente al pensar
en mi madre “ acerca de cómo un buen padre apoyaba y cuidaba de sus hijos,
haciendo todo lo posible para protegerlos del daño, pero permitiéndoles su espacio
para manejar las cosas por su cuenta cuando llegase el momento. Escribí sobre cómo
nunca un buen padre abandonaba a sus hijos, siempre soñaba y los animaba a soñar,
haciéndoles saber que tenía el potencial de ser grandes personas. Tuve que omitir
algunos detalles cuando se trataba de mis propias experiencias, porque no podía
explicar exactamente mi situación personal, pero hice lo mejor que pude.
El instructor gritó que había acabado el tiempo justo cuando estaba colocando el punto
al final de una frase y él caminó, tomando los papeles. Me puse nerviosa, porque no
había tenido la oportunidad de revisar lo que había escrito, pero sabía que no había
nada que pudiera hacer al respecto.
El instructor nos despidió a eso de las tres y media de la tarde, y me dirigí a la salida
por la parte delantera del edificio. Vi el coche de Edward, aparcado en el carril
designado para vehículos de emergencia con la música a todo volumen, para nada
sorprendida ya que tenía en cuenta que él siempre ignoraba la mayoría de las reglas
de estacionamiento. Tenía su cabeza inclinada hacia atrás en el asiento y el sol
brillaba sobre él, su pálida piel brillaba bajo los rayos.
“Está bien”, respondió en voz baja. Esperé a que me presionara para obtener más
información, pero no lo hizo. Continuó sosteniendo mi mano en mi regazo, su pulgar
frotaba suavemente mi muslo. “Esas fueron las ocho horas de mierda más largas de mi
vida. Juro por Dios que no hay nada qué hacer en esta ciudad de mierda.”
“Lo siento”, dije automáticamente, sintiéndome culpable de que se haya visto obligado
a pasar todo este tiempo esperando por mí, para que pudiese presentar el examen.
“No te disculpes por esa mierda, Bella. Estaba feliz de hacerlo. Me alegro de que
tuvieras la oportunidad de hacerlo”, dijo. “Estoy orgulloso de ti. No creo que te lo haya
dicho lo suficiente. “
“De nada”, dijo él, girando la cabeza en mi dirección. Me besó en los labios
rápidamente y se apartó para centrarse de nuevo en la carretera. Los dos nos
quedamos nuevamente en silencio, ninguno de los dos dijo mucho durante el retorno a
Forks. Llegamos a la casa y me fui a la cocina a preparar algo de comer porque estaba
muerta de hambre. Edward se sentó en la encimera al lado de la estufa observándome
“Enchiladas Suizas”, le dije, haciendo una pausa. “Eran... eh... son los favoritos de mi
madre.”
Asintió y me miró con una expresión curiosa en su rostro. “Se ven bien.”
“Gracias”, le dije.
“Está bien.”
“En realidad, tal vez solo nos iremos directamente a la cama”, dijo. Me encogí de
hombros.
“Estoy perfectamente bien” dijo, la frustración clara en su voz. “Tú, por otra parte, no
estoy seguro que lo estés.”
“Lo que quiero decir, Bella, es que algo te está incomodando. ¿Te das cuenta que
desde que saliste del examen solo has dicho una docena de palabras y la mitad de
ellas han sido “está bien”? Sabes cómo me siento acerca de esa mierda y tú dejaste de
hacerlo hace un largo tiempo. ¿Te sucedió algo mientras hacías el examen? ¿Alguien
dijo algo que te molestara? Porque te lo juro que golpearé a quien te haya ofendido de
alguna manera,” dijo firmemente, la ira en su voz se intensificaba en cada palabra.
“¿Fallaste?” Preguntó, alzando sus cejas de forma interrogativa. “¿Te pusiste muy
nerviosa y te bloqueaste? Está bien si eso pasó, porque podrás tomarlo nuevamente
más adelante cuando te sientas más preparada”, suspiré.
“Entonces, ¿qué pasa? Porque algo pasó, eso es evidente”, dijo enfáticamente. Me
encogí de hombros.
“No lo sé, supongo que tengo muchas cosas en mi mente. Mi entrada en el ensayo fue
sobre qué es lo que hace un buen padre y me hizo pensar en mi mamá”, le dije.
“Aunque, realmente estoy bien. Y sé que odias esa palabra, pero lo digo en serio. Y en
serio no me importa lo que hagamos esta noche, siempre y cuando sea contigo”, le dije
mientras me miraba en silencio, parecía absorber todo lo que le había dicho.
“¿Quieres hablar de ella?” Ofreció con voz tranquila y sincera, todos los rastros de ira
se desvanecieron. “No tienes por qué guardarte esa mierda y permitir que te consuma.
Puedes hablar conmigo, siempre estaré aquí para escucharte.”
Suspiré, encogiéndome de hombros. “Sé que puedo hablar contigo. Es solo que... no
sé, no sabría muy bien qué decir. Me preocupo por ella y la extraño, y probablemente
nunca volveré a verla para decirle que la amo. Yo... nunca se lo dije.”
“Que la amaba”, dije en voz baja, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas. “No
nos lo decíamos seguido y me duele pensar en ello ahora, porque solía preguntarme si
realmente nos amábamos la una a la otra. Es más fácil ser distante, porque la gente
muere y eso puede destrozarte, pero he aprendido que es mejor estar dispuesta a que
te destrocen y jugársela, en vez de ir a lo seguro. Eso es algo que aprendí aquí... algo
que aprendí de ti. Y hoy me di cuenta de que mi madre realmente me amaba, y que
ella era la mejor madre que podía haber pedido. Y nunca le dije eso. Nunca le dije que
la amaba.”
“Estoy seguro de que ella sabe que la amas, Bella,” dijo, frotando suavemente mi
espalda mientras me abrazaba. “Quiero decir, es una mamá. Una mamá simplemente
sabe esa mierda, ¿entiendes?”
“Lo sé, Edward” dije en voz baja. “No espero que hagas nada. Y realmente no debería
ponerme así contigo por todo esto, porque está mal. Tienes más pesares con los cuales
lidiar, que yo. Mi madre aún está viva y tú perdiste la tuya...”
“No está mal”, dijo con seriedad después de un momento. “Tienes razón cuando dices
que tu madre todavía respira y la mía no. Pero lo que no sabes es que mi madre vivió,
cuando la tuya no lo ha hecho. Mi madre era libre para tomar sus decisiones e hizo
exactamente eso. Ella tomó putas decisiones y las llevó a cabo, murió por eso. Es por
eso que mi mamá está muerta, Bella. Ella está muerta porque eligió hacer una mierda
que al final la terminó matando, y realmente es una mierda, pero era su vida. Tu madre
nunca ha sido capaz de tomar una decisión por su cuenta y por eso, ella nunca ha
vivido. Es mejor que alguien tenga una vida corta, a que alguien no tenga una vida en
absoluto, y es por eso que tienes más para lamentarte que yo. Por lo menos la mía tuvo
una oportunidad en la vida. Y eso, Bella... eso es algo que aprendí de ti. Y es por eso,
que voy asegurarme de que tengas la oportunidad de vivir.”
Me quedé mirándolo, aturdida, y abrí la boca para responder, pero él puso su dedo en
mis labios. “Vas a quemar la cena, tesoro,” dijo con suavidad, sutilmente me decía que
no necesitaba decir nada. Asentí con la cabeza y volví a la cocina, terminando las
enchiladas en silencio. Las lágrimas siguieron cayendo de mis ojos y las limpié con el
dorso de la mano, deseando que se detuvieran.
Comimos juntos en la mesa y en relativo silencio, Edward declaró que era tan buena
cocinando comida mexicana como la italiana. Después de que la cena terminase, me
dirigí a la cocina para limpiar, poniendo las sobras en el refrigerador. Hice demás por
hábito y me sentía ridícula, sabiendo que la mayor parte de esto se iba a echar a
perder porque Emmett estaba lejos de casa. Ese pensamiento trajo dolor de vuelta en
mi pecho mientras luchaba por contener mis lágrimas una vez más... realmente iba a
extrañar a Emmett y Jasper.
Edward y yo nos fuimos a la cama temprano, ambos estábamos aún con ánimos
deprimentes después de nuestra discusión en la cocina. Me abrazó y me frotó la
espalda mientras me quedaba dormida, cayendo en un inquieto sueño.
Era viernes por la tarde, y Edward y yo estábamos sentados en la sala viendo una
película. Se llamaba Pulp Fiction y Edward dijo que era una de sus favoritas, pero me
pareció bastante extraña. Me confundí en algunos puntos y Edward trató de
explicármelos, pero nada de lo que decía parecía tener sentido y me pregunté si
realmente sabía lo que estaba pasando en la película. Ellos dijeron una broma sobre
un tomate en un momento de la película y me reí histéricamente, recordando a Jacob
Black diciéndomelo una vez y recordando que no lo había encontrado gracioso en ese
entonces. Edward me miró con curiosidad y solo me encogí de hombros, diciéndole que
me pareció gracioso. No quería estropear nuestro tiempo juntos hablando acerca de
Jacob.
La película llegó a su fin y los créditos comenzaron a rodar mientras miraba la pantalla
con confusión. “¿Eh, Edward?”
“¿Sí, cariño?”, preguntó Edward, sonando bastante divertido por algo. Lo miré y vi la
sonrisa en su rostro con un brillo de humor en sus ojos.
“¿No importa?”, le pregunté, sin entender en absoluto. “Si eso no importaba, ¿por qué
seguían mostrándolo?”
“Te amo”, espetó, rozando sus labios sobre mi cuello y mirándome mientras pasaba la
mano por debajo de mi camisa. Lo deslizó rápidamente por debajo de mi sujetador,
empujándolo. Él tomó uno de mis pechos y ligeramente pasó el pulgar sobre mi pezón,
haciendo que se erizara al instante.
Empecé a decirle que lo amaba, pero fui interrumpida abruptamente por la puerta.
Edward se congeló al momento en que escuchamos rápidos pasos acercarse a
nosotros, volteando la cabeza hacia esa dirección para mirar con una expresión de
pánico en su rostro. Sacó su mano de debajo de mi camisa y se sentó rápidamente al
mismo tiempo que el doctor Cullen entraba en la habitación. Él se congeló de repente y
nos miró, la expresión de su rostro hizo que mi corazón latiera de manera irregular.
Había un fuego intenso en sus ojos y no tenía idea de cuál era la causa, sabía a
ciencia cierta que nada bueno podía salir de eso. Nos miró a ambos casi
frenéticamente y su ira solo pareció intensificarse. Me incorporé de inmediato y
rápidamente trate de arreglar mi ropa mientras me escabullía detrás de Edward para
darle un poco de espacio, sabiendo que ambos estábamos en una posición tan íntima
no ayudaría a mantener la calma del doctor Cullen.
Un silencio tenso cayó en la habitación y pareció durar una eternidad, pero en realidad
fue cuestión de segundos. Edward movió su cuerpo protectoramente delante de mí, casi
por instinto, y el doctor Cullen apretó sus manos en puños, tratando de controlar su
rabia.
“A mi oficina. Ahora,” dijo con voz brusca y con prisa, como si estuviera en pánico. Mi
frente se arrugó a medida que me sentía más confundida, porque el doctor Cullen
nunca estaba en pánico. Él siempre parecía estar en calma y en control, incluso
cuando estaba enojado. No podía imaginar lo que le habría puesto nervioso y de
repente me sentí mal por las posibilidades. ¿Le había pasado algo a uno de los
chicos? ¿Edward o yo habíamos hecho algo mal?
“Vamos. Sube a nuestro dormitorio y quédate allí hasta que yo vaya”, dijo con firmeza,
agarrando mi mano y tirando de mí hacia arriba, levantándome del sofá. Se soltó de
mi mano y agarró su camisa del suelo antes de dirigirse hacia las escaleras
rápidamente. Le seguí el paso lo mejor que pude, pero sus piernas eran más largas y
yo no era capaz de mantener el ritmo. Tomó dos pasos a la vez mientras yo corría para
llegar hasta las escaleras, corriendo junto a él para llegar a la segunda planta. Dudé
cuando se fue directo a la puerta del despacho del doctor Cullen, empujándola al abrir,
sin molestarse en llamar y cerrándola de golpe sin mirarme. Me quedé allí por un
segundo, no quería dejarlo porque estaba preocupada, pero a su vez quería ocultarme
porque estaba asustada, finalmente decidí seguir las órdenes de Edward.
Escuchaba con atención cualquier ruido que viniese de afuera, pero mis oídos solo
oían un completo silencio. Nada de enojos ni gritos. Nada de perturbaciones. Ni
conmoción en absoluto. Y en vez de calmar el miedo, el silencio solo pareció
intensificarlo. Si ellos estaban gritando o peleando, por lo menos yo sabría lo que
estaba pasando, por lo menos yo sabría que Edward estaría bien. El silencio solo sirvió
para alimentar mi imaginación mientras evocaba desagradables escenarios, ninguno
de ellos era remotamente bueno, así que cuando finalmente escuché movimiento,
realmente entré en pánico.
“Empaca algunas mierdas, Isabella” dijo él, su voz grave “. Tenemos que salir de
aquí.”
“Dije que empaques algo de ropa,” espetó. “Tenemos que irnos, ¡date prisa!”
Se dirigió al cuarto de baño y empezó a buscar algo por todos lados, lanzando cosas
por todos lados por la prisa. Miré boquiabierta las bolsas en la cama y me sentí
mareada, la incertidumbre y el terror casi me tenían desorientada. Estaba haciendo las
maletas para irnos, y eso me asustó porque no tenía ni idea de lo que estaba pasando
y él no me explicaba nada. Quería preguntarle, deseaba desesperadamente que me
explicara, pero tenía miedo de cuál sería la respuesta, porque la forma en que estaba
corriendo para todos lados, estando tan alterado, me indicaba una sola cosa, y no
tenía palabras para describir cuan preocupada estaba.
Él quería huir.
No había otra explicación que tuviera sentido. Había sucedido algo con el doctor
Cullen que lo había hecho entrar en pánico, y ahora Edward quería huir. Siempre
decía que huiríamos juntos si llegaba el momento, pero nunca lo creí necesario. Las
cosas habían ido tan bien últimamente, todo el tema de la libertad y de nuestra vida
juntos me hizo creer que esto nunca iba a suceder. ¿Por qué iríamos a huir alguna vez
si iban a permitirnos estar juntos, si nadie iba a tratar de separarnos? ¿Por qué
deberíamos huir?
En el momento en que pensé en ello, sentí náuseas y traté de controlarlas, sin querer
derrumbarme. ¿Habían cambiado de opinión? ¿No me iban a liberar, después de
todo? Oh Dios... ¿era eso lo que iba a pasarme?
Edward salió del baño y se quedó inmóvil, con la boca abierta en confusión.” ¿Por qué
estás ahí sentada?”, preguntó frenéticamente, lanzando algunas cosas en una de las
bolsas de lona. “Mierda, Bella. Empaca algo de mierda, rápido. ¡No tenemos tiempo
para esto!”
Edward se congeló y miró a su padre, quien nos miró a los dos con una expresión seria
en su rostro. “Tengan cuidado” dijo el doctor Cullen después de un segundo, las
palabras causaron una gran confusión dentro de mí. ¿Nos decía que debíamos tener
cuidado? ¿No nos estaba prohibiendo huir, no estaba amenazando mi vida o
bloqueando nuestra salida? No tenía ningún sentido en absoluto. ¿Qué estaba
pasando? ¿Estábamos de verdad huyendo?
Luché por mantener mi respiración bajo control, pero todavía estaba completamente
desconcertada y asustada. Edward salió a la carretera principal y comenzó a aumentar
“Solo relájate, ¿está bien? Todo está bajo control”, dijo con calma. Mi ceño se frunció
mientras lo miraba confundida.
“¿Está bajo control?”, pregunté sorprendida. “¿Por qué huimos? ¿Ha pasado algo?”
Él negó con la cabeza. “Solo teníamos que salir de una puta vez de allí antes de que
aparecieran, ¿de acuerdo?”, Dijo. “Está bien, estamos bien”.
“Ellos”, dijo, en voz baja y fría mientras miraba hacia el frente. Lo miré fijamente
durante un momento, sin entender del todo, antes de mirar al otro lado de la calle
donde estaba fija su mirada. Me quedé inmóvil y el miedo me recorrió cuando mis ojos
se posaron sobre los cuatro elegantes vehículos negros detenidos en la misma luz roja
que nosotros, dirigiéndose en dirección opuesta.
“La Cosa Nostra”, dijo, las palabras italianas fluían maravillosamente pero el
conocimiento de lo que significaba, enviaba un escalofrío por mi columna vertebral. La
mafia había llegado a Forks nuevamente.
“Es él... quiero decir, ya sabes...” tartamudeé, sin saber lo que estaba tratando de
decir, pero Edward parecía saber, de todos modos.
“Sí, James viene”, dijo Edward. “Muchos de ellos vienen, por lo que vamos a dejar este
lugar de una puta vez.”
“Será mejor que te pongas cómoda porque será un largo viaje” dijo después de un
momento, extendiendo su mano para sostener la mía.
“¿Phoenix?” Logré decir a través del nudo que se había formado en mi garganta.
Asintió y me apretó la mano con suavidad.
Edward cullen
Le eché un vistazo a Isabella en el asiento del pasajero, frunciendo el sueño cuando vi
la forma en que su cuello estaba doblado. Estaba acurrucada lo mejor que podía con
el cinturón puesto, su cabeza estaba desplomada sobre su hombro. Su sueño era
inquieto con un puchero en sus labios, y con frecuencia cambiaba de posición y
murmuraba algo incoherente con voz angustiada. Se veía consternada, y estaba
ausente esa suave expresión de satisfacción que solía llevar cuando dormía. Sin
embargo, todavía había una naturaleza angelical en ella, con la forma en que su piel
resplandecía y su pelo brillaba con la luz de la luna que entraba por la ventana. Era
tan hermosa, el solo verla hizo que mi pecho se hinchara y mi puto corazón funcionara
de forma irregular por el intenso amor que sentía, pero seguí con el ceño fruncido a
pesar de su fulgor. Lucía como un ángel que se había caído del cielo y había
encontrado el infierno en la tierra, tormentoso y lleno de problemas, y yo estaba siendo
plagado de un muy jodido mal presentimiento mientras la miraba.
Era malditamente ridículo, pero realmente había estado molestando toda la maldita
semana. No estaba seguro de qué era o siquiera qué carajos significaba, pero estaba
constantemente aquí, acechando en la sombras. Era como una nube negra flotando en
el aire que estaba a punto de liberarse, pero el problema era que no sabías cuándo,
dónde, o incluso cómo iba a descender. Podría ser solo una molesta llovizna donde un
paraguas ni siquiera fuera necesario o podría ser un maldito diluvio donde se necesita
un maldito bote para vadear por él. No había manera de prepararse realmente para la
próxima tormenta, porque no había forma de predecir lo que pasaría cuando
golpeara… toda la mierda que sabías era que la maldita nube estaba allí, mofándose
de ti.
Era obvio que mis hermanos habían realmente llegado a amar a Isabella como a una
hermana, y esa mierda significaba más para mí de lo que alguna vez podría explicar.
El saber que se preocupaban por la chica que amaba y que harían lo que fuera
necesario para protegerla, justo como yo lo haría, era un maldito buen presentimiento.
No podía dejar de preguntarme cómo se sentiría mamá de ver a la chica por la que
había estado tan malditamente desesperada por salvar convertirse en un miembro de
la familia. Me gustaba pensar que estaría orgullosa de todos nosotros, yo incluido,
incluso si había hecho un montón de pendejadas a través de los años para
decepcionarla.
Jasper me dijo cuando se estaba yendo que si alguna vez lo necesitaba estaría aquí en
un segundo, diciéndome que siempre pusiera el bien de Isabella en primer lugar.
Asentí con la cabeza, planeando hacer exactamente eso. Siempre vería por ella, sin
importar qué.
Comenzó a sollozar, realmente rompiendo a llorar por su madre por primera vez desde
que vino a vivir con nosotros, y solamente la sostuve mientras lo dejaba salir. Ella
mencionó a mi madre y esa mierda de verdad dolió como el demonio pero hice a un
lado mi ira y dolor porque necesitaba que Isabella entendiera que su propio dolor no
era ridículo en lo absoluto. Tenía puñetero derecho a sentir dolor. Sí, su madre todavía
estaba respirando, pero no podía imaginar cómo demonios me sentiría si la mujer que
me creó, me crió y me amó hubiese sido esclavizada. En mi opinión, la muerte era
probablemente mejor que esa mierda y mientras la sostenía, me pregunté si ella
alguna vez había considerado eso. Durante esos años de tortura que soportó, ¿había
alguna vez pensado en terminar con todo? Siempre había pensado que el puto suicidio
era una forma de evasión pero al menos con la muerte el sufrimiento terminaría…
incluso si otros empezaban a sufrir como resultado de ello.
Sin embargo, no le pregunté, porque por más curiosidad que tuviera en realidad no
quería saber la puta respuesta. No podía imaginar un mundo donde ella no existiera, y
ni siquiera quería considerar como sería mi maldita vida si ella hubiera muerto antes
de que siquiera tuviera la oportunidad de conocerla. El resto de la tarde fue solemne,
esa sensación de seriedad nunca disminuyó. El resto de la semana pasó de forma
similar, y para cuando el viernes llegó, estaba empezando a pensar que en verdad iba
a perder el puto control. Habíamos pasado una gran semana juntos y nada ni siquiera
remotamente malo había pasado en realidad, así que no pude entender porque el
maldito presentimiento seguía allí. Simplemente se sentía como si hubiera algo
acechando a la vuelta de la próxima esquina, solo esperando a saltar encima de
nuestros culos en cualquier segundo.
Pensé que tal vez solo estaba siendo pesimista, porque era natural en mí asumir lo
peor sobre mierdas, así que intenté simplemente hacerlo a un lado y olvidarme de ello.
Pero en el momento en que la puerta principal se cerró de un golpe y pasos se
apresuraron hacia nosotros en la sala de estar esa tarde, mi ansiedad se intensificó y
rápidamente me aparté de Isabella para enfrentar la mierda que fuera que viniera por
nosotros. No tenía idea qué era, pero estaba seguro que no iba a ser nada bueno en lo
absoluto.
Mi padre paró en seco tan pronto nos vio, luciendo completamente agotado y
alarmado. Pude ver la furia en sus ojos y el pánico en su expresión y me asustó como la
mierda, porque era claro que había tenido razón. La puta tormenta había llegado, y
con base en su expresión, iba a ser una terrible.
Él me ladró que fuera a su oficina de inmediato y yo le dije a Isabella que fuera arriba,
sin querer dejarla aquí abajo sola. Me dirigí directamente a la oficina, sin molestarme
en tocar porque no había tiempo para esa pendejada. Entré y él levantó la vista para
mirarme con una pánico intenso, lo que vi casi me hizo caer de rodillas. Él había
estado realmente estresado últimamente y simplemente al verlo te dabas cuenta que
no había estado durmiendo casi nada, pero estando parado dentro de la oficina
parecía estar realmente perturbado. Se veía como un hombre al borde de perder el
control y simplemente le dispararía a cualquier hijo de puta que se interpusiera en su
camino. Claramente era un hombre con una misión, pero estaba malditamente
inestable y eso daba miedo.
“¿Quiénes?” Pregunté.
“La Borgata,” dije en voz baja. No respondió pero no era necesario, porque era la única
otra mierda que tenía sentido. Suspiró ruidosamente cuando terminó de escribir,
levantando su mano para pellizcar el puente su nariz.
“Hay por lo menos una docena de ellos, tal vez más. No sé exactamente. Acabo de
recibir una llamada hace unos minutos de Alec, se enteró que tomaron un avión a
“No lo sé, Edward. Joder, ni siquiera sé por cuál de nosotros vienen,” dijo
enfáticamente. Me puse tensó por su declaración, el miedo invadiéndome a medida
que ese mal presentimiento hijo de puta se intensificaba. “Dudo mucho que hayan
venido hasta aquí para matarme de manera que no estoy preocupado por mí. Si Aro
quisiera verme muerto me llamaría para sentarme. Espero que solo vengan por
negocios, pero honestamente puede ser que vengan por uno de ustedes así que tengo
que sacarlos a los dos de aquí, solo por si acaso. Ella no debería de estar cerca de
ellos, no es seguro para ella, y no quiero que estés aquí de manera que Aro pueda
hacer otra jugada para conseguir que te inicies. Joder, simplemente es demasiado
peligroso, muchas cosas pueden salir mal,” dijo aterrado. Asentí, sin querer estar en
ningún lugar cercano a este hijo de puta cuando llegaran.
“Estoy esperando que Alec me llame de nuevo respecto a eso,” dijo, arrojando más
archivos por allí. “No creo que importe en cuanto no estés aquí, pero él no cree que
debas ir a ninguna parte sin protección, solo para estar seguros.”
“Tengo un arma,” dije con confusión, sin saber por qué estaba preocupado por
protección. Sabía que no tenía miedo de jalar el puto gatillo si tenía que hacerlo. Me
miró con irritación, obviamente para nada contento con mi puta declaración por alguna
razón.
“Lo sé,” dijo con brusquedad. “De mucha ayuda te ha de ser una jodida arma cuando
nadie compite con los Mafiosi. Uno de ellos puede actuar por su cuenta y matarte sin
pensárselo dos veces y nadie objetaría a menos que tuvieras a uno de nosotros de tu
lado.”
“¿Estás seguro?” Preguntó. “No, puedo disfrazarlo. Todavía son las vacaciones de
verano. Sí, tú ya respondiste por ella así que básicamente ella es libre tal como está.
¿Swan y tu hermana van a ser un problema?”
“Sí, señor. Allí estaré,” dijo antes de colgar. Lo arrojó en el escritorio y me miró.
“Tienes que ir a empacar algo rápidamente, estarán aquí en menos de treinta minutos.
Vas a encontrarte con Alec en Phoenix, no sé cómo se sentirá Isabella al respecto, pero
es necesario. Ella no tiene que poner un pie en la propiedad Swan si no quiere hacerlo,
aunque me imagino que querrá ver a su madre. Pero, en cualquier caso, en algún
momento tendrá que ver a su padre en un terreno neutral por negocios. Aunque, Alec
se encargará de todo eso. Ya no tenemos tiempo que perder, tenemos que hacer todo
esto antes de que algo pase,” dijo rápidamente. Solo lo miré boquiabierto, jodidamente
atónito
“Sí, eso es lo que acabo de decir,” escupió con disgusto. “Joder, ¿me estás escuchando,
Edward? No tenemos tiempo para que titubees en esto. Conduce tanto como puedas,
detente y consigue un hotel para unas horas de descanso, y luego conduce un poco
más. ¿Entiendes? Ahora, date prisa de una puta vez tienes que haberte ido antes de
que lleguen aquí o todo el plan quedará en nada.”
“De acuerdo,” dije inmediatamente, haciendo una pausa por solo una fracción de
segundo pero fue tiempo suficiente para enojar a mi padre.
“Ahora,” espetó, su voz grave y contundente. “Sal de una puta vez de aquí antes de que
James se presente y ella se traumatice aún más.”
Salí corriendo de la habitación ante la mención de ese malvado hijo de puta, corriendo
escaleras arriba. Abrí la puerta de un golpe e inmediatamente empecé a arrojar
mierda por todos lados, diciéndole a Isabella que teníamos que salir de allí así que
tenía que empacar. Ella parecía estar en shock y no se movió ni un maldito centímetro,
solo mirándome boquiabierta mientras yo arrojaba ropa en las maletas. Me molestó
porque, ¡Cristo, teníamos que irnos de una puta vez! Grité un poco por la frustración
pero traté de mantener mi ira bajo control lo mejor que pude, sin querer ser un cabrón y
asustarla aún más de lo que ya estaba. Nada de esto era su culpa y estaba mal de mi
parte desquitarme por esta mierda con ella, pero joder, solo estaba sentada allí y sin
Empaqué todo y agarré las maletas, tendiendo mi mano hacia ella. Ella comenzó a
hiperventilar y pude ver todo su cuerpo temblar, dándome cuenta que estaba a punto
de tener un puto colapso nervioso. Lo que vi me rompió el corazón pero traté de ignorar
el dolor porque no teníamos tiempo para tratar con eso ahora. Teníamos que salir de
una puta de vez de allí.
“Vámonos,” le dije. Ella tomó mi mano sin vacilar y di un suspiro de alivio, agradecido
de que estaba lo suficientemente coherente para al menos responder a esa mierda.
Salimos a la carretera con solo unos minutos de sobra, pasando los coches rentados
Mercedes color negro cuando todavía estábamos dentro de los límites de la ciudad de
Forks. Había cuatro de ellos, lo que significaba que podrían haber sido hasta dieciséis
personas. Nunca antes se habían presentado tantos y eso me asustó como la mierda,
porque mi padre definitivamente estaba hasta el cuello y tenía miedo por él.
Finalmente se quedó dormida y conduje por horas, tomando algo de Adderall que
había agarrado del baño cuando estaba empacando. Había dejado de tomar esa
mierda meses atrás pero sabía que iba a ser una larga noche y me mantendría alerta
para conducir. Eran las tres y cuarto de la mañana y habíamos estado en carretera un
poco más de nueve horas, volando por la desierta carretera en la oscuridad. Estaba
cansado e Isabella se veía incómoda, pero quería llegar al menos hasta California
antes de detenerme.
Estirando mi mano, quité algo de cabello del rostro de Isabella, metiéndolo detrás de
su oreja. Pasé el dorso de mi mano por su mejilla, sintiendo las asperezas de las
manchas rojas dejadas por sus lágrimas. Ella se removió un poco y cambió su posición,
su cabello moviéndose dejando expuesta una mancha roja a un costado de su cuello.
Me gruñí a mí mismo y la recorrí con mi dedo, negando como mi cabeza cuando me di
cuenta que le había dejado un puto chupetón. Me sentí asqueado por el hecho de que
la había marcado y puse su cabello sobre él para cubrirlo de nuevo, sin querer ver esa
mierda. Ella había sido maltratada y golpeada, vivió su vida con marcas constantes y
tenía cicatrices como recordatorio de ello, y yo me dejé llevar por un jodido momento y
terminé marcándola. Sí, se desvanecería, pero solo al verlo sobre su piel suave y pálida
me hizo sentir como mierda. Ella era como una maldita pieza de arte y yo infantilmente
había salpicado algo de jodida pintura en su hermoso lienzo.
Conduje por otra hora y finalmente crucé la frontera hacia California, deteniéndome
cuando llegué a un pueblo muy pequeño llamado Yreka. Me detuve frente a un Holiday
Inn, imaginando que no encontraría nada mejor en un lugar tan pequeño.
Francamente, me importaba una mierda siempre y cuando no fuera insalubre y tuviera
una maldita cama donde me pudiera acostar. Me quedé sentado silenciosamente en el
coche por un momento mirando a Isabella antes de estirar mi mano y frotar
gentilmente su brazo.
Ella se removió y abrió sus ojos, parpadeando un par de veces a medida que
recuperaba la conciencia. Se enderezó e hizo una mueca, agarrando su cuello.
Empezó a frotarlo, mirando alrededor en confusión, y alcancé su mano para quitarla
“¿Qué hora es?” Dijo con voz ronca, gruesa y quebrada. Aclaró su garganta antes de
continuar. “¿Dónde estamos?”
“Pasan de las cuatro y acabamos de llegar a Carlifornia,” dije en voz baja. “Joder,
necesito descansar.”
Ella me miró sorprendida y asintió, mirando por la ventana hacia el hotel. Salimos del
coche y nos dirigimos adentro, alquilando una sola habitación en el segundo piso. En
el momento en que entramos a la habitación Isabella se quitó la ropa, metiéndose a la
cama en sujetador y bragas antes de que siquiera tuviera la oportunidad de encender
la luz. Dije ‘a la mierda’ e hice lo mismo, quedándome solo en boxer y metiéndome
junto a ella. La puñetera cama no estaba ni de cerca tan grande o cómoda como la
nuestra en casa, pero serviría. Ella se acurrucó a mí y yo la abracé con fuerza,
quedándome dormido casi al instante.
Me desperté mucho más tarde en una habitación bien iluminada, mirando alrededor
confundido cuando vi que estaba solo en la cama. Me senté rápidamente y le eché un
vistazo al reloj, notando que ya eran casi las once de la mañana.
“Aquí estoy,” dijo en voz baja desde el baño. Di un suspiro de alivio y me obligué a salir
de la cama, estirándome y pasando las manos por mi cabello, estaba adolorido y
bastante cansado todavía pero sabía que teníamos que entregar la habitación y volver
pronto a la carretera. Caminé tranquilamente hacia el baño y la envolví en mis brazos
por detrás cuando la vi de pie frente al gran espejo. Ella me dio una suave sonrisa a
medida que me inclinaba para besar la parte de atrás de su cuello, poniéndome tenso
cuando ella levantó su mano y pasó sus dedos por el chupetón que le había dejado.
“Mierda, lo siento por eso,” dije rápidamente, la culpa de haberlo hecho me golpeaba
una vez más. Se veía aún peor a la jodida luz del día, de un vivo color rojo con
manchas color púrpura en él. “No me di cuenta que estaba chupando demasiado
fuerte.”
Suspiré y pasé la mano por mi cabello. “No importa si no duele, no debí haberte dejado
una marca. Joder, simplemente no está bien. Te hice un moretón y has tenido que lidiar
con esa mierda lo suficiente, no necesitas a mi culo hormonal dejándote marcas
también.”
“Desaparecerá,” dijo simplemente, dándose la vuelta para quedar frente a mí. Me miró
a los ojos con pura adoración y sonreí, besando sus labios con ternura en respuesta.
Estuvo callada por un momento antes de llevar el labio inferior a su boca y
mordisquearlo con nerviosismo, la ansiedad que había visto el día anterior volviendo
lentamente. Me miró con aprehensión, su expresión causaba que mi propia
preocupación remontara y que ese maldito mal presentimiento se reavivara. Empecé a
sentir como si fuera a enfermarme por la ansiedad desarrollándose en la boca de mi
estómago pero luché contra ella, necesitaba parecer fuerte para ella. “¿Estamos
cerca?” Preguntó en voz baja, su voz temblando y apenas en un susurro. Negué con la
cabeza.
“No, ni siquiera vamos a mitad de camino. ¿Son qué, las once? Si conduzco sin parar,
llegaremos allí como a las tres o cuatro de la mañana,” le dije, recordando la
estimación de tiempo que había dado el sistema de navegación.
“¿Quieres que conduzca sin parar?” Pregunté con curiosidad. Ella se me quedó
mirando y mordisqueó su labio de nuevo, al parecer considerando mi pregunta.
“Tengo que llamar a Alec cuando estemos cerca, pero seguramente solo buscaremos
un hotel y nos iremos a dormir,” le dije. No era como si pudiéramos ir a la puta
residencia Swan a las tres de la mañana, así que sea que nos detengamos antes de
eso o si viajamos sin parar hasta el maldito Phoenix, no veríamos a ninguno de ellos de
inmediato.
“Está bien,” dijo tímidamente, asintiendo. Levanté las cejas inquisitivamente por esa
palabra y ella sonrió con timidez. “Está bien, podemos viajar sin parar.”
Me duché después de Isabella y los dos nos vestimos, poniéndonos ropa cómoda ya
que íbamos a pasar todo el maldito día en el Volvo. Después de que estuviéramos
listos, pagué el hotel y nos dirigimos al coche. Ya hacía calor y el sol brillaba con
fuerza, de manera que bajé el capote del coche para que al menos pudiéramos
disfrutar del puto clima, por lo menos eso. Encendí el coche y salí a la carretera,
dirigiéndome al sur por la interestatal 5. Encendí el radio, molesto por haber olvidado
mi maldito iPod por el afán de salir de la casa y busqué por las estaciones algo
decente para escuchar. Charlamos un poco y no habíamos estado en camino por más
de veinte minutos cuando mi estómago comenzó a gruñir.
“¿Tienes hambre, tesoro?” Pregunté al darme cuenta que no había cenado la puta
noche anterior. Ella asintió y pasé por un autoservicio de McDonald’s por unos Nuggets
de pollo y papas fritas, pensando que era algo que podíamos comer en el coche y sin
joder el interior. Comimos y el humor de Isabella pareció mejorar poco a medida que
pasaba el tiempo, la aprensión en su expresión se suavizaba más con cada kilómetro
que pasaba. Se puso cómoda en el asiento y se quitó los zapatos, mirando el paisaje a
medida que pasaba rápidamente. De vez en cuando cerraba sus ojos y recostaba su
cabeza, solo disfrutando de los rayos del sol y sintiendo el viento soplar en su cabello.
Era agradable, verla así tan despreocupada y relajada, un gran jodido cambio de hace
veinte cuatro horas atrás cuando se puso frenética por el viaje. Sabía que su alegría no
duraría, así que atesoraba cada maldito momento de ella.
“Sí, está bien, supongo. Me refiero a que, no he pasado mucho tiempo aquí pero por lo
que he visto de ella, me gusta,” le dije. Sonrió.
“Se ve bien. Hace calor,” ella dijo. “¿Tienen buenas universidades aquí?”
“¿Crees que hay alguna a la que yo pueda ir?” Preguntó, mirándome fijamente con
una expresión de curiosidad en su rostro.
“Sí, por supuesto,” le dije. Con la forma en que su puta mente trabajaba, dudaba que
hubiera una escuela en la cual no pudiera al menos abrirse camino si lo deseaba.
“De arte, supongo,” dijo vacilante, mirándome con recelo. “Quiero decir, me gusta y me
hace feliz, pero no sé si soy lo suficientemente buena para…”
“Detén esa mierda de una vez,” dije rápidamente, interrumpiéndola. Odiaba cuando
dudaba de sí misma. “Eres lo suficientemente buena, así que deja de dudar de tu
talento. Y sí, hay muchas escuelas aquí con programas de arte que pueden aceptarte.”
“¿En serio?” Preguntó emocionada. Reí entre dientes y asentí con la cabeza.
“Sí, en serio. Y hay muchas escuelas a las que puedo entrar también, así que si quieres
considerar California lo haremos,” le dije.
“Bien,” dijo alegremente, girando su cabeza para mirar el paisaje una vez más con una
sonrisa en su rostro.
“Me gustan las palmeras,” dijo como si nada, encogiéndose de hombros. Su tono era
serio y la respuesta me tomó desprevenido, haciéndome reír.
“¿Palmeras, Bella? Las tienen en otros lugares no solo en California, ¿sabes?” Dije con
diversión.
“Sí, pero me gustan las de aquí,” ella dijo, sonrojándose. Negué con la cabeza y seguí
riendo. La estaba dejando escoger cualquier puñetero lugar del mundo para ir y ella
escogía California por unos malditos árboles. Sin embargo, eso era algo que amaba
de ella. Tenía esa jodida inocencia natural a pesar de sus adversidades, y de verdad
apreciaba las pequeñas cosas en la puta vida que muchos otros ni siquiera notaban.
La mayoría de las personas sobre analizaban dónde ir a la universidad, escogiendo
lugares en base a mierdas como relación estudiante-profesor, prestigio, equipos
deportivos, y proximidad a casa. Pero, mi Bella, ella escogía un maldito lugar por el
paisaje. Ella en realidad era un artista de corazón y si quería palmeras, se las daría sin
pensármelo dos veces.
A pesar del hecho de que estábamos encerrados en un maldito coche todo el día, en
realidad fue bastante placentero. Hablamos y solo disfrutamos de la compañía del
otro, haciendo caso omiso de la realidad del mundo actual afuera del Volvo por el
momento y centrándonos en los tiempos más felices delante de nosotros. Le dije lo que
sabía sobre escuelas en California y ella me contó más de cómo le fue en su examen
GED. Me preguntó qué quería estudiar en la universidad y mencioné algunas
“Creo que serías un buen abogado,” soltó de pronto. Me eché a reír por su sugerencia,
sacudiendo mi cabeza.
“Solo porque me salgo con la mía con algunas mierdas no significa que sería un buen
abogado,” dije en broma. “Además, vengo de una larga línea de Mafiosi, Bella. Eso
sería como escupir en su memoria o algo así.
Ella me miró confundida. “¿Por qué? O sea, no es como si tú hubieras sido quién hizo
las leyes o las ejecutes. No podrían en realidad enojarse contigo por ayudar a la gente
a absolverse de cargos. ¿No era más o menos eso lo que ellos hacían?” Preguntó.
“Supongo,” le dije, sin considerar ese hecho. Quiero decir, no era como si esos hijos de
puta no usaran abogados, pero me preocupaba cómo el que yo tomara esa dirección
de carrera afectaría la posición de mi padre en la Borgata. Sabía de quienes fueron
degradados de rango y otros de quienes sospecharon cuando tenían miembros de
familia que se dedicaban a ciertas carreras. “Pero aun así, ¿por qué piensas que sería
un buen abogado?”
“Supongo que porque sabes la diferencia entre una persona peligrosa que debería
estar encerrada y una persona que no tiene otra opción más que hacer algunas veces
cosas que probablemente no debería,” ella dijo, encogiéndose de hombros. “Creciste
rodeado de ese tipo de gente de manera que los entiendes. Y además, realmente
sabes cómo salirte con la tuya.”
Me reí entre dientes, negando con la cabeza. “Bueno, tal vez piense en ello,” le dije. Me
sonrió dulcemente.
“Bien.”
Nos detuvimos a cenar como a las ocho horas y media de viaje, saliendo y yendo a un
pequeño restaurante cerca de Bakersfield. Una vez más traté de llamar a mi padre
mientras esperábamos nuestra comida, y recibí su buzón de voz de inmediato. No me
molesté en dejar un mensaje, solo terminé la llamada. Mi preocupación aumentaba,
todos los putos peores escenarios volviendo sigilosamente a mis pensamientos.
Esperaba que él estuviera bien y solo que no pudiera hablar, pero parte de mí seguía
preocupado de que algo jodidamente malo hubiese pasado. Hice a un lado esa mierda
y traté de no permitir que mis miedos se mostraran sin querer alterar a Isabella. Ella
seguía mirándome con maldita aprehensión y no estaba seguro si se estaba poniendo
El tiempo de viaje pasó lentamente después de que se quedó dormida, ya que cada
minuto se sentía como una maldita eternidad. Me estaba poniendo ansioso y
necesitaba algo para distraerme, así que jugueteé con la radio compulsivamente, pero
no hizo nada para ayudar. Mi ansiedad seguía aumentando con cada kilómetro,
agitados pensamientos daban vueltas en mi cabeza en la silenciosa oscuridad. Estaba
aburrido y cansado, mis ojos ardían y mi cabeza comenzaba a palpitar con fuerza. Mis
putas piernas estaban acalambradas y mi culo estaba entumecido, mis dedos estaban
trabados por agarrar el maldito volante todo el día. Necesitaba estirarme porque mi
espalda estaba empezando a doler, pero estirarme significaba detenerme y no tenía la
puñetera intención de detenerme hasta que viera el jodido anuncio “Bienvenido a
Phoenix”. Me estaba empezando realmente a encabronar, preguntándome por qué
demonios no solo había comprado unos malditos boletos de avión. Nos hubiéramos
ahorrado todo ese puto tiempo con volar.
“Ya casi llegamos,” murmuré. Su cabeza se giró rápidamente en mi dirección, sus ojos
amplios y una expresión de horror en su rostro.
“¿Ya, Bella? ¿He estado conduciendo por más de un maldito día, y tú preguntas que si
ya?” Pregunté con incredulidad. “Cristo, mujer. Nunca había conducido tanto en mi
puta vida.”
“Lo siento,” dijo rápidamente, volviendo su cabeza para mirar por la ventana. Le eché
un vistazo y vi como a comenzó a mordisquear su labio y moviéndose inquieta. Me
sentí mal de inmediato, sabiendo que no debía haberle hablado así, este lugar era lo
mismo para ella que el Infierno y la estaba conduciendo directamente a él sin ser
comprensivo por lo malditamente difícil que era para ella. Agarré su mano para evitar
que se siguiera moviendo, entrelazando nuestros dedos y apretándolos suavemente.
Traté de llamar a Alec pero solo me recibió su buzón de voz, lo que tenía maldito
sentido porque muy probablemente debería de estar dormido a las tres de la mañana,
pero no estaba siendo del todo lógico en el momento. Sin embargo, el hecho de que no
haya podido localizar a mi padre y haber tenido apenas el mismo resultado con mi tío
hizo que mi miedo se disparara, sin gustarme el no tener con ningún contacto con ellos.
Me detuve en el primer hotel que vi, sin tener la maldita paciencia para buscar un cinco
estrellas y sin realmente importarme una mierda a estas alturas.
Ella se dio la vuelta hacia mí, mirándome fijamente. “Ya lo sé, y yo también te amo.”
Ella se acurrucó en mi pecho a medida que mis ojos se cerraban solos, el sueño vino
instantáneamente. Me desperté sobresaltado mucho más tarde por el sonido de mi
teléfono sonando con fuerza, el estridente sonido hizo que mi corazón latiera con
fuerza. Me senté y froté mis ojos, agarrando el teléfono de la pequeñísima mesita
lateral junto a la cama donde lo había colocado la noche anterior.
“Sí,” contesté de inmediato sin siquiera mirar para ver quién estaba llamando, todavía
jodidamente atontado y medio dormido. Francamente, no me importaba cuál hijo de
puta era siempre y cuando escuchara de uno de ellos de manera que no me sintiera
tan al margen de todo.
“¿Ya llegaste a Phoenix?” Alec preguntó, su tono completamente alerta para ser tan
“Sí, está bien,” le dije. “Puedo hacer eso.” Él recitó de un tirón la dirección de los Swan
y le dije que esperara un momento mientras salía de la cama, buscando en la
habitación por un pedazo de papel y algo con lo que escribir. Encontré un pedazo de
lápiz en el cajón y agarré la Biblia de la mesita de noche, abriéndola y arrancando la
primera página. Isabella jadeó y se sentó rápidamente, viéndome boquiabierta y en
shock. Me encogí de hombros ante su expresión y le dije a Alec que repitiera la mierda
que había dicho, anotando rápidamente la dirección.
“Muy bien, gracias,” le dije, terminando la llamada. Miré a Isabella y vi que todavía
estaba mirándome fijamente, viéndose aturdida.
“Cristo, Bella, ¿de verdad crees que el cabrón que venga a un lugar como este leería
esta mierda?” Pregunté con incredulidad, sosteniendo la Biblia en mi mano.
“Cualquiera que se quede aquí está muy lejos de ser un puto santo, eso es seguro.”
Miré alrededor de la habitación con disgusto, incapaz de creer que alguna vez hubiera
aceptado quedarnos en tales condiciones a pesar de mi agotamiento de la noche
anterior. Se veía como uno de esos lugares que rentabas por hora para hacer la
mierda más fácil para las prostitutas.
“No está tan mal, Edward. Además, nos quedamos aquí,” dijo ella a la defensiva.
“Cierto. Como dije, muy lejos de ser un puto santo, tesoro,” le dije, riendo entre dientes.
“Pero como sea, fue solo la portada, no arranqué nada con la historia en ella. El pinche
papel solo decía ‘Santa Biblia’ y cualquiera que vea el maldito libro sabe cuál es. No
Solo se me quedó mirando y negué, dándome cuenta que mi padre patearía mi puto
culo si sabía lo que acababa de hacer. Profanar La Biblia mientras tomaba el nombre
del Señor en vano en ello.
“Tal vez lo sea, pero tenía que escribir la dirección de los Swan,” le dije. Sus ojos se
ampliaron por la sorpresa y se congeló, su expresión de pánico.
Suspiré y me volví a sentar en la cama, estiré mi mano para quitar un poco de pelo
rebelde de su rostro. Lo metí detrás de su oreja y la miré a los ojos, le di una suave
sonrisa mientras la observaba. Era tan hermosa y se veía tan jodidamente inocente y
vulnerable en ese momento, no deseaba nada más que corregir lo que estaba mal y
hacer del mundo algo mejor para ella.
“Sí, en serio. Alec va a estar allí todo el día y me acaba de decir que puedo llevarte a
visitar a tu madre. Si tú quieres, por supuesto,” le dije. Ella asintió rápidamente,
mordiendo su labio mientras sus ojos se ponían vidriosos por las lágrimas. Una docena
de emociones diferentes destellaron por su rostro y ella se arrojó hacia mí con tanta
fuerza que me echó hacia atrás. Envolvió sus brazos a mí alrededor con fuerza y
enterró su rostro en mi pecho y empezó a sollozar. La abracé y acaricié su espalda,
besando el tope de su cabeza.
Me acerqué a Isabella y me dejé caer junto a ella para ponerme mis Nike, viéndola por
el rabillo de mi ojo. Ella llevaba una camiseta sin mangas color azul que estaba
ligeramente escotada y unos vaqueros ajustados color azul oscuro y unos zapatos
bajos dorados que hacían juego con su collar. Sonreí para mí mismo, jodidamente
orgulloso de haber empacado mierda que combinaba bien cuando lo hice a toda prisa.
Mientras la miraba me preguntaba qué iban a pensar, porque solo al verla era obvio
que no era la misma Isabella destrozada que había dejado Phoenix casi un año atrás.
Cada segundo que pasaba se ponía más nerviosa y eso solo hacía que me molestara
aun más. Mis manos comenzaron a temblar y agarré el volante con fuerza, deseando
que dejaran de temblar mientras intentaba controlar mi temperamento. Isabella no
decía ni una palabra mientras miraba por la ventana, tratando de calmarse, y necesita
alguna mierda para distraerme. Estiré mi mano y empecé a buscar estaciones en la
radio, buscando algo que escuchar a fin de dejar de pensar en esas mierdas. Encontré
una estación de rap y subí el volumen cuando escuché Nuttin’ by a G Thang, el bajo
retumbando desde los altavoces con fuerza. Probablemente era mi maldita canción
favorita de todos los tiempos, siempre me tranquilizaba y me ponía de buen humor.
Escuchaba tanto esa hija de puta que Isabella se sabía la mitad de la letra, incluso si
no entendía la mayor parte de ella.
“No creo que…” Comenzó a decir, sacudiendo su cabeza furiosamente. Levanté mi otra
mano y suavemente cubrí su boca para que se detuviera, mirándola fijamente. No
quería que entrara en puto pánico por esto y necesitaba que se calmara de una puta
vez.
Ella se me quedó mirando fijamente, asimilando mis palabras. “Joder, tú eres fuerte,
Isabella. Puede que ahora no lo sientas así, pero lo eres. Sobreviviste a esta mierda y
saliste más fuerte que nunca. Estos hijos de puta trataron de derribarte, pero no
funcionó porque tú sola te levantaste. ¿Te has visto últimamente? Eres una puta fuerza
de la naturaleza, Bella. Eres dura, apasionada e implacable, y no puedes permitir que
esta gente te afecte. Eso es lo que ellos quieren. Quieren quebrarte. Son viles y
asquerosos de mierda, y no puedes darles lo que quieren. No puedes rendirte ante
ellos.”
Finalmente quité mi mano de su boca y apagué el coche, abriendo la puerta del lado
del conductor y saliendo sin decir una palabra más. Había dicho todo lo que podía
Su puerta se abrió y ella salió tímidamente, sus ojos escaneando la propiedad. Gemí
cuando el calor me golpeó, el sol brillaba con fuerza y casi me deja ciego. Metí la
mano en el coche y saqué mis lentes de sol, poniéndomelos antes de empezar a
desabrochar mi camisa de manga larga color verde. Estaba arremangada hasta los
codos pero todavía estaba demasiado caliente para llevarla.
“No está tan mal,” dijo en voz baja. La miré con incredulidad.
“Si tú lo dices. Joder, estoy a punto de incendiarme aquí,” le dije, negando con la
cabeza. Me agaché y agarré mi arma de debajo del asiento, revisándola dos veces
para asegurarme que estaba cargada y que el seguro estaba puesto.
“Mejor prevenir que lamentar,” le dije, cerrando la puerta del coche. Me acerqué a ella
y cerré su puerta, de pie frente a ella y mirándola a la cara. Ya no se veía
necesariamente asustada, pero definitivamente estaba ansiosa. “¿Estás lista?”
“Es el infierno,” ella dijo. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y me eché a reír,
alucinado de que ella hubiera dicho eso. Había tenido la misma maldita idea la noche
anterior mientras conducía, pero el que ella lo dijera era sorprendente.
“No lo es. Está en la Biblia, Edward. Si pasaras más tiempo leyéndola y menos tiempo
arrancando sus páginas, tal vez lo sabrías,” dijo sarcásticamente. Me le quedé
mirando asombrado y me seguí riendo.
“No puedo creer que me hayas dicho eso,” le dije divertido, empujándola en juego. Ella
se echó a reír y se sonrojó cuando la atraje hacia mí, besándola de nuevo. Ella empezó
a devolverme el beso cuando una puerta se azotó, su cuerpo se puso rígido al momento
que sus oídos registraron el sonido. Me aparté de ella y levanté la vista hacia el porche
para encontrarme a un hombre de mediana edad con cabello y ojos oscuros. Él era un
extraño para mí, que pudiera recordar, nunca antes lo había visto, pero sus ojos y nariz
me eran muy familiares. Eran unos ojos que conocía muy bien y una nariz que
recordaría en cualquier lugar. Eran rasgos que me recordaban a mi chica, y al
momento en que esa idea se registró, una ira intensa se apoderó de mí. Apreté mis
manos en puños mientras contenía mi temperamento, luchando contra el impulso de
atacar. Nunca antes había sentido un odio tan intenso por alguien.
Isabella estaba temblando en mis brazos y bajé la vista hacia ella, viendo que su
inquietud volvía pero seguía manteniéndose en pie. Me agaché de manera que mis
labios estuvieran junto a su oído.
Isabella swan
Traducido por Betzacosta
Edward no me soltó, pero podía sentir que su cuerpo se tensaba y sus manos se
apretaban en puños. Abrí los ojos vacilantes hacia él, mi cuerpo temblaba más
fuertemente cuando alcancé a ver por mi periferia la forma de pie en el porche. Edward
volvió la cabeza para mirarme, con una expresión de enojo en su rostro y profunda
preocupación en sus ojos.
"Se podría decir que sí," dije en voz baja, con la voz temblorosa. Edward suspiró y me
frotó la espalda suavemente.
"Bueno, entonces, es bueno que el diablo no nos asuste, ¿eh?" Dijo con confianza,
rompiendo el abrazo y agarrando mi mano, entrelazando nuestros dedos. Finalmente,
volví la cabeza y miré hacia el porche, encontrándome con los ojos de Charles
inmediatamente. Lo miré fijamente, aturdida porque parecía completamente igual.
Casi había pasado un año desde la última vez que puse un pie en esta propiedad pero
Charles nunca nos había permitido mirarlo. Fuimos entrenados para mantener la
cabeza hacia abajo y los ojos en el suelo siempre que fuera posible, era visto como
desobediencia cuando él nos pillaba mirando. Me había llevado un tiempo ser capaz
de mantener contacto visual con cualquiera después de ir a vivir con los Cullen, pero
ellos insistieron en que en el mundo real eso era una señal de respeto. Yo había sido
golpeada y castigada muchas veces a lo largo de los años por hacer exactamente lo
que estaba haciendo de pie en el porche, pero ese hecho no parecía disuadirme en
absoluto. Cuanto más lo miraba, más parecía que el miedo disminuía. Él no podía
tocarme. Él no podía hacerme daño nunca más. Él no ejercía ningún poder sobre mí y
no lo poseería de nuevo.
"Tío Alec," dijo Edward, su voz plana pero todavía podía sentir la tensión en su cuerpo.
Era obvio que estaba molesto y luchando para mantener su temperamento bajo control.
"Supongo. Fue un maldito largo viaje pero aparte de eso ha ido bien," dijo Edward.
"Bueno, excepto el hecho de que está caliente como el infierno en este hijo de puta
lugar. No sé cómo coño tú lidias con esto, y estás aquí afuera en pleno calor usando un
maldito traje. Cristo, me siento como si estuviera siendo hervido vivo o algo así.”
Sonreí involuntariamente por sus quejas y Alec se rió ligeramente. "No es tan
"Sí, señor," le dije en voz baja. "El calor no es..." Tenía la intención de afirmar que no
era tan malo, pero fui interrumpido por fuertes pisadas corriendo por la casa y la
puerta principal siendo abierta de golpe.
"¿A dónde fue Clara?" escupió Jane mientras salía, su voz aguda. Llevaba un vestido
rojo sangre y un par de zapatos de tacón a juego, con el cabello peinado hacia atrás
en un moño y con una mueca en su cara. "Voy a sacarle a esa perra los dientes a
golpes." Me estremecí por instinto, el terror corriendo a través de mí de inmediato por su
hostilidad. Mi corazón comenzó a golpear con fuerza mientras ella se quedaba inmóvil
en el porche, con el rostro retorciéndose en una expresión de confusión y disgusto
cuando me vio. La miré con aprehensión y ella me miró fijamente, obviamente
disgustada por mi presencia.
La expresión de Jane cambió inmediatamente de odio a shock con los ojos muy
abiertos, una expresión de alarma instaurándose en su cara. Me sorprendió, porque
nunca la había visto lucir de esa manera antes. Sus ojos se dirigieron hacia Edward y
jadeó mientras el color desaparecía de su rostro. Ella parecía confundida y
completamente atónita, negándose a apartar los ojos de Edward.
"Fantasma," murmuró con una voz llena de pánico, girando y corriendo de nuevo hacia
la casa. Mi frente se arrugó y me sorprendió porque era claramente italiano, pero
nunca la había oído hablar una sola palabra en todos los años en que la había
conocido. Charles parecía igual de sorprendido por el comportamiento de su mujer,
mirando a la puerta por la que acababa de desaparecer con desconcierto. Volví la
cabeza para mirar a Edward, mirando de reojo a Alec en el proceso. Tenía una sonrisa
en los labios y una expresión divertida en su rostro que insinuaba que podía no estar
tan desconcertado como nosotros.
"Lo hizo, pero estoy seguro de que eres consciente de que ella no es exactamente la
persona más cuerda alrededor. De hecho, ella es realmente muy inestable," dijo. "¿No
es eso cierto, Isabella?"
Me quedé helada y lo miré fijamente, atónita de que me preguntara tal cosa y estuve
"Eh... sí, señor," le dije en voz baja, sin saber si debía de admitir la verdad o no, porque
Alec todavía me ponía nerviosa. Él asintió y se volvió para mirar a Charles, que nos
estaba mirando de nuevo a Edward y a mí con una expresión de asombro en su rostro.
"¿Vas a invitar a los chicos a entrar, Swan, o tienes la intención de permitir que mi
sobrino continúe quemándose?" preguntó Alec deliberadamente después de un
segundo. "Estás siendo muy grosero con mi familia. Los invité aquí bajo la impresión de
que recordabas cómo ser hospitalario".
"¡Oh, sí! ¡Lo siento! Por supuesto, adelante," dijo a la vez, caminando y abriendo la
puerta mosquitera. Edward suspiró y se dirigió hacia el porche, el sudor acumulándose
a lo largo de su piel y el rubor en sus mejillas me decía que sin duda necesitaba
refrescarse en el aire acondicionado, pero no había manera de que yo pudiera caminar
dentro de la casa todavía.
Él asintió, vacilante. "Puedes tener todo el tiempo que necesites. Este es tu show, tesoro.
Tú estás tomando las decisiones aquí. Si quieres irte, me lo dices y lo haremos."
Sonreí suavemente y negué con la cabeza. "No quiero irme. Es que no estoy lista para ir
dentro. Yo, eh..." Eché un vistazo alrededor de la zona rápidamente, mis ojos
escaneando la propiedad. "Mi madre".
Una mirada de comprensión cruzó por su cara y él asintió. "¿Sabes dónde podría
estar?" me preguntó, alzando las cejas inquisitivamente.
"Tengo una idea de dónde. Supongo que ella no sabe que estoy aquí ya que nadie más
parecía estar esperándome," le dije, mis ojos continuaron explorando el terreno a mi
alrededor. Si nada había cambiado realmente en la residencia de los Swan como
sospechaba, había probabilidades de que ella estuviera detrás de la casa trabajando,
ya que no estaba en el jardín.
"Sí, lo he notado. No puedo creer que Alec no lo hubiera dicho, maldición,” dijo,
sacudiendo la cabeza.
"Parece que le gusta dar órdenes aquí," le dije, sonriendo ligeramente. "Por lo general
Charles es el que da órdenes a la gente. Fue algo agradable ver lo contrario."
"Sí. Trataba a tu padre de la misma manera," le dije. "Nunca había visto a Charles
tener miedo de nadie ni de nada hasta el día en que el doctor Cullen vino a buscarme.
Fue inesperado así que realmente no sabía qué pensar de tu padre. En cierto modo me
sentí feliz de que Charles fuera quien estuviera aterrado por una vez, pero al mismo
tiempo eso me asustó aún más. No me podía imaginar la clase de hombre al cual
estaba siendo vendida si alguien como Charles le temía".
"Sí, bueno, alguien tiene que poner ese hijo de puta en su lugar," dijo Edward, negando
con su cabeza mientras pasaba sus manos por su cara. Su rubor crecía, el sudor
prácticamente saliendo de él. "Es probable que solo temía que mi papá lo liquidara
como lo hizo con su padre".
"¿Al padre de quién el doctor Cullen liquidó?" Le pregunté, sin entender lo que estaba
hablando. "¿Y qué significa liquidar?"
Me miró por un segundo antes que de la comisura de sus labios apareciera una
pequeña sonrisa. "Es una larga historia, no te preocupes por eso," dijo, negando con la
cabeza. Su voz tenía un tono nervioso y lo miré fijamente por un segundo, sin saber por
qué parecía tan reacio a responder esa pregunta. Estaba a punto de presionar para
que se explicara, pensando tal vez que era una historia embarazosa ya que él estaba
nervioso sobre decírmelo, pero una fuerte conmoción que sonó cerca me detuvo antes
de que pudiera decir cualquier palabra. Salté y grité, sorprendida por la interrupción, y
di la vuelta rápidamente.
Me pudo haber estado mirando como si yo fuera una aparición, pero era ella la que
realmente parecía un fantasma.
Corrí sin dudarlo y ella abrió los brazos hacia mí, dando unos pasos hacia adelante.
Mi cuerpo chocó contra el de ella con tanta fuerza que se tambaleó hacia atrás,
perdiendo su equilibrio. Envolvió sus brazos alrededor de mí con fuerza mientras caía
sobre su trasero, su abrazo fuerte a pesar de su frágil cuerpo. Me caí al suelo con ella y
empecé a sollozar, enterrando la cara en su cuello.
"Isabella," dijo histéricamente. "¡Oh, Dios, mi niña!" Ella comenzó a sollozar y sus
manos frenéticamente viajaron por mi espalda y corrieron a través de mi cabello
mientras me aferraba a ella con fuerza.
"Mamá," me quedé sin aliento, la palabra saliendo como un gemido agudo. Ella dejó
escapar un sollozo y se agarró a mí con más fuerza.
Se apartó del abrazo para mirarme, sus ojos llenos de lágrimas. Parecía
completamente asombrada mientras sus ojos recorrían mi cara frenéticamente,
estudiando mis características.
"Está bien, mamá," le dije rápidamente, negando con la cabeza mientras trataba de
contener las lágrimas. "Estoy bien, lo juro. Estoy segura. Nadie va a hacerme daño".
"¡No puedes estar segura!" dijo con ansiedad. "Jane, Charles... ya sabes cómo son."
Levanté mis manos y las puse en las de ella sobre mis mejillas, tratando de darle una
sonrisa a través de mis lágrimas. No quería que se preocupara por mí, ya que era
completamente innecesario.
"No te preocupes, no van a dejar que Jane o Charles me lastimen. Te juro que estoy
bien. Me trajeron aquí para que pudiera verte," le dije, tratando de explicarle para que
se calmara. Ella me miró con sorpresa, alejando sus manos de mi cara.
Negué con la cabeza. "No, te lo acabo de decir. Me trajeron aquí porque quería verte,"
le dije.
"¿Estás aquí para hablar conmigo?" Preguntó con sorpresa, sus manos explorando mi
cara y pasándolas a través de mi cabello mientras me miraba. "No lo entiendo. ¿Por
qué harían eso? Tiene que ser un truco, ¿estás segura de que lo entendiste
correctamente? No tiene sentido que un amo lleve a su esclavo a visitar personas,
corazón”.
Sonreí suavemente y fui a hablar, con ganas de explicarle que no era así con los
Cullen, pero ella jadeó en voz alta y se congeló antes de que pudiera pronunciar una
palabra. Una expresión horrorizada retorció sus rasgos, y mi ceño se frunció
confundida por el miedo y el horror que se apoderó de su rostro.
"Oh, Dios. ¡Oh no, nena! No No No No No," repetía, las lágrimas corrían más rápido
cuando comenzó a sollozar en voz alta. "¿Cómo pueden hacerle esto a mi hija? ¿Por
qué? Lo siento mucho, Isabella. ¡No puedo creer que hicieran esto!"
La miré fijamente en shock, perpleja en cuanto a lo que ella deliraba hasta que puso su
mano contra el costado de mi cuello. Mis ojos se abrieron con horror cuando se me
ocurrió que había visto la marca que Edward había dejado accidentalmente en mi piel,
su mente suponiendo, naturalmente, lo peor. Yo había visto esos tipos de marcas en
ella toda mi vida, recordatorios repugnantes de los castigos nocturnos de Charles.
Comenzó a lamentarse y sostuve su mano, mi corazón latiendo con fuerza.
"Sé que está ahí, lo vi. Pero te juro que no es así. Te lo dije, no me lastiman. Ellos nunca
dañarían a alguien de esa manera," le dije. "Edward dejó accidentalmente la marca en
mí, no quiso hacerlo."
"¿Y él te hace eso a ti? ¿El hijo de tu amo? Oh Dios, Isabella," exclamó.
Mis ojos se abrieron en estado de shock. "No, mamá, ¡Edward nunca me haría daño! Sé
que él me dejó la marca, pero no es así, te lo dije. Lo amo, mamá," le dije.
"Detente, mamá," le dije con fuerza, su pánico haciendo que mi propia ansiedad
estallara. Mis ojos me escocían de tanto llorar y extendí la mano para limpiar las
lágrimas. "Él ya sabe que lo amo. Él me ama, también".
"Sí, lo hace. Él me quiere de verdad, mamá. Ha sido increíble conmigo, mejor de lo que
imaginaba. Él es quién me trajo aquí para que pudiera verte," le dije rápidamente,
volviendo la cabeza mirando alrededor. Miré hacia el coche, al instante
preguntándome adónde había ido ya que él había estado allí de pie conmigo no hace
mucho.
"¿Cómo?" Preguntó ella, negando con la cabeza. "¿Cómo puede ser? Quiero decir,
Isabella... él es..."
"Es maravilloso," la interrumpí, sin saber exactamente lo que estaba a punto de decir,
pero sabiendo que no importaba, porque no sería correcto. "Es muy cariñoso y me trata
como si fuera algo para ser atesorado. Ha hecho más por mí que lo que nunca imaginé
posible. Él me quiere de verdad, mamá, y me está dando una vida. Una vida real".
Ella me miró en silencio mientras procesaba lo que había dicho. "¿Una vida?" preguntó
vacilante, consiguiendo secarse las lágrimas.
"Libertad," repetí.
Nos sentamos en el suelo durante unos minutos más, ninguna de los dos hablando
después de que eso fue dicho. Era una palabra simple pero la connotación nos dejó un
tanto asombradas. El pánico disminuyó y la expresión que había visto mientras crecía
pero que faltaba cuando llegué empezó a regresar lentamente... esperanza.
Con el tiempo, me levanté del suelo y tendí la mano para ayudar a mi madre.
"Esa ropa es muy bonita," dijo en voz baja, mirándome. "Espero que no se enojen
demasiado porque la hayas ensuciado. Puedes echarme la culpa..."
Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos de nuevo por la declaración, y ella
parecía como si estuviera a punto de decir algo, pero el estruendo de la puerta
mosquitera, que se abrió y se cerró de golpe la hizo callar antes de que pudiera abrir
la boca. Miré y vi a Charles en el porche, y mi corazón empezó a latir con fuerza
automáticamente al verlo. Por el rabillo de mi ojo, vi como mi madre se tensaba al ver a
Charles acercarse, sus ojos enfocados directamente en nosotras.
"Renée," dijo, el sonido de su voz causando que mi madre saltara. Me recordé siempre
haciendo lo mismo cada vez que él decía mi nombre, sabiendo que nunca nada bueno
venía del amo fijándose en ti.
"Lo siento, señor. Sé que se supone que tengo que estar afuera en el jardín. Me voy
ahora," dijo a la vez, agachándose y comenzando a recoger las cosas que habían
caído al suelo. Charles levantó su mano con rapidez con el fin de detenerla e
instintivamente me estremecí ante su repentino movimiento.
"No, no es por eso que estoy aquí. No me interrumpas," dijo con severidad. "Isa... eh,
ella está aquí con los huéspedes, así que a menos que algo urgente suceda, estoy
seguro de que los otros pueden manejar el trabajo en estos momentos."
Ella lo miró con confusión mientras mis ojos se abrieron en estado de shock porque él
estaba permitiendo que ella pasara tiempo conmigo. Eso no se parecía en nada a
Charles, ya que él no tenía un hueso compasivo en su cuerpo, pero tuvo sentido, un
momento después, cuando Alec salió de la casa. Él estaba hablando en voz baja en su
teléfono celular y echó un vistazo hacia nosotros, con una pequeña sonrisa en sus
labios. Charles se volvió hacia Alec, quien le dio una mirada inquisitiva. Charles
"Edward me pidió que te hiciera saber que está dentro, por si lo necesitas. Le aseguré
que tú estarías bien pasando la tarde a solas con tu madre, pero ya sabes cómo puede
ser él," dijo Alec. Asentí con la cabeza.
"Son bien recibidas, Isabella," dijo, con una mirada de sorpresa en su cara ya que yo le
había dado las gracias. Me di cuenta que en realidad nunca le había dado las gracias
antes y me sentí culpable porque él ha hecho mucho por mí. Quería expresar mi
gratitud por todo, pero una parte de mí tenía miedo de que lo rechazara porque en
verdad no estaba haciendo nada de eso por mí y que él realmente no le importaba lo
que me pasará. Me miró por un momento antes de mirar a mi madre. "Renée". Él asintió
rápidamente a modo de saludo y se dirigió de nuevo a la casa. Miré a mi madre y vi la
sorpresa en su rostro.
"No puedo creer que hables con él," dijo ella, con claro asombro en su voz. "Él nunca
habla con la gente. Siempre ha sido más o menos atemorizante cuando está cerca, ya
lo sabes. "
"Lo sé," dije, recordando cómo todos nosotros solíamos asegurarnos de que nunca nos
cruzáramos en su camino cuando él venía. Realmente nunca me había encontrado
cara a cara con él en todo el tiempo que había estado en Phoenix, a menos que
contara los encuentros donde me llevaron para castigarme cuando él estaba presente.
"Pero él no es tan malo como siempre hemos pensado. Él es frío pero no es realmente
malo. En realidad él es uno de los principales que ayudó a liberarme".
"Sí, él," respondí con una sonrisa. "Él es el tío de Edward, ya sabes."
Ella asintió, vacilante. "Sí, me acuerdo de que su esposa es la hermana del hombre que
te compró".
"¿En serio?" preguntó mi mamá con sorpresa. "¿Ves a todas estas personas a dónde
estás?"
"No muy a menudo," le dije con un encogimiento de hombros. "Esme ha venido de visita
dos veces, una en Navidad y otra hace dos meses para el cumpleaños de Edward,
cuando Jasper y Emmett estaban graduándose de la escuela secundaria. El señor
Evanson fue esa vez. Fue entonces cuando él respondió por mí, porque no dejaron que
"Creo que debería explicarme mejor, ¿eh?" Le dije, al darme cuenta de que no tenía
idea de lo que estaba hablando. Ella asintió.
"Puedes empezar por el principio," dijo ella, apareciendo una sonrisa en la comisura de
sus labios.
Pasamos las próximas horas caminando por la propiedad mientras le contaba acerca
de la vida en Washington. Escuchó como describía a los Cullen para ella, explicando
cómo Jasper y Emmett habían llegado a ser como hermanos para mí y cómo había
encontrado amigas en Alice y Rosalie. La mayor parte de la conversación fue acerca de
Edward, detallé cómo nos habíamos enamorado y lo bueno que él era para mí. Le dije
todo lo que habíamos hecho y las experiencias que me había dado, desde el primer
trozo de chocolate en ese primer viaje al supermercado hasta el traerme a Phoenix
para verla.
Estábamos de pie por el borde del jardín en un momento mientras ella removía algo de
tierra con sus pies descalzos, quitando un poco de maleza solitaria. Mi madre no podía
dejar de trabajar, incluso cuando se le dijo que no tenía por qué hacerlo, lo que me
recordó a como había sido yo cuando por primera vez me quedé con los Cullen.
Prácticamente les había suplicado que me dieran trabajo, incapaz de relajarme. Era
sorprendente lo mucho que había cambiado realmente en un corto período de tiempo,
la mayor parte ni siquiera me había dado cuenta hasta que estuve frente a mi madre.
La miré con sorpresa, ya que caí en cuenta. "Oh, él ha estado aquí antes," le dije
rápidamente, dándome cuenta de que había dejado esa parte por fuera. "No sé si
alguna vez lo viste o si te acuerdas porque fue hace mucho tiempo. Éramos realmente
dos niños".
Me miró rápidamente con asombro, y sus ojos se abrieron cuando vieron más allá de
mi hombro a algo detrás de mí. Me di la vuelta rápidamente y me congelé cuando vi a
Edward acercarse. "Hablando del diablo," le dije, sonriendo. Él sonrió y negó con la
cabeza.
"Pensé que ya habíamos establecido que ese hijo de puta en la casa era el diablo,
tesoro," dijo en tono de broma.
"Cristo, él es un maldito idiota. Quiero decir, nunca lo he dudado ni nada, pero solo
dame un minuto a solas con él y esa perra de su esposa y haría de este mundo un
lugar mejor," dijo, sacudiendo la cabeza. "Pensé que Alec iba a patear mi puto culo un
par de veces por decirle esa mierda."
Se encogió de hombros. "No lo sé, Bella, dije mucho. Le pregunté si le gustaría ser
pateado como él pateaba a la gente a su alrededor".
"Ni una maldita cosa," dijo. "Es una especie de gamberro, ya sabes. Él jode a los que
son inferiores que él, pero no puede hacer frente a sus iguales." Se detuvo brevemente
mientras una expresión de pánico cruzó por su rostro. "Mierda, no quise decir eso.
Cristo, no estoy diciendo que ustedes sean inferiores a él ni esa mierda, o que yo soy
mejor que tú porque no lo soy. Tú eres mucho mejor que ese hijo de puta. Maldición,
tesoro, eres mejor que yo y te digo…"
Levanté mi mano rápidamente para cubrir su boca para que dejara sus divagaciones,
al igual que me había hecho a mí en el coche antes de que saliéramos, y oí a mi madre
jadear. Volví la cabeza para mirarla y quité mi mano rápidamente de la boca de
Edward como un acto reflejo, pero él me envolvió con sus brazos antes de que pudiera
alejarme.
"Creo que deberías presentarme a tu mamá y esa mierda, tesoro," dijo Edward,
inclinándose y besando mi cuello suavemente. Le sonreí y me sonrojé.
"Edward Cullen," dijo ella, mirándolo en shock. Tenía la misma mirada en su cara que
había tenido la primera vez que me vio... lucía como si hubiera visto un fantasma.
"Sí, señora," dijo Edward. Sus ojos se abrieron aún más ante su cortesía, imagino que
nunca había sido llamado señora antes en su vida. Siguió mirándolo y liberó su mano,
el silencio llegando a ser casi incómodo. Me aclaré la garganta y estaba a punto de
hablar cuando ella rompió el silencio pronunciando una palabra que causó que tanto
Edward como yo nos tensáramos.
"Elizabeth," dijo en voz baja, sin dejar de mirar a Edward. De sus ojos empezaron a
brotar lágrimas y mi ceño se frunció en confusión ante su reacción.
"Ese era el nombre de mi madre," dijo Edward vacilante. Podía escuchar la ansiedad en
su voz.
"Lo sé," dijo mi madre, extendiendo su mano y limpiando una lágrima de su mejilla. "Te
ves exactamente igual a ella. Recuerdo cuando ustedes estuvieron de visita".
Edward se tensó aún más y mi madre siguió mirándolo. "Eras joven, cariño", dijo ella.
"Sí, pero me acuerdo de tu mamá," le dije, frunciendo el ceño. "Un poco, de todos
modos. Recuerdo que ella me dio una muñeca y que yo quería ser como ella, pero
luego ella simplemente desapareció. Supongo que no tenía ninguna razón para
regresar a Phoenix."
Mi madre cerró los ojos y negó con la cabeza. "No sé por qué no te acuerdas, Isabella.
Fue hace mucho tiempo, como dijiste. Yo solo la recuerdo cuidándote para que yo
pudiera trabajar en paz. Tú, eh... eras un poco traviesa en ese entonces." Ella volvió a
abrir los ojos y sonrió suavemente, pero había tristeza en su expresión.
"Ella sigue siendo traviesa," intervino Edward. "Me mantiene alerta." Me sonrojé y él se
rió de mi reacción.
"No me sorprende," dijo mi madre. "Ella tiene de vuelta su espíritu, lo puedo notar con
solo mirarla."
Mi rubor se intensificó y ambos rieron. Edward empezó a decir algo, pero una voz
detrás de nosotros lo hizo detenerse ya que todos nos volvimos a mirar a Alec.
Rodé los ojos mientras Edward se reía entre dientes. "¿Qué? No he comido en todo el
día, maldición”.
"¿No vienes? Debes comer alguna maldita cosa, ya sabes. No has comido en todo el
día tampoco. Nos despertamos y salimos directamente hacia acá," dijo enfáticamente.
Le miré y negué con la cabeza.
"No voy a comer. No, si ella no puede," dije en serio. Él frunció el ceño y mi madre
suspiró.
"Ve a comer, Isabella," dijo ella. "Voy a estar aquí cuando hayas terminado, cariño".
"Y ella no puede comer... ¿por qué?" preguntó Edward, confundido. Suspiré mientras mi
madre le explicaba.
"Nosotros no comemos durante el día," dijo en voz baja. "El amo Charles generalmente
nos da de comer por las noches, pero nunca durante el día y definitivamente nunca con
ellos".
"Mierda, me olvidé de eso," dijo Edward. "Olvidé que te negabas a comer con nosotros
por eso. Eso es una pendejada. Tú debes ser capaz de comer cuando jodidos quieras."
Podía escuchar su ira y sentir su tensión. "Está bien," dijo mi madre de inmediato,
obviamente sintiéndola también.
"No, no lo está," dijo Edward, dejándome ir. Dio media vuelta y se dirigió a la casa
rápidamente, sobresáltame.
"Espera aquí," dijo enfáticamente. Mi ceño se frunció mientras empezaba a correr por la
casa, alcanzando a Alec en el porche. Ambos se detuvieron e intercambiaron palabras
antes de reírse y desaparecer en el interior.
"No puedo creerlo," dijo mi madre con una pequeña sonrisa en sus labios, sacudiendo
la cabeza.
"Estoy sorprendida de que sean ellos," dijo. "De todas las personas en el mundo, tú
terminaste con ellos. Supongo que no debería sorprenderme, pero lo estoy. Nunca supe
Asentí. "Parecía ser una mujer verdaderamente agradable. Es triste que muriera, le
dolió mucho a todos".
"Hace casi diez años," le dije, frunciendo el ceño. "Edward tenía ocho años. Ella fue
asesinada y ellos también le dispararon a él, pero por suerte sobrevivió."
El color desapareció del rostro de mi madre por mis palabras. "¿Sabes por qué la
mataron? ¿Quién la mató?" Preguntó vacilante.
Me encogí de hombros. "No sé, en verdad. El doctor Cullen dijo que había estado
indagando tratando de ayudar a alguien y terminó siendo asesinada por no ocuparse
de sus propios asuntos. Eso es todo lo que sé, a ninguno de ellos realmente les gusta
hablar de ello."
"Lo es," le respondí. Las dos nos quedamos en silencio por un segundo antes de que la
puerta mosquitera se abriera de golpe. Miré hacia arriba y vi a Edward dirigiéndose
hacia nosotras con dos platos en la mano. Sonreí y negué con la cabeza mientras se
acercaba.
"Eres demasiado bueno para mí," dije en voz baja. Se rió entre dientes.
"¿Los hiciste tú mismo?" Le pregunté, mirando la comida. Sabía que Clara estaba
todavía trabajando en la cocina y que nunca se atrevería a hacer un sándwich como el
que estaba en el plato. El pan estaba destrozado y lo cortó hacia abajo desde el centro
y no en diagonal como Charles exigía.
"Sí," dijo. "Puedo hacer un puto sándwich, sabes. No quería que la mujer en la cocina
tuviera que hacerlo, esa mierda no sería justa."
Sonreí, el orgullo bullendo dentro de mí. Lo más probable es que no fuera gran cosa
para él, ya que era solo un simple sándwich, pero significaba más de lo que podía
imaginar ya que él nunca había vivido la vida que nosotras habíamos vivido.
"Come, mamá," le dije con intención, empujando el plato hacia ella. Me miró con
"No hay de qué. Es lo menos que podía hacer por la mujer que creó a esta hermosa
criatura," dijo, ahuecando mi barbilla con su mano. Se inclinó y presionó sus labios con
los míos suavemente, dándome un tierno beso. "Yo estaría perdido en este mundo sin
ella."
Me sonrojé de nuevo. "Siento lo mismo por ti," le dije en voz baja. Él se rió, asintiendo.
"Bueno. Ustedes dos vayan a sentarse en algún lugar y comer," dijo. Sonreí y fui a
sentarme justo donde estaba, pero él me agarró de mi brazo para detenerme. "¿No
puedes sentarte en un jodido sitio menos sucio?"
Lo miré con sorpresa. "¿Por qué? Ya estoy sucia," le dije mientras mi madre se echaba
a reír histéricamente. Ambos miramos hacia ella con confusión, preguntándonos qué
era tan gracioso.
"Tú le dijiste casi exactamente lo mismo a ella cuando los dos se conocieron por
primera vez. Menos el lenguaje soez, por supuesto," dijo ella, negando con la cabeza y
sonriendo con diversión. Estaba sorprendida y con el corazón cálido al ver una
expresión tan feliz en su cara. "Isabella fue a sentarse en el medio del jardín y la
detuviste, le preguntaste sí podía encontrar un lugar menos sucio."
Mi madre se echó a reír de nuevo. "Que ella ya estaba sucia, así que no importaba".
Edward se rió junto con mi madre y me sonrió. "Sin embargo, es cierto. Estoy sucia, así
que un poco más de tierra no puede hacer daño." Me dejé caer en el suelo con un
resoplido y Edward negó con la cabeza.
"Lo sé," dije simplemente, cogiendo mi sándwich y tomando un bocado. "Y él no es una
persona perfecta, pero realmente lo intenta y eso lo hace perfecto para mí".
Comimos nuestros bocadillos y pasamos las próximas horas hablando más. Todo el
mundo nos dejó en paz hasta cerca del atardecer, cuando apareció Edward y Alec.
Alec estaba junto al porche cuando Edward se dirigió hacia nosotros. Sabía, basada
en su expresión, que se había acabado el tiempo y teníamos que irnos, pero la simple
idea de alejarme de mi madre me llenó de pavor. Mis ojos se llenaron de lágrimas y él
se detuvo a unos metros de distancia, con el ceño fruncido mientras me miraba.
"Te voy a dar un par de minutos, ¿de acuerdo?" Dijo suavemente. "Voy a estar en el
coche."
"No tienes que darme las gracias, tesoro," dijo, volviéndose para mirar a mi madre. "Ha
sido un placer. Nos veremos de nuevo, estoy seguro".
"Ha sido un placer conocerte, también," dijo ella. Se dio la vuelta y se alejó mientras me
levantaba, limpiando mi ropa. Realmente no me importaba si estaba sucia, pero
estaba nerviosa y lo hice por instinto.
Mi madre se puso de pie y me dio un abrazo, las lágrimas corrían de sus ojos, pero
tenía una sonrisa radiante en sus labios. Comencé a llorar mientras me abrazaba.
"Shhh, cariño, no llores," dijo ella en voz baja. "No te pongas triste. Este ha sido el mejor
día de mi vida, exceptuando el día en que naciste, por supuesto. No sabes lo mucho
que significa para mí verte así. ¡Qué feliz me hace verte tan feliz! Mi niña, tan
enamorada y con el mundo entero en tus manos. Era lo que deseaba para cada día de
tu vida y el hecho de saber que lo has encontrado ha hecho que todo el dolor y la
tristeza valiera la pena".
"Te amo, mamá," dije con voz ronca a través de mis lágrimas, apretándola con fuerza.
"Te amo, también, Isabella. Yo siempre lo he hecho. Te amo más que a nada en este
mundo. Quiero que vayas ahí afuera y vivas tu vida, mi niña. Sé la persona que
siempre te dije que podrías ser. Estás destinada a ser grande, lo digo en serio", dijo.
“Te extraño tanto," balbuceé, mi pecho dolorido por tener que dejarla de nuevo.
"También te extraño, pero siempre me tendrás. Voy a estar allí, en tu corazón, en cada
"Yo, eh... mira, no tenía que decirte nada al respecto todavía, pero no puedo solo
quedarme sentado aquí mientras lloras toda la puñetera noche," dijo. Me di la vuelta
para mirarlo y él levantó la mano para limpiar mis lágrimas. "Mañana por la mañana
nos reuniremos con Charles y Alec en la oficina de un abogado aquí, en Phoenix, para
tener elaborar la documentación para hacer de ti una ciudadana de los EE.UU., para
que no tengas que seguir fingiendo una mierda. Quiero decir, tenemos que mentir en
algunos putos detalles, pero lo básico es verdadero. Él es tu maldito padre y él es un
ciudadano americano así que eso te hace una. Pero lo que sea, nos encargaremos de
eso en la mañana".
Lo miré con sorpresa mientras limpiaba más mis lágrimas. "¿Quieres decir que voy a
ser real?" Le pregunté. Se rió entre dientes.
"Tú ya eres real, tesoro. Pero sí, entiendo lo que estás preguntando. Existirás
legalmente, tendrás un certificado de nacimiento y número de seguro social y esa
mierda," dijo.
Rió de nuevo. "Una vez que consigues que todos cooperen para la mierda, es fácil. El
problema radica en lograr que ellos lo acepten. Tomó a Alec mostrarle quién era el que
mandaba para conseguir que tu imbécil padre accediera."
"Oh," dije, asombrada de que Charles estuviera dispuesto a hacer tal cosa. "¿Quieres
decir que él tiene que admitir que de hecho me procreó?"
Asintió. "Sí, lo hará. Pero lo que sea, como he dicho, nos ocuparemos de eso mañana.
Eso ni siquiera es lo que estaba tratando de decirte," dijo. Sonreí y asentí suavemente
para que continuara. "Esme está volando esta noche y se va a quedar contigo mañana
por la tarde cuando Alec y yo regresemos a la casa de los Swan."
Mis ojos se abrieron en shock mientras retiraba su mano de mi boca. "¿Qué quiere
decir con que se la va a llevar?" Le pregunté frenéticamente.
"Está bien, quizás use una maldita palabra errónea. Él la va a retirar. O espera, tal vez
eso no es correcto tampoco. Quiero decir, él va a pagar una mierda por ella porque eso
es lo que tienes que hacer, tienes que pagar, pero no va a aceptar un puto ‘no’ por
respuesta, si sabes lo que quiero decir. Al igual que mi padre no hubiera tomado un
‘no’ por respuesta contigo," dijo. Lo miré con confusión, sorprendida por lo que estaba
diciendo.
"¿Qué estás diciendo? Quiero decir, ¿qué va a pasar con mi mamá?" le pregunté, no
comprendiendo del todo. El suspiró.
"Esme y Alec van a llevarla a Chicago para vivir con ellos," dijo vacilante. "Quiero decir,
ella no será realmente libre, pero ya has visto toda la mierda por la que tienen que
pasar para ser totalmente libre. Pero ella va a estar bien allí, ya sabes. Ellos se
encargarán de ella y no se verá obligada a hacer más mierda. Va a tener una buena
vida."
Lo miré y sentí las lágrimas fluyendo de nuevo. "¿Ellos van a llevarse a mi madre con
ellos?" Le pregunté, sabiendo que eso era exactamente lo que había dicho, pero con
ganas de escucharlo de nuevo para asegurarme de que entendí. Él asintió.
"Si eso es lo que quieres," dijo en voz baja. Mis ojos se abrieron en asombro y me faltó
el aire.
A la mañana siguiente la voz baja de Edward me despertó, abrí los ojos y vi que estaba
sentado en el borde de la cama con el teléfono apretado contra su oreja. Estaba
vestido y su cabello era de un tono más oscuro de lo habitual, por lo que me di cuenta
de que ya se había duchado. "Sí. No pude evitarlo, maldición, tuve que decirle. Cristo,
¿cuál es el maldito problema? Como si él pudiera negarse, no puede. Lo sé, lo sé. Lo
que sea". Se pasó una mano por el cabello y suspiró. "¿Entonces mi padre está bien?
Joder, he estado preocupado. Seguí tratando de llamarlo y no contestaba. Sí, lo sé.
Más vale prevenir que lamentar, lo que puta sea.”
Hizo una pausa y estiró su espalda mientras escuchaba a la persona en la línea, que
asumí era Alec en base a lo que estaba diciendo. "¿Así que saben sobre el médico?
Cristo, Alec. ¿Ellos se comieron esa mierda? Sí, eso es jodido. ¿Saben quién es la rata?
Porque no tengo ningún deseo de que llegue la maldita policía golpeando la puerta.
Sin embargo, me alegro de que vayan a sacar toda su mierda de ahí. Puedo respirar
más tranquilo sabiendo que no estoy viviendo encima de la puta unidad de
almacenamiento de la maldita mafia. Cristo, está bien, está bien. Estoy cerrando la
jodida boca, lo entiendo. Me ocupo de mis malditos asuntos."
Cambió de posición y me miró, congelándose cuando vio que mis ojos se abrieron. Una
sonrisa se dibujó en sus labios y se inclinó hacia abajo, besándome suavemente.
"Sí, ella acaba de despertar. Vamos a alistarnos y nos reuniremos contigo en una hora.
"Colgó y suspiró. "Un gran día, tesoro," dijo. "Tenemos que ponernos en marcha.”
Asentí y me senté. "Está bien," le dije, mi voz rasposa por lo que aclaré mi garganta.
"¿Así que el doctor Cullen está bien?" Le pregunté mientras nos preparábamos para
salir. Suspiró y asintió, pasándose una mano por el cabello.
"Sí, supongo. Quiero decir, no se está divirtiendo ni nada, eso es malditamente seguro.
Están teniendo un montón de problemas y ellos tienen a alguien dentro del
departamento de justicia que dice que se enteraron de la ubicación de nuestra casa así
que es solo cuestión de tiempo antes de que vengan de visita. Están teniendo reuniones
de estrategia y rápidamente tratando de limpiar la casa de todos los rastros de la
actividad ilegal, moviéndolo a otro lugar. También es por eso que queremos
asegurarnos de hacer esta mierda hoy. No queremos que ellos aparezcan y hagan
preguntas sobre de dónde diablos vienes, ¿sabes?” Dijo.
Asentí, no comprendiendo del todo pero sabiendo lo suficiente como para darme
cuenta de que estaban en serios problemas. Edward me preguntó si estaba lista para
irnos y yo dije que sí, tomando su mano y saliendo. No se molestó en registrar nuestra
salida, diciendo que nos quedaríamos al menos una noche más antes de siquiera
considerar iniciar la marcha de regreso a Washington. Subimos al auto y condujo a
través de la ciudad, mi ansiedad aumentaba con cada segundo que pasaba.
Me quedé mirándolo, desgarrada por lo que acababa de decir. Me estaban dado una
identidad, pero al mismo tiempo esencialmente eliminaban lo único que alguna vez
había tenido realmente, negando la identidad de mi madre. Entendí la lógica de ello,
pero independientemente de ello, me dolió.
"Ella sigue siendo tu madre," dijo cuando yo no respondí. "Siempre será tu madre en
todos los sentidos, eso es lo que cuenta. Nosotros solo... ya sabes, solo tenemos que
hacer lo que tenemos que hacer a veces para que la mierda funcione. Apesta, pero así
es la puñetera vida".
"Ahora que estamos todos aquí, podemos empezar," dijo el hombre detrás del
escritorio, moviendo algunos papeles de su escritorio. Edward movió su cabeza hacia
la silla al lado de Charles y me senté con cautela, pues no quería hacer una escena.
Charles movió su cuerpo lejos del mío ligeramente mientras se tensaba, un torpe e
incómodo silencio envolvió el ambiente. Era evidente que estaba disgustado por la
situación y no del todo allí por su propia voluntad. Me di cuenta por su mirada furiosa,
y la forma en que Charles seguía mirando nerviosamente a él, que Alec era el que
estaba realmente al mando.
Hablaron un poco más y nos dieron aún más papeleo para firmar, ninguno de los
cuales entendí, pero me hice una nota mental para preguntarle a Edward más tarde y
que me diera una explicación más profunda. Estaban hablando de herencias y
testamentos y derechos de nacimiento pero nada de eso parecía que fuera a ser
relevante para mí.
Salimos del edificio y estábamos de pie al lado del coche de Edward mientras abría
cuando Charles salió. Hizo una pausa y nos miró a Edward y a mí, negando con la
cabeza.
"No puedo creer que mi hija esté con un Cullen," dijo. Me quedé inmóvil mientras decía
las palabras y lo miré fijamente, atónita.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Charles. "Dije, no puedo creer que mi hija
terminó con un Cullen. Esas dos líneas de sangre se van a mezclar maravillosamente."
Sentí a Edward tensarse, la ira fluyendo de él mientras perdía los estribos, lo agarré
rápidamente antes de que explotara. Mi propia ira creciendo. Entrecerré los ojos,
furiosa ante sus palabras.
"Yo no soy tu hija," le dije bruscamente, sintiendo las lágrimas formándose desde mi
rabia. "¡No me importa lo que acabamos de decir en esa habitación, no eres mi padre y
nunca lo vas a ser! ¡Para mí no eres más que el hombre que dañó a mi madre!”
La cabeza de Edward giró hacia mi dirección y Charles se quedó inmóvil, con los ojos
muy abiertos del asombro. La gente en la calle que nos rodeaba se detuvieron a mirar
y yo sabía que estaba haciendo una escena, pero no podía evitarlo. Estaba molesta de
que él dijera tal cosa y no era capaz de controlar mi ira. "Cómo te atreves siquiera a
hablarme después... después... ¡de todo! ¡No lo puedo creer! ¡Yo no soy tu hija! Espero
que te quemes en el infierno, tú... tú... ¡violador!"
"Va a ser maravilloso, Bella. Todo está bien. Te lo prometo," susurró. Sonreí ante sus
palabras.
"Confío en ti," le respondí. Sus labios mostrando esa hermosa media sonrisa que hacia
mi corazón aletear.
"Bien", dijo antes de darse la vuelta y alejarse. Esme cerró la puerta y me sonrió.
Las horas pasaron volando y antes de darme cuenta, afuera el sol se estaba poniendo.
Me preocupaba dónde estaba Edward, pero confiaba en que él sabía lo que estaba
haciendo. Estábamos viendo Baile Caliente y mis ojos comenzaron a cerrarse por sí
solos, el agotamiento arrastrándome. Me quedé dormida y desperté mucho más tarde
con el sonido de voces angustiadas. Abrí los ojos y vi la televisión de inmediato,
notando inmediatamente el silencio en la pantalla parpadeando en borroso blanco y
negro. Mi ceño se frunció en confusión en cuanto las voces continuaron y un sollozo
sonó. El pánico me golpeó duro y me senté bruscamente, mirando a mi alrededor
frenéticamente. Mis ojos se posaron en Edward de pie en la puerta y me paralicé
mientras el más intenso miedo que jamás hubiese sentido en mi vida corría por mi
cuerpo. Me sentí enferma al instante al ver su expresión.
Él había roto su promesa. Él prometió que iba a ser maravilloso y que todo estaría bien.
Asintió, vacilante, con el rostro retorcido en agonía. Esme dejó escapar un sollozo y se
tapó la boca mientras las lágrimas comenzaron a correr por su rostro. Mi aliento me
abandonó y mi pecho se contrajo mientras jadeaba por aire y empezaba a
hiperventilar, luchando por respirar mientras se sentía como si mis pulmones hubieran
colapsado. No era capaz de llevar aire a ellos y mi pecho ardía, como si mis entrañas
hubieran estallado en llamas.
"Oh, Dios. Bella," dijo, su voz rasposa haciendo eco de su angustia. Se dirigió hacia mí
rápidamente y yo negué con la cabeza frenéticamente, tratando de alejarme de él.
"¡NO! ¡Lo prometiste, Edward!" Di un grito ahogado. No tenía idea de lo que había
pasado, pero yo sabía que todo estaba mal, muy mal.
"Joder, sé que lo hice, bebé," dijo, con la voz quebrada mientras luchaba por contener
las lágrimas. Extendió la mano para agarrarme y lo empujé lo más fuerte que pude,
tratando de escapar.
"¡Détente! ¡Ya basta! ¡Todo está mal, estás equivocado!" Grité mientras las lágrimas
brotaban de mis ojos. "¿Dónde está ella, Edward?"
"¡Suéltame! ¡Basta! ¡Dime dónde está!" Grité. Empezó a callarme y pude oír su voz
romperse mientras empezaba a llorar, sus lágrimas destrozando lo que quedaba de mi
resolución. Empecé a sollozar incontrolablemente y a gemir sobre él, gritando que se
había equivocado, que no sabía nada, que él me lo había prometido. Volví mis manos
en puños y le pegué tan fuerte como pude, mis movimientos restringidos por sus brazos
que me tenían pegada a él. Tomó cada golpe que podía manejar con calma, nunca
dejándome ir o aflojando su agarre.
"Lo siento mucho, tesoro. Maldición, lo siento tanto. Lo intenté, joder lo intenté," dijo. "Se
ha ido, cariño. Hicimos todo lo que pudimos, pero mierda, ella se ha ido".
Sus palabras provocaron que el pánico surgiera. "¡NO!" Grité. Empecé a repetir la
palabra, una y otra vez, gritando incoherentemente. Él estaba equivocado, ella no se
había ido. Cometió un error. Tenía que volver y arreglarlo. ¡Él me lo prometió!
Traté de luchar contra él, gritando para que me dejara ir, pero él no escuchaba.
Empujé contra su pecho y el horror me golpeó cuando me di cuenta de la salpicadura
roja en su camisa. Grité ante la visión de la sangre y los ojos de Edward se abrieron
atónitos.
Cada 'Te odio' que escupí fue seguido inmediatamente con un 'Te amo' de sus labios.
Cada vez que le dije que me dejara en paz, que le rogué que me soltara, me dijo que
iba a estar allí para mí por siempre. Él susurró en italiano, en un intento de calmarme,
cantando 'sempre' cada vez que yo gritaba 'no'. Su agarre era fuerte, su calor y su olor
familiar, pero no hacía nada para aplastar a la devastación que me envolvía.
Lloré por lo que pareció una eternidad, sollozando hasta que mi garganta estuvo en
carne viva y mis ojos ardían. El dolor en mi pecho se desvaneció y el entumecimiento se
asentó, mis lágrimas secándose mientras el agotamiento se hacía cargo de mi cuerpo.
Me quedé inmóvil en la silenciosa habitación, mirando hacia la nada, la pantalla de
televisión parpadeando mientras me aislaba por completo.
Edward cullen
Pasé por Phoenix lo más rápido que pude sin que me detuvieran, ansioso por llegar a
la residencia Swan. Dejé a Isabella en el hotel con Esme y se me hizo muy difícil
alejarme de ella después de la mierda que había sucedido. No podía creer que
Charles Swan tuviera la audacia de llamarla su maldita hija y tratara de actuar como
si fueran familia después de todo lo que él había hecho, me sentí enfermo al pensar
que estaba actuando así porque ella tenía una relación conmigo. Al parecer pensaba
que el puto hecho de que la amaba la hacía valiosa, cuando la realidad del asunto era
que yo no era merecedor ni de una fracción de su devoción. Ella era mejor que yo,
mejor que toda esta mierda, y él estaba jodidamente ciego por no darse cuenta que
ella siempre había sido malditamente especial. Ella era un tesoro, un diamante en
bruto. Joder, no la llamaba tesoro por nada, esa mierda en realidad la decía en serio.
Estaba orgulloso de ella por defenderse cuando él dijo eso, por ser lo suficientemente
valiente para ponerlo en su lugar, pero no había nada que deseara más que patear su
puñetero culo por obligarla a hacerlo.
Ella había sido tan valiente al entrar a la oficina de ese abogado, manteniéndose en
calma mientras se sentó junto a ese vil hijo de puta y firmó los papeles que le darían la
opción de una vida en la cual no tuviera que ocultar continuamente quién era. Ella
podía entrar a una habitación y decir ‘Soy Isabella Swan’ y esa mierda sería real,
porque finalmente habría un jodido registro de su existencia ante el gobierno. Y sabía
que tendría que ser difícil para ella, pero lo hizo con su cabeza en alto. Su mano
tembló mientras firmaba esos papeles aún cuando probablemente no tenía ni puta
idea de exactamente qué estaba ganando realmente a través de ellos, pero aun así lo
hizo.
De hecho, ella había mostrado más maldita fuerza de la que alguna vez imaginé
posible durante todo el viaje. Me preocupaba cómo demonios iba a reaccionar en la
Verla con su madre fue sorprendente. Me era difícil describir cómo me sentí en el
momento en que Isabella arrancó su mano de la mía y corrió directamente hacia ella,
la desesperación en sus movimientos y el anhelo en su expresión fueron jodidamente
asombrosos. Me quedé allí inmóvil por un momento, simplemente aturdido mientras
veía como se abrazaban la una a la otra y lloraban. Joder dolió, porque había pensado
en los últimos meses que mi chica estaba completa, pero al verla en ese momento me
di cuenta que había estado equivocado. Evidentemente había algo vital ausente en la
vida de Isabella, un grandísimo agujero de mierda en su mundo que solo podía ser
llenado por esa mujer a la que se aferraba con tanta necesidad. Me sentí como un
jodido estúpido por no darme cuenta de cuán importante era hasta ese momento. Yo,
de todas las demás personas, debía haber entendido cuanto necesitaba de su maldita
madre.
No quería dejarla, pero Alec me dijo que llevara mi culo a la casa y que le diera algo
de espacio. Me dolió pero me alejé, sabiendo que ella necesitaba pasar ese tiempo con
su madre. Cada segundo que me senté en esa horrible casa, mi ira aumentaba. Todo
en lo que podía pensar era en las historias que Isabella me contó de la mierda que le
había pasado en esa propiedad. Los asesinatos que presenció, las golpizas que
soportó, la mierda que se veía obligada a hacer… todo ello era abrumador y estaba
jodidamente encabronado. Estaba mal, cada pequeña parte de ello, y culpé al hijo de
puta que estaba sentado frente a mí en la sala de estar por cada momento de dolor
que ella tuvo que soportar. Charles Swan había tratado con brutalidad a la mamá de
Isabella y las había torturado a ambas. Era su maldita culpa que las dos estuvieran
afuera siendo sacudidas por la devastación. Era su puñetera culpa que mi chica no
estuviera completa.
Alec sabía que estaba molesto y trató de mantenerme bajo control, diciéndome que si
no me controlaba tendría que irme y llevarme a Isabella conmigo. Por mucho que
quisiera levantarme y romperle la puta boca a ese cabrón por todas las cosas que le
había dicho a Isabella, sabía que no podía. No podía hacer nada que pudiera acortar
su tiempo con su madre. Joder, quería que Charles pagara, pero no podía hacer que mi
chica sufriera en el proceso. Ella era más importante para mí que la venganza, pero me
juré a mí mismo en silencio mientras estaba sentado frente a él que vería el día en que
Charles Swan pagara por sus malditas transgresiones.
Él no habló mucho durante todo el tiempo a menos que Alec le hablara directamente.
Claramente veneraba a mi puto tío, e incluso a mí me miraba con ese aprensivo
respeto en sus ojos. Puede que no tuviera miedo de mí específicamente, porque no me
conocía, pero mi maldito apellido portaba naturalmente cierta cantidad de poder en él.
Mi padre había asesinado a sus padres y le dio a él una puñetera oportunidad, y sabía
Además del extraño encuentro en el porche, Jane nunca reapareció ni una sola vez
durante la visita. Había escuchado semejantes historias de horror sobre que tan
jodidamente lunática era y había tenido la impresión de que prácticamente ella no le
temía a nada, pero algo había hecho que su culo corriera asustado. Aunque podía
escucharla, dando pisotones en todo el piso de arriba y teniendo repentinos ataques de
gritos y me encabroné aún más cuando me di cuenta que eso era con lo que mi maldita
chica tenía que lidiar todos los días antes de que viniera a mi vida. Estaba jodidamente
agradecido de no tener que lidiar con ella directamente o verla, porque probablemente
querría patearle su puta cara como ella hizo con Isabella si siquiera se atrevía a
hablarme. Esa perra también iba a pagar por lo que había hecho. No había duda de
ello en mi maldita mente. Era extraño, pero había estado nervioso de conocer a la
madre de Isabella y tuve que reunir el coraje para finalmente salir y enfrentarla. Sabía
lo mucho que ella significaba para Bella, y tenía miedo que al de decir o hacer alguna
mierda mal empañaría la forma en que Renée me vería y ella trataría de persuadir a
Isabella para que se mantuviera alejada de mí. Creía que me amaba y confiaba en mí,
pero sabía lo mucho que significaría la jodida bendición de su madre y ya tenía un
maldito strike en mi contra por ser el hijo del hombre que la compró. Sin embargo, no
podía pretender ser alguien que no era, y joder, de todos modos no lo deseaba. No
quería engañarla para agradarle, necesitaba que pudiera confiar en mí para cuidar de
Isabella. Necesitaba que supiera que mantendría a su hija a salvo y haría lo correcto
para ella, y no podría realmente hacer esa mierda montando un espectáculo. Solo
tenía que confiar que ella sería capaz de mirar más allá de mi áspero exterior y ver lo
que sea que Isabella había visto que le permitió amarme y confiar completamente en
mí.
“Eh, sí. Muy apenas,” le dije. “Tenía como seis años o algo así.”
“Yo estaba sentado afuera de la casa de tus abuelos después del funeral y tu madre se
sentó junto a mí. A tu madre… nunca le gustó acercarse a mí, así que para que se me
acercara, tenía que ser algo de verdad importante. No le dije nada cuando se sentó,
simplemente le di la oportunidad de sacar lo que obviamente necesitaba decir,” dijo,
haciendo una pausa. “Cuando finalmente reunió el coraje para realmente hablar esa
tarde, me dijo casi exactamente esas mismas palabras. Ella dijo, ‘tienes que
ayudarla’.”
“¿Tú se lo debías?” Pregunté con curiosidad. Me miró rápidamente por el rabillo del ojo
y asintió.
Lo miré fijamente, sintiéndome tanto culpable como agradecido. “Gracias,” dije en voz
baja, aturdido pero agradecido de que estuviera dispuesto a intentarlo. Negó con la
cabeza.
Esa es precisamente la razón por la cual acababa de dejar el banco, dónde había
Me dirigí hacia la casa pero me paré en seco cuando la puerta principal se abrió y
Renée salió. Ella me miró y trastabilló, sus ojos moviéndose frenéticamente en pánico
mientras buscaba a su hija. La miré boquiabierto, mis ojos abriéndose en horror
cuando noté su apariencia. Tenía un moretón que apenas empezaba a notarse que
tenía la forma de una jodida mano en su garganta donde obviamente alguien había
tratado de asfixiarla, y otras marcas aquí y allá a lo largo de su cuerpo que dejaban
claro que había sido golpeada no hace mucho tiempo.
“Mierda,” escupí a medida que la ira me invadía. Charles se había ido con Alec toda la
mañana, por lo que había dejado a la loca Jane a solas con Renée en la casa. Apreté
mis manos en puños, enfurecido de que obviamente le había puesto la mano encima.
Ella me miró conmocionada por un momento antes de que sus ojos se dirigieran al
suelo. “Señor,” dijo en voz baja. Me puse tenso con lo que dijo, negando con la cabeza
rápidamente.
“Oh no, a la mierda con eso. ¿Acaso Jane te hizo esto?” Pregunté bruscamente. “Juro
por Dios, que voy a matarla.”
Me miró sorprendida. “Te juro que está bien. No me duele. Se ve peor de lo que es,” me
dijo, frotando su cuello mientras titubeaba. “Tú te, eh… ¿en realidad te casarías con mi
hija?” Mi ceño se frunció por su pregunta.
“Por supuesto que lo haría,” dije con seriedad. “Si ella quiere casarse, nos casamos,
¿sabes? En realidad, ella es la que tomaría la decisión, pero yo lo haría sin pensarlo.”
Una sonrisa vino a sus labios y su rostro se iluminó por mi declaración, un completo
contraste de cómo se había visto solo hace un momento. “En realidad la amas,” me
dijo, limpiando una lágrima que se deslizó por el rabillo de su ojo. Asentí.
“Así es. Quiero decir, no soy perfecto y no pretendo serlo, pero lo intentaré. Hago lo que
puedo, y por ella haré la mierda que sea necesaria,” le dije. Su sonrisa creció mientras
me observaba.
“Ella dijo lo mismo ayer. Tiene suerte de haberte encontrado,” me dijo. Negué con la
cabeza.
Yo asentí. “Por supuesto que puedes,” le dije, sintiendo curiosidad por saber qué
carajos iba a decir. Miró alrededor una vez más y salió del porche hacia el patio.
Titubeé pero la seguí cuando se alejó unos pasos de la casa. Podía ver el nerviosismo
en su expresión cuando sus ojos recorrían la propiedad rápidamente, obviamente
preocupada de que estuviera siendo observada.
“Recuerdo cuando tu madre vino de visita,” comenzó a decir. “Ella fue la persona más
amable que alguna vez haya conocido. Solía hablar todo el tiempo de un mundo
afuera de este lugar para mi hija. Siempre había tenido la esperanza desde que ella
nació que algo cambiaría para mi niña, pero fue tu madre quién, en realidad, puso esa
idea en mi cabeza. Ella hablaba de cuan especial era Isabella y cómo simplemente
ella estaba destinada para algo más.”
“No sabes cuánto significa para mí el escucharte decir eso,” me dijo, mirándome de
forma cariñosa. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no parecía alterada en lo
“Hablo totalmente en serio,” dije en voz baja, sin saber qué otra cosa decir. Asintió.
“Algo me dice que te crea… que, eh… confíe en ti. ¿Sabes? Apenas reconocí a mi hija
ahora. Sigue siendo esa chica de enorme corazón que críe, pero ahora está realmente
feliz y está saludable. No tiene tanta carga sobre sus hombros, tanto que la limite o la
contenga. Ella está mejor lejos de todo esto, y por más que me duela dejarla ir.
Significa más para mí de lo que nadie podría entender que esté en el mundo de allá
afuera, viviendo”.
“Tu madre siempre hablaba de cómo fue por el destino que ella vino aquí, que ella
estaba destinada a salvar a mi hija de todo esto, y ahora sé que ella de verdad lo hizo.
Elizabeth finalmente la salvó… a través de ti,” dijo a medida que las lágrimas
comenzaban a deslizarse por sus mejillas. Levantó su mano para limpiarlas, aclarando
su garganta. “Tú salvaste a mi hija.”
Sonrió de nuevo. “Por favor, cuida de ella allá afuera. Mantenla alejada de gente como
los Swan, gente que no tiene compasión por alguien como nosotras… como yo. Déjala
vivir, pero por favor, asegúrate de que esté a salvo. ¿Me puedes prometer eso?”
“Gracias,” me dijo. “Puedo estar tranquila, sabiendo que está a salvo. Y hagas lo que
hagas, Edward Cullen… nunca la traigas de vuelta a este lugar. Ella no pertenece
aquí.”
Estaba a punto de decirle que eso no sería un problema, porque ni siquiera ella estaría
aquí mucho más tiempo, cuando la puerta principal se abrió y alguien salió. Ella se
giró rápidamente y salió corriendo hacia el granero antes de que pudiera decir algo
más, y miré hacia el porche para ver a Alec parado allí.
“¿A quién, a Renée?” Pregunté. Él asintió. “No, hiciste que se echara a correr asustada
antes de que pudiera.”
“¡¿Él hizo QUÉ?!” Jane gritó, sus pasos golpeando el suelo. “¡¿De verdad mi hermano
respondió por esa pequeña perra?!”
Empezaba a subir las escaleras hacia la puerta principal, sentí la ira dispararse dentro
de mí y apreté mis manos en puños, cuando registré sus palabras. Nadie llamaba a mi
maldita chica una perra, no me importaba una mierda quién fuera. No dudé en golpear
a mi padre cuando él dijo esa mierda y seguramente no tendría ningún reparo en
darle una paliza a esa perra sádica. Rápidamente Alec me tomó por la camiseta para
detenerme cuando llegué al porche jaloneándome hacia atrás con brusquedad y
haciendo que el cuello de la camiseta me cortara brevemente el aire cuando se enterró
en mi cuello.
“Contrólate,” me dijo con firmeza, su voz tranquila. “No digas o hagas nada. Esta es mi
situación y voy a encargarme de ella. De todo.” Lo fulminé con la mirada pero no le
respondí cuando abrieron la puerta principal de un fuerte empujón y Jane salió al
porche. Se congeló cuando me vio, sus pasos vacilantes mientras que un destello de
sorpresa cruzaba por su rostro, pero recuperó la compostura y apartó su vista de mí
rápidamente.
“¡No puedo creerlo!” Le gritó a Alec, mirándolo furiosa. “¡¿Por qué hiciste eso?! ¡¿Qué
demonios hiciste para que mi esposo firmara esta mañana?!”
Alec se le quedó mirando, la ira destellando en sus ojos. “Firmó lo que era necesario,”
dijo con frialdad, su aspecto exterior no reflejaba la rabia que estaba creciendo en su
interior. Joder, Alec odiaba que lo confrontaran, ella tenía que saber que lo que estaba
haciendo era peligroso. Jane rió con amargura, sacudiendo la cabeza furiosamente.
“¿Necesario? ¡Nada de esto es necesario, Alec! ¿Estás liberando a esa maldita niña y
comprando a su puta madre? ¿Qué es lo que te pasa?” Ella gritó. “Solías ser
jodidamente inteligente, ¿por qué estás haciendo esto? ¿Es por ella? ¿De eso se trata?
¿De ella?”
“Cállate,” Alec le dijo con fuerza, el fuego ardiendo en sus ojos a medida que su rabia
se intensificaba. Su expresión me dejó atónito y mi corazón comenzó a golpear
frenéticamente en mi pecho. Jane estrechó sus ojos cuando su propia ira se intensificó.
“¡No te atrevas a decirme que me calle!” Espetó. “Lo es, ¿no es así? ¡Joder, todo es por
ella! ¡Tratando de resarcirte por lo que pasó, tratando de solucionarlo todo! ¡No puede
solucionarse, Alec!”
“No te lo diré de nuevo, Jane,” Alec escupió, su voz perdiendo el dejo de calma que
usualmente tenía.
“Quema, ¿no es cierto?” Alec preguntó estoicamente. “¿El que alguien te retuerza el
cuello, haciendo imposible que puedas respirar? Imagina como se sienten ellos cuando
tú y tu esposo los torturan, cómo se sintió Renée está mañana cuando la sujetaste así.
Imagínate cómo se sintió ella ese día, Janie. No se siente muy bien, ¿cierto?” Él siguió
mirando fijamente a su hermana mientras ella luchaba desesperadamente por
respirar, sin dar un puñetero indicio de que fuera a soltarla pronto. Charles salió por la
puerta principal de la casa, sus ojos abriéndose por la sorpresa cuando vio lo que
estaba sucediendo.
“¡Detente, Alec!” Gritó, dirigiéndose hacia mi tío con una mirada desesperada en su
rostro. “¡Vas a matarla!” Los ojos de Alec se movieron hacia él al instante, el fuego en
ellos jodidamente impactante. Este era el maldito Alec al que siempre había temido a
través de los años, el asesino frío y calculador del cual había escuchado historias.
Traté frenéticamente de pensar en algo qué decir o hacer, porque solo estaba parado
allí mientras él apretaba quitándole la vida a su propia hermana. A pesar de que creía
que ella se merecía esa mierda por ser tan sádica, pensé que debía detenerlo antes de
que se arrepintiera, pero antes de que siquiera pudiera considerar esa mierda un
fuerte grito se escuchó desde el granero que nos asustó a todos. Fue espeluznante y
envió un escalofrío que bajó por mi espalda, mi corazón se paralizó cuando el sonido
heló mi sangre. Alec soltó a Jane al instante cuando se escucharon más gritos, sus ojos
“Joder, no es ella,” Jane gritó desde el porche, agarrándose el cuello mientras jadeaba
por aire. “¡Solo porque él esté haciendo lo mismo que su jodido padre no significa que
sea lo mismo, Alec! ¡¡Isabella no es Elizabeth!!”
Sus palabras me tomaron desprevenido y giré la cabeza para mirar a Jane, sin prestar
maldita atención a dónde me estaba dirigiendo mientras mi cerebro trataba
frenéticamente de procesar la mierda que ella acababa de decir. Choqué directamente
con la espalda de Alec cuando él se paró en seco justo dentro del granero, casi
derribándolo con la fuerza del choque. Él me sujetó y me giró rápidamente,
empujándome con rudeza al interior del granero. Mi temperamento se enardeció
cuando me empujó y empecé a maldecir, pero el grito se escuchó de nuevo y me cortó
rápidamente. Mi cabeza de giró rápidamente en dirección al sonido y me congelé, mis
ojos se abrieron con horror cuando el más intenso miedo de mierda me sacudió. El aire
abandonó mis pulmones de golpe y jadeé con fuerza cuando las náuseas me
invadieron dentro de mí. Me derrumbé y empecé a dar arcadas, tratando de respirar a
medida que la bilis de mierda subía y quemaba mi pecho. Mis ojos empezaron a
humedecerse, no sé si por las náuseas o la puñetera imagen frente a mí, no estaba
seguro, pero nublaba mi maldita visión y casi me desmayé.
“Contrólate,” dijo Alec con firmeza, extendiendo su mano y sujetándome. Me jaló por la
camisa para ponerme de pie y me empujó de nuevo, fulminándome con la mirada. Lo
miré horrorizado, luchando por recuperar el control de mi cuerpo cuando me di vuelta
para mirar de nuevo hacia el granero.
“¡Mierda!” Grité a medida que las lágrimas comenzaron a fluir de mis ojos, la
devastación sacudiéndome por completo. Esta mierda no podía estar sucediendo, no
había maldita forma de que fuera real. ¡Ella estaba viva hace un momento, acababa
de hablar con ella hace unos malditos minutos! “¡Mierda, No!”
Me lancé hacia adelante y la sujeté por sus piernas, empujando su cuerpo hacia
arriba. Empecé a gritarle a Alec que me ayudara y él vaciló, pero tomó un par de tijeras
Podía escuchar los gritos de Jane y el habla apresurada de Charles, pero mis propios
gritos y los chillidos procedentes de la joven esclava sofocaron la mayor parte. Presioné
su pecho con furia y seguí soplando aire en sus pulmones pero nada de esa mierda
parecía estar ayudando. Ella solo se quedó allí inmóvil en el suelo,
independientemente de la mierda que hiciera, su cuerpo inerte y sin vida. Alec ordenó
a la aterrada esclava que se fuera y ella salió rápidamente, el ruido disminuyó en el
granero con su partida. Él agarró mi hombro y me zafé, ira y devastación recorrían mi
cuerpo. ¡Estaba completamente mal, joder, se supone que estábamos allí para
salvarla!
“Está muerta, Edward,” dijo Alec, su voz tan jodidamente calmada como siempre, el
tono hizo que mi temperamento enardeciera.
“¡Jódete, no lo está!” Escupí. “¡Mierda, tenemos que salvarla! ¡Lo prometí, maldita sea!”
“¡No es demasiado tarde! ¡Joder, estás equivocado! ¿Por qué solo te quedas parado
allí?” Dije con brusquedad, presionando más frenéticamente su pecho. Tiene que
haber algo que se pueda hacer, alguna mierda que pueda ayudarla. “¡No se supone
que sucedería esta mierda!”
“¡Vete a la mierda!” Grité, tratando de limpiar las lágrimas con mi brazo para aclarar
mi visión mientras seguía trabajando en ella. “¡Ayúdala, hijo de puta! ¡Maldición, me
dijiste que ibas a ayudarla, maldito mentiroso!”
“Ella se suicidó,” Jane dijo como si nada, viéndome con esa maldita sonrisa engreída
todavía en sus labios. Mis ojos se estrecharon mientras que mis manos empezaron a
temblar aun más que antes.
“¿Y quién tiene la culpa de esa mierda? ¡Ustedes hicieron esto, ustedes causaron esto!”
Grité. Ella me miró furiosa.
“¿Qué está mal contigo? ¡Tú y tu estúpido padre! ¡Ella solo es una maldita esclava!”
Escupió. “¡Eso es todo lo que es!” Al momento que esas palabras salieron de sus
labios, mi visión se nubló y casi me quedé ciego por la puta ira. Toda razón y lógica
desapareció y las jodidas emociones se apoderaron de mí a medida que todo se volvió
de color rojo.
“¡Era una puta principessa! ¡Una puta princesa de la mafia! ¡Mataste a una maldita
princesa y vas a pagar por ello, tú puta perra enferma!” Grité, agarrando las tijeras de
jardín del suelo junto a mí donde Alec las tiró y arrojándoselas a Jane en mi ira. Ella
trató de alejarse pero no fue lo suficientemente rápida y la golpearon en el centro de su
pecho, haciéndola jadear con fuerza. “¡Han estado torturando a una secuestrada
princesa de la mafia y van a pagar por ello! ¡Aro va a matarlos por la mierda que han
Me apresuré a echarme hacia atrás y traté rápidamente de ponerme de pie cuando ella
comenzó a avanzar hacia mí, sabiendo que no tenía intenciones de retroceder. Echó la
pala hacia atrás para golpearme con ella y subí mis pinches manos de forma
defensiva, tratando de protegerme. Alec reaccionó rápidamente y metió la mano en el
saco de su traje, agarrando su arma. Él le apuntó directamente hacia ella y apretó el
puto gatillo sin dudar, el sonido rebotó con fuerza en las paredes del pequeño recinto.
Retrocedí por el sonido y Jane dio un grito ahogado cuando la bala le atravesó el
pecho justo en el corazón, se tambaleó mientras lanzaba el golpe con la pala en
reacción. Me preparé para el impacto y se estrelló contra mi hombro, un dolor agudo
me recorrió. Ella giró su cuerpo cuando empezó a balbucear, una expresión de horror
en su rostro cuando dejó caer la pala y se agarró el pecho. Se escuchó otro disparó al
instante, golpeándola en el centro de la cabeza entre los ojos. Se tambaleó hacia atrás
inmediatamente y cayó, golpeando el duro suelo a un lado de dónde había estado
sentado. Me eché hacia atrás rápidamente y traté de ponerme de pie, pero mis putas
piernas cedieron, aterrizando de nuevo en el maldito suelo. Comencé a hiperventilar de
nuevo cuando el pánico me recorrió entero, el control de mí mismo menguando.
Charles gritó el nombre de Jane mientras corría hacia ella, y Alec reaccionó por instinto
una vez más y apuntó el arma hacia él. Me agaché y cubrí mi cabeza cuando sonó el
disparo, la sangre salpicó en mi dirección a medida que la bala atravesaba el cráneo
de Charles. Cayó hacia adelante y golpeó el suelo con un ruido sordo a un lado de
donde yacía su esposa sangrando, su cuerpo inerte al momento del impacto. Me les
quedé mirando horrorizado y sentí subir la bilis, todo mi cuerpo temblaba. Giré mi
cabeza hacia un lado y comencé a vomitar profusamente mientras Alec caminaba
hacia nosotros con calma. Se detuvo y disparó unos cuantos tiros más hacia ellos antes
Me miró furioso por un momento mientras volvía a poner el arma dentro de su saco
antes de agacharse y sujetarme por el brazo. Tiró de mí para levantarme del suelo,
haciendo que más dolor atravesara mi hombro dónde Jane me había golpeado. Me
tambaleé unos cuantos pasos mientras intentaba recuperar el equilibrio, mis piernas
trataban de ceder bajo mi peso. Estaba mareado y todavía sentía náuseas pero estaba
jodidamente aterrorizado y me di cuenta por la expresión en el rostro de Alec que no
estaba de humor para pendejadas. Acababa de acribillar a su maldita hermana sin
una pizca de emoción por ello, y eso confirmó lo que siempre había sospechado…
“Ha habido un accidente,” Alec dijo con calma al teléfono. Levanté la vista hacia él y lo
vi mirándome jodidamente furioso, obviamente para nada complacido conmigo. Lo
miré fijamente a medida que comenzaba a caer en cuenta de exactamente qué tan
masivamente la había jodido. “Sí, en casa de los Swan. Tres fritos, señor. Los dos, la
tercera era propiedad.”
Hizo una pausa mientras quién asumí era Aro habló por la línea. Era un enorme
problema de mierda que tenía que pasar por el puto Jefe para resolverlo y al pensarlo
me asusté aún más. Él no iba a estar feliz con esa mierda y el simple hecho de que
estuve allí cuando sucedió no auguraba nada bueno para mí en lo absoluto. “Sí, era la
mamá de la chica. Sin embargo, ni Edward ni Isabella estuvieron presentes, señor. Los
dos están descansando en su hotel. Tuve una confrontación con mi hermana sobre
cómo trató mi propiedad y se complicó.”
Hubo una pausa larga mientras Alec escuchaba con atención, todavía fulminándome
con la mirada. Me pasé las manos por mi cara y agaché la cabeza, reprendiéndome a
mí mismo en jodido silencio por la mierda que había hecho. Alec lo estaba cubriendo y
salvando nuestros putos culos, y yo me estaba derrumbando cuando la maldita culpa
era mía. Había soltado el secreto… la única maldita cosa que me confiaron y que
sabía, malditamente bien, que nunca podría decirlo en voz alta.
Suspiró y negó con la cabeza. “Sí, entiendo. ¿Qué hay de las propiedades? Tenían
tres. Técnicamente Isabella sería su siguiente guardián como heredera de Swan pero
yo puedo tomar propiedad ya que ella es incapaz de hacerlo.” Hizo una pausa cuando
Aro habló. “Sí, el papeleo ya había sido firmado, por eso hicieron el viaje este fin de
semana. Está finalizado.” Le agradeció después de un momento y colgó, todavía
mirándome furioso. Todo mi cuerpo estaba temblando mientras lo miraba con
aprensión, sin saber qué demonios iba a pasar. “Yo, eh…” Empecé, sin tener idea de
qué carajos decir pero no podía quedarme simplemente allí sentado. Negó y
rápidamente levantó su mano para detenerme.
“No hay nada qué decir, Edward,” dijo fríamente. “Divulgaste el secreto y no me dejaste
otra alternativa. Lo hecho, hecho está.”
“Pero, eh…” Empecé a decir, negando. Todo estaba jodidamente mal y su jodida
indiferencia me estaba asustando. “Tu puta hermana… ¡Mierda! Sé que siempre has
creído en proteger a tu familia...”
“Charles sabía que hoy compraría a Renée y él permitió que la dañaran a pesar de ese
hecho. Se le había advertido contra eso en muchas ocasiones, también por tu padre, y
él sabía que con su pasado, hacerlo era una sentencia de muerte. Y mi hermana…
bueno, hace tiempo ya se le veía venir a mi hermana,” me dijo, negando con la cabeza.
Hizo una pausa y se volvió para mirar los cuerpos. “Este asunto no es tuyo para que le
hagas frente… es mío. No me escuchaste antes, pero tal vez ahora me escuches. Tu
único trabajo, Edward, es volver a esa habitación de hotel y explicarle a Isabella el
porqué no va a recibir a su madre, después de todo, ya que también decidiste
ignorarme cuando te advertí en primer lugar que no le dijeras. Tal vez esto finalmente
te enseñe una lección. Actúas de forma muy irracional, reaccionas más por emoción y
no con suficiente lógica. Tal vez finalmente te des cuenta que no lo sabes todo, al fin y
al cabo.”
Sentí mis ojos arder por las lágrimas que estaba tratando de contener a medida que
me ponía de pie, pasando las manos por mi cabello con frustración. Me detuve y miré a
Alec, tratando de tragar el nudo en mi garganta.
“¿Crees que ella quiera enterrar a su madre?” Alec preguntó, mirándome y levantando
las cejas inquisitivamente. Me encogí de hombros vacilante, sin tener una jodida idea
de lo que le gustaría a Isabella en este momento, porque no tenía idea de cómo
demonios iba a reaccionar. Ella siempre me había dicho que aceptaba la muerte con
facilidad por cómo había vivido y el desapego sintió al crecer, pero ella finalmente
había aceptado el maldito hecho de que amaba a su madre y yo tenía que arrebatarle
eso. Él asintió y miró alrededor.
“Voy a enterrarla en la arboleda y colocar algo donde esté el cuerpo, en caso de que
Isabella quisiera despedirse. Ella no debería verla en este estado,” me dijo. Asentí.
“Mi madre…” Comencé a decir, confundido y no muy seguro de a dónde carajos quería
llegar con eso, pero quería saber qué demonios estaba pasando. Quería saber por qué
Jane acaba de decir esa mierda sobre que Isabella no era mi madre y por qué Alec
sentía que se lo debía a ella. Sin embargo, antes de que pudiera decir más, él me
interrumpió.
“No quiero hablar de ella,” dijo enfáticamente. “En lugar de preocuparte por los
muertos, ve y cuida de la que está con vida, Edward, y asegúrate de que permanezca
así. Es la única forma de honrar a sus madres. Es todo lo que importa en este
momento.”
Empezó a alejarse sin decir otra palabra y titubeé, mis ojos recorriendo la devastación
ante mí. Después de un momento salí del granero tambaleándome y me dirigí hacia el
coche, en parte jodidamente aturdido y de nuevo aguantándome las ansias de vomitar.
Me subí y lo encendí, alejándome de la casa y saliendo a la carretera. Todo estaba
como en una puta bruma mientras conducía por un rato alrededor de Phoenix, con
miedo de volver al hotel y enfrentar a Isabella. No sabía qué carajos se suponía tenía
qué decir, cómo demonios le iba a explicar lo que había pasado cuando en realidad
nada de ello tenía sentido para mí. Todo el día siguió dando vueltas en mi cabeza
mientras trataba de repasar todo y trataba de encontrar una maldita pizca de
esperanza o sabiduría a la que aferrarme para hacer toda la mierda menos dolorosa.
“Oh por Dios, Edward,” susurró con horror. Miré alrededor de la habitación
rápidamente y vi que Isabella estaba acurrucada en la cama, dormida. “¿Qué pasó?
¿Dónde está Alec, está bien? Por favor, Dios, dime que mi esposo está bien.”
Asentí, pasando la mano por mi cabello en frustración. “Sí, mierda, Alec está bien. Él,
eh… está limpiando o lo que sea, joder, no lo sé,” balbuceé. Su ceño se frunció en
confusión.
“¿Qué? ¡Oh Dios! ¿Y qué hay con Renée? ¿Dónde está su mamá?” Preguntó
frenéticamente. La miré fijamente y negué con la cabeza, sintiendo las lágrimas
empezar a acumularse cuando mis ojos ardían ante la nueva mención de la madre de
Isabella.
“No lo logró,” le dije. Dejó salir un sollozo y cubrió su boca rápidamente para sofocarlo
cuando un movimiento captó mi atención al otro lado de la habitación. Miré en esa
dirección rápidamente y vi a Isabella sentada en la cama, mirándonos. No estaba
seguro si me había escuchado decir esa mierda pero solo el verla me hizo entrar en
pánico. Ella vio mi expresión y una expresión de horror llegó a su rostro.
“¿Dónde está mi mamá?” Dijo de pronto, su voz llena de temor. Me quedé inmóvil
mientras trataba de pensar desesperadamente en cómo responder esa puñetera
pregunta, pero mi puta vacilación fue todo lo que necesitó. Supo con tan solo mirarme
que le había fallado. Supo que la había jodido.
Ella perdió el control. No sé qué estaba anticipando, cómo exactamente esperaba que
reaccionara a las noticias, pero no había estado precisamente preparado para un
estallido de violencia. La abracé con fuerza mientras ella tenía un ataque de ira,
gritando y golpeándome, tratando de liberarse. La devastación la sacudió con fuerza y
me echó la maldita culpa, arrojando tanto odio e ira hacia mí como pudo. Sus puños
chocaron contra mí con tanta fuerza como pudo reunir e hice una mueca de dolor
cuando golpeó contra mí, ya adolorido, hombro pero recibí cada maldito golpe que me
dio. Le había dado jodida esperanza, sabiendo malditamente bien que ella me había
confiado todos esos meses atrás que era su mayor miedo de mierda. La esperanza era
lo que más la asustaba y yo se la di, obligándola a sentirla, y joder, ella confió en mí.
Le prometí que todo estaría bien y le juré que no le fallaría, pero lo hice. Le había dado
la única mierda que nunca había querido, la forcé a aceptarla y confiar en ella, y luego
solo se la arrebaté.
Le volqué mi maldita alma mientras ella arremetía contra mí, haciéndole saber que a
pesar de que sintiera que me despreciaba yo nunca dejaría de amarla. Podía odiarme
si tenía que hacerlo, podía culparme y sacarme la mierda a golpes, pero joder, nunca
renunciaría a ella. Sabía cómo se sentía, recordé despertar en ese cuarto de hospital
cuando tenía ocho años y escuchar a mi padre repetir una y otra vez que mi madre se
había ido. Recordé la devastación y el dolor, la puñetera culpa y rabia que había
experimentado. Sabía que ella necesitaba desahogarse y culpar a alguien a fin de
lidiar con el dolor que sentía, y era el único en el que confiaba lo jodidamente
suficiente para ser esa persona. Aceptaría cada pizca de su dolor porque esa es la
mierda que haces cuando amas a alguien. Su felicidad es tu felicidad, pero su dolor
también es tu dolor. Joder, mientras ella estuviera sufriendo, yo también lo estaría.
Finalmente, sus lágrimas se secaron a medida que su cuerpo se relajaba contra mí,
pero sus puños ni una sola vez se aflojaron mientras sujetaban mi camiseta. Se quedó
en silencio y sin moverse y me pregunté si había llorado hasta quedarse dormida pero
le eché un vistazo y vi que sus ojos seguían abiertos. Estaba mirando fijamente a la
lluviosa pantalla de televisión como en un maldito trance, sin moverse y apenas
parpadeando. Dije su nombre en voz baja un par de veces y froté su espalda, pero no
dio ni una puta indicación de que siquiera estuviera consciente de que seguía allí.
Nos quedamos así toda la noche, sin que ninguno de los dos durmiera mucho. Mi
teléfono sonó toda la puñetera noche pero lo ignoré, todavía sin deseos de lidiar con
nada. Estaba exhausto para cuando el sol hizo su aparición la mañana siguiente. Mis
extremidades estaban dormidas y sentía como si me pincharan con agujas en todo el
cuerpo por la falta de circulación. Me quejé e iba a sentarme, pero Isabella se aferró a
mí con más fuerza para detenerme. Tenía una expresión de pánico en su rostro y
suspiré, frotando suavemente su espalda.
“No voy a ninguna parte. Solo necesito sentarme y estirarme,” dije en voz baja,
hablando por primera vez y rompiendo el tenso silencio que se había desarrollado
durante toda la noche. Mi voz estaba dolorosamente áspera, mi cabeza latiendo con
fuerza y mi hombro dolía como el infierno pero traté de ignorarlo todo porque esa
mierda no era importante. No importaba una mierda que tan mal me sentía físicamente
porque nada se compararía con cuan destrozada estaba ella por dentro.
“¿Tesoro?” Dije en voz baja, estirando mi mano y frotando su espalda. Se dio la vuelta
para mirarme, su expresión me impactó. Se veía derrotada, completamente destrozada
y deprimida, el verla hizo que mi pecho se contrajera a medida que el dolor atravesaba
mi corazón. La miré a los ojos y vi que la chispa seguía allí, dando un suspiro de alivio
al verla. Podría estar jodidamente consternada y extenuada, pero ella seguía allí, su
esplendor y su vida seguían brillando con fuerza en algún lugar dentro de ella. No
había perdido la maldita esperanza, no había perdido por completo su fe en mí.
Todavía podía ver el puto amor reflejado hacia mí y sabía que mientras estuviera allí,
estaríamos bien.
“Era Esme. Ellos, eh… quieren saber si quieres, tú sabes… despedirte de tu mamá,”
pregunté titubeante, sin saber cuál sería su reacción. Mierda, me destrozaba decir esas
palabras, recordando en ese momento que le había hecho la puñetera promesa a
Renée que nunca llevaría a Isabella de vuelta a ese lugar.
Salí del coche y suspiré cuando Isabella no hizo ningún intento por salir. Estaba a
punto de dar la vuelta al coche y abrir la puerta para sacarla pero Esme salió de la
casa y me detuvo, diciéndome que solo le diera tiempo. Fue difícil, pero me alejé del
puñetero coche y la dejé sentada adentro, recordándome a mí mismo que no podía ser
jodidamente condescendiente con ella. Era independiente y fuerte y no podía
protegerla, sin importar una mierda cuanto lo deseara. Podía estar allí con ella, pero
no podía protegerla de ello. Esme me acompañó a los límites de la propiedad, a lo
largo de una línea de árboles donde una pequeña estaca de madera sobresalía del
suelo. Nos quedamos allí en silencio por unos minutos mientras miraba la tierra recién
removida, el aire sofocante por el calor y las palabras no pronunciadas.
“No es tu culpa, hijo,” Esme dijo en voz baja después de unos minutos, estirando su
mano y frotando suavemente mi espalda. “Sé cómo eres, ¿sabes? Recuerdo ese año
cuando tu mamá murió, como andabas por allí como en un trance casi igual a como
ella parece estar ahora. Siempre te has culpado por cosas que no puedes evitar, te
sientes culpable cuando no tienes nada que ver en ello. No creo que te hayamos dicho
lo suficiente que no fue tu culpa, solo pensamos que lo habías asimilado.”
No respondí, sin tener idea de qué demonios decir de eso. Quería decirle que estaba
equivocada, porque sentía que esto era mi maldita culpa, pero ella solo discreparía
conmigo de todos modos así que no tenía sentido. Suspiró cuando se dio cuenta que no
iba a responderle, sacudiendo su cabeza.
“Tan terco. No tienes qué decir nada si al menos escuchas lo que te estoy diciendo.
Nada de ello es tu culpa, así como tampoco lo es de Isabella. Debimos haberte dicho
más eso y tú tienes que asegurarte de decírselo a ella. Sabemos que Isabella no es la
causante de esto, pero ella se culpará así misma de todos modos. De hecho,
probablemente ya lo haga. Ella va a examinar los “y si” y tratará de imaginar un
escenario donde las cosas serían diferentes y su madre viviría, pero tú sabes que es
imposible,” me dijo.
Volví mi cabeza para mirarla, sorprendido por sus palabras y mi puñetero corazón se
detuvo cuando vi una figura detrás de nosotros. Salté y grité, agarrándome el pecho
porque me tomó desprevenido.
“Cristo, Bella. Me diste un susto de mierda,” le dije. No tenía ni puta idea de cuánto
tiempo había estado parada allí pero estaba mirando fijamente frente a nosotros a la
estaca de madera en el suelo. Me miró por un momento pero no habló, nos rodeó para
llegar a la marca. Se puso de cuclillas frente a ella cuando Esme me agarró del brazo.
“Te daremos unos minutos,” dijo, tirando de mí. Al principio me resistí, pero ella jaló y
me dio una mirada penetrante que claramente decía ‘joder, ven’. Le eché un último
vistazo a Isabella antes de darme la vuelta y alejarme, caminando hacia el Volvo. Me
apoyé en el capó del coche con los brazos cruzados sobre mi pecho, observando a
Isabella sentarse en el suelo.
Se quedó allí por un rato, pasando las manos por la tierra revuelta. No podía ver desde
donde estaba si estaba diciendo algo, pero en realidad no importaba una mierda. Su
madre ya sabía todo lo que ella tuviera que decir, de todos modos, así como mi maldita
madre lo sabía todo.
“Estábamos equivocados, por cierto,” dijo Esme cuando Isabella se puso de pie y
empezó a sacudirse la ropa. Empezó a caminar lentamente hacia nosotros y suspiré,
mirando a mi tía.
“¿Sobre qué esta vez?” Pregunté. Ella me dio una sonrisa triste, levantando su mano
para palmear mi mejilla.
“Dijimos que Renée… o, mejor dicho, Bree, nunca tuvo la oportunidad de vivir, pero sí lo
hizo. Lo hace. Vive dentro de Isabella y siempre será así,” me dijo. Asentí vacilante y
susurró su despedida a medida que Isabella se acercaba, pasando justo a un lado de
nosotros y subiendo al coche sin decir una palabra.
De hecho, Isabella apenas si dijo una jodida palabra por días después del incidente.
No pude hacer que comiera mucho o algo y el sueño era reducido para ambos. Nos
El viaje estuvo tenso sin mucha conversación, cada hora sintiéndose como una puta
eternidad. Me detuve constantemente durante el día para tener un maldito descanso, y
para cuando el fin de semana llegó a su fin estábamos entrando de nuevo a los límites
de la ciudad de Forks. Me fui directamente a la casa y me estacioné frente al Mercedes
de mi padre, bajando y estirándome. Isabella bajó y se dirigió directamente a la casa,
sin siquiera molestarse en esperarme pero fui detrás de ella. Abrió la puerta y nos
encontramos cara a cara con mi padre al momento que pusimos un pie en el vestíbulo.
“Hola, chicos,” dijo en voz baja cuando nos vio con una expresión cautelosa en su
rostro.
Él se tensó y se le quedó mirando, con una profunda preocupación en sus ojos. “Eh, por
supuesto, dolcezza. Ni siquiera tienes que preguntar. Eres libre de hacer lo que te
plazca.”
Ella me dio una breve mirada antes de subir las escaleras y fruncí el ceño, viendo cómo
desaparecía de mi vista.
“Me voy a la cama,” murmuré, empezando a subir las escaleras detrás de ella. Escuché
a mi padre suspirar.
“¿Edward?” Dijo. Me detuve y me volví para mirarlo. “Solo tienes que tomarte un día a
la vez.”
“No es tu jodida culpa, Bella. Nada lo es, y no voy a permitir que me alejes. Nada de lo
que pudieras hacer me hará dejar de amarte,” susurré, enterrando mi rostro en su pelo
y respirando su reconfortante esencia natural.
Su cuerpo se estremeció cuando empezó a llorar, pero no dijo ni una sola palabra en
Nunca.
Era obvio que ambos habíamos cambiado, habíamos regresado de Phoenix como
personas diferentes. Los dos estábamos algo dañados y éramos menos ingenuos, pero
mientras la chispa siguiera en sus ojos. Tenía que creer que éramos capaces de capear
el temporal que caía sobre nosotros. Tenía que creer que podíamos pasar por la
destrucción y salir al otro lado libres de la mierda que nos había sofocado por tanto
tiempo.
Habían pasado nueve días desde que Edward y Bella regresaron de su viaje a Phoenix,
y los días han probado ser unos de los más largos de mi vida. El ambiente en la casa
estaba tenso, el silencio que seguía a ambos era desconcertante. Estaban perdidos en
sus propios pensamientos, al parecer, ninguno de ellos era capaz de liberarse de los
problemas que los plagaban. Era obvio que ambos estaban sufriendo y reprimiéndose,
desesperados por desahogarse en el otro y permitir que el otro los consumiera una vez
más, pero ambos tenían miedo. Todo era frágil y sentía como si estuviera caminando
sobre cáscaras de huevo o navegando por un campo de minas, a sabiendas de que sin
advertencia cualquiera de ellos podría quebrarse. Ambos eran como bombas de
tiempo a la espera de explotar si alguien no los templaba, pero el problema radicaba
en el hecho de que no sabía exactamente cómo hacer eso. No estaba seguro de que
cable cortar, por así decirlo, y tenía temor de que un acercamiento equivocado podría
desencadenar una explosión y destruir todo. Solo estaba esperando que sucediera,
que la bomba nuclear acabara con la existencia que había construido para nosotros, y
estaba desesperadamente temeroso que mi hijo más joven sería el uranio que lo haría
suceder.
Nueve días. Me había sentado detrás de este escritorio por nueve días seguidos y veía
cómo mi hijo se paseaba por el pasillo afuera de mi oficina, sus manos atacando
furiosamente su cabello mientras se reprendía a sí mismo. No pude escuchar sus
palabras pero por sus expresiones y movimientos podía imaginar exactamente qué
estaba diciendo. Sabía que era lo que él había visto en Phoenix y había recibido un
reporte completo de mi cuñado de exactamente qué se había dicho en su presencia.
Sabía la dirección de sus pensamientos y las piezas que estaba intentando unir, sabía
que era solo cuestión de tiempo antes de que cayeran en su lugar y él irrumpiera en mi
oficina con su teoría. Estaba seguro de que iba a pasar la noche anterior, cuando se
había acercado tanto que incluso había agarrado el pomo de la puerta. Sin embargo,
antes de girarla, cambió de opinión y se fue. Una parte de mí se sintió aliviado de que
no me enfrentara, ya que sabía que a estas alturas no podía mentirle y no estaba
totalmente preparado para confesarle la verdad, pero otra parte de mí deseaba que
hubiera acabado todo de una vez. Desearía que dejara de permitir que propagara y
consumiera cada uno de sus pensamientos conscientes. Porque había algo más
importante en lo que él debía de concentrarse y que había estado descuidando
inadvertidamente…
Isabella.
Extendí mis manos y presioné unas cuantas teclas de mi laptop, la pantalla cambiando
a una vista de la biblioteca. La vi de inmediato, enroscada en la silla junto a la
ventana, mirando hacia afuera con un libro en su regazo. Era el mismo lugar donde
había estado todas las noches de la semana pasada mientras mi hijo se paseaba
frenéticamente por el pasillo. Algunas veces encendía la luz y leía, pero a menudo solo
se quedaba sentada allí en la oscuridad y miraba hacia la noche. Se estaba
retrayendo, encerrándose en sí misma cada vez más a medida que el tiempo pasaba, y
ni siquiera estaba seguro si mi hijo se daba cuenta de exactamente qué tanto se
estaba alejando de él. Era desalentador, y desearía que sacara la cabeza de su
trasero y mirara a su alrededor antes de que fuera demasiado tarde. Tenía
demasiados problemas por mi cuenta para siquiera considerar echarme encima los
suyos, pero sentía que tenía una obligación con ellos. Al menos tenía que intentar
hacer lo correcto, pero no estaba seguro cómo o si siquiera fuera realmente posible. Yo
había causado cada uno de ellos pero nada podía borrarse o cambiarse, todo lo que
podíamos hacer era aceptarlo todo y lidiar con las consecuencias. Sinceramente, no
sabía si alguno de ellos en su estado actual fuera lo suficientemente fuerte para
escuchar la verdad con todos sus detalles y enfrentar las realidades de la vida.
Pareciera que todo lo que había hecho era cubrir mis huellas, crear historias
elaboradas para salir de situaciones y estaba cada vez más cansado de todo esto.
Estaba exhausto, tanto mental como físicamente, y había llegado al punto donde la
lluvia radioactiva ya no me parecía tan terrible, siempre y cuando todo estuviera al
Estaba hundido con la Borgata. Mentí, engañé, saqueé y masacré por ellos, pero la
única cosa de la que siempre me había enorgullecido era que sin importar qué,
permanecí leal. Tal vez había sido un criminal, pero al menos era alguien honorable
dentro de la organización. Sin embargo, últimamente me había desviado del camino, y
sabía que ellos no eran estúpidos. Cada uno de ellos era un criminal de carrera que
estaba entrenado para ser capaz de identificar a alguien no digno de confianza a un
kilómetro de distancia, y no estaban ciegos ante mi comportamiento reciente. Tenían
sospechas, en especial Aro, lo que me desconcertaba porque el más indigno de
confianza de todos estaba ascendiendo lentamente dentro de la organización justo en
sus narices y él parecía no poder verlo.
James. Siempre había sospechado que no planeaba nada bueno y tenía algo contra
mí, pero después de su más reciente visita estaba completamente seguro que era
extremadamente peligroso. Teníamos una rata dentro de la organización, alguien que
nos vendía tanto al departamento de justicia como a las familias criminales rivales, y
estaba seguro que él estaba involucrado en ello de alguna manera. Habían venido de
improviso a limpiar la casa de toda actividad ilegal tan rápido como era humanamente
posible, ya que ahora mi locación estaba marcada como un lugar de actividades
delictivas por la policía y probablemente vendrían a tocar a la primera oportunidad
que se les presentara. Y durante su estadía, sorprendí a James actuando de forma
extraña y echándoles un vistazo a mis efectos personales en más de una ocasión. No
había nada en la casa que él pudiera utilizar como munición contra mí, ya que todos
los archivos que había tenido de Isabella, desde hace mucho, ya no existían, aun así
no me gustaba su solapado espionaje.
Me sentía culpable por mi papel en todo ello, pero nada que pudiera decir o hacer
cambiaría nada. Estaba decepcionado porque la madre de Isabella había muerto,
pero no podía exactamente decir que estaba sorprendido. Siempre tratabas de
proteger a aquellos que eran inocentes, pero siempre había pérdidas en nuestro estilo
de vida y algunas de ellas eran desafortunadas. La pérdida de una principessa es
siempre devastador, incluso una cuya identidad fue mantenida en secreto. En un
universo alternativo, ella hubiese sido tratada como la realeza que era considerada,
pero el mundo en el que vivíamos no había sido tan amable con ella.
Ella fue atosigada y humillada, lastimada de formas despreciables en las que ninguna
persona jamás debería de ser lastimada. Recordé que Elizabeth me decía que mientras
no todos vivían, todos morían, y con la muerte venía la liberación. La muerte
significaba libertad, no solo para ella sino para todos nosotros, libertad de las cosas
La envidiaba por eso. Lo que daría porque el peso del mundo dejara mis hombros.
Cambié de cámara una vez más, volviendo a la vista del pasillo del segundo piso.
Edward seguía paseándose frente a mi oficina con esa expresión desgarrada en su
rostro, sus ojos se movían rápidamente de mi puerta a las escaleras hacia el tercer
piso. Estaba sorprendido de que estuviera demostrando tal persistencia y paciencia,
considerando que antes de que Isabella viniera a su vida él hubiera irrumpido en mi
oficina sin pensarse dos veces las posibles consecuencias. Al parecer el viaje fallido a
Phoenix había calmado su comportamiento irracional y volátil, considerando que le
mostró de primera mano lo que sucede en nuestro particular estilo de vida cuando
reaccionas sin pensártelo bien.
Lo observé por unos minutos más antes de mirar al reloj en la pared junto a la puerta,
sorprendido cuando me di cuenta de que ya pasaban de las once de la noche. Edward
normalmente ya hubiera tomado su decisión y subido las escaleras con frustración.
Isabella lo hubiera escuchado venir y saldría rápidamente de la biblioteca, regresando
a la recámara antes de que él llegara allí. Hubiera sonreído y pretendido que todo
estaba bien mientras estaba en la presencia de Edward, y yo sabía que si él no
estuviera tan distraído, se hubiera dado cuenta de que no era el caso. Ninguno de ellos
estaba consciente de que las cámaras estaban encendidas y sus movimientos estaban
siendo registrados. No me había molestado en apagarlas después que la Borgata nos
visitó y estaba agradecido por ello, porque sin ellas no hubiera sabido lo que estaba
pasando.
Los pasos de Edward fueron más lentos mientras agarraba su cabello con fuerza y
fulminaba con la mirada la puerta de mi oficina. Sabía que era solo cuestión de
minutos antes de que se diera la vuelta y subiera las escaleras, dándose por vencido
por un día más y permitiéndose preocuparse en ello más tiempo. Era ridículo y sabía
Como ya dije… estaba demasiado agotado como para que se me ocurrieran metáforas
que tuvieran sentido. Ya estaba demasiado agotado para todo eso, francamente, así
que cuando finalmente él se detuvo y se dirigió a mi puerta con esa expresión de
determinación en su rostro, no sentí nada sino decisión. Giró el pomo y abrió la puerta,
entrando y cerrándola con fuerza detrás de él. Hizo una mueca por el ruido del portazo
aún cuando ni yo lo había notado, y me contuve de regañarlo por no tocar. No tenía
sentido hacerlo, solo sentía alivio de que esta vez finalmente haya entrado.
Él dio unos cuantos pasos más y se dejó caer en el la silla con un resoplido, y podía
sentirlo mirándome fijamente. Miré en su dirección y encontré sus ojos, viendo la
curiosidad y la confusión en ellos. Su expresión era una de enojo, pero en realidad no
podía culparlo por ello…. yo también estaría enojado conmigo.
“Joder, luces como si no hubieras dormido en años,” me dijo, sus ojos escaneaban mi
rostro. “¿No puedes prescribirte algo de pinche Zolpidem o algo así? Cristo, ¿y has
comido alguna mierda?”
“Sí, bueno, te ves algo jodido,” dijo con seriedad. Negué con la cabeza.
“Bueno, gracias por el cumplido,” dije sarcásticamente. “Pero algo me dice que no te
has pasado toda la semana merodeando afuera de mi oficina reuniendo el valor
necesario para hacer una intervención.”
“Sí, bueno, no sé qué decir,” respondió. “No tiene sentido irrumpir en tu puta oficina
solo para mirarte, en especial considerando… ya sabes… que luces como mierda y
todo eso.”
Esbocé una sonrisa y negué con la cabeza. “Es bueno saber que al menos no has
Asentí con la cabeza. “Entonces, ¿al menos soy mejor que mirar a las paredes
blancas?” Pregunté en broma.
“Joder no,” dijo con una sonrisa. “Pero es bueno saber que no soy el único en torno a
este hijo de puta que recuerda como bromear.”
“Solo dilo, Edward,” dije en voz baja con un suspiro. “No tengo las energías para
andarme con rodeos. Solo pregunta lo que quieres saber.”
“Cuando estábamos en Phoenix, Jane dijo cierta mierda. Quiero decir, sé que ella
estaba jodidamente loca y eso, dijo que yo era un maldito fantasma, ¿lo puedes creer?
Pero ella seguía despotricándole a Alec y dijo que solo porque yo estaba haciendo lo
mismo que tú no quería decir que era lo mismo… que Isabella no era mamá,” hizo una
pausa, pasando de nuevo la mano por su cabello por la frustración mientras yo me
quedaba en silencio y lo dejaba procesar sus pensamientos. “Y no es solo eso, también
hay otra mierda. Supongo que solo me estaba preguntando… tú sabes…”
“La verdad.”
12 de julio 1980
Siempre estaba sobre mi trasero por algo, diciéndome que tan decepcionado estaba
de mí en todo lo que hacía. ‘No estás a la altura del nombre, Carlisle’. ‘Empieza a
actuar como un Cullen’. ‘Sé un hombre por una vez en tu vida’. ‘Hazme sentir orgulloso’.
‘¿Acaso sabes cómo hacer algo bien?’ ‘Deja de ser una fracasado’. El día en que su
atención no se centraba en mí era un buen día en mi opinión y no tenía la intención de
atraerla hacia mí ese día. Sin embargo, de pie en el patio trasero de la enorme casa, el
sol me cegaba, realmente deseaba haber traído mis lentes de sol, a la mierda los
padres. ¿Cómo eran impropios los lentes de sol, de todos modos? Era la maldita
Arizona a mitad del puto verano.
Suspiré molesto y miré alrededor, buscando algo de sombra en dónde pasar el rato.
Dudaba que alguien notara mi ausencia en la fiesta, ya que el lugar estaba lleno gente
a reventar que mi padre considera importante. Y por eso, probablemente me dé las
gracias por mantenerme fuera de su vista, ya que evidentemente no era capaz de
hacer nada que él considerara ‘un comportamiento decente para un hombre Cullen’.
¿Qué demonios significaba eso de todos modos? Mi padre no conocía la ‘decencia’
aunque le mordiera el trasero.
No había querido venir con ellos en primer lugar y preferiría estar de vuelta en Chicago
disfrutando de las vacaciones de verano de la escuela, pero no quería desilusionar a
mi hermana. Era una pérdida de tiempo tratar de impresionar a mi padre, porque
claramente no era más que una mierda para él, pero no quería decepcionar a mi
hermana. Siempre habíamos cuidado el uno del otro al crecer y era la única persona
que entendía con lo que tuve que lidiar en la vida—la única persona con la que no
Era de conocimiento popular entre las agencias policiales a través del país que Antonio
Cullen era el Don actual de la mafia de Chicago y me atrevía a pensar que
probablemente tenían una de sus diversas fotos policiales clavada en un pizarrón de
anuncios en algún lugar de alguna oficina de agentes federales por ello. Pero
independientemente de si la gente lo sabía o no, nunca tuve permitido el confirmarlo.
No podía admitir ante la gente lo que hacía mi familia, siempre tenía que mentir o
evadir o enfrentar las consecuencias en casa, así que no tenía sentido el siquiera
pretender con las personas que no tenía lazos con la mafia. Debido a eso, mi hermana
se había convertido en mi mejor amiga, la única persona en la que siempre podía
confiar.
Y esa es la razón por la que estaba allí, parado en el caliente sol de Arizona,
soportando el calor y la mierda que odiaba tanto. Era el día para que mi hermana
brillara y después de haber estado allí para mí todos los días de mi vida, siempre
dispuesta a escuchar mis quejas, sentí que le debía al menos eso. Le debía cierta
tolerancia, y le debía algo de maldita obediencia. Se merecía un día agradable donde
todos se llevaran bien, un día en el que mi padre persistiera con su diatriba sobre cuán
decepcionado estaba de mí como su hijo. Así que sonreí y soporté todas sus
pendejadas toda la tarde por mi hermana…
Suspiré y comencé a caminar alrededor del exterior de la casa, sabiendo que el área a
la derecha tenía que estar cubierta de sombra. Estaba refunfuñando en voz baja y
mirando hacia el suelo, aún entrecerrando los ojos por el resplandor. Di la vuelta en la
esquina y me estrellé con algo, tambaleándome de inmediato. Levanté la vista
rápidamente y mis manos se dispararon hacia adelante para sujetar a la persona
frente a mí mientras ella trastabillaba.
“Lo siento tanto, no sabía…” La suave y dulce voz comenzó a decir, tomándome
desprevenido. Parpadeé rápidamente y entrecerré los ojos mientras trataba de
ajustarlos, aturdido por la vista frente a mí. Su piel pálida estaba resplandeciendo con
tanta luminosidad que casi parecía estar destellando, su largo vestido color blanco
caía como cascada en su cuerpo y terminaba en sus tobillos. Se veía extrañamente
angelical, y tal vez eso fue cliché pero esa fue la única palabra que se me vino a la
mente en ese momento para describirla. Tenía cabello color cobrizo que estaba
brillando bajo los rayos del sol y un par de sorprendentes y profundos ojos verdes. Eran
penetrantes y miré en ellos fijamente como en un trance desde el momento en que los
Su voz se fue apagando a medida que su ceño se fruncía y me miraba con una
expresión de confusión.
“¿Señor?” Dijo vacilante. Parpadeé un par de veces cuando capté lo que me decía,
sorprendido de que se dirigiera a mí tan formalmente. No podía haber sido mucho
mayor que ella, si acaso.
“Eh, no,” le dije, dando unos cuantos pasos hacia la sombra y llevándola conmigo para
salir del sol cegador. Ella no se resistió y me miró con aprensión, bajando la vista hacia
dónde mis manos estaban agarrando sus caderas.
Una expresión de sorpresa invadió su rostro mientras me daba una suave sonrisa. Noté
que tenía un ligero sonrojo en sus mejillas y me pregunté si fue por el sol o si yo lo
había causado. Sonreí satisfecho cuando su sonrojo se profundizó mientras me miraba.
Joder sí, eso fue por mí.
“Un hermoso nombre para una hermosa chica,” le dije. Sus ojos se abrieron por la
sorpresa ante mi declaración.
“Sí, hermoso. ¿Qué, no crees que tu nombre sea lindo? Joder, podemos llamarte de otra
forma entonces. ¿Elisabetta? ¿Lizzie?” Sugerí. “Como que me gusta Lizzie.”
“Eh, supongo…” Comenzó a decir, mirándome boquiabierta. “Me gusta Lizzie pero solo
estaba sorprendida de que me hubieras llamado… hermosa.”
Mi ceño se frunció y nuevamente recorrí su figura con mis ojos, preguntándome si tal
vez me había perdido de algo ya que parecía tan sorprendida. No le faltaba ninguna
parte de su cuerpo y las que tenía estaban perfectamente formadas… jodidamente
perfecta, de hecho. No tenía esa apariencia artificial de modelo como las que podías
encontrar en las portadas de las revistas o incluso en la mitad de las chicas allá en
casa, su belleza era natural. No estaba brillando con tanta luminosidad ahora que
estaba fuera del sol, pero todavía tenía un sutil resplandor en ella. Su cabello caía más
allá de sus hombros, ondulado naturalmente, y tenía pecas salpicadas a lo largo de su
nariz. Obviamente no era italiana, ni siquiera cerca a serlo. Ningún italiano que
hubiera conocido alguna vez tenía cabello de un vivaz color rojo y ojos verdes.
Pero ella era hermosa, y no se podía negar ese hecho. Basándome en la sensación
eléctrica subiendo lentamente por mi piel por su cercanía y el leve anhelo que sentía en
mi pecho mientras la miraba, sabía que no sería capaz de olvidar que me había
encontrado con ella. Esos ojos me perseguirían, no había duda de ello, y mi padre iba
a asesinarme por eso pero no podía evitarlo. La deseaba.
No era como si no fuera ya una gran decepción para él, de todos modos. Además,
había peores personas de las cuales enamorarse que una chica irlandesa.
“No deberías sorprenderte, eres hermosa,” le dije, negando con la cabeza por lo
absurdo de la situación.
Ella me miró mientras yo hablaba, la sonrisa en sus labios haciéndose más grande.
“¿Amable? Me han llamado de muchas formas, pero por lo general amable no es una
de ellas,” dije en broma. “Un pendejo o jodido tal vez, pero no es muy a menudo que
alguien tenga algo positivo que decir de mí.”
“Pero eres amable. Puede ser que apenas te haya conocido, pero de eso me doy
cuenta. Otros no te ven con claridad si no se dan cuenta,” me dijo.
“Si Dios realmente me hubiera bendecido, ¿de verdad crees que estaría en esta casa?”
Murmuró. Sus ojos se abrieron sorprendidos después que dijo las palabras y
rápidamente levantó su mano para cubrir su boca, al parecer atónita por sus propias
palabras. Me eché a reír.
“¿Y sentido del humor? Si no lo supiera ya, diría que eres la conquista perfecta. Sigue
así, bellisima, y tal vez no te deje ir,” le dije, usando de nuevo mi encanto. Su sonrojo se
“No chocaste conmigo, yo choqué contigo. Pero no, por supuesto que no estoy molesto.
En realidad estoy agradecido, porque por lo general no tengo tanta suerte,” le dije. Se
me quedó mirando por un momento antes de negar con la cabeza.
“¿No? ¿Entonces cómo te explicas el que nos hubiéramos encontrado en, eh, esta
casa?” Pregunté bromeando. “Al parecer algo bueno salió de este día. Si eso no es
suerte, ¿entonces qué es?”
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“Eso lo sé,” me dijo, interrumpiéndome. “Chocaste con ella y casi la tiraste al suelo.
Mamá solía decirnos esa mierda todo el tiempo. Colpo di fulmine. Fue amor a primera
vista.”
“Sí,” le dije.
“Y ella estaba allí por la familia de Alec y no la nuestra, porque nuestra puta familia no
la conocía, ¿cierto?” Preguntó, levantando las cejas con curiosidad. Yo asentí con la
cabeza.
“Entonces, dime… ¿qué demonios estaba haciendo una chica irlandesa en una fiesta
de compromiso de dos italianos?”
12 de julio de 1980
Me senté con mi espalda contra el costado de la casa y mis piernas extendidas frente a
mí, abanicándome con la mano mientras el sudor prácticamente salía a borbotones de
mi piel. Tenía unos cuantos botones de mi camisa desabrochados y mis mangas
enrolladas hasta los codos, tratando de que mi cuerpo aspirara el calor sofocante.
Elizabeth estaba junto a mí, sus piernas dobladas con sus rodillas en su pecho con uno
“Joder, ¿no tienes calor?” Solté después de unos minutos de silencio. Habíamos estado
sentados allí por al menos una hora y ninguno de los dos habíamos hablando mucho.
Ambos parecíamos fascinados por la presencia del otro y sin saber qué decir. Había
algo en el aire entre nosotros que no podía describir, pero podía sentirlo. Era casi
magnético, una fuerza que me atraía más y más a ella, sin que se pronunciara una
sola palabra. No sabía si ella podía sentirlo, pero cada vez que la miraba me
encontraba con esos profundos ojos verdes y podía ver la curiosidad e intriga en ellos.
Me eché a reír, negando con la cabeza. “Esto es mucho más que calor, bellisima. Esto
es como un horno.”
Ella sonrió, mirándome. “Puedes ir allá dentro,” sugirió. “De seguro el aire frío de los
aires te harán sentir mejor.”
“Estoy seguro que sí. ¿Vas a entrar conmigo?” Pregunté, levantando las cejas
inquisitivamente. Sus ojos se ampliaron por la sorpresa y rápidamente sacudió su
cabeza.
“Oh no,” dijo, escuchándose algo temerosa. “Eso no… estaría bien.” Me reí entre
dientes y asentí.
“Bueno entonces, yo tampoco voy a entrar ahí,” le dije. “No han notado que no estoy y
hasta que no lo hagan, me quedo justo donde estoy.”
“¿Se darán cuenta de que no estás?” Preguntó con curiosidad. Negué con la cabeza.
“Probablemente no. A mis padres les están besando el trasero allí dentro y mi hermana
está ocupada recibiendo las felicitaciones de la gente, así que, joder, dudo que ahora
siquiera recuerden que estoy vivo,” murmuré, bajando mi mano y agarrando una mata
de hierba con enojo. Extendió su mano hacia la misma área cuando yo lo hice y
nuestras manos se tocaron, una chispa me golpeó cuando mi piel tocó la suya. Retiré
mi mano rápidamente y ella se quedó inmóvil, mirándome con cautela.
“Sentí toques,” dijo en voz baja, todavía mirándome. Pude ver la curiosidad en sus ojos,
las preguntas que obviamente quería hacer, allí, suspendidas en el aire porque por
alguna razón se estaba conteniendo. Me miraba como si fuera un producto de su
imaginación, como si en cualquier momento iba a desaparecer.
“Eso es jodidamente loco,” murmuré, cuando recorrí con mis dedos más allá de su
muñeca y subí por su antebrazo. Mi caricia le dejó la piel de gallina y ella dejó escapar
un suspiro tembloroso mientras me miraba.
“Me recuerda las tormentas con relámpagos que tenemos aquí,” dijo con voz suave. Mi
movimiento se detuvo cuando dijo esas palabras, una sensación extraña recorrió mi
cuerpo y se sintió como si simplemente…. supiera.
“Lo he escuchado, por supuesto, pero en realidad no sé qué significa,” dijo. “Aunque,
se escucha bonito.”
Me reí entre dientes. “Eso he escuchado,” le dije. Las chicas americanas allá en
Chicago estaban fascinadas por la lengua y no les importaba que les dijera mientras
lo hiciera en italiano.
“¿Qué significa eso?” Preguntó en voz baja. “¿El colpo di fulmine?” Sonreí con
suficiencia mientras ella intentaba copiar mi acento, pero su pronunciación era horrible
hasta el punto de ser adorable.
“Literalmente, significa rayo, pero es una frase que algunas personas usan para
describir…” Mi voz se fue apagando, sin saber cómo describirlo sin asustarla al usar
una palabra con tanta fuerza como ‘amor’. Acaba de conocer a la jodida chica,
después de todo.
Pasé el dorso de mi mano por su mejilla y sus ojos empezaron a cerrarse por la
En realidad, nunca antes había deseado besar a una chica, nunca le vi el atractivo,
pero en ese momento no había nada que quisiera más que darle un puto beso.
Supe de inmediato que nunca tendría suficiente de esos putos ojos. Colpo di fulmine,
sin duda.
“¿Quién eres tú?” Le dije, preguntándome de dónde demonios había venido. Nunca
antes imaginé experimentar esa mierda, y siempre pensé que era algo mítico. El
concepto del amor a primera vista era simplemente una locura para mí, la idea de que
puedes tener una conexión instantánea con alguien y saberlo tiene que ser
simplemente ridículo. Ese tipo de cosas simplemente no pasan. Pero aun así… acaba
de pasar.
Esperé a que terminara pero antes de que pudiera contestar mi pregunta los ojos de
Elizabeth miraron rápidamente por encima de mi hombro y se abrieron con horror, lo
que vi me asustó e hizo que mi corazón se acelerara. Me volví rápidamente y me
congelé cuando vi a Jane de pie en la esquina de la casa, mirándonos furiosa con una
expresión de odio en su rostro.
“Vete de aquí maldita loca…” Escupí, a sabiendas de que nunca vino nada bueno de
la presencia de esa chica. Era sádica y retorcida, pateaba a la gente por diversión.
Mi ceño se frunció por sus palabras mientras Elizabeth empezó a tartamudear. “Yo,
eh… digo…” Empezó a decir. La atención de Jane estaba centrada en ella a medida
que su temperamento se enardecía.
“Sí, ama,” Elizabeth murmuró, su vista bajó rápidamente al suelo a medida que su
respiración se aceleraba por el miedo. Mis ojos se abrieron por la conmoción cuando
registré esas palabras. ¡¿Ama?!
“¡Más tarde vas a pagar por tu desobediencia! ¡Ahora vuelve al jodido trabajo,
esclava!” Jane escupió.
Definitivamente había peores cosas de las que enamorarse que una irlandesa… y
joder, al parecer acababa de enamorarme de una.
¡¿Una esclava?!
__________________________
“¿Y bien?” Dijo Edward con impaciencia cuando no respondí. “Dijiste que no ibas a
andarte con rodeos, así que solo dime. ¿Qué estaba haciendo ella allí?”
Lo miré por un momento antes de tener que desviar mi mirada, incapaz de ver esos
ojos, los ojos de Elizabeth, mirándome. Siempre fue jodidamente difícil mirar a Edward
por lo mucho que se parecía a su madre.
“Ella, eh… ella era… la servidumbre,” le dije en voz baja, bajando la vista a la pila de
papeles en mi escritorio, mi corazón comenzó a latir con fuerza y rapidez a medida que
me preparaba para cualquier potencial mala reacción que fuera a tener. Me había
quedado pasmado cuando descubrí que era una esclava porque no lucía como una en
lo absoluto. La Sra. Evanson era tan particular que exigía que su servidumbre estuviera
bien vestida y acicalada, sin querer que ninguna de sus pertenecías estuviera fuera de
lugar. La mayoría de los Mafiosi cuidaban bien de sus esclavos, pero los Evanson
siempre lo llevaron al siguiente nivel.
“¿La servidumbre?” Él repitió mis palabras, la tensión en su voz marcada. “¿Qué, como
la jodida sirvienta, papá? ¿Era una maldita camarera? Porque ustedes dos tenían,
¿qué? ¿Quince años? Eso no es precisamente la edad suficiente para estar empleado
legalmente en esa mierda, ¿cierto? No es como si ustedes hijos de puta siguieran las
“¿Cómo pude haber sido tan jodidamente estúpido y no haberlo visto antes?” Dijo,
sacudiendo su cabeza. “Todos los putos indicios estaban allí. ¡Ni en un millón de años
me hubiera imaginado que ella había sido una jodida… tendrías que haber… Cristo!”
Suspiré y moví hacia adelante mi escritorio apartándolo de mí, negando con la cabeza.
“Puedes decir la palabra, Edward,” le dije. “Decir la palabra no lo hace…”
“¡…. más o menos real, mierda, lo sé!” Espetó. “Ya habías dicho esa mierda antes. Pero
dime, papá, ¿tú puedes decirla?”
“Por supuesto que puedo,” respondí rápidamente. “Es solo una palabra.”
“Entonces dila. Dila en voz alta. Deja de decir esa mierda de que ‘era la jodida
servidumbre’ y dilo,” me dijo, mirándome furioso. “Dime lo que era realmente mi
madre.”
“Una esclava,” dije enfáticamente, perdiendo la compostura. “Ella era una esclava,
Edward. No sabía que lo era la primera vez que la conocí porque la señora Evanson
era tan estirada que se aseguraba que incluso sus esclavos se vieran pulcros…”
Sus ojos giraron de golpe en mi dirección mientras su ira se encendía aún más. “No
puedo creer esa mierda. ¿Mi madre vivió con esa pequeña perra sádica? Joder, vivía
con Alec, ¡¿era la puta esclava de mi tío?! Maldición, no me extraña que tuviera
maldito miedo de él. ¿Es por eso que él siente que se lo debe a ella? ¿Por lo que ella
pasó en su puta casa?”
“Yo, eh… supongo que puedes decir eso. En realidad no soy quién debe contarte esa
historia y…” Empecé a decir pero él gimió con fuerza y me interrumpió.
“Por supuesto que no eres tú quién debe contarme esa puñetera historia. La maldita
“Es mejor para ti que te calmes de una puta vez,” dije bruscamente. “Si quieres una
maldita explicación, hijo, sienta tu trasero. Si no, sal de mi vista. La decisión es tuya.
No voy a quedarme aquí sentado y dejar que me reprendas como a un niño. Ya es hora
de que madures de una puta vez.”
Se quedó allí parado, mirándome con el ceño fruncido y cerrando sus manos en puños.
Podía ver que quería decir algo, que quería agredirme un poco más, pero él sabía que
no estaba jugando. Sabía que si quería respuestas iba a tener que hacer las cosas a
mi manera, porque a mí no me iba gritar.
Resopló molesto y se dejó caer en la silla, sin dejar de mirarme enojado. Me volví a
sentar con cuidado y ordené algunos papeles sobre mi escritorio que desordenó con su
arrebato, echando un vistazo rápido a la pantalla de la laptop.
“¿Cuándo crees que debía habértelo dicho, Edward? ¿Cuándo tenías dos años y no
sabía lo que era una puta esclava? ¿Cuándo tenías ocho años y veías a tu madre como
si fuera infalible? ¿Después de que murió, cuando ya estabas sufriendo?” Pregunté
deliberadamente. “No te lo oculté por ser un pendejo, o para mantenerte ignorante.
Simplemente, nunca fue el tiempo apropiado….”
“¿No crees que tenía jodido derecho a saberlo?” Interrumpió. “¿No solo yo, sino
también Jasper y Emmett? ¿No teníamos derecho a saber quién era realmente nuestra
madre?”
Me miró conmocionado. “No quise decir….” Comenzó a decir pero levanté la mano
rápidamente para detenerlo.
“No importa lo que querías decir. Precisamente esta es la razón por la que nunca quise
que te enteraras. Nunca quise que la imagen de tu madre fuera corrompida o
manchada por esto. Tu madre fue una mujer jodidamente asombrosa. Era fuerte y
“Lo sé,” dijo en voz baja. “Mierda, dije que no quise decir eso.”
“Exactamente. Y si algún día ustedes dos inician juntos una familia, estarás en mis
zapatos. Decidí dejar que Elizabeth tuviera su futuro y dejar atrás su pasado, y tal vez
fue injusto no decirte pero era su vida,” le dije. “Supongo que tú decidirías lo mismo por
Isabella y no dejarías que su historia nublara su libertad.”
“Sabes, no me importa lo que pudieran haberte dicho, Edward. Es imposible verlo todo
en la vida estrictamente en blanco y negro. Algunas veces tienes que seguir a tu
corazón y no a tu cabeza, pero algunas personas no entienden eso y nunca lo harán.
Amaba a tu madre y no dejaría que la logística me impidieran amarla sin importar lo
que la gente podría haberme dicho. No fue fácil, pasamos por un infierno luchando por
estar juntos e implicó muchos riesgos que afortunadamente he sido capaz de impedir
que tomaras hasta ahora. He tratado de hacerlo lo más sencillo posible para ti, de
manera que tal vez tú aprendas de mis errores y no sigas el camino que yo tuve que
recorrer y enfrentar los obstáculos que nosotros tuvimos que enfrentar.”
“Por eso fue que dijiste esa mierda aquel día que fuimos al campo de tiro, cuando me
dijiste lo que tenía que hacer para lograr que ella se acostumbrara al mundo exterior si
quería una oportunidad con ella. Sabías esa mierda y me pediste que confiara en ti
porque tú mismo ya habías pasado por eso,” me dijo.
“Sí. Solo que yo no tuve a nadie que me lo explicara y me guiara, tuve que aprender de
mis errores. Era ingenuo y asumí que Elizabeth estaría perfectamente bien pero
aprendí de la maldita forma difícil que no era así de fácil. Perdí la paciencia con ella
tantas veces porque no entendía y la jodí en grande algunas veces. Estaba tan
desesperado que incluso llegué tan lejos como para llevarla a un psiquiatra, con la
esperanza de una solución rápida, y casi nos lleve a la ruina en el proceso,” le dije,
sacudiendo la cabeza ante el recuerdo de esa catástrofe.
“¿Hiciste eso? Quiero decir, ella siempre se vio tan jodidamente… normal. Me refiero a
qué, cómo… Cristo, no puedo creer que fuera una puñetera esclava,” dijo,
“Una vez que fui paciente con ella y comenzamos a buscarle solución a las cosas, ella
se adaptó rápidamente. Me sorprende que después de pasar tanto tiempo con Isabella,
no se te ocurriera la posibilidad de que tu madre pudiera haber estado en su misma
posición en algún momento. Tiene que haberte recordado a ella,” le dije. Me miró con
curiosidad.
“Esa fue exactamente nuestra intención,” le dije. “¿Puedes ver ahora cómo el saber que
tu madre fue una ex esclava hubiera corrompido tu impresión de las cosas que hacía,
desde su amor por los libros hasta incluso su forma de cocinar? No queríamos eso.”
12 de julio de 1980
“Eh, sí. Gracias. ¿Qué es?” Pregunté con curiosidad, mirando el vaso. Ella sonrió
suavemente, sus ojos moviéndose rápidamente alrededor a medida que miraba para
asegurarse que nadie estaba escuchando nuestro intercambio.
____________________________
Abrí de golpe la puerta de la casa de los Evanson en Chicago con tanta fuerza que se
estrelló contra el muro, sin molestarme en tocar o siquiera cerrar la puerta detrás de mí.
Subí corriendo las escaleras en pánico, mi corazón latía con tanta fuerza en mi pecho,
que se sentía como si la puta cosa fuera a romperse. Estaba en pánico y sabía que iba
a ser reprendido por mi comportamiento, pero nada de eso me importaba en ese
momento. No importaba lo que ninguno de ellos pensara o lo que posiblemente harían
más tarde conmigo… todo lo que importaba era ella. Corrí hacia la puerta al final del
pasillo en el segundo piso, casi chocando con Alec cuando él salía de otra habitación.
Me agarró para detenerme pero lo empujé con fuerza, la ira emergía a través de mí.
“¿Cómo pudiste?” Dije con brusquedad, fulminándolo con la mirada. “¿Cómo pudiste
dejarla aquí sola? ¿Desprotegida?”
“¿Lo sientes? ¿Te estás disculpando conmigo? ¿Le pediste una puta disculpa a ella?”
Grité. Negó con la cabeza y reí con amargura, agarrándome el pelo con frustración.
“Por supuesto que no. ¿Cómo pudiste, Alec? ¡Nunca te había pedido una mierda!
¡Sabes lo que siento por ella! ¿Cómo permitiste que esto pasara?”
“¿Qué, pensaste que esos bastardos eran confiables?” Espeté. “¿Tú, de entre todos,
decidiste hoy ser confiado? ¡Tenías que haber estado pendiente de ella! ¡Sabes cómo
son algunos de ellos en lo relacionado con los irlandeses! La vieron como un juguete,
¡¿colgaste un trozo de carne frente a su cara y luego les diste la espalda esperando
que no atacaran?! ¡Deberías haber sabido la mierda que iba a suceder!”
“Lo sé,” me dijo. “Ahora es demasiado tarde para cambiar las cosas, pero me doy
cuenta que cometí un error de juicio.”
La abracé con fuerza y su cuerpo se estremeció, sus sollozos cada vez más fuertes.
Sentí mis ojos llenarse de lágrimas a medida que el dolor en mi pecho se intensificaba.
Ella había sido tan fuerte.
“Lo sé, Lizzie. Estoy jodidamente orgulloso de que te defendieras. Nada como esto
jamás pasará de nuevo. Te lo juro.”
______________________________
5 de enero de 1983
Bajé los escalones tambaleándome, frotándome los ojos a fin de despertarme. Era
temprano, tan temprano que el sol ni siquiera se había levantado, y joder, todavía
debería estar dormido. Estaba exhausto pero había despertado en una habitación
vacía y no había forma de que simplemente pudiera volver a dormir hasta que
averiguara a dónde demonios había ido ella.
“Buenos días,” le dije, mi voz todavía gruesa por el sueño. Dio un respingo, asustada, y
se giró para mirarme. Ella siempre estaba tan en sintonía con todos y todo a su
alrededor pero estaba empezando a perder un poco de eso, no estaba seguro si era
algo bueno o malo. Significaba que de alguna manera se estaba acostumbrando al
mundo y relajándose, pero nunca era bueno que un hijo de puta pudiera acercarse
sigilosamente cuando estabas de espaldas.
“Buenos días,” dijo con voz suave, sus mejillas sonrojándose a medida que sus ojos
recorrían mi pecho desnudo antes de encontrar los míos. “Yo, eh… te hice un pastel.”
Sonreí y agarré sus caderas, acercándola a mí. Ella sonrió con timidez y extendí mi
mano, tomando un poco de glaseado de la cima del pastel. Lo probé y tarareé,
asintiendo con la cabeza.
Me aparté después de un minuto y ella jadeó por aire, mirándome con adoración a
medida que sus mejillas se sonrojaban de nuevo.
________________________________________
1 de octubre de 1996
“No esa mamá, esta,” dijo con un poco de lloriqueo en su voz, presionando una tecla.
Elizabeth asintió y lo miró sonriendo.
“Ya lo tengo, sole. Lo haré mejor,” le dijo juguetonamente. Edward rodó sus ojos.
____________________________
“¿Cómo…?” Edward empezó negando con la cabeza, pasando una mano por su
cabello en frustración. “Quiero decir, joder, papá. Esto es simplemente una mierda.”
“¿Y esa era la razón por la cual estaba tan jodidamente desesperada por salvar a
Isabella? ¿Porque había vivido la misma mierda, porque había estado en su lugar?”
Preguntó, levantando las cejas con curiosidad. Pude ver el sufrimiento en sus ojos
mientras me miraba con una expresión de agonía en su rostro. Sabía que todo esto era
difícil de aceptar para él, todo lo que había creído que era verdad estaba siendo
puesto en duda. Estaba sacudiendo sus cimientos y él estaba luchando por
estabilizarse.
“Se podría decir que sí. Tu madre no nació en esa vida como Isabella, pero Elizabeth
sabía lo que le esperaba. Isabella aún estaba muy ajena a ello cuando la conocimos,
no sabía en realidad del mundo fuera del suyo. Era tan inocente e ingenua y tu madre
quería salvarla antes de que la realidad la destruyera,” le dije, negando. “No quería
que esa dulce niña pasara por lo que ella había pasado. Tu madre sabía que no podía
borrar su pasado, pero sabía que si le daba a esa pequeña niña un futuro real, lejos de
todo eso, podría de alguna forma reconciliarse con ello.”
“La misma razón por la que salvó a Emmett… algo bueno como resultado de algo
malo. Quería salvar a Emmett porque él fue el resultado de una violación y ella fue
violada y….” su voz se fue apagando y una expresión de horror cruzó por su rostro.
“Joder, no. ¡Cristo, no me digas que ella fue de ese tipo de esclava de mierda!”
Mis ojos se ampliaron por la sorpresa y rápidamente negué con la cabeza. “Oh, no,
para nada. Ella era utilizada para trabajo,” le dije, sin querer que su mente tomara ese
camino en absoluto. Mis palabras lo tranquilizaron y al parecer lo hicieron relajarse un
poco. “Ella fue atacada durante ese tiempo, pero no se consintió en lo absoluto y se
“¿Al decir que se resolvió el asunto, te refieres a que mataste a esos hijos de puta?”
Preguntó enfáticamente. Asentí titubeante. No les había hecho algo exactamente pero
mi padre había sido el Jefe en ese entonces y me aseguró que se habían encargado de
ellos. “Entonces, ¿esa es la razón por la cual no nos dejas ver a la abuela?”
Me encogí de hombros. “Tu abuela no estaba en su sano juicio, Edward. Nunca aceptó
realmente a tu madre y no quería que tuvieras que escuchar su perorata. Una esclava
era lo suficientemente malo, una esclava irlandesa era razón suficiente para ser
repudiada a sus ojos. Tu abuelo fue más comprensivo, afortunadamente.”
“Así que, ¿ella era de verdad irlandesa? Quiero decir, ¿al menos esa parte era la puta
verdad?” Preguntó.
“Sí, era irlandesa. De sangre pura en realidad. Nació en Irlanda de una adolescente
que no pudo cuidar de ella, así que la dio en adopción. Elizabeth vivió sus primeros
dos años de vida en un orfanato antes de que una pareja irlandesa de aquí la
adoptara. Vivió con esa familia en el área de Bridgeport de Chicago hasta que tuvo
seis años y pudo experimentar las cosas normales al igual que otros niños, como ir al
jardín de niños. Su padre se vio en problemas con la mafia irlandesa, les debía un
montón de dinero y no pudo pagar así que decidieron arrebatarle a Elizabeth a mitad
de la noche como garantía,” le dije. Él me miró con curiosidad.
“¿Y así fue como se convirtió en esclava? ¿Ella era una maldita niñita normal que
simplemente fue secuestrada? ¿No la buscaron?” Preguntó, su ceño frunciéndose.
Asentí.
“Por supuesto que la buscaron, pero, ¿sabes cuántos niños se extravían en este país,
Edward? Alrededor de dos mil niños, todos los días. Tu madre desapareció en 1971,
más de una década antes de que el Centro Nacional para Niños Desaparecidos y
Explotados fuera siquiera creado. La buscaron pero no había pistas, así que
continuaron con el siguiente niño desaparecido. No tenían el internet o cualquier
agencia externa para mantenerse al día con eso y la policía estaba inundada de
casos. Desde luego no tenían alertas ámbar en ese entonces. Todo lo que tenían
realmente era el boca a boca, y una vez que todos dejaron de hablar sobre ello y los
volantes fueron cubiertos o se cayeron, fue como si ella nunca hubiera existido,” le dije.
“Yo lo hice,” dije en voz baja. Me miró confundido, obviamente, sin esperarse esa
respuesta. “No eran fáciles de convencer y nadie me apoyó así que fue la única forma.
Traté de convencer a Alec de hacerlo pero se negó, diciendo que no le correspondía
intervenir. Me inicié el día que cumplí dieciocho años y respondí por ella esa misma
noche. Ella había tenido cierto grado de libertad antes de eso, vivió con Alec y Esme
por un tiempo antes de venir a quedarse en nuestra casa, pero después que respondí
por ella fue libre para irse conmigo.”
“No tuvo nada de fácil esa mierda, Edward. Intenté todo lo que pude. Me desesperé
tanto después de que fue atacada que traté de llevármela y huir, pero eso solo fue un
completo desastre. La única forma en que tu abuelo permitiría que pasara sería si yo
me unía a la Borgata y él hizo un maldito gran trabajo convenciéndome que era lo
mejor. Me convenció de que era la única forma de mantener a Elizabeth a salvo, la
única forma en que realmente podríamos estar juntos. Había estado tan orgulloso de
mí cuando accedí a unirme, y eso no era algo que sucediera muy a menudo.
Finalmente hice algo para hacerlo feliz. Finalmente estuve a la altura del apellido
Cullen,” dije, sacudiendo la cabeza. “Qué maldito bien me hizo.”
“No tiene importancia. Ya está hecho. ¿Es todo lo que querías saber? Porque
francamente estoy exhausto y ya no tengo energías para esto,” pregunté con
frustración.
“Supongo que sí. Mierda, no lo sé. Todavía estoy algo así como en shock y esa
mierda,” me dijo. “Quiero decir, ¿qué hay de Emmett y Jasper?”
“Eh, sí, no creo que sea una buena idea en este momento. Me refiero a que, le diré
algún día… simplemente hoy no,” murmuró. “Tiene suficientes mierdas en las que
pensar ahora de por sí.”
“Me imagino que sí,” le dije, mirando hacia la laptop todavía abierta junto a mí. Al
Eché mi silla hacia atrás y abrí el último cajón del escritorio de lado derecho,
agarrando los archivos que estaban encima. Cerré el cajón y le entregué los archivos a
Edward, los que tomó con cuidado. “¿Qué es esto?” Preguntó, arqueándome una ceja
con curiosidad.
“Así que, ¿en serio ella recibe todo?”, preguntó. “Sé que él firmó los papeles o lo que
sea pero joder, de verdad, no pensé que, en realidad, él fuera a morir. Me refiero a
que, él era un vil hijo de puta, y pensé que viviría 108 años solo para torturarnos a
todos.”
Sonreí y sacudí mi cabeza. “Sí, ella recibe todo. Toda la tierra de los Swan, la casa, el
dinero… técnicamente ella recibiría a todos los esclavos de acuerdo a nuestro código
de conducta, ¿sabes?... pensamos que eso no sería sabio.”
“Sí,” él concordó. “Eso sería una mierda, darle esclavos. Sería como una cachetada en
el rostro.”
En cuanto pronunció las palabras sus ojos se estrecharon y me miró con desconfianza.
Se quedó callado por un momento pero sabía exactamente lo que estaba pensando
basándome en su expresión. A veces podía ser tan transparente.
“¡Que cara la tuya haciendo la mierda que hiciste!” Espetó, dejándolo salir.
“¿Adueñándote de malditas personas después de que mi misma madre pasó por esa
mierda? ¡Ella sentiría maldita vergüenza de ti!”
Sus palabras dolieron pero mantuve mi actitud calmada, luchando contra el impulso
de arremeter contra él. “Ella estaría avergonzada, pero te aseguro que mis intenciones
siempre fueron buenas. Nonna se ofreció a venir aquí conmigo todos esos años atrás
después de pasar su vida con la familia de Aro. Él me dijo que se estaba haciendo muy
vieja y se quería deshacer de ella y le salve la vida llevándola conmigo. Después que
murió, no tenía intención de conseguir otra, pero James me obligó frente a Aro cuando
“Sí, bueno, como dije antes, no soy yo a quién tienes que estarle diciendo esa mierda,”
me dijo con molestia en su voz. “Joder, deberías estar disculpándote con ella.”
Suspiré exasperado. “Tal vez algún día lo haga… después de que le digas la verdad,
por supuesto. Mi disculpa por lo que le hice no significaría gran cosa si ella no
entiende por qué lo estoy haciendo.”
“Bueno, estoy seguro como la mierda que no le voy a decir ahora,” me dijo. “Lo último
que necesita ahora es sentirse culpable por lo que le sucedió a mi madre. Siente
bastante dolor y culpa por su cuenta.”
Asentí. “Algún día, entonces,” le dije, echándole un vistazo a la laptop. “No puedes
ocultarle secretos para siempre, no si quieres que su relación sobreviva. El día que la
traje le dije que algún día le explicaría por qué la había elegido a ella. Será mejor si lo
escucha de ti. De hecho, creo que necesita escucharlo de ti… porque, Edward, con el
tiempo va a averiguarlo y sería menos doloroso si viniera de ti, si ella sabe que estás
bien y todavía la amas. No te gustaría que se enterara de cualquier otra forma.”
“Lo sé,” dijo simplemente. Nos quedamos en silencio por un minuto antes de que me
aclarara la garganta y lo mirara.
“Joder, no lo sé… trato de no pensar en ello, ¿sabes? No es la primera vez que veo a
alguien morir pero esa mierda estaba jodida, el ver a Alec… ya sabes. Y Cristo, ver a
su madre… todavía no puedo creer esa mierda,” dijo de un tirón.
“Es lamentable, pero ella ahora está en paz. En cuanto a los otros dos, no puedo decir
que esté triste por verlos muertos,” le dije. “Si quieres hablar sobre ello, te escucharé.”
“Sí, bueno, gracias pero no gracias,” murmuró. “Preferiría solo olvidarme de esa
mierda.”
“Joder, no lo sé,” me dijo, encogiéndose de hombros. “Ella dijo que no quería hacer
nada o hacer algo grande para ese día pero me siento como un pendejo de no
celebrarlo. Quiero decir, ni siquiera sé cuantos años cumple. Sé que en realidad tiene
diecisiete años pero, ¿cuántos pinches años le pusiste?”
Sonreí. “Legalmente, tiene diecinueve años. Le pusimos dieciocho cuando la traje aquí
y se quedó así.”
“Diecinueve años,” repitió, sonriendo con suficiencia. “Entonces, estoy saliendo con una
mujer mayor.”
Me reí un poco. “Supongo que puedes decir eso, técnicamente hablando. E Isabella
nunca antes ha celebrado un cumpleaños, así que no me sorprende que no quiera
celebrar este después de todo lo que ha pasado.”
“Sí, probablemente solo la lleve a cenar o lo que sea. Pensé en pasar la noche en
Seattle, si te parece bien,” murmuró.
“No tengo nada que ver con eso,” le dije, negando con la cabeza. “Ahora es una chica
libre. Puede vivir en mi casa tanto como sea necesario, pero es libre de hacer lo que le
plazca.”
“Eso es lo mejor que alguien puede darle,” dijo en voz baja antes de reírse entre
dientes. “Estoy seguro como la mierda que no puedo superar ese regalo.”
Me eché a reír, sacudiendo la cabeza. “No es un regalo, Edward. Solo es darle a lo que
ha tenido derecho todo el tiempo, lo que es legítimamente suyo.” Hice una pausa.
“¿Sabes… eh, siquiera sabes lo que está haciendo en este momento?”
Asentí y agarré la laptop, dándole la vuelta para dejarla frente a él. La miró y frunció el
ceño mientras se movía hacia adelante para ver mejor. Isabella seguía sentada en esa
silla, mirando hacia la oscuridad.
“¿Qué demonios?”
“Ha estado allí todas las noches. Cuando sales de la habitación, no pasa mucho para
que salga detrás de ti. Se sienta allí durante horas y cuando finalmente empiezas a
subir ruidosamente las escaleras ella se echa a correr a la habitación antes de que tú
llegues allí,” le dije. “Cuando estás en la escuela, ella lee y vaga por la casa como un
“Sí. Has estado tan turbado con esta mierda que ni siquiera te has dado cuenta que
Isabella se está consumiendo. Sé que te sonríe y actúa como si todo estuviera bien
cuando estás alrededor, pero al momento que te das la vuelta allí es a dónde va. Se
aísla, se encierra en sí misma, y empeora cada día,” le dije, sacudiendo la cabeza. “No
sé si todo es a causa de su madre o qué, pero se está derrumbando.”
Levanté la vista al reloj, viendo que eran unos minutos después de la medianoche.
Ahora era oficialmente 13 de septiembre del 2006… exactamente un año del día en que
entré en la casa de los Swan y posé mis ojos en esa niña asustada en venta, y
exactamente trece años desde la última vez que Elizabeth posó sus ojos en ella en
persona. De hecho, fue exactamente hace trece años que ella y Edward se conocieron
por primera vez, cuando eran apenas unos inocentes niños, ignorantes de los males del
mundo. Lástima que no podemos volver a esos días, antes de que los dos fueran
destrozados por las realidades de la vida. Sus vidas eran como un enorme
rompecabezas, dividido en miles de piezas, y estaban tratando desesperadamente de
ordenarlas y unirlas de nuevo. Solo esperaba que cuando terminaran todas las piezas
estuvieran todavía allí y que a ninguno le quedara un espacio vacío, un agujero en el
centro que ninguna otra cosa pudiera llenar más que esa pieza faltante. Ah, como ya
dije, estaba demasiado cansado para un jodido pensamiento inteligente. Estaba
extenuado, mis manos temblaban y mis ojos ardían, mi cuerpo pedía a gritos descanso
pero mi mente estaba aún más desesperada por ello. Mi mente deseaba paz… pero
nunca habría paz para mí sin Elizabeth. Sin ella, siempre tendría una pieza faltante.
“¿Sí, Lizzie?” Pregunté en voz baja, abrazándola con más fuerza. Estábamos
acostados en la cama, las mantas envueltas holgadamente en nuestras formas
desnudas.
Ella levantó la vista para mirarme y me dio una brillante sonrisa, su rostro
prácticamente resplandecía de felicidad. Era deslumbrante el verla así, una visión que
no quería perder nunca.
“Ya sabes que Alec puede venir hoy,” me dijo. “No le guardo ningún rencor. Nada de lo
que me pasó fue su culpa. Él es parte de tu familia y…”
Me dio una suave sonrisa y asintió. “Nuestra familia,” repitió. “Debería venir para la
boda.”
“Sí, una vida. Una que no puedo imaginar sin ti. Te necesito, Elizabeth. No puedo vivir
sin ti y si llegara el día en que me viera forzado a… eh… bueno…”
“Bueno… solo contaré los putos días hasta que esté contigo de nuevo. Destino,
¿recuerdas?” Le dije.
Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola
Guevara, Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana
Ortiz, Pilar Ocampo
Me senté en la oscura biblioteca, mirando hacia la inmensa oscuridad del patio de los
Cullen. Era una noche triste, la espesa niebla y la lluvia salpicaban contra la ventana,
cayendo de las enormes nubes, flotando sobre mí. No había rastro de la luna o las
estrellas, nada más que oscuridad. Era extraño, la imagen y eco de la lluvia en la
solitaria biblioteca, pero se sentía casi cómodo. Era lo que sentía por dentro... vacío,
negro, feo...
Era difícil encontrar palabras para esto y era prácticamente imposible de describir. Me
sentía casi muerta. Podría haber estado tomando oxígeno en mis pulmones y mi
corazón podría haber estado bombeando sangre a través de mi cuerpo, pero una parte
de mí había dejado de existir. No había sido de inmediato, de hecho, no había nada
rápido ni indoloro acerca de esto. Había sido una lenta y tortuosa muerte,
angustiosamente dolorosa mientras me consumía con el conocimiento de que había
sido mi culpa.
Mi existencia la había destruido y todo el mundo sufría porque yo estaba viva. Todos
los días tenía claro que si no hubiera nacido nunca, nada de esto podría haber
ocurrido. Yo los había arruinado a todos y continuaba arruinándolos. Ella aún estaría
viva si no hubiera sido por mí y nada de lo que alguien dijera cambiaría lo que siento.
13 de septiembre... el aniversario del día en que sin darme cuenta había empezado a
destruir la vida de las personas. Era mi cumpleaños, pero no había nada qué celebrar.
No había nada feliz en este día, pero ellos nunca sería capaces de entender... sobre
todo Edward.
No estaba segura de dónde estaba Edward en este momento. No sabía a dónde iba
cuando salía de la habitación en medio de la noche y nunca le pregunté, pensando
que estaba en la planta baja tocando el piano o simplemente porque necesitaba
tiempo a solas. No sabía todos los detalles sobre lo que había pasado en Phoenix, pero
sabía lo suficiente como para crearme una idea básica.
Cerré los ojos, sintiendo las lágrimas que se derramaban por sus palabras. Sabía que
él tenía buenas intenciones, pero no había nada feliz en el día en que nací y no estaba
de humor para fingir lo contrario. Los dos nos quedamos en silencio y escuché su
respiración regular después de un tiempo mientras se quedaba dormido.
Dormí sin descanso, pero eso no era nada nuevo. No he tenido más una noche
completa de descanso, ya que siempre tenía pesadillas que parecían arrastrarme y
atormentarme mientras dormía. Ya no hay paz en la noche, era irónico, porque los
únicos momentos en que me sentía contenta era en la oscuridad.
“No puedo hacer una puta torta, y ni siquiera voy a intentarlo” murmuró, sonando casi
avergonzado. Sonreí suavemente y lo miré fijamente, sintiendo mi pecho hincharse
hasta el punto en que era casi doloroso con todo el amor que sentía por él. Él todavía
era mi mundo, el único, lo amaba más de lo que nunca hubiera imaginado posible.
Una parte de mí puede haberse sentido muerta, pero todavía había otra parte que vivía
y respiraba por Edward Cullen.
“Eso es dulce”, le dije gentilmente, tomando el plato “No tenías que hacerlo, te dije…”
“Sé lo que me dijiste”, dijo rápidamente, interrumpiéndome. “Pero no puedo solo pasar
por alto tu cumpleaños. Sé que tienes mierda en tu mente o lo que sea, pero aun así,
hoy es un día especial y debe ser tratado adecuadamente. Así que no hay discusión,
esto es como la maldita Navidad, y es de mal gusto discutir con la gente cuando hacen
alguna mierda por ti. Es como rechazar a un caballo regalado o algo así.”
“¿A caballo regalado no se le mira el diente? “, le pregunté con una sonrisa. Él rodó los
ojos y sonrió entre dientes, metió la mano en su bolsillo y sacó un encendedor.
“Sí, eso. A caval donato non si guarda in bocca. Solo recíbelo con una sonrisa y todo va
a estar jodidamente terminado antes de que te des cuenta”, dijo, agitando el
encendedor y encendiendo la pequeña vela de cumpleaños azul y blanco sobre el
pastel. En el momento en que apartó la mano soplé la vela, causándole risa. “Ansiosa,
¿verdad? ¿Pediste un deseo?”
”Se supone que tienes que pedir un deseo antes de soplar la vela” dijo, arrojando la
vela en el bote de basura a lado de su escritorio.
“Está bien. Tendrás otra oportunidad más tarde con Alice y Jasper”, dijo con
indiferencia. Me puse nerviosa al oír sus palabras y lo mire con aprensión.
Suspiró. “Vamos a pasar la noche en Seattle con Jasper y Alice por tu cumpleaños.
Jasper quiere verte y, vamos, ¿realmente piensas que vas a librarte de Alice?”
“Sé que no querías, pero como he dicho, hoy es un día especial y toda esa basura del
caballo regalado. Seremos solo los cuatro, no es gran cosa “, dijo. Me miró suplicante,
su expresión y su tono de ruego me pedían que no discutiera. Suspiré y asentí con la
cabeza, vacilante.
“Está bien “, dije. Siguió mirándome con escepticismo y le di una sonrisa suave.
Había dicho las palabras que odiaba. “Podemos pasar el día con Jasper y Alice. No los
hemos visto en un tiempo y los extraño.”
Sonrió. “Bueno. Ahora a comer”, dijo asintiendo en dirección al plato. Partí el bollo de
miel por la mitad y le di una parte a él.
“Gracias. Era el último”, dijo. Me reí y negué mientras él comía su pedazo, Me tensé
cuando me di cuenta de que agarraba una bolsa del piso. Me la ofreció y la tomé con
cuidado, mirándolo con curiosidad. Busqué dentro de la bolsa mientras me miraba con
una sonrisa en su rostro y saqué un marco de cristal de tamaño mediano. Mi ceño se
frunció en confusión cuando vi las palabras extranjeras impresas en el interior del
vidrio.
“Es una selección de «La Vita Nuova» de Dante, ya sabes, «La nueva vida». Ese es el
poema italiano del que te había hablado”, dijo. Me quedé mirándolo en shock,
asombrada al notar cuánto empeño había puesto en mi regalo. Suspiró después de un
momento al ver que no respondía. “Sé que no es mucho, no sabía qué darte”.
“Es maravilloso”, le dije rápidamente, sintiendo en mis ojos lágrimas de gratitud. “En
verdad. Gracias”.
“Buenos días, doctor Cullen”, dije en voz baja. Suspiró y alzó la mano para pellizcar el
puente de su nariz, pareciendo frustrado.
“Sabes que no tienes que llamarme tan formalmente, Isabella”, dijo. Asentí con la
cabeza.
“Sí, señor”, respondí. “Lo sé, pero...”. Me callé y lo miré fijamente, sin saber
exactamente cómo explicarlo. Esperó pacientemente a que yo terminara mi
pensamiento, pero su teléfono sonó antes de que tuviera la oportunidad, una ola de
alivio me recorrió mientras él sacaba su teléfono y gruñía.
Se dio la vuelta y se dirigió hacia las escaleras, hablando en voz baja. Suspiré y
esperé por un momento antes de ir en la misma dirección, regresando al dormitorio.
Entré justo cuando Edward estaba dejando su toalla frente al armario, mis pasos
vacilaron mientras mi cara instantáneamente ardía con rubor. Volteó la cabeza para
mirarme y sonrió, de pie delante de mí y completamente desnudo.
“Es bueno que todavía pueda conseguir esa reacción de ti”, dijo en broma. Sonreí
tímidamente.
“No me importaría ni un poco”, respondió con sus ojos deslizándose por mi cuerpo
mientras hablaba. Me mordí el labio inferior al ver cómo su hombría empezaba a
cobrar vida, aparté la mirada rápidamente cuando sus ojos volvieron a encontrarse con
los míos. Me miró por un momento, su mirada era casi incómoda. No habíamos tenido
relaciones íntimas desde antes de nuestro viaje a Phoenix y podía saber con solo
mirarlo que eso era exactamente en lo que estaba pensando en ese momento.
“Yo, eh... Me voy a la ducha “, le dije rápidamente, volví y me dirigí al cuarto de baño.
Le oí murmurar con irritación mientras me escabullía, instantáneamente sintiéndome
culpable. Él era mi novio y merecía atención, pero no había conseguido ningún afecto
de mi parte desde hace algún tiempo.
“Eh, hey”, murmuré. Suspiró y cogió una toalla, entregándomela. La tomé con cuidado
y le sonreí, pero no hizo nada para suavizar su expresión.
Asentí
“Sí, estoy bien. Yo, eh... solo un poco cansada, eso es todo”, dije.
“No, por supuesto que no”, dije rápidamente. Mis palabras eran una completa mentira
pero parecieron salir de mi lengua inconscientemente. No quería que se preocupara
por mí, era completamente innecesario e incorrecto. “Simplemente no pude dormir
anoche, eso es todo.”
“No hay nada qué decir”, dije, interrumpiéndolo porque no quería hablar de eso.
“Solo... Lidio con eso. Está bien. Estoy bien”.
“¿Lo estás? “Preguntó, alzando las cejas con curiosidad. “¿Estás bien? ¿En serio?”
Asentí con la cabeza, vacilante. “Sí, de verdad “, dije, dándole otra sonrisa que no lo
tranquilizó para nada.
“Sabes que puedes hablar conmigo sobre cualquier cosa, “dijo, su voz suave. “Lo digo
en serio, Bella. Cualquier cosa”.
”Lo sé”, le dije con un suspiro, porque una vez más estaba mintiendo. Nunca quise
mentirle a Edward, después de haberle hecho la promesa de que siempre sería
honesta con él, porque era una de las pocas cosas que tenía para ofrecerle, pero no
había manera de que pudiera hablar con él sobre esto.
Abrí los ojos y lo miré con curiosidad. “¿Ah sí…?”, pregunté. Sonrió y asintió con la
cabeza, agarrando mi mano y jalándome fuera del baño. Me reí de su entusiasmo
mientras me guiaba hacia su escritorio, donde cogió una pila de papeles y me los
tendió. Mi frente se arrugó y los tomé con cautela, dándoles una mirada inquisitiva.
“Sí, ya sabes, la propiedad, el dinero y esa mierda. Quiero decir, entiendo que tu
probablemente no vas a querer quedarte con la casa en la que creciste pero puedes
venderla o...
Se encogió de hombros. “Todavía están allí. Puedes tomar lo que quieras, si quieres
algo de eso, y el resto puedes tirarlo o donarlo a la caridad. Diablos, si fuera yo,
probablemente quemaría esa mierda”.
“Sí, pero lo que sea que quieras hacer, es tuyo. Bueno, va a ser tuyo de todos modos”,
Mis ojos se abrieron. ”Oh, Dios, ¿qué pasa con Clara y los otros esclavos? ¿Qué pasó
con ellos?”, pregunté horrorizada por todos los escenarios posibles. Él suspiró.
“Alec se apoderó de ellos. Solo eran tres. Uno está viviendo con él y con Esme, y los
otros dos fueron entregados a Aro. Quiero decir, mira”, hizo una pausa y se pasó la
mano por el cabello. “No tienes poder sobre esa mierda, Isabella. Ninguno de nosotros
lo tiene. No podemos liberarlos pero están en alguna maldita parte que probablemente
es más humana que lo que ese lugar en Phoenix fue, ¿sabes? Hay eso, por lo menos.”
“De todos modos, la casa y las posesiones son tuyas, como lo es todo el dinero de tu
padre. Ellos lo pusieron en una cuenta bancaria para ti cuando sea necesario”, dijo.
“Yo, eh.... Yo no lo quiero “, le dije. “No quiero nada que perteneciera a esa gente. Él no
era mi padre, Edward”.
“Y el dinero va a ayudar con estas otras cosas”, dijo, agarrando los papeles de mi
mano dándoles la vuelta para que el certificado de ciudadanía estuviera de vuelta en
la parte superior.
Sonreí ante su declaración, tratando de aceptar lo que estaba diciendo. ”Pero ¿qué
pasa con el doctor Cullen?”, Le pregunté. ”Quiero decir, todavía estoy aquí, ¿qué pasa
ahora?”
Se encogió de hombros. ”Él no tiene poder sobre ti. Alec ha respondido por ti y tienes
todo lo necesario para empezar una vida. Mi padre dijo que podías vivir aquí todo el
tiempo que quieras, pero el punto es que no tienes que hacerlo, ¿sabes?
Edward se acercó y envolvió sus brazos alrededor de mí, recostándome sobre la cama
para abrazarme mientras empezaba a sollozar histéricamente. Me aferré a él con
fuerza y casi perdí el aliento cuando él trató de calmarme, meciendo mi cuerpo en sus
brazos. Yo estaba completamente abrumada por este concepto y no sabía qué hacer ni
qué decir, o ni siquiera qué pensar, para el caso. ¿Qué significa ser libre?
“No quiero ir a ningún lado sin ti”, le susurré después de un momento. Suspiró y tomó
mi barbilla, tirando de mi cara para que lo mirara.
“Bien“, dijo. “Eso es lo que quería oír”. Nos quedamos en silencio y nos miramos el uno
al otro, sus ojos verdes centellaban con una oleada de emoción. Él extendió la mano y
limpió las lágrimas de mis mejillas antes de que sus dedos rozaran suavemente mis
labios. Dejé escapar un suspiro tembloroso cuando se inclinó y presionó sus labios en
los míos, besándome suave y dulcemente. Comenzó a acariciar suavemente mi
espalda, deslizando su mano por debajo de la toalla que llevaba apenas cubriendo mi
cuerpo para acariciar mi piel desnuda. Su toque provocó que se me pusiera la piel de
gallina a lo largo del cuerpo y gemí en respuesta, haciendo que profundizara el beso.
“Te amo”, dijo en voz baja. Sonreí, creyendo con todo mi ser que él verdaderamente lo
decía en serio.
“Te amo, también“, le respondí. “Tanto, Edward”. Sonrió ante mis palabras y asintió
antes de presionar sus labios en los míos de nuevo.
“Ti Amero per il resto della vita mia. No vi è altro nessun al mondo per me”, susurró con
voz ronca contra mi boca. “Non so quello che ho fatto per meritare, ma mi passerà il
“No hoy o mañana. Ni siquiera tiene que ser este año o, joder, el próximo año, ya sea
para el caso. Pero algún día, cuando estés lista, ¿quieres casarte conmigo?
¿Prometerme que vas a pasar tu vida conmigo?” preguntó, sus palabras hicieron que
mi corazón latiera con fuerza y mi estómago revoloteara por la emoción bullendo a
través de mí. Mis ojos se llenaron de lágrimas una vez más y él suspiró. ”Sé que estoy
haciendo esta mierda toda mal, yo ni siquiera tengo un puto anillo…”
Levanté mi mano rápidamente para cubrir su boca y se quedó paralizado. “Sí”, le dije,
mi voz quebrada mientras trataba de tragarme los espasmos del llanto. Sus ojos se
abrieron con sorpresa.
“¡Sí!” repetí más fuerte, mi emoción creciendo. Me aclaré la garganta y asentí con la
cabeza frenéticamente. ”Sí, por supuesto que lo haré, Edward”.
Sonrió, su rostro iluminado con la misma emoción que yo sentía. Puso sus labios sobre
los míos febrilmente y me reí en su boca, sorprendida por su entusiasmo. No podía
creer que esencialmente no solo había sido liberada, sino que me había pedido
oficialmente que pasara mi vida con él. Envolví mis brazos a su alrededor con fuerza y
le devolví el beso con pasión, todo el mundo allá fuera desapareció en ese momento.
“Me tienes” respondí sin pensarlo dos veces. Gimió y comenzó contonearse
frenéticamente en un intento de conseguir sacarse los pantalones sin dejar de
besarme, sus movimientos me hacían reír. Se rió y se rindió después de un segundo,
poniéndose de pie para patear su pantalón. Subió de nuevo en la cama y se puso entre
mis piernas, sus labios yendo directamente a mi cuello. No perdió el tiempo y se
Me hizo el amor con pasión, su deseo y su afecto claros en cada embestida. Sus labios
no me dejaron por un momento, susurrando cosas dulces en mi piel mientras me
aferraba a él con fuerza. Fue uno de los momentos más intensos de mi vida, sintiendo
su cuerpo sobre el mío mientras él estaba dentro de mí y sabiendo que él me quería.
Sabiendo que yo era libre y, finalmente, tenía una vida propia, y que a pesar de todo lo
que yo había sido en el pasado, todavía me quería en su futuro. Fue tan abrumador
que lloré mientras me aferraba a él, no queriendo que esa sensación o esa noción me
dejaran. Nunca quería perder este momento en que, finalmente, me sentía como una
persona real... cuando realmente me sentí viva.
Sin embargo, sabía muy en el fondo que ese momento no iba a durar. Él atenuó sus
movimientos después de un tiempo y la intensidad se disipó a medida que empezaba a
detenerse. Me aferré a él, jadeando y tratando de ponerme bajo control, entonces él
susurró las palabras que hicieron que el mundo exterior chocara dentro de mí una vez
más.
Se dio la vuelta para mirarme cuando no respondí y sonreí de inmediato para que no
se preocupara. Me miró con curiosidad por un momento antes de suspirar.
“Probablemente deberíamos vestirnos” dijo. Asentí y me levanté, en dirección al cuarto
de baño para limpiarme rápidamente. Me vestí con un par de vaqueros y una camiseta
sin mangas de color gris, mientras que Edward se puso mi camisa polo a rayas
favorita, con ese verde que hacía juego con el color de sus ojos. Se veía
devastadoramente guapo y lo miré fijamente mientras terminaba de prepararse,
tratando de hacer retroceder el dolor y la vergüenza que sentía. Estaba tan agradecida
que él fuera una parte de mi vida, pero no merecía su devoción. Él no estaría de
acuerdo conmigo en eso, pero era simplemente porque él no lo veía aún, no entendía lo
horrible que era y cuánto daño había causado a las personas.
Nos empaqué algo de ropa dado que nos alojaríamos en Seattle durante la noche y
nos dirigimos allí después de que terminé. El viaje fue largo y ninguno de los dos habló
mucho, ambos absortos en nuestros pensamientos. No estaba segura de qué le
mortificaba, pero no me atreví a preguntar. Era injusto por mi parte esperar que
compartiera sus pensamientos conmigo cuando yo no le estaba extendiendo la misma
cortesía.
Era tarde para el momento en que Edward aparcó su coche al otro lado de un hermoso
y enorme edificio de ladrillo en la ciudad. Edward tomó nuestro equipaje y cerró el
coche antes de tomar mi mano y llevarme al otro lado de la calle. Apretó un pequeño
botón cuando llegamos a la puerta principal y la voz de Jasper llegó a través de un
pequeño sistema de intercomunicación antes de que la puerta sonara y se abriera.
Extendió la mano para llamar, pero antes de que pudiera la puerta se abrió y se
encontró cara a cara con Alice. Ella sonreía alegremente y se lanzó hacia mí. ”¡Feliz
cumpleaños!” Exclamó con entusiasmo, apretándome en un abrazo. Oí la risa de
Jasper y eché un vistazo para verlo de pie en la puerta sonriendo.
“Sí, feliz cumpleaños, Isabella” dijo Jasper cuando Alice me soltó, sosteniendo sus
brazos a mi alrededor. Sonreí suavemente y sentí una oleada de emoción mientras me
abrazaba, sintiendo la vergüenza luchar contra el confort natural que Jasper siempre
me hacía sentir.
“No seas tonta”, dijo, agarrando mi brazo y acercándome hacia la mesa. Suspiré
resignada al hecho de que luchar contra ella en el asunto era inútil. Sacó una silla y
sonrió, haciendo un gesto para que me sentara. Hice lo que me pidió mientras Edward
se acercaba, apoyándose en el mostrador a través de la habitación y me miraba con
curiosidad. Alice empezó a poner velas en el pastel de la mesa y le eché un vistazo,
leyendo las palabras «Feliz cumpleaños, Isabella» escrito en rojo. Jasper fue detrás de
Alice y encendió las velas, ambos se pusieron a un lado cuando terminaron. Alice
comenzó a cantar a todo pulmón la canción de cumpleaños con voz chillona, Edward y
Jasper murmurando junto con ella, y cuando terminaron me dijeron que pidiera un
deseo y soplara. Me quedé mirando las llamas vacilantes de las velas de cumpleaños
por un momento antes de en silencio desear lo único que realmente quería en ese
momento.
Deseé, después de todo lo que había pasado, que nosotros estuviéramos bien.
“Bájale a esa mierda de una vez, Alice” dijo, sacudiendo la cabeza. “Dale un poco de
jodido espacio para respirar”. Alice puso los ojos en blanco pero le sonreí, agradecida
debido a que todo era un poco abrumador y apreciaba que él tratara de entenderme.
Abrí el pequeño paquete con cuidado, encontrando lo que parecía ser un costoso reloj
de plata. Lo saqué y lo miré detenidamente.
“Ese es de parte de Rosalie” dijo Alice. La miré con sorpresa y ella sonrió. “Los
enviaron aquí”.
Alice me dio un bolso, diciendo que era hora de que empezara a llevar uno porque
toda mujer necesita un buen bolso, y Jasper me dio juegos electrónicos de Jeopardy y
Trivial Pursuit dado que sabía que me gustaban.
“Esto es de Esme y Alec” dijo Jasper, y me entregó otro paquete. Me quedé inmóvil y lo
miré, asombrada. Todos me miraron con curiosidad, así que lo tomé después de un
segundo, sorprendida de que me hubieran dado un regalo de cumpleaños. Lo abrí con
cuidado, sacando una caja de cobre de tamaño mediano con una ventana de cristal en
la parte superior. Dentro de la ventana había un trébol de cuatro hojas, junto con
algunos corazones rojos y abalorios de plata brillante. Era impresionante y tiré de la
tapa encontrando que estaba forrado de terciopelo, que era del mismo color que los
corazones en la parte delantera. No estaba del todo segura de lo que era, pero sentí
que mis ojos se llenaban de lágrimas por el hecho de que se trataba, obviamente, de
algo especial.
“Es una caja relicario” dijo Edward suavemente, su voz me sobresaltó, porque no lo
había sentido aproximarse. “Viendo la parte delantera supongo que representa el
amor y la suerte. Se supone que debes guardar tus tesoros en esto, tu mierda
importante.”
Lo miré y sonreí mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla. ”No creo que vayas
a caber” dije en voz baja, limpiándome los ojos. Él se rió entre dientes.
“Así que, ¿has pensado en lo que vas a hacer el año que viene?” Jasper le preguntó a
Edward en algún momento, su pregunta me puso nerviosa porque Edward y yo no
habíamos abordado ese tema desde que regresamos y no estaba segura de cuáles
eran sus pensamientos sobre el tema. Él se encogió de hombros.
“Ni siquiera preguntes” dijo. “No es Forks o Chicago y eso es todo lo que realmente me
importa ahora. Mientras ella se case conmigo, voy a seguir su culo a las putas puertas
del infierno si es allí donde quiere ir.”
Jasper había estado tomando una bebida y empezó a ahogarse cuando Edward habló,
escupiendo soda sobre sí mismo mientras empezaba a toser con fuerza. Levantó las
manos en un intento de abrir su tráquea, jadeando en busca de aire.
“Nada, hombre. Solo me tomó por sorpresa el oírte decir esa palabra”, dijo. El ceño de
Edward se frunció.
“Lo que sea. Nunca pensé que haría esa mierda tampoco. Me alegro de que ella esté
de acuerdo con ello “dijo.
Edward gimió. ”Cristo, Jazz, ¿estás jodidamente sordo?”, dijo con irritación.
“No, pero pensé que acabo de oírte decir que ella aceptó casarse contigo” dijo Jasper.
“Eso dije”, dijo Edward. “Quiero decir, bueno, le pregunté y ella estuvo de acuerdo,
pero…”
“Creo que se puede decir eso” dijo. Alice se volvió a mirarme con sorpresa y corrió
hacia mí, agarrando mi mano.
“No lo tengo” dije. Alice abrió la boca y entrecerró los ojos hacia Edward.
“¿Qué quieres decir con que no tienes un anillo? ¿Al menos te arrodillaste?”, preguntó.
Edward negó y ella se quejó en voz alta, extendiendo la mano y pegándole en un lado
de la cabeza. Mis ojos se abrieron asombrados mientras Edward maldecía, frotando su
cabeza. “¿Qué clase de loca propuesta fue eso, Edward Cullen?”
“Joder, no fue una propuesta real, Cristo” Edward gimió. ”Quiero decir, solo le pregunté
si se casaría conmigo algún día”.
“Mierda, Alice, deja de pegarme” dijo. ”No es como si lo hubiera planeado, solo salió
en el puto momento”. Ella sacudió la cabeza y suspiró con fastidio.
“Te creí más listo, Edward. Toda la planificación que hiciste para el día de San
Valentín y echas a perder por completo la propuesta”, dijo.
Abrió la boca para responder, pero intervine rápidamente antes de que lo hiciera,
sintiéndome mal de que él estuviera recibiendo críticas por algo que me había hecho
sentir tan especial. ”Él no la echó a perder”, le dije. ”No necesito nada de eso. Fue
genuino y eso era todo lo que me importaba. Él no tiene que darme joyas siempre y
cuando se entregue a mí”.
Edward sonrió. ”Ves, ¿escuchaste esa mierda, enana? No la cagué”, dijo Edward a la
defensiva. Jasper y yo nos reímos mientras Alice ponía los ojos en blanco, volviendo a
sentarse.
“Mira” dijo él. ”Sé cómo hacérselo a mi chica. Sé cómo conseguir todo en ese coño...”
“No, no, no”, dijo Jasper en voz alta, moviendo la cabeza y levantando sus manos. “No
puedes hablar de esto. Ella es como una hermana para mí y no quiero escucharlo”.
Edward se rió y se encogió de hombros. “Me parece bien. Sin embargo, Alice fue la que
empezó con esa mierda”.
“Me gustaría poder leer tu mente”, dijo Edward finalmente, rompiendo el silencio.
“Así podría saber qué decir para hacerte sentir mejor”, respondió. Dejé de mover mi
mano y lo miré, viendo preocupación en su expresión. Suspiré y sacudí la cabeza.
“Si eso fuera verdad, no saldrías a hurtadillas de la cama todas las noches”, dijo. Me
puse nerviosa al oír sus palabras y él negó con la cabeza. Me senté para darle un poco
de espacio mientras se erguía sobre sus codos para mirarme con una expresión seria
en su rostro. ”Sí, lo sé. Mi padre dejó las cámaras encendidas desde que regresamos.
Sé que pasas la mayor parte de tu tiempo sentada en la biblioteca y mirando fijamente
al espacio. Sé que caminas alrededor como una maldita zombi cuando no estoy. Sé
que te escapas de la cama. Sé toda esa mierda, Bella, pero lo que no sé es por qué no
quieres hablar conmigo al respecto. No sé por qué prefieres mentirme.”
Traté de luchar contra las lágrimas, pero ellas se derramaron de todos modos, y aparté
Era un libro que lucía muy sencillo, pero las palabras que contenían sus páginas eran
algunas de las más poderosas que jamás había leído. Lo había visto un par de veces,
cada vez lo había dejado pasar por otro libro, pero ese día lo agarré distraída y lo abrí,
frunciendo el ceño en confusión cuando vi la escritura a mano.
No, no tenía manera de saber que me había tropezado con el diario de Elizabeth
Cullen en medio de esos cientos de libros, y no hay manera de saber lo que descubriría
en él. Me había dado cuenta casi al instante de lo que en realidad había encontrado, y
debería haberlo devuelto a su lugar de inmediato... y lo habría hecho si no fuera por lo
que vi en el momento que miré una página.
Vi mi nombre.
Leí ese único pasaje, por lo menos una docena de veces, nunca aventurándome más
allá de esa página, ya que contenía toda la información que yo alguna vez había
necesitado escuchar con el fin de conocer la verdad.
La verdad de que todo había sido culpa mía, yo había causado todo. Ella aún estaría
viva si no fuera por mí y nada nunca cambiaría ese hecho. Edward nunca entendería y
algún día descubriría la verdad, como yo lo hice, y se daría cuenta entonces que no
valía la pena.
No podía culparla por eso, y no tenía derecho a lamentarme por su pérdida cuando, al
hacerlo, ella finalmente fue libre. Era su única verdadera manera de escapar y lo
entendí... pero la madre de Edward era otra historia. Nunca podría deshacer lo que
había causado, y nunca olvidaría lo que leí cuando abrí ese libro.
13 de septiembre de 1993
Fuimos a Phoenix otra vez hoy. Carlisle casi nos hizo quedarnos en casa, pero hice todo
lo que se me ocurrió para convencerlo de que iba a estar bien. Me aproveché de su
culpa y me siento mal por eso, pero era importante que lo hiciera porque tenía que verla
de nuevo. Llevé a Edward conmigo, y Carlisle no estaba muy contento de llevarlo a esa
casa, cerca de esas personas, pero le dije que estaba siendo tonto. Si no fuera seguro
para Edward entonces toda su lógica acerca de que estaba bien dejarla a ella allí era
ridícula. El hecho de que Isabella Swan no era mi hija no quiere decir que ella no era
tan especial para mí como mis propios hijos.
Sabía que era su cumpleaños y me rompía el corazón que nadie le prestó ninguna
atención.
Carlisle no me dejaría llevarle nada y yo le di la ley del hielo, ya que por lo general me
ayudaba a conseguir lo que quería, pero no funcionó. Fuimos capaces de colar un poco
de chocolate y Edward le dio un pedazo, así que al menos ella consiguió eso. La pobre
niña nunca tuvo chocolate antes y quería guardarlo para más tarde. Espero que ella lo
pueda comer.
Fue muy lindo verlos a ella y a Edward juntos. Edward no sabía qué pensar de ella al
principio, pero ella lo hechizó rápidamente justo como sabía que lo haría. Es una niña
tan dulce y merece algo mejor de lo que tiene. Otra vez estaba tan sucia y todavía no
tenía zapatos. Solo deseé que Carlisle me hubiera dejado al menos llevarle un par de
zapatos para proteger sus pies. Entiendo por qué no lo hizo, pero sigue sin gustarme.
Tuve un momento difícil al dejarla y le prometí que volvería pronto para jugar, pero
Carlisle dijo que no podría ocurrir nunca más. Dijo que estaba demasiado apegada a
ella y solo estaba cuidando de mí, pero él no entiende. No me importa si me deja ir a
Alguien tiene que salvarla y nadie más está, siquiera, intentándolo. Lloro todas las
noches solo de pensar en lo que va a tener que pasar cuando ella finalmente se dé
cuenta de que es una esclava y de que hay un mundo entero del que no se le permite
formar parte. Ella es muy especial para tener que pasar por eso y tengo que salvarla
antes de que suceda... con o sin la ayuda de mi marido.
Carlisle no lo entiende. No puedo salvar el mundo y lo sé, pero también sé que puedo
salvar a esa niña. Tengo que hacerlo. Fue el destino quien me permitió encontrarme con
Isabella Swan. Él dice que estoy haciendo el ridículo con mi supuesto sentido del
destino, pero mi intuición nunca ha estado equivocada antes. Lo sentí con él, lo sentí
con mis hijos, y lo siento con Isabella Swan. Ella está llamada a ser una parte de mi
familia y nada que pueda decir me hará cambiar de opinión. Lo siento en mis huesos y
solo verla con mi Edward reafirma eso. Los dos están predestinados a estar en la vida
del otro.
Es el destino.
Me di cuenta hoy que no importa lo que se necesite o lo que me pueda pasar a mí, voy a
liberarla algún día. Se supone que los padres deben proteger a sus hijos y moriría por
los míos si eso significa que los mantendré a salvo, y eso incluye a Isabella.
Voy a salvarla.
...
Fui yo... Yo fui la que hizo que mataran a la madre de Edward. Yo era la persona a la
que había tratado de ayudar y por la que había dado su vida. Yo era la que había
causado que Edward estuviera tan roto, la que había destruido su vida. Había
destruido todas sus vidas y Edward nunca sería capaz de entender. Era la razón por la
que el doctor Cullen me había comprado en primer lugar, la razón por la que su jefe
sabía quién era yo. La razón por la que el doctor Cullen había dicho que yo no merecía
la pena era porque su esposa había sido asesinada por mi culpa, y estaba segura que
cuando Edward se diera cuenta se sentiría de la misma manera. Él siempre dijo que la
persona que mató a su madre destruyó su familia y yo era esa persona. Nunca sería
capaz de perdonarme por eso.
No había nada especial acerca de mi cumpleaños, porque aquel día sin darme cuenta
había empezado a arruinar sus vidas. Si yo nunca hubiera nacido, ella todavía estaría
viva.
“Te lo dije, joder, no voy a renunciar a ti”, dijo, estrechándome con más fuerza. “Cristo,
nena, desearía saber lo que está mal. Desearía que hables conmigo”.
Puede que no haya apretado el gatillo, pero eso no me hacía menos culpable. Yo la
había matado.
El conocimiento de que él casi había muerto, por mi culpa. Eso devoraba mi conciencia
hasta el punto en que no podía mirar la cicatriz que marcaba su hermoso cuerpo, la
culpa casi me hacía encogerme de dolor. Ni siquiera importaba si Edward alguna vez
sería capaz de encontrar en su corazón la fuerza para perdonarme por lo que hice,
porque ni siquiera estaba segura de si me perdonaría a mí misma.
Me sostuvo mientras lloraba hasta quedarme dormida, y luché tanto tiempo como fue
posible, pero el agotamiento me ganó como de costumbre. Me quedé dormida, en mi
sueño viendo a la señora Cullen en su largo vestido azul con su llamativo pelo rojo
cayendo en ondas por su espalda con un pequeño Edward a su lado. Se veía tan
nervioso y me miraba con desconfianza, como si fuera algo ajeno y él estaba tratando
Estaba encantada con él, ya que nunca había visto a alguien tan pequeño como yo
antes. De inmediato quería que fuera mi amigo y había decidido hacer que sucediera.
“Izzy, cariño, este es mi hijo Edward” dijo la señora Cullen, en cuclillas para estar a mi
mismo nivel. Sonreí y me volví para mirar al chico con el pelo brillante y los ojos verdes.
“Me gusta tener amigos”, le dije. “Tengo un montón de ellos y a todos les puse
nombres”.
“Mamá dice que algún día voy a tener amigos que ella pueda ver, pero no me importa
si ella puede verlos realmente, ¡me gustan! Creo que mi mamá sería muy feliz si fueras
mi amigo”.
“Supongo” murmuró.
“Yay” grité emocionada. “¡Si eres mi amigo, podemos jugar! Mi mamá me dijo que no
hablara con extraños, pero si eres mi amigo, entonces no eres un extraño porque te
conozco ahora”.
Frunció el ceño mientras me miraba. “¿Qué está mal contigo?” preguntó con confusión,
la pregunta no tenía sentido para mí. Me miré a mí misma rápidamente.
“¿Dónde?” le pregunté, sin saber a qué se refería. Mi pregunta solo sirvió para
confundir más a Edward mientras me miraba boquiabierto, y sacudí mi cabeza
tratando de averiguar lo que él vio que estaba mal.
“Está bien, cariño. Aunque, sabes bien que no debes juzgar a las personas. Tienes que
conocer a alguien y darle una oportunidad”, le dijo suavemente. Él asintió con la
cabeza comprendiendo, mirándome.
“Podemos ser amigos”, dijo vacilante. Mi entusiasmo creció con sus palabras y le
sonreí. Me acerqué a darle la mano y comencé a tirar de él, llevándolo hacia el jardín.
Se resistió al principio, y miró a su madre con una expresión casi de pánico, pero ella
sonrió suavemente y asintió con la cabeza.
Me acordé de todo eso, cada pedacito de ese día. Él se relajó rápidamente una vez que
bajó la guardia, dejando que sus muros se derrumbaran. Recordé su resistencia a
ensuciarse y mi insistencia en que estaba bien. Él se agachó y se sentó en el suelo con
cuidado, siguiendo mi ejemplo. Recordé que me ofreció chocolate y que no entendía lo
que quería decir, asumiendo que quería un beso. Estaba confundida al respecto, pero
tal y como cedí en el presente, accedí y besé sus labios rápidamente. Recordé que
guardé el chocolate para luego, y hasta me acordé de las secuelas de ese incidente
cuando los Swan me descubrieron.
En el momento en que se fueron esa tarde, era evidente que la declaración de Edward
de que podíamos ser amigos era algo más que palabras. Se había convertido en mi
amigo, y cuando se fueron le oí decirle a su madre que ella había estado en lo cierto,
no se arrepentía de haberme dado una oportunidad.
Salimos y nos dirigimos de vuelta a casa, el aire entre nosotros era denso con la
tensión. Había ido creciendo con los días, pero era más fuerte e incómodo ahora. No
me presionó para obtener información y yo estaba agradecida por ello, incapaz de
ofrecer cualquier cosa para hacerle entender.
Mi vacío y la vergüenza solo parecían crecer mientras pasaban los días, y la propia
actitud de Edward cambió junto con la mía. Él se estaba impacientando, perdía su
temperamento más a menudo mientras rápidamente comenzaba a caer en viejos
patrones. Había sido rudo y dicho groserías sin pensar, y les resté importancia a pesar
de que me hacían daño. Fuimos poco a poco alejándonos, lo sabía, pero tenía la
esperanza de que encontraríamos una manera de salir de esto con el tiempo. Tenía
que creer en mi corazón, a pesar del hecho de que mi mente me decía otra cosa.
“Sí, nuestro primer partido es esta noche” dijo. “Si no quieres venir, está bien, solo
preguntaba.
“No, por supuesto que quiero ir”, le dije rápidamente, sintiéndome culpable de que no
me había dado cuenta de que su primer partido se acercaba. Sonrió y pude ver la
emoción en sus ojos, feliz de que quisiera estar allí para él. Le devolví la sonrisa y se
inclinó, besando mis labios rápidamente.
“Te amo, “dijo en voz baja, sus palabras hacían latir mi corazón.
Comió sus cereales y partió para la escuela, diciéndome que el juego comenzaría a las
siete y cuarto y que me vería después. Me puse de pie junto a la ventana de la cocina y
vi cómo se metía en su coche, encendió su auto y desapareció de mi vista. Pasé la tarde
Alice llamó finalmente, emocionada cuando se enteró de que iba a ir al juego y dijo
que me encontraría allí. Me sentí un poco mejor, sabiendo que no estaría sola todo el
tiempo, pero eso no mató por completo mi ansiedad. Salí de la casa a eso de las siete,
mis nervios me quemaban mientras subía detrás del asiento del conductor del coche
que ellos habían comprado para mí. Conduje despacio por la ciudad, apretando con
fuerza el volante mientras trataba de mantenerme bajo control. Me acordé de los
partidos del año anterior y el número de personas que estaban allí, lo que me hizo
sentir aún más ansiosa.
“Whoa”, dijo Jacob, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. “Relájate, soy solo yo”.
Agarré mi pecho, haciendo que mi corazón se calmara, y le estreché mis ojos. “¿Solo
tú? ¿Se supone que debo estar aliviada de que seas tú?” Espeté. Él se rió y levantó las
manos a la defensiva.
“Me heriste”, dijo en broma. “Te lo digo, te vuelves más descarada cada vez que te
veo”.
Se encogió de hombros.
“¿Tengo que querer algo?”, me preguntó. “Acabo de llegar y te vi, y pensé que te
gustaría caminar conmigo, así no tendrías que hacerlo sola”.
Lo miré con recelo, preguntándome qué estaba haciendo. “Si estás esperando herir a
Edward haciendo que nos vean juntos, puedes irte Jacob, porque no va a funcionar. No
voy a jugar tu juego”, le dije con irritación. Me miró con sorpresa y se echó a reír.
“Bueno, honestamente, eso ni siquiera se me había pasado por la cabeza, pero ahora
que lo dices... “ Comenzó a decir. Gemí y sacudí la cabeza.
“Vi a las tres putas favoritas de tu novio de pie allí, así que como que supuse que
apreciarías un escolta mientras caminas a través del pelotón de fusilamiento” dijo
Jacob caminando detrás de mí. “Pero si prefieres ir sola...”
“No” dije rápidamente mientras las chicas me miraban, una sonrisa maliciosa apareció
en los labios de Tanya.
La chica llamada Lauren se inclinó y le susurró algo a ella y las dos se echaron a reír,
mi estómago se revolvió ante la vista. Sin duda no estaban planeando nada bueno. La
tercera chica, cuyo nombre no recordaba, creo que era Jessica, era la chica a la que
escuché teniendo sexo con Edward ese día en la casa. Ella no había sido mala
conmigo, pero definitivamente no había estado satisfecha por la interrupción de esa
tarde. Ella me miró con una expresión curiosa en su rostro, sus ojos cambiando hacia
Jacob con confusión.
“¿Estas recogiendo las sobras de Cullen, Jacob?” dijo. “No me di cuenta que estabas
tan desesperado”. Jacob se rió.
“Jódete” escupió Tanya. Jacob se rió de nuevo, y nos dirigimos hacia la entrada.
“He estado allí, lo he hecho. No es tan genial, así que voy a tener que pasar”. Mis ojos
se abrieron por la sorpresa y Jacob me llevó dentro del estadio con rapidez,
alejándonos antes de que cualquiera de las chicas pudiera decir una palabra más. Se
detuvo cuando llegamos a las gradas y nos dimos la vuelta, levanté la vista y vi a Alice
“Gracias, Jacob” le dije, agradecida por lo que había hecho. Me despidió con la mano
y sonrió.
Frunció el ceño.
“Lo siento, debí haberte encontrado ahí. Ni siquiera se me pasó por la mente, pero
debería haberlo imaginado”, dijo. Negué.
“No es gran cosa, Alice. Tengo que acostumbrarme a andar sola”, le dije en voz baja.
Sonrió.
Sonreí con tristeza ante su declaración, deseando con todo mí ser que fuera verdad.
Miré hacia abajo en la cancha y lo vi de inmediato, de pie en el banquillo mirándome.
Tenía el ceño fruncido en su rostro y lo saludé con la mano, pero él siguió mirándome.
Mi ceño se frunció en confusión y el entrenador lo llamó por su nombre, apartando su
atención de mí.
“Lo sé, yo de nuevo. Te en paz, pero me olvidé de contarte un chiste” dijo. Sonreí
suavemente.
“No importa, apesta” dijo. Mi frente se arrugó en un principio antes de que entendiera y
empezara a reír. Se rió e iba a hablar cuando la voz de Edward sonó, mientras gritaba
el nombre de Jacob con enojo. Un escalofrío se disparó por mi espalda terminando en
mi estómago, y me volví rápidamente para ver que se acercaba a Jacob y a mí a toda
prisa. Estaba echando humo, con las manos apretadas en puños y sus fosas nasales
dilatadas mientras luchaba por contenerse.
“No quiero problemas, Cullen” dijo Jacob. Edward se rió con amargura, el sonido me
asustó. Debe haberle asustado a Jacob también porque él dio unos pasos alejándose
de mí mientras Edward se acercaba. Extendí la mano para agarrar el brazo de
Edward, pero él se zafó, extendiendo la mano y empujando a Jacob.
“Edward, detente”, le dije entrando en pánico. Jacob levantó las manos a la defensiva,
pero Edward las alejó antes de empujarlo de nuevo.
“Si no deseas ningún puto problema, no hubieras estado aquí” Edward escupió,
empujándolo de nuevo. Jacob tropezó y negó con la cabeza.
“Maldita sea, hombre, solo le estaba contando un puto chiste” Jacob dijo a la
defensiva, su propia voz mezclada con ira. No podía recordar haber escuchado a Jacob
maldecir así antes y me asustó aún más de lo que ya estaba.
“Y qué puto derecho tienes a hacer eso, ¿eh? ¿Qué puto derecho tienes para
involucrarte? ¡No te metas en mi vida y déjala en paz! Deja de tratar de utilizarla para
llegar a mí”, escupió Edward. Jacob lo miró con rabia.
“¿Yo, usándola? ¡Si alguien la está usando, eres tú! Es enfermizo lo que estás
haciéndole a la chica”, respondió Jacob. “¡La has engañado haciéndole creer que
realmente te importa una mierda!”
La ira de Edward se intensificó con las palabras de Jacob y me tensé mientras Edward
llevaba su puño hacia atrás, moviéndolo con fuerza y conectándolo con su mandíbula.
La cabeza de Jacob voló bruscamente hacia un lado mientras se tambaleaba hacia
atrás por el golpe, la sangre goteando de su boca al instante. Alzó su mano y se limpió
mientras Edward empezó a gritar.
Sus palabras dejaron frío a Edward y Jacob se abalanzó sobre él, empujándolo
rudamente y tirándolo al suelo. Edward saltó encima de él y comenzó a golpearlo con
los puños. Me sentía enferma mientras mis rodillas se debilitaban, y me aferré a la
valla para mantenerme en pie. Comencé a gritar por ayudar, gritando para que
Edward se detuviera mientras golpeaba repetidamente a Jacob.
“Mantente alejado de un puta vez, Jacob”, Edward escupió y los amigos de Jacob lo
apartaron. “Lo juro por Dios, hombre, ¡te mataré de una puta vez!” Alice corrió hacia
nosotros, mirando a su alrededor frenéticamente en estado de shock.
“El jodido Jacob, eso es lo que pasó”, escupió Edward, girándose para mirarme. “De
todas las putas personas que hay, ¿por qué diablos tiene que ser él? Joder, ¿estás
tratando de herirme, Isabella? ¿Es de lo que se trata esta mierda?”
“Ya me has oído. ¿Estás tratando de herirme? Te has distanciado de mí, joder, apenas
me hablas. Actúas tan angustiada que ni siquiera quieres dormir a mi lado en la noche
la mitad del maldito tiempo, y lo entiendo. Joder, lo entiendo. Estás sufriendo. Pero,
Jesucristo, ¿puedes hablar con él?¿Puedes reírte con él? ¿Joder, soy yo?” me espetó.
“¿Lo haces?” Me preguntó. “Joder, te pedí que te casaras conmigo y pareciste feliz
como por dos malditos minutos antes de volver a ignorarme. Si no quieres estar
conmigo, joder, solo dímelo”.
“¡Lo hago!” le dije inmediatamente, secándome las lágrimas. “¡Quiero estar contigo!”
“Bueno, tienes una graciosa puñetera forma de demostrarlo” escupió. “He cambiado mi
maldita vida por ti. Mataría por ti. Joder, Isabella, ¡me moriría por ti! ¿Por qué demonios
no hablas conmigo? No puedo más con esta mierda. Solo dime qué coño te pasa”.
“Dime por qué demonios puedes sonreír y reír con este hijo de puta, pero no puedes ni
siquiera mirarme a los putos ojos”.
“No puedes” dijo con incredulidad, riendo secamente. “Joder, no lo entiendes, ¿verdad?
No sabes a qué coño he renunciado por ti, con lo que he lidiado y he pasado solo para
poder estar contigo. ¡No sabes la mierda que he perdido por ti!”
Sus palabras me golpearon con fuerza, la ira y el dolor me rasgaron por dentro al
tiempo que me quedaba sin aliento. Todo se nubló mientras mi mano salió disparada y
lo golpeé en la cara con fuerza, un dolor punzante fluyó a través de mi palma y hasta
la muñeca. Su cabeza cayó hacia un lado y sus ojos se abrieron por la conmoción.
Estaba claro que lo había pillado desprevenido, porque hasta la última gota de ira que
había estado en su expresión se derritió rápidamente y fue reemplazada por la
sorpresa. Se llevó la mano a su mejilla mientras me miraba, el pánico y el miedo casi
me paralizaron cuando me di cuenta de lo que había hecho.
Estaba asustada y confundida, sin saber a dónde iba o qué estaba haciendo. Conduje
a través de Forks hacia la casa, pero sabía que no podía ir allí todavía. No podía
hacerle frente a Edward, no después de lo que acababa de suceder. Necesitaba tiempo
para resolver las cosas y conduje a través de las calles durante unos minutos hasta que
me di cuenta de que había un lugar al que podía ir y que sabía que él no podía cruzar.
Conduje por la carretera con la mente ausente por un tiempo, sin tener idea de a dónde
estaba yendo realmente, ni lo que estaba haciendo. Vi el mar después de un rato y
llevé el coche junto a la carretera, saliendo y caminando hacia una cerca. Observé y vi
la playa al otro lado del camino, dándome cuenta de que estaba en el acantilado que
Jacob me dijo que él y Edward utilizaban para saltar por diversión. Suspiré y me subí
encima de la barandilla, dando unos pasos para mirar el agua. Me quedé allí por un
momento mientras el teléfono en mi bolsillo trasero empezó a sonar, pero lo ignoré
porque sabía quién era.
El teléfono dejó de sonar para después pasar al correo de voz y luego empezó a sonar
de nuevo casi de inmediato, el ciclo se repitió durante unos minutos. Por último, se
detuvo y suspiré, tomándolo para abrirlo. Siete llamadas perdidas, todas ellas de
Edward...
“Hooolaaa” dijo Jacob. “¿Hay alguien ahí?” Me mordí el labio, nerviosa y estaba a
punto de apretar el botón para finalizar la llamada cuando él suspiró con
exasperación. “¿Isabella?”
Me tensé cuando dijo mi nombre, cerrando los ojos. “Yo, eh...” empecé, sin saber qué
decir. “No sabía a dónde ir, y él estaba molesto y lo he lastimado, así que conduje y...
eh... Estoy en La Push, porque sabía que él no puede venir aquí, y no estoy preparada
para enfrentarme a él, así que vi el mar y salí y...” Suspiró de nuevo mientras
divagaba.
El teléfono hizo clic cuando colgó y lo cerré, estaba a punto de meterlo en el bolsillo de
atrás cuando empezó a sonar de nuevo. Volví a abrir y vi que era Edward, vacilé antes
de pulsar el botón para apagar el teléfono. Fruncí el ceño, sintiéndome culpable y lo
guardé.
Di unos pasos hacia adelante, hacia el borde del acantilado, mirando hacia abajo en
el océano. Definitivamente estaba muy arriba, pero la vista era hermosa. La luz de la
luna brillaba en el agua mientras las olas se estrellaban contra las rocas, los sonidos y
los olores eran reconfortantes. Estaba oscuro y miraba hacia la oscuridad del agua,
aliviada por ello. Todavía me sentía vacía, una parte de mí murió aún más después de
haber lastimado a Edward.
No estaba segura de cuánto tiempo me quedé allí hasta que oí el movimiento detrás de
mí, el sonido de crujido cuando alguien se acercaba. Le oí suspirar cuando se detuvo a
pocos metros de distancia. “Por favor, no saltes”, dijo casualmente. “El agua es
peligrosa y es probable que esté fría y la verdad es que no querría ir detrás de ti. Está
muy oscuro, podría golpear mi cabeza contra una roca, y tengo mucho por lo que vivir
para morir así”.
“Bien”, respondió dando unos pasos hacia adelante para estar a mi lado. Levanté la
vista hacia él y me quedé helada, horrorizada por su rostro. Su ojo estaba hinchado y
su labio estaba roto, los moretones estaban formándose. “Se ve peor de lo que es”.
Asentí vacilante. “Lo siento”, dije sintiéndome culpable de que él hubiera conseguido
una paliza por mi culpa. Se encogió de hombros e hizo un gesto con la mano como no
dándole importancia.
“No es gran cosa”, dijo. “Va a sanar. Joder, por lo menos no trató de dispararme esta
vez. ¿Estás bien?”
“Lo hice” me quedé en silencio por un momento, debatiendo sobre qué decir. “Mi
cumpleaños fue la semana pasada”.
Me miró con sorpresa. “¿En serio?” Preguntó. Asentí. “Bueno, feliz cumpleaños”.
Sonreí con tristeza antes de murmurar las palabras que había anhelado decir, las
palabras que no me atrevería a decirle a Edward o a cualquiera de ellos, ya que nunca
lo entenderían. Habían perdido tanto por mí, independientemente de si eran o no
conscientes de ello, y decir las palabras sería tanto como una bofetada en la cara
como la bofetada real que le había dado a Edward no mucho antes.
Edward cullen
En el momento que su mano hizo contacto con mi rostro, jodido shock eclipsó cada
pizca de ira que sentía. Mi cabeza cayó hacia un lado mientras que el ardor estalló en
mi mejilla y rápidamente llevé mi mano a la fuente del dolor. No era tan intenso, joder,
definitivamente había tenido peores. Jacob me había dado golpes más fuertes cuando
estaba de espaldas en el suelo, pero el hecho de que ella me había dado una puta
cachetada me dejó estupefacto.
Estábamos jodidos.
Lo esperaba desde hace un tiempo e hice todo lo imaginable para resolver esa mierda
con Isabella. Me aseguré que Alice mantuviera su cumpleaños sencillo, lo que no fue
una puta tarea fácil. Y me había tomado tiempo en decidir su jodido regalo. Habría
podido simplemente salir y comprarle un maldito collar o alguna otra joyería de
mierda, pero no lo hice, porque sabía que la mierda material no le importaba en
realidad a Isabella. Le entregué los papeles que, básicamente, la liberaban, y hasta le
propuse matrimonio. Yo, Edward jodido Cullen, le propuse matrimonio a alguien. Ella
debería haber estado jodidamente feliz y creo que lo estaba, pero no hizo
absolutamente nada para evitar que se alejara aún más de mí.
Estaba conteniendo mi indignación tanto como podía, sabía que enojarme con ella no
ayudaría. Ella estaba sensible, derrumbándose frente a mis ojos, y sería un puto
cabrón al intencionadamente descargar el último golpe que la destrozaría por
completo. No quería hacer esa mierda, porque a pesar de todo lo que estábamos
pasando, todavía la amaba. La amaba más que nada en la vida, más que al dinero o
el puñetero poder y respeto que tenía al alcance de mis dedos. Nada de eso
significaba una maldita cosa para mí, nada era importante más que ella, y me estaba
aferrando a esa mierda con desesperación. Era aterrador, porque nunca fui así. Yo era
fuerte, y jodidamente independiente y no necesitaba a otra maldita persona para
sobrevivir.
Joder, había cambiado tanto por ella y por más que no la reconociera, tampoco me
reconocía a mí mismo. Estaba jodidamente vulnerable y quebrándome bajo la presión
de todo tanto como ella. Nuestras vidas estaban conectadas hasta el punto que su
felicidad era mi felicidad, y ella no era jodidamente feliz. Eso estaba claro como el
agua, y eso significaba que yo no estaba jodidamente feliz. Mi temperamento me
estaba ganando, mi ira se encendía cada vez que daba la vuelta, y francamente, de
verdad me estaba empezando a encabronar.
Sentía que tenía que andar con pies de plomo en torno a ella como si navegara a
ciegas por una tormenta. Me sentía más nervioso ahora delo que lo que lo había
estado hace un año cuando mi padre la trajo a casa, y eso era más que jodido. Era mi
maldita novia, mi jodida prometida si querías ser técnico sobre esa mierda, y la tensión
en el aire entre nosotros era casi insoportable. No podía descifrar qué demonios estaba
mal con ella y como traerla de vuelta a la vida, por decirlo de alguna manera y me
estaba conduciendo al borde del abismo. Cada día estaba más cerca de perder el
control por el que había luchado tan desesperadamente por mantener, y lo que había
visto al momento en que salí del vestuario finalmente lo había hecho. En ese momento,
cuando vi a Isabella parada junto a Jacob riendo, el dolor y enojo nublaron cada pizca
de sentido común que me quedaba, rompiendo ese último hilo que me mantenía
racional.
La rabia me consumió y no veía nada más que una cosa, mis ojos estaban fijos en solo
ese hijo de puta que parecía decidido a destruir mi vida. Me rompí el puto trasero
Lo golpeé tan fuerte como pude, desatando mi ira y gritándole. Él me gritó también, su
furia alimentando la mía porque él no sabía ni una mierda de mí. Me acusó de usarla,
pero joder, no sabía que la amaba. Me acusó de lastimarla, pero no sabía que hice
todo lo posible por protegerla. Podía escuchar a Isabella gritando en algún lugar en el
fondo pero ni siquiera eso era suficiente para calmar mi furia mientras lo golpeaba con
mis puños, tomando cada golpe que pudo lanzar sin ningún problema. Estaba todavía
furioso cuando finalmente lograron apartarme de él, mis manos temblaban por mi
indignación. Escuché a Alice preguntar qué había pasado y su pregunta hizo que mi
temperamento se enardeciera de nuevo a medida que me daba la vuelta para mirar
furioso a Isabella. Le hablé con brusquedad, preguntándole si estaba tratando de
lastimarme a propósito porque simplemente no entendía esa mierda. Joder, no podía
entender cómo podía ser tan malditamente fría conmigo, al que se supone que amaba,
pero aun así sonreír y reír a carcajadas con el hijo de puta que ella sabía que me había
lastimado. Ya le había dicho antes que tenía que mantenerse alejada de él porque
destruía todo lo que tocaba, pero a ella parecía importarle una mierda. Nada de esta
mierda tenía sentido para mí a menos que estuviera tratando de lastimarme. No podía
entender por qué diablos lo hacía, que había hecho yo para merecer que me tratara de
esa forma. Le grité, perdiendo mi paciencia y demandándole que me dijera cuál
demonios era su puto problema. Ella se encerró en sí misma una vez más, su reacción
haciendo que me enojara aún más. Perdí el control y cuando un dolor intenso destelló
en sus ojos por mis palabras, supe que la había jodido. Finalmente había cruzado esa
línea imaginaria y lanzado el golpe que la destrozaría.
Los dos nos quedamos inmóviles por un momento, mirándonos el uno al otro
conmocionados, y buscaba furiosamente en mi mente por algo que ayudaría a dar
sentido a todo. Joder, no podía creer que dije lo que acababa de decir, y estaba
pasmado porque me hubiera dado un puñetero golpe. Estaba herido y mis manos
todavía temblaban por la ira, pero no era jodidamente capaz de moverme o siquiera
hablar. ¿Qué demonios nos había pasado? ¿Cómo carajos habíamos llegado a esto?
Habíamos estado tan jodidamente felices…
Ella cubrió su boca cuando se le escapó un sollozo y mi pecho dolió en respuesta. Dio
un paso hacia atrás mientras el pánico cruzó su rostro, su movimiento me sacó de mi
estupor. Ella me miró como si tuviera puto miedo de mí, y su expresión me alarmó. Di
Logré salir del estadio a tiempo de verla meterse en el coche y encenderlo, echándolo
en reversa y dando marcha atrás sin titubear. Estuvo malditamente cerca de golpear a
alguien por detrás en su prisa por huir, dejando mis nervios de punta. Evidentemente
estaba consternada, joder, no estaba pensando claramente, y eso me preocupaba
como la mierda.
Corrí hacia el Volvo y me subí mientras ella salía a toda velocidad del
estacionamiento, viendo a Alice correr desde el estadio hacia su coche al mismo
tiempo. Encendí el mío y lo saqué de mi lugar, llegando a la línea del tráfico y
maldiciendo porque Isabella ya se había ido. Empecé a tocar el claxon, golpeando mis
manos contra el volante, jodidamente molesto de que los malditos idiotas no se
quitaban de mi camino.
“Casi llego a casa,” dije al momento que contesté. Alice suspiró audiblemente.
“Joder, no lo sé,” le dije. “La mierda ha estado tensa por un tiempo, supongo que por lo
de su madre o lo que sea, pero ella no habla conmigo de ello. Me estaba volviendo
loco, Alice, y la vi riéndose con Jacob y simplemente exploté.”
El dolor en mi pecho se intensificó a medida que trataba de aceptar esa idea, fallando
miserablemente. No podía sacar la imagen de su expresión de mi mente, el miedo puro
en sus ojos cuando se dio la vuelta y huyó de mí. Maldición, ella huyó de mí…
“Si eso es cierto, Alice, ¿por qué demonios no habla conmigo? ¿No sabe que yo mejor
que nadie entiendo la mierda que está sintiendo? Yo también perdí a mi madre, ya
sabes,” espeté. Alice suspiró.
“Sí, lo sé,” ella respondió. “Pero también Jacob, ¿y alguna vez te has detenido a pensar
que tal vez eres un poco irracional cuando se trata de hablar de la muerte de tu
madre?”
“Me estás dando la razón,” me dijo. Rodé mis ojos y aceleré por el camino, golpeando
los frenos cuando la casa apareció a la vista. Mi ceño se frunció cuando vi que el único
coche estacionado al frente era el de mi padre, confusión y angustia me invadió
cuando me di jodida cuenta que ella no estaba allí.
“¿Qué?” Preguntó.
“No se fue a la casa,” le respondí, echando el coche en reversa y dando la vuelta hacia
atrás para tomar el camino de entrada. “No sé a dónde demonios fue pero no se vino a
la casa.”
Colgó sin esperar mi respuesta y gruñí, marcando el número de Isabella. Sonó un par
de veces antes de que contestara al buzón de voz lo que no me sorprende en lo
absoluto después de ver la mirada en su rostro antes de que corriera. Seguí llamando
con el botón de remarcado mientras conducía por las putas calles de Forks, esperando
que cediera y contestara. Llamé por la que tenía que ser la décima maldita vez y me
tensé cuando se fue directo al buzón sin sonar, la comprensión me hizo darme cuenta
que había apagado al hijo de puta. El terror me recorrió y rápidamente marqué el
número de Alice.
“No, apagó el puñetero teléfono,” le respondí. Tratando de contener mi ira pero estaba
furioso y más que un poco ansioso. Alice suspiró.
“Te vuelvo a llamar en un minuto,” me dijo, colgando de nuevo antes de que pudiera
responder. Gemí y seguí conduciendo por Forks, deteniéndome en la casa de Demetri
donde era la fiesta. Sabía lógicamente que ella no habría ido allí, porque seguía sin
realmente gustarle estar alrededor de mucha gente, pero ya no tenía opciones y no
sabía qué hacer o dónde más buscar. Di un volantazo al coche estacionado en su
entrada y salí, viendo a Ben y Angela parados a un lado de la casa conversando. Me
acerqué a ellos rápidamente, mi mano agarrando empuñando frenéticamente mi
cabello por la frustración mientras agarraba mi celular con la otra mano.
“¿Estás bien, Cullen?” Preguntó Ben, levantando sus cejas con curiosidad a medida
que me acercaba. “Te ves hecho polvo, hombre.”
“Sí,” le respondí. “Bueno, quiero decir, no. Lo que sea. En realidad no lo sé. ¿Por
casualidad has visto a Isabella?”
Ambos me miraron sorprendidos. “Eh, no,” Ben dijo. “No la he visto esta noche. ¿Todo
está bien?”
Suspiró. “Está a salvo,” dijo simplemente, el alivio me inundó con sus palabras.
Alice suspiró. “No estoy con ella…” Comenzó a decir, sus palabras haciendo que mi
pánico se elevara aún más.
“¿No estás con ella? Joder, ella no debería estar sola, Alice. ¡Está oscuro y ella no sabe
nadar! ¿Eres estúpida? ¡Es peligroso!” Grité.
“Edward, ella, eh…” Alice comenzó a decir en tono nervioso. Sabía que no debería de
estar gritándole, porque joder, ella me estaba ayudando, pero estaba angustiado y no
era capaz de calmarme. “No está sola.”
“¿Qué quieres decir con que no está sola?” Le pregunté. No respondió por un momento
y su silencio fue todo lo que necesité para descifrar la verdad. Estaba con él. Había ido
a buscarlo a él. “Jacob. Está con el cabrón de Jacob, ¿cierto?”
“¿Calmarme? Joder, ¿tú esperas que me calme? ¿Se aleja de mí, y va en busca de ese
cabrón? A la mierda con eso. Estoy harto de estás pendejadas. Le he dado todo, Alice.
¡Y me refiero a, jodidamente todo! Y me hace esto. Ya he terminado con esto, estoy
harto. Si así es como ella quiere que sea esta mierda, bien. A la mierda, si quiere correr
con él, bien. Ya aprenderá,” le dije.
“Joder, pues claramente no está actuando como tal,” le dije, sintiendo las lágrimas en
mis ojos a medida que el dolor en mi pecho se intensificaba. Estaba jodidamente
devastado y confuso, pero me resistí a ello con todo lo que tenía porque lo último que
quería hacer era llorar como una pequeña perra.
“Viste, esta es precisamente la puta razón por la que nunca quise enamorarme, por
qué repudiaba esa mierda. No vale la pena.”
“No me digas que no hablo jodidamente en serio,” dije con brusquedad. “Estaba mejor
antes de lo que lo estoy ahora. Estaba mejor cuando no me importaba una mierda,” mi
temperamento se enardeció cuando Alice empezó a responder, diciéndome que estaba
equivocado, y cerré el teléfono de golpe enfurecido porque no quería escuchar esa
mierda. Ella no sabía de qué carajos estaba hablando. Ella no sentía lo que yo sentía.
Ella no sentía la puta ira que amenazaba con apoderase de mí o el dolor que estaba
irradiando mi cuerpo. Me sentía usado y traicionado. Demonios, se suponía que
Isabella me amaba, y simplemente se volvió contra mí como todos los demás en mi
maldita vida. Todos me dejaban, a nadie realmente le importaba una mierda o me
Joder, la amaba. Me entregué a ella, puse mi vida de cabeza y había dado todo por
ella, y así es como decide pagarme esa mierda. Mis manos temblaban mientras que la
devastación me sacudía, alimentando mi furia. Agarré mi teléfono con fuerza y lo arrojé
hacia mi jodido coche, gritando obscenidades a medida que el nudo se formaba en mi
garganta. Mi visión se nubló mientras mi mano se apretaba en un puño, y mi
necesidad por liberar mi puta frustración antes de que el dolor me paralizara, se hizo
demasiado intensa. No podía permitirme llorar…no podía permitir que esta mierda me
quebrara.
Eché mi puño hacia atrás y lo estrellé contra el parabrisas del coche, el vidrio del lado
del pasajero se agrietó por la fuerza del golpe. La desolación me recorrió cuando lo
hice de nuevo y el parabrisas empezó a ceder. Lo hice una vez más y cedió totalmente,
mi puño lo atravesó cuando una sección del vidrio se hizo añicos. El dolor atravesó mis
nudillos cuando picos del vidrio desgarraron la piel, una sensación de ardor se disparó
por mi muñeca. Saqué mi mano rápidamente y la agarré con mi otra mano, el miedo
de que fuera a quebrarme la maldita cosa de nuevo me encabronó todavía más. Apreté
mi muñeca y grité, levantando mi pierna y pateando la puerta del lado del pasajero. El
metal cedió y gemí, arrepintiéndome de hacerlo de inmediato mientras veía furioso la
abolladura.
“Tranquilo, hombre,” me dijo, mirando de mí a los daños en el coche con una expresión
de confusión en su rostro. “¿Estás bien?”
Me reí con amargura y me di la vuelta de nuevo, haciendo una mueca de dolor cuando
flexioné mi mano derecha. La sangre estaba escurriendo de los cortes, mis nudillos
estaban rasgados y escocían. “¿Te parece que estoy bien?” Pregunté molesto.
“No. Ni tampoco tu coche, de hecho,” respondió. Gruñí mientras miraba el daño que
había hecho y él agarró mi hombro de nuevo, pero esta vez no me aparté. “Ven, vamos
a conseguirte un trago. O un cigarrillo. O maldición, después de eso, tal vez solo
necesitas un pedazo de coño.”
Le rodé los ojos y miré alrededor, cogiendo mi teléfono del suelo. Lo abrí y gemí
cuando no se iluminó y noté la grieta. Le saqué la batería de la parte de atrás y se la
volví a poner, con la esperanza de que solo se hubiera movido, pero supe que de
“Eh, sí, tengo algo de hierba... un poco de esa viuda blanca,” dijo Ben de inmediato.
Suspiré y negué con la cabeza.
“¿Tienes algo de coca?” Pregunté, necesitando una mierda fuerte para olvidar la
mierda que estaba haciendo eco en mi mente. Él se tensó y se me quedó mirando
sorprendido, asintiendo con la cabeza vacilante.
“Buena, mira a quién tenemos aquí,” ella dijo. “Edward Cullen. No pensé que te vería
aquí.”
“¿Alguna vez piensas?” Le respondí molesto. “Creí que tenías que tener un cerebro
para esa mierda.” Me estrechó sus ojos mientras los demás se echaron a reír. Empecé
a alinear el polvo cuando Jessica se acercó y se sentó con cuidado en el borde del sofá
junto a mí.
“¿A qué te refieres con qué me pasa?” Le pregunté. “Joder, nada me pasa.”
“Este no eres tú,” respondió, mirando a la coca sobre la mesa. La fulminé con la
mirada con enojo, deseando que se fuera de una puta vez porque no estaba siendo de
ayuda con mi estado de ánimo.
“Esta no es la primera vez que hago esto, Jessica,” le dije. “¿Es tan jodidamente extraño
que solo quiera sentarme aquí y relajarme?”
“Sí,” dijo con confianza. “El antiguo Edward hubiera hecho esto, pero ese no eres tú.”
“No, no lo eres,” dijo. Gruñí con molestia y dejé a un lado la tarjeta de crédito, metiendo
la mano en mi bolsillo y sacando un billete. Ella dio un suspiro dramático y negó con la
cabeza. “Te conozco desde hace tiempo, Edward, y sé que mi opinión probablemente
no cuenta pero...”
“Tienes razón,” dije con énfasis, interrumpiéndola. “No sabes ni una maldita cosa de
mi vida, Jessica.” Sus palabras vacilaron un poco y se me quedó mirando con una
expresión de dolor en su rostro, obviamente debatiéndose si molestarse en continuar o
no. Sabía que estaba siendo un pendejo y casi me sentí mal, pero la realidad era que
ella no sabía una mierda sobre lo que estaba pasando.
“Sé que has sido feliz con... esa chica,” dijo con cautela. Dejé de hacer lo que estaba
haciendo y me le quedé mirando, sorprendido de que realmente tuviera el descaro de
tratar de decirme algo al respecto. “Como ya dije, te conozco desde hace tiempo,
Edward. Sé que en realidad tú nunca, ya sabes, me quisiste de esa forma, pero yo
siempre te quise. Me has gustado desde que éramos pequeños y sé que me trataste
como una basura, y no me voy a sentar aquí y pretender que no lo hiciste. Ni siquiera
quiero saber qué significa toda esa cosa italiana que me decías porque estoy segura
de que sea lo que sea solo me lastimaría. Pero siempre lo toleré porque era
simplemente como tú eras, y pensé que eras feliz siendo así. Se suponía que para estar
con Edward Cullen de cualquier forma tenías que aceptar su actitud. Ahora sé que no
era cierto, porque no eras feliz entonces como pensé que lo eras. Pero eras feliz con...
esa chica.”
“Isabella,” le dije. Dolía decirlo y apenas si pude hacerlo pasar a través del nudo en mi
garganta, pero no me gustaba escuchar que alguien se refiriera a ella como solo una
puta chica. Ella era mucho más que eso. “Su nombre es Isabella.”
“Isabella,” repitió Jessica. “Eras diferente con ella, y no voy a mentirte. De cierto modo
Suspiré y pasé la mano por mi cabello, frustrado y aún sintiendo dolor. “Lo hacía,” le
dije, antes de corregir rápidamente. “Lo hace. Casi siempre, en cualquier caso.”
Jessica sonrió con tristeza. “¿Sabes? La parte de mí que todavía siente cariño por ti no
le guste verte así,” dijo, echando un vistazo a la coca de nuevo. “Quiero decir, no me
malinterpretes... yo feliz me escaparía contigo como antes, pero sé que eso no te haría
realmente feliz y no deberías convertirte de nuevo en ese tipo cabrón que hace esas
cosas, porque en realidad ese no eres tú. Este no eres tú, ¿sabes? Pero como dijiste, no
es como si mi opinión importe o algo así.”
Sonrió, a pesar de que no conseguí pedirle una jodida disculpa. “De nada,” me dijo,
encogiéndose de hombros como si no fuera gran cosa, pero pude ver el brillo en sus
ojos porque en realidad estaba siendo amable con ella. Michael Newton entró por la
puerta y la llamó por su nombre, diciéndole entusiasmado que fuera a jugar beer pong
con él en su ya de por sí estado de intoxicación. Lo miré con disgusto mientras se iba
tambaleándose y ella suspiró. “Al menos uno de nosotros tiene que ser feliz,” murmuró.
Rodó los ojos y me reí entre dientes, recargándome en el sofá. Cerré los ojos y traté de
bloquear todo lo demás y aclarar mi mente, deseando que ese maldito dolor
desapareciera. Todavía estaba confundido, sin tener idea de qué demonios la había
conducido a salir corriendo hacia ese cabrón, Jacob Black, por consuelo y me llevó de
vuelta al sofá de Demetri con una pila de coca frente a mí. Me pregunté qué carajos le
estaba contando a Jacob, la idea de ella confiando en él hizo que mi pecho se apretara
a medida que los sentimientos de traición se extendieron en mí, pero había una parte
dentro de mí que todavía se condolía por su dolor. Joder, todavía me preocupaba por
ella, e independientemente de cómo me sentía en ese momento no quería que estuviera
sufriendo. Siempre ha sido tan vulnerable e ingenua, y a pesar de que mi orgullo me
gritaba que lo negara, sabía que todavía la amaba tanto como antes de que sucediera
todo esto. Ella lo estaba jodiendo y yo no sabía por qué, pero después de pasar tanto
“Eres toda una pequeña perra,” dijo con irritación. “¿Con miedo a los coños estos
días?”
“Awwww, ¿por qué no?” Preguntó con una leve malicia en su voz. “Creí que el tuyo te
había dejado, ya que la vi esta noche con Jacob Black.”
La ira me atravesó cuando lo mencionó, todos mis intentos de aclarar mi mente de ello
fracasaron gracias a esa perra sentada junto a mí. Ella sabía lo que sentía por ese
cabrón y estaba tratando de provocarme. “Cierra tu puta boca, Tanya.”
“Oh, ¿toqué una fibra sensible?” Preguntó, todavía sonriendo con suficiencia. “En
realidad no puedo decir que te culpo por llegarle a la coca esta noche, yo también lo
haría.” Negué y me puse de pie, empezando a alejarme pero titubeé por un momento.
Me di la vuelta y le arrojé la bolsita de coca en su regazo junto con el billete de dólar
enrollado.
“¿Sabes qué? Que te aproveche, Tanya,” le dije. “Tengo algo mejor que esa mierda.”
Di la vuelta de nuevo y me fui antes de que pudiera responder, casi chocando con Alice
cuando entraba por la puerta principal de casa de Demetri cuando trataba de irme.
Ella me estrechó sus ojos y puso sus manos en sus caderas mientras me bloqueaba el
paso, mirándome furiosa. “Te preguntaría que le pasó a tu coche pero tu mano me da
la respuesta. ¿Estás intentando destruir tu vida, Edward?”
Rodé los ojos ante su dramatismo y flexioné mi mano derecha, tratando de contener la
necesidad de hacer una mueca por el dolor y lo sensible de mis dedos. “Mi mano está
bien,” murmuré.
“Sí, bueno, ¿qué estás haciendo aquí?” Preguntó con irritación. “¡No puedo creer que
“No está solamente en algún lugar, Alice,” le dije con rabia. “Está en La Push. ¿Qué
esperas que haga? Joder, no es que precisamente pueda ir por ella.”
“Así que, en lugar de esperar a que vuelva, ¿simplemente vas a volver a esta basura?”
Gritó, la ferocidad en su voz me asustó. Alice siempre había sido la más paciente y
comprensiva de mis amigos, joder, nunca perdió la fe en mí sin importar qué, pero
obviamente estaba siendo empujada al límite.
“Cristo, Alice, no hice una mierda,” le respondí con brusquedad. “Estoy totalmente
sobrio. Sí, golpeé mi puto coche, y qué. Mierda, ella es quién se fue, no yo.”
Rodó sus ojos. “Nunca fuiste paciente, Edward, pero por Dios, tampoco eres
exactamente de los que se rinden fácilmente,” dijo con enojo. Suspiré y aparté la
mirada, poniéndome tenso cuando vi que la gente nos estaba mirando y claramente
tratando de escuchar. No quería que se enteraran de mis malditos asuntos, porque no
tenía nada que ver con ninguno de ellos.
“Me voy,” murmuré, pasando rápidamente junto a ella y saliendo de la casa. Tropecé
con algún idiota de primer año y lo derribé en mi prisa por irme, pero él no me dijo ni
una mierda al respecto. Me dirigí a mi coche, gimiendo cuando vi la magnitud de los
daños al parabrisas, y estaba a punto de entrar cuando la voz de Alice me detuvo.
“Tenías razón con lo que dijiste al teléfono,” me dijo. Me di la vuelta y la miré con
curiosidad, preguntándome de que demonios estaba hablando. “Dijiste que tú de todo
el mundo, comprendías mejor por lo que ella estaba pasando. Eso es cierto, entonces,
¿por qué no eres comprensivo? Todos los errores que cometiste, toda la gente que
amas a la que accidentalmente lastimaste porque tú estabas sufriendo... ¿por qué no te
das cuenta? Nunca perdí la fe en ti, Edward Cullen, porque siempre supe que eras una
buena persona. ¿Qué pasó con tu fe en ella?”
La miré fijamente por un momento pero no tenía idea de qué demonios decir en
respuesta, así que solo me di la vuelta y me metí en el coche, encendiéndolo y saliendo
por el camino de entrada. Conduje por Forks, ese nudo rehaciéndose en mi garganta
cuando de nuevo traté de contener la emoción que amenazaba con apoderarse de mí.
Me dirigí directamente a la casa, mi corazón dolió cuando vi que su coche todavía no
estaba allí. Me estacioné junto al Mercedes de mi padre y salí, respirando
profundamente mientras empezaba a caminar hacia la casa. En el momento que entré
en el vestíbulo me encontré cara a cara con mi padre, la sonrisa en su rostro
desapareció cuando vio mi expresión.
“¿Qué pasó?” Preguntó preocupado. Suspiré y pasé la mano por mi pelo, sus ojos
abriéndose cuando vio las heridas en mis nudillos.
Le tendí mi mano, haciendo una mueca de dolor y maldiciendo cuando la agarró con
rudeza. “Cristo, ten cuidado.”
“¡Stai zitto*!” Espetó. “¿Cuántas veces tenemos que pasar por esto, Edward? En serio,
¿nunca vas a entenderlo? ¡Tienes que dejar a ese chico en paz!”
Aparté mi mano de él y negué con la cabeza. “Lo que tú digas. Jacob se fue. El Volvo
recibió una peor paliza que él.”
Su ceño se frunció. “¿Te hiciste eso golpeando tu coche?” Preguntó, atónito porque él
sabía que amaba mi puto coche y perdía los estribos si tenía un maldito rasguño.
“Maldición, muchacho, ¿qué demonios pasó esta noche? ¿Y dónde está Isabella?”
Gruñí. “Cristo, ya te lo dije. El cabrón de Jacob pasó. Y en cuanto a Isabella, ella está
en donde demonios sea que esté él. Huyo con él a First Beach,” le dije. Al momento que
las palabras salieron de mis labios una idea me golpeó y le estreché mis ojos a él.
“Joder, vas a ir por ella, ¿cierto? No puedes simplemente dejarla allí. Demonios, ella no
debería estar allí.”
“¿Esperes que respete esa mierda?” Repliqué. “¿Qué lo respete? Él no me respetó a mí,
y después de lo que me hizo, ¿se supone que debo respetar su amistad? ¿Se supone
que esto debe gustarme?”
“No dije que tenía que gustarte,” me dijo. “Tampoco te dije que deberías respetarlo,
simplemente dije que deberías respetar su derecho a tomar sus propias decisiones sea
que te gusten o no.”
“Lo hago,” respondí a la defensiva. “No soy tan pendejo. Le digo todo el jodido tiempo
que tome sus propias decisiones y que se haga sus propias opiniones.”
“Bueno, entonces deberías ver esto como su forma de hacer precisamente eso,” dijo
casualmente. Gemí y pasé junto a él empujándolo, dirigiéndome a las escaleras.
Encendí la luz y miré alrededor, suspirando. Ella había limpiado antes de irse al juego,
todo en su lugar. Me quedé un rato en la habitación, sacando algo de hierba y
fumándome un porro para tratar de calmar mis crispados nervios. Cada segundo que
pasaba aumentaba mi ansiedad, en especial con mi puto teléfono inservible. Ella
podría estar herida o tratando de llamarme, y joder, no lo sabría, la idea hizo que mis
manos temblaran por la angustia. Estaba tratando de distraerme y comencé a
pasearme por la casa y luchando contra el impulso de volverme a meter al jodido auto
e irme.
Suspiré y me aparté de la ventana, dando unos pasos hacia la silla en la que ella
normalmente se sentaba. Me senté y miré alrededor, viendo el maldito libro que
parecía siempre tener consigo sobre la mesa. Lo agarré y miré la portada, viendo que
estaba encuadernado en cuero y desgastado, pero por lo demás no tenía nada. Sin
título, sin autor... nada. Suspiré y lo abrí, hojeando rápidamente las páginas. Mi ceño
se frunció cuando vi que letra manuscrita cubría el ajado papel y hojeé unas cuantas
páginas más, la confusión me golpeó cuando vi las fechas alineadas en la parte
superior indicando que fue escrito en los putos años de 1990 en adelante. Se veía como
un diario de algún tipo y mi corazón comenzó a latir con fuerza a medida que las
náuseas se iban desarrollando en mi estómago, mis ojos escanearon una página
rápidamente. Sentí la bilis subir mientras que el dolor me desgarraba cuando vi las
palabras Isabella, esclava, libre y Phoenix resaltando para mí, la devastación me
sacudió cuando vi la firma de mi madre en la parte inferior. Me aferré al libro con
fuerza y luché por contener las lágrimas que empezaron a formarse, el terror y miedo
me golpearon con tanta fuerza que casi me dejan sin aliento.
En ese momento, me quedé allí sentado sosteniendo el libro, toda la mierda tenía
sentido. Por qué demonios había empezado a alejarse de mí, por qué no podía decirme
que le pasaba. Por qué sentía que no podía buscarme cuando era obvio que estaba
sufriendo, por qué estaba tan jodidamente angustiada que no podía ni siquiera
mirarme a los ojos la mitad del tiempo. Después de todo lo que había hecho por
protegerla de la verdad, por evitar que se enterara, ella lo había descubierto de todos
modos.
Casi empecé a hiperventilar por el pánico cuando pensé en todo lo que le había dicho
en el pasado sobre la rabia que sentía hacia esas personas que causaron la muerte de
mi madre. Ni siquiera podía imaginarme en qué demonios debía haber estado
pensando cuando descubrió que era ella por quién mi madre había muerto tratando de
salvar. La culpa que tuvo que haber sentido, la vergüenza y sentimientos de no sentirse
digna que debió haber tenido que soportar. Me di cuenta en ese momento que debí
haberle dicho esa mierda, que debí haber seguido el consejo de mi padre porque ella
debió haberlo descubierto por mí. Supuse que estaba tan consternada por la muerte de
su propia madre, ni una sola vez consideré el hecho de que en realidad estuviera
sufriendo por la mía.
Mis manos comenzaron a temblar y dejé caer el libro en mi pánico, dándome cuenta
por qué exactamente me había mirado con tanto puto miedo en ese momento. Por qué
había estado tan desesperada por alejarse de mí que había corrido a La Push.
Demonios, ella sabía lo que había perdido por ella, y tenía maldito miedo de que yo lo
averiguara. Joder, no corrió en busca de Jacob como supuse, estaba huyendo de mí.
Entró en pánico por lo que le había dicho y lo que sabía, y se fue al único jodido lugar
al que sabía yo no podía seguirla.
“Edward, espera,” me dijo, dando un paso hacia mí pero no me detuve. Seguí corriendo
y él empezó a seguirme, gritando mi nombre pero lo ignoré. Llegué al vestíbulo y abrí
la puerta de par en par y salí corriendo hacia mi coche. Lo abrí rápidamente justo
cuando él salía al porche, levanté la vista y vi la expresión de preocupación en su
rostro. Obviamente sabía exactamente a dónde estaba planeando ir. “¡No te atrevas!”
Tomé una curva cerca de los acantilados y pisé el freno hasta el fondo cuando alcancé
a ver el vehículo que estaba buscando. El Volvo derrapó hasta detenerse en el arcén
del camino, casi dándole un golpe al coche de Jacob en el proceso. Salí de un salto al
mismo tiempo que el Mercedes se detenía detrás de mí, mirando alrededor con
preocupación sin saber dónde carajos estaban. Salté la barandilla y empecé a
avanzar a través de los árboles y la maleza hacia los acantilados, mi corazón latiendo
furiosamente. Me acerqué al claro y me detuve en seco cuando los vi a unos metros de
distancia, los ojos de Jacob se posaron en mí de inmediato. Vi un atisbo de miedo en
ellos e Isabella debió haberlo visto también, porque su cabeza se giró rápidamente en
mi dirección. Ella puso una expresión de pánico en su rostro cuando me vio y empecé a
caminar hacia ellos, llamándola por su nombre. Frenéticamente dio un paso hacia
atrás para alejarse confundida y me tensé cuando se acercó al borde del acantilado,
su pie resbaló con una piedra y casi la hizo tropezar. Grité preocupado y Jacob la
sujetó antes de que cayera, alejándola del acantilado.
“Wow, ¿qué te dije?” Le dijo alarmado. “No voy a ir por ti, chica.”
Isabella le echó un vistazo rápido antes de volver su atención hacia mí con una
expresión de miedo, y podía ver su cuerpo temblar desde donde estaba. “Edward,” dijo,
su voz temblorosa y envió una sacudida de dolor a través de mi pecho. Dolía escuchar
la puta angustia en su voz, y tuve que luchar contra la ira que amenazaba con estallar
al ver que él la tocaba.
“Mira, joder, lo sé,” le dije rápidamente, escuchando los árboles crujiendo detrás de mí.
Volví mi cabeza brevemente a medida que mi padre se acercaba, mi pánico
aumentando. “Puedes presentar cargos si quieres, me importa una mierda. Envíame a
la puta cárcel para lo que me importa. Solo... joder, necesito hablar con ella.”
Jacob miró a Isabella. “¿No crees que si ella quisiera hablar contigo hubiera ido a
buscarte?” Preguntó. “¿No puedes darle un poco de maldito espacio?”
Suspiré y me pasé las manos por la cara en frustración. “Es importante, ¿de acuerdo?
Joder, me iré, lo haré, solo necesito hablar con ella primero,” le respondí, centrando mi
atención en Isabella. Ella me miraba con aprensión, obviamente no estaba segura de
toda la situación. “¿Por favor, Bella? Solo unos minutos.”
Ella asintió vacilante. “Está bien,” dijo suavemente, con una voz apenas audible.
“Sabes que no tienes que hacerlo. No tienes que hacer nada que no quieras hacer,”
Jacob intervino, haciendo que la ira dentro de mí se incrementara mientras luchaba por
contenerla tanto como podía. ¿Quién demonios se creía que era interviniendo en mi
maldita vida?
“Lo sé,” ella respondió simplemente. Mi padre salió de entre los árboles detrás de mí y
suspiró irritado. Le eché un vistazo y vi la expresión de impaciencia en su rostro,
sabiendo que estaba jodidamente encabronado por tener que estar allí.
“Jacob,” dijo, asintiendo en forma de saludo. “Es bueno verte de nuevo, a pesar de la
situación en la que nos encontramos.” Me miró por el rabillo de su ojo con molestia.
“Espero que lleguemos a una solución apacible que no requiera la intervención
policial.”
Jacob se encogió de hombros con indiferencia, sus ojos yendo y viniendo entre Isabella
y yo. “Si no hay sangre, no hay culpa, supongo,” él dijo. “Bueno, esta vez, de todos
modos. Ni siquiera me sorprende. Tenía el presentimiento de que él se presentaría en
algún momento. Solo asegúrate de que se vaya contigo cuando te vayas y que no se
acerque a mi casa.”
Rodé mis ojos cuando mi padre accedió y le agradeció a Jacob por su cooperación.
Jacob miró a Isabella y extendió su mano para frotar suavemente su brazo, la vista
haciendo que me enojara más pero lo contuve. Sabía que agredirlo no iba a ser de
ayuda para ninguno de nosotros. “Cuídate,” le dijo. “Sabes cómo encontrarme si me
necesitas.”
Ella le dio una suave sonrisa y asintió, sus ojos desviándose hacia mí con nerviosismo
mientras se despedía de él y le agradecía. Él se dio la vuelta y caminó hacia los
“Vamos a hablar de esto,” dijo enfáticamente, sus ojos fijos en mí. Asentí pero no me
molesté en hablar, sabiendo que solo ocasionaría una discusión porque a él le
importaría una mierda mis razones. Se dio la vuelta y se alejó después de eso,
dejándonos a Isabella y a mí a solas. Caminé lentamente hacia ella que me miraba
con cautela, su cuerpo se tensaba a medida que me acercaba. Me detuve frente a ella
y suspiré, sin saber qué carajos decir. Tenía que andarme con cuidado para no hacerla
entrar en pánico- eso era lo único de lo que estaba seguro mientras nos quedábamos
allí parados mirándonos el uno al otro en silencio.
“Yo, eh... lo sé,” comencé a decir, su ceño se frunció en confusión mientras me miraba.
“Sé lo que ya sabes, lo que leíste.”
Tomó un segundo para que lo asimilara, una expresión de horror cruzó su rostro
mientras daba un paso hacia atrás por instinto. “Oh Dios,” dijo, sonando alarmada.
Sus ojos moviéndose frenéticamente para todos lados y se veía como si estuviera a
punto de huir de mí por el puñetero miedo una vez más, así que rápidamente negué
con la cabeza y la alcancé para detenerla. Agarré su brazo cuando se dio la vuelta y se
apartó de mí, su movimiento haciendo que el dolor en mi pecho se intensificara.
“Mierda, detente, ya lo sabía,” le dije rápidamente. “Sé, desde hace tiempo, que tú eres
la que ella estaba tratando de salvar, Bella.”
“No quería lastimarte y sabía que el que supieras esa mierda te lastimaría,” le dije,
tratando de explicarme. “Hacerte eso no era la correcto, hacerte pasar por esa mierda.
No le vi el sentido...”
“¿No le viste el sentido?” Preguntó con incredulidad. “¿Tu madre murió por mi culpa y
no le viste sentido al decirme? ¡Destruí tu vida, Edward!”
“Cristo, Bella, tenías cuatro malditos años cuando ella tomó su decisión,” le dije. “Tú no
hiciste nada malo.”
“No, no lo hiciste,” le respondí. “La persona que jaló del gatillo me la quitó. Tú no tienes
la culpa de esa mierda.”
“¿Cómo demonios no podría amarte, Bella?” Le dije. “El simple hecho de que fueras tan
especial para que mi madre arriesgara su propia vida por ti es jodida razón suficiente
para que me importes. No voy a mentirte. Me dolió cuando me enteré, pero esa mierda
solo me confirmó lo que siempre he creído sobre ti. Te he dicho tantas veces que
moriría por ti, así que, ¿cómo carajos voy a culparte porque mi madre sintiera lo
mismo?”
“No digas mierdas como esas,” le dije contundentemente. “Tú lo vales, y nada me hará
cambiar de parecer al respecto. No puedes simplemente encerrarte en ti misma y
alejarte de todo por esto. He luchado por ti, mi jodida madre luchó por ti, para que
pudieras tener una vida real y no puedes simplemente desperdiciar esa mierda al no
luchar por ti misma.”
“No hay puñeteros “peros” en esto, Bella. Sé lo que dije en el pasado, pero joder, solo
estaba molesto y herido. Todos decimos y hacemos mierdas que no tenemos intención
de hacer o decir cuando estamos molestos,” le dije. “No me arrepiento de ninguna
maldita cosa que ha pasado, y tú tampoco deberías. Es una puta mierda, pero lidiaré
con ello. Ya he perdido demasiado tal y como son las cosas, no quiero perderte
también.”
Se secó los ojos y ahogó un sollozo, mirándome con un frenesí de emociones. Estiré mi
mano y agarré su mano de nuevo, y esta vez no se alejó cuando la atraje a un abrazo.
La envolví en mis brazos y se aferró a mí con desesperación a medida que sus sollozos
se hacían más fuertes.
“Joder, tesoro, sabes que te amo. No sé qué carajos pasa con nosotros o cómo
demonios vamos a salir de esto, pero tenemos que hacerlo porque no podemos dejar
que esta mierda nos destruya. Entiendo el porqué no me dijiste qué te pasaba, lo odio
pero lo entiendo, pero no puedes aislarte de mí. Soy jodidamente miserable sin ti,” le
dije.
“Deberías,” me dijo en voz baja entre sus sollozos. Suspiré y la apreté con más fuerza,
el dolor en su voz haciendo que mi corazón doliera.
“¿Qué te dije de decir mierdas así?” Le pregunté. “Joder, yo no te culpo, así que no
deberías culparte a ti misma. Vamos a buscarle una solución a esto de algún modo.
Todavía no sé cómo, pero lo resolveremos. ¿Cuántas veces me has dicho que somos
sobrevivientes? Es lo que hacemos, y lo seguiremos haciendo. Vamos a sobrevivir esta
mierda.”
Me quedé allí, abrazándola por un rato mientras ella trataba de controlar sus
emociones, reconfortado por tenerla entre mis brazos. Aunque, no era ingenuo y sabía
que teníamos mucha mierda en qué trabajar a fin de volver a lo que teníamos.
Simplemente reconocer que ambos sabíamos la verdad no iba a arreglar las cosas
entre nosotros. Se nos había ido de las manos para eso, nos había corroído a ambos
demasiado como para simplemente olvidar la mierda que había pasado. La ira que
había estado sintiendo todavía permanecía, y sabía malditamente bien que decirle que
no se culpara a sí misma no sería lo suficiente para hacer que cualquier endemoniada
culpa que ella sintiera desapareciera como por arte de magia.
Ella finalmente se soltó de mi abrazo, con sus mejillas manchadas por las lágrimas y
sus ojos inyectados en sangre. Todavía podía ver el recelo mientras me miraba,
obviamente jodidamente preocupada por lo que iba a pasar después, pero me sentí
aliviado de ver al menos que el miedo se había ido.
Extendí la mano y limpié sus mejillas con mis dedos, suspirando. “Sabes que es
peligroso aquí arriba en estos acantilados,” le dije. “Joder, podías haberte caído o algo
así.” Sonrió suavemente.
“¿Jacob te contó eso?” Pregunté. Asintió y me reí entre dientes. “Sí, solía ser un jodido
imprudente.”
“Todavía lo eres,” me respondió. “Venir aquí fue imprudente. Podías haberte metido en
serios problemas.”
“¿No podías hablar con Alice?” Pregunté, interrumpiéndola. “Entiendo por qué no me
dijiste, pero Cristo, Alice te hubiera escuchado.”
“No podía echar esa carga sobre Alice,” me dijo. “La hubiera puesto en una posición
comprometedora, dónde ella tendría que ocultarle cosas a Jasper o ser la que rompiera
su corazón diciéndole, y no quería hacerle eso a ella. Sabía que estábamos aquí
porque llamó al teléfono de Jacob para saber si él me había visto, y él le dijo que yo
estaba bien para qué ella no se preocupara. Así fue como Jacob también supo en
dónde estaba. Yo, eh... lo llamé.”
Me le quedé mirando sorprendido, sus palabras tocaron una fibra sensible. “¿Cómo
demonios lo llamaste? No tienes su...” Me detuve y le estreché mis ojos. “¿Tienes su
maldito número de teléfono, Bella?”
Me miró con recelo y asintió, mordisqueando su labio por los nervios. “Él lo puso en mi
teléfono ese día que Emmett me llevó a la playa. Te juro que nunca lo he llamado antes
o algo así, y nunca pensé que lo haría.”
“Porque sabía que te ibas a enojar, como lo estás ahora, y no quería causar más
problemas,” me dijo. “Debí haberlo borrado pero solamente... no lo sé... algo me dijo
que solo lo dejara allí.”
Tuve que contener mis deseos de gritar o burlarme de su declaración, molesto y casi
jodidamente ofendido por ella. “¿Pero él, Bella?” Le pregunté. “Después de todo lo que
te conté que me hizo, cómo se le fue la boca hablando de mi madre, ¿hablaste con él
sobre ella? Joder, no lo entiendo.”
“No hablé con él sobre tu madre, Edward. No puedo creer que pienses que yo haría
eso,” respondió, sonando ofendida por mi acusación. “Nunca te traicionaría de esa
forma, te amo.”
“Sí, lo sé,” le dije. “Ella murió en un accidente de coche, los caminos estaban mojados y
Asintió. “Sé cómo se siente él,” dijo en voz baja. Suspiré y me pasé la mano por el pelo,
no del todo contento con el giro que tomó la conversación.
Mi ceño se frunció. “No me debes nada,” le dije confundido, dolido de que pensara esa
mierda. Ella me miró y sonrió con tristeza.
“¿No?” Preguntó. “Después de lo que le pasó a tu mamá y por lo qué pasó tu familia
para salvarme, ¿no te debo el vivir mi vida plenamente?”
“Eh, supongo que sí,” le dije, sin saber cómo carajos responder esa pregunta. Ella
asintió y de nuevo se volvió para mirar hacia el agua.
“Por eso me siento como una decepción. A veces, me siento culpable incluso por haber
nacido, Edward,” me dijo. Empecé a hablar para decirle que esa mierda era una
ridiculez, cuando ella me cortó. “Sé lo que vas a decir. Me vas a decir que no diga esas
cosas y no quiero decírtelas a ti, porque no está bien después de lo que sucedió para
que tuviera esta vida. Aunque, no lo diga no cambia cómo me siento.”
“Sí,” me dijo. “Le dije que no había nada que celebrar el día en que nací, porque no me
siento como si debiera incluso existir, y en lugar de decirme que estaba siendo ridícula
y que dejara de decir eso, él solo dijo que «eso era una mierda». Eso fue todo. Que «eso
era una mierda». No hay nada profundo en ello, pero me hizo sentir mejor porque esas
palabras me dijeron que tenía derecho a sentirme como me sentía. No sentí pesar por
mi culpa, no me sentí como si estuviera decepcionándolo al decirlo. Ni siquiera estoy
segura de si en realidad se preocupaba por cómo me sentía, pero me escuchó de todos
modos.”
“Sí,” le dije, recordando cuando estaba más joven y haber tenido conversaciones sobre
culpa e ira por la muerte de nuestras madres y cómo él ni una sola vez trató de decirme
qué carajos pensar o sentir. “Eso suena como Jacob.”
Me miró de nuevo. “Sé que lo que él te hizo está mal, y lo siento si te lastimo al hablar
con él. No fue mi intención, y nunca haría nada intencionalmente para molestarte,
Edward. Es solo que... sin importar cuáles eran sus motivos. Jacob se desvivía por
Su voz se fue apagando hacia el final y frunció el ceño, la culpa clara como el día en
su rostro. Me sentí egoísta, porque obviamente ella estaba sufriendo y tratando de
comprender ciertas mierdas, y yo solo estaba pensando en mí mismo y mi
resentimiento. Isabella me había salvado, me había sacado de la oscuridad y me
había devuelto a la vida y yo estaba actuando como si prefiriera que se ahogara en
sus penas a que hablara con alguien que no me agradaba. No confiaba en Jacob en lo
absoluto y cuestionaba seriamente sus motivos, pero me di cuenta mientras estaba allí
parado mirándola que todos habían tenido la puta razón. Mi padre me dijo que si la
amaba tenía que respetar su derecho a tomar sus propias decisiones y aún cuando
solo quería protegerla, tenía que dejarla cometer sus propios errores de mierda. Y
Alice... Alice me preguntó por qué no podía comprender y dónde estaba mi fe en ella.
“Joder, sabes que él me odia,” le dije después de un momento, sin tener más que decir
sobre este tema. Ella negó.
“No, no es así. Está dolido y enojado, pero no te odia, Edward,” me dijo. “De hecho,
creo que echa de menos tu amistad.”
Me reí secamente. “Él dijo verdaderas mierdas sobre mí, Bella,” le dije. Me miró y
sonrió, asintiendo con su cabeza.
“Lo hace, a veces. Pero como dijiste hace unos minutos, todos decimos cosas que no
sentimos en realidad cuando nos lastiman y estamos confundidos y molestos,” me
respondió.
“¿De verdad piensas que él no dijo esa mierda en serio?” Le pregunté, casi divertido.
Asintió.
“Creo que solo está confundido. Ya no te conoce, Edward. ¿Sabes? Él me dijo que eres
la única persona con la que alguna vez ha hablado acerca de la muerte de su mamá.
Tiene todos esos amigos en la reservación pero no siente que alguno de ellos lo
comprenda. Ustedes solían contarse sus secretos el uno al otro, y ahora tú me tienes a
mí, ¿pero a quién tiene Jacob? A nadie. Y no estoy diciendo que deberías sentir lástima
por él o algo así, porque tal vez es por su propia culpa...”
“Está bien, entonces es por su propia culpa. Pero la verdad es que él está realmente
solo y no puedo entender por qué, tal vez esté celoso y no quiera aceptar que tú en
“¿Qué te hace pensar que está afligido?” Pregunté con curiosidad. Se encogió de
hombros.
“Sí. Solía preguntarme si Jacob solo me hablaba para molestarte, y de alguna forma
todavía me lo pregunto pero no porque quiera lastimarte como lo pensé alguna vez.
Creo que Jacob comenzó a buscarme porque soy su conexión contigo. Tal vez suene
estúpido, pero pienso que, de alguna forma, me pareció que yo no era la única que
necesitaba alguien que lo escuchara esta noche. Creo que él habló más que yo,” dijo
en voz baja. “Aunque yo, eh... le dije que tú me liberaste.”
“El doctor Cullen me consiguió mis papeles, pero tú eres quién me liberó, Edward,”
dijo. “Tú me diste una vida.”
Suspiré y cubrí su mano con la mía. “No te disculpes. Definitivamente he sido golpeado
con más fuerza, apenas si duele. En realidad se requiere de muchos huevos y de
alguna forma me siento orgulloso. Quiero decir que, te defendiste tú sola y
probablemente yo mismo me hubiera golpeado también. Me lo merecía.”
“Nadie se lo merece, Edward,” me dijo. “No debería haberlo hecho. O sea, de todos,
tenía que ser yo...”
“No es tan importante y no te mortifiques por ello. Me refiero a que, Cristo, ¿no
hablamos ya dos veces sobre personas haciendo mierdas que no sentían en realidad
Accedió así que tomé su mano, entrelazando nuestros dedos juntos mientras la llevaba
a través de los árboles y hacia los coches. “Te sigo a la casa, ¿de acuerdo?” Le
pregunté a Isabella.
Negué. “El parabrisas me dio más problemas que los que ese pendejo me dio,”
respondí. Se me quedó mirando por un momento antes de sacudir la cabeza y alejarse,
murmurando en voz baja. Pasé la mano por mi pelo con nerviosismo y caminé hacia el
Volvo, subiendo y encendiéndolo. La seguí a través de La Push y de vuelta hacia Forks,
tratando de mantener la paciencia y asimilar las cosas mientras ella conducía bajo el
límite de velocidad. Llegamos a la casa y entramos en silencio, los dos bastante
taciturnos a medida que los eventos recientes caían sobre nosotros.
Nos fuimos directamente arriba y titubeé cuando llegamos al tercer piso, diciéndole a
Isabella que se fuera a la recámara y que yo estaría allí en un momento. La vi
desaparecer en el interior y caminé hacia la biblioteca, agarrando el diario del suelo.
Bajé las escaleras sin hacer ruido hacia el segundo piso, acercándome a la oficina de
mi padre. Llamé a la puerta con suavidad y lo escuché gritarme que pasara, así que la
abrí lentamente y entré. Estaba sentado detrás de su escritorio y me fulminó con la
mirada molesto.
“Sí, bueno, tengo algo que o la hará mucho mejor o simplemente va a empeorarlo
todo,” dije, acercándome a su escritorio y dejando caer el diario encima de la pila de
papeles que había estado revisando. Me miró con molestia en su expresión por mi
obvia interrupción.
“¿Es el libro que ella ha estado leyendo?” Preguntó en voz baja. Asentí.
“Sabía que tu madre tenía uno pero siempre pensé que estaba en algún lugar allá
arriba, en el ático, con el resto de sus pertenecías. Nunca se me ocurrió que podría
haber estado entre los libros, pero así y todo, no los toco así que no lo hubiera sabido,”
me dijo.
“Sí, bueno, lo estaba. Así que ahí tienes. No tengo deseos de leerlo, y no creo que ella
deba leer más de él, así que has lo que quieras con él. Pero esa es la razón por la que
fui a La Push, y tal vez eso te encabrone y si quieres gritarme. Adelante, grítame. Pero
no me arrepiento de haber ido tras ella, porque recuerdo claramente que me dijiste que
ella necesitaría escuchar de mí que no la culpo, y después de no haberte escuchado
todas esas otras putas veces pensé que esto era lo suficientemente importante como
para escuchar tu consejo. Ya sabes... ya que a veces pareces saber de qué carajos
estás hablando,” le dije. Levantó la vista y se me quedó mirando por un momento antes
de que sus ojos se desviaran de nuevo hacia el libro. Pasó su mano sobre la cubierta
de cuero suspirando.
Todo se había derrumbado, nuestra relación casi se desmoronó como resultado, pero
ahora podíamos empezar a armar el rompecabezas ya que finalmente teníamos todas
las piezas. Todo estaba al descubierto, y no había nada que pudiera separarnos ya
que no había más secretos.
Bueno, con la excepción de que ella era una principessa della mafia, por supuesto...
pero no había razón para contarle alguna vez esa mierda.
************
Stai zitto = Cierra la boca
Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola
Guevara, Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana
Ortiz, Pilar Ocampo.
Estaba parada junto a la ventana de la cocina, mirando hacia el patio, mis ojos
concentrados en el Volvo plateado estacionado en la entrada, el daño parecía aún
peor a plena luz del día, el parabrisas completamente destruido, el lado del pasajero
estaba abollado, donde su puño se había estrellado, incluso se podían ver algunas
manchas de sangre de sus nudillos. Había una gran abolladura en la puerta del
pasajero de la cual no fui consciente, gracias a la culpa y a la vergüenza que me
consumía. Amaba su coche, me lo había dicho en numerosas ocasiones, era una de
sus posesiones más preciadas, era tan protector con él, que siempre se negaba a que
alguien, a parte de él, lo manejara, inclusive a mí, pero yo le había hecho tanto daño
que eso era lo que menos le importaba. Su dolor había hecho que destruyera algo tan
importante para él.
Al acercarme al coche la verdad llego a mí, eso es justo lo que yo le había hecho a
Edward. No tenía intención de lastimarlo, pero mis intenciones no importaban cuando
todo se venía abajo. La verdad era que le había hecho daño, y así como el Volvo no se
iba a reparar por arte de magia de la noche a la mañana, sabía que iba a tomar
tiempo curar a Edward. Para ninguno de los dos iba a ser sencillo olvidarlo todo y
simplemente seguir adelante, sin importar lo que mucho que pudiéramos desearlo.
“Me desperté solo” me dijo una conocida voz aterciopelada detrás de mí, sacándome
de mis pensamientos. Me di la vuelta y vi a Edward parado en la puerta de la cocina,
con el cabello revuelto, sus pantalones de franela colgando en sus caderas. Estaba sin
camisa y descalzo, lucía medio dormido todavía.
“Te veías tan tranquilo que no quise despertarte” dije en voz baja viéndolo. Mis ojos
comenzaron a descender hacia su mano y pude ver que los moretones en sus nudillos
“Mi mano está bien” dijo en voz baja después de un momento, dándose cuenta en
donde estaba centrada mi atención. Sonreí con tristeza mientras el flexionaba sus
dedos, poniéndose tenso, con la mandíbula rígida que trataba de ocultar con una
mueca. Eso me dejaba claro que su mano no estaba muy bien, pero estaba claro que
no quería que sintieran lástima o compasión por él. Durante un tiempo nos dedicamos
a mirarnos el uno al otro en silencio, rodeados de una tensión incómoda. Había tantas
cosas qué decir, aclarar todo pero no tenía ni idea de cómo empezar, era demasiado
abrumador. Los acontecimientos de la noche anterior pasaban por mi mente mientras
seguíamos observándonos, la culpa aumentaba poco a poco en mí, el dolor sordo en
mi pecho había estado presente desde nuestro viaje a Phoenix y se intensificaba
mientras pensaba en cómo lo había golpeado y trataba de imaginar lo que había
sentido él cuando hui hacia La Push.
Sabía que él debería haber estado confundido y dolido al darse cuenta que me había
ido, el coche estacionado afuera podía dar fe de ello.
Recordé sus palabras en el estadio de fútbol, la angustia en su voz era algo que sabía
no olvidaría pronto. Él quería saber si lo estaba haciendo a propósito, si estaba
tratando de lastimarlo porque era claro que eso es lo que estaba haciendo.
Había estado tan desesperada ocultando lo que sentía y estaba atrapada en mi propia
angustia que no me daba cuenta lo que realmente le estaba haciendo a él hasta que
fue demasiado tarde.
Al guardarme lo que sabía, le estaba haciendo daño aún peor que cualquier verdad le
hubiera hecho. Me había alejado de él en un intento de evitar que sintiera ese dolor,
sin darme cuenta que eso haría totalmente lo contrario. Edward había perdido tanto en
la vida y sin importar si él lo supiera o no las causas que rodearon la muerte de su
madre, la realidad era que ella no iba a regresar. El oír esa verdad sería muy difícil
para él, pero al final de todo nada habría cambiado.
Sin embargo, el alejarme de él había cambiado las cosas completamente, no fue hasta
que hablé con Jacob, en el rocoso acantilado en medio de la noche en La Push, que
había entendido cómo Edward podía llegar a ser tan dependiente. Fue difícil para mí
reconocer al chico desconsiderado, rebelde quién lastimaba a todos los que querían
estar cerca de él, con el Edward del cual me había enamorado, pero al hablar con
Jacob acerca de su amistad, por fin pude realmente fusionar a esos dos Edward.
Su vínculo había sido más profundo de lo que pensé en un inicio y además entendí
“Lo siento” dijo al mismo tiempo, su voz resonó junto con mis palabras y mi aflicción.
Se pasó la mano por el pelo nerviosamente, haciendo una mueca de dolor. “¿Por qué lo
sientes?” me preguntó con curiosidad.
“Te lo dije, Isabella, mi mano está bien”, dijo con una leve molestia en su voz. Suspiré y
negué con la cabeza.
“No tu mano, Tú” dije en voz baja. “Solo pensé en lo mucho que te lastimaría si te lo
decía, pero nunca pensé en cómo el no decírtelo lo haría. De verdad te lastimé y juro
que no tenía intención de hacerlo, pero lo hice.”
“Sí, lo hiciste” respondió “Pero lo entiendo, Bella, porque hice exactamente lo mismo, ya
lo sabía, solo que no quise decirte nada para no hacerte daño, sería un maldito
hipócrita si te echara la culpa de lo que pasó. Si la culpa es de alguien, es mía, porque
debía de habértelo dicho cuando tuve la oportunidad en lugar de dejar que lo
averiguaras de esa forma. Pude haber detenido toda esta mierda antes de que
empezara, pero no lo hice y por eso, lo siento”.
Él traía cargando todo el peso en sus hombros y en ese momento me sentí egoísta por
quedarme en silencio, incapaz de encontrar las palabras para poder aliviar su
preocupación y su dolor. Escuché sus pies descalzos golpeando contra el suelo, frío y
duro, arrastrándolos hasta donde estaba parada, haciendo una pausa junto a la
ventana y viendo hacia afuera.
“Lo siento”, dije en voz baja una vez más. Cuando me di vuelta para verlo, la culpa era
abrumadora y en ese momento las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas,
suspiró exasperado y negó con la cabeza.
“¿Es eso lo que has estado haciendo?” le pregunté en voz baja, secándome las
lágrimas. Asintió.
“Lo he estado haciendo durante años, todo el tiempo preguntándome por qué mi vida
era una mierda. Traté de culpar a los demás por lo jodido que estaba cuando en
realidad era mi maldita culpa que estaba así. Estoy cansado de esa mierda, por ello
sigo repitiendo los mismos errores una y otra vez. Mi padre sigue diciéndome que
madure de una puta vez y tal vez ya es hora que aprenda a escuchar y termine con
esta mierda”. Dijo quitando su mano de mi cadera y pasándola por el cabello con
frustración. “Tal vez es la puñetera hora de aceptar todo lo que pasó y solo…
perdonar”.
Lo miré sorprendida por su repentina explosión de madurez cuando más o menos doce
horas antes había actuado de una manera tan volátil, era como si hubiera sido
completamente aplastado, derrotando hasta el punto que no tenía ninguna voluntad
para seguir luchando, pero sonaba resignado acerca de eso, casi como si estuviera
aliviado.
“¿Eso significa que perdonas a Jacob también?”. Le pregunté con curiosidad, sus ojos
se estrecharon y me quedé helada al ver su expresión, dándome cuenta de que había
tocado una fibra muy sensible con mi pregunta.
“Él es un pendejo y lastima todo lo que toca”, finalmente respondió hablando con
naturalidad.
Sonreí con tristeza “Eso es lo mismo que siempre dice él de ti”, le dije en voz baja
moviendo la cabeza. “Está equivocado acerca de ti y se lo he dicho, pero tal vez tú
también estás equivocado acerca de él”.
Suspiré mientras me encogía de hombros. “Está bien. Solo digo que tal vez ustedes dos
no son tan diferentes y tal vez si pudieran hacer a un lado todo, ustedes podrían…”
“Entiendo lo que estás diciendo”, me interrumpió con enojo. “Y esos son muchos tal vez,
Bella. Y nunca va a suceder esa mierda, así que no tiene sentido siquiera hablar de
ello. De hecho, no quiero hablar de ese hijo de puta en absoluto porque no tiene nada
que ver con nosotros”.
Dejé de hablar y lo miré, su tono me decía que el tema estaba cerrado, la tensión en la
cocina estaba a tope de nuevo estando los dos junto a la ventana y ninguno de los dos
hablaba. Luché contra las ganas de pedir disculpas por volverme tan irritante y traer
de vuelta a Jacob, pero sabía que las palabras “lo siento” solo lo iban a molestar más.
Sin embargo, me sentí mal porque se suponía que íbamos a tratar de hacer las cosas
bien y obviamente no estábamos empezando con el pie correcto.
“Il tempo guarisce tutti i mali”, dijo después de un rato, acercándose y frotándose el
pecho donde las palabras habían sido escritas con tinta, “El tiempo cura todas las
heridas, tú me preguntaste hace mucho si en verdad creía en estas palabras y yo,
solamente, le resté importancia. ¿Te acuerdas?”
“Sí”, respondí.
“Sí, bueno, cuando me lo hice, sinceramente no lo hacía, pensé que era solo una
pendejada que la gente dice para tratar que otros hijos de puta se sientan mejor, pero
ahora lo creo sinceramente. Puedes sobreponerte a lo que sea con el tiempo suficiente.
No estoy seguro de cuánto tiempo llevará encontrarle una solución a esta mierda, pero
tengo todo el tiempo del mundo para ti. Es todo lo que puedo ofrecer en este momento”,
dijo. “Te amo, lo sabes. No me daré por vencido si tú no lo haces”.
“Yo también te amo”, dije en voz baja “Y no quiero darme por vencida”.
“Si realmente no creías esa frase, ¿por qué te la tatuaste?”, le pregunté después de un
momento. Suspiró y se encogió de hombros dejándome ir.
“Es algo que mi madre solía decir, ella era como un libro de citas, sabiduría y mierda
andante”. Dijo volviéndose para mirar por la ventana una vez más, dejó escapar una
risa curiosa sacudiendo la cabeza. “Me recuerda a ti y tu mierda de Albert Schweitzer,
no sé por qué me tomó tanto tiempo ver las similitudes. Debería haber sido obvio para
mí antes, ya que ella también fue una esclava”.
Lo miré con confusión. “¿Qué acabas de decir?”, le pregunté sabiendo que debí de
haber oído mal porque eso no tenía ningún sentido.
Enfoco sus ojos en mí y frunció el ceño “¿Qué parte? ¿El hecho de ella solía decirme
citas como tú lo haces o el hecho de que ella era una esclava como tú?”
Mis ojos se abrieron con sorpresa “¿Tu madre fue esclava?”, le pregunté con voz más
alta de lo previsto debido a la sorpresa.
Me miró con confusión y asintió con vacilación. “Sí”, dijo. “Carajo, pensé que lo sabías.
Quiero decir, tú leíste su diario y todo eso”.
“¿Solo leíste una página?”, me preguntó. Asentí y él negó. “Bueno, mierda, supuse que
habías leído bastante de él.”
“No, no sentía la necesidad de leer más, he descubierto varias cosas por mi cuenta”, le
respondí. “O sea, no debería haber leído ni siquiera esa página, porque es una
invasión a su privacidad y lo siento si te enojas…”
“Détente”, dijo rápidamente levantando su mano para callarme. “Te dije que tenías
que dejar de disculparte conmigo, no te culpo por leerlo. También he leído esa mierda,
de hecho se lo di a mi padre para no caer en la tentación”.
“¿Se lo diste al doctor Cullen?” le pregunté. “¿Así que él sabe que yo sé?”
“Si, en realidad no importa. Me ha estado diciendo por mucho tiempo que tenía que
decírtelo”, respondió.
Edward me había dicho que no había hecho nada malo, pero parte de mí todavía se
sentía como si lo hubiera causado y me pregunté si era de la misma forma para el
doctor Cullen.
Era evidente que amaba a su esposa y la había perdido por mi culpa. No podía
siquiera imaginar lo que sentía al verme todos los días y saber a lo que había tenido
que renunciar para que yo pudiera estar donde estoy en este momento. No me había
dado cuenta hasta ese momento exactamente, hasta qué punto el hombre que yo veía
como nada más que mi amo se había sacrificado para darme una verdadera vida, lo
mucho que la familia entera había estado sacrificando para que yo estuviera a salvo.
El ser un amo significaba ser dueño de la vida de tus esclavos, pero sin embargo el
doctor Cullen había hecho todo lo contrario, había hecho lo posible por darme una
vida.
Se debatía entre cuidar de la chica a la que su esposa había querido ayudar y odiar a
la chica que se la había quitado.
Sentí como una lágrima resbalaba por mi mejilla y parpadeé sorprendida de que
estuviera llorando otra vez. La limpié y vi a Edward mirándome con cautela, esperando
mientras yo procesaba las cosas. Me miró con sus ojos verde intenso mientras pensaba
en su madre, tratando de darle algún sentido al hecho de que ella también había sido
esclava. El concepto era simplemente sorprendente y no estaba segura de qué hacer
con eso. ¿Sería por eso por lo cual estaba tan desesperada por salvarme?, ¿se había
visto reflejada en mí?, ¿cómo había pasado de ser una esclava a ser una esposa de la
mafia? ¿El doctor Cullen esencialmente la rescató, al igual que Edward me rescató a
mí?
“¿Cómo, uh…?” comencé sacudiendo la cabeza con confusión. “Quiero decir, ¿tu
“Sí, es una historia muy larga y realmente no tengo ganas de hablar de eso ahora,
pero sí, lo era. Vivía con los Evanson en Phoenix cuando mi padre se enamoró de ella”,
respondió.
Mis ojos se abrieron con sorpresa “¿Con Alec? ¿Ella era esclava de Jane?” le pregunté
atónita. Asintió con la cabeza y vi que apretaba su mano en un puño y su postura se
ponía rígida y vi como luchaba contra su enojo ante la mención de Jane. En ese
momento dejé el tema rápidamente, mordiendo mi labio nerviosamente. Todo estaba
volviéndose tan claro para mí ahora que sabía que Elizabeth había pertenecido a los
Evanson, la reacción del doctor Cullen a las Coca- Colas de cereza, la reacción de Alec
hacia mí. Fue un impactante pensar en la cantidad de cosas que teníamos en común la
madre Edward y yo. Recordé a Jasper decirme en la noche de Halloween que Edward
había visto algo en mí que lo había cambiado y se había aventurado a suponer que
era porque le había recordado a su madre. No era de extrañar las similitudes que
existían entre nosotras gracias al conjunto de circunstancias que habíamos sufrido.
“Ellos saben que tú eras a la que ella quería salvar, pero no saben que ella fue
esclava. Mi padre se los va a decir cuando tenga la oportunidad”, respondió,
aclarándose la garganta. “Como sea, ¿quieres ir arriba y pasar el rato, ver una
película o algo así? Sería bueno no pensar en esta mierda por un rato”.
Asentí, estando de acuerdo con la idea, siguiéndolo fuera de la cocina y subiendo las
escaleras. El doctor Cullen debió oír cuando llegamos a la segunda planta y llamó a
Edward. Dudé brevemente antes de decirle que lo veía en nuestra habitación, mientras
él se dirigía a la oficina de su padre. Me metí en la cama, quedándome un tiempo allí
buscando consuelo en el familiar calidez. Edward entró unos minutos después con un
sobre en la mano.
“¿Para mí?” le pregunté. Sonrió y asintió con la cabeza, sosteniendo el sobre para mí,
lo tomé con cuidado y le eché un vistazo, viendo que tenía como remitente al Consejo
Americano de Educación (N.T. American Council on Education).
“¿Lo vas a abrir?” Miré a Edward y vi la curiosidad marcada en su cara, sus ojos
brillando llenos de emoción. Su expresión solo hizo que mis nervios aumentaran, ya
que tenía mucho miedo de decepcionarlo. Era la primera vez que hacía eso, intentando
lograr algo simplemente para mejorar algo en mí y verdaderamente temía fracasar.
“No lo entiendo” dije después de un momento. “No es más que un montón de números”.
“Lectura 450, Escritura 420, Matemáticas 450, Ciencias 500 y Estudios Sociales 470”, leí.
“¿Dice cuál es el promedio de ellos?”, me preguntó. Vi hasta el final de toda esa lista
de números y vi el total y el promedio de la prueba.
“Se necesitan 450 puntos para pasar toda la cosa” dijo en voz baja. Mis ojos se
abrieron de golpe en shock cuando había dicho eso.
“Lo hiciste. No puedo decir que eso me sorprende porque sabía que lo lograrías” dijo
con confianza, me miró un momento antes de inclinarse y presionar gentilmente sus
labios con los míos. Me besó suave y lentamente, pero pude sentir toda la pasión que él
“No tienes por qué darme las gracias por esta mierda”. Respondió haciéndose para
atrás sonriendo. “Lo hago porque te amo”.
“Ya lo sé, Bella, y no te preocupes vamos a resolver esta mierda, quiero decir cada vez
estamos un paso más cerca”, dijo él tomando los resultados del examen GED de mi
mano y sosteniéndolo.
“¿Qué hay de ti?” le pregunté con curiosidad “¿Cuándo vas a hacer el examen para la
Universidad?”
“En una semana”, lo miré con sorpresa y me sonrió con tristeza. “Me apunté justo antes
de ir a Phoenix. Olvidé mencionarlo, tenía otra mierda en la cabeza”.
“Yo no diría que aplicar los SAT sea emocionante, Bella. Estoy listo para hacer la
jodida prueba y espero no hacerlo demasiado mal en mi primer intento, porque la
verdad no quiero tomar esta mierda una segunda vez”. Dijo. “Tengo que empezar a
llenar aplicaciones para la universidad, así que también tengo que averiguar a
dónde iremos una vez que salgamos de este puto lugar”.
“Sí, en serio, sobre todo si voy a tratar de jugar fútbol el próximo año”, respondió
“¿Todavía quieres ir a California? Estoy seguro que podemos encontrar una escuela
decente con un programa de arte aceptable para ti”.
“Bueno, piénsalo, ¿de acuerdo? Vamos a buscar algunas escuelas y esas mierdas, ver
“Sí, celebrar, ya eres una puta graduada del instituto. O equivalente a una. Sabes, la
mitad de las personas que toman el maldito GED lo fallan la primera vez, por eso el
hecho de que lo hayas pasado es enorme, tesoro. Simplemente mira dónde estabas
hace un año y dónde estás ahora. Eres libre, tienes un jodido título y estamos
enamorados, vamos a lograr salir de toda esta mierda antes de que nos mate a
ambos”, hizo una pausa mientras fruncía el ceño y yo reía.
“Sí, esta mierda no tiene ningún sentido. Si nos mata, no conseguiríamos salir de ella
¿no?, como sea, tú entiendes lo que estoy diciendo. Simplemente vamos a sobrevivir
como siempre lo hemos hecho, por eso esto es motivo para celebrar y además hace
mucho que no tenemos una razón para celebrar por un largo tiempo. Así que ven,
levántate, ponte algo decente y vamos a olvidarnos de toda esta mierda por un rato y
solamente ser nosotros. Joder, no siempre podemos ser nosotros mismos”.
“¿De toda la mierda que te dije lo único que tienes qué decir es por qué te tienes que
cambiar?”, me preguntó con diversión, agarrando mi mano y tirando de mí y haciendo
que me levantara. Se inclinó y me dio un rápido beso en los labios. “Cambia”, susurró
contra mis labios, “tu ropa, no tú. No quiero que tú tengas un maldito cambio, pero
estoy un poco cansado de ver esa maldita camiseta.”
“Me gusta esta camiseta” dije a la defensiva cuando se giró para salir de la
habitación, dejando el eco de su risa en el cuarto mientras desaparecía. Me quité la
ropa y me vestí con un par de vaqueros y una blusa negra, acomodé mi cabello en una
cola de caballo y agarré mis cosas antes de bajar.
“¿Tienes tus llaves?”, preguntó, alzando las cejas inquisitivamente. “Maldita sea, no
podemos tomar el Volvo para irnos a cualquier lado teniendo en cuenta en el estado en
que está”, sonreí tristemente sacándolas de mi bolsa y entregándoselas. Me dio las
gracias en voz baja antes de abrir la puerta, haciéndome un gesto para que saliera.
“No lo sé, tesoro. Pensé que tal vez podríamos ir a Port Angeles a joder un rato y
encontrar algo qué hacer” dijo encogiéndose de hombros. “Cenar algo, gastar dinero,
la mierda de siempre, ya sabes”.
Pasamos frente a una tienda que hacia retratos y Edward se quedó inmóvil, jalándome
para que me detuviera.
“Creo que puede”, Edward respondió usando la voz seductora y suave que usaba
cuando estaba, intencionalmente, tratando de encantar a alguien. Lo había oído
utilizarla numerosas veces cuando quería salirse con la suya y nunca, personalmente,
he visto que fallara, lo miré con recelo preguntándome qué era lo que estaba
planeando.
Me tensé y entrecerré los ojos en respuesta a su tono. “Quiero que tomen algunas
fotos”, explicó Edward, tomándome desprevenida. Lo sorprendida, todavía sin estar
segura qué era lo que estaba haciendo.
“Oh bueno, tenemos cita disponible para dentro de dos semanas” dijo ella mirando
hacia el cuaderno que tenía frente a ella.
“¿Oh, cuando lo querías?” le preguntó ella. Él se rió y se inclinó hacia ella bajando aún
más la voz.
“En este momento” dijo. Ella lo miró con incredulidad mientras yo me quedaba allí,
viendo como la sobornaba y pagaba el doble de la tarifa, guiándome después a la
parte trasera para poder tomarnos nuestras fotos. Me sorprendió por completo cuando
él envolvió sus brazos alrededor de mí, susurrando en mi oído que sonriera. Ella tomó
una docena de fotos, avisándole a Edward que estarían listas en un par de semanas.
Le dio las gracias y me sacó del lugar tan rápido como habíamos entrado, sonriendo
alegremente.
“Ahora tienes algo para recordar este día”, dijo. “No es un birrete y una toga o una
maldita ceremonia de graduación pero por lo menos es algo”.
Era difícil no pensar en nada cuando me dejaban sola y el sentimiento de culpa que
me seguía carcomiendo conforme pasaba el tiempo. Ni siquiera podía mirar la
fotografía de Edward y su madre, apoyada en su escritorio, sin sentir el dolor
paralizante que sentía cuando veía la devoción en su rostro de Edward cuando la
miraba. Entre Edward y yo todavía había algo de tensión que estábamos tratando de
superar, pero sabía que era una de esas cosas que solo se curan con el tiempo.
“Solo unos minutos”, le dije en voz baja mientras me sentaba, aclarando mi garganta
para tratar que el sueño se fuera de mi voz.
“Y, ¿estabas viendo cómo me vestía? ¡Jodida pervertida!” Dijo en broma, empujándome
suavemente con su codo. Me sonrojé y esperaba que no pudiera verlo en la oscuridad,
pero nada se le escapaba. Se rio entre dientes. “Sí, lo eres”
“No pude evitarlo. Eres demasiado hermoso como para no verte”, murmuré. Se rió y se
levantó sacudiendo la cabeza.
“Estás medio dormida y no sabes que es lo que estás diciendo”, dijo en tono de broma,
inclinándose y besándome rápidamente. “Tengo que irme o voy a llegar tarde. Te
amo”.
“También te amo” dije en voz baja mientras se dirigía a la puerta. Las palabras se
quedaron atrapadas en mi garganta por alguna razón ya que la emoción me estaba
embargando, con los ojos llenos de lágrimas. Me volteó a ver con confusión y le sonreí
para que no se preocupara, sin siquiera saber el porqué estaba reaccionando de esa
manera. “Buena suerte”.
“Gracias, tesoro” respondió dudando por un momento. “Nos vemos en unas horas”.
Salió y escuché sus pasos mientras bajaba las escaleras, mientras limpiaba mis
lágrimas y una extraña sensación me invadió. Se sentía como si fuera miedo, como si
toda la felicidad hubiera sido succionada cuando él salió de la habitación. Traté de
alejarla pensando que era solo un remanente de la devastación por lo que habíamos
pasado, y salí de la cama para empezar el día. Me dirigí a la cocina para beber algo
antes de empezar a limpiar y estaba sirviéndome un poco de jugo de naranja cuando
escuché que una puerta del primer piso se cerraba. Me tensé instintivamente con una
extraña sensación de miedo recorriendo mi cuerpo cuando oí pisadas que se dirigían a
mí. Me quedé mirando la puerta y mi corazón empezó a latir rápidamente, pero se
calmó de inmediato cuando vi que era el doctor Cullen. Exhalé bruscamente,
sorprendida de que estuve conteniendo el aliento sin darme cuenta mientras él me
miraba con curiosidad cuando lo notó. Me sentí un poco ridícula y esperaba que no
preguntara, porque no podría explicarlo. Algo simplemente había algo extraño en mí
que me tenía en vilo.
“Buenos días, dolcezza” dijo con voz tranquila, pero las palabras resonaron en
prácticamente toda la casa, era lo máximo que había hablado conmigo en días.
“Yo, eh” comenzó, mirándome con cautela. “Me voy a Chicago, tengo un vuelo que sale
de Seattle a la una de la tarde”.
“Está bien”, dije tímidamente preguntándome por qué me estaba diciendo esto.
“¿Necesitas algo antes de que me vaya?” preguntó alzando las cejas inquisitivamente.
Mi ceño se frunció con la pregunta y él suspiró apretándose el puente de la nariz con
frustración.
“Como Edward tiene tu coche no quería dejarte varada, entonces quería ver si
necesitabas algo ahorita”.
“Oh” dije. El coche de Edward había estado en el taller toda la semana para que
pudieran arreglarlo y había tenido que estar desplazándose con el mío. “Um, no, estoy
bien, gracias”.
“Usted también, señor” le respondí. Me miró con curiosidad como si tuviera algo más
que decirme, pero se dio la vuelta y se marchó sin decir otra palabra. Se fue unos
minutos más tarde. Pasé una buena parte de la mañana haciendo la limpieza,
quitándole el polvo a las mismas cosas a las que se lo había quitado toda la semana.
La casa estaba impecable, más limpia de lo que había estado antes de que me hiciera
cargo de ella. Era una especie de ironía teniendo en cuenta que no estaba obligada a
limpiar. Pasaban un poco de las once de la mañana, cuando estaba limpiando la
despensa en la cocina, manteniéndome ocupada hasta que Edward llegara a la casa.
Alice se había ido a Seattle para pasar el tiempo con Jasper como solía hacerlo todos
los fines de semana, y estaba empezando a sentirme sola en esta enorme casa,
silenciosa. Estaba trabajando con los enlatados, clasificándolos por su tipo gracias al
aburrimiento, cuando oí el crujido de la grava afuera y el ronroneo de un motor. Me
tensé de inmediato y me acerqué a la ventana, mirando con curiosidad mientras un
deportivo rojo desconocido se estacionaba en frente de la casa. El coche se apagó y se
abrió la puerta del lado del conductor, una mujer rubia salió de él. Mi ceño se frunció
con confusión mientras ella miraba alrededor con nerviosismo, la verdad me golpeó, ya
Era la enfermera del hospital, Heidi, si recordaba correctamente. Cerró la puerta del
coche y se dirigió hacia la casa, la ansiedad comenzó a deslizarse dentro de mí. Me
quedé allí un momento debatiéndome qué hacer antes de dirigirme al vestíbulo, el
sonido del timbre se escuchó con fuerza, lo que me detuvo en seco. Algo sobre ese
sonido me envió un escalofrío, de miedo, por toda la espalda, esa sensación de miedo,
que había sentido antes, regresó con tanta fuerza que pensé que iba a vomitar.
Me agarré de la orilla del piano para no caerme, sorprendida por mi reacción tan
intensa. Me quedé allí y trate de controlarme, mis manos comenzaron a temblar
cuando el timbre sonó otra vez. Algo estaba definitivamente mal.
“¿Pasa algo, Isabella?” preguntó con alarma. Dudé sin saber qué decir o cómo
explicarlo. Me sentí completamente ridícula porque se suponía que estaba empezando
a ser independiente y la simple presencia de una mujer joven, aparente inofensiva, en
la puerta de la casa me hizo sentir tanto pánico.
“¿Qué está pasando?” me preguntó. Suspiré y el timbre de la puerta sonó con fuerza
otra vez, haciéndome estremecer.
“¿Quién está ahí, Isabella?” preguntó con voz grave, después de escuchar el timbre.
“Es, eh, la enfermera del hospital”, le respondí. “La que trabaja con usted”.
“Está bien”, dije vacilante, sin entender mucho pero algo asustada por su respuesta. Lo
oí maldecir cuando el timbre sonó de nuevo seguido por una serie de fuertes golpes.
“Si”, dije con voz temblorosa a causa de los nervios. Algo estaba definitivamente mal,
si el doctor Cullen lo intuía.
“No quiero que abras la puerta hasta que no veas a Edward al otro lado de ella,
¿oíste? No me importa quién se presente, no le abras a nadie más que a Edward”, dijo
severamente.
“Sí, señor” le dije. El doctor Cullen dijo que iba a hacer unas llamadas antes de
decirme que no me preocupara y colgara, cerré el teléfono, agarrándome a él con
fuerza mientras lentamente caminaba a la puerta principal. La puerta estaba abierta,
contuve la respiración mientras agarraba el cerrojo y lo giraba lentamente hasta que
hiciera clic. Heidi seguía tocando, exhalé un suspiro de alivio, los golpes no vacilaron
por lo que no me había oído cerrar la puerta. Miré el teclado al lado de la puerta e
ingresé el código, 62373, pulse el botón rojo para activarla.
“¿Qué quieres que haga?, ella no está respondiendo” dijo ella con voz débil y apenas
audible. Mi ceño se frunció con confusión porque ella estaba sola, pero después de un
segundo me di cuenta que estaba hablando por teléfono. No tenía la menor idea de
con quién estaba hablando, pero me ponía nerviosa, muy nerviosa. “Sí, estoy segura
que está aquí. El doctor Cullen la dejó esta mañana como se suponía que debía…”
hubo una pausa, el silencio se hizo muy largo mientras mi corazón latía furiosamente.
“No, ella no está con él. Ese cabrón está tomando una prueba hoy, te lo dije. Esa es la
razón por la que elegimos hacerlo hoy, ¿recuerdas? Ella definitivamente está aquí y
sola, solo hay que hacer que abra la maldita puerta de alguna manera”, hubo una
breve pausa antes de continuar, su voz se tambaleaba, la desesperación y angustia se
hacían presentes, “Lo sé, lo entiendo, pero ¡no seas así, por favor! Te quiero Jay, te lo
juro y no quiero decepcionarte, prometo que voy a hacer bien este trabajo, lo haré bien.
Sé lo que esto significa para ti”.
Mis rodillas casi cedieron y grité, tapándome la boca con rapidez para callarme,
cuando comenzó a golpear la puerta con impaciencia. Me tensé esperando que no me
hubiera oído.
“¿Hola?” gritó ella “¿Estás por ahí?”. Me escabullí tan silenciosamente como pude
hacia un lado, acurrucándome en un rincón junto al piano, cuando abrí mi teléfono de
nuevo. Estaba asustada y confundida, la sangre empezó a correr furiosamente por todo
mi cuerpo. Examiné a través de mi lista de números de manera rápida y marqué el de
Edward, mi temor fue en ascenso cuando sonó su correo de voz. Dejé escapar un
suspiro tembloroso y las lágrimas se comenzaron a formar, cuando ella comenzó a
golpear la puerta y tocar el timbre varias veces otra vez gritando mi nombre. Podía oír
No sabía qué quería, por qué estaba allí o con quién estaba hablando, pero cualquiera
que fuera la razón sin duda no era nada bueno. Examiné de nuevo mi lista de números,
sabiendo que Emmett y Rose no podían ayudarme al estar al otro lado del país y Alice
y Jasper no serían capaces de ayudarme desde Seattle. Ya había hablado con el
doctor Cullen y hecho lo que me había ordenado, estaba casi sin opciones cuando
llegué al último número de mi teléfono. Después de lo que había ocurrido la semana
pasada, del dolor que le había causado a Edward, me había jurado que no lo volvería
a usar. Me senté allí temblando, mientras la impaciencia de Heidi crecía, debatiendo
furiosamente qué iba a hacer, cuando sus palabras se hicieron más feroces.
“Te juro que voy a entrar si no me contestas la puerta”, espetó ella. “No estoy
autorizada a irme de aquí sin ti y que me lleve el diablo si dejo que una pequeña
esclava arruine todo lo que tengo a mi favor”. Mi ritmo cardiaco se disparó ante sus
palabras, asombro y confusión llegaron a mí. Me llamó esclava, su rabia me asustó
porque sabía más de lo que debía y no estaba segura de qué hacer con eso. Casi
empiezo a hiperventilar, porque aunque la puerta estaba cerrada con llave, no conocía
a Heidi y no tenía ni la más remota idea de lo que era capaz de hacer. Comenzó a
golpear las ventanas cuando la puerta no funcionó, en ese momento apreté el botón de
llamada en mi teléfono sin pensarlo más, temblando y tratando de mantener alejado
mi miedo. Sonó tres veces y mi desesperación golpeó su punto más alto, a sabiendas
que era mi última opción, silenciosamente recé para que él respondiera y fuera capaz
de hacer algo.
“Debo estar soñando”, sonó la voz de Jacob después del cuarto tono. “Nunca pensé que
este número volvería a aparecer de nuevo. Debes de extrañar mis chistes”.
“Jacob”, dije rápidamente, hablando tan bajo como podía y esperando que él me
entendiera a pesar de que mi voz temblaba. No respondió por un segundo y me
pregunté brevemente si me había escuchado.
“¿Estás bien?”, preguntó por fin, todo rastro de alegría había desaparecido de su voz
“Digo ¿ha pasado algo?, ¿estás herida?”
“Sí, quiero decir, no. Estoy bien al menos eso creo”, divagué.
“Sí, no sé a quién más recurrir” respondí con nerviosismo “Yo, eh, el doctor Cullen me
dijo que me comunicara con Edward de inmediato para decirle que viniera a casa,
pero su teléfono no está encendido”.
“¿Y crees que si lo hago es una buena idea?”, me preguntó. “Sin ánimo de ofender ni
nada, pero no estoy de humor como para ser atacado el día de hoy. Solo ha pasado
una semana desde que me patearon el culo, lo sabes”.
“Lo sé, lo siento, es que… no sé a quién más recurrir”, expliqué “¿Por favor? Es
realmente importante”.
“Claro, claro”, murmuró no sonando muy contento. “Lo que sea, te voy a ayudar.
¿Dónde está Edward?”
“Jesús” dijo “¿No solo quieres que vaya a tratar de decirle a Edward qué hacer, sino
que también quieres que traspase propiedad privada y lo arrastre fuera del maldito
SAT? En serio me vas a deber una. Va tratar de matarme. Moriré hoy”.
“Sí” respondí con pánico. “Por favor, necesito a Edward”. Estuvo de acuerdo
rápidamente y colgó, me dijo que me relajara y que tendría a mi novio en casa en
pocos minutos, incluso si eso significaba que tuviera que atarlo y arrastrarlo. Me senté
en esquina por un momento mirando el reloj de la pared, viendo que era casi
mediodía. No tenía ni idea de a qué hora terminaba la prueba, me sentí culpable por
hacer que abandonara la prueba, pero estaba asustada y confundida, y tenía
suficiente con la alarma del doctor Cullen, sabía que la situación era de emergencia.
Los golpes furiosos se detuvieron después de un tiempo y todo quedó en un extraño
silencio. Oí un portazo y un motor al arrancar, el sonido de las llantas girando en el
camino de la entrada. Me puse en pie con ansiedad, entré a la cocina, mirando por la
ventana para verificar que en realidad se había ido. Dejé escapar un suspiro de alivio y
me dirigí al vestíbulo para volver a llamar a Jacob y decirle que no se preocupara que
todo estaba bien y pedirle disculpas por molestarlo, esperando que no hubiera
perturbado a Edward en su examen.
Eran unos ojos que esperaba no volver a ver otra vez, los ojos de un depredador
peligroso. Empecé a hiperventilar cuando la forma poco a poco se acercaba a la casa,
todo parecía en cámara lenta. Mi visión se volvió borrosa, el aire comenzó a faltarme,
el corazón me latía con tanta fuerza que comenzaba a doler. Me agarré el pecho, todo
empezó a tener sentido, al darme cuenta de que Heidi había llegado a la casa por él, y
al final él había llegado por mí.
Debí haber sabido que vendría algún día, debí haber sabido que él no aceptaría lo
que había pasado.
Ese sentimiento de temor se apoderó de mí, mi visión se volvió aún más borrosa y
apenas oí la voz de Jacob diciendo mi nombre en el otro extremo del teléfono, a través
del sonido de la sangre corriendo en mis oídos.
“Date prisa”, le susurré con la poca fuerza que me quedaba, antes de que mis piernas
se doblaran mientras un mareo llegaba y me desmayé.
Edward cullen
Fulminaba con la mirada el papel sobre el escritorio frente a mí, agarrándome el pelo
con una mano en frustración y dando golpecitos al escritorio usando mi lápiz con la
otra mientras mis ojos repasaban la pregunta. Había leído la maldita cosa al menos
una docena de veces, pero al parecer no podía concentrarme en la mierda que decía.
Había estado sentado en la puñetera habitación por horas respondiendo pendejadas
sobre gramática, comprensión de lectura y matemáticas, mi culo dolía por la dura silla
de madera y mi cabeza latía por estar saturada.
Cristo, era un cabrón enfermo. Tenía que estar tomando el maldito examen para
decidir a dónde podría ir a la universidad y en lugar de estar prestando atención a eso,
estaba tratando de averiguar si la chica sentada junto a mí alguna vez me había
chupado la polla o no. ¿Cuál demonios era mi problema?
Ella me miró con desaprobación por el rabillo de su ojo, obviamente sintiendo que la
estaba mirando. “¿Qué quieres?” Articuló molesta, fulminándome con la mirada.
Suspiré y negué con la cabeza.
“Ni una mierda,” murmuré en voz baja, volviendo a mirar al papel en mi escritorio. No
me importaba ni una mierda la chica, francamente no me importaba ninguna de ellas.
Era un mandilón (N.T. (En España: Calzonazos. En inglés la palabra es pussy whipped,
literalmente sometido por un coño por eso lo que él dice a continuación), como Emmett
me llamaría... excepto que yo no había tenido un coño en putos siglos. Le eché un
vistazo al reloj en la pared, viendo que faltaba un cuarto de hora para el mediodía. El
administrador anunció que solo quedaban cinco minutos y suspiré con fuerza,
haciendo el intento de centrar de nuevo mi atención en el examen frente a mí. Leí la
última pregunta una vez más, tratando de entender las puñeteras analogías escritas
sobre el papel. No sabía qué significaban la mitad de las malditas palabras así que no
había manera de que alguna vez entendiera cómo estaban relacionadas. Me di por
vencido después de un momento y dejé caer el lápiz sobre el escritorio, sin siquiera
molestarme en responder la maldita pregunta. La única analogía que me interesaba
en ese momento era 'hierba es para fumar, lo que coño es para follar', porque esa era
la única maldita cosa en la realmente estaba interesado. Necesitaba calmar mis
nervios, y sabía que una pipa y mi Bella Ragazza eran las únicas dos cosas que podían
hacer eso.
“Hola Jessica,” dije cortésmente. Sus ojos se abrieron con lo que creo fue sorpresa de
que estuviera saludándola mientras una sonrisa se extendía lentamente por su rostro.
“Excelente, espero. Lo tomé el año pasado y lo hice bastante bien, pero necesito una
calificación un poco más alta para entrar en la escuela a la que tengo planes de ir,” me
dijo.
“¿Ah sí? ¿Dónde es eso?” Pregunté, sin que realmente me importara una mierda a
dónde carajos fuera pero ella había sido amable conmigo así que imaginé que lo
menos que podía hacer era charlar un poco.
“¿En serio?” Pregunté sorprendido. No era fácil conseguir que te admitieran en esa
escuela y no tenía puta idea de que ella fuera lo suficientemente inteligente para esa
mierda. Siempre pensé en Jessica como del tipo que toma un año o algo así de
universidad comunitaria antes de terminar como mesera en algún Hooters.
“Sí, siempre he querido ir allí. He estado hablando de eso desde que era una niña.
También soy una gran fanática de su equipo de fútbol,” ella dijo. Me le quedé mirando,
sintiéndome como un maldito idiota porque siempre había pensado que ella era como
todas las demás y no sabía nada sobre el deporte. Y mierda, la conozco desde hace
muchos años de mierda y había estado acostándome con ella hace unos cuantos de
esos- ¿No debería saber esas malditas cosas?
“Bueno, buena suerte con eso. Sabes que allí es dónde fueron Emmett y Rosalie,
¿verdad?” Le pregunté.
“No, ¿en serio? Al menos conoceré a alguien allí,” me dijo. “¿Qué hay de ti? ¿A dónde
vas a ir el próximo año?”
Suspiré y me encogí de hombros, pasando la mano por mi pelo. “Todavía no lo sé. Tal
vez a Stamford en Cali”, Comencé a decir cuando el sonido de llantas chillando me
detuvo. Me giré para mirar en dirección del ruido, mi ceño frunciéndose en confusión
cuando vi la motocicleta entrar a toda velocidad al estacionamiento. “¿Qué
demonios?”
“¿No es ese Jacob?” Tanya preguntó detrás de mí. Mis ojos se estrecharon en respuesta
a su nombre y vi como metió rápidamente la moto en el lugar justo a un lado de donde
yo estaba estacionado, preguntándome por qué carajos estaba él allí. Se bajó de la
“Cullen,” dijo, deteniéndose frente a mí. Sus ojos se movieron hacia las chicas, una
expresión en su rostro. “Tengo que hablar contigo sobre Isabella. Ella...”
Ni siquiera le di tiempo de terminar su frase, a sabiendas que sea lo que sea que
estaba a punto de decir no era algo que quisiera escuchar. Mis nervios todavía
estaban de punta y su puta presencia me estaba encabronando, la ira
consumiéndome. Eché mi puño hacia atrás y lo golpeé directo en la mandíbula con
tanta fuerza como pude, su cabeza cayendo hacia un lado bruscamente al mismo
tiempo que él se tambaleaba hacia atrás.
“No digas su puto nombre,” grité molesto. Él levantó su mano a dónde lo había
golpeado, su rostro irradiando ira cuando se volvió para fulminarme con la mirada.
Sus palabras dolieron y traté de contener mi furia al escucharlo. ¿Ella lo llamó? ¿Por
qué demonios le llamó? “¿Qué quieres decir con que te llamó?” Pregunté, sin querer
creer que ella había hecho eso después de la mierda que acabábamos de pasar. Ella
era una chica inteligente y reconoció lo mucho que me había lastimado esa mierda. No
había manera de que lo hubiera hecho de nuevo.
“Estoy hablando de, ring, ring, llamó a mi jodido teléfono,” escupió molesto,
sacudiendo la cabeza. ¿A qué más me podría estar refiriendo con que “me llamó”?
¿Qué tan estúpido eres?”
“Eres un hijo de perra,” le grité, arremetiendo contra él. El miedo pasó rápidamente por
su rostro por un breve segundo antes de que sus ojos se entrecerraran con rabia y se
preparó para recibirme. Lancé un puñetazo y conecté con su mandíbula, rompiéndole
la boca con el golpe, pero estaba preparado y apenas trastabilló antes de devolverme
el golpe. Me golpeó con fuerza en las costillas y me quedé sin aliento ante lo
inesperado del mismo, echando mi puño hacia atrás para golpearlo de nuevo pero
Mi visión se hizo borrosa y entrecerré los ojos cuando el agudo dolor se disparó por mi
rostro. Me llevé la mano a mi nariz y de inmediato sentí la calidez, apartándola de mi
rostro para ver la sangre que ahora estaba corriendo por ella. El verlo hizo que mi ira
se saliera de control y volé hacia él de nuevo, mi puño conectando con su boca una vez
más con tanta fuerza como pude reunir. Su cabeza cayó con fuerza hacia un lado y
casi perdió el equilibrio, dándome la oportunidad de golpearlo unas veces más
mientras estaba desprevenido. Levantó sus manos para defenderse y consiguió darme
otro golpe en la nariz, el agudo dolor se intensificó. Estaba palpitando dolorosamente y
jodiendo mi vista, mi visión se borró por completo por un segundo y le dio a Jacob justo
el tiempo suficiente para recuperar la compostura.
“¡Détente!” Gritó, empujándome hacia atrás y levantando sus manos. ¡Jesús, Cullen,
solo détente!”
“¿Crees que estoy intentando separarlos? ¡Jesús, necesitas que te revisen la cabeza!
¡Deja de ser tan malditamente paranoico, Cullen, y escucha por una vez!” Dijo molesto.
“La única razón por la que vine aquí es porque Isabella me llamó.”
Mi ceño se frunció en confusión pero antes de que pudiera decir algo, una risa
estridente sonó detrás de mí. “¿Ustedes, pendejos, están peleando por esa puta
“Cierra tu puta boca, perra,” grité, dándome la vuelta para fulminarla con la mirada.
“No la llames así,” Jacob gritó furioso. Me volví de nuevo, a punto de saltar de nuevo
sobre él por hablarme de esa forma, pero me detuve cuando su puta mirada estaba fija
más allá de mí. Me le quedé mirando confundido, sorprendido cuando me di cuenta
que no estaba gritando porque yo hubiera llamado a Tanya una perra, sino que estaba
encabronado porque Tanya había llamado a Isabella una sirvienta. “Ella es una
buena persona, a diferencia de tu culo de zorra.”
“La conozco lo suficiente,” dijo con firmeza. “Sé que ella tiene toda la razón del mundo
para estar enojada contigo, pero por alguna maldita razón todavía te ama. Se requiere
de una persona fuerte para ver más allá de la mierda que has hecho, Cullen. ¿Y en
serio vas a quedarte aquí y discutir esto conmigo? Esto es ridículo. Estoy perdiendo mi
tiempo incluso por tomarme la molestia de venir.”
“No, pero ella sí,” espetó. “Ella me dijo que viniera a buscarte porque no tenía a nadie
más a quién pedírselo y necesitaba que fueras a casa. Traté de hacerle un favor en
contra de mi buen juicio y en lugar de escuchar, prefieres pasar el rato con tus putas y
pelear conmigo sin ninguna maldita razón.”
Lo miré con confusión. “¿Ella te pidió que vinieras a buscarme?” Le pregunté, sin
entender porque esa mierda no tenía sentido. Ella sabía que estaba tomando mi
examen y estaría en casa tan pronto terminara, así que no había maldita razón para
involucrar a Jacob Black.
“Sí,” dijo, sacudiendo su cabeza. “En realidad, ella no me explicó nada y le dije que no
era buena idea pero dijo que era importante. Creo que alguien estaba allí o algo así.”
Me tensé ante sus palabras, el temor recorrió mi cuerpo. “¿Cómo sabes que alguien
estaba allí?” Pregunté rápidamente.
“No lo sé,” me dijo. “Solo escuché lo que me pareció era un timbre y ella parecía un
poco nerviosa por ello.”
Empecé a correr a toda velocidad a través de las calles de Forks y encendí mi teléfono,
viendo una llamada perdida de Isabella y una de mi padre. El hecho de que mi padre
llamara, sabiendo que estaba tomando mi SAT (N.T. Prueba de admisión para la
universidad en los Estados Unidos), hizo que mi pánico aumentara aún más. Llamé al
número de Isabella de inmediato, intentando calmarme y decirme a mí mismo que todo
estaba bien, pero no estaba funcionando.
Me enderecé y me aferré al volante con fuerza, sabiendo que tenía que prestar
atención al camino para que pudiera llegar a casa en una pieza. La única cosa que de
verdad calmaría mi preocupación sería verla con mis propios ojos, así que pisé el
acelerador con fuerza y corrí, volando a través de las calles y esperando como el
demonio que los policías no anduvieran cerca. Llegué a los límites de la ciudad y
conduje hacia la casa, dando un frenazo cuando me acerqué al camino de entrada,
pude ver marcas frescas de las que dejan las llantas al patinar y rodadas en el camino,
el verlas me hizo entrar en pánico porque a estas alturas era claro que alguien
definitivamente había venido a la puta casa.
“Eh, sí,” le dije, riendo con nerviosismo. Si no hubiera estado tan malditamente
confundido sobre lo que estaba pasando tal vez hubiera encontrado esta mierda
divertida. “¿Estás bien?”
Ella asintió, mirando para todos lados. “Ahora lo estoy,” respondió, mirándome
conmocionada. “Yo, eh... ¿tú estás bien?”
“Sí, ¿por qué no lo estaría?” Le pregunté. Ella parpadeó un par de veces y continuó
mirándome con una expresión casi de desconcierto.
“Solo tuve una pequeña pelea con Jacob,” le expliqué, sin querer que pensara que fue
algo serio. Sus ojos se ampliaron con horror y jadeó.
“Jacob está bien. Él me puso peor de lo que yo a él esta vez,” le dije rápidamente,
encogiéndome a medida que dejaba salir las palabras, sin querer admitir que se
había adueñado de mi culo en esa pelea con el golpe a mi nariz. “¿Por qué lo
llamaste? ¿Qué pasó?”
“¿Heidi?” Le pregunté, sorprendido por su respuesta, de todos los putos escenarios que
pasaron por mi cabeza, el nombre de esa perra era la última cosa que esperaba que
saliera de la boca de Isabella.
“Sí. Iba a abrir la puerta, pero decidí llamar al doctor Cullen primero, por suerte. Él me
dijo que no le abriera la puerta y que te llamara de inmediato para que vinieras a la
casa porque algo no estaba bien. No contestaste y Heidi se estaba molestando porque
no le abría la puerta, así que llamé a Jacob. Lo siento por haberlo llamado pero no
sabía a quién más llamar. Te juro que no quería lastimarte o causar más peleas,
Edward,” dijo rápidamente como suplicando, sus ojos llenos de lágrimas.
“No te preocupes por eso, tesoro,” le dije. “Lo entiendo. Me alegra que tengas alguien a
quién puedas llamar. Entonces, ¿qué, se dio por vencida y se fue? ¿Para qué carajos
estaba aquí?”
“Yo, eh... no lo sé,” me dijo, mirando alrededor con cautela. “Me amenazó, y dijo que
no permitiría que su vida sea arruinada por una esclava y....”
“¿Qué?” Le dije con incredulidad, interrumpiéndola. “¿Te amenazó? ¿Te llamó una
puta esclava?”
“Sí, ella lo sabe, creo,” dijo vacilante. “Pero ella se fue y luego...”
“Bueno, no lo sé. O sea, ella se fue y yo estaba llamando de vuelta a Jacob y...”
Comenzó a decir, sus palabras titubearon cuando el rugido de un motor se acercaba.
Ella se tensó y se me quedó mirando con pánico, así que me acerqué rápidamente a la
ventana, echando un vistazo para ver la motocicleta detenerse frente a la casa.
“Edward,” Isabella dijo rápidamente, casi en forma de regaño. Me volví para mirarla y
ella me empujó a un lado, dando un paso al frente y sus ojos se movieron para todos
lados con ansiedad. Se bajó del porche y me tensé cuando se acercó a Jacob, mis ojos
se abrieron por la sorpresa cuando lo envolvió con sus brazos en un abrazo suelto.
Jacob se quedó inmóvil por un segundo por la conmoción, mirándome con recelo como
si esperara que le diera un puñetero disparo o algo así, antes de palmear suavemente
su espalda. “Gracias, Jacob. No tenías por qué ayudarme pero lo hiciste. No mucha
gente haría eso. Realmente lo aprecio.”
“Ah, no fue gran cosa,” dijo indiferente con un encogimiento de hombros cuando ella se
apartaba de él, pero conocía a Jacob lo suficientemente bien para saber que si era
gran cosa. Él se parecía mucho a mí en el sentido de que no recibía elogios a menudo
por hacer algo bueno, y estaba acostumbrado a que se le dijera que era una absoluta
mierda. De hecho, no es típico de Jacob la verdad hacer mierdas buenas, así que el
simple hecho de que la haya ayudado y tuvo las pelotas para enfrentarme a fin de
ayudarla no era una proeza pequeña para él. Casi empecé a sentirme mal por pegarle,
pero las punzadas en mi nariz contrarrestaron esa mierda. Ese hijo de puta tuvo suerte
de que no estuviera rota. “Entonces, ¿estás bien? ¿Crisis sorteada y todo eso?”
“Eh, bueno...” Isabella comenzó a decir, mordisqueando su labio inferior por los nervios
y viéndome de reojo.
“Solo fue Heidi,” le dije, bajando del porche a dónde ellos estaban de pie. “Vino a
tratar de hacer algunas pendejadas. Mi padre debió haberla mandado a freír
espárragos o algo así. Ya sabes que tan despechadas pueden ser las perras.”
“Um, no creo que eso sea lo que pasó...” Isabella comenzó a decir, negando con su
cabeza.
“Siempre fue una caza fortunas,” Jacob intervino. “Follaría a cualquiera con un poco de
dinero y poder. Nunca entendí por qué tu padre caería tan bajo. Ni siquiera yo caería
tan bajo.”
“No, no lo hice,” me dijo, entrecerrándome sus ojos. “Nunca toqué a esa zorra.”
Sentí mis manos temblar por la rabia y las apreté en puños, sin querer que me
controlara de nuevo. Jacob me fulminó con la mirada por un momento y esperé a que
dijera que no era cierto, completamente preparado para romperle su boca mentirosa
cuando lo hiciera, pero cuando finalmente habló dijo la última cosa que esperaba
escuchar de él.
“Dije que es cierto. No debí haber dicho lo que dije. La jodí y lo siento por eso,” me dijo,
sacudiendo su cabeza. “Pero tú también lo hiciste, Cullen.”
Me le quedé mirando, sin saber qué mierda decir en respuesta a eso. Era la primera
vez que Jacob siquiera había reconocido que me había hecho daño y me tomó
desprevenido, porque él era tan malo como yo en confesar sus errores y pedir
disculpas.
“Sí,” murmuré después de un segundo, pasando la mano por mi pelo, sin gustarme la
puta incomodidad del momento. “Probablemente no debí haberme follado a tu
hermana, así que lo siento por eso o como sea.” Luché para decir la palabra, porque
admitir cualquier culpa era malditamente doloroso. Suspiré y me volví para mirar a
Isabella, que nos miraba sorprendida a los dos. Una pequeña sonrisa apareció en sus
labios y se veía casi jodidamente orgullosa de mí.
“En fin,” dije rápidamente, rodando mis ojos e interrumpiéndola antes de que pudiera
hacer un maldito alboroto de eso porque seguía sin cambiar una maldita cosa. “Todo
está bien. En realidad, Isabella pudo haberse encargado de ella sola. Tenía el palo
para amasar listo para golpearle la cabeza a la perra. Probablemente hubiera sido
mejor un sartén, pero lo que sea que funcione.”
Jacob se rió e Isabella se sonrojó, agachando la cabeza con timidez mientras me reía.
“No sabía qué hacer,” me dijo. “Me desmayé y entonces...”
“¿Te desmayaste?” Pregunté, interrumpiéndola una vez más, y gimió con molestia.
“¿Podrías escucharme por favor?” Pidió exasperadamente. “Cada vez que trato de
explicarte lo que pasó me interrumpes.”
“Después de que Heidi se fue iba a decirle a Jacob que lo olvidara, pero cuando estaba
caminando por el vestíbulo volví a mirar hacia afuera y creo que vi... a alguien.”
“Sí, estaban allá por los árboles. Empezaron a caminar hacia la casa y entré en
pánico, y fue entonces cuando me desmayé,” me dijo, sus ojos estudiando mi rostro con
intensidad.
“¿A quién viste?” Pregunté, mirándola con recelo. Me di cuenta por su expresión que
estaba guardándose información.
“Bueno, o sea, no estoy segura. Cuando volví en mí, nadie estaba allí, así que tal vez
solo lo imaginé o algo así,” dijo rápidamente.
“Isabella,” dije en tono serio, deseando que lo sacara de una puta vez porque su
titubeo me estaba poniendo nervioso. “¿Quién era?”
Se me quedó mirando y vi el miedo destellar en sus ojos, el verlo casi paró mi corazón y
envió un escalofrío por mi espalda. “Se parecía a... James,” susurró, su voz temblaba
cuando dijo su nombre. Me tensé cuando lo escuché, mi propio miedo incrementándose
porque no era el momento para entrar en pánico.
“¿Te parece que el césped fue cortado hoy, Edward?” Preguntó. Miré alrededor y me
encogí de hombros.
“No, está bien. Como sea,” murmuré. “Aunque, aún así no tiene sentido. ¿Por qué
estaría él aquí?”
“Eh, sí,” le dije. “Más o menos. Te oyes algo así como entrecortado.”
“Entonces, tengo un chiste para ti,” Jacob dijo, mirando a Isabella y sonriendo. Ella se
volvió para mirarlo y rodé los ojos, dándome la vuelta molesto. Siempre estaba
haciendo esa mierda, contando chistes de mierda y tratando de hacer reír a la gente, y
me ponía de maldito mal humor. Mi padre comenzó a hablar acerca de que Isabella y
yo teníamos que irnos, y escuché algo sobre el aeropuerto en Seattle pero la recepción
estaba empeorando. “¿Qué es negro, blanco y tiene rojo todo alrededor?” Jacob
preguntó.
“¿Qué?” Pregunté en el teléfono, sin entender muy bien pero la voz de mi padre se
escuchaba apresurada y aterrorizada, solo eso asustándome como la mierda.
“Escúchame,” dije aterrorizado en voz baja mientras otro disparo sonó desde lejos. La
“Cristo, Isabella, tienes que escucharme, esto es jodidamente serio. Tenemos que salir
de aquí y no podremos hacerlo si entras en pánico y te quedas inmóvil. Necesito que
hagas esto, ¿puedes hacerlo?”
“Sí,” susurró, su voz temblando tanto como su cuerpo. Agarré las llaves de mi bolsillo y
levanté la mano para abrir la puerta del pasajero, abriéndola un poco. La miré
brevemente y vi la devastación y la confusión, sus ojos llenos de horror mientras
lágrimas salían de ellos.
“Está bien,” susurró. Sin embargo, otro disparo atravesó el aire y di un respingo por el
sonido, dando un profundo respiro y asintiendo. Empecé a contar y sus ojos se
ampliaron mientras se aferraba a mí con más fuerza cuando llegué al dos. “¡Espera!”
“Te amo,” dijo con voz estrangulada, las palabras atoradas en su garganta y
escapando como un sollozo. Me lastimó el escucharla, mi corazón dolía.
“Jacob,” ella jadeó entre sus sollozos. “¡Tenemos que ir por Jacob! ¡Tenemos que
regresar!”
“No podemos,” le dije rápidamente. “Cristo, Isabella, algún cabrón está tratando de
matarnos. Es demasiado tarde para Jacob. Tenemos que salir de aquí.”
Ella me miró devastada y sacudió su cabeza, las lágrimas fluyendo libremente de sus
ojos. “Pero... solo estaba tratando de ayudar... él solo...”
“Lo sé, nena, lo sé,” dije con voz estrangulada a través del nudo en mi garganta, dando
un volantazo hacia el camino principal. No sabía que otra mierda decir, sin saber cómo
hacerla sentir mejor pero deseando hacerlo desesperadamente. “Todo está bien.
Estamos bien.”
Traté de concentrarme en el camino mientras conducía por la carretera vacía pero algo
llamó mi atención en el espejo retrovisor y le eché un vistazo, el miedo corrió a través
de mí cuando vi la SUV negra volando detrás de nosotros. “Mierda,” escupí, pisando
con más fuerza el acelerador. Isabella me miró con aprensión y giró su cabeza para
mirar detrás de nosotros, sus ojos abriéndose con horror.
“Oh, Dios, eso es...” Comenzó a decir, sin molestarse en terminar su declaración.
“Ponte el puto cinturón de seguridad,” grité. Se quedó paralizada por una fracción de
segundo antes de obedecer, agarrando rápidamente su cinturón y poniéndoselo. Se
me quedó mirando y quería decirle alguna mierda para calmarla pero no sabía si
siquiera existían tales palabras en ese momento. La SUV se acercó rápidamente por
detrás y el pánico se intensificó cuando me di cuenta que no se iban a detener. Me
aferré al volante con fuerza preparándome y miré a Isabella con terror, una
“Yo también te amo,” dije con voz estrangulada, luchando por contener la emoción
para no asustarla. “Sempre.”
Al momento que dije la palabra el coche se sacudió con fuerza con un fuerte golpe
cuando la SUV se estrelló contra nosotros en la parte de atrás y agarré el volante con
fuerza para tratar de mantenernos rectos, pero de todos modos se zarandeó. El coche
salió volando a un costado del camino hacia algunos árboles y lancé mis manos hacia
Isabella instintivamente para protegerla, sabiendo que era demasiado tarde para
detener lo que estaba a punto de pasar. Fui lanzado hacia el frente y el dolor me
atravesó el pecho mientras me quedaba sin aire, la última cosa que escuché antes de
que la oscuridad me tomara fue el grito desgarrador de Isabella.
“¿Edward?”
El sonido de mi nombre apenas lo registraron mis oídos, pero la voz era confusa y se
escuchaba a lo lejos así que no pude identificarla por completo. Aunque me era
familiar y agucé mi oído.
“Vamos,” la voz dijo, más clara que antes y la reconocí como la de mi padre casi de
inmediato. Había una nota de pánico en su tono y luchaba por darle sentido y abrir mis
ojos, confundido sobre lo que estaba pasando. Traté de responder pero no era capaz
de formar las palabras, gemidos estrangulados vibraron en mi pecho cuando lo
intenté.
“Despierta, hijo,” dijo con impaciencia. “Es importante. Tienes que despertar.”
Forcé a mis ojos a abrirse pero hice una mueca cuando el dolor se extendió desde mi
cabeza y hacia todo mi cuerpo. Era intenso y gemí cuando intenté moverme, la
sensación punzante solo se extendía con cada intento. “Mierda,” murmuré, mi voz
ronca y tan dolorosa como el resto de mí. Mi visión estaba distorsionada, todo borroso
así que parpadeé un par de veces en frustración.
“Me asustaste como la mierda,” dijo mi padre, su voz sonaba sorprendentemente cerca
comparada a antes y me hizo dar un respingo por la sorpresa. El movimiento dolió,
todo mi cuerpo sintiéndose como si estuviera en llamas.
“¿Qué demonios?” Dije, levantando mis manos para frotar mis ojos. Claramente estaba
en el coche, toda la parte frontal destruida e incrustada entre algunos árboles. El humo
y el calor todavía se filtraban por debajo del capó, así que sabía que no podría haber
estado allí mucho tiempo. Estaba mareado y giré mi cabeza para ver a mi padre
parado junto a la puerta del lado del conductor, viéndose angustiado. Hice un
movimiento para salir, pero él me sujetó para detenerme.
“No deberías moverte en caso de que estuvieras lesionado,” dijo con seriedad. Me quité
sus manos de encima con enojo y negué con la cabeza, haciendo una mueca porque
mi cabeza estaba palpitando con fuerza.
“Estoy bien,” murmuré, sin saber si era cierto pero odiaba cuando mi padre trataba de
“¡Solo fue un jodido rozón, deja de gritar y escucha, maldita sea!” Espeté, cubriendo
mis oídos e intentando hacer que el dolor se detuviera. “Estábamos tratando de
escapar, pero una puta SUV nos alcanzó y aquí estamos. O, mierda, aquí estoy. ¡Cristo,
¿dónde demonios está ella?!”
“¿Qué demonios?” Dije en shock, mi corazón latiendo con fuerza cuando me di cuenta
que era una persona. No pude distinguir quién era por la distancia, pero solo su
maldita presencia era suficiente para hacerme entrar en pánico. Mi padre miró en esa
dirección con indiferencia, suspirando.
“¿Laurent?” Pregunté sorprendido, a sabiendas que era uno de los de la Borgata. Era
uno de los peones de Royce y andaba con el mismo grupo que James. “Joder, ¿lo
mataste?”
“Yo no le disparé,” me dijo, negando con la cabeza. “Lo encontré allí y estaba
esperando que tú me dijeras que le había pasado.”
“Mierda, ¿lo encontraste allí? ¿Qué carajos?” Pregunté. No tenía maldito sentido y solo
me quedé viendo a mi padre por un momento, completamente desconcertado. Me di la
vuelta y me tambaleé hacia el coche, mirando a todos lados dentro de él en pánico
buscando alguna señal de la mierda que había pasado. La puerta del lado del
pasajero estaba abierta y sabía que Isabella no estaba en el maldito coche, pero no
sabía que más hacer. Ella había tenido el cinturón puesto y estaba desabrochado, por
lo que no podía haberse hecho mucho daño en el accidente. No había nada de puta
sangre de su lado, al menos. “Tal vez fue por ayuda,” murmuré, lanzando cosas por
todos lados. “Maldición, ¿y dónde está mi puta arma?”
Me congelé en el momento en que pronuncié las palabras, mis ojos cayeron en el único
cartucho calibre .45 que estaba en el suelo del lado del pasajero. Mi ceño se frunció
por la confusión a medida que extendía mi mano y lo recogía, dándome cuenta de
inmediato que había salido de mi arma pero sabiendo malditamente bien que yo,
personalmente, no lo había disparado en el maldito coche. Salí del coche y la miré
cuidadosamente mientras mi padre suspiraba.
“Tenía el presentimiento de que algo así sucedería,” dijo en voz baja. “Aún antes de
que supiera que estaba relacionada con Aro. Después de todo lo que había perdido,
sabía que salvarla no sería fácil. Todos ellos sabían lo importante que era para mí y tal
vez no conocían su relación con la organización, pero sabían su significado personal.
Nunca me preocupó realmente que ella huyera, pero tenía miedo de que alguien se la
Sentí la bilis subir y traté de contenerla mientras sus palabras repetían en mi mente
una y otra vez junto con las furiosas palpitaciones. ¿Cómo pude ser tan jodidamente
estúpido? La idea de que estuviera en algún lugar con James me hacía sentir enfermo.
Todos los posibles desenlaces inquietantes. No podía siquiera imaginarme por lo que
estaba pasando, lo que ese enfermo hijo de puta le estaba haciendo. Tenía la
esperanza de que ella mantuviera su fuerza y no tuviera mucho miedo, y esperaba
como el infierno que no le pusiera sus malditas manos encima.
“Joder, voy a matarlo,” espeté, mi ira llegando hasta las nubes mientras veía el
casquillo de bala usado en mi mano. “Juro por Dios, que ese cabrón va a pagar por
lastimarla.”
“Lo hará,” mi padre dijo con frialdad. “De una forma u otra recibirá su merecido, pero
en este momento tenemos que estar más preocupados por encontrarla. Alec viene en
camino para ayudar, y necesito regresar a la casa para sincronizar la señal de su
localización.”
“¿Por qué?” Preguntó, levantando una ceja de forma extraña y con una expresión
severa en su rostro. Suspiré y negué con la cabeza, sin saber qué mierdas decir. Había
sido uno de los peores días de mi vida y solo estaba empeorando con cada segundo
que pasaba. El amor de mi vida estaba desaparecido, en algún lugar allá afuera con
un psicópata, y era mi maldita culpa que no íbamos a ser capaces de encontrarla de
inmediato. Mierda, nunca me iba a perdonar si algo le pasaba por mi estupidez,
moriría si llegábamos demasiado tarde para salvarla. Había sobrevivido el accidente,
pero no estaba muy seguro de salir librado de lo que venía después, y sabía que mi
padre se iba a poner furioso cuando se enterara de la mierda que había hecho.
“Lo siento,” dije en voz baja, lágrimas formándose en mis ojos cuando me disculpaba
por segunda vez en un día. “La jodí.”
Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola
Guevara, Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana
Ortiz, Pilar Ocampo.
Edward saltó del porche y cayó sobre mí, casi lanzándome al suelo al lado del coche
cuando otra fuerte explosión vibró en el aire. El dolor se disparó por mi espalda al
chocar con la grava y me quedé sin aliento por el fuerte impacto. Me aferré a él cuando
mi cuerpo se sacudió violentamente, la imagen de Jacob cayendo hacia delante se
quedó grabada como en fuego en mi cerebro. Edward comenzó a susurrar algo sobre
contar hasta tres y meternos en el coche, pero no podía concentrarme en sus palabras,
mi miedo hacía que la sangre bombeara con fuerza a través de mis venas y resonara
en mis oídos. Podía oír que los disparos seguían sonando y sentí cómo su cuerpo se
tensó cuando una bala dio en el coche y su impaciencia creció. Finalmente accedí a
sus instrucciones, sabiendo que no había otra opción, y levantó la mano para abrir la
puerta del copiloto para mí.
Nella vita chi non risica non Rosica. En la vida, quien no arriesga, no gana. Podríamos
no conseguir el resultado que esperábamos, pero si ni siquiera lo intentábamos no nos
garantiza obtener algo.
Me sujetó el brazo para ver la herida, y empecé a gritar por Jacob porque había
recibido un disparo, al igual que yo, y estábamos dejándolo en la casa. Edward dijo
que era demasiado tarde, y yo estaba devastada al saber que Jacob había sido herido
tratando de ayudarme. Edward me miró y me dijo una vez más que estaríamos bien,
pero me di cuenta que su confianza estaba decayendo. Gritó ‘mierda’ de nuevo cuando
aceleró, el sonido de la palabra no tenían el mismo efecto que había tenido hace unos
“Yo también te amo”, respondió, con la voz quebrada mientras hablaba. Me quedé
mirándolo en shock mientras murmuraba. “Sempre”, la última palabra que sonaba
como si se tratara de un adiós. Me dolió el corazón al oír eso y comencé a responder,
con ganas de decirle que nunca me daría por vencida, pero antes de que pudiera
pronunciar una sola palabra nos sacudimos brutalmente cuando el gran vehículo se
estrelló contra nosotros desde atrás. El coche se salió del borde de la carretera y grité,
Edward soltó el volante y levantó las manos protectoramente delante de mí, apreté los
ojos con fuerza ya que nos dirigimos directamente hacia afuera del pequeño terraplén,
hacia el bosque.
Fui lanzada hacia delante cuando nos estrellamos contra unos árboles, me quedé sin
aliento y mis gritos se silenciaron cuando el cinturón de seguridad se quedó bloqueado
en su lugar. Las bolsas de aire salieron con un fuerte golpe, asustándome cuando me
estrellé contra ellas y jadeé por aire. Mi visión estaba borrosa mientras el dolor recorría
mi cuerpo y parpadee con rapidez, tratando de aclararla. La bolsa de aire comenzó a
desinflarse inmediatamente y miré por hacia el lado del conductor conmocionada, mi
pecho se sentía como si estuviera en llamas. Edward estaba desplomado hacia
adelante y no se movía, su bolsa de aire se desinflaba rápidamente salpicada por la
sangre de su cara. Estaba extrañamente quieto, el verlo en ese estado me partió el
corazón.
Escuché otra puerta cerrarse en el lado del conductor, pero algo me llamó la atención
en la distancia, y miré sorprendida, cuando el pequeño coche rojo que sabía
pertenecía a Heidi, se detuvo al lado del vehículo negro. Vi con horror cómo James
salía del asiento del pasajero, inclinándose para decirle algo antes de que ella se
fuera. No tenía ni idea de lo que querían, pero sabía lo suficiente como para darme
cuenta de que éramos superados en número, estábamos en un serio y grave peligro.
Consideré salir y tratar de correr, pero no quería dejar a Edward detrás. No había
manera de que pudiera dejarlo allí, inconsciente e incapaz de valerse por sí mismo.
“Edward, por favor”, le dije, presa del pánico, sin saber qué tenía qué hacer. “¡Dios, te
necesito! ¡Por favor! “
Gemí cuando se quedó quieto y podía oír susurros mientras los hombres se acercaban,
lo que aumentaba mi angustia. Miré hacia abajo en el asiento delantero con
desesperación y vi la pistola negra en el piso, mi corazón latió vigorosamente al verla.
Dudé durante una fracción de segundo antes de agacharme, sujetando el mango y
tirando de él. Me temblaban las manos mientras lo agarraba y metí el dedo en el
gatillo, no del todo segura de lo que estaba haciendo, pero sabiendo que tenía que
protegerme de alguna manera. Vi una forma acercarse al lado del conductor y entré en
pánico, en ese momento estaba tan cerca que pude reconocer la cara de James. Tenía
una sonrisa maliciosa en sus labios mientras me miraba, y ni una pizca de miedo en su
expresión cuando vio la pistola en mi mano.
“Suelta la maldita arma”, dijo el hombre que estaba detrás de mí, con voz enfadada,
con un fuerte acento que nunca antes había escuchado. Solté la pistola al instante,
“Por favor”, grité, al instante sintiéndome enferma cuando la palabra rodó de mis
labios. “¡Por favor, no le hagas daño!”
“Juro que nunca entendí lo que Aro vio en él”, dijo James, sacudiendo la cabeza.
“Príncipe della Mafia, el futuro de la organización. Él no tiene el cerebro para esto.
Pequeña mierda estúpida, enseñándole a una esclava cómo disparar un arma. Eso es
casi tan malo como enamorarse de una. “
James se dio la vuelta rápidamente para apuntar el arma a la cabeza del tipo y él se
quedó paralizado, lanzando sus manos a la defensiva. “O cierras la boca o te la
cerraré”, dijo James fríamente.
“Mierda, lo siento, hombre” dijo, sonando sorprendido, pero no asustado por completo.
“No estaba pensando.” James lo miró fijamente durante un momento antes de bajar el
arma y volviéndose hacia mí. Se quedó callado mientras me miraba, un extraño
silencio nos rodeó. Mi pecho ardía y dolía con cada respiración, el corazón me latía
con tanta fuerza que pensé que iba a explotar.
“¿Qué hay de Laurent?”, Preguntó el tercer hombre, mirando a donde yacía en el suelo.
“Déjalo”, dijo James, encogiéndose de hombros. “Iba a tener que matarlo con el tiempo
de todos modos”.
“Mátalo”, dijo con indiferencia. Mi corazón se sintió que si se hubiera detenido en ese
instante, el dolor que irradia a través de cada centímetro de mi cuerpo. Grité, tratando
de alejarme del hombre que me sostenía, mi miedo se intensificó, mis rodillas cedieron.
Su agarre cedió y me desplomé en el suelo, sollozos rasgaron a través de mí cuando el
hombre se acercó al coche.
“¡Por favor!”, Gritaba, temblando hasta el punto de ponerme enferma. “¡Por favor, no lo
haga! ¡Por favor! “
“¡Por favor!” Grité de nuevo. “Haré lo que sea, ¡lo juro! Por favor, ¡no lo mate! Dios, por
favor, voy a ir con usted, ¡lo haré! ¡No voy a luchar! Solo, ¡no lo mate! “
Mis sollozos eran fuertes, mi voz quebrada por la intensidad. La sola idea me devastó,
pero se sentía como si el mundo entero se hubiera detenido en ese momento cuando el
hombre sacó su pistola y apuntó a Edward. Dejé escapar un grito, el sonido producido
de algún lugar dentro de mi alma fue tan fuerte que me dolieron los oídos y me
quemaba la garganta. Los dos hombres delante de mí retrocedieron ante el sonido y
algo duro se estrelló contra la parte posterior de mi cabeza, el dolor rasgó a través de
mi cráneo y hacia abajo por mi espina dorsal, la fuerza del golpe me hizo silenciar,
pero di un grito ahogado.
“Cierra la puta boca”, dijo el hombre con el fuerte acento, seguido por otro golpe fuerte,
que me hizo caer hacia delante sobre el suelo. Me llevé las manos hasta cubrir la parte
de atrás de mi cabeza defensivamente cuando grité.
“¡Por favor!” Grité otra vez, sin importarme lo que me pasará, siempre y cuando no
tocaran a Edward. Sabía que él estaba vivo y necesitaba que permaneciera de esa
manera, no importaba el costo. Su familia había sufrido lo suficiente, todos ellos
habían sufrido bastante, y él era demasiado importante para que su vida fuera
terminada. “¡Dios, por favor! ¡Lo amo! ¡Por favor, haré lo que sea! ¡No le dispares!”
Algo se estrelló contra mi costado y me quedé sin aliento por el dolor, dándome cuenta
de que me habían dado una patada en las costillas. Gemí, tratando de recuperar el
aliento y controlar mis sollozos mientras seguía gritando que no le hicieran nada a
“Está bien, eso es suficiente”, dijo James con firmeza. “La necesitamos en una sola
pieza. Deja al chico.”
“Date prisa y métela en el coche de una puta vez”, dijo James, alejándose. Grité
mientras ponía sus brazos alrededor de mi cintura y me levantó del suelo,
arrastrándome hacia la carretera. Miré frenéticamente hacia el auto plateado y apenas
podía distinguir la forma de Edward desplomado dentro, el verlo inutilizó la poca
resolución que me quedaba. Empecé a gritar su nombre, gritando que lo amaba y
deseando desesperadamente que pudiera oírme, que incluso, si ese fuera nuestros
últimos momentos juntos, él lo sabría.
“Cállate”, espetó el hombre, mientras cubría mi boca para silenciarme. Asustada mordí
su mano instintivamente, se escuchó un grito cuando mis dientes rasgaron su carne. Se
apartó de mí rápidamente y en el momento que me soltó comencé a correr hacía el
coche, gritando el nombre de Edward mientras las lágrimas escapaban de mis ojos y
mi visión se volvía borrosa. En el momento en el que llegué al lado del conductor,
alguien me agarró y grité con miedo, sosteniéndome de la puerta y tratando de
aferrarme a ella con desesperación. El vidrio roto cortó mis manos mientras me
forzaban a alejarme del coche.
“Creí que ibas a portarte bien” dijo James, su voz haciéndome estremecer. Me arrastró
de vuelta al vehículo a grandes zancadas, sin siquiera pestañear cuando trataba
soltarme. Grité cuando me puso en el asiento de trasero, tratando sin éxito de
quitármelo de encima con golpes y patadas. Los otros hombres subieron y los
neumáticos chirriaron mientras se alejaban rápidamente, sollozos vibraron a través de
mi pecho mientras las lágrimas inundaron mis ojos.
“Es realmente una lástima que tenga que hacer esto”, dijo él, agarrando una bolsa
pequeña del piso y abriéndola. “Tú y yo podríamos haber tenido un poco de diversión.”
“No, por favor, no”, le dije rápidamente, sabiendo que tenía que estar consiente para
encontrar una salida a esta situación. “Te juro que no pelearé más”.
“¿Esperas que te crea? ¿Ahora?”, Dijo con incredulidad, riendo. Él me miró y sonrió
maliciosamente. “Esto puede doler un poco.”
Podría haber sido tan poco tiempo como unas horas o tan largo como semanas, pero
me atreví a suponer que fue algo intermedio antes de volver a recobrar la conciencia
de nuevo. Con la conciencia llegó el dolor, y no era capaz de moverme por mucho que
lo intentara. La cabeza me latía con fuerza, abrí los ojos, todo estaba borroso, y sentía
como pequeños granos de arena se incrustados en ellos. El cuarto estaba oscuro con
una pequeña porción de luz que se filtraba por una ventana en algún lugar, y era
claramente de noche, pero no podía decir qué hora era, o si el sol salía o se ponía.
Cada centímetro de mi cuerpo dolía, dolores agudos que recorrían mi cuerpo. Traté de
moverme y gemí, un sonido sordo y apenas audible. Tenía la boca seca y mi garganta
ardía, así que traté de tragar, confundida cuando me di cuenta que no podía mover los
labios, porque algo los estaba cubriendo. No tenía ni idea de qué estaba sucediendo,
dónde estaba o qué estaba pasando, pero me asustaba. Eché un vistazo alrededor de
la habitación, tratando de ver las cosas en la oscuridad y vi que estaba vacía a
excepción de unas cuantas sillas y una mesa, el suelo parecían ser concreto. Parecía
ser un almacén de algún tipo y volví la cabeza, tratando de darme la vuelta, pero un
dolor intenso se disparó por mi espalda, deteniéndome. Me dolía y se sentía como si
hubiera sido abusada y golpeada. Me sentí maltratada.
Me sentí... muerta.
Mis ojos recorrieron el lugar, en alarma, cuando escuché el estruendo de una puerta
seguido por el sonido de unos tacones altos haciendo clic contra el concreto. Me senté,
y permanecí inmóvil mientras se acercaban por detrás, mi corazón se aceleró
furiosamente. Estaba mareada y desorientada, tratando de aferrarme a la lucidez, pero
mi cuerpo estaba amenazando con caer en la inconsciencia, una vez más.
Levanté la vista con cautela cuando la persona pasó por delante de mí, entrecerrando
los ojos en la oscuridad y luchando por enfocar. Se trataba claramente de una mujer
con el pelo largo, color rojo fuego, y llevaba un vestido muy ajustado con zapatos a
juego. No recordaba haberla había visto antes y algo acerca de la manera en que se
movía llego a intimidarme. Ella volvió su cabeza y me miró, después de un segundo,
sus pasos se detuvieron abruptamente cuando hicimos contacto visual. Incluso en la
oscuridad pude ver que sus ojos eran de un verde brillante, mirada penetrante.
Volví a abrir los ojos y la miré con sorpresa, completamente confundida acerca de lo
que estaba pasando. Apartó la mano y desapareció detrás de mí, golpeando cosas a
su alrededor por un segundo antes de volver con un vaso de plástico y una pajita. Me
miró a los ojos por un momento antes de sonreír.
“Si quito esta cinta de tu boca tienes que estar tranquila”, dijo ella, arqueando una
ceja hacia mí. “¿Crees que puedes hacer eso?”
La mujer puso la pajita en mi boca, mirándome con expectación, y vacilé. Ella sonrió
después de un segundo, dejando escapar una ligera risa divertida. “Es agua”, me
tranquilizó.
La miré fijamente mientras trataba de procesar lo que estaba diciendo, viendo como se
acercaba y comenzó a buscar en su bolso por algo. Sacó un teléfono celular después
de un momento y marcó un número, llevándoselo a la oreja.
“Está despierta”, dijo cuando la persona respondió. “Le di un poco de agua.” Hubo una
pausa e incluso desde la distancia pude ver su cara retorcida con fastidio. “¿Querías
que la dejara morir? Tiene que estar deshidratada. ¡Ha estado fuera de sí, durante
días!”
“Puede que quieras traer a esa puta aquí a revisarla ahora que ella se despertó. Me
quedaré aquí hasta que llegues“, dijo antes de colgar. Puso su teléfono de nuevo sobre
la mesa y me miró fijamente, mi mente buscando una forma para poder apoderarme de
él. Estaba muy bien amarrada, con las manos atadas detrás de la espalda, así que no
tenía idea de cómo sería capaz de lograrlo.
“Así que Edward Cullen, ¿eh?”, Dijo, al oír su nombre me sacó bruscamente de mis
pensamientos. La miré con recelo, asustada y preguntándome por qué lo estaba
hablando de él. Inmediatamente me pregunté si ella sabía si estaba bien y consideré
preguntarle, ya que había sido amable conmigo en su mayor parte, pero una voz en el
fondo de mi mente gritaba ferozmente que no pareciera débil o vulnerable de ninguna
manera. “Lo recuerdo de cuando éramos niños. Débilmente, por supuesto, ya que fue
hace mucho tiempo. Pero aun así, me acuerdo de él. Era un niño de mamá según
recuerdo. Siempre se aferró a su madre como si su vida dependiera de ella.”
Mis ojos se estrecharon cuando ella se rió, el sonido me dio náuseas. “Es una lástima lo
que pasó, pero así es la vida. Todos tenemos reglas que tenemos que seguir. Supongo
que ella perdió el memo” dijo sarcásticamente. Mi primera impresión de ella como una
persona amable se tambaleaba, mi confusión estropeando mi capacidad de pensar
con claridad.
La miré con cautela, pues no quería aceptar nada de ella, pero no podía permitir que
mi terquedad matara mi oportunidad de conseguir algo de fuerza. Me dolía el
estómago y pude sentir las familiares punzadas del hambre a las que me había
acostumbrado a lo largo de los años. Sucumbí después de un segundo y le di un
mordisco, una sonrisa se formó en sus labios ante mi obediencia.
Me dio de comer las galletas y me dio un poco más de agua mientras mis ojos se
pusieron pesados. Luché contra el sueño, sin querer caer inconsciente otra vez, pero
estaba perdiendo el control. Mi cuerpo empezó a entumecerse y me sentí mareada,
dándome cuenta, cuando el dolor en mi cuerpo cesó y los sonidos se amortiguaron, que
había sido drogada otra vez.
Caí de nuevo en la inconciencia y con el paso del tiempo escuché conversaciones, todo
comenzó a aclararse con cada minuto que pasaba. No podía entender lo que decían,
algunas palabras eran extranjeras y voces desconocidas. La luz se filtraba a través de
mis párpados, los empecé a abrir, tratando de bloquear el dolor intenso que recorría mi
cuerpo. Parpadeé rápidamente en un intento de aclarar mi visión, pero todo era
confuso y mis ojos ardían de nuevo, la habitación estaba muy iluminada haciéndome
entrecerrar los ojos. Pude distinguir unas cuantas personas de pie alrededor de la
habitación, y pude ver al recién familiar, pelo color rojo ardiente. Traté de
concentrarme en ella y me quedé mirando a la mujer con confusión, al ver que su ropa
era diferente a la anterior.
“Buenos días, sol” dijo ella, con los ojos fijos en mí. Todo el mundo dejó de hablar, miré
alrededor con cautela, mi ritmo cardíaco se aceleró cuando vi a James. Él tenía un
vendaje en la mejilla donde le había rozado la bala. Se acercó a la mujer de cabello
rojo y vi cómo le pasaba el brazo por encima del hombro, tirando de ella hacia él. El
rostro de ella se iluminó cuando lo miró con adoración y se inclinó para presionar sus
labios contra los suyos, la imagen me estaba enfermando. Era repugnante y cruel,
había intentado tener relaciones sexuales conmigo en contra de mi voluntad, y la mujer
estaba feliz de que él la tocara. Era perturbador.
“Ah, ¿la Bella Durmiente está despierta?” Una voz desconocida con un fuerte acento
sonó detrás de mí, sorprendentemente cerca. Me tensé cuando James se rió.
“Ni siquiera necesitó de un beso de su príncipe para hacerlo”, dijo con diversión. La
mujer rodó los ojos y le dio un codazo en las costillas, su jugueteo inquietante.
“Sí, eso es. ¿Lo entiendes?”, se preguntó, alzando las cejas con curiosidad, obviamente
esperando algún tipo de respuesta de mi parte. Asentí vacilante después de un
segundo, recordando cómo la gente se refería a Edward como un príncipe de la mafia.
Me encogí ante el dolor, mi cuello estaba tan adolorido que incluso el más mínimo
movimiento me lastimaba. “¿Te duele, Principessa?”, preguntó. Le miré, sin saber cómo
responder a su pregunta, y sonrió. “Puedes hablar con libertad. Somos todos amigos
aquí.”
“Eso parece”, el hombre respondió, mirándome con curiosidad. “No puedo culparte. No
debes confiar en la gente, sobre todo con los que te asocias. La forma en que tratan a
los suyos es bastante vergonzosa. Pero te aseguro que nunca te voy a mentir como lo
han hecho ellos “.
Mis ojos se entrecerraron con suspicacia. “¿De qué estás hablando?”, Le pregunté, mi
voz rasposa y apenas audible
“Ah, ¡habla! ¡Progresos!”, dijo emocionado. “De lo que estoy hablando es que de hecho
estos italianos no han sido muy sinceros contigo, ni te han tratado con justicia.
Realmente es una vergüenza, Principessa”.
“Principessa”, se preguntó, alzando las cejas con curiosidad. “¿Prefieres que te llame
por tu nombre de esclava, Isabella Swan?”
“Yo...” Empecé a decir, sin saber cómo responder a su pregunta. “No lo sé”.
Se echó a reír, sacudiendo la cabeza. “Todavía no puedo creer que ellos no te lo hayan
dicho”, dijo, más para sí mismo que para cualquier otra persona.
Podía sentir sus ojos en mí y empecé a retorcerme un poco, a pesar de mis limitaciones,
debido a su proximidad que era exasperante. No sabía quién era, pero su presencia
me inquietaba.
“Probablemente te estés preguntando quién soy y qué estás haciendo aquí”, dijo
después de un momento, en un tono repentinamente serio. “Voy a ser sincero contigo,
princesa. Realmente no deseo hacerte daño, pero lo haré si me provocas. Así que estoy
pidiendo de antemano tu cooperación para que no tenga que hacerlo. Sé que eres una
luchadora, teniendo en cuenta que ya has marcado dos veces a mi hijo.”
“Probablemente debería empezar por el principio”, dijo mientras se volvía hacia mí. “Mi
nombre es Stephan Volkov y he estado familiarizado con los Cullen por muchos años.
Nuestras familias están en el mismo negocio y hemos tenido bastantes, uh, encuentros
con los años. De hecho, Carlisle era un niño la primera vez que lo conocí
personalmente. Era un cabrón pretencioso, al igual que escucho es su hijo menor”.
Se echó a reír, al igual que James, y entrecerré los ojos con enojo ante la mención de
Edward. “¿Toqué un punto sensible, Principessa?”, se preguntó, alzando las cejas
inquisitivamente con una expresión divertida en su rostro. “He oído que está muy
enamorado de ti. Claro que espero que esté bien, por cierto. Sería una lástima si algo
llegara a sucederle. Esperemos que no lleguemos a eso.”
Contuve mi enojo, pero podía sentir mi cuerpo temblar, los peores escenarios pasando
por mi mente. “No” dije en voz baja, con los ojos borrosos por las lágrimas. “Por favor,
no...”
“Ah, sí. Carlisle. Esto fue antes de conocer a su esposa esclava, por supuesto. Es una
pena lo que le pasó. Supongo que debería sentirme culpable por eso, pero en mi
defensa nunca le pedí que hiciera nada. Es muy divertido, sin embargo, sin saberlo,
ella trato de arreglar mis líos. Un poco irónico, en realidad, teniendo en cuenta...” dijo
riéndose.
“¿Usted?”, Le pregunté, ni siquiera del todo segura de lo que estaba preguntando, pero
él parecía estar insinuando que tenía de alguna manera la culpa. Había tenido la
impresión de que los Swan eran enteramente los culpables de todo.
“Realmente no tienes ni idea, ¿no?”, Dijo, sacudiendo la cabeza. “Sí, Principessa. Yo.
Fue divertido cuando ella quiso a ese bastardo hijo mío, pero no podía creerlo cuando
supe que estaba intentando rescatarte. ¿Cuáles son las probabilidades, verdad?”
“Sí, a quien llaman Emmett” dijo. “Su madre... ella era una, eh… amiga mía.”
Mi corazón latía con furia mientras el miedo me recorría al pensar en que Emmett y
Rosalie estaban en peligro y no había manera de que les avisara.
“No entiendo”, dije, nada de lo que estaba diciendo tenía sentido. Sacudí mi cabeza
furiosamente mientras trataba de ordenar mis pensamientos, deseando que la
confusión en mi mente se aclarara para que pudiera reunir las piezas. “¿Cómo puede
ser eso? ¿Y dónde estamos?”. Él dijo Notre Dame no estaba muy lejos de nosotros, pero
sabía a ciencia cierta que eran más de tres mil doscientos kilómetros desde Forks.
“¿Tu hijo?” Le pregunté, frunciendo el ceño cuando miré a James. Él me miraba con
curiosidad, con una sonrisa en los labios. “¿Cómo puede ser eso? Pensé que era de la
familia de Aro”.
“¿Qué?”, le pregunté rápidamente, aún más confusa. ¿Mi familia? “¿De qué estás
hablando?”
“Todo”, dijo, con una sonrisa malvada formándose en sus labios. “Mira, Isabella Swan,
ya sea que lo sepas o no, tienes el poder para ayudarme a derribar al enemigo y eso es
exactamente lo que vas a hacer”
Él se rió en voz alta. “¡Oh, si eso fuera cierto!” dijo. “Definitivamente eres alguien.
Verás, tienes el poder de paralizar a toda la organización desde arriba. Tu ayuda
comprometerá a mis tres mayores adversarios, aquellos que me impiden asumir el
control. He guardado este as bajo la manga desde que Carlisle te compró, pensando la
mejor manera de jugarlo, pero cuando descubrí que el chico Cullen estaba enamorado
de ti, vi la oportunidad perfecta. No estaba del todo seguro de si Carlisle estaba al
tanto de tu valor, pero una vez que desapareció ese médico en Port Angels me di
cuenta de que lo había descubierto y estaba tratando de cubrir sus huellas. Y luego,
cuando Alec se involucró y en realidad se respondió por ti, sabía que él también
estaba en esto. Todavía no estaba seguro de qué tanto harían por ti, porque podría
fácilmente arrojarte a los lobos para cubrir sus propios traseros. Sin embargo, lo que sí
sé de Carlisle es que seguramente se sacrificaría por su hijo, y si el chico te ama como
él dice, él va a hacer todo lo que se necesite para tratar de salvarte”.
Lo miré con horror cuando asimilé lo que estaba diciendo. “Está esperando a que
Edward venga por mí” le dije. Asintió.
“¿Por qué no solo va por ellos entonces? ¿Por qué yo?”, Le pregunté, sin entender
completamente lo que yo tenía que ver en esto. Ninguna de las personas a las que
querían derribar realmente se preocupaba por mí, pero todos ellos se preocupaban por
Edward. ¿No habría sido más fácil simplemente ir directamente por él?
“¿Todavía no lo ves? Eres mi boleto de oro. Si secuestro al chico Cullen todos llegarían
con armas de fuego. Ellos todavía están organizados y confían en los demás. Pero
contigo... tú eres más complicada. Necesitamos que uno de ellos le diga a Aro quién
eres y ten por seguro que, cuando el chico Cullen venga por ti y demande acción,
alguien va a soltar la sopa porque de otra forma Aro no le dará importancia como si
fueras solo una propiedad perdida“, explicó.
Sonrió. “He estado tratando de decirte. Tú eres el tesoro, la princesa de la mafia que se
perdió hace mucho tiempo. Todos serán como balas perdidas un peligro volviéndose
unos contra otros cuando se descubra la verdad. Cada uno estará solo, todos ellos en
una misión por razones egoístas. Cuando vengan, y te aseguro que ellos
eventualmente vendrán, vamos a estar preparados. Es mucho más fácil que ellos
vengan por ti que ir a ellos ciegamente, y una vez que haya pasado la tormenta,
Principessa, todo será mío para tomarlo.”
Tenía miedo de lo significaba todo eso para Edward y el resto de los Cullen, en qué
posición se ponía Alec ya que había respondido por mí, y cómo afectaría eso a Esme.
Me preocupaba por Emmett y Rosalie, e incluso Jasper y Alice a pesar de que Stephan
no los había mencionado.
Estaba totalmente atónita de cómo había afirmado ser el padre biológico de Emmett,
pero si él también era el verdadero padre de James, ¡¿eso no los convierte en
hermanos?! ¿Cómo puede ser eso?
Lloré por Jacob, preocupada de que en serio estuviera muerto, pero una pequeña
porción de esperanza dentro de mí apostaba por el hecho de que no había información
de que hubiera muerto. ¿Podría haber sobrevivido? ¿Significa eso que Laurent
sobrevivió también? ¿Podría ser que no lo maté, después de todo? ¿Podría él decirle a
“Consíguele un poco de agua y algo para comer”, dijo Stephan, mirando a la mujer de
pelo rojo y James. “Ponla en la parte trasera cuando hayas terminado para que así esté
fuera de la vista. Déjala descansar un poco. “
“Oh, puedo manejar eso”, dijo James, sonriendo. Mi temor se intensificó, mi corazón
latía con tanta fuerza que podía oír la sangre corriendo por mis venas. Me sentí
mareada, mi visión comenzó a ser borrosa.
Stephan pasó por delante de James, pero se detuvo abruptamente a unos pasos de
distancia, girando rápidamente. Mis ojos se abrieron de golpe mientras tomaba a
James y lo giraba hacia él con brusquedad, con una expresión seria en su rostro.
“Recuerda lo que te dije, muchacho”, dijo con firmeza.
“Ya entendí”, respondió James, levantando sus manos a la defensiva. “En serio, lo sé”.
Stephan se detuvo un momento antes de soltar a James y salir.
“Ve a buscar algo de comer, Vickie”, dijo James, mirando a la mujer. “Yo la vigilaré”.
Ella sonrió y aceptó antes de marcharse, el sonido de sus tacones contra el piso ponía
mis nervios de punta. Oí el ruido de la puerta cerrándose detrás de mí, y James sonrió.
“Al fin solos”, dijo en voz baja.
“Vas a pagar por haberme disparado”, susurró. “Voy a matar a tu novio en la primera
oportunidad que tenga y me aseguraré de que estés viendo mientras lo hago.”
“Me gusta que den batalla”, dijo sin aliento. Me estremecí y grité pidiendo ayuda,
tratando zafarme de su agarre mientras me arrastraba por la habitación a otra puerta,
empujándola con el hombro. Me metió y empujó toscamente a través de la habitación
hacia una pequeña cama de metal ubicada en la esquina con un desnudo colchón
sobre ella. Me di la vuelta con miedo para mirarlo, sin saber qué me iba a hacer, y me
tensé, aún más, mientras tomaba un rollo de cinta adhesiva de un pequeño estante
justo detrás de la puerta.
“Sí”, dijo firmemente. Eché un rápido vistazo alrededor, viendo que básicamente era un
tipo de armario enorme para herramientas con un pequeño baño separado al otro
extremo de la habitación. Traté de moverme rápidamente hacia la puerta, pero me
agarró de la muñeca, tirando de bruscamente mí hacia él. El dolor atravesó mi brazo y
mi hombro con tal intensidad que mi visión se borró brevemente y grité. Me tiró en la
cama y se sentó a horcajadas sobre mí, me puse a llorar, el miedo y las náuseas
creciendo dentro de mí. Empecé a golpearlo tan fuerte como pude, pero mi hombro
derecho palpitaba y no podía conseguir que mi brazo hiciera lo que tenía que hacer.
Agarré su cara mientras me inmovilizaba, tratando de alejarlo, y mis uñas quebradizas
se atoraron en su piel, rasguñándolo. Le quité la venda y le arranqué los puntos de
sutura que tenía debajo, provocando que hiciera una mueca por el dolor y apartara su
cuando la sangre comenzó a salir de su herida. Se apartó de mí y levantó el puño,
golpeando mi cara con dureza. Chillé con fuerza mientras las lágrimas comenzaban a
fluir, mi nariz punzaba donde me dio un puñetazo.
Se puso de pie después de un segundo y me tiró el rollo de cinta adhesiva con rabia,
golpeando un lado de mi cabeza con ella. Me estremecí mientras se limpiaba la
mejilla, levantando su mano para ver la sangre.
“Ya son tres veces, perra” escupió con furia, dándose la vuelta y saliendo. Cerró la
puerta detrás de él, toda la luz se fue de la habitación al instante y me dejó en la
oscuridad total.
“Yo... No pretendía... quiero decir, él iba a...” comencé a decir, las palabras se
atoraban cuando trataba de sacarlas. Ni siquiera estaba segura de lo que iba a decir,
el hombre probablemente no le importaría lo que James me hiciera.
Abrí la boca para hablar de nuevo, pero antes de que pudiera él me clavó en el muslo
una aguja, el pinchazo no fue tan fuerte en comparación con el otro dolor abusando de
mi cuerpo, pero todavía era suficiente para hacerme estremecer.
“Va a ser más fácil de esta manera”, explicó poniendo a un lado la aguja y quitando la
cita de mis extremidades. Grité cuando él tiró de mi brazo derecho y suspiró.
“Dislocado”, dijo simplemente antes de alejarse. Salió, cerrando la puerta detrás de él,
y me quedé acostada en la oscuridad por un momento antes de intentar sentarme.
Estaba muerta de sed y mi estómago se revolvía, sintiendo como si estuvieran
comiendo a sí mismo por dentro. No podía recordar haber estado tan hambrienta
alguna vez en mi vida, ni siquiera en Phoenix, y me hizo preguntarme cuánto tiempo,
Agarré la botella de agua de donde Vickie la había colocado, luchando para abrirla
con mi brazo lastimado. Estaba caliente pero tomé el agua, tratando
desesperadamente de saciar mi sed. Comí unos bocados del sándwich, pero comencé
a sentir náuseas, los mareos apoderándose de mí. Me tumbé en la cama después de
un momento y cerré los ojos, deseando que se detuvieran y sin mucho aviso, la
oscuridad me llevó otra vez.
El tiempo pasó una vez más. Las conversaciones de vez en cuando se filtraban pero se
desvanecían tan rápido como llegaban. Me despertaba esporádicamente para
encontrar comida y agua al lado de la cama, comiendo lo que podía soportar y beber
hasta que volvía a caer en la inconsciencia. Heidi comenzó a aparecer de vez en
cuando, su presencia me sorprendió, ella tomaba mi pulso, revisándome rápidamente,
pero nunca me habló ni una vez, ni una sola palabra. Vickie venía y me daba ropa
limpia, de vez en cuando me recogía del piso cuando me desplomaba allí al venir de
regreso desde el baño. No estaba segura de cuánto tiempo permanecí encerrada en
ese cuarto envuelta en la oscuridad, o cuánto tiempo permanecí inconsciente en los
momentos en que la oscuridad se apoderaba de mí. Podrían haber sido días o
semanas, pero cada episodio parecía volverse cada vez peor. Comencé a tener
pesadillas y alucinaciones cuando estaba al borde de la conciencia, oía voces y veía
caras, pero no podía estar segura que realmente estuvieran allí. Estaba agitada y
confundida, incapaz de pensar con claridad cuando estaba despierta.
“Sí. Ahora que Carlisle y Alec están fuera del camino, solo hay que esperar a que el
chico Cullen reaccione”, respondió Stephan débilmente.
Luché por mantener los ojos abiertos, luchando por mantenerme consciente porque
estaba desesperada por entender qué quería decir eso. ¿Qué le había pasado al
doctor Cullen y a Alec? ¿Significa que Edward estaba bien, al menos por el momento?
Sus palabras me asustaron y confundieron, pero no importaba lo duro que luchaba no
era capaz de evitar lo inevitable. Los hombres comenzaron a hablar en una lengua
extranjera, su voz empezó a amortiguarse y se desvaneció mientras a medida que me
desmayaba de nuevo.
Las visiones se hicieron más despiadadas con el paso del tiempo, cada una
progresivamente peor. Vi la cara de James y su sonrisa maliciosa, vi su determinación
cuando respiraba en mi cuello intentando que me pusiera de rodillas. Presencié la
brutalidad que Charles y Jane habían desatado contra nosotros en Phoenix, reviví una
paliza que había recibido de pequeña por Charles padre, casi como si estuviera
ocurriendo ahora. Jacob plagaba mis pensamientos, la visión de él cayendo después
de que la bala lo atravesara, me atormentaba. Había sido mi culpa que estuviera allí;
fue culpa mía que su débil cuerpo yaciera sangrando en el suelo. La expresión del
rostro de Edward mientras me decía que mi madre estaba muerta destelló en mi mente,
la devastación sacudiendo hasta mis entrañas. Recordé sus palabras y sus sollozos, la
imagen transformándose en esa expresión de dolor que había tenido cuando lo lastimé
en su partido de fútbol, antes de terminar finalmente en cómo se había visto en el coche
la última vez que posé mis ojos en él. Estaba en silencio e inmóvil, la vida apenas
palpitaba en su interior. “Mátalo”, se hizo eco en mi mente la voz de James. “Él va a
morir de todos modos.”
Los ardientes ojos del doctor Cullen me perseguían, la penetrante mirada de odio que
había visto aquel fatídico día de octubre del año pasado, cuando me topé con su arma.
Casi podía sentir presionándola en mi garganta mientras jadeaba en busca de aire,
podía sentir la ira saliendo de él. Esa visión regresaba una y otra vez, todo mi cuerpo
sentía como si estuviera en llamas mientras, una vez más, experimentaba la noche en
que me ató a la cama. El dolor era intenso y tangible, cada parte de mí ardía y dolía.
Era insoportable, podía escuchar mis gritos en la oscuridad, mi pecho vibrando ante
los chillidos.
Me desperté en algún momento para ver a Stephan sentado en la cama junto a mí,
mirándome con curiosidad. “¿Cuál es el código de seguridad de la casa de los
Cullen?”, preguntó, con la voz amortiguada, como si mis oídos estuvieran obstruidos.
“El código de la casa”, repitió con firmeza. No respondí y él gimió con irritación. “Si no
quieres morir por deshidratación, me dirás lo que quiero saber.”
“Dime el código”, gritó con enojo. Me faltaba el aire, cada centímetro de mí estaba
pidiendo alivio, pero no podía decirle lo que quería saber. Nunca podría traicionar a
los Cullen, no de esa manera, no solo porque el doctor Cullen me había pedido lealtad
desde hace meses cuando me recogió en Phoenix, sino también porque habían
sacrificado lo suficiente por mí. Nunca podría hacer algo para causarles daño a
ninguno de ellos, sin importar las potenciales consecuencias para mí.
Apreté los ojos fuertemente y la visión del doctor Cullen destelló en mi mente mientras
luchaba por respirar, el arma haciéndolo casi imposible. Pude ver la ira y el odio en
esa expresión, pero yo no era capaz de sentir el temor. Finalmente entendí cómo se
había sentido él, la culpa y la vergüenza contra la que había luchado con tanta
violencia en ese momento, y mientras estaba allí sufriendo, casi deseé que hubiera
apretado el gatillo, porque yo también lo sentía.
No estaba segura cuánto tiempo más podría aguantar, cuánto más podría soportar,
pero me aferré con fuerza a la esperanza de que, de alguna manera, Edward me
salvaría. De alguna manera me iba a encontrar, buscaría una manera para salir de la
situación. No sabía dónde estaba ni qué estaba haciendo, ni siquiera cómo iba a
manejarlo, pero no podía renunciar a la esperanza.
******************
Ti amo. Non potrò mai rinunciare = Te amo. Nunca me rendiré.
Edward cullen
Había escuchado la expresión 'la tensión era tan espesa, que se podía cortar con un
cuchillo' al menos un centenar de veces, pero no fue hasta ese puto momento, sentando
en ese coche inmaculadamente limpio y luchando contra las náuseas por el hedor a
piel nueva, que finalmente entendí exactamente lo que significaba. Me dolía el maldito
cuerpo y mi cabeza estaba latiendo con fuerza, pero el dolor físico no se comparaba al
tormento emocional que estaba sintiendo. La tensión era jodidamente asfixiante, la
hostilidad pura que se filtraba del hombre a mi lado, era casi demasiado que soportar.
No me había dicho ni una sola jodida palabra, habiéndome apenas mirado durante
toda la tarde. Si no fuera por la evidente hostilidad en el aire entre nosotros, joder, tal
vez me habría preguntado si al menos recordaba que estaba allí. Escuché su voz baja
durante toda la noche mientras hablaba por teléfono pero no pude distinguir la
conversación, así que no tenía idea de qué demonios estaba pasando. Estaba
desesperado por saber, pero tenía mucho miedo a preguntar y escuchar las puñeteras
respuestas. Era un maldito cobarde... no había otra forma de decirlo.
Condujo por debajo del límite de velocidad, como si no tuviera una maldita
preocupación en el mundo, su falta de urgencia me ponía ansioso y hacía que mis
manos temblaran por los nervios. Había un silencio total en el vehículo, el único sonido
era el zumbido del motor, y eso no ayudaba en nada a aliviar la intensa presión que
estaba sintiendo. Nada de maldita música, nada de jodida conversación... nada más
que tensión.
Tenía dos costillas fracturadas, una nariz rota y un pequeño esguince en la muñeca
además de la conmoción cerebral. Tenía cortes y enormes moretones cubriendo la
mitad de mi cuerpo. Mi padre había echado mano de algunas influencias y uno de sus
colegas en Sequim accedió a verme extraoficialmente sin hacer preguntas, a pesar de
mi insistencia en que no necesitaba ver a ningún maldito doctor. Él ya había
Cuando Alec llegó, partimos en el largo viaje de casi dos horas a la clínica médica
mientras mi padre se quedaba para ocuparse de la devastación que había quedado
atrás. El doctor sugirió que me quedara a pasar la noche en observación pero Alec
intervino y rechazó la recomendación, declarando que teníamos que llegar a casa lo
antes posible.
Pero mientras estaba allí sentado, mirando con rabia ese maldito reloj, no estaba
seguro de nada de eso. No sabía dónde estaba, con quién estaba, ni por lo que estaba
pasando. No tenía ni idea de si estaba bien o no, sin una jodida forma de saber si
estaba herida o asustada. La simple idea me hacía temblar de miedo y de ira y apreté
mis manos en puños, tratando de luchar nuevamente antes de perder todo el control.
Doce horas. Había estado perdida durante casi doce horas de mierda y el maldito reloj
solo seguía contando, como si esos segundos fueran inútiles y no importaran. Sin
embargo, sí importaban, porque cada maldito segundo era demasiado jodido tiempo.
Era un segundo más sin ella, un segundo más de no saber qué estaba pasando.
Sentía como si mi mundo se hubiera detenido, entonces, ¿por qué ese maldito reloj
seguía moviéndose como si esperara que fuera jodidamente capaz de seguir adelante
sin ella?
Suspiré con fuerza y Alec se tensó, la tensión entre nosotros era cada vez mayor.
Estaba furioso y eso era jodidamente peligroso, porque sabía exactamente lo que
pasaba cuando él reaccionaba con ira. La sola idea hizo que mi estómago se
revolviera, que mi corazón latiera tan rápido haciendo que el dolor en mi pecho se
intensificara y tuviera que luchar por respirar.
Él terminó el viaje en completo silencio y yo miré por la ventanilla, cada segundo una
maldita agonía. Di un suspiro de alivio cuando finalmente llegamos a casa, contento
de que hubiera terminado y podría poner algo de espacio entre nosotros. Estacionó el
coche a un lado y me bajé, mirando alrededor con ansiedad. La casa parecía vacía, no
había luces encendidas a la vista, pero estaba seguro de que no estaba vacía. Sin
embargo, sentía como si le faltara algo, lo que era una maldita idea estúpida, porque
era evidente lo que faltaba.
La mia bella ragazza... y hasta que ella regresara, nada se sentiría bien de nuevo.
Mis ojos ardían mientras miraba la casa y parpadeé un par de veces, tratando de
contener las lágrimas que se estaban formando. Luché ferozmente contra ellas,
necesitando mantenerme fuerte porque no podía derrumbarme o perder la esperanza.
Aunque esa mierda dolía. Dolía mucho más que cualquiera de mis lesiones y era más
agonizante que cualquier puta tensión que nos rodeara.
La había jodido, no había otra forma de decirlo. Había hecho mierdas pensando que
sabía lo que hacía, pensando que tenía las respuestas, cuando la verdad era que solo
era parte del maldito problema. Todo ello era mi jodida culpa. Ella no estaba y si yo no
hubiera sido un impetuoso sabelotodo, tal vez todavía estaría a salvo. Si solo hubiera
mantenido mi temperamento bajo control, o si hubiera escuchado acerca del maldito
chip, puede que la mierda hubiese sido diferente. Gemí cuando pensé en el maldito
chip, levantando mis manos para frotar mi pecho. Mi padre me había golpeado cuando
se lo dije, su calma se había disipado inmediatamente cuando le confesé lo que
habíamos hecho. El fuego en sus ojos me sorprendió, y nunca en mi vida le había
temido como lo hice en ese puto momento. Vi al asesino que otros veneraban, al
hombre violento que no dudaría en matar lo que representara una amenaza para él.
Su ira lo consumía mientras echaba su puño hacia atrás y me golpeaba justo en el
pecho con tanta fuerza que me tambaleé hacia atrás cayendo dentro del coche y
perdiendo el aliento. Él no era mi padre en ese momento, era el Mafioso, y me
recordaba alarmantemente al hombre tranquilo cuyos ojos podía sentir taladrando la
parte de atrás de mi cabeza.
Me pasé la mano por el cabello, haciendo una mueca cuando el dolor recorrió mi
cuerpo en el momento en que empecé a caminar hacia la casa. El lugar donde yacía
Jacob cuando habíamos salido huyendo parecía completamente normal, la grava en su
lugar sin un indicio de sangre por ningún lado. Estaba mareado y me tambaleé un
poco al mismo tiempo que mi visión se volvía borrosa, el tormento y la incertidumbre
me estaban abrumando.
Sabía en lo más profundo de mi ser que no había forma de que él pudiera haber
sobrevivido y sabía que mi padre era un profesional en la limpieza de evidencias de
crímenes, pero una pequeña parte de mí estaba desesperada por creer que, de alguna
manera, significaba que él no había muerto. Que de alguna manera, por encima de
todo, no había causado también la puta muerte de Jacob.
“¿Ha hablado?” preguntó Alec fríamente, el sonido de su voz justo detrás de mí envió
un escalofrío por mi espalda. Me tensé mientras mi padre hacía un gesto de negación.
Me quedé allí parado por un momento, sin saber qué mierdas hacer, antes de dirigirme
a las escaleras. Podía escuchar la voz de mi padre a medida que llegaba al segundo
piso, su ira apabullante mientras le gritaba a alguien. Comencé a subir al tercer piso
pero me detuve abruptamente cuando escuché el nombre de Emmett, me golpeó la
culpa y la vergüenza cuando me di cuenta de que estaba regañando a mi hermano por
algo que había sido mi jodida culpa. Mis piernas amenazaban con dejar de
sostenerme y me senté en los escalones, agachando la cabeza mientras me agarraba
el maldito cabello con fuerza y frustración, tratando de calmarme. Podía escuchar a mi
padre gritándole sobre el maldito chip, diciéndole que sería mejor que averiguara
cómo arreglarlo antes de que perdiéramos a Isabella para siempre. Sus palabras
dolían y me era difícil respirar con la sola mención de que posiblemente pudiéramos
no encontrarla, sin ser capaz de aceptar esa mierda.
“No culpes a, Emmett,” le dije, la decepción en su voz era dolorosa. Toda la mierda que
él había hecho finalmente tenía sentido para mí, y me di cuenta que había estado
trabajando en su contra todo el maldito tiempo. Cada paso que había dado con el fin
de mantenerla a salvo, joder, yo lo había deshecho. ¿Cómo de jodidamente estúpido
podía ser? ¿Cuánto de jodidamente egoísta y arrogante había sido? “Es culpa mía. Él
solo intentaba ayudarnos. Solo quería que fuéramos felices.”
Se rio con amargura, negando con la cabeza. “¿Lo eres?” Preguntó, levantando sus
cejas de forma extraña. “¿Eres feliz ahora? Eso espero, hijo.”
Negué con la cabeza, su tono burlón me hizo enfadar. Joder, podía estar todo lo
cabreado y decepcionado que quisiera, pero la burla era demasiado para tolerar. “No
tienes que ser un maldito pendejo,” escupí. “¿Te parece que soy feliz? ¡La amo y se ha
ido! Joder, ella se ha ido.”
“Mierda,” escupí, tirando de mi cabello aún con más fuerza. Dolía pero, palidecía en
comparación con el resto de mi dolor. Estar sentado ahí sin hacer nada me estaba
matando, cada segundo me carcomía, no tenía a nadie a quien culpar más que a mí
mismo.
“¿Qué demonios pasa? ¡Joder!, ¿por qué están ahí parados?” Espeté. “¿Pueden hacer
algo? ¿Lo que sea? ¡Cristo!”
Tan pronto como la última palabra salió de mi boca, tiraron con rudeza de la parte de
atrás del cuello de mi camisa y me estrellaron contra la pared, el dolor recorrió todo mi
cuerpo al mismo tiempo que me quedaba sin aliento. Jadeé en busca de aire mientras
Alec empujaba algo duro en mi costado, y dándome cuenta después de un segundo
que era su maldita arma.
Alec me soltó de inmediato y yo hice una mueca cuando apartó el arma de mi costado
y se dio la vuelta, apuntando directamente hacia la cabeza de mi padre. Inhalé
bruscamente, el dolor se difundió en mi pecho a causa de mis costillas fracturadas, y
mi padre se quedó inmóvil. Quieto como una estatua, sin siquiera parpadear, mientras
Alec lo miraba fijamente. Estaba asustado como la mierda, sin saber qué demonios iba
a pasar, pero no había nada de miedo en los ojos de mi padre. Simplemente le
devolvió la mirada, esperando pacientemente a que Alec hiciera alguna mierda.
Alec se volvió para mirarme, la ira seguía en su expresión. “Si quieres sobrevivir a esto,
Desapareció dentro de su oficina y cerró la puerta sin decir una palabra más, y yo solo
me quedé mirando a la puerta con incredulidad. ¿Relajarme? Joder, ¿él esperaba que
me relajara?
Sentía como si el tiempo pasara tortuosamente lento, cada segundo era una agonía,
pero sin embargo, el reloj parecía avanzar a un ritmo constante. Anduve por la casa
mientras mi padre y Alec seguían trasladándose entre la oficina y el sótano, y a pesar
de que quería saber desesperadamente qué mierda pasaba, no me atrevía a abrir la
boca para preguntar. Estaba amaneciendo cuando finalmente subí al tercer piso, mi
pecho se apretó a medida que abría la puerta de la habitación. La habitación estaba
en completa calma y me quedé allí por un momento, mirando. Sentía como si estuviera
mal estar allí sin ella, la chispa se había ido de todo. Ella debería estar ahí,
acurrucada entre las mantas y abrazando su almohada con fuerza mientras que
soñaba con lo que demonios fuera que soñara cuando estaba feliz, pero no estaba.
Me aferré a ella con fuerza cuando los sollozos me sorprendieron, cada pizca de
control me fue arrebatada en ese momento. Me importaba una mierda quién me
escuchara mientras lloraba y gritaba en agonía, no me importaba una mierda lo que
pensaran. Necesitaba que ella estuviera a salvo, necesitaba que saliera indemne, y no
me importaba un carajo lo que tuviera que hacer o lo que tuviera que sacrificar para
hacer que eso sucediera. Joder, ella me había salvado, me había sacado de la maldita
oscuridad y me había mostrado que había algo por lo que valía la pena vivir, y haría
todo lo que tuviera que hacer a fin de retribuirle eso. Ella lo valía y se lo merecía.
Era media tarde cuando escuché el sonido de una garganta aclarándose con
nerviosismo desde la entrada. Levanté la mirada y vi a mi padre ahí, mirándome con
cautela.
“Eh, está bien,” le dije, aclarando mi garganta mientras ponía la almohada junto a mí.
Levanté mis manos y limpié mis ojos, las lágrimas seguían cayendo. Bajé la vista e hice
una mueca, viendo que todavía llevaba puesta la ropa hecha trizas y salpicada de
sangre. “Supongo que tengo que cambiarme.”
“Joder, ¿esperas que me quede aquí?” Pregunté con incredulidad, mi ceño se frunció.
“Solo por si acaso ella regresara,” respondió. Me reí con amargura, sacudiendo la
cabeza mientras me ponía de pie. De inmediato me mareé, un dolor punzante
desgarraba mis costillas mientras que mi cabeza palpitaba febrilmente.
“No es un maldito perro perdido,” dije con brusquedad, las lágrimas corrían por mis
mejillas. “No ha salido a pasear al patio trasero y se ha perdido en algún lugar en los
bosques. Joder, ha sido secuestrada y no hay forma de saber dónde demonios la
tienen. ¡No va a simplemente aparecer de nuevo aquí!”
“Lo entiendo, pero creo que deberías reconsiderarlo,” me dijo. “Es peligroso y...”
“Voy a ir,” le dije, interrumpiéndolo bruscamente. “Si no quieres que vaya contigo, bien.
Pero subiré al siguiente maldito avión te guste o no. No puedo solo quedarme aquí.”
“Bien, pero vas a tener que controlarte, hijo. No puedes salir corriendo a una misión de
vigilancia, pensando que sabes que es lo mejor,” dijo enfáticamente. “No puedo
concentrarme en conseguir recuperarla si tú andas por ahí causando estragos y
arruinando todo lo que haga.”
Gemí, negando con la cabeza. “Lo sé. Cristo, no soy tan estúpido. He escuchado a Alec
“Sé por qué te sientes así,” comenzó a decir, “pero no tenemos idea de en qué
circunstancias vamos a encontrarla.”
“Dije que voy a ir,” espeté, molesto de que estuviera tratando de convencerme de lo
contrario. “Tengo que saber. No soy un puto ingenuo. Sé lo que le podrían estar
haciendo y tengo que estar allí, no importa qué.”
“Está bien,” dijo pellizcando el puente de su nariz en frustración. “En unas horas sale
un vuelo desde Seattle. Tenemos que atar unos cuantos cabos sueltos aquí con Jacob y
Laurent, y luego nos iremos.”
Lo miré con curiosidad ante la mención de los dos. “¿Han sobrevivido?” Pregunté
vacilante. Se quedó mirándome un momento antes de suspirar.
“Sí, pero no funciona con todos. Algunos son mentirosos experimentados y las drogas
no afectan su habilidad de mentir,” respondió. “Así que, esperemos que Laurent no
tenga mucha experiencia todavía.”
Asentí, pasando la mano por mi cabello. No tenía idea de cuánto tiempo llevaría
conseguir que su pinche chip funcionara de nuevo, entonces comprendí que Laurent
era nuestra mejor opción para encontrarla más rápido. “¿Y Jacob?” Pregunté. Él se
quedó mirándome por un momento y la expresión en su rostro fue la única respuesta
que realmente necesité. Incluso al otro lado de la habitación podía ver el destello de
dolor en sus ojos y supe de inmediato que no había maldita esperanza en absoluto.
“No había nada que pudiera hacer por él,” dijo en voz baja. “Dispararon a matar. No
“¿Por qué él?” Pregunté, las palabras atrapadas en el nudo que se formaba en mi
garganta. Tal vez ya no éramos amigos, pero aun así no merecía morir como lo había
hecho. Joder, solo intentaba ayudar, había arriesgado su propia seguridad por
Isabella, y eso merecía mucho respeto desde mi punto de vista. No tenía que haber
hecho esa mierda, pero la hizo, y perdió su puñetera vida por ello. “Me refiero a que,
joder, ella y yo estábamos de pie justo ahí. ¿Por qué le dispararon a él? No era nadie,
no tenía una mierda que ver con ello. Y si están tan malditamente entrenados para
matar, ¿por qué todas las demás balas de mierda no nos dieron?”
“Porque su intención era fallar,” respondió. “Jacob era un espectador inocente, Edward.
Estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Era un testigo, una
complicación innecesaria que podía ser eliminada fácilmente, pero era diferente
contigo e Isabella. Vi las grabaciones de seguridad después de llegar a casa y vi lo
que sucedió. Te pusieron nervioso, dispararon unos cuantos tiros para ponerte en
movimiento, y esperaron a hacer su verdadera jugada una vez que estuvieran lejos y
ellos tuvieran de nuevo la ventaja. Si no te quisieran vivo podrían haberte matado
cuando tuvieron la oportunidad, pero no lo hicieron. No sé exactamente lo que
significa, o qué papel juegas en esto, pero te mantuvieron con vida por alguna razón.”
“Eso es una mierda,” dije, tratando de controlar mis emociones, pero fue inútil. Mis
lágrimas fluían libremente y ninguna mierda las detendría, sentía mi corazón como si
se estuviera rompiendo en millones de pedazos. No entendía qué demonios estaba
pasando o por qué cojones tenía que pasarnos a nosotros. ¿Por qué a ella? ¿Qué
demonios habíamos hecho para merecerlo? “Joder, ¿por qué no me llevaron a mí? ¿Por
qué tuvieron que llevarse a mi Bella?” Pregunté, mi voz un susurró agonizante.
“Yo, eh... no lo sé, hijo,” dijo en voz baja. “Desearía tener las respuestas que estás
buscando, pero no las tengo. Y en realidad, en este momento, no puedo hacerte
ninguna promesa, pero haré todo lo que pueda.”
Me tensé cuando dijo esas palabras, abrumado por el miedo ante la realización que él
no sabía todo. “Mierda,” dije, negando con la cabeza. “Puede que vengan antes de lo
que piensas. Creo que Isabella fue la última persona con la que él habló...”
“Lo sé,” dijo interrumpiéndome. “He dicho que he comprado algo de tiempo.”
“¿También has comprado algo de jodido tiempo para la maldita pelea que tuvimos en
la escuela ayer?” Pregunté, negando con la cabeza.
“¡Maldita sea, Edward! ¡No me digas que te peleaste con ese chico de nuevo!” Gritó
furioso. Suspiré y asentí, haciendo que gruñera con exasperación. “¿Lo vio alguien?”
“Sí, demasiada maldita gente. Tyler, Lauren, Jessica, Tanya... joder, ni siquiera puedo
recordar. Todos estaban allí en el estacionamiento. Corrí, me subí a el coche y me fui,
pero él me siguió enseguida.”
“Siempre es lo mismo contigo, hijo,” me dijo. “Esto solo sigue empeorando y al paso
que vamos, no hay manera de que siquiera logremos salir de la ciudad antes de que la
gente sospeche. Te metes en una maldita pelea con un chico que casi matas una vez, y
él desaparece de repente justo después. Simplemente estupendo.”
“Joder, lo sé, pero él le dijo a Isabella que estaba pensando en irse de su casa y
simplemente comenzar de nuevo en algún lugar donde nadie lo conociera. O sea, si él
le dijo eso, lo más probable es que les hubiera dicho esa mierda a otros. Tal vez ellos
piensen que finalmente ha tenido suficiente y se ha ido,” dije esperanzado, tratando de
encontrar una forma de salir de este lío. Lo último que necesitaba es ser acusado de un
maldito homicidio o algo así por encima de todo lo demás que estaba pasando. Me
sentía culpable y avergonzado por su muerte y el hecho de que no recibiría el funeral
que se merecía, pero ella era lo más importante para mí y no podía permitir que nada
impidiera que la encontráramos.
Se dio la vuelta y salió de la habitación, maldiciendo en voz baja mientras bajaba las
escaleras. Me puse de pie y me desvestí lentamente, poniendo mi ropa en una pila en
la esquina de la habitación e hice una nota mental para deshacerme de esas hijas de
puta más tarde ya que estaban cubiertas en sangre. Tomé una larga ducha, tratando
de relajarme y calmar el puñetero dolor en mi cuerpo, pero no ayudó mucho para
calmar mis nervios. Froté cada centímetro de mi cuerpo, sintiéndome asqueado, y volví
a salir cuando mi piel estaba en carne viva y roja por el agua caliente.
Unos minutos después del mediodía, finalmente me dirigí a la planta baja, sin ser
capaz de soportar el hecho de simplemente quedarme allí sentado. Entré a la sala de
estar y me quedé parado junto a la enorme ventana, mirando hacia el patio trasero. En
algún momento de la madrugada la niebla había caído, y junto a ella, la lluvia, y
apenas podía ver la línea de árboles a unos metros de distancia. La casa estaba en
completo silencio, a excepción de la lluvia golpeando el cristal, y se sentía extraño.
Estaba tan embelesado mirando hacia la sombría escena frente a mí, que ni siquiera
escuché los pasos acercándose, y estaba completamente ajeno a la presencia detrás
de mí hasta que capté un destello de su reflejo en la ventana.
“Cristo,” escupí, dando un salto y agarrando mi pecho por la sorpresa. Hice una mueca
y me volví para ver a Alec parado detrás de mí, tan inmóvil como una estatua con una
expresión seria en su rostro. Estaba mojado, su camisa blanca tenía manchas de
sangre y lodo.
“Es solo que eres sigiloso, como un maldito ninja o un vampiro o algo así,” dije de un
tirón con nerviosismo. Me dio una mirada incrédula antes negar con la cabeza.
“Nunca entendí por qué tu abuelo insistía en que Carlisle era el máximo Principe della
mafia, así como no entiendo la idea de Aro de que tú lo eres,” continuó después de un
momento. “Tu padre y tú están cortados con la misma tijera. Los dos son demasiado
emocionales, están demasiado involucrados en la vida en el exterior. Tienen un
corazón muy grande y eso puede ser peligroso en este negocio. La gente puede
explotar tus debilidades para su ventaja, y los dos, tú y tu padre comparten la misma
debilidad.”
“¿Cuál es?” Pregunté. Me miró con una expresión divertida como si fuera una jodida
pregunta estúpida, y me di cuenta de que probablemente lo era.
“Sus mujeres,” me dijo. “Son demasiado compasivos y les es difícil ocultar su amor. Tu
abuelo se percató de los sentimientos de Carlisle muy pronto, por lo que recuerdo, y
estoy seguro de que Aro hizo lo mismo contigo. Usaron a Elizabeth para manipular a tu
padre, así como estoy seguro de que van a usar a Isabella para conseguir que hagas
lo que ellos quieren.”
“Oh, estoy seguro de ello. Anticiparon que harías exactamente lo que querían que
hicieras, que es por lo que eres conocido, por actuar sin pensar. Esperan que abras la
boca y divulgues todo lo que sabes, pensando irracionalmente que te ayudará cuando,
en realidad, esa información será lo que cause la ruina,” dijo con frialdad. Me quedé
mirándolo mientras procesaba sus palabras, tratando de entender dónde quería llegar
“Así que, ¿estás diciendo que ellos solo están usando a Isabella para llegar a mí,
porque piensan que soy la clave para destruirlo todo?” Pregunté. Él asintió.
Suspiré después de que se hubiera ido y me dirigí al piso de arriba, arrojando algo de
ropa y algunas otras cosas necesarias en una mochila. Cogí mi ropa desgarrada y
sangrienta de la esquina y volví a bajar a la sala de estar, arrojándola en la chimenea
que todavía ardía. Me quedé allí y observé el fuego arrasar con ella mientras esperaba
a mi padre y a mi tío, mi mente divagando una vez más.
“A un desguace en Port Angeles. Era una pérdida total,” mi padre respondió. “En este
momento ya es chatarra metálica.” Asentí y me volví para mirar por la ventana, el
coche quedó de nuevo en completo silencio.
El resto del viaje fue tenso, ninguno de nosotros hablaba. Mi padre hizo algunas
llamadas mientras Alec conducía, y yo solo me quedé allí sentado, en silencio, sin
querer interferir. Las palabras que Alec me había dicho en casa se repetían en mi
mente y supe que necesitaba estar alerta y vigilar lo que decía, pero mi aplomo externo
no detenía mis frenéticos pensamientos. Mis manos temblaban, mis ojos todavía ardían
por las lágrimas que amenazaban con fluir al pensar en Isabella y por lo que podría
estar pasando.
Nos quedamos dentro del coche durante el viaje en el ferry, todos aparentemente
sumidos en nuestros pensamientos, y llegamos al aeropuerto con el tiempo justo para
facturar antes de abordar. El vuelo de cuatro horas fue incómodo, cada segundo se
sentía como una eternidad, ya que nos sentamos separados en los últimos asientos
disponibles de último minuto. Podía ver a Alec y mi padre desde donde estaba y los
dos se veían muy tranquilos, mientras yo me estaba cayendo a jodidos pedazos.
Estaba exhausto y muy inquieto, malditamente cerca de tener un puto ataque de
pánico.
“Lo siento tanto, mi niño,” susurró, aferrándose a mí con fuerza mientras lloraba. Gemí
por el dolor y me aparté, haciendo una mueca a medida que las lágrimas comenzaron
a caer.
“Es mi maldita culpa,” murmuré, limpiándome los ojos. Ella negó con la cabeza,
agarrando mi barbilla y levantando mi cabeza para que la mirara.
“Tú no has causado esto, Edward. Todos cometemos errores pero tú la amas y nunca
Dejé caer mi mochila apenas entré a la casa y me dirigí a la sala de estar, parándome
en seco cuando vi a Emmett sentado en el sofá. Tenía su cabeza gacha, evidentemente
consternado, con sus manos cubriendo su rostro. Rosalie estaba sentada en silencio
junto a él y miró en mi dirección, sus ojos se abrieron por la sorpresa.
“Joder, hermano,” dijo, su voz quebrándose. “Mírate.” Se puso de pie pero yo levanté
las manos para detenerlo, negando con la cabeza.
“Parece peor de lo que es,” le mentí, sin querer que nadie me consintiera porque había
cosas más importantes de las que preocuparse. “Ella es todo lo que importa ahora.”
“Lo sé,” dijo en voz baja mientras yo me acercaba al sofá, sentándome. Emmett se
sentó junto a mí, pasándose las manos por el rostro en frustración. “¿Cómo lo estás
llevando?”
“¿Cómo lo estoy llevando?” Pregunté con incredulidad. “Bueno, estoy aquí, así que creo
que esa mierda cuenta algo. Personalmente, estoy más preocupado por cómo lo está
llevando ella.”
“Pero lo siento de verdad. Mierda, hermano, debería haberlo sabido. Nunca debería
haber tocado ese chip. Debería haber confiado en papá.”
“Sí, bueno, yo debería haber hecho muchas mierdas,” lo interrumpí. “Pero nada de eso
importa, porque lo que pasó, pasó. Está hecho y no hay una mierda que podamos
hacer ahora más que tratar de arreglarlo.”
“Lo sé, he estado tratando de resolver algunas cosas y...“ Empezó a decir, callándose
de inmediato cuando mi padre entró en la habitación. Se acercó donde estábamos
sentados y puso su ordenador portátil sobre la mesita de café frente a Emmett, con
expresión seria en su rostro.
“Tienes esta noche,” dijo con brusquedad, la ira en su voz hizo que se me revolviera el
Se dio la vuelta y salió de la habitación sin decir una palabra más, dejando un tenso
silencio a su paso. Rosalie se puso en pie y suspiró con fuerza cuando empezó a
pasearse por la habitación, recogiendo cosas distraídamente mientras Emmett
encendía el ordenador. Abrió algunos programas una vez que lo encendió y sus dedos
empezaron a volar furiosamente a través del teclado a medida que comenzaba a
escribir lo que parecían solo un montón de malditos símbolos desconocidos, nada de
ello tenía un jodido sentido para mí.
Esme entró después de un momento y me tendió una pequeña píldora blanca con una
botella de agua. “Sé que sientes dolor,” dijo en voz baja. Titubeé y ella suspiró. “Si no
la quieres tomar, simplemente te la daré cuando estés distraído.”
Observé a Emmett en silencio por un rato, tratando de entender qué mierdas estaba
haciendo, pero todo estaba completamente fuera de mi compresión. Todo se veía
ilegible pero él parecía entenderlo así que mantuve la boca cerrada y no lo cuestioné.
Hizo esa mierda la última vez y terminó logrando lo que se había propuesto hacer, así
que tenía fe en que sería capaz de hacer esa mierda de nuevo y revertirlo a como
estaba antes. Tenía que hacerlo, porque mucho dependía de ese maldito chip...
Podía escuchar el tic-tac de un reloj de fondo mientras se mezclaba con el ruido del
teclado de Emmett, el sonido burlándose de mí. Cada maldito tic era un segundo más
sin ella, un segundo más de incertidumbre. ¿Cuánta más de esa mierda podía
soportar? ¿Cuánto jodido tiempo más podía solo quedarme sentado antes de que
tuviera que salir y buscar? Ni siquiera sabía por dónde empezar....
Rosalie siguió paseándose por la habitación, sus tacones haciendo clic al golpear
contra el suelo de madera mientras caminaba. Ocasionalmente resoplaba o suspiraba,
el sonido hacía que agarrara mi cabello con más fuerza tratando de bloquearlo todo.
“¿Crees que ella estará comiendo?” Pregunté, mi voz quebrándose a medida que
formulaba la pregunta. Joder, ¿estaría comiendo? Me pregunté. ¿Estarían cuidando de
ella, dándole de comer y dejándola dormir o estaría atada en algún lugar sufriendo
abusos? ¿Estaría caliente y a salvo? ¿Dónde demonios estaba? Las preguntas pasaron
por mi mente, poniéndome todavía más nervioso al mismo tiempo que empezaba a
balancearme con más fuerza, mi temperamento amenazando con explotar. Esme
siguió frotando mi espalda y traté de hacer que parara pero me ignoró. Se sentó en el
espacio que quedaba junto a mí en el sofá y me envolvió con sus brazos, atrayéndome
hacia ella en un abrazo cuando mis emociones empezaron a abrumarme. Dejé escapar
un suspiro tembloroso a medida que los sollozos me asaltaron, mi miedo aumentó
súbitamente ante todas las posibilidades. ¡Cristo, ¿seguiría viva?! “¡Oh, Dios!”
“¡No está bien, nada de esta mierda está bien!” Grité. “Maldición, ¿y si muere? Cristo,
¿y si ya está muerta? ¡Nunca podríamos encontrarla! ¿Cómo demonios se supone que
voy a vivir sin ella? No puedo perderla, Esme. ¡No a ella también!”
“¿Hay algo que quieras decir?” Dije con brusquedad, poniéndome de pie y mirándola
furioso. Mi visión estaba borrosa por las lágrimas pero pude ver la sorpresa en su
rostro cuando se detuvo. “¿Algo que quieras sacar de puto pecho? ¿Un 'te lo dije' tal
vez? Adelante, di esa mierda, sabes que quieres decirlo. Regodéate en cuanta puta
razón tenías cuando nos dijiste que no tocáramos el maldito chip. Rosalie Hale sabe
más que todos los demás. La Señorita Malditamente Perfecta siempre tiene la jodida
razón. Tú nunca la quisiste de todas formas, probablemente estás feliz de que ya no
esté.”
Jadeó y se cubrió la boca, una expresión de horror cruzó su rostro mientras sus ojos se
llenaban de lágrimas. Esme me gritó que la dejara al mismo tiempo que Emmett se
levantó de un salto y me empujó para sentarme de nuevo en el sofá. Me fulminó con la
mirada como si quisiera golpearme y por un breve momento deseé que hiciera esa
mierda para que yo pudiera golpearlo en respuesta y deshacerme de un poco de la
frustración acumulada, pero eso pasó rápidamente cuando vi una lágrima
“Creo que necesitas dormir un poco,” dijo con firmeza. Lo miré con incredulidad y él
negó con la cabeza. “Sé que no quieres. No quieres comer, no quieres dormir. No me
gusta decirte lo que tienes que hacer, hermano, pero no puedes volverte contra
nosotros y gritarle a Rosalie cuando ella no ha hecho nada para merecerlo. Isabella es
como mi hermana, hombre. También estoy molesto. Joder, no actúes como si fueras el
único que importa aquí.”
La mitad del maldito día había pasado, pero nada había cambiado.
“¿Cerca?” Pregunté, cuestionándome exactamente qué había querido decir con eso...
se sobresaltó y levantó la vista sorprendido, no se había dado cuenta que yo estaba
allí.
“Solo un segundo,” respondí. “¿Qué has querido decir con, muy cerca?”
Suspiró. “He querido decir que lo tenía todo como estaba. Pensaba que había
cambiado de nuevo el chip para que monitoreara a Isabella pero cada vez que abro el
maldito programa tiene un error y no logro rastrearla.”
“¿Qué demonios quieres decir con que no sabes?” Grité. “¡Cristo, Emmett, tienes que
poder arreglarlo!”
Ella suspiró mientras ponía el agua sobre un escritorio en el pasillo, y empezó a frotar
mi espalda suavemente. “Sé que duele, mi niño. Están haciendo todo lo que pueden.
Ninguno durmió anoche. Tu padre y Alec llegaron a casa hace unos minutos y están
revisando algunas cosas. Si alguien puede encontrarla, son ellos.”
Yo asentí. “Lo sé, pero me siento malditamente inútil solo parado por allí. Siento que
necesito hacer algo. Todo el mundo ha estado ocupado y yo solo estoy aquí como peso
muerto y esa mierda,” dije, pasando la mano por mi cabello con ansiedad al mismo
tiempo que miraba hacia el reloj de la pared, viendo que ya eran las ocho y media. “Es
como si solo estuviera esperando que algo malo suceda y odio esa maldita sensación.”
Ella abrió su boca para responder pero el caos estalló aún antes de que siquiera
pudiera decir una sola palabra.
“¡Lo tengo!” Emmett gritó emocionado, poniéndose de pie de un salto tan rápido que
nos asustó a ambos, a Esme y a mí. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y él me miró
con una enorme sonrisa, viéndose jodidamente orgulloso de sí mismo.
“¡Todo el mundo al suelo, AHORA!” Los gritos continuaron mientras una afluencia de
hombres vestidos con equipo SWAT irrumpieron por las puertas. Rosalie gritó desde la
sala de estar y podía escuchar a Emmett maldiciendo, sus voces amortiguadas en mis
oídos que zumbaban. Todo pasó malditamente rápido y vi a Esme dejarse caer al suelo
con las manos sobre la cabeza, pero joder, yo no era capaz de moverme.
“¡Abajo!” Un hombre gritó furioso, apuntando su arma directamente hacia mí. Esme me
agarró por el pie y tiró con fuerza, tomándome desprevenido y haciéndome tambalear.
Caí de rodillas y alguien me empujó hacia abajo, pegando mi cabeza al suelo a la
fuerza. Grité por el dolor y maldije cuando alguien agarró mis brazos y me forzó a
ponerlos en mi espalda. Me tomó un segundo darme cuenta que me estaban
esposando y comencé a maldecir, confundido y asustado.
“¡Mierda!” Grité, tratando de alejar mis malditas manos de ellos. No estaba seguro de
qué demonios estaba pasando pero sabía malditamente bien que no podía ser
encarcelado. Mi chica estaba en algún lugar allá fuera y joder, tenía que ir a buscarla.
No tenía tiempo para sus pendejadas.
“No te resistas,” Esme gritó junto a mí. Volví mi cabeza hacia ella con pánico y vi que
también la estaban esposando, pero ella se veía casi en calma, con expresión seria.
“Solo nos detendrán temporalmente.” Me quedé mirándola un momento,
comprendiendo que probablemente ella había pasado por esto antes, e hice un ligero
gesto con la cabeza al mismo tiempo que relajaba mis brazos y los dejaba ponerme
las esposas. Hice una mueca cuando las cerraron, casi cortando mi puñetera
circulación.
“Carlisle Cullen, está bajo arresto por la violación a las leyes RICO, Título 18 del
Código de los Estados Unidos, Sección 1961,” escuché decir a un oficial. Mis ojos se
abrieron con horror y miré hacia el pasillo, viendo como se lo llevaban hacia la puerta
principal. “Tiene el derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que diga puede
ser usada en su contra en un tribunal de justicia. Tiene derecho a tener un abogado
presente durante el interrogatorio. Si no puede pagar un abogado, se le asignará uno.”
(N.T. Leyes RICO en inglés “Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act” en
“Tenere la bocca chiusa*, Edward,” dijo con brusquedad, diciéndome que mantuviera
la boca cerrada mientras lo llevaban fuera. Levantaron a Alec del suelo enseguida y
empezaron a leerle los mismo derechos que le habían leído a mi padre, poniéndolo
bajo arresto mientras lo registraban.
“Llama a los abogados, Esme. No quiero que incauten nada sin la presencia de un
abogado,” dijo con calma.
“Lo haré,” respondió con voz un poco temblorosa. “Rimanere forte. Ti amo, bell'uomo
mio*.”
“Sei la mia vita, la mia gioia. Lo ti amo, ma non preoccupatevi per me,” Alec dijo.
“Abbiamo bisogno di preoccuparsi per la ragazza.”
“Lo sé,” Esme dijo en voz baja mientras sacaban a Alec a empujones por la puerta.
“No soy su hijo,” dije bruscamente. “Y lo que necesito es largarme de una puta vez de
aquí. Esto son pendejadas.”
“Un poco de paciencia no te vendría mal. Soy el Agente Especial Joey DiFronzo,” dijo el
hombre. Le arqueé una ceja, sacudiendo la cabeza al escuchar su, obviamente,
nombre italiano... puto traidor.
“Tú debes ser el hijo del doctor Cullen.” Soltó una risita y estreché mis ojos molesto
mientras el oficial que me había registrado se acercó, entregándole mi cartera.
“Ah, ¿qué tenemos aquí?” Preguntó, claramente divertido por lo que había encontrado.
Ni siquiera tuve que mirarlo para saber que estaba disfrutando de esta mierda.
“Edward Anthony Cullen. Dime, hijo, ¿en qué año naciste? Al parecer tenemos dos
identificaciones diferentes aquí con dos edades distintas. ¿Estás teniendo una crisis de
identidad?”
Otro agente se acercó y ayudó a Esme a ponerse de pie, liberándola de las esposas y
entregándole un teléfono. Ella llamó a los abogados para explicarles lo que estaba
sucediendo, y cuando terminó le devolvió el teléfono y se sentó de nuevo. Esperaba que
“¿Van a quitarme las mías?” Pregunté cuando todos los demás estaban libres. Los
oficiales de pie alrededor no respondieron por un momento y yo gruñí, negando con la
cabeza. “En serio, esto son putadas.”
“Vamos, quítale las esposas,” dijo el Agente DiFronzo cuando se volvió de nuevo hacia
nosotros, la sonrisa seguía en sus malditos labios. Un oficial me quitó las esposas y
empecé a frotar mis muñecas, refunfuñando en voz baja. Odiaba la maldita sensación
de estar restringido y de inmediato pensé en Isabella, preguntándome si estaría atada
en alguna parte. Me hizo pensar en el día que la había encontrado esposada a la
cama, recordando el miedo y el dolor en su expresión y haciendo que mi pecho doliera.
“¿Dónde está?” Pregunté entre mi aliento, girándome para mirar a Emmett a medida
que mi pánico aumentaba. “Has dicho que lo tenías, ¿dónde estaba?” Me miró y
suspiró.
“Está cerca,” me dijo. “Un poco hacia el norte. No tuve oportunidad de acercarme al
área exacta pero era en Highland Park.”
“¿Entonces qué demonios está haciendo allí?” Pregunté confundido, nada tenía
sentido. ¿Qué clase de jodido juego estaba jugando James? Esme suspiró.
“Yo, eh... no lo sé,” dijo Esme, suspirando. “Es un área relativamente tranquila. Se
mantienen alejados principalmente porque tiene una gran población rusa.”
Me miraron pasmados, porque casi había gritado esa mierda, y unos cuantos oficiales
que estaban cerca me miraron confundidos.
“¿Qué pasa con los rusos?” Preguntó el Agente DiFronzo, levantando sus cejas con
curiosidad. Me quedé mirándolo por un segundo antes de negar con la cabeza.
Me miró como si fuera estúpido y sacudió su cabeza, dándose la vuelta de nuevo para
caminar hacia otro oficial. Esme suspiró con frustración. “Tenere la bocca chiusa,” me
dijo, repitiendo la misma mierda que mi padre había dicho, diciéndome que
mantuviera la maldita boca cerrada.
“Joder, no tenía la intención de gritar,” susurré. “Pero James tiene que estar trabajando
con los rusos. Esa es la única mierda que tiene sentido.”
“Alec estaba preocupado de que ese fuera el caso,” dijo Esme. “Ha estado preocupado
por un tiempo de que...” Esme se calló cuando un hombre en traje con un chaleco
antibalas DDJ se acercó, informándole que su abogado había llegado. Se le permitió
hablar con él y aprovecharon la oportunidad para separar al resto de nosotros. Me
quedé sentando en silencio con mis manos en puños, golpeando el suelo con mi pie en
impaciencia mientras se llevaban a Rosalie y Emmett, dejándome sentado allí, frente a
ese más que petulante agente especial que todavía tenía mi maldita cartera en su
mano.
No estoy seguro de cuanto tiempo me quedé allí, pero parecieron jodidas horas. El
hombre trató de hacerme preguntas sobre mi padre pero las ignoré, negándome todo
el tiempo a decir una maldita palabra. Si pensaba que iba a traicionar a mi familia,
estaba jodidamente equivocado. Estaba malditamente entumecido por la píldora que
Esme me había dado, pero mi culo estaba empezando a doler por estar sentado en la
acera. Traté de cambiar de posición para ayudar, pero cada vez que lo hacía una
docena de agentes se tensaban y me miraban como si fuera a hacer alguna mierda.
Con el paso del tiempo empezaron a sacar cajas y bolsas de la casa, docenas de ellas
etiquetadas con cinta de evidencia. No sabía qué cojones era lo que estaban
confiscando, ni siquiera podía imaginarme qué mierdas tenía Alec ocultas en la casa,
pero esperaba como el demonio que no fueran demasiado incriminatorias. Estaba
recostado sobre mis codos y mirando al suelo cuando otro agente se acercó al agente
DiFronzo, entregándole un pedazo de papel. “Aquí está la lista de las cosas,” le dijo. El
hombre la cogió y la revisó, asintiendo.
“Casi,” él hombre respondió. “Están empacando las computadoras ahora. Tres; una de
escritorio y un portátil en la oficina de la planta baja, y otro en la sala de estar.”
“Oh, ¿ahora quieres hablar?” Preguntó. “Significa que será tomado como evidencia.”
“Porque la orden judicial declara que todas las computadoras y discos de datos tienen
que ser incautados,” respondió simplemente.
“Porque, Cristo, no pueden,” le dije, sin saber qué carajos decir. “Necesito esa mierda.”
Él se rio, obviamente, sin conmoverse por mi explicación. “Con el tiempo será devuelta,
si queda demostrado que no se necesita en nuestra investigación, pero por ahora está
bajo nuestra custodia.” Hizo un gesto con la cabeza hacia la casa y me di la vuelta, el
pavor me recorrió cuando vi que un oficial sacaba el ordenador portátil de mi padre de
la casa en una bolsa de plástico transparente. Miré alrededor frenéticamente y me
congelé cuando vi a Emmett y la expresión de horror en su rostro cuando vio que se la
llevaban. Me miró con pánico y sacudió su cabeza, haciendo que me pusiera histérico.
Me puse en pie de un salto y empecé a alejarme de la acera, mientras una docena de
agentes se volvían hacia mí, sacando sus armas.
Tiraron de mí para ponerme de pie después de un momento y levanté la vista para ver
al agente DiFronzo, su expresión seria y sus ojos entrecerrados por la furia. “Llévenlo a
la central,” dijo con firmeza.
“¿Por?” Escupí furioso. “¡Maldita sea, no he hecho nada!” Se quedó mirándome por un
segundo, la sonrisa de suficiencia volvió a sus labios.
“Ha sido un placer conocerte, Edward Cullen,” me dijo. “Estoy seguro de que nos
veremos en el futuro.”
Dijeron mi nombre de nuevo con el tiempo, y justo como la otra media docena de veces
salí en silencio, luchando por controlar mi temperamento cuando los guardias me
daban órdenes. Algunos hicieron comentarios sarcásticos en voz baja, insultándome,
pero sabía que pelear con alguno de ellos era lo peor que podía hacer. Joder, ya me
había metido en suficientes problemas.
No me conocían y no les interesaba una mierda por lo que estaba pasando, así que me
quedé jodidamente callado y la fulminé con la mirada. Finalmente se dieron por
vencidos con las preguntas y me ordenaron que saliera, donde me dieron un número
de identificación, tomando mis huellas digitales, y tomando fotografías. Me
Lo mismo pasó con el almuerzo, ignoré su puñetera comida y ellos ignoraron mis
preguntas. Estaba furioso para cuando llegó la hora de la cena, completamente
exhausto y paseándome frenéticamente por la pequeña celda. Escuché a alguien
caminando por el pasillo y esperaba otra maldita bandeja de comida, pero me quedé
sorprendido cuando le quitó el seguro a la puerta. Entrecerré los ojos y me quedé
mirando con recelo, preguntándome qué estaba pasando.
“Tienes una visita,” dijo el oficial del correccional. Me esposó de las muñecas y los
tobillos antes de llevarme a un pequeño cuarto con una mesa en el medio. Había un
hombre italiano de tez oscura con pelo gris sentado dentro, un portafolio abierto frente
a él en la mesa. Levantó la vista cuando entré y sonrió, haciéndome un gesto con la
mano para que me sentara. El oficial del correccional salió después de que hube
tomado mi asiento, cerrando la puerta y dejándonos solos.
“Está bien,” dije vacilante. Empezó a sacar papeles, deslizándolos hacia mí junto con
una pluma.
“Bien. Ahora, en primer lugar, necesito saber si ha hablado con alguien. ¿Han
intentado interrogarlo de alguna forma?” Preguntó, metiendo los papeles de nuevo a su
portafolio.
“No,” le dije, encorvándome en la incómoda silla de plástico. “No me han dicho ni una
mierda. Ni siquiera me han explicado realmente qué demonios estoy haciendo aquí.”
“Entonces, ¿por qué demonios estoy sentando en esa maldita celda?” Pregunté.
“Porque la ley dice que pueden retenerlo por un período razonable de tiempo, mientras
investigan las presuntas violaciones de crímenes,” declaró. “Afirman que lo detienen
por obstrucción a la justicia, pero es completamente absurdo y no tienen las bases
para acusarlo de ello. La realidad de las cosas es que está sentado en esa celda
simplemente porque es el hijo de Carlisle Cullen, el sobrino de Alec Evanson y el
ahijado de Aro Moretti.”
“Eso es una mierda,” le dije, sacudiendo la cabeza. “No tengo nada que ver con
ninguna de esa mierda.”
“Lo sé, pero sucede. Culpable por asociación, señor Cullen,” dijo. “Voy a conseguir su
liberación. No debería ser más de unos pocos días.”
“¿Días?” Pregunté con incredulidad. “¿Se supone que debo estar en este lugar de
mierda por días?”
“Desafortunadamente, sí. Voy a solicitar una audiencia para ver si podemos conseguir
su orden de libertad, pero puede tomar algún tiempo conseguir una audiencia con el
Se fue sin decir una palabra más, y el oficial del correccional entró para escoltarme de
vuelta a mi celda. Había una bandeja de comida esperándome cuando llegué y agarré
el recipiente con el pudín junto con el jugo sentándome en la pequeña y abultada
cama.
Reviví ese día de hacía una década en ese callejón no lejos de donde estaba, sentí el
horror y la devastación cuando derramaron su sangre y tomaron de este mundo a una
de las mujeres más hermosas que jamás existieron.
La cosa nostra me había robado a mi madre, pero ni de coña iba a permitir que
sucediera de nuevo. Iba a encontrar a Isabella y salvarla, aunque fuera la última puta
cosa que hiciera. No iba a permitir que la crueldad del mundo en el que había nacido
se llevara otra hermosa criatura. Ella se merecía la oportunidad de sobrevivir y florecer,
y nada iba a detenerme de darle esa mierda.
El siguiente día pasó igual que el primero, y con cada minuto que pasaba me
resignaba más a que haría lo que tuviera que hacer una vez que saliera, a fin de
salvar a Isabella.
En algún momento de la tarde el oficial del correccional vino a decirme que tenía visita,
esposándome de manos y pies antes de llevarme de vuelta a la misma habitación.
Pensé que era el Sr. Ricci y esperaba que tuviera algunas buenas noticias de mierda
que decirme, pero me paré en seco cuando entré y vi a un hombre familiar que
evidentemente no era mi maldito abogado.
“Edward Cullen,” el agente especial DiFronzo dijo, haciendo un gesto hacia la silla
frente a él. “Toma asiento.”
“No tengo nada que decirle,” respondí. Si en serio pensaba que iba a hablar con él,
estaba jodidamente loco.
“Ni siquiera sabes por qué estoy aquí,” respondió. Me eché a reír amargamente.
“Me importa una mierda por qué está aquí,” respondí. “La respuesta es no. No tengo
una mierda que decirle.”
“Solo tengo curiosidad sobre ella, teniendo en cuenta que su nombre ha salido un par
de veces durante el curso de la investigación,” me dijo. “He tratado de localizarla, pero
al parecer es un completo misterio para todos y casi no hay evidencia en absoluto de
que siquiera exista. Es casi como si ella fuera un... fantasma.”
“Puede que eso sea cierto, pero he pensado que si tú me ayudas entonces tal vez yo
pueda ayudarte,” respondió.
“No necesito su puta ayuda,” escupí. “Y no hay nada que pueda decirle.”
“¿Ni siquiera puedes decirme quién es Isabella Swan?” Preguntó, levantando sus cejas
inquisitivamente.
“No,” le mentí.
“Vaya, eso es gracioso. Verás, ayer fuimos a tu ciudad natal y parece que la gente de
Forks tiene la impresión que esta persona, Isabella Swan, es tu novia. De hecho, me
encontré con esto mientras estaba allá,” me dijo, metiendo la mano en el bolsillo de su
abrigo y sacando una foto. La sostuvo en alto y sentí mis rodillas debilitándose cuando
vi que era una foto de Isabella y mía, sonriendo y abrazándonos en la nieve. Era una
que Alice nos había tomado durante navidad, una que recuerdo muy claramente que
estaba en el álbum de recortes en casa. Desvíe rápidamente la mirada cuando las
lágrimas comenzaron a formarse en mis ojos, sin poder soportar esa mierda. Ese día
estaba tan malditamente feliz y despreocupada.
“¿Dónde está?” Preguntó. “No está en Forks y no está aquí contigo en Chicago. Tus
“¿Ah, no?” Preguntó, levantando las cejas con curiosidad. “Sé que sabes quién es
Jacob Black. Parece que la gente de Forks tiene la impresión de que trataste de matarlo
el año pasado, aunque no hay un informe oficial de cualquier incidente ocurrido. Por
extraño que parezca, la reserva recibió una enorme donación anónima y la familia de
Jacob tuvo una nueva casa construida gracias a algún extraño de buen corazón
después de que su anterior casa se incendiara en un desafortunado accidente. Una
gran coincidencia, ¿eh?”
“¿Le ha pasado algo a su novia, señor Cullen?” Preguntó. “Puede decírmelo, ¿sabe?
Estoy aquí para ayudar....”
“Usted no está aquí para ayudarme,” repliqué. “A usted no le importo una mierda. Solo
está aquí para ayudarse a sí mismo.”
“¿Ha huido ella con Jacob Black?” Continuó, ignorándome. “¿Lo escogió a él en lugar
de a usted?”
“¡No!” Grité.
“No hay nada que pueda hacer por mí,” espeté, interrumpiéndolo.
“Quiero a mi abogado.”
Se dio la vuelta y salió, y el oficial del correccional vino para llevarme de nuevo a mi
celda. Me paseé de un lado a otro durante toda la noche, agitado, mientras trataba de
repasar la mierda que me había dicho. Para mi gusto, se estaba acercando demasiado
a la verdad y mi paranoia estaba en su nivel más alto. Teníamos que resolver esta
mierda lo antes posible, antes de que aumentaran sus sospechas y terminaran
involucrados, porque sabía que la intervención de la policía solo conseguiría matarnos
a todos.
A la mañana siguiente alguien se acercó y yo miré hacia la puerta, pensando que era
la persona con la bandeja del desayuno, pero quedé sorprendido cuando el oficial del
correccional abrió mi puerta y dijo que me llevaban a una audiencia. Me apresuró a
salir y me llevó a una sala donde mi abogado ya me estaba esperando. Vi a Esme
sentada en el público y me sonrió con tristeza, dándome un ligero saludo con la mano.
Pasaron unos minutos antes de que mi nombre fuera dicho y el señor Ricci se pusiera
de pie, argumentando que estaba siendo detenido injustamente y que no había causa
probable para mantenerme encarcelado. El juez parecía reacio, muy probablemente
por mi puñetero apellido, pero finalmente accedió. Ordenó que mi fianza fuera fijada
en cinco mil dólares y nos dirigimos hacia donde había sido fichado. Comenzaron el
proceso de liberación mientras Esme pagaba el dinero de mi fianza. Terminé sentado
por ahí casi una puta hora mientras me tomaban de nuevo las huellas dactilares y me
comparaban con mi foto para confirmar que seguía siendo el mismo hijo de puta,
haciéndome tantas preguntas al salir como me hicieron al entrar.
Ella sonrió, sacudiendo su cabeza. “No deberías haber estado allí en primer lugar.
Solo esperemos que el señor Ricci tenga la misma suerte trabajando en los casos de mi
hermano y mi esposo.”
“Están aquí. De hecho, han sido alojados en la misma división que tú, pero no los has
visto porque tú estabas en prisión preventiva. Tienen audiencias la próxima semana. El
caso contra tu padre es mucho más sólido que el de Alec. Los abogados confían en que
podrán conseguir fianza para los dos y probablemente conseguir que se retiren los
cargos contra Alec, pero no están muy seguros sobre Carlisle,” respondió.
“Joder,” le dije, negando con la cabeza. “¿Van a estar ahí por lo menos hasta la
próxima maldita semana?”
Negué con la cabeza, pasando una mano por mi pelo con nerviosismo. Podía sentir las
lágrimas acumulándose pero contuve mis emociones con fiereza, tratando de ponerme
esa puta máscara de calma que Alec me había advertido que necesitaba. “No puedo,”
respondí.
Ella se me quedó mirando por un momento y pude ver el pánico en sus ojos. Ella sabía
exactamente lo que estaba planeando hacer. “Edward...”
Sostuve mis manos en alto para detenerla. “Mira, he cometido errores pero no soy un
idiota. Solo, confía en mí, Esme. Joder, nunca haría nada que pudiera dañar a alguno
de ustedes, lo digo en serio.”
“De acuerdo,” susurró vacilante, acercándose y entregándome las llaves del coche.
“Ten cuidado.”
Ella abrió su boca para hablar de nuevo, pero fue cortada abruptamente por una voz
femenina detrás de ella, una que reconocí como perteneciente a Sulpicia la esposa de
Aro. “¿Edward Cullen?” Dijo, abriendo más la puerta para mirarme. “¡Qué sorpresa!
Pensaba que estabas encerrado con los demás.”
La chica asintió y agarró el vaso, corriendo hacia la cocina. Seguí a Sulpicia por las
escaleras y ella hizo un gesto con su mano hacia una puerta cerrada en el segundo
piso, diciéndome que era la oficina de Aro. Me acerqué a ella y titubeé, sin saber cómo
demonios iba a hacer lo que había venido a hacer, pero me forcé a tocar porque sabía
en lo más profundo de mí que no había otra forma. Sin embargo, sabía que tenía que
ser jodidamente cuidadoso, y manejarlo de la forma correcta para no empeorar las
cosas. Escuché un fuerte gruñido dentro y la puerta fue abierta con fuerza un segundo
después, un Aro muy molesto estaba parado en la entrada. “¡Qué!” Espetó de
inmediato, paralizándose cuando vio que era yo. “¡Oh Edward, qué sorpresa! Pensaba
que eras mi esposa, viniendo a molestarme un poco más. Entra.”
Hizo un gesto con la mano para que entrara, y entré en la amplia habitación pasando
“¿A qué debo el honor de tu visita?” Preguntó con una puta sonrisa que obviamente era
forzada. “¿Por negocios o placer?”
“Creo que ya sabes por qué estoy aquí, así que déjate de pendejadas,” le dije,
tomándolo por sorpresa con mi franqueza. Su sonrisa desapareció de inmediato y
asintió.
“Siempre has sido atrevido, así que sería una mentira si dijera que estoy sorprendido,”
respondió. “La mayoría no se atrevería a venir a buscarme, pero tú tienes los huevos y
el coraje que muy pocos poseen. Algunos pueden llamarlo ser irracional, pero a mí me
gusta llamarlo ser apasionado. Sabes lo que es importante y nada te detendrá de
protegerlo o tener éxito en ello, sin importar el coste personal. Ese tipo de lealtad y
compromiso es raro en estos días.”
“Tengo que encontrarla,” le dije, sin perder nada de tiempo porque no había jodido
tiempo que perder. “No importa cómo.”
“Lo entiendo, mi querido muchacho, y lo respeto,” me dijo, cruzando sus manos sobre
el escritorio mientras me miraba. “Es una chica linda y realmente es una pena lo que
ha sucedido. Espero que se encuentre a salvo, y realmente deseo poder ayudarte....”
“¡Pero el cabrón de James se la llevó!” Grité. “Tu James. Un cabrón de los tuyos la
secuestró, ¿y me estás diciendo que no es tu problema?”
“Mira, si alguien quiere localizar a James, te aseguro que soy yo. Tengo gente a la caza
de él, y cuando lo encuentre va a tener que enfrentar las consecuencias de sus
recientes, eh, acciones. Pero justo ahora no tengo los recursos o la justificación para
centrarme exclusivamente en rastrearlo cuando toda mi organización está siendo
atacada por fuerzas externas,” me dijo, negando con la cabeza. “No tengo que decirte
lo importantes que son tu padre y Alec, lo vitales que son para mantener la Borgata
intacta. Lo de la chica es desafortunado y entiendo como te sientes, Edward, porque he
perdido a muchos seres queridos en mi vida, pero la verdad es que Isabella Swan no
tiene nada que ver conmigo.”
Sus palabras me golpearon con fuerza y mis ojos se estrecharon por la furia al mismo
tiempo que cerraba mis manos en puños, su tono insensible e indiferente hizo que mi
temperamento se encendiera. “Eres un mentiroso de mierda,” dije con brusquedad.
“¡Ella tiene que ver contigo, es parte de la maldita familia!”
Me frené de inmediato, al darme cuenta al segundo en que la puta palabra salió, qué
demonios había dicho. Fue la única mierda que Alec me había advertido que no
hiciera, la única cosa que podría matarnos a todos. Me tensé y me quedé mirándole
conmocionado, mientras esperaba su reacción, mi corazón latiendo furiosamente y las
náuseas formándose en mi interior. Una parte de mí esperaba que sacara una
puñetera arma y me disparara en el acto, pero solo se quedó ahí, mirándome, con una
expresión extraña en el rostro, como si estuviera considerando mis palabras.
Titubeé por un segundo, mis nervios crispados, pero sabía que tenía que reaccionar
rápidamente para cubrir mis huellas. “Ella es uno de nosotros, Aro. La amo, y voy a
casarme con ella. Soy tu puto ahijado, ¿cómo entonces ella no tiene nada que ver
contigo? Creí que todos éramos familia,” le dije, sacudiendo mi cabeza a medida que
mis ojos se humedecían por las lágrimas, mis emociones controlándome. “Tengo que
luchar por ella, tengo que encontrarla. Tú hablas de toda esa mierda de lealtad y
compromiso, ¿pero dónde está la tuya? ¿Dónde está tu dedicación a la puta familia?
¿Tampoco soy nada para ti? ¿Tampoco soy de tu jodida familia?”
Él suspiró. “Tú elegiste no ser parte de mi familia, Edward,” respondió. Mis ojos se
entrecerraron al mismo tiempo que una lágrima se escapaba y rápidamente la aparté,
“No voy a obligarte a nada,” espetó de inmediato, interrumpiéndome con una mirada
furiosa. “Puedes darte la vuelta y salir por esa puerta y rogar a Dios por encontrarla, y
de verdad te deseo toda la suerte del mundo haciéndolo. Pero si estás solicitando mi
ayuda y el uso de mis recursos, si estás demandando mi lealtad, entonces es justo que
me des la tuya a cambio. Sin ella, Edward, no tenemos nada.”
“Lo haré,” le dije en voz baja, con lágrimas derramándose. Sus cejas se levantaron por
la sorpresa, evidentemente sin esperar esa respuesta, y vi el destello de emoción en sus
ojos. Me encabronó como la mierda, porque no había nada de lo que estar
jodidamente emocionado, pero contuve mi enojo.
“Ella es lo único de lo que alguna vez he estado seguro,” le respondí. “Lo que sea
necesario.”
Había pasado una hora cuando los Mafiosi empezaron a llegar. Caius y Royce eran los
únicos que conocía, los otros eran virtuales extraños para mí pero me saludaron como
si me conocieran de siempre. Sabía que era por quién era mi padre y me hacía sentir
jodidamente enfermo, pero deseché esa sensación, deseando seguir adelante. Cuanto
más rápido lo hiciéramos, antes empezaría a buscarla y esa era la única maldita cosa
que importaba ya. Nos reunimos en el comedor y me quedé a un lado mientras todos
ellos tomaban sus asientos. Estaba jodidamente nervioso y no tenía idea de en qué
consistía la iniciación además de hacer un juramento, pero hice todo lo posible para
ocultar mi ansiedad. No importa lo que sientas por dentro, nunca permites que ellos lo
vean, había dicho Alec. Era la única forma de lograrlo.
Aro puso un arma y un cuchillo sobre la mesa frente a él. “Ya que Carlisle está, por
desgracia, por decirlo de alguna forma ocupado, Royce será quién dirija la iniciación,”
dijo, haciendo un gesto con la mano para que Royce se pusiera de pie. Me miró con
aprensión mientras se ponía de pie y se aclaraba la garganta, acomodando su
corbata. Se veía casi tan malditamente nervioso como yo, pero supuse que tenía que
ser jodidamente estresante iniciar a uno de los hijos de los jefes. Esa mierda no se
debería tomar a la ligera.
“¿Edward Cullen?”
“Sí.”
“¿Tu padre sigue con vida, Edward?” Preguntó, arqueé una jodida ceja por la estúpida
pregunta pero me dio una mirada que decía 'no me eches la puta culpa, yo no escribí
está mierda' así que asentí.
“Sí, lo está.”
“Dos,” respondí.
“Tengo que preguntar de nuevo, y necesito que lo digas una vez más,” dijo Royce. “Esta
cosa de los nuestros, La Cosa Nostra, es una vida de gloria. Es maravillosa,
posiblemente la cosa más grande del mundo, y si quieres ser parte de ella, tienes que
entender que es para toda la vida. ¿Lo entiendes?”
“Sí, lo entiendo,” le dije, sabiendo por mi padre exactamente lo cierta que era esa
maldita declaración.
“Buena suerte, Edward,” dijo Royce, suspirando y sentándose de nuevo. Apartó la vista
de mí y se quedó mirando a la mesa frente a él, su reacción me dijo que realmente
había dicho en serio esa mierda. Necesitaba la buena suerte. Aro se puso de pie y me
miró, sonriendo.
Le eché un vistazo al reloj en la pared detrás de Aro mientras asimilaba sus palabras,
sorprendido de que fuera exactamente el mediodía. Habían pasado cuatro días desde
que me la habían quitado, noventa y seis insoportables horas sin ella. Sabía que no
había vuelta atrás, no podría salir de ese cuarto sin decir las fatídicas palabras, y en
ese momento mis nervios se calmaron cuando llegué a la conclusión de que iba a
hacer exactamente lo que necesitaba hacer.
“Lo juro.”
****************
Tenere la bocca chiusa = Mantén la boca cerrada
Jacob Black.
Podía recordar fácilmente la primera vez que lo conocí muchos años atrás en la
escuela primaria local. Edward acababa de cumplir los diez años y era la primera vez
que había ido a verlo a uno de sus partidos de fútbol porque otras cosas estaban
siempre en el camino. Entre malabares con mi trabajo en el hospital y la gestión de mi
trabajo con el Borgata, parecía que tenía muy poco tiempo extra para mis hijos. Me
dolía, y sentía como si los estuviera abandonando, pero estaba haciendo todo lo
posible con el fin de darles la vida que se merecían. Una vida relativamente normal, a
pesar de la situación en la que habían nacido. Una vida donde estuvieran a salvo, lejos
de las crueldades del mundo al que pertenecía. Tuve que hacer sacrificios para
obtener ese tipo de seguridad, pero sabía exactamente lo que le pasaría a mis hijos si
permanecían en Chicago bajo la atenta mirada del Borgata y creía que valía la pena.
No me importaba la cantidad de estrés bajo la que me había puesto, la cantidad de
trabajo extra que se me había dado, cuántos partidos de fútbol me había perdido, o de
cuántos bailes no había sido consciente... lo único que importaba era que les había
dado la oportunidad de vivir como niños normales, incluso si eso significaba que tenía
que perderme la mayor parte de sus vidas.
Pero ese día, me escapé temprano del hospital para ir. Su juego era más por diversión
que cualquier otra cosa a esa edad, pero a pesar de la indiferencia sobre las reglas me
di cuenta de inmediato que mi hijo tenía talento. Él era el que más me preocupaba, mi
niño, tan parecido a su madre que, la mayoría de los días, era difícil incluso mirarlo.
Estaba roto por dentro y sabía que mi falta de tiempo y atención no estaban ayudando
a curarlo. Yo era médico, joder, mi trabajo era sanar a la gente, pero cómo hacer que
mi hijo estuviera completo de nuevo se me escapaba de las manos. Sin embargo,
Hacia la mitad del juego, un escuálido niño pequeño de piel marrón tuvo una mala
caída porque alguien le había dado en la cara con un taco, dejándole una herida
profunda en la mejilla. Me ofrecí a ver al chico con rapidez y les dije que era
superficial, tomando un botiquín de primeros auxilios de mi coche para limpiar el corte.
“Gracias, doctor”, dijo alegremente mientras le ponía la venda en la cara. “Oh, bueno,
¡eso me recuerda! ¿Qué dijo el doctor cuando el hombre invisible llamó para una cita?”
“Lo siento, pero no puedo verte hoy”, respondió, riéndose histéricamente ante su propia
broma. “¿Entiende? ¿No lo ve? Ya sabe, porque ¡es el hombre invisible! “
Me reí y le dije que era una buena broma, y el medio tiempo acabó mientras terminaba
de curar su herida. Edward corrió hacia donde estábamos, con el rostro iluminado por
la alegría y un brillo chispeante en esos profundos ojos verdes que tenía que tanto
había adorado en su madre.
“¡Papá!” Me dijo emocionado. “¡Has venido! ¡Realmente has venido a verme jugar! “
La culpa que me dio en ese momento era intensa y me sentí como el peor padre de la
existencia, indigno de la admiración y el amor que obviamente sentía por mí. “Lo he
hecho”, respondí en voz baja.
Edward sonrió y echó el brazo sobre el hombro del muchacho. “Este es Jacob Black “,
me dijo. “Es mi mejor amigo.” Sus palabras me tomaron por sorpresa, porque yo no
tenía idea que Edward realmente hubiera hecho amistad con nadie. Todos sus
profesores me decían lo mismo, se recluía y cerraba en sí mismo, hasta tal punto que
era casi como si no estuviera allí. Sacaba buenas notas, pero no participaba en nada a
menos que estuviera obligado a hacerlo. Bueno, a excepción del fútbol, de todos
modos. Ni siquiera interactuaba mucho con sus hermanos, siempre mantenía la
distancia y no mostraba sus emociones a los demás. Lo más cerca que lo había visto
abrirse a alguien era Alice, e incluso se negó a dejarla entrar por completo, por lo que
fue sorprendente verlo tan relajado con otra persona.
Mi busca personas sonó mientras estaba allí, en el momento perdido en esa fracción
de segundo, cuando su pitido resonó. Mi hijo sabía de inmediato que me tenía que ir y
el brillo en sus ojos desapareció inmediatamente, y el Edward al que me había
acostumbrado desde la muerte de su madre volvió sin decir una sola palabra. Se dio la
vuelta para alejarse y Jacob lo siguió, se marcharon jugando a la lucha y riendo
mientras se dirigían de nuevo al campo para la segunda mitad del juego. Me quedé
allí por un minuto, solo observando, la visión de los dos me aliviaba algo la
preocupación que había estado cargando.
Con los años, quedó claro para mí que Jacob era tan problemático como Edward, y esa
primera reunión no fue la única vez que tuve que curarlo. Los dos estaban metiéndose
en líos constantemente, creando el caos y asumiendo riesgos que me hacían temblar
cuando oía hablar de ellos. Vinieron a verme heridos más veces de las que podía
contar y yo atendía sus heridas físicas, pero no estaba seguro de cómo sanar sus
heridas emocionales. Sin embargo, siempre me consolaba el hecho de que se tenían
el uno al otro. Al menos tenían eso.
Tenía la esperanza de que las rutinas estrictas del internado al que lo mandé le
ayudarían a aprender algo de control y a calmar su impulsividad, pero cuando llegó a
casa, estaba claro que no había funcionado. Estaba enfadado, tan jodidamente
enfadado, y yo sabía que era porque no tenía una relación con nadie. Sentía como si
estuviera solo en el mundo y estaba a la defensiva, atacando a cualquiera que se
interpusiera en su camino. Me dolía verlo deteriorarse frente a mis ojos, y empecé a
preguntarme si, tal vez, la dirección que estaba tomando era inevitable. Tal vez había
estado destinado desde ese día en Chicago, cuando mi Elizabeth fue tomada justo
delante de él. La mafia se había invadido su universo a sus ocho años de edad, y yo no
sabía si era posible dar marcha atrás a partir de eso.
Isabella Swan entró en mi casa e hizo la única cosa que ninguno de nosotros había
sido capaz de hacer, derribó sus muros. Desvió a Edward de ese camino y le mostró lo
diferente que podría ser. Era irónico que la chica que nunca había sido capaz de
llamar a su vida como propia, enseñara a un chico que tenía el mundo al alcance de
sus manos exactamente lo que significaba vivir, pero era apropiado, considerando a su
Eso no quería decir que estuviera completamente feliz con la relación, porque había
involucradas demasiadas complicaciones innecesarias, pero podía ver lo bueno en
ello. El brillo regresó a los ojos de Edward con el tiempo ya que encontró el amor y la
esperanza, y aunque sabía que nunca sería totalmente completo de nuevo, era como si
el vacío que sentía se hubiera llenado un poco. Tenía a alguien que lo entendía y no
estaba solo.
Isabella podía haber sacado a mi hijo de ese camino de destrucción, pero sabía que
Jacob Black aún estaba en él. Nunca me olvidé de la broma que me había dicho el
primer día, y regresaba a mi mente de vez en cuando, cuando pensaba en él. Jacob se
parecía mucho a un hombre invisible, a la deriva a través de la vida y completamente
desapercibido por la mayoría. Yo lo había visto, sin embargo, incluso aunque no
pudiera solucionar lo que realmente lo atormentaba.
Me había mudado con mi familia al otro extremo del país y todo me había seguido, el
peligro constantemente al acecho en las sombras. El mal controlaba mi vida y me
estaba carcomiendo, despojándome poco a poco de mi humanidad, pero yo
simplemente no podía parar. Estaba tan preocupado por asegurarme de que mi hijo no
fuese como yo, que me permití ser como mi maldito padre. Ya no era el hombre que se
había casado con Elizabeth, eso era seguro, y sabía que dondequiera que estuviese,
probablemente, me estaría mirando con disgusto por lo que estaba haciendo. Estaría
asqueada y avergonzada, y no podía culparla por ello. Siempre había querido ser
médico para poder ayudar a la gente, para poder sanar y hacer algo bueno en el
mundo, y me había alejado tanto de dicho principio que era inquietante. Nunca admití
nada de eso, o incluso había tratado de ayudar y ahora era demasiado tarde para
Jacob, porque no había nada que pudiera hacer para salvarlo. Lo había curado tantas
Yo sabía que mi hijo se iba a sentir culpable por la muerte de Jacob, porque esa era la
naturaleza de Edward, pero la verdad era que no había nadie a quien culpar por nada
de eso más que a mí. Años atrás, había hecho el juramento para mantener segura a la
gente que amaba, solo para que eso sea lo que los ponga en peligro. Jacob había
muerto por mi culpa, era una víctima de mi violento estilo de vida, así como Elizabeth lo
había sido... y una culpa más que tendría que llevar el resto de mi vida.
Estaba mirando hacia abajo, hacia el agua tumultuosa, con los ojos fijos en el lugar
donde el cuerpo de Jacob había desaparecido momentos antes. Podía oír las olas que
se estrellaban contra el lado del acantilado y sabía que había una tormenta que
soplaba vientos del suroeste a medida que pasaba el tiempo. Las luces amarillas
intermitentes de precaución advertían a la gente que debían mantenerse alejados del
río Quillayute cerca de la isla de James, porque la zona era peligrosa. Estuve de pie
allí, durante unos minutos, oculto en la oscuridad y completamente aislado porque
nadie más se atrevería a salir en esas condiciones, tratando de aclarar mi mente.
Estaba indignado conmigo mismo por haber dispuesto del cuerpo del inocente
muchacho de esa manera, pero no podía ver ninguna otra opción. Lo había visto crecer
y lo estaba enviando a donde había visto a muchos de mis adversarios irse con los
años, a una tumba acuosa en el fondo del océano. Las pesadas cadenas envueltas
alrededor de sus piernas se asegurarían de que no volvería a aparecer, y con el tiempo
su cuerpo sucumbiría a la naturaleza, desapareciendo para siempre.
“Oggi a te, domani a mí*”, murmuré, sacudiendo la cabeza. Si seguía como estaba,
sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que terminara con la misma suerte.
Sentía como que debería haber dicho algo en su honor, pero me había quedado
totalmente sin palabras y sabía que había asuntos más urgentes de los que debía
ocuparme. No había podido evitar lo de Jacob, pero podría ayudar a Isabella, y yo
sabía que salvarla era la única manera de salvar verdaderamente a mi hijo. Sus
destinos estaban tan entrelazados que la pérdida de uno supondría estar perdiendo a
ambos, y eso era algo que, simplemente, no podía aceptar sin luchar.
Mi hijo, que había perdido mucho en la vida, estaba peligrosamente cerca de perder
una vez más lo único que lo mantenía completo.
Decir que estaba enfadado con Edward sería un grave eufemismo. Estaba más allá de
furioso y completamente asombrado de que él hubiera tenido la osadía de alterar el
chip de Isabella después de todo lo que había sucedido, su comportamiento, una vez
más me estaba demostrando que era irracional y volátil. Yo estaba constantemente
limpiando sus líos y corrigiendo sus errores, pero esta vez no estaba seguro de si
podría. Temía que ya hubiera cruzado más allá de la línea y que no hubiera marcha
atrás. Ninguno de nosotros volvería a ser el mismo otra vez.
Me dirigí hacia el lugar donde mi coche estaba aparcado, escondido entre los árboles
“¿Hola? ¿Jacob?” Dijo Billy Black con voz ansiosa. “¿Dónde estás, hijo? Me preocupa,
tú... “
Sabía que incluso sin el chip tenía suficientes recursos para seguir su rastro en un
tiempo, pero el problema era que no estaba seguro de en qué tipo de circunstancias la
encontraría cuando lo hiciera. James era implacable, no tenía respeto ni consideración
alguna por nadie que no fuera él mismo. No dudaría en maltratar a Isabella para su
propio placer enfermizo, y las posibilidades de que lo estuviera haciendo me
alarmaban.
El lugar había sido limpiado en su mayor parte, las cajas con drogas y armas habían
sido reubicadas en otro lugar seguro, por lo que no tuve ningún problema en recorrer
mi camino a través de la sala oscura. Llegué a la gran librería y abrí la caja de metal
que había en la pared a su lado que estaba conectada el sistema de seguridad. En el
caso de que la alarma se activara, o el botón de pánico fuera apretado, la casa se
bloquearía automáticamente y un mensaje sería enviado directamente a mi teléfono.
La policía no podía ser notificada como con un sistema de seguridad regular, porque
Deslicé una sección del panel hacia abajo, dejando al descubierto un pequeño teclado,
y marqué rápidamente en el número 62373. Un clic fuerte sonó cuando pulsé el botón
de entrar y deslicé el panel posterior hacia arriba, cerrando la caja eléctrica cuando la
estantería se movió unos centímetros. En realidad se trataba de una puerta que
conducía a una caja de seguridad, o a lo que yo sabía que a mi hijo le gustaba
referirse como “el calabozo”. Era una habitación de unos cuatro metros de ancho por
cuatro de largo, con paredes de acero reforzado con capas de kevlar antibalas. (N.T. El
kevlar es un material sintético empleado en los chalecos antibalas).
“Buenas noches”, le dije con estoicismo, cogiendo una botella de agua de la estantería
junto a la mesa. Me acerqué los pocos pasos que separaban de él y lo miré mientras él
giraba la cabeza para mirarme, otro gemido agónico vino de él cuando abrió los ojos.
“Carlisle,” susurró, su voz apenas audible y lleno de angustia. “Por favor. Ayúdame.”
“Lo haré”, respondí. “Pero primero, Laurent, vas a tener que ayudarme.”
“Por favor”, repitió. “No puedo moverme. No puedo sentir mis piernas... Carlisle. No
puedo...”
“¿Estoy paralizado?” Preguntó cuando aparté la botella y me puse de pie. “¡Oh Dios,
mi piernas!“
“¿Qué ha pasado?” Preguntó con lágrimas saliendo de sus ojos mientras luchaba para
moverse. “Jesús Cristo, mis malditas piernas, ¡Carlisle! ¡Tienes que ayudarme! “
“¿Qué ha pasado?” Pregunté, alzando una ceja. “Hace unas horas recibí una llamada
que me informaba de que había alguien en mi casa. Así que, naturalmente, he vuelto
para investigar y me he encontrado a mi hijo inconsciente, a su novia desaparecida, un
muchacho inocente que he visto crecer muerto en mi jardín, y a ti gravemente
lesionado. Tú, Laurent. Un hombre que hizo el juramento de honor, mi hermano de
vida, herido en la escena del ataque a mi familia. Entonces, ¿paramos esta mierda y
me dices qué ha pasado?“
“Yo, eh,” tartamudeó, sacudiendo la cabeza mientras continuaban sus sollozos. “No
sé...”
“No sé lo que ha pasado, ¡lo juro! Me han disparado y no sé cómo ni quién”, respondió
frenéticamente.
“Sí,” dije fríamente. “Ahora solo necesito que me digas por qué, Laurent. Necesito que
me digas lo que estás haciendo en Forks, y cómo diablos has acabado en esta
situación. Sé que estabas con James y solo puedo asumir que de alguna manera te
convenció de formar parte de su gran plan. Entiendo cómo es la vida, ya lo sabes.
Todos nos hemos visto inmersos en cosas que se han salido de control, pero no es
demasiado tarde para arreglar lo que has hecho. No es demasiado tarde para ayudar
a que lo detenga. Necesito que me digas qué diablos quiere de Isabella. Necesito que
me ayudes a encontrarla, mientras podamos.”
“Sí puedes”, le dije de inmediato. “Te lo he dicho, me ayudas y te ayudo. Sé que tiene
que dolerte y que necesitas desesperadamente que limpien tu herida adecuadamente
antes de que la infección invada tu cuerpo. Soy tu única opción, Laurent “.
“No te puedo decir nada”, dijo. “Yo no sé nada. Te lo juro, no lo sé. No sé lo que quería
James.”
“Estás mintiendo”, dije con fuerza. “Eres un hombre inteligente. No habrías venido a
menos que supieras por qué lo hacían. No habrías venido y habrías permitido que esto
sucediera sin la promesa de algo a cambio. ¿Por qué has venido, Laurent? ¿Qué es lo
que quiere de ella? ¿Dónde la ha llevado? “
“No lo sé”, dijo. “Tienes que creerme, Carlisle. Lo siento mucho, no puedo decirte...”
“No te atrevas a rogar,” le dije. “Es impropio de ti. Sé un maldito hombre y dime lo que
necesito saber”.
“No, tú tienes que entenderlo”, le espeté. “Se han llevado algo mío que es importante, y
tengo que recuperarlo. No voy a parar hasta encontrarla, por lo que tu única opción es
ayudarme si quieres tener la más mínima posibilidad de salir de esta habitación con
vida“.
“Me matarán, Carlisle,” sollozó, el miedo en su expresión era intenso. Podía ver su
cuerpo temblando, pero no estaba seguro si era por su lesión o si era solo porque
estaba asustado. “Si te digo algo me matarán.”
“No hay peros que valgan,” gruñí, interrumpiéndolo. “Vas a decirme lo que quiero
saber y eso es todo. He luchado por mucho tiempo y con todas mis fuerzas por esa
chica y no voy a permitir que una rata desgraciada entre y lo tire todo por la borda.
Dime dónde diablos la tiene. ¿Qué es lo que quiere? ¿Con quién está trabajando?“
“¿Por qué te importa?”, sollozó. “Olvídate de ella, ¡date por vencido! No puedes parar
esto, así que ¡sálvate mientras puedas! ¡No vale la pena, Carlisle! ¡Es solo una niña, y
me dio un puto disparo! ¡La perra me disparo! “
Todo mi control desapareció en ese momento y eché el pie hacia atrás, lanzándolo
hacia delante rápidamente. Lo pateé en su costado en repetidas ocasiones, golpeando
con tanta fuerza que podía sentir sus costillas quebrándose por la fuerza de mis
golpes. Gritó por el dolor y jadeó en busca de aire, incapaz de moverse o protegerse.
“No la llames así”, le grité enfadado. “Todo esto puede que solo sea un juego para ti,
pero esto es mi vida, ¡pedazo de mierda! Voy a encontrarla, y juro que cada persona
que haya participado en esto, pagará con su vida cuando lo haga. Mi familia ha
sacrificado mucho por Isabella Swan y no voy a dejar que todo sea en vano. Puede que
solo sea una niña, pero era más que eso para mi esposa. Y eso, Laurent, hace que
merezca la puta pena.”
Edward finalmente perdió el control, vencido por su propia angustia, e hizo que Alec
perdiera la calma. Él había estado tranquilo al respecto, manteniendo la cabeza fría
hasta ese momento, pero la impaciencia y la hostilidad de Edward lo hizo perder el
control. Lanzó a Edward contra la pared y lo amenazó, apuntándome con su arma
cuando le dije que se retirara. Me quedé quieto mientras apuntaba a mi cabeza,
sabiendo que no dudaría en apretar el gatillo si hacía algún movimiento brusco o
mostraba algún tipo de agresión, y esperé a que recuperara su compostura.
“No sé cómo lo saben, pero el hecho es que lo hacen. Puede que lo hayan sabido
El vuelo transcurrió rápidamente, ya que estuve todo el tiempo pensando cómo arreglar
las cosas, mi ansiedad empezó a crecer a medida que recorríamos Chicago hacia la
residencia Evanson. Saqué mi ordenador portátil tan pronto como llegamos y se lo di a
Emmett, dejándole claro que tenía que arreglar rápidamente lo que había hecho.
Odiaba ser tan frío con mi hijo, pero todavía continuaba enfadado, y mi preocupación
por Isabella solo había aumentado después de saber de la participación de los rusos.
Esa noche en casa de Aro, fue exactamente como había temido que fuera. Se negó a
involucrarse directamente, escudándose en que se trataba de “bienes robados”. Alec
trató de destacar el hecho de que Isabella ya no tenía dueño, que se había respondido
por ella y había sido liberada, pero Aro no cedió en su postura. Nos dio la luz verde
para que hiciéramos lo que creyéramos necesario para arreglar la situación, pero dijo
que no quería ir oficialmente a la guerra con otra organización por algo que no tenía
ningún valor para él o el Borgata en su conjunto. Mientras hablaba, tuve que contener
mi enojo todo el tiempo, ya que estaba actuando insensiblemente hacia alguien que
compartía su linaje, minando cualquier respeto que pudiera haber sentido por ese
hombre. Él no sabía la verdad sobre ella, pero eso no importaba a mis ojos. Informó a
Alec que si Isabella desvelaba alguno de los secretos de la organización a sus
captores, sería culpado por ello, pero no me preocupaba mucho por eso, porque ella
sabía muy poco.
Las horas se convirtieron en días mientras paseaba por mi celda, desesperado por una
salida. Mi abogado me visitó de nuevo dos días después para informarme que
teníamos una audiencia la próxima semana para determinar la fianza, que no había
podido hacer que pasara antes. También me hizo saber que Edward había sido puesto
“Carlisle Cullen,” dijo poniéndose en pie y asintiendo con la cabeza a modo de saludo.
Hizo un gesto hacia la silla frente a él. “Tome asiento”.
Dudé, pero hice lo que me pidió después de un segundo, curioso en cuanto qué querría
de mí. Me senté y los guardias empezaron a asegurar las esposas a la mesa para que
no pudiera moverme, pero el hombre los detuvo.
“Eso, señores, es innecesario. Somos gente civilizada”, dijo. Los oficiales le dieron una
mirada de incredulidad, pero escucharon, dándose la vuelta para salir y dejándome
sin asegurar las esposas. El hombre se sentó de nuevo y cruzó las manos sobre la
mesa, delante de él, sin dejar de sonreír. “Probablemente te estés preguntando que...”
“¿Doctor?”, preguntó.
“Sí, doctor. No fui a la escuela de medicina para nada. Es el doctor Carlisle Cullen,” le
respondí. Me miró por un momento antes de asentir.
“Eh, sí, es cierto. Me disculpo. Doctor Cullen,” dijo. “En fin, soy el agente especial Joey
DiFronzo del Departamento de Justicia “.
“Me imaginé que diría eso”, dijo. “No se habría convertido en quien es si no fuera
astuto. Solo quería hablarle de algo que he encontrado.”
Lo miré con recelo mientras recogía un maletín, lo apoyó en la mesa y lo abrió. Sacó un
cuaderno de aspecto normal y dejó el maletín a un lado, azotando el cuaderno frente a
él. “¿Sabe lo que es esto, doctor Cullen?” Preguntó, mirándome de manera inquisitiva.
Hizo una pausa y me miró con curiosidad. “Los Swan, supongo”, dijo. “Es muy extraño
cómo murieron recientemente. Muy lamentable e inesperado. Y es curioso que hayan
dejado a Isabella todo su patrimonio, teniendo en cuenta que esto parece sugerir que
no eran muy aficionados a la chica. Pero, ¿sabe?, eso no es lo que más me confunde.
Verá, yo creía que Isabella se había quedado huérfana en Italia y había llegado aquí
recientemente, después de haber descubierto su parentesco, o al menos eso es lo que
se afirma en los trámites gubernamentales. Como le he dicho… interesante.”
“Bueno, ¿qué tal uno más? Personalmente creo que encontrará este particularmente
fascinante” dijo mirando hacia el cuaderno y pasando las páginas. Hizo una pausa
después un momento y suspiró. “Nunca olvidaré la mirada en sus ojos. Parecía que me
odiaba. Como si quisiera que yo muriera. No entendía por qué me odiaba tanto. No
creo haber hecho nada malo. Solo estaba intentando hacer lo que me había dicho que
hiciera y no quería meterme en problemas por no haberlo escuchado. Pensaba que me
iba a matar, pero hizo algo peor. Me dejó sola en la oscuridad. Él había sido amable
conmigo y yo no quería decepcionarlo. Pero lo había hecho. Sueño con la expresión de
su cara. Sus ojos me persiguen y me gustaría poder olvidarlos. Desearía gustarle al
doctor Cullen“.
“Leer eso es una invasión a la privacidad”, le dije con frialdad. “No tenía ningún
derecho legal ni moral para cogerlo. Conozco la ley, agente DiFronzo, y soy muy
consciente de lo que puede y no puede confiscar durante un registro e incautación.
Puede realizar un inventario de mi propiedad, pero no puede simplemente apoderarse
de todo lo que quiera con la esperanza de obtener pruebas de otros delitos “.
“Muy cierto, doctor Cullen. Como he dicho, es muy astuto”, dijo en voz baja, moviendo
la cabeza. Deslizó el cuaderno de nuevo en su maletín y se recostó en la silla con una
expresión seria en su rostro. “Pero tengo curiosidad, ¿qué estaba rastreando en su
ordenador portátil? Hay un programa de GPS en él, pero no puedo conseguir que
funcione. Parece ser del tipo de software que usa la gente para realizar el seguimiento
de sus mascotas, pero los códigos introducidos registran como que la señal está
bloqueada. Da error, dice que el chip no se ha encontrado. ¿Ha perdido algo? “
“¿Es Isabella Swan?”, preguntó. “¿Dónde está la chica? ¿Le ha pasado algo?”
“Estoy seguro de que sí”, dijo. “Ha sido un placer conocerle al fin, y estoy seguro de que
volveremos a vernos. Si decide que quiere hablar, después de todo, estoy seguro que
Salió de la habitación sin decir una palabra y los oficiales vinieron para llevarme a mi
celda. Pasé los siguientes días en pánico, incapaz de comer o dormir, o incluso de
funcionar correctamente, ya que no había forma de saber lo que estaba pasando fuera
de los muros de la cárcel.
Esme reunió el dinero para la fianza y Alec fue puesto en libertad mientras a mí me
procesaban. Esa misma noche, ya tarde, finalmente salí por la puerta principal de la
cárcel para encontrarme cara a cara con mi hermana en el aparcamiento, apoyada en
el lateral de su coche con una expresión solemne en el rostro. Parecía exhausta, con la
cara llena de preocupación, era como si hubiera envejecido diez años durante la
noche. La visión de su evidente angustia me preocupaba, una sensación de malestar
empezó a crecer en la boca de mi estómago.
“Mira quién habla”, murmuré. “¿Has dormido algo? Estás empezando a parecerte a
mamá.”
“Ohhh, ouch, golpe bajo,” dijo con una risa incómoda. “He estado un poco estresada.
No me resulta fácil dormir con mi marido lejos y, bueno, ya sabes... “
“Sí, lo sé”, respondí. “Es, eh, joder… han pasado casi dos semanas, Esme. Esto no es
bueno para nada. Edward tiene que ser un desastre“.
“Lo es”, dijo en voz baja, mirándome con aprensión. Ella estaba claramente incómoda,
retorciéndose las manos juntas torpemente e inquieta.
“¿Ha pasado algo?”, le pregunté vacilante, entrecerrando los ojos con recelo. Esme
nunca me había ocultado nada antes, pero era obvio que estaba ocultando algo y eso
me puso nervioso. Ella era la persona más cercana a mí, a quien podía confiarle
cualquier cosa, y el hecho de que pareciera tener miedo de decirme algo no era muy
buena señal.
“Vamos, eh, ¿qué tal si vamos a casa?” Sugirió ella, dándome inmediatamente la
espalda para subir al coche. Agarré su brazo para detenerla pero ella tiró de mis
manos, dándome una sonrisa forzada.
“Está bien, Carlisle. Solo... no aquí, ¿de acuerdo? “Dijo en voz baja. “Hablaremos en
casa.”
En el interior del coche se notaba la tensión, ninguno de los dos pronunció una sola
palabra. Mi ansiedad aumentaba con cada segundo que pasaba, su comportamiento
me preocupaba. En el momento en que nos detuvimos en el camino de entrada de su
casa, en Lincoln Park, estaba seguro de que algo malo estaba pasando, algo que
definitivamente no me iba a gustar. Se bajó del coche y se dirigió hacia la puerta sin
esperarme, dejando la puerta abierta mientras desaparecía en el interior. Dudé en la
entrada, extrañamente nervioso, pero respiré hondo y entré. Cerré la puerta y me dirigí
por el pasillo, mis pasos vacilantes cuando oí a Esme hablando desesperada en un
susurro en la oficina.
“No he podido hacerlo, Alec. ¿Cómo se supone que voy a decírselo? “Preguntó.
“Tú lo conoces mejor que nadie”, respondió Alec. “Él confía en ti, se lo va a tomar mejor
viniendo de ti.”
“Eso puede ser cierto, pero alguien tiene que informarle. Te aseguro, Esme, que va a
ser mucho mejor si viene de ti y no de la gente de Aro “, dijo Alec. “Él lo va a averiguar,
y es mejor que lo haga ahora.”
“¿Averiguar qué?” Pregunté mientras entraba por la puerta, mirando con recelo entre
ellos. Esme me miró y vi la alarma en sus ojos mientras mi corazón empezó a
acelerarse. Ella parecía un ciervo encandilado por los faros, completamente aterrada y
congelada por el miedo. “Dime“.
“No puedo creer que lo haya hecho”, le dije, sacudiendo la cabeza con furia mientras
apretaba las manos en puños, la rabia en mi interior comenzó a crecer. “No después de
toda la mierda que he hecho para asegurarme que no sucediera, no puedo creer que
acudiera a ellos.”
“¡No!” Escupí. “¡Te equivocas! No es tan estúpido, Esme. ¡No puede ser tan estúpido! “
“Lo estás”, le espeté. “¡Tienes que estarlo! ¿Cómo demonios lo sabes, de todos modos?
Tienes que haber entendido mal“.
“¿Royce?” Grité, la confusión me golpeó. “Tienes que estar bromeando. ¡¿Royce le hizo
eso?! Juro que si él ha iniciado a mi hijo...“
“Carlisle,” dijo Alec con fuerza, el sonido severo de su voz hizo que mis palabras se
detuvieran. “Tienes que cuidar lo que dices. Eres un invitado en mi casa y vas a
hablarle a mi esposa con respeto. Tú más que nadie debes saber que hay cosas que
no podemos ni debemos decir como hombres de honor, y te estás peligrosamente cerca
de decir algo de lo que seguramente te arrepentirás más tarde.“
“Sí, pero él ha tomado sus propias decisiones. Está en la vida ahora y no hay nada que
puedas hacer para cambiar ese hecho“, replicó.
“No lo hay”, dijo con firmeza, interrumpiéndome. “Lo hecho, hecho está. Sabes que no
hay vuelta atrás. ¡Tienes que aceptarlo!“
“¡No puedo!”, espeté. “¡No puedo aceptar esta mierda, Alec! ¡Edward no está hecho
para esto! Es demasiado joven e irracional. Es jodidamente volátil. ¡Él no sabe lo que
está haciendo! Está desperdiciando su vida y ¿por qué, Alec? ¿Por qué?“
“Por ella,” dijo con calma, y me dio una mirada de incredulidad. “¿Tan pronto has
olvidado, Carlisle? Una vez fuiste ese chico de dieciocho años, jurando Omertá a la
organización porque creías que era la única manera de salvar a la mujer que amabas.
Ha tomado la misma salida que tomaste tú, y no puedes quedarte ahí y decirme que te
arrepientes de esa decisión. Te sacrificaste para salvar a Elizabeth y Edward está
haciendo exactamente lo mismo para salvar a Isabella. ¿Puedes culparle en serio por
eso? Puede que no estés satisfecho de en lo que se ha convertido tu vida y de algunas
de las cosas que has hecho a lo largo de los años, pero te conozco lo suficientemente
bien como para saber que salvar a Elizabeth es la única decisión de la que no te
arrepientes. Se hubieras tenido que intercambiarte por ella, lo habrías hecho.”
“Pero, ¡maldita sea!, ¡no la salvé!” Grité, lágrimas formándose en mis ojos mientras
luchaba por contenerlas y controlar mis emociones. “Está muerta, Alec, y si yo nunca
hubiera hecho ese juramento y me hubiera unido a esta vida, ella...“
“¿Ella qué?”, espetó, interrumpiéndome. “¿Ella todavía estaría viva? ¡Ni siquiera tú
puedes creer eso! Si no hubieras hecho el juramento y te hubieras responsabilizado por
ella seguiría muerta hoy, ¡pero habría muerto como una esclava! Le diste una
oportunidad, Carlisle. Le diste una vida real, donde pudo tener una familia y una
educación y todo lo que ella quiso. Le diste el mundo, y hacer ese juramento es lo que
“¿Cómo demonios te atreves a culparla?” Le grité. “No fue su culpa. ¡Ella no merecía
morir!“
“Yo no he dicho que mereciera morir”, respondió con firmeza. “Su vida terminó porque
se sacrificó. Ella tomó una decisión, Carlisle. Hizo por Isabella lo que tú habías hecho
por ella, y es exactamente lo mismo que Edward está haciendo en estos momentos. Tú
crees que tu hijo es como tú, que está cometiendo tus mismos errores y que se enfrenta
al mismo destino de destrucción, pero lo que no te das cuenta es que es como su
madre, también. Veo tanto de Elizabeth en él como te veo a ti, sino más. Ama a esa
chica, y va a sacrificar cualquier cosa para asegurarse de que ella salga con vida.
Puede que sea irracional y volátil, pero no hay nada ingenuo o infantil acerca de la
decisión que ha tomado. Entonces, ¿cómo te atreves a enfadarte con Edward, pero no
culpas a su madre de haber hecho lo mismo?“
Lo miré por un segundo, sorprendido por sus palabras. “Estás equivocado”, dije
finalmente.
“Sí, lo estás. Afirmas que le di a Elizabeth ese mundo, que le daba todo lo que quería,
pero no lo hice. Nunca le di la única cosa que más necesitaba”, dije en voz baja, una
lágrima avanzó desde la esquina de mi ojo.
“Se ami una cosa, lasciala andare”, dijo, riendo secamente mientras negaba con la
cabeza. “Siempre fuiste demasiado filosófico, demasiado emocional y conceptual para
tu propio bien. ¿Qué significa eso, Carlisle? ¿Libertad?“
“Yo, eh,” empecé a decir, mis palabras fueron interrumpidas inmediatamente por el
timbre de un teléfono. Alec agarró el receptor del escritorio, respondiendo de
inmediato.
“Residencia Evanson”, dijo, haciendo una pausa y mirándome. “Sí, está bien.
Estaremos allí dentro de poco, señor“.
“Sí, así que necesitas tranquilizarte”, dijo. “Quiere hablar contigo acerca de tu
liberación.” Asentí, pellizcando el puente de mi nariz en señal de frustración.
“Así que, ¿dónde está Edward?”, pregunté, mirando a mi hermana mientras trataba de
“Estuvo aquí hace tres días con Royce, buscando algo en la oficina de Alec. No sé lo
que creían que iban a encontrar ya que el departamento de justicia se lo llevó casi
todo, pero no le presioné sobre el tema porque parecía bastante agitado. Me dijo que
me llamaría para explicarme lo que estaba pasando cuando tuviera la oportunidad,
pero no he sabido nada de él. Emmett dijo que se presentó en su casa a mitad de la
noche hace dos días y que durmió en el sofá, pero cuando Emmett se despertó por la
mañana, ya se había ido“, respondió. “He tratado de llamarlo, pero siempre va
directamente al buzón de voz“.
“Está metido hasta el fondo”, dije sacudiendo la cabeza. “No tiene idea de lo que está
enfrentando o lo que está haciendo. Va a hacer que lo maten“.
“Esperemos que estés equivocado”, dijo Alec. “Espero que sepa exactamente a lo que
se está enfrentando, porque nos estamos quedando sin tiempo. ¿Cuánto tiempo tienes
antes de tener que reportarte?”
“Bueno, entonces, supongo que eso significa que disponemos de cuarenta y ocho
horas”, respondió, cogiendo sus llaves con un suspiro. “Terminemos con esto.”
Se dirigió hacia la puerta, pero Esme agarró su brazo, deteniéndolo. “Es bueno tenerte
en casa, así que asegúrate de volver“, dijo en voz baja. Él asintió y extendió la mano,
sus dedos rozando su mejilla. Volví la cabeza para mirar a otro lado mientras se
inclinaba para besarla, sabiendo que Alec no mostraba ese lado suyo alrededor de
otros y no quería entrometerme en su momento de ninguna manera.
“Ten cuidado, hermanito. Espero que todos regresen de una sola pieza, o yo
personalmente, te patearé el culo“, dijo.
“Me gustaría verte intentándolo”, dije mientras salía de la habitación, con su suave risa
siguiéndome. Alec salió rápidamente de la casa por la puerta principal, subiendo a su
Mercedes. Condujo hasta casa de Aro con celeridad, la ansiedad y la ira seguían
supurando en mi interior. Cuando llegamos, fuimos recibidos en la puerta por Sulpicia
y entramos en el comedor donde Aro estaba sentado con algunos miembros de la
organización, los más jóvenes se pusieron en pie para saludarnos con respeto. No les
hice caso y me dirigí a mi asiento habitual en la mesa, sentándome en silencio.
“Es bueno verlos,” dijo Aro. Lo miré mientras me sonrió con aire de suficiencia y tuve
que contener mi ira. “Es verdaderamente lamentable que esto haya sucedido, y a dos
de mis hombres más vitales. Me alegro de que Alec haya podido esclarecer las cosas,
pero tengo entendido que no vamos a ser tan afortunados contigo, Carlisle. “
“Sí. Pues bien, teniendo en cuenta las condiciones de tu liberación, estoy seguro de que
eres consciente de lo que significa para tu situación. Vas a tener que pasar
desapercibido mientras te estén monitoreando, por lo que alguien va a tener que
hacerse cargo de tus funciones“, dijo.
“Estoy seguro de que Alec puede manejarlo. Temporalmente, por supuesto“, afirmó.
Volví la cabeza para mirar a Alec, la expresión en blanco en su cara no daba ninguna
indicación sobre cómo se sentía al respecto. Sabía que Alec prefería pasar
desapercibido y no estaba interesado en mi posición en la administración. “¿Tienen
alguna objeción?”
“No, señor”, respondió, mirándole. “Lo que usted crea que es lo mejor.”
“Bien,” dijo, su sonrisa cada vez mayor. “Bueno, ahora que lo hemos aclarado,
pasemos a asuntos menos importantes. Asumo que ya recibiste la buena noticia,
Carlisle. “
“Sí, Edward,” respondió. “Solo quiero decir que es estupendo tener ya otra generación
de hombres Cullen acompañándonos. Definitivamente va a ser un gran activo para la
familia. Verdaderamente has criado un gran hijo, un hombre muy honorable y leal.
Me puse nervioso por sus palabras, pero asentí con la cabeza, aclarando mi garganta.
“Sí. ¿Quién es su mentor?“ Pregunté con cautela.
“Royce”, respondió. “Es una pena que no pudieras estar aquí para su iniciación, pero
Edward tenía bastante prisa, así que la apresuramos un poco “.
“Por supuesto que se ha hecho”, dijo. “El juramento fue tomado y no hubo objeciones.
Estamos todos muy contentos de contar con él, lo que no debe sorprendernos dado
quién es su padre. No lo pusimos a prueba, tampoco, por la misma razón, pero estoy
seguro de que demostrará su lealtad una y otra vez en el futuro. “
Asentí aliviado de que, al menos, todavía no hubiera tenido que apretar el gatillo o
haber hecho cualquier cosa que definitivamente lamentaría. Recordaba el rostro de
cada persona cuya sangre había manchado mis manos y no quería ese mismo destino
para mi hijo, y mientras yo estuviera vivo, haría todo lo posible para detenerlo.
“Sí. Sin embargo, me habría gustado que pudieras haber hecho los honores. Habría
sido una imagen que nunca olvidaría, al igual que cuando fui testigo, hace tantos
años, de cómo tu padre te iniciaba. Hay algo muy poderoso en ver como aquellos que
comparten un linaje también comparten un momento tan íntimo y forjan un vínculo tan
fuerte. Qué pena que hayamos perdido esa oportunidad. Sin embargo, Royce fue
capaz de manejarlo bastante bien en tu ausencia“, dijo.
“Su primera iniciación,” dije. Royce nunca antes había hecho alguna y solo podía
imaginar lo desalentador que tenía que haber sido para él, dándole a mi hijo una
sentencia de cadena perpetua sin haberlo consultado conmigo antes, así como mis
sentimientos al respecto. No era como si pudiera oponerme a la organización, pero
todos sabíamos leer entre líneas.
“Está con tu hijo”, respondió Aro. “Han estado muy ocupados tratando de localizar a la
pobre Isabella. Es una pena que todavía no haya sido localizada. Espero que siga viva
“.
“Que tu hijo haya elegido este camino no tiene absolutamente nada que ver conmigo,
Carlisle,” dijo, todavía con los labios curveados en una sonrisa siniestra. “Decidió que
este era el mejor lugar para él. He permitido que Royce le ayude en su misión, y tienen
todos nuestros recursos a su disposición por supuesto, pero no tiene nada que ver
conmigo personalmente.”
“¿Cómo puede decir eso?” Le pregunté con incredulidad. “Ella es su novia. No deben
meterse con las mujeres de los hombres iniciados. Deben de ser respetadas, ¡se supone
que debemos honrarlas y protegerlas! ¡Es parte del juramento, es uno de nuestros
malditos mandamientos, Aro! Se deja muy claro en la iniciación, así que ¿cómo puedes
seguir sin actuar? ¡Has iniciado un chico cuya novia está secuestrada, y no por
cualquiera, sino por uno de los nuestros! ¿Cómo que no es su problema? ¡Es nuestro
problema! “
La sonrisa cayó de sus labios y pude ver la hostilidad en sus ojos mientras me miraba,
cayó un tenso silencio en la sala. Todo el mundo nos miraba con cautela, obviamente
sorprendidos por el cambio. Alec se aclaró la garganta después de un segundo,
llamando nuestra atención. “Si no le importa, señor, creo que Carlisle y yo deberíamos
tratar de ponernos al día con Edward mientras todavía podamos“.
Empujé mi silla hacia atrás con fuerza y me levanté, siguiendo a Alec fuera de la
habitación. Escuché que los susurros comenzaban nada más salir, seguidos de un
airado Aro pidiendo silencio. Sabía que no debería haber reaccionado como lo había
hecho, porque hablarle así al jefe estaba totalmente fuera de lugar y me metería en
problemas, pero estaba tan jodidamente enfadado y disgustado por su
comportamiento que no había podido evitarlo. Estaba estresado y preocupado,
angustiado porque mi hijo había hecho la maldita cosa por la que yo había luchado
con todas mis fuerzas para asegurarme que no lo hiciera. Sentía como si todo lo que
había hecho hubiese sido en vano, una completa pérdida de tiempo y energía porque
él había terminado exactamente donde yo había tratado de evitar que fuera. Estaba
perdiendo el enfoque de todo esto, mis emociones apoderándose de mí y haciendo a
un lado toda lógica.
“Tal vez sea así, pero hablarle así no te llevará a ninguna parte, salvo a una caja de
madera bajo tierra y lo sabes”, dijo, abriendo la puerta y entrando. Comenzó a abrir
las puertas de los armarios y a coger armas, me lanzó dos Smith & Wesson del calibre
cuarenta y cinco y una caja de munición. Sacó dos armas para él, deslizándolas en su
abrigo junto con más munición. Cogió un teléfono móvil desechable, ya que era
demasiado peligroso utilizar el nuestro, entregándomelo, y nos fuimos inmediatamente
después, conduciendo por la ciudad, a casa de Royce. Intenté llamar tanto a Royce
como a mi hijo un par de veces durante el trayecto y no obtuve respuesta de ninguno de
ellos, aunque no me sorprendió porque era un número que no conocían. Alec llamó a la
puerta cuando llegamos y se abrió un segundo más tarde, una cara vagamente
familiar saludándonos.
“Clara”, dijo Alec amablemente a la mujer que resultaba ser uno de los esclavos que él
había sacado de la residencia Swan en Phoenix. Ella había estado en casa de Alec y
Esme por un tiempo, pero Esme prefería hacerlo todo ella misma, por lo que la mujer
había empezado a ponerse ansiosa sin nada que hacer. Alec imaginó que estaría
mejor en algún lugar donde pudiera mantenerse ocupada, pero aun así estar a salvo.
“¿Está Royce en casa?”
“No, señor”, respondió vacilante, mirando entre nosotros. “Se fue hace un par de horas
con el señor Cullen. Estaban, eh... “
“¿Se sabe algo, señor? ¿Alguna pista de dónde podría estar?” Preguntó Clara con voz
temblorosa por los nervios. La miré boquiabierto por la sorpresa, sorprendido de que
tuviera el valor de haber hecho a Alec una pregunta. Nunca antes había visto a un
esclavo dirigirse a Alec directamente. Mi propia esposa apenas si podía mirarlo, y ella
era una mujer libre que lo conocía desde hacía años. “Yo, eh, siento entrometerme,
señor, pero conozco a Isabella desde que era pequeña. Siempre me he sentido como
una segunda madre para ella y estoy terriblemente preocupada. Yo sé que no es mi
lugar... “
“Está bien,” dijo Alec, interrumpiendo su divagación. “No la hemos encontrado todavía.
Por eso estamos aquí, necesitamos entrar e intentar localizarlos “.
“Eh, está bien,” dijo, haciéndose a un lado y saludándonos con la mano. Podía ver las
preguntas en sus ojos mientras debatía si era correcto a hacerlas o no, pero su
preocupación por Isabella se impuso sobre todo. Nos ofreció bebidas mientras nos
“¡¿Papá?! ¿Cómo va todo? ¿La han encontrado? Joder, he estado muy preocupado,
papá... “
“Estoy bien, pero no, no la hemos encontrado,” le dije. “Mira, te estoy llamando para
preguntarte si conseguiste que el chip funcionara de nuevo.“
“Eh, sí”, respondió. “La localizó en algún lugar cerca de Highland Park. Eso fue todo lo
vi antes de que irrumpieran en la casa y se llevaran la portátil. Edward ha estado
trabajando toda la semana para conseguir otro programa para rastrear el chip con la
información que me diste, pero sigue diciendo que el chip no puede ser localizado.
Incluso localizó a tu médico en Phoenix, tiene en sus manos el software que utilizaste,
pero todavía no hay nada.“
“Me temía eso. Gracias. Te llamaré cuando me entere de algo”, le respondí, y colgué
sin darle la oportunidad de decir nada más. “Están en Highland Park.”
“Me lo imaginaba,” dijo Alec. “Tienen señalados en el mapa las casas y los negocios
de Vladimir y de Stephan, pero no hay forma de que hubieran retenido a Isabella allí,
si es cierto que uno de ellos está detrás de esto. Sería demasiado arriesgado y
personal. Habrán encontrado algún lugar cerca de casa, pero lo suficientemente lejos
para mantenerlos al margen. En algún lugar bastante aislado, donde podrían pasar
desapercibidos, sin posibilidad de que alguien se tropezara con ella, aislado para que
cuando ellos entren o salgan no atraigan a ojos curiosos.” Echó un vistazo al mapa,
estudiándolo atentamente con la punta del dedo.
“¿Sabes?, un agente me visitó cuando estábamos detenidos”, dije en voz baja mientras
me desplazaba a través del historial del ordenador, viendo lo que Royce había estado
buscando recientemente. “Tenía uno de los diarios de Isabella. Lo había confiscado
durante el registro de mi casa”.
“No sabía que lo tenía”, le respondí. “Aunque también Elizabeth tenía uno, y tampoco
supe nada de él por mucho tiempo. El suyo está guardado en la guantera de mi coche,
así que no lo encontraron, pero ese no es realmente el punto. El agente me preguntó
acerca de Isabella, y quería saber lo que estaba rastreando en mi portátil con el
programa GPS“.
“Nada”, le respondí con firmeza, dándole una mirada de incredulidad. “Me conoces,
Alec. No les di nada. Aunque, él dijo que no estaba rastreando nada, que el programa
decía que el chip no podía ser localizado“.
Hizo una pausa y me miró con curiosidad, levantando las cejas inquisitivamente.
“Bueno, gracias a Dios por eso, pero creía que Emmett lo había arreglado“.
“Lo hizo”, respondí en voz baja. Siguió mirándome por un momento en silencio, ya que
ambos considerábamos lo que eso significaba, antes de volverse hacia el mapa.
Centré mi atención de nuevo en el ordenador portátil, recorriendo el historial. Había
numerosos nombres y direcciones que habían sido objeto de búsqueda, pero nada
importante que destacara a primera vista.”
“¿Qué hay en esta calle lateral a la salida de la Ruta 41?”, preguntó Alec después de
un momento, apuntando a una sección del mapa rodeada ligeramente con un círculo a
lápiz. El nombre de la calle me resultó familiar y lo busqué en el historial, recordando
que lo había visto un segundo antes. Un mapa apareció e hice zoom en una vista aérea
de la ubicación.
“Parece una especie de zona industrial. Está rodeada de árboles, pero no hay
residencias que pueda identificar, “le dije. “Parecen solo almacenes, muelles, unidades
de almacenamiento y algunos estacionamientos. Nada fuera de lo normal “.
“Tiene que ser ahí”, dijo. “Está justo al lado de la carretera, por lo que hay fácil acceso
de entrada y salida. No hay necesidad de preocuparse porque la gente sospeche por el
aumento de tráfico o extraños, y se espera relativamente ruido. No veo ningún otro
lugar que se ajuste a los criterios y tenga sentido en la zona, si es que está en Highland
Park”.
“Bueno, esperemos que todavía esté. De lo contrario, todo esto habrá sido para nada “,
respondió, doblando el mapa y metiéndoselo en el bolsillo. “Vamos, terminemos con
esto. Tenemos 48 horas“.
Traté de llamar a Royce y Edward algunas veces más durante el viaje, sin suerte, la
falta de comunicación comenzaba a ponerme de los nervios. No tenía idea de lo que mi
hijo estaba haciendo, en qué situación se encontraba, o incluso, si estaba bien para el
caso. Royce nunca me había dado motivos para no confiar en él, y era lo
suficientemente bueno en lo que hacía, había escalado puestos rápidamente, pero el
hecho de que uno de sus subordinados se hubiera descarriado no estaba bien
conmigo. Si hubiera estado en guardia y prestado atención, debería haberlo visto, se
habría dado cuenta de lo que estaba pasando con sus propios hombres. El hecho de
que él hubiera estado tan ajeno a lo que estaba pasando delante de sus narices no era
una buena señal y me hizo cuestionar su capacidad de evaluar situaciones, por no
hablar de la voz en el fondo de mi mente que se preocupaba porque todo podría ser
una trampa. No quería creerlo, pero si Royce estaba involucrado, podríamos estar
dirigiéndonos directamente hacia nuestro fin.
No podría contar las veces que le había oído despotricar durante su vida sobre todo
eso, la forma en que se enorgullecía de que, al menos, en su organización había
respeto. Ellos podían haber violado la ley y haber cometido crímenes atroces, pero en
su mente todo era como se había fundado. La organización que él lideraba no le hacía
daño a la gente solo para hacerles daño. Su organización tenía verdadero poder y
compromiso.
“No estoy indeciso”, le dije. “Solo estoy pensando en cómo estaría de perturbado mi
padre por todo esto, si estuviera vivo “.
“Nada de esto estaría sucediendo si tu padre estuviera vivo”, respondió. “Sé que estás
resentido con él por haberte forzado a seguir sus pasos, pero tu padre era un hombre
de honor... tan honorable como se puede ser en nuestro mundo. Te hizo luchar por lo
que querías en lugar de dártelo, a pesar de que estaba en la posición de hacerlo,
porque quería que fueras el tipo de hombre que lucha por lo que significaba algo para
ti. Si tu padre no hubiera muerto, todavía habría respeto. No tendríamos que luchar
contra fuerzas exiguas y separadas como lo estamos. La organización de tu padre
estaba unida y era fuerte. Nadie hubiera osado a hacer este ardid con él al mando, y
si lo hubieran hecho, lo habría aplastado de inmediato, sin dudarlo, solo por
principios”.
“No somos mejores que los hombres que han marcado estos edificios”, dije sacudiendo
la cabeza.
“No diría que tanto así. Me gusta pensar que la mayoría de nosotros todavía tenemos
honor, yo mismo incluido“, dijo.
“¿Dónde está el honor cuando mueren inocentes?”, le pregunté. “Ha muerto Jacob. El
médico de Port Angeles... “
“Murieron por un inocente”, dijo. “Es una pena, pero sus vidas fueron sacrificadas por
Isabella. Y tal vez eso no esté bien, pero es lo que es. A veces tienes que hacer lo que
tienes que hacer para proteger lo que es importante para ti. No puedes verlo, pero lo
“Pero no lo hiciste”, dijo. “En lugar de eso, estás aquí, arriesgando tu vida para
encontrarla, y ahí es donde está el honor, Carlisle. Probablemente lo que vamos a tener
que hacer para salvarla no es algo para estar orgullosos, pero vamos a salvarla. A
veces hay que mirar todo el cuadro“.
“Nunca me imaginé que serías tú el que me diera una charla motivacional sobre esto”,
dije, sacudiendo la cabeza mientras él ponía el coche al lado de un contenedor de
basura detrás de un edificio vacío.
“Sí, bueno, ya has oído a mi esposa”, dijo mientras salía del coche. “Puedo haber roto
mis votos con la organización por haberme involucrado en esta situación, en primer
lugar, pero no tengo ninguna intención de romper mis votos con mi esposa. Ella me dijo
que volviera a casa y eso es, exactamente, lo que voy a hacer”.
“¿Es el coche de Royce?” Pregunté débilmente al ver una pequeña calcomanía ítalo-
americana en él. “Pensaba que conducía un BMW“.
“Y así es. Ese es el coche de James “, dijo Alec metiendo la mano en su chaqueta para
sacar una de sus armas. Lo miré sorprendido cuando vi que comprobaba dos veces
que estuviera cargada. “Voy a cruzar y echar un vistazo. Necesito que te quedes aquí y
me cubras”.
“Por lo que he podido ver, parece vacío. No he visto a nadie dentro”, dijo en voz baja.
Asentí y me pellizqué el puente de la nariz en señal de frustración, abriendo la boca
para hablar, cuando un fuerte ruido se oyó detrás de nosotros, sorprendiéndome. Me di
la vuelta y apunté mi arma, pero Alec me agarró y me puso fuera de la vista.
“Son atrevidos, ¿no?” Dijo Alec, señalando al hombre del AK-47. “Valientes y
descuidados. Es una combinación peligrosa, el no tener miedo y tomarse las cosas tan
a la ligera“.
“Unos jodidos locos es lo que son”, murmuré. No podía oír lo que decían, pero vi como
James sacaba un juego de llaves y se lo lanzaba a la tercera persona. James y el
hombre del AK-47 fueron a la entrada principal, abriéndola y despareciendo en el
interior. “Sin llave”.
“Doctor. Eh, Carlisle, señor, “tartamudeó nerviosamente. “¿Qué está, eh, haciendo...
aquí...?”
Iba a responder, pero antes de poder, Alec lo agarró y lo arrojó contra el lateral del
edificio, revisándolo rápidamente y sacando su arma. La puso en su bolsillo y negó con
la cabeza mientras apretaba su arma en la garganta del muchacho.
“Yo, eh, te juro que no sabía...” comenzó a decir inmediatamente, pero Alec presionó la
pistola en su manzana de Adán y lo interrumpió. Un ahogado grito de dolor escapó de
su garganta.
“Cinco o seis, creo,” respondió, con lágrimas empezando a caer por sus mejillas. “Tal
vez más, no lo sé“.
“He visto seis, pero hay habitaciones donde no he entrado”, dijo nervioso.
“Bueno, será mejor que lo sepas”, dijo Alec bruscamente. “Ahora mismo, antes de que
te vuele la cabeza.”
“¡Mierda! ¡Está bien! Eh, James. Es al único que realmente conozco. Él me convenció de
hacer esto, te juro que al principio no sabía lo que estaba haciendo, no sabía que él
iba a…“ él divagaba, se calló abruptamente cuando Alec cogió el arma y le golpeó en
el lateral de la cabeza con fuerza. Él gritó y se tambaleó, pero Alec lo agarró y
nuevamente, lo estrelló contra el edificio.
“Sí, ella. Hay algunos tipos que no conozco, algunos extranjeros. Hay un hombre
mayor, que es el que está cargo. Se llama Stephan, lo recuerdo porque es como el mío.
En realidad no he hablado con él. ¡Maldición, él es siniestro, hombre! Y hay otros dos
jóvenes rusos que han estado dando vueltas, pero no sé sus nombres. Son totalmente
“Oh, eh, no la he visto. Quiero decir, sé que la tienen, pero no sé dónde, y como he
dicho, hay otros cuartos”, tartamudeó.
“¿No la has visto para nada?”, preguntó Alec. Negó frenéticamente en respuesta.
“Aunque, estoy seguro de que está ahí. O lo estaba, supongo. Solían llevar comida a la
parte de atrás, y escuché su voz una vez...“comenzó, deteniéndose bruscamente
cuando brillaron unas luces y se oyó un coche acercándose. Todos nos pusimos tensos
y vimos cómo el BMW negro apagaba sus faros y se deslizaba lentamente por la calle.
Desapareció de la vista y yo caminé hacia el frente del edificio con cautela, viendo
cómo se detuvo a una manzana de distancia. La puerta del pasajero se abrió y una
figura corrió por la calle a medida que el coche se perdía de vista, la figura seguía
acercándose. Mis ojos se abrieron por la conmoción cuando él salió a la vista, el
inconfundible pelo destacándose al instante.
“¿Qué carajos estás haciendo, Edward?” Murmuré para mis adentros mientras se
dirigía hacia el edificio, metiendo la mano en la cintura del pantalón y sacando una
pistola. Mi corazón latía furiosamente y oí a Alec detrás de mí maldiciendo cuando se
dio cuenta de que era mi hijo.
“Pa…” empezó a decir, pero lo agarré y arrastré lejos de la puerta justo antes de que
pudiera abrirla. Maldijo y se tambaleó a medida que tiraba de él por el lateral del
edificio, mirándome confundido. “¿Qué mierdas? Cristo, ¡ella podría estar ahí! “
“Baja la voz”, le espeté. “¡No puedes simplemente entrar por la puerta principal,
Edward!”
“¿Qué diablos se supone que debo hacer?”, me preguntó con enojo, entrecerrándome
los ojos. Los tenía inyectados en sangre y con bolsas oscuras debajo. Era obvio que
estaba agotado y parecía que no hubiera dormido en mucho tiempo, con el pelo
apuntando para todos lados y con la ropa desaliñada. “¿Sabes cuánto tiempo ha
pasado? ¿Sabes cuánto puto tiempo lleva desaparecida? ¡Tengo que encontrarla, no
importa cómo!”
“Lo sé, ¡pero no puedes solo entrar a ciegas! Realmente tienes mucho que aprender,
“Bueno, ya era maldita hora de que estuvieras aquí”, espetó. “¿Sabes por lo que he
pasado esta puñetera semana? ¿Qué demonios he tenido que hacer?“
“Cálmate”, le dije.
“¿Cómo mierdas quieres que me calme?” Estuvo a punto de gritar. “¡Vete a la mierda!”
Gemí y lo agarré del brazo, tirando de él hacia el otro lado de la calle. Se resistió al
principio, pero obviamente, estaba agotado y cedió rápidamente. Caminamos hacia
donde estaba Alec, en la oscuridad y miré hacia abajo, viendo a Stephano acurrucado
en el suelo contra la pared.
“Tale il padre, tale il figlio”, murmuró Alec. “Ninguno de ustedes tiene ningún sentido de
la autopreservación.”
“Lo que jodidos sea. Merece la pena morir por ella“, dijo Edward de inmediato.
“¿Y qué pasará cuando mueras?” Replicó Alec dándole una mirada mordaz. “¿Qué
pasará con ella? Tu inconsciencia va a hacer que la maten. Ya eres un iniciado,
necesitas empezar a pensar con la cabeza“.
Edward se tensó y rápidamente, me lanzó una mirada extraña. “Lo que sea, tengo que
salvarla, es lo que tengo que hacer“, murmuró, metiendo su arma en el bolsillo y
pasándose las manos por el pelo con nerviosismo. Miró a su alrededor, viéndose
agotado, antes de señalar a Stephano. “¿Quién es este hijo de puta?”
“Si es un amigo nuestro, ¿por qué coño está en el suelo?”, preguntó Edward frunciendo
el ceño en confusión.
“Espera, ¿él está metido en esta mierda?”, preguntó Edward. Asentí y él se abalanzó de
inmediato, agachándose y agarrando a Stephano por el cuello. “Más vale que no le
hayas hecho daño, ¿me oyes? ¿Dónde diablos está? ¿Qué has hecho con ella? ¡Dime!“
“¿Qué coño quieres decir con que no la has visto?” Espetó Edward, golpeando la parte
de atrás de la cabeza del muchacho contra el edificio. “¡Ustedes pendejos me quitaron
a mi chica y la quiero de vuelta!” Apoyó sus manos contra el edificio, llevando su pie
hacia atrás y lanzándolo hacia delante. Stephano se acurrucó formando una bola y
“Se parece tanto a ti que es casi alarmante,” dijo Alec con calma. “No puedo contar
cuántas veces has permitido que se convierta en personal y has decidido utilizar tus
manos y pies como armas“.
“Va a matarlo”, le advertí, presa del pánico por la manera en que mi hijo estaba fuera
de control. “Él no puede decirnos nada si está muerto, Alec”.
Alec suspiró y agarró a Edward, alejándolo de un tirón. Se resistió un poco, pero Alec
era demasiado fuerte para él y se interpuso entre los dos, dándole a Edward una
mirada dura. “Basta ya”, dijo con firmeza, antes de agacharse y agarrar a Stephano,
poniéndolo de pie.
“¿Dónde ibas?” Preguntó Alec. “Ahora mismo, ¿por qué te ha dado James sus llaves?”
“Eh, comida,” murmuró, la sangre brotando de su rostro. Trató de limpiarla pero seguía
fluyendo. “Yo tenía que conseguir comida, señor.”
Alec se le quedó mirando por un segundo cuando la maleza se movió cerca del lugar
haciendo que Edward y yo nos tensáramos y cogiéramos nuestras armas como medida
de precaución. “Hola, Royce,” dijo Alec de forma monótona, sin siquiera darse la vuelta
para mirar a la persona que se acercaba.
“Alec, Carlisle,” dijo Royce, con tono vacilante mientras me saludaba. “Me alegro de
verles de nuevo, caballeros.”
“¿Cómo diablos supiste que era él?”, preguntó Edward, mirando con recelo a Alec. Alec
suspiró con fastidio, sacudiendo la cabeza.
“Tienes razón, estoy cabreado. No veo cómo desperdiciar tu vida ayuda a nada, pero
ahora no es el momento para esto”, dije bruscamente, tratando de no pensar en ello.
Tenía que mantenerme sereno y en calma, y pensar lo que había hecho solo iba a
sacarme de quicio nuevo. “Vamos a entrar aquí y acabar con esto, y no importa lo que
encontremos, nos encargaremos de ello después”.
Vi a James a unos metros de distancia, detrás de una mesa intentando a tientas cargar
su arma. Empecé a dispararle y él saltó en cuanto terminó lo que estaba haciendo,
apuntándome con su arma para devolverme los disparos. Mis primeras dos balas
fallaron, pero la tercera le dio directamente en el pecho, un fuerte jadeo escapó de su
boca mientras se desplomaba. James luchó por tomar aire y algo cercano llamó mi
atención brevemente cuando una bala pasó silbando junto a mí, rozándome la mejilla.
Maldije por la sensación de quemazón y me distraje un momento, dando a James el
tiempo justo para adelantarse. Disparó algunas rondas, una tras otra, una bala me
atravesó el hombro izquierdo cuando otras más pasaron junto a mí. Mi brazo empezó a
entumecerse casi de inmediato, un dolor agudo atravesó la parte superior de mi
cuerpo, pero olvidé mi lesión al instante cuando oí a mi hijo gritar.
Me detuve cuando estaba directamente sobre él, mirando furioso su figura inutilizada.
Estaba tratando de alejarse, forzando a su cuerpo para poder coger su arma, pero la
vida se le escapaba con rapidez. Apunté a su cabeza y lo miré a los ojos, no había ni
una onza de miedo en su expresión cuando me devolvió la mirada. Frío y sin corazón,
incluso hasta en sus últimos segundos, sin una pizca de remordimiento por lo que
había hecho. “Arrivederci”, le dije con frialdad mientras mi rabia estaba en una espiral
fuera de control, torciendo la simple palabra a una expresión de enojo. Vi el destello de
fuego en sus ojos cuando finalmente llegó a su arma y combatió para recogerla
rápidamente, pero empecé a disparar rondas seguidas, las balas rasgando a través de
su cráneo. Su dedo apretó el gatillo como un acto reflejo, una bala voló hacia un lado
mientras su cuerpo se sobresaltó en una violenta sacudida. No me detuve hasta que la
pistola hizo clic y habiéndole disparado cada bala, dejándolo casi completamente
irreconocible.
No tuve tiempo para pensar en lo que acababa de suceder, porque antes de que
hubiera podido cambiar mi arma, el sonido de un AK-47 atravesó el almacén y sus
balas se estrellaron contra todo lo que me rodeaba. El ruido era ensordecedor y me
agaché para cubrirme, cogiendo mi segunda arma. Quité el seguro y empecé a
disparar contra el hombre con el arma, impactándole en la pierna con mi primera
ronda. Se tambaleó, pero continuó disparando, otra bala rozó mi cuello en medio del
caos. Sentía mi cuerpo como si estuviera en llamas y mi visión estaba borrosa por el
dolor, pero luché para mantener el control sobre mí mismo.
Vi como Royce salía huyendo de los disparos, pero no pudo cubrirse lo suficientemente
rápido. Las balas desgarraron su carne y gritó, tratando de disparar mientras se
desplomaba. Maldije y disparé algunas rondas más, uno impactó en el estómago del
hombre del rifle de asalto. Mi arma empezó a hacer clic cuando se le acabaron las
municiones y luché para recargar cuando Edward comenzó a disparar a unos pocos
metros de distancia, una de sus balas rozó el cuello del hombre y otra impactó en su
espalda. Los disparos se silenciaron momentáneamente mientras Edward volvía a
cargar y el hombre se tambaleó, luchando por mantenerse en pie. Alec apuntó con su
arma en ese momento, disparándole tres veces, sin dudarlo, directamente en la
cabeza. Cayó hacia atrás, con el dedo apretando el gatillo y roció violentamente con
balas mientras se derrumbaba. Vi a Alec tambalearse unos pasos cuando una de ellas
le impactó, pero se mantuvo en pie, recuperándose con la rapidez suficiente para
despacharle otra ronda.
“Por favor”, gimió, las lágrimas corrían por su rostro. “Edward, doctor C. Yo no… lo
siento… Te lo juro, ¡lo siento mucho!”
En ese momento parecía que todo se hubiera detenido, un misterioso silencio tenso
cayó sobre nosotros que nos quedamos mirándola. Sin embargo, el momento pasó tan
rápido como había llegado, y Edward reaccionó rápidamente… aunque yo era más
rápido. Levantó su arma, con expresión llena de rabia, pero yo disparé antes de que él
pudiera apretar el gatillo. Di un paso adelante para bloquear la línea de visión de
Edward y Heidi se tambaleó hacia atrás, quedándose sin aliento mientras se
desplomaba en el suelo. Lleno de culpa y vergüenza, me paré frente a ella y observé
cómo la vida se le escapaba, disgustado conmigo mismo por haber asesinado a una
mujer desarmada, ya que eso era algo que había evitado tanto como me había sido
posible en mi vida. Ella pudo haber merecido su suerte, y yo sabía en mi interior que no
habría salido con vida de la habitación de todos modos, pero me dolió tener que ser el
que había apretado el gatillo. Sin embargo, no había jodida manera de que yo pudiera
dejar que mi hijo llevara ese tipo de cargo de conciencia de por vida. Ya tenía
suficiente sobre sus hombros.
“Yo podría haber hecho esa mierda”, Edward escupió con rabia detrás de mí. Me giré
para contestarle, entrando en pánico cuando vi a Stephan cruzar la habitación
sujetando un AK-47 y apuntándonos. Rápidamente, me abalancé sobre Edward y lo tiré
al suelo, aterrizando sobre él cuando la ráfaga de balas resonó por todos lados.
Sthephan se detuvo por un momento y se agachó para cubrirse cuando se quedó sin
munición, luchando para recargar mientras Alec volvió a disparar algunas rondas,
antes de levantarse de nuevo y volver a disparar en cuestión de segundos. Las balas
atravesaron a Stephan cuando Edward y yo le disparamos desde nuestra posición y
luchaba por mantener el equilibrio, negándose a dejar de luchar a pesar del que le
estuvieran disparando de todas direcciones. Observé horrorizado cómo algunas de las
balas del AK-47 le dieron a Alec y tropezó, cayendo de rodillas.
“Estoy bien”, gruñó, empujando mis manos mientras luchaba por ponerse de pie. Se
tambaleó un poco, pero logró ponerse de pie por sí solo, negándose a mi ayuda.
“Tienes que encontrar a la chica”.
“¡Bella!”
Edward estaba entrando en pánico, aferrándose a ella con fuerza mientras las
lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.
La cogió entre sus brazos, acunándola, y pasó junto a mí mientras la sacaba a la parte
abierta del almacén. Su brazo herido casi le falla pero él la sostuvo, dejándose caer
apoyándose contra la pared y abrazándola con fuerza. Me puse en cuclillas a su lado y
agarré su muñeca. Su pulso era débil y errático. Sus manos estaban heladas y su
brazo estaba torcido en una posición antinatural, por un hombro dislocado,
obviamente. Pude ver cómo su pecho se movía rápidamente, su respiración era
superficial y tenía fiebre así que exploré sus ojos, notando que sus pupilas se
contraían. Ella no reaccionaba a ninguno de los reflejos, su sistema neurológico no
estaba funcionando con normalidad.
“¿Está bien? Cristo, ¿por qué demonios no se despierta?“, preguntó Edward alarmado,
acariciando su rostro con su mano. Suspiré, negando con la cabeza.
“Voy a suponer que ha sido drogada con algo. No puedo estar muy seguro, pero
probablemente con algún tipo de barbitúrico“, respondí.
“Yo, eh... Me gustaría saberlo a ciencia cierta. Yo...“ Empecé a decir, pero me
interrumpió antes de que pudiera tratar de explicar.
“Siempre estás tratando de jugar al puto doctor conmigo, y en el maldito momento que
te pido tu puñetera ayuda, ¿esto es lo que me das? ¿Un maldito me gustaría saberlo?
¡Tienes que estar bromeando!“, espetó.
“Necesito ir a algún sitio donde realmente pueda valorarla” dije. “Está viva…”
“Y joder, será mejor que siga siendo así” espetó, interrumpiéndome nuevamente.
“Isabella, cariño, necesito que despiertes para mí. Te necesito. Cristo, te necesito.
Mierda, tienes que salvarte, porque no podré vivir si no lo haces. ¡No podré sobrevivir si
no lo haces! Por favor. Haré lo que sea, solo despierta, para que yo sepa que estás
bien”.
“Joder, más vale que así sea” me gritó. “Te juro que si no lo haces, joder, voy a matarlos
a todos. Todo el que le haya hecho puto daño, voy a matarlo.”
Iba a responder, pero antes de poder hacerlo la voz de Alec sonó detrás de mí.
“Demasiado tarde”, dijo con calma”. “Ya están todos muertos”.
Alec se quedó mirándolo un momento antes de girarse hacia mí. Intentó dar un paso,
pero se le doblaron las rodillas, y lo cogí rápidamente antes de que cayera al suelo.
“Tengo que llevarte a un hospital ahora mismo” dije, sabiendo que estaba empezando
a debilitarse por la pérdida severa de sangre.
“Lo sé,” dije, sintiéndome intensamente culpable. Metí la mano en el bolsillo para sacar
mi teléfono cuando Alec empezó a tambalearse hacia la puerta. Lo miré por un
segundo, la preocupación me consumía. “¿Estás seguro de esto, Alec? Estás perdiendo
mucha sangre, no sé si... “
“No seas estúpido, Carlisle,” afirmó. “Haz que limpien esto, lleva a Isabella a mi casa y
cúrala antes de que tu hijo intente resucitar a la gente solo para matarlos de nuevo.” Se
detuvo cerca de la salida y sacó la pistola de la cintura de su pantalón, dándose la
vuelta. Me miró por un momento con expresión extraña antes de mirar al otro lado de la
habitación, donde el joven Stephano estaba sentado en estado de shock, tan silencioso
que era casi imperceptible. Alec le apuntó con su arma y le disparó tres veces, los
disparos sorprendieron a Edward.
“¿Sabes lo que sucede a los que traicionan a la organización, Edward?” Alec preguntó
secamente, soltando su arma y dejándola caer al suelo. “Se les incapacita y se les
hace cortes antes de abandonarlos en una cloaca o en algún edificio abandonado. En
algún lugar infestado, y ¿sabes lo que les pasa cuando las alimañas los encuentran,
cuando huelen la sangre? ¿Te imaginas estar consciente de lo que está pasando, pero
ser incapaz de detenerlo? Ser comido vivo no puede ser una forma agradable de morir,
pero supongo que es muy apropiado, dar las ratas a las ratas. Así que sí, Edward, le he
Alec se giró para marcharse cuando empecé a marcar el número de Aro, mi corazón
latía furiosamente mientras sonaba. Oí a Edward maldecir conmocionado y me volví a
mirarlo, congelándome cuando vi que los ojos de Isabella estaban abiertos. Ella
parpadeó un par de veces cuando lo vio, la cara de mi hijo visiblemente aliviada
mientras la miraba.
“Edward,” susurró, su voz apenas audible. Su voz era rasposa e hizo una mueca
mientras hablaba.
“Sí, soy yo. Te dije que te encontraría, maldita sea. Que nunca me daría por vencido.
Te lo prometí. Sempre”, tartamudeó, acariciando su cara una vez más. “Dios,
jodidamente te amo.”
Una lágrima se deslizó por su mejilla e Isabella trató de alzar la mano para quitársela,
pero estaba débil y se quedó corta. Ella musitó algo que no pude oír, pero Edward se
rió en respuesta, el sonido me pilló con la guardia baja. Iba a hablar, pero antes de
poder la voz de Aro sonó a través de la línea, deteniéndome.
“¿Sí?”, dijo.
“Ah, Carlisle. Estaba muy preocupado. ¿Está todo bien? Yo no he...“ Empezó a decir, el
resto de lo que dijo fue incomprensible porque un golpe y un ruido sordo se escuchó
por la habitación, distrayéndome. Salté por la sorpresa y casi dejo caer el teléfono,
girándome rápidamente y congelándome horrorizado cuando vi a Alec tirado en la
entrada, después de casi haber logrado salir antes de derrumbarse. Maldije y comencé
a correr hacia él, haciendo caso omiso a Aro en mi pánico. Me agaché y tiré de él de
nuevo hacia adentro, girándolo rápidamente y buscándole el pulso. Todavía respiraba,
pero estaba inconsciente, y totalmente desvanecido.
**************
Oggi a te, domani a me = Hoy por ti, mañana por mí (“Cada perros tiene su día”)
Isabella swan
Traducido por Betzacosta
Me recordó el día en que Edward me había llevado a la fiesta del lago, cuando
pasamos Año Nuevo juntos. Prácticamente, todavía podía sentir su presencia y sentía
como si un millón de mariposas hubiesen invadido mi cuerpo, dejándome débil y
mareada.
"Solo son fuegos artificiales, tesoro, nada que temer," él había susurrado. "Hacen ruido
pero no te van a lastimar. De hecho, no voy a permitir que nada te lastime.”
Había creído en sus palabras mientras estuve allí, así como lo había hecho la primera
vez que las dijo. No sentí miedo, porque muy en el fondo sabía que realmente no
podrían hacerme daño. Sin importar lo que me hicieran, nunca podrían destruirme.
Nada lo haría.
“Llegaste a mí por una razón, para salvarnos el uno al otro,” declaró él. “Porque no
eres la única que necesita ser salvada, Bella. Me estaba ahogando, y tú me has
rescatado.”
Él vendría por mí, y me salvaría, porque eso era exactamente lo que hacíamos el uno
por el otro. Sin importar lo que sucediera, él nunca me abandonaría ya que estábamos
destinados a estar juntos. Edward Cullen era mi destino. Me estaba ahogando,
desvaneciéndome más y más con cada momento que pasaba, pero sabía que iba a
estar bien, siempre y cuando no perdiese las esperanzas.
Después de un momento, tras oír unas cuantas explosiones más, la luz se filtró a través
de mis párpados y la voz de Edward se hizo aún más fuerte que antes. Me obligué a
abrir mis ojos de inmediato ante el sonido, parpadeando rápidamente mientras trataba
de aclarar mi visión. Todo estaba borroso pero pude distinguir el cabello con tonos
bronce, la visión casi detiene mi corazón. Oí otras voces en el fondo, sus palabras
confusas y apenas audibles, pero en ese momento, nada que no fuera la imagen frente
a mí, importaba.
Mis ojos ardían y su rostro se mantuvo borroso sin importar lo mucho que parpadeara,
pero no me importó porque estaba totalmente segura de que él estaba allí. Podía
sentirlo, su presencia calmando al instante mis nervios y reconfortándome a pesar de
mis dudas pasadas.
Giró la cabeza después de un momento, sus ojos encontrándose con los míos. Los veía
más claramente que todo lo demás, el llamativo color verde brillante en medio de la
niebla. "¡Mierda!" escupió, enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Mi visión se nubló
todavía más y parpadeé rápidamente, ansiosa por permanecer consciente mientras la
oscuridad amenazaba con llevarme de nuevo. "Joder, tesoro, ¡me habías asustado
como la mierda!"
"Sí, soy yo. Te dije que te encontraría, maldita sea. Que nunca me daría por vencido. Te
lo prometí. Sempre," soltó rápidamente, su voz llena de emoción mientras pasaba su
mano por mi mejilla. Su piel era sorprendentemente cálida, su tacto suave. "Dios,
jodidamente te amo."
"Feliz Año Nuevo," susurré distraídamente, cerrando los ojos mientras su risa
atravesaba la habitación. Le sonreí en respuesta cuando un frío escalofrío atravesó mi
espalda, adormeciéndome y haciendo que me pusiera a temblar, Edward empezó a
gritar frenéticamente cuando comencé a perder la conciencia una vez más.
No tenía manera de medir cuánto tiempo pasó mientras estuve inconsciente… pudieron
haber sido horas o días, incluso meses para todo lo que sabía, pero de lo único que
estaba segura era de que nunca estuve sola. Oí voces vagamente familiares, en
ocasiones detectando su presencia mientras vagaba en la superficie, pero todo se
desvanecía tan rápido como llegaba. Comencé a preguntarme de nuevo si incluso en
verdad había visto a Edward, cuestionándome si solo había sido un producto de mi
imaginación. Tuve un par de alucinaciones, recuerdos reprimidos resurgiendo y
torciéndose en encuentros surrealistas que sabía que no podían ser reales. Sostuve
conversaciones en mi mente con gente que sabía estaba muerta, experimentando un
déjà vu en repetidas ocasiones mientras revivía retazos de mi infancia. También tenía
miedo que todo hubiese sido solo un sueño y que él no hubiera venido por mí, asustada
de lo que encontraría cuando finalmente abriera los ojos... si lo hacía alguna vez.
Poco a poco, empecé a tener breves momentos de lucidez, unos que solo creía que eran
reales por el dolor que sentía cuando ocurrían. Normalmente estaba adormecida, a
excepción de un cosquilleo extraño en mis miembros, pero en ocasiones, un dolor
intenso atravesaba mi cuerpo sacándome de mis sueños. Esos momentos comenzaron
a suceder más a menudo y a pesar del hecho de que fueran angustiosos, les daba la
bienvenida. Querían decir que todavía estaba con vida, que de alguna manera todavía
intentaba aferrarme.
Oí un tarareo extrañamente familiar durante uno de mis momentos, que sirvió para
distraerme del dolor que sentía en mi cuerpo y me empujó a luchar por recuperar la
conciencia. Cuando por fin encontré la fuerza para obligar a mis ojos a abrirse, me di
cuenta inmediatamente de que estaba en una habitación oscura. Era claramente de
noche, y no era capaz de ver nada más, además de una forma de pie a unos metros de
distancia mientras mis ojos trataban de enfocarse. Me di cuenta de que el tarareo
venía de allí y luché para distinguir quién era, solo para congelarme en la confusión
cuando finalmente se volvió hacia mí.
"¡Isabella!" jadeó, corriendo hacia mí. La miré fijamente en shock, abrumada por mi
incertidumbre y preguntándome si no era más que otra alucinación. ¿Qué era real?
Traté de sentarme pero grité mientras el dolor se intensificaba.
"Me duele," gemí mientras las lágrimas escocían en mis ojos. Sentí que una se
deslizaba por mi mejilla, Clara inmediatamente la limpió.
"Sé que es así," dijo en voz baja. "El doctor me dijo que te dolería cuando finalmente
despertaras. Has estado inconsciente durante mucho tiempo, cariño."
"¿Doctor?" Le pregunté, nunca hubiese imaginado que ella diría esa palabra. ¿Cuánto
tiempo había estado inconsciente, de todos modos? "Charles no deja que nos vean los
médicos, Clara."
"En casa de los Swan. ¿Dónde más podría estar?" Le respondí. Estaba desorientada y
exhausta, arrastrando las palabras. Quería desesperadamente cerrar los ojos de
nuevo, pero me daba miedo, preocupada por no volver a abrirlos. "¿Dónde está mi
madre?"
Sus ojos se abrieron cuando me miró boquiabierta. "¿Tu madre?" preguntó vacilante.
Traté de asentir con la cabeza, gimiendo en voz alta por el dolor en el cuello. "Ella, eh...
um, espera, ¿de acuerdo?" Se giró y salió de la habitación y finalmente permití que mis
ojos se cerraran, tratando de bloquear todo y darle sentido a lo que estaba sucediendo.
¿Dónde estaba?
"Vamos, abre los ojos de nuevo," oí que una voz decía de la nada, sobresaltándome.
Me obligué a abrir los ojos de nuevo para ver a un hombre familiar, con expresión de
preocupación en su rostro. "Gracias, dolcezza. Me preocupaba que te hubieras ido de
nuevo."
"Sí, soy yo," respondió, sacando un estetoscopio y presionándolo contra mi pecho. Salté
por la frialdad inesperada, el dolor rebotando a través de mí por el movimiento. "Trata
de no moverte."
"Sé que es así," dijo, poniendo su mano sobre mi frente. Me quedé lo más quieta
posible, luchando por ignorar el dolor y mantener los ojos abiertos mientras me
revisaba con atención. Clara se movía sobre su hombro, retorciendo sus manos con
nerviosismo, toda la escena era surrealista.
"Oh, soy bastante real," respondió, deteniéndose brevemente mientras una pequeña
sonrisa surgía en sus labios. "Por lo menos, eso creo."
"No puedo, " le grité, con la voz rasposa y rompiéndose por mi pánico. "¿Dónde está?"
"Él está bien, Isabella. Relájate y toma unas cuantas respiraciones profundas. No
ayuda que te alteres," dijo, sin dejar de mirarme.
"¿Dónde está?" Le pregunté de nuevo confundida. "¿Está en el hospital? ¿Por eso que
no está aquí?"
"No está en el hospital. Te aseguro que está bien. Solo tenía que hacerse cargo de algo
esta noche," respondió vacilante. Entrecerré los ojos sospechosamente cuando él desvió
la mirada, centrando su atención en mi brazo. Lo levantó y yo grité de dolor, mi hombro
rígido y palpitando.
"¿De qué se está ocupando?" Le pregunté, sabiendo que Edward nunca habría dejado
mi lado a menos que fuera absolutamente necesario y preocupada porque el doctor
Cullen no me estaba explicando las cosas muy bien.
"En realidad no es importante ahora," dijo con fuerza, su tono de voz firme me tomó
desprevenida. "Necesitas concentrarte en ti misma en este momento, Isabella. Edward
volverá pronto, y va a ponerse eufórico al saber que estás despierta. No ha dejado tu
lado durante todo el tiempo que has estado aquí, a excepción de esta noche. En
realidad, es muy probable que se moleste mucho consigo mismo por no haber estado
aquí, pero realmente no ha podido evitarlo."
"Yo..." Empecé, sin saber siquiera que rumbo llevaban mis pensamientos. Nada tenía
sentido. "Todavía no lo entiendo. Estoy confundida."
"Es solo morfina para el dolor. Te ayudará a descansar," explicó cuando se dio cuenta
de mi reacción, tomando suavemente mi brazo. Miré hacia abajo, frunciendo el ceño en
confusión cuando vi una aguja pegada en mi brazo. El doctor Cullen inyectó el líquido
en mis venas, sonriendo suavemente. "Como he dicho, estabas en mal estado cuando
te encontramos. Estabas muy deshidratada y con el hombro dislocado, entre otras
cosas, por lo que es probable que haya algunos efectos permanentes como resultado."
"Un mes," murmuré en estado de shock. Había pasado un mes entero, mis recuerdos del
mismo eran vagos y limitados a breves destellos, aquellos de los que ni siquiera podía
estar segura de que realmente sucedieron. No era de extrañar que estuviese tan
confundida.
"Sí. Has estado aquí durante unas dos semanas en recuperación," dijo.
"¡James!" Jadeé, mi voz mucho peor articulada que antes. "Y el hombre, él..."
Asentí, vacilante, al no tener fuerzas para discutir dado que había olvidado lo que
quería decir en primer lugar, y permitiendo que mis ojos se cerraran de nuevo. Oí sus
pasos empezando a dirigirse hacia la puerta, mi cansancio llevándome a la
inconsciencia casi al instante.
Me desperté mucho más tarde, en una habitación luminosa, entrecerrando los ojos ante
la fuerte luz que se filtraba desde la ventana. Mi cuerpo estaba dolorido, cada
centímetro de él. Mi cabeza latía furiosamente y gruñí mientras trataba de alejarme de
la luz del sol, paralizándome cuando mi mano hizo contacto con un cuerpo a mi lado
en la cama. Mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando giré mi cabeza para ver la
figura inmóvil de Edward. Su cara estaba girada hacia mí y sus ojos estaban cerrados,
su pecho subía y bajaba a un ritmo constante mientras dormía. Mis ojos lo escanearon
rápidamente, su mera presencia hacía que mi corazón se acelerara, y noté que su
brazo derecho estaba vendado, desde los dedos hasta pasado el codo, con un vendaje
de color marrón claro. Incluso dormido parecía preocupado, con cicatrices visibles que
nunca había visto antes.
Apreté la mandíbula y ahogué el grito que amenazaba con salir mientras me giraba
hacia él, la aguja en el brazo era incómoda y tiraba cuando subí mi mano hacia
Edward. Dudé cuando estaba a unos centímetros de su cara, no quería perturbar su
sueño, antes de pasar con suavidad uno de mis dedos a lo largo del puente de su
nariz. Había una pequeña protuberancia en esta que no había existido antes, y sabía
de primera mano que venía de una ruptura de hueso porque era como la que yo tenía.
"Edward," susurré, mi voz quebrada mientras luchaba contra la emoción, pero era muy
difícil de controlar. Las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas y me miró en shock,
extendiendo su mano para limpiarlas.
"Mierda, ¿estás bien?" me preguntó sonando asustado. "¿Te duele? Espera, ¿en qué
coño estoy pensando? ¡Por supuesto que te duele! ¡Joder, soy un maldito idiota! ¿Qué
puedo hacer?"
"No estás bien," replicó, negando con la cabeza. "Estas jodidamente herida, tesoro.
Cristo, ¿sabes el puto susto que me diste? ¡Pensaba que iba a perderte! Cuando me
desperté en ese maldito coche y vi que no estabas, pensaba que mi vida había
terminado. Pero te había hecho el puñetero juramento que nunca me rendiría y no lo
hice. Nunca hubiese dejado de buscarte, te hubiera encontrado aunque eso fuera la
última maldita cosa que hiciera, sin importar nada más. Pero, joder, ¡estaba asustado!
ni siquiera podía pensar en continuar si hubieras estado muerta..."
"Sin peros," interrumpí. "También pensé que iba a perderte, Edward. Cuando no te
despertabas en el auto y ellos vinieron por mí, pensaba que iban a matarte. Estaba tan
asustada que les rogué que te dejaran tranquilo."
"Sí. Iban a matarte," le dije, mi voz quebrada mientras el recuerdo surgía. "Pero les
rogué que te dejasen en paz y les dije que iría con ellos, y que no lucharía si ellos te
dejaban vivir. Habría dado cualquier cosa."
"¿Te habrías sacrificado por mí?" me preguntó en voz baja, con una expresión seria en
su rostro. "¿Hubieses desperdiciado tu vida si eso significaba que yo hubiera seguido
vivo?"
"Sí," le respondí sin vacilar, mientras él limpiaba más de mis lágrimas. "¿No hubieses
hecho lo mismo?"
Alargó la mano hacia mí, tratando de envolverme en un abrazo, pero no resultaba fácil
"Sí, el hueso se rompió cuando me dispararon por lo que tuvieron que escayolarlo,"
murmuró. Me tensé y lo miré sorprendida.
"Sí, el maldito de James me disparó. Aunque no es tan grave," dijo con indiferencia.
"¿Cómo puedes decir eso?" Le pregunté con incredulidad. "¡Él te disparó! ¡Eso es serio!
Dios, ¿qué le ha pasado? ¿Dónde está? Él no va a venir por nosotros, ¿verdad?"
"Relájate, está muerto," dijo Edward, mirándome con recelo. "Él y el resto de esos hijos
de puta."
Él esbozó una sonrisa ante mi extraña pregunta, y sentí el rubor sobre mi cara mientras
se reía. "La última vez que lo comprobé no lo estaba," dijo, pasando el dorso de su
mano a lo largo de mi mejilla. "Cristo, extrañaba ese maldito rubor."
"Yo también te extrañé. Estamos bien ahora, Bella. Sin importar nada, estaremos bien,"
respondió. "Y lamento no haber estado aquí cuando te has despertado por primera vez.
Mierda, realmente desearía haber estado y odio que no haya sido así."
"Yo, eh, tenía una cita a la que no podía faltar," contestó en voz baja.
"¿Desde cuándo lo escuchas?" Le pregunté con incredulidad. Puso los ojos en blanco
juguetonamente.
"Bueno, nunca antes lo hice y mira dónde mierda nos metió. Tal vez es hora de
"Hablas como tu padre de nuevo," murmuré, su respuesta evasiva no hizo nada para
calmar mis temores.
Se echó a reír torpemente. "Tale il padre, tale il figlio " murmuró. "Tal vez me parezco
más a él de lo que pensábamos, tesoro."
"Yo no estaría tan seguro," respondió en voz baja. Alcé la mirada con curiosidad,
preguntándome qué quería decir con eso, pero antes de que pudiera hablar se oyó un
golpe detrás de mí y la puerta se abrió. Me aparté de Edward, gimiendo mientras me
volvía para ver al doctor Cullen entrar. "Hablando del maldito diablo."
"Es cierto, hijo," respondió. "Sin duda tú nunca has podido controlar tu lengua."
"Yo no lo llamaría exactamente encanto," el doctor Cullen se echó a reír. "Tu boca te
"Bueno, Isabella nunca ha tenido ninguna queja sobre mi boca," dijo Edward
juguetonamente. Me sonrojé de nuevo al momento en que entendí sus palabras,
golpeándolo en las costillas. Mi toque fue ligero, porque aún estaba muy débil, pero
Edward apretó los dientes y trató de ahogar un grito de todos modos. Me quedé inmóvil
y lo miré vacilante, mientras el doctor Cullen suspiraba ruidosamente.
"Tiene algunas fracturas en las costillas que aún están sanando. Probablemente
estarían mejor si él se tomara las cosas con calma," explicó el doctor Cullen.
"Lo siento," dije en voz baja, sintiéndome culpable por haberle hecho daño. Puso los
ojos en blanco con fastidio.
"Solo quería ver cómo estaba Isabella antes de irme al hospital," respondió,
acercándose a la cama. Me agarró la muñeca para comprobar mi pulso, tocando
rápidamente mi frente después. "¿Cómo te sientes?"
"Bien," le respondí. "Estoy un poco débil y más o menos confundida, pero me siento
mejor que antes. Solo que estoy muy cansada, por alguna razón."
"Lo estarás por un tiempo. Es la forma que tiene el cuerpo de sanar. Si más tarde te
apetece, quiero que trates de comer algo. Clara te puede traer un poco de caldo de
pollo," dijo.
"Eh, no quiero que lo haga. Quiero decir, puedo buscarlo por mí misma, ella no debería
de hacerlo" balbuceé, no quería dar a Clara trabajo extra porque me sentía mal.
"Tonterías, niña. Estás demasiado débil en este momento para eso. Además, sabes tan
bien como yo que ella estará feliz de hacerlo por ti. Por lo que he oído, ha estado
cocinándote desde que naciste," dijo.
"Entonces yo era igual que ella," le respondí. Dejó de hacer lo que estaba haciendo y
me miró de forma extraña.
"¿Sabes?, nunca te había oído decir eso antes. Puede que no hayas dicho las palabras
exactas, pero acabas de reconocer en voz alta que eres libre," dijo. Lo miré con
sorpresa, dándome cuenta de que lo había hecho, y sus labios se torcieron en una
sonrisa. "Creo que estarás bien, Isabella."
"De nada. Estoy seguro de que tienen mucho de qué hablar, pero asegúrate de
descansar un poco hoy, y Edward puede conseguirte algo para el dolor. Sé que él sabe
dónde están los narcóticos porque los ha estado tomando como si fueran caramelos
durante semanas," dijo el doctor Cullen mientras se dirigía hacia la puerta. Edward
gruñó con irritación y el doctor Cullen se rio, cerrando la puerta cuando se fue.
"Sí. Él esta como un poco determinado en estos días, casi optimista como si tuviera
algún gran plan de mierda para salvarnos a todos," dijo Edward.
"¿Necesitamos ser salvados?" Le pregunté con curiosidad. Edward me dio una mirada
extraña, encogiéndose de hombros.
"¿Está trabajando en el hospital de aquí?" Le pregunté confundida. "Ha dicho que iba
allí."
"¿Qué?" Le pregunté.
"Solo... algo," dijo, suspirando ruidosamente con fastidio. "Cristo, que estás llena de
putas preguntas. No te preocupes por eso, ¿de acuerdo? No tiene tanta importancia.
Han pasado muchas cosas, Bella."
"No deberías estar preocupándote por esta mierda en este momento," dijo. “Acabas de
despertar. ¿No puedes simplemente relajarte por un día?"
"Le atinaste bien a ese hijo de puta, tesoro," dijo, el orgullo era evidente en su voz
haciendo que me sonrojase por lo que pareció la enésima vez en una hora. "Yo sabía
que enseñarte a disparar sería útil algún día. Quiero decir, joder, apesta que hayas
tenido que hacer esa mierda, pero estoy orgulloso de ti.”
Continuó con rapidez y explicó lo que había sucedido en Forks, las lágrimas
comenzaron a fluir de mis ojos cuando me dio la noticia de que Jacob, en realidad,
había fallecido. Le pedí detalles pero Edward declaró no saber nada, diciendo que su
padre solo había dicho que se había encargado del cuerpo. Mi mente comenzó a
desviarse a través de escenarios y mi pecho dolió al saber que su familia no podría
despedirse. Estaba tan perdida en mis pensamientos que las palabras de Edward
parecieron pasar a un segundo plano hasta que él pronunció una frase que me pilló
con la guardia baja.
"Sí, arrestado, y por razones de mierda. Los federales irrumpieron con órdenes para mi
padre y Alec, y un maldito agente con un problema de ego llamado DiFronzo decidió
lanzar mi culo a la cárcel junto con ellos," dijo con fastidio. "Era un idiota. Yo estuve allí
solo unos días antes de que Esme pagara mi fianza, por eso nos llevó tanto tiempo
encontrarte. Los cabrones entraron justo cuando Emmett había conseguido que tu
puñetero chip funcionara de nuevo y nos interrumpieron."
"No puedo creer que hayas ido a la cárcel," murmuré con incredulidad. "¿Pero, fue así
como me encontraste? ¿Usaste mi chip?"
"Ellos estaban en la cárcel, Bella. Sabía que pasaría otra semana hasta que pudieran
salir, si acaso ellos salían al final. No sabía si tenía tanto tiempo para esperar y no
podía quedarme sentado y no hacer nada. Tenía que hacer alguna mierda, cualquier
cosa. Tenía que hacer lo que fuera para encontrarte, y eso es exactamente lo que hice,"
dijo, con la voz cargada de emoción. "Hice lo que tenía que hacer."
"¿Qué hiciste?" Le pregunté, estrechando los ojos con recelo a sus palabras crípticas.
Mi corazón comenzó a golpear con furia ante su expresión torturada, y supe
inmediatamente que había hecho algo malo. Él tenía miedo de decirme lo que fuera,
obviamente preocupado por cómo iba a reaccionar a ello. Mi mente empezó a correr
frenéticamente a través de escenarios, pensando las peores situaciones posibles en las
que podría haberse metido y casi perdí el aliento. "Sea lo que sea, lo entenderé. Solo
dime lo que hiciste."
"Sí importa," dije con firmeza, sin entender por qué no me decía lo que era. "¿Por qué
sigues diciendo que las cosas no importan? ¿Por qué me estás escondiendo cosas?"
"Porque hay algunas jodidas cosas que no puedes saber en este momento," espetó.
"¿Por qué?" Le pregunté. "No lo entiendo. Se supone que no nos guardamos secretos el
uno al otro. Dijiste que nos lo diríamos todo..."
"¿Igual que tú me dijiste toda la mierda?" espetó. "Estoy malditamente seguro que no
recuerdo que me hayas dicho que habías estado hablando con Jacob a mis espaldas,
Isabella."
Di un grito ahogado, aturdida, mientras las lágrimas se agrupaban en mis ojos. "No
puedo creer que hayas dicho eso," dije a la defensiva, sus palabras doliéndome.
"Joder, lo siento," dijo de inmediato. "No debería haber dicho esa mierda. No he querido
decir eso. Es que hay alguna mierda que no puedo decirte. Algunas cosas que no seré
capaz de decirte. Demonios, es una mierda que no querrás saber. Y sé que eso no tiene
un jodido sentido ahora mismo, pero no quiero que te preocupes por ello."
"Me estás asustando, Edward," dije, mi voz temblorosa. Pude ver las lágrimas no
derramadas brotando de sus ojos, la visión de ellas me aterrorizó. Definitivamente,
algo no estaba bien.
"No tengas miedo," respondió. "Mierda, lo último que quiero es que tengas miedo.
Estaba desesperado, Bella. Joder, tenía que encontrarte. No estaba mintiendo cuando
dije que no podría vivir si morías. Necesitaba saber que estabas viva. Necesitaba verte,
y ahora que estás a salvo no puedo lamentarlo. Es un puto mierda, y sé que no es lo
que ninguno de nosotros quería, pero al verte aquí, sé que valió la pena."
“No me sorprende," murmuró, soltando mi mano mientras miraba su reloj. "Me tengo
que ir en unos pocos minutos."
"Sí, irme. No debería ausentarme mucho tiempo," dijo. "Tal vez cuando vuelva
hablaremos de esto un poco más."
"¡No! Yo quiero saber ahora," le grité, mis emociones haciéndome perder el control.
"No tengo tiempo para esto ahora," dijo, frustrado. "No puedo llegar tarde."
"¿No puedes llegar tarde para qué? ¡Dime lo que hiciste, Edward!" exigí, lágrimas de
desesperación cayendo de mis ojos.
"Acudí a Aro, ¿entiendes?" escupió. "¿Es eso lo que quieres saber, maldición? En el
momento en que salí libre, me fui directamente a Aro."
Me quedé mirándolo en shock. "¿Qué quieres decir con que fuiste con él?" Le pregunté,
sabiendo la respuesta antes que la pregunta siquiera saliera de mis labios.
"Significa que hice el juramento. Me uní a esa mierda, ¿de acuerdo?" respondió,
confirmando mi temor. Comencé a mover mi cabeza frenéticamente mientras me
sentaba, gritando por el dolor que sacudió mi cuerpo ante mi repentino movimiento.
"¡Mierda, acuéstate de nuevo! Relájate antes de que te hagas jodido daño."
"No puedo," dijo. "Está hecho, Bella. No hay forma de retractarme de esta mierda."
"Tiene que haberla," repliqué, no queriendo creerlo. "¡No puedes hacer eso! ¡Eso no eres
tú! ¡Tú no puedes ser como ellos, Edward!"
"¡No!" Le espeté. "¡No lo eres! No puedes hacer esas cosas que hacen. ¡No puedes ser
ese tipo de persona!"
"¿Crees que quiero ser esa persona? ¿Crees que quiero hacer esas cosas? ¡Por
supuesto que no, demonios!" espetó de nuevo.
"¿Entonces por qué lo haces? ¿Por qué siquiera te uniste a ellos, Edward?" Le pregunté
desesperada. "¿Cómo puedes estar de acuerdo con eso? Después de todo lo que
hemos pasado, todo lo que hablamos, ¿cómo pudiste hacer eso?"
"No vi ninguna otra opción, Isabella. Hice lo único que podía hacer. Joder, necesitaba
encontrarte y no tenía a nadie más a quien recurrir, y era la única manera de que él me
diera algún tipo de ayuda en absoluto. ¡Cristo, ni siquiera sabía por dónde empezar
con esa mierda! Si no hubiera sido por Royce, ni siquiera hubiese conocido los
malditos nombres de los rusos," trató de explicar. "Estabas casi malditamente muerta
cuando te encontramos, Isabella. ¡Si no hubiera hecho esto, probablemente hubieses
muerto! ¿Y puedes realmente poner esa mierda en mi contra cuando acabas de decir
que trataste de hacer la misma maldita cosa por mí después del accidente?"
"No es lo mismo," le dije, limpiando mis ojos mientras trataba de controlar mis sollozos.
"¿Cómo qué no? Suplicaste a esos pendejos que te llevasen y me dejaran en paz,
tratando de protegerme. ¿Entregaste tu vida tan fácilmente a cambio de la mía, pero no
puedes entender cómo coño pude hacerlo por ti? Comprendo que estés molesta, yo
estoy jodidamente molesto también. Pero está hecho, y no puedo cambiarlo. Estoy
dentro, y no hay manera de salir," dijo, haciendo una breve pausa. "No vivo, de todas
formas."
"Todo va a estar bien, Bella," dijo en voz baja mientras me acostaba de vuelta en la
Cerré los ojos ante sus palabras, mi corazón anhelante por creerlas. No quería nada
más que todo siguiera siendo lo mismo, que nos fuéramos justo como habíamos
planeado como si nada hubiera sucedido, pero no era ingenua. Sabía a ciencia cierta
que todo era diferente y no habría vuelta atrás. Recordé claramente las palabras del
doctor Cullen ese día en el hospital, su propia desesperación por mantener a Edward
tan lejos de ese estilo de vida como fuera posible. Era una vida de crimen, un mundo
de violencia donde el peligro constantemente llamaba a la puerta y trataba de forzar
su entrada. Era un mundo que convertía a los hombres en fríos y cínicos, obligándolos
a hacer cosas indecibles que no podía siquiera empezar a comprender. Era un mundo
del que habíamos tratado de escapar, pero que nos había absorbido de todos modos.
"¿Qué más sucedió?" pregunté en voz baja antes de que pudiera decir algo más para
tratar de convencerme de que nada había cambiado. Me di cuenta por el tono de su
voz que ni siquiera él lo creía. Vaciló antes de empezar a hablar sobre algunos de los
acontecimientos que siguieron a su iniciación, pero apenas registraba las palabras
mientras yacía con los ojos cerrados. Todo lo que podía pensar era en nuestros planes,
mi estómago hundiéndose a medida que poco a poco comenzaron a esfumarse.
Mudarnos a California, Edward jugando al fútbol mientras yo estudiaba arte… todo
era un sueño lejano que nunca se convertiría en realidad. Casarnos y formar una
familia, el mero concepto de ella manchada por la realidad de nuestra situación. No
estaba segura de lo que era posible ya, dónde podíamos ir o lo que podríamos hacer.
¿Se le permitirá ir a la escuela?, me pregunté ¿Nos sería permitido viajar? ¿Realmente
podríamos traer niños al mundo en que nos veríamos obligados a vivir?
Más importante aún, ¿qué pasaría con Edward? ¿Podría realmente vivir esa vida y ser
la misma persona que amaba? ¿Podría hacer esas cosas sin que ellos lo convirtieran
en otra persona, alguien más oscuro? ¿Podría alguien hacer cosas malas, pero no ser
una mala persona? Alec y Carlisle habían puesto sus vidas en la línea para
rescatarme, habían sacrificado todo para liberarme... ¿eran malas personas
simplemente porque vivían ese estilo de vida? ¿Y cómo iba a vivir yo mi vida, sabiendo
que el hombre al que amaba, posiblemente mataba y robaba a los demás por razones
sin sentido? ¿Podría perdonarlo por el dolor potencial que iba a causar? Después de
haber sido maltratada toda mi vida, comprada y vendida dentro de esa organización,
¿cómo podía solo aceptar que él se convirtiera en uno de ellos? ¿Cómo diantres
Elizabeth lo había hecho?
Mientras estaba acostada allí, sentí como se escapaba mi libertad. Todo lo que había
deseado estaba en peligro, el mundo que mi madre había soñado que un día
encontraría escurriéndose entre mis dedos a causa de las palabras que él había dicho.
¿Qué significaba ser libre, de todos modos? Tenía miedo de no nunca tener la
Finalmente, Edward se levantó y dijo que se tenía que ir, diciéndome que
terminaríamos de hablar cuando regresara. Simplemente asentí y lo miré mientras él
rápidamente salía de la habitación, oyendo sus pasos mientras corría por las
escaleras.
El resto del día pasó volando, llegando rápidamente el siguiente. Me quedé en la cama
y Edward permaneció a mi lado tanto como era posible, de vez en cuando trataba de
entablar conversación, pero sobre todo se mantenía callado. No me dijo nada más de
lo que había sucedido y yo no le pregunté, una parte de mi tenía miedo de saber,
porque no quería que las cosas empeoraran todavía más entre nosotros. Él parecía tan
absorto en sus pensamientos como yo, su cara estaba llena de preocupación. Me
envolvía en sus brazos y acariciaba mi cabello, de vez en cuando me daba una mirada
curiosa que me hacía preguntarme si de alguna manera sabía lo que estaba
pensando.
"¿Apenas puede soportar tomar sopa y tú le estás dando un puto caramelo?" preguntó.
Emmett puso los ojos en blanco, mirando a su hermano.
"Sí, haz eso, Betty Crocker," bromeó Emmett cuando Edward se fue. Le oí gritar algo en
italiano de vuelta, Emmett se rió en respuesta "Ese chico necesita relajarse antes de
que le estalle un vaso sanguíneo o algo así."
"Sí, sé que lo está. Sin embargo, eso no es excusa para negarle un dulce a una chica el
día de Halloween," dijo.
"Muchas gracias," le dije. "Ni siquiera sabía que era Halloween hasta que he visto a los
niños pidiendo truco o trato."
"Estoy bien," le respondí. Me miró con incredulidad, enarcándome una ceja, obviamente
sin creer mis palabras. "Yo, eh... vivo. Es mucho más de lo que puedo decir de algunos."
"Jake," dijo en voz baja. "Es una pena. Era un buen amigo; voy a extrañarlo
endemoniadamente. Siempre tenía una broma para cualquiera que quisiera
escucharlo."
"Es cierto. He estado pensando acerca de, eh..." Dudé cuando las lágrimas comenzaron
a formarse, la culpa arremolinándose en mi interior.
"¿Pensando en qué?" preguntó con curiosidad. Negué con la cabeza, diciéndole que lo
olvidara, pero él no lo permitió. "Puedes hablar conmigo, lo sabes. Se me da bien
escuchar."
Se echó a reír, negando con la cabeza. "Clásico de Jacob. Esa era su broma favorita,
gatita. Daba una jodida respuesta diferente cada vez que la contaba, como un
pingüino con quemaduras de sol o una cebra con la varicela. Sin embargo, la
verdadera respuesta es un periódico. Es negro y blanco, y se puede leer por todas
"Sí, y no es algo estúpido que preguntar, así que no te preocupes," dijo, acariciando mi
cabeza suavemente. "Es bueno ver que estás levantada y moviéndote. Todo el mundo
ha estado preocupado. Realmente creo que todo va a estar bien, Izzy Bizzy."
"Mira, sé que lo que mi hermano hizo es una mierda, pero entiendo su razonamiento y
no puedo culparlo por ello. Si yo hubiera estado en sus zapatos y Rosalie hubiese
estado desaparecida, probablemente habría hecho lo mismo, y sé que tú, también lo
habrías hecho. Te reto a decirme que no lo habrías hecho," dijo, mirándome con una
expresión seria en su rostro. Yo solo lo miré, incapaz de discutir porque era cierto. Me
habría entregado a mí misma sin pensarlo dos veces si creyese que era la única forma
de salvar su vida. "Eso es lo que pensaba. Así que tal vez no soy el único de aquí que
tiene que darle un respiro. Estoy seguro de que, de alguna manera, resolverán las
cosas, y no va a ser un ideal cuento de hadas de mierda, pero, ¿cuándo la vida lo ha
sido alguna vez? Especialmente para ustedes dos."
"Sí," murmuré.
"De todos modos, Rosie está esperándome abajo, así que debo irme," dijo, poniéndose
de pie. Se dio la vuelta y se quedó inmóvil, aclarándose la garganta. "Maldita sea, eso
ha sido rápido. Te has convertido en un auténtico Martha Stewart en estos días."
"Yo no he hecho esta mierda, hijo de puta," dijo Edward, acercándose y entregándome
un plato de sopa de verduras. "Clara lo cocinó. Solo lo he servido en un maldito tazón."
"Bueno, has hecho un maldito buen trabajo en eso," dijo Emmett con sarcasmo.
“Gracias, imbécil," respondió Edward, fingiendo molestia, pero una divertida sonrisa se
formó en sus labios. "¿No tienes nada mejor que hacer? Es Halloween, por el amor de
Dios."
"¡Ey, eso me recuerda! ¿No es hoy el aniversario de la primera vez que ustedes se
besaron?" Preguntó Emmett, mirándome. Mis ojos se abrieron por la sorpresa al darme
cuenta de ello y asentí con vacilación.
"Sí, yo todavía no puedo creer que Izzy Bizzy hiciera el primer movimiento," dijo Emmett,
volviéndose para mirar a Edward. "Eres todo un mariquita a veces, hermano."
"Apuesto a que estás lamentando esa decisión ahora, ¿no es así, gatita?" preguntó
Emmett juguetonamente. Me sonrojé y negué con la cabeza, mirando a Edward. Él me
miraba fijamente, con una expresión solemne en su rostro.
"Nunca," dije. "Nunca lo lamentaré." Su rostro se iluminó al instante ante mis palabras y
de inmediato me sentí avergonzada por mis pensamientos. Todavía estaba dolida por
lo que había hecho, sin saber lo que significaba para el futuro y cómo afectaría a
nuestras vidas, pero una cosa que Edward nunca había hecho era renunciar a mí. Yo
estaba dudando de él cuando él nunca había dudado de mí, pero el quid de la
cuestión era que estaba asustada. Me preocupaba por Edward y no quería que tuviese
que vivir su vida de esa manera, la culpa me carcomía porque lo había hecho por mí.
Estaba llorando una vida que sentía que estaba perdiendo, pero era una vida que ni
siquiera hubiese soñado con tener si él no hubiera luchado por mí en primer lugar. Se
había sacrificado por mí, su mundo irrevocablemente alterado a peor para darme una
oportunidad de luchar. Edward merecía una vida real fuera de la violencia en la que
había crecido…
¿Cómo podría perdonarme alguna vez por ser la razón por la que estaba atrapado allí
para siempre?
Salió y suspiré, dejando mi tazón de sopa sobre la pequeña mesa al lado de la silla.
Me levanté, haciendo una mueca por el dolor en mis piernas, y Edward se acercó
rápidamente cuando vio lo que estaba haciendo. Levanté mi mano rápidamente para
detenerlo, caminando unos pasos por mi cuenta a donde se encontraba. Me miraba
con cautela, obviamente preguntándose qué estaba haciendo, pero me sonrió cuando
envolví mis brazos alrededor de su cuerpo.
"Te amo, Edward Cullen," susurré mientras me acurrucaba contra su pecho. Mi hombro
palpitaba donde se había dislocado y sentía mis rodillas como si fueran a ceder, pero
me aferré a él con fuerza y traté de ignorarlo todo. Me devolvió el abrazo después de
un segundo, acercándome más a él y apoyando su cabeza para que descansara sobre
la mía. Su abrazo era cálido y reconfortante, mi sonrisa creció porque, a pesar de todo,
todavía me sentía segura en sus brazos.
"Lo sé," dije entre dientes, alejándome para mirarlo. Me miró a los ojos un momento
antes de lamer sus labios, inclinándose lentamente hacia mí. Mi corazón comenzó a
golpear de forma errática y me mareé mientras cerraba mis ojos, sus labios
presionaron los míos suavemente. Me besó con ternura, su lengua mezclándose
suavemente con la mía. Era tan cómodo y familiar, pero aun así, las mariposas se
"Deberías sentarte," dijo con seriedad. Asentí y me ayudó a volver a la silla, agarrando
el tazón de sopa y entregándomelo. Le di las gracias en voz baja mientras comenzaba
a comer, mirando de nuevo hacia el mundo exterior.
Tres días más tarde, Edward fue llamado de nuevo por la mañana, saliendo vacilante
después de hacerme prometer que lo tomaría con calma durante su ausencia. El doctor
Cullen me había revisado, como hacía cada mañana, y me quedé sola por un rato.
Había estado caminando por algunos días y por un capricho decidí intentar salir de la
habitación, agarrándome a la barandilla mientras poco a poco bajaba las escaleras.
Sin embargo, no lo había pensado bien, y a mitad de camino mis piernas comenzaron
a ceder. Me senté en el escalón, débil y agotada, y oí un grito un segundo después,
cuando la puerta principal se abrió. Miré hacia abajo, encontrando la mirada de Esme,
que estaba en la puerta con una expresión de asombro en su rostro. Era la primera vez
que la había visto u oído desde que estaba allí, y se veía muy diferente de cómo la
recordaba. Parecía agotada, como si no hubiera dormido en meses, y había perdido un
poco de peso. Su ropa estaba un poco arrugada, como si hubiera estado durmiendo
con ella, y me pregunté si había estado fuera toda la noche.
"Por todos los cielos, ¿qué estás haciendo fuera de la cama?" preguntó, cerrando la
puerta y corriendo hacia mí por las escaleras.
"Es mucho, mucho muy pronto para que trates de bajar las escaleras por tu cuenta,"
dijo ella, su tono casi de regaño. "¿Dónde está Edward? Ese chico se las va a ver
conmigo. ¿Cómo ha podido dejarte así?"
"Oh," dijo ella en voz baja, su disposición al instante cambió diciéndome que ella sabía
exactamente lo que eso significaba. "Bueno, debería haberme llamado. Habría
regresado a casa para cuidar de ti."
"No, no lo estás. Todavía tienes mucho que sanar y no deberías estar sola en este
momento, al menos no hasta que estés completamente libre de analgésicos," dijo. "Es
bueno que haya regresado a casa para ducharme y cambiarme cuando lo he hecho."
"¿Has estado fuera toda la noche?" Le pregunté con curiosidad. Ella suspiró y asintió.
Ella me miró sorprendida, frunciendo el ceño mientras se sentaba a mi lado. "No puedo
creer que ninguno de ellos te lo haya dicho," dijo en voz baja, extendiendo su mano y
tomando la mía.
La miré con aprehensión al notar la tristeza en sus ojos. "Alec resultó herido cuando
fueron a rescatarte. Le dispararon varias veces y está en el hospital."
"Oh, él va a estarlo, con el tiempo," dijo ella rápidamente. "Está mejorando poco a poco.
Todavía no ha despertado, pero tengo fe de que lo hará pronto, y estará de vuelta en
casa antes de que nos demos cuenta. Pero ahora no debes preocuparte por él. Es
fuerte. ¿Cómo estás tú? Sé que debe ser difícil lidiar con todo al mismo tiempo,
sanando físicamente además de tratar de lidiar con cosas emocionalmente."
"Bueno, eso es todo lo que podemos hacer realmente, ¿no es así? ¿Nuestro mejor
esfuerzo?" dijo con una sonrisa. "Pero tú eres fuerte así que no tengo duda de que todo
irá bien, también. Si alguna vez necesitas alguien con quien hablar acerca de las
cosas, estoy aquí."
La puerta principal se abrió y miré hacia allá, viendo a Edward dirigiéndose hacia las
escaleras. Esme lo llamó y se volvió para mirar a nuestra dirección, deteniéndose
cuando me vio. "¿Qué estás haciendo aquí?"
Me encogí de hombros y Esme rió. "Está cansada de estar encerrada en esa habitación,
Edward. ¿Puedes culpar a la chica? Como sea, ¿qué tal si hago algo de comer? Clara
tiene la mañana libre, así que prepararé algo," dijo, poniéndose de pie y dirigiéndose a
la cocina antes de que pudiéramos responder. Edward caminó hacia mí, pasando
nervioso su mano por su cabello mientras se sentaba. Me miró con curiosidad, con el
ceño fruncido.
Esme regresó al cabo de unos minutos con sopa para mí y un bocadillo para Edward,
dejándonos comer en silencio antes de que él me ayudara a subir las escaleras.
"No creo que debas solo sentarte en las escaleras de alguien así, Edward," dije.
"Pueden enfadarse."
Se rió entre dientes. "Esta es nuestra casa, tesoro," dijo. Mi ceño se frunció mientras él
palmeaba el lugar a su lado, y yo vacilante, me acerqué a sentarme. "Aquí es donde
crecí. Mi madre amaba esta puñetera casa, se sentía orgullosa de ella. Ha estado
vacía desde que nos fuimos."
"Sí, lo es," dijo. Los dos nos quedamos en silencio por un momento, sumidos en nuestros
pensamientos.
"¿Qué vamos a hacer, Edward?" Le pregunté finalmente. "Quiero decir, ¿qué va a pasar
ahora?"
"Volveremos a Washington," dijo. "Aro me va a dar tiempo para trabajar sobre algunas
cosas antes de que espere que me mude aquí permanentemente. Aparte de eso, no lo
sé, Bella. Supongo que lo resolveremos sobre la marcha."
Y eso fue exactamente lo que hicimos. Pocos días después, el doctor Cullen alquiló un
auto y los tres nos despedimos de Esme antes de empezar el largo viaje de regreso a
Forks. No estaba segura de por qué decidieron no volar, pero no cuestioné esa
decisión. Dormí la mayor parte del viaje en el asiento trasero, los dos se turnaron para
conducir. Nos detuvimos con tanta frecuencia para descansar y comer que nos tomó
unos cuantos días antes de que viéramos el letrero 'Bienvenidos a Washington’, una
"Bienvenidos a nuestro hogar," dijo. Mis labios se curvaron ligeramente al oír el sonido
de las mismas.
"Hogar," le susurré. Por primera vez en mi vida, realmente sentía algo como un hogar
para mí, y supe de inmediato que era por el chico de pie a unos metros de mí. Era el
lugar donde nos unimos, donde encontré no solo algo por lo que valía la pena vivir,
sino también algo por lo que valía la pena morir.
Instalarse no fue fácil, una extraña tensión persistía en la casa alrededor de nosotros.
Sané físicamente, pero una vez que el doctor Cullen empezó a quitarme los
analgésicos, la verdadera tortura empezó. Los recuerdos me perseguían en mis sueños
y continuaban torturándome durante mis horas de vigilia. Breves destellos de caras,
gritos horribles y palabras mordaces surgían constantemente, la peor parte era que ni
siquiera estaba segura de si eran reales. No podía dejar de pensar en todo y me
empezó a consumir, desgastándome mientras trataba de poner en orden mis
pensamientos. Estaba tan desconcertada, temerosa de contárselo a Edward, no porque
no supiera cómo reaccionaría, sino porque no sabía si algo de eso era cierto. ¿Lo había
soñado en mi estado comatoso, o en verdad ellos habían estado allí? ¿Pensaría que
estaba loca?
Edward no volvió a la escuela, pero yo estaba tan encerrada en mi propia mente que ni
siquiera le pregunté sobre ello. Estaba retraído en sí mismo, las pesadillas azotaban su
sueño tal como lo hacían en el mío. Salía a hurtadillas de la cama por las noches para
tocar el piano y a veces lo seguía en silencio, escuchando la melodía inquietante que
tocaba repetidas veces durante horas. Siempre la misma canción, la que había tocado
constantemente cuando llegué por primera vez aquí, la que le recordaba a su madre.
Hablaba en susurros por teléfono, forzando una sonrisa cuando lo miraba, pero sin
importar cómo trataba de ocultarlo, podía ver su tristeza. Él trataba de fingir que todo
estaba bien, pero lo conocía demasiado y no me podía engañar. Estaba hundiéndose,
convirtiéndose de nuevo en el destrozado muchacho que una vez salvé con solo
El amor nos había salvado antes, pero estaba empezando a preguntarme si era
suficiente.
El tiempo pasó volando mientras intentábamos llegar a un acuerdo del lugar hacia
donde se dirigían nuestras vidas. Unos días antes de Navidad, el doctor Cullen entró
en la cocina, donde estaba haciendo el almuerzo y se aclaró la garganta. "Cuando
tengas un minuto, ¿puedo verte en mi oficina?", preguntó. Asentí, vacilante y nerviosa
en cuanto al porqué querría verme. Edward se había ido a terminar sus compras de
Navidad, así que solo estábamos nosotros dos en casa. Limpié la cocina lentamente,
mi apetito se había ido de repente, así que ni siquiera me molesté en comer. El doctor
Cullen y yo no habíamos hablado mucho desde que regresamos además de algunas
cortesías básicas, el concepto de tener toda una conversación con él era desalentador.
Me dirigí a su oficina después de un momento y llamé suavemente, abriendo la puerta
cuando me dijo que entrara.
"Siéntate," dijo, asintiendo en dirección a la silla frente a él. Me acerqué y me senté con
vacilación, mirándolo con curiosidad. "Entonces, ¿cómo te está yendo?"
"¿Lo estás en verdad?" preguntó, alzando las cejas inquisitivamente. "No te ves muy
bien, Isabella."
Lo miré por un momento, sin saber cómo responder a eso. "Estoy intentándolo," le dije.
"Algunas cosas" le respondí vacilante. "Sin embargo, no estoy segura de cuánto de ello
creer. Alucinaba mucho."
"Es comprensible," dijo. "No te voy a presionar para obtener más detalles, porque no soy
quien para hacerlo, pero quiero que sepas que si tienes alguna pregunta acerca de
cualquier cosa que crees que podrías haber escuchado, estaría encantado de
respondértelas."
Lo miré por un momento, debatiendo su oferta. Había algunas cosas de las que tenía
miedo de hablar, sin saber si debía decirlas en voz alta sin importar si eran ciertas o
no, pero había otras cosas por las que tenía curiosidad genuina. Suspiré un instante
después, mordiéndome el labio nerviosamente. "¿Soy realmente una, um, princa…"
empecé.
"No, no fue por tu culpa," respondió, en tono grave. "No voy a mentirte, Isabella. Te
culpé una vez, y me tomó mucho tiempo ver que mi enojo era infundado. Eras una niña
cuando murió y es absurdo culpar a una niña de siete años de la muerte de una mujer
que fue asesinada a más de mil kilómetros de distancia de ella. Hay unas pocas
personas que puedo culpar por lo sucedido, incluyéndome, pero tú no eres una de
ellas. Ojalá me hubiera dado cuenta de eso antes, porque podría habernos evitado a
ambos una gran cantidad de dolor."
Lo miré con sorpresa, sorprendida por sus palabras, y continuó después de una breve
pausa.
"El día que te encontramos en el almacén en Chicago fue el doce de octubre. Estaba
tan atrapado en todo que no fue hasta el día siguiente que me di cuenta de la fecha.
¿Sabes qué día es el doce de octubre, Isabella?"
"El doce de octubre es el aniversario de la muerte de mi esposa. Es el peor día del año
para mí, porque me enfurezco tanto por su muerte que pierdo la noción de la realidad.
Todo lo que me importa ese día es conseguir venganza por lo que pasó, tratando de
hacer que alguien pague por lo que perdí," dijo. "El año pasado fuiste tú. Estabas aquí
y yo estaba furioso, y como yo te culpaba, Isabella, no tuviste ninguna oportunidad. Sin
importar lo que hubieras hecho ese día, te habría atrapado, porque el quid de la
cuestión era que no se trataba de ti. Se trataba de mí. Necesitaba que alguien más
sufriera como yo lo hacía y tú eras el blanco perfecto."
"Sé que suena como una excusa ridícula, pero es la verdad. No hiciste nada malo y no
te merecías lo que te hice, y quiero que sepas que nunca te he odiado. Irracionalmente
te culpé y eso estuvo mal, pero no podía odiarte, porque la verdad es, Isabella, que en
realidad no te conocía. Y no quería conocerte, porque tenía miedo de que si lo hacía, te
querría tanto como lo hacía mi esposa.”
"Elizabeth era una buena juez de carácter," continuó después de un momento. "A
menudo tenía presentimientos sobre la gente y me decía que habían entrado a su vida
"No me di cuenta de eso hasta hace poco. Verás, durante nueve años seguidos pasé el
doce de octubre lleno de rabia, queriendo castigarte por lo que le había pasado a mi
esposa. Sin embargo, este año, en lo único que podía pensar era en rescatarte, que es
lo que la había llevado a ella hacia la muerte en primer lugar. Es bastante irónico, y
una vez que comprendí ese hecho, me di cuenta de que había hecho exactamente lo
que Elizabeth me había dicho que algún día haría. Quería creer que había querido
encontrarte simplemente porque era lo que mi esposa hubiera querido, o porque era lo
que Edward necesitaba, cuando la verdad es que era porque simplemente lo merecías.
No estaba rescatándote porque ellos te quisieran, Isabella; me di cuenta de que estaba
haciéndolo porque yo lo hacía.”
"Déjame decir esto primero, y luego terminaré de contestar cualquier pregunta que
puedas tener," dijo. "A pesar de que tenía razones detrás de todo lo que hice, me doy
cuenta de que hice las cosas de la manera equivocada. Debería haber sido honesto
contigo desde el primer momento y no debería haberte amenazado nunca como lo
hice. No espero agradarte, Isabella, pero espero que algún día puedas comprender
que mis intenciones eran buenas. No sé lo que vas a hacer con tu vida de ahora en
adelante, pero solo quiero que sepas que me alegra de que tengas la oportunidad de
hacer algo con ella. Me alegro de que tengas la oportunidad de vivir, porque salvarte
ha valido la pena."
"Tenía mis razones para colocártelo, Isabella, pero eso no quiere decir que lo que hice
estuvo bien. En vez de usarlo para protegerte, lo usé para controlarte, y también lo
lamento por eso. Le he pedido un último favor a un colega mío y he concertado una cita
para la semana que viene para ti. Yo tal vez tenga que tener mi dispositivo de
vigilancia, pero eso no significa que el tuyo no pueda ser retirado," dijo.
"De nada, pero no merezco tu gratitud. A estas alturas, solo estoy arreglando mis
errores, corrigiendo las cosas que debería haber hecho hace mucho tiempo. En fin,
¿tienes alguna pregunta?" preguntó.
"Yo, eh... no creo," le respondí, incapaz de pensar siquiera lo suficientemente claro para
formar una pregunta. Las lágrimas se deslizaban por mi mejilla, los sollozos
amenazaban con escapar mientras luchaba por mantener la compostura.
"Bueno, si tienes alguna, no dudes en preguntar," dijo. "Oh, una cosa más antes de que
te vayas. Quiero darte esto antes de que lleguen las visitas."
"Sí. Fue dado de alta hace un par de semanas, completamente recuperado," respondió
con una sonrisa. "Bien podría ser mi última Navidad con mi familia, así que me alegro
de que todos estemos juntos."
"Estoy bastante seguro de que me atraparán de una manera u otra," dijo. Asentí para
que supiera que lo escuchaba, sin saber qué decir o incluso cómo sentirme acerca de
eso. Se aclaró la garganta y abrió el cajón superior de su escritorio sacando un
familiar libro de cuero marrón y se sentó en frente de mí. "El diario de mi esposa.
Edward me lo dio hace unos meses, cuando descubrió que lo tenías, pero creo que
deberías tenerlo."
"Sí, tú. Creo que Elizabeth hubiera preferido que lo tuvieses, y creo que podrías
encontrar algo de esto útil en el futuro. Escribió mucho sobre la adaptación a la vida
después de la esclavitud y sus sentimientos conflictivos acerca del mundo al que yo
pertenecía. Podría ayudarte," dijo.
"De nada, pero de nuevo, las gracias son innecesarias. Solo estoy tratando de hacer lo
correcto," respondió. "En fin, eso es todo lo que tenía que decir. Qué tengas un buen
día, dolcezza."
Asentí y me puse de pie, en dirección a la puerta. Dudé cuando llegué a ella, dándome
la vuelta para mirarlo. Él me miró con curiosidad, obviamente preguntándose qué
estaba haciendo.
"No mucho tiempo después de que llegué aquí, me pediste que no te llamara amo.
Dijiste que te hacía sentir como si te pusiera en el mismo nivel que a mi padre, pero te
dije que no creía que fueras como él," dije nerviosamente. "No lo creía entonces. Solo lo
dije porque sabía que era lo que debía decir. Sí te sentía como un amo. Solo quiero
que sepas que sí lo creo ahora. Charles Swan era un hombre horrible, y a pesar de
todo lo que pudiste haber hecho, has sido más padre para mí de lo él alguna vez fue.
Quiero que sepas que yo sí te perdono por haberme herido, ya que siempre me has
ayudado... más que nadie. Eres un buen hombre, Carlisle."
*************
Chi parla in faccia non è traditore = El que lo dice a la cara no es un traidor
Edward cullen
Si alguien me hubiera preguntado el año pasado cómo me sentía respecto al estilo de
vida de mi padre, probablemente le hubiera dicho alguna mierda cliché sobre dinero,
poder y respeto.
Llamaban a esa mierda pagar tributo, u honrar a sus mayores. Si un grupo de diez
tipos robaban un embarque con valor de aproximadamente cincuenta mil dólares, más
de la mitad se iba a los bolsillos de los capos y la administración. Después de dar a los
asociados que habían ayudado su parte, y de pagar a todo el que había que pagar y
de invertir de nuevo en la organización, cada uno se quedaba con lo suficiente para
pagar su puta renta y llevar a su esposa o goomah a Olive Garden por una noche para
así poder aparentar que era capaz de pagar esa mierda.
Un gusto, decían. Todo el mundo decía siempre que era un jodido gusto, incluso si no
tenía nada que ver con el maldito trabajo. Afirmaban, que como familia, todos
trabajaríamos como uno solo y después de todo teníamos que cuidar los unos de los
otros. Decían que era cuestión de respeto y honor... pero en lo que a mí respecta, todo
eran putas pendejadas.
¿Dónde estaba el respeto en que se te pidiera salir de la cama a las tres de la mañana
para ver como al dueño de una pizzería local le golpeaban la cabeza porque había
pedido prestado un dinero que no podía devolver? ¿Dónde estaba el respeto en
quemar la casa de un hombre, quitándole lo que había conseguido trabajando toda su
vida y dejar a su familia en la calle, solo porque había mirado al jefe de un modo que a
este no le había gustado? ¿Dónde estaba el respeto en intimidar a una chica de
diecisiete años, amenazando con matar a todos sus seres queridos y con destruir su
vida, porque había estado en el lugar equivocado en el momento equivocado y había
visto algo que no debería haber visto?
Sin lugar a dudas yo no veía esa mierda... y joder, estaba seguro que esa no era la
clase de poder que yo quería.
Lo que sí veía era un montón de egoístas y crueles hijos de puta que solo se
preocupaban por sí mismos, dispuestos a aniquilar a cualquiera que se cruzara en su
camino o se atreviera a interponerse mientras ellos masacraban y mentían para llegar
a la cima. Eran cobardes, aparentando ser fuertes cuando en realidad eran tan
jodidamente débiles que se ocultaban detrás de sus títulos y usaban amenazas para
lograr lo que querían. Afirmaban que se preocupaban por las mujeres y los inocentes,
diciendo que no se les tocaba, pero eso era un poco difícil de creer considerando que
habían convertido en malditas esclavas a aquellas que yo amaba personalmente.
Después de haberme iniciado, pasé cada hora del día buscando a Isabella. Royce me
ayudó cuanto pudo, pero tenía hombres a su cargo que tenía que supervisar. Fue una
mierda que se hubiera visto forzado a ayudarme, ya que parcialmente era culpable de
que las cosas hubieran sucedido como lo habían hecho. Había dejado de lado sus
obligaciones mientras sus hombres planeaban y ejecutaban el secuestro de mi puta
chica, y si él se hubiera dado cuenta de lo que estaba pasando hubiera parado esa
mierda. Los primeros días estuve molesto por ello, le hablaba constantemente con
brusquedad porque necesitaba a alguien a quien culpar, pero con el tiempo la ira se
calmó y me sumí en la desolación.
Intenté que el chip funcionara de nuevo, con la esperanza de una solución fácil, pero
fue una pérdida de tiempo. Royce dijo que ellos eran conscientes de que ella tenía un
chip porque a Aro se le había escapado ese pequeño dato, así que imaginé que
habían encontrado una manera de bloquear la señal para dificultarnos las cosas.
Querían cansarnos para que desistiéramos, querían desconcertarnos, para que
cuando finalmente los encontráramos, tener ventaja.
Esa fue la noche que atacaron al dueño de la pizzería, un hombre con el nombre de
Joseph Catalano. Sus dos hijos se había iniciado en un momento u otro, el más joven
desafortunadamente había sido el chico que Alec asesinó por involucrarse con James.
Su hijo mayor fue al que se le ordenó llevar a cabo el ataque, ese hecho me perturbó
más que presenciar el acto en sí. Su propio hijo, por el cual se había roto el culo
intentando darle una buena vida, lo atacó salvajemente por razones sin sentido. Se
estaba volviendo contra su propia sangre en nombre de la lealtad a una organización
que probablemente algún día se volvería contra él. Era repugnante pero mantuve la
compostura mientras ocurría, sabiendo que Aro me observaba de cerca todo el tiempo.
Una parte de mí se preguntó si la única razón por la que estaba allí era para enviarme
un mensaje sin tener que pronunciar una sola palabra. Quería que supiera que tenía la
autoridad para forzar a un hijo a destruir a su propio padre en nombre de la lealtad, a
elegirlo a él sobre su sangre.
Aro me llamó un par de veces más, diciendo que quería que viera algunos trabajos y
aprendiera cómo se hacían las cosas. No participé, pero estando allí parado mientras
sucedía sin hacer nada por detenerlo era suficientemente malo. Siempre había
pensado que, llegado el momento, podría hacerlo, pensé que podría ser ese tipo de
persona, pero la verdad era que no estaba hecho para eso. En lo único en lo que podía
pensar mientras veía cómo destruían sus vidas, era en cómo se sentiría Isabella si lo
supiera o qué pensaría mi madre si estuviera con vida. Estarían decepcionadas,
jodidamente avergonzadas de mí... pero no podía culparlas, porque yo también estaba
avergonzado.
Solía exasperarme cuando Isabella decía "está bien", accediendo a lo que fuera que se
le pidiera, incapaz de comprender por qué mierdas no podía simplemente ser honesta
sobre su opinión. En tan poco tiempo, me había convertido exactamente como ella,
fingiendo respeto en aras de la supervivencia, diciendo "sí, señor" cuando en realidad
quería decir "vete a la mierda, imbécil", y haciendo cualquier cosa que se me pidiera,
independientemente de si quería hacerla o no.
Era una de esas situaciones en las que la ironía podría haber sido graciosa sino fuera
una maldita mierda.
Pensé que mejoraría después de que regresáramos a casa, pero no fue así. Aro ni
siquiera esperó una semana antes de comenzar a llamar dando órdenes, y aunque no
era nada que no pudiera manejar, el hecho de que él controlaba mi vida me pesaba
demasiado. Estaba distraído, despierto hasta altas horas de la noche recibiendo
llamadas telefónicas y haciendo arreglos mientras ella dormía. Tenía la esperanza de
mantener esos dos aspectos de mi vida separados, sin querer que mi situación la
lastimara de alguna forma, pero al pasar el tiempo empecé a darme cuenta de lo
malditamente imposible que era. Me estaba partiendo en dos, distanciando de ella
una parte de mí y sospechaba que se daba cuenta. Intenté sonreír y hacerla sentir a
salvo, deseando que creyera que las cosas estarían bien, pero la verdad era que ni yo
mismo estaba seguro ya.
Con el tiempo, las pesadillas comenzaron para ambos, su terrible experiencia volvió a
su memoria al mismo tiempo que mis recuerdos resurgieron. No podía dormir sin ser
torturado por lo que había visto, reviviendo la devastación que la organización había
traído a mi vida. Soñé con mi madre de nuevo, el chirriar de los neumáticos y sus gritos
desgarradores cuando su vida le fue arrebatada, el sonido de las balas atravesando el
aire. Soñaba mucho con Isabella, la vista de su frágil cuerpo en mis brazos en aquella
bodega de Chicago. Empecé a permanecer despierto la mayor parte del tiempo,
observando a Isabella dormir solo para poder verla respirar. La abracé mientras
lloraba de angustia y quería hacerla sentir mejor, quería resolverlo todo, pero no sabía
qué demonios hacer.
Cuando era demasiado que soportar, me salía de la cama e iba a la planta baja, a mi
piano, y tocaba la canción que invadía mi mente. Me estaba cansando, sin saber
cuánto más mierda podía soportar antes de explotar. Estaba consternado por lo que
estaba sufriendo Isabella, deseando que hablara conmigo de esa mierda, pero siendo
consciente de que no tenía derecho a pedírselo. Yo mismo estaba guardando secretos,
haciendo cosas que nunca podría compartir con ella, y sería una maldita hipocresía de
mi parte demandarle que me contara los suyos.
Joder, me dolía admitirlo, pero podía sentir cómo cada día nos íbamos distanciando.
Ella se aisló, escribiendo en uno de sus cuadernos y completamente inconsciente de
cómo el tiempo transcurría inexorablemente. Y yo empezaba a sentir que hacía las
cosas mecánicamente, pasando el rato y esperando. Qué demonios estaba esperando,
no estaba del todo seguro, pero sabía que algo tenía que cambiar pronto. No
podíamos continuar como estábamos, aparentando que todo estaba bien mientras
seguíamos cayéndonos a putos pedazos.
"Mierda, es lo que estoy intentando," murmuré, cogiéndolo del suelo. Le eché un vistazo
a la pantalla y gemí, frotando mis ojos mientras trataba de aclarar mi visión. "¿Sí,
señor?"
"Estaba empezando a preguntarme si alguna vez ibas a contestar," dijo Aro, un filo en
su voz me dijo que no estaba de humor para bromas. Miré hacia el reloj viendo que
pasaban solo unos minutos de las cuatro de la mañana.
"Bueno, es bueno que ahora estés despierto, porque hay algo que necesito que hagas
por mí," me dijo. "Necesito que recojas un paquete con un hombre en Port Angeles."
"Sí, ahora," dijo con impaciencia, recitando de un tirón una dirección. Salí de la cama
de un salto y comencé a hurgar en mi escritorio buscando algo con lo que escribir,
agarrando una pluma. Traté de escribir sobre mi mano pero esa mierda no funcionó,
así que miré frenéticamente a mi alrededor buscando algo más mientras él seguía
hablando. Le agradecí, sin saber por qué demonios lo hacía, y colgué.
"¿Dónde vas?" Murmuró. La miré, viendo que sus ojos estaban abiertos y me miraba
confundida.
"Eh, tengo que terminar mis compras de Navidad, o lo que sea," le dije, soltando lo
primero que vino a mi mente mientras pasaba una mano por mi cabello con ansiedad.
"¿Ahora?" Preguntó con incredulidad, dándose la vuelta para mirar hacia el reloj. "¿Hay
siquiera algo abierto a esta hora?"
"Lo habrá cuando llegue allí," le dije, con la esperanza de que no discutiera conmigo al
respecto. Le di un rápido beso antes de levantarme, pasando mi mano por su mejilla
mientras le quitaba su pelo rebelde de la cara. "Te amo, tesoro. Vuelve a dormir,
regresaré más tarde."
Cogí mis cosas junto con el cuaderno, saliendo de la casa lo más silenciosamente
posible, y me subí al Volvo para ponerme en marcha por la carretera a Port Angeles.
Tuve problemas para concentrarme en conducir, mi visión estaba borrosa por el
agotamiento y me salí del camino un par de veces. Maldije, agitado, y le subí el
volumen a la música al mismo tiempo que bajaba las ventanillas esperando que el
ruido y el aire frío me mantuvieran despierto.
Cogí el arma que me había traído de Chicago y que había guardado bajo mi asiento
ya que se habían llevado la mía, y la metí en la cintura de mis pantalones antes de
salir. Me dirigí al edificio y empujé la puerta, pero no se movió, así que presioné el
timbre negro que había bajo el buzón. Sonó un ruido estridente y di un respingo,
escuchando dentro una conmoción antes de que la puerta se abriera. Un hombre negro
estaba parado frente a mí con una expresión seria en su rostro, un tatuaje en su cuello
y la mitad de su pelo trenzada. Pude ver el brillo de los dientes de oro en su boca, su
cuello y orejas enmarcados con puñeteros diamantes. No parecía ser alguien con quien
Aro haría negocios y me pregunté brevemente si tal vez todavía tenía mal la jodida
dirección, pero él se apartó antes de que siquiera pudiera considerar el irme,
haciéndome un gesto con la mano para que entrara sin hablar en absoluto.
Entré y vi que estaba tan descuidado como por fuera, y él azotó la puerta detrás de
nosotros antes de tambalearse por la habitación. "Llegas tarde," dijo rotundamente,
metiendo la mano en su bolsillo por un paquete de cigarrillos. Metió uno en su boca y
me tendió el paquete ofreciéndome uno. Me negué y él se encogió de hombros,
encendiendo el suyo y arrojando el resto sobre la mesa.
"Sí," murmuré, sabiendo que no tenía una excusa de mierda por llegar tan tarde así
que ni siquiera me molesté en darle una. "Soy Edward..."
"Sé que lo eres," me dijo, interrumpiéndome. "No hubiera dejando entrar a tu culo si no
lo fueras. Aunque, no te pareces a tu padre. ¿Estás seguro que eres suyo? Con ese
pelo, creo que tu madre podría haber estado follando por allí.”
Se echó a reír y yo entrecerré los ojos furioso, mis manos empezaron a temblar.
Instintivamente quise alcanzar mi arma, la ira se disparó por mi cuerpo, pero él captó
mi movimiento y levantó sus manos a la defensiva.
"No hables de mi maldita madre," escupí al mismo tiempo que él me dio la espalda,
abriendo un gabinete.
"¿Disculpa?"
"Sí," le dije, tratando de mantener la compostura, pero estaba malditamente claro que
él era inestable y yo no tenía ni maldita idea de qué estaba pasando. La idea de que
podía ser una trampa pasó rápidamente por mi mente pero la deseché, sin querer
siquiera considerar que Aro me haría esa mierda cuando no había hecho nada malo.
"¿Cuál es su nombre?" Preguntó. Titubeé, sin saber por qué demonios estaba
preguntándome por ella, y su impaciencia aumentó. "Puedo averiguar esa mierda por
mí mismo, pero no creo que quieras que lo haga."
"Bien," dijo, bajando su arma y cogiendo una bolsa de lona del gabinete. Me la tendió y
la cogí con vacilación, todavía apuntándole con el arma. "Tienes veinticuatro horas
para traer mi dinero. Si no está aquí mañana como máximo a las cinco de la mañana,
a las cinco y un minuto estaré en mi coche de camino para hacerle una visita a Isabella
y hacerla pagar por ello. No tolero a los hijos de puta que llegan tarde cuando tenemos
una cita. ¿Me has entendido?"
"He dicho que si me has entendido.” Dijo con brusquedad, levantando de nuevo su
arma y cortándome, irritado por mi actitud.
"Bien. Ahora, sal de mi maldita tienda antes de que te dispare solo por el gusto de
hacerlo," dijo. Di unos pasos hacia atrás, todavía apuntándole, antes de abrir la puerta
de un empujón y salir corriendo. Guardé el arma y corrí hacia el coche, buscando
torpemente entre mis llaves y maldiciendo mientras trataba de abrir la puerta.
"¿Qué mierdas?"
"Estoy en Port Angeles," le dije. "He recibido una llamada esta mañana para recoger
una mierda con un cabrón loco que me ha apuntado con una maldita arma. Me ha
dado una bolsa y me ha dicho que quería su dinero mañana por la mañana, pero no sé
qué demonios se supone que debo de hacer con esto."
"Ah, debes haber conocido a Garrett," me dijo, suspirando. "Se pasa de paranoico,
supongo que por usar demasiada de su mercancía durante muchos años. Solo tienes
que sacar un poco de dinero de tu cuenta y pagarle por ella."
"Sé que lo es. Siempre hemos tenido un acuerdo establecido con él, cincuenta mil en
cada visita," dijo. "Cuando regreses a Forks, llama a Ben y se quedará con ella por
ochenta. Vale unos cien en las calles, así que sacará unos veinte de ganancia de ella.
Quédate con el dinero que pusiste y guarda el resto para Aro."
"Sí." Corté la llamada y miré el reloj, sabiendo que tenía unas horas hasta que abrieran
el banco y pudiera conseguir el dinero. Metí la bolsa en el maletero para mantenerla
segura antes de conducir por la ciudad, parando ocasionalmente para echar un vistazo
en las tiendas que ya estaban abiertas. Tomé algo para desayunar y compré algunos
regalos con mi Amex, sin estar de humor para cosas navideñas pero sabiendo que no
podía ir a casa con las malditas manos vacías o Isabella se daría cuenta que le había
mentido.
Saqué el dinero cuando el banco abrió, a las diez, sacando algo extra solo en caso de
"Sí, sí," dijo, arrastrando sus palabras sin prestarle atención. Se quedó mirándome un
momento, con una sonrisa pícara subiendo lentamente a sus labios. "A él nunca lo
había visto antes. Es sexy."
Garrett me miró y se empezó a reír. "Tiene una novia a la que aparentemente le tiene
cariño, tomando en cuenta lo rápido que su culo ha regresado aquí con mi dinero. No
creo que tengas mucha oportunidad."
"Eso nunca detuvo a nadie antes," dijo, poniéndose de nuevo de pie y paseándose en
mi dirección. Me tensé cuando se detuvo frente a mí, su piel olía como si estuviera
expulsando el alcohol por sus poros, la peste hizo que se me revolviera el estómago.
"¿Qué dices bebé? ¿Te gustaría divertirte un poco?"
Gemí, alejándome de ella cuando intentó pasar sus dedos por mi cabello, irritado de
que estuviera tocándome con sus malditas manos sucias. No tenía idea de dónde
habían estado esas malditas cosas y no quería saberlo, en base a cómo se veía ella.
"Déjalo en paz, Katie," dijo Garrett, poniéndose de pie y sosteniendo el dinero. "Está
todo. Ha sido un placer hacer negocios contigo."
"Sí, igualmente," murmuré, agradecido de que esta mierda hubiera terminado. Salí
rápidamente por la puerta principal y me metí al coche, sacando mi teléfono mientras
iba por las calles de Port Angeles. Marqué el número de Ben Cheney, diciéndole
cuando contestó que tenía una mercancía para él. No le dije nada más pero él sabía a
qué demonios me estaba refiriendo, diciéndome que se reuniría conmigo en el
estacionamiento de una tienda de comestibles de Forks con el dinero.
Dudé, sin saber si debería mirarlo o no, pero mi aburrimiento mezclando con la
curiosidad finalmente ganaron. Lo abrí en la primera página y le eché una ojeada a los
garabatos, sintiendo algo pesado en la boca de mi estómago a medida que leía sus
palabras. Estaba haciendo un recuento de algunas de las cosas que le habían pasado,
había escrito acerca de las pesadillas que había tenido y de las cosas que había visto.
Reflexionaba mucho sobre el dolor que sentía y, conforme pasaba las páginas, las
palabras se hacían más frenéticas. Había docenas de bocetos, algunos tan difusos que
ni siquiera podía decir qué mierda eran, pero otros tenían tantos detalles que era como
estar viendo la mierda con mis propios ojos. Algunos de ellos eran difíciles de ver y tuve
que pasar de página rápidamente, mi ira aumentando cuanto más avanzaba.
Hojeé unas cuantas páginas más, consternado y apenas mirándolas, y estaba a punto
de arrojarlo hacia un lado cuando un dibujo llamó mi atención. Lo miré fijamente y mi
ceño se frunció por la confusión, el rostro me resultaba extrañamente familiar por
alguna razón. Era una persona que ya había visto dibujada un par de veces en el
cuaderno, pero el que estaba frente a mí, estaba más detallado, sus facciones
definidas a la perfección. Un lado de su rostro estaba desfigurado por una cicatriz,
como si se hubiera quemado. No podría definir de dónde lo conocía, pero no dudaba
que lo conocía de alguna parte.
Estaba tan concentrado en el dibujo que ni siquiera vi a Ben llegando hasta que tocó
en mi ventanilla, tomándome desprevenido. Salté, asustado, y arrojé rápidamente el
cuaderno hacia un lado mientras maldecía.
"Lo siento, hombre. Parecías estar en las nubes," me dijo. "¿Estás bien?"
"Sí, solo tengo un montón de mierda en la que pensar," le dije, dando la vuelta al coche
"Me he dado cuenta. Hacía tiempo que no te veía. Escuché que estabas de vuelta en la
ciudad, pero nunca regresaste a la escuela, así que no estaba seguro de lo que estaba
pasando," me dijo. "Honestamente, me sorprendió que llamaras. Me enteré de lo que
pasó en Chicago así que no pensaba que tu padre se encargaría de nada de esto por
un tiempo."
"Sí, lo entiendo. Me he estado diciendo lo mismo los últimos años," dijo, haciendo un
gesto con su mano hacia la bolsa.
"Apuesto a que sí," murmuré cuando él caminó hacia su maletero y lo abrió, poniendo
la bolsa dentro. "¿Cómo lidias con ello, de todos modos? Me refiero a que, Ángela sabe
que de alguna manera estás involucrado en esta mierda, pero sé que no es consciente
de lo metido que estás. ¿Cómo puedes ocultarle cosas?"
Se encogió de hombros. "No es fácil, porque a veces me siento como que estoy viviendo
una doble vida. Pero para mí, lo que ganaré por ello, vale la pena el hacerlo, el fin
justifica los medios. Me siento muy culpable al mentirle, pero simplemente me pregunto
si es algo que a ella le gustaría saber, y a fin de cuentas no lo creo. La ignorancia es
felicidad, amigo, prefiero que esté felizmente ignorante a que esté al tanto e
intranquila. Mientras que no le haga daño, no creo que sea un problema."
"Entonces, supongo que no valdría la pena," me dijo. "Nada que le haga daño vale la
pena."
"Bien. Parece una buena chica. Odiaría que se viera atrapada en algo," me dijo,
metiendo la mano en su coche y sacando un pequeño sobre manila. "En fin, aquí está
"Confío en ti," declaré, tomándolo. Se echó a reír, negando con la cabeza al mismo
tiempo que tendía su mano para estrechar la mía.
"Nunca pensé que vería el día en que Edward Cullen confiara en alguien," dijo. "Me ha
dado gusto verte, hombre. Este probablemente sea el último intercambio de esta
mierda, ya que esto me durará hasta mi graduación y luego me voy a Yale."
"¿Tienes suficiente para salir adelante con la escuela?" Pregunté con curiosidad.
"Sí, tengo suficiente. Como te he dicho, el fin justifica los medios," dijo. "Bien, no te
pierdas tanto."
"Sí," murmuré, sabiendo que era ridículo porque lo más probable era que no lo volviera
a ver después de irme. Nuestras vidas iban en direcciones diferentes, caminos que era
probable que nunca se cruzarían de nuevo en el futuro. "Buena suerte con la escuela de
leyes y esa mierda, Ben. Si alguna vez necesitas algo, no dudes en buscarme, ¿de
acuerdo?"
"Gracias, y tú puedes hacer lo mismo," dijo, sonriendo con suficiencia. "Voy a estudiar
derecho penal, después de todo."
Metí el sobre con el dinero en la guantera y conduje a casa, cogiendo el cuaderno que
había tomado antes y llevándolo adentro. Me fui directamente al tercer piso y me
detuve cuando abrí la puerta de la habitación, viendo a Isabella acurrucada en la
cama con una almohada. Sus ojos estaban cerrados y tenía una pequeña sonrisa que
envió una punzada de nostalgia por mi cuerpo. Se veía casi feliz mientras estaba allí
acostada, y era la primera vez en mucho tiempo que su rostro no estaba marcado con
preocupación o que su cuerpo no estaba tenso e inquieto.
Cerré la puerta sin hacer ruido y me acerqué a ella, deslizando de nuevo el cuaderno
bajo la cama con cuidado antes de sentarme junto a ella. Se removió un poco cuando
la cama se movió y comenzó a murmurar, mi nombre salió de sus labios suavemente.
Sonreí con suficiencia, sin darme cuenta hasta ese momento de exactamente cuánto
echaba de menos esa mierda. Recordé la primera vez que lo había hecho, susurrar mi
nombre en sueños con esa expresión de felicidad en su rostro. Me hubiera gustado que
durara para siempre, poder quedarme en ese momento eternamente, pero por supuesto
no tenía tanta suerte de mierda.
"Isabella," le dije, sacudiéndola porque no había una maldita manera de que pudiera
escuchar eso de nuevo. "Despierta, tesoro."
"Un minuto o algo así," le dije, encogiéndome de hombros mientras me quitaba los
zapatos. "¿Quieres ver una película o algo?"
Ella se tensó y me miró con cautela. "Eh, tu padre," respondió. "Él me lo ha dado."
"Dijo que podría ayudar," dijo nerviosa. "Tú sabes, con nuestra situación, pensó que
podría ayudarme a lidiar con, eh, cosas, si sé cómo las lidió ella. Puedo aprender de
ella, para no cometer sus mismos, eh... errores."
Como Ben había dicho, el fin justifica los medios. Me pregunté qué puto fin justificaba
la mierda que estaba pasando, pero estaba seguro que no era el que Isabella
terminara como mi madre.
"Hoy, cuando no estabas. Me pidió que fuera a su oficina, y me lo dio," explicó. "Si no
quieres que lo lea..."
"No, está bien," dije rápidamente, sin querer verme como un idiota a pesar del hecho de
que no estaba seguro sobre ello, considerando cómo había reaccionado a la mierda
que leyó la primera vez. No había forma de saber qué demonios había escrito mi
madre, pero también sabía que ir en contra de mi padre no me hacía ningún bien, así
que probablemente era lo mejor para mí, que confiara en que él sabía lo que estaba
haciendo. Además, joder, estaba totalmente exhausto como para discutir con ella. "Solo
estaba confundido."
Arrojé el libro sobre mi escritorio y subí a la cama, suspirando tan pronto mi cuerpo
tocó el colchón. Isabella se acurrucó conmigo, recostando su cabeza en mi pecho
mientras la envolvía con mis brazos. "Tu padre ha dicho que tu familia viene para
Navidad," murmuró.
"Nuestra," la corregí. "Nuestra familia, Bella. Y sí, todos vienen, pero joder, no estoy
seguro de sentirme feliz por esa mierda o no. Me ponen los nervios de punta."
"Me alegra que vengan," dijo en voz baja. "Creo que va a ser divertido."
"Sí, tal vez," murmuré al mismo tiempo que cerraba mis ojos, el hecho de que estuviera
anhelando estar rodeada de todos ellos ponía una sonrisa en mis labios. No hacía
mucho tiempo que ella se escondía de la gente, demasiado nerviosa para relajarse en
compañía de otros. Parecía una eternidad, pero en realidad solo había pasado un poco
más de un año, y ya había llegado tan jodidamente lejos y se había adaptado tan
rápido que me dio la esperanza de que realmente estaría bien en el mundo. "Aunque
podría vivir sin, Rosalie."
Ella se echó a reír y me encajó el codo en las costillas, jugando. "Pórtate bien," me dijo.
Le respondí en un murmullo, diciéndole que esa perra no sabía qué demonios era
portarse bien así que no importaba, y apenas había caído en la inconsciencia cuando
se escuchó un fuerte golpe en la puerta de la habitación. Gemí, molesto cuando me
despertaron de golpe, irritado por la interrupción.
"Vete de una puta vez," grité, pensando que era mi padre pero estaba demasiado
"Cristo," murmuré, pasando las manos por mi rostro por la sorpresa al mismo tiempo
que trataba de controlar mi enfado. Ella era la última persona que esperaba ver.
"Joder, es demasiado temprano para ti."
"No es temprano, idiota," dijo, arqueando una ceja mientras me miraba como si fuera
un estúpido. "Ya pasa del mediodía. Ya es hora de que saquen sus culos de la cama."
"No, gracias," dijo con sarcasmo. "No te tocaría aunque fueras la última polla en el
planeta, Cullen."
"¿Cuándo has llegado?" Preguntó Isabella, ignorando por completo nuestra pelea.
"Hace un minuto," dijo Rosalie.
"Apuesto a que subiste directamente aquí, también. No puedes dar a nadie un maldito
descanso, siempre tienes que molestarme," murmuré. "Rompiballe." (N.T. Rompiballe =
Hinchapelotas)
"Sí, por ti. Así que ven y vístete porque Alice estará aquí en unos minutos, y sé por
experiencia que no debemos hacerla esperar," respondió. "Nos vamos de compras para
Navidad."
"Llévate mi tarjeta de crédito," interrumpí, sabiendo que iba a decir que no tenía nada
de puto dinero. "Está en mi cartera. Y no te molestes en discutir con Rosalie porque es
inútil. En caso de que no lo hayas notado, es una especie de perra."
Tal vez sería divertido tener a esos cabrones cerca, después de todo.
Nunca lo era.
Era un rostro que conocía, un rostro que recordaba, porque era un puto rostro que
acababa de ver. Me bajé de un salto de la cama en el momento que estuve lo
suficientemente consciente para moverme, mis pies enredándose en las sábanas y casi
haciéndome caer al puñetero suelo por mi prisa. Maldije mientras recuperaba mi
equilibrio, sudoroso y tembloroso, respirando dificultosamente. Volví a sacar el
cuaderno de Isabella de debajo de la cama y pasé las páginas frenéticamente,
deteniéndome cuando llegué al dibujo que estaba buscando.
"¿Qué pasa?" Preguntó cuando vio que era yo, el pánico en su voz.
"¿Quién demonios es este?" Escupí, arrojando el cuaderno sobre el escritorio frente a él,
tratando de calmarme pero estaba a punto de hiperventilar. La tomó, mirándome con
cautela antes de echarle un vistazo al dibujo.
"Pero lo es," subrayó, mirándome con recelo. "Ha estado en la organización muchos
años, hijo, lo que lo convierte en un amigo de todos nosotros. Si recuerdo
correctamente, él fue el primer hombre que Aro inició como jefe en funciones después
de que tu abuelo murió cuando tenías seis años. Ahora está manejando los casinos de
Las Vegas y lo ha estado haciendo desde que Swan murió hace algunos años."
"¿Aro lo inició?" Grité, negando con la cabeza. "¿Es uno de los nuestros? ¡Ese hijo de
puta mató a mi madre! ¡Me disparó!"
"¿Lo recuerdas?" Preguntó con incredulidad, su voz mezclada con ira. "¿Después de
todos estos años, dices que recuerdas esa pieza de información y nunca me habías
dicho nada?"
"Sí," le dije, antes de negar con la cabeza, confundido. "Bueno, no. No lo recordaba,
pero ahora sí. Fue él. Apretó el maldito gatillo."
"Te equivocas, hijo," dijo, soltándome a la vez que negaba con la cabeza.
"No me equivoco. Joder, lo vi. ¡Sueño con esa noche todo el tiempo! Mierda, como,
duermo y respiro ese maldito recuerdo, y acabo de ver su rostro no hace ni diez jodidos
minutos," grité. "Era él."
"¿Hoy ha sido la primera vez que has recordado su rostro?" Preguntó impasivo. Asentí y
él suspiró, pellizcando el puente de su nariz con frustración. "¿Y eso ha sido antes o
después de que vieras esta imagen en el cuaderno, Edward?"
"Porque estás confundido. Estás proyectando lo que le sucedió a Isabella y lo que viste
en esto," declaró, sosteniendo el cuaderno,” en lo que te pasó a ti."
"No," dijo con firmeza. "Creo que tú lo crees, pero eso no lo hace real. Ha sido un sueño,
"Entonces, ¿qué mierdas estaba haciendo en Chicago?" Dije con brusquedad. "Si es un
amigo, ¿por qué estaba en ese almacén?"
Él negó con la cabeza, volviendo a mirar al dibujo. "No estaba allí," me dijo en voz
baja, ojeando el cuaderno con indiferencia y mirando algunas páginas.
"¿Estás bromeando? ¿Entonces por qué demonios lo ha dibujado ella? ¿Por arte de
magia?" Pregunté con incredulidad. "¿Ella solo ha dibujado milagrosamente su puto
rostro al detalle?"
Él suspiró con fuerza, molesto. "Probablemente de la misma forma que dibujó este," me
dijo, levantando el cuaderno y mostrándome un retrato de mi madre. Verlo dolía, un
maldito dolor desgarró mi pecho cuando casi me quedé sin aliento por su exactitud. "Lo
dibujó de memoria, Edward, fuiste tú el que me dijo que tenía memoria fotográfica, y es
así como es capaz de dibujar todo esto. Sé que es un hecho que tu madre no estuvo en
ese almacén y tú no puedes asegurar que Alistair lo estuvo, también. Ella pudo
simplemente haber recordado su rostro por visitas a Phoenix, así como recuerda a
algunos de los otros. Él tiene un rostro único, dado el lunar y la cicatriz. Tendría que
haber llamado su atención."
"Sí, seguro que puedo hacerlo," murmuré, sacudiendo mi cabeza. "Así como puedes
preguntarle a Isabella."
Él iba a responder pero el timbre de su teléfono lo detuvo, ya que resonó con fuerza en
la habitación. Lo tomó y echó un vistazo a la pantalla, tensándose visiblemente.
"Necesito contestar," me dijo. "Terminaremos esta conversación más tarde."
"Como digas," le dije, saliendo y dando un portazo detrás de mí. Me dirigí a la planta
baja y escuché risas tan pronto llegué al vestíbulo, titubeando caminé hacia la sala de
"¿Y no crees que ese es demasiado tiempo sin verme?" Preguntó en broma.
Jasper se rio secamente. "Ni siquiera lo menciones," murmuró. "Tiene sus teorías y te
juro que no te gustaría escuchar ninguna de ellas. En fin, ¿cómo lo llevas?"
Me encogí de hombros. "Estoy aquí," le dije, sin saber cómo responder a esa maldita
pregunta.
"¿Por cuánto tiempo?" Emmett intervino. Lo miré y vi que me miraba con las cejas
levantadas inquisitivamente.
"Sabes tanto como yo," murmuré, sin saber tampoco cómo responder a esa porque era
una jodida pregunta con tantas implicaciones que ni yo mismo estaba seguro.
"Sabes que mi oferta sigue en pie, ¿verdad?" preguntó Jasper. "Me preocupo por
Isabella y no quiero verla dañada, así que si hay algo en lo que pueda ayudar, solo
dímelo. Y lo digo en serio. Lo que sea. Solo estoy a un corto viaje en coche, Seattle no
está tan lejos. Lo sabes."
"Le ofrecí lo mismo," Emmett interrumpió. "También digo esa mierda en serio. Si
necesitas a alguien cuando llegues a Chicago, soy tu hombre. Y tampoco seas un terco
mariquita sobre eso. Izzy Bizzy es como una hermana para mí. Haría cualquier cosa
por esa chica."
"Lo sé," murmuré. "Les agradezco, a los dos." La habitación quedó en silencio, ninguno
me presionó más sobre el tema, y por suerte no intentaron sermonearme por lo que
había hecho. Sabía que ambos estaban decepcionados de que hubiera terminado
iniciándome en la organización, pero me gustaba pensar que, al menos, lo
comprendían.
Las chicas llegaron a casa unos minutos más tarde y quedamos en la sala de estar
".... nada de dinero," terminé lo que iba a decir. "Cristo, lo sé. No te preocupes, voy yo."
"Puedo traer las bebidas de todos," ofreció, encogiéndose de hombros. Alice dijo que le
ayudaba y se levantó de un salto, deslizando su brazo en el de Isabella mientras
caminaban hacia la cocina.
Me quedé totalmente inmóvil cuando abrí la puerta, quedando frente a frente con un
hombre con traje que sostenía una placa. "Policía," dijo estoicamente. Me quedé
mirándolo por un momento, sorprendido, antes de darme cuenta que el jefe de policía
de Forks estaba junto a él con expresión nerviosa. "No tengo nada que decirle," dije
rápidamente. El hombre que sostenía la placa sonrió, negando con la cabeza.
"Entonces, es algo bueno que no esté aquí para hablar contigo," me dijo, al parecer
divertido por mi reacción. "Mi nombre es detective Jason Jenks, y trabajo con la Unidad
de Personas Desaparecidas del Estado de Washington. ¿Hay una Isabella Swan aquí?"
Me tensé, mi corazón empezó a latir con fuerza al escuchar sus palabras. "¿Qué quiere
con ella?" Pregunté por instinto, conociendo ya la puñetera respuesta antes de que las
palabras salieran de mis labios. Sabíamos que sería solo cuestión de tiempo antes de
que alguien viniera haciendo preguntas sobre la desaparición de Jacob.
"Ella no tiene nada que decirle," escupí. "Y no hay puta forma de que entren."
"Déjalos entrar."
"Me has oído, Edward," me dijo, bajando los últimos escalones hacia el vestíbulo. "Solo
déjalos hacer sus preguntas y terminemos con esto para que la dejen en paz. No tiene
sentido prolongar esto."
"De ninguna manera," espeté al mismo tiempo que negaba con la cabeza, y estaba a
punto de preguntarle si había perdido la jodida cabeza cuando Emmett interrumpió.
Gruñí por la irritación, molesto de que automáticamente hubiera sospechado que era
mi puñetera culpa, aunque sabía que no estaba tan lejos de la verdad. Se escuchó un
fuerte jadeo a mi derecha y le siguió un crack, y rápidamente me di la vuelta para ver a
Isabella de pie en la entrada de la cocina. Nos estaba mirando, el pánico dibujado en
sus facciones, con un vaso roto en un charco de soda a sus pies. Maldije al darme
cuenta que había tirado la puta bebida, y me apresuré a ayudarla pero mi padre se me
adelantó.
Isabella se sentó con cuidado en una silla y yo me senté en el brazo de la misma, sin
querer dejarla. Mi padre tomó asiento en otra silla cuando el detective se aclaró su
"El veintidós de septiembre," respondió vacilante. "Fue la noche del partido de fútbol de
Edward."
"Le pateé el culo," intervine, queriendo evitarle tener que contar esa mierda. "Aunque
eso en realidad no es algo fuera de lo común. No es un secreto que él y yo nos odiamos
el uno al otro."
"Él salió corriendo," le dije, encogiéndome de hombros. "Justo como cada jodida vez que
peleamos."
"¿Esa también fue la última vez que lo vio, señor Cullen?" Preguntó, mirándome con
recelo.
"No, lo vi una semana después de eso cuando estaba haciendo mi examen SAT en el
instituto," declaré.
"¿Por qué?"
"Porque me dio la gana. ¿Por qué la gente hace ese puto examen?" Pregunté, molesto.
"No le estoy preguntando por qué hizo el examen. Le estoy preguntando por qué estaba
él allí," dijo impaciente el detective Jenks.
"Estaba allí para verme," respondí, consciente la primera vez de a qué se refería pero
sin deseos de contestar esa puta pregunta. Imaginé que de todos modos ellos ya lo
sabían, porque mucha gente había presenciado ese intercambio como para que
"Una pelea," dijo, asintiendo como si no fuera una sorpresa. "Y después de la pelea,
¿no lo volvió a ver de nuevo?"
"Nop."
"Y la última vez que lo vio, Isabella, ¿fue la noche del veintidós en el estadio de fútbol?"
Preguntó, mirándola. Ella titubeó antes de negar con la cabeza.
"Lo vi esa noche más tarde. Lo llamé y se reunió conmigo en los acantilados de La
Push," explicó. "Hablamos un rato y luego me fui a casa."
"Sí," dijo, sus ojos moviéndose hacia el otro lado de la habitación, hacia mi padre. Él
asintió, el movimiento fue tan leve que apenas lo vi.
"¿Puede hablarme sobre las llamadas que le hizo el treinta de septiembre?" Preguntó el
detective.
"Eh, sí. No podía comunicarme con Edward, así que llamé a Jacob para pedirle que lo
localizara por mí," dijo. "Yo, eh... no me encontraba bien y quería que viniera a casa."
"¿Y pensó que eso era sabio?" Preguntó, levantando sus cejas inquisitivamente.
"Considerando lo mucho que, aparentemente, los dos peleaban, ¿no pensó que no
sería una idea muy buena?"
Ella se encogió de hombros. "Él era el único que conocía en la ciudad que podía
hacerlo," dijo. "Después me di cuenta que era una estupidez y llamé de nuevo a Jacob
para decirle que lo olvidara, pero era demasiado tarde."
"¿Y esa fue la última vez que habló con él?" Preguntó. Ella asintió.
"Nunca volví a saber de él después de ese día," susurró con tristeza en su voz.
"¿Alguno de ustedes tiene alguna idea de lo que pudo pasarle a Jacob?" Preguntó. Yo
negué con la cabeza e Isabella suspiró.
"Sí," dijo en voz baja. Me tensé y lo miré con incredulidad, mi corazón empezó a latir
erráticamente al mismo tiempo que me preguntaba qué demonios estaba haciendo.
"No puede culparse por las decisiones que otros toman, señorita Swan," dijo. "Le
agradezco su tiempo. Si recuerda algo más, por favor llámeme." Sacó una tarjeta de
presentación, entregándosela a Isabella y ella la cogió con cautela. Mi padre se puso
de pie para acompañar a la policía a la puerta, e Isabella y yo nos quedamos sentados
por un momento, la tensión se elevó en la habitación.
"¿De verdad crees eso?" Pregunté, incapaz de soportar el silencio. "¿De verdad crees
que lo que le pasó a Jacob fue culpa tuya?"
"Pero sí lo hice," dijo, negando con la cabeza. "¿No lo ves, Edward? ¡Todo fue por mí,
todo porque soy un tipo de princ-- lo que sea! ¡Tu madre y Jacob, los dos perdieron la
vida tratando de ayudarme, y tú entregaste la tuya para salvarme! ¿Qué más va a
pasar por mi culpa?"
"No voy a dejarte que cargues con esa mierda," dije con brusquedad. "Tú eres inocente,
Isabella. ¡No hiciste nada malo! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo para que
finalmente lo entiendas? Todo lo que ha pasado, ha pasado por una puta razón. Me
encabrona que mi madre ya no esté, joder, me duele, y odio que Jacob haya muerto,
pero tú no provocaste nada de eso. Y no te atrevas a sentirte culpable porque me
iniciara. Yo tomé la decisión. Entré en esa habitación voluntariamente y tomé el
juramento, así que si tienes que culpar a alguien por ello, cúlpame a mí. Lo hice porque
quería salvarte, no porque tuviera que hacerlo. Lo hice porque te amo. Hice toda esa
mierda yo solo. ¡Y no me arrepiento por nada y nunca lo haré, porque todo valió la
pena ahora que estás libre!"
"¿Lo estoy?" Preguntó, sus ojos llenándose de lágrimas. "¿Soy libre, Edward?"
"Por supuesto que eres libre," le dije, mi ceño fruncido por la confusión ante su
pregunta. "¿Por qué no lo serías?"
"No lo sé," dijo, negando con la cabeza mientras las lágrimas comenzaron a correr por
"Significa que puedes hacer lo que tú quieras, Isabella," le dije con exasperación. "Ir a
dónde quieras ir, ser lo que quieras ser, lo que sea. Tienes opciones, puedes perseguir
tus jodidos sueños."
"Entonces, ¿cómo puedo hacerlo yo?" Preguntó, su voz quebrándose por la angustia.
"¿Cómo puedo ser libre si tú no lo eres, Edward?"
Me quedé mirándola, sin tener idea de cómo responder a esa puta pregunta. "Yo, eh...
creo..." Empecé a decir cuando mi teléfono empezó a sonar en mi bolsillo y rompió el
hilo de mis pensamientos. Gemí y lo saqué, mirando a la pantalla para ver que era
Aro. Miré a Isabella con cautela y ella suspiró, poniéndose de pie sin decir nada y
empezando a caminar fuera de la habitación. "Espera, Isabella. Solo espera, ¿de
acuerdo?"
Se detuvo cerca del vestíbulo y se volvió para mirarme, las lágrimas todavía cayendo
de sus ojos. El teléfono siguió sonando en mi mano y gemí, sabiendo que tenía que
contestar.
"¿Sí, señor?" Dije, dando unos pasos hacia el sofá para sentarme.
"Lo siento, señor," murmuré, dejando caer mi cabeza y pasando la mano por mi cabello
con ansiedad.
"Está bien. Solo estoy llamando para asegurarme que todo ha salido bien esta
mañana," me dijo.
"Eh, sí. Me encargué de eso," le dije. "¿Quiere que le gire el dinero o se lo deposite en
una cuenta en alguna parte?"
"No, puedes guardarlo por unos días," dijo. "Puedes entregármelo después de Navidad,
cuando regreses a Chicago."
"He sido más que tolerante con tu situación, pero estamos tratando de reconstruir y
llenar las grietas que han dejado los últimos desafortunados incidentes. Alec se ha
recuperado y está volviendo a tomar el ritmo de las cosas, así que creo que es tiempo
de que empieces a adaptarte," me dijo.
"Han pasado casi dos meses, Edward. Todos los cabos sueltos han sido atados en
Washington, de manera que ya no hay negocios de los que encargarse," dijo. "No hay
nada allí para ti."
"Bien," le dije, jodidamente consciente de que no se podía discutir con él. Había tomado
su decisión y no había nada que lo hiciera cambiar de parecer.
"Excelente, me alegra que eso esté resuelto. Buon Natale, querido muchacho. Te veré
pronto," me dijo.
"Para usted también, señor," murmuré, terminando la llamada. "Joder." Miré al otro lado
de la habitación con pánico, preguntándome cuánto había escuchado Isabella y si
entendería algo de ello, y fruncí el ceño cuando vi que el vestíbulo estaba desierto.
"Eso es inaceptable para mí," dijo después de un momento. "No puedo hacer eso."
"¿Tu abogado?" Pregunté, estrechando mis ojos con suspicacia. "¿Qué estás haciendo,
negociando acuerdos con el fiscal? ¿Tratando de librarte con un soborno?"
"Si fuera así de fácil," dijo, riéndose con nerviosismo. "Más bien algo así como intentar
arreglar las cosas antes de que me pongan la soga al cuello."
"¿Así de mal?" Pregunté, frunciendo el ceño. Puede que mi padre y yo no hayamos sido
cercanos a través de los años, pero no me agradaba la idea de perderlo. Joder, como
estaban las cosas ya había perdido lo suficiente.
"Sí, así de mal," me dijo. "No es tan fácil salir de estas cosas como solía serlo. Podíamos
pagar para salir de lo que fuese, pero el poder de la organización y el respeto parece
tener menos influencia que incluso nuestro dinero en estos días."
"Por supuesto," dijo, echándose hacia atrás en su silla y mirándome con curiosidad.
"Bueno, sí, aparentemente también lo soy tuyo," murmuré. "Hombre de honor y todo
eso."
Él esbozó una sonrisa, sacudiendo su cabeza. "Al parecer," me dijo. "Entonces, ¿hay
alguna razón por la cual me hayas hecho esa pregunta? Te estás arrepintiendo..."
"No," dije rápidamente. "La amo y nunca me arrepentiré, joder, haría cualquier cosa por
"Entiendo," dijo. "Aún al día de hoy me siento así en cierto modo. Me inicié para salvar a
tu madre de la esclavitud, y al final todo lo que hice fue aprisionarla de todas formas.
La llevé directamente de un mundo peligroso a otro, que estaba vestido con elegancia
y se llamaba de forma diferente, pero en retrospectiva no era muy diferente. Amaba a
tu madre, y siempre lo haré, pero creo que mi mayor error fue no dejarla ir. Nunca llegó
a ser realmente libre, allá afuera, en el mundo, donde nadie sabía lo que ella había
sido."
"No me malinterpretes, no cambiaría por nada los años que tuve con tu madre, y es
seguro que no renunciaría a ustedes. Son lo único que siento que he hecho bien en mi
vida. Pero nunca me perdonaré por no haberle dado la oportunidad de irse por su
cuenta. Nunca llegó a experimentar la vida sin restricciones, y honestamente, ni
siquiera estoy seguro si le hubiera gustado, pero el punto es que nunca le permití
elegir. Sé que me amaba, y sé que tenerlos a ustedes la hizo más feliz de lo que jamás
se hubiera imaginado que sería, pero no creo que siquiera se diera cuenta que alguna
vez tuvo otra opción. Yo me sacrifiqué para darle oportunidades en la vida, y después,
no le dije que las tenía. No puedo evitar preguntarme, después de tantos años, lo
diferentes que habrían sido las cosas si la hubiera dejado ir."
"Ella nunca te habría dejado," le dije, negando con la cabeza. "Te amaba demasiado."
"No conocía nada más," dijo. "Y ese es el punto, en realidad. Me culpo por eso. En
retrospectiva, siento como si ella nunca tuvo la oportunidad de elegir estar conmigo,
simplemente lo estaba."
"Por eso es que siento que la he jodido," le dije en voz baja. "Isabella me acaba de
preguntar cómo puede ella alguna vez ser libre si yo no lo soy, y hasta ese momento no
me había dado cuenta de qué había hecho exactamente. Tomé una decisión sobre
nuestra vida juntos, y se supone que ella solo tiene que aceptar esa mierda.
Simplemente pensé que podía mantener esas partes de mi vida separadas."
"Sí, yo pensé lo mismo cuando tenía tu edad," murmuró. "Y te puedo decir por
experiencia que no es fácil vivir como un hombre dividido."
"En fin, ¿ya han hablado sobre el futuro?" Preguntó. Negué con la cabeza, pasando la
mano por mi cabello con ansiedad.
"No, pero supongo que mi tiempo se está acabando, considerando que me esperan en
"No me preocuparía mucho por ella. Es fuerte y va a salir adelante, sin importar qué,"
dijo. "En fin, mientras estás aquí, hay algo que quiero darte."
"Son llaves," dijo con sarcasmo, echándose a reír mientras que yo rodaba los ojos. "Son
de la casa en Chicago. Supongo que vas a necesitar dónde vivir mientras estés allá, y
obviamente no se está utilizando.”
"Sí, estoy seguro," dijo. "No debería estar vacía. Tu madre estaría feliz si te pudiera ser
de utilidad."
"Gracias," le dije, poniéndome de pie y estirándome. "Bien, voy a dejarte solo ahora
para que puedas volver a llamar a quién demonios fuera con quien estabas realmente
hablando. No hay forma de que fuera el señor Ricci, porque él no es exactamente el
tipo de hijo de puta que le endulce cualquier mierda a alguien."
Él se quedó mirándome por un momento, sin hacer ningún comentario de lo que había
dicho. Me di la vuelta para salir y se aclaró la garganta, deteniéndome. "Ascoltare il tuo
cuore," dijo en voz baja, recordando una frase que mi madre decía todo el maldito
tiempo cuando éramos niños.
"Recuerda eso y estoy seguro de que harás lo correcto. Como dije, eres el hijo de tu
madre."
Asentí y salí al pasillo, tratando rápidamente de evaluar todo lo que había sucedido en
el transcurso de este maldito día. Era jodidamente extraño, pero mientras pensaba en
lo que Ben me había dicho esa tarde, un sentido de determinación se apoderó de mí
una vez más. Mi pecho dolió cuando pensé en la pregunta de Isabella y en la angustia
que había demostrado durante su arrebato, mientras las palabras de consejo de mi
padre de hace unos momentos se reproducían en mi mente. “Ascoltare il tuo cuore”.
Escucha a tu corazón. En ese momento, se sintió como si todo se uniera y finalmente
supe qué mierda se suponía que tenía que hacer. Me acerqué a la puerta de la
habitación de mi hermano, titubeando un segundo mientras lo reconsideraba, antes de
que finalmente levantara mi mano para tocar.
Joder, no podía ser egoísta y simplemente seguir aparentando que las cosas estarían
bien. Tenía que hacer algo para asegurarme de ello.
"La tienes."
Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola
Guevara, Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana
Ortiz, Pilar Ocampo.
“Feliz Navidad”.
Salté, sorprendida por la inesperada voz, y alejé mi atención de la ventana. Esme entró
a la cocina y me sonrió cálidamente, su expresión era dulce mientras me miraba. Me
sorprendí al verla levantarse tan temprano, ya que el sol apenas comenzaba a salir y
sabía que ella y Alec tenían que haber llegado muy tarde la noche anterior. Estaba
previsto que llegaran unos días antes, pero al parecer, Alec se retrasó con los negocios
y no pudieron tomar su vuelo previsto desde Chicago.
“Feliz Navidad”, dije en voz baja, sonriendo amablemente. Vi como ella se acercó a la
“¿Puedes alguna vez?” preguntó, alzando las cejas inquisitivamente. ”No te ves
exactamente descansada”.
“Por supuesto que no me importa. Puedes preguntarme cualquier cosa, Isabella," dijo.
"Y para responder a tu pregunta, me levanto porque es Navidad y si recuerdas el año
pasado, me encargo de la cena de Navidad.”
“Oh”, dije, sorprendida. “Pensaba que como llegaste tan tarde, yo empezaría a
hacerlo.”
Ella se echó a reír. “Es sólo porque tengo un buen estilista que lo cubre todo para mí.
Sería totalmente gris si no fuera por eso, gracias a la línea de trabajo de mi esposo.
Estoy segura que sabrás todo acerca de eso en poco tiempo, sin embargo.”
“¿Estás bien, cariño?” preguntó cuando el silencio se hizo incómodo. “Las cosas están
bien entre Edward y tú, ¿no es así?”
“Supongo que sí”, le dije, suspirando. “No hemos hablado las cosas, así que realmente
no sé lo que está pasando. Afirma que nada ha cambiado y que soy libre para seguir
mis sueños, pero no veo cómo puedo ser libre cuando él no lo está. Ni siquiera puedo
comprender cuál es el camino, la verdad. Ese no es Edward. “
“Eso es lo que el doctor Cullen me dijo” murmuré. “Él me dio su diario para que lo lea.”
“Un poco”, le respondí, encogiéndome de hombros. “No creo que a Edward le guste
que lo tenga, así que no lo leo cuando él está cerca.”
“Lo hace”, dije en voz baja. “Me dijo que siempre sentía que se ahogaba.”
“Por supuesto” le dije, asintiendo. Mis ojos se llenaron de lágrimas ante la pregunta,
una resbalando por mi mejilla. La aparté rápidamente, despejando mi garganta
mientras trataba de controlar la oleada de emoción. ”Lo amo más que a nada.”
“¿Y estás preocupada por lo que va a pasarle ahora?”, preguntó. Asentí y sonrió con
simpatía. “Entonces te diré lo mismo que le dije a Elizabeth hace tantos años. Tenía
miedo de que el hombre que ella amaba desapareciera en medio de la violencia y el
caos en que se convertiría su vida, pero la verdad, Isabella, es que no cambian si
tienen una razón para no hacerlo. Siempre será el mismo Edward que te ama
profundamente. No voy a mentirte y decirte que nada va a cambiar, porque algunas
cosas lo harán. Guardará secretos, y por mucho que lo odies, te darás cuenta de que
son cosas que no quieres saber. Además, creo que es más fácil para ellos no llevarse
esas cosas a casa, y mantenerlas separadas. Les ayuda a saber que tienen un
santuario, un lugar donde pueden ir y ser ellos mismos, y no tener que ser un Mafiosi
por un tiempo. Sé un poco de lo que mi marido ha hecho, y hubo un tiempo en el que yo
lo interrogaba sobre las cosas, pero ya no lo hago porque confío en él. No me gusta lo
que hace, pero sé que lo hace para sobrevivir. Es matar o morir, y no me gusta que mi
marido mate a la gente, pero egoístamente, yo lo prefiero a que él sea asesinado”.
Hizo una pausa, mirándome con curiosidad. ”Me imagino que probablemente ahora
estarás asustada, porque hay muchas incógnitas, pero como he dicho, todavía será
Edward. Él verá cosas que te gustaría que pudiera olvidar, y va a tener un gran
sentimiento de culpa sobre cosas que él no va a poder controlar, ¿pero no es así con
todo? Edward siempre ha estado obsesionado por las cosas, pero le diste esperanza y
le hiciste sentirse vivo otra vez. Eso no va a cambiar, Isabella. Tu amor seguirá siendo
lo que lo salvará de ahogarse.”
“¿Lo será?” Le pregunté, más lágrimas caían. “No siento como si fuera así.”
“Eso es porque él también está asustado, cariño”, dijo, extendiendo la mano. Envolvió
“Por supuesto que sí”, intervino Esme con una sonrisa. “Teníamos una charla de
chicas”.
“Eso he oído” respondió. “¿Y qué ha pasado con lo de mantenerse al margen? Creía
que habíamos acordado...”
“Y pensaba que me conocías mejor que eso”, dijo Esme, interrumpiéndolo. La miré
rápidamente, sorprendida, nadie hablaría con Alec de esa manera.
“Lo sé”, dijo. ”Pero esperaba que escucharas al sentido común por una vez.
Entrometerse en los asuntos de otras personas...”
“...solo hace que la gente salga herida”, dijo ella, interrumpiéndolo una vez más. “Lo
sé, Alec. Te he escuchado decirlo un millón de veces, pero quedarme quieta sin hacer
nada mientras la gente está sufriendo, es igual de malo para mí. ¿No hacemos eso lo
suficiente? Son solo unos niños, por el amor de Dios.”
“Edward es adulto”, replicó Alec. ”Lo que decida hacer con su vida privada no es
asunto nuestro. Es la única parte privada de su vida ahora. Dale el respeto que se
merece para manejarlo a su antojo”.
"Ciò non significa che io controllo la ragazza," (N.T. Eso no significa que yo controlo a la
chica) espetó en respuesta, lanzándome una mirada rápida que provocó un escalofrío
por mi columna. Su tono era duro e intimidante y Esme entrecerró los ojos con enojo. Yo
nunca los había visto pelearse antes, y el hecho de que parecía ser yo la causa era
muy molesto.
"Hanno paura, Alec! È il tuo dovere di aiutarla!" (N.T. ¡Tienen miedo, Alec! ¡Tú deber es
ayudarla!)
"Il mio unico dovere è quello di guardare," (N.T. Mi única obligación es observar),
respondió con frialdad.
“¿Al igual que con Elizabeth?” Preguntó Esme, levantando sus cejas inquisitivamente.
“Tienes razón, no lo era” respondió Esme, moviendo la cabeza. “Pero Isabella lo es”
“Yo... yo no debería estar aquí”, dije en voz baja, moviéndome hacia la puerta. Llegué
al vestíbulo antes de oír la firme voz de Alec, su sonido me detuvo en seco.
“Detente”
“Grazie” dijo Esme en voz baja mientras sus pasos resonaban detrás de mí. Me di la
vuelta y vi cómo Alec entraba al vestíbulo, y me miraba brevemente antes de dirigirse a
la sala de estar. Lo miré por un segundo sin saber qué hacer y sorprendida por la
cojera que ahora tenía en su andar, una punzada de culpa me golpeó cuando me di
cuenta de que era por el incidente en el almacén. Me lanzó una mirada impaciente
cuando vio que seguía de pie allí y me di cuenta que esperaba que lo siguiera. Se
sentó en una silla a la derecha, dentro de la sala de estar, y con dudas, me acerqué al
sofá, sentándome cautelosamente en el borde. La habitación estaba en penumbra y
extrañamente tranquila, el único sonido provenía del reloj en la pared. Mi ansiedad
crecía con cada tic, mis manos temblaban mientras Alec me observaba.
“Uh, Edward dijo que significaba que si alguna vez iba a la policía o cualquier cosa,
usted estaría en problemas” dije con nerviosismo. ”Sin embargo, le juro que nunca lo
haría. Nunca le diría a nadie.”
“Lo sé” respondió. “No habría respondido por ti si hubiera pensado que lo harías, pero
es más que eso, y me disculpo porque nadie te lo ha explicado antes. Tu vida es tuya
ahora, y puedes vivir como quieras, pero hay algunas limitaciones que tendrás que
hacer frente a causa de las circunstancias. Lo primero y ante todo, no puedes asociarte
con nadie que pertenezca a la policía, y punto. No puedes ser amigo de un policía, no
puedes salir con un policía, y no puedes ser policía. Si uno se muda a tu lado algún
día, te mudas. No puedes verte con uno a menos que sea absolutamente necesario, y
desde luego, no los puedes invitar a tu casa nunca. Eso es importante, Isabella, porque
“Sí, señor”.
“No tengo derecho a decirte que hacer con tu vida, y, francamente, no quiero tener que
hacerlo, pero al final voy a tener que saber lo que decidas hacer. Con el tiempo lo
comprobaré de forma periódica, por lo que siempre voy a necesitar un modo de
ponerme en contacto contigo, y si llegas a tener algún problema, no dudes en venir a
mí. Esto va en contra de todo lo que creo, porque siempre que sea posible, elijo
mantenerme al margen, pero como mi esposa tan amablemente me ha recordado,
debo velar por ti, porque es mi deber. Quiero que tengas éxito en la vida y te ayudaré si
alguna vez lo necesitas. ¿De acuerdo?”
Tan pronto como las palabras salieron de sus labios, una risa se filtró desde el pasillo,
y ambos miramos para ver a Esme viniendo en nuestra dirección. “No seas absurdo.
Claro que eres un buen hombre”, dijo acercándose y sentándose en el otro lado de del
sofá.
“¿Quién está cegado por el amor?” dijo una inesperada voz desde el pasillo. Miré y vi
al doctor Cullen, recién duchado y vestido de manera informal con camisa y
pantalones. Tenía una sonrisa en los labios, parecía feliz y en paz por primera vez en
mucho tiempo.
“Tu hermana”, dijo Alec. El doctor Cullen se rió mientras entraba a la habitación,
sentándose en una silla.
“Cristo, todos ustedes están jodidamente ciegos”, la voz de Edward sonó mientras
entraba y se tambaleaba en la sala, estaba despeinado y medio dormido todavía.
Tenía el pelo pegado por toda la cara, sus pantalones de pijama de franela colgaban
bajo sus caderas y su pecho estaba desnudo. Lo miré con sorpresa, atónita de que
estuviera despierto. “¿Alguno de ustedes sabe leer los puñeteros relojes? Es temprano
como el infierno. No hay razón para que alguien esté despierto a esta maldita hora en
Navidad, a menos que tengas cinco putos años y estés en la espera de Santa. Odio
tener que decirles, pero ese hijo de puta no viene aquí. Todos están en la maldita lista
negra.”
“¿No es eso hipócrita, considerando que tú también estás levantado a esta hora?”
preguntó el doctor Cullen.
“Solo estoy aquí porque mi cama estaba vacía y he venido a averiguar por qué”,
murmuró, dejándose caer en el sofá junto a mí. Me sonrojé mientras lanzaba su brazo
sobre mi hombro y me atraía hacia él, apoyando su cabeza sobre la parte superior de
la mía mientras yo me acurrucaba junto a él. “Buon natale, tesoro”
“Feliz Navidad, Edward” dije en voz baja. “Me he levantado para comenzar con el
pavo. ¿Significa eso que estoy también en la lista negra?”
“No, todavía no, pero tengo algunas ideas sobre cómo hacerte llegar allí”, dijo en
broma. Mi rubor se intensificó y se rió entre dientes, apretándome. “¿Ya has
empezado?”
“Es cierto. La he obligado a salir de la cocina, le he dicho que hoy se relaje y pase un
buen rato”, intervino Esme “Aunque, para ser honesta, no estoy segura de alguno de
ustedes sepa mucho cómo hacerlo. Quiero decir, estoy decepcionada de que ni
siquiera tengan un árbol de Navidad. ¿Qué tipo de celebración navideña es esta?”
“Personalmente, nunca entendí el punto de un árbol de Navidad” dijo Alec.” ¿Por qué
matar algo para celebrar un nacimiento?”
“Creo que el punto es que incluso cuando se corta un árbol de hoja perenne, continúa
prosperando”, dijo el doctor Cullen. “Un objeto eterno, sin importar lo que el hombre
hace con él, que no desaparece. Es símbolo de la crucifixión y la resurrección”.
“Eso no tiene sentido para mí. ¿No sería más simbólico si se le permitiera crecer como
se supone que debería hacerlo?” preguntó Alec.
“Cristo, ¿en serio están debatiendo por los malditos árboles de Navidad?” preguntó
Edward, gimiendo mientras me soltaba. “Es un árbol donde pones bolas de colores y
adornos de mierda y lo iluminas para tener algo que hacer. ¡Eso es! No simboliza
nada, excepto el hecho de que aparentemente no tenemos nada mejor que hacer en la
vida, que decorar jodidos árboles“.
Se puso de pie y se frotó los ojos un instante antes de estirar su mano hacia mí. La cogí
y tiró de mí, conduciéndome a la habitación. “¿A dónde vamos?” Le pregunté.
“Ya lo verás”, murmuró. Le seguí escaleras arriba, mirándolo con confusión cuando
titubeó en el segundo piso. Me miró brevemente y esbozó una sonrisa, sus ojos se
iluminaron de pronto cuando me soltó la mano. Se acercó y empezó a golpear con
fuerza la puerta del dormitorio de Emmett antes de ir a la de Jasper. “¡Levántense y
vístanse, hijos de puta!”
“Anna Kournikova” dijo en voz baja mientras caminaba por el pasillo, dando un codazo
a Edward y moviendo las cejas sugestivamente. “Estaba jugando con mis pelotas y
raquetas, hombre”
“¿Qué demonios acabas de decir?” Escupió Rosalie desde el interior del dormitorio de
Emmett. Él se tensó y sacudió la cabeza rápidamente.
“¿Qué están haciendo?” preguntó, mirándonos con confusión. Sus ojos se posaron en
mí, con una expresión triste en su cara, y me encogí de hombros, sin tener idea de lo
que estaba pasando.
“Eres un maldito idiota” dijo Edward, Emmett lo empujó. “Ey Rosalie, Emmett ha dicho
que estaba soñando...”
“Recuerdo haber oído una vez que nunca debes interponerte entre dos animales que
luchan o es probable que se vuelvan contra ti”, dijo en broma, dando unos pasos en mi
dirección. Abrió sus brazos y me dio un abrazo, sonriendo. “Además, no tengo ni idea
de lo que está pasando, así que no hay manera de que yo me meta. Feliz Navidad, por
cierto.”
“Sí, Feliz Navidad, hermanita” gritó Emmett. Eché un vistazo, y vi que tenía a Edward
clavado en el suelo, debajo de Emmett, pero Edward no iba a rendirse. Estaba
golpeando a su hermano y agitándose, tratando de liberarse.
“Eso es lo que pensaba” dijo Emmett con aire de suficiencia, empujando a Edward
mientras sonreía.
“¿No vas a decir una mierda sobre qué?” Preguntó Rosalie, saliendo al pasillo. Cruzó
los brazos sobre su pecho y nos miró, esperando que alguien le respondiera. Sus ojos
se posaron en mí después de un momento en que nadie se ofreció a contestar, y ella
arqueó una ceja expectante.” ¿Isabella?”
Me quedé inmóvil, su mirada hizo que mi corazón se acelerara. ”Eh, Emmett tuvo un
sueño” murmuré, incómoda de estar en esta situación. ”Se trataba de Ana Karenina o
algo así, creo.”
Los chicos se echaron a reír y me ruboricé por la vergüenza a la vez que la frente de
Rosalie se fruncía. “¿Qué?”
Rosalie gimió y puso los ojos en blanco, extendiendo su mano para golpear a Emmett
en la parte posterior de la cabeza. Maldijo y se alejó de ella, frotando la parte que
había golpeado. “Maldita sea, nena. Sabes que eres mi número uno”, murmuró,
“Mierda, iba a sugerir que fuéramos a buscar un puto árbol de Navidad” gruñó
Edward, frotándose el cuello con una expresión molesta en su rostro. ”No hay
necesidad de ser un pendejo.”
“Mierda, ¿de verdad? ¿Por qué no lo dijiste antes? Voy a vestirme”, dijo Emmett, con la
cara de pronto iluminada mientras le daba un puñetazo en el pecho a Edward. Agarró
a Rosalie y ella gritó mientras él la puso encima de su hombro. ” ¡Vamos, nena!”
“Bájame de una puta vez, Emmett Cullen” gritó golpeando su espalda. Emmett se echó
a reír, imperturbable, y pateó la puerta cerrándola con el pie, desapareciendo dentro
de la habitación.
“Llamaré a Alice” dijo Jasper en voz baja, dejándome finalmente; me dio una pequeña
sonrisa, asintiendo con la cabeza a Edward en señal de saludo antes de dirigirse a su
habitación.
Seguí a Edward por las escalares y nos duchamos y vestimos rápidamente. Jasper
estaba ya fuera, sentado en el porche, enfrascado en una conversación con Alice
cuando volvimos abajo. Esme estaba en la cocina, cocinando, y al mirar por el pasillo
vi al doctor Cullen y a Alec todavía sentados en la sala de estar. El doctor Cullen tenía
la cabeza inclinada y sus manos estaban cruzadas delante de él mientras hablaba en
voz baja con Alec, que lo miraba y escuchaba con atención. Observé en silencio por un
momento hasta que Edward se acercó por detrás de mí, envolviendo sus brazos
alrededor de mi cintura y tirando de mí hacia él. Giré mi cabeza hacia un lado
mientras él se inclinaba y besaba mi cuello suavemente, murmurando contra mi piel.
“Mi padre está tramando algo”, dijo en voz baja, lo suficientemente alto como para que
solo yo lo oyera. Miré hacia atrás, viendo la mirada sospechosa en la cara de Edward
al ver a su padre.
“Por supuesto que hay problemas. ¿Cuándo no es así?” Preguntó con sarcasmo. “Pero
después de toda la energía que puso tratando de librarnos de esta mierda, no creo que
haga cualquier cosa para hacerlo peor para nosotros. Él es el que me preocupa, la
verdad. Tengo la sensación de que planea salir con un puñetero estallido, literalmente
“¿En serio?” Le pregunté, sorprendida. Miré hacia atrás por el pasillo y vi que Alec
tenía una expresión severa en su rostro, susurrando febrilmente al doctor Cullen
mientras él permanecía sentado inmóvil como una estatua. Parecían estar discutiendo
aunque no se les oía, la conversación, obviamente, era seria.
“Sí. La calma antes de la tormenta, tesoro” murmuró. “Sólo estoy esperando que los
rayos empiecen a golpear hijos de puta”.
Me quedé congelada por un momento, asustada y sin saber qué decir, pero antes de
que pudiera averiguarlo hubo una conmoción en la escalera. Miré y vi que Emmett se
deslizaba por la barandilla, saltando con una sonrisa cuando llegó a la parte inferior.
Rosalie bajó las escaleras lentamente, no parecía muy divertida por su conducta, y casi
ni nos miró cuando llegó a la parte inferior.
Emmett se dirigió a la sala de estar y tanto el doctor Cullen como Alec lo miraron,
silenciando su conversación inmediatamente. Edward y yo caminamos lentamente en
esa dirección por curiosidad, pero Rosalie estaba impaciente en la puerta principal.
“Necesito una sierra o un hacha y una cuerda elástica o cuerdas o algo así”, declaró
Emmett.
“¿Para qué puede alguien necesitar esa mierda?” Preguntó Emmett. El doctor Cullen lo
miró con curiosidad, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y Emmett sacudió la
cabeza. “No importa, ni siquiera contestes esa pregunta. No quiero saberlo. Vamos a
cortar un árbol.”
“Oh” dijo el doctor Cullen, riendo mientras se levantaba. “Espera un minuto, tengo
algunas cosas en el sótano.”
“No es un calabozo, hijo” respondió el doctor Cullen, sacando sus llaves y dirigiéndose
hacia la oficina de la planta baja. “Es una habitación del pánico”.
Edward se rió. “Sí que es una puta habitación del pánico. Si te encuentras en esa hija
de puta es seguro que empieces a entrar en pánico”
“Espero que esto sea suficiente” dijo. “Ha sido lo primero que he visto.”
“Gracias” dijo Emmett, mirando el hacha con curiosidad. “No has usado esta maldita
cosa para desmembrar a alguien, ¿verdad?”
El doctor Cullen lo miró con sorpresa. “¿Me lo estás preguntando en serio?” preguntó.
“Sí. Bueno, no. No respondas a eso, tampoco. No quiero saberlo”, murmuró, dándose la
vuelta. Edward se rió y me agarró la mano, tirando de mí hacia la puerta mientras el
doctor Cullen gritó que fuéramos cuidadosos.
“Terminemos con esto de una vez” resopló Rosalie, abriendo la puerta de par en par,
sus tacones haciendo clic en el porche de madera mientras salía. Dudé cuando
llegamos a la puerta principal, sintiendo el aire frío en la cara.
“No, voy a estar bien”, dijo, mirándose a sí mismo. Llevaba una camisa térmica de
manga larga, pero todavía hacía frío incluso para mí con un abrigo. “No hace tanto
frío.”
“¿Estás seguro?”
Le seguí fuera y todos nos dirigimos hacia el SUV de Jasper, pero Edward de detuvo en
la entrada. Metió la mano en su bolsillo y sacó las llaves con una sonrisa. “Vamos en
coches separados”.
“¿Estás seguro?”
“Sí, estoy seguro, Bella” me dijo riendo.” ¿Qué pasa contigo y esa maldita pregunta?
¿Ya no confías en mí?”
“Confío en ti, por supuesto” le dije rápidamente, sin darme cuenta de que sonaba como
si hubiera estado cuestionándolo todo. “Solo preguntaba. Ya sabes, para asegurarme”.
“Supongo que es mejor que simplemente estés diciendo bien” murmuró. “Sin embargo,
todavía sigo diciéndotelo todo. No voy a mentirte, Bella. Nunca.”
“Lo sé”.
Jasper le dijo a Edward que lo seguiría, y vi a Emmett gritando ‘yo pido el frente’ y
corriendo hacia la puerta del pasajero de la camioneta. Alice y Jasper se rieron de su
entusiasmo, pero Rosalie gimió, poniendo los ojos en blanco con molestia.
“No era consciente de que esa perra tuviera un buen humor” respondió cuando por fin
encontró algo que parecía gustarle. Me miró por el rabillo del ojo mientras me ponía el
cinturón de seguridad, y vaciló, pero se puso el suyo después de un momento. Sonreí
para mis adentros mientras me acomodaba en mi asiento, ya que era la primera vez
que lo había visto usarlo voluntariamente. Gimió un poco mientras tiraba de él y
trataba de acomodarse, claramente no estaba acostumbrado a usarlo. “De todos
modos, simplemente ignora a Rosalie. Hace la vida mucho más fácil.”
“Eh, sí” le respondí, sorprendida por la pregunta. Edward apreciaba su coche, así que
no era como si realmente le importara la opinión de nadie, porque él no cambiaría su
opinión al respecto. “Es un buen coche. Se siente cálido y familiar, supongo, por lo que
es cómodo. Aunque, puede que sea así porque es tuyo.”
Después de unos treinta minutos nos metimos por un camino de tierra, siguiéndolo por
rato antes de que se detuviera junto a una valla de madera marrón. Se extendía tan
lejos como podía ver, y rodeando una vasta extensión de árboles y un edificio de
madera con un cartel blanco que decía 'Spillman Tree Farm'. Apagó el coche y miré
alrededor a medida que ascendíamos, localicé un pequeño cartel de ‘Cerrado’ en la
ventana del edificio. Lentamente me acerqué a la valla mientras miraba el cartel.
“No está abierto, Edward” dije mientras se unía a mí junto a la valla. Jasper se detuvo y
estacionó detrás de nosotros, los cuatro salieron y llegaron con nosotros. “El letrero dice
que cerraron el veintiuno”
“Lo sé” dijo. Le miré con confusión y sonrió, encogiéndose de hombros como si no
tuviera importancia. Se agarró a la valla y se subió rápidamente, saltando. Lo miré
sorprendida mientras me hacía un gesto con la mano para que lo acompañara al otro
Rosalie se rió amargamente, caminando hasta la valla. “Por supuesto que sí. ¿No es
eso lo suyo ahora?”
Me quedé inmóvil, pasmada por lo que había dicho, y Edward entrecerró los ojos con
rabia. “Vete a la mierda” le escupió. “No sabes una mierda, así que cierra la puta boca
antes de que la cierre por ti.”
“Oigan ustedes dos” dijo Emmett, lanzando el hacha a través de la valla antes de
agarrarse a la parte superior y saltar. ”Tienen que llevarse bien. ¡Es Navidad, por el
amor de Dios! Se supone que tenemos que estar alegres, o lo que sea.”
“No hay de qué, gatita” dijo con una sonrisa, volviéndose para mirar a Rosalie. Estaba
de pie, todavía al otro lado de la cerca, mirándonos a todos con enfado, los brazos
cruzados sobre el pecho. “¿Vienes o no, Rosie?” preguntó, sosteniendo su mano para
ayudarla. Ella lo ignoró, rechazando su ayuda, y se quejó de que sus zapatos se iban a
estropear mientras trepaba. Edward gruñó con irritación mientras cogía mi mano,
entrelazando nuestros dedos, nos pusimos en marcha a través de los árboles.
“¿Qué tal este?” preguntó Jasper, deteniéndose frente a un árbol de hoja perenne casi
tan alto como él. Edward lo miró y gimió, sacudiendo la cabeza.
“Está muy pelón” dijo “¿Qué le ha pasado a todas las puñeteras pinochas?” (N.T. En
inglés a la “hoja” del pino se le llama aguja pero en español cuando dices aguja se
entiende para coser por eso use pinocha como se le llama en algunos países latinos)
“Son solo árboles” espetó Rosalie antes de que pudiera considerar responder. “Elije
uno ya para que podamos largarnos de aquí. Me duelen los pies”
“Tal vez deberías haber traído unos zapatos normales y no tendrías ese problema”
espetó Edward. “¿Quién coño lleva zapatos de tacón alto para cortar árboles, de todos
modos?”
“¿Quién diablos espera hasta el día de Navidad para hacer esta mierda?” replicó ella.
“Si te hubieras bajado de tu culo melancólico y lo hubieras hecho tiempo atrás, no
tendría que estar aquí ahora mismo”
“No hay una puta razón para que vinieras” dijo Edward enfadado. “Podrías haberte
quedado en casa.”
“¡Maldita sea!” Gritó Emmett, perdiendo la paciencia. “¡Terminen con esta mierda! Me
va a dar dolor de cabeza”
“Nadie me calla, Cullen” espetó ella. “Soy dueña de mí misma. No recibo órdenes de
nadie.”
“¡Vete a la mierda!” Edward escupió mientras se tensaba, su mano tomó con fuerza la
mía mientras controlaba su rabia. Hice una mueca y traté de soltarme al mismo tiempo
que Emmett se interpuso entre ellos, sosteniendo sus manos en alto.
“¡Lo digo en serio! Ya está bien” gritó con rabia. “No sé qué les pasa hoy, pero este no
es su jodido juego habitual. Estoy harto de esto, así que terminen con ello de una puta
vez. Ambos.”
“Eh, está bien” dije vacilante, mirando a alrededor. La mañana no había empezado
muy bien y estaba lista para ir a casa, con la esperanza de que las cosas mejoraran
allí. Señalé un árbol al azar, a unos metros de distancia, suspirando. “¿Qué pasa con
ese?”
“Ey, se ve bien para mí” dijo Emmett, cogiendo el hacha y sosteniéndola casualmente
sobre su hombro. Levantó la mano para protegerse los ojos del sol mientras miraba el
árbol, para decidir cómo hacer para cortarlo. Lo miré por un momento, la escena era
surrealista, y me eche a reír cuando me di cuenta de que llevaba una camisa de
franela roja, con barba por no haberse afeitado recientemente. Todos me miraron con
sorpresa, y estoy segura de que no era tan divertido como me pareció a mí, pero la
verdad era que estaba totalmente agotada, hasta el punto de casi delirar. Cuanto más
miraba a Emmett más histérico lo encontraba, toda la situación era completamente
ridícula. Comencé a perder el aliento, con lágrimas formándose en mis ojos, y aparté
mi mano de la de Edward para quitarlas a medida que comenzaron a correr por mis
mejillas.
“¿Qué es tan gracioso?” preguntó Alice, su rostro estaba iluminado con una sonrisa
mientras me miraba. Era la primera sonrisa auténtica que le había visto en un tiempo.
Parecía deprimida en los últimos días, constantemente mirando a Edward y a mí con
una expresión triste en el rostro, como si fuera a echarse a llorar en cualquier momento
por cualquier razón. Me eché a reír con más fuerza, incapaz de contenerme, y Edward
se rió entre dientes mientras me observaba, la felicidad aparentemente era contagiosa
mientras sus ojos brillaban con diversión.
“Él, eh... es un leñador gigante” comencé, tratando de recuperar el aliento, pero las
lágrimas fluían libremente, dolores agudos golpeaban mis costados mientras jadeaba
en busca de aire. “Ya Sabes, Paul Bunyan. Emmett se le parece” (N.T. Paul Bunyan es
un leñador legendario gigantesco que aparece en algunos relatos tradicionales del
folclore estadounidense. Fue creado por el periodista estadounidense James
MacGillivray. Está ligado a los estados de Míchigan, Wisconsin y Minnesota, donde
goza de gran popularidad)
“Oh, vamos, es sólo una broma, bebé” dijo Emmett juguetonamente. Jasper y yo
jadeamos al mismo tiempo, mirándonos el uno al otro rápidamente.
“Muy bien, ahora estoy jodidamente confuso” dijo Edward con expresión
desconcertada, sin dejar de reír. “¿Podemos cortar ese maldito árbol para que
podamos llegar a casa? Me estoy congelando aquí. A este ritmo, mi puta polla va a
congelarse y caer antes de que terminemos.”
“Tal vez deberías haberte puesto un abrigo si tienes frío” dijo Rosalie molesta.
“Después de todo, es invierno. ¿Quién coño no lleva abrigo en invierno?”
“¿Estás bromeando, tesoro?“ Preguntó en voz baja mientras Emmett comenzó a golpear
el tronco del árbol con el hacha, la hoja cortaba la madera con facilidad por la fuerza
de sus golpes. Comenzó a tambalearse después de unos golpes, viniéndose abajo por
completo cuando lo golpeó por sexta vez. Le entregó el hacha a Jasper y agarró el
árbol, mirando alrededor nuestro.
“Llevemos esta maldita cosa a casa” dijo, sonriendo con orgullo mientras lo empezaba
a arrastrar hacia los coches. Edward tomó mi mano otra vez, sus dedos estaban tan
fríos como el hielo y envió un escalofrío a través de mí. Seguimos detrás de todo el
mundo y miré con incredulidad como Emmett y Jasper lanzaban el árbol por encima de
la valla como si no hubiera sido ningún problema en absoluto.
“Oh, espera” dijo Edward, soltando mi mano para sacar su billetera del bolsillo. Echó
un vistazo a través de su efectivo y sacó unos cuantos billetes, corrió hacia el edificio y
los deslizó por debajo de la puerta. Le sonreí cuando regresó, orgullosa de que hubiera
pensado cómo pagar el árbol cuando en realidad no tenía que hacerlo, y tomó de
nuevo mi mano para ayudarme a saltar la cerca.
El regreso a casa fue relajado, el resto de la mañana pasó volando. El estado de ánimo
de Rosalie cambió, su enfado e irritación se convirtieron en una tristeza silenciosa y
una expresión sombría se apoderó de su rostro. No estaba muy segura de lo que había
cambiado, pero todo el mundo parecía estar abatido por alguna razón después de que
llegamos a casa. Edward estaba distraído mientras decorábamos el árbol, mirando a
todo el mundo con nerviosismo. De vez en cuando lo atrapé, mirando enojado a la
gente, diciendo cosas cuando creía que yo no estaba mirando y teniendo
conversaciones en susurros cuando yo estaba fuera del alcance del oído. Estaba
confundida y le pedí un par de veces que me dijera lo que estaba pasando, pero se
limitó a sonreír y me dijo que no era nada de lo que tuviera que preocuparme.
“Señor, te damos las gracias por las bendiciones de la mesa hoy, y por todas las
personas reunidas a su alrededor. Te pedimos que nos ayudes a no perder de vista las
necesidades de los demás y nos sigas bendiciendo con el amor y el perdón, la felicidad
y la paz, y sobre todo, te pedimos que ayudes a los inocentes entre nosotros a
encontrar la libertad que se merecen. Rezamos en el nombre de Jesús.”
“Dai nemici mi guardo io dagli amici mi guardi iddio,” (N.T. De mis enemigos me
protejo yo, protégeme señor de mis amigos) dijo Alec en voz baja desde el otro lado de
la mesa, cogiendo su tenedor.
“Es difícil creer que han pasado ya diez años” dijo en voz baja. Pude ver a Edward
tensarse a mi lado, su tenedor se detuvo en el aire mientras se congelaba. Me di cuenta
de que Jasper se refería a la muerte de su madre y miré al alrededor con cautela,
preocupada por cómo iba a reaccionar todo el mundo. La postura del doctor Cullen era
rígida mientras miraba su plato, cerrando los ojos después de un momento mientras
dejaba su tenedor. Mis manos comenzaron a temblar, mi corazón latía tan
salvajemente que mi visión se volvió borrosa. Dejé mi tenedor en la mesa mientras
dejaba escapar un suspiro exasperado, temía que mis manos temblorosas llamarían
todavía más la atención.
“No la perdimos” dijo Edward, su voz era aguda. “Esa mierda suena como si la
hubiéramos descuidado o que se lo merecía. No es nuestra culpa la mierda que pasó,
no la perdimos. Joder, nos fue arrebatada... a todos nosotros. “
“Sí, y es una pena, porque realmente me gustaría que pudiera estar aquí para esto”
dijo Emmett, sacudiendo la cabeza mientras empujaba su silla hacia atrás. Se levantó
y metió la mano en el bolsillo, mis ojos se abrieron en shock mientras sacaba una
pequeña caja de terciopelo negro. Un grito vino de Alice y Rosalie se congeló cuando
Emmett se arrodilló al lado de su silla, abriéndola para exponer un anillo de oro. “Sé
que somos jóvenes, pero si hay algo que he aprendido es que nada debe darse por
sentado. Perdemos gente, las cosas suceden y alteran nuestro mundo sin previo aviso,
y la verdad es que ni uno solo de nosotros tiene asegurado un mañana. No sé cuánto
tiempo voy a vivir, o dónde me va a llevar la vida en este momento, pero si de algo
estoy seguro es que te quiero junto a mí a lo largo del camino. Entonces, ¿qué dices,
Rosie? ¿Quieres casarte conmigo? “
Vi una lágrima rodar por su mejilla mientras ella sonreía. “Sabes que sí, Emmett
Cullen” dijo con la voz quebrada por la emoción. “Que Dios me ayude, pero te amo por
alguna maldita razón.”
Después de la cena todo el mundo se dispuso a ver otra película, y me ofrecí para
ayudar a Esme con los platos. Ella no se opuso y trabajamos en silencio, su atención
parecía estar en otro lugar, como si estuviera distraída. Estábamos terminando cuando
dejó escapar un suspiro de resignación, sacudiendo la cabeza mientras dejaba un
plato. “Él realmente te ama, lo sabes. Simplemente nunca olvides eso, pase lo que
pase” dijo en voz baja. Asentí mientras me mordía el labio nerviosamente, su cambio
de actitud desde la mañana era preocupante. Me sonrió con tristeza mientras me
“Está bien” murmuré, secando mis manos antes de dirigirme tranquilamente a la sala.
A mitad de camino escuché la voz de Emmett, sus palabras me cogieron con la guardia
baja.
“Estás cometiendo un error, Edward” dijo. “Sé que crees que esto es correcto, pero yo
no creo que realmente estés pensando con claridad.”
“Déjalo en paz” dijo el doctor Cullen con firmeza. “No puedes entender la situación a
menos que hayas estado en ella.”
“Estás equivocado, sí lo entiendo” dijo Emmett, con ira en su voz. “¡Y sé que él se va a
arrepentir de esto!”
“No es demasiado tarde para cambiar de opinión”, replicó Emmett. ”Y, por el bien de
todos, por favor cambia tu jodida opinión. Te lo ruego, hermano.”
“Te equivocas, ya es demasiado tarde” dijo Edward. “Lo entiendo, no estás de acuerdo
con esta mierda, pero es porque tú no tienes que hacerlo. Es mi vida. Yo soy el que
tiene que vivir con ello.”
“¿Puedes?” preguntó Emmett incrédulo.” ¿De verdad puedes vivir en serio con esta
mierda?”
“No, no puedes” dijo Emmett, sorprendiéndome por la pasión en su voz. “Tiene que
haber otra manera. Cuando me ofrecí a ayudarte en Chicago, esta no es la mierda a la
que me refería para que pudieras hacerlo. ¡Esto es estúpido! No puedo creer que Jasper
realmente esté de acuerdo con esta mierda.”
“Es su vida” dijo Jasper. “Es mi hermano, y lo voy a apoyar todo lo que pueda. Puede
que no sea lo que yo haría si fuera él, pero yo no soy él.”
“Esto es una mierda”, espetó Emmett con fuerza, la fuerza de sus palabras me
sorprendió. Me estremecí y los ojos de Alec se alzaron en mi dirección cuando sintió el
movimiento, su mirada era fría. Edward gruñó con disgusto y comenzó a decirle a
“No hay ningún problema” dijo Alec, con una confianza en su voz que me dieron ganas
de creerle. “No era más que un pequeño desacuerdo sobre las opciones de Edward en
la vida, pero este no es realmente ni el momento ni el lugar para este tipo de
discusiones, así que se acabó. ¿Por qué no te unes a nosotros?”
“Voy contigo” dijo Edward, Emmett le lanzó una mirada furiosa mientras caminaba
junto a él. Me tomó de la mano y murmuré adiós a todo el mundo mientras me
conducía hacia las escaleras, sin decir una palabra mientras nos dirigíamos arriba.
“Algo así”, murmuró, pasándose la mano por el cabello con ansiedad. “Aunque
prefiero no hablar de eso ahora. Estoy demasiado cansado para esa mierda. Prefiero...
ser yo. Solo por un rato.”
“La mia bella ragazza” murmuró, poniéndome entre sus brazos. “Tenía la esperanza de
que hoy fuera perfecto, pero ha sido un poco jodido.”
“Hemos estado juntos” susurré. “Eso hace que sea perfecto para mí”.
No tenía la intención de quedarme dormida tan rápido, pero el cansancio parecía ser
más profundo de lo que esperaba. Me quedé dormida en cuestión de minutos, mi sueño
fue intranquilo e interrumpido con pesadillas. Rodé en algún momento en medio de la
noche, mil brazo cayendo sobre el otro lado del colchón. Toqué un poco el lado de
“De ti” dijo en voz baja. “Pintabas un cuadro del prado al que te llevé. Era tan bueno
que lo ponían en un museo y se quedaban prendados con tu talento. Como si fueras el
próximo Picasso o Van Gough de mierda, tesoro. Ha sido muy agradable. “
Me eché a reír, sacudiendo la cabeza mientras me apartaba para mirarlo. Sus labios
se curvaron en una deslumbrante sonrisa torcida, pero pude ver la tristeza que todavía
permanecía en las profundidades de sus ojos. “Ni siquiera sé pintar, Edward.”
“Oh, serás buena” dijo con confianza. “Realmente no deberías dudar de ti misma.
Puedes hacer cualquier cosa que te propongas.”
“A excepción de tocar el piano” le dije en broma. Él se rió, asintiendo. Las pocas veces
que había intentado enseñarme lo básico había fallado horriblemente, tocando
“Sí, por el bien de los oídos de todos debemos dejar la música para mí” dijo en broma.
“Pero el resto es todo tuyo. Probablemente puedas hacer toda esa mierda, ya sabes.
Dibujar, Pintar, esculpir mierda en formas extrañas y decirle a la gente que es algo a lo
que no se parece ni de coña. Eso requiere talento, ya sabes.”
“Por supuesto que sí”, dijo poniéndose en pie. “Es natural, está en lo profundo de tus
putos huesos. No hay nada que te detenga.”
“Gracias” dije en voz baja, una oleada de emoción surgió a través de mí ante sus
palabras. “Realmente significa mucho que creas en mí.”
Negué con la cabeza, sorprendida de verlo con eso porque no lo había hecho en
mucho tiempo... que yo supiera, al menos. Cogió un encendedor y volvió al sofá,
sentándose a mi lado. “¿Recuerdas lo que estábamos haciendo la primera vez que hice
esta mierda a tu alrededor?” preguntó mientras empezaba a encenderlo.
“Veintiún preguntas” dijo, dando una larga calada y manteniendo el aire en sus
pulmones. Se volvió hacia mí después de un segundo y tomó mi barbilla con su mano
libre, levantando mi rostro hacia él. Se inclinó más cerca, para que sus labios casi
tocaran los míos y comenzó a exhalar el humo, filtrándolo entre nosotros. Aspiré,
tomándolo en mis pulmones, y lo sostuve cuando mi pecho estuvo lleno. Sonrió y se
apartó unos centímetros. “Nunca llegamos a terminar el juego, tesoro. Creo que es hora
de que lo hagamos”.
Sonreí mientras exhalaba, tosí un poco por la quemadura en el pecho. “Está bien”
susurré.
“Yo voy primero” dijo, dando otra calada a la marihuana. Exhaló el humo lentamente
entre sus labios. En cierto modo, verlo respirar era casi hermoso. Era sensual y erótico,
sabiendo que el mismo aire que había tomado también había estado en su interior,
sintiendo las drogas en mi cuerpo al igual que lo sentía a él. Tosió después de un
momento, mientras me miraba, aparentemente contemplando su primera pregunta.
“De todos los libros de que has leído, ¿cuál es tu favorito?”
“¿Lo terminaste?” preguntó con sorpresa. Asentí y sonrió. “Bien. Te dije que podrías
hacerlo. Como he dicho, cualquier maldita cosa que te propongas, tesoro. Eres
imparable”.
“Sí, supongo” respondió. “Tengo que conseguir mi GED desde que técnicamente me
salí de la escuela secundaria debido a la mierda, pero no veo por qué no. Aunque
realmente no he investigado al respecto. Hay demasiada mierda en mi mente. “
“Lo entiendo”
Él sonrió mientras daba una larga calada, sosteniéndola en sus pulmones mientras me
miraba. Se acercó y me pasó la mano por la mejilla, su tacto era suave y cálido. Yo
tarareé alegremente y cerré los ojos cuando se inclinó de nuevo hacia delante,
exhalando lentamente. Aspiré profundamente, cuando sus labios rozaron suavemente
los míos.
“Lo sé” susurró. “Esa es una de las cosas que me gusta de ti. Me entiendes, Bella. Joder,
cuando nadie más lo hace, tú lo haces. No puedo decirte lo mucho que aprecio esa
mierda. Recuerdo cuando estuviste aquí el primer día y me dijiste que no me entendías,
y en lo única mierda que podía pensar en ese momento era que deseaba que lo
hicieras. Estaba desesperado porque me vieras realmente”.
“Lo sé” dijo, sus ojos brillaban cuando me miró con amor. “¿Quieres saber lo que yo
“¿Qué?” Le pregunté. Hizo un gesto con la cabeza hacia la ventana y miré, me quedé
congelada cuando vi las escamas gruesas y blancas revoloteando hacia abajo, desde
el cielo.
“Nieve” susurró. Sonreí, pero antes de que pudiera decir nada saltó del sofá, cogiendo
mi mano y poniéndome en pie. Lo miré, sorprendida, y él se rio entre dientes mientras
su rostro se iluminaba. “Vamos, vamos afuera”.
“¿Ahora?” Pregunté con incredulidad, mirando el reloj. Los números en rojo brillaban
intensamente en la oscuridad, diciéndome que era la una y cuarto de la mañana.
“Tiene que estar helando, Edward.”
“Eh, está bien” le dije con una sonrisa mientras se acercaba al armario. Cogió mi
chaqueta y me la arrojó, y él se puso su pesado abrigo azul marino. Nos vestimos
rápidamente, deslizándonos en nuestros zapatos, y nos dirigimos escaleras abajo en
silencio para no despertar a nadie. Edward desactivó la alarma antes de abrir la
puerta de atrás, dejándola abierta y haciendo un gesto para que saliera primero. El
aire de la noche era tan frío que me picó en la cara, pero sonreí, alegrándome
inmediatamente de que hubiera sugerido hacer esto, mientras admiraba la vista
delante de mí. Los copos se posaban sobre el suelo y los árboles, cubriéndolo todo con
una capa fina de color blanco.
Edward salió detrás de mí y cerró la puerta mientras yo di unos pasos hacia el patio,
mirando el cielo. La nieve cayó sobre mí, la humedad golpeaba mi piel y enviaba
escalofríos por todo mi cuerpo. Cerré los ojos y sonreí, abriendo la boca para coger
algunos con mi lengua. Eran fríos y con sabor suave, tal y como sabía que lo harían,
pero algo en la experiencia se sentía casi mágico. Mi piel se erizó y a pesar de que
hacía mucho frío, el calor se extendió a través de mí por la emoción.
Abrí los ojos después de un momento y miré a Edward, vi que me miraba con una
expresión seria en su rostro. Le sonreí suavemente, notando como los copos
empezaban a pegarse en su cabello bronce. Me acerqué a él y extendí la mano,
pasando mis dedos por sus cabellos para limpiarlo. Lo atraje hacia mí, lamiendo mis
labios, y sonrió mientras inclinaba mi cabeza hacia un lado. Su beso fue suave, sus
labios eran suaves y cálidos.
“No tanto como tú” susurró. Sentí el calor subiendo a mis mejillas ante sus palabras, el
rubor en mi rostro delatándome.
“Solo digo la verdad, tesoro” respondió. Mi sonrisa creció y aparté la mirada mientras
mi rubor se intensificaba todavía más ante su respuesta. Empecé a remover con el pie
un pequeño montón de nieve en el suelo, la punta del zapato excavando en la tierra
congelada.
“Jodidamente demasiado” dijo en voz baja. “Me gusta la nieve y todo, pero esta mierda
de aquí es suficiente para mí. Hay putas tormentas de nieve en Chicago, metros de
nieve cada invierno. Me vuelve jodidamente loco.”
Sus labios se curvaron en una ligera sonrisa mientras me miraba, pero nuevamente
pude ver la tristeza en sus ojos. Me sentí culpable al instante por haber mencionado
Chicago, no quería arruinar su estado de ánimo. No era frecuente que tuviéramos
momentos alegres, y no quería que terminara antes de que tuviera que hacerlo. Me di
cuenta de que Esme había estado en lo cierto acerca de que ellos necesitan un
santuario, un lugar en el que pudieran ser ellos mismos sin tener que preocuparse
sobre todas esas cosas.
“Parece tener frío” dijo, sin tomarse la molestia en comentar sobre lo que había dicho.
Mis dedos estaban cada vez más entumecidos y mis orejas rojas, mi nariz estaba
congelada, pronto empezaría a escurrir, pero me encogí de hombros porque no quería
que este momento acabara.
“Bueno, tú te ves caliente” solté, sin siquiera pensar en mis palabras. Frunció el ceño
brevemente antes de echarse a reír, sacudiendo la cabeza.
Puse los ojos en blanco mientras él se reía entre dientes, extendiendo la mano hacía
mí. Me tomó entre sus brazos y me balanceó suavemente, el calor de su cuerpo empezó
a calentarme inmediatamente. Me acurruqué contra su pecho, envolviendo mis brazos
a su alrededor mientras lo abrazaba con fuerza. Apoyó su cabeza sobre la mía,
suspirando alegremente. Estuve en silencio durante un rato mientras me aferraba a él,
la nieve seguía cayendo y cubriéndonos con gruesos copos. Un suave murmullo vibró
en el pecho de Edward, la melodía era dulce y vagamente familiar, y me llevó un
minuto darme cuentan que canción era.
“Our hearts were on display for all to see“, susurré, recordando la frase de la canción
“Te acuerdas de la canción” dijo, sus palabras eran una afirmación, no una pregunta.
Asentí otra vez y tomó mi mano llevándome a casa. Entramos y cerró de nuevo,
restableciendo la alarma mientras me dirigía hacia las escaleras. Me quedé en silencio
mientras caminaba hasta el tercer piso, mi mente corría frenéticamente mientras
trataba de ordenarla. Me quité el abrigo tan pronto como entré en la habitación,
quitándome los zapatos, justo en la puerta. Mis pantalones estaban húmedos y me los
quité, apartando mi camisa y tirándolo todo en un montón en el suelo. Me volví hacia
Edward, viendo como él cogía cuidadosamente su abrigo y lo colgaba en el respaldo
de la silla del escritorio.
“Edward” susurré con voz temblorosa. Volvió la cabeza hacia mí y se quedó helado
cuando me vio de pie, en sujetador y ropa interior, sus ojos escanearon toda mi
longitud casi por instinto. Su mirada finalmente llegó a mi cara y sus ojos conectaron
con los míos, un hormigueo danzando en mi piel ante la intensidad del verde que
brillaba hacia mí. Me miró de forma extraña, la tristeza seguía ahí, pero, más que
nada, podía ver el amor que sentía por mí. Habíamos estado ignorándolo,
empujándolo a un lado cuando nos distanciamos, pero todavía estaba allí tan fuerte
como siempre. “Hazme el amor”.
Se puso tenso al oír mis palabras y comenzó a sacudir la cabeza, vacilante. Yo sabía
que él no deseaba más que acceder, pero también pude ver el miedo que sentía, lo que
le hacía tener algunas reservas. Yo no sabía lo que estaba pasando, pero la extraña
sensación en mi estómago estalló y las lágrimas comenzaron a formarse de nuevo.
“Bella, no creo que...” empezó.
Se detuvo frente a mí, con la mano recorriendo mi brazo mientras se inclinaba para
besarme. Pasó sus brazos a mi alrededor y desabrochó mi sostén, tirando lentamente y
permitiendo que cayera al suelo. Un gemido escapó de mi garganta mientras
acariciaba mis pechos, sus dedos recorriendo mis pezones y haciendo que se pusieran
firmes bajo sus caricias. Sus manos se fueron hacia mis caderas y poco a poco
comenzó a apoyarnos en la cama. Me tumbé nuevamente y él se subió encima de mí, ni
una sola vez rompimos nuestro beso.
Me recosté y cerré los ojos mientras su boca se movía con la mía, bajó por mi cuello, su
aliento cálido golpeaba las manchas de humedad causadas por sus besos y enviaba
escalofríos por mi espalda. El calor se extendió por todo mi cuerpo mientras dejaba un
rastro de besos por mi estómago, y respiré profundamente mientras su lengua se
sumergía dentro de mi ombligo. Me hacía cosquillas, mi cuerpo empezó a hormiguear
de la cabeza a los pies a causa de su contacto.
Mis ruidos se hicieron más fuertes, mis piernas empezaron a temblar al sentir la
presión que comenzaba a construirse. Me retorcí y solté las sábanas, alcanzándolo a
él. Puse las manos en su cabello y gimió mi nombre, un gemido vibró en mi pecho al oír
el sonido. Se apartó de mí rápidamente y abrí mis ojos cuando se sentó, cogió la parte
inferior de su camisa y tiró de ella. Me quedé mirándolo en la oscuridad, su forma
Inmaculada por encima de mí. Extendí mi mano y recorrí con los dedos los bordes de
su estómago, trazando las líneas del tatuaje en su pecho cuando empezó a deshacerse
de sus pantalones. Se los quitó y mi aliento se atrancó en mi garganta ante la vista de
él y su erección. Seguí recorriendo con mis dedos el poco pelo en su estómago,
suavemente lo agarré y lo bombeé un par de veces. Él gimió y echó su cabeza hacia
Él sonrió, divertido ya que había usado sus palabras contra él, y tiró de mi mano
mientras se cernía sobre mí. Contuve mi aliento, mientras él mismo se alineaba y
empujaba dentro, me agarré firmemente a él cuando me llenó por completo. Él gimió
con fuerza, permitiendo que su cuerpo se presionara más contra el mío.
“Por supuesto que confío en ti” dijo. “Solo te estoy dando la oportunidad de cambiar de
opinión.”
“Nunca voy a cambiar de opinión” dije en voz baja mientras salía y empujaba dentro
de mí. Sus embestidas eran lentas y suaves al principio, y presionó sus labios contra
los míos, besándome suavemente mientras un lloriqueo escapaba de mi garganta.
Envolví mis brazos a su alrededor, aferrándome mientras mis manos recorrían su
espalda. El placer era intenso, y no pasó mucho tiempo antes de que la presión
comenzara a construirse nuevamente, mi cuerpo temblaba. El orgasmo me sacudió
rápidamente y grité, echando mi cabeza hacia atrás mientras gritaba el nombre de
Edward. Él gimió, sus labios atacaron ferozmente mi cuello mientras mi cuerpo se
estremecía bajo el suyo. Se calmó después de un momento, una ola de relajación
recorriéndome después de mi clímax.
Los orgasmos me sacudieron un par de veces y cada una de ellas grité su nombre, mis
uñas se clavaron en su carne mientras mis manos recorrían su cuerpo. Era como si
estuviera instintivamente inspeccionando cada parte de él, sintiendo la definición de
sus músculos, aprendiéndome de memoria cada forma. Mi corazón latía tan rápido que
“Sempre” sollocé, tratando de luchar contra las lágrimas. Él gimió y se estrelló contra
mí con fuerza un par de veces y empezó a murmurar por lo bajo.
“Non ci sara mai un altro” él dijo. “Solo tu. II mio cuore è tua, tesoro*.” (N.T. Non ci sara
mai un altro = Nunca habrá otra)
Gemí, las palabras procedentes de sus labios sonaban dulces, a pesar de que no tenía
ni idea de lo que quería decir. Su cuerpo se estremeció y gruñó mientras su clímax lo
golpeaba. Aplastó sus labios contra los míos, su lengua se mezclaba febrilmente con la
mía mientras empujaba unas cuantas veces más, abrazándome con tanta fuerza que
sentía casi como si su vida dependiera de ello.
Calmó sus movimientos después de un momento y apartó sus labios de los míos,
envolviendo sus brazos a mi alrededor mientras apoyaba su cabeza en mi cuello. Dejó
escapar un tembloroso suspiro, un estremecimiento atravesó su cuerpo mientras un
gemido ahogado salía de su garganta. Me di cuenta de que estaba luchando contra un
sollozo angustiado y mis ojos ardieron por las lágrimas.
“Lo ha sido” respondí mientras yacía a mi lado, pasándose las manos por la cara. Me
acurruqué contra su pecho y él cogió el edredón, cubriendo rápidamente nuestros
cuerpos desnudos. Suspiré contenta cuando su mano empezó a acariciar suavemente
mi espalda, deleitándome con el calor que irradiaba de él.
El sol brillaba a través de la ventana cuando abrí los ojos y me senté rápidamente,
mirando el reloj para ver que eran casi las diez de la mañana. Me estremecí cuando un
escalofrío me recorrió el cuerpo y la garganta me dolió mientras trataba de eliminarlo,
un cosquilleo muy dentro de mi pecho me dijo inmediatamente que estaba
enfermando. Gemí, sabiendo que fue por haber salido durante la fría noche para ver la
nieve, me aferré a la manta para abrigarme y mirar alrededor. Me di cuenta de que
estaba sola, no había rastro de Edward en ningún lugar, y me quedé helada cuando vi
un pedazo de papel doblado sobre su almohada. Lo miré con recelo, al ver mi nombre
escrito en él, y ese sentimiento que había luchado por hacer retroceder la noche
anterior me golpeó con tal intensidad que pensé por un momento que iba a vomitar.
Cogí el papel y lo abrí, vacilante, al ver que era una carta de una página completa en
lo que era claramente la letra de Edward. Luché ante la emoción que amenazaba con
apoderarse de mí cuando comencé a leer, mis manos temblaban.
***
FDR dijo una vez en un discurso que la libertad no puede ser otorgada, que tiene que
ser alcanzada. Fue uno de nuestros presidentes, no sé si sabes quién es o no. Es
probable que la aprendieras en Jeopardy o algo así como todo lo demás. De todos
modos, creo que estaba en quinto grado cuando me enteré de quién era, y recuerdo que
me cabreé porque yo no veía el puñetero punto ante la necesidad de aprender la
historia cuando ya todo había terminado. Mirando hacia atrás me doy cuenta de que
era un pedazo de mierda ignorante, pero supongo que ese es realmente el punto al
que estoy tratando de llegar aquí. Tomé muchas cosas por sentado en la vida y no
aprecié las pequeñas cosas que tú te perdiste y que te deberían haberte permitido vivir
como al resto de nosotros. No es justo lo que te ha pasado, y eso solo tú lo sabes y yo
que lo veo. Me gustaría que más gente pudiera verlo. Tal vez si más gente reconociera
este punto en la enseñanza de historia, podríamos aprender de los errores que se
cometieron, y todos los hijos de puta no seguirían repitiéndolos y las cosas no estarían
tan jodidas en el mundo.
Entraste a mi vida el pasado septiembre y volviste del revés todo lo que sabía. Me
cambiaste y me diste la única cosa que nunca pensé que tendría, la única maldita cosa
que no me había dado cuenta que necesitaba. Me diste amor. Me enseñaste lo que
significaba vivir y me diste una razón para levantarme cada mañana, algo para luchar
cuando realmente solo quería dejar esta mierda. Estoy eternamente agradecido por esa
mierda y es una cosa que nunca voy a dar por sentado. Te amo, Isabella. Cristo, te amo
joder, y esa es la razón por la que tengo que hacer esto.
En el momento en que leas esto, me habré ido. Y sé que soy un maldito cobarde por
hacerlo de esta manera, pero no había forma de que pudiera decirte esto a la cara. Soy
un maldito débil y no puedo negarte nada, y sé que me pedirías que me quedara, pero
no puedo. No es justo para ti y nunca me perdonaría a mí mismo esta mierda por
negarte lo que te mereces, una vida real. Una vida lejos de toda esta mierda, donde
puedas ser solo Bella, la mujer jodidamente hermosa, inteligente, con talento y con más
puta fuerza que nadie haya conocido antes. Ve a ser tú misma y no lo que la gente ha
tratado de convertirte en los últimos años. Ve a la escuela y encuentra tu lugar en este
mundo, y haz todas las putas cosas buenas que estás destinada a hacer. Eres especial,
tesoro, no te olvides nunca de eso. Tienes que mostrarles a esos hijos de puta lo que se
han estado perdiendo por no conocerte. Muéstrales que no pueden detener a mi chica.
Siento si esto duele, pero créeme cuando te digo que es lo que tiene que pasar. Nunca te
olvidaré y estoy bendecido de que vieras algo en mí, algo valioso y digno de merecer tu
amor. El último año contigo ha sido el mayor puto regalo que cualquier persona de
mierda me ha dado. Por fin he visto la luz y te debo eso... y te estoy al dejarte ser libre.
No vas a saber de mí, porque no sería justo para ti. Y no te preocupes por mí, porque
voy a estar bien. Como una vez me dijiste, soy un superviviente. Voy a sobrevivir, y tú
también lo harás. Y no tengas maldito miedo porque sé que estás lista. Solo el hecho de
que puedas leer esta carta es una prueba de lo lejos que has llegado, y que tienes
mucho más por ahí que lograr. Está lista para el mundo, Isabella, y ha estado
esperando diecisiete años por ti. No hagas esperar más a esa mierda.
He querido decir cada palabra de mierda que te he dicho, quiero que lo sepas. Nada de
esto es culpa tuya y no lo has causado. Estoy haciendo esto por ti, porque Te amo.
Hazme sentir orgulloso, tesoro. Yo creo en ti. Siempre lo haré.
Sempre,
Edward
26 de diciembre de 2006.
Llegue al vestíbulo justo cuando el doctor Cullen giraba la esquina de las escaleras,
evitándolo para no tropezar. Me agarró, sorprendido, pero lo empujé por el pánico
mientras me dirigía a la puerta principal. El doctor Cullen dijo mi nombre con
preocupación, pero no le hice caso y abrí la puerta bruscamente, estrellándola contra
la pared ante mi prisa mientras corría hacia el porche. Me congelé en el momento en
que mis ojos se posaron sobre el Volvo plateado en el camino de entrada, una oleada
de esperanza me atravesó.
“Se ha ido” respondió el doctor Cullen, con total naturalidad. No había emoción en su
voz, las palabras salían como si no hubiera espacio para discusión, pero no había
manera de que pudiera aceptarlo, porque no tenía idea de lo que estaba hablando. No
era demasiado tarde. No podía ser demasiado tarde. Gemí con molestia y me dirigí
hacia las escaleras, pero me cerró el paso. “Se ha ido”
“¡No!” Contesté, haciendo un gesto hacia la puerta principal. “¡Su coche todavía está
aquí!”
“¡No!” Grité, las lágrimas fluían todavía más, mi cuerpo temblaba violentamente.
Negué con la cabeza frenéticamente, mis emociones me abrumaban. “¡Él no dejaría su
coche!”
“Por favor” empecé a implorar, las palabras apenas eran audibles a través de mis
sollozos. “¡Por favor, no! ¡Por favor, Dios, no!”
“No puede ser,” lloriqueé con incredulidad. “No puede irse. ¡Yo lo amo, no puede
dejarme!”
“Maldita sea, lo siento. Se suponía que tenía que estar allí. No me he dado cuenta de
que ya se había despertado,” la voz de Jasper sonó con un tono de disculpa. El doctor
Cullen me soltó cuando Jasper se sentó a mi lado, en el suelo, tirando de mí en sus
brazos. Empecé a sollozar más fuerte, hipando mientras trataba de recuperar el
aliento. Sentía como si alguien me hubiera arrancado el corazón del pecho,
destrozándolo en mil pedazos diminutos que nunca más volverían a estar juntos.
Estaba angustiada, incapaz de comprender por qué todo esto estaba sucediendo.
“Tienes que calmarte, ¿de acuerdo?”
“No, no es así” dijo. Me aparté y lo miré con incredulidad, empujándolo lejos de mí.
“Porque es cierto” respondió frunciendo el ceño. “Sé que lo amas, y sé que duele. Él
sabía que te iba a hacer daño. Le duele, también.”
“Para que puedas tener una vida” dijo en voz baja. Negué con la cabeza
frenéticamente, limpiándome los ojos.
“Y por eso exactamente se fue” explicó, como si fuera tan simple. “No quería que tu
mundo girara en torno a él. Quería que fueras capaz de tener tu propia vida. Te
mereces eso, Isabella.”
“No lo vas a estar” dijo. “Me tienes a mí. Voy a estar aquí siempre que me necesites,
pero él se ha ido, Isabella. No va a volver.”
Nadie me molestó ya que me encerré, lo que me permitió estar sola con mi dolor. El día
pasó rápidamente, otro amanecer, pero todavía me negaba a salir de la cama a menos
que fuera absolutamente necesario. Leí la carta que me había dejado en varias
ocasiones, las palabras eran tan hirientes la vigésima vez como lo habían sido la
primera. Lloré hasta que no pude más, y grité hasta que mi garganta quemaba,
completamente devastada porque se había ido. Escuché a gente que se movía por la
casa y pude sentir su presencia cerca, podía oír sus voces susurrando desde el pasillo,
pero no fue hasta el tercer día que Jasper finalmente entró a la habitación. Para ese
entonces estaba entumecida, agotada y cansada, aturdida de tal manera que todo
parecía surrealista.
“Eh, hace unos días” respondió en voz baja. “El día que llegué. Vino a mi habitación
esa noche y me preguntó si podía cuidarte cuando se fuera y ayudarte a instalarte por
tu cuenta.”
“¿Y todos lo sabían?” Le pregunté. “¿Todo el mundo sabía que se iba y nadie me lo
dijo? ¿Es por eso que discutían en Navidad?”
Él asintió. “Se lo dije a Alice la misma noche que me enteré, y se lo dijimos a Emmett y
Rosalie cuando volvíamos de conseguir el árbol. Edward se molestó porque les dije,
pero yo sabía que él estaba tratando de hacer el día inolvidable y Rosalie no le estaba
facilitando las cosas. Ella estaba enojada por lo egoísta que Edward estaba siendo,
pensó que se estaba dando por vencido y planeaba simplemente arrastrarte con él.
Ella se sentía culpable cuando le expliqué las cosas.”
“No creo que nadie se lo dijera a mi padre o a Alec. Supongo que probablemente
esperaban que Edward se fuera a Chicago y simplemente juntaron las piezas por sí
mismos, teniendo en cuenta que tú no tenías idea de que se iba” respondió. “Esme no
estaba contenta con él cuando lo supo. Fue la última en enterarse.”
“Nos iremos” dijo. “Vendrás conmigo a Seattle, y vamos a prepararte pare tener tu sitio
propia, cuando estés lista, puedes inscribirte en la escuela. Lo que te haga feliz”
“Sé que lo hace” respondió rápidamente. “Va a ser más fácil. Con el tiempo no va a
doler tanto y, finalmente, llegará el día en que estés lista para dejar todo atrás”.
Negué con la cabeza, rozando mis lágrimas. “Puede que no duela tanto, pero nunca
voy a dejar todo atrás” le dije, levantándome de la cama. Me estiré y miré por la
habitación, frunciendo el ceño ante las cosas de Edward. Parecía que no se había
llevado nada, todo estaba exactamente donde había estado días atrás, cuando él
estaba allí. “¿No se ha llevado nada?”
“Se ha llevado algo de ropa” respondió Jasper. “Ha dejado su coche para ti, dijo que
podías coger cualquier cosa que quisieras. Lo que quede cuando nos vayamos se le
enviará a Chicago.”
“¿Eso es todo?” Murmuré para mí misma. “Así como así, desaparece. Sin mirar atrás”.
Jasper no hizo ningún comentario, sabiendo que nada de lo que pudiera decir en ese
momento hubiera mejorado las cosas... nada podría llevarse el dolor. Me acerqué al
escritorio y comencé a clasificar las cosas, separando mis pertenencias de las de
Negué con la cabeza, luchando contra mis emociones. “Invitada” murmuré, la palabra
sonaba tan extraña. Una vez había sido una esclava dentro de estas mismas paredes,
no mucho después me sentí casi como en casa, pero ahora era solo una invitada,
yéndome a Dios sabe dónde. “¿Cómo voy a hacerlo, Jasper? No Tengo nada. No
tengo dinero. Yo ni siquiera sé lo que estoy haciendo.”
“Edward dijo que podrías decir eso” respondió. “Alec trajo con él la documentación
para la herencia. Él puso la finca y los fondos en una cuenta a tu nombre. Tienes un
montón de dinero, Isabella, y en cuanto a todo lo demás, solo tienes que seguir
adelante. Así es la vida para todos. Ninguno sabe realmente lo que está haciendo”.
Pensé en sus palabras mientras seguía separando mis pertenencias, sin saber qué
decir en respuesta a eso. Jasper se levantó cuando se dio cuenta de que no tenía
intención de parar, salió de la habitación y volvió a los pocos minutos con unas cajas.
Empecé a ordenar el escritorio de Edward, nuestras cosas se habían mezclado con el
tiempo. Vi el último cajón, el que siempre estaba cerrado con llave, y me congelé
cuando miré dentro, viendo su teléfono móvil. “Ni siquiera se ha llevado su teléfono.”
“Pensó que sería mejor si no lo hacía. Él no quería hacerlo todo más difícil para ti de lo
que ya iba a serlo, tenía miedo de que alguno de los dos llamara al otro y prolongar
esto” dijo Jasper tranquilamente. “También le prometí que cambiaría tu número, para
que él no se viera tentado a llamarte”.
Me reí secamente, cerrando el cajón con ira. Parecía como si hubiera pensado en todo,
sin dejar lagunas en su plan.
Pasé los dos días siguientes ordenando las cosas y empaquetando todas mis
pertenencias. Cogí la ropa y las fotografías, mis libros y cuadernos, y todos los dibujos
que había hecho en el último año. Tomé la cesta de picnic del día de San Valentín, el
collar que Edward me había comprado para el baile y la camiseta de fútbol que me
había dado mi primer día aquí, pero dejé todo lo demás en su lugar. Sentía como si
tuviera que ayudar a empaquetar todo lo demás, pero dolía demasiado, no era tan
fuerte como para lidiar con el hecho de que todo eso también desaparecería de la
habitación, era demasiado difícil de enfrentar.
Emmett y Rosalie aparecieron con el tiempo suficiente para decir adiós antes de irse a
la universidad otra vez, diciéndome que debía mantenerme en contacto y que pronto
nos volveríamos a ver. Ninguno mencionó a Edward, fingieron felicidad por el futuro
que me esperaba, pero yo no era ingenua, me di cuenta de que estaban tan
preocupados como yo.
Al tercer día, el doctor Cullen me llevó a una clínica a una hora y media de distancia, a
la cita para quitarme el chip. Me inquieté cuando me senté en la sala de espera,
completamente agotada y nerviosa. No podía recordar la última vez que había comido
y sabía que todos estaban preocupados por mí, pero estaba demasiado angustiada
para preocuparme realmente por algo. La depresión estaba llegando poco a poco y el
doctor Cullen me dio unas pastillas que, según él, ayudarían, pero me negué a
tomarlas. No quería estar drogada solo para poder empezar a sentir otra vez, porque
no estaba dispuesta a aceptar lo que había sucedido. No quería seguir adelante.
Quería a Edward, y si no lo tenía, prefería estar adormecida.
“Si, señor.”
“Bueno, ¿te quitamos esa cosa?” sugirió, sonriendo cálidamente. Le devolví la sonrisa y
asentí, aceptando a pesar de que me sentía de todo menos segura en este momento.
Me sostuvo la puerta abierta y me puse de pie, dirigiéndome hacia él, pero vacilé a
unos metros de distancia. Mi corazón latía violentamente por la ansiedad y me sentí
mareada, me preocupaba que fuera a desmayarme. Me volví hacia el doctor Cullen,
que había permanecido inmóvil en su silla, con las manos cruzadas sobre el regazo.
No estaba segura de lo que estaba pasando, porque no podía ver, pero tardó casi
cuarenta y cinco minutos para retirar el chip. El doctor Cullen suspiró cuando el hombre
empezó a coser la incisión, con el ceño fruncido. “Al parecer es mucho más fácil
ponerlos que quitarlos,” dijo con tristeza.
“Lo es” respondió el médico. “No están destinados a ser eliminados. Estaba bastante
bien incrustado y ha sido difícil de obtener a causa del tejido cicatricial. La incisión
dolerá por un tiempo, pero te daré algunos analgésicos para que te los tomes, y los
puntos se disolverán por sí mismos.”
“Bueno, James estaba allí” comencé. “Había dos chicos rusos más, jóvenes, no sabría
decir muy bien quienes son sin embargo. El hombre más viejo era un ruso llamado
Stephan, él estaba a cargo de todo.”
“¿Había otro hombre más viejo, también ruso, que se llamaba Vladimir? Tiene
“No que yo lo viera. Stephan parecía trabajar por su cuenta” le dije. “Y había una chica
allí, también.”
“¿Heidi?”
“No. Bueno, quiero decir, sí. Ella estaba allí, pero había otra chica con James. Creo que
dijo que su nombre era Vickie” le dije.
“¿Victoria? ¿Era pelirroja con el pelo rizado?”, me preguntó. Asentí con la cabeza y se
rió amargamente sacudiendo la cabeza. “Ella es la hija de un viejo adversario nuestro,
de la mafia irlandesa. Hace años hicimos las paces, una especie de tregua, así que no
creo que su padre esté muy contento de saber lo que ha hecho.”
“Ella era agradable conmigo al principio, incluso me dio de comer” le dije, sin querer
causar más problemas. “En realidad no me hizo daño, pero se enfadó cuando herí a
James. Él intentó, eh...”
“Gracias” susurré. “No volvió a intentarlo después de esa primera vez. No volvió a estar
a solas conmigo, realmente creo que tenía miedo de su pa...” Me detuve abruptamente
cuando me di cuenta de lo que había estado a punto de decir y me miró con sorpresa,
alzando las cejas con curiosidad.
“Me dijo que lo era” le dije, presa del pánico mientras miraba fijamente al doctor
Negué con la cabeza rápidamente. “No, no sabía si debía hacerlo. No creo que él
quiera saberlo, porque me dijo una vez que ni siquiera quería conocer a su madre
biológica. Y realmente no sé si es verdad, porque él podría haber mentido.”
“Me alegro de que no se lo hayas dicho” respondió, con voz carente de emoción. “Creo
que sería devastador para Emmett. Gracias por ser honesta conmigo, sin embargo.
Entonces, ¿esos eran todos los del almacén?”
“Creo que sí” le dije, con un suspiro. Él asintió y el silencio cayó nuevamente sobre el
coche antes de que un recuerdo me golpeara. “Espera, había otro hombre allí. Aunque,
no sé quién era. Nunca me habló, pero se paró junto a mí muchas veces, solo
observándome.”
“Sí. Él tenía un aspecto realmente extraño. Su piel estaba bronceada y tenía una gran
cicatriz en la cara. Era mayor y recuerdo que habló con Stephan una vez, pero no me
acuerdo sobre qué,” murmuré, fruncí el ceño. “¿Pudo haber sido Vladimir?”
“Está bien” dijo el doctor Cullen en voz baja. “Solo tenía curiosidad. Gracias por
decírmelo.”
“De nada”. El silencio regresó al coche el resto del camino y el doctor Cullen parecía
distraído, su cuerpo estaba tenso. No me dijo nada cuando llegamos a casa, mantuvo
la puerta abierta para mí en silencio y luego desapareció en su despacho en el
momento en que estuvimos en el interior.
La noche transcurrió rápidamente, el sueño me evadía, como había hecho todas las
noches de esa semana. Me quedé despierta llorando, leyendo la carta Edward, la
había leído tantas veces que la había memorizado. Me dolía más que cualquier cosa
que pudiera recordar, más intenso que cualquiera de los dolores físicos que había
sufrido en mi vida. El dolor físico se desvanecía cuando las heridas se curaban, pero
estaba segura de lo que sentía en ese momento nunca se iría. Me sentía rota, como si
una parte de mí hubiera sido arrancada.
“¿Estás lista?” Preguntó Jasper, que ya había puesto todas mis cosas en el Volvo de
Edward el día anterior. Asentí con la cabeza, incapaz de pronunciar las palabras,
porque la verdad es que me sentía como si nunca fuera a estar preparada. Me levanté
y cogí mis últimas cosas, deslizándome en mi abrigo antes de dirigirme hacia la
puerta. Jasper me dio la llave del coche de Edward antes de salir y yo vacilé en el
umbral, ganándome una mirada curiosa de él.
Pasé los dedos por la fotografía, trazando las líneas del rostro de Edward. Deseaba
sentirlo de verdad, poder verlo y olerlo, sentir su calor una vez más, pero sabía que no
era posible. Nunca volvería a ser posible, y él se había asegurado de ello. Había hecho
todo lo que había podido para asegurarse de que tendría un futuro sin él, sin darse
cuenta ni una sola vez de que él era el único futuro que alguna vez había deseado
realmente.
Me incliné y besé el vidrio frío, suavemente donde estaba su cara, una lágrima se
deslizó por mi mejilla e hizo clic en el cuadro. Mi visión era borrosa mientras miraba la
foto, el dolor rasgaba mi pecho cuando pronuncié la palabra solitaria. Era la única
palabra que no había tenido la oportunidad de decir, la única palabra que no quería
tener que decir, pero la palabra que yo sabía que tenía que decir.
“Adiós”.
********************
Solo tu. Il mio cuore è tua, tesoro = Solo tú. Mi corazón es tuyo, tesoro.
Edward cullen
Maldije, pasando las manos por mi cara molesto. Parpadeé rápidamente, tratando de
aclarar mi visión para que pudiera concentrarme en la puñetera pantalla, pero nada
parecía ayudar. Todas las palabras estaban borrosas y ni siquiera podía leer las
líneas, dándome cuenta que solo estaba perdiendo mi tiempo y energía tan solo con
molestarme en intentarlo. Refunfuñé al mismo tiempo que cerraba la laptop de golpe y
recostaba mi cabeza sobre el escritorio, dándome por vencido con esa mierda. Todo
estuvo en silencio por unos minutos y lo disfruté, deseando poder dormir solo para
escapar de esa mierda por un rato. Casi se me cumplió, mi cansancio profundizándose
a medida que el sonido del aire soplando por la ventanilla empezó a arrullarme a la
inconsciencia, pero antes de que pudiera quedarme profundamente dormido mi
“¿Estás bien?"
Di un respingo, asustado por la inesperada voz y estreché mis ojos al mismo tiempo
que mi cabeza se levantó de un golpe. "No está bien sorprender a la gente," escupí,
mirando furioso a la figura parada en la entrada. Ella se echó a reír como si lo que
había dicho en realidad fuera jodidamente gracioso y extendió su mano hacia la
pared, accionando rápidamente el interruptor de la luz. Hice una mueca cuando el
dolor agudo atravesó mi cabeza por la brillante luz, y levanté mis manos tratando de
cubrir mis ojos. "Cristo, ¿tienes que hacer esa mierda?"
“No te ves muy caliente, mi niño," me dijo, ignorando mi pregunta mientras se acercaba
a mí.
“Al contrario, Esme, me siento muy jodidamente caliente, como si alguien hubiera
incendiado mi culo," murmuré, pasando la mano por mi cabello mientras entornaba los
ojos, tratando de ajustarlos a la luz. "Y eso después de que me partieran la madre y me
arrojaran desde el techo de un edificio de doce pisos."
“Sí, así de mal," gruñí. "Si no fuera tan doloroso me preguntaría si no estoy muerto ya.
Pero para ser sinceros, con el rumbo que está tomando mi vida, voy a terminar
ardiendo en el infierno de todos modos, así que tal vez ya estoy jodidamente muerto.
No me sorprendería si todo esto fuera algún maldito juego que el diablo está jugando,
torturándome por diversión por toda la mierda que he hecho."
“Tu optimismo es asombroso," dijo, dándome una suave sonrisa. "Aunque, estoy muy
segura que todavía estás vivo."
“Che peccato," murmuré, negando con la cabeza. Se echó a reír y sujetó mi barbilla,
levantando mi cabeza para que la mirara.
“Actúas como si nunca antes hubieras tenido resaca, Edward," dijo, sus ojos
escudriñando mis rostro. "¿Cuánto tomaste anoche?"
“Al parecer no suficiente, si todavía estoy vivo," declaré. Me rodó los ojos y me soltó,
cruzando los brazos sobre su pecho.
“Joder no," le dije, sacudiendo la cabeza. "Ya terminé con todo eso."
“Está bien," dijo con seriedad. "No voy a tocar el tema de nuevo. Sin embargo, de
verdad necesitas dejar de fumar también. Pude olerlo tan pronto entré en la casa."
“Joder, tienes que estar bromeando," le dije, mirándola con incredulidad. "¿Vas a
castigarme si no lo hago? ¿Azotar mi culo? ¿Vas a mandarme a mi habitación hasta
que empiece a hacer caso?"
“Oh, joder, vas a acusarme, ¿cierto?" Pregunté con sarcasmo, riéndome al mismo
tiempo que me ponía de pie. "Odio tener que decírtelo, pero él ya sabe que lo hago, así
que decírselo no ayudará en nada. Sin embargo, no creo que Alec estaría muy
contento de que seas una rata."
“¿Cómo acabas de llamarme?" Preguntó cuando pasé junto a ella, mis pies descalzos
golpeando contra el piso de madera a medida que salía de la habitación.
Se echó a reír, negando con la cabeza. "Así no es como va y lo sabes," me dijo. "Y lo
digo en serio, Edward. Vas a arruinar por completo tu hígado antes de que siquiera
cumplas veintiún años."
“Si tú lo dices," murmuré, molesto por su tono regañón. "Suenas cada vez más y más
como mi maldito padre cada vez que te veo. ¿A eso es a lo que vienes aquí, Esme? ¿A
“No, esa no es la razón por la que vine," respondió. "Vine a ver cómo estabas."
“Sí, bueno, ya dejamos establecido que aparentemente sigo vivo, así que, ¿hay algo
más que pueda hacer por ti?" Pregunté. "Hay mierdas que tengo que hacer hoy. ¿Y
cómo demonios entraste, de todos modos? Ni siquiera escuché el timbre."
“Oh, no seas ridículo. No vas a deshacerte de ella," me dijo riéndose. "Ella es buena en
lo que hace y probablemente vivirías entre la suciedad si ella no estuviera aquí.
Además, ¿es tan mala mi compañía? Vives a menos de un kilómetro de mí y apenas si
te veo. ¿Eres demasiado bueno para pasar tiempo con tu tía favorita?"
“Eres mi única tía, Esme, y 'favorita' todavía es discutible," dije en broma. "Y, no, no soy
demasiado bueno para ti. Es solo que estoy... ocupado."
“Ocupado," repitió mis palabras mientras me veía, su mirada era tan intensa que sentí
como si viera directamente a través de mí. "Lo que traducido libremente sería 'he estado
evitándote', ¿verdad? ¿Cómo van las cosas en la escuela?"
“Tal vez si no tomaras tanto..." Empezó a decir, pero levanté mis manos para detenerla
a medida que mi temperamento se encendía.
“Detente," dije con firmeza. "¡Sé que tus intenciones son buenas, Cristo, pero para de
una vez! Ya no puedo soportar más que me digan qué hacer con mi vida. Hice lo que
Aro me dijo que hiciera, me mantengo alejado de Molly, me inscribí en la escuela y
joder, no molesto a nadie. ¿Qué más esperan ustedes de mí? Estoy haciendo lo mejor
“Sé que lo estás haciendo," murmuró. "Y sé que tal vez parezca que no, pero estoy
orgullosa de ti, mi niño. Solo estoy preocupada de que estés aquí completamente solo."
“No estoy solo, Esme. Tengo a Lea para que friegue mis pisos y esto para mantenerme
caliente por las noches," le dije, levantando la botella de vodka. "¿Qué más puedo
necesitar?"
Se quedó en silencio, mirándome, con una puta expresión que decía todo lo que no se
atrevía a decir en voz alta. Ambos sabíamos exactamente lo que necesitaba, pero era
la única cosa que nunca podría tener de nuevo. Dolía pensar en ello, el dolor en mi
pecho todavía tan intenso como lo había sido esa mañana de diciembre.
***************************************
26 de diciembre de 2006
Mis manos temblaban y mi estómago estaba revuelto, mi pecho dolía por tratar de
contener la emoción. Mi corazón latía erráticamente, la sangre corría veloz por mis
malditas venas, haciéndome sentir mareado y me preocupaba que fuera a
desmayarme si no me controlaba. Se sentía como si alguien estuviera arrancándome el
corazón, pero supongo que en realidad no importaba una mierda, considerando que
no lo necesitaría después de que saliera por la puerta. Cada pizca de puta felicidad
que había logrado encontrar se quedaría atrás en una nube de recuerdos, y estaba
seguro que merecía el dolor que estaba sintiendo, pero no me hacía más fácil el lidiar
con ello. Prácticamente podía ver mi pulso a través de mi piel, cada pum me recordaba
que seguía vivo a pesar de que se sentía como si estuviera muriendo por dentro.
Sí, estaba siendo dramático, pero no podía evitarlo. Esa mierda dolía.
“Me sorprende que todavía estés aquí," dijo Jasper en voz baja, y se sentó en el escalón
junto a mí. "Pensé que ya te habrías ido."
“Sí, yo también," murmuré, mi voz temblorosa mientras seguía mirando hacia el suelo.
"Joder, ella va a odiarme, Jasper. Va a despertar y encontrar esa nota y se arrepentirá
de haberme dejado entrar en su vida."
“No, no lo hará," respondió, negando con la cabeza. "Ella te ama, Edward. Nunca
podría odiarte."
“Joder, no quiero lastimarla," dije en un murmullo al mismo tiempo que cerraba mis
temblorosas manos en puños. Mis ojos empezaron a arder por las lágrimas no
derramadas cuando mi cuerpo se rebeló contra mí. "Cristo, está mierda va a
destrozarla."
“Eso es cierto."
“Esto es una mierda," le dije, sacudiendo la cabeza. "Así no es como se supone que
debía ser. No se supone que terminaría así, Jasper. Se supone que debemos estar
juntos. Se supone que debíamos ir a California para huir de toda esta mierda, ir a la
escuela y vivir entre malditas y estúpidas palmeras porque la hacen feliz. Se suponía
que íbamos a ir y simplemente ser nosotros mismos. Por primera vez en nuestras
jodidas vidas, íbamos simplemente a ser nosotros mismos, y ahora mira como terminó
todo. ¿Qué demonios he hecho?"
“¿Estás reconsiderando esto?" Preguntó. "Me refiero a que, todavía no te has ido,
Edward. Tal vez Emmett tenía razón. Tal vez todavía no es demasiado tarde."
“Es demasiado tarde," dije enfáticamente. "En el momento que tomé ese puto juramento
fue demasiado tarde. Ella es mejor que esa mierda, Jasper. Es mejor que la vida que
puedo darle. Desperdició toda su vida como una maldita esclava por culpa de esos
hijos de puta.... ¿cómo puedo esperar que solo renuncie a su futuro, también por ellos?
No, Emmett está equivocado. Es demasiado tarde."
“Bueno, ¿tiene qué ser de esta forma?" Preguntó. "¿No puedes hablar con ella y tratar
de ayudarla a entender?"
“¿Qué quieres que diga?" Preguntó en voz baja. "Estoy intentando apoyarte, aun si no
estoy de acuerdo contigo. Dime lo que necesitas de mí."
“Joder, necesito que me digas que le harás creer que no me necesita, que está lista
para hacer esta mierda por sí sola y que puede hacerlo, porque la conozco, Jasper. Va
a estar aterrorizada, por lo que vas a tener que convencerla en serio de que esta
mierda es lo mejor, incluso si tú no lo crees," solté, levantándome del escalón para
empezar a caminar por el vestíbulo. Mi mano estaba aferrada a mi cabello con fuerza
en frustración, mis piernas temblando. "Dime que harás lo que sea que sea necesario."
“Sabes que lo haré," respondió, mirándome con una expresión seria en su rostro. "Ya te
prometí que lo haría. Voy a convencerla de que no te necesita en su vida.... ¿pero quién
va convencerte a ti, Edward? ¿Quién va a convencerte de que vas a estar bien?"
“Sí," le dije. "Tú eres el que más se parece a mamá, ¿sabes? Tienes su compasión,
odias a la maldita Mafia y nunca estuviste de acuerdo con la esclavitud. Sé que vas a
ayudarla a olvidarse de todo eso y comenzar de nuevo, porque de todos tú ves cuán
repugnante es este mundo y cómo ella está mejor fuera y lo más lejos posible de él."
“Entonces, si confías en mí para asegurarme de que ella esté bien y de verdad crees
que vas a estar bien mientras ella lo esté, ¿por qué sigues aquí, Edward?"
Entrecerró los ojos al mismo tiempo que cerraba la puerta de un portazo, la ira
irradiando con intensidad. Emmett podía ser intimidante cuando quería serlo, el miedo
“Veo que todavía no la has abandonado," dijo bruscamente, sus palabras hiriendo
profundamente. "¿Significa eso que has entrado en razón?"
“¡¿Lo estoy empeorando?!" Preguntó con incredulidad. "Alguien tiene que intentar
disuadirlo de esto antes de que comenta el mayor error de su vida al dejarla ir. ¿Cómo
puedes estar de acuerdo con esta mierda, Jasper? ¡Ella es lo mejor que le ha pasado!"
“¿Crees que no sé eso?" Espeté. "La amo, Emmett, y tengo suerte de que siquiera me
diera una puta oportunidad. ¡Precisamente por eso estoy haciendo esto y no entiendo
cómo no te puedes dar cuenta de ello! ¡Ella merece ser libre para hacer lo que quiera!"
“Entonces, ¿por qué demonios le estás arrebatando eso?" Gritó. "Dices que estás
haciendo esto para que ella sea libre de hacer lo que quiera, ¿pero alguna vez le diste
la maldita oportunidad de decirte lo que le gustaría hacer? ¿Al menos le preguntaste,
Edward? ¡Estás tomando esta decisión por ella en lugar de dejarla hacerlo!"
“¡No puedo pedirle que me elija! No puedo poner esa carga sobre ella y hacer que su
primera decisión real sea seguirme a mí o sus sueños. ¿Cómo puedo pedirle ese tipo de
mierda? ¡Ella siempre se preocupa por todo el pinche mundo y se pone a sí misma en
segundo lugar porque unos cabrones la han doblegado, y no sería mejor que ellos si le
pido que me ponga a mí primero! No conoce nada más y me elegiría, sin saber a lo
que está renunciando en el proceso cuando merece saber esa mierda. Se merece
averiguar lo que hay en el mundo de allá afuera para ella, sea que lo entienda o no."
“Esa es la mierda más estúpida que alguna vez he escuchado," Emmett dijo con
brusquedad. "¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? ¿Qué te da el derecho de tomar
esta decisión por ella? ¿Por qué sabes más que ella? ¿Podrías ser más
condescendiente? ¡No le estás dando el suficiente crédito!"
“¡Le estoy dando bastante puñetero crédito!" Grité. "Ella es mejor que todo esto,
Emmett. Puede que yo sea lo que quiere, pero no soy lo que necesita. ¡No soy bueno
para ella!"
"Pero no lo es," él dijo. "No mientras tú tomes las decisiones por ella. De verdad pensé
que eras diferente, Edward, pero tal vez estaba equivocado respecto a ti. Si no puedes
ver que significas más para ella que cualquier otra cosa, entonces tal vez no la amas
como pensé que la amabas. Tal vez ella está mejor sin un pendejo como tú."
Al momento que las palabras salieron de su boca, la ira recorrió mi cuerpo y eché mi
brazo hacia atrás, golpeándolo con tanta fuerza como pude. Mi puño conectó con su
mandíbula y trastabilló unos cuantos pasos, sorprendido por mi golpe, pero se lanzó
directamente hacia mí al momento que recuperó el equilibrio. Jasper saltó y trató de
ponerse entre nosotros pero Emmett era demasiado fuerte y me tenía en sus manos
antes de que él pudiera detenerlo. Me empujó hacia atrás contra la pared,
sujetándome allí con su mano izquierda mientras echaba su puño hacia atrás. Me
tensé, esperando la fuerza del golpe, pero antes de que pudiera acabar lo que empezó
una voz fuerte y firme hizo eco en la planta baja y nos tomó desprevenidos a todos.
“¡Basta!"
“¡Dije que basta! ¡Ninguno de los dos sabe lo que está diciendo! La verdad es que
todos tenemos decisiones que otros toman por nosotros, y todo lo que hacemos tiene
consecuencias que afectan a otros, ya sea que fuera nuestra intención o no. Se le llama
vida. ¿Son ustedes en serio tan estúpidos que no entienden el concepto de causa y
efecto?" Preguntó explícitamente, mirándonos del uno al otro.
“Sí, lo es," Alec respondió. "No importa lo que Edward haga hoy, la verdad es que
habrá decisiones de Isabella que otros tomarán por ella y no todas serán hechas por
él. Ciertas cosas se determinaron en el momento en que fue concebida, cosas que ella
puede muy bien merecer que le fueron arrebatadas al nacer y no hay nada que se
pueda hacer para cambiar eso. ¡No puedes reescribir la historia! Todos ustedes están
aquí hablando de libertad, como si la palabra por sí sola tuviera significado cuando no
es así. ¡Son tan idealistas como su padre! La libertad es lo que ustedes hacen de ella.
"Todos nos vemos obligados a hacer sacrificios y seguir reglas que desearíamos no
tener que seguir," continuó después de un momento. "Todos nos vemos afectados por
Se volvió hacia Emmett, mirándolo fijamente. "¿No es así como casi todos los
rompimientos son? No son de mutuo acuerdo, una persona decide marcharse y la otra
persona no tiene ni voz ni voto. ¿Estás diciendo que Edward no tiene derecho a
terminar la relación si él quiere hacerlo? ¿No es eso hipócrita, dado tu discurso sobre
que la gente es libre de tomar sus propias decisiones? Edward no está decidiendo el
futuro de Isabella. Está decidiendo el suyo, y el desafortunado efecto de su decisión es
que Isabella pierde algo. Es una parte de la vida a la que todos tenemos que hacer
frente, sin importar quiénes somos."
Emmett gimió y Alec asintió. "Bien. Contrólate y reúnete conmigo en el coche en unos
cinco minutos. Si no estás allí, volveré aquí por ti, y te lo aseguro, no quieres que eso
suceda."
Sacó las llaves de su bolsillo y se dirigió hacia la puerta, desapareciendo por ella sin
decir una sola palabra más. Tomé una respiración profunda, limpiando las lágrimas
de mi rostro mientras miraba a Jasper. Me dio una mirada compasiva, pero solamente
sacudí la cabeza, sin querer lidiar con esa mierda, y metí la mano en mi bolsillo. Saqué
mis llaves, sacando la llave de la casa en Chicago de entre ellas antes de entregarle el
resto a él.
“Dale mi coche a Isabella. Destrocé el suyo y ella va a necesitar uno para comenzar. Si
no quiere quedarse con él puede venderlo o intercambiarlo o quemar esa mierda, para
“No esperes que esté allí para ti cuando te derrumbes," dijo con seriedad. "Lo único que
escucharás de mí será 'te lo dije'."
“Adiós," susurré.
***************************************
“¡Edward!"
“No seas tontito, sabes que estás invitado," respondió. "Él estaría eufórico si te
presentas." Me reí secamente y pasé la mano por mi cabello, dándole la espalda.
“Estoy seguro que si Emmett me quisiera allí, él mismo me hubiera pedido que fuera,"
le dije. "Ya sabes que no soy precisamente su persona favorita. Sinceramente, estoy
sorprendido de que al menos esté invitado a la maldita boda. Aunque también es cierto
que tú enviaste las malditas invitaciones para eso, así que puede que ni siquiera lo
sepa."
“No seas ridículo. Son hermanos," dijo en voz baja. “Esta pelea entre ustedes dos, de
verdad tiene que terminar. La vida es demasiado corta. Ustedes se quieren, es hora de
“Sí, bueno, yo no soy el del problema," declaré, negando con la cabeza. Emmett dijo en
serio las últimas palabras que había dicho en Forks, y esa discusión había sido la
última vez que los dos habíamos hablado realmente. Nos habíamos encontrado unas
cuantas veces de paso en la casa de Esme, y nos habíamos comportado
civilizadamente por el bien de todos los demás, pero era claro que él no tenía nada
que decirme. Eso, además de la jodida lástima, era una razón por la que había evitado
a la mayoría de ellos. Jasper dejó de llamar después de unos meses y rara vez había
regresado alguna de mis llamadas e incluso cuando lo hacía, era muy ambiguo y
escueto conmigo. Además de Alec, a quién veía casi todos los días por la Borgata,
apenas si tenía algún contacto con alguien de mi familia. "Ahora estás sermoneando al
hijo de puta equivocado, ¿sabes? Tienes que ir a decirle a Emmett esa mierda."
“¿No crees que ya lo he hecho?" Preguntó. "Es tan terco como tú, diciendo que él no es
el del problema. Está claro que ambos tienen un problema, y no va a detenerse hasta
que alguno de los dos ceda."
“¿Y esperas que yo lo haga?" Pregunté con incredulidad. "No he hecho ninguna
maldita cosa mal, Esme, ¿pero esperas que de todos modos lo diga? Esa es una
mierda."
“No dije eso, Edward. Dije ceder no fingir," dijo en voz baja. "Hacer una tregua no
significa que pierdas, lo sabes. Significa que te das cuenta de que la pelea es
innecesaria."
“Lo que digas," murmuré, sacudiendo la cabeza. "¿En dónde es, de todos modos, en
algún club de striptease en alguna parte?"
Esme se echó a reír. "Señor, no. Sabes que Rosalie tendría nuestros traseros si
dejáramos que eso pasara. Es en el club que está por Elm Street, el que le pertenece a
Alec. Es esta noche a las diez," ella dijo. Me reí secamente y sacudí la cabeza ante sus
palabras.
“Sabes que no puedo ir allí. Alec tendría mi culo si pongo un pie dentro después de..."
Mi voz se fue apagando, continuar sería inútil porque ella sabía la puta historia tan
bien como yo.
“Molly," dijo en voz baja, la palabra dicha con desprecio. "Alec hará una excepción por
esto y lo sabes." Hizo una pausa y se me quedó mirando por un momento, su expresión
intensa a medida que pensaba que decir a continuación. "Él va a casarse, hijo. Es un
acontecimiento importante y sé que apreciaría tenerte allí, ya sea que lo admita o no.
Demuestra madurez."
“Lo pensaré."
“Puedes llevarte a Leah," murmuré, encogiéndome de hombros. "Puede fregar tus pisos
o lo que sea."
“No voy a quitarte a la sirvienta," dijo, riéndose. "Tengo a Clara para ayudarme. Nos la
arreglaremos bien."
“Como digas... ¿dónde carajos está Leah, de todos modos?" Pregunté y miré alrededor,
sorprendido de que no hubiera irrumpido en la habitación a mitad de nuestra
conversación y nos hubiera interrumpido con alguna mierda.
Asentí con la cabeza, consciente de que no tenía puñetero sentido discutir con Esme, y
se dio la vuelta para dirigirse hacia la puerta pero se detuvo cuando agarró el pomo de
la puerta. "Oh, ¿y Edward?"
“¿Sí?"
Me miró y sonrió con calidez. "Ella dijo que te deseáramos feliz cumpleaños."
Me le quedé mirando, viendo como desaparecía al salir sin esperar ninguna respuesta
de mi parte. Mi corazón empezó a latir de forma irregular y mis ojos ardieron mientras
contenía mi emoción, sus palabras removieron algo dentro de mí que estaba
desesperado por sentir pero también sentía maldito miedo de darle la bienvenida de
nuevo.
“Feliz cumpleaños de mierda para mí," murmuré para mí mismo cuando se había ido,
agarrando de nuevo la botella de vodka. La llevé a mis labios y tomé un trago,
cerrando mis ojos mientras disfrutaba de la sensación de ardor. Me hubiera gustado
que finalmente matara por completo el dolor que residía en mí por lo que se sentía
como una eternidad, pero en el fondo sabía que nada lo haría desaparecer. Había
perdido una parte de mí, había un agujero enorme donde una vez había estado mi
puto corazón, y sabía que nunca podría ser remplazada. Era la parte que había dejado
con ella, la parte que llevaba consigo a dónde demonios sea que fuera. Molly había
llegado lo más cerca posible a llenar el vacío, o al menos hacerme olvidar que esa
mierda estaba allí, pero todavía no había sido suficiente. Todavía estaba tratando de
aceptar eso, aprendiendo a lidiar con el dolor y sobrellevarlo de la única forma que
sabía.
Empecé a beber todas las noches cuando el dolor en mi corazón se volvió permanente,
a veces bebiendo tanto que perdía totalmente el conocimiento. Mis días estaban llenos
de agonía, mis noches no eran mejores cuando revivía todo en mis sueños, y el único
momento en que parecía encontrar un escape de todo ello era cuando me perdía en la
oscuridad. Todo se mitigaba por el adormecimiento que el vodka proporcionaba, y
cada noche a medida que me deslizaba en la inconsciencia rogaba para que si de
hecho despertaba, pudiera al menos finalmente olvidarme de todo. Joder, solo quería
olvidar. Quería que la tortura terminara.
Sin embargo, nunca funcionó, y cada mañana me despertaba y me sentía peor que la
noche anterior, el ciclo empezando todo de nuevo. Estaba fuera de control y todos
estaban preocupados por mí, pero no me importaba. Ya no importaba lo que me
pasara... todo lo que quería era un poco de maldita paz, sin importar el costo.
Necesitaba una razón para seguir adelante, algo que esperar de la vida antes de que
me entregara por completo a la oscuridad. Salía todas las noches al club que
pertenecía a Alec, la música a todo volumen y las masas me distraían de mis
pensamientos el tiempo suficiente para que el alcohol se apoderara de mí. Estaba
deprimido y al borde del suicidio, corriendo riesgos y volviéndome descuidado sin tener
en cuenta las potenciales consecuencias que enfrentaría cuando empecé a joderla de
verdad. No estaba respetando las reglas básicas, atrayendo la atención a mí mismo
cuando el juramento demandaba que me mantuviera lo más lejos posible del centro
de atención. Conocí gente, algunos que pudieron haber sido buenos amigos bajo otras
circunstancias, pero ninguno de ellos pudo superar ese muro que una vez más había
construido a mi alrededor. Mi juicio estaba distorsionado y en mi vida le di la
bienvenida a personas desagradables, ignorando el hecho de que me causarían más
que problemas llegado el momento.
“Oh, siento decirte que no estoy de acuerdo," me dijo, metiendo la mano en su bolsillo y
sacando una pequeña bolsita con algo de polvo blanco dentro. Vi con sorpresa como
ponía un poco sobre la mesa frente a nosotros, ya que nunca lo había visto con ese tipo
de mierda antes. Había usado coca un par de veces desde que llegué de Chicago,
consiguiéndola de gente allí en el club, y amortiguaba el dolor pero nunca duraba el
tiempo suficiente para hacerme sentir mejor.
Hizo dos líneas con el polvo y enrolló un billete de dólar, inhalando una línea
rápidamente. Me tendió el billete, levantando sus cejas inquisitivamente mientras me
ofrecía la otra sin decir nada. Lo consideré por una fracción de segundo antes de
tomarlo, mirándolo con recelo.
“Es coca, ¿cierto?" Pregunté, porque parecía cocaína pero no quería andar esnifando
alguna mierda sin preguntar primero.
“No, no es coca," dijo, sonriendo con suficiencia. "Esta, mi amigo, es Molly. Ella es el
nuevo amor de mi vida."
“Sí, Molly," respondió. "Es como llaman al polvo puro de MDMA en las calles, la más
potente que puedes encontrar. No importa que está mal en tu vida, Molly te hará sentir
mucho mejor por un rato. Si necesitas una razón para sonreír, ella te la dará."
Titubeé solo por un momento, ya que nunca antes había probado esa mierda, antes de
esnifar el polvo. En el momento que llegó a mi sistema una oleada de euforia me
golpeó, una sensación abrumadora. Fue tan intensa que me quedé inmóvil mientras
recorría mis venas, atónito de que por primera vez el dolor en mi pecho hubiese
desaparecido por completo y siendo remplazado por algo más grande... algo más
intenso que cualquier cosa que hubiera experimentado alguna vez. No llamaban a esa
mierda éxtasis por nada.
Unos meses después de llegar a Chicago, finalmente toqué fondo. Se supone que
debería ayudar a interceptar un cargamento por órdenes de Aro, pero aparentemente
alguien había puesto sobre aviso de nuestros planes y nos estaban esperando cuando
llegamos. Se ocultaron en las sombras con armas, disparos resonando al momento que
nos acercamos, las balas pasaban zumbando súbitamente frente a mí en la oscuridad.
Agarré mi arma y empecé a responder los disparos, pero estaba disparando a ciegas
porque estaba demasiado oscuro para verlos y todavía estaba jodidamente drogado.
Una bala pasó volando justo a un lado de mi cabeza, un dolor punzante cruzó por mi
cara cuando rozó mi mejilla. Maldije y corrí, disparando detrás de mí mientras corría al
coche. Me metí de un salto y me alejé rápidamente de la escena, mis manos temblaban
y mi estómago se revolvía a medida que conducía frenético a través de la ciudad. Mi
herida estaba palpitando y podía sentir el hilo de sangre bajando por mi mejilla al
mismo tiempo que empezaba a sentirme mareado. Estaba desorientado y me dirigí
directamente al club, agarrando una botella de Grey Goose de detrás de la barra sin
decir una puta palabra al barman. Caminé por el club buscando a Alec y vi a Phil por
el rabillo de mi ojo, dándole algo de dinero sin pensarlo por un paquete de Molly.
Podía sentir mi euforia desvanecerse y a la depresión volver, y necesitaba algo para
calmar mis putos nervios. Me deslicé en el reservado del fondo, sirviendo algo sobre la
mesa frente a mí e inhalando un montón uno atrás de otro con desesperación antes de
relajarme de nuevo en mi asiento esperando a que me golpeara.
La euforia se apoderó de mí, pero con la misma rapidez llegó otra sensación
inesperada. Se removió muy dentro de mí, mi corazón latiendo furiosamente a medida
que me mareaba aún más y más. Mi aliento me dejó en un silbido, tomándome
desprevenido, y jadeé por aire al mismo tiempo que mi pecho se oprimía. Me asusté
como la mierda y me agarré el pecho mientras hiperventilaba, poniéndome de pie
rápidamente en pánico. Mi vista se puso borrosa y parpadeé rápidamente, dando unos
cuantos pasos antes de que mis piernas me fallaran y empezara a convulsionarme. Caí
al suelo con fuerza, mi cabeza golpeando en una mesa mientras mi visión se oscurecía
por completo y dolor atravesó mi cabeza. Escuché a alguien gritar que llamaran al 911
antes de que me deslizara en la inconsciencia, la oscuridad capturándome por
completo.
Desperté más tarde en el hospital y me informaron que había tomado una sobredosis
de una combinación de drogas, al parecer la MDMA estaba contaminada con altas
dosis de heroína en polvo. Sus pruebas también descubrieron la hierba que había
fumado y la cocaína que había usado, lo que hacía cuatro drogas diferentes en mi
sistema. Aro me llamó para una reunión cuando finalmente me liberaron la mañana
siguiente, haciendo que alguien me recogiera en la puerta principal, de manera que ni
La reunión fue mejor de lo que esperaba, ya que pasó una hora reprendiéndome por la
mierda en que me estaba convirtiendo, pero finalmente me lo pasó por esta vez. Dos de
sus mayores dogmas era que el uso de drogas no estaba permitido y que era necesario
pasar desapercibidos, las cuales había ignorado descaradamente. Me informó que si
hacía un espectáculo de mí de nuevo habría consecuencias nefastas, su impaciencia
llegando a su nivel más alto. Estaba furioso y no le había llamado después del fracaso
de trabajo, diciendo que normalmente lo hubiera considerado un abandono de puesto.
Solamente soporté su rabia en silencio, concordando con todo lo que decía porque
sabía que si no fuera su ahijado y el hijo de Carlisle Cullen, tan solo lo que había
hecho por lo general me hubiera mandado a alguna tumba en algún lugar.
***********
20 de junio de 2007
Levanté mi mano para tocar pero antes de que pudiera la puerta se abrió y Esme
estaba parada frente a mí, la decepción en su expresión. Suspiré y le di una pequeña
sonrisa, sintiéndome de pronto malditamente culpable de que obviamente se haya
visto atrapada en el medio.
“No te atrevas a tratar de distraerme, Edward Anthony Cullen," dijo con brusquedad,
cruzando los brazos sobre su pecho mientras se hacía a un lado. "Tienes mucho qué
explicar. Alec te está esperando en su oficina."
“No quiero escuchar tus disculpas sin sentido," dijo enfáticamente, interrumpiéndome al
mismo tiempo que abría el cajón de su escritorio. "¿Cuánto tiempo la has estado
consumiendo, Edward?"
“Vas a hablarme con respeto," dijo con brusquedad, el tono de su voz envió un
escalofrío por mi columna. Asentí vacilante, tratando de controlar mi miedo. No me
estaba hablando como un miembro de la familia, eso estaba claro... se estaba
dirigiendo a mí como mi superior y esperaba que lo tratara como tal.
“Sí, señor."
“Lo soy. No sabía que era heroína," murmuré. "Se supone que era Molly, tú sabes,
MDMA pura."
“¿Pensaste que estaba viendo a alguien?" Pregunté sorprendido. "Eso es una locura."
“No, no es una locura," declaró. "Locura es contaminar tu sistema con estas sustancias
tóxicas ilícitas por la excitación en lugar de satisfacerte con algo más seguro, como
una mujer. Claramente tienes más problemas de lo que pensé si encuentras esto más
aceptable que una aventura casual."
“Es lo que dices," replicó. "Pero las acciones hablan mucho más que las palabras y
“¿La mentira?" Pregunté, sin saber de qué demonios estaba hablando. "No he dicho
ninguna maldita mentira."
“¿Qué te dije sobre hablarme con respeto?" Espetó. "Y sí has mentido. Recuerdo que le
aseguraste a tu hermano que en tanto Isabella estuviera bien, tú estarías bien, y eso
fue claramente una mentira a juzgar por tu estado actual. Eres un desastre, peor de lo
que te había visto nunca. Si no puedo confiar en que seas honesto, en cuanto a algo
tan trivial como eso, ¿cómo se supone que voy a confiar mi vida a ti?"
“No, no es diferente," afirmó. "Y esa es la razón por la que te llamé aquí hoy, porque
esto tiene que acabarse."
“Viernes, veinte de junio. Tres treinta y tres P.M.," se escuchó el mensaje automático.
Miré hacia el reloj casi por instinto y vi que eran cuarto para las cinco, el mensaje
había llegado una hora antes. Suspiré, sin saber por qué demonios lo estaba
reproduciendo, pero la pregunta fue contestada un segundo después cuando la suave
voz hizo eco a través de la silenciosa habitación. El sonido de ella casi parando mi
corazón, quedándome al instante sin aliento.
“¿Hola, Alec? Es, eh, Isabella. Quise llamar antes pero estuve algo ocupada. Lo siento
por eso." Su voz tembló ligeramente, la ansiedad clara en sus palabras, pero el
escucharla hizo mi sangre correr furiosamente por mis venas mientras una oleada de
emociones me golpeaba. “Estoy bien y me estoy adaptando. Ya me inscribí en la
escuela y tengo orientación el lunes, gracias por su ayuda con eso. De verdad lo
aprecio. Bueno, solo quería decirle que todo está bien." La línea quedó en silencio y me
pregunté si había colgado, pero escuché un suspiro tembloroso después de un
momento que indicaba que ella seguía allí. "Eh, ¿podría desearle un feliz cumpleaños
Su voz se fue apagando y oí el clic, dándome cuenta que esta vez había colgado de
verdad. Alec se quedó en silencio en su silla y se me quedó mirando expectante y un
tenso silencio cayó en la habitación mientras procesaba qué coño había dicho ella.
Estaba bien y adaptándose, empezando pronto la escuela. Dijo que estaba bien e
incluso se escuchó como si lo dijera en serio, a pesar de sus evidentes nervios al tener
que hacer esa puta llamada a Alec. Aunque no podía culparla por ello, porque incluso
yo me ponía nervioso al hablar con ese hijo de puta. Repasé sus palabras una y otra
vez, su voz repitiéndose en mi mente mientras una pequeña sonrisa se deslizaba a mis
labios. La nostalgia acumulándose dentro de mí, mis ojos empezaron a arder al mismo
tiempo que un nudo se formaba en mi garganta, pero lo ignoré porque no tenía
derecho a ponerme jodidamente emocional por ello. Había perdido el derecho cuando
salí por esa puerta, pero no pude evitar el jodido orgullo que sentí en ese momento
cuando me di cuenta que ella realmente lo estaba haciendo.
**********************
No mucho tiempo después de esa conversación, el cuerpo sin vida de Phil había sido
encontrado en una zanja junto a la carretera, una sola herida de bala atravesó
directamente su ojo derecho. Nunca confronté a Alec por ello, pero no tuve que hacerlo,
porque reconocía un asesinato de la mafia cuando veía uno. Se les llamaba trabajos
Nunca me acerqué a Molly de nuevo después de eso y me mantuve alejado del club por
órdenes de Alec, aislándome en mi casa lejos de todos. Esme tomó posición y empezó
a acosarme para que enderezara mi vida, que fue cuando planeé asistir a la escuela
para tener algo a qué aferrarme. Con el tiempo se hizo más sencillo, pero la pena
nunca desapareció por completo, el dolor en mi pecho permanecía sin importar qué.
Me atrevía a suponer que siempre estaría allí, mofándose de mí, pero el saber que ella
estaba bien era al menos mierda suficiente para ayudarme a seguir adelante.
No había escuchado su voz de nuevo desde ese día, pero permanecía despierto por las
noches tratando de evocar el sonido de ella, sumiéndome en los recuerdos de nuestro
tiempo juntos. Fantaseaba con escenarios en dónde ella estaba y qué estaba
haciendo, los pensamientos alejando las pesadillas que amenazaban con tomar
control si me quedaba dormido. Nadie me decía nada sobre ella, todas las
conversaciones cesaban al momento que ella era mencionada. Me encabronaba pero
sabía que era irracional, porque había hecho todo lo posible para cortar toda relación
y no tenía derecho a esperar que ellos fueran en contra de eso. Me preocupaba por
ella, y en algún maldito momento traté de encontrarla, pero no sabía por dónde
empezar y no encontré nada por donde busqué.
“Cristo, ¿qué demonios te dije sobre eso?" Escupí molesto, alejando el humo con la
mano al mismo tiempo que fulminaba con la mirada esbelta mujer de piel aceitunada
parada a un lado. Llevaba puestos unos vaqueros y una sencilla camiseta blanca, su
brazo rodeándola mientras me miraba con aprensión.
“Fumo hierba, Leah. Hay una gran diferencia entre eso y esas jodidas cosas," murmuré.
Ella rodó los ojos y metió la mano en su bolsillo donde estaba su paquete de Marlboro,
sacando uno y tendiéndomelo sin decir una palabra. Lo tomé, murmurando bajo mi
aliento cuán desagradables eran, pero de todos modos lo encendí después de que me
dio el encendedor. El humo quemó mis pulmones y tosí cuando exhalé, tirando las
cenizas al suelo. "¿Qué demonios estás haciendo aquí afuera, de todos modos? ¿No
tienes trabajo qué hacer o algo así?"
“Me parece algo jodidamente contradictorio si estás fumando, ¿no es así?" Pregunté.
"¿Y qué demonios estabas pensando cuando dejaste entrar a mi tía en la casa sin mi
permiso?"
“Ella es una buena mujer. Además, dijo que era tu cumpleaños," dijo, mirándome con
una sonrisa. “De cualquier modo, ¿cuántos años tienes?"
“¿Pero todavía muy joven para que te importe?" Añadió en broma, riéndose.
“Algo así."
“Debiste haberme dicho que era tu cumpleaños," dijo. "Podría haberte hecho algo."
“Oh, vamos. Definitivamente no eres lo suficientemente viejo como para ser pesimista
en cuanto a los cumpleaños, señor Cullen. ¿Tuviste una mala experiencia?"
“Solo déjalo."
“No me gusta el pastel," murmuré, molesto mientras trataba de empujar ese recuerdo
de mi mente. "Si realmente quieres hacer algo por mi cumpleaños, ¿por qué no
terminas tu maldito trabajo a tiempo por esta vez?"
“Lo que digas," me dijo cuando me di la vuelta y entré en la casa. La puerta trasera se
azotó detrás de mí y me encogí por el sonido, mi cabeza doliendo todavía. Me
tambaleé por la casa y al subir las escaleras, regresando directamente a la habitación
y dejándome caer en la silla detrás del escritorio. Abrí la laptop y la volví a encender,
acomodándome en el asiento al mismo tiempo que pasaba las manos por mi cabello.
La puta tarea no se iba a hacer sola, así que sabía que no tenía opción más que
joderme y hacerla.
El tiempo pasaba mientras estaba allí sentado, y en realidad fue solo como una hora
pero se sintió como una puta eternidad. Oí el timbre de la puerta pero lo ignoré,
sabiendo que si era importante llamarían a mi celular. No estaba de humor para tener
compañía, tratando de centrar toda mi atención en mi tarea sobre teorías musicales en
lugar de lo que amenazaba con aprisionarme, y eso era pensamientos de ella.
Unos minutos después alguien llamó a la puerta y gemí, jalando mi cabello con fuerza
en exasperación. "¿Qué?" Grité. La puerta se abrió después de un momento y Leah
entró, sosteniendo un enorme pero algo plano paquete marrón en sus manos.
“UPS acaba de entregar esto," me dijo. Suspiré y cerré la laptop, empujándola hacia un
lado mientras ella se acercaba a mí. Lo colocó sobre el escritorio y lo miré con recelo,
preguntándome qué coño era, y vi que la dirección del remitente era alguna compañía
de arte. "¿Crees que sea un regalo de cumpleaños?"
La miré sorprendido y vi la expresión divertida en su rostro. "Vaya que tienes que tener
putos huevos para hablarme así," le dije, arqueándole una ceja. "¿Necesitas algo más?
Si no, en serio puedes salirte de una puta vez."
“Nop, eso es todo," me dijo. "De hecho, ya terminé. Todo está hecho y a tiempo, mil
“Ya era hora," le dije. Rodó los ojos y se dio la vuelta para irse pero la llamé cuando
llegó a la puerta. Abrí el cajón superior del escritorio y saqué mi libreta de cheques,
haciéndole un cheque rápidamente y firmándolo. Se lo entregué y sonrió, regresando
de nuevo y arrebatándomelo de mi mano.
“¿Alguna vez han rebotado mis cheques?" Pregunté, viendo como negaba con la
cabeza. "Eso es lo que pensé. Ahora, vete de una puta vez antes de que te lo quite."
“No lo harías," dijo con confianza, sonriendo. Se dio la vuelta y se dirigió hacia la
puerta una vez más, su voz se escuchaba desde el pasillo cuando empezó a bajar las
escaleras. "¡Te veo la próxima semana!"
“Que suerte tengo," murmuré. Leah había estado viniendo cada semana por este último
año, a limpiar y asegurarse que la casa estuviera en orden para mí. Me negaba a
llevar a un esclavo a mi casa, la sola idea se sentía como una jodida bofetada en la
cara, así que Esme me ayudó a encontrar a alguien que pudiera ser discreto porque
era obvio que era todo un puto desastre como para cuidar de mí mismo. Ella era fiable
y digna de confianza, la hija de una amiga de Esme, y a pesar de que era sarcástica y
escuchaba ni una mierda, era una buena trabajadora. Le pagaba lo suficiente de
manera que nunca consideraría volverse contra mí, así que no estaba preocupado por
eso. Me había recuperado lo suficiente de manera que probablemente ya no la
necesitaría, pero tenía que admitir que era agradable tener a alguien cerca de vez en
cuando quién pudiera en realidad hablar conmigo como si fuera solo otra persona de
mierda.
Le quité el seguro al cajón inferior del escritorio para sacar un cuchillo, abriendo de un
tajo la caja y sacando el lienzo. Era una pintura abstracta de un piano, las teclas todas
retorcidas y distorsionadas. Había pintura de color rojo sangre salpicada sobre el
lienzo, acentuando los tonos negros y blancos de todo lo demás. Había pautas de
notas torcidas pintadas entre ellas, las melodías integrándose y separándose con un
poco de turbia pintura gris que la hacía verse como niebla cerniéndose sobre todo. Era
sorprendente, algo en ella era completamente cautivador. Llevé la pintura a la planta
baja y la colgué en la sala de estar detrás del sofá, dando un paso hacia atrás por un
momento para admirarla. "Esme," murmuré, recordando que me dijo que me tenía un
regalo. Sonreí, sacudiendo la cabeza al mismo tiempo que me daba la vuelta
dirigiéndome de nuevo al piso de arriba. Al menos era algo jodidamente decente, a
diferencia del año pasado que me compró un maldito libro de autoayuda.
El resto de la tarde pasó rápidamente cuando por fin había terminado mi tarea, la
noche cayendo al momento que finalmente me di una jodida ducha y me puse ropa
decente. Al fin me estaba sintiendo mejor, mi cuerpo recuperándose de la noche
Me quedé de pie en la cocina con una botella de Grey Goose, tomando tragos mientras
fulminaba al reloj con la mirada, mi mano atacando continuamente mi cabello con
frustración. La hora en el horno de microondas brillaba de un color rojo en la
habitación oscura, cambiando cada minuto que pasaba llevándome cada vez más
cerca a las diez en punto. Estaba deliberando qué hacer, deseando desesperadamente
irme a dormir y terminar el día, pero sintiéndome culpable por las palabras de Esme de
esta mañana. Sabía que mi padre ya estaba en la ciudad, como lo estaría Jasper, y
todos ellos estarían en el club celebrando los inminentes votos de Emmett. Una jodida
parte de mí sentía que debería estar allí pero todavía existía esa parte que estaba
ofendida por la mierda que Emmett me había dicho, sin querer ceder y dejarlo pasar
sin una maldita disculpa de su parte. Sabía que no recibiría una, y siendo realistas era
probable que él se sintiera de la misma jodida forma, pero Esme había tenido razón
cuando dijo que éramos hermanos y que esto era algo importante para él.
No tenía idea de cuándo las había escrito, ya que no tenía la fecha o alguna indicación
de qué demonios la inspiró. Ella a menudo escribía pequeñas notas en los espejos
empañados y esas mierdas, pero esta la había deslizado en el bolsillo de mi abrigo. La
descubrí no mucho tiempo después de llegar a Chicago y sus palabras me habían
torturado desde entonces, repitiéndose en mi mente cada vez que lo recordaba. Ella
era parte de mí, eso era jodidamente obvio dado el vacío que sentía sin ella, pero me
preguntaba si ella todavía se sentía de esa forma también. ¿Le dolía como a mí, como
si una parte de ella hubiera sido arrancada y nunca se sentiría completa de nuevo?
¿Alguna vez pensó en venir a buscarme o detenerme? ¿Todavía me ama? ¿Podría
amarme de nuevo alguna vez?
Ella estaba bien, tenía que seguir recordándome eso. Donde sea que estuviera, estaba
bien, y esa mierda era todo lo que importaba. Perderla había valido la pena, sin
importar cuánto doliera esa mierda, porque ahora ella tenía una vida.
Conduje los pocos minutos que tomaban al club, mis nervios más alterados entre más
me acercaba. Vi el Jeep de Emmett en el momento en que llegué, estacionado entre dos
coches de alquiler a un costado. El coche de Alec estaba estacionado al frente cerca de
la entrada donde siempre se quedaba cuando él estaba presente en el club, lo que
sabía no era muy a menudo. Puede que fuera el dueño pero dejaba que otros lo
manejaran, porque para él era solo una pantalla de dónde conseguía su dinero y un
lugar donde dirigir sus negocios afuera del hogar que compartía con Esme. Estacioné
en la parte trasera, cerrando el coche antes de dirigirme adentro. Titubeé tan pronto
puse un pie en la puerta, encontrándome cara a cara con Alec casi al instante. Se dio
la vuelta para mirarme sorprendido y mi pinche corazón casi se detuvo. Su advertencia
de mantenerme lejos del lugar repitiéndose en mis pensamientos mientras me miraba
fijamente. No estaba seguro de cómo iba a reaccionar, y a pesar de la insistencia de
Esme de que él haría una excepción por esa noche, no podía precisamente predecir
qué demonios haría.
“Me sorprende verte aquí," dijo con calma a medida que se acercaba a mí, su tono
calmando un poco mis nervios.
“Sí, bueno, ya sabes cómo es," murmuré, pasando una mano por mi cabello para
mantener a raya la ansiedad. Como resultado de ver la maldita carta de nuevo, me
había olvidado por completo del maldito Xanax.
“Sí, lo sé," respondió, haciendo un gesto con su cabeza para que procediera a entrar.
Le agradecí mientras me encaminaba despacio hacia la mesa en la esquina del fondo
donde todos estaban sentados. Vi a Emmett primero, sentado al final con mi padre y
Jasper a cada lado de él. Sabía que habría un ir y venir de la gente de la Borgata para
desearle lo mejor, y que sus amigos de la escuela se presentarían tarde o temprano,
pero por el momento eran solo ellos.
“Sí, también me alegro de verte," murmuré, tratando de ser educado a pesar de que no
tenía una puta idea de quién era. Aunque no era de extrañar, considerando que no
había estado en ese lugar en un año y el tiempo que pasé allí había sido como en una
neblina por las drogas y el alcohol. Alec se acercó y se sentó frente a nosotros,
despidiendo a la mesera con indiferencia. Ella se fue rápidamente y él sonrió
ligeramente, agarrando una botella y descorchándola con cuidado.
"Los hombres en nuestra familia celebran con estilo antes de dar el paso."
"Gracias, tío," Emmett respondió, sosteniendo su copa para que Alec pudiera llenarlo.
Él se sirvió un poco luego y llenó la copa de Jasper antes de servir un poco en el mío.
Tomó la copa de mi padre y la llenó, ganándose una mirada de incredulidad de su
parte.
"Sabes que se supone que no debo de tomar mientras estoy bajo fianza," dijo mi padre.
Alec sonrió divertido.
"Estoy consciente," respondió. "Pero estoy muy seguro que estarían más preocupados
por el arma en tu cintura de lo que estarían por el champán en tu copa, de modo que
no veo ninguna razón por la que no puedas disfrutar un poco."
"No pueden ver el arma, pero el champán es bastante obvio," dijo mi padre. "No puedo
permitir que me metan de nuevo en la cárcel ahora por violar los término de mi fianza.
Hay cosas que tengo que hacer antes de que empiece el juicio la próxima semana."
"¿Cómo?" Pregunté con curiosidad, preguntándome qué carajos tenía qué hacer. Él
había sido suspendido de los negocios de la Borgata y despedido del hospital en Forks
"¿Eso es todo?" Pregunté. "¿Es eso en lo que has estado jodidamente ocupado en este
último año? ¿Practicando para caminar hacia el altar?"
"¿Estás cuestionándome por cómo paso mi tiempo libre?" Preguntó, levantado sus cejas
inquisitivamente. "¿Vamos a intercambiar historias? Tal vez te gustaría compartir lo
que has estado haciendo este último año."
Me tensé y una pequeña sonrisa se apoderó de sus labios cuando supo que me había
atrapado. No había manera de que pudiera hablar de la mierda que había hecho.
Mi padre asintió vacilante y tomó su copa, llevándola a sus labios tomando un sorbo.
El resto de nosotros empezó a beber, la Cristal fluyendo libremente mientras
entrábamos en conversación. Emmett hizo la mayor parte de la conversación y yo me
quedé allí en silencio mientras el alcohol impregnaba mi sistema. No le tomó mucho a
mi hermano emborracharse, la tensión desvaneciéndose de la mesa cuanto más
intoxicados se ponían. Estaban bromeando y riendo y me encontré disfrutando de
nuevo de su compañía, la nostalgia desarrollándose dentro de mí ya que me recordaba
cómo había sido la vida allá en Washington antes de que todo se derrumbara. Cuán
felices y despreocupados habían estado todos antes de que la burbuja se rompiera, y
que la realidad invadiera nuestro hogar feliz y lo destrozara en pedazos.
Supongo que esa pendejada de dicho cliché era verdad después de todo. No sabes lo
que tienes hasta que lo ves perdido.
Perdí conciencia del momento cuando recuerdos invadieron mis pensamientos, pero fui
regresado a la realidad cuando mis oídos registraron el sonido de su nombre. Giré mi
cabeza rápidamente para mirar a Jasper, mi ceño frunciéndose cuando Emmett se echó
a reír.
"Izzy Bizzy probablemente no sabe qué demonios significa RSVP," Emmett dijo
bromeando. "Puedo imaginarla sentada allí tratando de descifrar esa mierda."
"Probablemente hizo una lista de lo que las letras podrían significar," dijo Jasper riendo
con él.
"Sí, nunca habría averiguado esa mierda," dijo Emmett, riéndose de nuevo. "Aunque
estoy seguro que dedujo lo esencial."
"Sí. Si no, estoy seguro que tiene amigos que saben lo que significa," Jasper respondió.
"¿Va a venir?" Pregunté, las palabras saliendo de mis labios antes de que fuera
consciente de lo que estaba haciendo. Todos me miraron, tensándose cuando se
acordaron de mi presencia.
"Como dije hace un minuto, no lo sé," Emmett respondió. "Rose dijo que ella no había
hecho el RSPV."
"¿Y nadie ha hablado con ella?" Pregunté con incredulidad, volviendo mi cabeza para
mirar a Jasper. Él encogió sus hombros lentamente antes de bajar de nuevo la vista a
la mesa. Lo miré boquiabierto, sin saber qué demonios significaba eso ya que se
suponía que la estaba ayudando. "Eso es ridículo. Alguien tiene que haber hablado
con ella al respecto. Esme me dijo esta mañana..."
"¿Qué dijo mi esposa?" Alec preguntó con brusquedad al mismo tiempo que mi voz se
apagaba.
"Dijo que Isabella me deseaba feliz cumpleaños," le dije, mirándolo interrogante. "Así
que, supongo, que al menos habló con ella, ¿cierto?" Él me devolvió la mirada sin
expresión alguna por un momento y al instante me pregunté si ella me había dicho una
jodida mentira solo para tratar de hacerme sentir mejor, pero él asintió al mismo
tiempo que cogía su copa para beber un sorbo.
"Hablé con ella está mañana," respondió. "Si va a venir o no a la boda es decisión de
ella y lo sabe. No me ha dicho que decidió, pero estaba muy consciente de lo que es un
RSVP. Répondez s'il vous plait. Todos ustedes deberían de darle más crédito. Al parecer
es más lista que todos ustedes."
"No sé cómo demonios bebes esta mierda directo de la botella," me dijo, haciendo un
gesto con la mano hacía el chupito para que lo llenaran de nuevo. Apuré el mío cuando
el barman se acercó y llenó el de ambos, solo dejando la botella entre nosotros sobre
la barra.
"Tu cuerpo se acostumbra después de un tiempo," le dije, bebiendo mi otro chupito. "Ya
casi no siento que me quema. Se pasa como el agua."
"¡Bah!" Dijo, tomando su vodka de un trago. De nuevo hizo una mueca, un estruendo
escapando de su pecho al momento que azotó el vaso de chupito sobre la barra. Me reí
entre dientes y llené los dos de nuevo, bebiéndome el mío pero Emmett solo se quedó
mirando el suyo. Lo agarró después de un momento, dándole vueltas al líquido
mientras lo miraba con una expresión reflexiva.
"Vamos, dilo," murmuré, sirviéndome otro chupito. Se rió sin humor negando con la
cabeza.
"No tiene sentido el decirlo," dijo antes de tomarse el chupito de un golpe. Intento
contener el escalofrío pero vi su cuerpo temblar por el ardor. "Tu miseria le quita lo
divertido."
"Estoy bien," le dije, agarrando la botella de licor. Iba a servirle un chupito pero me
detuvo, sacudiendo su cabeza. Me encogí de hombros y solo me empiné la botella,
sabiendo que pagaría por la botella completa de todos modos.
"Eres muy buen mentiroso, pero no puedes engañarme," respondió, girando su cabeza
para mirarme por primera vez desde que se había sentado. "Sé que eres miserable. Es
fácil saberlo con solo mirarte."
"Sí, bueno, no hay nada que pueda hacer al respecto, así que no tiene sentido el
preocuparse por eso," murmuré.
"Para que lo sepas, ella ya no habla con ninguno de nosotros," me dijo, desviando de
nuevo su mirada. Tomó un portavasos que estaba en la barra y lo puso sobre una de
sus esquinas, tratando de girarlo. Parecía aburrido pero podía ver su expresión y sabía
que estaba tratando de decidir qué carajos debería decirme o no qué no. "Solíamos
escuchar de ella de vez en cuando, pequeñas cosas como mensajes de texto diciendo
‘Hola’ y algunas cartas por correo. Joder, incluso recibimos unos cuantos correos
electrónicos después de que aprendió todo eso de la computadora. Pero todo paró
"Sí, está bien," me dijo. "Bueno, supongo que lo está. No puedo asegurarlo ya que no
hablo con ella, pero estoy seguro que si algo va mal lo sabríamos ya que Alec se
mantiene en contacto con ella."
"¿Qué hay de Jasper?" Pregunté. "¿No la ve en la escuela o eso? ¿Ya no puede ver cómo
está?"
Se rió sin humor. "Jasper no sabe de ella, tampoco. Ni siquiera sabe dónde está. Esa es
la razón por la que evita hablar contigo y por qué se ve tan jodidamente asustado solo
de por estar sentado junto a ti. Está esperando que te pongas como loco de una puta
vez con él. Piensa que falló, pero le dije que lo que pasó es lo que se supone tenía que
pasar. Tú empujaste al pajarito del nido y ella hizo exactamente lo que siempre debió
hacer.
"¿Qué es eso?" Pregunté cuando echó su banco hacia atrás y se puso de pie. "Voló."
Sonrió y vi cómo se abrió paso por la habitación hacia la mesa donde todos estaban
sentados, dándome cuenta que de alguna forma él acababa de hacer lo que yo no
había hecho por ser jodidamente terco, cedió. Joder, puede que no haya estado de
acuerdo conmigo entonces, y probablemente parte de él todavía no lo estaba, pero
ahora sabía lo suficiente para ver que no la había jodido del todo al dejarla ir. Suspiré
y agarré la botella, poniéndome de pie mientras le daba un trago. Empecé a
encaminarme hacia la mesa, pero mi ceño se frunció cuando me di cuenta que Alec no
estaba. Miré alrededor y lo vi en una esquina hablando con alguien y me tensé,
parándome en seco cuando se quitó del camino y pude ver el rostro del hombre. Sus
rasgos me impactaron con fuerza, la ira aumentando rápidamente dentro de mí
cuando giró su cabeza y lo vi directamente. Era inconfundible, la cicatriz cubriendo la
mitad de su rostro lo delataba.
Alistair.
Lo fulminé con la mirada, mis manos empezaron a temblar ya que luchaba por
controlar mi ira. Era la primera vez que lo había visto en persona e inmediatamente me
pregunté qué demonios estaba haciendo allí, mi miedo se encendió cuando una
sonrisa de suficiencia se apoderó de sus labios cuando me vio mirándolo. Mi corazón
latía con tanta fuerza que podía sentir la sangre corriendo dentro de mí, y tomó todo lo
que tenía el contenerme de explotar tan solo con verlo. No me importaba una mierda
de lo que mi padre había tratado de convencerme.... ese hijo de puta lo había hecho.
Estaba seguro de eso, cada ápice de mí estaba seguro de que él no solo había estado
"Doctor Cullen," Alistair dijo con frialdad, su conducta diferente por la hostilidad de mi
padre. Lo miré y vi la ira en sus ojos, su expresión coincidiendo con cómo me sentía por
dentro. Fue jodidamente sorprendente y al instante me pregunté si tal vez me creyó,
pero antes de que pudiera considerar esa idea Alistair se giró hacia mí, la sonrisa de
suficiencia regresando a sus labios. "Este debe ser el Cullen más joven. Edward,
¿verdad? Si recuerdo correctamente, te pareces muchísimo a tu madre. Qué lástima lo
que le pasó."
"Hijo de puta," espeté, furia enardeciéndose con tanta intensidad que mis rodillas casi
se doblaron. Él dio un respingo, sorprendido, e inmediatamente dio un paso atrás al
mismo tiempo que mi padre se levantaba de un salto. Rodeó la mesa rápidamente y
vino hacia nosotros cuando me lancé hacia el hombre, jodidamente listo para saltarle
encima. Mi padre se interpuso entre nosotros así que blandí la botella de vodka en mis
manos, el líquido salpicándonos cuando la lancé hacia él. Se agachó de manera que
fallé, estrellándose contra la mesa detrás de él y rompiéndose por la fuerza del
impacto. "¡Nunca hables de mi jodida madre!"
"¡Edward!" Mi padre gritó. Los ojos de Alistair se abrieron por la conmoción cuando
arremetí de nuevo contra él, pero mi padre me empujó hacia atrás y antes de que
pudiera hacer otro movimiento alguien me sujetó por detrás. Traté de apartarlos y
darme la vuelta, pero antes de que pudiera reaccionar Alec me agarró por el cuello y
me arrojó contra la pared más cercana, sujetándome contra ella con su pulgar y dedo
índice agarrando con fuerza y haciendo difícil el respirar. Agarré su brazo e intenté
quitármelo, pero él no se movió.
"Respeto," siseó la palabra tan bajo que solo yo pude escucharlo, su voz furiosa.
"No hay problema," Alistair respondió, volviéndose para mirarme. "Pero yo también me
"Puede serlo algunas veces, pero sí, puedo garantizarte que nunca tendrás otro
encuentro con él," dijo mi padre. Me volví para mirarlo sorprendido, atónito de que
estuviera defendiéndome cuando me había dicho una docena de jodidas veces en
Washington que él ya no iba a sacar a mi culo de más apuros porque tenía que
aprender a enfrentar las consecuencias de mis acciones. Vi la expresión seria en su
rostro, consciente de que obviamente había dicho esas palabras en serio.
"Me aseguraré que cumplas con ello," Alistair dijo. Mi padre asintió. "Hazlo."
Alistair se marchó y traté de darme la vuelta para volver a la mesa, pero Alec me sujetó
por el brazo para detenerme. "Cristo, no voy a hacer nada," escupí. "Solo voy a
sentarme de una puta vez y cerrar la puta boca como se espera que haga."
"Por el contrario, vas a hacer algo," dijo Alec, su tono serio. "Estaba hablando con Aro al
teléfono y tenemos una situación al otro lado de la ciudad de la que tenemos que
encargarnos. Así que tranquilízate, porque estamos perdiendo tiempo en tonterías."
Lo miré sorprendido mientras él hacia un gesto con la mano a la mesera para que se
acercara, que mantuviera fluyendo el alcohol para su familia, sin cargo alguno, y le
dijo que hiciera que alguien limpiara el desastre que había causado. Se disculpó con
Emmett y la culpa inmediatamente me golpeó porque había hecho una puñetera
escena en su celebración. Alec explicó que teníamos que irnos y miré a mi hermano,
avergonzado.
"No tiene importancia," me dijo. "No sería nuestra familia sin que pasara algo. No sé
quién era ese cabrón, pero me dio mala vibra así que ten cuidado, ¿de acuerdo?"
Asentí y mi padre suspiró exasperado. "Él no es nadie de quién preocuparse," dijo con
calma. "No será ningún problema."
Entrecerré mis ojos con desconfianza, la confusión afincándose en mí. Joder, hace un
momento pensé que tal vez me creía, pero ahora estaba actuando de nuevo como si
ese hijo de puta fuera inofensivo. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, Alec
perdió la paciencia y empezó a arrastrarme hacia la puerta. Me quité sus manos de
No dijo una palabra mientras iba a toda velocidad por la ciudad, la tensión en el coche
era insoportable, la ira salía a oleadas de él y yo parecía absorberla, mi hostilidad
aumentando al mismo tiempo que cerraba mis manos en puños. Miré furioso por la
ventanilla, viendo como los edificios pasaban zumbando en la oscuridad, recordando
la primera vez que Alec me llevó a un trabajo.
**********************
"¿Eres el dueño de este lugar o algo así?" Pregunté. Sus pasos se detuvieron y giró su
cabeza para darme una mirada irritada, mi pregunta obviamente lo había molestado.
"Es claro que no me conoces muy bien, Edward, si crees que alguna vez tendría algo
que ver, personalmente, con un lugar como este," respondió. "El dueño le paga a la
Borgata una cuota cada mes y le permitimos manejar su negocio en nuestro territorio.
La mayoría de los negocios por aquí lo hacen, de hecho."
Se rió secamente, negando con la cabeza. "Es con el fin de protección. Nadie se mete
con ellos porque pagan sus cuotas, y en cambio nosotros utilizamos ocasionalmente
sus instalaciones cuando es necesario. Es un intercambio justo."
"Lo que digas," le dije. "Aunque, ¿qué querrías tú con este club de mala muerte?" "Ya lo
verás."
Él abrió la puerta principal, la música tan fuerte que mis oídos empezaron a zumbar
inmediatamente, y me hizo un gesto para que entrara. Entré y arrugué la nariz por el
olor, mirando para todos lados. Olía como a sudor y licor con el humo del cigarrillo
"Qué gracioso," murmuré, dándome la vuelta para seguirlo. "Si crees que alguna vez
tendría personalmente algo que ver con perras como esas, entonces es obvio que no
me conoces."
"Cierto, pero es más que eso," Alec respondió. "Hemos tenido altercados desde antes de
la Prohibición, cuando los irlandeses controlaban la parte norte y nosotros
manejábamos la parte sur, pero a los irlandeses no les gustaba. Verás, Torrio era un
hombre diplomático y creía que solo porque éramos criminales no significaba que
teníamos que ser unos completos salvajes, pero los irlandeses aparentemente no
estaban de acuerdo. Bugs Moran era el subjefe de la Mafia irlandesa en ese tiempo e
intentó asesinar a Torrio, pero falló. Moran fue el que inició este fenómeno de los
"Sí. Moran intentó matar a Capone un par de veces pero falló. Llegó al punto donde fue
convocada una reunión de paz, donde Capone dijo que los irlandeses estaban
haciendo de un gran negocio una galería de tiro, y que él creía que Chicago era lo
suficientemente grande para todos nosotros. Dijo que era como un tarta, donde cada
grupo debería tener su pedazo justo," dijo Alec, haciendo una pausa y mirándome con
curiosidad.
"Tiene sentido,” le dije, de manera que supiera que estaba escuchando aunque no
tenía ni puta idea de a dónde quería llegar con esta conversación.
"También tiene sentido para mí," respondió. "Por un tiempo, después de esa reunión, el
derramamiento de sangre cesó. Ellos todavía no se llevaban bien, con Moran
interceptando los embarques de Capone y Capone quemando los negocios de Moran,
pero al menos dejaron de tratar de matarse el uno al otro. No duró para siempre, y en
poco tiempo Moran estaba ordenando la muerte de los hombres de Capone y matando
a sus amigos. La paciencia de Capone se agotó, porque cada vez que se creaba una
tregua Moran la rompería en cuestión de horas y finalmente decidió que ya era
suficiente.
"Sí."
Hizo un gesto hacia uno de los tipos de la parte de atrás, que se acercó y le quitó la
venda a la chica. Ella miró alrededor en frenesí y se congeló, miedo destellando en su
rostro cuando me vio. Mi ceño se frunció en confusión cuando empezó a entrar en
pánico, gritando algo entre su mordaza mientras negaba con la cabeza.
"Ella es Victoria," dijo Alec. "Es la hija de Liam y al parecer la novia de James, o
supongo que en realidad solo era una goomah, considerando que la mantuvo en
secreto. De hecho, la mantuvo tan en secreto que ninguno de nosotros hubiese tenido
conocimiento de su participación, si Isabella no hubiera dicho nada."
"Tú o la chica."
"Ya no tiene caso hacer tratados de paz contigo cuando solo se siguen quebrantando,"
dijo Alec con frialdad. "Elige."
Lágrimas salían a raudales de los ojos de Victoria y empecé a temblar al mismo tiempo
que mis rodillas se debilitaban, la escena era abrumadora. Alec perdió la paciencia
después de un momento cuando el hombre solo suplicaba con más fuerza por el miedo,
ordenando a uno de los tipos que agarrara un par de tenazas. "Si no puede ser un
hombre, hagámoslo menos que uno," Alec espetó. Me tensé por la conmoción, mi
estómago se revolvió cuando me di cuenta de lo que quería decir con eso. Los dos tipos
se fueron directamente hacia Liam con las tenazas y me di la vuelta, incapaz de ver
esa mierda cuando el hombre empezó a chillar.
"¡Ay Dios! ¡Ay Dios!" Gritó. "¡¡No!! ¡¡No lo hagan!! ¡¡Joder, deténganse!! ¡¡Por favor,
mátenla!! ¡¡No me importa!! ¡¡Déjenme en paz, mátenla!!"
Hubo otro grito agudo de esos que hielan la sangre que me dejó sin aliento, mi visión
se puso borrosa justo antes de que se escuchara un disparo y sonara un fuerte golpe.
Salté, sorprendido, y me di la vuelta confundido cuando escuché los amortiguados
gritos femeninos. Vi volcada la silla de Liam, la sangre acumulándose en el suelo a su
alrededor, y me giré rápidamente para mirar a Alec justo a tiempo para verlo jalar de
nuevo del gatillo a corta distancia. La sangre salpicó cuando se escuchó la explosión,
los gritos de Victoria murieron al instante que la bala atravesó por la parte de atrás de
su cabeza. Sentí la bilis subir de inmediato pero no pude contenerla, agachándome
cuando empecé a sentir náuseas. Escuché que Alec le ordenaba a los dos tipos que se
deshicieran de los cuerpos y me sujetó poniéndome de pie y empujándome hacia las
escaleras.
"Sobreponte," dijo con brusquedad cuando empecé a tambalearme por las escaleras
pasando la mano por mi cabello en pánico cuando llegué a la cima. Estaba temblando
"No tenía alternativa," me dijo. "Ella estaba en la bodega, lo que significa que es lo más
probable es que sepa que la chica es una principessa, así que no podía dejarla vivir. Y
si asesinaba a la hija de Liam, lo más seguro es que él tomaría represalias por
principios, y si prestaste algo de atención a la historia que te conté, sabrías lo que
conllevarían esas represalias. Además, un verdadero hombre daría lo que sea por
salvar la vida de su hijo, y Liam ni siquiera hubiera dado sus bolas. Era una
vergüenza, no era mejor que Charles Swan. Le hice al mundo un favor."
*****************************
"No," le dije, sabiendo que era inútil el decir una maldita mentira porque él sabía que
no había estado escuchando.
"No lo creo," declaró. "Dije que unos cuantos de los rusos pasando el rato en Clark
Street, acosando al propietario de una casa de empeño en la esquina."
"Sí, están jugando con las máquinas de video juegos," dijo, su voz cargada de
indignación. Alec odiaba los juegos de azar, yo lo había aprendido, aun cuando gran
parte de su dinero venía de apuestas deportivas clandestinas.
El resto del corto viaje fue en silencio, y Alec se detuvo justo en la acera y se bajó sin
decir una palabra. Lo seguí saliendo del coche y entrando a la tienda, escuchando
inmediatamente el alboroto en la parte trasera. Estaban gritando y riéndose, sus
acentos pronunciados haciendo eco en el lugar mientras ellos golpeaban las
maquinas. Alec suspiró con molestia y observé cómo caminaba directamente hacia la
parte trasera, tomando un camino directo hacia ellos. Rodeé por el frente dando la
vuelta y deslizándome por uno de los pasillos fuera de la vista de manera que pudiera
acercarme sigilosamente detrás de ellos. Se volvieron y vieron a Alec acercándose,
pero apenas tuvieron el tiempo suficiente para reaccionar antes de que Alec agarrara
la parte de atrás de la cabeza de uno de los tipos y la estrellara directamente en el
frente de la máquina. Él gritó al mismo tiempo que se escuchó un fuerte crujido, sangre
brotando de su rostro cuando su nariz se rompió. Él se la agarró y se tambaleó cuando
Alec lo soltó, estirando sigilosamente para tomar el arma del hombre al mismo tiempo
que el hombre ruso sacó la suya. Se apuntaron el uno al otro simultáneamente y salí
del pasillo detrás del tipo, agarrando mi arma y quitándole el seguro.
Alec puso el arma del primer ruso en su bolsillo, manteniendo la suya lista mientras
miraba fijamente al tipo. "No eres bienvenido aquí," dijo con frialdad, mirando al
hombre con la sangre corriendo por su cara. "Si alguna vez me entero que regresaste
aquí, haré mucho más que romperte la nariz. ¿Entiendes?"
"Sí."
"Bien. Y asegúrate de decirle a Vladimir que le mando saludos," Alec dijo con
brusquedad, su frío tono hizo que la carne se me pusiera de gallina. Aparentemente
Vladimir había sido completamente descartado de los planes de Stephan, sin tener
conocimiento del secuestro o intentos de tomar el poder, así que la organización le
había permitido continuar con su operación. "Ahora, vete."
Me dieron una mirada furiosa antes de huir de la tienda y Alec suspiró. "Tú y esa boca,"
dijo, negando con la cabeza. "Los ancianos no aprobaban el lenguaje grosero, para
que lo sepas. Se supone que seamos hombres de honor. Ellos creían que deberíamos
ser caballeros en cómo hablábamos y siempre presentables en cómo vestimos."
"¿Tienes algún problema con mi ropa?" Pregunté, mirándome para ver qué estaba
usando. Llevaba unos vaqueros y una camisa de botones con las mangas enrolladas,
nada fuera de lo ordinario. No era como si estuviera vestido como un puñetero
vagabundo.
"Hazlo que pague," me dijo, haciendo un gesto con la mano hacia el hombre
trabajando frente a la registradora. Asentí vacilante cuando me dio la espalda,
Supe de inmediato por el saludo casual que era una llamada personal y vi confundido
cómo salía rápidamente por la puerta, porque él no era el tipo de cabrón que tomaba
una llamada personal mientras estaba en el negocio. No le di importancia, ya que
nada de este jodido día tenía mucho sentido, y me dirigí hacia el frente. El hombre que
estaba trabajando me miró con recelo, sabiendo exactamente quién era.
"¿Tienes dinero para mí?" Pregunté, se me quedó mirando brevemente antes de morder
su labio inferior, el verlo envió una punzada de nostalgia a través de mí ya que me
recordaba a Isabella. No pasaba un día sin que algo me la recordara.
"Mierda, tienes que estar bromeando," le dije, dando la vuelta detrás del mostrador
donde él estaba parado. Se tensó cuando agarré el bate de béisbol que sabía que
mantenía allí por protección, levantando sus manos para protegerse mientras
empezaba a balbucear.
"Está bien, tal vez tenga unos mil," dijo rápidamente, retrocediendo. "Sí, tengo mil."
"Sabes que son dos mil quinientos por cada uno," dije con indiferencia, saliendo de
detrás del mostrador.
"Lo sé, pero no lo tengo en este momento," tartamudeó. "Mis hijos, tienen un
campamento de verano y mi esposa, está embarazada. Puedo tenértelo la próxima
semana, pero no lo tengo todo hoy."
"No es suficiente," le dije con frialdad, tomando el bate de béisbol y abanicándolo con
tanta fuerza como pude. Se estrelló en el vidrio del escaparate frente a mí, rompiéndolo
y enviando pedazos de vidrio volando por todas partes. Me moví rápidamente y
empecé a abanicar de nuevo rompiendo dos más junto a ese antes de girarme de
nuevo hacia el tipo. Arrojé el bate de béisbol de nuevo detrás del mostrador, casi
pegándole con esa mierda, y agarré el dinero. "Volveré la próxima semana por el resto.
Será mejor que lo tengas."
Salí, sin siquiera ser capaz de mirarlo y abrí la maldita puerta del pasajero del coche
de Alec. Subí y vi que él estaba todavía al teléfono, una expresión seria en su rostro
mientras escuchaba a quien sea que estuviera en la línea.
"No, voy para allá. Estaré allí por la mañana," dijo al mismo tiempo que encendía el
coche, alejándose de la acera inmediatamente. "Sí, estoy seguro. Me alegro de que
hayas llamado. Te aviso cuando aterrice."
"Es todo lo que tenía," le dije, encogiéndome de hombros. Sacudió su cabeza y extendió
su mano, quitándome el dinero. Lo contó, apenas prestando atención al camino
mientras iba a toda velocidad por la ciudad. Me ganó la curiosidad después de un
momento mientras lo observaba con curiosidad. "¿Vas a viajar o algo?"
"O algo," respondió, arrojándome uno de los billetes de 100 dólares y doblando el resto,
metiéndolo en el compartimiento de en medio. "Eres demasiado blando. Te hubiera
dado más."
"Rompí algunos de sus escaparates, perdí el control," le dije, mintiéndole porque había
hecho esa mierda a propósito pero él no entendería esa mierda. "Supuse que le haría
pagar más en daños de lo que debía, así que le daría otra semana."
"Es bastante justo," respondió a medida que entraba de nuevo al estacionamiento del
club en Elm Street. "Todavía tienes que aprender a controlar tu temperamento. Esa fue
la segunda vez en una noche que pierdes el control."
"Estoy trabajando en ello," le dije, mirándolo con recelo. Parecía ansioso por alguna
razón, sus ojos lanzando miradas hacia el reloj en el tablero. "¿A dónde vas?"
"Lo que tú digas," murmuré, bajando del coche y dando un portazo. Vi cómo pisó el
acelerador y salió a toda velocidad, las llantas chirriando. Sus palabras se repitieron
en mi mente, una extraña sensación me recorrió. Dónde no importa... lo mismo que
decía cuando le preguntaba en dónde estaba ella.
"Isabella."
Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola
Guevara, Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana
Ortiz, Pilar Ocampo.
20 de junio, 2008
El chillido estridente resonó por toda la habitación y me estiré hacia la mesita de noche
junto a la cama, dando un manotazo al despertador para silenciarlo. Estaba
completamente agotada, mis ojos ardían y mi cuerpo estaba cansado, y estaba
demasiado cómoda envuelta en mi manta como para considerar siquiera levantarme.
Un extraño zumbido llegó a mis oídos, pero hice todo lo que pude por bloquearlo, sin
que me importara lo suficiente como para investigar de qué se trataba.
Inesperadamente se detuvo y el silencio envolvió la habitación de nuevo, pero cuando
por fin iba a caer en la inconciencia, un sonido brusco volvió a despertarme. Salté,
abriendo mis ojos y levantándome rápidamente.
Bajé las escaleras lentamente y miré hacia la puerta mientras ella continuaba
golpeando con impaciencia. Estuve inmediatamente agradecida de que el timbre de la
puerta estuviera descompuesto, sabiendo que si no, ella estaría poniendo su dedo en el
timbre constantemente hasta que yo apareciera, porque la paciencia definitivamente
no era su punto fuerte. "Tranquila," Le grité, con mi voz rasposa. "¡Ya voy, caramba!"
"Más te vale que sea así," Gritó, golpeando varias veces más a pesar de que no tenía
sentido ya que sabía que estaba en camino. Suspiré mientras caminaba hacia la
puerta, quitando el seguro y abriéndola de golpe.
"Toma," Dijo ella de inmediato, empujando una taza de Starbucks en mis manos.
"Probablemente esta frío ya que te tardaste mucho."
Puse los ojos en blanco, sabiendo que ella lo había comprado justo bajando la calle, lo
agarré mientras ella entraba pasando junto a mí. "Gracias," Le dije, llevándolo a mis
labios y tomando un sorbo. El líquido estaba caliente, he hizo que mi lengua
hormigueara al quemarla un poco, pero me lo bebí con impaciencia de todas formas.
"De nada," Dijo ella, observándome con una expresión extraña en su rostro. "Pero
viéndote, es probable que necesites una docena más de ellos. Oh demonios, tal vez
debería haberte traído un poco de Red Bull. ¿Acaso dormiste anoche, cariño?"
"Algo," ella repitió la palabra, su expresión me decía que no lo creía. Una sonrisa
asomó en sus labios después de un segundo, con un brillo siniestro en sus ojos
mirando hacia a mí. "¿Tuviste compañía anoche?"
"Por supuesto que no," le dije rápidamente, mirándola con incredulidad. Siguió
observándome con esa mirada suspicaz y sentí como aumentaba el rubor en mis
mejillas gracias a la atención. "Sabes que yo no haría... eso."
"Es una pena," dijo en tono de broma. "Un buen polvo probablemente te animaría un
poco."
"¡Emily!"
La gente se fija en ella, no solo porque era alta y bronceada, ni por su cabello largo y
oscuro que siempre estaba perfecto, sino porque su personalidad brilla. Era imposible
aburrirse o deprimirse cuando ella estaba cerca, con su actitud alegre y su contagioso
optimismo. Si el auto de Emily se dañara y tuviera que caminar dos kilómetros en el
calor de noventa grados para encontrar un teléfono público porque la batería en su
teléfono celular muriera, lo primero que saldría de su boca sería que finalmente tendría
la oportunidad de utilizar sus nuevos zapatos. Siempre hay un resquicio de esperanza,
ella decía, si eres lo suficientemente inteligente como para buscarlo. Me encantaba eso
de ella y era una de las cosas que me había atraído de ella en primer lugar.
Me recordaba a Alice con su carácter alegre, pero esa no era la única cosa de ella que
me hacía pensar en los demás. Ella era como una colección de todos los que había
dejado atrás, era doloroso pero acogedor. Tenía la jocosidad de Emmett y era tan
compasiva como Jasper. Respetaba a las personas que eran lo suficientemente fuertes
como para valerse por sí mismas y era ferozmente protectora de las personas que
amaba, como Rosalie, ella siempre estaba cuidando de mí, lo que me hacía pensar en
mi madre, y cada vez que ella contaba algún chiste tonto mi corazón dolía al recordar
a Jacob. Y en cuanto a Edward, bueno, ella ciertamente tenía su vulgaridad. Todo eso
fue lo que me agradó de ella rápidamente, pero al mismo tiempo me recordaba
constantemente la vida que no podía tener, la vida que yo quería desesperadamente.
Las cosas habían cambiado drásticamente desde aquella fría mañana de invierno
cuando me desperté y encontré la cama vacía a mi lado, nada excepto una nota
dejada como estela de la partida de Edward. Todavía me dolía pensar en ello, un
ardor en el pecho que me recordaba constantemente que una parte de mi alma había
sido arrancada. Era una pieza que se había llevado consigo cuando se fue, una que
siempre estaría donde sea que él estuviese. Estaba lidiando con eso lo mejor que
podía, ajustándome y aprendiendo a vivir con el vacío que sentía, y algunos días eran
mejores que otros.
Casi todos los días podía pensar en Edward con cariño y sonreír, recordando las cosas
que habíamos hecho juntos y todo lo que me había dicho. Había recuerdos en todas
No siempre fue así, sin embargo. Al principio hubo momentos en que me preguntaba si
alguna vez volvería a sonreír, preocupada de que el dolor que sentía solo se
intensificaría hasta que finalmente me consumiera. Estaba simplemente entumecida
cuando recogí mis pertenencias en Forks, conmocionada porque una parte de mí
sencillamente no podía aceptar que Edward se había ido para siempre. Fue surrealista
y casi esperaba que entrara de nuevo por la puerta, no quería creer que realmente era
el final para nosotros. Pero cuando llegamos a Seattle y vi a Jasper llevar todas mis
cosas a su apartamento en el sexto piso, la realidad finalmente me golpeó. Él arregló
mis cosas en la habitación de invitados mientras yo observaba en silencio, todo
borroso porque sucedió tan rápido. Ni siquiera podía entrar en la habitación, los
destellos de la única vez que estuve allí daban vueltas en mi cabeza. Había sido mi
cumpleaños, el mismo día que Edward me había pedido que me casara con él.
"No hoy o mañana. Ni siquiera tiene que ser este año o, joder, el próximo año," Él había
dicho. "Pero algún día, cuando estés lista, ¿Quieres casarte conmigo? ¿Prométeme que
vas a pasar tu vida conmigo?"
Le dije que sí, sin desear nada más que estar con él, y al recordar mi pecho empezó a
arder. Extendí mi mano y empecé a frotar el lugar distraídamente, deseando que el
dolor se calmara. Era algo que me encontraba haciendo a menudo mientras el tiempo
pasaba, casi como si estuviera físicamente tratando de reparar mi corazón. Me adapté
lo mejor que pude, pero no fue fácil, dormir constantemente me ayuda a evadir el
recordar la noche que había pasado con Edward en esa misma cama. Me había
sostenido, susurrando cómo le gustaría poder leer mi mente y así saber qué decir para
que todo fuera mejor. Si tan solo hubiera podido leer mi mente antes de irse, él hubiera
sabido lo mucho que lo necesitaba. Me estaba cayendo a pedazos, en silencio,
llorando en la oscuridad deseando estar con Edward, y una vez que el cansancio se
apoderaba de mí, las pesadillas causaban estragos en mi subconsciente.
Las noches eran tormentosas, pero los días no eran mucho mejores mientras caminaba
en un estado de letargo. No podía comer, y apenas podía funcionar gracias a mi
agotamiento. Sentía como si me estuviera ahogando, deslizándome lentamente
mientras luchaba desesperadamente por mantenerme en la superficie, esperando que
alguien me sacara. Estaba esperando que él volviera, que cambiara de opinión y
dijera que había cometido un error... que viniera y me salvara, porque eso fue lo que
Edward hizo. Edward me salvó. En una ocasión me prometió que nunca se rendiría,
que él me encontraría cuando lo necesitase, y en ese momento lo necesité más de lo
que jamás había imaginado que lo haría.
Pasé mis días acurrucada en un rincón de la habitación, mis rodillas junto a mi pecho
con mis brazos envueltos alrededor de ellas, meciéndome en la oscuridad, tratando de
calmarme.
Todo se estaba haciendo confuso y comencé a imaginar cosas que no estaban allí,
voces susurrando mi nombre en la noche. Ruidos extraños en el apartamento, pisadas
fuera de mi habitación y estallidos que hacían mi corazón latir tan salvajemente que
pensé que explotaría. Cada noche gritaba y Jasper venía corriendo, tratando de
consolarme y diciéndome que todo estaba bien, pero siempre estaba demasiado
angustiada como para creerle. Llegué al punto en el que se sentía que alguien estaba
siempre ahí, acechándome y mirándome. Podía escucharlos susurrando y moviéndose
alrededor del apartamento, siempre estaban a la vista, pero nunca a mi alcance. Él me
estaba acechando, su recuerdo en todas partes a donde mirara, su ausencia se
burlaba de mí.
***
19 de enero, 2007
Había una tormenta afuera y podía oír la lluvia salpicando contra el edificio mientras el
viento silbaba con fuerza. Los ruidos hicieron eco a través de la habitación, los sonidos
magnificados en mis oídos, golpeando ferozmente mi cabeza. Los vellos minúsculos en
mis brazos se levantaron, con una sensación de hormigueo bailando por mi piel, casi
como si hubiera una carga eléctrica en el aire, y de repente sentí como si estuviera
Otra ráfaga fuerte de viento golpeó y mis lágrimas se deslizaron cuando el sonido de
su voz lo acompañó, mi nombre en un susurro entrecortado me envolvió. Parecía tan
real que un escalofrío subió por mi espalda mientras la electricidad en el aire
aumentaba. Me volví rápidamente y abrí la puerta de la habitación, jadeando al ver
sombras pasar rápidamente por la sala. Oí el chasquido de la puerta principal al
cerrarse y empecé a sentir pánico, levantando la vista para ver que la cadena
colgando, todavía moviéndose por haber sido perturbada. En el momento en que vi que
el pomo no tenía el seguro puesto lo supe, lo podía sentir en mi piel.
Él había estado allí, en alguna parte, tal vez no en cuerpo pero definitivamente en
espíritu. No podía verlo, pero podía sentirlo y sabía que él me necesitaba
desesperadamente, anhelaba por mí dónde sea que estuviese. No podía vivir sin mí,
así como yo no podía vivir sin él. Él era una parte de mí y siempre sería así, pasara lo
que pasara, y supe en ese momento que él se había dado cuenta también.
Volví corriendo al dormitorio y me puse unos zapatos, agarré mis cosas con frenesí
antes de dirigirme hacia la puerta. La abrí y salí corriendo por el pasillo, abriendo la
puerta de las escaleras y descendiendo los seis tramos tan rápido como pude,
demasiado apurada para esperar el ascensor. Estuve a punto de caer al llegar al
segundo piso, pero me sujeté, haciendo una pausa y tensándome al oír pasos en la
escalera delante de mí. Un momento después el ruido se detuvo y la puerta exterior se
abrió, un trueno resonó en el edificio mientras que la persona que estaba allí se perdía
en la tormenta.
Seguí bajando las escaleras y la lluvia me golpeó justo al salir del edificio, el agua
salpicaba sorprendentemente fría contra mi piel. Miré a mí alrededor, viendo a algunas
“¿Necesita el taxi, señorita?” Preguntó, sosteniendo la puerta abierta para mí. Lo miré
fijamente durante un momento, considerando su pregunta. No tenía ni idea de lo que
estaba haciendo, mi confusión se profundizó al ver su expresión preocupada. —
¿Hola? ¿Estás bien?
“Eh, sí,” le dije rápidamente, en realidad no estaba segura de si era verdad o no. Me
alejé de él, murmurando un gracias mientras me deslizaba en el asiento trasero. Mi
corazón latía rápidamente y contuve las náuseas que se estaban creando en la boca
de mi estómago a medida que el hombre cerraba la puerta.
“¿A dónde?”, el hombre detrás del volante me preguntó, mirándome por el espejo
retrovisor.
“¿Así que... al aeropuerto?”, preguntó vacilante, dándome una mirada extraña. Asentí,
ni siquiera teniendo en cuenta lo que eso significaba, el taxi empezó de nuevo su
marcha. La lluvia golpeaba el coche, con rachas de viento y truenos retumbantes,
haciéndome saltar de vez en cuando. Estaba fuera de control y no podía concentrarme
en nada, cayendo en alguna clase trance. Nada tenía sentido y estaba demasiado
cansada como para detenerme y pensar en lo que estaba haciendo, actuaba por
impulso debido a la desesperación. Necesitaba a Edward y él me necesitaba a mí, y
eso era lo único que parecía importar en ese momento.
Cuando llegamos, busqué en mis bolsillos para sacar un poco del dinero que había
agarrado antes de salir y se lo entregué al conductor, sin tomarme el tiempo de
contarlo primero. Salí del coche y entré al aeropuerto, mi pánico aumentando ante la
inmensidad del edificio. Había gente por todas partes a pesar de ser de noche, y no
tenía la menor idea de por dónde se suponía que debía empezar en un aeropuerto.
Traté de recordar la única que vez que había estado en uno, en el viaje de Phoenix a
Washington aquel primer día, pero mi mente estaba nublada y no era capaz de
recordar lo que el doctor Cullen había hecho.
Mi cuerpo temblaba mientras caminaba alrededor del lugar, ver tantos desconocidos
en un mismo espacio era completamente aterrador. Empecé a dudar sobre mi decisión
de haber venido mientras seguía caminando, perturbándome aún más cuando las
personas chocaban conmigo. Me mezclé entre la multitud y traté de pedir indicaciones
para llegar al mostrador de boletos, pero nadie me prestó atención. Empecé a
hiperventilar y mi visión se volvió aún más borrosa cuando vi a un hombre extraño
“¿Isabella Swan?”, dijo una voz desconocida. Me obligué a abrir los ojos y parpadeé
un par de veces, tratando de distinguir el rostro del hombre que estaba frente a mí.
Parecía ser bastante joven, con el cabello rubio y cálidos ojos azules que al encontrarse
con los míos calmaron un poco mis nervios. “Está bien, señorita. Solo se desmayó.”
“¿Cómo sabe mi nombre?” Le pregunté. Él sonrió, levantando una pequeña tarjeta que
entonces me di cuenta era mi licencia de conducir.
“Encontré esto en su bolsillo junto con un teléfono móvil,” Respondió. “Un hombre
llamado Jasper llamó mientras usted estaba desmayada y respondí. Parecía
preocupado por usted así que le expliqué la situación. Debería estar aquí pronto.”
“Oh,” Dije simplemente, sin saber qué más decir. Inmediatamente me preocupé
pensando en cómo iba a reaccionar Jasper, probablemente se culparía al ver lo que
había hecho. Una mujer apareció detrás del oficial y me dio una botella de agua, trató
de alcanzar mi brazo, indicándome que tenía que tomarme el pulso. Ella también tenía
uniforme y miré el parche en su camisa notando que era paramédico. Empezó a
hacerme preguntas, sobre mí y mi salud, y le respondí vagamente, no sintiéndome
cómoda con el tema.
El oficial nos permitió irnos a regañadientes y yo le di las gracias en voz baja por su
ayuda, sin decir otra palabra Jasper me llevó de vuelta a su apartamento. Subimos
hasta el sexto piso en el ascensor, envolví mis brazos alrededor de mí cuerpo tratando
de detener los temblores, haciendo lo mejor que pude por ignorar las miradas de
preocupación que Jasper continuaba enviándome.
“Sé que lo sientes.” Respondió en voz baja. “No estoy molesto pero tú realmente me
preocupaste. ¿En qué estabas pensando? ¿A dónde ibas?”
“Yo, eh,” empecé a decir, con lágrimas deslizándose por mis mejillas. “No lo sé. Me
desperté y pensé... quiero decir, yo solo quería a... Edward.”
Susurré su nombre mientras las lágrimas fluían, sentí la mirada de Jasper en mí así
que las limpié rápidamente. “Edward,” murmuró. “¿Es por eso que fuiste al aeropuerto?
¿Querías ir a ver a Edward?”
“Puedes hacer lo que quieras en este momento, comprar tu propia casa, ir a la escuela,
conocer gente, hacer amigos. Puedes hacerlo todo. Puedes conseguir un trabajo si
quieres uno. No veo el punto de conseguir uno ya que no tienes la necesidad, pero el
punto es que tú podrías. ¿Pero tú no quieres ni siquiera intentarlo? ¿Quieres
simplemente rendirte de una vez?”
“Yo no quiero rendirme,” dije, sacudiendo mi cabeza. “Yo solo... lo extraño, Jasper. Lo
amo.”
“Lo sé,” dijo en voz baja. “Y él te ama a ti. Por eso es que él hizo esto, tú lo sabes. Él
quería mantenerte alejada de todo eso y que tuvieras la oportunidad de vivir una vida
normal. Pensó que tú lo merecías porque él cree en ti. ¿No crees que por lo menos vale
la pena intentarlo?”
No estaba segura del tiempo que pasé acurrucada en mi cama envuelta en mi manta.
Dormité más de una vez, pero cada vez me despertaba sobresaltada por ruidos en el
apartamento. En un momento dado escuché la fuerte voz de Jasper, en un tono
sorprendentemente serio.
“Ella simplemente salió y dejó la puerta abierta,” dijo. “¡En su pijama! Estamos como a
dos grados bajo cero y había una tormenta y ella ni siquiera llevaba un abrigo.
Supongo que tomó un taxi para llegar al aeropuerto, gracias a Dios tenía suficiente
dinero para pagar por él, pero no sé qué demonios pensaba hacer al llegar ahí. Dijo
que iba adonde Edward pero solo tenía como diez dólares en su bolsillo. ¡No puedes
comprar un maldito pasaje de avión por diez dólares! ¡Ni siquiera creo que ella
pudiera pagar el taxi de regreso a casa por esa cantidad! Ellos me explicaron que solo
estaba allí de pie en medio del aeropuerto temblando, empapada, sin equipaje, así
que por supuesto que se veía sospechosa. Y luego trató de escapar de la seguridad.
¿En qué estaba pensando?”
“No estaba pensando,” se escuchó otra voz con firmeza, que reconocí inmediatamente
como la del doctor Cullen. No estaba segura de en qué momento él había llegado,
pero supongo que en algún punto Jasper tuvo que haberle avisado. “Se llaman crisis
nerviosas por una razón. Ella se está derrumbando, hijo, y sufriendo de un trastorno de
adaptación porque todo esto es extraño para ella. Perdió a la única persona de la que
se permitió depender, la única persona que la hacía vulnerable. Ella tiene miedo,
Jasper. Necesita orientación, necesita apoyo y necesita que alguien le ayude a hacerle
frente a todo esto. Tal vez debería llevarla de vuelta a Forks conmigo por un tiempo.”
“¿Crees que la ayudaría?” Preguntó Jasper. “¿Estar de vuelta en esa casa donde pasó
todo el año pasado con él? ¿Cómo crees que reaccionará al ver que todas sus cosas se
han ido? ¿Su habitación vacía? ¿Su piano desaparecido? Y para estar a solas contigo,
¿después de lo que le hiciste? De ninguna manera. Sin ánimos de ofender, papá, pero
creo que eso es lo último ella necesita ahora. Ya la acusé de darse por vencida, si la
dejo ir a Forks parecería que yo también me estoy dando por vencido.
“Supongo que ella tampoco lo hizo,” respondió el doctor Cullen. “Pero ella necesita
Cerré mis ojos, mis lágrimas empezaron a caer al escuchar el cambio de rumbo en la
conversación. El doctor Cullen tenía razón, no había estado pensando. Alec me había
advertido que incluso el verse sospechoso prácticamente era como ser culpable en su
mundo, pero yo había ignorado por completo la advertencia, debido a mi
desesperación.
“No, no le vi el sentido. Él tiene suficientes problemas con que lidiar en su propia vida,
no hay necesidad de añadirle los problemas de ella también. Alec cree que ambos
necesitan un llamado de atención, así que, probablemente él ya le dijo. Realmente no
estoy seguro,” dijo el doctor Cullen, haciéndome sentir mucho más culpable de lo que
ya me sentía con sus palabras. “Le dije que me encargaría de Isabella y así él no
tendría por qué viajar hasta aquí, porque estoy bastante seguro que soportar la ira de
Alec ahora, solo la traumatizaría aún más, pero me atrevería a decir que Edward está
conociendo el otro lado de su tío en estos momentos.”
“¿Y qué pasa con Isabella?” Preguntó Jasper. “Le prometí a Edward que haría lo que
fuera necesario, pero sinceramente ya no sé qué hacer. He estado tratando de darle su
espacio para que pudiera sobreponerse, pero parece estar resultando
contraproducente. No puedo conseguirle un lugar propio para que se mude si está en
esta condición, ¿sabes? Realmente no sé lo que él esperaba.”
“Lo que hiciste esta noche fue peligroso, Isabella,” finalmente comenzó a decir, con su
suave voz. Seguí acostada, pero por su tono me di cuenta de que él sabía que estaba
despierta. “Tantas cosas podrían haber salido mal. Podrían haberte detenido por tu
comportamiento y eso habría sido un problema aún más serio en nuestras manos.
Entiendo por qué lo hiciste y sé que tienes el derecho de ir a donde mejor te parezca,
pero lo que hiciste esta noche no fue muy inteligente.”
Hizo una pausa y suspiró una vez más con exasperación. “¿Recuerdas el día que te
llevé al hospital conmigo?” Me preguntó. “Nos sentamos en mi oficina y hablamos
sobre tu relación con Edward. Te dije ese día que él era ingenuo e impulsivo...”
“Sí, irracional y volátil,” dijo. “Edward siempre ha hecho las cosas sin pensar, y
realmente me preocupaba que él hiciera lo mismo con su relación. Tenía miedo de que
huyera contigo o te involucrara en cosas de las tenías que mantenerte alejada. Estaba
seguro de que él haría eso, sinceramente, porque eso era lo que mi hijo hacía, pero me
equivoqué. Él no lo hizo esta vez, Isabella. Por primera vez en su vida, Edward
realmente consideró las consecuencias antes de actuar. Sé que duele su partida, pero
él pensó en esto durante mucho tiempo. No fue algo que hizo por capricho. Quiere esto
para ti. Todos lo hacemos, de hecho.”
“He perdido mucho, lo sabes. Perdí a mi esposa, pero antes de eso perdí mi vida. Te lo
expliqué aquel día en mi consultorio. Te dije que entregué mi vida al iniciarme y que
mis decisiones nunca más fueron mías porque la organización dictaba todo lo que yo
debía hacer. A lo que me refiero es que, y no me gusta admitirlo, ese es el mundo al
que pertenece Edward ahora. Ellos le dicen a dónde ir y qué hacer, y si él no lo hace…
bueno... tú sabes tanto como nosotros que pasa si alguien hace caso omiso a sus
órdenes. Se está adaptando, pero no es nada fácil para él. Le va a tomar un tiempo
acostumbrarse a su nueva vida, pero eventualmente lo hará. Aprenderá a aceptarlo,
pero él no quiere que tú seas sometida a eso, Isabella,” dijo, haciendo una pausa. “Y
yo estoy de acuerdo con él y honestamente creo que Chicago es el último lugar al que
deberías ir, pero si tú decides que ese es el mundo en el que quieres estar, haré todo lo
que esté a mi alcance para ayudarte.”
“Sí,” respondió, con una expresión seria. “Pero no hoy. No cuando te encuentras así.
Edward necesita tiempo para sí mismo, para pensar en lo que está haciendo, y
francamente, creo que tú también. Él hizo esto para darte una oportunidad, porque eso
era lo que él quería, y creo que eso debe ser respetado. ¿No crees?”
Me quedé mirándolo, sin saber qué responder. “Eh... sí,” dije yo, nunca lo había
pensado de esa manera.
“Sí.”
“Muy bien, entonces. Duerme un poco, volveré mañana,” dijo él, poniéndose de pie y
dirigiéndose hacia la puerta. Me di la vuelta y miré el reloj, viendo que apenas
pasaban de la una de la madrugada. Cerré los ojos, más exhausta de lo que había
estado en mi vida, y antes de caer en la inconsciencia oí la voz del doctor Cullen de
nuevo en la sala.
****
“¡Isabella!”
“¿No me has estado escuchando? Jesús, niña, concéntrate. Tenemos un largo día por
delante. No te pongas a soñar despierta,” dijo ella, sacudiendo su cabeza. “¿Dónde
está tu teléfono? Traté de llamarte mientras venía hacia acá, pero no respondiste.”
“Sí, en serio. Ve y búscalo. Y cámbiate de ropa también. No hay manera de que salga
contigo con ese aspecto,” dijo, arrugando su nariz mientras me examinaba. Puse los
ojos en blanco, volviendo a mi habitación.
“Una de las muchas razones por las que me amas,” gritó. Me reí y sacudí la cabeza,
Los Evanson.
El tiempo había pasado volando después del incidente en el aeropuerto. Jasper estaba
muy ocupado con su nuevo semestre escolar y me sentía culpable de que él también
tuviera que soportar mi presencia encima de todo, sabiendo que no era fácil lidiar
conmigo. Empecé a salir del edificio cuando estaba sola, el aire fresco y el cambio de
escenario ayudaba a aclarar mi mente. Caminaba por la calle hasta un pequeño
parque público y me sentaba en uno de los columpios, el lugar estaba casi siempre
solo por las mañanas, ya que seguía siendo invierno. Me acostumbré a la temperatura,
el aire frío quemaba mis mejillas y me recordaba que seguía viva; que no importaba
cuánto doliera o lo mucho que se sentía como si me estuviera muriendo por dentro,
porque en realidad no era así. Todavía estaba respirando, cada exhalación lo
reafirmaba cuando veía la nube de mi aliento a mi alrededor.
Jasper me enseñó a enviar cosas por correo y compré algunas postales y tarjetas en la
tienda, se las enviábamos a Alice en Forks o a Rosalie y a Emmett al otro extremo del
país.
Las cosas empezaron a ser más sencillas una vez que me acostumbré, pero todavía
tenía mis momentos. Extrañaba a Edward inmensamente, mi amor por él nunca
flaqueó ni siquiera cuando las semanas se convirtieron en meses. A menudo le escribía
cartas pero nunca se las enviaba, recordándome a mí misma lo que el doctor Cullen
había dicho sobre él necesitando un tiempo también. El invierno se dio paso a la
primavera y frecuentemente me preguntaba cómo la estaba pasando él en Chicago,
pero trataba de no pensar en lo que podría estar haciendo para pasar el tiempo.
“Ha estado muy ocupado,” dijo ella, forzando una sonrisa. “La cena huele bien. ¿Qué
estás haciendo?”
“Alice,” dije con firmeza, mientras que ella caminaba hacia la cocina y empezaba a
revolver la salsa que se cocinaba a fuego lento, tratando de evitar mi pregunta. “Por
favor no me mientas o me ignores. Se supone que eres mi amiga.”
“Soy tu amiga,” dijo en voz baja, mirándome. “Mira, yo solo he hablado con él dos
veces desde que se fue. La última vez fue a finales de enero, me preguntó cómo me fue
en el SAT y cómo estaba la escuela, pero en cuanto le pregunté acerca de su vida, dijo
que se tenía que ir, y colgó. Dejó de tomar mis llamadas después de eso.”
“Jasper.”
“Hace aproximadamente un mes, pero solo hablamos durante un minuto más o menos.
Me dijo que estaba ocupado y que me llamaría cuando tuviera tiempo, pero nunca me
devolvió la llamada. Todavía lo llamo cada cierto tiempo, solo para ver cómo está, pero
ya no me devuelve las llamadas.”
“¿Por qué?”
“No lo sé,” respondió. “Supongo que es más fácil para él de esa manera.”
“¿Por mí?” Le pregunté, mi pecho empezó a arder a la vez que se formaba el nudo en
mi garganta tratando de contener mis emociones. “¿Él dejó de hablar con ustedes por
mí? ¿Porque estoy aquí?”
“Por supuesto que no,” dijo Alice. “Él todavía te ama, Isabella.”
“Por supuesto que te ama,” dijo Jasper, sacudiendo la cabeza. “Uno no deja de amar a
alguien así. Y no es culpa tuya. No puedes culparte por todo lo que Edward haga, eso
es ridículo. Rosalie y Emmett tampoco tienen noticias de él. Él vive cerca de Esme y ella
apenas lo ve. Es solo que... está ocupado.”
“¿Así que está totalmente solo?” Le pregunté, sorprendida. “¿Se aisló por completo de
todo el mundo? ¿Nadie sabe de él?”
***
01 de junio, 2007
Me senté en el banco de metal del parque, agarrando con fuerza el sobre blanco en
mis manos mientras miraba hacia la nada. Acababa de salir de mi clase de arte y mi
portafolio estaba en el banco junto a mí, conteniendo todo el trabajo que había hecho
en las últimas cinco semanas. Más de una docena de pinturas, desde retratos hasta
paisajes, de naturaleza muerta a pinturas abstractas, cada uno representaba una
parte diferente de mí. Fue sorprendente lo terapéutico y personal que resultó ser la
pintura. El dibujo era técnico, las líneas y los detalles necesitaban estar perfectos para
dejarme satisfecha, podía perderme pintando, poniendo todas mis emociones en eso.
Cada una tenía un significado especial para mí, pero el arte es subjetivo, así que sabía
que cada persona veía algo totalmente diferente. Me gustó eso del arte, como cada
pieza de mi trabajo mantenía un mensaje oculto que solo yo sabía, era entretenido
escuchar a los demás tratando de descifrar el código.
Fuera de todo, sin embargo, el sobre que tenía en mis manos era la cosa más personal
que tenía conmigo. Dentro estaba parte de mi corazón, había derramado mi alma en
las líneas de ese papel. Miré el frente de la carta, examinando con mis ojos el nombre
escrito encima de la dirección…
Edward Cullen.
La había escrito la noche anterior, pero en vez de romperla, como solía hacer cada vez
que le escribía, la puse en un sobre y consideré realmente enviarla. Buscar la dirección
no fue difícil, ya que a Jasper se le había salido que Edward se estaba quedando en la
La había llevado a clases conmigo y horas más tarde todavía la sostenía, sin saber si
enviarla o no por correo. Me preocupada la manera en la que sería recibida, temiendo
que solo empeorara las cosas para él. Estaba tan absorta en mis pensamientos,
debatiendo qué hacer, que no escuché a la persona que se acercaba.
“El clima aquí es sorprendente. Siempre supe qué hacía frío en Washington, ya que
está muy al norte, pero de alguna forma la temperatura siempre está controlada.
Aunque, llueve más de lo que es de mi agrado,” dijo mientras daba los últimos pasos
en mi dirección, metiendo la mano en su bolsillo y sacando un paquete de cigarrillos.
Sacó uno y se lo puso entre los labios, tendiendo los demás hacia mí. “¿Quieres uno?”
“Ah, está bien,” dijo, poniendo de nuevo el paquete en su bolsillo. “Chica inteligente. Es
un mal hábito, así que no lo empieces.”
“¿Así que te gusta la lluvia?” Preguntó él, inquiriendo de nuevo sobre el clima a la vez
que encendía su cigarrillo. “Creo que nadie de por aquí está acostumbrado a ella de
todas formas, ¿eh?”
“Eh, supongo,” murmuré. “Yo realmente no soy de aquí, así que todavía estoy
aprendiendo a lidiar con ella.”
“¿Sí? ¿De dónde eres?” Preguntó, alzando las cejas con curiosidad. “Tienes un poco de
acento que no puedo descifrar. ¿Sur, tal vez?
“Así que estás acostumbrada al calor seco,” dijo él, asintiendo. “He estado en Arizona
unas cuantas veces. Bonito lugar. Entonces, ¿Qué te trae a Washington?”
“¿Tienes una carta de amor ahí?” Me preguntó en broma después de un rato, al darse
cuenta de mi distracción. Me encogí de hombros, sintiendo el aumento de rubor en mis
mejillas ante la pregunta.
“Es para un viejo amigo,” le dije. Él sonrió, con un brillo pícaro en sus ojos al mirarme.
“Tomaré eso como un sí. Para que sepas, hay un buzón justo ahí,” dijo, señalando un
buzón azul a pocos metros en la orilla del parque. “Puedo llevarla realmente rápido por
ti, si lo deseas.”
Consideré su oferta por un segundo antes de negar con la cabeza. “No, gracias,” le
dije. “Aún no he decidido si debo enviarla o no.”
“Ah, comprensible. Sin embargo, si vas a enviarla, asegúrate de que él lo vale. Una
chica bonita como tú no debería conformarse con menos que lo mejor,” dijo,
guiñándome un ojo. “¿Así que eres es un artista?”
“Oh, estoy seguro de que eres maravillosa,” respondió él, dejando caer su cigarrillo al
suelo y pisándolo. Me tendió la mano, sonriendo. “¿Te importa si echo un vistazo?”
“¿Qué aspecto tiene para usted?” Le pregunté con curiosidad. Se encogió de hombros,
sin dejar de mirarlo.
“Me parece ver un agujero negro absorbiendo todo, toda la calidez y la felicidad
desapareciendo de la vida por su causa,” respondió. Me miró con una expresión de
curiosidad, y sonreí ante su respuesta, porque sabía que él esperaba alguna clase de
confirmación de mi parte. Nunca contradecía las teorías que las personas daban a mis
pinturas, a pesar de que estuvieran equivocadas. Los colores cálidos representaban mi
“Una persona tendría que estar ciega como para no hacerlo. Obviamente tienes
talento,” dijo, con la voz genuinamente amable. Él comenzó a palmear sus bolsillos,
mirando a su alrededor. “Oye, ¿por casualidad tienes un teléfono que me puedas
prestar un momento? He olvidado el mío en la casa y no sé dónde hay un teléfono
público por aquí.”
“Sí, claro,” le dije, tratando de alcanzar mi teléfono. Jasper siempre prestaba el suyo,
así que no vi nada malo en ello. Se lo ofrecí, y él lo tomó, abriéndolo con una sonrisa.
Caminó unos metros de distancia buscando privacidad mientras apretaba los botones,
lo llevó a su oído y esperó.
“Eh, yo…” Empecé a decir, pero antes de que pudiera pronunciar mi nombre una voz
fuerte se escuchó detrás de mí, enviando un escalofrío por mi espalda.
“Ah, Carlisle, que gusto verte,” dijo Joe casualmente, el hecho de que ellos dos se
conocieran me dejó asombrada. “¿Qué te trae a Seattle el día de hoy?”
“Es cierto,” dijo Joe. “Me disculpo, doctor Cullen. Se me debe haber olvidado.”
“Eso no es lo único que parece haber olvidado,” dijo el doctor Cullen, sus ojos mirando
rápidamente hacia mí. “Pensé que le había dejado claro que debía mantenerse lejos
de mi familia.”
“¿Familia?” El hombre dijo, mirándome con una sonrisa divertida. “Esa es una
interesante elección de palabras.”
“Usted sabe muy bien que ella es considerada parte de mi familia y no toleraré que la
victimice,” dijo el doctor Cullen bruscamente.
“¿Qué la victimice?” Joe dijo, riéndose. “Eso es algo irónico, dada la situación. ¿No
cree?”
“No tiene nada qué hacer con ella,” dijo el doctor Cullen, ignorando su pregunta.
“Oh, se equivoca, tengo mucho que hacer con ella y sabe exactamente de qué estoy
hablando,” respondió.
“No la necesita,” dijo el doctor Cullen. “Sabe muy bien que acordamos que la dejarían
fuera de todo esto.”
“Estoy muy consciente de nuestro acuerdo, doctor Cullen, pero en serio no puede creer
que simplemente confíe en usted, ¿verdad?” Preguntó Joe. “Voy a dejarla en paz si
usted no me obliga a hacer lo contrario, pero necesito algo con qué respaldarme. Algo
así como un depósito de garantía.”
“Ella no lo es,” dijo el doctor Cullen con rabia, sus ojos oscurecidos por la ira. Se volvió
hacia mí y me puse tensa, su conversación me confundió. “¿Te dijo quién era?”
“Eh, dijo que su nombre era Joe,” murmuré. “Eso fue todo.”
“¿Joe?” El doctor Cullen dijo sorprendido, mirando al hombre. “Vaya agente DiFronzo,
¿estaba tratando de engañar a la chica?”
“El agente especial Joseph DiFronzo, del Departamento de Justicia de EE.UU,” dijo el
doctor Cullen.
“¿Él es un policía?” Le pregunté, mirándolo con sorpresa. Mi corazón latía con furia
mientras trataba de pensar en nuestra conversación, esperando no haber dicho nada
“Él no es solo es un policía,” respondió el doctor Cullen. “Es el agente federal que está
supervisando mi caso.”
“Yo, eh... Le juro que no lo sabía, doctor Cullen,” tartamudeé. Él levantó la mano para
que dejara de hablar, sacudiendo con la cabeza.
“Sé que no sabías, dolcezza. No te preocupes. Él no tiene bases legales para hablar
contigo y lo sabe. No tiene pruebas de nada,” respondió.
“Está equivocado,” dijo el hombre. “Tengo las pruebas, solo que no puedo usarlas sin
la chica.”
“Ya veremos.”
El doctor Cullen me miró con expresión seria. “¿Tomó algo tuyo o le diste algo?”
“Dámelo,” dijo con firmeza. Cogí el teléfono y se lo entregué, observando como lo abría
y sacaba la batería. Le lanzó al hombre una mirada de enojo, sorprendiéndome
cuando saco el pequeño chip negro. Lo tiró al suelo y lo pisoteó, sacudiendo la cabeza
mientras me devolvía el teléfono. “Él tiene tu número ahora, así que necesitas uno
nuevo. No me sorprendería si también tiene interceptada toda tu correspondencia. ¿Eso
fue todo?”
El hombre lo miró furioso antes de entregarme la botella. La tomé con cuidado, sin
saber por qué tanto alboroto si era solo basura. “Si usted quiere su ADN, agente
DiFronzo, consiga una orden judicial para ello. No trate de engañarla,” dijo
bruscamente antes de volverse hacia mí. “Deberías ir a casa. Voy a encargarme de
esto. Por favor, ten más cuidado.”
***
Fue entonces cuando supe que tenía que hacerlo, por el bien de todos los que me
importaban. Tomé mi teléfono esa noche, después de que Jasper se durmiera, y
encontré el número en mi agenda, haciendo la primera de las que terminarían siendo
muchas llamadas a Alec Evanson.
“¡Isabella!” La voz de Emily subió por las escaleras sacándome de mis pensamientos.
“¿Qué?” Grité, poniendo mi teléfono en la cama otra vez, mientras caminaba hacia mi
cómoda. Saqué un par de pantalones cortos y una camiseta sin mangas, vistiéndome
rápido y poniéndome unas sandalias.
“¿No tienes ni una gota de maldito licor en esta casa? ¿Qué eres, una jodida monja?”
Me quedé allí un momento observando mi reflejo, viendo las bolsas oscuras debajo de
mis ojos y notando que me veía casi tan horrible como me sentía.
Sacudí mi cabeza, ya que estaba segura de que era demasiado temprano para estar
consumiendo alcohol, y me dirigí nuevamente al dormitorio. Miré el reloj, viendo que
faltaban pocos minutos para las diez, y me senté en el borde de la cama mientras
tomaba mi teléfono de nuevo. Mi mano temblaba nerviosamente mientras buscaba a
través de mis contactos, deteniéndome cuando llegué al número de la casa de Alec.
Tenía su número de teléfono celular, pero él me había pedido que solo lo usara para
emergencias, prefiriendo que dejara un mensaje en su casa.
Dejé escapar un suspiro de alivio al oír la voz suave y femenina, hablar con ella era
mucho más fácil que hablar con su marido. “Hola, Esme.”
“¡Isabella!” Gritó. Sabía que mi número de teléfono móvil estaba bloqueado así que
“Estoy bien. En realidad estaba a punto de salir cuando oí el teléfono. Me alegra que
hayas llamado, ha pasado mucho tiempo.”
“Sé que sí. Te prometo que estoy bien, pero,” le dije. “¿Está Alec allí? Él llamó esta
mañana.”
“¿Lo hizo?” Me preguntó en tono sorprendido. “No, él salió temprano. Dijo que tenía
algunas cosas por hacer en el club.”
“Oh, está bien,” dije, dándome cuenta de que probablemente él estaba llamando por
la boda. “¿Puedes decirle que he llamado?”
“Claro, cariño.”
“Gracias,” le dije en voz baja. “Así que, eh... ¿ya ha llegado? ¿Sabes algo?” De repente
sentí náuseas y me mordí el labio, tratando de contenerme.
“No lo creo,” respondió ella. “Estoy bastante segura de que ya me hubiese enterado.”
“Gracias,” le dije otra vez, la culpa y agradecimiento que sentía, abrumador. “No
tenías por qué hacerlo, lo sabes. ¿Alec lo sabe?”
“Todavía no, pero es un hombre inteligente,” respondió Esme. “En el momento en que
Edward mencione la pintura que le he enviado por su cumpleaños, Alec sabrá
exactamente de dónde ha venido. De hecho, si Edward no lo adivinara eventualmente
sería sorprendente. Pero, para ser sincera, en su condición...”
“Por supuesto, cariño,” dijo. “De todos modos, debo irme. Tengo mucho que hacer
hoy.”
“Ver a Edward,” dijo ella, sabiendo exactamente a donde se dirigían mis palabras.
“Voy en camino hacia allá, en realidad.”
Agarré mis cosas y me dirigí de nuevo hacia las escaleras, para encontrar a Emily en la
sala, mirando una de las pinturas en la pared. “¿Qué ves?” Le pregunté. Ella saltó, al
no haberme oído, y se volvió rápidamente mientras apretaba su pecho. Vi la pajilla que
sobresalía de su taza de Starbucks y rodé los ojos, sabiendo que ella lo había cargado
con alcohol.
“Veo a una chica que necesita un buen polvo,” dijo sarcásticamente mientras me
examinaba de nuevo. “También necesita un poco de maquillaje para las bolsas debajo
de sus ojos y una pedicura si es que va a estar usando sandalias.”
“Eso es gracioso,” le respondí. “Porque yo veo a una chica cuyos planes para la noche
de repente se vienen abajo.”
“Tú no lo harías,” dijo, entrecerrando los ojos al mirarme. “¡He estado esperando este
día durante semanas!”
“Lo haría,” le dije, sonriendo. “Pero no lo haré. Tienes suerte de que te amo, aunque
seas una mandona.”
“Gracias a Jesús por esa mierda,” dijo ella, colocando la pajilla en sus labios para
tomar otro sorbo. “Vamos, empecemos a movernos antes de que se nos haga tarde. Tú
manejas... obviamente.”
Presioné el botón del llavero para abrir el coche y Emily se deslizó en el asiento del
“Bájalos.”
“En serio, ¿tenemos que hacer esto todo el tiempo? Baja tus pies del tablero o bájate y
camina. De cualquier manera me parece bien,” le dije. Ella resopló y dejó caer sus
pies, acomodándose en el asiento.
“Me saca de quicio la obsesión que tienes con este maldito coche,” dijo ella,
sacudiendo la cabeza. “Es un Volvo, Izzy. Las únicas personas que tienen un Volvo son
amas de casa republicanas y madres del fútbol. Te juro que nunca he visto uno que no
tenga uno de esos stickers “Mi hijo es un estudiante de cuadro de honor” en la parte de
atrás. Nunca entendí eso, de todas formas. Es decir, ¿No están todos los niños en el
maldito cuadro de honor de estudiantes en la primaria? ¿Ellos en serio registran quién
es el mejor en la escuela primaria ahora? ¿No dicen que es, como, matar su autoestima
o algo así? Estamos convirtiendo las próximas generaciones en maricas, ¿sabes? Ya ni
siquiera pueden jugar a perseguirse en el recreo, así que, por supuesto, quemados
tampoco. Es ridículo. Y escuché en las noticias acerca de un niño de primer grado que
fue suspendido por besar a una niña en la mejilla. Y yo, ¿qué coño? No es como si
estuvieran en la secundaria y él la estuviera manoseando o recibiendo una mamada o
algo así. Eso lo entendería. A la mitad de los chicos de mí secundaria les daban
mamadas debajo de las gradas entre clases y los profesores solo los ignoraban.
Mierda, probablemente a ellos también se las mamaban algunas de las alumnas,
putos viejos cachondos. ¿Fue igual en tu secundaria?”
Ella me miró con curiosidad y yo asentí, pensando que era mejor seguirle la corriente a
lo que decía. “Necesitas bajarle dos a la cafeína,” le dije, con la esperanza de distraer
“Muy graciosa,” dijo sarcásticamente. “¿Dónde están tus vaqueros de mamá? Irían a la
perfección con tu Volvo.”
Me reí mientras sacaba el coche de la entrada y salía a la calle. Emily habló sin parar
durante todo el viaje de lo primero que le viniera a la mente, como solía hacer siempre.
Oakland, CA
California. Alec me había sugerido dejar Seattle después del incidente en el parque, y
dijo que me ayudaría a establecerme en otro lugar por un tiempo, hasta que terminara
el juicio del doctor Cullen, pero yo ya había elegido el lugar por mí misma. Sin
embargo, había estado pensando en irme antes de que él siquiera lo mencionara, por
lo que no había sido tan difícil tomar una decisión. Por mucho que apreciara todo lo
que Jasper había hecho por mí, yo sabía que tenía que seguir mi propio camino. La
memoria de Edward permanecía intacta, había recuerdos de mi vida anterior en todas
partes, y sabía que necesitaba empezar de nuevo si quería realmente darle una
oportunidad al ser libre. El estar alrededor de personas que sabían lo que había sido
hacía que una parte de esa chica permaneciera dentro de mí, y hasta que no dejara
esa vida nunca sería capaz de dejar atrás por completo esa identidad.
Me fui igual que como Edward lo hizo, y por eso me sentía culpable, pero me pareció lo
mejor, dada la situación. Esperaba que no me guardaran rencor, pero una parte de mí
siempre sintió temor de que ellos no fueran capaces de entender. Les escribí una nota,
explicando que necesitaba un poco de tiempo para mí, y la pegué con cinta adhesiva a
la puerta de mi dormitorio en el apartamento antes de partir a California.
Alec encontró la casa y pidió algunos favores para inscribirme en la escuela de arte
local después de la fecha límite, pero antes de irme estableció algunas reglas básicas.
Dijo que eran simplemente sugerencias para hacer la transición más fácil, pero yo no
era una ignorante, sabía que él esperaba que siguiera cada palabra al pie de la letra.
Me dijo que el agente federal no dejaría de buscarme, esperando de alguna manera
“Acabemos con esto,” dijo Emily, quitándole la tapa al vaso y engullendo el resto de su
bebida. Se estremeció, por lo caliente de la bebida o tal vez por el licor que le había
puesto, no estaba segura, y se dirigió hacia la entrada. Sonreí cuando me acerqué al
edificio y escuché el caos masivo en el interior, los pasos chirriantes y atronadores,
pero Emily refunfuñó. “Recuérdame otra vez por qué hago esto.”
“Dijiste que eran mucho más fáciles de tratar que los tipos intelectuales Artsy-Fartsy
que hablan en haikus y se toman a sí mismos demasiado en serio,” le dije, recordando
su resumen exacto del día en que le había preguntado al respecto. (N.T. Artsy-Fartsy:
Se utiliza para describir a una persona que hace arte extraño solo por ser “artístico” o
a la técnica que esa persona usa. Artsy-Fartsy es generalmente una mala obra de
arte, algo tan raro y difícil de entender, que las personas simplemente asumen que es
genial)
“Así es,” respondió ella, sonriendo. “Nunca confíes en un hombre con boina y con
acento francés, Isabella. O es gay o un estafador. Confía en mí.”
Me reí mientras negaba, ni siquiera quería saber la historia detrás de esa declaración.
Abrió la puerta e hice una mueca por el ruido cuando entré en la habitación. En cuanto
la puerta se cerró una forma vino directo hacia mí y me preparé para el impacto, pero
ya era demasiado tarde. Se estrelló contra mí y me tambaleé hacia atrás, perdiendo el
equilibrio y cayendo a medida que envolvía sus brazos alrededor de mi cintura.
“¡Isabella!” La voz chilló. Le sonreí a la niña mientras ella me miraba con adoración,
con su grueso cabello cayendo sobre su rostro y cubriéndolo parcialmente de la vista.
Dejé de ver sus ojos cuando me levanté, sacudiendo mi ropa distraídamente.
“Son animales, lo juro,” murmuró Emily. La miré y comencé a reír cuando vi que ella
tenía dos niños pequeños aferrados a sus piernas, lo que dificultaba su capacidad de
caminar. “Qué bueno que me gustan los zoológicos.”
The Rainbow Art Studio era una pequeña habitación unida al centro comunitario local,
donde Emily y yo dábamos clases de arte para niños de escasos recursos. Su nombre
era irónico, porque la verdad era que no había nada brillante ni colorido en el lugar.
Las paredes eran de un pálido color marrón y la pintura se estaba pelando, el edificio
era viejo y se estaba cayendo a pedazos. El techo tenía goteras y el aire acondicionado
estaba sobrecargado, incapaz de mantener la habitación a una temperatura decente.
La mayoría de los niños que acudían al centro comunitario no tenían familia, estaban
bajo la tutela del Estado en hogares temporales, y el resto procedían de hogares rotos,
donde sus padres tenían un historial de adicción a las drogas y actividad delictiva.
Cada uno de ellos había sido considerado “en riesgo” por el estado de California, en
peligro de seguir los pasos de los adultos en sus vidas o incluso desaparecer por
completo en el sistema. Eran tan jóvenes e inocentes, entre las edades de cuatro y siete
años, pero yo sabía que todos estaban a un paso de vivir la vida que yo había vivido
una vez. La niña que me había abrazado, sobre todo... su madre desapareció cuando
ella era un bebé y su padre había tratado de venderla por dinero para comprar drogas.
Uno de mis profesores lo había mencionado en clase un día, buscando a alguien para
enseñar o de lo contrario el programa sería cerrado. Nadie se ofreció, a pesar de que
era por créditos, porque nadie quería tratar con niños de forma gratuita. Me acerqué a
la profesora nerviosamente después de clases ese día para hablar sobre el programa
y ella estaba encantada, y la mañana siguiente me acerqué a Emily para ver si a ella
le gustaría ayudarme. Estuvo renuente... hasta que se enteró de que podía salirse de la
sesión de verano obligatoria a cambio de voluntariado.
Pasamos dos horas pintando y dibujando con los niños, y para cuando la clase terminó
yo estaba agotada. Shelley regresó a cuidarlos mientras nos despedíamos y Chelsea
me siguió hasta la puerta, sonriendo alegremente con una de sus pinturas. “¡Te hice a
ti!” Exclamó ella.
“¿En serio?” Le pregunté. “¿Qué tal si lo dejamos aquí por ahora y me lo llevo
mañana? ¿De acuerdo? Es muy bueno.”
“¡Gracias!” Dijo, casi derribándome con un abrazo. Le regresé el abrazó y le dije que la
vería pronto, antes de caminar hasta el coche donde Emily ya estaba esperándome.
Conduje de vuelta a mi casa y Emily dijo que tenía algunas cosas que hacer y que me
hablaría más tarde esa noche, subiendo a su Mercedes y saliendo a toda velocidad por
la calle. Me dirigí al interior y me fui de inmediato al piso de arriba, subiendo de
inmediato a la cama para tomar una siesta. En el momento en que cerré mis ojos caí en
la inconsciencia y empecé a soñar con Edward, su imagen en mi mente era tan real
que dolía. Estaba sentado frente a su piano, sus dedos rozaban ligeramente las teclas
pero no las presionaban, no había notas reproduciéndose. Él no habló ni levantó la
vista por un tiempo, nada más que Edward y silencio en la oscuridad.
“También te amo.”
“Sempre.”
“Perdóname,” susurró.
“¿Por qué?”
“Siempre tenemos una opción,” respondió. “Puede que no sea la que más nos guste,
pero siempre hay una opción. De eso se trata la vida. Todos tenemos libre albedrío,
Isabella, incluso si no somos libres.”
“Me podría haber quedado contigo, pero probablemente te hubiera destruido,” susurró,
las palabras apenas audibles. “En lugar de eso, me destruí a mí mismo.”
Poco a poco se volvió hacia mí y levantó la cabeza, el corazón me latía con furia
mientras él miraba directamente hacia a mí. En lugar del verde brillante y vibrante que
esperaba encontrar, no había nada más que oscuridad. Sus ojos eran negros y sin
vida, y jadeé cuando se agarró el pecho. Por encima de su corazón, donde las palabras
“II tempo guarisce tutti i mali” estaban escritas en tinta indeleble, un pequeño círculo
negro apareció. Vi horrorizada cómo comenzó a expandirse, tomando toda la zona. Su
rostro se retorció de dolor y yo grité, asustada, a medida que la oscuridad comenzaba
a apoderarse rápidamente de todo su cuerpo.
Rara vez me molestaba en usarlo, pero estaba nerviosa y sentía como que debería,
Seguía siendo la misma, aunque un poco mayor y un poco más madura por el paso del
tiempo, y de inmediato me pregunté si Edward había cambiado algo. Me pregunté qué
estaba haciendo, el sueño de antes me abrumaba en gran manera. ¿Estaba pensando
en mí? ¿Se preguntaba alguna vez qué había sido de mí? ¿Le preguntaba a alguien
por mí?
Suspirando, apagué la luz y salí, sabiendo que no tenía tiempo para pensar en
preguntas que no tenían respuestas. Podría preguntar, por supuesto, y Esme
probablemente me diría la verdad, pero una parte de mí tenía miedo de oírla. Mucho
tiempo había pasado y oficialmente habíamos estado separados más de lo que alguna
vez habíamos estado juntos. ¿Podría él amarme todavía?
Manejar a través de San Francisco se sintió como una eternidad, cada segundo me
ponía más nerviosa que antes. El estacionamiento de la Galería de Arte, cerca de la
Universidad de las Artes de California estaba lleno, la enorme cantidad de coches me
tenía nerviosa, pero luché para no perder el equilibrio. Aparqué y poco a poco me dirigí
al edificio, deteniéndome en la puerta donde un hombre estaba de pie con un montón
de papeles en la mano.
“¿Nombre?”
“Isabella,” le dije rápidamente, antes pausar para tomar una respiración profunda.
“Isabella Smith.”
Echó un vistazo a sus papeles y me mordí el labio, todavía nerviosa de usar el nombre
después de un año.
Fue una de las cosas que Alec había sugerido, usar una identidad completamente
nueva para mantenerme en un bajo perfil mientras estaba en California. Dijo que era
prudente mantener Isabella del mismo modo, porque si no reconocía mi nombre
cuando me llamaran levantaría sospechas, y en cambio había escogido el apellido
más común en el país para mí. Había más de un centenar de Isabella Smith en Estados
Unidos, así que si de alguna manera ellos consiguieran mi alias, todavía les tomaría
un tiempo localizarme. Tanto tiempo, que con suerte, cuando finalmente me
encontraran ya no valdría la pena. Esa fue la razón principal por la que había cortado
todo contacto con todos a excepción de Alec, por miedo de que cualquier tipo de
comunicación pudiera arrastrar a otros a esta situación y eventualmente, condujera al
Agente DiFronzo directamente hacia a mí.
“Ah, sí, la señorita Smith,” dijo, sonriendo mientras hacía un gesto para que entrara.
Lentamente caminé por la galería y oí risas cuando llegué a la parte trasera, el sonido
instantáneamente alivió un poco mis nervios. Vi a Emily en un rincón, de pie al lado de
un hombre en un traje azul, los dos miraban un cuadro familiar. El calor se extendió
por todo mi cuerpo al verlo, mi corazón casi se detuvo cuando leí la pequeña placa.
Artista: Isabella S.
“¡Isabella!” Exclamó ella al verme, agitando su mano para que me uniera a ellos. El
hombre se volteó y sonrió ampliamente, mostrando un par de hoyuelos profundos y
perfectos dientes blancos. Tenía la piel broceada y el cabello negro, ojos oscuros y
misteriosos.
“Hola,” murmuré.
“Isabella, este es Seth Clearwater. Seth, esta es mi amiga, Isabella, de la que te estaba
hablando,” dijo Emily.
“¿La Isabella?” Preguntó, mirando mi pintura antes de volverse hacia mí. Asentí con la
cabeza y su sonrisa se hizo aún más grande que antes de alguna manera. “Eres
realmente privilegiada.”
“Gracias,” le respondí mientras tendía su mano hacia mí. La tomé con cautela y me
tensé cuando la llevó a su boca, colocando un suave beso en la palma de mi mano.
“Eres muy amable, pero no soy tan bueno. Sin duda no fui lo suficientemente bueno
como para que en mi primer año exhibieran mi trabajo,” dijo Seth con una sonrisa. Mi
rubor se intensificó cuando él me guiñó un ojo y traté de encontrar alguna respuesta
inteligente, pero antes de que pudiera alguien exclamó mi nombre. Me volteé y vi a mi
profesora de pie en el pasillo con un grupo de personas frente a lo que rápidamente me
di cuenta, era mi otra pintura. Ella hizo un gesto para que me reuniera con ellos y me
excusé, caminando en esa dirección con aprensión.
La velada pasó volando mientras caminaba entre la multitud, de vez en cuando era
llamada hacia una de mis piezas, para que la gente pudiera conocer al artista.
Escuché innumerables teorías sobre mi pintura abstracta, algunas tan lejos de la
realidad que tuve que sofocar mi risa, y conocí a decenas de artistas cuyo trabajo
también estaba en exhibición.
Emily se desapareció en algún momento de la noche pero apenas lo noté en medio del
caos, muchas personas requerían mi atención y me mantenían distraída. Era más de lo
que había esperado, recibiendo tantos elogios por algo en lo que había derramado mi
alma y para el momento en que la noche empezaba a calmarse me sentí como si
estuviera flotando en el aire.
“¿Qué ves?” Le pregunté con curiosidad. Se encogió de hombros, sin dejar de mirar.
“Me recuerda a lo que dije antes,” dijo después de un momento. “La manera en que
todos somos iguales cuando nos fijamos en el panorama general.”
Eché un vistazo a mi pintura, nerviosa por lo cerca que estuvo. Era una esfera en el
medio de la oscuridad, azul mezclado con negro. La esfera estaba hecha de todos los
colores y tonos imaginables, todos ellos mezclados juntos en remolinos caóticos. Lo
pinté pensando en el mundo, los colores fusionados y en representación de la
población, todos únicos en nuestro propio estilo, pero ninguno mejor que el otro. Todos
nosotros estábamos juntos y mezclados con el negro, la gente que pasábamos por alto,
la que nadie sabía que existía, y nada en ello era perfecto, porque la vida no era
“¿Ya has vendido alguna pintura?” Me preguntó antes de que pudiera responder a su
análisis.
“Eh, no,” dije, sacudiendo la cabeza. “Yo no pinto como forma de trabajo. Todo lo que
hago es personal así que no me siento muy cómoda vendiéndolas a un desconocido
por dinero.”
Lo miré sorprendida, al ver su expresión seria. “Eh, gracias. Así que, umm, ¿Has visto a
Emily?” Le pregunté, queriendo cambiar el tema de la pintura. Me miró con confusión.
“¿Quién?”
“Hey, espera un segundo,” dijo mientras yo me volteaba para irme. Metió la mano en
su bolsillo y sacó una pequeña tarjeta blanca, tendiéndola hacia mí. “Si cambias de
opinión acerca de la venta de la pintura, llámame. O incluso si no la quieres vender,
siéntete libre de utilizar mi número.”
Me quedé un rato más y vi a Seth irse, viendo como corrió hacia un coche oscuro en el
estacionamiento para alejarse a toda velocidad. Algo en él me dejó desconcertada,
pero no podría decir exactamente qué era.
Fue alrededor de las once cuando me encaminé hacia mi coche, poniéndolo en marcha
y saliendo del estacionamiento. No vi el coche de Emily en ningún lugar, así que traté
de llamarla de nuevo durante el viaje, para escuchar su correo de voz una vez más. No
me molesté en dejar otro mensaje, pero tomé un desvío para dirigirme a su casa,
encontrando las luces apagadas y ninguna señal de que hubiera estado allí. Me di por
vencida, imaginando que ella me llamaría y tendría otra loca historia que contarme, y
me fui a casa.
Era una casa de dos pisos en el barrio de Montclair, alquilada bajo mi alias y no
Miré a alrededor con cautela y saqué el aerosol de pimienta que siempre llevaba
conmigo, cerrando la puerta con cuidado antes de caminar por la planta baja. Entré en
la cocina y busqué el interruptor de la luz, pero en el momento en que mis dedos lo
tocaron un golpe se escuchó por encima de mí. Mi corazón se detuvo y miré al techo
instintivamente, sintiéndome de repente como si estuviera a punto de vomitar. Los
vellos de mis brazos se levantaron cuando una extraña sensación se arrastró por mi
cuerpo, la sensación de que no estaba sola casi dobló mis rodillas.
Me quedé tan quieta como una estatua, tratando de convencerme de que solo estaba
escuchando cosas, cuando el inconfundible sonido de algo estrellándose se registró en
mis oídos. Abrí mi boca y empecé a temblar tan pronto como oí las pisadas
provenientes de mi habitación y caminando por el pasillo. Inmediatamente pensé en
Emily, preguntándome si podría ser ella, pero los pasos eran demasiado pesados. Me
recordaba a como Charles solía caminar y el sonido de sus botas pisando fuerte contra
el suelo de madera mientras esperábamos sentados su castigo.
Me debatí por un momento a medida que los escuchaba bajar por las escaleras,
aturdida por los recuerdos de Charles, y miré furiosamente del armario a la puerta
trasera. Todavía tenía mis llaves y mi teléfono por lo que en una decisión de último
minuto le quité el seguro a la puerta trasera, y la abrí, escabulléndome hacia afuera.
Contuve mi respiración al cerrarla, porque no quería alertarlos de mi presencia, y luego
salí corriendo por un lado de la casa hacia la calle. Subí de nuevo en el Volvo y lo puse
en marcha, alejándome rápidamente en pánico.
“Yo... yo tenía una muestra de arte en una galería esta noche, así que estuve afuera
toda la noche. Cuando llegué a mi casa la puerta estaba abierta. Pensé que tal vez se
me había olvidado cerrar, así que solo entré en la casa, pero también había alguien
allí...”
“¿Qué quieres decir con que había alguien allí?” Preguntó con tono brusco.
“¿Quiénes?”
“¿Ellos te vieron?”
“No lo creo. Quiero decir, no hice ningún ruido y salí por la puerta trasera cuando oí
que bajaban por las escaleras.”
“No, señor.”
“Estoy en mi coche. Fui a casa de mi amiga Emily, pero ella no está aquí. No sé dónde
está. Desapareció de la galería y no he sabido nada de ella.”
“No. Bueno, quiero decir, sí. Ella suele irse por su cuenta, pero siempre me avisa
primero cuando estamos juntas.”
“Eh, conocí a alguien esta noche, pero estaba en la galería,” le dije, sacudiendo la
cabeza mientras trataba de pensar. “Él fue amable, dijo que quería comprar mi
pintura, pero fue un poco desconcertante.”
“No. Bueno, quiero decir, supongo que pudo haber alguna manera. No lo sé. Lo siento.”
“Está bien. Así que, ¿debería esperar a Emily antes de irme a casa mañana?”
“No, estoy seguro. Me alegro de que hayas llamado. Te aviso cuando aterrice.”
Antes de que pudiera responder colgó, la conversación obviamente terminó para él.
Cerré el teléfono con cuidado, poniéndolo a un lado mientras me preguntaba qué
hacer. Puse mi cabeza contra el volante y miré al otro lado de la calle, a la casa de
Emily, esperando alguna clase de señal de ella. No estaba segura de cuánto tiempo
pasó mientras estaba sentada allí, antes de que el agotamiento se apoderara de mí y
cerrara mis ojos.
Arranqué el coche y me dirigí de nuevo hacia mi casa, mirando alrededor con cautela
mientras conducía a través de mi vecindario. Aparqué en la calle y estaba en un
trance, mirando a la casa, cuando mi teléfono sonó. Miré rápidamente, esperando que
El teléfono hizo clic cuando colgó, una vez más, no me dio tiempo para responder. Me
senté con nerviosismo, mirando el reloj mientras el tiempo transcurría inexorablemente,
y casi exactamente una hora más tarde un coche negro de alquiler llegó deteniéndose
poco a poco en la calle. Suspiré y salí, envolviendo mis brazos alrededor de mi pecho
mientras me dirigía hacia él. Salió del coche y se volvió hacia mí mientras me
acercaba, mirando más allá de mí, hacia el Volvo.
“Deberías haberte deshecho del coche,” dijo bruscamente, tendiendo su mano hacia
mí. “Las llaves.”
“Necesito que revises esto y me digas si se han llevado algo, cualquier cosa,” dijo. “Voy
a estar abajo. Necesito asegurarme de que la casa no haya sido intervenida.”
“Sí, señor.”
Comencé a revisar las cosas, poniendo todo donde debería estar y tratando de hacer
un inventario de mis pertenencias. Mi caja de joyería había desaparecido, así como
también el dinero que tenía guardado en un cajón. Utiliza siempre efectivo, Alec había
dicho, nunca dejes un rastro de papel. Me dirigí de nuevo al piso de abajo y caminé
hacia la cocina donde estaba Alec, suspirando cuando él me miró. “Solo me falta un
poco de dinero y joyas. Realmente no tengo nada de valor.”
“El valor no es siempre igual a una cantidad monetaria, Isabella,” dijo. “¿Ningún diario
“Está bien,” respondió. “No hay nada que pudieran hacer con él. Los diarios son en sí
mismos inadmisibles como prueba sin la persona que lo escribió para declarar, y ella
ya está muerta.”
Me estremecí al oír su voz estoica, dándome la vuelta para mirarlo. Iba a hablar, para
preguntarle qué debía hacer, cuando la puerta se abrió de golpe, cogiéndome por
sorpresa. Di un grito ahogado y Alec se volvió rápidamente, metiendo la mano en su
abrigo para sacar su arma de nuevo. La cogió, pero no la sacó y di un suspiro de alivio
cuando vi a mi amiga entrando por la puerta. Emily se congeló al vernos, sus ojos
moviéndose rápidamente de mí hacia Alec con confusión.
“¿Es ésta tu amiga desaparecida, Isabella?” Alec preguntó con calma. Asentí.
“¿Desaparecida?” Preguntó Emily, mirando a Alec con cautela. “¿Eres un policía o algo
así?”
“Más o menos,” respondió ella. “Quiero decir, tienes una pistola y todo eso.”
“Alec,” dijo él, terminando lo que iba a decir y sosteniendo su mano hacia ella con
cortesía.
“Sí,” respondió, soltando su mano. “En fin, si me disculpan, tengo que hacer una
llamada telefónica.”
“Eh, lo conozco desde hace mucho tiempo,” murmuré, sin saber qué decir.
“No voy a mentirte, Izzy, estaba esperando que anoche no te fueras sola a casa,
especialmente después de que ese tipo, Seth, en la galería se interesó por ti. Era algo
sexy, ya sabes. Tenía la esperanza de que te fueras con él y pudiera sacarte algo la
rigidez que tienes encima, si sabes a lo qué me refiero, pero, ¡Jesucristo, niña!, Es un
poco viejo, pero como sea, el hijo de puta es precioso,” susurró apresuradamente. La
miré boquiabierta, asombrada por sus palabras.
“¿No era Seth aquel que te gustaba?” Le pregunté, confundida. Su ceño se arrugó.
“No, no tengo ni idea de quién es. Aunque, era encantador, así que pensé que sería
perfecto para ti,” dijo ella, encogiéndose de hombros. “Yo solo tengo ojos para el
profesor Ateara.”
“Sí,” dijo ella. “Y él es todo lo que pensé que sería, y más. Me mantuvo despierta toda
la noche, Dios mío, pero en comparación con ese trozo de carne que tienes en la
cocina, ¡Él es prácticamente jodida comida de perro! ¿Cómo diablos te levantaste eso,
Isabella?”
“Tú piensas que...” Empecé a decir, aturdida. “Oh Dios, Emily, ¡De ninguna manera!...
¡Es casado!”
“¿Y?” Dijo, encogiéndose de hombros. “Un hombre así, Isabella, es algo más de lo que
una mujer puede manejar. No puedo creer que hayas pasado toda la noche con él y no
hayas tenido sexo. Estoy pensando seriamente en ponerme en contacto con un
convento y hablarles de ti.”
“Todavía tienes tu vestido de la galería, así que no hay forma de hayas dormido aquí,”
dijo ella, como si fuera la cosa más obvia del mundo. “¿Al menos se la mamaste?”
“¡Emily!”
“Eres una mojigata,” dijo ella, sonriendo mientras me sonrojaba. “Si tú no quieres,
¿puedo hacerlo yo?”
“¿En serio me preguntas eso?” Preguntó, sin dejar de reír. “¿Estás ciega? Es guapísimo,
tiene todo el look misterioso y peligroso en él. No hay manera de que un hombre como
ese no esté bien dotado. Dios, apuesto a que es bueno en la cama, también.”
“Oh, relájate,” dijo ella, poniendo los ojos en blanco. “Lo entiendo. No te interesan los
hombres, a excepción de ese tal Edwin...”
“Edward,” la corregí.
“Edwin, Edward, lo que sea. Es lo mismo. Te conozco desde hace un año, cariño, y
todavía no he visto al tipo. No llama, no escribe, no visita. Él podría ser un maldito
fantasma, Izzy, ¿pero Seth y ese espécimen que tienes en la cocina? Son reales, son
tangibles, y llega un punto en el que tienes que renunciar a la fantasía por la
realidad,” dijo, haciendo una pausa y mirando por el pasillo. Oí los pasos de Alec
mientras se acercaba de nuevo hacia nosotras y su sonrisa creció. “Y no está mal
cuando la realidad luce malditamente cerca de mi fantasía.”
“Eh, eso es lo que él dijo,” ella respondió, encogiéndose de hombros. “Sin embargo, no
sé por qué mentiría.”
Un tenso silencio cayó sobre la habitación mientras Alec miraba la tarjeta con
atención. “¿Ha pasado algo?” Emily preguntó después de un momento.
“Alguien entró a la casa,” murmuré. —Estaban aquí cuando llegué a casa anoche.”
“Está bien,” le dije. “Aunque, sentí miedo cuando no podía localizarte. Era como si te
hubieras desvanecido en el aire.”
“Oh, no tienes por qué preocuparte por mí, puedo cuidarme sola,” dijo con seguridad.
“Pero, ¿por qué entrarían aquí? Quiero decir, sin ofender, pero hay casas mucho
mejores en el vecindario.”
“Como he dicho, siempre hay razones,” dijo Alec. “Voy a hacer que hoy instalen un
sistema de seguridad, para que te puedas quedar aquí a salvo. Ya hablé con el
propietario.”
“Gracias,” dije en voz baja, mirando el reloj. “Necesito arreglarme. Tenemos que estar
en cierto lugar en una hora.”
“No quiero,” le dije con incertidumbre. Él asintió, como si esperara esa respuesta, y una
pequeña sonrisa tiró de la comisura de sus labios. Estuvo de acuerdo en que debería ir
si era importante y renuente los dejé a los dos solos abajo para ir a vestirme,
poniéndome unos vaqueros y una camiseta rosa. Recogí todo mi cabello y lo retorcí en
un moño, fijándolo en mi cabeza con una banda de goma, antes de ponerme mis Nikes
color rosa y blanco. Bajé de nuevo las escaleras y encontré a Emily sentada en el sofá
comiendo una manzana, Alec no se veía por ningún lado.
“Salió,” dijo ella, antes de que tuviera la oportunidad de preguntar. “Recibió una
llamada, supongo que era su esposa. Eso mató por completo el ambiente. Él estaba
hablando en un lenguaje muy raro. ¿Italiano, tal vez? Fuera lo que fuese, era
jodidamente sexy.”
“Lo noté,” dijo. “Es intenso, parece muy protector sobre ti. No estás en algo así como
WITSEC, ¿verdad?” (N.T. WITSEC: Witness Security, Witness protection. Protección de
testigos)
Esbocé una sonrisa ante la ironía de sus palabras, teniendo en cuenta que habían sido
los mafiosos los que me habían dado una nueva identidad para esconderme del
gobierno. “No, no es nada de eso.”
“¿Dónde vive?”
“¿En serio? ¿Tienes fotos suyas por aquí? Porque me parece muy familiar, como que lo
he visto antes en alguna parte,” dijo ella, poniéndose de pie. “Es extraño. Aunque, es
un policía, ¿no?
“Solo estoy tratando de averiguar quién es. ¿Es un crimen querer saber sobre la vida
de mi mejor amiga? Tú no hablas mucho al respecto,” dijo. “Como sea, será mejor que
nos vayamos.”
El coche de Alec ya no estaba cuando salimos y gemí, dándome cuenta de que todavía
tenía mis llaves. Emily nos llevó a las dos en su coche al Centro de Rainbow Arts y
pasamos la mañana limpiando el lugar, organizando todo y recogiendo todas las
obras de arte de los niños de los últimos meses. Cuidadosamente enmarcamos todo y
pasamos las siguientes dos horas colocando las pinturas en la pared y decorando para
una fiesta. Emily se fue en algún momento para comprar aperitivos y bebidas mientras
yo terminaba de inflar los globos, y cuando me di la vuelta para buscar algo, casi
choqué contra alguien a quien no había visto de pie allí. Me agarraron los hombros
para detenerme y grité, sorprendida porque no había escuchado a nadie acercándose.
“Relájate,” una voz que reconocí rápidamente como la de Alec, dijo con calma.
“Me imagino que lo haces,” respondió. “Elizabeth hacía cosas similares con el Centro
de Defensa, daba algo de sí misma a otros como ella. Carlisle siempre le recordaba
que no podía ayudar a todos, pero ella decía que si ayudaba a una sola persona,
habría valido la pena todo el trabajo, sin importar el sacrificio.”
“¿Así que entiendes por qué Edward te dejó, entonces?” Preguntó, con su voz uniforme
y sin emociones. Me encogí ante la pregunta, sin esperarla, y él me dio una mirada
extraña.
“Supongo,” dije en voz baja. “Quiero decir, no quiere que yo esté dónde está él.”
Alec se quedó callado por un momento. “Carlisle luchó con todas sus fuerzas para
asegurarse de que Edward no terminara como él, pero a los dieciocho años tomó
exactamente la misma decisión que su padre de todos modos. Tale il padre, il figlio.
Debido a eso, es lógico que se preocuparan de que lo que le sucedió a Elizabeth, en
esa vida, te sucediera a ti si formaras parte de ella, también.”
Lo observé con curiosidad cuando dejó de hablar, aparentemente pensando qué decir.
“Lo que fallaron en comprender, sin embargo, fue lo principal que Elizabeth siempre
trató de enseñarles... no se puede luchar contra el destino. Cambiano i suonatori ma la
musica ё sempre quella*.”
“Leíste el diario de Elizabeth, ¿así que estoy en lo correcto al asumir que tú sabes que
le fallé?”
“¿Fallarle?” Le pregunte perpleja. “Ella no lo veía de esa manera. Dijo que usted
siempre fue justo con ella, que la ayudó cuando fue necesario y que nunca fue muy
duro.”
Él asintió. “Eres muy parecida a Elizabeth, y más ahora que nunca, pero hay algunas
diferencias. Ella no se habría parado aquí y sostenido una conversación conmigo, eso
es seguro, y probablemente se hubiera deshecho del coche al momento de pedírselo,”
dijo, haciendo una pausa y sonriendo con diversión. “En cualquier caso, puedo
entender la preocupación de ellos, pero la verdad es que solo porque la situación de
una persona cambie, no significa que la persona también tenga que cambiar. No
importa si te encuentras en Washington o California o Illinois, tú eres quien eres,
Isabella. Carlisle piensa que si hubiera dejado ir Elizabeth no te habría conocido, por
lo tanto no habría hecho lo que hizo, pero él no parece entender que en el carácter de
Elizabeth estaba el ayudar a la gente y nada habría cambiado eso. Ella habría
conocido a alguien, en cualquier lugar, ella sentía la necesidad de ayudar. Eso es lo
que quise decir con Cambiano i suonatori ma la musica è sempre quella.”
“¿Dejado?” terminó la pregunta por mí, riendo sin humor mientras negaba.
“Hay peores lugares en los que podrías estar que Chicago, pero mi opinión no importa
realmente, Isabella. No es mi vida de la que estamos hablando, es la tuya. Tienes que
llegar a esa conclusión por tu cuenta.”
Repasaba en silencio sus palabras cuando él suspiró exasperado. “El juicio de Carlisle
está por empezar. Me dijo ayer que una vez te prometió que te ayudará a llegar a
Chicago cuando estuvieras lista, si eso era lo que querías. Dijo que no sería capaz de
cumplir esa promesa ahora y me pidió que lo hiciera por él,” dijo, haciendo una pausa.
“Le dije que no.”
“¿No?”
“No,” confirmó. “Le dije que no te ayudaría a ir a Chicago, porque insinuar que
necesitas ayuda es no darte suficiente crédito. Eres perfectamente capaz de ir por tu
cuenta, si es allí donde quieres estar. Lo que tienes aquí es excelente y exactamente lo
que todos desean para ti. Te las estás arreglando sola, yendo a la escuela, haciendo
arte, conociendo gente... es lo que ellos querían que hicieras y todos estarían
orgullosos si lo supieran. Sé que viniste aquí más por ellos que por ti, no queriendo
complicar aún más la situación de Carlisle o involucrar al resto de ellos en problemas,
pero espero que en medio de todo no hayas perdido de vista lo que más importa.”
“¿Qué cosa?”
“Hola,” dijo Alec. “Voy a dejar que ustedes, señoritas, vuelvan a su trabajo.”
Era un caos con tantos niños corriendo y riendo, e hice mi mejor esfuerzo para
mantener todo bajo control, mientras que Emily pasaba lista. La pizza llegó y la estaba
poniendo en platos cuando Emily se acercó a mí, suspirando.
“¿Quién?”
“Chelsea,” respondió ella. Me quedé inmóvil y la miré con sorpresa, porque Chelsea
jamás se había perdido ninguna de las clases y había estado esperando con ansias la
fiesta. Ella vivía en un hogar de acogida con otros dos niños que sí habían venido, así
“Oh, está bien,” murmuré, decepcionada. Su respuesta no hizo nada para calmar mi
preocupación, preguntándome en qué clase de situación la habían puesto. El resto de
la tarde pasó volando, y una vez que terminaron de comer empezamos la ceremonia y
les entregamos sus certificados de aprovechamiento. Cuando finalizamos les
regresamos sus trabajos de arte y le di un abrazo a cada uno al salir, diciéndoles las
mismas palabras que me habían dicho a mí a su edad. Las palabras que había
perdido de vista en medio de todo el dolor, palabras en las que Elizabeth y mi madre
habían creído con todo el corazón.
“No pierdas la esperanza,” les dije. “Eres especial y estás destinado a hacer grandes
cosas en el mundo. Creo en ti.”
Emily se ofreció a llevar a casa a uno de los niños cuyos padres no habían regresado a
buscarlo, y yo empecé a limpiar el desorden una vez que todos se fueron. Podía sentir
los ojos de Alec en mí, pero hice lo mejor que pude para ignorarlo, tratando de hacer lo
que tenía que hacer. Después de poner en orden todo el lugar, caminé hasta el último
cuadro que todavía estaba colgando en la pared, aquel que Chelsea había hecho de
mí y había dicho que quería que me lo quedara. Lo tomé y sonreí, mirándolo por un
momento antes de que Alec se aclarara la garganta.
“¿A qué?”
“Al niño que hizo eso,” aclaró, señalando la pintura. Suspiré, asintiendo con la cabeza.
“Su nombre es Chelsea. Es una niña muy inteligente, probablemente mi favorita entre
todos ellos,” dije en voz baja. “Ella era, eh... huérfana. Su padre la vendió, también.”
“Es extraño cómo se desarrollan las cosas,” respondió Alec. “No importa a dónde
vayas, siempre habrá alguien.”
El hombre empezó a retroceder unos pasos, con sus manos a la defensiva, y jadeé
conmocionada cuando Alec lo agarró y lo empujó de nuevo hacia al coche. Lo
inmovilizó contra el capó con su mano izquierda y sacó su pistola con su mano
derecha, apuntando a la cabeza del hombre. Empecé a temblar de miedo, sin saber
qué estaba pasando cuando escuché al hombre gritar. Alec retiró su arma después de
un momento, pero no la ocultó mientras ponía al tipo de nuevo de pie. Le dijo algo, con
expresión severa, y el hombre asintió furiosamente con la cabeza. Alec le despidió con
un gesto de su mano y el hombre volvió de nuevo a su coche, mirando a través del
estacionamiento brevemente cuando sus ojos se encontraron con los míos. La confusión
me invadió cuando me di cuenta de que era Seth Clearwater, mi corazón martilleando
por el miedo. Se metió en el coche y lo puso en marcha, pisando el acelerador y el
chirriando los neumáticos mientras salía del estacionamiento.
Llamé a Emily durante el viaje y le dije que ya me había ido, y ella me dijo que iba a
una fiesta esa noche, pero que me hablaría más tarde. Alec no habló en absoluto
durante el viaje, y no mucho tiempo después de que llegáramos alguien apareció para
instalar el sistema de seguridad. Les tomó un par de horas instalar todo y sustituir
todas las cerraduras, y una vez que el hombre se fue Alec me mostró cómo funcionaba.
Le pregunté qué pasaba si se activaba y él se rió secamente.
“No mucho, excepto por algunos fuertes ruidos que solo podrían ser detenidos con el
código, pero debería ser suficiente para asustar a cualquiera,” respondió. “Ya que no
puedo permitir que venga la policía.”
“Entiendo.”
“En fin, tengo algunas cosas qué hacer, y necesito dormir un poco pronto, en algún
“Te llamaré por la mañana antes de salir para el aeropuerto. Tomé un avión privado
hasta aquí, en caso de que te preguntaras cómo traje el arma a bordo,” dijo, a pesar de
que esa había sido la última cosa en mi mente. “Y lamento si estabas interesada en
ese tal Clearwater. Lo vi estacionado detrás de la escuela y no me agradó.”
“Dijo que tu amiga mencionó el evento anoche, y quería una razón para volver a verte,”
respondió. “Parecía inofensivo, pero le dije que si apreciaba su vida era mejor que
guardara distancia. No deberías tener problemas con él.”
“Supongo que no tienes qué agradecer,” respondió. “Bueno, ten una buena tarde,
Isabella.”
“¿Qué?”
“¿Otra vez con eso?” Murmuré. “¿Podemos ahorrarnos las veinte preguntas para más
tarde? Estoy muy cansada, ha sido un día largo. Te lo dije, no es tu tipo y me cae muy
bien su esposa.”
“¿Es Evanson?”
“¿Cómo lo...”
“Para tu información, veo las noticias,” dijo ella antes de que pudiera terminar la
pregunta. “Sabía que lo había visto antes en alguna parte, pero no me acordé, sino
hasta hace solo unos minutos de dónde.”
“¿Las noticias?”
“Sí, Isabella, las noticias,” dijo seriamente. “O sea, es como que una gran noticia
cuando los mafiosos son arrestados en estos días. ¡Mafiosos! ¿Ese hombre es uno de
ellos? ¿Es un asesino o algo así? Jesús, ¿en qué te has metido?”
“Haz estado diciendo eso todo el día,” respondió ella. “Si no es así, entonces, ¿cómo
es? ¿Es por eso que no hablas mucho de tu familia? Ellos son, ya sabes...”
“No, yo soy huérfana,” le dije con nerviosismo. “Mi verdadero padre murió hace como
dos años. Te dije que de ahí obtuve mi dinero.”
“¿Él Era uno de ellos?” Me preguntó. “Es decir, Jesús, ¡Isabella! Se meten a tu casa y tú
no llamas a la policía, ¡Llamas a la jodida Mafia! ¿Cómo es que conoces a la Mafia?”
“No me vengas con esa mierda,” dijo. “¡Uno de ellos te siguió todo el día! ¿En qué tipo
de problema te encuentras? ¿Necesitas ayuda?”
“Tonterías, por supuesto que es importante,” respondió ella. “¿Él es algo así como un
asesino a sueldo, Isabella? ¡Cargó con una maldita pistola todo el día! ¿Está ahí
ahora? ¿Necesitas que llame a la policía?”
“¿Por qué? Los Mafiosos no son precisamente conocidos por su trabajo de caridad,
“¿Esperas que lo olvide como si no significara nada y ni siquiera puedes decirme qué
está pasando? Soy tu amiga, puedes hablar conmigo.”
“Bien,” dijo. “Ya veo como es. Tal vez no somos tan cercanas como pensaba que
éramos si no confías en mí.”
“No seas así, Emily. No es así en absoluto. Confío en ti, pero yo... no puedo hablar de
eso porque no me corresponde a mí. Lo siento.”
Antes de que pudiera decir otra palabra sonó un clic, la línea murió cuando ella colgó.
Cerré el teléfono y lo dejé a un lado, mirando fijamente hacia el techo blanco mientras
yacía en la cama. Las cosas se estaban cayendo a pedazos y aunque no estaba
segura de lo que iba a pasar, estaba claro que nada sería igual después de la visita de
Alec.
***********
Cambiano i suonatori ma la musica è sempre quella = La melodía ha cambiado, pero
la canción sigue siendo la misma.
Edward cullen
Estaba parado nervioso afuera de la masiva iglesia, apoyado en un costado del
edificio observando llegar a los invitados. No había estado seguro de quién iba a venir,
considerando que no nos quedaba mucha jodida familia y Rosalie, realmente,
solamente tenía a sus abuelos, así que me sorprendió la cantidad de personas
reuniéndose en el interior. No conocía a la mitad de ellos, lo que era algo así como un
recordatorio desconcertante y desagradable de exactamente cuán aislado de todos
había estado el último año y medio. Todos habían seguido con sus vidas, conocido a
nuevas personas y habían hecho nuevos amigos y yo seguía siendo solo yo... el mismo
Edward Cullen.
Bueno, eso es lo que parecía. Tanto había cambiado en mi vida y aun así ni una
mierda se sentía diferente, no en resumidas cuentas.
Le eché un vistazo a mi reloj, viendo que eran unos minutos antes del mediodía. Era un
día caliente en Chicago, la temperatura subiendo a más de treinta grados, y el sudor
se estaba acumulando a lo largo de mi espalda y haciendo que la camisa se me
pegara. Era incómodo y estaba nervioso, considerando el irme aunque siendo realista
sabía que no podría. Había decepcionado a muchas putas personas en mi vida, pero
no ir a la boda de mi hermano probablemente estaría en la cima de la lista.
Tenía otras razones para quedarme, aunque eran razones más egoístas. Era por eso
que estaba parado afuera en el insoportable calor siendo el primero en ver a todos, el
porqué mi jodido pecho dolía y mi corazón latía de forma irregular cada vez que un
coche se acercaba. Probablemente los nervios eran en parte la maldita razón por la
que estaba sudando, vinculado con la resaca que todavía tenía por el vodka que había
bebido la noche anterior. Era un desastre pero estaba luchando por mantenerme
tranquilo, sin querer ceder bajo presión.
Suspiré, metiendo la mano en el bolsillo para agarrar el frasco plateado que traía
conmigo, quitando la tapa y tomando un trago. El líquido estaba caliente y quemaba
mi garganta, haciendo que mi pecho se sintiera como si estuviera siendo devorado por
las llamas. El alcohol calmaba un poco mis nervios, el ardor me distraía de mis
pensamientos el tiempo suficiente para que empezara a calmarme. Estaba tomando
"¿Qué?" Dije con voz áspera, mirando en esa dirección y viendo a Esme de pie en la
esquina de la iglesia con una expresión severa en su rostro.
"¿Era necesario traer eso contigo?" Preguntó, haciendo un gesto hacia el frasco en mi
mano. Rodé mis ojos y lo deslicé de nuevo en mi bolsillo mientras ella continuaba.
"Primero que nada, ni siquiera es mediodía, y segundo, ¡tu hermano se va a casar!
¿Qué es tan traumatizante de una boda que necesitas de licor para soportar?"
"No seas ridículo,” me dijo, caminando hacia mí. "Creo que si un rayo va a golpear a
alguien por entrar a una iglesia, probablemente sería a tu padre o mi esposo."
"Oh," dijo, sonriendo con tristeza. "No, no he sabido de él hoy. No sé si va a poder llegar
a tiempo."
"¿Con quién?"
"No me trates como un maldito idiota, Esme," le dije. "Sabes muy bien de quién estoy
hablando."
Titubeó, mirándome con recelo. "¿Qué te hace creer que está con ella?"
"No lo creo, lo sé," respondí, negando con la cabeza. No me tomó mucho tiempo el
decidirme después que el coche de Alec se apartó de la acera la tarde del viernes. Al
momento que dio la vuelta hacia la carretera y sus palabras hicieron clic en mi mente,
reaccioné por impulso. Corrí hacia mi coche y quité el seguro a la puerta del lado del
conductor, subiendo y encendiéndolo. Las llantas chillaron cuando pisé hasta el fondo
el acelerador y salí volando del estacionamiento y hacia el tráfico en cuestión de
segundos.
Condujo por algunos caminos vacíos antes de cortar camino por algunos callejones, y
pisé el freno cuando di la vuelta en uno y casi choqué su coche por detrás. Mi corazón
latía con fuerza y maldije cuando vi que era un callejón sin salida y la puerta del
pasajero estaba abierta, sin señales de él por ninguna parte. Iba a meter la reversa del
coche pero antes de que pudiera reaccionar mi puerta fue abierta y alguien me sujetó.
Pasó rápidamente, el movimiento me sobresaltó, y el maldito coche se paró por mi
prisa. Tuve el tiempo suficiente para poner el freno de emergencia, sin querer que la
mierda rodara, antes de que me sacaran hacia el callejón y me arrojaran contra el
costado del coche.
"No se te paga por pensar," me interrumpió. "Se te paga por seguir órdenes y no
recuerdo haberte dicho que me siguieras."
"¡Lo siento!" Escupí, sintiendo que estaba llegando a su límite. "Mierda, lo siento, ¿de
acuerdo? Solo, joder... solo tenía que saber, tío Alec."
Se tensó un poco, sin moverse o hacer ruido. "¿Piensas que no voy a matarte solo
porque eres el hijo de Carlisle?" Preguntó en voz baja, el tono de su voz amenazante.
"No, señor," dije rápidamente, cerrando los ojos apretándolos ante sus palabras
mientras destellos del recuerdo me golpeaban. Él no había vacilado en matar a su
propia puñetera hermana y sabía que tampoco vacilaría conmigo, si creía que no tenía
otra opción. "No fue mi intención faltarte al respeto, lo juro."
Apartó el arma y me soltó, y entreabrí mis ojos mientras daba un paso hacia atrás.
"No hay justificación para que me sigas, Edward. A dónde voy no te concierne."
"¿Ah, no?" Pregunté, tratando de dejar de temblar mientras me enderezaba. "Me refiero
a que, si vas a dónde creo que vas..."
"¿Qué te acabo de decir?" Preguntó, levantando las cejas con una expresión severa en
su rostro. "Tienes que aprender a no meterte en los asuntos de los demás. Te dije en
Forks que tomaras una decisión y lo hiciste. Tienes que ser un hombre de palabra."
"Entonces, ¿estoy en lo cierto?" Pregunté exasperado. "¿En serio vas a ir con ella?"
"No estoy tratando de intervenir," le dije sacudiendo la cabeza. "Solo... Cristo, quiero
saber dónde está. Qué está haciendo. Por qué estás corriendo a dónde demonios sea
que esté a mitad de la noche. ¿Pasó algo malo? Joder, ¿está lastimada o algo? ¡Ella ya
no habla con nadie, Alec! ¿Qué demonios pasó?"
Se me quedó mirando mientras yo hacía una pregunta tras otra, sin revelar nada en su
expresión pero podía ver la molestia en sus ojos. Sabía que no debería haber estado
cuestionándolo, pero no pude evitarlo. El no saber me estaba llevando al límite, y el
solo saber que él iba con ella me estaba consumiendo. Necesitaba algo, lo que sea...
solo un poco de información que me mantuviera en pie.
Le echó un vistazo a su reloj y suspiró impaciente. Se veía como si iba a decir algo y la
esperanza en mí se incrementó, pero fue pisoteada al instante cuando levantó su arma
de nuevo. Retrocedí instintivamente cuando disparó en mi dirección, el ruido
inesperado me asustó, y maldije al mismo tiempo que él disparaba un segundo tiro. Me
giré para mirar con incredulidad cuando escuché el ruido de un zumbido, gimiendo
cuando vi que las llantas del lado del conductor de mi coche se desinflaban
rápidamente.
"Joder," escupí, pasando la mano por mi pelo mientras Alec colocaba su arma en su
chaqueta.
"Si vas a seguir a alguien, al menos se discreto al hacerlo. Te vi tan pronto salí de la
casa," dijo con calma. "Pide un camión remolcador y un taxi, y vete a casa. Me tengo
Se metió a su coche y cerró la puerta con fuerza, dando una vuelta en U antes de
alejarse a toda velocidad. Me quedé allí por un momento, mi ira y desesperación
aumentando, y pateé el costado del coche con irritación mientras mi vista empezaba a
ponerse borrosa por las lágrimas. Al fin de cuentas, hice lo que me ordenaba, porque
sabía que no había otra opción. Me fui a casa y pasé el resto del fin de semana en
estupor por el alcohol, recobrando la sobriedad solo el tiempo suficiente para hacer
que le pusieran nuevas llantas al coche. Mi cuerpo dolía y mi corazón sufría mientras
estaba allí parado en el puñetero calor esperando, esa esperanza amenazando con
volver a incrementarse dentro de mí. Sabía que Alec volvería y estaba desesperado por
algo que calmara mis ansias, algo que me asegurara que ella estaba bien.
Por más que tratara de luchar contra ello, una jodida parte de mí estaba esperando
que se presentara aunque sabía que mi poder de voluntad era casi nulo y solo
terminaría lastimándola de nuevo. Era un puto desastre, pero todavía ansiaba estar
con ella, y probablemente mataría a cualquier hijo de puta que tuviera que matar por
solo cinco minutos en su presencia, sin importar las consecuencias.
"¿Lo recibiste?"
"Tu regalo de cumpleaños," aclaró. Rodé los ojos y asentí, sin sorprenderme que
cambiara de tema.
"Entonces, ¿te gustó?" Preguntó, una sonrisa formándose en sus labios al mismo tiempo
que sus ojos se iluminaban por la emoción.
"Sí. Aunque me sorprendió. Esperaba otro juego de libros de autoayuda o una maldita
membrecía a AA o algo así. ¿Quién iba a saber que en realidad me regalarías algo
decente?"
Se rió y me empujó con el codo jugando. "Soy tu tía, sé lo que te hace feliz," me dijo.
"Aunque AA me parece una buena idea."
"Espera sentada para eso," respondí. "Si crees que soy miserable ahora, veme la
"¿Cuándo fue la última vez que estuviste sobrio?" Preguntó. Me encogí de hombros y
me le quedé mirando, pero antes de que pudiera responder que estaba sobrio en ese
momento siguió hablando. "Y por sobrio me refiero a pasar todo un día sin un sorbo de
alcohol."
Me reí con amargura mientras mi padre nos gritó a Esme y a mí desde el escalón
principal de la iglesia, diciendo que la ceremonia estaba a punto de empezar, y
empecé a alejarme cuando ella habló de nuevo.
Me estacioné frente a la casa antes de caminar por la calle hacia la casa de Esme, y
Emmett empezó a caminar hacia mí tan pronto entré, una expresión severa en su rostro.
De inmediato me pregunté qué carajos había hecho mal, ya que Emmett rara vez
estaba serio, y me preparé para lo que venía cuando se acercó. Esperaba que se
estrellara contra mí o me arrojara hacia algo pero en lugar de eso me abrazó,
apretándome con fuerza.
"Necesitas estar sobrio de una puta vez y sobreponerte," me dijo, su voz baja y
demandante. "Mi hijo va a necesitar un tío a quién admirar."
"Sí, un hijo," respondió, con una amplia sonrisa. "¿Puedes creerlo? Voy a ser un maldito
papá, hombre."
"Empezamos antes la luna de miel,” dijo en broma. "Ya tiene tres meses pero no le
hemos dicho a nadie todavía. Bueno, hasta ahora, de todos modos."
"Wow," murmuré, sin saber que decir al respecto. Estaba feliz por él, por supuesto, pero
la puta envidia amenazaba con consumirme en vida. "Sabía que esa perra estaba
radiante cuando la vi."
"¿Cómo acabas de llamarme?" La aguda voz de Rose se escuchó detrás de mí. Emmett
se rió al mismo tiempo que me di la vuelta, viendo a Rosalie parada con las manos en
sus caderas. Todavía traía puesto su vestido de bodas pero su pelo estaba suelto, su
velo ya no estaba.
"Sí, no llames a la mamita de mi bebé una perra, hombre," Emmett dijo a medida que
mis ojos analizaban a Rosalie. Noté que su rostro se veía más lleno y definitivamente
estaba jodidamente radiante.
"Tus mejillas engordaron." Sus ojos se entrecerraron al escuchar mis palabras. "Sigues
siendo un pendejo," replicó.
Asentí. "No te voy a discutir esa mierda," murmuré. "Felicitaciones, por cierto. Por el
matrimonio y el niño."
"¿La mamita de mi bebé?" Dijo furiosa, él se encogió de hombros y me reí mientras ella
rodaba los ojos. "Y no puedo creer que de todos, se lo dijeras a él primero."
"¿Decirle a quién qué?" Alice preguntó, acercándose y deslizándose junto a mí. Agarró
mi brazo, envolviendo los suyos alrededor de él y se apoyó en mí. Le di una pequeña
sonrisa y me sonrió en respuesta, la felicidad y calidez en su expresión todavía
extrañamente reconfortante aún cuando no la había visto en mucho tiempo. Jasper se
acercó junto a Alice y me miró, haciendo verdadero contacto visual contrario a la última
vez que lo vi. Me saludó con un gesto de su cabeza y le respondí.
"¿Preñada?" Repitió, su tono de voz mordaz. Todos nos reímos cuando Emmett gruñó
una disculpa, y Alice y Jasper los felicitaron discretamente. Emmett insistió en que nos
sentáramos juntos por un rato, y hablaron de bodas, bebés y el futuro, pero no dije
mucho porque en realidad no había nada que pudiera contribuir. Mi futuro estaba
escrito en piedra y no era nada de lo que entusiasmarse o siquiera algo que pudiera
compartir. Sin embargo, era agradable estar rodeado de ellos de nuevo. Me sentía
como en los viejos tiempos cuando uno de ellos contaba un chiste o evocaba un viejo
recuerdo, todo tan reconfortante que en ese momento me permití relajarme y solo
olvidarme de todo lo demás. No había ira o resentimiento, no había remordimiento o
culpa viniendo de todos lados por cosas que habían sucedido. No había nada más que
amor y amistad en la mesa, y hasta algo de comprensión entre nosotros.
Mi padre se acercó durante unos minutos, riéndose y bromeando con nosotros, y tuve
una sensación extraña desarrollándose en mi interior mientras los observaba. Ellos
eran mi familia, la gente que más se preocupaba por mí en el mundo, los que habían
pasado por todo conmigo. Sentían mi dolor y compartían mi alegría, y mientras
escuchaba a mi padre empezar a hablar de mi madre y que tan feliz estaría ella si
estuviera allí, me di cuenta de qué era exactamente. Felicidad. Por primera vez desde
que dejé Forks, sentí felicidad... y no usé puñeteras drogas o licor para inducirla.
Pero aún así, incluso entonces, sentía el vacío, la parte que me faltaba. Sentía su
ausencia, cuando no deseaba nada más que su presencia.
Una garganta se aclaró detrás de mí y me tensé por instinto, a pesar de que Emmett y
Rosalie sonrieron.
"Esto es para ustedes dos," la voz de Alec sonó a medida que su mano se extendía
pasando junto a mí, entregándole un regalo envuelto con un brillante papel verde a
Emmett. La esperanza dentro de mí se intensificó al mismo tiempo que me giraba, al
ver que se veía exhausto, pero por lo demás bien. "Me disculpo por perderme la
ceremonia, tenía asuntos que no podía dejar de atender y acabo de llegar a la ciudad.
Felicitaciones."
"Gracias, tío," Emmett dijo cuando tomó la caja. "Es comprensible, no importa."
Rosalie reiteró el sentimiento y Alec asintió, deseándoles una bonita luna de miel antes
de darse la vuelta y alejarse sin siquiera mirarme. Observé cómo se acercaba a Esme,
haciéndole un gesto para que lo siguiera. Mis ojos se movieron rápidamente por el
lugar con nerviosismo y mi corazón empezó a desbocarse cuando escuché la voz de
Emmett.
"Bien, lee la maldita cosa," Rosalie demandó después de un segundo cuando Emmett
no dijo nada más. Emmett suspiró relajándose en su silla.
"Emmett y Rosalie, desearía poder entregar esto en persona, pero no puedo viajar
ahora. Lo siento y espero que puedan perdonarme. Estoy feliz por ustedes y les deseo
toda una vida de felicidad y amor porque ustedes se lo merecen. Apuesto que Rosalie
se ve hermosa en su vestido, ¿pero cuándo no se ve hermosa Rosalie? Tal vez algún
día llegue a ver fotos o un vídeo de ello. Me gustaría eso," Emmett empezó a leer,
mirando a Rosalie y sonriendo. "Ella tiene razón, bebé. Tú siempre te ves hermosa pero
en especial hoy."
Rosalie sonrió y le hizo un gesto con la mano para que continuara. "Es difícil de creer
que ha pasado tanto tiempo desde que hablé con alguno de ustedes. Se siente como si
hubiera sido ayer cuando todos fuimos a cortar el árbol de navidad juntos. Me ha ido
bien y he estado ocupada pero no voy a aburrirlos con detalles. Solo quería que
supieran que estoy bien aquí para que no se preocupen. Por favor, salúdenme a todos
la próxima vez que hablen con ellos, y díganles que los echo mucho de menos. Espero
que les esté yendo bien en la universidad a todos ustedes."
Hizo una pausa, mirándonos. "Izzy Bizzy les manda saludos y los echa de menos
cabrones. Y espera que no la estén jodiendo en la escuela,” dijo. Todos rieron y yo
esbocé una sonrisa mientras él miraba de nuevo a la nota. "No sé qué se supone que se
le regale a la gente en su boda porque nunca antes conocí a alguien que fuera a
casarse. Alguien me dijo que la gente se registra en tiendas para cosas del hogar, pero
no creí que Rosalie fuera de ese tipo de mujer a quién le gustaría una licuadora como
regalo para su boda. Así que compré algo que pensé que ambos disfrutarían. Sugeriría
que lo abrieran en privado como ella lo hizo conmigo una vez, pero no creo que se
avergüence de cualquier forma. Con amor, Isabella."
"¡Mierda, Izzy Bizzy es kinky!" Declaró, riéndose al mismo tiempo que alcanzaba el
contenido de la caja. Empezó a sacar lencería y me quedé mirando atónito cuando
agarró un vibrador color rosa. Emmett lo levantó, llamando la atención de algunas
personas alrededor mientras lo movía de acá para allá, y todos se empezaron a reír
cuando Rosalie trató de quitárselo. Sus mejillas se tiñeron de rojo cuando más
personas se quedaron mirando y finalmente lo arrancó de los dedos de Emmett,
"A veces eres todo un idiota," escupió, poniéndose de pie y alejándose con la caja. Alice
sonrió y se disculpó, siguiendo a Rosalie.
"Al parecer la gatita estaba equivocada," Emmett dijo bromeando. "Rosie estaba
avergonzada."
"Yo tampoco,” respondió, riéndose de nuevo. "Le enviaría una nota de agradecimiento
solo por eso pero no dijo dónde estaba."
"Sí, bueno, estoy seguro que Alec puede encontrar una forma de hacérsela llegar," le
dije, tratando de contener mi emoción.
"Eso espero. Quiero contarle del bebé," respondió. "Todavía no puedo creerme esa
mierda ni yo mismo."
"Si no es una miniatura de él, sería una miniatura de Rosalie. No sé cuál sería peor," le
dije, riendo.
"Va a ser una mezcla de los dos," Emmett declaró. "La belleza de Rosie y mi estupenda
personalidad."
Nos echamos a reír y Emmett empezó a recoger mierda de la mesa, lanzándola hacia
nosotros.
"Pendejos," él dijo. "Todavía tengo que contarle a papá que va a ser abuelo. No sé cómo
se vaya a sentir al respecto. Rosie quiere esperar un poco ya que tiene muchas cosas
con qué lidiar ahora, pero no sé. Siento que quiero decirle."
"Sí, tal vez deberías decirle," Jasper dijo. "Dale algo positivo en qué pensar, ya que
nada más parece ir bien."
"Aunque, ¿de verdad crees que va a estar aquí cuando llegue el momento?" Emmett
preguntó. "Va a defenderse de los cargos, ¿verdad?" Los dos se me quedaron mirando
y me encogí de hombros vacilante, sin saber qué esperaban.
"No sé más que ustedes al respecto," les contesté. "El juicio va a empezar pronto, no
deberá durar por más de unas cuantas semanas. Sus conjeturas sobre el resultado son
"Hola, tía Es," Emmett respondió. "¿Será que tienes la dirección de Isabella? Tengo que
enviarle una nota de agradecimiento."
"No, lo siento," ella respondió. "Estoy segura que si hablas con Alec te ayudará, pero yo
no tengo contacto con ella. Como sea, Rosalie acaba de lanzar el ramo. Alice lo atrapó,
por supuesto. Pensé que iba a empezar a dar golpes para conseguirlo."
"Supongo que sí," Jasper respondió. Esme sonrió, palmeando a Jasper con cariño
mientras empezaba a alejarse. Me despedí de mis hermanos rápidamente y la seguí,
deteniéndola en la cocina antes de que pudiera escapar afuera. "¿Por qué mentiste?"
"Tiene sus razones. Sabes muy bien que no debes cuestionar los motivos de tu tío. Él no
interviene por emoción o hace las cosas por despecho. Hace lo que es lógico, así que
solo tienes que confiar en eso ahora," ella dijo. "Yo lo hago."
"¿Lo eres tú?" Ella respondió. "No puedo hablar por ella y lo sabes. Disfruta de las
cosas que hace, eso es lo que me ha dicho, pero algo que encuentro irónico es que tú y
ella siempre me dan las mismas respuestas a mis preguntas. Estoy bien, he estado
ocupado, no tienes que preocuparte por mí. Nunca he escuchado un estoy feliz."
Se dio la vuelta antes de que pudiera responderle, saliendo por la puerta trasera hacia
donde Rosalie estaba en el patio trasero con algunos invitados. Dudé por un momento,
considerando el seguirla, antes de decidirme por simplemente irme a casa. Pasé junto
a Clara cuando me dirigía a la puerta principal y ella me sonrió con calidez,
saludándome. "¿Ya se va?" Preguntó.
"Sí," respondí, dándole una sonrisa. Ella había cambiado mucho desde que vivía en
Chicago y prácticamente era más un jodido huésped para Esme que la sirvienta. "Te
veré luego, Clara. Que pases buenas noches."
Empecé a caminar por la calle hacia la casa, disminuyendo el paso a medida que me
acercaba y vi la figura sentada en el escalón. Reconocí a mi padre cuando me acerqué
más, mi ceño frunciéndose en confusión cuando vi que tenía un cigarrillo en su mano.
"Cristo, ¿cuándo empezaste a fumar?" Pregunté. Me miró y se encogió de hombros,
tirando las cenizas sobre el concreto.
"¿Y tú?" Preguntó, señalando algunas viejas colillas de cigarro que cubrían el patio.
"No son mías," respondí, ganándome una mirada de curiosidad de su parte. "La
mayoría de ellas, en cualquier caso. Leah, la chica que Esme consiguió para que
viniera a ayudar... fuma como una maldita chimenea."
Se quedó en silencio, estar parado allí con él se sentía algo surrealista. "Es algo jodido
estar fumando con mi padre, el doctor."
"Ya no soy doctor," replicó con una risa amarga, dando una calada. "Suspendieron mi
licencia médica. No se puede tener a un miembro de la mafia armado con escalpelos y
agujas."
"Eso es una mierda," le dije, sintiéndome culpable por haber sacado el tema. "Lo
Me miró y alzó sus cejas interrogante. "¿Te acabas de disculpar conmigo?" Me encogí
de hombros y sonrió. "Sí, yo también lo siento. Aunque, en realidad ya no importa. Es lo
que es."
"¿Qué cambió?" Pregunté con curiosidad, algo incómodo con el tema, ya que nunca
antes había hablado de esa mierda con él. "¿Qué te hizo sobreponerte y volver de una
puta vez a casa?"
"Sí, lo era," respondí, asintiendo. "Lo más cercano que tuve a una abuela."
"Sabes que tu verdadera abuela está a solo unos kilómetros de distancia, puedes ir a
verla si quieres," sugirió. "Sin embargo, no puedo asegurarte que no va a encabronarte.
La visité ayer, solo tardó como diez minutos antes de que se le soltara la lengua
hablando de tu madre. Se niega a referirse a ella por su nombre, llamándola 'esa
esclava irlandesa'. Probablemente lo haría contigo, ya que te pareces mucho a ella."
"Sí, paso," respondí, lanzando mi cigarrillo al suelo y pisándolo, el humo hizo que mi
pecho doliera. Metí la mano a mi bolsillo y saqué mi frasco, abriéndolo para tomar un
trago. Me miró con curiosidad y se lo tendí, ofreciéndole un poco. Titubeó pero tiró su
cigarrillo y lo tomó. Hizo una mueca por el caliente líquido, pero eso no lo detuvo de
tomarse un segundo trago antes de devolverlo.
"Para que sepas, no debería decirte esto, pero en realidad ya no tengo nada más que
ofrecer. Te he fallado demasiado, reteniendo información cuando simplemente debí
haber sido honesto, y hasta el punto donde no tengo nada más que dar más que la
verdad," dijo en voz baja, mirando hacia el suelo frente a él. Parecía un hombre
Él me dio una mirada extraña, la aprensión en sus ojos. Nunca le había hablado de
esa noche, el recuerdo era demasiado doloroso para ponerlo en palabras. La única
persona a la que le había contado era Isabella, pero estando ahí frente a mi padre,
viendo su expresión, casi lo sentía necesario. Suspiré y cerré los ojos mientras me
sentaba junto a él en el escalón, pasando la mano por mi cabello con nerviosismo a
medida que recordaba detalle a detalle lo que sucedió. Desde el momento en que
salimos del recital de piano hasta cuando desperté en el hospital con él a un lado de
mí, cada vestigio de dolor saliendo a través de mis palabras. Se quedó en silencio
enterándose de todo, su cabeza gacha mientras miraba hacia el suelo, pero sabía que
estaba escuchando atentamente.
"Casi te desangraste hasta morir," dijo cuando terminé, su voz baja. "Estaba sentado en
casa, muy enojado con ella porque había descubierto que había hecho caso omiso de
las advertencias de que dejara de indagar en busca de información, y todo ese tiempo
ella estaba muerta y tú yacías detrás de un basurero. Pudiste haber muerto y hubiese
sido mi culpa."
"No fue tu culpa," le dije, negando con la cabeza. "La única persona culpable de las
balas que tomaron la vida de mi madre y la bala que casi tomó la mía fue ese hijo de
puta que jaló del gatillo."
"Sí, bueno, mamá te hubiera dicho que esas eran putas pendejadas," respondí,
ganándome una mirada de diversión de su parte. "Bueno, probablemente no con esas
palabras, pero sabes a lo que me refiero. Ella creía firmemente en esa mierda del
destino, que lo que está destinado a ser será y toda eso. Lo que dijiste hace un
momento, es lo que es. Me refiero a que, a menudo durante este año y medio, me he
preguntado si tal vez de alguna manera hubiéramos podido salvar a Isabella sin que
hubiera tenido que iniciarme, de manera que yo pudiera estar con ella donde carajos
sea que esté..."
"Sí, bueno, no creo que Alec esté de acuerdo contigo," murmuré. "Tiene que
amenazarme con matarme al menos una vez a la semana. Solo estoy en espera del día
en que se contagie de laringitis o algo así y no pueda decir las palabras 'voy a matarte'
así que en vez de eso solo haga esa mierda."
Se echó a reír sacudiendo la cabeza. "Él me amenazó con matarme cuando tenía tu
edad. También he amenazado con matar a muchas personas en mi vida."
"Sí. La amenacé un par de veces. En realidad, casi lo hice y nunca me perdonaré por
eso. Es como se nos enseña a controlar a la gente en la Borgata, se vuelve una
segunda naturaleza, por más perturbador que suene. La mayoría de los hombres
temen muy pocas cosas con excepción de la muerte, así que la amenaza de muerte es
la única cosa para mantenerlos en línea."
"Es algo extraño con cuanta maldita indiferencia me dices que casi mataste a la chica
que amo."
"Tengo que irme, supongo," murmuré mientras él encendía otro cigarrillo. Asintió, sin
parecer sorprendido, y no dio indició de que fuera a levantarse. "¿Quieres ir adentro o
algo? Me refiero a que, todavía es tu casa."
"Muy bien, entonces. Supongo que te veré después o lo que sea," le dije, dándome la
vuelta para irme.
"¿Sí?"
"Te amo, hijo," dijo en voz baja, dando una calada a su cigarrillo. "Creo que no te lo
había dicho desde que tenías ocho, pero así es. Y espero que nunca seas perseguido
por los rostros de los muertos como yo. Nunca quise eso para ti."
"Lo sé, papá. Yo también te amo," le dije, sus palabras poniéndome nervioso porque no
era algo típico de él. "Mira, eh, no vayas a hacer algo estúpido. Sé que tienes un
puñetero as bajo la manga pero ten cuidado, ¿de acuerdo?"
Se rió entre dientes, negando con la cabeza. "Irónico," dijo en voz baja. "No te
preocupes, no voy a hacer nada que tú no harías, hijo."
"Sí, bueno, esa mierda me asusta porque yo hago alguna mierda de verdad jodida."
"Ya vete, hijo," respondió, despidiéndome con la mano. "Sabes que no puedes llegar
tarde cuando te llaman. No te preocupes por mí."
"Adiós, Edward."
Dudé, mirándolo una vez más antes de meterme en el coche y encenderlo. Me alejé de
la entrada y me dirigí hacia la casa de Aro, reflexionando sobre sus palabras mientras
conducía. El miedo iba creciendo dentro de mí entre más me acercaba, una sensación
perturbadora haciéndome sentir mareado... definitivamente algo estaba mal.
Vi el coche de Alec estacionado detrás del de Aro cuando llegué, había algunos otros
vehículos alrededor pero no pude descifrar de quién era. La mayoría de ellos lucían
igual para mí, el de Alec era el único que destacaba por una pequeña etiqueta
plateada en la parte trasera. Me estacioné detrás de él y salí, dirigiéndome a la puerta
principal y titubeé, echándole un vistazo a mi reloj antes de tocar el timbre.
Fue abierta después de un momento por la joven esclava que había venido desde
Phoenix. Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa, haciéndose a un lado para dejarme
entrar. Había hablado con ella un par de veces durante mis visitas a la casa pero
siempre se negaba a sostener una larga conversación conmigo, diciéndome que su
nombre era Maggie pero diciendo muy poco además de eso. Sabía que ella estaría al
tanto de lo que éramos así que no la culpaba por estar renuente a hablar, pero al
parecer ya no me temía, afortunadamente. Antes de que Isabella entrara en mi vida no
"Señor," le dije.
"Ah, Edward," dijo, echando un vistazo al reloj. "Aquí con unos minutos de sobra. Toma
asiento."
Me acerqué y me senté en una silla junto a Alec, mirándolo nervioso. Podía darme
cuenta que estaba inquieto, el simple hecho hacía que mi pánico se intensificara.
"Tenemos un problema," Aro empezó de inmediato, su voz firme y seria. "Al parecer
tenemos otro traidor dentro de la organización, uno que puede causar un daño
significativo si no nos ocupamos de él. No podrá verlo venir y a este punto va a confiar
en muy pocas personas. Esto es de suma importancia y se tiene que hacer de forma
discreta. La organización puede ser dañada seriamente, todos los que estamos en esta
habitación destruidos por él y no podemos permitir que eso pase. Entienden la
seriedad de la situación, ¿correcto?"
"Por supuesto," Alec respondió. Asentí, sin saber por qué carajos estaba allí pero no iba
a cuestionarlo al respecto.
"Bien, porque necesito que se elimine a Carlisle tan pronto como sea posible."
Mi sangre se heló por sus palabras, sentí como si mi corazón se detuviera al mismo
tiempo que las náuseas aumentaban dentro de mí. Mis manos temblaron mientras lo
contenía, la intensa mirada de Aro cayendo sobre mí después de un momento. "Es
lamentable, pero tenemos fuentes internas que nos han confirmado que él ha estado
dando información a los federales a fin de ayudarse a sí mismo. Es inteligente, ha
estado en esta organización por bastante tiempo y conoce cómo funcionan las cosas.
Su padre, que en paz descanse, fue uno de los más grandes jefes en la historia de la
organización. La traición de Carlisle es devastadora y ni siquiera sugeriría la idea sino
estuviera cien por ciento seguro," declaró.
Aro hizo una pausa, mirando a Alec, y contuve la respiración esperando que él
defendiera a mi padre. Esperaba que tratara de convencer a Aro de que no lo hiciera,
joder, que le hiciera ver la lógica de que mi padre nunca haría nada para poner en
peligro a su familia, pero al momento que abrió su boca destruyó por completo mi
"Sabía que lo harías," Aro respondió. "Siempre lo has hecho. Tomas el juramento con
seriedad, contrario a muchos otros, lo que te hace un excelente recurso."
"En realidad, no," dijo Aro, negando con la cabeza. "Esto no es para ti."
"Entonces, ¿de quién?" Alec preguntó tentativamente. Una sonrisa de suficiencia torció
los labios de Aro y me miró, haciendo un gesto con su cabeza.
"Para él."
"¿Yo?" Pregunté con incredulidad, sabiendo que tenía que haber algún error. "Joder, no
puedo..."
"¿No puedes?" Contestó de inmediato, sus ojos oscureciéndose por la ira. "¿O no
quieres? ¿Estás desobedeciendo una orden?"
"Con todo respeto, señor, Carlisle tiene mucha experiencia y Edward es bastante
nuevo," Alec dijo. "Yo sería la apuesta más segura."
"Tal vez, ¿pero no crees que Carlisle se ha preparado para esa posibilidad? Te estará
esperando, Alec, y no dudo que contraatacaría si su vida está en peligro. Pero estoy
bastante seguro que no le dispararía a su hijo, en especial a uno que es
extremadamente parecido a su amada esposa. Aceptaría la muerte antes de matar a
su propio hijo."
Me les quedé mirando en shock, sin saber qué demonios decir o cómo reaccionar.
Sabía que esa mierda era cierta, que moriría antes de matarme, y el hecho de que Aro
usara la memoria de mi madre contra mi padre me hacía sentir peor. Se sentía tan
surrealista, parte de mí gritaba que tenía que haber escuchado mal o que tenía que ser
algún tipo de pesadilla. No había forma de que se me acabara de ordenar asesinar a
mi propio padre, de ninguna manera se había ordenado su muerte, punto. Era
incomprensible para mí.
"Muy bien," respondió Alec. Lo miré boquiabierto, atónito, y empecé a hablar pero él me
lanzó una mirada asesina que hizo que mis palabras pararan en seco. "Asumo que he
sido llamado para ayudar con las repercusiones, entonces."
"Sí,” dijo Aro, sin decir nada más pero imaginé que Alec sabía exactamente lo que eso
significaba. Alec asintió y Aro volvió su atención hacia mí. "¿Y tú entiendes lo que se
espera de ti?"
"Un traidor, Edward," dijo bruscamente. "Una vergüenza para todo lo que
representamos. Él ya no es nuestro amigo, es un enemigo. Tu padre, ¿el hombre que
respetabas? Ya está muerto. Tu orden es eliminar la amenaza, por el bien de todos. Ya
es tiempo de que pruebes tu lealtad a nosotros, de todos modos. Se te debió haberte
ordenado que lo hicieras hace tiempo, pero no presioné en el asunto por quién eres. De
hecho, he tolerado muchas cosas que no debía por tu apellido, pero ya no lo toleraré
más. Tu padre ha arruinado el nombre, ha manchado la reputación Cullen. Los Cullen
eran leales, reverenciados y fuertes. Ahora, gracias a tu padre, son cobardes.
Mentirosos. Ratas. Tu abuelo se estaría retorciendo en su tumba justo ahora si supiera
lo que está pasando."
"Así es," Alec intervino. "Antonio Cullen nunca hubiera tolerado esto."
"Así que, sé un hombre de honor y haz lo que se espera de ti," dijo Aro. "Gana de nuevo
un poco de respeto a tu linaje mientras todavía puedes. Eso es todo."
"Pero, que..."
"Claramente, conozco mejor a tu padre que tú," me dijo. "Eres más ignorante de lo que
pensé si no crees que él anticipó que esto sucedería."
"¿Estás diciendo que él planeó esta mierda? Eres un maldito mentiroso, no sabes de
qué demonios estás hablando. No hay forma de que mi padre nos traicionara."
"Es solo que esto no tiene puto sentido," escupí. "Así que, ¿está preparado para que yo
lo asesine? ¡¿En qué clase de jodido mundo vives?!"
"El mismo en el que vives tú," dijo con calma," metiendo la mano en su bolsillo y
sacando su teléfono. "Pero es irrelevante porque no vas a matar a nadie, Edward."
"¿Disculpa? Eso es nuevo para mí, considerando que me acaban de dar la puñetera
orden de matar a alguien. ¿Qué carajos se supone que haga?"
"¿Esperas que solo me vaya a casa y me olvide de la mierda que acaba de suceder?"
Pregunté con incredulidad. "Mi padre apenas estuvo en la casa. ¿Cómo pretendes que
lo mire a la cara?"
No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado mientras estaba ahí sentado viendo
el piso de madera, mi frenética mente trataba de considerar mis opciones y posibles
escenarios mientras trataba de ahogar toda esa mierda con licor. Podía sentir el
líquido moviéndose rápidamente por mi cuerpo, un adormecimiento apoderándose de
mis miembros y mi pecho, pero todavía sin poder extinguir el maldito dolor en mi
corazón. Estaba angustiado y tuve que contener las lágrimas más de una vez,
recordando las palabras de mi padre de esa tarde. No había querido creerle a Alec
cuando dijo que mi padre había previsto esa situación, solo por si acaso, pero después
de la mierda que me había dicho antes de irme a casa de Aro, casi tenía sentido. Joder,
si solo hubiera estado al tanto de lo que había estado haciendo, lo que esperaba...
En el mejor de los casos, conseguía escaparse de una puta vez y nunca lo vería de
nuevo. En el peor de los casos, él se volvía a presentar y terminaba muerto,
La intoxicación no hizo nada por hacer que la tensión desapareciera, por el contrario
me adentró más en la oscuridad a medida que sopesaba las posibilidades. La
violencia, el caos, el asesinato, el derramamiento de sangre, la maldita aniquilación...
Me preguntaba si había alguna manera de impedirlo, o si era inevitable y solo estaba
desperdiciando mi energía tratando de encontrar una forma de escapar.
Me senté encorvado con mi cabeza gacha, agarrando mi cabello con fuerza con la
botella de vodka vacía a mis pies. Todavía estaba lúcido, ni siquiera me había
acercado a beber lo suficiente para desmayarme, pero en ese momento me hubiera
gustado haberlo hecho. Solo para escapar por un momento, solo para olvidar esa
mierda por un rato. Mis hermanos no estaban muy lejos, probablemente todavía
celebrando el matrimonio, bebés y sus jodidos futuros. Celebrando posibilidades,
mientras yo estaba siendo consumido porque el mío se me había arrebatado. Todo eso
me había sido arrebatado, pero no había nadie a quién culpar por ello sino a mí
mismo, y ahora era mi trabajo joder el futuro de mis hermanos al arrebatarles a nuestro
padre. Ya habíamos perdido a mamá así que era el único padre que nos quedaba, y
sabía que tanto Jasper como Emmett estaban desesperados por tenerlo cerca después
de perder tanto. Mierda, por más que chocáramos a través de los años, joder, tampoco
quería perderlo. Iba a ser un puto abuelo por todos los cielos.
Jessica Stanley.
"Nada. Solo que tú eres la última persona que esperaba ver parada en mi puñetera
puerta."
"Oh," dijo simplemente, mirándome con indecisión. Me quedé ahí por uh momento, un
silencio incómodo cerniéndose entre nosotros que estaba empezando a ponerme
nervioso.
"Entonces, eh, ¿necesitas algo? ¿Cómo supiste dónde vivía? De hecho, ¿qué demonios
estás haciendo aquí?"
Sonrió. "Te dije que iba a ir a Notre Dame, ¿no es así?" Me encogí de hombros, apenas
recordando algo al respecto, pero me parecía tan insignificante de manera que no
estaba seguro. "Como sea, en realidad Rosalie y yo tuvimos una clase juntas en mi
primer semestre y empezamos a hablar."
"Espera, espera un puñetero momento. ¿Tú y Rose son amigas?" Pregunté con
incredulidad, recordando lo mucho que Rosalie la despreciaba en Forks. Ella era la
que me daba más mierda por follar con Jessica por lo fácil que era ella.
"Sí, supongo que puedes decir eso," dijo. "Recibí una invitación para la boda pero no
pude llegar. De hecho, acabo de regresar de pasar la semana en Forks y pasé a
felicitarlos. Yo, eh... pregunté cómo te iba y ellos me mostraron tu casa. Espero que no
te moleste. Solo quería saludarte."
Sonrió de nuevo, asintiendo. "Seguro," me dijo, entrando a la casa pasando junto a mí.
Se dirigió por el pasillo y le dije que se sintiera como en su casa mientras me dirigía al
piso de arriba, yendo directamente hacia mi escritorio para tomar una botella de licor
del último cajón. Agarré un refresco del refrigerador cuando volví a bajar e hice una
mueca cuando iba a mitad de camino hacia la sala de estar, mis pasos vacilando
brevemente cuando el sonido de notas de piano se filtraron por la planta baja, su mano
presionando las teclas. Me molestó y gemí, negando con la cabeza a medida que
entraba en la habitación.
"Los dedos lejos del jodido piano," le dije, sin querer que tocara esa mierda. "Te traje un
refresco." Sonrió con timidez cuando apartó su mano, acercándose para tomar la
bebida de mi mano antes de sentarse en el sofá.
"Gracias. Creo que esta es la primera vez que en realidad me das algo."
"Te di orgasmos," murmuré, las palabras saliendo antes de que siquiera supiera qué
demonios estaba diciendo. Se rió, incrementándose la incomodidad y la tensión en el
"Sí, lo hiciste. Muchos de ellos," me dijo. "Te ves bien, por cierto."
"¿Qué, ninguna respuesta sarcástica de como tú siempre te ves bien? ¿Qué pasó con el
Arrogante Cullen?"
Me reí secamente, tomando un trago. "Creo que se quedó allá en Forks por alguna
parte."
"No, no es cierto," le dije, negando con la cabeza. "A nadie le gustaba ese hijo de puta.
Era un pendejo."
"Cierto, lo era algunas veces," me dijo. "Aunque, tenía algunos buenos momentos,
cuando no estaba ocupado alejando a la gente o golpeando a gente como Jacob
Black."
Se encogió de hombros, sin tener una respuesta a la pregunta, y se quedó callada por
un momento. "¿Sabías que nadie ha vuelto a escuchar de él?"
"Jacob Black," respondió. "Todavía tienen volantes por todo el condado, los vi esta
semana cuando estaba en Forks. La verdad, es triste. Me pregunto qué le sucedió."
"No lo sé," murmuré, el tema haciéndome sentir incómodo. "No se sabe con Jacob. ¿Y
cómo están todos en Forks?"
Ella se encogió de hombros. "Ya no hablo con Lauren y Tanya. Las dos se quedaron en
Washington, fueron a la universidad en Seattle pero Tanya falló en su primer semestre.
Ahora está trabajando en la tienda de comestibles en Forks."
"A mí tampoco. ¿Y tú hablas con alguien de la secundaria? ¿Qué pasó con tu novia
Isabella?"
La mención de ella hizo que mi pecho doliera y tomé un trago del vodka, tratando de
calmarlo.
"Eso es triste, ustedes estaban bien juntos," respondió. "Por lo que vi, de todas formas."
Ella se encogió de hombros, diciéndome que trataron de hacer que funcionara pero no
era fácil siendo que estaban tan lejos. Aparentemente él estaba jugando fútbol en
Seattle, al igual que Tyler Crowley. Una punzada de celos me golpeó y apreté mi mano
en un puño, tratando de contenerlo, debí haber sido yo el que jugara en la universidad.
Parloteó un poco más sobre gente que conocíamos antes de que la conversación se
agotara y se aclarara la garganta nerviosa. "Para que sepas, nunca creí los rumores."
"¿Rumores?"
"Sí, en Forks. Los rumores de que tu familia estaba, tú sabes... involucrada en cosas.
Siempre pensé que era inventado. Algo loco. Estaba atónita cuando vi que tu papá fue
arrestado por ser una especie de jefe de la mafia o algo así. Me refiero a que, él ha
sido mi doctor desde, algo así como, la primaria." Asentí, sin responder porque no
había mierda que pudiera decir al respecto. Me observó con curiosidad, obviamente
esperando más, pero no iba a recibir nada. Nos quedamos callados por un momento
antes de que ella suspirara, poniéndose de pie y atravesando la habitación. Se detuvo
frente al piano, mirando la pintura en la pared.
"Eh, no. Fue un regalo. Los artistas por lo general firman su trabajo o algo, así que
debe de estar allí," le dije, encogiéndome de hombros. Sabía que probablemente a ella
en realidad le importaba una mierda la pintura y solo estaba tratando de encontrar
algo de qué hablar para deshacerse de la incómoda tensión.
Lo miró por un momento, suspirando. "No tiene nombre, solo algunas iniciales," me dijo.
"En fin, debo irme. Se está haciendo tarde. Fue bueno verte."
"Sí, a ti también, Jessica." Me puse de pie para encaminarla a la puerta, viendo cómo
empezó a caminar por la calle de vuelta a la casa de Esme donde supuse se había
estacionado. Volví a la sala de estar, agarrando de nuevo la botella de vodka y
tomando un trago. Me acerqué a la pintura y me le quedé mirando con curiosidad, las
dos solitarias iniciales en una esquina captaron mi atención. I.S. Las miré fijamente por
un segundo, antes de que una sensación extraña me recorriera. "Joder, no puede ser,"
dije, negando con la cabeza cuando las reconocí. Me di la vuelta y salí corriendo de la
habitación, subiendo rápidamente las escaleras. Fui a mi habitación y empecé a
arrojar mierda por todos lados, sacando cosas del bote de basura mientras buscaba el
empaque en el que la pintura había venido la pintura. Encontré la nota de entrega y la
saqué, mi corazón latiendo con fuerza mientras miraba la dirección del remitente.
"¿Sí, Edward?" La voz de Alec era calmada y baja, no era con quién quería hablar,
pero era suficiente para mí.