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La historia del Principe Della Mafia y su Bella Ragazza, dos

almas unidas en un mundo lleno de caos. Quella destinata


per te, nessuno la prenderà. El verdadero amor espera.
Sempre.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1


Traducción no autorizada hecha
para el Blog The World of
AlePattz

Esta es una traducción hecha en su mayoría por mí,


AlePattz, con la ayuda de otras traductoras, a
quienes se mencionan antes del capítulo traducido
por cada una de ellas, y con la revisión y edición de
las E.R.E..

Gracias a todas tenemos esta historia tan deseada en


nuestras manos.

Como bien saben, esta historia fue editada por su


autora para ser publicada en dos libros, los
invitamos a comprarlo en cualquiera de sus
ediciones para que sea tenida en cuenta su
traducción al español.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 2


"Este es un mundo de compensaciones, y el que no es esclavo, no debe consentir
tener esclavos. Los que niegan la libertad a los demás, no la merecen y en virtud de
un Dios justo, no pueden retenerla por mucho tiempo.”—Abraham Lincoln

Un día como hoy hace dieciséis años, una muchacha se encontraba en el frío y
húmedo suelo en medio de un pequeño establo oscuro y destartalado que olía a heno y
estiércol, y dio a luz a una niña prematura. Estaba terriblemente asustada por ella y su
bebé. Soportó lo mejor que pudo, apretando los dientes y permaneciendo en silencio a
pesar del intenso dolor, empujando hasta el final y recibiendo a su bebé en este mundo
completamente sola. Cortó el cordón umbilical con unas tijeras de jardín y envolvió a la
niña en unos trapos viejos que encontró, haciéndolo lo mejor que pudo para
mantenerla caliente. Ella sabía que era muy pronto para que naciera, sabía que no
había manera que hubieran pasado 9 meses. La niña era muy pequeña, no estaba
segura cuanto pesaba, pero no podía ser mucho más de 2 kilos y medio. Su llanto era
débil, su cuerpo ligeramente azul, pero ella se negaba a renunciar a su hija. La sostuvo
toda la noche, meciéndola y tranquilizándola, tratando de alimentarla pero no tenía ni
idea de cómo conseguir que la pequeña se aferrara al pecho.

La placenta la asustó llevándola a un ataque de pánico. No tenía idea de qué estaba


pasando, ante la idea de tener gemelos. Todavía no sabía qué iba a hacer con la
primera que había tenido), no tenía idea de cómo iba a criar una hija.

Todavía era una niña de apenas dieciséis y completamente inocente. Mientras sostenía
a su bebé durante la noche, mirando su carita arrugada y acariciando su pequeña
mano alrededor de su dedo, imaginaba un mundo más allá que aquel en el que ella
vivía. Un mundo donde su hija pudiera florecer. Donde pudiera ir a la escuela y tener
amigos, un mundo donde pudiera enamorarse y casarse. Un mundo donde su hija
pudiera tener su propia casa, su propia carrera, su propia familia. Un mundo donde su
hija tuviera opciones, libertad.

Porque ella no las tenía en absoluto. Era una esclava, a merced de sus dueños. Ella fue
secuestrada cuando era un bebé, sus padres fueron asesinados. Los secuestradores

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sabían que podían recibir una gran cantidad de dinero por ella al subastarla al mejor
postor, no les importaba lo que buscaban de ella o quién vendría por ella.

Si bien, tuvo algo de suerte. Sabía que podría haber terminado en alguna red de
pedofilia, pero no fue así. Fue comprada como un regalo para una mujer, una niña
para una mujer que deseaba desesperadamente tener una hija, ya que no podía
tenerla por sí misma. Ya había tenido un hijo, pero su nacimiento fue tan traumático
que la había dejado estéril. Ellos no podían adoptar legalmente, porque su esposo
tenía un extenso expediente criminal y jamás hubieran sido aprobados.

Así que la compraron en el mercado negro.

No examinaron las cosas adecuadamente, la presencia de la niña tuvo el efecto


contrario. En vez de llenar el espacio vacío que la mujer tenía, solamente le recordaba
su incapacidad para tener su propia hija. A la niña la hicieron a un lado, la
desecharon. Portaba el mismo apellido, pero no fue más familia para ellos que el
vecino. Tan pronto como tuvo edad suficiente para caminar y hablar, tuvo que
defenderse por sí misma y se vio forzada a ayudar para cuidar de sus necesidades.

La familia era poderosa. No estaba totalmente segura en qué estaban involucrados,


pero sabía que no era bueno. Eran dueños de algunos esclavos, y a lo largo de los
años había visto a más de uno asesinado a manos de la familia cuando trataban de
escapar. No había escapatoria. Te encontraban si es que lo intentabas, y eras
ejecutado delante de todos para enviar un mensaje a los demás. Eran tus dueños.

No veía mucho al hijo de sus amos, debido a que él estudiaba en un internado durante
todo el año y la mayoría de las veces pasaba el verano viajando con la familia. A ella
siempre la dejaban atrás mientras ellos veraneaban, pero nunca estaba sola. Siempre
había alguien vigilándola.

El otoño en que cumplió 15 años, el padre cayó enfermo. Su hijo volvió a casa para
ayudar a su madre mientras su padre estaba fuera de servicio, por así decirlo. Tenía
dieciocho años en ese entonces y era volátil, pero no fue muy duro con ella, no la
amenazaba o golpeaba como hacía con los demás, y no le exigía nada. La mayor
parte del tiempo la ignoraba, apenas notaba que existía. Pero después de algunos
meses cambió y comenzó a entrar por las noches a su cuarto furtivamente, acostándose
con ella, tocándola, cerniéndose sobre ella y empujándose dentro de ella.

Ella no fue educada pero conocía la realidad de la vida. Cuando su periodo dejó de
venir sabía lo que eso significaba. No estaba segura de qué hacer, a quién contarle o
qué decir. Cuando finalmente reunió el valor suficiente para confesarle a su ama que
un niño estaba creciendo dentro de ella el hijo vino a casa y anunció a la familia que
iba a unirse en matrimonio con una chica del pueblo de buena familia.

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Supo en ese momento que no podía decir nada. Ellos estaban contando con la unión
de las familias para su subsistencia, y el hecho de que estuviera embarazada a causa
de su hijo, a pesar de que ella no había instigado el contacto, la culparían solamente a
ella. La habrían culpado por arruinar su futuro, por arruinar sus planes.

Después de algún tiempo el padre se recuperó y el hijo se mudó, dejándola de nuevo


en el olvido. Ella mantuvo su embarazo en secreto, disimulándolo lo mejor que pudo.
De cualquier manera nadie le prestaba mucha atención, nadie reparaba en ella.

Así que cuando se sentó en ese establo, meciendo a esa pequeña bebé, se permitió
olvidarse de la manera en que vivía. Se permitió soñar con un mundo mejor para niña.
Se permitió soñar con que su hija tuviese un futuro en el que pudiese brillar.

Mantuvo al bebé escondido, durante algunos días, y la pequeña sobrevivió y prosperó


sorprendentemente dadas las circunstancias. Pero no podía mantener su secreto para
siempre.

Una tarde el ama oyó débilmente el llanto de un bebé, y caminó hacia el establo,
donde ella se encontraba escondida con la niña. La ama se sorprendió, por decir lo
menos. La muchacha estaba muy asustada, temerosa de que ellos pusieran en venta la
pequeña o incluso peor, terminaran con su vida. Había visto esclavas quedar
embarazadas a lo largo de los años, vio sus embarazos llegar a término y bebés
desaparecer. Pero la ama la sorprendió. Porque cuando vio el rostro del bebé, vio
relucir los rasgos de su hijo brillando hacia a ella. Sabía que la niña era de su sangre.

No aceptó al bebé como familia, se rehusó a reconocerlo de viva voz, pero le permitió
conservarla. Y durante dieciséis años la muchacha lo hizo lo mejor que pudo siendo la
mejor madre que podía ser. Ella no pudo escapar de la vida que tenía, había sido
vendida, pero mantenía la esperanza que algún día, su hija encontraría algo mejor. Y
ella hizo todo lo que pudo para prepararla para una vida mejor, a pesar de que ella
por sí misma sabía poco sobre el mundo exterior.

La pequeña creció hasta convertirse en una hermosa niña. Los esclavos la mimaban en
exceso, pero la mayor parte de la familia la ignoraba. Alguna que otra vez atraparon a
la ama mirándola fijamente, sonriendo cuando ella pensaba que nadie estaba
mirando. Eso le proporcionaba a la chica esperanza que quizás su hija pudiera ser
liberada. Ellos tampoco la trataban como a los demás, no la golpeaban o la hacían
trabajar demasiado duro. Allí había algo de bondad, bajo la superficie. Compasión por
la hija bastarda que su hijo trajo a la existencia.

No obstante, el verano antes del cumpleaños número 12 de la niña, todo cambió. Los
amos de la casa tuvieron un accidente de coche, muriendo por el impacto. En vez de
ser liberados, como todos ellos esperaban, el hijo intervino y se hizo cargo. Se convirtió
en un hombre duro, su agresividad crecía a medida que envejecía. No tenía una pizca
de bondad en su interior, ninguna compasión.

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Aún sentía debilidad por la joven a la que había dejado embarazada, a pesar del
hecho que había pasado más de una década desde la última vez que habían tenido
contacto. Después de hacerse cargo, comenzó a entrar de nuevo furtivamente en su
cuarto por las noches a hacerla suya. Ella nunca se defendió, sabía que si luchaba
contra él podía significar la muerte. Todo lo que tenía que soportar eran algunos
minutos de su forma jadeante y sudorosa cerniéndose sobre ella por la noche, los otros
eran golpeados hasta sangrar.

El hombre no era estúpido, sabía que la niña era su hija y no le gustaba ni un poco.
Durante cuatro años la muchacha fue maltratada y torturada, su madre la protegía lo
mejor que podía mientras se protegía a sí misma. Sabía que muerta no le sería de
ayuda y a veces no le quedaba más remedio que sentarse y permitir que su hija
soportara.

Finalmente, la esposa lo descubrió, se dio cuenta que la niña esclava era la hija
ilegítima de su esposo. La mujer no era capaz de llevar un bebé a término, todos sus
embarazos terminaban en aborto involuntario. Estaba enfurecida y quería que la niña
se fuera. Exigió a su esposo deshacerse de ella.

La muchacha que dio a luz sola a un pequeñísimo bebé en un establo, era mi madre. Y
ese bebé que sobrevivió a pesar de las posibilidades en su contra, era yo. Mi nombre
es Isabella Swan, y hoy es mi decimosexto cumpleaños.

La gente se sorprendería si supiera que el mundo donde nací existe. Abraham Lincoln
pronunció la Proclamación de la Emancipación en 1862 y declaró que la posesión de
otros seres humanos debía ser anulada, pero no terminó ahí. La gente aún sigue
siendo comprada y vendida, destinadas a la servidumbre, despojadas de todos sus
derechos y privilegios. Nací en 1989, más de un siglo después de que Lincoln aboliera
la esclavitud. La esclavitud existe en cada rincón de Estados Unidos, el tráfico de
esclavos fuera y dentro de las ciudades y suburbios se mantiene en secreto. Con el
dinero suficiente puedes comprar a alguien.

Es el año 2005... Y hoy seré vendida.

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“El sueño es bueno, la muerte es mejor, pero por supuesto,
lo mejor sería no haber nacido nunca.”-Heinrich Heine.

Isabella Swan
“Tienes que levantarte pronto cariño,” dijo mi madre en voz baja a mi lado. Refunfuñé
incoherentemente, manteniendo los ojos cerrados y dándome la vuelta alejándome de
ella. Suspiró, extendiendo la mano y acariciando mi pelo castaño con suavidad.
Guardó silencio por unos momentos y pude sentir su mano temblorosa, su respiración
inestable. Estaba dándose fuerzas.

“Charles volverá pronto,” susurró, apenas audible, pero me estremecí cuando su


nombre escapó de sus labios. “Sabes lo que sucederá si estás todavía en la cama
cuando él regrese.”

“Tal vez sea lo mejor, tal vez me mate y acabe de una vez,” murmuré. Mamá sollozó en
voz alta por mis palabras, perdiendo la compostura que se esforzaba por mantener.
Suspiré con fuerza y murmuré una disculpa rápidamente, sin querer molestarla.

Me levanté y me quedé allí mirándola. Estaba sentada en el suelo junto al colchón


donde dormíamos. Nuestra habitación era un desván dividido en la parte superior de
un granero, el mismo granero donde yo había nacido, a pocos metros de la casa. La
habitación en sí era de dos metros de alto y 3 tres metros por 3 tres metros.
Ciertamente, era pequeño, pero había un gran ventanal que ocupaba casi toda la
pared que hacía que pareciera más abierto.

El rostro de mamá estaba hinchado, sus mejillas manchadas de lágrimas y sus ojos
enrojecidos. Tuve que apartar la mirada rápidamente, incapaz de soportarlo.

Charles Swan, el hombre cuya sangre corría por mis venas y cuyo ADN compartía,
había partido hace dos noches en un viaje de negocios para hablar con un ‘potencial
comprador’. Él viajaba a menudo por esa razón, porque no solo vendía inmuebles
como pantalla, sino que también operaba una importante banda de falsificadores y

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robo de identidad, pero no soy tonta. Sabía que era lo que estaba vendiendo en este
momento, a mí. Lo escuché discutiendo con su esposa sobre mí hace una semana. Ella
le dijo que quería que me fuera y sospecho que estaba insinuando que me matara,
pero en lugar de eso decidió que sería vendida. Le dijo que podía conseguir bastante
dinero por mí, tenía a alguien en mente que estaba buscando. Tenía previsto regresar
esta mañana.

Estaba asustada, no había duda de ello. No tenía idea de lo que me deparaba el


futuro, donde me enviaría y en qué situación me encontraría. Además, nunca me había
alejado de mi madre y eso era lo que más me asustaba.

No tengo mucha experiencia en la vida. Puedo contar el número de veces que he


estado fuera de la propiedad de la familia Swan durante toda mi vida con mis dedos.
Nunca he tenido la oportunidad de socializar y probablemente el nombre de cualquier
persona que he conocido lo recuerde fácilmente. Sólo he conocido a una persona de mi
edad y era una esclava que Charles compró el año pasado. Había estado aquí poco
más de una semana cuando intentó escapar. Él la atrapó a un kilómetro por la
carretera y la arrastró de vuelta, tirando de su cabello para meterla en la casa. Le
pegó hasta matarla frente a mí y la dejó tirada en el suelo durante horas. Me vi
obligada a limpiar la sangre y los trozos de carne incrustados en el suelo de madera
después de que por fin quitara su cuerpo. Fue horrible y me hizo vomitar, me gané o
conseguí una paliza bastante mala por eso.

Y además de Charles y su padre, en realidad nunca había hablado con otro hombre.
No recuerdo mucho del padre de Charles, rara vez estaba alrededor, y Charles siempre
había sido frío conmigo. Aquí todos los esclavos eran mujeres, y cuando llegaban
visitantes nos encerraban bajo llave. Los hombres me asustaban, eran extraños,
desconocidos. Había visto en varias ocasiones otros hombres, a los que pagaban para
montar guardia alrededor del perímetro de la propiedad, pero nunca había
interactuado con ellos. Los únicos que habían interactuado con los guardias eran los
que fueron los suficientemente estúpidos como para tratar de huir. No siempre estaban
ahí y no siempre los veías cuando estaban, pero siempre sabías que existía la
posibilidad de que estuvieras siendo observado por alguien en las sombras. Era como
si estuvieran burlándose de nosotros, haciéndonos saber que, técnicamente, escapar
sin ser detectados era posible, simplemente nunca sabías cuando. Era jugar con tu
vida y muy pocos estaban dispuestos a correr ese riesgo. Los que lo hacían fallaban.

“Ya estoy levantada,” murmuré finalmente. Me levanté del colchón y me acerqué a la


cómoda, agarrando lo que sea que estuviera a la mano. Toda mi ropa estaba vieja y
rota, ropa de segunda mano que había sido de mi madre cuando tenía mi edad.

Me puse una camisa blanca que estaba cubierta de manchas y un par de pantalones
vaqueros. Estaban gastados y descoloridos, con las rodillas agujereadas por el uso y
la parte baja deshilachada. No tenía zapatos, no había tenido en años. Mis pies

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estaban ásperos, la piel gruesa y resistente de andar descalza. Ya no me molestaba,
podría pisar un clavo, y probablemente no me daría cuenta.

Mi madre caminó detrás de mí con un peine y comenzó a pasarlo por mi pelo, tratando
de desenredar los nudos. Fue inútil... necesitaba desesperadamente un buen lavado.
Se dio por vencida después de un minuto, cogiendo una goma y tirando de él hacia
atrás.

Oí el sonido de un coche que venía por el camino y mi corazón empezó a acelerarse.


Estaba congelada en mi lugar, asustada. Mi madre corrió hacia la ventana, y miró
hacia fuera. Sus ojos estaban muy abiertos, con expresión de pánico. Ella sabía tan
bien como yo que mi tiempo se estaba acabando, sabía dónde había ido Charles.

El coche se detuvo frente de la casa y el motor se apagó. Oí la puerta del coche


cerrarse de golpe y escuché con atención, esperando oír alguna señal de que alguien
venía con él.

“Está solo,” dijo mi madre, sonando complacida. Exhalé con fuerza, dándome cuenta
de que había estado conteniendo la respiración. Ella se volvió, sonriéndome
ligeramente, con expresión aliviada. Se acercó a mí rápidamente, abrazándome y
apretándome con fuerza. “Tal vez ha cambiado de opinión.”

Reí con amargura. “Sí, claro.”

Ella suspiró, soltándome del abrazo y agarrando mi mano. “No pierdas la esperanza
Isabella,” dijo con severidad.

Asentí, más para calmarla que otra cosa. No tenía por qué saber que había perdido la
esperanza hacía mucho tiempo, cuando me di cuenta que un mundo entero existía
más allá del nuestro, un mundo del que sabía muy poco.

Salimos por la puerta, esperando llegar a la casa para recibir a Charles antes de que
él decidiera venir a buscarnos, cuando el sonido del crujir de la grava y el ronroneo de
un motor fue captado por nuestros oídos, lo que indicaba que un coche se acercaba por
el camino de entrada. Giré mi cabeza rápidamente hacia mi madre, el miedo y el
pánico escrito en mi rostro. Su expresión idéntica a la mía.

“¡¡¡Isabella!!!” Charles gritó desde la casa. “¡Trae tu culo aquí de inmediato!”

Yo temblaba ligeramente, más aterrada que nunca. Mi madre trató de sonreír,


obviamente queriendo consolarme, pero le salió como una mueca.

“Vamos,” dijo en voz baja, llevándome fuera de la habitación y bajando las escaleras.
Nos dirigimos a la parte trasera de la casa y Charles estaba esperando en el vestíbulo,
mirando hacia fuera por la puerta principal. Nos escuchó venir y miró en nuestra
dirección.

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“¿Te he llamado, Renée?” Preguntó, con tono afilado. Mi madre se congeló en su lugar,
mirando rápidamente de Charles a mí.

“Solo pensé….” Empezó a decir.

“No estás aquí para pensar. Lleva tu culo arriba, a mi habitación, nos ocuparemos de ti
más tarde.”

Mi madre asintió con la cabeza y trató de soltar mi mano, pero me aferré a ella con
fuerza. Ella suspiró, usando su otra mano para soltar mis dedos. “Todo estará bien
cariño, no te preocupes. Sólo escucha a Charles y compórtate lo mejor que puedas.”

Asentí con la cabeza y ella se inclinó para besar mi mejilla suavemente antes de
retirarse subiendo las escaleras. Charles me lanzó una mirada mordaz y caminé los
últimos pasos para llegar al vestíbulo. Me quedé mirando hacia al suelo, temblando de
miedo y mordiendo mi labio inferior tratando de mantener la compostura.

La puerta principal se abrió y oí un hombre hablar al instante. Su voz era calmada y


ligeramente suave, exactamente lo contrario a Charles. Levanté la vista en su dirección
y casi me quedé sin aliento al verlo. Era bastante alto, con el pelo rubio brillante
peinado hacia atrás y chispeantes ojos azules. Llevaba un traje que parecía caro y
estaba hablando por un teléfono móvil. Él me estaba mirando y alzó las cejas
inquisitivamente cuando me vio mirándolo. Sentí el miedo disparase a través de mí,
miedo de lo que su reacción significaba, sin saber si estaría molesto porque lo había
mirado. Charles solía castigarnos si nos sorprendía mirándolo. Me sonrojé,
avergonzada y volví a mirar al suelo.

Él hombre continuó hablando por teléfono, estaba hablando sobre algunos envíos
procedentes de alguna parte. No había hablado con ninguno, ni con Charles ni
conmigo, ni siquiera para saludar. Después de unos minutos de nuevo eché un vistazo
y vi a Charles de pie al otro lado de la habitación, casi tan nervioso como yo. Mi ceño
se frunció con confusión, nunca lo había visto así. Charles estaba siempre bajo control,
nunca fuera de su juego. Pero ahora... ahora parecía nervioso. Siguió echando vistazos
nerviosos al hombre rubio, con sus ojos como dardos clavados en el suelo.

El miedo me sacudió aún más cuando me di cuenta que Charles estaba temeroso del
hombre. Estaba escrito en su cara.

El hombre de pelo rubio le dijo a quien estaba hablando que tenía que irse y cerró el
teléfono con fuerza.

Todo estaba en completo silencio, el único sonido que se oía era el bombeo de la
sangre por todo mi cuerpo con furia. Me quedé congelada en mi lugar, con miedo a
moverme.

“Se ve horrible,” dijo el hombre después de un momento, su voz rezumaba disgusto.

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Mis ojos se abrieron, sus palabras dolieron. Había recibido todos los insultos
imaginables por parte de Charles y su esposa y por lo general no les daba
importancia, pero algo en este virtual extraño agrietó mi coraza exterior.

“Sé que no es la muchacha más bonita...” Charles comenzó, pero el hombre de pelo
rubio lo interrumpió.

“No he dicho que sea fea,” dijo bruscamente. Charles dejó de hablar repentinamente.
“Pero se ve horrible. Tienes dinero, ¿no puedes darte el lujo de pagar unos cuantos
dólares por una vestimenta decente o un par de zapatos para la muchacha? ¡Cristo,
mira que agrietados tiene los pies!”

“Yo, eh… bueno…” Charles murmuró. Eché un vistazo hacia el hombre rubio y este me
miraba. Nuestros ojos se encontraron y una leve sonrisa se deslizó sobre sus labios.

Volví a mirar al suelo después de un segundo, mantener contacto visual con él estaba
siendo un poco incómodo. No estaba acostumbrada a ello, el escrutinio de su mirada
me hacía sentir incómoda.

“¿Cuánto?” Preguntó después de un momento.

“Bueno esperaba conseguir uno por ella,” Charles dijo. El hombre de pelo rubio se echó
a reír.

“¿Uno, eh? ¿Cuándo fue la última vez que esta muchacha tuvo un buen baño?”

“¿750?” preguntó Charles, con voz esperanzada. “Quiero decir ella es todavía virgen.”

El hombre de pelo rubio estaba en silencio. No me atrevía a mirar hacia arriba, pero
podía sentir su mirada, podía sentir su mirada fija en mí. Mi corazón latía
violentamente ante la mención de mi virginidad, el miedo me estremeció. El único
conocimiento que tenía del sexo era lo que las mujeres de por aquí decían. Había visto
a Charles tener relaciones sexuales con mi madre antes, los había escuchado más
veces de las que podía contar, y recuerdo claramente como lloraba después,
completamente asqueada. El sexo a mis ojos no era más que una forma repulsiva de
castigo.

Con el tiempo miré de nuevo, el silencio me estaba agobiando. Mis ojos se encontraron
con los suyos de nuevo y él levantó las cejas inquisitivamente, así que desvié la mirada
rápidamente, mordiendo mi labio con nerviosismo.

“Ni siquiera puede mantener contacto visual conmigo. No hay manera de que pueda
hacer el vuelo a mi casa,” dijo, finalmente rompiendo el silencio.

“Muchacha,” dijo Charles bruscamente. Mi cabeza se levantó rápidamente y miré al


hombre de pelo rubio, asegurándome de hacer contacto visual. Lo último que quería
hacer era enfurecer a Charles, una paliza haría este día peor de lo que ya lo era.

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“Lo siento amo Charles,” dije en voz baja. El hombre de pelo rubio sonrió después de
un momento, ladeando la cabeza y observándome. Finalmente asintió.

“Tiene potencial. Te voy a dar 500.”

Charles frunció el ceño. “Con su edad y la virginidad, podría conseguir mucho más por
ella en una subasta.” Mis ojos se abrieron ante la mención de la subasta. Sabía por las
otras que las chicas que compraban y vendían en las subastas normalmente
terminaban siendo esclavas sexuales y prostitutas, en tanto que algunas tenían suerte
en ventas privadas.

El hombre de pelo rubio sonrió. “Posiblemente, pero no sirve mucho para lo que la
quiero. Es evidente que no está acostumbrada a estar rodeada de gente, tú has dicho
que ni siquiera sabe leer o escribir.”

Finalmente rompí el contacto visual con él cuando mencionó la lectura y la escritura,


mirando nuevamente al suelo. Charles no lo sabía, pero había aprendido lo básico de
ambos en los últimos años. Las otras esclavas me enseñaron lo que sabían, que no era
mucho, y el resto lo aprendí por mi cuenta con el paso del tiempo. La esposa de
Charles tenía la costumbre de ver la televisión con subtítulos, lo que ayudó mucho.
Había sido bendecida con una memoria increíble y todo había llegado de forma
natural para mí. Sin embargo, lo mantuve en secreto, porque un esclavo educado era
visto generalmente como un esclavo más peligroso.

“Es una trabajadora muy buena, puede cocinar y limpiar como los mejores.” Charles
murmuró. “Obediente. Vale cada centavo de los 750.”

“Puedo verlo. ¿Le pusiste chip de rastreo?”

“No, nunca tuve una razón para hacerlo. Ella ha estado aquí desde el día que nació,
nunca mostró ningún indicio de pensar en irse.”

Mi ceño se frunció en confusión. ¿Chip de rastreo?

“650, y es mi oferta final. Voy a tener que ponerle el chip de rastreo y es evidente que
no tienes nada para la muchacha, así que voy a tener que desembolsar dinero para
arreglarla apropiadamente.”

Charles se quedó callado por un momento. “Tenemos un trato, “dijo finalmente.

Miré de nuevo y el hombre rubio sonrió.” Volveré mañana con el dinero. Límpiala un
poco para mí, no la voy a llevar a ningún lado con ese aspecto.”

Charles asintió con la cabeza, y extendió su mano para estrechar la del tipo de pelo
rubio. Él abrió su teléfono y marcó un número, en dirección a la puerta. Se detuvo en el
umbral, volviéndose para mirarme brevemente.

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“¿Cuál es tu nombre, muchacha?”

“Isabella,” dije en voz baja, apenas audible.

“¿Perdón?” dijo, alzando las cejas expectante. No había podido oírme.

“Mi nombre es Isabella, señor.”

Él sonrió y asintió. “Bien, feliz cumpleaños Isabella.”

“Gracias, señor,” le dije, de vuelta. Había sido el en desearme un feliz cumpleaños, mi


propia madre no había mencionado el hecho de que hoy cumplía dieciséis años.
Aunque los cumpleaños normalmente no los celebrábamos, ya que no había nada que
celebrar. Cuanta más edad tenían los esclavos, menos útiles eran. En un momento
dado se consideraban tan inútiles que eran eliminados. Mi madre siempre había
tratado de protegerme de eso, no quería que supiera que los esclavos se enfrentaban a
su propia forma de genocidio.

Él asintió con la cabeza y se dirigió a su coche. Me quedé congelada en mi lugar, sin


atreverme a moverme hasta que Charles me lo permitiera. Charles estaba en la puerta
y vio como el coche se puso en marcha y el hombre de pelo rubio se alejaba por el
camino de entrada. Suspiró con fuerza y se volvió hacia mí. Miré hacia él y vi que su
expresión era despiadada, su mirada amenazante.

Camino hacia mí rápidamente, cerrando la distancia entre nosotros. Me preparé, sin


saber lo que iba a hacer, cuando su mano salió disparada y me dio una fuerte
bofetada que me hizo girar el rostro. Mi cabeza se sacudió de un lado al otro y llevé mi
mano a mi mejilla mientras un dolor punzante me atravesaba. De inmediato probé el
sabor salado y amargo, dándome cuenta de que debía de estar mordiéndome el labio,
y había traspasado la piel con mis dientes por la fuerza de su golpe. Mis ojos se
llenaron de lágrimas y traté de mirar hacia otro lado luchando por retenerlas, sin
querer que él me viera llorar. Me chupé el labio, casi vomitando por el repugnante
sabor de la sangre, pero no quería que lo viera. La visión de sangre tendía a alentarlo,
como si lo provocara a derramar aún más. Me agarró por la barbilla con brusquedad y
tiró de mi rostro hacia él, forzándome a mirarlo.

“Ese hombre es poderoso e importante. No me avergüences niña, ¿me oyes?” Gritó,


con su cara a pocos centímetros de la mía. Podía oler el hedor del alcohol en su aliento,
sentir el rocío ligero de saliva por sus palabras.

“Sí, amo Charles,” susurré, perdiendo la batalla y las lágrimas corriendo por mis
mejillas. Él suspiró exasperado, y me empujó hacia atrás. Tropecé, pero por suerte fui
capaz de mantenerme en pie.

“Ve a la cocina y ayuda con el almuerzo, mientras voy a ocuparme de tu madre,” dijo.
Yo asentí con la cabeza.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 13


“Sí, señor.” Me dirigí a la cocina, donde una esclava llamada Clara ya había
comenzado el almuerzo. Ella me miró cuando entré y sonrió con tristeza.

“¿Estás bien?” Preguntó en voz baja. Asentí con la cabeza pero no dije nada. Un lado
de mi rostro estaba palpitante, lágrimas aún corriendo por mi rostro.

Agarré una cuchara y fui a la estufa, revolviendo la pasta que Clara ya tenía hirviendo.
Cerré los ojos y suspiré cuando oí que empezaba el sonido familiar de golpes viniendo
desde arriba. La habitación de Charles estaba justo encima de la cocina y podíamos
oír el cabecero de la cama golpeando contra la pared cuando él abusaba de ella. Esa
era su manera de castigar a mi mamá, por lo general nunca le levantaba la mano, la
degradaba de diferentes formas.

Finalmente bajaron, Charles se dirigió a su oficina y mamá se unió a nosotras en la


cocina. Pude ver el rastro de sus lágrimas en su rostro, pero ella me sonrió tratando de
fingir que no pasaba nada.

Después de terminar de hacer el almuerzo, mi mamá y yo nos dirigimos al jardín. Sólo


se nos permitía comer cuando se nos llamaba y normalmente sólo ocurría una vez al
día, usualmente por la noche. Me puse de rodillas y comencé a arrancar mala hierba.
Vivíamos en Phoenix, Arizona, que resultaba ser uno de los lugares más calurosos y
secos del país, por lo que no pasó mucho tiempo antes de que empezara a sudar
profusamente y mi piel se volviera de color rosa por la exposición al sol.

La esposa de Charles regresó y se dirigió a la casa. Ella había estado saliendo mucho
últimamente, lo que era realmente un dilema sin salida. Me ayudaba, ya que tendía a
escogerme mí para torturarme sólo por diversión, pero mi madre sufría más cuando la
esposa de Charles se iba. Mamá decía que ellos acostumbran aparentar que se
amaban, pero su matrimonio se había convertido en uno de conveniencia en su mayor
parte. Sin duda no soy una experta en relaciones, pero sí sé que cualquier tipo de
vínculo que ellos compartían ahora no era algo de lo que quisiera ser parte. Era
inestable, siempre estaban peleando y gritando y enojados entre ellos. Imaginaba que
eso no podía ser amor.

Sin embargo, yo tampoco era una erudita sobre el amor, así que, ¿qué sabía yo?
Supongo que lo que sentía por mi madre era una forma de amor y me gustaba creer
que ella me amaba, pero nuestra situación no era una que precisamente consintiese
conexiones muy profundas. Tenías que distanciarte un poco de todos los demás para
sobrevivir en esta vida. Nunca sabías cuándo alguien cercano a ti iba a ser herido justo
frente a ti, o cuando su tiempo acabaría y sería asesinado. No había nada que
pudieras hacer para detenerlo, ya que al intervenir solo conseguías sufrir la misma
suerte que ellos. Tenías que mirar en primer lugar por ti, sin importar lo mucho que
quisieras cuidar de los demás. No estaba segura de haber sentido alguna vez lo que
era realmente el amor y sabía que el amor romántico estaba completamente fuera de
cuestión. No tenía deseos de experimentarlo de todos modos, ningún deseo de

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permitirme ser vulnerable. Vulnerabilidad es la manera más rápida de enterrarte tres
metros bajo tierra.

Mi madre trató de defenderme, protegerme de todo lo malo tanto como fuera posible.
Me sentía como una carga para ella, a menudo me preguntaba si habría sido mejor si
nunca hubiera nacido. Nunca dije esas cosas en voz alta, a sabiendas de que ella no
estaría de acuerdo y me diría, lo valiosa que era y lo mucho que significaba para ella.
Una parte de mí se preguntaba si tal vez ser enviada lejos era lo mejor. No tenía idea
de en lo que me estaba metiendo, y tal vez estaba siendo enviada a una muerta
segura, pero al menos mi madre no tendría que soportar el peso de mi existencia sobre
sus hombros.

Después de unos minutos, la esposa de Charles volvió a salir y bailó hacia el jardín,
mirando hacia mí. “He oído que hoy te han vendido a la familia Cullen,” me dijo, su voz
sonando petulante. La miré y vi una sonrisa siniestra jugando en sus labios. “No hay
manera de que seas lo suficientemente buena para ellos.”

Rió para sus adentros, divertida, y volvió a alejarse. Mi corazón latía frenéticamente y
miré a mi madre, que estaba distraída tirando de las malas hierbas y ahora parecía
estar conmocionada.

“¿Sabes quiénes son?” Le pregunté después de unos minutos. Mi madre suspiró, dejó
lo que estaba haciendo y se sentó en sus rodillas.

“Oí el nombre a menudo mientras crecía. Familia poderosa. Crimen organizado. Ellos
no son el tipo de gente con la que te quieres cruzar, si sabes lo que quiero decir.”

Asentí con la cabeza, dándome cuenta ahora por qué Charles había estado tan
nervioso en presencia del hombre de pelo rubio. Él parecía lo suficientemente bueno,
pero había una confianza en él que era intimidante.

“Vas a estar bien,” mamá dijo finalmente, volviendo al trabajo. “Eres fuerte, siempre lo
has sido. Sobrevivirás. Honestamente, cualquier cosa tiene que ser mejor que este
lugar.”

Trabajamos en silencio después de eso, las dos perdidas en nuestros pensamientos.


Con el tiempo la puerta trasera de la casa se abrió, Charles y su esposa salieron.
“Renée, trae a Isabella a la casa y dale un buen baño.”

Mi mamá se levantó y me tendió su mano. La tomé y me levantó del suelo. Nos


dirigimos hacia la casa lentamente. Mantuve la cabeza hacia abajo, tratando de evitar
contacto visual mientras pasábamos junto a Charles y su esposa. Sin embargo, antes
de pasarlos, la esposa de Charles estiró su pierna, haciéndome tropezar. Salí volando,
cerrando los ojos y sacando las manos preparándome para el impacto con el suelo.
Caí en mis manos y rodillas, el dolor punzaba a través de mis extremidades. Me
levanté de un tirón y vi que mis manos estaban raspadas y llenas de grava. Miré hacia

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abajo y vi que mis rodillas también estaban raspadas, un hilillo de sangre corría por mi
pierna derecha manchando mis pantalones.

“Has ensuciado mis zapatos, esclava,” dijo la esposa de Charles con desprecio,
entrecerrándome sus ojos.

“Lo siento, ama,” dije en voz baja.

La esposa de Charles se rio, pero él gruñó. “Limpia bien sus cortes mientras la bañas,”
le dijo a mi madre.

Subimos las escaleras hacia el cuarto de baño reservado para los sirvientes. Mi mamá
empezó a llenar la bañera de agua mientras me quitaba la ropa. Me deslicé dentro,
siseando cuando el agua hirviendo se puso en contacto con mi piel sensible. El agua
causó que las palmas de mis manos y mis rodillas escocieran.

Eché la cabeza hacia atrás para mojarla y ella agarró el champú, vertió un poco en su
mano e hizo espuma en mi cabeza. Cerré los ojos y suspiré contenta, sintiendo sus
dedos masajear mi cuero cabelludo. Sabía que era uno de los últimos momentos que
compartiría con mi madre y estaba saboreando cada segundo. No tenía idea de a
dónde iba o lo que estaría haciendo, pero sí sabía lo que estaba dejando atrás y eso
dolía.

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“En dos palabras puedo resumir todo lo que he aprendido
Acerca de la vida. Esta continúa. “– Robert Frost.

Isabella swan
Abrí la ventana de un tirón y me senté en el alféizar mirando hacia fuera. Me puse unos
sencillos Capri color negro que mi madre había logrado conseguir por ahí y una
camiseta sin mangas color rosa que Charles había conseguido en el armario de su
mujer, muy a su pesar. La noche anterior, también había comprado un par de
sandalias negras, no quería que hoy estuviera descalza. Su esposa no había estado
muy feliz por eso, a pesar de que aparentemente había pagado sólo un dólar por ellas.
Podía oírlos discutir en la casa a mitad de la noche por eso.

Todo el mundo estaba trabajando fuera, pero yo tenía prohibido salir del cuarto en el
granero, Charles no quería que me ensuciara. Estaba sudando y la humedad era
insoportable mi mamá me dijo que tenía un poco amoratada en el rostro por el golpe
que Charles me había dado el día anterior. Yo no lo había visto, ya que no tenía
exactamente acceso a un espejo, así que no estaba segura de lo malo que era en
realidad. Mi madre tendía a restarle importancia a ese tipo de cosas. También podía
sentir la quemadura del sol en mis mejillas de tanto trabajar fuera ayer, y las palmas
de mis manos y rodillas raspadas, pero aparte de eso estaba bastante bien. Mi cabello
estaba limpio, sin nudos y caía por mi espalda.

Estaba mirando fijamente a mi madre que trabajaba en el jardín. Parecía agotada,


había pasado toda la noche despierta conmigo llorando y abrazándome con fuerza.
Era nuestra última noche juntas y ella no quería perder ni un solo momento.

Oí el coche que se acercaba y la cabeza de Renée se levantó rápidamente y se


paralizó. Miró hacia el sonido y hacia mí, pareciendo aterrada. Volví la cabeza para
mirar el coche, era negro con vidrios oscuros polarizados, parecía costoso. Vi como el
hombre de pelo rubio salió del asiento del conductor, cerrando la puerta detrás de él.
Estaba hablando por su teléfono móvil de nuevo y se detuvo, mirándome en la ventana.
Charles salió a la calle y lo saludó, pero él lo ignoró centrando su atención en mí.

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Después de un momento se dio la vuelta sonriendo.

Entraron en la casa y suspiré, pasando mis dedos por mi pelo nerviosa, tratando de
asegurarme que estuviera decente. Estaban en la oficina de Charles, su risa resonando
en la casa y filtrándose por las ventanas abiertas. Mi corazón latía frenéticamente y me
sentía algo enferma, mareada y con náuseas. No había comido en un tiempo, Charles
se había negado a darnos de comer a ninguno la noche anterior porque había
atrapado a Clara probando algo de comida mientras preparaba la cena. Había
probado con el dedo un poco de salsa de una cuchara, alegando que solo era para
asegurarse de que se hacía correctamente y tenía buen sabor, pero a Charles no le
importó. Probar cualquier cosa sin su permiso, sin importar lo insignificante que fuera,
era robar a sus ojos. A la hora de la cena nos llamó a todos al patio y la ató a la
barandilla del porche, obligándonos a ver como la azotaba con un trozo de cable. Fue
brutal, oyendo sus gritos y viéndola llorar, sin poder hacer nada para ayudarla.

Finalmente, Charles me gritó desde la casa y me puse de pie tomando una respiración
profunda. Eché un vistazo alrededor de la habitación que había compartido con mi
madre toda mi vida, tomando una última imagen antes de salir. Crucé lentamente el
patio, asegurándome de no caer, ya que era torpe por naturaleza y lo último que
necesitaba ahora era avergonzarme a mí misma. Cuando llegué a la casa, entré y miré
hacia arriba, asegurándome de hacer contacto visual con el hombre de pelo rubio. Su
sonrisa desapareció inmediatamente al verme, y gruñó en voz alta.

“¿Qué demonios ha pasado con su cara?” Preguntó, su voz fuerte y enojada. Mis ojos
se abrieron al igual que los de Charles.

“Ella es torpe, se cayó,” murmuró Charles rápidamente. El hombre de pelo rubio


suspiró, sacudiendo la cabeza.

“¿Tienes algo de maquillaje? Tu esposa tiene que tener base o algo para tapar el
moretón.”

“Eh, no estoy seguro cómo se sentirá mi esposa acerca de eso, me refiero a que su
maquillaje cuesta una fortuna, fue una mezcla y pedido especial,” dijo Charles.

“Bueno, no puedo llevarla en público con una puñetera huella de una mano en su cara,
Charles.” Escupió el hombre. Charles retrocedió ante su hostilidad y asintió.

“Sí, está bien, espere.” Charles se retiró de la habitación rápidamente, pasando a mi


lado y subiendo las escaleras hacia su habitación. Oí la voz de su esposa después de
un momento, gritando, definitivamente no estaba contenta. Charles le gritó de vuelta y
comenzaron a pelear a gritos. Ya estaba acostumbrada a sus peleas y ciertamente no
era nada nuevo que yo fuera el origen del conflicto.

El hombre caminó hacia mí. Extendió su mano hacia mi cara e instantáneamente me


estremecí. “No voy a golpearte, muchacha,” dijo en voz baja. Pasó sus dedos

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ligeramente a lo largo del moretón, inspeccionando mi rostro. Su tacto era suave y me
sorprendió, nadie aparte de mi madre me había tocado alguna vez tan gentilmente.
“Vas a estar bien, habrá que cubrirlo muy bien.”

Un fuerte estruendo vino de arriba, seguido de más gritos, y salté. El hombre de pelo
rubio gimió en voz alta. “Estos ingratos,” murmuró más para sí mismo que nada. “Pero,
¿qué puedes esperar de un hombre que vende su propia carne y sangre?”

Lo miré con sorpresa y me sonrió ligeramente. “Sí, no soy estúpido. Sé que eres su
hija.”

Una puerta se cerró arriba con fuerza, haciendo eco a través de la casa y haciendo
vibrar las paredes. Los dos nos sobresaltamos por el sonido y dejó caer su mano.
Charles bajó con el ceño fruncido y una pequeña botella de base líquida en la mano.
Se detuvo frente a mí, mirando entre la botella y yo, sin saber qué hacer. No sabía
nada de maquillaje y él tampoco. El hombre de pelo rubio maldijo en voz baja,
arrebatando la botella con dureza de la mano de Charles y abriéndola. La inclinó y
puso un poco en su dedo, acercándolo y frotándolo en mi mejilla.

Cuando estuvo satisfecho con mi apariencia, cerró la botella y la guardó en el bolsillo


del pantalón. Charles lo miró con incredulidad y el hombre le sonrío. “Dale las gracias
a tu esposa por el maquillaje en mi nombre, ¿quieres? Y agradece que no tome más
que eso. Todo el mundo sabe que hay consecuencias por entregar mercancía dañada,
¿qué estabas pensando al ponerle una mano encima cuando acabas de venderla?
¿Has disfrutado dándole una última paliza? ¿Al menos dejaste intacta la virginidad de
la muchacha?”

Levanté la mirada y sonreí involuntariamente al ver la expresión atónita de Charles. El


hombre me atrapó y me detuve al instante, con miedo de parecer engreída o
desafiante, pero él no reaccionó. Charles me habría molido a golpes si alguna vez me
hubiera sorprendido reaccionando de esa manera.

“Sí, ella sigue siendo pura, estoy totalmente seguro de que nunca ha andado follando
por ahí. Yo nunca la he tocado de esa manera y soy el único hombre que he estado a
su alrededor.”

El hombre se quedó inmóvil, mirando a Charles con escepticismo. “¿Nunca?”


Preguntó, un poco indeciso, con incredulidad. Charles asintió con la cabeza.

“Además de mi padre cuando era una niña pequeña y ahora usted, nunca ha hablado
o incluso ha estado en la misma habitación con otro hombre.”

El hombre apretó el puente de su nariz, gimiendo. “No me extraña que sea tan
aprensiva.” Rio entre dientes después de un momento antes de reír a carcajadas. “¡Oh,
esto va a ser divertido, muy divertido!”

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Las cosas se tranquilizaron, Charles parecía un poco asustado y el hombre parecía
algo frustrado pero casi divertido por algo. Estaba algo asustada y sorprendida por la
reacción del hombre, aquello no tenía mucho sentido para mí. ¿Qué tenía de gracioso
el que no tuviera experiencia con los hombres? El hecho de que sus palabras
estuvieran empapadas de sarcasmo me preocupaba. “Un placer hacer negocios
contigo, Swan,” dijo después de un momento.

“Un placer, señor Cullen.” Charles murmuró en respuesta. El hombre se volvió y me


miró, enarcando las cejas expectante.

“¿Hay algo que te gustaría llevar contigo?” Negué con la cabeza ya que no tenía
ninguna posesión personal. “Bueno, supongo que entonces nos vamos.”

Me tendió la mano y yo fruncí el ceño, confundida, sin saber lo que quería. Él suspiró
con fuerza y tomó mi mano y jalando de mí hacia la puerta. El hombre se detuvo y
levantó mi mano, mirando los recientes raspones en mi palma. Se volvió y miró
brevemente a Charles, sacudiendo la cabeza. Su expresión era hostil, con los ojos
entrecerrados, y sentí mi corazón empezar a acelerarse. Estaba claro que este hombre
podía ser terrible cuando quería serlo. Me volví y di una última mirada a Charles antes
de ser sacada fuera.

Me condujo hacia el coche y sin pensarlo me quedé inmóvil, deteniéndome


bruscamente cuando mi mirada se posó sobre mi madre de pie en el jardín. Ella me
miraba con una expresión de horror. Las dos sabíamos lo que venía, las dos sabíamos
que me iba a ir y teníamos que aceptarlo a nuestra manera, pero viéndolo suceder era
algo totalmente diferente. Más difícil de lo que había imaginado que sería.

El hombre sintió mi resistencia, negándome a dar un paso más, y miró a su alrededor


con confusión tratando de averiguar por qué había parado. Sus ojos se posaron sobre
mi madre y suspiró. “¿Esa es tu madre?” Preguntó. Asentí con la cabeza y sentí las
lágrimas en mis ojos. Exhaló con fuerza, algo entre un resoplido y un suspiro, al
parecer frustrado, pero no completamente furioso. “Puedes tener un momento para
decir adiós.”

Mi cabeza salió disparada en su dirección, sorprendida. “¿Lo dice en serio?” Pregunté


con cautela, tratando de mantener a raya mi esperanza. No conocía a este hombre, no
sabía si era algún tipo de truco para ponerme a prueba.

Su expresión reflejaba su frustración. “No lo diría si no lo dijera en serio,” dijo


enfáticamente. Hizo un gesto con la cabeza en dirección a mi madre. “Tenemos cosas
que hacer. No tengo todo el día. Ve.”

Dejó caer mi mano y miré a mi madre. Empecé a correr en su dirección, sacándome las
sandalias en el camino. Salté hacia ella y me atrapó, las dos dimos un traspié hacia
atrás. Ella me abrazó con fuerza. “Mi niña,” sollozaba.

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Las lágrimas caían de mis ojos y la apreté con fuerza. “Te echaré de menos mamá.”

“Yo también te extrañaré. Y no pierdas la esperanza, Isabella. Prométemelo. Estás


destinada para más.” Asentí con la cabeza, incapaz de hablar a través de mi llanto
ahora incontrolable. Ella se apartó después de un momento, extendiendo su mano y
limpiando las lágrimas de mis mejillas.

“No arruiné mi maquillaje, ¿o sí?” Le pregunté con cautela, temiendo que el duro
trabajo para cubrir mi moretón hubiera sido borrado. Sonrió y negó con la cabeza.

Eché un vistazo detrás de mí, viendo al hombre que miraba su reloj con una expresión
molesta en su rostro. Mi madre suspiró. “Debes irte,” dijo. Asentí con la cabeza,
inclinándome y besando su mejilla rápidamente. Me di la vuelta y eché a andar hacia
el coche, recogiendo mis zapatos en el camino y poniéndomelos de nuevo mientras
miraba hacia el suelo. Alejarme de ella fue lo más difícil que había hecho. Mi mamá
era lo único constante y real en mi vida y sabía que, alejándome de ella,
probablemente nunca la volvería a ver.

Llegué al coche y él abrió la puerta del pasajero para mí. Me metí en el coche, agarré
el cinturón de seguridad y me lo puse. Solo me había subido a un coche unas cuantas
veces y me sentía un poco fuera de lugar. Él se subió en el asiento del conductor y se
puso el cinturón de seguridad, encendió el coche y empezó a alejarse. Miré por la
ventana lateral llorando en silencio, tratando de contener las lágrimas, pero
continuaron desbordándose. En el estéreo del coche sonaba música clásica suave, por
suerte lo suficientemente fuerte como para ahogar mi respiración inestable.

“No estoy seguro si lo sabes, pero mi nombre es Dr. Carlisle Cullen,” dijo después de
un momento, rompiendo el silencio. Lo miré rápidamente con confusión, un poco
sorprendida por el título. Él sonrió ligeramente. “Sí, te aseguro que soy, en efecto, un
doctor de verdad.”

Asentí con la cabeza una vez, reconociendo que lo había escuchado. “Lo siento, señor,
no quise parecer como si no le creyera. Solo pensaba…” Mi voz se desvaneció,
deteniéndome a mí misma antes de decir demasiado.

Él sonrió, aparentemente divertido, pero había una sutil seriedad en sus ojos. Pensé
que había aprendido a leer a la gente bastante bien durante los últimos años, un truco
que tienes que aprender sobre la marcha para mantenerte fuera de la línea de fuego
cuando se vive una vida como la mía, pero estaba teniendo dificultades para
comprender sus estados de ánimo. Él no estaba reaccionando de la manera que
estaba acostumbrada que la gente reaccionara, sus expresiones eran contradictorias.
“Imagino que no es una parte de mi vida de la cual la gente te informaría. No, no hay
nada escandaloso o emociónate sobre el practicar medicina, ¿cierto?” Preguntó.

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“Cierto,” dije en voz baja, mordiendo mi labio inferior con nerviosismo, sin saber si
estaba jugando o si estaba molesto por la insinuación de su otro estilo de vida. Hice
una mueca cuando mis dientes se clavaron en la zona herida que un día antes se
había reventado.

“Entonces, ¿qué sabes acerca de mi familia?”

Me encogí de hombros. “No mucho. Solo que su familia puede tener vínculos con…. el
crimen organizado,” dije vacilante, sin saber que tanto se me permitía saber. Charles
siempre nos ocultaba su trabajo, cada vez que alguien cuestionaba o insinuaba sus
implicaciones ilegales él lo castigaba severamente.

Él asintió con la cabeza y por suerte no arremetió contra mí o pareció molesto, parecía
estar pensando en algo. “¿Sabes lo que significa estar vinculado con el crimen
organizado?” Preguntó después de un momento.

“No exactamente,” dije. “¿Es como en la película ‘Los Intocables’?”

Me miró con incredulidad antes de estallar en una carcajada histérica, tomándome por
sorpresa. Se recompuso después de un momento, limpiándose los ojos que habían
empezado a lagrimear.

“Supongo que se podría decir eso. No sabía que eras una fan de este tipo de
películas,” dijo, mirando hacia mí.

Mis ojos se abrieron, y sentí el temor crecer dentro de mí. En realidad no teníamos
permitido ver la televisión y no estaba segura si él estaba al tanto de esto.
Prácticamente acababa de confesar haber visto por lo menos algo de la película ‘Los
Intocables’, lo que indicaría que había sido desobediente.

“El amo Charles era un gran fan de ella, señor, la veía a menudo. Es solo una película,
así que no estoy no sabía que tan realista era.

Él sonrió. “Es bastante precisa, supongo. Es una historia basada en mi organización


después de todo”.

Asentí con la cabeza, manteniendo la calma en el exterior pero ese hecho me asustaba
un poco. No la había visto completa, pero estaba llena a rebosar de hombres
peligrosos y violencia. Se quedó callado por un momento antes de suspirar. “Mira,
vamos a dejar muy claro esto ahora. Voy a decirte lo que siento que debes saber, y si
tienes alguna pregunta eres libre de hacerla. Hay una cosa que aprenderás
rápidamente en mi casa, y eso es que somos gente abierta. No ocultamos ni
guardamos secretos dentro de las paredes de la propiedad Cullen, nunca lo hemos
hecho y no vamos a empezar ahora. Escucharás y verás cosas que probablemente no
deberías, pero lo harás. En el momento en que lleguemos a mi casa quiero que seas
consciente de lo que se espera y no se espera de ti. Preveo un cierto período de

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adaptación, pero quiero que las cosas vayan tan bien como sea posible desde el
principio.”

Asentí en comprensión. Hizo una pausa durante un momento y parecía estar pensando,
a juzgar por su expresión. “En primer lugar, espero lealtad. Nada menos que lealtad
completa y si se te considerara una traidora, tendrás que enfrentarte a las
consecuencias, en caso de que no estés al tanto del castigo por traición en mi mundo,
es la muerte. Podrás ver que dirijo mi hogar de manera diferente a los demás y tu vida
no va a ser para nada como lo ha sido con tu padre. Tendrás cierta libertad dentro de
mi casa y tu vida con nosotros te dará cierto sentido de normalidad, pero no te dejes
engañar Isabella. Soy tu dueño. Si me desafías, o actúas más allá de lo que considero
un comportamiento normal, serás castigada. Pero no te golpearé habitualmente por el
simple hecho de hacerlo, ya que creo que eso es despreciable. No abuso de niños, mis
hijos pueden dar fe de eso.”

Lo miraba con un poco de sorpresa, asimilando sus palabras. Era difícil conciliar todo
esto o entender exactamente qué era lo que me estaba diciendo. Solo había vivido de
una manera, y no tenía idea de lo que significaba tener ciertas libertades o
normalidad. No tenía idea de qué era normal.

Él me miraba expectante, obviamente queriendo que dijera algo en respuesta. No


estaba segura de qué decir o cómo reaccionar, así que solté lo primero que me vino a
la mente. “¿Usted tiene hijos?”

Él asintió. “Los tengo. Tres adolescentes. Dos de dieciocho años y uno de diecisiete.”

“¿Gemelos?” Pregunté con curiosidad. Él negó con la cabeza.

“El mayor fue adoptado cuando tenía casi un año de edad. Los otros dos nacieron uno
seguido del otro. Básicamente, pasamos de no tener hijos a tener tres niños en un año.”
Sentí el miedo crecer dentro de mí ante la perspectiva de estar cerca de tres
muchachos de mi edad. Apenas estaba lo suficientemente cómoda alrededor del
doctor Cullen incluso para hablar, ¿cómo iba lidiar con tres hombres de mi edad? No
tenía idea de qué esperar de ellos, cómo actuar en torno a ellos.

Se dio cuenta de mi expresión preocupada y sonrió ligeramente. “Sí, lo sé. Nunca has
estado alrededor de hombres, mucho menos de adolescentes. Estarás algo asustada.”
Se rio para sí mismo, negando con la cabeza.” Pero no te preocupes, mis hijos saben lo
que se espera de ellos y actuarán adecuadamente. Pueden ser revoltosos a veces, pero
me gusta pensar que son chicos decentes en su mayor parte. Nunca te levantarán una
mano porque fueron educados para respetar a las mujeres. Y nunca te forzarán a
hacer algo que tú no quieras por la misma razón. Tal vez los encuentres un poco
coquetos pero te aseguro que son relativamente inofensivos. En realidad puede que
hasta disfrutes de su compañía.”

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Asentí con la cabeza, insegura de si podía o no ser una posibilidad, pero sin estar en
desacuerdo con él. No lo conocía lo suficiente como para saber si estaba mintiendo,
pero estaba aliviada de saber que no tenían planes de abusar de mí.

“Entonces, ¿qué se espera de mí?” Pregunté con cautela.

Suspiró. “Hace unos años trasladé a mi familia a Washington desde Chicago, por
motivos de seguridad. Todavía estoy muy involucrado en el negocio en Chicago, soy un
Consigliere, o un tipo de asesor dentro de la organización. Han tenido a mi familia en
alta estima dentro de la orden desde hace mucho tiempo y está arraigada en mí, pero
tengo otra vida en Washington, donde de hecho practico la medicina. Soy capaz de
manejar muchos de mis otros asuntos desde lejos, pero toma mucho de mi tiempo libre
y a menudo no tengo más remedio que viajar a Chicago y hacerme cargo de las cosas
en persona.”

Me miró, supongo que para evaluar si estaba entendiendo o no y cómo estaba


tomando la información que estaba recibiendo. No tenía idea qué tenía que ver todo
esto conmigo, pero asentí en reconocimiento para que supiera que estaba escuchando.

“Debido a mi trabajo tengo muy poco tiempo para otras cosas. Mi casa necesita seguir
funcionando y manteniéndose, ahí es donde entras tú. Normalmente escogería a
alguien más mayor, pero mis hijos ya han crecido y pueden cuidar de sí mismos en casi
todo, así que no necesitan a nadie para que cuide de ellos. Me imaginé que ahora
podría funcionar mejor si trajera a casa a alguien más cercano a su edad.”

“¿Así que, básicamente, cocinar y limpiar?” Pregunté. Él asintió.

“En su mayor parte, sí. Sin embargo, no espero que hagas todo por nosotros. Los
muchachos son libres de mantener sus habitaciones como quieran. Lo máximo que
probablemente tendrás que hacer por ellos es lavar su ropa, ya que estoy seguro que
ninguno de ellos sabe cómo utilizar una lavadora o una secadora. Si te piden que
hagas algo en su dormitorio, se espera que lo hagas, pero no sucederá frecuentemente.
Los dos mayores son buenos en hacer lo que les corresponde y el más pequeño es un
poco quisquilloso con sus cosas, así que no estoy seguro de que alguna vez te invite a
su habitación y mucho menos pedirte que toques sus pertenecías. Y a menos que te
inviten a sus habitaciones, no debes entrar bajo ninguna circunstancia, ¿entiendes?”

“Sí, señor,” dije en voz baja.

“Básicamente, siempre y cuando las partes principales de la casa se mantengan al día


y tengamos ropa limpia que usar, no habrá ningún problema. En lo referente a la
cocina, eres responsable de tener lista la cena cada noche alrededor de las siete. El
desayuno y el almuerzo normalmente no los hacemos en casa o nosotros mismos nos
encargamos de ello, pero si uno de nosotros te pide que prepares algo, por supuesto
debes hacerlo.”

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Asentí con la cabeza. Parecía relativamente fácil hasta ahora, no acababa de
comprender por qué había necesidad de caer tan bajo como para comprar una
esclava.

“¿Y su esposa, señor? ¿Dónde está ella?” Pregunté, notando que no había
mencionado a la madre de sus hijos. Su expresión cambió, estaba visiblemente
molesto. No respondió ni siquiera volteó a verme o asintió en reconocimiento de lo que
había dicho. En lugar de eso, miró fijamente enfurecido a la carretera. Me di cuenta
que toqué una fibra sensible sacando a la luz un tema delicado.

Miré por la ventanilla, pensando. Estaba tratando de captar todo, tratando de entender
cuál era mi propósito.

“¿Tienes otra pregunta, Isabella?” Preguntó el doctor Cullen después de un rato, viendo
el aspecto ligeramente confundido en mi rostro. Lo miré y vi que me miraba con
expectación.

“Supongo que tengo curiosidad por saber por qué me compró, señor.”

Sonrió ligeramente. “¿Por qué tú en particular o por qué compré a alguien de tu edad?”

“Ambas supongo, quiero decir que me pregunto, ¿por qué yo?, pero no entiendo por
qué tendría que comprar una esclava. ¿No podría solo contratar una cocinera y una
sirvienta? Así por lo menos no estaría violando la ley de esa manera.”

Él rio en voz alta, asustándome. “Querida, nada en mi vida es legal, lo cual es


exactamente la razón por lo que la ayuda legal es imposible. ¿Ya has olvidado la parte
en la que te dije que no hay secretos dentro de nuestra propiedad? Simplemente no
puedo contratar a alguien y esperar que no vea nada o si lo hace que mantenga la
boca cerrada. No, necesito saber que mis secretos están a salvo.”

“Eso tiene sentido, supongo,” dije.

Él sonrió y condujo en silencio durante un rato. “En cuanto a por qué tú,” dijo
finalmente. “Bueno… tal vez te lo explique en otra ocasión.”

Después de estar en el coche durante unos veinte minutos, se detuvo en el


estacionamiento de un gran edificio y apagó el coche. Miré y vi un cartel verde, azul y
blanco. No lo pude leer todo, pero pude descifrar la frase que declaraba ‘Centro
Médico’.

El doctor Cullen se volvió hacia mí, con una expresión seria. “Espero que te comportes
lo mejor que puedas ahí dentro. Voy a hacerlo lo más cómodo posible para ti, porque
sé que probablemente nunca has estado en un hospital o te han realizado un examen
antes, pero hasta que no tengas el chip de rastreo no puedo dejarte fuera de mi vista.
¿Entiendes?”

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“¿Chip de rastreo?” Pregunté dudosa, sin entender en absoluto de lo que estaba
hablando.

Se pellizcó el puente de la nariz, pareciendo frustrado. “Es un pequeño microchip,


¿sabes lo que es?” Negué con la cabeza sin cuidado. “¿GPS?” Preguntó alzando las
cejas. Negué con la cabeza sin más. “Es difícil de explicar, solo tienes que verlo por ti
misma,” dijo encogiéndose de hombros.

Salió rápidamente del coche y me desabroché el cinturón de seguridad. Caminó


alrededor del coche abriendo la puerta del pasajero y sosteniendo de nuevo su mano
hacia mí. Esta vez la tomé tímidamente. Me ayudó a salir del coche y cerró la puerta,
dándose la vuelta y guiándome hacia el edificio. Me soltó de la mano mientras
caminábamos dentro del edificio, caminó lentamente por el amplio pasillo iluminado,
asegurándose que estaba a su lado todo el tiempo. Se detuvo en la puerta al final del
pasillo y llamó.

Un hombre de piel oscura abrió la puerta en seguida, sonriendo ampliamente en


cuanto vio al doctor Cullen, exhibiendo un gran hueco entre sus dientes frontales. Se
movió hacia un lado, haciendo un movimiento con la mano para que entráramos. El
doctor Cullen entró y yo lo seguí. El otro hombre cerró la puerta detrás de nosotros,
poniéndole seguro. Mi corazón comenzó a acelerarse al oír el sonido de la cerradura
haciendo clic.

“Justo a tiempo,” dijo en un fuerte acento de Oriente Medio. “Entonces, esta es ella,”
dijo, volviéndose hacia mí. Sus ojos recorrieron de arriba a abajo mi cuerpo
lentamente, haciéndome sentir incómoda. Envolví mis brazos alrededor de mi pecho,
sintiéndome algo expuesta.

“Sí,” dijo el doctor Cullen simplemente.

El hombre cruzó la habitación y abrió un cajón, rebuscando en él. Sacó una pequeña
caja y un envase blanco que contenía una jeringuilla. Abrió la caja y sacó algo tan
pequeño que no pude verlo, pero estaba en la punta de su dedo. Levantó la vista y me
sonrió. “Ven y siéntate,” dijo el hombre señalándome con su mano una silla a su lado.
Miré al doctor Cullen y asintió con la cabeza, así que caminé unos pocos pasos hacia
delante y me senté con nerviosismo.

El hombre abrió la jeringuilla y sonrió. “Inclina la cabeza hacia delante, hacia tus
rodillas,” dijo. Hice lo que me dijo y sentí su mano agarrar el dobladillo de mi camisa y
tirar hacia arriba para exponer mi espalda. Mi corazón comenzó a acelerarse y sentí
pánico, saltando rápidamente. El hombre me agarró por el hombro, sujetándome con
fuerza y forzándome a sentarme de nuevo en la silla. Agarró la parte posterior de mi
cabeza y obligó a bajarla con rudeza. Yo grité y el doctor Cullen gimió.

“Ten cuidado con ella, Ishmel,” dijo. El hombre soltó mi cabeza inmediatamente. El

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doctor Cullen se paró frente a mí, y extendió su mano, colocándola con suavidad en la
parte posterior de mi cabeza, sin forzarme a bajarla pero con la presión suficiente
para mantenerla en posición. Mi camisa fue levantada de nuevo, exponiendo mi
espalda. Sentí algo frío siendo frotado entre mis hombros y luego un fuerte dolor. Grité
de nuevo y el doctor Cullen suspiró. Movió su mano acariciando mi pelo ligeramente.

Después de un segundo el dolor disminuyó y bajaron de nuevo mi camisa. El doctor


Cullen me soltó y dio unos pasos hacia atrás. Me enderecé en la silla, pero no me atreví
a levantarme. Miré al suelo y pude sentir una lágrima corriendo por mi mejilla.

El doctor Cullen le dio las gracias y él salió de la habitación, cerrando la puerta tras de
sí. El doctor Cullen estaba en silencio y se quedó en su lugar. Después de un momento
no pude soportarlo más y miré hacia arriba. Él me miraba fijamente.

“¿Estás bien?” preguntó. Asentí vacilante. “Iba a hacerte un examen completo hoy, pero
por lo que veo no iría muy bien. Así que supongo que puede esperar unos días, tendré
que hacerlo yo mismo cuando lleguemos a casa.”

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“Usted vino al mundo sin nada, y el propósito de su
Vida es hacer algo de la nada.”- Henry Louis Mencken.

Isabella swan

El doctor Cullen condujo en silencio. No había dicho nada de nada desde que salimos
del centro médico. No estaba segura de si ese era su comportamiento habitual o si se
había molestado cuando entré en pánico. No me había explicado exactamente que
habían hecho conmigo, pero me hacía una idea bastante clara de que me habían
puesto un chip de rastreo, lo que sea que eso significase. Eso me puso nerviosa, el
hablar de microchips y GPS. No podía ser bueno, estaba segura de ello.

Su teléfono sonó y él lo cogió mirando la pantalla. Suspiró de forma exagerada,


pareciendo frustrado y lo abrió. “Doctor Snow, ¿a qué debo el honor?” Dijo con una voz
extrañamente animada que no coincidía con su expresión. Oí una voz de hombre
responder por la línea, pero no pude entender lo que decía.

“¡¿Qué?! ¡¿Dónde está él?!”

El doctor Cullen resopló después de un momento, dio las gracias al doctor y colgó.
Presionó un par de botones en su teléfono y lo puso de vuelta en su oído escuchándolo
sonar.

Una voz contestó seguida de un pitido y el doctor Cullen gruñó. “Edward Anthony tienes
exactamente veinte minutos para que me devuelvas la llamada o el carro se va,” dijo
bruscamente. Cerró el teléfono con fuerza y suspiró.

El doctor Cullen estaba callado de nuevo, un incómodo silencio permanecía en el


coche. Después de un momento mi estómago gruñó con fuerza y me sonrojé,
avergonzada.

El doctor Cullen me miró en ese momento. “¿Te perdiste el desayuno esta mañana?”

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Preguntó.

“Charles no nos permite desayunar, señor.”

Lo miré y lo atrapé rodando los ojos. “No me extraña que estés tan flaca. ¿Cuándo fue
la última vez que comiste?”

“La noche anterior a esta última,” dije. La cabeza del doctor Cullen se movió
rápidamente en mi dirección y me miró con incredulidad.

“Cristo, necesitas una hamburguesa con queso,” murmuró. Sonreí levemente.

Condujo alrededor de un minuto más o menos antes de pegar un frenazo y girar


rápidamente a la derecha entrando en un estacionamiento. Miré hacia arriba y vi los
arcos de oro, y mis ojos se ampliaron. No era completamente ignorante sobre el mundo
exterior. El hecho de que no experimentara personalmente las cosas no quería decir
que no supiera que existían. De vez en cuando llegaban a mis manos periódicos y
revistas, y les echaba una ojeada cuando no había nadie cerca ya que no sabían que
yo sabía leer. También había podido ver algo de televisión en los últimos años. Nunca
llegué a sentarme y disfrutar de verla, pero podía echar unos vistazos furtivos cuando
nadie me estaba prestando atención y la escuchaba desde otra habitación cuando
Charles y su esposa la estaban viendo. Así que sólo porque técnicamente era una
esclava desde el día en que nací, escondida del mundo exterior, no quiere decir que no
supiera qué era un McDonald’s.

“¿Has probado alguna vez la comida rápida?” Dijo mientras paraba en el autoservicio.
Negué con la cabeza y él suspiró.

“¿Qué quieres?”

“Eh, lo que usted quiera comprarme,” le dije, un poco sorprendida de que no sólo me
fuera a comprar algo de comer, sino que también me preguntara qué es lo que yo
quería. Esta era sin duda la primera vez que hacían eso por mí.

“Sólo tienes que elegir lo que quieres,” dijo, encogiéndose de hombros. Le eché un
vistazo al menú, un poco abrumada.

“Nuggets de pollo, supongo,” él asintió y pidió un McNugget combinado con una Coca-
Cola. Pagó con una tarjeta de crédito plateada y me entregó la bolsa de comida.

“Puedes comer en el coche,” dijo. Le sonreí y le di las gracias, pero él hizo un gesto con
la mano como si no fuera gran cosa. Le estaba agradeciendo por todo. Lo que a él no
le parecía nada especial, significaba mucho para mí. Era un simple gesto, pero nadie
había sido nunca tan amable conmigo.

Comí despacio y en silencio, saboreando cada bocado, a pesar de que estaba muerta
de hambre. También disfrute de la efervescencia del refresco, ya que nunca lo había

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probado. Charles nos prohibía todo lo que no fuera agua y el ocasional vaso de leche o
jugo de fruta, que nos daba si lo veía necesario.

El teléfono del doctor Cullen finalmente sonó y lo cogió. Sacudió la cabeza y lo abrió.
“Eso fueron 27 minutos, Edward.”

Hubo silencio mientras el doctor Cullen escuchaba a la persona al otro lado del
teléfono. Se detuvo en la luz roja, y subió su mano para pellizcarse el puente de su
nariz, cerrando los ojos. “Sólo han pasado dos semanas, hijo. Dos semanas desde que
volviste a Forks y no puedes mantenerte alejado de los problemas. Tal vez la escuela
secundaria pública no es para ti, tal vez deberías volver a la Academia Gran River.”

Casi me reí a carcajadas al oír a la persona en el teléfono gritar “NO”, pero me


contuve, sin querer parecer que estaba escuchando lo que no debía. Deduje que
Edward era uno de los hijos del doctor Cullen.

El semáforo cambió, y el doctor Cullen todavía tenía los ojos cerrados. “Señor, la luz
está verde,” dije dudosa, sin saber cómo iba a tomarse mi interrupción. Sus ojos se
abrieron y me miró, sonriendo ligeramente mientras pisaba el acelerador.

“Sí, es ella,” dijo, mirando brevemente hacia mí. “Pero deja de cambiar el tema. Estaré
en casa en un par de horas y entonces lo discutiremos.”

El doctor Cullen cerró su teléfono y sacudió la cabeza. “¿He mencionado que mi hijo
menor tiene la habilidad de meterse en problemas? Se ve exactamente igual a su
madre, pero te juro que es un clon de mí a su edad. Él ya sigue mis pasos.”

“¿Y él es el quisquilloso?” Le pregunté.

El doctor Cullen sonrió. “Isabella, ¿siquiera sabes lo que significa quisquilloso?”

Le sonreí tímidamente, sonrojada de vergüenza. “No, señor.”

Se echó a reír. “Delicado. Peculiar. Exigente. Un gran dolor en el culo.”

Me reí en voz alta, deteniéndome de repente y cubriendo mi boca con la mano. Lo miré
con ojos muy abiertos. “Lo siento,” murmuré.

Él sonrió. “No hay necesidad de pedir disculpas. Reír es bueno, deberías hacerlo más a
menudo.”

Asentí con la cabeza, sonriendo. Terminamos el viaje en silencio, ninguno de los dos
dijimos una palabra hasta que se detuvo en el aeropuerto. Estaba un poco temerosa de
volar, ya que nunca había considerado siquiera la opción de subirme a un avión, pero
me quedé callada.

El doctor Cullen metió la mano en el asiento de atrás y agarró una bolsa. Sacó un

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frasco de pastillas color naranja y la abrió, sacó una pequeña pastilla blanca y me la
entregó. Lo miré interrogante.

“Es Ativan, para la ansiedad. Evitará que tengas un ataque de pánico.”

Asentí y tomé la píldora con cautela. Dentro de mí escuché una voz gritando que no
confiaran él, ya que nunca se debe confiar en alguien que compra a otro ser humano
como si fuera una posesión. Pero había una parte de mí que se sentía cómoda con el
doctor Cullen, tan irracional como pudiera parecer. A pesar de que era difícil de leer y,
a menudo parecía molesto y frustrado por mi culpa, en general había sido
sorprendentemente amable. Él me miraba con expectación, así que metí la píldora en
mi boca, tragándola.

Seguí al doctor Cullen por el interior del aeropuerto, manteniéndome a su lado en todo
momento cuando devolvió el coche de alquiler y empezó a registrarnos en el vuelo a
Seattle. Lo seguí a través de seguridad, siguiendo sus indicaciones ya que estaba
completamente fuera de mi elemento. Mi temor aumentaba y temblaba ligeramente, ya
que nunca antes había estado rodeada de tantas personas. Era estresante.

El doctor Cullen sacó una tarjeta de identificación y me la entregó. La miré y vi que


tenía mi foto en ella. Los datos estaban correctos a excepción de la fecha de mi
nacimiento, la que era dos años antes de la fecha real.

Nos sentamos unos minutos hasta que tuviéramos que abordar el avión. Estaba
mirando hacia abajo a la tarjeta de identificación, un poco confundida, y el doctor
Cullen miró hacia mí.

“Feliz cumpleaños número dieciocho,” dijo. Lo miré arqueando una ceja. Él sonrió. “No
puedo tener a una menor trabajando en mi casa, las leyes sobre el trabajo infantil y
todo eso. Por mera precaución.” Asentí un poco sorprendida de que se hubiera
molestado tanto. Yo estaba acostumbrada a estar escondida, sin que nadie supiera
que existía.

Sentí que la droga me golpeó después de un momento, una ligera sensación relajante
me invadió. Me sentía inmensamente agradecida, mi miedo se disipaba.

Se escuchó una mujer por el intercomunicador anunciando que nuestro avión estaba
siendo abordado. El doctor Cullen había comprado asientos de primera clase,
negándose a volar en turista y sin querer dejarme fuera de su vista. Me asusté un poco
en el despegue y al principio cuando hubo algo de turbulencia, pero no fue tan malo
como esperaba. Me quedé dormida a mitad del vuelo, totalmente agotada por no
haber dormido la noche anterior.

El vuelo duro unas tres horas. Llegamos cerca de las cinco de la tarde y el doctor
Cullen me dio un codazo para despertarme. Lo seguí al bajar del avión y al salir del
aeropuerto hacia el estacionamiento. Me llevó hasta un Mercedes Negro con vidrios

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polarizados, abrió la puerta del pasajero y haciéndome entrar.

Condujo por la costa y nos embarcamos en un ferry alrededor de las 5:30. Estaba
emocionada pero traté de contenerme—nunca había estado en el agua antes y era
absolutamente hermoso. El viaje en el transbordador nos llevó cerca de una hora, al
llegar nos deslizamos de nuevo en el coche para dirigirnos de vuelta a la carretera.

Parecía que habíamos estado conduciendo por una eternidad cuando finalmente el
doctor Cullen desaceleró y salió de la carretera principal, para entrar en un camino
lleno de vegetación.

Parecía estar en medio de la nada, no había otras casas cercanas. Ya estaba oscuro y
miré el reloj en el salpicadero. Eran las nueve y veinte de la noche.

El clima aquí era horrible. Yo estaba acostumbrada al aire caliente y seco de Phoenix,
pero el aire aquí era frío y húmedo. Todo en Phoenix era abierto y color marrón, aquí
todo era verde y cubierto de maleza.

Condujo por el estrecho camino durante algunos minutos, sin nada que nos rodeara
excepto árboles, antes de llegar a un claro. Mis ojos se abrieron y me quedé
boquiabierta cuando la casa quedó a la vista.

Era enorme. Siempre había pensado que Charles tenía una casa grande, pero esta era
más del doble que la suya. La casa parecía haber estado aquí durante mucho tiempo,
pero se encontraba en muy buenas condiciones. Era blanca, de tres pisos de alto con
un gran porche alrededor del primer piso. El claro donde estaba la casa tenía algunos
árboles grandes dispersos, me imagino que daban sombra durante el día.

El doctor Cullen me llevó hasta la puerta principal y la abrió, indicando con la mano
que pasara. Lo hice con timidez, sintiéndome completamente fuera de lugar. La casa
era elegante, clásica, me sentía que con tan sólo estar ahí la degradaba.

Entré en una habitación grande, lo suficientemente grande que originalmente podrían


haber sido varias habitaciones, y miré a mí alrededor. Todo estaba en diferentes tonos
de blanco, haciéndola parecer abierta y aireada. La pared del fondo era de cristal y se
podía ver el patio trasero, apenas distinguiendo los árboles en la oscuridad.

Miré a mi junto a mí, a la izquierda vi una plataforma con un piano en ella. Detrás del
piano había una puerta que daba a la cocina, por lo que pude adivinar. Delante a la
izquierda había una sala de estar, podía ver el sofá. A la derecha había una gran
escalera, con algunas habitaciones detrás de ella, pero no podría decir para lo que
eran.

El doctor Cullen cerró con seguro la puerta principal y presionó algunos botones en un
enorme teclado que estaba en la pared. Pasó por delante de mí y entró en lo que creí
que era la cocina y oí golpes de gabinetes al cerrarse. No estaba segura de lo que

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debía hacer, si se suponía que tenía que seguirlo. Sin embargo, él no me había dicho
nada, así que me quedé en mi lugar, mirando al suelo.

Después de un momento escuché el movimiento de alguien bajando las escaleras. Me


asomé, y mis ojos se agrandaron al ver una enorme figura. Tenía el pelo corto y oscuro,
ligeramente rizado. Tenía unos músculos tan grandes que nunca antes había visto en
otra persona y media por lo menos 1,82. Parecía joven, sus rasgos faciales todavía algo
suaves, pero su cuerpo era intimidante. Bajé rápidamente mi mirada de nuevo al suelo,
mi corazón acelerado. Se detuvo en el último escalón y pude sentirlo mirándome.

“Hola hijo,” se oyó resonar la voz del doctor Cullen. Lo miré y estaba parado en la
puerta de la cocina, mirando al chico que acababa de bajar por las escaleras. Llevaba
un sándwich en la mano, y me puse nerviosa, sin saber si yo debería haberlo hecho por
él.

“Podría haberle hecho algo de comer, señor,” dije en voz baja, mi voz quebrada por la
ansiedad.

“Tonterías, niña, soy perfectamente capaz de hacerme un sándwich,” dijo con una
sonrisa. Asentí y volvía a mirar al suelo. Suspiró y se acercó, deteniéndose frente a mí.
Extendió su mano y agarró mi barbilla, tirando de mi cabeza para mirarlo. “Relájate,”
dijo, en voz baja, dándome una pequeña sonrisa. Le devolví la sonrisa, pero no logró
calmar mis nervios. Oí a alguien bajando las escaleras y el doctor Cullen me soltó,
alejándose de delante de mí. Eché un vistazo y vi a un muchacho alto con la piel
ligeramente bronceada y el pelo rubio y rizado.

“Isabella, este es mi hijo el de en medio, Jasper.” dijo el doctor Cullen, señalando hacia
el rubio.

“Hola Isabella,” dijo Jasper sonriendo cortésmente.

“Hola, Jasper, señor,” dije.

“Y este es mi hijo mayor Emmett,” dijo el doctor Cullen señalando hacia el gran chico
de pelo oscuro. Lo miré, y él sonrió, asintiendo con la cabeza.

“Hola,” me dijo. Sonreí.

“Hola, señor.”

Pegó una carcajada asustándome. “Oh, no, eso no puede ser. No puedo ser mucho
mayor que tú. Señor es totalmente innecesario.”

“Lo siento,” dije en voz baja, sonriendo levemente.

El doctor Cullen se echó a reír, divertido por algo. Lo miré y estaba negando con la
cabeza. Después de un momento se aclaró la garganta. “¿Dónde está Edward?”

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Preguntó.

Emmett rodó sus ojos. “En su cuarto.”

“¿Está solo?” El doctor Cullen preguntó, con voz vacilante, como si realmente no
quisiera saber la respuesta. Emmett se encogió de hombros.

El doctor Cullen negó con la cabeza. Sacó su móvil del bolsillo y marcó un número.
“Trae tu culo a mi oficina en los próximos cinco minutos,” dijo rápidamente antes de
colgar. Él me sonrió. “Debes tener hambre, Isabella. Por qué no vas a la cocina y te
haces un sándwich. Después de que comas Jasper te puede mostrar tu habitación.
Tendré que comprarte algo de ropa mañana, pero intentaré conseguir algo para que
duermas esta noche.”

Asentí con la cabeza y vacilé, pero me di la vuelta y me alejé. Me detuve cuando entré
en la enorme cocina, que tenía de todo. Los mostradores eran de mármol, casi todo era
negro y metálico, exactamente lo contrario al resto de la casa.

Alguien pasó junto a mí y me estremecí por el inesperado contacto. Miré hacia arriba
para ver a Emmett mirándome inquisitivamente, obviamente escéptico por mi reacción,
Jasper entró detrás de él y me sonrió ligeramente.

“¿Tienes hambre?” Preguntó, alzando las cejas. Asentí con la cabeza y él abrió la
puerta del frigorífico, mirando dentro. Emmett agarró una barra de pan de la encimera
y abrió la bolsa, mientras que Jasper sacaba un poco de jamón y las rebanadas de
queso.

“Eh, yo puedo hacer eso,” dije, dirigiéndome hacia ellos. La mano de Jasper salió
disparada hacia mí y me congelé abruptamente, retrocediendo instintivamente,
preparándome para recibir el golpe. Él frunció el ceño y mis ojos se abrieron cuando
me di cuenta de que sólo había levantado la mano para indicarme que me detuviera.

“No iba a pegarte,” dijo con incredulidad.

“Lo siento, sólo… estoy acostumbrada a ello.” Le dije, mi voz suave. Él suspiró.

“Me lo imagino,” murmuró. Cogió un poco de pan que Emmett le tendió e hizo un
sándwich rápidamente. Sacó una toalla de papel y me la entregó junto con el
sándwich.

Lo tomé vacilante. “Gracias, señor.”

“No hay de qué.” Me quedé allí comiendo mi sándwich en silencio. Emmett se hizo uno
y se fue en dirección del piso de arriba. Jasper guardó todo y limpió, se volvió hacia mí
cuando terminó. Estaba callado, con una expresión curiosa. Su mirada me estaba
poniendo nerviosa y mis manos comenzaron a temblar. Después de un momento el
suspiró y se dio la vuelta, dándome la espalda.

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“¿Jasper, señor?” dije cuando terminé mi sándwich. “¿Dónde está el bote de la
basura?”

Sonrió y abrió un gabinete junto a él, donde estaba el bote de la basura. Caminé y tiré
mi toalla de papel.

“Vamos, te voy a dar la gira,” dijo. Señaló el comedor junto a la cocina. Volvimos a la
enorme habitación y yo lo seguí hasta la sala de estar, donde señaló la televisión y el
equipo de sonido, las consolas de juegos y las computadoras. Le sonreí amablemente,
sin comprender realmente por qué se tomaba la molestia, pero fue amable de su parte
de todos modos. Señaló el baño y la lavandería debajo de la escalera, y otra
habitación, la cual indicó que estaba cerrada con llave constantemente y solo el doctor
Cullen tenía la llave.

Empezamos a caminar hacia la escalera y Jasper vaciló. “El piano, del cual quizás
desees mantenerte alejada. Si Edward te atrapa tocándolo, probablemente te rompería
los dedos.”

Su voz era seria y sentí que mi miedo aumentaba un poco ante sus palabras. Todavía
tenía que conocer a Edward, pero deduje que era el más problemático de los chicos
Cullen y por lo que los otros habían dicho, probablemente, el menos amigable.

Nos dirigimos por la amplia escalera al segundo piso y llegamos a un pasillo con
paneles. Señaló su habitación y frente a ella la de Emmett, luego hacia la parte
posterior señaló la habitación del doctor Cullen y su oficina.

Nos dimos la vuelta para dirigirnos de nuevo a las escaleras cuando de pronto una voz
gritó una serie de groserías dentro de la oficina del doctor Cullen. Me quedé inmóvil,
mis ojos abiertos por la sorpresa. Jasper se echó a reír sacudiendo la cabeza.

“Ese debe de ser Edward. Toma algún tiempo acostumbrarse a él.”

Jasper me llevó hasta el tercer piso, saliendo a otro largo pasillo con paneles. Al frente
estaba una habitación inmensa que Jasper dijo era la biblioteca. Caminamos hacia la
parte de atrás y Jasper se detuvo.

“Este es la habitación de Edward,” dijo, señalando a la de la derecha. “Y esta será la


tuya,” dijo, señalando a la de la izquierda. “Cada habitación tiene su propio baño.”

Asentí con la cabeza, dándole las gracias en voz baja. Sonrió y abrió la puerta de la
recamara, agitando mi interior. Entré con cautela y Jasper encendió la luz. Mis ojos se
abrieron por la sorpresa ante lo enorme que era la habitación. Estaba totalmente
amueblada, una cama enorme con una cómoda de caoba y un tocador con un gran
espejo. La habitación tenía una alfombra de felpa blanca, las paredes eran de un color
marrón suave. Había un sofá de cuero marrón, cerca de la parte delantera de la
habitación con una pequeña mesa de caoba frente a él. Miré a mi alrededor y mis ojos

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se posaron en el televisor de pantalla plana que colgaba de la pared. Lo miré
boquiabierta por un momento, parpadeando con rapidez y negando con la cabeza.

“¿Está seguro de que tengo que dormir aquí? Quiero decir, tiene que haber un error.”

Él rio suavemente. “No, ningún error. Definitivamente esta es tu habitación. Ponte


cómoda, voy a ver lo de tu ropa para dormir.”

Jasper dio media vuelta y salió, cerrando la puerta detrás de él. Me quedé inmóvil en
mi lugar, mirando todo a mi alrededor, decir que estaba asombrada era quedarme
corta. Estaba totalmente aturdida, fuera de mi elemento.

Después de unos minutos de completo silencio, una puerta se cerró con fuerza del otro
lado del pasillo, asustándome. Salté y grité agarrándome el pecho cuando mi corazón
comenzó a acelerarse. Suaves golpes se oyeron en mi puerta y esta se abrió
lentamente. Me di la vuelta para ver al doctor Cullen en la puerta. Sonrió y me tendió
algo de ropa.

“Son algo grandes para ti, pero es lo mejor que pudimos conseguir por ahora.”

“Gracias,” dije, tomando la ropa. Él asintió y se volteó para irse, pero vaciló.

“Esta también es tu casa ahora, Isabella. Espero que te empieces a sentir cómoda
aquí. Solo recuerda todo lo que te he dicho y no deberías tener ningún problema. Pero
si surge alguno, no dudes en acudir a mí. ¿De acuerdo?”

“De acuerdo,” dije en voz baja.

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“Cada amigo representa un nuevo mundo en nosotros, un mundo que posiblemente
no nacerá hasta que ellos lleguen, y es solo por esta reunión que un nuevo mundo
nace.” – Anais.

Isabella swan

Empecé a hiperventilar en el momento que el doctor Cullen cerró la puerta de mi


habitación, y me dejó sola el resto de la noche. Mis rodillas se tambaleaban y caminé
lentamente hacia el sofá, colapsando en él. Me sentía tan tonta, por derrumbarme
como lo estaba haciendo, pero no podía evitarlo. No estaba asustada en sí, o aterrada
por el miedo. Estaba totalmente abrumada y confundida, insegura por el giro que mi
vida estaba tomando. Todo estaba sucediendo tan rápido, nada tenía sentido. No
estaba acostumbrada a los cambios, todo era nuevo para mí, tanto que no sabía cómo
tomarlo.

Después de calmarme lo suficiente como para moverme, me puse de pie y me quité la


ropa. Recogí la ropa que el doctor Cullen me había llevado y la extendí. Me puse el
pantalón de franela de color rojo y negro, enrollándolo por la cintura un par de veces
para que me quedaran mejor. Todavía me quedaban enormes, arrastrando por el
suelo. Agarré la camisa y la miré vacilante. Decía Instituto de Forks en el frente con la
imagen de una pelota de fútbol. En la parte de atrás estaban las letras ‘C-U-L-L-E-N’ lo
que para mí probablemente sería su apellido, junto con el número 21. La deslicé por mi
cuerpo y casi cayó hasta mis rodillas.

Me acerqué a la puerta que conducía a mi cuarto de baño y la abrí. Encendí la luz y


jadeé. El baño era enorme, con baldosas blancas y una enorme bañera en la esquina.
También había una ducha con puertas de vidrio esmerilado y un enorme lavamanos
con un gran espejo encima. Era impresionante, por decir lo menos.

Encontré toallas y paños en un gabinete cerca de la taza y agarré uno de cada uno. La
toalla era suave y esponjosa, tenía un suave y delicado aroma a flores seguramente
por el detergente que usaban para lavarlas. Me acerqué al lavamanos y me lavé la

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cara, quitándome todo el maquillaje que el doctor Cullen me había puesto y que
todavía había desaparecido. Me sequé y me miré en el espejo, frunciendo el ceño. El
doctor Cullen tenía razón, se podía distinguir claramente en el moretón la débil huella
de una mano. Sin embargo, no era tan malo como pensaba, había tenido peores.
Desde que la esposa de Charles descubrió mi paternidad le tomó el gusto a marcar mi
cara. Me habían golpeado tan duro antes que mi rostro estaba hinchado y apenas
podía ver a través de mis ojos. Mi nariz se había roto una vez durante una paliza, pero
nunca tuve atención médica por ello. Charles nunca nos dio atención médica por nada,
siempre dijo que si algo nos ocurría a uno de nosotros y no se curaba por sí solo nos
hacía un favor al sacarnos de nuestra miseria. Ahora mi nariz tenía una protuberancia
y estaba ligeramente torcida, pero no era tan horrible. Había sido relativamente
afortunada al tratarse de daños permanentes. Además de la nariz levemente
desfigurada, todo lo que tenía eran cicatrices. Había visto a otras mujeres perder
dientes y romperse huesos importantes que nunca soldaron adecuadamente, lo que, en
cierto modo, las incapacitaba. Una chica quedó ciega de un ojo por una patada en la
cara. Este moretón no era nada. Se desvanecería y con él, el recuerdo. Los moretones
se olvidan fácilmente.

Apagué la luz y volví a entrar en la habitación. Me acerqué a la puerta para apagar la


luz y me detuve. Apenas podía oír la música que venía del otro lado del pasillo. No
podía entender qué clase de música era, pero sonaba un poco como rock suave. No es
como si desde aquí pudiera reconocer el nombre del artista o la canción. Nunca había
estado expuesta a mucha música, además de lo que Charles y su esposa de vez en
cuando ponían o lo que oía proveniente de la televisión cuando pasaba. Sea lo que
sea, sonaba relajante y suave.

Apagué la luz y me acerqué a la cama, tirando del edredón y metiéndome en ella. El


colchón era tan suave que casi me hundí completamente en él. Las sábanas estaban
lisas y sedosas, y el edredón esponjoso y suave. Me envolví bien en el edredón y
suspiré contenta cuando mi cabeza se hundió en la almohada. No podía recordar
alguna vez que hubiese estado tan cómoda, sintiéndome tan…. segura.

Era sorprendente como a pesar de estar totalmente agotada, no lograba conciliar el


sueño, no podía desconectar mi mente. Estaba tratando de asimilar todo, tratando de
poner todo en orden en mi mente.

No me estaba engañando a mí misma, sabía lo que era. A pesar de la cómoda cama y


la amplia habitación, seguía siendo nada más que una esclava. Mi vida estaba en sus
manos para que hicieran conmigo lo que quisieran. El que parecieran más humanos
de lo que estaba acostumbrada, no quería decir que las cosas no pudieran cambiar
rápidamente. No sería complaciente, no bajaría mi guardia. Conocía mi lugar en el
mundo, podrías disfrazarlo todo lo que quisieras, pero no cambiaba los hechos
básicos. Yo era una propiedad, le pertenecía a alguien.

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En la casa de Charles había presenciado el temperamento del doctor Cullen, había
visto cuanto miedo Charles le había tenido. Me imagino que tenía que haber algún tipo
de historia ahí, pero nada de lo que tuviera conocimiento. Aparentemente, el doctor
Cullen parecía ser relativamente tranquilo y bonachón, pero no me engañaba
pensando que no podía ser agresivo. Había visto en secreto ‘Los Intocables’ más de
una vez, sabía a ciencia cierta que hombres como él eran realmente peligrosos. Tras
esa apariencia tranquila, algo bullía en su interior, algo volátil, algo que no quería
desatado sobre mí. Charles era iracundo, perdía el control rápidamente y descargaba
su furia contra ti, pero siempre había sido soportable. Tenía la sensación de que el
doctor Cullen era el tipo de hombre que rara vez perdía el control, pero cuando lo hacía
no podías escapar de él.

Sus hijos me sorprendieron. Emmett era intimidante, no había duda de ello, me sentía
insignificante al estar en una habitación con él debido a su tamaño. Instintivamente
encendía el miedo. Sin embargo, parecía agradable, con un carácter alegre y
despreocupado. Su apariencia y personalidad definitivamente no concordaban entre
sí, me tomaría algún tiempo superar la aversión natural a él. En cuanto a Jasper, había
algo en él ligeramente calmante y relajante. Era dulce y cortés. Me había impresionado
su forma de tratarme, como si yo fuera su igual, incluso me había hecho un sándwich.
Me había servido a mí, la sirviente. Era desconcertante. Al principio me preguntaba si
sabía lo que yo era, pero el doctor Cullen me había asegurado que no había secretos
en su casa.

Todavía tenía que conocer al más joven, Edward, y para ser honestos tendría que decir
que estaba inquieta por ello. Estaba preocupada por cómo iba a actuar, cómo me iba a
tratar. La impresión que tenía hasta ahora era que en general era algo exigente en
cuanto a las cosas y que era bastante problemático. Sin duda era malhablado y no
tenía miedo de decirle a su padre lo que pensaba, así que no estaba segura de que
hubiera una razón para que no me agrediera verbalmente. Aunque el doctor Cullen
había dicho que era muy parecido a él, y eso me daba algo de esperanza. Al menos el
doctor Cullen no había sido tan malo.

Di vueltas en la cama toda la noche, conciliando el sueño eventualmente, pero


despertando abruptamente poco tiempo después, mirando confundida a mi alrededor.
Cuando me daba cuenta de donde estaba me volvía a quedar dormida, solo para
continuar con el mismo patrón. En un momento dado miré el reloj y vi que pasaban
unos minutos de las cinco de la mañana. Charles siempre exigió que nos levantáramos
a las cinco para comenzar nuestro día y si se enteraba que no nos levantábamos a
tiempo nos castigaba. Pero dormíamos lo que queríamos cuando él se iba, esos días
siempre fueron nuestros días favoritos, cuando podíamos dormir hasta el mediodía y
nadie diría nada. La gente que nos vigilaba cuando Charles no estaba nunca le
dijeron una palabra de ello.

Estaba que me subía por las paredes por no haberle preguntado al doctor Cullen a qué

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hora se esperaba que me levantara por las mañanas. Me quedé recostada unos
minutos, mirando el reloj, antes de suspirar y levantarme. Ahora ya no podría conciliar
el sueño de nuevo.

Rápidamente hice mi cama y caminé a través de la habitación, abrí la puerta lo más


silencioso posible. El piso estaba oscuro y silencioso, la música que había oído antes
se había ido. Cerré la puerta y en silencio me dirigí por el pasillo, envolviendo mis
brazos alrededor de mi pecho. Estaba nerviosa y ansiosa, un poco insegura de qué
hacer. No podía solo estar paseándome por ahí, tenía que hacer algo.

Bajé las escaleras lentamente y con precaución por la oscuridad, rogando


silenciosamente por no tropezar y caer. Lo último que necesitaba era caerme y salir
volando por las escaleras y despertar a todos en la casa. El segundo piso también
estaba oscuro, pero apenas pude escuchar el sonido de agua corriendo en alguna de
las habitaciones. Seguí bajando las escaleras con cuidado, haciendo una pausa al
llegar al vestíbulo.

La planta baja estaba a oscuras, excepto por un sutil resplandor que venía de la
cocina. Caminé hacia allá lentamente y escuché el sonido de cosas moviéndose, un
gabinete cerrándose. Pasé por donde estaba el piano y levanté la vista cuando llegué
a la entrada de la cocina, deteniéndome bruscamente, mis ojos se abrieron ante lo que
estaba frente a mí.

Alguien estaba parado en la cocina, sirviéndose un vaso de jugo de naranja. No lo


reconocí y supe de inmediato que tenía que ser Edward. En el momento en que mis ojos
se posaron en él algo despertó dentro de mí, algo desconcertante e inesperado. Me
quedé de piedra, congelada en mi lugar, incapaz de pensar o actuar.

La cocina estaba oscura, pero lo podía ver claramente por la tenue luz del refrigerador.
Era alto y delgado, pero con un cuerpo bien formado. No llevaba puesta camisa y me
estaba dando la espalda. Pude ver un tatuaje bastante grande en el centro de la parte
superior de su espalda, era circular y parecía ser el símbolo de algún tipo de animal,
una mano y algunos tréboles. La palabra “Cullen” estaba escrito en él, lo que
prácticamente me confirmó que esa palabra era, de hecho, su apellido. Pude distinguir
los músculos bien definidos de su espalda y sus brazos, y sus hombros ligeramente
amplios. Pude ver el comienzo de un tatuaje en su brazo izquierdo, pero no pude
distinguir lo que era. Su piel era pálida y casi brillaba con la luz. Su pelo era de un
color bronce y era un desastre total, saliendo disparado en todas las direcciones
imaginables. Se giró un poco y quedó de medio lado, pude ver con facilidad que su
estómago estaba bien tonificado. Sus pantalones de franela verdes caían bajo sus
caderas, dejando al descubierto sus prominentes caderas y la parte superior de un par
de bóxer negros. Observé un lado de su cara y sus facciones eran angulares y afiladas.
Su pelo desordenado caía hacia delante, y algunas partes de él caían ligeramente en
sus ojos.

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No era en absoluto nada de lo que yo esperaba. Esperaba que su apariencia fuera
dura, intimidante. La persona que estaba delante de mí era fascinante. Nunca me
había sentido atraída por alguien antes, nunca pensé que lo haría, pero el chico frente
a mí provocaba una parte de mí que no sabía que existía. La parte que después de
todo, seguía siendo una chica promedio de dieciséis años que reconocía algo hermoso
cuando lo veía.

Era completamente ridículo y estúpido, y traté de rechazarlo de inmediato. Era un niño


rico malcriado y yo era su esclava traída para encargarme de los quehaceres por él.
Era ridículo enamorarme o sentirme atraída por él, sintiendo esas mariposas al verlo.
Estos sentimientos que tenía eran vergonzosos y repulsivos.

Exhalé bruscamente, doliéndome el pecho. No me había dado cuenta que estaba


conteniendo la respiración. Edward lo escuchó y dio un salto, asustado. Su cabeza giró
rápidamente en mi dirección, sus ojos muy abiertos por la sorpresa. Dejó caer su
bebida accidentalmente, el vaso golpeó contra el suelo y el jugo de naranja voló por
todas partes.

“¡Mierda!” gritó, saltando hacia atrás, pero no pudo evitar que el jugo de naranja le
salpicara los pantalones. Mis ojos se abrieron sorprendidos cuando él se congeló en su
lugar, mirando hacia sus pantalones empapados con incredulidad. Levantó su mirada
lentamente hacia mí y arqueó una ceja, su rostro pasó a través de diferentes
emociones. Incredulidad. Shock. Confusión.

Yo había estado inmóvil, mirándolo con la boca abierta, pero en el momento que su
rostro se ensombreció con ira, mi sistema fue sacudido de vuelta a la vida. Corrí para
agarrar el rollo de toallas de papel. Prácticamente me arrojé a sus pies al mismo
tiempo que él tomó una toalla de la encimera y se agachó para limpiarlo el mismo.
Chocamos, nuestras cabezas se golpearon con tanta fuerza que lo lanzó hacia atrás.
“¡Mierda!” gritó.

Un intenso y punzante dolor atravesó mi cabeza, mis ojos se llenaron de lágrimas


mientras hacía una mueca de dolor. Agarré mi frente y levanté mi mirada para ver a
Edward sentado en el suelo, frotándose la frente. Tenía el ceño fruncido y sus ojos se
estrecharon hacia mí. Me di cuenta de un pequeño vendaje que tenía a un lado de la
frente, cerca de su ojo izquierdo. Mis ojos se ampliaron sorprendidos cuando me di
cuenta que había chocado con él cuando él ya estaba herido.

“¡¿Tienes que andar sorprendiendo a la puta gente?! ¡Cristo, eres peor que un maldito
gato! ¡¿Tengo que comprarte una campana?!” Escupió, todavía frotándose la cabeza.
El miedo se disparó a través de mí, y mis manos comenzaron a temblar.

“Lo siento tanto, señor,” dije, mi voz temblorosa. Solté mi cabeza y extendí la mano
para agarrar la toalla que él había dejado caer y empecé a limpiar el jugo de naranja
en el suelo. Mi visión estaba borrosa por las lágrimas y maldije en silencio cuando una

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se deslizó por mi mejilla. Esto estaba mal, muy mal. Mi primera mañana aquí y ya
había herido a alguien y hecho un desastre.

Grité con sorpresa y miedo cuando su mano agarró mi muñeca con fuerza, deteniendo
mis movimientos. Fue como si una descarga eléctrica se dispara a través de mí y jadeé.
Lo miré con los ojos abiertos, mi cuerpo temblando de miedo. Sus ojos se estrecharon y
su mirada era intensa mientras estudiaba mi rostro.

“¿Qué pasa contigo?” Preguntó en voz baja. Dudé un momento sin saber qué decir. No
tenía idea de lo que él quería escuchar, pero tenía que hacer algo, decir algo, para
tratar de solucionar esto.

“Fue un accidente, señor. Le aseguro que nada como esto volverá a suceder. Por favor,
no me castigue,” dije en voz baja, mi tono suplicando para que me entendiera. Él
arqueó una ceja mirándome fijamente, sin soltar mis muñecas. Era desconcertante y
aparté mi vista, mirando hacia el suelo, tratando de prepararme para lo que vendría
después.

“¿Por qué demonios te iba a castigar?” Preguntó después de un momento, su voz


mezclada con confusión. Lo miré sorprendida por su tono de voz, y vi que su expresión
era de desconcierto.

“Ah, bueno, yo…” Tartamudeé. Traté de pensar claramente, pero la intensidad de su


mirada me había aturdido, desconcertado. Iba a hablar de nuevo cuando la luz del
techo se encendió de repente, haciendo que ambos hiciéramos un gesto y cerráramos
los ojos.

“Maldita sea, Edward, deja ir a la muchacha,” dijo la voz del doctor Cullen,
asustándome. Mi cabeza se levantó rápidamente y abrí los ojos para verlo de pie junto
a nosotros, con el ceño fruncido. Edward miró molesto a su padre y luego me miró a mí,
sus ojos finalmente se posaron en mi muñeca que todavía agarraba con fuerza. Me
soltó de inmediato, alejando su mano y poniéndose de pie.

“Lo siento,” murmuró, pasándose una mano por el pelo.

“¿Qué ha pasado?” El doctor Cullen preguntó bruscamente, señalando el desastre en


el suelo.

“No volverá a suceder, señor, lo siento,” dije, al mismo tiempo que Edward murmuró.
“Yo lo derramé, me asustó.”

Lo miré con confusión y el doctor Cullen gruñó. “Ve, prepárate para la escuela,
Edward,” dijo.

“Pero…” Edward comenzó, pero la mano del doctor Cullen se levantó rápidamente
para silenciarlo. El movimiento me sorprendió y di un respingo, lo que hizo que ambos

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me miraran.

“No me interesso un cazzo,”* dijo el doctor Cullen con un ligero acento, en un idioma
que nunca había escuchado antes. Sacudió la cabeza con frustración. “Solo vete, no
tengo tiempo para ti esta mañana.”

“Bien, como jodidos sea,” dijo enojado, echándome un vistazo al pasar junto a mí
cuando salió furioso por la puerta.

De nuevo me puse a limpiar el jugo que se había derramado y el doctor Cullen suspiró.
Se agachó y cogió el rollo de toallas de papel, arrancó algunas y las colocó en parte
del líquido derramado para absorberlo. Mientras se acercaba su colonia se filtró por mi
nariz, tenía un efecto calmante, el aroma y mezcla embriagadora de maderas,
almizcle y frutas. No olía nada parecido a Charles, que por lo general olía
asquerosamente, una mezcla de sudor y árboles de pino.

“¿Qué fue lo que te dije? Dolore nel culo,”* dijo. Lo miré y vi una leve sonrisa en sus
labios, sacudió su cabeza. Entonces vio mi mirada interrogante y se rio. “Es Italiano,
significa dolor en el culo.”

“¿Habla usted Italiano, señor?” Le pregunté.

Él asintió con la cabeza. “Sí, lo hablamos con fluidez. Era el idioma preferido por la
mayoría en Chicago, ya que la organización es italiana y nosotros tenemos herencia
Italiana. No lo hablamos a menudo, así que no te preocupes. Por lo general, sale a
relucir cuando uno de nosotros se siente frustrado. Aunque probablemente Edward es
la excepción, está bastante encariñado con las palabras Italianas más coloridas.”
Rodó los ojos pero pude ver el brillo en ellos al hablar de Edward. Era evidente que sin
importar si era o no problemático, quería a su hijo. “Hablando de Edward, él no suele
ser tan hostil. Es solo que ahora está algo cabreado conmigo.”

Asentí con la cabeza, sin saber por qué me estaba diciendo tanto y sorprendida porque
pareciera que estaba tratando de excusar la conducta de su hijo. Nunca antes alguien
había intentado explicarme su comportamiento; los amos tenían permitido actuar como
quisieran con nosotros, sin importar qué.

“Yo puedo hacer esto señor,” dije de repente, con temor de que manchara su traje con
jugo. Era muy elegante y podía decir que había costado una fortuna.

“Sé que puedes hacerlo, Isabella,” dijo con firmeza, pero no se levantó. “De todos
modos, ¿por qué estas levantada tan temprano? Pensé que dormirías hasta el
mediodía por lo menos, para recuperarte de las emociones de ayer.”

“No sabía a qué hora se suponía que tenía que levantarme todos los días,” le dije, algo
confundida. “Así que me levante a la hora que el amo Charles siempre nos hacía
levantarnos.”

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El doctor Cullen suspiró, poniéndose de pie y tirando las toallas de papel en el bote de
la basura. “Te levantas cuando te despiertes. No voy a culparte si de vez en cuando
duermes más, siempre y cuando hagas lo que tengas que hacer. Los muchachos se van
a la escuela alrededor de las siete y media, si necesitan algo de ti y sigues dormida, te
despertaran.”

“De acuerdo,” dije en voz baja. Me puse de pie y miré a mi alrededor, sosteniendo la
toalla empapada con jugo. El doctor Cullen sonrió.

“Hay una cesta en la lavandería para que la pongas dentro. Asegúrate de trapear el
suelo después de que los chicos se vayan a la escuela y asegúrate de que el resto de la
casa esté en orden. No hay mucha comida en la casa pero sírvete lo que sea. Traeré
algo a casa para cenar, así que no tienes que preocuparte por cocinar hasta mañana.
Hoy deberías familiarizarte con la casa y ponerte cómoda. ¿De acuerdo?”

Sonreí y asentí con la cabeza. “Sí, señor.”

Salí de la cocina y entre en la lavandería, arrojando la toalla en el cesto de mimbre


que estaba en la esquina. Caminé de vuelta y vi a Emmett y a Jasper comenzar a bajar
las escaleras. Me alejé de ellos y caminé de vuelta a la cocina y escuché algo de bulla.
Me di la vuelta y vi a Edward volando por las escaleras, agarrándose de Emmett con
fuerza y saltando sobre su espalda. Emmett trató de quitárselo de encima, gritando,
pero Edward se rio y se aferró más a él. Me paré en seco, el sonido de la risa de
Edward provocó que una sonrisa involuntaria curvara mi boca. Era tan ligera y
despreocupada, melódica. Ahora todos estaban riéndose, era un espectáculo tan feliz,
algo que nunca había visto antes.

Llegaron al final de la escalera y Edward soltó a Emmett, saltando lejos de él cuando


Emmett trató de darle un puñetazo. Edward se rio entre dientes y pasó su mano por su
cabello húmedo, que seguía apuntando en todas direcciones, pero estaba claro que se
lo acababa de lavar ya que era un tono más oscuro por la humedad, casi marrón.
Levantó su vista hacia mí, sus penetrantes ojos verdes encontraron los míos. Una
sonrisa torcida dominó su rostro cuando me vio. Sentí que la sangre se apresuraba a
mis mejillas, coloreándolas con un profundo rubor, y miré instantáneamente hacia otro
lado. Mi corazón comenzó a acelerarse y sentí un hormigueo dispararse a través de mí
cuando pasó junto a mí, rozándome con su brazo. Dudó por un momento, sus pasos
vacilantes cuando nuestra piel se tocó. Lo miré y vi que me estaba mirando con una
expresión de sorpresa. Aunque, se desvaneció al instante y caminó por el pasillo hacia
la sala de estar. Escuché rápidamente el televisor encendido.

“Ah, qué bueno que ya se levantaron,” dijo el doctor Cullen. Me di la vuelta y caminé
hacia la cocina deteniéndome en la puerta. No estaba segura de lo que tenía que
hacer, si se supone que tenía que estar allí o se consideraría que estaba espiando.
“¿Creen que Alice o Rosalie me harían el favor de pasar hoy por una tienda después de
la escuela y comprar algunas cosas para Isabella? Lo haría yo mismo después del

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trabajo, pero no sé nada de lo que usan las chicas y me sentiría un poco pervertido
comprando ropa interior y sostenes para una adolescente.”

Los chicos se rieron y yo solo agaché mi cabeza, un poco avergonzada.

“Sabes que Alice no dejará pasar la oportunidad de ir de compras, especialmente


cuando alguien más es el que paga,” dijo Jasper, riendo. Levanté la vista y vi al doctor
Cullen asintiendo.

“Pues adelante, dale tu tarjeta de crédito y dile que traiga lo que compre lo más pronto
que pueda. Isabella, ¿qué talla de pantalones usas?”

Dudé, tratando de recordar. “Cuatro, señor,” dije, segura de que era la correcta.

“¿Zapatos?” Me preguntó.

Solo me quedé mirándolo, no muy segura, ya que los únicos zapatos que había tenido
en años eran las sandalias que había recibido el día anterior. Lentamente me encogí
de hombros. Mirándolo con cautela.

“Está bien. Dile a Alice que consiga pantalones de la talla cuatro y camisetas de la
talla pequeña. Supongo que los zapatos podrían ser del ocho, si no es la talla y no le
sirven los podemos devolver. Y por favor, dile que sea práctica, porque me imagino que
Isabella no estará muy contenta si tiene que andar por la casa en minifaldas y
camisetas sin mangas y por encima del ombligo.” Mis ojos se abrieron por la sorpresa,
miedo corriendo a través de mí incluso ante la idea.

Emmett se echó a reír. “No lo sé papá, minifaldas podría ser bueno,” dijo, mientras me
miraba y me guiñaba un ojo. Me sonrojé e inmediatamente bajé la mirada al suelo.
Sabía que estaba jugando, pero era un poco incómodo. No estaba acostumbrada a
tanta atención. Todos se rieron, pero el doctor Cullen, por suerte cambio de tema.

“Compórtate muchacho, o se lo diré a Rosalie,” dijo el doctor Cullen. Jasper se rio y


empujó a su hermano jugando. “Como sea, también necesito que alguno de ustedes
lleve a Isabella al supermercado después de la escuela. Ella hará la comida, así que
también debe hacer las compras.”

Levanté la cabeza rápidamente y miré al doctor Cullen en shock. ¿Quería que fuera de
compras? Yo nunca en mi vida había ido a una tienda.

“Yo lo haré,” dijo una voz detrás de mí. Por el susto, di un respingo y me di la vuelta
para ver a Edward allí parado. Sonriendo, con sus cejas levantadas mientras miraba a
su padre.

El doctor Cullen suspiró. “¿No tienes entrenamiento hoy?” Le preguntó. Edward entró a
la cocina pasando a mi lado. Abrió un gabinete y sacó un tazón.

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“Nop, tenemos libre los miércoles,” dijo encogiéndose de hombros. “Los muchachos
están haciendo pesas después de escuela, pero de todos modos no tengo planes de
unirme a ellos.”

“Muy bien, vienes por ella después de la escuela,” le dijo a Edward el doctor Cullen.
Edward asintió con la cabeza y echó un vistazo rápido. Tenía una sonrisa pícara en el
rostro que envió un escalofrío por mi espalda.

No estaba segura de que pensar de Edward Cullen, pero de una cosa estaba segura.
Él iba a complicar mi vida.

*******
Non me ne frega un cazzo = Mi importa un demonio

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“El temperamento te mete en problemas. El orgullo te mantiene allí.” Desconocido

Edward cullen
“¡Vete a la mierda, patético hijo de puta!” Le grité, pateando con mis piernas
frenéticamente, tratando de soltarme de los brazos que me retenían. Sentí el hilillo
caliente corriendo por un lado de mi cara y un leve latido proveniente de la zona de mi
ceja. Iba a asesinar a ese cabrón.

Alguien lo sujetó, levantándolo del suelo. Se los quitó de encima y escupió en la


hierba, la sangre corriendo por un lado de su boca. Le reventé bien la boca, tuvo suerte
de que no le tumbé los putos dientes.

“Eres un pendejo,” escupió. Me empujé hacia delante, tratando de llegar a él, pero me
estaban sosteniendo con demasiada fuerza.

“¡BASTA!” Gritó el entrenador Clapp, poniéndose entre nosotros. “¡Todos al suelo, de


espalda, ahora!”

Sonó un coro de gemidos, y numerosas miradas sucias se dirigieron rápidamente en mi


dirección. Alguien me empujó con rudeza y me di la vuelta rápidamente empujándolo
de vuelta. Yo no empecé esta mierda, así que no tenían por qué echarme la culpa.

“¡Dije que al suelo, Cullen!” Gritó el entrenador Clapp.

Rodé los ojos, frustrado, y me tumbé en el suelo. Hizo sonar su silbato y levantamos las
piernas unos centímetros en el aire, sosteniéndolas en esa posición. Haría cientos de
flexiones y correría kilómetros en lugar de estas ridículas elevaciones de piernas
cualquier día, esta mierda duele.

“¡Sosténganlas!, diez minutos.” Todo el mundo se quejó de nuevo, se escucharon


algunas maldiciones en voz alta. “Chicos pueden agradecerle esto a Cullen y a
Newton.”

Un día de estos iba a partirle la puta cara a Mike Newton. Era un cabrón arrogante,
necesitaba que alguien le desinflara ese ego. Había estado de vuelta en Forks por dos
semanas ya y había hecho todo lo que había podido para mantenerme fuera de

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problemas, pero al parecer había una conspiración por ahí para joderme la vida.

El año pasado, pasé el primer semestre en el instituto de Forks. Era sólo un estudiante
de segundo año, pero gané reconocimiento al alcanzar un puesto en el equipo titular
como el Quarterback titular. Siempre fui popular, teniendo en cuenta que soy rico y
bien parecido, y el apellido Cullen por sí solo tiende a provocar cierta cantidad de
respeto, incluso en una ciudad tan pequeña. Pero parece que desde que me nombraron
el Quarterback titular se triplicó. Las chicas están sobre mí y cobardes como Mike
Newton me envidian.

El año pasado se me fue un poco la cabeza, no puedo negarlo. Me metí en una


situación que casi me lleva a un centro de detención juvenil. Tuve suerte y mi padre usó
algunos contactos para quitarme el problema. Aunque no fue precisamente indulgente,
considerando que su reputación había quedado dañada con algunos de sus clientes,
me envió interno a un colegio privado al otro lado del país por el resto del año escolar.
Un internado sólo de hombres, debo añadir. Esa mierda fue una tortura, y no conseguí
un sólo pedazo de culo el tiempo que estuve allí. Incluso pagó para que me quedara
todo el verano. Hombre, eso me encabronó. Mis hermanos consiguieron ir a Hawái y
repantigarse en la playa con un montón de perras en bikini y yo estaba atrapado allí,
en un puto dormitorio diminuto con algún friki virginal que se masturbaba con putos
personajes de cómics. En el momento que entré en el avión de regreso a Forks juré que
iba a reformarme y no dejar que la mierda llegase a mi cabeza.

Pero es mucho más difícil decirlo que hacerlo. Porque las chicas todavía siguen
persiguiéndome y las pequeñas mierdas como Newton siguen estando celosos y
tratando de provocarme. Y yo no tolero las ofensas.

“Muy bien, niñitas,” dijo el entrenador Clapp, soplando su silbato para indicar que los
diez minutos habían terminado. Hubo un suspiro y un golpe colectivo cuando todos
dejaron caer sus piernas. Nos pusimos de pie y estiré mi espalda, ya que me dolía por
haber estado acostado en el duro suelo.

“Newton, Cullen, suicidios. En la línea ahora. El resto puede irse.” (N.T. Los suicidios o
llamados también escaleras son ejercicios de aceleración y cambio de dirección, se
corre por toda la cancha tocando las líneas de división en intervalos. Se utilizan en casi
todos los deportes y algunos entrenadores los utilizan como castigo)

Maldije, enfadado. Mis piernas ya estaban adoloridas por haber estado aquí durante
horas. Era martes y no habíamos tenido clases por alguna mierda de taller para
profesores, pero el entrenador Clapp insistió en que de todos modos entrenáramos muy
temprano esta mañana.

Fulminé a Newton con la mirada mientras caminaba hacia la línea. En los últimos días
había estado provocándome, encabronado porque había estado tratando de ligar con
Jessica Stanley y ella no le prestaba atención porque estaba obsesionada con mi polla.

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No me importaba para nada la chica, de hecho era demasiado vulgar para mi gusto,
ofreciéndose constantemente, casi rogando mamármela. ¿Y qué adolescente no se
aprovecharía de eso? Honestamente, no era tan buena en la cama, era mediocre en los
mejor de los casos, pero no voy a ser precisamente exigente. Un polvo es un polvo.

El entrenador Clapp hizo sonar su silbato y empezamos a hacer los suicidios. Newton
era el kicker del equipo y lento como la mierda, así que lo vencí. Sus piernas le
fallaron a mitad de una carrera y cayó al suelo. El entrenador Clapp hizo sonar el
silbato exasperado, y paré en seco. Sentí que la bilis subía de inmediato y traté de
frenarla, pero fue inútil. Me agaché y tomé inhalaciones profundas, pero terminé
vomitando.

“Nunca los quiero volver a ver peleando en mi campo de fútbol, ¿oyeron? Dense un
abrazo, reconcíliense y acaben con esta mierda de una vez,” nos dijo el entrenador
Clapp. Lo miré con incredulidad pero parecía hablar en serio.

Gruñí y me acerqué a Newton, dándole un abrazo a medias con un solo brazo que
paso a ser un golpe en la espalda, casi sacándole todo el aire. “Frocio,” le dije con
frialdad, empujándolo y haciéndolo tropezar. Él me miro mal, entrecerrando los ojos,
pero yo sólo me reí entre dientes. Le había estado diciendo esa mierda durante años y
todavía no se había dado cuenta que le estaba llamando gay.

“Vayan al hospital los dos y que les revisen esas lindas caras, ambos van a necesitar
puntos,” nos dijo el entrenador Clapp.

Asentí y me dirigí al estacionamiento, saltando dentro de mi Volvo. Amaba mi coche, al


fin había logrado convencer a mi padre para que me lo comprara cuando regresé. Era
un convertible C70 de techo duro. Conduje al hospital y me precipité al interior, sin
tener que esperar, ya que mi padre era prácticamente la única persona que mantenía
este hospital de mierda a flote. Me pusieron algunos puntos en la frente, pero no fue
tan malo. Había tenido peores. Estaba saliendo del hospital y me crucé con Newton, a
quien apenas iban a revisar y deliberadamente chocó conmigo. Me di la vuelta y lo
empujé, haciéndolo tropezar. Los de seguridad vinieron cuando escucharon el
altercado, pero se detuvieron abruptamente cuando se dieron cuenta que era yo.

Apenas logré salir al estacionamiento antes de que mi teléfono móvil empezara a


sonar con una llamada de mi padre. Gemí y lo puse en silencio, no estaba con humor
para dar explicaciones. Sabía que alguien del hospital le llamaría para contarle el
puto chisme.

Volví a casa y me hice un sándwich, dirigiéndome a mi habitación. Encendí la


televisión y empecé a comer, simplemente disfrutando de poder sentarme y descansar

mis piernas. Mi teléfono sonó nuevamente y lo cogí viendo que era Jessica Stanley.
Dudé con mi dedo sobre el botón de contestar, contemplando responder para ver si la

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convencía para que viniera hasta aquí y me la mamara, pero decidí ignorarla. No
estaba de humor para lidiar con su parloteo, contándome, como si me importara una
mierda su vida. No era su novio. Me importa un bledo las ridículas charlas y rumores
que las perras del instituto de Forks divulgaban.

Llamé a mi correo de voz y escuché el mensaje de mi padre. Miré el reloj cuando oí que
amenazaba con quitarme el Volvo sino le devolvía la llamada en veinte minutos y
gemí. Casi había pasado media hora.

Le devolví la llamada de inmediato, tratando de ser amable y esa mierda, mantuve la


compostura hasta que amenazó con sacarme de Forks y enviarme de vuelta al
internado.

Paseaba frenéticamente por la habitación tratando de explicarle cómo esa era una
idea ridícula, cuando una débil voz femenina se filtró a través del teléfono. Era dulce y
parecía joven e inocente, pero seductora al mismo tiempo. Le pregunté que si esa era la
mujer que había ido a recoger y me dijo que sí lo era, pero terminó abruptamente la
conversación, sin querer hablar de ello por el momento.

No era tonto ni ingenuo. Mis hermanos y yo somos muy conscientes del estilo del estilo
de vida de nuestro padre; lo hemos sabido toda nuestra vida. Nunca nos lo ocultaron o
nos mintieron sobre ello, pero al mismo tiempo tampoco se ensalzaban por ello.
Siempre trataban de no involucrarnos, pero a veces era inevitable cuando sabíamos
que nuestra vida era diferente. No importa cuánto tratara de proteger a la familia de la
violencia, estar en la mafia es una manera de poner en peligro a los que conoces.

Sabía que estaba metido en tráfico de drogas y venta ilegal de armas. Sabía que tenía
sangre en sus manos, que había ayudado a organizar asesinatos y secuestros e
incluso llevó a cabo algunos. Había estado involucrado en lavado de dinero y
extorsión, tenía cuentas en el extranjero sobrecargadas de dinero para evitar el pago
de impuestos. No sé si habría alguna ley que mi padre no hubiera quebrantado. Era un
tramposo, ladrón y asesino, no había forma de endulzar eso. La gente lo respetaba y le
temía, no sólo por el apellido, sino también por la forma en que se comportaba. Era
tranquilo y sereno—silencioso pero mortal.

Y sabía exactamente a que había ido a Phoenix. Sabía que la trata de esclavos aún
existía en América. No era la primera vez que mi padre había pagado dinero por
poseer a otro ser humano. Habíamos tenido dos desde que nos mudamos a
Washington, cuando tenía ocho años. La primera fue una señora mayor de pelo gris a
quien llamábamos nona, la trajo para que se hiciera cargo de la casa y para
ayudarnos, porque aún éramos muy jóvenes. Estuvo cerca de una maldita década con
nosotros, falleció de un ataque al corazón hace algunos meses. Era una mujer
agradable, nunca tuvimos queja alguna sobre ella. Casi era como nuestra abuela.

Crecimos sintiendo cariño por ella y quiero pensar que el sentimiento era mutuo, a

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pesar del hecho de que ella carecía de libertad de elección. La gente tiende a
resentirse cuando le quitas la libertad, pero ella no parecía demasiado desalentada
por ello. Papá incineró su cuerpo y esparcimos sus cenizas por el río, solía encantarle ir
por ahí. Después que Nona muriese, trajo a una mujer llamada Janet. Tendría unos
cuarenta años, una mujer pequeña con el pelo rubio rizado. La odié desde el día que la
conocí, siempre siempre me miraba con ojos maliciosos que me hacían querer partirle
la puta cara. Pero por supuesto, nunca la toqué. Mi madre me enseñó a ser mejor que
eso. Pero eso no significaba que no desease desesperadamente hacerlo. No duró
mucho tiempo, a pesar de que sospechaba que papá se la follaba. Finalmente la
atrapó en habitaciones donde no debería estar, y tocando cosas que no debería tocar.
Él era una persona relajada, no tenía muchas reglas, pero las que ponía tenías que
seguirlas. No tenía mucha tolerancia cuando se ignoraban sus órdenes. Si Carlisle
Cullen te decía que saltaras, era mejor que dieras el puto salto.

Mi hermano Emmett y yo aceptábamos la vida de nuestro padre, casi la aceptabamos


como propia. Sabíamos cuál era nuestro lugar. Emmett no tenía deseos de unirse a
ella, pero no la desaprobaba. Yo, presentía que me dirigía por ese camino. Sabía que
los miembros de la organización en Chicago, me miraban como si yo fuera el príncipe
de la mafia, alguien que prometía. Decían que tenía el carácter para ello, lo que sea
que eso quisiera decir, y esperaban que encontrara mi camino cuando fuera algo
mayor. Lo aceptaba como una posibilidad, casi me enorgulleciéndome de ello. Jasper,
por otro lado, no estaba feliz con esto en absoluto. Evitaba la mayoría de las
conversaciones relacionadas con ese aspecto de la vida Cullen. Odiaba las armas y
las drogas a las que estábamos expuestos, odiaba la violencia. Emmett y yo teníamos
la piel dura, pero Jasper era sensible. De los tres, él es el más parecido a mamá. Yo
podría parecerme a ella, pero Jasper tenía su alma. Mamá conocía la vida de mi padre
y la pasaba por alto porque lo amaba demasiado. Pero también era sensible. Nunca
toleró la esclavitud o la servidumbre, al igual que Jasper no lo hacía. Él está
completamente indignado por ello. Es una mierda, estoy de acuerdo, pero podía ver la
lógica en ello. Si quieres lealtad y silencio, a veces tienes que comprarlo.

Sé que Jasper iba a estar más molesto que nunca, porque esa dulce e inocente voz en
el teléfono pertenecía a una niña, no una mujer. Papá nunca nos dijo nada así que
automáticamente asumimos que iba a traer a alguna señora mayor, como antes, pero
estaba claro que no lo era. Ella era joven.

Me pasé el día encerrado en mi habitación, sin ánimos de socializar a sabiendas de


que iba a recibir una regañina cuando papá llegara a casa. Tomé una siesta y
jugueteé un poco con mi guitarra. Finalmente llamé a Jessica Stanley y escuché sus
mierdas unos minutos, pero le colgué cuando dijo que no tenía como venir a mi casa.
De ninguna manera iría a recogerla.

Finalmente papá llegó a casa. No sé si era tan malditamente perezoso como para subir
las escaleras a mi habitación o si pensaba que tenía compañía, pero me llamó al

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teléfono móvil y me dijo que bajara a su oficina. Me regañó, como sospechaba que
haría y de nuevo me amenazó con mandarme al internado y quitarme el coche. En
realidad le importaba una mierda que le reventara la boca Newton, lo que le molestó
fue mi actuación en su lugar de trabajo. Me castigó el siguiente fin de semana, lo que
realmente me encabronó porque el viernes por la noche teníamos un partido en casa y
eso significaba que después vendría una fiesta de puta madre. Había estado
esperando con ansias unos tragos de Patron (N.T. Es una marca de tequila), algunos
golpes de la pipa y una buena follada.

Me pasé el resto de la noche en mi cuarto. No podía dormir, estaba muy encabronado y


finalmente me di por vencido y arrastré mi culo por las escaleras. Estaba de pie en la
cocina, vertiendo un poco de jugo de naranja, cuando un ruido me sobresaltó. Era
como si alguien jadeara por aire y la casa estaba tan silenciosa que hizo eco por todo
el maldito lugar. Me volví en dirección del ruido y me sorprendió tanto la vista delante
de mí que tiré mi puta bebida.

Estaba sorprendido y confuso al principio, antes de dar paso a la ira. Estaba parado
frente a la chica, empapado con puto jugo de naranja y todo lo que pude hacer fue
mirarla con la boca abierta. ¿Podía ser más jodidamente estúpido?

Apenas podía ver a través de la habitación porque estaba muy oscuro, pero sus ojos
estaban claros como el día. Estaban muy abiertos y expresivos, parecía un ciervo frente
a los faros de un coche. Finalmente volví en mí e hice un movimiento para limpiar el
jugo de naranja, pero evidentemente la chica estaba adiestraba para hacer esa
mierda, porque prácticamente me empujó en mi culo para hacerlo ella misma. Le di un
cabezazo e hice una mueca, ya que dolía como el demonio. Y a la manera de Edward
Cullen, mi respuesta natural al dolor es agredir verbalmente.

Evidentemente la asusté porque se negó a hacer contacto visual conmigo y temblaba.


Extendí mi mano y le agarré la muñeca para que dejara la puta limpieza, estaba
siendo rara y ridícula y eso no me gustaba. Se sintió como si ella me hubiera sacudido
cuando la agarré, como pequeñas descargas de electricidad estática corriendo a
través de mí. Finalmente me miró y cuando sus ojos se encontraron con los míos me
dejó completamente atónito.

Sus mejillas estaban rojas y agrietadas por el sol y tenía un enorme moretón a un lado
de su cara que parecía ser la huella de la mano de alguien. Sus ojos estaban llenos de
miedo y una lágrima corría por su mejilla. Estaba claro que estaba agitada y asustada.
La había pasado mal. Y era joven, oh tan jodidamente joven. No podía ser mayor que
yo, aún tenía su cara ligeramente redonda, por su juventud. Todavía había inocencia
en su rostro, pese a los signos de abuso y la evidente cautela en él.

Pero eso no fue lo que más me impresionó. Lo que casi me dejó sin aliento fue que
debajo de todo eso, ella era hermosa. He tenido mi cuota justa de chicas calientes,
sexys y eróticas en ropas demasiado ajustadas. Y la chica que estaba frente a mí no se

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parecía a ellas en absoluto. No parecía una modelo de pasarela, no irradiaba atractivo
sexual. Sólo era…. hermosa.

Le pregunté cuál era su problema, una puta pregunta estúpida, porque obviamente yo
era parte del problema. Pero sólo quería saber su historia, cómo demonios alguien
como ella terminó en la situación en la que ella estaba.

Fue entonces cuando prácticamente me rogó que no la castigara. Me miró, con un puto
miedo de que fuera a golpearla por mi error. La miré con incredulidad, preguntándome
qué demonios había experimentado esta chica para tener tanto miedo de mí. Por el
amor de Dios, ni siquiera podía mirarme a los ojos.

Por supuesto, como si la situación no fuera ya de por sí un desmadre, papá nos


sorprendió sentados en el suelo en un charco de jugo de naranja teniendo todavía
sujeta de la mano a la chica. Sinceramente, no me había dado cuenta de que todavía
la seguía agarrando. Él se puso cortante conmigo, maldiciéndome en italiano. Me dijo
que me fuera, obviamente seguía molesto conmigo.

Subí las escaleras y me desvestí, saltando a la ducha. Me lavé las piernas pegajosas,
donde el jugo me había empapado y me lavé el cabello, sin molestarme en lavarme
nada más. Mi polla estaba dura y envolví mi mano alrededor de ella, bombeando un
par de veces, pero no parecía que fuera a llegar. Seguí pensando en la jodida chica en
la planta baja, como se quedó limpiando mi desorden, y en lo mal que eso estaba, lo
cual era completamente ridículo, porque precisamente esa era la razón por la que ella
estaba aquí.

Me di por vencido de hacerme una paja, resignado a que probablemente tuviera que
tomar a una de las chicas de la escuela y escabullirnos para que se hiciera cargo de
mi problema. Cerré la llave del agua y salí, secándome. Agarré un par de bóxer de
seda y unos vaqueros descoloridos y me los puse. Me puse una camiseta blanca y
encima de esta una camisa de manga larga y botones, doblando las mangas hacia
arriba.

Ni siquiera me molesté por arreglar mi cabello porque era inútil, la mierda tenía mente
propia. Pasé mis manos un par de veces, pero nada más. Sin embargo, parecía que a
las chicas les encantaba, así que, qué diablos.

Bajé las escaleras y vi a mis hermanos. Ayer no había visto a los cabrones en todo el
día. Solíamos estar muy unidos, pero cuando me fui al internado las cosas parecían
haber cambiado. Ellos tenían novias estables y sentaron cabeza, yo volví siendo la
misma persona que cuando me fui. Alice y Rose me agradan, las conozco desde que
nos mudamos aquí de la escuela primaria y son chicas guay, pero no estoy
acostumbrado a ver a mis hermanos tan encariñados. Me fui y éramos amigos, todos
nosotros simplemente nos relajábamos juntos y ahora que he vuelto soy la puta quinta
rueda. Sin embargo, creo que es genial, me alegro por ellos, pero eso no significa que

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me guste estar rodeado de esa mierda todo el tiempo. Yo no sirvo para toda esas
pendejadas empalagosas de besos y abrazos. No busco ahogarme en el amor, estoy
perfectamente contento nadando en la lujuria.

Bajé volando las escaleras y salté sobre la espalda de Emmett, ese cabrón me las
debía por levantarme y tirarme al suelo de espaldas hace algunos días. Casi lo tiré por
las escaleras ya que no me esperaba, y trató de tirarme. Salté cuando llegamos al final
de la escalera, trató de pegarme pero lo evité, riéndome. Me di la vuelta para decirle
algo, para burlarme un poco de él porque Emmett es divertido cuando lo sacas de
quicio, entonces mis ojos se posaron en la chica.

Nos miraba y sonreía. No pude evitar sonreír al verla, una mirada de puro asombro en
su rostro. Se sonrojó cuando le sonreí y bajó inmediatamente la mirada, de nuevo sin
poder mirarme a los ojos. En serio tendría que cambiar eso, esa mierda no funcionaría
aquí.

Pasé junto a ella, mi brazo rozando el suyo. El bello de mi brazo se erizó y un


estremecimiento corrió por mi cuerpo. Me sorprendió un poco y vacilé, confundido. Era
extraño, la misma sensación que se disparó a través de mí cuando agarré su muñeca.
Nunca había sentido nada parecido, como si su piel tuviera una corriente eléctrica que
entraba en mi sistema cada vez que la tocaba. Ella me miró, una mirada de confusión
en su cara y me sentí un idiota allí parado mirándola, así que di la media vuelta y me
dirigí a la televisión.

Puse el canal del tiempo, lo cual no tenía sentido teniendo en cuenta que es raro el día
en que no llueva en algún momento, pero no podía concentrarme en lo que estaba
viendo. Volví a la cocina y los escuché reír. Papá amenazaba con decirle algo a Rose.
Me detuve detrás de la chica mientras ella estaba en la puerta mirando al suelo. Oí a
papá decir algo sobre llevar a Isabella al supermercado y sin siquiera pensarlo dos
veces, las palabras salieron de mi boca antes de que mi cerebro las registrara.

“Yo, lo haré,” le dije.

Ella se dio la vuelta sorprendida, y me miró. Pasé junto a ella y tomé un tazón para
servirme algo de cereal. Le aseguré a papá que no tenía práctica, gracias a Dios,
teniendo en cuenta que aún tenía las jodidas piernas adoloridas, y él estuvo de
acuerdo. Me sorprendió un poco, considerando que técnicamente estaba castigado y
justo ahora no era su persona favorita.

La miré y vi que tenía una mirada de asombro en su rostro. Su nombre estaba


haciendo eco en mi mente: Era la primera vez que lo escuchaba, ni siquiera pensé
antes cuál era su puñetero nombre. Pero le queda bien. Isabella. Bella. Hermosa.

Y eso es lo que ella era. No tenía idea que tenía esta chica que me había cautivado,
pero definitivamente iba complicar mi puta vida.

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“La identidad humana es la cosa más frágil que tenemos, y con frecuencia solo se
encuentra en momentos de sinceridad.”- Alan Rudolph

Edward cullen

Estaba repantingado en el sofá con los pies sobre la mesa de café, comiendo un tazón
de Lucky Charms (N.T. Una marca de cereal con malvaviscos) Solo me gustaban los
malvaviscos, las piezas marrones me parecían demasiado blandas, pero era lo único
que había en casa para desayunar y estaba muerto de hambre. Sabía que Emmett me
estaba maldiciendo en silencio, podía ver las miradas furiosas que me echaba desde
el otro lado de la habitación porque había usado la leche que quedaba y tenía que
comerse los cereales secos. Si te duermes pierdes, cabrón. Le gané.

Jasper entró en la habitación y se dejó caer en el sofá a mi lado, moviendo mi cojín y


casi derramando mi cereal. Lo miré y arqueé una ceja, pero él solo me ignoró y se
encogió de hombros. Emmett resopló y se levantó, saliendo furioso de la habitación y
entrando en la cocina. Oí la puerta del gabinete cerrarse con fuerza cuando tiró sus
Lucky Charms, dándose por vencido y el ruido cuando lanzaba su tazón al fregadero.
Me reí entre dientes, tomando otro bocado de mi cereal.

“Es demasiado joven,” dijo Jasper tranquilamente después de un momento. Ni siquiera


lo miré, no tenía que preguntar de quién estaba hablando porque lo sabía. Sabía que
la edad de Isabella realmente le molestaría a Jasper, y odiaba admitirlo, incluso a mí
mismo, pero a mí también me molestaba un poco.

“De todas formas, ¿cuántos años tiene?” Pregunté con indiferencia, seguro de que si
alguien lo sabía era él. Jasper frunció el ceño.

“La compró el día que cumplió dieciséis años,” dijo, su voz llena de molestia. Suspiré
asintiendo con la cabeza. Sabía que ella era más joven que yo.

Emmett regresó con un sándwich y nos reímos de él. Acabé de desayunar, llevé el tazón
a la cocina, dejándolo en el fregadero y miré mi reloj.

Me dirigí a las escaleras y las subí rápidamente. Abrí de par en par la puerta de mi
dormitorio y miré a mi alrededor, buscando mi mochila. Mi habitación estaba hecha

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una puta mierda, y necesitaba urgentemente una limpieza, pero no tenía la energía
para hacerlo. Finalmente la encontré en una esquina y agarré mis libros del escritorio.
Di un último vistazo a mi alrededor, asegurándome que llevaba todo, y me dirigí a la
puerta.

La puerta al otro lado del pasillo se abrió inesperadamente e Isabella salió. Sus ojos se
ampliaron con una expresión de asombro en su cara cuando me vio. Sus ojos
observaron a mi alrededor, obviamente alcanzando a ver algo en mi habitación. Casi
me sentí avergonzado, pero deseché esa mierda rápidamente.

“Lo sé, es un puto desastre,” le dije, riendo entre dientes. Se sonrojó y de nuevo desvió
su mirada al suelo.

“Lo siento, señor,” dijo en voz baja. “No quise mirar.”

Gemí. “No tienes por qué pedir disculpas. La puerta estaba abierta, sería imposible no
mirar.”

Ella levantó la vista y sonrió ligeramente, asintiendo una vez. La miré a los ojos durante
un momento y me sorprendí cuando no bajó la mirada. Era algo incómodo y
extrañamente intenso, ninguno de los dos habló o se movió, pero no podía apartar la
mirada.

Mi teléfono comenzó a sonar de repente, asustándonos. Salté y maldije, metiendo la


mano en mi bolsillo y sacándolo. Eché un vistazo a la pantalla y gemí. Miré hacia
arriba y fruncí el ceño cuando me di cuenta que Isabella se había ido.

Me volví hacia el teléfono y contesté vacilante. “¿Qué quieres, Jessica?” Pregunté con
un suspiro. Me puse la mochila al hombro y cerré la puerta de mi habitación,
dirigiéndome a las escaleras.

“Buenos días a ti también, Edward,” me dijo.

“Sí, buenos días,” murmuré. “¿Qué quieres?”

Ella suspiró exageradamente y yo rodé los ojos. “¿Me puedes llevar a la escuela?” me
dijo, su voz sonaba algo estridente. Hice una mueca.

“Lo siento nena, no puedo,” dije rápidamente. “Me tengo que ir, te veré más tarde.”

Colgué y metí el teléfono en mi bolsillo, sabía que iba a estar encabronada, pero
francamente, me importaba una mierda. Ella sabía que no era buena idea llamarme
para que la llevara, ¿les parezco un servicio de taxi?

Llegué al final de las escaleras y me detuve. Di unos pasos hacia la sala de estar y vi a
mis hermanos todavía sentados en el sofá. “¿Eh cabrones, quieren que los lleve?” Les
pregunté.

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Jasper me miró y luego miró su reloj. Sus ojos se abrieron como platos. “Mierda,
¿cuándo se ha hecho tan tarde?”

Me encogí de hombros. Ambos se pusieron de pie y nos dirigimos a la puerta. Ellos


discutían sobre quién iba ir en el asiento del copiloto, Jasper finalmente cedió cuando
Emmett le hizo una llave a la cabeza. Me subí al coche y lo arranqué mientras mis
hermanos se subían.

Conecté mi IPod en la base y la música clásica comenzó a sonar. Emmett gruñó,


extendiendo su mano hacia el estéreo.

“¿Siempre tienes que escuchar esta puta mierda de música?” Preguntó frustrado.
Extendí la mano y golpeé la suya con fuerza, me lanzó una mirada asesina pero, de
todos modos, cambió la canción. Se decidió por algo de hip-hop, una canción de Lil
Kim.

“Mozart era un puto genio,” dije. Emmett rodó los ojos.

“Sí, bueno, también Lil Kim,” murmuró. Jasper y yo reímos.

Tuve que detenerme a echar gasolina de camino a la escuela pero hice que Jasper
saliera y le echara, porque odiaba echar gasolina. Aparqué en mi sitio habitual en el
estacionamiento de la escuela y abrí la puerta, mientras que un coche giró de repente
para estacionar en la plaza de al lado, casi arrancando mi puerta. Salí de un salto
enfadado y vi que era el horrible y pequeño Honda de Lauren Mallory. Era de color
negro y parecería un coche decente si no le hubiera pegado calcomanías de color rosa
brillante en todas las ventanas y no le hubiera colgado collares de cuentas de Mardi
Gras y un collar de flores en el retrovisor. Era completamente ridículo, porque esa
perra nunca había estado en Hawai y seguro como la puta mierda que no nunca había
ido a Mardi Gras (N.T. Mardi Gras es el nombre de un carnaval que se celebra en
Nueva Orleans, ahí regalan a todo el mundo collares de cuentas). Supongo que
pensaba que era genial o lo que sea, pero para mí la hacía parecer una farsante. Me
di cuenta que Jessica estaba en el asiento del pasajero y gemí.

“Eh, Edward,” dijo Lauren, queriendo parecer coqueta cuando salió del coche y se
lamió los labios a propósito mientras hablaba para que yo lo notara. Lauren siempre
había sido tan fácil como Jessica, pero al menos ella entendía cuál era su lugar y no
trataba de disfrazar lo que había entre nosotros. Sabía que era solo sexo. Antes
habíamos estado juntos solo un par de veces y desde que había regresado no
habíamos tenido mucha interacción. Ella también había decidido probar suerte siendo
fiel y comprometiéndose con una persona.

“Lauren,” le dije para saludarla, sonriendo. Jessica saltó del asiento del pasajero y me
sonrió.

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“Te ves bien hoy,” me dijo Jessica.

“¿No me veo todos los días así?” Pregunté, alzando una ceja. Soltó unas risitas y
asintió.

Tyler Crowley se acercó y pasó un brazo alrededor de la cintura de Lauren, asintiendo


con la cabeza hacía mí en forma de saludo. Asentí como respuesta. Era un buen tipo,
tal vez demasiado enganchado a Lauren, pero no podía culparlo, después de todo ella
era un polvo decente. Me sorprendí cuando me enteré que estaban saliendo, cuando
recordaba claramente los días de fútbol del año pasado, a él sentado en los vestuarios
riéndose de los cuentos que nosotros compartíamos de las aventuras en la cama con
Lauren.

Avance unos cuantos pasos, cerrando la distancia entre Jessica y yo. “¿Sabes cómo te
verías muy bien está mañana?” Le pregunté en voz baja, tratando de parecer
encantador.

“¿Cómo?” Preguntó, con la voz entrecortada, ya caliente y mojada.

“Bocchino,” le dije, deslizando mi dedo por sus labios. Ella siempre se derretía cuando
le hablaba en italiano, sin importar una mierda lo que le dijera. Hasta pedirle una puta
mamada como lo estaba haciendo le sonaba romántico. “Esa boca en mí.” Ella abrió
los labios y llevó mi dedo índice a su boca, chupándolo. Gemí y empecé a hablar, pero
fui interrumpido abruptamente por un fuerte golpe y un dolor agudo en la parte
posterior de mi cabeza. Alejé la mano de Jessica y me agarré la parte de atrás de mi
cabeza, sobándome.

“¡¿Qué demonios?!” Grité.

“Eres una puta,” dijo la voz fría de Rosalie, entrecerrándome los ojos. Sonreí levemente,
todavía frotándome la cabeza. Debería haber sabido que era ella, Rosalie era la única
que tenía las bolas para hacer eso.

“Buenos días, Rose,” le dije. Emmett se acercó riendo, pasando su brazo por los
hombros de Rose. Jasper y Alice se acercaron detrás de ellos, agarrados de la mano.

“¿Por qué sigues aquí?” Rosalie preguntó mientras levantaba una ceja, su voz ácida y
afilada. Miraba por encima de mi hombro, donde Jessica seguía parada.

“Te veré más tarde, Edward,” murmuró Jessica, alejándose. Le rodé los ojos a Rose,
pero no pude evitar sonreír. Era bastante divertido ver cuánto miedo le tenían todas las
chicas a Rosalie Hale. Alice era su única amiga mujer, porque era la única con las
agallas para enfrentarse a ella siempre que fuera necesario.

“Acabas de ahuyentar mi mamada mañanera,” le dije, apoyándome en el coche y


sacando mi mochila. Cerré la puerta con llave y me volví hacia ellos.

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“Hay un montón de mujeres por aquí que están más que dispuestas, no sé por qué le
metes mano constantemente a Stanley. Es repugnante.”

Me encogí de hombros. “Es la que se deja convencer más fácilmente para meternos en
el armario del conserje.”

Mis hermanos se rieron, pero Rose no lo encontró gracioso. “Te lo juro, nunca vas a
conseguir una chica decente con esa actitud,” me dijo, sacudiendo la cabeza.

Antes de que pudiera hablar y reiterarle que no deseaba sentar cabeza, intervino Alice.
“Deberíamos dejar en paz a Edward. Si quiere perder su tiempo con alguien como
Jessica Stanley, es su problema.”

La miré, algo sorprendido, ya que ella siempre era la primera en sacar a colación el
tema de mi falta de compromiso. Sonrió ligeramente, encogiéndose de hombros ante
mi mirada interrogante.

Le devolví la sonrisa, sin entender su repentino cambio de actitud, aunque


apreciándolo.

“Como sea,” refunfuñó Rose, molesta.

“Papá volvió anoche,” dijo Emmett de repente, echándome una mirada rápida,
tratando de desviar la atención de mí. Se lo agradecí. Parecía ser cosa de todos los
días, que uno de ellos me regañara por mi llamada “promiscuidad”. ¿Y qué si me
gustaba follar?

“¿En serio?” Rose preguntó con indiferencia, ni siquiera pretendiendo hacer que le
interesaba.

“Sí, eso me recuerda,” dijo Jasper. “Alice, ¿qué vas a hacer después de la escuela?”

Ella se encogió de hombros. “No sé, ¿por qué?”

“Papá quiere saber si irías a una tienda y escogerías algo de ropa y otras cosas para
la chica nueva que ha traído a casa,” dijo Jasper, llevando la mano a su bolsillo para
sacar su billetera. Él sabía que no había manera que ella dijera que no. Cada uno
teníamos nuestros recursos terapéuticos, el mío era la música. Comprar era el de Alice.
La tranquilizaba, le ayudaba a pensar, algo que nunca tuvo sentido para mí, porque
los centros comerciales me estresaban hasta la puta mierda. Pero, como sea, así era
Alice—excéntrica.

Los ojos de Alice se ampliaron. “¡Por supuesto!” Dijo con entusiasmo, sosteniendo su
mano y tomando la tarjeta de crédito.

“¿Así que consiguió una nueva?” Rose preguntó en voz baja. Rose y Alice eran las
únicas personas fuera de la familia que estaban al tanto de la verdadera naturaleza

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de la gente que traían a nuestra casa.

Todo el mundo se pensaba que vivían en casa porque eran amas de llaves o lo que
sea para lo que las contratábamos; pero Rose y Alice sabían que no estaban allí
voluntariamente. De todos modos, ellas eran como parte de la familia para nosotros,
confiábamos en ella.

Todos asentimos y ella rió. “No va empezar a follar con esta también, ¿verdad?”

Emmett y yo nos reímos, ellas también sospechaban que papá había tenido líos
sexuales con la mujer anterior. Sin embargo, a Jasper no le pareció divertido.

“Teniendo en cuenta que es más joven que nosotros, espero que no,” dijo secamente.
Todos nos callamos al instante y Rose lo miró boquiabierta.

“¿Qué edad tiene?” Preguntó con incredulidad.

Jasper se rio con amargura. “Apenas dieciséis años.”

Alice miraba a su novio, con el ceño fruncido, obviamente en armonía a como él se


sentía acerca de eso. Ellos eran totalmente opuestos en cómo se veían y actuaban, pero
al mismo tiempo se parecían demasiado en la forma de pensar. Rose entrecerró ojos,
frunciendo un poco el ceño.

“¿Ha traído a una adolescente a una casa llena de chicos adolescentes? ¿Cómo puede
ser tan jodidamente estúpido?” Preguntó, obviamente echando humo.

Rodé los ojos y Emmett suspiró. “No seas ridícula Rose, no es gran cosa.” Ella arqueó
las cejas.

“¿No es gran cosa? ¿Una adolescente viviendo en la misma casa que el señor Me-Voy-
A-Follar-Lo-Que-Me-Sea-Más-Conveniente?” Dijo, haciendo un ademán hacia mí.
Gemí, negando con la cabeza.

“Dame un puto respiro, Rose. Me conoces desde primaria; deberías conocerme mejor
que eso.”

La campana sonó y Rose se fue furiosa inmediatamente. Emmett suspiró, frunciendo el


ceño. Negué con la cabeza y le di una sonrisa de simpatía. Rose podía ser un
verdadero problema. Tenía la sensación que en realidad estaba molesta por la idea de
que una mujer joven viviera en la misma casa que su novio. Rose estaba buena para
caerse de espaldas y lo sabía, pero a veces podía ser celosa como la mierda.

Emmett la siguió y me pasé los dedos por el pelo, dándome la vuelta para dirigirme al
interior del edificio. Oí que Jasper le susurró a Alice el nombre de Isabella, consideré
merodear por ahí para escuchar lo que le decía, pero decidí mejor no hacerlo. Quería
llegar a la primera hora de clase y ver si podía convencer a Jessica para que saliera

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del salón conmigo sigilosamente.

Pero, por supuesto, no resultó. Me deslicé en el escritorio junto a Jessica y me incliné,


susurrándole sobre saltarnos la clase. Pero ella solo se quedó mirando al frente, con un
ridículo puchero en el rostro, toda encabronada porque había dejado que Rose le
hablará como lo había hecho. Como si yo tuviera algún puto control sobre Rosalie
Hale.

Las primeras horas de clase pasaron lentamente. La escuela siempre fue fácil para mí,
no era exactamente un niño prodigio pero había sido bendecido con la increíble
memoria de papá. Si no fuera un jodido vago a la hora de las tareas y los trabajos,
estaría en el primer lugar de la clase. Aun así, tenía un promedio decente, alrededor de
4.0, pero con mis clases del programa de colocación avanzada podría ser un poco más
alto.

Cuando llegó la hora del almuerzo me fui a la cafetería, me dejé caer en la pequeña
silla de plástico en nuestra mesa de siempre, en la esquina. Me había sentado en esa
silla todos los días desde que era estudiante de primer año, nadie se atrevía a sentarse
en ella. La mayoría de la gente de aquí nos temía por los chismes y rumores que
andaban por ahí sobre los vínculos de mi familia con la mafia. Se ha vinculado a los
Cullen al crimen organizado desde los días de Al Capone y la prohibición, y muchos de
los chicos lo descartaban como una coincidencia, viendo que mi padre solo resultaba
ser el doctor del pueblo, pero por si acaso no se metían con nosotros. Pero quedaban
unos pocos, como Mike Newton, que eran demasiado estúpidos como para meterse en
la cabeza que tenían que cuidarse de nosotros. Y eso me encabronaba…. si había algo
que odiaba, era que me faltaran al respeto.

Pero eso fue lo que me metió en problemas el año pasado, y no tenía intención de
dejarme llevar de nuevo por ese camino. Estaba haciendo mi mejor esfuerzo para
ignorar a gente como Newton, pero era mucho más fácil decirlo que hacerlo. No quería
nada más que caminar a través de la cafetería, tirarlo de la silla y darle una paliza
frente de todos para mostrarles que no debían joderme. Nadie había dicho nada sobre
el vendaje en la cabeza, donde me habían dado los puntos y lo agradecía, si alguien lo
hiciera me enfurecería y terminaría buscando desquitarme sin pensarlo.

Alice y Jasper entraron en la cafetería de la mano, como de costumbre. Jasper se inclinó


y la besó suavemente, fue algo incómodo por lo alto que era él en comparación a ella,
pero eso era cosa suya y a ellos les importaba una mierda. Jasper se dirigió a la fila del
almuerzo a coger algo de comida para Alice, como de costumbre, y Alice se acercó a la
mesa donde estaba sentado.

Mis hermanos solían ser espontáneos e impulsivos, pero al parecer me había perdido
mucho durante estos dos meses, porque volví a casa con los dos hijos de puta más
predecibles del planeta. Puedo asegurar que Jasper comerá una porción de pizza de
queso, Alice tendrá una ensalada y compartirán una puta coca, porque es exactamente

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lo que han hecho todos los días durante dos semanas. Rose y Emmett no están mucho
mejor…. y se preguntan por qué no tengo planes de tener novia. Esa mierda tiene que
ser aburrida.

“Eh, Edward,” dijo Alice, sentándose frente a mí y sonriendo.

“Eh enana, casi no te había visto,” dije con una sonrisa. Entrecerró los ojos en broma y
me sacó la lengua. Siempre me estaba metiendo con el hecho de que era verticalmente
desfavorecida, ya que apenas media metro y medio, o ni siquiera eso.

“Verás si alguna vez vuelvo a defenderte,” murmuró. Me reí.

“Sí, me sorprendió que lo hubieras hecho. Quiero decir, mierda Alice, normalmente tú
eras la peor de todos queriendo que siente cabeza.”

Alice sonrió. “Sí, me di cuenta que no tiene sentido tratar de hablar contigo al respecto,
eres demasiado cabeza dura. Lo entenderás por ti mismo muy pronto,” me dijo.

Rodé los ojos. “Mejor espera sentada, Alice,” murmuré. Jasper se acercó y dejó la
bandeja frente a Alice. Pizza de queso, ensalada y una puta coca, ¿qué es lo que dije?

“¿Qué es lo que tiene que esperar sentada?” Preguntó dejándose caer en la silla al
lado de Alice. Emmett y Rose se acercaron con su comida, sentándose a mi lado.

“Le dije a Edward que muy pronto decidirá establecerse con una chica,” Alice dijo,
tomando un bocado de su ensalada. Mis hermanos la miraron y murmuraron algo en
voz baja.

“Compadezco a la chica que sea tan estúpida como para realmente salir con él,” dijo
Rose, riendo. Me volví y la miré furioso.

“¿Por qué?” Pregunté a la defensiva, seguramente no era tan malo. “Soy rico, tengo
influencias, soy inteligente, talentoso, tengo sentido del humor, y soy jodidamente sexy.
Cualquier perra sería afortunada de estar conmigo.”

Todos rodaron los ojos y Rose gruñó. “Exactamente por eso. Eres un gilipollas mimado
y engreído.”

Reí amargamente, meciéndome en la silla hacia atrás sobre sus patas traseras. “Y lo
dice la perra más engreída que existe.”

Rose me miró con los ojos entrecerrados y se levantó rápidamente, empujando su silla
hacia atrás bruscamente, y saliendo furiosa de la habitación, golpeando la puerta con
fuerza y llamando la atención de todos en la cafetería.

Emmett me miró enfadado y se levantó, tomando su bandeja y la de Rose, y tirando la


comida a la basura. La siguió sin decir una palabra.

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Que les dije, predecible. Rose se enfada y sale furiosa cuando alguien dice o hace algo
que no le gusta, y Emmett la sigue como un cachorrito.

Jasper se sentó en tranquilo, masticando su pizza en silencio. Alice suspiró y dejó caer
el tenedor. “No debes dudar de mí. Y para que lo sepas, no importa lo guapo o
divertido o talentoso que seas, a ninguna chica con una pizca de amor propio le gusta
ser llamada por la palabra con ‘p’ por un hombre. Tal vez si le bajas a eso, consigas
una chica decente que se interese por las partes más encantadoras de ti. Porque
puedes ser encantador Edward, y eres un buen partido, pero estás perdiendo tu tiempo
con las furcias de por aquí.”

Se puso de pie y agarró su ensalada, caminó y la tiró a la basura, Jasper se levantó


rápidamente. Sacudió su cabeza con tristeza. “Si mamá pudiera verte ahora,”
murmuró, alejándose.

Suspiré, pasando la mano por mi pelo. Papá siempre decía que mi mayor talento era
encabronar a la gente.

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“Sé que crees que entiendes lo que crees que yo dije, pero no estoy seguro de que te
des cuenta de que lo que escuchaste no es lo que quise decir.”- Robert McCloskey.

Isabella Swan

En el momento en que escuché el clic de la puerta al cerrarse y el coche arrancar,


respiré con alivio.

La mañana había sido, ya de por sí, bastante larga y extraña, por decir algo. Después
de que Edward se había ofrecido a llevarme a hacer la compra y el doctor Cullen
estuvo satisfecho de que las cosas se hubieran resuelto en ese aspecto, se dispuso a
salir hacia el hospital. Al salir me pidió que cambiara las sábanas de su cama, al
parecer quería que lo hiciera todos los miércoles y me avisó que el maquillaje que
había cogido de la casa de Charles estaba en su baño. Me dijo que hiciera lo posible
por cubrir el hematoma antes de salir en público con Edward, ya que era un pueblo
pequeño. No quería que nadie tuviera una idea equivocada, porque a la gente de por
aquí al parecer le gustaban los cotilleos y rápidamente sacaban conclusiones.

Después de que el doctor Cullen se fue, los chicos comenzaron a buscar algo para
desayunar. El doctor Cullen había dicho que en el desayuno cada quién veía por sí
mismo y no tenía que cocinar, a menos que se me pidiera, pero estar allí de pie, solo
observando, me hizo sentir mal. Aunque, en realidad no tenían nada para que
cocinara, por lo que no podía ofrecer mis servicios. Me sentía inadecuada y fuera de
lugar, así que subí a mi habitación y decidí tomarme una ducha. Él no había dicho
nada acerca de baños o duchas, pero supuse, por su indignación hacia mi apariencia
en la casa de Charles, que prefería que estuviera siempre limpia. Estaba tan
acostumbrada a que cada pequeño detalle de mi vida estuviera controlado por
adelantado, que estaba teniendo dificultades tratando de resolver las cosas yo sola.
Sabía que debería haber recibido especificaciones, pero tenía tanto miedo de decir o
hacer algo incorrecto que no pude formular ninguna pregunta. En mi mundo, nada,

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nada debe asumirse y lo sabía, simplemente no lograba que mi cerebro funcionara
correctamente en su presencia.

Ya había champú y acondicionador en el baño, junto con una pastilla de jabón.

Eran pequeñas muestras de todos los tamaños pero funcionaban bastante bien.

Salí de la ducha, sintiéndome más fresca de lo que me había sentido en mucho tiempo.
En Phoenix, estaba acostumbrada a empezar a sudar al momento de salir del agua,
por el calor, la humedad y nuestras condiciones de vida, no estando nunca realmente
fresca. El aire de la casa Cullen estaba regulado y parecía estar en algún punto entre
cómodo y ligeramente frío.

Miré a mi alrededor y me di cuenta que no había ningún peine o cepillo. Pasé los
dedos por mi pelo para quitar los nudos, sin molestarme en hacer otra cosa. Los
espejos estaban empañados por el vapor de la ducha caliente que había tomado y en
realidad estaba muy agradecida por ello, no tenía ganas de verme. Sabía que tenía
cicatrices por todo el cuerpo por los castigos de los últimos años y evitaba mirarlas a
toda costa. Me hacían sentir repugnante, indigna.

No tenía ropa nueva, así que me puse los capri negros del día anterior. No quería usar
el top rosa, porque era algo incómodo, así que me puse de nuevo la camiseta de fútbol.
Esperaba que no les importara. Abrí la puerta, decidiendo si bajar a la habitación del
doctor Cullen para encontrar el maquillaje y me congelé abruptamente cuando me di
cuenta que la puerta frente a mí estaba abierta de par en par. Edward estaba de pie
dentro de la habitación y también parecía estar congelado en su lugar. Miré alrededor,
algo sorprendida, ya que nunca había visto una habitación tan desorganizada y
caótica. Dejó escapar una risa que sonaba un poco nerviosa y recitó algo a toda prisa
sobre su dormitorio estando hecho un desastre y me di cuenta que me había atrapado
mirando con la boca abierta. Aparté la vista rápidamente y me disculpé, recordando
claramente que las habitaciones de los chicos estaban prohibidas. Me dijo que no me
disculpara y lo hizo parecer que no era gran cosa, lo que me sorprendió, teniendo en
cuenta que, tanto el Dr. Cullen como Jasper, habían mencionado que Edward era un
poco particular cuando se trataba de sus posesiones.

Lo miré sonriendo ligeramente, ya que él estaba siendo tan comprensivo. Nuestras


miradas se encontraron y miré dentro de la suya, en una especie de trance. Algo en sus
ojos era hipnótico, el verde esmeralda era intenso y ardiente y parecía que no podía
dejar de mirarle. Eran tan expresivos y era como si me gritaran haciéndome señas,
llamándome. Mi pulso empezó a acelerarse y fue algo incómodo, como era por lo
general el contacto visual para mí, pero no importaba cuanto lo intentase, no podía
romper la conexión. Él no se movía ni hablaba y yo estaba entrando en pánico porque
no podía evaluar su estado de ánimo o disposición y eso era algo inquietante. El doctor
Cullen había dicho que Edward era muy parecido a él y empezaba a verlo, ambos eran
misteriosos y no podía leerlos.

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El teléfono de Edward sonó y ambos dimos un respingo. Maldijo y finalmente, apartó la
mirada llevando la mano a su bolsillo. Exhalé bruscamente, dándome cuenta que
había estado conteniendo la respiración, una vez que respiré hondo, mi cabeza
comenzó a aclararse y aproveché la oportunidad para escapar de la situación. Me
había asustado un poco ya que nunca había experimentado algo así. Era como si
estuviera en algún tipo de hechizo y no tuviera control sobre mí misma. Prácticamente
bajé las escaleras corriendo, dirigiéndome directamente hacia lo que Jasper me había
dicho era la habitación del doctor Cullen. Entré rápidamente, cerrando la puerta sin
hacer ruido. Me recosté contra la puerta y respiré profundamente varias veces para
calmarme.

Me quedé en silencio, aguzando los oídos para escuchar los sonidos en la casa.
Escuché a Edward bajando las escaleras, hablando con alguien. Pasó de largo el
segundo piso y pude oír su voz filtrarse desde el piso inferior, pero no puede entender
nada de lo que decía. Abrí la puerta del dormitorio del doctor Cullen y caminé sin
hacer ruido a la parte superior de las escaleras, escuchando. Vi a los tres chicos
dirigirse a la puerta de entrada, ninguno miró en mi dirección. Me quedé allí, mirando
y escuchando mientras desaparecían por la entrada, la puerta hizo clic detrás de ellos
y el coche se puso en marcha, alejándose de la casa.

Fue entonces cuando respiré aliviada… pero mi alegría no duró mucho.

Todo estaba tranquilo, demasiado tranquilo. Estaba acostumbrada al ruido constante,


ya que siempre había gente cerca cuando estaba en Phoenix. El silencio era
ensordecedor.

Nunca me habían dejado por mi cuenta. A pesar de que técnicamente estaba sola,
sospechaba que de alguna manera me estaban vigilando, posiblemente por lo que sea
que me habían hecho en el centro médico. Chip de rastreo, era como el doctor Cullen lo
había llamado. Todo eso me puso nerviosa y de repente era híper consciente de todo.

Me quedé allí durante un momento, contemplando lo que debía hacer antes de bajar
lentamente las escaleras. El doctor Cullen me había dicho que me familiarizara con la
casa, así que pensé que cualquier lugar era bueno para empezar.

Pasé alrededor de una hora paseando por la casa y abriendo armarios y cajones,
intentando hacerme una idea de dónde estaba todo. Encontré todos los artículos de
limpieza en un armario de la lavandería. En el segundo piso, encontré otro armario que
estaba lleno de sábanas, mantas y fundas de almohada. No entré en las habitaciones
de los chicos y tampoco en el cuarto del primer piso, del que Jasper me había dicho que
me mantuviera alejada. También me aseguré de pasar por alto el piano, no quería
ningún dedo roto.

Después de eso fregué el suelo de la cocina, ya que estaba un poco pegajoso por el
zumo de naranja que se había derramado. Lavé los platos del desayuno de los chicos,

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los sequé y los guardé. Tenían un lavavajillas, pero francamente, no tenía idea de
cómo usarlo ya que Charles nos hacía lavar todo a mano, así que decidí que hacerlo
yo era más fácil que correr el riesgo de averiar un aparato. Por último, limpié todas las
encimeras.

El resto de la planta baja estaba bastante limpia. Limpié el polvo los aparatos
electrónicos en sala de estar y cogí la botella transparente que tenía escrito en letras
negras “Limpiador de ventanas- USO EXCLUSIVO”, limpié los grandes ventanales que
cubrían casi toda la pared del fondo. Tuve que usar una silla para alcanzar la parte
superior y casi me caigo, pero por suerte fui capaz de evitarlo.

Fui al baño y fregué el inodoro y el lavabo. Usé Windex en el espejo y luego sequé el
suelo de baldosas blancas.

Después, me dirigí a la segunda planta. Fui a la habitación del doctor Cullen y deshice
su cama. Fui al pasillo y abrí el armario de la ropa de cama, saqué un conjunto de
sábanas y un edredón en blanco y negro, parecido al que había quitado. Hice la cama
de la manera en que a Charles le gustaba que lo hiciera, sin saber cómo lo prefería el
doctor Cullen. Charles había sido muy especial sobre cómo se hacía su cama, así que
era algo que había perfeccionado a lo largo de los años.

Llevé la ropa sucia a la lavandería. Su lavadora y secadora eran parecidas a las de


Charles, así que sabía cómo hacerlas funcionar. Las eché en la enorme lavadora y la
encendí.

Cogí algunos suministros y me dirigí al piso de arriba. Fui al baño del doctor Cullen y
fregué la bañera y la ducha, que tenían algo de suciedad y parecía que no las habían
limpiado en un tiempo. Después fregué el lavabo y el inodoro, haciendo que brillaran
tanto como fuera posible. Usé Windex en su espejo del baño, por último, barrí y fregué
el suelo. Volví a su habitación, quité el polvo y pulí los muebles de madera. Por último,
antes de salir de la habitación, utilicé el limpiador en sus ventanas.

Fui al tercer piso y entré en la biblioteca, jadeando por su tamaño. Debía de haber
cientos de libros, estante tras estante, llenos de ellos. Había un escritorio y algunas
sillas colocadas alrededor, así como una pequeña mesa. Limpié la habitación lo mejor
que pude.

Devolví los suministros a la planta baja y cogí la aspiradora Dyson. La enchufé y la


encendí, aspirando las alfombras de la sala de estar y el comedor. Después de
terminar, la cargué por las escaleras, comenzando a sudar por primera vez desde que
llegué a la casa de los Cullen, ya que pesaba al menos nueve kilos y mi cuerpo
estaba débil. Aspiré el pasillo y la habitación del doctor Cullen antes de llevarla hasta
el tercer piso y pasarla por el pasillo. Por último, aspiré la biblioteca, la llevé de nuevo
al primer piso y la guardé en el armario de la lavandería.

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La lavadora había terminado, así que saqué la ropa y la puse en la secadora,
encendiéndola. Cogí la fregona y salí al vestíbulo para fregar el suelo de madera.
Consideré mover la banqueta del piano y limpiar debajo de él, pero finalmente decidí
que sería mejor no acercarme.

Una vez que el suelo estuvo seco, volví a la lavandería y devolví los suministros,
ordenando el cuarto. La secadora dio un zumbido y saqué la ropa limpia y caliente,
inhalando el aroma a limpio y ligeramente floral. Las doblé y me dirigí de nuevo al
segundo piso, colocándolas en el armario de la ropa de cama.

Regresé a la habitación del doctor Cullen y miré el reloj. Pasaban unos minutos de las
de las tres de la tarde. No estaba segura de a qué hora volvería Edward a casa, pero
estaba entrando en pánico sabiendo que no faltaba mucho. Después del extraño
encuentro de esta mañana, estaba un poco aprensiva respecto a estar de nuevo en su
presencia. Agarré la botella de maquillaje del baño del doctor Cullen y me dirigí a mi
habitación. Consideré tomar otra ducha, sabiendo que estaba algo sudorosa por el
trabajo, pero pensé que era una pérdida de tiempo, teniendo en cuenta que no tenía
ropa limpia para ponerme. Entré en mi baño y miré mi reflejo en el espejo, frunciendo
el ceño. El moretón se había desvanecido un poco a un color verdoso en los bordes,
luciendo un poco desagradable en contraste con mis mejillas enrojecidas. Me lavé el
rostro, refrescando mi piel y secándola. Abrí el bote de maquillaje y eché un poco en mi
dedo. Lo apliqué sobre el moretón, haciendo mi mayor esfuerzo para diluirlo, me
parecía que estaba un poco embadurnado, ya que no tenía idea de lo que estaba
haciendo.

Con un gemido, finalmente, me di por vencida, decidiendo que estaba suficientemente


bien y cerré la botella. Me lavé las manos y me puse mis sandalias negras antes de
bajar. Eran alrededor de las tres y media y mis nervios iban aumentando con cada
minuto que pasaba.

Entré en la cocina, saqué un vaso y eché un poco de agua del grifo. La bebí de un
trago, un poco sedienta. Me sentía algo más cómoda después de haber pasado todo el
día aquí, pero no lo suficientemente cómoda para servirme algo de la cocina.

Lavé el vaso y lo estaba guardando, cuando oí el crujido de la grava cuando un coche


se detuvo. Aparté ligeramente la cortina y miré por la ventana. El coche era plateado y
de líneas elegantes, cristales polarizados y llantas plateadas y brillantes. Parecía
nuevo o de lo contrario, muy bien cuidado.

La puerta del conductor se abrió y Edward salió. Mis ojos se abrieron y mi respiración
se detuvo al verlo. El sol brillaba, haciendo que su pelo pareciera un poco más dorado
de lo que era. Tenía la piel tan pálida, que casi brillaba con el reflejo de la luz del sol
y llevaba un par de gafas de sol negras. Incluso el pequeño vendaje blanco en la
esquina de su frente, parecía que le daba carácter. Hizo una pausa antes de cerrar la
puerta, pasando los dedos por su cabello y haciéndolo aún más caótico de lo que ya

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era.

Solté la cortina y me aparté cuando levantó la vista hacia la casa, no quería que
pensara que lo estaba observando o algo parecido. Oí la puerta abrirse y cerrarse
suavemente. Hubo un golpe un poco fuerte que resonó en el silencio de la casa y luego
un fuerte suspiro.

Me quedé inmóvil en mi lugar, mirando al suelo mientras escuchaba pasos. Mi


corazón se aceleraba a medida que se acercaban a mí. Los pasos se detuvieron
abruptamente y levanté la vista para verlo parado en la puerta. Sus cejas estaban
levantadas y me miraba de forma interrogante.

Volví a bajar la vista al suelo, tratando de evitar el contacto visual para que no se
repitiera lo de esta mañana. Él se quedó callado por un momento antes de aclararse la
garganta.

“¿Te gusta mi camisa?” Preguntó. Miré hacia él rápidamente, notando que su


expresión no había cambiado desde su mirada interrogante. Miré la camisa, dándome
cuenta que él era, evidentemente, el Cullen que llevaba el número 21 y jugaba fútbol
en el instituto de Forks.

“Lo siento señor, en estos momentos no tengo otra cosa que usar. Le aseguro que se la
devolveré tan pronto como sea posible y en las mismas condiciones en la que me la
prestaron.” Recité rápidamente.

Lo miré y sonrió. “No hay necesidad de pedir disculpas,” dijo encogiéndose de


hombros. “Quédate con ella el tiempo que quieras, te queda bien.”

Mis ojos se abrieron y aparté la mirada rápidamente. Maldije en silencio cuando sentí
la sangre apresurase a mis mejillas. No tenía ni idea de lo que quería decir con eso,
pero sus palabras me pusieron nerviosa.

“Olvida que acabo de decir eso,” murmuró, suspirando. Levanté la vista y vi que estaba
pellizcándose el puente de la nariz, pareciendo frustrado. Sonreí involuntariamente—
definitivamente era igual a su padre cuando gesticulaba. Me miró y rápidamente dejé
de sonreír, desviando mis ojos de nuevo. “Vamos, terminemos con esta mierda de una
vez por todas.”

Suspiró y se dio la vuelta, alejándose. Fui detrás de él en silencio y le oí murmurar para


sí mismo. No pude entender la mayor parte, pero mi corazón se encogió cuando
escuché ‘tan jodidamente estúpido’ ¿Estaba hablando de mí? ¿Él realmente pensaba
que era estúpida?

Llegó a la puerta y la abrió, dándose la vuelta. Dio un salto, asustado, cuando se dio

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cuenta que estaba justo detrás de él.

“¡Joder, chica!” Gritó fuerte, agarrándose el pecho. “Necesitas aprender a hacer algún
maldito ruido para que la gente sepa que estás ahí. Esa mierda de andar a hurtadillas
no va a funcionar.”

“Lo siento señor,” murmuré rápidamente, sintiendo las lágrimas brotando de mis ojos.
“No tenía intención de sorprenderlo, me enseñaron a ser lo más silenciosa posible en
todo momento.”

“Sí, bueno, necesitas entrenarte de otra manera o vas a conseguir que me dé un


ataque al corazón,” dijo. Asentí, sin saber que decir y gimió, sacudiendo la cabeza. Dio
media vuelta y salió por la puerta, lo seguí y nos detuvimos en el porche. Le oí
murmurar de nuevo ‘jodidamente estúpido’ mientras cerraba la casa con llave.

Prácticamente saltó el porche, sacudiendo la cabeza. Se dirigió directamente a la


puerta del conductor, pero se detuvo abruptamente, gimiendo de nuevo. Dio la vuelta y
se dirigió a la puerta del pasajero, abriéndola y haciendo un ademán para que
entrara. Le di las gracias en voz baja, subiendo al coche. No respondió, pero asintió
con la cabeza en respuesta. Cerró la puerta y se dirigió hacia el lado del conductor.

El interior del coche estaba impecable y me ponía nerviosa. Todo era de piel y su olor
era bastante fuerte. Por lo que pude ver, no había suciedad en ningún sitio, todo se
mantenía limpio y brillante. Sin embargo, no estaba exactamente sorprendida,
teniendo en cuenta que supuestamente era quisquilloso.

Se deslizó en el asiento del conductor y arrancó el coche. Me puse el cinturón de


seguridad y miré hacia él, notando que tenía el ceño fruncido y una postura un poco
tensa. Puso el coche en marcha y se puso a conducir de inmediato, sin molestarse en
abrochar el cinturón de seguridad. Me agarré al asiento con fuerza mientras
aceleraba, levantando tierra y grava. Apenas redujo la velocidad cuando dio un
volantazo en el camino de entrada y salió a la carretera principal, con los neumáticos
chillando.

Estaba asustada, no voy a negarlo. Parecía bastante despreocupado al conducir,


jugando todo el tiempo con la radio y buscando canciones, en lugar de prestar
atención a la carretera. No dijo nada en absoluto, ni siquiera miró en mi dirección. Era
como si yo, ni siquiera, estuviera en el coche con él.

Condujo durante unos minutos antes de entrar en los límites del pueblo. Finalmente, se
detuvo cuando llegó a una tienda, aparcando en la parte de atrás del estacionamiento.
Aparcó el coche en ángulo, usando un par de plazas e ignorando las líneas pintadas.
Fue algo confuso.

Apagó el motor y suspiró, sacando la llave. Salió y cerró la puerta con rapidez. Dudé
brevemente. Sin embargo, antes de llegar a la manilla de la puerta, estaba en mi lado,

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abriéndola.

Salí y cerró la puerta tras de mí. Hizo una pausa, me miró brevemente por primera vez
desde que se metió en su coche, antes de dar la vuelta y dirigirse a la tienda. Lo seguí,
tratando de hacer algo de ruido para no molestarle con mi silencio, pero no era tan
fácil como pensaba que sería.

Llegamos al edificio y la puerta se abrió automáticamente. Entramos y se fue hacia una


fila de carros.

Hizo una pausa y se volvió con una mirada expectante. Me quedé inmóvil, un poco
asustada. Frunció el ceño cuando vio mi expresión y vaciló antes de agarrar un carro y
tirar de él.

“¿Alguna vez has hecho la compra tú sola?” Preguntó en voz baja, después de un
segundo, mirándome por el rabillo del ojo. Negué con la cabeza.

“No, nunca he estado en una tienda.”

Se quedó inmóvil, su cabeza giró rápidamente en mi dirección y me miró con


incredulidad.

“¿Nunca?” Preguntó.

Negué con la cabeza. “Nunca. No se me permitía,” dije en voz baja. Suspiró y sacudió
la cabeza, aparentemente frustrado.

“Bueno, en realidad, tampoco puedo decir que alguna vez haya comprado
comestibles,” dijo encogiéndose de hombros. Lo miré sorprendida y sonrió levemente.

“¿En serio?” Pregunté, devolviéndole la sonrisa.

Él asintió, riendo suavemente entre dientes. “Sí, de verdad. Quiero decir. He ido a una
tienda a comprar algo concreto cuando me mandaban ir, pero en realidad nunca he
ido a hacer la compra yo solo. Afortunadamente, esa no es mi responsabilidad,” dijo.

Mi sonrisa cayó. Hacer la compra, según el doctor Cullen, sería mi responsabilidad. No


estaba muy segura de cómo iba a funcionar, pero sabía que Edward estaba aquí,
teniendo que hacer mi trabajo y eso no estaba bien.

“Lo siento,” dije en voz baja, mirando al suelo. Suspiró.

“No te disculpes, yo me ofrecí. Vamos a resolver esta mierda juntos.”

Hizo una pausa cuando llegamos a la sección de productos, mirando a su alrededor.


Tenía una mirada un poco confusa. Se volvió hacia mí después de un segundo y
arqueó una ceja. “Tengo otra confesión,” susurró, inclinándose ligeramente hacia mí.

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“¿Y cuál es?” Le pregunté con el ceño fruncido.

“Tampoco puedo decir que, en realidad, alguna vez haya cocinado, así que no tengo
idea qué es la mitad de esta mierda o para qué sirve,” dijo, cogiendo un tallo de coles
de Bruselas y observándolo con escepticismo. No pude evitar la risa que se me escapó
al ver su expresión. Volvió la cabeza y me sonrió. “Hablando en serio, ¿qué coño es
esto?” Preguntó, sosteniéndolo.

“Coles de Bruselas,” dije. Pareció sorprendido y miró el tallo que sostenía.

“Definitivamente no las compres,” murmuró, prácticamente arrojándolo de vuelta. Me


reí, un poco más fuerte de lo que esperaba y llevé la mano a mi boca para cubrirla. Se
rio. “Tienes una bonita risa,” dijo después de un momento. Me miró y sonrió.

“Gracias,” dije en voz baja. Asintió, pero por lo demás no respondió. Nos quedamos
allí, mirándonos el uno al otro por un momento, antes de que se aclarara la garganta y
apartara la mirada, pasándose de nuevo la mano por el pelo.

“Vamos a terminar con esto,” murmuró.

Asentí, sintiéndome un poco incómoda. Ahora había tensión, no lo entendía pero podía
sentirla. “¿Qué es lo que suelen comer? ¿Qué de cosas cocinan?”

Se rió secamente. “Emmett comería cualquier cosa. Demonios, probablemente comería


coles de Bruselas. Jasper y papá no son muy difíciles de complacer, al menos probarían
cualquier cosa que hicieras.”

“¿Y usted?” Pregunté, notando que no había mencionado nada sobre él. Suspiró y se
encogió de hombros.

“Quisquilloso,” murmuré para mí misma, disfrutando de la nueva palabra que el doctor


Cullen me había enseñado y dándome cuenta que Edward, no solo era especial sobre
sus posesiones. Era exigente en todo.

Me miró con incredulidad. “¿Cómo acabas de llamarme?” Preguntó.

Mis ojos se abrieron cuando me di cuenta de que acababa de decírselo a la cara. Me


miraba expectante, obviamente no iba a permitir que me saliera por la tangente.
Suspiré. “Quisquilloso,” dije en voz baja.

Negó con la cabeza. “Mi padre te enseñó esa mierda, ¿no? Ha estado diciéndome que
soy un hijo de puta quisquilloso durante años.”

Sonreí levemente, aliviada porque no estuviera molesto. Hacía menos de cuarenta y


ocho horas, si le hubiera murmurado la palabra quisquilloso a mi dueño, incluso sin
saber su significado, habría sido castigada severamente.

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“Sí, su padre lo mencionó,” le dije. “Realmente, no tenía la intención de faltarle al
respeto.”

Asintió con la cabeza. “Lo sé. Pero como sea, vamos a comprar. Parecemos idiotas aquí
parados a un lado de estas coles de mierda,” murmuró. Sonreí y asentí.

Edward agarró pequeñas bolsas verdes y empecé a echar frutas y verduras que pensé
que serían buenas para ellos. Fuimos por los demás pasillos y cogí lo que reconocía
que había usado antes. Por suerte, había pasado tanto tiempo en la cocina en casa de
Charles, que reconocía el envase y no tenía que lidiar con el hecho de que,
supuestamente, era analfabeta. Clara me había enseñado a cocinar, así que lo tenía
bastante arraigado.

Edward me aseguró que debería coger todo lo que me llamara la atención y no me


preocupara por el dinero o lo lleno que estuviera el carro. Dijo que no tenía ganas de
volver a un supermercado por un buen tiempo y yo tenía el mismo sentimiento. Cogí
todo lo necesario para las comidas y Edward, agarró sus alimentos favoritos, como
cereales, comida basura, patatas fritas, helados y refrescos. No tenía ni idea cuando
se trataba de esas cosas.

Nos dirigimos a la caja con el carro rebosante y Edward comenzó a arrojar las cosas en
la banda transportadora. Noté que la trabajadora estaba mirando a Edward, con los
ojos muy abiertos y una gran sonrisa en su rostro. Era tan extraño, lo miraba como si
fuera un ídolo o algo parecido y ni siquiera trataba de ocultar el hecho de que estaba
mirándolo con la boca abierta. Sin embargo, Edward parecía no haber reparado en
ella.

Tan pronto como el gerente vio a Edward, se acercó a nosotros. “Señor Cullen, es un
placer verlo,” dijo, extendiendo la mano hacia él. Edward asintió y tomó su mano,
agitándola con indiferencia.

El gerente comenzó a embolsar nuestros comestibles y a colocarlos en nuestro carrito.


Di un paso atrás y observé todo con asombro, la cajera y el gerente, ambos mirando a
Edward con la boca abierta. El gerente parecía querer impresionarlo, ya que la
presencia de Edward parecía ponerlo un poco nervioso, tal vez un poco temeroso y lo
miraba para asegurarse que no estuviera molesto. Era tan extraño, me preguntaba si
tal vez la gente del pueblo sabía del otro aspecto de su vida o al menos lo sospechaba.
También me preguntaba si Edward estaba distraído o si estaba tan acostumbrado a
ese trato, que ni siquiera se inmutaba por ello. Sin embargo, no era normal, de eso
estaba segura. Aunque, tenía la sensación que la adolescente tras la caja registradora,
lo miraba por razones diferentes a las del gerente. Tenía secretas sospechas de que le
gustaba.

Estaba tan fascinada por lo trabajadores, que Edward parecía desvanecerse en el


fondo, hasta que bruscamente su mano se disparó en mi dirección. Me encogí

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instintivamente y él se paralizó, mirándome con los ojos entrecerrados. Extendió su
mano frente a mí, despacio y cogió una barra de chocolate del estante que tenía a mi
lado. Lo lanzó a la cinta transportadora sin quitarme los ojos de encima.

Aparté la vista, sin saber por qué me estaba mirando de la forma en la que lo estaba
haciendo. No podía comprender si estaba molesto o no. Todavía podía sentir su mirada
en mí y me estaba poniendo nerviosa.

“El total es 247,63 dólares,” dijo la chica de la caja registradora después de un


momento. Mis ojos se abrieron por la sorpresa ante el costo y miré a Edward, pero no
parecía perturbado. Metió la mano en su bolsillo trasero y sacó su billetera, la abrió y
sacó una tarjeta plateada. Finalmente, se dio la vuelta y aparto su vista de mí,
deslizando rápidamente su tarjeta. Después de un segundo, la chica le dio un trozo de
papel y lo miré, viendo como firmaba con su nombre. Su escritura era bastante
impresionante y me di cuenta de lo infantil que era la mía. Imaginé que mi letra
parecería la de un niño pequeño.

Se lo devolvió, mirándola por primera vez y ella le sonrió brillantemente. Él le sonrió, su


sonrisa torcida y encantadora. Mi corazón empezó a acelerarse al verla y a juzgar por
la cara de la chica, el suyo también. Traté de ignorar mi corazón palpitante,
diciéndome que estaba siendo ridícula. Era peligroso. Me estaba ablandando,
logrando hacerme vulnerable simplemente porque era atractivo y que iba a conseguir
que me mataran si seguía así. Menos de veinticuatro horas y él ya me estaba haciendo
desmoronarme.

La chica quitó el recibo, agarró un pedazo de papel extra y escribió algo en él. Se los
entregó a Edward, él le asintió antes de darse la vuelta y alejarse. Cuando salíamos
de la tienda, la chica me estrechó sus ojos, mirando mi camiseta. Me di cuenta de que
llevaba la ropa de Edward en público y ella debía saberlo, porque su expresión era
celosa y hostil. Suspiré y aparté mis ojos de ella, mirando al suelo mientras nos
íbamos.

Llegamos al coche y Edward lo puso en marcha. Apretó un botón y la parte de arriba


del coche empezó a moverse, asustándome. Vi con asombro cómo se doblaba hacia
abajo, desapareciendo, a medida que se volvía un convertible. Edward vio mi
expresión de asombro y se echó a reír. Empezó a agarrar las bolsas, arrojándolas a la
parte de atrás. Rápidamente, comencé a ayudarle y cuando terminamos me deslicé en
el asiento del pasajero, mientras Edward devolvía el carro.

Regresó después de un momento y se subió, comenzando a conducir de inmediato.


Sacó su barra de chocolate, una caja triangular de color amarillo con grandes letras
rojas a un lado, abriéndolo con cuidado y quitándole el papel de aluminio. Partió dos
triángulos con tranquilidad y me los dio.

Mis ojos se abrieron y lo miré con la boca abierta. Cuando no los tomé después de un

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segundo, me miró levantando una ceja interrogante.

“¿No te gusta el chocolate?” Preguntó.

“Eh…yo nunca, eh, lo he probado,” murmuré.

Me miró sorprendido. “Cristo, chica, tómalo,” dijo, empujando el pedazo de chocolate


en mi rostro. Reí levemente y lo tomé, mordisqueándolo. Sonreí ampliamente ante el
rico sabor con los pedacitos crujientes que sabían a miel y gemí ante lo increíble que
era. Me avergoncé un poco por mi reacción y de inmediato me ruboricé profundamente.
Edward simplemente se rio, asintiendo.

“Sí, lo sé…. una mierda increíble.”

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“El carácter es la suma de momentos que no podemos explicar.”—George Saunders

Edward cullen

Mi día se había ido al infierno rápidamente y aunque quisiera culpar a mis hermanos o
a sus novias por ello, el hecho era que todo era mi culpa.

Traté de ignorar las palabras de Jasper cuando salió de la cafetería. Fue una simple
declaración, pero tan putamente cargada de significado que era ridículo. En realidad,
estaba bastante sorprendido de que hubiera tenido el valor de decírmelo a la cara,
porque todos sabían que era temperamental y como me afectaba que la mencionaran.

‘Si mamá pudiera verte ahora….’

Sabía que estaría decepcionada, probablemente, bastante disgustada. Ella siempre


había tratado de hacer que la vida de papá no nos afectara, habíamos sido educados
para ser caballeros y sobre todo respetar a las mujeres y yo sabía que estaba fallando
en eso. Podía ser un gilipollas, no podía negarlo, era impetuoso y grosero. Cuando era
más pequeño, era todo lo contrario, ingenuo, dulce y desesperado por amor y afecto.
Recuerdo un día, no debía de tener más de seis años, o menos, Emmett aprendió la
palabra ‘perra’ de uno de sus amigos y pensó que sería divertido volver a casa y
enseñársela al pequeño e ingenuo Edward. Estaba tan desesperado porque me
quisiera y aceptara, que habría hecho cualquier cosa que me pidiera. Era una
pequeña mierda esquelética y Emmett siempre había sido tan grande, que era como mi
protector. Así es que, cuando me pidió que entrara en la cocina, donde estaba mamá y
le dijera ‘perra’, estuve dispuesto a hacerlo.

Por supuesto, la puta palabra la hizo llorar y después me sentí como una mierda, sin
entender por qué Emmett no me había dicho lo que significaba la maldita palabra. Si
ella supiera que la usaba diariamente para describir a la población femenina al
completo, estaría muy decepcionada.

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Pero tú sabes, ella no estaba aquí y no lo había estado en mucho tiempo. Era una
persona amable, sensible y compasiva. No estaba hecha para la vida de papá, no la
aprobaba, pero lo amaba y por eso, lo pasaba por alto. Estaba desesperada porque
nosotros, sus chicos, fuéramos diferentes, no adoptáramos ese estilo de vida. Tenía
muchas esperanzas en mí, el más joven y más parecido a ella cuando era pequeño. Me
mimaba, quizás demasiado; siempre acostumbraba hablar de su pequeño y dulce
Edward y lo grande que sería algún día.

Sí, si pudiera verme ahora probablemente hubiera deseado que no hubiera nacido. He
crecido para ser, exactamente, lo que ella estaba tan desesperada por evitar para sus
hijos. Tenía la mentalidad de la mafia, la actitud de “nadie más importa, sino yo.” Ese
chico dulce y compasivo que estaba desesperado por amor y afecto, hacía demasiado
tiempo de mierda que había muerto. Alejaba a la gente de mí, los encabronaba, los
utilizaba y, francamente, no me importaba. Pero en realidad, nadie entendía lo que
realmente había tenido que pasar, lo que había visto y había tenido que vivir
sabiéndolo. Si tuvieran, al igual que yo, las mismas imágenes y sonidos metidos en su
cerebro, tal vez, no me juzgarían o condenarían tan rápido.

Así que me levanté de la mesa de la cafetería y salí, pasé el resto de la jornada escolar
tratando de olvidarme, de nuevo, de ella, pero no pude. Seguía pesando en mi cabeza
y me estaba encabronando. En el último periodo, en clase de gimnasia, Jessica cambió
de idea y decidió escabullirse conmigo, pero no puede, no podía concentrarme.

Después de la escuela, Emmet se fue con Rose y Jasper tenía una reunión de algún
club, así regresé a casa solo. Estaba empezando a lamentar el haberme ofrecido a
llevar a Isabella al supermercado, por el estado de ánimo en el que estaba. Algo en
ella me ponía nervioso y no podía pensar con claridad a su alrededor. Hoy estaba
distraído por culpa de Jasper y lo último que necesitaba era decirle algo estúpido. Que
ya de por sí, se comportaba de forma rara.

Me detuve en la casa y salí del coche, vacilante. Vi la cortina en la cocina moverse y me


di cuenta que ella me estaba mirando. Me dirigí al interior de la casa, tiré la mochila
al suelo y entré en la cocina. Me detuve en la puerta y la miré. Estaba de pie al lado del
mostrador, sin moverse y mirando al suelo. Parecía asustada como la mierda y la miré
por un momento, dándome cuenta que llevaba puesta una de mis camisetas de fútbol.
Recordé que papá había venido a mi habitación la noche anterior y había cogido algo
de mi vestidor, pero estaba demasiado encabronado en ese momento como para darle
mucha importancia. Ahora me daba cuenta que le estaba buscando algo para que
usara. Era grande, pero de alguna manera, parecía quedarle bien, como si estar en
ella fuera su sitio o algo así. Era un sentimiento extraño, pero parecía ser lo correcto,
como si tuviera que tenerla.

Ni siquiera me miraba y era incómodo, así que nervioso, solté algo sobre ella usando
mi camiseta. Por supuesto, pidió disculpas y dijo algo acerca de devolvérmela pero,

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realmente, la camiseta me importaba una mierda. Le dije que se la quedara, le
quedaba bien.

En cuanto apartó la mirada y su rostro se puso rojo, me di cuenta de lo que había


dicho. Sonaba como si estuviera tratando de ligármela. Ya se sentía lo suficientemente
incómoda; se veía, tan claro como el día, en su postura y su expresión, que se sentía
fuera de lugar. Lo último que necesitaba era al idiota de mí, actuando de forma
hormonal.

Estaba frustrado y le dije que lo olvidara, era lo más cercano a una disculpa que se me
ocurrió. La miré y vi que estaba sonriendo pero, en ese momento, su rostro estaba de
nuevo carente de expresión y desvió la vista.

Le dije que nos fuéramos, así terminaríamos con las compras antes de que hiciera o
dijera algo más estúpido. Me estaba riñendo a mí mismo por ser un maldito idiota que
no la oí venir detrás de mí, así que de nuevo, logró asustarme cuando me di la vuelta.
Y, por supuesto, exactamente igual que la primera vez, arremetí contra ella antes de
darme cuenta de lo que estaba haciendo. Ella se disculpó, diciendo que la habían
enseñado a estar siempre callada y para empeorar las cosas, le grité que tenía que
entrenarse de forma diferente. Entrenarse…. como un puto perro. En realidad, ¿Cómo
podía llegar a ser tan imbécil?

Estaba tan encabronado y ocupado hablando pestes de mí mismo que casi había
olvidado mis modales, por poco no le abro la puerta. No lo entendía, nunca había
tratado a ninguna mujer así. No era su culpa, ellas estaban ahí y yo siempre trataba de
hacérselo lo más fácil posible.

Estuve distraído durante todo el viaje y traté de no mirarla. Algo en ella me ponía
nervioso, necesitaba descifrar qué era y solucionarlo, porque no podíamos continuar
con la tensión o yo estallaría.

Llegamos a la tienda y aparqué el coche de lado para que nadie pudiera aparcar
cerca de mí. La gente, probablemente se encabronaría, aunque utilizara una jodida
docena de sitios, nadie me diría una mierda por ello. Entramos y parecía que Isabella
estuviera a punto de tener un ataque de nervios. Confesó que nunca había estado en
una tienda y me dejó estupefacto. ¿Quién cojones no había estado nunca dentro de
una tienda? Traté de quitarle algo de su pánico y aligerar un poco el estado de ánimo.
Francamente, no sabía lo que estaba haciendo, nunca había tenido que comprar
mierdas para hacer comidas, no me sentía a gusto en el departamento de alimentos,
ya que prácticamente no me gustaba nada. Hasta la hice reír, estaba sorprendido de
lo joven y despreocupada que parecía y sonaba en ese momento. Le hice un cumplido
por su risa y ella sonrió. Fue como un momento dulce, nos miramos fijamente durante
un rato hasta que se convirtió en algo extraño y tuve que apartar la mirada antes de
hacer algo estúpido. Se estaba metiendo bajo mi piel y me incomodaba.

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No sabía nada de la chica, además de que tenía dieciséis años y se llamaba Isabella.
Apenas me hablaba, además de pedir disculpas por cosas por las que no debería
disculparse. Por todo lo que sabía de ella, podía ser tan tonta como el pomo de una
puerta y carecer por completo de personalidad. Las dos personas que papá había
traído a casa antes que ella, habían sido ignorantes, analfabetas y me atrevía a
suponer que probablemente ella también lo era, lo que era jodidamente triste.

Me sorprendió cuando murmuró que yo era quisquilloso. Por lo que yo sabía, mi padre
era el único que utilizaba esa palabra, así que, inmediatamente, supe de donde la
había sacado. Tenía curiosidad por todo lo que mi padre le había dicho sobre mí,
cuanto sabía, pero en medio de la tienda, no era el lugar ni el momento para
preguntarle. Me atrevía a suponer que no sabía gran cosa, ya que había sido lo
suficientemente valiente para llamarme así a la cara.

Recorrimos la tienda rápidamente. Me di cuenta que apenas miraba los paquetes que
arrojaba en el carrito. Yo me encargué de lo que no fuera para las comidas, para
facilitarle las cosas hasta que se hiciera una idea de nuestros hábitos alimenticios y
preferencias.

Cuando terminamos de comprar, fuimos a la caja y puse todo en la cinta


transportadora. El gerente se acercó a saludarme, algo nada inusual. La gente tendía
a querer satisfacerme, por una razón u otra. Algunos lo hacían porque mi padre era un
médico querido, el salvador del hospital o porque tenían una idea de cuál era
realmente el negocio familiar. Otros, lo hacían porque eran amantes del deporte y el
quarterback titular siempre era considerado como un Dios.

Extendí mi mano frente a Isabella para tomar una barra de Toblerone, porque era un
glotón cuando se trataba de ellos y ella se estremeció, alejándose de mí. La miré
asombrado, sorprendido porque creyera que la golpearía sin razón, sobre todo en
medio de una puta tienda. Parecía avergonzada después de su reacción, que era
sencillamente desconcertante. Ni siquiera podía imaginar por lo que habría pasado
para ser tan desconfiada. Me volví para pagar y le presté atención a la chica de la
caja, que me estaba sonriendo de forma coqueta. Sabía quién era, era linda y había
escuchado por ahí que seguía siendo virgen. Hubiera sido divertido convencerla para
llevarla a la cama y el sexo hubiera sido bueno, puesto que era tan pequeña y sería
estrecha, pero no habría valido la pena dado las posibles consecuencias. Su padre era
policía y lo último que necesitaba, era un hombre con una placa y una pistola, tratando
de vengarse de mí por desflorar a su pequeña niña y romper su corazón. Mi padre me
patearía el trasero por eso. Pero de todos modos, coqueteé con ella solo porque podía.
Ella deslizó su número de teléfono con el recibo y lo guardé en el bolsillo, haciendo una
nota mental para tirarlo más tarde.

Bajé la capota del coche, lo que pareció asombrar a Isabella. Su expresión fue tan
simpática que no podía dejar de reír. Después de meter la compra en el coche y

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devolver el carro, me subí en el coche y saqué mi barra de chocolate. Me di cuenta que
había sido un pendejo y no le había comprado uno, así que partí un pedazo y se lo di.
Me miró como si estuviera loco e inmediatamente, me pregunté si la había cagado de
nuevo. Pero entonces, me dijo que nunca había comido chocolate y eso me sorprendió.
¿Quién demonios no había comido chocolate nunca? Lo cogió vacilante y le dio un
mordisco, la expresión de su rostro era impresionante. Parecía encantada y feliz, todo
por un pedazo de chocolate.

Y entonces ella gimió. Dio un puto gemido. Y no fue un delicado y suave gemido, fue
uno de esos gemidos guturales que dicen 'fóllame hasta dejarme tonta'. Fue
directamente a mi polla y me endurecí al instante. Reí y dije algo sobre lo bueno que
era el chocolate, tratando de ignorar el bulto en mis pantalones. ¿Dónde había estado
antes, cuando lo había necesitado?

El viaje a casa fue en silencio. Puse algo de Debussy y lo tarareé. Isabella tenía la
cabeza hacia atrás y los ojos cerrados, el viento soplaba en su rostro. No dejaba de
mirarla, como si fuera todo un espectáculo. Tenía una sonrisa en sus labios, algo sobre
su felicidad me hacía sonreír. Tenía la sensación que ella tenía más demonios
acechándola que yo.

Me detuve frente a la casa y gemí cuando vi el pequeño convertible rojo estacionado


delante, lo que indicaba que Emmett estaba en casa y estaba con Rose. Los ojos de
Isabella se abrieron cuando vio el coche, el pánico era evidente en su rostro. Suspiré y
me pasé la mano por el pelo.

“Solo es la novia de Emmett. Aunque puede ser una perra, así que solo ignórala.”

Ella asintió, pero el pánico no se había ido. Salí de coche y caminé hacia su lado,
abriéndole la puerta. Empecé a agarrar bolsas y ella también, las llevamos a la casa y
las dejamos en el suelo de la cocina. Volví a salir y agarré las últimas bolsas, poniendo
de nuevo la capota por si acaso llovía. Llevé las bolsas y las dejé en el suelo,
suspirando.

Abajo no había rastro de Emmett o Rose, así que imaginé que estarían en la habitación
de Emmett. “¿Crees que podrás guardar tú sola toda esta mierda?” Le pregunté.
Isabella me miró y asintió, volviendo rápidamente la cabeza. Suspiré de nuevo,
pasando la mano por mi pelo. Era un hábito nervioso que al parecer no podía evitar.
“Está bien, solo junta todas las bolsas de plástico, ponlas dentro de una sola y
colócalas a un lado del bote de la basura. A mi padre le gusta reciclar y toda esa
mierda.”

Ella asintió, aun dándome la espalda. Dudé antes de darme la vuelta y dirigirme hacia
las escaleras. Empecé a subir lentamente las escaleras, escuchando. Pude oír voces
que venían de la habitación de Emmett y quería asegurarme de que no estuvieran
follando antes de irrumpir.

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Escuché a Jasper reír cuando me acerqué a la puerta. Toqué fuerte dos veces y abrí la
puerta inmediatamente. Ellos gritaron y saltaron asustados y me eché a reír. Emmett
comenzó a toser al instante, un gran resoplido de humo salió de él. La habitación
estaba brumosa y el olor a marihuana era fuerte. Inhalé profundamente. , disfrutando
del olor a tierra y algo del humo que persistía en el aire.

“Hijos de puta, realmente deberían aprender a ponerle seguro a la puerta,” dije,


todavía riendo. Cerré la puerta detrás de mí y puse el seguro. Emmett me tendió el
porro en cuanto me acerqué y lo tomé.

Rose rodó los ojos. “¿Quién va a descubrirnos?”

“Nunca se sabe,” dije encogiéndome de hombros, llevando el porro a mis labios y


dando una larga calada. Me encantaba el olor de la marihuana y el sabor a fresa del
papel de fumar. Lo mantuve en mis pulmones y le pasé el porro a Jasper.

“¿Cómo han ido las compras?” Preguntó Emmett. Lo miré y vi que estaba sonriendo.
Tenía los ojos vidriosos y rojos—estaba drogado como el demonio.

“Sobreviví,” dije, finalmente exhalando. Tosí ligeramente por la sensación de ardor en


mis pulmones, ya sentía el calor corriendo por mi cuerpo, relajándome. “La cajera me
dio su número de teléfono.” Metí la mano en el bolsillo y saqué la pequeña hoja de
papel, arrojándola en la cama de Emmett, a su lado.

Emmett se echó a reír y Rose rodó los ojos, extendiendo su mano, tomando el porro de
Jasper. “Quien quiera que sea, tiene que ser mejor que Stanley,” dijo.

Negué con la cabeza. “Es la hija del nuevo policía. No tengo planes de ir a la cárcel por
un culo.” Me dejé caer al lado de Jasper, suspirando. “Entonces, ¿qué están haciendo?
¿Además de matar las células del cerebro?”

Rose sonrió, pasándole el porro a Emmett. “Estamos haciendo apuestas.”

Mis cejas se elevaron y sonreí. Siempre estaban apostando por mierdas ridículas. Juro
que mis hermanos tenían una adicción a las apuestas. “Entonces, ¿por qué estamos
apostando?”

“¿Quién hace llorar a Isabella primero?” Dijo Jasper, sacudiendo la cabeza. Rodé los
ojos.

“¿Y quién apuesta qué?” Pregunté, mientras que Emmett me entregaba el porro. Tomé
una calada y Rose sonrió.

“Emmett dijo que sería Carlisle,” dijo. Mis ojos se abrieron ligeramente por la sorpresa.
Creí que, automáticamente, todos me señalarían.

“¿Por qué papá?” Pregunté, llevando el porro hasta mis labios y dando una larga

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calada, sosteniéndolo mientras se lo pasaba a Jasper.

“Hombre, papá puede dar miedo. Tú lo sabes. Estoy acostumbrado a él y esas miradas
que a veces da y todavía me dan ganas de correr lo más lejos posible y esconderme.
Me imagino que pronto la cagará y él perderá los estribos con ella.”

Asentí, ya que podía suceder. “¿Y quién dijo Jasper?” Pregunté, exhalando el humo de
mis pulmones lentamente.

“Yo dije que Emmett, por su tamaño. Deberías haber visto su mirada cuando papá se lo
presentó, estaba asustada,” dijo Jasper. Lo miré y tenía el ceño fruncido.

“¿Y tú, Rose?” Le pregunté. Ella sonrió, estirando su mano y tomando el porro de
Jasper.

“Tú, por supuesto,” dijo, tomando una calada.

Asentí, pensando lo mismo. “Entonces, ¿cuánto han apostado?”

Rose le pasó el porro a Emmett. “200 dólares cada uno,” dijo encogiéndose de
hombros. Asentí otra vez.

Pasé los dedos por mi pelo y me puse de pie. Estaba algo mareado y parpadeé varias
veces para aclarar mi visión. Le quité el porro a Emmett y sonreí.

“Bueno, yo diría que ustedes dos, hijos de puta, le deben a Rose 200 dólares cada uno,
porque la perra ya ganó,” le dije, dando una calada. Sus cabezas giraron bruscamente
en mi dirección, mientras me miraban con la boca abierta.

“¿Cuándo la hiciste llorar?” Jasper preguntó, con el ceño fruncido. Parecía enojado, a
pesar de haber entrado en la apuesta, seguía sin gustarle la idea de alguien ganando,
porque eso significaba que alguien había molestado a la chica indefensa de la planta
baja.

“Esta mañana, la primera vez que hablé con ella. Me dio un susto de mierda y le grité,”
dije encogiéndome de hombros. “No fue mi intención, pero tú me conoces, reaccioné.”

Tomé una larga calada, sosteniéndola y le pasé el porro a Jasper. Me di la vuelta y me


dirigí a la puerta, quitándole el seguro y dejando rápidamente la habitación, antes de
que cualquiera de ellos pudiera hacer comentarios sobre lo que había dicho.

Bajé las escaleras y llegué al vestíbulo al mismo tiempo que Isabella salía de la cocina.
Se congeló cuando me vio y finalmente exhalé el humo dejando mis pulmones. Tosí y
los ojos de Isabella se estrecharon ligeramente.

“¿Lo has guardado todo?” Pregunté, quería asegurarme que había logrado recoger
toda la comida. Nunca me había importado una mierda, probablemente fuera la

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persona menos servicial de la casa, pero una parte mí se sentía un poco protector con
la chica y quería asegurarme que no se metiera en problemas. Sabía que Emmett tenía
razón, quizás hubiera sido el primero en hacerla llorar, pero no estaba lejos de
imaginar que pronto la cagaría e incurriría en la ira de papá.

“Sí, señor,” dijo en voz baja, mirándome.

Nos quedamos mirándonos el uno al otro. Sentí el impulso de decirle algo pero no tenía
idea de qué decir o hacer, así que me quedé allí parado, mirando.

Finalmente, después de un momento ella apartó sus ojos, mirando al suelo. Pasó por
delante de mí y subió las escaleras rápidamente, sin volver a mirarme.

Le eché un vistazo mi reloj y suspiré. Eran las cinco y media. Caminé y agarré mi
mochila, que seguía tirada junto a la puerta y subí las escaleras hasta mi habitación.
Saqué mi libro de Historia Europea y me dejé caer en el sofá de cuero de mi
habitación, pasando las páginas hasta encontrar la sección sobre la familia Medici
durante el Renacimiento en Italia. Traté de leer algo, sabiendo que tenía que presentar
un ensayo en unos días pero no podía concentrarme. Después de leer el mismo párrafo
una docena de veces y aún sin retener nada, tiré el libro con frustración. Me recosté en
el sofá cerrando los ojos.

Cuando abrí los ojos, la habitación estaba un poco más oscura y el sol se estaba
poniendo. Me incorporé rápidamente, parpadeando con rapidez y mirando el reloj,
sabiendo que me había quedado dormido. Faltaban unos minutos para la siete.

Me levanté y estiré la espalda, pasando los dedos por mi pelo. Salí de la habitación y
bajé las escaleras lentamente. Oí la televisión de la sala cuando llegué a la planta
baja y me dirigí en esa dirección.

Jasper estaba en el sofá, viendo Jeopardy. Emmett estaba al otro lado de la habitación
sentado en una silla, hablando por su teléfono móvil. Me dejé caer en el sofá y suspiré,
mirando la televisión.

Jasper estaba recitando las respuestas a cada pregunta, la mayoría de ellas mal, pero
no le importaba. Le encantaba esa mierda de programa. Me recargué en el respaldo y
miré divertido, riéndome de su frustración.

Mis ojos se abrieron cuando una foto de un tallo de una col de Bruselas apareció en la
pantalla y Alex Trebek dijo: “Cada una de las plantas que ves aquí, produce docenas
de estos vegetales.” La frente de Jasper estaba fruncida y murmuró “guisantes”, lo que
no tenía sentido.

“Es una puta col de Bruselas,” dije. Jasper giró la cabeza bruscamente en mi dirección
y entrecerró los ojos, cuando el tipo de la televisión confirmó que, efectivamente, se
trataba de coles de Bruselas.

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La puerta principal se abrió, desviando la atención de mí. Emmett se levantó
inmediatamente y corrió a la puerta delantera cuando mi padre entró en casa,
arrancándole algunas bolsas. Papá se echó a reír y sacudió la cabeza. Emmett llevó
las bolsas a la mesa, mientras papá se dirigió a la sala de estar. Miró a su alrededor
brevemente, suspirando antes de que sus ojos se posaran en donde Jasper y yo
estábamos sentados en el sofá.

“¿Podría alguno de ustedes ir arriba y preguntarle a Isabella si tiene hambre?”

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“Una mala hierba es una planta que ha dominado todas las habilidades de
supervivencia, excepto la de aprender a crecer en filas.”—Doug Larson

Isabella swan

Me acosté en mi cama mirando al techo, perdida en mis pensamientos. Todo era aún
nuevo y extraño para mí. Había sido un día raro y estaba empezando a entender lo que
el doctor Cullen me había explicado sobre la vida en su casa, cómo tendría una
sensación de normalidad y algunas libertades. Habían dejado que me las apañara yo
sola, sin ninguna indicación en todo el día, permitiéndome trabajar y hacer las cosas a
mi ritmo y a la hora que quisiera. Fue tan extraño, después de haber pasado los
últimos dieciséis años con todo planificado. Me sentí incómoda, en conflicto por la
forma en que me trataban. No me sentía como una esclava en su presencia, casi me
hacían sentir bienvenida. Y aunque estaba bien que no me trataran con dureza cada
minuto del día, no estaba segura de si me agradaba del todo. Era demasiado nuevo,
demasiado extraño. Nunca había experimentado un cambio y era demasiado
abrumador.

Además de eso, estaba Edward. Tenía temperamento fuerte, gritaba y utilizaba


muchas palabras groseras y más de una vez habían sido dirigidas hacia mí. Pero
incluso en medio de ello no lo quiso decir completamente en serio. A todos los demás,
les hablaba de la misma forma y casi me trataba como su igual.

El viaje desde la tienda había sido extraño. Apoyé la cabeza en el asiento y cerré los
ojos, mientras el cálido viento soplaba en mi rostro. Aún podía saborear la dulzura del
chocolate en mis labios. Mis pulmones respiraban una mezcla de la colonia de
Edward, que era embriagadora y nublaba mis sentidos, y el aroma de la vegetación
exterior que estaba en el aire. En el radio sonaba música clásica, no sabía qué era,
pero la melodía era hermosa y cautivadora. Y por si eso fuera poco, Edward la estaba
tarareando en total armonía. Los sonidos que salían de él, eran suaves y dulces y
enviaban un cosquilleo por mi espalda. En este momento estaba contenta y feliz; oír,

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sentir, oler y probar cosas que eran tan nuevas para mí.

Todo se vino abajo cuando llegamos la casa y abrí los ojos. La realidad volvió con
toda su fuerza y ella, en su totalidad, era aún más difícil después de olvidarla por un
momento. Me asusté y miré a Edward. Sentí una oleada de nostalgia y deseo, todo mi
ser pidiendo, de nuevo, esa sensación que acababa de perder.

Eso me asustó, no me gustó en lo más mínimo. Siempre había querido experimentar el


mundo exterior, aunque solo fuera por un momento, ahora que lo había hecho,
deseaba que nunca hubiera sucedido. Porque, por primera vez desde que era niña,
sentí esperanza. Sentí felicidad. Y no me lo podía permitir, porque cuando todo
terminara, porque, inevitablemente, sucedería y me destruiría. No podía bajar la
guardia, tenía que ser fuerte.

Y culpé a Edward por haber roto ya mis defensas. No sé qué clase de poder tenía sobre
mí que me hacía olvidar, con tanta facilidad, mi lugar en el mundo, pero no me
gustaba. Era peligroso, probablemente, la persona más peligrosa que había conocido.
Otros podían golpearme y castigarme todo el día, dejándome maltratada y amoratada,
pero nunca me habían doblegado. Edward, con tan solo una sonrisa, ya había
derrumbado mis muros.

Tenía que mantenerme alejada de él, no podía dejar que me derribara. Necesitaba
recordar quién era yo, por qué estaba aquí, porque olvidarlo sería mi perdición.

Me alegré cuando me dejó guardar los comestibles sola. Tenía una idea de donde iba
cada cosa, así que no fue tan difícil. En cuanto terminé, miré a mi alrededor para
asegurarme que todo estaba en su lugar, antes de salir corriendo y esconderme en mi
habitación. Por supuesto, con la suerte que tenía, no escapé inadvertida.

Edward estaba parado al pie de la escalera. Inmediatamente después de verlo, esos


sentimientos se agitaron dentro de mí. No lo entendía, no tenía sentido. Realmente, no
conocía al chico. Todo lo que sabía de él era malo y no debía pensar en él con cariño.
En general, era una persona difícil, una gran complicación, pero solo verlo hacía que
todo pareciera muy simple. Lo miré fijamente por un momento y él exhaló algo de
humo, lo que me sorprendió, ya que era demasiado joven para ese mal hábito y
entonces me habló. Me vi obligada a responder, dejando a un lado los sentimientos en
conflicto dentro de mí. Me hacía sentir casi segura…. y no estaba segura. Y menos con
él.

Salí corriendo de allí y me encerré en mi habitación. Oí a Edward subir y entrar en su


cuarto y después de un tiempo salir de nuevo. Incluso, cuando estaba fuera de mi línea
de visión, me era difícil sacarlo de mi cabeza. Quería conocerlo, oír su voz y sentir esas
sensaciones que se agitaban en mi interior. Pero no me lo podía permitir. Tenía que
permanecer lejos de él.

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Así que me acosté en mi cama, mirando al techo, tratando de analizarlo todo. No podía
ser muy difícil evitar a Edward. Por supuesto, lo había oído cuando iba y venía de su
cuarto, pero no tenía que tener, necesariamente, un contacto personal con él. Se había
ido todo el día y podía terminar mi trabajo y después, esconderme cuando estuviera en
casa. Probablemente, también haría feliz al resto, al no tener que verme y recordar que
existía. Mientras todo estuviera limpio y ellos alimentados, en realidad no tenían que
verme, ¿verdad?

Hubo un suave golpe en la puerta, asustándome. No había oído a nadie subir las
escaleras. Sentí el pánico dispararse dentro de mí, mientras me levantaba de la cama.
Me acerqué lentamente y agarré el pomo de la puerta, tomando una respiración
profunda antes de abrirla.

Jasper estaba en el pasillo y me sonreía levemente. Devolví la sonrisa por cortesía,


aunque muy en el fondo estaba un poco nerviosa, preguntándome qué quería. Un amo
viniendo a llamarte, realmente, nunca era algo bueno. En mi mundo, ser ignorado, era
lo ideal.

“¿Quieres cenar con nosotros?” Preguntó. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, cuando
me di cuenta de que estaba allí para invitarme a cenar. Miré al reloj que había detrás
de mí y era casi las siete y media. El doctor Cullen me había dicho que cenaban, a
diario, a las siete, así que asumí que había llegado a casa con la cena.

Entonces, empecé a sentir pánico. Siempre tenía que saludar a Charles cuando
llegaba a casa, ¿esperaban lo mismo aquí? Jasper debió haber visto el miedo en mi
rostro, porque suspiró en voz alta, con el ceño fruncido.

“No tienes que hacerlo, lo sabes, ¿no?” Dijo en voz baja. “Está bien si no quieres
bajar.”

Me miró inquisitivamente y sonrió de nuevo. Asentí.

“Gracias, señor,” dije, sintiéndome un poco aliviada. Él parecía sincero. “Por favor, dele
también las gracias al doctor Cullen por el ofrecimiento,” añadí, con la esperanza de
que le diera el mensaje y el doctor Cullen lo comprendiera. Incluso si no lo hiciera,
podría recibir el castigo. En ese momento, el castigo físico no sería tan malo, incluso
podría ayudarme a recordar mi lugar. Estaba muerta de hambre, pero no podía
enfrentar a Edward, todavía no, al menos hasta que pudiera controlarme. Jasper
asintió.

“Lo haré.” Dudó, pero después de un segundo volvió a salir. Cerré la puerta
suavemente y volví a acostarme en mi cama.

Alrededor de una hora más tarde, oí pasos subiendo las escaleras y me preparé. Hubo
otro golpe en mi puerta, esta vez un poco más fuerte. Me levanté y caminé hacia la
puerta, abriéndola.

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Mis ojos se abrieron con sorpresa, al ver lo que había frente mí. Era una adolescente,
con el pelo negro, corto y con las puntas hacia todos lados. Era pequeña, más baja que
yo y estaba vestida con ropa elegante, maquillaje y joyas. Esbozó una sonrisa amplia y
feliz.

“¡Hola Isabella!” Dijo con voz alta y alegre. Solo podía mirarla con la boca abierta por
la sorpresa, totalmente confundida.

“Eh…. hola,” le dije.

Ella se echó a reír. “Mi nombre es Alice. He sido amiga de los Cullen desde que
éramos pequeños. Jasper es mi novio.”

Asentí, recordando haber oído de ella. Era la chica a la que el doctor Cullen había
enviado a comprar ropa para mí.

“Es un placer conocerte, Alice,” dije en voz baja. No estaba segura de cómo saludarla.

Su sonrisa creció. “¡Eres tan correcta!” Dijo. Vi con asombro cómo pasaba junto a mí y
entraba en mi habitación, mirando a su alrededor. Fui a cerrar la puerta, cuando oí
más pasos en las escaleras. Me asomé y vi a Jasper y a Edward subiendo la escalera y
llevando un montón de bolsas. Me hice a un lado cuando entraron en la habitación,
dejándolas caer en el suelo. Mis ojos se abrieron cuando vi cuantas era. No podían ser
todas para mí.

“Gracias, chicos,” dijo Alice. Ambos refunfuñaron un de nada y se marcharon. Edward


cruzó el pasillo hacia su habitación y Jasper volvió a bajar las escaleras. Cerré la
puerta y me giré hacia Alice. Ella me miraba con recelo. “¿Has salido hoy a la calle con
eso?” Preguntó, señalando mi ropa.

“Sí, señorita,” dije en voz baja. Me miró con confusión y se echó a reír.

“Por favor, no me vuelvas a llamar señorita,” dijo. “Alice estará perfectamente bien. Y
apuesto, a que fuiste la envidia de las chicas de la ciudad, vistiendo la camiseta de
fútbol de Edward.”

Sonreí. “Solo vimos a una chica, pero dudo que tenga motivos para envidiar a alguien
como yo.”

Alice negó con la cabeza. “Las chicas de este pueblo están locas por él. El que estés
usando su ropa, es motivo suficiente para despertar sus celos. Además, no tienen idea
de quién eres. Lo único que saben es que trabajas para la familia Cullen y que vives en
su mansión. Rose y yo, somos las únicas personas que sabemos la verdad,” dijo.

Asentí, mirando al suelo. No estaba segura de cómo sentirme acerca de que las
personas no supieran lo que era yo, pero al mismo tiempo, no sabía cómo sentirme
acerca de esta chica, frente a mí, sabiéndolo.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 88


“Como sea,” dijo después de un momento. “Tengo todo lo que necesitas por ahora.
Eres una chica bonita, puedo decirte tan solo con verte que todo te quedará bien y
estarás genial.

“Gracias, Alice.”

Ella sonrió. “De nada,” dijo. Se dio la vuelta y se dirigió a la puerta, abriéndola. Hizo
una pausa y se volvió hacia mí. Nos quedamos allí por un momento, en silencio, antes
de que ella se abalanzara sobre mí y me envolviera con sus brazos. Mis ojos se
abrieron por la sorpresa, mientras me apretaba con fuerza.

“Parecía que no te vendría mal un abrazo,” dijo mientras se alejaba con una sonrisa.
“Y no te preocupes Isabella, todo irá bien. Vamos a ser grandes amigas.”

Se volvió y salió de la habitación sin decir una palabra, en dirección a las escaleras.
Cerré la puerta y suspiré. ¡¿Amigas?!

Me acerqué al sofá y me dejé caer en él, empezando a sacar cosas de las bolsas. Miré
la ropa con la boca abierta por la incredulidad, estaba sorprendida por la gran
cantidad que había comprado. Había docenas de camisetas, por lo menos diez pares
de pantalones vaqueros, algún que otro tipo de diferentes pantalones, junto con
algunos cortos y Capris. Incluso había un par de faldas y vestidos, me desconcertó por
completo, no tenía idea para que los iba a necesitar. Había un sinnúmero de ropa
interior, algunas de las cuales nunca me imaginé usar, la tela apenas era visible.
También había algunos pares de zapatos, algunos casuales y otros de vestir. También
había una docena de diferentes conjuntos de pijamas, y una bolsa llena de artículos de
tocador con olor afrutado, como champú, desodorante, gel de baño e incluso algo de
perfume.

No me molesté en quitarle las etiquetas; solo empecé a colgarlas en el armario como


estaban. Puse todo lo demás en la cómoda, e hice a un lado las bolsas vacías.

Después de colgarlo todo, cogí la bolsa de los productos de aseo y un pijama,


dirigiéndome al cuarto de baño. Me desnudé y entré en la ducha. El champú y el gel
de baño tenían un fuerte olor a fresa, era celestial. Me quedé bajo el chorro del agua
durante bastante tiempo antes de cerrar la llave y salir.

Me puse el pijama, eran unos pantalones cortos con rayas rosas y negras, a juego con
una camiseta negra sin mangas. Miré a mí alrededor, dándome cuenta que aún no
tenía un cepillo, pero por suerte Alice había comprado algunas gomas para el pelo, así
que solo lo eché hacia atrás.

Salí del baño y me dirigía a la cama, cuando un suave golpe sonó en mi puerta.
Suspiré, cerrando los ojos. Estaba agotada y, realmente, solo quería dormir un poco.
Me acerqué tímidamente a la puerta y la abrí. El doctor Cullen estaba parado en el
pasillo y sonrió levemente cuando me vio.

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“¿Puedo pasar?” Preguntó. Mis ojos se abrieron con sorpresa por su pregunta. Era su
casa, ¿por qué me preguntaba si podía entrar en una habitación?

“Por supuesto,” dije, haciéndome a un lado. Entró y miró a su alrededor.

“Así que, ¿la ropa te quedó?” Preguntó, alzando una ceja y mirando lo que llevaba.
Asentí.

“No me la he probado toda, pero parece que sí, señor,” dije. Él asintió.

“Sí, usualmente, Alice es muy certera en esas cosas. Ella es como una hija para mí. Te
agradará.”

Sonreí levemente. “Parece agradable.”

Él sonrió. “Sí, lo es. Su mejor amiga, Rosalie, también es como una hija para mí. Sin
embargo, ella no es tan alegre.”

Asentí. “Algo he oído,” murmuré, recordando lo que Edward había dicho sobre ella en
el coche.

Sonrió y levantó una ceja interrogante. “¿En serio? ¿Quién te advirtió sobre Rosalie?”

“Edward, señor. Él dijo que era una…” Dudé, recordando que él la había llamado por
una mala palabra. No sabía si debía repetirle al doctor Cullen una cosa así, no quería
causar ningún problema.

Vio mi expresión y se rio. “Me voy a aventurar a adivinar y decir que Edward la llamó
perra, ¿correcto?” Sonreí y asentí. Él negó con la cabeza, sin dejar de reír. “Eso suena
como Edward. Hablando de él, ¿fue todo bien hoy? Sé que Edward puede ser un poco
abrasivo.”

“Edward fue amable, muy servicial,” dije. El doctor Cullen pareció sorprendido.

“Wow, eso no es algo que escuche muy a menudo,” dijo, riendo entre dientes. “Como
sea, vine para felicitarle por el trabajo que hiciste hoy. Un día aquí y la casa se ve
mejor de lo que se ha visto en mucho tiempo. En serio, no puedo recordar la última vez
que las ventanas no estuvieran sucias. Y en caso de que te estés preguntando, todas
las ventanas de la casa son a prueba de balas, por lo que requieren el limpiador
especial.”

Asentí de acuerdo. “Gracias por el cumplido, señor, fue un placer.”

Suspiró. “Lo dudo mucho. No tienes que mentir para complacerme, puedes hablar
libremente, siempre y cuando no seas irrespetuosa al hacerlo.”

“Nunca le faltaría al respeto, señor,” dije rápidamente.

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“Nunca digas nunca, Isabella. La falta de respeto viene de muchas formas y algunas
veces lo hacemos sin darnos cuenta.”

Lo miré confundida, ya que sus palabras eran algo crípticas. Sonrió levemente y negó
con la cabeza. “No tenemos que adentrarnos en el tema en este momento, se está
haciendo tarde. Que pases buena noche, Isabella.”

“Buenas noches a usted también, señor,” dije. El doctor Cullen se dirigió a la puerta,
haciendo una pausa y girando la cabeza para mirarme.

“Una cosa más. No tienes que comer con nosotros si no te sientes cómoda, pero tengo
que pedirte que por favor, te asegures de comer en algún momento. Lo último que
necesito es que colapses por inanición. Puse tu cena en la nevera.”

“Sí, señor,” dije. Él asintió y salió, bajando las escaleras rápidamente. Me quedé
parada unos instantes, en conflicto, antes de salir y bajar las escaleras. Sonidos
apagados procedían de todas las habitaciones, donde asumí, estaban los muchachos.
Fui directamente a la cocina y abrí el refrigerador, viendo el recipiente desechable.

Lo saqué y lo abrí. Por lo que pude ver, era comida japonesa. Nunca la había comido,
pero tenía experiencia en cocinarla. Puse el recipiente en el microondas, cogí un vaso
del gabinete y eché agua del grifo. Cuando la comida estuvo caliente, la cogí y me
dirigí al comedor. Puse la comida y el vaso sobre la mesa y me senté. Comí en silencio,
manteniendo la luz apagada, para no llamar la atención.

Cuando terminé de comer, tiré el recipiente, lavé mi vaso y lo guardé. Limpié un poco la
cocina, donde los Cullen habían cenado y después me dirigí al piso de arriba. Entré en
mi habitación en silencio y me dirigí al baño a cepillarme los dientes. Estaba un poco
temerosa con la pasta de dientes que Alice había comprado, ya que en realidad nunca
había utilizado pasta comercial. Charles se negaba a comprar para nosotros, pero mi
madre siempre se las arreglaba para juntar suficiente sal y bicarbonato de sodio, para
hacer una mezcla que nos sirviese, así que mis dientes siempre estaban limpios. El
sabor de la pasta era tan fuerte que casi me hizo vomitar.

Después, me metí en la cama y, rápidamente, me quedé dormida. Dormí


profundamente y desperté cuando el sonido de un portazo vibró a través de mi
habitación. Me incorporé bruscamente, confundida y miré el reloj. Eran casi las ocho
de la mañana.

Salté de la cama y, prácticamente, bajé corriendo las escaleras, consiguiendo un


vistazo rápido de la espalda de Edward, mientras salía corriendo por la puerta
principal. Me dirigí al vestíbulo y miré por la ventana. Edward subió rápidamente en su
coche y lo encendió, haciendo rechinar las llantas mientras volaba por la carretera.
Estaba apurado y supuse que, probablemente, se le había hecho tarde para la
escuela, salía treinta minutos más tarde que el día anterior.

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Subí y me vestí, poniéndome unos pantalones vaqueros de color claro y una camiseta
azul de cuello en V. Me quedaban perfectamente y sonreí en mis adentros, agradecida
con la extraña chica que me había comprado tanta ropa. Volví a pasar el día
limpiando, recorriendo las habitaciones a en las que se me permitía entrar. Todo
estaba impecable desde el día anterior, pero de todos modos volví a limpiar.
Necesitaba algo para mantenerme ocupada.

Alrededor de las tres y media oí un coche acercándose. Entré en la cocina y vi el


enorme jeep rojo llegando. Desde que estaba aquí, había estado todo el tiempo junto a
la casa, pero me sentía un poco nerviosa no saber de quién era, ya que las ventanas
eran oscuras.

Me quede allí, en silencio y congelada y después de un minuto se abrió la puerta


principal. Escuché, de inmediato, tanto la voz de Jasper como la de Emmett. Pasaron
frente a la cocina, mirando dentro de la habitación. Jasper me sonrió al mismo tiempo
que Emmett asentía en forma de saludo, mientras se dirigían a la sala de estar. Oí la
televisión encenderse.

No sabía qué hacer. Consideré huir de la habitación ya que me sentía estúpida allí
parada, pero por alguna razón sentía que sería desobediente. Estaba ansiosa y
necesitaba algo en que ocupar mi tiempo, porque cuando no estaba ocupada mi mente
vagaba. Eso no era bueno, porque mis pensamientos divagaban hacia Edward.
Después de un momento, suspiré y salí de la cocina. Entré en la sala de estar y me
detuve, mordiendo mi labio inferior. Ambos me miraron de forma interrogante y eso me
puso nerviosa.

“¿Puedo hacer algo por ustedes?” Pregunté.

“Estamos bien, puedes descansar,” dijo Emmett encogiéndose de hombros. Suspiré.

“¿Por favor? Tiene que haber algo, cualquier cosa que pueda hacer,” prácticamente
imploré. La frente de Jasper se frunció y Emmett se echó a reír.

“Mierda, no tienes que rogar,” dijo Emmett. “Quiero decir, siempre podría comer un
sándwich.”

Le sonreí, aliviada por tener algo que hacer. Era completamente ridículo. Cualquiera
pensaría que no apreciaba ni disfrutaba de tener tiempo de descanso, pero era
desesperante para mí. “¿Qué tipo de sándwich le gustaría?”

Me miró desconcertado, evidentemente sorprendido porque en realidad se lo iba a


hacer. “Demonios, no sé. Lo puedes hacer solo de jalea y crema de cacahuete,” dijo.
Asentí, dándome la vuelta y dirigiéndome rápidamente a la cocina. Cogí lo necesario e
hice un sándwich de mantequilla de cacahuete y jalea de uva, colocándolo en un plato
y agarrando una toalla de papel. Regresé a la sala de estar y se lo di.

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Él lo tomó y sonrió. Le devolví la sonrisa mientras tomaba un bocado. “¿Le gustaría
algo de beber?” Pregunté. Asintió con la cabeza.

“Sí, una coca cola, si no te importa,” dijo. Asentí.

“Por supuesto que no,” le dije. Fui y cogí la coca cola del refrigerador, dándosela a él.
Me dirigí a la cocina, lavé el cuchillo que había utilizado y limpié la encimera. Oí un
fuerte suspiro detrás de mí y me volví para ver a Jasper, mirándome con el ceño
fruncido.

“¿Necesita algo, señor?” Pregunté. Suspiró otra vez.

“Lo vas a malcriar,” dijo, señalando con la cabeza en dirección a la sala de estar.
“Realmente, no tienes que hacer todo eso, podemos cuidarnos solos.”

“Lo sé. No quise dar a entender que no puedan, señor,” dije. “Es que prefiero estar
ocupada. Estoy acostumbrada a tener siempre, cosas que hacer y no puedo estar sin
hacer nada. Me hace sentir ansiosa.”

De nuevo, me mordí el labio con nerviosismo, sorprendida porque, simplemente,


hubiera dicho eso de un tirón, pero algo en Jasper me hacía sentir lo suficientemente
cómoda para expresarme. Sonrió con tristeza.

“Estoy seguro de que tengo algo de ropa para lavar,” dijo, encogiéndose de hombros.
Sonreí levemente. “Ven, vamos por ella.”

Seguí a Jasper fuera de la cocina y al piso de arriba. Abrió la puerta de su habitación y


entró, yo me detuve en la puerta. Se dio la vuelta y me miró interrogante. “El doctor
Cullen me dijo que nunca entrara en sus habitaciones, a menos que me dijesen lo
contrario,” dije.

Se echó a reír. “No dudes en entrar en mi habitación en cualquier momento que


desees. Aprendí a ponerle seguro a mi puerta cuando estoy ocupado, porque Edward
tiene la costumbre de entrar sin permiso, pero si está abierto eres libre de entrar. Esta
norma es por culpa de Edward y es solo por tú propio bien; porque te aseguro que no
querrás entrar a menos que él te lo pida.”

Asentí y di unos pasos hacia el frente. Extendí la mano para agarrar el asa de la
canasta de Jasper y su brazo se levantó con rapidez para detenerme. Una vez más
retrocedí instintivamente, y él se congeló.

“Lo siento,” dije rápidamente, pidiendo disculpas por como acababa de reaccionar.
Suspiré.

“Está bien. Me he preguntado por qué reaccionas así, pero no estoy seguro de querer
saberlo. Sabes que no te voy a pegar, ¿verdad?”

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“Sí, señor,” dije. Sonrió y cogió la cesta, conduciéndome fuera de la habitación.
Bajamos a la lavandería y ordené su ropa, empezando con una carga. Me dio las
gracias e hice un gesto con la mano para quitarle importancia, un poco incómoda
porque estuviera mostrando tanta gratitud. Ayer, me habían dado las gracias más
veces que en toda mi vida.

Después de dejar lavando la ropa de Jasper, me dirigí a mi cuarto. Lo limpié un poco


antes de bajar de nuevo. Lavé el plato de Emmett y puse en la secadora la ropa de
Jasper, poniendo a lavar su segunda carga.

Empecé a buscar en los gabinetes, a sabiendas de que tenía que preparar la cena,
pero no tenía idea de qué hacer. Suspiré y me dirigí a la sala de estar.

Jasper y Emmett miraron hacia mí cuando entré. “¿Alguna sugerencia para la cena?”
Pregunté. Emmett se echó a reír y Jasper sonrió sacudiendo la cabeza.

“Yo comeré cualquier cosa,” dijo Emmett. Jasper asintió, rodando sus ojos.

“Solo haz algo fácil que te quede sabroso,” sugirió Jasper. Asentí, volviendo a la
cocina. No habían sido de mucha ayuda.

Saqué del congelador un paquete de pollo, metiéndolo en el microondas y


descongelándolo. La secadora pitó y doblé la ropa de Jasper, poniendo a secar su
segunda carga.

Cociné fettuccini Alfredo con pollo y champiñones. Preparé una ensalada y para
complementar hice palitos de pan caseros. Terminé de preparar la cena a las siete
menos cuarto, y la mantuve caliente mientras doblaba el resto de la ropa de Jasper.

La puerta principal se abrió cuando estaba en la lavandería, y me asomé para ver al


doctor Cullen entrar. Hizo una pausa en la puerta y sonrió. “¡Huele genial!” exclamó.
Sonreí.

“Gracias, señor. La comida está lista. Está en la cocina calentándose.”

“Genial. Adelante, pon todo sobre la mesa, Edward llegará del entrenamiento de fútbol
en unos minutos y cenaremos.”

Asentí, mi sonrisa decayó ante la mención de Edward. Todavía estaba temerosa de


estar cerca de él otra vez. El doctor Cullen se dio cuenta de mi expresión y suspiró.

“Puedes ir a tu habitación si lo prefieres. Pero sírvete un plato para más tarde.”

Asentí. “Gracias, señor.” Pasé junto a él y puse la mesa, colocando la comida en el


centro para que pudieran servirse ellos mismos. Cuando terminé, cogí la canasta de
ropa de Jasper y subí con ella las escaleras. Llegué hasta el segundo piso, cuando la
puerta principal se abrió.

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La voz aterciopelada me golpeó al instante y me congelé en mi lugar, cerrando los ojos.

“¡Scopata,* ¿qué es ese olor?!”

Sonreí involuntariamente, antes de volver a caminar. Dudé antes de empujar y entrar


en la habitación de Jasper. Me había dicho que podía entrar y le estaba tomando la
palabra, aceptando que no era un truco. Colgué la ropa en el armario y guardé el resto
de su ropa en la cómoda, devolviendo la cesta al lugar de donde la habíamos cogido.
Cuando acabé, me fui a mi cuarto y me encerré.

Me quedé allí, hasta que oí que Edward subía las escaleras y entraba en su
habitación. Tal vez era ridículo e inmaduro, pero dada la situación, sentía que era lo
mejor que podía hacer. Necesitaba mantener la distancia. Cuando todos estuvieron
dormidos, bajé las escaleras a hurtadillas, cené en silencio y lavé los platos antes de
regresar a mi habitación.

La mañana siguiente, me quedé en mi habitación hasta que los chicos se fueron a la


escuela. Limpié la casa de nuevo, aunque estaba casi impecable. El doctor Cullen, me
había dejado una nota en su habitación, pidiéndome que lavara la ropa que había
dejado apartada. La mayor parte de su ropa era para lavar en seco, así que fue
bastante fácil, pero estaba agradecida por estar ocupada por el trabajo. Jasper y
Emmett regresaron a casa de la escuela, de nuevo, sobre las tres y media y se repitió
la rutina del día anterior, excepto que hice sándwiches para ambos y Emmett me llevó
su ropa para lavar.

El doctor Cullen regresó temprano a casa, poco después de las cinco. Yo estaba en la
cocina, mirando en los gabinetes, tratando de decidir qué hacer para la cena. Entró en
la cocina y sonrió.

“Me olvide por completo de decírtelo. Esta noche no tienes que cocinar,” dijo.

Lo miré sorprendida. “De acuerdo,” dije, cerrando el gabinete y dándome la vuelta.

“Edward tiene partido, así que los chicos no estarán en casa. Yo tengo que coger un
vuelo esta noche y estaré fuera el fin de semana por negocios.”

Asentí. “¿Está seguro de que no quiere que le haga algo de comer antes de que se
vaya?” Pregunté. Él sonrió.

“Estoy seguro. Solo relájate durante esta noche, haz palomitas y ve una película o
algo.”

Lo miré sorprendida por su sugerencia, pero solo asentí. Él extendió su mano hacia mí
y di un respingo, alejándome, pero eso no le impidió agarrar mi hombro. Lo apretó un
poco y sonrió. “Tengo que ir a hacer la maleta y salir. Que tengas un buen fin de
semana, Isabella.”

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“Usted también, señor. Gracias,” dije. Asintió y se dio la vuelta para salir de la
habitación.

Dudé brevemente antes de dirigirme a mi habitación. Preparé un baño de burbujas y


me desvestí, metiéndome dentro. Debí de quedarme dormida, porque mis ojos se
abrieron de repente y un escalofrío recorrió mi cuerpo por el agua helada. Me
estremecí y salí, notando que mi cuerpo estaba completamente arrugado. Me sequé y
me puse algo de ropa antes de bajar las escaleras.

Ya estaba oscureciendo y el sol poniéndose. Miré el reloj, sorprendida de que fueran


las ocho. La casa estaba oscura y silenciosa. Fui a la cocina y me preparé sándwich,
comiéndolo antes de subir otra vez. Agarré el control remoto de una de las mesas
caoba de mi habitación y traté de poner la televisión, pero no pude pasar de una
pantalla azul. Después de unos minutos me di por vencida, resignada al hecho de que
tendría que preguntarle a alguien como funcionaba.

Vagué por la casa algunos minutos, contemplando y vacilando. Terminé en la


biblioteca y encontré algunas hojas blancas y lápices en un escritorio. Cogí algunas y
regresé a mi habitación, tumbándome en mi cama y haciendo garabatos. Podía ser
ignorante, pero eso no quería decir que careciese de talento. Era buena dibujando,
incluso con muy poca práctica. Era algo natural en mí. Era una de las cosas que me
hicieron mantenerme cuerda con Charles. Cogía papel y lápiz a escondidas, pero
después tenía que destruir todas las evidencias de mis dibujos, para no meterme en
problemas. Usualmente, los doblaba y los ponía en mi bolsillo, quemándolos hasta que
se hicieran cenizas, en la primera oportunidad que tenía.

Esbocé un dibujo del rostro de mi madre, sintiéndome un poco nostálgica. Era


completamente ridículo, anhelaba estar de vuelta en el lugar donde había sido
maltratada brutalmente, pero realmente extrañaba a mi madre. No tenía fotos de ella y
sentía un miedo terrible a olvidar como era, que su memoria empezara a desvanecerse.
Ya echaba de menos su compañía, extrañaba tener a alguien con quien hablar,
alguien que me entendiera y simpatizara conmigo. Aquí me trataban muy bien, pero
nunca me había sentido tan sola en mi vida. Era deprimente.

Algún tiempo después, oí pasos en las escaleras. Me quedé inmóvil cuando se


detuvieron frente a mi puerta. Mi corazón empezó a acelerarse, el silencio era
ensordecedor. Estaba esperando que se movieran de nuevo o tocaran o algo así. El
saber que solo estaban allí parados, me estaba poniendo ansiosa. Lo sentí como una
eternidad, pero de nuevo, escuché pasos y la puerta del otro lado del pasillo se abrió y
se cerró. La música comenzó a sonar casi de inmediato. Miré el reloj. Eran casi las
once y media.

Finalmente, me quedé dormida. Me desperté a la mañana siguiente y despacio me


hice camino a la planta baja a por algo de beber, casi chocando con Jasper cuando
salía de la cocina. Le pregunté si podía hacer algo por él y me informó que estaría

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entrando y saliendo todo el fin de semana y que Emmett se había ido a pasar el día
con su novia. Edward, al parecer y según había dicho Jasper, estaba castigado por
alguna razón, así que al menos que necesitara algo, casi estaría sola. Le sonreí y le di
las gracias, pero por dentro estaba devastada ante la idea de no tener nada que
hacer.

Antes de irse con su novia, Jasper vino a mi habitación para enseñarme cómo
funcionaba la televisión. No me miró como si fuera idiota o me trató como si fuera
estúpida y estuve muy agradecida. Jasper era realmente una buena persona, por lo
que podía decir. Traté de seguir sus instrucciones, pero, de nuevo, terminé echándolo
todo a perder y los dos nos pusimos a reír, pero él no lo hizo de forma burlona. Y yo lo
agradecía. Mientras me estaba ayudando, oí la puerta al otro lado del pasillo cerrarse
con un portazo, tan fuerte, que hizo vibrar las paredes de mi habitación. Jasper suspiró
y negó con la cabeza, pero no hizo ningún comentario.

Me quedé en mi cuarto casi todo el día, zapeando y pegada a la televisión,


asombrada. No vi a Edward, pero podía oírlo y era híper-consciente de lo cerca que
estaba de mí.

Alrededor de las once y media de la noche, mi estómago gruñó. Durante todo el día no
había comido nada, así que salí de la cama y me dirigí a la planta baja en silencio. Oí
la televisión cuando llegué al vestíbulo y vi el suave resplandor desde la sala de estar.
Di unos pasos en esa dirección y vi a Jasper sentado en el sofá. Me miró y sonrió.

“Siéntate,” dijo, palmeando el cojín a su lado. Lo miré con incredulidad, un poco


sorprendida de que me invitara a sentarme con él.

“Déjeme coger algo para comer primero,” dije vacilante. “¿Quiere algo?”

Asintió. “Siempre que te prepares un sándwich, puedes hacerme uno también.”

Sonreí y me dirigí a la cocina, preparando rápidamente dos sándwiches de jamón y


queso. Los puse en platos y cogí servilletas de papel, dirigiéndome de nuevo a la sala
de estar. Me senté en el sofá junto a Jasper y comimos, viendo la televisión. Estaba
viendo algún programa de comedia y en poco tiempo, los dos nos estábamos riendo.
Después de un rato, la puerta principal se abrió cuando Emmett llegó de casa de su
novia. Se dirigió directamente a la cocina y, después de unos minutos, salió con un
tazón de cereal. Me sonrió y se sentó en una silla del otro lado de la habitación.

“Solo Jasper podía conseguir que finalmente se divirtiera un jodido rato y se riera,” dijo
Emmett, después de unos minutos. Me sonrojé y los dos se rieron. Era relajante y me
sentí bienvenida, fue sorprendente.

Después de un rato, mis oídos registraron esa voz aterciopelada y me congelé a media
carcajada. Miré hacia arriba y vi a Edward de pie, a unos metros de nosotros. Ni
siquiera le había oído acercarse. Me tensé de inmediato, de pronto consciente de mí

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misma e híper-consciente de todo. Se sentó en el brazo del sofá, junto a Jasper y se
reía, bromeando con sus hermanos. Estaban hablando de su partido de fútbol, que al
parecer habían ganado. Me senté allí durante unos minutos, antes de que fuera
demasiado para mí. Me levanté y dije un rápido buenas noches, saliendo de la
habitación sin darles tiempo a registrar lo que, en realidad, estaba haciendo y
responder.

*********************
Scopata = Joder

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“Los chicos siempre serán chicos. E incluso eso no importa si tan solo pudiéramos
evitar que las chicas fueran chicas.”—Anne Frank

Edward cullen
Me estaba evitando, ahora estaba seguro de ello. Cuando se negó a cenar con
nosotros la primera noche, lo atribuí a su necesidad de adaptarse a la vida aquí.
Siguió rehusando cenar con nosotros y pensé que, tal vez, solo necesitaba sentirse
cómoda estando a nuestro alrededor; que, quizás, solo era tímida a la hora de comer.
Era estúpido, pero sabía que algunas chicas eran así, se cohibían y no se atrevían a
comer delante de los chicos. Como sea, creí que era como ellas y prefería comer sola.
Demonios, incluso pensé que el simple hecho de ser hombres, era lo que la hacía
cerrarse en sí misma.

Pero entonces, la sorprendí comiendo frente a mis hermanos. La escuché reír con ellos;
la vi pasándolo bien con ellos. Incluso, parecía un poco más relajada en torno a mi
padre, por el amor de dios, había pagado medio millón de dólares para poseerla. Pero
ella se negaba, incluso, a mirarme o estar en la misma habitación que yo. No podía
entenderlo, ¿era el puto malo? Sabía que tenía una boca sucia y podía ser impulsivo,
pero me había estado esforzando por ser amable con ella, ¿no podía ver eso? ¿Cuál
era su problema conmigo?

Si entraba en la habitación donde ella estaba, se iba. Prácticamente, salía corriendo


antes de pudiera decir un puto hola. Se escondía en su habitación, fuera de vista la
mayor parte del tiempo que yo estaba en casa. No tenía ningún puto sentido. Quiero
decir, ¿dije o hice algo? Había estado bien en el puto supermercado, parecía relajada
y casi feliz. Ella me sonrió, mierda, hasta se rio. Pero parecía que desde que habíamos
llegado a casa, hubiera estado jugando al retorcido juego de las escondidas, ella se
escondía esperando con todas sus fuerzas que no intentara buscarla.

El día de mi partido de fútbol, que había sido hace casi dos semanas, volví a casa un
poco deprimido. Estaba feliz porque habíamos ganado, pero el hecho de que todo el
mundo estuviera de fiesta, emborrachándose, drogándose y follando, mientras yo
estaba castigado en casa me deprimió. Y sabía muy bien, que mi padre revisaría las
cámaras de seguridad para asegurarse de que tenía mi culo en casa, como castigo por

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 99


el incidente del hospital. Sabía que Isabella estaba en su habitación y consideré tocar
a su puerta, buscando algo de maldita compañía para no enloquecer, pero decidí no
hacerlo. No quería invadir su espacio o nada parecido. Su habitación era suya. Era lo
único a lo que realmente podía llamar su espacio y yo sería un idiota si violara eso y
prácticamente la obligara a invitarme a pasar el rato con ella. Porque sabía que si se
lo pedía, no me diría que no. Así era como había sido entrenada, eso estaba claro.
Quisiera o no mi compañía, la soportaría porque se sentiría como si tuviera que
hacerlo. Y no quería que tuviera que hacer esa mierda. Me imaginé que se abriría y
querría pasar el rato, cuando estuviera lista.

Pero entonces, la jodida tarde siguiente la escuché a ella y a Jasper en su cuarto,


riendo. Él estaba en su espacio y ella estaba jodidamente feliz por ello. Era irracional
de mi parte, pero sentí esa extraña oleada de ira. Debería haber estado contento de
que la pobre chica pareciera feliz por algo, cuando, obviamente, había tenido una vida
dura, pero no podía estarlo. Estaba encabronado, encabronado porque no era yo. Era
ridículo, pero no podía evitarlo.

Y entonces, me evitó todo el día y yo estaba aburrido como una ostra. Tomé una larga
siesta porque no había nada más que hacer y cuando desperté y me dirigí al primer
piso, la encontré riéndose y pasando el rato con mis hermanos. En el momento que me
vio, se puso muy incómoda y se fue.

Las últimas dos semanas, no habían sido mucho mejores. Me evadía, apenas me
dirigía cinco palabras y dudo que me mirara a los ojos en lo absoluto. Eso estaba
empezando a encabronarme, porque me empezaba a sentirme tenso en mi propia
casa. Estaba tratando de esperar a que pasara, esperando que al tener un poco de
paciencia, ella se relajara, pero no estaba funcionando. Finalmente, llegué a mi punto
de quiebre cuando Jasper, simplemente, tocó mi puta puerta después de salir de la
habitación de Isabella y me pidió mi ropa sucia para que Isabella pudiera lavarla al
día siguiente. Mi hermano estaba jugando el papel de mensajero. Estaba usando un
puto intermediario, para evitar interactuar conmigo del todo.

Necesitaba saber por qué y necesitábamos resolver lo que fuera necesario, porque no
podíamos seguir con esta mierda. Normalmente, me encantaría no tener que tratar con
la gente, pero algo acerca de esta chica se había metido bajo mi piel. Simplemente, no
podía dejarlo pasar.

Me acosté en mi cama durante un rato, sin poder dormir. Toda esta situación estaba
jodiendo mi mente y así había sido desde el momento que puse mis ojos en ella en la
cocina. Estaba de mal humor y todo el mundo podía saberlo. Sabía que mis
compañeros de equipo estaban molestos, porque la estaba tomando con ellos durante
el entrenamiento. Cuando, en realidad, solo quería golpear a alguien, a quién fuera,
solo quería sacar algo de jodida sangre. Pero no podía, porque mi coche no
sobreviviría una nueva ronda de castigo tan cerca de la última.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 100


Por si fuera poco, no me había corrido en dos semanas, a menos que cuentes esa
agresiva sesión de masturbación el otro día en la ducha, que fue más para liberar algo
de frustración que para conseguir placer. Aunque, no fue por no intentarlo. Ya estaba
teniendo problemas de rendimiento y eso me estaba encabronando aún más.

Me incorporé sin ganas y miré el reloj. Tan solo eran unos minutos después de las
nueve. Me levanté y suspiré, pasando las manos por mi pelo con frustración. Caminé
hacia la puerta y la abrí, saliendo al pasillo. Escuché con atención y apenas se oía la
televisión en la habitación de Isabella. Vacilé, considerando si era o no, buena idea
pero, finalmente dije, al diablo. No iba a conseguir dormir hasta que no resolviera esta
mierda, así que levanté la mano y llamé.

Después de un momento, no escuché ningún movimiento dentro de la habitación, así


que volví a tocar, esta vez más fuerte. Cuando de nuevo no hubo ningún movimiento,
me empecé a sentir exasperado. ¿En serio iba a sentarse allí evadiéndome, esperando
a que me fuera?

Toqué una vez más, haciendo una pausa. Cuando, de nuevo, no hubo ningún
movimiento, dije: a la mierda y giré el pomo.

En realidad, esperaba que la puerta estuviera cerrada con seguro, así que me
sorprendí, cuando el pomo giró sin problemas y la puerta se abrió. La abrí lentamente
y le eché un vistazo al interior, congelándome al instante.

Isabella estaba acostada en su cama, atravesada boca abajo. Llevaba un par de


pantalones cortos negros, y una camiseta sin mangas negra. Era asombrosa la
cantidad de piel que estaba mostrando, nunca había visto tanto de ella gemí en voz
baja por la frustración, cuando mi polla se endureció. Ahora quería cooperar conmigo.

Estaba dormida. Sus ojos estaban cerrados y podía ver el vaivén de su cuerpo cuando
respiraba. Había una pequeña sonrisa en sus labios y, de inmediato, me pregunté qué
podría estar soñando para parecer tan contenta. Rápidamente, traté de hacer ese
pensamiento a un lado, ya que era jodidamente ridículo que me importará una mierda
lo que alguien estuviera soñando. La chica ni siquiera se acercaba a mí, ¿por qué me
importaba?

La ropa negra hacía que su piel se viera más pálida de lo que era. Parecía tan frágil,
casi como una muñeca de porcelana. Dudé, suspirando, antes de cerrar la puerta
detrás de mí. Di unos pasos hacia ella en silencio, deteniéndome junto a su cama.

Las marcas que tenía en la piel cuando llegó, se habían ido, pero pude ver,
claramente, que su piel estaba cubierta de pequeñas cicatrices. Había tantas, que era
evidente que había sido golpeada de forma rutinaria por Dios sabe cuánto tiempo.

Me di cuenta que estaba acostada, ligeramente, sobre una hoja de papel. Mi ceño se
frunció en confusión, preguntándome que podría ser. Ya me sentía lo suficientemente

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mal por estar en su espacio sin su permiso, pero mi curiosidad, se había despertado.
Extendí mi mano y agarré la hoja, tirando de ella despacio. Movió su cuerpo, rodando
sobre su espalda al sentir el movimiento del papel. Me quedé inmóvil, con los ojos muy
abiertos, esperando que ella abriera sus ojos y me atrapara. La última puta cosa que
necesitaba, era que me atrapara de pie en su habitación mirándola. No solo la
asustaría, sino que mi padre me jodería por ello.

Sin embargo, siguió dormida y yo, respiré profundamente al verla. Su camiseta era tan
escotada que podía ver la cima de sus senos y su sujetador. Desvié los ojos
rápidamente, sintiéndome como un puto pervertido y mi mirada se posó en su
estómago. Su camiseta se había levantado un poco, exponiendo su ombligo. Sentí la
erección en mis pantalones creciendo cada vez más y gemí.

Aparté la vista de ella rápidamente y agarré el papel que había a su lado. Lo levanté y
le di la vuelta, mis ojos se ampliaron.

Era un dibujo. No era un puto garabato o un monigote de mierda hecho con palitos
como los que yo hacía. Era bueno. Lo miré fijamente, con sorpresa, totalmente
asombrado de que fuera tan jodidamente talentosa. Quiero decir, ¿quién se imaginaba
que una chica que no podía escribir su nombre, fuera una artista? Era la imagen de
una mujer; supongo que sería de mediana edad. Reconocí algunos de sus rasgos, que
también pertenecían a Isabella, así de bueno era el dibujo, y me di cuenta que debía
de ser su madre.

Y me sentí mal al instante. Estaba enojado con ella y a punto de soltarle algunas
palabrotas por hacerme sentir incómodo, mientras la chica se encerraba en su cuarto a
hacer dibujos de su madre. Todavía era una niña y había sido empujada a esta casa
con un montón de gente que ni siquiera conocía, obviamente extrañaba a su madre.
Yo, de entre todos, sabía lo que se sentía al revolcarse en la tristeza por perder a una
madre. ¿Cuál era el puto problema, que no había sido comprensivo?

Suspiré y, de nuevo, puse el dibujo a su lado. Miré su rostro y me di cuenta que su


sonrisa había crecido. Sonreí involuntariamente al verla tan feliz, sintiéndome como un
imbécil por ser tan egoísta y enojarme porque Jasper la hiciera reír. ¿Qué diablos
pasaba conmigo?

Extendí mi mano y aparté un mechón rebelde de pelo de su rostro, congelándome


después. No me había dado cuenta de lo que estaba haciendo. Suspiré y me di la
vuelta, necesitaba salir pitando de allí, antes de hacer algo estúpido que la despertara.

Me dirigí a la puerta, negando con la cabeza por mi estupidez, cuando su inocente voz
entrecortada, llegó a mis oídos.

“Edward,” dijo en voz baja. Me quedé helado a medio camino, mi polla se endureció
aún más ante el sonido de mi nombre saliendo de sus labios. Era la primera vez que la

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escuchaba decirlo y envió mi sangre a correr por mi cuerpo y una puta extraña
sensación de hormigueo a mi pecho. Maldije en voz baja, porque me había
sorprendido en su jodida habitación y me volví lentamente.

Mi ceño se frunció en confusión, cuando vi que sus ojos aún estaban cerrados. Su
pecho subía y bajaba constantemente y la sonrisa seguía en sus labios. Una fuerte y
asombrosa sensación me invadió, cuando me di cuenta que seguía durmiendo. Había
hablado en su sueño y dicho mi nombre.

¿Estaba soñando conmigo?

La miré, por un momento, con los ojos muy abiertos, confusión y sorpresa rebotaban a
través de mí. Otra fuerte sensación bullía y parpadeé, rápidamente, un par de veces.
Me sentí feliz, con esperanza. ¿Por qué demonios sentía esperanza?

Traté de hacer eso a un lado rápidamente, suprimiéndolo, antes de empezar a


considerar seriamente qué diablos significaba. Rápidamente, salí disparado de su
habitación, lo más silenciosamente que puede.

Me acosté en la cama, dando vueltas. No podía dormir porque no podía desconectar mi


cerebro, no podía dejar de preguntarme que había provocado que dijera mi nombre en
sueños. No parecía molesta, en realidad, parecía jodidamente feliz, lo que no tenía
ningún sentido, considerando que ni siquiera se acercaba a mí. Quiero decir, ¿era feliz
por qué me encabronaba, disfrutaba jodiéndome?

La erección en mis pantalones palpitaba y era incómodo, así que, después de unos
minutos, moviéndome de un lado al otro tratando de ignorarlo, suspiré resignado.
Bajé un poco mis pantalones y la saqué, acariciándola despacio. No pasó mucho
tiempo antes de que la tensión se acumulara y pudiera sentir mi liberación
acercándose. Apreté los dientes y cerré los ojos cuando el placer me sacudió y exploté
con fuerza. No pude detener el fuerte gruñido que escapó de mi garganta y sentí mi
cuerpo inmensamente relajado. Disminuí el movimiento y suspiré, finalmente,
deteniéndome. Lo tenía todo sobre mi puta mano y mi estómago, así que salí de la
cama y me dirigí al baño, lavando la sustancia pegajosa. Ahora, mis ojos estaban
pesados por el cansancio y me tiré en la cama, durmiéndome casi de inmediato. Era,
exactamente, la mierda que necesitaba.

La mañana siguiente, desperté antes de lo habitual, sintiéndome bien descansado.


Salí de la cama y suspiré cuando los pensamientos sobre Isabella volvieron a mí.
Definitivamente, necesitaba sacar a la chica de mi sistema.

Salté a la ducha y me lavé, poniéndome algo de ropa después. Me habían quitado los
puntos, pero todavía quedaba una leve cicatriz sobre mi ojo y para ser honestos, me
hacía parecer un tipo duro. Tenía algunas cicatrices, la mayoría tenían historias locas
detrás, pero no estaba feliz de que esta viniera de Mike Newton.

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Recogí mi ropa sucia y la arrojé en el cesto, abriendo la puerta de mi habitación.
Vacilé, pero puse el cesto a un lado de la puerta de Isabella. Si, por ahora, necesitaba
acudir a Jasper para tratar conmigo, podía lidiar con ello. Pero esto no duraría mucho
tiempo, iba a hablar conmigo. Estaba decidido. Estaba algo preocupado porque ella
iba a lavar mi ropa interior pero, realmente, no había manera de evitarlo, porque
seguramente yo no los lavaría, teniendo en cuenta que no sabía nada sobre lavar.

Bajé las escaleras y cogí un tazón de cereal, dejándome caer en el sofá. Puse MTV y vi
algunos videos musicales para pasar el tiempo. Después de unos minutos, mis
hermanos se me unieron y desayunamos mientras charlábamos.

Después de un rato, sonó una bocina y Emmett se levantó de un salto diciendo que era
Rose y que nos veríamos más tarde. Miré mi reloj y vi que se iba temprano, lo que me
decía que planeaban echar un polvo en algún lugar antes de la escuela. Rose tenía un
fetiche con los coches, le gustaba follar en él.

“Una scopata veloce,” murmuré a Jasper, diciéndole que Rose y Emmett iban a echar
un polvo rápido. Jasper se echó a reír, negando con la cabeza y Emmett se volvió para
fulminarme con la mirada, mostrándome su dedo medio. Yo solo sonreí, acababa de
confirmarlo.

Jasper y yo nos sentamos viendo la televisión en silencio durante unos minutos, antes
de que suspirara. “Alice me pidió que invitara a Isabella al partido de mañana por la
noche,” dijo. Lo miré y elevé mis cejas algo sorprendido. Sabía que no estaba
acostumbrada a estar alrededor de adolescentes, así que no sabía cómo se tomaría
llegar a un estadio lleno de ellos.

“¿Lo vas a hacer?” Pregunté.

Él suspiró otra vez. “Iba a hacerlo, pero primero quería asegurarme de que estabas de
acuerdo.”

Fruncí el ceño en confusión. “¿Por qué no lo estaría?” Pregunté.

Se encogió de hombros. “No lo sé, tú eres el que juega y no quería hacer que perdieras
el partido por llevarla.”

Hice un gesto de negación con la cabeza. “¿Por qué el que ella estuviera allí me haría
perder?” Pregunté con confusión. Suspiró.

“En realidad, no lo sé, pero está claro que no se llevan bien. Estar a menos de cinco
metros el uno del otro los pone tensos. Quiero decir, diablos, ya ha estado por algunos
días estresada al saber que tiene que lavar tu ropa porque la necesitas, pero está
condenadamente asustada solo por pedírtela. Finalmente, me cansé de esa mierda y lo
hice yo.”

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Suspiré. “Joder, podría habérmela pedido, no le hubiera gritado. No sé cuál es su
problema pero no le he hecho nada. Pensé que lo habíamos llevado bien en el
supermercado, pero desde entonces me ha evitado como si estuviera enfermo o algo
así. Me está sacando de quicio.”

Él negó. “No creo que te des cuenta de lo abrasivo que puedes llegar a ser. Ni siquiera
tienes que decir una palabra, solo con tu postura y la manera de mirar a la gente,
puedes ser intimidante. En eso, te pareces mucho a papá. Tale il padre, tale ilfiglio,”
murmuró, de tal padre, tal hijo.

Suspiré y asentí. Realmente, no había nada que pudiera hacer sobre eso, simplemente
era así. No trataba de ser de esa forma, lo hacía inconscientemente. Miré el reloj, vi que
eran las siete y media y me levanté. “Vamos, cabrón, vámonos a la escuela y
terminemos con este día,” murmuré.

Jasper tenía su propio coche, pero no era aficionado a la conducción, así que siempre
iba con alguien. Subimos al Volvo y repasé mi iPod, buscando la lista de reproducción
de música clásica. Escuchaba casi todo tipo de música, pero hoy necesitaba algo para
calmar mis nervios. Últimamente, no había tocado mucho el piano, había estado en
algo así como un estancamiento musical y demasiado ocupado como para tratar de
concentrarme en eso.

Llegamos a la escuela y Alice se reunió con nosotros en el coche. Jasper se inclinó y la


besó rápidamente en cuanto la vio. Ella sonrió y se volvió hacia mí, alzando las cejas.
“¿Por qué la cara larga?” Preguntó.

Me encogí de hombros. Jasper sacudió la cabeza. “Él e Isabella no se llevan muy bien,”
dijo. Rodé los ojos.

“No es que no nos llevemos bien, es solo que, joder, sale huyendo cada vez que estoy
cerca.”

Alice negó con la cabeza. “Isabella es una chica dulce, si te relajas ella se acercará.”

De nuevo, rodé los ojos. “Alice, has hablado con ella una vez, su primer día aquí.
Desde entonces, se ha encerrado en su habitación cada vez que has venido. No eres,
precisamente, una experta en el tema,” murmuré. Isabella, también había evadido con
éxito a Alice, pero tenía la sensación de que tenía más que ver con el hecho de que
Alice, solo estaba en casa cuando Rose estaba allí. A todo el mundo le gustaba Alice,
pero todo el mundo evitaba a Rose.

Alice sonrió. “Siempre dudas de mí, Edward. A pesar de todo, solo sigue siendo una
adolescente promedio. No somos tan difíciles de entender si prestas atención.”

Me reí. “Si tú lo dices, enana. Todas las perras son desconcertantes.”

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Ella rodó los ojos. “¿Qué te dije sobre la palabra con “p”, Edward? Caray, ¿nunca vas
a aprender?”

Me encogí de hombros y sonreí, me di la vuelta y me alejé. Mi sonrisa se desvaneció en


cuanto le di la espalda. De nuevo, estaba tenso y exasperado. Caminé hacia Lauren,
que me sonreía seductoramente. Dudé antes de detenerme y levantar una ceja.
Llevaba una falda corta y una camiseta negra muy apretada, que mostraba
demasiado escote. Sentí la agitación en mis pantalones y sonreí.

“¿Quieres?” Le pregunté, sin tener que hacer la pregunta completa. No había follado
con Lauren por un tiempo, tratando de respetar el asunto del Tyler, pero necesitaba
descargar un poco de tensión y no se me paró con Jessica. Ella sonrió y se encogió de
hombros. “Vamos,” le dije, guiñándole un ojo. Me di la vuelta y me dirigí hacia el
coche, mirando hacia atrás para ver si me seguía, como sabía que haría.

Me subí en el asiento del conductor y vi a Alice y Jasper mirándome, los dos frunciendo
el ceño. Sin embargo, los evité, no quería lidiar con ello. Lauren se metió en el asiento
del pasajero. Encendí el coche y di marcha atrás, saliendo rápidamente del
estacionamiento.

“¿Lo quieres hacer aquí, en el coche?” Me preguntó. La miré con incredulidad.

“Por supuesto que no, no vamos a profanar los asientos de cuero. Este bebé es un
“Área de no follar”.”

Ella sonrió. “¿Entonces en tu casa?”

Inmediatamente, me tensé. ¿Mi casa? Por lo general, es dónde llevaba a las chicas
cuando nos saltamos clases, pero ahora Isabella estaba allí. ¿Podría, realmente, follar
ahora con alguien sabiendo que ella estaba allí? “No, no vamos a recorrer todo el
camino hasta mi casa,” le dije.

Tan pronto como llegué a una zona despoblada, me detuve y me dirigí lentamente
hacia el bosque. En cuanto quedamos fuera de la vista desde la carretera, detuve el
coche. “¿Aquí?” Preguntó frunciendo el ceño. Rodé los ojos.

“Oh, no seas delicada, deseas esta mierda tanto como yo. Dónde, no importa tanto
como qué,” dije. Estiré la mano, abrí la guantera y saqué un condón. Me bajé del coche
y ella se encogió de hombros, saliendo. Caminé hacia el frente del coche y se unió a
mí. Se inclinó para besarme y volví la cabeza para que sus labios rozaran mi mejilla.
Yo no besaba en la boca, ella sabía esa mierda mejor que nadie. Era demasiado
íntimo. No había besado en los labios desde que era niño.

“Solo espera, un día me besarás,” dijo. Sonreí y negué con un gesto de cabeza,
desabotonando y bajando el cierre de mis pantalones mientras sacaba mi polla. Rompí
el envoltorio del condón con mis dientes y me lo puse, era casi un experto en esa

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mierda. Le di la vuelta para que estuviera de espaldas a mí y la empujé hacia abajo
sobre el capó del coche. Le levanté la falda, bajé su tanga y empujé dentro de ella sin
demora. Ella gritó y gimió ante la sensación.

“Espera sentada por ese beso,” dije en voz baja, inclinado con mis labios justo en su
oído. Se estremeció y sonrió. Siempre supe cómo conseguir que se corriera.

Golpeé dentro de ella, sin misericordia. Lauren era una pervertida y le gustaba rudo, lo
que era bueno para mí porque era, exactamente, lo que necesitaba. No me iba bien
eso de tomárselo con calma. Necesitaba salir y entrar, no me importaban una mierda
los juegos previos. Hacer el amor era para las personas que estaban enamoradas y,
sin duda, ese no era yo.

Sentí su cuerpo tensarse, sus gritos cada vez más fuertes. Me incliné hacia adelante,
hundí mis dientes en su hombro y ella gritó, explotando en un orgasmo. Lamí el lugar
que había mordido y soplé suavemente mientras su orgasmo pasaba y, de nuevo, su
cuerpo estalló, sus rodillas se doblaron mientras gritaba mi nombre. Agarré sus
caderas para sostenerla y sentí venir mi propia liberación. Apreté los dientes y gruñí
cuando me corrí.

Inmediatamente, salí de ella, quitándome el condón y tirándolo al suelo. Lauren puso


la cabeza sobre el capó de mi coche, girándola para mirarme. “Eso es tirar basura,”
dijo, apuntando al condón en el suelo. Sacudí la cabeza, encogiéndome de hombros.

“Eso es exhibicionismo,” dije, extendiendo mi mano y dándole una nalgada en el


trasero aún expuesto. Ella gritó y se levantó riéndose, mientras bajaba su falda. Subí la
cremallera, me abroché los pantalones y miré mi reloj. “Vámonos, llegaremos a tiempo
para el segundo período.”

Hizo un puchero a la mención de volver a la escuela, pero no dijo nada. Nos metimos
en el coche y volvimos al instituto de Forks. Aparqué y bajamos justo cuando la
campana del final del primer período sonaba.

Caminé detrás de Lauren y subí mi mano por su muslo, rozando su tanga empapada.
“Gracias nena,” dije en voz baja, susurrando en su oído. Se estremeció de nuevo y yo
reí entre dientes, alejando mi mano y dirigiéndome al edificio. Pasé junto a Alice y le
sonreí, pero ella solo rodó los ojos. Me eché a reír.

El resto del día transcurrió sin incidentes. En el entrenamiento, los chicos se sintieron
aliviados al verme más relajado. Taylor estaba frío conmigo, pero lo ignoré, no dejando
que me incomodara.

Me imagino que debió de haberse enterado de mi escapada con Lauren y estaba


molesto por ello. No sabía que era lo que pensaba que tenían, pero, evidentemente,
ella no estaba en la misma página que él si se había escapado tan rápido conmigo. No
podía culparme por esa mierda, ese era un problema que ellos debían resolver.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 107


Volví a casa después del entrenamiento y entré, justo a tiempo para ver a Isabella
subiendo por la escalera. Suspiré y negué con la cabeza.

Me lavé las manos y me dirigí al comedor, donde la cena estaba esperando. Me dejé
caer y mi padre bendijo la mesa. Siempre me pareció irónico que insistiera en decir
una oración todas las noches durante la cena. Quiero decir, demonios, no creo que
pedirle a Dios que bendijese nuestros alimentos, valiese la pena el aliento que lleva
decir las palabras, considerando que él ha asesinado sin remordimientos, pero como
sea.

La cena estuvo fantástica, como siempre. Isabella era una cocinera increíble. Dos
semanas y todavía no había hecho nada que no me gustara, y yo era exigente como el
demonio. Mi padre y mis hermanos también estaban complacidos, lo que era mucho,
teniendo en cuenta que no creo que alguna vez cuando alguna de las otras mujeres
cocinaba, alguno de nosotros no hubiera tenido que hacerse después un sándwich por
no poder pasar la cena.

A mitad de la cena papá se aclaró la garganta. “Fue muy amable de tú parte invitar a
Isabella al partido de fútbol el viernes, Jasper,” dijo. Jasper asintió.

“Pensé que podría aprovechar a pasar un tiempo lejos de aquí. En realidad, ella no ha
puesto un pie fuera de casa desde que fue al supermercado,” dijo.

Papá se quedó inmóvil, su tenedor a medio camino hacia su boca. Miré a Jasper con
incredulidad. “¡¿No ha salido para nada?!” Pregunté.

Jasper negó. “No sabía que le estaba permitido. Nadie se lo explicó exactamente. Ni
siquiera sabía que tenía permitido ver la televisión en su habitación, hasta que papá le
dijo que viera una película.”

Negué con la cabeza y papá gruño. “Debí haberlo sabido, considerando de donde
viene,” murmuró para sí mismo.

“¿De dónde viene?” Pregunté por curiosidad. Papá hizo un gesto de negación

“No es mi historia para compartirla, depende de si Isabella quiere decírtelo,” dijo. Reí
secamente, como si fuera a decírmelo, cuando ni siquiera me daba una puta mirada, y
me volví hacia Jasper. Se encogió de hombros, por la expresión en su cara, era obvio
que no tenía idea de la respuesta.

“Voy a hablar con ella. De todos modos, he estado planeando llevarla a que se haga
unos exámenes y prefiero hacerlo todo, antes de que salga a socializar al instituto de
Forks,” dijo papá después de un momento.

“¿Así que va ir al partido?” Pregunté.

Jasper asintió. “Dijo que sí,” dijo.

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Me quedé en silencio por un momento. “¿Dijo que sí porque quiere, o dijo que sí porque
no cree que le esté permitido decir que no?” Pregunté. Eché un vistazo alrededor de la
mesa y vi que ninguno de ellos sabía la respuesta. Suspiré. “Eso es lo que pensaba.”

Después de la cena, me dirigí a mi habitación y me detuve en el pasillo. Mi cesto


estaba frente a mi puerta, lleno de ropa limpia doblada. Isabella estaba parada junto
a él, mirando al suelo y mordiendo su labio inferior. Parecía asustada como la mierda y
sentí una sacudida de tristeza atravesarme. No tenía por qué estar tan jodidamente
nerviosa a mí alrededor.

Suspiré y me dirigí hacia ella. Su cabeza se levantó rápidamente e hizo contacto visual
conmigo por primera vez, en casi dos semanas. “Yo, eh…” comenzó. Hice una pausa,
esperando pacientemente a que terminara. “Yo, eh, iba a guardarlas, pero eh…. no se
me permite, y uh, no sabía lo que usted querría, así que eh….”

Gemí y ella dejó de hablar inmediatamente, mirando de nuevo al suelo. “Quieres


guardar mi ropa,” dije, fue más una afirmación, que una pregunta. Estaba allí,
obligada a hablar conmigo, porque no quería dar la impresión de que estaba
descuidando su trabajo, pero estaba claro que no estaba precisamente cómoda
haciéndolo. Sabía que hubiera estado feliz de entrar a hurtadillas, guardarla y volver
a salir a hurtadillas sin ser detectada, mi padre había puesto la regla de “no entrar sin
permiso” porque a las otras mujeres, les había gritado, así que ella no podía entrar.

“Sí, señor,” murmuró. Asentí, mirándola fijamente por un momento, en conflicto. Podía
aliviar su malestar fácilmente, diciéndole que yo mismo podía hacerlo y realmente
podía hacerlo. O podría decirle que lo hiciera. Lo que requería que entrara en mi
cuarto, que era un desastre, pero ella ya lo sabía. No dejaba que la gente entrara a mi
cuarto a menudo, ya que no estaba del todo cómodo con gente alrededor de mis
pertenecías. Yo era tan extraño como para eso; supongo que era quisquilloso cuando
se trataba de mi mierda, pero como sea. Ambos estaríamos un poco incómodos, pero
ella no podría evitarme en mi puta habitación. El único momento en que las chicas
eran invitadas a entrar, era cuando me las tiraba y después las dejaba quedarse un
rato, así no parecía un completo cabrón, pero en el momento en que empezaban a
mirar o tocar cosas las echaba.

Me sentía mal por su incomodidad, pero cuando era necesario, era egoísta. Buscaba lo
que quería y, justo ahora, lo que quería era que me reconociera.

“Bien,” dije. Me miró y frunció el ceño, sorprendida por mi respuesta. Supongo que
pensaba que la eximiría de su obligación. Arqueé una ceja.

“Está bien,” murmuró.

Abrí mi puerta y me hice a un lado, haciendo un ademán para que pasara. “Bien,
adelante.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 109


Capítulo 12: “Compresión”
“Ningún hombre comprende un libro trascendente, hasta que ha visto y vivido, al
menos, una parte de su contenido.”—Ezra Pound

Isabella Swan

No estaba funcionando.

Las dos últimas semanas, había estado evitando a Edward. Apenas lo había visto o
hablado con él. Mantuve la distancia y traté de no permanecer mucho en su presencia.
Esperaba que al mantenerme alejada de él, de alguna manera, hiciera que esta
tensión incómoda que había entre nosotros desapareciera, que hiciera que estos
extraños sentimientos que siempre tenía cuando estaba cerca de él, se detuvieran.

Pero como dije, no estaba funcionando. Las sensaciones solo seguían creciendo y mi
atracción por él aumentando. Era ridículo y no me gustaba, pero no podía evitarlo.

No lo entendía, no entendía mi reacción hacia él. No entendía por qué mi pecho


parecía que iba a estallar cuando él hablaba, por qué cuando se acercaba a mí sentía
hormigueo en la piel, por qué me sentía mareada cuando oía su risa. No comprendía
por qué sonreía involuntariamente cuando alguien lo mencionaba, por qué estaba
constantemente consciente de dónde estaba, por qué mi corazón comenzaba a latir
con fuerza cuando escuchaba su coche estacionarse frente a la casa. No tenía sentido
que estuviera siempre en mi mente y que los pensamientos sobre él, dispararan un
cosquilleo por mi cuerpo, provocando que despertaran partes de mí que habían estado
dormidas y produciéndome sentimientos y deseos que nunca había sentido. Me ponía
nerviosa y ansiosa, me hacía sentir millones de mariposas revoloteando dentro de mí y
no tenía sentido, porque antes solo me había sentido intranquila por miedo. Y no le
tenía miedo, no me asustaba. Lo único que me atemorizaba, eran los sentimientos que
inspiraba en mí, porque no tenía idea de lo que significaban.

Apenas lo conocía. De hecho, me había propuesto no conocerlo. Pero nada de eso


había funcionado o hecho una diferencia, porque, de todos modos, seguía sintiendo lo
mismo. Ni siquiera en mis sueños podía escaparme de esos sentimientos, porque
comenzó a adentrarse sigilosamente en ellos. Constantemente, veía su rostro,
escuchaba su risa y su voz.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 110


No sabía que más hacer. Lo evadía tanto que ya no sabía cómo detenerme.

Ahora tenía que saberlo, tenía que haberlo descubierto. No era precisamente
disimulada al hacerlo y sabía que Jasper se había dado cuenta de que evitaba a su
hermano, así que comprendí, que Edward tenía que haberlo notado. Pero no tenía
forma de explicarlo, no había manera de hacerle entender por qué.

Lo peor, era que no tenía con quién hablar, nadie que me ayudara a entender o me
diera consejos. Las dos últimas semanas, había llegado a conocer a los otros chicos
Cullen tan bien como se esperaba y el doctor Cullen tenía razón, realmente, había
llegado a disfrutar de la compañía de Jasper y Emmett. Especialmente de Jasper, que
era compresivo y simpático. Nunca me hacía preguntas o me presionaba sobre por qué
hacía o decía ciertas cosas. Simplemente lo aceptaba y lo agradecía. Podía imaginar
fácilmente, por qué él y esa chica, Alice, eran novios, parecían tener personalidades
que se complementaban la una a la otra.

Hablando de Alice, las últimas semanas había estado en casa un par de veces, pero yo
la evitaba. Me agradaba, pero no sabía cómo actuar a su alrededor. Me abrazó y me
dijo que seríamos amigas y para mí fue muy extraño, inesperado. No había estado
aquí sin venir con Rosalie, la novia de Emmet y había estado haciendo todo lo posible
para mantenerme alejada de ella. Tanto Edward como el doctor Cullen me habían
avisado que no era agradable y yo no necesitaba una confrontación. Le tenía miedo y
ni siquiera había hablado con ella.

Anoche, Jasper había venido a mi habitación a dejar un paquete que Alice le había
dado para mí. No era la primera vez, en las últimas semanas, me había enviado
paquetes a través de él un par de veces. Él decía que eran cosas que se le había
olvidado comprar, como unas lociones, una bata y un cepillo. Estaba agradecida por
todo, pero era abrumador. No parecía que valiera la pena, que gastaran tanto dinero
en mí. Entró, se sentó en mi sofá y me preguntó si ya había lavado la ropa sucia de
Edward. Yo había mencionado de pasada, que tenía que saber si Edward necesitaba
que le lavara ropa, a los demás les había lavado, al menos dos veces y de Edward aún
no había lavado una sola pieza. Le dije que no, que aún no le había preguntado y
Jasper asintió. Se sentó en silencio durante unos minutos, antes de suspirar y
preguntarme si Edward me había hecho algo.

La pregunta me había cogido con la guardia baja y le aseguré que, de ninguna


manera, Edward me había hecho, pero no pareció creérselo. Cuando se fue, le oí
llamar a la puerta de Edward y eso me asustó un poco.

Anoche me quedé dormida agarrando el dibujo que había hecho de mi madre.


Deseaba que estuviera cerca, poder hablar con ella. Podría ayudarme a entender los
sentimientos que estaba teniendo, aunque ella nunca los hubiera experimentado. Mi
madre siempre tenía una manera de hacerme sentir mejor, aunque no tuviera la
solución a mis problemas. Soñé con Edward de nuevo y me desperté con una

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 111


sensación de hormigueo danzando en mi piel.

Cuando me levanté y abrí la puerta, me congelé en el acto. La ropa sucia de Edward


estaba en el pasillo. Y comprendí, que esa era la razón por la que anoche, Jasper
había ido a la habitación de Edward y, al instante, me sentí horrible. Todos habían
sido demasiado amables conmigo y yo solo estaba esperando que todo se viniera
abajo, que cambiara repentinamente, y descuidar el poco trabajo que tenía que hacer
sería una manera segura de propiciar esa caída. Y era una completa equivocación que
Jasper tuviera que intervenir para que yo hiciera mi trabajo, no podía dejar que eso
sucediera de nuevo. No podía permitir que mis sentimientos infantiles nublaran mi
buen juicio. Tenía que seguir esforzándome.

Como de costumbre, pasé el día limpiando y lavé la ropa de Edward, teniendo especial
cuidado con ella porque sabía que era exigente con sus cosas. La llevé arriba y la puse
en el pasillo, fuera de su habitación, sin saber qué hacer con ella. Siempre guardaba
la ropa de los demás, cuando ellos me daban permiso para entrar, pero nunca había
tratado el tema con Edward y no había manera de que simplemente entrara. El día
transcurrió rápido.

El doctor Cullen llegó a casa y yo estaba poniendo la comida en la mesa, cuando


Jasper entró en la habitación.

“¿Isabella?” Dijo. Me miró y sonrió.

“¿Sí, Jasper?” Pregunté. Me había hecho jurar que no lo llamaría señor.

“¿Quieres venir con nosotros al partido de fútbol de Edward, mañana por la noche?”
Me preguntó.

Dejé lo que estaba haciendo y lo miré con incredulidad. ¿Me estaba invitando a salir
con ellos y socializar? Lo miré fijamente por un momento, antes de mirar al doctor
Cullen. Él me observaba con interés y sonrió, asintiendo. No estaba segura de si eso
significaba que se me permitía decir que sí, si quería, o si él me decía que tenía que
decir que sí, pero independientemente de ello, sabía que no podía decir que no. No
sería correcto.

“Sí,” dije en voz baja. Jasper sonrió y asintió. Terminé de sacar la comida, de repente
estaba muy nerviosa y me dirigí rápidamente a las escaleras. Oí el coche de Edward
detenerse y la puerta principal abrirse. Pude sentir su mirada sobre mí cuando llegué
al segundo piso, pero no me atreví a dar la vuelta y mirar.

Esperé en mi habitación hasta que escuché a Edward empezar a subir las escaleras
del segundo piso. Respiré profundamente para prepararme y salí al pasillo. Al menos
tenía que ofrecerme a colocar su ropa, ya que, para empezar, no había sido lo
suficientemente valiente como para pedírsela.

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Levanté la vista cuando llegó al piso y nuestros ojos se encontraron. Era la primera
vez, en casi dos semanas, que miraba en ellos y eran tan impresionantes como los
recordaba. Se detuvo frente a mí y empecé a tartamudear, en realidad, mis palabras
no tenían sentido porque estaba muy nerviosa. Era la primera vez que me dirigía a él
en bastante tiempo. Él se dio cuenta de lo que quería y esperaba que me despidiera,
pero no lo hizo. Me sorprendió cuando abrió la puerta de su habitación y me indicó que
entrara.

Me sentía enferma, las mariposas revoloteaban dentro de mí. Di unos pasos dentro de
su habitación, deteniéndome justo en la entrada. Edward cogió el cesto de la ropa y lo
dejó al lado de la puerta. Estaba parado detrás de mí, tan cerca que mi piel
hormigueaba. Podía olerlo y era embriagador, nublaba por completo mis
pensamientos. Inhalé bruscamente cuando oí el clic de la puerta al cerrarse detrás de
nosotros, encerrándonos juntos en la misma habitación.

Traté de hacer a un lado mi nerviosismo, ignorar su proximidad y su aroma, que me


estaba haciendo sentir aturdida, estaba decidida a hacer esto rápidamente. Me di la
vuelta para tomar la canasta y mi visión se nubló por el brusco movimiento. Casi perdí
el equilibrio, pero Edward me agarró rápidamente, manteniéndome en pie. La
electricidad se disparó a través de mí por su toqué y jadeé. Instintivamente, traté de
alejarme de su toqué, estremeciéndome ante el inesperado contacto y Edward me soltó.

“¿Estás bien?” Preguntó con las cejas levantadas. Parecía preocupado por mí de
verdad y me hizo sentir aún peor por toda la situación. No era su culpa que yo tuviera
esos sentimientos tan ridículos e inmaduros y estaba mal por mi parte tomarla con él.

“Sí, señor,” dije en voz baja, inhalando profundamente. Me di la vuelta y caminé hacia
su canasta, empezando a sacar su ropa. Tenía mucha, ya que no se la había lavado en
bastante tiempo.

Edward pasó rozando junto a mí y se acercó a un escritorio al otro lado de la


habitación. Sacó la silla y se sentó, encorvado. Su postura era horrible. Traté de no
mirarlo, pero sentía sus ojos en mí. Me estaba poniendo más nerviosa y mis manos
temblaban. No quería meter la pata o hacer algo que lo molestara.

Se quedó callado por un momento antes de suspirar. “¿Te puedo preguntar algo?”
Preguntó.

Dudé. “Por supuesto, señor,” dije después de un momento.

Al principio no dijo nada, solo estaba sentado, mirándome. Finalmente, fue demasiado
y dejé de hacer lo que estaba haciendo, mirando en su dirección. Él sonrió cuando lo
miré, pero no dijo nada.

“¿Tiene una pregunta, señor?” Pregunté.

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Él asintió. “En realidad, tengo algunas. ¿No te importa? ¿Verdad?”

Negué con la cabeza. “Puede preguntarme cualquier cosa, señor,” Me arrepentí de mis
palabras en el momento que las pronuncié, temiendo que me preguntara algo
vergonzoso. Me di la vuelta y comencé a colgar más ropa, esperando que empezara
con sus preguntas.

“¿Cuál es tu nombre completo?” Me preguntó.

“Isabella Marie Swan,” dije, un poco sorprendida por su pregunta.

“¿Dónde naciste?”

Suspiré. “Phoenix, Arizona.”

“Apuesto que no es fácil adaptarse a este deprimente clima cuando vienes de un


lugar tan caliente y seco.”

Sonreí levemente. “Sí, se necesita algo de tiempo para acostumbrarse.” Lo miré y lo vi


asentir.

“¿Viviste allí toda tu vida?”

Asentí. “Hasta hace dos semanas, sí.”

“¿Lo extrañas?” Me congelé, algo sorprendida por su pregunta. No sabía cómo


responderla.

¿Se supone que debería decir que no, porque decir que sí sería grosero? ¿Se
ofendería si dijera que sí? ¿Realmente, podría decir que echaba de menos Phoenix, sin
explicarle todo y que entendiera que no era nada contra ellos o algo a favor de
Charles, pero que eran mis sentimientos? “La verdad,” dijo, leyendo mi expresión.

“Depende de lo que quiera decir con “eso”,” dije vacilante. Lo miré para evaluar su
reacción y lo vi mirándome con interés.

“Explícamelo,” dijo. Cerré los ojos y suspiré.

“No echo de menos a mis dueños,” dije. Nadie más me había pedido que hablara de
esto y no me sentía muy cómoda hablando de ello por primera vez, con la única
persona que me ponía tan tensa como estaba ahora.

“Te golpeaban,” dijo, su tono me dijo que era una declaración y no una pregunta. Lo
miré y vi que fruncía el ceño y parecía enojado. Asentí.

“Sí, señor. Eso es correcto.”

“Entonces, ¿cómo puedes extrañarlo? Evidentemente, no tenías buena vida si

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abusaban de ti.”

Suspiré. Sin saber cómo explicárselo. “Hay diferentes grados de buena,” le dije
vacilante. “Pude haberlo pasado mal allí porque abusaban físicamente de mí, pero lo
que tenía era un sistema de apoyo, personas que soportaban lo que yo soportaba y
entendían la vida que tenía. En ese sentido, tenía una buena vida en Phoenix.”

Lo miré y vi que sus ojos se estrechaban ligeramente. No parecía enojado por lo que
había dicho, más bien, era como si estuviera contemplando algo.

“¿Y qué hay de tu vida aquí? ¿Es un diferente grado de buena?”

Asentí. “Por supuesto. Tengo comida para comer y ropa que vestir y mis amos me tratan
con humanidad. La gente, en mi mundo, se esfuerza por este tipo de vida, una donde
no tengas que vivir en constante temor de pagar por los errores de otras personas con
tu vida.”

“¿Y en Phoenix lo sentías? ¿El temor de ser asesinada sin razón?” Preguntó. Lo miré y
vi que parecía realmente interesado.

“Siempre hay una razón, señor. Solo no siempre una que hayas provocado.” Era
curioso lo fácil que era decirle estas cosas. Los nervios seguían allí, mi corazón seguía
latiendo de prisa, pero no estaba del todo incómoda. Hablar con él venía de forma más
natural de lo que pensé que sería y me sentí ridícula por mi comportamiento anterior.
Solo había conseguido empeorar las cosas.

“Por eso me pediste que no te castigara cuando tiré el jugo de naranja. Estás
acostumbrada a que te culpen por todo, incluso si no tienes la culpa.”

Asentí. “Sin embargo, eso fue mi culpa, señor. Lo asusté y no debí haberlo hecho.”

Se burló. “No puedes culparte por eso. Estaba siendo un puto gato miedoso.”

“¿Así que, no era la única actuando como un gato?” Dije al instante, sin darme tiempo
a pensar en lo que estaba diciendo. Él me había gritado y me había dicho que
necesitaba una campana porque era peor que un gato.

Rio con fuerza. “Fliglio di a femmina,* ¿acabas de gastar una broma?” Sonreí con el
sonido de su risa. Era tan alegre y melódica. No tenía idea de lo que quería decir la
primera parte de lo que había dicho, pero una parte de mí, reconoció que,
probablemente, no quería saberlo.

“¿Puedo hacerte otra pregunta?” Dijo después de un momento.

“Por supuesto.”

“¿Aquí temes por tu vida?” Preguntó, su voz baja y demandante. Lo miré y vi que su

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expresión igualaba a su tono. Casi daba miedo la forma en que había pasado de la
risa a parecer estricto, con tanta rapidez.

Dudé, pero decidí decirle la verdad. Hasta ahora, no le había mentido y no quería
empezar ahora. “Siempre temo por mi vida, sería estúpido por mi parte no hacerlo.
Solo porque no me castiguen por los errores de alguien más, no quiere decir que algún
día no tenga que pagar por los propios. Nadie es perfecto y es probable que, en algún
momento, diga o haga algo que no esté bien y soy muy consciente de las posibles
consecuencias. Mi vida no me pertenece, nunca me ha pertenecido. Ahora mismo, le
pertenece a usted y a su familia y es suya para quitármela cuando mejor le parezca.”

Él no respondió y yo no lo miré. Seguí guardando su ropa en silencio, sin saber su


impresión sobre lo que le había dicho. Después de un momento, se aclaró la garganta
y me tensé ligeramente por instinto.

“¿Cuál es tu color favorito?” Preguntó de repente.

“Verde,” le dije de inmediato, sin siquiera pensarlo. Sentí el rubor subir a mis mejillas y
volví la cabeza para que no pudiera verlo. Sabía que lo había dicho porque era el color
de sus ojos y no quería tener que explicarlo.

Terminé rápidamente con la ropa y puse a un lado el cesto. Recobré la compostura, el


rubor ya se había ido, así que me volví hacia él. Me miraba intensamente, con una
expresión ilegible.

“¿Necesita algo más?” Pregunté.

Él asintió. Y me quedé allí parada, por un momento, mirándolo, esperando que dijera
lo que quería, pero no lo hizo.

“¿Qué necesita?” Pregunté, finalmente, sin poder evitar que la tensión surgiera en la
habitación.

“Necesito saber por qué me odias.”

Mis ojos se abrieron y parpadeé varias veces confusa. ¿Pensaba que lo odiaba?
“¿Qué quiere decir?”

Suspiró pasándose la mano por el pelo. Estaba despeinado y apuntando para todos
lados y solo lo estaba poniendo peor. “Quiero decir, huyes de mí como la mierda, no
me miras ni me hablas. La única razón por la que lo estás haciendo ahora, es porque
piensas que no tienes otra opción, porque tienes que guardar mi ropa. Quiero decir,
joder, yo podría hacer esa mierda, pero la única manera en que puedo conseguir que
te quedes en la misma puta habitación que yo, es darte trabajo que hacer. No tienes
problema en pasarlo bien con mis hermanos, así que, ¿cuál es el puto problema
conmigo? ¿Soy tan jodidamente horrible?”

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Lo miré fijamente, sorprendida, mientras divagaba con frustración. Estaba un poco
aturdida y no podía hacer que mis labios se movieran para formar palabras.

“Y Dios, ahora estoy aquí sentado gritándote de nuevo y maldiciendo, como si eso
fuera arreglar el puto problema,” murmuró, mientras hacía un gesto de negación con la
cabeza. “¿Ese es el problema? ¿Es mi temperamento? ¿Te doy miedo?” Sacudí mi
cabeza, vacilante. Él gruño. “Entonces, ¿qué?”

“No lo odio. Es solo que….” Empecé, sin saber cómo explicarlo.

“Solo ¿qué?” Preguntó.

“Es que no lo entiendo,” dije en voz baja. Suspiró y abrió la boca para responder, pero
fue interrumpido por el timbre de su teléfono. Él gruñó con fuerza y lo cogió, mirándolo.
Elevó la vista hacia mí y suspiró.

“Que tenga una buena noche, señor,” dije, dándome la vuelta y dirigiéndome a la
puerta.

“Isabella,” gritó, su teléfono seguía sonando. Volví la cabeza para mirarlo. Tenía el
ceño fruncido. “Creo que descubrirías que tenemos mucho más en común de lo que
piensas, si, al menos, nos dieras la oportunidad de conocernos.”

Se volvió de espaldas a mí y contestó su teléfono con un bajo. “Qué pasa.” Abrí la


puerta y salí rápidamente, cerrándola detrás de mí.

Entré en mi habitación y cerré la puerta, yendo directamente al baño. Tomé una ducha
larga y caliente para relajarme. La conversación con Edward había sido algo
surrealista y estaba tratando de ponerlo todo en orden en mi cabeza.

Después de mi ducha, me puse un pijama corto de los que Alice me había comprado.
Se habían convertido rápidamente, en mis favoritos. Me acosté en la cama pero no era
capaz de desconectar mi cerebro, así que cogí papel y lápiz y empecé a dibujar.

Dibujé a Edward. Hasta el último detalle de su rostro, había quedado grabado en mi


memoria. La forma exacta de su mandíbula, la curva de sus labios, el arco de sus
cejas, el ángulo de su nariz. Recordaba cada detalle de sus ojos, cada mota dorada en
ellos, la forma en que el verde esmeralda brillaba. Su caótico pelo y la forma en que a
veces se metía en sus ojos. Tenía ligeras pecas por el sol en su nariz y en la parte
superior de sus mejillas y una pequeña cicatriz en el lado derecho de su labio inferior,
que apenas se veía, a menos que realmente te fijaras.

Cuando lo terminé, lo levanté y lo miré. Era decente, pero le faltaba algo. Tal vez era,
que no había color en sus ojos o quizás era, simplemente, que tenía el tipo de
esplendor que no se puede traducir en un papel. Fuera lo que fuese, algo no cuadraba
y eso me frustraba. Hice una bola con él y lo arrojé a través de la habitación, al bote de

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basura. Mi puntería falló y aterrizó en el suelo, cerca de la puerta, pero solo gruñí y
dije: “al diablo con él”. Me quedé acostada por un buen rato antes de quedarme
dormida. Me di cuenta, que estaba cómoda durmiendo con la luz encendida, no me
sentía tan sola.

Me desperté por la mañana y salí de la cama. Me puse unos vaqueros y una camiseta
rosa, antes de dirigirme a la planta baja. Me quedé inmóvil a mitad de las escaleras,
cuando oí la televisión encendida en la sala de estar. Pasaban de las ocho y a esa
hora, deberían de haberse ido todos.

Me dirigí al vestíbulo en silencio, caminando despacio hacia la sala de estar. El doctor


Cullen estaba sentado en el sofá con los pies apoyados sobre la mesa, y un ordenador
portátil en su regazo. Vestía un poco más casual que de costumbre, pero aún así,
elegante.

Llevaba un par de gafas para leer, lo que me sorprendió, nunca las había visto.
Mientras me acercaba me miró y sonrió.

“Buenos días,” dijo calurosamente. El doctor Cullen y yo no interactuábamos mucho, ya


que siempre estaba ocupado, pero cuando lo hacíamos nos llevábamos bastante bien.

“Buenos días a usted también, amo Cullen,” murmuré, un poco confundida porque
estuviera en casa. En dos semanas, no había habido un día que se quedara en casa.

Sonrió. “Llamarme amo es completamente innecesario. Sé que a tus ojos, técnicamente


es lo que soy, pero prefiero que no te dirijas a mí de esa manera. Me hace sentir como
si me pusieras al mismo nivel que tu padre y prefiero pensar de mí mismo que soy
mejor hombre que eso.”

Asentí. “Lo siento, señor.”

“No hay necesidad de disculparse, puedes llamarme Carlisle, o si te sientes incómoda


con eso, doctor Cullen estaría bien.”

“De acuerdo,” dije un poco sorprendida de que me pidiera que lo llamara por su
nombre. “Y usted es mejor hombre que mi padre, señor,” añadí rápidamente, no quería
que creyera que pensaba mal de él. Había sido amable conmigo.

Sonrió. “Gracias, solo los que son verdaderamente egoístas gozarían de ser llamados
amos por una inocente niña de dieciséis años. Y tengo que incluir a mi hijo Edward en
eso, pero por otras razones. Probablemente, lo disfrutaría enormemente como un típico
adolescente. Son muy hormonales a su edad,” dijo en broma. Sonreí y asentí.

"¿Puedo hacer algo por usted, señor?", Le pregunté. Él negó.

“En realidad, estaba esperando a que te levantaras, ya que tenemos planes. Lo he


estado posponiendo pero necesitas hacerte hoy los exámenes.”

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Mis ojos se ampliaron por el miedo. No había olvidado lo que me había dicho en
Phoenix, tendría que hacerme unos exámenes, pero estaba un poco aprensiva acerca
de qué se trataban. Una parte de mí, esperaba que hubiera cambiado de opinión.

“No te preocupes, no serán insoportables y no llevarán mucho tiempo,” dijo. Asentí,


suspirando. El doctor Cullen cerró su computadora y la puso junto a él en el sofá. Se
puso de pie y se estiró. Se dirigió a la puerta y yo lo seguí. Me indicó que saliera
mientras él presionaba algunos botones en el teclado y salía, cerrando la puerta detrás
de él. Abrió la puerta de su coche negro para mí y me deslicé en el asiento del
pasajero. Se subió y encendió el coche.

Condujo en silencio. El viaje pareció como si hubiera durado una eternidad, pero en
realidad fue poco más de una hora. Se detuvo frente a un gran edificio y pude leer la
palabra “Clínica” a un costado. Aparcó el coche y se volvió hacia mí, sonriendo
suavemente.

“Esta es la ciudad de Port Ángeles. Tengo un amigo aquí que está al tanto de la
situación y empleará la mayor discreción. Yo podría, fácilmente, hacer todo esto, pero
imaginé que te sentirías más cómoda si no lo hiciera.”

“¿Qué van a hacer?” Pregunté con timidez. Él suspiró.

“Para empezar, unos exámenes físicos básicos, análisis de sangre para asegurarnos
de que estás sana. También te hará una prueba de papanicolaou. ¿Sabes lo que es?”

Negué. “No, señor.” Él suspiró de nuevo, pellizcándose el puente de la nariz. De


repente, me asusté, consciente de que no era bueno si estaba frustrado por ello.

“Tomará una muestra de entre tus piernas y hará algunas pruebas, por lo que sería
incómodo para ti que yo lo hiciera. Te pondré en control de natalidad porque es
necesario.”

“¿Control de natalidad?” Casi grité, mis manos volaron hacia mi boca para cubrirla,
sorprendida por mi propio comportamiento. Gracias a Dios, no se enojó por mi
arranque.

“No estoy insinuando nada, Isabella. Tu virginidad es tuya para que hagas lo que
desees, nadie te quitará nunca esa libertad. Creo que la violación y el asalto sexual es
el crimen más atroz que puede haber y no lo apruebo en lo absoluto, y si alguna vez
alguien se aprovecha de ti de esa forma ten por seguro que afrontará las
consecuencias. Lo digo en serio. Pero no quiero correr riesgos y algo a lo que no me
puedo arriesgar es a un embarazo no planeado, ni deseado. Siempre es mejor prevenir
que lamentar, así que tengo que asegurarme de que si terminas participando en
actividades sexuales con alguien, no termine con el nacimiento de un niño.
¿Comprendes?”

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Lo miré sorprendida. “Está bien,” dije, impactada y sin saber de qué otra manera
responder. Asintió, abrió su puerta y salió. Caminó hacia mi lado y abrió mi puerta,
indicándome que saliera. Lo seguí al interior del edificio, mi cuerpo temblaba
ligeramente cuando estaba nerviosa y asustada.

Nos dirigimos directamente a una habitación con una mesa acolchada. Después de
unos instantes, entró un hombre mayor con el pelo gris, cerrando la puerta detrás de
él.

“Me sorprende verte tan pronto, Carlisle. ¿Supongo que no salió bien la última vez?”
Preguntó, abriendo, inmediatamente, un cajón y sacando unas cosas. El doctor Cullen
se echó a reír con amargura.

“No, en lo absoluto, fue un desastre total. Estoy casi seguro que en esta ocasión he
encontrado una ganadora,” dijo, mirándome con una sonrisa. Comprendí,
inmediatamente, que estaban hablando de otra esclava, aparentemente, una que
había tenido antes que yo. Al instante, me pregunté qué habría pasado con ella pero,
rápidamente, me negué a pensar en eso, sabiendo que no quería conocer la respuesta.

El hombre asintió. “Bien. Podemos seguir adelante y empezar. Primero, voy a extraer la
sangre y haré la prueba en el laboratorio, personalmente. Mientras tanto, puedes
tomar sus signos vitales y las estadísticas y prepararla para el papanicolaou.”

El doctor Cullen asintió, volviéndose hacia mí. “Toma asiento,” dijo, palmeando la
gran mesa acolchada. Me subí, nerviosa y mis piernas no llegaban al suelo. El otro
hombre se acercó a mí y agarró mi brazo, atando algo alrededor de él. Me dio una
pelota de goma y me dijo que la apretara. Le obedecí e hice una mueca de dolor,
cuando clavó una aguja en mi brazo, sin avisarme.

Me quedé quieta durante unos minutos, mientras él llenaba algunos frasquitos con mi
sangre. Soltó la liga y sacó la aguja de mi brazo, poniéndome una gasa. Salió de la
habitación con la sangre sin decir nada.

El doctor Cullen rodó una pequeña maquinita hacia donde yo estaba y envolvió algo
alrededor de mi brazo. Presionó un botón en la máquina y lo que estaba alrededor de
mi brazo empezó a inflarse, hasta que estuvo apretado y era ligeramente incómodo.
Finalmente paró y en la máquina sonó un pitido. Puso algo en mi dedo y lo sujetó
durante un momento, hasta que la máquina pitó de nuevo. Por último, tomó un
termómetro y me dijo que lo pusiera bajo mi lengua. Lo sostuve ahí por un momento
hasta que la máquina pito de nuevo y lo cogió de vuelta.

Me indicó que me pusiera de pie y lo hice. Lo seguí por la habitación y me subí a una
pesa. Movió el marcador hasta que estableció mi peso y suspiró.

“Estás flaca, debes comer más,” murmuró. Sonreí ante su tono. Sacó una regla de
metal con rapidez, tan rápido que me sorprendió y di un respingo. Redujo la velocidad

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de sus movimientos a propósito, lo que me hizo sentir mal.

Después, me hizo bajar y suspiró. “Vas a tener que quitarte la ropa. Allí hay una toalla
con la que te puedes envolver. No voy a salir de la habitación, pero te aseguro que no
miraré.” Lo miré fijamente, el miedo corriendo a través de mí y él suspiró. “Solo hazlo
para que podamos acabar de una vez. Va a suceder, cooperes o no y prefiero que sea
en buenos términos y no tener que forzarte físicamente.”

Asentí vacilante. El doctor Cullen se acercó a la ventana y miró hacia afuera. Agarré la
toalla y me quité la ropa, envolviéndome en ella. Me subí en la mesa, temblando de
miedo. La puerta se abrió y grité, asustada. El doctor Cullen se dio la vuelta y miró
hacia mí rápidamente, antes de volverse hacia el otro doctor.

“¿Estamos listos?” Le preguntó al doctor Cullen. Este asintió.

“Isabella, acuéstate y sube hasta el final de la mesa. Coloca los pies en los estribos o
reposapiés, como quieras llamarlos. Y trata de relajarte,” dijo con calma. Hice lo que
me había dicho, a pesar de mi miedo, no quería molestar al doctor Cullen. Él se dio la
vuelta y se alejó dándome la espalda de nuevo. “Vas a sentir algo frío ahí abajo y
luego sentirás algo de presión. Será incómodo y quizás un poco doloroso, pero pasará
rápido. ¿Entiendes?”

“Sí, señor,” dije en voz baja, cerrando los ojos. Sentí el frío y, al instante, me estremecí,
llorando en voz baja por el leve dolor y algo me penetró. Definitivamente, era incómodo
y empecé a sentirme mal. Apreté mis ojos con fuerza y sentí una lágrima deslizarse,
cayendo por mi nariz.

“Todo listo,” dijo el hombre y sentí la presión disiparse al instante. Mantuve mis ojos
cerrados y salté cuando sentí manos sobre mis senos. “Solo estoy comprobando que no
haya anomalías,” dijo. No respondí, solo me tense hasta que sentí que sus manos se
alejaban. “Por lo que veo, parece estar perfecta. Sé que probablemente no te importa,
pero definitivamente, nunca ha tenido ningún tipo de contacto sexual.”

Sentí una mano sobre mi cabeza y abrí los ojos. Mi visión estaba borrosa por las
lágrimas, pero pude ver al doctor Cullen a mi lado. Acariciaba mi pelo suavemente,
mirando al hombre. “Quiero que le pongas la inyección del Depo Provera (N.T.
Anticonceptivo) y si puedes tráeme un hisopo.”

El hombre asintió. “¿Prueba de ADN?” Preguntó. El doctor Cullen asintió.

El hombre salió de la habitación inmediatamente y el doctor Cullen suspiró. “Puedes


vestirte,” me dijo.

Caminó a través de la habitación y miró por la ventana. Me puse de pie,


sosteniéndome en la mesa ya que mis piernas temblaban y cogí mi ropa. Me vestí
rápidamente en silencio.

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El hombre regresó a los pocos minutos con una aguja y un hisopo. “Desabróchate los
pantalones un momento,” dijo. Me vi obligada y él los bajó un poco de la parte de
atrás. Clavó la aguja en mi trasero y salté. El dolor solo duró un segundo antes de que
el hombre volviera a subir mis pantalones. “Terminé.”

Asentí y abroché de nuevo mis pantalones. Estaba incómoda y abrumada y sentía


lágrimas corriendo por mis mejillas. El doctor Cullen me pidió que abriera la boca y lo
hice, sin querer que se molestara. En su mayor parte, sabía lo que era el ADN, pero no
tenía idea de por qué él quería una prueba. Raspó con el hisopo a lo largo de mi
mejilla y sonrió, cerrándolo herméticamente en una bolsa de plástico.

“¿Puedes hacer la prueba por mí?” Le preguntó al hombre.

“Por supuesto,” le dijo. El doctor Cullen se lo dio y estrechó la mano del hombre antes
de que este se fuera.

“No más auscultar y pinchar,” dijo el doctor Cullen, sonriéndome. Extendió su mano y
retrocedí, causando que gimiera con irritación. Sin embargo, no lo detuvo. Su mano se
elevó y se deslizó por mis mejillas, limpiando mis lágrimas. “¿Tienes hambre? ¿Vamos
a comer algo?”

******************
Figlio di a femmina = Hijo de puta

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“El problema con la gente es que son solo humanos.”—Bill Watterson

Isabella swan

El doctor Cullen condujo por la ciudad y paró en otro estacionamiento. Miré hacia
arriba y vi que el edificio tenía un cartel rojo, blanco y negro, pero no conocía la
palabra escrita en él. El doctor Cullen me miró, así que giré la cabeza, no quería que
me atrapara tratando de deletrear.

Se bajó del coche y me ayudó a salir. Lo seguí al interior de la tienda y, en el momento


en el que cruzamos la puerta, me di cuenta que era un lugar donde vendían teléfonos,
los había por todas partes. Un hombre saludó al doctor Cullen por su nombre, dándole
la bienvenida a la tienda Verizon, lo que me hizo darme cuenta que era lo que decía el
cartel.

Retrocedí mientras el doctor Cullen hablaba con el hombre de un teléfono que, al


parecer, había pedido y le preguntaba si lo tenían listo. El hombre se alejó un momento
y yo me quedé allí parada, en silencio, mientras el doctor Cullen sacaba su teléfono y
empezaba a juguetear con los botones. Unos minutos después, el hombre volvió con un
paquete. El doctor Cullen sacó una tarjeta de crédito plateada y se dirigió al mostrador
para pagar. Cuando acabó, se despidió y salimos de la tienda.

Me volví a subir al coche y el doctor Cullen condujo durante unos minutos, parando
frente a lo que parecía un restaurante, pero no puede leer el cartel. Cogió el paquete
de la tienda que acabábamos de dejar y rodeó el coche para llegar a mi lado,
abriéndome la puerta y ayudándome a salir. Entramos e inmediatamente nos
sentamos. La camarera me entregó el menú y me quedé mirando la fotografía que
tenía delante, a sabiendas que el doctor Cullen tendría que pedir por mí.

Ordenó dos cocas, cogió el paquete y sacó un teléfono de color azul claro. Lo abrió y
empezó a presionar los botones. Me senté, de nuevo en silencio, sin querer molestarlo.
La mujer volvió con nuestras bebidas y el doctor Cullen pidió dos platos de fettucini
Alfredo con pollo. Cuando la camarera se fue, me miró y sonrió. “Eso está bien, ¿no?”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 123


Asentí. “Sí señor, eso está bien.”

Asintió, volviendo su atención hacia el teléfono. Unos minutos más tarde, lo cerró con
fuerza y lo empujó sobre la mesa en mi dirección. Lo miré sorprendida y sonrió. “Es
tuyo. No puedo dejar que salgas de casa sin tener una forma de ponerte en contacto
con cualquiera de nosotros, y no quiero que estés sola en casa todo el día, sin una
forma de contactar conmigo en caso de que algo pase, ya que no tenemos teléfono en
casa.”

Asentí y tomé el teléfono, recogiéndolo vacilante. Lo miré con cautela. “Gracias,” le dije.

Asintió. “Necesitamos cubrir algunas reglas básicas. He programado mi número de


teléfono y el de los chicos. Eres libre de conseguir los números de Alice y Rose si lo
deseas. Puedes usar el teléfono para hablar con cualquiera de ellos, el tiempo que
quieras y cuantas veces quieras. Tienes permitido hacer amigos, tanto hombres como
mujeres, pero necesitarás una autorización previa, antes de desarrollar cualquier tipo
de amistad. Los chicos te alejarán de aquellos con quienes no debes juntarte. Debo
disculparme por no dejar claras algunas cosas; anoche, Jasper me comentó que no
sabías que tenías permitido salir de casa. Siempre y cuando el trabajo esté hecho y
obviamente eres más que capaz de hacerlo, eres libre de deambular por la propiedad.
Las anteriores mujeres se habían aficionado a ir a caminar al bosque, junto al río. Es
muy bonito por allí. No estás obligada a trabajar fuera, tenemos paisajistas, pero si lo
deseas puedes plantar flores o un jardín o lo que sea. No sé si eso te gusta, pero quería
darte esa opción. También podrás salir en público, con el tiempo y una vez que te
hayas acostumbrado a la vida aquí, lo harás sola y necesito que siempre cuides cómo
y qué dices. Cualquiera con quién hables, NO debe de saber que no estás en mi casa
voluntariamente. ¿Entiendes?”

“Sí, señor.”

“¿Recuerdas cuando te puse el chip de rastreo en Phoenix?” Preguntó. Asentí. “Debería


habértelo explicado mejor entonces, es un pequeño objeto que se inyecta bajo tu piel.
Puedo rastrear tus movimientos y vigilarte si así lo deseo. Puedo localizarte en
cualquier parte del mundo si lo deseo, con solo tocar un botón. Por eso, es imposible
que puedas escapar y esconderte de mí. Dudo que hagas algo así, pero es por
precaución. Y como siempre tengo forma de encontrarte, tienes permitido salir sola,
porque estoy seguro de que volverás. No temo que vayas a la policía, puedo decir que
eres demasiado inteligente para eso. Eres consciente de que lo único que harías al
involucrar a la policía, es firmar tu sentencia de muerte.”

Asentí. La señora regresó con la comida y el doctor Cullen dejó de hablar. Comimos en
silencio.

Después del almuerzo volvimos al coche y el doctor Cullen nos llevó de vuelta a su
casa. Hice un poco de limpieza mientras él se sentaba en el sofá con su ordenador

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portátil. Casi al mismo tiempo que Emmett y Jasper entraron, el teléfono del doctor
Cullen sonó. Él contestó y gruñó con fuerza, colgando y maldiciendo. Lo miré y vi que
estaba muy molesto.

“Hay algo de lo que debo encargarme en Chicago,” dijo. “Tengo que llamar al hospital
y hacer la maleta.”

Los chicos asintieron y no comentaron nada al respecto, lo que me decía que los viajes
sorpresa a Chicago no eran raros. El doctor Cullen se levantó y se dirigió a las
escaleras, maldiciendo en voz baja acerca de la gente incompetente. Me senté en la
sala de estar con los chicos y el doctor Cullen regresó, después de unos minutos, con
una maleta.

“Chicos, cuiden a Isabella esta noche, ¿de acuerdo?” Ellos asintieron y el doctor Cullen
salió y arrancó su coche rápidamente. Yo suspiré.

Me dirigí al piso de arriba y me desvestí, entrando en la ducha. Me duché y me lavé el


pelo, me sentía un poco sucia después de mis exámenes. Salí y me sequé, poniéndome
mi bata. Caminé por la habitación y encendí la televisión, tumbándome en mi cama.

Debí de haberme quedado dormida, porque me incorporé bruscamente, confundida y


escuché a alguien golpeando a mi puerta. Miré el reloj y vi que eran casi las siete.

Me puse de pie y caminé hacia la puerta, vacilando al abrirla. Mis ojos se abrieron por
sorpresa cuando vi a Alice. Ella me sonrió.

“Ya era hora de que abrieras,” dijo. Pasó junto a mí al entrar en la habitación,
dirigiéndose, directamente, a mi armario. Se movió entre la ropa, sacando algunas
cosas que todavía no había usado porque no había encontrado razón para hacerlo.
Las lanzó sobre mi cama y caminó hacia la cómoda, sacando algunas prendas
interiores. “Ponte estás y ven al baño,” dijo. Se dirigió al baño y cerró la puerta.

Sabía que no debía discutir o estar en desacuerdo. Me puse la escasa ropa interior y el
sujetador a juego. Me puse unos ajustados pantalones vaqueros azul oscuro y una
camiseta blanca. Encima me puse el suéter color canela y me dirigí al baño. Cuando
abrí la puerta Alice sonrió y asintió.

“¡Bien!” Ella saltó sobre el mostrador junto al lavamanos y me hizo un gesto con la
mano para que me pusiera entre sus piernas. La obedecí y ella agarró el cepillo,
empezando a jugar con mi cabello. Sacó algunos broches de su bolsillo, peinando
hacia arriba la parte superior, dejando que el resto cayera suelto por mi espalda.
Cuando quedó satisfecha, sacó un poco de maquillaje y comenzó a aplicarlo en mi
rostro. Estaba un poco nerviosa pero traté de mantener la calma. Apenas conocía a
Alice, pero, dadas las circunstancias, no tenía más remedio que confiar en ella.
Terminó rápidamente y asintió. “Realmente, eres una chica hermosa,” dijo.

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Sonreí. “Gracias,” dije en voz baja. No me sentía una chica hermosa pero, de todos
modos, era agradable escucharlo, ya que no recibía elogios por mi aspecto muy a
menudo.

“No tienes que darme las gracias,” dijo encogiéndose de hombros. Me hice a un lado y
ella saltó del mostrador, dirigiéndose hacia la habitación. Me miré en el espejo y me
congelé. Obviamente era yo, pero lucía…. diferente. El maquillaje no estaba cargado y
el peinado no era muy elaborado, pero la combinación de ellos, casi me hizo sentir
bonita.

Entré en la habitación y Alice agarró un cinturón, envolviéndolo alrededor de mi


cintura. Me lanzó un par de calcetines y me los puse mientras ella sacaba un par de
botas peludas, que llegaban a media pantorrilla.

Cuando estuve completamente vestida, sonrió y asintió. “Vas a volverlos locos,” dijo.
Mis ojos se abrieron por la sorpresa, sin saber a qué se refería. Se rio de mi expresión.
“El único problema es que no tienes las orejas perforadas. Pronto arreglaremos eso.
Pero toma,” dijo, sacando un collar de su bolsillo. Lo deslizó alrededor de mi cuello y
sonrió.

Toqué el collar, mirándolo cautelosamente. Tenía un colgante en forma de corazón


que tenía algunas piedras brillantes, esperaba no fueran diamantes auténticos.

“Eh, gracias Alice,” murmuré. Ella sonrió.

“De nada. Estoy contenta de que vengas. Rosalie estará allí y sé que te han dicho que
ella puede ser mala, pero la clave con ella es ser sarcástico. Es extraña. Para que le
agrades tienes que aprender a contestar.”

La miré con incredulidad. ¿Esperaba que le contestara a alguien? Eso iba en contra de
todo lo que sabía. Ella vio mi expresión y asintió. “Ya verás, será más fácil de lo que
crees.”

Alice cogió mi mano y me llevó fuera de la habitación. Vacilé, pero agarré el teléfono
que el doctor Cullen me había dado, poniéndolo en mi bolsillo trasero. Fui detrás de
ella, tomando respiraciones profundas para calmarme. Nos dirigimos al vestíbulo y vi a
Jasper allí parado, esperándonos. Me sonrió y se inclinó, besando a Alice en los labios.
Aparté la vista de inmediato, no quería sentir que estaba interrumpiendo o espiando su
momento íntimo.

“Te ves muy bien, Isabella,” dijo Jasper. Le miré y vi que sonreía. Le devolví la sonrisa.

“Gracias, Jasper.”

Él asintió y abrió la puerta de la entrada, haciendo un gesto con la mano para que
saliera. Lo hice y Alice salió detrás de mí, seguida por Jasper, que pulsó los botones del

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teclado y cerró. Nos dirigimos a un pequeño coche amarillo y me subí en la parte
trasera. Jasper se subió en el asiento del pasajero y Alice en el del conductor.

Traté de controlar mi respiración para no hiperventilar, pero estaba más que nerviosa.
Alice se acercó al instituto y mis ojos, se abrieron por la sorpresa por la gran cantidad
de coches. Parecía que toda la ciudad estaba allí. Alice aparcó y salimos. Mis rodillas
temblaban y Alice entrelazó su brazo con el mío, sujetándome. Jasper me sonrió con
tristeza.

“Todo irá bien,” dijo. Caminé con ellos hacia el estadio. Alice no me soltó, sujetando mi
brazo. Jasper fue a la puerta, compró tres boletos y caminamos al interior. Había gente
por todas partes y yo estaba agradecida por el confort del agarré de Alice, de esta
forma, no me sentía tan sola y fuera de lugar. Seguimos a Jasper a las gradas y miré
fijamente mis pies mientras subíamos por ellas, no quería tropezar y hacer que Alice y
yo cayéramos por las escaleras. Jasper encontró una fila apartada a mitad de camino y
dijo que nos sentáramos allí.

Miré a la multitud a mí alrededor. Había gente de todas las edades, desde personas
mayores hasta niños pequeños, pero en su mayor parte adolescentes. Algunas de las
mujeres, estaban vestidas alarmantemente lascivas, con montones de piel expuesta. En
la calle hacía bastante frío, así que no entendía por qué estaban usando ropa tan
ligera. Debían de estar congelándose.

“Los partidos de fútbol de los viernes por la noche, siempre son grandes eventos por
aquí,” Alice dijo en voz baja. Me volví hacia ella y le sonreí levemente, asintiendo para
hacerle saber que la había escuchado.

Se oyó al locutor y una banda salió y empezó a tocar. Las animadoras salieron
corriendo y empezaron a corear algo que apenas pude escuchar, porque la gente
empezó a gritar, todo el mundo menos nosotros saltaba y hacía ruido. Alice sonrió y
aplaudió un poco y Jasper echó hacia atrás, descansando en las gradas con
indiferencia.

El equipo de fútbol salió corriendo y levanté mis manos para cubrir mis oídos cuando
los gritos se hicieron más fuertes. Alice me lanzó una mirada comprensiva y apoyó su
cabeza en mi hombro. Era extraño, pero de alguna manera reconfortante. Apenas me
conocía, pero era muy amable y actuaba como si nos conociéramos desde hace años.

Después de un momento, bajé mis manos, la multitud se había calmado y la gente se


volvió a sentar. Escuché una risa familiar y mi cabeza se volvió rápidamente en la
dirección de dónde provenía, mis ojos se posaron en Emmett. Estaba subiendo los
escalones de las gradas hacia nosotros, con el brazo envuelto alrededor de una chica
espectacular con el pelo largo y rubio. Inmediatamente, supe que era Rosalie. Parecía
que hubiera salido de la portada de una revista y sentí el miedo correr cuando su
mirada se posó en mí. Ella entrecerró sus ojos ligeramente, una de sus cejas un poco

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arqueada. Definitivamente, era intimidante. Emmett saludó a Jasper y Alice y me
sonrió.

“Hola Isabella,” dijo amablemente. Sonreí.

“Hola Emmett,” dije en voz baja, mi voz temblaba ligeramente, pero esperaba que ellos
no se dieran cuenta.

“Esta es Rosalie, mi novia,” dijo, haciendo un gesto con la cabeza hacia la rubia.
Asentí.

“Es un placer conocerte al fin, Rosalie,” dije, tratando de que no detectaran el miedo.
Ella me miró fijamente por un momento, su mirada era tan intensa, que casi empecé a
retorcerme.

“Sí,” dijo simplemente, alejándose de mí y sentándose en las gradas frente a nosotros.


Palmeó el asiento que tenía a su lado y Emmett, inmediatamente, se sentó, siendo,
extrañamente obediente. Era un poco sorprendente, ya que me había imaginado a
Emmett como un líder y no como un seguidor. El simple hecho de que la obedeciese
con tanta rapidez, me asustó aún más.

Desvié mi atención al campo. No sabía casi nada de fútbol y no sabía lo que estaba
sucediendo. Observé durante unos minutos, mis ojos instintivamente escaneando a la
gente en busca del número 21. No estaba de pie a un lado, así que imaginé que tendría
que estar jugando.

Miré a los jugadores en el campo, pero por la forma en que estaban parados en ese
momento no puede distinguir los números. Vi como un tipo se estrellaba contra otro
jugador tirándolo con fuerza sobre su espalda. Hice una mueca y Emmett y Jasper
maldijeron. Rosalie resopló y Alice suspiró. “¡Ay!” murmuré, sabiendo que tenía que
haber dolido.

“Él está bien, Edward es una pequeña mierda dura,” dijo Emmett. Mi ceño se frunció.

“¿Ese es Edward?” Pregunté con incredulidad, mirándolos a todos. Todos asintieron. Mi


atención volvió al campo y lo vi levantarse del suelo, agitando las manos y flexionando
los dedos. Negaba con la cabeza, aparentemente, furioso. Se volvió dándonos la
espalda y pude ver claramente el 21 y apenas pude distinguir su apellido garabateado
encima.

“Sí, es el quarterback,” dijo Jasper. Asentí, vacilante, sin saber que implicaba ser el
quarterback. Emmett volvió la cabeza para mirarme y sonrió.

“No sabes una mierda de fútbol, ¿verdad? Puedo verlo en tu cara.”

Sonreí. “No. Me refiero a que he oído hablar de él, pero no tengo idea de lo que es o
cual es el punto o siquiera qué es lo que están haciendo.”

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Emmett se echó reír y miré a Alice y Jasper, ambos luchando por no reírse. Me sonrojé y
bajé la cabeza avergonzada.

“Oh, no te avergüences,” dijo Emmett. Luego comenzó a decir, de un tirón, las bases
del juego, de las que la mayor parte no tenía sentido para mí, pero de todos modos
escuchaba y trataba de entenderlo. Cuando terminó, en cierto modo, entendía el punto,
deduje que estaban tratando de traspasar al otro equipo y recibir el balón sobre la
línea de fondo y, a su vez, trataban de impedir que el otro equipo hiciera lo mismo. No
entendía el sistema de puntuación, pero deduje que el trabajo de Edward era llevar la
pelota a donde debería de estar.

“¿Y aquí a todo el mundo le gusta el fútbol, hasta las chicas? No sabía que un juego
como este fuera tan popular,” dije mirando alrededor a las gradas.

Rosalie soltó un bufido de nuevo y me sentí un poco nerviosa, avergonzada por estar
sonando como una idiota. Hizo un gesto de negación con la cabeza.

“Cariño, a la mayoría de las mujeres que están aquí, no les importa el fútbol para
nada. Las únicas bolas que les importan, son las que están en los pantalones de
Edward.” Todo el mundo se echó a reír y yo la miré sorprendida. No se molestó en
volverse y mirarme, pero desde donde estaba sentada, podía ver una pequeña sonrisa
en sus labios.

“¿Así que están aquí por Edward?” Pregunté, esperando una aclaración.

“Muchas de ellas, sí. Edward es algo así como un, eh…. donnaiolo,” dijo Jasper.
Emmett se echó a reír.

“¿Qué significa eso?” Le pregunté, frunciendo el ceño en confusión.

“Significa que es un mujeriego,” dijo Emmett. Asentí y Rosalie resopló de nuevo.

“Es un puto, eso es lo que es. No puede mantener la polla en sus pantalones,” dijo.

Todos se rieron y yo me senté en silencio, mi atención volvió al campo. Edward caminó


fuera del campo y se quitó el casco. Sentí que mi respiración se detenía al verlo.
Estaba sudoroso, era fácil decirlo. Su pelo era un desastre y su rostro brillaba por la
humedad. Alguien le tiró una toalla y se secó los ojos, antes de agarrar una botella de
agua. Un hombre mayor con un auricular, le dio una palmadita en la espalda, le dijo
algo y él asintió. Luego cogió la botella de agua y echó en chorro en su boca, antes de
echarse un chorro por la cabeza para refrescarse.

¿Por eso me hacía tener estos sentimientos? ¿Por qué él era así, a todas las chicas les
hacía sentir de esa forma?

Algunas chicas de las filas de abajo gritaron su nombre y volvió la cabeza en su


dirección con rapidez. Lo saludaron con la mano y él sonrió, asintiendo en señal de

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saludo. Su mirada se detuvo por los alrededores un momento, antes de que sus ojos
vagaran hacia nosotros. Emmett levantó su dedo medio y Edward hizo una especie de
gesto con la mano, que hizo reír a Emmett. Edward se rio, no pude oírlo pero pude verlo
y sus ojos vagaron hacia mí. Levantó la mano y la agitó ligeramente. Estaba a una
buena distancia de nosotros, pero todavía podía ver el brillo de color verde en sus ojos
y estaban, claramente, fijos en mí. Estaba un poco sorprendida por el saludo, pero lo
saludé con la mano y sonreí. Él sonrió con su encantadora sonrisa torcida y me sonrojé,
apartando inmediatamente la mirada. Me regañé mentalmente por la reacción y volví
la mirada para ver que él seguía mirando hacia mí, sonriendo con una ceja levantada.
Negó y rio, dándose la vuelta y poniéndose de nuevo el casco, antes de volver a salir al
campo.

Miré alrededor y vi que las chicas que le habían gritado a Edward desde unas filas
más abajo, estaban mirándome fijamente y susurrando entre sí. Desvié la mirada,
incómoda con la atención que, obviamente, no era positiva y mis ojos se encontraron
con un par de ellos, azules cristalinos.

Rosalie me miraba con expresión curiosa. Su mirada era incómoda, parecía que con su
intensidad podía mirar a través de mí. De repente, estaba híper consciente de mi
entorno, una oleada de miedo irracional corrió a través de mí, mientras me preguntaba
si ella sabía. ¿Podría saber cómo Edward me hacía sentir? ¿Pensaba que era
repugnante o estúpida o infantil por ello? Aparté la vista inmediatamente, mirando al
suelo.

Después de un rato, los jugadores dejaron el campo y la banda empezó a tocar.


Rosalie y Emmett se pusieron de pie, diciendo que se iban a ir y murmurando un adiós.
Jasper se puso de pie y se estiró, sonriéndonos a Alice y a mí.

“Voy a tomar un refresco, ¿damas quieren ustedes algo?” Preguntó. Me congelé, sin
saber que decir y Alice le sonrió. Era evidente por el intercambio de miradas, que se
tenían mucho cariño. Me hizo darme cuenta que estaba en lo cierto, Charles y su
esposa no se amaban. Las dos personas frente a mí sí se amaban, estaba escrito en su
rostro.

“Consíguenos algunas cocas,” dijo Alice. Jasper asintió y empezó a alejarse. Ella volvió
su cabeza hacia mí después de que él se hubiera ido y sonrió ampliamente.

“Creo que has hecho algunas amigas,” dijo, haciendo un gesto con la cabeza hacia las
chicas de las filas de abajo. Las miré y vi que todavía me miraban fijamente. Suspiré.

“Sí, que suerte tengo,” dije secamente. Alice se echó a reír.

“Tienes una gran personalidad. No es de extrañar que le gustes a los tres chicos.”

La miré. “No estoy segura de eso,” le dije. “Jasper y Emmett tal vez me tengan cariño,
pero Edward no mucho.”

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Ella suspiró. “Edward siempre ha sido voluble con la gente, pero te aseguro que le
agradas. Si no fuera así, haría como que no existes. Edward es complicado, puede ser
un poco egocéntrico. Si no le importaras, ni siquiera te notaría o reconocería, y el
simple hecho de que te haya saludado con la mano, me dice que tengo razón.”

Asentí pero no hablé. Obviamente, Alice conocía a Edward mejor que yo, así que
debería de confiar en su opinión sobre el asunto. Pero había una parte de mí a la que
se le hacía difícil creer, que Edward sintiera algo más que fastidio hacia mí.
Finalmente, Jasper volvió con nuestros refrescos y vimos la segunda mitad del partido,
charlando y riendo. Era agradable—me estaba aficionando a la compañía de Alice.

El partido terminó y todos gritaban y animaban, porque, evidentemente, habían


ganado. Alice entrelazó de nuevo su brazo con el mío y seguimos a Jasper fuera del
estadio hacia el coche. Jasper tenía hambre, así que Alice condujo a través de la
ciudad hacia un pequeño lugar donde vendían pizza.

Comimos la pizza y charlamos, el teléfono de Jasper sonó cuando estábamos


terminando y contestó, hablando con quién sea que fuera, por un momento, antes de
colgar.

“Emmett quiere que vayamos a la fiesta,” dijo. Jasper y Alice me miraron, ambos con
expresiones interrogantes.

“Está bien,” dije dudosa, sin saber qué es lo que querían. Estaba totalmente a su
merced, si decían que íbamos a una fiesta no tenía más remedio que ir a la fiesta. No
tenía una idea exacta de en qué consistía, pero pensé que no sería tan malo.

Alice chilló y no pude evitar reírme de su reacción. Terminamos y nos dirigimos hacia el
coche, Alice condujo hacia otra parte de la ciudad. Mis ojos se abrieron con sorpresa
cuando llegamos, ante la cantidad de coches aparcados a lo largo de la calle cuando
llegamos. Podía oír el fuerte golpeteo de música rap sonando desde la casa y muchas
personas fuera, en el jardín delantero. Alice entrelazó su brazo con el mío de nuevo,
sonriendo mientras me guiaba hacia la casa.

Estaba nerviosa, muy nerviosa. A pesar de que Alice permanecía conmigo, toda la
gente y sus miradas me asustaban un poco. Circulamos por ahí y Alice me presentó a
algunas personas, pero no recordaba ninguno de sus nombres porque estaba
demasiado atemorizada como para concentrarme. Caminamos por entre la multitud y
capté el atisbo de un caótico pelo color bronce por el rabillo de mi ojo. Mi cabeza se
volvió rápidamente en esa dirección y vi a Edward sentado en una silla en la mesa de
la cocina con un montón de gente. Me azotó una oleada de una extraña emoción
cuando vi que había una chica sentada en su regazo. Tenía el pelo rubio rojizo y
parecía una modelo, su apariencia complementando totalmente con la de él. Parecían
algo así como dos gotas de agua, dos personas guapísimas en medio de un montón de
gente promedio. Era como si…. se pertenecieran. Sentí que mi pecho se apretaba y

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empecé a perder el aliento. Alguien llamó a Alice por su nombre y Alice gritó en
respuesta. La cabeza de Edward se volvió bruscamente en dirección de la voz de Alice,
sus ojos se posaron en mí. Estrechó sus ojos ligeramente y una oleada de miedo se
disparó a través de mí. ¿Estaba furioso porque estuviera allí? Parecía enojado, muy
enojado. Empecé a hiperventilar y se levantó rápidamente de un salto, casi tirando a la
chica al suelo. Ella gritó y lo fulminó con la mirada, obviamente asustada, pero él la
ignoró.

“Hola,” dijo una voz masculina a mi lado, sorprendentemente cerca. Salté y volví la
cabeza para ver a un tipo con el pelo rubio de punta y ojos azules. Él me sonrió y yo le
sonreí cortésmente de vuelta. Su proximidad era un poco alarmante y mi miedo
comenzó a aumentar, mi cuerpo temblaba.

Miré hacia Edward y vi que caminaba directamente hacia nosotros, estrechando sus
ojos hacia Alice. Alice me miró y sonrió con tristeza.

“Te llevaré a casa,” me dijo Alice. Asentí y abrí la boca para darle las gracias, pero
Edward interrumpió abruptamente.

“No, yo la llevo a casa.” Su voz tenía un tono duro, que envió un escalofrío por mi
espalda.

Definitivamente no estaba contento.

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“Me puedo describir como, agresiva, dura y desafiante, pero eso da la impresión de
que soy mala y no lo soy. La gente espera que tenga colmillos.”—Joan Jett

Edward cullen

Isabella Swan iba a ser mi muerte.

Era una persona compleja, ahora estaba claro. Mientras estaba en mi dormitorio
contestando mis ridículas y entrometidas preguntas, comencé a pintar un cuadro sobre
lo profunda que era.

No era como la mayoría de la gente de nuestra edad. La vida le había dado


experiencias que la mayoría de los demás no podían entender y nunca lo harían.
Podría no ser culta, pero estaba seguro como la mierda que era inteligente. Había
aprendido lecciones que perras como Jessica Stanley y Lauren Mallory nunca
aprenderían. Había aprendido el arte de la supervivencia en un mundo peligroso y lo
había hecho a base de sangre, sudor y lágrimas.

Con el simple hecho de que hubiera tenido las agallas de pararse frente a mí y
decirme la alarmante verdad, se había ganado una gran cantidad de mi puto respeto.

Era sorprendente cuanto teníamos en común cuando todo se resumía a eso. Nuestros
mundos podían ser diferentes, pero ambos peligrosos y ninguno de los dos teníamos
elección en ello. Nacimos en ellos, obligados a adaptarnos al peligro. Puede que ella
no lo viera, pero yo sé, exactamente, lo que es temer el tener que pagar los errores de
otras personas. Yo sé cómo es vivir sabiendo que tu vida puede terminar por una
mierda que no tiene nada que ver contigo.

Puede que técnicamente solo fuera una niña de dieciséis años a los ojos de los demás,
pero en mi opinión era una mujer jodidamente fuerte. Resumiéndolo, estaría dispuesta
a soportar cualquier cantidad de dolor físico para hacer que el tormento emocional
desapareciese. Aceptaría una puta paliza brutal en lugar de la agonía de estar sola.
Soportaría cualquier tortura, si eso significaba tener a su madre de vuelta.

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Y yo sabía exactamente como se sentía. Y sabía lo que pasaba cuando la tormenta
emocional ganaba, cuando te derrotaba y te abrumaba, porque veo el jodido resultado
todos los días cuando me miro al espejo.

Yo la entendía. Allí sentado, en mi habitación, mirando a la pequeña y frágil chica


abatida por la vida, ¡joder! La entendía. Podíamos vivir en mundos separados, pero
sufríamos la misma tortura mental. Y quería ayudarla y estar ahí para ella y era
aterrador, pero no la quería doblegada.

Se paró allí y dijo que me evitaba porque no me entendía, sin ver que éramos tan
parecidos. Nadie me había comprendido nunca y quería que ella lo hiciera. Necesitaba
que lo hiciera.

Cuando Isabella se fue, no pude dormir. Me pasé la mitad de la noche dando vueltas,
finalmente, me di por vencido y salí de la cama.

Pasaba de la medianoche y la casa estaba en completo silencio. Me deslicé a la planta


baja para beber algo, regresando luego a mi habitación. Dudé en el pasillo entre
nuestras habitaciones, escuchando atentamente. Había luz filtrándose por debajo de la
puerta de Isabella, pero no puede escuchar ningún sonido dentro. Lo consideré por un
momento antes de subir mi mano para tocar ligeramente, en caso de que estuviera
despierta. Cuando no hubo ningún ruido, giré el pomo y abrí la puerta lentamente.

Estaba dormida en su cama, acostada sobre las colchas y acurrucada en posición


fetal. Parecía como si estuviera abrazándose, tratando de reconfortarse. Di unos pasos
al interior de la habitación y pateé algo. Miré hacia abajo y vi que había tirado un
pedazo de papel. Me agaché y lo recogí, vacilando antes de abrirlo. Sentía que estaba
invadiendo su privacidad y supongo que así era, pero parecía que no podía evitarlo.
Estaba cautivado por ella.

Abrí el papel y mis ojos se abrieron en sorpresa. Era un dibujo de mí, con cada puto
detalle. Era casi inquietante lo preciso que era. Incluso había dibujado mis ridículas
pecas y esa cicatriz en el lado derecho de mi labio inferior, que me había hecho
cuando era un niño. Jesús, la mayoría de las personas que me conocían desde hace
años, no habían notado esa mierda y esta chica la había hecho sin apenas mirarme.

Mi corazón latía con fuerza, sentí que mi pecho se hinchaba y gemí suavemente,
deseando que la mierda se detuviera. Dos semanas y ya estaba derrumbando mis
barreras. No podía desarrollar sentimientos por ella, porque era demasiado peligroso,
pero no podía detenerlos. Algo me decía que, joder, era demasiado tarde para volver
atrás.

Me acerqué y me senté con cuidado en el borde de su cama. Me quedé mirando un


poco el dibujo, perdido en mis pensamientos. ¿Por qué me había dibujado? ¿Estaba
sintiendo la misma mierda que yo sentía? Si lo hacía, ¿estaba tan asustada y tan

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malditamente confundida como yo? Supongo que la pregunta más importante era, por
qué diablos lo había hecho una bola y lo había tirado. Tal vez solo había dibujado esa
mierda con el propósito de destruirla, ya que en la vida real no podía hacer nada para
dañarme. Tal vez era terapéutico, como el puñetero vudú.

La cama se movió ligeramente y me quedé inmóvil, mirándola. Se removió un poco, sus


ojos cerrados todo el tiempo. Tenía un sueño inquieto.

Gimió un poco en sueños y sonreí, tratando de ignorar otra vez, la agitación en mis
pantalones. Joder, estaba demasiado hormonal, tenía que lograr controlarme. Miré a
sus labios entreabiertos y murmuró algo, los sonidos eran confusos.

“Por favor,” dijo finalmente, con voz suave y entrecortada. Suspiré, cerrando los ojos.
Desearía saber lo que pensaba, lo que soñaba.

“Edward.” La palabra vino balanceándose desde sus labios después de un momento,


apenas un susurro. Abrí los ojos y la miré. Tenía una pequeña sonrisa en sus labios y
sonreí en respuesta, de nuevo esa puta sensación de que algo se hinchaba en mi
pecho.

“La mia bella ragazza,*” susurré, extendiendo mi mano y acariciando su mejilla


suavemente. Mi chica hermosa. Ella gimió, inclinándose instintivamente hacia mi tacto.

Después de un momento, me levanté vacilante, antes de arrugar de nuevo el papel y


tirarlo al suelo. Realmente quería cogerlo y quedármelo, pero sabía que había una
posibilidad de que se diera cuenta de que no estaba y, probablemente, que yo lo había
cogido.

Me fui a mi habitación y me dejé caer en mi cama. Me quedé dormido y desperté


abruptamente con el sonido de mi despertador a todo volumen. Gemí y lo golpeé con
la mano hasta que se calló. Estaba exhausto.

Salté a la ducha y me vestí rápidamente, con unos pantalones vaqueros y una


camiseta sin mangas. Me puse mi camiseta de fútbol y me eché colonia. Me puse unas
zapatillas Nike Air Force One en blanco y bajé las escaleras.

Se me había hecho tarde, Jasper y Emmett ya se habían ido. Vi que mi padre estaba
sentado en la sala de estar con su ordenador portátil y entré, dejándome caer a su
lado. Miró su reloj y luego me miró a mí, sabiendo que iba jodidamente tarde a la
escuela, pero no dijo nada.

“Carlisle Cullen, tomándose un día libre. Va a nevar,” dije. Él se echó a reír,


sacudiendo la cabeza.

“No sé si llamarlo un día de descanso, considerando que puede que sea tan estresante
como un día en el hospital,” dijo.

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Arqueé una ceja. “¿Tan malo será?” Pregunté.

Se encogió de hombros. “Tal vez. No creo que haga una rabieta sobre esto, pero la voy
a poner en tratamiento para control de la natalidad, y no estoy seguro de cómo va a
reaccionar al examen. Todavía es virgen y probablemente enloquecerá cuando la
toquen.”

Asentí pero no hablé. Estaba un poco sorprendido de que fuera pura. Había tratado de
no pensar en su historia de relaciones sexuales, a sabiendas que las chicas que viven
su vida, probablemente, sean violadas repetidamente. Tuve una sensación de alivio, al
menos no había tenido que soportar ser maltratada de esa manera.

Después de unos minutos, mi padre miró su reloj. “La campana acaba de sonar en el
instituto de Forks,” dijo, apurándome. Rodé mis ojos.

“Muy bien, ya me voy,” murmuré, poniéndome de pie. Agarré mi mochila y me dirigí a


la puerta.

“Que tengas un buen día,” dijo.

“Sí, tú también. Buena suerte,” le dije cuando salía. Me subí en el Volvo y lo puse en
marcha, alejándome a gran velocidad. Tuve que registrarme cuando llegué a la
escuela, ya que necesitaba un pase para entrar en mitad del primer período. El día de
clases pasó bastante rápido y después comí algo con los chicos antes de que
tuviéramos que presentarnos para el partido.

Volvimos a la escuela y nos vestimos con nuestros uniformes, haciendo estiramientos y


ejercicios de calentamiento. Cuando el juego comenzó me concentré. El partido
comenzó bien, pero a mitad del primer cuarto, Tyler Crowley descuidó su guardia,
permitiendo que un puto tacleador defensivo, atravesara la línea ofensiva. Salí
despedido por los aires antes de que pudiera reaccionar, cayendo sobre mi espalda.
Esa mierda dolió, el dolor rebotando a través de mí. Me levanté del suelo jodidamente
encabronado. Cuando salí del campo, el entrenador Clapp me dijo que lo dejara
pasar, que no lo había hecho a propósito. Como sea.

Oí que me llamaban y eché un vistazo hacia las gradas y vi a las dos chicas. Eran
estudiantes de segundo año, chicas inocentes. No había estado con ninguna de ellas,
pero siempre estaban riendo y esa mierda a mi alrededor, así que me aseguré de
coquetear con ellas. Puse una sonrisa en mi rostro, interpretando el papel.

Miré a mi alrededor y vi a Emmett levantando el dedo medio. Puse mi mano debajo de


mi barbilla e hice un movimiento rápido, sacándola rozando mi barbilla. Solíamos ver
a los tipos de la organización en Chicago hacer esa mierda todo el tiempo, prefería
decir “vete a la mierda", en vez de usar el dedo. Me reí y miré detrás de él, mis ojos
cayeron sobre Isabella. Estaba asombrado por cómo se veía, era evidente que Alice
había puesto manos en el asunto y la había arreglado. Se veía hermosa. Me estaba

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mirando, así que la saludé con la mano. Parecía sorprendida por mi saludo, pero
sonrió y me respondió. Sonreí, agradecido de que al menos no me ignorara, era una
ligera mejora. Se sonrojó y apartó la mirada y su expresión fue jodidamente linda.
Podía parecer tan tímida e inocente. Volvió a mirarme y levanté una ceja, ella sonrió
tímidamente en respuesta. Me reí y sacudí la cabeza. Sí, definitivamente iba ser mi
muerte.

El resto del partido pasó rápidamente. Tayler no la volvió a cagar, especialmente


después de hacerle una llave en el vestuario en el descanso, y ganamos fácilmente.
Después del partido estaba en lo alto, eufórico por haber ganado y deseando beber un
poco de licor para celebrarlo.

Me quité el uniforme y me duché, poniéndome rápidamente los pantalones vaqueros y


mi camiseta sin mangas. Conduje a la fiesta, que era en casa de alguien de último año
y dejé caer mi culo frente a la mesa. Algunos de mis compañeros de equipo se unieron
y nos servimos un trago.

En cuanto me senté, la adrenalina por el partido fue bajando y el dolor comenzó a


filtrarse. La puta espalda me estaba matando, mis músculos doloridos por el jodido
golpe que me habían dado. Me eché un trago de patrón (N.T. Una marca de tequila)
rápidamente.

Tanya se acercó como si nada, balanceando sus caderas y tratando de parecer sexy.
Se sentó en mi regazo y levanté una ceja, pero solo sonrió seductoramente. Tanya era
divertida, habíamos estado juntos antes, pero ella era el tipo de chica que usualmente
esperaba algo a cambio y yo no era uno que diera.

Le dije a uno de los chicos que me echara otro trago, esperando que el alcohol matara
el dolor en los hombros y la espalda. Cogí el vaso y estaba a punto de llevármelo a los
labios, cuando oí la voz de Alice desde el otro lado de la habitación. Mi cabeza se
movió rápidamente en su dirección y vi que Isabella estaba aferrada a ella. Isabella
me estaba mirando con expresión de sorpresa. Era difícil de leer, parecía triste o herida
o molesta, pero lo que estaba claro, es que no estaba cómoda. Podía ver el miedo en
sus ojos, la podía ver temblando ligeramente desde donde estaba sentado.

Me enojé. ¿En qué demonios estaban pensando haciéndola pasar por esto? Estaba
claro que no estaba preparada para ello, ¿por qué demonios lo estaría? Me levanté,
casi tirando a Tanya al suelo. Se me había olvidado que la perra estaba sobre mí. Vi
como Mike Newton se acercaba a Isabella y le decía algo. Ella dio un salto y lo miró, el
miedo estaba claro como el agua, pero tenía una sonrisa pegada en su rostro porque,
por supuesto, no podía ser jodidamente grosera. Cristo, la primera vez que salía y la
arrastran a una fiesta con un montón de tipos borrachos, ruidosos e insoportables,
buscando follar. Podía ver a los tipos mirándola como si fuera carne fresca y eso me
molestó, me encabronó. Era demasiado buena para esa mierda, demasiado buena
para esos cabrones.

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Me acerqué a ellas y fulminé a Alice con la mirada. Ella sabía que estaba enojado e
inmediatamente, dijo que llevaría a Isabella a casa. Alice me conocía bien, no me tenía
miedo, pero sabía que cuando me enojaba, a veces podía perder el control. Todos lo
habían aprendido el año pasado. Pero ya era demasiado tarde para que lo arreglara,
porque mi humor ya había cambiado y, simplemente, no podía borrar la expresión en
el rostro de Isabella y volver a divertirme.

“No, yo la llevo a casa,” dije con frialdad. Parecía que Alice quería discutir, así que la
miré arqueando una ceja, casi retándola a que lo hiciera. Suspiró y soltó el brazo de
Isabella, murmurando un adiós y disculpándose con ella. Isabella parecía sorprendida
por todo esto, mirándonos completamente asustada.

La agarré de la muñeca y retrocedió lejos de mi toque. Empujé a Newton, que parecía


divertido por la situación y le lancé una mirada que deliberadamente decía “joder, ni
te atrevas”. Estaba furioso y sabía que estaba haciendo una escena, pero no podía
evitarlo. Saqué a Isabella de la casa y, afortunadamente, ella no trató, en absoluto, de
detenerme o resistirse. Cuando, finalmente, estuvimos lejos de la gente, solté su
muñeca, pero ella me siguió en silencio. Quité el seguro y abrí la puerta del pasajero
del Volvo, sin decir una palabra y sin apenas mirarla mientras pasaba frente a mí y se
deslizaba al interior. Cerré la puerta con bastante fuerza, enojado porque ella tuviera
que pasar por esto. Entré en el lado del conductor y arranqué el coche, alejándome
inmediatamente de la acera a gran velocidad. Encendí el estéreo, esperando que la
música me distrajera y quizás me calmara, ya que la música, por lo general, tenía ese
efecto en mí. Conduje por la ciudad y gemí, golpeando los frenos cuando llegué a la
luz roja. El único coche en la puta carretera y la única maldita luz en este ridículo
pueblo y estaba en rojo.

Miré a Isabella. Su rostro resplandecía bajo la luz de la luna y pude ver que sus
mejillas estaban surcadas por lágrimas, el rímel corriéndose de sus ojos. Gemí y estiré
la mano para limpiarlas, deseando que dejara de llorar y un poco confundido del por
qué lo estaba haciendo. “¿Estás bien? ¿Estás herida?” Le pregunté.

Isabella gritó y se apartó de mí, volviéndose para mirarme con miedo. Fruncí el ceño y
comprendí que estaba jodidamente atemorizada por mi culpa. Mi puta reacción la
había aterrado más de lo que lo había hecho la fiesta.

Mi irá aumentó y golpeé con las manos el volante, maldiciendo porque estaba molesto.
Era tan estúpido, ¿podría alguna vez no cagarla cuando estaba cerca de esta chica?

La luz cambió a verde y pisé el acelerador.

“Cristo, no tenía la intención de asustarte. Estoy furioso, pero no quiere decir que vaya
desquitarme contigo,” dije después de un momento. No respondió, solo se quedó
mirando por la ventana. Seguía llorando en silencio y eso hería mi corazón. ¿Qué
pasaba con esta chica?

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Me dirigí directamente a casa, parando frente a ella y aparcando. Ella abrió la puerta
y salió antes que yo pudiera llegar a su lado y abrirla. Se dirigió hacia la casa y corrí
detrás de ella. Saqué mis llaves y abrí la puerta principal, entrando para desactivar la
alarma. Isabella me siguió al interior, deteniéndose en el vestíbulo. “Siento que haya
tenido que abandonar su fiesta. Lo siento si su noche se arruinó por mi culpa,” dijo en
voz baja. Suspiré.

“No es tu culpa. Y mi noche no está arruinada. De todos modos, esta noche no estaba
de humor para esa mierda,” dije.

Me miró sorprendida. “Pero, su novia, señor…” Comenzó. Fruncí el ceño con confusión
antes de darme cuenta, que ella estaba hablando de Tanya, a quién había visto
sentada en mi regazo. Me reí, probablemente demasiado fuerte, porque saltó
sorprendida.

“No tengo novia, Isabella. Esa chica no significa nada para mí, me importa un bledo,”
dije.

Ella me miró por un momento, antes de asentir y mirar al suelo. Suspiré. “Mira, vamos
a ver una película o algo así,” sugerí.

“Está bien,” dijo enseguida, sin dejar de mirar el suelo. Gruñí, extendiendo la mano
para coger su barbilla y levantar su cabeza para que me mirara.

“¿Ese es un ‘está bien, realmente quiero ver una película contigo Edward’ o es un ‘está
bien, voy a hacer la mierda digas porque creo que tengo que hacerlo’?" Pregunté. Ella
solo me miró y sonrió levemente. “Sabes, puedes estar en desacuerdo conmigo. Puedes
discutir y decirme que no, si quieres. No voy a castigarte o golpearte o nada de esas
pendejadas. Puedes gritarme si eso te hace sentir mejor. Quiero decir, probablemente
voy a gritarte en respuesta, porque eso es lo que hago, pero no voy a lastimarte
físicamente. Así que no dudes en decirme que me vaya a la mierda, si quieres que me
vaya a la mierda, pero simplemente no digas ‘está bien’ porque no sé qué coño quieres
decir con eso.”

“Está bien,” dijo, luciendo sorprendida. Gruñí, haciendo un gesto de negación. No


estábamos llegando a ningún maldito lugar.

“Mira, voy a ir a la sala de estar, poner una película, sentar mi culo en el sofá y verla.
Si me acompañas o no, es tu decisión,” le dije. Ella asintió, así que di media vuelta y
me dirigí a la sala de estar suspirando. Esto era malditamente complicado.

Encendí la luz y abrí un armario, mirando los DVD. Saqué Brigada 49 ya que todavía
no la había visto y Emmett seguía delirando por la puta película. La puse y volví a
apagar la luz, dejándome caer en el sofá con el control remoto. Me quité los zapatos y
puse mis pies sobre la mesa de café, encorvándome mientras comenzaba la película.

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Ella no me siguió. Todo estaba en completo silencio, excepto por el sonido de la
película, así que no podía determinar qué coño estaba haciendo, me preguntaba, si tal
vez seguía allí parada. Pero era sigilosa, así que si incluso se estuviera moviendo a mi
alrededor, probablemente, no podría oír una mierda. Con lo jodidamente silenciosa
que era, seguramente, podría ser una buena asesina.

Después de unos diez minutos, oí un ruido en la cocina, el sonido de un armario


cerrándose. Unos minutos más tarde, vi movimiento por el rabillo del ojo y levanté la
vista. Mis ojos se ampliaron. Isabella se detuvo frente a mí, sosteniendo un vaso. No me
miraba, parecía que evitaba mi mirada a propósito. Cogí el vaso y ella se sentó a mi
lado en el sofá, poniendo un poco de distancia entre nosotros. Tenía un vaso con agua
y bebió un sorbo, dejándolo sobre la mesa, encima de en un posavasos.

Miré mi vaso y lo llevé a mis labios, tomando un sorbo. Me sorprendí en el momento en


el que el líquido golpeó mi paladar, era coca de cereza. Y no solo imitación de coca de
cereza de la que compras en una botella o en una lata, era un puto jugo de cereza
real, mezclado con coca. Levanté el vaso hacia la luz y vi las cerezas en el fondo.

Estaba aturdido. Mi madre, acostumbraba hacérmelo casi todos los putos días después
de la escuela cuando era niño. Me refiero a que, sabía que iba a descubrir que me
gustaba la coca de cereza, había comprado un paquete de doce en el supermercado.
¿Pero se había tomado la molestia de prepararlo cuando, realmente, hubiera podido
agarrar una lata del refrigerador? Eso me pilló desprevenido. Estaba acostumbrado a
que me atendieran, pero el que ella hiciera algo tan jodidamente amable, me
sorprendió.

“Gracias,” dije después de un momento.

“De nada,” dijo en voz baja. Miré de reojo y vi que estaba viendo la película con
atención, sus pies sobre el sofá junto a ella y su cabeza ligeramente inclinada hacia un
lado. Había llegado a cambiarse, por lo que entendí por qué había tardado tanto,
llevaba un par de pantalones de yoga negros y una camiseta sin mangas, azul claro.
Se había recogido el pelo en una cola de caballo y estaba muy casual, pero lo hizo
bien. Seguía luciendo bien.

“¿Ya has visto esta?” Pregunté después de un momento. Volvió la cabeza para mirarme
inquisitivamente, como si fuera una pregunta estúpida. Me reí entre dientes, dándome
cuenta de que probablemente lo era. “Realmente, no lo sé. Me refiero a que has
pasado algo de tiempo con mis hermanos, así que no sé qué es lo que has visto con
ellos.”

“Vemos Jeopardy,” dijo. Me reí.

“A Jasper le encanta esa mierda. Creo que es una mierda en eso, el idiota. A veces me
preguntó, si su cerebro funciona correctamente.”

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“Es mejor que yo,” dijo, encogiéndose de hombros. Sus palabras fueron casuales, pero
inmediatamente me sentí mal, porque de forma indirecta, prácticamente, insinué que
era estúpida.

“No quise decir….” Empecé, suspirando. Pasé mi mano por el pelo con nerviosismo.
Ella volvió la cabeza para mirarme y sonrió con tristeza.

“Lo sé, es comprensible. No soy precisamente culta,” dijo. Había un toque de tristeza y
anhelo en su voz y me preguntaba si ella desearía poder aprender. La primera mujer
que tuvimos, Nona, no tenía deseos de aprender. Ella había aceptado su vida y
después que la compramos ya no se esforzó por nada más. La siguiente perra, no duró
lo suficiente como para que me aprendiera ni siquiera su apellido, mucho menos, algo
más sobre ella. Isabella aún era joven, perfectamente capaz de aprender.

Pensé en hablarle de ello, pero antes de que pudiera, mi teléfono empezó a sonar. Lo
cogí de la mesa donde lo había dejado y miré la pantalla, era Jessica Stanley.

Lo puse en silencio y lo dejé junto a mí, volviendo mi atención a la película. Dio un


pitido con un mensaje, pero lo ignoré. Menos de cinco minutos más tarde, empezó a
sonar otra vez. Suspiré y lo miré, volviéndolo a silenciar. Esta vez era Tanya.

Sonó por tercera vez, Jessica de nuevo, apagué el sonido. Isabella seguía mirándome,
como si se sintiera mal. De nuevo, tiré el teléfono sobre la mesa y me levanté, gimiendo
por el dolor en la espalda y los hombros. Isabella se levantó rápidamente, tan rápido
que me asustó y fruncí el ceño.

“¿Necesita algo?” Preguntó. Rodé los ojos.

“Vuelve a sentarte y relájate, ve la película. Vuelvo en un segundo,” murmuré.

Se sentó vacilante y yo salí, dirigiéndome de inmediato a las escaleras. Subí


rápidamente hacia mi habitación, empujando la puerta. Me acerqué a mi escritorio,
sacando las llaves y abriendo el último cajón. Sonreí ampliamente, mi escondite
secreto.

Miré las botellas de licor, sacando una botella de vodka Grey Goose. Consideré
agarrar la pipa y algo de hierba, pero lo pensé mejor, no sabía cómo se sentiría ella
con esa mierda. No quería hacerlo delante de ella y terminar ofendiéndola. Volví a
cerrar el cajón con llave y me dirigí a la planta baja.

Volví a la sala de estar y me senté otra vez a lado de Isabella, un poco más cerca de lo
que estaba antes. La miré y vi que me observaba con curiosidad. “Todo es mejor con
un poco de licor,” dije encogiéndome de hombros. Sonrió levemente. Abrí la botella y
vertí un poco de bebida, vacilando antes de llevarla a mis labios, e inclinarla. Hice una
ligera mueca por lo fuerte que estaba e imagino que la expresión de mi rostro tuvo que
haber sido horrible, porque Isabella rompió a reír. Me reí entre dientes y le pasé la

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botella, levantando una ceja. Sus ojos se abrieron y me miró con sorpresa.

“Eh…” Comenzó. Sonreí y sacudí la cabeza.

“Solo un sorbo, no te va a matar.” Empezó a morder su labio inferior pareciendo


nerviosa, pero con cautela extendió su mano para coger la botella. Respiró hondo,
mirando fijamente la botella, antes de llevarla a sus labios y empinarla. Tomó un
pequeño sorbo y un escalofrío la atravesó, una mirada de asco en su rostro. De
inmediato, alejó la botella y empezó a toser. Me reí y cogí la botella, inclinándola y
tomando otro trago. Quemó un poco cuando bajaba, pero no demasiado. Puse la
botella sobre la mesa y estiré mi espalda, subiendo la mano para frotar la parte de
atrás de mi cuello.

“¿Está bien?” Preguntó Isabella. La miré y vi que me observaba con una mirada
curiosa en su rostro. Suspiré.

“Sí, solo un poco dolorido por el golpe que recibí. Probablemente tenga que ir al
quiropráctico o al masajista o alguna mierda de esas mañana,” murmuré. Ella sonrió.

“Yo podría darle un masaje,” dijo con tranquilidad, encogiéndose de hombros. Arqueé
una ceja, un poco sorprendido por su oferta.

“No tienes que hacer eso,” dije. Sonrió de nuevo.

“Lo sé, pero pensé en ofrecerme.” La miré por un momento, inseguro de qué decir.
¿Acepto como un cabrón de mierda y dejo que la chica me dé un masaje? Quiero decir,
ni siquiera sabía si ella sabía qué demonios estaba haciendo y probablemente, no
ayudaría en nada a mi dolor, pero una parte de mí solo gritaba por sentir su tacto. Sí,
maldito adolescente hormonal promedio.

“De acuerdo,” dije después de un momento, encogiéndome de hombros. Sonrió y


cambió su posición, poniendo su espalda contra el respaldo del sofá. Hizo espacio
entre sus piernas y palmeó el cojín. Reí levemente, un poco por la incredulidad y me
puse de pie agarrando mi bebida. Me senté con cuidado entre sus piernas. Empecé a
lamentarme de inmediato, cuando sentí mi polla endurecerse. Sus piernas hacían
presión contra las mías, su pecho, malditamente cerca de tocar mi espalda. Podía
sentir el calor saliendo de ella y el hecho de que estuviera entre sus muslos no se me
escapaba. Quiero decir, no era nada sexual, había follado a un montón de chicas y
estado entre más muslos de los que era capaz de recordar en ese momento, pero la
forma en la que estábamos era íntima, joder, casi demasiado íntima. Mi corazón
comenzó a latir con fuerza mientras esperaba sentir su tacto. Ella dudó y me
preguntaba si estaba teniendo el mismo tipo de pensamientos, si estar tan cerca le
hacía lo mismo que a mí.

Después de un momento sentí mi camisa moverse y sus manos subir por debajo de ella
por mi espalda. Un hormigueo se disparó en mi espalda por su toque, esa sensación

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eléctrica recorriéndome. Gemí suavemente y cerré los ojos, la mierda se sentía bien.
Deslizó sus manos por mi espalda ligeramente un par de veces, casi me hizo jodidas
cosquillas y mi cuerpo empezó a reaccionar. Joder, nunca me habían tocado de esa
forma. Era delicada y casi cariñosa y eso me asustó como la mierda y por eso quería
que cambiara de opinión y me alejara de un empujón, pero una gran parte de mí,
deseaba que nunca se detuviera. Estaba tan indeciso que era ridículo.

Cuando me di cuenta que sería jodidamente más fácil para ella si no llevaba puesta
la camisa, bajé mis manos, la agarré y me la quité rápidamente. Se tensó casi de
inmediato y su respiración se detuvo con sus manos sobre mis omóplatos, haciendo
que me preguntara si había sido un error. No quería que se sintiera incómoda. Pensé
en levantarme y decirle que lo olvidara, pero antes de que pudiera, ella habló.

“Sería mejor con un poco de loción o algo así,” dijo. Solté una risita y me levanté, sus
manos se deslizaron por mi espalda suavemente. Caminé hacia el baño, encendí la luz
y miré a mi alrededor. Abrí el armario y encontré un poco de aceite de bebé. Lo miré
cautelosamente, preguntándome qué demonios estaba haciendo eso en el baño de las
visitas de la planta baja, pero vi que seguía sellado, así que lo cogí. No tocaría una
botella abierta de aceite para bebés en mi casa, ni con un palo de tres metros, a
sabiendas de que alguien, probablemente, lo habría usado para hacerse una paja.

“¿Esto funcionará?” Pregunté, caminando de vuelta a la sala de estar y sosteniendo en


alto la botella. La cabeza de Isabella se volvió rápidamente en mi dirección cuando
escuchó mi voz. Sonreí con satisfacción, sin perder el hecho de que sus ojos se
detuvieron en mi pecho por un momento, antes de mirar a mi rostro.

“Sí, eso es perfecto,” dijo, sus ojos una vez más bajando hacia mi pecho. Me aclaré la
garganta y su atención volvió rápidamente a mi rostro. Levanté una ceja y sonreí. Ella
se sonrojó de un hermoso tono de rojo y miró hacia otro lado, lo que me hizo reír.

Le entregué la botella y volví a sentarme entre sus piernas. La abrió y puso un poco en
su mano antes de poner la botella a su lado. Llevó sus manos a mi espalda y las
presionó con firmeza, deslizándolas hacia arriba por mi espalda, hacia mis hombros.
Me sorprendió lo firme que su tacto era ahora. Gemí mientras empezaba a masajear
con determinación mis omóplatos y la parte de atrás de mi cuello. Sus manos subían y
bajaban por mi espalda repetidamente y sentí mis músculos aflojándose bajo su
toque. Lo siguió haciendo durante un rato y cerré los ojos, sin poder dejar de gemir
como una pequeña puta. Se sentía jodidamente fantástico, sin duda, sabía
exactamente lo que estaba haciendo.

Después de un rato, su toque se suavizó y gruñí, no quería que se detuviera. Sus manos
vagaban por mi espalda con ternura y la sentí delineando las líneas de mi tatuaje
entre mis omóplatos. Su mano izquierda deambuló hacia abajo y delineó la cicatriz
que corría a lo largo de mi costado. Esa mierda hacía cosquillas y me estremecí
levemente. Pasó una de sus manos hacía arriba, por mi columna vertebral y mi cuello.

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Eché la cabeza hacia atrás y sus dedos se filtraron a través de mi cabello, en la parte
de atrás de mi cabeza. Gemí mientras otro estremecimiento se disparaba a través de
mí, su tacto ya no era para aflojar los músculos, ahora era casi malditamente sensual.
Apaciguó sus movimientos y estaba seguro de que iba a apartarse, pero no lo hizo.
Después de unos segundos, sus manos comenzaron a deambular de nuevo, sus dedos
entrelazándose en mi pelo desordenado, sus cortas uñas raspando con suavidad mi
cuero cabelludo.

Empecé a respirar pesadamente, realmente, estaba empezando a excitarme y sabía


que tenía que parar. Necesitábamos parar. Joder, estaba mal, pero Dios, se sentía tan
bien. Estaba casi temblando de lo bien que se sentía, estaba desesperado por su
toque.

Me pareció oír algo y abrí los ojos. Vi el vestíbulo iluminarse ligeramente, indicando los
faros de un coche. Estiré mi mano hacia atrás, agarrando las manos de Isabella,
deteniéndola.

“Alguien está aquí,” dije. Ella se tensó inmediatamente. Solté sus manos y me levanté.
Ella saltó del sofá, pasó junto a mí y se dirigió a las escaleras. Miré con incredulidad
como las subía corriendo y quedaba fuera de mi vista. Negué con la cabeza y agarré
mi camisa, poniéndomela.

Me dejé caer otra vez en el sofá mientras la puerta principal se abría. Inmediatamente,
oí la risa de Alice y rodé los ojos. Cogí mi coca de cereza, la puta ya estaba diluida,
pero me importó una mierda y me la bebí toda. Agarré una cereza y la reventé en mi
boca, masticándola mientras cogía mi teléfono.

Alice y Jasper entraron y se detuvieron, obviamente, preguntándose qué cojones estaba


haciendo en la maldita oscuridad con una pantalla azul en la televisión, cuando la
película ya se había acabado. Ni siquiera me molesté en mirarlos y empecé a
desplazarme a través de mi teléfono. En la última hora había recibido ocho llamadas y
más de una docena de mensajes de texto de las perras.

“¿Isabella está bien?” Jasper preguntó después de un momento. Asentí, sin molestarme
en mirarlo.

“No pensé que fuera a ponerse frenética,” dijo Alice en voz baja, sentándose a mi lado.
Le eché un vistazo rápido, riendo con sequedad.

“Qué me jodan y yo que pensaba que Mary Alice Brandon era una jodida sabelotodo.”

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“Ciertos pensamientos son plegarias. Hay momentos en que, cualquiera que sea la
actitud del cuerpo, el alma está de rodillas.” – Victor Hugo.

Isabella Swan
“¡¡Oye, Isabella!!”

Salté ante el sonido de una fuerte e inesperada voz y dejé caer el vaso que estaba
sosteniendo. Se estrelló contra el suelo, rompiéndose con el impacto y pequeños trozos
de vidrio salieron volando. Mis ojos se abrieron, el fuerte ruido sonando como si hiciera
eco por toda la planta baja. Miré a Alice, que tenía una mirada de asombro en su
rostro. Ni siquiera me había dado cuenta que estaba aquí, pensaba que estaba sola.

“Lo siento, no tenía intención de asustarte,” dijo disculpándose. Le hice un gesto con la
mano y me puse en cuclillas, empezando a recoger los trozos de cristal del suelo. Casi
corrió hacia mí, queriendo ayudar, pero solo consiguió asustarme aún más. Me
estremecí, alejándome de ella y me pinché el dedo con un trozo de vidrio filoso, dando
un chillido. Agarré mi mano y vi el hilo de color rojo que fluía del corte. Inmediatamente
me sentí mareada, cuando el olor a óxido de la sangre me golpeó, y al verla me
entraron ganas de vomitar. Cerré los ojos y me dejé caer hacia atrás, sentándome,
tratando de tomar unas cuantas respiraciones profundas por la boca para calmarme y
evitar el olor.

Había tenido un mal día…. un muy mal día. Me había despertado antes de que el sol
se levantara, cada pizca de mi cuerpo dolorido. En el momento en que abrí los ojos, mi
estómago empezó a revolverse y me levanté de un salto, corriendo al baño. Pasé la
mayor parte de la mañana y la tarde allí, vomitando lo que tenía calculado que podría,
posiblemente, sumar mi peso corporal. El doctor Cullen había venido a verme en algún
momento de la tarde, estaba preocupado porque no había salido de mi habitación
durante todo el día y me encontró desmayada en el suelo, frente al inodoro. Entró de
inmediato en modo médico, comprobando mi pulso, respiración y temperatura y lo
atribuyó a un virus estomacal. Me dijo que me relajara y durmiera, que no me
presionara o estresara y dejara que mi cuerpo se fortaleciera, pero era mucho más fácil
decirlo que hacerlo.

Me quedé en mi habitación todo el tiempo que pude. Mi estómago comenzó a


asentarse, pero estaba un poco aterrada ante la idea de estar en cama durante todo el
día. Desde que había aprendido a caminar y hablar, no había pasado un día sin que

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hiciera algún tipo de trabajo.

Así que una vez que estuve segura de que podía llegar a la planta baja por mí misma,
salí de la cama y me dirigí a las escaleras.

Era un desastre total y absoluto. Estaba sudorosa, mi ropa arrugada y mi cabello


despeinado. No podía oler bien, posiblemente sería una combinación de vómito y
sudor. Me sentía tan mal como me veía, completamente asquerosa.

Me agarré a la barandilla y comencé a bajar las escaleras, solo para llegar al segundo
piso y encontrarme cara a cara con Edward. Tenía su brazo envuelto en los hombros de
una chica. Sus ojos se ampliaron cuando me vio, su expresión era de asombro. Casi
parecía culpable o avergonzado. Aparté mis ojos, incapaz de mirarlo.

Hacía poco más de una semana que me había sacado de la fiesta después de su
partido de fútbol, trayéndome a casa. Esa noche me sorprendió y desde entonces me
había sentido como si estuviera en un torbellino, mis pensamientos y sentimientos
todos revueltos y nada tenía sentido. Verdaderamente me sentía como la ridícula y
patética niña que siempre pensé que era.

Su comportamiento me había cogido por sorpresa. Casi había exigido que le dijera lo
que pensaba, tan difícil como ese concepto era para mí, en parte deseaba ser capaz de
hablar libremente. Le hice una auténtica coca de cereza, quería hacer algo para
mostrarle mi agradecimiento. Pensé que le gustaría, ya que sabía que bebía eso en
lata. Había aprendido a dominar el arte de la coca de cereza en los últimos años,
cuando mi ama, en Phoenix, la bebía y exigía que estuviera perfecta. La perfecta
proporción de jugo de cereza en la coca, el número perfecto de cerezas. Cualquier
pequeña imperfección se traducía, literalmente, en una patada en alguna parte del
cuerpo en la cual prefería no ser pateada. Le gustaba patear a la gente detrás de las
rodillas, ya que eso siempre causaba que se desplomaran al suelo. Edward parecía
apreciar el hecho de que le preparara una, aunque echase alcohol en ella.

Parecía tenso. Me quedé mirando como estiraba su espalda, rodaba los hombros y
levantaba la mano para masajear su cuello. Después de un rato, me picó la curiosidad
y le pregunté si estaba bien y confesó que sus músculos estaban doloridos por el golpe
que le había visto recibir. Supongo que no era tan duro como Emmett pensaba que era.

El arte del masaje es algo que aprendes sobre la marcha cuando vives una vida como
la mía. Largas horas y días enteros de trabajo agotador, causan estragos en tu cuerpo,
por lo que es esencial aprender a relajarse y calmar los músculos para aliviar algo de
dolor y de presión. Me ofrecí para darle un masaje, tratando simplemente de ser
amable, sin tener en cuenta lo que iba a suceder cuando realmente lo tocara.

En el momento en que se sentó entre mis piernas, esos sentimientos empezaron, de


nuevo, a agitarse dentro de mí. Mis manos en su piel eran casi eléctricas. Su espalda

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era suave, sus músculos firmes y esculpidos. Se había levantado a coger algo para que
utilizara para darle el masaje, y mis ojos se posaron sobre su pecho desnudo. Aquella
primera mañana, estaba tan embelesada porque el jugo de naranja se había
derramado, que en realidad, no había conseguido esa gran vista de su pecho. Era
impresionante y parecía que no podía apartar los ojos de él.

El masaje comenzó lo bastante inocente y lo sentí relajarse, pero la estúpida y ridícula


niña dentro de mí, empezó a portarse mal tratando de tomar el mando. Prácticamente
acaricié su espalda con la mano, pasando mis dedos suavemente sobre su tatuaje.
Tenía curiosidad por ellos y quería preguntarle que significaban todos esos tatuajes, ya
que tenía tres que yo supiera, pero no podía entender las palabras. También tenía una
prominente cicatriz en su costado, lo que la hubiera causado debía de haber dolido y
odiaba la idea de que alguna vez sufriera. La sensación de la piel de Edward, su olor y
los sonidos que estaba haciendo, me nublaron por completo. Apenas podía pensar con
claridad. Deslicé mi mano hacia arriba, por su columna y él echó la cabeza hacia
atrás, mis dedos encontraron camino por su pelo, era sorprendentemente suave y la
sensación me cautivó.

Edward había empezado a respirar pesadamente y a gemir, y ese sonido me hacía


cosas locas. Sentí que mi cuerpo hormigueaba, mi respiración dificultosa. Empecé a
tener pensamientos irracionales de sus manos sobre mí, cuando agarró mis manos,
impidiendo que le siguiera tocando. Me dijo que alguien estaba en casa y de
inmediato entré en pánico, aclarándose todo. Estaba tan avergonzada por perder el
control, que tuve miedo de mirar a Edward. Tenía miedo de lo que estuviera pensando
o sintiendo, miedo de que estuviera disgustado por que le hubiera tocado, miedo de
que pudiera notar los sentimientos que había tenido. Así que en el momento en que se
levantó, corrí y me encerré en mi habitación.

La semana pasada, pasó volando. Hice mi trabajo y no me crucé en su camino. Alice se


detuvo una vez y subió a mi habitación para disculparse por el incidente de la fiesta,
pero le dije que no era gran cosa. Simplemente no estaba preparada para eso, no
sabía exactamente en lo que me estaba metiendo. Le dije que eso no me impediría
aventurarme a salir de la casa. Y no lo hizo, pasé la mayor parte de la semana pasada
en el patio. Ni siquiera me había dado cuenta que los Cullen tenían una piscina en su
propiedad, así de poco observadora había sido.

Vi a Edward un par de veces y lo atrapé mirándome fijamente, su expresión siempre


una de curiosidad. No podía saber lo que estaba pensando y me estaba volviendo
loca. Durante toda la semana no habíamos estado solos, siempre había alguien cerca.
Seguía soñando con él casi cada noche. Despertando el deseo de verlo y escuchar su
voz. Era todo tan loco, su mera existencia causaba que mi corazón se hinchara con una
emoción desconocida, una que temía demasiado enfrentar o nombrar.

Incluso ahí parada, en la escalera, mirándolo con su brazo rodeando a la pequeña

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chica de pelo castaño y rizado, mi corazón se hinchó. Y mirando a la chica, otra
emoción llegó a la superficie, una emoción que era aún más peligrosa que la otra,
celos.

Prácticamente hui de ellos, casi cayendo por las escaleras porque estaba muy
mareada. Entré en la cocina y lavé y guardé algunos platos, y fue entonces cuando
Alice me asustó.

Abrí los ojos, sintiendo que estaba otra vez bien y al instante vi el rostro de Alice.
Estaba frunciendo el ceño, sus ojos vidriosos. Parecía que estaba luchando por
contener las lágrimas y eso me sorprendió. Eché un vistazo alrededor rápidamente,
asustada porque tal vez se había lastimado. Eso era lo último que necesitaba, que se
cortara con un vaso que yo había roto. Las últimas semanas había evitado con éxito el
castigo, no había tenido que experimentar la ira del doctor Cullen, pero sabía que herir
a una chica en la que pensaba como una hija haría precisamente eso.

“¿Estás bien, Alice?” Pregunté frenéticamente. Su ceño se frunció y asintió.

“Estoy bien, ¿tú estás bien?” Preguntó. Solo la miré fijamente por un momento. Por
supuesto que no estaba bien. Estaba tan sola y preocupada, que era ridículo. Estaba
confundida y herida y, simplemente, tan agotada emocionalmente que ya no sabía que
camino podía tomar.

“Estoy bien,” dije en voz baja después de un momento, apartando la mirada de ella. No
podía decirle esas cosas, no podía decírselo a nadie.

Mis ojos se posaron en el pequeño charco de sangre en el suelo y gemí.


Inmediatamente sentí la bilis subiendo y me levanté de un salto, empujando a Alice al
pasar. Agarré el bote de basura con el tiempo justo para empezar a vomitar de nuevo.
Sentí a Alice frotando mi espalda y tranquilizándome. Cuando el vómito se calmó, dejé
el bote de la basura, mi visión era borrosa por las lágrimas que corrían por mis mejillas
y los sollozos se escapaban por mi garganta.

Tomé unas cuantas respiraciones profundas, tratando de calmarme. Me di la vuelta


comenzando a recoger el cristal, tirándolo en el bote de la basura. Me estaba sintiendo
mal otra vez y necesitaba limpiar, antes de que alguien más lo viera.

“Ve arriba y acuéstate, yo termino de limpiar por ti y subo en un segundo,” dijo Alice.
La miré interrogante y ella asintió. Me sentía mal, no quería que ella limpiara, pero
necesitaba desesperadamente acostarme, antes de que volviera a vomitar. Murmuré un
gracias y me levanté, aferrándome a la encimera para estabilizarme. Una vez que me
sentí lo suficientemente estable, empecé a subir las escaleras.

Comencé a respirar fuertemente mientras subía el segundo tramo de escaleras hasta el


tercer piso. Tuve que hacer una pausa cuando llegué arriba, necesitaba recuperar el
aliento. Mi visión estaba un poco borrosa y mi cabeza latía con fuerza. Todo mi cuerpo

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dolía y estaba hormigueando.

Me dirigí a mi habitación y me detuve abruptamente en medio del pasillo cuando


escuché a una chica gritando. Di unos pasos vacilantes hacia adelante y sentí que me
sacudía la devastación cuando llegaron a mis oídos, sonidos familiares. Quejidos,
gemidos, jadeos y gruñidos. Y pude escuchar un débil sonido de golpeteo, que al
instante me hizo pensar en mi madre y esos sonidos que escuchaba cuando Charles
tenía sexo con ella.

Edward estaba teniendo sexo con esa chica.

Oí a la chica gritar de nuevo, esta vez gritando el nombre de Edward. Perdí el aliento y
un dolor quemó en mi pecho. Mis ojos se llenaron de lágrimas y todo empezó a ponerse
borroso. Mis rodillas se aflojaron y escuché pasos detrás de mí, en las escaleras. Mis
piernas cedieron y me desplomé, mi cabeza golpeando contra la pared y mi cuerpo
alcanzando el suelo con un fuerte golpe. Escuché débilmente que Alice gritaba el
nombre de Jasper, antes de perder el conocimiento.

“¿Isabella? Despierta bella ragazza,* abre los ojos para mí.” Escuché la familiar voz
aterciopelada filtrándose tan cerca, que se sentía como si estuviera justo en el oído.

“Dale una bofetada o algo, ¿no se supone qué es lo que tienes que hacer?” Dijo una
voz femenina, sonando muy lejos y un poco asustada. Era una voz que había
escuchado antes, pero no una que conociera muy bien. Me confundía, las palabras no
tenían sentido.

“Joder, no voy a pegarle, nadie lo va a hacer,” la voz aterciopelada escupió al instante,


el tono agresivo envió un escalofrío por la columna.

Rogué para que mis ojos se abrieran, todo estaba borroso, pero pude distinguir un par
de ojos verdes cerniéndose justo frente a mí. Parpadeé un par de veces confundida,
tratando de aclarar mi visión.

“¡¡Maledicalo,* no vuelvas a hacer eso otra vez!! ¡¿Me has escuchado?!” Gritó. Mis ojos
se abrieron con sorpresa por su ira, enfocando todo. Estaba visiblemente molesto y
mirándome fijamente.

“¿Qué he hecho? Lo siento,” dije, mi ceño frunciéndose con confusión. No tenía idea de
lo que estaba sucediendo, pero lo que sea que fuera, de alguna manera, había metido
la pata. Sentí que mi visión volvía a ponerse borrosa, esta vez por las lágrimas. Su
semblante se suavizó y gruñó, pellizcándose el puente de su nariz.

“Te has desmayado. No quise gritarte, pero me asustaste hasta la mierda,” dijo.

“Oh,” dije, sin saber cómo responder. ¿Me desmayé? Traté de hacer memoria y mis
ojos se abrieron en shock cuando recordé que estaba en el pasillo, escuchando los

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sonidos que venían de la habitación de Edward. “¡Oh Dios!” Grité cuando el recuerdo
volvió a mí.

Edward parecía sorprendido por mi arranque. “Relájate,” dijo, su tono ahora, era
suave. “Jasper ha llamado a mi padre para que venga del trabajo y te revise. Te has
golpeado con fuerza la cabeza.”

Eché un vistazo a mi alrededor y vi que estaba en mi habitación; Edward estaba


sentado junto a mí, en el borde de la cama. Me di cuenta que no llevaba camisa y tuve
que apartar la mirada rápidamente, antes de que nublara mis pensamientos. Traté de
levantarme, pero Edward me agarró con fuerza, tratando de hacer que me quedara
acostada. Me apoyé en mis codos y miré más allá de él. Alice y la chica de pelo rizado
estaban paradas en la entrada, ambas mirándonos a Edward y a mí. Una pequeña
sonrisa apareció en los labios de Alice cuando la miré, pero no pude devolvérsela en
respuesta. Miré a la otra chica y sentí una oleada de tristeza cuando vi que no llevaba
nada más que una enorme camiseta, que obviamente, no era suya. Me di cuenta que
tenía que ser de Edward.

Suspiré, dejándome caer de espaldas. Hice un gesto de negación y miré enojada el


techo. Podía sentir la mirada de Edward en mí y después de un segundo sentí el
movimiento de la cama. Lo miré y lo vi volver la cabeza y mirar hacia la puerta.

“Ve y ponte la puta ropa, Jessica,” dijo, el tono áspero volviendo a su voz. No levanté la
vista, pero después de un momento, escuché un portazo del otro lado del pasillo.

“Voy a ver cómo le está yendo a Jasper,” dijo Alice, saliendo disparada por la puerta.
Casi de inmediato, escuché sus pasos bajando las escaleras. Suspiré, sabiendo que
Edward y yo estábamos solos y cerré los ojos. Estaba un poco avergonzada, después
de haberlo escuchado a él y a la chica y obviamente, interrumpirlos. Me hizo sentir
enferma la idea de ellos manteniendo relaciones sexuales y traté de ignorarla, no
queriendo lidiar con ello.

Después de un momento, sentí que pasaba su mano por mi frente. Las yemas de sus
dedos estaban frías y enviaron chispas a través de mi piel febril. “La mia bella
ragazza,*” murmuró en voz baja, mientras acariciaba la piel de mi rostro, tan suave
que apenas lo oí. Sus palabras sonaban dulces y me sentí reconfortada, aunque su
significado era desconocido para mí.

Abrí los ojos y lo vi mirándome con intensidad. “¿Qué significa eso?” Le pregunté.

“¿Qué significa, qué?” Preguntó, sonriendo ligeramente.

“Um… la mia bella ragazza,” dije, aunque mi pronunciación lo hizo sonar como
‘lemona bella re-gezzi.’

Edward me miró por un momento, pareciendo un poco sorprendido por mi pregunta.

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“No es importante,” dijo finalmente, encogiéndose de hombros. “Si no lo he dicho en
inglés, es porque probablemente no te gustaría saberlo,” añadió.

Asentí, recordando que el doctor Cullen había dicho que Edward disfrutaba decir cosas
coloridas en italiano. Nos sentamos en silencio por un momento. Edward estaba
acariciando mi mejilla suavemente con el dorso de su mano y mirando mis ojos
fijamente. Era un poco incómodo, pero no podía romper con su mirada. Sus ojos
estaban tan llenos de emoción, tan compasivos.

Una puerta se cerró con fuerza al otro lado del pasillo y Edward gruñó, rodando los
ojos. Alejó su mano de mí y se puso de pie, saliendo rápidamente de la habitación. Me
incorporé y lo vi parado en el pasillo con la chica de pelo rizado. Ella parecía enojada
y Edward estaba hablando con ella. No pude entender sus palabras, ya que eran
susurros, pero sus labios se movían furiosamente. Finalmente, ella resopló con fuerza y
le dio la espalda alejándose y pisando con fuerza. Edward caminó de vuelta a la
habitación, negando y suspirando. Se sentó de nuevo en el borde de la cama y me
miró.

“No quería interrumpir,” dije, sintiendo como si necesitara disculparme. Me sentía mal.
No tenía idea de quién era la chica, pero si Edward estaba teniendo sexo con ella,
obviamente significaba algo para él. “Y por favor, dígale a ella que lo siento.”

Su ceño se frunció. “¿Sentir qué?”

“Por interrumpirlos, usted sabe…. lo que estaban haciendo.” Dije un poco avergonzada
e incapaz de decirlo en voz alta. Sentí que mis mejillas enrojecían.

Los ojos de Edward se ampliaron, cuando obviamente, entendió de lo que estaba


hablando. “Jesucristo,” murmuró, haciendo un gesto de negación. Parecía
avergonzado, lo que me sorprendió. “No deberías haber escuchado esa mierda.”

Mis ojos se abrieron, temiendo que pensara que estaba escuchando a hurtadillas. “Lo
siento, no estaba tratando de… lo prometo. Solo estaba caminando por el pasillo y
escuché los ruidos.”

Él gruñó, pellizcándose el puente de su nariz. “No te disculpes, no deberías de estar


disculpándote, yo debería hacerlo.”

Lo miré sorprendida… ¿Por qué iba él a pedir disculpas? No había hecho nada malo.
Antes de que pudiera decir algo, empezó a despotricar en italiano, tan rápido, confuso
y apasionado que me sobresaltó.

“Demonios Edward, disminuye la velocidad,” dijo la voz de Jasper desde la puerta. Alcé
la vista y lo vi allí parado con Alice, mirando a su hermano con sorpresa. Edward dejó
de hablar de inmediato, mirándolos. Su expresión casi era de horror.

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“¿Colpo di fulmine*?” Dijo Jasper después de un momento, frunciendo el ceño mientras
miraba a Edward.

Edward gruñó, poniéndose de pie. “Mierda, solo ignórenme, no sé lo que estoy


diciendo,” dijo enérgicamente. Pasó junto a ellos y salió de la habitación sin decir otra
palabra. Alice suspiró y entró, sentándose en el lugar donde Edward había estado
sentado.

“No sé qué le pasa, lo siento. Es bueno que no hables italiano porque, probablemente
acabarías asustándote,” dijo Jasper, negando con la cabeza. Le sonreí levemente.

“No es la primera vez que me habla en italiano. Aunque, nunca ha dicho mucho. Solo
escucharlo me hace sentir mareada.”

Alice sonrió. “Yo tampoco lo entiendo,” dijo. “Sé un poco de italiano, lo he aprendido a
lo largo de los años, pero no lo suficiente para entender todo.”

“Estoy seguro de que has captado lo fundamental,” dijo Jasper con suavidad, mirando
a Alice. No me perdí el hecho de que ella asintió en confirmación. “Cómo sea, mi
padre ha dicho que bebas esto despacio. Él estará pronto en casa.”

Jasper me tendió una botella de agua. Me senté y la cogí, abriéndola. Sentí que mi
visión se nublaba un poco por los mareos y tomé unos sorbos. Permanecieron callados
mientras bebía el agua, pero mantuvieron un intercambio de miradas que me preocupó
un poco.

Escuché pasos en las escaleras y levanté la vista para ver al doctor Cullen detenerse
en la entrada. “¿Alguien sabe cuál es el problema de Edward? Casi hizo chocar ese
maldito Volvo contra mi Mercedes bajando a toda velocidad por el camino de entrada.”

“Quién sabe,” dijo Jasper rápidamente, mirando a Alice. Ella sonrió levemente y asintió
una vez. Estreché mis ojos ligeramente, con sospecha. Mantenían un secreto y no
entendía por qué.

El doctor Cullen suspiró y avanzó. Alice se puso de pie y él tomó su lugar en la cama.

“He oído que le diste a los chicos un buen susto desmayándote frente a ellos. ¿Te
sientes mejor?”

Asentí. “Un poco.” Sonrió y agarró mi muñeca para tomarme el pulso. Me estremecí por
su toque, como de costumbre, pero eso no lo detuvo. Sacó una pequeña linterna y
alumbró en mis ojos.

“Debes de estar bien, solo un poco deshidratada. Bebe mucho líquido y duerme un
poco. A menos que vayas al baño, no quiero verte salir de esta cama hasta mañana,
¿me has oído?”

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Asentí. Él sonrió ligeramente y se levantó. Miró su reloj, le dijo a Jasper que me trajera
algunas botellas de agua y se marchó rápidamente. Jasper dejó la habitación y Alice
se sentó de nuevo a mi lado.

“¿Pasa algo?” Pregunté en voz baja, curiosa. Se volvió y me sonrió, encogiéndose de


hombros.

“No,” dijo. Podía decir por su expresión que estaba mintiendo. Pero nunca me atrevería
a decirle eso. Simplemente asentí y me volví a acostar, suspirando. Después de un
momento, Jasper regresó con cuatro botellas de agua y las puso junto a la cama. Me
sonrió y agarró la mano de Alice. Ella rio cuando la levantó de la cama. Ambos me
desearon dulces sueños y dejaron la habitación rápidamente, cerrando la puerta tras
ellos.

Estaba agotada y el sueño me llevó al instante. Dormí a ratos por horas, durante toda
la noche, solo despertando el tiempo suficiente para beber algo de agua o ir al baño.

Me desperté a la mañana siguiente sintiéndome mareada, pero mi estómago ya no


estaba revuelto. Salí de la cama y me di una larga ducha caliente para refrescarme.
Cepillé mi cabello y lo peiné hacia atrás, y me puse unos pantalones vaqueros y una
camiseta. Era lunes y la casa estaba desierta. Los chicos estaban en la escuela y
asumía que el Doctor Cullen estaba en el hospital. No estaba muy segura de a dónde
iba el doctor Cullen y por qué desaparecía tanto tiempo. Nunca estaba en casa.

Limpié la casa, la cual estaba más sucia de lo que la había visto últimamente, ya que
el día anterior había estado enferma y no había podido hacer nada. Cuando la casa
estuvo decente, me dejé caer en el sofá de la sala de estar. Estaba aburrida y me
sentía sola, deseando no estarlo. Me estaba acostumbrando a los chicos Cullen y
deseando su compañía. Y Alice… disfrutaba inmensamente la presencia de Alice.

Era casi como si tuviera amigos. Verdaderos amigos.

**********
La Mia Bella Ragazza = Mi Chica Hermosa

Bella Ragazza = Chica Hermosa

Maledicalo = Demonios

Colpo Di Fulmine = literalmente significa ‘un rayo’… pero es una expresión italiana
usada para describir la sensación de ser golpeado por el amor de forma tan intensa que
es como si fueras golpeado por un relámpago de luz o rayo… como el amor a primera
vista

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Capítulo 16 El Amor es como la
guerra
“El amor es como la guerra, fácil de empezar, pero muy difícil de parar.”—Henry
Louis Mencken.

Edward cullen

“Voy a ducharme. Cuando llegue Alice, dile que suba,” dijo Jasper, levantándose del
sofá donde estaba sentado junto a mí. Levanté la mano con una floja señal de paz,
para que supiera que lo había escuchado. Estaba con mi ordenador portátil,
descargando algunas canciones de I-Tunes para cargarlas en mi IPod.

Un minuto después de que Jasper desapareciese por las escaleras, una ronda de
golpes se oyeron en la puerta principal. No me molesté en levantarme para contestar,
sabía que era Alice. Después de los golpes, casi de inmediato, la puerta se abrió y ella
entró danzando. Pude sentir su presencia y alcé la vista, levantando una ceja. Estaba
empapada por la lluvia, ya que fuera caía una jodida lluvia torrencial y me estaba
mirando con el ceño fruncido.

“Jasper dijo que Isabella estaba enferma,” comentó.

“Sí,” murmuré, volviendo a mirar la pantalla. “Algún virus estomacal o alguna mierda
de esas.” Mi padre había dicho que la había encontrado en el suelo del baño
vomitando sus tripas, y que tendría que pasar el día en su habitación. Nos dijo que la
dejáramos en paz y no le pidiéramos nada. De todas formas, no tenía intención de
hacerlo, podía arreglármelas solo bastante bien, pero estaba un poco decepcionado
porque eso significaba que no la vería durante todo el día.

“Jasper está en la ducha, dijo que subieras,” dije después de un momento, levantando
de nuevo la vista para mirarla. Suspiró y asintió, dándose la vuelta y dirigiéndose
hacia las escaleras. De nuevo, volví mi atención a la pantalla y mi computadora sonó.
Suspiré mientras rodaba los ojos, cuando vi que era un mensaje instantáneo de
JStanley4387. Quiero decir, no me jodas, ¿no podía ser más creativa con esa mierda?

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 154


Jstanley4387: ¿Q hacs?

‘En unos 10 minutos estaré dentro de ti, si traes tu culo aquí’ escribí. Volví a ITunes y
después de un momento sonó de nuevo.

Jstanley4387: jijiji

Rodé los ojos. Nadie dijo que era una jodida intelectual, eso seguro.

Jstanley4387: ¿D vrdad quiers q llegue?

Gruñí, haciendo un gesto de negación. Odiaba mandar textos, ¿estos cabrones no


podían escribir sus palabras o era demasiado trabajo para sus jodidas mentes
enclenques, recordar las putas vocales?

‘Tengo toda la intención de hacer que llegues, así que apúrate’ escribí. Me desconecté
y agarré mi IPod, enchufándolo para cargarlo. Después de unos minutos me levanté,
caminando a la cocina para tomar algo de beber. Estaba tenso, mi cuerpo necesitaba
alguna maldita liberación. Había estado inundado con trabajos escolares, tuve una
semana cargada de mierda con exámenes y el entrenamiento de fútbol estaba
pateándome el culo, así que había tenido poco tiempo para buscar placer. No ayudaba
que hubiese tenido una erección continua durante una semana, desde aquella noche
en el sofá, cuando Isabella masajeó mi espalda. Ni la cantidad de pajas que me había
hecho, había acabado con ella y me estaba volviendo loco.

Escuché el crujido de la grava y miré por la ventana. Vi el pequeño y viejo Toyota


Corolla de color rojo y sonreí. Encontré a Jessica en la puerta principal y le hice una
seña para que entrara. Había estacionado su pequeño pedazo de mierda al que
llamaba coche, justo frente a la maldita puerta principal y todavía utilizaba un puto
paraguas para entrar. Jesús, ni siquiera Alice dejaba que un poco de lluvia la
molestara. No lo entendía, estaba a punto de joder su pelo y de cualquier forma, iba
empaparla completamente en sudor.

No puedo mentir, me sentía como una mierda trayéndola a casa con Isabella aquí.
Pero estaba lloviendo, así que era seguro como la mierda, que no saldríamos fuera.
Nadie iba a follar en mi coche y no había manera de que alguna vez, me subiera a
esa trampa mortal que ella conducía, así que en ese momento, realmente era mi única
opción. Pensé que Isabella nunca se enteraría, ya que estaba enferma en su
habitación. Solo tenía que hacer que Jessica mantuviera bajos sus puñeteros ruidos.

Ni siquiera quería pensar en por qué me molestaba follar con una chica, estando
Isabella en la misma casa. Nunca me había importado una mierda. Ni siquiera me
incomodaba que mi propio padre me escuchara echando un polvo con una chica.

Jessica estaba risueña y empalagosa, desde el principio fue molesto, pero traté de
ignorarlo. Puse mi brazo sobre sus hombros y nos dirigimos hacia las escaleras,

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subiéndolas rápidamente. Llegamos al segundo piso y me congelé cuando mis ojos se
posaron en Isabella. Se veía jodidamente horrible, lo más pálida que había visto a una
persona. Estaba sudando y temblando ligeramente. Dolía verla tan mal y entonces me
sentí jodidamente avergonzado de estar allí parado con Jessica, joder, como si ella me
hubiera atrapado engañándola o algo así. Cristo, ¿qué me estaba pasando? No había
razón para esa mierda, no estaba haciendo nada malo.

Ella, prácticamente corrió pasando frente a nosotros y Jessica se rió por lo bajo. Rodé
los ojos y tiré de ella por las escaleras. En cuanto llegamos a mi habitación, Jessica fue
directo a mi cuello y empezó a besar y lamer.

“No me hagas una jodida marca,” dije, haciéndola retroceder hasta la cama. Sus
rodillas golpearon el borde y dejó caer su culo sobre ella. Me quité la camisa, tirándola
al pie de la cama. Jessica se desabrochó la suya y se la quitó. Se bajó los pantalones y
los lanzó de una patada, recostándose sobre sus codos mientras me miraba en bragas
y sujetador. Desabroché mi cinturón y desabotoné y bajé el cierre de mis pantalones.
Los bajé junto con mi bóxer y mi polla saltó libre. Jessica gimió al verla y sonreí. Sabía
que había sido bendecido tanto en longitud como en grosor y tendía a dilatar a las
chicas cuando me follaban. Las vírgenes pasaban un mal rato haciéndolo por lo
estrechas que eran y lo grande que era yo. No había tomado muchas, por lo que sabía,
creo que había desflorado a tres y, probablemente, había hecho sus primeras veces,
mucho más dolorosas de lo que deberían haber sido, no solo por mi tamaño, sino
porque no me lo había tomado con calma con ellas. Ellas querían follar conmigo, así
que las follaba. Ellas sabían en lo que se estaban metiendo.

Lancé mis pantalones y mi bóxer de una patada y caminé hacia el borde de la cama.
Extendí mi mano y agarré el brazo de Jessica, levantándola. Con una mano agarré mi
polla, la otra la puse en la parte posterior de la cabeza de Jessica. La empujé hacia
adelante y separó sus labios, tomándome en su boca. Se detuvo a medio camino y no
la empujé más, sabiendo que no podía ir más allá. No era tan pendejo como para
producirle náuseas intencionalmente.

Empezó a mover su cabeza y chuparme, haciéndomelo lo más fuerte posible. Extendí


mi mano y desabroché su sujetador, quitándoselo. La rodeé con mi mano, pellizcando
su pezón, haciéndola saltar y gritar. Ella me rozó con sus dientes y siseé, echando la
cabeza hacia atrás. Extendí mi mano y abrí el cajón del buró junto a mi cama, sacando
un condón. Lo abrí y me alejé de Jessica, poniéndomelo. Se subió a la cama
rápidamente y me subí encima de ella, quitándole la ropa interior. Abrió sus piernas y
me alineé con ella, dando una estocada en su interior, llenándola por completo en un
solo movimiento.

Gritó y gimió. “Baja la voz,” dije, no quería que la gente la escuchara. Jessica me miró
con incredulidad, porque normalmente eso, no me importaba una mierda, pero
simplemente no me sentía cómodo con que Isabella pudiera oírnos. Traté de

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convencerme a mí mismo, que era porque estaba enferma y era malditamente grosero
mantenerla despierta si subía y trataba de dormir, ignorando esa otra parte de mí, que
simplemente no quería que se enterara de qué cojones estaba haciendo.

Agarré sus piernas y coloqué sus pantorrillas sobre mis hombros, golpeando en ella.
Estaba tratando de mantenerse callada, pero no podía evitar hacer ruidos, sobre todo
cuando no me lo estaba tomando con calma con ella. Ya sentía la tensión aumentando
en mí, mi liberación viniendo rápidamente.

Estiré la mano y pellizqué el clítoris de Jessica, sabiendo que esa mierda la llevaría al
orgasmo. Gritó mi nombre y su coño comenzó a contraerse y convulsionarse mientras
ella llegaba al orgasmo. Mi liberación estaba jodidamente cerca y mis estocadas se
hicieron más constantes, preparándome para ello. Sentí viniendo ese familiar
hormigueo, a sabiendas de que estaba cerca, cuando un fuerte golpe rebotó a través
de mi cuarto desde el pasillo. Sonó como si alguien hubiera golpeado la pared junto a
mi puerta con algo duro. Reduje mis movimientos, sorprendido y molesto, ya que la
distracción había hecho que desapareciera el hormigueo. Di una estocada más con
fuerza, esperando que volviera, cuando escuché que Alice llamaba a gritos a Jasper,
un estridente grito de pánico. Me asustó hasta la mierda, Alice no era alguien que se
alterara y se pusiera frenética. Algo estaba muy mal.

Salí inmediatamente, quitándome el condón y tirándolo al suelo. Agarré un par de


pantalones de franela y me los puse, corriendo hacia la puerta. Jessica gritó detrás de
mí, pero justo ahora, ella me importaba una mierda. Abrí la puerta y mis ojos se
ampliaron cuando vi a Isabella tendida en el suelo, inconsciente, con Alice en cuclillas
a su lado. Alice me miró, dejando ir un poco el pánico de su rostro cuando me vio.
Isabella no se movía, sus ojos estaban cerrados y si no fuera por el subir y bajar de su
pecho, juraría que estaba jodidamente muerta.

Los sentimientos que se dispararon en mí, casi me dejan sin aliento. El miedo y la
desesperación que sentía, era intensa. Allí de pie, viendo en el suelo su cuerpo pálido e
inerte, estaba jodidamente devastado.

Y entonces lo supe. Había levantado muros y evitado sentimientos sin importarme una
mierda nadie más, excepto yo y por defecto, mi familia y esta chica había entrado en
mi vida como si nada y en un maldito mes había destruido todo eso. Derrumbó mis
muros y arrasó con mi duro exterior encontrando su camino bajo mi piel y dentro de mi
puñetero corazón. E hizo todo eso sin siquiera intentarlo, sin desearlo.

Me había enamorado de ella. Estaba jodidamente enamorado. En esa fracción de


segundo, mientras la veía en el suelo desamparada, me di cuenta. La razón por la que
no podía dejar de pensar en ella, la razón por la que me escabullía en su habitación
por la noche para verla dormir. La razón por la cual me preguntaba en qué estaba
pensando y qué era lo que soñaba. La razón por la cual la buscaba cada vez que
entraba en una habitación, la razón por la que escuchaba con atención los sonidos

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 157


que venían de su habitación. La razón por la que su maldita risa me hacía sonreír, la
razón por la cual, al verla, mi corazón se hinchaba.

Me preocupo por ella. No, borra eso. Joder, la amo. No me había permitido amar a
nadie desde que había perdido a mi madre, convenciéndome que el dolor de perder a
alguien no lo valía, especialmente cuando vives la vida que nosotros vivimos. Alejaba a
la gente y los encabronaba, porque de esa forma era más fácil. Nadie conseguía llegar
a mí, siempre los mantenía alejados. Pero ella había conseguido entrar.

Alejé esos pensamientos, tratando de olvidarme de ellos, no podía enfrentarlos y la


levanté del suelo. Estaba sorprendido por lo ligera que era. Joder, ¿esta chica comía?

Jasper subió y vio lo que estaba pasando, bajó corriendo las escaleras para coger su
teléfono y llamar a mi padre al hospital. Alice abrió la puerta de la habitación de
Isabella y entré, acostando a Isabella en su cama. Jessica salió de mi habitación, pero
no le presté ninguna atención, en este momento, no podría importarme menos. No
mientras Isabella estuviera herida. En ese momento, nadie importaba una mierda
excepto ella.

“¿Isabella? Despierta bella ragazza, abre tus ojos para mí,” dije rápidamente. Ni
siquiera pensé en lo que estaba diciendo. Sabía que Alice estaba en la habitación y
sabía suficiente italiano para entender que acababa de llamar a Bella ‘chica hermosa’,
pero las palabras, simplemente, fluyeron. Le había cogido el gusto a referirme a ella
así en mi cabeza. ¡Dios, ¿cómo no había descubierto antes que la amaba?!

“Dale una bofetada o algo, ¿no se supone que es lo que tienes que hacer?” Preguntó
Jessica desde la entrada. Sentí una oleada de ira y hablé con brusquedad, gritándole
que nadie iba a darle una pinche bofetada. Los ojos de Isabella se abrieron y
parpadeó. Sentí alivio al instante, los sentimientos dentro de mí seguían siendo tan
intensos y abrumadores que le hablé con rudeza, gritándole por haberse desmayado,
como si hubiera sido su culpa o hubiera podido evitarlo. Pensó que estaba en
problemas y sus ojos se llenaron de lágrimas, haciéndome sentir como un imbécil por
mi reacción. Traté de calmarme y explicárselo, diciéndole que se había desmayado y
me había asustado.

Trató de incorporarse, lo hizo a pesar de mi insistencia. Miró hacia la puerta y su


expresión cambio, confundiéndome. Parecía estar un poco más relajada, como si
estuviera bien, pero ahora parecía casi devastada. Estaba confundido y despacio me
di la vuelta, mirando hacia donde ella lo había hecho. Mis ojos se posaron en Jessica y
me di cuenta de que no estaba usando nada más que mi jodida camiseta. Le hablé con
brusquedad, encabronado, probablemente, más conmigo mismo que con nadie más y
le dije que se vistiera. Alice salió disparada por la puerta, justo después de Jessica.

Los ojos de Isabella estaban cerrados. La miré fijamente durante un momento y no


pude evitar una puta sonrisa. Dios, era hermosa. "La mia bella ragazza,” murmuré,

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acariciando su rostro. Sabía que ella no sabía lo que esa mierda quería decir y me
alegré por ello, pero parecía que no podía dejar de decirlo. Abrió los ojos y me
preguntó qué significaba y le dije que no importaba, que no le gustaría saberlo.

Porque era cierto, no le gustaría. Si supiera que acababa de llamarla “mi chica
hermosa”, probablemente se pondría histérica o se asustaría. Nos miramos durante un
momento y busqué en su rostro alguna señal de que quizás, ella sintiera lo mismo que
yo, tal vez solo estaba tan desconcertada y perturbada como yo. Pero me miró como si
estuviera aturdida y no pude leer su expresión.

Jessica cerró con fuerza la puerta de mi habitación y me levanté irritado. La detuve en


el pasillo, estaba cabreada conmigo, actuando como si estuviera celosa por la
atención que le daba a Isabella. La llamó jodida criada y reaccioné. Jessica no sabía
toda la mierda de la esclavitud pero ella seguía mirándola como alguien inferior
porque, aparentemente, había sido contratada como empleada de la casa y eso me
encabronó. Mantuve la voz baja, pero mis palabras fueron cortantes. Probablemente
había herido sus sentimientos y posiblemente no volvería a conseguir meterme en sus
pantalones de nuevo, pero no me importaba. De todas formas, ella no valía la pena y
me sentí protector con Isabella. Joder, no dejaría que le faltara al respeto.

Volví con Isabella y ella se disculpó conmigo y me dijo que la disculpara con Jessica. Al
principio estaba confundido, pero entonces empezó a explicarse y caí en cuenta. Nos
había oído. Había oído los gemidos y los gritos de Jessica y estaba disculpándose por
interrumpir nuestra follada. Ambos estábamos avergonzados y me sentí como un
cabrón. Estaba tan abrumado por todo y el hecho de que ella supiera que acaba de
tirarme a esa golfa barata, me llevó al límite.

Empecé a hablar rápidamente en italiano, sobre todo incoherencias sin sentido.


Empecé a quejarme por lo jodidamente estúpido que había sido y como arruinado
toda la situación. Estaba despotricando sobre mis sentimientos y lo ridículos eran y
como nada tenía sentido. Estaba tan concentrado, que no oí a mi hermano acercarse.

Me dijo que redujera la velocidad y levanté la vista hacia él, jodidamente horrorizado y
esperando como la mierda, que no hubiera entendido lo que había dicho. Pensé que
por esta vez había tenido suerte, pero entonces me miró confundido.

“¿Colpo di fulmine?” Preguntó. Sentí pavor corriendo por mi sistema. Él lo sabía. Había
escuchado lo suficiente para darse cuenta.

Colpo di fulmine. Cuando conoces a alguien y te golpea como un maldito rayo, amor a
primera vista.

Le dije que me ignorara, que no había querido decir lo que sea que hubiera escuchado
y salí corriendo de allí. Necesitaba pensar, necesitaba aclarar mi cabeza. Fui a mi
habitación, agarré mi camiseta y me puse mis zapatos, bajando las escaleras. Salí y

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me metí en el Volvo y lo arranqué alejándome a gran velocidad de la casa. Estuve a
punto de golpear el coche de mi padre que se acercaba por el camino de entrada, pero
no me molesté en detenerme. Tenía que escapar.

Conduje a Port Angeles y me detuve en una tienda de licores. Compré una botella de
vodka con mi identificación falsa, una mierda barata porque su máquina para tarjetas
de crédito no funcionaba y yo no tenía mucho efectivo. Aunque no me importó, la
mierda barata funcionaba bien. Alquilé una habitación de hotel, usando también mi
identificación falsa y me encerré en ella, poniéndome como una puta cuba.

Finalmente, perdí el conocimiento y desperté la mañana siguiente alrededor de las


once. Estaba resacoso como la mierda y había faltado a la escuela, pero eso no me
preocupaba. Mientras estuviera sobrio y me sintiera mejor para la hora del
entrenamiento de fútbol, estaría bien.

Dejé la habitación y caminé hacia el coche, haciendo una mueca por el brillante sol de
mierda. Me puse mis gafas de sol, sabiendo que mis ojos debían de estar inyectados
en sangre. Conduje de vuelta a casa al límite de velocidad, por primera vez en mi vida,
no quería que me detuviera porque era muy probable que todavía hubiera alcohol
corriendo por mis venas. Estoy seguro que mi padre no estaría muy contento de venir a
pagar la fianza un lunes a mediodía, porque su hijo de diecisiete años estaba
conduciendo bajo su influencia.

Sí, no estoy tan seguro de que la policía estuviera muy contenta con la pistola Colt
automática del 45, oculta bajo mi asiento y cargada con balas de punta hueca. Ni
siquiera estaba seguro de que mi padre supiera que tenía esta mierda, después de la
cagada del año pasado. No sabía cómo se sentiría, justo ahora, con que tuviera otra
puñetera arma. Pero él sabía que siempre era mejor prevenir que lamentar, así que al
menos, no creo que me patease el culo por ello. Mi padre amaba las armas, las trataba
como si las putas tuvieran sentimientos o algo así. Joder con un arma y no tratarla
apropiadamente era una falta de respeto a sus ojos. La última vez que había tocado su
arma personal, casi tuvo un jodido ataque de pánico.

Revisé mi teléfono de camino a casa. Anoche lo había dejado en el coche, sin


molestarme por él. Vi que Jasper me había llamado y llamé al buzón de voz,
escuchando su mensaje. Decía que no le había dicho a nadie lo que me había
escuchado decir y para que no me preocupara, también decía que no le concernía
decir nada, independientemente de si era verdad o no. Jasper era un tipo legal y
estaba agradecido de que si alguien había escuchado esa mierda, hubiera sido él.
Emmett se lo hubiera dicho a todo el mundo, pensando que era gracioso. Y mi padre…
bueno, me atrevería a suponer que si mi padre llegase a tener un indicio de que tenía
sentimientos románticos hacia la chica, ambos estaríamos en peligro. Probablemente
me daría una paliza por ser tan malditamente estúpido y no quiero imaginar lo que le
haría a ella. Probablemente, la haría desaparecer. Nada contra Isabella, estoy seguro,

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pero soy su puto príncipe y el único que posiblemente siguiese sus pasos. No tenía ni
puta idea de cómo se tomaría la organización que un jodido Príncipe mafioso, se
enamorara de su esclava. Probablemente sería una vergüenza para mi padre.
Honestamente no lo sé, pero no había jodida forma de que abordara el tema con él.

No había forma de evitarla, porque eso, solo levantaría más sospechas. Y sabía
malditamente bien, que evitarla no iba a hacer que mis sentimientos desaparecieran.
Sería su amigo, podríamos hacer eso. Podríamos ser amigos. Mantendría mis
sentimientos y compulsiones bajo control y nadie se daría cuenta, montaría un maldito
espectáculo si tuviera que hacerlo, si su vida dependiera de ello. Y probablemente, así
fuera. No podía concebir que fuera asesinada o enviada lejos porque mi yo irracional y
hormonal, no pudiera controlar sus impulsos.

Estacioné frente a la casa y salí del coche. Me dirigí a la casa y me detuve en el


vestíbulo. Oí la televisión en la sala de estar y caminé en esa dirección. Hice una pausa
y sonreí cuando vi a Isabella sentada en el sofá con el control remoto en su mano y su
cabeza gacha. Estaba dormida.

Cogí sigilosamente de su mano el control remoto, apagando la televisión. Me di cuenta


que tenía la piel de gallina en sus brazos y subí al segundo piso, agarrando una manta
del armario. Volví a bajar y con cuidado la cubrí, no quería que tuviera frío.

Entré en la cocina y cogí algo de beber, dirigiéndome a mi habitación. Me metí en la


ducha y me bañé, poniéndome unos bóxers y unos pantalones vaqueros. Agarré una
camisa del armario y me dirigí de nuevo a la planta baja.

Cogí unas galletas de la cocina, necesitaba meter algo a en mi estómago para tratar
de asentarlo. La puñetera agua se me cayó al suelo mientras trataba de tomar una
aspirina, así que la sequé con una toalla. Caminé a la lavandería y arrojé la toalla en
la cesta, dándome la vuelta y dirigiéndome de nuevo hacia la cocina, cuando escuché
la dulce e inocente voz.

“Edward.”

Me detuve y sonreí, suponiendo que estaba hablando de nuevo en sueños. La semana


anterior, me había escabullido en su habitación cada noche y como un reloj, decía mi
nombre en sueños. Estaba empezando a preguntarme, si ella tal vez tenía un sexto
sentido que pudiera decirle cuando estaba cerca y por eso lo murmuraba.

Me volví hacia ella, necesitando ver esa pequeña sonrisa jugando en sus labios, que
usualmente acompañaba mi nombre y me congelé. Mis ojos se abrieron cuando se
encontraron dos orbes marrón chocolate. Estaba despierta y mirándome fijamente.

“Hola,” dije. Ella sonrió.

“Hola,” dijo en voz baja.

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Pasé mi mano por mi pelo, considerando qué hacer. Realmente quería sentarme con
ella, pero sabía que necesitaba llevar mi culo a la escuela y por lo menos, llegar al
último período. Tenía gimnasia con el Entrenador Clapp a última hora y teniendo en
cuenta, que era mi entrenador de fútbol, maldición, sabría que estaba haciendo
novillos y probablemente, trataría de matarme en el campo con suicidios como castigo.

Estaba mirándome expectante, obviamente, preguntándose por qué diablos solo


estaba ahí parado. Suspiré resignado y me acerqué a ella. Agarré el control remoto y
quité la manta, sentándome junto a ella. Sus ojos me estaban implorando y era una
jodida invitación que no podía declinar.

“Hoy te ves mejor,” dije, encendiendo la televisión. Empecé a recorrer los canales,
tratando de encontrar algo decente a media tarde.

“Me siento mejor,” dijo. Asentí y lo dejé en alguna repetición aleatoria de Americas
Funniest Home Videos. Me senté en el sofá, un poco encorvado.

“¿No se supone que debe estar en la escuela?” Preguntó después de un momento. Miré
hacia ella.

“Al parecer,” dije encogiéndome de hombros. “Pero no soy precisamente conocido por
hacer lo que se supone que debo de hacer.”

Ella sonrió. “Rebelde,” dijo.

Sonreí. Estaba gratamente sorprendido de lo relajadas que estaban las cosas.


Esperaba alguna extraña tensión, especialmente después de como se había
profundizado toda esa mierda entre nosotros hasta ahora, pero parecía más relajada
ahora que antes.

Estuvo callada por un momento, así que la miré frunciendo el ceño, cuando me di
cuenta que estaba mirando fijamente mi pecho. Miré hacia abajo, dándome cuenta de
que aún me faltaba ponerme la camisa y vi que estaba mirando el tatuaje de mi pecho.

“El tiempo cura todas las heridas,” dije. Sus ojos se dispararon hacia los míos y su ceño
se frunció.

“¿Qué?” Preguntó.

Suspiré. “El tatuaje en mi pecho. Il tempo guarisce tutti i mali. Significa ‘El tiempo cura
todas las heridas’.”

“Oh,” dijo en voz baja. “No pretendía mirar. Solo tenía curiosidad por ellos.”

Sonreí levemente. “Está bien. En realidad todos, Jasper, Emmett y yo lo tenemos; fuimos
y nos lo hicimos juntos. El tatuaje en mi espalda es el escudo de la familia Cullen.”

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Ella asintió. “¿Y el que está en su brazo?”

Suspiré. “Es un diseño del Claddagh, representa el amor, la amistad y la lealtad. Es un


símbolo irlandés, por lo cual está en el trébol. Mi madre siempre llevaba un anillo de
Claddagh, mi padre se lo dio.”

Me sentí un poco incómodo mencionando a mi madre. Me miró sorprendida y me di


cuenta de que probablemente, nadie la había mencionado y era posible que tuviera
curiosidad de por qué ella no estaba aquí. Sin embargo, no estaba preparado para
tener esa conversación, así que cambié rápidamente de tema.

“Hay otro tatuaje en mi muñeca, Fiducia Nessuno.”

Sus ojos se abrieron con sorpresa. “¿Hay un tatuaje en su muñeca?” Preguntó.

Sonreí y asentí. “Por lo general, lo mantengo cubierto con mi reloj, por lo que nunca lo
has notado.” Estiré mi mano y desabroché mi reloj, quitándomelo. Giré mi brazo,
extendiendo mi muñeca hacia ella. Garabateado a través de las venas en letra
pequeña, estaban las palabras.

Extendió su mano y rozó ligeramente con la punta de sus dedos a través de la tinta.
Sentí el cosquilleo en mi brazo por su toqué y cerré los ojos brevemente.

“¿Qué dice?” Preguntó en voz baja, sin dejar de mirarlo.

Suspiré, apartando mi brazo de ella y poniéndome el reloj otra vez. “Fiducia Nessuno.
No confíes en nadie.”

La miré y vi que sonrió, asintiendo. Y me di cuenta que de todos, ella lo entendería


mejor que nadie. Supongo que ella tampoco se permitía confiar en nadie.

“¿Le dolieron?” Preguntó después de unos minutos. Sonreí.

“Un poco. El de mi muñeca fue el peor. Pero he sentido dolores peores.” Otra vez
asintió.

“¿Puedo preguntarte algo?” Pregunté después de un momento.

Me miró y asintió. “Por supuesto,” dijo en voz suave.

“¿Por qué no cenas con nosotros?” Pregunté con curiosidad. Parecía sorprendida por
mi pregunta y comenzó a morderse el labio inferior. “La verdad. Cualquiera que sea la
respuesta, puedo soportarla.”

Suspiró. “Tenía miedo de enfrentarle,” dijo después de un minuto en voz baja. Asentí,
un poco sorprendido porque me hubiera escuchado y me hubiera dicho la puta verdad,
pero no precisamente sorprendido por la respuesta. Tenía la sensación de que era
porque quería evitarme.

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“Entonces, ¿por qué no comes ahora con nosotros? Ya no estás precisamente
evitándome. De todos modos, no es como si no me hubiera dado cuenta.”

Se encogió de hombros. “Supongo que no está bien. Alguien como yo no debería


dormir en la misma casa que alguien como usted, mucho menos sentarse en la misma
mesa.”

La miré con incredulidad. “Cristo, niña, alguien realmente hizo un trabajo de mierda
contigo. Con quién sea que hayas estado antes de venir aquí, debe haber sido un puto
cabrón.”

Sonrió, pero no le llegó a los ojos. Sus ojos estaban llenos de tristeza y desesperanza.
“No estoy segura de que se le pueda echar toda la culpa a él por cómo nos trataba,
teniendo en cuenta que los niños son un producto de su medio ambiente. Después de
todo, solo sabemos lo que nos han enseñado. El ejemplo no es lo principal que influye
en otros. Es lo único que lo hace, amo Edward.”

Mis ojos se abrieron y la miré sorprendido. Sonaba como Yoda de Star Wars, arrojando
la jodida sabiduría, sumamente tranquila e inconexa. No había vida en sus palabras,
en absoluto, ninguna emoción en su voz. Sonaba como un maldito robot, poniendo
excusas por cómo había sido tratada. ¡Me había llamado amo, por amor de Dios! ¡¿Y
acababa de citar al puñetero Albert Schweitzer?!

Estaba atónito. Definitivamente, había más de la chica de lo que estaba a simple vista.

“¿Estás segura de que nunca has ido a la escuela?” Le pregunté rápidamente. Sus ojos
se ampliaron cuando me miró.

“Estoy segura, ¿por qué?” Preguntó, su expresión parecía asustada y un poco culpable,
como si estuviera ocultando algo.

“Eres inteligente. Por amor de Dios, acabas de citar a Albert Schweitzer. ¿Cómo sabes
eso?”

Parpadeó un par de veces, pareciendo asustada y confundida. “No sé, tal vez del amo
Charles. No estoy muy segura de donde lo escuché.”

Arqueé una ceja, mirándola por un momento. Parecía casi culpable y tenía la ligera
sospecha de que estaba ocultándome algo y no me gustaba.

“¿Has estado con ese tipo, Charles, toda tu vida?” Pregunté, con curiosidad.

Vaciló. “Supongo que se puede decir eso. En realidad, no se convirtió en mi amo hasta
que sus padres murieron cuando yo tenía doce.”

“¿Ellos fueron tan malos como él?” Pregunté. Se encogió de hombros y medio negó con
la cabeza. No parecía cómoda hablando sobre esto, pero realmente quería conocer su

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historia, realmente necesitaba saber. Parecía como si estuviera ocultando cosas y eso
me sacaba de quicio.

“Normalmente eran indiferentes. Las palizas no comenzaron hasta que ellos murieron y
aumentaron hace unos meses, cuando la esposa del amo descubrió que….” empezó,
arrastrando las palabras rápidamente. Mordió su labio inferior con nerviosismo.

“¿Descubrió qué?” Pregunté.

Dudó. “Cuando descubrió mi origen, señor.”

Mi ceño se frunció. “¿Tu origen?” Pregunté, confundido.

Asintió. “La ama me despreció profundamente cuando descubrió, que el amo Charles
era mi padre.”

Mis ojos se abrieron en sorpresa, la conmoción recorriéndome. ¿Su puto padre le había
hecho esto?

“¿Tu amo fue tu padre?” Pregunté con incredulidad, medio gritando. Parecía
avergonzada y apartó la mirada, asintiendo.

“Mi madre era esclava de su familia y él la usaba solo por placer. No tenía la intención
de crearme, la única razón por la que nací es porque mi madre me mantuvo en
secreto.”

Suspiré con fuerza, pellizcándome el puente de mi nariz. Su jodida sangre y carne le


había hecho esto. Era despreciable.

“Eso está jodidamente mal. ¿Tu propia familia? Eso es inmoral, no es ético. Podrían
haberte tratado mejor. Joder, debieron haberte tratado mejor.”

Se encogió de hombros. “Supongo que pensaron que estaban siendo justos


permitiéndome vivir. Probablemente, hubiera sido asesinada al descubrirme si no
fuera porque me parecía lo suficiente a Charles para que su madre atara cabos y se
diera cuenta que era de la misma sangre. Tal vez de esa forma, fueron éticos.”

Me quedé callado por un momento, suspirando. “Un hombre es realmente ético solo
cuando obedece a la obligación de ayudar a toda la vida que es capaz de ayudar y
rehuirá de dañar nada que viva,” dije, extrayendo otra cita de Albert Schweitzer que
sabía. Le eché un vistazo y vi que una pequeña sonrisa adornaba sus labios mientras
absorbía mis palabras.

Sí, ella definitivamente sabía más de lo que dejaba ver.

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“Castigo—La justicia que el culpable imparte a aquellos que son capturados.”—
Elbert Hubbard

Isabella swan

Suspiré y me di la vuelta, mirando el despertador. Los números eran de un amarillo


chillón que lastimaba mis ojos, incluso con la luz encendida. Vi que pasaban unos
minutos de las seis de la mañana y gemí. Estaba muerta de sed, mi garganta seca
por la sed y, por alguna razón, había estado inquieta toda la noche y sin realmente
poder dormir. Me sentía un poco ansiosa y no podía determinar por qué, simplemente,
algo no iba bien.

Suspiré y me senté, lanzando el edredón para destaparme. Salí de la cama y me


acerqué al armario, mirando dentro. Aún no me sentía cómoda caminando por la casa
en pijamas de pantalón corto, me sentía algo indecente con ellos. Nunca me había
puesto ropa tan pequeña en Phoenix, incluso con el intenso calor que hacía allí. A la
esposa de Charles le hubiera dado un ataque si las esclavas no fuéramos
completamente cubiertas. Deslicé mis pantalones cortos para quitármelos, dejándolos
en el suelo y me puse unos pantalones de yoga negros.

Abrí la puerta sin hacer ruido, escuchando. Estaba en silencio, de la habitación de


Edward no venía ninguno. Aunque en realidad, no esperaba escuchar nada con lo
temprano que era. Si mis cálculos eran correctos, no se levantaría hasta dentro de
treinta minutos. Salí y bajé las escaleras, oí agua correr en el segundo piso, indicando
que alguien estaba levantado y se estaba preparando para el día. Parecía como si
viniera de la habitación del doctor Cullen. Me aseguré de guardar silencio para no
despertar a nadie que siguiera durmiendo. Llegué al primer piso y me congelé
abruptamente, mis ojos se abrieron cuando llegué al vestíbulo.

Estaba en completo silencio y oscuro, excepto por el débil resplandor de una luz que
venía de la cocina. Algo de ella se filtraba al vestíbulo, iluminando ligeramente la
plataforma donde estaba el piano. Apenas podía distinguir la forma de Edward bajo el
resplandor de la luz. Estaba sentado en el centro de la banqueta del piano,

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ligeramente echado hacia adelante con la cabeza agachada. No podía ver su rostro
desde donde estaba, pero basándome en su posición, supuse que estaba mirando las
teclas del piano.

Estaba un poco sorprendida. Jasper había insinuado que Edward era muy protector
con su piano, pero era la primera vez que lo veía sentado frente a él. Nunca lo había
escuchado tocar, pero suponía que sabía cómo hacerlo, considerando que era dueño
de uno. La gente no compra pianos solo por como lucen, ¿no?

Me debatí sobre qué hacer. Su lenguaje corporal me decía que algo iba mal, y me sentí
como si estuviera entrometiéndome en un momento que se supone, no debería ver. Algo
sagrado, algo personal y casi íntimo. Además, supuse que no me había oído bajar por
las escaleras, ya que no se había vuelto o me había reconocido y no quería asustarlo.
Edward no reaccionaba bien cuando era sorprendido, definitivamente, lo había
aprendido por experiencia. Así que estaba congelada en mi lugar, indecisa.

Le oí exhalar con fuerza, su respiración inestable. Pasó sus manos por su cabeza,
entrelazándolas en su pelo. Agarró con fuerza sus desordenados mechones color
bronce, dejando caer su cabeza aún más. Su cuerpo empezó a temblar y sentí el dolor
rasgar mi pecho cuando se le escapó un suave sollozo. Estaba asustada y sorprendida,
confundida y angustiada. Edward estaba llorando.

Inmediatamente di un paso atrás, lo más silencioso posible y me di la vuelta.


Definitivamente, era un momento personal, uno que había visto demasiado en el
pasado. Era grosero de mi parte espiarlo o mirar sin su consentimiento. Agarré la
barandilla y empecé a subir los escalones, prácticamente conteniendo la respiración y
pisando ligeramente porque no quería llamar la atención. Exhalé, suspirando de alivio
cuando llegué al segundo piso. Definitivamente, no quería invadir su privacidad o
imponerme.

Regresé a mi habitación y me senté en mi cama, confundida. No podía dejar de pensar


en él, devastado como estaba en la planta baja, sufriendo por algo. Seguía sin saber
exactamente qué era lo que sentía por Edward, lo que eran esos sentimientos que
fluían por mí. Nunca los había sentido y sospechaba, basándome en los fuertes latidos
de mi corazón y en la sensación de cosquilleo en mi piel, que eran sentimientos
románticos. Eso realmente me asustó, nunca pensé que fueran sentimientos a los que
alguna vez tuviera que hacer frente, y sabía que no había manera de que alguna vez
estuviera en posición de dejarme llevar por ellos. Y aunque pudiera, no estaba segura
de si alguna vez querría hacerlo, a pesar de que ya había conseguido afectarme
demasiado. Tenía una debilidad por él, había conseguido entrar y remover mi interior y
eso me hacía vulnerable.

Sin embargo, lo que sí sabía, era que ver a Edward sufriendo, también me hacía sufrir
a mí. No quería que sufriera, jamás. Quería que sonriera y fuera feliz, porque su
felicidad significaba la mía. ¿Significaba eso que lo amaba? ¿Eso era lo que eran

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estos sentimientos? ¿Estaba enamorada de Edward Cullen? ¿Era tan patética como
para enamorarme de él, la joven y ridícula esclava enamorada de su amo? ¿De
verdad, estaba tan loca?

Después de un momento, oí pasos por las escaleras y el sonido de la puerta de Edward


abriéndose y cerrándose. Me levanté y salí sin hacer ruido, bajando de nuevo las
escaleras. Entré en la cocina y cogí un vaso, sirviéndome un poco de agua. Estaba
bebiéndola cuando oí pasos acercándose desde el pie de la escalera. Levanté la vista
un poco nerviosa, el haber visto a Edward esta mañana, solo había incrementado esa
extraña sensación que ya tenía, y vi a Emmett pasar frente a la cocina hacia la sala de
estar. No me miró, mantuvo sus ojos fijos al frente.

Suspiré, lavé el vaso y lo guardé en su lugar. Unos momentos más tarde, escuché más
pasos y caminé hacia la puerta, viendo a Jasper. Me sonrió levemente, pero su
expresión era sombría, una sonrisa, obviamente forzada, en aras de la cortesía. Seguí
a Jasper a la sala de estar y él se dejó caer junto a Emmett. Sus expresiones eran
idénticas, ambos parecían deprimidos.

Definitivamente, algo estaba mal, estaba claro ahora. No solo era Edward, eran todos.
Era como si una nube negra se cerniera sobre la residencia Cullen, deprimiendo a
todos. Sentí como si me estuviera perdiendo de algo, alguna pieza del rompecabezas
que desconocía. Hubo un incómodo silencio y la tensión persistió, algo que jamás
había sentido cerca de Jasper. Me sentí mal, no me gustaba verlos afectados de esa
forma. El que su depresión me afectara, también me sorprendió un poco. ¿Había
empezado a preocuparme por los otros chicos Cullen?

“¿Tienen hambre chicos? Puedo hacerles tostadas francesas o algo así,” les ofrecí. Me
había levantado temprano y no tenía nada que hacer a esta hora, así que no me
importaba hacer el desayuno. Hasta el momento, todavía no les había cocinado otra
cosa más que la cena. Jasper me miró y sonrió, esta igual de forzada que la anterior.

“Claro,” dijo en voz baja. Emmett no habló pero me miró y asintió.

Sonreí. “De acuerdo,” dije, dándome la vuelta y dirigiéndome a la cocina. Rompí


algunos huevos y cogí algo de pan, leche, vainilla y azúcar glas y empecé a preparar
rápidamente tostadas francesas. Después de un rato, oí pasos detrás de mí y me di la
vuelta para ver a Edward entrando. Había tomado una ducha, su cabello un tono más
oscuro de lo usual y todavía un poco húmedo. Abrió el refrigerador y cogió el jugo de
naranja, pasando junto a mí para tomar un vaso.

“Huele bien,” dijo en voz baja, su voz hosca. No había chispa en sus palabras, nada de
la pasión a la que estaba acostumbrada. Por lo general, Edward siempre estaba
animado cuando hablaba.

“¿Tiene hambre? Puedo hacerle algunas,” le dije tratando de hacer que mi voz sonara

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un poco animada, a pesar de que me estaban asustando un poco. No entendía lo que
estaba pasando.

“No tienes que hacer eso Bella,” dijo con la voz aún suave, pero con un ligero atisbo de
esa chispa cuando me llamó Bella. Había empezado a llamarme así hace unos días, el
día que se había saltado las clases y nos habíamos quedado charlando en el sofá. Me
dijo que mi nombre era italiano y supongo que solo lo acortó, ya que Bella,
aparentemente, era una palabra italiana. No sabía lo que significaba y no le pregunté,
porque sonaba dulce y tenía miedo que me dijera que era algo vulgar. Me di cuenta
que no me llamaba así frente a su familia, así que supongo que no era tan cariñoso
como deseaba. Supongo que algunas veces, la ignorancia es felicidad.

“Lo sé, quiero hacerlo,” dije. Me miró y noté que sus ojos estaban rojos, círculos negros
debajo de ellos. Lucía completamente agotado y tuve que luchar contra el impulso de
estirar mi mano y hacer desaparecer las bolsas debajo de sus ojos.

“Está bien,” dijo sonriéndome levemente. Sus ojos permanecieron en mí por un


momento, antes de que tomara su jugo de naranja y se dirigiera a la sala de estar.

Después de terminar las tostadas francesas, las puse en la mesa junto con una botella
de jarabe de arce y algo de fruta. No estaba segura de cómo les gustaba a los chicos
su desayuno, pero hice caritas felices con un poco de crema batida y usé una cereza
como nariz, esperando que tal vez eso, les hiciera sonreír. Los chicos se sentaron y
comenzaron a comer en silencio, ninguno de ellos, realmente hablando.

Me dirigí a la cocina y empecé a limpiar. Después de unos minutos, el doctor Cullen


entró, vistiendo un poco casual.

“¿Servicio de desayuno?” Preguntó, su voz un poco apagada. Sonreí y asentí.

“¿Tiene hambre, señor? Puedo prepararle algo.”

Hizo un gesto de negación. “Te lo agradezco, pero no tengo mucho apetito. Hoy estaré
en casa; tengo algunas cosas que hacer aquí. Pasaré la mayor parte del tiempo en la
habitación, aquí abajo en la planta baja, junto a la lavandería. Trata de no molestarme
a menos que sea una emergencia. Si me necesitas utiliza el teléfono que te di y llama
al mío. ¿De acuerdo?”

Asentí. “Sí, señor.” El doctor Cullen no dijo nada más y me di cuenta que su expresión
era idéntica a la de sus hijos. Parecía un poco irritado y sus ojos llenos de tristeza.

Salió de la cocina y caminó hacia la habitación al otro lado del pasillo. Sacó una llave
y abrió, entrando y cerrando la puerta detrás de él. Inmediatamente, oí de nuevo el clic
de la cerradura. No tenía idea de lo que había en esa habitación, pero sea lo que
fuere, estaba bastante segura de que no era nada bueno cuando estaba tan
asegurada. Había muy poco en la casa que pudiera dar a entender a alguien que

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estaban involucrados en el crimen organizado, así que imaginaba que toda la
evidencia debía de estar detrás de esa puerta cerrada.

Los chicos entraron en la cocina, poniendo los platos en el fregadero. Todos


murmuraron un gracias, saliendo rápidamente de la cocina. Subieron las escaleras
para coger sus cosas para la escuela. Después de un rato, los vi bajar y salir por la
puerta principal. Edward vaciló en el vestíbulo, obviamente considerando algo, antes
de dar unos pasos hacia mí, entrando a la cocina.

“Asegúrate de terminar lo que necesitas hacer, pero trata de esconderte y no cruzarte


en su camino,” dijo, su voz seguía suave pero había un ligero tono afilado en sus
palabras. Sonaba serio, como si me estuviera advirtiendo sutilmente. Mi ceño se
frunció, las palabras eran crípticas y ligeramente alarmantes.

“Está bien,” dije asintiendo. Me miró fijamente por un momento y parecía que iba a
decir algo más, pero finalmente, solo suspiró y sacudió la cabeza.

“Nos vemos a las tres y media,” murmuró, dándose la vuelta y saliendo rápidamente
por la puerta.

Suspiré, un poco desconcertada. Terminé de limpiar la cocina y entré en la lavandería


para coger la ropa limpia del doctor Cullen para poder guardarla. Era miércoles, así
que sus sábanas tenían que cambiarse y lavarse, pero por lo demás, no había mucho
trabajo que hacer. Las palabras de Edward permanecían en mi mente y decidí que
terminaría lo que tenía que hacer en la habitación del doctor Cullen y luego me
escondería un rato, por si acaso. Si Edward me había dicho que lo hiciera, tenía que
haber una buena razón.

Llevé el cesto a la habitación del doctor Cullen, poniéndola junto a su puerta. Me sentía
un poco rara estando en su habitación con él en casa, porque nunca lo había hecho y
me hacía sentir como si estuviera invadiendo su espacio. Quité las sábanas
rápidamente, llevándolas abajo y metiéndolas en la lavadora. Volví a subir y cogí algo
de ropa de cama del armario, volviendo a hacer su cama.

Caminé y cogí la canasta, llevándola hacia el tocador. Abrí el primer cajón y me


congelé.

Encima de su ropa había un arma. Era plateada y muy brillante, tan brillante que
podías ver tu reflejo en ella. Había visto armas antes, a distancia, principalmente en la
cintura de las personas que visitaban a los Swan, pero nunca había estado tan cerca
de una. Charles prefería usar sus manos para la violencia y no las armas. Sabía que
tenía una en la casa de Phoenix, pero estaba en una caja cerrada con llave encima de
su armario. Sabía que el doctor Cullen tenía, estando como estaba de involucrado en
el crimen organizado, pero en el tiempo que llevaba aquí, todavía no había visto
una…. hasta ahora.

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Dudé, sin saber qué hacer. Después de un momento, estiré la mano, tomándola
cautelosamente, con la intención de moverla para que no me estorbara y poder
guardar su ropa. Era más pesada de lo que esperaba que fuera, lo que me sorprendió.
Traté de sostenerla de tal forma que no dejara huellas en las partes brillantes, no
quería mancharla porque evidente estaba bien cuidada. La miré en mi mano por un
segundo, un poco asombrada y aturdida por todo. Parecía un objeto de utilería como el
que veías en una película, parecía realmente antigua.

Oí el sonido de un clic y mi cabeza se volvió rápidamente en esa dirección y mis ojos se


ampliaron de inmediato. El doctor Cullen estaba parado justo en la entrada de la
habitación y cerró la puerta detrás de él, encerrándonos a ambos. Sentí un miedo
intenso rasgando a través de mí ante su expresión. Su rostro casi era una máscara sin
expresión, pero sus ojos prácticamente brillaban con furia.

De inmediato dejé caer el arma, asustada. Hizo un leve ruido cuando cayó en el cajón.
El fuego en los ojos del doctor Cullen se desató aún más por el sonido de la caída del
arma. Cerré el cajón rápidamente, sin dejar de mirar hacia él, sin saber qué hacer. No
se movió, solo estaba ahí parado, mirándome. Después de un momento, estiró su mano
detrás de él, tan lento que lo sentí como si estuviera moviéndose a cámara lenta y
agarró el cerrojo de la puerta. Le dio vuelta suavemente, el fuerte chasquido casi hizo
eco a través de la silenciosa habitación mientras cerraba la puerta con seguro. Mi
corazón comenzó a acelerarse, mi cuerpo temblando por el miedo. Había cometido un
grave error, en ese momento lo supe y por la mirada en el rostro del doctor Cullen,
estaba en graves problemas.

Nunca lo había visto de esta manera, la intensidad de sus ojos, la forma en que se
oscurecieron un poco y se volvieron duros no el azul brillante y cristalino al que estaba
acostumbrada. Ahora eran como un océano, agitados, oscuros y turbios. Ahora había
un filo detrás de ellos, un brillo de maldad. Mirándolo, finalmente vi al Carlisle Cullen
que había causado que Charles se pusiera tenso por el miedo. Este hombre era
peligroso y mortal.

Él dio un paso adelante e instintivamente di un paso hacia atrás. Su expresión seguía


en blanco, casi calmada, pero esos ojos brillaron más al verme retroceder. En mi vida
nunca había tenido tanto miedo de alguien, como lo tenía en ese momento, viendo esa
furia. No conocía en absoluto, al hombre frente a mí.

Dio unos pasos más y me acorraló contra la pared. Estaba atrapada, no había ningún
sitio al pudiera ir. Para llegar a la puerta tenía que pasar junto a él e incluso si
consiguiera escapar de su agarré, no había manera de que fuera capaz de abrir el
seguro de la puerta y salir bien librada de la habitación sin que él me atrapara.
Además, incluso tratar de huir era inútil. Correr solo empeoraría las cosas, porque era
inevitable que fuera capturada. No había forma de escapar, eso lo sabía.

El doctor Cullen se detuvo frente a la cómoda. Abrió el primer cajón y sacó el arma. La

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miró por un momento, supongo que inspeccionándola para asegurarse que no se
hubiera dañado. Rogué en silencio que no la hubiera manchado y que no se hubiera
dañado cuando la dejé caer en el cajón. No sabía nada sobre cómo tratar con armas y
solo esperaba que fueran tan duraderas como parecían.

“Las armas son algo bello, verdaderas obras de arte. Tan poderosas, tan fuertes,” dijo
después de un momento, volviendo a estirar la mano hacia el cajón. Sacó una bala con
cuello dorado y la levantó. “Es realmente increíble cuanta destrucción y devastación
puede causar algo tan pequeño.” Su voz era uniforme y calmada. Era como si fuera
indiferente, sin ninguna emoción en absoluto. Eso me asustó aún más, mis piernas
temblaban mientras estaba contra la pared. Por la mirada en sus ojos, estaba claro
que no estaba feliz y eso significaba que estaba conteniéndose, guardándoselo. Era
como una bomba de relojería.

“¿Te gustan las armas, Isabella?” Preguntó, mirando hacia mí. Tenía sus cejas
levantadas, expectante, el fuego seguía en sus ojos.

“No, señor,” balbuceé con voz temblorosa.

Asintió, volviéndose de nuevo hacia la cómoda. Devolvió la bala de donde la había


cogido y cerró el cajón. Miró fijamente hacia abajo, a la parte superior de la cómoda
por un momento, en completo silencio, sosteniendo el arma en su mano, apuntando al
suelo. Mi corazón latía violentamente con miedo.

“Este es un revólver Smith & Wesson 627, Magnum 357, ocho tiros. Por supuesto, balas
de punta hueca, para garantizar el máximo daño. Tengo muchas armas, desde rifles
de asalto a AK-47, hasta comunes y corrientes pistolas y revólveres Glock. Pero este…
este es mi favorito,” dijo frente a mí, levantándolo de lado frente a nosotros. Estaba
mirando el arma, sus ojos seguían ardiendo.

Hizo una pausa por un momento, antes de que sus ojos se encontraran con los míos.
Mis ojos se abrieron con miedo cuando movió su mano y apuntó el arma directamente
hacia mí. Caminó hacia adelante, cerrando la distancia entre nosotros y colocó el
cañón de la pistola justo en el centro de mi garganta. Presionó con fuerza y jadeé, la
fuerza que ejercía bloqueaba mi tráquea haciendo difícil el respirar. Estaba temblando
y solo podía respirar de forma superficial y él solo se quedó así, con las cejas
levantadas y mirando mis ojos con intensidad. No había compasión en él, nada de la
comprensión que había llegado a conocer. Había sido reemplazada por una crueldad
que me asustó. Mi visión se puso borrosa por las lágrimas y sentí que algunas se
deslizaban por mi mejilla. Estaba aterrada y temblando, incapaz de moverme o de
hablar o respirar de verdad. Sonidos de gorgoteos y jadeos y el inicio de sollozos
ahogados escapaban de mi garganta, un poco bloqueada por el arma presionada
firmemente en mi tráquea.

“Solo el movimiento de un dedo en el gatillo, puede hacer un agujero en tu cuello,

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destruyendo totalmente tu tráquea y tu laringe. Sin duda morirías, si tienes suerte,
incluso sería rápido y sin dolor, pero no hay garantías. Lo más probable es que fueras
incapaz de hablar o respirar, pero ser perfectamente capaz de sentir hasta que
finalmente mueras asfixiada. Pero nunca se sabe con el alcance de una 357 a
quemarropa en el cuello. La bala podría rasgarte con suficiente fuerza que incluso
podría herir tu cabeza gravemente. Volar, literalmente, tu puta cabeza.”

Dejó la fuerza del arma contra mi cuello un poco más, finalmente permitiéndome
tomar una respiración profunda. Me miró por un segundo, antes de presionar el arma
de nuevo con fuerza, con mucha más fuerza que la primera vez. Bloqueó
completamente el aire y sentí como si mi pecho fuera a explotar. Mis ojos se abrieron
aún más, mientras luchaba por respirar.

“Así que, ¿vemos que sucede cuando una 357 con balas de punta hueca alcanza de
lleno tu cuello a quemarropa, Isabella?” Preguntó. Traté de negar con la cabeza y
hacer ruido, pero era difícil por la fuerza con la que estaba presionando. Las lágrimas
fluían libremente por mi rostro, mis ojos ardían.

Una pequeña y perversa sonrisa llegó a sus labios, enviando un miedo que rasgó a
través de mí. “Sí, creo que lo haremos,” dijo. Traté de gritar y me puse tensa. Me
preparé para el golpe, para el dolor. Sabía que era el final, sabía que era demasiado
tarde para mí. Me iba a matar, estaba a punto de morir. Solo esperaba no sentir, que
fuera rápido. No estaba dispuesta a morir, no quería morir, pero no podía hacer nada
para detenerlo.

Por el rabillo del ojo vi su dedo mover un poco el gatillo, tirando hacia él. Cerré los ojos,
apretándolos con fuerza, esperando por una inminente explosión y salté cuando hubo
un fuerte chasquido. La presión en mi cuello desapareció de inmediato y me derrumbé
en el suelo, incapaz de mantenerme en pie. Estaba temblando y grité, asustada y
confundida.

“Mírame,” dijo, su tono seguía monótono e indiferente. Me obligué a hacerlo, levanté mi


mirada hacia él. “Has tenido suerte de que el arma no estuviera cargada. Nunca
toques el arma de un hombre sin su permiso, ¿has entendido?” Asentí frenéticamente,
tratando de recuperar el aliento mientras hiperventilaba. “Si te vuelvo a atrapar
tocando mi arma, te arrancaré personalmente cada uno de tus dedos con un par de
pinzas, para que no vuelvas a tocar nada, nunca más. Ahora, levántate, ve a tu
habitación y límpiate, estaré allí cuando haya conseguido lo necesario para tu
castigo.”

Se dio la vuelta y salió de la habitación sin soltar la pistola. Me quedé allí sentada por
un momento, aturdida y asustada. ¡¿Ese no era mi castigo?! Estaba aterrada, sin saber
a lo que me estaba enfrentando. Me levanté con piernas temblorosas y despacio, me
dirigí al pasillo y subí las escaleras hacia el tercer piso. Llegué a mi habitación y me
avergoncé y asusté cuando me di cuenta de que había perdido el control de mi vejiga y

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me había orinado un poco en los pantalones por el miedo, y eso era lo que el doctor
Cullen había querido decir por limpiarme. Me cambié rápidamente, poniéndome la
primera cosa que encontré cogí los pantalones cortos de pijama negros que me había
quitado antes. Agarré la primera camiseta que vi en mi armario, que resultó ser la
camiseta de fútbol de Edward. Él me dijo que me la quedara, y se había negado a
cogerla la única vez que traté de devolvérsela. Tal vez el que la usara la había
profanado o algo así.

Me senté en el borde de la cama, sin saber qué hacer. Después de un rato, oí pasos en
la escalera y miré el reloj. Eran apenas las tres, demasiado pronto para que fuera
Edward, así que sabía lo que significaba, era la hora de mi juicio.

La puerta se abrió y levanté la vista para ver al doctor Cullen entrar con un arma en su
cintura. Sostenía una cuerda, algunos pañuelos, un rollo de cinta adhesiva y un par de
esposas. Mis ojos se abrieron y empecé a llorar otra vez, aterrada y sin tener idea de lo
que estaba a punto de hacerme.

“Ven aquí, al pie de la cama,” dijo. Me levanté y caminé con cautela hacia donde me
había indicado. Me quedé junto a la pata derecha de la cama y avanzó, poniéndose
en cuclillas frente a mí. Cogió la cuerda y ató mis tobillos juntos, sujetándolos con
fuerza.

“Arrodíllate,” dijo rotundamente. Lo miré con miedo y levantó las cejas. Su expresión
me asustó más allá de lo creíble, sus ojos implorándome que presentara pelea. Tenía
la sensación de que este lado del doctor Cullen amaba la violencia, se deleitaba con
ella y cuanta más, mejor, nada me gustaría más que ser capaz de usar la fuerza e
impedir que me lastimara.

Aunque no lo haría; no podía hacer de esto algo peor de lo que ya era. Se saldría con
la suya, cooperase o no. No había manera de que yo ganara.

Agarré el pie de la cama y me posicioné de rodillas lo mejor que pude, los amarres en
los tobillos lo hacían difícil. Él me empujó más abajo, para que mi trasero estuviera
presionado contra mis pantorrillas, posicionándome de tal manera que mi espalda
estuviera contra la pata de la cama y yo frente a la puerta. Puso las esposas en el suelo
y agarró mi brazo, colocando un pañuelo en mi mano. “Haz una bola con esto en tu
puño,” dijo, su tono firme y demandante. Me obligué a hacerlo, él agarró el rollo de
cinta y comenzó a ponerla alrededor de mi puño, cubriéndolo completamente. Era
incómodo y no podía separar los dedos, pero el pañuelo en mi palma afortunadamente
me dejaba un poco de espacio para flexionarlos. Repitió el proceso con la otra mano,
haciéndome imposible utilizar cualquiera de ellas.

“Pon las manos detrás, en tu espalda,” dijo. Me vi obligada a hacerlo, sin querer
luchar. Cerró con fuerza las esposas en una de mis muñecas, asegurándola
firmemente. Las ató a la pata de la cama antes de asegurar con fuerza mi otra

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muñeca, básicamente, esposándome a la cama. Tomó los extremos de las cuerdas en
mis tobillos y los ató a la pata de la cama. Yo lloraba con fuerza. El doctor Cullen se
puso de pie y dio un paso atrás, mirándome. Levanté la vista hacia él, asustada e
incómoda. Parecía estar contemplando algo, y después de un momento, agarró el rollo
de cinta. Cortó un pedazo, rasgándolo con sus dientes y lo presionó rápidamente sobre
mi boca, amortiguando mis sonidos.

“No quiero que tus ruidos molesten a Edward esta noche mientras trata de dormir.” Mis
ojos se ampliaron aún más. ¡¿Planeaba dejarme así toda la noche?! Miró a su
alrededor y maldijo entre dientes. “Olvidé la venda para tus ojos,” murmuró caminando
hacia mi armario y abriéndolo. El miedo se disparó a través de mí y traté de llamarlo
sacudiendo mi cabeza frenéticamente. No me gustaba la oscuridad y vendarme los
ojos sería la tortura máxima… ni siquiera podía dormir en la oscuridad.

Me miró y suspiró. “Bien, supongo que podemos prescindir de la venda en los ojos,”
dijo. Cerró el armario y comenzó a caminar hacia la puerta. “Quiero que pases la
noche pensando sobre lo afortunada que eres por haber llegado aquí. Tal vez te
ayudará a recordar tu lugar y te recordará que no tolero la falta de respeto. Volveré por
la mañana antes de ir a trabajar para liberarte.” El doctor Cullen salió y miré fijamente
a la puerta mientras se cerraba con seguro, dejándome sola.

Esa extraña sensación con la que me había despertado aún persistía y se alojaba en
mi estómago. Mi mayor error había sido salir de la cama esta mañana.

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“Al igual que la desesperación puede llegar a alguien solo por otros seres humanos,
la esperanza, también, puede darse a alguien solo por otros seres humanos.”—Elie
Wiesel

Isabella swan

Dejé escapar un sollozo ahogado cuando el doctor Cullen cerró la puerta tras de sí.
Debían de ser las tres de la tarde cuando entró, y considerando que había dicho que
regresaría antes del trabajo, calculé que estaría aquí, hasta por lo menos las seis de la
mañana. Quince horas. Se esperaba que me sentara aquí, en esta posición, durante
quince horas, lo que era incómodo y ya de por sí un poco doloroso. No tenía idea de
cómo iba a sobrevivir a esto sin derrumbarme, pero supuse que ese era el punto. Él
quería doblegarme. Había estado muy satisfecha conmigo misma, olvidando quién era
realmente yo.

El tiempo pasó tortuosamente lento. No podía ver el reloj desde donde estaba sentada,
así que no tenía forma de medir realmente el tiempo, pero cada segundo parecía
sentirse como una eternidad. Después de un rato, el sol comenzó a ponerse, la
habitación cada vez más oscura. Me dolía cada músculo del cuerpo por la posición y
traté de moverme un poco para aliviar la tensión y la presión sobre mí, pero no ayudó
mucho. Tenía muy poca capacidad de maniobra, lo que imagino, era el punto. Mis
rodillas palpitaban, y tanto las muñecas por las esposas, como mis tobillos por las
ataduras, quemaban. Incluso mis dedos estaban acalambrados y agarrotados, y mis
pies dormidos. Traté de quitar mi peso de ellos, pero la posición de las esposas y de la
cuerda atada a la pata de la cama, no me daban suficiente espacio para mover mi
cuerpo y hacerlo. Mi espalda dolía y punzaba.

Ya había sido golpeada antes hasta quedar casi irreconocible, ensangrentada y


amoratada, pero la tortura de soportar la posición en la que estaba, sola y ahora en la
oscuridad, era lo peor que alguna vez había tenido que soportar. No quería creer que
el doctor Cullen pudiera ser tan cruel intencionalmente. El doctor Cullen al que había
llegado a conocer, no había sido abiertamente malicioso. Algo había pasado para que
actuase así, para hacer que todos actuasen así. Tenía que creer que no había hecho

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nada para merecer este castigo tan severo. No había tenido intención de causar algún
daño o faltar al respeto, pero, ¿esto había sido lo que el doctor Cullen había querido
decir en mi habitación ese día, cuando dijo que a veces faltamos el respeto a la gente
sin darnos cuenta de ello? ¿Era eso lo que había hecho? Solo la había tocado para
moverla y hacer mi trabajo, no tenía intención de hacer nada malo.

Oí pasos en la escalera después de lo que pareció una eternidad. Se detuvieron frente


a mi habitación y mi miedo aumentó de nuevo, sin saber quién era. Estaba
desesperadamente asustada porque el doctor Cullen regresara y decidiera que esto no
era suficiente. En realidad no me había puesto un dedo encima, no me había golpeado
en absoluto, lo que me sorprendió. Tenía miedo que volviera en algún momento y
quisiera golpearme para mostrar su fuerza, ya que eso era lo que siempre hacía
Charles. Una vez escuché a Charles por casualidad decirle a alguien por teléfono, que
nada ponía a un esclavo más rápidamente en su lugar que un golpe en la cara. Pero
después de un momento, los pasos continuaron y oí la puerta de Edward abrirse y
cerrarse.

A partir de ahí, el dolor solo aumentó, el escozor y el ardor de mi cuerpo se


intensificaron. Finalmente comencé a llorar, completamente agotada, pero el dolor me
impedía conciliar el sueño. Parecía como si alguien hubiera cogido cuchillos y
apuñalado repetidamente mis rodillas. Mis piernas se habían dormido debajo de mí, el
dolor agudo y penetrante recorrió mis pantorrillas. Sin embargo, el agotamiento
finalmente ganó y con el tiempo caí en la inconsciencia.

Después de un rato, algo me sobresaltó y desperté y grité, el dolor en mi cuerpo casi


explotó en el momento en que abrí mis ojos. Ahora comprendía por qué me había
puesto cinta en la boca, amortiguaba los sonidos y sin ella, probablemente, habría
despertado a Edward y posiblemente, al resto de ellos. No tenía idea de la hora que
era, pero estaba extremadamente oscuro. Después de un momento, oí ruidos al otro
lado de la habitación y levanté la cabeza rápidamente, el miedo me hizo abrir más los
ojos cuando me di cuenta que no estaba sola. Entrecerré mis ojos un poco, tratando de
ajustarlos a la oscuridad y despejar mi visión de las lágrimas. Veía borroso y los ojos
me ardían pero no podía secarlos. Después de unos segundos, apenas distinguí una
figura parada del otro lado de la habitación, en las sombras. Dio unos pasos hacia
adelante y traté de retroceder, asustada y sin tener la menor idea de quién era, pero
estaba atrapada en esta posición. Vaciló, y asumo que se dio cuenta que estaba
tratando de alejarme de ella. Mi visión finalmente se adaptó y fruncí el ceño cuando
distinguí el caótico pelo y los tristes ojos verdes.

Lo miré fijamente un momento y él me devolvió la mirada frunciendo el ceño. Los dos


parecíamos estar aturdidos. Después de un momento, finalmente volvió a avanzar y se
puso en cuclillas delante de mí. Estiró su mano y di un respingo y grité. Normalmente
no tendría miedo de Edward, era volátil, pero por lo general, solo cuando lo
sorprendías, así que no creía que me fuera a golpear, pero después del cambio tan

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repentino en el doctor Cullen, ya no estaba segura de ninguno de ellos. Sin embargo,
el hecho de que me apartase de él, no lo disuadió. Pasó sus manos por mis mejillas,
limpiando mis lágrimas. Su mano acarició mi rostro por un momento, pasando por mi
frente y tocando suavemente mis mejillas, incluso pasando sus dedos por mi nariz. Lo
miré sorprendida, su toque suave y casi cariñoso y la mirada en su rostro casi igualaba
sus caricias. Finalmente, pasó la yema de sus dedos con lentitud por la cinta que
cubría mi boca.

“Oh, la mía bella ragazza,” murmuró. “Tenía que asegurarme que estabas bien.” Sus
palabras eran suaves, pero su voz estaba cargada de emoción. Solo lo miré, más
lágrimas resbalaban por mis mejillas. Suspiró.

“Joder, siento tanto, tanto, tanto esto,” dijo. “No te mereces esto, por Dios, no te mereces
esto. Traté de advertirte, pero de todos modos, se las arregló para atraparte en el lugar
equivocado y en el momento equivocado. Sabe mejor que nadie que es estúpido dejar
esa maldita pistola por ahí, sobre todo, sabiendo que irías allí. Cualquier otro día se
habría dado cuenta que él fue quién la cagó y no tú, pero de todos los putos días, tenía
que suceder hoy. Cristo, probablemente hizo esa mierda a propósito.”

No traté de hacer ningún ruido o de hacer ningún tipo de movimiento con la cabeza, ya
que no tenía sentido para mí. ¿Por qué el doctor Cullen me haría esto a propósito? Solo
lo miré interrogante. Suspiró y se pasó la mano por el pelo. “Es el aniversario de, eh….
mierda. ¿Por qué coño no puedo siquiera decirlo?” Escupió, pasando las manos por su
cara y gruñendo en frustración. “Es el día en que nuestras puñeteras vidas se
arruinaron en Chicago, cuando perdimos a mi madre. Todos tuvimos un mal día, pero
él suele encabronarse con el mundo y puede ser jodidamente irracional y brutal, es por
lo que no fue a trabajar.”

Asentí y bajé la mirada, comprendiendo finalmente por qué habían estado alterados
esta mañana. No fue específico, pero imaginé que había querido decir que ella murió
cuando dijo que la perdieron. Ninguno de ellos había hablado nunca de ella y recordé
que el doctor Cullen se había enfadado cuando veníamos de Phoenix y la traje a
colación. Ni siquiera sabía su nombre, nunca había visto ninguna foto de ella. Supuse
que era demasiado doloroso para ellos tenerlas por ahí, muy difícil mirarlas. El doctor
Cullen había dicho que Edward se parecía a su madre, por lo que imaginaba que tenía
el pelo de color bronce y unos sorprendentes ojos verdes. Apuesto a que era hermosa,
tenía que haberlo sido para crear a la criatura frente a mí. Me preguntaba qué era
exactamente lo que le había pasado, lo que fuera, no podía haber sido agradable.

“Me gustaría poder desatarte, pero el cabrón me mataría. Nos dijo que no viniéramos
aquí, pero no podía dormir, tenía que saber que estabas bien. Si me atrapa solo haría
esta mierda peor y no puedo hacerte eso. ¡Cristo, mírate! Hasta te envolvió las putas
manos en puños con cinta para que no pudieras deslizarlas por las esposas. Esto está
mal, jodidamente mal.”

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Lo miré con sorpresa cuando me di cuenta que sus ojos estaban llenos de lágrimas. No
entendía porque parecía importarle tanto, por qué estaba siendo tan comprensivo
conmigo. Simplemente asentí en respuesta, obviamente, incapaz de hablar. Se sentó
allí durante un momento, solo mirándome. Su expresión estaba llena de compasión y
tristeza, lo que era a la vez reconfortante y sobrecogedor.

Levantó su mano y limpió más lágrimas, alcanzando mi pelo y poniéndolo detrás de


mis orejas. Sus dedos rozaron la cinta en mis labios una vez más y suspiró.

“Vuelvo por ti por la mañana, ¿de acuerdo? Resiste tesoro mio*, ya casi termina. Y te
juro, no dejaré que esta mierda vuelva a suceder nunca.”

Asentí y él se puso de pie, pasando las manos por su cabello. Me miró por un momento
antes de darse la vuelta y dirigirse a la puerta.

Mi cuerpo estaba ligeramente adormecido, obviamente, acostumbrándose


gradualmente al dolor y adaptándose. Apenas sentía mis piernas, pero mis muñecas
seguían ardiendo inmensamente. Tardé un tiempo, pero finalmente, me quedé
dormida.

“Por favor, despierta para mí, Isabella.” Oí la voz del doctor Cullen y abrí los ojos
rápidamente. Su tono no era tan cruel como lo había sido el día anterior, así que me
sentí un poco aliviada. Estaba en cuclillas delante de mí, mirándome fijamente.

“Buenos días,” dijo. Asentí en respuesta, ya que no quería que pensara que estaba
siendo irrespetuosa, pero desde luego no eran buenos días para mí. Pero iba a ser tan
obediente como fuera posible, ya que no había manera de que pudiera soportar esto
nunca más. El doctor Cullen podía decirme que el cielo era verde y el pasto era morado
y, llegado a este punto, estaría de acuerdo con él.

Extendió su mano y tiró de la esquina de la cinta adherida sobre mi boca. “Esto tirará
un poco, pero voy a ser rápido,” dijo. La arrancó rápido y grité cuando ardió. Mis ojos
se llenaron de lágrimas, mientras mis labios palpitaban y quemaban, agrietados por la
cinta y sin poder humedecerlos.

El doctor Cullen se movió, así que estaba detrás de mí. Sacó unas tijeras pequeñas y
cortó la cinta de mis manos, desenredándola y tomando los pañuelos en ellas. Traté de
flexionar mis dedos e hice una mueca de dolor, gritando suavemente pues dolía
muchísimo. Estaban acalambrados por estar en la misma posición toda la noche.

Abrió las esposas, quitándomelas. Llevé mis manos al frente y froté mis muñecas,
haciendo de nuevo una mueca de dolor. Estaban cortadas, las esposas se habían
clavado en mi piel y tenían sangre seca endurecida a su alrededor. El doctor Cullen
desató mis tobillos y una vez que estuve liberada, se puso de pie rápidamente.

“Por favor, tómatelo con calma hoy, ¿de acuerdo? Traeré algo para la cena,” dijo,

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mirando hacia mí.

“Sí, señor,” dije en voz baja, diciendo mis primeras palabras desde la tarde de ayer. Mi
voz era áspera, mi garganta dolorida por los sollozos.

Asintió. Vaciló, mirándome como si quisiera decir algo más. Levanté la vista hacia él y
me encontré con sus ojos. Otra vez estaban llenos de compasión, de un color azul
brillante y cristalino. Tuve que apartar la mirada rápidamente, incapaz de soportarlo.
No quería su compasión, no ahora. Finalmente, suspiró, se dio la vuelta y se fue.

Me quedé en esa posición un momento antes de mover mis piernas para enderezarlas.
Grité y sentí que las lágrimas caían de mis ojos, el fuerte dolor punzando a través de
mis músculos.

Me quedé allí un rato y eché la cabeza hacia delante. Levanté mi brazo y limpié mi
nariz con la camiseta. Recordé que era de Edward y me sentí horrible, pero mi nariz
estaba goteando por haber llorado y no había manera de que ahora me pudiera
levantar para conseguir un pañuelo. Estaba agradecida de no haber tenido ganas de
hacer pis y de no haberlas tenido durante toda la noche. Al parecer, el doctor Cullen
ayer, había espantado todo de mí y no había tenido oportunidad de reabastecer mi
sistema. Estaba muerta de sed, mi cuerpo desesperado por agua. Estaba flexionando
mis dedos y moviendo mis rodillas, tratando de eliminar los calambres. Todo mi cuerpo
parecía como si estuviera ardiendo, mis músculos en llamas. Cada articulación dolía y
tenía una contracción en el cuello por dormir en la posición en que lo hice. Era un
desastre total y absoluto. Me regañé mentalmente por haberme puesto ayer los
pantalones cortos, ya que solo habían empeorado las cosas. La piel expuesta rozando
contra la alfombra había dejado mis piernas hechas trizas, sobre todo porque había
sudado por estar sentada encima de ellas. Las rodillas eran lo peor, teniendo que
soportar tanta presión. Ardían por la alfombra y estaban agrietadas.

Después de unos minutos hubo un suave golpe en la puerta y se abrió lentamente. Miré
hacia arriba y vi a Edward. Se quedó allí por un momento, mirándome con una
expresión triste en su rostro. No dije nada, solo lo miraba. Sinceramente, no sabía que
decir. No sabía si agradecerle por haber venido a verme anoche, porque era una de
las cosas más bonitas que alguien había hecho por mí, o si quería gritarle por haberlo
hecho, me sentía un poco molesta porque me hubiera visto de esa manera. Después de
un momento, dejó la puerta y se acercó, poniéndose en cuclillas frente a mí. Me tendió
un vaso, lleno de agua.

“Toma, bebe esto,” dijo con suavidad. Cogí el agua y traté de sonreír ante su
generosidad, pero no pude hacerlo. Cada movimiento, incluso algo tan simple como
una sonrisa, dolía. Pero estaba inmensamente agradecida por el agua.

Tendió su mano de nuevo y vi una pequeña píldora amarilla. Lo miré interrogante y


sonrió levemente. “Es Dilaudid, es el analgésico más fuerte que se puede conseguir.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 180


Los chicos de la escuela comerían esta mierda como si fueran dulces si pudieran, te
hace sentir bien. Te quitará el dolor.”

Asentí, tomando la píldora de la palma de su mano. La puse en mi lengua y tomé un


trago de agua para pasarlo. “Gracias,” dije, tratando de aclarar mi garganta y
deshacerme de la picazón.

“No hay de qué. ¿Crees que puedes levantarte, tesoro?” Preguntó levantándose y
tendiéndome su mano. Puse una mano en la suya y agarré el estribo de la cama con la
otra, tratando de levantarme. Edward ayudó lo que pudo, tratando de ser gentil. Me
puse de pie, gracias a él, pero cuando me soltó mis rodillas cedieron y no pude
sostener mi peso.

Edward me agarró para sostenerme antes de que cayera al suelo y grité de dolor. Su
agarré era firme y brusco, sabía que no tenía la intención de lastimarme, solo había
reaccionado así para evitar que me estrellara contra el suelo. Rápidamente me tomó en
sus brazos, acunándome. Gruñó y parecía bastante molesto, lo que me asustó un poco.
No quería caerme, la última cosa que quería hacer era enfadarle cuando estaba
siendo tan amable conmigo.

“Lo siento,” dije en voz baja, un fuerte sollozo escapó de mi garganta mientras me
quebraba una vez más y las lágrimas corrían por mi rostro. Me miró y su rostro se
suavizó un poco. Rápidamente salió al pasillo, sosteniéndome aún y abrió la puerta de
su habitación. Me llevó dentro y me acostó en su cama. Estaba confundida y un poco
sorprendida porque me hubiera llevado a su habitación, pero solo me quedé allí
acostada, lo más quieta posible. Desapareció en su cuarto de baño, volviendo un
minuto después con sus brazos llenos de cosas. Las dejó caer en la cama junto a mí y
se sentó con cuidado. Tenía una toallita en su mano.

“Tengo que limpiarte un poco, ¿de acuerdo? No quiero que esto se infecte,” dijo, su voz
suave. Asentí, sin saber qué decir. Estaba aturdida y abrumada. Edward se acercó y
limpió mis mejillas manchadas de lágrimas. La toallita estaba fría y húmeda pero se
sentía bien contra mi piel. Pasó la toallita por mi boca, siendo especialmente delicado,
e hice una mueca de dolor porque mis labios estaban muy resecos. Levantó mi brazo
izquierdo y pasó la toallita por mi muñeca, limpiando la sangre seca. Hice mi mejor
esfuerzo para ignorar el dolor y traté de no mirar, ya que la sangre me mareaba, en su
lugar mantuve mi atención centrada en su rostro. Parecía estar profundamente
concentrado, su atención fija en lo que estaba haciendo. Sin embargo, había
compasión en sus ojos, mezclada con una profunda tristeza.

Limpió mi otra muñeca, bajando de nuevo mi brazo con suavidad. Dejó la toallita y
agarró una toalla seca para secar mis muñecas. Cogió un pequeño tubo y puso una
pomada blanca y cremosa en sus dedos, frotándola sobre los cortes en mis muñecas.
Después, cogió un rollo de gasa y envolvió mis muñecas, fijándolas con cinta adhesiva.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 181


Me miró brevemente y sonrió cuando me vio mirándolo. Le di una pequeña sonrisa y
miré hacia otro lado, no quería ser grosera al quedarme mirándolo fijamente. Extendió
su mano y agarró la toallita, levantándose y entrando de nuevo al cuarto de baño. Oí el
agua correr y volvió a salir después de haber enjuagado la toallita. Lavó los raspones
en mis rodillas y les puso pomada, prescindiendo de los vendajes. Después, lavó las
quemaduras de la cuerda en mis tobillos y aplicó pomada en ellos, envolviéndolos con
una gasa y poniéndoles cinta adhesiva.

Suspiró, volviéndose hacia mí. Me dio otra pequeña sonrisa y agarró una botella
transparente con un líquido de color azul. Lo miré con curiosidad, mientras ponía un
poco en un paño limpio y seco. “Esto es limpiador de cinta. A veces me quedo todo
pegajoso por la cinta en el fútbol; neutraliza el material pegajoso en tu piel. Sé que
esta mierda puede ser irritante.”

Sonreí levemente y asentí para que supiera que le estaba escuchando. Frotó mis
manos con eso y las secó. “Mantén tu boca cerrada, estoy seguro que no sabe muy
bien,” susurró antes de levantar el paño y frotarlo alrededor de mi boca. Cerré mis ojos
con fuerza, cuando el limpiador hizo que mis labios hinchados ardieran aún más y olía
horrible. Después de quitar el material pegajoso, se levantó y cogió todas las cosas,
llevándoselas y arrojándolas al cuarto de baño.

Volvió a salir y caminó al otro lado de la cama, sentándose a mi lado. Abrió un cajón
junto a la cama y sacó un tubo grande de vaselina. Lo miré interrogante,
preguntándome por qué lo tenía allí, y sonrió ampliamente por mi expresión. “Créeme,
no quieres saberlo. Pero aún no he usado este, así es que no te preocupes.”

Sonreí, sin tener idea de para qué lo había o no utilizado, pero comprendiendo que con
Edward algunas veces, definitivamente, era mejor no saber las cosas. Lo abrió y pasó
su dedo índice por la punta, poniendo un poco en su dedo. Puso el tubo a un lado y se
volvió hacia mí. Extendió su mano y delicadamente frotó su dedo en mi boca. Cerré
mis ojos y separé mis labios, suspirando contenta cuando la sensación de estar
agrietados y el ardor, desapreció al instante. Disminuyó sus movimientos, su dedo aún
permanecía en mi labio inferior. Abrí mis ojos y lo vi mirándome fijamente, con
intensidad.

Parpadeó un par de veces, sacudió la cabeza, y apartó su mano. Le puso la tapa otra
vez al tubo y lo devolvió a su cajón. “¿Te sientes mejor?” Preguntó. Asentí.

“Creo que ya puedo caminar, así que puedo regresar a mi habitación,” dije en voz
baja. No estaba segura de que fuera cierto, ya que mi cuerpo aún dolía un poco, pero
no era tan fuerte. Me atreví a suponer que era la medicamento haciendo efecto y no
que en realidad me hubiera curado del todo.

Me miró con una expresión de dolor en su rostro que me asustó. “¿Eso es lo que
quieres? Si prefieres estar en tu habitación lo entiendo,” dijo.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 182


“Simplemente no quiero imponerme, sé que normalmente no permites que la gente
entre aquí,” dije. Él suspiró.

“No te estás imponiendo, Bella. Mierda, después de todo, fui yo quién te trajo aquí.
Puedes quedarte todo el tiempo que necesites.”

Sus palabras me sorprendieron. “Está bien,” dije en voz baja. “Gracias.”

Asintió y se levantó. “Voy a darme una ducha, volveré en unos minutos, solo relájate,
¿de acuerdo?” Asentí, él se dio la vuelta y entró en el cuarto de baño, cerrando la
puerta detrás de él con suavidad.

Me quedé allí recostada en la silenciosa habitación, escuchando el sonido del agua


correr en el baño. El sonido era suave y comencé a relajarme. La droga, finalmente,
empezó a hacerme efecto de verdad, hasta la última gota de dolor desapareció de mi
cuerpo como una ola. Sentía como si estuviera flotando en el aire, una sensación de
hormigueo me recorría. Me sentía bien, casi feliz, y dada la situación, eso empezó a
asustarme. No debería sentirme de esta manera, no debería ser capaz de sonreír o
sentir felicidad. Era una esclava que al parecer, le había faltado al respeto a su amo y
acababa de sufrir una noche entera de castigo. Todavía debería de estar sintiendo ese
dolor, sintiendo ese miedo.

Pero no era así, no en este momento al menos. Después de un momento, suspiré


contenta después y cerré los ojos, la cama de Edward era cómoda, mucho más cómoda
que la mía y eso era mucho decir. Enterré mi cabeza en su almohada e inhalé,
escalofríos corriendo por mi espalda.

Olía como él.

**********
Tesoro = Cariño

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 183


Capítulo 19 Penas Secretas
“Todo hombre tiene sus penas secretas que el mundo no conoce, y con frecuencia
llamamos a un hombre frío, cuando solo está triste.”—Henry Wadsworth Longfellow.

Edward Cullen

Si tuviera que clasificar los peores días de mi vida, creo que el de ayer, definitivamente,
estaría entre los cinco primeros. De hecho, estaba bastante seguro que ocuparía el
número dos. El único día peor que el de ayer, fue el día en que mi madre, Elizabeth,
murió y estoy bastante seguro que nada podría superar jamás la devastación de aquel
horrible día. Han pasado nueve años de su muerte y todavía la seguíamos llorando en
el puto aniversario como si acabara de suceder. Aún estaba jodidamente
desconsolado, aunque nadie lo sabía. Nadie sabía que lloraba por esa mierda, o que
no podía dormir por ella. Nadie sabía que tenía malditas pesadillas todo el tiempo. No
sabían que me sentaba en mi piano y me quedaba mirando las teclas cuando estaba
solo, y joder, cómo deseaba que ella aún estuviera aquí para tocar el piano conmigo.
Era pésima, yo tenía ocho años y era mejor que ella, pero de cualquier manera, ella
tocaba, orgullosa como la mierda de poder tocar ‘twinkle, twinkle, little star’. No, nadie
sabía que recordaba esa mierda o que pensaba en ella, porque nadie sabía que
Edward Cullen tenía sentimientos. Todos pensaban que era cruel y frío y demonios, tal
vez lo era, pero eso no quería decir que no sintiera. Simplemente no se lo mostraba a
nadie, no dejaba que nadie me viera así.

Mi padre siempre estaba fuera de control cuando llegaba el aniversario. Siempre


estaba enfadado, sobre todo consigo mismo, y le sacaba la mierda a golpes a
cualquiera que estuviera cerca. Ese día le miras mal y te parte la cara. La única vez
que estuvo cerca de golpearme fue en el cuarto aniversario de su muerte, cuando tenía
doce años. Aprendí rápidamente a evitarlo ese día, todos lo hicimos. Él sabía que no
debía intentar ir a trabajar, ya que probablemente, cogería un puto bisturí y si lo hacía,
apuñalaría a alguien. Siempre optaba por quedarse en casa y aislarse de la sociedad
por la seguridad de todos.

Sin embargo, este año, el problema era que se iba a quedar en la puñetera casa con
una chica de dieciséis años que apenas lo conocía, no entendía sus estados de ánimo
o lo que lo hacía estallar. Nona había aprendido esa mierda rápidamente y tenía su
trabajo hecho incluso antes de que él se levantara de la jodida cama y se escondía, y
la segunda mujer no duró lo suficiente como para tener que pasar por eso. Pero

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 184


Isabella, era joven e ingenua. Y mi padre estaba enfadado con el mundo y buscando a
alguien con quién desquitarse. Alguien a quién culpar de algo, cualquier cosa para
tratar de desviar su atención de la culpa que sentía por lo que había pasado ese día en
Chicago. El puto día del que nunca hablamos. Jasper y Emmett están tristes ese día
porque extrañaban a mi madre, pero ellos no sienten la maldita confusión que mi
padre y yo sentimos. Mi padre siente culpa por ser la causa, y yo siento dolor por haber
sido víctima de esa mierda y ser testigo de ella.

Yo, como Isabella, he pagado por los errores de otros, concretamente, los errores de mi
padre. Tengo cicatrices para probarlo, físicas y mentales.

Ayer, como es normal, estaba consternado, pero más nervioso de lo habitual porque
estaba preocupado. Preocupado por lo iba a pasar en la casa cuando yo estuviera en
la escuela. Qué es lo que iba a encender a mi padre, si le iba a hacer daño de alguna
manera. No había una mierda que pudiera hacer al respecto porque tenía un puto
examen importante que no podía saltarme, y sabía que mi padre no me escribiría una
nota y así poder recuperarlo después. De todos modos, traté de quedarme en casa,
dispuesto a perder mi clase para asegurarme que no perdiera demasiado el control,
pero me dijo que no, me dijo que llevara mi culo a la escuela y recibiera educación. Así
que fui a la escuela y esperé, y joder, recé todo el día para que ella me hubiera
escuchado. Que se hubiera escondido y se hubiera quedado fuera de su camino.

En el momento que entramos por la puerta cuando llegamos de la escuela, sabía que
no lo había hecho. Sabía que había encontrado una maldita razón para desquitar su
rabia con ella. Estaba de pie en la sala de estar, mirando por la ventana hacia el patio
trasero. Se volvió hacia nosotros y vi la fachada vacía y tranquila, el fuego en sus ojos y
el puñetero revólver Smith & Wesson en su cintura. El miedo más grande que jamás
había sentido me atravesó al ver el arma, y mis piernas casi se doblaron.

Joder, por favor, dime que no la mató. Pensé.

“¿Qué hizo?” Preguntó Emmett con indiferencia, dejándose caer en el sofá. Mis
hermanos también lo sabían. Jasper me miró y frunció el ceño. Negué con la cabeza,
jodidamente enojado y asustado, deseando que no me mirara, porque era consciente
que sabía que estaba enamorado de ella. Guardaría el secreto y se lo llevaría a la
tumba, pero cuando me miraba, sentía como si pudiera leer cada jodido pensamiento y
ver mis sentimientos, y eso me volvía loco.

“Tenía mi arma,” dijo rotundamente. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, al igual que
los de Jasper.

“¿Tenía tu arma? ¿De dónde la sacó?” Preguntó Jasper con incredulidad,


completamente sorprendido. Sabía que esta mierda estaba destrozando a Jasper por
su odio a la violencia. Pero Jasper era pasivo, se lo guardaría.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 185


“En el cajón de mi cómoda,” dijo mi padre, encogiéndose de hombros.

Inmediatamente me enfurecí. Sabía que ella tenía que guardar su ropa esta mañana y
él también lo sabía. Sabía muy bien que no debía dejar esa mierda por ahí, en un
cajón que ella tendría que abrir. Inmediatamente sospeché que había hecho esa
mierda intencionalmente; la puso en su camino, sabiendo que probablemente ella
trataría de mover esa mierda, porque todos conocíamos a Isabella lo suficientemente
bien para saber que no dejaría que nada le impidiera hacer su trabajo.

“¿Qué hiciste con ella?” Le pregunté, tratando de mantener mi tono uniforme,


intentando no mostrar mi rabia, pero, de todos modos, mi voz temblaba. Nunca había
levantado la voz o me había enfadado porque castigara a las otras mujeres, y sabía
que si lo hacía por Isabella, tendría jodidas sospechas de mí. Siempre era Jasper el
que se molestaba por eso; por lo general, solo no me encogía de hombros y decía
“puta mala suerte.”

“La presioné contra su garganta y apreté el gatillo. No estaba cargada, pero hice que
se orinara del miedo. La envié a su habitación y como castigo, la puse en aislamiento
durante la noche.”

Mis ojos se estrecharon ligeramente. Nunca dejaba su arma descargada. El único


momento en que no había balas en esa pistola, era cuando disparaba las ocho
jodidas balas a alguien y estaba a punto de volver a cargar. Suspiré con irritación,
tratando de mantener la calma, pero estaba encabronado y a punto de saltar.

“¿Por qué estaba tu arma descargada?” Pregunté con voz afilada. Se volvió y me miró,
su rostro seguía vacío.

“Acababa de limpiarla,” dijo, encogiéndose de hombros. Joder, estaba mintiendo,


podía darme cuenta.

Mis ojos se estrecharon aún más. “Nunca pones esa puñetera pistola sin balas en el
cajón, siempre la vuelves a cargar antes de guardarla,” dije con brusquedad,
gritándole.

Sus cejas se levantaron y pude ver la jodida ira en sus ojos. Quería arremeter contra
mí, podía verlo. Sí, estaba encabronado y estaba buscando una maldita pelea. No le
importaba con quién, incluso golpearía a su propia sangre si eso significaba aliviar
algo de estrés y no sentir todo el peso y la culpa que llevaba sobre sus hombros.

“¿Me estás acusando de algo, hijo?” Preguntó tratando de mantener la calma, pero su
voz se elevó al final, cuando me llamó hijo. Lo miré fijamente durante un momento,
entrecerrando los ojos y mostrando mi ira, pero no me importó. Estaba cabreado. Sabía
lo que aislamiento significaba para mi padre. Podía llamarlo como quisiera, pero
sabía que eso significaba que la había encadenado o atado de alguna jodida manera,
utilizando las mismas técnicas que la organización utilizaba cuando secuestraban

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 186


personas. Me imaginaba que lo que le había hecho a Isabella era peor que cualquier
cosa que hubiera hecho en el pasado como un verdadero castigo, ya que ahora, por
encima de todo, ella estaba jodida, pagando por los malditos errores de los demás.
Ahora mismo, ella estaba sufriendo, de alguna manera, como alguna maldita
expiación retorcida por la muerte de mi madre.

“Ninguna mierda va a hacer que vuelva,” escupí.

Mis hermanos me miraron sorprendidos y la máscara vacía y calmada de mi padre


cayó, su rostro se retorció de rabia. “¿Qué acabas de decir?” Gritó.

“Maldita sea, me has oído. Puedes mostrar tus puñeteros músculos y usar tu maldito
poder e intimidar a una chica inocente y eso no va a cambiar nada. Ella sigue
jodidamente muerta y tú no tienes el poder para evitarlo.”

En el momento en que las palabras salieron de mis labios enloqueció. Sacó la pistola
de su cinturón a la velocidad del rayo, sin ni siquiera pensárselo dos jodidas veces. La
levantó y apuntó directamente a mi cabeza. Jasper y Emmett gritaron, confusos y
cagados de miedo, gritándole a mi padre para que se detuviera. Pero, joder, solo me
quedé allí, sin siquiera parpadear.

“No vas a dispararme. Me parezco demasiado a ella,” dije con calma. No bajó el arma,
pero su mano comenzó a temblar. Tenía mano firme y una puntería increíble, todo el
mundo hablaba siempre de cómo Carlisle Cullen era un perfecto tirador, pero joder,
estaba nervioso. Verme a mí era como estar viendo a mi madre. Si me disparaba, era
como darle un puto tiro a ella. Y sabía muy bien que él nunca lo haría.

“Fuera de mi puta vista,” escupió bajando finalmente el arma y volviéndola a poner en


su cintura.

“Con mucho gusto,” dije. Jasper me agarró del brazo, tirando de mí hacia las escaleras.

“Y manténganse lejos de su habitación. Todos,” gritó mi padre mientras caminaba


hacia el cuarto debajo de las escaleras y abría la puerta. Entró y cerró de un portazo.

Seguí a Jasper hasta el segundo piso. “Maldita sea, Edward, ¿qué te pasa? Tampoco
me gusta esa mierda pero, ¿lanzarle así a mamá a la cara hoy, de todos los días?
¿Tienes ganas de morir?” Jasper preguntó al llegar a su habitación. Me encogí de
hombros, suspirando. Entramos en su habitación y fumamos una gran cantidad de
hierba para tratar de calmarme. No mencionó mis sentimientos por Isabella, pero eran
un maldito elefante enorme y rosado en la habitación, eso es seguro. (N.T. Esta
expresión ‘the elephant in the room’ se refiere a un problema obvio que nadie quiere
discutir y prefieren ignorar)

Finalmente, subí las escaleras hacia mi habitación, temiendo hacerlo. Estaba


desesperado por ir a ver cómo estaba, pero sabía que mi padre estaba despierto y la

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última maldita cosa que necesitaba era ser atrapado ignorando abiertamente sus
órdenes. Así que me fui a mi habitación y solo me acosté allí un par de horas, dando
vueltas y preocupándome. Enfermé, literalmente, de preocupación y en un momento
dado, corrí al baño, vomitando todo lo que tenía en mi estómago, después de eso ya no
pude aguantar esa mierda. Sabía que mi padre debería de estar durmiendo, así que
me deslicé por el pasillo y abrí su puerta lentamente.

Me quedé inmóvil en el interior cuando la vi, mi puto corazón se paró y el dolor rasgó a
través de mí. Estaba atada a la jodida cama de rodillas, con cinta adhesiva sobre su
boca. Cristo, nunca había sido tan brutal. Era doctor, sabía cuánto daño podía hacerle
estar de rodillas durante mucho tiempo. A la última señora siempre la dejó sentarse
con las piernas estiradas, las esposas en sus tobillos y sus manos detrás de la espalda
esposadas a la cama. Joder, eso era suficientemente malo, ¿pero esto? Esto era una
maldita tortura.

Isabella estaba durmiendo con la cabeza caída y roncando ligeramente, mientras


trataba de respirar por la nariz que, obviamente, estaba tapada por haber estado
llorando. Cerré la puerta tras de mí, tratando de no hacer ruido, pero levantó la cabeza
rápidamente, sus ojos escudriñando la oscuridad. Me vio y sus ojos brillaron con
miedo.

Me acerqué a ella, tratando de consolarla y joder, pedir disculpas por lo que estaba
pasando. En realidad, no podía creer que hubiera llegado a decir la palabra ‘lo siento’,
nunca me había disculpado por nada, pero ella tenía ese efecto en mí. No quería más
que rescatarla sabiendo que tenía que ser doloroso como el infierno, pero no había
manera de que pudiera hacerlo. Si se soltaba de las ataduras, aunque fuera yo el que
la soltara, mi padre, probablemente, le volaría la cabeza. Y por Dios, no podía pagar
también por mis errores.

La llamé con nombres dulces con la esperanza de confortarla un poco a pesar de que
no tenía ni idea de lo que significaban. A las chicas solía gustarles cuando hablaba
en italiano y Alice había dicho que era una adolescente promedio, así que pensé que
quizás podría ayudar, al menos un poco. Me había acostumbrado a expresar mis
sentimientos por ella en italiano en su cara. No sabía qué diablos estaba diciendo y
nunca preguntó, pero aliviaba un poco la tensión que se desarrollaba en mí por saber
que, finalmente, alguien me importaba y no podía hacer nada al respecto.

Le dije que resistiera y le juré que esto no volvería a suceder. Y lo dije en serio. No
había una jodida manera de que permitiera que pasara por esta mierda de nuevo.
Puede que no fuera capaz de hacerla mía, pero al menos, podría tratar de mantenerla
a salvo. Joder, estaba enamorado de la chica y eso no es algo que Edward Cullen
haga. Pude que solo tuviera diecisiete años, pero no era lo que llamarían joven e
ingenuo. Si las cosas se pusieran duras, mierda, podría pelear sucio para defenderla.
Pero no podía poner su vida en peligro por descuido y ser la causa de sus problemas,

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no podía ser el agresor. Después de un rato, regresé a mi habitación, dando vueltas
hasta que finalmente escuché a mi padre subir para liberarla. Cuando salió de la
habitación lo encontré en el pasillo. Miré la puerta y luego lo miré inquisitivamente. Él
solo me miró un momento y tuvo la audacia de parecer jodidamente culpable. Conocía
a mi padre, sabía que no se disculparía o pediría perdón, como nunca lo había hecho
yo. Y estaba agradecido por eso, porque no había una puta manera que alguna vez
dijera que lo perdonaba, o que esa mierda estaba bien. Podía vivir con el
remordimiento, dejar que se lo tragara y se hundiese en él un poco. Ahora que había
dormido un poco y estaba racional, sin revolcarse en su culpa y dolor, sabía que la
había cagado.

“Alguien tendrá que cuidar hoy de ella,” dijo. Yo asentí.

“Yo lo haré,” dije con tanta indiferencia como pude. Parecía sorprendido por mi
ofrecimiento, y yo estaba jodidamente agradecido. Ayer había estado tan cerca de
explotar que no había sospechado de mi forma de actuar. No podía dejar que mis
emociones me controlaran, no ahora que él pensaba con claridad.

“Llamaré a la escuela y te justificaré por faltar a clases y al entrenamiento de fútbol.


Eres el que mejor puede cuidar de ella, tiene algunas heridas que necesitan curarse y
tú eres el que, por lo general, se lastima, así que sabes cómo tratar con esa mierda.”

Sonreí, no porque estuviera feliz con él, sino porque estaba diciendo la maldita verdad.
Por ahora, yo era el maestro de los primeros auxilios.

Le llevé un poco de agua y cogí un analgésico del baño. No mentiré, tenía esa mierda
con fines recreativos. Son los mejores, te hacen flotar y olvidarte de todo, y sabía que a
ella, ahora, podía serle jodidamente útil.

Fui a su habitación e hice que se la tomara. No podía levantarse sola, así que la
levanté, optando por llevarla a mi habitación ya que allí sería más fácil curarla. Limpié
y vendé sus heridas, intentando quitar, lo mejor que pude, el adhesivo de su piel,
porque sabía que podía ser molesto. Tenía los labios agrietados e hinchados y parecía
doloroso como el demonio, así que cogí vaselina de mi cajón. La miró con sorpresa y
demonios, solo esperaba que no se diera cuenta que había comprado esa mierda con
fines sexuales, así que le dije que ni siquiera preguntara. Puse un poco de vaselina en
su boca y cerró los ojos, exhalando algo parecido a un maldito gemido. Mi polla
despertó, endureciéndose por el sonido, y una imagen de ella haciendo esos puñeteros
ruidos y retorciéndose debajo de mí en esa cama, destelló en mi mente. Me congelé al
instante, tratando de alejar esos pensamientos, no era el maldito momento para
ponerme hormonal. Estaba herida y dolorida y yo estaba jodidamente excitado, y eso,
simplemente, estaba mal. Después de un momento, me levanté con la excusa de tomar
una ducha.

Finalmente bajé mi erección gracias a una ducha de agua helada que podía congelar

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hasta los huesos. Salí de la ducha, me sequé y pasé la mano por mi pelo. Me puse los
calzoncillos y unos pantalones de franela y regresé al dormitorio.

Me acerqué lentamente a la cama, deteniéndome junto a ella. Isabella tenía los ojos
cerrados y estaba acurrucada en mi cama, con el edredón envuelto a su alrededor y el
rostro hundido en mi almohada. Parecía que estaba dormida, tan dulce y realmente
preciosa, una oleada de deseo me recorrió, pero no era sexual. Joder, quería
acurrucarme con ella. Quería que hundiera su rostro en mí y se envolviera a mi
alrededor, no en mi manta ni en mi almohada.

“Cristo,” murmuré, confundido por mis sentimientos. Nunca había estado interesado en
esa mierda de besos y abrazos cariñosos.

Los ojos de Isabella se abrieron con el sonido de mi voz. Me sonrió, un ligero brillo en
sus ojos que nunca había visto. Me sorprendió y le sonreí. Definitivamente, estaba
sintiendo la euforia de la droga.

“Se siente bien, ¿no?” Le pregunté en broma. Su sonrisa se hizo un poco más grande y
asintió. Me reí entre dientes y me senté en la cama junto a ella, inclinándome hacia
atrás y apoyándome en mis antebrazos.

“¿No vas a llegar tarde a la escuela?” Preguntó. Me encogí de hombros.

“No voy a ir,” dije. Pareció sorprendida y sonrió. “Lo siento, pero hoy estás atrapada
conmigo, espero que no te importe.”

Sonrió con dulzura, acurrucándose aún más en la almohada. “No me importa,” dijo en
voz baja. Asentí y agarré el control remoto de mi estéreo, poniendo algo de música.

Estuvo silencio por un momento. Podía sentir sus ojos en mí y después de un momento,
no pude soportarlo más. Me volví hacia ella, apoyándome en el codo. “¿Quieres hablar
de ello?” Pregunté.

Sonrió levemente. “No hay nada de qué hablar. Sobreviví, eso es lo que hago. Soy una
superviviente. Voy a seguir sobreviviendo hasta que no sobreviva más,” me eché a reír
y ella soltó unas risitas. “Sí, eso sonó raro, no muy inteligente. Creo que necesito un
diccionario de sinónimos.”

Negué riendo, antes de que sus palabras me golpearan. La miré con curiosidad. Me di
cuenta que la droga ya le estaba haciendo sentir eufórica, desinhibida, y me
preguntaba cuanto podía conseguir que dijera, lo que confesaría sin miedo a meterse
en problemas. Sabía que guardaba secretos y no la culpaba por ello, pero
simplemente, no me gustaba no saber las cosas.

“Te compraré un diccionario de sinónimos si prometes usarlo,” dije. Ella sonrió.

“De acuerdo, lo haré,” dijo con suavidad. La miré fijamente y vi que algo destelló en su

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rostro, dándose cuenta de algo. “Tendrás que leérmelo,” añadió rápidamente.

Entrecerré los ojos ligeramente. “¿No puedes leerlo tú misma?” Pregunté.

Apartó sus ojos de mí. “Creo que el doctor Cullen te lo dijo. Soy analfabeta.”

“Es posible que lo haya mencionado, ¿pero realmente lo eres?” Le pregunté. Vaciló y
me precipité rápidamente, antes de que pudiera soltar la habitual mentira. “La
verdad.”

“No,” dijo con voz vacilante y algo temblorosa. Mordió su labio inferior, un hábito
nervioso que había notado en ella. Hizo una mueca de dolor, ya que sus labios
estaban hinchados y doloridos.

“¿Cómo aprendiste a leer?” Pregunté con curiosidad.

Ella suspiró. “Subtítulos,” murmuró. Comencé a reír y ella me miró interrogante,


obviamente sorprendida por mi reacción. ¡¿Quién coño aprende a leer con subtítulos?!

“No pretendía reírme de ti y esa mierda, pero me pareció divertido.”

Sonrió levemente, sin parecer nerviosa. Supongo que había estado esperando que me
pusiera histérico o algo así pero, ¿por qué coño iba a enfadarme porque pudiera leer?

“Sí, supongo que es un poco raro. No fue tan fácil aprender, no se me permitía ver la
televisión, solo conseguía vistazos ocasionales. El resto de los esclavos me enseñaron
lo que sabían, pero no era mucho.”

Asentí. “¿Por qué no le dijiste a mi padre que podías leer? Quiero decir, de todas
formas, no le importaría una mierda, pero realmente, no le gustan los mentirosos.”

Ella frunció el ceño, suspirando. “Yo no lo dije, fue Charles el que lo hizo. Charles
seguía siendo mi dueño en ese momento y a él si le hubiera importado. No podía
hablar y menos cuando no me correspondía y estar en desacuerdo con Charles cuando
le dijo al doctor Cullen que era analfabeta, habría sido masacrada por ser
desobediente.”

“No entiendo por qué le importaba a ese tipo, Charles, el que pudieras o no leer, ¿cuál
es el problema? Cristo, probablemente sería beneficioso, no puedo entender cómo
diablos puedes cocinar tan bien siendo incapaz de leer las instrucciones.”

Se quedó callada por un momento. “Un esclavo educado, es un esclavo peligroso.


Esclavos educados tienen confianza. Son los que intentan escapar, porque saben que
tienen una buena posibilidad de ser capaces de sobrevivir en el mundo exterior,
sabiendo leer y escribir lo suficiente como para desempeñarse. Los esclavos ignorantes
son más dependientes de alguien para sobrevivir, son más fáciles de tener dominados,
amo Edward.”

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La miré fijamente, un poco sorprendido por su rápido cambio de tono. Sonaba de
nuevo como un puto robot, como si le hubieran lavado el cerebro.

“Está bien,” dije, sin saber qué mierda decir.

Se rio suavemente, mirándome. Parecía ligeramente divertida, con esa expresión


despreocupada que tenía antes. “Eso es un ‘está bien, entiendo tu punto Isabella’, o es
un ‘está bien, estoy de acuerdo contigo porque no sé qué más decir’, “dijo en broma.

La miré sorprendido, dándome cuenta que se estaba burlando de mí, porque la última
vez que ella me había dicho ‘está bien’ yo le dije la misma mierda. Nadie se había
burlado nunca de mí estuviera o no, relacionado conmigo, nadie tenía las pelotas para
hacerlo. Era demasiado volátil, imprevisible, siempre tenían miedo de que estallara.

“Has hecho todo jodidamente mal,” dije sacudiendo la cabeza juguetonamente. “Ni
siquiera has maldecido una vez.”

Se echó a reír. “Yo no maldigo.”

Arqueé una ceja. “¿Nada?” Negó con la cabeza. “¿Por qué no?”

Se encogió de hombros. “Una vez que coges el hábito, es difícil que puedas evitarlo. He
visto a muchas personas perder sus dientes por decir cosas desagradables en
presencia de su amo sin ni siquiera darse cuenta de lo que estaban diciendo.”

“¿Así que al no maldecir te ha llevado a conservar todos los dientes?” Pregunté, la idea
de alguien reventándole la boca me encabronó. Dios, me estaba volviendo
jodidamente posesivo y protector con ella, especialmente después de lo que mi padre
le acababa de hacer pasar. Sentía la necesidad de protegerla, aunque era evidente
que era fuerte y podía soportar mucho más que la mayoría de la gente. Ata a Jessica
Stanley a una cama la mitad de un puto día hasta que sea incapaz de moverse y
sangrando, y garantizo que dos horas después de haber sido soltada, no estaría
riéndose y bromeando.

“No, por pura suerte es por lo que he conservado todos mis dientes. Con los golpes que
he recibido en el rostro, me sorprende no estar más desfigurada de lo que estoy,” dijo.

Estreché los ojos ligeramente. “No estás desfigurada en absoluto,” dije, probablemente,
con demasiada firmeza porque parecía confundida por mi tono. Pero ella era hermosa
y no podía menospreciarse.

“Tengo la nariz torcida con un pequeño bulto,” dijo, con total naturalidad. La miré
entrecerrando un poco los ojos, mirando su nariz. Podía ver el chichón, pero no era
prominente o algo así, le daba carácter. Era una nariz linda.

Gemí para mis adentros rodando los ojos. ¿Una nariz linda? ¿De verdad, Edward?
¿Cuándo te convertiste en un marica sentimental?

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“No hay nada malo con tu nariz,” dije. “Pero, ¿cómo conseguiste este supuesto chichón
horroroso que te molesta tanto?”

Me miró por un momento. “Mi ama me dio una patada en la cara usando unos zapatos
de tacón de aguja,” dijo.

Me encogí ante el pensamiento. “¿Por qué te pateó?”

“Porque aparentemente raspé sus zapatos.”

“¿Cómo raspaste sus zapatos?” Sabía que estaba mal curiosear tanto, pero estaba
siendo tan jodidamente abierta y tenía curiosidad acerca de lo que había pasado.
Quería saber todo lo que había que saber sobre ella.

“De alguna forma, los raspé cuando me hizo tropezar,” dijo rotundamente.

“¿Por qué te hizo tropezar?” Pregunté.

“¿Para divertirse?” Dijo. “¿Entretenerse? Lo hacía a menudo.”

Fruncí el ceño, mi irá iba en aumento. ¿Qué diablos le pasa a la gente? “¿Así que esa
perra te hizo tropezar para reírse, y luego se encabronó porque aparentemente, rayaste
su zapato en el proceso, así que decidió patearte en la nariz?”

Ella asintió. “¿Estás seguro que no quieres saber de color era el zapato? Quiero decir,
me has preguntado todo lo demás, ¿por qué parar ahora?”

Abrí los ojos ante su actitud sarcástica, ya que fue completamente inesperada. Por mi
expresión, debió de haberse dado cuenta de lo que había dicho, porque sus ojos se
agrandaron y se llenaron de miedo, y levantó la mano para cubrirse la boca. Pensaba
que estaba en problemas.

Parpadeé un par de veces y reí entre dientes, todavía un poco aturdido. “Lo siento…”
Empezó a decir.

“No lo sientas. Te dije que dijeras lo que pensabas, dije en serio esa mierda. Es que no
me esperaba ese desparpajo. Tienes fuego por dentro. Y si de todos modos quieres
decirme el color de los zapatos, dímelo. Si estás harta de mis preguntas, dime que me
vaya a la mierda,” dije. Le sonreí, esperando que entendiera que no estaba molesto por
ello. Dejó caer la mano de su boca y sonrió levemente.

“El zapato era rojo, y sinceramente, tus preguntas no me molestan. Aunque, no puedo
creer el arranque que acabo de tener.”

Le sonreí. “Es la droga, tiende a relajar cuando quita el dolor, borra el filtro entre tu
cerebro y tu boca. Por eso estás siendo tan abierta y honesta conmigo, por lo que en la
pasada media hora, te las has arreglado para burlarte de mí, ser sarcástica, y confesar

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que puedes leer.”

Solo me miró, supongo que asimilando lo que le acababa de decir. Toda la


información que reveló era jodidamente fuerte. “¿Así que supongo que cuando los
efectos de la droga desaparezcan, no solo voy a sentir dolor, sino que también estaré
avergonzada por mi comportamiento?”

Hice un gesto de negación. “No hay razón para avergonzarse. Me gustas desinhibida.”

Sonrió ligeramente. “Bueno, si tienes preguntas, es mejor que las hagas ahora, porque
no sé cuándo podrás verme de nuevo desinhibida.”

Asentí, mirándola fijamente por un momento. Había tantas cosas que quería
preguntarle, tanto que quería saber…. pero lo que más me interesaba, nunca lo podría
preguntar. Quería saber si ella se sentía, como yo, si sentía esa chispa entre nosotros.

“¿Qué es lo peor que has visto?” Pregunté en su lugar. Hablar de sentimientos


románticos era demasiado peligroso para abordar.

Suspiró. “¿Más violento o más traumático?”

Me encogí de hombros. “¿Hay alguna diferencia?” Pregunté. Ella asintió. “Entonces


dime ambas.”

“Las más violenta fue cuando Charles golpeó a una chica adolescente hasta matarla
frente a mí y dejó su cuerpo en la casa durante horas, tirada en el suelo. Cuando
finalmente se la llevó, me vi obligada a limpiar la sangre y la masa encefálica que
había penetrado en el suelo de madera.”

La miré asombrado, sin saber qué coño esperaba oír, pero eso no era. “¿Y eso no es lo
más traumático que has visto?”

“No. La muerte no es tan traumática cuando es algo que ves de forma regular, cuando
es algo que siempre está presente, a la vuelta de la esquina. Te acostumbras a ella.
Esa fue la peor porque era la única persona de mi edad que había conocido antes de
venir aquí.”

“Entonces, ¿cuál fue la más traumática?” Pregunté, total y jodidamente curioso.

“Ver a mi madre siendo violada. Yo no lo entendía. Puedo entender y acostumbrarme


al abuso físico, pero al no haber experimentado el abuso sexual, soy susceptible a ello,
supongo que un poco ingenua acerca de todo eso. No podía mostrar empatía porque
no tenía ni idea por lo que estaba pasando, lo que le hacía, obviamente, no le gustaba,
pero él parecía disfrutarlo. Solo tenía cinco años la primera vez que desperté y lo
encontré haciéndoselo, era demasiado joven para darme cuenta de lo que estaba
pasando. Fue traumático y nunca lo olvidaré, ya que fue mi único contacto con el sexo.
Mi mayor temor es ser violada.”

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Me quedé allí sentado por un momento, en silencio, solo mirándola, completamente
asombrado por lo que me acababa de decir. Inmediatamente me sentí inmensamente
agradecido a cualquier puñetera compañía farmacéutica que fabricaba esas potentes
y pequeñas píldoras amarillas Dilaudid, y que consiguieron que fuera como un libro
abierto para mí. “Eso nunca te sucederá aquí, lo sabes, ¿verdad? Ninguno de nosotros
te haría eso jamás y si alguien alguna vez lo intenta, joder, lo mataré,” dije, mi voz baja
y enérgica. Esa mierda, también la decía en serio. Solo pensar en que alguien la
tomara contra su voluntad, me hacía tener instintos asesinos.

Me miró y por un momento, fue realmente intenso, tan jodidamente intenso que me hizo
sentir como si estuviera viendo a través de mí. “Sí,” dijo finalmente.

Asentí. “Mira, quiero decir, no puedo mentirte Bella. Tengo sexo, pero sé que ya sabes
esa mierda porque ese día lo oíste. El sexo puede ser algo hermoso entre dos personas
que lo desean. Se siente bien, en realidad puede ser jodidamente fantástico, el placer
es diferente a todo lo demás. Pero nunca estaría con una chica que no quisiera estar
conmigo, nunca forzaría a nadie. Las chicas con las que tengo sexo, lo desean,” dije,
sintiéndome como un cabrón, sabiendo que, obviamente, el sexo era un concepto
extraño y aterrador para ella, ya que lo que conocía estaba limitado a la violación.

“¿Amas a esas chicas?” Preguntó en voz baja. Me quedé helado y la miré, totalmente
sorprendido por la pregunta. Su expresión era de curiosidad, sus ojos inocentes y
suplicantes.

“No,” dije en voz baja, sintiéndome mal por la respuesta.

Ella asintió. “¿Alguna vez has estado enamorado?” Preguntó.

Por un minuto solo me quedé mirándola, sin saber cómo responder a eso. Estaba
seguro como la mierda de que no podía decirle ‘sí, joder, estoy enamorado de ti’ a
pesar de que era la verdad. Pero no me gustaba mentirle ya que había sido tan
malditamente honesta y abierta conmigo.

“Tal vez,” dije por fin. “Todavía estoy tratando de averiguar qué es exactamente el
amor.”

“Sí, yo también,” dijo en voz baja. Arqueé una ceja y ella sonrió levemente. “Es todo tan
confuso.”

Asentí, sin dejar de mirarla. Me devolvió la mirada, era jodidamente intensa,


impresionante. ¿Podría de verdad sentir lo que yo sentía, eso era lo que había querido
decir? ¿Estaba confundida por sus sentimientos hacia mí? ¿Podría amarme?

Después de un momento bostezó y reí entre dientes. Tenía que estar agotada después
de la noche que había pasado. “¿Por qué no tomas una siesta?” Le sugerí. Ella me
sonrió.

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“¿Quieres que regrese a mi habitación?” Preguntó. Negué con la cabeza.

“No, puedes quedarte a dormir aquí,” dije, temiendo la idea de que se marchara.
Sonrió y asintió. Aparté la vista de ella, sin querer que pareciera que estaba mirándola,
aunque eso era exactamente lo que quería hacer. Me senté ahí durante unos minutos,
inclinado hacia atrás y mirando el techo, escuchando la música que estaba sonando.

“¿Edward?” Dijo en voz baja después de un rato. La miré y vi sus ojos ligeramente
abiertos, indicando que todavía estaba despierta.

“¿Sí?”

“¿Qué es lo peor que has visto?” Preguntó en voz baja, casi arrastrando las palabras
por el agotamiento. Miré de nuevo al techo, considerando si responder o no y cuánto
decir. Era una historia que nunca le había contado a nadie. Obviamente, mi familia
sabía las partes técnicas, pero nunca había hablado sobre haber estado allí, lo que
pasó y de lo que fui testigo.

¿Podía contarle esa mierda? ¿Decirle exactamente cuánto teníamos en común cuando
se trataba de demonios internos?

Después de un momento, volví a mirarla y sonreí levemente cuando me di cuenta que


estaba profundamente dormida, probablemente se había quedado dormida tan pronto
como las palabras salieron de su boca. Se veía jodidamente perfecta dormida en mi
cama, todo ello sintiéndose correcto.

Me di cuenta, que le contaría la historia. Diría o haría cualquier maldita cosa que ella
me pidiera.

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“El primer problema para todos nosotros, hombres y mujeres, no es aprender, sino
desaprender.”—Gloria Steinem.

Isabella swan

Gemí audiblemente, probablemente demasiado fuerte ya que el sonido parecía hacer


eco por toda la habitación, haciendo que mi cabeza martillara con más fuerza. Todo mi
cuerpo dolía; músculos de los que no había estado consciente estaban punzando. No
sabía que algo tan insignificante como un dedo meñique podía doler tanto.

Abrí mis ojos, entrecerrándolos inmediatamente confusa por mi entorno. Traté de


levantar un poco mi cabeza para conseguir una mejor visión de todo, pero no hizo más
que enviar dolores agudos a través de mi cabeza y mi cuello. Cerré los ojos
apretándolos y dejé caer mi cabeza hacia atrás sobre mi almohada.

Tomé una respiración profunda y casi jadeé cuando el aroma embriagador se filtró a
través de mi nariz y se quedó en mis pulmones. Olía como a sol, miel y extrañamente a
lilas pero tenía un borde almizclado en él. Era celestial y consumía cada célula de mi
cuerpo. Y era totalmente Edward, la esencia de él.

Me di cuenta de inmediato que estaba en su habitación, en su cama, oliendo la


almohada en la que recostaba su cabeza cada noche. Estaba envuelta en su manta, la
misma manta en la que se acurrucaba cada noche. Y a pesar del dolor y los achaques,
mis labios lograron curvearse hacia arriba ante el pensamiento.

Lo recordé trayéndome aquí y recordé que estábamos hablando, pero exactamente de


qué hablamos en realidad no lo sabía. Todo estaba en una especie de niebla y me di
cuenta que tenía que haber sido la droga que me dio la que nublaba las cosas.
Esperaba que no hubiera dicho o hecho algo embarazoso mientras estaba
desorientada, y sin duda esperaba que no hubiera dicho nada que me metiera en más
problemas. Los profundos dolores en mi cuerpo, totalmente hasta el hueso, me decían
que no podía soportar otro castigo en este momento.

Me quede acostada allí por un momento, buscando en mi cerebro información acerca

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de lo que podríamos haber hablado o acerca de lo que posiblemente había dicho. Mis
ojos se abrieron cuando recordé haberle dicho que podía leer y una oleada de miedo
se disparó a través de mí. No lo recordaba estando enojado, en realidad si mal no
recuerdo se reía. Él no iba a decir eso de mí, ¿verdad? Todavía no sabía que pensar de
él. El doctor Cullen dijo que la lealtad era esencial en su casa y que no había
secretos... ¿Eso significa que Edward le diría al doctor Cullen? Recuerdo haber
hablado un poco de Phoenix, exactamente que dije no estaba segura de ello. Tuve un
destello recordándolo a él hablando sobre sexo y como lo tenía, y diciendo algo sobre
que él nunca me haría eso a mí. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. ¿Cómo surgió
ese tema? Oh Dios, no le dije que tenía sentimientos por él, ¿cierto? Pensé.

Cerré mis ojos con fuerza, tratando de recordar detalles de la conversación, cuando
sentí que la cama se movió un poco a mi lado. Abrí mis ojos un poco para echar un
vistazo y vi a Edward sentado junto a mí, mirándome. Su expresión era gentil,
compasiva, y eso pareció aliviar mis miedos casi de inmediato. Obviamente no dije o
hice algo muy malo para que él me mirara de esa forma.

“¿Tuviste una buena siesta?” Preguntó. Asentí e hice una ligera mueca por el dolor
punzante en mi cuello. “¿Te duele?”

“Un poco,” dije en voz baja. Sonrió levemente.

“Puedo traerte otro analgésico,” ofreció, empezando a ponerse de pie.

“¡No!” Casi grité, deteniéndolo. Se quedó inmóvil y se dio la vuelta, levantando una
ceja hacia mí, confuso por mi arrebato. “Yo, eh… prefiero que no.”

“Está bien,” dijo, riendo entre dientes. “Al menos déjame traerte algunos Tylenol o algo
así.”

Sonreí. “De acuerdo.” Se paró y caminó hacia el baño. Me incorporé para quedar
sentada, rodando mis hombros y tratando de estirar mi espalda para aflojar los
músculos. Él volvió después de un minuto con una botella de Tylenol y un tubo blanco
de algo. Se sentó en la cama y abrió la botella de pastillas, entregándome dos. Estiró
su mano hacia la mesita junto a su cama y agarró una botella medio llena de agua.

“Te prometo que no tengo ninguna enfermedad, pero si no te agrada la idea de beber
después de mí voy a bajar y traerte una para ti.”

Sonreí levemente, tomando la botella. “Ya he bebido después de ti una vez, después de
tu partido de fútbol.”

Por un momento pareció confundido antes de sonreír, obviamente recordando que


había tomado un sorbo de la botella de alcohol que me había ofrecido. Se recostó
hacia atrás en sus antebrazos, observándome. Empecé a sonrojarme, un poco
avergonzada por la atención de su mirada. Abrí el agua y tomé un sorbo, poniendo las

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pastillas en mi boca. “Hablando de ese día, estoy seguro de que te debo una por el
masaje, y estoy dispuesto a pagar,” dijo, sosteniendo en alto el tubo blanco. Lo miré
sorprendida y me congelé a medio beber. Jadeé y bajó agua por mi tráquea. Empecé a
toser y rocié agua sobre mí y su manta, ahogándome. Me miró asustado al principio,
antes de estirar su mano y empezar a golpearme en la espalda.

“Cristo, Bella, ¿estás bien?” Preguntó. Tosí un par de veces más, tratando de recuperar
el aliento, mis ojos llorosos.

“Sí,” escupí. “Bien.” Levanté la mano y sequé mis ojos. Él suspiró pasándose la mano
por su pelo.

“Sólo es Icy hot, (N.T. Una crema para el dolor que se llama así por eso no traduje el
nombre) aliviará el dolor de los músculos. No voy a, abusar de ti o algo así,” murmuró.

Lo miré sorprendida. “Oh, lo sé… me refiero a que, nunca pensé que fueras a
tocarme… de esa forma… tú sabes,” murmuré. “Sólo me sorprendió, eso es todo.”

Me miró por un momento, asintiendo. “Bien,” dijo en voz baja. “Como sea, sí…
acuéstate boca abajo.” Me dio una pequeña sonrisa y se la devolví.

Dejé el agua a un lado y me rodé sobre mi estómago. Cerré mi s ojos y me tensé un


poco, esperando su toque.

Pareció dudar, pero pude sentir la cama desplazarse un poco cuando se movió. Salté
levemente, un poco asustada, cuando sentí sus manos en mis tobillos. Se detuvo,
supongo que dándome tiempo que para acostumbrarme a su toque, antes de que
empezara a frotar suavemente mis pantorrillas. Estaba frotando algún tipo de crema
en ellas y olía horrible, como un muy fuerte olor a menta que quemaba la nariz. Al
principio era muy frío pero hacía que mi piel se sintiera cálida y hormigueaba,
relajándome por completo. Suspiré contenta cuando el dolor parecía disiparse un poco.

Subió hasta mis muslos, frotando el Icy hot en ellos. Sus movimientos eran lentos y
suaves, la sensación de sus manos sobre mí enviaba chispas a través de mi cuerpo.
Sus manos se movieron hacia arriba, deteniéndose justo donde terminaban mis
pantalones cortos.

Pareció dudar un poco antes de que fueran debajo de mi camiseta, masajeo la parte
baja de mi espalda y los lados. Su toque me hacía cosquillas y tuve que morderme el
labio para contener la risa, pero no puede evitar retorcerme un poco. Se detuvo con sus
manos en mis costados antes de moverlas hacia arriba, rozando el broche de mi bra.
Empezó a masajear mi espalda y hombros, deslizando sus manos con cuidado debajo
de los tirantes de mi bra para frotar la pomada.

Después de un momento quitó sus manos, suspirando. “Siéntate para mí,” dijo en voz
baja.

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Abrí mis ojos y me incorporé, sentándome, volviéndome para quedar frente a él. Me
sonrió y tomó un poco de crema del tubo. Estiró sus manos y las puso ligeramente
encima de mis rodillas, masajeando despacio el frente de mis muslos. Otra vez me
retorcí un poco cuando sus manos se movieron hacia arriba a lo largo del interior de
mis muslos. Él estaba mirando mis piernas, al parecer aturdido. Su toque envió chispas
por mi cuerpo, despertando cada centímetro de mí. Después de un momento, quitó sus
manos de mis muslos, un ligero suspiro escapó de sus labios mientras me echaba un
vistazo. Sonrió levemente y tomó mis brazos, frotando en ellos la pomada. Por último
tomó un poco en su mano, estirándola y rodeando un poco para frotarla en la parte
trasera de mi cuello.

“Listo, terminamos. ¿Te sientes mejor?” Preguntó en voz baja, poniéndole de nuevo la
tapa al tubo y mirando alrededor. Después de un segundo se encogió de hombros y
sólo tiró el Icy hot en el suelo junto a la cama, en un montón de lo que supuse era ropa
sucia.

“Sí, gracias,” dije, riéndome un poco y sacudiendo la cabeza mientras miraba el tubo
en suelo. Miré alrededor, notando todo tipo de porquerías tiradas por donde quiera. El
suelo estaba lleno de ropa, libros, papeles, plumas y lápices. No estaba exactamente
sucio o antihigiénico, ya que no había de verdad tierra, comida o basura. Sólo estaba
totalmente caótico con todas sus pertenencias esparcidas alrededor. La única cosa que
estaba en su lugar era su colección de música. Tenía toda una pared llena de estantes
de música junto con su enorme equipo de sonido. Todo estaba organizado y me di
cuenta que su música significaba mucho para él.

“De nada. Y sí, lo sé, sigue siendo un puto desastre,” dijo, mirando alrededor de su
habitación cuando notó mi vista deambular. Sonreí con timidez, sintiéndome un poco
mal por estar viendo sus cosas.

“Puedo limpiarlo para ti,” ofrecí.

Me miró con incredulidad. “No voy a hacer que limpies mi cuarto,” dijo, rodando sus
ojos.

“Lo sé, sólo pensé en ofrecértelo. Has sido tan generoso conmigo que me encantaría
hacer algo a cambio. Además, me daría algo que hacer,” dije, encogiéndome de
hombros.

Me miró fijamente por un momento, con la ceja levantada. Parecía estar pensado,
supongo que considerando mi oferta. Realmente no me importaba hacerlo para él. “Tal
vez algún día,” dijo finalmente, encogiéndose de hombros y volviendo su rostro,
echándole un vistazo a la desordenada habitación. “Pero hoy, definitivamente no. Justo
ahora no estás en posición de tratar con un puto desastre como este.”

Sonreí. “Bueno, algún día entonces.”

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Después de un momento me miró, una mirada intensa. Los dos estuvimos en silencio
por un rato y el silencio comenzó a ponerse un poco incómodo. Estaba tratando de
pensar en algo que decir que se llevara la tensión que se estaba acumulando, para
aligerar de nuevo el ánimo, pero pareciera que no pudiera hacer funcionar mi cerebro
correctamente en su presencia. Sus ojos verdes me observaban y no lograba
concentrarme en nada más que ellos.

“¿Qué tan bien puedes leer?” Espetó después de un momento, levantándome una ceja.
Mis ojos se abrieron, su pregunta ocasional me sorprendió. “Eh... o sea, no tan bien,”
tartamudeé. “Puedo reconocer palabras comunes y puedo deletrear muchas otras
palabras, pero a veces me lleva un tiempo entenderlas.”

Él asintió. “¿Puedes escribir?”

“Eh, muy poco. Quiero decir, supongo que sé lo básico, pero no soy muy buena en eso.”

Volvió a asentir y todo quedó en silencio. No tenía idea por qué me lo estaba
preguntando, lo que significaba, pero estaría mintiendo si dijera que no me asustaba
un poco. Los últimos días, me había sentido más cómoda alrededor de Edward. No es
que exactamente confiara en él, ya que en mi mundo era una estupidez el poner tu
confianza en otro. En primer lugar tienes que ver por ti mismo, y poner tu confianza en
otros sólo te hacía más vulnerable para ser aventado en la línea de fuego. La gente te
tiraría debajo de un autobús en un latido, para desviar la atención de sí mismos.

Eché un vistazo alrededor de la habitación de nuevo, necesitando evitar la mirada de


esos ojos hipnóticos, mi mirada se posó en su reloj de alarma. “¡Oh wow, no me di
cuenta que era tan tarde!” Exclamé cuando vi que ya eran las 4pm.

Edward miró el reloj. “Sí, dormiste un par de horas,” dijo. Comenzó a reírse después de
un segundo. “También debes haber tenido algunos sueños divertidos.”

Mis ojos se abrieron. Sabía que hablaba dormida, mi madre solía hacer comentarios al
respecto mientras crecía. De repente estaba extremadamente avergonzada y un poco
asustada por lo que debí haber dicho. Sentí aumentar la calidez de mis mejillas
mientras el rubor se deslizaba por mi rostro. Él se rió.

“Oh, no te avergüences. No dijiste nada demasiado loco,” dijo encogiéndose de


hombros, pero el que haya enfatizado la palabra “demasiado” no se me escapó. Asentí
pero estaba tratando de recordar mentalmente qué estaba soñando y así tener una
idea de lo que pude haber dicho. A menudo Edward se infiltraba en mis sueños y
estaba temerosa de que hubiera dicho algo sobre él.

Mi estómago escogió ese momento para gruñir con fuerza. El día anterior no había
cenado, tomando en cuenta que estuve esposada a la cama toda la noche, y hoy
todavía no había comido. Me sonrojé aún más y él volvió a reír.

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“¿Quieres que te traiga algo de comer?” me ofreció. Lo miré fijamente por un momento,
considerándolo, antes de negar con la cabeza.

“Creo que debería tratar de levantarme y moverme un poco,” dije. Pareció un


ligeramente herido, una extraña expresión destelló en su rostro. “¡Agradezco la oferta,
de verdad! Es sólo que, cuanto más tiempo este acostada más difícil va a ser mañana
cuando tenga que levantarme, limpiar y hacer otras cosas.” No quería molestarlo o
hacerle pensar que no apreciaba lo que había hecho por mí hasta ahora. Nadie había
sido tan amable conmigo nunca como él lo había sido hoy y, de verdad, estaba
agradecida por ello.

Asintió. “Entiendo.” Se paró y me tendió su mano. Y me ayudó a levantarme para


ponerme de pie. Me sentía un poco mejor, gracias al Icy hot y el Tylenol, pero poner el
peso sobre mis piernas fue un poco difícil cuando mis rodillas estaban tan adoloridas.

Edward mantuvo su agarre firme en mi mano y me ayudó a caminar hacia la puerta.


Tuve que dar pequeños y lentos pasos, haciendo una ligera mueca cuando ejercía
presión sobre mis rodillas. Tenía la esperanza que una vez me moviera por ahí sería
más fácil, que mi cuerpo se adaptaría. Salimos al pasillo, la mano de Edward en la
mía, y me llevó despacio a las escaleras.

Bajar las escaleras fue un poco difícil, pero Edward se aferró a mí todo el tiempo.
Finalmente logramos bajar hasta el vestíbulo y suspiré, tratando de sacar mi mano de
la suya. Él dudó, manteniendo su agarre por un momento. Me miró inquisitivamente y
suspiró, soltándome finalmente. “¿Quieres comer algo?” Pregunté en voz baja. Sólo me
miraba, la mirada en su rostro ilegible. Después de un momento negó con la cabeza
lentamente. Le di una pequeña sonrisa, asintiendo, y me dirigí a la cocina por mi
cuenta.

Abrí el refrigerador y saqué una botella de agua. Miré a mí alrededor, agarrando un


paquete de pan y un poco de pavo y queso. Me hice un sándwich rápidamente y estaba
guardando las cosas cuando escuché la voz de Jasper. Todavía no me quedaba claro
que había dormido tan tarde que los chicos ya estarían de vuelta en casa de la
escuela.

“¿Ella está bien?” Japer le preguntó a Edward, su voz baja, pero lo suficientemente alta
como para que la escuchara desde donde yo estaba. Sonreí levemente por el hecho de
que Jasper estuviera preocupado por mí. Era una persona dulce, tan compasiva.

“Tan bien como puede estar, supongo. Ella es un chingo más fuerte de lo que pensé,”
Edward le respondió.

“Sí, estoy sorprendido de verla ya levantada. Cuando Papá castigó a Janet por primera
vez, ella estuvo por lo menos dos días fuera de servicio,” Jasper susurró.

“Sí, bueno, Isabella la tuvo peor. Él apenas si le dio un poco de libertad para moverse,

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amarrándola a la cama de rodillas. No puedo creer que haya hecho esa mierda, él
sabía muy bien lo que hacía,” Edward dijo.

“¡¿Entraste anoche?!” Jasper preguntó. “Cristo, Edward, si te hubiera atrapado…”

“Pero no me atrapó. Simplemente no pude dejarla allí sola, tenía que asegurarme de
que estaba bien,” dijo Edward. Había un dejo de tristeza en su voz que hizo que mi
corazón latiera.

Oí que Jasper suspiró. “¿Estás bien? Me refiero a que, sé que no hemos hablado acerca
de lo que dijiste ese día y te conozco, lo vas a negar, pero sabes que no soy estúpido.
Me doy cuenta. Y sé que todo esto tiene que ser difícil...”

“¿Podemos de verdad no hablar justo ahora de esa mierda? Maldición, ella


probablemente puede escucharnos,” Edward dijo rápidamente, con brusquedad, su voz
fuerte y afilada. Envió un escalofrío por mi espalda. Edward había sido todo el día
conmigo dulce y gentil, pero esto una vez más era un recordatorio de que él tenía otro
lado. Un lado volátil y peligroso.

Jasper se calló de una vez. Me quedé parada a lado de la encimera, haciendo caso
omiso de mis punzantes rodillas y comí rápidamente. Me di la vuelta y salí cojeando de
la cocina, viendo a ambos, Edward y Jasper parados en silencio en el vestíbulo. Jasper
me sonrió con tristeza y Edward estaba mirando al suelo, luciendo molesto.

Pasé junto a ellos, un poco confusa por la conversación que acababan de tener y la
espesa tensión que permanecía entre ellos ahora. ¿Qué había dicho Edward antes y
que ahora negaba? ¿Y por qué la mención de eso había hecho que Edward estallara
de esa forma?

“Joder,” Edward escupió, su voz casi un gruñido. Había rabia en ella que era de alguna
manera aterradora.

“Sí, también lo veo,” Jasper respondió, su voz baja y mezclada con tristeza. No tenía
idea de lo que estaban hablando y no me molesté en detenerme para averiguarlo,
parte de mí ni siquiera quería saberlo. Utilicé el baño de abajo y volví a salir para
encontrarme a Jasper esperándome justo al otro lado de la puerta. Lo miré
inquisitivamente y me sonrió levemente. Tomó mi brazo y me llevó al sofá, sentándome
con cuidado. Me acomodó de tal manera que quedara recostada de lado y mis ojos se
ampliaron por la sorpresa cuando él se sentó, agarrando mis piernas y poniéndolas en
su regazo.

Edward entró en la habitación, cargando lo que parecían ser dos paquetes de hielo de
primeros auxilios. Se acercó y con cuidado los puso sobre mis rodillas, colocándolos de
tal manera que no se cayeran.

Siseé por el frío y lo miré inquisitivamente.

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“Tus rodillas están hinchadas, esa mierda tiene que doler. El frío lo bajará un poco,”
dijo. Asentí, mirándolo. Sonrió levemente antes de acercarse a una silla y
prácticamente dejarse caer en ella.

Jasper tomó el control remoto y me sonrió levemente mientras ponía un episodio de


Jeopardy que había grabado con el DVR. Edward gruñó, obviamente después de
haber tenido que soportar horas del programa de juegos con su hermano en los últimos
años, pero por lo demás no hizo ningún comentario.

Nos sentamos allí, platicando casualmente y viendo televisión. Tuve que reír a algunas
de las respuestas de Jasper a las preguntas de Jeopardy. En algún momento que
respondí correctamente una pregunta, Edward y Jasper me miraban sorprendidos,
ninguno de los dos sabía la respuesta.

En un momento dado, Jasper estiró sus manos y comenzó a masajear mis pies. Le dije
que no tenía que hacer todo eso, que estaba acostumbrada a lidiar con el dolor, pero
no me hizo caso y de todos modos lo hizo. No tenía exactamente bonitos pies, ya que
eran la parte más maltratada de mí, así que me sorprendió que incluso los tocara.
Suspiré contenta y cerré los ojos después que se negó a detenerse, permitiéndome
disfrutarlo ya que se sentía increíble.

Después de un rato la puerta principal se abrió y me tensé cuando escuché una risa
femenina. Edward gruñó y mis ojos se abrieron, mi cabeza se movió rápidamente en su
dirección. Dejó caer su cabeza ligeramente y pasó sus dedos por su cabello, luciendo
irritado. Miré en dirección al vestíbulo y vi cuando Emmett y su novia Rose entraron,
seguidos por Alice. Alice sonrió ampliamente cuando me vio.

“¡Hola, Isabella!” dijo. Sonreí ante su entusiasmo. Imaginaba que era casi imposible
estar triste en presencia de Alice, porque ella rezumaba felicidad.

“Hola, Alice.” Me sentía un poco incómoda con mis piernas en su novio, sobretodo
tomando en cuenta que seguía masajeando mis pies, pero no pareció perturbarla.

Se inclinó y besó a Jasper en los labios, apretándose junto a él en el sofá de tal manera
que mis pies casi la tocaban.

“¿Qué te pasó?” Preguntó, mirando mis rodillas. Jasper me miró con tristeza y abrió la
boca para hablar, pero yo lo interrumpí rápidamente.

“Soy torpe,” dije simplemente. Jasper me miró sorprendido por mi respuesta y Alice
sonrió con tristeza. No sé si me creyó, pero esperaba que sí, ya que de verdad no
quería que supiera la verdad.

Ya estaba avergonzada lo suficiente por ello como estaba, con los chicos mirándome
con tanta lástima. No quería también su lástima, sólo me haría sentir peor.

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Pude sentir sus ojos sobre mí y eché un vistazo en su dirección para ver a Rose
mirándome fijamente. Ella vio a Jasper masajeando mis pies, dándole una expresión
de incredulidad, antes que su mirada deambulara y se fijara en mi pecho. Levantó una
ceja y de repente me sentí cohibida, bajando la mirada. Mis ojos se abrieron cuando
me di cuenta que seguía usando la camiseta de fútbol de Edward.

No entendía completamente su reacción. Parecía molesta por mi presencia, no muy


contenta por el hecho de que Edward y Jasper estaban siendo agradables conmigo.
Era evidente que yo no le agradaba y estaba incómoda estando cerca de ella. Apenas
la conocía así que no podía predecir sus estados de ánimo, no podía predecir lo que
haría o como iba a reaccionar.

“Así que, Edward,” Rosalie finalmente dijo, rompiendo la incómoda tensión en la sala.
Vi una pequeña sonrisa en sus labios que me asustó un poco, ya que lucía maliciosa.
Edward gruñó.

“¿Qué?” dijo bruscamente, su voz llena de irritación.

“¿A quién vas a llevar a la fiesta de Bienvenida?” Preguntó, sentándose en el brazo del
sofá junto a Alice.

Él gruñó de nuevo. “No sé, ni siquiera sé si voy a ir,” murmuró.

Rose se rió. “Por supuesto que vas a ir. Y en serio, tienes que resolver pronto esa
mierda porque tienes a la mitad del Instituto de Forks con un manojo de nervios. Todas
las chicas conteniéndose, esperando que Edward Cullen se los pida, y eso está
encabronando a los chicos porque ninguna de las chicas se compromete a ir con ellos.”

Edward suspiró. “Lo sé. Lo resolveré en el fin de semana.”

Nadie dijo nada después de eso, pero Jasper y Alice, ambos fruncieron el ceño y le
lanzaron a Edward miradas comprensivas. No entendía, ni siquiera tenía idea de que
era una fiesta de Bienvenida.

Todos nos quedamos sentados ahí un rato, el resto de ellos platicando un poco pero yo
me quedé en silencio. En algún momento Alice estiró su mano y me hizo cosquillas en
la parte de abajo del pie. Me asustó e instintivamente alejé mi pie, gritando cuando el
dolor viajó a través de mi pierna por el movimiento repentino.

La bolsa de hielo se cayó de mi rodilla y golpeó el suelo. Los ojos de Alice se ampliaron
mientras me miraba fijamente, obviamente no esperaba mi reacción. Edward se
levantó de un salto rápidamente, gimiendo tan fuerte que se escuchó como un gruñido.
Agarró el paquete de hielo y lo puso de nuevo en mi rodilla con cuidado.

Alice intentó disculparse pero no le di importancia, diciéndole que no había ningún


problema.

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Eventualmente Alice y Rosalie se levantaron, ambas diciendo que tenían que llegar a
casa. Alice me dijo adiós y salieron. En el momento en que llegaron al vestíbulo la
puerta principal se abrió abruptamente.

“Hola, doc,” dijo Rosalie. Escuché una risa y me tensé, al darme cuenta que el doctor
Cullen estaba en casa. Miré el reloj y vi que eran las 5:45, lo que quería decir que
había llegado temprano.

“Hola, chicas,” dijo, saludando a Rosalie y a Alice.

“¡¿Podemos tener otra vez una fiesta de Halloween este año?!” Alice soltó con
entusiasmo, su voz acelerada y las palabras pegadas apenas si se entendieron. Todos
se echaron a reír, evidentemente encontrando algo gracioso en ello. Yo me quedé
sentada en silencio.

“Por supuesto que puedes. Aunque, estaré fuera de la ciudad ese día, así que siempre
que me prometas que no destruirás mi casa, es tuya,” dijo el doctor Cullen. Alice chilló.

“¡Ni siquiera te darás cuenta que tuvimos una fiesta, lo prometo!” Alice exclamó.

“Sí, estará limpia para cuando regreses,” dijo Rosalie. “Para eso tienes a la chica
esclava, ¿cierto?”

Su tono fue un poco malicioso. Bajé la vista en el momento que las palabras dejaron
sus labios, una sensación de agitación se movió por mi estómago. De pronto me sentí
muy incómoda allí.

“Demonios, Rose,” dijo Emmett, sonando un poco irritado. Levanté la vista y vi que
estaba frunciendo el ceño. Miré junto a mí y vi que Jasper me observaba. Me sonrió
compasivamente pero aparté la mirada rápidamente, incapaz de sostenerla. No quería
su lástima. Estiré mis manos y quité los paquetes de hielo de mis rodillas, bajando las
piernas del regazo de Jasper y sentándome. Podía sentir la mirada de Edward en mí,
podía sentirla con tanta fuerza que me sorprendía que no hubiera hecho unos hoyos a
través de mí. Sin embargo, no podía mirarlo. No quería ver su expresión.

“Sé amable,” dijo el doctor Cullen en un tono paternal. Las chicas dijeron adiós entre
dientes y salieron, cerrando la puerta detrás de ellas.

Me quedé sentada, mirando hacia el suelo cuando el doctor Cullen entró. Se detuvo
cuando llegó a la sala de estar, suspirando. Hubo un extremadamente incómodo
silencio y tensión que entraron con él, peor de lo que nunca había sido. Sentí como
que iba a vomitar, pero me contuve, centrando toda mi atención en un pequeño punto
en el suelo. Parecía como suciedad, una mancha, y estaba haciendo una nota mental
para fregarla más tarde cuando limpiara. Traté de pensar en qué químico sería mejor
usar, era algo completamente ridículo estar pensando en eso en ese momento, pero
necesitaba algo para mantener alejada mi atención del doctor Cullen y lo mal que me

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sentía cerca de él.

“Chicos, ¿podrían subir a su habitación por unos minutos? Me gustaría hablar con
Isabella a solas,” dijo finalmente, rompiendo el silencio. Mi corazón comenzó a
acelerarse, el miedo corriendo a través de mí tan intenso que mis manos comenzaron a
temblar. Aunque, traté de mantener la calma y seguí mirando fijamente el punto en el
suelo. Después de un segundo Jasper y Emmett se pararon y pude escuchar sus pasos
cuando salieron. Edward se paró y dio unos pasos pero vaciló cuando se acercó a su
padre. Eche un breve vistazo y vi que él estaba mirando fijamente al doctor Cullen y
pareciera que quisiera decir algo. El doctor Cullen sólo lo miró, obviamente esperando
a ver si hablaba. Después de un momento Edward negó con la cabeza y apartó su
mirada, dejando la sala rápidamente.

El doctor Cullen avanzó y mis ojos volvieron a bajar al suelo rápidamente, mirando ese
punto de nuevo fijamente. Se detuvo cuando llegó a mí, poniéndose en cuclillas delante
de mí. Estaba bloqueando el punto en el que había estado centrada así que miraba su
hombro, incapaz de mirarlo a los ojos. Había un hilo suelto en su camisa y me hice otra
nota mental de encontrar la camisa y cortarlo con las tijeras luego. Podía sentir su
mirada sobre mí, pero tenía mucho miedo de mirarlo.

Por el rabillo del ojo vi que su mano subió y retrocedí, alejándome de él lo más que
pude. Volví mi cabeza hacia otro lado y presioné mi espalda contra el sofá,
envolviendo mis brazos alrededor de mi pecho. Se detuvo brevemente, al ver mi miedo,
pero después de un momento, levantó su mano y la puso en mi rodilla. La sensación de
náuseas en la boca de mi estómago se encendió cuando su piel entró en contacto con
la mía y mordí mi labio inferior con fuerza, tratando de aguantar. Mis ojos se llenaron
de lágrimas.

“Debes de guardar reposo por unos días,” dijo mientras pasaba sus dedos por encima
de mis rodillas y las apretaba un poco. Hice una mueca, ya que estaban sensibles, y la
sensación de sus manos sobre mí me aterrorizaba.

“Estoy bien, señor,” dije rápidamente, mi voz temblorosa. Él suspiró.

“Tienes bursitis de rodilla por estar mucho tiempo de rodillas. Es cuando el pequeño
saco sobre tu rótula se inflama y se llena de líquido. Necesitas descansar con
frecuencia y ponerles hielo algunas veces al día hasta que la hinchazón desaparezca.
Te conseguiré algo de Ibuprofeno para que tomes también, ya que va a dolerte por un
tiempo. ¿Entiendes?”

“Sí, señor,” dije.

“También tengo el resultado de tus exámenes. Estás sorprendentemente saludable,


dada las condiciones en las que vivías. Tienes algo de anemia, así que voy a darte
algunas vitaminas, y por supuesto estás por debajo de tu peso pero aparte de eso,

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estás bien,” dijo.

“Está bien,” dije, sin saber que más decir y sin querer parecer indiferente.

Soltó mi rodilla, pero no se levantó. Era incómodo, él de cuclillas frente a mí y


mirándome fijamente y nada quería más que se alejara de mí.

“¿Isabella?” dijo después de un momento, su voz un poco más suave que antes.
“Mírame, por favor.”

Suspiré y miré hacia él. Sus ojos eran suaves, su mirada un poco triste. Había
compasión en sus ojos, lástima, que me hacía sentir más enferma. Sabía que estaba
mal pero tuve que apartar la mirada rápidamente, incapaz de soportarlo. Sentí que
una lágrima se deslizó por mi mejilla y mentalmente me maldije por ser tan débil.
“Entiendo que estés molesta. Sé que no va a cambiar nada, pero por si sirve de algo,
no tenía la intención de ser tan cruel contigo.”

Asentí, sin poder hablar. Tenía miedo que sí destrababa mi mandíbula y abría la boca
para hablar perdería el control. No comprendía, ya que nunca había tenido estás
reacciones después de que Charles me castigara. Había soportado tanto de él y
después era capaz de levantarme y seguir adelante. Pero en una noche, sin siquiera
levantar su mano hacia mí, el doctor Cullen me hizo pedazos.

“E ignora a Rosalie. Ella a menudo dice cosas sólo para hacer perder los estribos a
alguien,” añadió, poniéndose de pie. Después de un momento se dio la vuelta, saliendo
de la sala de estar y subiendo las escaleras. Me quedé allí sentada en silencio,
tratando de serenarme. Necesitaba otra vez calmarme de alguna manera, levantar mis
muros y recuperar mis fuerza para poder seguir adelante. Finalmente me levanté del
sofá, haciendo una mueca por el dolor, y subiendo las escaleras. Llevaba la mitad del
primer piso cuando Edward y el doctor Cullen empezaron a bajarlas. Ambos se
congelaron al verme.

Terminé de subirlas y murmuré un “con su permiso,” rozando a Edward al pasar junto a


él y cojeando un poco. Edward gimió, negando con la cabeza. Emmett salió de su
habitación y me levantó sus cejas.

“¿No deberías tomártelo con calma, chica?” Preguntó. Yo sólo lo miré, y me encogí de
hombros levemente. Él rodó sus ojos y se acercó a mí, y grité cuando me levantó
rápidamente.

“Cristo, Emmett, joder, se cuidadoso. Está lastimada,” Edward dijo con brusquedad.

“Oh relájate, ella es más fuerte de lo que piensas,” Emmett dijo con indiferencia,
dirigiéndose al tercer piso. Me sonrió levemente y abrió la puerta de mi habitación,
sentándome en mi sofá.

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“Eh, gracias,” murmuré, un poco aturdida. Además de las veces que había pasado el
rato con él y Jasper, no teníamos mucha interacción. La mayor parte de su tiempo la
pasaba con su novia.

“No hay de qué,” dijo, encogiéndose de hombros. Sonrió y se dio la vuelta para salir,
cerrando la puerta detrás de él.

El resto de la noche voló relativamente rápido, ya que la pasé en mi cuarto bajo llave.
Afortunadamente nadie me molestó, ya que no estaba con el estado de ánimo para
tratar con ninguno de ellos. Me sentí mal por eso, cuando Jasper y Edward y hasta
Emmett habían sido tan amables conmigo, no podía lidiar con sus miradas. No quería
su lástima o compasión. No quería que me miraran como si realmente les importara lo
que me pasaba. Yo no era más que algo de su propiedad que habían comprado para
hacer su vida más fácil.

A pesar de la siesta demasiado larga que había tomado más temprano durante el día,
seguía agotada. Me fui a la cama temprano, suspirando cuando mi cabeza tocó la
almohada. No se sentía bien, la cama no era tan cómoda, la almohada no olía como
Edward. Traté de alejar ese pensamiento, sin querer lidiar con eso. No quería sentir
algo por él.

Esa noche tuve pesadillas. Pesadillas sobre el doctor Cullen y esa mirada que había
tenido en sus ojos. Me desperté asustada a mitad de la noche, sudando, temblando y
con náuseas. Salí de la cama y corrí al baño tan rápido como pude, lo que no fue fácil
cuando el dolor seguía tan fuerte. Me desplomé en el suelo frente a la taza del baño
con náuseas y dando arcadas sin vomitar nada. Golpear la baldosa fría empeoró mis
rodillas aún más, enviando un dolor intenso a través de mis piernas. Mis ojos se
llenaron de lágrimas y comencé a sollozar, completamente abrumada y temblorosa.
Cuando mi cuerpo se tranquilizó y ya no daba arcadas, me acosté en el suelo y lloré en
silencio. Lloré por mí, y por mi madre, y por todo aquel cuya vida no le pertenece. Lloré
por cada niño en el mundo que despierta cada día sin su libertad, quienes nunca
conocerán una vida sin dolor. Lloré por todos los que nunca experimentarán el amor,
aquellos que sólo conocen una vida llena de abusos.

Desperté la mañana siguiente, aún en el duro suelo frío del baño. Me obligué a
levantarme, ignorando el dolor cuando dormir en el suelo sólo lo había hecho peor. La
casa estaba completamente en silencio, ya todos se habían ido. Me dirigí a la planta
baja, todavía cojeando, pero me obligué a hacerlo, negándome a darme por vencida.
Limpié la casa, fregando de arriba abajo lo mejor que pude en mi condición. El dolor
no me lo impidió, me animó a seguir adelante.

Estaba acostumbrada a eso, el dolor era algo que conocía muy bien. El dolor me
recordó exactamente quién era yo, me recordó mi lugar. Lo había estado olvidando
últimamente, tan envuelta en esas pequeñas partículas de libertad que había tenido en
mis manos. Así que de cierto modo, era bienvenido. Cada dolor punzante y fuerte ardor

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que se dispara en mí era un recordatorio de que aún estaba viva, que era una
sobreviviente.

Por primera vez desde que llegué a la casa de los Cullen, finalmente algo se sintió
familiar para mí.

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“La relevancia de un hombre no está en lo que él ha logrado, sino más bien en lo que
anhela lograr.”—Kahlil Gibran.

Edward CULLen

Baile de Bienvenida.

Debería estar emocionado, ¿cierto? Después de todo, era mi puto momento de brillar.
Todo el mundo me prestaba atención la semana del baile de Bienvenida, todos los ojos
en Edward Cullen, quaterback, titular.

Rose no había mentido cuando dijo que todas las chicas del Instituto estaban
conteniéndose hasta que yo escogiera una cita. Francamente no me importaba; esas
perras no podían importarme menos. Sólo porque te lleve al baile no significa que te
vayas conmigo. Entré a la escuela ese viernes por la mañana, resuelto a invitar a la
primera perra que se me acercara y terminar con esto.

Sin embargo, Stanley no contaba. Es seguro que en ocasiones especiales como los
bailes las perras se regalen y no tengo deseos de follar a esa zorra de nuevo, a pesar
de que prácticamente había vuelto arrojarse sobre mí todos los días. Francamente no
tengo ganas de follar a nadie por el momento, lo que era loco porque yo siempre tengo
ganas de follar, así que eso no se le podía llamar exactamente un factor de motivación.
Cuando Stanley puntual como un reloj se acercó a mí en el estacionamiento de la
escuela, la mandé a volar. Podía ir con Newton, eran la pareja perfecta, los dos
pendejos.

Entre en el edificio y me dirigí a mi casillero, parándome en seco cuando vi a Tanya


bloqueándolo, su cuerpo apoyado en la puerta. Llevaba la puta falda más corta que
había visto nunca, sus largas piernas desnudas y luciendo indecente. Me sorprendería
si no la suspendieran por esa mierda, pero conociendo a Tanya saldría de eso con una
mamada. Negué con la cabeza y me acerqué a ella.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 211


“Buenos días, Edward,” dijo ella prácticamente en un puto ronroneo. No puede evitar
reír con suficiencia ante sus intentos de seducción. Lástima por ella, esa mierda no iba
a funcionar hoy.

“Buenos días a ti también,” dije. Me di la vuelta para abrir mi casillero y por suerte ella
se quitó del maldito camino antes de que la abriera, porque definitivamente la hubiera
golpeado con ella y me hubiera importado una mierda.

“¿Me prestas tus apuntes de trigonometría de ayer?” Preguntó, su voz seguía siendo
ese ronroneo seductor. Tenía que darle crédito a Tanya, ella podía hacer que hasta
una palabra como trigonometría sonara sexual.

Negué con la cabeza. “No es posible,” dije. Los tenía y sabía exactamente donde
estaban pero si quería notas debería haber prestado atención como el resto de
nosotros. Además, yo tenía la costumbre de garabatear en mis papeles y no había
forma de saber qué otra cosa vería en ellos. Sólo me miró, sin sorprenderse de lo que
dije ya que siempre decía que no cuando la pinche gente me pedía cosas porque no
era una persona generosa. Soy un abusivo, eso es lo que soy. Espero que la gente me
dé mierdas, pero no doy nada a cambio. Tanya hizo sobresalir su labio inferior en un
ridículo puchero después de un momento, recordándome de alguna mierda que
Stanley haría. Rodé los ojos y me encogí de hombros. “Pero sé de algo que puedo
hacer por ti.”

“¿Y qué es eso?” Preguntó, sonriendo.

“Puedo llevarte al maldito baile,” dije, encogiéndome de hombros. Sus ojos se


ampliaron y su sonrisa se iluminó y lucía como si hubiera ganado la puñetera lotería, lo
que me hizo sonreír de nuevo con suficiencia. Supongo que de alguna manera yo era
la lotería en este pozo de mierda.

Así que, sí, eso fue hace una puta semana. Y esta semana pasada el Instituto de Forks
ha estado en modalidad de baile de Bienvenida, en un frenesí como si fuera la
segunda venida de Cristo o algo así. Y todo el tiempo he estado con un maldito mal
humor, negándome a participar en esa ridiculez. Mis hermanos aman el pinche espíritu
de la semana, al igual que Alice. Rose cree que es demasiado buena para esa mierda,
pero me di cuenta que se divertía por el comportamiento de Emmett. A medida que la
semana pasaba, se hizo más y más ridículo, y yo me ponía más y más irritado.

Lunes fue un día de jornada para la orientación profesional, Jasper llevaba una bata
de laboratorio de papá y un estetoscopio, mientras que Emmett usaba un traje y
llevaba un maletín porque quería ser un puto CEO o algo así. Me dieron un montón de
mierda porque no me disfracé. ¿Qué querían que hiciera, que pusiera unos pinches
zapatos con punta de ala y cargar con una AK-47? Porque al paso en que iba, ese era
mi futuro.

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El martes era día de pijamas, lo que me molestó al extremo. Porque me vi forzado a
mirar todas las pijamas color rosa chicle con mierdas ridículas como caniches sobre
ellas. Cristo, ¿podía una o dos de ellas ser jodidamente razonable y usar un puto
negligé o algo así? Joder al menos darme algo para mirar. Emmett llevaba unas
pijamas de Superman que ese día mostraba demasiado el maldito bulto en sus
pantalones. Jasper al menos tuvo la decencia de llevar algo más normal.

Miércoles fue el día de la “Infancia”, lo que me hizo sentir como un maldito pervertido
estando rodeando de tantas chicas con coletas, moños de color rosa, calcetines con
vuelos y zapatos Mary Jane. Emmett, les juro esa mierda, llevaba pantalones de brinca
charcos y una maldita camiseta de los Pitufos y trajo un puto triciclo a la escuela para
montarlo alrededor de la plaza. Eso era algo que nunca jodidos quería volver a ver.
Jasper no estaba mucho mejor con sus overoles y su camiseta de los Dukes de Hazard.
Juro que nunca usamos esas mierdas de niños.

Y al jueves se le llamó el “día de locos”, donde se suponía que tenías que lucir
totalmente ridículo con toda la intención. Y vaya si mis hermanos tuvieron pinche éxito.
Me negué a darle a alguno de esos cabrones un aventón a la escuela. Ni siquiera
quiero dar detalles de lo que llevaban puesto, pero juro que la mitad lo consiguieron
del armario de Isabella.

Hoy fue el día de los colores de la escuela y he visto más perras con pelo azul de lo que
podía contar. No era lindo, en lo absoluto. Pero al menos hoy me sumé usando mi
camiseta de fútbol.

No me malinterpreten, por lo general me encantaría la semana del baile de


Bienvenida. Y me di cuenta que soné como el más grande cabrón en el mundo, como si
tuviera un palo atorado en el culo o algo así, pero no puedo evitarlo. Sabía la razón
exacta por la que había estado de mal humor y esa razón duerme en la puta
habitación frente a la mía.

Ha estado fría toda la maldita semana y me estaba volviendo loco. Pareciera que
desde que Rose la llamara ‘esclava’ enfrente de ella, carajos, ha estado actuando
como una. Ha estado hablando como un pinche robot, llamándome amo Edward y odio
esa mierda. Juro que quiero romperle la madre a Rosalie por hacer eso, pero en el
pasado todos simplemente la ignorábamos cuando actuaba como una perra y si la
defendiera ahora sería como si ondeara una puta bandera enorme de color rojo
delante de la cara de todos. Pero quiero de vuelta a la chica que durmió una siesta en
mi cama y dijo cosas devastadoramente tiernas y dulces en su sueño. La chica que reía
y que se abrió conmigo. Porque esa jodida chica me hace feliz, y me daba cuenta que
sin ella era sólo un cabrón insoportable.

No era como si pudiera hacer algo al respecto, así que no sé porqué estaba siendo una
perra llorona por ello. No era como si pudiera demostrar mis sentimientos. Cristo,
incluso me he encontrado soñando despierto con llevarla al baile, ya que ella era la

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única con la que realmente quería hacer cualquier cosa. Apuesto a que se vería
impresionante vestida elegantemente con un vestido largo que abrace su cuerpo,
mostrando todas sus curvas. Porque a pesar de que estaba malditamente delgada y
necesitaba comer más, tenía una natural forma curvilínea y un bonito culo el cual me
sorprendo a mí mismo mirándolo constantemente como un puto pervertido. Aunque, era
inútil pensar en todo eso, cuando no podía llevarla. Aún si ella quisiera ir, eso sería
como agitar una maldita bandera roja delante de papá. Pero demonios si no iba a
seguir soñando con esa mierda.

Y toda la semana ha sentido dolor, pero ha estado siendo tan jodidamente terca y se
niega a tomar un descanso. Ha estado limpiando y cocinando hasta caérsele el culo.
Sólo quería agarrarla y sacudirla hasta sacarle la mierda y decirle que se relajara.
Porque me iba a hacer explotar si no me daba pronto una puta sonrisa.

El que haya dejado de sonreír me estaba matando. Era seguro que la vería hacerlo en
su sueño cuando decía mi nombre pero ni siquiera eso ha vuelto a suceder. Porque
nunca jodidos duerme. Esa noche la escuché llorando, la noche siguiente de que papá
le hizo esa mierda. Carajo, ella estaba sollozando y me mató escucharla pero no sabía
que hacer al respecto. Quería ir con ella y tratar de consolarla, y luché contra el
puñetero impulso por no querer ser un idiota e irrumpir ahí si ella sólo quería estar
sola. Sus sollozos cesaron eventualmente y su habitación quedó en silencio, así que
entré a hurtadillas para ver como estaba. Estaba confundido cuando vi que no estaba
en su cama, pero vi la luz del baño estaba prendida y me imaginé que estaba allí.
Quería entrar y verificar que estaba bien, pero entrar en su cuarto ya era bastante
malo, no había puta manera de que entrara en su baño siguiéndola. Eso estaba
jodidamente mal, la idea se sentía pervertida. Así que volví a mi habitación y di vueltas
toda la maldita noche, preocupado.

Los siguientes días fueron igual de malos. La escuché moverse por su habitación toda
la pinche noche, sin descansar, joder, hasta sin dormir. Lloraba casi todas las noches y
eso me carcome, rompe mi puto corazón. No quería que llorara, no quería que sufriera.
Pero la forma en que me hablaba me hacía pensar que era parte de la puta razón de
que estuviera sufriendo. Y quería ir con ella pero no quería empeorar las cosas, no
podía hacerle eso. No podía ser tan jodidamente egoísta. Dios, ¿dónde se había ido la
dulce chica con la sonrisa contagiosa? Echaba de menos verla dormir, escuchándola
decir mi nombre y ver como esa sonrisa curvaba sus labios hacia arriba. Amaba esa
mierda. La esperaba. ¿Qué tan patético era que el la mejor parte de mi día era cuando
entraba a hurtadillas a la maldita habitación de una chica para espiarla como Tom el
mirón? (N.T. Un personaje de la leyenda de Lady Godiva que no pudo resistir la
tentación de mirar a la mujer por un agujero. Un Voyeur) Pero sí, no había estado
sucediendo y era jodidamente desdichado por eso.

Anduve en el desfile del baile de Bienvenida de la escuela, saludando y sonriendo


como una puta celebridad. Las perras gritaban mi nombre, pero me importaba una

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mierda. Isabella estaba bajo mi piel.

Después del desfile, salté de mi Volvo e iba a encontrarme con los chicos para ir a
comer algo antes del partido, como de costumbre, a pesar de que no estaba
precisamente de humor para eso. Pero era una tradición, y no puedes romper una
puñetera tradición como esa antes de un gran juego. Eso es simplemente estar
rogando por mala suerte. Estaba sentado en el estacionamiento de la escuela, tratando
de despejar mi cabeza. Tenía un juego esta noche, necesitaba concentrarme y
resultaba difícil sacar a Isabella de mi mente.

La puerta del pasajero de mi coche se abrió y mi cabeza se movió rápidamente en esa


dirección, la ira surgió a través de mí instintivamente porque alguien estaba en mi puto
coche sin mi permiso. La gente sabía cómo me sentía respecto a mi coche. Entrar en mi
coche sin mi permiso sería como follar a mi novia… si tuviera una. Era una maldita
violación y sólo estarías pidiendo que te pateara el culo. Mis ojos se abrieron un poco y
la ira fue remplazada por la confusión cuando vi el pequeño trasero de Alice subir.
Cerró la puerta y se volvió hacia mí, sonriendo con dulzura.

“Hola, Edward,” dijo.

Sonreí levemente. “Hola, enana, ¿qué pasa?”

Se encogió de hombros. “No mucho, sólo quería asegurarme de que estabas bien.”

Mi ceño se frunció y la miré con incredulidad. ¿Estaba checándome? “¿Por qué no lo


estaría? Tú sabes cómo soy Alice. Esta gente está alimentando mi ego hoy. ¿Qué otra
cosa necesitaría un hijo de puta engreído como yo?”

Rió un poco pero no tuvo respuesta. Se quedó callada por un momento y empecé a
ponerme incómodo, preguntándome qué carajo era lo que realmente quería. Tenía que
ser algo más que sólo checarme, ya que no tenía ningún sentido. Ella suspiró después
de un momento, sacudiendo la cabeza. “Te dije que pasaría, pero dudaste de mí,” dijo
en voz baja.

Le estreché los ojos ligeramente. “¿Decirme qué?”

“Que te ibas a enamorar.”

La miré con incredulidad y traté de hacerme el desentendido y parecer como si no


supiera de qué estaba hablando, pero por dentro estaba asustado. No había manera
de que ella supiera, no podía soportar a alguien más que me diera putas miradas
comprensivas y porque me había enganché con la única maldita chica en el mundo
que no podía tener. Las miradas de Jasper eran lo suficientemente malas, y si él fue y
me delató con su novia iba a matar al cabrón.

“¡Por favor, enana! Tú sabes que la única persona que amo es a mí mismo,” dije,

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sonriendo.

Me sonrió levemente en respuesta. “No tienes que fingir conmigo, Edward. Yo sé que la
amas.”

Negué con la cabeza. “¿Qué te hace pensar que la amo?” Pregunté, levantando una
ceja interrogante.

Se echó a reir. “El simple hecho de que ni siquiera tienes que preguntarme de quién
estoy hablando te delata y lo sabes.” Rodé los ojos maldiciéndome mentalmente. No
había disimulado bien esa mierda en lo absoluto. “Además, he aprendido de ustedes
suficiente italiano para entender algunas de las cosas que le dices a ella.”

“Tal vez escuchaste mal,” dije, encogiéndome de hombros. Me tenía y yo lo sabía, pero
no sólo iba admitir esa mierda de buenas a primeras.

“Tal vez,” dijo. “Pero incluso sin haberte oído llamarla mi chica hermosa lo sabía,
podía verlo.”

Suspiré. “¿Soy tan jodidamente obvio?” Pregunté, un poco irritado. Me dejé caer hacia
el frente y presioné mi frente contra el volante. Pensé que había estado disimulando
muy bien pero evidentemente no.

“No, eres realmente bueno fingiendo que no te importa, pero en realidad a mí nunca
me has engañado. Todos piensan que sólo eres una persona fría, pero yo sé que no lo
eres. Yo sé que sólo das la impresión de ser así porque estás triste. Sabía que la
felicidad entraría un día a tu vida y cambiaría todo, porque lo mereces. Honestamente.
Y me doy cuenta por la forma en que la miras que es ella… que ella es tu felicidad.”

Gemí. “Sí, bueno, ¿qué tan jodidamente bueno puede ser un atisbo de felicidad si no
puedes tenerla?”

“¿Por qué piensas que no puedes tenerla?” Alice preguntó, su tono lleno de confusión.
Le eché un vistazo y la vi mirándome inquisitivamente.

“¿En serio, Alice?” Pregunté, rodando los ojos. ¿Era en tan jodidamente despistada?
¿No podía ver que tan jodida estaba la situación? “¿Aún seguimos hablando de la
misma gente aquí? Mírame a mí, mírala a ella y carajo, dime si alguna vez funcionara.
Te desafío a que lo hagas.”

Alice resopló. Me di cuenta que la estaba irritando y sonreí levemente. Alice no se


irritaba a menudo pero cuando lo hacía era divertido.

“L’amore e cieco,*” dijo, su puta pronunciación era espantosa pero de todos modos
sabía lo que estaba diciendo. El amor es ciego. Supongo que sabía más italiano de
mierda de lo que pensaba.

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“El amor puede ser ciego, Alice, pero mi padre no. No estoy preocupado de que el amor
nos mate como lo estoy de que él lo haga.”

Me miró por un segundo antes de encogerse de hombros con indiferencia. “Creo que tu
papá sólo estará feliz de que finalmente permitiste que alguien entrara en tu corazón,
no importa quién sea.”

“¿Apostarías en ello la vida de Jasper?” Pregunté. Mi voz estaba más afilada de lo que
pretendía y sabía que ella no se merecía que le hablara con brusquedad cuando sólo
estaba tratando de ayudar, pero estaba molesto. Sólo me miró fijamente, sorprendida
por mi tono. “Porque no puedo simplemente poner en riesgo la vida de Isabella sólo por
un presentimiento de que puede que él lo acepte. No puedo jugar con su vida sólo
porque mi estúpido culo fue a sentir algo por ella. Dios, sé que soy arrogante pero,
¿crees que soy un cabrón tan egoísta como para arriesgar así su vida?”

Suspiró, apartando la mirada de mí. “¿Y por qué tienes que decirle?” Preguntó en voz
baja después de un momento.

Reí con amargura. “¿De verdad piensas que podemos ocultárselo? ¿Qué él no se daría
cuenta de esa mierda?”

Alice asintió con confianza y yo rodé los ojos. “Él raras veces está ahí Edward y de
hecho sé que eres bueno fingiendo que no te importa. Creo que puedes lograrlo.”

“¿Y qué hay de ella?” Pregunté, levantando una ceja. Estaba tratando de que sus
puñeteras palabras no me llegaran, ya que la idea de que realmente pudiera tener a la
chica hacía que mi pinche pecho se hinchara con los sentimientos que estaba tratando
de reprimir.

Alice sonrió, sacudiendo la cabeza. “Si crees que Isabella no es la reina en ocultar
cosas, estás loco. Apenas la conozco, pero ya me doy cuenta que tiene secretos.”

Sonreí levemente, asintiendo. “Sí, los tiene,” dije. Me quedé en silencio por un momento
antes de reír entre dientes. “La semana pasada me enteré que no es analfabeta.”

Alice sonrió. “En realidad, eso ya lo sabía.” La miré sorprendido y me sonrió. “La
atrapé deletreando palabras en voz baja en el partido de fútbol. Estaba leyendo los
nombres y los números en las camisetas de fútbol. Por supuesto, no le pregunté sobre
ello, pero lo noté.”

Parpadeé un par de veces, un poco aturdido. “Me pregunto cómo mi padre no la ha


atrapado haciendo esa mierda.”

Alice se encogió de hombros. “Tal vez él no es tan observador como piensas, Edward.
Sin embargo, aún pienso que no le importaría incluso si lo descubriera. Bueno, al
menos no le importaría lo suficiente como para que de verdad les hiciera daño a

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ninguno de los dos.”

Negué con la cabeza. “De todos modos, nada de eso importa Alice. No importa cómo
me siento, no hay forma de que ella sienta eso por mí.”

Alice levantó las cejas. “¿Por qué dices eso?”

“¿Me conoces?” Pregunté, levantando una ceja. “No es que sea exactamente un pinche
tipo agradable, ¿sabes?”

Se echó a reír. “Como sea, Edward. Yo no te voy a decir que hacer. Sólo voy a decir que
cuando llegué el momento, lo sabrás. Tendrás que verlo por ti mismo.”

Negué con la cabeza. “Somos sus jodidos dueños, Alice, ella prácticamente es un
pedazo de propiedad. Me llama su pinche amo. ¿Cómo puede ella alguna vez llegar a
amar a alguien tan malditamente despreciable, con tanto poder sobre ella?”

Alice sonrió levemente. “L’amore e cieco,” dijo de nuevo, abriendo la puerta y saliendo
de un salto.

El amor es jodidamente ciego.

Encendí el coche y me alejé después de que Alice saliera, haciendo rechinar las llantas
porque estaba molesto. Me encontré con los chicos en la pizzería y ellos comieron, pero
yo no tenía mucho apetito así que sólo despedacé un puto trozo de pizza con mis
dedos, descargando lo que sentía en ello. Estaba tratando de concentrarme y sacar
esa mierda de mi mente, para poder poner la cabeza en el juego. Sabía que esta
noche era importante, sabía que era la jodida bienvenida. Finalmente, regresamos a la
escuela, nos vestimos y empezamos los calentamientos y estiramientos.

Para cuando llegó la hora del juego, por suerte estaba centrado. La multitud estaba
vitoreando con fuerza. El puñetero estadio estaba más lleno de lo habitual. No tenía
idea si Isabella había venido al juego o no, ni siquiera había preguntado si iban a
traerla, e hice cada maldita cosa que puede para no mirarla. Quería hacerlo, carajo,
sólo quería verla, pero sabía que si la veía, eso sólo haría que esa sensación de anhelo
volviera. Y si no la encontraba, si no había venido, iba a doler. Lo sabía, así que era
mejor simplemente no saberlo por el momento.

La segunda parte del juego comenzó y estaba atento, pero se estaba haciendo más
difícil mantener la cabeza en el juego. Estábamos ganando arrogantemente y para
cuando llegamos al inicio del último cuarto, estaba desconcentrándome. Finalmente
me permití buscar entre la multitud, sin poder aguantarme más, y mis ojos se posaron
sobre ella casi de inmediato. Por alguna razón mi familia siempre se sentaba en la
misma zona en cada juego; supongo que les gustaba ese lugar. Lucía hermosa,
llevaba esa camisa a rayas color rosa bebé, verde menta y canela, que hacía brillar su
piel.

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¿Cuándo empecé a notar mierdas como esa?, no lo sé. La única vez que notaba la
ropa de las chicas en el pasado, era cuando estaban jodidamente indecentes y las
arrojaban al suelo cuando se estaban desnudando para mí. Isabella no me estaba
mirando, miraba hacia un lado, lejos de todos, mirando fijamente hacia la nada. Se
veía triste, tan jodidamente triste, y desde donde estaba podía ver el cansancio en su
rostro. Eché un vistazo a mi familia brevemente y vi que mi papá en realidad vino, lo
que era jodidamente impactante ya que siempre estaba demasiado ocupado para
mierdas como estás.

Desvié la vista y no me permití mirar de nuevo hasta que sonó el silbatazo final y el
juego había terminado. Todo el mundo se abalanzó al puto campo, todos emocionados
porque ganamos. No que alguna vez hubiéramos perdido ni nada, no conmigo
dirigiendo esta mierda.

Mi familia vino hacia mí, Emmett me tomó desprevenido y me tacleó, pasé todo el juego
ileso sólo para ser derribado por mi propio hermano. Me lo quité de encima, lo cual es
mucho más fácil decir que hacer cuando tenía la complexión de un puto Mack Truck.
(N.T. En otras palabras un tráiler) Papá me tendió su mano para ayudarme a
levantarme. Me reí cuando me puse de pie, empujando a Emmett.

“Lo hiciste bien,” dijo papá, palmeandome la espalda. Sonreí con suficiencia, feliz que
porque una vez él estaba felicitándome por algo y no regañándome en público por
cagarla. Todavía estaba encabronado con él por al mierda que le hizo a Isabella y lo
había estado ignorando toda la semana, pero no podía negar que me hizo sentir bien
que me felicitara.

“Gracias,” murmuré. Miré alrededor, buscando a Isabella instintivamente, mi ceño se


frunció cuando no la vi. Papá empezó a hablar con un tipo que evidentemente era su
paciente y Emmett me dio la espalda, hablando con Rose. Recorrí con la vista la
multitud y localicé a Alice y Jasper, dando unos pasos en su dirección, parándome en
seco cuando me di cuenta que ella no estaba parada con ellos.

Empecé a entrar un poco en pánico, mirando frenéticamente a mí alrededor. Estaba


aquí en alguna parte, joder, la había visto aquí, pero no estaba con nadie que
conociera. Estaba preocupado, había una gran cantidad de gente en el estadio y tenía
miedo de que se pusiera histérica rodeada de tantos extraños. Odiaba pensar en ella
sola y asustada.

Escudriñé el área y empecé a caminar por los alrededores buscándola, tropezando con
la gente pero sin importarme una mierda. Ese puto instinto de protegerla estaba
avivándose y estaba desesperado por encontrarla, asegurarme de que estaba bien.
Finalmente vi algo verde y rosa por el rabillo del ojo, mi cabeza se volteó rápidamente
en esa dirección. Me congelé abruptamente por lo que vi frente de mí, mis ojos se
ampliaron.

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Estaba por las gradas en una zona ligeramente aislada cubierta de hierba, parada
con un tipo. Y no cualquier tipo de mierda, un cabrón que reconocería en cualquier
lugar. Esos putos pantalones camuflajeados tipo cargo desgastados. La camiseta
blanca demasiado apretada mostrando sus bíceps, tratando de lucir grande y fuerte. El
brillante pelo color negro y largo, recogido con una liga. Él pensaba que era una
mierda sexy, pero en realidad lucía como un puto finocchio.*

Sí, conocía muy bien a ese hijo de puta, porque era el mismo pendejo que me había
hecho estallar el año pasado. Era el único que me encabronaba y me hacía perder el
control. Fue el cabrón que me envió a un maldito internado pijo (N.T. En mi tierra
diríamos fresa, pero por si no me entienden las españolas o las de otros países), el que
casi me hizo que destruyera mi puta vida. Lo odiaba, joder, lo despreciaba, más que a
nadie en el mundo. Quería romperle el cuello, sólo el verlo me hacía enojar.

Y estaba parado junto a la mujer que amaba, la única chica que había dejado entrar
en mi pinche corazón. Estaba hablando con ella, y ella le estaba dando una puta
sonrisa a él. Ella sonrió. Había estado esperando toda la maldita semana para que
volviera sonreír y cuando lo hacía, le sonreía a él de todas las demás personas. ¿Por
qué a él? ¿Por qué coño no me sonreía a mí?

La furia asesina que se apoderó de mí me hizo temblar. Sólo me quedé allí, congelado
en mi lugar, temblando y encabronado. Escuché a alguien cerca diciendo mi nombre, y
sonaba como Emmett, pero no podía concentrarme en él. Tenía visión de túnel, todo lo
que podía ver era a mi hermosa Isabella parada junto a ese asqueroso chucho Jacob
Black.

En el momento en que estiró su mano para tocarla, estallé. Comencé a correr


directamente hacia ellos, tan rápido como mis putas piernas me podían llevar. Oí gritos
detrás de mí, mis hermanos, mi papá y lo que sonaba como Alice, pero los ignoré.
Alguien me estaba persiguiendo, los oía correr detrás de mí, pero me importaba una
mierda. El cabrón iba a pagar por ponerle un maldito dedo encima a mi Bella
Ragazza.

Llegué a la cerca de malla y me la agarré, saltando sobre ella como una maldita
estrella de atletismo. Caí de pie y comencé a correr de nuevo, y escuché a alguien
saltar la malla después de mí. Jacob e Isabella debieron escuchar la conmoción porque
ambos levantaron la vista al mismo tiempo. Los ojos de Isabella se ampliaron con la
confusión y el miedo, y los ojos de Jacob se estrecharon cuando me vio. Sí, el cabrón
también me odiaba y no lo culpaba después de lo que hice el año pasado, pero no
podía lamentarme por esa mierda. Se lo merecía, se merecía mucho más. Estaba
buscando una maldita revancha entonces y la quería tanto como ahora. Así que corrí
directamente hacia ese hijo de puta. Él retrocedió unos cuantos pasos, como el
maricón que era cuando se dio cuenta que no me iba a detener, pero era demasiado
tarde para que huyera de mí. Su culo era mío. Choqué directamente con él, enviándolo

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hacia atrás de espaldas, con un ruido sordo. Él gritó, asustado, y aterricé justo encima
de él, mi rodilla justo en sus partes privadas. Gritó por el dolor, ya que probablemente
le había aplastado su puta polla con mi peso. Eché mi puño hacia atrás, para darle un
puñetazo, decidido a romperle la cara, cuando alguien consiguió agarrarme de la
parte de atrás de mi camiseta y tiró de mí. Me sacudieron con fuerza, mi puta camiseta
ahorcándome por el cuello. Me asusté cuando mi padre se interpuso entre nosotros,
empujándome hacia atrás y alejándome de Jacob. Era seguro como la mierda, que no
esperaba que él fuera el que persiguiera mi trasero tan rápido. Los amigos de Jacob de
la reserva corrieron hacia él y lo levantaron del suelo, él parecía confuso y asustado,
supongo que en realidad no esperaba que chocara con él. Tenía sus manos sobre su
entrepierna y probablemente me hubiera reído y joder, me hubiera burlado de él si no
fuera por la mirada que mi padre me estaba echando. Estaba enojado, pellizcándose
el puente de la nariz como normalmente hacía cuando estaba tratando de calmarse.
Tengo esa costumbre de mierda por él. Negué con la cabeza, suspirando con fuerza.
Sabía que él que estuviera orgulloso de mí no podía durar mucho maldito tiempo.

Escuché más conmoción detrás de mí y me volví para ver a mis hermanos corriendo
hacia nosotros. Alice pasó junto a mí y me echó un vistazo rápido, frunciendo el ceño y
estrechando levemente sus ojos. Sí, aparentemente no le pareció bien. Se dirigió
directamente hacia Isabella y me hice a un lado, queriendo verla para asegurarme que
estaba bien. Sabía que Jacob no la había lastimado pero también sabía que no le
gustaba que la gente la tocara. Quiero decir, mierda, todavía respinga alejándose de
mí. Pero papá me agarró de la camiseta para detenerme, obviamente temeroso de que
me fuera a lanzar a ese cabrón. Agarré su mano y me la quité de encima, lo que
probablemente fue un error y posiblemente lo encabronó mucho más. Si no
estuviéramos en público me podría haber quebrado los putos dedos intencionalmente
por ello, porque tú no tocabas al maldito Carlise Cullen. Lo esquivé para así poder
verla, mis ojos se ampliaron. Había lágrimas corriendo por el rostro de Isabella.
Parecía jodidamente asustada, su cuerpo temblaba.

Gemí. “Isabella,” dije rápidamente, queriendo que entendiera que hice esa mierda por
su propio bien. No había querido asustarla. Me miró cuando la llamé por su nombre
pero apartó su mirada rápidamente y miró hacia el suelo, incapaz de mantener
contacto visual conmigo. Alice la agarró por el brazo y comenzó a llevarla lejos de
nosotros, susurrándole algo. Di unos pasos hacia el frente, intentando ir tras ellas, pero
Jasper saltó frente a mí.

“Tienes que dejarla ir y calmarte,” dijo, su voz baja, su tono agudo.

Estreché un poco mis ojos, jodidamente enojado de que estuviera diciéndome qué
hacer, y estaba a punto de discutir cuando papá interrumpió.

“Estoy de acuerdo. Supongo que esta es la primera vez que has visto a Jacob desde
que regresaste así que voy a tratar de ser comprensivo y no molestarme por tu

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comportamiento. Pero tienes que mantenerte bajo control, muchacho. ¿Sabes por todo
lo que tuve que pasar para sacarte de toda esa mierda el año pasado? No voy a
hacerlo de nuevo y lo digo en serio. Esta vez dejaré tu trasero en la cárcel, así que es
por tu bien que aprendas tu puta lección y rápido.”

Aparté la mirada de él y asentí. Estaba echando humo. No estaba siendo


desagradecido por lo que hizo por mí pero ya me estaba cansando de que me
estuviera amenazando con esa mierda. Esto no tenía nada que ver con eso, él no tenía
un puto derecho de estar cerca de Isabella. Era escoria y ella era buena, tan
jodidamente buena para que la tocara.

Me di la vuelta y me alejé de ellos, dirigiéndome a los vestidores. Todos los chicos sólo
me miraron, sin decir mucho cuando vieron qué coño acababa de pasar. Me cambié
rápidamente, azotando las pinches puertas y maldiciendo en voz baja. Me puse un par
de jeans y una camiseta sin mangas, dirigiéndome a mí coche, acelerando como un
maldito loco hacia la casa de Demetri donde era la after party (N.T. Para esto no hay
una frase muy adecuada en español así que no la traduje, aunque se puede decir la
fiesta después del juego. Sólo una descripción) Él estaba en el equipo de fútbol, un
apoyador, y sabía que él siempre tenía un montón de puto licor.

Me detuve frente a la casa, saliendo del coche y dirigiéndome al interior. La casa ya


estaba llena con gente celebrando. Pasé rozando algunas chicas y ninguna de ellas
me dijo nada, me imagino que fue porque mi expresión les decía que era por su bien
que no molestaran. Estaba tan jodidamente encabronado como para lidiar con la
especie femenina.

Me dirigí a la cocina y me encontré con Felix, el hermano de Demetri. Me echó un


vistazo y me tendió todo un quinto de vodka (N.T. 750 ml, aunque conociendo a
algunas de ustedes no necesitan que les explique, jajaja. Y salud) “Parece que
necesitas esto,” dijo. Me reí con amargura y tomé la botella, desenroscando el tapón.
Lo llevé a mis labios para tomar un gran puto trago, estremeciéndome cuando bajó.
Era mierda barata, no era suave para nada, pero haría muy bien su trabajo.

“¿Ya está aquí Cheney?” Pregunté. Felix me miró sorprendido, sabiendo muy bien por
qué pedía a Ben Cheney. Ben era un traficante de droga minoritario, sólo a nivel local,
pero si vives en Forks y quieres algo, viene de Ben. Es uno de los pocos hijos de puta
que sabe que mi familia al menos tiene conexiones con la droga, ya que mi padre lo
abastece con su mierda. Tengo mis propias drogas en casa pero no había manera de
que fuera allí, no en el estado de ánimo en el que estaba. Ya la había cagado
bastante, molestándola lo suficiente por un día.

“Sí, está en el cuarto de atrás,” dijo Felix después de un momento. Asentí y tomé otro
gran trago de vodka antes de devolvérselo a Felix y caminar por el pasillo. La
habitación estaba casi a oscuras excepto por una pequeña lámpara con luz tenue. Era
un pequeña antro, supongo que así puedes llamarlo, con unos cuantos sofás y mesas.

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Había un par de personas ahí haciendo mierdas, sobre todo fumando marihuana, y
tenían el estéreo encendido con alguna ridícula música suave saliendo por los
altavoces. No pasaría mucho tiempo, cuando Demetri llegara aquí y pondría a todo
volumen el hip hop y volaría el pinche vidrio de las ventanas con el bajo. Todo el
mundo levantó la vista hacia mí cuando entré y me dieron un puto saludo afectuoso.

“Hola Cullen,” dijo Ben, asintiendo en señal de saludo. Era un cabrón tranquilo, me
caía bien. Un estudiante sobresaliente, tenía planes de ir a una de las putas
universidades de mayor prestigio y convertirse en abogado para todos los campos y
estaba vendiendo para ahorrar dinero para la universidad. Su novia Angela también
era una chica dulce, todo lo contrario a la mayoría de las perras de Forks.

“Cheney,” dije. Entré y me senté a su lado en el sofá.

“¿Necesitas algo? Tengo un poco de Viuda Blanca,” preguntó en voz baja.

“No, no quiero nada de hierba,” dije. “¿Tienes un poco de coca?”

Me miró, sorprendido por mi petición, pero asintió. Rara veces pedía algo tan fuerte
como la cocaína pero con la semana que estaba teniendo necesitaba una subida
mayor. “¿Cuánto quieres?”

“Sólo un gramo,” le dije, encogiéndome de hombros. Volvió a asentir y se paró,


saliendo de la habitación. Regresó unos momentos después y me dio una pequeña
bolsita. Puse un poco del polvo blanco sobre la mesa frente a nosotros, lo suficiente
para dos líneas. Metí la mano en mi bolsillo y agarré mi cartera, sacando mi tarjeta
American Express, ordenando la coca en líneas. Saqué un billete y lo enrollé,
llevándolo a mi nariz e inhalando rápidamente una de las líneas. Después me limpié la
nariz y sorbí un par de veces.

“Gracias, amigo,” murmuré. Mi nariz se adormeció casi de inmediato y el latido de mi


corazón comenzó a acelerarse.

Ben asintió, volviéndose a sentar. “Cuando quieras,” dijo. “¿Estás teniendo un mal
día?”

Reí secamente. “Podrías decirse.” Me incliné hacia abajo y esnifé la segunda línea,
cerrando los ojos y recargándome en el sofá. La euforia comenzó a recorrer mi cuerpo,
el calor partió de mi pecho y se extendió a través de mis miembros. Me sentía ligero,
invencible, como si no hubiera nada que me preocupara en el mundo. Era exactamente
lo que necesitaba.

Pasé el rato con Ben y algunos de mis compañeros de clase, flotando en el aire. Fue
agradable olvidarse de toda la mierda y sólo sentirte bien por un tiempo. Hice otra
línea cuando me sentí bajar de la euforia de las primeras dos.

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Un poco más tarde Tanya entró en la habitación. Sonrió cuando me vio y se acercó a
mí, dejándose caer en mi regazo. Estaba empezando a pensar que era su puto asiento
favorito, ya que cada vez que la veía se sentaba sobre mí.

“Si vas a sentarte en mi regazo, perra, al menos deberías quitarte la ropa primero,”
dije. Ella rodó los ojos pero sonrió. Sentí que la euforia empezó a bajar, su presencia
me molestaba por alguna razón y mataba mi colocón. Así que empujé ligeramente a
un lado a Tanya, y vacié un poco más de polvo, haciendo otras dos líneas. Saqué mi
billete y esnifé las dos rápidamente, limpiando mi nariz, porque la congestión y el
goteo eran demasiado. Vacié el resto del polvo, suficiente para una línea, y la alineé.
Le di el billete a Tanya y levanté una ceja. Parecía jodidamente sorprendida de que le
estaba ofreciendo y rápidamente saltó sobre esa mierda. Me di cuenta de que
probablemente nunca antes le había ofrecido nada y negué con la cabeza. Supongo
que Edward Cullen enamorado era un cabrón generoso después de todo, pensé.

En el momento en que las palabras resonaron en mi cabeza gruñí, probablemente


jodidamente fuerte, ya que ambos, Ben y Tanya me miraron inquisitivamente. Sacudí la
cabeza y les di una mirada diciéndoles que ni siquiera jodidos preguntaran.

Alguien se aclaró la garganta del otro lado de la habitación y levanté la vista para ver
a Alice parada en la puerta, sus manos en sus caderas y una ceja levantada. Tenía
esa mirada irritada en su rostro de nuevo, evidentemente seguía enojada por mi mal
comportamiento en el juego. Comencé a reír y negué con la cabeza. “Hola, enana,”
dije.

Caminó hacia mí y se paró en seco. “Estás drogado,” dijo con toda naturalidad, su tono
haciéndome reír aún más. Sonaba como si acabara de hacer un puto gran
descubrimiento milagroso.

“Sí, estoy jodidamente drogado.”

Negó con la cabeza. “Mucho si apenas puedo ver el verde en tus ojos. Son casi
totalmente negros.”

Suspiré, encogiéndome de hombros, incapaz de que realmente me importara una


mierda. Levanté a Tanya y prácticamente la aventé sobre el regazo de Ben. Ella gritó y
Ben gruñó, Ben no era un gran fanático de Tanya. Le di el billete que había usado para
esnifar la coca, el que era de $100, y trató de rechazarlo porque prácticamente me
había inhalado la mierda de mi familia. Pero era dinero que había salido de su bolsillo
y no podía hacerle esa putada, no cuando él la vendía por una buena causa. Quiero
decir, joder, me hizo sentir como si estuviera drogándome por una razón, como esos
que corrían maratones o maratones en bicicletas para recaudar fondos para
organizaciones benéficas. Era un puñetero maratón de coca para enviar a Yale a un
chico que se lo merece. Casi me sentía justificado pero no estaba muy seguro de que la
pequeña duendecillo que estaba echando humo frente a mí viera mi lógica. En

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realidad, ni siquiera estaba seguro de que tuviera jodido sentido. La coca tendía a
joder mi mente.

Me acerqué a Alice, sonriendo tímidamente, y puse mi brazo sobre su hombro. La


saqué de la habitación, caminando por el pasillo hacia una parte aislada de la casa.

“¿En serio, Edward? ¿Cocaína?” Dijo, su voz baja. Gruñí.

“Por favor no me eches bronca Alice. Sólo… no ahora, ¿de acuerdo? Sólo quiero saber
si ella está bien.”

“Va a estar bien, sólo la asustaste y por supuesto ella pensó que era culpa suya. Por
cierto, tienes que dejar de hacer eso. Tienes que controlar ese temperamento que tienes
si quieres que alguna vez se relaje y te deje entrar por completo.”

Gruñí, asintiendo porque sabía que estaba diciendo la verdad pero era mucho más
fácil decirlo que hacerlo. Reaccionaba mucho sin pensar y no sabía cómo dejar de
hacer esa mierda. Alice extendió su mano y me dio unas palmaditas en la mejilla con
condescendencia, y se alejó.

Pasé el resto de la noche divirtiéndome con mis amigos, poniéndome aún más jodido.
Encima del alcohol, terminé en algún momento haciendo otras pocas líneas de coca.
Sabía que iba a pagar por esa mierda más tarde, pero por el momento no me
importaba. Eventualmente tomé un poco de Vicodin para disminuir el bajón para no
andar como un jodido emo cuando los efectos de la coca desaparecieran. Sabía que
no podía ir a casa tan jodido como estaba, así que sólo me quedé dormido en el sofá
de Demetri.

Desperté la mañana siguiente con la peor resaca que había tenido, mi cabeza latía tan
fuerte, que hacía que mis ojos palpitaran. Me dirigí al coche e hice una mueca por la
pinche luz del sol, poniéndome mis gafas. De nuevo manejé a casa relativamente
despacio, ya que evidentemente, todavía seguía bastante jodido.

Me detuve frente a la casa cuando sentí un hilito de líquido caliente que salía de mi
nariz. Rápidamente bajé la visera y me miré en el espejo. Maldiciendo de nuevo
cuando vi que era sangre. Mi puta nariz estaba sangrando.

“Sólo mi maldita suerte,” murmuré. Me quité mi camiseta sin mangas y limpié la


sangre, mantuve ahí la camiseta y pellizqué mi nariz. Salí del coche, gimiendo, y me
dirigí al interior de la casa. Entré en el vestíbulo y vi a papá bajando las escaleras.
Maldije en voz baja, había estado esperando entrar y subir a mi habitación sin ser
detectado. Me fulminó con la mirada y yo rodé los ojos.

“Sigue inhalando esa mierda y te va a dañar seriamente el tabique,” dijo.

Reí secamente. “¿Cómo sabes que no me dieron un puñetazo en la nariz?”

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Negó con la cabeza. “Te conozco, Edward. Tus nudillos están bien. Si alguien te
hubiera dado un puñetazo en la nariz, tú le hubieras partido la cara.”

Suspiré. Me tenía acorralado. Se acercó a mí y levantó mi barbilla. Quité la camiseta y


él le echó un vistazo a mi nariz, luciendo en su modalidad de doctor.

“Deja la coca, ¿de acuerdo? Puede que la venda pero no me gusta y no quiero que mis
hijos la consuman.”

Soltó mi barbilla y se alejó, en dirección a la habitación debajo de las escaleras. Me di


la vuelta y entré en la cocina, tomando algunas aspirinas y bebiendo un chingo de
agua.

Subí las escaleras y me dejé caer en mi cama, desmayándome al momento en que mi


cabeza tocó la almohada. Me desperté más tarde por un fuerte golpe en mi puerta. Salí
de la cama, gruñendo, y caminé hacia ella. La abrí y vi a Alice parada en el pasillo,
sosteniendo una bolsa de ropa. Hizo una mueca cuando me vio.

“Dios, luces como porquería,” dijo, echándome una ojeada. “En fin, te conseguí algo
para que usaras porque sabía que tú no lo harías.” Me reí y tomé la bolsa porque
estaba diciendo la maldita verdad. Sólo usaría cualquier putada que estuviera
colgada en mi armario. “Tayna estará aquí pronto con Rose.”

Suspiré y le di las gracias, cerrando mi puerta. Salté a la ducha y me lavé el pelo,


tratando de despertarme. Ni siquiera me molesté en tratar de hacer algo con mi
cabello, sólo pasé mis dedos por él y deje que hiciera lo suyo. Abrí la bolsa de ropa y
saqué los pantalones negros y la camisa de vestir color negro, poniéndomelos. Cogí
unos zapatos de vestir negros de mi armario, poniéndomelos a pesar de que eran
incómodos como la mierda. Miré la corbata vacilante, ya que era de un color púrpura
que era casi un jodido color rosa y definitivamente no usaba el puto color rosa. Sin
embargo, me la puse, porque honestamente no sabía una mierda sobre la moda y
Alice nunca antes me había aconsejado mal.

Me rocié de colonia y me acerqué al escritorio, abriendo mi cajón escondido. Saqué un


frasco y vertí un poco de ajenjo en él. Esa mierda era fuerte y ha sido ilegal en los
EE.UU. desde principios de 1900, pero papá la importa al interior del país desde Suiza.
Tomé un gran trago de la botella, siseando porque estaba fuerte, antes de colocarla de
nuevo en el cajón. Puse el frasco en mi bolsillo y salí, deteniéndome en el pasillo
cuando vi a Isabella subiendo las escaleras. Ella se congeló cuando sus ojos se
posaron en mí, su mirada intensa. Se sonrojó de un jodido rojo profundo y después de
un segundo miró hacia otro lado, lo que fue tanto lindo como confuso.

Realmente quería pensar en algo profundo que decir para hacer bien esa mierda, pero
como un idiota solté la primera cosa que se me vino a la mente. “Está puta corbata me
hace lucir afrutado, ¿cierto?”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 226


Ella me miró y se echó a reír. Me reí entre dientes y me sentí como un tonto por lo que
dije, pero se estaba riendo así que no podía lamentarme. No la había escuchado reírse
durante toda la semana, extrañaba esa mierda.

Se rió con tanta fuerza que lágrimas se asomaron por sus ojos. Me reí con ella, porque
su risa me hacía jodidamente feliz. Se calmó después de un momento, negando con la
cabeza.

“No, no es así,” dijo, todavía riendo mientras pasaba frente a mí. Se dirigió a su
habitación y la observe a medida que desaparecía de mi vista.

Me dirigí a la planta baja y gemí en voz baja cuando vi que Tanya ya estaba allí y
tenía puesto un vestido púrpura casi jodidamente rosado, el mismo tono que la corbata.
Me acerqué a donde estaba sentada con Rose y me apoyé en la pared durante unos
minutos antes de mirar mi reloj.

“Ven, vámonos,” murmuré. Agarrando la mano de Tanya, tratando de ser cortés y esa
mierda, llevándola a mi coche. Le ayudé a entrar en el asiento del pasajero y me subí,
alejándome de la casa.

Llegamos al baile y entré con ella. Mis hermanos y sus mujeres entraron casi
directamente detrás de nosotros, habiendo salido casi al mismo tiempo que nosotros.
Las chicas se fueron e hicieron lo que carajos hicieran las chicas juntas en el baño, y yo
tomé. En exceso.

Bailé un poco con Tanya, lo que en realidad equivalía a que ella frotara su trasero en
mi entrepierna con un poco de música rap. Trató de sacarme a la puñetera pista de
baile durante una canción lenta pero no acepté. Era demasiado íntimo para mi gusto.
Rose y Emmett fueron coronados como el rey y la reina del baile de Bienvenida, lo que
no me sorprendió en lo más mínimo. Sabía que un puto Cullen lo conseguiría, y
hubiera sido yo si fuera estudiante de último año. Jasper había sido nominado, pero se
negó a participar, sacando su nombre de la competencia porque su novia era de tercer
año como yo y él no quería hacer esa mierda sin ella. Juro que esos dos eran como los
pinches gemelos Bopsy, ya no podían hacer ninguna mierda sin el otro. Por supuesto
Rose era la estudiante de último año más caliente así que nunca se cuestionó si iba o
no a ser coronada.

Para cuando mi frasco estaba vacío, estaba borracho y aburrido como la mierda y mi
polla estaba dura por el trasero de Tanya frotándose encima toda la noche. Le dije a
Tanya que estaba listo para irme, ella sonrió de acuerdo, toda seductora. Sonreí con
suficiencia y rodé los ojos, llevándola fuera del edificio.

Manejé a su casa, ya que dijo que sus padres estaban fuera de la ciudad. Salí del
coche y la ayudé a salir. Entramos y ella se fue directo a la vitrina de licores, sacando
una botella de vodka. Me la entregó y la abrí tomando un trago. Me agarró de la

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corbata y me llevó por la casa como un perro, pero estaba borracho y realmente me
importaba una mierda. Estaba en piloto automático, joder, sólo actuaba
mecánicamente y sin pensar. Me llevó a su habitación, donde tomé más vodka.

Comenzó a besarme en el cuello y yo gemía, sintiendo que mi polla se endurecía aún


más. Hice la botella a un lado después de un minuto y ella me acercó a la cama,
empujándome hacia abajo. Sólo me quedé allí acostado y dejé que ella me desvistiera.
Se quitó el vestido por encima de su cabeza, tirándolo al suelo, subiéndose a la cama y
cerniéndose sobre mí. Agarró mi polla e iba a hundirse en mí cuando agarré sus
caderas con fuerza, deteniéndola.

“No estoy tan jodidamente borracho,” dije, levantándola y quitándomela de encima. Me


senté y alcancé mis pantalones, sacando mi cartera.

“Estoy tomando la píldora,” se quejó. Me reí y sacudí la cabeza.

“Tú sabes esa mierda mejor que nadie, no voy sin protección. Nunca.” Francamente no
confiaba en las perras.

Podían intencionalmente dejar de tomar el anticonceptivo o mentirme para tratar de


atraparme, y no se sabe qué pinches enfermedades ella podría haber acumulado a lo
largo de los años. No quería nada de esa mierda. Saqué el condón y lo abrí,
desenrollándolo. Me acosté y dejé que se subiera de nuevo, bajando sobre mí.

Gemí, y sólo me quede allí acostado, dejando que hiciera el jodido trabajo. Después de
un momento me empecé a sentir incómodo, joder, demasiado íntimo. Ella iba muy
lento, sus manos pasando por mi cuerpo con suavidad y eso me estaba molestando.
Nada de en ello se sentía correcto, su cuerpo no era el correcto. No era pequeña y frágil
como debería haber sido, no era tan pálida, su cabello y sus ojos eran del puñetero
color equivocado. Cerré mis ojos con fuerza, tratando de apartar esa mierda de mi
mente, pero seguía estando mal. No se escuchaba bien, su voz, gemidos y gruñidos no
eran tan dulces, melódicos e inocentes como deberían haber sido.

Sentí que mi polla se ablandaba y abrí los ojos en el tiempo justo para ver a Tanya a
punto de darme un pinche beso. Volví la cabeza de tal manera que sus labios rozaron
mi mejilla. ¿Qué carajo estaba mal con estas chicas?, sabían que yo no beso en la
boca.

Nos di la vuelta así que ahora estaba encima de ella. Me recosté sobre mis rodillas y le
di la vuelta de tal manera que quedó sobre sus manos y rodillas. La empujé hacia
abajo, para que nada más que su trasero estuviera en el aire y empujé de nuevo dentro
de ella. Gimió, jadeó y gritó mi nombre mientras golpeaba dentro de ella y la puta
vergüenza corrió a través de mí casi doblándome. ¿Qué carajos estaba haciendo? No
estaba bien. Joder, ni siquiera estaba disfrutando, lo estaba haciendo mecánicamente.
¿Y para qué? Esta chica me importaba una mierda.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 228


Salí rápidamente y me paré. “Me tengo que ir Tanya,” dije, quitándome el condón y
tirándolo al bote de la basura. Se sentó y me miró con incredulidad. Empecé a
ponerme mi ropa y a agarrar mis cosas en un jodido frenesí.

“¡¿Te vas?!” Preguntó con incredulidad. Suspiré y me dirigí a la puerta.

“No te quiero Tanya, nunca jodidos voy a quererte. Simplemente no está bien.”

Me di la vuelta y salí antes de que siquiera pudiera decir algo, esa fue una jugada de
pendejo, lo sabía, pero carajo, tenía que salir de allí.

Me subí al Volvo y quemé llanta yendo por su camino de entrada, volando por las
calles. Estaba hiperventilando, mi pecho dolía, donde estaba mi corazón. Joder, se
sentía como si se estuviera haciendo pedazos, destrozándose. Maldición, amaba a
Isabella, no podía salir y hacer mierdas estúpidas y mi corazón lo sabía. Mi corazón lo
sentía, estaba sufriendo por mi pinche estupidez. ¿Qué coño había hecho?

Sólo quería llegar a la puta casa.

************
L’amore e cieco = El amor es ciego

Finocchio =homosexual

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 229


“En la vida de todos, en algún momento, nuestro fuego interior se apaga. Es entonces
cuando estalla en llamas por el encuentro con otro ser humano. Todos deberíamos
estar agradecidos por las personas que reavivan el espíritu interior.”—Albert
Schweitzer

Isabella swan

Me di la vuelta y miré el reloj, haciendo una mueca por la estridencia de los números y
suspiré. Pasaban unos minutos de la medianoche.

Había sido una semana difícil por decir lo menos, estaba completamente agotada. Sin
embargo, no podía dormir, no había dormido mucho durante toda la semana.
Finalmente me desmayé por el agotamiento y me dormí durante una hora o dos, sólo
para despertar abruptamente, gritando y sudando frío. Todavía tenía pesadillas y no
las entendía en absoluto, pero me asediaban y no parecían detenerse. Tenía miedo de
cerrar los ojos, miedo de revivir ese momento en la habitación del doctor Cullen.
Aunque, ya no sólo era él, era todo. Era como si el total de 16 años de negligencia y
abuso finalmente me habían alcanzado y se estaban repitiendo, torturándome en mis
sueños. Vi la cara de esa chica, la adolescente que Charles asesinó frente a mí. Vi esa
mirada en los ojos de ella cuando recibió ese último golpe en su cara con su bota de
punta de acero, su vida dejándola. Vi la mirada en el rostro de mi madre, el horror puro
cuando Charles estaba violándola esa primera vez y ella miró hacia mí y se dio cuenta
que estaba despierta. Me perseguía, me torturaba. Quería culpar al doctor Cullen por
ello, culparlo por lo que me hizo, pero parte de mí admitía que probablemente Edward
tuvo mucho que ver en ello. Durante la semana pasada más de la conversación de ese
día en su habitación empezó a volver a mí y me di cuenta que le había confiado
experiencias de las que nunca antes había hablado tan explícitamente. Había estado
reprimiendo todo y parecía que una vez que la presa se rompió el diluvio comenzó. Ya
no podía escapar; estaba obligada a hacer frente a los hechos.

Y quería dormir desesperadamente, y quería soñar de nuevo con Edward


desesperadamente porque lo extrañaba. Me daba cuenta que era patético. Lo que
más esperaba en la vida era cuando soñaba con ese guapísimo muchacho del otro
lado del pasillo, soñaba que no éramos tan diferentes y que yo podía gustarle como él
me gustaba a mí.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 230


Mis rodillas seguían inflamadas, pero no estaban tan mal que no pudiera que hacer lo
que tenía que hacer. Me ponía hielo en las noches y además de la pequeña cojera
molesta, apenas sí se notaba. Traté de limitarme a seguir las normas lo mejor que
pude, hacer mi trabajo y no estorbar. Cuando no estaba trabajando, estaba escondida
en mi habitación o salía afuera a escondidas cuando no estaba lloviendo. Los Cullen
tenían una hermosa propiedad, todo verde y exuberante, el olor de la hierba y los
árboles tan extraños y cautivantes. Los únicos árboles que alguna vez vi en Phoenix
eran estériles y feos, pero los de aquí eran hermosos. Sabía que el doctor Cullen
prefería que usara zapatos en base a la conversación que él había tenido con Charles,
pero me gustaba salir sin ellos disfrutando la sensación de la hierba en mis pies
descalzos y entre mis dedos. Estaba frío y húmedo, todo lo contrario del suelo de arena,
seco y caliente dónde había crecido. Aunque nunca dejé que el doctor Cullen me viera
hacerlo.

De hecho, las únicas personas que alguna vez me vieron salir fueron Jasper y Emmett,
ya que normalmente lo hacía entre esas horas cuando ellos llegaban a casa de la
escuela y que el doctor Cullen llegara a casa del trabajo. Edward siempre era el último
en llegar, así que por supuesto nunca lo vio. De vez en cuando, había sorprendido a
Jasper parado en la ventana observándome con curiosidad y pensé en invitarlo a
acompañarme una o dos veces, pero nunca lo hice porque estaba tratando de
mantener mi distancia. Traté de parecer un poco distante con los chicos, pero era
difícil. Todos ellos habían sido tan amables conmigo y no se merecían ser tratados con
frialdad, pero es sólo que tenía tanto miedo de bajar la guardia de nuevo. Y Jasper y
Emmett habían sido tan divertidos durante toda la semana, vistiéndose como tontos
todos los días, por lo que no me estaban ayudando con mi resolución de verlos
meramente como mis amos. Mantuve la compostura en torno a ellos, pero cuando
estaba sola me reía de cuan ridículo era todo, cuan despreocupados y jugetones
podrían ser.

Cuando se trataba de Edward, era casi imposible ser indiferente. Edward estaba bajo
mi piel, encontró la forma de entrar hasta lo más profundo. Por alguna razón había
estado de mal humor durante toda la semana, su semblante casi igualaba el mío, así
que eso me había ayudado a no quebrarme por completo en su presencia. Creo que si
hubiera estado riendo y sonriendo durante toda la semana, no hubiera sido capaz de
contenerme de hacer lo mismo.

Su partido de fútbol había sido incómodo. El doctor Cullen había sido amable
conmigo durante toda la semana, actuando casi como si el incidente en el que me
esposó a la cama no hubiera ocurrido en lo absoluto. No estaba cómoda alrededor de
él, naturalmente temerosa, y traté de mantenerme alejada de él tanto como fuera
posible. El día del partido de fútbol vino a casa temprano del trabajo y declaró que
“todos” íbamos a ir al juego. No me preguntó si quería ir, supongo que sólo lo asumió.
Y aún así, si no quería, no tenía otro remedio. Cuando el amo dice que vas a hacer
algo, el hecho es que tienes que hacerlo. En sí no es que no quisiera ir al juego, cuando

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 231


la idea de observar a Edward jugar me entusiasmaba, pero sentarme en el partido de
fútbol con el doctor Cullen no era mi idea de diversión. Tenía tanto miedo de hacer
algo mal, o hacer una escena sin querer y cometer un error. Todo el mundo conocía al
doctor Cullen, era tan respetado en la ciudad, y la última cosa que quería hacer era
avergonzarlo.

Después de que el juego terminó, todos se levantaron para ir al campo. Me quedé atrás
y Alice me miró inquisitivamente, obviamente sin entender que estaba pasando
conmigo, pero le hice señas para que siguiera adelante. Me quedé de pie a un lado yo
sola, lejos de todos. Caminé un poco por ahí, sin temor a perderme. Sabía que nunca
me perdería porque el doctor Cullen siempre sería capaz de encontrarme; se había
asegurado de eso implantándome ese microchip en mi espalda. Simplemente no me
había sentido cómoda saliendo al campo a celebrar con todas esas personas. No era
parte de su mundo, y aunque estaba contenta de que Edward hubiera ganado no creía
que tuviera derecho a celebrar. No significaba nada para él sino una conveniencia,
destinada para hacer su vida más fácil. ¿Por qué le importaría lo que tuviera que
decir? Nunca a nadie le ha importado lo que pienso.

Así que me hice a un lado y deambulé por el césped, disfrutando de la sensación del
aire frío y ligeramente húmedo sobre mi piel y preguntándome que estaría haciendo mi
madre. Preguntándome si estaría bien. Su cumpleaños era en dos días, el domingo.
Iba a cumplir 33 y aún era tan joven. Tenía toda una vida por delante, y se merecía
algo mucho mejor de lo que tenía, algo mucho mejor que la vida que se le dio. Era tan
fuerte, y a pesar de que siempre me decía que yo era la fuerte, me sentía débil. Ya me
estaba quebrando.

“¿Estás perdida?” Dijo una voz detrás de mí. Me di la vuelta para ver a un chico alto de
piel morena y cabello largo de color negro mirándome. Miré a mí alrededor y fue un
poco incómodo darme cuenta de que estaba a solas con él. No conocía a este chico,
definitivamente no confiaba en él como no confiaba en nadie, pero no quería ser
grosera. No quería hacer una escena y avergonzar al doctor Cullen. No había manera
de que lo molestara en público.

“No, sólo estoy esperando a alguien,” dije. Él asintió.

“Debes de ser nueva por aquí. Soy Jacob Black,” dijo.

“Isabella Swan,” dije en voz baja.

“Bueno, Isabella Swan, es un placer conocerte,” dijo. Yo asentí.

“También es un placer conocerte, Jacob Black.”

“¿Estás bien? Pareces molesta por algo,” dijo después de un momento. La


preocupación en su voz me tomó por sorpresa, ya que no me conocía y no tenía razón
para preocuparse por una chica extraña como yo.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 232


“Estoy bien,” dije rápidamente. Sólo se me quedó mirando, obviamente, por alguna
razón sin creerme. La forma en que me miraba me estaba haciendo sentir incómoda.
No era de maldad o atemorizante, pero era intensa. No quería que me mirara. No
quería que me miraran. Quería que me ignoraran, me las arreglaba mejor cuando era
así, las cosas eran más fáciles de esa forma, simplificaba mi vida.

“¿Cómo llamas a un ciervo sin ojos?” Soltó de repente después de un momento. Mi


ceño se frunció, sorprendida por su pregunta.

“¿Perdón?” Dije.

Suspiró. “Dije que, ¿cómo llamas a un ciervo sin ojos?” Repitió.

“Nociervon Ojos,” dijo, sonriendo. “¿Lo entendiste? No sirven ojos.” (N.T. Como verán es
disque un chiste, algo difícil de traducir, sorry si no lo hice muy bien)

Sonreí de inmediato cuando entendí el chiste, se me escapó una risita. Era tan ridículo,
cursi y totalmente infantil, pero no podía negar que era divertido.

“¡Oh sí, logré que se riera! ¡Así está mucho mejor!” Dijo juguetón. Sonrió y se echó a
reír en respuesta a mi sonrisa, extendiendo su mano. De nuevo di un respingo por
instinto, mi sonrisa decayó, pero pareció no notarlo. Tocó mi brazo, apretándolo un
poco de una forma amistosa.

“¿Tal vez nos podríamos ver por ahí alguna vez?” Sugirió, levantándome una ceja. Me
congelé, sin saber exactamente qué decir. No conocía a este chico y él no me conocía a
mí. ¿Por qué querría volver a verme de nuevo alguna vez?

“Eh…” Comencé a decir. Tenía miedo de decir algo incorrecto y ofenderlo, o que el
doctor Cullen descubriera que había sido grosera y se enojara. Sin embargo, antes de
que pudiera responder, hubo una fuerte conmoción que llamó nuestra atención. Ambos
miramos hacia donde venía el ruido y mis ojos se abrieron cuando vi a Edward
corriendo a toda velocidad justo hacia nosotros, una mirada asesina en su rostro. El
miedo se disparó a través de mí, tan intenso que casi se me doblaron mis rodillas.
Instintivamente di unos pasos hacia atrás y observé a Jacob hacer lo mismo. Miré,
completamente horrorizada como Edward corrió directamente hacia Jacob, sin
disminuir ni un poco la velocidad y haciéndolo que se estrellara en el suelo. Edward
cayó encima de él e hizo su puño hacia atrás. Contuve la respiración, completamente
asustada, y sentí las lágrimas corriendo por mis mejillas.

En todo lo que pude pensar es que Edward estaba atacando a este pobre chico, porque
yo había estado hablando con él. Traté de ser cortés porque pensé que es lo que se
suponía debía de hacer, y en lugar de eso conseguí que un pobre chico saliera
lastimado por mi culpa. Alice me dijo que estaba siendo ridícula, que nada tenía que
ver conmigo, pero yo no podía creerlo.

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Edward no había venido a casa anoche. No estaba segura de dónde estaba o qué
estaba haciendo, pero esperaba que estuviera bien. Era ridículo de mi parte el
preocuparme por él, no me debería de importar pero no podía evitarlo. Finalmente lo
escuché subir en algún momento de la mañana a su habitación, pero se quedó
encerrado la mayor parte del día.

Limpié e hice mi trabajo habitual hasta que llegaron las chicas. Todas estaban de gala
y lucían increíble. Rose seguía mirándome como si estuviera tratando de leerme, como
si cada pensamiento y sentimiento estuviera escrito en mí en una lengua extranjera y lo
estuviera descifrando todo. La otra chica, cuyo nombre no recordaba, pero la
recordaba como la que había estado sentada en el regazo de Edward en la fiesta,
seguía dándome miradas furiosas. Era muy bonita, pero el color de su vestido se veía
extraño en comparación con los tonos rojos en su cabello. No sabía mucho acerca de
ropa y de moda, tal vez yo estaba mal. Sin embargo, las miradas que me estaba
echando me estaban haciendo sentir incómoda, así que decidí escaparme a mí
habitación.

No había sido lo suficientemente afortunada como para deslizarme sin ser detectada,
ya que me encontré con Edward en el pasillo. Estaba completamente asombrada por
cuan guapo se veía vestido de gala. Me quitó el aliento, haciéndome sonrojar y tuve
que apartar la mirada. Era casi incómodo, ninguno de los dos decía nada, pero
entonces de pronto preguntó si la corbata lo hacía lucir afrutado.

Me reí, ridículamente alto y fuerte. Su corbata era del mismo color que el vestido de la
chica, y también pensé que se veía extraño contrastando con su tono de cabello
bronce. Pero Edward se las arregló para lucir bien con ella, me atrevía a suponer que
no había nada en lo que no luciera bien. Estaba casi avergonzada por mi ataque de
risa, pero se sentía bien poder reírse de verdad por algo. Edward también se echó a
reír, cuyo sonido hacía cosas locas en mí. Dios, su risa era tan alucinante. Edward feliz
era una vista increíble, un espectáculo que me moría por ver.

Cuando se fueron al baile, estaba sola. El doctor Cullen había salido a alguna parte,
creo que ha Seattle para una conferencia o algo así, y no volvería hasta mañana. Pasé
la noche sola, dibujando y viendo la televisión, más aburrida que una ostra. De nuevo
me quedé pensando en mi madre, lo cual era bienvenido ya que cuando no estaba
pensando en ella, estaba pensando demasiado en Edward y dónde estaba. Él había
salido con esa hermosa chica y aunque odiara admitirlo, estaba celosa. Y era tan
ridículo de mi parte estar celosa pero no lo podía evitar. Anhelaba estar en los zapatos
de esa chica. Desearía ser bonita y libre para poder salir y bailar con Edward y
divertirme, y sólo ser una adolescente sin preocupaciones. Y era inútil anhelar esas
cosas, porque nunca tendría ninguna de ellas. Nunca sería libre. Y nunca tendría a
Edward.

Así que finalmente a la medianoche me di por vencida, cansada de regodearme en mi

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 234


ridícula envidia y de mi incapacidad de dormir sin sentir miedo, y decidí ir a la planta
baja.

Bajé las escaleras despacio, sin hacer ruido. La casa estaba en silencio, tan
inquietante, y cada ruido que hacía me asustaba más que el silencio. Llegué al
vestíbulo y suspiré, mirando a mí alrededor, considerando qué hacer. Me dirigí a la
cocina para tomar algo para beber y me congelé en la puerta, el miedo se disparó a
través de mí inmediatamente cuando vi la figura sentada allí.

El temor se disipó cuando reconocí las facciones cinceladas brillando bajo la luz de la
luna que entraba por la ventana. Mi ceño se frunció por la confusión y me quedé ahí
parada inmovilizada, totalmente desconcertada y sorprendida. Edward estaba sentado
en la encimera junto al refrigerador, ligeramente encorvado con una botella de lo que
supuse era licor, en la mano. No sabía lo que estaba haciendo, porqué estaba en casa.
Ni siquiera lo había escuchado entrar y no tenía idea de cuánto tiempo había estado
aquí. Parecía molesto, demasiado, y eso hizo que un dolor punzante se disparara en mi
pecho. No quería que estuviera molesto. Antes había estado tan feliz, riendo conmigo
en el pasillo. Quería ver de nuevo ese lado de él. No sabía exactamente qué hacer, ya
que no creía que me hubiera escuchado y no quería asustarlo, especialmente si ya
estaba molesto. Sorprender a Edward no era prudente, ya que arremetía sin pensar, y
el hecho de que estuviera bebiendo y molesto lo hacía aún más impredecible.

Suspiré después de un momento, el sonido más fuerte de lo que esperaba. Su cabeza


se movió rápidamente en mi dirección y sus ojos instantáneamente encontraron los
míos. Aún en la oscura habitación podía ver el fuego en sus ojos, la chispa dentro del
verde torbellino. Siempre había pasión en los ojos de Edward, tenía mucho espíritu
debajo de ese exterior endurecido.

Solo nos miramos el uno al otro por un momento y había una extraña tensión cuando
ninguno de los dos hablaba. “No quise interrumpir,” dije finalmente, sin poder soportar
el silencio.

Edward rió con amargura. “No interrumpes, Isabella. Joder, no es como si estuviera
haciendo algo. Solo estoy sentado aquí, emborrachándome hasta quedar en coma.”

Su tono me sorprendió y estaba considerando darme la vuelta y alejarme, ya que


parecía que no estaba exactamente contento de verme allí.

“Acabo de sonar como un pendejo, ¿no?” Preguntó después de un segundo, su tono


más suave. No respondí, insegura si estar de acuerdo o en desacuerdo lo enojaría más.
“Sabes que puedes decirme la verdad. Siempre puedes decirme la verdad.”

“Sí,” dije simplemente, decidiendo solo hacer lo que vine a hacer. Avancé unos cuantos
pasos y él me miró inquisitivamente, pero pasé rozándolo para abrir el refrigerador.
Saqué la jarra de jugo de naranja y la puse junto a Edward en la encimera. Él estaba

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bloqueando ligeramente el gabinete donde estaban los vasos y sabía que no había
manera de que pudiera abrirlo sin golpearlo. “Yo, eh… necesito un vaso,” dije
vacilante.

Él asintió. Esperaba se quitara por completo de mi camino o se bajara de la encimera


pero no lo hizo. Simplemente movió un poco su cabeza hacia un lado, dándome el
suficiente espacio justo para abrir la puerta sin golpearlo. Dudé, pero me incliné hacia
adelante, mi cuerpo presionándose ligeramente entre sus piernas mientras extendia mi
mano para abrir el gabinete, tuve que ponerme de puntillas para alcanzarlos, mi
cuerpo casi pegado al de Edward, su rostro solo a unos centímetros a lado del mío.
Podía sentir su calor corporal, olerlo y casi me mareaba. Estiré mi mano y agarré mi
vaso, saltando y casi tirándolo cuando Edward habló.

“Dame uno también,” dijo en voz baja, sus labios justo junto a mi oído, su aliento
persistente en mi cuello. Un escalofrío me atravesó y traté de detenerlo pero no pude.
Edward se rió entre dientes y yo me ruboricé, estirando mi mano rápidamente y
agarrando un vaso para él. Cerré el gabinete, resultando en un fuerte portazo que nos
hizo saltar a ambos. Dejé los vasos abajo y agarré el jugo de naranja. Me serví un
poco, haciendo una pausa.

“¿Quieres un poco de esto?” Pregunté, sin saber si era para eso que quería el vaso.
Edward me miró por un segundo.

“Sip,” marcando la “p” al final enfatizando la palabra. “Definitivamente quiero un poco


de eso,” añadió en voz baja, riéndose consigo mismo de manera sarcástica. Lo miré
con confusión, ya que parecía que estaba reaccionando a alguna a una broma
privada, y sólo movió su mano como diciendo que no tenía importancia. Serví su jugo
de naranja y volví a colocar el jugo en el refrigerador. Cogí mi vaso y tomé un sorbo,
mirando a Edward cautelosamente ya que su comportamiento me confundía. Parte de
mí quería largarse de ahí y esconderse, como lo había estado haciendo durante toda la
semana, pero una gran parte de mí estaba intrigada y quería quedarse. Esa parte de
mí desesperada por compañerismo, ansiando su compañía.

Edward se empinó la botella de alcohol, haciendo muecas y haciendo el ruido de un


horrible gruñido después de que la apartó de sus labios. “Mierda, eso está fuerte,” dijo,
su voz un poco ronca. Tomó la botella y vertió un poco en su vaso de jugo de naranja.
Vaciló antes de estirar su mano y vertiendo un poco en mi vaso. Lo miré sorprendida,
un poco aturdida y él sólo se encogió de hombros. “Algunas veces no me gusta beber
solo.”

Parpadeé un par de veces, oliendo la bebida. “¿Qué es?” Le pregunté, mientras él


colocaba la botella en la encimera. Tomó un trago de su bebida antes de reír, de nuevo
con un poco de amargura.

“¿Por qué me lo preguntas? Joder, puedes leer así que léelo.” Dijo. Mis ojos se abrieron

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estaba estupefacta. Me miró y gruñó. “Lo siento. Cristo, de nuevo soné como un
pendejo. No quise decir eso.”

Asentí, aún aturdida, francamente ya no me importaba lo que era. Empiné la bebida y


empecé a engullirla, sedienta, un poco molesta y bastante lastimada. Era estúpido que
me sintiera herida pero no pude evitarlo. Ignoré la ligera sensación de ardor en la
bebida, pero sobre todo aún con el sabor a jugo de naranja. Edward me miró fijamente
sorprendido cuando puse mi vaso vacío en la encimera junto a él.

“La mia jodida bella ragazza,” dijo, riendo después. Negó con la cabeza, sin dejar de
reír, y empinando su bebida, la engulló y puso su vaso junto al mío.

“Tienes potencial, tesoro.”

Sonreí levemente. “Gracias... supongo,” dije. Él se rió de nuevo.

“Sí, es un cumplido. Y conseguirás más de donde vino este si puedes hacerlo de


nuevo,” dijo, haciendo una seña hacia el refrigerador. Vacilé, no del todo segura de si
quería hacer esto cuando no había manera de saber cómo iba a actuar bajo la
influencia del alcohol, pero finalmente abrí la puerta y agarré el jugo de naranja. Serví
dos vasos más y Edward cogió la botella de licor, vertiendo un poco en cada vaso.
Tomé un profundo respiro y cogí el mío, empinándomelo. Empecé a engullirlo pero era
más fuerte esta vez, el ardor más prominente. Apenas si pude tomar la mitad antes de
tener que apartar el vaso. Haciendo una mueca y tosiendo un poco.

“¡Válgame Dios! Esto está fuerte,” Edward se rió y dejó su vaso en la encimera, el cual
estaba vacío como era de esperarse.

“Sí, ese lo cargué un poco.” Se bajó de la encimera y dio un paso hacia atrás, de forma
que no me golpeara. Agarró la jarra de jugo de naranja y vertió en mi vaso, llenándolo
hasta arriba. Me entregó el vaso y sonrió. “Esta vez no lo engullas, porque si lo haces te
desmayarás y de verdad me gustaría algo de jodida compañía.”

Le devolví la sonrisa y asentí, un poco asombrada de que realmente quería pasar


tiempo conmigo. Una oleada de emociones se disparó a través de mí, la esperanza y el
anhelo volvieron, pero traté de hacerlos retroceder porque era peligroso dejarlos salir.
Llenó la mitad de su vaso con el líquido claro y lo completo con un poco de jugo de
naranja. Guardó el jugo de naranja y le puso la tapa al licor. Vaciló, pero puso la
botella de licor en el congelador antes de volverse hacia mí.

Me miró fijamente por un momento, sonriendo levemente. “Ven,” dijo, saliendo de la


cocina. Dudé, una vez más debatiéndome en si lo que estaba haciendo era o no lo
mejor, pero a pesar de ello, siguiéndolo. No podía pensar ahora en las consecuencias.
Era demasiado tarde para eso. Edward Cullen se había metido bajo mi piel y no había
manera de sacarlo.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 237


Subimos al tercer piso y él abrió su puerta, haciendo un ademán para que entrara.
Entré y miré alrededor. Él entró detrás de mí, cerrando la puerta. Se acercó al escritorio
y puso allí su bebida, sentándose en la silla. Vacilé, insegura de donde sentarme ya
que no quería parecer que no respetaba su territorio o lo estaba invadiendo. Volvió su
cabeza para mirarme y sonrió levemente. “Puedes sentarte donde quieras,” dijo,
obviamente percibiendo mi dilema.

Sonreí y caminé hacia su cama, sentándome en ella. Tomé de mi bebida, agradecida


de que ya no estuviera tan fuerte ya que Edward la había diluido con el jugo.

“Juguemos a algo,” dijo Edward después de un momento. Le levanté mis cejas.

“¿Qué tipo de juego?” Pregunté, un poco nerviosa. No era muy buena con los juegos, no
tenía mucha experiencia con nada en lo absoluto.

Tomó un trago y se encogió de hombros. “¿Qué hay de 21 preguntas?” Sugirió. Sólo me


quedé mirándolo, sin tener idea de lo que era. Volvió su cabeza para mirarme, notando
mi expresión. Se rió levemente. “Nos turnamos, haciéndonos preguntas el uno al otro
hasta que lleguemos a las 21. Una mierda bastante simple, sin preocupaciones.”

“De acuerdo,” dije, ligeramente aliviada al menos sonaba fácil, pero al mismo tiempo
un poco nerviosa ya que adivinaba que podía preguntar cosas personales.

“La única regla es que no puedes mentir. Me importa una mierda cual sea la pregunta,
sólo no me mientas y yo no te mentiré. Y cada uno podemos conseguir un pase, con el
que podemos negarnos a contestar una pregunta si queremos,” añadió rápidamente.
Asentí. Tomé un profundo respiro y empiné mi vaso, engullendo la bebida. Ya estaba
sintiendo el calor y algo de confusión dentro de mí, lo cual imaginaba era la indicación
de que el alcohol estaba haciendo efecto. Sabía todo acerca del alcohol, ya que
Charles bebía mucho y era un borracho cruel, así que estaba muy consciente de que
entre más tomara estaría más inhibida.

“¿Quieres ser la primera? ¿O quieres que yo vaya primero?” Preguntó.

“Tú primero,” dije, sin tener idea de qué preguntar y queriendo que el guiara. Miró
hacia mí, sus ojos cayeron en su vaso vacío. Estaba nerviosa, no podía mentir, y mi
mano temblaba ligeramente, agitando mi vaso. Esperaba que él no lo viera, pero tenía
la sensación de que podía verlo, ya que estaba mirando directamente hacia él.
Después de un momento suspiró y se paró, tomando mi vaso y colocándolo en el
escritorio. Sacó sus llaves de su bolsillo y abrió un cajón en su escritorio. Eché un
vistazo, extrañamente sin preocuparme por meterme en problemas por ser entrometida.
No sabía que era, pero no tenía miedo de que él me castigara.

“¿Qué piensas acerca de las drogas?” Preguntó, mirándome. Por cierto, eso no cuenta
como mi pregunta. Sólo quiero saberlo antes de hacer esto, no quiero ofenderte o hacer
algo que no quieras que haga.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 238


Sonreí, un poco sorprendida de que me estuviera preguntando mi opinión sobre algo.
“Supongo que no me molestan. No sé exactamente mucho sobre ellas.”

“¿Los que estaban a tu alrededor no las usaban en Phoenix?” Preguntó. Negué con la
cabeza. Charles bebía, pero nunca utilizó drogas. Asintió, metiendo la mano en su
cajón y sacando una bolsa llena de algo verde. Parecían como hojas secas. Sacó un
pedazo de algo marrón que parecía papel y lo llenó de un poco de eso verde,
enrollándolo y lamiéndolo para sellar el papel. Lo llevó a sus labios, sacando un
encendedor y encendiéndolo, inhalándolo como un cigarro.

Se paró y se acercó hacia mí. Mi corazón empezó a latir más rápido mientras se ponía
de cuclillas frente a mí, al nivel de mi rostro. “Esto te relajara,” dijo, sonriendo
levemente y levantándome sus cejas. “Es marihuana, nada loco o algo así, sólo una
puta planta. No te daría nada que pudiera hacerte daño. ¿Quieres probar?”

Sólo me quede mirándolo, un poco aturdida por su proximidad. Sus ojos miraban
directamente a los míos, estaba tan cerca el verde prácticamente estaba
hipnotizándome, mientras se arremolinaban por la emoción.

No ayudaba que la sensación de confusión dentro de mí había aumentado un poco por


el alcohol.

Después de un momento asentí vacilante, un poco nerviosa porque no tenía idea de lo


que estaba haciendo. Sonrió y debió sentir mi aprensión. “Te lo pondré más fácil,” dijo.
“Quédate quieta, abré la boca e inhala lo que te doy, ¿de acuerdo? Cuando inhales,
sólo mantenlo ahí lo más que puedas.

Asentí. Llevó la droga a sus labios y aspiró profundamente. Separé mis labios y me
quedé lo más quieta que pude, a pesar de mi ansiedad. Él hizo su cabeza hacia
adelante, hacia mí y mi corazón comenzó a acelerarse cuando inclinó su cabeza hacia
un lado. Se detuvo cuando sus labios estaban sólo a un centímetro de los míos y
comenzó a exhalar, la mezcla del humo de sus pulmones y el aroma embriagador de
su colonia entró en mi sistema. Nubló todo y cerré los ojos, manteniéndolo en mis
pulmones. Ardía un poco, pero lo mantuve lo más que pude antes de finalmente
soltarlo cuando me faltó el aire. Exhalé despacio, abriendo mis ojos. Edward seguía
frente a mí, pero había echado su cabeza hacia atrás, su expresión de asombro. Su
mirada era intensa, casi abrasándome.

Después de un segundo sonrió levemente, llevando de nuevo la droga a sus labios y


aspirando otra vez. Se inclinó hacia adelante rápidamente, deteniéndose con sus
labios cerca de los míos y exhaló de nuevo. Aspiré su aire y cerré los ojos una vez más,
sosteniéndolo.

Sentí un hormigueo por todo mi cuerpo, y una intensa sensación de relajación se


apoderó de mí. Finalmente exhalé de nuevo, abriendo mis ojos. Edward sonrió con

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satisfacción, aún en cuclillas frente a mí.

“Primera pregunta. ¿Cómo conoces esas citas de Albert Schweitzer?”

Me le quedé mirando por un momento, un poco sorprendida por la pregunta que eligió.
“Mi primer amo tenía uno de sus libros. Lo tomé cuando estaba aprendiendo a leer.
Ninguno de los esclavos podía escribir bien, así que necesitaba algo con lo que
practicar.” Me sonrojé después de mi admisión y Edward me miró interrogante.

“¿Eso te avergüenza?” Preguntó.

“Acabo de confesar que soy una ladrona,” dije. Edward se echó a reír, sacudiendo su
cabeza.

“Sí, bueno, vives en una casa con un criminal de carrera cariño. El robo ni nos inmuta,”
dijo juguetonamente. Por fin se paró, dejando la droga en el escritorio, la que había
sacado. Se sentó en la silla junto al escritorio y se recostó en ella, frente a mí. “Tu
turno.”

Suspiré, sin saber que preguntarle. “¿Cómo te hiciste esa cicatriz en tu costado?”
Pregunté después de un momento, sólo preguntando algo al azar. Él sólo se quedó ahí
sentado, mirándome fijamente por un momento, sin moverse.

“No me lo vas a poner fácil, ¿cierto?” Murmuró, subiendo su mano y pasándola por su
pelo. “Me dispararon. Tenía ocho años, la bala rasgó justo a través de mi costado.”

Mis ojos se ampliaron y lo miré horrorizada. No estaba segura de que tipo de respuesta
esperaba, tal vez que se cayó de una bicicleta o se cortó con algo, pero sin duda no
esperaba que dijera que le habían disparado.

“Lo siento,” dije en voz baja, bajando la vista al suelo, sintiéndome mal por sacar a
colación algo así.

“No tienes por qué. Pero como te dije antes, somos más parecidos de lo que tú crees. Mi
sangre se ha derramado por mierda que tampoco es culpa mía.”

Por un momento lo miré fijamente, sorprendida. ¿Realmente podríamos tener cosas en


común? “¿Por qué te dispararon?” Le pregunté. Negó con la cabeza.

“Tú ya hiciste tu pregunta. Es mi turno,” dijo. Su tono no era duro en lo absoluto pero
había un ligero filo en sus palabras que me decía que tal vez eso era algo que no
debería haberle preguntado… no ahora, de todos modos. Se echó hacia atrás y me
miró por un momento, obviamente pensando. “Pregunta número tres-- ¿Tienes algunos
talentos secretos?”

Fruncí el ceño. “Eh… no lo sé. No lo creo,” dije. Arqueó sus cejas con escepticismo.

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“Tienes que ser buena en algo. Costura, dibujo, poesía, canto, algo.”

Me encogí de hombros. “Creo que sé dibujar, pero no sé si lo llamaría un talento o algo


así. Nunca he tenido la oportunidad de practicarlo de verdad.”

Él asintió. “¿Estarías dispuesta a dibujar algo para mí?”

Sonreí. “Ya hiciste tu pregunta,” dije a forma de juego. Se echó a reír, sacudiendo la
cabeza.

“Bien, adelante, tu turno.”

Dudé. “¿Por qué atacaste a ese chico, Jacob, en el juego?” No estaba segura si
realmente quería escuchar la respuesta, no estaba segura si realmente quería
escuchar que confirmara que era mi culpa.

Él gruñó. “Porque es un pendejo y se merece una golpiza. Él y yo simplemente no nos


llevamos bien y parece empeorar a medida que pasa el tiempo. No es la primera vez
que lo golpeo y probablemente no sea la última. Y le he hecho cosas mucho peores que
sólo derribarlo, eso no es nada comparado con la mierda que pasó el año pasado.
Harías bien en mantenerte alejada de él, le gusta joder la vida de la gente. Y no tengo
la intención de asustarte, pero joder, no me gustó que te estuviera tocando. Él destruye
todo lo que toca y no quiero que tú seas una de esas cosas.”

Me quedé mirándolo fijamente, un poco sorprendida por la respuesta. No entendía


exactamente a qué se refería al decir que Jacob destruía todo lo que tocaba y que él no
quería que yo fuera una de esas cosas, no sabía qué pensar al respecto. Sonaba como
si me estuviera protegiendo y de alguna manera estaba acostumbrada a eso, en cierto
modo, alguien protegiendo su propiedad, pero esto se sentía diferente.

“Mi turno. Así que, ¿dibujarías algo para mí?” Preguntó. Me encogí de hombros.

“Algún día, supongo.” Me levantó una ceja.

“¿Algún día?” Preguntó inquisitivamente. Asentí. “¿Qué coño quieres decir con algún
día? ¿Mañana? ¿La semana que viene? ¿Cuándo tenga 80 años?”

Sonreí levemente. “Supongo que te dibujaré algo el mismo algún día que tú finalmente
me dejes limpiar tu habitación.” Rodó los ojos y parecía que estaba a punto de discutir
así que lo interrumpí rápidamente e hice mi pregunta.

“¿Qué le hiciste a Jacob el año pasado?”

Rió con amargura. “¿Segura que quieres saberlo?” Lo miré fijamente por un momento,
su reacción me hizo pensármelo dos veces. Finalmente asentí, por pura curiosidad, y él
suspiró. “Un día me encabronó y estallé. Me dirigí a la reservación donde vive, saqué
un arma, y le disparé a su coche. Le di al tanque de gasolina, hizo chispas y voló la

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maldita cosa. Quiero decir, sí, sólo era un puto coche pero él mimaba ese pedazo de
mierda, ahorró y lo construyó él mismo. Trataron de acusarme de intento de asesinato
porque cuando llegué allí Jacob estaba en el coche. Pero él me vio sacando la pistola,
saltó del coche y corrió, y no disparé hasta que estuvo lejos, pero como sea. Papá pagó
mucho puñetero dinero a un montón de gente de mierda y cobró algunos favores para
resolverlo. Me envió lejos por un tiempo después de eso y ahora tengo prohibido poner
un pie en la reservación. En el juego contigo fue la primera vez que lo había visto
desde entonces.”

Lo miré fijamente, un poco sorprendida de que se hubiera puesto tan violento. Jacob me
había parecido tan inofensivo cuando hablé con él, no podía imaginármelo siendo
capaz de irritar a Edward hasta el punto de que Edward estallara como lo hizo.

“¿Qué te dijo Jacob que te hizo sonreír?” Preguntó, levantándome una ceja. Frunció el
ceño y parecía estar un poco molesto sobre algo.

“Eh… me dijo un chiste,” dije. La frente de Edward se frunció y la ira en su rostro


parecía aumentar.

“No fue un pinche chiste sucio, ¿verdad?” Preguntó con voz un poco fuerte. Reí
levemente, un poco confusa en cuanto a porque un chiste lo estaba haciendo enojar.

“No. Él me preguntó si sabía cómo le llamaban a un ciervo sin ojos.”

Edward rodó los ojos y negó con la cabeza, murmurando en voz baja. “Tu turno para
hacer una pregunta.”

“¿Ya no tocas el piano?” Pregunté. Me miró interrogante como si fuera una pregunta
estúpida. “Quiero decir, Jasper como que me dio a entender que te pones violento en lo
relacionado con tu piano así que me sorprende que nunca te haya visto tocarlo.”

Sonrió. “¿Ese cabrón te dijo que te quebraría los dedos si lo tocabas?” Asentí y se echó
a reir, negando con la cabeza. “Te juro por Dios que no tenía la intención de quebrarle
los dedos a esa perra pero le pedí que dejara de tocarlo y no quiso escuchar.”

Mis ojos se abrieron con horror. “¡¿De verdad le rompiste los dedos a alguien?!”

Él asintió. “La última mujer, Janet. No había estado aquí por más de una semana y ya
la había sorprendido haciendo esa mierda. No se detuvo cuando se lo pedí, así que
agarré su mano con fuerza y ella trató de apartarla. Jaló su dedo en la dirección
contraria. Sin embargo, te juro que no era mi intención hacer esa mierda. Y sí, todavía
toco el piano. Sólo he estado ocupado y un poco metido en la rutina,” dijo,
encogiéndose de hombros.

Asentí y suspiré. “¿Lo último que soñaste?” Preguntó.

Me tomó un poco por sorpresa. “Eh… mi mamá,” dije. Era verdad, pero no le dije los

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detalles. No tiene por qué saber que la soñaba siendo brutalizada. Miré el reloj y sonreí
levemente, dándome cuenta que ahora era domingo. “Hoy es su cumpleaños.”

Me miró sorprendido. “¿De verdad?” Asentí y sonrió. “Bueno, feliz cumpleaños para
ella,” dijo, cogiendo su bebida y levantándola en el aire antes de engullirla. Reí
levemente, sacudiendo mi cabeza.

“¿Edward?” Dije después de un momento, vacilante, sin saber si quería hacer la


pregunta pero la mención de ella me dio curiosidad. “¿Puedo preguntarte algo?”

Me miró, su expresión seria. En base a mi tono supongo que pudo darse cuenta que
no era una pregunta del juego. “Sí,” dijo en voz baja, vacilante.

“¿Qué pasó con Janet?” Pregunté. Sabía que probablemente estaría muerta, pero tenía
curiosidad de saber que la llevó a eso. Yo misma había enfrentado la ira del doctor
Cullen pero tenía curiosidad en cuanto a que lo llevaba hasta el punto de que en
realidad te matara. Edward suspiró, pasándose la mano por su pelo.

“Ella no quiso escuchar, siguió desobedeciendo. Mi papá es bastante relajado pero


cuando da una orden lo dice en serio. Mierda, hasta yo escucho cuando me dice
directamente que no haga algo. Generalmente, como sea.” Rió levemente entre
dientes. “Como sea, se le castigó por la misma mierda una y otra vez y la cagó en
grande, pero él estaba tratando de ser paciente con ella. Una noche que él la tenía
esposada y ella se las arregló para sacar sus manos de las esposas. Él la encontró
libre de sus ataduras la mañana siguiente y estalló. Una cosa es hacer algo que él
puede considerar un error y joder, otra es desafiarlo directamente, la cual es la razón
por la que no podía desatarte esa noche a pesar de quería hacerlo.”

“¿Así que la mató?” Pregunté en voz baja. Edward suspiró, encogiéndose de hombros.

“La sacó de la casa por el pelo y la internó en el bosque. Nunca escuché un disparo,
pero para ser sinceros no podría escucharlo, mientras tuviera un silenciador en su
pistola. Sin embargo, nunca la volví a ver, así que creo que sí. Trato de no pensar en
esa mierda, sé que está jodidamente mal que quiera ignorarlo pero lo hago.”

Asentí, en compresión. Me horrorizaba un poco, no voy a mentir, pero reconozco que lo


que ella hizo era algo que simplemente no le haces a tu amo. “Gracias,” dije. “Por
decirme.”

Él asintió. “Vamos a considerar esa como tu pregunta,” dijo, sonriendo. Vaciló por un
momento, mirándome. “¿Alguna vez te han besado?”

Mis ojos se abrieron y lo miré, un poco atónita de que me preguntara eso. Negué con la
cabeza despacio. Me sentía un poco inepta por mi respuesta, admitiendo mi inocencia
en el tema. “Sé que probablemente me haga parecer inmadura ante ti, el que nunca
nadie me haya besado,” murmuré, bajando mis ojos de los suyos avergonzada.

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Rió suavemente. “No, no te avergüences. Demonios, técnicamente yo tampoco.”

Mi ceño se frunció y lo miré. “Pero tú dijiste...” Comencé, recordando claramente la


conversación cuando él dijo que tenía sexo con chicas por placer.

Sonrió con tristeza. “Yo no besó, nunca besé a alguna de ellas en los labios,” dijo
encogiéndose de hombros.

“Demasiado mimoso y romántico. Quiero decir, puede que haya besado a una chica o
dos cuando era apenas un niño pero eso en realidad no cuenta cuando en aquel
entonces ellas todavía tenían piojos. Eso probablemente me haga parecer como un
pendejo, que pueda tener sexo con ellas pero no besarlas, pero ellas sabían como era
yo.”

Lo estaba mirando, en shock. ¿De verdad nunca había besado a una chica? “¿Cuántas
han sido?” Pregunté. Su ceño se frunció en confusión.

“¿Cuántas chicas?” Preguntó. Asentí y una expresión de vergüenza se apoderó de su


rostro. Dejó caer la cabeza y pasó sus manos por su pelo, mirando al suelo. En
realidad no dijo nada por un momento, sólo se movía nervioso. Era un poco confuso,
parecía casi avergonzado por ello.

“Cristo, no lo sé. Una docena y media más dos o tres, tal vez,” farbulló. Parpadeé un
par de veces.

“Así que, ¿20 o 21?” Pregunté. Me miró y arqueó una ceja.

“Joder, eres rápida para las matemáticas. Pero sí, no lo sé. No es exactamente que
tenga una lista por ahí, pero esa probablemente es la cifra correcta. Y esa mierda es
ridículamente alta, lo sé.” Negó con la cabeza, pasando los dedos por su pelo de
nuevo. Me observaba con cautela, frunciendo el ceño.

Parecía molesto por su propia respuesta y eso me entristeció. ¿Se arrepiente de alguna
de esas chicas y no le gusta hablar de ellas?

Sonreí, tratando de tranquilizarlo y sin querer que se sienta mal. Quiero decir, no
entiendo exactamente todo el tema del sexo pero él no había forzado a ninguna de
esas chicas y él dice que lo disfruta así que no entiendo por qué había de estar
avergonzado.

Gruñó, pasando sus manos sobre su rostro en frustración. “Tema nuevo. Pregunta
número… cualquier puto número en el que estemos. ¿Cuándo fue lo más asustada que
alguna vez has estado?”

Suspiré, pensando. “Probablemente en la habitación de tu padre.”

Frunció el ceño. “¿Cuándo apretó el gatillo?” Preguntó.

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Lo miré con sorpresa. No sabía que él estaba consciente de lo que el doctor Cullen me
había hecho.

“Eh, sí eso fue aterrador. Pero iba a decir que cuando escuché el clic de la puerta al
cerrarse, al levantar la mirada y ver su expresión. Nunca había visto tanta rabia en los
ojos de una persona. Era como si fuera una persona completamente diferente.”

Edward asintió, pero no hizo ningún comentario. “Tu turno,” dijo, me dio la espalda y
tomó su vaso, engulliendo el resto de su bebida.

“¿Dónde está tu mamá?” Solté antes de que incluso me diera cuenta de lo que estaba
preguntando. Mis ojos se ampliaron y mi mano se disparó hacia mi boca para taparla.
Edward se quedó inmóvil, su vaso en el aire. No podía ver su rostro, ya que estaba de
espaldas, así que no estaba segura de si estaba molesto o enojado.

“Chicago,” dijo simplemente después de un momento. Dejó su vaso a un lado y se


volvió hacia mí. Parecía estar bien, lo que me sorprendió casi tanto como su respuesta.

“¿Chicago?” Pregunté, un poco confusa. Estaba segura de que había fallecido.

Asintió. “Sí.” Dudó por un momento. “En realidad es técnicamente Hillside, sólo a unos
pocos kilómetros de Chicago. Está en el Cementerio Monte Carmelo.”

Fruncí el ceño, dándome cuenta de que en verdad estaba muerta. “Lo siento,” susurré,
casi deseando no haber preguntado. Fue un error de mi parte forzar un tema tan
sensible como obviamente lo era su madre. Si quería que supiera de ella, me lo diría.
Se encogió de hombros.

“Está bien. Sólo no me preguntes justo ahora cómo llegó ahí, ¿de acuerdo? Esa es una
puñetera historia diferente para un diferente día de mierda.” Asentí,
comprensivamente, y él sonrió levemente.

“¿Por qué el verde es tu color favorito?” Preguntó. Mis ojos se abrieron un poco y sentí
el rubor subiendo rápidamente. Aparté la vista de él y lo escuché reír.

“Paso,” murmuré, acostándome en su cama y cerrando los ojos, deseando que pudiera
desaparecer.

Me había tomado por sorpresa y reaccioné sin pensar, lo que me hizo sentir como una
idiota.

Él se rió aún más por mi reacción y sentí la cama moverse después de un segundo. Mis
ojos se abrieron de pronto e inmediatamente encontré esos verdes ardientes, ya que
ahora estaba sentado junto a mí y casi inclinándose encima de mí.

“Tu turno, ya que utilizaste tu pase,” dijo con diversión en su voz, sonriendo con su
impresionante sonrisa torcida. Suspiré y todavía podía sentir el rubor en mis mejillas.

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“¿Cuál es tu color favorito?” Pregunté, demasiado nerviosa como para poder pensar en
otra pregunta.

Su sonrisa creció un poco más.

“Justo ahora estoy dividido entre el marrón chocolate y ese lindo tono rojo rosáceo,” dijo
ligeramente, mirando directamente a mis ojos. Sentí que mi sonrojo se profundizaba y
tuve que apartar la mirada de él. Mi corazón latía rápidamente, su cercanía
confundiéndome y haciéndome pensar que en realidad estaba coqueteando conmigo.
Sabía que sólo eran mis ridículos sentimientos controlándome y ofuscándome, cuando
en realidad no había manera de que él coqueteara con gente como yo. Rió entre
dientes.

“Mi turno. ¿Por qué te avergüenzas de tu color favorito?”

Lo miré, confusa. “Eso no es justo, ya pasé en esa pregunta.” Se rió, negando con la
cabeza.

“No, tú pasaste en por qué es el verde tu color favorito. Ahora quiero saber porque es
vergonzoso el que verde sea tu color favorito. Dos cosas totalmente diferentes.” Dijo con
total naturalidad, como si fuera así de sencillo, y no hubiera manera de salir de esto.
Gemí, cerrando los ojos. Rió entre dientes y encontraba todo divertido, lo que sólo me
avergonzaba aún más. “La verdad, Bella.”

Suspiré. Sentí la cama moverse y abrí los ojos para echarle un vistazo a Edward y verlo
estirar la mano y agarrar la marihuana. Lo encendió y aspiró profundamente, cerrando
los ojos y sosteniéndolo. Lo observé por un momento, un poco anonadada. Se veía tan
tranquilo y relajado. Abrió sus ojos después de un segundo y me miró. Vio que lo
estaba mirando y sonrió su encantadora sonrisa torcida. Sentí que un cosquilleo
recorrió mi cuerpo, se me puso la piel de gallina al verlo. De verdad era asombroso y
no estaba segura si eran las drogas o el alcohol, pero algo me hizo sentir
completamente a gusto con él. Me sentía reconfortada y segura, y era total y
absolutamente aterrador como disfrutaba de esa idea. Porque nunca en mi vida,
incluso cuando era una niña pequeña, nunca me sentí como si estuviera a salvo con
alguien. Ni siquiera con mi propia madre. Desde el principio supe que mi madre era
impotente y en realidad no podía protegerme, por mucho que quisiera hacerlo.

Pero recostada allí, mirando a Edward, me sentía protegida. A salvo. Me di cuenta,


mirándolo y viendo esa sonrisa y sintiendo esas cosas que surgen en mí, que confiaba
en él. Nunca había confiado en alguien en mi vida, no podía confiar en nadie. Pero por
alguna razón confiaba en él. Y sabía que no debía. No debería confiar en él menos que
nadie. Era peligroso para mí. Era el hijo del hombre a quien pertenecía, su familia
tenía mi vida en sus manos. Él podía lastimarme y hasta matarme y yo era incapaz de
detenerlo. Pero de todos modos confiaba en él. Confiar era algo que él tampoco hacía.
Y era tan estúpido de mi parte, porque él me había mostrado que podía tener

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temperamento y era cruel y negligente cuando se trataba de mujeres. No había razón
para que el tuviera ninguna consideración con mi vida.

Pero lo amaba, Cristo, amaba al chico. Podía sentirlo en cada centímetro de mi cuerpo,
en cada latido de mi corazón. Nunca supe lo que era realmente el amor hasta que
llegué aquí, pero ahora lo sentía. Me consumía por completo, y eso era aterrador, y
enamorarme de él probablemente era la cosa más estúpida que alguna vez había
hecho. Pero no podía detenerlo. Me di cuenta, recostada allí, que haría cualquier cosa
que él me pidiera voluntariamente. Si Edward Cullen me quería, Edward Cullen podía
tomarme y no lo detendría. No quería detenerlo.

Edward se inclinó hacia adelante, sus ardientes ojos verdes mirando dentro de los
míos. Había tanto fuego en ellos, demasiadas chispas. Me tensé cuando se acercó a
mí, deteniéndose cuando estaba a unos simples centímetros de mis labios. Separé mis
labios e inhalé todo lo que me dio, cerrando los ojos y suspirando mientras saboreaba
su aliento y olía su aroma.

Sentí que su rostro rozó contra mi mejilla, las chispas de su piel envió un hormigueo por
mi cuerpo. Podía sentir el ligero roce de su barba, áspera y rasposa, y pude sentirlo
inhalando contra mi piel. Me di cuenta que me estaba respirando y finalmente me
permití preguntarme seriamente si tal vez, sólo tal vez, esta hermosa criatura podría
ansiar lo mismo que yo anhelaba. Si posiblemente él podía sentir las mismas chispas
que yo sentía.

Después de un momento, rompió la conexión, alejándose de mí. Lo sostuve lo más que


pude, sin querer dejarlo ir, pero finalmente la necesidad de mi cuerpo por oxigeno se
impuso. Exhalé y sentí que la cama se movió, Edward se estaba levantando. Mantuve
mis ojos cerrados, sin querer abrirlos y enfrentar la realidad. Todavía no.

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“Porque él la amaba, ya que sólo se puede amar a alguien que es un eco de sí mismo
en un momento de profundo dolor.”—Orson Scott Card

Edward cullen

Vi como el rubor se deslizó hasta sus mejillas y ella apartó sus ojos de mí. No pude
evitar reír, un poco desconcertado por todo. La razón por la que le pregunté por su color
favorito de nuevo es porque tuvo exactamente la misma reacción la primera vez. No
capté porqué era tan importante el color verde para que ella tenga una reacción tan
intensa, pero carajo si no me tenía curioso. No había manera de que me lo dijera
ahora.

Se tumbó en la cama, tratándose de escudarse de mí, y murmuró que pasaba. De


todas las preguntas en el mundo, pasó en una tan simple como un puñetero color.
¿Qué puede ser tan malditamente vergonzoso de que te guste un color tan mundano
como el verde para que ella sea tan evasiva? Juro que es la maldita persona más
compleja que alguna vez haya conocido. Era algo bueno que no le haya preguntado
sobre nada sexual como el adolescente hormonal que hay en mí quería preguntar.
Quiero decir, mierda, sabía que un hombre nunca la había tocado, pero realmente
quería saber si ella se había tocado. Tenía dieciséis años y a pesar de todo al menos
tenía que tener pinche curiosidad por su cuerpo. ¿Al menos alguna vez había sentido el
placer de un orgasmo, aunque hubiera sido auto inducido? Quiero decir, al menos la
relajaría y en la vida que tiene apuesto que un poco de relajación sería malditamente
celestial.

Pero no podía peguntarle esa mierda. Perras normales se avergonzaban por completo
cuando se trataba de la masturbación; si se lo planteó a Isabella probablemente le dé
un aneurisma o algo. Y estaba tan relajada a mí alrededor; no quería arruinarlo por
ser un pendejo hormonal entrometido.

No me gustó no verla así que me levanté y me senté en la cama junto a ella. Quería ver
ese rubor, ya que era malditamente lindo. Ni siquiera sabía que las chicas seguían
haciendo esa mierda hasta que ella llegó. Supongo que tal vez lo hacían y sólo usaban

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demasiado maldito maquillaje para que nadie pudiera verlo.

Me incliné sobre ella y sus ojos se abrieron de golpe, mirando directamente a los míos.
Le dije que hiciera una pregunta ya que había pasado y me preguntó mi color favorito.
Mierda, francamente no tenía uno en específico, mi preferencia siempre cambiaba
dependiendo de lo que se veía bien en el momento. Y justo en ese momento, esos ojos
de un profundo marrón chocolate y ese rubor rojo rosáceo, joder, era todo lo que se
veía bien para mí.

Se puso aún más roja cuando le dije eso y ni siquiera pudo darme una puta mirada.
Era tan malditamente linda que era ridículo. Le pregunté porque el color verde la
avergonzaba y trató de rehuir la pregunta de nuevo, todavía avergonzada, y no pude
evitar reírme. Le dije que me dijera la verdad y ella gruñó, cerrando sus ojos.

Estaba un poco ebrio y la hierba me tenía relajado. No podía creer que ella en realidad
haya estado dispuesta a beber el Everclear conmigo (N.T. El Everclear es alcohol casi
puro y por lo mismo es ilegal en los Estados Unidos), ya que esa mierda era fuerte, y
estaba aún más jodidamente atónito de que no hubiera salido corriendo o le hubiera
dado un ataque de pánico cuando enrollé el porro. Sabía que ella no había hecho
nada como eso antes y Cristo, me sentía como un pendejo corrompiéndola. Era tan
inocente y pura, a diferencia de cualquier persona que alguna vez había conocido.
Todo era nuevo y asombroso para ella, y amaba la forma en que sus putos ojos se
iluminaban cuando estaba viendo o experimentando algo nuevo. Y tal vez era egoísta
de mi parte el querer ponerla jodida y sin inhibiciones, pero quería pasar un tiempo
con ella, conseguir conocer su verdadero ser y no esa versión robótica que había
estado vagando por la casa toda la maldita semana. Quería que estuviera a gusto
conmigo y que me viera, como lo que era, otra pinche persona, un igual, y no como
alguien por encima de ella como un amo. Me di cuenta de que probablemente era
difícil para ella, mirarme como si fuera su igual, tomando en cuenta que mi padre
había pagado dinero por ella. Pero ella no era un pedazo de propiedad para mí. Era
sólo una chica, y una jodida chica hermosa, y yo sólo era un chico que quería
conocerla.

Y no puedo mentir, verla inhalar el humo que yo había exhalado fue erótico. Se sentía
como si me estuviera tomando en su cuerpo, invitándome a entrar. Una puta parte de
mí estaba dentro de ella, fluyendo en ella. Era sensual e hizo que mi polla se
endureciera más de lo que alguna vez la había sentido. Estaba palpitando y traté de
ignorar esa mierda, no queriendo ser indecente o espantarla. No tengo idea de cómo
se siente acerca de mí, si alguna vez me había deseado así. No tenía experiencia y la
verdad yo tampoco.

Joder, me mataba admitirme a mí mismo que era tan inexperto como ella en esa
mierda. Podía follar a una chica hasta dejarla sin sentido, hacerla gritar y llorar de
placer, pero cuando se trataba de amar a una no tenía idea de lo que estaba

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haciendo. Tenía miedo de lastimarla, o terminar lastimado. Puede que ella sea fuerte
en espíritu, pero cuando se reducía a eso, era jodidamente frágil. Tenía que caminar en
una línea tensa para evitar lastimarla. Sabía que no tenía material de novio ni nada,
no había mentido cuando le dije a Alice que ella no me querría así porque no era un
buen tipo. Porque no lo era. Tenía una pose, era engreído y estaba jodido. Me apresuré
a llegar a casa porque me di cuenta de que la amaba hasta el punto de que no podía
estar con nadie más, joder, que me estaba engañando a mí mismo tratando de ignorar
lo que sentía y todavía me las había arreglado para ser un cabrón con ella. No tenía
idea cómo iba a actuar de acuerdo a mis sentimientos sin que mi padre lo averiguara,
sólo esperaba que Alice tuviera razón acerca de que no era observador y que ella fuera
capaz de guardar un secreto. Pero ya sabes, nada de esa mierda importa si no le gusto
a ella.

Y Cristo, había utilizado a tantas chicas en los últimos años que era ridículo. No podía
creer que me había hecho esa pregunta. Pensé en pasar, pero sabía que si pasaba en
esta eso me haría lucir mucho peor, siendo incapaz de admitir el número.
Honestamente no sé di la mejor estimación que pude. No quiero que Isabella sea como
ellas, no quiero que sea otro número en la lista. Ella era especial, quería que las cosas
fueran diferentes con ella. Quería amarla, no follarla. Por supuesto que me excitaba
pero no se trataba de eso, para nada. Quería su puta alma, no su cuerpo.

Extendí mi mano y agarré el porro, encendiéndolo y tomando una larga calada. Lo


sostuve por un rato, cerrando los ojos sólo sintiendo el ardor. Abrí los ojos y miré a
Isabella, sonriendo cuando vi que me estaba mirando fijamente. Había una mirada de
vehemente deseo en su rostro, intenso deseo que era casi sorprendente. Desearía saber
lo que quería, que era lo que anhelaba. Quería preguntarle, decirle que le daría lo que
ella quisiera, pero no podía hacer eso. No estaba en posición de hacer promesas sin
saber en lo que me estaba metiendo. Me incliné hacia ella y se tensó levemente, pero
no era por miedo. Ella no tenía miedo de mí. Me detuve cerca de presionar mis labios
en los suyos y exhalé. Respiró lo que había sacado, cerrando los ojos y suspirando. Se
veía tan contenta y relajada y realmente era una hermosa vista. Estaba tan cerca que
podía sentirla inhalando, pude oler el cítrico del jugo de naranja y el olor amaderado
de la marihuana y la menta de su pasta de dientes, todo en su boca. En ese momento
no deseaba nada más que besar sus labios, saborear su aliento y sentir su lengua.

Mis propios deseos me asustaron, ya que yo no besaba. Nunca antes había querido
darle un puto beso a una chica. Pero en ese momento no quería nada más que sentir
esos deliciosos labios presionados contra los míos, para ver si eran tan suaves y tiernos
como se veían, para probarla y ver si sabía tan bien como olía.

Pero no podía. Por mucho que lo quisiera, que lo anhelara, sería el más grande cabrón
en el planeta si lo hiciera. Hace apenas unas horas estaba follando a Tanya y no podía
sólo besarla así de rápido después de eso. Ella se merecía algo mejor que esa mierda,
no era sólo otra chica. Tenía que tratarla con respeto, mostrarle que la adoraba con mi

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puñetero corazón y no dejar que las hormonas me dominaran.

Y además, ¿qué puto derecho tenía de sólo ir y besar sus labios? Ella ya más o menos
me había dicho que preferiría que alguien la asesinara a que la violaran. Se necesita
ser un verdadero pendejo de mierda para sólo ir y besarla sin su consentimiento
después de que ella confesó eso. Era un imbécil, sí, pero no tan imbécil.

Me alejé de su boca y pasé mi nariz a lo largo de la línea de su mandíbula, apoyando


mi mejilla en la suya, sintiendo su calor corporal. Inhalé, y ella olía afrutada como a
fresas y dulce, jodidamente femenina, y era un olor fantástico. Me pregunté cómo olería
abajo, si sus jugos femeninos eran tan dulces como el resto de ella. Nunca antes había
probado a una chica, yo no hacía esa mierda. Nunca me entregué así, me la habían
mamado muchas veces en el pasado pero nunca devolví el favor. Sin embargo,
demonios si no quería probar sus jugos. Pero tenía que apartar esa mierda e ignorar
esos impulsos porque me iban a meter en problemas si no lo hacía.

Aunque todo era demasiado, totalmente demasiado. Tenía que alejarme de ella antes
de cruzar la línea, antes de presionarla demasiado y asustarla porque estando tan
cerca físicamente estaba poniendo a prueba mi fuerza de voluntad. Nunca tuve que
negarme algo que quería y era difícil como el demonio hacerlo. Me senté, suspirando.
Ella se quedó acostada, con sus ojos cerrados y sin respirar, manteniendo mi aire en
sus pulmones.

Después de un momento comenzó a exhalar, el humo filtrándose lentamente de sus


labios entre abiertos y su nariz. Me paré de la cama y salí de la habitación, cerrando la
puerta detrás de mí. No estaba incómodo en lo absoluto dejándola allí, lo que era
jodidamente extraño para mí, ya que nunca había confiado en alguien como para que
estuviera alrededor de mi mierda. Supongo que confiar en alguien tiende a presentarse
junto con amarlos. No pensé que ella jodiera nada, honestamente no me importaba si
lo hacía. Nada de eso importaba en realidad.

Caminé por el pasillo y abrí la puerta de la biblioteca. Encendí la luz del techo, la cual
estaba jodidamente brillante porque era de alto voltaje y me hizo hacer una mueca.
Entrecerré los ojos y parpadeé un par de veces, tratando de ajustar mis ojos. Caminé
frente a las estanterías por un momento, recorriendo con la vista los títulos. Raras veces
venía aquí, no tenía tiempo para leer con lo ocupado que estaba. La mayoría de los
libros eran de mi madre ya que coleccionaba esas pendejadas y ninguno de nosotros
en realidad los tocaba. Por lo general, sólo estaban allí acumulando polvo, sin usarse
como el resto de las cosas de mamá. Todo nos lo quedamos, papá se negó a regalar
nada de ello. Todo estaba en el desván de la casa, guardado en cajas y bajo llave.

Dudo que Isabella siquiera sabía que tenemos un ático. La única manera de llegar a él
era a través de la biblioteca y dudaba mucho que ella viniera aquí con bastante
frecuencia siquiera para notar la entrada a él. Quiero decir, me di cuenta de que
algunas de las capas de polvo se habían ido así que era evidente que ella había

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limpiado el puto lugar, pero como para pasar tiempo de calidad aquí, era poco
probable. También dudaba que ella supiera sobre el sótano, considerando que la
única manera de llegar ahí era a través de la habitación cerrada bajo las escaleras.
Había otra entrada por fuera pero estaba oculta por la maleza y ni siquiera creía que
ella saliera para que lo notara. Como sea, no creo que quiera ir allí abajo. Ahí es
donde se guardaba todo el contrabando, las armas, las drogas, el dinero, toda la
mierda ilegal que papá estaba moviendo por la zona. Se parecía a un calabozo, una
de esas celdas de tortura que se ven en las películas. Y supongo que en cierto modo lo
era, ya que había otra habitación allá abajo destinada para encerrar a la gente en
ella, con putas cadenas que colgaban del techo y en las paredes. No creo que él
alguna vez la haya usado, pero no apostaría en ello, podía meter y sacar a alguien
disimuladamente sin que nunca nos diéramos cuenta.

Papá era hábil para eso, podía mantener a alguien como rehén a unos pocos metros
bajo nuestros pies y joder, nunca ninguno de nosotros nos daríamos cuenta, porque
con su comportamiento él nunca daría indicación de que algo estaba pasando.
Siempre tranquilo y con dominio de sí mismo. De todos los putos rasgos que heredé de
él, ¿por qué no había heredado ese? Si preguntáramos no nos mentiría, nos diría la
verdad, y esa en parte era la puta razón por la cual ninguno de nosotros preguntaba.
La ignorancia es felicidad, o lo que sea.

Miré a lo largo de la estantería, recorriendo con la vista los títulos. Me detuve cuando
llegué al que estaba buscando y lo saqué. Estaba viejo y desgastado por el uso, el
maldito libro favorito de mi madre. La cubierta tenía un poco de polvo, así que soplé
para quitárselo, tosiendo y cerrando los ojos cuando el polvo regreso a mí. Buen puto
movimiento, Cullen.

Volví a apagar la luz y me dirigí de vuelta a la habitación. Abrí la puerta y mis ojos
encontraron los marrones suaves de Isabella instantáneamente. Se había movido de
lugar y estaba acostada boca abajo en mi cama, con los pies arriba de mis
almohadas. Le di una pequeña sonrisa y cerré la puerta detrás de mí con suavidad. Me
acerqué a ella y le extendí el libro y ella extendió su mano vacilante, tomándolo con
cautela pero pareciendo confusa.

“Es ‘Cumbres Borrascosas’,” le dije, encogiéndome de hombros. “No es precisamente


una historia feliz toda puto color rosa. Es sobre amor y odio, obsesión y pasión,
venganza y crueldad, y toda esa otra mierda. Pensé que te gustaría.”

Sus ojos se abrieron un poco y bajó la vista a libro en sus manos. “Eh...” Comenzó a
decir, su ceño se frunció mientras miraba la cubierta. Me reí ante su reacción, tan
jodidamente linda e inocente. Quedándose completamente atónita por un maldito libro.

“Mira, no tienes que leerlo, sólo pensé que te daría algo que hacer,” dije, sin querer
que pensara que la estaba forzando a hacer algo.

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“¡Oh no! ¡Quiero hacerlo! Es sólo que... ¿Qué pasa si tu padre lo encuentra?” Preguntó.
Miré hacia ella y la vi mirando el libro fijamente con esa pinche mirada en su rostro,
esa mirada de asombro, emoción y pasión que amaba tanto.

“No te preocupes por él,” le dije, encogiéndome de hombros. Levantó la vista hacia mí
con una mirada de incredulidad en su rostro. Le sonreí levemente. “Te tengo cubierta,
confía en mí.”

Me miró por un momento y vi sus ojos cubrirse de lágrimas. Era sorprendente cuanta
jodida emoción había allí. Me di cuenta que estaba luchado por retenerlas, sin querer
llorar. O sea, sólo era un libro, pero supongo que para ella esa mierda era mucho más
que eso. Pero para ser sincero, ella podía tener la puta colección completa de libros si
los quería, si ello significaba hacerla feliz.

“Está bien,” dijo en voz baja, mirando el libro. Lo abrió como por la mitad y se veía
como si estuviera echando un vistazo a la página. “Eh, no creo que pueda leer esto,”
murmuró.

“¿Por qué?” Pregunté, confuso y con curiosidad. Miró hacia mí.

“Hay un montón de palabras grandes en esta cosa,” dijo. Me reí, negando con la
cabeza. Joder, esperaba que dijera que era demasiado escandaloso o algo así, no que
era difícil.

“¿Puedes leer Albert Schweitzer pero no puedes leer esto?” Pregunté con incredulidad.
Se encogió de hombros.

“Ese fue el único libro que había tenido durante años, lo único que tenía para leer. No
lo terminé todo porque mucho de él no tenía sentido para mí pero me aprendí algo de
memoria así que lo di por terminado.”

Sonreí. “Ah, bueno… yo creo que puedes hacerlo. De todas formas, nos tienes a
nosotros para ayudarte.”

Sus ojos se abrieron. “¿Ayudarme?” Preguntó. Me encogí de hombros.

“Quiero decir, si no quieres ayuda aprendiendo y leyendo y esa mierda está bien. Pero
estaré más que feliz de hacer lo que pueda, y sé que Alice y Jasper también lo estarán,”
dije. Tan encantados como estaban esos dos con Isabella y considerando que sabían
cómo me sentía por ella sabía malditamente bien que saltarían ante la oportunidad.

Sólo me miró fijamente por un segundo. Se volvió y miró el libro en su mano,


parpadeando un par de veces. “De acuerdo,” dijo en voz baja.

Sonreí y finalmente me quité los zapatos. Mis putos pies me estaban matando, pero
había estado tan muerto de la curiosidad, perdido en mis pensamientos y la compañía
de Isabella, para siquiera pensar en quitármelos. Me subí a la cama y me acosté junto

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a ella de espaldas, agarrando el control del estéreo, repasando mis CD en el
reproductor hasta que encontré algo que me interesaba, “Still Not Getting Any” de
Simple Plan.

“Te veías guapo esta noche,” dijo Isabella en voz baja. La miré, un poco sorprendido
por sus palabras. Estaba acostumbrado a que las chicas me dijeran que me veía bien,
Stanley alimentaba mi ego con esa mierda todas las mañanas, pero que Isabella me lo
dijera era diferente. Estaba extrañamente asombrado, de que ella pensara que estaba
jodidamente guapo, esa opinión envió esos malditas oleadas de amor y deseo a través
de mi pecho y al interior de mí corazón.

Ella me miraba y le sonreí en respuesta. “Gracias,” murmuré. “Aunque la puta corbata


era afrutada.”

Se rió en respuesta, mirándome directamente a los ojos, me encantaba que ahora por
lo general era capaz de mantener el contacto visual conmigo, me sentía como si
pudiera ver su pinche alma a través de sus ojos. En ese momento sentí el impulso de
decirle que era hermosa y las palabras casi salieron, pero antes de que pudieran salir
ella volvió su cabeza y se volvió a centrar en el libro. Suspiré, pasando mis dedos por
mi pelo, enojado porque había perdido la oportunidad de realmente hacerle un puto
cumplido. Dudaba que alguna jodida vez alguien le dijera que era hermosa pero de
verdad lo era.

Volví a encender el porro y me quedé mirando el techo, escuchando la música. Le ofrecí


a Isabella dejarle que le diera una verdadera calada, pero ella me miró como si
estuviera loco. Sabía que se le estaba contagiando el subidón estando tan cerca de mí
fumando y pude verla inhalando profundamente en mi dirección de vez en cuando. Me
hacía sentir calidez y alegría, y por un momento casi sentí como si fuéramos puta gente
normal. Sólo un chico acostado con una chica dándose un subidón mientras ella leía
un libro, ninguno de los dos más poderoso que el otro. Éramos iguales, honestamente,
ambos un poco jodidos, pero éramos solo nosotros, solo acostados juntos
inocentemente en un cama.

Y me encantaba esa mierda.

Traté de no mirarla, ya que sabía que estaba tratando de leer y no quería incomodarla
por estarla observando. Pero por el rabillo del ojo pude ver su ceño fruncirse
ocasionalmente, una mirada de pura jodida concentración y determinación en su rostro
mientras sus labios se movían y trataba de deletrear esa mierda. Era gracioso y tan
malditamente adorable, pero traté de no decirle eso porque no quería que se
avergonzara.

“¿Qué es un misántropo?” Preguntó después de un momento. Sonreí levemente,


sintiéndome jodidamente orgulloso de que se sintiera lo suficientemente cómoda para
realmente pedirme la ayuda que le ofrecí.

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“Es alguien que por lo general odia a la gente, no confía en ellos,” dije. “Tú sabes,
como Calamardo de Bob Esponja.” Tan pronto dije esa mierda, me pateé mentalmente,
sin saber si siquiera ella sabía quién putas era Bob Esponja. Probablemente soné
como un maldito idiota. Pero ella sólo me miró, con una ceja levantada, y se rio.

“Gracias,” dijo en voz baja, volviendo con su libro. Estuvo callada por un momento
antes de gruñir. “¿Qué es, eh, solil... eh, que significa está palabra?”

Sonreí y me rodé para quedar boca abajo. El movimiento me dejó tan cerca de ella que
nuestros costados se tocaban. Eché un vistazo para ver lo que estaba señalando, mi
barbilla apoyada en su hombro.

“Soliloquio. Significan que hablaban consigo mismos.”

Sonrió y volvió su rostro para quedar frente al mío. Sus ojos estaba directamente
delante de los míos, nuestros rostros tan cerca que las puntas de nuestras narices se
rozaban. Pensé que ella se iba a volver rápidamente, ya que nuestra proximidad era
realmente íntima, pero no lo hizo. Me miró fijamente y pude sentir su aliento en mi piel.
Después de un momento llevó su labio inferior a su boca y empezó a morderlo como
normalmente hacía cuando estaba nerviosa por algo. Estaba un poco confundido en
cuanto a por qué no se movía si estaba nerviosa, pero entonces su respiración se hizo
un poco más inestable. Mi frente se frunció levemente. ¿Quería que la besara? Dios,
cuanto lo deseaba y estaba tan jodidamente cerca, era difícil no hacerlo. Parecía como
que lo deseaba pero estaba mal que lo hiciera, especialmente después de toda esa
mierda de Tanya. Y tenía tanto miedo de lastimar a esta chica o forzarla demasiado o
en llevarla a una dirección a dónde no quería ir.

Sin embargo, no tuve oportunidad de hacerlo, aunque lo hubiera querido. Mi teléfono


sonó de repente, asustándonos a ambos. Los dos saltamos y ella volvió su cabeza
rápidamente, apartando su mirada de mí. Gruñí y me rodé sobre mi espalda antes de
sentarme. Agarré mi teléfono y maldije.

“¿Por qué coño mi padre me está llamando a las 3 de la mañana?” Pregunté, más para
mí mismo que para nadie. Era el baile de Bienvenida debía de suponer que estaba
drogado o borracho a esta hora. Llevé el teléfono a mi oído, suspirando.

“Sí doctor Cullen, ¿qué puedo hacer por usted a esta encantadora hora?” Pregunté,
sarcásticamente. Él suspiró.

“¿Estás en casa?” Preguntó.

“Sí, seguro que sí. He estado aquí por un rato.”

Suspiró. “¿Has visto a Isabella? Traté de llamarla más temprano y ver cómo estaba,
pero no respondió. Supuse que estaba dormida, pero me ha estado preocupando.”

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Mi ceño se frunció en confusión. “¿Qué quieres decir con que trataste de llamarla?”
Pregunté.

“Llamé al celular que le compré,” dijo. Estaba algo sorprendido, sin tener una puta
idea de que él le había dado un teléfono. Quiero decir, que tenía sentido que tuviera
uno, aunque por lo general teníamos instalado un teléfono fijo con las otras mujeres,
pero sabía que el intentaba hacer las cosas diferentes con Isabella. Intentaba darle un
poco más de espacio para deambular, espacio que las otras consiguieron cuando él
se sintió cómodo con su lealtad.

“Oh. Bueno, ella está bien. Me ha estado haciendo compañía,” dije.

“¿En serio?” Me dijo, sonando sorprendido. Inmediatamente me pregunté si tal vez no


debería haber dicho eso, estaba jodidamente paranoico de agitarle esa maldita
bandera roja en su rostro y la hierba no estaba ayudando a mi paranoia. “Eso es
bueno. Me alegro de que todos ustedes parecen haber hecho amistad con ella. “

“Sí,” dije simplemente.

“Bueno, te dejo. Buenas noches,” dijo. Murmuré un buenas noches, colgué y puse mi
teléfono a un lado. Volví mi cabeza hacia Isabella y vi que me estaba observándome
con cautela.

“Sólo quería saber si estabas bien, dijo que trató de llamarte.” Sus ojos se abrieron un
poco y vi un destello de miedo en ellos. Suspiré. “Relájate, no estás en problemas con
él, sólo estaba preocupado. Mi padre no suele ser tan pendejo, no te pongas nerviosa
por más mierda. Quiero decir, no te culpo por no ser su mayor fan después de lo que te
hizo, pero él no va a hacer esa mierda otra vez.”

Asintió levemente y volvió a su libro, mordiendo su labio inferior. Estiré la mano y


agarré el libro, pero asegurándome de guardar su lugar. Me miró, jodidamente
sorprendida de que le arrebaté el libro de sus manos, y le sonreí.

“Ve y tráeme tu teléfono,” dije. Parecía un poco confundida, pero se levantó y se dirigió
a la puerta.

Regresó después de un momento y me tendió un pequeño teléfono color azul claro. Le


di las gracias y lo tomé, haciéndole un ademán para que se volviera a sentar. Lo hizo y
le volví a dar el libro. De nuevo se estiró boca abajo en la cama, esta vez con su cabeza
encima de las almohadas.

De nuevo me acosté de espaldas a su lado y abrí el teléfono. Lo examiné y noté que mi


número estaba programado en él, lo que imaginé había hecho mi padre. Me detuve en
mi nombre y presioné el botón de llamada, colgando después de que mi teléfono
empezó a sonar. Dejé su teléfono en mi pecho y estiré mi mano agarrando el mío. Lo
abrí y fui a mis llamadas perdidas, programando su número en mi directorio como

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“Bella Ragazza”. Tenía tantos números de teléfono de mujeres, pero ninguno de ellos
jodidos importaba más que el de ella. Vivía con ella por lo que era ridículo estar tan
jodidamente aturdido por conseguir su número de teléfono. Me sentía como un
inexperto preadolescente con un maldito enamoramiento.

“Me gusta esa canción,” Isabella dijo en voz baja junto a mí. La miré. Estaba viendo el
libro, pero me di cuenta que su atención estaba en la música. Suspiré cuando me di
cuenta que canción era: “Welcome to My life”. (N.T. Bienvenido a mi vida) Por supuesto
que le gustaba esa, imaginaba que ella podía relacionarse con ella.

No, tú no sabes cómo es

Ser herido, estar perdido, ser dejado en la oscuridad

Que te pateen cuando estás caído, sentirte como si hubieras sido pisoteado

Estar al borde del colapso y que no haya nadie para salvarte

No, tú no sabes cómo es

Bienvenido a mi vida.

Arrojé mi teléfono a un lado y volví a tomar el de ella, desplazándome a través de la


configuración. Edité su salvapantallas con algún diseño verde, ya que dijo que era su
color favorito. Todavía estaba tratando de descifrar que pasaba con esa mierda. Me
puse en línea y descargué el ringtone de la canción que estaba sonando, ya que le
gustaba y era la única puta canción que sabía que le gustaba. Nunca la oí escuchando
música, lo que me pareció extraño. La música era un parte de mi pinche alma, no
podía imaginar la vida sin ella. Definitivamente tenía que hacer que cambiara su
actitud hacia la música.

Cerré el teléfono y lo puse a un lado, mirando hacia el techo. Todavía seguía bastante
colocado, relajado y simplemente contento. Después de un rato Isabella gruñó y cerró
el libro, tirándolo hacia un lado y acostando su cabeza en mi almohada. Le eché un
vistazo y sonreí ante la mirada de irritación en su rostro.

“¿Qué, no te gusta la historia?” Pregunté.

Me miró. “Estoy segura de que la historia estaría genial si pudiera entenderla,” dijo,
dejando caer su cabeza y cubriéndose con su cabello. Extendí mi mano y metí algo de
su cabello detrás de su oreja de manera que pudiera ver su rostro. Sonrió levemente
cuando nuestros ojos conectaron.

“Paciencia, lo entenderás. Tengo la sensación que se volverá más fácil para ti una vez
que te metas en ello. Cristo, cualquiera que puede aprender lo básico de la lectura a
través de los malditos subtítulos tiene un talento innato para esa mierda.”

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No sabía si estaba diciendo la verdad, pero quería hacerla sentir mejor. Nunca había
enseñado a nadie a leer, no tenía idea de lo que estaba haciendo, pero estaba
malditamente seguro de darme una oportunidad con ella. Asintió, pero no sabía si me
creía o no.

“Gracias,” dijo. Asentí. Después de un segundo bostezo y parecía completamente


agotada, como si estuviera luchando duro contra el sueño. Estoy seguro de que el que
el hecho de bombardear su cuerpo con alcohol y drogas no estaba ayudando con su
lucha para permanecer despierta. El hecho de que llorara en las noches realmente me
preocupaba y quería preguntarle por qué, pero no quería presionarla o invadir su puta
privacidad.

“Te ves agotada,” dije. Suspiró, sonriendo levemente. Obviamente sus párpados
estaban pesados, ya que seguían cerrándose solos ligeramente.

“Estaré bien,” dijo, su voz suave y dulce. Quería preguntarle si era verdad, si realmente
iba a estar bien, pero sólo me quedé sentado con la boca cerrada y sonriendo. Me paré
y fui al baño a echarme una meada, el alcohol en mi cuerpo drenándose a través de
mí. Me lavé las manos y volví a salir, caminando de vuelta hacia donde había estado
acostado. Miré a Isabella y sonreí, porque sus ojos estaban cerrados. Si no estaba ya
dormida, pronto lo estaría. Joder, de verdad quería que se quedara aquí conmigo,
estaba feliz de que aún no intentara volver a su habitación. Imagino que sólo estaba
tan agotada que no podía siquiera pensar en levantarse. Sabía que mi cama era
cómoda como la mierda.

Me senté al borde de la cama junto a ella y sus ojos se abrieron cuando la cama se
movió. Parecía doloroso cuan exhausta estaba.

“¿Bella?” Dije en voz baja cuando sus ojos se estaban cerrando de nuevo.

“¿Sí?”

Vacilé, inseguro de si debería molestarme en preguntar, pero seguía preocupándome y


sabía que sería así hasta que ella me diera una respuesta. Probablemente era algo de
verdad jodidamente ridículo pero tenía que saber. “¿Por qué te avergüenzas de que te
guste el color verde?” Pregunté. Mi voz era baja, prácticamente rogándole que esta vez
me respondiera.

Suspiró y volvió la cabeza, desviando sus ojos de mí. Tomé eso como una señal de que
no iba a contestarme y estaba a punto de decirle que estaba bien, no tenía que
decirme si no se sentía cómoda con ello, cuando habló.

“Tus ojos son verdes,” dijo en voz baja, arrastró un poco las palabras por la fatiga y
apenas fueron audibles. Mi ceño se frunció en confusión por su respuesta. Quiero decir,
por supuesto que mis putos ojos eran verdes. ¿Qué tenían que ver con eso? La miré por
un momento, notando su respiración constante y un leve ronquido viniendo de ella. No

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era un ronquido molesto ni nada; era suave como una puta respiración pesada. Me di
cuenta de que estaba dormida.

Suspiré después de un momento, levantándome y apagando la luz del techo,


cambiándome rápidamente en un par de pantalones de franela y subiendo de nuevo a
la cama. Me pregunté si debía dormir en el puñetero sofá o algo así, sin querer ser un
cabrón o hacerla sentir incómoda. Pero pensé, se durmió en mi cama así que no tenía
porque haber sido un jodido problema si dormía junto a ella. Mantendría algún
espacio entre nosotros y joder, no la tocaría o nada por el estilo. Lo mantendría
inocente. En realidad, nunca antes había dormido con una pinche chica, nunca había
compartido mi cama de forma no sexual y la idea por alguna razón me hacía sentir
ansioso. Dios, era tan nuevo con toda esta mierda, todo era tan íntimo.

Por un minuto, me quedé allí acostado tratando de entender porqué el que mis ojos
eran verdes la haría sentir avergonzada de que le gustara el color. Quiero decir, ¿se
supone que era un insulto, como si eso de alguna puta manera deshonrara el color?
Pensé que tal vez sólo había dicho algo, medio dormida, y tal vez esa mierda no
significaba nada.

Me di por vencido después de un momento y cerré los ojos, a punto de quedarme


dormido cuando la mierda me golpeó. No estaba avergonzada que le gustara el color
por mis ojos, por esa razón le gustaba el pinche color. Por eso estaba avergonzada
cuando lo dijo, porque no quería decirme que tenía de especial ese color.

Sentí la cama moverse y abrí mis ojos, con jodido miedo de que se despertara, se
levantara y se fuera. No quería que se fuera. Me sentí aliviado cuando vi sus ojos y
seguían cerrados y ella estaba dormida, pero se había dado la vuelta quedando frente
a mí. Me quedé un rato mirándola, observándola dormir, perdido en mis pensamientos.
Le gustaban mis ojos, obviamente lo suficiente para hacerlo su color favorito. Sin
embargo, ¿qué tanto le gustaba? Cristo, ¿podría amarme? Joder, ¿de verdad podía
tener el corazón de esta chica? Sería difícil como el demonio y jodidamente injusto
tener que mantenerlo en secreto, pero no podía negar que valdría la pena todo el puto
trabajo. Ella lo valía.

Cerré los ojos y después de un tiempo me quedé dormido, cayendo en un profundo


sueño. Algún momento más tarde me desperté abruptamente por un pinche grito
desgarrador en mi oído. Me incorporé rápidamente, medio consciente y jodidamente
asustado. Escuché el llanto y me di cuenta que era Isabella y el miedo se disparó a
través de mí, malditamente temeroso de que estuviera herida o molesta, de que tal vez
se puso histérica despertando en la cama junto a mí o alguna mierda como esa. La
miré, queriéndole dar una puta explicación o algo y mi ceño se frunció cuando vi que
seguía dormida. Lágrimas corrían por su mejilla de sus párpados todavía cerrados. Su
cabeza se revolvía en la cama y joder, estaba llorando y gimiendo, el verla me rompía
mi puto corazón. Estaba teniendo una pesadilla.

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La agarré y la atraje hacia mí, envolviendo mis brazos a su alrededor. No lo pensé dos
veces, ni siquiera pensé en las posibles consecuencias. Joder, quería consolarla, quería
hacer que esa mierda desapareciera. Me sentía tan protector con ella, no quería que
estuviera herida o asustada. Empecé a mecerla, acallándola en voz baja, diciéndole
que estaba salvo y que todo estaba bien, y que no iba a permitir que nada la
lastimara. Estaba empapada de sudor y temblando. Sabía todo acerca de pesadillas,
ya que normalmente las tenía un par de veces a la semana y las he tenido por pinches
años. Era una puta tortura.

Me agarré a ella con fuerza y eventualmente se calmó, volviendo a caer en un sueño


apacible. Nos acomodé un poco con su cabeza apoyada en mi pecho, mis brazos
seguían envueltos alrededor de ella. Me incliné y besé ligeramente la parte superior de
su cabeza, suspirando.

“Sogni d’oro, la mia bella ragazza. Ti amo,” murmuré, cerré mis ojos y volví a quedarme
dormido.

***********
Sogni d’oro, la mia bella ragazza = Dulces sueños mi chica hermosa

Ti amo = Te amo

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 260


“Ningún hombre entiende un libro profundo hasta que ha visto y vivido al menos una
parte de su contenido.”—Ezra Pound

Isabella swan

Estaba teniendo una mañana desconcertante. Sin embargo, no era del todo mala, era
extraña.

Me había despertado a mediodía, unos minutos después de las doce, y estaba


absolutamente sorprendida por mi entorno. Tan pronto conseguí estar consciente el
olor almizclado que había llegado a asociar con Edward asaltó mis sentidos. Sentí
algo caliente debajo de mí, su dureza un poco extraña pero no precisamente incómoda.
Abrí los ojos, extremadamente confundida y jadeé por la impresión cuando me di
cuenta que yacía en los brazos de Edward, mi cabeza en su pecho desnudo y mi brazo
descansando en su estómago tonificado. Me incorporé rápidamente, sin tener idea de
cómo llegué ahí, sinceramente sorprendida por ello. El brazo de Edward había estado
envuelto en torno a mí, pero cayó en la cama cuando me senté. Me senté tan rápido
que se sacudió un poco y me congelé, totalmente asustada de despertarlo. No podía
entender cómo habíamos terminado en esa posición, cómo es que ahora estaba
durmiendo en su cama y en sus brazos. Ni siquiera sabía si él estaba consciente de
que estaba allí, si estaba consciente de que tenía sus brazos alrededor de mí. Tal vez
estaba acostumbrado a dormir con chicas y ni siquiera se le había ocurrido que era yo
la que estaba allí, y tenía miedo de que despertara y perdiera los estribos.

Se removió un poco, cambiando su posición y murmurando. Escuché ‘Bella’ entre su


murmullo y sonreí involuntariamente. Todavía no sabía lo que eso significaba en
italiano, pero ahora me llamaba así constantemente. Me di cuenta de que
probablemente sólo estaba murmurando en italiano en general, pero
independientemente de ello mi corazón se hinchó con la remota posibilidad de que él
lo había dicho refiriéndose a mí.

Salí de su cama, tan callada y cuidadosamente como me fue posible para no


molestarlo. Atravesé su habitación de puntillas, abriendo la puerta y saliendo al
pasillo. Cerré la puerta detrás de mí sin hacer ruido, conteniendo la respiración
mientras la puerta se cerraba. Me quedé ahí parada por un momento, completamente

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 261


asombrada de que no sólo había dormido hasta tarde sino que también había dormido
en la cama de Edward con él. Fui a mi habitación y caminé hacia mi armario,
poniéndome un par de vaqueros y una camiseta lisa color negro. Recogí mi cabello
hacia atrás en una coleta desordenada y me puse mis balerinas negras antes de
dirigirme a la planta baja.

Anoche había pasado una buena cantidad de tiempo con Edward, por lo que recuerdo.
Recuerdo el juego de las preguntas que habíamos preguntado y contestado. También
recuerdo que me dio un libro que había leído acostada en su cama junto a él. Después
de eso, nada. No recordaba haberme levantado e irme a mi cuarto así que imagino
que debo haberme quedado dormida en su cama y él fue demasiado caballero como
para despertarme y sacarme. Cómo había pasado de dormir en su cama a dormir en
sus brazos, no estoy segura. Recuerdo que anoche tuve otro pesadilla, otra de mi
madre ya que hoy era su cumpleaños, y estaba un poco preocupada de si le había
molestado o no hablando en sueños. Esperaba que no, esperaba que no hubiera sido
una molestia. No sólo porque había invadido su cama y aparentemente me le encimé
mientras dormía, posiblemente lo mantuve despierto con mis arrebatos a mitad de la
noche. Me sentí mareada ante la idea de que lo había molestado. Él había sido
demasiado amable conmigo como para estar dándole lata.

Esperaba despertar esta mañana sintiéndome mal, ya que había conseguido ponerme
ligeramente ebria, así que quedé gratamente sorprendida de que no tenía dolor de
cabeza. No sabía exactamente qué es lo que se le había metido a Edward, por qué
había estado actuando de la manera que lo estaba haciendo. Imaginaba que algo
tenía que haber ocurrido en su baile para molestarlo, pero me alegró que pareciera
más feliz a medida que la noche avanzaba. Sin embargo, me sorprendió cuan dulce
era conmigo y estaba un poco asustada, ya que el tiempo que pasábamos juntos
parecía hacer que los sentimientos que tenía hacia él fueran aún más fuertes. Anoche
me di cuenta de que estaba enamorada de él y no sabía lo que tenía que hacer al
respecto, cómo se suponía que debería actuar hacia él. No podía decirle, ya que tenía
miedo de que me alejara si se enteraba de que mis sentimientos eran tan profundos.

No sabía exactamente lo que él sentía por mí, no veía como pudiera alguna vez
quererme siquiera una fracción de la manera como yo lo quería, pero anoche me dio
una pista de que tal vez al menos se sentía atraído por mí. Sabía que Edward se sentía
atraído por muchas mujeres, lo había escuchado de algunas personas y hasta él
mismo expresó que gustaba de la compañía femenina de una manera íntima. Y juro
que anoche estuvo a punto de besarme, justo antes de que su padre llamara. En ese
momento estaba en conflicto, completamente dividida entre desearlo por la forma en
que me sentía, y no desearlo porque tenía mucho miedo. Temerosa de todo lo
romántico o sexual. No sabía lo que estaba haciendo, nunca pensé que alguna vez
estaría en la posición de besar a alguien, mucho menos otra cosa. No sabía qué hacer,
cómo se supone que se sentía o si dolería. Todo el concepto me asustó.

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Pero pareciera que mi cuerpo me controlaba cuando estaba alrededor de Edward, mi
corazón tomando la delantera por encima de mi mente. Mi mente me dijo que era
ridículo, peligroso. Pero mi corazón, mi corazón me dijo que tenía razón. Mi corazón me
decía que amar a Edward era para lo que estaba destinada desde un principio.

Llegué a la planta baja y miré alrededor, suspirando. La casa estaba en completo


silencio, hasta el punto de que probablemente escucharías caer un alfiler en el piso de
madera. Entré a la cocina y me asomé por la ventana sobre el fregadero, notando que
el coche de Edward era el único que estaba en el camino de entrada. Me di cuenta que
el resto de la familia seguía fuera, que Jasper y Emmett no debieron de haber llegado
anoche a casa en lo absoluto.

La casa estaba limpia desde ayer que la había limpiado por aburrimiento, así que en
realidad no había nada para que hiciera. Sin embargo, no quería sólo sentarme por
ahí sin hacer nada, porque sabía que si lo hacía sólo conseguiría deprimirme
pensando en mi madre o me aterraría pensando en si Edward se molestaría o no
conmigo por todo el asunto de dónde dormí. Miré alrededor de la cocina, abriendo
gabinetes, y decidí cocinar algún tipo de galletas.

Teníamos que conseguir de nuevo provisiones, ya que otra vez estaban escaseando,
pero teníamos todo para preparar unas galletas de mantequilla de maní. Una cosa de
la que me di cuenta era que a todos los hombres Cullen les encantaba la mantequilla
de maní. Era una de las pocas cosas en la que todos estaban de acuerdo. No era nada
fuera de lo normal encontrar a uno de ellos parados en la cocina en algún momento
del día comiendo mantequilla de maní de a cucharadas, directamente del tarro. Por
eso, me imaginé que todos ellos al menos apreciarían unas galletas de mantequilla de
maní, y yo podía cocinarlas bastante bien gracias a que a Charles le encantaban todo
tipo de postres.

Saqué todos los ingredientes y empecé a mezclarlos, precalentando el horno. Tuve la


masa preparada y coloqué las bolas redondeadas en la charola. Estaba poniendo la
primera tanda en el horno, ajustando el temporizador, cuando hubo un golpe en la
puerta. Me asustó y salté, no esperando que apareciera nadie. Los golpes eran fuertes
y enérgicos, sonaban bastante urgentes.

Miré por la ventana y vi un pequeño coche blanco en el camino de entrada.


Quienquiera que fuera volvió a tocar, con la misma energía, gemí. Miré alrededor
buscando una toalla pero me encogí de hombros y sólo limpié mis manos en mis
pantalones. Tenía harina por toda mi ropa tal y como estaba así que, que daño podía
hacer un poco más. Estaba hecha un desastre por hornear y sentía vergüenza de
atender así a la puerta, pero era la única que podía hacerlo.

Nunca antes había estado en esta situación, ya que nunca había estado sola cuando
alguien tocaba. No estaba segura si en realidad debería de atender o no, ya que el
doctor Cullen nunca me había dicho nada sobre los visitantes, pero imaginé que sería

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parte de mis obligaciones ya que por lo general lo eran para alguien como yo. La
persona tocó por tercera vez y suspiré, resignada. Entré en el vestíbulo y me asomé por
la mirilla, mi ceño se frunció cuando vi que era una mujer. Aunque en realidad no pude
ver quién era, ya que estaba de espaldas a la puerta.

Quité el seguro a la puerta con cautela y tomé un profundo respiro, abriéndola


despacio. La chica se dio la vuelta cuando oyó la puerta abrirse y mis ojos se abrieron
ligeramente cuando la reconocí como la chica que Edward llevó al baile de anoche. Me
entrecerró ligeramente sus ojos y arrugó su nariz, una mirada de asco puro vino a su
rostro mientras me miraba. Me sonrojé un poco, avergonzada y sintiéndome
completamente inadecuada. Ella era hermosa, incluso en un conjunto de chándal de
color rosa lucía como si pudiera ser una modelo. Me sentía inferior, y no ayudaba a mi
confianza que estaba cubierta en harina y masa de las galletas. Ella sólo se quedó allí
por un momento, fulminándome con la mirada, y me di cuenta que estaba tan bien
arreglada que hasta su lápiz labial y su liga para el cabello combinaban con su ropa.

“Tengo que ver a Edward,” dijo finalmente, había un poco de crueldad en su voz.

“Él, eh, sigue dormido,” murmuré. Se rió secamente y puso sus manos en sus caderas.

“No te pregunté qué estaba haciendo, fenómeno. Te dije que tengo que verlo. Así que
corre y tráelo, ¿no es ese tu jodido trabajo?” Dijo despectivamente. Me sobresalté por
su tono.

No sabía exactamente qué hacer. Edward me había recibido en su habitación y había


sido amable conmigo, pero no sabía si podía simplemente irrumpir en su habitación y
despertarlo. Edward odiaba que lo sorprendieran e imaginaba que al hacer eso
definitivamente iba a sorprenderlo. Pero no quería ser descortés y rechazar a su
invitada, y posiblemente terminar molestándolo porque ella vino a verlo y yo no le dije.
No sabía si él querría verla, pero ya que la llevó al baile pensé que tal vez lo querría.
Tal vez él realmente se preocupara por ella, y sería un grave error despedir a su amiga
si ella era especial para él.

“Eh, en realidad no se supone que entre en su habitación,” dije, aún insegura de lo que
se supone que debería de hacer en esta situación. Gruñó, obviamente irritada conmigo,
y rodó sus ojos.

“Jodida gente incompetente,” escupió. Sin previo aviso me empujó fuera de su camino y
me tomó por sorpresa. Tropecé hacia atrás, perdiendo el equilibrio. Lancé mis manos
hacia atrás para detenerme mientras caía sobre mi trasero. Entró rápidamente y muy
molesta, rodeándome y casi pisando mi mano, dirigiéndose directamente a las
escaleras. Estaba completamente aturdida, sin saber qué hacer. ¿Debería seguirla,
tratar de pararla? Subió los escalones, y lo hizo tan rápido que estaba completamente
fuera de la vista antes de que pudiera levantarme del suelo.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 264


Me puse de pie, gimiendo y me dirigí a las escaleras. Subí la mitad de ellas cuando el
temporizador sonó en la cocina. Vacilé pero me di la vuelta y volví a bajar. Fui a la
cocina y saqué las galletas del horno, no queriendo que se quemaran y crear un
desastre.

Me di cuenta en ese momento que seguir a la chica sería infructuoso, ya que llegó a la
habitación de Edward antes de que siquiera pudiera salir de la cocina. Suspiré,
resignada a que ya era demasiado tarde para hacer ahora algo al respecto, y puse la
segunda tanda de galletas en el horno. Sólo tendría que lidiar más tarde con las
posibles consecuencias. Puse la primera tanda en charolas de alambre para enfriarlas
y salí al vestíbulo cuando escuché alboroto arriba.

“¡Eres un pendejo!” La chica gritó desde el segundo piso. Levanté la vista a los
escalones y vi a Edward empezando a bajarlos hacia el primer piso. Llevaba sólo un
par de pantalones de franela, su pecho todavía desnudo, y su pelo estaba más
desordenado de lo usual. Ella definitivamente lo despertó en medio de su sueño, a
juzgar por su apariencia. Tenía una expresión de extrema molestia en su rostro y
empecé a sentirme un poco más nerviosa, al darme cuenta que estaban peleando. La
chica empezó a bajar los escalones detrás de él, gritando. Edward no dijo nada en
respuesta a sus gritos pero ella estaba llamándolo de lo peor. Escupiendo maldiciones
que nunca antes había escuchado. Estaba visiblemente molesta y me pregunté qué
rayos podría haber hecho Edward para encender tanta furia en ella. Me recordó un
tanto como la esposa de Charles acostumbraba echársele encima.

Me quedé congelada en mi lugar en la plataforma junto al piano mientras ellos


llegaban al vestíbulo. Él levantó la vista hacia mí y se detuvo, inclinando su cabeza
hacia un lado y levantando sus cejas. Una sonrisa adornó sus labios, lo que me
sorprendió. Me miraba con su hermosa sonrisa torcida, parecía casi feliz de verme,
ignorando completamente a la chica parada a menos de medio metro detrás de él
maldiciendo y gritando. Le di en cambio una pequeña sonrisa triste, tratando de ser
comprensiva y disculpándome al mismo tiempo, esperando que no estuviera molesto
conmigo por su presencia. La chica vio nuestro intercambio y pareció que sólo
incrementó su intensa ira. Se congeló abruptamente, estrechando sus ojos hacia mí.

“Oh, que jodidamente lindo. ¿Esa es la puta razón, Edward? ¿Esa perra? ¿Sirvienta y
prostituta?” Escupió. Edward se quedó inmóvil, su sonrisa decayó y la ira se apoderó
de sus facciones una vez más. Noté que sus ojos se oscurecieron ligeramente por la
rabia a medida que volvía su cabeza para fulminarla con la mirada.

“Si sabes lo que es bueno para ti Tanya, cerrarás la puta boca justo ahora,” dijo. Su
voz era elevada y su tono áspero y envió un escalofrío por mi columna vertebral. No era
yo quién estaba en problemas o a quién estaban gritando, pero independientemente
de ello escuchar ese tono me asustó. Anoche me di cuenta que Edward era más como
doctor Cullen de lo que originalmente pensé. De hecho, Edward podría ser peligroso,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 265


muy peligroso si lo cogías por su lado malo. Confesó haber volado el coche de Jacob
Black disparándole varias veces con Jacob presente. Él en sí mismo no me asustaba, ya
que por alguna razón me hacía sentir protegida, pero no obstante, era intimidante. Ella
se rió secamente. “Defensivo, ¿no? Es asqueroso; pensé que eras mejor que esa mierda
Edward. ¡Mírala!” Volvió su cabeza para de nuevo fulminarme con la mirada. “Así que,
¿cuánto te está pagando el doctor Cullen para que folles a su hijo, eh? ¿Acaso lo
sabe?”

Mis ojos se abrieron y la miré horrorizada. ¿Ella pensaba que Edward y yo estábamos
teniendo sexo? Edward miró hacia mí y algo en mi expresión debió encenderlo. Se
acercó a Tanya y la agarró del brazo. Abrió la puerta con tanta fuerza que la estrelló
contra el muro. La sacó al patio y ella le estaba gritando, todavía furiosa. Al principio
pensé que él la estaba lastimando, pero me di cuenta que sólo la tenía agarrada de la
chaqueta y no a ella en realidad.

Entré a la cocina y miré por la ventana, sabiendo que no debería de ser entrometida
pero sin poder evitarlo. Estaba confundida y no tenía idea de lo que estaba pasando.
Vi que la chica levantó su mano tratando de darle una cachetada a Edward cuando él
soltó su brazo. Él la eludió, agarrando su muñeca para detenerla. Él empezó a gritarle,
no pude escuchar lo que le decía pero era obvio que estaba furioso. Después de un
segundo la soltó y ella solo se quedó allí con sus ojos entrecerrados. Él se dio la vuelta
y comenzó a caminar de vuelta hacia la casa, dándole a ella la espalda.

El horno sonó de nuevo, la segunda tanda de galletas terminada. Estaba sacándolas


cuando escuché la puerta de enfrente cerrarse de golpe, con tanta fuerza que sacudió
algunas de las cosas que estaban en la encimera de la cocina. Escuché sus pasos
mientras entraba a la cocina, pero no miré hacia él, con miedo de su reacción. Me
estaba reprimiendo a mí misma por haber abierto la puerta en primer lugar.

Edward se acercó a donde yo estaba, deteniéndose junto a mí. Miró por la ventana,
gruñendo cuando vio que Tanya seguía en el camino de entrada. “¿Por qué carajos la
dejaste entrar aquí, de todos modos?” Preguntó, sonando irritado.

Suspiré. “Lo siento. Honestamente, no quería hacerlo. Ella tocó así que no quise ser
descórtes y atendí, le dije que estabas durmiendo. Se enfadó cuando le dije que no
podía ir a despertarte y me empujó para quitarme del camino y subir ella misma a
despertarte.”

Sus ojos se estrecharon y su cabeza volteó rápidamente en mi dirección. “¿Te golpeó?”


Casi gritó y esa expresión asesina de vuelta en su rostro.

Di un respingo, asustada por la rabia que estaba mostrando. “Eh… quiero decir, ella
me empujó y me caí pero en realidad no creo que ella quisiera lastimarme o algo así,
señor.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 266


Gruñó con fuerza. “Joder, no me llames señor, Bella,” dijo. Se apartó de la encimera y
se dio la vuelta, saliendo de la cocina. Oí que la puerta de enfrente se abrió y volví a
mirar por la ventana. Edward se apresuró a llegar al coche de Tanya, deteniéndola
cuando ella comenzó a echarse de reversa. Ella golpeó los frenos y bajó la ventana.
Edward se inclinó hacia la ventana y le dijo algo. No podía ver lo bastante bien para
saber si ella le respondió o no, pero después de un momento él se incorporó
retrocediendo. Siguió allí por un segundo, mirándola fijamente, antes de caminar hacia
el frente del coche. Gritó algo y golpeó sus puños sobre el capó del coche. Tanya pisó
el acelerador y voló rápidamente en reversa, alejándose de él. Mis ojos se abrieron
cuando vi las abolladuras que sus manos habían dejado.

Edward se alejó, luciendo completamente enfurecido. Se dirigió de vuelta a la casa,


cerrando la puerta de enfrente con fuerza, maldiciendo en voz baja. Subió corriendo
las escaleras rápidamente, volviendo unos momentos más tarde con sus llaves en la
mano. Se dirigió afuera y se subió a su coche, poniéndolo en marcha. Estaba un poco
sorprendida y confusa, preguntándome por qué se iba. Pensé que tal vez iba tras ella,
pero en lugar de eso escuché la puerta del garaje abrirse. Edward nunca se
estacionaba en el garaje, en realidad ninguno de ellos se molestaba en hacerlo, así
que lo observaba con un poco de confusión cuando paró el coche y la cerró.

Un momento después volvió a la casa, entrando a la cocina donde yo estaba. Arrojó


sus llaves sobre la encimera, suspirando. Miró hacia mí y vio la confusión en mi rostro y
suspiro, negando con la cabeza y pasando sus dedos por su cabello. “Joder, tendría
que matarla si resulta ser lo suficientemente estúpida como para intentar hacerle daño
al Volvo, así que para proteger su vida el puto coche estará escondido hasta que ella
se calme.”

Asentí, comprendiendo. Había aprendido que Edward era extremadamente protector


con su coche y podía imaginar qué tipo de rabia se encendería dentro de él si alguien
lo dañaba. Finalmente empecé a quitar la segunda tanda de galletas de la charola
para hornear, poniéndolas sobre charolas de alambre. “Lo siento si fue mi culpa,”
murmuré. Suspiró, pasando los dedos por su cabello de nuevo.

“No es tu culpa, es la mía. Conozco a Tanya por un largo tiempo, y evidentemente en


algún momento ella se metió en la cabeza que me iba a enamorar de ella y sentar
cabeza con ella, o lo que sea. Ella no puede entender el concepto que no es
exactamente mi tipo.”

Lo miré, ligeramente sorprendida. Edward extendió su mano rodeándome, rozando mi


brazo y agarrando una de las galletas de mantequilla de maní de la charola. “¿Ella no
es tu tipo?” Pregunté con incredulidad.

Él miró hacia mí, negando con la cabeza y tomando un bocado de la galleta. “No, ¿por
qué te sorprende? Y por cierto, esta galleta es una mierda fantástica.”

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Le sonreí levemente por el cumplido. “Gracias. Y supongo que sólo me sorprendió
porque saliste con ella anoche y ella es una chica hermosa.”

“¿Crees que Tanya es hermosa?” Preguntó, su tono totalmente de curiosidad. Asentí.

“Se ve casi perfecta, como si perteneciera a la portada de una revista,” dije.

Se echó a reír. “Exacto. Ella no es una mierda real. Con la manos demasiado bien
cuidadas, jodidamente falsa. Se esfuerza demasiado. En realidad nunca podría estar
con alguien que pasa horas enfrente del espejo cada mañana poniéndose un chingo
de maquillaje y perfeccionando su cabello sólo para acabar luciendo como una
maldita muñeca Barbie. Necesito alguien que no tenga miedo de ensuciarse las manos
y esa no es ella. Tanya explotaría si se astillara una puta uña. La perfección no es mi
definición de la belleza.”

“Oh,” dije simplemente, no exactamente segura de cómo responder a eso.


Inmediatamente me pregunté, qué pensaba él que era la belleza, pero era demasiado
tímida para preguntar. Se rió de nuevo por mi pobre respuesta, extendiendo su mano y
agarrando otra galleta de la charola.

“Come una galleta, Bella,” dijo, dándose la vuelta y dirigiéndose por las escaleras.

Estaba limpiando la cocina cuando un coche se detuvo en el frente. Jasper y Emmett


bajaron del Jeep de Emmett, ambos actuando con lentitud y luciendo muy mal.
Entraron en la casa y se dirigieron directamente a la cocina. Jasper agarró algunas
botellas de agua del refrigerador y Emmett agarró la botella de aspirinas del gabinete.

Edward bajó los escalones y entró en la cocina. Miró a sus hermanos y se echó a reir,
sacudiendo su cabeza. “Sfatto,*” dijo, extendiendo su mano y palmeando a Jasper en
la espalda. Jasper hizo una mueca y se apartó de Edward, rodando los ojos.

“Sí, bueno, ¿a qué hora llegaste?” Preguntó. Edward se rió, encogiéndose de hombros.

“¿Quién carajos sabe? ¿A la medianoche, tal vez? No es que haya mirado al reloj
cuando llegué,” dijo, mirando hacia mí con sus cejas levantadas. Asentí y sonreí. Lo
encontré en la cocina poco después de la medianoche.

Sus dos hermanos lo miraron, obviamente sorprendidos por la respuesta. El teléfono de


Emmett sonó y lo respondió, dándole una última mirada extraña a Edward antes de
salir de la habitación. Jasper solo se quedó allí, mirando a Edward como si estuviera
loco. “¿Hablas en serio? ¿De verdad llegaste a casa a la medianoche?”

Edward asintió. “Isabella y yo pasamos el rato juntos como hasta las 3:30,” dijo,
encogiéndose de hombros. Jasper miró hacia mí y levantó una ceja. Le sonreí y asentí,
confirmándolo. Me miró fijamente por un momento con una expresión curiosa en su
rostro antes de otra vez volverse hacia Edward. Le arqueó una ceja y Edward gruñó,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 268


rodando los ojos.

“Joder, estábamos leyendo. Bueno, ella lo estaba. Yo me estaba dando un subidón y


soplándole el humo a ella,” dijo, riendo entre dientes. Mis ojos se abrieron por su
confesión. Jasper se le quedó viendo a Edward por un momento, luciendo
completamente atónito.

“¿La drogaste?” Preguntó con incredulidad. Parpadeó un par de veces antes de que su
cabeza se volviera rápidamente en mi dirección, la sorpresa en su rostro. “Espera,
pensé que eras analfabeta.”

Edward se rió con fuerza y me sonrojé, avergonzada. No podía creer que Edward
estuviera diciendo todo tan tranquilamente.

“Ella sabe lo básico, sólo falta pulirla un poco,” dijo Edward. Se echó hacia atrás
apoyándose en la encimera, agarrando otra galleta de la charola y masticándola. Se
me quedó mirando y su mirada me estaba haciendo sentir un poco cohibida. Jasper vio
las galletas, y agarró una también, tomando un bocado.

“No recuerdo la última vez que comí una verdadera galleta de mantequilla de maní
hecha en casa,” murmuró con la boca llena. Sonreí levemente. “En realidad, creo que
nunca había comido una, y estas están formidables. Pero, es genial que no seas
completamente analfabeta. Vamos a tener que ayudarte con eso.”

Edward me sonrió. “Sí, eso fue lo que le dije.”

Afuera oí crujir la grava y miré por la ventana para ver el coche negro detenerse. “El
doctor Cullen está en casa,” dije en voz baja, alejándome de los chicos. Agarré un
recipiente del gabinete y empecé a poner las galletas en él ahora que se habían
enfriado. Escuché la puerta del frente abrirse y pasos dirigiéndose hacia la cocina.

“Buenos días, chicos,” dijo el doctor Cullen, entrando a la habitación. Ambos


murmuraron un buenos días, y Jasper dio la media vuelta y se marchó. Edward se
quedó atrás cerca de la entrada, observando a su padre con curiosidad. El doctor
Cullen se acercó hacia donde yo estaba, deteniéndose junto a mí. Estaba tan cerca que
su brazo rozaba con el mío y enviaba escalofríos por mi cuerpo debido al miedo. La
presencia del doctor Cullen todavía me inquietaba después de lo que pasó ese día. Me
costaba mucho dejar a un lado esa versión de él para aceptar de nuevo al hombre
compasivo, y no estaba segura de que alguna vez volviera a estar totalmente cómoda
con él.

“Buenos días, dolcezza,” dijo con suavidad, alcanzando el recipiente frente a mí y


agarrando una galleta.

“Buenos días, señor,” dije en voz baja. “Eh… ¿qué significa eso?”

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Me miró y levantó sus cejas, sonriendo. “¿Dolcezza?” Preguntó. Su expresión tranquila
y despreocupada, sus ojos prácticamente bailando. Parecía estar feliz y no era habitual
en él. Rara vez aparentaba estar relajado, por lo general su apariencia siempre tenía
un borde duro.

“Sí, señor. Eso.”

Le dio un mordisco a la galleta asintiendo. “Básicamente es ‘dulzura’ en italiano. Y


esta galleta está increíble, gracias.”

Mis ojos se ampliaron y asentí, un poco aturdida. ¿Dulzura? Sonrió una vez más y se
dio la vuelta, saliendo de la cocina. No tenía idea de lo que se le había metido al
doctor Cullen para que estuviera tan feliz esta mañana pero era asombroso.

Seguí guardando las galletas y escuché pasos viniendo detrás de mí. Eché un vistazo
alrededor y vi a Edward acercarse. Se volvió y saltó sobre la encimera cerca de donde
estaba parada y agarró otra galleta del contenedor antes de que pudiera ponerle la
tapa. Le sonreí, orgullosa de que parecía disfrutar de mi repostería. Me devolvió la
sonrisa y le dio un mordisco, mirándome fijamente.

“¿Estás bien?” Preguntó después de un momento, su voz baja y mezclada con


preocupación. Lo miré y vi que parecía genuinamente preocupado y eso me confundió
un poco.

“Sí, estoy bien. ¿Por qué no había de estarlo?” Pregunté vacilante, con un poco de
curiosidad del por qué me estaba haciendo esa pregunta. Suspiró y pasó su mano por
su pelo.

“Tienes pesadillas,” dijo, encogiéndose de hombros. Mis ojos se abrieron ligeramente y


aparté la mirada de él, avergonzada de que al parecer anoche lo había molestado
después de todo.

“Lo siento si perturbé tu sueño,” dije en voz baja. “No tenía intención de hacerlo. Debí
haber vuelto a mi habitación.”

Gruñó. “Eso no me importa, angelo. No me molestaste, sólo me preocupé un poco


cuando empezaste a asustarme.”

Podía sentir sus ojos en mí pero no podía levantar la vista para encontrar su mirada.
Sentí mis mejillas ponerse cada vez más calientes por la vergüenza. “Estoy bien,” dije,
vacilando. “Yo, eh... no sé por qué pasó eso, por lo general no es así.” Estaba
mintiendo pero me sentía un poco incómoda hablando con él sobre eso. No quería que
se preocupara por mí. No tenía porque hacer eso.

“Pendejadas,” dijo. Levanté la vista hacia él, un poco sorprendida. Tenía una ceja
arqueada hacia mí. “¿Por qué me estás mintiendo?”

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Mi corazón comenzó a acelerarse mientras en mi interior comencé a entrar en pánico.
“¿Qué te hace pensar que estoy mintiendo?” Pregunté. Suspiró y negó con la cabeza.

“Puedo escucharte, ¿sabes? Gritas todas las noches. Y joder, luces como si no hubieras
estado durmiendo, como si anoche fuera lo que más has dormido en mucho tiempo,”
dijo. Gemí y cerré los ojos, poniendo mis manos sobre la encimera y agachando la
cabeza. No podía creer que me pudiera escuchar por las noches. No pensé que fuera
así de ruidosa.

“No sabía que podías escucharme. Lo siento,” murmuré, suspirando, y manteniendo mi


cabeza gacha.

“No te disculpes. Sólo estaba preocupado por ti, y por supuesto no entiendo por qué
carajos te paras aquí y me mientes sobre eso.”

Sentí lágrimas brotando de mis ojos, pero las contuve, sin querer parecer como una
idiota y llorar. “Porque es estúpido, y no tiene importancia,” murmuré.

Suspiró pero no dijo nada. Después de un momento sentí su mano en la parte de atrás
de mi cabeza. Pasó sus manos por mi cabello con suavidad, llevándolos hacia abajo y
frotando la parte superior de mi espalda con delicadeza. “Es importante si te impide
dormir. Para tu información, sé lo que es eso.” Levanté la vista hacia él sorprendida.
Sonrió levemente cuando mis ojos encontraron los suyos. “¿Quieres contarme?”

Negué con la cabeza rápidamente. “Yo, eh… no,” dije. Sonrió levemente y asintió.

“Está bien. Si cambias de opinión, soy todo oídos. Y lo siento si de alguna manera te
hice sentir incómodo en la cama conmigo. Pero parecías calmarte un poco cuando te
abrazaba.”

Mis ojos se ampliaron. ¿Él hizo eso? Pensé que prácticamente me había metido en sus
brazos, para nada consideré que lo hizo intencionalmente. “No, no me hiciste sentir
incómoda. Eso fue, eh…” Dudé, sin saber que decir. “¿Agradable?”

Sonrió y rió entre dientes, asintiendo y apartando la mirada. Quitó su mano de mi


espalda y se bajó de la encimera. “Sí, fue agradable,” dijo en voz baja, dándome una
pequeña sonrisa antes de salir de la cocina.

Suspiré, quitando la harina de mi ropa lo mejor que pude, y terminando de limpiar


antes de dirigirme a la sala de estar donde todos estaba reunidos. Edward me miró
desde el lugar que había tomado en el sofá y sonrió alegremente. “Oye Papá,” dijo, sus
ojos seguían en mí. Mis ojos se entrecerraron un poco, sin saber qué es lo que estaba
haciendo pero tenía una mirada traviesa en su rostro que me inquietaba.

“¿Sí?” El doctor Cullen respondió desde la silla donde estaba del otro lado de la
habitación. No miró a Edward, continuó mirando la televisión.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 271


“Creo que vamos a enseñar a Isabella a leer,” dijo. “Al menos entonces alguien hará
uso de la biblioteca.” Mis ojos se ampliaron y el miedo se disparó a través de mí, miedo
por la reacción del doctor Cullen. Edward dijo que me cubriría cuando me dio el libro y
no tenía idea qué quería decir con eso, ¿pero de verdad podía ser así de simple?

El doctor Cullen miró brevemente hacia su hijo antes de mirar hacia mí. Levantó sus
cejas y me miró inquisitivamente por un momento, parecía considerarlo. “Está bien,”
dijo finalmente, encogiéndose de hombros y volviéndose otra vez hacia la televisión.
Sólo me quedé mirándolo sorprendida, echando un vistazo hacia Edward después. Él
sonrió y me guiñó un ojo y yo bajé la vista. Sentí el rubor subir por mis mejillas. “Toma
asiento, Isabella.”

Levanté la vista para ver al doctor Cullen mirándome de nuevo. No podría decir por su
expresión si se trataba de una oferta o una demanda que me sentara con ellos pero
sabía que era mejor prevenir que lamentar. Suspiré y aparté mi vista de él, sin ser
capaz todavía de mantener el contacto visual, y me acerqué despacio al sofá. Me senté
en medio, entre Jasper y Edward.

Edward tenía los pies sobre la mesa frente a él, encorvado hacia abajo con sus brazos
cruzados sobre el pecho. Mi brazo rozó el suyo y miró hacia mí, sonriendo ligeramente.
Jasper tenía sus largas piernas estiradas frente a él y estaba tamborileando sus dedos
en el brazo del sofá. Nos sentamos en silencio por un rato, su atención fija en la
televisión. No tenía idea de lo que era, alguna película sobre algún tipo. No podía
concentrarme en ella, la cercanía de Edward me inquietaba.

Hubo un golpe en la puerta después de un rato y miré alrededor, confusa ya que nadie
se levantaba para atender. Consideré hacerlo yo misma pero tenía un poco de miedo
después de mi previo encuentro de esta mañana. Tocaron una vez más y sentí mi
corazón acelerarse, finalmente surgió la confusión cuando la puerta se abrió.

“¿Ninguno de ustedes decerebrados puede atender la puerta por mí?” La voz de


Rosalie inmediatamente se filtró. Miré hacia Edward y lo vi rodar los ojos. Me tensé, un
poco temerosa de ella. Pude escuchar el chasquido de sus tacones por el vestíbulo
mientras caminaba hacia nosotros, cada paso aumentaba mi ansiedad.

“Hola, Rosalie,” dijo el doctor Cullen cuando entró, sin dejar de mirar la televisión. Se
detuvo, y miró alrededor a todos nosotros, sus ojos se detuvieron en mí un poco más de
lo que era cómodo para mí.

“Hola Doc, hola chicos,” murmuró. Edward y Jasper le murmuraron un hola y Emmett un
entusiasta ‘hola nena.”

Todos se rieron de Emmett y Rose se acercó a donde estaba sentado. Se apretó en la


silla con él, sentándose en su regazo y envolviendo sus brazos en torno a él. Emmett la
abrazó con fuerza y compartieron una pequeña sonrisa, sus expresiones eran tanto

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amorosas como afectuosas. Era algo sorprendente y sonreí instintivamente por la vista.
Rosalie puede ser fría conmigo, pero me di cuenta que no era una persona
completamente mala. Era evidente que tenía un lado amable que Emmett vio
claramente.

Volví mi atención a la televisión, sin querer que Rosalie me atrapara mirándola. Traté
de concentrarme en ella, tratando de entender de qué se trataba la película. Pero
Edward seguía muy cerca de mí y eso estaba perturbando mi mente. Podía sentir el
hormigueo en mi cuerpo por su toque, el aroma de su colonia filtrándose por mis
orificios nasales, haciendo que todo lo demás pareciera simplemente tan
insignificante.

“Oiga doc, ¿le dijo su hijo que esta mañana destartaló el coche de Tanya?” Rosalie
preguntó, mirando hacia Edward y sonriendo maliciosamente. Edward gruñó y rodó los
ojos.

“No lo destartalé. Le hice una pequeña abolladura de mierda en el capó,” murmuró,


sacudiendo su cabeza.

“Y se lo merecía, irrumpiendo aquí esta mañana como un maldito interrogador y


despertándome. Pensé que era mejor golpear el puto coche que a ella. “

El doctor Cullen miró a su hijo. “¿Y por qué exactamente ella irrumpió aquí esta
mañana para interrogarte?”

Edward rodó los ojos. “Se puso toda psicópata porque no le di lo que quería. Quería
una puta relación conmigo o algo así.”

El doctor Cullen se echó a reír, negando con la cabeza. “Sí, bueno, eso pasa cuando
les das falsas esperanzas a las chicas, ¿sabes?”

Edward gruñó, entrecerrando ligeramente sus ojos hacia su padre. “Como sea, no le di
falsas esperanzas. Soy franco; ellas saben qué coño está pasando. Pero
independientemente de eso, tal vez yo merezca esa mierda, pero Isabella no merecía
ser golpeada.”

Las cejas del doctor Cullen se levantaron y me miró. Mi corazón comenzó a acelerarse,
sintiendo mi estómago revuelto por el hecho de que me sacaran a relucir en la
conversación.

“¿Tanya te golpeó?” Me preguntó.

Suspiré. “Sí, señor. Pero no creo que ella tuviera la intención de hacerme algún daño.
Probablemente fue un accidente.”

“Puras pendejadas,” dijo Edward, mirando hacia mí y arqueando una ceja. “Tanya
estaba enojada, sabía exactamente lo que estaba haciendo.”

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El doctor Cullen suspiró, negando con la cabeza. “Supongo que sí. Me alegro de que
no hubieras salido lastimada Isabella. No debiste de estar en la línea de fuego con la
puttani de Edward.”

Edward gimió pero sonrió levemente. No tenía idea de que era puttani pero tenía la
sensación de que no era un nombre muy agradable para las chicas. “Está bien. He
sobrevivido a cosas mucho peores que un empujón.”

Al momento que las palabras salieron de mis labios me sentí mal. El doctor Cullen se
me quedó viendo, su mirada era intensa. Probablemente pensó que estaba tratando de
dejarlo en evidencia, ya que me di cuenta que así es como sonaba. Era la verdad, él
me había hecho algo peor de lo que alguna vez Tanya pudiera haberme hecho, pero
no era eso lo que quería decir. “Sí, lo has hecho,” dijo después de un momento,
volviendo de nuevo su cabeza hacia la televisión.

“Pareces preocupada.” Salté, un poco asustada cuando Edward acercó su cabeza a mí


y me susurró, sus labios tan cerca de mi oído que podía sentir su tibio aliento en mi
cuello. Me estremecí ligeramente por la sensación, mis mejillas enrojeciéndose de
inmediato por la vergüenza ante mi reacción. Edward rió levemente entre dientes, su
boca aún cerca de mi oído. Podía sentir su cabello desordenado rozando contra mi
cuello y mi mejilla, haciéndole cosquillas a mi piel.

“Estoy bien,” dije en voz baja, volviendo la cabeza en su dirección. Estaba tan cerca
que mi mejilla que pasó rozando su nariz y la punta de nuestra nariz se rozó cuando
nuestros ojos se encontraron. Rápidamente echó su cabeza hacia atrás, pero mantuvo
su mirada en mí. Levantó una ceja y nos quedamos mirando el uno al otro por un
momento.

“Odio esta película,” dijo Rosalie después de un momento, rompiendo el silencio en la


habitación y asustándome. Había estado tan atrapada en los ojos de Edward que me
había olvidado que no estábamos solos. Volví mi atención a la televisión, tratando de
concentrarme en ella.

“Tú odias todo,” Edward murmuró. Sentí que el cojín se movió cuando él cambió
ligeramente de posición.

“Como sea. Sólo odio no saber el final. Quiero decir, en serio, ¿qué diablos paso con
él?”

El doctor Cullen rió suavemente. “Ese es el punto. La muerte de Jimmy Hoffa está sin
resolver.”

Mi ceño se frunció, ese nombre me sonaba un poco familiar. Supongo que el tipo en la
película que estábamos viendo se llamaba Jimmy Hoffa y evidentemente murió.
Después de un momento sentí que Edward se agachó en mi dirección. “Es una historia
real. Él se desvaneció en el aire,” susurró. Sonreí levemente, apreciando el gesto. Él

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debe haber visto la mirada de confusión en mi rostro.

“Vamos, no me den esa mierda. ¿Qué es lo que realmente pasó con él?” Rosalie
preguntó.

El doctor Cullen suspiró y negó con la cabeza. “Si estás insinuando que yo tuve algo
que ver con eso Rosalie, estás equivocada. Yo tenía diez años cuando desapareció.”

Ella resopló. “Vamos, tiene que saber algo,” dijo. “Siempre he querido saber.”

Hubo un breve silencio. “Si fuera un hombre de apuestas, apostaría a que fue Frank
Sheeran quién de verdad lo liquidó. Me atrevería a suponer que fue cremado y sus
cenizas eliminadas. Sin embargo, Chicago no tuvo nada que ver con eso. Hoffa fue
valioso para la familia con el lavado de dinero a través de los casinos.”

El tono del doctor Cullen era uniforme, su voz carente de toda emoción. Era un poco
espeluznante, me recordó a como me había hablado ese día en su habitación.

“¿Así que no está bajo el Estadio de los Gigantes?” Emmett preguntó después de un
momento. El doctor Cullen se echó a reír.

“No, no lo creo. Bueno, no lo sé, pero si yo lo hubiera hecho lo hubiera cremado." Todos
se quedaron sentados alrededor, charlando tranquilamente sobre ese tipo Hoffa y
riendo. Estaba un poco incómoda con la situación, después de que se me recordara
cuan insensible podía ser el doctor Cullen. No podía exactamente correr a mi
habitación y esconderme, sin saber cómo reaccionaría el doctor Cullen considerando
que él fue el que me dijo que me sentara en primer lugar. Después de un momento no
lo puede soportar más y me incliné hacia Edward.

“¿Quieres algo de tomar?” Pregunté en voz baja. Volvió su cabeza hacia mí y sonrió.

“Puedes traerme algo si quieres,” dijo, encogiéndose de hombros. Le sonreí y asentí,


poniéndome de pie. Di unos pasos hacia la cocina, deteniéndome abruptamente antes
de salir de la habitación.

“Eh, ¿quiere algo de tomar doctor Cullen?” Pregunté vacilante. Sabía que sería
descórtes no ofrecerlo y los otros dos chicos ya tenían sus bebidas.

“No, gracias,” dijo, mirándome y sonriendo levemente. Forcé una pequeña sonrisa en
respuesta para ser educada, dándome la vuelta para salir cuando Rosalie intervino.

“Tomaré una botella de agua, gracias por preguntar,” comentó sarcásticamente. Mis
pasos se tambalearon y sentí elevarse el ritmo de mi corazón, un poco asustada de que
hubiera metido la pata. No sabía si se supone que tenía que preguntarle o cómo se
supone exactamente que tenía que tratarla cuando nos visitara. El doctor Cullen había
dicho que ella era como una hija para él, ¿eso significaba que tenía que tratarla como
un miembro de la familia?

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“Tú eres completamente capaz de conseguir tu propia agua, Rosalie. La última vez que
lo comprobé, no había nada de malo con tus piernas,” dijo el doctor Cullen. Su voz fue
casual, pero me sorprendieron un poco sus palabras. Rosalie resopló en respuesta,
pero por lo demás no respondió.

Di unos pasos hacia la cocina y escuché la voz de Edward. “Eres una pinche perra, lo
juro,” dijo. Escuché a Rosalie murmurar un “como sea” en respuesta.

Entré en la cocina y abrí el refrigerador, mirando alrededor. Agarré una lata de coca, la
abrí y la vertí en un vaso. Agarré el contenedor de cerezas y mezclé un poco de jugo
con la refresco, echando unas pocas cerezas dentro y revolviéndolo. Metí la mano en el
refrigerador y agarré una botella de agua, dudando antes de agarrar otra.

Regresé a la sala de estar y me acerqué a Rosalie con cautela. “Aquí tienes,” dije en
voz baja. Tendiendo uno de las botellas de agua hacia ella. Ella me miró, levantando
las cejas y se quedó así por un momento antes de tomar el agua. De nuevo volvió su
cabeza para mirar la televisión sin decir una palabra.

Me acerqué al sofá, sentándome de nuevo entre Edward y Jasper. Le di a Edward el


vaso de coca de cereza y sonrió. “No tenías porqué haber hecho esa mierda, lo sabes,”
dijo en voz baja, inclinándose hacia mí para susurrarme. “En realidad no tenías que
hacer nada de eso, puedo conseguir mi propia bebida y sin duda esa perra también es
capaz de hacer esa mierda por sí misma.” Llevó su bebida a sus labios, tomando un
sorbo. “Aunque, joder, realmente lo agradezco,” añadió, riendo entre dientes.

Sonreí levemente. “De nada,” dije en voz baja. Miré de nuevo hacia la televisión y algo
por el rabillo de mi ojo llamó la atención. Eché un vistazo y mis ojos se abrieron
ligeramente cuando vi al doctor Cullen mirándonos a Edward y a mí. No pude descifrar
su expresión si estaba desilusionado, enojado o triste, pero sus labios estaban un poco
curveados hacia abajo y sus ojos ligeramente entrecerrados. Empecé a sentirme
cohibida, con miedo de que tal vez hubiera hecho algo mal. No podía evitar el miedo
constante que ahora sentía en torno a él, ya que siempre tenía miedo de cometer un
error involuntariamente que lo hiciera enojar.

El teléfono del doctor Cullen sonó y apartó su vista de nosotros, llevando su mano a su
bolsillo para encontrarlo. Lo sacó y miró la pantalla, una mirada de confusión en su
rostro. Suspiró y lo contestó.

“Cullen al habla,” dijo. Estuvo callado por un momento. “¿Sí?”

Supongo que la persona en el teléfono estaba hablando, mientras el doctor Cullen se


sentó en silencio escuchando, la mirada confusa en su rostro fue cada vez mayor.
“¿Cuántas marcas dijiste que tenías?” Preguntó, su voz mostrando la misma cantidad
de confusión. Una oleada de temor instintivo se disparó a través de mí, sabiendo que
‘marcas' era como se llamaba a la gente que la mafia asesinaba. “¿Estás seguro?”

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Traté de no escuchar, no queriendo parecer como que estaba espiando ni nada, pero el
doctor Cullen estaba hablando bastante fuerte y claro. “Bueno, ¿quiénes eran?” Eché
un vistazo y vi que Edward estaba observando a su padre, sus ojos ligeramente
entrecerrados.

“¡¿Qué?!” Dijo el doctor Cullen, su voz más fuerte que antes. “¿Cómo demonios es
posible eso?” El doctor Cullen gruñó después de un momento. “Hazlo otra vez. Si se
trata de lo mismo, vamos a rehacer todo. Pero eso tiene que estar equivocado. Y espero
completa discreción, ¿me escuchaste? No quiero que esto se filtre hasta que pueda
resolverlo, sobre todo cuando tenemos tantas ratas en el alcantarillado. Manténgalo
extraoficial… simplemente no tenemos que golpear el colchón sobre esto
prematuramente. ¿Capisca?”

Lanzó su teléfono, pellizcando el puente de su nariz y mirando al suelo. Lo observé por


el rabillo del ojo, un poco confusa por su cambio de actitud. Antes había estado tan
feliz.

“¿Isabella?” Dijo después de un momento. Lo miré y vi que me estaba mirando


fijamente.

“¿Sí, señor?”

“¿Sabes mucho sobre los negocios de los Swan? ¿Alguna vez hablaron de ello cerca
de ti?” Preguntó, alzando las cejas inquisitivamente.

“Eh… no, señor,” dije vacilante, tomándome desprevenida, sin saber por qué me había
preguntado sobre Charles. “Quiero decir, éramos conscientes, pero Charles nos
castigaría si alguna vez insinuáramos que era más que un agente de bienes raíces.”

El doctor Cullen asintió, pero no respondió. Se quedó sentado mirando, su expresión


indescifrable, pero parecía como si me estuviera estudiando por alguna razón.

Después de un momento volvió su atención a Edward. Negó con la cabeza y se pellizcó


el puente de la nariz. “Una pinche coca de cereza,” murmuró, su voz una mezcla de
rabia e incredulidad. Después de eso se levantó bruscamente, agarrando su teléfono y
saliendo de la habitación sin decir una palabra más.

No tenía idea de lo que había sucedido, pero lo que fuera no podía ser bueno. Miré a
Edward quién me observaba con atención. Fruncí mi frente, confundida, y se encogió
de hombros.

“Quiere romperme la madre,” dijo.

******************

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Lenguaje de la Mafia:

Ratas= Alguien que dice secretos de la organización- en otras palabras soplón.

Extraoficial= Hacer algo sin el conocimiento de toda la ‘familia’.

Alcantarillado= ‘Gestión de residuos’ es un eufemismo para una organización de la


mafia.

Golpear el colchón= Empezar una guerra con la organización rival.

Puttani = Puta

Capisca = Entiendes

Sfatto = Cuando estás jodido después de una noche salvaje

Dolcezza = Dulzura

Angelo = Ángel

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“Las palabras son una forma maravillosa de comunicación, pero nunca remplazarán
a los besos y los puñetazos.”—Ashleigh Brilliant

Edward cullen

Me senté en la pequeña e incómoda silla de plástico, removiéndome porque el culo me


dolía. Estaba golpeando la punta de mi lápiz contra el escritorio, cada golpecito
irritando hasta la mierda a todos a mi alrededor, pero no me importaba. Estaba
aburrido, ansioso y listo para terminar de una vez con la ridícula clase de mierda.
Tanya estaba sentada detrás de mí y casi podía sentir sus ojos clavados en la parte
posterior de mí cabeza. Estaba enojada conmigo y honestamente no me importaba lo
que pensara, pero estaba consiguiendo molestarme escuchando sus exagerados
suspiros y resoplidos. Cada exhalación y ruido que venía de ella me hacía querer darle
un puñetazo en su puta cara, así de molesto era. Nunca había arremetido con tal
fuerza contra una chica que la golpeara, aunque algunas veces he querido hacerlo.
Esa es la única razón por la que Tanya se ha salido con la suya tantas veces a lo largo
de los años faltándome al respeto, no golpeo a las mujeres. Pero, ¡me lleva el diablo! Si
ella no me ha tentado. Desafortunadamente Tanya sabía que no la golpearía, a pesar
de lo mucho que deseaba poder hacerlo, y por eso tenía las bolas para hablarme de la
forma en que lo hacía.

Escuché que dijeron mi nombre y miré hacia la maestra parada junto al pizarrón. Me
miraba como esperando algo y murmuré algunas maldiciones en voz baja. No había
estado prestando atención a las mierdas que estaba diciendo o lo que estaba
repasando, así que francamente no tenía idea de porqué me estaba llamando.

“¿Podría repetir eso por favor, Señorita Jones?” Pregunté, usando mi voz seductora,
suave y encantadora a la que incluso las maestras parecían no poder resistirse, y le
arqueé una ceja. Vi la esquina de su boca levantarse en una pequeña sonrisa y sonreí.
Sí, hasta esa perra frígida me deseaba, era ridículo.

“¿Cuál es la respuesta a la pregunta 21?” Preguntó. Eché un vistazo a mi libro, rezando

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que hubiera estado escuchando lo suficiente al menos inconscientemente para estar en
la puta página correcta.

“315 grados,” murmuré. Levanté la vista y vi que asintió levemente, pasándose con
alguien más. Suspiré, negando con la cabeza y mirando el reloj. Sólo faltaban 15
minutos.

“¿Qué te tiene tan distraído?” Tanya susurró, apoyándose en su escritorio de manera


que su boca estaba cerca de mí oído. Moví mi cabeza lejos de ella rápidamente,
asqueado por la sensación de su aliento en mi piel, y gruñí.

“Como si fuera de tu puta incumbencia,” murmuré, más fuerte de lo que pensé ya que
todos a mí alrededor me miraron con molestia. Rodé mis ojos, todos ellos podían
besarme el culo. Me senté en silencio, escuchando a Tanya continuar con sus ridículos
resoplidos detrás de mí por el resto de la clase, sólo mirando fijamente al reloj mientras
los segundos pasaban.

Finalmente la campana sonó y cerré mi libro con fuerza, murmurando un “joder ya era
hora” bajó mi aliento.

“¿Qué es lo que te pasa últimamente? Te lo juro, toma algo de Midol o algo así y
recupérate de ese Síndrome Premenstrual, porque este no eres tú,” dijo Tanya,
arrojando su libro en su mochila. Rodé los ojos de nuevo.

“¿Alguna vez has pensado que tal vez no me conoces?” Pregunté, molesto de que me
estuviera gritando. “¿Y por qué carajos todavía me hablas?”

Resopló otra vez. “¿Tal vez porque solíamos ser amigos?” Dijo.

“Sí, bueno, tú casi mataste eso cuando irrumpiste en mi casa como si la maldita policía
viniera a interrogarme,” escupí. Seguía enojado con ella, sin hablarle por lo que
ocurrió ese día que ella se presentó en la casa. Le pagué por los daños causados a su
coche, sólo para que no hiciera una maldita rabieta y tratara de demandarme o alguna
mierda de esas, pero a estas alturas ella y yo estamos muy lejos de ser “amigos”.
Había entrado en mi habitación gritando esa mierda de que nos pertenecíamos el uno
al otro y que estaba arruinando todo. Nunca le había hecho una promesa, y estaba
malditamente seguro que no le había hecho ningún voto, así que no tenía puto derecho
de actuar de esa forma. También, había estado teniendo una mañana
extraordinariamente fantástica, soñando con Isabella y deseando despertar con ella en
mis brazos. En lugar de eso, me desperté con la estridente voz de Tanya y con Isabella
por ningún lado. Ignoré a Tanya lo mejor que pude, sin importarme una mierda lo que
pensara de mí, pero cuando empezó con Isabella, algo dentro de mí se encendió. Joder,
casi la golpeé como si fuera un hombre, sin importarme una mierda en el momento,
pero lo que me detuvo fue el hecho de saber que Isabella lo vería y no podía hacer esa
putada frente a ella. Cristo, estaba tratando de ganar su corazón, lo último que tenía

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que hacer era pegarle a una mujer frente a ella, aún si esa mujer era alguien tan vil
como Tanya. Dios, ¿cómo fue que alguna vez follé a esa chica? ¿Qué fue lo que le vi?
Traté de calmarme, pero cuando volví a la casa e Isabella mencionó que Tanya la
había golpeado, me perdí. Volví a salir corriendo hacia su coche y bajó la ventanilla,
pensando que había cambiado de opinión y estaba tratando de reconciliarme con ella
o algo así. Me apoyé en su ventana y le dije con mi voz más fría y dura que si alguna
vez volvía a tocar a Isabella no dudaría en joder su mundo. Y lo dije en serio. A ella no
le pondría un dedo encima, pero cueste lo que cueste la dañaría.

“Y si vas a venir mañana a la fiesta, te agradecería que dejaras esa jodida actitud en
casa, Tanya,” dije con firmeza. Me levanté y me colgué la mochila al hombro, dándome
la vuelta y saliendo de la habitación. Todo el mundo se dirigía al quinta hora de clase,
pero yo pasé de largo el salón de clases y salí del edificio, dirigiéndome directamente
al estacionamiento de los estudiantes. La única razón por la que hoy vine a la escuela
fue por el examen de trigonometría que acaba de tomar en la última hora y no había
forma de que soportara alguna otra puta clase. Hoy no.

Desde que nos mudamos a Washington, cada año habíamos tenido una fiesta de
Halloween, por lo general Alice se encarga de todos los detalles al respecto, toda la
mierda de la planificación con decoraciones e invitaciones, y el resto de nosotros
normalmente sólo vamos a disfrutar. En este pequeñísimo pueblo siempre es un gran
acontecimiento, cada año todos lo esperan con ansias.

Alice también se encarga de los disfraces. No tenía idea de qué diablos había
planeado para este año y no lo sabría hasta que se presentara en la casa con todo por
la mañana. Al principio estaba algo preocupado, montando una enorme fiesta en la
casa con Isabella allí, pero Alice y Jasper habían insistido en que todo estaría bien.
Aunque yo no sabía si confiar en su opinión sobre el tema considerando que esos
pendejos la habían llevado a la fiesta después de mi juego y ella no pudo manejar la
situación. Volví a plantear el tema a Isabella algunas veces, tratando de medir su
reacción a la idea de una fiesta en la casa, y ella en realidad no se asustó por ello,
pero me di cuenta que estaba un poco aprensiva. Traté de asegurarle que todo iba a
estar bien, pero honestamente ni siquiera yo podía saberlo. Las perras eran
impredecibles.

Le aseguré en múltiples ocasiones que no tenía que participar, que podía quedarse en
su cuarto si quería y que nadie la molestaría. Nadie tenía permitido subir hasta el
tercer piso durante nuestras fiestas, ellos lo sabían. No había absolutamente ninguna
razón para que alguien subiera allí, así que la dejarían en paz. Pero ella dijo que
estaba bien con todo ello. Sin embargo, no puedo negar que estaba un poco
preocupado, preguntándome si ella tenía idea de todo en lo que se estaba metiendo.

Me dirigí hacia mi coche y lo encendí, rechinando las llantas y saliendo del


estacionamiento rápidamente. Busqué en mi iPod, poniendo algo de hip hop, sólo

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porque me daba la gana. Tengo un gusto tan ecléctico en música que es ridículo, mi
música tiende a cambiar con mi estado de ánimo. Volé por los caminos, dirigiéndome a
la casa. Papá había salido de la ciudad esta mañana en un viaje a Chicago para
tratar con asuntos de la borgata (N.T. Borgata: Familia. La unidad estructural básica de
la sociedad de la mafia) y no regresaría por lo menos durante algunos días. Deduje
por su conversación telefónica la semana pasada que estaban teniendo problemas con
gente infiltrándose y desafiando el juramento de lealtad Omertá (N.T. Omertá
normalmente se refiere al estricto código de silencio de la mafia) y contando secretos
de la familia, así que ellos iban a ordenar y limpiar la casa. Sin embargo, esa
conversación me confundió, ya que normalmente cuando papá habla de negocios
puedo entender bastante bien todo, teniendo tanta práctica a lo largo de los años
espiando como la pequeña mierda entrometida que suelo ser. Me sabía todas las
palabras en clave y lo que realmente significaba lo que lo que decían, lo cual siempre
me dio una buena idea de la mierda en la que mi padre andaba metido. Decía
“marcas” e instintivamente pensaba que estaba hablando de matar a alguien, pero
eso no tiene ningún puto sentido. Ellos nunca habían sido tan malditamente evidentes
sobre matar personas cuando hablan porque nunca sabes quién jodidos pudiera estar
interviniendo la línea, especialmente ahora, con el Departamento de Justicia sobre
ellos. Cuando hablan acerca de liquidar a alguien, hablan acerca de remodelar, pintar
la casa era asesinar, por la sangre salpicando las putas paredes, y un trabajo de
carpintería es deshacerse del cuerpo y limpiar. Quieres acabar con alguien, pídele a
un asesino a sueldo un contrato para pintar una casa y hacer algún trabajo de
carpintería. Así que no podía entender de qué clase de puñeteras “marcas” estaba
hablando y por qué básicamente la conversación lo había impactado. Volvió a casa
con un puto humor estelar e imaginé que significaba que probablemente se había
echado un polvo mientras estuvo fuera, una mierda en la que no me gustaría pensar,
pero algo de esa conversación había acabado con su buen humor. Tenía que ser algo
serio, ya que estaba preocupada porque empezara una guerra por lo que sea que
fuera, y desde entonces ha estado distraído. Toda la maldita semana ha estado al
límite, mirando fijamente a la gente como si el cabrón pudiera leer sus mentes. Joder, el
que él esté al límite me pone paranoico, ya que normalmente es tan indiferente con
todo, así que por mucho que quiera a mi padre me alegra que se haya ido por un
tiempo. Necesito un maldito descanso de todo eso.

Me detuve frente a la casa y apagué el coche. Salí y cerré la puerta, dirigiéndome


hacia la casa. Entré y me paré en seco en el vestíbulo. Olía como a pino-sol, a limón y
pino, jodidamente limpio. Por lo general el olor de los productos químicos de limpieza
me molestaba y hubiera refunfuñado y abierto ventanas para sacar el olor, pero
simplemente esa mierda ya no me molesta ahora porque sé que es el trabajo de
Isabella. La chica podría traer una maldita mofeta a la casa y dejarla que rocíe todo y
deje su puto hedor, y yo probablemente lo dejaría pasar y soportaría esa mierda en
tanto a ella le guste. Lo juro, ella me tiene envuelto en su dedo meñique y ni siquiera se
había dado cuenta. El lugar estaba impecable, el piso casi brillaba ya que obviamente

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lo había fregado hasta dejarlo como espejo. La casa estaba en completo silencio, así
que no tenía idea de donde estaba o lo que estaba haciendo, pero era evidente que
había tenido una mañana muy ocupada. Recorrí la planta baja, mirando alrededor y
notando que todas las habitaciones estaban igual de limpias.

Me dirigí hacia las escaleras, un poco confundido del por qué había limpiado tanto.
Papá se había ido y ella ya debería de haber sabido que realmente a ninguno de
nosotros nos importaba una mierda si se relajaba un poco. Llegué al segundo piso y vi
todas las puertas cerradas y ni un sonido por ningún lado, así que imaginé que no
estaba allí. Subí al tercer piso y caminé hacia nuestras habitaciones. Escuché la
televisión en su habitación y me detuve en su puerta, escuchando. Después de un
segundo levanté mi mano y toqué suavemente.

Escuché un grito y la puerta se abrió rápidamente. Isabella se quedó ahí parada,


mirándome con los ojos amplios, luciendo completamente asustada. Le arqueé una
ceja, mis ojos inmediatamente deambularon hacia abajo y recorrieron su cuerpo.
Estaba usando esos putos pantalones cortos y esa escotada camiseta sin mangas, la
misma ropa que había estado usando la primera noche que había entrado
sigilosamente a su habitación para verla dormir. El negro hacía que su piel luciera tan
suave y cremosa que tuve que resistir el fuerte impulso hirviendo dentro de mí de
extender mi mano y acariciarla.

“Vístete,” dije, levantando una ceja. Frunció el ceño en confusión, bajando la vista para
mirarse. Sus ojos se abrieron ligeramente por la sorpresa, supongo que al darse cuenta
que tan poca ropa tenía puesta en realidad.

“Lo siento mucho,” murmuró, mirándome. La miré inquisitivamente, confundido del por
qué se estaba disculpando conmigo, cuando me di cuenta de lo que había dicho. Ella
pensó que le estaba diciendo que se vistiera, debido a la cantidad de piel que estaba
mostrando.

“No te disculpes. En serio, nunca jodidos te disculpes por eso,” dije riendo entre dientes,
bajando mis ojos, recorriendo su cuerpo de nuevo. Era tan obvio, que estaba echándole
un vistazo pero realmente no me importaba si ella se daba cuenta. Por supuesto que
me preocuparía si se sintiera incómoda, pero en realidad no podía preocuparme si ella
se daba cuenta que me sentía atraído por ella. Sinceramente, ella ya tendría que
haberlo sospechado de todas formas. La había estado llamando con nombres dulces y
coqueteando con ella durante toda la semana. "Es sólo que tenemos que ir a un lugar y
estoy seguro de que preferirías ponerte algo más antes de irnos.”

“Está bien,” dijo vacilante. “Sólo dame un momento, ¿de acuerdo?”

Asentí. “Tómate todo el tiempo que necesites. Voy a estar en la cocina.”

Sonrió, con su sonrisa inocente y dulce y asintió. Me quedé allí por un momento, sólo

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mirándola y sonriendo, antes de darme la vuelta y dirigirme hacia las escaleras para
darle algo de privacidad. No quería parecer como si quisiera ver lo que iba a hacer o
algo así, aunque eso era exactamente lo que quería hacer.

Me dirigí a la planta baja y entré a la cocina, abriendo el refrigerador y mirando


alrededor. Suspiré y agarré una botella de agua, abriéndola y tomando un trago.
Después de un momento, escuché sus pasos por las escaleras y sonreí para mis
adentros. Estaba mejorando en dejarse escuchar y no ser tan jodidamente sigilosa todo
el tiempo en torno a mí. Odiaba que se me aparecieran de repente.

Me acerqué a la puerta de la cocina cuando llegó al vestíbulo. Llevaba unos jeans y


una camiseta, luciendo casual. Era agradable que una jodida chica estuviera tranquila
a mí alrededor, sin preocuparse tanto por las apariencias.

Me sonrió con dulzura, alzando sus cejas. “Estoy lista,” dijo, encogiéndose de
hombros. Sonreí y asentí con la cabeza, dudando antes de dirigirme a la puerta. La
abrí y ella salió pasando junto a mí, de manera que yo pudiera activar la alarma y
cerrar.

Abrí la puerta del pasajero del coche para ella, y me agradeció en voz baja. Subí por el
lado del conductor y encendí el coche, alejándonos de la casa.

“¿A dónde vamos?” Pregunto. Miré hacia ella, dándome cuenta que se acababa de
subir a un puto coche conmigo, sin tener idea de a dónde íbamos. No estaba seguro de
cómo sentirme al respecto, había estado tratando de que dijera lo que pensara cuando
estuviera con ella, y defenderse por sí misma, diciéndole que podía decirme que no.
Demonios, esperaba que no solo me hubiera seguido y hacer lo que le dije
simplemente porque sintió que no tenía opción. Pero la otra maldita alternativa era
que ella confiaba en mí y no estaba seguro sobre ello. Quería que confiara en mí,
quería que creyera que nunca la lastimaría intencionalmente, y haría lo que pudiera
por ayudarla, ¿pero podría la chica de verdad poner su puta confianza en mí hasta el
punto en que me seguiría a ciegas? No lo sabía.

Abrí la consola central, mirando dentro, buscando la lista. “Abre la guantera, debe de
haber un pedazo de papel ahí,” dije. Me miró con confusión, supongo que porque no le
respondí la pinche pregunta, pero de todos modos hizo lo que le dije. Abrió la guantera
y empezó a mover cosas, buscándola. Eche un vistazo y vi que sacó algo y lo puso en
alto, una mirada confusa en su rostro. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y gruñí
cuando me di cuenta que había encontrado los putos condones que siempre guardaba
en el coche por si acaso. “Cristo, había olvidado que estaban ahí,” murmuré,
sintiéndome como un pendejo. Quiero decir, no era como si estuvieran usados o algo
así, pero no me agradó que los viera porque probablemente eso le recordaría que era
un tipo de pendejo que follaba a las chicas sólo por el gusto de follar. Me echó un
vistazo confundida sosteniendo la pequeña caja negra de Magnum.

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“Eh… ¿qué es esto?” Preguntó vacilante, su ceño fruncido. Gruñí de nuevo, dándome
cuenta que ni siquiera sabía que era un condón y sabiendo que tenía que explicarle.

“Es un condón. Tú, eh…te lo pones… o quiero decir, un tipo se lo pone cuando estás, tú
sabes…” Tartamudeé. Me pasé la mano por el pelo por nerviosismo, sin saber cómo
carajos decirlo y sintiéndome como un idiota. ¡Dios, ¿por qué está chica me pone tan
malditamente nervioso?!

Gruñí, ahora más irritado por mi puta incompetencia. Me miraba con curiosidad,
obviamente esperando una maldita respuesta y sin entender. “Son para el sexo,
Isabella.”

Sus ojos se abrieron de la impresión y dejó caer al caja, soltándola rápidamente como
si el tocarla fuera doloroso o algo así. Casi me reí por su reacción, y probablemente lo
hubiera hecho si no estuviera tan avergonzado por ello. Estiré mi mano y le arrebaté los
condones de su regazo y bajé mi ventanilla, tirándolos a la carretera. Sus ojos se
abrieron impresionada por mi comportamiento. “Para que sepas, son sólo por
protección. Para así no contagiarte de ninguna enfermedad o hacer bebés. Siento que
tuvieras que encontrarlos.”

Asintió vacilante, comprendiendo. Parpadeó un par de veces, obviamente aún tratando


de asimilarlo y probablemente tratando de entender por qué demonios acababa
tirarlos por la ventana en medio de mi reacción exagerada. Me miró brevemente y me
dio una pequeña sonrisa.

“No es gran cosa,” dijo en voz baja. Agarró un pedazo de papel doblado y lo levantó,
mirándome inquisitivamente. “¿Es este?”

Asentí, agradecido que pasáramos de este desastre de conversación. “Sí, esa es.
Ábrela, ¿qué dice?” Cerró la guantera y desdoblo el papel, recorriéndolo con la vista.
Después de un momento sus ojos se estrecharon levemente y vi que sus labios se
movían mientras deletreada en silencio algunas de las palabras. “En voz alta, Bella.”

Me miró con sus ojos amplios antes de volver su atención a la lista. “Eh... papas…Pret--
eh... pretzels... Soda… ¿Vamos al supermercado?”

Sonreí. “Sí, de hecho, ahí es a dónde vamos. Alice me dio esa lista hace ya casi una
semana para conseguir esa mierda para la fiesta y todavía no lo he hecho.
Honestamente, ella mejor que nadie sabe que no debería pedirme esas putadas
porque siempre se me olvida, pero si no lo hago ahora me va a matar. Pensé que
mientras estuviéramos allí podríamos abastecer la casa ya que se nos empieza a
escasear la mierda. Tú sabes, dos pájaros de un tiro.”

No sabía si ella había escuchado esa expresión pero sonrió y asintió como si
entendiera, volviendo su atención a la lista. “¿Quieres que prepare algo para la
fiesta?” Preguntó.

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“No,” dije rápidamente, probablemente con demasiada fuerza ya que saltó levemente.
“Quiero decir, no tienes que hacer esa mierda. No quiero que cocines para toda esa
maldita gente o cualquier otra cosa; deberías de estar disfrutando del descanso ahora
que Papá no está. Es Halloween, tú también deberías divertirte.”

Sonrió ligeramente. “De verdad, no me importaría,” dijo encogiéndose de hombros.


Rodé mis ojos.

“Bueno, a mí sí me importaría. Así que, ¿me harías el favor de relajarte un poco?


Porque no quiero que te molestes en hacer nada por esos hijos de puta. Si cualquiera
de ellos te pide algo, asegúrate de decirles que te besen el culo,” le dije. Me
preocupaba que su instinto natural de hacer lo que se le pedía se activara y empezara
a aceptar las putas órdenes de las perras. Realmente no quería hacer una escena en la
fiesta, pero lo haría, no iba a permitir que le faltaran al respecto en su propia casa.
Porque eso era exactamente lo que era, y me di cuenta que tal vez ella no se sentía
como si tuviera un hogar, pero lo tenía. Su hogar estaba con nosotros, conmigo.

“Está bien,” murmuró. Rodé los ojos.

“¿En serio, Bella? ¿Sólo “está bien”? Lo digo en serio, prométeme que si alguno de
ellos te ordena algo, le vas a decir que no,” le dije.

Suspiró. “Lo prometo.”

Asentí, esperando que no fuera una pinche rompepromesas. “Bien,” dije. Nos detuvimos
en el estacionamiento de la tienda y nos bajamos del coche, dirigiéndonos al interior.
Isabella agarró el carro, esta vez sin una pizca de duda o miedo, y sonreí. Era algo tan
simple, pero ella realmente se había adaptado y progresado mucho desde que llegó
aquí, a Forks. Finalmente estaba empezando a acostumbrarse a las cosas, sintiéndose
relajada afuera en el mundo. Todavía me era difícil creer que pasó toda su vida hasta
ahora fuera del ojo público. Habían cometido una gran injusticia con el mundo,
guardando bajo llave a tan hermosa criatura como ella.

Iba a darme la lista y negué con la cabeza. Llevé mi mano a mi bolsillo y saqué una
pluma, entregándosela. Era mi puñetera pluma favorita, la que escribía sin problemas
y parecía tener un suministro interminable y fluido de tinta. Sí, era quisquilloso hasta
con mis utensilios de escritura, no podía evitar esa mierda. La tomó vacilante y sonreí.
Prácticamente quité sus dedos del carro y empecé a empujarlo. “Puedes encargarte de
la lista,” le dije. Parecía sorprendida y parpadeó un par de veces, pero asintió.
Supongo que la práctica hace la perfección, ¿cierto? Leyendo las palabras y
asegurándose de que teníamos todo por lo menos la ayudaría a aplicar la mierda que
había aprendido. Había estado ocupado toda la semana con el fútbol y la escuela, y
en realidad no había podido ayudarla, pero Jasper dijo que pasó un rato con ella
algunos días de esta semana y que trabajaron en ello. Dijo que le había ayudado con
la práctica de algunos aspectos técnicos, como rimas, sílabas, el sonido de las letras y

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esas pendejadas. No sé, como ya he dicho no sé casi nada de cómo enseñar cosas a la
gente, pero él lo hizo sonar como si supiera lo que estaba haciendo, así que le estaba
agradecido. Alice también estuvo con él algunos de esos días y ella trabajó en un
preescolar durante el verano, así que supongo que ella sabía cómo la gente aprende a
leer. Sí, en eso yo estaba completamente fuera de mi elemento, tratándose de eso,
probablemente yo sería de muy poca ayuda para ella.

Recorrimos la tienda y lanzamos mierda en el carro, tanto de la lista como para la


casa. No habíamos vuelto a hacer compras desde ese día hace unas semanas atrás,
aunque todos nos hemos detenido en la tienda para tomar mierdas necesarias como
leche. Con el tiempo, ella ya le había encontrado el modo a nuestros hábitos
alimenticios y ni siquiera tuve que hacer mucho, ya que también agarró nuestras
botanas y bebidas favoritas. Joder, de hecho, había ganado algo de peso desde que
ella se mudó a causa de su asombrosa forma de cocinar, lo cual era agradable pero
jodidamente molesto porque tenía que pasar más horas en el gimnasio de la escuela
para mantenerme en forma. Sinceramente no podía entender cómo carajos Isabella
seguía tan delgada, podían serle útiles unos cinco kilos adicionales por lo menos.
Empezaba a preguntarme si iba a tener que comenzar a forzarla para que se
alimentara. Joder, nunca la veía comer nada.

Después de que recorrimos todos los pasillos, me entregó la lista de nuevo. La vi y


sonreí, viendo todo tachado. Metí el papel en mi bolsillo con la pluma y nos dirigimos
hacia la caja registradora. Empecé a lanzar mierda en la cinta transportadora,
agradecido de que esta vez la cajera era una mujer mayor y no una de las perras del
Instituto de Forks, ya que todas ellas seguían en la escuela. No estaba seguro de cómo
manejar que alguien se me lanzara o intentara ligar conmigo enfrente de Isabella.
Cristo, ellas podían ser persistentes y no tenía intención de volver a follarme a alguna
de ellas, pero no sabía exactamente como rechazarlas sin pegarles en la puta nariz o
algo así. Esta semana pasada le había dicho a un par de chicas que no estaba
interesado y sólo rodaron los ojos y se rieron, pensando que estaba haciendo una puta
broma y murmuraron que cambiaría de opinión. Supongo que era difícil para ellas
entender que Edward Cullen ya no iba a follar por ahí, como si para ellas no tuviera
sentido. Y no es como si pudiera explicarles por qué, pero ese día en la casa, Tanya
había captado rápidamente esa mierda. Había estado enojada y gritando y no creo
que en realidad que creyera esa mierda que estaba escupiendo, pero me seguía
preocupando. Este pueblo era pequeño y las personas tenían unas jodidas bocas
enormes, y estaba preocupado que los rumores llegaran a papá. Y no quería que
Isabella tuviera una idea equivocada sobre esa mierda, especialmente si ve a otras
chicas coqueteando conmigo, o tratando de manosearme, o algo así. Durante toda la
puñetera semana había estado armándome de valor para decirle que me gustaba y
era difícil como el demonio. Quiero decir, no estaba planeado confesar mi puto amor
eterno o nada por el estilo, no quería asustarla hasta la mierda, pero quería que
supiera que pensaba que era especial. Supongo que no había nada de malo en eso y

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tal vez me ayudaría a evaluar que tan receptiva estaría para algo más, pero no podía
negar que estaba jodidamente nervioso. ¿Quién iba a decir que Edward Cullen alguna
vez iba a estar jodidamente ansioso por una chica? Seguro que nunca lo hubiera
imaginado posible.

Puse todas las compras en la banda y me di la vuelta, a punto de agarrar mi barra de


Toblerone para conseguir mi dosis de chocolate, y me congelé. Mis cejas se levantaron
por la puta sorpresa cuando vi que Isabella se me había adelantado y me estaba
tendiendo una. Sonreí con satisfacción, orgulloso como la mierda de que hubiera
recordado algo tan trivial. Era observadora, eso es seguro. “Gracias,” le dije,
tomándola y lanzándola con el resto de nuestras compras. “Agarra una para ti
también.”

Me miró sorprendida, dudando antes de agarrar una segunda barra de chocolate y


poniéndola con los comestibles. Me volví de nuevo hacia la cajera, sacando la
American Express y pagando cuando me dijo el total. El gerente se acercó de nuevo y
embolso los comestibles, lamiéndome el culo como de costumbre. Le agradecí, e
Isabella y yo salimos de la tienda dirigiéndonos hacia el coche.

Cargué los comestibles en la parte de atrás, sin bajar el techo porque era un día gris y
lloviznaba. Solía gustarme la lluvia, y amaba las putas tormentas cuando era niño,
pero empezaba a odiarla porque me impedía poder utilizar el convertible. El invierno
se aproximaba y pasaría un tiempo antes de que volviera a bajar el techo. Nos subimos
al coche y le di a Isabella su barra de Toblerone. “Gracias, Edward,” dijo amablemente
con una sonrisa, abriendo la barra de chocolate muy meticulosamente, arrancando un
triángulo para comerlo. Reí entre dientes, abriendo el mío y dándole una mordida.

“Cuando quieras, bella ragazza, ni siquiera tienes que darme las gracias,” dije.
Encendí el coche, sonriendo, y dirigiéndome a la carretera.

En el camino a casa hablamos de cosas sin importancia, sobre todo sobre el clima y
mierdas casuales como la vegetación, pero sólo conversar con ella era agradable. Era
bastante inteligente e ingeniosa cuando se abría, nunca dejaba de asombrarme
cuando abría la boca para hablar. Al momento que llegamos a la casa, estaba
lloviendo con fuerza así que me estacioné lo más cerca que pude a la puerta principal.
Apagué el coche y le di mis llaves. Me miró confundida y sonreí.

“Abre la puerta,” le dije, señalándole la llave de la casa. Papá no le había dado una
todavía, , supongo que porque ella nunca iba a ningún lado sin nosotros, pero supongo
que muy pronto lo haría. “Presiona los números 62373 en el teclado y presiona el botón
rojo grande. ¿Crees que puedes hacerlo?”

Asintió vacilante. “62373,” repitió. Le sonreí y asentí.

Salió rápidamente y corrió a la puerta de entrada, poniendo la llave en la cerradura.

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Sonreí, mirándola, y bajé una vez tuvo la puerta abierta. Agarré un montón de bolsas y
la seguí, arrojándolas justo al pasar la puerta en el vestíbulo. Ella se volvió, regresando
al coche y lancé mi mano hacia el frente de ella para detenerla. No pensé antes de
hacerlo, joder, sólo quería decirle que se quedara en la casa para que no se mojara,
pero dio un salto hacia atrás y sus manos volaron frente a ella para protegerse. Retiré
mi mano rápidamente, sintiéndome como un idiota por asustarla. Seguía muy insegura
con los movimientos bruscos y yo debería saber esa mierda mejor que nadie.

“No tenía la intención de asustarte,” murmuré. Asintió y bajó sus manos, dándome una
pequeña sonrisa. Parecía avergonzada por su reacción, pero en realidad no fue su
culpa. “Adelántate y empieza a guardar esa mierda, yo traeré las bolsas del coche. No
quiero que te mojes y te enfermes o algo así.”

Me lanzó una mirada que parecía una mezcla entre confusión y diversión, pero asintió
y comenzó a agarrar bolsas para llevarlas a la cocina. Terminé de descargar el coche
y dejé caer todas las bolsas en el piso. Empecé a sacar cosas y arrojándolas donde
creía que iban. Probablemente le estaba haciendo el trabajo más difícil
atravesándome en su camino, pero me sentía como si al menos estaba tratando de
ayudar. No quería que hiciera esa mierda sola.

Jasper y Emmett llegaron a casa cuando habíamos terminando de guardar los


comestibles. Entraron a la casa y nos quedamos charlando un poco antes de que
Emmett sugiriera ordenar una pizza y ver una película. Alice y Rose estaban ocupadas
con la preparación de Halloween así es que ninguno de esos dos cabrones tenía algo
que hacer. Todos estuvimos de acuerdo y él fue al centro para conseguir la comida,
mientras Isabella, Jasper y yo nos sentamos a charlar en la sala de estar. Seguía
esperando que Isabella tratara de irse y esconderse en su habitación o alguna mierda
así, ya que esta sería la primera vez que en realidad comería con nosotros. Emmett
regresó a casa con tres pizzas, una con todo para él solo, una de queso sencilla porque
Jasper siempre se comía la puta pizza de queso sencilla, y una solo de pepperoni
porque evidentemente soy quisquilloso y no sabía qué pedir para mí. Bueno, en
realidad, como Emmett dijo, “Al pendejo de Edward no le gusta ninguna mierda que le
traiga, así que le pedí lo usual y espero que no se queje demasiado.”

Rodé mis ojos y agarré la caja de la de pepperoni, sin molestarme en darle las gracias
después de eso. Puse la caja en la mesa de café, dejándome caer en el sofá. Miré a
Isabella, bastante sorprendido de que siguiera allí, y palmeé el cojín junto a mí,
diciéndole que se sentara. Dudó, y vi sus ojos moverse rápidamente hacia las
escaleras, pero le arqueé una ceja y le lancé una mirada que claramente decía “no te
atrevas a hacer esa mierda”. Arrastraría su culo de regreso, no había duda de ello. No
había razón para que no comiera con nosotros.

Suspiró y se sentó junto a mí, dándome una pequeña sonrisa. Nos quedamos allí
sentados, comiendo pizza directamente de la caja, y Jasper puso la película de “Los

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Cazafantasmas”, la que todos habíamos visto un chingo de veces pero era evidente
que Isabella no, porque tenía toda su atención. Pensé que ellos querrían ver una
película de terror como ‘Viernes 13’ ya que este fin de semana era Halloween, pero se
agradecía que se fueran por algo un poco menos agresivo. Toda la semana Isabella
había estado teniendo pesadillas, y me encontré escabulléndome a su habitación para
tratar de consolarla. No sabía si ella se había dado cuenta que hacía esa mierda,
cuando nunca se había despertado viéndome, pero por lo general mi presencia parecía
calmarla un poco. Sí, me estaba haciendo jodidamente blando, pero me encantaba
hacer esa mierda. Amaba saber que sólo mi toque podía alejar sus demonios, incluso
si sólo era por un momento.

Cuando “Los Cazafantasmas” terminó, Jasper puso la de “Los Cazafantasmas 2” e


Isabella estuvo tan cautivada con esa como con la primera. Cuando terminó, Jasper se
ofreció a poner la tercera parte, pero ella se rehusó, diciendo que se iba a ir a la cama.
Ella se fue y yo me quedé con mis hermanos por un rato, viendo una desquiciante
película subtitulada de lucha japonesa que Emmett había comprado, antes de subir a
mi habitación.

La habitación de Isabella estuvo extrañamente silenciosa la mayor parte de la noche.


En algún momento de la medianoche me escabullí al interior y la vi durmiendo,
luciendo jodidamente pacífica y casi feliz. Me senté en el borde de su cama y la
observé por un rato, esperando que dijera mi nombre pero nunca lo hizo. No tenía
razón creíble para tocarla, ya que no estaba en pánico ni nada, pero no pude evitarlo.
Acaricié su cabello por un momento, pasando mi mano a lo largo de su suave mejilla.
Finalmente me levanté y suspiré, pasando mis dedos por mi cabello, sabiendo que
tenía que irme antes de que me atrapara. Salí de su habitación y me dirigí a la planta
baja, sentando mi trasero enfrente del piano. Sinceramente, no había estado tocando
mucho hasta la semana pasada, pero tenía una melodía paseándose en mi cabeza
que me estaba volviendo loco. Después de tranquilizar a Isabella por sus pesadillas,
por lo general vengo aquí y jugueteo un rato con ella, tratando de darle cuerpo. Papá
estaría feliz si supiera que en realidad estaba tocando y componiendo un poco, ya que
sabía que odiaba ver el piano sentado en una esquina recolectando polvo. Aunque
nunca me ha dicho una mierda en mi cara, ya que sería un puto hipócrita si lo hiciera.

Como a las 3 am me di por vencido y subí a mi habitación, acostándome en la cama y


quedándome profundamente dormido tan pronto mi cabeza tocó la almohada. Un
fuerte golpeteo en la puta puerta me despertó más tarde y me incorporé rápidamente,
asustado, y miré al reloj. Mis ojos se abrieron cuando vi que ya era la 1 pm. Cristo, ya
había dormido la mitad del maldito día.

Salté de la cama, maldiciendo por que quién sea que fuera seguía golpeando la
puñetera puerta como si fuera la policía con una maldita orden de registro. Abrí la
puerta y vi a Alice parada allí con las manos en sus caderas y sus ojos ligeramente
entrecerrados.

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“Me pregunto si tenías la intención de levantarte hoy,” dijo, con molestia en su voz.
Rodé mis ojos, sacudiendo mi cabeza.

“¿Importa que te de una puta respuesta Alice, considerando que ya estoy levantado?”
Pregunté. Ella sonrió y negó con la cabeza.

“Estamos decorando, baja en 10 minutos,” dijo, dando la media vuelta y alejándose.


Negué con la cabeza y cerré la puerta, suspirando. Me acerqué a mi cómoda y saqué
una camiseta sin mangas, poniéndomela con mis pantalones de franela de la pijama.
Ni siquiera iba a molestarme en vestirme, cuando en poco tiempo Alice nos obligaría a
ponernos disfraces de todos modos.

Me dirigí a la planta baja, gimiendo cuando escuché la voz de Rosalie. Odiaba tratar
con ella cuando acababa de despertar porque entonces era más pendejo y ella
siempre era una perra bocazas. Sí, siempre chocábamos pero más por las mañanas.
Me dirigí a la sala de estar donde estaban ellos, todavía medio dormido y sin ganas de
pasar mi día decorando cuando esa mierda sólo iba a ser arrancada de nuevo, no le
veía el caso. Podía escuchar a Rosalie y Alice charlando, pero la puta habitación
estaba extrañamente en silencio, Jasper y Emmett no estaban por ningún lado. Rosalie
y Alice estaban paradas sobre unas sillas junto a las ventanas, tratando de clavar con
tachuelas serpentinas de color negro y naranja a la pared, e Isabella estaba sentada
en el sofá, revisando una caja de lo que parecían flores falsas y las estaba separando
en pilas por colores. Le levanté una ceja, preguntando que carajos estaba haciendo,
pero ella sólo se encogió de hombros, obviamente sin tener idea para qué carajos Alice
tenía flores falsas. Le sonreí levemente y negué con la cabeza. Me acerqué a dónde
estaban las otras dos y agarré la silla dónde Rosalie estaba parada, sacudiéndola.
Ella gritó, ya que le di un susto de mierda y casi hice que se callera porque no me
había escuchado acercarme. Extendió su mano para darme un manotazo y salté hacia
atrás. Estrechó sus ojos y saltó de la puta silla, corriendo directamente hacia mí. Me
agaché y me cubrí la cabeza y me golpeó dos veces en la espalda.

“Eres un idiota, Edward,” escupió. Dejé caer mis manos, riéndome.

“Sí, bueno, tú golpeas como niñita,” dije. De nuevo estrechó sus ojos y su puño salió
disparado, pegándome justo en el puto pecho. “¡Cristo! ¡Esa mierda dolió!” dije,
frotando el lugar donde su puño había golpeado.

“¿Quién es la niñita ahora?” Preguntó, levantando una ceja y sonriendo con


suficiencia. Rodé mis ojos y di la media vuelta alejándome de ella, mirando a Isabella.
Ella nos observaba con cuidado.

“¿Edward puedes ayudar a Isabella a separar esas flores?” Alice preguntó detrás de
mí. Suspiré y asentí con la cabeza.

“Claro, enana. ¿Cómo sea, para que carajos son?” Pregunté, caminando hacia

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Isabella. Ella me sonrió y le guiñé un ojo, lo que hizo que se sonrojara. Reí entre dientes
y me dirigí al estéreo. “¿Alguna de ustedes tiene su iPod?”

“Son para la decoración idiota,” dijo Alice juguetonamente. Saltó de la silla y caminó
hacia su cartera, sacando su pequeño iPod color rosa. Me lo entregó y lo puse en la
estación base, poniendo algo de música porque esta mierda estaba demasiada
silenciosa y yo no podía hacer nada sin ruido de fondo.

Me senté junto a Isabella y comencé a separar flores. Después de un rato, Jasper y


Emmett entraron desde afuera, cargando cajas con aún más mierda. La mayor parte
del tiempo Isabella estuvo callada, sólo escuchándonos charlar, y ya extrañaba el
sonido de su voz.

Empezó una canción de Justin Timberlake, una de las nuevas, llamada “Like I Love
You”. No era un gran fan de su música, pero empecé a escuchar la letra y me reí entre
dientes. Carajo, si no tenía sentido para mí ahora.

Nos pusimos de pie y empezamos a colgar racimos de flores color naranja y negro
alrededor de la habitación. “¿Te gusta Justin Timberlake?” Pregunté, levantando una
ceja y mirando a Isabella. Ella me miró, pareció confundida por un segundo antes de
encogerse de hombros.

“No en lo particular,” dijo. La miré sorprendido, todavía sin haber conocido a una puta
adolescente que no amara a ese pendejo.

“Pensaba que todas las perras amaban a Justin Timberlake,” dije, encogiéndome de
hombros. Se quedó paralizada, su ceño se frunció, sus ojos se estrecharon y
prácticamente me fulminó con la mirada. Nunca antes la había visto mirarme tan
enojada y me asustó. Cristo, le había gritado, dicho maldiciones y había sido un
completo pendejo y ella nunca le daba importancia, ¿pero se había enojado por Justin
Timberlake? Vaya momento para tomar mi consejo de defenderse.

“¿Cómo me acabas de llamar?” Preguntó después de un momento, su voz baja pero


tenía un filo que nunca antes le había escuchado. Casi me dio miedo, esta suave y
pequeña gatita me gruñía como si estuviera a punto de sacar las garras. Por un
momento mi ceño se frunció, sin saber de qué carajos estaba hablando y deseando
que se fuera esa mirada enojada en su rostro. Escuché que Rose se rió por lo bajo y la
miré. En su mayor parte parecía jodidamente divertida por algo. Alice estaba
frunciendo el ceño, y mis hermanos estaban observando con una mirada de pura
anticipación en su rostro. Sacudí mi cabeza, tratando de recordar qué fue lo que dije
que podría haberla molestado tanto. Quiero decir, sólo le pregunté si le gustaba Justin
Timberlake, porque todas las perras lo amaban.

Mis ojos se abrieron y gruñí. “Ah, mierda...” Murmuré. Joder, la acababa de llamar
perra. Sacudí mi cabeza con pura incredulidad porque acababa de arrojarle eso.

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“Nada.”

Me miró furiosa por un poco más, girando su cabeza y volviendo al trabajo. Rose se
echó a reír otra vez, obviamente amando esta mierda.

La observé por un rato, sintiéndome como un idiota ya que era obvio que no le había
gustado que la llamara así, aún si en verdad no lo había dicho con mala intención.
Finalmente fue demasiado así que me acerqué a ella y me incliné, con mis labios cerca
de su oído. Inhalé brevemente, su cabello y su pelo oliendo a fresas deliciosas. “Lo
siento,” susurré.

Me echó un vistazo y se encogió de hombros. “Está bien,” dijo en voz baja. Gemí,
negando con la cabeza.

“En realidad no quise decir eso, de verdad,” murmuré. Sonrió ligeramente y asintió,
pero no dijo nada. No sé si me creyó pero esperaba que sí.

Me alejé de ella y noté que Rose nos observaba con curiosidad. Por un momento la
fulminé con la mirada, preguntándome qué demonios la tenía tan interesada, antes de
cruzar la habitación y continuar poniendo esas malditas feas flores por todas partes.

Terminamos de decorar y Alice comenzó a sacar bolsas de disfraces. Nos entregó uno
a cada uno de nosotros, quedándose con dos. “Voy a arreglarme con Isabella, estoy
segura de que ustedes pueden vestirse solos,” dijo. Todos murmuramos de acuerdo.
Abrí mi bolsa y sonreí, se fue con el tema pirata.

“Espera, ¿no tengo espada?” Emmett preguntó, mirando dentro de su bolsa. Reí entre
dientes y Jasper gruñó. Cada año ese cabrón quería un arma, y cada año se
emborracha y causa destrozos con ella. Siempre vamos con los temas en los que Alice
coordina todos nuestros disfraces, ella realmente es una maestra en esa mierda.
Inmediatamente me pregunté qué disfraz era el de Isabella, ya que Alice me había
prometido que no sería demasiado escandaloso porque sabía que no se sentiría
cómoda con algo sensual. Sabía que preguntar sería una pérdida de tiempo, ya que
Alice simplemente me daría esa sonrisa malvada que prácticamente grita “yo sé una
mierda que tú no” y se negaría a responder.

Alice condujo a Isabella arriba. Se veía jodidamente nerviosa y me sentía mal por ella,
pero imaginé que estaría bien. Subí a mi habitación, lanzando la bolsa a mi cama y
desvistiéndome. Salté a la ducha, lavándome muy bien ya que por alguna razón me
sentía sucio. Salí y me sequé, entrando a la habitación y sacando el disfraz. Me puse
unos boxers, los pantalones negros y unas botas negras. Me puse una camiseta sin
mangas y la camisa blanca abrochada hasta arriba encima de ella. También el
chaleco negro, abotonado hasta arriba, y amarré la faja roja alrededor de mi cintura.
Agarré el pañuelo rojo y entré al baño, tratando de peinar my pinche cabello de
manera que pudiera amarrar el pañuelo alrededor de mi cabeza. Me miré en el espejo

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y sonreí con suficiencia, me veía de poca madre. Agarré el sombrero y me lo puse en la
cabeza ligeramente inclinado, haciendo que me viera mucho mejor.

Miré el reloj, dándome cuenta que sólo teníamos unos 30 minutos hasta que la gente
comenzara a aparecerse. Me rocié con colonia y me dirigí a la planta baja,
deteniéndome en el segundo piso y me eché a reir cuando vi a mis hermanos. Emmett
traía puestos unos pantalones capri con rayas negras y blancas con un chaleco rojo
desabotonado sin camisa debajo de él, una enorme arracada dorada y un parche en el
ojo. Y de alguna manera había conseguido una pinche espada de alguna parte. Jasper
lucía como el Capitán Garfio, con la túnica formal, una camisa con volantes y un
sombrero enorme. Sí, definitivamente yo tenía que ser el pirata cool.

Me dirigí a la planta baja y agarré mi teléfono, marcando el número de teléfono de


papá. Sonó un par de veces antes de que contestara su buzón, así que supuse que
estaba ocupado con los negocios. Sinceramente, ni siquiera quise pensar en qué
carajos estaba haciendo en este momento, pero probablemente era ilegal y
jodidamente violento. Su buzón pitó y suspiré. “Papá, tu hijo mayor tiene una espada,
así que si alguna mierda se rompe fue él. Sólo estaba llamando para avisarte de
antemano que voy a ir al sótano para conseguir algo de licor para la fiesta.” Colgué y
puse el teléfono en mi bolsillo, sacando mis llaves. Era el único que tenía una llave del
cuarto además de papá, y sólo la usaba cuando tenía permiso para ello. Abrí la puerta
y me deslicé en el interior, cerrándola detrás de mí y poniéndole llave. No quería a
nadie pasando por aquí y deambulando en el cuarto mientras yo estaba abajo… Papá
no se enojaría si Jasper o Emmett entraran, pero si lo hacía alguien más, se encendería.
Este era el único cuarto dentro de la casa que tenía una cámara de seguridad, así que
él se enteraría si alguien entraba. El cuarto lucía como una oficina normal, con un
escritorio de madera de caoba con una laptop colocada encima de él y un sillón de
cuero. Había una sección en la esquina que daba a un vestidor donde papá mantenía
algunos de sus artículos más ostentosos, como los trajes italianos, sombreros y sus
zapatos con punto de ala, básicamente, la mierda que se utiliza para exhibirse cuando
tienen ganas de vestirse para la ocasión. En el piso del vestidor había una gran
alfombra Persa. Agarré la alfombra y la doble, dejando al descubierto la puerta en la
esquina del piso. La abrí y bajé el tramo de escaleras al sótano. Encendí la luz y un
sutil resplandor vino al cuarto. Estaba lleno de putas cajas. Agarré una caja vacía y
comencé a meter botellas de licor. No fui más allá de donde estaban las escaleras, sin
necesidad de pasar por donde estaban sus armas o ver la cámara de tortura.

Volví a subir con la caja llena de licor, cerrando todo y saliendo a la sala de estar. Le
entregué la caja a Jasper y cerré de nuevo el cuarto con llave.

Rose bajó las escaleras, vestida como una moza pirata cachonda. Resistí el impulso de
decirle algo de su disfraz, que se supone que se tenía que vestir de algo que ella no
fuera, porque mi pecho todavía dolía del puñetazo que antes me había dado. Tenía la
sensación de que me iba a dejar un moretón.

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Rosalie hizo algún tipo de ponche alcohólico y sacó la licuadora, preparando tandas
de Margaritas. Entré en la sala de estar y puse un poco de música, dejando caer mi
trasero en el sófa con una botella de vodka Grey Goose. La gente empezó a llegar y
todos empezamos a beber y a relajarnos. Alguien empezó un juego de cartas en la
mesa del comedor y mis adictos hermanos comenzaron a jugar. Alice había colocado
una mesa junto a la ventana y algunos de mis compañeros de equipo empezaron un
juego de Beer Pong, metiéndome en el juego. (N.T. Beer Pong es un juego de beber en el
que los jugadores tratan de encestar desde el extremo de una mesa, con pelotas de
ping-pong en vasos llenos de cerveza. Normalmente se juega por equipos formados por
dos personas, básicamente si encestan en un vaso del equipo contrario ellos se lo
tienen que beber y viceversa, gana quién no caiga borracho) Odiaba la cerveza,
especialmente la mierda barata, pero joder, era Halloween así que no me iba a quejar.
Estábamos riendo y bromeando, algunos poniéndose borrachos hasta la mierda. Yo
tenía una gran tolerancia al alcohol ya que bebía mucho licor fuerte solo, así que
apenas si me pegó.

Tanya se acercó a mí mientras estábamos jugando y sonrió con mucha dulzura. Rodé
mis ojos, dándome cuenta que estaba tratando de ser seductora. Estaba vestida como
un conejo, con unos pantalones color gris verdaderamente cortos que mostraban
indicios de su nalgas, y una bola de algodón blanca en el trasero, una reveladora
camiseta gris muy ajustada y unas putas orejas de conejo. Normalmente encontraba
esa mierda excitante, pero ahora tan solo el mirarla me molestaba. Quería decirle que
ya no estaba invitada, pero no podía hacer esa mierda. Podría ser mí casa, pero no era
sólo mi fiesta. Ella y Rose eran amigas e imaginé que me arrancaría la cabeza si le
decía a Tanya que no viniera.

Miré el reloj cuando el juego Beer Pong terminó, mis ojos se abrieron por la sorpresa
cuando me di cuenta que ya había pasado una hora desde que la fiesta comenzó. Miré
alrededor, preocupado por Isabella, preguntándome donde estaba ya que no la había
visto. Jessica se me acercó mientras buscaba a Isabella y empezó a hablar. La miré
brevemente mientras ella parloteaba sobre algo, pero alejándome después de un
momento, porque no tenía paciencia para sus tonterías. Estaba disfrazada como
Dorothy del Mago de Oz con un cortísimo vestido, normalmente trataría de inclinarla
sobre algo y tomar ventaja de ello, pero el verla ya ni siquiera se me ponía dura la
polla. En realidad, ya ni siquiera la encontraba atractiva, el sonido de su voz me
crispaba los nervios.

Entré en la cocina y me congelé cuando vi a Alice. Comencé a reírme histéricamente,


negando con la cabeza. Estaba vestida como un puto loro, con un vestido bastante
colorido que estaba cubierto de plumas, y tenía un pico amarillo en la nariz y unos
zapatos de tacón alto de color amarillo. Sólo Alice podía pensar en esa mierda.

“Hola, Polly,” dije en broma, dándole un codazo. Sonrió levemente, codeándome de


vuelta. Miré alrededor antes de volver con Alice, levantándole una ceja.

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Suspiró, obviamente entendiendo que demonios era lo que estaba buscando. “Ella
estaba muy nerviosa, no quería bajar. Jasper subió para ver cómo estaba hace unos
minutos,” dijo Alice. Suspiré y asentí con la cabeza, para nada sorprendido.

Alice me dio una sonrisa comprensiva y entrelazo su brazo con el mío, sacándome de
la cocina y guiándome hacia el vestíbulo. La mayor parte del vestíbulo estaba vacío,
excepto por la gente que se filtraba al piso de arriba para fumar en la habitación de
Emmett. Las drogas tenían que quedarse en una de las recamaras, ya que a papá no
le gustaba que hiciéramos esa mierda en las áreas comunes, porque en lo personal él
no las consumía.

Nos quedamos parados en la plataforma junto al piano, sólo esperando por ahí para
asegurarnos que estaba bien. Después de un momento vi a Jasper bajar las escaleras y
fruncí el ceño cuando vi que estaba solo. Suspiré y bajé la vista al suelo, negando con
la cabeza. No podía mentir, estaba jodidamente decepcionado. No la culpaba por no
querer asistir a la fiesta, pero era egoísta y de verdad quería verla.

Me di la vuelta y estaba a punto de irme cuando escuché la risa, ese sonido, inocente,
dulce y melódico que amaba tanto. Mi cabeza volteó rápidamente hacia las escaleras
y vi a Jasper ahí parado esperando por Isabella mientras ella comenzaba a bajar
desde el segundo piso. Cuando la vi mis ojos se abrieron por la sorpresa, mi
respiración se detuvo.

Se veía hermosa. No, se veía más que hermosa. Literalmente quitaba el aliento, que ya
es decir mucho porque se necesitaba mucho para aturdirme. Llevaba un vestido
dorado brillante, no muy apretado pero mostraba sus curvas y caía ligeramente por
encima de sus rodillas. Tenía un fleco alrededor de los bordes hecho de falsas
monedas de oro de piratas y llevaba un par de botas peludas de color marrón que le
llegaban a mitad de la pantorrilla. Tenía puesto un montón de joyería de fantasía
dorada con diferentes collares de piedras, colgando alrededor de su cuello y muñecas.
Su cabello estaba ondulado y llevaba puesta una corona dorada. El maquillaje no era
exagerado, pero era un poco brillante, su piel resplandecía. Miré a Alice y le arqueé
una ceja.

“Ella es nuestro tesoro, ¿eh?” Pregunté. Alice sonrió ampliamente y se encogió de


hombros. Negué con la cabeza y me reí entre dientes. Sólo la pinche Alice haría eso.

Jasper la llevó hacia nosotros. Ella sonrió tímidamente, viéndose tan jodidamente linda
y tímida. Jasper tomó la mano de Alice y se la llevó, dejándonos solos a Isabella y a mí.
Alice miró hacia atrás y me guiñó un ojo. Rodé los ojos ante sus juegos, pero no pude
evitar la enorme sonrisa que vino a mi rostro.

Me quedé mirando a Isabella por un momento. “La mia bella ragazza,” dije en voz
baja, estirando mi mano para tomar la suya. Ella levantó la vista, encontrando mis
ojos. Había un brillo en los de ella, un brillo de felicidad. Bajó la vista a nuestras

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manos y luego de nuevo miró hacia mí.

“¿Qué significa eso?” Preguntó.

Sonreí y sacudí al cabeza. Me di la vuelta y me dirigí a la cocina, llevándola a ella


conmigo. Agarré una botella de licor de la encimera y la abrí, tomando un trago. Se lo
tendí a ella pero negó con la cabeza, sin querer nada. Me encogí de hombros y tomé
otro trago, dejando la botella a un lado.

“¿Qué tal, Cullen?” Eché un vistazo detrás de mí y vi a Ben y a Angela entrar en la


cocina. Ben estaba vestido como un vaquero y Angela como una india.

“Cheney,” dije, asintiendo en reconocimiento. “Esta es Isabella. Isabella, este es Ben y


su novia Angela.” Ellos saludaron a Isabella y ella les devolvió el saludo, diciendo que
era un placer conocerlos, sorprendiéndome por cuan jodidamente segura y
encantadora sonó cuando los saludó. Por la mirada en sus ojos, sabía que estaba
nerviosa pero estaba intentando ser fuerte y estaba presentando un gran espectáculo.
Nos quedamos ahí hablando durante unos minutos, Isabella callada la mayor parte
del tiempo pero viéndose atenta, sonriendo y toda esa mierda. Después de un rato
Alice se acercó, diciendo que quería pedir prestada a Isabella por un momento. Le
sonreí mientras Alice se la llevaba.

Me acerqué a la mesa y me enganché en otra ronda de Beer Pong, sin poder sacar a
Isabella de mi mente. Sin importar donde estuviera mis ojos se desviaban en su
dirección y cada vez que la veía, ella me veía a mí. Yo sonreía con suficiencia y ella se
sonrojaba y apartaba la mirada. Después de aproximadamente media hora no pude
aguantar más y caminé a la cocina donde estaba. Tan pronto como llegué a la entrada
Rose se acercó, deteniéndose frente a ella. “Tráeme un vaso de ponche,” le dijo,
tendiéndole el vaso a Isabella. Me quedé inmóvil y contuve la respiración, esperando
su reacción, joder, esperaba que no cediera y lo hiciera. Isabella vaciló por un
momento.

“Lo siento, pero no,” dijo finalmente. Rose le arqueó una ceja.

“¿Perdón?” Dijo.

“Dije que no. El ponche está justo ahí, si tienes sed,” dijo, encogiéndose de hombros.
Mis ojos se abrieron por su valentía, una sensación de jodido orgullo me atravesó
porque de verdad se había defendido por sí misma. Di unos pasos hacia adelante y
Rose miró hacia mí. Sonreí con suficiencia y ella me entrecerró los ojos.

“Supongo que te lo dijo,” dije, encogiéndome de hombros. Isabella dio un salto, sin
haberme escuchado mientras me acercaba, y volteó a mirarme.

“Sí, supongo que lo hizo,” dijo Rose. “Joder, ya era hora.” Observé con incredulidad
como Rose se acercaba y llenaba su vaso de ponche. Nos miró por un momento,

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sacudiendo la cabeza. “Aunque yo debería haber sido el maldito tesoro,” añadió,
dándose la vuelta para marcharse.

“No, creo que ser la moza es perfecto para ti,” dijo Isabella, sin ninguna pinche duda.
Inmediatamente comencé a reírme y Rose se congeló a mitad de camino. La mano de
Isabella se disparó hacia su boca, cubriéndola, al darse cuenta de lo que acababa de
decir.

Rose volvió la cabeza y nos miró. Su mirada era amenazante y de inmediato me


preocupé, mierda, finalmente iba a tener que golpear a una chica, si Rose venía por
Isabella no iba a dudar en actuar. Me preparé para cuando se abalanzara, pero nunca
lo hizo. Después de un momento, Rose suavizó su expresión. “Puede que todavía haya
esperanza para ti,” dijo, sacudiendo la cabeza y saliendo de la habitación.

“¡Ah, Bella, eso fue jodidamente brillante!” Dije, asombrado. Comencé a reír y tomé su
mano, haciéndola girar. La sorprendí y se echó a reír, casi perdiendo el equilibrio. La
alcancé a sostener para que no se cayera y la atraje hacia mí. Estaba excitado y me
sentía atrevido. La canción de Prince “Kiss” empezó a sonar y en ese momento no
deseaba otra cosa más que ella bailara conmigo. Quería sentir su cuerpo cerca de mí,
quería abrazarla y estar sólo por un momento con ella. Sujeté sus caderas y ella saltó
levemente, pero no se alejó de mí. Empecé a balancear su cuerpo al ritmo de la música
y ella parecía un poco temerosa, obviamente, no por bailar.

“Relájate, tesoro mio,” le dije, sonriendo. Ella sonrió levemente en respuesta, alejando
un poco de la ansiedad en su rostro. Tomé sus brazos colocándolos por encima de mis
hombros antes de colocar de nuevo mis manos en sus caderas, acercándola aún más a
mí.

“¿Por qué me dices así?” Preguntó en voz baja.

De nuevo sonreí con suficiencia, debatiéndome en realmente si contestarle está vez o


no. “Te lo dije en italiano pero técnicamente significa lo mismo en español, aunque
algunos lo usan en lugar de cariño,” dije encogiéndome de hombros. “Así que, te dije
tesoro mio... porque justo ahora literalmente lo eres.”

Ella se sonrojó y apartó la vista de mí, me reí entre dientes. Nos movimos al compás de
la música y comencé a cantar el coro, ya que era la única parte que me sabía de la
puta canción.

“Tú no tienes que ser rica para ser mi chica,” canté en voz baja, mis labios cerca de su
oído. “No tienes que ser cool, para dominar mi mundo. No hay un signo con el que sea
particularmente compatible. Sólo quiero tu tiempo libre y tú...”

Incliné su cuerpo hacia atrás, sobresaltándola. Gritó y me abrazo con fuerza poniendo
sus brazos alrededor de mi cuello y me reí. “Beso.” Dije bromeando, terminando el coro.
La levanté rápidamente y la hice girar de nuevo, porque era jodidamente hermosa y

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merecía ser exhibida. Casi pierde el equilibrio de nuevo y la atrapé, poniendo su
cuerpo tan cerca del mío que nuestras narices se rozaban, y nuestras frentes se
tocaban. Ella se reía, el sonido tan jodidamente despreocupado y feliz que hizo que mi
pecho se hinchara con todo el amor que sentía por ella. Me iba a alejar un poco, no
queriendo hacerla sentir incómoda al estar tan cerca, y me detuve abruptamente
cuando los labios de Isabella rozaron los míos. Fue suave e inocente, apenas un beso,
pero joder, eso era exactamente lo que era. Casi pensé que tal vez me lo estaba
imaginando, pero podía sentir en mis labios un hormigueo. Lleve mi labio inferior al
interior de mi boca, lamiéndolo, y pude saborear el brillo labial que estaba usando en
sus labios. Me pregunté si fue un accidente, si tal vez esa no fue su intención, ¿pero
cómo carajos besas accidentalmente a alguien? Ella tuvo que inclinar un poco la
cabeza hacia un lado para hacerlo. No, eso no fue un puto accidente. Presionó sus
labios con los míos a propósito.

Ella se apartó rápidamente de mí, con los ojos muy abiertos. Llevó sus manos a su
boca para cubrirla, con una mirada de puro horror en su rostro. Yo simplemente estaba
pasmado, incapaz de hacer otra cosa que no fuera mirarla boquiabierto. No podía
creer que me dio un beso. Había estado deseando esa mierda desde ese día en mi
habitación, besar su boca y saborear sus labios, pero sin saber cómo hacerlo, ni
siquiera consideré en algún momento que ella hiciera el primer movimiento. Y Dios, eso
fue jodidamente valiente de su parte, sobretodo porque le dije que yo simplemente no
hacía esa mierda, que no besaba en la boca.

Isabella dio unos pasos hacia atrás y mi ceño se frunció por la confusión, sin saber lo
que estaba haciendo. Comenzó a darse la vuelta y me di cuenta de que estaba a punto
de salir huyendo. La alcancé, agarrándola del brazo, volviéndola hacia mí y
atrayéndola de tal manera que su cuerpo estaba presionado con el mío. Sus manos
cayeron de su boca, y sus ojos se abrieron aún más. Sin pensarlo dos veces, presioné
mis labios firmemente con los suyos. Inclinando la cabeza hacia un lado y besándola
apasionadamente. Cerré los ojos y saboreé su boca, sólo disfrutando de su jodida
suavidad y dulzura. Por un segundo pareció quedarse inmóvil antes de comenzar a
responder el beso, sus labios moviéndose con los míos y ligeramente entre abiertos.
Podía sentir su aliento, su respiración inestable, no sabía si por nerviosismo o
ansiedad. Sentí su brazo levantarse y pasó su mano por mi nuca, entrelazando sus
dedos en el cabello que sobresalía de mi pañuelo por mi cuello. Su tacto era suave, sus
manos temblorosas. Gemí en su boca porque esa mierda hacía cosquillas y me aparté
ligeramente. Sentí que mi polla se endurecía y no quería ser un puto indecente y
presionarla contra ella. Además, no sabía si ella temblaba de miedo, si la había
jodido, y la había asustado, y eso me preocupó porque no quería asustarla por besarla
así. Quiero decir, ella empezó esa mierda y me respondió el beso así que no creía que
estuviera asustada, pero no quería abrumarla. Abrí los ojos y aparté mis labios de los
suyos, notando que sus ojos estaban cerrados y parecía jodidamente relajada. Los
abrió lentamente, encontrándose con los míos. Sonreí y la miré por un momento. Sonrió

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y se sonrojó, mordiendo su labio inferior nerviosamente y apartado su mirada de la
mía. Tan jodidamente tímida. Reí entre dientes y estiré mi mano agarrando su barbilla,
volviendo su cabeza de manera que me mirara. Sus ojos vacilantes, de nuevo
encontraron los míos y me incliné hacia adelante, presionando mis labios con los suyos
una vez más, haciéndolo con suavidad esta vez. Le di un beso dulce e inocente. Ella me
respondió el beso, todavía ruborizada.

“¡Mierda!” Me aparté de Isabella rápidamente, rompiendo el beso y dejando caer mi


mano cuando escuché la voz de mi hermano. Miré en esa dirección y vi a Jasper y Alice
de pie en la puerta de la cocina. Alice estaba sonriendo y Jasper lucía jodidamente
asombrado, mirándonos con los ojos muy abiertos. Isabella levantó la vista hacia ellos,
ella también estaba con los ojos muy abiertos, joder, viéndose casi horrorizada, con
temor, como si la hubieran sorprendido haciendo algo malo. Supongo que de alguna
forma ella probablemente pensaba eso.

“Yo, eh… tengo que ir al baño,” dijo Isabella, con la voz temblorosa. Practicamente
salió corriendo de la habitación, sin darnos si quiera oportunidad de reaccionar. Miré a
Alice y ella sonrió, asintiendo con la cabeza y yendo tras Isabella. Suspiré y levanté mi
mano, frotando la parte de atrás de mi cuello con nerviosismo.

“No era mi intención interrumpir,” dijo Jasper, avanzando y dándome unas ligeras
palmadas en la espalda. “Pero mierda, sin duda no esperaba entrar en la cocina y ver
eso. Me imaginé que ibas a intentar algo en privado, no rodeado de tanta maldita
gente.”

Mis ojos se abrieron levemente. “Ni siquiera pensé en esa mierda. Cristo, ¿cuántos
vieron?”

Jasper se rió. “No lo sé. Además de Alice y yo, creo que Lauren.”

“¿Lauren?” Pregunté. Jasper asintió.

“Estaba justo detrás de nosotros cuando nos detuvimos en la entrada. No sé dónde se


fue, así que tal vez se distrajo y en realidad no vio nada.”

Gemí, rodando los ojos. “Como sea. No tenía la intención de hacerlo aquí, pero ella me
besó primero y joder, no pude contenerme.”

Jasper me miró con incredulidad, echándose a reír y murmurando algo en voz baja,
negando con la cabeza. Alice volvió a entrar y me sonrió ligeramente. “Dijo que saldría
en un momento, necesitaba un momento a solas.”

Asentí con la cabeza y suspiré, agarrando mi botella de Grey Goose y saliendo a la


sala de estar. Comencé a tomar tragos de ella, haciendo una mueca por el ardor pero
eso no me detuvo. Me paré cerca de la mesa del Beer Pong, viendo como le pateaban
el trasero a Emmett. Estaba empezando a ponerse borracho y torpe, lo que no era raro

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en nuestras fiestas. Le daba a lo máximo otros treinta minutos y estaría blandiendo esa
espada por todos lados y rompiendo mierdas con ella.

Después de un momento, sentí un cuerpo apoyarse en mi espalda, y una mano


rodearme y agarrar mi polla a través de mis pantalones. Salté y dije una maldición,
alejándome y dándome la vuelta. Lauren estaba parada allí, sonriéndome. “Cristo,
¿qué coños, Lauren?”

“Puedo encargarme de eso por ti,” dijo, sus ojos bajando hacia el bulto en mis
pantalones antes de levantar la vista de nuevo y arquearme una ceja. Rodé mis ojos.

“Estoy seguro de que podrías,” dije. La miré y sacudí mi cabeza. Estaba usando un
disfraz de diabla con un leotardo super apretado de un vivo color rojo y unas medias
de red, con cuernos de diablo y una cola colgando de su trasero. “¿Dónde está tu
novio?” Pregunté, dándole una mirada inquisitiva que coincidió con la que ella me dio.

Estrechó los ojos levemente. “Nunca antes te habías preocupado por él,” dijo con total
naturalidad. Me encogí de hombros, tomando un trago de vodka.

“Es evidente que tú tampoco te preocupas por él,” dije. Ella rodó los ojos.

“Me preocupo por Tyler, pero él no es como tú. Te deseo, siempre te he deseado. Nos
podría ir bien juntos, tú sabes. Juntos, somos buenos. Puedo ocuparme de ti como ella
no puede,” dijo. Por un momento mi ceño se frunció por la confusión, antes de que me
diera cuenta de que carajos estaba diciendo. Sí, ella definitivamente me vio besar a
Isabella. “Así que, ¿qué hay de diferente en ella? He estado tratando de que me des un
puto beso hace largo tiempo, ¿sabes?”

Me encogí de hombros, tomando otro trago de vodka. “¿En que es diferente? En que
ella no es del tipo que me deje inclinarla sobre el capó de mi coche en medio del
bosque y follarla hasta perder el sentido, sólo por diversión.”

Lauren me arqueó una ceja. “No vi que te quejaras en el momento, Cullen.”

Me reí entre dientes. “No, eso fue bueno. Agradezco esa mierda.” Tomé otro trago de
vodka, sin estar disfrutando de esta conversación. “Pero esa no es precisamente la
forma en que te ganas el amor de un tipo y su respeto.”

Sus cejas se levantaron. “¿Amas a esa chica?” Preguntó.

Reí con amargura. “¿Eso qué carajos importa Lauren? Lo que sí es seguro es que a ti,
no te amo.”

Joder, era algo difícil de decir, pero no quería responder esa pregunta, y quería que se
fuera y me dejara solo. Se me quedó viendo por un segundo, la expresión en su rostro
indicando que estaba bastante enojada, antes de darse la vuelta y alejarse furiosa.
Bebí un poco más de vodka y terminé de ver el juego de Beer Pong. Jodidamente

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molesto con estas mujeres. ¿No podían hacerse la maldita idea?

Después de un rato miré a mí alrededor, buscando a Isabella, deseando hablar con


ella y ver si estaba bien. No quería que estuviera asustada por el beso y le quería
explicar que significaba algo para mí, que no le di el beso sólo por las putas
hormonas. Después de un momento, vi a Alice y Jasper pero no la vi con ellos. Alice me
miró y le di una mirada interrogante, preguntando dónde carajos estaba Isabella. Alice
sólo se encogió de hombros, obviamente sin saber la respuesta. Asentí, suponiendo
que eso significaba que probablemente estaba arriba, y articulando que iba a revisar
cómo estaba.

Salí de la habitación, pasando junto a Ben y Angela que venían bajando las escaleras.

“¿Han visto a Isabella, chicos?” Pregunté, recordando que los había presentado
anteriormente.

“Sí, hace unos minutos se dirigía al piso de arriba. La vi con Mike en las escaleras,”
dijo Angela. Me paré en seco, volviéndome y levantándole una ceja.

“¿Estaba con Newton?” Pregunté. Angela asintió y gemí. Ese idiota estaba borracho; no
lo quería cerca de ella. Subí las escaleras al segundo piso, mirando alrededor sin ver a
ninguno de ellos. Empecé a entrar un poco en pánico. Todo el mundo sabía que
debería mantenerse alejados del tercer piso, iba a matar a ese hijo de puta si allí es
donde estaba.

Subí las escaleras al tercer piso, caminando en silencio por el pasillo. Pude ver que la
puerta de Isabella estaba abierta y caminé hacia allá, paralizándome cuando escuché
la voz masculina. Una furia asesina se apoderó de mí y casi corrí el resto del maldito
camino a su habitación. Me detuve en la entrada y vi a Isabella parada justo al otro
lado de la puerta, Mike agachado frente a ella, con la mano en una de sus botas.
Joder, ni siquiera lo pensé, ni siquiera me detuve a tratar de comprender qué carajos él
estaba haciendo. Lo único que importaba es que estaba aquí arriba, donde se suponía
que no debería estar y tenía un maldito dedo en mi chica, y además en su habitación.

Di un paso para entrar e Isabella levantó la vista hacia mí, sus ojos se abrieron ante la
expresión en mi rostro. Agarré con fuerza la camiseta de Newton por la espalda y lo
levanté con brusquedad, asfixiándolo con la tela. Lo saqué al pasillo arrastrándolo,
furioso, tan encabronado que estaba temblando. Él jadeó, asustado, y se dio la vuelta
para quedar frente a mí. Lo empujé, lanzándolo a la pared. Sus ojos se abrieron con
miedo e hice mi puño hacia atrás para luego lanzarlo hacia delante, golpeando con
fuerza su puta nariz. Él gritó y le empezó a salir sangre de la nariz. Lo volví a golpear,
dándole una pinche paliza en la cara. Levantó sus manos a la defensiva, tratando de
protegerse y dándome un puñetazo en la boca. Mordí mi labio y probé la puñetera
sangre cuando mi labio se abrió. El que hubiera hecho contacto conmigo me
encabronó mucho más, aún si hubiera sido un accidente. Empecé a golpearlo con

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fuerza y él trataba de protegerse, pero era jodidamente inútil. Su culo era mío.

Se dejó caer en suelo, tratando de alejarse de mí, y se cubrió así mismo poniéndose en
posición fetal. Me agarré de la pared, haciendo mi pie hacia atrás y comencé a
patearlo con fuerza. Él estaba gritando y tratando de detenerme, intentando sujetar mi
pie. Escuché gritos y pasos en la escalera y alguien me agarró, jalándome hacia atrás.
“Joder, cálmate, Edward,” dijo Jasper. Me zafé de él agachándome hacia Newton.
Tenía una herida profunda en la puta cabeza y la nariz rota, su ojo derecho ya estaba
hinchado.

Lo sujeté con fuerza y lo levanté un poco, de manera que me mirara. Lo golpee de


nuevo contra la pared y gritó. “Si alguna vez vuelves a ponerle un puto dedo encima, te
juro por Dios que te arrancaré cada uno de ellos,” dije con dureza. Él sólo se me quedó
mirando, luciendo asustado. Escuché un jadeo y volví mi cabeza. Isabella me miraba
fijamente, con miedo puro en su rostro. Me sorprendió y me puse de pie, estirando una
mano hacia ella. Joder, no quería asustarla, ese pendejo no debería haber estado en su
habitación. Ella dio un respingo alejándose de mí y dando unos pasos hacia atrás. Di
un paso hacia adelante, ella se dio la vuelta y entró corriendo a su habitación.
Cerrando la maldita puerta con fuerza detrás de ella y me dirigí hacia allá, queriendo
asegurarme de que estaba bien. Alcancé la perilla para ir tras ella y escuché el click de
la cerradura, congelándome abruptamente.

Isabella nunca antes había cerrado la puerta con seguro.

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"He aprendido por experiencia que la mayor parte de nuestra felicidad o miseria
depende de nuestra disposición y no de nuestras circunstancias." -- Martha
Washington.

Isabella swan

Alice me dio una pequeña sonrisa desde la puerta antes de cerrarla suavemente
detrás de ella, al salir del cuarto. Me senté en mi cama, mirando hacia la puerta,
sintiéndome mareada y nerviosa. Podía escuchar la música de abajo, el murmullo débil
de la gente hablando.

La semana pasada les aseguré en múltiples ocasiones que estaba bien con lo de la
fiesta, que no era gran cosa, pero el hecho de pensar en ello hacía que me sintiera
enferma. No me sentía bien alrededor de mucha gente, sobre todo sabiendo que
Edward conocía a todos ellos muy bien. Había demasiadas chicas en la fiesta; chicas
que yo sabía que él conocía íntimamente, y tenía miedo de cómo iba a reaccionar
cuando lo viera con ellas. Estaba enamorada de él, tuve que lidiar con eso en mi
mente, y sabía que junto con eso iban a venir sensaciones no muy agradables como los
celos. Sabía que verlo con esas otras chicas me iba a lastimar, especialmente si él las
tocaba o se portaba romántico con ellas. Una parte de mí quería quedarse en mi cuarto
y cerrar los ojos con fuerza, cubrir mis oídos y pretender que nada estaba pasando,
quedarme en mi pequeña burbuja de ignorancia. Pero no quería decepcionarlos. Ellos
habían hablado emocionados acerca de la fiesta y Alice me había dicho que feliz la
haría que yo disfrutara con ellos, no podía simplemente acobardarme y encerrarme
como una niña inmadura.

Me sentía como una verdadera adolescente por primera vez en mi vida, pasando el día
en decoraciones, pasándola bien y arreglándome para la fiesta. No tenía que
preocuparme por las tareas o responsabilidades, solamente relajarme y divertirme.
Pero no era fácil, todo se resume a que todavía me sentía fuera de lugar. Todavía
sentía como si no perteneciera allí, como que contrastaba y era inferior a los demás
presentes. Y estaba con miedo de bajar esas escaleras, porque temía que con una sola
mirada ellos sabrían exactamente quién era. Sabrían que no era igual a ellos.

Me senté allí durante un rato, sintiéndome horrible porque todo el trabajo de Alice se

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fuera a la basura. Ella había puesto toda su creatividad para armar un disfraz
realmente hermoso, y yo solo estaba sentada aquí escondida y dejando que nadie lo
viera.

Después de un tiempo hubo un golpe suave en mi puerta y me tensé, sin saber quién
podría ser. Ellos habían dicho que nadie tenía permitido estar en el tercer piso por eso
me imaginé que podría ser uno de los chicos, o quizás Alice, pero no estaba segura de
que la gente no ignorara las reglas y llegara hasta aquí. Me quedé sentada por un
momento, debatiéndome entre si ignorarlo o no, sólo por si acaso, cuando oí la voz de
Jasper. “¿Isabella? ¿Puedo entrar?”.

Me relajé un poco, al darme cuenta de que era alguien que conocía y suspiré. Me puse
de pie y caminé hacia la puerta, abriéndola lentamente. Sus ojos se abrieron
ligeramente cuando me vio y sonrió. “Molto bella”, dijo, sus ojos le echaron un vistazo a
mi disfraz.

“¿Qué significa eso?” pregunté, dando un paso atrás e indicándole que pasara. Él
entró a la habitación y yo cerré la puerta detrás de él, caminando hacia la cama y
sentándome en ella. Él se acercó y se sentó junto a mí, apoyándose sobre sus codos.

“Molto Bella quieres decir 'muy hermosa',” dijo sonriendo.

“Gracias”, dije, sorprendida de que me llamara hermosa. Sonreí y me ruboricé por su


cumplido, sin estar acostumbrada a que la gente me dijera esas cosas. Él asintió.

Por un momento estuvimos en silencio y Jasper se quedó mirando a la nada, como


sumido en sus pensamientos. Me pregunté porqué estaba allí conmigo en lugar de
abajo en la fiesta y estaba empezando a preocuparme un poco. Suspiró después de un
momento, negando con la cabeza ligeramente. “Nella vita-chi non risica-non rosica”,
dijo en voz baja. “En la vida si no se arriesga no se gana. Mi madre nos decía eso todo
el tiempo. Cada vez que alguno de nosotros se sentía nervioso por algo, o no
queríamos hacer algo porque teníamos miedo a las consecuencias, ella nos lanzaba
esa frase. Realmente eso fue hace mucho tiempo, pero aun puedo escuchar su voz
decírmelo”.

Lo observé mientras sonreía levemente para sí mismo, obviamente recordando. Me


entristecí un poco e inmediatamente pensé en mi propia madre, tratando de evocar su
voz en mi mente. No quería olvidar como sonaba.

”Mi madre me enseñó mucho, pero eso es lo que más recuerdo. Ella me enseñó que no
debía de tener miedo y asumir los riesgos. Quizás no siempre resulte, y a veces se
puede fallar miserablemente y puedes salir herido. Pero nunca lo sabrás si no lo
intentas. Y si funciona, ¿no habrá valido la pena todo?"

Hizo una pausa por un momento, y suspiro. “Puedes jugar sobre seguro, Isabella. No te
culparía ni un poco por ello. Puedes continuar como hasta ahora lo has hecho y

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sobrevivir, ¿pero eso es lo que realmente quieres? ¿Sigue siendo eso suficiente, sólo
sobrevivir? ¿Realmente es lo que quieres, si eso es lo que implica sobrevivir?” Volvió su
rostro hacia mí, mirándome directamente a los ojos. “O podrías aventurarte y tomar
riesgos. Intentarlo mientras puedas. No existen garantías, pero hay muchas
posibilidades. No te prometo que las cosas funcionen de la forma que tú quieras, o que
obtendrás todo lo que quieras, pero puedo prometerte que nada cambiará y que no
conseguirás nada si al menos no lo intentas.”

Me le quedé mirando, asimilando sus palabras. Me miró expectante así que asentí, sin
saber qué era exactamente lo que quería que dijera. Lo entendía, y tenía mucho
sentido, pero no estaba exactamente segura de lo que se supone tenía que hacer. Él
sonrió ligeramente. “Mi madre te habría caído bien. Ella era fuerte de espíritu, la
persona más fuerte que he conocido en mi vida. La única persona que he conocido tan
fuerte como ella eres tú”. Lo miré con incredulidad y se carcajeó. “En serio. Tú eres
dura, pequeña. Y tal como mi madre te hubiera caído bien, ella te hubiera amado.
Quiero decir…ella no habría estado de acuerdo con la parte de la esclavitud, habría
condenado absolutamente que eso pasara bajo su techo, pero si te hubiera conocido y
visto la fuerza de espíritu que tienes, te hubiera adorado completamente. Simplemente
era ese tipo de persona, compasiva y amorosa”.

De nuevo volvió su cabeza mirando a la nada. “Falta algo en nuestras vidas sin ella,
ninguno de nosotros ha sido el mismo desde que murió. Edward no siempre ha sido un
pendejo, ¿sabes? Él era el que se parecía más a mamá, tenía un gran corazón y era
compasivo, cuando era niño no mataba ni a una mosca. Era demasiado ingenuo y
también crédulo…. Pero todo cambió cuando ella murió. Se encerró en sí mismo ante
todos, se aisló pensando que era más fácil permanecer distante. Que era menos
doloroso de esa forma. Muy rápidamente olvidó la lección que mamá se esforzó por
enseñarle. Edward tomaría riesgos físicos sin pensarlo… algunas veces te soy honesto
me pregunto si tiene alguna consideración por su vida… pero todo lo que implica
emociones esta fuera de cuestión. Tú eres buena para él, ¿sabes? Eres buena para
todos nosotros, pero sobre todo para él. Pienso que le recuerdas a mamá, le recuerdas
esa parte de compasión que todavía existe. Pienso que eres la primera mujer que él ve
como una persona y no como un objeto desde que perdimos a mamá”.

Mi frente se frunció por la confusión. Jasper vio mi expresión y asintió, sonriendo


ligeramente. “¿Extraño no es así? Me imagino que pasaste tu vida entera sintiéndote
como un objeto y no una persona, básicamente teniendo a alguien a quien perteneces
y quien te posee, controlando todos los aspectos de tu vida. Terminas aquí y conoces a
alguien que ha tratado a todas las mujeres así, y termina cambiando esa parte de él
por ti. Sé que probablemente no ves eso porque no lo conociste antes, pero te aseguro
que es verdad. Tú has logrado acceder de alguna manera a un aparte de Edward que
nosotros pensamos que se había ido, la parte de él que pensamos que había muerto
con mamá”.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 306


Sentí lagrimas correr por mi mejilla y parpadeé varias veces, sorprendida de que
estaba llorando. Las palabras de Jasper tocaron una parte profunda de mí, esa parte
que yo también pensé que había muerto y luchaba por contener. La esperanza, el
deseo por algo más de la vida. Jasper extendió su mano y secó mis lágrimas, sonriendo
ligeramente.

“¿Por qué?”. Pregunté. Me miro cuestionándome. “¿Por qué soy yo tan diferente para
él?”.

Jasper se encogió de hombros. “Tendrás que preguntarle eso a Edward. Quiero decir,
podría soltarte algunas teorías acerca porque él te ve diferente desde el primer día que
llegaste a esta casa, uno por supuesto sería que probablemente le recuerdas a mamá,
pero él es el único que realmente puede contestarte eso”.

Yo asentí haciéndole ver que comprendía. Nos quedamos en silencio por un momento
antes de que Jasper se levantara y suspirara. “Entonces, dime Isabella. ¿Vamos a jugar
a lo seguro y limitarnos a sobrevivir, o vamos a salir allá afuera y tomar riesgos y
verdaderamente tratar de vivir?”

Lo miré fijamente por un momento, considerándolo, antes de tomar un profundo respiro


y poniéndome de pie. Jasper sonrió, absolutamente complacido con mi respuesta, y
alcanzó mi mano. Me guío fuera de la habitación y hacia el pasillo, bajando las
escaleras. Nos encontramos a Emmett en el segundo piso y Jasper logró evadirlo y
siguió bajando las escaleras, pero el saltó delante de mí con la espada desenvainada.
Hacía horribles ruidos de pirata, de acuerdo al personaje de su disfraz, viéndose
completamente ridículo. No puede evitar reírme de él, su comportamiento me hizo
relajarme ligeramente.

Bajé las escaleras después de Jasper, levantando la mirada y deteniéndola en Edward


y Alice. Él se veía muy guapo en su traje de pirata y me miraba mientras bajaba las
escaleras. Mi corazón empezó a acelerarse, esos sentimientos que tenía por él
empezaron a bullir dentro de mí. Me detuve frente a él y sonreí nerviosa mientras que
Jasper se llevó a Alice.

“La mia bella ragazza”, dijo suavemente, tomando mi mano. Estaba ligeramente
aturdida y muy curiosa por saber qué significaba eso, pero como siempre, no me lo
diría. Me ofreció alcohol, que me negué a tomar ya que no me sentiría cómoda estando
embriagada alrededor de todos estos extraños, y presentándome a alguna personas.
Después de un rato Alice me alejó, presentándome a más personas y estaba un poco
aturdida de que tan agradables se comportaban conmigo, pero no podía centrarme en
ninguno de ellos. Instintivamente mis ojos se desviaban hacia Edward. Él me vio
observándolo y miré hacia otro lado, avergonzada de que me atrapara, pero no lo
pude evitar. Me sentía atraída hacia él por instinto.

Después de un tiempo, finalmente me sentía cómoda y decidí tomar por mi cuenta

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 307


alguna bebida. Entré a la cocina y me encontré con Rosalie, quien me dijo que le
consiguiera algo de ponche. Dudé, mi instinto natural es a hacer lo que me digan, pero
tenía las palabras de Edward resonando en mi mente. Me había hecho prometerle que
diría que no, que no atendería a nadie en la fiesta, y yo no era el tipo de persona que
rompía promesas, en especial cuando era a Edward al que se lo había prometido. Así
que tomé una respiración profunda para prepararme para las posibles consecuencias
por ser insolente y le dije que no. Edward dijo algo detrás de mí y brinqué, no había
escuchado que se aproximaba. Rosalie parecía casi contenta porque la había
enfrentado, lo que supongo daba sentido a lo que Alice me dijo; que por alguna razón
esa era la llave para ganársela. Mencionó algo sobre mi disfraz y yo dije algo sobre el
suyo, sorprendiéndola tanto a ella como a Edward. Ella se fue y Edward me agarró,
aparentemente extasiado por mi comportamiento por alguna razón. Era tan extraño,
que alguien me celebrara que fuera insolente. Solo hace unas pocas semanas atrás
habría sido golpeada hasta estar cerca de morir si le decía eso a mi amo o la gente
que él conocía. Me hizo girar, me tomó desprevenida y estuve cerca de caer, pero su
felicidad me hacía reír.

Tomó mis caderas y empezó a balancearme con la música, me puse un poco nerviosa
yo nunca antes había bailado y tenía miedo de verme estúpida o arruinarlo y hacer
que se frustrara. El sintió mi aprehensión porque sonrió ligeramente y dijo “Relájate,
tesoro mio” mientras ponía mis brazos arriba de sus hombros. Era un momento
completamente abrumador, bailando con Edward, y le pregunté por qué me decía
tesoro. Esperaba que no me lo dijera, así que me sorprendí cuando me lo explicó. Me
sonrojé, sorprendida de que me hubiera llamado así varias veces en estas semanas. Lo
encontró divertido y empezó a cantar al ritmo de la canción, su voz suave y cálida,
enviando escalofríos a través de mí. Las palabras eran dulces y me hacían sentir esa
esperanza otra vez. De pronto me echó hacia atrás y grité, porque me sorprendió por
completo. Me levantó y me hizo girar, atrapándome otra vez cuando estaba a punto de
caer. Me eché a reír, probablemente demasiado fuerte pero no pude evitarlo. Me sentí
ligera y despreocupada, e incluso un poco hermosa ese momento. Me acercó más a él
y mi corazón empezó acelerarse por la cercanía. Su cuerpo estaba pegado al mío;
irradiaba calor de él, nuestras frentes se tocaron con un brillo de sudor en la suya. Mi
nariz rozó la suya y lo miré a los ojos. Eran de un verde intenso, tan brillante y
emocional. Mirando en sus ojos podía ver la compasión y el amor dentro de él, esas
cosas que Jasper había dicho que ellos creían que habían desaparecido. Pero que yo
sabía que existían en él, y que eran potentes. Jasper dijo que de alguna manera yo hice
que regresaran y en todo lo que podía pensar era en sus palabras, como Edward me
veía como una persona y no como objeto. Para Edward no era una posesión o una
esclava, era sólo una chica. Y en eso momento lo sentí. No me sentía más que una
simple chica… una chica enamorada del maravilloso chico frente a ella.

Estaba tan cerca de él que podía sentir su aliento en mí. Las palabras de Jasper
resonaban en mi cabeza, si no arriesgas, no ganas, apenas si lo pensé. Incline mi

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cabeza para un lado y avancé lentamente, rozando mis labios con los suyos
suavemente. No sabía lo que estaba haciendo pero lo amaba y eso era todo lo que
importaba en ese momento. Quería que lo viera; quería que sintiera el amor.

Me retiré rápidamente y mis ojos se abrieron. Al instante me sentí horrible, recordando


que Edward no besaba a la gente en los labios. El miedo me atravesó y sentí mis
rodillas temblar, en mi estómago aumentaron las náuseas. Cubrí mi boca con mis
manos, completamente horrorizada por haber sido tan estúpida. Jasper me había dicho
que fuera valiente y tomara riesgos, pero no me dijo que forzará a la gente a hacer lo
que no querían.

Empecé a retroceder y el ceño de Edward se frunció. Me di la vuelta para huir, con


miedo de su reacción, cuando el extendió la mano y me agarró. Me tensé y lo miré
sorprendida cuando me atrajo hacia él. Mis manos cayeron de mi boca y la cabeza de
Edward avanzó hacia adelante. Presionó sus labios contra los míos y empezó a
besarme. Estuve en shock por un momento, completamente confundida y aturdida. Sus
labios eran suaves pero su beso con fuerza y apasionado. Él sabía a alcohol, era una
extraña combinación pero era parte de Edward y lo amaba. Empecé a responder el
beso, sin tener idea de lo que estaba haciendo pero sólo seguí sus movimientos. Estaba
tan abrumada con esas emociones que temblaba, pero sólo cerré los ojos y me permití
sentirlo todo. Mis manos encontraron su camino dentro de su cabello y gimió en mi
boca, alejándose de mí. Abrí vacilante mis ojos y vi a Edward mirándome y sonriendo.
Estaba nerviosa y mordí mi labio inferior mientras sentía el rubor subir en mis mejillas.
Traté de mirar hacia otro lado, avergonzada por lo que había hecho, pero Edward
levantó mi barbilla para que lo volviera a ver. Se inclinó hacia adelante y beso mis
labios una vez más, esta vez suave y con dulzura.

El resplandor del momento no podía durar. Jasper y Alice entraron, atrapándonos.


Edward se alejó de mí rápidamente que temí que se molestara porque la gente nos
viera. Dejé la habitación precipitadamente y me encerré en el baño, tomando
respiraciones para calmarme. Alice tocó la puerta y le dije que salía en un minuto, que
sólo necesitaba un momento a solas. Me miré en el espejo y sonreí involuntariamente,
llevando mi mano a mis labios. Estaban ligeramente hinchados por la fuerza de su
beso y me hormigueaban, mi labial había desaparecido. Todavía estaba tan aturdida
por todo, mi mente trabajando a millones de kilómetros por minuto tratando de ordenar
lo sucedido. ¿Qué significaba todo eso? ¿Qué había pasado? ¿Quiere decir que le
gusto como él me gusta a mí? ¿Siente las mismas chispas que siento yo?

Salí del baño finalmente, sintiéndome ligeramente abrumada por todo eso. Miré
alrededor, buscando a Alice para hacerle saber que estaba bien ya que había sido tan
amable de venir a verme y me detuve abruptamente cuando vi a Edward. Una chica
rubia estaba detrás de él y envolviendo su brazo a su alrededor, agarrándolo.

Me giré y alejé rápidamente, sintiéndome mal. No quería ver eso, no podía quedarme y

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verlo con otra chica. Ella era bonita y llevaba ropa reveladora y no había manera que
alguien como yo compitiera con ella.

Me dirigí hacia las escaleras rápidamente, sólo esperaba escapar y olvidarme de ello.
Iba a mitad de camino del segundo piso cuando vi a Tanya en lo alto de las escaleras,
sonriendo y sus manos en sus caderas. Mi corazón empezó acelerarse rápidamente por
el miedo y miré hacia el suelo, esperando que me ignorara. Sin embargo, no tuve esa
suerte. En el momento que llegué donde ella estaba, se movió hacia mí,
intencionalmente golpeándome con fuerza y empujándome contra la pared. Hice una
mueca y ella retrocedió, sonriendo con maldad.

“Oh lo siento muuucho,” dijo sarcásticamente, “No vi que estabas ahí”.

No le dije nada, sin querer una confrontación, y sólo me di la vuelta para dirigirme al
segundo tramo de escaleras. Sin embargo, aparentemente ignorarla fue lo peor que
hice, al momento que traté de alejarme de ella sacó el codo rápidamente y me golpeó
con fuerza en las costillas. Grité y agarré mi costado, mis ojos se llenaron de lágrimas
por el golpe bajo.

Sentí que una mano agarró mi brazo y mis ojos se abrieron por el miedo. Giré mi
cabeza rápidamente, sorprendida cuando vi que era un chico de cabello rubio. Tenía
una expresión de preocupación en su rostro y lo reconocí como el que había hablado
conmigo en la fiesta a la que Alice y Jasper me habían llevado.

“¿Estás bien?” preguntó, levantando sus cejas en expresión de interrogación. Yo asentí


rápidamente y parpadeé, tratando de limpiar mis ojos de las lágrimas, no quería que
me vieran llorando. Sentía que ya destacaba lo suficiente, no quería darle a la gente
más razones para que me notaran.

“Estoy bien” dije. Mi voz se quebró suavemente por la lucha para contener las lágrimas
pero sonreí levemente, esperando que no se diera cuenta. “Gracias por preguntar”.

El asintió. “Sí, sé que a veces Tanya puede ser una perra, le encanta torturar a las
personas. La hace sentir mejor que los demás o lo que sea. Por cierto soy Mike”.

“Isabella” murmuré. “Yo, eh… solo me iba a la cama”. Me volví y me dirigí a las
escaleras para el tercer piso y vacilé, notando que ahí también era donde Tanya
estaba deambulando. Estaba parada justo enfrente de ellas, hablando con otra chica.
No reconocí a la segunda chica pero era muy bonita. Ambas no dejaban de mirarme,
cuchichear y reírse. No tenía idea de lo que tenían planeado, pero definitivamente
parecía que nada bueno. Consideré dar la vuelta y volver corriendo a la plata baja
pero no quería tener que ver de nuevo a Edward con esa chica. Ver eso me lastimaría
más que cualquier golpe físico que Tanya podía lanzarme.

“Por lo menos deja que te ayude a subir las escaleras,” dijo Mike, mirando hacia donde
Tanya estaba parada. Le estreché mis ojos con recelo, pero sonrió amablemente. No

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creía que un chico fuera lo suficientemente estúpido como para que intentara algo
conmigo en la casa de los Cullen con tanta gente presente, pero para ser honestos no
lo sabía. En realidad no conocía a esta gente. Tanya no tuvo ningún problema en
poner sus manos sobre mí, así que, ¿qué detendría a Mike de hacer lo mismo? Sopesé
mis opciones y después de un momento asentí, prefiriendo darle una oportunidad a
Mike a soportar uno más de los numeritos de Tanya si me encontraba sola. Sabía que
Tanya quería lastimarme por alguna razón y Mike no había hecho nada que sugiriera
que no estaba siendo un caballero. Tanto el Dr. Cullen como Edward me habían
indicado que ningún tipo me tocaría sexualmente sin mi permiso y si alguien lo
intentaba ellos lo lastimarían. Era extraño, pero eso de alguna forma me hacía sentir a
salvo, a salvo de los hombres. Sabía que probablemente no debería sentirme así, pero
lo hacía.

Él subió las escaleras conmigo, pasando junto a Tanya. Ella estrechó los ojos y me dio
una mirada amenazante, pero no me habló o trató de tocarme con Mike entre nosotras.
Él estaba balbuceando algo, no estaba muy segura acerca de qué. Sinceramente, no le
estaba prestando mucha atención, sólo quería llegar a mi habitación. Se detuvo en mi
puerta y yo la abrí, caminado al interior. Le agradecí y él me dio las buenas noches,
dándose la vuelta para alejarse. Inmediatamente me agaché para desabrochar mis
botas, porque mis pies estaban sudando como locos. El cierre estaba atorado y tiré de
él con fuerza. Se me zafó y me cortó el dedo al tratar de bajarlo.

“¡Auch!” Grité. “¡Mierda!”

Mike apareció en la puerta rápidamente, cuando me escuchó gritar. “¿Estás bien?”


Preguntó preocupado. Levanté la vista hacia él y fruncí el ceño.

“El cierre se atoró,” murmuré. Se rió suavemente y avanzó, poniéndose de cuclillas


frente a mí. Tiró del cierre con fuerza y gruñí cuando le fue fácil bajarlo. ¿Por qué no
puede hacer eso?

Capté un movimiento por el rabillo de mi ojo en el pasillo y levanté la vista. Edward


entró en mi habitación, la expresión de su rostro francamente aterradora. Mis ojos se
abrieron por el miedo, sin saber porque estaba molesto. Agarró a Mike por la camisa
con fuerza y lo levantó alejándolo de mí, sacándolo a rastras de la habitación.
Observé, horrorizada, cuando Edward arrojó al chico contra la pared y empezó a
golpearlo en el rostro. Comenzó a correr sangre de la nariz del chico y empezó a gritar,
pero Edward no se detuvo. Mike sacó las manos rápidamente mientras trataba de
protegerse y accidentalmente golpeó a Edward en el rostro. Edward comenzó a temblar
con más fuerza, el hecho de que Mike hubiera hecho contacto con él obviamente lo
incitó más. Comenzó a golpearlo con más fuerza y Mike se desplomó en el suelo,
tratando de protegerse. Estaba paralizada completamente, atónita, horrorizada y
aterrada cuando Edward se sostuvo con fuerza contra la pared y comenzó a golpear a
Mike con el pie. Viendo a Edward golpear al chico me sacó de mi estupor y salí

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corriendo de la habitación, necesitando hacer algo para detenerlo antes de que de
verdad le hiciera daño. Vi a Charles golpear a una chica hasta matarla a patadas
como Edward estaba pateando a Mike. Observé como la vida de esa chica la dejaba y
esa imagen me perseguía todos los días, y cada noche en mis sueños, no había
manera de que pudiera sólo quedarme allí y observar que ocurriera de nuevo. Él no
había hecho nada malo. Edward debe haberlo malinterpretado, y lo recordé diciendo
que nadie tenía permitido estar en el tercer piso, pero necesitaba que Edward se diera
cuenta que el chico no hacía ningún daño, sólo trataba de ayudarme manteniéndome
fuera del alcance de Tanya.

Jasper y algunos otros subieron las escaleras corriendo al mismo tiempo que yo salía al
pasillo, alejando a Edward de Mike. Edward aún tenía esa mirada asesina en su rostro.
Se zafó de Jasper y levantó a Mike para mirarlo. Mike se veía muy mal, pero resultar
herido por ser golpeado innumerables veces en el rostro sabía que a menudo lucía
peor de lo que en realidad era. Gracias a Dios seguía consciente.

“Si alguna vez vuelves a ponerle un puto dedo encima, te juro por Dios que te
arrancaré cada uno de ellos para que no vuelvas a tocar nada de nuevo,” dijo Edward,
su voz dura y fría. Mis ojos se abrieron ante sus palabras y jadeé, miedo y pavor se
dispararon a través de mí ya que inmediatamente pensé en el doctor Cullen. Eso fue
casi exactamente lo que él me había dicho cuando toqué su arma. Edward me miró, la
rabia en su rostro murió lentamente cuando sus ojos encontraron los míos. Se paró y
estiró una mano hacia mí pero retrocedí, sin querer lidiar con ello. No podía creer que
había dicho eso. Se dirigió hacia mí, yo me volví y entre corriendo a mi habitación,
cerrando la puerta y poniéndole seguro de manera que no pudiera entrar. Sólo quería
estar sola, necesitaba pensar. Estaba confundida, me invadieron tantas diferentes
emociones y sentimientos, necesitaba tiempo para considerar todas y cada una de
ellas, para poder entenderlo todo.

Me quedé boca abajo en mi cama y agarré mi almohada, cubriendo mi cabeza con


ella. Tocaron mi puerta y escuché a Edward gritar mi nombre pero lo ignoré. Después
de un momento se detuvo y todo en el pasillo quedó en silencio.

Finalmente me senté y empecé a quitarme la joyería, por último me quité las botas. No
me molesté en cambiarme, sólo me quité el vestido y me acosté en bra y panties. Podía
escuchar la música en la planta baja, la gente charlando mientras la fiesta continuaba
durante toda la noche. Sólo me quedé acostada ahí la mayor parte de la noche,
tratando de entender las cosas en mi cabeza. Estaba preocupada por Mike, esperando
que Edward no le hubiera causado mucho daño y aunque era ridículo, estaba
preocupada por Edward. Sus acciones no tenían ningún sentido para mí, no lo
entendía. Era difícil conciliar al Edward que acababa de golpear a ese chico en el
pasillo por tocarme, al Edward que veo cuando él y yo estamos solos. Para alguien que
supuestamente me ve como una persona y no un objeto, ciertamente actuó de forma
posesiva como si fuera un pedazo de propiedad que tenía que vigilar.

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Con el tiempo me quedé dormida, pero el sueño no duró mucho. En poco tiempo, me
desperté sudando y gritando, por haber tenido una pesadilla. Hubo otro golpe en mi
puerta y me quedé inmóvil, tratando de calmarme. Sólo me quedé ahí mientras
tocaban, con la esperanza que se fuera. No estaba en estado de ánimo como para
compañía, o con humor para hablar de nada de eso. Aún no.

“¿Isabella? Por favor, abre la puerta, puedo escucharte.” Suspiré y cerré los ojos
cuando escuché la voz de Edward. Tocó de nuevo por un rato, llamándome,
prácticamente rogándome que lo dejara entrar. Una parte de mí quería hacerlo, la
parte que nunca quería negarle nada a esa hermosa criatura, pero dejando eso a un
lado, simplemente necesitaba estar sola por un rato. Finalmente dejó de tocar y
escuché la puerta de su habitación cerrarse.

Eventualmente me volví a quedar dormida y desperté alrededor de las 7 am. Salí de la


cama y me puse un par de pantalones de yoga y una camiseta sin mangas, sin
preocuparme por como lucía. Me lavé el rostro, tratando de quitarme el maquillaje que
Alice me había aplicado, pero el brillo era persistente y se aferraba a mi piel, así que
me di por vencida. Tomaría una ducha más tarde, después de limpiar. Mi cabello
estaba ondulado y cubierto con spray para el cabello que necesitaba quitarlo
desesperadamente, lavándolo. Utilizando mis dedos lo recogí hacia atrás, sólo
poniendo una banda elástica en él por ahora.

Caminé hacia la puerta de la habitación, abriéndola y me congelé. Mis ojos se


abrieron con horror cuando vi las salpicaduras de sangre en la pared y la alfombra.
Aparté la mirada rápidamente, gimiendo, y dirigiéndome hacia las escaleras. El
segundo piso no estaba tan mal, el pasillo, igual. Los chicos seguían dormidos, así que
no tenía idea de cómo estaban sus habitaciones. Bajé al vestíbulo y me congelé una
vez más, mis ojos se abrieron con pura incredulidad.

Nunca en mi vida había visto tal desastre. Caminé despacio por la planta baja,
completamente asombrada. Había basura por todos lados, latas de cerveza y botellas
vacías. Había comida por todo el lugar, en la alfombra y sobre los muebles. También
había líquidos derramados por todas partes y el lugar olía horrible como a cerveza y
sudor. Había algunos vidrios rotos en la esquina de la habitación y uno de los cojines
del sofá estaba extrañamente desaparecido.

Entré en la cocina y jadeé. El fregadero estaba amontonado hasta arriba con vasos
sucios, las encimeras cubiertas con latas, botellas y comida. Gemí y fui hacia el
refrigerador, agarrando una botella de agua mineral antes de ir hacia la lavandería.
Tomé algunos trapos y un par de guantes. Volví a subir al piso de arriba, dejando los
artículos en el pasillo. Fui a mi habitación y agarré una botella de peróxido de mi baño
y lo llevé al pasillo.

Me arrodillé y me puse los guantes, abriendo el agua mineral y vertiendo un poco en la


mancha de sangre. Hice lo mejor que pude para no pensar en que era sangre, ya que

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si lo hiciera probablemente me sentiría mal. Odiaba la sangre, pero tenía bastante
experiencia limpiándola a través de los años. Agarré un trapo y me incliné hacia
adelante apoyándome en mis manos y empecé a tallar la mancha, quitando lo más
que podía. Usé un poco de agua mineral y limpié la sangre de la pared, agradecida
que por lo menos salió de allí con bastante facilidad.

Cerré el agua mineral y abrí el peróxido, vertiendo un poco en lo que quedaba de la


mancha. La estaba tallando, rezando porque la alfombra no se decolorara por el
peróxido y que toda esa sangre saliera, cuando la puerta de Edward se abrió. Me
congelé, mi corazón se aceleró rápidamente, y miré hacia arriba. Dio un paso fuera de
su habitación, luciendo completamente desaliñado y agotado. Sus ojos se abrieron un
poco cuando bajó la vista hacia mí. Suspiró y frunció el ceño, cerrando sus ojos
brevemente.

“Cristo, ¿qué estás haciendo? ¡No deberías estar haciendo eso!” Se agachó junto a mí
y me arrebató el trapo de la mano. Estaba un poco asustada, sin saber que era lo que
estaba haciendo mal, y me senté sobre mis rodillas. Me miraba furioso y me pregunté
si tal vez no debería estar usando peróxido en su alfombra, si tal vez él sabía algo que
yo no. Tenían ventanas especiales que requerían un limpiador especial, así que tal vez
tenían una alfombra especial. Sólo estaba tratando de limpiar, sin querer que la
sangre se extendiera más de lo que ya estaba, sin querer que nada estuviera
arruinado cuando el doctor Cullen llegara a casa. Mis ojos empezaron a llenarse de
lágrimas y mentalmente me maldije por ser tan débil, pero seguía tan confundida y
sinceramente agotada y agobiada que simplemente no pude soportar que me mirara
así. No podía soportar que me mirara como si hubiera arruinado todo.

“Joder, ¿estás llorando?” Preguntó con incredulidad. Volví mi cabeza para otro lado y
cerré los ojos, deseando que dejara de reaccionar con tanta intensidad. Sólo estaba
empeorando las cosas para mí. De nuevo abrí los ojos y capté un movimiento de su
mano dirigiéndose hacia mí. Retrocedí dando un respingo, instintivamente echándome
hacia atrás y alejándome de su alcance. Se paralizó y su rostro se nubló con confusión
y una mirada de dolor en sus ojos que me impactó. Dejó caer su mano y parpadeó un
par de veces, sin dejar de mirarme. Después de un momento, negó con la cabeza y
pasó una mano por su pelo. “Juro, que me parece que no puedo hacer nada bien
contigo.”

Mi ceño se frunció. “Lo siento,” dije instintivamente. Sin comprender, pero no quería
molestarlo. Mi respuesta pareció molestarlo aún más, ya que gimió y lanzó el trapo
hacia la pared. Hizo un pequeño ruido sordo y cayó al piso.

“¡¿Tú te disculpas?! ¡¿De qué te estás disculpando?! ¡Ció é scopare pazzeco*! ¡Voy a
volverme malditamente loco si no paramos este puto baile que estamos haciendo
Isabella!”

Sólo me le quedé mirando sorprendida, él elevó un poco su voz con pasión. Estaba

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realmente nervioso sobre algo y no tenía idea de que era. “¿De qué estás hablando?”
Pregunté, sacudiendo la cabeza, tratando de entender lo que estaba pasando. ¿Qué
baile estábamos haciendo? No estaba tratando de molestarlo; no tenía la intención de
hacer cosas que lo volvieran loco.

Gruñó y extendió la mano, de repente agarrándome con fuerza. Bajé la vista a su mano
sobre mi brazo, luchando contra las sensaciones que su toque le daba a mi cuerpo. El
cosquilleo que corría a través de mí, la oleada de emociones que evocaba. Sólo me le
quedé mirando fijamente a su mano, confundida del por qué me estaba tocando, pero
esa parte irracional de mí deseando que jamás dejara de hacerlo.

“Dime que no sientes eso,” me dijo, su voz un poco más baja, pero aún con fuerza.
Levanté la vista hacia él, mis ojos muy abiertos, con miedo de que me hubiera
descubierto. Que él supiera lo que su toque me hacía. Todo en lo que podía pensar era
en que lo había besado anoche, tenía que ser tan obvio. ¿Era por eso que estaba
molesto? “Dime que no sientes esas mismas chispas que siento y desistiré de esto y te
dejaré en paz. Pero estoy cansado de intentar mantenerme alejado de ti, Bella.”

Lo miré fijamente por un momento, completamente aturdida. Bajé la vista a su mano


brevemente antes de verlo de nuevo a los ojos. Su mirada era tan intensa, el verde tan
vivo. “¿También lo sientes?” Pregunté vacilante, tratando de asegurarme de que lo
había escuchado bien. Él se rió suavemente, con ansiedad.

“Por supuesto que lo siento. Cristo, tiene que ser obvio lo que estoy sintiendo. Quiero
decir, te besé anoche,” dijo.

Parpadeé un par de veces, sorprendida. “Pero yo te besé… no debería haberlo hecho,


porque me dijiste que tú no hacías eso….” Empecé a decir rápidamente, confundida.
Se echó a reír de nuevo.

“Apenas sí rozaste mis labios. Yo prácticamente asalté tu puta boca. Y tienes razón, yo
no hago eso, que es lo que lo hace un pinche locura. He estado tratando de reunir las
bolas para decirte esta mierda toda la maldita semana.” Suspiró, y pasó su mano por
su cabello, mirándome fijamente, sus ojos prácticamente implorándome, pero qué, en
realidad no lo sabía.

“Dime, ¿de qué estás hablando?” Pregunté, confundida respecto a qué era
exactamente lo que estaba diciendo.

Gimió y se puso de pie, negando con la cabeza. “Madonn’, ¡dovete scopante


scherzandolo! ¡Non potete essere quei ciechi. ¡Sparimi giá nella testa maledetta dio e
superilo con! ¡Mettalo dalla mia miseria scopante! ¡¿Come potete non vedere quello ti
amo?!”*

Sólo me le quedé mirando mientras despotricaba en italiano, sin entender una sola
palabra saliendo de su boca. Después de un momento suspiré y estiré mi mano,

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agarrando el trapo que me había arrebatado y tirado. Volví a tallar el peróxido en la
alfombra, sabiendo que tratar de escucharlo era inútil.

Después de un momento se calmó y detuvo su paseo, parándose junto a mí. Suspiró y


se sentó, dejándose caer hacia atrás de tal manera que estaba apoyado contra la
pared. Atrajo sus rodillas hacia arriba y envolvió sus brazos en ellas, su postura
indicando que se sentía derrotado.

Le eché un vistazo después de un rato y vi que me miraba con curiosidad. Se veía


agotado, sus ojos rojos con prominentes círculos oscuros debajo de ellos. “¿Vas a
traducir?” Pregunté tímidamente, alzando las cejas inquisitivamente. Negó con la
cabeza, sus labios curveados hacia arriba ligeramente. Asentí, sin sorprenderme en lo
absoluto.

“Yo limpio la sangre,” dijo después de un momento. “Yo derramé esa mierda, no
deberías ser tú quien lo haga.”

Me encogí de hombros, sentándome sobre mi trasero y tendiendo el trapo junto a mí.


Había un ligero tono rosado en una pequeña parte de la alfombra, pero la mayor parte
se había quitado. “¿Él está bien?” Pregunté.

Edward me miró por un momento, su rostro casi inexpresivo. “¿Importa?” Finalmente


preguntó.

Suspiré, sacudiendo mi cabeza por su indisposición a darme una respuesta directa.

“Él me ayudó, ¿sabes?” dije en voz baja. Edward levantó sus cejas interrogante,
obviamente preguntándose de que estaba hablando. “Me acorralaron en las escaleras
cuando iba camino a mi habitación y él intervino para detenerlas. Me acompañó a mi
habitación para que me dejaran en paz.”

Sus ojos se estrecharon ligeramente. “¿Quién te acorraló?” Preguntó, su voz con un


borde duro en ella. Me encogí de hombros.

“¿Importa?” Pregunté, lanzándole de vuelta su propia declaración. Puede que a él no le


importaba si Mike Newton estaba bien, pero a mí sí me importaba.

Gruñó. “Newton está bien, se recuperará completamente. Se veía mucho peor de lo que
era. Ahora, ¿quién te acorraló?”

“Tanya,” dije. Sus ojos se oscurecieron, su expresión cambió a una de ira intensa.
Tenía la sensación de que seguía enojado con ella por cómo había actuado en el
anterior encuentro.

“¿Ella te tocó?” Preguntó. Me di cuenta por la tensión en su voz que estaba luchando
para mantener la calma.

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“Sí, pero no tiene importancia. No dejó ninguna marca ni nada,” dije, encogiéndome de
hombros. Había tenido mucho peores que un golpe con el codo o un empujón.

Edward negó con la cabeza. “No me importa si no dejó marcas, es importante. Ella no
tiene derecho a ponerte un dedo encima.”

Suspiré. “¿Qué, también vas a golpearla por tocarme? Primero Jacob Black, luego Mike
Newton. ¿Quién sigue? ¿Vas a golpear a todo el que me toque? Mira, sé que soy tu
propiedad, Edward y no tengo derecho a decirte lo que tienes qué hacer, pero no me
gusta que la gente salga lastimada por mi culpa. Ya antes te había dicho que he
pasado mi vida pagando por los errores de otros y no soporto saber que otros están
derramando sangre por mi culpa. Si quieres culpar a alguien, cúlpame a mí.
Castígame. Pero por favor, no sigas lastimando a otras personas porque han tenido la
desgracia de cruzarse en mi camino.”

Sus ojos se ampliaron y me miró con incredulidad. Me pregunté de inmediato si tal vez
no debería de haber dicho eso. Era extraño cuan relajada me sentía cuando hablaba
con Edward y expresaba lo que estaba en mi mente, pero reconocía que había algunas
cosas que nunca debería decir. “¿Crees que pienso en ti como una pertenencia, algo
que poseo?” Preguntó, su voz baja, casi un susurro. Hubo un poco de dolor evidente en
su voz.

Me encogí de hombros. “Ya no sé que pensar. Al principio no lo creía así, pero cuando
atacas a esas personas es como si estuvieras molesto porque se están metiendo con
una de tus posesiones. Le dijiste a Mike casi exactamente lo mismo que me dijo el
doctor Cullen ese día en su habitación cuando toqué su arma.”

Suspiró, entrelazando sus dedos en su cabello y agarrando mechones de él en un


puño. Parecía frustrado. “Demonios, nunca quise darte esa impresión. A veces tengo
problemas con mi temperamento, Bella, y salto sobre las personas sin siquiera
pensarlo. Joder, siento tanto haberte recordado a mi padre, no quiero recordarte nunca
esa mierda porque nunca jamás te haría algo así, te juro por Dios que nunca lo haría.
Es sólo que, me siento…” Él vaciló, tomando un profundo respiro y mirándome. “Me
siento protector contigo, y no porque crea que me perteneces, sino porque quiero que
me pertenezcas.”

Mi ceño se frunció por la confusión. “¿Hay alguna diferencia?” Pregunté. Gimió,


cerrando sus ojos.

“Esa mierda no salió bien. Cristo. Mira, yo, eh…me preocupo por ti, ¿de acuerdo?” Dijo
vacilante, observándome con cautela. “Y, carajo, sé que algunas veces exagero, pero
es porque no quiero que nadie te lastime. No hago esa mierda intencionalmente. No
eres como nadie que haya conocido. Me tienes cautivado.”

Sólo me le quedé mirando impactada. “¿Te cautivo?” Pregunté, sorprendida de que

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hubiera dicho eso. Edward, definitivamente me cautivaba, ya que era un ser humano
complejo y deslumbrante, pero no podía entender como alguien como yo podía
interesarle a él. No había nada especial en mí, nada que pudiera ofrecerle que otra
chica no pudiera hacerlo mejor.

Suspiró. “No te ves a ti misma con claridad, ¿sabes? Eres diferente, no como todo el
resto de ellos. Eres perceptiva, jodidamente fuerte y madura más allá de tu edad.
Puedes entenderme de la forma que nadie más puede hacerlo. Y eres, molto bella,”
dijo.

Parpadeé un par de veces, sorprendida cuando recordé esas palabras. Jasper me las
había dicho anoche, cuando me vio con mi disfraz. “¿Tú crees que soy… hermosa?”
Pregunté con incredulidad.

Sus ojos se abrieron cuando se dio cuenta que sabía lo que significaba. Sonrió con
timidez, asintiendo ligeramente con la cabeza. Se deslizó acercándose a mí, cerrando
algo de la distancia entre nosotros, por lo que quedó sentado frente a mí con nuestras
piernas tocándose. “La mia bella ragazza,” dijo en voz baja, mirando a mis ojos
fijamente.

“Sabes que no sé qué quiere decir eso,” murmuré, sintiendo el rubor subir a mis
mejillas por la intensidad de su mirada. Siempre se había rehusado a decirme cuando
le preguntaba y era enloquecedor. Me preguntaba si Jasper o Emmett me dirían, si
Alice sabría, y había considerado preguntarles pero no lo haría por vergüenza. Edward
asintió, levantando su mano. Pasó el dorso de sus dedos a lo largo de mi sonrojada
mejilla, bajando y acariciando la línea de la mandíbula, mis ojos parpadearon
intentando cerrarse ante su suave tacto, mi cabeza instintivamente se inclinó en su
dirección. “Mi chica hermosa,” susurró.

Abrí los ojos y lo miré de nuevo, completamente aturdida por la expresión en su rostro.
Había tanto amor y compasión reflejándose en sus ojos, su rostro suave pero lleno de
emoción. Su mano acarició suavemente la línea de mi mandíbula una vez más antes
de bajar y tomar mi barbilla. Llevó hacia arriba su pulgar y masajeo mi labio inferior
con suavidad y exhalé un suspiro tembloroso, mi corazón corriendo a gran velocidad.
El deseo en su rostro era impresionante, me consumía. Se sentía tan surrealista, estaba
nerviosa y emocionada, algo aturdida pero completamente esperanzada, y ese
sentimiento por sí solo me hacía sentir mareada. Edward me miraba con tal intensidad
que sentía como si pudiera mirar a través de mí, ver más allá de mi exterior y dentro de
mi alma.

Bajó la vista a mis labios brevemente antes de mirarme otra vez a los ojos. Su cabeza
avanzó lentamente hacia adelante, con cautela, observándome. Mi corazón se estaba
acelerando, latiendo con tanta fuerza que casi dolía y me preguntaba si tal vez él
pudiera escucharlo. Me incliné ligeramente hacia adelante, cerrando un poco más la
distancia entre nosotros. Sonrió levemente por mi movimiento y cerró el resto de la

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distancia, inclinando su cabeza hacia un lado y presionando sus labios contra los míos
con suavidad. Gemí cuando sentí un hormigueo en mis labios por la conexión y Edward
gruñó en respuesta. Su mano aun sujetaba mi barbilla mientras me besaba. Cerré mis
ojos y subí mi mano, vacilando antes de colocar mi palma apoyada en su mejilla. Su
piel era tibia al tacto, su rostro un poco áspero por su barba insipiente. Sentí que
Edward levantó su otra mano y la colocó encima de la mía en su mejilla, quitando mi
mano de él después de un momento. Entrelazó nuestros dedos juntos, las puso en su
regazo.

Después de un momento se apartó de mis labios y abrí mis ojos. Sonrió y rápidamente
se inclinó hacia adelante para besarme una vez más, brevemente, con suavidad. “No
creo que seas hermosa, Bella. Sé que eres hermosa.”

Me sonrojé y él rió entre dientes. “Gracias,” dije en voz baja. Sentí mis ojos llenarse de
lágrimas, pero no eran mis usuales lágrimas de tristeza. Estas eran, lágrimas de
alegría, lágrimas de esperanza. Me asustaron, ya que todo el concepto aún era extraño
para mí, pero no traté de detenerlas. “Tú también lo eres.”

Sonrió con suficiencia, su linda sonrisa torcida triunfando sobre su rostro. “¿Crees que
soy hermoso?” Preguntó juguetón, arqueando una ceja.

Me eché a reír suavemente. “¿Tal vez guapo es más apropiado? Sin embargo, eres una
hermosa persona.”

Él rió entre dientes, negando con la cabeza. “Sí, no puedo decir que alguna vez haya
escuchado eso. Me han llamado de todas las formas habidas y por haber, pero una
persona hermosa no es una de ellas.”

Sonreí y me encogí de hombros. “Entonces, todos tienen que estar ciegos para no
verlo.”

Su sonrisa creció, sus ardientes ojos verdes prácticamente centellearon de alegría. Me


miró por un momento antes de inclinarse hacia adelante y una vez más presionar sus
labios contra los míos, suave y dulcemente. “Ahora que he empezado, no creo que
pueda detenerme,” dijo en voz baja cuando se apartó. Me sonrojé, asintiendo con la
cabeza. Bajé la vista a nuestras manos, nuestros dedos seguían entrelazados,
yaciendo en su regazo. Todo esto era tan abrumador, nada tenía sentido. No podía
entender lo que todo eso significaba. Que era exactamente lo que estaba diciendo, que
significaba para él, para mí… para ambos. ¿Qué sucedería después?

Debería de haber estado pensando lo mismo que yo porque suspiro. “Que te parece si
vamos abajo y arreglamos un poco, y tal vez entonces podamos volver aquí y hablar
sobre todo lo que significa todo esto,” sugirió, levantando nuestras manos para
enfatizar de lo que estaba hablando. Lo miré y asentí. Suspiró de nuevo y soltó mi
mano. La quité de su regazo y agarré los guantes y el trapo del piso, poniéndome de

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pie. Yo estaba aún tan asombrada y aturdida que me costó mucho mirar a Edward. Se
paró y agarró mi brazo levemente e instintivamente me tensé. “Oye, relájate, ¿de
acuerdo? No tienes por qué tener miedo de mí, ni por esto o por lo que sea. Lo
resolveremos. Y no tienes por qué esconderte de mí, no tienes por qué sentirte tímida o
cerrarte en ti misma, ¿está bien?”

Levanté la vista hacia él y asentí. “Lo siento,” murmuré, sintiéndome mal porque él
acababa de abrirse conmigo y yo me estaba reteniendo y tensándome. Edward
sacudió su cabeza.

“No te disculpes. Tengo más mierda de la que disculparme que tú,” dijo, pasando la
mano por su cabello. Le sonreí, dándome cuenta que simplemente estaba tan nervioso
como yo. No tenía ningún sentido, ya que Edward tenía experiencia con las chicas,
pero era reconfortante saber que no era la única ansiosa por todo esto. Él vaciló y nos
quedamos en el pasillo por un momento, antes de que se volviera y se dirigiera hacia
las escaleras. Lo seguí, sin desear para nada llegar a la gran cantidad de trabajo de
limpieza que nos esperaba.

Edward se congeló cuando llegó al final de las escaleras, tan abruptamente que no me
di cuenta que se había detenido y choque contra él. Mis ojos se abrieron un poco y
comencé a alejarme, sin saber cómo iba a reaccionar por su temperamento, pero él
simplemente se dio media vuelta y agarró mi brazo, deteniéndome a su lado. Su
atención estaba centrada en la habitación frente a nosotros, su expresión de pura
incredulidad.

“Sí, eh…” Comenzó, su ceño se frunció mientras parecía estar concentrado en algo.
“Qué tal si olvidamos lo que dije sobre limpiar y simplemente volvemos arriba.”

Reí involuntariamente ante su expresión y me miró, arqueando una ceja y sonriendo.


Sacudí mi cabeza, devolviéndole la sonrisa. “Está bien,” dije, sin querer que se sintiera
obligado a ayudar. De todos modos, esa era mi responsabilidad, la razón por la que
fui traída a la casa de los Cullen en primer lugar.

Me dio una mirada interrogante, por alguna razón obviamente no esperaba esa
respuesta, pero se encogió de hombros. “Bueno,” dijo, agarrando mi mano y dándose
la vuelta hacia los escalones. Mi ceño se frunció por la confusión y me resistí cuando
intentó llevarme hacia ellos. Se detuvo cuando se dio cuenta que no me estaba
moviendo. Me miró, viendo mi expresión confundida. “Pensé que íbamos a volver
arriba y hablar.”

Por un momento me quedé mirándolo, negando con la cabeza. “Yo, eh, tengo que
limpiar,” murmuré. Gruñó y rodó los ojos.

“Acabas de decir que estaba bien cuando dije que nos olvidaríamos de eso,” dijo con
una leve irritación en su voz. Suspiré, dándome cuenta de que lo estaba confundiendo.

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“Sí, que podíamos olvidarnos de que tú vas a limpiar. Pero yo realmente tengo que
hacerlo, no puedo dejar que la casa se quede así,” dije, tratando de aclarar. Sólo me
miró fijamente, luciendo un poco frustrado. Empecé a sentirme algo incómoda por el
escrutinio de sus ojos y estaba a punto de alejarme de él cuando habló.

“Él no va a regresar por unos días, sabes. El desorden puede esperar un poco, no tiene
jodida importancia,” dijo, encogiéndose de hombros. Sólo lo miré con incredulidad por
su indiferencia.

“Pero, eh…” Comencé, mirando el desastre a mí alrededor. No había manera de que


sólo me fuera y me relajara, sabiendo cuan desordenado estaba todo. Me sentiría
nerviosa constantemente hasta que la casa estuviera otra vez en orden.

Se encogió de hombros después de un momento. “Bien,” dijo simplemente, volviendo a


bajar el escalón hacia el vestíbulo. Me quedé parada y observé mientras se dirigía a la
lavandería, desapareciendo dentro de ella. Reapareció después de un momento con un
montón de bolsas negras. Se acercó a mí y me dio una. “Tú empieza recogiendo las
latas de aluminio y yo me encargaré de cualquier mierda que se haya roto, ya que sé
muy bien que no hay manera que todo haya sobrevivido la noche intacto.”

Sonreí levemente, un poco sorprendida de que en realidad él fuera a ayudarme a


limpiar. “Tú no tienes que hacer esto, yo puedo hacerlo,” dije, una vez más sin querer
que se sintiera obligado. Él gruñó.

“Sé que puedes, Isabella. Cristo, sólo déjame ayudarte con esta mierda para que
termines más rápido,” me dijo. De nuevo sonaba molesto, así que cerré la boca y
asentí, sabiendo que no era prudente discutir. Había llegado a creer que realmente
podría discutir con Edward y él lo entendería, aunque probablemente me respondería,
pero no quería ser irrespetuosa sólo porque él me permitía hacerlo.

“Está bien. Y tienes razón, hay algunos vidrios rotos en la sala de estar,” dije. Rodó los
ojos y gruñó.

“Por supuesto que los hay. Y apuesto a que esa mierda la hizo Emmett. Su culo debería
de estar aquí limpiando este desastre,” murmuró, dándose la vuelta y dirigiéndose a la
sala de estar. Me quedé ahí parada, observándolo por un momento, sin poder dejar de
sonreír. Estaba murmurando para sí mismo, probablemente maldiciendo a juzgar por
sus expresiones faciales, y empezó a lanzar cosas dentro de una bolsa de basura. Era
algo tan simple, pero un gesto tan dulce de su parte estar aquí abajo conmigo,
ayudándome. Me atreví a suponer que no era algo que hacía muy a menudo.

Fui a la cocina y empecé a tirar las latas en la bolsa de basura, recogiendo la


encimera. Cada minuto o algo así escuchaba ruido en la sala de estar, el sonido de
algo siendo arrojado o Edward gritando con fuerza por algo. Traté de ignorarlo y
enfocarme en lo que estaba haciendo, pero cada “demonios” o “puta madre” o “Jesús

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Cristo” o “¡¿Qué carajos es eso?!” que venía de la sala de estar me hacía reír. Era tan
absolutamente Edward. Ya había recogido todas las latas y arrastré la bolsa hacia un
lado de la habitación, amarrándola. Me acerqué al fregadero y saqué todos los platos
sucios preparando algo de burbujeante agua caliente. Comenzaba a lavar los platos
cuando Edward entró. Dejó caer una bolsa de basura amarrada junto a la bolsa de
latas que yo había juntado, el sonido de vidrio crujiendo haciendo eco al golpear el
suelo.

“Tenemos un lavavajillas, no tienes que hacer esa mierda a mano. ¿Y has visto el puto
cojín del sofá? Porque no puedo encontrarlo,” dijo, definitivamente molesto.

“No sé como funciona el lavavajillas. Y no, no he visto el cojín del sofá,” dije, incapaz
de dejar de reír. Él llegó detrás de mí y mi corazón comenzó a acelerarse por su
proximidad.

“¿Te estás riendo de mí?” preguntó en un susurró, sus labios justo a un lado de mi oído.
Me estremecí involuntariamente ante la sensación de su aliento sobre mí.

“Eh… no,” murmuré. Rió entre dientes y me rodeó, moviendo el seguro en la puerta del
lavavajillas y abriéndola. Sacó la rejilla superior y me miró con una pequeña sonrisa.

“Saca las malditas manos de esa agua sucia y llena esto con platos,” dijo, haciendo
un ademán hacia la rejilla. Lo miré con cautela, preguntándome si sabía lo que estaba
haciendo. No podía imaginarme a Edward alguna vez lavando platos, y considerando
que no podía hacer funcionar una lavadora, tenía la sensación de que sólo estaba
improvisando.

Empecé a llenar las rejillas con los platos sucios mientras él se paró atrás
observándome. Cuando estuvo lleno di un paso atrás y lo miré inquisitivamente. Sonrió
y asintió, luciendo bastante orgulloso. Si estaba orgulloso de sí mismo o de mí, no
estaba segura, pero a pesar de todo me hizo sonreír. Me di la vuelta, comenzando a
guardar los pocos platos que había logrado lavar a mano antes de que Edward
interviniera. Miré por el rabillo de mi ojo mientras añadía el jabón y cerraba la puerta,
asegurándola. Se le quedó mirando por un momento, estrechando sus ojos con una
expresión de confusión en su rostro. Me contuve la risa, sin querer que pensara que
estaba burlándome de él, cuando me di cuenta de que definitivamente no tenía idea de
lo que estaba haciendo. Después de un segundo, extendió su mano y presionó algunos
botones y la encendió. Saltó cuando comenzó a hacer ruido y quitó su mano
rápidamente, obviamente sorprendido de que consiguió hacerla funcionar. Se encogió
de hombros y me miró, dándome una rápida sonrisa orgullosa y saliendo de la cocina.
En cuanto se perdió de vista me eché a reír, negando con la cabeza.

Después de un momento salí de la cocina y llevando algunos de los trapos sucios a la


lavandería para arrojarlos en el cesto. Me di cuenta de que estaba lleno y lancé
rápidamente la ropa sucia a la lavadora, empezando con una carga mientras estaba

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allí. Salí de la lavandería y miré hacia Edward. Tenía la sala de estar bastante limpia,
además de aspirada, y estaba mirando fijamente al sofá. Su expresión era intensa,
tenía sus ojos entrecerrados como si estuviera tratando de intimidarlo para que le
dijera dónde estaba el cojín. Me reí un poco más fuerte de lo que deseaba, mi mano
subió para cubrir mi boca mientras la cabeza de Edward se volvió rápidamente en mi
dirección. Me miró por un momento, sus labios ligeramente curveados hacia arriba
antes de volverse otra vez al sofá. Negué con la cabeza y caminé de vuelta a la cocina,
riéndome suavemente para mí misma.

Entré, y al momento que me acerqué al fregadero me topé con algo resbaladizo. Me


resbalé, mi pie casi voló hacia arriba. Agarré la encimera rápidamente, sujetándome
con fuerza para mantenerme en pie. Miré a mí alrededor en confusión, mis ojos se
abrieron cuando vi las burbujas filtrándose del lavavajillas. El suelo estaba cubierto de
espuma y continuaba derramándose bastante rápido.

“¡Edward!” Grité instantáneamente, un poco asustada. No había forma de que esto


fuera normal. Escuché pasos aproximándose y volví mi cabeza para verlo
prácticamente entrar corriendo en la cocina, con una mirada de preocupación en su
rostro. Mis ojos se ampliaron y abrí la boca para advertirle, apenas conseguí decir
“cuidado” antes de que llegara a un charco de agua jabonosa y empezara a
resbalarse. Se alcanzó a detener, manteniendo el equilibrio y miró a su alrededor en
confusión. Sus ojos se abrieron cuando vio las burbujas derramándose desde el
lavavajillas.

“¡Puta madre!, ¡figlio di puttana!” dijo, caminando con cuidado a través de las burbujas
hacia el lavavajillas. Empezó a presionar botones frenéticamente y tirando de la puerta
tratando de pararla. Continuó derramando burbujas y él gimió, prácticamente
golpeando los botones con fuerza. Su temperamento se encendió después de un
momento y llevó su pie hacia atrás, golpeando la puerta con fuerza. Hizo una mueca
con el crujido que se escuchó, mis ojos se ampliaron cuando vi la pequeña abolladura
que había dejado al frente. Maldijo y cojeó en un pie por un momento.

“Maldita sea,” gritó, golpeando de nuevo los botones. De repente se detuvo y él se


congeló, mirándolo fijamente, sorprendido. Me miró con cautela, asumo esperando mi
reacción. Parecía avergonzado por ello.

“Creo que tenemos un pequeño problema aquí,” murmuré después de un momento.


Sus ojos se estrecharon un poco con molestia y traté de mantener la calma, pero la
situación entera era simplemente demasiado.

El piso de la cocina estaba cubierto de burbujas y era completamente ridículo, y


habíamos logrado hacer un desastre aún mayor que con el que habíamos empezado,
pero parte de mí lo encontraba para morirse de la risa. Después de un segundo esbocé
una sonrisa involuntaria, luchando por contener la risa. Sin embargo, Edward logró
verlo y estrechó aún más sus ojos, evidentemente sin ver el humor de la situación. Su

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irritación sólo hacía la situación aún más graciosa para mí y solté una carcajada.
Comenzando a reír y subí mi mano para cubrir mi boca y callarme, pero era inútil. Mi
risa sólo se hizo más fuerte.

“¿Te estás riendo de mí otra vez?” Edward preguntó, arqueándome una ceja, sin verle
lo gracioso ni un poco. Comencé a reír más fuerte, todo mi cuerpo temblando por la
risa. Traté de alejarme de la encimera, sin prestar atención a lo que estaba haciendo
en medio de mi ataque de risa, y metí mi pie en un charco. Me resbalé, perdiendo el
equilibrio. Edward se movió rápidamente hacia adelante para atraparme y patinó en
un charco, su pie salió volando. Me agarró pero en lugar de evitar que llegara al suelo
nos tumbó a ambos. Caí de espaldas con un ruido sordo y Edward aterrizó
directamente encima de mí. Gemí y cerré los ojos, casi quedándome sin aliento por la
fuerza de su peso sobre mí. Se levantó rápidamente y abrí los ojos para verlo
cerniéndose sobre mí con una expresión de horror en su rostro.

“Cristo, Isabella, ¿estás bien? Joder, lo siento tanto; ¡no quise derribarte! ¿Te
lastimaste? ¿Te lastimé? ¡Joder, di algo!” Escupió aterrado, sus ojos amplios. Sólo me
quedé mirándolo por un momento antes de levantarme de manera que quedé sentada.
Él se apartó rápidamente, sentándose en el suelo frente a mí. En realidad no me dolía,
sólo estaba aturdida por lo que pasó. Estaba cubierta en burbujas, mi espalda
completamente empapada con jabonosa agua caliente. Él me miraba preocupado,
toda la situación completamente ridícula. Después de un momento empecé a temblar y
subí mis manos para cubrir mi boca. Los ojos de Edward se abrieron más por el miedo.

“No llores, ¡mierda! ¡¿Dónde te lastimaste?!” Al momento que las palabras salieron de
su boca, no puede contenerme. Me eché a reír como histérica, con tanta fuerza que me
dolían los costados. Apenas si podía respirar en medio de mi ataque de risa. Sentí mis
ojos llenarse de lágrimas y aparté las manos de mi boca, para limpiarlas. Nunca me
había reído tanto en mi vida e imaginé que debería verme absolutamente ridícula, pero
no podía detenerme.

Edward me observaba, completamente atónito con una mirada de total impaciencia en


su rostro. “¡Me diste un puto susto! ¡Joder, pensé que te había lastimado!” Gritó. Me
sentí mal porque evidentemente lo había asustado, pero pareciera que no me
importaba su molestia ya que no podía dejar de reírme. Después de un momento no
pudo mantener su fachada de enojado y la comisura de sus labios se levantó. Empezó
a reír entre dientes, negando con la cabeza y mirando a su alrededor. Después de un
momento recuperé el aliento, tomando unas respiraciones profundas para calmarme.

“Yo, eh…” Empecé, sacudiendo la cabeza. “Creo que puede que hayas hecho algo
mal, Edward.” Bajó su mano y agarró un puño de burbujas de jabón cuando empecé a
reír de nuevo, arrojándomela a mí. Rápidamente volteé mi cabeza y me salpicaron el
pecho y la mejilla. Ni siquiera dudé, ni siquiera me detuve a pensar que estaba
haciendo. Agarré algunas burbujas y se las arrojé de vuelta. Lo salpicaron

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directamente en el rostro. Cerró sus ojos y subió su mano para limpiarlas.

“¡No puedo creer que hayas hecho eso!” me dijo. Se abalanzó hacia adelante y
empecé a correrme hacia atrás, todavía riendo. No parecía molesto, pero tenía una
mirada decidida en su rostro y no estaba segura de qué iba a hacer. Me atrapó antes
de que pudiera escaparme y me empujó suavemente hacia atrás, de manera que
estaba en el suelo de nuevo acostada en las burbujas de jabón. Se cernió sobre mí, sin
dejarme sentir su peso pero manteniendo su cuerpo pegado al mío, inmovilizándome.
Agarré un poco de burbujas del suelo junto a nosotros y se las lancé, una pequeña
cantidad de ellas le dieron directo en la nariz. Me reí aún más fuerte y él empezó a reír
junto conmigo, sin molestarse en quitarlas. Se agachó y frotó su nariz contra la mía,
pasando algunas de las burbujas sobre mí. Después, no se apartó, mantuvo su cuerpo
pegado al mío, su nariz tocando la mía, y me miró fijamente. Su expresión era
tranquilizadora, ya que parecía contento a pesar de la situación. Después de un
momento levanté mi cabeza, sintiéndome valiente, y presioné mis labios con los suyos
con suavidad. Rápidamente me aparté, mirándolo con cautela, sin saber si estuvo bien
lo que había hecho. Sonrió levemente y se inclinó hacia abajo para besarme de nuevo.
Cerré mis ojos, simplemente disfrutando de la sensación. Nunca antes había entendido
el atractivo de besarse, lo que era tan agradable de conectar las bocas, pero ahora lo
entendía. Sus labios eran suaves y húmedos, su sabor dulce pero con un toque de
menta de su pasta de dientes. Abrí mis labios y gemí suavemente cuando empezó a
besarme con más firmeza, mis ojos se abrieron de repente cuando su lengua rozó mi
labio inferior. Me quedé helada cuando se deslizó un poco en mi boca, tocando la
punta de mi lengua. Sintió que me tensé y se apartó, abriendo sus ojos.

“¿Fue demasiado?” preguntó dudoso. Negué con la cabeza y sonreí levemente.

“Sólo… me sorprendió,” dije en voz baja, sintiéndome sonrojar. Rió entre dientes y se
inclinó hacia abajo besando mis labios una vez más. Se hizo hacia atrás y se sentó,
tomando mi mano para levantarme de manera que estaba sentada. Me miró y se echó
a reír, extendiendo su mano para quitar algunas burbujas que se pegaron a mi
cabello.

“Qué tal si limpiamos este desastre para que podamos hablar,” dijo, mirando el
desastre que era la cocina a nuestro alrededor. Asentí y se puso de pie, extendiendo su
mano y agarrando la mía para ponerme de pie. Se pasó una mano por su pelo,
gimiendo.

“Y una siesta. Definitivamente también voy a necesitar una puta siesta después de
esto.”

**********
Molto Bella = Muy hermosa

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 325


Nella vita – chi non risica – non rosica = En la vida quién no arriesga no gana

Ciò è scopare pazzesco = Esta es una puta locura

Madonn', dovete scopante scherzandolo. Non potete essere quei ciechi. Sparimi già
nella testa maledetta dio e superilo con. Mettalo dalla mia miseria scopante. Come
potete non vedere quello ti amo?! = Mierda, ¡tienes que estar haciéndome una puta
broma! ¡No puedes estar tan ciega! ¡Dispárame ya en la maldita cabeza y acabemos
con esto! ¡Sácame de mi puta miseria! ¿Cómo es que no te has dado cuenta que te
amo?)

Figlio di puttana = Literalmente ‘hijo de una puta’, pero es el equivalente de ‘hijo de


puta’

(Madonna = Jerga italiana para Mierda, pero la Mafia lo abrevia a Madonn’)

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 326


“En el corazón de cada hombre hay un nervio secreto que responde a la vibración de
la belleza.”—Christopher Darlington Morley

Edward cullen

Regresé a la cocina y me apoyé en el marco de la puerta, cruzando los brazos sobre mi


pecho. Isabella estaba sacando los últimos platos del lavavajillas y guardándolos.
Sonreí para mí mismo, negando con la cabeza. Evidentemente el lavavajillas llevaba
un limpiador especial y sólo porque estás lavando los platos no quiere decir que
puedes usar detergente. ¿Quién iba a saber esa mierda? Nunca antes había operado
esa maldita cosa y de verdad, sólo quería ayudar pero sólo conseguí hacer un maldito
desastre de todo. Esa es precisamente la razón por la que nunca ayudaba—Tenía la
costumbre de sólo complicar las mierdas. Aunque Isabella no parecía molesta por ello,
afortunadamente. A mí me encabronó, ya que realmente quería largarme al piso de
arriba para que pudiéramos hablar antes de que mis hermanos se despertaran. Y
honestamente, no estaba muy contento por haber cometido un error frente a ella, esa
mierda fue vergonzosa. En realidad nunca antes había tratado de impresionar a una
chica, la mayoría de las perras naturalmente se impresionaban por quien era, pero
quería impresionarla a ella. Me sentía como un maldito perro, queriendo saltar por
aros, girarme y mendigar pinches golosinas. Pero ella lo encontró muy gracioso, así
que por supuesto todo valió la pena. Si eso fue lo que tomó para hacerla reír, la
cagaría con más frecuencia.

Me sentía como un pendejo, dejando que ella limpiara el piso, pero sabía que ella
sería más eficiente para esa mierda y lo haría más rápido que lo que yo podría
hacerlo. O sea, yo lo habría hecho, pero entonces ella tendría que ir detrás de mí y
rehacerlo, por lo que tenía sentido que ella se encargara en primer lugar. Al menos
hice el intento de aspirar la sala de estar, pero intentar es la palabra clave ya que la
mierda era más difícil de lo que parecía. Sabía que ella volvería y lo haría de nuevo
antes de papá llegara a casa y no la culpo, apesto para esta mierda de limpiar.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 327


Isabella se apartó de la encimera y gritó, sorprendida cuando me vio. Evidentemente,
no me escuchó acercarme y no esperaba mi presencia. Se agarró el pecho por el susto
pero me dio una pequeña sonrisa. “Terminé,” dijo, mirando alrededor. Asentí,
inspeccionando la cocina. El puto piso estaba tan limpio, que prácticamente brillaba,
casi podías ver tu reflejo en él.

“Bien, porque estoy jodidamente agotado,” dije. Anoche apenas si había conseguido
conciliar el sueño porque había estado muy preocupado por ella. Durante toda la
noche se negó a responderme o abrirme la puerta y me estaba volviendo loco sin saber
lo que estaba pensando o cómo la estaba llevando. No tenía la intención de asustarla;
pensé que la estaba ayudando. Ahora me había dado cuenta cómo exactamente se
había visto y me sentí mal por esa mierda. Nunca quise que pensara que yo la veía
como un trozo de propiedad y así era exactamente como se vio. Y seguramente ayudó
que me había comportado como un maldito salvaje que le recordó una combinación de
su anterior amo y mi padre. Ella me había contado esa historia sobre como observó a
esa chica adolescente ser golpeada hasta muerte y me dijo lo mucho que le había
afectado, y como un pendejo fui y casi hice lo mismo justo frente a ella a alguien que,
joder, al parecer la había ayudado. Y maldición, sino me siento ahora como un cabrón
por haberle hecho eso a Newton. Nunca pensé que llegaría el puñetero día que me
arrepentiría de romperle toda la madre a ese cabrón, pero él evitó que Isabella fuera
acosada por Tanya así que en ese momento no se merecía mi ira. Seguía sin confiar en
él y sin quererlo cerca de ella, pero estaba malditamente seguro que no debí haberle
pegado tan fuerte como lo hice.

Me di la vuelta y salí de la cocina, mirando detrás de mí cuando llegué a las escaleras


para asegurarme de que ella me seguía. Me dio una pequeña sonrisa y le extendí mi
mano. Sabía que cuando papá regresara no podríamos estar haciendo pendejadas
como agarrarnos de las manos cuando él estuviera cerca, de manera que ahora
estaba tomando todo lo que podía. Con cautela colocó su mano en la mía y yo sonreí
satisfecho, entrelazando nuestros dedos. Ella tenía unas manos jodidamente pequeñas
y sorprendentemente suaves. La mayoría de las perras del Instituto de Forks tenía
manos suaves, por lo que no era algo extraño para mí o nada por el estilo, pero la
mayor parte del trabajo que esas perras hacen con sus manos es frotarse el clítoris y
follarse con los dedos. No me sorprendía que sus manos no estuvieran callosas,
agrietadas o ásperas. Pero me sorprendió con Isabella, tomando en cuenta que todo el
maldito día se anda jodiendo con químicos agresivos para la limpieza.

Subimos las escaleras en silencio. Cuando nos acercábamos al segundo piso escuché
las voces de mis hermanos y rogué en puto silencio que se quedaran en sus cuartos
hasta que nos hubiéramos ido. No estaba de humor para que me distrajeran de lo que
quería hacer y tener que lidiar con ellos. Con Jasper no era tan malo, ya que sabía de
mis sentimientos por Isabella pero Emmett era otra historia. Confiaba en mi hermano
con mi vida, pero no era exactamente lo que llamaría discreto. No le diría a la gente a
propósito para empezar alguna mierda intencionalmente, pero era un puto

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Chiacchierone y no quería que dijera algo sin querer a la persona equivocada.
Controlarlo sería difícil por el momento. Sabía que con el tiempo le diría, ya que era
imposible esconderle esa mierda para siempre, pero hoy no era el día para ello.

Di un suspiro de alivio cuando llegamos a la segunda serie de escaleras sin que nos
hablaran, miré hacia atrás a Isabella y vi su suspiro, su expresión también de alivio.
Me di cuenta de que probablemente estaba pensando lo mismo que yo y era algo
reconfortante. Era tranquilizador pensar que quería ser tan cautelosa como yo. No
estaba seguro si ella entendía completamente todos los obstáculos que estaban en
nuestro camino, si estaba consciente sobre la fina línea sobre la que teníamos que
caminar y estaba algo preocupado de planteárselo. No quería que pensara que estaba
avergonzado de ella o que pensara que estaba usándola o algo así porque eso estaba
lejos de la verdad. Si pudiera salir con ella y presumirla al mundo, estaría jodidamente
orgulloso de ponerme de pie y decir que ella era mi chica. Pero no podía, porque no
estaba seguro de que eso no causaría su perdición y joder, no podía arriesgarla así.
Mierda, ella era demasiado importante, una persona demasiado hermosa.

La llevé por el pasillo hacia nuestras habitaciones y abrí mi puerta, pero Isabella se
resistió cuando traté de jalarla hacia adentro. Me detuve y la miré con curiosidad,
preguntándome porque no venía.

“¿No quieres hablar?” Pregunté, confundido. Bajó la vista para mirarse antes de
mirarme de nuevo.

“Yo, eh… necesito una ducha,” dijo vacilante. Bajé la vista mirándola, echándole un
vistazo. Definitivamente estaba sudada y sucia, y probablemente sintiéndose
asquerosa por prácticamente bañarse en la puñetera agua jabonosa del lavavajillas.
Todavía tenía el brillo de anoche por todas partes, su cabello rizado y tieso, hacía atrás
en una cola de caballo con piezas que sobresalían por todas partes. Sin embargo, todo
eso en realidad me importaba una mierda, no es como si apestara o algo así. Seguía
oliendo a putas fresas y completamente femenina. Pero, ¿quién diablos era yo para
decirle a la chica que no podía bañarse si ella quería hacerlo?

“Está bien,” murmuré, aflojando el agarre de su mano. Ella no se soltó, aún


conservando sus dedos envueltos alrededor de los míos. Bajé la vista a nuestras manos
y luego le arquee una ceja. “¿Intentas meterme a la ducha contigo? Porque de otra
manera no creo que puedas tomar una si sigues agarrada a mí.”

Sus ojos se abrieron un poco y rápidamente soltó mi mano, poniéndose roja. “Lo
siento,” murmuró, obviamente avergonzada. Reí entre dientes, sacudiendo la cabeza.

“No te disculpes,” dije, extendiendo mi mano y metiendo un pedazo de cabello rebelde


detrás de su oreja. “Ve y toma tu ducha, has lo que tengas que hacer. Siempre que
cuando hayas terminado sólo vengas a mi habitación y hablemos. Y no te molestes en
tocar la puta puerta, porque voy a estar bajo las mantas y muy perezoso como para

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abrirla, así que simplemente entra y acompáñame, ¿de acuerdo?”

Se me quedó mirando por un momento antes de asentir. Se dio la vuelta y se dirigió a


su habitación, dándome un último vistazo y sonrió antes de cerrar la puerta detrás de
ella. Suspiré y entré en mi habitación, cerrando la puerta. Podría simplemente dejarla
abierta para ella pero lo odiaba. Me sentía demasiado expuesto con la maldita puerta
abierta de par en par, como si cualquiera pudiera entrar. No es como si una puerta
pudiera detenerlos, especialmente porque no le puse el seguro, pero me da un falso
sentido de seguridad, privacidad o lo que sea.

Consideré tomar yo también una ducha, ya que también estuve chapoteando en el


agua de los platos, pero francamente no tenía la energía para eso. Me desnudé y tiré la
asquerosa ropa al otro lado de la habitación sobre una pila de ropa sucia que estaba
haciéndose cada vez más grande, tan grande que estaba empezando a parecer un
puta montaña. Pronto me iba a quedar sin ropa limpia y necesitaba lavarla
desesperadamente pero me sentía como un cabrón pidiéndole que ella lo hiciera. No
quería que limpiara por mí, aunque sabía que no me diría que no. Simplemente no me
atrevía a pedírselo. Quiero decir, ¿las novias hacen ese tipo de mierdas por sus novios?
No lo sabía considerando que nunca antes había tenido novia. Y Cristo, ¿siquiera era
eso lo que era? ¿Mi novia?

Estaba malditamente confundido, sobre toda la situación. Todo lo que sabía es que
ella había robado mi puñetero corazón y que no había manera de que sólo
retrocediera. Los sentimientos que tenía con ella no eran sentimientos que hubiera
tenido con nadie más. Eran sensaciones que nunca pensé que sentiría y ahora que las
había experimentado, las ansiaba. Las necesitaba. Ahora ya no podía imaginarme la
vida sin ellas. En un espacio tan corto de tiempo ella se había apoderado de mí, me
había consumido completamente. Mierda, ella ahora era parte de mí. Era como el aire
que respiraba. No, ella no era mi novia. Ella era mi vida.

Me puse un par de boxers y unos pantalones cortos de baloncesto, porque todos mis
pantalones de pijama estaban sucios, no quería estar indecente y estar acostado por
ahí en boxers cuando ella entrara. Agarré el control remoto del estéreo y lo encendí,
recorriendo los CDs y deteniéndome cuando llegué al de Coldplay. Me dejé caer en la
cama boca abajo, acurrucando la cabeza en una de mis almohadas y tirando del
edredón encima de mí. Estaba más que agotado, mis párpados pesaban y casi al
instante se cerraron.

Caí en sueño ligero. Escuché el clic de la puerta y después de un rato sentí la cama
moverse y forcé a mis ojos a abrirse. Isabella estaba sentada en el borde de la cama,
mirándome. Sonreí en el momento que la vi. Tenía su pelo suelto, cayendo en cascada
en su espalda y usaba una pijama de color marrón que era casi el mismo tono exacto
de marrón de sus ojos. Agarré el edredón y tiré de él hacia atrás, haciendo un
movimiento con mi cabeza para que se subiera a la cama. Estaba jodidamente

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cansado para pararme y tener esta conversación, tendría que acostarse también.
Vaciló pero me complació, acercándose a mí y acostándose. Agarró una almohada,
acurrucándose en ella y arrojé de nuevo el cobertor encima de ella.

“No quería despertarte,” susurró. Sonreí, negando con la cabeza.

“Está bien. Sólo estaba dormitando, esperándote,” murmuré. “Por cierto, te ves mejor.
Es decir, no estoy diciendo que al principio lucieras mal o nada por el estilo, sólo que te
ves bien después de la ducha. Cristo, eso tampoco sonó bien. Joder, sólo ignórame.”

Se rió levemente, obviamente divertida por mis divagaciones tontas. Juro que con ella
se me trababa tanto la lengua que era ridículo. “Entiendo. Me siento mejor.” Asentí,
suspirando, ¿podía ser más idiota? “Aunque, tú te ves agotado,” añadió después de un
segundo.

Me miraba con intensidad. Después de un momento estiró su mano y vaciló dejándola


en el aire. Le sonreí, tratando de darle la confianza que podía tocarme y que no me
molestaría ni nada. Me di cuenta, de que tan difícil como era toda esta mierda para mí,
era mucho más difícil para ella. Me devolvió la sonrisa y continuó moviendo su mano
hacia mí, con cuidado. Pasó su mano a lo largo de mis mejillas y debajo de mis ojos.
Cerré los ojos, disfrutando de su ligero toque. Exploró mi rostro con sus dedos,
bajándolos por mi nariz y a través de mi frente. Pasó sus dedos por mi pelo y gemí ya
que me hacía cosquillas y se sentía jodidamente fantástico. Me encantaba que me
acariciaran el cabello.

Después de un momento abrí mis ojos, sorprendiéndome por su expresión. Lucía


jodidamente atemorizada y aún con su mano en mi mejilla. Miré confundido como sus
ojos se ponían vidriosos por las lágrimas y ella parpadeó un par de veces. Una lágrima
se escapó de la esquina de su ojo y se deslizó por su nariz. Rápidamente estiré mi
mano, queriendo secarla y ella dio un ligero respingo, cerrando sus ojos. Suspiré y
fruncí el ceño, haciendo mis movimientos más lentos. Sequé la lágrima de su rostro y
abrió de nuevo sus ojos, mirándome.

“No voy a pegarte, sabes. Nunca te pegaría,” dije en voz baja. Odiaba que a menudo
se alejara de mí pero aceptaba que no era nada personal. Cuando la gente me
asustaba yo decía maldiciones, y ella respingaba. “Pero, ¿estás bien? ¿Por qué estás
llorando?”

Ella sonrió levemente, otra lágrima se escapó y corrió por su mejilla. “Estoy bien, sólo
un poco abrumada eso es todo.”

Asentí, mostrándole que la entendía. Suspiré y tomé un profundo respiro, sin saber
cómo empezar esta maldita conversación, que decir exactamente. No quería soltar todo
de golpe y asustarla, pero tampoco quería que tuviera la impresión equivocada y
pensara que el asunto me era indiferente. No quería que pensara que ella no era

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importante para mí, porque lo era.

“¿Bella?” Pregunté después de un momento de silencio. Todavía no estaba seguro de


cómo abordar esto y pensé que simplemente haciéndolo y no pensarlo demasiado era
el camino a seguir.

“¿Sí?” Preguntó, un leve titubeo en su voz, obviamente sólo ansiosa por esta
conversación que estábamos a punto de tener.

“¿Qué te dio el valor de besarme anoche?” Pregunté. Sus ojos se abrieron ligeramente
por la sorpresa ante mi pregunta. “Quiero decir, definitivamente no me estoy quejando
ya que soy demasiado cobarde como para dar el primer paso, pero tengo curiosidad
por saber que te hizo tomar ese riesgo.”

Ella suspiró. “Jasper,” murmuró. Mis ojos se estrecharon ligeramente. ¿Qué carajos
tenía que ver Jasper con eso?

“Él no te dijo que me besaras, ¿cierto? Porque juro que si sólo hiciste esa mierda
porque ese hijo de puta…” Comencé, sintiendo la ira surgiendo en mí. Suspiró con
fuerza.

“No, él no me dijo que te besara. Él no tenía idea de que lo haría, ni siquiera tenía la
idea de que quisiera hacerlo. Sólo me dio un pequeño consejo sobre tomar riesgos y
citó algo en italiano sobre el que no arriesga no gana, y cuando estábamos en la
cocina simplemente lo recordé y actué, en realidad no lo pensé dos veces,” divagó,
encogiéndose de hombros.

La miré sorprendido. “¿Nella vita—chi non risica—non rosica?” Pregunté. Me miró por
un momento, viéndose algo confundida.

“Sí, sonó más o menos así,” dijo. Negué con la cabeza, suspirando. De todas las putas
cosas que pueden utilizarse para una maldita charla motivacional, él usaba esa.
Había escuchado esa mierda más veces de las que podía contar.

“Mi madre solía decir esa mierda todo el tiempo,” murmuré. Isabella sonrió levemente,
asintiendo.

“Lo sé, él me lo dijo,” dijo. Mis ojos se estrecharon ligeramente. ¿Jasper le habló de
mamá?

“¿Dijo algo más sobre mi madre?” Pregunté con curiosidad, con la jodida esperanza de
que no le hubiera contado la puta historia. Sabía que le diría algún día, pero no estaba
seguro de que ella estuviera lista para escucharlo, todavía. Esa mierda era algo
personal y odiaba que la gente me mirara con la maldita lástima. Pobre del pequeño
Edward Cullen de mierda tuvo que ver a su mamita morir. Ninguno de ellos jamás
podría entender esa mierda.

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“En realidad no, sólo que era una persona cálida, muy fuerte, y que él piensa que yo le
hubiera agradado,” dijo, con algo de aprensión en su voz. Me confundió por un
momento antes de darme cuenta que tenía miedo de mi reacción. Obviamente, la
estaba atemorizando por la puta forma como estaba actuando. Traté de hacer
retroceder mi enojo que usualmente acompañaba el que alguien tocara el tema de mi
mamá y calmarme. No era la culpa de Isabella y no tenía porque atacarla por ello.

“Sí, lo era,” dije, tratando de mantener mi tono de voz. “Y él tiene razón, ella te hubiera
amado.” De inmediato imaginé a mi madre conociendo a Isabella y sonreí
involuntariamente. Joder, definitivamente ella le hubiera agradado. Tenía la misma
fuerza, valor y compasión. Tenía que resistirme rápidamente a esos pensamientos y
sentimientos también, ya que pensar demasiado en eso sólo me estaba poniendo de
mal humor. Mamá se había ido, había estado ausente durante mucho tiempo. No se
podía volver de la pinche muerte, así que preguntarse “que hubiera pasado si” era una
pérdida de tiempo.

Isabella se quedó callada, mirándome con recelo. Suspiré, al darme cuenta que estaba
jodiendo nuestro momento al ponerme temperamental. Necesitaba aprender a
controlar mi ira con ella si quería que algún día verdaderamente dejara la guardia
baja y me dejara entrar por completo. No podía esperar que se abriera a mí si yo me
cerraba a la primera mención de algo sensible.

Todavía tenía su mano en mi mejilla y la comenzó a mover de nuevo. Levanté mi mano


y la coloqué encima de la suya, suspirando y cerrando brevemente los ojos por la
sensación de su tacto.

“¿Tú…?” Comenzó, haciendo una pausa. Abrí los ojos y la miré inquisitivamente,
cuando no terminó de hablar.

“¿Yo qué?” Pregunté en voz baja.

“¿Tú de verdad sientes eso?” Preguntó, acariciando con su pulgar mi mejilla y


enviando esas chispas que hormigueaban a través de mí.

“Sí, de verdad lo siento. Y lo he sentido desde la primera vez que te toqué en la cocina.
También me dio un susto de mierda. Fue como si me hubieras dado una puta
descarga, como si hubiera electricidad bajo tu piel.”

Ella sonrió. “Yo también la sentí en ese momento. ¿Qué crees que sea?”

Suspiré, encogiéndome de hombros levemente. “¿Colpo di fulmine? Tal vez tú seas mi


cantante,” dije, ella sólo se me quedó viendo confundida y sonreí levemente. No tenía
una puta idea de lo que le estaba hablando. Era mucho más fácil expresarme en
italiano. “Supongo que vas a querer que te traduzca, ¿correcto?”

Ella sonrió. “Por favor,” dijo, su voz tan dulce y cálida. Era muy difícil para mí decir esa

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mierda en voz alta, tan difícil decirle y abrirme, pero a ella no le podía decir que no, no
cuando de ella salió un puto por favor.

“Cantante, es como se oye. Tú sabes, más o menos como si tú me llamaras, como si


cantaras para mí. Me recuerda el zumbido que siento cuando toco tu piel. Y colpo di
fulmine, literalmente significa rayo o relámpago de luz, pero es como cuando conoces a
alguien y te sientes atraído por él, al instante, tan intenso como si hubieras sido
golpeado por un rayo.”

Me miró fijamente por un momento, obviamente asimilando lo que había dicho. Quería
decirle que eso significaba que la amaba, que estaba destinada a ser mía y joder, sólo
mía y que éramos almas gemelas, pero no quería asustarla. Además, no había forma
de que consiguiera que esas puñeteras palabras salieran de mi boca. Esa mierda era
intensa.

“Bien,” dijo después de un momento. Reí entre dientes, sacudiendo la cabeza por su
respuesta.

“¿Ese un “bien” Edward, eres un idiota por lo que acabas de decir, o es un “bien” eso
también tiene sentido para mí?” Pregunté, arqueándole una ceja. Ya sabía que odiaba
esa mierda, cuando ella simplemente decía un puto “bien” y no decía más.

“Es un, “bien” tiene sentido,” dijo sonriendo. “Es una especie de sensación extraña. Sin
embargo, es agradable.”

Otra vez comenzó a acariciar mi rostro, mirando mis ojos fijamente. Después de un
momento me incliné hacia adelante y ella siguió mi ejemplo, inclinándose en mi
dirección. Presioné ligeramente mis labios a los suyos, dándole un pequeño y casto
beso. Quería tratar de darle un beso más profundo, deseando probar su boca de
verdad, pero no sabía que tan cómoda estaría con ello. Quiero decir, usé un poco de
lengua en la cocina y dijo que no fue demasiado y quería intentarlo de nuevo, pero no
estaba seguro. Sin embargo, sus besos eran dulces y su aliento cálido. Me estaba
obsesionando cada vez más con besar su boca y me pregunté si ella se sentía de la
misma forma. Me aparté de su boca y sonreí. “Tus besos son increíbles,” dije. Se
sonrojó y me reí entre dientes. “¿Por qué desapareciste anoche de la fiesta? Entiendo
porque te pusiste jodidamente nerviosa cuando Jasper entró, pero pensé que al menos
después vendrías a encontrarme. Empecé a preocuparme y fui a buscarte, y bueno… tú
sabes el resto…”

Ella se quedó inmóvil, su sonrisa decayó. Desvió su mirada de mí, el color


prácticamente se fue de su rostro. Me le quedé viendo sorprendido, confuso por su
reacción. “¿Bella? ¿Qué pasa?” Estiré mi mano y tomé su barbilla, volviendo su rostro
para que me viera otra vez.

“Yo, eh… fui a buscarte. Pero estabas ocupado,” murmuró. Mi ceño se frunció por la

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confusión.

“¿Estaba ocupado?” Pregunté, sin saber de lo que estaba hablando. Yo sólo me quedé
por allí esperando que ella apareciera después de que huyó.

Suspiró. “Estabas con una chica. Una hermosa de cabello rubio. No quería
interrumpir.”

La miré conmocionado cuando me di cuenta de que me había visto hablando con


Lauren. Sentí mi estómago revuelto, con la pinche esperanza de que no hubiera visto a
Lauren manoseándome.

“Sabes que yo no quiero a esa chica, ¿verdad?” Dije rápidamente, queriendo que
entendiera que ella era la única por la que me preocupaba así. Me miró interrogante y
gemí.

“Cristo, hablaba en serio cuando dije que me preocupaba por ti. Ninguna de esas
chicas alguna vez significó algo para mí, no como tú lo haces. Ya he terminado con
todas ellas, no quiero a nadie más que ti.”

Tenía una mirada de pánico en su rostro que me confundió como la mierda. La miré
fijamente, frunciendo el ceño, tratando de entender qué carajos había dicho que la
había preocupado. “Yo, eh… yo no creo…” Comenzó, volviendo a apartar sus ojos de
mí. Su voz sonaba asustada.

Suspiré, sin entender de qué carajos estaba hablando, que la había asustado. “Habla
conmigo, Bella. Simplemente dime lo que hay en tu mente.”

“Es sólo que no creo que pueda, eh, hacer... lo que esas chicas hacen para ti. Tú papá
me dijo que no tenía que hacerlo, así que no pensé... quiero decir, es sólo que no
esperaba…” Balbuceó después de un momento, todavía incapaz de mirarme. La miré
fijamente, tratando de entender qué quería decir cuando hizo el pinche clic en mi
cerebro. Estaba preocupada porque yo esperara que comenzara a tener sexo conmigo.

Gemí y estiré mi mano, atrayendo su rostro hacia mí de manera que pudiera mirarme.
Una vez que nuestros ojos se encontraron miré en su interior por un momento.
Definitivamente se veía alarmada, aprensiva.

“No espero nada de ti tesoro. Necesito que entiendas eso. Eres jodidamente hermosa, y
no puedo mentir, me siento atraído por ti. Pero nunca te tocaría de ninguna forma que
tú no quieras y joder, sin duda no quiero que te sientas obligada a dejarme que lo
haga sólo porque puede que lo desee. Sólo vamos a hacer lo que tú quieras hacer, ¿de
acuerdo? Puedes tener cualquier parte de mí que desees, podemos ser lo que sea que
tú quieras que seamos.”

Ella me miró confundida, pero no respondió. Levanté una ceja, esperando su pregunta,

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ya que sabía que venía. Me di cuenta por su expresión. “¿Qué quieres decir? ¿Cómo te
gustaría tocarme?" Finalmente preguntó, vacilante.

Suspiré, pellizcándome el puente de mi nariz. Por supuesto que no entendería y querría


una aclaración de tocar. “Quiero decir, tocarte de manera sexual, tu coñ—, eh, tus
partes femeninas,” murmuré, sintiéndome jodidamente avergonzando. No tenía una
maldita idea de cómo expresar esto y no sonar como un cabrón estimulado por las
hormonas. Sus ojos se abrieron y me miró impactada. Gemí, cerrando los ojos.
“Entiendo que justo ahora no es algo con lo que te sientas cómoda, no estoy tratando
de sugerir nada. Sólo estoy diciendo que algún día puede que lo desees, pero no
sientas que tienes que hacerlo. Ya te había dicho antes que esa mierda puede ser
estupenda cuando es entre dos personas que lo desean. Comprendo que tú en realidad
no lo entiendas por la historia que hay allí, pero me gustaría pensar que con el tiempo
te sentirás más cómoda conmigo de esa forma y quizás algún día quieras explorar.”

Sólo se me quedó mirando, con los ojos abiertos y luciendo completamente incómoda
como yo me sentía.

"Eh… Yo no, eh, sé...” Murmuró. Yo suspiré.

“¿Qué es lo que te asusta tanto al respecto? Quiero decir, entiendo que sea
completamente extraño para ti y que tuviste que ver que lo usaron en contra de tu
madre, mierda, lo que está realmente mal y comprendo eso totalmente. Pero, ¿por qué
todo lo que tiene que ver con el tema te asusta?”

Parpadeó un par de veces, apartando su mirada de mí. Se veía tan avergonzada y casi
le dije que lo olvidara, pero de verdad quería saber. No estaba tratando de meterme en
sus pantalones, de todas las cosas importantes de la vida, ahora mismo no podía
importarme menos el puñetero sexo. Pero quería saber dónde estaban sus límites, que
era exactamente lo que la hacía sentir tan incómoda cuando se trataba de relaciones
íntimas para que no la presionara demasiado accidentalmente y asustarla. No quería
que sufriera, y estaba malditamente seguro que no quería ser yo el que la lastimara.

“Supongo que es sólo que en realidad no lo entiendo,” dijo en voz baja, su rostro
sonrojándose de ese rojo rosáceo.

Sonreí ligeramente por su inocencia, sin querer que se sintiera avergonzada o nada
por el estilo. “¿Nunca has tenido curiosidad?” Pregunté. Me miró interrogante. “Quiero
decir, ¿nunca has explorado tu cuerpo, estimularte ahí abajo? No hay nada vergonzoso
en ello, casi todo el mundo hace esa mierda.” Me sentí como un pendejo,
preguntándole sobre masturbación, pero de verdad tenía curiosidad. No era de
extrañar que no entendiera el atractivo del sexo, si nunca antes se había tocado ella
misma.

Me miró con nerviosismo, retorciéndose. “No,” murmuró, apenas algo coherente. Se

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veía realmente incómoda, moviéndose como si estuviera lista para levantarse y huir de
la maldita habitación.

“¿Qué tal si por ahora cambiamos de tema?” Sugerí rápidamente, sin querer que se
fuera. Me miró y parecía visiblemente aliviada. Sonrió y asintió, aún sonrojada.

“¿Puedo preguntarte algo?” Preguntó en voz baja después de un momento de silencio.


Asentí. “¿Estabas molesto por qué Jasper vio nuestro beso?”

Sonreí. “No. Quiero decir, hubiera preferido que no hubiéramos sido interrumpidos,
pero honestamente no me importó que él viera. Ya hace un tiempo que Jasper ha
estado muy al tanto de mis sentimientos, al igual que Alice. Nuestro secreto está a
salvo con ellos.”

Me miró con intensidad, como si estuviera leyéndome. “¿Secreto?” Preguntó,


levantando sus cejas. Suspiré.

“Mira, no quiero que recibas la impresión equivocada, o que creas que estoy
avergonzado o algo así porque no lo estoy. Por ahora, sólo tenemos que mantener esto
como un secreto entre nosotros. No sé cómo vaya a reaccionar mi padre, y hasta que
pueda garantizar que no se pondrá histérico por ello, no podemos permitir que lo sepa.
No podría soportarlo si él tratara de alejarte de mí, o si arremete contra ti por ello. No
puedo permitir que tú sufras por mí. Simplemente no quiero que nada te pase, ¿sabes?
Y probablemente sea de verdad egoísta de mi parte el siquiera ponerte en esta puta
posición, pero no puedo evitarlo. Me siento atraído por ti, como si fuera una mierda
magnética y no puedo permanecer lejos de ti. Tú eres todo en lo que pienso, joder, tú
eres todo lo que me importa.”

Ella me miró fijamente, obviamente asimilando lo que había dicho. “Lo primero que me
dijo el doctor Cullen cuando me compró fue que en su casa no había secretos,” dijo
finalmente.

Me eché a reír, lo cual probablemente fue jodidamente inapropiado, ya que ella estaba
hablando muy enserio, pero el idea fue graciosa para mí. “Todos tienen secretos,
Isabella, incluso mi padre,” dije, negando con la cabeza. Mi padre definitivamente
tenía su parte correspondiente de putos secretos.

“Si piensas que no puedes hacerlo, lo entiendo. Desistiré.”

Sus ojos se abrieron levemente. “¡No!” Espetó rápidamente. Se sonrojó por su reacción
y yo me reí entre dientes. “No quiero que te alejes.”

Asentí y extendí mi mano, acariciando su mejilla sonrojada. “Bien, porque en realidad


no quiero hacerlo. Y no puedo prometerte que todo va a ser fácil, o que todo va a ser
maldita felicidad. No soy perfecto, estoy lejos de serlo, y probablemente habrá veces en
que te saque de quicio y vas a querer romperme toda la madre por mi actitud. Nunca

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he hecho nada de esto antes, en realidad no sé qué mierda estoy haciendo. Realmente
voy a tratar de ser bueno contigo, pero para ser honestos, no puedo prometerte nada.
Como ya dije, no sé cómo reaccionará mi padre y no va a ser fácil pretender que nada
de esto está sucediendo cuando él esté cerca.”

Ella se quedó en silencio por un momento, sólo observándome. “Yo tampoco sé lo que
estoy haciendo,” murmuró finalmente. Sonreí.

“Aprenderemos juntos,” dije, tratando de tranquilizarla. “Sólo dime lo que quieres de


mí y yo me las ingeniaré con esa mierda. Dijiste que no querías que desistiera, así que,
¿hasta dónde quieres que llegue? ¿Qué exactamente es lo que sientes por mí?”

Sonrió pero parecía nerviosa. Podía sentir su aprensión. Me deslicé hacia ella,
inclinando un poco para ver sus ojos. No quería que se sintiera nerviosa al hablar
conmigo.

“No seas tímida, sólo somos nosotros. Conmigo puedes ser tú misma, lo digo en serio.
No tengas miedo de decirme nada.”

“Yo, eh… no lo sé. Todo es tan nuevo para mí. Nunca antes he sentido nada como
esto,” comenzó, su ceño se frunció con un gesto de concentración en su rostro mientras
me miraba a los ojos.

“Tú me das esperanza y eso me asusta. Hace mucho tiempo que dejé de esperar algo
para mí.”

“¿Te sorprendería si te dijera lo mismo?” Pregunté. Sus ojos se abrieron ligeramente


por la sorpresa y sonrió. “Es cierto.”

“Tú me haces feliz,” dijo después de un momento. “Pienso en ti constantemente, no eres


como todos los demás. Yo, eh… no sé exactamente hasta dónde podemos llegar, pero
no me gusta estar sin ti. Es como si la felicidad fuera absorbida de mi mundo cuando tú
no estás.”

Sonreí, orgulloso de que hubiera sacado eso, tiene que haber sido difícil expresar esa
mierda, especialmente para ella. Estaba acostumbrada a ocultarse en sí misma,
cerrándose a todos para mantenerse a salvo. No confiaba en nadie y el simple hecho
que estuviera diciéndome esta mierda indicaba que al menos empezaba a confiar en
mí. No era tan torpe como para no reconocer eso, al menos. Era malditamente
importante.

“¿Confías en mí?” Pregunté tímidamente. Por un momento se me quedó viendo,


obviamente sumida en sus pensamientos.

“Sí,” dijo simplemente. Sonreí y asentí con la cabeza, feliz de que lo admitiera.

“Entonces, ¿confías en que tengo buenas intenciones? ¿Qué no te lastimaría

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intencionalmente?” Ella asintió, mirándome con recelo, obviamente preguntándose
donde carajos iba con esto. “Simplemente nos tomaremos esta mierda con calma y
dejar que evolucione por sí sola. Sólo sigue mi ejemplo cuando estemos cerca de mi
padre y estaremos bien, y lo haremos funcionar. No puedo predecir el futuro, pero voy a
hacer todo lo que este en mi poder para ayudarte y protegerte. No voy a dejar que
nadie te haga daño, ¿de acuerdo?”

Ella asintió. “De acuerdo,” dijo. “Gracias.”

Sonreí. “No, gracias a ti. Tú eres la que se está arriesgando dándome una oportunidad
y confiando en mí. Te lo agradezco, y no lo voy a dar por sentado.”

“El que no arriesga, no gana, ¿cierto?” Dijo dudosa. Me miró recelosa, obviamente
tratando de evaluar mi reacción.

“El que no arriesga, no gana,” murmuré, asintiendo con la cabeza. Sonrió levemente.
La miré a los ojos por un momento, prácticamente hipnotizado por la puta emoción que
se arremolinaba en ellos. Me incliné un poco más hacia adelante y ella me siguió.
Presioné suavemente mis labios en los de ella antes de profundizar ligeramente el
beso. Ella abrió los labios y llevé mi lengua hacia afuera, deslizándola en sus labios
suavemente y encontrando su lengua. Esta vez no se tensó o se apartó de mí.
Masajeaba su lengua con la mía, cerrando los piches ojos y simplemente disfrutando
de su sabor dulce y un poco a menta. Era buena besando, obviamente esa mierda le
venía natural. Sus labios se movían en armonía con los míos, su lengua danzando
delicadamente con la mía. No era vulgar o empalagoso, era dulce y apasionado e hizo
que mi puto pecho se hinchara con satisfacción. Besarla fue mejor que follar a
cualquiera de las perras del Instituto de Forks, porque había sentimiento detrás de esa
mierda. No era sólo físico, aunque el aspecto físico se sentía genial. Era algo
emocional, no estábamos conectados sólo por los labios, nuestras puñeteras almas se
conectaron cuando la besé.

Después de un momento me aparté, sin querer abrumarla, y abrí mis ojos. Ella
mantuvo sus ojos cerrados por un poco más, su rostro se veía jodidamente relajado. Es
como si de alguna manera hubiera hecho que su preocupación desapareciera, como si
hubiera hecho que todo en el mundo estuviera bien de nuevo sólo por besar sus labios.
Las nubes se abrieron y la maldita luz brilló y todo era arcoíris y mariposas. Finalmente
abrió los ojos y sonrió. “Wow,” murmuró sin aliento.

Me reí por su reacción. “Slinguata*,” dije en voz baja. “Beso francés. Va a ser difícil no
hacer eso constantemente. Ahora que sé como es, no voy a ser capaz de mantener mis
labios lejos de ti.”

Se sonrojó, estirando su mano y pasando suavemente sus dedos por mis labios. Me dio
algo de cosquillas, mi boca seguía hormigueando por el beso. “Tienes labios tan
suaves,” dijo. “Son sorprendentemente dulces para decir cosas tan malas.”

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Me eché a reír, negando con la cabeza ante el cumplido ocasional. Sonrió y se echó a
reír. “Nunca dejas de sorprenderme,” dije extendiendo mi mano y deslizando mi dedo
índice en sus labios. Me incliné y le di un rápido y casto beso. “¿Qué tal si ahora
tomamos esa siesta antes de que te pongas a delirar y me digas que huelo a rayos de
sol o algo así?”

Por un momento sólo se quedó mirándome, viéndose sorprendida. “Pero si hueles a


eso,” dijo. Mi ceño se frunció por la confusión. “A rayos de sol.”

De nuevo empecé a reír. “¿Y cómo exactamente huelen los rayos de sol, Bella?”

Se encogió de hombros, sonriendo. “Cálidos. Dulces. Es acogedor, huelen a bondad


pura. Es un olor hermoso. Me recuerda la felicidad.”

La miraba sorprendido, perplejo por su respuesta. Joder, estaba hablando totalmente


en serio. “Gracias,” murmuré, sin saber que más decir. Esa probablemente era la puta
cosa más bonita y profunda que alguna vez alguien me haya dicho. Había sido
halagado durante toda mi vida por mierdas, pero ella simplemente superó todo. Y lo
hizo de todas las cosas, diciendo que olía a rayos de sol. Ella definitivamente era
compleja.

Asintió en respuesta y me miró por un momento antes de permitir que sus ojos se
cerraran. Después que se reguló su respiración supe que estaba dormida, también
cerré mis ojos y rápidamente caí en la inconsciencia. Soñaba una y otra vez, destellos
extraños, algunos buenos pero también malos en su mayor parte. Vi a mi madre con el
tiempo, la vi siendo de nuevo asesinada. Ocasionalmente revivía ese día en mis
sueños, me insultaba y me torturaba mientras dormía. El dolor de revivirlo era peor que
el dolor físico que sentí ese día, la carne rasgada y el ardor abrasador cuando la bala
me atravesó no era nada comparado con la tortura emocional que sufri. Me senté de
golpe y grité cuando el sonido del disparo rebotó en mi mente, agarrándome el puto
pecho para calmarme. Estaba hiperventilando y traté de tomar algunas respiraciones
profundas, mis ojos escocían por las lágrimas. Joder, odiaba llorar y traté de luchar
contra esa mierda. Me hacía sentir débil, como un maldito mariquita.

Escuché un ruido a mi lado y mi cabeza se volvió rápidamente en esa dirección.


Isabella me miraba fijamente, luciendo completamente horrorizada. Gemí, cuando me
di cuenta que la había despertado con mi puta pesadilla y probablemente la había
asustado con esa mierda. Me dejé caer de nuevo junto a ella, sacudiendo mi cabeza.
Pasé mis manos por mi rostro, estaba caliente y sudando. “Te dije que sabía lo que era
tener pesadillas,” murmuré después de un momento. Todavía podía sentir sus ojos en
mí, observándome.

“¿Quieres… hablar de ello?” Preguntó vacilante. Suspiré.

“¿Quieres hablar sobre las tuyas?” Pregunté, volviendo mi cabeza para mirarla. Ella

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sólo se me quedó viendo, considerándolo. Finalmente negó con la cabeza. “Sí, yo
tampoco.”

Extendí mis brazos y la envolví en ellos, atrayéndola hacia mí. Se veía un poco
asustada, pero no se resistió. Se acurrucó en mí y la abracé con su cabeza apoyada en
mi pecho. Agaché la cabeza para apoyarla encima de la suya, suspirando. Con el
tiempo ambos nos volvimos a quedar dormidos.

Cuando volví a despertar, la habitación estaba a oscuras. Le eché un vistazo al reloj,


parpadeando un par de veces para borrar la neblina en mi visión por dormir. Eran un
poco después de las 9pm.

Me moví un poco, moviendo a Isabella para así poder levantarme y orinar. Mi vejiga
estaba llena y necesitaba mear desesperadamente. Salí de la cama, mirando a
Isabella rápidamente para asegurarme de que no la hubiera despertado. Habíamos
dormido la mitad del puñetero día y probablemente ninguno de los dos dormiríamos
bien durante toda la noche, pero se veía tan malditamente contenta y tranquila
acostada ahí como para que la molestara.

Entré en el baño e hice lo que tenía que hacer, lavando mis manos y salpicando agua
en mi rostro para deshacerme de algo de la somnolencia. Volví a entrar en la
habitación y me congelé cuando vi que Isabella estaba sentada. “¿Tuviste una buena
siesta?” Pregunté, pude ver su pequeña sonrisa en la oscuridad.

“Sí,” me dijo. “¿Y tú?”

Me encogí de hombros. “Estuvo bien,” dije, sin querer meterme en todo el asunto de la
pesadilla de nuevo. “¿Tienes hambre? Podemos bajar y comer algo.” Ella asintió y bajó
de la cama, estirándose. Su camisa se subió cuando levantó sus brazos en el aire,
dejando expuesta su cintura pálida y delgada, su estómago plano y su sexy ombligo.
Volví mi cabeza rápidamente, sintiendo mi polla endurecerse. Ella no tenía una
maldita idea de las reacciones que provocaba dentro de mí, ni idea de cuan atractiva
era.

Abrí la puerta de la habitación y ella salió, dirigiéndose por las escaleras. La seguí,
todavía bostezando. No tenía sueño pero me sentía jodidamente agotado. Llegamos al
vestíbulo y escuchamos la televisión en la sala de estar y la voz de Emmett se filtró
hacia nosotros. Miré a Isabella, quién me observaba de cerca. “No hay mejor momento
que ahora para poner a prueba nuestra fuerza de voluntad,” dije, encogiéndome de
hombros. Asintió, luciendo un poco confundida por algo.

“Te voy a hacer un sándwich,” dijo, dirigiéndose a la cocina rápidamente. Vi como


desapareció, un poco desconcertado. Negué con la cabeza y me dirigí a la sala de
estar, congelándome tan pronto como llegué.

“¿Dónde estaba el puto cojín del sofá?” Grité con fuerza, al momento que lo vi de nuevo

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en su lugar. Había pasado la mitad de la pinche mañana buscando la maldita cosa,
encabronado y estresado por donde podría estar perdido un puto cojín. Sabía que
papá nos mataría a todos si llegaba a casa y de todas las cosas su puñetero sofá
había perdido una pieza. Había pagado mucho dinero por él, comprándolo
directamente desde Italia. Me sorprendía que no tuviera todavía el plástico en él. Mi
voz elevada y mi repentina aparición, asustó a Emmett y a Jasper, quienes gritaron y
saltaron. Jasper volcó en su regazo el tazón de palomitas, derramando algunas en el
suelo. Me dejé caer en el sofá junto a Jasper, ignorando la mirada de asustados que
ambos me estaban dando. “Y limpia esas pinches palomitas, pendejo. Pasé la maldita
aspiradora esta mañana.”

“¡¿Tú limpiaste?!” Emmett preguntó con incredulidad. Rodé los ojos.

“Joder, alguien tenía que hacerlo, y ustedes Jamooks no sacarían su culo de la cama y
harían esa mierda,” dije. “Y en serio, ¿dónde estaba el cojín? Porque estuve tan cerca
de encender toda la maldita cosa y dejar que seguro pagara por él para conseguir uno
nuevo.”

Jasper se echó a reír, recogiendo del piso las palomitas de maíz. “Emmett lo encontró
en su bañera,” dijo. Mi ceño se frunció.

“¿Por qué estaba en la bañera?” Pregunté. Ambos se encogieron de hombros,


obviamente tampoco tenían idea. Gemí y sacudí la cabeza. Después de un momento
Isabella entró, tendiéndome un plato. Lo tomé y le di una pequeña sonrisa, lo puse en
mi regazo y levanté los pies poniéndolos sobre la mesa de café. Ella colocó su plato en
la mesa y miró a mis hermanos.

“¿Alguno de ustedes necesita algo?” Preguntó. Ellos murmuraron que no y asintió,


dándose la vuelta y regresando a la cocina. Suspiré y tomé un bocado de mi sándwich,
volviendo mi atención a la televisión. Por la esquina de mi ojo vi a Jasper y me di
cuenta que me miraba fijamente. Lo miré y le arqueé una ceja interrogante,
preguntando qué carajos me estaba mirando.

Isabella regresó a la habitación antes de que pudiera decir algo, y él se volvió para
otro lado. Ella me dio un vaso de coca de cereza y le sonreí. Se metió junto a mí,
sentándose entre Jasper y yo, agarrando su plato y recargándose, dándole una
mordida a su sándwich.

Por un rato nos quedamos en silencio y aún percibía que Jasper nos miraba. En serio
me estaba volviendo loco. Estaba tratando de ser indiferente con esa mierda y él me
estaba haciendo sentir como si fuera malditamente obvio que estaba enamorado de la
chica. Si tenía esta maldita paranoia alrededor de Jasper, ¿cómo carajos iba a lograrlo
con mi padre? Miré a Isabella y ella estaba sentada completamente tranquila, sin dar
ningún puto indicio de que era gran cosa para ella. Me di cuenta de que Alice tenía
razón, era la reina para ocultar mierdas.

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Después de un rato el teléfono de Emmett sonó y lo tomó, mirando la pantalla. Se paró
y salió de la habitación, respondiendo al salir. Lo primero que salió de sus labios fue
‘que traes puesto, bebé’. Rodé los ojos, negando con la cabeza. Putas hormonas.
Seguía percibiendo la mirada de Jasper y me estaba crispando los nervios. Traté de
ignorarlo pero fue demasiado. “¡Mannaggia, ¿Che cazzo vuoi?! “ Dije con brusquedad,
volviéndome para fulminarlo con la mirada.

Me levantó las cejas, sorprendido por mi arrebato.

“¿Paranoico?” Su rostro prácticamente danzaba con humor mientras me preguntaba si


estaba paranoico. Sonrió con suficiencia y rodé los ojos.

“Va’fa Napoli,” murmuré, diciéndole que se fuera al demonio. Se rió entre dientes,
obviamente jodidamente divertido, y mis ojos se estrecharon.

“¿Gli avete detto che la amavate?” Preguntó. Negué con la cabeza. Quería saber si le
dije que la amaba… como si fuera de su maldita incumbencia.

“Vaffanculo,” escupí, diciéndole que se fuera a la mierda. Me volví a la televisión,


tratando de ignorarlo. Se echó a reir y se levantó.

“Farsi una canna,” dijo, diciéndome que me fumara un porro como si esa mierda en
realidad ayudara con la paranoia. Miró a Isabella y sonrió antes de salir. Gemí,
sacudiendo mi cabeza.

“¿Vas a traducir?” Isabella preguntó en voz baja junto a mí. La miré y le sonreí
levemente.

“Ni siquiera carajos quieres saberlo,” murmuré. Asintió y se volvió otra vez a la
televisión. Nos quedamos sentados por un poco más, sólo viendo alguna maldita
película sobre un hospital. No podía concentrarme en la televisión, mi atención seguía
vagando hacia Isabella. Ella observaba el programa con atención, mordiéndose el
labio inferior. Todavía estaba tenso y jodidamente aburrido, así que después de un
rato, suspiré y me puse de pie. Isabella levantó la vista hacia mí y sonrió. “¿Quieres
subir?” Pregunté. No quería asumir que quería ir conmigo, pero joder, no me quería ir
sin ella.

Se encogió de hombros y se levantó. Sonreí y agarré el control remoto, apagando la


televisión. Agarré su mano, entrelazando nuestros dedos y la llevé hacia las escaleras.
Logramos subir al segundo piso y me detuve, caminando hacia la habitación de Jasper
y tocando la puerta. Ahora ese cabrón mantenía la puerta cerrada con llave, sabiendo
que me importaba una mierda e irrumpiría cuando quisiera. Emmett todavía tenía que
aprender esa lección. Jasper abrió la puerta y me levantó una ceja.

“Me quede sin nada y realmente no quiero bajar para conseguir algo,” dije. Ayer
acababa de tomar un chingo de alcohol del sótano para la fiesta, no había forma de

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que pudiera bajar allí esta noche y agarrar algo de hierba sin que papá supiera y se
llevara mi mierda. Tenía la costumbre de vigilar cuanto tomábamos, con fines de hacer
un inventario o lo que sea. ¿Quién carajos sabe? Jasper sonrió y volvió a entrar a su
habitación, abriendo un cajón de su tocador y sacando una bolsa de hierba. Me la
lanzó y la agarré en el aire.

“Grazie,” dije, asintiendo con la cabeza en agradecimiento.

“Sí, ni lo menciones,” dijo. Isabella y yo nos dirigimos al tercer piso, y ella se detuvo en
el pasillo, mirando a la puerta de su habitación. La miré confundido y sonrió
ligeramente.

“No sé, quiero decir… en cual habitación debería…” ella tartamudeó, sonrojándose.
Me reí entre dientes, dándome cuenta que no sabía si se suponía que iba a irse a su
habitación o si todavía tenía permitido entrar en la mía.

“Oh, vamos tesoro, no sería una fiesta sin ti,” dije juguetonamente, asintiendo con la
cabeza hacia mi habitación. Abrí la puerta y sonrió, caminando al interior. Entré y cerré
la puerta detrás de mí. Caminé hacia mi escritorio y me senté, sacando el papel de
fumar y enrollándome un porro. Ella se sentó con cuidado en la cama, observándome.

“¿Puedo preguntarte algo, Edward?” Preguntó en voz baja después de un momento.

“Por supuesto que puedes,” dije, llevando el porro a mi boca y lamiéndolo para sellar el
papel. Lo encendí y me puse de pie, acercándome y sentándome junto a ella en la
cama. La miré esperando por su pregunta.

“¿Por qué le disparaste a Jacob Black el año pasado?” Preguntó. Mi ceño se frunció y
por un momento me quedé mirándola, sorprendido por su pregunta. De todas las putas
cosas que pudiera preguntarme, ¿ella quería hablar de ese pendejo?

“¿Por qué quieres saber eso?” Pregunté vacilante. Se encogió de hombros.

“Sólo por curiosidad. Quiero decir, sólo me preguntaba que podía hacer alguien que te
haya molestado tanto.”

Suspiré, dándole un largo toque al porro y acostándome en la cama, mi cabeza


hundiéndose en la almohada. Cerré los ojos y retuve el humo en mis pulmones, sólo
sintiendo el ardor. Sentí la cama moverse junto a mí cuando Isabella se acostó. Exhalé
y suspiré, sin querer contarle la pinche historia pero le había dicho que podía
preguntarme lo que quisiera. “En aquellos tiempos Jacob y yo solíamos ser buenos
amigos. En realidad, era amigo de todos nosotros. Como sea, solía tener un poco de
ego...bueno, de acuerdo, todavía soy jodidamente arrogante, me doy cuenta de eso.
Pero el año pasado era aún peor. Joder, pensé que era invencible, intocable, que nadie
podía joderme o que siquiera lo intentarían. Estaba un poco fuera de control con las
mujeres y cometí el error de tener sexo con la hermana mayor de Jacob que estaba

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casada cuando estaba de visita en Navidad. Lo sé, estuvo jodidamente mal, y hasta me
disculpe con él por eso. No hice esa mierda para lastimar a Jacob, no tenía nada que
ver con él. Y yo no doy ninguna puta disculpa a la gente, pero hice una excepción con
él porque me sentí como un pendejo haciéndole eso a alguien de su familia. Sin
embargo, evidentemente eso no fue suficiente para él. Le había confiado una mierda a
él, cosas que, joder, simplemente no contaría, él traicionó mi confianza y empezó a
chismear mis asuntos personales a otras personas. Me di cuenta de lo que había hecho
y lo llamé para enfrentarlo, él soltó la boca y empezó a decir cosas de mamá. Sabía
muy bien que no debía hablar de ella. Quiero decir, tú has visto como cambia mi
humor cuando sólo la mencionan de pasada, imagínate que tanto me enciendo cuando
alguien dice algo malo de ella. Respondí, perdiendo totalmente el control, y entonces
fue cuando fui a su casa y volé su mierda.”

Me di otro toque y me di la vuelta para quedar de lado frente a ella. Me estaba


observando y casi aparté la mirada rápidamente, sin querer ver la puta lástima por
mamá o la indignación por lo que había hecho. Me sorprendió cuando no vi nada de
eso en sus ojos. No había nada más que comprensión y aceptación. “Gracias por
contármelo,” dijo en voz baja. Asentí y exhalé, soplándole a ella el humo de mis
pulmones. Echó su cabeza hacia atrás y rió.

Nos quedamos acostados por un rato, charlando y escuchando música. Me di un


subidón y ella sólo me observó, sonriendo y carcajeándose. Era agradable, sólo estar
con ella. No fue hasta que estuve allí acostado que de verdad me di cuenta que tanto
exactamente hacía falta en mi vida. Ella me había cambiado, sacando una parte de
mí que nunca pensé que vería de nuevo. Estaba haciendo de mí la persona que nunca
pensé que sería de nuevo. Estaba convirtiéndome en el hijo de Elizabeth y Carlisle, y no
el heredero de Carlisle “La sanguijuela” Cullen, su Príncipe de la Mafia.

Finalmente se quedó dormida y encendí la alarma del reloj antes de dormirme. Ambos
despertamos de golpe por la fuerte alarma de las 6:30. Gemí y le di un manotazo,
dispuesto a callarlo. No quería ir a la escuela, sin querer nada más que quedarme en
casa y permanecer en la cama con la hermosa chica a mi lado, pero sabía que mi
padre me patearía el trasero si se enteraba que falté a la escuela mientras él no
estaba.

Isabella se levantó y me dio una rápida sonrisa antes de salir de la habitación. Suspiré
y salí de la cama arrastrando mi culo hasta la ducha. Me duché y me puse algo de
ropa. Abrí el cajón de mi escritorio y saqué mi frasco, llenándolo y poniéndolo en mi
bolsillo antes de dirigirme a la planta baja. Tenía la sensación de que sería un muy
largo día y lo necesitaría más o menos a la mitad de él. Tomé un tazón de cereal,
sentando un rato con mis hermanos en la sala de estar. Muy a mi pesar, Isabella no
bajó. Quería verla antes de irme, besarla de nuevo. Dios, estaba obsesionado con
besar sus putos labios suaves.

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Conduje a la escuela con mis hermanos, una vez más Emmett se puso a repasar las
canciones en mi iPod y apoderarse de mi estéreo. Traté de ignorarlo, haciendo
retroceder mi enojo, pero él sabe que me encabrono cuando la gente jode con mi
música. Finalmente fue demasiado y extendí mi mano dándole un golpe en el brazo,
diciéndole que parara con esa mierda. Pero, por supuesto, siendo Emmett, me devolvió
el golpe aún más fuerte y lo siguió haciendo.

Estaba enojado cuando llegamos a la escuela, ignorando a quien trató de hablarme en


el estacionamiento. Jessica pareció ofendida cuando no toleré su habitual coqueteo
matutino. Ella siempre alimentaba mi ego y solía disfrutarlo, pero ahora simplemente
me importaba una mierda. Temprano, me dirigí a mi clase, sin siquiera molestarme en
esperar a la campana, y vacilé en la explanada cuando vi a Mike Newton sentado en
una mesa con Eric Yorkie. Su cara estaba toda jodida, su nariz estaba rota, su ojo
morado, y tenía algunas laceraciones.

Me acerqué a él con cautela. Él y Yorkie levantaron la vista cuando me acerqué, ambos


mirándome con escepticismo, preguntándose qué demonios quería. “Necesito hablar
con Newton,” dije, arqueándole una ceja a Yorkie. Se levantó rápidamente y se
escabulló sin decir una puta palabra. Sí, todavía lo tenía.

Me dejé caer frente a la mesa, al otro lado de Newton. Me miraba confundido, sus
hombros tensos. Lucía como si se estuviera preparando para que de nuevo le partiera
toda la madre. “Probablemente no debía de haberte jodido tanto,” dije, cruzando los
brazos sobre mi pecho y fulminándolo con la mirada. “Sabías muy bien que no
deberías de estar en el tercer piso, ya antes habíamos dejado clara esa mierda. Si en
ese momento hubiera sabido por qué estabas ahí, no te hubiera pateado el trasero…
como sea, no tan fuerte. Pero no lo sabía, así que lo hice.” Sonreí con suficiencia y él
rodó los ojos. Eso era lo más cercano a un “lo siento” que ese hijo de puta conseguiría
alguna vez de mí y lo sabía.

“Sí,” murmuró.

“Y te diré algo Newton. La próxima vez que quieras hacer una fiesta, me avisas. Me
aseguraré que tengas ahí mucho alcohol y muchas perras. ¿Te cae?” Asintió y suspiró.
Eso era lo más que podía hacer para compensarlo de alguna manera. La campana
sonó y se iba a poner de pie pero estiré la mano y sujeté con fuerza su camisa,
volviéndolo a poner en su asiento con brusquedad. Se me quedó viendo horrorizado,
sus ojos amplios por el miedo. “Pero si alguna vez vuelves a tocar a Isabella, te
arrancaré los putos brazos. Lo digo en serio.” Solté su camisa y me paré, dándome la
vuelta para alejarme. “Finocchio,” dije.

“Todo un pendejo,” murmuró. Sonreí con suficiencia y negué con la cabeza. Al menos
el cabrón tenía bolas.

Mis primeras clases volaron muy rápido. La cuarta hora de trigonometría llegó y tomé

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un buen trago de mi frasco antes de entrar tranquilamente. Caminé hacia mi escritorio
y me deslicé en mi asiento frente a Tanya. La escuché suspirar con fuerza y sonreí para
mí mismo.

Me di la vuelta en mi asiento para verla, acercándome a ella. Parecía sorprendida, sus


ojos se abrieron antes de que una pequeña sonrisa envolviera sus labios. Le di mi
sonrisa carismática, esa que sabía a ciencia cierta que hacía que las perras mojaran
sus bragas.

“Hola, Edward,” dijo, usando su tono seductor y batiendo sus pestañas, tratando de
verse linda e inocente cuando estaba muy lejos de serlo. Mantuve mi rostro con una
sonrisa de suficiencia, ignorando mi instinto de hacer una mueca, y luchar contra el
impulso de darle un golpe en su puta cara.

“Hola, Tanya,” dije, bajando la vista y notando que traía puesta su camisa escotada
favorita con el puto sostén rosado que resaltaba por debajo. Levanté la vista de nuevo
hacia su rostro, mi sonrisa cada vez mayor. “Así que, estaba pensando...” Comencé.

“¿Sí? ¿En qué?” Preguntó con ansiedad. Me reí entre dientes, lamiendo mis labios. La
perra pensó que la deseaba.

“Oh, en esa pequeña, eh… en esa pequeña celebración de “bon voyage” que tuvimos
el año pasado, justo antes de que me fuera. Ese pequeño regalo que me diste. ¿Lo
recuerdas? Estoy bastante sueguro que estabas usando ese mismo sostén,” dije, mi voz
baja con ese filo encantador en ella. Estiré mi mano y agarré el tirante de su sostén,
estirándolo levemente y soltándolo. En realidad quería agarrar esa cosa, envolverla en
su maldito cuello y estrangularla con él, pero me mantuve calmado.

Ella bajó la vista hacia su sostén y sonrió, volviendo su atención otra vez hacia mí. “Sí,
también lo creo. Y por supuesto que me acuerdo.”

Asentí. “También me gustan los pequeños recuerdos que tengo de ese día. Tú sabes,
las fotos. Anoche estaba acostado en la cama pensando en ellas.”

“¿De verdad?” Preguntó, escuchándose jodidamente extasiada y esperanzada. Reí


entre dientes y asentí.

“¿Sabes lo que pienso?” Pregunté en voz baja, inclinándome más hacia ella. Ella se
inclinó hacia adelante, cerrando más la distancia entre nosotros.

“¿Qué?” Preguntó, lamiendo sus labios y mirándome con deseo. Sus ojos de nuevo se
encontraron con los míos y le arqueé una ceja, mi sonrisa decayó. Vi que sus ojos se
nublaron con confusión, su sonrisa vaciló.

“Creo que la cagaste,” dije, mi voz dura y fría. Su sonrisa decayó completamente por
mi tono y se congeló. “Recuerdo claramente haberte dicho que si le volvías a poner una

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mano encima a Isabella jodería tu mundo. Y anoche estaba acostado en mi cama,
preguntándome qué exactamente podía hacer para dejarte claro que hablaba en serio.
Y fue entonces cuando me acordé de esas fotos. Creo que conozco a bastantes
personas que también estarían interesadas en verlas.”

Se me quedó viendo, con la boca abierta, atónita. Otra vez sonreí con suficiencia y
sacudí mi cabeza.

“Aunque, tengo que pensar si voy a compartirlas o no. Tú sabes que no me gusta
compartir pero Dios, es sólo que se siente que es… lo correcto. Casi, adecuado.
Supongo que sólo tendrás que esperar y ver qué es lo que decido.”

Me di la vuelta otra vez, encorvándome en mi asiento mientras el profesor comenzó la


clase. Tomé notas e hice garabatos, escribiendo el nombre de Isabella como alguna
perra preadolescente con un maldito enamoramiento obsesivo. Me dio fuerte.

Cuando la clase terminó, recogí mis libros. Tanya pasó junto a mí rápidamente, con los
ojos en el suelo. Me reí entre dientes y salí del salón, avistando a Lauren en el pasillo.
Corrí para alcanzarla, echando mi brazo por encima de su hombro. Al principio la
asusté hasta que se dio cuenta que era yo y entonces sonrió. Le sonreí con aire de
suficiencia.

La llevé hacia afuera, a la explanada, esperando hasta que estuvimos donde la


mayoría de la gente no nos pudiera escuchar. “Tus padres son muy religiosos,
¿verdad? Aquella vez casi te envían a una escuela católica, ¿no es cierto?” Rodó los
ojos y asintió, mirándome con curiosidad, obviamente preguntándose por qué carajos
le estaba preguntando eso. “Ah. Así que entiendo que ellos no saben que a su pequeña
le gusta comer coño. Me imagino que no estarían muy felices si lo descubrieran.”

Ella se paró en seco y quité mi brazo, volviéndome para fulminarla con la mirada.
“¿Qué quieres?” Preguntó, estrechando sus ojos. Trató de fingir como si no le importara
y sólo estuviera enojada, pero podía ver su miedo. Me encogí de hombros con
indiferencia.

“Sólo digo que todos tenemos algunas cosas que preferiríamos que no llegaran a oídos
de nuestros padres. Cosas que preferiríamos que se quedaran entre los que estuvieron
allí.”

Por un momento, me miró fijamente. “Así que, ¿si no le digo a tu padre lo que vi, no le
dirás a mis padres lo que viste?”

“No exactamente,” dije. “Mira, yo no iría y sólo le diría a tus padres. Eso sería actuar
como un pendejo, así como yo sé que tú no irías y solo le dirías a mi padre. No eres tan
jodidamente estúpida. Pero sé que tienes una boca muy grande y si tú lo esparces con
cualquiera de estos cabrones por aquí, es seguro que con el tiempo llegará a oídos de
mi padre. Al igual que si les doy una pista a estos cabrones sobre tus, eh, actividades

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extracurriculares, también es seguro que llegará a oídos de tus padres. Es gracioso,
como es el chisme en este puto ridículo pueblo, ¿eh?”

Sus ojos se abrieron levemente y trató de conservar la calma. Joder, me di cuenta que
era demasiado tarde, que ya había esparcido con la gente lo que vio. Cristo, no me
importaba si cualquiera de esos hijos de puta lo sabía, pero estaba preocupado por la
reacción de mi padre. Mi padre era el único con el poder de destruir lo que había entre
nosotros, de destruirla. Y si se esparcía, era seguro que eventualmente llegaría a él.

“Será mejor que encuentres una manera de retractarte de esa mierda, y rápido,” le dije
con brusquedad. Me di la vuelta y empecé a alejarme hacia mi siguiente clase.

El resto del día transcurrió lentamente. Las clases se me hicieron demasiado pesadas y
la práctica de fútbol fue aún peor. El entrenador Clapp nos mató con los ejercicios, ya
que este viernes fue nuestro último partido de temporada regular. Estábamos invictos y
los play offs comenzarían pronto para el campeonato estatal. No había puta manera de
que ganáramos el campeonato, no con algunos de estos cabrones jugando, pero el
entrenador Clapp estaba determinado a reventarnos el culo y llevarnos tan lejos como
pudiera.

Después de las prácticas llegué a las duchas, quitándome la suciedad y el hedor de


mierda, sin querer volver a casa oliendo como un maldito cerdo. Me puse rápidamente
mis jeans y mi camiseta sin mangas, dirigiéndome hacia el Volvo y me subí. Estaba
ansioso por ver a Isabella. Toda esta mierda parecía tan surrealista, era difícil creer
que había algo entre nosotros. Quiero decir, no tenía un puto nombre para ello,
supongo que puede decirse que era mi novia pero eso sonaba demasiado trivial. Ella
era más que eso. Simplemente era… la mia bella ragazza.

Aceleré para llegar a casa y me detuve en nuestra entrada, golpeando el freno


bruscamente y derrapé hasta detenerme cuando vi los coches frente a la casa. Miedo
corrió através de mí y mis manos comenzaron a temblar. Inmediatamente vi el
Mercedes negro de papá y me sorprendí de verlo, ya que no lo esperaba en casa por
algunos días más, pero esa no fue la mierda que me sorprendió más. Fueron los dos
coches estacionados detrás del suyo, los idénticos sedan color negro rentados con
vidrios oscuros polarizados, los que me hicieron sentir pánico. No sabía exactamente
quién era, pero sabía lo que significaba. Sabía que no había vuelto solo de Chicago.
Trajo algunos mafiosi con él.

A mí no me asustaban, ya que probablemente terminaría ahí junto a ellos algún día.


Pero nunca era algo bueno cuando los negocios venían a tu casa. No todos en el
borgata eran tranquilos como mi padre, algunos de ellos eran unos grandísimos
pendejos y no me gusto saber que estaban ahí dentro con la chica que amaba. No se
sabía cómo iban a tratarla o actuar hacia ella. Mi padre nunca dejaría que la tocaran,
pero sabía que las palabras podían lastimarla tanto como podría hacerlo ponerle la
mano encima.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 349


Bajé del coche y me dirigí al interior. Tan pronto llegué al vestíbulo escuché las voces
en la sala de estar e inmediatamente reconocí la voz de Aro. Aro era el jefe, el don. El
padrino de la organización. Para colmo, literalmente, era mi puto padrino. Me trataba
como la maldita realeza, me había malcriado desde que estaba pequeño.

Pasé junto a la cocina, mirando hacia adentro. Isabella estaba dentro, haciendo la
cena. Inmediatamente miró hacia mí, supongo que sintiendo mi presencia. Le sonreí y
a cambio me dio una pequeña sonrisa, pero no se veía feliz en lo absoluto. Se volvió
después de un momento, centrándose de nuevo en la comida. Suspiré y pasé una
mano por mi pelo, dándome la vuelta para dirigirme a la sala de estar.

Entré e inmediatamente todos miraron en mi dirección. Aro sonrió cuando me vio, al


igual que Royce. Royce era un Caporegime, uno de los hombres que organizaba y
dirigía un equipo de soldados de a pie. Él y mi padre siempre se llevaban bien, pero
era un tipo duro con una actitud de “no me fastidies o yo te fastidio”. Los otros dos tipos
no los reconocí pero sabía que no estaban en lo alto del mando, probablemente
soldados de a pie. Diría que eran simplemente colegas, pero dudo que mi padre los
trajera a su casa si no fueran iniciados, si no habían hecho el voto de silencio Omerta.

“¡Ah, el príncipe della mafia! ¡Aquí está mi ahijado!” Dijo Aro feliz. Sonreí y me
acerqué, inclinándome para darle un leve abrazo. “¿Cómo estás?”

“Me alegro de verte Aro. Lo llevó bien,” le dije, sonriendo con satisfacción. Estiré mi
mano y estreché la de Royce, saludándolo con cortesía. Miré a los otros dos tipos. Uno
de ellos, un hombre negro alto y fornido, con rastas, asintió en forma de saludo. Aro lo
presentó como Laurent. El otro tipo, uno alto y desgarbado con cabello rubio recogido
en una cola de caballo, me miraba con recelo. Naturalmente, el cabrón no parecía
tener buenas intenciones. Asentí en forma de saludo pero le estreché mis ojos cuando
Aro lo introdujo como James. Su nombre me sonó conocido y me acordé que fue cuando
papá había llegado con la última mujer que había comprado de un tipo nuevo en la
organización con el mismo nombre.

Papá se aclaró la garganta y miré en su dirección. Se puso de pie y le dijo a los otros
tipos que volvería en unos minutos, volviéndose y fulminándome con la mirada. Sentí
que el pinche color se fue de mi rostro por su expresión. Salió de la sala de estar y lo
seguí, ya entrando en puto pánico. No sabía si sólo estaba siendo paranoico, pero algo
andaba mal. Mi padre se veía encabronado.

Se detuvo en el vestíbulo, junto a la cocina. Miró hacia adentro, observando a Isabella


por un momento. No pude entender su expresión, no sabía si tal vez ya se había dado
cuenta de esa mierda. Me detuve junto a él y me miró.

“Sube ahora a mi oficina. Subiré en unos minutos. Tenemos que hablar.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 350


************
Chiacchierone = Cotorro, parlanchín

Slinguata = Beso Francés (literalmente ‘trabajo de lengua’)

Jamook = Jerga para idiota

Mannaggia =Maldición/¡Dios mío!

Che cazzo vuoi? = ¿Qué coño?

Paranoico = Paranoico

Va’ fa Napoli = Vete Al Diablo (literalmente ‘vete a Nápoles’)

Gli avete detto che la amavate? = ¿Ya le has dicho que la amas?

Vaffanculo = Vete a la mierda

Farsi una canna = fumarse un porro

Grazie = Gracias

Finocchio = término despectivo para ‘gay’

Principe della Mafia = Príncipe de la mafia

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 351


“Todo tiene una moral, sólo si puedes encontrarla.”—Lewis Carroll

Isabella swan

Esto no era real, no podía ser real. No había manera de que esto realmente estuviera
sucediendo, y de todas las personas, a mí. Tal vez todos estos años que había pasado
reprimiendo mis esperanzas y sueños para el futuro, sepultándolas en mi interior y
ocultándolas finalmente había causada estragos en mí y estaba alucinando. O tal vez
simplemente estaba dormida y estaba soñando esta muy bien elaborada fantasía. O
tal vez había muerto y esta era una versión inesperadamente extraña del cielo. Pero si
realmente existía un Dios, no creía que pudiera ser tan cruel como para hacerme la
propiedad de alguien en el más allá. Había soportado lo suficiente en la tierra y me
gustaba pensar que al menos con la muerte finalmente sería libre. Así que, no,
definitivamente no estaba muerta... aún no, de todos modos. Y se sentía demasiado
real para mí como para estar dormida. Estiré y mi mano y me pellizqué el antebrazo,
sólo por si acaso, gritando con fuerza por el dolor agudo. Gemí y froté mi brazo,
notando la pequeña mancha roja que ya estaba apareciendo, eso se iba a volver un
moretón. Sí, definitivamente estaba despierta.

Así que entonces, tenía que estar alucinando. Me preguntó si el doctor Cullen me
mataría y me sacaría de mi miseria, o si trataría de ser humano y me entregaría a un
centro psiquiátrico. Supongo que la primera, considerando que sabía demasiado de él
para dejarme libre en las manos de otros cuando estaba mentalmente inestable. No se
sabía lo que diría en ese estado. Sólo podía esperar que lo hiciera rápido y sin dolor
cuando terminara con mi vida y no me hiciera sufrir más de lo que tenía que hacerlo.

Debido a que era simplemente imposible que fuera algo real. Definitivamente no había
manera de que hubiera pasado con Edward prácticamente todo el día de ayer, y que él
hubiera confesado que tenía profundos sentimientos por mí. Había sido tan abierto y
honesto conmigo, y habíamos permutado a tener algún tipo de relación amorosa
secreta. No tenía idea del cual era su nombre, en lo que esto me convertía para él, pero
sabía que era intenso, sorprendente y francamente aterrador. A pesar de la ansiedad
que me causaba, simplemente se sentía lo correcto para mí. Me sentía como si me

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 352


correspondiera estar junto a Edward. Mi entera existencia la había pasado
perteneciendo a otras personas, pero por primera vez me sentía como si de verdad
quisiera pertenecer a alguien. Edward me confundió cuando ayer expresó ese preciso
sentimiento, pero esta mañana desperté entendiendo finalmente que había querido
decir con ello. No se trataba de ser una posesión suya, era sobre ser una parte de él.

Simplemente no parecía capaz de entenderlo. Me había tratado con tanta dulzura,


había sido tan gentil, atento y comprensivo. Me aseguró que haría todo lo que estuviera
en su poder para que no me dañaran, me había dicho que confiara en él. Y aunque me
diera miedo la situación, confiaba en él para mantenerme a salvo. También me
aseguró que sólo me tocaría y estaría conmigo en las formas que yo quisiera. No es
que en realidad hubiera entendido lo que me dijo, ya que era muy inexperta en cuanto
a tener intimidad y francamente el concepto de que alguien preguntara mi opinión me
ponía nerviosa. No estaba acostumbrada a ello, a las personas nunca antes les había
importado lo que pensaba, sentía o quería, pero a Edward sí le importaba. Me asusté
un poco ante la idea de de tener sexo con él cuando surgió el tema, no porque tuviera
miedo de que me lastimara, cuando confiaba en que él nunca me causaría daño
intencionalmente, sino porque no sabía exactamente lo que era tener sexo. Edward me
dijo que lo que mi madre sufrió no era realmente el mismo tipo de sexo que nosotros
tendríamos, así que no tenía ni idea de cómo sería. Dijo que se sentía bien, y que algún
día podría sentirme lo suficientemente cómoda como para querer experimentarlo con
él. No estaba segura de qué pensar, ya que pareciera que no podía entender el
concepto. Quería creerle pero eso me asustaba, así que estaba agradecida que
Edward no insistiera con el tema. Me sugirió que yo me tocara, para explorar mi
cuerpo, y eso me impactó sobremanera. ¿Realmente podría hacer algo así? No estaba
tan segura. El sólo pensarlo me avergonzaba.

Y sus besos… wow, sus besos eran increíbles. Me quitaban el aliento, su sabor era
cálido, penetrante y completamente embriagador. La sensación de sus labios
presionados contra los míos enviaba oleadas de chispas a través de mis venas. La
sensación de estar en sus brazos, él abrazándome mientras duermo, era reconfortante.
Incluso sujetar su mano era sorprendente. Sus manos eran grandes y fuertes, sus
dedos largos, su agarre firme. Sólo sus manos me hacían sentir segura. No eran manos
que alguna vez me harían daño. Eran manos que no habían hecho nada más hasta
ahora que confortarme y tratar de protegerme. No quería soltar sus manos nunca,
nunca quería que dejaran mi piel.

Pero nada de eso importaba, porque nada de esto era real. Estaba alucinando y tan
pronto como el doctor Cullen llegara a casa de Chicago estaría muerta. Él me
encontraría, probablemente balanceándome en una esquina y balbuceando
incoherencias sobre estar enamorada de su hijo, y me arrastraría hacia afuera al
bosque y me sacaría de mi miseria. Inmediatamente me pregunté qué haría con mi
cuerpo después de que estuviera muerta. Nunca supe realmente lo que había hecho
Charles con la gente que asesinó a lo largo de los años, no tenía idea que exactamente

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 353


había hecho con esa chica adolescente. ¿Me enterraría allí, entre los árboles? ¿Tal vez
tire mi cuerpo al río? ¿Me dejaría completa o me desmembraría? Creo que sería más
probable que me quemara y botara mis cenizas en algún lado, ya que dijo que eso
hubiera hecho con Jimmy Hoffa. Supongo que era lógico, sin dejar detrás evidencia.
Sería como si nunca hubiera existido y supongo que de cierta forma no existía. No tenía
certificado de nacimiento o número de seguro social… nadie echaría de menos a
alguien que nunca nació, ¿cierto?

Me puse rápidamente unos vaqueros y una camiseta y me dirigí a la planta baja con
tiempo suficiente para escuchar la puerta principal cerrarse y el coche encenderse al
frente de la casa. Entré a la cocina y me asomé por la ventana para ver el coche de
Edward alejarse, el verlo me hizo sonreír. Deseaba que no tuviera que irse, ya que las
cosas parecían tan aburridas sin él alrededor. Había menos color en la vida sin la
presencia de Edward. Bien, así que me di cuenta de que en realidad no estaba
alucinando. No había imaginado el día de ayer. Pero todavía lo sentía tan surrealista y
tenía la sensación de que tomaría bastante tiempo para que lo asimilara.

Suspiré y me alejé de la ventana cuando el coche desapareció completamente de la


vista, y deambulé un rato por la planta baja. Saqué la aspiradora y aspiré la alfombra
de la sala de estar. Ayer Edward había hecho un buen intento y había hecho un trabajo
bastante decente. La habitación del doctor Cullen no había sido tocada así que no
había nada para que hiciera allí.

Terminé en algún momento alrededor de las 3pm y me dirigía de vuelta al piso de


arriba cuando escuché una serie de puertas de coche cerrándose afuera. Me congelé,
debatiéndome en qué hacer. Todavía era muy temprano para que fuera uno de los
chicos, y había demasiados para ser solo la familia. Después de un momento la puerta
principal se abrió e inmediatamente escuché algunas voces, una era la del doctor
Cullen. No tenía idea de cuándo estaría de vuelta de su viaje, pero no esperaba que
fuera tan pronto. Entró en el vestíbulo y mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando
otros cuatro hombres entraron detrás de él. Sentí levantarse a los vellos en la parte de
atrás de mi cuello, naúseas hirviendo en la boca de mi estómago. Instintivamente di un
paso atrás, queriendo escapar. No me sentía cómoda allí, no me sentía segura con
tantos hombres extraños alrededor.

El doctor Cullen miró las escaleras casi al instante y el terror corrió por mi cuerpo
cuando sus ojos se posaron en mí. Me arqueó una ceja expectante y me quedé helada,
sin saber qué se suponía que tenía que hacer. Su expresión era seria; su rostro tenía un
borde severo en él. Entonces me di cuenta que estos hombres eran sus compañeros de
trabajo, pero no del tipo de los que trabajaban con él en el hospital. Estaban
involucrados en el crimen organizado. No estaba completamente instruida en cuanto a
la mafia pero había aprendido lo suficiente para darme cuenta que el lado indulgente
del doctor Cullen era una rareza en su línea de trabajo. Lo más probable es que estos
hombres eran como mi padre, fríos e indiferentes, sin tener consideración por gente

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 354


como yo. Ellos eran como esa parte del doctor Cullen que había visto en su habitación.
Eran peligrosos.

No sabía qué hacer. Deseaba desesperadamente darme la vuelta y subir corriendo a


mi habitación y encerrarme, pero tenía miedo que lo consideraran como una falta de
respeto. Charles siempre nos obligaba a escondernos cuando tenía visita, quería que
estuviéramos fuera de su vista y de su mente. ¿Pero era eso lo que quería el doctor
Cullen? No quería subir corriendo a mi habitación y ser grosera cuando se esperaba
que sirviera a sus invitados. En realidad, nunca antes había tenido invitados, así que
en realidad todavía no me había topado con este problema. No quería irrumpir allí y
verme como si me estuviera entrometiendo, estando donde no debería de estar.
Charles solía decirnos todo el tiempo que la curiosidad mató al gato y no quería que
pensaran que estaba siendo entrometida. Los otros hombres parecían ajenos a mi
presencia, ya que estaban charlando entre sí, pero el doctor Cullen seguía mirándome.
Tomé un profundo respiro y di un paso hacia abajo, queriendo evaluar su reacción. La
comisura de su labio se torció hacia arriba ligeramente cuando vio mi movimiento y
volvió la cabeza, centrando su atención en un hombre mayor con piel tan pálida que
casi era blanca. Llevaba un fino traje y estaba más elegantemente vestido que el resto
de ellos.

Tomé la reacción del doctor Cullen como indicación de que, de hecho, debería bajar.
Se dirigieron a la sala de estar, y bajé las escaleras despacio. Mis piernas estaban
temblando, mis nervios de punta. Llegué al vestíbulo y me detuve, tomando algunas
respiraciones profundas para calmarme. Me dirigí hacia la sala de estar despacio y en
silencio, ya que sabía que algunas veces estos tipos de hombres preferían que los de
mi tipo fueran silenciosos. Estaba completamente fuera de práctica después de haber
estado en la casa de los Cullen. En ese exacto momento me di cuenta cuanto en
realidad había cambiado en tan corto tiempo sin siquiera saberlo. Estaba tan lejos de
ser la tímida Isabella Swan que había subsistido en Phoenix, la chica que era
prácticamente una aparición. Me había acostumbrado a ser parte de algo y no
quedarme parada en los alrededores tratando de ser invisible.

Me detuve al estar cerca de ellos, ya que estaban charlando y no querían ser


interrumpidos. Me quedé allí por un momento antes de que el doctor Cullen me viera
por el rabillo de su ojo. Su cabeza se volvió en mi dirección y una vez más levantó sus
cejas. El resto de los hombres se dieron cuenta y volvieron su atención hacia mí. Estaba
incómoda bajo el escrutinio de su mirada, y sentí que mis rodillas temblaban. Rogué en
silencio que mis piernas no fallaran por mi ansiedad.

“¿Le gustaría a usted y sus invitados algo de beber, señor?” Pregunté, tratando de
hablar con fuerza y claridad pero mi voz se quebró a la mitad de lo que decía. Me
regañé mentalmente por resultar tan débil.

Él asintió. “Sí, Isabella. Sólo serán unas botellas de agua por ahora.”

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Asentí y me di la vuelta, dejando rápidamente la habitación. Entré en la cocina y abrí el
refrigerador, agarrando cinco botellas de agua. Las cogí en mis brazos, cerrando la
puerta con el pie. Me dirigí rápidamente hacia la sala de estar y empecé a repartir a
los hombres las botellas de agua. Me abstuve de mantener contacto visual con ellos
para así no ponerme más nerviosa, sólo le di una mirada amable a cada uno para no
parecer mal educada. Un hombre con pelo negro oscuro que parecía tener la edad del
doctor Cullen me dio las gracias, pero tenía un ligero filo severo en su voz que era algo
desconcertante. El hombre mayor con el traje fino también me agradeció, su gratitud
sonó más genuina. Los otros dos me hacían sentir incómoda, especialmente el tipo de
pelo rubio. Me estaba mirando fijamente y sonriendo con suficiencia, su mirada algo
maliciosa. Me miraba como si fuera un predador y yo fuera su presa, como si fuera
algo para comer.

“Isabella, estos son amigos míos de Chicago,” dijo el doctor Cullen cuando le entregué
la última botella de agua a un tipo negro con su pelo retorcido. Miré hacia él, un poco
sorprendida de que estuviera intentando conversar conmigo delante de sus invitados.
Me señaló a los hombres y me los presentó como Aro, Royce, James, y Laurent. Los
saludé, tratando de ser agradable, sin querer avergonzar al doctor Cullen por falta de
modales.

“Así que es ella,” dijo el hombre mayor llamado Aro cuando el doctor Cullen terminó de
presentarme a los hombres. Miré en su dirección y él me sonrió cuando nuestros ojos se
encontraron. Rápidamente rompí el contacto visual, centrando mi atención en el suelo.
Él definitivamente era intimidante, pero no podía llamarlo precisamente hostil.

“Sí,” dijo simplemente el doctor Cullen, abriendo su botella de agua y tomando un


trago de ella. Me quedé parada a un lado de la habitación, sin saber que se suponía
que tenía que hacer. No quería sólo irme porque quería y esperaba que el doctor
Cullen me despidiera.

“Es bueno verla finalmente después de todo este tiempo,” dijo Aro. Mi ceño se frunció
ligeramente en confusión, ya que sólo había estado en la casa de los Cullen por poco
más de un mes. Eso no era mucho tiempo, y, ¿a qué se debe que tuviera ese interés por
verme? Sólo era otra niña esclava. “Tengo curiosidad, Carlise. Dime… ¿vale la pena?”

El doctor Cullen se rió con amargura por la pregunta, el sonido envió escalofríos por mi
columna vertebral. No era agradable en absoluto; había un borde malicioso en ella
que me preocupó. ¿En realidad había sido tan mala? Había hecho todo lo que él me
pedía que hiciera y él no había dicho que estuviera decepcionado excepto por ese
incidente con su arma. Acepté mi castigo con calma y había hecho todo lo posible para
no desobedecer y mantenerme fuera de su camino tanto como fuera posible.

“Depende. ¿Me lo preguntas en lo personal, o me preguntas como hombre de


negocios?” El doctor Cullen preguntó, su voz plana. Tenía esa expresión vacía en su
rostro que me asustaba. Aro se rió, obviamente encontrando gracioso algo en la

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respuesta del doctor Cullen. “¿Qué hay en lo personal? ¿Crees que valió la pena?”

El doctor Cullen me miró, sus ojos encontraron los míos. Mis ojos se abrieron y una
oleada de miedo atravesó mi cuerpo, con tanta intensidad que casi colapsé. Sus ojos
estaban oscuros, su comportamiento atemorizaba. Se veía casi como lucía ese día en
su habitación con su expresión amenazante. Él ya no era el compasivo y bondadoso
doctor Cullen. Era ese hombre peligroso que se había encolerizado y había perdido
completamente el control.

El doctor Cullen volvió su cabeza de mí, mirando al vacío. “En absoluto. Por supuesto
que no valía la pena,” dijo con firmeza. Casi me quedé sin aliento cuando habló, un
dolor en mi pecho que me asustaba. Sus palabras dolían y era completamente ridículo,
pero me sentía traicionada. Pensaba que había encajado bastante bien, a pesar de
ese único incidente el doctor Cullen había sido extrañamente amable conmigo. Me
llamaba con nombres cariñosos, los mismos con los que, me había dado cuenta,
llamaba a Alice y Rosalie.

¿Realmente había sido así de decepcionante? ¿Se arrepentía de haberme comprado?


¿Planeaba enviarme lejos?

Mis ojos se llenaron con lágrimas ante todas las incógnitas y las reprimí, sin deseos de
llorar delante de estos hombres, sobre todo sobre algo completamente absurdo. No era
de su familia, no era nada para él sino una posesión. ¿Por qué me importaba tanto lo
que él pensaba de mí? Me di cuenta que Edward tenía razón, el doctor Cullen nunca
aprobaría que su hijo alguna vez tocara a alguien como yo.

“¿Pero, hablando como un hombre de negocios?” El doctor Cullen continuó después de


un momento. “Ella es obediente y muy trabajadora. Nunca tengo que decirle que haga
nada; nunca tengo que darle recordatorios; ella automáticamente lo hace por su
cuenta y no mete la nariz donde no le corresponde. Tengo la ropa limpia, una casa
limpia, comida decente para comer. Así que, supongo que en ese sentido vale la pena.
Vale la pena cada centavo que pagué por ella, y algo más.”

Sólo lo miré fijamente con confusión, sin comprender. Si tenía todas esas cosas
positivas que decir sobre mí, ¿por qué en lo personal pensaba que no valía la pena
comprarme? Sin embargo, Aro asintió y pareció comprender lo que el doctor Cullen
estaba diciendo, obviamente entendiendo algo que yo no capté.

“Y a todo esto, ¿cuánto pagaste por ella?” El hombre de pelo oscuro llamado Royce
preguntó.

“650.000,” dijo el doctor Cullen, encogiéndose de hombros. Mis ojos se abrieron por la
sorpresa, ya que no sabía que había pagado tanto por mí. Eso parecía una gran
cantidad para el poco trabajo que yo hacía. Casi me sentí mal, como si lo hubieran
estafado.

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“Maldición, eso es barato,” dijo Laurent. El doctor Cullen asintió de acuerdo. Yo sólo
los miré fijamente en shock, sorprendida de que ellos consideraran que era un precio
bajo.

“Swan quería al menos un millón por ella porque es joven y todavía es virgen, pero no
iba a darle a ese cerdo tanto dinero. Sabía que él me la vendería por lo que sea que le
ofreciera, no había manera de que me rechazara,” dijo el doctor Cullen, sonriendo.

Aro se rió. “Sabes que tú podrías haberle dado 20 dólares y él te la habría entregado,
con miedo de no hacerlo.”

El doctor Cullen se encogió de hombros. “Sí, pero me sentía un poco generoso, qué
puedo decir.” Todos se rieron y yo sólo me quedé ahí, mirándolos. Estaba
completamente atónita que estuvieran hablando de negocios justo enfrente de mí,
actuando como si ni siquiera estuviera allí. Y además estaban hablando de mi compra.

“Se ve que sería una buena goomah*,” James intervino después de un momento, el
sonido de su voz envió un escalofrío por mi columna vertebral. Lo miré, la sonrisa
diabólica en su rostro de inmediato me hizo sentir enferma. La forma en que me
miraba me hizo sentir muy incómoda. De todos ellos, él era el que menos me
agradaba.

“Estoy bastante seguro que para tener una goomah, debería tener una esposa,” dijo el
doctor Cullen con dureza, con tanta brusquedad que salté y mi cabeza se movió
rápidamente en su dirección. Fulminaba a James con la mirada, con furia asesina. No
tenía idea de que era una goomah, pero estaba muy segura que no era algo agradable
para provocar tal reacción en el doctor Cullen.

“Es cierto,” dijo James, seguía mirándome fijamente y sonriendo. La ira del doctor
Cullen no parecía perturbarlo en lo absoluto. “Te daré lo doble de lo que pagaste por
la chica.

Mis ojos se abrieron por el miedo ante la idea de ser vendida a este hombre, y miré
rápidamente al doctor Cullen. Él había dicho que no valía la pena, ¿eso quería decir
que me vendería? Era un montón de dinero el que James estaba ofreciendo. El doctor
Cullen se volvió a mirarme brevemente antes de negar con la cabeza. “Isabella no está
en venta,” dijo con firmeza.

Cerré los ojos y di un suspiro de alivio. “Che peccato*,” dijo James, encogiéndose de
hombros. Un leve silencio incómodo se invadió la habitación y me quedé mirando
hacia el suelo, sin saber que debería hacer. Después de un momento el doctor Cullen
aclaró su garganta. “Porque no continúas tu trabajo y empiezas a hacer la cena,
Isabella. Mis invitados nos acompañarán esta noche, así que tendrás mucho que
hacer.”

Asentí. “Sí, señor,” dije rápidamente dándome la vuelta y dejando la habitación. Mi

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corazón seguía acelerado cuando huí a la cocina. Me apoyé en el mostrador tomando
algunas respiraciones profundas tratando de calmarme y relajarme. Después de un
rato escuché el sonido de la grava crujiendo y me asomé por la ventana, viendo el
pequeño coche amarillo detenerse. Jasper salió del asiento del pasajero y le dijo adiós
con la mano a Alice mientras ella se alejaba de la casa. Él entró, caminando
directamente a la sala de estar. Escuché cuando saludó brevemente a los hombres
antes de dirigirse a la cocina.

Me sonrió, caminando hacia el refrigerador y abriendo la puerta. Sacó una lata de


coca y cerró la puerta, apoyándose en ella mientras abría su refresco. “Te ves
preocupada,” dijo. Le sonreí levemente.

“Sólo un poco incómoda,” dije en voz baja. Jasper asintió.

“¿Te haría sentir mejor si te dijera que también me hacen sentir incómodo?” Preguntó,
su voz baja. Obviamente, no quería que los visitantes lo escucharan.

Lo miré sorprendida. “¿Y es así?” Pregunté. Él asintió.

“Siempre ha sido así. Nunca me ha gustado este estilo de vida, nunca me he sentido
cómodo con él. Mi mamá tampoco lo estaba, ella trató de mantener a sus chicos lejos
de esta vida. Edward es el único que parece haberla aceptado de buena gana,” dijo,
encogiéndose de hombros. Asentí, recordando que el doctor Cullen me dijo que Edward
parecía estar siguiendo sus pasos. Era un poco difícil de entender, ya que el Edward
que había llegado a conocer no era un ser humano cruel. Tenía carácter, sí, pero
también era compasivo y cariñoso. Me alejé de Jasper y empecé a gabinetes, tratando
de decidir qué hacer para la cena. “¿Alguna sugerencia sobre lo que debo cocinar?”
Le pregunté. Él suspiró.

“Haz lo que hiciste la primera noche que cocinaste para nosotros,” sugirió. Lo miré y
sonreí, dándole las gracias. Él asintió y salió de la cocina, subiendo las escaleras. Me
concentré en la comida, sin querer equivocarme. Todavía no había arruinado una cena
y no quería empezar ahora cuando el doctor Cullen tenía invitados importantes.

La mayor parte del tiempo me dejaron sola, permitiéndome cocinar en paz. Con el
tiempo Emmett llegó a casa, saludándome con la mano rápidamente desde el vestíbulo
ya que se dirigía al piso de arriba. Después de un rato, Carlisle y sus invitados
entraron en la habitación cerrada bajo las escaleras, dejando la planta baja en
relativo silencio.

Después de un momento escuché una puerta abrirse y el sonido de pasos que se


acercaban. Me tensé levemente, sin saber quien era pero rogando por que fuera el
doctor Cullen. Traté de concentrarme en lo que estaba haciendo, tratando de ignorar la
extraña sensación que se arrastraba por mi piel erizándola. Cuando los pasos se
detuvieron después de un momento, miré detrás de mí y vi a James parado en la

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entrada. Me quedé congelada en mi lugar mientras él sonreía, sus ojos bajando
lentamente mientras miraba mi cuerpo. Me hizo sentir incómoda y rápidamente le di la
espalda, centrándome en la estufa frente a mí, sólo esperando que diera la vuelta y se
alejara después de haber visto lo que vino a ver. No habló, pero pude sentir sus ojos
clavados en mí.

Estaba revolviendo los fideos, cuando sus pasos empezaron de nuevo lentamente
mientras caminaba hacia mí. Estaba tan tensa que mis músculos dolían. Mis manos
temblaban, cada paso hacía que mi corazón corriera aún más rápido. Se detuvo detrás
de mí e inclinó su cabeza hacia adelante, aspirando mi pelo. Escalofríos de asco me
asaltaron cuando sentí su aliento en mi cuello. Levantó su mano, corriendo por mi
brazo el dorso de sus dedos. Mis ojos se llenaron de lágrimas y empecé a temblar,
tratando de retenerlas.

“Él debió haberte vendido a mí,” dijo, su voz baja y su tono perverso. “Podríamos haber
tenido un poco de diversión.”

Seguí congelada en mi lugar y sentí que una lágrima se deslizó por mi mejilla a
medida que su mano recorría hacia abajo mi costado. Lloré en voz baja, temerosa de
lo que estaba haciendo, cuando su mano se detuvo en mi cadera. Cerré mis ojos con
fuerza, para prepararme para lo que sea que estaba por venir, cuando escuché una
pequeña conmoción y me empujaron con fuerza hacia un lado, la mano de James ya no
estaba en mi cadera. La sacudida me lanzó hacia la estufa y mi mano golpeó la olla
de fideos hirviendo, el dolor abrasador recorrió mi mano. Mis ojos se abrieron de golpe
y aparté mi mano rápidamente, tomándola cuando comenzó a palpitar. Escuché un
ruido fuerte, el sonido de algo golpeando con fuerza la encimera, y grité. Miré en la
dirección del ruido, impactada cuando vi que el doctor Cullen tenía a James prensado
contra la encimera con un cuchillo de cocina apretado contra su cuello. James estaba
tenso y el doctor Cullen se veía tan enojado que quería matarlo, sus ojos entrecerrados
y sus fosas nasales dilatadas por la ira. No tenía idea de dónde había salido, cuando
no lo había escuchado acercarse en lo absoluto, pero ese día que me atrapó
sosteniendo su arma aprendí que era sigiloso. Empecé a hiperventilar, asustada y
confundida. Obviamente estaba agradecida, pero su comportamiento me asustaba. El
doctor Cullen me asustaba, no había duda de ello.

“No tocarás mi propiedad, ¿me escuchaste chico?” El doctor Cullen dijo con dureza.
James sólo se le quedó viendo.

“Te escuché,” dijo finalmente. El doctor Cullen se quedó ahí parado, mirándolo
fijamente por un poco más, la hoja del cuchillo tan apretada en él que cualquier ligero
movimiento de parte uno o del otro y cortaría la piel. Puede ver el cuello de James
palpitando por el fuerte latido de su corazón.

“No lo vuelvas a hacer,” dijo el doctor Cullen, apartando el cuchillo y dando un paso
atrás. James se relajó un poco y me dio una rápida mirada antes de darse la vuelta y

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salir de la habitación. El doctor Cullen resopló y se volvió hacia mí. Arrojó el cuchillo en
el fregadero y dio unos pasos en mi dirección. Instintivamente retrocedí, sujetando mi
mano que se sentía como si estuviera en llamas. Me tropecé con mis propios pies y caí
hacia atrás, aterrizando sobre mi trasero. Grité y el doctor Cullen se detuvo, gruñendo.
Se pellizcó el puente de su nariz con molestia.

“Lo siento,” dije rápidamente, sabiendo que estaba molesto. Las lágrimas seguían
cayendo por mis mejillas, mi voz temblorosa por tratar de retenerlas.

Él se acercó y se agachó junto a mí. “No te disculpes, tú no hiciste nada malo. No tenía
la intención de empujarte y hacer que te lastimaras,” dijo. Alcanzó mi mano y la tomó,
pasando por alto el hecho de que una vez más retrocedí. Sostuvo mi mano en alto,
evaluando la quemadura. Suspiró y se puso de pie, caminando hacia el fregadero.
Puso el tapón y llenó el fregadero con agua fría. “Ven aquí,” dijo. Me levanté vacilante
y me acerqué a él. Tomó mi mano y la puso en el agua fría. “Mantenla sumergida
durante unos veinte minutos. Más tarde le pondremos un poco de crema, ¿está bien?”

“Está bien,” dije en voz baja, con la vista en el fregadero. Mi palma me punzaba, el
agua tan fría hacía mis dedos hormiguearan. Suspiró y se dio la vuelta para alejarse.

“Y eso no debería haber ocurrido, no debería haberte tocado. No volverá a suceder,”


añadió, dudando. Levanté la vista y lo vi mirándome. Asentí de manera que supiera
que lo escuché. Asintió en respuesta, se dio la vuelta y salió.

Miré el reloj en la estufa, contando exactamente veinte minutos. El agua estaba


molestándome y quería sacar mi mano de ella, pero no quería ignorar lo que el doctor
Cullen me dijo. Era obvio que hoy estaba presto a perder el control y no quería causar
otro de sus episodios sin querer. Cuando pasaron los veinte minutos saqué mi mano,
dejando que se fuera el agua del fregadero. Rápidamente sequé mi mano y otra vez
me volví hacia la estufa, suspirando. Los fideos que estaba cocinando estaban
arruinados, hechos papilla completamente. Los tiré a la basura y empecé con otra olla
de agua hirviendo, todavía tratando de ignorar la ligera sensación de ardor en mi
mano.

Estaba hirviendo la segunda tanda de fideos cuando escuché el coche afuera derrapar
bruscamente hasta detenerse. Miré por la ventana y vi el Volvo, observé con curiosidad
como Edward salió y estudió los otros coches en la entrada. Mi corazón latió
rápidamente, mariposas revolotearon en mi estómago. Él entró y se detuvo en el
vestíbulo, volviéndose a mirarme. Sonrió, el verlo envió un hormigueo por todo mi
cuerpo. Le di una pequeña sonrisa en respuesta pero volví mi atención a los fideos
hirviendo. Sin querer prolongarlo o pensar demasiado en ello. Todavía estaba tan
abrumada por todo, teniendo dificultades para realmente comprender que Edward de
verdad me quería como yo lo quería a él.

Edward se dirigió a la sala de estar y terminé los fideos, preparando el resto de la

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cena. Me estaba preparando para poner la mesa cuando escuché la voz del doctor
Cullen. Levanté la vista y lo vi a él y a Edward parado en vestíbulo. Edward me miró,
luciendo un poco asustado. Volvió su atención a su padre y asintió con la cabeza,
dándose la vuelta y dirigiéndose a las escaleras. El doctor Cullen vaciló en el vestíbulo
antes de dar unos pasos al interior de la cocina.

“¿Ya casi terminas?” Preguntó, levantándome las cejas. Asentí lentamente.

“Está terminado, sólo tengo que poner la mesa, señor,” dije. Él asintió.

“Bien. Sólo déjalo ahí, puedo poner a Jasper a que lo haga.” Lo miré en confusión y él
suspiró. “Quiero que subas a tu habitación y que te quedes ahí por el resto de la noche,
¿de acuerdo? Y mantén tu puerta cerrada con seguro. Enviaré a unos de los chicos más
tarde con tu cena y la crema para las quemaduras.”

Asentí y rápidamente miré alrededor para asegurarme de que todo estaba en orden
antes de salir de la cocina. El doctor Cullen me siguió al subir las escaleras,
desapareciendo en su oficina cuando llegamos al segundo piso. Fui hasta el tercer piso
y directo a mi habitación, entrando y cerrando la puerta detrás de mí como me pidió el
doctor Cullen. Estaba algo nerviosa, sin saber porqué prácticamente había sido
confinada aquí arriba.

Me senté por ahí por unos minutos sintiéndome inquieta. Encendí la televisión y repasé
los canales, tratando de encontrar algo que ver pero fue en vano. Pareciera que no
podía concentrarme. Después de un rato me di por vencida y entré en el baño,
quitándome la ropa y abriendo el agua caliente de la ducha para tratar de relajarme y
deshacerme de algo de la tensión en mis músculos. Me sentía sucia después de tener
las manos de ese hombre sobre mí y quería quitarme esa sensación. Lavé mi cabello y
mi cuerpo, enjuagándome y saliendo de la ducha. Me sequé y me puse mi bata
rápidamente, atándola en torno a mi cintura. No me molesté con mi cabello, pensando
que lidiaría con él luego. El baño estaba completamente nublado por el vapor, así que
no podría verme en el espejo de todos modos.

Abrí la puerta para regresar a la habitación y me paré en seco cuando percibí


movimiento por el rabillo del ojo. Agarré mi pecho y solté un grito cuando vi que
Edward estaba parado frente a la televisión con el control remoto en su mano,
repasando los canales. Se volvió a mirarme, levantando una ceja y sonriendo.

“¡¿Cómo entraste aquí?!” Pregunté con incredulidad, sabiendo que había cerrado la
puerta con llave. Se rió entre dientes, colocando el control remoto en la mesa. Metió la
mano en su bolsillo y sacó un llavero, balanceando una llave frente a mí. “¿Tienes una
llave de mi habitación?”

Negó con la cabeza y puso la llave de vuelta en su bolsillo. “No la tenía. Aunque, mi
papá me la acaba de dar.”

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Mi ceño se frunció por la confusión, un poco aturdida. “¿Tu papá te dio una llave de mi
habitación?” Pregunté incrédula. Edward asintió.

“Me dijo que te vigilara por los próximos días, mientras los mafiosos están en el pueblo.
No quiere que te quedes sola.”

Le levanté mis cejas. “Así que eres, como… ¿mi niñera?”

Él rió entre dientes. “Supongo que algo así.”

“¿Por qué tú?” Pregunté confundida. Me arqueó una ceja y parecía un tanto herido por
mi pregunta.

“¿Soy tan malo como para pasar el rato conmigo?” Preguntó. Mis ojos se abrieron
cuando me di cuenta de lo que estaba pensando y negué frenéticamente con la
cabeza, sin querer que tuviera una idea equivocada.

“¡No quise decir eso! Sólo estoy sorprendida de que tu papá te lo pidiera.” Asintió y
sonrió levemente. Sentí un gran alivio de que pareciera entender.

“Sí, bueno, evidentemente estoy siendo castigado por darle en toda la madre a
Newton,” dijo encogiéndose de hombros. “No que considere esto un castigo ni nada,”
añadió rápidamente. “Él me dijo que encendiera las cámaras en la casa y estaba a
punto de volverme loco, preguntándome cómo carajos iba a poder seguir saliéndome
con la mía y escabullirme aquí por la noches sin que me atrapara, cuando me dio la
llave y me dijo que te vigilara. Resolvió mi puto problema.”

Le estreché mis ojos cuando registré sus palabras. “¿Te escabulles aquí a menudo?”
Pregunté.

Se quedó inmóvil con mi pregunta y desvió su mirada, viéndose un poco asustado. Me


di cuenta que sin querer acaba de decir algo que no había querido decir. “Allí está tu
cena,” dijo, señalando la mesa junto a mi sofá. Estaba cambiando de tema,
obviamente evitando tener que contestar la pregunta.

“Gracias. ¿Con qué frecuencia te escabullías aquí?” Le pregunté de nuevo. Se encogió


de hombros, dando un gemido bajo.

“No muy a menudo. Pero tu comida se va a enfriar,” dijo. Hizo una pausa, mirándome a
de reojo. Sacudió la cabeza levemente y sonrió con su deslumbrante sonrisa torcida. “Y
es posible que quieras ponerte algo de ropa.”

Mi ceño se frunció y bajé la vista, jadeando. Me abracé a mí misma, espantada de que


había estado aquí parada en nada más que una bata y no me había dado cuenta.

“¡Dios mío, lo siento! Estoy indecente.”

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Él se rió ente dientes. “Lo estás. Totalmente indecente. Debería de ser ilegal ser tan
jodidamente tentadora.”

Mis ojos se abrieron ligeramente. “¿Tentadora?” Pregunté. Caminé y agarré mi ropa


interior, así como un par de pantalones cortos y la camiseta de fútbol de Edward que
me habían dado mi primera noche en la casa. De ropa era mi artículo favorito, tan
cómoda y de alguna manera calmante. En ella me sentía extrañamente confortada.

“Sí, tentadora. Ahora, ve a vestirte y ven a comer tu cena antes de que en serio se te
enfríe,” dijo. Dudé, queriendo saber qué encontraba tan tentador de mí, pero decidí no
preguntar. Me di la vuelta y entré al baño, dejando caer la bata y poniéndome mi
pijama. Rápidamente pasé mis dedos por mi pelo para quitar los nudos y salí de nuevo
a la habitación. Edward seguía parado en el mismo lugar, luciendo un poco incómodo
por alguna razón. Me acerqué y me senté en el sofá, dándole una pequeña sonrisa
cuando me miró. Cogí mi plato y comencé a comer un poco, sin tener realmente apetito.

“¿Te vas a sentar?” Pregunté después de un momento, sin saber porque sólo estaba
parado allí. Suspiró y asintió.

“No sabía si querías que lo hiciera, o lo que sea,” murmuró. En mi interior rodé mis ojos
por su disparate, como si no lo quisiera aquí. Se dirigió hacia mí y metió la mano en su
bolsillo, sacando un pequeño tubo. “Casi se me olvidaba esta mierda. Mi papá dijo
que te quemaste la mano cuando él agarró por el cuello a ese pendejo.”

“Sí. Aunque no está tan mal,” dije, levantando mi mano. Se sentó en el borde del sofá
quedando frente a mí y agarró mi mano con cuidado, inspeccionándola.

“Mal o no, joder, no debiste haberte quemado, porque ese cabrón no debió haberte
tocado,” Edward dijo con firmeza, su tono volviéndose de pronto frío. Lo miré con
recelo, un poco desconcertada por su rápido cambio de comportamiento. Su
temperamento era impredecible, casi tanto como el del doctor Cullen.

Abrió el tubo y comenzó a frotar un poco de crema en mi quemadura, tratando de ser


delicado. Después de que terminó cerró el tubo y lo puso en la mesa. Levantó su vista,
encontrando mis ojos después de un segundo. Yo sólo me le quedé mirando,
hipnotizada por el visible cambio de matiz en el color verde de acuerdo a su estado de
ánimo. Después de un momento su expresión severa se suavizó y suspiró. Bajó la vista
a mis labios brevemente antes de mirar de vuelta a mis ojos e inclinarse hacia
adelante. Mi corazón empezó a acelerarse y alejé mi cabeza de él antes de que
pudiera besarme. Su ceño se frunció, su rostro se ensombreció con desvastación. Lucía
como si se sintiera derrotado, como si lo estuviera rechazando.

“¿Dijiste que tu padre te dijo que encendieras las cámaras?” Pregunté rápidamente,
recordando que había mencionado eso y sin querer que pensara que no quería o no
me gustaban sus besos. Simplemente no quería que Edward fuera sorprendido

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haciendo nada que metiera en problemas a cualquiera de los dos. Al principio me miró
confundido antes de sonreír ligeramente.

“Ninguna de las habitaciones o baños tiene cámaras. Son muy personales, sería
jodidamente pervertido grabar esa mierda. Normalmente sólo tiene encendida las
cámaras en la oficina de la planta baja, pero debido a los visitantes encendió las que
están en los pasillos y la planta baja. Siempre nos advierte cuando lo hace, no nos
quiere paranoicos o jodidamente incómodos en nuestra propia casa. No hay problema,
no va ver una mierda.”

Asentí con la cabeza, comprendiendo. Con eso me sentí aliviada, ya que no estaba
muy cómoda siendo observada y grabada, especialmente no en mi cuarto. Me miró
fijamente por un momento antes de arquear una ceja. “Entonces, ¿puedo darte un beso
o qué?”

Sonreí y asentí. Se inclinó hacia adelante y ladeó su cabeza, presionando sus labios a
los míos. Su lengua salió casi de inmediato y trató de profundizar el beso. Tomé el
plato que seguía en mi regazo y a tientas encontré la mesa, colocándolo en ella. Llevé
mis manos hacia arriba y entrelacé mis dedos en su caótico pelo, atrayendo su cabeza
hacia mí. Gimió y se apretó a mí, empujándome hacia atrás sobre mi espalda y
cerniéndose sobre mí. Mi corazón comenzó a correr como loco, mis manos temblaban.
Sus labios se movían febrilmente, su lengua danzando con la mía frenéticamente.
Había tanta pasión en ese beso, tanto deseo.

Después de un momento separé mi cabeza, jadeando por aire, sin aliento. Los labios
de Edward bajaron por la línea de mi mandíbula y llevó su boca a mi cuello, plantando
besos por todos lados. El cosquilleo se disparó a través de mí, la sensación de sus
labios húmedos y aliento cálido provocó un escalofrío que me asaltó por completo. Lo
sentí colocar su mano sobre mi rodilla y empezó a llevarla lentamente hacia arriba por
mi muslo desnudo. Instintivamente me tensé, sin asustarme pero un poco sorprendida
por las sensaciones. Sintió mi tensión y su mano se detuvo en seco, apartando
rápidamente sus labios de mi cuello.

“Lo siento,” murmuró, alejándose un poco y sentándose. Quitó su mano de mi pierna


pero se sentó mirándome, obviamente esperando mi reacción. Le sonreí, sin querer que
sintiera como si hubiera hecho algo malo, y me incorporé.

“Está bien. No deberías pedirme disculpas por tocarme,” dije. Sonrió suavemente y
miró hacia otro lado, asintiendo con su cabeza hacia mi plato.

“Come, Bella. Tal vez veamos una película o algo así.” Asentí en respuesta, agarrando
el plato de la mesa y tomando un bocado. Ahora estaba algo frío, pero no me
molestaba. Había pasado la mitad de mi vida comiendo la comida fría.

Terminé de comer mientras Edward repasaba los canales, tratando de encontrar algo

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para ver. Le dejó en una película que dijo se llamaba “Eterno resplador de una mente
sin recuerdos”

Parecía gustarle, pero para mí parecía bastante extraña. Finalmente cuando terminé
de comer coloqué abajo mi plato y al mismo tiempo Edward se puso de pie. Estaba
viendo la televisión pero vi algo por la esquina de mi ojo. Miré a Edward, mis ojos se
abrieron por la impresión cuando sacó de su cintura bajo su camisa una pistola negra.
La puso en la mesa frente a nosotros, volviéndose a sentar junto a mí. Me quedé
mirando hacia la pistola en la mesa con horror, completamente atónita de que él la
tuviera. No puedo negar que me asusté un poco y mis manos empezaron a temblar. Él
me miró y sonrió al ver mi expresión. “Más vale prevenir que lamentar,” murmuró.

Levanté la vista y encontré su mirada brevemente antes de volver a mirar hacia el


arma. Después de un momento, Edward extendió su mano y la volvió a tomar,
sosteniéndola y observándola. “No tienes porque tener miedo de las armas,” dijo con
suavidad. “Las armas no te hacen daño. Son los idiotas con sus dedos en el gatillo de
los que tienes que preocuparte.”

Volví a mirarlo, notando que me miraba con preocupación. Sonreí levemente, tratando
de asegurarle que estaba bien. “Es sólo que yo… eh, no estoy acostumbrada a ellas,
supongo. Simplemente no esperaba que tuvieras una.”

Él asintió, volviendo de nuevo su atención a la pistola. Después de un momento, la


volvió a colocar sobre la mesa. “Sí, la guardo bajo el asiento del conductor en el coche,
sólo por protección, ya sabes. Tal vez te enseñe a disparar uno de estos días. Es la
forma más fácil de acostumbrarte a ellas. Solía tenerle miedo a las armas cuando era
más joven, pero papá me llevó al campo de tiro y en lugar de eso me enseñó a
respetarlas.”

Mis ojos se abrieron y lo miré boquiabierta. ¿Quería enseñarme a usar un arma? Me


miró y rápidamente negué con la cabeza. “Yo, eh… no creo que… tu padre… ya
sabes…” Balbuceé, sorprendida por su sugerencia. No había manera de que el doctor
Cullen estuviera de acuerdo con eso.

Edward se encogió de hombros. “Confía en mí,” dijo simplemente. Se echó hacia atrás,
ligeramente encorvado, y puso su brazo alrededor de mis hombros. Me atrajo hacia él
y no me resistí recorriéndome un poco y apoyando mi cabeza en su hombro. Él me
apretó levemente, bajando su cabeza para descansarla encima de la mía. Todavía
estaba un poco aturdida, por la conversación que acabábamos de tener y no dejaba
de mirar el arma sobre la mesa. Edward puso su otra mano en su regazo y después de
un momento estiré mi mano con cuidado hacia ella. Edward bajó la vista a su regazo,
mientras corría ligeramente mis dedos por su antebrazo, antes de acariciar
suavemente su muñeca y el dorso de su mano. Él giró su mano después de un momento
de manera que su palma estaba hacia arriba. Pasé ligeramente mi dedo índice
alrededor de su palma, trazando las líneas y pliegues. Sus dedos temblaron un poco y

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levanté la vista brevemente, notando que estaba sonriendo ligeramente. Sonreí,
peguntándome si le hacía cosquillas. No tenía idea si le daban cosquillas.

Volví a bajar la vista a su mano, moviendo hacia abajo mis dedos y pasándolos
ligeramente a través del tatuaje en su muñeca el que decía “no confíes en nadie” en
italiano.

“¿De verdad crees eso?” Pregunté en voz baja. Pude sentir su mirada en mí, su cuerpo
moviéndose un poco.

“¿Creer qué?” Preguntó vacilante.

“Que no debes confiar en nadie,” dije, trazando ligeramente las letras del tatuaje con
mi dedo índice. Él suspiró.

“Solía hacerlo,” dijo finalmente. “Hasta que entraste por la puerta y a mi vida.”

Levanté la vista hacia él, un poco sorprendida. “¿Confías en mí?” Pregunté. Asintió,
frunciendo el ceño.

“¿Por qué te sorprende? Demonios, te dejo dormir en mi cama y te ofrezco enseñarte a


disparar mi arma. ¿Crees que haría eso si no confiara en ti? Simplemente yo no hago
esa mierda, ¿sabes? Yo no soy así,” dijo.

Asentí, sonriendo después de un momento. “Es cierto, tú eres quisquilloso,” murmuré.


Se rió entre dientes, sacudiendo suavemente nuestros cuerpos con el movimiento, y
sacudió la cabeza.

“Sí, soy un puto quisquilloso. En serio, ¿realmente soy tan malo?” Preguntó. Me reí un
poco.

“No, no eres tan malo,” dije. “Sin embargo, todavía no me dejas limpiar tu habitación,”
añadí con rapidez. Él suspiró exageradamente.

“Eso no es porque sea quisquilloso o porque no confíe en ti. Me siento como un pendejo
haciendo que limpies por mí. Quiero decir, tú eres mi chica, no se supone que tengas
que hacer esa mierda,” murmuró. Mis ojos se abrieron un poco por la sorpresa, una
oleada de esperanza y satisfacción surgió en mi interior cuando las palabras “mi
chica” resbalaron de sus labios.

“¿Pero no te das cuenta?” Pregunté, enderezándome un poco de manera que pudiera


mirarlo a la cara. Echó un vistazo en mi dirección y se encontró con mis ojos. “Esa es
una de las pocas cosas que puedo hacer por ti. No puedo darte nada, realmente no
tengo nada para ofrecerte Edward. Ni una forma de hacerte feliz o mantenerte
interesado.”

Él sólo se quedó viéndome por un momento, su expresión intensa. Empecé a sentirme

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avergonzada, preguntándome si había dicho o no algo mal. Aparté la mirada,
temerosa de su reacción. Se movió rápidamente y tomó mi barbilla, levantando mi
rostro de manera que pudiera mirarlo otra vez.

“Te lo dije, no te ves a ti misma con claridad. No quiero que te sientas como si tuvieras
que hacer cosas para impresionarme, o tratar de ganarme para consevar mi pinche
afecto. Esa mierda es tuya para siempre.” Se inclinó y rápidamente presionó sus labios
en los míos, con suavidad. “¿Esto precisamente? Esto es lo que me hace feliz. El que
sólo seas tú misma es suficiente para mantener mi interés. Sólo quiero verte y estar
cerca de ti.”

Yo solo lo miré boquiabierta y sentí mis ojos llenarse de lágrimas por sus palabras.
¿De verdad podía ser así de simple? Sentí una lágrima deslizarse y caer por mi mejilla.
Edward extendió su mano y la enjugó, sonriendo levemente. “Eres tan malditamente
pura y buena, realmente única en tu clase. Estoy malditamente seguro que no merezco
a alguien como tú, después de todas las pendejadas que he hecho en mi vida. Sólo
espero poder estar a la altura de lo que necesitas. Espero que pueda ser lo
suficientemente bueno para ti.”

Parpadeé un par de veces. “Tú eres demasiado bueno para mí,” murmuré, sorprendida
de que dijera una cosa así. Se rió entre dientes, negando con la cabeza.

“¿En serio estamos hablando de la misma persona aquí? ¿El hijo de puta egoísta y
engreído, que dice maldiciones y grita, hace explotar coches y le rompe la madre a la
gente porque tiene un maldito temperamento que no puede controlar? Tú sabes, ¿el
pendejo que bebe como un maldito pez y fríe su cerebro con drogas sólo por joder? ¿El
que usa a la gente por placer sin que le importe una mierda, sólo sus propias
necesidades y dice al diablo con todos los demás? ¿Ese hijo de puta es demasiado
bueno para ti?” Preguntó, arqueándome una ceja.

Me reí de su descripción de sí mismo, negando con la cabeza. “No, no estoy hablando


de él. Estoy hablando del chico que compartió su chocolate conmigo cuando
probablemente nunca antes había compartido nada en su vida. El que me dio el libro
favorito de su madre porque pensaba que merecía ser capaz de leer. El que parece
estar sanándome constantemente porque me hago daño, cuando no tiene que hacerlo.
Estoy hablando del chico que se refrena físicamente a sí mismo para no hacerme sentir
incómoda y pregunta mi opinión cuando en realidad podría salirse con la suya sin
tener que hacer eso. Pero lo hace, porque eso es lo que él es, muy en su interior. Es
compasivo y cariñoso. Estoy hablando del chico que trata de poner mis necesidades
por encima de sus deseos, el que me trata como si sólo fuera una chica normal. El
chico que necesita desesperadamente una limpieza en su cuarto y lavar su ropa pero
elige vivir en el caos y está a punto de empezar a usar ropa sucia porque es demasiado
cortés como para pedirle a la chica a quien besa que lo ayude.”

Edward parpadeó un par de veces, aparentemente desconcertado. “Wow,” murmuró.

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Le sonreí. “Tal vez no soy la única que no se ve a sí misma con claridad,” dije,
encogiéndome de hombros. “Puede que digas cosas groseras y que tengas
temperamento fuerte y hagas algunas, eh, cosas desagradables algunas veces, pero
eso no define quién eres.”

Me miró fijamente y en silencio por un momento antes de suspirar. De nuevo me atrajo


hacia él con su brazo alrededor de mí y volví a apoyar mi cabeza en su hombro.
Empezó a masajear mi brazo en círculos con su pulgar. “Eres realmente asombrosa,”
dijo en voz baja. Sonreí, cerrando mis ojos y acurrucándome más a él. Era cálido, su
esencia me envolvía.

Edward extendió su mano y tomó la mía, pasando sus dedos a lo largo de los míos,
igual que yo había hecho con los suyos. Me hizo cosquillas y me reí un poco cuando las
cosquillas subieron disparadas por mi brazo. “¿Estás bien, tesoro?” Preguntó después
de un momento. Abrí mis ojos y lo miré, dándome cuenta de su expresión seria.

“Sí, mi mano ya no me duele tanto,” dije con indiferencia. Ya me había quemado antes,
en realidad no era importante. El dolor se desvanecería y se curaría. Él suspiró.

“No estoy hablando de tu mano, aunque me alegro de que esté bien. Me refiero al
hecho de que él te haya tocado,” dijo en voz baja, frunciendo el ceño. Aparté la mirada
de él, volviendo mi atención a la película, sin saber qué decir. Todavía estaba
asustada por ello, el pensar en sus manos sobre mí me hacía sentir náuseas, ya que
había una malicia en él que no me gustaba. Él definitivamente tenía malas intenciones
y no tenía ningún respeto por los demás.

“Supongo que sí,” dije después de un momento. “Quiero decir, en realidad no me hizo
daño. Sólo me asustó un poco.”

Edward suspiró, apretándome ligeramente en un semi abrazo. Envolví mi brazo


alrededor de su torso, devolviéndole el abrazo. Acercó su cabeza y besó la parte
superior de la mía. “Él no se acercará a ti de nuevo. Mi papá no lo quiere aquí, no le
gusta ni un poco. No confía en él en lo absoluto, cree que se trae algo más entre
manos. Se irá en algunos días y mientras tanto tú no te quedarás sola.”

Levanté la vista hacia él. “¿Qué pasa cuando estés en la escuela?” Pregunté. Edward
sonrió levemente. “La mayor parte del tiempo mi papá andará por aquí. Cuando él no
pueda vigilarte, uno de nosotros se quedará en casa. Probablemente Jasper. En
realidad, no puedo faltar más días de este semestre pero lo haré si es necesario. Y
estaré contigo por las noches. Los tipos entrarán y saldrán de la casa día y noche pero
no dormirán aquí. Sólo llevarán a cabo actividades comerciales o lo que sea.”

Asentí. No estaba del todo cómoda con la idea de pasar mucho tiempo con el doctor
Cullen, pero cualquier día lo preferiría a él en lugar de a James. “¿Puedo preguntarte
algo?” Le pregunté después de un momento, enderezándome un poco para mirarlo.

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Edward suspiró. “Puedes preguntarme lo que sea.” Sonrió ligeramente, enarcando sus
cejas de manera expectante.

“¿Qué es una, eh… goomah?” Pregunté, recordando la conversación entre James y el


doctor Cullen.

El ceño de Edward se frunció, sus ojos se estrecharon levemente y su sonrisa decayó.


“¿Dónde escuchaste eso?” Preguntó vacilante, su voz baja con un ligero filo en ella. Lo
que sea que fuera, evidentemente molestó a Edward.

“Eh… James le dijo a tu papá que yo sería una buena, lo que sea que fuera eso. Tú
papá se enfadó bastante por ello y James se ofreció a comprarme,” dije en voz baja,
volviendo a recostar mi cabeza y acurrucándome en su cuello. Edward se tensó
levemente, su mano en mi brazo tembló un poco. Lo miré de reojo y vi la ira en su
rostro. Su otra mano estaba apretada en un puño y estaba luchando por mantener la
calma.

“Una goomah es una amante de la mafia. Muchos mafiosos las tienen, la chica
adicional a donde acuden por sexo, con quien engañan a sus esposas. Mi papá es uno
de los pocos que nunca hizo eso. O al menos espero que nunca haya hecho esa
mierda, porque estaría jodidamente encabronado si me entero de que alguna vez le
hizo eso a mi madre. Por lo general son chicas jóvenes, de edad universitaria, que ellos
pueden consentir con regalos a cambio de tener sexo. Los hace sentirse bien consigo
mismos, tener a una jovencita hermosa envolviendo sus pollas. Luego hay algunos que
encuentrar placer en la dominación y el uso de la fuerza, como James. Tendría una
goomah para hacerlo sentir poderoso cuando en realidad no es más que un enfermo
stronzo de mierda. Ellos son los que prefieren usar a… eh… el servicio.” La última parte
la dijo vacilante y sonó más como una pregunta que una declaración. Obviamente
estaba tratando de ser sensible cuando se refería a los de mi clase.

“Puedes decirlo, ¿sabes? La palabra “esclavo” no me molesta. Sé lo que soy,” dije en


voz baja.

Él gruño. “Bueno, a mí me molesta esa mierda,” dijo, sonando totalmente molesto.

Suspiré, sabiendo que era inútil presionar al respecto, ya que él sólo se molestaría más
por cualquier cosa. Era sólo una palabra, sea que la dijera o no, no cambia nada.

“Entonces, básicamente James quiere hacer conmigo lo que Charles le hacía a mi


madre,” dije en voz baja, sintiendo repugnancia.

“Sí. Sin embargo, nunca voy a dejar que esa mierda suceda, tendrán que matarme
primero.” Mis ojos se abrieron ligeramente ante lo contundente de su declaración. Me
aparté de él rápidamente, mirando hacia su rostro. Su expresión era severa,
completamente seria. Estaba asombrada.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 370


Me había dicho que mataría por mí y le creía… pero, ¿realmente moriría por mí? ¿Se
preocupaba tanto por mí que daría su propia vida por la mía?

Lo miré fijamente por un rato y él sostuvo mi mirada.

“¿Cuán a menudo te has escabullido a mi habitación?” Pregunté, mi ceño fruncido.


Realmente necesitaba saber la respuesta. Él siguió mirándome y cuando habló no
hubo vacilación en su voz, no hubo vergüenza en su respuesta.

“Todas las noches.”

*************
Goomah = Amante de la Mafia

Che peccato = Que pena/Que lástima

Stronzo = Bastardo (traducción aproximada, es una palabra usada generalmente en


referencia a alguien que no te guste o que encuentres desagradable)

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 371


“Preferiría lamentarme de no haber hecho lo que me decía la gente, que lamentarme
por no hacer lo que mi corazón me dicte y preguntarme que hubiera sido de mi vida
si sólo hubiera sido yo mismo.”—Brittany Renee

Edward cullen
Me senté en el gran sillón de cuero negro en la oficina de mi padre. Tratando de verme
todo indiferente y jodidamente aburrido, hundido en el sillón. Pero por dentro estaba en
un total caos, ya que tenía miedo que esa mierda me explotara en la cara. No había
jodida manera que él ya hubiera escuchado de ese beso, había estado en Chicago y
no había salido al pueblo para escuchar los chismes acompañado de los mafiosos. A
la puta gente de Forks les molestaría su presencia y solo alimentaría los rumores de las
relaciones de mi padre con el crimen organizado. Pero irracional como sea la mierda,
todavía tenía miedo y me estaba derrumbando por dentro. No tenía idea de qué
demonios iba a hacer si él irrumpía aquí y exigía saber qué coño estaba pasando entre
Isabella y yo. No podía mentirle. Mierda, mi padre era como un maldito detector de
mentiras andante cuando se trataba de mí. Él conocía todas mis señales,
inmediatamente se daría cuenta si me tomaba desprevenido y trataba de mentir.
Francamente yo era un buen mentiroso hijo de puta pero mi padre sabía cómo
sonsacarte la mierda. Iría por una de dos rutas, ya sea que estuviera extremadamente
paciente hablando pendejadas en círculos sobre tonterías hasta que terminaras
admitiendo la mierda sin que te dieras cuenta de ello o entraría corriendo y
simplemente empezaría a soltar todo para tomarte desprevenido y hacerte entrar en
pánico. Normalmente conmigo se iba por la segunda, Y no me daba suficiente jodido
tiempo para confrontarlo. Demonios, probablemente empezaría a tartamudear como
solía hacerlo cuando era niño y me confrontaba.

Tamborileé mis dedos en el brazo de la silla, jodidamente impaciente, con ganas de


terminar con esto y preguntándome qué demonios pasaba con Isabella. Ella no estaba
feliz, pude verlo en su rostro cuando la vi en la cocina. Cristo, ¿ya la había cuestionado
mi padre por lo de nosotros? ¿Era esa mierda la que estaba mal con ella? Si era así, el
que tratara de mentir sería una pérdida de maldito tiempo. Él debe haberla
presionado hasta hacerla sucumbir, ella no sabía cómo era él cuando presionaba por
información. Tú le decías la mierda sin siquiera darte cuenta. Dios, esperaba que no
hubiera hecho un maldito interrogatorio.

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La puerta detrás de mí se abrió después de un momento y detuve mi tamborileo, a
sabiendas de que lo vería y se daría cuenta de que estaba estresado. Cerró la puerta
detrás de él sin hacer ruido y rodeó su escritorio, sentándose frente a él. Levanté la
vista y vi que ni siquiera me estaba mirando, pero esa expresión encabronada seguía
en su rostro. De inmediato abrió su laptop y la encendió, suspirando con fuerza.

No me habló, ni siquiera me saludó con un asentamiento de cabeza, estuve sentado


ahí por un puto minuto o algo así y mi ansiedad estaba aumentando. El silencio de mi
padre era muchas veces peor que sus gritos. El silencio significaba que estaba sumido
en sus pensamientos sobre algo, que alguna mierda le estaba molestando. Le gustaba
interiorizar las cosas, él pensaba las cosas y siempre analizaba todo, y esa mierda era
peligrosa podría salir con algunas putas ideas brutales en esa cabeza retorcida.
Probablemente está teorizando cual es la mejor manera de colgarme por las bolas en
un maldito árbol, trabajando cuidadosamente en un loco y ridículo problema
matemático en cuanto a que tan grueso tendría que ser el árbol y cuál sería la mejor
manera de sujetarlas de manera que no cortara mi escroto o rompiera la cuerda. Sin
duda mi padre era inteligente y tener un maldito título médico no ayudaba en el
asunto. Podría inventarse algunas formas interesantes de lastimar a la gente o
matarla. No lo llamaban la maldita sanguijuela por nada, su método favorito de
asesinato era aparentemente hacer que la gente sangrara hasta la muerte, drenar su
sangre hasta que quedaran secos, de manera que era lento y doloroso. No, una puta
bala en la cabeza no era suficiente para él, tenía que ser creativo. Cualquier día
recibiría una bala en la cabeza en lugar de lo que fuera que estuviera pensando en
hacerme en este momento.

“¿Te gusta el número trece, Edward?” Preguntó después de un momento, su voz


solemne y serena. Mi ceño se frunció por su repentina pregunta. Estuvo callado lo que
pareció una maldita eternidad y cuando habló finalmente, ¿me pregunta por un
número?

“En serio, sólo es un puto número,” dije después de un momento, sin saber a dónde
quería llegar. Sin embargo, mi padre siempre tenía un propósito para todo lo que
decía; él no saldría simplemente con una maldita pregunta al azar sin tener una razón.
Como, ¿cuántos metros de cuerda necesitaría para colgar mi estúpido culo del árbol de
roble del patio trasero? ¿Cuántos centímetros a la redonda debería tener la rama del
árbol para sostener mi peso?

“Sí. Yo mismo nunca he entendido la fascinación por él. Hay incluso un trastorno
psicológico tratando con el miedo a ese número. Triscaidecafobia. Es extraño cuán
aprensiva está la gente por algo tan trivial como un número. Hay un sinnúmero de
rascacielos que ni siquiera tienen un piso trece por el miedo irracional a él, uno de
ellos el UBS Tower en Chicago. En realidad, en Italia el número trece es considerado
un número de suerte. Aunque en la región de Campania, en el sur del país, el término
“tredici”, el cual por supuesto sabes es el número trece en italiano, se utiliza como

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argot que significa que la suerte de alguien se ha convertido rápidamente en mierda,”
dijo, escribiendo en su laptop. Seguía sin siquiera molestarse en mirarme. Sólo lo
miraba con la boca abierta, preguntándome porqué carajos estaba soltando todo esto.

Él no continuó con la conversación, cualquiera que haya sido su jodido propósito, y


aumentó el silencio en la habitación a excepción del sonido de sus dedos presionando
furiosamente las teclas mientras escribía. Otra vez empecé a tamborilear mis dedos,
todavía malditamente estresado y ahora completamente desconcertado en cuanto a
qué demonios estaba tramando. El clic de las teclas estaba irritando mis nervios, el
silencio me incomodaba. Empecé a tamborilear mis dedos con más fuerza, sin poder
soportarlo.

“Sabes, agradezco la puta trivia, papá. Estoy seguro de que si alguna vez voy a un
maldito Jeopardy me sería útil, pero no entiendo que carajos tiene que ver conmigo,”
escupí después de un momento, más cortante de lo que intentaba que se escuchara.
Pero estaba molesto y mi temperamento me traicionó. Inmediatamente sus dedos
dejaron de moverse en las teclas y levantó la vista hacia mí, arqueando su ceja
interrogante. Gemí, dándome cuenta que estaba haciendo justo lo que él quería. El
truco más viejo en el libro, confundirlos para que cedan.

“Tredici,” dijo después de un momento, bajando la vista de nuevo a la laptop y


volviendo a escribir. Simplemente me quedé mirándolo, tratando de descifrar sus
comentarios crípticos.

“¿Me estás diciendo que mi suerte se acaba de ir a la mierda?” Pregunté vacilante.


Suspiró con fuerza.

“No sólo la tuya, hijo,” murmuró. Mi ceño se frunció y estaba a punto de pedir que me
explicara cuando empezó a hablar otra vez. “Y sólo para advertirte, acabo de encender
las cámaras de la planta baja y de los pasillos. Así que nada de inhalar polvo en mi
sala de estar, sabes que no me gusta esa mierda y estaré vigilando.”

Lo miré fijamente por un momento, sintiendo la angustia en mi pecho. Si tenía las


cámaras encendidas no había manera de que pudiera escaparme a escondidas y
pasar tiempo con Isabella sin que él lo viera. Empecé a sentir un poco de pánico en mi
interior por el hecho, preguntándome irracionalmente si esa era la jodida razón por la
que lo había hecho. Demonios, ¿de verdad sabía esa mierda? ¿Cómo pudo haberlo
averiguarlo tan pronto? ¿Esa era la razón por la que nuestra suerte se estaba
acabando?

“No consumo coca,” murmuré, ofendido aunque no tenía derecho a estarlo. Levantó la
vista hacia mí y arqueó una ceja, yo rodé los ojos. “Ya no más,” corregí
inmediatamente. Sí, había esnifado la maldita coca, denme un respiro. No tenía
intención de volver a hacerlo.

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Él sonrió levemente. “Bien. No me gustaría tener que contratar un cirujano plástico para
arreglar esa cara bonita cuando la desfigures por joderte la nariz. Una vez vi como una
chica destruyó por completo la suya; ahora luce como si tuviera un hocico de cerdo.
Voy a tener que mostrarte las fotos algún día para que puedas ver la destrucción que
puede causar. “

Gruñí. “Cristo, no necesito una puñetera intervención. Dije que había terminado con
eso. ¿Y por qué encendiste las cámaras?” Pregunté. Su ceño se frunció y me miró de
manera extraña como si fuera una pregunta estúpida.

“¿No las enciendo siempre que tenemos visitas?” Preguntó. Me encogí de hombros,
sintiéndome como un maldito idiota porque siempre lo hacía y en mi pánico irracional
ni siquiera se me ocurrió.

“Hablando del número trece, Edward, ¿estás consciente que desde que regresaste a
Forks, has hecho que Michael Newton reciba exactamente trece puntos de sutura?”
Preguntó.

Gruñí, rodando los ojos. Por supuesto, había descubierto lo de la puta pelea. El doctor
Snow llamaría a mi padre en el momento en que Newton abandonó el consultorio. El
entrometido hijo de puta siempre me estaba delatando. “Mierda, mira, sobre Newton.
Juro por Dios que no hice esa putada sólo por gusto…” Empecé, pero su mano se
disparó hacia arriba diciéndome en silencio que cerrara la maldita boca. Dejé de tratar
de explicarme y sólo refunfuñé un poco para mí mismo, a sabiendas de que si no
quería escuchar mi puta explicación, no la escucharía y soltarlo sería una pérdida de
maldito tiempo.

“Cuando me llamaron por primera vez sobre Michael yendo al hospital desde la fiesta
de Halloween y que me dijeron que evidentemente tú le habías dado una golpiza, voy a
admitir que estaba furioso, mi primera reacción fue llamarte y decirte que empacaras
tu mierda porque te enviaría directamente de regreso a la Academia de Gran River.
Pero sabía que no podía enviarte lejos, no ahora, porque voy a necesitarte por aquí. Sin
embargo, eso no quiere decir que te has librado de ser castigado por ello, Edward.
Tienes que aprender a controlar ese maldito temperamento tuyo antes de que te
encuentres de nuevo en serios problemas,” dijo. Suspiré, negando con la cabeza. Él
tenía razón pero no estaba de humor para un discurso. Pero de nuevo, nunca estaba de
puto humor para un discurso.

“Entonces, ¿cuál es mi castigo?” Pregunté, levantando mis cejas. “¿Vas a quedarte con
el puñetero coche?”

Se rió secamente. “¿Y tener que llevar tu culo por ahí? Lo siento hijo, no estoy de humor
para eso esta semana.”

Di un suspiro de alivio, agradecido de que al menos no iba a quitarme el Volvo.

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“¿Entonces qué?”

Él suspiró y continuó escribiendo por un momento. Se detuvo y se recostó en su silla,


mirándome. “Necesito un favor.”

Mis ojos se entrecerraron brevemente. ¿Me estaba pidiendo un pinche favor? Eso no
podía ser bueno.

“¿Qué tipo de favor?” Pregunté con recelo.

Se quedó callado, aparentemente contemplando algo.” Necesito que alguien vigile a


Isabella por las noches.” Mis ojos se abrieron en shock, ya que me sorprendió
completamente. No sabía qué tipo de favor esperar, pero era seguro que no que me
pidiera vigilarla a ella.

“¿Quieres que la espíe?” Pregunté incrédulo, sin entender su jodida petición. ¿Ella
había hecho algo que yo no sabía? Él suspiró, sacudiendo su cabeza.

“No, no necesito que la espíes. No me ha dado ninguna razón para desconfiar de ella.
Pero necesito alguien que la vigile y se asegure que permanezca a salvo.” Mi ceño se
frunció, mis ojos se estrecharon.

“¿Por qué no iba a estar a salvo?” Pregunté inmediatamente confundido, sintiendo de


repente ese puto miedo e ira hirviendo dentro de mí ante la idea de ella estando en
peligro. Era protector con ella, no podía evitarlo.

Él se inclinó hacia adelante y comenzó a escribir de nuevo en la laptop, apartando su


mirada de mí. “Evidentemente James ha tomado interés en ella. Antes lo encontré
tocándola en la cocina.”

Mis ojos se ampliaron y la rabia se desbordó, consumiéndome al instante. ¿Él le puso


una de sus malditas, asquerosas y callosas manos encima a mi chica? ¿En MI jodida
chica? Ese hijo de puta estaba muerto. “¿Qué demonios fue lo que le hizo?” Grité,
poniéndome de pie tan rápido que empujé hacia atrás la silla. Mi papá levantó la vista
inmediatamente, viéndose bastante sorprendido por mi arrebato. Sabía que tenía que
actuar como si nada pero estaba jodidamente encabronado. Nadie la toca cuando no
desea ser tocada.

“Él no la lastimó, cálmate,” dijo, todo malditamente indiferente. Su tono sólo me


encabronó mucho más. “Entré en la cocina y lo vi parado junto a ella, bajando su mano
por su costado. Obviamente sus avances no eran deseados, porque ella estaba
llorando. Sin embargo, me encargué de ello.”

“¿Te encargaste de ello? Joder, ¿es todo lo que vas a decir, que te encargaste de esa
mierda? ¿Por qué carajos él todavía está aquí?” Escupí. Empecé a andar de un lado
para el otro frente a su escritorio, apretando los puños y la mandíbula, tratando de

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contener las putas ganas de golpear algo o a alguien.

“Sí, me encargué de ello. Cristo, Edward, ¿qué demonios te pasa? ¿No te acabo de
decir hace un minuto que tienes que controlar tu temperamento?” Preguntó. Me volví
para fulminarlo con la mirada, notando que él me observaba con recelo. Gemí, y me
volví a dejar caer en la silla, todavía apretando mis puños pero tratando de relajarme.
Dios, ya estaba echando todo a perder con mis malditas reacciones.

“Tú sabes que no me gusta esa mierda, me dan ganas de matar a alguien cuando le
hacen eso a las mujeres,” murmuré, mirando a la pared a un lado de su oído. Daba la
ilusión de contacto visual, sin tener que verlo en realidad a los putos ojos. Lo vi asentir
por mi visión periférica.

“Lo sé, lo entiendo. Pero necesito que estés bajo control, porque necesito de tu ayuda
esta semana. No quiero que vigiles todo por mí. Mira, voy a ser honesto contigo. No
confío en James en lo absoluto. Creo que está tramando algo, tiene segundas
intenciones. Es una rata y no sé exactamente lo que está tramando pero no es nada
bueno. No tiene ningún respeto en lo absoluto y no lo quiero en ninguna parte de mí
casa. Me desharía de él en un instante si pudiera, pero la verdad es que no puedo. Aro
piensa muy bien de él, siempre lo ha hecho, y está cegado por el hecho de que
técnicamente es familia para él.”

Lo miré sorprendido. “¿James está relacionado con Aro?”. Él suspiró.

“Estoy un poco sorprendido de que no lo recuerdes. La madre de James estaba casada


con el hermano de Aro, así que es el sobrino de Aro.”

Me quedé mirándolo sorprendido cuando todo hizo clic. “¿Es la misma mierda
escuálida que solía seguir a Emmett por todos lados como si fuera un puto Dios?”
Pregunté con incredulidad. Recordaba claramente al sobrino de Aro de cuando éramos
niños en Chicago, excepto que en aquel entonces le decían Jamie. Era un niño
pequeño, flaco como un palillo de dientes y débil. Solía estar siempre a los talones de
Emmett como un jodido cachorrito y Emmett lo odiaba, siempre quejándose y
lloriqueando sobre cuán molesto era. Sin embargo, Mamá siempre lo regañaba por
eso, diciéndole a Emmett que teníamos que mirar por aquellos que no eran tan fuertes
como nosotros, que un poco de paciencia y compresión era esencial cuando la gente
levantaba la vista hacia nosotros y debíamos utilizar nuestro poder e influencia para
ayudar a los que menos pueden.

Él sonrió levemente. “Sí, el mismo. Tú sabes que Aro no le queda familia


consanguínea, tanto su hermano como su hermana fueron asesinados en los últimos
años, y Aro no tiene hijos. Esa es la razón por la siempre ha estado obsesionado
contigo, tú eres lo más parecido a un hijo que él tiene. Su ahijado. Conseguir que crea
que James es una verdadera amenaza no será una tarea fácil, pero te lo estoy diciendo
ahora mismo, eso es exactamente lo que es. Él es una amenaza para la entera

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 377


organización, y ahora es una amenaza personal para todos nosotros. Ya ha puesto su
mano en algo que no le pertenece. Tocó mi propiedad dentro de mí casa. Eso es una
falta de respeto y no lo permitiré. Estuve a punto de cortarle el jodido cuello, estaba tan
enojado que accidentalmente ocasioné que Bella se quemara cuando se lo quité de
encima,” dijo de un tirón.

“¿Ella se quemó?” Pregunté, inmediatamente preocupado de que estuviera herida. Él


asintió.

“Sí, pero está bien. Fue superficial. Sabes que no te estaría pidiendo esto si no
considerara que fuera necesario. Sé que tú no eres exactamente una persona sociable,
Edward, e interpretar el papel de guardaespaldas de una adolescente no es tu idea de
diversión. Se lo hubiera pedido a uno de tus hermanos pero el hecho es que necesito a
alguien que no dude en jalar del gatillo, si es necesario. No estoy del todo seguro de lo
que es capaz pero no puedo correr ningún riesgo. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?”

Me miraba fijamente expectante, sus cejas levantadas. Su expresión estaba


completamente seria, no había diversión en su voz. Me estaba pidiendo que la vigilara
porque sabía que de todos sus hijos, sería el único con las suficientes bolas para
dispárale a ese hijo de puta, si era necesario. Y tenía razón, lo haría. Mataría por ella,
no había duda al respecto.

“Entiendo,” dije con calma, asintiendo. Él asintió y me miró fijamente por un momento
antes de abrir el cajón de su escritorio. Sacó una llave en un llavero y la tiró al otro
lado del escritorio hacia mí. La atrapé y lo miré interrogante.

“Es la llave de la habitación de Isabella. Le dije que subiera allí y mantuviera la puerta
cerrada. Sé cómo eres sobre tu habitación con no dejar que la gente entre e imaginé
que podrías pasar durmiendo algunos días en su sofá. Tú sabes, castigo y todo eso por
los trece puntos de sutura,” él dijo. Le sonreí levemente después de un momento. “No
creo que ronque, pero no prometo nada. Bien merecido te lo tendrías si lo hace.”

Rodé mis ojos pero asentí. Sabía que ella no roncaba, pero joder, sí hablaba en
sueños. Aunque, no le iba a decir eso a él. Nos quedamos sentados en silencio por un
momento, ambos sumidos en nuestros pensamientos. “¿Realmente crees que él puede
ser un gran peligro?” Pregunté un poco sorprendido que mi padre estuviera recurriendo
a medidas tan drásticas.

Él asintió. “Tenemos un montón de problemas urdiéndose en Chicago. Los federales ya


han atrapado a 14 de nuestros hombres en cargos RICO y de asesinato, y tenemos a un
tipo cantando como un canario para mantenerse fuera del corredor de la muerte. Con
la distracción del Departamento de Justicia tratando de derribar la organización, hay
poco atención en otras cosas que suceden dentro de las paredes de la fortaleza, por
así decirlo. No sé con quién se asocia James y lo que busca, pero sé que está
corrompido y tengo la sensación de que tiene algo que ver conmigo.”

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Mi ceño se frunció. “¿Por qué habría de tener una vendetta contra ti?” Pregunté. Se
encogió de hombros.

“En sí, no sé si es una vendetta, no sé si es personal o si simplemente está tratando de


hacer unos movimientos para obtener más poder dentro del negocio. Pero sí sé que se
enfoca en mí, porque creo que la última mujer que traje a esta casa fue colocada aquí
por él.”

Me le quedé mirando pasmado. “¿Ella era una puta espía? Cristo, y yo pensando que
sólo estabas follándote a la perra.”

Me miró por un momento con el ceño fruncido antes de que se echara a reír y negara
con la cabeza. “¿Por qué piensas eso?”

Me encogí de hombros. “No lo sé, supongo que las miradas que le dabas. Esa mierda
era estresante y era incómodo estar en la misma habitación que ustedes algunas
veces.”

Él suspiró, sacudiendo la cabeza. “Pensé que me conocías mejor que eso, Edward.
Estaba observándola porque había algo sospechoso en ella. ¿De verdad crees que le
haría eso a una mujer, que la usaría por sexo? Te lo he dicho muchas veces y he
intentado inculcarlo en ustedes, que el asalto sexual está mal, que nunca debes tocar a
una mujer sin su consentimiento. Así que, ¿por qué crees que le daría la espalda a lo
que les dije y lo haría yo mismo?”

Suspiré. “Lo sé. Cristo, papá, no creo que estuvieras violándola. Pensé que esa mierda
era consensual o algo así.”

Él sonrió, negando con la cabeza. “¿De verdad crees que ella estaría dispuesta a tener
sexo conmigo? De ninguna manera.”

Me encogí de hombros y aparté levemente la mirada, mirando fijamente a la pared


detrás de él. “No lo sé, supongo. ¿No crees que eso sea posible?”

“¿El que una esclava y su dueño tengan una relación íntima?” Preguntó, levantando
sus cejas. Asentí levemente, vacilante. Suspiró y estuvo en silencio por un momento, con
la vista en su escritorio. Parecía estar sumido en sus pensamientos. “Es posible, pero no
probable. Él tiene que ser un hombre compasivo y tratarla con amabilidad y ella tiene
que tener un gran corazón como para ser capaz de aceptarlo por quién es. Se
necesitaría un tipo de mujer fuerte que sea capaz de ver a su dueño como un simple
hombre y no como su amo. Ver más allá de la situación y verlo por lo que él es por
dentro y no por lo que es. Pero, tú sabes, simplemente porque puede pasar, no
necesariamente quiere decir que sucederá. Estarías invitando a los problemas en tu
vida y complicando las cosas por pasar por alto los límites. Mezclar los mundos así, es
solo pedir penas, la gente sale lastimada de esa forma. Es un poco de placer,
¿realmente vale la pena el dolor potencial? No estoy seguro. Depende de la mujer,

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supongo. Sin embargo, sé que no estoy interesado en invitar más mierda en nuestras
vidas.”

Asentí. “Entonces, básicamente... ¿no la hubieras follado incluso si ella lo hubiera


querido?”

Él se echó a reír. “No, no lo hubiera hecho. De todas formas, Janet no era ese tipo de
mujer, ella veía el mundo en blanco y negro, y las cosas a sus ojos estaban bien o mal,
bueno o malo. No tenía el cerebro o el corazón para ver más allá de las etiquetas. Y en
cuanto a si era o no una espía, no puedo decir con toda seguridad que lo fuera, pero
me pareció sospechoso que así como así James tenía una mujer a la venta, bastante
barata, cuando yo necesitaba una. Ella era demasiado entrometida para su propio
bien, siguió husmeando en lugares donde no debería. Tú viste cuan desafiante e
irrespetuosa era. Traté de darle el beneficio de la duda, pero cuando recibí la última
factura del teléfono vi un número sospechoso en él, de un teléfono celular desechable
con un código de área de Illinois. Ahí fue donde comencé a sospechar. Estoy seguro
que recuerdas que estaba esposada porque con las cámaras de vigilancia la atrapé
entrando de nuevo en la oficina de la planta baja, que fue la razón por la que le puse
más cerraduras esa noche. No estaba pensando en matar a la mujer, pero abrí la
factura del teléfono y cuando le pregunté de quién era el número al que había estado
llamando, descubrí que se había soltado de sus ataduras y… simplemente estallé. La
vi como una amenaza para mi familia.”

Asentí en comprensión. “¿Y crees que era a James a quién estaba llamando?”

Él se encogió de hombros. “Es lo más probable. Después yo mismo llamé a ese número,
y alguien contestó pero no habló. Supongo que estaban esperando que Janet hablara
primero. Sus intenciones definitivamente no eran buenas.”

“¿Cuánto tiempo estarán aquí esos tipos?” Pregunté.

Él se encogió de hombros. “Unos cuantos días, hasta el viernes al menos. Esta mañana
los federales allanaron uno de los clubes de striptease que manejamos. Por suerte no
consiguieron nada, pero hay algunos embarques que llegan esta semana y que se
suponía que serían enviados desde allí, que obviamente, ahora no se puede. Cuando
eso sucedió, Aro decidió que se movieran algunas de las operaciones desde aquí, ya
que los federales no están enterados de esta ubicación así que es el lugar más seguro
para pasar algunas de las cosas. Fue una decisión espontánea, literalmente la
manifestó e hizo algunas llamadas y a la hora estábamos en un avión. Estarán
entrando y saliendo de la casa a todas horas, así que no quiero que Isabella se queda
sola en ningún momento.”

“¿Qué pasa durante el día cuando esté en la escuela?” Pregunté. Él suspiró.

“Andaré un poco por aquí y, cuando no pueda, uno de tus hermanos puede quedarse

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en casa con ella,” dijo. “Realmente no me importa quién la vigile durante el día,
siempre y cuando esté vigilada.”

Asentí. “Simplemente no lo entiendo, ¿por qué él iba a estar tan interesado en Bella?”
Pregunté después de un momento. Quiero decir, entiendo el atractivo. Joder, ella me
conquistó y envió mi vida en una caída en picada la primera vez que la vi, ¿pero que él
le falte el respeto a mi padre abiertamente e intente algo en su casa? Eso es una puta
locura. Las cejas de mi padre se levantaron por la sorpresa.

“¿Quién?” Preguntó. Mi ceño se frunció por su pregunta.

“¿Qué quieres decir con, quién? Isabella. Por qué carajos James está tan interesado en
ella,” dije con confusión. ¿De quién carajos creía él que estaba hablando?

“Ah, bueno, no estaba consciente de que había adquirido un apodo,” dijo indiferente.
Me congelé, devanándome los sesos furiosamente, tratando de averiguar de qué
estaba hablando cuando me golpeó. Mierda, acaba de llamarla “Bella” delante de él.

“Bella, Isabella. Sólo recorté la mierda,” dije encogiéndome de hombros. Él me miró por
un momento y empecé a entrar en pánico, preocupado de que estaba empezando a
unir las putas piezas. Dios, ¿qué carajos estaba mal conmigo? Una conversación con
mi padre desde que empezamos cualquiera que sea la mierda que estábamos
haciendo y ya la había cagado y le había dado todas las pistas que alguna vez
necesitaría.

Se me quedó mirando, con tanta maldita intensidad que era como si me estuviera
leyendo. Me di cuenta que estaba buscando “señales”, tratando de averiguar si estaba
siendo o no honesto con él. Me quedé quieto y mantuve contacto visual, sabiendo que
si me retorcía o apartaba la puñetera mirada le diría todo lo que quería saber.

“¿Estás seguro que no la llamaste Bella porque significa “Hermosa”?” Preguntó. Sólo
me quedé mirándolo. Sabía que no podía mentir, él se daría cuenta. Necesitaba una
manera de evadir la pregunta.

“¿Tú llamas a Rosalie, Rose porque ella huele jodidamente bien?” Pregunté después
de un momento, arqueándole una ceja. Él sonrió y negó con la cabeza.

“No sé por qué James está interesado en, uh, ¿es, Bella?” Dijo, todavía sonriendo. Rodé
los ojos y él rió entre dientes. Se estaba burlando de mí, encontrándolo malditamente
divertido. “Tal vez sólo sea para provocarme. Él es del tipo que hace las cosas
simplemente por emoción. La única razón por la que viola la ley es porque es
emocionante y él sabe que está mal, para él es como drogarse. Me imagino que con
las mujeres probablemente sería lo mismo. La quiere porque no puede tenerla,” dijo.

Asentí, sintiendo la ira ebullendo de nuevo. Sin embargo, ya había hecho que mi papá
sospechara lo suficiente para una maldita conversación, así que me contuve,

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apretando mis puños y poniendo cara de póker. “Debería haber sospechado que esto
sucedería, pero aun así no había nada que pudiera hacer al respecto.”

Estreché ligeramente mis ojos. “Podrías haberla mantenido arriba en su habitación de


manera que él ni siquiera se hubiera enterado que ella estaba aquí.”

Me miró fijamente por un momento. “¿Desde cuándo escondemos el servicio? Ellos


andaban cerca de Nona y Janet en sus visitas.”

Gemí. “Sí, bueno, ninguna de ellas era una chica de dieciséis años,” dije molesto.

Él suspiró. “Incluso si hubiera querido esconderla, no hubiera podido. Ellos sabían que
estaba aquí. Eventualmente Aro hubiera preguntado por ella y hubiera querido verla.
Supuse que era mejor para ella que bajara a ellos que ellos fueran a buscarla. Traté
de facilitarle las cosas y debería haberla despedido de inmediato y decirle que se
fuera al piso de arriba, pero no quería despertar la curiosidad de James por tratarla
diferente de lo que normalmente lo haría con una esclava. Es la misma razón por la
que no la llamé para decirle que veníamos. No sabía que querían venir a la casa esta
noche, pensé que esta noche podría darle algunas advertencias sobre ellos cuando
llegara a casa. Para cuando me di cuenta, era demasiado tarde para advertirle ya que
James estaba en el carro conmigo, y llamándola hubiera despertado sus sospechas. No
creo que James se dé cuenta de quién es ella y prefiero que no lo averigüe.”

Mi ceño se frunció y me quedé mirándolo con confusión. ¿Por qué carajos querría Aro
verla? Él no era del tipo que le importara una mierda el servicio. ¿Y qué quiso decir con
lo de que James no sepa quién es ella? “¿Quién es ella?” Pregunté receloso.

Me miró fijamente por un momento, su rostro inexpresivo. “¿Perdón?”

“Dijiste que James no se sepa quién es. ¿Qué quieres decir con eso?” Se encogió de
hombros indiferente y yo gemí. “¿Su padre es algún cabrón importante o algo así? ¿Es
de eso de lo que estás hablando? ¿No quieres que sepa de dónde la conseguiste?”

Él suspiró y estuvo en silencio por un momento, obviamente, considerando que mierda


decirme.

“Él sabe que compré una esclava joven de dieciséis años de Charles Swan y eso es
todo lo que necesita saber. ¿Y cómo supiste que era su padre? No recuerdo alguna vez
haberte dicho eso.”

Me encogí de hombros. “Es posible que ella lo haya mencionado,” murmuré.

“Me sorprende que ella te haya dicho eso,” dijo. “No es que precisamente Charles la
haya reconocido como su hija y no lo admitiría en voz alta, aunque el pendejo era muy
consciente de que era su padre. No muchas personas saben esa pequeña pieza de
información. En realidad puede que Aro y yo seamos los únicos dentro de la

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organización que lo sabemos. La esposa de Charles acababa de enterarse, por lo que
se deshizo de Isabella.”

“Entonces, supongo que él es importante, si es o no el padre de un niño le importaría a


alguien en la organización.”

Él se encogió de hombros. “El padre de Charles era un iniciado, vigiló nuestros


intereses en los casinos de Las Vegas por un tiempo. Él y su esposa ahora están
muertos. Charles es sólo un asociado, en realidad nunca ha entrado a la organización.
Sin embargo, él dirige una muy significativa banda de ladrones de identidad y
falsificadores, una que su padre inició años atrás. En realidad, él es quien elaboró esa
identificación falsa que tú tanto amas. Aunque, no llamaría precisamente a Charles
importante para nosotros, cuando siempre es reemplazable. Pero a pesar de eso, nada
de ello importa. Honestamente, quién es Isabella es irrelevante. James ha puesto sus
ojos en ella y ella necesita que se le proteja por esa simple razón.”

Asentí, de manera que supiera que estaba escuchando. En realidad, todavía no tenía
un puto sentido para mí que haría a Isabella tan especial que Aro quisiera verla, pero
sabía que él no iba a decírmelo. Ya de por sí no estaba siendo completamente sincero
conmigo, ya que estaba parloteando sobre mierda solo para darme medias respuestas,
para ser evasivo. “Bueno, lo que sea. Está bien. Yo la vigilaré,” dije, encogiéndome de
hombros. Él asintió y cerró su laptop.

“Bien. Bajemos para la cena y luego puedes llevarle un plato,” dijo, poniéndose de pie
y empujando su silla. Me puse de pie, pasando mi mano por mi cabello, un poco
aturdido por la conversación. Vine aquí asustado y en realidad el cabrón sólo me
facilitó las cosas sin darse cuenta.

Él se dirigió hacia la puerta y lo seguí. Pausó por un momento, volviéndose hacia mí.
“¿Necesitas que te consiga un arma de abajo?” Preguntó en voz baja. Negué con la
cabeza.

“Tengo una en el coche,” dije, encogiéndome de hombros. Me gustaba mi arma, la


prefería ya que me sentía cómodo con ella. Sus cejas se levantaron por la sorpresa.

“¿Ya la tienes? ¿Y cuánto tiempo ha estado la mencionada arma en tu coche?”


Preguntó.

Sonreí con suficiencia. “¿Cuánto tiempo tiene el mencionado coche siendo mío?”

Él negó con la cabeza. “No pierdes el tiempo, ¿cierto?” Murmuró. Se desvió a su


habitación sin siquiera a esperar mi respuesta. Me quedé por allí por un momento
antes de caminar lentamente hacia la escalera. Tomé un par de respiraciones
profundas en mi camino hacia abajo, queriendo estabilizarme antes de tener que
enfrentar a ese enfermo hijo de puta de James. Quería partirle toda la madre por
ponerle una mano encima a Isabella, por asustarla obviamente. Quiero decir, ¡joder, la

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hizo llorar! Maldición, no era de extrañar que no luciera feliz cuando llegué a casa.
Dudé en el vestíbulo, realmente sin puto humor de lidiar con ninguno de ellos. Pude
escuchar a Aro hablando en la sala de estar. Estaban hablando de negocios, las
nuevas acusaciones en contra de algunos de sus hombres. Escuché pasos en las
escaleras detrás de mí después de un momento y me di la vuelta, viendo a mi padre y a
mis hermanos. Emmett se dirigió directo a los tipos y Jasper fue a la cocina. Papá se
detuvo frente a mí y me tendió un tubo de pomada para quemaduras.

“Asegúrate de que más tarde se ponga esto en su mano,” dijo. Suspiré y asentí,
tomándolo y deslizándolo en mi bolsillo. Entró a la sala de estar y anunció a los
hombres que era hora de comer.

Los escuché a todos correr hacia la mesa, obviamente, todos con puta hambre. Yo
entré en la cocina mientras Jasper estaba agarrando la comida, ayudando ya que
Isabella estaba arriba. Lo detuve y agarré un plato, echándole comida rápidamente. Lo
puse en el refrigerador mientras Jasper llevó el resto de la comida a la mesa. Después
de un momento me dirigí hacia ellos, deslizándome en una silla al final de la mesa
junto a Jasper. James sacó la silla frente a mí y se sentó, inclinándose hacia atrás y
observándome con curiosidad. Le estreché mis ojos, rogándole silenciosamente que me
dijera alguna mierda irrespetuosa, para darme una maldita razón para pararme y
darle un puñetazo en la puta boca. Empezaron a servirse la comida y agarré un poco,
en realidad sin puta hambre. Sólo quería subir y asegurarme que Isabella estuviera
bien.

Le di vueltas a la comida en mi plato con mi tenedor, tratando de ignorar la mirada que


James me estaba dando. Ella había hecho mi pinche comida favorita y normalmente la
devoraría pero simplemente no tenía apetito. Estaban todos charlando pero no estaba
de humor para añadirme a la conversación, me importaba una mierda lo que sea.

“Así que, Edward,” dijo Aro finalmente. Detuve el movimiento de mi tenedor y lo miré,
levantando una ceja y preguntándome qué carajos quería. “Vas a tener dieciocho en
algunos meses, ¿alguna idea de lo que planeas hacer?” Sonrió alegremente, sin
siquiera ocultar su puta esperanza que planeara ir a Chicago a trabajar para él. Seis
jodidas semanas atrás no habría dudado, hubiera declarado que iba a estar ahí el
pinche día que cumpliera los 18, pero la mierda era diferente ahora. No tenía idea qué
demonios me deparaba el futuro, dónde terminaría, pero ahora no sólo estaba
pensando en mí. Estaba pensando en la hermosa chica dos pisos arriba, encerrada en
su puta habitación como una prisionera. Ni siquiera tenía idea cómo demonios iba a
cambiar, cómo alguna vez ella y yo íbamos a ser capaces de una verdadera vida
juntos, pero estaba decidido a encontrar una jodida manera.

Me quedé en silencio, sin saber qué carajos decir. Papá se aclaró la garganta después
de un momento. “Edward es libre de elegir qué es lo que quiere hacer con su vida, pero
me gustaría pensar que andará por aquí hasta que por lo menos se gradúe del

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instituto.”

James se rió secamente y mi cabeza se volvió rápidamente en su dirección, mis ojos se


estrecharon aún más. ¿De qué carajos se estaba riendo ese pendejo? “La escuela es
inútil. ¿Qué te da un diploma estos días? ¿Un trabajo en McDonald’s? Es una pérdida
de tiempo. Hay dinero haciéndose allá afuera, y ningún pedazo de papel de algún
pequeño Instituto importa mucho cuando es solo eso, un papel,” dijo, sacudiendo su
cabeza y riéndose para sí mismo. Sentí la ira aumentar de nuevo mientras lo fulminaba
con la mirada.

“Puede que un diploma no importe en nuestra línea de trabajo, pero no se trata del
pedazo de papel. Se trata sobre empezar lo que terminaste, siendo dedicado y no
dándose por vencido. No hay nada peor que un oportunista,” dijo mi papá con
brusquedad. Lo miré, levantando las cejas por la sorpresa. Sabía malditamente bien
que ya no estaba hablando de mí graduándome del puto Instituto. Era un jodido tiro
directo al pendejo frente a mí.

“Yo no diría que es ser un oportunista, yo diría que es más como pensarlo un poco y
cambiar tus prioridades,” dijo James tranquilamente, encogiéndose de hombros.

“Tal vez tus prioridades no deberían cambiar cuando estás en un camino en el que
juraste que te quedarías,” papá dijo bruscamente. “La madre de Edward hubiera
querido que siguiera dedicado a sus estudios y los terminara.”

Mis ojos se ampliaron y miré a mi padre, un poco sorprendido de que hubiera hablado
de mamá.

James se encogió de hombros otra vez. “Pero Elizabeth no está aquí ahora, ¿cierto?
Entonces, ¿qué importa lo que ella querría?”

Hubo un jadeo colectivo alrededor de la mesa y mi papá se levantó rápidamente, su


silla voló hacia atrás y se estrelló contra el suelo. “No digas su nombre, ¡tú maldito
scarafaggio! ¡E importa porque nunca desprecias a tu puta familia! ¡Siempre
permaneces leal!”

Aro se puso de pie y agarró el brazo de papá, sacándolo de la habitación. Ellos se


fueron y yo sólo me quedé ahí, jodidamente asombrado de que mi papá acababa de
estallar de esa forma. Miré alrededor de la mesa, notando que todos menos James
lucían simplemente asombrados como yo. Le entrecerré mis ojos a James, ya que
estaba sonriendo con suficiencia para sí mismo. Ahora que sabía quién era, podía ver
indicios en él del molesto pequeño imbécil.

Mi padre y Aro regresaron después de un momento, volviéndose a sentar. Ninguno se


veía feliz. Volvieron a comer sin decir una palabra, siendo el único sonido en la
habitación ese rechinar de los tenedores en los platos. Empezaba a sacarme de quicio
y estaba dándole vueltas a la comida furiosamente, sin siquiera tomar un sólo bocado.

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Mi temperamento se estaba enardeciendo y estaba peligrosamente cerca a explotar.

Después de un momento llegó a ser demasiado y dejé caer mi tenedor. Golpeó el plato
con un largo tintineo y todos miraron hacia mí. “¿Puedo retirarme?” Pregunté con
frialdad, apretando los dientes.

“Sí,” dijo mi padre simplemente. Empujé mi silla hacia atrás con fuerza y boté mi
servilleta encima de mi plato, dándome la vuelta y saliendo de la habitación
rápidamente. Me importa una mierda recoger mi plato y limpiar en este momento,
alguien más podría hacer esa mierda. De inmediato me dirigí hacia la puerta principal,
sacando las llaves de mi bolsillo y presionando el botón para abrir las puertas de mi
coche. Abrí el lado del conductor y extendí mi mano debajo del asiento, sacando la
glock. La puse en mi cintura y me bajé la camisa encima de ella, cerrando otra vez el
Volvo y volviendo a entrar. Fui a la cocina y agarré el plato de Isabella, metiéndolo en
el microondas por un minuto. Cuando terminó me dirigí al piso de arriba, subiendo los
escalones rápidamente. Quería verla, asegurarme que estaba bien. Me detuve cuando
llegué a su puerta, agarrando la manija y tratando de darle vuelta. Por supuesto,
estaba cerrada con llave, lo que me hizo feliz porque ella había escuchado a mi padre.
Toqué levemente y escuché, sin oír un sonido dentro de la habitación. Toqué una vez
más y seguía sin haber sonido alguno. La llamé por su nombre y no recibí respuesta, e
inmediatamente me preocupé un poco. Llevé mi mano a mi bolsillo y saqué la llave que
mi papá me dio, quitando el seguro de la puerta y abriéndola despacio.

Entré y escuché el agua corriendo en el baño, de inmediato sentí un jodido alivio de


que al menos estaba bien. Vacilé, preguntándome qué diablos se supone que debía
hacer. No quería imponerme y entrar por la fuerza en su habitación mientras ella
estaba en la ducha, pero al mismo tiempo no quería quedarme parado en el maldito
pasillo y esperarla. Después de un momento suspiré y coloqué el plato en la mesa,
cerrando la puerta sin hacer ruido y poniéndole llave. Agarré el control remoto y
encendí la televisión, repasando los canales para encontrar algo que ver mientras
esperaba.

Se cerró la llave del agua en el baño después de un momento y la puerta se abrió.


Escuché que Isabella gritó y me volví para mirarla, sonriendo. Mi polla empezó a
endurecerse de inmediato cuando vi la cremosa piel expuesta en sus piernas y sus
clavículas, ya que no llevaba nada más que una maldita y muy corta bata blanca.
Jesús, ella era jodidamente hermosa.

Parecía sorprendida por mi presencia e inmediatamente me pregunté si la había


jodido, si tal vez no debería haber entrado. Le mostré la llave y ella se sorprendió de
que la tuviera, pero al menos no parecía enojada, y le expliqué sobre como mi papá
quería que no la perdiera de vista por algunos días. Empecé a decirle sobre las
cámaras alrededor de la casa y mierda, dije demasiado, cometiendo el error de decirle
que me escabullía a su habitación. Lo pescó antes que me diera cuenta que pendejada

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había dicho y me la señaló. Juró que ella es demasiado perceptiva para su pinche bien.
Traté de cambiar el tema y señalé su comida, pero simplemente me volvió a hacer la
puta pregunta, obviamente sin dejarlo pasar. Se parecía mucho a mí cuando se trataba
de ser persistente, no le había permitido salirse con la suya evadiendo el tema de su
color favorito y ella no me iba a permitir salirme con la mía evadiendo el tema de mí
colándome en su habitación.

Le di una respuesta a medias y parecía como que fuera a discutir, obviamente


queriendo saber la verdad. Ella seguía parada allí en nada más que esa maldita bata,
lo cual estaba haciendo que mi polla palpitara, rogando por algo de liberación. No
estaba avergonzado de admitir que había estado haciéndome más pajas la semana
pasada que nunca antes, pero parece que sólo empeoró las cosas. Mi cuerpo estaba
ansioso por el toque de una mujer, mi polla rogaba por sentir el interior de un suave y
rosado coño. Demonios, qué no daría por explorar ese cuerpo suyo. Todo lo que
tomaría sería deshacer ese pequeño lazo en el cinturón sujetando su bata y estaría
desnuda para mí. Mierda, incluso pensar en ello hacía que mis pantalones crecieran
aún más.

No podía hacer esa mierda, tenía que controlarme. Era una total pendejada siquiera
pensar esas cosas sobre ella; no estaba ni cerca de estar lista para ese tipo de mierda.
Pasaría mucho tiempo hasta que lo estuviera, si alguna vez lo estaba. No sabía cómo
iba a hacerlo, como me iba a pasar tanto tiempo sin sexo. Estaba acostumbrado a
tener esa mierda constantemente, en cualquier momento que lo quería. Y sería tan
jodidamente fácil tomar el teléfono y llamar a una de las perras de la escuela,
correrían hacia aquí en un latido y se encargarían de mi puñetero problema. Pero no
quería eso, no podía hacer eso. Demonios, estaba jodidamente seguro que de todos
modos no sería capaz de responderle a ninguna de ellas. Incluso las últimas veces que
lo intenté la mierda no resultó, y eso fue antes de que verdad empezara cualquier cosa
con la hermosa criatura frente a mí. Amo a esta chica y si eso significaba prescindir de
ello, simplemente iba a prescindir de ello, incluso si eso implicaba que mis bolas se
volvieran tan azules que estuvieran malditamente moradas y mi polla se secara y se
atrofiara por falta de uso.

Está bien, puede que estuviera exagerando. Era un adolescente normal así que no
habrá tal cosa de falta de uso. Pero estaba bastante seguro que iba a conseguir el
túnel carpiano y joder mi muñeca si me seguía haciendo pajas tantas veces como lo
había estado haciendo.

No quería que se vistiera, joder, nunca quise que se cubriera, pero si se quedaba así
mucho más tiempo sabía que no iba a ser capaz de controlarme. Así que le sugerí que
se vistiera y ella miró hacia abajo, jodidamente sorprendida de que estuviera tan
expuesta. Me reí entre dientes, sorprendido. Quiero decir, ¿cuándo demonios llegó a
estar tan a gusto conmigo que podía quedarse parada ahí en esa brevísima bata que
apenas le cubría sus partes femeninas? Diablos, tal vez estaba más cómoda de lo que

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pensaba, tal vez me dejara explorar su cuerpo antes de lo que originalmente creía.

Se avergonzó y se sonrojó, prácticamente disculpándose por estar indecente. Me reí


entre dientes, ya que tenía razón. Definitivamente estaba indecente, tan indecente que
estaba teniendo dificultades para controlar mis impulsos. Se volvió para ir al baño a
vestirse y vi como sus caderas se balanceaban ligeramente, la bata revelando la parte
posterior de sus muslos casi todo el camino hacia arriba hasta la curva de su trasero.
Mis ojos se detuvieron ahí por un momento y vi cómo se alejaba, preguntándome si su
trasero era tan suave como el resto de ella. Me pregunté cómo se sentiría pasar mis
manos sobre la parte abultada de este, sujetar esas caderas balanceándose mientras
hundía mi polla dentro de ella. Ella era tan pequeña y pura, apuesto a que estaría
jodidamente apretada. Dios, me preguntaba cómo sonaría, qué sonidos haría. ¿Sería
de esas que gritan, o de esas de suaves gemidos, ronroneando como una pinche
gatita?

Joder, ¡ya basta Cullen! Me regañé mentalmente cuando cerró la puerta,


desapareciendo de mi vista. Tenía que dejar de tener esos malditos pensamientos,
tenía que conseguir controlarme. Si alguna vez siquiera intentaba alguna pendejada
con ella cuando estaba en este estado de ánimo, la asustaría y lastimaría. No podía
hacer esa mierda, no podía simplemente follarla. Ella tenía miedo al sexo y el que yo
actuara como un animal salvaje sólo profundizaría su miedo. De todas formas, ella no
era ese tipo de chica, valía más y merecía mucho más que eso. Ella merecía que le
hicieran el amor, ser querida y venerada como una maldita diosa. Tenía que ser
paciente con ella, lo que era jodidamente difícil ya que nunca antes había tenido que
ser paciente o esperar por algo que quiero.

Iba a tener que encontrar la manera de prepararla para ese momento, cómo conseguir
que se sintera cómoda con la intimidad. Sí, quería tener sexo con ella algún día, joder,
no puedo mentir. La amo. Sí el sexo era malditamente grandioso sin ningún apego
emocional imagino que tiene que ser cien veces mejor cuando estás jodidamente
enamorado de la otra persona. Pero en realidad no se trataba de conseguir mojar mi
polla. Quería que ella experimentara las grandes cosas de la vida conmigo, quería
hacerla sentir bien. Nunca había tenido que esforzarme por hacer que una chica se
sintiera bien, no estaba seguro de cómo empezar. Pero estaba decidido a encontrar
una manera de llevarnos ahí. Y sabía que eso caería sobre mis hombros, ya que no
había manera de que ella tomara la iniciativa.

Francamente, no tenía puta idea de lo que estaba haciendo. Me quedé parado ahí, sin
moverme de mí sitio, tratando de acomodar mi polla en mis pantalones porque estaba
dura y era incómodo. Isabella volvió a salir del baño y no me moví, ya que me sentía
como si estuviera invadiendo su espacio. Esta era la primera vez que había estado en
su habitación para simplemente pasar el rato y me sentía fuera de lugar. O sea, joder,
ella ni siquiera me había invitado a entrar, yo simplemente irrumpí en su habitación y
declaré que estaba jodidamente atrapada aquí conmigo.

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Ella me mencionó que me sentara y la complací, agradecido de que no me pidiera que
me fuera o lo que sea. Saqué la pomada que mi papá me había dado y curé su mano.
Sabía que ella era perfectamente capaz de cuidar de sí misma, había sufrido mierdas
mucho peores que una simple y penosa quemadura, pero me gustaba hacerlo por ella.
Me sentía protector y quería encargarme personalmente de todo lo que la aquejaba.
Era mi forma de mostrarle que me preocupo por su bienestar.

Después de curar su mano, compartimos un beso bastante intenso. Al principio ella se


apartó de mí, nerviosa por las cámaras en la casa, pero le expliqué que estábamos a
salvo en la habitación, que nadie vería. Estaba jodidamente orgulloso que ella había
pensado en ello. Era cuidadosa, tenía que darle crédito por eso. Hasta ahora, yo había
cometido más putos errores que ella. La sensación de sus dedos pasando por mi
cabello mientras la besaba, sus manos atrayendo mi cabeza hacia ella hizo que esas
putas hormonas resurgieran y gemí, empujándola hacia atrás sobre su espalda. Me
cerní sobre ella y la besé, embriagado por ella. Después de un momento se apartó y
jadeó por aire, pero fue demasiado pronto, no estaba dispuesto a dejarla, no estaba
listo para apartarme. Joder, sabía que tenía que hacerlo, no quería presionarla
demasiado, pero necesitaba más. Llevé mis labios hacia abajo y besé su cuello. Ella
era suave y cálida, su piel suave y tan jodidamente limpia por su ducha.

Se le puso la piel de gallina y un suave ruido se escapó de sus labios, casi un gemido.
Me di cuenta que definitivamente ella era una de esas que daban putos ronroneos, de
que la haría lloriquear, gemir y dar suaves gritos. Mierda, sólo de pensarlo me excitaba
aún más. Mi polla palpitaba con fuerza, rogando por pinche atención. Ella olía divino,
tan jodidamente bien que casi quería morderla y probarla de verdad. Sin embargo, a
ella no le gustaría lo pervertido, así no era ella. Eso sería jodidamente cruel, nunca
podría hacerle esa mierda, no con su torcida visión del sexo. Nunca podría ser rudo con
ella, tenía que ser lento y gentil.

Sin embargo, el problema es que Edward Cullen nunca ha hecho esa mierda lenta y
gentil. Edward Cullen folla salvajemente a las chicas, hasta dejarlas atontadas porque
sabe que es bueno en eso. Me vi tan atrapado en el momento, besándola con pasión,
que no me di cuenta que mi puta mano empezó a deambular hacia arriba en su muslo
desnudo hasta que sentí que se tensó. Me di cuenta de lo que estaba pasando y me
aparté rápidamente, disculpándome. Ella me sonrió y me dijo que no me disculpara
por tocarla, sin saber que era mucho más que eso. Estaba disculpándome porque
estaba pensando con mi polla, dejándome llevar por mis hormonas cuando le hice la
maldita promesa de que sería lo contrario.

Ella terminó de comer y puse una película. El arma en mi cintura, ahora se me estaba
enterrando un poco por moverme en el sofá, así que me puse de pie y la saqué
tendiéndola en la mesa. Le eché un vistazo a Isabella y la vi mirándola sorprendida,
obviamente no del todo cómoda con las armas. Traté de explicarle que era por su
seguridad, más vale prevenir que lamentar, y le ofrecí en alguna ocasión enseñarle a

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disparar. Con el estilo de vida en el que estamos involucrados, francamente es
estúpido no saber cómo disparar un arma. Jasper odia esas mierdas pero incluso él
puede dispararle a un objetivo si es necesario hacerlo. El problema, sin embargo, es
que raras veces Jasper consideraba esa mierda necesaria. Él no cree que la violencia
sea siempre la respuesta. Ella me miró como si estuviera loco cuando le ofrecí
enseñarle como disparar, obviamente preocupada por la reacción de mi papá. Sí,
probablemente él no estaría feliz al respecto, pero confiaba en ella, confiaba en que no
usaría lo que le enseñara para poner fin a cualquiera de nuestras puñeteras vidas.

La atraje hacia mí y nos acurrucamos un poco en el sofá. Isabella acarició ligeramente


mi brazo, su toque enviando ese hormigueo a través de mí. Ella tocó el tema de mi
tatuaje y parecía jodidamente sorprendida cuando le dije que confiaba en ella. Quiero
decir, era un poco desconcertante que no se diera cuenta de ello y evidentemente el
hecho de que no la dejaba limpiar mi cuarto o lavar mi ropa le decía que no confiaba
en ella. Eso me pareció una puta locura y traté de explicarle que no quería hacerla que
hiciera esa mierda porque ella era mi chica y simplemente no se sentía correcto.

Ella se enderezó para mirarme y me dijo que quería hacer esa mierda porque
básicamente se sentía inadecuada, que no tenía nada que ofrecerme para mantener
mi puto interés en ella. Sólo me quedé mirándola, atónito. ¿De verdad pensaba que iba
a perder interés en ella sino hacía esa mierda por mí? Ella era mi maldita vida ahora,
no había forma de que alguna vez perdiera el interés en ella. Era tan compleja y hacía
que todo se sintiera tan jodidamente fresco y nuevo otra vez, como si todo en el mundo
lo estuviera experimentando por primera vez. ¿Cómo podría alguna vez no querer eso?
Ella trajo la luz de nuevo a mí vida, la luz que se había apagado en el momento en que
esa bala, me atravesó todos esos años atrás. Mi mundo no era nada más que
oscuridad hasta que ella entró en él e iluminó el maldito cielo como si fuera el 4 de
Julio. Pero ella no veía eso, y supongo era mi puta culpa porque no se lo había dicho.
Ella no era una maldita lectora de mentes, aunque haría esta mierda mucho más fácil
si alguno de los dos lo fuera de manera que finalmente pudiéramos estar en misma
maldita sintonía.

Ella desvió la mirada rápidamente, viéndose nerviosa. Sujeté su barbilla, levantando


su rostro de manera que me mirara. Tenía que decirle que tenía mi afecto y nada lo
haría desmerecer, que ella no tenía que hacer nada más que darme el gusto de su
compañía. Joder, sabía que no era un gran ser humano con el cual pasar el rato así
que con el simple hecho de que me soportara y me dejara besar esos labios carnosos
de ella era suficiente para mantenerme embelesado.

Sí, lo admito. Estoy jodidamente embelesado, y ni siquiera recibí coño para estarlo.
Ella me tenía envuelto en su dedo meñique sólo por la chispa en sus ojos color
chocolate.

Le di un breve y pequeño beso y traté de explicárselo, hacerle entender que ella me

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daba más de lo que merecía y no necesitaba hacer esa mierda por mí. Vi como sus ojos
se llenaron de lágrimas y una se deslizó por su mejilla. La enjugué, mi puto corazón se
hinchó al verlo. Le dije que esperaba poder ser lo suficientemente bueno para ella, que
pudiera ser lo que ella necesitaba y esa mierda la decía en serio. Tan poco como
pudiera ofrecerme, yo podía ofrecerle mucho menos. No podía hacerle ninguna
promesa para el futuro, no podía darle ninguna garantía. Haría mi mejor esfuerzo por
encontrar una solución para nosotros, pero no se sabe qué diablos iba a suceder. Todo
lo que podía darle era un lugar en mi corazón. Haría todo lo que pudiera para
mantenerla a salvo, pero la verdad era que simplemente algunas cosas se escapaban
de nuestras manos.

Parecía sorprendida por mis palabras y murmuró que era demasiado bueno para ella.
Me reí, aunque no debí haberlo hecho porque ella estaba seria cuando dijo esa
mierda, pero estaba tan equivocada que era ridículo. Todo lo bueno acerca de mí era
material e insignificante. Lucía bien y era rico, ¿y qué? Cuando mi abuelo murió nos
dejó a cada uno seis millones de dólares, la mitad a la cual tendría acceso cuando
cumpliera los dieciocho en algunos meses. El resto se me entregaría cuando cumpliera
los 25. Jasper y Emmett ya habían recibido la mitad de lo suyo pero ninguno de ellos lo
había tocado porque no había razón para hacerlo. Papá mantenía su cuenta de banco
repleta y nos dejaba gastar libremente lo que quisiéramos. Sin embargo, ninguno de
nosotros era extravagante en realidad, así que no era como si saliéramos y gastáramos
cientos de miles en carros y mierda. Así que, sí, podría comprarle el mundo si lo
quisiera, pero estaba impotente para darle cualquier puta cosa que ella realmente
quisiera. Y había muchas cosas malas en mí, mi temperamento y mi egoísmo, no había
manera posible de que en realidad ella disfrutara de mi jodida actitud.

Le dije eso y ella se echó a reír negando con la cabeza. Empezó a parlotear acerca de
cómo ella me veía realmente y yo sólo me le quedé mirando, jodidamente atónito de la
forma como ella me veía. Señaló las pequeñas mierdas, las cosas que ni siquiera
pensé dos veces y simplemente las hice porque se sentía correcto el hacerlo. Como
compartir mi dulce y darle un libro. Quiero decir, esa mierda era trivial, no fue como si
hubiera puesto un gran esfuerzo en ello. Todo eso simplemente parecía ser cosa de
sentido común el hacerlas. Pero era evidente que significaba mucho más para ella.
Dijo que mis malas cualidades y hábitos no me hacían quién soy y eso me hizo pensar
en lo que mi padre había dicho en su oficina, cómo se necesitaba una mujer fuerte con
un gran corazón para poder ver más allá de las etiquetas. Joder, entonces me di cuenta
de que ella realmente me vio, y no a la persona que se supone que era. No me vio
como alguien que la poseyera o tuviera poder sobre ella. Me vio como un simple
muchacho de 17 años quien estaba jodidamente dañado, pero que aún tenía un
corazón y no quería ser un monstruo.

Puse mi brazo a su alrededor y la atraje hacia mí, queriendo simplemente darle un


puto abrazo. Todavía era un jodido cobarde para decirle cómo me sentía realmente por
ella, no podía lograr que esas dos malditas palabras salieran. Pero quería mostrárselo

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y esperaba que al menos ella lo sintiera. Hablamos un poco sobre James y le aseguré
que estaría a salvo y ella me preguntó que era una goomah. La ira hirvió de nuevo pero
traté de contener esa mierda, a sabiendas que tenía que controlar mi puñetero
temperamento. Enfrentar a James no iba a ayudar en nada. Traté de explicárselo sin
ser vulgar o un pendejo sobre ello, sabía que iba a ser un maldito tema sensible ya que
aparentemente su padre mantuvo a su madre como una goomah contra su voluntad.
Ella comprendió lo que le estaba diciendo y supongo se dio cuenta de que estaba
tratando de medirme porque me dijo que podía llamarla una esclava, pero esa palabra
sólo me encabronaba. Ella no me etiquetaba y yo no le iba a dar una puta etiqueta,
ella era mucho más que esa mierda.

Le dije que tendrían que matarme antes de que dejara que alguien le hiciera eso a ella
y lo dije en serio. Como dijo mamá, tienes que cuidar de aquellos quienes no son
capaces de hacerlo por sí mismos. Sabía que si mi madre estuviera aquí, eso sería
exactamente lo que me diría. Ella sonreiría con esa jodida pequeña sonrisa feliz suya y
me diría que fuera paciente y comprensivo con ella, porque por alguna maldita razón
ella cuidaba de mí cuando no merecía esa mierda, y ella me diría que la protegiera,
porque ella no puede protegerse a sí misma. Quedándose sin hacer nada y guardando
silencio, nunca se ayuda a la víctima, eso siempre ayuda al torturador. Me recordó el
poema que leímos en la clase de Inglés, el que era sobre el holocausto llamado
“Primero Vinieron”. En ese momento, apenas presté atención a esa mierda y era
extraño que lo acabara de recordar, pero ahora tenía sentido para mí. Supongo que mi
cerebro retuvo esa mierda, esperando por el momento perfecto para utilizarlo. Si no
defiendo a alguien que lo necesita, ¿quién carajos va a defenderme a mí?

Cuando estábamos en la oficina de papá y él dijo que sólo porque dos personas como
ella y yo se enamoraran no significaba que deberían de estar juntos, esa mierda dolió
un poco. Me confirmó que él nunca lo aceptaría con los brazos abiertos; lo vería como
un enorme riesgo de disturbio para su maldita burbujita de vida feliz. Tenía suficientes
problemas con el trabajo, nunca querría algo remotamente capaz de causar problemas
en su casa. Este era su santuario, donde podía olvidarse de lo ridículamente caótico
que el mundo era. Y de alguna manera podía ver su punto. Era un gran riesgo y las
cosas podrían ser de verdad jodidamente complicadas por traspasar los límites. Pero él
tenía razón. Dependía de la chica. Y yo sabía sin lugar a dudas que la chica hermosa
sentada frente a mí, definitivamente lo valía. Ella valía cada gota de posible dolor que
pudiera causarme.

Me di cuenta de que si mi madre hubiera sido capaz de verme los últimos años, habría
estado decepcionada. Pero sabía que si me viera ahora, ella lo aprobaría. Estaría feliz
de que me estoy abriendo y no estaba tomando el camino más fácil. Me felicitaría por
ser lo suficientemente fuerte para correr el riesgo. Recitaría su “Nella vita- chi non
risica- non rosica” el que no arriesga no gana una mierda y diría algo ridículamente
cursi como “ve por ellos, tigre”. Porque así es como mi mamá era, y qué fue lo que
alguna vez vio en mi pesimista padre, no lo sé. Joder, supongo que lo mismo que

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Isabella vio en mí, considerando que soy muy parecido a él y ella es muy parecida a mí
mamá. L’e amore e cieco. El amor es ciego. Pero lo que sabía es que si estuviera viva,
ahora estaría jodidamente orgullosa de mí, y eso era todo lo que importaba. Mi mamá
siempre veía lo bueno en la vida y ella sabría que lo que he encontrado con Isabella es
jodidamente mejor que simplemente “bueno”.

La amo, y joder, moriría por ella si tuviera que hacerlo, porque de eso se trata el amor.
Todo fue tan rápido que me sorprendió y todavía estaba tratando de lidiar con ello y lo
que significaba, pero estaba seguro de una cosa: No podría vivir en un mundo donde
ella no existiera.

Ella me miró fijamente a los ojos como si estuviera leyendo mi puta alma. No sabía lo
que estaba buscando, lo que estaba tratando de ver allí, pero esperaba que lo
encontrara. Porque lo que vi en sus ojos era lo que me había pasado buscando los
últimos nueve años sin siquiera saberlo. La chispa de la vida que murió con mi madre
se reavivó en ella.

Después de un momento su ceño se frunció. “¿Con cuanta frecuencia te escabullías a


mi habitación?” Preguntó, todavía mirándome fijamente a los ojos. Me quedé ahí por
un momento, devolviéndole la mirada. No podía mentirle, no quería hacerlo.

“Todas las noches,” le dije.

Se quedó viéndome por un momento más y esperé por su respuesta. Casi esperaba
que me abofeteara y me llamara pervertido o algo así, pero no lo hizo. Simplemente
volvió a recostar su cabeza después de un momento y se acurrucó junto a mí otra vez.
Me incliné y besé ligeramente el tope de su cabeza, cerrando los ojos e inhalando su
esencia. Vimos el resto de la película en silencio, simplemente juntos. Finalmente se
quedó dormida y la aparté de mí, con cuidado de no despertarla. La levanté con
cuidado y la llevé a la cama, recostándola. Puse el despertador a las 6:30, ya que no
tenía otra opción que ir a la puta escuela por la mañana y caminé hacia la televisión
para apagarla. Me debatí en el interruptor de la luz, dudando un momento antes de
apagarlo. Sabía que ella dormía con la luz encendida pero francamente yo no podía
hacerlo. Yo la mantendría a salvo, no tenía por qué tener miedo a la oscuridad cuando
yo estaba allí. Agarré mi arma y caminé hacia la cama poniéndola en la mesita de
noche. Me metí a la cama junto a ella, atrayéndola hacia mí. Se acurrucó en mi pecho y
suspiró contenta mientras ponía la manta sobre nosotros. Era la primera vez en putos
siglos que dormía en algún otro lugar que no fuera mi cama y me preocupó no poder
conciliar el sueño, pero fue infundado ya que me quedé dormido rápidamente con ella
en mis brazos.

Me desperté con el sonido de la alarma y escuché a Isabella murmurando, dándose la


vuelta. Seguía dormida y sonriendo, obviamente soñando. La observé por un momento
y sentí que mi pecho se hinchó cuando ella murmuró mi nombre. Me incliné y besé
ligeramente su mejilla antes de levantarme de la cama. Agarré el arma y me dirigí a la

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puerta, abriéndola y saliendo al pasillo. Usé la llave para cerrar de nuevo y deslicé el
arma en mi cintura, bajando las escaleras. Me encontré con papá en el segundo piso y
se me quedó viendo por un momento. Lucía jodidamente agotado, como si no hubiera
dormido nada.

“Jasper se va a quedar hoy con ella en casa,” murmuró. “Y yo estaré cerca.” Asentí y me
di la vuelta después de un momento, bajando al primer piso. Agarré una barra de
granola y la mastiqué, consiguiendo algo de beber y volviendo a subir a mi habitación.
Me metí rápidamente a la ducha y me puse algo de ropa, mis últimos malditos
vaqueros limpios. Cuando ya estaba vestido y listo, volví a bajar. Pasé unos minutos
con Emmett y a las 7:30 nos paramos para salir a la escuela. Vi a Jasper en la cocina y
me detuve mientras Emmett se dirigía afuera.

“Vas a cuidar de ella, ¿de acuerdo?” Dije. Él sonrió y asintió, levantando la mano hacia
arriba con el signo de honor de los exploradores. “Y hazme un favor y dile que puede
entrar a mi habitación a buscar mi ropa y lavarla, no porque ella tenga que hacer esa
mierda, sino porque apreciaría si tuviera unos pantalones que usar para mañana.
Preferiría no tener que ir a la escuela en puñeteros boxers por el resto de la semana.”

Jasper se rió. “Apuesto a que Jessica le gustaría eso.”

Rodé mis ojos. “Que la jodan a esa perra,” dije. Él se rió un poco más.

“Yo paso,” dijo, alejándose. Negué con la cabeza y salí, subiéndome al coche donde
Emmett estaba refunfuñando impaciente.

Viajamos a la escuela en silencio. Emmett ni siquiera se molestó en joder con mi


música, lo cual aprecié. Tan pronto como llegamos a la escuela, salí y me dirigí
directamente a mi clase, sin molestarme en esperar la campana. Los primeros períodos
se me hicieron pesados y para cuando llegó la hora de trigonometría estaba molesto y
extrañaba como la mierda a Isabella. Tanya estaba sentada detrás de mí como de
costumbre, poniéndome de los nervios suspirando y resoplando. La maestra estaba
haciendo un repaso para un próximo examen, pero esa mierda ya me la sabía y no me
pude concentrar en ella. Saqué mi teléfono de mi bolsillo y empecé a repasar lo que
tenía, aburrido como la mierda. Me detuve en la entrada que decía Bella Ragazza por
un momento, contemplándolo. No creo que alguna vez use su puto teléfono pero sabía
que por lo general lo mantenía cargado y con ella, por si acaso. Fui a mis mensajes y
abrí un nuevo mensaje de texto, poniendo su número desde mi directorio. Dudé, sin
saber que decir, pero escribí “Te extraño, tesoro mio.” Vacilé con mi dedo sobre el
botón de enviar, preguntándome si era un error, pero presionándolo después de un
momento. Puse el teléfono en mi escritorio y de nuevo levanté la vista hacia la maestra,
escuchando mientras ella parloteaba acerca de los malditos senos y cosenos, como si
alguna jodida vez fuera a utilizar esa mierda.

La clase pasó lentamente. Apoyé mi cabeza con mi codo en mi escritorio y cerré mis

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ojos, jodidamente aburrido y su voz monótona me estaba poniendo a dormir. Seguí
abriendo mis ojos y mirando al reloj, haciendo la maldita cuenta regresiva hasta que
pudiera irme. Cinco minutos para que la campana sonara y escuché el fuerte sonido
vibrando. Mis ojos se abrieron de golpe y la gente a mí alrededor me miró, molesta,
pero me importó una mierda. Cogí mi teléfono y miré la pantalla: 1 nuevo mensaje de
texto.

Presioné el botón de “leer”, mis ojos se abrieron por la sorpresa. “Yo también, Sempre.”
Parpadeé un par de veces, malditamente atónito.

“¡No me jodas!” Dije, asombrado. La maestra dejó de hablar y la clase se quedó en


silencio, yo levanté la vista, dándome cuenta que acababa de decir esa mierda en voz
alta. Gemí. “No quise decir eso. Ignórenme, continúen,” murmuré. La maestra me miró
fijamente por un momento más, obviamente consciente que debería castigarme y toda
esa mierda por interrumpir su clase con malas palabras, pero después de un momento
suspiró resignada.

“Creo que por hoy vamos a detenernos allí, ya que el señor Cullen tiene su mente en
otra parte,” dijo, negando con la cabeza. Rodé mis ojos y ella se fue y se sentó frente a
su escritorio. Mis compañeros de clase comenzaron a hablar entre ellos y volví a mirar
a mi teléfono. No pude evitar la puta sonrisa que vino a mis labios cuando volví a leer
las palabras. Jasper tuvo que haberla ayudado con esa mierda, ya que ella no sabía
italiano pero eso no importaba, era el jodido sentimiento. Sempre. Siempre.

“¿Hablando con tu chica?” Tanya preguntó, inclinándose hacia adelante y tratando de


echar un vistazo sobre mi hombro y ver mi móvil. Alejé el teléfono de manera que no
pudiera verlo y suspiré.

“¿Qué chica sería esa, Tanya?” Pregunté, molesto. Ella se rió.

“La criadita. De hecho escuché que la besaste, lo que no creí en lo absoluto ya que tú
no besas, pero aun así, lo escuché,” murmuró. Me tensé y sentí la ira corriendo dentro
de mí.

“¿Quién te dijo esa mierda?” Pregunté, tratando de mantenerme calmado. Se encogió


de hombros.

“Lauren, creo,” dijo. Gruñí.

“Sí, bueno, Lauren es una schifosa. Ella sólo esta encabronada porque no la quiero,”
murmuré.

Tanya suspiró pero no respondió. Se volvió y comenzó a platicar con su amiga Kate y
yo volví a mirar mi teléfono, leyendo las palabras una vez más. No iba a permitir que
Tanya o los putos chismes me molestaran. Simplemente iba a hacer lo que jodidos
quería, y dejar que las cosas caigan por su propio peso. De todas formas, ahora no

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podía hacer nada para detenerlo.

Abrí un mensaje de texto y rápidamente escribí un mensaje, enviándolo y poniendo el


teléfono en mi bolsillo mientras la campana sonaba.

“Sempre, Bella.” Siempre, hermosa.

*************
Scarafaggio = cucaracha

Nella vita – chi non risica – non rosica = En la vida: quién no arriesga no gana

L’amore e cieco = El Amor es ciego

Schifosa = jerga para una chica fea

Sempre = Siempre

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“La fortaleza no proviene de la capacidad fisíca. Proviene de una voluntad
indomable.” - - Mahatma Gandhi.

Isabella swan

Me senté y miré a mí alrededor, entrecerrando los ojos y parpadeando un par de


veces. Llevé mis manos hacia arriba para quitar el sueño de mis ojos y miré el reloj de
alarma. Pasaban unos minutos de las 8 AM y estaba sola. Me di cuenta que Edward
tenía que haberse levantado y se fue a la escuela, de alguna manera arreglándoselas
para no despertarme en el proceso. Anoche dormí como una piedra, más profundo de
lo que recordaba haber dormido alguna vez. Sólo desperté una vez a mitad de la
noche, necesitando orinar desesperadamente. No recuerdo haberme ido a la cama,
pero cuando desperté dormía sobre el pecho de Edward estrechándome con fuerza
entre sus brazos. Era cómodo y no quería moverme de mi lugar, pero mi vejiga estaba
gritando que no tenía más remedio que levantarme. Tomó un minuto antes de que
pudiera soltarme del agarre de Edward, ya que cada vez que intentaba quitar sus
manos murmuraba algo y me apretaba con más fuerza. Me reí en voz alta en el
momento en que finalmente me había liberado y me agarró con fuerza atrayéndome de
nuevo hacia él, murmurando “no pueden tenerla, mi chica”. Su voz era áspera por
dormir y sonó tan primitivo y protector. Extrañamente calentó mi corazón y casi me
orinaba de la risa, sorprendida de que no lo haya despertado por sacudirnos a ambos
cuando me reí. Después de un momento, finalmente me liberé y logré llegar al baño sin
despertarlo. Cuando regresé él se había acurrucado en una bola bajo las sábanas. Me
subí a la cama a su lado, quedando frente a él, y lo observé dormir durante unos
minutos. Se veía tan relajado y contento, y totalmente vulnerable. Me debatí por un
momento pero llevé mi mano a su pelo y lo acaricié suavemente. Él gimió ante mi tacto,
moviéndose levemente hacia mí. Eso fue lo último que recuerdo hasta ahora, así que
comprendí que debí haberme quedado dormida de nuevo.

Me quité las mantas de encima y salí de la cama, estirándome. Caminé hacia mi


armario y tomé algo de ropa, quitándome mis pijamas y poniéndomela rápidamente.
Me debatí en si quedarme o no todo el día con la camiseta de fútbol de Edward, quería
porque me sentía cómoda en ella, pero sabía que ya que el doctor Cullen tenía
compañía debería lucir lo más decente posible. No estaba tan segura que una esclava

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debería andar paseándose por la casa usando la ropa de su amo, aún si su amo es
bastante dadivoso y comprensivo. Tenía la sensación de que los visitantes del doctor
Cullen no lo encontrarían aceptable o adecuado.

Me puse rápidamente unos pantalones caqui y una camisa de manga larga color
negro. Me puse mis balerinas color negro, las cuales con el tiempo se habían
convertido en mis favoritas. Eran tan cómodas que a menudo olvidaba que estaba
usando zapatos cuando las traía puestas, lo que era una bendición para alguien que
seguía acostumbrada a estar descalza. Cepillé mi pelo y lo puse en cola caballo baja
en mi nuca, dándome un vistazo rápido en el espejo. Era simple, no había duda al
respecto, pero al menos me veía presentable.

Tomé mi teléfono y lo deslicé en mi bolsillo como solía hacer. El doctor Cullen estaba
en la casa, por supuesto, pero me quedé con la costumbre de traerlo siempre conmigo
por si acaso. La única vez que él llamó fue una de las pocas veces que andaba sin él, y
no quería que se repitiera nunca. Salí despacio de la habitación, asegurándome de ser
lo más silenciosa posible. Llegué al segundo piso y me congelé, mi ceño se frunció
cuando vi la puerta de la habitación de Jasper abierta de par en par. Todas las puertas
de la casa por lo general siempre se mantenían cerradas, sin importar si alguien
estaba en ella o no. Me acerqué lentamente, deteniéndome en la puerta y mirando
alrededor. Parecía vacía y la luz estaba encendida. Jasper siempre decía que tenía
permitido entrar en su habitación siempre que necesitara entrar pero aún me sentía
como si estuviera invadiendo su espacio, así que muy rara vez me aventuraba a entrar.

“¿Jasper?” Lo llamé en voz baja, vacilante. No hubo respuesta. Di un paso al interior y


vi la puerta de su baño abierta, confirmándome que la habitación estaba
completamente desierta. Me imaginé que estaba en la escuela, pero no podía entender
porque había dejado la habitación tan abierta y expuesta. Él definitivamente no hacía
eso. Presioné el interruptor, apagando la luz, y salí de la habitación cerrando la puerta.
Me volví hacia las escaleras y grité cuando di un paso y choqué con una forma parada
allí.

Di un paso hacia atrás para alejarme al instante, asustada por su aparición. Me


presioné contra la puerta y cerré los ojos con fuerza, preparándome para lo que fuera
que estuviera por venir. Después de un momento sentí unas manos en mis brazos, el
toque suave.

“¿Isabella? ¿Estás bien?” Eché un vistazo ante el sonido de la voz de Jasper y lo vi de


pie frente a mí, una mirada de preocupación en su rostro. A Jasper siempre le
preocupaba cuando me alejaba encogida de miedo, aunque parecía entender que no
era nada personal. Simplemente era una reacción natural, ya que instintivamente
estaba tratando de protegerme.

“Sí, lo siento,” murmuré, relajándome un poco y alejándome de la puerta. Tomé una


respiración profunda y le di una pequeña sonrisa. “Vi que tu puerta estaba abierta y

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me preocupó un poco porque nunca la dejas abierta. No esperaba que alguien
estuviera parado allí cuando me di la vuelta.”

Él asintió, obviamente en comprensión. “Siento haberte sorprendido, no era mi


intención.”

Me encogí de hombros ligeramente, diciéndole en silencio que no había problema. Lo


miré fijamente por un momento, frunciendo el ceño. “¿No se te hace tarde para la
escuela?” Le pregunté. Pasaban de las 8 y sabía que los chicos siempre se iban
alrededor de las 7:30. Él sonrió.

“Me tomé el día libre,” dijo encogiéndose de hombros. Lo miré confundida antes de que
cayera en cuenta.

“Deberes de niñera,” murmuré, sintiéndome de pronto ridícula que él estuviera


perdiendo un día de escuela para vigilarme. No estaba bien, no era justo que él
sufriera por mi debilidad. Jasper vio mi molestia y suspiró.

“Llamarlo deberes de niñera sugiere que yo en realidad no quiero estar aquí. Prefiero
llamarlo tiempo de calidad,” dijo. Le sonreí levemente y asentí, contenta de que al
menos él parecía no verme como una carga, aunque me estaba sintiendo como una.

“Bien, entonces. Tiempo de calidad,” le dije. Él me devolvió la sonrisa, viéndose


bastante satisfecho. “¿Qué vamos estar haciendo exactamente durante nuestro tiempo
de calidad?”

Él se echó a reír. “Bueno, vamos a hacer un poco de limpieza, y luego vamos a pasar
algo de tiempo en la biblioteca, y tal vez salir un poco antes de hacer la cena. Lo sé, en
realidad nada emocionante, pero, ¿qué te parece?”

Sonreí y asentí. “Suena bien,” murmuré.

Él me devolvió la sonrisa y se volvió para dirigirse por las escaleras hacia el pasillo del
tercer piso, como sea, él iba en la dirección opuesta. Me detuve brevemente, pero lo
seguí sin saber lo que estaba haciendo. Se detuvo frente a la puerta de la habitación
de Edward y se volvió hacia mí, arqueando sus cejas.

“¿Quieres entrar o lo hago yo?” Preguntó. Mi ceño se frunció por la confusión.

“¿Por qué vamos a entrar en la habitación de Edward?” Pregunté vacilante, sin saber a
dónde quería llegar. Por supuesto que estaba cómoda con Edward y confiaba en él,
pero simplemente todavía no podía invadir su espacio sin su permiso.

Por un momento, Jasper pareció confundido por mi pregunta antes de sonreír. “Creo
que olvidé mencionarlo. Edward necesita que laven su ropa y esta mañana me pidió
que te lo pidiera a ti. Dijo que no tenías qué hacerlo, pero que te lo agradecería,
considerando que oficialmente se quedó sin pantalones.” Me le quedé viendo a Jasper,

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muy sorprendida de que en verdad Edward me estuviera pidiendo que lo hiciera,
especialmente después de nuestra conversación de la noche anterior. “Así que, alguien
tiene que entrar y tomarla. Por supuesto, él te dio su permiso, pero no sé qué tan
cómoda te sientas entrando a la, eh, selva.”

Me encogí de hombros, sonriendo ligeramente ante su descripción de la habitación de


Edward. “Siempre y cuando haya dicho que está bien, no hay problema,” le dije, Jasper
asintió con la cabeza.

“Bien. Tú vas por la ropa y yo te veré abajo,” dijo.

“Eh, está bien,” murmuré, todavía aturdida. Él me dio una rápida sonrisa y se volvió
para irse. Por un momento, dudé en el pasillo antes de alcanzar la perilla y girarla con
cuidado. Abrí la puerta despacio y di un paso al interior, mirando alrededor
brevemente. Por supuesto, todavía estaba en total caos, y mis ojos se posaron en su
pistola sobre la cama. Me le quedé mirando por un momento, recordando su
ofrecimiento de anoche de enseñarme algún día cómo usarla. Sonreí
involuntariamente ante su muestra de confianza como para poner un arma en mi mano
cuando podía con tanta facilidad usarla contra él. Por supuesto, nunca haría eso, pero
tenía que confiar verdaderamente en mí para correr ese riesgo.

Aparté la vista de la pistola e ignoré el desastre mientras maniobraba en mi camino a


su enorme pila de ropa sucia. Luché contra mi instinto natural de recoger los diferentes
objetos que yacían en el suelo poniéndolos donde iban, y en su lugar pasé por encima
de ellos o los rodeé. Él me había dado permiso para lavar su ropa pero no me había
dicho nada de acerca de tocar el resto de sus cosas. A pesar de todo lo que había
pasado entre nosotros, él seguía siendo quisquilloso y no quería cruzar ninguna línea.

Agarré su cesto, el cual estaba extrañamente vacío. No entendía exactamente, por qué
tiraba toda su ropa sucia en el suelo cuando tenía un excelente y perfecto cesto para
meterla, pero imaginé simplemente que era Edward. Era su forma de ser un poco
estrafalario, curiosamente su desorden tenía un poco de organización en él. Puede que
las cosas no estén donde se supone que deben estar, pero estaban en algún lugar
dónde probablemente él pudiera encontrarlas fácilmente de ser necesario.

Separé rápidamente su ropa, agarrando toda la oscura y lanzándola en el cesto. Hice


un montón de blanca y un montón de ropa de colores claros para lavar más tarde.
Había algunas sábanas apiladas en la esquina y me quedé viéndolas por un
momento. No sabía porque estaban allí y no quería tocar nada sin que él me lo dijera.
Saqué el cesto lleno al pasillo y cerré la puerta de la habitación de Edward. Llevé el
cesto por el pasillo y baje con él las escaleras al segundo piso, quedándome inmóvil
cuando llegué a la segunda parte de las escaleras. El doctor Cullen estaba subiendo
por ellas con el tipo llamado Laurent. Me hice a un lado y bajé la vista al suelo,
esperando a que pasaran antes de que me dirigiera abajo. Cuando llegaron al
segundo piso el doctor Cullen me miró.

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“Buenos días, Isabella,” dijo cortésmente, aunque un poco frío y formal, ligeramente
diferente a como normalmente me saludaba. No era de extrañar, supongo que lo que
era sorprendente es el hecho de que no siempre me tratara de esa manera.

“Buenos días para usted también, señor,” dije, levantando la vista hacia él y
asegurándome de que mi voz fuera clara para no parecer irrespetuosa.

“No te molestes hoy con mi oficina, estaré trabajando en ella,” dijo. Asentí con la
cabeza.

“Sí, señor,” le dije. Él asintió y se dirigió a la puerta de su oficina. Miré hacia el otro
tipo, quien me daba una mirada extraña. Rápidamente aparté la vista, mirando de
nuevo al suelo. Ellos se dirigieron al interior de la oficina del doctor Cullen y yo bajé las
escaleras rápidamente a la planta baja con el cesto. Me fui directamente a la
lavandería y Jasper entró detrás de mí, sosteniendo una botella de agua sin abrir.

“Pensé que tendrías sed,” dijo sonriendo. Le sonreí y le di rápidamente las gracias,
abriéndola y tomando un trago. La puse a un lado y encendí la lavadora, poniendo
dentro la ropa de Edward mientras Jasper se dirigía de nuevo a la sala de estar.
Después que terminé me dirigí a la cocina, poniendo los platos en el lavavajillas y
poniéndolo en marcha. Después del percance de Edward ese día en el que teníamos
burbujas por todas partes, descubrimos como hacerla funcionar correctamente, lo que
hacía que lavar los platos fuera mucho más fácil para mí. Demasiado fácil, de hecho,
casi se sentía que estaba haciendo trampa.

Limpié las encimeras y me aseguré que la cocina estuviera decente antes de salir a la
sala de estar. Ordené un poco y limpié la mesa del comedor.

“¿Quieres que te ayude?” Jasper ofreció después de un momento. Él sólo había estado
parado por ahí y me observaba, viéndose bastante aburrido.

“No, aunque muchas gracias por la oferta. Puedes ir a hacer algo, puedo encargarme
de esto sola. No tienes por qué estar viendo, me imagino que tiene que ser aburrido,” le
dije, encogiéndome de hombros. Él suspiró.

“Eres terriblemente terca, sabes,” murmuró. Lo miré con sorpresa y él sonrió. “Lo eres.
Alguien te ofrece ayuda y tú lo rechazas. ¿Quién hace eso?”

Me encogí de hombros. “¿Alguna vez ofreciste ayudar a las otras mujeres a limpiar?”
Pregunté, mirándolo con curiosidad. Jasper era un buen tipo, pero en realidad no lo
tomé por el tipo que limpia sólo por el gusto de hacerlo. Se me quedó viendo por un
momento antes de negar con la cabeza. “Bien, entonces. No hay nada especial en mí,
Jasper. Puedo ser más joven de lo que ellas eran, pero sigo siendo simplemente como
ellas. No tienes que tratarme como una niña; en realidad nunca, alguna vez me he
sentido como una niña. Estoy acostumbrada a esto, no te preocupes. Puedo
encargarme de mis responsabilidades.”

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Él suspiró y bajó la vista, al parecer molesto por mis palabras. Lo miré con curiosidad
por un momento, pero no quería entrometerme preguntándole qué estaba pensando.
Terminé rápidamente mi limpieza y me giré de nuevo hacia Jasper, quién seguía
simplemente allí parado. “De todos modos, creo que ya terminé,” dije, encogiéndome
de hombros, con la esperanza de que se animara. Él sonrió levemente y asintió.

“Bien, subamos a la biblioteca,” sugirió. Asentí y di otro vistazo rápido a mí alrededor


antes de salir detrás de Jasper y hacia las escaleras. Lo seguí hacia arriba a la
biblioteca y me senté ante la pequeña mesa en el interior. Jasper se acercó al escritorio
y agarró un lápiz y algo de papel antes de venir y sentarse frente a mí. Empujó el papel
y el lápiz hacia mí, sonriendo. “Podemos practicar con la escritura,” dijo, su voz no
sonaba demandante, pero más sugerente. Me di cuenta que me estaba dando la
opción, podría negarme y él no tendría problema con ello. Sonreí levemente y asentí,
levantando el lápiz.

Puse la punta en el papel y vacilé. “¿Qué debo escribir?” Pregunté, levantando la vista
hacia él. Se encogió de hombros.

“Simplemente comienza con tu nombre, que siempre es una cosa segura,” sugirió.
Asentí y volví mi atención al papel y comencé a escribir mi nombre. Era de trazo poco
firme, las letras demasiado grandes para las líneas, pero al menos era legible. Escribí
‘Isabella Marie Swan’ y miré a Jasper. Él sonrió. “En realidad no eres tan mala, sabes.
Y la práctica hace la perfección, así que estarás escribiendo novelas en poco tiempo.
Ahora puedes escribir mi nombre.”

Volví a mirar al papel y vacilé. “¿Jasper?” Pregunté, deletreándolo en mi cabeza y


adivinando como se escribe. Él se rió entre dientes.

“Justo en el clavo. Eres mejor de lo que crees,” dijo. Sonreí y empecé a escribir su
nombre de pila, un poco orgullosa de que lo adiviné correctamente. “Mi segundo
nombre es Whitlock,” dijo después de un momento antes de proceder a deletrearlo. Lo
miré sorprendida ante el nombre inusual y él se encogió de hombros al ver mi
expresión. “Tendrás que preguntarle a mi padre de dónde vino ese, ya que no tengo
nada qué ver con ello,” dijo, con una sonrisa. Asentí y volví mi atención al papel,
escribiendo su segundo nombre. Escribí su apellido y me miró inquisitivamente,
obviamente preguntándose cómo sabía deletrearlo.

“Está escrito en la parte de atrás de las camisetas de fútbol de Edward,” dije,


encogiéndome de hombros. Él sonrió y asintió con la cabeza.

“Sí, lo está. Ahora puedes escribir su nombre.”

Sonreí y de nuevo volví mi atención al papel una vez más. Escribí ‘Edward’ recordando
como deletrearlo por haberlo visto antes escrito en alguna parte. Miré a Jasper
interrogante, preguntando cual era el resto de su nombre. Jasper sonrió. “¿No sabes su

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segundo nombre?” Preguntó. Negué con la cabeza.

“Nunca me lo dijo,” murmuré. “Pero, pensándolo bien, supongo que en realidad nunca
se lo pregunté.” Jasper asintió con la cabeza.

“Es Anthony. Él consiguió el nombre normal,” dijo. Sonreí y volví mi atención al papel,
deletreándolo en mi cabeza y escribiéndolo. Jasper lo vio y sonrió cuando vio que lo
escribí bien. Hice el resto de sus nombres con la ayuda de Jasper antes de tomar un
descanso. Estaba verdaderamente agradecida por toda la ayuda de Jasper al
enseñarme, o su insistencia en que practicara. No parecía como si fuera gran cosa,
pero para mí significó mucho que él hiciera un esfuerzo y pareciera querer que
mejorara.

Volví a subir a la habitación de Edward y tomé su segunda carga de ropa, llevándola


abajo y poniéndola en la lavadora, después de poner su primera carga en la secadora.
Después de ponerlas a funcionar, regresé a la biblioteca con Jasper, y él leyó un libro
mientras yo practicaba un poco más con la escritura.

“Te equivocas, ¿sabes?” Dijo Jasper de repente después de un largo momento de


silencio. Miré hacia él con confusión.

“¿Sobre qué estoy equivocada?” Pregunté, sin saber de qué estaba hablando, ya que
ninguno de los dos había dicho una sola palabra en al menos veinte minutos.

“En la planta baja, dijiste que no eras especial. Eso realmente me molestó, porque te
equivocas. Tú eres especial. Estás trayendo a mi hermano a la vida, lo estás
convirtiendo de nuevo en la persona que solía ser. Sólo eso, te hace muy especial,”
dijo. Sonreí levemente y negué con la cabeza.

“No he hecho nada para cambiar a Edward, él lo ha hecho todo por sí mismo. Yo no
merezco ese crédito,” le dije. No obstante, me sentí ruborizar y desvié la mirada
avergonzada. Jasper se rió entre dientes y abrió la boca para hablar cuando un fuerte
ruido sonó y mi bolsillo empezó a vibrar. Grité y me puse de pie rápidamente,
asustada. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi teléfono de un tirón, mirándolo con
sorpresa. Cuando se detuvo y la luz de la pantalla se apagó, miré a Jasper confundida.
Él sonrió levemente.

“Ábrelo,” dijo. Lo abrí y miré la pantalla, entrecerrando los ojos un poco para leer lo
que decía.

“Dice que tengo un mensaje,” dije después de un momento, vacilante. Jasper se rió
entre dientes.

“Presiona el botón grande que está en la parte superior del centro para leerlo,” dijo.
Asentí y presioné el botón grande, entonces la pantalla cambió. “Usa las flechas para
desplazarte por él.”

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Levanté la vista brevemente hacia Jasper antes de volver mi atención al teléfono.
Inmediatamente vi el nombre de Edward y sonreí, al darme cuenta que él era el que me
había enviado el mensaje. Me desplacé hacia abajo con la flecha y entrecerré los ojos,
tratando de leerlo. Capté la parte del “Te extraño” pero no reconocí la última parte.
Volví a sentarme con el teléfono y me le quedé viendo por un momento, tratando de
entenderlo. Me tomó un minuto o algo así, deletrear algo que reconocí e hizo clic en mi
cabeza. Era italiano, como Edward a veces me llamaba, “tesoro mio”. Lo recordé de
Halloween, cuando él me dijo que significaba lo mismo en español, parecido a cuando
te dicen “cariño”.

Sonreí y sentí mis ojos llenarse de lágrimas por el hecho de que Edward me envió un
mensaje desde la escuela para decirme que me extrañaba. Sentí que una se deslizó
por mi mejilla y rápidamente la limpié, con la esperanza de que Jasper no la hubiera
visto. “Supongo que es de Edward, ¿verdad?” Jasper preguntó en voz baja después de
un momento. Levanté la vista hacia él y vi que estaba observándome, una mirada de
pura compasión en su rostro. Asentí ligeramente. “Presiona el botón pequeño en la
parte superior derecha para responderlo.”

Volví a bajar la vista a mi teléfono y presioné el botón, la pantalla volvió a cambiar. Vi


que el número de Edward se programó automáticamente en el espacio de enviar. “Así
que, eh… ¿cómo le hago para escribir?” Pregunté vacilante, sintiéndome estúpida por
tener que preguntar. Él sonrió amablemente y me explicó sobre presionar los números
una cierta cantidad de veces para conseguir las letras y lo que tenía que hacer si
quería el número. Fue claro y conciso en su explicación, ningún dejo de burla, lo que
realmente aprecié. Lo abrevié, simplemente porque era más fácil, y esperaba que a
Edward no le importara demasiado.

“¿Jasper?” Pregunté después de un momento, vacilante.

“¿Sí?” Él preguntó con curiosidad.

“¿Cómo se dice “siempre” en italiano?” Levanté la vista y lo vi sonreír.

“Sempre,” dijo en un marcado acento que hizo que su voz sonara encantadora. De
inmediato me pregunté si él le hablaba a Alice en italiano, ya que el idioma sonaba
muy romántico. “Semp-re.”

Asentí con la cabeza y volví a mirar hacia mi teléfono y empecé a escribirlo. Lo


estropeé una vez y Jasper me dijo como borrarlo. Conseguí escribirlo todo y él me dijo
que presionara de nuevo el botón grande para enviarlo. Lo hice y cerré el teléfono,
volviéndolo a poner abajo cuando las palabras “Mensaje enviado” aparecieron.

“Debería terminar de lavar,” murmuré después de un momento. Jasper asintió.

“Sí, y qué te parece si tomamos algo rápido para comer y salimos por un rato, tomar un
descanso fuera de la casa. Es un bonito día,” sugirió. Asentí y me puse de pie,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 404


agarrando mi teléfono. Iba a deslizarlo en mi bolsillo cuando empezó de nuevo a vibrar
y hacer ruido. Lo abrí y vi que tenía otro mensaje. Apreté el botón grande y sonreí
cuando vi las palabras “Sempre, Bella.”

Cerré el teléfono y lo deslicé en mi bolsillo, sintiéndome absolutamente aturdida. Jasper


se rió entre dientes al ver mi expresión y yo me eché a reír, incapaz de contener mí
alegría interior. Era tan trivial, pero sólo la idea me hizo sentir muy bien en el interior.
Edward me hizo sentir como si realmente yo significara algo. Me dirigí a la habitación
de Edward y tomé su última carga de ropa, caminando cansadamente a la planta
baja. Saqué su primera carga de la secadora, las doblé y las puse a un lado. Se
segunda carga entró en la secadora y empecé a lavar la última. Cuando terminé me
dirigí hacia la cocina y casi choqué con Jasper en el vestíbulo. Él me entregó un
sándwich y yo sonreí alegremente.

“Muchas gracias,” dije, abrumada con gratitud. Era demasiado extraño tener a alguien
más preparando o haciendo cosas para mí. Él se encogió de hombros con indiferencia,
como si no fuera nada del otro mundo, y se dirigió hacia la puerta trasera. Lo seguí al
patio, suspirando contenta a medida que sentía los rayos del sol en mi rostro. No
estaba muy caliente pero tampoco hacía demasiado frío. El aire tenía una ligera
humedad y sólo había lo suficiente para ser una brisa lo que lo hacía confortable.

Jasper y yo caminamos a través del patio, sólo paseando casualmente hacia los
árboles. Estaba dejando que él guiara, ya que en realidad no tenía idea de lo que
estaba haciendo. Él estaba charlando tranquilamente sobre cosas al azar, muchas de
ellas sobre Alice. Habló tan bien de ella que me hizo sonreír. Era claro que estaban
perdidamente enamorados el uno del otro. Yo había añadido unas cuantas palabras
aquí y allá cuando comenzó a caminar por el bosque. Al principio estaba un poco
preocupada, ya que yo no había ido tan lejos todavía, pero imaginé que no había
problema si seguía a Jasper. Él no me llevaría a algún lugar donde me pudiera meter
en problemas.

Podía escuchar el sonido del agua corriendo cada vez más cerca a medida que
caminábamos, y nos detuvimos cuando los árboles se escasearon y nos encontramos
con un río. Sonreí y caminé hacia su orilla, mirando hacia abajo. El agua no estaba
muy contaminada, estaba muy clara, lo que me sorprendió dada la humedad del
suelo. Me imaginé que estaría turbia.

“¿Sigue siendo de su propiedad?” Pregunté. Él asintió con la cabeza.

“Sí, sigue otros cien metros o algo así hacia allá,” dijo, señalando más allá del río.

“Es hermoso,” murmuré, poniéndome de cuclillas y bajando mi mano al río. El agua


estaba fría pero se sentía increíble en mi piel.

Él se rió ligeramente. “Sí, supongo que sí. Aunque yo no soy muy dado a la naturaleza.

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No salgo aquí a menudo. Edward es el hermano que juega en el bosque.”

Lo miré sorprendida. “¿Edward viene aquí?” Le pregunté.

Él asintió. “Bueno, solía hacerlo. En realidad, no ha venido aquí desde que volvió del
internado. Pero siempre solía pasar tiempo en el bosque cuando quería estar solo.
Estaba de mal humor, tú sabes, desanimado y sólo quería escaparse. Bajaba al río o
iba de excursión. Corre mucho a lo largo del camino para mantenerse en forma cuando
no está jugando fútbol.”

Asentí, todavía un poco sorprendida de que Edward se volviera a la naturaleza cuando


estaba deprimido, ya que parecía un poco quisquilloso como para ensuciarse o lidiar
con insectos y la fauna silvestre. Pero supongo que todavía tengo mucho que aprender
acerca de él, ya que es sumamente complejo y sigue siendo tan misterioso para mí.

Me puse de pie y dudé mirando hacia Jasper. Él se sentó en el suelo con cuidado y se
apoyó contra un árbol, mirando hacia el agua. Yo también me volví hacia el río,
contemplándolo por un momento. Me agaché y me quité los zapatos, poniéndolos a un
lado. Enrollé las piernas de mis pantalones hasta las rodillas y comencé a bajar a la
orilla del río al agua poco profunda.

“Sabes que esa agua está helada,” dijo Jasper rápidamente. Me encogí de hombros y
me metí en el agua, mis pies punzaron por la frialdad, pero eso no me detuvo.
Rápidamente se acostumbraron, el dolor disminuyó. “Y probablemente haya todo tipo
de criaturas allí, insectos o serpientes, o peces.”

Me reí un levemente. “Yo crecí con escorpiones, Jasper. No tengo miedo de nada en
esta agua.” Di vueltas por ahí un poco y sonreí cuando sentí el fango moverse entre mis
dedos. El agua pasando por mis pies se sentía increíble, casi relajante.

“¿Le tienes miedo a algo?” Preguntó en voz baja. Miré hacia atrás para verlo, notando
su expresión seria.

“Todo el mundo le tiene miedo a algo,” le dije, encogiéndome de hombros.

“Entonces, ¿tú a qué le tienes miedo?” Preguntó con curiosidad. Suspiré. No había
manera que pudiera decirle mi mayor temor. Había compartido con Edward que temía
ser violada, que el sexo me asustaba, pero era demasiado personal para compartirlo
con Jasper. Este miedo se sentía como algo irracional tenerlo y confesarlo, dado que lo
más seguro es que los tres chicos ya han experimentado el sexo.

“La esperanza,” dije en voz baja después de un momento, admitiendo la única cosa
aparte de esa a la que realmente le temía. “Le temo a la esperanza.”

Su ceño se frunció. “¿La esperanza te da miedo?” Yo asentí.

“No me permito esperar nada,” dije. “Es peligroso tener esperanza cuando se vive una

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vida como la mía. Simplemente es pedir salir lastimado. Con el dolor físico es fácil salir
adelante, lo cual es precisamente por lo que no tengo miedo de la violencia física. El
dolor emocional es otra historia. Es mejor sólo aceptar la vida tal y como es y no
esperar por más o mejor. Cuando no esperas nada, no te decepcionas cuando no
recibes nada.” Él suspiró.

“Eso es triste,” murmuró. Me encogí de hombros, ya que sólo era un hecho de la vida
para mí. “¿Ahora tienes esperanza?”

Caminé por el lodo por un momento, pensando. “Supongo que sí. De alguna manera,
al menos.” Dije encogiéndome de hombros. “¿Tú a qué le tienes miedo?” Añadí
rápidamente, sin querer detenerme demasiado en el hecho que ahora tenía la única
cosa a la cual me propuse que nunca sucumbiría.

Él suspiró. “Mi mayor temor es perder a mi padre.” Lo miré sorprendida y él asintió. “Ya
he perdido a mi madre a causa de su estilo de vida, no quiero perderlo a él también.”

Asentí con la cabeza. “Eso tiene sentido,” le dije, sintiendo un dolor en el pecho por la
tristeza de Jasper. Mi madre aún vivía, hasta donde yo sabía de todos modos, pero
todavía me sentía como si la hubiera perdido.

Nos quedamos en silencio por un rato, ambos pensando. “Siempre tienes que tener
esperanza, sabes,” dijo finalmente en voz baja. “Hay más en este mundo allá fuera
para ti.” Yo me reí, negando con la cabeza.

“Te oyes igual a mi madre,” dije, recordando de inmediato el sonido de su voz cuando
ella me decía casi exactamente lo mismo una y otra vez. “Ella solía sermonearme
constantemente sobre tener esperanza. ‘No pierdas la esperanza’ ‘Estás destinada
para más, Isabella’,” dije, tratando de imitar su voz. Sentí un leve dolor en el pecho
pensando en ella, pero traté de ignorarlo.

“Suena como una mujer inteligente,” dijo Jasper. Lo miré y sonreí.

“Supongo que tenía cierta cantidad de sabiduría,” le dije. No podrías llamar a mi


madre precisamente una intelectual, pero tenía el tipo de inteligencia que contaba en
mi mundo. Tenía buenos instintos de supervivencia.

“¿Así que la conoces? ¿A tu mamá?” Preguntó con curiosidad. Lo miré con sorpresa, ya
que pensé que él ya lo sabía.

“Sí. Me sorprende que Edward no te haya dicho eso ya,” dije, encogiéndome de
hombros.

Él negó con la cabeza. “Edward no te haría eso. Cualquier cosa que le digas él lo
mantendrá en su cabeza bajo llave. Tu historia es tuya para compartirla.”

Sonreí levemente. “Entonces, sí, conozco a mi madre,” le dije. Él sonrió.

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“¿Cuánto tiempo ha pasado desde que la viste?” Preguntó.

“La última vez que la vi fue el día que tu padre me recogió,” dije en voz baja. “Y
supongo que esa es la última vez que la veré.”

“Espera, ¿mi padre te separó de tu madre? ¿Él lo sabía?” Jasper preguntó, un ligero filo
en su voz. Lo miré sorprendida.

“Sí, lo sabía. Él me dio la oportunidad de despedirme de ella,” le dije.

Jasper gruñó y refunfuñó molesto en voz baja. Nos quedamos en silencio por un
momento, él pensando y yo pisoteando en el río. “Lo siento,” dijo después de un
momento en voz baja. Miré hacia él con confusión, con curiosidad por el por qué se
estaba disculpando conmigo.

“¿Por qué te estás disculpando?” Pregunté. Él suspiró.

“Por tu situación. El hecho de que mi padre te haya comprado y te hayas visto obligada
a vivir en nuestra casa,” dijo, su voz mezclada con tristeza. Sonreí levemente,
apreciando el hecho de que él sintiera compasión por mí. Era tan extraño, ya que
siempre he odiado que la gente sienta compasión, pero algo hizo que ahora se sintiera
bien cuando la persona la muestra es evidentemente sincera al hacerlo.

“Tú no tienes por qué pedirme disculpas,” dije, negando con la cabeza. “Tú padre no
es tan malo para tener como amo.”

“Pero él te separó de tu madre, eso simplemente no está bien,” murmuró. Negué con la
cabeza.

“Daba miedo ser separada de ella, lo admito. Y constantemente me preocupo por ella.
Pero yo no diría que no está bien. Si supieras de dónde vengo Jasper verías que estoy
bastante bien aquí. Incluso mi madre diría que él me hizo un gran favor al
comprarme.”

“A todo esto, ¿de dónde vienes?” Preguntó con curiosidad. Suspiré y bajé la vista al
agua, salpicando un poco mis pies.

“Phoenix,” murmuré. Él suspiró.

“Eso ya lo sabía,” dijo, rodando los ojos. Me reí un poco. “¿Naciste en esta vida? ¿Tus
padres eran esclavos?”

“Mi madre lo era. Ella fue comprada cuando era un bebé.”

“¿Y tu padre?” Él preguntó con curiosidad. Suspiré.

“Él era el amo,” murmuré, sin disfrutar precisamente de este tema. No me gusta pensar
en Charles, mucho menos hablar de él.

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Sus ojos se ampliaron. “¿Entonces tu padre era tu amo?”

Asentí con la cabeza. “Hasta que tu padre me compró, sí. No era un amo amable. Tu
padre me da comida para comer y cama para dormir dentro. Mi padre rara vez me
alimentaba y me rehuía mandándome a un granero. Tu padre sólo me castigó una vez.
Mi padre me golpeaba rutinariamente y permitía que su esposa me golpeara todos los
días por diversión.”

Él suspiró. “¿Qué clase de padre hace eso?” Preguntó, más para sí mismo que a mí.

Me encogí de hombros. “Supongo que uno que no quiere a su hijo.”

“¿Cuál es el nombre de tu padre?” Preguntó.

“Charles Swan,” dije en voz baja. Él suspiró y se quedó en silencio por un momento.

“Ese nombre me suena tan familiar. Recuerdo a algunos Swan ser mencionados
antes.” Se quedó en silencio de nuevo y lo miré, notando que parecía estar absorto en
sus pensamientos. Después de un momento, sus ojos se abrieron levemente y me miró
con la boca abierta. “¡Oh mierda, Charlie Swan! Joder, ¿cuál es el nombre de su
esposa?”

Dudé, un poco sorprendida por su repentino cambio de actitud y el hecho de que


maldijo. Jasper muy rara vez decía maldiciones. “Jane,” dije simplemente. En realidad
nunca había dicho su nombre real en voz alta, ya que ella insistía en que siempre se le
llamara “ama”.

Él gruñó, sacudiendo la cabeza. “Maldición, esperaba que no dijeras eso,” dijo. Yo sólo
lo miré sorprendida.

“¿Supongo que eso significa que los conoces?” Le pregunté. Él suspiró y asintió con la
cabeza.

“Sé quiénes son. ¿Le has dicho a Edward esto? Me sorprende que no lo haya
descubierto y tenga algo que decir al respecto,” dijo, negando con la cabeza.

“Eh, le hablé de ellos, pero nunca le dije el nombre de mi ama, no lo creo,” dije,
encogiéndome de hombros. No entendía por qué era tan importante. Para mí era
evidente que la familia Cullen conocía a la familia Swan, teniendo en cuenta que el
doctor Cullen me había comprado en privado. “De todos modos, no es importante. Ella
ya no es mi ama.”

Él asintió. “Me alegró de que no lo sea.” Miró su reloj y suspiró. “Deberíamos regresar,
terminar la ropa de Edward y empezar la cena”. Subí a la orilla del río, bajé la vista y
sonreí cuando noté mis pies cubiertos de fango. Me volví a poner rápidamente mis
zapatos y desenrollé mis pantalones, tratando de lucir una vez más presentable. Algo
me decía que el doctor Cullen no estaría muy feliz con una sirvienta con los pies llenos

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de fango correteando por su casa cuando tenía visitas importantes.

Jasper y yo caminamos de vuelta a la casa tranquilamente. Él parecía sumido en sus


pensamientos sobre algo y tenía una expresión triste en su rostro. Me empecé a sentir
mal, preocupada de que hubiera dicho algo que lo hubiera molestado de nuevo.
Llegamos a la línea de árboles para caminar en el patio trasero y los pasos de Jasper
titubearon un poco. Levanté la vista, mi ceño frunciéndose en confusión cuando vi un
camión con una caja blanca bastante grande en el patio trasero. Todos los hombres de
la noche anterior estaban allí, ayudando a descargar las cajas. Las estaban llevando
al interior de una puerta en un costado de la casa, una que nunca antes había visto. Ya
que estaba cubierta de enredaderas y hierba crecida.

“No sabía que ahí había una puerta,” dije con curiosidad. Jasper suspiró.

“Conduce al sótano, el cual está fuera de tu alcance. Es la misma razón por la que no
puedes entrar en la oficina bajo las escaleras, también conduce al sótano. Te juro que
no quieres bajar allí, ya que ni siquiera yo quiero bajar allí.”

Asentí, comprendiendo finalmente que ese era el lugar donde se contenían las
actividades ilegales. Jasper comenzó a caminar otra vez y yo lo seguí hacia la puerta
trasera. Levanté la vista y vi a James de pie junto al camión, observándome con
curiosidad. Aparté la vista rápidamente, sin querer dar la impresión equivocada, no
quería que pensara que tenía la más remota curiosidad por él. Seguí a Jasper dentro y
fuimos directo a la lavandería, sacando la ropa de Edward de la secadora y
doblándola. Eché dentro de la secadora la última carga y me dirigí a la cocina.
Cuando llegué al vestíbulo la puerta principal se abrió y Emmett entró. Me dio una
pequeña sonrisa y asintió en forma de saludo antes de pasar junto a mí hacia la sala
de estar. Fui a la cocina y comencé a ver en los gabinetes y el refrigerador, tratando de
encontrar algo qué hacer para la cena. No estaba segura si los invitados se quedarían
otra vez, pero no quería ir allí y preguntar, ya que eso sería interrumpir y esa era la
última cosa que quería hacer. Me debatía en la cantidad a preparar cuando escuché el
sonido de la grava crujir y un motor rugiendo. Miré por la ventana y vi el camión rodar
alrededor de la casa y bajar por el camino, desapareciendo de la vista. Escuché que
una puerta se abrió y la voz del doctor Cullen se filtró casi de inmediato. Me quedé en
la cocina, tensándome un poco cuando pasos se acercaron a mí.

“¿Comenzando con la cena?” La voz del doctor Cullen dijo detrás de mí. Me di la
vuelta despacio, lo miré y asentí con la cabeza.

“Sí, señor.” Él sonrió.

“Bien, me muero de hambre. Sólo vamos a tener un invitado a cenar. Y te agradecería


si esta noche te quedas y comes con nosotros,” dijo. Mis ojos se abrieron ante su
petición, algo de pánico surgió a través de mí. Él suspiró, dándose cuenta de mi
expresión.

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“Estarás bien, es sólo una comida. Aro es importante para nosotros, ya que él es el jefe.
Supongo que podrías decir que es mi amo de alguna forma,” dijo, sonriendo. Le
devolví la sonrisa, al darme cuenta de que estaba tratando de ser divertido.

“Sí, señor.”

Por un momento permaneció vacilante en la cocina, mirándome con curiosidad. Fue


algo incómodo, que se me quedara mirando de la manera en que lo estaba haciendo.
Era como si estuviera buscando algo en específico. Empecé a inquietarme bajo su
mirada y él suspiró, dándose la vuelta y dejando la cocina.

Saqué un paquete de filetes, descongelándolos. Envolví algunas papas en aluminio y


las coloqué en el horno para hacer papas horneadas. Empecé a revolver algunos
ingredientes para hacer algunos panecillos de levadura, dejando que la masa subiera.
Escuché el zumbido de la secadora y lavé mis manos. Fui y doblé el resto de la ropa de
Edward y empecé a llenar el cesto de ellas. Las llevé arriba a su habitación y volví a
bajar para recoger el resto de ellas. Fui a su habitación y la puse sobre la cama,
mirando alrededor por un momento. Ya una vez antes había guardado su ropa, así que
por suerte sabía dónde iba todo. La tarea fue bastante rápida y cerré la puerta de
nuevo cuando terminé. Me dirigí otra vez a la planta baja hacia la cocina y volví a
trabajar en la cena.

Preparé una ensalada César, ya tenía los filetes descongelados y estaba cocinándolos,
asegurándome de no dejarlos secos. Terminé los panecillos y las papas cuando
escuché el coche detenerse afuera. Miré por la ventana y sonreí cuando vi que era
Edward llegando a casa del fútbol. Saqué los filetes y comencé a llevar las cosas a la
mesa, colocándolas cuando él entró en la casa. Todos los demás estaban en la sala de
estar, viendo televisión y charlando mientras esperaban la cena. Volví a la cocina y
tomé el resto de la comida cuando Edward entró.

“¿Necesitas ayuda?” Preguntó en voz baja, manteniendo alguna distancia entre


nosotros, supongo que por las cámaras. Sonreí levemente.

“No, gracias. Tengo todo listo,” le dije. Él asintió.

“Subiré a verte tan pronto pueda alejarme de la mesa,” dijo. Negué con la cabeza y su
rostro se ensombreció por el dolor antes de que tuviera la oportunidad de explicarle.
Para dar la impresión de ser duro, Edward era sin duda sensible. “¿No quieres que
suba?” Preguntó, su voz mezclada con el mismo dolor que mostraba en su rostro.

Rodé los ojos por su suposición. “Por supuesto que quiero. Pero tu padre dijo que esta
noche tenía que quedarme aquí para cenar por su invitado, así que no hay razón para
que te apresures en irte.”

Él me miró confundido. “¿Él te está haciendo cenar con nosotros porque Aro está
aquí?”

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Me encogí de hombros. “Evidentemente.” Él suspiró y negó con la cabeza,
aparentemente confundido del porqué. Inmediatamente me pregunté si alguna de las
otras mujeres se quedó a cenar cuando hubo visitas.

Él parecía que estaba a punto de decir algo más cuando su padre caminó detrás de él,
pasando junto a él para entrar en la cocina. Él se acercó y abrió el gabinete, sacando
una botella de alcohol color naranja, volví a echar un vistazo a la entrada y noté que
Edward se había ido.

“Ven aquí, Isabella,” dijo, colocando la botella en la encimera. Abrió el refrigerador y


sacó otra botella de alcohol, una simple botella oscura con una etiqueta marrón, así
como una botella de agua mineral. Llevó su mano al gabinete y sacó dos vasos muy
pequeños. Me acerqué y me detuve junto a él, mirando el alcohol frente a él con
cuidado. “Voy a mostrarte cómo hacer un Aperol Spritz. Es nuestra bebida preferida y
te la hubiera enseñado antes, si hubiera sabido que tendríamos visitas. Pero mejor
tarde que nunca, supongo. ¿De acuerdo?”

Asentí con la cabeza. “Está bien, señor.”

Él asintió y sonrío levemente. “Llenas los vasos hasta la mitad con hielo,” dijo, dando
un paso hacia atrás. Hice lo que me dijo y me volví hacia él, esperando por el resto de
sus instrucciones. Él sonrió y dio un paso al frente, cogiendo la botella oscura. “Este es
Prosecco, un vino italiano.” Abrió la botella y vertió un poco en los vasos hasta que
estaban llenos casi a la mitad, la puso abajo y cogió la botella de color naranja. “Y
este es Aperol, un licor de naranja o algo así.” Vertió de ese en los vasos casi tanto
como lo hizo con el vino, tal vez un poco menos.

“Ahora agrega un poco de agua mineral en ellos.”

Abrí el agua mineral y vertí un poco en cada vaso. Le volví a poner la tapa y la dejé a
un lado, mirando al doctor Cullen. “Bien. Ahora lleva uno de estos vasos a Aro, en la
sala de estar.”

Mis ojos se abrieron un poco y él levantó su ceja, obviamente viendo mi indecisión.


Finalmente asentí y tomé el vaso, dándome la vuelta y saliendo de la cocina. Entré a la
sala de estar en silencio y me acerqué a donde estaba sentado Aro en el sofá. Edward
estaba sentado a su lado y levantó la vista hacia mí, sonriendo y guiñándome un ojo
cuando me acerqué. Yo sonreí y me sonrojé un poco, apartando la mirada de él
rápidamente.

“Aquí está su bebida señor,” dije en voz baja, tratando de hablar con claridad por
respeto. Aro me miró y sonrió, tomando el vaso.

“Gracias, querida,” dijo, asintiendo con la cabeza. Asentí en respuesta.

“De nada, señor.” Di unos pasos hacia atrás y me di la vuelta, volviendo rápidamente a

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la cocina. El doctor Cullen seguía parado allí, bebiendo de su vaso.

“Ves. Eso no fue tan malo, ¿verdad?” Preguntó. Yo negué con la cabeza.

“No, señor,” murmuré. Agarré el resto de la comida y la llevé a la mesa mientras el


doctor Cullen se dirigía a la sala de estar. Di unos pasos en esa dirección, aclarando
mi garganta ligeramente. “La cena está lista,” les dije.

Todos se levantaron y se dirigieron hacia la mesa, charlando entre ellos. Yo sólo me


quedé allí y llevé mi labio inferior al interior de mi boca, mordiéndolo nerviosamente.
No sabía lo que se supone que tenía qué hacer, ya que en realidad nunca había
estado por ahí a la hora de la cena. ¿Se esperaba que les sirviera?

Edward pasó rozándome, inclinando su cabeza hacia mí. “Sólo siéntate y relájate,”
susurró. Le di una pequeña sonrisa y asentí, agradecida por su ayuda y compresión.

Me senté frente a Edward y todos agarramos algo de comida, sirviéndonos nosotros


mismos. Yo sólo tomé un poco, demasiado nerviosa para realmente comer, pero sin
querer parecer maleducada. Sólo empujé de aquí para allá la mayor parte de mi
comida, tomando algunos pequeños mordiscos para aparentar. Seguí mirando hacia
Edward, notando que él estaba haciendo lo mismo. Todos los demás estaban
platicando, pero Edward parecía estar en su propio mundo, perdido en sus
pensamientos.

“Así que, Isabella...” Escuché mi nombre en una voz extraña y el tenedor resbaló de mis
dedos, ya que me sobresaltó. Sonó contra mi plato e hice una mueca ante el sonido,
sintiéndome como una idiota e inmediatamente me preocupé de que mi torpeza fuera a
molestarlos. Volví a recogerlo y levanté la vista, mis ojos de inmediato se encontraron
con los de Edward. Él me miraba con inquietud, obviamente preocupado. Aparté la
vista de él rápidamente, tomando una respiración profunda mientras miraba hacia
donde Aro y el doctor Cullen estaban sentados.

“¿Sí, señor?” Pregunté, mi ansiedad se triplicó al ser abordada directamente. En este


momento sólo quería pasar desapercibida, ojalá hubiera podido ser pasada por alto.

“No tienes porque estar nerviosa querida, te aseguro que no tengo la intención de
causarte daño. Quiero disculparme por las insinuaciones de mi sobrino ayer. A veces
es un poco problemático y le gusta empujar los límites, pero no es una mala persona,”
dijo Aro, sonriendo amablemente. Asentí con la cabeza, pero Edward se rió
misteriosamente y empezó a refunfuñar en voz baja, obviamente sin gustarle la
descripción de Aro sobre James.

“Entiendo, señor,” dije en voz baja. Él asintió.

“Bien. También tenía curiosidad sobre cómo habías encontrado la vida aquí con
Carlisle. He oído hablar mucho de ti a través de los años, tengo que decir que es un

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placer el poder finalmente verte en persona. Ya que escondida como te mantuvieron,
casi me preguntaba si eras sólo un producto de la imaginación,” dijo. Mi ceño se
frunció por la confusión, sorprendida de que hubiera dicho eso. No podía entender
cómo era posible que él siquiera hubiera escuchado de mi existencia, considerando
que mi padre ni siquiera me reconoce.

Miré a mí alrededor brevemente, notando a los tres chicos viéndose igual de confusos.
Edward miraba fijamente a Aro con los ojos ligeramente entrecerrados, su tenedor
suspendido en el aire.

“Eh, los Cullen son amables conmigo, señor,” comencé, confundida. “Me tratan
bastante bien.”

Aro asintió. “Es bueno escuchar eso, aunque nunca lo dudé por un momento. Imagino
que tiene que ser una inmensa mejoría de esa horrible situación en la que creciste en
Phoenix. Si yo hubiera sabido antes que los Swan trataron a su propia carne y sangre
tan duramente, hubiera intervenido y hecho algo yo mismo, pero para cuando Carlisle
lo descubrió y me informó, era demasiado complicado para simplemente intervenir sin
causarte más daño.”

Me le quedé mirando confundida, sin saber de lo que estaba hablando. Sus palabras
no tenían ningún sentido para mí. Sacudí mi cabeza para intentar aclararla, tratando
examinar las cosas.

“¿De qué carajos estás hablando?” Dijo Edward después de un momento, antes de que
siquiera tuviera la oportunidad de ordenar mis pensamientos. El doctor Cullen gimió.

“Cuida tu lenguaje en la mesa, hijo,” replicó el doctor Cullen. Edward rodó los ojos y
Aro se echó a reír.

“Tal vez, he dicho demasiado,” dijo Aro, encogiéndose de hombros. El doctor Cullen
asintió, murmurando “tal vez, y una mierda” en voz baja. Por desgracia, fue más fuerte
de lo que pensó, ya que todos lo escuchamos.

Sin embargo, Aro simplemente se rió. “Ah, en realidad no importa, olviden que lo dije.
Sólo que sepas que me alegro que tú situación haya mejorado.”

Asentí, pero Edward negó con la cabeza. “No, no puedes decir una mierda así y
simplemente decir “olviden que lo dije”. Si sabías que uno de los tuyos estaba
abusando de un niño, independientemente de si era de ellos o no, ¿por qué no hiciste
nada al respecto? Sé como son las reglas de la organización, desapruebas el que
niños sean lastimados por cualquiera de los tuyos, punto.”

Aro suspiró y miró hacia el doctor Cullen, levantando las cejas. El doctor Cullen negó
con la cabeza levemente, mirando hacia Edward. Mis ojos se estrecharon un poco ante
su silenciosa conversación, ya que era evidente que estaban ocultando algo y era

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evidente que tenía que ver todo conmigo.

“Descubrimos su parentesco cuando ella tenía 12 años, más o menos cuando sus
abuelos murieron. Para ese tiempo, en realidad no estaban abusando de ella. Tal vez
la maltrataban, pero estábamos bastante seguros de que en ese momento, no estaba
en verdadero peligro. Nos pareció que sería más perjudicial separarla de su madre de
lo que era permitir que se quedará allí,” dijo deliberadamente el doctor Cullen.

“Sin considerar que,” comenzó Aro. “Charles Swan es apenas uno de los nuestros. Su
padre fue un miembro de la organización hace muchos años y de haber sabido antes
que él a sabiendas estaba maltratando a su propia nieta, lo hubiéramos reprendido
por su comportamiento. Pero no tenemos poder sobre Charles y sus decisiones, ya que
no tiene lealtad jurada hacia nosotros. Hay ciertas reglas que rigen esta vida Edward,
reglas que no puedes simplemente pasar por alto porque no te gusta algo que está
pasando. Los sentimientos personales no pueden anular el código de conducta, y si tú
permites que sea así estás pidiendo una guerra innecesaria.”

Edward se le quedó viendo a Aro por un momento, antes de mirar a su padre. Seguí su
mirada y vi que la atención del doctor Cullen estaba enfocada en mí y que parecía
completamente ajeno a las duras miradas de su hijo menor. Quería preguntar cómo es
que siquiera sabían de mi existencia en primer lugar, pero no creí correcto preguntarles
de esa manera. Toda mi vida, siempre estuve en la sombra, nunca resaltaba lo
suficiente para ser notada por alguien, así que no entendía por qué incluso sabían de
mí como para alguna vez preguntarse sobre mi parentesco. Me aclaré la garganta
después de un segundo, cuando un silencio incómodo comenzó a elaborase en la
mesa.

“Gracias, señor, por su preocupación,” murmuré. Aro asintió con la cabeza.

“De nada, querida.”

Todos terminamos de comer en relativo silencio, la tensión seguía aumentando a pesar


de lo que yo había dicho para ponerle fin. Después de un rato Edward dejó caer el
tenedor y empujó su silla hacia atrás.

“¿Me puedo retirar?” Preguntó. El doctor Cullen dijo que sí y él se puso de pie, saliendo
de la habitación inmediatamente. No estaba del todo segura de lo que pasaba con él,
pero estaba preocupada de que posiblemente yo lo había molestado. Mordisqueé un
poco más de mi comida, mirando hacia el plato de Edward y dándome cuenta de que
casi no lo había tocado.

“El resto de ustedes pueden retirarse cuando hayan terminado,” dijo el doctor Cullen
después de un momento, cuando el sonido de un motor rugió en la casa. Miré detrás de
mí hacia las ventanas y vi que el camión con la caja blanca se detuvo detrás de la
casa. Miré al doctor Cullen y asentí, agradeciéndole en silencio. Me levanté y agarré mi

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plato, extendí mi mano y agarré el de Edward. Los llevé a la cocina y tiré las sobras,
colocándolos en el fregadero.

Me dirigí hacia las escaleras y las subí lentamente, todavía un poco desconcertada
por la atención que había recibido en la cena. Llegué hasta el tercer piso y abrí la
puerta de mi habitación. Me detuve en la puerta, notando a Edward sentado al borde
de mi cama con la cabeza gacha, mientras miraba fijamente el suelo.

“¿Estás bien?” Pregunté vacilante, cerrando suavemente la puerta detrás de mí. Él


levantó la vista hacia mí y asintió con la cabeza.

“Sí,” murmuró, mirándome fijamente. Sonreí levemente, queriendo aliviar lo que sea
que le estuviera molestando.

“¿No te gustó lo que cociné?” Pregunté caminando hacia él. Frunció el ceño ante mi
pregunta.

“¿Por qué crees eso?” Preguntó. Me senté a su lado y me encogí de hombros.

“No lo sé, hoy no comiste nada,” le dije. Él suspiró.

“En realidad no tenía apetito. No tiene nada que ver con lo que cocinaste,” murmuró.
Asentí y me quité los zapatos, subiendo mis piernas a la cama y tumbándome de
espaldas.

Edward se recostó en la cama, apoyándose en sus codos de manera que pudiera ver
mi rostro. Me miró por un momento antes de inclinarse hacia mí y besar mis labios
suavemente. “Ellos están ocultando algo,” dijo en voz queda después de un momento.
“Y eso me molesta.” Yo asentí con la cabeza.

“No sé qué podría ser,” le dije. “No sé siquiera cómo sabían de mí.” Ambos nos
quedamos en silencio y Edward movió su cuerpo de manera que estaba acostado junto
a mí y viéndome a los ojos. Extendió su mano y acarició mi mejilla suavemente con el
dorso de sus dedos. Después de un momento se oyó un golpe en la puerta y Edward
retiró su mano rápidamente, levantándose de la cama de inmediato. Él caminó hacia
la puerta y la abrió, gimiendo.

Me levanté ligeramente y vi a Jasper. Sus ojos se encontraron con los míos y le di una
pequeña sonrisa.

“Hola, Jasper,” le dije. Él asintió con la cabeza en señal de saludo, pasando junto a
Edward y entrando en la habitación. Edward cerró la puerta y se acercó, dejándose
caer de nuevo en la cama junto a mí.

“¿Qué pasa, Jazz?” Murmuró Edward, mientras se recostaba de nuevo y empezaba a


acariciar mi mejilla otra vez. Estaba algo sorprendida de que mostrara tanto afecto
delante de su hermano y lo miré con sorpresa. Él sonrió levemente y se inclinó hacia mí,

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colocando un pequeño y leve beso en mis labios. Me sonrojé y escuché la risa de
Jasper.

“Ustedes chicos, se ven bien juntos,” dijo. Lo miré y vi que estaba sonriendo. Edward
rodó los ojos, pero sonrió con suficiencia. “Como sea, sólo quería ver si sabías de
dónde exactamente vino Isabella, Edward.”

“¿Qué quieres decir? Ella vino de con ese tipo Swan en Phoenix,” dijo Edward, su
atención seguía centrada en mí. Parecía estar apenas consciente de la presencia de su
hermano con las miradas que me estaba dando.

“Sí, ¿pero el nombre todavía no te ha dado la impresión de ser familiar? ¿Charles


Swan? Lo conocemos como Charlie,” dijo Jasper. El ceño de Edward se frunció y
parecía estar considerándolo, pero continuaba acariciando mi mejilla.

“Me parece algo familiar, me pareció así la primera vez que lo escuché,” dijo Edward.
“No sé, me imaginé que tal vez escuché a papá decirlo en algún momento.”

Jasper suspiró. “¿Ayudaría si supieras que el nombre de su esposa es Jane?” Preguntó,


acercándose y sentándose en el borde de la cama junto a mí. El ceño de Edward se
frunció aún más.

“Jane Swan,” murmuró, obviamente tratando de ubicar el nombre. Jasper asintió con la
cabeza.

“Sí, tú sabes. ¿La Jane que vive en Arizona?” Jasper insinuó. La mano de Edward dejó
de moverse de inmediato cuando dejó de acariciar mi mejilla. Su expresión cambió a
una de ira.

“No puede ser,” él dijo. Jasper suspiró.

“Sí, ella,” él murmuró.

Edward se sentó rápidamente, tan rápido que me asustó, y mis ojos se abrieron por la
sorpresa.

Edward metió la mano en su bolsillo y sacó su teléfono.

“Ese hijo de puta, ¿sabía la mierda que su hermana estaba haciendo? Joder, pensé
que él era mejor que eso,” Edward casi gritó, abriendo su teléfono de golpe y
presionando botones mientras se desplazaba a través de los números. Jasper extendió
su mano rápidamente y le arrebató el teléfono a Edward.

“¡¿Qué demonios estás haciendo?! ¡¿Vas a llamar a Alec?!” Preguntó Jasper con
incredulidad. Edward lo fulminó con la mirada.

“Maldición, claro que voy a llamarlo. Joder, quiero saber si él sabía que esa maldita

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hermana demente suya golpeaba a una chica sin ninguna maldita razón,” Edward dijo
con brusquedad, tratando de agarrar su teléfono de nuevo. Su rostro estaba
ensombrecido por la ira y pude ver su mano temblar levemente.

Jasper suspiró y alejó el teléfono de manera que Edward no pudiera alcanzarlo.


“¡Maldita sea! ¿Quieres meterte en problemas, Edward? Sabes que no puedes ir
preguntando cosas así. Y si no te relajas tú solo vas a delatarte.”

Edward gruñó. “¡Cristo, Jasper, no puedes simplemente entrar aquí y decirme que la
maldita hermana de nuestro tío es la perra que la torturaba y esperar que me relaje al
saber esa mierda!” él casi gritó. Mis ojos se ampliaron por la sorpresa y me senté
derecha, mirando de Jasper a Edward.

“¿El hermano de Jane es su tío?” Pregunté con incredulidad. “¿Eso significa que ella es
su tía?”

“NO,” ambos dijeron con rudeza, al mismo tiempo. Di un respingo por el tono de
ambos.

Jasper suspiró. “Nuestra tía está casada con el hermano de Jane. Solíamos escuchar
historias sobre ella todo el tiempo. En Chicago la llaman ‘La loca Janie’.

Asentí y me quedé en silencio, asimilándolo todo. “Devuélveme mi teléfono,” dijo


Edward con calma después de un momento, sosteniendo su mano. Jasper lo miró con
recelo y Edward gimió. “Joder, no voy a llamarlo, Cristo. Sólo quiero mi puto teléfono.
Llamándolo por eso sólo va hacer que la gente sospeche, ahora me doy cuenta de
eso.”

Jasper asintió y le devolvió el teléfono a Edward. Edward lo volvió a deslizar en su


bolsillo y se recostó de nuevo en la cama. Me acosté junto a él y Jasper se disculpó por
interrumpirnos, pero hicimos un ademán con la mano, diciéndole que no tenía
importancia. Edward le dijo que no tenía la intención de gritarle y por suerte Jasper
pareció entender. Él era muy consciente del problema de su hermano con su
temperamento.

Después que Jasper se fue, pasamos cerca de veinte minutos sólo acostados en
silencio, mirándonos el uno al otro con él acariciando mi rostro con suavidad,
finalmente Edward suspiró y se sentó. “Voy a cambiarme. Volveré en unos minutos,
¿está bien?” Asentí y él sonrió, rozando las yemas de sus dedos a través de mis labios
con suavidad antes de salir. Me quedé allí por un momento después que se fue, antes
de levantarme y sacar una pijama de mi cómoda. Me desvestí y me las puse
rápidamente, aventando mi ropa sucia al canasto.

Caminé hacia la cama para subirme de nuevo cuando hubo un suave golpe en la
puerta y se abrió. Edward entró, usando sólo unos pantalones de franela con unos
boxers negros asomándose alrededor de su cintura. Él estaba tan cómodo mostrando

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tanta piel que era casi alarmante. Lo miré fijamente por un momento, apenas notando
el arma en su mano porque estaba concentrada en su pecho desnudo y sus músculos
tonificados.

“¿Preferirías que usara una camiseta? Quiero decir, puedo conseguir una limpia,
considerando que hoy lavaste mi ropa. Por cierto, gracias por eso,” preguntó después
de un momento, cerrando la puerta detrás de él. Levanté la vista a su rostro y vi que me
levantaba una ceja, una pequeña sonrisa de complicidad en sus labios. Me di cuenta
que me había atrapado mirando fijamente su piel expuesta, a sabiendas que me lo
estaba comiendo con los ojos, y me ruboricé. Negué con la cabeza rápidamente, sin
querer que se pusiera una camiseta. Se rió entre dientes y sacudió su cabeza,
alcanzando la puerta detrás de él para poner el seguro. “Sabes que tú tampoco tienes
que usar una,” dijo en broma mientras se acercaba a mí. Lo miré con confusión por un
momento, antes de que comprendiera. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y lo miré
boquiabierta. Él se rió entre dientes y puso la pistola en la mesita de noche,
programando la alarma.

“Ehh…” comencé, nerviosa por su comentario. Sentí mis mejillas enrojecerse por la
vergüenza y aparté la mirada.

“Relájate, tesoro,” dijo en voz baja, subiendo a la cama a mi lado. Estiró su mano y
agarró mi barbilla, atrayendo mi rostro hacia él. Encontré sus ojos y vi el brillo en ellos,
la chispa de felicidad que tanto disfrutaba. Él sonrió y yo le sonreí en respuesta.
“Puedes quedarte con tu camiseta si quieres,” dijo jugando. “Tal vez en otra ocasión.”

“Tal vez,” dije en voz baja. Sus ojos se ampliaron por la sorpresa.

“Ah, así que eres de mente abierta, ¿eh? Excelente,” dijo, sonriendo con suficiencia y
asintiendo. Me reí y encogí de hombros. Era tan fácil ser abierta y juguetona con
Edward. Su presencia siempre me relajaba. “Tengo que admitirlo. Lo espero con
ansias. Pero como sea, estoy agotado. He tenido un día muy largo, así que, ¿qué tal si
dormimos un poco?” Sugirió. Yo asentí con la cabeza.

“Suena bien para mí,” le dije. Él asintió y se paró, caminando hacia el interruptor y
apagando la luz. Volvió y se metió en la cama, atrayéndome a él y lanzando la manta
sobre nosotros. Me acurruqué en su pecho y me apretó con fuerza, besando el tope de
mi cabeza. Dormir con Edward hacía que la oscuridad no pareciera tan solitaria o
molesta. No sabía cómo alguna vez iba a ser capaz de volver a dormir sin él.

“Sogni d’oro, la mia bella ragazza,” murmuró. Sonreí.

“¿La traducción?” Pregunté en voz baja. Reconocí la mitad de ella, pero no estaba
segura de la primera parte. Él se rió entre dientes.

“Dulces sueños, mi chica hermosa,” dijo. Mi sonrisa se hizo más grande y cerré los ojos,
acurrucándome en su pecho. Él era tan cálido, sus brazos reconfortantes.

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“Sempre,” murmuré, recordando la palabra del mensaje de texto. Él se echó a reír, la
vibración de su risa sacudiendo el cuerpo de ambos.

“Efectivamente, sempre,” dijo, con diversión en su voz. Me reí levemente y lo sentí


moverse un poco, descansado su cabeza sobre la mía. Me quedé rápidamente dormida
en sus brazos. Finalmente abrí mis ojos un poco y miré alrededor, teniendo una ligera
sensación de Déjà vu. Pasaban un poco de las 8 a.m. según el reloj de alarma y una
vez más, Edward se había ido. Me sorprendía como podía salirse de la cama sin que lo
notara. Últimamente había tenido un sueño tan inquieto que me sorprendió que ahora
pude dormir en medio de una alarma sonando. Salí de la cama y me dirigí al baño,
salpicando agua en mi cara para despertarme. Volví a mi habitación y me quité mis
pijamas, poniéndome unos vaqueros holgados y una camiseta rosa. Recogí mi cabello
hacia atrás y me dirigí a la puerta, preguntándome si Jasper se quedaría de nuevo hoy
conmigo. Abrí la puerta para salir al pasillo y grité, sorprendida cuando vi el cuerpo
frente a mí bloqueando la entrada.

“Ya era hora de que despertaras,” dijo Emmett con una sonrisa. Sólo me quedé
mirándolo en shock, agarrándome el pecho con mi mano, tratando de calmar y
regularizar mi ritmo cardíaco de nuevo. Él sostenía unos DVD, un tazón de palomitas y
tenía algunas botellas de agua en el hueco de su brazo. Se quedó de pie junto a mí
sonriendo, esperando pacientemente que me recuperara del susto.

“Buenos días, Emmett,” logré decir después de un momento. Él se rió.

“Sí, es un buen día. Ahora, date la vuelta y entra de nuevo a la habitación,” dijo.

Mi ceño se frunció con confusión.

“¿Perdón?” Pregunté tímidamente. Él se echó a reír.

“Dije, vas a entrar de nuevo a la habitación,” él dijo. Yo sólo me quedé allí, atónita, y él
se rió un poco más. Él dio un paso hacia adelante e instintivamente di un paso hacia
atrás. Él encontró gracioso y lo hizo de nuevo, lo que hizo que yo diera otro paso hacia
atrás. Él continuó hasta que ambos estábamos dentro de la habitación, y estiró su
mano detrás de él, cerrando la puerta. Me rodeó y colocó el tazón sobre la mesa en
frente del sofá, sacando un DVD de su caja y acercándose al reproductor de DVD
metiéndolo dentro. Yo sólo me quedé inmóvil, mirando todo conmocionada ya que él
estuvo todo el tiempo silbando para sí mismo. Agarró el control remoto y se acercó al
sofá, dejándose caer y levantado los pies poniéndolos sobre la mesa. Presionó algunos
botones para comenzar la película, agarrando el tazón de palomitas y centrándose en
la pantalla. Se saltó los adelantos y comenzó a comer las palomitas, masticando
ruidosamente. Era bastante desconcertante, ya que era como si estuviera
completamente ajeno a mi presencia y simplemente estaba poniéndose cómodo en mi
habitación. No me sentía incómoda, ya que él no me molestaba, pero era abrumador.
No solíamos pasar tiempo juntos en el mismo lugar.

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“¿Sólo vas a quedarte ahí parada? Porque creo que tus pies puede que se cansen
después de un par de horas,” dijo después de un momento, mirando hacia mí y
alzando las cejas con una sonrisa en su rostro. “Ven aquí y siéntate, toma algunas
palomitas antes de que me las coma todas. Si conoces algo de mí, debes saber que la
comida no dura mucho tiempo cuando estoy cerca.”

Sonreí y asentí con la cabeza, acercándome a él lentamente. Me senté a su lado y miré


a la pantalla, mi frente se frunció cuando me di cuenta que había puesto una
caricatura. Abrí la boca para preguntarle que estábamos viendo cuando él empujó el
tazón de palomitas en mi cara. El movimiento repentino me asustó y di un respingo. Él
se congeló, mirándome con recelo.

“¿Le tienes miedo a las palomitas?” Me preguntó después de un segundo, su tono


completamente en serio. Sonreí, riéndome un poco.

“No,” le dije. Él asintió y empujó más el tazón hacia mí. Tomé un puñado y él sonrió,
retirando el tazón. Empecé a comer las palomitas, mirando la pantalla cautelosamente.

“Eh, ¿qué es eso?”

Él me miró, entrecerrando los ojos. “¿Me estás tomando el pelo?” Dijo. Negué con la
cabeza dudosa y él hizo un sonido con su lengua. “¡Por Dios, no sabes nada de la vida!
¡Es Shrek! ¡Me encanta está mierda!” Dijo, con una sonrisa brillante y volviendo su
atención a la película mientras lanzaba un puñado de palomitas en su boca.

Sonreí levemente ante su naturaleza joven y traviesa, y volví a mirar a la pantalla.


“Supongo que es apropiado,” dije después de un momento. Él me miró brevemente.

“¿Qué es apropiado?” Preguntó.

“El hecho de que estemos viendo caricaturas. Quiero decir, ¿no es eso lo que la gente
suele hacer cuando cuida niños?” Pregunté bromeando.

Su cabeza se volvió rápidamente en mi dirección, sus ojos abriéndose ligeramente.


“¿Acabas de decir un chiste?” Preguntó, sonando sorprendido. Me encogí de hombros y
él empezó a reír, sacudiendo su cabeza. Estiré mi mano y agarré un puñado de
palomitas del tazón, la acción hizo que sonriera ampliamente. Por alguna razón,
parecía estar orgulloso, supongo que feliz de que me estaba relajando a su alrededor.
“Es bueno saber que tienes sentido del humor, pequeña. Estaba un poco confundido en
cuanto a qué demonios vio Edward en ti, para hacer que quisiera estar contigo y esa
mierda, sin ánimo de ofender ni nada, pero creo que ahora puedo verlo,” dijo.

Mis ojos se ampliaron y lo miré horrorizada cuando registré sus palabras. Él vio mi
expresión y se echó a reír. “Eh, no sé… quiero decir, ¿cómo sabes…” Balbuceé,
totalmente asombrada ya que tenía la impresión de que sólo Jasper sabía de ello.

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“No soy tan distraído como él cree que soy. Me doy cuenta que no estoy mucho por aquí
y él y yo no somos tan cercanos como solíamos serlo, pero me gusta pensar que
todavía conozco muy bien a mi hermano. Entiendo porque quiere guardarse esa
mierda, como sé que a veces puedo ser un bocazas. Pero reconozco que es una
situación delicada y que ambos están tomando putos riesgos al hacer lo que sea que
estén haciendo y no voy a soltar la lengua y ponerte en peligro.”

Asentí con la cabeza. “¿Hace cuánto que lo sabes?” Pregunté.

Él sonrió. “Cuando estábamos decorando para la fiesta de Halloween, y


accidentalmente él te llamó perra. La mirada en su pinche rostro cuando lo miraste
furiosa no tenía precio. Dios, él estaba tan jodidamente aturdido y herido, pensé que la
pequeña mierda iba a empezar a llorar.” Hizo una pausa y se echó a reír sacudiendo
la cabeza. “Pero al momento que te dijo que lo sentía, lo confirmó. No lo escuché
decirlo, ya que él trató de disimularlo, pero Rose lo escuchó. Verás, Edward no da una
pinche disculpa por nada, no importa cuán mal esté. Simplemente él no hace esa
mierda. Él podría dispararte por accidente y en vez de decir que lo siente, dice algo
como “bueno, esa mierda apesta”. Simplemente así es él, o supongo que así era. Mi
papá es igual, demonios, si dejas de respirar esperando una disculpa de su parte, él
sólo se sienta ahí y te deja morir antes de murmurar la pinche palabra lo siento. Pero
sí, entonces lo supe. Sabía que el hijo de puta se había enamorado, cuando se
arrepintió de decir la palabra perra y se disculpó por ello.”

Lo miré fijamente, aturdida. “Eh, quiero decir, no sé si diría que él se… enamoró.”
Susurré la última parte, haciéndose difícil incluso el que la palabra dejara mis labios.
El concepto era tan desconcertante e impactante para mí. Sabía en lo profundo de mi
corazón que amaba a Edward Cullen, sin embargo me gustaría poder creer que él
algún día podría amarme de verdad.

“Por favor, chica. Ese imbécil está enamorado. Si eso no es amor, entonces no sé qué
es el amor. Lo tienes dominado. Él ha dejado a todas sus pequeñas golfas y eso es
algo que nunca pensé que vería. El pasatiempo favorito de Edward siempre ha sido
correrse,” él dijo. Mi ceño se frunció con confusión.

“¿Correrse?” Pregunté. Emmett me miró, notando mi expresión desconcertada y


comenzó a reír histéricamente.

“Oh, tan inocente,” dijo, extendiendo su mano y revolviendo mi cabello


juguetonamente. “Ve la película, está buena. Pero pregúntale a Edward que es correrse
cuando llegue a casa, quiero verlo tratando de explicarte esa mierda.”

Asentí vacilante, no muy segura del todo ahora de querer saber lo que significaba. Me
concentré en la televisión y comí un poco más de palomitas. La película resultó ser
bastante buena, y me reí unas cuantas veces. Obviamente, Emmett era un gran fan de
ella, ya que en varios puntos dijo las líneas junto con los personajes. Cuando Shrek

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terminó, Emmett se levantó y puso un segundo DVD, que resultó ser Shrek 2.

Charlamos un poco durante la película, pero en su mayor parte la vimos en silencio,


riendo. Fue muy agradable estar en la presencia de Emmett, solía ser tan intimidante
debido a su tamaño pero me estaba dando cuenta que tenía un carácter gentil y
despreocupado.

Cuando la segunda película terminó, miró su reloj y se levantó. “Tengo que ir a tomar
una ducha. Rose va a salir temprano de la escuela y vendrá aquí para recoger algo.
¿Crees que te las puedes arreglar estando sola por unos minutos? Quiero decir, si no,
puedes venir conmigo. Bueno, no ha tomar una ducha, por supuesto,” dijo, riendo.

Yo sonreí y asentí con la cabeza. “Estaré bien. No necesito que me vigilen como un
halcón, puedo cuidarme.”

Él sonrió. “Está bien. Vuelvo en unos minutos y podemos conseguir algo de comer o
algo así. Esas palomitas no me van a durar mucho.”

“Suena bien,” le dije. Él asintió y salió de la habitación, dejándome sola. Me quedé


sentada ahí por unos minutos en silencio, aburrida. Pensé en tratar de mandarle un
mensaje de texto a Edward pero no sabía cómo hacerlo sin responder a uno que ya
estuviera ahí. Imaginé que tenía que tener a alguien que me lo explicara. Todavía
estaba un poco desconcertada y tratando de lidiar y evaluar con la conversación que
había tenido con Emmett, conmocionada con la idea de que Edward podía estar
enamorado de mí. Quiero decir, Emmett lo sabría, ¿no? Él conocía a Edward bastante
bien y parecía seguro de ello. Pero, ¿por qué Edward no me lo había dicho si era así?
Pero supongo que no tenía derecho a pedir eso, considerando que yo misma aún no se
lo expresaba. Yo no lo había hecho por miedo a asustarlo, pero él tenía que saber que
no iba a asustarme porque me lo dijera. Todavía no me sentía digna de su simple
afecto, el que él me dijera que me amaba me volvería loca.

Después de un rato me levanté, sedienta por las palomitas y mi botella de agua estaba
vacía. Salí de la habitación hacia el pasillo, con la intención de ir rápidamente a la
planta baja por algo de beber. A un metro o menos de la cima de las escaleras me
congelé cuando vi a la persona subiendo las escaleras, un pavor inmenso y miedo
corrieron a través de mí, con tanta fuerza que dejé de respirar por instinto. Lo reconocí
de inmediato, era James. Di un paso hacia atrás, tratando de no hacer ruido y
esperando que no me hubiera visto. Quería volver rápidamente a mi habitación y
cerrar la puerta. No podía saber a ciencia cierta por qué estaba subiendo al tercer piso,
pero la lógica me decía que era la única cosa aquí que le interesaría.

Di un paso, y evidentemente el movimiento captó su atención, porque miró hacia arriba


directamente hacia mí. Mis ojos se abrieron aún más, cuando una sonrisa maliciosa
apareció en su cara. Lo miré a los ojos y vi una chispa que me asustó, una chispa de
ira, rabia y lujuria.

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Él apresuró sus movimientos al subir las escaleras y mi corazón comenzó a latir con
fuerza, esa voz en el fondo de mi cabeza diciéndome que escapara. Di unos pasos
hacia atrás rápidamente y me di la vuelta, casi corriendo hacia mi puerta. Podía
escuchar sus pasos detrás de mí, ya que ahora él también estaba corriendo. Agarré la
perilla y la giré, abriendo y entrando a la habitación. Agarré la puerta y rápidamente la
cerré, pero metió su pie con rapidez antes de que la puerta pudiera cerrarse. La fuerza
con que lo hizo causó que la puerta se abriera de nuevo con fuerza, estrellándose
contra la pared cuando él la empujó. Mi corazón latía violentamente y empecé a
retroceder alejándome de la puerta, mirando alrededor rápidamente por algo que
agarrar, algo con que golpearlo. Consideré gritar, pero tenía miedo de sólo alentarlo
más, sabía que gente como él se excita con mujeres que se defienden verbalmente. Mi
madre me había enseñado eso. Luchar sólo lo hacía peor, pelear sólo lo hace más
violento, y hace que te lastimen más. Me di cuenta por la mirada en sus ojos que era
exactamente lo que quería, podía decir por su expresión que estaba decidido a
obtenerlo de mí. Dio un paso hacia adentro y yo me eché hacia atrás, todavía
buscando frenéticamente alrededor por algo que pudiera utilizar. Cerró la puerta
detrás de él y mis piernas casi se doblaron cuando escuché la cerradura de la puerta
hacer clic cuando nos encerró.

“Mmmm, al fin solos,” dijo en voz baja, quitándose el abrigo y arrojándolo sobre la
mesa cerca de él. Llevaba un traje básico, lo que lo hacía parecer casi respetable como
un hombre de negocios. Pero yo sabía que no era respetable. Él era cruel, peligroso y
malvado, y estaba determinado a obtener de mí la única cosa que no estaba dispuesta
a dar. No era suyo para tomarlo; el doctor Cullen había jurado que era mío y sólo mío
para darlo voluntariamente si así lo decidía. Él iba a hacer conmigo la única cosa que
tenía un miedo terrible de hacer, lo que esperaba nunca tener que soportar. Él me iba a
tratar brutalmente, torturarme para su propio placer retorcido. El hombre cruel delante
de mí estaba aquí para violarme.

Él aflojó su corbata, quitándosela. Se sacó su camisa de sus pantalones, dejándola


colgando. Empecé a hiperventilar, retrocediendo con rapidez, todavía mirando
alrededor frenéticamente. Se dirigió hacia mí y grité, asustada cuando un fuerte ruido
sonó en mi bolsillo empezando a vibrar con un mensaje de texto. Rápidamente metí la
mano, recordando de pronto mi teléfono. Pensé que tal vez podría llamar a alguien con
rapidez, alertar al doctor Cullen o a Emmett, seguramente ellos vendrían a ayudarme.
Lo abrí y empecé a presionar botones frenéticamente, sin tener idea de lo que estaba
haciendo, cuando rápidamente fue arrebatado de mi mano. Él lo lanzó al otro lado de
la habitación y golpeó el suelo con un ruido sordo.

“Mantente callada y compórtate, y no será tan malo,” dijo. “De todos modos, no tiene
ningún caso pelear. Carlisle se ha ido y ese gran idiota está en la planta baja con su
novia, él no está preocupado por ti. Demonios, no eres tan especial. Eres sólo una
esclava, a ninguno de ellos les importas una mierda. Sí, Carlisle podría encabronarse
de que toqué su propiedad, pero lo superará. Le pagaré por ello más tarde, por tus

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servicios. En realidad, demonios, ni siquiera tiene que saberlo. Puede ser nuestro
pequeño secreto. Así que, acéptalo como una niña grande, como una buena chica lo
haría y haz que valga la pena para ti.” Lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas
y retrocedí aún más, mis piernas chocaron con el borde de la cama.

“Por favor, no. No me toque, por favor. Haré cualquier cosa, por favor, sólo no haga
esto,” dije sofocada por las lágrimas.

“Oh, vamos, cosita dulce, no seas así,” dijo, sonriendo. Inmediatamente me di cuenta
que le gustaba que suplicara, eso lo hacía mejor para él. “Tú sirves para ganarte la
vida, es para eso que existes. ¿No te gusta hacer a la gente feliz, complacerlas
haciendo un buen trabajo? Eso es todo lo que tienes que hacer ahora, hacer un buen
trabajo para mí. Complacerme.”

Una canción comenzó a sonar al otro lado de la habitación desde mi teléfono, la


canción que reconocí como la que escuché en la habitación de Edward, ese día. Yo le
había dicho que me gustaba, que me sentía relacionada con ella. Inmediatamente me
pregunté si eso significaba que él estaba llamando, pero no era como si pudiese
ayudarme ahora. No estaba aquí para salvarme. Él dijo que nunca dejaría que algo
así me pasara, pero no estaba aquí para impedirlo. Estaba fuera de sus manos. No
podía depender de él ahora, tenía que encontrar una manera de protegerme.

“Mierda, apuesto a que estás apretada,” dijo, su sonrisa cada vez mayor. “No como esa
última perra Janet. Ella tenía sus beneficios, pero tenía esa mierda demasiado floja
para mi gusto.”

Él avanzó para cerrar la distancia entre nosotros, sus manos bajando cuando comenzó
a desabrochar su cinturón. Me dieron náuseas y contuve la necesidad de dar arcadas
cuando mi cuerpo empezó a temblar del miedo y el asco. Rápidamente me hice a un
lado, esperando conseguir rodearlo, pero no fui lo suficientemente rápida. Él caminó
casi en sintonía conmigo, bloqueando mi paso. Di unos pasos hacia atrás cuando
comenzó a desabrochar sus pantalones.

“De rodillas, chúpalo, compláceme y ponme duro. Y no te atrevas a darme una pinche
mordida o te tumbo todos los dientes,” dijo, con voz casi arenosa por el deseo. Las
ganas de vomitar ganaron en ese momento y volví la cabeza hacia un lado, dando
arcadas secas. Él me agarró del pelo, y tiró de mi cabeza quedando frente a él, su
expresión oscura y enojada. “Joder, ¡basta!, acéptalo como una maldita mujer,” dijo
con dureza. Sacó la pistola de la cintura de sus pantalones, mientras bajaba el cierre,
estirando su mano y colocándola sobre la mesa detrás de mí.

“Y el arma tiene seguro, no podrás dispararla, así que ni siquiera pienses en nada
estúpido perra.”

Mi teléfono empezó a sonar otra vez y él agarró mi cabeza con una mano, tratando con

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fuerza de obligarme a ponerme de rodillas, mientras su otra mano se metió en su
pantalón. Me di cuenta que se me estaba acabando el tiempo, pánico surgió a través
de mí. Ni siquiera me detuve a pensar sobre lo que estaba haciendo, sólo actué por
instinto. Estiré mi mano detrás de mí y agarré la punta del arma, levantándola
rápidamente. Utilicé cada gota de energía y fuerza que tenía y la hice girar,
golpeándolo en la cabeza con el mango. No fue lo suficiente para derribarlo por
completo, pero fue lo suficiente para hacerlo tropezar y hacer una mueca por el dolor.
Era todo lo que necesitaba, una distracción. Sólo pude comprarme algunos segundos.
En el momento que tropezó y me soltó, tiré la pistola al otro lado de la habitación y corrí
directamente hacia la puerta. Él se recuperó rápidamente y comenzó a ir detrás de mí,
sosteniendo arriba sus pantalones y gritando que iba a conseguirlo. Yo ni siquiera
quería saber que quería decir con eso, pero lo que fuera, sabía que no podía
soportarlo. Llegué a la puerta y quité el seguro con rapidez, mi mano yendo hacia la
perilla. Iba a girarla y él me sujetó, una de sus manos subió y cubrió mi boca, ya que
había empezado a gritar por el miedo. Él nos dio la vuelta empujándome con violencia,
y me envió volando hacia atrás. Caí sobre mi trasero y cerré los ojos, tratando de
alejarme de él mientras caminaba furioso hacia mí. Escuché un golpe un poco fuerte y
mis ojos se abrieron de golpe. Pude ver la luz que se filtraba en la habitación desde el
pasillo, indicando que la puerta estaba abierta. James estaba bloqueando mi vista de
la puerta y volvió su cabeza para mirar. De la nada un zapato de tacón rojo apareció
entre sus piernas por detrás de él, conectando con fuerza con sus partes privadas. Sus
rodillas se doblaron y gritó, sus manos se fueron inmediatamente a esa zona mientras
se desplomaba en el suelo. Rápidamente me quité de su camino y mis ojos se
ampliaron por la impresión cuando vi a Rosalie parada allí, con el ceño fruncido y sus
manos en las caderas. Me obligué a ponerme de pie y escapé, corriendo hacia la
puerta. Esperaba que Rosalie me siguiera, pero no lo hizo.

“No es no, pendejo,” dijo, su voz áspera. Hizo su pie hacia atrás y lo pateó con fuerza
en su costado.

Escuché pasos frenéticos y miré al pasillo para ver a Emmett subir corriendo, su
teléfono celular en su oído. “¡Puta madre!” Exclamó, mirando dentro de la habitación.
Sus ojos se abrieron por la sorpresa. “Cristo, bebé, ¿tú hiciste eso? ¡Mierda sí! ¡Esa es
mi chica!”

Rose se encogió de hombros con indiferencia, pero una pequeña sonrisa envolvió sus
labios. Ella me miró, cuando estaba parada en la puerta temblando. “¿Estás bien?”
Preguntó.

Asentí con la cabeza. “Mierda, sí, ¿estás bien gatita?” Preguntó Emmett. “¡Cristo, lo
siento, te juro que pensé que el cabrón se había ido, no sabía que seguía aquí!”

Negué con la cabeza. “Está bien. Estoy bien,” dije, subiendo mi mano y secando mis
ojos. Todavía tenía lágrimas fluyendo.

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Escuché gritos ahogados y miré hacia Emmett para verlo sosteniendo su teléfono lejos
de su oído, haciendo una mueca por el fuerte ruido procediendo de él. “¡Maldita sea,
Edward! Cálmate de una puta vez, él no le hizo daño,” dijo Emmett. Él me miró. “No te
hizo daño, ¿verdad?” Me preguntó en voz baja, sosteniendo el teléfono lejos.

Negué con la cabeza. Le eché un vistazo a James y lo vi sentado, fulminándome con la


mirada. Emmett miró hacia James, su rostro retorcido por la rabia, ahora que el susto
había pasado. “Isabella, entra en la habitación de Edward y cierra la puerta. Rose, ve
con ella. Edward, tengo que irme,” colgó el teléfono, su voz dura y fría. Se puso delante
de mí y yo di unos pasos hacia atrás al pasillo, abriendo la puerta de la habitación de
Edward. Miré de nuevo en mi habitación y vi a Rosalie agacharse y recoger el arma de
James del piso. Ella me dio un vistazo rápido antes de volverse hacia Emmett.

“Yo no voy a ninguna parte, no me trates como una pinche inútil, Emmett,” ella escupió.
Emmett suspiró, pero no discutió con ella, sólo la rodeó.

Cerré la puerta de la habitación de Edward y le puse seguro, acercándome a la cama y


sentándome en el borde. Me mecí levemente, aturdida y aún asustada, sintiéndome
asqueada, mi cuerpo temblando. Casi inmediatamente oí gritos en el pasillo, golpes
fuertes y ruidos. Lleve mis manos a mis oídos, cubriéndolos, sin tener idea de lo que
estaba pasando pero sin querer escucharlo, me quedé ahí sentada mirando fijamente
al reloj en silencio, contando los minutos. Pasaron 3 minutos. Pasaron 5 minutos.
Pasaron 8 minutos. Seguí meciéndome y temblando, mordiendo mi labio inferior
mientras las lágrimas brotaban de mis ojos. Pasaron 16 minutos. 25 minutos. Quité mis
manos de mis oídos, escuchando el silencio. Después de casi 30 minutos, escuché
pasos frenéticos en el pasillo. Alguien trató de girar la perilla de la puerta, pero estaba
con seguro y no había manera de que me levantara y la abriera. Escuché el tintineo de
llaves y quitaron el seguro de la puerta, abriéndola con brusquedad. Levanté la vista y
vi a Edward de pie allí, luciendo desesperado, despeinado, asustado y dolido. Él se
veía como yo me sentía. Se detuvo por un momento, sólo se me quedó mirándome
sentada en su cama meciéndome y llorando, antes de que corriera hacia mí. Él me
levantó rápidamente y se sentó en la cama, acunándome en sus brazos. Él comenzó a
mecerme y acallarme, diciéndome que estaba bien, que todo estaba bien,
disculpándose por no protegerme. Quería decirle que no era su culpa, que él me había
ayudado, que me hizo una persona más fuerte, y si no fuera por él no hubiera tenido el
valor de siquiera tratar de defenderme. Pero no pude. No pude hacer que saliera nada.
Apenas si me acurruqué a él cuando me mecía, mi rostro hundido en su cuello mientras
sollozaba.

“Sabía que algo andaba mal cuando te envié ese mensaje e inmediatamente recibí un
montón de letras desordenadas. Traté de llamar un par de veces, pero no obtuve
respuesta, así que llamé a Emmett y le dije que fuera a verte,” susurró, explicándome
cuando no era necesaria una explicación. Me abrazó con fuerza; obviamente tratando
de hacerme sentir segura otra vez, hacerme sentir protegida.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 427


“¿Está bien?”

Escuché la voz del doctor Cullen y miré hacia la puerta. Mi visión estaba borrosa por
las lágrimas, mis ojos me ardían, pero pude distinguir su expresión y ver la tristeza en
ellos. Él me dio una pequeña sonrisa cuando vio que lo miraba y rápidamente aparté
la mirada, cerrando los ojos.

“Lo estará,” dijo Edward simplemente. “¿Él ya se ha ido?”

El doctor Cullen suspiró. “Sí, Aro lo está llevando ahora al aeropuerto, poniéndolo en
un avión de vuelta a Chicago. Emmett lo jodió bastante, incluso Rosalie consiguió darle
algunos golpes. Escuché que el corte debajo de su ojo, el que necesitó varios puntos de
sutura, fue de Isabella.”

Edward no respondió de inmediato, continuó meciéndome y acallándome. “Lo hubiera


matado,” dijo al fin después de un momento, su voz completamente seria, su tono
severo.

Todo estuvo en silencio por un rato y yo mantuve mis ojos cerrados, acurrucándome en
Edward. Estaba empezando a preguntarme si nos habíamos quedado solos cuando la
voz del Dr. Cullen se escuchó, su áspero y frío tono rompiendo el silencio.

“Yo también lo hubiera matado.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 428


“Se necesita más valor para revelar las inseguridades que para ocultarlas, más
fuerza para relacionarse con la gente que para dominarlas, más “virilidad” para
acatar principios bien pensados más que por reflejo ciego. La tenacidad está en el
alma y el espíritu, no en los músculos y una mente inmadura.”—Alex Karras

Edward cullen

Me deslicé de mi asiento y me acerqué al escritorio de la maestra, tendiéndole mi


examen. Al principio ella me miró sorprendida, obviamente porque había terminado
esa mierda demasiado rápido, pero después de un momento tomó el papel con
cuidado. Ella me dio una sonrisita y pareciera como que estaba a punto de decirme
algo, pero yo le di la espalda y caminé de regreso hacia mi escritorio con indiferencia.
Realmente no estaba de puto humor para seguirle la corriente y hacerla sentir bien
consigo misma por coquetear con ella como si realmente la deseara o alguna mierda.
Solía disfrutar de esas pendejadas, seducir a las maestras sólo por el placer de
hacerlo, pero eso ya me importaba una mierda. No necesitaba coquetear para obtener
buenas calificaciones; yo podía sacarlas fácilmente por mi cuenta usando mi pinche
cerebro.

Me deslicé de vuelta en mi asiento, y saqué el teléfono de mi bolsillo y abrí un juego de


Sudoku para jugar y pasar el tiempo. La habitación estaba en completo silencio
excepto por los sonidos de los lápices chirriando contra el papel y borradores frotando
frenéticamente y por supuesto, los ridículos resoplidos de Tanya. No la llevaba bien con
el silencio, hacía que todo alterara mis putos nervios.

Después de un rato me di por vencido en el juego, porque el silencio y los pequeños,


irritantes y jodidos sonidos estaban rompiendo mi concentración, así que abrí mis
mensajes. Puse el número de Isabella y escribí “espero que tengas un buen día,
tesoro”, presionando rápidamente el botón de enviar. Puse el teléfono en mi escritorio,
imaginándome que le tomaría un tiempo para responder si siquiera se molestara en
hacer esa mierda, y miré alrededor de la habitación. Todos se veían enfocados y esa
mierda, concentrándose con fuerza. Bueno, todos con excepción de Ben Cheney, ya que
él era el otro único hijo de puta en la clase con un cerebro funcionando así que, él
también ya había terminado.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 429


Menos de un minuto después mi teléfono comenzó a vibrar, dándome un puto susto. Lo
tomé rápidamente para que dejara de hacer ruido, sin querer encabronar a nadie, o
hacerlos que la cagaran en sus exámenes por mi culpa. Podía ser jodidamente
generoso y amable cuando quería serlo. Abrí el nuevo mensaje, mi ceño se frunció al
instante que lo vi. “Vorazyvgs”.

Me le quedé mirando por un momento confundido. Al principio pensé que tal vez ella
había golpeado accidentalmente algunos botones estando en su bolsillo, pero
entonces recordé que tenía un teléfono que se abría, así que eso no era posible. No
podía entender esa mierda, pero me estaba molestando. Levanté la vista al reloj,
dándome cuenta que al menos faltaban 20 minutos hasta el final de la clase. No había
pinche manera que pudiera esperar tanto, la espera me iba a volver loco.

Me deslicé para salir de mi asiento y puse el teléfono en mi bolsillo, caminando hacia


el escritorio de la maestra. Me incliné y le sonreí, esa sonrisa mía encantadora cuando
ella levantó la vista a mi rostro.

Sus labios se curvearon hacia arriba y sus ojos se iluminaron al ver mi expresión.
“¿Puedo ir al baño?” Pregunté en voz baja. Ella sólo se me quedó viendo por un
momento, ya que sabía muy bien que tenía una puta regla de ‘nadie jodidos se va de
la sala hasta que todos los exámenes sean entregados’ y tomaría hasta el puñetero
final de la clase para la idiota de Tanya el terminarlo.

“Uh, no sé, Edward…” Comenzó. Mi sonrisa creció un poco más.

“Aww, vamos. No me haga rogar,” le dije, en un maldito tono sugerente como si


estuviera coqueteando.

Se me quedó mirando por otro momento antes de suspirar.

“Está bien,” dijo, rodando los ojos pero sonriendo. Me reí entre dientes.

“Gracias,” le dije, guiñándole un ojo. Me enderecé y me dirigí a la puerta, abriéndola y


saliendo rápidamente al pasillo. Comencé a bajar por el pasillo hacia el baño,
volviendo a sacar mi teléfono y abriendo mis contactos. Encontré el número de Isabella
y rápidamente presioné el botón de llamada, llevando el teléfono a mi oído mientras
me dirigía al interior del baño. Quería escuchar su voz para confirmar que todo estaba
bien, porque esa mierda ya me estaba molestando y tenía una extraña sensación de
que algo estaba mal. Sonó un par de veces antes de que el correo de voz contestara.
Colgué rápidamente y volví a marcar el número. Estaba empezando a entrar en
pánico, esperando que ella la hubiera cagado con él y no pudiera encontrar la manera
de que esa mierda funcionara. Ella estaba en casa con Emmett y ese cabrón no era tan
útil como Jasper y ella no parecía estar tan cómoda con él, así que imaginé que
probablemente no tendría el valor de pedirle ningún tipo de ayuda. Más tarde tendría
que enseñarle cómo hacer que el teléfono funcionara adecuadamente, debí haberle

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 430


enseñado esa mierda antes.

Su correo de voz contestó por segunda vez y colgué. Desplazándome de nuevo por mis
contactos, hasta que encontré a Emmett. Apreté el botón de llamada y sonó dos veces
antes de que mi hermano contestara.

“¿No deberías estar en clase y esa mierda, hombre?” Preguntó inmediatamente. Rodé
los ojos y gruñí.

“Sí, vete a la mierda. ¿Estás con Isabella?” Le pregunté.

“Estoy en casa,” dijo simplemente, sonando jodidamente relajado y despreocupado.

“Sé que estás en la puta casa, pendejo,” escupí, sabiendo malditamente bien que él no
podía irse de la casa porque papá le había dicho que se quedara. “No te pregunte eso,
te pregunte si estabas con Isabella.”

“Caray, Relájate, hermano. Ella está arriba en su habitación,” dijo. Escuché la risa
femenina en el fondo y la reconocí de inmediato como la de Rosalie. Me congelé,
dándome cuenta que él no le estaba prestando ni un poco de puñetera atención a
Isabella porque su maldita novia estaba allí.

“Ella dijo que no necesitaba que la cuidaran, que estaba bien.”

Gruñí con molestia. “Jodido idiota, ¿no te has puesto a pensar que ella no sabe que no
debe quedarse sola? No está contestando mis llamadas y acabo de recibir un pinche
mensaje realmente raro y necesito saber si ella está bien."

Inmediatamente me pregunté si no debería haber dicho eso y haber esperado que él


preguntara por qué carajos la estaba llamando o ella mandándome mensajes, y por
qué carajos parecía tan preocupado porque ella estuviera bien, pero él no cuestionó
mis motivos. “Está bien, maldita sea, relájate. Voy a ver cómo está,” dijo. Había tensión
en su voz y comenzó a toser después que sacó las palabras de su boca. Gruñí, al
darme cuenta que estaba fumando.

“Cristo, Emmett, ¿te estás drogando?” Pregunté con incredulidad. Negué con la cabeza
y comencé a dar vueltas en el baño, irritado y preocupado por ella.

“No estés chingando, hombre. Dije que estoy checándola,” dijo. Hubo una leve
conmoción en su extremo de la línea y lo escuché murmurar “mierda” bajo su aliento,
seguido por algunos ruidos apagados y su respiración aumento. Comprendí que el
cabrón estaba corriendo y mi miedo se incrementó cuando me di cuenta que algo
estaba jodidamente mal. Había estado esperando que me hubiera preocupado sin
motivo, pero ahora estaba seguro de ello, algo estaba sucediendo allí.

“¿Qué coño está pasando, Emmett? ¿Es James?” Pregunté frenéticamente, gritando, sin
preocuparme una mierda si perturbaba algunas clases cercanas. Alguien gritó y me di

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la vuelta para ver algún pequeño novato cabrón entrando, pero el sonido de mi voz lo
hizo pararse en seco. Le di una mirada dura y le arquee una ceja. “¿Qué carajos estás
mirando?” Le espeté. Sus ojos se agrandaron y salió corriendo como la mierda
rápidamente de allí.

“Puta madre,” exclamó Emmett. “Cristo, bebé, ¿tú hiciste eso? ¡Mierda, sí! ¡Esa es mi
chica!”

Mi ceño se frunció cuando me di cuenta que estaba hablando con Rose. Empecé a
maldecir, preguntándome si siquiera estaba checando a Isabella, cuando oí la voz de
Rose en el fondo preguntándole a alguien si estaba bien. “Mierda sí, ¿estás bien,
gatita? ¡Cristo, lo siento, te juro que pensé que el cabrón se había ido, no sabía que
seguía aquí!”

De nuevo me congelé y sentí que el temor y el miedo corrían a través de mí por las
palabras de Emmett. Tenía la puta razón, alguien estaba allí arriba con ella y sabía
exactamente quién era ese hijo de puta. Escuché la voz de Isabella en el fondo
declarar que estaba bien, pero no me lo creí ni por un segundo. Estaba tratando de
aguantar y ser fuerte, pero pude escuchar su voz malditamente temblorosa a través de
la línea. Empecé a gritar en el teléfono, gritándole a Emmett que me dijera qué carajos
había pasado, gritando que iba a matar a ese hijo de puta, gritándole que se
asegurara que ese cabrón no le hubiera tocado un maldito pelo de su cabeza. Estaba
encabronado y rezándole a Dios que no le hubiera hecho daño, que ese cabrón no la
hubiera violado, porque si lo había hecho iba a castrarlo antes de volarle los putos
sesos. Nadie tocaba a mi maldita chica, a menos que quisiera se tocada, y ese pendejo
iba a pagar si lo hizo.

“¡Maldita sea, Edward! Cálmate de una puta vez, él no le hizo daño,” dijo Emmett
mientras yo estaba gritando. Gruñí y continué gritando y maldiciendo, mis
declaraciones probablemente jodidamente incoherentes por mi rabia. Oí pasos que se
acercaban y levanté la vista hacia la puerta de entrada para ver al director entrar con
ese pequeño novato cabrón al que le grité un momento antes. Gruñí con más fuerza,
consciente que la pequeña mierda fue y me acusó por maldita intimidación o algo así.

“Isabella, entra en la habitación de Edward y cierra la puerta. Rose, ve con ella.


Edward, tengo que irme,” dijo mi hermano con voz firme. Me di cuenta que estaba
jodidamente encabronado y empecé a preguntarle qué estaba pasando, tratando de
conseguir alguna maldita información, cuando la línea se cortó.

“¡Mierda!” Grité, sin importarme siquiera que el director estuviera parado a unos pocos
metros de mí, mirándome como si fuera la maldita policía y yo fuera algún criminal que
estaba aquí para ser arrestado. Miré a la pequeña mierda de primer año y mi
expresión debió haber sido intimidante porque él se encogió detrás de la puta figura
de autoridad, supongo que pensando que él podía protegerlo. Pero podría noquear al
hijo de puta sin ningún problema, ya que no me asustaba ni un poco.

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“Sr. Cullen, le agradecería una explicación...” Empezó, tratando de sonar firme pero
sabía que no me intimidaba. Él estaba cagado de miedo por mi padre y sabía
malditamente bien que él nunca se pasaría de la raya conmigo, y correr el riesgo de
tener que enfrentar la ira del doctor Carlisle Cullen. El año pasado me atraparon
drogándome en el estacionamiento de la escuela y él trató de echarme, pero mi padre
se presentó esa tarde para una “conferencia con los padres”. Una maldita
conversación en la oficina del hombre y fue como si esa mierda nunca hubiera pasado,
el director incluso me dio una puta disculpa por agobiarme y causar que faltara a
clase.

“Y me encantaría darle una, de verdad. Joder, no hay nada más que me gustaría hacer
que quedarme aquí y tratar de explicarle esa mierda, pero tengo que llegar a casa. Es
una emergencia,” dije con mordacidad. Puse el teléfono en mi bolsillo y empecé a
caminar en su dirección, los dos se hicieron a un lado para dejarme pasar. El director
se me quedó mirando con la boca abierta, jodidamente atónito por mi rotunda
desobediencia, pero no dijo una mierda mientras pasaba furioso.

Corrí por el pasillo y saliendo por la puerta, sin importarme una mierda que estaba
dejando mis libros en la clase de trigonometría. Me preocuparía más tarde por ellos.
Salí corriendo hacia el estacionamiento y saqué las llaves de mi bolsillo, apretando el
botón para quitar el seguro de las puertas. Rápidamente me deslicé en el asiento del
conductor y encendí el coche, sin molestarme con el puñetero cinturón de seguridad.
Eché el coche en reversa y voló hacia atrás, metiendo rápidamente el cambio con
fuerza y salí volando del estacionamiento, tan rápido que piedras y tierra volaron y
rociaron los putos carros cercanos. Volé por las calles y tripliqué el límite de velocidad,
queriendo llegar a casa tan rápido como fuera posible. Tenía que asegurarme
personalmente que ella estaba bien, tenía que asegurarme que no la había violado.
Volé a través de los caminos y rápidamente llegué al camino de entrada de la casa,
dando un brusco giro y malditamente cerca de fallar y llevarme un árbol en el proceso.
Bajé volando por el camino de entrada y derrapé hasta parar frente a la casa, justo
detrás del Mercedes de papá. Estaba tan furioso, que inmediatamente llevé mi mano
debajo del asiento del conductor por mi pinche arma; fue como por instinto cuando
estaba tan cegado por la ira. Fue lo que sucedió el año pasado con Jacob, cuando volé
su mierda. Fue como si estuviera en jodido piloto automático y ni siquiera me di cuenta
de lo que estaba haciendo. No la sentí bajo el asiento y comprendí después de un
momento que era porque la puta cosa seguía arriba en mi habitación. Gruñí,
preguntándome qué carajos estaba haciendo, ya que no podía sólo irrumpir en la
maldita casa agitando una Glock como puñetero maniático. Bajé del coche y cerré la
puerta con fuerza, corriendo hacia la casa. Abrí la puerta rápidamente y con tanta
fuerza que rebotó en la jodida pared. De inmediato escuché gritos desde el segundo
piso, algunas voces todas mezcladas y sonando enojadas. Eran tan fuertes y
contundentes, que por un momento me aturdieron y me congelé. Levanté la vista y vi a
mi padre bajar las escaleras, con una expresión que indicaba que estaba muy, muy

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enojado. Tomaba profundas respiraciones, las aletas de su nariz se movían al resoplar
por la rabia. Ni siquiera me miró, mantuvo sus ojos enfocados al suelo en un intento de
calmarse a medida que llegaba al vestíbulo y se dirigió directamente a la cocina.
Escuché que las voces enojadas se hacían más fuertes y levanté la vista a las escaleras
para ver a Aro, mis ojos se ampliaron por la impresión cuando vi que él estaba
prácticamente arrastrando a James por las putas escaleras y gritándole cuan
decepcionado estaba. Emmett y Rose estaban detrás de ellos, ambos luciendo
encabronados y gritando. Rose estaba vomitando cada pinche maldición que se le
ocurrió, soltando mierdas de locura como “hijo de tu recontra pinche putísima madre y
pinche pendejo maricón”, y Emmett estaba gritando sobre “cómo iba a romperle el puto
cuello”. Yo sólo me quedé allí, aturdido por la escena que se estaba representando
frente a mí. Rose se acercó a James y le pegó una vez en la parte trasera de su cabeza
con fuerza y jadeé, sorprendido por su maldita valentía, o mierda, tal vez era estupidez.
James se detuvo y se volvió hacia Rose, obviamente encabronado porque le pegara,
pero Aro lo sujetó y lo arrastró el resto del camino por las escaleras. Aro lo empujó a
través del vestíbulo agarrando con su mano la parte trasera de su cuello y lo llevó a la
cocina. Rose y Emmett se detuvieron en el vestíbulo cuando me vieron allí parado, y
finalmente cerré la puerta detrás de mí. Rose seguía maldiciendo en voz alta, pero
Emmett se calló y me miraba con recelo.

“Debí haberla vigilado mejor,” dijo, mirándome directamente. No tenía que darle una
puñetera respuesta; él ya sabía todo lo que tenía que decir. La había cagado y no
había maldita razón para que lo reprendiera por ello, cuando lo había reconocido.
Emmett no lo habría hecho jodidamente a propósito, descuidar su obligación y esa
mierda.

“Sólo nunca dejemos que vuelva a suceder,” dije deliberadamente, alejándome de él


para echar un vistazo en la cocina. James estaba de pie junto a la encimera mirando a
mi padre, que tenía una puta aguja e hilo y estaba cosiendo algo en la cara del
pendejo. Él se veía bastante jodido, pude ver su ojo hinchado y su nariz rota con
manchas de sangre alrededor, su labio partido e hinchado. Su cabello estaba hecho
una mierda y estaba completamente desaliñado.

Sin embargo, no fue suficiente, nada lo era. Ese hijo de puta no debería estar parado
allí, no debería estar respirando. Noté que su maldito pantalón estaba desabrochado y
empecé a temblar de rabia, mi respiración se aceleró. Eché un vistazo a mí alrededor
rápidamente, esperando ver a Isabella. Rose se acercó detrás de mí y suspiró.

“Tú chica está bien,” dijo en voz baja. “Está en tu habitación.” Miré hacia atrás hacia
ella, mi ceño fruncido y empecé a sentir un poco de pánico cuando ella la llamó mi
chica. ¿Cómo carajos sabía esa mierda? Ella vio mi expresión confusa y rodó los ojos.
“No me des esa pinche mirada, no soy idiota.”

Desvié la mirada de ella y suspiré, mirando a mi padre en la cocina. Todos los demás

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ya parecían saber esa mierda, sólo sería cuestión de tiempo antes de que él se diera
cuenta.

Mi padre le estaba diciendo algo a James, hablando en voz baja así que no pude
escucharlo, pero por la expresión de su rostro me di cuenta que no era una mierda
agradable. Aro se paseaba por la habitación, hablando por su celular y viéndose
encabronado. Después de un momento James se rió por lo bajo, alejándose de mi
padre quién estaba tratando de terminar de coser un corte. Estaba seguro que mi
padre no quería hacer esa mierda, pero no tenía puta elección. Él era un maldito
médico y el jefe lo esperaba de él, no importa cuán jodidamente ruin era el pendejo
que estaba herido.

“Esa puta perra lo deseaba, ella lo estaba pidiendo,” James se burló. Sentí la puta
rabia hirviendo cuando sus palabras me impactaron e inmediatamente mis piernas
empezaron a moverse.

“¿Qué coño acabas de decir?” Le grité, dirigiéndome directamente hacia él. Él me miró
y entrecerró sus ojos. Aro me escuchó y dio unos pasos en mi dirección.

“Dije, que ella quería que la follara,” espetó. Tomé velocidad y le salté directamente,
queriendo joderlo por haber dicho esa mierda. Él trató de quitarse del camino, pero mi
papá estaba parado en su camino, bloqueando su huida. Tiré mi puño hacia atrás y le
di un puñetazo en la pinche nariz, con fuerza. Él se tambaleó hacia atrás, chocando
contra la encimera, y le pegué otra vez antes de que Aro me sujetara y alejara.

“¡Maldito mentiroso! ¡Estás jodidamente enfermo!” Grité, mientras Aro me arrastraba al


otro lado de la habitación.

James se enderezó y llevó su mano a la nariz para apretarla, ya que estaba


derramando sangre por su rostro. Mi padre le lanzó una toalla para contener la sangre
de manera que no llegara al piso y lo empujó de nuevo a la encimera con brusquedad,
agarrando la aguja y volviendo a coserlo inmediatamente. Él le clavó con fuerza esa
mierda, de forma deliberada a juzgar por la pinche sonrisa de suficiencia que tenía
cuando James gritó un poco.

Aro me sacó al vestíbulo y me llevó hacia las escaleras. Miré a mí alrededor, notando
que Rose y Emmett se habían ido. “Esta mierda no está bien,” escupí, zafándome de su
agarré. Sacudí mi mano, ya que dolía un poco por haber golpeado con la nariz de
James con tanta fuerza. Estaba encabronado de que ellos sólo estaban parados por
ahí mientras que ese idiota se quedaba allí, prácticamente burlándose de la mierda
que trató de hacer. Aro suspiró, negando con la cabeza.

“Sé que no está bien, mi muchacho. ¿Pero no acabamos de tener una conversación
ayer sobre como los sentimientos personales no tienen cabida en nuestro negocio?
También estoy molesto, sabía que él se interesó en ella pero no pensé que mi sobrino

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hiciera tal cosa y tratara de violar a la niña. Pero más molesto que esté en lo personal
sobre esto, no puedo permitir que se opaquen las reglas. Él le faltó el respeto a tu
padre por tocar su propiedad y él enfrentará las consecuencias por ello, pero no fue
una violación grave, Edward. Ella es sólo una propiedad, el que él la usara no sería
diferente de que él comiera algo del refrigerador de tu padre sin permiso.”

Yo sólo lo miré fijamente, jodidamente atónito y encabronado. “Entonces, ¿ella no vale


más que un puto sándwich para ustedes? ¿Esa pendejada es lo que me estás
diciendo? Oh, a quién carajos le importa si él viola a una chica, ella no es
malditamente especial porque no fue lo suficientemente afortunada como para haber
nacido en una puta familia poderosa. A quién carajos le importa cómo se sienta ella, a
quién mierda le importa si él la trata brutalmente,” le dije con incredulidad. Gruñí,
negando con la cabeza.

“Baja la voz antes de que molestes a tu padre,” dijo con firmeza y en voz baja. Le
entrecerré mis ojos, preguntándome por qué carajos estaba tan preocupado que mi
padre escuchara y negó con la cabeza. “Yo no dije que no valía más que un sándwich,
Edward. Esa chica que esta allá arriba significa para tu padre más de lo que tú
claramente entiendes. Pero nada de eso importa en el mundo de los negocios, dentro
de la organización las cosas son en blanco y negro y tú lo sabes. Sólo porque ella es
más que una simple esclava para él, personalmente, no quiere decir que no sea
simplemente una esclava más en el punto de vista de los negocios. Tienes que
aprender a distinguir entre lo que es personal y lo que son negocios, tienes que
aprender a seguir el código de conducta aquí,” dijo, pegándome con fuerza en la parte
de atrás de mi cabeza, “y no te dejes llevar demasiado por esto,” dijo, pegándome en
el pecho donde está mi corazón. Di un traspié hacia atrás, jodidamente impactado.

“En el momento en que ayer me insultaste en la mesa supe que ella se te había metido
aquí,” dijo, pegándome de nuevo en el pecho. “Y vas a causar problemas si no
empiezas a usar esto,” dijo, golpeándome de nuevo en la cabeza. Agarré su mano,
porque esa pinche mierda dolía.

“Joder, deja de golpearme,” dije con brusquedad. “¿Y qué coño quieres decir con que
es más importante para mi padre de lo que entiendo?” Él sonrió y negó con la cabeza,
obviamente no me iba a decir una mierda. Ya me estaba cansando de todos sus
malditos secretos.

“Sabes que te veo como un hijo, Edward, y siempre te he tratado como si fueras mío.
Siempre he querido solo lo que es mejor para ti. No te estoy diciendo que no dejes
entrar a la niña aquí,” dijo, tocándome levemente en el pecho, “e incluso si hubiera
querido decirte eso, sería inútil, porque sé que ya es demasiado tarde. Lo que te estoy
diciendo es que no dejes que los sentimientos dominen sobre todo lo demás. Tienes
que ser racional. Está bien si permites que el corazón llevé la delantera cuando estás a
solas con ella, pero una vez que salgas en presencia de otros, tienes que permitir que

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esto tome la iniciativa,” dijo, tocando levemente mi frente con su dedo. “¿Entiendes lo
que te estoy diciendo? Necesitas equilibrio querido muchacho. No sé si tu padre ya se
habrá dado cuenta, ya que ha estado bastante agobiado con los negocios y lidiando
con sus propios problemas, pero si sigues así, sólo será cuestión de tiempo. Es como si
lo tuvieras tatuado en la frente, hijo, con la forma tan obvia como estás actuando.”

Gemí y pasé las manos por mi rostro, frustrado. Estaba jodidamente asombrado que él
me hubiera descubierto tan malditamente rápido. Todo se estaba convirtiendo en una
mierda con tanta rapidez. “Mierda,” murmuré, sacudiendo mi cabeza y pasando mis
dedos por mi cabeza.

Aro sonrió levemente. “No te estreses por ello,” dijo, estirando su mano y apretando mi
hombro. “Entiendo que es una chica dulce y estás enamorado. Estás cosas pasan, pero
como bien sabes, algunas personas desaprueban que los nuestros, eh, se unan con los
de su clase. Yo mismo no veo el problema, ya que es evidente que sería difícil que
encontraras a una mujer más leal que alguien como ella. Pero es una situación frágil, y
no una de la que se deba hacer alarde, en especial alrededor de tu padre. Es una
tensión adicional y una complicación que él no necesita en estos momentos. Hay cosas
que no sabes Edward, cosas que me gustaría poder decirte, pero que no estoy en
posición de contarlas. Pero confía en mí cuando te digo, que no es el momento para no
hacer caso a la razón. Te beneficiará enormemente ahora y a largo plazo si puedes
aprender el equilibrio entre el corazón y la mente, y actuar en consecuencia y
apropiadamente en las situaciones adecuadas. Si quieres dale a la chica tu corazón,
pero actúa con lógica y no con las emociones cuando estés cerca de tu padre y quien lo
acompañe. ¿Me entiendes?”

Asentí con la cabeza, vacilante. “Sí, entiendo lo que estás diciendo. Simplemente no
me había dado cuenta cuán jodidamente obvio estaba siendo.”

Él sonrió encogiéndose de hombros. “Uno de los efectos secundarios del primer amor,
nos pones los nervios de punta. Sólo relájate y mantén la calma, y hagas lo que hagas,
sé paciente, jovencito. Es una situación complicada, una en la que tienes que ir con
cuidado. Si juegas bien tus cartas y usas ese cerebro tuyo, no veo razón por la que no
puedas algún día estar con esa chica, si eso es lo que realmente deseas. Pero ahora no
es el momento de exponer su amor para que todo el mundo lo vea, y sobre todo no es el
tiempo para que lo restriegues en el rostro de tu padre. Nunca lo olvides, Quella
destinata per te, nessuno la prenderá*.”

Asentí, sonriendo ligeramente. Curiosamente sentí un poco de alivio que él lo supiera y


al menos aceptara una parte de ello. “Lo intentaré. Aunque, es jodidamente difícil, sólo
sentarte y no hacer nada a veces.”

Él asintió. “¿Te sorprendería saber que tu padre todavía tiene ese problema a veces?
Normalmente es tan juicioso, pero cuando se trata de algo en lo que tiene sentimientos
personales, todavía tiende a reaccionar desproporcionadamente. He pasado años

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tratando de conseguir que reconozca los límites, pero a veces todavía se encuentra
cruzando la línea y siguiendo sus emociones. Eso es lo que lo hace tan impredecible y
peligroso, por lo cual no puede servir para ser el jefe. En eso te pareces mucho a él, no
siempre piensas antes de actuar.”

Hubo un fuerte golpe en la cocina y escuché a mi padre gritar. “Probablemente ahora


es uno de esos momentos con tu padre. Ve arriba y revisa a la chica, ya que estoy
seguro que probablemente está bastante asustada al estar sola. Estoy seguro que tu
padre entenderá y no pensará nada por ello, dado los sentimientos de la familia sobre
el asalto sexual.”

Él se volvió para dirigirse a la cocina y yo me fui por las escaleras, subiéndolas


rápidamente. Cuando llegué al segundo tramo de escaleras empecé a subirlas
corriendo, queriendo verla desesperadamente. Me sentí como un puto pendejo,
quedándome tanto tiempo por allí en la planta baja cuando ella probablemente me
necesitaba. Corrí a mi habitación y traté de abrir la puerta, pero estaba cerrada con
llave. Ni siquiera me molesté en llamar, cuando sabía que no se levantaría a abrir.
Saqué las llaves de mi bolsillo y quité el seguro rápidamente, abriéndola. Mis ojos se
posaron en ella al instante, y sólo me quedé allí, mirándola fijamente por un momento
en un puto trance. Se veía tan asustada, meciéndose suavemente hacia adelante y
atrás, llorando en voz baja. Aspiró con fuerza, tratando de recuperar el aliento de tanto
llorar y me sacó de mi estupor. Corrí hacia ella, sin importarme una mierda la puerta y
rápidamente la levanté en mis brazos. Sólo quería abrazarla, quería que se sintiera
segura. Necesitaba que supiera que nadie iba a lastimarla, que estaba bien. Odiaba
que tuviera miedo en su propia casa, en nuestra puta casa.

La acuné en mis brazos y la mecí suavemente, ya que el movimiento de alguna manera


parecía calmarla naturalmente. Hacía un sonido para acallarla, tratando de conseguir
que sus sollozos disminuyeran, y susurrándole cuanto sentía que esa mierda sucediera.
No estaba herida físicamente, él no había podido violarla, pero joder, se estaba
colapsando en su interior y quería hacerla sentir bien. Estaba divagando con todo lo
que había en mi cabeza, tratando de encontrar algo qué decir para hacerla sentir
mejor. Ella tenía tanto miedo de ser violada, acababa de mirar a los ojos a ese maldito
miedo, se encontró cara a cara con él. Era tan jodidamente fuerte y sabía que justo
ahora, probablemente, no se sentía así, pero lo era. Me disculpé por no estar allí para
ella, por no estar allí para ayudarla, como le había hecho la jodida promesa de que
estaría. Gracias a Dios por la intervención de mi hermano y su novia, pues yo le resulté
inútil cuando ella más me necesitaba.

Ella estaba llorando en mi cuello, agarrada a mí con tanta maldita fuerza que estaba
jodidamente cerca de lastimarme. Pero eso me importaba una mierda. Podría
golpearme, hacerme moretones y sacarme sangre y yo no haría ni una mueca, me
sentaría ahí y lo resistiría si con ello me llevara algo de su dolor. Joder, ella no debería
sentir dolor, punto.

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La apreté con fuerza, esperando que se sintiera a salvo conmigo, esperando que esto
no la hiciera alejarse de mí. Le expliqué que sabía que algo andaba mal por el
mensaje de texto, y cómo le hablé a Emmett. Esperaba que entendiera esa mierda, que
hubiera querido estar allí para ella, que había intentado ayudarla incluso aunque
personalmente fallé en protegerla.

Capté un movimiento en la puerta y levanté la vista para ver a mi padre. Lo miré a los
ojos y él me observó con Isabella por un momento. No estaba preocupado porque
sospechara, ya que sabía que podía hacerme el desentendido. Sólo me quedé allí
meciéndola, haciendo suaves sonidos para acallarla.

“¿Ella está bien?” Preguntó después de un momento. La preocupación era evidente en


su voz. Y supe que realmente quería saber y no sólo estaba aquí por las apariencias.
La cabeza de Isabella se movió rápidamente por el sonido de su voz y ella lo miró. Él le
sonrió ligeramente, y me di cuenta que estaba tratando de consolarla a su manera. Mi
padre no era bueno con la mierda sentimental, no era bueno tratando de hacer las
cosas bien o hacer que la gente se sintiera mejor y animarla. Pero trató de hacer esa
mierda y tenía que darle algo de crédito por siquiera molestarse en subir. Isabella
rápidamente apartó la mirada, volviendo a poner su cabeza en el hueco de mi cuello.
Al instante, la sonrisa de mi padre decayó y se le quedó mirando, una expresión
desconcertada en su rostro. Con certeza, no parecía contento pero había algo más que
eso. Parecía como si de verdad estuviera preocupado por ella y que estaba triste. Yo
estaba tan confundido; no parecía capaz de entenderlo. Ellos estaban ocultando algo
sobre Isabella, eso estaba jodidamente claro como el día. Si las palabras de Aro allá
abajo sobre que Isabella significaba más para mi padre de lo que sabía no revelaron
esa mierda, la expresión de mi padre lo acaba de hacer.

“Lo estará,” le dije, porque era verdad si yo tuviera algo que ver con eso. Y no sólo
estaba hablando sobre el incidente. Estaba hablando en general. Mi chica iba a estar
bien, me iba a asegurar de ello. “¿Él se ha ido?” Pregunté vacilante, esperando como
el infierno que ese hijo de puta no siguiera en la planta baja.

“Sí, Aro lo está llevando al aeropuerto ahora, poniéndolo en el avión de regreso a


Chicago. Emmett lo jodió bastante, incluso Rosalie consiguió darle algunos golpes.
Escuché que el corte debajo de su ojo, el que necesitó varios puntos de sutura, fue de
Isabella,” dijo. Asentí levemente pero me quedé en silencio mientras continuaba
meciéndola, tratando de absorber toda esa mierda. Me sorprendió que ella lo hubiera
herido, que de verdad se hubiera defendido. Estaba orgulloso de ella, mi pecho se
hinchó con satisfacción porque lo enfrentó de alguna manera y lo golpeó con alguna
mierda. Pero rápidamente alejé esos sentimientos, porque no era el puto momento de
sentirse bien por algo. Ella estaba sufriendo y necesitaba estar segura que no estaba
sola, que yo estaba aquí para ella.

“Lo hubiera matado,” dije. Si hubiera sido el que la salvo, hubiera acabado con su

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vida. Aro no hubiera estado feliz al respecto, en especial a juzgar por esa
conversación, personal versus negocios que tuvimos abajo, pero no hubiera sido capaz
de detenerme. Miré a mi padre y vi que su atención estaba fija en Isabella, ya que la
estaba mirando con bastante intensidad. Ella tenía los ojos cerrados y seguía llorando,
pero gracias a Dios se había calmado un poco desde que entré. Estaba tan
concentrado en ella que me pregunté si siquiera me había escuchado decir esa
mierda, pero después de unos momentos respondió.

“Yo también lo hubiera matado.” Mis ojos se abrieron un poco mientras su mirada
permaneció en Isabella por un momento más antes de que metiera su mano y agarrará
el pomo de la puerta, cerrándola. Me quedé sentado en silencio, meciéndola y
acallándola, a medida que escuchaba sus pasos bajar por el pasillo y llegar a las
escaleras. Me estaba dejando a solas con ella, dejándome una vez más a mí tratar de
sanar sus heridas.

Aro tenía razón, era como si tuviera un puto tatuaje en mi frente.

La mecí por otros minutos más, hasta que sus sollozos parecieron disminuir casi por
completo, todavía estaba sorbiendo por su nariz, pero parecía tranquila casi en su
totalidad. “¿Bella, cariño?” Dije en voz baja. “Qué tal si nos acostamos, ¿está bien?”

Ella asintió con su cabeza levemente y me puse de pie, aún acunándola. Me agarró
aún con más fuerza y estaba temblando ligeramente. Me acerqué a la cama y la
acosté en ella con su cabeza en la almohada. Ella se aferró a mí cuando traté de
apartarme y me reí un poco entre dientes. “Me voy a acostar contigo, relájate,”
murmuré. Ella dudó pero finalmente me soltó. Me enderecé y me estiré un poco, ya que
estaba jodidamente adolorido por estar sentado allí, meciéndola, pero no me
importaba, valió la pena. Ella valió la pena. Me quité los zapatos y caminé hacia el
otro lado de la cama y me subí, con los putos vaqueros puestos y mi camisa
abotonada, pero en ese momento me importaba una mierda. Ella se dio la vuelta para
quedar frente a mí y yo estiré mi mano hacia abajo para agarrar el edredón y
subiéndolo encima de nosotros. No lo necesitábamos, la temperatura en la habitación
era confortable, sino un poco caliente, pero pensé que ella se sentiría más segura
cubierta. Su rostro estaba enrojecido y surcado por las lágrimas, sus ojos enrojecidos
por el llanto. Estiré mi mano para apartar algo de cabello rebelde de su rostro y dio un
respingo pero no dejé que eso me molestara. Metí su pelo detrás de su oreja y pasé mis
manos por sus mejillas, limpiando las lágrimas. Me moví un poco para acercarme a
ella, sin querer invadir su maldito espacio personal pero queriendo consolarla con mi
presencia. De todos modos, por lo general parecía ayudarla.

Ella me miró a los ojos por un momento y yo le devolví la mirada. Las lágrimas habían
dejado de fluir, pero parecía completamente agotada, exhausta. “¿Quieres tomar una
siesta?” Le pregunté suavemente.

“No,” dijo, su voz ronca por tanto llorar. “Sólo quiero quedarme aquí acostada por un

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rato.”

Asentí con la cabeza. “¿Quieres que me vaya?” Pregunté vacilante, sin querer
quedarme si ella prefería estar a solas. De inmediato sus ojos se ampliaron y negó con
la cabeza frenéticamente. “Está bien, no te preocupes. Me quedaré. Podemos
quedarnos aquí todo el tiempo que desees. Podemos quedarnos aquí por una puta
semana, si te apetece.”

Ella esbozó una pequeña sonrisa y yo le di una en respuesta. Simplemente nos


quedamos allí, acostados en silencio, contemplándonos el uno al otro. Después de un
momento acerqué mi mano a ella y la pasé sobre su costado y comencé a frotar su
espalda con suavidad. Me movía despacio y vacilante, temeroso de que no quisiera ser
tocada así que estaba midiendo su reacción a ello. Por suerte no parecía molestarle. Se
movió acercándose a mí, después de un minuto o menos. Sonreí y cerré el resto de la
distancia, malditamente cerca de presionar mi cuerpo contra el suyo. Después de un
momento ella acercó su cabeza y presionó su frente contra la mía, cerrando sus ojos.
Levanté mi mano y empecé a acariciar su pelo con suavidad. Podía sentir su aliento en
mi rostro y olía tan dulce que quería probarla, besarla, pero tenía miedo de que fuera
inapropiado. Después de un momento echó su cabeza hacia atrás y abrió sus ojos de
nuevo, mirándome. “Lo siento,” susurró.

Mi ceño se frunció y la miré con incredulidad. “¿Lo sientes? ¿De qué te estás
disculpando?”

“Por ser tan patética y débil. Por derrumbarme de esa forma,” murmuró, rodado sus
ojos y frunciendo el ceño. Suspiré y negué con la cabeza, comprendiendo que mi
suposición era cierta y que ella sentía que no valía nada.

“No eres débil, ni jodidamente patética. Cristo, Isabella, te defendiste. Esa mierda
requirió fuerza y coraje. Tienes todo el puto derecho a estar conmocionada por lo que
pasó, no hay razón para que te disculpes por nada. Lo hiciste malditamente bien,
Ragazza. ¡Y a todo esto con qué lo golpeaste?” Le pregunté.

Ella suspiró. “Con su arma. No pude encontrar nada más y él la puso en la mesa, así
que la agarré y lo golpeé en la cara con ella,” dijo en voz baja, casi sonando
jodidamente avergonzada por ello, pero yo estaba atónito. ¿Le pegó con la puñetera
pistola? El valor que eso requirió, especialmente con su obvio miedo a las armas, era
sorprendente.

“Maldición, eso fue jodidamente valiente,” le dije, queriendo que comprendiera que
estaba contento de que se hubiera defendido. “Estoy orgulloso de ti.”

Sus ojos se abrieron un poco por mis palabras. “¿Estás orgulloso de mí?” Preguntó con
incredulidad. Yo sonreí y asentí con la cabeza, comprendiendo que mi jodido orgullo
era de verdad irrelevante, pero de todos modos quería que ella lo supiera.

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“Demonios sí, estoy orgulloso de ti. Te defendiste, no muchas personas tienen el coraje
de hacerlo,” le dije. Ella se me quedó mirando por un momento antes de sonreír
levemente.

“Lo hice por ti,” dijo en voz baja. En ese momento mis ojos se ampliaron.

“¿Por mí?” Pregunté. Ella asintió con la cabeza.

“Pensé en ti y supe que no podía sólo rendirme ante él, supe que si hubieras estado allí
me hubieras dicho que me resistiera, así que lo hice,” dijo. Sentí que mi pecho se
hinchó ante sus palabras.

“Bien. Porque ningún cabrón toca a mi chica a menos que quiera que la toquen,” dije
con firmeza. Ella sonrió y se sonrojó con ese pinche color entre rosa y rojo tan hermoso.

“Gracias,” susurró. “Por protegerme, porque sabes que me aterra.”

Suspiré, asintiendo con la cabeza. “Ninguna mujer debe ser violada de esa forma. Esa
es una de las cosas que mi madre siempre nos enseñó y se aseguró de que
entendiéramos. Ella solía decir que no importan las circunstancias, no importa la
situación de la mujer, ella siempre debe de mantener el poder sobre su sexualidad.
Ella sabía acerca de todo sobre la esclavitud, la mayoría de los que están en la
organización son dueños de personas y por supuesto ella lo odiaba, pero sabía que no
podía hacer nada para detenerlo. Era demasiado grande, algo muy fuera de sus
manos. Pero una cosa que no pudo aceptar, era que la gente usara a los que poseían
para la búsqueda del placer. Siempre decía que el cuerpo de una mujer era un templo
y nunca deberías entrar sin una invitación. Por supuesto, yo sólo era un puto niño, así
que en el momento no lo comprendí realmente, pero insistió mucho en que recordara
las palabras y capté lo que estaba diciendo cuando era un poco mayor.”

Ella asintió y se me quedó mirando por un momento antes de inclinar su cabeza


lentamente hacia adelante, rozando sus labios en los míos con suavidad. Brevemente
le devolví el beso, pero me aseguré de mantenerlo inocente sin querer que se sintiera
presionada ni nada. Ella se apartó y sonrió levemente, recostando de nuevo su cabeza
en la almohada. “Suena como si ella fuera una mujer buena y apasionada,” dijo en voz
baja. Sonreí y asentí con la cabeza.

“Sí, lo era. Era un tema que significaba mucho para ella. Ella, eh…” Hice una pausa y
pasé mis dedos por mi pelo con nerviosismo. Era un puñetero tema difícil y no era fácil
hablar sobre ello, pero por alguna razón sentía que ella debería saberlo. Quería
compartir esto con ella, ya que era una mierda que nunca había hablado con nadie.
No sabía si en realidad alguna vez alguien le había explicado eso a Alice o Rose,
imagino que sí, cuando ellas parecían entender nuestra postura sobre el tema. Era la
razón por la cual mi padre era tan riguroso sobre el tema, por lo cual él querría matar a
cualquiera que lo intentara bajo su techo. “Mi madre fue, eh… violada,” dije vacilante.

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Sus ojos se abrieron un poco y me miró fijamente. “¿Lo fue?” Preguntó sorprendida.
Asentí, jugando con mi jodido cabello otra vez nervioso.

“Fue cuando era más joven o lo que sea, no conozco los detalles. Pero ella nunca se
avergonzó de ello, no se avergonzaba de llamarse a sí misma una sobreviviente. En
realidad ella nunca tuvo que trabajar porque mi papá tenía mucho dinero, pero pasó la
mayor parte de su tiempo libre ofreciéndose como defensora de las víctimas de
violación, ayudando a las víctimas de abuso sexual a hacerle frente y tratar con ello. A
mi papá no le gusta hablar de eso, pero aun así dona dinero cada año al centro de
violaciones en Chicago en el que mi mamá trabajaba, en su nombre, en honor a su
memoria o lo que sea,” murmuré.

“Wow,” dijo en voz baja, todavía luciendo un poco sorprendida. Asentí con la cabeza y
suspiré. Por un momento nos miramos el uno al otro antes de que la alcanzara y la
atrajera hacia mí, moviéndonos un poco de manera que su cabeza estuviera sobre mi
pecho. Ella se acurrucó junto a mí y la besé en la parte superior de su cabeza.

“Esa es la razón por la que nunca quiero que sientas que tienes que dejar que te toque.
Tu cuerpo es tu templo y no vendré a él a menos que quieras que lo haga,” le dije. Al
momento que las palabras dejaron mi boca me eché a reír, dándome cuenta de cuan
pinche pervertido se escuchó eso. ¡¿No vendré a él?! Cristo, ¿podía ser más
jodidamente idiota? “Sí, eso sonó jodidamente enfermo, no quise decirlo de esa forma,”
dije, riendo y negando con la cabeza. Isabella levantó su cabeza para mirarme y me
miraba confundida.

“¿Qué hay de enfermo en eso?” Preguntó. Gruñí, por supuesto, ella no captó la
connotación pervertida de esa mierda.

“No te preocupes por eso, no es nada,” dije, sacudiendo mi cabeza. Ella estrechó sus
ojos levemente, obviamente sin gustarle mis evasivas.

“Quiero saber,” dijo. Gruñí y cerré los ojos, sabiendo que no podía no explicarle si ella
quería saber esa mierda. Era un imbécil por ella, me tenía envuelto alrededor de su
jodido dedo.

“Cuando una persona tiene un orgasmo, se le dice “venirse”. Se están viniendo, ya


sabes,” tartamudeé.

Ella me miraba con atención, su expresión tan jodidamente seria que me estaba
poniendo nervioso. “Así que cuando dije que no vendré a él, sonó como si estuviera
diciendo que no, tú sabes, no me vendría dentro de ti.” Ella aún me miraba con
confusión y gemí. “Sabes muy poco sobre sexo, ¿no?”

Ella asintió vacilante, luciendo avergonzada. “Quiero decir, sé dónde va qué o lo que
sea...” Murmuró. Yo suspiré.

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“Hay mucho más en ello que meter algo dentro de algo. Se trata de tocar y acariciar,
amar y adorar. Se trata de hacer que la persona se sienta bien. Y, joder… ¿cómo
explico esta mierda? Llega un punto en que todo eso se acumula y empieza a darte
cosquillas, supongo, y entonces te golpea y el más intenso placer que jamás hayas
sentido corre a través de ti. Quiero decir, no es tan fácil de explicar. Supongo que es
más o menos como cuando justo antes de que estornudes, tienes que hacer una pausa
breve cuando se está acumulando en el interior y tú casi te paralizas cuando te golpea.
¿Entiendes de lo que hablo?”

Me sentí como un maldito idiota trabándome con esto. ¿Cómo carajos le explicas un
orgasmo a alguien tan ingenuo sobre todas las cosas íntimas? Afortunadamente, en
lugar de mirarme como si fuera un estúpido, ella sonrió y asintió. “Sí, se siente bien,
como si algo de tensión se liberara,” dijo. Yo sonreí.

“Sí, exacto. Es más o menos así pero multiplicado por mil. Todo tu cuerpo hormiguea y
se relaja, se siente puta madre. Eso es lo que es tener un orgasmo. Y tú no tienes que
hacer todo y tener sexo para tener un orgasmo, puedes hacer eso con sólo tocarte y
acariciarte. Quiero decir, que la gente llama esa mierda de diferentes formas, tener un
orgasmo, o eyacular, o venirse, o correrse o lo que sea, pero todo significa lo mismo.”

Sus ojos se ampliaron y ella se volvió de un puto rojo brillante, desviando la mirada de
mí. Mi ceño se frunció y traté de pensar en qué carajos acababa de decir, esperando
que no hubiera dicho una mierda demasiado vulgar. Estaba tratando de ser delicado
con esa mierda por ella. “¿Isabella? ¿Dije algo malo?”

Ella me miró y sonrió tímidamente. “¿Correrse?” Preguntó vacilante, levantando sus


cejas. Yo me encogí de hombros.

“Sí, algunas personas lo llaman así. ¿Por qué?”

Ella negó con la cabeza, todavía luciendo avergonzada. “Yo sólo… quiero decir,
Emmett dijo eso hoy, me dijo que te preguntara lo que era cuando no entendí,” dijo en
voz baja. Por un momento la miré fijamente impactado antes de gruñir y rodar los ojos.

“Ese cabrón,” dije, negando con la cabeza. “¿Por qué carajos te estaba hablando de
correrse?” No estaba seguro que me gustara la idea de que él, de toda la puta gente, le
diera una charla sexual. Ese cabrón podía ser grosero.

Ella se encogió de hombros. “Dijo que era tu pasatiempo favorito, que nunca pensó que
te vería renunciar a tus chicas y que debes estar…” Comenzó, pero su voz se apagó y
se encogió de hombros, de nuevo desviando la mirada de mí y ruborizándose, viéndose
casi jodidamente asustada.

“Que debía estar, ¿qué?” Le pregunté con curiosidad, preguntándome qué carajos mi
le había dicho mi hermano. Imaginé que si Rose sabía, ese cabrón sabía y quería
saber qué carajos le había dicho a ella que concerniera a nuestra relación.

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“No es importante,” ella dijo rápidamente, sacudiendo su cabeza. Entrecerré un poco
mis ojos.

“Es importante, ¿qué dijo? Quiero decir, sí, me gusta tener orgasmos, se siente bien.
Pero no necesito a ninguna de esas perras para eso, ya no las quiero. Ya te dije que tú
eres la única chica que quiero en mi vida y lo digo en serio. Puedo masturbarme, no me
avergüenzo de esa mierda,” dije de un tirón, mirándola. Sus ojos se ampliaron un poco
por un segundo antes de que sonriera ligeramente con un brillo de curiosidad en sus
ojos.

“¿Tú te masturbas?” Me preguntó dudosa, mirándome inquisitivamente. Gruñí y cerré


mis ojos brevemente.

“Sí, lo hago. Y tú también puedes, esa es la razón por la que te sugerí que te tocaras.
Pero ese es otro tema, estás tratando de desviar mi atención de la cuestión que nos
ocupa. ¿Qué dijo Emmett?" Le pregunté.

Ella suspiró. “No recuerdo,” murmuró. No le creí, ni por un puto minuto, cuando ni
siquiera me miraba.

“Pendejadas,” dije con firmeza. Ella me miró y se congeló, luciendo como un puto
venado encandilado por las luces del coche. “¿Por qué me mientes?”

Ella negó con la cabeza, sólo mirándome con la boca abierta y viéndose como si
tuviera miedo de que estuviera en malditos problemas por mentir. Quiero decir, mierda,
¿qué tenía tanto miedo de decirme? “Eh, él sólo...” Comenzó, suspirando y cerrando los
ojos. “Él dijo que pensaba que tú…quiero decir, porque tú no has estado con otras
chicas, él simplemente pensó que tal vez...”

Me quedé ahí, esperando pacientemente mientras tropezaba con las palabras, todavía
sin decirme lo que el jodido de Emmett le dijo. Suspiré después que se detuvo de nuevo
y estiré mi mano, tomando con mi mano su mejilla para que me mirara. Sus ojos
encontraron los míos y sostuve su mirada por un momento antes de inclinarme y
besarla ligeramente. Inmediatamente sus labios se separaron y mis ojos se ampliaron
cuando sentí su suave y húmeda lengua rozar contra mi labio inferior. Abrí mi boca y
profundicé el beso, sacando mi lengua para mezclarse con la suya. Estaba
sorprendido de que esta vez ella hubiera tomado la jodida iniciativa, ya que era seguro
que no esperaba esa mierda. Continuamos besándonos un poco más, nuestras bocas
moviéndose juntas, lenta pero apasionadamente, nuestras lenguas acariciándose la
una a la otra de forma sincronizada. Era putamente excitante, el sólo besarla. Mi polla
empezó a endurecerse y gemí en su boca cuando sentí su mano en mi nuca,
alborotando mi cabello, despacio y con suavidad. Pasó sus dedos por mis cabellos,
agarrando un puñado y jalando aún más mi cabeza hacia ella. Su respiración era
cada vez más errática e inestable y sentí que sus dedos temblaban. Por un momento
me asusté e iba a apartar mi cabeza, temeroso de que fuera demasiado para ella, que

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después de lo que había tenido que pasar hoy no pudiera soportarlo, pero al momento
que me retiré, ella se aferró con más fuerza y se movió conmigo. Abrí los ojos y mi besó
fue titubeante cuando vi la puta expresión en su rostro. Tenía sus ojos cerrados así que
no podía verlos, pero sabía que si estuvieran abiertos vería el deseo claro como el día.
Estaba escrito en su expresión, enfatizado por su respiración y su temblor. Me
sorprendió y me pregunté si siquiera ella entendía lo que estaba sintiendo, pero era
jodidamente claro para mí. Mi chica estaba excitada.

Extendí mi mano y la coloqué en su cadera y saltó levemente por mi toque, pero no


abrió sus ojos, ni dejó de besarme. Y dejé que mis ojos se cerraran de nuevo,
permitiéndome simplemente sentir las putas sensaciones de su boca en la mía, sus
manos en mi pelo y empecé a frotar suavemente su cadera. Ella empezó a retorcerse
un poco y dejó escapar un suave gemido que se fue directo a mi polla. Me puse más
duro de lo que jamás había sentido antes y rápidamente alejé mi cabeza de ella,
rompiendo el beso. Ella abrió los ojos y se quedó ahí mirándome fijamente, respirando
con pesadez. Yo tenía razón, al momento que esas orbes color chocolate encontraron
las míos, vi esa pinche chispa de lujuria en ellos. Ella parpadeó un par de veces,
luciendo aturdida mientras recobraba el aliento.

Joder, la deseaba, más de lo que nunca había deseado algo. La palpitación en mis
pantalones era casi insoportable, pero ahora sabía que no era el momento de empujar
los límites y explorar, no después de la mierda por la que había pasado. Él no la había
tocado o violado, pero el cabrón la había asustado y necesitaba un tiempo para lidiar
con eso. No quería apresurarla o presionarla, incluso si ella parecía querer ir más allá.

“Tenemos que parar,” dije, recuperando mi aliento. Se me quedó mirando por un


momento y vi un destello de dolor cruzar por su rostro. Parpadeé un par de veces y
negué con la cabeza. “No porque quiera, simplemente nosotros… tú sabes… hoy no,”
murmuré. Después de un momento ella asintió y llevó su labio inferior dentro de su
boca para mordisquearlo, luciendo jodidamente nerviosa. Extendí mi mano y rocé mis
dedos por sus labios, los cuales estaban un poco hinchados por la fuerza del beso. Ella
liberó su labio de sus dientes y sonrió levemente. Le devolví la sonrisa y me incliné
hacia ella, dándole otro pequeño beso.

“Eres increíble,” murmuré, rozando mi nariz a lo largo de la línea de su mandíbula


después de apartar mis labios de los de ella. Suspiró contenta.

Me aparté y recosté mi cabeza en la almohada, estirando mis brazos y envolviéndolos


en torno a ella. La atraje hacia mí rápidamente, apretándola con fuerza. Ella se rodó
hacia su otro costado y se volvió a acurrucar en mí, con su espalda apoyada en mi
pecho y su pelo extendido en la almohada frente a mí. Moví un poco mi cuerpo,
cubriéndola con mi brazo y sujetándola con fuerza, pero apartando la parte inferior de
mi cuerpo, para no presionar en ella mi aún palpitante polla. Eso estaría mal de
muchas formas, a pesar que el puto adolescente hormonal que vivía en mí no quería

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nada más que restregar esa mierda en su pequeño y apretado culo.

La habitación estaba en silencio, siendo los únicos sonidos los de nuestra respiración y
el leve silbido del aire soplando en la habitación desde la rejilla de ventilación en el
techo. Isabella llevó sus manos hacia arriba y cogió el brazo que había envuelto en
ella, tomando una de sus manos y entrelazando nuestros dedos. Levantó nuestras
manos para posarlas en su pecho. Después de un momento sentí su respiración y la
ligera humedad de su boca a medida que rozaba sus labios a través de mis nudillos,
los cuales estaban un poco hinchados y amoratados por golpear a James. Me pregunté
si ella sabía eso, si vio que estaban hinchados y por eso los besaba. Sonreí para mis
adentros y cerré los ojos, inhalando el delicioso olor de su cabello. Era jodidamente
sensual, simplemente yacer con ella, abrazándola.

Nos quedamos allí por un rato, ninguno de nosotros habló o se movió. Su mano libre, la
que no sostenía la mía estaba frotando suavemente mi antebrazo, así que sabía que
todavía estaba despierta. No podía ver su rostro, por lo cual no podía saber cómo se
sentía, si estaba sonriendo o molesta, o lo que sea, pero su silencio me dio curiosidad.

“¿Qué estás pensando?” Pregunté en voz baja, tratando de no hacer tanto ruido porque
la habitación estaba tan silenciosa que la asustaría. Ella saltó un poco, pero su suave
caricia en mi brazo no se detuvo, así que sabía que no la había dado un susto de
mierda.

“Sólo me preguntaba si… eh, no lo sé,” murmuró. “Es una estupidez.”

Mi ceño se frunció por la confusión y mi curiosidad aumento. “Nada de lo que piensas


es estúpido. Puedes decirme lo que sea, lo sabes, puedes preguntarme lo que quieras.”
Suspiró y continuó frotando mi brazo, quedándose completamente en silencio por unos
momentos.

“¿Crees qué...” comenzó, pausando y tomando una respiración profunda. Su mano


empezó a temblar levemente e inmediatamente mi preocupación aumentó,
preguntándome qué carajos la tenía tan asustada. No me gustaba que tuviera miedo
de nada; quería quitarle todas sus putas preocupaciones. “¿Crees que alguna vez
pudieras, eh… amar a alguien… como yo?” Preguntó vacilante después de un
momento, casi prácticamente susurrando la pinche palabra “amar”. Su mano estaba
realmente temblando por los nervios y me congelé, pasmado por la pregunta. No sé
qué esperar que ella preguntara, qué esperaba que estuviera pensando, pero era
seguro como la mierda que no era eso.

“Eh, quieres decir...” Comencé, parpadeando un par de veces y sacudiendo la cabeza,


tratando de aclarar mi puta mente de manera que pudiera sonar coherente. Estaba
sorprendido de siquiera escucharla decir esa palabra. Antes de que pudiera ordenar
mis malditos pensamientos y responder de verdad, ella intervino, su voz sonando un
poco alarmada.

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“Emmett sólo dijo que tú deberías… tú sabes. Pero simplemente olvida que lo pregunté,
¿de acuerdo? Te dije que era una estupidez,” dijo. Obviamente trató de retractarse,
pero pude oír claramente la jodida devastación en su voz. Tomó mi indecisión como
rechazo y no podía permitir eso. Ella acaba de tener las putas agallas de hablar de
amor, un tema el cual yo no ni siquiera había sido lo suficientemente valiente para
traerlo a colación, y me congelé con un maldito gallina.

“Nunca podría amar a alguien como tú, Isabella, porque no hay nadie como tú,” solté
rápidamente. Ella se congeló, su cuerpo levemente tenso. “Esa mierda no sé escuchó
bien, Cristo. Si me estás preguntando si te amo, entonces sí, Isabella, la maldita
respuesta es sí. Joder, te amo.”

Su mano en mi brazo se detuvo y lo apretó, sujetándolo con fuerza. Sentí que todo su
cuerpo tembló levemente y su respiración se entrecortó. “¿Tú… me amas?” Susurró.

Yo suspiré. “Sí. Y tal vez es demasiado pronto para que esté enamorado, pero lo siento
y no puedo negar esa mierda. Ni siquiera sabía lo que era realmente el amor
romántico hasta que entraste en mi vida, pero ahora lo sé. Y espero que eso no te de un
susto de mierda o algo así y no espero que sientas lo mismo, te dije que tomaría lo que
sea que me des,” le dije, sin querer que se sintiera obligada porque yo estuviera tan
involucrado emocionalmente con ella.

“Pero lo hago,” dijo. “Te amo, Edward.”

Al momento que las palabras salieron de sus labios sentí mi puto pecho hincharse, con
más fuerza que nunca antes. Mi corazón latía de manera irregular, y sentía esa mierda
como si fuera a explotar. Los sentimientos eran tan intensos que casi dolían. Recordé
una vez escuchar a mí padre decirle a mi tía Esme, que amó tanto a mi madre que era
físicamente doloroso, pero que era un dolor bueno. Y no entendí lo que quiso decir con
esa mierda, pero ahora lo entendía. Porque tenía un dolor en mi pecho, originándose
justo en el centro de mi corazón, pero no era un dolor malo. Era el dolor más grandioso
que alguna vez hubiera sentido. Era el dolor del puto amor verdadero tan rebosante
que consumía todo, tan intenso que me quitaba el maldito aliento. Después de eso
ninguno de nosotros dijo nada, simplemente yacimos juntos, disfrutando del silencio,
sólo disfrutando el estar jodidamente enamorados. Después de un rato su respiración
se regularizó y me di cuenta de que estaba durmiendo. Le di un pequeño beso en la
cabeza y dejé que mis ojos se cerraran, cayendo en un sueño intranquilo.

Escuché la inolvidable melodía filtrándose en mi subconsciente, las notas repitiéndose


en mi mente y sonando, como un recordatorio constante de esa noche. Era la pesadilla
que venía a menudo. Acababa de aprender a tocar esa canción en el piano y estaba
tan orgulloso. Si hubiera sabido lo que sucedería esa noche, hubiera escogido algo
más feliz, algo con más vida que la marcha fúnebre de Chopin. Me he preguntado
miles de veces por qué tuve que escoger ese día para tocar la maldita marcha fúnebre.
Pero no sabía lo que iba a suceder, no había manera de que pudiera haberlo predicho.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 448


En su momento pensé que tal vez fue mi culpa, que tal vez había traído sobre nosotros
la mala suerte por haber tocado algo tan morboso, tan omnisciente. Era irracional e
ilógico, pero sólo tenía ocho años, demasiado joven para tener que lidiar con esa
mierda.

La melodía se hizo más fuerte en mi mente, burlándose de mí. Podía ver el rostro de mi
madre, su cabello ondulado y ojos chispeantes, esa sonrisa suya tan llena de orgullo.
Era tan jodidamente hermosa, y siempre brillaba tanto que parecía un ángel. Yo era un
niño de mamá, mi madre era mi mundo. La seguía a todas partes, haría cualquier cosa
que ella me pidiera. Mis hermanos siempre salían a jugar, ensuciándose, montando
bicicleta y corriendo por ahí como almas en pena y yo siempre parado junto a la
sombra de mi madre, preguntándole si quería que la ayudara en algo. Pidiéndole que
jugara conmigo. Pidiéndole que practicara el piano conmigo. ¿Qué jodido niño de 8
años tiene a su madre como su mejor amigo? Dios, la amaba. Era tan paciente,
amable, compasiva y tan jodidamente cariñosa. Ella me mimó demasiado con su amor.
Hacía pequeñas cosas como cocinarme galletas y hacerme cocas de cereza, sólo para
mostrarme lo mucho que se preocupaba por mí.

Y esa noche había estado tan jodidamente orgullosa de mí, hablando maravillas sobre
mí. Escuché sus palabras filtrándose a través de la inolvidable melodía en mi mente.
“Mi sole*,” dijo, con voz suave y dulce pero jodidamente radiante de alegría. Ella
siempre me llamó su sole, su sol, porque decía que yo brillaba con tanta intensidad. Yo
era su sol; agregaba calor a su mundo, hacía todo brillante y más fresco.

Ella se estaba riendo, el sonido tan abrumador que casi ahogó esa melodía tortuosa en
el fondo. Su sonrisa era tan luminosa y despreocupada, tan feliz. Era una noche tan
hermosa que ella dijo que caminaríamos a casa en lugar de llamar a un coche para
recogernos, y yo estaba preocupado de que papá se molestara, cuando odiaba
dejarnos sin protección durante la noche en las calles, pero ella insistió en que estaba
bien, que papi entendería. Yo confié en ella, y no discutí. Mamá era una diosa,
infalible. Si ella lo decía, yo lo creía.

Salió de la nada. Imágenes empezaron a destellar en mi mente, tan rápidas y


frenéticas que mi cerebro apenas si pudo seguirlas para registrarlas. Los neumáticos
chirriando. La expresión de puro terror en el rostro de mi madre. Sus voces, tan frías y
crueles, sus palabras tan horrendas. Mi mamá me gritaba para que me fuera de allí.
“¡Corre, Edward! ¡Corre y no te detengas, bebé!” Sus gritos tan fuertes en la noche,
pero no había nadie alrededor que la escuchara. Yo estaba inmóvil, porque era mi
madre y yo no me podía ir sin ella. No me quería ir solo; ella tenía que irse conmigo.
Era su puto sole, siempre bajo su sombra. Tenía que quedarme a su lado, que era
donde pertenecía. Su mirada desesperada cuando me vio que no me movía, el
abrumador miedo de mierda en sus ojos. Joder, en ese momento ella lo sabía, sabía
que era su final. Pero estaba pensando en mí, su hijo menor, su corazón. “Si me amas,
Edward, correrás,” dijo con firmeza, mientras lágrimas se derramaban de sus ojos.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 449


Dudé, cagado de miedo, pero al momento que ella gritó con firmeza, “¡Hazlo!” justo
cuando ellos llegaron a nosotros, di la media vuelta y hui en la dirección opuesta por el
callejón.

“¡Cállala!” Un hombre gritó. Mi madre dio el más aterrador y escalofriante grito que
alguna vez hubiera escuchado, tan inquietante que casi se me doblaron las rodillas.
Mis pasos se tambalearon y me di la vuelta, asustado. ¡Ellos la estaban lastimando,
ellos estaban lastimando a mi madre! ¡Ella era mi mundo y ellos la estaban
lastimando!

La fuerte explosión del disparo rebotó en mi mente y me senté de golpe, gritando.


Rápidamente miré a mi alrededor, jodidamente asustado como siempre. Me di cuenta
que estaba en mi habitación y agarré mi pecho con fuerza, tratando de calmar mi
corazón. Miré a mi lado y vi los ojos de Isabella, estaban abiertos de par en par, su
rostro ensombrecido por la preocupación. Ella estaba preocupada por mí. Dejé que mi
cuerpo volviera a caer sobre la cama y gemí, pasando mis manos por mi rostro. Estaba
sudando y temblando, mi respiración era errática. Me tomé un par de respiraciones
profundas tratando de calmarme y alcancé a Isabella. Esperé que huyera de mí, pero
me sorprendió cuando en lugar de esa mierda volvió a mis brazos, acurrucándose en
mi pecho. Envolví mis brazos a su alrededor y la apreté con fuerza, frotando su
espalda. Se quedó callada, sin presionarme para que hablara, sin pedir una pinche
explicación. Fue tan comprensiva, mucho más de lo que yo merecía.

“Tenía ocho años,” dije finalmente, mi voz gruesa. Sentí que las putas lágrimas ya
empezaban a acumularse y aclaré mi garganta, tratando de detenerlas. Quería decirle
esto ahora, quería que supiera. “Tuve un recital de piano, acababa de llegar al nivel 7
en habilidades. Ya era tarde cuando terminó y mi madre quería caminar a casa porque
estaba tan agradable afuera y ella quería dar un paseo y mirar las estrellas. Siempre
amó la jodida naturaleza y nunca tenía suficiente de sólo disfrutar de la belleza del
mundo. Vivíamos algo lejos y tomamos un atajo a través de algunos callejones. Un
coche se detuvo, un coche negro con vidrios oscuros. Era un puto coche de mafioso, se
podría decir con sólo mirarlo. Ella lo vio y supo esa mierda, no sé cómo, pero lo supo.
Me dijo que corriera, que la dejara ahí y yo no quise. Pero ella me hizo que lo hiciera,
joder, ella me dijo que si la amaba correría. Y la amaba y siempre la escuchaba, así
que corrí.” Ahora las lágrimas caían a raudales por mis mejillas, era inútil luchar
contra ellas. Esas mierdas caían sea que quisiera o no. “Llegué al final del callejón y
ella gritó, y me volví con el tiempo suficiente para ver cómo un hombre le empujaba
una pistola en la boca y apretaba el gatillo. La sangre salpicó la puta pared del
edificio a su lado y ella cayó al suelo con un ruido sordo. Les grité y ellos miraron hacia
mí. Había dos y uno me apuntó con su arma, yo me volví para correr, porque ella me
había dicho que nunca jodidos me detuviera y ya una puñetera vez no la había
escuchado, así es que no lo quería hacer de nuevo. Se escuchó otra fuerte explosión
antes de que pudiera doblar en la esquina y el peor y más abrasador dolor que nunca
había sentido desgarró a través de mí. Pero nunca jodidos me detuve, ignoré el puto

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 450


dolor y la sangre saliendo de mí. Corrí y me escondí detrás de un contenedor de basura
de mierda a unas pocas cuadras de distancia, temblando y llorando por mi madre que
yacía muerta en la puta calle. Finalmente me desmayé, por una combinación de dolor y
pérdida de sangre.”

Hice una pausa para aclarar de nuevo mi garganta y tomar una profunda respiración.
“Al parecer alguien siguió el rastro de sangre que dejé y me encontró. Lo siguiente que
recuerdo es despertar en el hospital viendo a mi padre, viendo la jodida devastación en
su rostro. Él estaba llorando y nunca antes lo había visto llorar. Estaba sentado junto a
mi cama repitiendo “todo esto es mi puta culpa”. Le dije que no fue su culpa, que era la
mía. Quería hacerlo sentir mejor, no quería que se derrumbara. Mi padre era la
persona más fuerte que conocía, entonces, siempre me intimidó con su
comportamiento. Y mierda, era más mi culpa que de él. Joder, yo corrí. Simplemente la
dejé ahí para que muriera, sólo la abandoné. Ella me necesitaba y yo fui el cabrón que
la defraudé.”

Dejé salir un suspiro tembloroso, sin molestarme siquiera en limpiarme las putas
lágrimas o acallar mi llanto. Isabella no me soltó y yo sólo la apreté con fuerza, sólo
sintiendo su jodido calor y vida. No podía perderla. No podría hacer frente a otra
pérdida como la de mi madre. Ella se quedó callada por un rato, su mano acariciando
ligeramente mi pecho. Agradecí el gesto, agradecí su toque. Después de un rato
suspiró y levantó su cabeza para mirarme. Parpadeé un par de veces, sorprendido
cuando vi que su rostro también estaba surcado por las lágrimas.

“Tú no la defraudaste,” dijo. “Hiciste exactamente lo que ella necesitaba que hicieras.”

La miré fijamente por un momento antes de estirar mi mano y limpiar las lágrimas de
sus mejillas.

“¿Y qué fue eso?” Pregunté en voz baja.

Ella me miró a los ojos con intensidad, estirando su mano y limpiando mis mejillas
justo como le había hecho a ella. “Sobreviviste.”

****************
Sole = Sol

Quella destinata per te, nessuno la prenderà = “Nadie tomará al que está destinado
para ti.” (es decir, “el verdadero amor espera”)

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 451


Capítulo 32 Todo estaba dicho
“¿Cómo sucedió que sus labios se unieron? ¿Cómo es que sucede que los pájaros
cantan, que la nieve se derrite, que las rosas florecen, que el amanecer blanquea
detrás de las marcadas siluetas de los árboles en la temblorosa cima de la colina? Un
beso y todo estaba dicho” -- Victor Hugo

Isabella swan
Traducido por Lanenisita
Me incorporé y miré el reloj de alarma que estaba sobre la pequeña mesa, suspirando
un poco para mí misma. Edward cambió su posición un poco, sintiendo mi movimiento,
y murmuró en sueños. Se aferró a mí y yo descansé mi cabeza sobre su pecho, no
queriendo abandonar la calidez y comodidad de su abrazo.

Era por muy temprano por la mañana, poco después de las 5 am según el reloj. Hoy
era Día de Acción de Gracias y yo sabía que todos los chicos estarían en casa a causa
de la festividad, ya que habían estado libres de escuela toda la semana, y el doctor
Cullen tenía el día libre de trabajo. Yo había planeado una gran comida y necesitaba
ir a la planta baja a la cocina para empezar, pero la cama de Edward estaba
demasiado cómoda para salir.

Han pasado un par de semanas desde el encuentro en mi habitación ese día con
James, cuando los amigos mafiosos de la organización del doctor Cullen vinieron de
visita. El resto de su estancia fue de pocos incidentes gracias a Dios y ellos partieron la
mañana del sábado para volver a Chicago. Mantuvieron distancia de mí el resto de la
visita, ninguno de ellos me hablaba o siquiera reconocían mi presencia cuando estaba
cerca. Me trataban como yo estaba acostumbrada a ser tratada por todos en Phoenix,
actuaban como si yo no existiera. Pensé que quizás estaban molestos por culpa mía,
que me despreciaban por lo que pasó con James, pero Edward me aseguró que ese no
era el caso. Él dijo que estaban simplemente tratando de ser respetuosos conmigo por
lo que sucedió, por lo que uno de ellos había tratado de hacerme. Dijo que la mayoría
de las personas de la organización estarían avergonzadas por los actos de James, ya
que en su conjunto, la organización estaba en contra de hacerles daño a mujeres y
niños. Yo no lograba entenderlo muy bien, ya que la mayoría de ellos eran dueños de
esclavas mujeres, así que, en esencia ¿eso no es hacerle daño a una mujer? Él dijo que
no era lo mismo, pero cuando presioné por una explicación, no pudo darme ninguna.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 452


Había tartamudeado en búsqueda de las palabras correctas y terminó frustrado y
diciéndome que “era simple y jodidamente diferente y eso es todo”, lo que sea que
significara. No lo presioné más, solo tomé de sus palabras el hecho que ellos no
aprobaron los actos de James y que estaban tratando de ser respetuosos conmigo. Ese
concepto en sí mismo me desconcertó, sin embargo, no era capaz de captar la idea de
que aquellos hombres alguna vez tendrían motivos para querer ser respetuosos con
alguien como yo. Respeto era un concepto que yo conocía muy bien, ya que me vi
obligada a fingir respeto hacia hombres malos toda mi vida, y entendí que para los
hombres como mi padre y el doctor Cullen recibir respeto es vital para su supervivencia
en su línea de negocios. Pero la idea de que alguna vez me respetaran un poquito a
cambio, nunca pasó por mi mente. Yo era una esclava, ellos me veían como la
propiedad de alguien. La única explicación que se me podría ocurrir era me
respetaban por el hombre al que yo pertenecía. Debía admitir que el resto de hombres
no se parecían ni un poco a James, aparentemente no eran groseros o desagradables.
El resto de ellos eran muy tranquilos y tenían una cierta presencia, una especie de
refinamiento, y una cosa que todos parecían compartir era una admiración común por
el doctor Cullen. Incluso ese hombre, Aro, quién el doctor Cullen indicó que era su jefe,
parecía tener un alto concepto de mi dueño.

Todo el día después de la confrontación con James, lo pasé encerrada en la habitación


de Edward, y nos dejaron solos la mayor parte del tiempo. Dormimos la siesta y me
desperté con el sonido del grito desgarrador de Edward, sorprendiéndome con su
evidente pánico. Él parecía tan asustado, estaba sudando y su cuerpo temblaba. Me
sorprendió, y me senté en la cama, congelada por un momento, completamente
preocupada por él. Él me miró cuando se dio cuenta de que no estaba solo y me acercó
a él, aferrándome a su cuerpo firmemente. Me encontré sobre él y pude sentir su pecho
subir y bajar de forma errática, su respiración inestable. Me aferré a él con fuerza,
preguntándome qué estaba mal con él, pero no queriendo presionarlo para que
hablara. Yo sabía exactamente qué era lo que él estaba sintiendo, teniendo en cuenta
que yo también desperté gritando en la noche, y sabiendo cuán difícil podría ser que
uno se abra acerca de las cosas que nos acechan. Después de un momento, pareció
ralentizar su respiración y empezó a contarme la historia sobre la muerte de su madre,
como él había estado allí y había visto su violenta muerte, atestiguando cómo la vida la
abandonaba. Me contó su conflicto interno, su dolor irracional y la culpa por haberla
dejado en ese momento, por no hacer nada para ayudarla o detenerlo cuando en
realidad él no podría haber hecho nada. Estaba indefenso y no era culpa suya, era
sólo un niño en ese tiempo. No me podía imaginar el dolor con el que había tenido que
vivir a través años, enfrentando lo que vio y experimentó. Yo había visto gente morir,
visto como su luz se apagaba, pero jamás se me había permitido tener un apego
emocional con cualquiera de ellos. Estaba claro que la madre de Edward había sido su
mundo entero en ese entonces, así que ver lo que más te importaba, desaparecer justo
enfrente de tus ojos, era inconcebible para mí.

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Empecé a ver realmente cuanto Edward y yo podríamos relacionarnos mutuamente en
ese momento. Los dos habíamos sido perseguidos por cosas por las que no podíamos
hacer nada para detenerlas, ambos impotentes ante el dolor emocional y mental
infligido hacia nosotros. Los dos habíamos derramado sangre y enfrentado a la muerte
y ambos habíamos sobrevivido, aunque los dos estábamos un poco rotos por dentro a
causa de aquello. Edward y yo éramos tan diferentes por fuera, vivíamos en mundos
completamente diferentes, pero aun así, éramos muy parecidos por dentro. Me recosté
en sus brazos y me aferré a él, llorando mientras me contaba sobre la muerte de su
madre. Lloré por el final de su vida, lloré por su miedo y dolor en esos momentos
finales, cuando sabía que era el fin. Y lloré por él, por su inmensa pérdida y su dolor,
tanto emocional como físico. Yo quería que él viera que no le había fallado, que no
había sido una decepción. Que había hecho exactamente lo que ella necesitaba que
él hiciera. Ella tenía que saber que él estaría a salvo, que había sobrevivido, que había
avanzado y estaría bien en la vida sin ella. Porque es así como las madres son con sus
hijos, incluso a mi propia madre. Ellas tienen esperanza por el futuro de sus hijos,
incluso cuando ellas mismas no tengan un futuro por delante.

Y el ver las lágrimas de Edward dolía, al verle llorar y sentir tal dolor, eso rompió mi
corazón. No quería estuviese herido, no quería que estuviese roto. Edward siempre me
había parecido tan fuerte. Ver sus lágrimas había roto ese último pedazo de la pared
que yo había mantenido en torno a mi corazón, la última pequeña defensa en la que
me había protegido.

Nos pasamos el resto del día durmiendo y acurrucándonos, solo estando juntos en la
tranquila habitación. Él me estaba dando tiempo y yo aprecié muchísimo su paciencia.
Yo había estado preocupada por lo que el doctor Cullen podría pensar sobre nosotros
estando allí juntos, pero Edward me aseguró que debido a sus antecedentes en el tema
de la violación, su padre en realidad no lo cuestionaría. Él había abandonado la
habitación dos veces, una para tomar algo de comer, y la segunda vez para recuperar
sus libros, ya que uno de sus compañeros de clase al parecer había pasado por la
casa dejándolos para él. Evidentemente, en su apuro por llegar a casa para ver cómo
estaba, él había dejado todo en su salón en la escuela.

A la mañana siguiente nos levantamos y finalmente salimos de la habitación, los dos


regresando a nuestra realidad. Él fue a la escuela y yo intenté salir adelante, tratando
de dejar el incidente detrás de mí. James se había ido y yo estaba segura, no había
razón para mí en revolcarme o permanecer en el miedo que había causado. Tenía que
ser fuerte y seguir adelante, no podía permitir que él me quebrara. No podía permitir
que él tenga ningún poder sobre mi vida. Suficiente gente ya me controlaba, no
necesitaba que él fuera otro. Yo tenía muy poca libertad de decisión, pero una decisión
que yo podría tomar era cómo iba a reaccionar a lo que él había tratado de hacer.
Podría haberme forzado a esconderme en mi caparazón, pero él no lo valía.

Volvimos a la rutina después de ese día. Antes de que saliéramos de su habitación esa

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mañana, Edward me informó de que íbamos a tener andarnos con cuidado en torno a
su padre, y me aseguró que yo tenía su amor y que nada iba a cambiar eso. Me dijo
que no tome su comportamiento alrededor de otros para indicar sus verdaderos
sentimientos hacia mí. Me hizo prometer que yo siempre tenía que recordar que - no
importaba lo que pueda ser dicho o hecho en compañía de otros- yo tenía que recordar
que la verdad era que él me amaba con todo su corazón. Dijo que debíamos ser
cautelosos, y yo comprendí completamente eso, pero tampoco podía mentir y decir que
los primeros incidentes no fueron desalentadores.

Él actuó desligado de mí, completamente desinteresado. Y era porque yo lo amaba


completamente, que me dolía ver tanta indiferencia de su parte. Me decía
continuamente que esa no era la forma en que realmente sentía, y aunque mi mente lo
comprendía, mi corazón todavía lo tomaba como algo personal. Le devolví la
indiferencia, lo que no fue difícil para mí, ya que yo estaba acostumbrada a reprimir
mis pensamientos y sentimientos frente a otros. Después de unos días se hizo más fácil,
pero aún no era algo que me gustaba hacer o experimentar. Deseé que nosotros
pudiésemos ser solo nosotros, que pudiésemos estar juntos y ser felices, pero sabía que
simplemente eso no era posible. A menudo me encontraba a mí misma preguntándome
si alguna vez sería posible y aunque tenía la esperanza, una parte de mí realmente lo
dudaba y me preguntaba si tal vez, yo solo estaba poniéndome en la línea de fuego
para mi total destrucción. Sin embargo, era demasiado tarde para cambiar el rumbo o
volver. Había tomado un camino y no lo haría de ninguna otra manera, tenía que
enfrentar cualquiera de las consecuencias que se me presentaran y que valdrían la
pena al final, por el hecho de experimentar el amor de Edward.

Y cuando estábamos solos, era muy fácil ver que Edward Cullen verdaderamente me
amaba. Era tan abrumador, la idea de que una hermosa criatura honestamente
pudiese estar enamorado de mí. Pero él me lo decía frecuentemente y cada vez esas
palabras traían lágrimas a mis ojos, y lo demostraba con sus acciones cuando no
había nadie alrededor. Me trataba tan tierna y afectuosamente, como si de veras yo
fuese un tesoro para ser adorado. Era tan amable y paciente, tan comprensivo. Era un
hombre tan hermoso y me sentí muy bendecida por conocerlo, por tenerlo en mi vida.

Permanecí por unos pocos minutos en cama con Edward, solamente admirando su
rostro pacífico. Cayó en un sueño profundo después de un momento y empezó a roncar
suavemente, lo que me hizo reír un poco. A veces, hacía los más graciosos ruidos
cuando dormía. Yo podía tener, incluso conversaciones completas conmigo misma en
mi sueño, ocasionalmente; pero Edward gemía y gruñía y murmuraba toda la noche.

Todavía nos las arreglábamos para dormir juntos casi cada noche, uno de nosotros
silenciosamente colándose en la habitación del otro en la mitad de la noche. Las
primeras noches después de que las visitas del doctor Cullen se marcharan, nos vimos
obligados a mantenernos alejados durante las noches, ya que el doctor Cullen no
había apagado todavía las cámaras en los pasillos y no teníamos ninguna razón

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lógica para permanecer en la habitación del otro por las noches, por si él lo hubiese
observado y visto en el sistema de vigilancia. Y ninguno de nosotros realmente pudo
conciliar el sueño aquellos días, porque nos habíamos acostumbrado a tener al otro
en la cama, así que dormir solo casi parecía mal.

Y dormir con Edward era celestial. Realmente nunca me tocó, con la excepción de
sostener mi mano y besarme, y tal vez un roce ocasional en la espalda o acariciar mi
cabello, pero era íntimo de su propia manera. Para ser sincera, no tenía miedo de que
él me tocara, ya que cuando me besaba podía sentir mi cuerpo reaccionar a él por su
propia cuenta, y sentía mucha curiosidad acerca de esto, queriendo explorar más. Pero
era muy tímida como para decir algo. Sabía que yo no estaba lista para tener sexo con
él y no sabía cuándo o si alguna vez lo estaría, pero él me había dicho que podía
hacerlo solo tocándome y eso me intrigó mucho. ¿Podría yo tocarlo y hacerlo sentir
bien, así como las otras chicas lo hicieron sentir? No me hizo sentir como si tuviese que
hacerlo, pero yo quería. Lo amaba tanto y su felicidad significaba mucho para mí. Yo
quería hacerlo feliz, quería hacerlo sentir bien. Me decía a menudo lo bien que yo lo
hacía sentir por dentro, pero, ¿podría hacerlo sentir bien por fuera también? ¿Querría
que yo hiciera eso? Sin embargo, no tenía idea de lo que estaba haciendo, no tenía
idea de cómo una debería tocar a un hombre para hacerlo sentirse bien y me sentía
muy avergonzada de preguntarlo.

Cambié de posición un rato después, alejándome un poco de Edward, asegurándome


de no molestarlo o despertarlo, y salí de la cama. Me estiré rápidamente para soltar un
poco el cuerpo y enfocar mis ojos para ver a mi alrededor. Edward siempre mantenía
las persianas cerradas y tenía las cortinas más gruesas que jamás había visto en mi
vida, así que, si el sol estaba saliendo allí afuera, la habitación todavía estaría
envuelta en oscuridad.

Maniobré mi camino a través del desorden, ya que él todavía no me había permitido


limpiar su habitación realmente, mi pie fue atrapado por uno de sus libros que estaba
abierto muy cerca de la puerta de la habitación. Tropecé hacia adelante, casi
perdiendo el equilibrio, pero por suerte me pude recuperar rápidamente. Gruñí en voz
baja, casi por debajo de mi aliento, agachándome y frotando mi pie en el lugar donde
me había golpeado. Miré a Edward para asegurarme que la leve conmoción no lo
hubiese molestado, y vi los cobertores moverse de posición mientras él se movía un
poco, pero aun así seguía dormido. Tomé el pomo de la puerta y la abrí muy despacio,
saliendo al pasillo. Cerré la puerta detrás de mí y me colé en mi habitación, abriéndola
la puerta y escurriéndome en su interior. Me quité mi pijama y la dejé en mi cesto de
ropa, tomando unos pantalones de color caqui y una camiseta marrón para luego
ponérmelos. Fui al baño y lavé mi rostro, cepillando mi cabello y acomodándolo hacia
atrás, tratando así de hacerme ver decente.

Salí de la habitación y caminé hasta las escaleras, bajándolas rápidamente pero sin
hacer ruido. La casa estaba en silencio y a oscuras en su totalidad e imaginé que los

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cuatro estarían dormidos ya que era una ocasión especial. Honestamente, no estaba
segura de ello, ya que esa era mi primera festividad en la casa de los Cullen. Todo lo
que se me dijo fue que ellos se quedarían en casa y descansarían, y el doctor Cullen
me dijo que preparara la cena de Acción de Gracias tal y como era en la casa de los
Swan. Yo había ido a la tienda de comestibles la noche del viernes pasado con Emmett
para conseguir algunos víveres y lo necesario para la cena de hoy, ya que Edward
había estado fuera de Forks por su partido de fútbol. Era, al parecer, su último juego
del año, ya que ellos habían perdido y quedaron fuera de los playoffs. Jasper había
asistido al juego con Alice, y Rose estaba castigada así que Emmett se ofreció como
voluntario para el trabajo. La compra de comestibles con él, fue una experiencia
completamente diferente que hacer las compras con Edward. Edward era mucho más
pasivo y reservado cuando compraba, tomando solo lo usual y manteniéndose fiel a los
productos que conocía, en cambio Emmett era mucho más entusiasta con el trabajo.
Escudriñaba cada pasillo y chequeaba cada paquete y señalaba cada cosa,
proclamando en voz alta cuan increíble era cada una y cuan necesario era que las
probemos. Aquello fue algo casi vergonzoso además de ser una gran distracción para
mí ya que perdí el enfoque y olvidaba lo que estaba haciendo cuando él gritaba en voz
alta desde el siguiente pasillo acerca de algo que quería. Un par de veces me eché a
reír, casi al borde de las lágrimas, cuando Emmett había aparecido por la esquina con
un sus brazos llenos de comida chatarra, sonriendo alegremente, casi saltando de la
alegría. Terminamos con dos carritos enteros con comida y una cuenta a pagar
escandalosa, algo por lo que el doctor Cullen no estaría completamente feliz. Él podía
pagarla, por supuesto, pero dijo que era el hecho lo que estaba mal. No podía entender
por qué Emmett necesitaría cuatro sabores diferentes de helado, tampoco pareció
entender la explicación de Emmett sobre la importancia de comprar ambas clases de
pretzels, los lisos y los curvos. El doctor Cullen se limitó a sacudir su cabeza y decir que
aquella era la primera y la última vez que él haría esa tarea, que Emmett estaba
desterrado para siempre de hacer las compras de comestibles.

Llegué al vestíbulo y me dirigí a la cocina, prendiendo la lámpara del techo ya que


estaba aún muy oscuro. Muy rara vez estaba aquí abajo tan temprano en la mañana,
ya que usualmente no me despertaba cada mañana hasta que el sol haya salido por
completo. La luz era brillante y molesta, así que de manera inesperada hice una mueca
y me moví hacia atrás rápidamente. La luz lastimó mis ojos y parpadeé un par de
veces, tratando de ajustar mi visión una vez más. Caminé hasta el refrigerador muy
despacio, abriéndolo y tomando el pavo que estaba en el fondo del mismo. Estaba muy
pesado por lo que gruñí cuando lo tomé, dejándolo sobre el mostrador. Saqué el pan
tostado de la alacena y empecé a dejar el pavo listo para meterlo al horno. Acción de
Gracias era una de las comidas con la que yo me sentía confiada, ya que había
ayudado a prepararlas desde que tuve la edad suficiente como para alcanzar los
mostradores. El primer Día de Acción de Gracias con Charles luego que los Swan más
viejos murieran unos años atrás, recibí una paliza bastante fuerte debido a que la hora
de la cena había llegado y el pavo no estuvo listo sino hasta después de 20 minutos de

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lo que Charles lo quería. Desde ese día, me volví muy buena en los tiempos de cocción
de las cosas, asegurándome que la comida estuviese siempre perfecta y a tiempo.

Cuando el horno se había precalentado lo suficiente y el pavo estaba listo, lo deslicé


dentro del horno. Empecé a tomar cosas del refrigerador y de la alacena, con el fin de
preparar la salsa de arándanos, y el pastel de calabazas hecho en casa, y empecé a
mezclarlo todo y dejarlo listo para luego. Abrí la puerta del refrigerador y busqué con
la mirada los huevos, mis ojos se abrieron ligeramente cuando vi que no había ninguno
en el lugar donde usualmente están. Emmett me había ayudado a guardar los
comestibles, o al menos lo había intentado, por lo que esperaba que quizás, los haya
puesto en el lugar equivocado. Me agaché un poco y comencé a apartar cosas,
empezando a entrar en pánico un poco cuando no los encontré escondidos detrás de
ninguna cosa. No había manera posible que yo pudiese hacer la cena sin los huevos,
ellos eran en definitiva, esenciales. Empecé a sacar cosas fuera de mi camino,
buscando de manera frenética, sabiendo que los huevos tenían que estar allí en algún
lugar. Traté de volver mentalmente y recordar si los habíamos comprado en la tienda
de comestibles ya que los huevos eran siempre importantes y yo no los hubiese
olvidado, pero Emmett me tenía tan desenfocada y distraída que a duras penas podía
recordar la mayoría de las cosas importantes.

Me di cuenta después de un momento que mi búsqueda era infructuosa, ya que había


movido casi todo al menos tres veces y simplemente los huevos no estaban allí. Debo
de haberlos olvidado en la tienda. Gemí en voz alta para mí misma, moviendo mi
cabeza. “¡Mierda!”, mascullé lo suficientemente fuerte, jadeando de inmediato en
cuanto me di cuenta de la palabra que había escapado de mis labios. Escuché una
leve tos detrás de mí y rápidamente me volteé, dando la vuelta tan rápido que me hizo
sentir mareada y casi me hace caer. Me agarré de la puerta del refrigerador para
estabilizarme, entrecerré los ojos en la oscuridad. Pude ver una forma de pie en las
sombras y me di cuenta que quizás haya sido atrapada diciendo groserías. Cuando el
mareo disminuyó, mi visión ajustó mi mirada en el doctor Cullen. Él estaba de pie en la
puerta de la cocina, con sus brazos cruzados sobre su pecho. Estaba vestido de
manera muy casual, con unos pantalones claros y una camiseta polo negra. Su cabello
estaba ligeramente húmedo por la ducha, haciendo verlo un tono más oscuro que su
brillante color rubio, estaba peinado hacia atrás. Me quedé viéndolo por un momento
con los ojos bien abiertos, mi corazón latiendo de manera errática, él me miro de
vuelta. Estaba empezando a entrar en pánico un poquito, ya que no sabía por cuánto
tiempo él había estado allí y no estaba segura si me había escuchado en realidad.
Esperaba que no, ya que no estaba segura como reaccionaría si me escuchaba
diciendo una mala palabra.

“Yo, eh…” Empecé de manera nerviosa, mirando con recelo. No estaba segura qué
decirle, o el por qué él estaba allí de pie.

“¿Mierda?” él preguntó, alzando sus cejas hacia mí. Sentí pavor en ese momento,

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percatándome que, de hecho, sí había escuchado lo que yo había dicho.

“Lo siento, señor, yo no quise decirlo. No me di cuenta lo que estaba diciendo, solo se
me escapó” dije rápidamente. Él negó con su cabeza y sonrió.

“Está bien” dijo él, encogiéndose de hombros. Mis ojos se abrieron por la sorpresa,
atónita de que a él pareciera no importarle. Él se rió de mi expresión. “¿Qué?
¿Pensabas que estabas en problemas por eso?” él preguntó.

Yo asentí levemente. “Es decir, bueno, yo nunca había dicho una palabra como esa
antes…” empecé diciendo. Él me miró sorprendido, con sus ojos muy abiertos.

“¿Esa fue la primera vez en tu vida que has maldecido?” él preguntó. Yo asentí con la
cabeza.

“Sabía que no debía decir esas cosas en casa de los Swan” dije. Mis ojos se abrieron
cuando me di cuenta lo que había dicho y negué rápidamente con la cabeza. “No es
que no sepa que aquí no debo decirlas, no quise que sonara de esa manera. Es solo
que, es decir, era diferente allá y aquí no es diferente…” Hice una pausa, insegura de
cómo explicarlo, sabiendo que estaba sonando como una idiota y que mis palabras no
estaban teniendo ningún sentido lógico. No quería que él pensara que yo no le temía
como a un amo, tampoco quería que pensara que estaba siendo irrespetuosa de
manera intencional. Él sonrió y alzó su mano para detener mis divagaciones, yo paré
de hablar de inmediato, mirándolo con cautela.

“No es gran cosa. Honestamente, estoy sorprendido de que no digas más cosas. Es un
efecto secundario de andar mucho tiempo con mi hijo menor, él tiende a tener ese
efecto ya que es aficionado de decir cosas desagradables” dijo. Me miraba
intensamente, como si estuviese tratando de medir mi reacción a lo que había dicho.
Me pregunté inmediatamente si estaba tratando de engañarme o si esta era alguna
clase de prueba, pero hasta ahora el doctor Cullen había probado que no era de los
que jugaban con las personas. Lo que dijo fue lo que en realidad quería decir, y lo que
quiso decir fue lo que dijo. Pero, aun así, el que él mencionara a Edward me hizo poner
nerviosa.

“Sí, Edward parece tenerle mucho cariño a las palabras coloridas, pero yo trato de
evitarlas, para así no tomar el hábito y accidentalmente decirlas en momentos
inapropiados, como en la presencia de mi am…eh,” me detuve, percatándome de que
estuve a punto de llamarlo mi amo, sabiendo que a él no le gustaba esa palabra. Él me
miró y alzó sus cejas, obviamente esperando que yo terminara de hablar. “…En la
presencias de aquellos que merecen mayor respeto”

Sonrió. “Ese fue una buena atrapada”, dijo, moviendo su cabeza y riendo por lo bajo.
“Eres rápida.” Yo le sonreí levemente en gesto cordial, pero todavía me estaba
haciendo sentir muy nerviosa. “Gracias, señor. De veras, quise decir cada palabra.

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Usted merece mi respeto y decir esas palabras en frente de usted es inapropiado.”

Él suspiró. “No tienes que besar mi trasero, Isabella. Lo aprecio, pero es innecesario.
Mis hijos me maldicen todo el tiempo,” dijo encogiéndose de hombros como si en serio
no fuese gran cosa.

“Pero no soy uno de sus hijos, señor,” le dije de manera simple. Me miró fijamente por
un momento, su mirada era intensa.

“No, no lo eres,” dijo finalmente. Él suspiró y pasó su mano por su cabello, el cual ya
estaba seco y estaba volviendo al color rubio claro al que yo estaba acostumbrada a
ver. El movimiento le desordenó un poco el cabello y yo sonreí de manera involuntaria,
pensando en Edward. “Así que… ¿Por qué estabas maldiciendo de todas formas? ¿Hay
algún problema? Preguntó después de un momento. Yo suspiré.

“No tenemos huevos, señor” le dije tímidamente, sin saber cómo él iba a responder. Era
mi responsabilidad asegurarme de que tuviésemos la comida que necesitábamos y era
evidente que había fallado en esa tarea. “Creo que… no los compré en la tienda.”

Él asintió. “No me sorprende, dado el desastre de aquel viaje de compras. De todas


formas ¿Quién necesita siete sabores diferentes de patatas fritas?" Él preguntó con su
ceño fruncido. Me encogí de hombros y él suspiró, moviendo su cabeza. “En fin, me
imagino que eso significa que tenemos que ir a la tienda por ellos. ¿No es cierto? Él
preguntó. Mis ojos se abrieron un poco y asentí vacilante, sorprendida por su reacción.
Yo esperaba al menos que él estuviese irritado por mi error pero me comprendió por
completo, ni siquiera parecía como si fuese a echarme la culpa del todo.

“Supongo que sí” murmuré. Él sonrió.

“Anda a ponerte tus zapatos y toma una chaqueta para irnos,” dijo. Yo solo lo miré por
un momento, atónita. Él rió, sacudiendo su cabeza. “Es para hoy, si no te importa”

“Sí, señor,” dije inmediatamente, asustada por que mi vacilación era molesta para él.
Caminé pasando muy cerca de él y salí de la cocina, dirigiéndome a las escaleras
rápidamente. Caminé despacio por el tercer piso, no queriendo despertar a Edward, y
me metí en mi habitación. Tomé mi chaqueta del armario y me lo puse, cerrándolo
rápidamente. Era de color azul marino y no era tan abrigadora, pero era la única que
tenía y al menos debía de servir. Saqué un par de medias y me calcé un par de zapatos
cafés. Salí de la habitación, cerrando la puerta muy despacito una vez más, y bajé las
escaleras. El doctor Cullen estaba de pie en el vestíbulo con su abrigo puesto,
meciéndose hacia adelante y hacia atrás sobre sus talones mientras esperaba. Alzó su
mirada y la fijó en mí, frunciendo el ceño ante mi apariencia.

“¿Ese es el único abrigo que tienes? Preguntó. Yo asentí vacilante, preguntándome qué
era lo que estaba mal con mi abrigo. Él suspiró “Pronto vas a necesitar un abrigo más
grueso para el invierno. Voy a tratar de recordar de pedirle a Alice que consiga uno

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para ti”.

Yo asentí. “Muchas gracias, señor,” dije suavemente, un poco asombrada de que él me


estuviese comprándome todavía más cosas. Ya tenía suficiente por ahora.

“No lo menciones, dolcezza,”dijo en voz baja, sonriendo ligeramente, mientras me


miraba. Su expresión era suave y muy sorprendente, ya que me miraba como si
verdaderamente se preocupara por mí. Alejé mi mirada de él rápidamente, ya que era
algo un poco incómodo. Fijé mi mirada en el suelo. Empecé a mordisquear mi labio
inferior de manera nerviosa, sin saber cómo tomar su estado de ánimo. El doctor Cullen
era tan cálido y tan frío conmigo y siempre sentía como si él supiera más de lo que
debería, como cuando me miraba, parecía ser capaz de descifrar todos mis secretos y
eso me asustaba. Había estado pensando mucho en lo que él dijo aquella tarde
cuando su acompañante estuvo aquí y yo cené con ellos. Me pregunté por cuánto
tiempo exactamente el doctor Cullen había conocido mi existencia, me pregunté
también sobre cuánto podía saber de mí. Él carraspeó después de un segundo y yo lo
miré, percatándome que parecía sentirse casi tan incómodo como yo me sentía.
“Deberíamos irnos,” dijo él. Yo asentí y le di una pequeña sonrisa antes de dirigirme a
la puerta.

Abrí la puerta de entrada y me estremecí en el momento que el aire frío me golpeó. El


Dr. Cullen caminó detrás de mí y echó una mirada a la entrada de la casa, gimiendo
en voz alta y con irritación. Mi ceño se frunció y rápidamente eché un vistazo,
preguntándome que era lo que lo había molestado. Se quedó inmóvil y yo lo miré,
notando que parecía concentrado en algo.

“Señor, ¿hay algún problema?” pregunté, tratando de adivinar por qué estábamos allí
de pie solamente. Estaba haciendo muchísimo frío y mi cuerpo estaba temblando por
ello, mi nariz estaba empezando a congelarse. Él suspiró.

“Edward tiene bloqueado mi coche,” dijo él, negando con su cabeza. Miré hacia los
vehículos y me di cuenta que el coche negro del doctor Cullen estaba estacionado al
fondo, muy cerca de la casa y el coche plateado de Edward estaba estacionado detrás
de él, aparcado de manera torcida como usualmente lo aparcaba. Una vez le pregunté
el porqué él siempre estacionaba su coche en la dirección contraria de la que los
demás lo hacían y lo que dijo fue que de esta manera su coche no sería lastimado por
idiotas quienes no podía aparcar así sus vidas dependiesen de ello, o lo que sea que
aquello signifique. No lo entendí muy bien, ya que para mí parecía que era él quien no
sabía estacionar su coche, ya que todos hacían lo mismo, pero supuse que era
simplemente él. Edward podía ser tan confuso a veces.

“Espera aquí un segundo,” dijo. El doctor Cullen regresó y fue al interior de la casa
mientras yo seguía de pie en el porche, moqueando y temblando, deseando que él se
apurara y me dejara ingresar al interior de un vehículo para poder calentarme
nuevamente. Regresó después de un segundo y cerró la puerta principal. Me dio una

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sonrisa mientras salía del porche y yo lo seguía muy de cerca. Mis ojos se abrieron en
señal de sorpresa cuando nos dirigimos al coche de Edward con una llave en sus
manos. Libró los seguros de la puerta del acompañante y la abrió, asintiendo con la
cabeza indicándome así que entrara. Me subí no muy convencida, abrochándome el
cinturón de seguridad mientras el doctor Cullen cerraba la puerta. Él caminó hasta
llegar al lado del conductor y se subió al coche, tratando de acomodar el asiento
moviéndolo. Me pregunté de inmediato si Edward se podría molesto cuando supiera
que su padre se había metido con su coche, ya que él era tan quisquilloso.

El doctor Cullen parecía muy a gusto con la posición del asiento después de un
momento y cerró la puerta. Estiró su mano y abrió la consola central, mirando dentro de
ella. La cerró después de un segundo y se acercó a mí, causando que me tensara
brevemente a causa de su cercanía. Abrió la guantera y miró dentro de ella cerrándola
de golpe después de un segundo. Echó un vistazo a sus lados, buscando en las grietas
entre los asientos, antes de llegar por debajo de su asiento. Se echó a reír después de
un momento y retiró su mano, mis ojos se abrieron por completo cuando vi que sacó el
arma que yo sabía que Edward tenía. La miró por un momento, mirándola con
peculiaridad. Chequeó rápidamente para ver si el arma estaba cargada y luego la
regresó debajo del asiento. Suspiró y encendió la marcha del auto, meneando su
cabeza y riéndose para sí mismo.

Encendió la calefacción y yo me senté muy quieta mientras el calor me golpeaba,


calentándome de tal manera que mi temblor se detuvo. Él salió de la calzada
rápidamente y se dirigió a la autopista, conduciendo en relativo silencio. Encendió algo
de música después de un momento, jugueteó con la radio de Edward, tratando de
encontrar algo para escuchar. El ambiente se sentía ligeramente tenso, un silencio
incómodo nos rodeó, pero como yo no sabía qué decir solo me quedé callada.

Debido a que era muy temprano y además era día festivo, cada tienda por la que
pasábamos estaba cerrada, pero él continuó conduciendo en completo silencio.
Después de poco más de una hora de conducir, encontró una tienda con un letrero
luminoso que decía “Abierto” por lo que se detuvo en el estacionamiento. Me miró y me
dio una ligera sonrisa, saliendo del coche. Abrí la puerta y salí del coche, siguiéndolo
al interior de la tienda.

Se dirigió hacia la sección de lácteos en seguida, tomando de inmediato la primera


docena de huevos que vio. Lo observé y luché contra la urgencia de decirle que abriera
el cartón de huevos y se asegurara que ninguno de ellos estuviese roto, ya que no creía
que estuviese bien decirle qué debía de hacer. Se volteó y lo alzó un poco, sonriendo
como si él estuviese bastante orgulloso de sí mismo. Le di una sonrisa también. “¿Algo
más?” él preguntó. Yo negué con la cabeza y él asintió. Empezó a caminar hasta la
caja registradora, pareciendo no tener apuro ahora que tenía los huevos en su poder.
Dejó los huevos sobre la banda registradora y miró hacia atrás, al mostrador de
golosinas. Escaneó rápidamente el mostrador con la mirada antes de sonreír y

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acercarse. Mis ojos se abrieron por completo a causa de la sorpresa cuando él tomó
una barra de Toblerone y la dejó junto a los huevos. “¿Quieres chocolate?” preguntó.

“Eh, no, gracias, señor” dije, todavía sorprendida ligeramente de que él también
comiera las barras de Toblerone. Me miró algo confundido pero asintió después de un
momento y se volteó. La joven mujer marcó los artículos en la caja y él sacó su billetera,
entregándole algo de dinero en efectivo. Ella le entregó el cambio y él le agradeció de
manera cortés, tomando la bolsa y dirigiéndose al coche. Abrió la puerta del pasajero y
la mantuvo abierta para mí, mientras yo ingresaba en él. Cerró la puerta y caminó
rodeando el coche hasta llegar al asiento del conductor. Se sentó y dejó los huevos en
el asiento trasero, sacando la golosina de la bolsa. Encendió el coche y abrió su
chocolate, tomando un bocado. Yo lo veía curiosa y empecé a reírme después de un
momento, intimidada un poco por cuán similar era con su hijo. Él escuchó mi risa y me
miró alzando una ceja. “¿Qué es tan gracioso?” preguntó con una sonrisa. Yo negué
con la cabeza, riéndome ligeramente todavía.

“Nada, es sólo que acaba de recordarme a Edward. Él siempre toma esa golosina
cada vez que venimos a la tienda, también,” dije. Él sonrió.

“Sí, yo lo introduje a la maravilla que es Toblerone. Solía comprárselos cuando


viajaba a Europa y les traía a los chicos cuando estaba de regreso a casa. Eso fue
antes de que se pudieran comprar aquí en Estados Unidos,” dijo él. Yo sonreí y asentí
comprendiendo su explicación. Encendió el coche nuevamente, y tomó otro bocado
antes de dejarlo sobre su regazo y poner el coche en marcha. Salimos del
estacionamiento de regreso a la autopista con destino a la casa. Estuvo callado por un
rato antes de suspirar y dirigirse a mí.

“Ustedes parecen llevarse muy bien” dijo. Mi ceño se frunció y volteé a verlo,
preguntándome de qué era lo que estaba hablando.

“¿Quién”? pregunté vacilante. El fijó su mirada en mí muy brevemente antes de volver a


enfocar la mirada en el camino otra vez.

“Tú y Edward. Debo admitirlo, cuando recién te rescaté de tu padre, estaba un poco
preocupado acerca de cómo tú y él podrían llevarse bien. Sé que mi hijo puede llegar a
ser un poco abrasivo y tú eres tan tímida, tenía un poco de temor de que te asustara
con su comportamiento y actitud. Pero pareces estar a gusto con él. Es un poco
sorpresivo, me pregunto a qué se debe,” dijo mientras fijaba su mirada en mí. Él tenía
una expresión de expectativa en su rostro, como si de verdad estuviera tratando de
buscar una explicación para eso. Me asusté internamente un poco, preocupada de que
me estuviese examinando, pero por fuera mantuve la calma.

“No estoy segura,” dije en tono vacilante. No estaba segura de cómo explicarlo, ni
siquiera podía decirle algo que tuviese una pizca de sentido sin que eso levantara
sospechas. “Supongo que tal vez es porque él es muy decidido. No se necesita muchas

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conjeturas de mi parte como para anticipar su reacción a las cosas.”

“Supongo que eso tiene lógica,” dijo encogiéndose de hombros. Yo asentí y fijé mi
mirada en la ventana, evitando así tener que discutir más sobre eso. Gracias al cielo, el
doctor Cullen no me presionó ni tampoco dijo nada más al respecto. Trajo a colación
temas más triviales, tales como el clima y las festividades, preguntándome si yo
participaba o no en las fiestas en casa de mi padre.

Para cuando llegamos a Forks, una hora después, la tensión y la incomodidad parecía
disminuir ligeramente. No estaba del todo cómoda con el doctor Cullen y no estaba
segura de que algún día lo estaría, pero era agradable no sentirme temerosa de él
nuevamente. Llegamos a la casa y estacionó el coche en el garaje, aparcándolo de
manera de que no bloqueara el suyo otra vez. Salí del coche y cerré la puerta mientras
el doctor Cullen sacaba los huevos y aseguraba las puertas. Nos dirigimos a la casa y
el doctor Cullen abrió la puerta principal para mí, alentándome a entrar. Llegué al
vestíbulo y alcé la mirada para ver a Edward de pie a unos pocos pasos de allí, con
una expresión de asombro en su rostro. Parecía preocupado y algo resentido, y quizás
un poco atemorizado. Fruncí el ceño, preguntándome qué era lo que lo tenía molesto.
Miró detrás de mí, y en cuanto vio al doctor Cullen entrar, su expresión cambió
rápidamente a una de rabia. El doctor Cullen lo miró y suspiró.

“Si no quieres que yo conduzca tu coche, quizás no deberías bloquear el mío” dijo
encogiéndose de hombros. Edward solo rodó los ojos.

“Joder, simplemente lo hubieras movido y llevado el tuyo” dijo él, sonando irritado. Me
di cuenta entonces que él estaba preocupado por su coche y que esa era la razón por
la cual el parecía molesto cuando lo vi al entrar. Edward adoraba su coche, eso estaba
más claro que el agua.

“Sí, pude haberlo hecho. Pero, ¿sabes algo? Yo pagué por tu coche, así que… ¡Qué
demonios!” fue la respuesta del doctor Cullen. Edward rodó sus ojos nuevamente pero
no rebatió la respuesta. El doctor Cullen me extendió la bolsa con huevos y yo la tomé
de manera cautelosa, dudando por un segundo antes de voltearme y dirigirme a la
cocina. Regresé rápidamente a mis labores de cocina, tratando de terminar la cena
pronto.

Pasé el resto del día correteando por la cocina, preparando la cena. Ellos me dejaron
sola la mayor parte del tiempo. Se sentaron en la sala viendo fútbol americano y
conversando entre ellos. De vez en cuando daba un vistazo breve a Edward y él hacía
lo mismo con pequeñas sonrisas o guiños cuando su padre no estaba cerca, pero no
intercambiamos muchas palabras además de unas pocas y casuales. En un momento
del día, él vino a la cocina en busca de algo de tomar y de manera deliberada rozó mi
cuerpo. Pude sentir su pecho detrás de mi espalda, la calidez de su cuerpo filtrándose
a través de nuestras ropas y alcanzando mi piel. Aquello hizo que mi cuerpo entero
tuviera un hormigueo y dejé escapar un suave gemido debido a la sensación, algo que

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Edward respondió con gruñido gutural. Su padre entró a la cocina unos pocos
segundos después y nuestro momento había finalizado, pero la sensación de
hormigueo en mi piel se mantuvo.

Empecé poniendo la mesa y preparando el resto de cosas mientras ellos terminaban.


Estaba a punto de sacar el pavo del horno cuando el doctor Cullen entró a la cocina.
“Yo puedo hacer eso por ti”, dijo él. Alcé mi mirada y le sonreí, ya que la bandeja
estaba un poco pesada. Me hice a un lado y sacó el pavo, dejándolo sobre el
mostrador. Revisé el pavo para asegurarme que estuviese perfecto, ya que no quería
servirles nada a media cocción. “¿Qué te parece si subes, te refrescas y cambias tu
ropa rápidamente y bajas para la cena? Yo puedo poner el pavo sobre la mesa. Te
estaremos esperando,” dijo sonriente. Mis ojos se abrieron a causa de la sorpresa, ya
que, en realidad, yo no había planeado cenar con ellos. Todavía no había adquirido el
hábito de quedarme y comer en la hora de la cena.

“Está bien,”” le dije, aún sorprendida pero sabiendo por su expresión de que no
tomaría un no por respuesta en este tema. Limpié mis manos y me dirigí a las
escaleras, subiéndolas de inmediato. Entré a mi habitación, para luego quitarme
algunas prendas. Fui al baño y me vi al espejo, aún un poco sorprendida por lo
desaliñada que lucía. Estaba manchada y salpicada con comida, mis pantalones
sucios por limpiar mis manos en ellos. Me desnudé y los dejé a un lado rápidamente,
me puse un pantalón negro y una camiseta rosada. Me calcé mis zapatillas de
bailarina negras, no queriendo bajar descalza, y peiné mi cabello. Lo dejé suelto pero
recogido detrás de mis orejas. Después de que me asegurara de lucir decente, me
dirigí a la planta baja, deteniéndome en el vestíbulo cuando alcancé a ver a Edward.
Él sonrió ligeramente y sus ojos escanearon mi cuerpo por un momento antes de que
pasara rozando junto a mí y se dirigiera al piso de arriba. Llegué al área de la sala, los
otros tres hombres me miraron y me sonrieron pero enfocando su atención de regreso
en el juego que estaban viendo. Edward regresó un momento después y el doctor
Cullen carraspeó y se puso de pie.

“Muy bien, ¡Vamos a comer!” dijo. El rostro de Emmett brilló de emoción, para luego
salir del sofá con un brinco y correr a la mesa. El resto de chicos se carcajearon y yo
sonreí por su entusiasmo. Caminé hasta la mesa y Jasper acercó una silla para mí de
manera cortés. Le di una pequeña sonrisa y le susurré ‘gracias’, para luego sentarme.
Era extraño, ser tratada como si fuese una invitada en la mesa de la cena. Jasper se
sentó a mi lado y Edward se sentó frente a mí, así como lo había hecho la única vez
que comí con ellos.

Todos ellos inclinaron la cabeza y yo imité su gesto, y el doctor Cullen hizo una
bendición rápida. Estaba sorprendida de que él rezara, ya que no parecía ese tipo de
persona, considerando el tipo de negocios en el que estaba involucrado, pero el hecho
es que el doctor Cullen seguía siendo para mí un misterio. Después de la oración,
empezó a cortar el pavo y todos comenzamos a servirnos comida ayudándonos

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mutuamente. Ellos mantuvieron una conversación cortés por un rato, yo permanecía
sentada en silencio, tomando algunos bocados de comida, pero aún nerviosa por el
hecho de estar en la mesa con ellos, así que no comí mucho. Después de 15 minutos, el
doctor Cullen aclaró su garganta y yo lo miré, deteniendo el movimiento de mi tenedor.
“Vamos a hacer una ronda, y vamos a compartir con los otros las cosas por las que
estamos agradecidos.” Mis ojos se abrieron ligeramente y él sonrió. “Es una costumbre
nuestra, la hacemos todos los años. Es algo que mi esposa comenzó”.

Yo asentí y él volteó su cabeza para mirar a Emmett. Emmett hizo a un lado su tenedor,
recargando su espalda en la silla. “Estoy agradecido por Rosalie, y por aquellos labios
sensuales que ella posee” fue como él empezó. El doctor Cullen rodó sus ojos y los
otros chicos se rieron. Su padre hizo un ademán con su mano después de un momento.
“Estoy agradecido de que finalmente me graduaré del instituto, pronto, para ir la
universidad. Estoy agradecido por todo lo que tenemos, por supuesto. ¡Y agradecido
por esta comida ya que está malditamente buena! ¡Gracias, Isabella!” el exclamó. Yo
me sonrojé mientras él me miraba con entusiasmo y todos rieron. El doctor Cullen miró
a Edward después, alzando sus cejas de forma expectante.

Edward suspiró. “Estoy agradecido por el Volvo, maldita sea que estoy agradecido de
que no lo regresaste con un ningún rayón,” dijo, alzando una ceja a su padre. El doctor
Cullen sonrió y asintió. “Estoy agradecido por estar en casa, fuera de ese ridículo
internado. Estoy agradecido por la música y por mi pistola. Amo mi pinche pistola”

Lo miré con sorpresa mientras él asentía para sí mismo, sonriendo. El doctor Cullen se
rió entre dientes. “Sí, es una buena pistola, la vi en tu auto. Es una 1911 .45 ACP, una
pequeña pero poderosa arma. ¿De dónde la sacaste?”.

Edward miró a su padre y se encogió de hombros. “Supongo que no me acuerdo,” dijo


él, sonriente. Su padre se echó a reír y negó con la cabeza.

“Me parece justo” dijo él. “¿Has terminado?”

Edward se encogió de hombros. “Estoy agradecido por todos ustedes, incluso si me


sacan de mis jodidas casillas. Oh… y los orgasmos, definitivamente estoy agradecido
por esos”.

Mis ojos se abrieron como platos ante sus palabras y todos los demás rieron. “Jasper,”
dijo el doctor Cullen.

“Alice por amarme, papá por todo su apoyo, financiero y emocional. A mis hermanos
por su compañía. Isabella por todo lo que hace por nosotros, y por ser mi amiga a
pesar de las circunstancias,” dijo él. Yo lo miré fijamente sorprendida y él sonrió
suavemente.

“¿Isabella?” dijo el doctor Cullen. “¿De qué estás agradecida?”

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Yo suspiré y bajé mi mirada a la mesa, mis nervios me tenían frustrada debido a sus
miradas fijadas en mí. Dudé, contemplando la nada. “Comida, agua y un techo,” dije
encogiéndome de hombros. Alcé mi mirada al doctor Cullen y él sonrió.

“Esas son buenas cosas para estar agradecido. La mayoría de las personas toman los
conceptos básicos por sentado” dijo. Yo asentí.

“Sí, cuando tú vives la mayor parte de tu vida sin ellas, aprendes a apreciarlas,” le dije
suavemente. “Estoy agradecida por su amabilidad, también.” Mantuve mi mirada en la
mesa y pude sentir los ojos de Edward sobre mí, pero no me atreví a mirarlo. Hubo una
pequeña pausa y un persistente silencio me estaba haciendo sentir incómoda antes de
que el doctor Cullen hablara de nuevo.

“Estoy agradecido por mis hijos y por sus parejas. Estoy agradecido por la paz que
tenemos garantizada viviendo aquí, agradecido de que soy capaz de ejercer la
medicina. Estoy agradecido por nuestra salud y bienestar, y por último, por la
seguridad de Isabella,” dijo. Yo lo miré con sorpresa y él se encontró con mis ojos,
mirándome por un momento. Aquello era, ligeramente extraño, tener a mi amo
proclamando que estaba agradecido de que yo estaba a salvo. No estaba segura
cómo tomar sus palabras, o qué fue lo que quiso decir con ellas. ¿Estaría alguna vez
verdaderamente segura?

Volteó su cabeza y volvió a comer después de un momento, un silencio invadió la mesa.


Volví a mi comida, pero no tenía mucho apetito. Unos minutos después, el doctor Cullen
bajó su tenedor, haciendo un ligero tintineo cuando rozó el plato, y empujó su silla
hacia afuera.

“Bien, estoy lleno. Ustedes están excusados de retirarse una vez que hayan terminado”
dijo, tomando su plato y poniéndose de pie. Él se volteó y caminó unos pocos pasos con
dirección a la cocina, vacilante antes de que se detuviera en la esquina. “¿Isabella?”

“¿Sí, señor?” dije de forma dudosa, insegura de lo que quería.

“Gracias,” dijo él. Mis ojos se abrieron un poco y yo asentí cuando fijó su mirada en mí.

“De nada, señor” le dije. No estaba muy segura exactamente por qué me estaba
agradeciendo, pero asumí que debía ser por la comida. Él asintió en respuesta y salió
de la estancia rápidamente. Dudé por un momento antes de retirar mi silla, tomar mi
plato y ponerme de pie. Salí del área del comedor de inmediato y fui a la cocina. Retiré
los restos de comida del plato así como el doctor Cullen lo había hecho, y empecé a
cargar el lavaplatos y a limpiar la cocina.

Jasper vino un momento después, limpiando también el plato y dejándolo sobre la


rejilla del lavaplatos. Me sonrió y salió de la cocina, dirigiéndose a las escaleras.
Emmett y Edward vinieron juntos enseguida, limpiando sus platos y poniéndolos sobre
la rejilla también. Emmett salió de la cocina a la sala, sacando su teléfono celular y

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marcando un número. Edward permaneció en la cocina por un momento, de pie, de
manera extraña y hacia un lado, solo mirándome.

Suspiró después de un momento cuando el doctor Cullen caminó por el vestíbulo donde
alcanzaba a escucharnos, y se volteó para irse. Lo miré y lo vi dirigirse a las escaleras.

Terminé de limpiar la cocina, desechando todas las sobras y encendiendo el


lavaplatos. Lavé los mesones y limpié la mesa del comedor, dejando el trapo sucio
dentro de un cesto en el cuarto de lavado. Miré todo mi alrededor brevemente antes de
ir a las escaleras, subiéndolas lentamente hasta el tercer piso. Quería tomar un baño y
relajarme un poco.

Llegué al tercer piso y fui a mi puerta, dudando en el pasillo cuando vi que la puerta de
la habitación estaba completamente abierta. Él estaba sentado en su escritorio con uno
de sus libros del instituto abierto en frente de él mientras lo miraba fijamente. Yo sonreí
levemente, ya que se veía bastante adorable y muy pasivo concentrado completamente
en su libro. Volteé para dirigirme a mi habitación, no queriendo molestarlo, cuando
escuché su voz.

“¿Isabella?” él preguntó. Yo volteé a ver y lo vi mirándome con curiosidad.

“¿Sí, Edward?”

Él sonrió cuando yo dije su nombre. “¿Quieres ver una película o algo así?”. Yo sonreí y
me encogí de hombros.

"Está bien. Aunque quisiera tomar un baño primero,” le dije. Él asintió con su cabeza.

“Eso está bien. Solamente ven cuando hayas terminado. Estaré aquí dentro” dijo,
volviendo su mirada a su libro. Yo volteé y sonreí para mí misma, suspirando
levemente.

Fui a mi habitación y me saqué toda la ropa, tomando mi albornoz y dirigiéndome al


baño. Lo dejé junto a la bañera y empecé a llenarla con agua caliente, poniendo en él
algo de jabón de burbujas de fresas. Después de que la bañera se hubiese llenado, me
zambullí, suspirando contenta cuando el agua calentó mi piel. Me recosté ligeramente
en la bañera y cerré los ojos, solamente disfrutando del baño. Me acosté por un
momento allí, jugando con las burbujas, llenando mis manos con las mismas y
soplándolas. Me recordó el desastre de la cocina, cuando Edward la embarró tratando
de usar el lavaplatos, y me encontré a mí misma riendo a carcajadas gracias al
recuerdo. Tomé una esponja después de un momento y empecé a restregarme con ella,
jadeando cuando limpié con un poco más de fuerza de la usual, mis partes femeninas.
Me tensé cuando una sacudida atravesó mis piernas, el cosquilleo se mantuvo incluso
después de eso. Eso me asustó un poco y alejé mi mano rápidamente, dejando caer la
esponja en el proceso.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 468


Me senté allí por un momento, asombrada, antes de que lentamente mi mano
regresara al agua. Estaba un poco aprensiva, quizás un poco avergonzada, pero aun
así le permití a mi mano regresar al lugar donde había estado. Rocé con mis dedos el
mismo punto y eso me causó cosquillas, provocando en mi cuerpo una sensación de
hormigueo. Presioné un poco más fuerte y jadeé de nuevo a medida que la fuerte
sacudida atravesaba mi cuerpo. No sabía lo que estaba haciendo pero aquello se
sentía tan bien, así que lo hice de nuevo, solamente disfrutando de la sensación.
Continué frotando mis dedos hacia adelante y hacia atrás sobre ese punto, las
sensaciones recorriéndome por completo. Mis piernas estaba hormigueándome y mis
respiros comenzaron a incrementarse por lo que cerré los ojos tratando de relajarme.
Se sentía como si mi cuerpo tuviese voluntad propia, ya que empecé a retorcerme por
mi toque, una sensación extraña burbujeando sobre la superficie de mi piel. Continúe
con los movimientos ya que sentí la sensación crecer y mi cuerpo comenzó a temblar.
Sentí la tensión multiplicada por cuatro un momento después, tan intensa que me
sobresaltó, removí mi mano, abriendo los ojos de inmediato. Mi cuerpo estaba rígido y
sentí la tensión disminuir casi inmediatamente después de haber quitado la mano, una
vibración quedó allí justo en el lugar donde yo me estuve frotando. Mi respiración
volvió a controlarse después de un minuto, yo sólo permanecí sentada allí, tratando de
calmar mi cuerpo y de volver a la normalidad. Se había sentido bien, tan intensamente
bien que apenas podía soportarlo, pero los sentimientos me asustaron un poco. Edward
dijo que yo podía hacerme sentir bien a mí misma y yo realmente no lo entendí en ese
momento, pero ahora sí que lo hacía. Me sentí algo avergonzada de haber hecho eso,
de haberme tocado a mí misma allí abajo, pero él dijo que la mayoría de personas lo
hacían. Él admitió hacerlo también y no estaba para nada avergonzado de aquello.
Pero aun así, se sentía incorrecto, como si yo no debería estar haciendo eso, y yo
simplemente no podía dejar pasar el hecho que tampoco me había permitido terminar.
Yo había sentido la tensión que él describió pero me detuve antes de que la oleada de
placer explotara en mi interior. Todo aquello era tan extraño; no podía creer lo que
pude haber hecho así como lo que hice.

Me senté allí por un momento hasta que el agua se enfrió, antes de que finalmente
lavara mi cabello y saliera de la bañera. Me sequé por completo y me puse el albornoz,
tomando mi cepillo para librarme de los nudos de mi cabello. Me dirigí a la habitación
y me puse la ropa interior, sacando unos pantalones negros cortos y poniéndomelos.
Tomé la camisa de fútbol de Edward y la deslicé por mi cabeza. Me dirigí a la puerta y
me detuve un momento con la mano en el pomo, ligeramente nerviosa por alguna
razón. Era tan irracional, pero estaba asustada de que pudiese ser capaz de adivinar
lo que yo había hecho. Sabía que incluso, si él llegaba a saber que me había tocado a
mí misma, no tendría nada que decir sobre eso, ya que había sido él quien me había
animado a hacerlo, pero aun así, me sentía avergonzada. Había un dolor sordo allí
abajo, una ligera vibración que extrañamente se sentía como si me estuviese llamando,
impulsándome a que la toque. Era desconcertante, aquellas sensaciones, el deseo de
ser tocada. Me pregunté si a lo mejor no debía ir a la habitación de Edward en esa

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condición, si aquello no sería correcto de mi parte. Me sentía tan estúpida
cuestionándome, ya que debía ir donde Edward debido a que estaba esperándome.
Únicamente estaba teniendo problemas absorbiendo todos aquellos nuevos impulsos y
deseos.

“¡MIERDA!” salté, mi corazón comenzó a latir con fuerza sobresaltado por la palabra
que rebotó fuertemente a través del piso. Tomé el pomo de la puerta y la abrí rápido,
preocupada de que algo anduviese mal. Alcé mi mirada y mis ojos se clavaron en
Edward instantáneamente. Estaba de pie, cerca de la puerta dentro de su habitación,
mirando alrededor como su estuviese buscando algo. Estaba pasando sus manos por
su cabello con fuerza, luciendo frustrado. Yo me quedé de pie y lo vi por un momento
mientras él soltaba aún más groserías, no tan fuerte como antes. Empezó a patear algo
del desastre que había en el suelo de su habitación. Sonreí ante su numerito, moviendo
mi cabeza.

“¿Se te ha perdido algo?” le pregunté. Él saltó debido al sonido de mi voz y se volteó


de inmediato con sus ojos entrecerrados. Obviamente no había notado que yo estaba
allí de pie mirándolo así que había sido atrapado con la guardia baja cuando yo
hablé.

“¡Cristo! ¿Por qué nunca puedes hacer un sólo jodido ruido?” espetó. “¿Estás tratando
de darme un maldito ataque al corazón?” Lo miré, ya que no estaba exactamente
sorprendida de su reacción. Debo admitir que no me gusta cuando Edward me
hablaba de manera brusca, pero aquello era parte de quién era, así que nunca le dije
nada por eso. Yo no era la indicada para dictar cómo debía ser su conducta, ni
tampoco quería serlo. Amaba a Edward por quién era y yo no quería que dejara de ser
él mismo. Eso fue una de las cosas que hizo que nos engancháramos tan bien. Él
nunca trató de cambiarme o criticarme. Aceptó mis rarezas y defectos, incluso si no le
gustaban, y había hecho su mejor esfuerzo en hacerme una persona autónoma, pero
jamás me criticó cuando yo era débil.

Me miró por un momento con una mirada de rabia antes de que el gesto de su rostro se
suavizara. Suspiró y pasó su mano por su cabello. “Perdí mi teléfono,” dijo con voz
irritada. Sonreí levemente y asentí, volteándome y caminando de regreso a mi
habitación. Tomé mi teléfono que estaba sobre la mesita y lo abrí, presionando el
botón derecho para abrir la libreta de contactos. Después de lo que pasó con James,
Edward me había enseñado como usar todas las funciones del teléfono. De manera
rutinaria me enviaba mensajes de texto desde el instituto y la semana anterior me
llamó una vez durante su hora de almuerzo.

Encontré el nombre de Edward y presioné el botón de llamar. En cuestión de segundos


una débil melodía empezó a sonar, una canción que no reconocí. Regresé hasta la
puerta y vi como Edward había empezado a patear algunas cosas en el piso, buscando
entre una pila de libros. Encontró su teléfono después de un momento. Presioné el

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botón rojo para terminar la llamada y dejó de sonar inmediatamente. Regresé a mi
habitación y dejé el teléfono sobre la mesa donde lo había encontrado, volteándome
enseguida. Di un grito ahogado y agarré mi pecho cuando vi a Edward en mi
habitación, de pie justo detrás de mí. Él sonrió ligeramente y me acercó a sus brazos,
envolviéndolos a mí alrededor. Me sorprendió por un momento pero enseguida envolví
mis brazos alrededor suyo y lo apreté de regreso.

“Fui un imbécil, no debí haberte tratado de manera brusca,” dijo con voz suave. Le
sonreí y me alejé un poco de él. “¿Qué tal si vemos esa película ahora?” Sugirió en
tono de disculpa.

Asentí, apreciando el hecho que pareciera arrepentido cuando no era necesario. Sabía
cómo era él. Tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos y me llevó por el pasillo
hasta su habitación. Sonreí y agarré el pomo, cerrando la puerta de mi habitación
rápidamente. Una vez que estuvimos en su habitación, él cerró la puerta y caminó
hasta la cama, dejándose caer sobre ella.

“Hay algunos DVD en el estante,” dijo él, señalando hacia la pared que albergaban su
colección de música. Yo lo miré con gesto de sorpresa al inicio, ligeramente
asombrada de que me dejara escoger la película, pero después de un momento
caminé hasta el estante y comencé a ver los títulos. Estaba empezando a mejorar
muchísimo con la lectura gracias a Jasper y Alice, y Edward se había vuelto un poco
persistente en hacerme leer cosas en cada oportunidad que tenía. Supuse que esa era
su manera de ayudar.

“¿Sabes algo? No conozco ninguna de estas,” dije al no reconocer ninguna de esas


películas. Él rió y miró detrás de mí. Estaba negando con su cabeza. “Solo escoge una,
me importa una mierda cual veamos, mientras pueda pasar un tiempo a solas contigo,”
dijo. Sonreí y regresé mi mirada a las películas, sintiendo mi corazón hinchado de
felicidad. Todavía estaba admirada de que él disfrutara tanto mi compañía, ya que
parecía que cada rato libre que tenía, lo pasaba conmigo. Tomé una película, sin
importarme cual era, y la sostuve en alto para mostrársela. Él apenas la vio,
encogiéndose de hombros, tomando el control remoto y prendiendo el reproductor de
DVD. Presionó un botón y se abrió. Abrí el estuche y saqué el disco, dejándolo sobre el
reproductor. Devolví el estuche al estante y regresé a la cama, sentándome junto a
Edward. Él presionó el botón en el control remoto para cerrar el reproductor de DVD,
dejando el control junto a él mientras esperaba a que se cargara la película. Empezó a
desabotonar su camisa muy despacio, sacándosela y lanzándola por la habitación, así
que se quedó apenas con su camiseta interior blanca. Me miró y le sonreí, inclinándose
hacia mí y acariciando mis labios con los suyos de manera suave. “Hueles bien,”
murmuró recorriendo con su nariz mi mejilla y la parte inferior de mi mandíbula.

“Tú siempre hueles bien,” le respondí cuando él se alejó. Él rió entre dientes.

“Al igual que un rayo de sol, ¿verdad?” él preguntó bromeando, empujándome con su

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brazo. Yo sonreí y me encogí de hombros.

“Y como lilas y miel,” dije. Él rió, negando con su cabeza. Se puso de pie y agarró el
control remoto mirando a la pantalla. Se quedó paralizado y se volvió, levantando una
ceja hacia mí.

“¿Estás segura de que quieres ver ésta?” Preguntó. Yo lo miré confundida,


preguntándome cuál era el problema con la película y me encogí de hombros. Él hizo
lo mismo y enseguida presionó el botón de reproducción.

Edward lanzó el control remoto a la cama y caminando hasta allí, apagó la luz. Debido
al espesor de las cortinas, la habitación se oscureció considerablemente a pesar de
que afuera aún había luz solar. Se acercó a la cama y se deslizó en ella, sentándose
con su espalda apoyada en el cabecero de la misma. Se acercó a mí y me tomó del
brazo, mientras yo me reía y él inclinaba mi cuerpo de tal manera que mi cabeza
quedó en su regazo. Él miró hacia abajo, a mi rostro y sonrió, tomando su mano y
peinando mi cabello con ella de manera suave. “¿Sabes que esta película está llena
de escenas de sexo, drogas y violencia, verdad?” Preguntó. Mis ojos se abrieron como
platos debido a la sorpresa y él se echó a reír, obviamente anticipando mi reacción por
adelantado.

“No, no lo sabía,” le respondí. Miré hacia arriba para verlo y se encogió de hombros.

“Creo que debías haber leído la portada, ¿eh?” dijo en broma. Yo rodé mis ojos y él
volvió a echarse a reír.

La película empezó y rápidamente me di cuenta que Edward no estaba exagerando.


Evidentemente entendí por qué se llamaba “Boogie Nights” (N.T. En español sería algo
como: “Noches de fiesta”) y era acerca de un tipo que hacía videos pornográficos por
dinero. Era en definitiva, una película intensa. Me reí en algunas ocasiones y me asusté
cuando se volvió violenta, pero las partes más sorprendentes es cuando hablaban de
sexo. Me encontré a mí misma sonrojándome y sintiendo cada vez más vergüenza
mientras Edward se reía. Sentí su mirada durante toda la película, y yo en ocasiones
también lo miraba, mis ojos se encontraban con los suyos de manera instantánea. Era
impresionante obsesionado de mí estaba Edward, y eso me hacía sentir un poco
tímida. Pasó casi toda la película acariciando mi cabello y mejilla o frotando mi
espalda. Casi al final de la película, nos movió de posición y se acostó junto a mí,
atrayéndome a su cuerpo y envolviéndome con sus brazos mientras veíamos el final de
la película. Cuando los créditos empezaron a salir al final, agarró el control remoto y
apagó el televisor. La habitación quedó en completa oscuridad, mientras que el sol se
estaba ocultando allá afuera, finalmente. Giré mi cuerpo un poco, quedando de lado,
para así poder verlo. Él hizo lo mismo y me miró de frente.

“Estaba asustado esta mañana,” dijo suavemente. Mis ojos se abrieron ligeramente y
lo miré algo confundida, sin saber a qué se refería. Él suspiró. “Me desperté para

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encontrar que mi coche y mi chica habían desaparecido. Es como si alguien hubiese
destrozado todo mi mundo.”

Yo le sonreí levemente. “¿Y cuál estabas más molesto por perder”? le pregunté. Me
miró por un momento y yo me pregunté si en verdad lo estaba pensando. Se inclinó
hasta mí y presionó sus labios con los míos, abriéndolos un poco y sacando un poco su
lengua para acariciar mi labio inferior. Abrí mi boca para él, y él inclinó la cabeza a un
lado, para profundizar el beso. Gimió despacio y se separó de mí un momento después
“La chica, definitivamente. Puedo comprar un nuevo coche, pero ella es irremplazable.”
Sentí un sonrojó arremolinar en mi rostro y él se echó a reír. Alzó su mano y acarició mi
mejilla con la punta de sus dedos. Gemí suavemente e incliné mi cabeza hacia su
mano, disfrutando de las chispas que provocaba su contacto. Él descansó su mano en
mi mejilla y me miró por un momento, su mirada era intensa. Había tanta emoción en
sus ojos, tanto amor chispeante dentro de sus hipnóticos ojos verdes.

“Te amo,” le susurré después de un momento. Él esbozó una sonrisa.

“Yo también te amo, la mia bella ragazza,” dijo él. Le sonreí y sentí mi sonrojo
profundizarse con el sonido del acento que usaba cuando hablaba tan suavemente en
otro idioma. Aparté mi mirada de él, ligeramente avergonzada por mi reacción al
escucharlo hablar italiano, y él se echó a reír. “¿Por qué esa reacción?” Preguntó.

Yo me encogí de hombros, mirándolo y sonriendo tímidamente. “Me gusta cuando


hablas en italiano,” dije un tanto vacilante. “Suena…” empecé diciendo para luego
hacer una pausa. “…bien.” Susurré aquella última parte, sin saber cómo describirlo.
Sonaba romántico y el simple sonido de las palabras creaba una sensación extraña
dentro de mí. Sus ojos se abrieron un poco al escuchar mi confesión.

“¿En serio?” Preguntó. Asentí y él sonrió con picardía. Se acercó lo más posible a mi
cuerpo, tanto así que estaba casi presionando su cuerpo contra el mío, alzó su cabeza,
trayendo sus labios a mi oído. “Ti amo tantissimo, fin dal giorno in cui ci siamo
incontrati ho sentito un sentimento speciale tra noi. Mi hai reso felice come mai prima*.”

Cerré mis ojos y dejé escapar un suave gemido mientras su aliento golpeaba mi oído.
Él hizo una pausa, moviendo ligeramente su cabeza y acariciando su mejilla contra la
mía. El incipiente vello facial de su rostro me hizo cosquillas. “Sei la prima cosa che
penso quando mi sveglio, e l'ultima quando mi addormento. Ti amo, la mia bella
ragazza*,” susurró después de un momento. Mi respiración se detuvo y sentí un
cosquilleo recorrer mi cuerpo. Abrí los ojos y se encontraron de inmediato con los suyos.
Su mirada era intensa, su expresión, sorprendente. Su respiración era algo errática y
profunda. Inclinó su cabeza hacia adelante y presionó sus labios contra los míos con
fuerza, con tanta pasión que fui empujada hacia tras ligeramente. Rodé sobre mi
espalda y él se movió conmigo, ubicándose sobre mí sin descansar su peso en mi
cuerpo. Lo besé en respuesta, de la misma manera apasionada que él estaba
haciendo conmigo, queriendo que fuera capaz de sentir cuanto lo quería, queriendo

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que sintiera cómo yo me sentía. Abrí mi boca para él y nuestras lenguas se mezclaron,
nuestros labios moviéndose frenéticamente. Subí un poco mis manos y me aferré a sus
hombros, tratando de atraerlo lo más posible a mí. Puso un poco más de su peso sobre
mí, todavía conteniéndolo. Gemí cuando sentí su calor corporal. Con mis manos recorrí
su espalda, tratando de sentir su piel. Era tan cálida que mis manos me picaban por
tocarla, me picaban por sentirla. Encontré el borde de su camiseta y metí mis manos
debajo de ella, alzándola ligeramente en el proceso. Los besos de Edward vacilaron
por un segundo cuando sintió mis manos en su espalda desnuda, pero aquella
vacilación no duró mucho. Continuó besándome con fuerza. Estaba empezando a
perder mi aliento a causa de lo frenético que era su beso. Moví mi cabeza ligeramente,
separando mis labios de los suyos para tomar una bocanada de aire. Intenté regresar
mis labios a los suyos pero antes de que pudiera hacerlo, su boca empezó a recorrer la
línea de mi mandíbula, dejando besos húmedos a su paso. Su boca descansó en mi
cuello, y empezó a besar justo allí, enviando escalofríos por mi espalda. Mi respiración
se volvió más trabajosa y recorrí con mis manos su espalda, tocando su piel con mis
dedos. Él se alejó de mi cuello rápidamente y yo me congelé cuando, abruptamente se
sentó, dándome a entender que había terminado ya y que no quería besarme más.
Eso, casi hiere mis sentimientos, lo que era tan desconcertante en sí, que estuviese
interesada en hacer esto. Pero, en vez de levantarse completamente de la cama,
simplemente agarró el borde de su camiseta y la alzó para sacarla por su cabeza
rápidamente. La dejó caer por algún lado de la habitación y se dispuso a volver a su
lugar junto a mí, pero dudando a medio camino, mirando mi rostro. Lo miré,
preguntándome por qué se había detenido. Cualquier duda que él hubiese tenido, de
seguro fue desechada por mi expresión, ya que sus labios viajaron de regreso a mi
cuello de inmediato. Gemí suavemente cuando sentí su aliento soplar por aquel punto
de humedad que él había creado con sus besos húmedos, las cosquillas no paraban
de recorrer mi cuerpo y morir en mi centro. Me retorcí un poco y Edward gimió mientras
movía su cuerpo contra el mío. Recorrí con mis manos su espalda y mis dedos
encontraron el camino a su cabello, recorriéndolo a través de sus desordenadas
hebras. Sentí sus labios en mi oído y jadeé cuando sentí su suave y mojada lengua
recorrer el lóbulo de mi oreja. Agarré su cabello con fuerza, temblando ante la
sensación. Se sentía sorprendentemente bien, las emociones surgiendo en mí parecían
casi increíbles. Lo escuché soltar una risa ahogada debido a mi reacción mientras
depositaba un suave beso detrás de mi lóbulo, besando todo a su paso hasta llegar a
mi cuello. Cambió la posición de su cuerpo después de un segundo, moviéndose sobre
mí un poco más. Se movió al otro lado de mi cuello y empezó a besarlo. Sentí su mano
descansar sobre mi rodilla y la dejó allí por un momento antes de empezar,
suavemente, a recorrer mi muslo. Me retorcí ante aquello, mi respiración se volvió más
errática, como si en verdad me estuviese costando trabajo respirar.

Edward se retiró después de un segundo, levantando su cabeza para verme. Miró


fijamente mis ojos por un momento, su mirada era intensa, como si estuviese buscando
algo específico, como si estuviese buscando una respuesta a una pregunta no

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formulada. Quise preguntarle qué era lo que quería saber, quería preguntarle qué era
lo que estaba buscando, pero antes de que hubiese incluso abierto la boca para
formar una palabra, él pareció encontrar una respuesta. Las comisuras de sus labios
se alzaron ligeramente y se inclinó hacia adelante, presionando sus labios contra los
míos. Me besó dulcemente, suavemente, su lengua apenas rozando mis labios y de
manera suave acariciando mi lengua. Movió su cabeza después de un segundo y yo
envolví mis brazos a su alrededor fuertemente mientras él acercaba sus labios a mi
oído.

“Déjame hacerte sentir bien,” susurró, su voz temblaba por la emoción. Me estremecí
cuando su aliento golpeó mi oído. “Prometto di non danneggiarlo. Prometo no hacerte
daño, nena.”

Mi cuerpo tembló y mi respiración se detuvo ante sus palabras. Mi agarre fue incluso
más fuerte, apretándolo a mi cuerpo lo más fuerte posible. Él dejó un poco más de peso
sobre mi cuerpo, para acostarse sobre mí, su mano subiendo y bajando por mi muslo.
Estaba estremeciéndome por su contacto, mi cuerpo empezaba a encenderse con un
fuego que nunca antes había sentido. “Confío en ti,” le susurré después de un
momento, mi voz era entrecortada y temblaba por la anticipación. No tenía miedo,
porque de verdad confiaba en él. Confiaba en que no me haría daño. Él me amaba, le
creí cuando me lo dijo. Me protegió y nunca haría nada para violarme, nunca haría
nada con lo que yo estuviese incómoda. Levantó su cuerpo y me miró a los ojos. Yo le
devolví la mirada, queriendo que viese que hablaba en serio. Que confiaba en él y que
podía tocarme, ya que sabía que no me presionaría más lejos de lo debido.

Se inclinó hacía a mí y presionó sus labios contra los míos levemente. Se retiró un poco
hacia atrás y se inclinó hacia su mesa de noche, tomando el control remoto de su
equipo de música. Presionó un botón y la música apareció, era algo de música clásica
suave. Dejó a un lado el control remoto y volvió hasta mí. “Dime que pare en cualquier
momento y lo haré, ¿de acuerdo?”, dijo suavemente, su expresión y tono eran
completamente serios.

Yo asentí. “Está bien”. Susurré. Él sonrió ligeramente y cambió su cuerpo de posición


de tal manera que estaba acostado a mi lado, mientras yo seguía recostada sobre mi
espalda. Se inclinó hacia mí y me besó de manera breve.

“Solo relájate” murmuró con sus labios sobre los míos. Llevé mis manos hacia su
cabello, entrelazándolas mientras sus labios se movían hacia abajo, besando mi cuello
una vez más. Después de un momento, sentí mi camiseta ser levantada levemente y sus
manos recorrer mi estómago con suavidad. Subió mi camiseta lo suficiente como para
exponer mi estómago y cambió la posición de su cuerpo para quedar de alguna
manera, más abajo que yo en la cama. Cerré los ojos, tratando de relajarme, y temblé
cuando sentí su respiración sobre mi estómago. Empezó a dejar ligeros besos por toda
mi carne y quedé sin aliento cuando sentí su lengua meterse en mi ombligo. Eso envió

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cosquillas por toda mi parte baja. Bajé mis manos, dejando una en su espalda alta,
acariciando levemente su tatuaje. La otra mano la dejé en la parte trasera de su
cabeza, recorriendo con mis dedos su cabello.

Besó casi cada pulgada expuesta de mi piel que pudo encontrar. Sus manos vagaban
por mi muslo, de arriba a abajo con suavidad. Yo me estremecí, gimiendo suavemente
mientras me tocaba. Levantó su cuerpo después de un momento y tomando mi
camiseta me miró. “¿Puedo”? preguntó, mirando hacia mi camiseta brevemente. Lo
miré por un momento pero asentí con algo de duda. Él asintió una vez y removió la
camiseta hacia arriba mientras yo me movía para que pudiese retirarla del todo. Él se
recostó despacio junto a mí y miró mi torso expuesto, gimiendo. Me tensé un poco,
sintiéndome tímida por lo que estaba pasando pero sin saber el porqué estaba
reaccionando de esa manera. Todavía estaba usando mi sostén, nunca había estado
expuesta en frente de un hombre antes. Me miró y se inclinó hacia adelante, besando
mis labios con suavidad.

“Bella. Tan hermosa,” susurró sobre mis labios. Bajó sus labios y besó la base de mi
garganta, y yo cerré mis ojos y eché la cabeza hacia atrás para que pudiese tener
mejor acceso. Besó a lo largo de mi clavícula y en medio de mis pechos. Bajó una de
sus manos después de un momento y con ella rozó mis pechos aún cubiertos por el
sostén, yo gemí. Todavía estaba besando mi piel cuando usando una mano, la coló
debajo del sostén, levantando un poco la copa del mismo. Di un grito ahogado cuando
su mano entró en contacto con mi pecho desnudo, sus dedos ligeramente rozando mi
pezón. Se puso duró bajo su toque y gemí mientras unas chispas bailaban a través de
mi piel. Estiró su brazo e hizo lo mismo con el otro pecho, levantando la copa y
acariciando con sus dedos mi pezón. Él retiró su boca de mi cuello y llevó sus manos
atrás de mí rápidamente, desabrochando mi sostén. Estaba ligeramente sorprendida
por cuán rápido lo hizo, incluso yo he tenido problemas para desabrochar sostenes a
veces. Miró mi cara de sorpresa y sonrió tímidamente. Removió el sostén y lo dejó a un
lado. Se volvió sentar y miró mi pecho desnudo por un momento, su mirada me estaba
empezando a poner nerviosa. Edward era experimentando y yo no sabía que era a lo
que él estaba acostumbrado, si mis pechos eran lo suficientemente grandes o
simplemente estaban bien. Miró mi rostro, viendo mi expresión de preocupación.
Suspiró y se inclinó hacia mí, besándome con suavidad.

“Eres jodidamente perfecta” dijo, llevando una de sus manos hacia abajo y tomando
uno de mis pechos. Sonreí levemente, ya que era tan propio de Edward maldecir en un
momento tan dulce como este. Regreso mi sonrisa y miró hacia abajo, fijando sus ojos
en mis pechos. Llevó sus labios a ellos después de un momento y jadeé mientras usaba
su lengua, arremolinándola alrededor de uno de mis pezones. Mi espalda se arqueó y
él gruñó, usando su mano en el pecho en el cual su boca no estaba. Dejó besos por
toda la piel de mis pechos, succionando con suavidad mis pezones y jugando con ellos
con su lengua. Se sentía tan increíble, diferente a cualquier cosa que yo hubiese
podido imaginar. Yo lo tenía aferrado a mí con fuerza, apretándome a él desde su

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cabello y retorciéndome. Retiró su boca de mis pechos después de un momento y
empezó a besar su camino de regreso a mi cuello nuevamente mientras su mano
derecha empezaba a acariciar mi estómago nuevamente, recorriendo a través de mi
ombligo.

“Tan jodidamente hermosa,” él murmuró sobre mi piel “Il vostro corpo responde
perfettamente al mio tocco*.” Gemí y él llevó sus labios a los míos, besándome con
suavidad. “¿Se siente bien, tesoro?”

Asentí, suspirando. Él sonrió un poco, mirándome a los ojos. Sus manos en mi


estómago empezaron a viajar al sur y mis ojos se abrieron con sorpresa cuando sentí
sus dedos deslizarse por la cintura de mis pantaloncillos. Él hizo una pausa con su
mano allí, alzando una ceja hacia mí. “Puedes decirme que me detenga y lo haré,” él
dijo, con su voz completamente seria. “No te presionaré para ir más allá. Pero te
prometo que si permites que mi mano siga, no iré muy lejos, te prometo que no pondré
nada dentro de ti. Yo sé que no estás lista para eso. Permaneceré completamente en la
parte externa.”

Yo asentí después de un momento, relajándome de nuevo. Confiaba que hablaba en


serio. Él sonrió y se inclinó hacia adelante, presionando sus labios sobre los míos
nuevamente. Su mano siguió bajando, deslizándose dentro de mis pantaloncillos. Con
sus dedos recorrió suavemente la tela de mis bragas, solo acariciándolas con
suavidad. Profundizó su beso después de un momento, inclinando su cabeza y
sacando su lengua para juguetear con la mía. Escogió ese preciso momento para
mover su mano incluso más abajo, frotando sobre mis braguitas pero en medio de mis
piernas, justo en el centro. Yo jadeé y él gimió en mi boca.

“Arrapatissimo*,” Masculló sobre mis labios, su voz áspera. “Dios, estás empapada.”

Me confundí por un momento, pero antes de que en realidad pudiese formular algún
pensamiento coherente sobre lo que dijo, él presionó su mano con un poco más de
fuerza y yo gemí, echando mi cabeza hacia atrás. Sus labios fueron a mi cuello y
empezó a lamer y a besar todo el camino y a través de mi clavícula.

“Abre tus piernas un poco, nena,” él susurró. Yo dudé pero hice lo que él me pidió.
Movió su mano levemente para agarrar mi pierna y hacerla para atrás, abriéndome
para darle mejor acceso. Su mano regresó directamente al punto y yo jadeé de nuevo
cuando empezó a frotarlo. Su boca fue a mis pechos, él lamía mis pezones mientras su
mano empezaba a frotar en círculos el área allí abajo, presionándola firmemente. Las
cosquillas atravesaron todo mi cuerpo, descargas de electricidad recorrieron mis
venas. Mis piernas empezaron a temblar, mi respiración se volvió errática. Jadeos y
gemidos suaves escapaban de mi garganta de manera involuntaria. Arqueé mi
espalda cuando él empezó a incrementar el ritmo en sus movimientos. Agarré las
sábanas, haciendo un puño con ellas, apretando mis ojos fuertemente. Las sensaciones
eran intensas, tan intensas que apenas podía soportarlas. Se sentía tan bien, mejor

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que cualquier cosa que yo hubiese alguna vez imaginado que un simple roce podía
hacerme sentir. Era como si todo mi cuerpo estuviese en llamas, las chispas recorriendo
mi sistema. Mi piel estaba sonrojada, mi cuerpo entero estaba caliente. Me preocupé
por un momento por eso, incluso me sentí algo avergonzada pero antes de que pudiera
preocuparme un poco más, él movió su mano rápidamente y lo sentí meterla dentro de
mi ropa interior. Jadeé y lloriqueé cuando sus dedos entraron en contacto con el área,
sin ninguna clase de tela por medio de ellos. Edward comenzó a gemir.

“Stupore*,” él masculló sobre mi piel, su voz era áspera. Llevó su lengua a uno de mis
pechos y dibujó con ella el área alrededor de mi pezón antes de cerrar sus labios en él
y succionarlo. Gemí y dejé la mano que tenía sobre la cama, para que encontrara su
camino hacia el cabello de Edward. El gimió de nuevo y empezó a succionar mi pezón
con más fuerza, su mano en mis pantaloncillos moviéndose más rápido y presionando
más fuerte. “Solo siéntelo nena. È tutto per voi. Lo voglio venire per me*.”

Gemí cuando el italiano fue pronunciado por sus labios, su voz ronca y sus palabras
entrecortadas. Él estaba respirando con dificultad, casi tan duro como yo lo estaba
haciendo. Podía sentir sus aliento soplar sobre los puntos húmedos sobre mi piel y eso
envió hormigueos en mi columna vertebral. Su mano estaba frotando círculos
desesperados en mi ropa interior y las sensaciones crecían cada vez más. Podía sentir
la presión intensificándose, la tensión creciendo y volviéndose fuerte. Empecé a jadear
y a gemir, incapaz de detenerme yo misma. Mi cuerpo parecía tener voluntad propia y
empecé a retorcerme, moviendo mis caderas. Él gimió y separó su boca de mis pechos,
llevando sus labios a encontrarse con los míos. Presionó su boca contra la mía y trajo
su lengua de inmediato, besándome profundamente y de manera frenética. Empecé a
perder el aliento mientras el placer se fortaleció y me recorrió por completo. Mis ojos se
abrieron por completo cuando sentí a mi cuerpo paralizarse casi totalmente, todo me
cosquilleaba pero parecía congelado. Edward sintió a mi cuerpo tensarse y se separó
de mis labios brevemente, mirando a mis ojos. La comisura de sus labios se alzó hasta
el infinito. “Así es, la mia bella ragazza,” él susurró. Presionó mi punto más firme y yo
jadeé mientras frotaba un par de veces más. Casi de la nada, todo pareció hervir
dentro de mí y mis piernas empezaron a temblar, mi cuerpo entero se estremeció.
Lloriqueé, casi hasta grité cuando, algo que parecía una explosión, ocurrió dentro de
mí, la más intensa sensación que jamás había sentido rápidamente se disparó por mis
piernas y subió a mi estómago, tan fuerte, mi espalda se arqueó y perdí el aliento por
completo. Se sintió tan bien que casi hasta dolió. Edward presionó sus labios sobre los
míos firmemente, amortiguando mis sonidos de inmediato. Yo lo envolví en mis brazos
con fuerza, aferrándome a él mientras continuaba moviendo su mano, las sensaciones
continuaron disparándose en mi interior. Se sentía como si estuviese teniendo
espasmos musculares, como si mi cuerpo entero estuviese reaccionando y trabajando
por sí solo, sin ninguna ayuda de mi parte. Estaba gimiendo y lloriqueando en su boca
mientras él me sostenía fuertemente a él y dejaba salir todo lo que tenía adentro. La
sensación desapareció después de un momento, la tensión liberándose de mis

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músculos. Mi lloriqueo se calmó y el beso de Edward se suavizó mientras movía un
poco la mano de ese punto. No la removió del todo, de hecho empezó a recorrer con su
mano la parte exterior de mis partes femeninas, acariciando el vello de allí abajo con
suavidad.

Él removió sus labios de los míos y empezó a besar suavemente mi cuello una vez más.
Alejó su mano de allí después de un momento y empezó a acariciar mi estómago con
suavidad, recorriendo con su mano su camino hacia arriba y masajeando con cuidado
mis pechos y explorando mis pezones con la punta de sus dedos. Se movía lentamente,
su roce era suave mientras yo seguía acostada muy quieta, respirando pesadamente.

Él se echó para atrás después de un minuto o algo así, sentándose despacio para
verme. Me miró a los ojos, su expresión era intensa. Lo miré y traté de recuperar mi
respiración y ponerla bajo control. Él no decía nada, solo me miraba mientras yo
empezaba a sentirme tímida nuevamente. Mi cuerpo se sentía como una gelatina y
apenas si me podía mover, cada pulgada de mí sintiéndose relajada y exhausta.
Había sido una experiencia asombrosa y estaba tratando de asimilarla, asimilar
aquellas sensaciones que me recorrieron por completo. Nunca dudé cuando me dijo
que podía hacerme sentir bien solo tocándome, pero jamás esperé tal intensidad. Una
cosa es escucharlo, otra cosa es experimentarlo.

“¿En qué estás pensando?” Le pregunté después de un momento, incapaz de aceptar


su silencio ya que me estaba poniendo ansiosa. No sabía lo que yo estaba haciendo y
tampoco sabía si quizás hubiese hecho algo mal, o si no hice algo que se suponía
debía haber hecho. Me miró por un momento más antes de que la comisura de sus
labios se levantara y me sonriera con esa adorable sonrisa torcida que él sabía hacer,
aquella que siempre provocaba que mi corazón se saltara un latido. Me sentí
sonriéndole en respuesta, incapaz de contenerme. Él se rió y se inclinó, besándome
suavemente. Envolvió mi cuerpo con sus brazos, apretándome a él y rodándonos por la
cama muy rápido. Me sorprendió al principio y se echó a reír, lo que resultó en que yo
también soltara una risita cuando él recostó su espalda sobre la cama, conmigo
encima de él.

“Oh, mi Bella,” dijo, su voz derramaba felicidad. “Estoy pensando en que si yo pudiese
pasar el resto de mi vida viéndote de esta manera, yo sería el maldito más feliz del
planeta. Eso fue jodidamente hermoso”.

Mis ojos se abrieron con sorpresa y me apretó con fuerza, meciendo mi cuerpo con su
abrazo. Él nos subió un poco después de un momento y se agachó, agarrando el
cobertor y tirando de él hasta cubrirnos.

Permanecimos quietos por un momento, su mano acariciando con gentileza mi espalda


desnuda, nuestros torsos desnudos presionándose mutuamente mientras él me
apretaba con fuerza, la sensación de su piel desnuda bajo la mía era increíble. Solo
permanecí allí, disfrutando de las emociones, del cosquilleo que de manera leve aún se

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sentía por debajo de mi piel y la sensación de calor del cuerpo de Edward filtrándose
fuera de él.

“¿Estás bien?” preguntó despacito un momento después, con algo de duda en sus
palabras. Mi ceño se frunció y levanté un poco para verlo. Me miraba con preocupación
por alguna razón.

“¿Por qué no habría de estarlo?” Le pregunté confundida. Suspiró y se encogió de


hombros un poco, todavía acariciando mi espalda con su mano. Alargó su otra mano y
dibujó mis labios con su dedo índice.

“Estás callada,” dijo él. Sonreí levemente.

“Te prometo que estoy bien,” le dije, esperando con eso tranquilizarlo de que no me
pasaba nada malo. “De hecho, estoy muy bien. Muchas gracias…por eso…” murmuré,
sonrojándome.

Él se rió, su expresión era alegre. “De nada, pero te aseguro, que no tienes que
agradecerme. Yo puedo hacer esa mierda en cualquier momento que desees, será mi
placer hacerlo. Así que, eh…” él empezó alzando una de sus cejas y sonriendo. “¿Lo
disfrutaste?”

Yo asentí, sonrojándome aún más y sonriendo tímidamente. Edward rió entre dientes y
recorrí con el dorso de su mano, mi mejilla enrojecida. “Debo decir, que estoy bastante
sorprendido de que tu rubor se extienda a lo largo de todo tu cuerpo,” dijo él, su mano
moviéndose un poco más abajo. Recorriendo con sus dedos mi cuello y mi pecho,
explorando también mis pechos. Gemí suavemente cuando su mano entró en contacto
con mi pezón, mientras se erguía de inmediato bajo su toque. Miré hacia abajo y vi que
mi pecho estaba, de hecho, sonrojado. Miré a Edward y vi que él estaba mirando mi
pecho, sus dedos haciendo círculos alrededor de mis pezones. Me hizo sentir algo
nerviosa estar frente a un hombre sin camisa, con sus ojos fijos en mi pecho. Me
empecé a retorcer un poco y él me miró al rostro.

“No seas tímida, amore mio*,” dijo suavemente. Se movió un poco de tal manera que
pudo llevar ambas manos a mis pechos para tomarlos, masajeándolos con gentileza.
“Tienes un cuerpo increíble”.

Yo gemí con suavidad, dejando que mis ojos se cerraran un poco. Llevé mis manos
hacia arriba y las dejé sobre las suyas.

“Te amo, Edward Cullen,” dije suavemente. Sentí como la cama se movió y él removió
sus manos de mis pechos. Abrí los ojos y lo vi sentarse frente a mí. Envolvió mi cuerpo
con sus brazos y me acercó a él nuevamente, acostándonos sobre la cama una vez
más. Me acurruqué junto a él, con mi cara en su cuello. Dejé un beso suave cerca del
hueco de su garganta y sentí su cuerpo temblar. Me di cuenta que aquella era la
primera vez que yo había besado a alguien en otro lugar que no fuese los labios e

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instantáneamente me sentí mal, ya que él había repartido besos por todos lados y sus
manos habían tocado mi cuerpo entero y yo nunca había hecho algo similar con él. No
tenía idea de lo que estaba haciendo, como tratarlo, como hacerlo sentir bien. Él
empezó a frotar mi espalda y besó mi cabeza.

“Te amo, Isabella Marie Swan. Sempre,” dijo él. Moví mi cabeza y lo miré, viendo cómo
sus ojos se cerraban de a poco. Ubiqué mi rostro en el hueco de su cuello, inhalando su
aroma. Olía tan asombroso, tan reconfortante.

“Sempre,” le susurré en respuesta, cerrando mis ojos. Y allí supe que era verdad. Que
yo amaría a Edward por siempre, el tiempo que yo viva. Él sería mi “siempre”.

**************
Ti amo tantissimo, fin dal giorno in cui ci siamo incontrati ho sentito un sentimento
speciale tra noi = Te amo tanto, desde el día que nos conocimos sentí una conexión
contigo

Mi hai reso felice come mai prima = Me has hecho más feliz de lo que nunca he sido

Sei la prima cosa che penso quando mi sveglio, e l’ultima quando mi addormento =
Eres en lo primero que pienso cuando despierto y en lo último que pienso cuando me
quedo dormido

Ti amo, la mia bella ragazza = Te amo, mi chica hermosa

Prometto di non danneggiarlo = Prometo no hacerte daño

Il vostro corpo risponde perfettamente al mio tocco = Tu cuerpo responde perfectamente


a mis caricias

Dolcezza = Dulzura/cariño

Arrapatissimo = Jerga que significa muy excitada sexualmente

Stupore = Increíble

È tutto per voi = Todo es por ti

Lo voglio venire per me = Quiero que te corras para mí

Amore mio = Mi amor

Sempre = Siempre

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“El amor es la condición en que la felicidad de la otra persona es esencial para la
tuya propia.”-- Heinlein Robert A.

Edward Cullen
Abrí los ojos y gemí, ya que mi brazo estaba dormido y sentía como si estuvieran
siendo clavadas en él un millón de agujas simultáneamente, por algún pendejo sádico.
Le eché un vistazo y vi que estaba atrapado bajo el cuerpo de Isabella, en algún
momento se había movido sobre su espalda con su cabeza en mi hombro. Traté de
sacar mi brazo de debajo de ella con cuidado y murmuró en su sueño, rodándose de
encima de mí. Di un suspiro de alivio y me senté, rodando mi hombro y flexionando mi
brazo, tratando de que fluyera de nuevo la jodida circulación.

Me quité la manta, ya que estaba jodidamente caliente en la habitación porque por


alguna maldita razón mi padre estaba manteniendo la temperatura alta en la casa,
lancé mis piernas hacia el costado de la cama. Todavía estaba usando mis vaqueros,
ni siquiera me había molestado en cambiarme para dormir, y estaba jodidamente
sudoroso e incómodo. Me puse de pie, estirando mi espalda y flexionando de nuevo mi
brazo, y me acerqué a la cómoda. Abrí el cajón de en medio y saqué un par de
pantalones de pijama de franela. Caminé hacia la cama y los arrojé en el extremo de
ella, desabroché mis pantalones y bajé el cierre, quitándomelos. Me puse rápidamente
los pantalones de franela y me senté con cuidado en el extremo de la cama, mirando
fijamente a Isabella.

Ella ahora estaba acurrucada con su almohada, abrazándola con fuerza. Había
empujado la manta debajo de su cintura, dejando al descubierto su espalda desnuda.
Dejé que mis ojos se entretuvieran en ella por un momento, pude ver las leves crestas
de su columna vertebral y pude ver un atisbo de su seno de lado derecho. Ella era tan
jodidamente hermosa y me molestó que no lo viera. Podía ver la aprensión en su
expresión, su nerviosismo y timidez cuando permitió que su carne quedara expuesta
para mí. No soy un puto estúpido; sabía que era muy difícil para ella. Ella no había
hecho esa mierda; sabía que era el primero que alguna vez había visto sus senos así.
Y joder, eran increíbles. Tan perfectamente proporcionados, un poco más que un puño,
sólo lo suficiente para ahuecar mi mano en ellos y masajearlos y acariciar a los
cabrones. Me sentí como algún maldito chico inexperto, acariciando su primer par de
tetas, pero nunca antes les había prestado mucha atención. Era algo así como del tipo
de entrar, conseguir lo mío y salir, y ocasionalmente había apretado o pellizcado uno

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solamente por el placer de hacerlo, pero había algo sobre sus senos que simplemente
me atraía. Eran gallardos, sus areolas de un rosa rojizo, casi del mismo pinche color de
su sonrojo. Y sus pezones eran sensacionales y tan jodidamente sensibles a mi tacto,
endureciéndose bajo las puntas de mis dedos.

Lo que vi del resto de su cuerpo era simplemente tan increíble, no estaba mintiendo
cuando dije eso. Me encantó su puto estómago, ya que era suave pero delgado, y
había algo en su maldito ombligo que me había fascinado. Y su piel era tan tersa y
cremosa, el sabor de su carne era increíble con un toque ligeramente salado en ella.
No le quité las prendas de abajo, porque trataba de hacerlo lo más confortable posible
para ella, sin querer exponerla por completo. Joder, no quería presionarla demasiado
lejos, demasiado rápido y tenerla completamente desnuda. Honestamente, si le
hubiera quitado su ropa interior, tenía miedo de que no hubiera podido contenerme
tanto, como si hubiera tenido que luchar contra la pinches ganas de fisgonear. Sabía
que ella no estaba preparada para eso, así que me fui a lo seguro y sólo metí mis
manos en sus bragas. Y que me jodan, si no estaba completamente empapada,
jodidamente excitada y caliente. Su vello púbico era sorprendentemente suave, y
rizado, no fuera de control pero aun así, era natural. Joder, no puedo mentir, en el
pasado siempre he preferido un coño completamente depilado, pero algo sobre sentir
el pelo de Bella de ahí abajo, esa mierda me encendió a lo grande. No pude evitar
acariciar esa mierda y sentí ganas de frotar mi mejilla contra él, queriendo frotar mi
puta nariz contra su clítoris y oler su excitación, sacar mi lengua y probar su humedad,
la razón por la que la dejé con su maldita ropa interior, porque eso sería presionarla
demasiado. Sin embargo, ella olía dulce y todavía podía oler su excitación.

Y Cristo, si no era receptiva, todo su cuerpo respondió perfectamente a mi tacto. Ella


realmente se estaba poniendo jodidamente caliente y eso me excitaba más de lo que
podía creer, verla sonrosarse por su rubor de la cabeza a los pies. Se contorsionaba y
retorcía, y empezó a sacudir sus caderas contra mi mano, impresionándome con su
intrepidez. Y estaba haciendo ruidos eróticos y guturales, lloriqueando, gimiendo y
quejándose en voz baja. Esos ruidos se fueron directamente a mi polla y estaba
palpitando fuera de control, estaba tan jodidamente dura que estaba goteando maldito
líquido pre seminal, pero traté de ignorarlo porque su supone que esa mierda no era
para mí. Era para mi chica, se trataba de hacerla sentir bien a ella. Y pareciera que no
podía dejar de besarla, lamerla y tocarla, simplemente deseando probar cada
puñetero centímetro de piel expuesta donde pudiera poner mi boca.

Sin embargo, jamás nada podrá igualar el haberla ayudado a experimentar su primer
puto orgasmo. Fue asombroso, la forma en que su cuerpo se tensó y comenzó a temblar
mientras traspasaba a través de ella. Ella arqueó su espalda y hubo un intervalo, de
unos pocos segundos, donde estuvo casi completamente paralizada, antes de que
soltara un puto gemido gutural. Era fuerte, más fuerte de lo que alguna vez hubiera
esperado escuchar de su boca, e inmediatamente estrellé mis labios con los suyos
tratando de sofocar el sonido, porque había personas a sólo un maldito piso debajo de

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nosotros. Sabía que era jodidamente estúpido de mi parte hacer esa mierda con mi
padre en casa y despierto, pero simplemente no pensé en esa mierda en el momento, lo
único que importaba era hacerla sentir bien. Y no esperaba que fuera ruidosa, pero lo
fue. Y joder, ese sonido me sorprendió, me dio malditos escalofríos, y la ayudé a
sobrellevar su orgasmo, acariciándola suavemente por un rato, casi en maldito estado
de estupor por ello.

Había tenido mucho sexo en mi vida, más sexo de lo que jamás podría sentarme y
calcular, y había dado un montón de puñeteros orgasmos en los últimos años. Jamás
había estado con una chica sin hacerla venirse, era en lo que era jodidamente bueno.
Pero nada, y me refiero a nada, fue alguna vez tan jodidamente erótico y satisfactorio
como ver a Isabella alcanzar la cima y explotar en el clímax. La forma en que su rostro
se contorsiono por el placer agonizante y como todo su cuerpo tembló, fue jodidamente
hermoso. Ella no puso un dedo en mi polla, pero en mi mente se sentía como si
acabara de experimentar la follada de mi vida simplemente con verla.

Sin embargo, físicamente era otra historia. Físicamente estaba en puta agonía. No
estaba acostumbrado a no ser el que se corriera.

Todavía todo era bastante impresionante, casi irreal. Me quedé sentado ahí viendo el
movimiento de su espalda descubierta a medida que respiraba profundamente en su
sueño y todavía estaba tratando de aceptar el hecho de que había redondeado
rápidamente algunas malditas bases. Ni siquiera podría decirte, que fue lo que lo
provocó; simplemente parecía como si de la nada ambos supimos que era momento de
avanzar con esta mierda.

Y la forma en que ella casi se derritió cuando le hablé en italiano, fue increíble. Su
carne se erizó cuando susurré contra su piel, diciéndole cosas sexys en un idioma
extranjero. Ella no podía comprender lo que le estaba diciendo, pero simplemente
pareciera como si su cuerpo lo entendió, respondiendo adecuadamente a ello. Joder,
dejaría de hablar inglés y seguiría con el italiano si ella siempre va a responder de esa
manera, eso era malditamente seguro.

La observé en silencio en la oscuridad, mi polla siguió palpitando un poco y necesitaba


encontrar una liberación pronto. Isabella empezó a murmurar dormida, obviamente
soñando, y sonreí cuando escuché mi nombre salir de sus labios. Otra vez estaba
diciendo esa mierda todas las noches y todavía era mi puta hora favorita del día,
cuando me hablaba en sueños. Todavía no le había preguntado qué era lo que soñaba
que la hacía hablar de mí, pero había una pequeña parte de mí que no quería saberlo.
Tenía miedo de que fuera alguna mierda trivial y arruinara el subidón natural que
conseguía con ello, deseando como la mierda que ella en realidad estuviera
fantaseando conmigo. Le eché un vistazo al reloj de alarma colocado sobre la mesa y
vi que pasaba un poco de las 2 am. Todavía estaba agotado, pero cuando me había
despertado había tenido leves destellos de mi pesadilla habitual, y no quería cerrar los

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ojos justo ahora con miedo de que viniera con toda su fuerza. No quiero que esta
maldita noche quedé arruinada por otra pesadilla; estaba en la pinche novena nube y
no quería tener que lidiar con esos demonios esta noche. Me levanté después de un
momento y caminé hacia la puerta en silencio, pateando algo accidentalmente en el
maldito piso y casi cayéndome. Sí, mi puta habitación se me estaba saliendo de
control, teníamos que hacer algo sobre esa mierda pronto. Tal vez la limpie mañana y
deje que ella me ayude si quiere, pero joder, no podía simplemente sentarme y pedirle
que lo hiciera por mí mientras mi perezoso culo la observa. Eso simplemente estaba
malditamente mal.

Maldije cuando mi dedo gordo del pie comenzó a punzar por lo que sea que había
pateado y me acerqué a la puerta abriéndola. Salí al pasillo y cerré la puerta con
suavidad, bajando las escaleras. Llegué al vestíbulo y salté cuando levanté la vista y vi
a una persona de pie en la puerta de la cocina, agarrando mi pecho cuando mi
corazón comenzó a latir con fuerza por tomarme desprevenido. No esperaba que
alguien estuviera levantado a esta puñetera hora, mucho menos a mi maldito padre.

“¡Mierda, papá!”. Dije con brusquedad. “¡Me asustaste!”. Mi padre suspiró y negó con
la cabeza, luciendo algo molesto.

“Cuida tu boca,” dijo enfáticamente. Él odia cuando digo lo que él denomina


“blasfemias”, porque evidentemente asesinar estaba jodidamente bien pero tomar el
nombre del Señor en vano era un maldito pecado que al parecer no podía tolerar. “Y
tal vez, si perfeccionaras tus habilidades de observación, la gente no te atraparía
desprevenido,” añadió rápidamente. Rodé mis ojos.

“Como sea,” murmuré. Me dirigí hacia la cocina y él se hizo a un lado para dejarme
pasar. Caminé hacia el gabinete y lo abrí, sacando un vaso. Abrí el refrigerador y
agarré el galón de jugo de naranja, sacándolo y vertiendo un poco en mi vaso. Puse el
galón de vuelta en el refrigerador y me giré para ver a mi padre parado en la puerta
observándome con curiosidad. Cerré la puerta del refrigerador y me apoyé contra la
encimera, tomando un trago.

“¿Insomnio?” Preguntó después de un momento, levantando las cejas. Me encogí de


hombros y tomé otro trago.

“Creo que puede decirse eso,” respondí. Él asintió con la cabeza.

“¿Son de nuevo las pesadillas?” Preguntó, su voz vacilante. Suspiré.

“Si me estás preguntando si todavía las tengo, entonces sí,” dije, molesto de que
sacara esa mierda, ya que no estaba de humor para hablar de eso justo ahora. Sin
embargo, me di cuenta por su expresión, que estaba realmente preocupado, así que
traté de mantener la calma, sin querer reaccionar con brusquedad cuando sólo estaba
de ser paternal y esa mierda.

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“Sabes, que puedo recetarte de nuevo Trazadona si quieres,” sugirió. Rápidamente
negué con la cabeza y tomé otro trago de mi jugo.

“¿Y ponerme todo psicótico de nuevo? No, gracias, paso,” murmuré. La última vez que
probé esa mierda me quitó las pesadillas pero empecé a actuar como el puto Guasón
de Batman, riendo todo el tiempo como un maniático sin razón y siendo temerario
hasta el punto que fui casi un puto suicida. También me jodió en lo sexual, incrementó
mi deseo de tener sexo y me mantuvo constantemente erecto, cualquier pinche cosa me
excitaba, pero no importa lo que hiciera, simplemente no podía correrme. Esa mierda
era una tortura, nunca conseguí un puto alivio de ello. Él asintió como si me hubiera
entendido, y yo suspiré. “Así que, ¿por qué estás levantado, de todos modos?” Le
pregunté, antes de que pudiera decir algo más sobre mis pesadillas, porque ya no
quería hablar sobre mis problemas de mierda.

Él negó con la cabeza. “Tengo que prepararme para irme a Chicago,” dijo, la irritación
volvió a su voz. Mis ojos se abrieron un poco por la sorpresa.

“¿Ahora?” Pregunté confundido. Él asintió. “No sabía que tenías que ir a Chicago este
fin de semana.”

Él se encogió de hombros. “Yo tampoco hasta hace unos veinte minutos que tu padrino
llamó. Se supone que partiría el próximo fin de semana para poder iniciar a algunos
hombres, pero evidentemente el problema con los rusos está aumentando, así que
vamos a presionar para tener una reunión este fin de semana con algunos de ellos.”

Mi ceño se frunció por la confusión. “¿Están teniendo problemas con los rusos?”

Él asintió con la cabeza. “Son hijos de puta bastante brutales. Están operando con la
idea “cada uno ve por sí mismo”, no tienen absolutamente ninguna lealtad por nadie.
Es realmente lamentable que ellos sean considerados como del crimen organizado, ya
que no hay absolutamente nada de organizado en nada de lo que ellos hacen. No
tienen una jerarquía de poder, y luchan constantemente entre ellos. Harían cualquier
cosa por un dólar y es evidente que no tienen respeto por nadie, lo que es algo que
sabes que la organización no puede tolerar que continúe en nuestras calles. Ellos en
realidad no son mejores que los delincuentes callejeros comunes.”

Yo solamente me quedé mirándolo por un momento, un poco sorprendido, ya que no


había escuchado en bastante tiempo que ellos que tuvieran tantos problemas con
grupos rivales. La gente tiende a quitarse del camino de la organización por obvias
razones, ya que su mano abarca bastante y no aceptan pendejadas, así que
encabronarlos era bastante estúpido. “Bueno, buena suerte y esa mierda,” le dije, sin
saber que otra mierda decir al respecto. Él se echó a reír de mi pobre respuesta,
sacudiendo la cabeza.

“Sí, gracias. Con suerte, estaré de vuelta el domingo en la noche,” dijo. Asentí,

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reconociendo que lo había escuchado, y él dudó por un momento. Me observaba con
curiosidad y abrió la boca como si fuera a decir algo, pero rápidamente la cerró. Gimió
y negó con la cabeza. “Que tengas un buen fin de semana, hijo,” dijo, dándose la
vuelta y saliendo de la cocina a toda prisa antes de que yo siquiera pudiera decir algo.

Me quedé ahí parado por un momento con el ceño fruncido, mirando el lugar donde él
había estado parado, preguntándome que carajos había sido ese último pequeño
intercambio. Suspiré después de un momento, desconcertado, pero mi padre siempre
era malditamente confuso, así que en realidad no era nada nuevo. Empiné mi vaso,
tomando el último sorbo de mi jugo y lo puse en el fregadero. Salí de la cocina y
comencé a subir las escaleras, viendo la puerta de la habitación de papá abierta con
la luz encendida, cuando llegué al segundo piso. Pude escuchar su voz dentro, se
estaba quejando y sonaba exasperado, pero no puede entender nada de lo que decía.
Me dirigí al tercer piso y abrí la puerta de la habitación sin hacer ruido, deslizándome
al interior rápidamente. Cerré la puerta y me quedé ahí parado por un momento,
mirando hacia la cama. Isabella estaba tumbada de espaldas, su pinche pecho
desnudo completamente descubierto, ya que la manta estaba completamente a un
lado. Estaba empezando a sentirme como un maldito mirón o alguna mierda de esas,
parado allí mirándola, pero estaba hipnotizado por la vista. Sus pezones estaban
erectos, piedrecitas como piel de gallina danzaban a lo largo de su carne, e
involuntariamente me encontré lamiendo mis labios, deseando chuparlos, dar vuelta en
torno a ellos con mi lengua. Mi polla se movió ante la imagen mental mientras sangre
corría de vuelta justo a esa zona, mis pantalones aumentaron. Gemí en voz baja y
sacudí la cabeza, sabiendo muy bien que cuando comenzaba a palpitar eso, no había
manera de que pudiera subirme de vuelta a la cama y volver a dormir. Mi polla me
estaba gritando, encabronada por la falta de atención que estaba recibiendo, ya que
era una puta egoísta y no le gustaba ser descuidada.

Me dirigí al baño, deslizándome al interior y cerrando la puerta sin hacer ruido. La


cerradura haciendo clic se escuchó con fuerza en la puta habitación en silencio y me
congelé, paranoico de que esa mierda iba a despertar a Isabella. Escuché por un
momento y no oí ni un sonido procedente de la recámara y me relajé un poco,
regañándome mentalmente por ser un puto mariquita asustado. Eché un vistazo
alrededor del baño, considerando que hacer. Pensé en meterme en la ducha, pero
estaba preocupado que el sonido del agua corriendo despertará a Isabella y ella se
preguntara por qué carajos me estaba duchando a las 2 de la mañana. Después de un
momento, dije a la mierda y me apoyé contra la puerta, imaginando que era un buen
lugar ya que lo iba a hacer jodidamente rápido.

Dejé que el peso de mi cuerpo descansara en ella y estiré mis manos, tirando hacia
abajo de la parte delantera de mis pantalones y boxers. Mi polla saltó libre
inmediatamente, erguida en el aire, dura como el infierno. Envolví mi mano derecha en
torno a ella, empuñándola en la parte inferior, y gemí por la sensación. Estaba llena de
sangre y palpitando hasta el punto de doler como la mierda. Se le podía ver moverse

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en mi mano, necesitando fricción y liberación. Subí mi mano acariciando mi eje de una
vez, pasando mi palma por la hinchada cabeza, siseando porque estaba jodidamente
sensible. Goteaba líquido pre seminal como nunca antes y deslicé mi mano sobre él,
recolectándolo en mi palma. Bajé mi mano por mi eje lubricándolo un poco con mi
semilla que ya se había derramado y acaricié un par de veces todo el largo de mi
polla. Quité mi mano después de un momento y la acerqué a mi boca, aclarándome la
garganta y escupiendo en mi palma. Se sentía asqueroso tener un escupitajo en mi
mano y esa mierda, pero todos mis lubricantes estaban en la recámara y no había puta
manera de que pudiera ir allí y tomarlos sin sentirme aún peor de lo que ya me sentía
por hacer esto. Mi chica dormía tranquilamente a unos pocos metros de mí y yo me
estaba haciéndome una paja como un maldito pervertido.

Llevé mi mano abajo y la envolví alrededor de mi polla con fuerza, acariciándola unas
cuantas veces para esparcir la lubricación. Me volví a relajar contra la puerta,
subiendo y bajando mi mano a todo lo largo de mi eje, torciendo mi mano al llegar a la
punta para masajear la cabeza. Gemí suavemente y continué acariciándola,
incrementando el ritmo y empuñándola con más fuerza después de un momento. Mi
respiración empezó a acelerarse, mi ritmo cardíaco aumentando a medida que
masajeaba mi carne hinchada con un agarre firme. Estaba palpitando en mi mano;
podía sentir la sangre corriendo frenéticamente bajo la piel. Moví mi mano hacia atrás
y hacia adelante, gimiendo en voz baja cuando el placer comenzó a correr a través de
mis venas. Cerré mis ojos y pensé en mi chica, imaginándola yaciendo en mis sábanas
arrugadas, su pelo castaño claro esparcido por todas partes en la almohada. Pensé en
la forma en que su cuerpo se retorció por mi toque, la forma en que sus piernas
vibraron cuando presioné mis dedos contra su clítoris, la forma en que prácticamente
perdió el puto control y se derritió para mí. La forma en que movió sus caderas,
completamente excitada, su cuerpo jodidamente desesperado porque le diera el placer
que ella anhelaba tanto. Pensé en la forma en que gritó cuando se corría, como arqueó
su espalda y todo su pinche cuerpo se sonrojaba de ese hermoso color rosa. La forma
en que su rostro se retorció de placer, cuan jodidamente mojada estaba para mí. Como
olía tan jodidamente dulce como el néctar, como alguna maldita fruta prohibida que
estaba desesperado por probar. Era un hombre jodidamente hambriento y ella era una
de las más grandes exquisiteces ahí fuera, y la necesitaba. Joder, la ansiaba como
nunca había ansiado nada antes. Gemí y comencé a acariciarlo más rápido,
empujando mis caderas con el movimiento de mi mano. Imaginé sus senos, me
imaginé capturando esos pezones erectos con mi boca, rozándolos suavemente con
mis dientes. Pensé en esos putos ruidos primitivos que escaparon de sus labios, esos
gemidos guturales y gruñidos y esos gritos guturales jodidamente calientes que dejó
salir mientras ella explotaba en mi mano. Pensé en cuan mojada estaba, en como su
dulce calidez se filtró en mi mano mientras la frotaba con ella.

Sentí la tensión acumularse en mí, mis músculos contraerse a medida que mi


liberación se acercaba, apreté con más fuerza e hice mis estocadas más pausadas,

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retorciendo mi mano y apretando con suavidad la hinchada cabeza color púrpura. La
sentí empezar a hervir bajo mi piel mientras la piel de gallina cubría mi cuerpo, mi
respiración se hizo irregular. Eché mi cabeza hacia atrás, golpeándola contra la
puerta, y cerré mis ojos con fuerza. Bombeé frenéticamente y sentí la calidez corriendo
por mis venas. Todo mi cuerpo se tensó cuando el placer se disparó a través de mi
sistema y apreté los dientes cuando mi polla comenzó a palpitar. Solté un gruñido, el
sonido áspero cuando se quedó atorado en mi garganta, y agarré con fuerza el marco
de la puerta con mi mano libre mientras mi liberación se apresuró hacia mí. Mis
piernas temblaron con la intensidad con la que me vine, atrapando con la mano la
mayor parte mientras masajeaba la cabeza de mi polla. Esa mierda estaba pegajosa y
se sentía simplemente asquerosa en mi mano, pero no quería chorrear esa mierda en
el suelo y no levantarlo todo en la oscuridad y que Isabella viniera a hacer pipí o algo
por la mañana y lo descubriera. No sabría qué carajos era pero aun así, esa mierda no
estaba bien.

Dejé de mover mi mano cuando la explosión se disipó y me relajé contra la puerta,


completamente agotado. Tomé unas cuantas respiraciones profundas, tratando de
calmarme. Mis piernas se sentían como si fueran jodidamente inútiles, como si no me
resistirían si trataba de caminar. Mis párpados estaban pesados y me sentí
jodidamente exhausto por cuán intenso había sido ese orgasmo. Me había estado
haciendo una paja cada puto día últimamente, pero ninguna de ellas había llegado al
nivel de esta.

Mi maldita polla se movió un par de veces mientras se desinflaba. Después de un


momento me quité de la puerta y me acerqué al lavamanos, abriendo la llave del agua
con la mano que no estaba pegajosa. Lavé mis manos con un poco de jabón
antibacterial y agarré una toallita, quitando el semen y saliva de mi polla. La metí de
nuevo en mis pantalones, haciendo una ligera mueca porque la puta cosa ahora
estaba sensible, y cerré la llave del agua. Me sequé las manos y caminé hacia la
puerta, dudando brevemente con mi mano en el pomo. Abrí la puerta lentamente y miré
en la habitación hacia la cama donde yacía Isabella. Ahora estaba acurrucada en una
bola, luciendo jodidamente contenta. Me acerqué a la cama y me subí junto a ella,
alcanzando su espalda después de un momento para acariciarla. Ella suspiró en sus
sueños, y me deslicé acercándome a ella, envolviendo mis brazos a su alrededor y
acercándola a mí para poder abrazarla. Rápidamente caí en un sueño profundo, una
vez que estuvo de vuelta en mis brazos. Abrí mis ojos mucho más tarde y miré
alrededor, la habitación estaba levemente iluminada por la luz del sol del exterior.
Eché un vistazo a mi lado, mi ceño se frunció cuando me di cuenta que estaba
jodidamente solo. Me senté rápidamente, mis ojos revisando frenéticamente la
habitación, preguntándome dónde demonios estaba ella. Miré el reloj junto a mi cama,
mis ojos se ampliaron cuando vi que eran casi las 2 pm. Nunca dormía hasta tan tarde,
a menos que realmente me hubiera jodido la noche anterior y sabía malditamente bien
que mi chica no dormía así. Ella se habrá levantado hace horas. Salí de la cama y me

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dirigí a la puerta, la abrí y salí al pasillo. Me detuve en la puerta de su habitación,
preguntándome si estaba allí adentro. Me pasé las manos por mi cara un par de veces,
tratando de deshacerme de la maldita confusión y despertarme mientras trataba de
escuchar sonidos en el interior. Toqué después de un momento y no escuché nada, así
que abrí la puerta para confirmar que no estaba allí. Suspiré y cerré la puerta de su
habitación, dirigiéndome a las escaleras. Llegué al segundo piso y seguí bajando las
escaleras, me congelé cuando escuché voces que se filtraban hacia arriba. Eran varias
y gemí, dándome cuenta que mis hermanos y sus malditas novias estaban abajo.

Bajé las escaleras despacio, sin ánimo de lidiar con ellos pero deseando encontrar a
Isabella, y me detuve cuando llegué al vestíbulo. Escuché la risa familiar sonar desde
la sala de estar y mis ojos se ampliaron por la sorpresa, cuando me di cuenta que
Isabella estaba allí con ellos, charlando y riendo. Caminé en esa dirección y vi a
Isabella parada en el borde de la habitación, de espaldas a mí. Todos los demás
estaban holgazaneando por ahí, y tenían la televisión encendida pasando un episodio
del puñetero Jeopardy, como de costumbre. Rose me vio cuando me acerqué y sonrió
con suficiencia, con esa puta mirada en su rostro que tiene usualmente cuando esta de
humor para ser una pinche perra conmigo. Rodé los ojos y caminé hacia Isabella,
acercándome por detrás de ella. Envolví mis brazos alrededor de su cintura y la apreté
hacia mí. Suspirando satisfecho por su calor corporal. Ella se tensó por la sorpresa,
obviamente, sin saber que yo estaba allí, pero se relajó un poco cuando cayó en cuenta
que sólo era yo.

“Buenos días, la mia bella ragazza,” murmuré, mis labios cerca de su oído. Ella sonrió,
pero antes de que pudiera responder, tiré de ella hacia la silla más cercana. La asusté,
pero se rió un poco cuando me senté, atrayéndola a mi regazo. Cerré los ojos y la
apreté contra mí, apoyando mi mejilla en su hombro con mi rostro en su cuello. Inhalé
profundamente, oliendo su embriagador aroma afrutado ya que evidentemente había
tomado una puta ducha esta mañana, inclinándome para presionar un pequeño beso
en su cuello. Ella se aferró con sus manos a mis brazos que estaban envueltos a su
alrededor y se estremeció cuando mis labios encontraron su piel. Abrí los ojos y levanté
la vista para encontrarme con cuatro pares de ojos mirando directamente hacia mí, con
expresiones atónitas en sus putas caras. Supongo, a juzgar por la miradas que me
estaban dando, que no esperaban que demostrara tanto mis pinches sentimientos por
mi chica con ellos alrededor.

Rodé los ojos y me retiré del cuello de Isabella. “No me den esas malditas miradas, sé
que todos ustedes, hijos de puta, ya saben,” les dije. Tan pronto como las palabras
salieron de mis labios, Alice tenía la sonrisa más grande en su cara que jamás había
visto. Gemí y negué con la cabeza, reclinándome en la silla y atrayendo a Isabella aún
más hacia mí, manteniendo mis brazos envueltos en torno a ella con fuerza. Era un
poco más baja que yo y su cabeza vino a apoyarse en mi pecho. Incliné mi cabeza y
besé la cima de la suya brevemente antes de descansar mi mejilla en ella.

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“Una cosa es saberlo, hermano, y otra verlo de verdad,” dijo Emmett, sacudiendo su
cabeza. Se echó a reír después de un segundo. “Pero realmente es bueno verlo, te
diré.”

“Sí, bueno, es jodidamente bueno sentirlo,” dije. Él sonrió con suficiencia y asintió,
obviamente comprendiendo. Yo le había estado diciendo mierdas sobre que era un
mariquita desde que comenzó a salir con Rosalie, y ahora me encontraba haciendo la
misma mierda por la que le había dicho esas pendejadas.

“¿Quién carajos eres tú y que has hecho con el pendejo de corazón frío que solía vivir
aquí?” Rosalie preguntó inmediatamente, levantando sus cejas y sonriendo con burla.
Yo le rodé los ojos.

“Ciucciami il cazzo*, perra,” le dije molesto. Joder, estaba teniendo una bonita mañana
y ella iba a arruinar mi estado de ánimo con su mala leche. Sentí que Isabella respingó
cuando sus rudas palabras salieron volando de su boca. Comencé a frotar en círculos
en su costado donde mi mano estaba descansando, tratando de relajarla un poco.

“¿Chupar tu polla, Cullen?” Escupió Rosalie. “No tocaría esa pinche cosa ni con la
boca de Tanya Denali. No se sabe cuáles enfermedades de mierda tienes recorriéndote
con tantas golfas con las que has follado por ahí. Eres un puto, así de simple, y una
perra tendría que ser estúpida para estar alguna vez contigo con tu historia.”

Cualquier seguridad que mi abrazo le estaba proporcionando a Isabella, se deshizo


por completo cuando esas malditas palabras fueron registradas por ella. Se tensó por
completo, su cuerpo jodidamente rígido se sentía como si estuviera hecha de piedra.
Rápidamente me enderecé un poco, encabronado, e Isabella trató de pararse de mi
regazo. La agarré con fuerza, manteniendo mis brazos a su alrededor, sin querer que
las pinches palabras de Rosalie la hicieran huir de mí. Joder, yo la amaba y ella tenía
que saberlo, ella no podía permitir que una cabrona como Rosalie Lilian Hale
estropeara esa mierda.

Isabella agarró mis brazos con fuerza y trató de quitarse mis puñeteros brazos de
encima y vacilé, sin querer que se levantara. “Por favor, déjame ir, Edward,” dijo
después de un segundo, hablando en voz baja. Su voz temblaba y yo gemí, sabiendo
que no podía detenerla en contra de su voluntad. Quité mis brazos y ella se levantó
rápidamente de un salto, saliendo prácticamente disparada de la puta habitación.
Gruñí y me pasé las manos por el pelo, mirando furioso a Rosalie, encabronado de que
hubiera dicho esa mierda enfrente de Isabella. Mis manos temblaban y mi
temperamento se enardeció a medida que escuchaba los pasos de Isabella en las
escaleras, subiéndolos rápidamente.

Rosalie sólo se me quedó mirando, luciendo casi jodidamente satisfecha de sí misma, y


nadie le dijo una mierda, porque por supuesto nadie, jamás, le llamaba la atención a
Rosalie por ser una perra, pero esta vez había ido demasiado lejos por haber ofendido

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a mi chica. Estallé. “Eres una pinche perra, ¿sabías? A mí puedes decirme todas las
pendejadas que quieras, puedo soportarlo y atacarte de vuelta, pero no tienes puto
derecho a hacer lo que acabas de hacer. Sabes malditamente bien que estoy limpio y
que mi sentimientos son jodidamente diferentes con ella, pero aun así, te sientas ahí y
escupes esa mierda y tratas de hacerle creer que no soy nada más que un puto error.
¡Eso no está bien! Ella no es como nosotros Rosalie, no puedes hacer esa pinche
mierda con ella, y si no puedes respetar eso y darle un poco de maldita cortesía en su
propia casa de mierda, joder, tal vez no deberías venir,” le escupí, mirándola fijamente.
Sus ojos se abrieron un poco, supongo que sorprendida de que le estuviera llamando
la atención, y ella miró a su novio. Él estaba mirando fijamente hacia el frente, luciendo
absorto en sus pensamientos y después de un segundo se volvió para mirarla.

“Deberías ir a disculparte, Rose,” dijo finalmente. Parecía indignada y se le quedó


mirando a Emmett con incredulidad. Él vio su expresión y sacudió la cabeza,
suspirando. “Edward tiene razón, joder, sabes que te amo, nena, y me encanta tu
descaro, pero no puedes decir mierdas como esas cuando se trata de esa chica y
esperar que se le resbale. Ella ya lidia con suficiente mierda, no necesita gente que le
meta ideas en la cabeza que arruine la única cosa medio decente que tiene a su favor.
Edward puede tener un pasado turbio, pero incluso tú tienes que admitir que ese
cabrón ha cambiado por ella.”

Rose se le quedó mirando a Emmett atónita por un momento, obviamente jodidamente


sorprendida por el hecho de que él estaba en contra de ella en algo. Emmett siempre
estaba de su lado en mierdas, la dejaba que se saliera con la suya en todo y nunca le
llamaba la atención por sus pendejadas. Comprendió que él iba en serio después de
un momento y volvió su cabeza hacia mí, estrechando levemente sus ojos y frunciendo
el ceño. Le sonreí con suficiencia, siendo un pendejo y regodeándome porque era
malditamente cierto que yo tenía razón en esto. Ella rodó los ojos y resopló,
levantándose de un salto y saliendo furiosa de la habitación, pisando fuerte de manera
que el sonido de sus tacones resonaba con fuerza a través de todo el primer piso.
Suspiré y negué con la cabeza cuando la escuché empezar a subir las escaleras,
volviéndome a Emmett.

“Será mejor que sea jodidamente amable con ella allá arriba,” le dije con seriedad.
Emmett asintió.

“Lo será. Ella puede ser dura, pero sabes que Rose no es una mala persona,” dijo, su
voz sonaba arrepentida. Pasé mi mano por mi pelo y asentí, suspirando. Nos
quedamos todos por ahí sentados en un jodido silencio incómodo por un rato, sin que
ninguno de nosotros supiera qué carajos decir. Yo estaba preocupado por las
pendejadas que Rosalie le estaría escupiendo a Isabella allá arriba y el resto de ellos
lucían jodidamente avergonzados por lo ocurrido y preocupados por lo que podría
estar sucediendo.

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“Soy una mala amiga,” dijo Alice después de un momento. Levanté la vista y vi que ella
estaba frunciendo el ceño. Me miró, sus ojos apagados, sin ese brillo de entusiasmo
que ella normalmente tenía, había desaparecido. “Le dije que seríamos buenas
amigas cuando la conocí por primera vez, y nunca estoy ahí para ella. Ni siquiera los
defendí cuando Rosalie te hizo menos, ¿qué clase de amiga soy? Apuesto a que podría
necesitar una buena amiga, algo de charla de chicas.”

Suspiré y asentí con la cabeza e iba a hablar, porque una cosa que le faltaba a
Isabella era una buena amiga con quién hablar, pero la risa atronadora de Emmett me
interrumpió. Todos lo miramos confundidos, preguntándonos que carajos era tan
gracioso. Él sacudió la cabeza después de un momento, sin dejar de reír. “Sí, estoy
seguro que definitivamente podría necesitar una charla de chicas después de lo de
anoche,” dijo, mirándome con una expresión divertida. Mis ojos se ampliaron y me
quedé mirándolo, sabiendo inmediatamente que de alguna manera el hijo de puta
sabía.

“¿Qué pasó anoche?” Dijo Alice, mirando hacia mí. Yo la miré a ella, manteniendo mi
expresión calmada y me encogí de hombros, fingiendo ignorancia. Le reduje mis ojos a
Emmett, dándole una mirada que claramente decía que mantuviera su puta boca
cerrada, pero sabía que no serviría.

Él se rió de nuevo. “Sí, Edward, ¿qué pasó anoche?” Preguntó divertido.

“Vaffanculo*,” dije, mi pinche tono totalmente en serio.

Para nada encontré todo esto malditamente divertido.

Él se echó a reír, disfrutando de mi molestia. “Awww, vamos. No seas así, hermano.


Todos somos familia aquí. Entonces, ¿tú, eh, tú sabes… sverginare*?” Mis ojos se
estrecharon, mi ira aumentó vertiginosamente cuando me preguntó si la había
desvirgado.

“¡No, no lo hiciste!” Dijo Jasper sorprendido, volviéndose para mirarme con los ojos
abiertos como platos. Gruñí y rodé los ojos.

“No, no lo hice. Cristo, déjenme jodidamente en paz,” espeté.

Emmett se echó a reír. “Entonces, ¿qué fue eso?” Preguntó. “Porque estoy seguro como
la mierda que la escuché gritando y no era por miedo, te puedo asegurar.”

“¿La escuchaste?” Pregunté vacilante. Él asintió con entusiasmo y gemí, sintiendo un


poco de pánico en mi pecho. Si él había escuchado esa mierda, ¿también mi padre?
¿Es por eso que él estaba actuando tan jodidamente raro esta mañana?

“Sí, pero fue sólo porque estaba en el tercer piso. Estaba buscando para ver si
teníamos una copia del libro “El Gran Mar de los Sargazos” en la biblioteca, porque

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olvidé el mío en la escuela y se supone que tengo que tener leída esa mierda para el
lunes. Pero sí, escuché esa mierda en el pinche pasillo. También me asustó como la
mierda,” dijo entre risas.

Gruñí rodando los ojos. “¿De verdad crees que ella estaría cómoda con que sepas
sobre su maldita vida sexual?” Pregunté con fastidio, levantándole una ceja, con la
puta esperanza que dejara el tema. Su sonrisa de suficiencia sólo creció en respuesta.

“Así es que, ¿ahora tiene una?” Preguntó. “Una vida sexual, quiero decir,” lo fulminé
con la mirada, furioso de que me estuviera cuestionando y presionándome sobre el
tema, sin tener la intención de siquiera darle gusto con una puta respuesta.

“Entonces, ustedes chicos…”Alice comenzó, vacilante. “¿Cachondearon? Me refiero a


que tú, tú sabes…”

Rodé los ojos por su línea de cuestionamiento. “Sólo la toqué, ¿de acuerdo? Así que,
sólo déjenlo ya,” dije. Ella sonrió alegremente y llevó su mano hacia arriba,
pretendiendo cerrar sus labios con un cierre. Suspiré y negué con la cabeza. “Y les
agradecería si ninguno de ustedes cabrones se burlan de ella al respecto, porque ya es
lo suficientemente tímida,” dije, poniéndome de pie y mirando a mis hermanos. Ambos
lanzaron sus manos hacia arriba en un signo de honor de los exploradores, mirándose
el uno al otro y riéndose. Negué con la cabeza, a veces podían ser unos putos idiotas.

Me di la vuelta para salir de la habitación, queriendo revisar a Isabella porque había


estado arriba con Rosalie por bastante jodido tiempo, cuando Alice se levantó de un
salto y corrió hacia mí. Me congelé, jodidamente confundido y sorprendido cuando
envolvió sus minúsculos brazos alrededor de mí y me apretó tan fuerte como pudo. Me
reí entre dientes y le di unas palmaditas en la espalda.

“¿Y eso por qué fue, enana?” Le pregunté. Ella se apartó de mí y sonrió, mirándome.
Estaba atónito cuando vi que sus putos ojos estaban vidriosos y estaba a punto de
chillar.

“Por ser tan bueno con ella,” dijo en voz baja, totalmente en serio. Me eché a reír.

“No tienes por qué abrazarme por eso. Mierda, probablemente ella es la que puede
necesitar el abrazo por tener que aguantar mi culo,” dije. Alice se echó a reír.

“No eres tan malo,” dijo, pegándome ligeramente en el brazo. Rodé mis ojos y sonreí.

“Gracias, enanita,” le dije. Le froté la espalda brevemente y me volví a dar la vuelta,


dirigiéndome a las escaleras. Las subí rápidamente y pasé la mano por mi pelo,
dudando cuando llegué al tercer piso. Lentamente me acerqué a la puerta de la
habitación de Isabella y me quedé allí, escuchando. Podía escuchar susurros en el
interior, pero no puede entender nada de lo que decían, pero al menos no eran pinches
gritos. Después de un momento, suspiré y levanté mi mano para tocar, sintiéndome

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como un maldito idiota, sólo parado allí en el pasillo y queriendo asegurarme que la
mierda estaba bien adentro. Antes de que pudiera tocar la maldita puerta, se abrió
rápidamente, de manera tan abrupta que me asustó, y me encontré cara a cara con
Rose. Me entrecerró un poco los ojos y la miré con rabia, porque simplemente esa es la
mierda que Rose y yo hacíamos. Nos dábamos miradas del mal el uno al otro.

“Qué, joder, ¿estás espiando?” Preguntó. “¿No crees que ella se puede cuidar sola?”
Yo le rodé los ojos.

“No, sólo me estoy asegurando que no trajiste tus malditos monos voladores contigo,
bruja,” le dije. (N.T. Monos voladores o Winged monkeys son personajes del “El Mago
de Oz” que han ocupado su lugar propio en la cultura popular, regularmente se hace
referencia a ellos en situaciones cómicas o irónicas como una fuente del mal o miedo)
Por un momento me fulminó con la mirada, tratando de mantener su expresión seria,
pero después de un segundo esbozó una sonrisa.

“Vete a la mierda, Cullen,” dijo, sacudiendo la cabeza. Sonreí con suficiencia.

“Tú también vete a la mierda, Hale.”

Ella pasó rozándome y movió rápidamente hacia afuera su codo pero lo esquivé
saliendo de su camino para que no pudiera golpearme. Negué con la cabeza y entré
en la habitación de Isabella, deteniéndome cuando la vi parada frente a su cama. Ella
se veía toda incómoda y linda, sonriendo tímidamente mientras me miraba. Estaba
haciendo girar sus pulgares, entrelazando sus dedos frente a ella con nerviosismo.

Yo sonreí y cerré su puerta suavemente detrás de mí.

“¿Estás bien?” Le pregunté, alzando las cejas. No parecía molesta, pero nunca sabía
esa mierda con ella, ya que era bastante buena ocultando sus emociones. Asintió con
entusiasmo y me reí entre dientes. Me le quedé viendo por un momento y se removió un
poco, parecía ansiosa. Avancé lentamente hacia ella y me observó, sonriendo. El rubor
se deslizó a sus mejillas y desvió su mirada cuando llegué lo suficientemente cerca
como para tocarla. Mi ceño se frunció brevemente, confundido por su reacción pero ella
me volvió a mirar después de un segundo y llevó su labio inferior a su boca,
masticándolo con nerviosismo. La miré a los ojos y vi la emoción, la felicidad y la leve
aprensión, y caí en cuenta, ella estaba pensando en lo que pasó anoche.

Le sonreí y pasé mi mano por mi pelo, sacudiendo mi cabeza. Extendí mis brazos y los
envolví a su alrededor, atrayéndola después de un momento en un abrazo. Ella apoyó
su cabeza contra mi pecho y me apretó de vuelta.

“Mi Bella, realmente eres asombrosa,” susurré. Se apartó para mirarme, puro asombro
en sus ojos.

“¿De verdad crees eso?” me preguntó, su pinche voz sonando rebosante de alegría. Me

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reí entre dientes y de nuevo la atraje a mí con fuerza, meciéndonos en un abrazo.

“Por supuesto que digo esa mierda en serio, nena,” le dije. Dio unas risitas, el sonido
tan despreocupado y feliz que hizo que mi pecho se hinchara de nuevo con toda esa
puta satisfacción. Amaba cuando hacía feliz a mi chica. Me aparté un poco de ella y la
miré a los ojos, sólo disfrutando de toda la emoción creciendo en ellos. Me incliné
hacia adelante y presioné mis labios con los suyos con suavidad, y ella los separó,
sacando su lengua y rozándola a través de mi labio inferior. Me reí entre dientes contra
su boca, sorprendido por su audacia y abrí mi boca para ella. Saqué mi lengua para
mezclarla con la suya, besándola con profundidad y apasionadamente. Después de un
momento, apartó su cabeza, sonrojada y respirando pesadamente.

“Wow,” dijo, sin aliento. Le sonreí con suficiencia y asentí.

“¿Qué tal si nos vestimos y hacemos algo?” Sugerí. Mi puta habitación podía esperar,
hoy ella merecía que la llevara a algún lado y que le diera gusto. Sus ojos se abrieron
un poco.

“¿Cómo qué?” Preguntó. Me encogí de hombros.

“Lo que sea que quieras hacer,” le dije. Realmente me importaba una mierda lo que
hiciéramos, siempre y cuando pasáramos algo de tiempo juntos lejos de la maldita
casa. “Podríamos ir al cine, o al parque, o a dónde sea. Tal vez cenar algo,” sugerí. No
tenía ni puta idea de lo que la gente hacía para divertirse, ya que lo más cercano que
llegué a una jodida cita antes de que ella llegara a mi vida fue pasar por el maldito
autoservicio del restaurante de comida rápida de camino a dejar a una perra después
de follármela. Sí, era un pendejo, e incluso la hacía comprarse su propia comida de
mierda.

Ella se me quedó mirando con una extraña expresión en su rostro. “Como, ¿en
público?” Dijo vacilante después de un momento. Me eché a reír y asentí,
preguntándome a qué carajos pensó ella que me refería. Se me quedó viendo un
momento más antes de sonreír y asentir. “Está bien,” dijo. “Yo, eh… me voy a vestir.”

Sonreí. “Tómate tu tiempo, de todos modos me tengo que duchar,” le dije. Me sentía
asqueroso, sin haberme duchado, tomando en cuenta que me había corrido en el baño
ayer en la noche y sudado como un maldito cerdo mientras dormía. No me había visto
en un espejo, pero imaginaba que mi puto pelo estaba para todos lados y mi piel
estaba desaseada.

“Está bien,” dijo, asintiendo levemente. Sus ojos brillaban y puedo decir que estaba
tratando de contener su emoción. Me le quedé viendo por un momento, sonriendo y
mirando fijamente a esos hermosos ojos suyos, asombrado de como algo tan
jodidamente trivial como una película, podía hacerla iluminarse tanto. Humedecí mis
labios y me incliné hacia adelante, presionando los suyos suavemente.

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“Volveré,” le dije en voz baja. Ella sonrío y me di la vuelta para salir de su habitación.
Me quité la ropa, arrojándolas sobre la pila de ropa al otro lado de la habitación y
entré al baño. Abrí la llave del agua caliente y entré bajo el agua, lavando mi cuerpo
rápidamente. Me lavé el pelo y cerré la llave, saliendo de la ducha y secándome.
Envolví la toalla alrededor de mi cintura y entré a la recamara, mirando en mi armario.

Me quedé ahí parado por un momento, mirando la ropa, considerando que usar como
una maldita niña remilgada. Quería verme bien para ella, y joder, nunca antes había
tratado de lucir bien porque esa mierda sólo pasaba naturalmente, pero sentía como si
tuviera que poner un poco más de esfuerzo en esa mierda por ella, porque era
importante para mí. Esto era como nuestra pinche primera cita o algo así, y tal vez no
contaba porque se me estaba facilitando mucho ya que era el pinche mediodía y no le
estaba trayendo unas putas flores o conociendo a sus malditos padres, pero aun así se
sentía especial.

Saqué un par de boxers y una camiseta sin mangas de mi tocador, dejando caer la
toalla y poniéndomelos. Agarré unos vaqueros de color azul oscuro, ajados y
descoloridos y me los puse, poniéndome un cinturón negro para evitar que las mierdas
se caigan. Saqué una camisa verde de manga larga con botones del armario y me la
puse, porque el verde era su color favorito y sabía que le gustaría esa mierda ya que
resaltaba el color de mis ojos, o algo así dijo la pinche Alice que hacía, como sea. Me
quedé con algunos botones de la parte superior desabrochados y enrollé las mangas
hacia arriba porque de lo contrario me sentía sofocado. Me puse un par de botas
negras y entré en el baño, mirándome en el espejo. Me veía bien, como siempre, no es
como si alguna vez lo hubiera dudado, pero como sea.

Me lavé los dientes y me rocié con colonia, deseando oler bien para mi chica. Es decir,
evidentemente a ella le gustaba mi olor natural jodidamente soleado, pero aun así,
puse algo de esfuerzo en esa mierda. Me quedé mirando mi cabello por un momento,
pero me encogí de hombros y dije a la chingada porque no había nada que pudiera
hacer por esa mierda. Me pasé los dedos por él y sólo lo dejé hacer lo suyo.

Agarré mis llaves, mi teléfono y mi iPod deslizándolos en mi bolsillo, y me puse mi reloj.


Salí al pasillo y levanté la vista, notando que la puerta de Isabella estaba abierta. Me
congelé cuando la vi parada en la entrada, mis ojos inmediatamente recorrieron el
largo de su cuerpo. Llevaba unos vaqueros ligeramente de vestir, los cuales estaban
jodidamente ajustados y un suéter con rayas azules y canela. Llevaba un par de botas
color canela y estaba ahí parada, inquieta y mirándome nerviosa. Le sonreí con
suficiencia y ella sonrió tímidamente.

“¿Yo, eh… me veo bien?” Preguntó vacilante. “Quiero decir, no sé cómo ponerme
maquillaje u otras cosas.”

Me le quedé mirando sorprendido por un momento, atónito de que ella pensara que lo
necesitaba. “Bien, no te hace justicia, y no necesitas maquillaje. Tú, Isabela, eres

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naturalmente splendido,” dije. Sus ojos se abrieron un poco.

“¿Qué significa eso?” Preguntó vacilante, como si casi tuviera miedo de la respuesta.
Me eché a reír.

“Espléndida. Magnífica. Preciosa. ¿Hace falta que siga?” Pregunté, levantándole una
ceja. Se ruborizó y negó con la cabeza.

“Gracias. Tú, eh… te ves de verdad guapo. Siempre es así,” dijo con nerviosismo. Fue
jodidamente dulce que me estuviera haciendo un cumplido, y me sentí bien de
escuchar que ella me encontraba atractivo, no es como si dudara esa mierda, pero aun
así era bueno escucharla decir esas palabras. Me reí entre dientes de su nerviosismo,
porque ella era simplemente jodidamente linda y tomé su mano. Ella tomó la mía con
cautela, entrelazando nuestros dedos y sonriendo.

“¿Nos vamos?” Pregunté, haciendo una seña con la cabeza hacia las escaleras. Ella
asintió y me volví llevándola abajo. Llegamos al vestíbulo y ella iba a apartar su mano
de la mía ya que mis hermanos y sus novias todavía estaban en el primer piso, pero yo
la sujeté con fuerza. Me dirigí directamente a la puerta principal, pero antes de que
pudiéramos escabullirnos sin ser detectados Jasper salió de la cocina. Él se paró en
seco y nos miró y me detuve, dando un suspiro.

“¿A dónde van?” Preguntó, mirando entre Isabella y yo. Su mirada vino a posarse en
nuestras manos unidas y sonrió levemente.

“Tengo una cita con una chica hermosa,” le dije, sonriendo con complicidad. Llevé
nuestras manos a mi boca y besé el dorso de la mano de ella con suavidad. Isabella se
sonrojó y Jasper se echó a reír.

“Bueno, chicos tengan cuidado y diviértanse,” dijo con voz de adulto con tono burlón
antes de reírse y negar con la cabeza. Le rodé los ojos, pero me reí y asentí. La saqué
por la puerta principal antes de que alguien más nos pudiera detener y quisieran
echarse una puta charla, esos entrometidos hijos de puta.

La ayudé a entrar al coche y rodeé subiendo en el asiento del conductor. Gemí cuando
el asiento estaba más atrás de donde lo mantenía, confundido por un momento antes
de que cayera en cuenta que mi pinche padre fue el último en conducirlo. “¿Tenía que
joder mi asiento?” Dije con irritación, tratando de volver a ponerlo como me gustaba.
Era delicado con esa mierda, me había llevado casi 20 malditos minutos que quedara
perfecto, cuando obtuve el coche por primera vez. Isabella se rió y mi cabeza se movió
rápidamente en su dirección, fulminándola con la mirada, inmediatamente
jodidamente irritado de que se estuviera riendo de mí.

“Joder, ¿te parece gracioso?” Pregunté, mi tono más duro de lo que intentaba que
saliera. Ella dejó de reír de inmediato, poniendo su rostro al instante carente de
expresión. Gemí y relajé mi expresión, negando con la cabeza por el puto hecho de que

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le había hablado de una manera tan brusca y sin maldita razón. Estaba seguro de
tener un buen puñetero comienzo. “Lo siento, odio cuando la gente jode con mi
mierda,” le dije en tono de disculpa. Ella sonrió levemente.

“No tienes que dar explicaciones. Soy muy consciente de que eres quisquilloso,
¿recuerdas?” Dijo, en broma. Rodé mis ojos y seguí jodiendo con mi asiento, tratando
de ponerlo bien. Ella sólo se quedó ahí sentada esperando, sin señales de
impaciencia, lo cual apreciaba porque no había maldita forma de que pudiera
conducir a ningún lado con un asiento incómodo. Finalmente lo puse bien y lo fijé,
poniéndome mi cinturón de seguridad y encendiendo el coche. Rápidamente lo eché en
reversa y lo giré rápidamente, poniéndolo en marcha y bajando por el camino de
entrada.

Llegué a la carretera principal y saqué mi iPod, conectándolo. Empecé a desplazarme


a través de la música hasta que encontré algo un poco animado y me volví para mirar
a Isabella. Ella estaba mirando por la ventana lateral, viéndose entretenida con una
pequeña sonrisa tocando sus labios. Negué con la cabeza y estiré mi mano, agarrando
la suya. Uní nuestros dedos y los llevé hacia arriba besando de nuevo el dorso de su
mano suavemente. “¿Sabes? No sé cómo con lo jodida que estás me aguantas tesoro.
Puedo ser un verdadero pendejo. Creo que en lo único que soy bueno, es dando
orgasmos.” Sus ojos se abrieron como platos y me miró con la boca abierta, atónita,
sus mejillas enrojecidas. Me eché a reír por su reacción, sacudiendo mi cabeza.
“¿Sabes? Puedo darte uno ahora mismo, todo lo que tienes que hacer es desabrochar
con rapidez esos vaqueros para mí,” le dije bromeando, guiñándole un ojo. Ella se me
quedó mirando y sus ojos se ampliaron aún más, lo que a su vez me hizo reír con más
fuerza. Empezó a chisporrotear palabras, desvariando con nerviosismo. Levanté
nuestras manos entrelazadas y presioné mi dedo índice en sus labios diciéndole en
silencio que se callara. “Solo estoy bromeando. Bueno, me refiero a que realmente
podría hacerlo, no hay duda de ello. Pero solo estoy jugando contigo.”

Aparté mi mano de su boca y ella sonrió con timidez. “Tal vez algún día,” murmuró. Yo
le sonreí con complicidad.

“Sigues con tu mente abierta, eso es genial. Debo haber hecho un maldito buen trabajo
entonces,” le dije, todavía bromeando. Su sonrisa creció y apartó su mirada de mí,
volviendo su atención al paisaje que pasaba velozmente. Todavía estaba ruborizada y
llevó su labio inferior al interior de su boca, aunque por ello sabía que su mente
todavía estaba concentrada en lo que pasó anoche. Estaba feliz de que le hubiera
gustado esa mierda, de que pudiera hacer algo así por ella, de que podía hacerla
sentir bien. Ella se merecía un poco de placer en su vida.

Viajamos en relativo silencio por un tiempo, sólo tomados de la mano escuchando la


música. Charlamos de tonterías, sólo diciendo pendejadas sobre temas neutrales. Ella
nunca dejó de sorprenderme con su inteligencia, su conocimiento de mierdas de las

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que no debería saber nada. Era naturalmente inteligente y sabía que si se le daba la
oportunidad, joder, ella podría realmente brillar y florecer.

Llegamos a Port Angeles y conduje directamente al restaurante italiano. Descendí la


velocidad y me iba a detener en el estacionamiento, pero mi mirada inmediatamente
descendió en el Honda negro con pegatinas de color rosa y los jodidos collares de
cuentas y flores de Mardi Gras que colgaban del espejo retrovisor. Aceleré de nuevo y
continué, pasando el restaurante, sabiendo que no podíamos ir a comer ahí si la
pinche Lauren estaba allí. Esa perra tenía la boca demasiado grande y ya una vez
había contado el chisme. Fue afortunada de que mi padre no me hubiera dicho una
mierda sobre el beso que Isabella y yo compartimos en Halloween, ya que los cabrones
de la escuela todavía sacaban esa mierda por ella. Isabella me lanzó una rápida
mirada, luciendo un poco confundida por mi decisión de último segundo de pasar el
restaurante, pero no me preguntó sobre ello.

Después de un momento, di una vuelta en U y volví, estacionándome en el restaurante


de carnes junto a La Bella Italia. Me sentí como un puto pendejo al tener que hacer eso,
pero estacioné el coche a la vuelta de la esquina, de modo que Lauren no viera la
mierda cuando saliera. Apagué el motor y Bella se volvió hacia mí, sonriendo
levemente.

“Conoces a alguien ahí, ¿no es cierto?” Preguntó en voz baja, asintiendo con la cabeza
hacia La Bella Italia. Suspiré y me pasé la mano por mi pelo con nerviosismo, sabiendo
que me había descubierto pero sin querer que tuviera la jodida idea equivocada de
ello.

“Sí. Quiero decir, normalmente no me importaría, y no quiero que pienses que es


porque no quiero que me vean contigo, porque lo quiero. Joder, te amo y alardearía de
esa mierda si pudiera. Es sólo que, ella es una perra y tiene una maldita boca grande
y…” Empecé a divagar. Isabella levantó su mano rápidamente, colocando su dedo
índice contra mis labios, justo como yo le había hecho a ella. Me congelé y cerré la
maldita boca, sorprendido de que tuviera las putas agallas para hacer eso, sabiendo
cómo podría ser mi temperamento.

“No necesitas explicarte,” dijo en voz baja. Asentí con la cabeza y dudé, mirándola
fijamente. Era extraño cuan malditamente comprensiva y resignada era sobre esas
mierdas, sin ponerse toda nerviosa o asustada por mis tendencias de pendejo y nuestra
jodida situación. Le di una pequeña sonrisa y abrí mi puerta, saliendo del coche. Di la
vuelta y la ayudé a salir, tomando su mano y guiándola al interior del restaurante. Le
pasé un poco de dinero a la perra en la puerta para que nos sentara rápidamente, en
algún lugar apartado. Isabella cogió el menú y sonreí, observándola fruncir el ceño y
sus putos labios moverse mientras deletreaba en silencio para sí misma. Se estaba
haciendo buena en esa mierda, estaba orgulloso de ella.

La camarera vino a tomar nuestra orden e Isabella me miró, supuse que esperando

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que ordenara por ella, pero sólo le devolví la mirada. Ella entendió después de un
momento y sus ojos se ampliaron levemente, dándose cuenta de que tenía que leer lo
que quería en jodida voz alta. Sin embargo, ella ya era una puñetera experta,
preocupándose por nada, y yo ordené para mí básicamente la misma maldita cosa.

Hablamos tranquilamente, charlando y riendo. El ambiente era completamente


relajado y era agradable verla en público, sin aprensión o miedo. Esperaba que esa
mierda fuera un poco tensa, ya que no solía salir a menudo rodeada de un montón de
gente, pero una vez más me sorprendió. Me preguntaba si alguna vez habrá un
momento en que no me sorprenda. La mujer con toda seguridad era un enigma.

La cuenta llegó y la pagué con la American Express, dejándole a la pinche camarera


una fuerte propina por dejarnos solos y no coquetear conmigo. Ayudé a Bella a salir de
su silla, tratando de ser un puto caballero, y tomé su mano. Salimos hacia el coche y
subimos, conduje a través de la ciudad hacia el cine. Entré con ella y le eché un vistazo
a la lista de películas, suspirando.

“¿Qué tienes ganas de ver?” Le pregunté. Ella levantó la vista y entrecerró los ojos,
leyendo los títulos de las películas. Me quedé allí parado mientras ella los revisaba,
tratando de ser jodidamente paciente porque ella se lo merecía. Me esperó a que
arreglara el maldito asiento del coche, podía contenerme un poco mientras trataba de
entender esa mierda.

“No tengo idea de lo que se tratan ninguna” dijo finalmente, suspirado y negando con
la cabeza. Sonreí levemente e incliné mi cabeza hacia ella.

“Tenemos una historia real sobre una puta estrella de rock llamado Johnny Cash. Hay
una sobre una familia con un montón de pinches niños. Una sobre unos niños que
juegan a un juego de mesa y se ven atrapados en esa mierda y terminan en el espacio
exterior,” le dije, leyendo a través de los títulos.

Ella me miró confundida por la última y me reí entre dientes, sacudiendo la cabeza. “Ni
siquiera preguntes, tampoco sé que es esa mierda. Hay una comedia romántica sobre
un tipo que quiere estar con una perra, pero ella sólo quiere que sean amigos. Y por
supuesto está, Harry Potter,” le dije, encogiéndome de hombros. Otra vez me miró con
confusión.

“¿Harry Potter?” Preguntó. Asentí con la cabeza.

“Sí, ese tipo mago de mierda en esa escuela de magia,” le dije. Se me quedó mirando,
obviamente sin saber de qué mierdas estaba hablando, y suspiré. “Es lo mejor en
cartelera, así que, ¿qué tal si simplemente la vemos? Probablemente te gustará.”

Ella sonrió y se encogió de hombros. “Por mí está bien,” dijo. Asentí y la guié hacia la
ventanilla, comprando dos boletos para Harry Potter y el Cáliz de Fuego. Entramos al
cine y compré una refresco enorme, y sólo una mierda de esas porque esos hijos de

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puta eran caros y una caja de sour patch kids, (N.T. Sour Patch Kids- caramelo suave
con una capa de azúcar ácida, me imagino que como un tipo de gomitas pero ácidas)
porque siempre compraba sour patch kids cuando iba al jodido cine. Le pregunté a
Isabella si quería algo más pero se rehusó, joder, no me sorprendió porque ella es tan
jodidamente fácil de complacer. Caminamos hacia la sala e Isabella titubeó cuando
entramos, mirando a su alrededor. Mi ceño se frunció por un momento antes de que
cayera en cuenta que esta era su primera vez en una sala de cine. A veces era fácil
olvidar que todo en el puto mundo todavía era nuevo para ella y no había
experimentado la mierda trivial que la mayoría de nosotros dábamos por sentado.
Estiré mi mano y tomé la suya, apretándola suavemente. Me miró y le sonreí, tratando
de tranquilizarla. Tomé una fila en la parte de atrás, pensando que sería más fácil
para ella si sentía la pinche necesidad de escapar por alguna razón, y me dejé caer en
el asiento. Ella se sentó a mi lado, un poco tensa. Puse los pies encima del asiento
frente a mí, porque era un pendejo como para hacerlo y sabía que ningún cabrón se
sentaría en él si hacia eso, y le dije a Isabella que hiciera lo mismo. Al principio, me
miró como si fuera estúpido pero lo hizo, sumiéndose en el asiento y levantando sus
pies. Sonrió después de un momento y parecía un poco relajada por suerte. Puse el
refresco en el portavasos junto a mí y subí el apoyabrazos que estaba entre nosotros,
poniendo mi brazo alrededor de ella y atrayéndola a mí. Se acurrucó en mis brazos,
colocando su cabeza en mi hombro y pareció relajarse aún más cuando comencé a
frotar suavemente su brazo. El teatro se llenó rápidamente, pero como preví ningún
malnacido se sentó cerca de nosotros, porque sabían con sólo verme que era un
pendejo. La sala se oscureció considerablemente y sentí a Isabella tensarse un poco,
pero seguí frotando su brazo y la acerque más a mí. Después de un momento, la
pantalla se iluminó a medida que la película comenzaba, y en el momento en que el
sonido retumbó en los altavoces Isabella saltó y gritó bastante fuerte, evidentemente no
se lo esperaba. Un chico dos filas abajo se volvió para mirarla furioso y yo le estreché
mis ojos. Él me miró y se volteó de nuevo con rapidez cuando vio mi expresión. Sí, me
había convertido en alguien tierno con ella, pero todavía podía ser un intimidante hijo
de puta cuando quería serlo.

Ella se relajó de nuevo para el momento en que la película real comenzó y abrí la caja
de dulces. Metí unos cuantos en mi boca y le tendí a ella la caja. La miró por un
momento antes de sacar un trozo, y meterlo en su boca. Ella hizo la pinche cara más
graciosa que había visto tan pronto llegó a su lengua y me eché a reír, apretándola.

“Está ácida esa mierda, ¿eh?” Le dije bromeando. Dio unas risitas, masticándola.

“Aunque están buenas,” dijo. Asentí y le volví a tender la caja. Esta vez tomó dos y
sonreí con suficiencia.

Ella estaba viendo la película con intensidad, fijando toda su atención en ella. A mí,
realmente, me importaba una mierda la película, no tenía ningún interés en esa mierda
mágica, así que me pasé la mayor parte del tiempo centrado en ella. Sus reacciones

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por esa mierda eran jodidamente divertidas y estaba tan embelesada con todo.
Compartimos la soda y nos comimos los dulces jodidamente relajados en ello, no era
gran cosa, pero para nosotros dos lo era. Porque, joder, yo estaba compartiendo y esa
era una de esas cosas que yo obviamente no hacía, pero con ella sí. Y ella estaba
comiendo y bebiendo tranquilamente conmigo, sin tener ningún reparo en acercarse y
beber de la pajilla mientras yo sostenía el refresco o comía un trozo de dulce
directamente de mi mano, y esa era una mierda que definitivamente le había enseñado
que no debería hacer. Ella realmente estaba siendo atrevida conmigo, bajando la
guardia completamente y reconozco que eso no es fácil para ella.

En algún momento hacia la mitad de la película, comenzó a inquietarse un poco en el


asiento, tratando de ponerse cómoda. Se volvió hacia mí y sonrió cuando vio que la
estaba observando. Mantuvo el contacto visual por un rato, simplemente mirándome
fijamente a los ojos y sonriendo feliz, luciendo jodidamente contenta de estar conmigo.
Bajé la vista a sus labios, notando un poco de azúcar en ellos por los dulces y sonreí.
Me incliné hacia adelante y se tensó un poco pero no se alejó de mí. Presioné mi boca
en la suya con suavidad, sacando mi lengua y pasándola a través de su labio inferior
para quitar el azúcar. La besé suavemente y ella me devolvió el beso, pero me di
cuenta que estaba nerviosa por ello ya que se retorcía un poco. Levantó su mano y la
ahueco en mi mejilla mientras yo la besaba y pude sentirla temblar un poco contra mi
piel. Me aparté de sus labios al darme cuenta que todavía no se sentía cómoda
haciendo esa mierda con gente alrededor. Parecía preocupada y le sonreí levemente,
atrayéndola de nuevo a mí. Otra vez apoyó su cabeza en mi hombro y volvió su
atención a la película. La vio en silencio por un rato e incliné mi cabeza, apoyándola
encima de la suya.

“¿Sabes? Ese tipo como que se parece a ti,” dijo en voz baja, cuando la película estaba
llegando a su final. No tenía idea de qué carajos estaban pasando, pero parecían estar
corriendo a través de un laberinto endemoniado o algo así. Mi ceño se frunció cuando
los dos tipos sujetaron algo con fuerza fueron desintegrados del puto laberinto.

“¿Qué tipo?” Le pregunté confundido. Ella suspiró.

“El que está en la película. El chico, Cedric,” me dijo. Miré la pantalla por un momento,
recordando esas perras en la escuela diciendo eso mismo la semana pasada y no les
hice caso, pero si mi chica lo decía tal vez era cierto.

“No lo sé, ¿crees que ese imbécil se parece a mí?” Le pregunté, mirando al chico pero
sin verlo realmente. Su ceño se frunció brevemente y se encogió de hombros.

“Un poco,” dijo. Asentí y lo miré fijamente, tratando de ver el parecido. Algunas otras
personas aparecieron en la pantalla y de la nada, el chico que evidentemente se
parecía a mí cayó al suelo muerto.

“Bueno, que me jodan, morí,” dije, parpadeando confundido, porque no tenía idea de

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qué carajos acababa de pasar, Isabella empezó a reír, pero no se molestó en
responder. Joder, no la culpaba, yo tampoco respondería para seguirle la corriente a un
pendejo como yo.

Vimos el resto de la película en silencio. Tomé su mano cuando empezaron a pasar los
créditos y salimos de la sala rápidamente antes que todos los demás. La llevé a la
salida, tirando a la basura el vaso de refresco vacío y el envase de dulces por el
camino. La ayudé a entrar en el coche y charló sobre la película durante todo el camino
a casa, jodidamente entusiasmada con ella. No tenía puta idea de lo que estaba
hablando, porque no había visto más de diez jodidos minutos de la película, pero
sonreí y la escuché con atención, su felicidad me hacía feliz. Estaba contento de que
ella se había divertido, que era lo único que realmente importaba.

Era de noche cuando llegamos y la casa estaba completamente en silencio. Nos


dirigimos al tercer piso y ella vaciló en el pasillo, diciendo que se iba a cambiar para
acostarse. Asentí y entré en mi habitación, quitándome la ropa rápidamente. Me puse
unos pantalones cortos y me senté frente a mi escritorio, sacando mis llaves. Abrí el
cajón de mi escritorio y miré en el interior, sacando mi bolsa de hierba. Había estado
reduciendo esa mierda últimamente, sintiéndome como un pendejo consumiendo
drogas alrededor de Isabella cuando ella era tan jodidamente pura, pero no podía
eliminar esa mierda por completo. Era uno de mis placeres culpables, me relajaba y yo
podía ser un pendejo amargado, así que todo lo que me tranquilice es algo bueno.
Agarré una de mis pipas de vidrio y la llené por completo, agarrando mi encendedor y
tomando un toque. Lo estaba conteniendo en mis pulmones cuando Isabella regresó
entrando a la habitación. Llevaba un par de pantalones cortos color rosa y una
camiseta sin mangas del mismo color y mis ojos se agrandaron cuando vi cuanta piel
estaba mostrando. Me sorprendió un poco y comencé a toser, olvidándome del pinche
humo en mis pulmones. Ella se detuvo y me miró con una expresión preocupada, pero
yo sólo le hice una seña con la mano diciéndole que no pasaba nada mientras
recuperaba el aliento.

“¿Estás bien?” Preguntó, dejándose caer en mi cama. Asentí, aclarando mi garganta.

“Sí, estoy bien,” dije, mi voz tensa y mi garganta ardiéndome un poco. Me quedé
mirándola por un momento, sonriendo. “Estás jodidamente hermosa, Isabella.”

Ella sonrió y se sonrojó, sus pinches mejillas volviéndose del mismo color que su ropa.
Sonreí y negué con la cabeza, ya que ella era tan jodidamente pura y buena, y no la
merecía. Tomé otro toque de hierba, inhalando profundamente y lo sostuve en mis
pulmones.

“Gracias, Edward. Me haces sentir hermosa,” dijo en voz baja. Me le quedé mirando
sorprendido cuando registré sus palabras, y dejé que el humo saliera. Estaba contento
de que la hiciera sentir de esa manera, porque debería sentirse así. Ella era hermosa.

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“Te amo,” dije después de un momento, cuando mis pulmones se despejaron, con mi
voz baja y mi tono completamente en serio. Todavía me asustaba un poco decir esas
putas palabras y abrirme de esa manera, pero trataba de ignorar eso y decírselo de
todos modos a menudo para asegurarle que tenía mi corazón. Rápidamente le di otro
toque, conteniéndolo y poniendo la pipa y el encendedor sobre el escritorio. Me puse de
pie y ella me dio una amplia sonrisa.

“También te amo. Demasiado,” dijo, su voz tan dulce y entrecortada. El sonido de ella
se fue directamente a mi polla y la sentí endurecerse. Gemí y empecé a acercarme a la
cama, sin prestar atención a lo que estaba haciendo. Pateé un puto libro de texto que
estaba en el suelo y grité, el humo dejando mis pulmones en un soplido. Empecé a
toser y me dejé caer en la cama, agarrando mi pinche pie. Esa fue la segunda vez en el
maldito día que me lastimo tratando de caminar en mi jodida habitación.

“¿Estás bien?” Preguntó Isabella, pasando su mano por mi espalda con suavidad. Lo
que envió un escalofrío por mi columna vertebral y casi me hizo olvidar mi punzante
dedo gordo de mierda. Me acosté en la cama e Isabella retrocedió un poco supongo
que para darme espacio, pero antes de que pudiera alejarse, apoyé mi cabeza en su
regazo. Levanté la vista a su rostro y ella miró hacia mí, sonriendo alegremente. Su
expresión era suave, completamente llena de amor intenso y devoción. Esa mierda era
impresionante, ver cómo se centraba en mí. Seguí siendo tan surrealista, joder, esta
chica de verdad me amaba como yo a ella.

“Estoy bien. Estoy feliz de que me ames, porque necesito un favor,” le dije después de
un momento. “Y no cualquier favor, un jodido favor enorme.” Su ceño se frunció y se me
quedó mirando.

“¿Qué?” Preguntó, vacilante.

Le sonreí. “Mi puta habitación necesita una limpieza,” le dije. Sus ojos se abrieron un
poco por un momento, antes de que se echara a reír, sacudiéndonos a ambos con su
risa.

“Sí, la necesita,” dijo. Asentí, sonriendo y giré mi cabeza para acurrucarla en su


regazo. Estaba jodidamente cálido y cómodo, su piel se sonrojó ligeramente. Llevé mi
mano hacia arriba y comencé a frotar su muslo levemente, lo que hizo que se retorciera
un poco. Quería inhalar profundamente, preguntándome si podría oler su dulce coño a
través del fina tela que estaba entre mi rostro y él, pero pensé que eso estaría mal en
todos los aspectos, así es que soporté el impulso. A veces era tan hormonal; no podía
detener a mi sucia mente de mierda. Isabella bajó sus manos y empezó a pasar los
dedos de una de ellas por mi cabello, su otra mano frotando mi espalda ligeramente.
Suspiré contento, cerrando mis ojos.

“Aunque, mañana. Limpiar puede esperar para mañana.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 505


**************
Ciucciami il cazzo = Chúpame la polla

Vaffanculo = Vete a tomar por el culo/Vete a la mierda

Sverginare = término un poco vulgar para describir el tomar la virginidad de alguien

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 506


“Siempre mantén un pie en el pasado, tu cabeza en el presente y tus ojos en el
futuro” – John Smith

Isabella swan
Traducido por Lanenisita

Me escabullí al interior de la habitación rápidamente, cerrando la puerta detrás de mí


con más fuerza de lo que yo solía hacerlo, lo noté por el estruendo que hizo. Recosté mi
espalda en ella, cerrando mis ojos y suspirando. Me sentía como una completa idiota
al haber huido de la habitación, absolutamente patética y débil, y no podía ni siquiera
empezar a imaginar qué era lo que Edward estaba pensando allí abajo, cómo debe de
estar sintiéndose a causa de mi reacción.

No podía negar que las palabras de Rosalie me habían golpeado muy fuerte. Ella ni
siquiera me las decía a mí, pero aun así me habían dolido. Ella trató de insinuar el
hecho de que Edward había tenido un montón de chicas, y aunque él me lo había
admitido antes, cuando Rosalie lo dijo, ella lo hizo parecer mucho peor de lo que él lo
hizo. Ella lo hizo ver como si él fuese una mala persona por completo, lo hizo parecer
como si él me fuese a usar al igual que lo hizo con el resto de chicas, y que yo era una
estúpida por dejar que él se me acercara. Y yo supe, muy en el fondo, que entregarle a
Edward mi corazón no era exactamente lo más sabio de mi parte, darle acceso a
partes de mí que había mantenido privadas, pero al mismo tiempo confiaba en que él
no me fuese a herir de manera intencionada. Si lo hacía sin intención, sin embargo, era
otra historia, y traté de no pensar en los “¿Qué pasa si?” Pero ella, prácticamente, me
los recordó, me los restregó en la cara. ¿Qué pasa si él se daba cuenta que yo no era
los suficientemente buena para él y decidía que quería volver donde esas chicas
porque yo no valía la pena como para aguantarse un problema? ¿Qué pasaría si se
hartaba de mí y la novedad de la situación desaparecía? ¿Se iría y me dejaría en el
pasado así como había hecho con el resto de ellas? Yo no quería que Edward pensara
que yo no creía en su amor, porque fue claro cuando yo lo miré a sus ojos cuando él me
lo dijo. Pero, ¿era su amor suficiente para retenerlo junto a mí? Todavía no estaba
segura de eso.

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Hubo un ligero golpe en mi puerta después de un momento, apenas registrado por mis
oídos, pero era gracias a que yo estaba recostada sobre ella, que sentí la puerta vibrar
un poco. Di un pequeño grito y salté, agarrando mi pecho ya que no esperaba un
sobresalto así. Mis manos empezaron a temblar y me volteé, tomando la cerradura de
la puerta y girándola lentamente. Abrí la puerta algo vacilante, y mis ojos se abrieron
por completo a causa de la impresión cuando me encontré cara a cara con Rosalie. La
miré fijamente por un momento, asombrada y preguntándome que era lo que quería.
Temí instantáneamente que estuviera aquí para gritarme, para decirme en la cara y no
frente a las demás personas alrededor, lo estúpida que en realidad era. Ella solo se
quedó allí de pie, por un momento, mirándome sin decirme nada, y eso me estaba
poniendo ansiosa al extremo.

Suspiró con fuerza, sonando irritada, y yo retrocedí inmediatamente por instinto. Dio un
paso adelante en la puerta y yo me moví de allí rápidamente mientras ella entraba al
dormitorio. Caminó hasta la cama, se iba a sentar pero se quedó inmóvil, volteando y
frunciéndole el ceño a la cama por alguna razón. Se movió rápidamente en mi
dirección y enseguida alzó sus cejas.

“No has follado con Edward en esta cama, ¿verdad?” preguntó. Mis ojos se abrieron
debido al shock por sus palabras.

“Eh, ¿disculpe?” espeté. Ella rodó sus ojos y gruñó.

“Sexo, Isabella. No has tenido relaciones sexuales con ese imbécil en esta cama,
¿verdad?” Preguntó, aclarando su punto pero pareciendo un poco molesta porque
pensó que debía hacerlo. Entendí lo que ella quiso decir la primera vez pero estaba
simplemente sorprendida de que ella me hiciera esa pregunta.

“Um, no. Digo, nosotros no hemos, usted sabe… así que no, no lo hemos hecho en esa
cama,” dije con nerviosismo. Ella me miró por un momento con una expresión de
incredulidad en su rostro antes de volver su mirada de regreso a la cama. Dudó
brevemente pero se sentó con cuidado en el borde de la misma, como si le tuviese
miedo a la cama.

“¿Estás hablando en serio?” ella preguntó mirándome nuevamente y alzando sus


cejas. Asentí.

“Sí, señorita,” dije suavemente, desviando mi mirada de la suya y fijándola en el piso.


Yo no estaba del todo cómoda hablando de esto, especialmente no con ella cuando
ella había dado su opinión muy clara en el tema de Edward y el sexo. Ella rió después
de un momento y yo la miré brevemente para ver la expresión de diversión en su rostro.

“Así que Edward está siendo célibe, ¿eh?” Apuesto que su jodido brazo se está
cansando,” dijo sonriendo. La miré confundida y ella rió, notando mi expresión, “Tú

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sabes, ¿de tanto sacudírsela?”

Mi ceño se frunció. “Sacudirse ¿qué?” ella me miró con incredulidad por un momento
antes de echarse a reír una vez más, y de manera ruidosa esta ocasión. Negó con su
cabeza, obviamente divertida por mi ignorancia. Entrecerré los ojos, sin apreciar el
hecho que se riera de mí, pero cuando ella me miró una vez más, endurecí mi
expresión, poniéndome aquella máscara sin emociones que estaba acostumbrada a
usar. La última cosa que yo quería era exasperar a Rosalie más de lo que
naturalmente estaba a causa mía.

“Dios, estás tan perdida en esto. Sacudírsela significa masturbarse. Al menos sabes lo
que es eso, ¿verdad?” Ella preguntó. Yo asentí, mis ojos se abrieron un poco debido al
tema. “Bien, porque en realidad no tengo deseos de tener que explicarte acerca de
cómo se hace esa mierda. Y no hay ninguna jodida manera de que ese chico esté
tranquilo sin hacerlo, él adora tener relaciones sexuales, así que debe estarse
tocándose eso. MUCHO,”

Rió nuevamente, moviendo su cabeza. Yo la miré, bastante sorprendida por toda la


información. Alzó su mirada hacia mí, su expresión era de expectativa como si
estuviese esperando alguna clase de confirmación o negación sobre el tema de mi
parte. Yo simplemente me encogí de hombros. “No podría saberlo”, dije en tono suave.

Ella suspiró. “Sí, supongo que tú no podrías saberlo,” murmuró, sonando un poco
irritada y decepcionada. “Cierra la puerta, ven acá y siéntate. Tengo algo que decirte.”

Sentí un poco de pánico crecer dentro de mí, sin saber lo que quería. Me volteé y cerré
la puerta despacio, caminando hasta el otro lado de la cama y sentándome. Dejé mis
manos sobre mi regazo y volteé hacia ella, mirándola con recelo. Ella suspiró y
mantuvo su mirada fija lejos de mí, como si estuviese mirando a la nada.

“¿Sabes? Mi padre solía joder a golpes a mi madre,” ella dijo de manera abrupta e
imprevista. Mis ojos se abrieron con sorpresa y la miré, sin saber por qué ella me
estaba diciendo eso. Hizo una pausa y continuó con su mirada lejos de mí, casi como si
estuviese obviando mi presencia junto a ella. “Desde que recuerdo, él abusaba de ella.
Y ella siempre lo aceptaba, sin defenderse nunca. Dejaba que él le pegara todo lo que
quisiera, sin ninguna maldita razón, y luego ella lo excusaría por hacerlo. Él la dejaba
sangrando y herida, incapaz de poder caminar algunas veces, pero aun así, ella solo
aceptaba esa mierda, como si aquello fuese parte de su vida. Yo odiaba eso, me daba
asco porque sabía que papá no hacía eso con las demás personas, y eso me hizo
odiarla porque ella solo se resignaba y lo aceptaba, como si no hubiese algo que ella
pudiese hacer para cambiarlo. Si lo había, pero ella simple y sencillamente no lo haría.
Yo creía que ella era patética y débil, indigna de mi admiración. Estaba avergonzada
de llamarla mi madre, avergonzada de su comportamiento casi al igual que el
comportamiento de mi padre. Él siempre me dejó en paz, generalmente siempre me
ignoraba, pero cuando él me alzó la mano un día mientras estaba borracho y me

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cacheteó, yo ni siquiera lo dudé, le devolví el golpe. Él nunca más me volvió a golpear”.

Hizo una pausa y me miró brevemente, antes de volver a mirar a otro lado y continuar.
“Él murió un par de años atrás, un accidente extraño, lo que sea, y yo recuerdo cuando
me dijeron que él estaba muerto, me sentí malditamente feliz. Quizás es algo
enfermizo, pero estaba complacida de que él se hubiera ido. Me sentí… libre. Pero
cuando vi a mi madre llorando, y le pregunté por qué ella estaba molesta, como una
idiota pensé por un momento que quizás había algún error y que él si había
sobrevivido y que por eso ella estaba llorando porque el pendejo todavía estaría cerca
para torturarla, pero en vez de eso ella dijo ‘Rosie, nena, tu papi está en el cielo ahora’.
Recuerdo haberme reído, porque no había ninguna jodida manera que de ese imbécil
fuese al cielo, mi madre solo me miró, confundida por mi carcajada.”

Ella se rió con amargura, moviendo su cabeza. “Yo no podía entender sus lágrimas, y
ella no podía entender mi alegría. A ella realmente le dolió su muerte, estaba
devastada porque él estaba muerto. Ese hombre la torturaba a diario, abusando de
ella y controlándola, y joder, ella lo extrañaba y lo quería de vuelta. El poco respeto
que aún le tenía a mi madre, lo perdí ese día. Entendía que ella no estaba del todo
cuerda, tantos años de abusos puede dejar a la víctima con su cerebro lavado, pero yo
simplemente no podía respetarla más. ¿Dónde estaba su orgullo, su autoestima, su
sentido de auto-preservación?”

“El doctor C, es lo más cercano que tengo a un padre real y que respeto. Y puedo
imaginar que tú no puedes entender eso, que suena jodidamente retorcido para ti
porque él es el hombre que te controla. Para tus ojos, probablemente él no es mejor
que mi abusivo y alcohólico padre. Pero él ha estado para mí cuando nadie más lo
estuvo. Yo no podía apoyarme en mi madre o depender de ella porque ella estaba
totalmente fuera de control y no podía aceptar que necesitaba alguna clase de ayuda.
El doctor C, ha hecho todo lo que alguna vez he necesitado, y aunque probablemente
él jamás me diga la jodida verdad, estoy segura que él fue quien resolvió, por mí, el
problema con mi padre.”

Mis ojos se abrieron completamente y la miré sorprendida. “¿El doctor Cullen mató a su
padre?” le pregunté. Ella volteó para verme por un segundo, su expresión era casi de
tristeza.

“Yo creo, sí. Él nunca vendría y me lo diría, pero es demasiada coincidencia que mi
padre justamente se muriera en un insólito accidente en el bosque casi el mismo día
que le confesé al doctor C, que él me había golpeado,” dijo ella.

Nos quedamos sentadas en silencio por un momento. Yo estaba asimilando todo lo que
ella me había dicho mientras ella volvía a mirar a la nada nuevamente. “No me gusta
cuando las personas no se defienden a sí mismas. Me recuerdan a mi madre, me
recuerdan todo lo que pasó. Yo presiono a la gente, la saco de sus casillas y les digo
cosas groseras para que ellos se subleven, de esa manera se podrán de pie y se

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defenderán a sí mismos. Joder, yo intimido a las personas porque necesitan aprender a
ponerse de pie y defenderse antes de que alguien más venga y abuse de ellos, lo que
en realidad significa que les harán daño. Y quizás es una manera jodida de hacer las
cosas, pero es quién soy, en quien mis padres me convirtieron. Y yo solo puedo respetar
a la gente que se defiende, los que no aceptan mierdas. Es por eso que me gustan
mucho esos imbéciles de allá abajo, es por eso que estuve feliz cuando me callaste en
Halloween.”

Ella se volvió hacia mí y yo asentí, de esa manera ella sabría que yo la estaba
escuchando. Viéndolo en retrospectiva, sus acciones de alguna manera tenían sentido.
Ella estaba acostumbrada a ver a su madre derrumbada, viéndola como ella
solamente aceptaba todo, así que era por eso que ella derrumbaba a la gente y
juzgaba su personalidad basada en quien aceptara o no ser derrumbado. Ella no
podía soportar estar rodeada de personas como su madre, y me arriesgaría a suponer
que era porque a ella le dolía mucho recordarla.

“Vivo con mis abuelos ahora. Mi madre murió,” ella añadió rápidamente. “Pero ese no
es el punto realmente. El punto es que, me gustan las personas que se defienden a sí
mismas y que no soportan que otros los estén ordenando o controlando. Yo te he
tratado de la misma manera en que trato a los demás y eso no estuvo bien, porque tú
no eres como los demás. Tú no tienes la opción de defenderte, no realmente. Así que, lo
siento por haber sido tan perra contigo porque tú no puedes evitar tus circunstancias y
estuvo mal de mi parte tratar de presionarte, de forzarte a ser alguien que claramente
tú no eres capaz de ser. Nada de esto es tu culpa y, debo decir, que me tiene cabreada
de que sea de esta manera, gracias al hombre que yo respeto como un padre. Estoy
teniendo problemas con adaptarme a esa mierda.”

Yo la miré sorprendida, asombrada por el hecho de que ella se estuviese disculpando.


Ella me miró y pude descifrar por su expresión de que no era fácil para ella admitir lo
que había admitido. Le sonreí un poco esperando ser amable, dejándole saber que la
entendía, y asentí una sola vez. “Es entendible. Una disculpa es innecesaria pero de
todas maneras lo aprecio y la acepto,” le dije con voz suave. Ella asintió, suspirando.
Se mantuvo en silencio por un momento, nuevamente viendo a la nada, y poniéndome
un poco nerviosa.

“Él está cambiando,” dijo ella después de un momento. Yo la miré confundida y ella
sonrió. “No te puedo mentir y hacerte pensar que él es alguna clase de príncipe
encantado montado en un caballo blanco, porque claramente ese no es Edward
Cullen. Ha estado con un chingo de chicas y puede ser bastante imbécil. Pero es
diferente contigo y eso es muy extraño de ver. Es decir, pasó de estar con casi todas
esas chicas de la escuela, lavándoles el cerebro con unas pocas palabras para
tenerlas a su disposición, a prácticamente ni siquiera notar que ellas respiran. Y…,
santo cielo, ellas lo odian. Pero a él no le importa, lo ha superado. Y fue mi error
llevarte a pensar que él no tiene interés en ti, porque claramente sí lo tiene. Pero

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Edward y yo, nosotros tenemos una extraña clase de amistad. Si alguna vez yo lo
necesitara sé que él estaría para mí sin dudar, y si él alguna vez me necesitara yo no lo
pensaría dos veces, él tendría mi ayuda. Pero hasta eso, hasta que alguna de esas
situaciones surja, nos irritamos mutuamente y decimos cosas malvadas para disgustar
al otro, porque es así como somos. Nos sacamos de casillas intencionalmente como
una manera de protegernos a nosotros mismos. Oh, y puedo asegurarte de que él no
tiene ninguna enfermedad, así que no tengas miedo por eso porque él es una persona
cuidadosa. Pero aun así, yo no tocaría su polla. Ugh, es que ni siquiera puedo pensar
en eso.” Ella arrugó su nariz, haciendo una cara de asco y yo reí levemente. Ella sonrió,
moviendo su cabeza.

“No puedo siquiera imaginarlo. La mayoría de chicas idolatran a ese chico, pero para
mí él es solo el pequeño y molesto Edward. Pero, dime Isabella, ¿al menos has tocado
su polla, incluso si no la has usado?” Ella preguntó sonriendo con complicidad. Mis
ojos se abrieron sorprendidos por su pregunta.

“Eh, es decir…no” dije rápidamente, negando con mi cabeza. Ella parecía sorprendida.

“¿Para nada?" Ella preguntó. Yo negué con la cabeza. “¿La has visto?” negué
nuevamente de manera vacilante y sus ojos se entrecerraron un poco. “¿Al menos te ha
tocado?” ella preguntó.

Yo sonreí y me sonrojé involuntariamente, reprendiéndome mentalmente por mi


reacción. Ella empezó a reírse. “Quiero decir… él me ha tocado…por allí…abajo,”
mascullé, avergonzada.

“¿Pero aún no lo has tocado, para nada? ¿Ni siquiera le has echado un vistazo?
Wow… Me sorprende que al final él fuese tan desinteresado,” dijo, más para ella que
para mí. “Después de todo, ¿por qué no lo has tocado o echado un vistazo? ¿No sientes
algo de curiosidad?”

Yo sonreí con un aire de culpabilidad y empecé a mordisquear mi labio inferior de


manera nerviosa. No me sentía muy cómoda hablando de este tema y con Rosalie
mucho menos, pero ella parecía estar genuinamente interesada ya que no había burla
en su voz. La miré debatiéndome en cómo responder a esa pregunta, pero dándome
cuenta después de un momento que no tenía a nadie más para hablar y confiarle esto,
y que esta probablemente sea mi única oportunidad de sacar todo aquello que estaba
en mi cabeza.

“Sí, tengo curiosidad. Pero, quiero decir, yo nunca he visto una y no sé lo que tengo qué
hacer o por dónde empezar,” le dije nerviosa. Ella sonrió un poco, mirando de manera
compresiva.

“¿Sabes? Todo lo que tienes que hacer es decirle a Cullen eso y estoy segura que con
mucho gusto se la sacará para ti y te enseñará cómo funcionan las cosas,” dijo. Mis

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ojos se abrieron por completo asombrados por su sugerencia, ella se rió “Hablo en
serio. Conozco a Edward lo suficiente como para saber que no es tímido con esa
mierda. ¿Y por la manera que ese chico está atraído por ti? Puedo jurar que
probablemente se corra en sus jodidos pantalones antes de que pueda al menos sacar
su polla si tú le pides verla o tocarla. Pero entiendo si no estás lista para ser tan audaz,
así que si tienes otras preguntas, siéntete libre de preguntarme y yo trataré de
responderlas, si es que eso te ayuda a que te sientas cómoda.”

La miré por un momento, debatiendo su oferta. “¿Son… grandes?” le pregunté


finalmente. En cuanto la pregunta escapó de mis labios me sonrojé, avergonzada por
estar preguntando eso. Ella sonrió.

“Suelen serlo. Vienen en diferentes tamaños, no hay dos iguales. No lo digo por
experiencia o algo así, pero corre el rumor de que Edward es de los que la tiene
grande”.

“¿En serio?” pregunté en tono vacilante. Ella asintió.

“Las chicas a veces le dicen ‘Cocky Cullen’, y no es porque él sea vanidoso. Es porque
el chico es evidentemente aventajado,” ella dijo. Hizo una pausa y se rió. “Ese hijo de
puta solía bromear acerca de tener una polla de 9 pulgadas (23 centímetros), yo
siempre pensé que él estaba exagerando hasta que las chicas de la escuela
empezaron a hablar de eso.” (N.T. aquí la escritora usa un juego de palabras ya que
cock significa polla y cocky vendría a ser como “gran polla” <no tiene una traducción
muy literal> y a la vez cocky significa engreído o vanidoso).

Me senté en silencio por un momento, tratando de imaginar una regla de medición en


mi cabeza para calcular cuando grande era 9 pulgadas. Rosalie debió haber
imaginado lo que yo estaba haciendo porque rió y levantó sus manos, enseñándome
una longitud estimada con sus dedos. Mis ojos se abrieron sorprendidos y la miré
boquiabierta, lo que causó que se riera una vez más. Probablemente yo me debería
haber sentido ofendida porque se reía de mí, pero no parecía haber rencor alguno en
su risa.

“Sip, es bastante grande. Pero no dejes que el tamaño te asuste. Alice probablemente
te diría que el tamaño no importa, te diría alguna de esas mierdas de que ‘no es el
tamaño del barco, sino el movimiento del océano lo que importa’. Pero yo seré la perra
que te lo diga, y muy claro, que entre más grande es usualmente mejor, mientras ellos
sepan lo que hacen con ella,” dijo. Yo asentí, todavía un poco asombrada.

“¿Y eso cabe… allí abajo?” pregunté, sorprendida, ya que aquello no parecía creíble.
Ella sonrió y asintió.

“Una mujer se ensacha para acomodarse,” ella dijo. Yo asentí, tratando de captar el
concepto.

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“Pero… ¿eso duele?” pregunté tímidamente. No estaba del todo preocupada por el
asunto del dolor, ya que he soportado dolores torturantes antes, y el concepto de ser
lastimada físicamente no me asustaba. Era más bien lo desconocido lo que me
molestaba. Ella suspiró.

“Puede doler la primera vez. Pero mientras el chico sepa lo que está haciendo, eso
puede volverse tan fácil e indoloro como sea posible. Y no todo el dolor es malo en el
sexo, un poco de dolor se siente bien” dijo ella. Yo la miré, tratando de asimilar la idea,
y ella suspiró. “Pero en serio, no seas tímida con Edward acerca de esto, porque te
aseguro de que ese chico no tiene vergüenza y te hablará de esto de manera directa.”

Le sonreí. “Está bien,” le dije en tono suave, sin estar del todo segura de que tenga el
valor para decirle algo como eso a él sin sentirme completamente avergonzada, pero
quería también que ella sepa que había escuchado su consejo y lo había apreciado.
Nos sentamos en silencio por un momento antes de que ella aclarara su garganta y se
pusiera de pie, alisando las inexistentes arrugas de sus prendas.

“Y eso es todo lo que en realidad tengo que decir,” dijo, volteándome a ver. “No te
puedo prometer que no volveré a portarme como una perra contigo, o que
accidentalmente diga algo para molestarte, porque así soy yo, pero intentaré ser un
poco más sensible a tu, eh…situación,” dijo ella. “Y realmente te agradecería si lo que
yo dije no sale de esta habitación, ya que no quiero que tu novio piense que me estoy
volviendo más delicada. Odiaría tener que patearlo en polla de supuestamente nueve
pulgadas para probar lo contrario, porque estoy segura de que tu estarás queriendo
usarla en poco tiempo.” Mis ojos se abrieron del todo mientras un sonrojo invadió de
inmediato mis mejillas y ella sonrió, moviendo su cabeza. Caminó hasta la puerta,
abriéndola rápidamente y quedándose inmóvil.

“¿Qué? Joder, ¿estás espiando?" Dijo ella, sonando irritada. “¿No crees que ella se
puede cuidar sola?”

Mi ceño se frunció y miré hacia el frente, asombrada, cuando vi a Edward allí de pie. Él
mencionó algo sobre los monos voladores y traté de contener la risa, sabiendo
exactamente a qué lo estaba aludiendo. Había visto el Mago de Oz, muchas veces a
través de los años, como para saber por qué lo había mencionado. Ellos
intercambiaron un par de palabras más, y ella intentó golpearlo al irse, pero él logró
esquivarla y entró a la habitación. Yo me quedé allí de pie, un poco nerviosa ya que los
recuerdos de la noche anterior volvieron a mi cabeza y esa era la primera vez que
estábamos solos desde aquello. Las palabras de Rosalie también retumbaron en mi
cabeza, y curiosamente tuve que resistir las ganas de mirar sus pantalones para ver si
podía observar alguna indicación de sus partes masculinas. Era tan tonto, pero al
parecer yo no podía parar de pensar en eso, así que simplemente estuve allí de pie,
tratando de contener mis reacciones. Él caminó hasta mí y yo empecé a ruborizarme,
tuve que desviar la mirada ya que su proximidad solo estaba haciendo aquellos

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pensamientos, peores. Él pareció anticiparse a lo que yo estaba pensando porque se
rió y me abrazó, diciéndome palabras dulces que llenaron de calor mi corazón. Me
besó en los labios de manera suave pero aquellos pensamientos todavía me
perseguían, estaban fuera de control haciéndome querer un poco más que un beso. Yo
sabía que, emocionalmente no estaba completamente lista para más, que debía
trabajar en mí misma para llegar a eso, pero mi cuerpo me estaba traicionando y
tratando de actuar por su cuenta.

Él sugirió que saliéramos por allí por el resto del día y me sorprendió de que me
invitara a salir en público, ya que se suponía que debíamos ser cuidadosos para que
su padre no se enterara, pero al parecer él no estaba preocupado por eso. Él fue a
tomar una ducha y yo nerviosa cambié mi ropa, mirando al closet y tratando de elegir
algo que me hiciera lucir decente. Edward estaba acostumbrado a ser visto con chicas
lindas, chicas que se veían como unas modelos, y eso me hizo sentir algo ansiosa ya
que yo jamás podría verme como ellas lo hacían. Saqué algo de ropa que ya había
usado ya que no parecían ser sensibles al lavado, y peiné mi cabello hacia atrás
dejándolo suelto. Me rocié algo de perfume, no sabía cómo ponerme el maquillaje de
manera apropiada, así que ni siquiera me molesté en intentarlo. Me sentí un poco fuera
de lugar, pero afortunadamente él pareció contento cuando me vio y me dijo que creía
que lucía bien.

Edward era hermoso, sin duda. Él usaba una camisa verde que hacía que sus ojos
brillen, sacando de ellos unos tonos destellantes. Estaba deslumbrada con ellos,
asombrada de cuan increíble era él y cómo yo había tenido la suerte de que entrara en
mi vida. Me condujo hasta el coche y tuvo un pequeño berrinche con el asiento,
alzándome la voz un poco, yo en cambió le di un poco de tiempo para que él se
tranquilizara. Se disculpó después, como solía hacerlo y sugirió darme un orgasmo en
el coche. Sólo había estado bromeando pero yo estaba asombrada por su franqueza,
su despreocupación sobre el tema. Recordé entonces lo que Rosalie había dicho, sobre
como él no tenía vergüenza y yo no debería ser tímida en hablar con él sobre estas
cosas. Pero sabía también que hablarlo en el coche, no era una buena idea.

Salimos a cenar y supe inmediatamente, basado en su expresión cuando omitió


abruptamente el primer restaurante, que él conocía a alguien allí y que no quería ser
atrapado. Un leve atisbo de pánico recorrió sus facciones y se tensó un poco. Trató de
aligerar el ambiente pero él no tenía que pretender nada conmigo. Lo comprendí
completamente y no lo culpé por ello. En esta relación es como si se nos hubiese
entregado una baraja de naipes y era ahora en que debíamos aprender a jugar bien
cada uno de ellos. La velada en sí estuvo muy bien, la conversación fue relajada y la
comida estuvo fabulosa.

Salimos del restaurante y fuimos al cine, decidiendo a último momento ver una película
de un chico llamado Harry Potter. Edward compró golosinas y refrescos, lo que
curiosamente ni siquiera me sorprendió. Nos ubicamos en la última fila del cine. Me

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resultó un poco oscuro al principio, estar en un lugar tan grande pero a la vez tan
cerrado, con tantas personas. Había mucho ruido, y estaba oscuro y lleno de gente. La
única cosa que me detuvo de tener un ataque de pánico inmediato fue el hecho que
Edward no me soltó la mano en ningún momento. No estaba segura si entendía cuánto
me afectaba su toque con mi piel, lo mucho que su presencia me tranquilizaba, pero yo
sabía que sin él no lo hubiese logrado.

Él compartió sus golosinas y refresco conmigo, y después de unos minutos me relajé y


empecé a prestar atención a la película. Al llegar a la mitad de la película Edward se
acercó y me besó, lo que me sorprendió ya que estábamos en público y la gente lo
vería, pero a él parecía no importarle. Fue un beso dulce, muy amable y compasivo.

El camino de regreso a casa desde el cine transcurrió con celeridad. No me di cuenta


hasta que llegamos a la entrada de Forks, de que yo había estado hablando sin parar
casi todo el tiempo. Aquello me sorprendió, ya que yo nunca había hablado demasiado
y apenas le había dado a Edward la oportunidad de decir algo en absoluto. Lo miré
cuando estacionó el coche en frente de la casa, ligeramente ansiosa y preocupada de
que todo mi parloteo lo haya irritado, pero él simplemente me sonrió y parecía estar
genuinamente feliz.

Edward y yo fuimos directo al tercer piso, y me escabullí en mi dormitorio para cambiar


mi ropa. No estaba acostumbrada a usar ropa apretada y estaba un poco incómoda al
tener que usar unos vaqueros tan estrechos. Me los saqué rápidamente, dejando mi
ropa en la cesta y poniendo las botas de regreso en el closet. Me quedé de pie frente al
vestidor usando únicamente mi sostén y mi ropa interior, dudando por un segundo.
Tomé unos pantaloncillos cortos y una camiseta sin mangas de color rosa pálido, y me
los puse enseguida. El doctor Cullen mantenía la casa muy agradable, ligeramente
cálida, algo a lo que yo estaba acostumbrada y le agradecía por el gesto. Fui al baño y
tomé una bandita para el cabello, tirando de mi cabello hacia atrás en una coleta
suelta. Me dirigí a la habitación de Edward, vacilando en el pasillo pero no tomándome
la molestia de llamar a su puerta ya que sabía que él estaba esperándome. Entré a la
habitación y vi a Edward, quien estaba sentado en la silla de su escritorio. Me miró y
de inmediato empezó a toser, una gran bocanada de humo escapó de su boca. Me
quedé helada por un momento y lo miré con sorpresa, dándome cuenta en ese
momento estaba fumando marihuana. Edward no lo hacía muy a menudo;
personalmente creo que lo había visto hacerlo tres veces desde que él sopló el humo en
mí. Su cara se tornó ligeramente roja al toser y parecía tener problemas para recuperar
su aliento. Lo miré, un poco preocupada pero él me hizo un gesto con su mano,
indicándome en silencio que estaba bien. Me acerqué hasta él tímidamente y me senté
en su cama, todavía mirándolo con recelo.

“¿Estás bien?” le pregunté mientras me sentaba. Él aclaró su garganta y asintió,


pareciendo haber recuperado la compostura.

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Me dijo que estaba bien, su voz era áspera a causa del humo, haciendo del sonido
algo más ronco. Me recordó su voz cuando recién se levantaba por las mañanas,
sintiéndose aún un poco grogui y ronco a causa del sueño. Aquello era extraño, pero
aun así lo encontré sexy. Él me miró por un momento, sonriendo. “Estás jodidamente
hermosa, Isabella” dijo finalmente.

Yo sonreí y me sonrojé, ya que había sido atrapada por sorpresa por su repentino
elogio. Nunca pensé en mí como una persona hermosa pero Edward conocía muy bien
la manera de hacerme sentir como si lo fuese. Le dije eso mientras él inhalaba un poco
más de marihuana, le dije que me hacía sentir hermosa. Me miró por un momento, al
parecer estaba asimilando mis palabras, y exhaló.

“Te amo,” me dijo, su voz era completamente seria y era tan baja que parecía apenas
un susurro. Le creí cuando me habló, le creí con cada parte de mi alma. Él se levantó
de su silla, y lo miré sonriéndole, y tratando con todas las fuerzas que tenía de evitar
que las lágrimas de alegría se derramaran de mis ojos, evitando así asustarlo por mi
reacción excesiva. Mi corazón latía a mil por hora mientras fijaba mi mirada en él, con
la emoción recorriendo todo mi cuerpo.

“Yo también te amo. Demasiado,” le dije suavemente. Él gimió de manera ligera a


medida que las palabras abandonaron mis labios y se dirigía hacia mí. Mis ojos se
abrieron en sorpresa cuando él pateó uno de sus libros del instituto que había dejado
tirado en el piso, aullando y causando de esta manera que el humo de sus pulmones
sea viera forzado a salir. Empezó a toser y se dejó caer en la cama, agarrando su pie.

“¿Estás bien?” le pregunté de manera vacilante, pasando mi mano de arriba hacia


abajo por su espalda. Él tenía su cabeza inclinada y estaba sobando su pie, me
preocupé de que pudiese estar irritado. Había tenido una tarde increíble junto a él y no
quería que se molestara, gritara y que todo se eche a perder. Se estremeció un poco y
acostó rápidamente en la cama. Traté de moverme, sin querer molestarlo ya que no
podía evaluar su estado de ánimo y no quería irritarlo más, pero antes de que pudiese
hacer algo, él descansó su cabeza en mi regazo.

Aquello me sorprendió por un momento pero él alzó su mirada a mi rostro, luciendo


relajado sin importarle su pie, obviamente lastimado. Yo le sonreí y lo miré a los ojos,
disfrutando del brillo en ellos. De inmediato pensé en cuán afortunada era al tenerlo.
Nunca imaginé que algo tan increíble pudiese sucederme a mí, de que yo pudiese
conocer a alguien tan hermosamente imperfecto como él.

Él habló después de un momento, diciéndome que necesitaba un favor. Aquello me


confundió brevemente, le pregunté de qué se trataba a sabiendas, que
independientemente de lo que él me pida, era muy improbable que yo alguna vez le
pueda decir no. Era devota a esta hermosa criatura, y sabía que nada iba a cambiar
aquello. Sonrió con complicidad y me dijo que su habitación necesitaba ser limpiada y
yo reí, porque era verdad y estaba complacida de que al fin lo reconociera. Él sonrió y

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volteó su cabeza, acurrucándose en mi regazo. Con una de sus manos empezó a
acariciar mi muslo y pude sentir su aliento sobre mi piel expuesta. Empecé a
retorcerme, sintiendo cosquillas atravesar mi cuerpo y deteniéndose entre mis piernas,
despertando así cada centímetro de mi cuerpo. Comencé a acariciar su espalda y a
pasar mi mano por su cabello, adorando la sensación de su suave y desordenado
cabello cobrizo por mis dedos. Él necesitaba urgente un corte de cabello, ya que le
había crecido un poco desde mi llegada y estaba empezado a salirse de control, pero
aún mantenía ese encanto y que era parte de quien él era.

Él suspiró y yo miré hacia abajo, notando que había cerrado sus ojos. “Aunque,
mañana. Limpiar puede esperar para mañana,” murmuró, moviendo un poco su
cabeza como si estuviese tratando de hacer una pequeña madriguera en mi regazo. Yo
le sonreí y lo miré, acariciándolo con suavidad. Sus labios se movían un poco,
pequeñas sonrisas aparecían en su boca.

Mi mano, que estaba acariciando su espalda, dejó de hacerlo para descansar a un


costado de su cuerpo, cerca de sus caderas. Todavía lo estaba mirando, cuando vi que
sus ojos se abrieron y su mirada se dirigió a mí. Me sonrió con su deslumbrante sonrisa
torcida cuando vio que lo estaba mirando.

“¿Quieres hacer algo?” él preguntó de manera suave.

“¿Cómo qué?” le pregunté. Se encogió de hombros ligeramente y suspiró levantándose


de mi regazo. Él salió de la cama y caminó hasta su escritorio, asegurándose de evitar
el libro que había pateado. Tomó un nuevo porro de marihuana y lo encendió, fumando
un poco de él. Exhaló después de un momento.

“Nunca terminamos nuestro juego de 21 preguntas ese día,” dijo. Yo lo miré


sorprendida y le sonreí.

“De acuerdo,” le respondí. Él asintió, sonriendo, e inhaló otro poco de marihuana. Dejó
el porro sobre el escritorio y caminó hasta mí, sentándose suavemente a mi lado en la
cama. Alzó una de sus cejas dándome una mirada inquisidora y sonreí, sabiendo de
inmediato lo que él quería hacer. Se inclinó a mí muy despacio, dejando que sus labios
apenas tocasen a los míos, y empezó a exhalar. Yo cerré mis ojos e inhalé, llevando su
humo a mis pulmones. Lo retuve allí y lo escuché reír entre dientes cuando retiró un
poco sus labios de los míos. Abrí mis ojos y vi que aún estaba muy cerca de mi rostro,
su nariz apenas tocaba la mía. Exhalé, dejando que el humo salga, y una vez que mis
pulmones estuviesen limpios se inclinó y presionó sus labios contra los míos de manera
poderosa. La fuerza con la que lo hizo me empujó hacia atrás y ambos reímos cuando
él se ubicó sobre mí, besándome profundamente. Yo envolví mis brazos alrededor de él
y lo besé con todas las fuerzas que tenía. Finalmente él se separó de mis labios
después de un momento y sonrió, besándome suavemente un par de veces más.

“No existe cosa más jodidamente sexy que verte respirar mi humo,” dijo con voz ronca.

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Aquello mandó un escalofrío por mi columna vertebral y gemí suavemente cuando él se
volvió a inclinar hacia mí y presionó su boca en mi cuello.

“Pregunta número, cualquier maldito número que sea. ¿Me quisiste besar ese día?
Porque, joder, juro que creí que sí querías hacerlo, pero no estaba seguro así que no lo
hice,” él murmuró, sus labios todavía recorrían mi piel. Suspiré, dejando recorrer mis
dedos por su cabello.

“Sí,” susurré suavemente. “Aunque, yo, eh…estaba asustada.”

Él gruñó. “¿Todavía estás asustada?” me preguntó. Yo dudé por un instante,


considerando una respuesta. Su aliento se sentía soplar a través de mi cuello,
provocándome cosquillas desde la cabeza a los pies.

“Sí,” le dije. “Pero no por la misma razón que lo estuve antes.”

Sus labios abandonaron mi cuello y se sentó, alzando sus cejas. Su expresión


demostraba un genuino interés. “¿Por qué estás asustada ahora?” él preguntó curioso.

Suspiré, llevando mi labio inferior a mi boca para morder de manera nerviosa. “¿No es
mi turno para hacer una pregunta?” le pregunté. Él gruñó, rodando sus ojos.

“Solo responde por favor,” me dijo. “¿Por qué estás asustada?”

“Estoy asustada de perderte,” le dije casi en susurro, mi voz temblaba un poco a causa
de los nervios. No era tan fácil admitir mis inseguridades, de permitirme a mí misma
ser vista de manera tan vulnerable. La vulnerabilidad jamás había sido una cosa
buena para alguien como yo.

Él suspiró y me miró fijamente por un momento, su mirada era intensa. Se alejó de mí


cambiando su posición y se sentó, quitándose rápidamente su camiseta. Lo miré
confundida, sin saber lo que él estaba haciendo y ligeramente asustada de que yo
hubiese dicho algo malo. Él se acostó junto a mí después de un momento, recostándose
sobre su costado. Yo rodé sobre mi costado y él estiró su mano abruptamente,
agarrando la mía con fuerza. Me estremecí ante lo ocurrido, no de miedo sino por
haber sido tomada desprevenida, él lo notó y soltó su agarre un poco. Después de un
momento, tomó mi mano y la dejó suavemente sobre su pecho, justo en el lugar donde
estaba su corazón. Puso su mano sobre la mía y la presionó, mirándome a los ojos
intensamente. Su expresión era impresionante, completamente sobrecogedora ya que
el amor que él sentía se percibía por doquier. Su piel se sentía muy cálida al tocarla,
pude sentir de manera leve su corazón latiendo en su pecho debajo de mi mano.

“¿Puedes sentir eso?” él preguntó en voz baja. Asentí, un poco asombrada por su
seriedad. “No me iré a ningún lado, Isabella. Esto es tuyo.”

Sentí mis ojos llenarse con lágrimas, traté de reprimirlas pero fue inútil. Una de ellas se

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escapó casi de inmediato, rodando por mi mejilla. Él sonrió y removió su mano que
estaba sobre la mía, alzándola a mi rostro para limpiar la lágrima. “Tu turno de hacer
una pregunta, tesoro,” dijo.

Yo suspiré. “¿A qué le tienes miedo?” pregunté, manteniendo mi mano sobre su


corazón. Estaba maravillada de ser capaz de sentir latir su corazón, era como si
estuviese en sincronía con el mío. Él suspiró.

“A que tú salgas lastimada por mi culpa,” respondió sin vacilar. Mis ojos se abrieron a
causa de la sorpresa, ya que no esperaba esa respuesta. “Tengo miedo de que mi
padre vaya a alejarte de mí, o de que algo salga jodidamente mal cuando yo trate de
robarte”.

Mis ojos se abrieron aún más. “¿Robarme?” le pregunté, un poco en pánico. Él me


sonrió levemente.

“De acuerdo, no robarte de manera literal, no vayas a entrar en un jodido pánico


conmigo. Pero voy a tratar de averiguar la manera de sacarte de esta situación,” dijo.

Lo miré por un momento, luchando contra la esperanza que estaba tratando de invadir
mi cuerpo. Era peligroso para mí siquiera empezar a esperanzarme en la libertad, ya
que los esclavos no eran simplemente liberados. Los esclavos eran usados y
desechados cuando su tiempo había llegado. Nosotros sabíamos demasiadas cosas
como para ser simplemente liberados al mundo exterior. Había pensado en ocasiones
anteriores, como Edward y yo pudiésemos estar juntos, y me di cuenta que algo debía
pasarnos para que aquello durara. Él se iría pronto, ya que era casi un adulto, y si
nada ocurría él me dejaría en su pasado mientras seguía con su vida. Pero el concepto
de que yo pudiese encontrar la libertad que anhelaba, era difícil de aceptar.

“No hay ninguna salida a esto, Edward,” le dije después de un momento, el pesimismo
una vez más le ganaba la lucha a la esperanza que yo misma reprimía. Su ceño se
frunció ante mis palabras y me miró confundido. “Esta no es solo una etapa de mi vida.
Esta es MI vida. La esclavitud es lo que me trajo al mundo, y probablemente sea la que
me saque de él. No vale la pena siquiera intentar cambiar eso, es inútil.”

Sus ojos se estrecharon mientras su rostro se ensombreció de ira. Mis ojos se abrieron
con sorpresa debido a su repentino cambio de comportamiento. Había un fuego en sus
ojos, una chispa de ira arremolinándose en el verde de su mirada que me asustó. Él se
sentó rápidamente, alejándose de mí, retiré la mano de su pecho. Mi corazón empezó a
latir de manera errática, debido a mi asombro y confusión por su reacción. Él se quedó
allí frente a mí y me miró furioso. “Nunca más vuelvas a decir esa mierda,” dijo
bruscamente, alzando su voz. Solo lo miré, sin saber lo que se suponía debía hacer o
decir, o sin saber al menos que fue exactamente lo que dije mal. Él tomó un respiro
profundo, al parecer para tratar de calmarse, pero no funcionó ya que el fuego aún
ardía en su mirada. “Estoy tratando de no encabronarme contigo, pero no puedes decir

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mierda como esas. Joder, no puedes rendirte simplemente así como así. Hay mucho
más que vivir que solamente esta mierda, allá afuera existe todo un maldito mundo
para ti y por el que tú tendrás que pelear junto a mí. Tienes que tener una puta
confianza en mí, no puedes simplemente rendirte y decir que esto no tiene maldito
sentido. Porque no es jodidamente en vano. Maldición, si fuese así, entonces, ¿por qué
carajos estamos aquí? ¿Yo no tengo sentido para ti?”

“¡No!” le dije rápidamente, mi ceño estaba fruncido. No quise que pensara que él no
significaba nada para mí, porque sí era importante para mí. Él era todo para mí. Me
senté rápidamente y sentí mis ojos llenarse de lágrimas nuevamente. “No eres en vano
o sin sentido. Tú eres la única cosa en mi vida que tiene algún sentido, Edward.”

Él suspiró y negó con su cabeza, aún luciendo algo molesto. “¿Entonces valgo la puta
pena para luchar por mí? Porque si tú no estás dispuesta a luchar, tienes que
decírmelo ahora. Porque estoy completamente preparado para hacer cualquier
pendejada que sea necesaria, y no voy a hacer esa mierda para nada, si tú ni siquiera
lo quieres intentar.”

“Por supuesto que vale la pena luchar por ti,” le dije, llevando mi temblorosa mano
rápidamente a su rostro para tocar su mejilla. Esperaba que me evitara, debido a que
la ira estaba todavía escrita en su rostro, pero no lo hizo. Inclinó un poco su cabeza al
sentir mi roce y suspiró fuertemente.

“Entonces no vuelvas a decir esa mierda, ¿entendido? Cuando digo que voy a tratar de
averiguar una manera para sacarte de esto, lo digo en serio. Joder, no estoy jugando
aquí, es en serio cuando te digo que te amo, no son solo palabras para mí. Y Cristo,
lamento estar gritando, pero me encabrona cuando te menosprecias y dudas de las
cosas,” dijo. La expresión de rabia en su rostro se había disuelto un poco, y había sido
reemplazada por una de tristeza, de dolor. Él estaba viéndome de manera intensa, sólo
asentí.

“No es tan fácil tener esperanza,” le dije, esperando que me entendería. Él suspiró,
alcanzando mi mano y poniendo la suya encima de la mía sobre su mejilla. Se apoyó
un poco más en mi toque.

“¿Crees que no sé eso, tesoro? Pero tú debes de tener un poco de fe en mí. Volere è
potere*,” dijo.

“¿Qué significa eso?” le pregunté. Me sonrió levemente.

“Donde existe voluntad, existe un camino,” me dijo. “Mi papá dice esa mierda todo el
tiempo. Es su respuesta para cada jodida cosa.”

Le sonreí levemente y asentí. “Lo lamento, por dudar,” murmuré. Él se encogió de


hombros.

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“Sin sangre, no hay culpa,” dijo con indiferencia. Miró hacia el reloj y suspiró,
agarrando su cabello con su mano. “¿Qué tal si sólo vamos a dormir?” él sugirió,
volteando a verme. Sonreí y asentí.

“Suena bien,” le dije. Se levantó de la cama y tomó el control remoto, prendiendo su


equipo de música para escuchar algo de música suave en piano. Dejó el control remoto
y regresó hasta la cama, tocando el interruptor de la luz para que la misma se
apagara. Subió a la cama, y me acercó a él rápidamente, envolviendo con sus brazos
mi cuerpo. Acarició mi cabello, inhalándolo.

“Buenas noches, Isabella,” dijo suavemente. Su voz tenía tintes de tristeza en ella y me
sentí mal por eso inmediatamente, sabiendo que había sido yo quién había matado su
estado de ánimo y que prácticamente había arruinado el recuerdo de una bonita
noche.

“Buenas noches, Edward,” le susurré. Sentí una lágrima rodar por mi mejilla y cerré mis
ojos, ignorándola. Me aferré a sus brazos, los mismos que estaban envolviéndome,
sujetándolo fuertemente a mi cuerpo sin querer que me soltase jamás. Es que es tan
difícil ser optimista cuando vives de la forma en que yo lo hago.

Caí en un profundo sueño y por primera vez en mucho tiempo, las pesadillas se
filtraron en mi inconsciente. Empezaron como breves destellos de mi vida, imágenes
inofensivas de momentos con mi madre, pero que en sí eran difíciles de ver. Duros de
revivir, ya que ella no estaba allí conmigo. Ella se veía tan distante y se sentía como si
hubiese pasado una vida entera desde que la había visto u oído por última vez, y me
preocupé de que ella no sea nada más que una aparición para mí de ahora en
adelante, un producto de mi imaginación. Rápidamente la imagen se transformó en
violencia, en la brutalidad que yo presencié, el asesinato al que fui forzada a ver y que
luego tuve que limpiar. Reviví algunas de mis peores palizas, Jane pateándome en el
rostro, Charles agarrándome por el cabello y arrastrándome hasta el patio. Las
correas, los látigos y los palos que ellos usaban en mí. Los golpes, las bofetadas, las
patadas y los empujones. Y la sangre, ¡oh, tanta sangre! De esa imagen, cambió a la
mirada furibunda del doctor Cullen, la rabia y la indiferencia en sus ojos cuando él
apuntó con su pistola a mi garganta, el fuerte clic cuando apretó el gatillo.

Me senté de manera abrupta mientras recuperaba la conciencia, miré frenéticamente


alrededor del cuarto oscuro. Estaba temblando y sentí nauseas. Sentí la bilis subir
hasta mi boca y rápidamente salté de la cama, corriendo hasta el baño de Edward.
Colapsé en el piso y me quedé congelada sobre su inodoro, con mis músculos
entumecidos y con unas terribles ganas de llorar. Me quedé sentada allí por un
momento mientras mi cuerpo se calmaba, tratando de recomponerme.

Me puse de pie después de un momento, mis piernas aún se sentían un poco


temblorosas y todo mi cuerpo estaba sudado, pero al menos mi estómago estaba
tranquilo. Caminé de regreso a la habitación, mirando la cama y frunciendo el ceño.

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Edward no estaba allí, y juzgando por el hecho de que no había ido detrás de mí
cuando salí corriendo al baño, asumí que no había estado en la cama por un buen
tiempo.

Dudé al principio pero, aun así, salí por la puerta, escabulléndome hacia el pasillo. El
tercer piso estaba oscuro y en completo silencio, casi de manera misteriosa. Bajé las
escaleras en silencio, dirigiéndome hacia el segundo piso. Me dirigí hacia las
escaleras que conducían al vestíbulo, pensado que quizás él estuviese consiguiendo
algo de tomar, pero me detuve de manera abrupta cuando escuché que la música
inició.

Era inquietante y oscura, mezclada con tristeza. No sabía qué canción era pero sonaba
sobrecogedora mientras retumbaba en la silenciosa casa. Caminé por los escalones
muy despacio, asegurándome de permanecer en silencio, y me detuve en la parte
superior. Me senté sin hacer ruido y miré a través de la barandilla, la plataforma sobre
la que estaba el piano. Edward estaba sentando en el banquillo, tocando las
inquietantes notas de una manera muy hermosa, encorvado ligeramente logrando que
su postura hiciese juego con el tono de la melodía. La música se hizo más fuerte
después de un momento, al tiempo que él empezó a golpear las teclas de manera casi
furiosa, pero tan rápido como se disparó, así mismo regresó a las suaves e inquietantes
notas.

Apoyé mi cabeza en la barandilla, haciéndome una pequeña bolita, y observándolo


tocar por un momento. Estaba completamente deslumbrada, escuchando tanta
emoción derramarse de la yema de sus dedos. Él parecía estar tocando la misma
tonada oscura pero en una continua repetición; en cuanto esta terminaba, él volvía a
tocarla nuevamente.

Me pregunté cuán seguido tocaba el piano por las noches, o si es que él se escapaba
de la cama con frecuencia. A menos de que Edward me despierte por una pesadilla,
últimamente yo era capaz de dormir toda la noche, no despertándome hasta que el sol
haya salido totalmente allá afuera. ¿Él siempre hacía esto? ¿Era parte de su rutina
hacerlo? ¿O es que yo realmente lo había molestado más temprano esa noche hasta
llegar al punto donde no quisiese dormir conmigo, no quisiese estar cerca de mí?

Mis párpados se sintieron pesados pero traté de mantenerlos abiertos, sin querer
levantarme e irme todavía. Estaba del todo cautivada por la música que estaba
tocando como para querer volver a la cama. Sin embargo, debí haber perdido mi
batalla con mis párpados, porque la siguiente cosa que supe fue que estaba siendo
sacudida por alguien, mis ojos se abrieron de golpe, estaba completamente
sorprendida y perpleja. Mi mirada recayó en Edward de inmediato y miré a mí
alrededor con confusión, asombrada cuando vi que estábamos en el segundo piso y
que él me estaba meciendo en sus brazos. Me di cuenta en ese momento que me había
quedado dormida mientras lo escuchaba tocar, y que debió encontrarme cuando se

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dirigía de regreso arriba. Le di una mirada de disculpa esperando que no se hubiese
molestado por espiarlo mientras tocaba, pero él simplemente sonrió.

“Tenemos camas, tesoro, no tienes por qué dormir en el piso,” dijo en broma. Yo sonreí
ligeramente.

“Me desperté y no estabas, y luego te vi tocando pero no quería interrumpir,” le


respondí, algo grogui a causa del sueño.

“Hubieses bajado, no me hubiese molestado. Y lamento haberte gritado hace un rato,


lo siento si eso te molestó,” dijo. Comenzó a subir las escaleras para dirigirse al tercer
piso y yo envolví su cuello con mis brazos mientras él me apretaba más a su cuerpo en
un abrazo.

“Está bien,” murmuré. Él suspiró, negando con su cabeza.

“No, no está bien,” dijo, sonando exasperado.

Yo suspiré pero no discutí con él. Apoyé mi cabeza en su pecho y cerré mis ojos
mientras llegábamos al tercer piso y él me llevaba a su habitación. Me dejó sobre la
cama y rodeándola, arrastrándose a mi lado. Me acercó a su cuerpo y yo me acurruqué
en su pecho, volviendo a quedarme dormida de inmediato.

Me levanté mucho después y levanté la cabeza un poco para ver la hora en el reloj. Me
sorprendí cuando vi que habían pasado unos minutos después de las 10 am. Escapé
con suavidad de los brazos de Edward, siendo cuidadosa de no despertarlo y salí de la
cama. Sorteé mi salida de su habitación en medio de su desorden, agradecida de que
pronto estaríamos haciendo algo al respecto y me dirigí al pasillo. Cerré la puerta
detrás de mí con cuidado y me dirigí hasta las escaleras. Las bajé rápidamente,
haciendo una pausa cuando llegué al vestíbulo y escuché la tv encendida en la sala.
Caminé en silencio, sorprendiéndome cuando vi a Jasper sentado en el sofá con el
control remoto en su mano. Él me miró y sonrió.

“Buenos días, dormilona,” me dijo. Yo sonreí.

“Buenos días, Jasper,” le dije con calidez. “¿Tienes hambre? Iba a preparar el
desayuno.”

Su sonrisa creció. “Eso es terriblemente dulce de tu parte. Sí, podría comer algo,” me
respondió. Yo asentí.

“Bien, ¿Emmett está en casa?” le pregunté. Él asintió.

“Sí, fue a tomar una ducha. Debería bajar en un rato más.” Dijo. Yo sonreí y murmuré
un ‘está bien’, volteándome y dirigiéndome a la cocina. Sabía que si Emmett estaba en
casa, necesitaría preparar un poco más de comida, ya que él tenía un apetito voraz.
Empecé friendo algo de tocino y preparé la mezcla para la masa de los pancakes.

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Empecé justamente con eso, rompiendo un par de huevos en una sartén,
revolviéndolos. Estaba ocupada trabajando en el desayuno, sacando también algo de
fruta para picarla, cuando Emmett bajó por las escaleras. Estaba hablando por su
teléfono celular y al llegar al vestíbulo se detuvo, mirándome y sonriéndome. Jasper
caminó desde la sala hasta la cocina, y saltó sobre el mostrador, sentándose a pocos
centímetros de la estufa.

“¿Tuviste una buena cita ayer?” Preguntó curioso. “¿Qué hicieron?” yo alcé la mirada y
le sonreí.

“Sí, fue genial,” le respondí. “Él me llevó a cenar y luego vimos una película.” Él asintió
mientras sonreía feliz.

“Eso es bueno, tú sabes, estaba algo preocupado al principio. Edward nunca ha


sacado a ninguna chica antes, así que no sabía si de hecho él sabía lo que en realidad
era una cita. Estaba preocupado que quizás pensara que una cita consistía en ‘fajarse
a una chica’ en el parque y luego comprarle una cajita feliz. (N.T. Balling a girl =
fajarse una chica, se refiere a toda clase de actividad sexual que involucre a un chico y
una chica pero que no involucre el coito, tales como sexo oral, masturbación, besos,
etc.)

Lo miré confundida. “¿Qué?” le pregunté, insegura de lo que se refería cuando dijo lo


de fajarse a una chica. Aunque, sabía muy bien que una cajita feliz era algo que se
compraba en McDonald’s.

“¿Qué parte no entendiste?” me preguntó vacilante, luciendo como si estuviera


arrepentido de lo que dijo.

Me encogí de hombros “¿Fajarse una chica?” le pregunté. Él suspiró y cerró sus ojos,
pero antes de que pudiese responderme alguien aclaró su garganta desde la puerta.
Di un salto a causa del sobresalto y me viré rápidamente, mis ojos se abrieron por
completo cuando vi a Edward. Él se veía algo desaliñado a causa del sueño, su cabello
estaba todo parado. Y no estaba usando nada más que sus shorts.

Escuché a Jasper murmurar una maldición y los ojos de Edward se fijaron de inmediato
en él. “¿Qué eres, la puta Gestapo?” Edward preguntó. “¿Interrogándola y todas esa
mierdas?” Jasper suspiró.

“Solo tenía curiosidad,” Jasper respondió, encogiéndose de hombros. Edward rodó sus
ojos.

“Lo que sea. Yo sé cómo tratar a una chica,” dijo Edward, sonando a la defensiva. Él
me miró, luciendo ligeramente aprensivo e inquisitivo. Lo miré por un momento,
confundida por la mirada que me estaba dando, hasta que la realidad me golpeó. Él
no creía sus propias palabras y estaba mirando, tratando de encontrar en mí una
confirmación de que él me había tratado bien. Le sonreí, ya que de cierta forma era

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simpático ver a alguien tan seguro como Edward, buscar respuesta en alguien como yo
para aumentar su confianza.

“¡Huelo comida!” Emmett gritó emocionado en cuanto terminó su llamada. Entró a la


cocina, empujando a Jasper y a Edward. Caminó directamente hasta mí y se acercó,
tratando de robar un poco de tocino. Sin siquiera pensarlo azoté su mano,
congelándome de inmediato cuando me di cuenta lo que había hecho. Recuerdo que
mi madre azotaba mi mano incontables veces cuando yo era más pequeña y trataba
de robar un poco de comida, sin entender el porqué no me estaba permitido aquello, y
yo acababa de hacer lo mismo a Emmett casi por instinto. Sin embargo, sabía muy
bien que no debía haber hecho eso, sabía que no debía ponerle una mano encima a
un amo.

Emmett se quedó inmóvil, asombrado por mi comportamiento, y me miró con su mano


aún en el aire. Miré a Jasper y vi que él parecía igual de asombrado. Me volteé para ver
a Edward y él me miraba sonriente, tratando de aguantar una carcajada.

“¿Acabas de golpearme?”, Emmett preguntó en tono vacilante. “Porque te juro por Dios
que creó que lo hiciste, o quizás solo acabo de imaginar esa mierda.”

Sus palabras causaron que Edward no aguantara más y comenzara a carcajearse de


manera histérica. Jasper rió entre dientes y Emmett me miró con su ceja alzada,
obviamente esperando una respuesta. Empecé a balbucear de manera incoherente y
Edward se rió aún más duro. Caminó hasta mí y me envolvió en sus brazos, besando
mi cabeza.

“Te lo mereces, cabrón,” dijo Edward en tono de broma. Emmett lo miró y le sonrió
abiertamente. Él extendió su mano rápidamente, robando un pedazo de tocino antes
que ninguno de nosotros notáramos lo que estaba haciendo y llevándoselo a la boca.

“Síp, la gatita aquí presente tiene cojones, lo puedo ver,” Dijo Emmett. “Toma una
chingo de valentía tratar de interponerse entre la comida y yo.”

Le sonreí e iba a disculparme con Emmett, ya que mi intención no había sido golpearlo,
pero Edward habló antes de que yo pudiese decir algo. “¿Por qué la llamaste gatita?”
preguntó.

Emmett sonrió. “Porque es como una jodida gatita, es por eso. Toda linda y tierna y de
aspecto inocente, pero de la nada sus garras saldrán y se alzarán, y te mostraran una
pizca de aquel pequeño y vicioso animal en ella. Digo, ella todavía es relativamente
inofensiva, pero tampoco es completamente indefensa. ¿Sabes?”

Lo miré asustada por su percepción sobre mí y Edward rió. “Sí, lo sé.”

“Sí, claro que lo sabes, ella te tiene agarrado por las bolas,” Dijo Emmett de inmediato.
Edward gruñó.

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“¿Y Rosalie no te tiene con una jodida correa como si fuese un maldito perrito faldero?”
Edward preguntó de manera severa.

“Mierda, ya quisiera ella. Yo hago las cosas por mi cuenta, tonto,” dijo Emmett
sonriendo y asintiendo. Tanto Jasper como Edward empezaron a reír con fuerza.

“Ya lo quisieras tú,” dijo Jasper. “No estoy avergonzado de decir que Alice me tiene
envuelto en su dedo meñique, y te estás engañando a ti mismo si no piensas que es
Rosalie quien lleva los pantalones en su relación. Tú eres incluso peor de lo que es
Edward. Al menos él admite ser un mandilón.” Mi ceño se frunció a causa de la
confusión y Edward gruñó.

“Eh… ¿La comida está lista? Dije al no entender lo que ellos estaban hablando y
sintiendo como si estuviese entrometiéndome en una conversación que se suponía no
debía escuchar. Sonó más a una pregunta que a una afirmación cuando lo dije pero
ellos al menos entendieron la idea. Emmett abrió de golpe una de las puertas de la
alacena para tomar un plato, casi golpeando a Jasper. Él saltó del mesón mientras
reía, dejándole el camino libre. Edward permaneció donde estaba, abrazándome. Se
agachó un poco y besó mi cuello suavemente mientras sus hermanos servían su propia
comida.

Edward y yo tomamos nuestros platos al final, y fuimos a la sala para comer y ver algo
de TV. Después del desayuno, regresé a la cocina y limpié un poco mientras los chicos
conversaban. No quedaron muchas sobras, eso gracias a Emmett, así que todo lo que
tenía que hacer era lavar los platos y limpiar los mesones.

Edward entró cuando estaba casi por terminar, recostando su espalda en el marco de
la puerta y cruzando sus brazos sobre su pecho. Me miró en silencio; su mirada era tan
intensa que parecía como si me penetrara por completo. Aquello me hizo sentir algo
tímida y sentí ruborizarme de manera ocasional cuando hacíamos contacto visual.

“¿Terminaste?” me preguntó después de un momento. Miré alrededor y asentí. “¿Estás


lista para enfrentar mi habitación conmigo?”

Le sonreí y asentí con entusiasmo, sintiéndome un poco más emocionada por limpiar
de lo que por lo general lo estaría. Pero era algo importante para mí que él me dejara
limpiar su habitación finalmente, así que por esta ocasión se sintió diferente. Él sonrió
al sentir mi entusiasmo, y señaló con su cabeza las escaleras antes de voltearse. Lo
seguí y subí las escaleras en silencio.

Llegamos a su habitación y él entró, deteniéndose en la puerta. Me detuve a su lado y


miré a mi alrededor, sin saber por dónde empezar. Suspiró después de un momento,
agarrándose su cabello de manera nerviosa. “Mira, no tengo ni idea qué será lo que
puedas encontrar en este desastre, así que me voy a disculpar de antemano por eso,
así no tengo que hacerlo cada vez que alguna mierda aparezca,” dijo. Sonreí.

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“Está bien, no es gran cosa,” le dije, encogiéndome de hombros. Él rió entre dientes.

“Yo no diría eso todavía,” murmuró. Caminó por toda la habitación y empezó a recoger
su ropa sucia, lanzándolas en el cesto. Dudé, pero aclaré mi garganta después de un
segundo.

“¿Quieres separarlas?” le pregunté. Se paralizó, sosteniendo un par de pantalones, y


se volteó para alzarme una ceja.

“¿Separarlas para qué? Preguntó. Sonreí levemente.

“Separarlas para que yo pueda lavarlas. Tienes que separar la ropa por colores,” le
dije. Su ceño se frunció a causa de la confusión y yo empecé a reír. “Una pila de ropa
blanca y otra de pila de ropa de color servirá,” le dije, tratando de dejarlo claro para
hacerlo más fácil para él. Fue bastante evidente, de hecho casi inmediato, que él no
tenía ni idea lo que estaba haciendo. Suspiró y alzó su mano para hacerme un saludo
de tipo militar.

“Sí, señora” él murmuró. Me paralicé, mi sonrisa se esfumó preocupada de que él


pensara que estaba tratando de mandarlo, cuando mi única intención era hacer el
trabajo más fácil para ambos. Él vio mi expresión y volvió a suspirar, pasando sus
dedos por su cabello. “Estoy bromeando, relájate. Puedo manejar esto de separar la
ropa, sólo que no estaba consciente que debía hacer esa mierda.”

Asentí. Él volvió a su tarea con la ropa, escarbando la que estaba en la cesta y


sacándola mientras se quejaba en voz baja. Empezó a lanzarlas en dos montones,
miré alrededor nuevamente, sin saber qué hacer primero. Me agaché y recogí uno de
sus libros del instituto. Caminé hasta su escritorio y lo dejé sobre él. Recogí otro de sus
libros y lo dejé en el escritorio, congelándome cuando reconocí mi nombre en un
pedazo de papel que sobresalía del libro. Eché un vistazo breve a Edward quien
estaba concentrado en la clasificación de la ropa, y regresé mi mirada al libro. Lo abrí
para ver el papel, sonreí cuando vi mi nombre escrito un par de veces. Aquella parecía
ser una tarea de matemáticas o algo por el estilo y él había garabateado los bordes.

“Así que, eh…” Edward empezó. Yo cerré el libro rápidamente y volteé a verlo, para
evitar que pensara que yo estaba curioseando entre sus cosas solo por diversión. Él
sostenía una camiseta blanca con rayas azul marino, y la miraba con cautela.
¿“Considerarías esto ropa de color o blanca?” Él preguntó. Volteó a verme brevemente.
“Y los libros van en la mochila que está allá,” dijo, señalando con su cabeza a la
mochila que estaba junto a la cama.

Yo sonreí y asentí. “Es de color” le dije. Miré hacía las pilas de ropa por un segundo.
“Esa camiseta blanca con el diseño verde en la espalda también es considerada
color.”

Él miró abajo a la pila de ropa, entrecerrando los ojos. Tomó la camiseta y la lanzó a la

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otra pila de ropa, refunfuñando. Escuché la palabra ‘mierda’ en medio de sus gruñidos
y tuve que contener mi risa, sabiendo que él no sobreviviría a este trabajo sin lanzar
una buena sarta de maldiciones. “¿Cómo mierda puedes deducirlo? Parecía un
maldito blanco para mí,” dijo, sonando irritado. Yo sonreí, encogiéndome de hombros.

“La etiqueta dice que no se debe usar cloro,” le dije. Atravesé su habitación y tomé su
mochila, para caminar de regreso al escritorio y guardar los libros en ella. Él me miró
con algo de disgusto y regresó a lo de la ropa.

“Joder, no me dijiste que leyera las malditas etiquetas,” dijo. Traté de retener mi
carcajada nuevamente debido a su enojo, a sabiendas que aquello solamente podía
empeorar su irritación. Estaba claro que estaba fuera de su ambiente aquí, pero
apreciaba el hecho que estuviese intentando hacer algo por sí mismo. Continué
recogiendo libros que estaba esparcidos por toda la habitación, unos eran del instituto
y otros obviamente eran de lectura personal. Me sorprendió un poco el ver tantos libros,
ya que no creí que Edward fuese la clase de personas que lee por placer. Tomé un
pequeño libro café después de un momento y miré su cubierta. Estaba un poco
gastado, se veía bastante viejo y no había nada en su portada a excepción de dos
palabras doradas. No las reconocí así que pensé que quizás estaban en algún
lenguaje extranjero. Mi ceño se frunció por la confusión y lo miré con cautela, sin saber
qué hacer con él.

“Edward, ¿este es un libro de texto del instituto?” le pregunté vacilante. Él me miró y se


paralizó cuando vio el libro. Sonrió después de un segundo, y negó con su cabeza.

“No, esa no es la mierda que te enseñan en la escuela, cariño,” me dijo, riendo entre
dientes y sonando bastante divertido. Miré nuevamente la cubierta.

“¿Es esto italiano?” le pregunté. Él me miró, todavía luciendo divertido y negó con su
cabeza cuando hizo contacto visual conmigo. “Entonces, ¿qué es?” pregunté.

Él rió nuevamente. “Es, eh…” empezó diciendo. Hizo una pausa y negó con su cabeza.
“Cristo, es una mierda que pudiese enseñarte más fácil que explicártelo”.

Mi ceño se frunció y miré nuevamente la portada del libro, ligeramente confundida y un


poco nerviosa a causa de su reacción. Abrí el libro de manera vacilante y mis ojos de
inmediato se posaron en la imagen de un hombre y una mujer. Me confundió por un
segundo ya que el hombre estaba sentado y la mujer estaba doblada en un ángulo
extraño, flexionando su espalda hacía él mientras lo miraba. Traté de averiguar qué
era lo que estaban haciendo. Mis ojos se abrieron del todo después de un momento
cuando noté que la cabeza del hombre estaba en medio de las piernas de ella y ella
tenía sus partes masculinas en su boca. Grité a causa de la sorpresa y de inmediato
solté el libro, asustada. Cayó en el piso, aterrizando boca arriba con un sonido seco.
Edward empezó a reír con fuerza y caminó hasta donde yo estaba, deteniéndose a mi
lado. Miró hacia abajo y vio la imagen de la mujer haciendo una postura extraña con

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las partes privadas del hombre en su boca, fijando su mirada en ella por un momento.
Yo solo permanecí estupefacta, sorprendida. Él me miró y sonrió.

“¿Cuán flexible eres?” me preguntó en tono de broma, mirando a la imagen


brevemente. Yo jadeé y él empezó a reír, negando con la cabeza. “Estoy bromeando,”
me dijo mientras se agachaba y tomaba el libro. Lo cerró y palmeó la cubierta del libro,
suspirando. “Se llama el Kama Sutra, es como la Biblia del sexo. Y si esto te resultó
vergonzoso, quizás quieras dejar de curiosear alrededor del cuarto porque llegado a
cierto punto, te vas a ver forzada a encontrar la pornografía real.”

“¿Tienes pornografía?” le pregunté, mis ojos completamente abiertos por la sorpresa.


Después de ver la película ‘Boogie Nights’ estaba bastante consciente lo que era la
pornografía. Él rió entre dientes y asintió.

“Sí, tengo pornografía, Isabella. La mayoría de hombres tiene pornografía. Mierda,


muchas perras incluso tienen pornografía aunque a ellas no les guste admitirlo,” él
dijo, volteándose y dejando el libro de Kama Sutra sobre su escritorio. Empezó a
caminar por la habitación pero se detuvo y regresó a mirarme, sonriendo tímidamente.
“Quise decir chicas, no perras. Error de mi parte”

Le sonreí ligeramente, encogiéndome de hombros. “Está bien,” le dije alejándome un


poco de él y mirando alrededor de la habitación. Edward terminó de separar la ropa
mientras yo terminaba de recoger sus libros. Llevé la cesta de ropa blanca abajo y
empecé a llenar la lavadora, sacando unas pocas prendas de la cesta a las que
obviamente no se les podía poner cloro. Simplemente las dejé a un lado en el cuarto de
lavado para meterlas en la siguiente carga de ropa a lavar, no queriendo hacer un
gran alboroto por aquello, ya que sabía que Edward lo haría si notaba que él había
cometido algún error. Tendía a ser perfeccionista, me di cuenta de eso y no quise
armar un embrollo si eso era de fácil solución. Me encontré a Jasper en el pasillo del
segundo piso. Él rió cuando le dije que estábamos limpiando la habitación de Edward
y me deseó buena suerte en eso debido a la naturaleza peculiar de Edward con sus
pertenencias.

Regresé a la habitación de Edward con el cesto de ropa vacía y me detuve en la puerta


cuando lo vi que estaba acostado en su cama, tumbado boca abajo con los ojos
cerrados. Me detuve allí y observé su espalda un momento, casi deslumbrada por la
manera en que sus músculos estaban esculpidos y cómo su tatuaje se destacaba
prominente en su pálida piel. Se volteó después de un momento y abrió sus ojos,
mirándome. Sonrió de manera perezosa.

“Me rindo,” murmuró. Yo solté una risita y negué con la cabeza ante el hecho de que
todo lo que había hecho era dividir la ropa en dos pilas, y que en ello había hecho un
trabajo bastante malo. Se rió y se sentó. “En serio, esta mierda es trabajo duro.”

“Eh, no es tan malo,” le dije, encogiéndome de hombros. Rodó sus ojos y se puso de

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pie, pasando una mano por su cabello. Empecé a tomar la ropa de color de la pila y la
lancé en el cesto, sacándolo de la habitación y dejándolo en el pasillo para que no
estorbara. Miré alrededor brevemente, mis ojos se detuvieron en un juego de sábanas
que estaban en una esquina. Caminé hasta ellas con la intención de alcanzarlas y
tomarlas, pero Edward gritó abruptamente, deteniéndome. Yo me detuve y lo miré, él
caminó hasta mí y las recogió el mismo. Caminó con dirección a la puerta y las lanzó
en el pasillo. Yo lo miré confundida, preguntándome por qué había reaccionado de esa
manera. “¿Había algo malo con esas sábanas?” le pregunté con duda. Él gruñó,
negando con la cabeza.

“Están contaminadas,” dijo simplemente. Lo miré, sin entender lo que había dicho,
dándome cuenta después de un momento que no pretendía decirme nada más sobre
eso. Recogió algunos discos de música y empezó a organizar sus DVD, así que caminé
hasta su cama y saqué las sábanas. Edward cambiaba por si solo sus sábanas con
frecuencia, ya que él no era exactamente muy insalubre, gracias a Dios, y cada vez
que lo hacía, usualmente solo dejaba las sábanas sucias en la cesta del cuarto de
lavado. Dejé caer en el suelo las sábanas, fundas de almohada y el edredón en el
pasillo, asegurándome de mantenerlas separadas de las sábanas supuestamente
contaminadas ya que Edward había reaccionado muy fuerte acerca de eso. Me dirigí
al segundo piso, sacando del armario sábanas limpias y una manta, asegurándome
de tomar alguna que Edward ya hubiese usado antes, en caso que él fuese exigente en
eso también. Las llevé al dormitorio de Edward y empecé a hacer la cama. Él estaba
jugando con su estéreo, tenía el reproductor de discos abierto y estaba poniendo en él
algunos discos. Lo cerró después de un momento, dejando las cajas de los discos de
regreso en su lugar inicial y encendió el estéreo. Algo de ruidosa música rap se
escuchó enseguida, el sonido del bajo retumbaba en las paredes, y él sonreía al
parecer bastante complacido por ello. Había notado en el último par de semanas que
el gusto de Edward con respecto a la música era bastante amplio, que iban
rápidamente desde suaves tonadas de piano a canciones de rock estruendosas, a
vulgares canciones de rap. Incluso le oí que una vez escuchaba una canción de música
country, pero él pretendió no saber de qué estaba yo hablando cuando por alguna
razón se lo mencioné más tarde aquel día.

Él caminó por la habitación y se sentó en la silla de su escritorio, tomando su pipa de


marihuana que había dejado allí la noche anterior. Terminé de hacer su cama y él
encendió la pipa, absorbiendo un poco de ella. Empecé a caminar por todo el cuarto,
agarrando cosas al azar que estaban en el piso y alzándolas en el lugar donde yo
asumía debían ir. Edward se acomodó en la silla y me miró intensamente, haciéndome
sentir un poco tímida. No me importó que no estuviese haciendo nada para ayudarme,
ya que honestamente sabía que yo haría un mejor trabajo si me dejaban hacerlo por
mi cuenta, pero su mirada me estaba poniendo nerviosa, ya que sabía cómo era él con
sus cosas. Ocasionalmente ponía una expresión irritada en su rostro y sabía que
estaba tratando de contenerse de hacerle honor a su reputación de ser tan

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 531


quisquilloso. Apreciaba su represión a su natural instinto de intervenir, ya que
esperaba que al menos él empezara a quitarme cosas de la manos para evitar que mis
dedos las tocaran.

Dejó su pipa después de un momento y se puso de pie. La canción cambió y él empezó


a reír, negando con su cabeza. Lo miré confundida y empezó a menear su cabeza,
cantando la letra de la canción. Regresé a mi tarea de recoger cosas pero escuchando
su voz, riendo un poco para mí misma. La letra de la canción era vulgar, al igual que la
mayoría del rap que escuchaba, pero él tenía la manera de hacer que aquello no
sonara tan mal cuando venía de sus labios.

Empezó a ayudarme nuevamente, recogiendo cosas y dejándolas en su lugar. El piso


quedó limpio después de un corto tiempo y luego tomó otro receso. Decidí llevar la ropa
abajo y empezar con mi tarea de lavado, poniendo la primera carga de ropa en la
secadora y llenando la lavadora con la segunda carga. Regresé a la habitación y vi a
Edward mirando su armario. Se agachó y empezó a sacar cosas del piso del armario,
dejándolas a un lado. Miré alrededor de la habitación y vi el borde de un libro
sobresalir cerca del pie de su cama. Caminé hasta él y me arrodillé, alzando un poco
el edredón y mirando debajo de la cama. Mis ojos se abrieron asustados cuando vi
cuán desordenado estaba allí abajo, mi ceño se frunció confundido cuando vi unas
cajas. Estiré la mano y saqué de allí unos libros y un par de revistas al igual que un par
de DVD, sin tocar las cajas ya que no tenía idea qué eran. Bajé nuevamente el edredón
y miré el montón de cosas que saqué debajo de la cama. Me acomodé un poco en el
suelo, jadeando cuando vi una mujer semidesnuda en la portada de una de las cajas
de DVD. La tapé con mi mano rápidamente, pero al parecer no fui suficientemente
rápida ya que Edward me había descubierto. Empezó a reír, negando con su cabeza.

“Te dije que encontrarías la pornografía,” me dijo. Tomé el DVD y rápidamente lo envié
de regreso debajo de la cama, lo que provocó únicamente que él riera aún más fuerte.
Se acercó y se acuclilló frente a mí, estirando la mano debajo de la cama y tomándolo.
Lo sostuvo frente a mí y me sonrojé, evitando mirarlo, estaba avergonzada. Se acercó a
mí y tomó mi barbilla levantando mi cabeza para que yo pudiese verlo. Hice contacto
visual con él pero aún podía ver el DVD por el rabillo de mis ojos, lo que hizo que mi
rubor fuese más profundo.

“¿Lo quieres ver?” preguntó suavemente, con un brillo malicioso en sus ojos. Mis ojos
se abrieron asustados y negué rápidamente con mi cabeza. Él rió y asintió, poniéndose
de pie. Caminó hasta su escritorio y abrió un cajón, para dejar el DVD allí dentro. “Me
parece justo. Quizás en otra ocasión,” dijo. Me miró, alzando sus cejas con expectativa.
Yo empecé a morder mi labio inferior de manera nerviosa.

“Quizás,” le respondí suavemente. Sonrió y asintió, cerrando el cajón. Miré al piso a la


pila de cosas, las clasifiqué y las regresé al lugar donde pertenecían. El teléfono de
Edward sonó después de un momento y él se sentó en su escritorio, para contestar la

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llamada. Suspiró y presionó un botón, llevándoselo a su oído.

“¿Qué hay, Ben?” dijo. Hubo una pausa y Edward empezó a reír, moviendo su cabeza.
Edward empezó a hablar algo sobre algún profesor y traté de bloquear su voz en mis
oídos, sin querer inmiscuirme ya que no quería que pensara que era entrometida o que
no confiaba en él. Saqué un paquete de fotos que estaban debajo de la cama y los
sostuve en el aire, llamando la atención a Edward con la mano para que me viera.
Sonrió y señaló con la cabeza un cajón. Miré en esa dirección pero él aclaró su
garganta de inmediato. Me volteé para verlo y cubrió el teléfono con su mano. “Pues
verlas si quieres, son solo fotos de mis hermanos y de Alice y Rose y de otras cosas.”
dijo. Yo sonreí en respuesta y retiró su mano del teléfono, para inmediatamente decirle
algo a Ben. Abrí el paquete y saqué las fotos, dejando la envoltura sobre el aparador.
Las revisé, sonriendo a la foto de los cinco haciendo cosas como ir a parques de
diversiones y fiestas y otras en las que estaban solo pasando el tiempo. Habían unas
pocas con ese chico Jacob Black en ellas, y dudaba que Edward supiese aquello ya
que me podría aventurar a adivinar que si supiera no las hubiese guardado. Todos se
veían muy jóvenes y despreocupados, pero en la mayoría de ellas había algo extraño
en Edward. Había ese entumecimiento en sus ojos, el brillo del fuego y la emoción a la
que estaba acostumbrada a ver, no estaba. Estaba sonriendo pero había tristeza en él,
una soledad. Todo el mundo me había dicho que Edward había cambiado desde que
me conoció, y ver esas imágenes de él sin vida me hizo dar cuenta de que todos me
decían la verdad. Estaba claro que se veía reprimido e infeliz.

Llegué hasta una foto de Edward, solo y muy tranquilo. Era una imagen de cuerpo
entero, al parecer tomada por alguien más. De inmediato me pregunté si al menos
sabía que alguien le había tomado esa foto, ya que no estaba prestando ni un poco de
atención a la cámara. Estaba de pie frente a la playa, vistiendo nada más que un
bañador, y mirando al agua. Estaba solo y tenía una expresión sombría en su rostro. El
sol estaba brillando con fuerza, era tan brillante incluso que hacía que su pálida piel
pareciera casi brillar. Aquello me quitó el aliento, ya que se veía tan
devastadoramente hermoso pero al mismo tiempo se veía tan claramente roto. Era una
foto hermosa, tenía en ella mucha emoción. Yo había escuchado la expresión ‘Una
imagen vale más que mil palabras’ pero nunca la había entendido realmente hasta
que me topé con la foto de Edward en la playa. La imagen definitivamente decía
demasiado.

Estaba completamente en trance a causa de la foto que ni siquiera me di cuenta que


Edward había terminado su conversación telefónica y que estaba junto a mí, hasta que
habló. “Estaba tan jodidamente pálido que casi podía cegar a la gente,” dijo, mirando
sobre mi hombro. Yo salté, asustada por su proximidad y volteé mi cabeza para verlo.
Estiró su mano y la dejó en mi brazo, acariciándolo levemente. Yo sonreí y regresé la
mirada a la foto.

“Te veías impresionante” le dije en voz baja. Él rió entre dientes.

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“¿Me veía impresionante? ¿Ya no me veo impresionante?”, preguntó en broma. Agarró
un mechón de mi cabello y lo apartó de mi hombro, exponiendo mi cuello. Se inclinó y
dejó un suave beso en la parte de atrás de mi cuello, haciendo que un cosquilleo
recorriera toda mi espalda.

“Claro que todavía te ves impresionante,” le dije, casi sin aliento. “Pero esta es
realmente una foto hermosa.”

Él soltó una risita y se apartó de mi cuello. “Puedes quedártela” me dijo, encogiéndose


de hombros. Yo volteé y lo miré sorprendida.

“¿En serio?” le pregunté. Él sonrió y asintió.

“Sí, en serio. Veo a ese imbécil cada maldito día en el espejo, no necesito una foto de
él.” me dijo. Sonreí de oreja a oreja, asombrada y abrumada. Era algo pequeño pero
significaba mucho que él me diera la foto.

“Gracias,” le dije entusiasta. Él rió y asintió, inclinándose hacia adelante y


presionando sus labios con los míos suavemente.

“De nada, tesoro. Ahora, si me disculpas, tengo un pequeño asunto que atender. Ben va
a pasar por la casa para recoger algunas cosas que mi padre dejó para él. Regresaré
enseguida. ¿De acuerdo?” Dijo. Yo asentí y él me besó de manera rápida otra vez
antes de salir de la habitación.

Caminé hasta mi habitación y miré alrededor, tratando de decidir. Finalmente guardé


la foto en el cajón de mi ropa interior, sabiendo que era el lugar menos probable que el
doctor Cullen pudiera ver. No estaba segura cuál sería su reacción al saber que yo
tenía una foto de su hijo medio desnudo y no quería tener que explicárselo.

Regresé a la habitación de Edward y terminé de revisar las fotos. Las puse en la


envoltura nuevamente y abrí el cajón donde me dijo que debían ir, paralizándome
inmediatamente. Descansando encima del cajón había una muñeca sin rostro, hecha
de hojas de maíz. Sabía que era de eso ya que eran los únicos juguetes que tuve
cuando crecí, debido a que pueden ser fácilmente hechos de cosas desechables y en
las cuales no se gastaba dinero. Dejé el paquete de fotos en el cajón y tomé la muñeca
con cuidado, sin querer dañarla. Me pregunté de inmediato por qué Edward tendría
una cosa como esa y supe que debía tener algún tipo de significado para él para que
la conservara. La miré fijamente, viendo cada detalle cuando escuché una garganta
aclararse. Alcé la cabeza rápidamente, mis ojos se abrieron por completo cuando vi a
Edward de pie en la puerta con una ceja alzada hacia mí. No pude ver bien su
expresión así que no pude medir su estado de ánimo, pero no estaba sonriendo así que
me aventuré a pensar que no estaba del todo complacido. Desvié mi mirada de él
rápidamente y dejé la muñeca de regreso al cajón, para luego cerrarlo. No sabía qué
hacer, él no se movía, estaba simplemente mirándome con una expresión indescifrable.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 534


“Lo siento, no debí haber tocado tus cosas,” le dije en voz baja, incapaz de manejar su
silencio. Aquello me asustó un poco y estaba temerosa de haber cruzado una línea que
no debía haber cruzado. Permaneció inmóvil por un momento más y mi nerviosismo
creció. Empecé a morder mi labio inferior, con miedo de cual pudiese ser su reacción
cuando él finalmente hablase. Yo sabía cómo era él, y cuán estúpida fui al tocar cosas
que le pertenecían sin su permiso, y claramente él no me había permitido tocar la
muñeca. Su mano se extendió hasta mí de manera abrupta después de un momento, y
aquello me asustó. Me estremecí de inmediato pero eso no lo detuvo. Pasó la yema de
sus dedos por mi boca, retirando mi labio inferior de mis dientes.

“Vas a provocarte un sangrado si sigues haciendo esa mierda,” me dijo en voz baja. Lo
miré y su expresión se había suavizado, su rostro era el mismo que el de la foto que me
había dado. “Mi madre solía hacer esas muñecas para las niñas que llegaban al
albergue cuando ella trabajaba como defensora de mujeres violadas. Todo el dinero
que recibían en donaciones iba directamente al programa en sí, pero ella siempre se
sintió mal por las niñas, sintiendo que ellas necesitaban algo de atención
personalizada. Así que hacía esas muñecas para las niñas pequeñas, ya que eran
baratas y fáciles. Teníamos el suficiente dinero para que ella pudiese comprar a cada
niña un puto juguete, pero decía que algo simple y personal era mejor”

Lo miré con sorpresa, atónita de que me estuviese contando la historia de la muñeca.


Me miró nuevamente y me sonrió. “Estoy de acuerdo, algo simple y personal es mejor,”
le dije suavemente, sin saber que más decir. Sonrió levemente.

“Un par de meses atrás hubiese estado en desacuerdo contigo,” dijo, negando con su
cabeza.

“¿Y ahora?” le pregunté vacilante, curiosa de saber lo que pensaba. Él suspiró,


encogiéndose de hombros.

“Todo es diferente ahora.”

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Volere è potere = Donde existe voluntad, existe un camino

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“Para medir al hombre, mide su corazón” – Audrey Hepburn

Isabella swan
Traducido por Lanenisita

Estaba acostada en mi cama con un montón de papeles frente a mí, apretando el lápiz
entre mis dedos. Hice un boceto breve en el papel en blanco que estaba encima del
montón, deteniéndome después de un momento para mirarlo fijamente. Continué con
mi boceto, deteniéndome una vez más, antes de gruñir y agarrar el papel. Lo hice una
pequeña bolita, con fuerza, y lo lancé al piso. Fijé mi atención al papel en blanco que
estaba ahora encima del montón, contemplándolo brevemente antes de empezar
nuevamente a hacer un boceto.

Había estado haciendo lo mismo por un buen rato ya, un par de horas si era honesta, y
no había hecho nada en absoluto. Tomaba una hoja de papel y dibujaba algo en ella,
casi de inmediato sintiéndome insatisfecha con ella. Yo misma hacía una pequeña
rabieta, reprendiéndome por mi inutilidad mental y autoproclamado mi falta de talento,
para luego desechar el dibujo sin pensarlo mucho y empezaba nuevamente. El piso
estaba cubierto con muchas bolas de papel blanco, y si me ponía a adivinar, podía
decir que en el piso había al menos dos docenas de esas bolas. Me negué a contarlas
siquiera, para ser sincera no quería verlas, ya que aquello me haría sentir mal por
desperdiciar tanto papel. Papel que era hecho de árboles, y aunque seguramente no
había escasez de árboles en el pequeño pueblo donde los Cullen vivían, creía que
ellos, los árboles, no eran algo que debía ser desperdiciado o tomado por sentado. Los
árboles vivían y respiraba, y aunque ellos no podían pensar o sentir, sentía que debían
ser apreciados. Ayudaban a proveernos de nuestro oxígeno y nos daban sombra. Y
cuando tú eres criado en la forma en la que lo fui, sabes que un árbol era una cosa de
misterio, una de belleza. Era increíble lo que un árbol puede soportar y sobrevivir,
creciendo fuerte y cada vez más grande, no permitiendo que los males de la tierra lo
detenga. ¿Era tonto pensar tan profundamente sobre algo salido de la madera y las

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hojas? Probablemente. Pero lo hacía, y el hecho que uno de ellos había sido cortado y
simplemente destruido para que yo pueda desperdiciar papel por esencialmente
ninguna razón, ya que no estaba logrando nada con mis dibujos, me hizo sentir
horrible.

Estaba tratando de hacerle un dibujo a Edward, porque claramente recordaba haberle


dicho que le haría uno el día en que él finalmente me permitiese limpiar su habitación.
Él no había dicho nada al respecto, así que no estaba siquiera segura si recordaba
aquel intercambio, pero yo sí lo hacía. Me di cuenta que quizás a él no le importase,
pero yo no iba a retractarme en lo que había dicho porque siempre le había sido fiel a
mi palabra. No tenía mucho que ofrecerle, pero mi honestidad y la convicción de que
siempre hablaba en serio, era algo que quería garantizarle siempre.

Hice el boceto de otro dibujo, gruñendo fuertemente cuando lo vi con disgusto y lo


arrugué haciendo una bolita. Lo lancé al aire con fuerza, y ése se estrelló en la pared,
para luego caer al piso con un sonido seco. Miré al reloj despertador que estaba sobre
la mesita junto a mi cama y suspiré, percatándome que eran casi las 2 pm.

Habían pasado un par de semanas desde que habíamos limpiado la habitación de


Edward y parecía haber sucedido un ligero cambio en su comportamiento desde ese
día. Mantenía su habitación limpia la mayor parte del tiempo, pero ocasionalmente
todavía lanzaba algo al piso y lo dejaba simplemente allí. Yo dejaba que las cosas
permanecieran allí por un día o dos, de esa manera él no se sentiría como si lo
estuviese juzgando o acosándolo por sus hábitos, antes de recogerla y ponerla en el
lugar al que pertenecía. De vez en cuando había murmurado algo como que era
innecesario para mí el regresar sus cosas al lugar correcto, pero en realidad nunca dijo
nada acerca del hecho de que yo me encargara de limpiar ahora. De hecho, parecía
que su habitación había comenzado, poco a poco, a transformarse en ser mi
habitación también. Yo, por supuesto, todavía mantenía todas mis cosas cruzando el
pasillo por el doctor Cullen, pero Edward insistía en que nosotros durmiésemos en su
cama cada noche, así que realmente mi cama ya no se usó más. Me dijo que podía
pasar el rato en su habitación el tiempo en que él estuviese en la escuela y unas
cuantas veces lo hice, pero el hecho de estar allí sin él se sentía raro, así que solía
pasar el rato en mi habitación cuando no estaba. Pero incluso mi habitación no se
sentía del todo bien, se había empezado a sentir casi desconocida para mí. Me di
cuenta, eventualmente, que era el hecho que Edward no estuviese allí lo era lo que
estaba mal y no las habitaciones en sí.

Nuestra relación parecía haber cambiado un poco desde el día que se molestó y me
gritó cuando le dije que no tenía sentido el tratar de salvarme. No me había dado
cuenta hasta ese momento, exactamente cuan serio era él, no había tenido intención
de ofenderlo con mis palabras. Edward bromeaba refiriéndose a aquello como nuestra
‘primera pelea,’ pero yo le dije que aquello había sido simplemente un momento de
caldeadas emociones conflictivas. Edward se rió de mí por eso, diciéndome que eso era

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exactamente lo que una pelea significaba, pero pensé que eso no debería contar ya
que no tuve un desacuerdo verbal con él, yo había aceptado todo lo que había dicho
de inmediato. Él dijo que ya no importaba, que yo era muy pacífica para tratar de
argumentar algo y solo me dio la razón. Me enfureció cuando dijo eso y se lo dije,
diciéndole en voz alta que estaba completamente equivocado. Él se puso de inmediato
en su posición defensiva como usualmente lo hace, entrecerrando sus ojos mientras su
temperamento hervía ya que, claramente, Edward Cullen detestaba que alguien le
gritara. Gritó también, diciéndome que él tenía la “maldita razón” y luego lanzaba un
par de palabras en italiano por lo que me aventuraba a adivinar que aquellas eran
maldiciones, antes de decir que yo estaba “ciega como un jodido murciélago” y
diciendo que yo no le había “gritado” antes, así que me pidió que dejara de gritarle. Yo
solamente permanecí allí y lo miré confundida por un momento, asombrada de que me
había gritado básicamente para decirme que yo nunca le había gritado antes por el
hecho que sí le grité un poco, y que ahora estábamos peleando por el hecho de si
habíamos tenido o no una pelea antes. Aquello no tenía sentido, para nada.

Fui capaz de controlarme a mí misma por casi 30 segundos después de eso, antes de
estallar en risas debido a lo absurdo de la situación. Mi carcajada lo irritó aún más, ya
que lo vi ponerse completamente serio y determinado a ser él quien tenga la razón.
Empezó a soltar aún más tonterías que tampoco tenían sentido para mí. Continuó
gritándome “fuori di testa”, palabras que luego admitiría que significaba que yo estaba
básicamente loca, y mirándome como si yo fuese una maniática. Probablemente debía
haberme sentido temerosa a causa de su hostilidad en ese momento, pero no fui capaz
de sentir miedo con él. Yo había visto su alma, y era amable. Sabía que jamás me
pondría una mano encima para provocarme daño físico, por lo que supe que su rabia
externa era solo un show. Siguió gritando y yo seguí riéndome, lo que únicamente
provocaba que él gritase más fuerte, lo que hacía que yo riera todavía más duro. Era
un círculo ridículo que continuó por al menos cinco minutos antes de que él finalmente
se calmara lo suficiente antes de preguntarme qué era tan gracioso.

Le expliqué que, él básicamente estaba gritando sin razón porque se había


contradicho a sí mismo, y me miró con una expresión en blanco antes de romper en
risas. Me reí con él, tan duro que incluso me sacó algunas lágrimas. Cuando
finalmente logramos calmarnos, Edward dio su brazo a torcer, admitiendo que
aparentemente estaba equivocado y me preguntó si yo pensaba que eso podía contar
como nuestra primera pelea, ya que me había rehusado a reconocer la anterior. Yo
sonreí y me encogí de hombros, dándole la razón. Podría llamarlo como quisiera,
etiquetándolo no cambiaría en nada lo que había pasado.

Aquellas no fueron nuestras únicas discusiones durante la semana, ya que


ocasionalmente uno de nosotros diría algo para molestar al otro, pero nunca era nada
malo. Estaba empezando a encontrar mi voz cuando estaba cerca de Edward,
empezando a expresar mi opinión más seguido y decirle cuando no me gustaba algo
que hacía. Me mantenía paciente cuando tenía sus colapsos emocionales, al igual que

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él trataba de ser paciente conmigo, incluso cuando aquello no era la cosa más fácil en
el mundo. Encontramos un delicado balance, entre expresarnos nosotros mismos hacia
el otro y aceptar a la vez los defectos del otro, pero parecíamos estarlo manejando muy
bien, creciendo emocionalmente a la vez.

Miré nuevamente el pedazo de papel en blanco que estaba frente a mí, suspirando. No
tenía ni idea siquiera qué dibujaría para él, qué querría él. Pensé por un momento en
preguntárselo, trayendo a colación el tema, pero no quería que se decepcionase si yo
no podía hacerlo de manera correcta. Y de la forma como se veía hasta ahora, no
había manera alguna que yo pudiese producir algo que se considerase digno de ser
visto por él, al igual que todo lo que yo había bosquejado de manera elemental.

Dejé a un lado el lápiz después de un momento y me puse de pie, mirando alrededor.


Suspiré y empecé a recoger todos los pedazos de papel arrugados, arrojándolos al
bote de basura. Tenía razón, dos docenas. Después de haberlos desechado, salí de la
habitación y bajé.

Hoy era viernes, 16 de diciembre, y era el último día de clases de Edward antes de sus
vacaciones de Navidad. Estaba muy emocionada con la idea de que él estuviese en
casa todos los días por las próximas dos semanas, pero tenía que admitir también que
me sentía en conflicto acerca de las festividades en sí. Nosotros nunca fuimos capaces
de celebrarla de verdad en Phoenix, pero me entristeció un poco el hecho de que ésta
sería la primera Navidad sin mi madre a mi lado. Ella siempre había amado la fecha,
adoraba ver las luces y el árbol que los Swan ponían cada año. Nunca se pronunció al
respecto, pero estaba claro, por la mirada en sus ojos mientras ella se sentaba en la
ventana del granero donde nosotras dormíamos y miraba con atención a la casa, que
ella deseaba poder participar de la fiesta. Yo sabía que ella quería ser parte de algo,
de que ambas queríamos serlo, y que, por solo una ocasión, no estuviésemos sentadas
afuera, mirándolo. Yo conocía muy bien ese sentimiento, el de mirar pero jamás
experimentar, así que el hecho que los Cullen me hayan incluido en la celebración me
hizo sentir ligeramente culpable. Me debatía entre la culpa por tener la capacidad de
ser partícipe de algo que mi madre siempre había deseado, la tristeza por no estar con
ella, y finalmente mi entusiasmo, de ser por primera vez tomada en cuenta.

No lo esperaba, para ser honesta, fue por ello que hace una semana cuando Alice
prácticamente corrió al interior de la casa arrastrando a Jasper detrás de ella, y
declarando que era hora de empezar a decorar la casa de los Cullen para la Navidad,
que me tomó por sorpresa. Jasper y Edward habían desaparecido por algún lado de la
casa y regresaron un momento después cargando muchas cajas llenas con artículos
decorativos. Los chicos colocaron las luces colgantes y las guirnaldas por toda la casa,
y Alice y yo colgamos el muérdago y arreglamos las poinsettias. (N.T. poinsettias o
flores de Nochebuena, es aquella flor roja de pétalos puntiagudos que se usan para
todas las decoraciones navideñas) Rosalie y Emmett se aparecieron un poco más tarde
con un árbol de Navidad real y los chicos lo colocaron en la sala junto a la ventana. Yo

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nunca había visto un árbol de Navidad real antes, ya que los Swan siempre usaban un
árbol falso, de plástico, y yo estaba prácticamente deslumbrada por él. Era grande y
hermoso y olía increíble, a fresco y pino. Le colgaron luces de colores en él y nosotras lo
decoramos con la caja de adornos que los chicos encontraron, luego que todo estuvo
en su sitio fue cuando me enamoré por completo de él. Eso fue, hasta que me di cuenta
cuan desastrosos pueden ser los árboles de Navidad reales. Yo había estado
limpiando las hojas de pino caída toda la semana, y todavía era un problema lidiar
con ellas.

La presencia del doctor Cullen también había sido algo escasa en las últimas
semanas. No estaba segura donde estaba o que era lo estaba haciendo, pero hubieron
algunas noches en las que no llegaba a cada hasta después que el sol hubiese salido
por la mañana, y solamente se quedaba en casa el suficiente tiempo para cambiar su
ropa y comer algo. No le hice ninguna pregunta, ya que no tenía el derecho de
preguntar qué era lo que mi amo hacía en su tiempo libre, pero sí encontré extraño el
hecho de que me dejase sola por tanto tiempo. Sabía que los chicos estarían en casa, y
estaba completamente consciente del chip en mi espalda que le aseguraba que él
siempre tuviese el control de mi ubicación, pero aun así me sorprendía. Los chicos por
el contrario no parecían estar sorprendidos por su ausencia durante esas semanas por
lo que me pregunté si aquello ocurría ocasionalmente, si travesaba ciertos periodos en
los que prácticamente desaparecía del mapa pero todavía estaba cerca y era capaz de
aparecerse en cualquier momento sin aviso previo.

Todavía estaba cocinando la cena cada noche a las 7 pm, aun cuando el doctor Cullen
no estaba usualmente en casa. Empecé a comer en la mesa con ellos por petición de
Edward. Él no me hubiese forzado a hacerlo, por supuesto, pero dijo que apreciaría el
hecho de que considerara el cenar con ellos. No podía rechazar su petición, no solo
porque me lo había pedido con tanta amabilidad sino que para ser honesta no tenía
motivos para rechazarlo. Había estado comiendo cerca de ellos el tiempo suficiente
para sentirme cómoda con eso, y ellos tenían una manera de hacerme sentir como si en
verdad perteneciera a su mundo. Cabe mencionar que hubo momentos raros, tales
como las noches en las que el doctor Cullen estaba en casa para la cena y terminé sin
tener nada de apetito. Apenas me hablaba cuando estábamos en la mesa, y cuando lo
hacía eran cortesías básicas, pero había algo en su presencia que hacía que esa
pequeña parte de mí que todavía se sentía como si fuese nada más que una niña
esclava se reavivara. Ocasionalmente lo encontré dándome esas miradas que me
hacían sentir incómoda, ya que parecía que estaba observándome fijamente como si
quisiera leer mi mente. Se sentía como si estuviese esperando a que yo hiciese algo,
como si estuviese a la expectativa de que en el cualquier momento algo suceda y que
él lo notara. Estuve a punto de preguntarme si quizás sabía algo acerca de Edward y
yo, pero me imaginé que si él estaba al tanto de eso, no nos hubiese dejado a los dos
solos por mucho tiempo sin supervisión. No pude descifrarlo por mí misma, incluso le
mencioné el tema a Edward, él solo se encogió de hombros y dijo que su padre a veces

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tenía estados de ánimo extraños y que era mejor simplemente ignorarlo. Incluso
chequeó las cámaras del pasillo para asegurarse de que estaban apagadas y de esta
manera controlar mi pánico. Hasta bromeó con eso, diciéndome que estaba siendo
paranoica y que estábamos ocultándonos muy bien, pero no estaba segura de ello.
Había algo raro en todo esto y no era capaz de descifrarlo, pero al menos parecía que
el doctor Cullen sí estaba ocultando algo.

De acuerdo, así que yo sabía de hecho que el doctor Cullen estaba ocultando algo que
tenía que ver conmigo, Edward y yo lo sabíamos desde aquella visita de esos hombres
de Chicago, pero ahora parecía ser más obvio.

Me dirigí a la cocina y abrí el refrigerador, tomando un refresco. La abrí y estaba


tomando un sorbo cuando escuché un sonido sordo muy fuerte. Mi ceño se frunció y
miré por la ventana para ver un gran camión café estacionarse frente a la casa. Me
quedé viéndolo con asombro y vi las letras UPS a un costado, escritas en color amarillo.
Un hombre vestido con un uniforme de color marrón abrió la puerta y se bajó del
camión, caminando hacia la parte trasera del mismo. Se quedó atrás del camión por
un momento antes de reaparecer con una pequeña caja en sus manos. Se dirigió a la
puerta de entrada de la casa y con duda, caminé lentamente hasta el vestíbulo
mientras él empezaba a tocar la puerta. Caminé hasta la puerta principal y me detuve
un momento con mi mano en la perilla, tomando un profundo respiro mientras tocaba
una vez más. Abrí la puerta con cautela y miré al hombre con recelo. Él me sonrió de
manera cortés y me entregó una pequeña maquinita portátil que se parecía en algo a
una compleja calculadora. “Necesito que firme esto,” me dijo. Mis ojos se abrieron
asombrados, tomé el aparato con cuidado. Eché un vistazo a la pantalla y vi una línea
en blanco. Tomé el pequeño apuntador negro que más parecía como si fuese un lápiz y
presioné sobre la línea. Dudé por un segundo y miré al hombre para ver en su
semblante una mirada de preocupación, ya que él obviamente se estaba preguntando
el por qué yo todavía no había firmado la cosa esa. Suspiré y miré a la pantalla
nuevamente, lentamente empecé a deletrear mi nombre. De inmediato me sentí
agradecida de haber pasado más tiempo con Alice en las últimas semanas y de estar
empezando a imitar su escritura cursiva, ya que creía que ella escribía precioso. Puse
mi nombre lo mejor que pude y alcé mi mirada, entregándole el aparatito al hombre. Él
me sonrió levemente, tomándolo en sus manos. Me extendió una caja y yo la tomé con
cuidado, sorprendida de cuan liviana era. Casi se sentía como si la caja estuviese
vacía.

“Que tenga un buen día,” dijo el hombre de manera educada. Yo asentí, sonriendo.

“Usted también, señor,” murmuré, volteándome y caminando de regreso al interior de


la casa. Cerré la puerta rápidamente y miré la caja, entrecerrando los ojos para leer la
letra diminuta. Vi el nombre de Edward y sonreí, dándome cuenta de que era para él.
Subí las escaleras inmediatamente, yendo directamente a la habitación de Edward.
Abrí la puerta y entré, mirando alrededor. Dejé la caja sobre su escritorio y recogí

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algunas cosas que estaban en el piso y que él había dejado allí en los últimos días,
regresándolas al lugar donde pertenecían. Salí de la habitación y bajé nuevamente,
paralizándome en el camino entre las escaleras y el vestíbulo, cuando escuché la
puerta principal abrirse. Mis ojos se abrieron con sorpresa cuando escuché la voz del
doctor Cullen filtrarse al interior de la casa. Entró al vestíbulo, cerrando la puerta
detrás de él. Tenía su teléfono en su oreja y estaba hablando con alguien, sonando
bastante irritado, su voz se escuchaba aguda. Él removió su abrigo, dejándolo en su
brazo doblado mientras miraba a las escaleras. Sus ojos se fijaron en mí y su mirada
se congeló allí, mirando detalladamente mi silueta. Permanecí congelada, un poco
insegura sobre qué debía hacer ya que él no se estaba moviendo, solo me estaba
viendo. Se despidió de quien sea que estuviese al teléfono y presionó un botón en su
teléfono, finalizando así la llamada.

“¿Puedes subir a mi oficina? Estaré allí en un momento,” me dijo. Aunque lo pidió como
si fuese una pregunta, no esperó una respuesta de mi parte así que yo sabía que
aquello no era negociable. Alejó su mirada de mí y empezó a buscar algo en su
teléfono, presionando un botón y llevándolo a su oreja nuevamente. Dudé un momento
en las escaleras, sintiéndome un poco ansiosa, preocupada acerca del porqué quería
verme. Quien quiera que sea la persona a quien él estaba llamando debió haber
contestado enseguida ya que el doctor Cullen empezó a hablar de inmediato.

“Sí, soy yo. Estoy a punto de hacerlo ahora, así que te veo allí en una hora más o
menos,” dijo rápidamente, caminando por el vestíbulo. Sentí la cerradura de una
puerta sonar debajo de las escaleras y luego escuché la puerta abrirse, el doctor
Cullen entró y cerró la puerta detrás de él. Di un paso hacia atrás de manera nerviosa
antes de voltearme y lentamente regresar hasta la parte alta de las escaleras. Caminé
hasta la oficina del doctor Cullen y entré con cuidado, sentándome cuidadosamente en
una silla frente a su escritorio. La habitación estaba en completo silencio, con
excepción del continuo tic tac del reloj en la pared detrás de mí, que estaba poniendo
mis nervios de punta y me estaba poniendo un poco más ansiosa. Aquello pareció una
eternidad, estar allí sentada en silencio antes de que escuchara unos pasos en la
escalera. Los pasos se acercaron a la oficina y mi corazón empezó a latir de manera
errática, sin saber el porqué yo estaba allí o qué quería él de mí. Nunca me había
llamado a su oficina antes así que no tenía ni idea de qué podía ir todo esto.

La puerta se abrió detrás de mí y contuve el aliento de manera instintiva, tensándome


cuando el doctor Cullen entró y cerró la puerta detrás de él, suspirando de manera
audible. Esperaba que caminara hasta el escritorio y tomara asiento en su silla pero en
vez de eso, vino y se puso de pie frente a mí. Mis ojos se abrieron por completo y lo
miré, mi miedo creció debido a su proximidad. No había hecho nada malo, nada por lo
cual podía ser castigada. Mi ceño se frunció cuando vi que tenía un gran hisopo de
algodón en su mano, un par de guantes de látex y un pequeño recipiente plástico
transparente.

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Dejó el contenedor sobre su escritorio y empezó a ponerse los guantes, mirándome
intensamente. Abrió el hisopo, desechando el papel en el que estaba envuelto, y se
agachó hasta estar a mi altura. Sus rodillas sonaron mientras lo hacía, el sonido
provocó en mí una mueca de dolor, pero él pareció no notarlo. Lo miré con cautela y él
sonrió cortésmente, pero había algo extraño acerca de su expresión. No era una
expresión de maldad, pero tampoco lo era de felicidad. Hubo un indicio de su
preocupación actual, quizás un poco de fastidio, pero era en su mayoría una expresión
de tristeza, lo cual me sorprendió. Me miró confundido, preguntándose quizás el
porqué lo estaba mirando de esa manera.

“Abre la boca,” ordenó en voz baja. Obedecí inmediatamente, ligeramente nerviosa y


confundida por lo que iba a hacer pero también sabía que no había manera en la que
yo podía cuestionarlo sobre esto. Puso el hisopo de algodón en mi boca y lo pasó por el
interior de mi mejilla. Permanecí paralizada, completamente inmóvil al igual que él, no
queriendo arruinar lo que sea que estuviese haciendo. Él sacó el hisopo de mi boca y
suspiró, poniéndose de pie. Abrió el recipiente con una mano y dejó el hisopo al interior
del mismo. Lo tapó y caminó hasta el bote de basura, sacándose los guantes y
desechándolos en el interior. Dejé que mi boca se cerrara, mirándolo con curiosidad.
Suspiró después de un momento y caminó de regreso hasta donde yo estaba,
permaneciendo frente a mí. Apoyó su cuerpo en el escritorio y cruzó sus brazos sobre su
pecho, mirándome fijamente. Lo miré e hice contacto visual con él, preguntándome por
qué me estaba mirando de esa manera, y qué estaba pensando. Sus ojos me
recorrieron levemente, y nuevamente tuvo esa mirada, como si quisiera leerme.

Él abrió su boca para hablar después de un momento pero la cerró de inmediato,


todavía mirándome. Mi ceño se frunció y lo miré confundida. Suspiró y abrió su boca
nuevamente. “Tú no te ves…” empezó diciendo, pero fue interrumpido de manera
abrupta cuando su teléfono sonó. Él gruñó y negó con su cabeza. “Puedes retirarte,”
dijo con molestia, agarrando el teléfono de su bolsillo. Me quedé sentada por un
momento, curiosa por lo que estuvo a punto de decir, pero me miró de manera
concienzuda, obviamente preguntándose por qué seguía todavía allí sentada, así que
me puse de pie.

“Sí, señor,” murmuré, saliendo de su oficina. Hice una pausa en el pasillo, insegura de
qué hacer a continuación. Decidí bajar las escaleras y esperar a que los chicos
volvieran de la escuela. Fui directamente a la sala, sentándome en el sofá. Miré a mí
alrededor y tomé el control remoto, encendiendo el TV. Bajé un poco el volumen,
evitando de esa manera molestar al doctor Cullen en caso de que me escuchara, me
senté en silencio por unos minutos. Después de un rato escuché las puertas de un auto
afuera y sonreí de manera involuntaria, mirando al reloj y percatándome que la
escuela había terminado. La puerta principal se abrió y escuché la voz de los tres
chicos inmediatamente, mientras ellos reían y conversaban animados. Se dirigieron a
la sala y alcé la mirada, mis ojos se posaron rápidamente en Edward. Él sonrió
levemente y me guiñó un ojo, caminando hasta la sala y dejándose caer en una silla

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que estaba en el salón. Quizás había visto el auto de su padre afuera así que a lo
mejor estaba siendo cauteloso, tratando de no levantar sospecha alguna al estar muy
cerca de mí. Jasper me miró y me sonrió, asintiendo en forma de saludo antes de
sentarse en el otro extremo del sofá. Emmett se acercó, sonriendo, y se dejó caer junto a
mí, tan cerca que su cuerpo aterrizó casi encima de mí. Arrojó su brazo sobre mi
hombro, envolviéndome con el mismo y acercándome aún más a él.

“¿Qué hay de nuevo gatita”? preguntó en tono de broma. “¿Me extrañaste el tiempo
que estuve en la escuela?” Sonreí, encogiéndome de hombros, mientras Edward le
lanzaba una mirada de fastidio. Emmett empezó a reírse, sacudiendo su cabeza.

“Creo que tu novio está celoso,” dijo Emmett, acercándose a mí y pretendiendo susurrar
pero su voz era tan fuerte como para que Edward lo escuchase. Edward entrecerró los
ojos, no pareciendo muy feliz, pero la molestia solo parecía hacer a Emmett un poco
más feliz.

Escuché pasos en las escaleras después de un momento y traté de separarme de


Emmett, sabiendo que el doctor Cullen estaba cerca y sabiendo también que él
probablemente no debería ver esto. Emmett me miró confundido, obviamente
preguntándose qué estaba haciendo, me apretó aún más a su cuerpo, negándose a
dejarme ir. Lo miré con pánico y me congelé al ver como el doctor Cullen se dirigía a la
sala donde estábamos nosotros. Miró a su hijo con su brazo a mi alrededor y su ceño
se frunció confundido por un momento. Me miró antes de fijar su atención en Emmett.
Emmett simplemente le sonrió de manera amplia y el doctor Cullen rodó sus ojos,
negando con su cabeza.

“No permitas que Rosalie te vea haciendo eso,” dijo. “Empezarías una guerra y odiaría
tener que intervenir.”

Emmett rió, asombrado. “¿Intervendrías? ¿A favor de quién estarías?” preguntó curioso.


El doctor Cullen alzó una ceja e hizo una pausa, aparentemente analizando la
pregunta. Me tensé, ya que sabía muy bien la respuesta pero no estaba completamente
segura de que pudiese aceptar una confirmación verbal en este momento. Miré
alrededor y vi a Edward y a Jasper luciendo casi tan tensos como lo estaba yo,
alternando cautelosamente sus miradas entre Emmett y el doctor Cullen.

“Yo no dije nada de ponerme a favor de alguien. Simplemente dije que intervendría.
Tengo la política de mantenerme neutral,” dijo finalmente el doctor Cullen. Me relajé un
poco con su respuesta evasiva, agradecida de que no tuviese que escuchar su
declaración sobre como yo no significaba nada para él, aun cuando ya me sentía de
esa manera. Escuchar que te lo digan y saberlo únicamente en tu mente son dos cosas
distintas.

“Como Suiza,” le dije inmediatamente, recordando haber escuchado, mientras veía la


TV un día con Jasper, que Suiza tiene la política de siempre mantenerse neutral en los

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conflictos. No tenía ni idea el porqué aquello vino a mi mente en ese momento o por
qué lo dije incluso en voz alta, pero lo hice. Cuatro pares de ojos me miraron
inmediatamente, con expresiones de confusión y asombro en sus rostros. Miré
alrededor, sintiéndome nerviosa por ser el centro de atención, y suspiré. “Jeopardy,”
murmuré, tratando de explicar pero sintiéndome tan nerviosa como para realmente
vocalizar algo. Ellos empezaron a reírse y yo les sonreí.

“Sí, como Suiza,” dijo el doctor Cullen, negando con su cabeza y sonriendo con una
expresión de diversión en su rostro.

“Puras excusas,” murmuró Emmett, sonando casi decepcionado de que su padre no


escogiera entre Rosalie y yo. El doctor Cullen rió ante su respuesta, y se encogió de
hombros. “Está bien, entonces, tú puedes ser neutral y todo pero sé muy bien que
harías una puta apuesta. Así que digamos que esto es una apuesta… ¿En cuál de las
dos pondrías tu dinero?”

El doctor Cullen suspiró y yo me tensé nuevamente. “¿En serio me estás preguntando


quién pienso que ganaría en una pelea, Rosalie o Isabella?”

Emmett asintió. “Sí, supongo que estoy haciendo esa puta pregunta,” dijo él, riéndose
para sí mismo. Escuché a Edward gruñir al otro extremo del salón y alcé la mirada
para ver un semblante irritado en su rostro, sus hombros entumecidos. No estaba muy
feliz con esta conversación, al igual que yo.

El doctor Cullen se encogió de hombros. “Bueno, por un lado, Rosalie puede ser
bastante ruda y protectora, y es bastante buena dando golpes bajos. Estoy segura que
James puede testificar sobre eso, con el golpe que recibió en sus partes privadas. Pero
por el otro lado, Isabella tiene un don para la supervivencia y la perseverancia; no
puedes vencerla por mucho tiempo. Tampoco es indefensa, James también puede ser
testigo de eso. Él tiene una cicatriz bastante grande en su rostro en el lugar en que
Isabella lo golpeó con la pistola, y debo decir que no está muy contento por eso.” Él
hizo una pausa y se rió levemente, sacudiendo su cabeza. “Rosalie está acostumbrada
a tener a otras personas que la ayuden a arreglar sus líos, pero Isabella está
acostumbrada a lidiar con sus problemas sola. Si las ponen frente a frente, debo decir
que Isabella fácilmente le ganaría,” dijo él. Mis ojos se abrieron por completo a causa
de la sorpresa y lo miré, asombrada de que dijera algo así. “Pero no le digas a Rosalie
que dije eso o te juro, que te haré sufrir, chico.”

Emmett se rió. “Mierda, yo no le diría nada de esto a Rosalie, ni siquiera si mi vida


dependiera de ello. Patearía mi culo para tratar de probar que estás equivocado.”

“Sí, lo haría,” dijo el doctor Cullen riéndose. “Probablemente también te vencería. De


hecho, sé que Isabella también puede hacerlo. Isabella puede, probablemente patear
todos sus traseros,” dijo en tono de broma, mirándome.

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Sentí mis mejillas ruborizarse a causa de la vergüenza cuando todos me miraron. “Eh,
yo no estoy segura sobre eso, señor,” le dije, un poco asombrada acerca de toda la
conversación.

“No te subestimes a ti misma, niña,” dijo después de un momento, mirándome


intensamente. “Yo no lo hago.”

Mi ceño se frunció confundido y lo miré, sin saber a lo que se refería. ¿No me


subestimaba? No podía descifrarlo por su expresión si eso era algo bueno o malo. Su
expresión facial era completamente nula. Un silencio incómodo rodeó el salón mientras
el doctor Cullen me miraba, una vez más como si estuviese tratando de leerme. Sentí
cómo un poco de pánico invadía mi cuerpo y me inquietaba de manera incómoda.

El doctor Cullen aclaró su garganta después de un momento y finalmente desvió su


mirada de mí, mirando al piso. “Tengo algunas cosas que hacer, probablemente no
podré volver a casa hasta mañana por la tarde. Que tengan una buena noche todos
ustedes,” murmuró, mientras se volteaba y salía del salón. Un silencio incómodo quedó
en el ambiente acompañando sus pasos, todos nos sentamos inmóviles al tiempo que
la puerta principal se abría y se cerraba al salir el doctor Cullen. Escuché el auto
encenderse en la entrada de la casa y Edward suspiró.

“Bueno, eso fue jodidamente extraño,” dijo él. Alcé mi mirada y lo vi llevando una mano
a su cabello, con un semblante de asombro en su rostro. Alzó su mirada, mirándome
por un momento antes de mirar a Emmett. “Y quita tu maldito brazo de mi chica antes
de que te quiebre esa mierda.”

Emmett rió, sacando su brazo de mí. Se inclinó en mi dirección, con una sonrisa. “Te
dije que estaba celoso,” él simuló un susurro. Yo sonreí y escuché a Edward gruñir.

“Como sea. Y ¿Qué coño va mal contigo, preguntándole mierdas como esa? ¿Quién
ganaría en una maldita pelea? ¿Qué clase de pregunta es esa?” Edward escupió,
sonando bastante irritado. Se puso de pie y caminó hasta el sofá, su expresión era de
intensa molestia. Hizo una pausa cuanto estuvo frente a mí y me ofreció su mano,
alzando una ceja. Le sonreí levemente y estiré mi brazo, dejando mi mano sobre la
suya. Él me respondió con otra sonrisa y me levantó del sofá con un tirón, manteniendo
su mano en la mía y entrelazando nuestros dedos.

“Eh, era una maldita buena pregunta, eso era lo que era. Y, ¿por qué coño estás tan
molesto por eso? Debería ser yo el que debe estar molesto. Escogió a tu chica y no a la
mía,” dijo Emmett, haciendo sobresalir su labio en un puchero. Me reí por lo bajo y
Edward rodó sus ojos.

“Como sea, supéralo,” Edward murmuró. Lo miré y le sonreí. “En fin, vamos a estar en
el piso de arriba. Ustedes par de imbéciles, está cada uno por su propia cuenta para la
cena.”

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Él se volteó y empezó a abandonar el salón, llevándome con él de la mano. Comencé a
reír y miré hacia el sofá. Jasper estaba sonriéndonos, luciendo bastante complacido al
igual que siempre lo hacía con nosotros. Jasper me había confesado en una de
nuestras sesiones de ‘aprendizaje’ que se sentía emocionado al ver a su hermano
actuar de una manera tan despreocupada, como el joven de 17 años que era. Dijo que
había estado cuidando de él por los últimos años, preocupado de que lo pudiese
perder de manera abrupta en cuanto Edward cumpliera los 18, pudiendo irse y unirse
al mundo de su padre, así que era un alivio verlo abrirse de nuevo. Le di a Jasper una
sonrisa en respuesta y miré a Emmett, quien todavía tenía ese ridículo puchero en su
rostro. Reí un poco más y negué con mi cabeza al tiempo que Edward me llevaba al
vestíbulo. Se dirigió a las escaleras e hizo una pausa, mirando a su alrededor. Lo miré
confundida, sin saber el porqué estábamos allí de pie sin hacer nada. Sonrió y negó
con la cabeza después de un momento, regresando su mirada a las escaleras y
subirlas posteriormente.

Fuimos directamente a la habitación de Edward como usualmente lo hacíamos cuando


él llegaba a casa de la escuela. Soltó mi mano y entró a la habitación, haciendo una
pausa y llevando una mano a su cabello. Entré y cerré la puerta a mis espaldas, sin
saber por qué estábamos solamente allí de pie, pero en el momento en que el seguro
de la puerta sonó, él se volteó y vino directamente hacia mí. Mis ojos se abrieron
sorprendidos y retrocedí de manera instintiva. Presioné mi cuerpo contra la puerta y él
presionó su cuerpo contra el mío, recorriendo con su nariz mi mandíbula. Se inclinó y
empezó a besar mi cuello, enviando escalofríos por mi espalda. Alcé mi mano y recorrí
su cabello con mis dedos, inclinando un poco mi cabeza y dejando que un suave
gemido escapara de mis labios. Se sentía tan bien cuando él besaba mi cuerpo, cosa
que le gustaba hacer a menudo, pero no era tan contundente cuando lo hacía. A mí no
me importaba, pero lo encontré un poco sorpresivo. Nuestra relación física no se había
desarrollado más, realmente, ya que todavía era muy tímida como para intentar llevar
las cosas más allá, y parecía que él estaba esperando una señal de mi parte antes de
hacer algo más. Me había tocado un par de veces más desde aquel primer encuentro,
todas las veces manteniendo mis bragas puestas y solamente tocándome por la parte
externa. Estaba tratando de sentirme cada vez más cómoda con eso, ya no tan tímida
o avergonzada por el hecho de dejarlo ver mi cuerpo, y pensé en la idea de permitir
que él intentara un poco más pero no estaba segura cómo sacar el tema. Estaba
completamente fuera de mi elemento, ya que era en esto donde Edward era
experimentado, así que era un poco intimidante que él permitiera que yo llevara el
mando en esto. Aunque yo entendía que estaba tratando de ser cortés y no empujarme
más allá de mis límites, y apreciaba completamente su gesto, pero al mismo tiempo
aquello me hacía sentir mal. Lo estaba descuidando, pasando por alto sus
necesidades y deseos – Sabía eso. Él me estaba dando y yo lo estaba tomando, pero
nunca dando nada a cambio. Y quería hacerlo, mi Dios sabe cuánto yo quería hacerlo
sentir tan bien como él me hacía sentir; era solo cuestión de hacer que las palabras
salieran de mis labios para que él lo supiese. Casi se lo dije un par de veces, pero cada

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ocasión las palabras parecían atorarse en mi garganta y el momento se esfumaba
rápidamente.

“Oh mi Bella,” él susurró, su voz era ronca mientras me apretaba contra la puerta. Sentí
su lengua salir de su boca y recorrer mi mandíbula hasta alcanzar mi oído. Tomó mí
lóbulo entre sus labios de manera breve antes de pasar su lengua en él. Sopló
ligeramente en mi oído y me estremecí, mi piel se puso como la de una gallina. Me
aferré a su cabello con fuerza, un gemido fuerte e involuntario escapó de mi garganta.
Él gruñó en respuesta, sus labios atacando mi cuello nuevamente. Mi respiración era
cada vez más inestable, mi corazón latía enloquecido en mi pecho. “Mi sei mancata*,”
murmuró con sus labios sobre mi cuello.

“¿Qué…eh…qué significa eso?”, le dije casi sin aliento. Él gimió, mientras continuaba
besando mi cuello.

“Te extrañé,” murmuró, finalmente separando sus labios de mi cuello y mirándome.


Sonreí ampliamente.

“Solo fueron un par de horas,” le dije. Él sonrió y se encogió de hombros.

“Cada hora sin ti es una hora demasiado larga,” me dijo. Mi sonrisa creció y sentí el
sonrojo apoderarse de mi rostro. Rió por lo bajo y se inclinó un poco, presionando sus
labios sobre los míos. Cerré los ojos y lo besé en respuesta, abriendo un poco mis
labios y sintiendo su suave y cálida lengua acariciar la mía. Gemí en su boca y él rió
antes de profundizar el beso un poco más, el movimiento de sus labios era cada vez
más frenético. Envolví mis brazos en su cuerpo con fuerza, mi cuerpo entero sintiéndose
un poco más caliente, la electricidad de su toque atravesando mi sistema. Todavía
tenía ese zumbido en mi cuerpo que provenía de Edward cada vez que nos tocábamos
y como siempre hizo cosas asombrosas a mi cuerpo, haciéndome desear más de él.

Sentí el deseo de que tocara cada centímetro de mi cuerpo, estableciéndose


firmemente entre mis piernas. Me puse en puntillas para alcanzarlo mejor, ya que era
mucho más pequeña que él y no quería que se lastimara su espalda por tener que
encorvarse. Sin embargo, no pude mantener el balance más allá de unos pocos
segundos, ya que era tan torpe y casi pierdo el equilibrio. Edward me agarró para
estabilizarme cuando casi lastimé mi pie, riendo contra mis labios por mi falta de
equilibrio. Envolví su cuello con mis brazos fuertemente, sin querer que rompiera el
beso, y él se agachó rápidamente y agarró mis muslos. Me sentí confundida por un
momento, sin saber lo que estaba haciendo, hasta que mis piernas se elevaron.
Entendí su intención después de un momento, lo cual me sorprendió un poco ya que no
había hecho algo parecido antes, pero envolví mis piernas alrededor de su cintura
mientras él me apretaba con fuerza contra la puerta. Empecé a retorcerme un poco y
Edward gruñó en mis labios. Di un grito ahogado en su boca cuando presionó su
cuerpo aún más cerca y sentí algo duro rozar el punto que en mi cuerpo palpitaba por
su toque. Yo estaba usando un par de finos pantalones de yoga, así que no había

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mucha tela cubriendo esa área. Un temblor sacudió mi cuerpo mientras sentía la
chispa del placer recorrerme. Edward se alejó un poco de mí, su ceño estaba fruncido
ligeramente, al tiempo que me veía con preocupación. Lo miré, asombrada, respirando
de manera errática. Empezó a alejarse de mí y me bajó dejándome sobre mis pies,
obviamente confundido por mi reacción, pero me aferré a él con fuerza y negué
frenéticamente con la cabeza. No quería que se detuviera, no todavía. Su ceño se
frunció aún más y me miró como si estuviese interrogándome. Yo retorcía mis caderas
un poco, mi cuerpo anhelante de placer y rocé nuevamente ese punto en mi cuerpo,
jadeando. Me di cuenta que estaba rozando la hebilla de su cinturón al mismo tiempo
que él pareció darse cuenta de lo que estaba pasando, el por qué estaba reaccionando
de la forma que lo estaba haciendo. Me mostró su encantadora sonrisa, lo que provocó
únicamente que mi deseo por él aumentase, y me presionase nuevamente contra la
puerta.

“¿Ti tira la fregna*?” Él murmuró, presionando sus labios contra los míos. Empujó sus
caderas golpeando duro ese punto entre mis piernas, causando un placer que se
disparó en mi cuerpo. Lloriqueé, pero el sonido se amortiguó en sus labios. No tenía ni
idea lo que él estaba diciendo y no parecía reunir la fuerza suficiente como para
preguntárselo, ya que mi cuerpo estaba sofocado de curiosidad. Continuó besándome
y embistiendo sus caderas hacia adelante, frotando ese punto entre mis piernas. Sentí
la tensión recorrerme con rapidez, mi piernas temblaban. Me aferré a él con fuerza y lo
besé frenéticamente, retorciendo mis caderas un poco al ritmo que él estaba llevando,
frotando mi punto sensible. Se alejó de mi boca después de un momento y abrí los ojos
para verlo mirarme intensamente, su expresión me sorprendió. Estaba respirando de
manera pesada y sus ojos estaban casi prendidos en fuego, destellando de puro deseo.
La expresión de su rostro me llevó hasta el borde y él sacudió sus caderas, golpeando
el punto con fuerza, grité al tiempo que mi cuerpo explotaba de placer. Mis músculos se
tensaron y eché mi cabeza hacia atrás, golpeándome contra la puerta. Apreté con
fuerza mis ojos y continué lloriqueando mientras él continuaba con sus movimientos,
empujándome un poco más allá en la espiral de la felicidad, esta vez no hizo ningún
movimiento para acallar mis ruidos como usualmente lo hacía. Bajó la intensidad de
sus movimientos después de un momento cuando empecé a calmarme mientras
mantenía los ojos cerrados, tratando de recuperar mi aliento. Mi cuerpo enteró
hormigueaba, ese punto entre mis piernas palpitaba sensiblemente. Él movió un poco
la posición de mi cuerpo después de un momento, alejándome de su cinturón, asumí
que estaría sensible durante un tiempo. Él no me bajó, ya que mis piernas
permanecieron envueltas en sus caderas, y continuaba aferrada a él, tratando de
recuperar mi aliento. Tenía miedo de caerme si trataba de ponerme sobre mis pies, ya
que mis piernas se sentían como gelatina. Nos alejó de la puerta después de un
segundo y caminó conmigo en su cuerpo hasta llegar a la cama, dejándome recostada
sobre mi espalda. Mantuve mi mirada en él, y no intentó alejarse de mí, en lugar de
eso, capturó mis labios en un dulce beso.

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Me retorcí un poco, mi cuerpo todavía estaba temblando, y jadeé. Mis ojos se abrieron
con pánico cuando sentí el bulto en los pantalones de Edward. Apenas me podía rozar
contra eso, pero se podía ver que era grande y duro, ya que evidentemente estaba
excitado. Mi corazón empezó a latir con fuerza nuevamente y moví mis caderas para
presionarme contra su bulto una y otra vez. Edward gimió muy fuerte y se alejó un
poco, pero lo detuve: Lo hice una vez más, me rocé en su cuerpo y él gimió, sonando
desesperado.

“Dios, ¿Sabes lo que me estás haciendo Bella?, dijo él, su voz estaba llena de emoción.
Me detuve de inmediato y me tensé un poco, sin saber si lo que había dicho era bueno
o malo. Él estaba respirando pesadamente y parecía un poco tenso, como si estuviese
luchando por mantener su autocontrol. Estaba preocupada de que podía empezar a
molestarse o enojarse por lo que yo estaba haciendo, o si eso era algo que se suponía
no debía hacer.

“Lo siento,” dije rápidamente. Su ceño se frunció y me miró confundido, evidentemente


no comprendiendo mi disculpa. “Yo, eh…es decir, no quise, tú sabes…Yo solamente…”
le dije divagando. Suspiró y me sonrió levemente, levantando su dedo índice y
presionándolo en mis labios para silenciarme.

“No tienes que explicar nada, tesoro”, dijo suavemente, su voz era cálida. Yo respondí
su sonrisa con otra, sintiéndome ligeramente avergonzada y sonrojándome con fuerza.
Él rió despacito, negando con su cabeza. “Me sorprendiste un poco, tratando de tener
sexo conmigo con nuestra ropa puesta,” dijo en broma. Mis ojos se abrieron asustados
por sus palabras y él rió.

“Yo, eh… se sintió bien, no pude evitarlo,” le dije, ruborizándome. Él sonrió.

“Me agrada que se sintiera bien, angelo,” él susurró, inclinándose un poco y


besándome suavemente. “Mi objetivo es complacerte”.

Sus palabras era genuinas, su tono era suave. Me miró por un momento, el deseo
todavía ardía en llamas en sus ojos, su amor por mí era tan claro como la luz del sol.
Se movió un poco y de manera breve pude verlo tocándose allí abajo rápidamente. Mi
ceño se frunció y lo miré de regreso.

“¿Estás bien?” le pregunté, un poco preocupada. Él sonrió tímidamente.

“Sí, estoy bien. Es solo que, para los hombres no es tan fácil, eh, aplacarse,” dijo él,
sonando un poco nervioso. Mi ceño se frunció porque no tenía ni idea de que
significaba la palabra aplacarse y no entendía el por qué él se sentía nervioso por ello.

“¿Aplacarse?” le pregunté dubitativa.

“Calmarse. Nosotros, eh, tú sabes… nosotros nos ponemos en ambiente, tú sabes, y ya


sabes como eso de los hombres crece así que usualmente la única manera de

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detenerlo es… tú sabes…” dijo Edward, sonando completamente aturdido. Yo lo miré
confundida, sin entender nada.

“No, no lo sé,” le dije después de un momento. “Creo que quizás ese puede ser el
problema.”

Gimió, alejándose de mí. Yo liberé mis piernas de sus caderas finalmente y le permití
sentarse. “Cristo, ¿Por qué mierda estoy divagando, como si fuese algún maldito idiota
incompetente que jamás ha visto un coño en su vida?” espetó, sonando irritado. Lo miré
asustada y él me devolvió la mirada, negando con su cabeza.

“¿Por qué simplemente no lo dices? No se supone que seas tímido acerca de…estas
cosas,” le sugerí, confundida tanto como él lo estaba. Me senté a su lado, moviendo un
poco mi posición para darle algo más de espacio.

Él suspiró. “No lo diré porque estoy tratando de ser un puto sensible por tu propio bien,
Isabella.” Dijo con irritación, desviando su mirada de mí. Rodé mis ojos, sabiendo que
no me vería pero estaba un poco molesta con él al verlo intentar protegerme de estas
cosas.

“Bueno, no lo seas. Quizás si lo dices, finalmente lo pueda entender,” le dije, más clara
de lo que quise sonar en realidad. Su cabeza se volteó en mi dirección al escuchar mi
voz en alto.

“¿Quieres que lo diga simplemente?” me preguntó, alzándome una ceja. Dudé un poco
pero asentí, ya que sentí que yo debía saber que era lo que estaba sucediendo con él.
“Mi polla está dura. Crece cuando me excito. Y la mierda esa no se va hasta que no me
corra,” dijo simplemente. Mis ojos se abrieron sorprendidos.

“¿Crece todavía más? Le pregunté, asombrada. Él me miró confundido y asintió.


“¿Cuánto más puede crecer?” Inquirí vacilante, preguntándome si las nueve pulgadas
era la medición final.

Me miró por un momento antes de que empezara a reír de manera histérica. Negó con
su cabeza, divertido. “¿En serio me estás preguntando cuán grande es mi polla,
cariño?” Preguntó, su tonó volvió a ser bromista, ya que la irritación parecía haberse
disipado. Me sonrojé y asentí, dándome cuenta que eso era exactamente lo que le
estaba preguntado.

“Quiero decir, Rosalie dijo…” empecé, antes de darme cuenta lo que estaba diciendo.
Sus ojos se entrecerraron un poco cuando dije el nombre de Rosalie y mis ojos se
abrieron por completo.

“¿Qué carajos te dijo Rosalie?” me preguntó bruscamente. Me quedé inmóvil,


recordando haberle asegurado a Rosalie que no diría a nadie lo que ella y yo
hablamos en el dormitorio.

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"Eh, quiero decir, nada realmente…” empecé diciendo. Me alzó una ceja en el momento
en que mis palabras abandonaron mis labios, obviamente no aceptando mis evasivas.
Suspiré e hice una pausa, trayendo mi labio inferior a mi boca para mordisquearlo
nerviosamente. No quería volver al tema de Rosalie ya que eso iría en contra de mi
palabra. Él me miró por un momento antes de suspirar y pasar sus dedos por su
cabello.

“Solo dímelo, ¿de acuerdo? No le diré ni una mierda a ella, Rosalie no sabrá que tú me
dijiste algo,” dijo en voz baja. Lo miré por un momento antes de asentir.

“Más o menos dijo que tú eras…eh…grande,” le dije, sintiendo el rubor llenar mis
mejillas rápidamente. Sus ojos se abrieron por completo y yo alejé mi mirada de él,
sintiéndome ligeramente avergonzada.

“¿Ella te dijo que yo tenía una polla grande?” Preguntó después de un momento, el
asombro era evidente en su voz. Lo miré y vi la esquina de sus labios luchar por
levantarse en una sonrisa pero la estaba reteniendo. Asentí con duda y él me miró,
divertido. “¿Por qué demonios Rosalie Hale estaba hablando de mi polla?”

Yo me encogí de hombros, todavía sonrojada. “Yo, eh, le pregunté,” le dije en voz baja.
Su ceño se frunció confundido.

“¿Tú le preguntaste a Rosalie cuán grande era mi polla?” Me preguntó, esperando una
aclaración. Suspiré, mordiendo mi labio.

“Quiero decir, yo le pregunté cuán grande eran en general y ella mencionó que las
chicas en la escuela hablaban de que tú la tenías más grande que el resto de los
chicos,” le solté nerviosamente. Él suspiró.

“¿Y le preguntaste algo más sobre el sexo?" Preguntó. Me encogí de hombros una vez
más, alejando mi mirada de la suya. Él me estaba viendo fijamente haciendo más
difícil el hablar sobre el tema.

“Solo pregunté si…eh…dolería,” le dije. Se mantuvo en silencio por un momento antes


de alzar su mano y tomar mi barbilla, levantando mi cara para verlo.

“Eso probablemente duela un poco, tesoro,” me dijo suavemente, su expresión era


completamente seria. “Cuando, o supongo, pase, te prometo que voy a ser tan delicado
como pueda serlo, porque tú sabes que yo jamás te lastimaría a propósito. Y sí, tú
puedes hablarme sobre estas mierdas, no debes recurrir a Rosalie Hale.”

Yo asentí. “Lo sé. Es solo que… no sé lo que estoy haciendo, y es vergonzoso porque tú
si lo sabes, y no quiero decepcionarte…” le murmuré. Él gimió, negando con su cabeza
para interrumpirme.

“No me vas a decepcionar, no espero nada de ti. Ya te lo he dicho. Nosotros estamos

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aprendiendo juntos aquí. Sí, yo puedo follar a una chica, tontita Isabella, pero esta
mierda que estamos haciendo, ¿esa mierda que acabamos de hacer contra la puerta?
Eso es nuevo para mí. Yo no sé qué demonios estoy haciendo, casi al igual que tú,” me
dijo, mirándome fijamente.

Yo suspiré, “Pero sí lo sabes, porque sabes qué te complace y qué no. Yo no sé cómo
hacerte sentir bien, para nada. Ni siquiera sé cómo tocarte,” le dije. Él me miró por un
momento antes de que una pequeña sonrisa apareciese en sus labios.

“¿Y no crees que yo te lo puedo enseñar? Porque te aseguro que lo haría, esa mierda
no es problema para mí,” me dijo. Hizo una pausa, su sonrisa creció. “Y sí, es grande.
Cualquier momento en que quieras verla, aprender de primera mano, solo házmelo
saber,” me dijo en broma antes de reírse. Mis ojos se abrieron por completo y lo miré
fijamente, sintiendo a mis labios curvarse en una sonrisa. Él me miró y me dio una
expresión confusa.

“¿En serio?” le pregunté, tratando de contener la emoción que sentí burbujear en mi


interior. Su ceño se frunció confundido y mi sonrisa creció. “¿En serio tú… me
enseñarías?”

Él me miró asustado por un momento, alzando sus cejas. “¿Hablas en serio?” me


preguntó. Yo asentí de manera entusiasta, sonriendo mientras él sonreía ante mi
reacción. Pasó una mano por su cabello, riendo y negando con su cabeza, obviamente
asombrado pero al menos divertido de alguna manera. Yo estaba mordisqueando mi
labio y mirándolo, tratando de contener mí entusiasmo. No podía negar que en mi
estómago se sentía un burbujeó similar al de la cerveza, sentía también algo de pánico
y nerviosismo al llevar las cosas un poco más allá. Los latidos de mi corazón se
alteraron comenzando a sonar con más fuerza, debido a una mezcla de miedo y
anticipación.

“¿Y quieres hacer esto ahora?” me preguntó después de un momento, alzando sus
cejas a la expectativa. Dudé por medio segundo antes de asentir una vez más. Él
parpadeó un par de veces asombrado, y pasó su mano por su cabello nerviosamente
otra vez. Aquel era un patrón de Edward, me había dado cuenta de eso. Se sentó en
silencio por un momento y parecía estar pensando, mientras me miraba. Estaba
empezando a ponerme ansiosa por su silencio, preguntándome que era lo que pasa
por su cabeza en ese momento o si quizás había cometido un error. Sin embargo, me
sonrió después de un momento, la curva de sus labios de inmediato alivió en algo mi
pánico. Le regresé la sonrisa y él se deslizó ligeramente más cerca de mí, inclinándose
y capturando mis labios en un beso. Permití que mis ojos se cerraran y abrí mis labios
para que su lengua se colara al interior de mi boca. Él me besó profundamente y me
empujó un poco hacia atrás sobre mi espalda. Me recosté en la cama y él cambió la
posición de su cuerpo para yacer a mi lado, ligeramente cubriendo mi cuerpo pero
manteniendo su peso alejado de mí. Me besó de manera apasionada y yo lo besé con

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todo lo que tenía, relajándome en la cama. Mi nerviosismo estaba dando un poco de
tregua, subí mis manos envolviéndolas en torno a él y acariciando con los dedos
aquellas hebras color bronce que estaban en la parte trasera de su cuello. Después de
un momento, él alzó una de sus manos y tomando una de las mías la retiró de su
cabello, agarrándola levemente y poniéndola en medio de nosotros. Jadeé y mis ojos se
abrieron de golpe cuando él tomó mi mano y la presionó sobre el bulto en sus
pantalones, en la parte externa de su ropa. Podía sentir fácilmente su dureza a través
de sus pantalones vaqueros, podía sentir el calor. Él sintió cuando me tensé
ligeramente y se alejó de mis labios, abriendo sus ojos.

“¿Estás segura de esto? No tienes que hacerlo,” me dijo suavemente.

“Estoy segura,” le respondí rápidamente. “Es solo que estoy… un poquito nerviosa.” Él
sonrió y se inclinó un poco, besándome suave y dulcemente, un delicado e inocente
beso.

“Relájate, tesoro. Soy solamente yo, solo somos nosotros,” murmuró sobre mi boca.
Puedes detenerlo en cualquier momento.”

“Está bien,” le susurré. Se separó un poco de mí para mirarme a los ojos. Tenía una
relativa expresión de calma en su rostro, pero sus ojos estaban prácticamente gritando
a causa de emociones escondidas. Había asombro y sorpresa, diversión y entusiasmo,
felicidad y amor, y un poco de miedo y aprensión. Y la única razón por la que sabía
que estaba sintiendo esas cosas era porque eran exactamente las mismas emociones
que surgían de mi cuerpo en ese momento. Me reconocí a mí misma en él, lo que era
tan sorprendente que incluso esfumó por completo el pánico que sentía. Esta hermosa
criatura, a pesar de toda su experiencia pasada, estaba casi tan abrumado acerca de
lo que estábamos haciendo al igual que yo. Sonreí levemente después de un momento
y me incliné para besarlo de nuevo. Dejé que mis ojos se cerraran y que él profundizara
el beso, tomando mi mano y lentamente empezando a moverla en un movimiento
circular sobre el bulto en sus pantalones. Lo mantuvo así por un minuto más o menos,
me di cuenta que era probable que estuviese haciendo esto solo por mi beneficio,
tratando de alentarme para que lo tocase. Era impresionante cuan considerado y
compresivo era él, especialmente cuando se trataba de cosas que parecían tan
naturales y despreocupadas para él. Edward me había demostrado que podía ser un
hombre paciente, a pesar de su temperamento.

Después de un momento removió su mano de la mía pero yo continué frotando esa


área por un momento. Él alejó mi mano después de unos pocos segundos y alejó sus
labios de los míos. Abrí los ojos por completo cuando lo vi sentarse y empezar a
sacarse sus pantalones. El sonido de la hebilla de su cinturón retumbó, al igual que lo
hizo mi frecuencia cardiaca, mi ansiedad y anticipación se incrementaron. Se quedó un
momento de pie y dejó sus pantalones caer, dejándolo únicamente en sus boxers
negros. Con una patada alejó sus pantalones rápidamente, desechándolos en el piso y

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sentándose de regreso en la cama. Me apoyé en mis codos para verlo y volteó su
cabeza para verme, una pequeña sonrisa asomó en sus labios. Se acostó a mi lado,
sobre su costado de manera que estaba mirándome de frente, y miré fijamente sus
ojos. Él me vio de manera intensa por un momento, como si estuviese en busca de
alguna respuesta, alzó su mano y recorrió con su dedo índice mis labios de manera
suave.

“Tan hermosa,” susurró. “Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia*.” Yo sonreí
mientras el italiano escapaba de sus labios, alzó su mano, agarrando la mía una vez
más. Me miraba con cautela, sus movimientos eran lentos y deliberados, dándome
tiempo de arrepentirme y cambiar de idea. Pero no tenía intenciones de arrepentirme,
mi decisión estaba tomada. Quería tocarlo, quería sentirlo. Quería hacerlo sentir tan
bien como él me hacía sentir.

Dejó su mano sobre la mía, por encima de sus boxers. Yo di un grito ahogado cuando
lo sentí a través de la fina tela, cuando sentí su dureza y tamaño. Empecé a mover mi
mano ligeramente, todavía mirando sus ojos, él sonreía. Me permitió acariciarlo sobre
sus boxers un momento más antes de alejar su mano de la mía. Alejé mi mano
rápidamente al tiempo que él bajaba la parte delantera de sus boxers. Continué
mirando sus ojos, mi mano suspendida en el aire, mi mente luchando con todo lo que
tenía para no mirar hacia debajo de manera inmediata. Sabía que se la había sacado,
podía ver por la expresión de su rostro, la manera en la que sus ojos prácticamente
bailaban de emoción. Pude ver por mi visión periférica que su brazo se estaba
moviendo, su hombro cambiando de posición, me di cuenta entonces que él se estaba
tocando a sí mismo. No me estaba obligando a hacer nada, no me estaba forzando a
hacer nada. Simplemente me miraba con cautela, mirando cualquier indicio de
aflicción. Sonreí ante ese hecho y su sonrisa creció aún más, ese brillo en sus ojos
creció de manera prominente. Traje mi labio inferior a mi boca, mordisqueándolo
nerviosamente como era mi costumbre, y en silencio conté hasta diez mientras
mantenía contacto visual con él. Era solo Edward, éramos solo nosotros. Él era mi
puerto seguro, mi única chispa de calidez y felicidad en mi vida de agitación.

Cuando llegué a diez, finalmente rompí el contacto visual y miré hacia abajo. Me
quedé inmóvil, mis ojos se abrieron de puro asombro cuando se encontraron con su
masculinidad. Se veía prominente, erecta y absolutamente impactante. Su mano
estaba envuelta alrededor de ella fuertemente, acariciándola de arriba abajo por toda
su longitud muy suavemente. Era definitivamente grande y supe de inmediato que
ninguna de ellas había exagerado con respecto a su tamaño, de hecho creo que lo
subestimaron. Alcé la mirada a su rostro por un momento, asombrada, él se limitó a
sonreír con aire de suficiencia. Miré hacia abajo nuevamente y sentí como la comisura
de sus labios se levantó un poco.

Edward Cullen definitivamente no se sentía tímido acerca de sus partes masculinas,


eso era seguro.

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Dudé, sin saber qué hacer, pero acercando mi mano muy despacio después de un
momento. Rocé con la yema de mis dedos la punta de su virilidad, para sentir de
inmediato una leve humedad en la punta, Edward siseó. Detuve el movimiento de mis
dedos y lo miré rápidamente, mirando sus ojos cerrados. Él los abrió después de un
segundo y me miró, sonriendo con picardía. Sentí el sonrojó arrebolar en mi rostro
mientras me miraba, aparté mi mirada de él, bajándola a su masculinidad. Toqué la
punta nuevamente, reuniendo con mis dedos algo del líquido, y suavemente dejando
que los mismos recorran toda su longitud. Edward quitó su mano, alzándola y
acariciando levemente mi brazo. Lo miré nuevamente y vi sus ojos cerrados una vez
más. Su erección se mantenía erguida por sí sola, obviamente sin necesitar ayuda
alguna, y miré con sorpresa cuando eso se movió. Dudé por un segundo antes de
empezar a mover mi mano nuevamente, explorándolo con mis dedos. Edward
permanecía quieto, manteniendo sus ojos cerrados y acariciando ligeramente mi
brazo, me di cuenta entonces que él estaba siendo paciente y dando el tiempo
necesario para familiarizarme con todo esto. De manera simple toqué cada pulgada de
la misma con la punta de mis dedos, sintiendo el calor de su piel y la dureza de ella,
acostumbrándome a la longitud y circunferencia. Honestamente esperaba estar
aterrada con respecto a esto pero era extraño que no lo estuviese. Me sentía más que
todo deslumbrada por el hecho, de ver esta parte de Edward que no había visto antes,
de verlo aquí recostado completamente expuesto a mí sin una sola pizca de ansiedad
sobre esto.

Después de un momento envolví mi mano alrededor de su masculinidad, sintiéndolo en


la palma de mi mano. Edward gruñó ligeramente y la mano que estaba acariciando mi
brazo, bajó. Colocó su mano sobre la mía, agarrándola con firmeza, y empezando
suavemente a moverla de arriba abajo por toda su longitud. Mi mano temblaba
ligeramente bajo la suya, no de miedo sino por los nervios, y me pregunté si él podía
sentirla. Me pregunté si podía sentir mi ansiedad. Miré su rostro, esperando
encontrarme con sus ojos todavía cerrados, pero en vez de eso me encontré con sus
ojos verdes de inmediato y me quedé prendida por la intensidad que en ellos se
reflejaba. Estaba moviendo nuestras manos a lo largo de él, agarrándolo fuertemente.
Podía sentir su calor, podía sentir la sangre corriendo bajo su superficie mientras latía
en mi mano. La respiración de Edward era inestable, lamió sus labios mientras me
miraba, antes de inclinarse un poco y presionar su boca con la mía. Abrí mis labios y él
me besó profundamente, su lengua de inmediato empezó a mezclarse con la mía en un
movimiento frenético.

Mi ritmo cardíaco iba en aumento, mi respiración se volvió errática mientras él me


besaba apasionadamente, moviendo mi mano por toda su virilidad con fuerza. La
sensación de sus labios sobre los míos y el grosor en la palma de mi mano, me
pusieron la piel de gallina por todo el cuerpo, un escalofrío se disparó en mi espalda
para instalarse en mi centro. Me estaba empezando a excitar sintiendo su excitación, el
deseo corría con fuerza a través de mí. Él dejó escapar un gemido gutural después de

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un momento y empezó a mover nuestras manos más rápido, agarrándolo todavía más
fuerte. Podía sentir su palpitación muy levemente, sentir que crecía aun más en mi
mano.

“Così scopare buon*,” murmuró sin aliento con sus labios todavía presionando los
míos. Su voz rasposa estaba llena de lujuria. “Joder, tu mano se siente increíble,
tesoro”.

Yo sonreí involuntariamente, un escalofrío me recorrió por completo al escuchar sus


palabras. El hecho que estaba haciendo sentir bien a Edward, provocaba cosas locas
en mi propio cuerpo, pude sentir la humedad filtrándose entre mis piernas. Gruñó,
alejando sus labios de los míos y moviéndose un poco hacia atrás para recostarse
sobre su espalda. Mantuvo el movimiento de nuestras manos y liberó su otra mano de
en medio de nosotros. Yo miré su rostro y vi que me estaba mirando, su expresión era
intensa. Estiró su mano libre y levemente la dejó recorrer sobre mis pechos cubiertos,
apretándolos con suavidad. Recorrió mi estómago, todavía mirándome, antes de que
sus dedos descansaran sobre el borde de mis pantalones. Dudó por un segundo antes
de subir mi camiseta levemente y deslizar su mano libre allí abajo en la parte
delantera de mis pantalones. Yo jadeé ruidosamente, sorprendida mientras sus dedos
acariciaban mi punto sensible. “Cristo, estás tan húmeda, cariño,” dijo en un jadeo.
Gemí al escuchar el sonido de su voz, ante la sensación de sus dedos mientras ellos
presionaban mi punto sensible, enviando descargadas de placer a través de mi cuerpo.
Empecé a retorcerme y a mover mis caderas, causando que sus dedos se frotaran en
mí, enviando más temblores por todo mi cuerpo. “Eso es, amor, necesito que te sientas
bien también.”

Gemí y cerré los ojos mientras Edward incrementaba el ritmo de nuestras manos sobre
su masculinidad. Sus respiraciones se volvieron todavía más erráticas, gemidos
guturales escapaban de sus labios. Yo estaba gimiendo y frotándome a mí misma
sobre su mano, el placer me recorría por completo. Sentí la presión crecer en mi interior
de manera instantánea, mis músculos se tensaron mientras mis piernas empezaban a
temblar. Mordí mi labio inferior y dejé caer mi cabeza hacia atrás mientras el placer
me llevaba a la cima. Mi cuerpo explotó y temblé, y lloriqueé también, mi cuerpo entero
casi se paralizó por lo ocurrido. Apreté con más fuerza a Edward y el gruñó
fuertemente, moviendo nuestras manos todavía más rápido. Empezó a hacer sonidos
sorprendentes, gruñidos y gemidos fuertes mientras mascullaba casi sin aliento
palabras al azar, la mayoría de ellas en italiano acompañadas con unos cuantos
‘joder’ en ellas. Mis ojos se abrieron cuando mi orgasmo se disipó y miré a Edward, mi
respiración era superficial y mi cuerpo todavía estaba temblando. Él tenía sus ojos
cerrados con mucha fuerza, sus dientes apretados, y la expresión en su rostro era de un
placer inexplicable. Su nariz se arrugó después de un segundo, mientras su cuerpo se
puso rígido, su masculinidad se sentía palpitante y pulsante en mi mano. Su espalda
se arqueó ligeramente y él embistió con sus caderas un par de veces antes de que un
gruñido sonoro, algo parecido a un rugido, escapara de su garganta. Miré hacia abajo

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y sentí su virilidad inflamarse en mi mano, mis ojos se abrieron con asombro y un grito
sonoro escapó de mí cuando él lo apretó y un líquido blanco saliera disparado de él. Él
continuó rugiendo al tiempo que movía nuestras manos unas cuantas veces más, la
sustancia blanca salía de allí y llegaba a nuestras manos. Era pegajosa, casi viscosa y
un poco espesa. Él todavía estaba apretándola, pero la hinchazón comenzó a bajar un
poco y redujo la velocidad de nuestras manos, moviéndolas un par de veces más antes
de pararlas por completo. Soltó su mano mas no la removió de allí, todavía
sosteniendo mi mano en su masculinidad al tiempo que la misma comenzó a
desinflarse frente a mis ojos. Lo miré con asombro, completamente aturdida por lo que
acababa de pasar.

“Joder,” gruñó Edward después de un momento. Miré a su rostro justo cuando sus ojos
se abrieron. Respiraba de manera pesada, una mirada de pura relajación estaba en su
rostro. Me miró e hizo contacto visual conmigo, y el verde de sus ojos era tan brillante e
intenso que me hizo dibujar una sonrisa brillante. Él sonrió en respuesta y removió su
mano que estaba sobre la mía, gruñendo y limpiándola en su camiseta. Yo lo solté
finalmente, mirando hacia abajo y notando que ya no había ninguna gran erección
erguida allí, y que se había encogido. Finalmente él sacó sus manos de mis
pantalones, acariciando mi punto mientras lo hacía y haciéndome lloriquear ya que
estaba sensible y palpitante. Sonrió, una risa ligera escapó de sus labios. Bajó su
mano y se metió a sí mismo en sus boxers, gruñendo mientras lo hacía. Rodó sobre su
lado para verme y sonreír brillantemente, luciendo extremadamente satisfecho de sí
mismo.

“Eso estuvo, eh… tú sabes… ¿bien?” le pregunté dubitativa. Empezó a reír, el sonido de
su risa era de felicidad y despreocupación.

“Bien no es suficiente. Eso fue como el Cuatro de Julio, como los malditos fuegos
pirotécnicos,” dijo entusiasmado. Mi ceño se frunció ligeramente debido a la confusión
y él rió.

“¿Qué?” le pregunté. Simplemente sonrió y negó con su cabeza.

“Fue jodidamente espectacular,” dijo. “Gracias. ¿Estuvo bien para ti, verdad? Joder, no
te forcé mucho, ¿no es cierto?” preguntó rápidamente, su tono de voz cambió de
inmediato de felicidad a pánico.

“No, estuvo bien. Fue como, eh, realmente una sorpresa pero de una buena manera,” le
dije, sin saber realmente como describirlo. Él sonrió y asintió.

“Bien. Realmente necesito tomar una puta ducha porque estoy malditamente pegajoso,
pero me siento demasiado perezoso para hacer eso ahora. Creo que ni siquiera puedo
moverme.” dijo en un susurro.

Yo sonreí. “Sé de lo que estás hablando. También estoy un poco pegajosa,” le dije,

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sosteniendo mi mano hacia arriba. Él rió entre dientes.

“Bueno, entonces, podemos ser perezosos y permanecer pegajosos juntos,” me dijo,


estirando sus brazos y envolviéndolos en mi cuerpo. Me acercó a él rápidamente y reí
mientras rodábamos por la cama, cambiando de posición nuestros cuerpos hasta
llegar a las almohadas. Me apretó con fuerza a su cuerpo, su amor por mí era tan
evidente en su comportamiento que era como si físicamente yo pudiese sentirlo. Era
como si yo flotara en el aire por la euforia que me recorría completamente.

Nos acostamos por un momento en silencio, solamente disfrutando el estar en los


brazos del otro antes de que Edward se levantara y fuese al baño. Regresó, y cuando
iba a subir a la cama hizo una pausa, mirando hacia el escritorio.

“¿De dónde vino esa caja?” preguntó confundido. Mi ceño se frunció


momentáneamente sin saber de qué estaba hablando, antes de que recordara al
hombre que llegó a casa con ese paquete.

“Un hombre en un camión café con las letras UPS escritas en él, lo dejó hoy,” le dije.
“Tenía tu nombre escrito allí, firmé para recibirlo.”

Él me miró sorprendido. “¿Firmaste?” preguntó. Lo miré y asentí, sin saber por qué le
pareció tan raro. Su sonrisa brilló. “Te estás volviendo jodidamente buena en esta
mierda de la alfabetización cariño, en poco tiempo vas a poner empezar a escribirme
poemas de amor y esas mierdas,” dijo en tono de broma. Empecé a reír y él sonrió
conmigo, subiendo de nuevo a la cama. Edward estaba definitivamente de muy buen
humor ahora, su felicidad era tan clara como el día. “Me alegra que haya llegado hoy,
estaba preocupado que la mierda esa no llegara hasta después de Navidad y entonces
no tuviese un maldito regalo para ti.”

Mis ojos se abrieron sorprendidos y lo miré, asombrada por sus palabras. “¿Un regalo
para mí?” le pregunté dubitativa. Su ceño se frunció para luego asentir.

“Sí, ¿Qué es lo jodidamente extraño en eso? No pensaste que, en serio, no compraría


algo para ti. ¿Verdad?” preguntó. Parpadeé un par de veces, asombrada y sin saber
cómo responder a eso.

“Eh, es decir, creo que solamente no esperaba un regalo,” le dije. Él suspiró.

“Bueno, entonces espéralo porque lo vas a tener. De hecho, vas a tener más de uno,
porque estoy malditamente seguro que todos los demás te han comprado algo
también,” dijo. Lo miré asustada, completamente abrumada.

“Pero, uh, yo no puedo darte un regalo,” balbuceé. Él sonrió levemente.

“Me acabas de dar mi regalo, Isabella. Y ni siquiera tuve que desenvolverlo. Fue el
mejor maldito regalo de mi vida,” dijo él, su tono de voz era completamente serio. Me

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miró fijamente, obviamente a la espera que yo comprendiera lo que acababa de decir.
Suspiré y asentí. Me atrajo a su cuerpo nuevamente, envolviéndome con sus brazos
muy cerca suyo.

“Todavía deseo poder comprarte algo,” le dije en voz baja.

“No necesito nada más que a ti,” él murmuró de inmediato. “Pero tendremos muchas
más navidades juntos para que me mimes como un pinche consentido si quieres, una
vez que averigüemos cómo salir de esta mierda.”

Sonreí para mí misma, sintiendo aquella esperanza llenando mi cuerpo, sobre todo
porque ahora sentía todo el tiempo que cuando Edward hablaba de nosotros lo hacía
refiriéndose a un futuro real juntos, uno en que nosotros no tengamos que escondernos
o aparentar nada. Uno en el que fuésemos iguales sin esas complicaciones.

“¿Ustedes tienen una gran Navidad?” le pregunté curiosa. Él suspiró.

“No, realmente. No tenemos mucha familia cercana, así que usualmente solo somos
nosotros. Mi tía Esme viene unos pocos días este año, creo. Ella es la hermana de mi
papá y es una persona muy relajada, te caerá bien. Te tratará amablemente. Además
de ella y su esposo, quien tú sabes es hermano de Jane, nosotros no tenemos muchos
parientes. Mi abuelo está muerto y no vemos a nuestra abuela,” me dijo, con un atisbo
de tristeza en su voz. Me di cuenta entonces que el tema de la familia era algo delicado
de tratar para él.

“¿Por qué ustedes no ven a su abuela?” le pregunté. Él suspiro nuevamente.

“Ella está en un asilo de ancianos en Chicago, tiene demencia o algo parecido. No lo


sé realmente, quizás es Alzheimer. En fin, el punto es que, su memoria se va por ratos y
no se comporta como ella solía ser, y mi padre no quiere que estemos cerca de ella por
algunas de las mierdas que suele decir. Él la visita todo el tiempo, casi cada vez que va
a Chicago, pero nosotros nunca vamos. Ella aparentemente jamás aprobó a mi madre,
quería que mi padre se casara con una ‘fruta prohibida’ como ella la llamaba,” dijo él.

“¿Qué es una fruta prohibida?” le pregunté. Él rió levemente.

“Fruta prohibida, significa en la jerga de la mafia, una dulce chica italiana de pura
raza,” me dijo. “Evidentemente mi abuela tenía muchas esperanzas que mi padre
pudiese encontrar una, pero en vez de eso él escogió a la pelirroja irlandesa. Los
irlandeses y los italianos jamás se llevaron bien en Chicago, así que eso resultó ser
como una bofetada en el rostro para ella. Ella se mantuvo con su boca cerrada con el
paso de los años, pero aparentemente ahora que ha envejecido, expresa su disgusto
por mi madre con algunos términos bastante feos.”

“Oh,” dije simplemente, un poco asombrada y completamente entristecida por la


noticia. No podía culpar al doctor Cullen de mantener a sus hijos alejados de ella, ya

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que era evidente que su madre era un tema delicado de tratar. “¿Y la familia de tu
mamá?

Se mantuvo en silencio por un momento y me pregunté si quizás hice la pregunta


equivocada, si quizás lo estaba haciendo enojar, pero finalmente habló en voz baja.
“Ella no tenía familia. No era americana por nacimiento; aparentemente nació en
Irlanda y migró a aquí. Eventualmente adquirió la ciudadanía al casarse con mi padre
pero la familia con la que llegó al parecer murió hace mucho tiempo atrás, y nosotros
no sabemos si exista más familia en Irlanda.”

Asentí, ya que eso tenía sentido. “¿Has pensado alguna vez en buscarlos?”

“No,” dijo en voz baja. “Me di cuenta que ellos jamás vinieron a buscar a mi madre,
jamás preguntaron qué carajos le pasó, así que, ¿por qué mierda deben importarme
ellos? No sé si papá sabe de alguno de ellos, él no toca ese tema y mi madre tampoco
mencionó esa mierda. ¡Demonios! Ni siquiera sabía que ella había nacido en la
maldita Irlanda, me enteré después que muriera al encontrar una pila de papeles en la
oficina de mi padre, registro de ciudadanía y certificado de nacimiento y esas mierdas.
Le pregunté acerca de ello y me dijo que ella había inmigrado aquí, que sus padres
murieron y que ella no tenía a nadie más, y eso era todo.”

Asentí. Los dos estuvimos en silencio por un rato, perdidos en nuestros pensamientos.
Yo estaba pensando en la madre de Edward, como ella prácticamente no tenía a nadie
más en el mundo que a su esposo, y sobre cuán devota debió ser a su familia. Pensé en
cuanto podía parecerme a ella, realmente al no tener nada de familia.

“Solía soñar en tener una gran familia,” le dije con suavidad después de un momento.
“Cuando era más joven tenía un montón de amigos imaginarios. Mi mamá solía reírse,
decía que desde el momento en que pude hablar y caminar, tenía ya conversaciones
con mis amigos imaginarios, y les decía que ellos eran mis hermanos o hermanas o
que eran mis hijos. Ella creía que aquello era adorable, siempre me decía que cuando
yo creciera podría tener una gran familia de verdad. Era muy dulce de su parte. No
quería destrozarme con la verdad.”

Edward me acercó a él, sujetándome muy cerca de su cuerpo. Enterró su rostro en mi


cabello e inhaló. Estuvimos en silencio por un momento y a pesar de que aún era
temprano y el sol todavía se veía en el cielo, estaba exhausta. Dejé que mis ojos se
cerraran despacio y estaba casi dormida cuando escuché la voz de Edward, tan bajito
que fue casi inaudible.

“Podemos tener una gran familia”

**************

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 561


Mi sei mancata = Te extrañé

Ti tira la fregna? = ¿Estás excitada?

Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia = “Tan gentil y tan honesta mi dama
parece ser (una línea de La Vita Nuova de Dante Alighieri)

Cosi scopare buon = Tan jodidamente bueno

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 562


“Quiero que seas todo lo que eres, en el centro de tu ser.”- Confucio

Edward cullen
Navidad.

No puedo mentir; solía odiar esa mierda. Cuando era niño me gustaba porque mamá
lo hacía especial, horneando galletas de Navidad como para una semana completa y
contaba historias sobre Santa y esa mierda. Siempre estábamos juntos como una
familia, viendo Rudolph y Frosty y Es una vida maravillosa. Ella constantemente
tarareaba canciones de Navidad y joder, prácticamente me rogaba que las tocara en
el piano para ella, y era mi mamá, así que por supuesto no podía decir un puto no,
aunque en el fondo despreciaba la mayor parte de la música de Navidad. Era siempre
la época del año que esperaba con más ansias. Pero después de que ella murió, había
perdido todo interés en las fiestas. Supongo que básicamente había perdido todo
interés en la mayoría de las cosas de la vida, pero en especial la Navidad.

La primera Navidad después de su muerte, papá no aparecía por ningún lado, así que
no solamente estábamos sin ella, sino también sin él. Pasamos de tenerlos siempre a
los dos, a de pronto no tener a ninguno. mamá había estado muerta por tan sólo dos
meses y nosotros apenas lo habíamos visto durante ese tiempo. De hecho, apenas lo
vimos ese primer año completo después que ella murió. Cambió drásticamente durante
ese tiempo, casi al punto de ser irreconocible. Fue hace algunos años que realmente
comenzó a actuar como un padre, hasta que finalmente comenzó a tratarnos de nuevo
como su familia. Me atrevo a pensar que estuvo distante durante ese tiempo a causa de
la culpa y la vergüenza por lo que había pasado, la culpa que todavía lleva con él. Nos
quedamos en Chicago el tiempo suficiente para recuperarme de la herida de bala y
para enterrar a mamá, y luego tía Esme nos subió a los tres chicos a un coche y
condujo a través del país hasta esta casa en Washington. Éramos tan jóvenes que en
realidad no entendimos una mierda, todavía estábamos de duelo y confundidos por lo
que había pasado, no podíamos entender dónde estaba papá. Esme se quedó con
nosotros ese primer año y papá se presentó una vez al mes, tal vez, pero actuaba tan
jodidamente frío y distante que era como si realmente no estuviera aquí. Apenas si me
miraba cuando nos visitó, y joder, en aquel tiempo pensé que era porque me culpaba…
Demonios, yo me culpaba. Pero después de todos estos años me doy cuenta de que no
era porque él creyera que yo había hecho algo malo, sino que era porque yo era tan
malditamente parecido a ella. Eso es difícil de soportar para algunas personas, los que

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realmente conocían a mi madre. Dicen que les impacta cuánto me parezco a ella, así
que imagino que era jodidamente difícil para papá estar cerca de mí cuando él estaba
de duelo. Un día finalmente se presentó, unos días después del primer aniversario de
su muerte, y entonces simplemente se quedó. Esme se estuvo por aquí un par de
semanas, supongo que para asegurarse que Papá no iba a levantarse a mitad de la
puta noche y abandonarnos. Para ese tiempo ya teníamos a Nona, ya que durante una
de sus visitas la había traído y prácticamente la entregó como un paquete antes de irse
de nuevo. Nunca habíamos tenido esclavos en Chicago así que fue una maldita
conmoción para nosotros como niños, pero Esme la ayudó a instalarse y nos ayudó a
acostumbrarnos a su presencia. Nos dijo que siempre la tratáramos de forma justa y
que cuando estuviera segura de que Papá estuviera lo suficientemente estable como
para que ella pudiera irse, volaría de vuelta a Chicago.

Creo que la ausencia de mi padre ese año, realmente afectó a Jasper, porque fue en
ese tiempo que su personalidad cambió. Él se volvió jodidamente sensible y emocional,
y así no era él antes. Cuando era niño, Jasper era duro, intenso… en ese entonces era
un pequeño guerrero. Pero a él le pegó fuerte la muerte de mamá, lo ablandó, y sé que
está que se caga del miedo de perder también a mi padre. A mí ni me inmutó su
ausencia, porque yo ya estaba perdido. Ese año estuve como un zombi, no quise
hablar con nadie o siquiera hacer algo. Esme hizo todo lo que pudo por hacerme
hablar o reír, trató de hacerme tocar el piano, pero yo sólo me quedé ahí sentado
mirando a la puta nada, ignorándola por completo. Amaba a Esme pero ella no era mi
puta madre, así que no quería escuchar sus estúpidas bromas o tocar el maldito piano.
Mi madre se había ido y simplemente todo me importaba una mierda si ella no estaba
allí.

Esme trató de hacer esa primera Navidad especial, tratando de darnos a los niños un
poco de felicidad en nuestra sombría vida, pero se volvió un maldito desastre total.
Jasper se había derrumbado y lloró como un puñetero bebé y Emmett hizo un puto
berrinche y gritó, porque se encabronó después que mamá murió y papá se fue, y yo
únicamente me quedé ahí sentado ignorándolos a todos y sin importarme una mierda.
Esme lloraba, porque todos estábamos tan jodidos y no había nada que ella pudiera
hacer al respecto. Esme quería sanarnos, arreglarlo todo, y ese día se dio cuenta que
no podía.

Las siguientes Navidades fueron un poco mejor. Papá estaba ahí e insistió en que
montáramos un espectáculo y pretendiéramos ser felices y que disfrutábamos, porque
eso era lo que mamá querría. Sí, él usó la puta memoria de mamá para manipularnos
y nosotros se lo permitimos, solamente porque estaba tan malditamente destrozado
como el resto de nosotros.

Con el tiempo volví en mí, pero nunca fui el mismo. Una vez que empecé a hablar de
nuevo, comencé a encabronar a la gente con mi boca. Una vez que empecé a hacer
cosas de nuevo, comencé a lastimar a la gente con mis acciones. Intencionalmente era

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un pendejo y no había nada que nadie pudiera haber hecho para cambiarlo… o eso
creía, hasta que Isabella entró en mi vida.

Con el tiempo mis hermanos llegaron a disfrutar otra vez de la Navidad, y creo que
Alice y Rose merecen todo el crédito por esa mierda. Ellas devolvieron esa chispa a sus
vidas, una luz en medio de la oscuridad donde nos habíamos quedado atrapados. Me
siento tan jodidamente estúpido por no haberme dado cuenta antes de que ellos
estaban enamorados, debería haber sido claro como el agua para mí, ya que paso
tanto tiempo con ellos, tomando en cuenta que eran los únicos que pasaban por alto
mis tendencias de pendejo y no se tomaban esa mierda como algo personal. Pero, de
nuevo, en ese tiempo realmente ni siquiera reconocía lo que era el amor, así que tal vez
no debería sorprenderme de que no pude verlo.

Esme nos visitó casi todos los años, una o dos veces arrastrando consigo a su esposo,
pero por lo general llegaba ella sola. Siempre venía por mi padre porque no quería
que tuviera que estar solo durante las navidades, porque esos días eran realmente
difíciles para él. Creo que Esme fue la que lo ayudó a salir de la oscuridad. Ella es la
hermana mayor y no aceptaba estupideces de su hermanito, no dejaría que se
consumiera por completo y se ensombreciera por la noche.

En cuanto a mí, a pesar de que ponía una sonrisa y fingía ser jodidamente feliz frente a
todos por su bien, odiaba la Navidad. La Navidad me hacía pensar en galletas de
azúcar y el tintineo de las campanas, y el maldito Santa Claus y sus renos, esa era una
mierda en la que no me gustaba pensar porque me recordaba a mi madre, me
recordaba que ella no estaba aquí.

Este año, sin embargo… este año era diferente. Pero, de nuevo, ¿qué mierda no era
diferente ahora?

Navidad estaba a dos días de distancia, o el día después de Nochebuena para


aquellos que no pueden leer correctamente el puto calendario y darse cuenta de esa
mierda. Si le preguntaras a Alice, probablemente lo llamaría la víspera de
Nochebuena, lo que es jodidamente estúpido, pero en fin. Entiendes lo que digo, se
acerca rápidamente. Estos días pasados había estado sentado y observando a
Isabella contagiarse del espíritu de la Navidad, sus ojos estaban brillantes, su rostro
iluminado como un niño en una maldita tienda de juguetes. Creerías que encontró el
pinche Santo Grial o que se había ganado la lotería de millones por la forma en que
está actuando. Nunca había visto tanto entusiasmo por la mierda de la Navidad
desde… bueno, desde mi madre.

Y eso me hacía tener sentimientos encontrados, ya que una parte de mí quería


olvidarse de toda esa mierda, olvidarme de todo y volver a mi agujero, pero luego
estaba esa gran parte de mí que no podía evitar sentirse feliz porque ella estaba feliz.
Era extraño cuan envueltas estaban mis emociones en torno a ella. Cuando mi chica
estaba triste, yo estaba triste. Cuando mi chica estaba feliz, yo estaba jodidamente

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contento. Cristo, me estaba convirtiendo en un co-dependiente o algo así y realmente
estaba jodiendo mi cabeza, sobre todo ahora. Odiaba la maldita Navidad, pero ahora
no podía esperar por esa mierda.

Finalmente había encontrado la luz en la oscuridad… pero tenía un miedo terrible de


que esa luz estuviera en un temporizador, y nunca sabría cuando se activaría.

Mi tía Esme llegaría del aeropuerto mañana y cada minuto que pasaba parecía
aumentar mi ansiedad por la situación. Mi tía era una mujer increíble y yo sabía
malditamente bien que le encantaría Isabella, así que no tenía por qué preocuparme
de que la maltratara o algo por el estilo, en absoluto. Esme fue siempre bienvenida, era
amable, compasiva y cariñosa por naturaleza. Era una cuidadora, siempre queriendo
cuidar de la gente y hubiera sido una fantástica madre, si no hubiera perdido la
facultad cuando el cáncer la obligó a hacerse una histerectomía cuando era más joven.
Yo solía preguntarle porque nunca adoptó, sin comprender el concepto de que su
esposo en ese tiempo era un asesino a sueldo y ninguna jodida agencia los aprobaría
para adopción, debido a los rumores. Papá le dijo que simplemente podría comprar un
bebé en el mercado negro, esa mierda me sorprendió ya que entonces era más chico y
todavía un poco ingenuo sobre la trata de esclavos, pero Esme se negó a ir por ese
camino.

Así que, sí, en sí no estaba preocupado por Esme. Sin embargo, lo que me preocupaba
es cómo iba actuar Isabella con mi tía aquí. Ella ahora estaba jodidamente feliz,
prácticamente resplandeciente, y no quería que todo eso se fuera por el caño cuando
Esme apareciera. Comprendí que esta era la primera Navidad verdadera para Isabella
y quería hacerla lo más especial para ella como podía, dada la situación, y no quería
que se arruinara porque ella se volviera instintivamente a esa mentalidad de esclava
que de vez en cuando todavía tenía. Sé que en verdad no puede evitarlo, se había
arraigado en ella prácticamente desde su nacimiento, pero odio esa mierda y ella lo
sabe. Odio cuando se pone prácticamente como un robot y está en piloto automático.
Me encanta ver vida en ella, la chispa y el entusiasmo. Quería ver esa mierda en esta
Navidad, porque lo había extrañado por un montón de putos años y era la única razón
por la que no estaba temiendo este día de fiesta tanto como los demás.

Le eché un vistazo a mi reloj, viendo que pasaban unos minutos de las 6 am. Había
estado despierto por al menos una hora, incapaz de apaciguar mi mente y volver a
dormir. Isabella estaba acurrucada en una bola a mi lado, envuelta en el edredón,
luciendo completa y jodidamente contenta. Últimamente ella realmente se sentía a
gusto en mi habitación, en parte por mi insistencia, pero estaba feliz de que pareciera
tan cómoda aquí. Amaba compartir mi espacio con ella, amaba siempre tenerla ahí
junto a mí. Si me saliera con la mía, probablemente empezaría a pasar su mierda para
acá, pero sabía que estaría presionando demasiado. La mayor parte del tiempo mi
papá no venía a mi habitación, pero conociendo mi maldita suerte él necesitaría algo y
vería una puta camiseta rosa colgando en mi armario y cualquiera se daría cuenta de

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nosotros o empezaría a preocuparse por mi travestismo.

Para ser honesto, él probablemente sospechará de una puta manera u otra tal y como
estaban las cosas, pero no necesitaba añadir más leña al fuego. Sé que Isabella ha
estado un poco preocupada de que él sepa de lo nuestro, pero todavía estaba esta
parte de mí que pensaba que no había puta manera que pudiera ser así, pues de lo
contrario él definitivamente hubiera dicho algo. Pero aun así, él tenía que saber que
algo estaba pasando, aún si por lo general no estaba aquí. Era un maldito milagro si
alguien no le había ido con el chisme acerca del beso allá en Halloween, ya que la
boca enorme de la maldita Lauren había esparcido esa mierda por el pueblo, tanto
que la extranjera que casi no hablaba inglés en la tintorería lo supo en esa semana. Y
aun así, él tenía que saber que yo había dejado de pasar el rato con todas esas chicas
de la escuela. Además de ese día que Tanya se presentó en la casa para dejar mis
libros de la escuela que había dejado precipitadamente en la clase de Trigonometría,
ninguna de esas perras había estado en la casa. Él solía comentar sobre como parecía
que tuviera una puta puerta giratoria cuando se trataba de las chicas en los
alrededores de Forks, así que el hecho de que ninguna de ellas había estado cerca
tenía que haber despertado su curiosidad.

A pesar de eso, no había dicho una mierda al respecto, así que me sentía un poco
aliviado y con la esperanza de que si aún no sabía, no iba a enojarse. Pero de ninguna
manera le diría a Isabella mis sospechas, porque ella tenía las suyas y no quería casi
confirmarle esa mierda. Como estaban las cosas, ella ya estaba lo suficientemente
paranoica y no quería que se asustara y volviera a la antigua versión de sí misma,
porque la Isabella Swan con la que me había acostumbrado a convivir estás últimas
semanas era jodidamente increíble.

Ella era ingeniosa, juguetona y coqueta, tan jodidamente ingenua y dulce. Tenía un
increíble sentido del humor y era tan naturalmente inteligente, que era casi asombroso.
Como ese incidente de la semana pasada, cuando dejó salir por casualidad que Suiza
era un país neutral… ¿qué maldito adolescente de 16 años memorizaría ese hecho y
después lo sacaría en el momento adecuado? Yo había estado viendo constantemente
Jeopardy desde hace años por Jasper y no puedo acordarme de la mierda que dicen
allí, pero ella parecía absorber cada maldita pieza de información emitida en cada
episodio. Siempre estaba diciendo casualmente mierda que había aprendido en
Jeopardy. Era sensacional y no podía dejar de preguntarme cuál era su coeficiente
intelectual, porque me atrevo a suponer que podía estar cerca de ser una maldita genio
con la forma en que funcionaba su cerebro. Isabella Swan era un puto rompecabezas,
un enigma, y joder, me la estaba pasando como nunca tratando de entenderla.

Y Dios, era jodidamente hermosa. He pensado eso desde el primer día que posé mis
ojos en ella en la cocina, cuando derramé mi jugo de naranja, pero mi admiración por
ella físicamente estaba creciendo. No creo que ella se dé cuenta, pero ella había
cambiado mucho en cuanto a apariencia desde que había venido a vivir con nosotros.

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Su esencia todavía estaba allí pero ahora resplandecía, su piel está jodidamente
radiante. Sus ojos resplandecen, su sonrisa es alegre, y su pelo prácticamente brilla. Es
toda una belleza natural, y esa es la mierda por la que todas esas chicas del instituto
de Forks se rompen el culo por conseguir, pero mi chica no tiene que esforzarse por
ello. Tampoco es tan frágil como lo fue alguna vez, no se ve débil o asustada. Ella es
fuerte y ahora puedes saber con solamente mirarla que es una luchadora. Finalmente
está empezando a ganar unos cuantos kilos, rellenándose un poco, y luciendo
malditamente saludable.

Y su cuerpo, Cristo, al parecer no puedo conseguir suficiente de su cuerpo. Todavía no


he llegado a quitarle la ropa interior, pero estoy trabajando en ello, porque juro que
verla completamente desnuda tumbada en mi cama va a ser como estar parado en
medio de la maldita Capilla Sixtina y contemplar las magníficas pinturas de Miguel
Ángel. Sí, aprendí esa mierda de mi chica, quién lo aprendió del maldito Jeopardy.
Todos estos años de educación formal y la chica sin educación casi analfabeta quién
se crió en un maldito granero me deja boquiabierto con su conocimiento. Ella es
jodidamente increíble, ¿ya lo había mencionado?

No estoy diciendo que Isabella sea perfecta, porque no lo es. A veces pone a prueba mi
paciencia, pero sé que yo también lo hago con ella, así que supongo que de esa
manera nos equilibramos el uno al otro. No discutíamos mucho, pero cuando lo
hacíamos por lo general eran estupideces que ni siquiera importaban. Como esa
maldita discusión sobre si habíamos peleado. ¿Quién demonios discute sobre si sí o no
se peleó? Evidentemente lo hicimos. Pero de todos modos, nos reímos bastante por eso,
así que tal vez valió la pena. Casi siempre terminamos riendo después de nuestras
disputas.

Isabella empezó a murmurar dormida, la mayor parte eran incoherencias. “Sólo es un


conejo Edward,” murmuró en voz baja después de un momento. Mi ceño se frunció, ya
que no tenía una puta idea de lo que estaba hablando. “No me lastimó.” Eso me tomó
desprevenido y le eché un vistazo justo a tiempo para verla rodarse hacia mí con
brusquedad. Ella agitó su brazo, casi pegándome en la cabeza con la mano. Me alejé
rápidamente para que ella no me diera un puto golpe en la cara por accidente, pero en
mi apuro no me di maldita cuenta de que ya estaba justo en el borde de la cama. Mi
parte superior se fue de lado y traté de agarrar la mesa para detenerme, pero un lugar
de eso accidentalmente golpeé el reloj de alarma, dándole un manotazo y causando
que cayera al suelo. Grité mientras me tambaleaba en la cama, cayendo de espaldas.
Golpeé el suelo con un fuerte ruido sordo y gemí por el dolor que se disparó por mi
espalda. Mis piernas cayeron al suelo y cerré los ojos, haciendo una mueca. Escuché el
ligero chirrido de la cama, el movimiento de las sábanas y el edredón.

“¿Edward?” Su voz era suave y vacilante, y se escuchaba jodidamente cerca. Abrí los
ojos un poco para verla inclinada sobre el borde de la cama, mirándome con
confusión. “¿Por qué estás en el suelo?”

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Solamente me le quedé mirando por un momento, conteniendo la risa por su expresión.
Parecía completamente desconcertada y me miraba con intensidad, como si pudiera
encontrar la puta respuesta si me miraba lo suficiente. Suspiré y rápidamente extendí
mis manos, sujetando sus brazos. Sus ojos se abrieron por la sorpresa y se aferró al
edredón con fuerza mientras la jalaba, tirándola de la cama hacia mí. Ella gritó
sorprendida y trató de aferrarse a la cama, pero fue en vano. Cayó encima de mí junto
con el edredón y gruñí, gritando con fuerza y tratando de moverla cuando su pierna se
azotó en mi dura polla. Ella jadeó al darse cuenta de lo sucedido, y trató de quitarse de
encima, pero envolví mis brazos a su alrededor con fuerza para detenerla.

“En realidad, no planeé bien esta mierda,” le dije con los dientes apretados. Mi polla
palpitaba un poco por el golpe y retorcía mis caderas, tratando de cambiar la posición
de nuestros cuerpos para que ella no estuviera encima de esa mierda.

“No quise golpear tu… cosa,” susurró. Me reí entre dientes ante la inocencia de su voz y
la apreté en un abrazo, amando el calor de su jodido cuerpo contra mí.

“¿Y cuál esa cosa?” Le pregunté jugando. Levantó la cabeza para mirarme, luciendo
un poco sorprendida por mi pregunta. Vi como sus mejillas se sonrojaban y su labio
inferior era capturado por sus dientes.

“Tú sabes, tu… eh… pene,” dijo, en voz tan baja que casi no entendí la palabra. Su voz
era entrecortada y gemí cuando sentí endurecerme debajo de ella.

“Cristo, Bella, solamente tú puedes hacer que un término como ‘pene’ suene
jodidamente sexy,” le dije, moviéndome un poco. Sus ojos se abrieron un poco y una
sonrisa curveó sus labios. “Y si te interesa saberlo, estoy en el suelo porque
prácticamente me sacaste de la maldita cama tratando de golpearme.”

Inmediatamente su sonrisa cayó. “¿Hice qué?” Preguntó, sonando sorprendida.

Yo suspiré. “Dijiste algo sobre un maldito conejo y casi me diste un puñetazo en la


cabeza. Me caí del suelo tratando de escapar,” le dije. Ella jadeó, sus ojos abriéndose
aún más, obviamente asombrada y avergonzada por su comportamiento.

“¡Oh no, lo siento mucho!” Dijo rápidamente. “Te juro que no…” Rápidamente quité mi
brazo de en torno a ella, subiendo mi mano y cubriendo su boca con ella antes de que
pudiera decir nada más. Ella murmuró contra mi palma por un segundo antes de
callarse.

“Deja de pedir disculpas. Estabas dormida,” le dije serio, sin querer que sintiera que
tenía que pedir que la perdonara por una mierda que ella no tenía intención de hacer,
algo en lo que no tenía control. “Fue un accidente. Aunque, realmente quiero saber qué
carajos estabas soñando.”

Su rubor se intensificó. “En el sueño había un conejo, tú le gritabas porque robó mi

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zanahoria.”

Me le quedé mirando sorprendido antes de echarme a reír. “¿Yo le estaba gritando a


un conejo?” Ella sonrió y se encogió de hombros.

“Estabas enojado, porque tú me diste la zanahoria y no entendiste por qué él la tomó,”


ella dijo en voz baja. Me reí un poco más, dándome cuenta que probablemente le
habría gritado a un puto conejo si robó algo que le di a mi chica.

“Tienes sueños extraños,” le dije. Ella se encogió de hombros.

“Normalmente no son tan raros. La mayor parte del tiempo tienen sentido,” dijo.
Suspiré y de nuevo la apreté a mí con fuerza. Ella recostó su cabeza en mi pecho y por
un momento, acurrucándonos en el suelo en silencio.

“¿Sueñas mucho conmigo?” Le pregunté. Ella suspiró suavemente.

“Por supuesto que sí,” murmuró, acurrucándose aún más a mí. Le sonreí levemente,
inclinándome y besando la cima de su cabeza.

Nos quedamos en silencio por un rato, abrazándonos el uno al otro. Mi espalda estaba
empezando a doler por estar acostado en el suelo duro con su peso sobre mí. Ella no se
movía y no podía ver su rostro, ya que estaba enterrado en mi puto pecho, así que no
podía saber si siquiera estaba despierta.

“¿Bella?” Dije finalmente en voz baja, sin poder aguantarlo más. De inmediato levantó
la cabeza para mirarme. Le sonreí levemente, removiendo mi mano de entorno suyo y
acariciando su mejilla con el dorso de mi mano. “Sólo quería ver si todavía estabas
despierta.”

Ella sonrió. “En realidad, no estoy tan cansada,” murmuró. Asentí con la cabeza.

“¿Quieres hacer hoy algo conmigo?” Pregunté, levantando las cejas inquisitivamente.
Su ceño se frunció y se me quedó mirando por un momento, considerándolo.

“Depende de lo que sea,” dijo finalmente. Le sonreí con suficiencia, orgulloso de su


respuesta. En el pasado ella siempre fue tan conforme, automáticamente diciendo sí
cuando le pedías algo porque sentía que no tenía una maldita opción. Estaba
empezando a pensar más por sí misma cuando estaba conmigo, expresando su
opinión.

“Bueno, desafortunadamente tengo que confesar que soy un flojo hijo de puta, lo que
significa que todavía no he conseguido ningún regalo de Navidad para ninguno de
esos imbéciles de allá abajo, así que tengo que ir a hacer eso,” le dije. Por lo general,
compro todo en línea porque odio los putos centros comerciales, pero no lo hice este
año porque quería llevar a Isabela conmigo. Ella nunca tuvo la oportunidad de hacer
una mierda tan mundana como ir de compras, y pensé que lo disfrutaría. Pensaba en ir

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mucho antes, por lo cual compré su regalo en línea, pero por supuesto como de
costumbre lo dejé para lo último. Sin embargo, supongo que no había problema con mi
holgazaneo porque de todos modos tenía que recoger el regalo de mi padre hasta
ahora.

Su sonrisa creció. “¿Quieres que vaya contigo a hacer las compras de Navidad?”
Preguntó, sus ojos iluminados por la emoción. Me reí entre dientes y asentí.

“Sí. Quiero decir, si quieres,” le dije. Ella asintió con entusiasmo y se quitó de encima
de mí poniéndose de pie de un salto. Me miró fijamente, sonriendo expectante, y yo me
eché a reír porque el maldito sol ni siquiera se había levantado y ella ya quería
alistarse e irse. Me forcé a levantarme y me puse de pie, estirando mi espalda. Me
crujió y gemí, sacudiendo mi cabeza. “Muy bien, hermosa, ve a vestirte y nos iremos,” le
dije, pasándome una mano por el pelo. Ella asintió con entusiasmo y se volvió,
prácticamente salió saltando de la puta habitación. Me reí y negué con la cabeza,
acercándome al armario y sacando algo de ropa. Me desvestí y me puso unos
vaqueros, agarré una camiseta lisa color azul marino poniéndomela. Me puse un par
de Nike air force one y agarré mi chaqueta Sean John Navy. Dudé, pero agarré mi gorra
blanca de béisbol de los Cubs de Chicago con las letras azul marino porque esa
mierda combinaba con mi conjunto y mi cabello se estaba poniendo completamente
fuera de control. Me la puse en la cabeza y agarré mi billetera, llaves, teléfono e iPod,
saliendo de la habitación. Crucé el pasillo y abrí la puerta de la habitación de Isabella,
sin siquiera tomarme la molestia de llamar. Ella me miró y sonreí con complicidad,
viendo que estaba parada en nada más que un par de ajustados vaqueros y un sostén
de encaje de color negro.

“Mmmm,” murmuré, permitiendo que mis ojos descendieran lentamente sobre su


cuerpo. Ella se ruborizó y sacó una camiseta de su armario, poniéndosela
rápidamente. Sonrió tímidamente y sacó una chaqueta ligera. “¿No tienes nada más
grueso? Sé que vienes del desierto y todo eso bebé, pero está frío como la mierda allá
afuera, y quiero decir tan frío que los pezones cortan el puto vidrio.”

Ella sonrió pero negó con la cabeza. “En realidad, no tengo un abrigo grande. Tu
padre dijo que le diría a Alice que me consiguiera uno hace unas semanas, pero
supongo que se le olvidó.”

Yo suspiré, rodando los ojos. Sonaba como mi maldito padre últimamente, totalmente
distraído. Levanté mi dedo índice, diciéndole en silencio que esperara, y volví a cruzar
el pasillo a mi habitación. Miré en mi armario y saqué mi abrigo negro con capucha de
Christian Dior, pensando que le quedaría más o menos bien. Regresé a su habitación y
sonreí cuando vi que seguía de pie en el mismo lugar, esperando pacientemente. Le
tendí el abrigo y ella lo tomó con cuidado, poniéndoselo. Por supuesto, estaba un poco
grande, así que le enrollé un poco las mangas. Ella sonrió levemente, bajando la vista
al abrigo.

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“Es un abrigo muy bonito,” dijo en voz baja, viéndose casi con miedo de llevarlo. Sonreí
y asentí con la cabeza. Era un abrigo de casi $2.000 dólares, pero no había puñetera
manera de que fuera a decirle eso a ella definitivamente se lo quitaría y se negaría a
usarlo por miedo a joderlo.

“Es únicamente un abrigo Isabella,” le dije con indiferencia y encogiéndome de


hombros. Me miró por un momento pero asintió con la cabeza, afortunadamente sin
discutir sobre algo tan estúpido como un maldito abrigo. Se puso un par de Sketchers
de color negro liso y le arqueé una ceja. “¿Alice te compró Sketchers?” Le pregunté, ya
que en realidad nunca antes la había visto usar zapatillas de deporte. Ella bajó la vista
a sus pies, entrecerrando los ojos para leer la pequeña palabra al costado de ellos.
Sonreí, ya que era tan jodidamente lindo como arrugaba su nariz en concentración.

“Supongo que sí, si eso es lo que son,” dijo finalmente, volviendo a levantar la vista
hacia mí. “¿Hay algo malo con ellos?”

Me encogí de hombros, ya que yo odia los malditos Sketchers y pensaba que eran feos
como el demonio, pero de nuevo, no le iba a decir eso a ella. Eso fue lo que Alice le
compró y ella no tenía la culpa y me atreví a suponer que un zapato era un puto zapato
para ella. Le importaba una mierda qué marca era o cómo se veían, sobre todo
tomando en cuenta que en realidad nunca tuvo zapatos hasta que llegó aquí.

“Están bien,” le dije. “Yo prefiero los Nike.”

Ella asintió, bajando la vista a mis pies. “Bueno, Alice no me compró Nikes,” dijo con
toda naturalidad. Mis ojos se abrieron un poco ante su mordacidad y ella me sonrió
con timidez.

“Alice no lo hizo, pero yo puedo hacerlo,” le dije enfáticamente. Ella sólo se me quedó
mirando por un momento antes de rodar los ojos.

“No hay nada malo con mis zapatos. Hacen lo que tienen que hacer,” dijo. Me encogí
de hombros pero no discutí, sabiendo que no nos llevaría a ningún lado. Le dejaría
creer que no importaba, porque así era ella, y le compraría unos malditos Nikes,
porque así era yo, y los dos seremos jodidamente felices cuando los acepte, porque
joder, así éramos como pareja.

“¿Estás lista?” Le pregunté. Ella asintió y extendí mi mano, agarrando la suya y


entrelazando nuestros dedos. Nos dirigimos hacia la puerta y ella rápidamente apagó
la luz cuando nos íbamos. Bajamos las escaleras en silencio, ya que todavía era muy
temprano y no quería despertar a mis hermanos. Estábamos bajando el segundo tramo
de escaleras hacia el vestíbulo, cuando escuché el golpe de un gabinete en la cocina.
Me congelé, al igual que Isabella, y mi corazón comenzó a latir con fuerza.

Saqué mi mano de la de ella rápidamente cuando vi la figura de mi padre pasar por la


puerta hacia el vestíbulo. Él levantó la vista a las escaleras y me quedé inmóvil cuando

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su mirada se quedó fija en nosotros. El maldito pánico comenzó a surgir a través de mí
y tragué, tratando de contener esa mierda. Él dijo que no estaría en casa hasta
mañana cuando llegara Esme, él era la última persona con la que esperaba toparme
en la planta baja.

Su mirada era penetrante mientras miraba de Isabella a mí. “Se levantaron temprano,
chicos,” dijo finalmente con indiferencia. Di un suspiro de alivio de que al menos su
tono no demostraba enojo.

“Llegaste antes a casa,” le dije. Sonrió levemente, asintiendo con la cabeza.

“Pensé en venir a casa y dormir un poco, en lugar de gastar dinero en una habitación
de hotel. Tengo algunos negocios en Port Angeles un poco más tarde,” dijo. Asentí,
mirándolo fijamente, sin saber qué hacer. Él me miraba con curiosidad, obviamente
preguntándose qué carajos estábamos haciendo Isabella y yo.

Isabella se aclaró la garganta después de un momento de un maldito silencio


incómodo. “Buenos días, doctor Cullen. Espero que duerma bien.”

Él sonrió. “Buenos días a ti también. Y gracias. ¿Van a salir a alguna parte?” Preguntó,
levantando las cejas. Suspiré, resignado, y comencé a bajar los últimos escalones
hacia el vestíbulo.

“Vamos a hacer compras Navideñas,” murmuré. “Tengo que hacer esa mierda y pensé
que a ella le gustaría ir, ya que nunca ha hecho nada como esa pendejada antes.”

Isabella bajó al vestíbulo y se hizo a un lado. Le eché un vistazo y noté que su rostro
estaba carente de expresión, pero podía ver el temor en sus ojos.

“Oh, bueno, eso es amable de tu parte, hijo,” él dijo. “¿Supongo que ya que estás
parado tan temprano vas a ir a Seattle?” Preguntó, de nuevo alzando las cejas. Asentí
vacilante, dándome cuenta que debería haberle preguntado si podía llevarla tan
jodidamente lejos. Si fuera Port Angeles, él no hubiera dicho una mierda por ello, pero
Seattle era muchísimo más lejos. No estaba seguro qué tanto confiaba él en Isabella
hasta ahora, si no querría que estuviera rodeada de tanta maldita gente dónde
pudiera fácilmente escapar. Yo sabía que no lo haría, yo tenía puta confianza en ella y
sabía que no trataría de escapar, pero no sabía si él también.

Él asintió con la cabeza en respuesta a mi gesto, mirando hacia Isabella. Sus ojos se
ampliaron, una expresión de asombro en su rostro. Mi ceño se frunció y miré hacia ella,
preguntándome qué lo había sorprendido tanto cuando recordé que llevaba mi maldito
abrigo. Y no cualquier abrigo, el artículo de ropa más caro que he comprado. Él se
quejó porque pagué demasiado por un abrigo al momento que vio el cargo en la
factura de su tarjeta de crédito.

“Olvidé por completo que la muchacha necesita un abrigo. Consíguele uno mientras

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andan de compras, ¿quieres?” Él preguntó, volviendo a mirar hacia mí. Asentí vacilante
y me sonrió. “Sólo no pagues tanto por el de ella como lo hiciste con ese.”

Rodé los ojos. “Como sea, valió la pena cada puto centavo.” Él se echó a reír volviendo
a mirar hacia Isabella.

“Si tú lo dices, Edward,” dijo, sacudiendo la cabeza. “Pero sí, vayan y consigue
cualquier otra cosa que ella necesite mientras estén fuera.”

Asentí con la cabeza. “Lo haré.”

“Bien. Tengan cuidado,” dijo, bostezando. Se acercó a nosotros y me palmeó


brevemente en la espalda antes de empezar a subir las escaleras. Por un momento me
quedé paralizado, un poco sorprendido de que no hubiera tenido nada malo que decir.
Esperaba que por lo menos estuviera jodidamente enojado de que haya tratado de
sacarla sin consultarlo, pero no lo estaba. Después de unos segundos me volví y dirigí
a la puerta principal cuando la voz de mi padre me detuvo.

“¿Edward?” Él dijo. Gemí suavemente, dándome la vuelta y arqueando una ceja,


preguntándome si me había librado de esa mierda demasiado fácil y los gritos venían
ahora. Él estaba parado hacia la parte superior de las escaleras, con la mirada fija en
Isabella.

“¿Sí, papá?” Le pregunté, esperando que no hubiera cambiado de jodida opinión. Lo


último que quería es que ella se sintiera humillada por él dándoselas de jefecito y
diciendo que tenía que quedarse en casa.

“Déjala que escoja algunos regalos para tus hermanos, y para Rose y Alice. Puedes
sacar algo de dinero de la cuenta para ella o cargarlo a la Amex, no importa,” dijo. Me
quedé mirándolo por un momento, atónito de que hubiera hecho esa mierda ya que él
nunca le había dado dinero a nadie de la servidumbre antes de Navidad para que
pudiera comprar regalos. Él miró hacia mí expectante, así que finalmente asentí.
Sonrió y se dio la vuelta, subiendo el resto de las escaleras, desapareciendo en el
segundo piso. Miré fijamente al lugar donde él había estado de pie, con el ceño
fruncido por la confusión. Salté cuando sentí la mano de Isabella en mi brazo,
sorprendido de que hubiera estado en tal estado de trance. Volví mi cabeza para
mirarla y me di cuenta que ella parecía estar tan desconcertada como yo.

Lucía como si fuera a decir algo así que me quedé parado con paciencia, esperando
por su pregunta. Me imaginé que probablemente quería saber qué fue toda esa
mierda, por qué le estaba dando dinero para comprar, pero yo no tenía la maldita
respuesta a esa pregunta. Finalmente abrió la boca, su ceño fruncido y los ojos
ligeramente entrecerrados por la concentración y dijo de un tirón la última maldita cosa
que esperaba que preguntara en ese momento.

“¿Exactamente cuánto pagaste por este abrigo, Edward?”

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Me eché a reír, negando con la cabeza. “Creo que no recuerdo el precio exacto en la
etiqueta, Bella,” dije sonriendo. Ella rodó los ojos, pero sonrió.

“Está bien,” murmuró. “No creo que sepas, exactamente, por qué está él siendo tan
generoso conmigo, ¿verdad?”

Suspiré, encogiéndome de hombros. “Tú conjetura es tan buena como la mía. Te lo


dije, él tiene sus putos secretos y mierda.” Mi padre definitivamente estaba ocultando
secretos importantes, putos secretos que quiero conocer porque tienen que ver con mi
chica, pero no tengo idea de cómo averiguarlo sin delatarme completamente. Ni
siquiera estaba seguro de cómo abordar el tema, porque no tenía la más mínima idea
de qué relación tenían o qué tan serios eran.

“Está bien. Pero tal vez deberíamos irnos antes de que cambie de parecer,” dijo ella.
Sonreí levemente y asentí, volviéndome y abriendo la puerta. Ella salió al porche,
temblando al momento que el aire la golpeó. Afuera estaba malditamente frío,
estábamos bajo cero. Salí detrás de ella, cerrando la puerta. Nos dirigimos a mi coche
y abrí la puerta para ella, ayudándola a entrar. Cerré la puerta del pasajero y rodeé el
coche corriendo, deslizándome en el asiento del conductor. Mis malditos dientes
castañeaban, mis putos dedos ya estaban congelados. Saqué la llave y encendí el
coche, de inmediato dándole a todo lo que daba a la calefacción.

“Dios, hace frío,” dijo Isabella, sus dientes castañeaban. Le eché un vistazo y sonrió.

“Te lo dije, tus jodidos pezones podrían cortar el vidrio,” le dije. Ella rodó los ojos y yo
me eché a reír. “Lo digo en serio. Desabrocha el abrigo, quítate la camisa y déjame
ver,” le dije jugando, extendiendo mi mano y apretando su seno izquierdo a través del
abrigo. Ella me miró con sus ojos amplios y estiró su mano, golpeando mi brazo con
fuerza. Quité rápidamente mi mano de su teta, frotándome el brazo donde ella me
golpeó, y riéndome. “Cristo, no tenías por qué golpearme tesoro, solo estaba
comprobando. Tú sabes, con fines de investigación y esa mierda.”

Ella se echó a reír, sacudiendo su cabeza. Estaba tan jodidamente agradecido de que
se estuviera relajando sexualmente conmigo lo suficiente que pudiera bromear con
ella, porque así era yo. Tenía una jodida mente sucia, no podía evitarlo. Me reí entre
dientes y metí la mano en mi bolsillo, sacando el iPod. Lo conecté y comencé a
desplazarme a través de la música mientras esperábamos que se descongelaran las
ventanas. Después de un momento me di por vencido, volviéndome hacia Isabella.
“¿Puedes manejar uno de estos?” Pregunté, haciendo un gesto con la cabeza hacia el
iPod. Ella me miró sorprendida y yo sonreí. “Solamente presiona estos botones hasta
que llegues a una canción que te guste, ¿de acuerdo? No soy tan jodidamente
exigente, me gusta toda la música que hay en él ya que es mía y todo.”

Ella asintió vacilante y puse el coche en marcha, ya que ahora podía ver por el
parabrisas. Salí del camino de entrada y llegué a la carretera principal, acelerando

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porque era un puto largo viaje a Seattle.

Charlamos tranquilamente durante el viaje y ella repasó la música, de vez en cuando


decidiéndose por una canción. Me di cuenta de que tenía un gusto bastante ecléctico y
pareciera que casi toda le gustaba. Tengo que admitir, que fue difícil dejar que alguien
más tuviera el control de mi música, incluso ella, pero lo hacía porque no tenía idea de
qué carajos le gustaba y quería saber.

El sol había salido y estaba brillando con ganas para el momento en que llegamos al
ferry. Compré el boleto y lo saqué, estacionándome. Isabella se veía aprensiva y un
poco tensa, y sabía que se había subido cuando mi padre la trajo desde Phoenix, pero
probablemente había estado muy aturdida porque en ese momento todo era muy
nuevo para ella. Estiré mi mano y agarré la suya, entrelazando nuestros dedos. Ella me
miró y sonrió, su tensión disipándose.

La miré por un momento antes de inclinarme hacia ella. Siguió mi ejemplo y presioné
mis labios en los suyos, separando sus labios con mi lengua. Ella gimió en mi boca y la
besé con intensidad.

“Te amo,” le dije, a medida que me alejaba de su boca. Ella sonrió.

“Yo también te amo, Edward,” dijo en voz baja. Sonreí complacido porque amé cuando
ella dijo que me amaba. Hizo que mi corazón fallara y latiera de forma errática, el
sonido de mi nombre deslizándose por sus labios, joder, fue lo que más me excitó.

Nos quedamos en el coche durante el viaje en ferry, porque afuera estaba jodidamente
frío, y arranqué cuando llegamos al otro lado. Manejé directamente hacia el centro
comercial Northgate, esperando que no estuviera tan lleno como si me hubiera ido
directamente al maldito centro de la ciudad, y llegamos justo cuando estaban
abriendo. Estacioné el coche y salí, caminando hacia Isabella y ayudándola a salir. Le
di una sonrisa y me incliné, dándole un beso breve.

“Ven, vamos a gastar algo de puto dinero,” le dije. Ella sonrió y asintió, tomando mi
mano. Nos dirigimos al interior y de inmediato se empezó a tensar, porque el lugar era
bastante grande y aunque era temprano, ya había mucha gente. Supongo que eso
sucede cuando te esperas a comprar en el último puñetero minuto, tienes que lidiar con
las multitudes.

Sujeté su mano y empecé a parlotear sobre mierda, esperando que centrara su


atención en mí y no en las otras personas alrededor. Caminamos por el centro
comercial por algunos minutos, sin entrar todavía en ninguna tienda, dándole tiempo
para que se relajara. Finalmente su tensión pareció aliviarse un poco, así que la
arrastré a Game Stop para poder conseguir un maldito juego para Emmett, ya que eso
era lo que por lo general hacía con su tiempo libre cuando no estaba con Rosalie. Le
conseguí “Stars Wars: Battlefront II” para xBox y agarré para Jasper “Age of Empire III”

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para la PC, porque a Jasper le gustaba esa mierda. Isabella se aferró a mí todo el
tiempo en la tienda, soltándome solamente el tiempo suficiente para poder sacar mi
billetera para pagar.

“¿Sabes qué quieres comprarles a todos?” Le pregunté, echándole un vistazo cuando


salimos de Game Stop. Ella frunció el ceño y negó con la cabeza.

“Yo, eh… en realidad no sé qué les gusta o qué es lo que hay,” dijo en voz baja. Asentí
con la cabeza, suspirando. Ella nunca antes había estado en una jodida tienda como
esta, así que por supuesto no lo sabía.

“Bueno, les encontraremos algo. Mis hermanos son fáciles. A Jasper le gusta cualquier
cosa que requiera estrategia, a él le gusta todo eso de la historia y esa mierda.
Especialmente la Guerra Civil. Ni siquiera sé si sabes qué es la guerra civil, pero es
cuando la escl…”

Me interrumpí rápidamente, congelándome, dándome cuenta que estaba a punto de


decir que fue cuando los esclavos fueron liberados. Ella me miró y sonrió con tristeza.

“Fue la guerra por la esclavitud, lo sé. Abraham Lincoln declaró que la esclavitud
estaba mal y en 1865 los esclavos fueron liberados y el Congreso declaró ilegal la
posesión de otra persona,” dijo en voz baja. Suspiré, apretando su mano levemente.

“No sabía que conocías esa mierda, pero supongo que sí. Demonios, te lo sabes mejor
que yo. No podría haberte dicho el puto año,” le dije. Ella sonrió, encogiéndose de
hombros.

“Puede que no tengamos educación, pero algo de lo que todos sabemos es de la


Proclamación de Emancipación,” ella dijo. “Al igual que todo cristiano tiene
conocimiento de la biblia, todo esclavo sabe del documento que se supone terminaría
con el sufrimiento. Es la única cosa a la que la mayoría se aferra, es la única pizca de
esperanza que tienen.”

Me quedé mirándola, la tristeza rasgando a través de mí cuando vi sus ojos vidriosos


por las lágrimas que estaba luchando por contener. Tenía una expresión triste en su
rostro y parpadeó un par de veces, una lágrima escapándose y deslizándose por su
mejilla. Ella levantó su mano y la limpió rápidamente, aclarándose la garganta. “Ven,
vamos a comprar,” dijo. Comenzó a caminar de nuevo, pero yo me quedé inmóvil,
agarrando su mano. Sintió mi resistencia y se detuvo, volviéndose hacia mí. La miré
fijamente por un momento, de pie a mitad del maldito centro comercial con gente por
todas partes, pero no me importaba. Tiré de su brazo, acercándola a mí y presioné mis
labios a los suyos con rapidez. Al principio ella se tensó, pero se relajó cuando la
abracé con fuerza. Aparté mis labios de los suyos y ella colocó su cabeza en mi pecho.
La apreté con fuerza, sabiendo que la gente probablemente se estaba preguntando
que carajos pasaba con nosotros, pero lo único que me importaba era el dolor

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emocional que sentía mi chica.

“No puedo salvarlos a todos, Bella, pero te prometo que te salvaré,” dije en voz baja.
“Así sea la última maldita cosa que haga.”

Ella se apartó de mí y aflojé mi agarre. Otra lágrima se deslizó por su mejilla pero
sonrió. “Ya me has salvado, más de lo que crees. No espero nada más, pero estoy
agradecida.”

Sonreí levemente. “Bueno,” dije, soltándola y limpiando sus lágrimas. “Pero pronto voy
a emitir una Proclamación de Emancipación para Isabella Swan, forzando a los que
están al mando a liberarte.”

Su ceño se frunció brevemente antes de que una expresión de comprensión llegara a


su rostro. “Así que, ¿tú eres Abraham Lincoln y tu padre es el Congreso?” Preguntó ella,
sonriendo.

Me reí entre dientes. “Estaba pensando que yo era el Norte y él el Sur, y por supuesto el
puto Norte gana, pero supongo que podrías decir eso. Siempre y cuando no me
disparen como lo hicieron con Lincoln. Quiero decir, en un santiamén recibiría un puta
bala por ti, tesoro, pero no estoy deseando tener que hacerlo. El último dolió como la
mierda, como para querer recibir otro.”

Sus ojos se abrieron sorprendidos y se me quedó viendo boquiabierta. Abrió la boca y


pareciera que estaba a punto de discutir, así que levanté mi mano para silenciarla
antes de que siquiera empezara. “Y joder, ni siquiera te atrevas a decir que no lo vales,
o que no tiene sentido, o ninguna de esas mierdas porque no quiero escucharlo.”

Su boca se cerró de pronto y sonreí. “Bien. Ahora, volvamos a las compras, porque ya
tenemos suficiente de conversaciones serias por hoy. Únicamente quiero pasar algo de
tiempo con mi chica lejos de toda esa mierda.”

Ella sonrió levemente. “Bueno, eso suena bien.” Asentí con la cabeza y llevé hacia
arriba nuestras manos entrelazadas, besando el dorso de la suya antes de caminar de
nuevo por el centro comercial.

“¿Qué jodidos estaba diciendo antes de que me distrajera?” Le pregunté.

Ella se rió, el alegre sonido disipó un poco el peso que sentía en mi corazón. “Que a
Jasper le gusta la guerra civil,” ella dijo. Asentí, recordado como es que llegamos al
tema de la esclavitud.

“Sí, le gusta. Y Emmett, bueno, él es la persona más poco exigente del planeta. Le
encantan los juegos de video, su guitarra y su novia. Y en cuanto a ella…” Empecé,
pero Isabella me interrumpió rápidamente.

“¿Emmett toca la guitarra?” Preguntó. Asentí con la cabeza.

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“Sí, los tres sabemos tocar la guitarra, aunque definitivamente no soy tan bueno como
Emmett,” dije. Ella me miró sorprendida.

“No sabía que también tocaras la guitarra,” dijo. Yo sonreí.

“¿No has notado la guitarra que está en la esquina de la habitación?” Le pregunté.


Ella se encogió de hombros.

“La vi, pero no sabía si sabías usarla ya que nunca la tocas,” dijo.

“Sí, bueno, la tomo de vez en cuando. Siempre he sido diestro en la música, significa
mucho para mí. Pasé por una larga fase en la que me negué a tocar el piano, aunque
es eso en lo que realmente está mi corazón, pero no pude resistir el impulso de crear
música por completo. Así que me conseguí la guitarra, porque podía tocarla encerrado
en mi habitación, lejos de todos los demás,” le dije.

Ella asintió, al parecer comprendiendo. Por un buen tiempo después de la muerte de mi


madre no pude soportar tocar, después de que fuera asesinada viniendo de mi recital
de piano. Aún toco pocas veces y, por lo general, cuando lo hago es la puta Marcha
Fúnebre, la maldita canción que estaba tocando esa noche ya que se quedó para
siempre en mi cabeza. Pero como todo lo demás, incluso eso había cambiado. Porque
de nuevo me estaban comiendo las ganas de tocar más, melodías ocasionales
rondaban por mi mente, con las cuales jugueteo en esos momentos en los que estoy
solo. Y sabía que era gracias a ella, porque Isabella me dio inspiración y abrió esas
partes de mí que había estado encerrando durante años.

“Siento haberte interrumpido, simplemente estaba sorprendida. ¿Estabas diciendo


algo sobre Rosalie?” Ella dijo. Asentí con la cabeza.

“Sí, Rosalie es una perra exigente, y disculpa mi lenguaje pero lo es. Pero ella ama su
coche y le encanta verse bien. No estoy diciendo que crea que se vea bien o esa
mierda,” rápidamente añadí, echándole un vistazo a Isabella. Ella sonrió pero no dijo
nada, así que continué. “Alice es fácil, a ella le gusta todo.”

Ella sonrió. “¿Y tú? ¿Qué le gusta al quisquilloso de Edward Cullen?” Preguntó,
levantado sus cejas.

Me reí entre dientes. “A él le gusta su novia, su coche y su piano. A la mierda todo lo


demás.”

Ella se echó a reír. “Bueno. No creo que pueda poner ninguna de esas cosas bajo el
árbol para ti.”

Me encogí de hombros. “No lo sé nena, me gusta algo la idea de que estés tú debajo
con nada más que un moño rojo,” dije en broma. Ella jadeó y yo me reí entre dientes.
“Sí, reservaremos esa idea para futuras Navidades. Aunque, hablando en serio, no

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necesito nada pero si te hace sentir mejor, yo mismo escogeré algo y tú lo envuelves
para mí.”

Ella sonrió y asintió con la cabeza. “Gracias. Me haría sentir mejor.”

Dimos un paseo por el centro comercial por un rato e Isabella empezó a relajarse, en
realidad sintiéndose lo suficientemente cómoda como para soltar mi mano y caminar a
una tienda, aunque siempre asegurándose de que estaba a la vista. Terminamos
encontrando algunas piezas de ajedrez de la maldita guerra civil para que Isabella le
comprara a Jasper, los cuales sabía que le iban a encantar. Le estábamos echando un
vistazo a una tienda de música y agarré un nuevo juego de herramientas para Emmett,
porque estaba cansado de que me pidiera el mío, e Isabella casualmente se encontró
algunas uñas blancas con “Rose” escrito con negro y un dibujo con plantilla de la flor
del otro lado. Ella las agarró de inmediato y tengo que admitirlo, era un regalo
jodidamente bueno. Sabía que a él le encantarían, porque no se veían para nada
afeminados y también le haría ganar malditos puntos con su vanidosa novia.

Finalmente nos desvié a la zapatería y escogí un par de Nikes blanco y negro con el
logotipo de Nike en color rosa para Isabella, porque mi padre dijo que le consiguiera
todo lo que necesitara y creí que necesitaba un par de Nikes. Cogí un par de Nikes
color verde y blanco para mí, ya que a mi chica le gustaba el verde, y le dije que ese
podría ser su regalo para mí. Parecía que iba a discutir una vez más, obviamente
queriéndome comprar algo más personal que un par de zapatos, pero se dio por
vencida. Tomé los zapatos y puse los dos pares en el mostrador, esperando que la
señora que manejaba la registradora viniera a marcar la venta, ya que estaba
hablando con otro cliente. Me puse algo impaciente esperando y envolví mis brazos en
torno a Isabella, pegando su espalda a mí. Ella levantó sus manos y frotó mis
antebrazos, recostándose en mí. Inhalé su cabello, oliendo la dulzura frutal y apoyé mi
cabeza en la de ella. Solamente nos quedamos allí de pie, abrazándonos el uno al
otro, cuando escuché mi nombre a nuestra espalda. Ella se tensó en el momento en que
las palabras “Edward Cullen” llegaron a sus oídos, pero yo tan solo giré un poco mi
cabeza para mirar porque reconocí la voz al toque y no había mierda de qué
preocuparse.

“¿Qué hay, Ben?” Pregunté, sonriéndole a él y a Angela. Giré nuestros cuerpos para
quedar frente a ellos e Isabella seguía tensa, pero no trató de apartarse.

“Vaya, entonces, supongo que es verdad,” dijo Angela, mirando de Isabella a mí. Rodé
los ojos pero sonreí con suficiencia.

“No sé de qué estás hablando, Angela,” le dije. Ella sonrió.

“No te preocupes, sabes que no soy chismosa. Tu vida amorosa es privada. Aunque he
de decir que nunca pensé que sucedería, pero me alegra que así sea,” dijo.

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“Sí, yo también me alegro,” le dije, inclinándome y dándole a Isabella un breve beso en
la mejilla. Ella sonrió y se ruborizó, lo que nos hizo a todos reír. “De todas maneras,
¿qué carajos están haciendo, chicos?”

Ben se encogió de hombros. “Terminando algunas compras de última hora,


escapándonos un rato de Forks.”

Asentí con la cabeza. La señora empezó a marcar mis zapatos, así que solté mis
brazos de Isabella y metí la mano en mi bolsillo sacando mi billetera. Le entregué la
American Express, gimiendo cuando la mujer pidió ver mi identificación. Firmé el jodido
papelito después de que se aseguró que yo era Edward Cullen e Isabella agarró la
bolsa antes de que yo pudiera discutir. Le arqueé una ceja, dándole una mirada
inquisidora, pero ella solamente sonrió.

“En fin, estábamos a punto de ir a comprar algo para comer en Panara Bread, ¿quieren
acompañarnos chicos?” Angela preguntó. Negué con la cabeza.

“Voy a llevarla a Red Robin, porque quiero algo extremadamente poco saludable y no
voy a sobrevivir el resto de este viaje de compras sin un maldito trago. O dos. Tal vez
tres,” le dije. Ben se echó a reír y Angela rodó los ojos en broma, pero Isabella me miró
sorprendida.

“Con novia o sin novia, veo que sigues siendo el mismo Cullen,” dijo Angela. Me encogí
de hombros y me reí entre dientes.

“Siempre,” le dije. “Aunque primero tengo que ir a dejar estás bolsas al coche, porque
se están poniendo jodidamente pesadas.” Ben asintió y sostuvo en alto las putas bolsas
que él estaba cuidando, indicándome lo mismo. Las mierdas que hacíamos por las
chicas, lo juro.

Isabella sonrió. “Tengo que ir al baño,” dijo en voz baja, mirándome. Le sonreí y asentí
con la cabeza, y estando a punto de abrir la boca y decirle que caminaríamos hacia
allá, cuando Angela intervino. “Yo puedo mostrarle dónde están los baños mientras
ustedes se libran de esas bolsas,” dijo. Miré a Isabella vacilante, y ella pareció
congelarse por un momento antes de asentir con la cabeza, fijando una sonrisa en su
rostro. No podría decir si estaba de acuerdo porque sintió que debía de hacerlo, o
porque realmente estaba bien con ello. Angela sonrió y le tendió la bolsa que estaba
sujetando a Ben, y yo me giré hacia Isabella para que me mirara.

“Puedes decir que no, bebé,” le susurré, inclinándome y besando brevemente sus
labios. Ella se ruborizó.

“Está bien, es razonable,” murmuró. Yo sonreí.

“De acuerdo. No te preocupes, Angela es agradable,” le dije. Ella sonreí y asintió

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“Está bien. Sólo, eh… no te tardes, ¿de acuerdo?” Ella dijo, levantándome sus cejas.
Asentí con la cabeza.

“Solamente serán unos minutos, y luego vamos a conseguir algo de comer,” le dije. Ella
sonrió, aparentemente aliviada, y me incliné para besarla de nuevo con suavidad,
tratando de tranquilizarla. Finalmente se apartó de mí y se volvió hacia Angela, quien
le sonreía. Me dio una última mirada y me entregó la bolsa de zapatos antes de
alejarse.

Cristo, únicamente iba a ir al puto baño y la vería en unos cinco minutos, pero verla
alejarse de mí era malditamente difícil. Ben se acercó y me palmeó en la espalda,
riéndose.

“Cullen, estás jodidamente enamorado, quién lo hubiera pensado,” dijo, divertido.


Estiré mi brazo y le di un puñetazo en el brazo, sonriendo.

“Sí, bueno, guárdate esa mierda porque estamos tratando de mantenerlo en secreto,”
le dije. “No sé cómo se lo vaya a tomar mi padre, ya que vivimos juntos y toda esa
mierda.”

Él asintió con la cabeza. “Sabes que no diré nada. Sin embargo, hablando de tu
padre, me topé con él ayer en Forks, me preguntó por ti.”

Mis ojos se estrecharon un poco y miré a Ben. “¿Qué quería saber?”

Ben se encogió de hombros. “Tan solo me preguntó si me había dado cuenta que
parecías más feliz últimamente. También quería saber si últimamente me habías
comprado mierda fuerte. Le dije que no me habías comprado mierda en
aproximadamente dos meses, que parecías estar un poco más tranquilo, pero que
aparte de eso, seguías siendo el mismo Cullen.”

Asentí con la cabeza. “Sí, tengo que dejar esa mierda. La última vez me dio una
hemorragia nasal de los mil demonios.” Dije. Ben asintió con la cabeza.

“Por eso nunca la toco,” dijo. Rodé los ojos.

“Aun así, me la vendes a mí,” le dije. Él se echó a reír.

“Bueno, ¿quién me la vendió a mí en primer lugar?” Me preguntó. Me reí entre dientes


negando con la cabeza, porque que de todos modos era mi culpa, siendo yo el que
conectó a Ben con papá y sus contactos de mierda. Salimos del centro comercial y nos
dirigimos hacia el estacionamiento a dejar las bolsas. Encontré el Volvo y abrí el
maletero, poniendo las bolsas dentro y cerrándolo. Ben estaba estacionado a unas dos
filas más allá y se volvió a reunir conmigo en mi coche, dirigiéndonos de nuevo al
interior. Caminamos al otro extremo del centro comercial, donde estaba la zona de
restaurantes, y la vi de inmediato mientras me acercaba. Estaba sonriendo, viéndose

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realmente feliz, como una jodida adolescente normal. Angela le dijo algo y ella levantó
la vista, sus ojos encontraron los míos y de inmediato centellearon, su rostro se iluminó.
Sí, joder, era fácil ver que ella me amaba. Sonreí con suficiencia y me acerqué a ella,
envolviendo mis brazos a su alrededor. “Mi sei mancata*,” le murmuré. Ella sonrió y me
devolvió el abrazo. “¿Estás lista para ir a comer, tesoro?” Ella se alejó un poco y asintió
con cabeza. Nos despedimos de Ben y Angela y nos dirigimos a Red Robin, donde dijo
la señora que al menos teníamos que esperar unos 45 minutos, pero después de pedir
hablar con el gerente y pasarle algo de dinero, nos pasaron rápidamente. Ordenamos
unas hamburguesas enormes, lo cual fue divertido observar como ella trataba de
comérsela, y me tomé un Té helado Nuclear (N.T. Una bebida con vodka) porque no
estaba mintiendo cuando dije que iba a necesitar un trago para soportar el resto de las
compras. Terminé tomando un segundo, sabiendo que los efectos de esa mierda se
pasarían para cuando tuviera que conducir, y le di un sorbo a Isabella
disimuladamente. Ella hizo la puta cara más chistosa que había visto y me reí con
fuerza, probablemente perturbando a los pendejos que estaban sentados cerca, pero
me importaba una mierda.

“¿Así que tú y Angela se llevaron bien?” Le pregunté. Ella sonrió y asintió con la
cabeza.

“Sí, ella fue muy amable. Me preguntó cómo conocí a tu familia, cómo es que me vine a
vivir contigo y no supe cómo contestarle, así que sólo le dije que nuestras familias se
conocían,” ella me dijo. Asentí con la cabeza.

“Eso funciona. Supongo que también es la puta verdad,” dije, encogiéndome de


hombros. Ella asintió con la cabeza. “¿Sabes? Ustedes dos podrían ser amigas. Tienes
permitido tenerlas, puede que te guste tener a alguien en torno a ti que no sepa… tú
sabes…” Le dije, sin querer decir esa mierda directamente. Ella suspiró y negó con la
cabeza.

“Ella es una buena persona, pero no sería justo,” ella dijo. La miré confundido y sonrió
con tristeza. “¿Qué clase de amiga sería, mintiéndole acerca de mí? Claramente no
puedo decirle la verdad, y estaría mal inducirla en una amistad bajo esas
circunstancias. No sería justo para ella y no quiero ser esa clase de persona.”

Me le quedé mirando por un momento, un poco sorprendido de lo jodidamente


desinteresada que era, pero no pude encontrar algún argumento para tratar de
cambiar su forma de pensar que no me hiciera ver como un grandísimo pendejo. ¿Qué
se supone que le iba a decir? ‘¿Caray, Bella, todos decimos jodidas mentiras así que
no importa?’ Así que, solamente me quedé en silencio y mantuve la boca cerrada con
comprensión. Después de comer de nuevo nos pusimos en camino por el centro
comercial. Llegamos a Victoria Secret y me detuve frente a la tienda, sonriendo con
suficiencia. Isabella vio la tienda vacilante, sus ojos se abrieron por la sorpresa cuando
vio los maniquíes con la lencería en el escaparate. Me reí entre dientes y la metí,

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agradecido de que no se resistiera en realidad.

“¿La gente realmente usa esto?” Preguntó en voz baja después de un momento. Me
encogí de hombros.

“Algunas chicas lo hacen. Apuesto a que te verías sexy en uno de estos modelitos,” le
dije, pasando mi mano a lo largo de una lencería extravagante de color negro,
transparente con encaje y ligas colgando de ella. Horrorizada, abrió mucho los ojos y
me miró boquiabierta.

“No la vas a comprar para mí, ¿cierto?” Preguntó, sonando un poco aterrada. Me reí
entre dientes, moviendo la cabeza.

“No. No ahora de todos modos. Tal vez en algunos años. Pero puedes comprar algo de
ropa sexy para mí,” le dije, levantando una ceja. Ella se ruborizó y me reí. “Vamos,” le
dije, agarrando de nuevo su mano y llevándola hacia un estante de conjuntos de
sostenes y bragas, le dije que escogiera un conjunto a juego y ella me miró sorprendida
por un momento, pero finalmente se volvió hacia ellos, mirándolos con cuidado. Sacó
un sostén de encaje color azul con un par de cacheteros a juego y me miró nerviosa,
llevando su labio inferior al interior de su boca para masticarlo. Sonreí y los tomé,
caminando hacia el mostrador. Se los entregué a la señora, sin una pizca de maldita
vergüenza por estar en esta tienda como la mayoría de los hombres estaría, y compré
dos tarjetas de regalo de $100 dólares para Alice y Rose porque le saco al bulto
cuando se trata de comprarles mierdas y siempre les compro tarjetas de regalo.

Dejamos la tienda y ella miró hacia atrás brevemente. No me perdí la pequeña sonrisa
que puso en sus labios cuando vio la lencería, una vez más. Sí, definitivamente mi
chica tenía potencial en ese departamento.

Recorrimos las tiendas por un rato e Isabella encontró una foto enmarcada de
Campanita del Ballet de Peter Pan. Su rostro se iluminó y lo agarró para Alice de
inmediato. Tuve que admitir, que esa mierda era perfecta, porque Alice amaba las
bailarinas ya que solía ser una cuando era más joven y por supuesto, Alice misma se
parece a una maldita pequeña duende. Pasamos caminando junto a una tienda de
juguetes cuando Isabella vio un BMW con control remoto en el escaparate. Se detuvo y
se volvió hacia mí, arqueando sus cejas, expectante. Le eché un vistazo y sonreí,
dándome cuenta que era exactamente el mismo puto coche que Rosalie conducía. Me
reí entre dientes y la arrastré al interior de la tienda, porque era el regalo perfecto para
Rose. Mi chica, ni siquiera necesitó mi ayuda, ella por sí sola era excelente para dar
regalos.

Después de terminar con eso entré en una tienda para echarle un vistazo a algunas
figuras de jade, tratando de escoger una para Esme. Sabía que ella las coleccionaba
ya que solía verlas por toda su casa. Estaba examinando algunas cuando Bella se
echó a reír. Apuntó a un león, sonriendo.

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“Me gusta el león. Me recuerda tu cabello,” dijo en broma. Rodé los ojos, pero agarré el
león.

“Sí, lo sé, necesito un maldito corte,” murmuré. Me acerqué al mostrador para pagarlo
e Isabella continúo riéndose. Agarré la bolsa y salimos de la tienda. De nuevo comencé
a andar por el centro comercial, pero Isabella vaciló. Me detuve y me volví para
mirarla, ella sonrió. Alzó la mano y me quitó la gorra de béisbol, pasando sus dedos
por mi desordenado cabello. Dio unas risitas y se alzó de puntillas, su rostro iluminado
por la alegría. Sonreí, porque era jodidamente imposible no sonreír cuando ella estaba
tan feliz, y me agaché. Ella me besó con profundidad, dejándome jodidamente atónito
porque estábamos en público, y después de un momento me aparté. Ella se rió un poco
más, sonando malditamente despreocupada.

“Me gusta tu cabello, te da carácter,” dijo. Le sonreí y le arrebaté la gorra


poniéndomela de nuevo. Estiré mi mano y rocé sus labios con la punta de mis dedos.

“Vaya, gracias,” le dije. “¿Ya estás casi lista para irnos de aquí? Todo esta gente me
está haciendo sentir puta claustrofobia y mis malditos pies me están empezando a
doler.”

Ella sonrió, mirando alrededor. Estaba sorprendido de que ya no entrara en pánico por
la gran cantidad de gente que había aquí en este momento. Finalmente asintió. “Sí,
estoy lista. Pero, eh… ¿debería comprar algo para tu padre?” Preguntó. Le negué con
la cabeza y su ceño se frunció.

“¿No sería faltarle al respeto el no hacerlo?”

Suspiré. “No, él no espera nada,” le dije, encogiéndome de hombros. No veía cual era
el problema, pero ella sólo se quedó ahí parada, mirándome.

“Sin embargo, creo que debería de hacerlo,” dijo. Gruñí, pero asentí con la cabeza.

“Bien, simplemente cómprale una jodida corbata o algo así,” murmuré. Ella asintió y de
nuevo empezamos a caminar por el centro comercial. Entré en una tienda y ella eligió
una corbata Salvatore Ferragamo de seda italiana color verde, lo que tengo que
admitir era un bonito regalo de mierda. Pagué y la estaba sacando de la tienda, pero
me congelé y me quejé. “Mierda nena, nos olvidamos de comprarte un abrigo.”

Ella parecía sorprendida, obviamente también se le había olvidado. Salimos al centro


comercial y caminamos por él, deteniéndonos en The Gap. No era un gran fan de The
Gap, pero sabía que ahí tenían abrigos para ella. Ella escogió una chaqueta marrón y
nos quedamos parados haciendo fila unos 20 malditos minutos, antes de que pudiera
pagar por ella. Finalmente salimos de la tienda y me volví hacia ella, arqueándole una
ceja. “¿Ya hemos terminado?” Le pregunté. Ella sonrió y asintió, lo que me hizo dar un
suspiro de alivio. Necesitaba otro puto trago después de todo eso. O tal vez un porro.
Algo para calmar mis malditos nervios.

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Salimos hacia el coche y abrí su puerta, ayudándola a entrar. Arrojé las bolsas en el
maletero y entré, encendiendo el coche y poniéndole en marcha. El tráfico estaba
jodidamente pesado, lo que me molestó porque odiaba ir despacio y estar sentado ahí.
Estaba agarrando el volante con fuerza, enojado, mi temperamento comenzaba a
aflorar. Estaba tomando respiraciones profundas, porque habíamos tenido un buen día
y no quería explotar y arruinárselo a ella. Estaba actuando casi jodidamente normal,
tan despreocupada y feliz, y no necesitaba ser un idiota con ella sin ningún motivo,
sólo porque un maldito idiota en una camioneta enorme con un chingo de niños no
pueda conducir 3 putos metros sin golpear los putos frenos sin necesidad.

¿Quién necesita un puto coche tan grande de todos modos? Juro que parece más un
autobús que nada, ¿cuántos malditos niños necesita una persona? De acuerdo, me di
cuenta que estaba siendo un pendejo porque estaba molesto, pero no podía evitarlo.
Apenas la semana pasada le había dicho a Isabella que podía tener una gran familia,
si ella quería, y esa mierda la dije en serio. Honestamente, nunca, siquiera, había
pensado en tener hijos, pensé que envejecería y moriría sin heredero, porque eso era
mejor que afligir al mundo con otro gilipollas como yo. Pero Isabella era jodidamente
buena, ella tenía una hermosa alma, así que probablemente equilibraría mis
obviamente jodidos genes en cualquier prole que creemos. Y podía imaginarla con un
montón de pequeños cabrones pelirrojos como yo armando jodidos escándalos y
pequeñas bellezas como ella, toda dulzura y esa mierda. Una casa enorme llena de
bondad y maldad, equilibrándose entre sí. Podíamos tener niños uno tras otro como
mamá lo hizo, ya que ella siempre quiso una jodida familia grande. No sé por qué se
detuvo después de mí, papá dijo que ella quería tener al menos media docena más.
Pero, como sea, podíamos permitírnoslo. Podíamos tener tantos bebés como ella
quisiera, podíamos ser la próxima maldita generación de la familia Duggar, (N.T. De
un reality show llamado 19 Niños y Contando, la familia Duggar la componen el papá
Jim Bob la mamá Michelle Duggar y sus 19 hijos) embarazándonos cada puto año. Pero
ya saben, nada de eso sucederá nunca si esa maldita camioneta delante de nosotros
no se quitaba de mi puto camino.

“¿Estás bien?” Preguntó Isabella en voz baja después de un momento. Le eché un


vistazo y puse una jodida sonrisa en mi rostro para esconder mi ira irracional, pero
obviamente no la convencí. Me miraba con escepticismo.

“¿Por qué no lo estaría?” Le pregunté.

Ella suspiró. “Estás rechinando los dientes, lo haces cuando estás irritado por algo.”

“¿Lo hago?”

“Cuando hago algo que encuentras molesto, empiezas a rechinar los dientes, supongo
que para evitar decir algo,” dijo en voz baja. Sonreí, está vez con más ganas y quité mi
mano del volante. Estiré mi mano y tomé la suya, entrelazando nuestros dedos y
colocándolas en su muslo.

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“No me di cuenta que hacía esa mierda. Pero sí, últimamente he estado tratando de
controlar mi mal genio porque sé que exploto por mierdas estúpidas. Justo como ahora,
estoy malditamente cerca de gritarle a esa puta camioneta frente a nosotros, pero no es
como si fuera su maldita culpa. Ellos tienen un coche frente a ellos. Tú no hiciste nada
malo, tuve un hermoso día contigo,” le dije. Ella sonrío levemente, asintiendo con la
cabeza.

“También tuve un hermoso día,” dijo en voz baja, volviendo su cabeza y mirando por la
ventana. Miré el reloj, dándome cuenta que ya pasaban de las 6 pm, lo que significaba
que habíamos estado en ese maldito centro comercial como 8 horas.

“¿Tienes hambre de nuevo?” Podemos detenernos en algún lugar de camino a casa.


De todos modos, tengo que pasar a algún lugar en Port Angeles,” le ofrecí. Ella sacudió
la cabeza.

“No, pero gracias,” me dijo. Asentí con la cabeza y volví mi atención hacia el tráfico,
una vez más molesto de que no nos estuviéramos moviendo. Empecé a parlotear con
toda tranquilidad acerca de pendejadas, tratando de distraerme. Finalmente
comenzamos a movernos, conduje a través de la ciudad hacia el ferry. Lo abordamos y
esta vez nos bajamos, ya que se había calentado un poco. Paseamos por la cubierta e
Isabella observaba el agua con asombro, mientras yo envolvía mis brazos en torno a
ella y solamente la abrazaba. Cuando llegamos a la orilla, volvimos a subir al coche y
lo puse en marcha, saliendo del ferry.

El viaje a Port Angeles pasó relativamente rápido, a pesar de la distancia. Me detuve


frente a la vieja casa de ladrillo, apagando el motor. Suspiré, vacilante. “Prefiero que
esperes aquí, no quiero que entres en este lugar,” le dije. Su ceño se frunció y se me
quedó viendo con confusión.

“¿Qué es este lugar?” Me preguntó. Le sonreí con timidez.

“Es un… bueno, es donde consigo toda la mierda mala con la que no quieres tener
nada que ver. No sé cómo lo llamarías. Pero consigo mierda del mercado por medio de
estos chicos y necesito recoger el presente de mi padre,” le dije. “Sólo estaré unos
minutos.”

Ella asintió vacilante y extendí mi mano, abriendo la guantera. Saqué el sobre manila
y la cerré, inclinándome y dándole a Isabella un breve beso. Salí, cerrando las puertas
y encerrándola dentro. El barrio era relativamente seguro, a pesar de que la casa era
en sí la más peligrosa de la ciudad, así que sabía que estaría más segura en el puto
coche que en la casa. Me guardé el sobre en el abrigo y me acerqué a la puerta,
tocando suavemente, asegurándome de no tocar con fuerza como la maldita policía y
hacerlos que se pusieran paranoicos. La puerta de entrada se abrió después de un
momento y el tipo me miró con recelo antes de hacerse a un lado y apurarme a entrar.
Caminé por el corredor hacia una gran habitación. Un hombre me miró y sonrió.

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“Ah, el joven señor Cullen, me preguntaba cuándo iba a llegar. Pensé que tal vez
habías cambiado de opinión,” dijo. Sonreí con suficiencia.

“¿Desde cuándo cambio de opinión?” Le pregunté. Él se echó a reír, negando con la


cabeza.

“Nunca,” dijo. Asentí y él se levantó, saliendo de la habitación. Me quedé ahí, mirando


alrededor. Había unos cuantos hombres en la casa, todos ellos con armas claramente
expuestas. Todos ellos eran cabrones duros, sin un solo hueso compasivo en su puto
cuerpo.

El hombre volvió después de un momento cargando el arma de gran tamaño. Era una
M1 Garand, tipo militar, Nacional para Combate Tipo 2, calidad de colección. Era lo
mejor de lo mejor cuando se trataba de rifles militares en la opinión de mi padre.
Puedes conseguirlos por excedentes a través del gobierno, pero este tipo de arma en
particular estaba retenida por al menos un año y no era fácil conseguir una aprobación
a través del Programa de Tiradores Civiles Expertos (N.T. Civilian Markmanship
Program- es un programa decretado por el gobierno de los Estados Unidos que
promueve el entrenamiento seguro para armas y prácticas de rifle para todo ciudadano
estadounidense calificado. Todo ciudadano estadounidense que no tenga prohibido
legalmente poseer un arma puede comprar un rifle de excedente militar de este
programa, obviamente esto no incluye a miembros de la mafia) especialmente cuando
eres sospechoso de estar vinculado a cualquier persona en dentro de la mafia. Mi
padre tenía uno hace un año en Chicago, pero fue decomisado por la ATF (N.T.
Departamento de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos. Organización de las
autoridades federales que investiga y prevé los delitos federales que implican el uso
ilícito, la fabricación y posesión de armas de fuego, además de otras cosas).

Me lo entregó y lo miré brevemente, asintiendo con la cabeza. Metí la mano en mi


abrigo y saqué el sobre, entregándoselo. Él lo abrió y sacó el efectivo, contándolo para
asegurarse que todos los $6,000 estaban ahí.

“Siempre mi cliente favorito,” dijo, sonriendo. Entró en la habitación del fondo y regresó
con una caja larga para meter el rifle. Lanzó dentro algunas municiones y me lo
entregó, estirando su mano. Se la estreché con firmeza y asentí con la cabeza.

“Es bueno hacer negocios contigo,” le dije. Me di la vuelta y salí rápidamente de la


casa, prácticamente bajando los pinches escalones del frente de un salto para llegar al
coche. Abrí el maletero y puse el paquete dentro, quité el seguro de las puertas y entré.
Isabella me miró inquisitiva, obviamente preguntándose qué había comprado, y le
sonreí tímidamente. “Es un arma.”

Ella asintió con compresión y volvió la cabeza para mirar por la ventana. Encendí el
coche y me alejé de la acera, acelerando a casa.

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Estaba oscuro cuando llegamos, aún más frío de lo que había estado esta mañana.
Salimos del coche y abrí el maletero, empezando a agarrar las bolsas. Isabella se
acercó a ayudar, pero le dije que entrara directamente en la casa, porque estaba
jodidamente frío y no quería que se enfermara. Caminó hacia el porche y abrió la
puerta, manteniéndola abierta para mí. Aventé las bolsas dentro del vestíbulo y cerré el
coche, poniendo los seguros. Entré y subimos las bolsas a mi habitación.

Isabella se quitó el abrigo que llevaba y lo colocó con cuidado a lo ancho del extremo
de la cama. Me quité el mío y lo arrojé hacia el armario, pero aterrizó en el suelo. Vi
que la comisura de sus labios se elevó un poco y gemí. Caminé hacia allá y recogí el
abrigo, agarrando un gancho para colgarlo. Extendí mi mano y me dio el otro, que
también colgué.

“¿Feliz?” Le pregunté. Ella sonrió.

“Nunca estuve infeliz, Edward,” dijo, su voz dulce y entrecortada con un deje de
diversión. Rodé los ojos y me acerqué a ella, envolviendo mis brazos a su alrededor. De
inmediato me fui a su cuello, degustando su carne deliciosa. Ella gimió y ladeó su
cabeza para darme un mejor acceso. Levantó sus manos y agarró mi gorra, sacándola
y arrojándola al otro lado de la habitación. Empecé a reír y me aparté de su cuello.

“¿Cuál es la razón por la cual tú puedes tirar las malditas cosas por la habitación y yo
no?” Le pregunté. Ella sonrió y se encogió de hombros.

“No sé de qué estás hablando,” dijo jugando. Rodé los ojos y la hice caminar hacia
atrás, levantándola y arrojándola sobre la cama. Ella se echó a reír y se quitó los
zapatos, dejándolos caer al suelo con un ruido sordo. Yo me quité los míos y me subí a
la cama, cerniéndome sobre ella y besándola brevemente, antes de caer a su lado en
la cama porque mis extremidades estaban cansadas.

“Cristo, estoy tan malditamente cansado para incluso una sesión de besos y manoseo,”
le dije. Mi cuerpo de verdad se sentía malditamente agotado, mis párpados pesados
por la falta de sueño de anoche. Isabella suspiró, rodándose hacia su costado.

“Yo estoy…” Empezó, antes de que se le escapara un pinche bostezo. Me eché a reír y
la atraje hacia mí, abrazándola con fuerza.

“Lo sé nena, yo también,” le dije. “Vamos a dormir.” Cerré mis ojos y ella se acurrucó
en mí, tarareando suavemente.

“Tengo que ir a mi habitación a cambiarme,” murmuró. Yo gemí.

“No, no lo harás. No puedes dejarme sólo,” le dije, haciendo un puto puchero. Estaba
demasiado cómodo como para que ella se levantara, no quería moverme. Ella se rió.

“Solamente me iré por unos minutos,” me dijo. Negué con la cabeza.

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“Pero te voy a extrañar,” le dije, dándome cuenta de que estaba lloriqueando como una
pequeña perra, pero no me importó. No quería que se moviera. Ella era jodidamente
cálida y acogedora.

Ella se rió un poco más. “Pero estos vaqueros son incómodos,” dijo.

“Pues quítatelos,” le dije. Ella suspiró.

“¿Y está camiseta? No está exactamente diseñada para dormir en ella.”

“Quítatela también,” le dije de inmediato.

“¿Y qué pasa con la luz?”

“¿Qué pasa con ella? Siempre acostumbrabas dormir con ella encendida,” murmuré.
Ella me había confesado que solía dormir con la luz encendida para no sentirse tan
sola, tan abandonada, pero que ya no necesitaba esa mierda desde que me tenía a mí.

Se quedó callada por un momento, acurrucándose más en mí. Le sonreí, sabiendo que
estaba cediendo con esa mierda.

“Tienes una respuesta para todo, ¿cierto?” Murmuró después de un rato. Me reí entre
dientes.

“Tú sabes que sí,” le dije. Ella suspiró y se levantó. Rápidamente abrí los ojos,
pensando que tal vez se iba a ir después de todo. Cristo, realmente no había ningún
problema, simplemente estaba siendo un pendejo al respecto. “Puedes ir a cambiarte
Bella. Voy a estar aquí,” le dije, sin querer que estuviera jodidamente incómoda. Ella
me echó un vistazo y sonrió, bajando su mano y agarrando el dobladillo de su
camiseta. La subió por sobre su cabeza, dejando al descubierto su sujetador de encaje
negro. Gruñí cuando lo vi y ella se rió.

“Sé que puedo ir a cambiarme,” dijo, tirando la camiseta en el suelo. Se acostó junto a
mí y se desabrochó y bajó el cierre de sus vaqueros, levantándose un poco para
bajarlos de su trasero. Levantó las piernas y se los sacó, dejándolos caer al suelo. Me
le quedé mirando aturdido, sorprendido de que realmente lo hiciera. Dejé que mis ojos
bajaran lentamente por su cuerpo, sintiendo mi polla endurecerse.

“Cristo, eres hermosa,” le dije, extendiendo mi mano y pasándola por su estómago.


Deslicé mis dedos bajo la copa de su sujetador, encontrando inmediatamente su pezón
endurecido. Ella jadeó y me di la vuelta, a punto de besarla pero ella alejó su cuerpo
de mí y dio unas risitas.

“Pensé que estabas demasiado cansado para una sesión de besos y manoseo,
Edward,” me dijo. Yo gruñí.

“Pensé que lo estaba pero luego vienes tú y prácticamente me haces un puto striptease.

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No puedes esperar en serio que me quede con las manos quietas contigo usando
únicamente eso,” le dije. Ella se rió aún más.

“Tú fuiste el que me dijo que lo hiciera,” dijo. Suspiré, rodando los ojos.

“Lo sé, pero maldita sea, en cierto modo no esperaba que lo hicieras. Te estás
volviendo terriblemente atrevida, tesoro,” le dije. “Pero sí, tienes razón. Sin tocar, lo
entiendo.”

Me desabroché la hebilla del cinturón y me lo quité, arrojándolo al suelo. Me


desabroché los pantalones y me los quité, dejándolos también caer en el suelo. Me
senté y me quité la camisa, tirándola a un lado, quedándome en calzoncillos. Me
levanté de la cama y caminé hacia el interruptor de la luz apagando la luz. Caminé de
regreso y me dejé caer en la cama de nuevo con un gemido. Isabella se rió y de nuevo
se acurrucó en mí. “Puedes tocar,” dijo en voz baja. Suspiré y la apreté.

“Lo sé, pero realmente estoy agotado,” le dije, cerrando los ojos. Ella se echó a reír y yo
junto con ella, porque me di cuenta que acabamos de pasar por toda esa mierda por
nada. Rápidamente caí en sueño profundo sin sueños. Me desperté en una habitación
envuelta parcialmente en luz y le eché un vistazo al reloj, viendo que eran casi las 11
am. Escuché a Isabella murmurar y la miré para ver sus ojos abiertos. Me vio mirándole
y sonrió somnolienta.

“Buenos días,” murmuró. Sonreí, rodándome ligeramente sobre ella y besando la punta
de su nariz.

“Buenos días para ti también, bella durmiente,” dije en voz baja. Ella se rió y se
incorporó de manera que estaba sentada. Salí de la cama y estiré mi espalda. “Tengo
que tomar una ducha.”

Ella suspiró. “Yo también,” dijo, poniéndose de pie. Comenzó a recoger la ropa y me
quedé parado, observándola, prácticamente hipnotizado por la jodida manera en que
se le hacían unos ligeros hoyuelos en el trasero cuando se erguía y como su vientre se
tensaba cuando se inclinaba. Eran pequeñas mierdas, pero eran mierdas que nunca
antes había notado. Una vez que había recogido su ropa, atravesó corriendo
rápidamente el pasillo.

Entré al baño y me quité los boxers, abriendo el agua caliente y poniéndome debajo de
la ducha. Me lavé el cuerpo rápidamente, lavando mi cabello. Mi polla estaba dura y
me debatí por un momento antes de apoyarme contra la pared de la ducha,
envolviendo mi mano en ella. La acaricié un par de veces, gimiendo y cerrando los
ojos. Casi de inmediato la tensión empezó a aumentar y la acaricié más rápido,
agarrándola con fuerza. Me tomó un par de minutos llegar a la cima, mis rodillas casi
se sacudieron cuando exploté. Gruñí, apretando los dientes para mantener bajo el
maldito ruido, y todo mi cuerpo se sacudió. Me lavé con rapidez y cerré la llave del

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agua, sintiéndome mucho mejor después de conseguir algo de liberación. Sí, joder,
todavía me seguía masturbando diario, a veces varias veces. Mi apetito sexual siempre
ha estado fuera de control y mi chica haciéndome una paja no iba a cambiar eso.

Cristo, con sólo pensar en ella haciéndome una paja ya tenía a mi polla moviéndose de
nuevo. La forma en que se sentía su pequeña mano envuelta en torno a ella, sus
pinches reacciones tan inocentes. Juro que fue el mejor puto orgasmo de mi vida. Al
principio ella había estado un poco temerosa pero se sobrepuso, obviamente
determinada y jodidamente empecinada en darme placer. Fue entrañable, tenía que
reconocerlo. Mi niña era tenaz y llena de determinación. No tenía duda alguna de que
si Isabella Swan se proponía algo, iba a tener éxito en ello.

Ella no me había tocado desde entonces pero el recuerdo de ello estaba tatuado en
fuego en mi mente. Para ser honesto, yo tampoco la había tocado en realidad, aunque
hubiera querido hacerlo, porque no quería hacer del sexo una mierda entre nosotros,
no quería que se convirtiera en solamente parte de la rutina o algo así. Básicamente no
quería que pensara que, porque estaba durmiendo en mi puta cama todas las noches,
tenía que hacer que me corriera cada noche.

Así que, sí, todavía sigo recurriendo a masturbarme en la puñetera ducha, tratando de
caminar en una fina línea en lo que tiene que ver con intimar con ella de manera que
se siga sintiendo cómoda estando tan cerca físicamente de mí.

Me vestí e Isabella regresó a mi habitación después de un rato, toda fresca, limpia y


oliendo jodidamente fantástico. No pude resistir acariciar su cuello con mi nariz y
mordisquear un poco el lóbulo de su oreja por lo deliciosa que estaba. Tomamos algo
para desayunar en la cocina y platicamos con mis hermanos un rato antes de
encerrarnos en mi habitación para envolver regalos. Obviamente ella nunca antes
había envuelto nada en su puta vida, porque estaba siendo una maldita perfeccionista
y lo veía como si fuera algún tipo de rompecabezas complejo que estaba tratando de
entender. Me tuve que reír de ella un par de veces cuando su cara se arrugó por la
concentración y empezó a doblar meticulosamente el puñetero papel. Yo tan solo
envolví la mierda sin ningún cuidado, asegurándome que no se vea y lo pegué con
cinta para que se sujetara. Probablemente utilicé un rollo entero de cinta, y
probablemente necesiten un puto cuchillo para atravesarlo, pero está envuelto así que
esa mierda tiene que contar para algo.

Después de envolver los regalos, tomamos algo de comer y volvimos a mi habitación


para ver una película. Alrededor de las 5 pm suspiré y me levanté, apagando la
televisión. Le eché un vistazo a Isabella y ella me miró con escepticismo. Estaba un
poco nervioso y podía sentir la preocupación en mi interior luchando por adueñarse de
mí, porque sabía que Esme estaría aquí con mi padre en cualquier momento.

“Mi tía deberá estar aquí pronto,” dije en voz baja. Ella se me quedó viendo por un
momento antes de asentir, sonriendo.

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“¿Deberíamos bajar?” Preguntó en voz baja. La miré por un momento antes de asentir.

“Sí, probablemente deberíamos hacerlo. Sólo relájate, ¿de acuerdo? Esme es amable,”
le dije, tratando de tranquilizarla una vez más. Ella asintió y se puso de pie, pasando
las manos por su ropa un poco nerviosa. Salí de la habitación y me siguió, bajando las
escaleras en silencio. Escuché la televisión cuando llegamos al vestíbulo y nos
dirigimos a la sala de estar. Jasper y Emmet levantaron la vista hacia nosotros,
sonriendo, y me dejé caer en el sofá en el extremo opuesto que Jasper. Isabella dudó,
pero se acercó y se sentó con cuidado entre Jasper y yo.

Nos sentamos tranquilamente charlando, viendo Kill Bill. Isabella la veía atentamente
pero tenía una expresión de confusión en su rostro, obviamente sin tener una puta idea
de qué se trataba. Después de unos 45 minutos oí un coche detenerse afuera en el
frente y por la esquina de mi ojo pude ver a Isabella tensarse un poco, obviamente
porque también lo había escuchado.

Extendí mi mano y la coloqué en su rodilla en un intento de apretarla levemente,


tratando de tranquilizarla, pero evidentemente estaba más nerviosa de lo que
esperaba porque gritó y dio un salto. Me congelé, y Jasper y Emmett miraron hacia
nosotros confundidos. Negué con la cabeza y les lancé unas miradas que claramente
les decían que no hicieran ni una puta pregunta, y permanecieron en silencio.

La puerta principal se abrió e inmediatamente escuché la voz de mi padre, seguida por


una encantadora, cálida y suave risa. Jasper y Emmett de inmediato se entusiasmaron,
levantándose de un salto. Escuché la puerta principal cerrarse y los dos se dirigieron
directamente a la sala de estar, hablando y riendo. Mi expectación crecía con cada
paso que daban, ya que amaba a mi jodida tía y la extrañaba una mierda, pero sabía
que a cada paso la ansiedad de Isabella aumentaba. Levanté la vista a medida que se
acercaban, sonriendo al momento que mis ojos se posaron en Esme. Jasper y Emmett
prácticamente la atropellaron tratando de abrazarla, haciéndola desaparecer entre
ellos. Esme no era precisamente una persona pequeña, tal vez 1,70 de estatura, pero
era delgada y había algo delicado en su apariencia. Su rostro era en forma de corazón
y tenía el cabello de un castaño dorado suave, casi del color del caramelo, y cálidos
ojos castaños que coincidían con el color de su pelo. Su apariencia era completamente
opuesta a la de papá, ya que él lucía como su madre y ella se parecía a su padre.
Supongo que más o menos como Jasper y yo, algunas personas piensan que ni
siquiera parecemos hermanos en lo absoluto, porque nos parecemos mucho cada uno
al padre opuesto. Como sea, solamente con mirar a Esme puedes saber que es de
buen corazón, su modo de ser simplemente exuda empatía.

Esme se echó a reír, apretando en un abrazo la figura alta y desgarbada de Jasper.


Ella se apartó y Emmett envolvió sus brazos a su alrededor. Ella lanzó un grito y todos
nos reímos, a excepción de Isabella, que parecía jodidamente congelada mientras
miraba fijamente a Esme.

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Emmett finalmente la dejó en el suelo y ella se dio la vuelta, mirándome. Sonrió
alegremente y extendió sus brazos. Dudé, pero me puse de pie, caminando hacia ella.
Ella envolvió sus pequeños brazos alrededor de mí, tirando de mí hacia ella y suspiró.
Me abrazó con fuerza, meciéndonos hacia adelante y hacia atrás.

“Juro que te pareces más y más a ella cada vez que te veo, chico,” dijo en voz baja, lo
suficientemente alto para que sólo yo lo escuchara. No tenía que ser específica, yo
sabía de qué carajos estaba hablando. Suspiré y respondí su abrazo, sin molestarme
en responder porque realmente no había nada que decir. Era la verdad, y Esme era
una de las pocas personas que no tenía miedo de hablarme abiertamente de mi
madre.

Me solté de su abrazo y ella me miró, sonriendo. Levantó una mano y me dio una ligera
palmadita en la mejilla. “¿Te estás portando bien, Edward? No le estás haciendo pasar
a tu padre un infierno otra vez, ¿cierto?” Preguntó. El año pasado, cuando fui enviado a
la Academia de Gran River ella voló un fin de semana y me regañó por mi
comportamiento, básicamente diciéndome que creciera de un puta vez y les diera una
razón para estar orgullosos de mí.

Me encogí de hombros, sonriendo. “No he hecho explotar nada últimamente, Esme, si


es lo que estás preguntando,” le dije jugando. Ella sonrió, sacudiendo la cabeza.

“Bueno, supongo que entonces ese es un comienzo, ¿no?” Ella dijo. Me reí entre dientes
y asentí. Mi papá se aclaró la garganta un poco y me alejé de Esme para mirarlo. Él
miraba fijamente hacia el sofá y me di la vuelta rápidamente para ver a Isabella
parada allí, mirando al suelo. Sólo el verla luciendo tan temerosa y aprensiva tiró de
mi corazón y tuve que luchar con todas mis fuerzas contra el impulso de correr
directamente hacia ella y alzarla en brazos y decirle que no tenía por qué sentir miedo
de nada porque yo la protejo.

“¿Isabella, supongo?” Preguntó Esme con suavidad. Ella levantó la vista del suelo,
haciendo contacto visual con mi tía. Se veía tan jodidamente asustada, la misma
mirada en sus ojos que tenía el primer día que llegó aquí. Esa mirada de miedo a lo
desconocido, de miedo al pasado.

“Sí, señora,” dijo en voz baja, volviendo a mirar hacia el suelo. Suspiré y me pasé una
mano por el pelo, nervioso y no precisamente feliz de ver que mi peor maldita pesadilla
hoy se estaba cumpliendo y estaba recurriendo de nuevo a esa chica tímida y
destrozada que había sido. No lo entendía, no había razón para esa mierda.

“Es bueno conocerte finalmente. He oído hablar mucho de ti,” dijo Esme. Le eché un
vistazo a mi tía, estrechando mis ojos levemente. En ese momento me di cuenta que
ella sabía cualquier maldito secreto que mi padre se estuviera guardando, ya que mi
padre le contaba todo. Ella era su confidente, su mejor amigo. Esme albergaba tantos
de los secretos de mi padre, que era ridículo, y era evidente que cargaba también con

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este. Esme me miró y sonrió con malicia, obviamente sabiendo de lo que me había
dado cuenta. Quería saber la mierda que ellos sabían, que hacía a Isabella tan
diferente.

“También es un placer conocerla, Sra. Evanson, señora,” dijo Isabella en voz baja. Mi
ceño se frunció por un momento cuando la llamó por su nombre, ya que no recordaba
haberle dicho alguna vez el puto apellido de casada de mi tía, pero entonces recordé
que Esme estaba casada con el hermano de su antigua ama, así que por supuesto ella
sabía su puto nombre.

Esme se rió un poco. “Llámame Esme, querida. La Señora Evanson es mi suegra, y


toda una bruja mala por cierto.”

Mi papá empezó a reír con fuerza. Todos lo miramos a él, pero solamente negó con la
cabeza, obviamente sin ningún interés de compartir lo que sea que era tan
jodidamente gracioso. Compartió una mirada cómplice con Esme, cuando era obvio
que estaban respondiendo a una broma privada y trató de contenerse después de un
momento. De nuevo aclaró su garganta, ahogando su risa y se quedó en silencio, pero
la comisura de sus labios seguía luchando por elevarse. Era extraño verlo tan
jodidamente relajado y feliz, tuve que admitir que era agradable ver esta parte de él de
nuevo. Joder, ese era el padre que amaba y admiraba.

“En fin,” dijo Esme. “Estoy hambrienta y agotada por el viaje, así que no esperes que
esta noche sea buena compañía.”

Isabella le echó un vistazo al reloj, sus ojos se abrieron levemente. “Yo, eh… debería
comenzar a preparar la cena,” dijo rápidamente. Inició su camino para salir de la
habitación, pero mi papá se puso delante de ella para detenerla. Ella levantó la vista
hacia él, congelándose, una expresión de miedo extremo destelló en su rostro a medida
que retrocedía por su aparición en su camino. Él levantó las manos en señal de paz
cuando ella retrocedió, para mostrarle que no era su intención hacerle daño. Ella bajó
la mirada al suelo, temblando un poco. Yo me quedé ahí inmóvil, jodidamente aturdido
por su comportamiento. Estaba seguro que ella había dejado atrás esa mierda, el
constante miedo, ya que parecía tan abierta alrededor de nosotros. Quiero decir, tenía
miedo que empezara hablar como robot y esa mierda, pero nunca imaginé que trataría
de huir de mi padre del puto terror.

“Tranquila, niña,” dijo papá vacilante, estaba visto que tampoco esperaba esa
reacción. “Únicamente te iba a decir que no te preocupes por la cena esta noche. Voy a
comprar pizza,” dijo. Isabella asintió con la cabeza, todavía mirando al suelo. Tenía
sus manos apretadas en puños a sus costados y los podía ver temblar.

“¿Puedo retirarme, am--, eh, señor?” Preguntó con voz temblorosa. Me encogí cuando
ella casi lo llamó su pinche amo. Él suspiró.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 595


“Sí, Isabella, puedes retirarte,” él dijo en voz baja. Ella le agradeció en voz baja y salió
corriendo de la puta habitación, corriendo por las malditas escaleras. Me quedé ahí
parado y mirando fijamente el lugar donde ella había estado parada, jodidamente
sorprendido por lo que acababa de pasar. Todo el mundo se quedó en silencio por un
momento y miré a todos a mí alrededor. Jasper y Emmett me miraban interrogantes,
pero yo sólo me encogí de hombros porque no tenía una puta idea de qué demonios
pasó. Esme se acercó a mi padre y le frotó la espalda levemente. “Debería haberlo
pensado,” él murmuró. Ella sonrió con tristeza.

“No podías saberlo. Ni siquiera se me ocurrió que ella lo hiciera,” respondió Esme con
suavidad. Yo los miraba con desconfianza, preguntándome de que carajos estaban
hablando.

“¿No podía haber sabido qué?” Pregunté, arqueándoles una ceja. Ambos me miraron
confundidos. “¿Y ni siquiera se te ocurrió que ella hiciera qué? Joder. ¿Qué saliera
corriendo?”

La expresión confusa de Esme cambió después de un momento y sonrió con


complicidad. Una pequeña oleada de pánico me atravesó, ya que Esme podía
descifrarme y ni siquiera había pensado en esa mierda de antemano. Mantuve mi
rostro carente de expresión, pero ella simplemente sacudió ligeramente su cabeza,
sonriendo.

“Eso no importa ahora, nos ocuparemos de ella más tarde,” dijo mi padre. “Sólo denle
algo de tiempo. Edward, ¿por qué no corres y traes la cena?”

Él se dio la vuelta y se marchó, así que sabía que no era una mierda negociable. Gruñí
y subí las escaleras corriendo, agarré mi abrigo, las llaves del coche y mi billetera.
Isabella estaba en su habitación con la puerta cerrada. Escuché en el pasillo por un
momento, preguntándome que estaba haciendo, y no escuché ningún ruido. Consideré
el tocar o entrar a ver si estaba bien, pero Esme tenía hambre y sabía que se
preguntarían que me había tomado tanto maldito tiempo. Así que simplemente me fui,
esperando que estuviera resolviendo y analizando lo que sea que le hubiera hecho
encerrarse en sí misma y tener una puta regresión de esa magnitud, resignado a que
hablaría con ella de alguna manera más tarde. Salí y me subí al Volvo, conduciendo
por la ciudad a la pizzería. Agarré la cena rápidamente y conduje de vuelta a casa.
Cuando llegué a la casa la atmósfera era menos tensa, y nos sentamos alrededor
platicando y comiendo por un tiempo. Esme estaba compartiendo historias de Chicago
y preguntándonos sobre la vida aquí, en Washington, ocasionalmente regalándonos
unas cuantas historias de mi padre por diversión. Le encantaba contar jodidas
historias de papá mientras crecía, tratando de avergonzarlo. Aunque él siempre,
simplemente se reía, como si cuando su hermana estaba cerca su antiguo yo al que
estábamos acostumbrados parecía volver a salir.

Esme comenzó a bostezar después de un rato. “Así que, no sé ustedes chicos, pero esta

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dama necesita descansar un poco,” dijo. Yo sonreí.

“Puedes dormir en mi habitación,” le ofrecí. Esme me miró atónita y sorprendida,


evidentemente no esperaba que ofreciera esa mierda. “Y no te preocupes, no es un
desastre, y las sábanas están limpias, así que no te espera ninguna sorpresa,” le dije,
haciéndole un guiñó juguetón. Sí, ella sabía sobre todas esas chicas de mierda con las
que acostumbraba pasar el rato.

Ella se echó a reír, negando con la cabeza. “Isabella tiene que ser buena, si logró que
tornado alley esté limpio,” dijo en broma. (N.T. Tornado alley- El callejón de los
tornados un término coloquial usado en los Estados Unidos para referirse a un amplio
territorio del país donde los tornados son más destructivos y frecuentes) Me encogí de
hombros.

“Ella puede ser malditamente insistente. No le gustan las cosas sucias,” le dije. Emmett
resopló y luchó para contener la risa, obviamente encontrando jodidamente gracioso
algo de lo que dije. Lo fulminé con la mirada y él trató de contenerse, poniendo su cara
seria. Él tenía una maldita mente pervertida, eso es seguro.

“Está bien,” dijo Esme. “Gracias. Aunque, ¿estás seguro? Porque puedo dormir en el
sofá.”

“Estoy seguro,” le dije. Ella sabía malditamente bien que nunca la haríamos dormir en
el sofá. Por lo general, ella tomaba la habitación de huéspedes y al servicio era a los
que se sacaba, pero no había maldita manera de que le hiciera eso a Isabella. De
todos modos, sabía que no conseguiría dormir mucho esta puta noche, y como sea con
un poco de suerte, podía escabullirme a la habitación de Isabella por un rato. Es decir,
si ella no cerraba con llave la puta puerta. “Sólo no toques nada de mi mierda,” añadí
rápidamente. Ella se echó a reír.

“Ah, sí, ahí está el Edward que conozco,” dijo. Mi papá se rió.

“Quisquilloso hijo de puta,” dijo en tono de broma. Rodé los ojos.

“Como sea, simplemente me gusta mi mierda y no me gusta que la gente se meta con
ella,” dije. Esme se me quedó mirando por un momento, sonriendo, pero asintió.

“Bien, buenas noches chicos,” ella dijo. Palmeó en la espalda a Jasper y Emmett,
estirando su mano y revolviendo mi cabello. Gruñí y me alejé, lo que sólo la hizo reír.
Se inclinó y besó a mi padre en la mejilla antes de irse por las escaleras.

Papá dijo que se retiraba, pero se detuvo para agradecerme por ofrecer mi cama.
Asentí y me dijo que durmiera donde me diera la puta gana, a lo cual no le dije una
mierda ya que ya lo había planeado de todos modos. Me senté por ahí con mis
hermanos por unas horas, viendo películas, antes de que finalmente se retiraran a
dormir. Agarré mi laptop y el nuevo iPod de color negro de mi mochila que estaba

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 597


situada a un lado del sofá, encendiéndolos. El iPod era el regalo de Navidad para
Isabella y no había tenido oportunidad de cargarlo todavía, postergándolo como
siempre, en parte porque no tenía puta idea de que maldita música le gustaba hasta
hoy. Me desplacé a través de iTunes y lo cargué con un montón de canciones que
pensé que le gustarían, agarré mi teléfono y le envíe a Alice algunos mensajes de texto,
preguntándole qué carajo escuchaban las chicas. A la larga me respondió el mensaje
con algunas sugerencias, lo cual le agradecí. Sí, le agradecí, tenía algo de putos
modales, incluso si la había levantado de la maldita cama para hacer que me ayude.

Después de haberlo cargado, lo metí de nuevo en mi mochila, sabiendo que tenía que
envolver esa mierda por la mañana. Guardé la laptop y me levanté, subiendo las
escaleras. Las pisé con cuidado, sin querer ser escuchado, y abrí la puerta de la
habitación de Isabella sin hacer ruido. Me escabullí dentro y me metí a la cama junto
a ella, atrayéndola hacia mí. Murmuró algo entre sueños y se acurrucó en mi pecho.
Besé brevemente el tope de su cabeza y me quedé dormido por un rato, cogiendo
algunas horas de sueño.

Me desperté de nuevo alrededor de las 5 am y salí de la cama. Ella seguía durmiendo,


y me atrevo a suponer que probablemente no había despertado para nada, así que
probablemente no tenía puta idea de que siquiera había subido aquí. Le di un ligero
beso en la frente y salí de la habitación, regresando a la planta baja. La casa estaba
extrañamente silenciosa, todavía estaba oscuro. Fui a la cocina y agarré algo de
beber, regresando al vestíbulo y sentándome en la banqueta del piano. Rocé
brevemente la punta de mis dedos sobre las teclas, recordando todas aquellas
Navidades que me senté frente al piano y toqué para mi madre. Después de un
momento, comencé a juguetear un poco con la Marcha Fúnebre, como acostumbraba
hacer cuando me sentaba en el pinche piano. Estuve tocando por unos minutos,
cuando escuché un ruido detrás de mí, el crujido de un escalón. Me detuve a mitad de
la nota y me giré rápidamente, mi puto temperamento encendiéndose de inmediato. Me
quedé inmóvil cuando vi a Isabella en el último escalón, mirándome sorprendida. La
miré fijamente por un momento, un poco extrañado de verla, pero después de un
momento palmeé la banqueta junto a mí. Ella se vio sorprendida, pero bajó al
vestíbulo, acercándose a mí. Se sentó con cuidado a mi lado, levantando la vista y
sonriendo con tristeza.

“Tocas maravillosamente bien,” dijo en voz baja. Sonreí levemente.

“Gracias,” le dije. Ella asintió y bajó la vista a las teclas. Tomé una respiración
profunda, sabiendo que se preguntaba por qué me detuve, y coloqué mis dedos de
nuevo en las teclas. Otra vez, empecé a tocar la Marcha Fúnebre, con la necesidad de
terminarla porque odiaba detenerme a mitad de la melodía, y ella escuchó en silencio
por un rato, su mirada fija en mis dedos.

“¿Es la única melodía que te sabes?” Preguntó finalmente. Negué con la cabeza,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 598


completando las últimas notas.

“No, me sé muchas melodías. He estado escribiendo las mías desde que era un niño,
melodías que giraban en está jodida cabeza mía,” le dije. Ella sonrió levemente.

“¿Tú escribiste esa? Suena un poco… triste,” dijo. Me reí secamente.

“No, no la escribí. Y es triste, porque es la jodida Marcha Fúnebre. Es lo que estaba


tocando esa noche,” le dije, esperando que no tuviera que aclarar nada más que eso.
Ella asintió y sonrió con comprensión, obviamente captando lo que estaba insinuando.

“¿Puedes tocar algo más para mí?” Preguntó, su voz sonando con ilusión. Una
repentina ola de ira me atravesó de inmediato ante su pedido, pero la controlé,
sabiendo que no podía enojarme porque me pidiera una mierda así. Era irracional y
estúpido, y tenía que aprender a lidiar con mis emociones apropiadamente, sobre todo
si iba a compartir mi vida con esta chica. Después de un segundo le eché un vistazo y
vi ese brillo en sus ojos, y no pude evitar sonreír.

“Sí, por supuesto,” le dije. Puse las manos sobre las teclas y dudé, pero empecé a tocar
suavemente la melodía en la que había estado trabajando, la que había estado
flotando en mi cabeza desde que ella apareció en mi vida. Era su canción, su nana.
Ella había inspirado esa mierda. Parecía fascinada por ella, sus ojos centelleaban
mientras observaba mis dedos flotando a través de las teclas. Puse en ella mi corazón
y mi alma, porque se trataba únicamente de ella y joder, quería que sintiera cuanto la
amaba. Ella cerró los ojos después de un momento e inclinó su cabeza para
descansarla en mi hombro. Seguí tocando por un rato, antes de completar las notas y
terminarla. El vestíbulo quedó en completo silencio y ella abrió los ojos, levantando su
cabeza para mirarme. “Feliz Navidad, la mia bella ragazza,” le susurré. Ella sonrió y
me susurró ‘Feliz Navidad’ en respuesta. Me miró a los ojos por un momento y comenzó
a inclinarse, deseando que la besara, cuando escuché un escalón crujir detrás de
nosotros. Me aparté rápidamente e Isabella se puso rígida. Mi cabeza se volvió
rápidamente y vi a Esme parada en las escaleras, mirándonos. Gemí en voz baja,
preguntándome qué carajos había visto.

“¿Interrumpo?” Preguntó en voz baja. Negué con la cabeza e Isabella se levantó de la


banqueta, dirigiéndose a la cocina. Esme bajó el resto de los escalones al vestíbulo, e
Isabella regresó saliendo de la cocina con una botella de agua, pasando junto a
nosotros y subiendo rápidamente las escaleras. Suspiré y la vi desaparecer de mi vista,
pasando la mano por mi cabello. Esme se sentó a mi lado en la banqueta, suspirando.
“Esa fue una hermosa canción. ¿La escribiste tú?”

Me encogí de hombros. “No es nada,” murmuré. Ella sonrió y negó con la cabeza.

“Siempre tan talentoso,” dijo suavemente. “Tu madre siempre estuvo orgullosa de ello,
su pequeño Mozart.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 599


Rodé los ojos pero no respondí. Sin embargo, ella sabía que no lo haría, así que no le
molestó.

“Te levantaste demasiado temprano,” dije finalmente. Ella se encogió de hombros.

“Tú también,” me dijo. Sonreí. Juro que era tan parecida a mi padre en cuanto a ser
evasiva, que era ridículo. Ella suspiró después de un momento. “Ella me reconoció,”
dijo en voz baja, su voz mezclada con un poco de tristeza. Mi ceño se frunció por la
confusión con ese comentario casual.

“¿Quién?” Le pregunté. Me miró y sonrió con tristeza.

“Isabella. A eso es a lo que nos estábamos refiriendo ayer tu padre y yo, el porqué está
actuando tan temerosa. Ella me reconoció,” me dijo.

Me quedé sentado por un momento mientras caía en cuenta. Por supuesto, la jodida
Esme debió ser sometida a visitar ese agujero del infierno por su marido, así que tenía
sentido que Isabella la haya visto antes, lo que supongo es la razón por la que está tan
jodidamente inquieta por ella. Cualquiera en su maldito y sano juicio estaría un poco
temeroso de alguien que se mezclaba con los hijos de puta que la torturaban.

“Entonces, ¿visitaste a los Swan y ella te vio? Joder, ¿alguna vez pensaste en ayudar a
la pobre chica, salvándola de tu maldita y lunática cuñada que la golpeaba hasta el
cansancio sin ninguna razón? Quiero decir, Cristo, ¿no se supone que eres toda
maternal y esa mierda? Joder, ¿no podías haber hecho algo? ¿Qué ella no era tan
jodidamente importante como para tratar de ayudarla?” Le pregunté, levantando una
ceja. Joder, sabía que no podía culpar a Esme, pero me encabronaba que mi familia
solamente se sentó por ahí, sabiendo lo que le estaba sucediendo, y no hizo un carajo
al respecto.

Esme suspiró y negó con la cabeza. “Quería hacerlo, créeme que lo hice. Hablé con
Alec al respecto, tratando de que Jane la dejara en paz. Pero estaba fuera de mis
manos, Edward, era parte de sus negocios y…”

“Sí, sí, sí,” le dije, cortándola rápidamente. “La mierda de tengo que mantener los
negocios y lo personal por separado, el código de conducta y toda esa otra mierda. Lo
sé, no tienes que tratar de convencerme con esas pendejadas. Aunque eso no lo hace
correcto.”

Ella se rió un poco. “Veo que has estado hablando con Aro,” me dijo. Rodé los ojos pero
asentí con la cabeza. “Bueno, no obstante, ahora que tu padre la consiguió está a
salvo.”

La miré con desconfianza. “¿Qué te hace pensar que está segura aquí?” Le pregunté.
Ella me miró confundida y reí secamente. “Quiero decir, ¿supiste de la puta ejecución
simulada y como la ató y esposó a la cama?”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 600


Ella suspiró, frunciendo el ceño. “Sí, él me dijo lo que le hizo. También se siente terrible
por ello, nada de eso volverá a suceder.”

Negué con la cabeza. “¿Cómo puedes estar tan segura?” Le pregunté. “Quiero decir,
amo a mi padre, pero algunas veces puede ser una maldita bala perdida.”

Ella sonrió. “Sí, puede ser así. Pero confía en mí, él nunca le volverá a poner un dedo
encima a esa chica.”

La miré, estrechando mis ojos levemente. “¿Por qué?” Le pregunté. Ella me miró
desconcertada. “¿Qué la hace tan especial que nunca le volvería a hacer daño?”

Se me quedó mirando por un momento, antes de sonreír, de nuevo esa maldita sonrisa
cómplice. Ella sacudió su cabeza. “No es mi secreto para contarlo, lo siento.” Estreché
mis ojos con recelo y ella se echó a reír. Estaba a punto de discutir, queriendo saber de
quién era el puto secreto, cuando se puso de pie.

“Ahora, si me disculpas apuesto sobrino mío, arriba hay una chica confundida con la
que necesito tener una conversación.”

**************
Mi sei mancata = Te extrañé

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 601


Capítulo 37 Perfección

“Se llega a amar no cuando se encuentra a la persona perfecta, sino cuando


aprendemos a ver de manera perfecta a la persona imperfecta.” - Sam Keen

Isabella swan
Traducido por Lanenisita

Me senté en el borde de mi cama, temblando ligeramente y golpeteando mi pie en el


suelo con nerviosismo. Estaba inquieta, tan ansiosa y asustada, sintiéndome
confundida e insegura de mí misma. ¿Qué me estaba pasando, por qué estaba
actuando de esta manera? Yo nunca le había hablado a esa mujer antes de ayer por la
noche, apenas si la había visto de lejos un par de veces. Ella nunca había hecho nada
para herirme, así que, ¿por qué me sentía tan temerosa de ella? De hecho, ella nunca
había tenido conocimiento de mi existencia antes, apenas me había visto. Yo
simplemente había visto su rostro mientras miraba por la ventana del granero en
Phoenix cuando ella visitó la casa de los Swan. Era tan ridículo de mi parte actuar de
manera tan infantil y aterrorizada, pero a veces algo acerca de su presencia aquí me
hacía sentir que aquellos dos mundos de repente se mezclaron. Se sentía como si mi
anterior vida, la vida de constante dolor y tortura, estaba de repente uniéndose con mi
nueva vida, la vida donde yo me sentía casi contenta. Era atemorizante, me hizo sentir
como si las paredes estuviesen atrapándome de repente.

Yo sabía poco o nada acerca de ella como persona, pero una cosa que si sabía con
certeza es que ella había pasado mucho tiempo cerca de las personas que me
lastimaban, las personas que me torturaban solo por diversión. Yo la había visto
sonreírles, hablarles. Edward había hablado muy bien de Esme, asegurándome que
ella era una dulce y amorosa mujer, pero ¿Cómo puede alguien así estar tan a gusto
cerca de personas tan viles como mi padre y su mujer?

Yo me sentía nerviosa acerca de su venida a la casa, ya que sabía que ella estaba
relacionada con Jane a través del matrimonio, pero no fue hasta que la vi entrar a la
sala con el doctor Cullen que todo se esclareció. Aquello me golpeó como una tonelada
de ladrillos cuando posé mis ojos en ella y reconocí aquel cabello caramelo y su rostro
en forma de corazón. Era irracional, pero en ese momento se sintió como si mi padre
hubiese entrado por la puerta, entrado a la vida en la que yo empezaba a sentirme

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 602


segura y a salvo para poner todo de cabeza. Para torturarme nuevamente, para hacer
mi existencia un infierno viviente. Sentí pánico y reaccioné de manera instintiva a
aquello, retrayéndome y casi llamando al doctor Cullen amo en su cara. No podía ni
siquiera imaginar lo que Edward estaba pensando, mirándome tratar a su familia de
esa manera. Me preguntaba si finalmente se había dado cuenta que yo era una
pérdida de tiempo, que jamás podía ser parte de su mundo. Ni siquiera podía estar
frente a su tía, quién él mismo me había prometido que era completamente inofensiva,
sin desmoronarme.

Permanecí en mi habitación toda la noche, llorando hasta quedarme dormida con la


luz encendida ya que sabía que aquel a quien yo amaba estaba en el piso de abajo y
que él no podía venir hasta mí, que no podía estar conmigo. Ni siquiera sabía si podía
haber alguna ocasión en la que él en verdad podría estar conmigo… si en realidad
quería estar conmigo. Yo lo necesitaba de manera desesperada, necesitaba de su
fuerza, pero simplemente no podía tenerlo. Yo tenía que apoyarme en mi propia fuerza,
tenía que apoyarme en mí misma debido a que Edward no podía llevarme en sus
brazos y protegerme en todo esto. No podía volverme tan dependiente de él, necesitaba
pararme en mis propios pies.

El problema, sin embargo, es que mis rodillas estaban temblorosas y tenía miedo de
que si intentaba pararme sobre mis pies sin un apoyo, colapsaría.

Ustedes podrían pensar que yo estaba acostumbrada a valerme por mí misma,


habiendo crecido de la manera en que lo hice, pero era diferente en ese entonces. En
Phoenix yo no tenía más opción que ponerme de pie y enfrentar todo. Aquí yo sí tenía
una opción. Y cuando tú tienes una opción entre enfrentar algo difícil y evitarlo, la
evasión tiende a ganar. Pero yo no quería ser una de esas personas que se alejan
asustados de situaciones así simplemente por el hecho que ellos pudiesen sentirse
incómodos. Yo no quería ser débil, no quería ser una cobarde. Yo quería ser fuerte, no
porque tenía que serlo, sino porque yo quería serlo. Porque ponerse de pie y enfrentar
situaciones con la cabeza en alto era la cosa más correcta por hacer, la cosa más
fuerte por hacer.

Me desperté de manera abrupta debido a un ruido esa mañana, se escuchaba como el


sonido de una puerta abriéndose, pero no podía estar segura de ello. Me quedé inmóvil
por un momento, mirando al reloj y notando que eran unos pocos minutos pasados de
las 5 am. Dudé, sin saber que era lo que yo quería hacer o siquiera que era lo que se
suponía debía hacer, pero eventualmente me levanté y me dirigí hacia abajo para
sentirme segura. Era Navidad, y yo sabía que la cena debía ser cocinada pero nadie
había dicho nada al respecto. Dejando a un lado que mencionara que Esme estaría de
visita, muy poco fue mencionado acerca de la festividad de hoy, así que asumí que
simplemente debía hacer lo que siempre había hecho en Phoenix por Navidad.
Después de todo, fue de esa manera como ellos manejaron el Día de Acción de
Gracias.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 603


Hice una pausa cuando llegué al segundo piso y escuché la música del piano colarse
por las escaleras. Era la misma triste melodía que le había escuchado tocar antes, la
misma que me había hecho dormir sobre los escalones. Bajé las escaleras algo
dubitativa, ya que la vez anterior él había dicho que yo podía haber bajado y
escuchado, pero no estaba segura si aquella oferta seguía en pie ya que no quería
molestarlo. No sabía lo que podía estar pensando o sintiendo, especialmente después
de cómo reaccioné con su tía el día de ayer. Estaba claro que ella era querida por
todos ellos, y el doctor Cullen siempre había dejado en claro que la familia era
importante. ¿Les había faltado el respeto a todos sin querer al reaccionar tan
fuertemente? ¿Estaría Edward molesto conmigo? ¿Podría él incluso odiarme?

El último escalón crujió y yo me tensé cuando su melodía se detuvo de manera abrupta


en la mitad de una nota. Él volteó su cabeza para mirarme, y yo solo me quedé de pie
allí, con el pánico invadiéndome al ver su expresión de enojo. Su rostro se suavizó
después de un momento y me hizo una seña para que me acercara a él, lo cual me
sorprendió un poco. Él no parecía estar tan molesto conmigo, quizás un poco irritado
en general. Me senté junto a él y él finalizó su canción inolvidable, eventualmente
tocando otra para mí. La segunda era hermosa, tan poderosa y emocional, llena de
amor, felicidad y maravilla. Era asombroso cuanta emoción podía contener una
canción, cuanto sentimiento se podía poner tan solo presionando unas teclas. Aquello
hizo recordar en mí todo el amor que sentía por Edward y me apoyé en su hombro, solo
sintiendo su calor e inhalando su aroma, por un breve momento sintiendo nuevamente
esa seguridad que yo tan desesperadamente anhelaba.

Pero claro que aquello no duraría mucho. Él finalizó la canción y me susurró de


manera muy dulce, causándome que mi corazón se disparara emocionado. Era
probablemente irracional de mi parte el pensar que no me quería más, pero aun así yo
todavía tenía mucho miedo de que todo se viniese abajo, tenía mucho miedo de
perderlo. Él significaba mucho para mí, y en mi vida nunca algo me había importado
tanto como me importaba él. Se inclinó para besarme después de un momento, y mi
corazón empezó a latir rápidamente debido a la anticipación. Sus labios eran siempre
tan suaves, su boca siempre sabía a menta y era tan suave, su aliento era cálido.
Besarlo era increíble, era mi cosa favorita. Pero antes que nuestros labios se
conectaran el escalón crujió detrás de nosotros y yo me congelé, mi corazón casi se
detiene a causa del temor. Edward se alejó rápidamente, rabia y temor asomaron por
su rostro mientras volteaba a ver a las escaleras. Yo me volteé y vi a Esme de pie,
mirándonos a los dos. Yo no la conocía muy bien como para ser capaz de leer su
expresión así que no pude saber cuál era su reacción, lo que ella estaba pensando o lo
mucho que ella potencialmente pudo haber visto. Yo me levanté rápidamente, tomando
algo para beber y prácticamente corrí hasta las escaleras de regreso a mi habitación.

Y aquí estoy, temblando y confusa y repente recordando que yo debía estar


supuestamente empezando ya a hacer la cena, ya que esa había sido la razón por la
cual bajé en primer lugar. Me sentía completamente fuera de mi propio juego,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 604


cometiendo errores a diestra y siniestra. Me di cuenta que sería prácticamente un
milagro si lograba sobrevivir a este día sin casi forzar al doctor Cullen a que me
golpeara o me encadenara a la cama, ya que era seguro que seguiría echando todo a
perder. Si yo hubiese hecho algo como esto el año anterior en Phoenix, probablemente
hubiera sido atada a la barandilla del porche y azotada con un cinturón hasta que mi
cuerpo entero estuviese sangrando y cubierto de moretones. Él probablemente me
hubiese dejado allí también, sangrando por Dios sabe cuánto tiempo.

Me di cuenta que estaba tomando las cosas a la ligera últimamente. Yo me aseguraba


que la casa estuviese siempre en orden, pero no había hecho nada extraordinario más
que aquello que se suponía debía hacer. Esa no era yo – Yo era siempre tan
meticulosa. El doctor Cullen no había dicho nada al respecto sin embargo, ya que yo lo
mantenía alimentado cuando él estaba aquí y me aseguraba de que la casa no
estuviese desordenada. Tenía siempre su ropa limpia, y cambiaba sus sábanas cada
miércoles como era lo usual así que no tenía una razón válida para quejarse. Si se me
decía que hiciera algo, yo lo hacía, y obedecía sus reglas en gran parte… la única
regla que me encontré desobedeciendo fue la de no tener secretos. Yo era leal a su
familia, como él lo demandó, y se mantendría de esa manera pero estaba claro para
mí que el doctor Cullen estaba guardando secretos, y hasta que pudiese averiguar
cuáles eran esos secretos, no tenía más opción que guardar mis propios secretos para
tenerlos a salvo. Afortunadamente no me había confrontado de manera directa acerca
de alguno de mis secretos, así que no tenía por qué mentirle. Honestamente yo no
estaba segura de lo que haría si se me acercara y me preguntara si Edward y yo
teníamos una relación amorosa. ¿Le guardaría mis secretos y le mentiría, o le diría la
verdad y arriesgándome así que él nos separara? Supongo que nunca sabría que diría
a menos que aquello sucediese.

Hubo un ligero golpeteo en mi puerta después de un momento y mi corazón empezó a


latir rápidamente, tan fuerte que mi cuerpo entero estaba vibrando a causa de su
fuerza. Me sentí enferma a causa de los nervios, mi estómago mareado y débil. Me di
cuenta de que el hecho que la noche anterior no había comido nada no me estaba
ayudando a sentirme fuerte. Me puse de pie cuando golpearon de nuevo y caminé
hasta la puerta, tomando el pomo con mis manos temblorosas y sudorosas. Le di la
vuelta y abrí la puerta lentamente, alarma recorrió mi cuerpo cuando vi a Esme de pie
en el pasillo. Una ligera sonrisa apareció en sus labios y yo solo me quedé allí de pie,
sorprendida por su presencia, sin saber que decir o hacer. Lucía completamente
inofensiva, incluso amable, pero mirarla me recordó mi pasado.

“¿Puedo hablar contigo un momento?” ella preguntó suavemente. Yo asentí algo


vacilante, sin tener idea de lo que quería hablarme pero lo que si sabía es que yo no
podía decirle no y cerrarle la puerta en la cara. Me hice a un lado y ella entró a la
habitación, mirando alrededor por un momento antes de tomar asiento en mi cama. Su
postura era relajada, completamente opuesta a como estaba Rosalie cuando ella
estuvo aquí para hablar conmigo. La actitud de Esme era de completa tranquilidad y

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 605


yo probablemente me hubiese sentido más a gusto alrededor de ella si ella no fuese
tan cercana a una época siniestra de mi vida.

Ella palmeó la cama junto a ella, sonriendo, indicando que yo debía sentarme allí.
Caminé dubitativa y me senté con cuidado, mordisqueando mi labio de manera
nerviosa. Estaba tratando de detener el temblor en mis manos para que ella no pudiese
ver mi aprensión, queriendo parecer fuerte y no tan vulnerable.

“Quería contarte una historia, ¿Te opondrías a eso?” ella preguntó suavemente
después de un momento. La miré, algo sorprendida, pero luego negué con la cabeza.
Ella sonrió nuevamente y luego vi un ligero brillo en su mirada, algo de compasión. Me
recordó a Edward, aquella mirada en sus ojos, la paciencia y compresión, y aquello
borró un poco mi miedo. “Bien. Veamos, por donde empiezo,” dijo ella, frunciendo su
ceño. “Se supone que debo regresar hasta el inicio, así tiene más sentido.” Me miró y
yo asentí, no teniendo idea que historia me contaría pero no queriendo parecer como si
yo no la escucharía o estuviese interesada. Asintió en respuesta, suspirando.

“A inicios de la década del 70 se avecinaban problemas, una tipo de guerra


clandestina entre las organizaciones. La lucha estalló por todo el país, no solo estaba
centrada en Chicago, aunque Chicago no era ciertamente un lugar seguro en ese
tiempo. Se construyeron casas de seguridad en todo el país y los hombres enviaban a
sus familias allá, tratando de alejarlas de la línea de fuego. Esta casa era una de ellas,
era donde mi padre nos envió.”

Ella hizo una pausa y me miró, asumo que trató de medir si yo estaba prestando o no
atención. Yo asentí y ella continuó.

“Yo tenía once años en ese entonces, y fue aquí donde conocí a Alec y Jane. Su padre
estaba en la organización con mi padre y ellos habían sido enviados aquí por su padre
para mantenerlos a salvo. Mi madre los vigilaba, ya que su propia madre se había
rehusado a abandonar su hogar. Yo no sé si tú fuiste alguna vez tan desafortunada
como para conocer a la señora Evanson, pero ella era tan insensible y egocéntrica.
Una horrible mujer,”

Sonreí, ya que sí, había sido tan desafortunada y había tenido un encuentro con ella
un poco después de que Charles tomara el control de la casa Swan. Vino para cenar
con Jane y no hizo nada más que ridiculizarme todo el tiempo. Nunca tenía nada
amable que decir. “En fin, Carlisle y yo odiamos de inmediato a Jane. Ella era una
malvada y pequeña imbécil, quien a propósito rompía las cosas y causaba problemas,
le robaba a la gente. Tenía una habilidad para herir a la gente, aún la tiene. Estoy
segura que tú puedes dar fe de ello,” dijo ella. Me miró expectante y yo asentí,
confirmándolo. Ella asintió en respuesta, suspirando. “Alec era casi el polo opuesto de
Janie. Era así como la llamábamos en ese entonces, Janie… eventualmente ella logró
tener el sobrenombre de Loca Janie, y hay personas que aún la llaman así dentro de la
organización. Mi esposo siempre se ríe de eso. Pero de todas formas, me desvié del

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tema, regresemos a Alec. Él es el tipo de persona que nunca se mete en problemas,
siempre alejándose de ellos y protegiéndose a sí mismo. Era tranquilo, rara vez
hablaba. De hecho, cuando lo conocimos por primera vez, Carlisle y yo pensamos que
era mudo ya que no había dicho una simple palabra en días.”

Ella hizo una pausa, suspirando. “Yo recuerdo un día en que todos nosotros estábamos
cerca del río jugando y Janie empezó a lanzar rocas, golpeándome con ellas. Alec solo
retrocedió y nos miró, su expresión estaba completamente en blanco como si fuese
ajeno a lo que estaba ocurriendo. Nosotros pensábamos que él era una persona fácil
de disuadir, permitiendo a su hermana salirse con la suya en cualquier cosa que
hiciese. Sin embargo, Carlisle no permitiría aquello, así que entró en su modo protector
como lo hacía usualmente y trató de detenerla, pero ella no lo escuchaba y seguía
lanzando las piedras. Así que Carlisle tomó una gran roca y se la lanzó, golpeándola
en la cara. Ella empezó a llorar y corrió de regreso a la casa, chismoseando a todo el
mundo cuán malvado era Carlisle y cómo él la golpeó sin razón. Mi mamá se molestó
ya que la roca que le había lanzado Carlisle le había dejado una marca, y tomó uno
de los cinturones de mi padre, con la intención de pegarle a Carlisle. Mi madre no es
una mala persona pero ella no tenía ningún problema en golpear a uno de nosotros si
hacíamos algo malo. Traté de decirle que no había sido culpa de Carlisle pero me
ignoró, ya que estaba acostumbrada a que nos manteníamos unidos en todo. Nosotros
siempre estábamos apoyándonos el uno al otro, mi hermano y yo. Ella hizo el cinturón
hacia atrás para tomar fuerza y cuando el cinturón estaba, literalmente, a punto de
hacer contacto con él, Alec habló. Salió de la nada y nos sorprendió a todos, ya que su
voz era tan calmada y dominante. Este pequeño niño no había dicho una sola palabra
en días, y la primera vez que él abrió su boca, habló con autoridad. Él dijo ‘No creo que
usted deba golpearlo’, y mi madre se detuvo y le preguntó porqué. Alec dijo que
Carlisle solo estaba tratando de proteger a su familia, y una persona jamás debería
enfrentar un castigo por proteger a los suyos. Mi madre solo lo miró por un momento
antes de dejar ir a Carlisle.”

Ella se rió levemente para sí misma, negando con su cabeza. “Y ese es mi esposo. A él
siempre le interesan sus propios asuntos, rara vez interviene, pero cuando habla, tú lo
escuchas. No es tan despiadado como parecería ser, pero actúa por la lógica y no por
las emociones y le da a la gente una oportunidad de luchar sus propias batallas, de
solucionar las cosas antes de que él meta sus narices. Y no le gusta tener que hacerlo,
así que no lo hará a menos que sienta que no tiene otra opción.”

Ella suspiró. “Tú probablemente te estás preguntando a donde voy con todo esto,
¿cierto?” preguntó, fijando su mirada en mí. Yo asentí dubitativa y ella sonrió con
simpatía. “Yo sé que tú me reconoces, que me habías visto antes en Phoenix en la casa
de los Swan, y es por eso que estabas tan asustada ayer cuando entré a la casa. Pero
quiero que sepas que yo no soy como ellos, que mi esposo no es como ellos. Nosotros,
también, lidiamos con personas con las que no queremos hacerlo, a veces
poniéndonos máscaras, sonriendo y sobrellevándolo por el bien de las apariencias. Yo

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quiero que sepas que hice todo lo que podía haber hecho en ese entonces para tratar
de ayudarte, ya que yo sabía cómo era Janie. Pero mi esposo, él creyó que no era su
trabajo el sacarte de allí, no creyó que nosotros debíamos intervenir. Pero quiero que
sepas que mantuvo un ojo puesto en ti, ya que eso es lo que hace. Él observa. Y cuando
supo que Janie había llegado a su punto de quiebre y te quiso lejos, él habló y le dijo
que ella no podía matarte ya que sintió que lo haría si todo eso continuaba. Y como te
dije, cuando él habla, la gente lo escucha… incluso ese espectro desgraciado que tiene
por hermana.”

La miré con sorpresa y ella sonrió. “Si tan solo pudiese hacer que hablase más a
menudo, estaríamos en el negocio, pero es así como es mi esposo. Eso es lo que
entiendes cuando te involucras con un hombre que creció en este mundo. Ellos tienen
defectos, recurren a la violencia y hacen cosas desagradables a veces, cosas que la
mayoría de mujeres se sentirían avergonzadas que sus esposos hicieran, pero no
nosotras. Entendemos que es algo arraigado en ellos, al igual que hay cosas
arraigadas en nosotras. He aceptado a Alec por quien es, nunca traté de cambiar a la
persona dentro de él. Elizabeth era de la misma forma, ella no estaba del todo
contenta con la vida de Carlisle pero lo supo sobrellevar porque lo amaba. Lo aceptó
por quien era, de la misma manera que estoy segura tú aceptas a Edward.”

Mis ojos se abrieron levemente debido a la mención de Edward, un pequeño oleada de


alarma me recorrió por completo. No estaba segura cómo reaccionar, que decir frente a
esto, o exactamente a donde quería llegar ella con esa afirmación. ¿Sabía acerca de
nosotros, lo había descubierto? ¿Había visto allá abajo más de lo que yo pensé? Traté
de mantener mi expresión neutral y así no darle ninguna pista en caso de que no
supiera nada, pero ella me miró expectante, obviamente a la espera de alguna clase
de respuesta.

“Yo acepto a todos los chicos Cullen por quienes son,” le dije de manera vacilante. Ella
se rió levemente de mi afirmación, negando con su cabeza.

“Estoy segura que lo haces Isabella,” dijo ella, sonando ligeramente asombrada, “Mis
sobrinos son unos chicos increíbles, soy bendecida por tenerlos a ellos en mi vida. Y sé
que es un terrible error de mi parte escoger un favorito, pero debo confesar que soy un
poco parcial con aquel sentado allá abajo en frente de su piano. Él tiene un alma tan
gentil debajo de toda esa armadura que usa, y es agradable ver a alguien finalmente
hacer una grieta a través de ella.”

Yo asentí, mi corazón latía frenéticamente. No quería darle ninguna clase de


confirmación verbal pero estaba claro por sus palabras que ella sabía de nosotros. “Él
es… bueno,” dije finalmente. Su sonrisa creció.

“Sí, él lo es,” dijo ella. Me miró por un momento, su expresión era suave y amorosa. Fue
sorprendente verla mirarme de esa manera, y me di cuenta que si no hubiese entrado
en pánico antes, me hubiese dado cuenta que ella no era como Charles y Jane.

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“Suficiente de hablar acerca de Edward, ya que estoy segura que no estaría muy feliz
si nosotras estamos chismeando a sus espaldas. Él tiene un temperamento algo
especial, tú sabes,” dijo ella en broma. Sonreí y asentí. “En fin, de regreso al tema. Solo
quería que supieras que no pretendo hacerte ningún daño, y que no quiero que me
sitúes en el mismo lugar que aquellas viles criaturas en Phoenix, ya que a mí no me
agradan más de lo que te agradan a ti. Entiendo completamente si aún te sientes
incómoda cerca de mí, debido al hecho que yo estaba al tanto de lo que tú tuviste que
pasar y no intervine, pero quiero que sepas que quise hacerlo. Simplemente estaba
fuera de mis manos. Hice lo que personalmente pude haber hecho, y creo que lo que
fuiste obligada a soportar estaba completamente mal y es imperdonable. ¿De
acuerdo?”

Yo asentí. “Lo entiendo. Y lamento por cómo la traté y por cómo respondí a su
presencia,” le dije en voz baja, sintiéndome apenada por como reaccioné. Ella sonrió
con cariño, encogiéndose de hombros.

“Está bien. Solo no quería que tu festividad se arruine por el hecho que estar yo aquí.
Quiero que disfrutes, ya que sé que nunca has tenido la oportunidad de celebrar
Navidad antes,” ella dijo. Yo sonreí, sintiéndome agradecida. Esme era claramente una
buena persona, justo como Edward había dicho que era, y que yo obviamente había
reaccionado de una manera extrema.

“Gracias. Por decirme todo esto,” le dije. Ella asintió, levantando su mano y acarició mi
cabello de manera amable. Yo me tensé un poco, ya que sentí el gesto algo maternal y
me recordó una vez más aquella culpa que yo sentía por estar sin mi propia madre este
año. Podía imaginármela sentada en esa ventana, completamente sola, mirando la
decoración navideña y queriendo desesperadamente unirse a la celebración. “¿Puedo
preguntarle algo?” le pregunté tentativamente después de un momento. Sus ojos se
abrieron levemente con sorpresa y ella asintió de forma entusiasta.

“Claro que puedes,” dijo ella, sonriendo. Yo sonreí en respuesta a su obvia alegría. Era
algo extraño que algo tan simple como que quiera preguntarle algo le causara
emoción.

“¿Ha estado en Phoenix últimamente?” le pregunté. Fijé mi mirada en ella


implorándole, desesperada por saber cómo estaba mi madre pero a la vez una parte
de mí estaba temerosa de su respuesta. Ella sonrió de manera triste.

“No he ido, pero he escuchado de Carlisle que a tu madre le está yendo tan bien como
se espera, dada su situación,” dijo ella en voz baja, obviamente sabiendo el por qué yo
lo había preguntado. Me tomó un momento antes que sus palabras se filtraran por
completo en mí y que mi ceño se frunciera debido a la confusión.

“¿El doctor Cullen ha estado en Phoenix?” le pregunté con sorpresa. Ella asintió.

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“Una vez, hasta donde yo sé. Él y Alec fueron juntos,” dijo ella. Yo asentí y parpadeé un
par de veces, ligeramente asombrada. No podía negar que aquello me había dolido un
poco, saber que el doctor Cullen había ido a Phoenix y había visto a mi madre, pero
luego me di cuenta que era irracional sentirse herida por algo así. Él no tenía ningún
motivo para mencionármelo, no tenía ninguna obligación para conmigo. Era mi amo y
yo era su esclava, a eso se reducía todo, y no podía permitir que mis emociones me
atraparan.

“Gracias, por decírmelo,” le dije finalmente en voz baja.

“Claro,” dijo ella suavemente. Se sentó por un momento mirándome, la mirada que me
estaba dando me hacía sentir ligeramente incómoda. "Probablemente debería ir y
empezar con la cena” dijo ella finalmente. Mis ojos se abrieron con sorpresa y salté de
la cama rápidamente, con una nueva oleada de pánico surgiendo dentro de mí. Me
había olvidado de la cena por completo, una vez más.

“Oh no, lo siento, yo debería haberla ya empezado” le dije frenéticamente, esperando


que ellos no se molestaran. Ella rió y la miré confundida, sin saber el por qué ella
reaccionó de esa manera.

“Relájate, pequeña. La cena de Navidad es mi trabajo, yo la hago cada año. De hecho,


la espero con emoción,” ella dijo.

“¿Qué?” le pregunté, parpadeando un par de veces. Escuché cada palabra que ella
había dicho pero era un poco difícil para mí de entender. Ella sonrió, negando con su
cabeza.

“Dije que la cena es mi trabajo hoy. Tu trabajo es simplemente ser tú misma y divertirte.
¿Crees que puedas llevarte bien con eso?” ella preguntó. Yo la miré fijamente por un
momento antes de asentir con duda, ya que aún me sentía fuera de guardia. Ella
sonrió y se puso de pie, acercándose a mí y golpeando mi espalda suavemente. “Bien.
Te veré abajo.”

Ella caminó hasta la puerta y la miré salir al pasillo, desapareciendo de mi vista. Me


quedé allí de pie y agaché mi cabeza en dirección al suelo, ligeramente impresionada
acerca de todo lo ocurrido mientras trataba de asimilarlo. Escuché una puerta después
de un momento y alcé mi mirada para ver a Edward entrar a su habitación,
sosteniendo un regalo en sus manos. Él se detuvo y me miró momentáneamente,
luciendo un poco preocupado.

Miró brevemente el pasillo antes de cruzarlo y caminar hacia mi habitación. Al entrar,


cerró la puerta con un poco de fuerza, causando que se azotara contra el marco e
hiciera vibrar las paredes. Dejó el regalo sobre mi sofá y se dirigió de inmediato hacia
mí, a paso firme. Sus fuertes movimientos me tomaron desprevenida por lo que
retrocedí un par de pasos de manera instintiva, haciendo que la parte de atrás de mis

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rodillas se golpearan contra la cama. Sin embargo, mi reacción no logró disuadirlo, ya
que en ese mismo momento él llegó hasta donde estaba yo y envolvió mi cuerpo entre
sus brazos y presionó su boca contra la mía con fuerza. Me caí hacía atrás aterrizando
en la cama y él quedó sobre mí, besándome de manera frenética. Mi respiración
comenzó a ser algo errática al tiempo que su lengua invadía mi boca, jugueteando con
mi lengua desesperada, mientras extendía mis brazos y me aferraba a su cabello. Él
gruñó levemente y profundizó el beso aun más cuando yo halé un poco sus
desordenadas hebras cobrizas. Llevó mi labio inferior a su boca y lo succionó por un
momento antes de morderlo levemente. Aquello me dejó aturdida por un momento ya
que lo sentí ligeramente animalístico, su reacción fue primaria. Él sintió que me tensé a
causa de la sorpresa y alejó sus labios de inmediato.

“Lo siento,” dijo él, su voz rasposa, su respiración tan errática como la mía. Yo gemí
levemente, el sonido de su anhelo me envió un fuerte cosquilleo por todo mi cuerpo.
Había sido tomada por sorpresa por su comportamiento pero no era una reacción
negativa. De hecho, sentí una repentina urgencia por él, mi piel picándome por la
electricidad, mi cuerpo calentándose por el deseo.

“No lo lamentes,” le dije. “Solo me sorprendió.”

“Bien,” dijo él, acariciando mi cuello y empezando a dejar besos húmedos en su


camino. Yo gemí levemente y eché mi cabeza hacia atrás para darle un mayor acceso.
“¿Estás bien? Estaba preocupado,” él sopló sobre mi cuello, su aliento recorriendo
cada punto húmedo. Yo me estremecí y sentí humedad filtrarse en medio de mis
piernas.

Suspiré. “Estoy bien, solo tuve una reacción exagerada. Lamento haberte preocupado,”
le dije casi sin aliento. Él murmuró sobre mi cuello en respuesta, la vibración de sus
labios ocasionaron que toda mi piel se estremeciera.

“Creo que ella lo sabe,” dijo él en voz baja, trayendo su boca de regreso hacia arriba y
besando la línea de mi mandíbula. No necesitaba especificar nada, yo sabía de lo que
estaba hablando.

“Yo sé que ella lo sabe. Lo insinuó, pero…eh…” hice una pausa mientras él
mordisqueaba mi barbilla levemente con sus dientes antes de presionar sus labios
contra los míos nuevamente, con fuerza. Respondí su beso con cada gota de pasión
que pude reunir, envolviendo mis brazos alrededor de él fuertemente. Él presionó su
cuerpo contra el mío y pude sentir la dureza en sus pantalones.

“Joder,” dijo finalmente, alejándose de mi boca, respirando pesadamente. Mordió mi


barbilla nuevamente. “No hay nada que podamos hacer sobre eso ahora. No sé si ella
le dirá algo a mi padre pero si lo hace, nosotros lo enfrentaremos.”

Murmuré un si en respuesta, asintiendo con mi cabeza levemente. “No parecía estar

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molesta, o eso creo,” dije, tratando de recuperar mi aliento. Edward suspiró y se alejó
un poco más. Liberé mi agarre de su cuerpo y él rodó por la cama, quedando acostado
junto a mí.

“Sí, lo sé. Y Cristo, lamento si te acabo de atacar de esa manera pero se sentía como
una maldita eternidad desde la última vez que te besé,” dijo él. Me reí levemente,
rodando en la cama para verlo de frente. Él rodó también para verme y sonrió, para
luego dejar un suave e inocente beso en mis labios.

“No necesitas disculparte. Me gustó,” le dije. Alzó sus cejas y sonrió.

“Te gustó, ¿eh? Mmmm,” dijo él, alzando su dedo índice y recorriendo con el mi labio
inferior, ligeramente hinchado por la fuerza del beso. “Quizás podamos hacer algo con
eso esta noche. Pero probablemente deberíamos bajar ahora, sé que es probable que
mi papá esté despierto y que quieran hacer intercambio de regalos ahora y esas
mierdas.”

Asentí algo dubitativa y me senté en la cama, ligeramente nerviosa. Estaba


completamente fuera de mi elemento con todas las cosas relacionadas a la Navidad, la
ansiedad recorría todo mi cuerpo. No me sentía exactamente temerosa de ver a Esme
otra vez, no después que ella personalmente me asegurara que no estaba aquí para
hacerme daño, pero tenía miedo que a la familia no le gustasen los regalos y estaba
un poco nerviosa acerca de abrir los regalos que ellos me darían. Todo esto se sentía
de cierta manera erróneo, ellos dándome cosas, y yo odiaba ser el centro de atención.

Edward salió de la cama, levantándose y estirándose. “Quiero que tú abras el mío aquí
arriba,” dijo él, caminando hasta el sofá y tomando el regalo que había dejado cuando
entró a la habitación. Caminó de regreso hasta mí y sentó conmigo en la cama
nuevamente. Me extendió una pequeña caja y yo la tomé con cuidado, mis nervios a
flor de piel y mis manos temblando ligeramente. Llevé mi labio inferior a mi boca,
mordisqueándolo, pero me estremecí ya que el labio ya estaba de por si hinchado.
Miré a Edward y él sonrió con simpatía. “Solo ábrelo, no es gran cosa.”

Asentí y regresé mi mirada al regalo. Era difícil encontrar un punto por dónde empezar
a abrirlo, ya que había usado demasiada cinta adhesiva para envolverlo. Rió,
obviamente divertido por aquello y yo reí porque era un severo desperdicio de toda esa
cinta adhesiva y papel que había usado pero no podía criticarlo por ello. Como dijo
Esme, yo aceptaba a Edward, quisquilloso y todo como era. Finalmente encontré un
espacio donde podía halar y empecé a desenvolver el papel, dejándolo a un lado de la
cama junto a mí. Después que todo el papel fue removido, saqué el pedazo de cinta
adhesiva que cubría la pequeña caja y la abrí con cuidado, mirando en su interior. Mi
ceño se frunció debido a la confusión por un momento antes de que mis ojos se
abrieran con sorpresa cuando me di cuenta que era un reproductor musical como el
que tenía Edward. Levanté mi mirada y lo vi con sorpresa, el rió ligeramente.

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“Estos tienen que ser costosos,” le dije, levemente asombrada por el hecho que hubiese
gastado tanto dinero. Él rodó sus ojos, estirando su mano y quitándome la caja.

“Primera regla de Navidad, tesoro. Nunca preguntes cuánto pagó la gente por los
regalos,” dijo él, sacando el reproductor de música de la caja. Lo acercó con rapidez a
mí y sonrió. “Y no, no es tan costoso así que relájate. Le cargué con canciones para ti,
le puse unas mierdas que asumo te gustaron ya que las escuchaste en mi auto, y Alice
me ayudó a escoger algunas de esas mierdas que las chicas de ahora escuchan. No lo
sé, lo que sea, puedes borrar las que no te gusten. Quería comprarte joyas pero sabía
que eso hubiese sido la más grande y maldita bandera roja del mundo, si tú ibas
caminando por la casa usando diamantes y mi padre conseguía el estado de cuenta
de la tarjeta de crédito y veía una compra mía en el puto Tiffanny’s o lo que sea. Pero la
música significa mucho para mí, y me di cuenta que podría ser útil cuando estés
limpiando y esas mierdas, y tú sabes...”

Lo miré asustada mientras él divagaba cosas sin sentido, dándome cuenta que estaba
nervioso por el regalo. Era un poco asombroso ver eso pero me hizo sentir mejor,
sabiendo que yo no era la única nerviosa por ello. Estuvo diciendo algunas cosas sobre
el reproductor de música y yo levanté mi mano para ponerla sobre la suya. Dejó de
hablar y me miró, con un poco de aprensión en sus ojos. Sonreí alegre y todo pareció
desaparecer ya que él respondió a mi sonrisa con otra.

“Gracias. Es perfecto,” le dije. Rodó sus ojos pero continuó sonriendo, obviamente
complacido de que yo estuviese feliz.

“No es lo que hubiese querido darte, pero…”él empezó a hablar. Yo levanté mi mano y
presioné mi dedo índice en sus labios, silenciándolo. Se quedó en silencio y se acercó
a mí, retirando mi dedo y presionando mis labios contra los suyos de manera suave.

“Es perfecto,” le susurré sobre su boca, porque en realidad lo era. Era completa y
genuinamente Edward. La música significaba mucho para él y estaba tratando de
compartir esa parte de él conmigo, y eso significaba mucho para mí.”

Me alejé de él, tomando el reproductor de música de sus manos y dejándolo en la


cama junto a mí. Me puse de pie con cuidado y caminé hasta el otro lado de la cama,
dudando por un momento. Mis nervios me estaban atacando una vez más y por un
breve instante reconsideré lo que estaba haciendo, sabiendo que no tenía que hacerlo
y que él nunca se enteraría de ello. Pero él había confiado en mí dos veces hoy,
dándome el regalo de algo tan sagrado como la música en ambas ocasiones, y yo
quería devolverle el gesto.

Me estaba viendo de manera escéptica, claramente sin saber lo que estaba haciendo.
“Yo, uh… dibujé algo para ti,” le dije en voz baja. Sus ojos se abrieron con sorpresa al
principio antes de sonreír, su rostro estaba prácticamente iluminado de alegría. Eso
hizo que mi corazón comenzase a latir más fuerte, mi ansiedad sobre si a él le gustase

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o no, crecía dentro de mí.

“Pensé que lo habías olvidado,” dijo él. Sonreí y negué con mi cabeza.

“Nunca olvido, Edward,” le dije. Él sonrió y asintió, pasando su mano por su cabello.

“Voy a tener que recordar eso después, cuando joda algo, ya que eso podría suceder
eventualmente," dijo en broma. Reí despacito y abrí el cajón de la mesita junto a mi
cama, sacando el pedazo de papel blanco que allí estaba. Cerré el cajón y miré el
dibujo, sosteniéndolo de tal manera que no pudiese verlo. Empecé a morder mi labio
inferior, mi mano tembló nuevamente mientras lo veía.

"Es, eh... Quiero decir, no es tan bueno," le dije nerviosa. Él suspiró.

"Estoy segura que es hermoso, nena," me dijo suavemente. Yo alcé mi mirada y vi que
su expresión era tranquila, de compresión, pero sus ojos parecían estar saltando con
aparente emoción. Suspiré, resignada a que no había ya marcha atrás, y le entregué el
papel. Él sonrió y lo tomó rápidamente, volteándolo y fijando sus ojos en él. Me senté
con cuidado sobre la cama, mirándolo, y vi sus ojos abrirse por completo cuando vio el
dibujo.

Tenía una sensación de náuseas en la boca de mi estómago, y tragué un par de veces,


tratando de contener mis nervios antes de verme forzada a correr hacia el baño y
vomitar. Además de mi madre, nadie más había visto antes un dibujo hecho por mí. Mi
madre siempre hablaba entusiasmada sobre lo talentosa que yo era pero ella era mi
madre, ¿No se supone que debía decir cosas así? Tenía miedo que solo estuviese
diciendo esas cosas para intentar hacerme sentir bien cuando en realidad yo no tenía
absolutamente nada de talento.

Él permaneció en silencio, casi demasiado tranquilo mientras veía el dibujo. Suspiré y


cerré mis ojos, lamentando instantáneamente el habérselo dado. Todo lo que había
visto mientras lo dibujaba, eran imperfecciones, pero toda mi vida lo que siempre veía
eran las imperfecciones. Sentí que mi dibujo era simple, pero una vez más, era como
siempre me había sentido con respecto al sujeto de mi dibujo. Debatí por un buen rato
sobre dibujar algunas cosas distintas, algo así como a él mismo o su auto o su piano,
antes de finalmente decidirme por dibujarme a mí misma. Se sintió mal en ese
entonces, casi como si yo fuese presumida o algo así, pero él me había dado una foto
suya y yo decidí devolverle el gesto.

Pero ahora... Ahora que él lo miraba tan intensamente, estaba haciendo conjeturas
sobre mi decisión.

"Jesucristo," dijo después de un momento, su voz estaba mezclada con algo de


asombro. Abrí mis ojos despacito y lo vi mirarme atentamente, sus ojos abiertos por
completo y su expresión completamente seria. Yo fruncí mi ceño.

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"Te dije que no era tan bueno," le dije, mi voz era temblorosa. Su ceño se frunció por un
momento antes que sus ojos se abrieran por completo nuevamente.

"Joder, Bella, ¡Esto es asombroso! ¿Estoy jodidamente sin palabras aquí y tú piensas
que tu dibujo apesta? Esto es impresionante. Tú tienes el verdadero y maldito talento,"
dijo él con total naturalidad. Yo lo miré por un momento.

"¿En serio?" Le pregunté algo dubitativa. Él rió secamente, mirando al dibujo y pasando
una mano por su cabello.

"Sí, en serio. Esto lo mejor que alguien ha hecho por mí, el mejor puto regalo que he
recibido en mi vida. Tú eres jodidamente asombrosa, tienes que ver eso," él dijo.

Parpadeé un par de veces y sentí mis ojos llenarse con lágrimas. "Yo, eh..." Empecé a
decir, asombrada de cierta forma por su intensa reacción. "Iba a dibujar tu auto,"
murmuré, sin saber que decir, sintiéndome un poco abrumada por su reacción.

"Estoy seguro que eso hubiese sido jodidamente tan bueno como este, pero esto es
perfecto. Te dije que te quería por Navidad y tú me lo diste. No podría haber imaginado
algo mejor para dibujar. Esto es jodidamente hermoso. Tú eres jodidamente hermosa,"
dijo él. Dejó el papel sobre la cama y se inclinó hacia mí, abarcando mi mejilla en la
palma de su mano y presionando sus labios en los míos. Me besó suave y dulcemente,
el beso estaba lleno de amor y adoración. Cerré mis ojos y gemí en su boca, lo que él
respondió con un gemido gutural por su parte.

"Deberíamos bajar," dijo mientras se alejaba de mí. Abrí mis ojos y lo miré. Mis nervios
se alteraron con la sola mención de bajar las escaleras, pero él sonrió para darme
confianza lo que pareció calmar mis nervios. Asentí y nos pusimos de pie,
dirigiéndonos hasta la puerta. Hizo una pausa al llegar a la mitad del pasillo y luego
regresó a mi habitación, para tomar su dibujo. Caminó por el pasillo, entró a su
habitación y lo dejó sobre su escritorio. "Voy a enmarcar esa mierda," dijo él con un
guiño cuando regresó hasta donde estaba yo. Me sonrojé y sonreí, sorprendida por
cuanto parecía haberle gustado el regalo, y él soltó una risita. Se dirigió hasta las
escaleras y yo lo seguí, manteniendo algo de distancia entre nosotros.

Llegó al segundo piso y oí un grito fuerte, lo que causó que me paralizara. Edward
también se quedó inmóvil y gritó "Joder" en voz alta, antes que de la nada apareciera
una silueta y le saltara encima. Miré con asombro la forma en cómo Emmett lo había
derribado, lanzándolo al suelo, mientras reía. Edward gruñó fuertemente al tiempo que
caía en el piso con un sonido sordo y Emmett aterrizaba sobre él. "¡Buon natale*,
pequeño hermano!" Emmett declaró en voz alta, su voz estaba llena de entusiasmo.

"Vete a la mierda, quítate de encima," Edward gritó. Había algo de diversión en su voz
así que supe que él no estaba realmente molesto o herido. Bajé los últimos escalones
que me quedaban hasta llegar al segundo piso y escuché una risita desde el otro lado

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de la estancia. Alcé mi mirada y vi al doctor Cullen apoyado en el marco de la puerta
de su habitación, vestido casualmente con un pantalón de vestir y una camisa de
botones con las mangas recogidas y un par de botones abiertos en la parte superior.
Tenía sus brazos cruzados sobre su pecho y estaba moviendo su cabeza, obviamente
divertido por la escena.

"Emmett, no lastimes a tu hermano. Estará muy quisquilloso hoy si se lastima y no


puede jugar en la nieve," dijo el doctor Cullen. Mi ceño se frunció y los chicos dejaron
de pelear, ambos inmóviles y mirando al doctor Cullen.

"¿Nieve?" ambos dijeron a la vez. Reí, y ambos chicos gritaron en voz alta "¡Jinx!" una
vez más al unísono. El doctor Cullen empezó a reírse, al igual que hizo Emmett. (N.T.
Jinx es una expresión idiomática que en el inglés se usa como cuando en el caso de
Emmett y Edward, alguien dice lo mismo al mismo tiempo que otro, en algunos países
se dice: Me debes una coca cola, o chócala. Es diferente en cada país así que decidí
dejarlo así).

"Yo dije esa mierda primero," Emmett gritó. Edward gruñó.

"No lo hiciste, ¡Maldición! Y joder, sal de aquí," dijo él, liberando su brazo y empezando
a golpear a Emmett en el estómago. Emmett gruñó y cayó sobre Edward, lo que causó
que él gruñera fuertemente por el peso adicional.

"Wow, ¿Qué está pasando aquí?" Jasper dijo, bajando las escaleras hasta el segundo
piso. Él miró a sus hermanos algo escéptico, mientras Emmett todavía estaba encima
de Edward y Edward estaba gritando un montón de groserías diferentes.

"Evidentemente tus hermanos no estaban al tanto que nevó," dijo el doctor Cullen,
encogiéndose de hombros. La cabeza de Emmett se alzó a la mención de la palabra
nieve nuevamente y finalmente se levantó de encima de Edward. Estiró su mano para
ayudar a su hermano a levantarse, pero Edward golpeó su mano para retirarla del
camino y ponerse de pie por sí mismo.

"¿En serio nevó?" Emmett preguntó, su voz estaba llena de esperanza. Edward sonrió y
me miró brevemente.

"Sí," dijo simplemente el doctor Cullen. Emmett lo miró con desconfianza, como si no le
creyese por alguna razón, el doctor Cullen rodó sus ojos. "Anda y mira si no me crees."

Emmett sonrió y corrió por las escaleras, saltando por el pasamanos y deslizándose
hasta abajo. Jasper negó con su cabeza y caminó hasta su habitación, riendo. "Lo juro,
yo no entiendo a ese chico en algunas ocasiones," murmuró por lo bajo el doctor
Cullen. Yo reí y el doctor Cullen me miró, sonriendo ligeramente y moviendo su cabeza.
Miró a Edward por un momento, sonriendo, antes que sus ojos retornaran a mí. "Buon
natale. Feliz Navidad, a los dos. Tu primera Navidad y tu primera nevada, día increíble,
eh?" él preguntó, mirándome.

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Yo sonreí y asentí. "Feliz Navidad para usted también, señor. Y gracias."

"¿Por?" él preguntó, alzando sus cejas de manera inquisidora.

"Por incluirme," le dije. Él sonrió.

"Por supuesto, dolcezza, no hubiese podido ser de otra manera," dijo con voz baja. Se
acercó a mí y acarició mi espalda suavemente, casi de una manera paternal, y miró a
Edward un segundo antes de dirigirse a las escaleras con rumbo al vestíbulo. Edward y
yo permanecimos allí muy callados por un momento antes que él suspirara, pasando
su mano por su cabello.

"Puedo jurar que es un jodido bipolar o algo así," murmuró él. Sonreí, negando con mi
cabeza.

"¿Personalidades divididas? ¿Dr. Jekyll y Mr. Hyde?" Le pregunté. Edward sonrió,


asintiendo

"Malditamente correcto. Cambia de humor tan rápidamente que me va a ocasionar un


trauma" dijo él. "¿Cómo carajos se supone que debo entender esa mierda?" Le sonreí,
encogiéndome de hombros.

"Supongo que quizás no debas entenderla. Deberías únicamente disfrutar al Dr. Jekyll
mientras esté aquí, y esperar que Mr. Hyde no aparezca hoy," le dije. Edward sonrió.

"Sí, esperemos esa mierda. Por cierto, ¿Has leído alguna vez el libro o has visto la
película, o es solo una pizca más del jodido conocimiento que has adquirido de
Jeopardy?" él preguntó, sonriendo tímidamente. Era increíble cuantas cosas uno puede
aprender en 30 minutos viendo TV. Edward soltó una risita. "¿Sabes cuál era el primer
nombre del malvado, de Mr. Hyde?" él preguntó. Yo negué con mi cabeza de manera
dubitativa y él sonrió de lado. Miró por la estancia rápidamente, fijando su mirada en
la escalera para asegurarse que nadie nos viera al pasar, y caminó hasta donde
estaba yo. Se acercó por atrás y se acercó a mí, sus labios cerca de mi oído. "Edward,"
dijo en voz baja, acercándose aún más. Apartó mi cabello hacia un lado y dejó un
pequeño beso en mi nuca antes de hundir sus dientes en mí, pero no lo suficiente como
para herirme pero sí lo bastante como para asustarme. Yo salté y di un pequeño grito y
él rió, alejándose.

Me guiñó el ojo para luego voltearse, y bajar corriendo las escaleras. Lo escuché gritar
nuevamente, una nueva grosería, cuando llegó al vestíbulo, y Emmett rió
inmediatamente. Negué con mi cabeza, levemente asombrada por su comportamiento.
Caminé hasta las escaleras y Jasper salió de su habitación, cerrando la puerta detrás
de él. Me sonrió y caminó hasta mí, poniendo su brazo sobre mi hombro y bajando
conmigo las escaleras.

“Feliz Navidad, Señorita Isabella,” dijo él. “¿Has visto la nieve ya?” yo sonreí.

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“Feliz Navidad para usted también, Jasper,” le dije. “Y, no. De hecho yo nunca he visto
la nieve antes.”

Sus ojos se abrieron a causa de la sorpresa cuando llegamos al vestíbulo. “Bueno


entonces, vamos a tener que cambiar esa situación, querida,” me dijo. Quise dirigirme
hacia la cocina pero él me detuvo, guiándome hasta la sala. Yo alcé la mirada y me
quedé paralizada, mis ojos abiertos por completo a causa de la impresión en cuanto mi
mirada se fijó en la gran ventana. El patio trasero en su totalidad estaba cubierto de
blanco; lo único verde que se lograba divisar eran segmentos de ramas de árboles al
azar. Me quedé viendo a la ventana impactada, mirando los gruesos y blancos copos
de nieve cayendo desde el cielo. “Rara vez se ve tanta nieve por aquí debido a la
altitud en la que estamos. Hermoso, ¿No lo crees?” Jasper preguntó en voz baja.

Miré fijamente la ventana, completamente abrumada. Hermoso ni siquiera le hacía


justicia. Era asombroso y estaba completamente cautivada, paralizada por cuán
precioso todo parecía. Se veía casi como una escena de una película o una asombrosa
pintura. “Es perfecto,” susurré, caminando hasta la ventana. Presioné mi mano en el
vidrio y me quedé mirando la nieve caer por un momento antes de escuchar una
garganta aclararse detrás de mí. Me volteé y vi que todos se habían reunido en la sala
mientras yo estaba en mi trance, cautivada por la nieve. Todos me estaban mirando,
todas sus expresiones de sorpresa. Estaban todos sonriendo, pero había también un
poco de preocupación y compasión en sus ojos. Mi ceño se frunció y parpadeé un par
de veces, dándome cuenta que había lágrimas corriendo por mis mejillas. Levanté mi
mano y las limpié rápidamente, sonriendo de manera tímida. Yo aclaré mi garganta,
sorprendida por mi reacción.

“Lo siento,” dije, sintiéndome incómoda por ser el centro de atención, sintiendo como si
yo estaba causando una escena.

“No necesitas disculparte, querida,” Esme interrumpió rápidamente.

“Sí,” el doctor Cullen dijo. “¿Por qué mejor no vamos y abrimos los regalos?”

Emmett gritó entusiasmado y yo reí, ya que obviamente estaba emocionado por la


Navidad. Noté que todos los regalos estaban debajo del árbol y me di cuenta que
Edward debió haber traído los nuestros en algún momento. Caminé hasta ellos y me
senté en el sofá, mis nervios a punto de estallar. Edward me miró y dudó, pero caminó
hasta mí y se sentó a mi lado. “Relájate,” me susurró. Yo sonreí suavemente y asentí.

El doctor Cullen empezó a repartir los regalos y yo me asombré cuando me entregó


cuatro regalos. Mi ceño se frunció a causa de la confusión, porque Edward ya me
había dado mi regalo. Aquello me golpeó después de un momento y mis ojos se
abrieron con horror. “No le compré nada a Esme,” dije en voz baja a Edward. Él se
encogió de hombros con indiferencia.

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“Ella no espera nada,” él me dijo. Suspiré, sintiéndome mal, pero sabía que en
realidad no había nada que pudiera hacer al respecto. Tomé el regalo que estaba
encima y entrecerré los ojos, leyendo la etiqueta. Reconocí el nombre de Emmett y
sonreí, mirándolo. Él estaba hurgando entre sus regalos verdaderamente emocionado,
luciendo tan joven y tonto por un momento. Espié al doctor Cullen con el rabillo de mi
ojo y le di un vistazo. Él me estaba viendo con cuidado y sonrió cuando mis ojos
encontraron los suyos. Respondí su sonrisa con otra pero volteé rápidamente, ya que
me parecía un poco extraño ver cuán agradable estaba siendo conmigo.

Abrí el regalo de Emmett, y empecé a reír cuando vi que era un juego de Monopolio de
Shrek. Yo sabía lo que era un Monopolio, ya que Charles tenía la versión original, pero
claro que Emmett compraría el de Shrek ya que nosotros habíamos visto esas películas
juntos. Emmett me miró y sonrió.

“Eso es para que tú y yo juguemos, gatita. Estos tontos podrán haberte enseñado a leer
pero yo te voy a enseñar cómo usar el dinero y esas mierdas,” dijo él. Yo sonreí
alegremente y escuché a Edward gruñir.

“Tú eres la última jodida persona que ella necesita para que le enseñe acerca del
dinero a través del Monopolio. Tú eres un maldito estafador, le robas al maldito
banco,” dijo él. Emmett rió estruendosamente.

“No lo hago, tú solo estás molesto porque apestas en el juego,” Emmett dijo. Solté una
risita y dejé el juego a un lado, rápidamente agradeciendo a Emmett por él. Los dos
continuaron con su disputa sobre el Monopolio, acusándose el uno al otro de hacer
trampa y de ser malos perdedores. Miré el segundo regalo, entrecerrando los ojos y
leyendo el nombre de Jasper. Lo abrí con cuidado y sonreí cuando vi que era una caja
llena de materiales artísticos, tableros para escribir y cuadernos de dibujo. Alcé la
mirada hacia Jasper y sonreí, agradeciéndole. Él asintió y sonrió.

“No hay de qué,” dijo cortésmente. Dejé la caja a un lado y tomé el tercer regalo,
leyendo el nombre de Esme. Yo suspiré y empecé a romper el papel, ligeramente más
nerviosa acerca de este regalo que sobre los otros. Abrí la caja y jadeé cuando vi que
era una cámara de fotos muy linda y un álbum de fotos vacío. Alcé la mirada y la miré
con sorpresa, asombrada por el hecho que me haya comprado algo tan caro. Ella
sonrió dulcemente.

“Pensé que te gustaría. Estoy segura que uno de los chicos te puede ayudar
averiguando como funciona y puedas imprimir tus fotos,” dijo ella. Yo asentí y sentí
lágrimas desbordándose en mis ojos, abrumada por toda la generosidad de los Cullen.
Susurré un agradecimiento, mi voz quebrándose mientras una lágrima rodaba por mi
mejilla. Edward se acercó a mí y acarició mi espalda con suavidad, asombrándome ya
que su padre estaba sentado en la sala, pero traté de no reaccionar a ello. Pensé que
quizás si yo hacía parecer que el gesto no era gran cosa, el doctor Cullen simplemente
haría caso omiso. Dejé el regalo de Esme a un lado y tomé la caja del doctor Cullen, el

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cual era bastante pesada por así decirlo. Lo abrí y parpadeé un par de veces,
sorprendida cuando vi que eran muchos libros. Alcé la mirada al doctor Cullen y él
sonrió.

“La mayoría de los libros en la biblioteca son bastante viejos, así que pensé que te
gustarían unas opciones más actuales,” dijo él. Sonreí, bastante contenta por su
consideración, y le agradecí. Él simplemente asintió en respuesta.

Todos parecían muy contentos cuando abrieron los regalos que yo compré para ellos.
Tenía que admitirlo, ir de compras había resultado ser bastante intimidante al
principio, pero una vez que me relajé y me di cuenta que Edward no iba a dejarme sola
en medio de un montón de extraños, la pasé bien. Nunca había estado en un centro
comercial antes por lo que estaba bastante asombrada por cuantas cosas habían allí
que uno podía comprar, cuantas distintas opciones podías encontrar. Era bastante
sorprendente, pero a la vez completamente abrumador. Aunque él había sido de gran
ayuda, siendo tan paciente y comprensivo conmigo. Todo el día me sentí casi como una
persona normal, como si yo fuese una simple chica de 16 años allí afuera en el mundo
con su novio, solo disfrutando de las pequeñas cosas que la vida tiene para ofrecer. Y
él me trató como su novia todo el día, besando y abrazándome constantemente y
haciéndome sentir segura. No me había dado cuenta de aquello antes, pero había
estado en desesperada necesidad de esa clase de atención de parte suya. A pesar que
sabía que nosotros debíamos ser cuidadosos cerca de su padre, todavía me dolía en
una parte muy profunda de mi cuando él actuaba frío y distante, constantemente
alejándose de mí. No había actuado así cuando estuvimos de compras, ni siquiera
cuando algunos de sus amigos del instituto lo vieron. Me di cuenta que ellos eran
personas agradables y que Edward debe confiar en ellos al grado de permitir que
nuestra relación sea expuesta a ellos, pero era agradable que finalmente alguien nos
viese. Se sentía maravilloso simplemente estar juntos, no preocupándonos por nadie
más.

Le prometí a Jasper que aprendería a jugar ajedrez con él, y le aseguré a Emmett que
él podría tocar una canción para mí con su guitarra. Su alegría era genuina y aquello
calentó mi corazón, sentirme casi como una parte de ellos, como si yo en verdad
pertenecía a ellos. El doctor Cullen incluso me había sonreído cálidamente y me
agradeció por el regalo que le di, diciéndome que era innecesario pero que se sentía
halagado de que yo haya pensado en él. ¿Mi amo, diciéndome que esta halagado por
algo que yo había hecho para él? Eso era asombroso.

A pesar de la hermosa mañana que había tenido, todavía existía esa otra parte de mí,
esa pequeña parte que sentía nada más que pura culpa acerca de todo. Mi mente
seguía distraída en mi madre, ya que me preguntaba que estaría haciendo ella hoy.
Cuando miré por la sala, llena de papel de envoltura, los regalos alrededor nuestro, los
platos de galletas y bocaditos que estábamos comiendo, sentí casi como si yo estuviese
traicionándola. Cuando recordé el hecho que alguien más estaría haciendo la cena

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por mí, que yo era libre de pasar todo el día haciendo nada más que disfrutar mis
regalos y mirar programas de Navidad en la TV, me sentía asqueada con mi
comportamiento. Y cuando vi el rostro de Esme, y recordé ese pequeño granero lleno de
humedad en el que yo me sentaba y la veía pasar, me sentí enferma sabiendo que era
así como mi madre estaba ahora. Mirando por la ventana de ese húmedo granero,
desesperadamente pidiendo por más. Desesperadamente deseando por algo que yo
ahora tenía.

¿Qué clase de hija era yo? ¿Por qué fui yo la que tuve esta suerte y no ella? Ella había
soportado mucho más que yo, ella había sufrido mucho más de lo que yo lo había
hecho. ¿Por qué ella no estaba en un lugar mejor, por qué no estaba comiendo galletas
dulces y viendo tontos dibujos animados y escuchando a alguien tararear de manera
vaga una ridícula versión de Jingle Bells? No sentí como que yo lo mereciese, no había
hecho nada para ganármelo. Ella había luchado por más de 30 años y había
sobrevivido, había soportado abusos y había criado a una niña lo mejor que pudo en
deplorables condiciones. ¿Por qué ella no podía tener un descanso de todo esto? ¿Por
qué no puede estar aquí?

Había estado tan perdida en mis pensamientos que ni siquiera había notado que todos
habían empezado a salir del salón hasta que la mano de Edward se acercó a la mía.
Apretó mi rodilla y yo salté, asustada. Él me miró inquisitivamente, obviamente no
esperaba mi reacción.

“¿Estás bien, cariño?” me preguntó en voz baja. “Te ves algo molesta.” Yo sonreí
tristemente, encogiéndome de hombros.

“Solo, eh, estaba pensando en mi madre,” le dije con voz suave. Sentí lágrimas en mis
ojos y traté de retenerlas, no quería llorar. Edward suspiró y puso su brazo alrededor
mío, atrayéndome a su pecho. Me acurruqué junto a él y se inclinó, besando la parte
superior de mi cabeza.

“Te entiendo, yo también extraño a mi madre. Ella siempre amó la Navidad,” dijo él en
voz baja, inclinando su cabeza y descansándola sobre la mía. Ambos nos quedamos
en silencio por un momento y me empecé a sentir incluso peor, lloriqueando por mi
madre cuando ella estaba viva allí afuera en algún lugar. La madre de Edward ya no
estaba en este mundo. Él tenía más razón que yo para estar molesto, y parecía estar
controlándose a sí mismo bastante bien.

“No estamos siendo muy cuidadosos,” murmuré, sabiendo que su padre podría entrar
en cualquier momento y vernos de esta forma. Suspiró, murmurando de acuerdo pero
no haciendo ningún movimiento para moverse de mi lado.

“Entonces, ¿Dónde están todos? Pregunté un rato después. Edward se encogió de


hombros.

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“Jasper y Emmett fueron a buscar a Alice y Rosalie. Debes haber estado bastante
aturdida porque ellos hablaron sobre eso por al menos veinte malditos minutos. Papá
fue a su oficina y Esme anda por aquí, en algún lugar,” dijo él. Yo asentí en respuesta y
levanté mi cabeza, enderezándome. Él removió su brazo de mí y suspiró, pasando su
mano por su cabello.

Nos sentamos en silencio por un rato, solo viendo la TV. No estaba realmente
prestando atención al programa, ya que mi mente todavía estaba absorta en
pensamientos del pasado. Esme entró a la sala después de un momento y nos miró,
sonriendo de manera alegre.

“¿Están bien chicos?” ella preguntó en voz baja. Yo sonreí y asentí, pero Edward solo
se encogió de hombros. Esme suspiró y frunció el ceño, mirando hacia el vestíbulo
brevemente antes de caminar hasta donde estábamos nosotros. Se puso en cuclillas
delante de Edward, mirándolo con ternura. Él la miró por un momento y ella sonrió.
“Tira più un carro di figa che un pelo di bue*,” dijo ella, su tono sonaba casi bromista.

Edward empezó a reír y Esme me miró brevemente, sonriendo. Edward negó con su
cabeza, fijando sus ojos en mí por un momento. “De hecho, Esme. De hecho,” dijo él,
sonriendo.

La sonrisa de Esme se volvió más brillante y ella golpeó su barbilla con su puño.
“Frente en alto, vaquero,” dijo ella. Se acercó un poco a mí y golpeó mi pierna
levemente antes de ponerse de pie y salir de la sala. Miré a Edward algo confundida y
él sonrió pero no dijo nada.

“¿No vas a traducir eso para mí?” le pregunté dudosa. Él rió, negando con su cabeza.

“Esencialmente acaba de decir que un hombre haría lo que sea por el amor de una
mujer,” dijo él. “Solo que lo dijo en palabras más coloridas”.

Entrecerré los ojos levemente, preguntándome cuáles eran esas palabras más
coloridas que Esme había usado ya que ella no parecía el tipo de persona que habla
de manera vulgar, pero Edward parecía haberle puesto punto final al tema. Estiró su
mano sobre mí y tomó la cámara que Esme había comprado para mí, abriéndola. Lo
miré mientras le ponía las baterías y empezó a curiosear con ella. Encontró la manera
cómo usarla y empezó a enseñarme a hacerlo cuando la puerta principal se abrió y
una fuerte risa retumbó por toda la casa. Alice llegó dando saltitos hasta la sala, casi
corriendo.

“¡Feliz Navidad, Edward, Isabella!” dijo ella, con voz alegre, su rostro radiante de
emoción. Corrió hasta nosotros y me envolvió con sus brazos, apretándome
fuertemente. Aquello me sorprendió un poco pero yo la apreté en respuesta,
murmurando Feliz Navidad. Me dejó ir y me sonrió antes de envolver con sus brazos a
Edward. Él se rió y la apretó también.

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Rosalie entró a la sala, tranquila y serena como de costumbre, y se sentó con cuidado
en la silla diagonal a nosotros. Cruzó sus piernas y empezó a mover su pie de manera
casi impaciente. Estaba sonriendo maliciosamente, lo que me preocupó un poco. La
había visto un par de veces desde el día que hablamos en mi habitación y siempre
había sido cortes y amigable, casi aceptándome, pero algo en su sonrisa puso mis
nervios de punta. Jasper y Emmett entraron a la sala después de un momento y dejaron
algunos regalos sobre la mesa. La sonrisa de Rosalie creció y ella aclaró su garganta,
tomando un regalo de la mesa.

“¿Puedo hablar contigo en tu habitación por un momento, Isabella?” ella preguntó. Yo


me tensé ligeramente, sin saber el por qué ella quería verme a solas. No sonaba
molesta en lo absoluto, un poco divertida sí, pero todavía tenía esa sonrisa dibujada en
sus labios. Asentí algo vacilante y miré a Edward brevemente antes de ponerme de pie.
Rosalie salió de la sala sin decir palabra alguna y se dirigió hasta las escaleras,
subiéndolas lentamente. Yo la seguí, mi ansiedad crecía con cada paso. Llegamos a la
habitación y ella abrió la puerta, caminando al interior y haciendo una pausa. Entré y
cerré la puerta con cuidado, mirándola con recelo.

“Pensé que preferirías estar sola cuando abrieras esto,” dijo ella, su diversión era
todavía evidente. Mis ojos se abrieron levemente y tomé el regalo que ella me estaba
dando. Caminé por la habitación y me senté en mi cama, nerviosa mientras empezaba
a arrancar el papel. Ella se quedó de pie y cruzó sus brazos sobre su pecho, sonriendo.
Puse el papel a un lado y miré el paquete con cautela, leyéndolo.

“¿Masajeador personal a prueba de agua?” dije después de un momento. Rosalie rió.

“El mismo. Yo tengo uno para mí, perfecto para la bañera, proporciona orgasmos
increíbles,” dijo ella con indiferencia. Di un grito ahogado, asombrada por sus
palabras, y dejé caer el paquete. Cayó en el piso y ella empezó a reír, caminando
hasta mí y agachándose para recogerlo. Me lo entregó nuevamente y yo lo tomé con
cuidado, mi mano temblaba levemente. “No te va a morder. Yo personalmente digo que
todas las chicas deberían tener uno de estos. Una chica necesita tener un orgasmo de
vez en cuando, y cariño, esos chicos allí abajo no siempre son convenientes.”

La miré por un momento, boquiabierta. Finalmente miré hacia abajo, al paquete en mis
manos y lo vi con cuidado. “Así que esto es, eh… quiero decir…sí,” murmuré,
sonrojándome. Ella se rió.

“Sí, lo es,” dijo ella. “Como te dije, pensé que querías abrirlo en privado.”

Mi sonrojo se intensificó y asentí. Me puse de pie después de un momento y miré a mi


alrededor, debatiéndome, antes de caminar por la habitación y abrir el cajón de mi
ropa interior. Lo deslicé al interior del cajón y lo cerré. “Gracias Rosalie,” dije en voz
baja. “En verdad.”

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Ella asintió “De nada. Y no seas demasiado tímida para probarlo, no hay ninguna
culpa en ello. Ahora regresemos allá abajo antes que a ese novio tuyo se ponga
inquieto y decida venir a rescatarte,” dijo ella, rodando sus ojos. Se dirigió a la puerta y
salió de la habitación, con camino a las escaleras. Yo dudé por un momento,
sintiéndome ligeramente avergonzada pero tratando de mantenerme bajo control.
Finalmente salí de la habitación y me dirigí abajo, encontrándome a Edward en el
segundo piso. Él miró rápidamente a su alrededor para asegurarse que nadie nos
viese antes de rozar su cuerpo con el mío. Me tambaleé un poco y se detuvo,
inclinándose y besando mis labios rápidamente, con suavidad.

“Te amo,” susurró en voz baja, solo lo suficientemente fuerte como para que yo lo
escuchase. Empezó a caminar nuevamente, dirigiéndose al tercer piso. Lo vi hasta que
desapareció de mi vista y sonreí, dirigiéndome al vestíbulo. Caminé hacia la sala
donde estaban todos reunidos, esta vez incluyendo a Rosalie y Alice. Me quedé de pie
junto a la pared, una vez más quedándome en segundo plano, solo viéndolos a todos.
Era bastante reconfortante ver lo feliz que ellos se veían, riendo y bromeando y
abrazándose. La escena era alegre y la adoración que ellos sentían por los demás era
completamente evidente. Miré como el doctor Cullen y su hermana reían juntos a causa
de un secreto susurrado, y Rosalie se sentó en el regazo de Emmett y él la sostuvo con
fuerza, y Alice chilló cuando Jasper la besó. El amor en el lugar era tan puro y fuerte, y
sentí mis ojos empañados a causa de la intensidad de todo esto.

Escuché unos pasos y levanté mi mirada para ver a Edward caminar en dirección a mí.
Estaba llevando los regalos de Alice y Rosalie y los dejó en la sala para luego voltearse
y caminar hacia mí nuevamente. Hizo una pausa frente a mí. “¿Estás bien?” preguntó,
su voz tenía un atisbo de preocupación. Yo sonreí y asentí.

“Sí, ¿Por qué no habría de estarlo?” le pregunté, un poco confundida acerca del por
qué estaba preocupado. Suspiró y se encogió de hombros.

“Estás aquí de pie, sola, como si no te sintieras cómoda aquí,” dijo él. Yo sonreí
ligeramente.

“Me siento bien. Es solo un hábito, quedarse afuera solo viendo lo que hay adentro,”
dije, encogiéndome de hombros. Él sonrió.

“Bueno, nosotros vamos a tener que romper con ese hábito, porque tu perteneces
adentro conmigo,” dijo él en voz baja. “Sempre.”

Me ruboricé levemente. “Sempre,” murmuré. Se rió y yo miré sus ojos por un momento,
hipnotizada. El amor que sentía proveniente de la sala hace un momento estaba
siendo reflejado directamente hacia mí a través de ese verde ardiente en sus ojos, sentí
mi corazón acelerarse e hincharse, emociones poderosas surgieron por todo mi cuerpo.

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Rompí el contacto visual después de un segundo, incapaz de mantenerlo por más
tiempo sin perder la razón y terminar haciendo algo estúpido, como atacar sus labios
justo en ese momento. Miré por encima de su hombro y mis ojos entraron de inmediato
en contacto con unos intensos ojos azules. Me quedé inmóvil, la penetrante mirada casi
me paralizó.

Finalmente rompí el contacto visual y miré al suelo, parpadeando un par de veces. “Tu
padre,” murmuré en voz baja. Edward suspiró y se volteó, alejándose de mí de
inmediato. Caminó hasta la sala y se sentó en el brazo del sofá, jugando a empujar a
Jasper con su codo.

Caminé unos cuantos pasos hasta la sala, haciendo una pausa. Empezaron a
entregarse regalos entre ellos y yo me senté y los miré con diversión. Rose abrió mi
regalo y sus ojos se abrieron completamente, su rostro se iluminó cuando vio que era
una versión miniatura de su auto. Alzó su mirada y me sonrió alegre, murmurando
“gracias”. Yo asentí y ella continuó mirándome fijamente, sonriendo. Era sorprendente
ver a Rosalie luciendo genuinamente feliz, su alegría fijada en mí. Edward alzó su
mirada hacia ella y su expresión cambió de inmediato, de regreso a un ceño fruncido.
Alzó una ceja hacia él, dándole una mirada de irritación, y él rodó sus ojos, fingiendo
molestia. Cuando él alejó su mirada de ella, vi sus labios curvarse ligeramente en una
sonrisa y Rosalie sonrió, guiñándome un ojo.

Definitivamente no estaba bromeando cuando dijo que ella y Edward disfrutaban


sacarse de quicio mutuamente y ser enervantes. Era bastante atractivo de ver, ya que
ellos peleaban como verdaderos hermanos.

Alice abrió el regalo que yo le di y chilló fuertemente, saltando y corriendo hacia mí. Me
envolvió en un abrazo y yo empecé a reír, abrazándola en respuesta. “¡¡Muchas
gracias, me encanta!! ¡Yo solía ser una bailarina y amo demasiado el ballet de Peter
Pan, voy a pedirle a Jasper que me lleve a verlo pronto ya que es tan hermoso de
admirar! ¡Tú lo amarás también, deberías verlo algún día!” parloteó rápidamente, con
emoción. Todos empezaron a reírse y yo me sonrojé por cuanto agradecimiento ella me
estaba mostrando.

“No hay de qué, Alice,” le dije en voz baja. Me soltó de su abrazo y sonrió, asintiendo.
Ella se volteó y tomó un sobre que estaba sobre la mesa y me lo entregó.

“Feliz Navidad, Isabella,” dijo ella. Yo tomé el sobre de sus manos y sonreí. Abrí la
solapa del sobre con cuidado y saqué su contenido, entrecerrando los ojos levemente
para leerlo. “Es un certificado de regalo para un día de Spa, en Spa Noir en Seattle. Ya
lo he arreglado con Carlisle, él dijo que Rose y yo podíamos llevarte cuando quisieras
ir, ya que en realidad es un regalo de ambas.”

Mis ojos se abrieron con sorpresa y la miré. “¿Spa?” le pregunté. Ella sonrió y asintió.

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“Así que puedes ser mimada. ¡Masajes y manicure y pedicura!” dijo ella emocionada.
Yo parpadeé un par de veces, asombrada, y miré a Rose. Ella me sonrió y volví mi
mirada al certificado de regalo.

“Gracias, a ambas. En serio,” le dije. El concepto de ser mimada era un poco


desconcertante, pero no podía negar la emoción que sentía por la idea.

“De nada,” ambas dijeron al mismo tiempo. Se miraron la una a la otra y empezaron a
reírse.

“¡Jinx!” Emmett gritó en voz alta, con emoción en su voz. Rosalie gruñó y golpeó la parte
de atrás de su cabeza, causando que el resto se riera.

“Tú solo dices jinx cuando eres una de las personas que dijo algo al mismo tiempo que
otra, idiota,” dijo ella. Emmett rascó la parte de atrás de su cabeza y se encogió de
hombros.

“Solo lo estaba haciendo por ti nena,” dijo en broma. Él la removió de su regazo y miró
alrededor brevemente antes de sonreír de manera alegre. “¡¡Hora de jugar en la
nieve!!”

Todos parecieron saltar emocionados a la vez y yo solo me quedé allí, ligeramente


sobresaltada. El doctor Cullen y Esme riendo cuando todos comenzaron a correr
saliendo de la sala, pero Edward se quedó entretenido con algo. Me miró y apuntó con
su cabeza las escaleras, silenciosamente diciendo que vaya con él. Sonreí levemente y
salí de la sala después de él.

“Necesitas abrigarte también, para que puedas jugar en la nieve,” dijo él, sonriendo.
Yo lo miré sorprendida y el soltó una risita. “Vamos, será divertido.”

Yo asentí y lo seguí por las escaleras hasta el tercer piso. Fui a mi habitación y miré mi
armario, sacando mis botas altas y peludas de color café. Me las puse y agarré mi
nuevo y enorme abrigo, poniéndomelo y cerrándole el cierre. Edward entró a mi
habitación y me entregó un par de guantes y yo empecé a ponérmelos mientras él
ponía un gorro negro en mi cabeza, cubriendo con él mis orejas. “Ya está, toda
calentita y perfecta para acurrucar,” dijo él, sonriendo cálidamente. Volvió a su
habitación y yo lo seguí, mirando cómo se ponía su abrigo y su gorro y sus guantes. Me
besó brevemente saliendo de su habitación y bajando las escaleras.

Lo seguí hasta el vestíbulo, donde sus hermanos y sus novias estaban esperando. Alice
enlazó su brazo con el mío y me llevó con dirección a la puerta trasera, todos nos
seguían atrás. Emmett prácticamente corrió encima de nosotras y abrió la puerta
trasera, caminando con dificultad en la nieve y dejándose caer, enviando partículas
blancas voladoras por doquier. Yo reí y Rosalie resopló, pero sonrió. Dudé un momento
mientras estaba en la sala y me alejé de Alice, tomando mi cámara. “¿Puedes tomar
algunas fotos por mí?” le pregunté a Alice algo dubitativa. Ella sonrió y asintió,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 626


tomando la cámara y metiéndola en su bolsillo antes de enlazar su brazo con el mío
una vez más.

Yo me estremecí cuando salí al aire frío y Alice apretó mi brazo. “Amo la nieve,” dijo
ella, sonriendo.

Yo respondí su sonrisa. “Sí, es agradable,” le dije en voz baja. Emmett se levantó y


empezó a reunir nieve en sus manos, haciendo bolas y golpeando a sus hermanos con
ellas. Yo reí cuando Jasper y Edward empezaron a hacer bolas y a golpearlo también.
Todos se salieron de control después de un momento y las bolas de nieve empezaron a
volar por la cabeza de las chicas. Yo me agaché y apenas pude evitar una, pero
Rosalie no tuvo tanta suerte y fue golpeada con una en el pecho. Ella entrecerró sus
ojos maliciosamente.

“Imbéciles,” espetó, agachándose y haciendo una bola de nieve. La lanzó y golpeó a


Emmett justo en la cabeza. Sus ojos se abrieron con sorpresa y empezó a caminar
hasta ella, acechándola, alzándola y cargándola sobre su hombro. Ella empezó a
gritar y a golpearlo en la espalda, y todos empezamos a reír. Estaba gritando para que
la bajara así que él sonrió después de un momento y la soltó en la nieve. Ella gruñó y
saltó enseguida, cubierta toda de blanco, y corrió directo hacia él. Yo reí cuando
empezaron a pelear en el suelo, empujándose mutuamente con sus manos llenas de
nieve.

Alice tuvo que soltarme ya que estaba tomando fotos para mí de todos y de todo. Yo me
puse en cuclillas después de un momento y pasé mi mano por una pila de nieve.
Estaba muy fría y podía sentir lo helado de ella a través de los guantes. El aire también
estaba muy frío y podía sentir mi nariz enfriarse, e imaginé que mi rostro
probablemente estuviese sonrojado. Tomé un puñado de nieve y luego abrí mi mano,
mirándola amontonarse por mis dedos. Era bastante asombroso de ver, ya que yo solo
había escuchado sobre ella. Alcé mi mirada después de un momento y vi a Edward que
estaba allí de pie mirándome, sonriéndome con amor. Lo miré y él me guiñó el ojo, lo
que causó que me ruborizara. Él sonrió alegre para sí mismo y yo empecé a morder mi
labio inferior, mirando nuevamente a la nieve a mis pies.

"¡Hagamos muñecos de nieve!" exclamó Alice después de un momento. Emmett gritó en


aceptación y saltó emocionado. Rosalie se levantó del suelo, resoplando, y queriendo
limpiar la nieve de su cuerpo pero era inútil... Ambos estaban completamente cubiertos
de nieve.

Empezaron a hacer grandes bolas para los muñecos de nieve y Jasper me animó para
ayudarlo a buscar algunos palitos para sus brazos. Todos nos reímos y bromeamos
cuando intentamos armar los muñecos, ocasionalmente se golpeaban los unos a los
otros con bolas de nieve. Era algo divertido de ver y tenía que admitirlo, eso llenó de
calidez mi corazón, el sentirme incluida en algo. Me sentí tan joven y feliz y liviana y
solo por un momento me permití a mí misma el sentir de esa manera, permití que la

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 627


culpa se disipara.

Después de que los muñecos de nieve fueron armados de alguna forma por así decirlo,
Edward caminó hasta mí y se detuvo a mi lado. "¿Quieres dar un paseo conmigo?"
preguntó con tono suave. Yo sonreí y asentí mientras él señalaba con su cabeza al
bosque. Empezó a caminar con dirección a los árboles y yo lo seguí, caminando
pesadamente a través de la nieve lo mejor que podía. Encontré que era un poco difícil
caminar en ella, aunque el resto de ellos lo hacían parecer tan fácil. Llegamos a los
primeros árboles que se divisaban y Edward extendió su mano cubierta con su guante
hacia mí. Tomé su mano y él entrelazó nuestros dedos.

"Así que, ¿Te gusta la nieve, mi Bella?" preguntó él, mirándome mientras caminábamos
por los árboles. Yo sonreí y me encogí de hombros.

"Es bonita. Fría pero aun así es hermosa de ver," le dije. Él asintió.

“No tan hermosa como tú,” dijo él, alzando sus cejas. Me sonrojé y él soltó una risita.

Caminamos en silencio con dirección al río, el sonido de la corriente del agua se hacía
más fuerte cada vez. Él caminó más despacio e hizo una pausa en la ribera del río,
mirando el agua. Yo recliné mi cabeza en su hombro y él soltó mi mano, pasando su
brazo sobre mi hombro y apretándome contra su cuerpo. “Solía venir aquí todo el
tiempo cuando era un niño cuando quería estar solo. Solía pasear por estos bosques
por horas, me perdí un par de ocasiones. La única vez que he sentido que recupero la
paz es cuando estoy aquí en el bosque.” Hizo una pausa y suspiró. “De hecho, hay un
pequeño prado a pocas millas de aquí. Está fuera del sendero así que nadie va allá
nunca. Quizás te lleve allí y te muestre cuando el clima mejore.”

Lo miré a la cara, sonriendo. Él estaba mirando a los árboles, una mirada de añoranza
marcada en sus facciones. Debió haber sentido mi mirada porque sonrió después de
un segundo. “¿Te gusta algo de lo que ves?” me preguntó en tono de broma. Yo le di un
codazo de manera juguetona y reí.

“Sabes que sí,” le dije. Él sonrió y me apretó a él con más fuerza.

Nos quedamos allí de pie y en silencio bajo los árboles hasta que dos ardillas pasaron
corriendo. Yo sonreí y las miré mientras ellas correteaban por la nieve cerca de
nosotros, persiguiéndose mutuamente. Subieron al árbol junto a nosotros después de
un segundo, saltando sobre una rama. Me agaché, al percatarme lo que estaban
haciendo, pero Edward alzó su mirada justo en el momento en que una de las ardillas
golpeó un montoncito de nieve de la rama, mandándolo a volar. Le cayó justo en la
cara y yo empecé a reír histérica mientras él solo se quedó de pie allí, congelado,
mirando a la rama ahora sin nieve.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 628


“Hija de puta, voy a matar a esa maldita ardilla,” dijo él. Yo empecé a reír incluso más
fuerte, doblando mi cuerpo y agarrándome el vientre, tratando de recuperar mi aliento.
Me miró, alzando una ceja. “¿Encuentras algo divertido?” él preguntó, su voz
completamente calmada y tranquila, su expresión era seria. Asentí y seguí riendo. Él
entrecerró sus ojos levemente pero sonrió, mientras yo trataba de refrenarme, de
calmarme, porque sabía por su expresión que iba a hacerme algo. Estaba escrito en su
rostro, era evidente por el brillo travieso en sus ojos. Mordí mi labio para tragarme la
risa, pero en el momento que lo hice, la ardilla corrió nuevamente por el árbol. Me alejé
unos cuantos pasos y la nieve cayó sobre Edward una vez más.

Empecé a reír otra vez de manera inmediata y sus ojos se entrecerraron aun más. Se
acercó a mí en ese instante, y mis ojos se abrieron por completo. Retrocedí un par de
pasos mientras él se acercaba, volteándome después de un momento y empezando a
correr. Apenas logré avanzar un par de pasos antes que mi torpeza se hiciese presente
y mi pie se atorara con algo en el piso. Me caí en la nieve enterrando mi cara en ella y
escuché a Edward empezar a reír de inmediato.

“¿Ves?” Eso es lo que pasa cuando te ríes de mí,” me dijo. Yo sonreí y rodé para
quedar de frente y verlo, tomando un puñado de nieve en mis manos y lanzándoselo.
Le di justo en el pecho y sus ojos se abrieron con sorpresa.

“Eso es lo que pasa cuando te ríes de mí,” le dije. Empezó a reír, negando con su
cabeza.

“Me parece justo,” dijo él. Me extendió su mano y yo la tomé con cuidado. Tiró de mí
hacia arriba y soltó una risita. “Estás completamente cubierta de nieve,” me dijo,
limpiando mi abrigo. Yo sonreí y me encogí de hombros.

“Es solo agua, no me va a hacer daño,” le dije. Él rodó sus ojos.

“Puedes congelarte. Enfermarte, pescar una neumonía. Joder, incluso hasta hipotermia.
Toda clase de mierdas pueden pasarte,” él dijo. Solo reí.

“Edward, yo nací prematuramente en medio de un granero sucio y desagradable. Mi


madre dice que era pequeñísima y estaba azul y me las arreglé para sobrevivir. He
pasado días enteros siendo golpeada más veces de las que puedo contar y sobreviví.
He tenido una pistola metida en mi garganta y sobreviví. Esto es solo agua
congelada…Voy a sobrevivir.”

Él suspiró fuerte, levemente irritado. Esperé que empezara una discusión conmigo y lo
miré, notando que estaba rechinando sus dientes. Sonreí, sabiendo que estaba
tratando de controlar su temperamento por mi bien.

Nos quedamos en silencio por un momento y él dejó de rechinar sus dientes un rato
después, calmándose. “Yo también fui prematuro,” dijo finalmente. Yo lo miré con
sorpresa y él asintió. “Solo fueron unas pocas semanas antes. Jasper tenía apenas

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 629


nueve meses de edad cuando ellos tuvieron a Emmett, y él tenía solo un año. Así que
mamá tenía dos bebés en casa y tenía como seis y medio, o siete meses de embarazo
de mí. Ella se rehusó a conseguir ayuda al principio, quería hacerlo todo por su cuenta
pero aparentemente era mucho para ella. Logró manejarlo por un par de semanas
antes que el estrés fuese demasiado y ella terminara empezando con su labor de
parto.”

“Wow,” le dije. “Eso debió ser muy duro para ella, tres bebés a la vez.”

Él asintió. “Sí. Decidieron esperar hasta que todos nosotros al menos dejáramos de
usar pañales antes de tener más hijos. Ella quería un montón de niños. No sé por qué
se detuvieron.” Su voz estaba llena de nostalgia cuando él habló de su madre. Podía
ver que era duro para él pero Edward estaba tratando de abrirse cada vez más
conmigo.

Sonreí levemente y acorté la distancia entre nosotros, envolviendo con mis brazos su
cuello y mirando su rostro. Puso sus manos en mis caderas y me miró, sonriente.
“Quizás se dieron cuenta que ellos había creado la perfección cuando te hicieron y no
necesitaban seguir tratando,” le dije en voz baja. Sonrió e inclinó su cabeza,
capturando mis labios con los suyos de manera suave. Yo cerré mis ojos y suspiré al
tiempo que él separaba mis labios con su lengua, besándome apasionadamente.

Se alejó de mis labios después de un momento y yo abrí los ojos para verlo mirarme
intensamente.

“Estoy bastante lejos de ser perfecto, Isabella,” me dijo. “Tengo más defectos que
virtudes.” Yo sonreí, negando con mi cabeza.

“Tú quizás puedas tener defectos, pero esa es la parte qué te hace ser tan maravilloso.
Tú eres perfecto…perfecto para mí.”

****************
Buon natale = Feliz navidad

Tira più un carro di figa che un pelo di bue = Un pelo de coño puede halar más peso
que una manada de toros. (Traducido libremente: Un hombre haría lo que fuera por el
amor de una mujer)

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 630


“Es realmente maravilloso que yo no haya abandonado todos mi ideales, porque ellos
parecen ser tan absurdos e imposibles de lograr. Aun así los mantengo, porque a
pesar de todo todavía creo que hay personas de buen corazón.”-- Anne Frank

Dr. Carlisle cullen


Traducido por Lanenisita

Permanecí de pie frente al gran ventanal de la sala, mirando afuera al gran patio
trasero. Los chicos estaban fuera, jugando con la nieve, lanzándose bolas y tratando
de hacer un horrendo muñeco de nieve. Todos ellos estaban riendo y parecían bastante
alegres, lo cual debía admitir era una vista bastante magnífica. Honestamente no
podía recordar cuándo fue la última vez que vi a mis tres chicos verdaderamente felices
todos al mismo tiempo, ya que por una razón u otra al menos uno de ellos parecía estar
sufriendo. Usualmente era Edward, ya que por años parecía que mi hijo menor
permanecía en un perpetuo estado de agitación y angustia. Su alma había sido
quebrantada, su corazón desgarrado, y me culpo a mí mismo con bastante frecuencia
por eso. Me culpo a mí mismo por no hacer nada para apaciguar sus preocupaciones
ese terrible día de hace tantos años atrás, cuando él despertó en esa habitación de
hospital para darse cuenta que su madre estaba en realidad muerta y que no había
sido una horrible pesadilla evocada por su mente. Mi pequeño, el que más se parecía a
Elizabeth en apariencia y espíritu, yo le había fallado hace mucho tiempo atrás.

Nunca me perdonaré a mí mismo el hecho de haberme alejado de mi familia después


de la muerte de Elizabeth, y me siento como menos hombre por admitirlo, pero no
podía soportar el ver a mi hijo en ese tiempo. Todavía existen días en los que tengo que
alejar mi mirada de él, días en los que trato de mantener mi distancia de Edward
porque él es un recordatorio constante de mi esposa y de lo que le pasó a ella. Y verlo
completamente destrozado por dentro, verlo fingir felicidad para poder satisfacer al
resto de nosotros solo hacía que yo me sintiera peor al respecto. Es duro para mí
pensar lo que mi hijo tuvo que soportar, lo que él tuvo que presenciar ese horrendo día.
He tratado de reconstruir en mi mente todo lo que pasó ese día durante estos años,
aunque él en realidad jamás me contó la historia por sí mismo, yo sabía que tuvo que
haberla visto morir. Ella era tan hermosa y él adoraba tanto a su madre, y se vio
forzado a ver como la vida la abandonaba. No puedo siquiera imaginar cómo se tuvo
que haber sentido.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 631


Y mi esposa… es tan difícil encontrar las palabras correctas para describirla. Elizabeth
era una criatura magnífica; ella tenía el alma más dulce y amable que un ser humano
pudiese tener. Yo prometí amarla y atesorarla y cuidar de ella, y había
fallado…terriblemente. Edward de manera irracional se culpó a si mismo por la muerte
de su madre, pero él no sabe ni la mitad de ello. No sabe de mi estupidez, de mi
ingenuidad. No sabe cuánto yo le fallé a mi esposa, cuanto fallé al darme cuenta de lo
que estaba pasando antes que fuese demasiado tarde.

Esme se acercó hasta mí y se quedó de pie a mi lado, envolviendo con sus pequeños
brazos mi brazo derecho, abrazándolo. Arrimó su cabeza a mi cuerpo y suspiró. Los
dos nos quedamos en silencio, mirando al patio, absorbiendo toda esa inocencia
despreocupada. Yo daría lo que sea con tal de ser capaz de regresar a esos días, ser
feliz de nuevo sin cargar con las heridas que la vida me había dejado.

“Sorprendí a Edward en el piano esta mañana,” dijo Esme. “Estaba tocando.”

Yo suspiré. “¿Estrellita, estrellita ¿Dónde estás?, o la Marcha Fúnebre?" Le pregunté.


Esas eran las únicas dos canciones que mi hijo volvió a tocar, cuando él logró de
alguna manera volver a sentarse frente a las teclas de su piano.

“Ninguna de las dos,” ella dijo. Pude escuchar alegría en su voz. “Era algo nuevo. Algo
original.”

Mis ojos se abrieron levemente a causa de la sorpresa por el hecho de que él haya
compuesto algo. “Wow,” le dije simplemente. Ella asintió sobre mi brazo pero no
respondió.

“No puedo creer que no me lo hayas dicho,” dijo Esme en voz baja después de un rato.
Yo miré a mi hermana y vi que su mirada estaba fija en Edward allí afuera en la nieve.
Sabía de lo que ella estaba hablando por la expresión en su rostro, ese amor
compasivo que ella mostraba a menudo. Suspiré, negando con mi cabeza.

“¿Qué querías que te dijera? ¿Qué mi hijo menor es un idiota?” Le pregunté. Esme
gruñó, golpeándome en las costillas con su codo.

“No le digas así,” dijo ella bruscamente. Yo negué y nos quedamos en silencio otra vez,
mientras seguía viendo a los chicos jugar afuera. “Él la ama,” añadió después de un
momento, su voz era suave.

Yo rodé mis ojos. “Ella es solo algo nuevo para él, carne fresca. La novedad se le
pasará pronto y la olvidará,” le dije.

“Oh, por favor. Ni siquiera tú te crees eso pequeño hermano,” dijo ella, negando con su
cabeza.

“Puedo tener esa esperanza,” le dije. Ella rodó sus ojos y miró nuevamente a los chicos.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 632


“Ellos se hacen felices el uno al otro,” dijo ella. Miré por la ventana y vi como mi hijo
miró a Isabella, sus ojos se iluminaron cuando los dos hicieron contacto visual. Yo
suspiré.

“Los dos son idiotas,” le dije con un tono de frustración.

“¡Carlisle!” dijo Esme, enojada, mientras me empujaba. Trastabillé un par de pasos y


solté una risita. Esme negó y rodó sus ojos, agarrando mi brazo nuevamente y
acercándome a ella para abrazarla. “¿Qué vas a hacer?” preguntó después de un
momento.

“No lo sé,” le dije. Era la verdad; no tenía ni idea como manejar la situación. “Cuando
me enteré al principio pensé en enviártela a Chicago por un tiempo… como si ustedes
dos la hubiesen adquirido, eso es todo.”

Ella suspiró. “Sabes que nosotros lo hubiésemos hecho,” dijo ella. Yo bajé mi mirada y
alcé mis cejas, mirándola escépticamente. Ella alzó su mirada y me sonrió tímida.
“Hubiese convencido a mi esposo de alguna manera.”

Yo reí ligeramente, negando. Alec no era alguien tan fácil de convencer y yo dudaba
que incluso Esme le hubiese hablado de eso sin involucrarme, si es que ella le iba a
decir la verdad de la situación. Se había negado a intervenir en la situación de
Isabella a través de los años e insistía que Esme también se mantuviera al margen, y
yo no lo culpaba ni un poquito por hacerlo. Toda la situación era un desastre.

“Si tú lo dices, Esme. Yo mismo, no estoy tan seguro de eso. Sin embargo, eso ya no
importa ahora. Es muy tarde para eso. Dejé pasar esa pequeña oportunidad,” le dije.
Sabía que si yo trataba de enviarla a Chicago con Esme mi hijo iría de inmediato tras
ella y eso era la última cosa que quería que sucediese.

“Creo te estás engañando a ti mismo si tú en realidad crees que tuviste alguna vez una
pequeña oportunidad. Esos dos están completamente enamorados. È stato amore a
primavista*, lo puedo apostar” dijo ella. Yo suspiré y negué con mi cabeza pero no
respondí porque no tenía nada que decir. Sabía muy en el fondo de mí que mi
hermana tenía razón, aunque yo no quise admitirlo.

La verdad en todo este asunto es, que yo sabía hace algún tiempo lo que estaba
pasando. Sospeché de la atracción entre los dos antes que ellos mismos se diesen
cuenta. Estaba preocupado cómo esos dos se iban a llevar, y la primera mañana
cuando fui a la cocina temí lo peor. Ella era de por sí bastante tímida, aterrada del
mundo, y yo tenía miedo que la naturaleza abrasiva de mi hijo le causaría un
desequilibrio antes que ella pudiese poner sus pies sobre la tierra. Los dos estaba en el
piso de la cocina esa mañana, sentados en medio de un charco de jugo de naranja,
Isabella temblando de miedo y Edward mirándola con confusión. Él la tenía agarrada
con fuerza, manteniéndola allí por el fuerte agarre en sus muñecas, y reaccioné con

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 633


brusquedad, asumiendo automáticamente que eso era exactamente lo que había
ocurrido, Edward la soltó de inmediato, casi como si ella estuviese ardiendo en llamas
y su toque lo quemara, y se puso de pie. La primera frase que salió de su boca después
que él la soltó, fue la última frase que yo alguna vez esperé oír de él. Era una frase tan
simple, una frase que la mayoría de personas usan libremente y sin necesidad, pero
que es muy poderosa para personas como nosotros. Es algo que él no había dicho
desde que era ese pequeño e inocente niño de 8 años, ignorante de los problemas del
mundo. Él ni siquiera me la había dicho el año pasado cuando se metió en ese
problema y yo tuve que mover todos los hilos y usar todas las conexiones que podía
para evitar los cargos, para que él pudiese tener una segunda oportunidad, un borrón
y cuenta nueva. Pero él la había dicho de manera tan casual esa mañana, tan
despreocupada que yo sabía que él ni siquiera se había dado cuenta lo que había
dicho. Solo salió de su boca tan naturalmente, como si no fuese gran cosa y no tenía
mayores connotaciones. Pero lo hizo, y en el momento en que mis oídos lo registraron,
supe que mi hijo se había topado con la persona que finalmente lograría romper su
caparazón, incluso si él no lo sabía aún.

La frase que él dijo fue “lo siento.”

Esa es una frase que ni siquiera yo me atrevo a decir, no importa la situación. Una
frase que debí decir cuando actué de manera tan brutal con Isabella en el aniversario
de la muerte de Elizabeth. Me imaginé a mi esposa viéndome desde el cielo, bastante
avergonzada por mi comportamiento, disgustada conmigo. No era justo lo que pasó,
ella no lo merecía. Yo lo hice a propósito para herirla cuando ella no era más que una
niña atrapada en una vida terrible de la que ella no podía salir. Racionalmente
hablando yo sabía que nada de eso había sido su culpa, que ella no podía evitar lo
que pasó al igual que cualquiera de mis hijos no podían evitar las cartas que el destino
les había echado. Pero yo no soy siempre racional, y no siempre pienso claramente.

Si le preguntas a mi hermana, ella probablemente te dirá que yo era un buen hombre


muy en lo profundo de mí. Un hombre decente, con un corazón lleno de compasión y
una gran capacidad de amar. Elizabeth te hubiese dicho la misma cosa. Ella nunca vio
el mal que acechaba dentro de mí, pero una vez más no podía estar seguro si ese mal
no apareció hasta que ella se fue. Yo siempre había tenido fallas pero no fue hasta que
mi esposa fue arrebatada de mi lado hace tantos años atrás que la oscuridad hizo
presa dentro de mí. Casi me vi poseído por ella, completamente consumido por la rabia
y la tristeza y la culpa. Estaba hambriento de sangre, y sin importar a cuantas
personas yo matara en mi búsqueda de venganza, esas ansias jamás se iban a
desvanecer por completo. Esa tímida chica de cabello castaño que estaba allí afuera,
la misma con la cual el más joven de mis hijos se había encariñado tanto en los últimos
meses, se volvió casi una casualidad en esa guerra personal en la que yo estaba
peleando, en mi búsqueda de venganza. Ahora, cuando la veo a ella, veo mi propia
expiación, mi última oportunidad para intentar arreglar todo lo que hice mal en su
momento. No es que diga que la oscuridad dentro de mí no asoma su horrenda cabeza

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 634


y atenta en tomar el control sobre mí. No es que diga que no tengo esos estados de
ánimo en los que tengo que luchar contra la necesidad de arremeter contra Isabella,
luchar contra esa ira irracional que me hace querer agarrarla y romper su cuello.

Yo era un hombre dividido, dividido entre querer ayudar a alguien y querer destruirlo a
la vez. Y eso me enferma, porque, ¿qué hombre decente podría sentir alguna vez la
necesidad de lastimar una niña inocente?

Empecé a tamborilear mi pulgar sobre mi pierna, tratando de controlarme a mí mismo,


mientras veía a Edward hacerse a un lado y quedarse quieto, con su mirada
prácticamente penetrando a Isabella. Se quedó allí de pie por un momento antes de
acercarse a ella, y detenerse a su lado de manera casual. Se inclinó y le dijo algo y
ella asintió en respuesta. Yo rechiné mis dientes y me tensé un poco, tamborileando mi
pulgar con rapidez cuando señaló con su cabeza al bosque y se alejó con ella
siguiéndolo de cerca.

"Relájate, Carlisle," dijo Esme en tono suave, sintiendo mi tensión. Suspiré


pesadamente e intenté relajarme, tomando un par de bocanadas de aire pero fue inútil.
Ellos llegaron al inicio del bosque y Edward se le acercó, tomando su mano. Gruñí
fuertemente y negué con mi cabeza, alejándome de Esme y dando la espalda a la
ventana. No quería ver lo que estaba pasando, no quería enfrentarme a eso. Caminé
hasta la sala y me senté en una silla, restregando mi cara con mis manos a causa de la
frustración.

Esme se quedó de pie frente a la ventana por un momento más, mirando al resto de
chicos terminar de hacer esos decrépitos muñecos de nieve, antes de voltearse y
caminar hasta mí. Se sentó enfrente mío y yo pude sentir sus ojos atravesarme, su
mirada era intensa.

"Es lindo ver cuán ingeniosos ellos creen que están siendo. Me recuerdan esos tiempos,
cuando tú..." ella empezó diciendo, sonriendo para sí mismo por su remembranza.

Me di cuenta a dónde quería llegar ella con su comentario y alcé mi mano de


inmediato, mirándola. "¡Detente!" le dije en tono firme, no queriendo que empezase el
tema. Ella sonrió y alzó su mano, para de manera bromista pretender que cerraba sus
labios como un cierre. Lo encontraba divertido, y quizás si yo fuese un hombre
completamente racional lo vería de la misma manera, pero no lo era. No encontraba
nada lindo en la situación en la que nos encontrábamos.

"¿Por qué no los dejas simplemente ser ellos mismos? Edward está tan feliz. Siempre
fue tan infeliz y ahora está sonriendo. Su vida se está iluminando de nuevo," Esme
preguntó después de un momento. Yo negué con mi cabeza.

"Sabes el porqué," simplemente le dije. Ella suspiró, levemente irritada por mi


respuesta. “Maldita sea hermanita, ¿En serio crees que yo no quiero que mi hijo sea

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feliz? ¡Claro que quiero! Amo verlo con vida nuevamente. ¿Pero crees seriamente, que
después de todo, lo que están haciendo es sensato? No puedes pensar que esto es lo
mejor, que esos dos deberían estar juntos."

Ella me miró, entrecerrando los ojos con un poco de irritación. "¿No debería ser su
decisión?" ella me preguntó. Negué con la cabeza, frunciendo el ceño.

"Ellos no saben nada, no saben lo suficiente para ser capaces de tomar esa decisión,"
le dije. Ella me alzó una ceja, obviamente no estaba de acuerdo con eso tampoco.

"Quizás deberías decírselo entonces," ella dijo cortante. Yo entrecerré los ojos
levemente y ella negó con su cabeza, sabiendo que yo estaba a punto de discutir. "Ya
sospecha que tú le estás guardando un secreto, Carlisle. No es un idiota. Creo que
deberías decirle la verdad."

Yo reí amargamente. "¿La verdad, Esme? ¿Exactamente de cuál verdad estás


hablando? ¿O quizás cuánto de esa verdad debería decirle? ¿Tú quieres que le diga
toda la verdad a él, poner todas las cartas sobre la mesa para que él las vea? ¿Qué tal
si le digo sobre la parte que lo va a herir, las pequeñas piezas de verdad que lo van a
destrozar? Maldición, quieres que sea feliz, ¿en serio crees entonces que si él sabe la
verdad de lo que pasó va a ser feliz? Porque no lo será, eso lo va a herir
tremendamente. Se parece mucho a mí ahora y tú lo sabes, tienes que admitir que hay
una posibilidad muy clara que si yo le confieso lo que la chica de allí afuera significa
probablemente aquello lo deje como loco. Con respecto a mí, con respecto a ella, pero
maldita sea que será con alguno de nosotros. ¡Cristo, Esme, yo traté de matarla! ¡Lo
intenté más de una vez! En serio no puedes decirme que crees que Edward se lo
tomará a la ligera, que solo se encogerá de hombros. Y si le digo la verdad eso hará
que él me pregunte sobre todo, que él dude sobre mí. Edward y yo apenas tenemos una
relación cordial si así podemos llamarla, ¿acaso no puedes ver que eso podía arruinar
el último pedazo del lazo que nos une? Porque yo sí lo veo, lo veo claramente. ¿Es eso
lo que quieres?”

Ella solo me miró, luciendo ligeramente asombrada por mi sermón. Yo negué con mi
cabeza, levemente exasperado. “No, eso no es lo que tú quieres. Tú quieres que yo le
diga solo una parte de la verdad para hacerle creer que está perfectamente bien que él
e Isabella estén juntos. Pero yo no puedo hacer eso; no puedo engañarlo con pedazos
de la verdad. O es todo o no es nada, Esme. Y si le digo toda la verdad, estoy seguro
que él, o bien va a ir y arremeter contra ella a causa de su rabia irracional, o va a
tratar de llevársela y huir. Y yo no puedo permitir que ninguna de las dos cosas ocurra,
ya que eso hará que todo lo que ocurrió y todo lo que estoy tratando de hacer aquí sea
un completo desperdicio. O incluso peor, él podría arremeter contra nosotros dos y
desaparecer, sin querer saber nada de nosotros y eso lo va a destruir. Elizabeth no
hubiese querido que su hijo sea sacrificado, eso lo sabes.”

Esme suspiró, frunciendo el ceño. “Ella hubiese estado feliz, verlos a los dos de esa

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 636


manera,” ella dijo suavemente. “Yo solo deseo… que hubiese una alternativa.”

Yo asentí. “Lo sé, yo también deseo lo mismo. He estado tratando de encontrar un


término medio para todo esto, razón por la cual no le he dicho nada a ninguno de los
dos, pero el problema es que no encuentro una solución para esto. No veo la forma de
lograrlo sin herir a uno de ellos. Quizás se podría hacer bajo circunstancias normales,
pero no después de esa maldita prueba de ADN. Jesús, ¿por qué tuve que hacer que
ellos la hicieran? Esperaba que viniera algo de los ancestros de la familia Swan pero
en el momento en que recibí la llamada que decía que provenía más que solo de los
Swan, me di cuenta que estaba atrapado en esto. Y que había sido tan malditamente
estúpido para no verlo antes, debí haberlo sabido.”

Esme negó con su cabeza. “Tú no podrías haberlo sabido Carlisle, nadie lo sabía.” Yo
suspiré y me senté en silencio por un momento. “¿Ya sabes que vas a hacer acerca de
eso? ¿Acerca de los resultados del ADN?”

Yo negué levemente. “No lo sé. Sé lo que se supone debo de hacer, se supone que
debo siempre elegir el maldito negocio y quizás la cosa más lógica de hacer sería
contarlo y exponérselos, pero las implicaciones de hacerlo son jodidamente
aterradoras. La potencial ira, el problema que probablemente nos caiga encima, sin
mencionar que sería como echar a los lobos a Isabella. Y maldita sea, si eso sucede,
no puedo imaginar lo que mi hijo pueda hacer para ir tras ella. Yo solo deseo no haber
hecho esa maldita prueba, así yo no tendría que tomar esta clase de decisiones.”

Esme movió su cabeza. “Tú no puedes vivir del ‘qué hubiese pasado si’ Carlisle. Lo
hecho, hecho está.”

Yo me reí amargamente. “Siempre he vivido con el ‘qué hubiese pasado si’. Apenas
duermo por las noches pensando acerca de aquellas cosas, preguntándome como un
pequeño movimiento pudo cambiarlo todo, golpeándome a mí mismo por todos los
errores que he cometido. Es mi culpa que estemos donde estamos, pude haberlo
detenido antes que todo empezara. Eso es todo en lo que puedo pensar y sé que es
irracional pero no puedo dejar de hacerlo. ¿Qué hubiese pasado si yo no hubiese
llevado a mi esposa a Las Vegas ese fin de semana? ¿Qué hubiese pasado si nosotros
íbamos una semana antes o una semana después? Demonios, ¿Qué hubiese pasado si
hubiésemos llegado una hora después, o incluso una hora antes? ¿Por qué ella tenía
que estar en ese preciso lugar en ese preciso momento? En todo lo que puedo pensar
es como las cosas hubiesen sido diferentes, cuan felices seríamos aún. Y me culpo a mí
mismo por todo aquello. Diablos, incluso a veces culpo a papá de esto, y me cabreo
tanto Esme, me cabreo tanto con esa niña allá afuera y sé que está mal porque nada
de eso fue su culpa, pero no puedo evitarlo.”

“Si ese día no hubiese pasado Carlisle, la chica que está allí afuera probablemente
hubiese muerto. Tú la estás salvando y ella lo está sanando a él. ¿No hace entonces
que todo valga la pena?”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 637


Yo reí sin ganas, negando con mi cabeza. “Tú suenas exactamente igual a Aro. Si
nosotros no hubiésemos estado allí Esme, mi hijo no hubiese necesitado sanar y estoy
jodidamente seguro que mi esposa tampoco estuviese muerta ahora. Así que no, el
viaje no valió la pena.”

Febrero 14, 1993

El camino era largo y desierto, nada que ver aparte de unas figuras abultadas de color
café a los costados de la autopista y pequeños atisbos de color verde en forma de
arbustos y cactus. El aire era caliente y sofocante, y a pesar del hecho que el aire
acondicionado del auto estaba encendido en su máxima potencia, el sudor se había
empezado a filtrar por mi cuerpo. Alcé mi mano y limpié mi frente del sudor, mientras
suspiraba. Yo odiaba el sur.

Estaba molesto. Estaba todo sudoroso, y me sentía demasiado miserable. Sin contar el
sonido del motor rugir y el ruido de la transmisión cambiar la velocidad, había
demasiado silencio en el auto. La radio estaba apagada, por lo que después de un
momento estiré mi mano y la encendí, explorando rápidamente entre las estaciones,
tratando de encontrar algo que distraiga a mi mente de toda esa situación. No me
importaba que estación fuese, solo necesitaba algo de ruido. Estaba rechinando mis
dientes, tratando de controlar mi temperamento pero el silencio estaba a punto de
llevarme al borde de la locura. Ella sabía que yo odiaba cuando se quedaba en
silencio. Prefería que me gritara y castigara, en vez de que solo estuviese allí sentada
en silencio como lo estaba, ignorándome y mirando a la ventana con esa expresión en
blanco dibujada en su rostro.

Maldije después de un momento y estrellé mi mano en la radio, mi irritación estaba


sacando lo mejor de mí y causando que mi temperamento entrara en punto de
ebullición. Ella suspiró de manera dramática pero a pesar de eso no hubo otra
indicación que denotara que notaba mi presencia. Pero lo hacía, ella siempre lo hacía.
Y sabía de mis estados de ánimo, así que me aventuré a adivinar que sabía
exactamente como me sentía en ese preciso momento. Sabía lo que me estaba
haciendo.

“Maldita sea, Lizzie, si tú no dices algo juro por Dios que voy a entrar en combustión
espontánea”, mascullé con mis dientes apretados. Exhaló bruscamente y dirigió su
mirada a mí brevemente, para luego desviarla de regreso a la ventana, a esas formas
de color café con tintes de verdes en ellas.

Mis dientes rechinaron nuevamente y apagué la radio, sabiendo que era inútil poner
algo de música. De todas maneras ella hubiese apagado la radio después de un

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momento, empecinada a infligir una tortura emocional sobre mí a través del absoluto
silencio. “¿Qué quieres que haga? ¿Eh? Es mi trabajo Elizabeth, tú lo sabías cuando te
casaste conmigo.”

Ella rió amargamente. “Es nuestro aniversario Carlisle,” dijo, su tono de voz era
mordaz, y lleno de rabia y resentimiento. Elizabeth rara vez se molestaba pero cuando
lo hacía, ella podía ser bastante venenosa y ese veneno casi siempre era disparado
directamente hacia mí.

“Eso lo sé, pero tú sabes que a ellos no les importa. Dicen anda y yo voy,” le dije,
suspirando de manera exagerada. Sabía que yo había tomado ese juramento, que me
había comprometido a la organización y que cuando ellos llamasen yo estaría allí, 24
horas al día 7 días a la semana 365 días al año. Ellos eran relativamente flexibles y por
lo general no me daban muchas molestias, pero el quid de la cuestión era que yo era el
hombre que estaba más abajo en el tótem y que cuando ellos ladraban, yo respondía.
(N.T. Aquí cuando Carlisle habla del tótem se refiere a la organización, los hombres
que se encuentran en la parte baja o base de la estructura son los que por lo general
hacen la parte fea del trabajo)

“Lo sé,” dijo ella firmemente. “Pero no te sientes allí y actúes como si yo no tuviese el
derecho a sentirme molesta. Tú sabes cómo me siento con respecto a este lugar, con
respecto a estos…Bichos.”

Suspiré, negando con mi cabeza. “Nunca dije que no tenías el derecho a estar
molestar. Y sabes que a mí me disgusta este lugar tanto como a ti, entonces, ¿por qué
te las tomas en mi contra?” Tú no tenías que venir, te hubieses quedado en el hotel y
hubieses esperado.”

Ella volteó a verme y sus ojos se entrecerraron. “¡Tienes que estar bromeando!
¿Esperas que yo me quede en una habitación del hotel, sola, en nuestro aniversario,
mientras tú estás allí afuera haciendo Dios sabe que cosa? Hubieses estado fuera todo
el día. No te hubiese visto para nada este día”.

Yo rodé mis ojos. “¿Y esta mierda es mejor que no verme? ¿Estar sentada en un auto
por cinco horas, dándome la maldita ley del hielo como si todo esto fuese mi culpa?
¿Tú crees que yo quiero venir hasta acá, tú no crees que yo prefiero pasar el día
contigo en Las Vegas?” Entendía el por qué ella estaba molesta, en serio lo hacía, pero
no podía aceptar que me echara la culpa de esto. Hice mi mejor esfuerzo, hice todo lo
que estaba en mis manos para hacerlo especial para ella. Había planeado el viaje,
había acordado con Esme y Alec para que ellos se quedaran con los chicos durante el
fin de semana en Chicago mientras yo volaba con ella a Las Vegas por nuestro
aniversario. Tenía todo el fin de semana planeado, ya que era nuestra primera vez en
la cuidad. La llevaría a bailar y a los casinos, compré tickets para un show al que yo
sabía que ella quería asistir. Iba a darle de comer y de beber, tratarla como la princesa
que era, y le haría el amor durante toda la noche. Ella era mi corazón, mi alma gemela,

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y estaba ansioso de pasar un tiempo a solas, solo nosotros dos, lejos de todo lo que
pudiese ser remotamente complicado. Estaba harto de las complicaciones, era todo lo
que teníamos siempre. Necesitábamos una oportunidad para huir de todo eso, de
escapar del estrés y ser solo nosotros, y pensaba con seguridad que finalmente esta
vez podríamos tener esa oportunidad.

Pero en el momento en que aterrizamos en Las Vegas, todo se vino abajo. Les dije a
donde estaría durante el fin de semana, ya que no era una decisión muy sabia
simplemente desaparecer del radar sin razón alguna, así que ellos me localizaron en
el hotel. No habíamos desempacado todavía, Elizabeth se veía radiante, emocionada
por todo lo que haríamos, pero en el momento en que me llamaron desde la recepción
del hotel y dijeron que era una llamada importante, su luminosidad desapareció.
Sabía lo que aquello significaba. Sabía que las complicaciones habían vuelto a
atraparnos.

Era mi padre quien llamaba, diciéndome que ya que estaba cerca, ellos necesitaban
que condujera hasta Phoenix en la mañana para ir a recoger unos papeles importantes
de Charles Swan Padre. Era un hombre de confianza para la organización que
vigilaba nuestros intereses en los casinos de Las Vegas, ya que la organización lavaba
dinero a través de ellos y manejaba algunos negocios por debajo de la mesa en la
ciudad. Los Swan eran personas decentes hasta donde yo sabía, ya que
personalmente solo los había visto un par de ocasiones en Chicago cuando ellos nos
habían ido a visitar. Charles Padre era un tipo un poco rudo, pero parecía ser honesto y
respetable, y su esposa Makenna era siempre tan agradable.

Traté de liberarme de la situación, diciéndole a mi padre que yo volaría hasta allá con
mi propio dinero y conseguiría esos papeles en Phoenix si es que ellos podían esperar
hasta que yo volviera el lunes, pero él insistió que eso debía ser hecho el sábado por la
tarde. Me quejé, enfurecido por lo que me estaba haciendo. Sabía lo que este fin de
semana significaba para nosotros, pero él simplemente exigió que yo cumpliera y cerró
la llamada, caso cerrado. En el momento en que el tono de llamada sonó en mi oído yo
sabía que no había nada más que hacer, no había manera de librarse de eso. Mi
padre despachó una orden, su palabra era definitiva y nadie podía ignorarlo sin hacer
frente a las consecuencias, ni siquiera yo. Él era el jefe, la cabeza de la familia. Habló,
y yo cumplí, porque cuando tú entras a la organización tu compromiso con la familia
siempre es lo primero… y por familia ellos no se refieren a los lazos sanguíneos. Ellos
se refieren a la Borgata, la familia de la Mafia.

Elizabeth suspiró después de un momento, sonando resignada. Muy en el fondo ella


entendía, y estaba claro que a no le gustaba pero también sabía que no había nada
que yo pudiese hacer al respecto. Yo había sido tan joven, fue en mi cumpleaños
número dieciocho cuando tomé el juramento y comprometí mi vida a ellos, y había
vivido cada día de mi vida deseando poder retractarme. Pero no podía… una vez que
tú entras a esa habitación y empieza la ceremonia dándote la adhesión completa a La

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Cosa Nostra, no hay vuelta atrás. Era la primera cosa que ellos te decían cuando te
hacían la inducción. Solo hay una manera de entrar y una manera de salir – Tú
entrabas con tus propios pies, y salías en un ataúd. (N.T. La Cosa Nostra es como se
denomina a la organización de la mafia en los Estados Unidos).

Es difícil para un joven de dieciocho años entender verdaderamente lo que significa


comprometer su vida a una organización. No podía renegar de ello. No era como un
matrimonio, en donde tú comprometes tu vida a otra personas pero sabes que sí algo
no sale bien siempre existe el divorcio. No, no había divorcio en la mafia. Los jóvenes
eran atrapados por el brillo de la gloria, por las apariencias externas. Ellos ven las
mujeres y el dinero, el poder y el respeto, y terminan tan deslumbrados por aquello que
no piensan en las implicaciones, en las consecuencias. Yo lo hice. Solo vi las partes
ostentosas de ese estilo de vida y el temor que mi padre generaba en las personas me
intrigó. Quería dinero fácil, la emoción, el poder. Y el día que mi inducción fue
realizada en lo único en lo que podía pensar era en cuán orgulloso de mí estaba mi
padre, en cómo las personas me iban a respetar. Elizabeth había estado un poco
indecisa sobre mí haciendo todo esto, pero yo traté de tranquilizarla diciéndole que
todo estaba bien, que esto nos iba a proveer de protección de por vida. Y ella me creyó,
confió en mi juicio así que no me presionó para tratar de cambiar mi opinión, a pesar
que ella deseaba que nosotros solo pudiésemos ser capaces de huir lejos y empezar
una vida libre de todo esto.

No fue sino hasta años después que el peso de la realidad de la situación me cayó
encima. Me había unido a la organización por protección, cuando en realidad el hecho
que yo me uniera a ellos nos obligó a tener que ser protegidos en primer lugar. Yo
había atraído el peligro a nosotros, lo había invitado a entrar a nuestras vidas. ¡Qué
estúpido e ingenuo había sido, completamente ignorante! Estaba cegado por los
signos de dólares, atraído por una falsa sensación de seguridad, nunca teniendo en
cuenta el terror y la potencial violencia que podía entrar en erupción en cualquier
momento.

Suspiré y miré a Elizabeth. Nos habíamos casado apenas un par de semanas después
de mi inducción, en una pequeña ceremonia en un arrebato de capricho en el día de
San Valentín. Yo había querido darle una enorme y espectacular boda, haciéndole
sentir que ella debía tener un día magnifico en el que pudiese brillar. Estaba dispuesto
a llevar las cosas hasta el extremo porque ella se lo merecía, porque valía la pena.
Pero ella no lo quiso, en vez de eso me pidió que nos casáramos en privado, de manera
discreta, con la presencia de mi familia únicamente. Mis padres nos ofrecieron su casa,
un sacerdote local que mi padre conocía fue quien celebró la ceremonia. Esme vino
para estar con Elizabeth ese día, ya que ella no tenía a nadie más, pero Alec se
mantuvo alejado. Yo sabía que Elizabeth lo hubiese recibido, pero él sintió que no era
justo entrometerse en su día especial. Tenía que respetarlo por eso, aún cuando yo
hubiese deseado que estuviese a mi lado y fuera el padrino de la boda.

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Había pasado ya una década desde ese día, diez muy complicados años, pero habían
valido la pena por cada problema que pasamos. Le agradecía a Dios cada día por
ella, por traerla a mi vida. Ella era mi mundo, mi razón de existir. Ella y nuestros hijos
eran lo único que me empujaba a seguir adelante en la vida, lo único que me mantenía
a flote. Habíamos tenido tres niños, Jasper vino primero y tenía cinco años ya. Nuestra
primera vez juntos después de haber tenido a Jasper, concebimos a Edward. Elizabeth
siempre había querido tener una gran familia pero nunca imaginamos que ella
pudiese quedar embarazada tan rápido otra vez. Estaba preocupado de que aquello
fuese muy difícil para ella, pero insistió que estaba bien.

Nuestro otro hijo, quien esencialmente es nuestro hijo mayor, vino a nosotros por la
gracia de Dios. Hasta que estuvo a punto de dar a luz a Jasper, Elizabeth fue voluntaria
en un centro de defensa de mujeres violadas y continuamente aconsejaba a una joven
llamada María. María había sido violada y quedó embarazada a causa de aquello, y
Elizabeth había tratado de ayudarla a pasar por todo eso. María dio a luz y
desapareció de la vista de todo el mundo, y eso siempre preocupó a mi esposa ya que
no sabía que había ocurrido con ella y el bebé. Una tarde por causalidad Elizabeth
decidió pasar por el centro de ayuda para enseñarles a Jasper, ya que las mujeres que
trabajan con ella estaban encantadas con el bebé, y ella encontró a María de pie cerca
de la esquina del edificio. Se acercó y vio que María estaba llorando, se veía asustada
mientras sostenía un niño pequeño. Ella prácticamente empujó el niño a Elizabeth y mi
esposa lo tomó, asombrada. María declaró que ella no podía hacer esto por más
tiempo; no podía ver al bebé ya que era un constante recordatorio de lo que le ocurrió.
Elizabeth solo se quedó allí de pie, embarazada de unos pocos meses y sosteniendo
dos bebés en sus brazos, sin saber qué hacer. Trató de hablar con María, convencerla
que entrara al edificio, animándola a conseguir ayuda, pero María se negó y solo se
volteó dejando a Elizabeth y al bebé, huyendo de ellos.

Y fue así como Emmett llegó a nuestras vidas. Elizabeth se vio obligada a cuidar de él
y yo no entendía el por qué ella lo hacía, ya que de por si ella estaba abrumada con
Jasper y teníamos otro bebé en camino, pero luego me di cuenta que ella vio todo eso
como karma. Elizabeth era un fiel creyente del destino, no creía que nada en la vida
era accidente o coincidencia, y ella sintió que lo que le había ocurrido a ella la había
conducido a este inocente bebé que necesitaba ayuda, que necesitaba amor. Yo
finalmente acepté todo esto cuando me di cuenta que ella hablaba en serio y que no
daría un paso atrás y acepté que nosotros nos quedáramos con él. Buscamos a María y
ella firmó los todos documentos para que nosotros lo pudiéramos adoptar legamente.

Emmett recién había cumplido seis años, y nuestro más pequeño, Edward, tenía cuatro.
Los tres eran niños estupendos, los mayores eran un poco traviesos. Edward era por
decirlo así, el más tranquilo. Era como la sombra de Elizabeth. Seguía a su madre
dondequiera, imitaba cada cosa que ella hacía. Era casi imposible ver a mi esposa sin
un pequeño y escuálido niño pelirrojo aferrado a su lado. De hecho, él era tan niñito de
mamá que nosotros apenas fuimos capaces de escaparnos este fin de semana, ya que

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por primera vez él no había tenido reparos en hacer una enorme rabieta. Lloró y gritó,
rogándole a ella que no lo dejase, yo sabía que aquello había encogido su corazón ya
que sus ojos se llenaron de lágrimas. Ella estuvo a punto de ceder, diciéndome que
olvidáramos la idea de irnos, que ella quería quedarse en casa. Pero insistí en ir, que
nos escapáramos juntos ya que teníamos demasiado tiempo sin pasar un fin de
semana solos los dos, sin interrupciones, así que ella aguantó todo el berrinche y se
mantuvo fuerte, tranquilizando a Edward diciéndole que estaría de regreso, que ella
jamás lo dejaría.

Podría apostar que se sentía arrepentida ahora, arrepentida de aceptar venir conmigo
a Las Vegas. Porque en vez de apostar y hacer el amor y bailar, estábamos
conduciendo en esa desolada y sucia autopista en las afueras de Phoenix. En vez de
reír y disfrutar, ella estaba molesta y decepcionada.

“Joder, lo siento, ¿de acuerdo?” Solté finalmente, incapaz de aguantar la situación un


minuto más. Yo no era de las personas que se disculpaba por cualquiera cosa, era mi
regla general, pero era diferente con mi esposa. Ella era probablemente la única
persona a la que no dudaba decirle lo siento, y a veces sentía como si constantemente
me estaba disculpando con ella. Sentía como si yo jodía todo, a veces sentía como si
no fuera capaz de hacer algo bien cuando se refería a ella. “Prometo recompensarte
por todo esto de alguna manera, te lo prometo stella mia. Ti amo, perdonilo. Per
favore*.”

Ella me miró, entrecerrando sus ojos. “Ni siquiera te atrevas a intentar deslumbrarme
hablando en italiano, Carlisle Cullen,” me dijo con tono firme. Le sonreí tímido,
volviendo a mirar a la autopista.

Ella se quedó en silencio por un momento y esperé pacientemente, conocía a mi esposa


muy bien. Suspiró finalmente, resignada. “Esa bruja malvada será mejor que no esté
aquí,” dijo ella, su voz no sonaba ya molesta pero sí estaba teñida de disgusto. Sonreí
levemente, negando con mi cabeza. Siempre se había referido a la Sra. Evanson como
la bruja malvada, negándose a llamarla por su nombre ya que era como tener veneno
en su lengua.

“Los Evanson no estarán allí. Esa mujer rara vez sale de su casa,” le dije. Yo sabía que
ella sabía eso y el hecho que se lo repitiera no era necesario, pero traté de
tranquilizarla de todos modos. Asintió después de un momento, con una mirada
contemplativa en su rostro. Miró por la ventana, una vez más fijando su mirada en el
monótono paisaje, pero esta vez la atmósfera al interior del auto era más ligera.
Ninguno de los dos estaba feliz, pero la tensión se había disipado cuando ella al final
aceptó nuestro próximo destino.

Yo me acerqué a la radio y lo encendí nuevamente, buscando entre las estaciones


hasta que encontré algo de música clásica suave. Los labios de Elizabeth se curvaron
en una sonrisa y ella me miró. Había en sus ojos un leve brillo que me hizo sonreír.

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“'’O sole mio* puede tocar eso,” dijo ella, con orgullo evidente en su voz. Siempre había
llamado a Edward ‘mi sol’ por cuanta luz él irradiaba. “La aprendió en su lección de la
semana pasada. La ha estado tocando por algunos días.” Yo le sonreí en respuesta,
asintiendo. Él era un niño realmente talentoso y el piano parecía ser algo natural para
él. Nosotros siempre habíamos tenido uno, más como exhibición que por otra cosa ya
que ni mi esposa ni yo podíamos realmente tocar, pero Edward había estado
curioseando con él desde que empezó a caminar. Todo empezó con él tocando las
teclas de manera indiscriminada pero con el tiempo se transformó en que pudo ser
capaz de juntar algunas notas y recordarlas, componiendo esencialmente sus propias
y pequeñas melodías. Era casi como un pequeño prodigio pero nosotros jamás lo
presionamos, nunca tratamos de imponer nada con respecto a su obvio talento.
Queríamos que él floreciera por su propia cuenta. Apenas había comenzado sus
lecciones de piano y estaba aprendiendo a leer partituras, lo cual nos dijeron que era
completamente sorprendente para él ya que apenas tenía cuatro años de edad, pero él
encontraba que las lecciones eran mundanas y estaba empezando a perder la
paciencia con ellas. Era feliz únicamente presionando las teclas por su cuenta.

“Él podría ser un increíble pianista algún día. El próximo Mozart,” dijo de manera
efusiva. “Podría ser lo que sea que quiera ser.” Su voz era melancólica y yo sonreí
levemente.

“Sí, él puede ser cualquier cosa. Si quiere ser un músico, él puede ser uno. Puede ser
un maestro o un artista o un abogado, eso no me importa, con tal que sea alguien en la
vida. Todo lo que quiero es que mis hijos sean alguien en la vida,” le dije. Elizabeth
sonrió y asintió.

“Podría ser un doctor como tú,” ella dijo. Yo rodé mis ojos.

“Solo porque asisto a una escuela de medicina para obtener el título no significa que
yo pueda llegar a ser un doctor en realidad Elizabeth. El internado toma mucho tiempo
y dedicación, la residencia también es cruel. No tengo el tiempo libre como para
dedicarlo a eso, no con todo lo demás encima,” le dije. Ella sonrió de manera triste.

“Quizás algún día,” dijo ella, encogiéndose de hombros. Yo también me encogí de


hombros, dándole una pequeña sonrisa. Estaba bastante seguro que ese ‘algún día’ no
existiría pero no le iba a decir eso a ella, ya que yo sabía que ella aún tenía la
esperanza que eso pudiese ocurrir.

Ella habló un poco más sobre Edward y el piano antes de sumergirse en otras
conversaciones acerca de los chicos. Yo sonreí y la escuché, sabiendo que sus nervios
estaban en aumento mientras más nos acercábamos a la residencia Swan,
permitiéndole tener algo de tiempo para asimilar la situación.

Bajé la velocidad en cuando llegamos a un pequeño sendero en el desierto, que dirigía


a la propiedad de los Swan. Elizabeth se tensó levemente en cuanto yo entré por ese

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camino, sus palabras se volvieron entrecortadas. Estiré mi mano y la dejé sobre su
rodilla, apretándola levemente.

“Relájate, ¿sí? No es gran cosa. Lo haré lo más rápido que pueda y tú nunca más
tendrás que regresar aquí,” le dije. Suspiró y asintió, todavía sintiéndose un poco
tensa.

Conduje despacio por el largo tramo, ya que el camino estaba lleno de baches y yo no
quería estropear demasiado el auto rentado. La casa apareció a la vista enseguida y
los ojos de Elizabeth se abrieron como platos levemente, su pierna temblaba un poco
debajo de mi mano. Estaba nerviosa y ansiosa. Quería decirle que no tenía nada de
qué preocuparse pero sabía que mis palabras serían inútiles. Se sentía incómoda aquí
sin importar lo que yo dijera. Aparqué en frente de la casa y apagué el motor, sacando
la llave del interruptor del auto. Miré a Elizabeth y vi que ella estaba mirando por la
ventana, la aprensión era clara en su mirada.

“¿Estás lista?” le pregunté. Ella suspiró, negando con su cabeza.

“Tan lista como pudiese alguna vez estarlo Carlisle,” me dijo en voz baja, su voz era
temblorosa. Yo asentí con la cabeza y vacilé un poco, pero estiré mi mano y abrí mi
puerta. Salí del auto y lo rodeé, abriendo su puerta del coche por ella. Le ofrecí mi
mano y ella la tomó con cuidado. La ayudé a salir del coche y cerré la puerta,
entrelazando nuestros dedos. Empecé a guiarla hasta la casa pero ella se resistió un
poco cuando llegamos a los escalones. “Puedo, eh… tener un minuto, ¿por favor?” ella
pidió en voz baja. Yo suspiré y asentí.

“Por supuesto que puedes Lizzie. Tómate todo el tiempo que necesites,” le dije. Ella
sonrió de manera cálida.”

“Gracias. Puedes ir avanzando,” ella dijo. Dudé pero ella asintió, asumo que trataba
de asegurarme que estaba bien. Yo asentí en respuesta y solté su mano, pasando mis
dedos por mi cabello. La miré por un momento antes de voltearme y caminar hasta los
escalones despacio, dirigiéndome a la puerta principal. Toqué la puerta despacio y
tomando un profundo respiro, no deseando estar allí. Nadie respondió después de un
momento así que alcé mi mano nuevamente y toqué, pero en cuanto lo hice escuché un
chillido agudo detrás de mí, casi como un gritito. Me giré rápidamente, asombrado, y vi
a una pequeña y frágil niña castaña corriendo en dirección a Elizabeth. Era
pequeñísima, quizás llegaba a la altura de la rodilla y era casi tan delgada como un
mondadientes. Su cabello estaba enmarañado y estaba imposiblemente sucia,
cubierta de tierra y usando ropa que estaba hecha jirones. Elizabeth escuchó el ruido y
se volteó, sus ojos se abrieron con sorpresa en cuanto vio a la niña. Elizabeth se quedó
inmóvil y a la niña le parecía completamente ajena la presencia de Elizabeth en su
camino, ya que después de un segundo se estrelló contra Elizabeth. Ella se tambaleó
un par de pasos debido a la fuerza del golpe y la niña voló hacia atrás cayendo sobre
su trasero. Elizabeth parpadeó un par de veces, asombrada, y la pequeña niña la miró

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confundida. Su pequeña nariz llena de tierra se arrugó mientras miraba a mi esposa,
su ceño estaba fruncido. Miraba a Elizabeth de manera intensa, concentrándose
incluso más en el rostro de mi esposa. Elizabeth la miró en respuesta, el desconcierto
era evidente en su semblante.

"Estás terriblemente sucia, pequeñita," mi esposa dijo finalmente, mirando a la niña. El


rostro de la niña se arrugó aun más al tiempo que bajaba la mirada para verse a sí
misma.

"¿Dónde?" preguntó confundida, su voz era aguda y dulce. Elizabeth rió y se puso de
cuclillas frente a la pequeña niña.

"Por todos lados," le dijo ella. Elizabeth sonrió y alzó su dedo índice, presionándolo
sobre la nariz arrugada de la niña. La pequeña niña sonrió, con una mirada de
tranquilidad en su rostro.

"Oh, está bien," dijo simplemente, como si esa respuesta fuese un alivio para ella.
Después de un segundo su animó cambió, sus ojos se abrieron mientras la emoción
resaltaba en su rostro. “¿Quieres jugar?” ella le preguntó, casi chillando. Elizabeth rió,
la sonrisa en su rostro brilló ante la pregunta de la pequeña niña.

“¿Qué vamos a jugar?” Ella preguntó, su voz era suave y cariñosa, esa calidez que yo
amaba de Elizabeth saliendo a flote. La pequeña niña se encogió de hombros, su
rostro nuevamente se arrugó.

“No lo sep,” dijo ella. La pequeña empezó a morder su labio inferior, pareciendo estar
bastante concentrada.

“¿Cuál es tu nombre, cariño?” Elizabeth le preguntó en voz baja. La pequeña niña


sonrió una vez más.

“Isabella,” le dijo ella. Cuando dijo su nombre sonó más como ‘Izza-bewa’ pero mi
esposa pareció entenderle, ya que ella asintió y repitió su nombre. Yo no era muy
bueno interpretando a los niños, ya que ni siquiera a los míos les entendía todavía a
veces cuando hablaban.

“¿Y cuántos años tienes, pequeña Isabella?” Elizabeth le preguntó. La pequeña niña
arrugó su rostro otra vez.

“¡Tres!” dijo en voz alta, alzando dos dedos. Elizabeth empezó a reír y se acercó a ella,
suavemente sacando otro dedito de Isabella para que ella mostrase tres.

“Wow, así que eres una niña grande, ¿eh?” Elizabeth preguntó. Isabella asintió de
manera entusiasta.

“¡Eso es lo que dice mi mami!” dijo ella, sonriendo alegremente. “Mami dice que las
niñas grandes son buenas. ¿Yo soy buena si estoy sucia? Mami dice que la suciedad

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no es buena, y no le gusta cuando yo voy a lugares llenos de tierra pero a mí me gusta
la tierra. ¡Ohhh podemos jugar en ella!” sus ojos se abrieron con emoción y Elizabeth
sonrió.

“Supongo que podemos hacerlo. ¿Qué más te gusta hacer?” mi esposa le preguntó. La
pequeña niña se encogió de hombros.

“No sep. A veces yo ayudo a mami pero ella dijo que no hoy,” dijo la niña,
mordisqueando su labio inferior nuevamente. Ella se levantó del suelo finalmente,
poniéndose de pie junto a mi esposa. Elizabeth se acercó a ella y limpió algo de tierra
que llevaba ella encima, pero era inútil ya que no había manera posible de que la niña
esté cercanamente limpia sin un buen baño y un par de prendas limpias. Elizabeth la
miró, su mirada cayó a los pies de la pequeña niña. Estaba descalza, sus pies estaban
llenos de tierra.

“Estás sangrando,” le dijo Elizabeth, su ceño fruncido. La pequeña niña bajó la mirada
a sus pies, su rostro se arrugó una vez más. Sonreí al ver cuán expresiva era la frágil
pequeña. “Debes haber cortado tu pie con algo. ¿Te arde?”

Isabella negó con su cabeza. “¡Yo siempre sangro, no me duele! Mami dice que soy
valiente,” dijo ella con orgullo. Elizabeth sonrió ligeramente.

“¡Oh, supongo que eres valiente entonces!” ella le dijo. “Aunque podrías no sangrar si
usaras tus zapatos. ¿La arena no quema tus pies?”

Isabella negó nuevamente. “¡Me gusta la arena, es sucia! No tengo zapatos, mami dice
que cuando sea grande puedo tener sus zapatos pero no soy tan grande ahora. Y
sangrar está bien siempre y cuando no entre a la casa. Se supone que no debo entrar
allí, el amo se molesta.”

En el momento en que la palabra ‘amo’ escapó de los labios de la pequeña niña, fue el
momento en que mi esposa se percató de todo. Yo había estado tan absorto en su
conversación que no me había dado cuenta que mi esposa no había notado que la
pequeña niña era una esclava. Las esclavas de su edad eran raras en lugares como
este y me pareció escuchar alguna vez que los Swan tenía una niña esclava, así que
no me sorprendió del todo. Pero mi esposa era un caso aparte. Era evidente que la
pequeña no era un miembro de la familia, ya que ninguna familia de la mafia que se
asocie con nosotros permitiría que una de sus propias hijas estuviese en un estado tan
deplorable, pero por supuesto eso no era algo que Elizabeth notara. El concepto de que
esa pequeñita fuese esclavizada como una sirvienta o una trabajadora sería algo que
su mente naturalmente se negaría a considerar, no era capaz de aceptar. Elizabeth
naturalmente hubiese asumido lo mejor, no queriendo admitir el peor escenario. Su
mente la protegería ante aquella posibilidad como un mecanismo de defensa, como
una manera de protegerla del dolor.

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Cuando la sonrisa de Elizabeth cayó y sus ojos se abrieron con asombro, me di cuenta
que yo debí haberle advertido con anticipación sobre esta posibilidad. Ella miró a
Isabella, su expresión era una plétora de diferentes emociones que iban desde la rabia
a la tristeza y al dolor. Isabella la miró con duda, luciendo confundida.

“¿Lizzie?” le dije en voz baja, un poco preocupado por ella. Me ignoró y continuó
mirando intensamente a la pequeña niña. Me acerqué un paso hacia ellas y escuché
unos pasos detrás de mí. La puerta se empezó a abrir y yo volteé mi cabeza
rápidamente, quedando cara a cara con Charles Padre. Él parecía admirado por mi
presencia y parpadeó un par de veces, haciendo una pausa.

“¡Señor Cullen, no lo escuché golpear la puerta! Qué bueno verlo,” él dijo cortésmente,
extendiendo su mano hacia mí. Yo le di un apretón de manos, apretando fuertemente
como un signo de respeto y como una forma de medir al otro en nuestro mundo. Él me
doblaba la edad y había sido cercano a la organización por mucho más tiempo que yo
así que él tenía señorío, aunque nuestros rangos eran los mismos. Yo sabía el hecho
que siendo mi padre el jefe me daba una pequeña ventaja sobre él, y sabía que estaba
consciente de eso también.

“Opino igual,” le dije. Yo me volteé para señalar a mi esposa y poder compartir con
ella los saludos de cortesía, la vi de pie allí, mirándonos cuidadosamente. Isabella
estaba también parada allí, sus ojos estaban fijos en Charles Padre. Miró a mi esposa
brevemente y sonrió antes que su mirada se fijara en la pequeña niña. Hizo una
mueca, la ira mostrándose en su rostro.

“Niña, sabes muy bien que no debes estar afuera cuando tengo visitas. ¿Dónde está tú
maldita madre?” Le preguntó furioso. Una mirada de miedo apareció en el rostro de la
pequeña niña mientras se estremecía por el tono de su voz. “¡Renée!” gritó él en voz
alta, negando con su cabeza. “Gente jodidamente incompetente.”

Una mujer apareció corriendo por la esquina trasera de la casa, paralizándose y


abriendo sus ojos completamente cuando vio a Isabella de pie allí. Ella miró al porche,
asustada. “Lo lamento tanto señor, yo debí haberla vigilado mejor. Yo aceptaré el
castigo y le juro que no volverá a ocurrir jamás,” dijo rápidamente. Charles Padre
asintió y la mujer corrió, tomando a la niña y llevándosela con ella. Mi esposa las miró,
diferentes emociones cruzaron por su rostro. Podía ver sus manos temblar, yo sabía que
estaba luchando por retener sus emociones pero se podía ver que estaba luchando con
todas sus fuerzas. Ella se volteó y miró a la mujer caminar con su hija en un largo
sendero de tierra con dirección a un árbol inhóspito. La mujer le dijo algo a Isabella,
moviendo su dedo frente a su rostro, su expresión era sin duda de decepción. La
pequeña niña mantuvo su cabeza agachada y miró al suelo, su postura era rígida pero
prácticamente estaba gritando de tristeza. Ella finalmente asintió y la mujer dio unas
ligeras palmaditas en su cabeza, alejándose de allí y negando con su cabeza. Isabella
se sentó en la tierra, todavía mirando al suelo.

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Elizabeth ni siquiera lo dudó. Yo suspiré y negué con mi cabeza cuando ella cruzó el
patio, caminando hasta donde estaba Isabella. Se puso en cuclillas frente a ella y le
dijo algo, a lo cual Isabella asintió. Elizabeth se sentó en la tierra, estirando sus
piernas hacia adelante, el rostro de Isabella se animó. Miré la escena con asombro
cuando mi esposa comenzó a pasar sus dedos por la tierra, recogiendo un poco y
haciendo una pila con ella. Isabella sonrió, tan alegremente que se podía ver el brillo
de sus dientes desde donde yo me encontraba, y empezó a jugar con tierra junto a mi
esposa.

Suspiré y me volteé para ver a Charles Padre, quién me estaba viendo cautelosamente.
“Yo, eh… yo no creí…” él dijo. Alcé mi mano para detenerlo y negué con mi cabeza.

“No importa. Solo vamos al grano y terminemos con esto,” le dije. Él asintió y entró a la
casa, yo lo seguí de cerca. Fuimos a su oficina y buscó entre sus papeles por un buen
rato, sacando los archivos que mi padre estaba necesitando. Tomó cerca de una hora
hasta que todo estuvo listo y yo tenía lo que necesitaba.

Intercambiamos despedidas y salí por la puerta principal, congelándome cuando alcé


mi mirada y vi a mi esposa sentada en el porche con Isabella. Cerré mis ojos,
suspirando. Isabella estaba riendo y Elizabeth tenía unas hojas de maíz en sus manos,
torciéndolas para darles la forma de una muñeca. Abrí la puerta y me acerqué al
porche, ambas me miraron.

“¿Me prestas tu navaja?” mi esposa me pidió de inmediato, la alegría era evidente en


su voz. Suspiré y metí la mano en mi bolsillo, para sacar la navaja. Ella la tomó y sacó
el lazo que ataba su cabello. Lo cortó con la navaja y empezó a atar a la muñeca,
asegurando así que la misma mantenga la forma. Una vez que ella la aseguró como
debía le mostró la muñeca a Isabella. Ella la tomó con cuidado, mirándola con sus ojos
bien abiertos. Había asombro en su rostro, sorpresa también. Me percaté que la
pequeña niña probablemente nunca había tenido un juguete antes, nunca había tenido
nada con que jugar.

“Deberíamos irnos,” le dije en voz baja después de un momento, sin saber cómo
reaccionaría mi esposa una vez que ella asimilase todo. Ella suspiró y asintió,
frunciendo el ceño levemente.

Ella alzó su mano y acarició el cabello enmarañado de Isabella. “Gracias por dejarme
jugar contigo, Isabella,” ella dijo suavemente. “Sé una niña buena por tu mami, ¿de
acuerdo?”

Isabella asintió. “Lo seré. ¿Volverás para jugar conmigo otra vez? Me gustas, yo no
tengo amigos reales con quien jugar”

Elizabeth suspiró y sonrió triste. Vi sus ojos llenarse de lágrimas y desvié mi mirada,
incapaz de soportar ver la escena. “Veré que puedo hacer, pequeñita,” le dijo en voz

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baja, su voz era temblorosa. Fuera de mi perímetro visual vi a mi esposa inclinarse un
poco y presionar sus labios en la frente de Isabella. “Adiós, bella bambina*.”

Elizabeth se puso de pie y bajó los escalones con dirección al coche. Yo la seguí,
mirando brevemente a la pequeña y frágil niña. Me sonrió con emoción y se despidió
con su manita cuando me vio mirarla. Yo le di una breve sonrisa antes de voltearme y
dirigirme al auto, pero mis pasos fueron detenidos abruptamente cuando sentí que
algo golpeó mi pierna. Miré abajo rápidamente, asombrado, y vi a Isabella colgada de
mi pierna, abrazándola.

Reí y me incliné un poco, acariciando levemente su cabeza. “¡Gracias por visitarme!”


dijo ella emocionada mientras me soltaba. Yo sonreí y asentí.

“De nada, pequeña,” le dije. Ella asintió y se volteó, alejándose mientras daba
pequeños saltos con dirección al gran montículo de tierra. La vimos lanzarse en él,
haciendo que la arena caliente volara por todos lados. Yo me volteé hacia el coche y
abrí la puerta del pasajero, ayudando a Elizabeth a entrar antes de rodearlo y abrir la
puerta del conductor. Me deslicé al interior del coche y lo encendí, prendiendo el aire
acondicionado a toda potencia. Estaba empapado de sudor ahora y mi ropa estaba
pegada a mí, pero por supuesto aquello no parecía molestar en absoluto a Elizabeth.
Lancé los archivos que Charles Padre me había dado en el asiento trasero y puse la
marcha del coche en reversa, girando un poco mi cuerpo y mirando hacia atrás al
camino. Elizabeth se quedó en silencio, mirando la ventana mientras nos alejábamos
de la casa, una expresión de aturdimiento en su rostro. Vi lágrimas rodar por su mejilla
y suspiré, alzando mi mano y limpiándolas con mis dedos.

Miré el reloj del salpicadero y sonreí. “Llegaremos a Las Vegas con el suficiente tiempo
para ver el show de esta noche,” le dije. Elizabeth suspiró y negó con su cabeza.

“Solo llévame a casa, Carlisle,” dijo ella en voz baja. “Quiero ver a mis hijos.”

Yo fruncí el ceño y asentí, no me sentía completamente sorprendido por aquello pero si


un poco dolido. Conduje hasta llegar a la autopista y el coche se llenó nuevamente de
un profundo silencio, el único sonido era el ronroneo del motor y el de la transmisión
cambiando las marchas. No era un silencio de enojo esta vez, era uno solemne. Yo
miraba a mi esposa de manera periódica, el verla mirar fijamente la ventana mientras
lloraba destrozó mi corazón.

“¿Sabes?, los chicos están empezando a crecer, quizás ahora podamos empezar a
intentar tener una niña,” le dije finalmente, queriendo animarla. Ella siempre había
querido más niños pero nos detuvimos después de Edward porque ella estaba
demasiado abrumada con todo aquello. Pero ahora él tenía cuatro y empezaría la
escuela pronto al igual que los otros chicos, así que tener otro bebé parecía tener
sentido.

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Elizabeth pareció no reaccionar al principio, continuó mirando por la ventana viendo el
paisaje volar frente a sus ojos. Su falta de reacción estaba preocupándome un poco y
empecé a sentirme un tanto tenso, el silencio nuevamente estaba empezando a colmar
mis nervios.

Ella negó con su cabeza después de un momento. “La única niña que quiero intentar
tener Carlisle es esa bella bambina que está allá en esa casa, porque alguien necesita
salvarla. Ella es tan alegre, demasiado buena para estar atrapada en una vida como
esa. Si quieres darme un hija Carlisle, dame esa.”

~*~

Fue así como Isabella Swan entró como una bala de cañón a mi vida, poniendo todo
de cabeza. La pedí para mí una semana después, y Charles Padre de mala gana me
informó que ella no estaba a la venta. Sin importar cuánto dinero yo ofreciese, él no
cambiaría de opinión. Traté de explicarle eso a mi esposa y esperé que con eso ella
olvidara todo el asunto pero simplemente no lo aceptó. La pequeña y frágil niña que
ella había conocido en Phoenix se convirtió casi en una obsesión para ella y yo
continuamente le decía que lo olvidara, que dejara el asunto como estaba, y después
de un tiempo creí que ella lo había hecho… pero me equivoqué. Había hecho cosas a
mis espaldas, contratando investigadores privados y hacienda investigaciones,
contactando personas y haciendo preguntas que ella no debió haber hecho en primer
lugar. Y yo había estado tan cegado con respecto a eso, viviendo dentro de mi coraza
de ignorancia e inocentemente creyendo que todo en mi vida estaba bien. Que todo
estaba genial. Yo era una persona muy astuta, tenía un ojo certero para muchas cosas
y muy pocas cosas se me escapaba, pero mi esposa tenía un talento para los secretos.
Había pasado casi toda su vida usando una máscara, escondiéndole a la gente cosas,
y logró también esconderlas de mí. Yo no tenía idea de lo que mi esposa estaba
haciendo, aunque tuve que haber estado muy consciente de ello. Tuve que haber
sabido que ella no dejaría así el asunto, yo debía haber sabido lo que esa pequeña
niña significaba para ella.

Ella había estado tan desesperada por salvar a Emmett, un niño producto de una
violación, porque ella también había sido violada. A ella no le importaba lo que
aquello había ocasionado en su vida, la presión de todo aquello ya tenía estresada su
vida. Vio todo aquello como una señal de que ella debía haber estado en el exacto
momento en que María estaba allí de pie en esa esquina sosteniendo a ese bebé. Dios
se lo había traído como compensación por todo lo que ella había tenido que soportar
en su vida. Yo debí haber sabido que ella vería a Isabella de la misma manera que vio
a Emmett.

Han pasado casi trece años desde aquella tarde en Phoenix y nueve desde la muerte
de Elizabeth, y no ha pasado un solo día en el que yo no haya pensado en aquella
pequeña niña por la cual mi esposa se sacrificó. Fue duro para mí aceptarlo, y sería

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incluso más duro para Edward que lo acepte.

Yo nunca les dije a mis hijos quién mató a su madre y porqué. Todos ellos asumieron
que ella fue un daño colateral, una casualidad al azar que resultó del hecho de estar
conectado con la mafia. Yo les permití que creyeran que toda la culpa recaía en mis
hombros, no teniendo el corazón suficiente para decirles que su madre había sido
asesinada porque ella hizo algo que sabía muy bien que no debía hacer. Hizo
preguntas, y yo le había dicho muchas veces con anterioridad que eso simplemente no
se podía hacer en mi mundo. Hacer preguntas, meter tus narices en los asuntos de la
gente haría que te matasen. Ella lo sabía y aun así lo hizo. No quería que ninguno de
mis hijos pensara que su madre había ofrecido su vida de manera casual a causa de
un extraño, esencialmente abandonándolos por tratar de salvar a una niñita que
ninguno de nosotros conocía en realidad. No quería que ellos creyesen que su madre
pensara que una niña esclava era más importante que ellos, no quería que dudasen
del amor que ella sintió por ellos.

Y estaba incluso más temeroso de decirles ahora… ¿Cómo le dices a tu hijo que su
madre fue asesinada frente a él y que incluso él casi muere a causa de su novia?
¿Cómo le explicas que él fue lastimado por dentro, y que estaba siendo curado,
reconstruido por la misma persona que de manera inconsciente lo partió en dos en
primer lugar? ¿Cómo hago que mi hijo vea que eso no fue culpa de Isabella, cuando yo
mismo la he culpado de aquello después de todos estos años?

Mi esposa había estado tan desesperada por salvar a la niña, tan desesperada que
incluso se sacrificó por ella, y estaba haciendo todo lo que podía para tratar de
terminar lo que ella empezó… pero era difícil, porque la oscuridad todavía merodeaba
debajo de la superficie de mi piel, amenazando con consumirme.

Me sobresalté levemente cuando sentí la mano de Esme en mi hombro. Había estado


tan perdido en mis pensamientos que casi había olvidado que ella estaba aún en la
habitación. Ella suspiró y acarició mi espalda con cariño.

“Ella me preguntó por su madre, ¿sabes? Queriendo saber si yo la había visto,” dijo
Esme. Yo sonreí despacio, mientras asentía.

“Estoy un poco sorprendido que ella no me haya preguntado por su madre en absoluto,
pero supongo que no se siente cómoda conmigo como para hacerlo. Todavía veo algo
de aprensión y miedo en sus ojos cuando está cerca de mí,” le dije. “En verdad jodí
todo con ella, pero supongo que eso es lo único en lo que soy bueno. Joder las cosas
una y otra vez.”

“Ah, no seas tan duro contigo mismo. Creo que siempre hay espacio para la
redención,” ella me dijo. “De hecho, yo tengo fe que encontrarás la manera de hacer
que todo esto funcione, de salvarla como Elizabeth quiso salvarla además de encontrar
la manera para que aquellos hermosos niños que están allá afuera sean felices

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juntos.”

Ella señaló con su cabeza la ventana y alcé la mirada, mirando a Edward e Isabella
salir de los árboles y caminar al patio trasero. Ambos estaban sonriendo alegres,
riendo despreocupados. Gruñí, negando con la cabeza.

“Tú siempre pensaste en grande con respecto a mí, Esme,” le dije, poniéndome de pie.
“No soy un obrador de milagros. Pero en el momento en que ellos entren, dile a
Isabella que vaya a mi oficina para que pueda hablar con ella.”

Salí de la habitación, ignorando la mirada penetrante de Esme. Subí rápidamente los


escalones dirigiéndome directo a mi oficina. Abrí la puerta y me deslicé al interior,
encendiendo la luz y caminando hasta el escritorio, dejándome caer en la silla. Suspiré
y abrí la portátil, encendiéndola. Abrí el último cajón de mi escritorio y saqué unos
papeles, volteándolos y haciendo algunas notas sobre ellos.

Trabajar con la organización se había vuelto pesado nuevamente, ya que había


muchos problemas provenientes de puntos que parecían requerir constantemente mi
atención. Mi trabajo en el hospital se estaba volviendo tenso, no pasaba allí el tiempo
que realmente quería pasar y la mayor parte del trabajo estaba siendo llevado a cabo
por otros médicos. Siempre quise ser un doctor y ayudar a la gente a sanar, lo cual
podría parecer algo extraño ya que yo había acabado con algunas vidas cruelmente.
Mientras mi padre fue el jefe, mi sueño fue imposible de llevar a cabo, ya que él tenía
mucha esperanza que yo siguiera sus mismos pasos dentro de la organización.
Pensaba que la escuela de medicina era inútil, una pérdida de tiempo, y pensaba que
debía enfocar más mi atención en el negocio. Murió un año después que Elizabeth y yo
hiciéramos ese viaje a Phoenix que cambiaría nuestro destino, un infartó lo mató
mientras dormía. Aro subió de rango entonces, posesionándose como Jefe. Aro me
había tomado bajo sus alas muy tempranamente y me encontré a mí mismo subiendo
de rango rápidamente bajo su liderazgo. Después de todo lo que pasó con Elizabeth,
me llevé a mis hijos a Washington, Aro me dio su bendición para practicar la medicina.
Era un hombre indulgente, yo estaba agradecido por ello. Entendió la importancia de
la familia ya que él mismo estaba muy apegado a su familia, lo cual podía ser tanto
una bendición como una maldición. Encontré que aquello era algo parecido a lo que
vivía estos días, aunque sentía que cada día que pasaba esto era como una maldición.

Estaba escribiendo un mail a un compañero de trabajo cuando un leve y tímido golpe


se escuchó en la puerta. “Entra,” grité, sabiendo desde ya que era Isabella. La puerta
se abrió lentamente y ella entró, cerrando la puerta detrás de ella. Alcé la mirada y me
percaté de su miedo de inmediato, ya que el mismo resaltaba feroz en su mirada.
Isabella era una chica fuerte, el tipo de chica que puede esconder secretos muy bien.
Muy parecida a mi esposa en ese sentido. Pero no me conocía en absoluto; ella no
sabía lo bien que yo podía leer a las personas.

Tanto ella como mi hijo pensaban que ellos estaban siendo muy cuidadosos, pero

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ambos habían cometido algunos errores a lo largo del trayecto. Eso sí, no eran tantos
como los que yo creí que podían cometer dada la situación. Ella cometió un rápido
desliz al inicio prácticamente admitiéndome que podía leer, ella jamás se dio cuenta
que yo me percaté de aquello. En su primer día aquí leyó lo que decía en la botella del
líquido limpiador de ventanas, ya que en la misma había una notita que decía que su
uso era para las ventanas. Ella sabía lo que allí decía, lo usó en las ventanas y luego lo
reconoció cuando se lo pregunté.

Los dos habían tenido un comportamiento notable cuando las cámaras de seguridad
estaban encendidas, manteniendo la distancia entre ambos, pero veía claramente en
las imágenes de los videos que miré después, que había algo entre ellos. Era casi
como magnética la manera en que se movían cuando estaban cerca. Podía ver los
roces sutiles de piel que había entre ellos cuando caminaban uno junto al otro, las
miradas que se intercambiaban. Ellos habían cometido un error con respecto a las
cámaras que estaban al exterior de la casa, ya que lo vi besando a Isabella en su auto
hace un par de días atrás, pero nuevamente, no eran tantos los errores que cometieron
en comparación a lo que yo esperaba.

“Toma asiento, Isabella.” le dije, señalando con mi cabeza la silla frente a mí. Ella
asintió en respuesta y caminó hasta la silla, sentándose cuidadosamente. Me miraba
con cautela, manteniendo una expresión nula en su rostro pero sus ojos se mantenían
muy expresivos. Yo cerré la laptop y la miré por un momento. “¿Estás teniendo un buen
día, dolcezza?” le pregunté. Ella sonrió alegre y asintió.

“Sí, señor. Gracias,” dijo ella cortésmente. Era siempre cortés, siempre mantenía sus
buenos modales cuando estaba cerca de mí.

“Bien” le dije, asintiendo. “¿Existe algún problema si te hago una pregunta?”

Vi como el pánico se apoderó de su mirada pero ella asintió. “Claro que no hay
problema,” dijo ella.

“Antes de que yo me presentara esa tarde cuando te traje de la casa de tu padre,


¿recuerdas haberme visto alguna vez?” Le pregunté. Su ceño se frunció un poco, su
rostro se arrugó en signo de confusión. Sonreí de manera involuntaria, ya que me
recordó la mirada que ella le dio a Elizabeth ese día cuando mi esposa le dijo que
estaba sucia.

“No, señor,” respondió dubitativa finalmente, mirándome con cautela. Yo asentí,


suspirando. La visita a Phoenix en nuestro aniversario no había sido la única vez que
yo estuve en contacto con Isabella. Un par de meses después, mi padre me envió
nuevamente y Elizabeth me rogó que la llevara. Me resistí al principio pero finalmente
acepté, ya que de manera ocasional las esposas viajaban con nosotros cuando
hacíamos negocios y creí que no habría mucho problema en ello. Fuimos una tercera
vez cerca de dos meses después del segundo viaje, y esa vez llevábamos a Edward con

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nosotros. Me imaginé que si ella no recordaba haberme visto antes, no había manera
posible que ella recordara haber visto a Edward antes. Edward apenas había cumplido
cinco para ese entonces e Isabella aún tenía tres, así que no era precisamente que
ninguno de los dos tuviese recuerdos de ese evento, pero me preguntaba si quizás su
primer encuentro hizo que ellos de manera subconsciente se sintiesen cómodos el uno
con el otro, sintiéndose levemente familiares. También me preguntaba a menudo si el
hecho que el parecido que Edward tenía con Elizabeth se hubiese registrado en el
subconsciente de Isabella, aun cuando ella no entendiese lo que estaba sucediendo
con ella misma. Traté de engañarla en Acción de Gracias, me sentí horrible por el
hecho de hacerlo pero ella me estaba evadiendo tanto como podía y yo quería tener
una razón para poder estar un momento a solas con ella sin levantar mucha sospecha.
Así que me deshice de los huevos que ella compró en el supermercado, sabiendo que
ella los necesitaría para cocinar la cena de Acción de Gracias, y así poder llevarla en
el auto hasta la tienda. Durante el trayecto le pregunté si ella tenía alguna idea del por
qué parecía llevarse tan bien con Edward, tratando de medir si quizás él le parecía
familiar de manera inconsciente, pero ella evadió mi pregunta de manera experta.

“La primera vez que te conocí Isabella, tú tenías tres años de edad,” le dije, sabiendo
que mi confesión no decía mucho. “Bueno, tú le dijiste a mi esposa y a mí que tenías
tres, pero levantaste solo dos dedos.” Ella sonrió ante aquel hecho y yo sonreí en
respuesta. “En fin, me sorprende un poco que tú recuerdes a mi hermana pero no a mí,
ya que yo te vi en algunas ocasiones durante estos años.”

Su sonrisa desapareció, el pánico volvió a sus ojos. “Lo siento, señor,” dijo ella
rápidamente. Mi ceño se frunció un poco a causa de la confusión.

“La disculpa es innecesaria, niña. Solo me sentía realmente curioso, eso es todo. Pero
en fin, la razón por la cual te pedí que vinieras aquí es porque tengo algo que darte.
Me debatí a mí mismo si el darte esto sería beneficioso para ti o no pero me di cuenta
que sería grosero de mi parte tenerlo en mis manos y no compartirlo contigo,” le dije.
Ella me miró confundida y algo de aprensión.

“Está bien,” dijo ella en voz suave. Sonreí levemente y abrí el primer cajón de mi
escritorio, sacando de él una foto. La había tenido en mi poder hace un par de
semanas, desde mi visita a Phoenix con Alec. Él fue enviado allí por negocios, ya que a
él siempre lo envían dado que aquella es la residencia de su hermana, y a mí no me
gustaba ir por mis razones personales. Él sabía parte de la razón por la que estaba allí
esa vez, obtener esta foto, pero no compartí el resto de información con él. No quería
abrumarlo con información e involucrarlo de manera innecesaria, así que no le dije que
la razón por la que yo estaba realmente allí era para obtener el ADN de Renée.

Dejé la foto sobre el escritorio frente a mí y la deslicé por el mismo hasta llegar a ella.
La tomó algo dubitativa, su mano temblaba un poco, y la miró. Sus ojos se abrieron
sorprendidos cuando miró la foto y vi lágrimas llenar sus ojos de inmediato.

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“Vi a tu madre unas semanas atrás mientras estuvimos allí por negocios y tomé esa
fotografía. Pensé que tú deberías saber que ella está bien. Preguntó por ti y le dije que
te estabas acostumbrando muy bien aquí. Me pidió que te recuerde que te ama
mucho,” le dije.

Isabella miró la fotografía fijamente, su máscara en blanco cayó y una enorme gama
de diferentes emociones se reflejaron en su rostro. Las lágrimas empezaron a rodar por
su mejilla y levantó su dedo pulgar, trazando con él el perfil de su madre en la foto.
Finalmente alzó la mirada después de un minuto, su rostro estaba bañado en lágrimas.

“Gracias,” ella balbuceó, su voz era ahogada. Yo sonreí y ella aclaró su garganta,
ruborizándose. “Gracias por mostrármela, señor.”

Yo asentí. “De nada. Eso era todo lo que quería, así que puedes volver y reincorpórate
a las festividades con los chicos,” le dije, poniéndome de pie y rodeando el escritorio
con dirección a la puerta. Asintió y se puso de pie, bajando la mirada hacia la foto. Me
la extendió con su mano temblorosa después de un momento y yo negué con la cabeza.
“Puedes quedártela.”

Sus ojos se abrieron levemente sorprendidos. Yo abrí la puerta para que ella pudiese
irse, ya que sabía que probablemente se sentía incómoda estando a solas conmigo,
ella dio un par de pasos hacia adelante. Sus pasos se detuvieron después de un
momento y se volteó rápidamente quedando frente a mí. Mi ceño se frunció y ella se
acercó a mí de inmediato. Me preparé para lo que podría hacer, pero me asusté
cuando ella rodeó con sus brazos mi cuerpo, abrazándome. Yo reí, asombrado de verla
colgada de mí, y yo rodeé con mis brazos su cuerpo de manera leve, dando leve
golpecitos en su espalda.

“Muchas gracias, doctor Cullen,” ella dijo entusiasmada. Asentí cuando ella se alejó de
mí.

“De nada, niña. ¿Sabes?, tú hiciste lo mismo la primera vez que te vi, excepto que para
ese entonces tu apenas llegabas a mi rodilla,” le dije, recordando el asombroso abrazo
que ella me dio cuando salió de la nada en el momento en que yo me iba. Isabella se
quedó admirada a causa de aquella información y yo solté una risita, asintiendo. “No
eras tan tímida en ese entonces.”

Ella sonrió levemente y se volteó enseguida, abandonando la oficina. La escuché subir


las escaleras hasta el tercer piso y cerré la puerta de la oficina, caminando hasta el
escritorio y sentándome. Empecé a revisar nuevamente mis archivos y cerca de quince
minutos después hubo otro golpe en la puerta, éste era un poco más sonoro que el de
Isabella. Abrí la boca para decirles que pasaran, pero antes que pudiese decir una
sola palabra la puerta se abrió. Suspiré y negué con la cabeza.

“No deberías entrar a una habitación sin permiso, Edward,” le dije, cerrando la carpeta

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frente a mí y mirando a mi hijo. Él se detuvo en cuanto entró en la oficina, estaba
sosteniendo una caja grande.

“¿Por qué?, ¿Hay algo que estás tratando de ocultar? No creo que nosotros
mantengamos secretos en esta casa,” él dijo, sonriendo. Rodé mis ojos pero sonreí ante
su no-tan-sutil intento de tratar de conseguir información.

"Supongo que probablemente tengo tantos secretos como tú, hijo,” le dije en voz baja.
Él solo me miró, y pude notar un breve atisbo de terror en su expresión. Aquello lo
había notado mucho más últimamente, ya que sabía que él sospechaba que yo sabía
lo que ellos estaban haciendo. “¿Vas a tomar asiento”? le pregunté finalmente. Se
encogió de hombros y caminó hasta mi escritorio, dejando la caja sobre mis carpetas.
Yo lo miré confundido y su sonrisa creció.

“¡Oh, vamos! ¿En serio creías que mi único regalo por Navidad sería un jodido diario
médico? Creí que me conocías mejor que esa mierda,” él dijo, dejándose caer en la
silla frente a mi escritorio. Yo sonreí y negué con la cabeza, no me sentía
completamente sorprendido.

“Sí te conozco hijo, muy bien de hecho,” le dije. Abrí la caja, mis ojos se abrieron un
poco cuando mi mirada se posó en el revólver M1 Garand. Lo saqué de la caja,
mirándolo, mi sonrisa se hizo aun más grande. Era una pistola hermosa, una obra
maestra en mi opinión además de ser una de mis favoritas. Me sentía algo cabreado
cuando el gobierno se apoderó de la mía con todos esos argumentos ridículos cuando
estábamos en Chicago y nunca me la devolvieron una vez que probé que yo no estaba
haciendo nada malo, declarando que ellos se habían equivocado. Recibía un rechazo
por parte del gobierno cada vez que yo intentaba conseguir otra, aun cuando mi
registro criminal estaba técnicamente inmaculado, ya que ellos sabían que yo estaba
vinculado a la mafia aunque ellos no pudiesen probarlo. Se podía conseguir una en el
mercado negro en ciertas ocasiones, pero cada vez que lograba conseguir una, la
misma se encontraba en deplorables condiciones y ellos me pedían una cantidad
exagerada de dinero por ella. “¡Qué buena mierda, hijo! ¿Qué he hecho para merecer
esto?” le pregunté, mirándolo. Él se encogió de hombres.

“Nadie ha dicho que te merezcas esa mierda,” dijo él en broma. Yo reí, negando con la
cabeza.

“Gracias de todos modos. Pero debo preguntar, ¿De dónde carajos conseguiste esta
cosa?” le pregunté. Él se encogió de hombros nuevamente, sonriendo. Me sentía
bastante curioso con relación a las conexiones de mi hijo, ya que él nunca me había
solicitado información de ese tipo ni tampoco a mis fuentes usuales sobre la manera de
conseguir un arma. Aunque no me sentía precisamente molesto, me sentí algo
atemorizado de que mi hijo menor se había metido tan profundamente en este estilo de
vida que él pudo obtener una M1 Garand a la edad de diecisiete años sin tener
mayores inconvenientes. Quería más para él, ya que era demasiado brillante como

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 657


para meterse en actividades ilícitas para sobrevivir. Teníamos muchísimo dinero; no
necesitaba involucrarse por esa razón. Yo no quería que él cometiese los mismos
errores que yo y que se involucrara en esto sin saber lo que estaba haciendo, sin
comprender realmente las implicaciones que esto tenía. Yo sabía que Aro tenía puestas
sus esperanzas en que Edward se le uniera y fuese a Chicago, y sabía que estaba
siendo hipócrita al no querer que eso ocurriese, pero la idea de que él siguiera mis
pasos me asustó.

“Fue de lo más curioso, yo estaba caminando por la calle y solo me tropecé con la
pinche cosa. Una historia de la vida real,” él dijo en tono de broma. Yo reí nuevamente.

“Sí, podría apostar que así sucedió,” le dije, negando con mi cabeza. “Sin embargo,
muchas gracias, en serio.”

Él asintió. “De nada,” me dijo serio. “Digamos que es mi manera de compensarte por
toda la mierda por la que te he hecho pasar estos últimos años.”

Yo reí y negué con mi cabeza. “Oh no, va a tomar mucho más que un arma para que tú
compenses todo lo que hiciste;” le dije. “Pudiste haber matado a Jacob, pudiste haber
prendido fuego a la casa de Billy Black. Cabreaste a toda una tribu de Nativos
Americanos. No puedes venir y sobornarme con un arma y esperar que todo sea
perdonado.”

Él se encogió de hombros, pasando una mano por su cabello. “Tú enviaste mi culo a
esa maldita escuela de niños ricos por varios jodidos meses con un grupo de nerds
degenerados. Creo que he pagado lo suficiente mi crimen.”

Yo asentí. “Supongo que lo hiciste. No chicas por meses, el máximo castigo para ti
¿eh?” le dije. Se encogió de hombros con indiferencia y sonrió. Mi hijo había sido un
playboy arrogante, cosa lo que lo metió en líos en primer lugar, yo me sentí feliz de que
aquello había terminado. Sabía el por qué había terminado esta etapa, yo sabía que
era por Isabella y me sentía agradecido por eso, incluso cuando yo no me sentía
exactamente feliz por su relación. No estaba seguro si él estaba intimando con
Isabella, y realmente esperaba que no fuese así pero una parte de mi reconocía que
aquello era una posibilidad real. No me gustaba no saber lo que estaba sucediendo
bajo mi techo pero ese era un tema en el que escogí no inmiscuirme, esperando que él
no lo hubiese hecho. Ella estaba protegida al menos, ya que puse en ella un método
anticonceptivo como una precaución al azar, así que al menos sabía que no habría
ninguna descendencia accidental de la que preocuparme y que pudiese complicar las
cosas.

Lo que sí sabía es que ellos dormían juntos. Lo descubrí por accidente.

“Sobreviví,” él dijo después de un momento. Yo asentí.

“Es bueno tenerte en casa, hijo, en verdad,” le dije. “Espero que nunca tengas que irte

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 658


de nuevo.” Él sonrió.

“Sí, yo también lo espero. Es bueno estar en casa.”

***************
È stato amore a prima vista = Fue amor a primera vista

Stella mia = Estrella mía

Ti amo, perdonilo. Per favore = Te amo, perdóname. Por favor

‘O sole mio = Mi sol

Bella bambina = Hermosa niñita

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 659


“Prefiero haber tenido un efluvio de su cabello, un beso de su boca, un toque de su
mano, que una eternidad sin ello.”- (Película City of Angeles)

Edward cullen

Abrí la puerta trasera de la casa haciéndome a un lado para que Isabella pudiera
entrar. Sus mejillas estaban sonrojadas, su nariz de un rojo brillante. Ella se estaba
sorbiendo la nariz y sus ropas empapadas por revolcarse en la nieve, por lo que
obviamente estaba jodidamente fría. Se estremeció cuando entró en la casa, su cuerpo
tratando de adaptarse a la calidez una vez más. Me miró y me dio una pequeña
sonrisa mientras se dirigía hacia las escaleras, y cerré la puerta. Mis hermanos y sus
novias todavía seguían jugando afuera, pero estaba malditamente frío para mí. Mi
puta polla estaba congelada y mis bolas a punto de secarse en mi interior. Me gustaba
la nieve y todo eso, pero solo en cantidad limitada.

Comencé a caminar en dirección a las escaleras, chorreando puñetera agua y nieve


por todo el maldito piso, pero no había mucho que pudiera hacer al respecto sin
desnudarme allí y en ese justo momento. Y joder, lo haría, ya que no tenía vergüenza,
pero no estaba seguro de que a Esme le gustaría que caminara por la casa con la
polla colgando y las bolas revoloteando al viento y esa mierda.

Isabella llegó al último escalón y estaba a punto de subirlo cuando Esme salió de la
cocina. Me miró brevemente, sonriendo, antes de volver su atención a Isabella.

“Isabella, querida, Carlisle quiere verte en su oficina cuando tengas un momento,” ella
le dijo.

Isabella se tensó un poco, deteniéndose. Giró su cabeza para mirar a Esme y sonrió,
pero obviamente fue forzada. Pude ver la leve preocupación en sus ojos.

“Sí, señora,” dijo en voz baja. “Gracias.” Ella me miró brevemente con una expresión
de pánico antes de volverse y comenzar a subir las escaleras. Me volví para mirar a

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Esme, arqueándole una ceja interrogante.

“Oye, no está planeando arruinarle su maldita Navidad, ¿verdad?” Pregunté. Esme


sonrió y negó con la cabeza.

“No, estoy absolutamente segura que está a punto de hacerla un millón de veces mejor,
hijo,” dijo. Estreché mis ojos levemente.

“¿Cómo?” Le pregunté.

“¿Por qué no esperas y le preguntas a ella? Estoy segura que te contará,” ella me dijo,
dándome esa sonrisa de complicidad. Rodé los ojos pero sonreí levemente, porque me
sentía jodidamente bien de que Esme supiera.

“Sí, ella me lo dirá,” dije sacudiendo la cabeza. “Ella no me oculta ninguna mierda.”

Los ojos de Esme se ampliaron levemente y me miró con escepticismo. “¿No lo hace?”
Preguntó. Negué con la cabeza y ella asintió. “Así que, ¿te contó de su vida en
Phoenix?”

Me encogí de hombros. “Ella me contó algo. Quiero decir, no es exactamente su tema


favorito, considerando lo que esa perra loca de tu cuñada le hizo. Estoy
condenadamente enojado con tu esposo por esa mierda, por cierto. Asegúrate de
decirle que algún día voy a patearle su jodido trasero por eso. Joder, él debe de
haberla asfixiado con una almohada o algo así cuando eran niños.”

Esme se echó a reír. “Sabes que no puedes culpar a Alec por lo haga su hermana. Y
me gustaría verte tratando de darle una paliza a mi esposo,” me dijo, empujándome
con el codo. “Te noquearía de inmediato.”

Me reí entre dientes. “Lo que sea, podría ganarle si él diera una puta pelea justa. Pero
conociéndolo, solo se quedaría ahí parado y me dejaría darle un par de puñetazos
para luego sacar su maldita pistola y la haría estallar justo entre mis ojos.”

Ella suspiró, negando con la cabeza. “Él no haría eso,” dijo. Rodé los ojos.

“Stronzata*, tú sabes malditamente bien que sí lo haría. El tío Alec puede ser genial y
todo pero puede ser jodidamente atemorizante cuando está callado,” le dije. Cuando
era un niño pequeño él solía asustarme como la mierda con su forma de ser. Él es del
tipo que solo habla cuando tiene algo que decir, de lo contrario solo se sienta ahí y
escucha, asimilando todo lo que dicen los demás y observando su comportamiento.
Cuando eres un niño pequeño eso puede asustarte, hacerte sentir como si estuvieras
bajo un maldito microscopio y solo estuviera esperando quela jodieras. Odiaba cuando
papá y mamá nos dejaban con Esme para quedarnos cuando Alec estaba en casa,
hacía malditos berrinches. A veces cedían y me llevaban con ellos, pero la mayoría de
las veces papá solo me daba una mirada que decía “aguántate como una pinche

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hombre” y se iban. Y tenía los nervios de punta todo el maldito tiempo porque Alec era
un sigiloso hijo de puta y podía acercarse a ti a hurtadillas y esa mierda. No es
sorpresa que hubiera comenzado como un maldito matón dentro de la organización.

Siempre he tenido la sensación de que él intimidaba un poco a mi mamá, porque ella


siempre estaba mirándolo con recelo cuando estaba cerca y él siempre mantuvo su
distancia de ella, como si supiera que la intimidaba o esa mierda. Después que mamá
murió, él empezó a venir con Esme y me acostumbré a él en su mayor parte con el paso
del tiempo. Era bastante inofensivo, por lo que obviamente tenía que tener un maldito
corazón para que alguien como Esme estuviera con él durante tanto tiempo, y nos
llevamos bastante bien… aunque de vez en cuando todavía me asustaba como la
mierda.

“Mi esposo puede ser un hombre callado, pero no es cruel,” ella dijo, mirándome. “Se
preocupa por ti, y lo sabes.”

Yo sonreí. “Lo sé. Aunque, ¿por qué carajos no está él aquí? ¿Tenía algo mejor que
hacer que pasar la Navidad con nosotros?” Le pregunté. Ella suspiró.

“Iba a venir, pero no estaba seguro de cómo iba a reaccionar Isabella a él, así que se
quedó en casa,” ella dijo. La miré sorprendido y me sonrió levemente. “Dijo que si
puede asustarte a ti, seguramente asustaría a la tímida chica Swan, sobre todo porque
está relacionado con Jane. Supongo que estuvo bien que no viniera, teniendo en cuenta
que me tuvo miedo hasta a mí.”

Me reí secamente. “Sí, Alec definitivamente le daría un susto de mierda. Sin embargo,
eso fue muy amable de su parte. Tal vez no lo joda la próxima vez que lo vea después
de todo, ya que está siendo tan considerado y esa mierda con Bella,” le dije. Los ojos
de Esme se ampliaron levemente y se rió.

“¿Bella?” Preguntó. Gemí y rodé los ojos.

“Sí, Bella. ¿Hay algún puto problema con eso?” Pregunté. Ella siguió riéndose
suavemente para sí misma y negó con la cabeza.

“No… solo me recordó a tu madre, eso es todo,” dijo ella. Mis ojos se estrecharon un
poco.

“¿Por qué el que yo la llame Bella te recuerda a mi madre?” Pregunté. Ella me miró
confundida brevemente antes de que destellara en sus ojos algo que se parecía
malditamente cerca al pánico. “La verdad, Esme. Porque joder, sé que lo sabes y no me
gusta que la gente me oculte las mierdas.”

Ella suspiró y negó con la cabeza. “No sé de lo que estás hablando. Solo me recordó a
tu madre porque a ella le gustaba esa palabra, bella.”

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Mis ojos se estrecharon aun más. “¿Qué es tan importante que ni siquiera puedes
decirme?” Pregunté. Ella me miró y se encogió de hombros.

“No es mi secreto para contarlo,” dijo. Rodé los ojos, sacudiendo mi cabeza.

“Como sea,” murmuré, irritado. Ella suspiró y acercó su mano, frotando mi espalda con
suavidad.

“Lo siento hijo, vas a tener que preguntarle a tu padre. No puedo descubrir sus secretos
más de lo que puedo descubrir los tuyos. Hablando de eso, ¿no es un poco hipócrita
enojarte con las personas porque no te mantienen al tanto de las cosas cuando tú
mismo has estado tratando de ocultarle cosas a tu padre?” Preguntó. Me le quedé
mirando por un momento, sabiendo que ella tenía la puñetera razón, pero sin que me
gustara que se me acusara de ello.

“¿Tratando?” Le pregunté después de un segundo, cuando registré exactamente lo que


había dicho. “¿Estás insinuando que estoy fallando? ¿Lo sabe? ¿Cristo, esa es la puta
razón por la que la llamó a su oficina?” Sentí un repentino aumento de pánico a través
de mí, y Esme debió haberlo sentido porque me rodó los ojos.

“Oh por dios, deja de ser tan paranoico,” dijo. “Te dije que estaba allá arriba haciendo
algo bueno. Relájate.”

Suspiré, sacudiendo la cabeza. “Estoy tratando de relajarme, pero maldita sea, es más
fácil decirlo que hacerlo. ¿Tienes alguna idea de cuán difícil es esta mierda? Solo
estoy esperando a que todo se venga abajo o nos estalle en la puta cara en el
momento en que mi padre se dé cuenta de que estoy enamorado de su jodida escl—“
Me detuve, incapaz de siquiera terminar de decir esa maldita palabra. Escuché a Esme
reírse levemente y la miré arqueando una ceja. “¿Algo jodidamente divertido?” Le
pregunté.

Ella sacudió la cabeza. “No, solo tuve una sensación extraña de déjà vu. Solo
ignórame,” me dijo. Yo la miré confundido pero ella me dio una mirada que claramente
decía “ni te molestes en preguntar”, así que lo ignoré, sabiendo que era una pérdida
de tiempo el siquiera tratar de sonsacarle algo. Ella siempre guardaba los secretos de
papá, se los llevaría con ella a la puta tumba.

“Lo que sea,” murmuré, un poco molesto por la situación. Esme sonrió y comenzó a
frotar de nuevo mi espalda.

“Por si sirve de algo, creo que es una chica encantadora. Se ven muy dulces juntos,”
dijo.

“Gracias,” murmuré. “Aunque no estoy seguro de que mi padre comparta el mismo


sentimiento.”

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Ella suspiró.

“Tu padre es complicado, ya lo sabes. Simplemente vete con él con cuidado por el
momento, y estoy segura que resultará,” dijo en voz baja. Suspiré y asentí, pasando la
mano por mi pelo. Me hizo sentir un poco mejor escuchar que Esme dijera eso, el tener
su apoyo, pero la entera situación seguía preocupándome. Hubo una breve pausa
antes de que ella suspirara. “Tu madre estaría feliz.”

La miré de soslayó asintiendo. “Creo que mamá la hubiera querido. Si alguna vez
hubiera tenido la oportunidad de conocerla, de todos modos,” los ojos de Esme se
ampliaron un poco y hubo un destello de sorpresa en su rostro antes de poner su
expresión seria. Entrecerré mis ojos con recelo. “Es un puto secreto enorme, ¿cierto?”
Pregunté.

Ella sonrió suavemente. “No sé de qué estás hablando,” dijo. Gemí con fuerza,
exasperado.

“Lo que jodidos digas. Voy a tomar una ducha y a cambiarme, así que puede que no
quieras subir a mi habitación a menos que quieras un espectáculo,” gruñí, dándome la
vuelta y dirigiéndome a las escaleras. Empecé a subirlas pero Esme me detuvo a mitad
de camino al segundo piso.

“¿Edward?” Dijo en voz baja, con compasión. Miré hacia ella y vi que estaba sonriendo
con amor. “Hubiera sido imposible que Elizabeth no amara a Isabella.

Me le quedé mirando por un momento antes de asentir. Suspiré y empecé a subir los
escalones de nuevo. Me di cuenta que la puerta de la oficina de mi padre estaba
cerrada cuando llegué al segundo piso, ya que obviamente Isabella estaba ahí con él.
Subí al tercer piso y abrí la puerta de mi habitación, entrando sigilosamente. Encendí
la luz y cerré la puerta detrás de mí, empezando de una vez a quitarme la ropa
húmeda. La arrojé a la cesta, la mayor parte cayendo a un lado de ella, pero en ese
momento me importó una mierda. Entré al baño y abrí la llave del agua, dando un
paso bajo el chorro de la ducha una vez que el agua estuvo caliente. Lavé mi pelo y me
quedé parado un rato bajo el chorro, permitiendo que el agua calentara mi cuerpo y
enrojeciera un poco mi piel. Finalmente, después de un momento cerré la llave del
agua y salí, agarrando una toalla blanca y secándome. La envolví alrededor de mi
cintura y volví a salir a la habitación, parándome en seco cuando vi a Isabella sentada
al borde de mi cama. Estaba sosteniendo una foto en su mano, mirándola con
intensidad.

“¿Qué tienes ahí, nena?” Le pregunté en voz baja, con curiosidad. Ella levantó la vista
hacia mí y mi ceño se frunció cuando noté que sus mejillas estaban manchadas de
lágrimas, sus ojos inyectados en sangre de llorar. “¿Estás bien?”

Ella sonrió suavemente, asintiendo con la cabeza. Levantó un poco la foto en su mano.

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“Es, eh… es mi madre,” dijo en voz baja, con su voz quebrándose. Mis ojos se abrieron
por la sorpresa.

“¿Conseguiste una foto de tu mamá?” Le pregunté. Ella asintió con la cabeza.

“Tu padre acaba de dármela,” dijo en voz baja, apartando la vista de mí y bajándola
de nueva hacia la foto. “La tomó para mí cuando fue a Phoenix con tu tío.”

La miré atónito por un momento, bastante sorprendido por cuan amable de parte de mi
padre había sido eso. Pasé una mano por mi pelo mojado y me di cuenta que estaba
simplemente parado ahí, completamente desnudo excepto por la puta toallita que
apenas cubría mi polla. Me acerqué a mi cómoda, abriendo el primer cajón y saqué un
par de boxers.

“Bueno, eso fue muy jodidamente amable de su parte,” le dije. Me volví hacia ella y vi
que su mirada estaba fija en mí, sus ojos se quedaron un largo rato en mi pecho.
Después de un momento me aclaré la garganta y sus ojos subieron de golpe a mi
rostro. “¿Quieres verme mientras me visto?” Le pregunté en broma. Sus ojos se abrieron
ligeramente y se sonrojó, un rubor rosado en sus mejillas. Me reí entre dientes,
negando con la cabeza. “Bueno, entonces ve para otro lado tesoro, porque estoy a
punto de dejar caer esta toalla.”

Ella giró levemente su cabeza de manera que estaba viendo para otro lado, pero la
atrapé viéndome de soslayo mientras me quitaba la toalla. Me eché a reír, y su sonrojo
se profundizó mientras cerraba sus ojos de golpe y se giraba por completo de manera
que su espalda estaba hacia mí.

Negué con la cabeza, riendo entre dientes, y arrojé la toalla hacia el cesto. Me puse
rápidamente mis boxers y agarré unos vaqueros. Me los puse, los abroché y me
acerqué a la cama. Me senté junto a Isabella, di un suspiro, y envolví mis brazos en
torno a ella. Ella dio un saltito pero abrió los ojos y se inclinó hacia mí.

“¿Puedo verla?” Le pregunté, estirando mi mano hacia la foto que estaba sosteniendo.
Ella automáticamente la apretó más fuerte cuando la toqué y me reí. “Voy a
devolvértela, Bella.”

Me miró y sonrió con timidez, soltándola para que pudiera tomarla. “Lo siento,”
murmuró, sonando un poco avergonzada. Le sonreí y me encogí de hombros.

“No importa,” le dije, mirando la foto. Era una foto de una mujer, bastante delgada y de
aspecto algo frágil, con cabello corto color castaño. La reconocí de inmediato, ya que
había visto el dibujo que Isabella había hecho de ella aquella vez en su habitación, y
pude ver fácilmente en ella muchos rasgos de Isabella. Estaba parada en lo que
parecía ser el desierto, lo que tenía puto sentido ya que Phoenix estaba en el maldito
desierto, y había una gran casa de color blanco y gris en el fondo. Junto a la casa
había otro edificio más pequeño, un viejo establo, y atrás de la casa había algunos

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grandes montículos de color marrón e hileras de árboles. Mi ceño se frunció y la miré
fijamente por un momento, ya que la escena por alguna razón me parecía
sorprendentemente familiar.

Isabella inclinó su cabeza posándola sobre mi hombro, suspirando. “Ahora puedes ver
mi casa,” dijo en voz baja, extendiendo su mano y señalando el granero.

“Esa no es tu casa. Tu casa es aquí conmigo,” dije con firmeza, sin gustarme que
llamara casa a un puñetero lugar tan ridículo. “Y no puedo creer que de verdad te
hayan hecho vivir en esa mierda.”

Ella se encogió de hombros. “Sobreviví,” dijo simplemente. Rodé los ojos.

“Hay mucho más en la vida que solo sobrevivir, Isabella,” le dije. Ella dio un suave
suspiro.

“¿Cómo qué?” Preguntó. Yo me encogí de hombros.

“No sé. Joder, ¿qué tal ser feliz?” Dije, sin saber como responder a eso. Ella se rió
suavemente.

“La felicidad no es nada más que buena salud y un mala memoria,” dijo en son de
broma. Mi ceño se frunció y la miré para encontrarme con una pequeña sonrisa en sus
labios. Ella me echó un vistazo y su sonrisa creció cuando levantó su cabeza de mi
hombro. “Albert Schweitzer.”

Rodé los ojos jugando. “Tú y tus malditas citas de Schweitzer. Juro por dios que eres
demasiado inteligente para tu propio bien, probablemente podrías hacer mi puta tarea
por mí,” le dije.

“Yo no diría eso,” dijo riendo. “Sé lo que sé, ni más ni menos.”

Me eché a reír sacudiendo la cabeza. “Como tú digas, Bella Ragazza. Deberías darte
más crédito. Como con tus dibujos, dudas de ti misma cuando no tienes un pinche
razón para ello, tienes talento.”

“Gracias,” dijo en voz baja, con sinceridad. Le di una sonrisa y asentí, mirándola por
un momento antes de inclinarme y besar sus labios con suavidad, sacando mi lengua
brevemente para saborear su boca.

“Prego,” le dije, apartándome. Su ceño se frunció minuciosamente.

“¿Prego? ¿No es esa una salsa para espagueti?” Preguntó confundida. Me eché a reír
sacudiendo la cabeza ante su seriedad. Se veía tan jodidamente linda con esas
arruguitas en su frente y la expresión de concentración y confusión en su rostro.

“Es una marca de salsa, sí. Pero significa “de nada” en italiano,” le dije. Ella asintió y

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me sonrió y yo volví mi atención a la fotografía. “Esa casa me parece algo familiar.”

“¿En serio?” Ella preguntó. Yo asentí con la cabeza.

“Sí. Probablemente vi una foto de ella antes, o algo,” le dije, encogiéndome de


hombros. “De cualquier forma, gracias por enseñármela. Tendremos que conseguirte
un marco para ella.”

Le di la foto y ella la tomó con cuidado, mirándola y sonriendo levemente. “¿Puedo


preguntarte algo?” Preguntó. Yo asentí con la cabeza. “¿Por qué no tienes fotos de tu
mamá?”

Suspiré y pasé mi mano por mi pelo. “Tenemos. La mayoría están arriba en el ático con
el resto de las cosas de mamá, pero hay algunas por aquí en algún lado. Es solo que…
es algo difícil mirarlas constantemente.” Después que mi padre llegó a quedarse a
casa después de ese primer año y Esme se fue, él fue por toda la casa bajando cada
foto de mamá que Esme había colgado. Sé que conserva una en el cajón de su oficina,
ya que anteriormente he entrado y lo he sorprendido mirándola, pero guardó el resto.
Nosotros tenemos fotos de ella pero también las mantenemos arriba. Probablemente no
tenga ningún sentido para ella, pero era más fácil al no tener que mirar su rostro todos
los días. Supongo que algunos lo llamarían evasión o lo que sea, pero era menos
doloroso de esa forma. “Voy a tener que sacar una para que puedas verla uno de estos
días.”

Isabella sonrió. “Me gustaría. Apuesto a que es hermosa.”

Me reí entre dientes. “Por supuesto. Ella me hizo,” le dije bromeando. Isabella me
empujó suavemente, rodando sus ojos, pero se echó a reír. “De acuerdo, de acuerdo. Lo
sé, estoy siendo engreído. Pero sí, ella era hermosa. Si bien, me parezco a ella. Cabello
rojizo, ojos verdes. En fin… suficiente de eso.”

Ella me miró, observándome por un momento, pero asintió con la cabeza en


comprensión. Volvió a fijar su atención en la foto de su madre y yo me puse de pie,
acercándome a mi armario y agarrando una camiseta.

“Debería ir a ver si tu tía necesita ayuda,” dijo en voz baja. Me puse la camiseta y me
volví para mirarla.

“Estoy seguro que a ella le gustaría eso,” le dije. “Aunque no tienes que hacerlo.”
Isabella sonrió y se puso de pie.

“Lo sé,” dijo, caminando y deteniéndose justo frente a mí. Ella sonrió ampliamente por
un momento, el verla hizo que mi pecho se hinchara un poco. Dios, ella se veía tan
maldita y genuinamente feliz, más feliz de lo que jamás la había visto. No puedo negar
que me hizo sentir un poco celoso que fuera por una mierda que mi padre había hecho
por ella, pero no podía ser un pendejo y dejar que mis problemas arruinaran su

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felicidad. “Te veo abajo, guapo.”

Se puso de puntillas y rápidamente rozó sus labios con los míos. Me reí entre dientes y
negué con la cabeza cuando se giró y salió por la puerta. Entró en su habitación y
colocó la fotografía encima de su cómoda antes de salir y bajar las escaleras.

Cogí la caja que contenía el verdadero regalo de mi padre y salí de la habitación hacia
el segundo piso. No se lo di mientras estábamos intercambiando regalos porque sabía
que Jasper estaría incómodo con esa mierda y no quería hacerle eso en Navidad. Me
detuve frente a la puerta de la oficina de mi padre y toqué brevemente antes de abrir
la puerta.

“No deberías entrar a una habitación sin permiso, Edward,” mi padre dijo de golpe,
cerrando una carpeta frente a él y mirándome detenidamente.

“¿Por qué? ¿Hay algo que estés tratando de ocultar? No creo que mantengamos
secretos en esta casa,” le dije, sonriendo con suficiencia, enfrentándolo con su mierda.
Sonrió y rodó los ojos, obviamente divertido.

“Supongo que probablemente tengo tantos secretos como tú, hijo,” dijo después de un
momento, obsevándome con curiosidad y todavía luciendo divertido. Registré sus
palabras y empecé a sentir pánico una vez más pero hice a un lado esa mierda, sin
querer demostrarlo. Joder, estaba probándome, lo sabía. “¿Vas a tomar asiento?”
Preguntó después de un momento, levantándome una ceja. Me encogí de hombres y
caminé hacia el escritorio, tratando de mantener mis nervios a raya. Coloqué la caja
frente a él, observándolo. Miró la caja con aprensión, obviamente, sin tener una puta
idea de lo que era.

“Oh, vamos. ¿En serio creías que mi único regalo por Navidad sería un jodido diario
médico? Creí que me conocías mejor que esa mierda,” le dije, dejando caer mi culo en
la silla frente a él. Sonrió, viéndose bastante contento. Sí, desde un principio supo que
era pinche contrabando.

“Sí te conozco hijo, muy bien de hecho,” dijo con indiferencia, pero no pude evitar sentir
que había connotaciones mucho más profundas en esa mierda. Cristo, Esme tenía
razón, estaba jodidamente paranoico. Abrió la caja y pareció sorprendido de ver el M1
Garand, sacándolo y sonriendo radiante con alegría. “¡Qué buena mierda, hijo! ¿Qué
he hecho para merecer esto?” Preguntó, mirándome. Tuve el impulso repentino de
decirle que se lo merecía porque iba a aceptar mi puta relación con Isabella le gustara
o no, pero en vez de eso cerré la boca y solo me encogí de hombros, porque las
probabilidades de que esa mierda sucediera no eran muy altas.

“Nadie ha dicho que te merezcas esa mierda,” le dije en broma. Él se echó a reír y me
preguntó de dónde lo había conseguido, y me hice el disimulado como de costumbre.
No había maldita manera de que revelara mi fuente, ya que sabía que había una gran

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posibilidad de que les cerrara el negocio. Me agradeció y luego por un momento se
puso serio cuando volvió a salir el tema de esa mierda con Jacob Black. La puta tribu
Quileute seguía muy sensible sobre eso, bastantes molestos por lo que había hecho en
sus tierras, así que no esperaba que papá estuviera feliz por ello, pero odiaba cuando
arrojaba esa mierda en mi cara. Sacó a colación el hecho que no había tenido ninguna
chica cuando había estado lejos, cuando era una escuela solo para chicos, y no supe
que decir. O sea, sí, esa mierda había sido una tortura en su momento porque el sexo
era lo único que tenía entonces. No puedo negar que echo de menos esa mierda. Echo
de menos tener mi polla húmeda, daría cualquier cosa por oler la excitación de una
mujer y sentir el calor resbaladizo envolverme y escuchar la piel sudorosa chapotear,
pero no me iba a morir sin eso. Había encontrado algo mucho mejor, algo por lo que
valía la pena esperar.

Así que le dije que había sobrevivido, porque joder, lo hice. Mi chica me dijo que era un
sobreviviente y supongo que tenía razón. No importa que mierdas, iba a sobrevivir.
Igual que ella. Sin embargo, hablé en serio cuando dije que había más en la vida que
sobrevivir, porque lo había y lo encontraríamos juntos.

“Es bueno tenerte en casa hijo, en verdad,” él dijo. “Espero que nunca tengas que irte
de nuevo.”

Sonreí, porque su voz sonaba malditamente genuina y era agradable escuchar eso.

“Sí, yo también lo espero. Es bueno estar en casa,” le dije. No tenía intención de irme
de nuevo a ninguna parte, no a menos que llevara a Isabella conmigo.

Asintió y me miró por un momento, sonriendo. “Bueno, gracias por el juguete,” dijo,
sosteniendo el arma. “Voy a tener que despejar mi horario uno de estos días y llevarte
a disparar.”

Me reí entre dientes. “¿Estás seguro de eso Papá?” Le pregunté, levantando una ceja.
“¿Y despejar tu horario? Creeré esa mierda cuando lo vea.”

Él se rió un poco. “Sí, creo que estaría bien. Y estoy seguro que puedo encontrar algo
de tiempo para mi hijo pequeño.”

Me le quedé mirando por un momento, un poco sorprendido de que en serio parecía


querer pasar tiempo conmigo. Finalmente asentí con la cabeza. “De acuerdo, entonces.
Solo avísame cuando y allí estaré,” le dije.

Me sonrió y estaba a punto de decir algo cuando alguien se aclaró la garganta detrás
de mí. Él miró por encima de mi hombro hacia la entrada y volví la cabeza para ver a
Isabella parada en la puerta. Se veía un poco nerviosa, jugueteando con sus pulgares
y mirando a mi padre.

“¿Sí?” Dijo mi padre después de un momento, levantando las cejas.

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“Esme me pidió que le dijera que la cena está lista, señor,” ella dijo en voz baja. Papá
sonrió, asintiendo con la cabeza.

“Gracias, Isabella,” él dijo, su voz cálida. Era extraño cuan casi jodidamente
agradable era con ella en estos días. Nada que ver con cabrón que le puso a mi chica
cinta adhesiva y la esposó a una maldita cama.

“Prego, señor,” dijo ella, sonriendo suavemente. Yo sonreí con suficiencia, ya que le
acababa de enseñar esa mierda, y le eché un vistazo a mi padre quién tenía una
expresión atónita en su rostro. La miraba sorprendido.

“Wow,” dijo después de un momento. Me eché a reír e Isabella se contuvo de reírse por
su expresión. Era raro sorprender a mi padre, pero ella lo había hecho con éxito.

“Es jodidamente inteligente, ¿eh? Deberías de escuchar la mierda que repite que
aprendió en Jeopardy. Es como una maldita esponja y esa mierda, simplemente
absorbiendo todo lo que le arrojamos,” le dije. “Me sorprende que no haya empezado
ya a maldecir por escucharme decir esa mierda.”

Mi padre le sonrió a Isabella y yo giré mi cabeza para mirarla. Sus ojos estaban
amplios y se estaba sonrojando, sonriendo con timidez. Mi ceño se frunció por la
confusión ante su reacción y ella me miró de soslayo, luciendo casi avergonzada sobre
algo.

“Oh, pero ella ha aprendido palabrotas de ti hijo,” dijo mi papá. Lo miré sorprendido y
vi que le seguía sonriendo a ella. “Le oí decir una palabrota esta mañana.”

“¿En serio?” Le pregunté atónito. Nunca antes le había escuchado decir nada grosero y
era irracional, pero casi me sentí malditamente celoso de que no había estado allí para
experimentarlo y mi padre sí. De nuevo me volví hacia Isabella, sonriendo. “¿Qué
dijiste?”

Me miró horrorizada, pero no respondió, obviamente sin querer repetirlo. Llevó su labio
inferior al interior de su boca para mordisquearlo con nerviosismo, mirando de mí a mi
padre. Me reí entre dientes, negando con la cabeza. Se veía tan jodidamente inocente
e ingenua ahí, ruborizada por decir una mala palabra, pero no me engañaba. Mi chica
podía ser una maldita tigresa.

“Vamos, puedes decirlo. ¿Fue joder? Porque yo digo mucho joder. ¿Hijo de puta?
¿Mierda, tal vez? ¿O fue maldito? ¿Maldición? ¿Pendejo? ¿Puta? ¿Perra?” Sus ojos se
entrecerraron ligeramente con esa última, su reacción me hizo liarme y titubear. “Eh...
Bueno, definitivamente no fue perra. ¿Ojete? ¿Polla? ¿Chupapollas? ¿Gilipollas?
¿Cabrón? ¿Maricón?” Ella me miró horrorizada, sus ojos abriéndose más y su rubor
profundizándose.

“Creo que eso es suficiente, Edward,” dijo mi padre con algo de diversión en su voz. Lo

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miré y vi que estaba tratando de contener su sonrisa. Yo sonreí y me encogí de
hombros, e Isabella siguió parada ahí viéndome boquiabierta. “La palabra no importa,
pero si insistes en saber ella dijo ‘mierda’”

Yo sonreí con suficiencia y asentí con la cabeza. “Bien,” le dije. Mi padre se echó a reír
y yo reí entre dientes. Ella solo se quedó ahí mirándome con nerviosismo, sonrojándose
con ese maldito rubor y mordisqueando ese labio inferior suyo. Pude ver sus dientes
enterrándose en la carne y era algo caliente, y sentí que mis pantalones comenzaban a
levantarse ante la vista. Se veía tan malditamente inocente y lista para tomarla, y
Cristo, yo quería tomarla. El simple hecho de que una mala palabra se había deslizado
de esos labios me encendió y quería escuchar esa mierda, quería que me dijera cosas
sucias.

“Supongo que deberíamos bajar para cenar, antes de que Esme tenga un ataque de
histeria.” Volví a mirar a mi padre y vi que nos observaba a Isabella y a mí con
curiosidad. Asentí con la cabeza y me puse de pie. Isabella se giró y salió de la
habitación rápidamente, podía escuchar sus pies golpeando los escalones cuando
prácticamente los bajó corriendo.

Suspiré y comencé a salir de la habitación con mi padre tras de mí. Bajé por las
escaleras y fui directamente a la sala de estar donde todos estaban sentados,
esperando. Mi papá entró detrás de mí, palmeando levemente mi espalda.

“¿Estamos listos para comer, hermana?” Él preguntó, mirando hacia Esme. Esme
sonrió y asintió con la cabeza hacia la mesa. Emmett se levantó de un saltó y
prácticamente corrió hacia la mesa, porque ese hijo de puta siempre era el primero allí.
El resto de nosotros íbamos detrás, incluyendo a Alice y Rosalie. Ellas siempre
pasaban la cena de Navidad con nosotros, ya que los abuelos de Rosalie nunca
hacían gran cosa para las celebraciones y la familia de Alice siempre tenía su gran
cena en Nochebuena.

Saqué una silla y asentí con la cabeza hacia ella, mirando a Isabella. Ella me sonrió
con suavidad, sentándose con cuidado y yo empujé la silla hacia adentro. Caminé
hacia el otro lado de la mesa y me senté frente a ella, dándole una pequeña sonrisa.
Jasper y Alice se sentaron junto a ella, y Rose y Emmett se sentaron a mi lado, con mi
papá y Esme en los extremos. Todos nos servimos e Isabella se sirvió una cucharada
de todo, pero no era mucha comida en lo absoluto. Se había acostumbrada a comer
con nosotros a la mesa, pero ahora se veía un poco nerviosa. Empecé a picotear mi
comida y ella empezó a empujar la suya por su plato, mientras que todos
prácticamente la devoraban. Ellos empezaron a contar historias de Navidades
pasadas e Isabella escuchaba con atención, como si estuviera asimilando toda esa
mierda. Sus ojos brillaban y una sonrisa jugaba en sus labios cuando mi padre y Esme
contaron historias de mí y mis hermanos, que tan quisquilloso era y cuanto
acostumbrábamos pelear por mierdas estúpidas, como quién agarró la última galleta

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de azúcar. Ella se echó a reír cuando le contaron sobre Emmett cuando me envolvió en
pinche papel y cinta cuando tenía como 6 años, y como Jasper se cagó del susto
cuando vio que mi papá se comía las galletas de Santa un año.

Fue un momento extraño, pero al mirar alrededor de la mesa a mi familia e Isabella,


fue la primera vez en mucho maldito tiempo que me sentí completo. Esa mierda
simplemente se sentía bien, como si todos debiéramos estar aquí. Que ella pertenecía
aquí, conmigo, con nosotros, y algún puto giro del destino nos había llevado hasta
aquí. Y todo era jodido, porque estábamos destrozados, mi madre estaba muerta e
Isabella había pasado su vida sufriendo cuando no debería haber sido así, pero toda
esa mierda nos había llevado a este momento. A este momento, donde estoy sentado a
la mesa con las únicas personas en el mundo a quienes más amo, y escuchar a mi
chica reír tan despreocupada y feliz. Supe entonces, que estaba donde se supone
debería estar, estaba destinado a ser así. Y teníamos un montón de mierda que
resolver, un montón de problemas a los que buscar solución. Tenía que averiguar qué
diablos iba a hacer con mi vida y tenía que encontrar una manera para conseguir
liberarla de sus cadenas invisibles, pero en ese puñetero momento, simplemente lo
supe. Supe que todo estaría bien de alguna manera. De alguna manera, todos
descifraríamos esta mierda de la forma que se supone tenía que ser. Porque joder,
habíamos sobrevivido hasta ahora y continuaríamos haciéndolo. Me importaba una
mierda lo que ella dijera; la felicidad era mucho más que buena salud y una mala
memoria. La felicidad era esta; era ella y nosotros, y este momento. A la mierda con
Albert Schweitzer, él puede besar mi maldito culo. La felicidad era real.

Sentí un golpe en mi pantorrilla y mi ceño se frunció mientras miraba hacia Isabella.


Su sonrisa se curveó un poco más cuando me miró brevemente de soslayo. Yo sonreí y
mis ojos se abrieron un poco cuando sentí su pie subiendo por mi pantorrilla. Mi pinche
chica estaba filtreando conmigo jugando con sus pies por debajo de la mesa.

Isabella y yo nos quedamos en silencio mientras todos los demás charlaban durante el
resto de la cena. Parecía estar escuchando con atención, pero podía ver su sonrisa
cada vez que echaba un vistazo hacia mí, obviamente sin estar prestando mucha
atención a ellos como parecía. Yo estaba tratando de verme como si estuviera
participando o prestando puta atención, pero pareciera que en todo lo que podía
centrarme era la sensación de los pies de Isabella en mí. Se había quitado el zapato y
sus dedos se estaban moviendo debajo de la pierna de mi pantalón, acariciando mi
piel desnuda. Me hacía cosquillas y tenía que contener el impulso de reír o de dar un
puto gemido, porque esa mierda se sentía bien. Envió un hormigueo por mi pierna y
directo a mi puta entrepierna, ya que mi polla se estaba endureciendo y comenzando a
latir un poco, con ganas de un poco de jodida atención.

Después de un momento el teléfono de mi padre sonó y gimió, haciendo su silla hacia


atrás y metiendo la mano en su bolsillo. Lo sacó y suspiró cuando lo miró, llevándolo a
su oído.

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“Doctor Cullen al habla,” dijo con firmeza en un tono de voz de negocios. Y supe
malditamente bien lo que era, estaba siendo llamado a trabajar. Suspiró y levantó su
mano, apretándose el puente de la nariz. “¿No puedes conseguir a alguien más? Bien.
Estaré allí.”

Cerró su teléfono de un golpe y miró hacia Esme. Ella sonrió levemente,


comprendiendo. Mi padre no tenía que ser un doctor, no tenía que trabajar en ese puto
hospital para arreglárselas, pero lo hacía porque eran una de las pocas cosas en la
vida que se sentía bien al hacerlas. Supongo que sentía que curando a la gente de
alguna manera compensaba aquellos que había dañado personalmente.

“Mañana me debes el día, hermanito. Solo tú y yo,” dijo Esme. Mi padre asintió
después de un momento, sonriendo con timidez.

“Soy todo tuyo. Dormiré algo en el hospital para estar descansado,” dijo. “Y puedes
tomar mi habitación esta noche, ya que no voy a estar en casa.”

Esme le sonrió y agradeció a papá, y traté de contener mi jodida sonrisa de suficiencia


porque estaba extasiado de tener mi maldita habitación de vuelta. Sí, quería ser
amable y darle a Esme un lugar donde dormir, pero me encantaba mi cama y ahora
sabía que podía arrastrar de nuevo a mi pinche chica a mi cama esta noche sin ningún
problema, ya que nadie tenía motivos para subir al tercer piso e investigar.

Habíamos terminado de cenar y papá acababa de decirnos que podíamos retirarnos.


Subió las escaleras para prepararse para el trabajo, y Jasper y Emmett se fueron a
dejar a sus novias a su casa. Alice nos abrazó a ambos y Rose actuó como siempre
como una perra, pero no estuvo tan jodidamente mal. Me dio un codazo en las costillas
y le dijo algo a Isabella sobre utilizar su regalo, lo que hizo sonrojar profundamente a
Isabella. La miré con desconfianza, preguntándome que carajos se trataba eso, pero
ella me ignoró y comenzó a recoger los platos y a llevarlos a la cocina. Esme entró a la
sala de estar para llamar a Alec y yo empecé a ayudar a Isabella, como sea, tanto
como podía hacer esa mierda. No era bueno con lo de ser acomedido, así que en
realidad solo me atravesaba en su pinche camino.

“Así que, ¿qué regalo te dio Rose?” Le pregunté en voz baja, abriendo el lavavajillas y
sacando la canastilla. Isabella comenzó a mordisquear su labio inferior, su rubor solo
aumentó, pero actuaba como si no hubiera escuchado mi puta pregunta. Suspiré
después de un momento, preguntándome porque demonios estaba ocultándome cosas.
“¿Me lo enseñas?”

Se detuvo bruscamente, abriendo los ojos por la sorpresa. Negó con la cabeza casi de
forma frenética y mis ojos se estrecharon un poco. “¿Qué me estás ocultando?”

Ella se encogió de hombros. “Quiero decir, es solo… una cosa, nada en realidad…”

Mi ceño se frunció por la confusión. “¿Qué quieres decir?” Le pregunté, sin entender.

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Ella suspiró y se encogió de hombros.

“Es solo una cosa…” Dijo otra vez. Le arqueé una ceja y ella suspiró de nuevo. “No
quiero hablar de ello,” me imploró. Suspiré, pasando la mano por mi cabello.

“Como sea, solo tenía jodida curiosidad, no me digas entonces. Me importa una
mierda,” dije con brusquedad, sin tener idea de cuál era el pinche problema y molestó
porque me estuviera ocultando mierdas. Ella suspiró exageradamente, sonando igual
de molesta que yo, y siguió poniendo los platos en el lavavajillas. La miré y vi las
arruguitas en su frente, sus ojos ligeramente entrecerrados. Sí, estaba preocupado de
que papá le arruinara el día y aquí estaba yo, jodiéndolo yo mismo.

Estaba a punto de abrir mi boca y decir algo, decirle que no estaba tratando de ser un
pendejo, cuando mi padre bajó los escalones y se dirigió a la cocina. Me hice a un lado
y él se acercó, rozándome al pasar mientras se dirigía al refrigerador. Sacó una botella
de agua y tomó un sorbo, dándonos a Isabella y a mí una mirada de curiosidad. “Que
pasen buenas noches chicos,” dijo, dándose la vuelta y saliendo de la cocina. Sacó sus
llaves y le dijo adiós a Esme con la mano antes de salir por la puerta principal.

Isabella continuó llenando el lavavajillas con platos y se agachó para agarrar el jabón
para platos. Suspiré y me acerqué cuando ella se enderezó, congelándose de repente
cuando se encontró cara a cara conmigo. Tomé el jabón de sus manos y le sonreí
levemente, inclinándome y besándola con suavidad. “Lo siento,” murmuré contra sus
labios. Ella suspiró y se echó hacia atrás, asintiendo.

Comenzó a limpiar las encimeras y yo vertí el jabón y encendí el lavavajillas,


malditamente orgulloso de mí mismo por recordar como hacerla funcionar. Esta vez sin
putas burbujas monstruosas.

Ella todavía no había hablado conmigo y volvió a su trabajo en silencio. Me estaba


poniendo los nervios de punta y de nuevo me quedé mirándola, esperando que dijera
una maldita palabra. Terminó de limpiar las cosas y salió para arrojar el trapo en el
cesto de la lavandería.

Caminé tranquilamente hacia la puerta de la cocina y me apoyé en ella, cruzando los


brazos sobre mi pecho esperándola. Después de un momento escuché la lavadora
encenderse cuando empezó a lavar una carga de ropa. Finalmente ella salió de la
lavandería y mi ceño se frunció con confusión en cuanto ella pasó tan campante frente
a mí, dirigiéndose directamente a las escaleras sin decir una palabra. Empezó a
subirlas rápidamente y gemí, pasando la mano por mi pelo. Me quité del marco de la
puerta y me dirigí hacia las escaleras, subiéndolas detrás de ella. Llegué al tercer piso
y me detuve, ya que las dos puertas de las habitaciones estaban cerradas y no tenía
idea en que cuarto había entrado. Lo consideré antes de dirigirme al mío y tenía mi
mano sobre la perilla cuando escuché la televisión encenderse en su habitación, el
sonido de la música de Navidad proviniendo de algún programa.

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Dudé por un momento, al darme cuenta que si ella se fue a su habitación era probable
que estaba jodidamente enojada conmigo y quería alejarse, pero era un pendejo
egoísta y joder, no pude permitir que me evitara.

Toqué suavemente en su puerta pero no esperé a que contestara, porque parte de mí


entendió no me daría una maldita respuesta. Conmigo ya no era esa chica asustada y
sumisa, no abriría la puerta porque pensara que tenía que hacerlo. Ella probablemente
dejaría mi culo parado aquí en el pasillo y me ignoraría.

Así que abrí la puerta, jodidamente contento de que no estuviera cerrada con llave. No
creo poder soportar que me deje afuera, aún si había sido un pendejo. Entré en su
habitación y cerré la puerta sin hacer ruido detrás de mí. Isabella salió del baño
después de un segundo y le eché un vistazo, pero desvié la mirada rápidamente.
Suspiré y una vez más pasé la mano por mi cabello, porque estaba nervioso por la
maldita ley del hielo. Odiaba esa mierda.

“Lo siento…” Empecé, dando una puta disculpa una vez más porque solo quería que
hablara conmigo y no me gustaba que estuviera molesta. Perdí los estribos, pero no fue
gran cosa, levantó su mano en un claro gesto que decía “ni te molestes con esa
mierda” y me callé, porque ella tenía ese maldito control sobre mí de manera natural.
Por un momento me dejó atónito, mi pinche reacción natural a obedecer, y me quedé
ahí parado y confundido. ¿Cómo demonios tenía ese control sobre mí?

“En el primer cajón,” dijo simplemente, abriendo finalmente la boca para hablar. Mi
ceño se frunció y me quedé mirándola, sin saber que quería decir. Suspiró y asintió su
cabeza hacia su tocador. “En el cajón de arriba, Edward. ¿Quieres saber que me dio
Rosalie como regalo de Navidad? Está en el cajón de arriba.”

La miré sorprendido. “¿En tu cajón de la ropa interior?” Le pregunté con confusión. Ella
suspiró y se encogió de hombros.

“¿Es ese un problema? ¿Mi ropa interior te asusta?” Preguntó con brusquedad,
escuchándose algo sarcástica. Mi temperamento se encendió de forma natural y traté
de responderle, sin gustarme su tono o entender cuál era su maldito problema. Y era
algo irracional, pero parte de mí sentía como que estaba tratando de insinuar algo
sobre su ropa interior, como si hubiera sido demasiado maricón como para quitársela.
Sabía que eso no era lo que quería decir y solo estaba proyectando en ella mis propias
inseguridades de mierda, pero no pude evitarlo. Sí, me molestaba un poco que no
había llegado más lejos con ella, solo porque estaba seguro de que podía pero era
demasiado gallina para tratar de presionarla.

“Mannaggia, lévati dai coglioni, rompiballe*,” me quejé en voz baja, acercándome a su


tocador, tratando de controlar mi ira para no lastimar más sus pinches sentimientos de
lo que ya lo había hecho. Ella suspiró y se sentó en la cama, sacudiendo la cabeza.
Abrí con fuerza el cajón del tocador, casi meciendo al cabrón, y me congelé de pronto

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cuando miré hacia abajo. El cajón estaba repleto de sexy mierda de encaje
transparente que nunca antes había visto, que desee con todas mis fuerzas poder
verlas en ella, pero no fue eso lo que realmente llamó mi atención. Fue lo que estaba
colocado encima de esa mierda, todavía en su envoltorio de plástico transparente,
sobresaliendo como un maldito pulgar enorme que me sorprendió.

Un pequeño vibrador púrpura.

Rosalie jodida Hale le compró a mi novia un maldito vibrador. Joder no estaba seguro
si quería golpearla por esto, o besar sus malditos pies y postrarme ante ella en
agradecimiento.

Me giré lentamente, sin molestarme siquiera en cerrar el cajón, y miré a Isabella.


Estaba viendo la televisión pero sabía que no estaba prestando ninguna atención.
Estaba nerviosa, y era fácil ver que estaba avergonzada por ello. Y eso me hizo sentir
el más grande pendejo, porque ahora su reacción tuvo sentido. Por supuesto que ella
no quería hablar de esa mierda, pero presioné demasiado y me molesté, y ella
obviamente estaba incómoda.

“¿Bella?” Dije en voz baja. Ella se quedó inmóvil por un momento, pero me miró
vacilante, mordisqueando su labio y mirándome con recelo. “Soy un pendejo.”

Ella sonrió suavemente. “No, no lo eres,” dijo en voz baja. Me reí secamente,
sacudiendo la cabeza.

“Sí, realmente lo soy,” le dije, acercándome y sentándome junto a ella con suavidad.
Estiré la mano y metí algo de cabello detrás de su oreja, suspirando. “No debería
haberme enojado contigo, es simplemente que no me gusta que me ocultes mierdas.
Quiero decir, ahora lo entiendo, lo siento. Eso probablemente fue jodidamente
vergonzoso para ti.”

Ella se encogió de hombros, fingiendo indiferencia, pero sus mejillas se estaban


sonrosando por el rubor de su vergüenza. “Está bien. Es solo que yo, tú sabes, no sé
nada sobre eso, así que es un poco extraño para mí.”

“Bueno, tal vez te enseñe uno de estos días,” dije a la ligera, encogiéndome de
hombros. Sus ojos se abrieron por la sorpresa y yo me reí entre dientes. “Sí, se cómo
funciona un vibrador Bella. Mierda, eso de verdad sería caliente. Tú sabes, siempre y
cuando no permitas que me sustituya,” le dije bromeando, extendiendo mi mano y
pasándola por su muslo. Ella dio un saltito y su sonrojo se intensificó mientras me
miraba sorprendida.

“Por supuesto que no,” dijo ella, sonriendo con timidez. Levanté las cejas
inquisitivamente y dejé mi mano en el interior de su muslo.

“Por supuesto que no, ¿qué?” Pregunté.

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“Por supuesto que no te remplazaría, nada lo haría,” dijo en voz baja, sonando casi
avergonzada al decir eso. Sonreí con suficiencia y sentí mi corazón hincharse con sus
palabras.

“Mmmm, eso es agradable de escuchar,” le dije, moviendo mi mano de nuevo y


rozándola ligeramente sobre la entrepierna de sus pantalones. Podía sentir el calor
que irradiaba, el calor puro del sexo. Ella se retorció un poco bajo mi toque y bajé de
nuevo mi mano por su muslo. “Nadie te remplazaría tampoco, tesoro. Nunca. Tú eres
para mí.”

Me miró fijamente por un momento antes de que la sonrisa se dibujara en sus labios y
sus ojos se iluminaran. “Te amo, Edward,” dijo con total naturalidad. Me reí entre
dientes, amando escuchar esas malditas palabras y el entusiasmo con que ella las
decía.

“Yo también te amo,” le dije, inclinándome hacia ella y besando sus labios
suavemente. “Y siento que sea tan pendejo algunas veces.”

Ella se encogió de hombros. “Estás perdonado,” dijo simplemente. Le sonreí asintiendo


con la cabeza.

“Grazie,” le dije, presionando una vez más mi boca en la suya, sacando mi lengua y
pasándola por su labio inferior. Ella se rió un poco, murmurando ‘prego’ contra mis
labios. Me reí entre dientes y metí mi lengua en su boca, ella abrió sus labios para mí y
suspiró. La besé a fondo y me reposicioné, empujándola de espaldas sobre la cama y
cerniéndome sobre ella.

Ella envolvió sus brazos en torno a mí, sus dedos subiendo y entrelazándose en mi
cabello. Me jaló hacia ella, respondiendo a mi beso apasionadamente. Al principio me
resistí, porque no quería poner todo mi peso sobre su pequeña forma y porque mi polla
estaba dura como el puto acero y no quería ser obsceno y esa mierda, pero ella gimió y
tiró de mi con más fuerza. Finalmente cedí y me acosté más encima de ella, mi
palpitante erección presionada en ella. Ella gimió y sus labios comenzaron a moverse
frenéticamente contra los míos y meció sus caderas, presionándolas en mí. Yo presioné
las mías, la fricción de su entrepierna frotándose contra mí envió estremecimientos que
hicieron estragos en mi cuerpo. Lo hizo de nuevo y gemí, separando un poco más sus
muslos con mis piernas y empujando mis caderas directo hacia ella. Jadeó cuando mi
polla golpeó el lugar adecuando entre sus piernas y me agarró con más fuerza,
besándome con firmeza mientras continuaba restregando sus caderas en mí.

La deseaba. Joder, la deseaba más de lo que jamás había deseado nada. Deseaba
cada parte de ella. Quería lamer, chupar y saborear cada centímetro de su carne,
explorar cada centímetro de ese maldito cuerpo perfecto. Y quería follarla, Dios, cuanto
quería follar ese coño, pero no podía hacer eso. Ella no era una chica para ser follada.
Era una chica para hacerle el amor y por más que deseara hacer esa mierda, una

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pequeña voz en el fondo de mi mente me decía que fuera más despacio y esperara,
porque todavía no era el puto momento. Y no sé de dónde demonios venía esa voz, y
una parte de mí quería matarla, porque nunca antes había tenido una maldita
conciencia y era molesto porque mi polla estaba gritando por sentirla desde el interior.
Pero lo cierto era que estaba allí y me estaba diciendo que no intentara empujarla allí
todavía y no podía simplemente ignorar eso. Y no podía llegar ahí con ella hasta que
no sintiera que era lo correcto, porque ella era jodidamente especial para mí, y la
ocasión tenía que ser especial. Pero no necesitaba desflorarla para sentirme bien, y sin
duda no necesitaba meter mi polla en algún lugar para hacerla sentir bien.

“Nena,” le dije, jadeando, apartándome finalmente de sus labios. Ella estaba


prácticamente jadeando por aire y entre abrió sus ojos para mirarme. Sus párpados
estaban pesados, su rostro nublado por el deseo, podía sentir su cuerpo retorcerse bajo
el mío. Sí, ella estaba caliente como el infierno. “¿Puedo tocarte?”

Ella asintió sin dudarlo. “Sí,” dijo sin aliento. Sonreí con suficiencia y asentí con la
cabeza.

“Bien,” dije, agachándome y besándola con suavidad por un momento. Me senté


después de un momento y bajé mis manos agarrando mi camiseta y quitándomela. La
tiré al suelo junto a la cama y ella se levantó en sus codos, sus ojos abiertos por la
sorpresa mientras miraba fijamente mi pecho desnudo. Ella tenía la costumbre de
follarme con la mirada cuando no tenía la camiseta puesta y era mono como el
infierno, porque ni siquiera trataba de ocultar esa putada. No había forma de ocultar
su admiración por mi cuerpo, eso era seguro.

Rápidamente me quité los zapatos, dejándolos caer al suelo con un ruido sordo. Sus
ojos se abrieron aun más y extendí mis manos, quitándole los suyos y tirándolos junto a
los míos. Volví a ponerme encima de ella y sonrió, levantando su mano y pasándola a
través del tatuaje en mi pecho.

“¿De verdad crees que el tiempo cura todas las heridas?” Me preguntó. Me reí
suavemente por su pinche pregunta, un poco sorprendido de que siquiera recordara lo
que esa mierda decía.

“Sí,” murmuré, empujando su cabeza hacia un lado y presionando mis labios en su


cuello. Besé su garganta y agarré el dobladillo de su camiseta, empezando a tirar de
ella hacia arriba. Me retiré un poco para mirarla, para asegurarme de que se sintiera
bien con esa mierda, y ella sonrió cuando hicimos contacto visual y se incorporó un
poco. Tiré de su camiseta sobre su cabeza y la tiré al suelo, gimiendo cuando vi el
sostén de encaje rojo. Llevé mi mano a su espalda y abrí el broche rápidamente y ella
me miró con curiosidad, como solía hacer cuando desabrochaba su sostén. Sí, con el
tiempo había dominado esa mierda, si daban una medalla de oro por desabrochar
sostenes, Edward Cullen ganaría esa mierda sin lugar a dudas.

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Le quité el sostén y lo tiré al suelo, subiendo mi mano y pasándola ligeramente en sus
senos. Ella gimió y sus pezones se levantaron de inmediato bajo mi toque. Me agaché y
pasé mi lengua sobre ellos, apretando mis labios sobre sus pezones y chupándolos
levemente. Ella llevó sus manos a mi pelo de nuevo, retorciendo y agarrando con
fuerza mis cabellos mientras exploraba su pecho con mi boca.

Después de un momento estiré mi mano y desabroché el botón de sus pantalones


lentamente. Toda esta mierda ya la habíamos hecho antes, pero siempre trataba de
tomármelo con calma, queriendo darle siempre la oportunidad de retractarse de esa
mierda. Bajé su cierre y quité mi boca de su pezón, mirándola. Tenía los ojos cerrados y
estaba mordisqueando su labio inferior, sus manos deslizándose de mi cabeza a mi
espalda. Abrió los ojos y me vio mirándola, me sonrió con dulzura y levantó un poco su
trasero en el aire. Le sonreí con suficiencia y tiré de sus pantalones hacia abajo,
dejándole puesta la ropa interior… por ahora.

Pero puedes apostar tu culo que hoy iba a quitarle esos cabrones. Tiré los pantalones
en el suelo con el resto de la ropa y dejé mis ojos escudriñaran su forma casi desnuda.
Ella se retorció un poco bajo mi mirada, y levanté la vista a su rostro para ver su
sonrisa y su sonrojo, pero sin parecer en lo absoluto incómoda al estar así frente a mí.
Me incliné sobre ella y la besé con suavidad, dejando vagar mi mano por su pecho y
estómago, rozando ligeramente su entrepierna. Ella gimoteó por mi toque y gemí,
porque sus bragas estaban jodidamente empapadas de su excitación. Aparté sus
muslos y deslicé mi mano dentro de sus bragas, la yema de mis dedos rozando su
clítoris. Ella gritó y retorció sus caderas, y llevé mis labios a la línea de su mandíbula
besándola y también su cuello, sacando mi lengua y trazando con ella su clavícula.
Ella estaba aferrada a mí con fuerza, suaves ruidos se escapaban de su garganta
mientras yo rozaba y besaba su piel.

“¿Confías en mí?” Susurré después de un momento, llevando mi boca a su oído. Ella se


estremeció cuando mi aliento la golpeó y asintió frenéticamente, rozando ligeramente
sus manos por mi espalda hacia arriba y hacia abajo.

“Por supuesto, sabes que sí,” dijo sin aliento, sin titubeó en sus palabras. Sonreí contra
su piel, besando su mejilla y pasando mi lengua en torno al lóbulo de su oreja. Saqué
mi mano de sus puntos sensibles y agarré un lado de su ropa interior y empecé a
bajarla lentamente. Su respiración se detuvo por un momento y abrió los ojos para
mirarme. Me senté, agarrando el otro lado de su ropa interior con mi otra mano, y
tirando hacia abajo. Se quedó inmóvil por un segundo, solo se me quedó mirando con
intensidad. Le arqueé una ceja, sin saber si esto estaba bien o no, ella levantó un poco
su culo y cerró los ojos de nuevo aprobándolo en silencio. La bajé y se la quité
tirándola al piso. Me senté en mis rodillas, mirándola, viendo su cuerpo completamente
desnudo por primera vez. Era jodidamente despampanante, cada centímetro de ella,
suave, femenina y hermosa. No era perfecta, tenía cicatrices e imperfecciones, pero
joder, entendí lo que me había estado tratando de decir afuera. Era jodidamente

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perfecta para mí, porque ella era perfecta por mí.

Me incliné y presioné brevemente mis labios en los de ella, masajeando sus senos y
frotando sus pezones con mis pulgares.

“Tan malditamente hermosa, lo juro,” murmuré contra su boca. Ella gimió y levantó su
mano pasándola por mi pecho. Se detuvo brevemente en mi estómago y pude sentir
sus dedos temblando ligeramente contra mi piel. Ella comenzó a bajarlos lentamente
aun más, rozando por encima del bulto en mis pantalones. Pude sentir su ligero toque
a través de mis pantalones y suspiré, cuando me hizo pinches cosquillas.

“¿Puedo…” Comenzó, abriendo sus ojos y mirándome con recelo, luciendo un poco
nerviosa. Le sonreí y suspiré de nuevo cuando rozó la punta de sus dedos sobre mi
entrepierna una vez más, sabiendo exactamente lo que me estaba pidiendo.

“Por supuesto que sí, ni siquiera tienes que hacer la puta pregunta, bebé. Puedes
tocarme en cualquier momento que lo desees, ¿pero puedo intentar algo primero?” Le
pregunté en voz baja. Ella asintió y quitó su mano de mis pantalones, recorriendo de
nuevo mi estómago con la punta de sus dedos. Me incliné y la besé de nuevo,
jodidamente orgulloso de que hubiera tomado la iniciativa de tocarme.

Empecé a bajar por su pecho besándolo, y chupé su estómago, ella contuvo el aliento
cuando metí la lengua en su ombligo. Moví mi cuerpo hacia la abajo en la cama,
arrastrándome entre sus piernas. Ella abrió los ojos para mirarme y yo le sonreí. Me
sonrió con suavidad pero pude ver que estaba ansiosa, sin saber lo que estaba
haciendo. Sus piernas estaban un poco tensas mientras yo las abría, pero no trató de
detenerme. De verdad estaba confiando en mí, y esa mierda significaba mucho, sabía
lo difícil que era poner tu confianza en las personas y quedar tan jodidamente
vulnerable.

“Relájate,” dije en voz baja, bajando la vista a su centro. Ella estaba abierta para mí y
podía ver la humedad filtrarse hacia su coño, humedeciéndolo y escurriendo sobre sus
muslos. Y era tan malditamente impresionante, verla abierta para mí. Su clítoris
destacaba prominente por su excitación, sus labios carnosos, rosados y brillantes. Sus
rizos eran suaves y de color marrón, enmarcando muy bien la pinche área, pero sin
cubrirla demasiado como si fuera una maldita jungla ni nada. Era jodidamente lindo y
bello, y por primera vez en mi maldita vida quería comer coño. No, no solo quería, lo
necesitaba. Esa mierda me estaba llamando, rogando que lo probara, lo lamiera y
mordiera.

Me agaché y ella se tensó, su cuerpo se puso rígido. Pasé mi mano por su muslo
suavemente, deseando que se relajara. Me detuve a unos centímetros de su clítoris e
inhalé, su aroma jodidamente dulce y embriagador, toda femenina y cálida. Saqué mi
lengua y la pasé por su clítoris con delicadeza, recorriendo con mi lengua lentamente
sus labios, saboreándola por primera vez. Ella dio un grito ahogado, sus caderas

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 680


moviéndose ligeramente y yo gemí con fuerza.

Porque nada podría haberme preparado para el sabor de mi Bella. La dulzura, el dejo
ligeramente picante de sus jugos. Ella era como el maldito vino más dulce en mi
existencia y yo era un puto alcohólico, mi cuerpo lo ansiaba.

Recorrí con mi lengua sus labios hacia arriba y hacia abajo un par de veces, lamiendo
sus jugos, antes de cerrar mis labios alrededor de su clítoris y chuparlo suavemente.
Ella dejó salir un gemido gutural y estiró su mano, agarrando mi pelo con fuerza.
Empecé a lamer, chupar y morder sus labios, apartando más sus piernas con mis
manos, abriéndola aun más. Subí y bajé mi lengua encontrando su abertura,
rozándola con mi lengua. Ella estaba gimiendo constantemente, aferrándose a mí y
retorciéndose. Metí mi lengua al interior de su abertura y ella siseó, levantando sus
caderas. Gemí y me retiré un poco, contemplándola brevemente antes de subir mi
mano y pasar mi dedo medio alrededor de su abertura con cuidado. Puse mis labios en
torno a su clítoris y empecé a chuparlo y morderlo, ella empezó a retorcerse más y a
gritar. Dudé una fracción de segundo antes de empujar lentamente mi dedo medio en
su interior. Ella lo sintió y se tensó de inmediato y dejé lo que estaba haciendo,
vacilando.

“Por favor,” murmuró en voz baja, arrastrando las palabras. Levanté la vista hacia ella
y vi que sus ojos estaban cerrados, sus dientes mordiendo su labio inferior. Me
sorprendió que estaba prácticamente rogándome que lo hiciera, y observé su rostro
mientras lentamente deslizaba mi dedo el resto del camino. Llevé de nuevo mis labios
a su clítoris chupándolo y rozándolo con mis dientes, mientras bombeaba despacio
dentro y fuera de ella. Ella se retorcía y gemía en voz baja, sujetando todavía mi
cabello. Después de un momento añadí otro dedo, sorprendido de lo jodidamente
apretada que era y como sus paredes se envolvían alrededor de mis dedos.

Giré mi mano de manera que mi palma quedará hacia arriba y curveé mis dos dedos
en su interior, sacándolos lentamente. Ella gritó con más fuerza después de un
momento y me di cuenta que había encontrado su punto. Empecé a lamer su clítoris,
moviendo frenéticamente mis labios y mi lengua, lamiéndola mientras metía y sacaba
mis dedos de ella, masajeando su punto-G. Después de un momento sus piernas
empezaron a temblar, sus caderas retorciéndose y sacudiéndose en mi rostro. Su
cuerpo temblaba y fue jodidamente hermoso haciendo que mi puta erección casi
doblara su tamaño, porque esta mierda era por mí. Mi chica se estaba derritiendo y
desmoronándose bajo mi tacto, porque la estaba haciendo sentir jodidamente bien.
Ella solo había hecho esto por mí, con nadie más y nadie más vería o experimentaría
esto con ella.

Después de un rato ella empezó a tensarse a medida que se acercaba a su orgasmo.


Yo prácticamente tenía pegado mis labios a su clítoris, chupando en ese punto,
mientras mis dedos masajeaban su otro punto dentro de ella, llevándola a la cima. Ella

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gritó a través de sus dientes apretados cuando explotó, las paredes de su coño
prácticamente comprimiéndose en torno a mis dedos con fuerza. Agarró mi pelo con
tanta fuerza que pensé que iba a arrancármelo y cerró sus piernas con fuerza
alrededor de mi puta cabeza, manteniéndome allí. Su espalda se arqueó y continué
con lo que estaba haciendo mientras ella palpitaba y rezumaba más de ese dulce vino
de mierda que anhelaba tanto y lamí cada maldita gota porque nada igualaría jamás
el sabor de Isabella Marie Swan.

Después de un momento ella finalmente se calmó y aflojó su agarré en mi pelo,


abriendo de nuevo sus piernas, permitiéndoles colapsar en la cama. Lamí unas
cuantas veces más, saboreando unas gotas más de ella y saqué mis dedos, pasando
mi mano suavemente por su muslo. Estaba jadeando, casi sin poder respirar y su
pinche cuerpo temblando. Me senté y la miré, ella abrió los ojos para mirarme. Me
sonrió perezosamente, luciendo tan jodidamente contenta y relajada, y yo sonreí con
satisfacción porque a pesar de que nunca antes había hecho esa mierda supe que era
malditamente bueno en ello.

“Wow,” murmuró después de un segundo. Me reí entre dientes y subí por su cuerpo,
cerniéndome sobre su figura desnuda. Me incliné y besé sus labios, y ella abrió la boca
para que pudiera profundizar el beso. Gemí y me aparté después de un segundo, mi
puta polla palpitando ante la realización de que se estaba probando a sí misma.

Estaba a punto de decir algo al respecto, porque era malditamente caliente, cuando de
pronto puso su mano en mi entrepierna y comenzó a frotarme sobre mis vaqueros.
Gemí, cerré mis ojos y mordí mi labio, porque esa mierda se sentía bien.

“No tienes que hacer eso,” dije, sin querer que pensara que tenía que tocarme. Yo la
tocaba y le daba placer porque quería y no quería que se sintiera obligada a hacer lo
mismo. Escuché su suave risa y abrí los ojos para verla sonriéndome.

“Si muerdes con más fuerza ese labio, te sacaras sangre,” dijo divertida. Le rodé los
ojos pero solté mi labio y sonreí. Ella subió su mano y desabrochó mis pantalones,
bajando el cierre. Lo pensé por un momento antes de cambiar posiciones y acostarme
a su lado. Levanté mi culo y bajé mis pantalones y mis boxers, quitándomelos de una
patada. Le eché un vistazo a Isabella y la vi mirando fijamente a mi polla, ya que
estaba dura, totalmente rígida y palpitante. Ella estaba sonrojada y parecía
asombrada, y no puedo negar que esa mierda me hizo sentir bien por dentro.

La atraje hacia mí y mis labios encontraron inmediatamente los suyos, estiré mi mano y
la pasé por su coño, ya que ella seguía chorreando esos pinches jugos que mojaron mi
mano. Me acaricié un par de veces, lubricándome con sus jugos y alcancé su mano en
un intento por ayudarla. Pero ella no necesitó esa mierda, porque siguió besándome
con pasión y estiró su mano envolviéndola alrededor de mi eje con fuerza por su
propia cuenta. Comenzó a acariciarme con firmeza, todo lo largo de la base a la
punta, incluso masajeando la puta cabeza en el proceso. Y su ritmo era jodidamente

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 682


perfecto y me di cuenta que esa mierda era algo natural en ella, que no necesitaba que
yo hiciera nada.

Así que solo me relajé y lo disfruté, porque la sensación de su pequeña, suave y cálida
mano envuelta alrededor de mi palpitante polla cubierta en sus jugos era intensa.
Sabía que no duraría mucho porque ya podía sentir la tensión desarrollándose, la
calidez y el placer filtrándose a través de mis extremidades. Su toqué era eléctrico y
hacía que mi cuerpo entero hormigueara, mi corazón latía con fuerza en mi pecho. No
pude detener los ruidos guturales que se escapaban de mi garganta cuando ella
comenzó a incrementar el ritmo. Apartó su boca de la mía y acercó sus labios a mi
cuello, besando todo el camino hacia abajo, a mi pecho. Eché mi cabeza hacia atrás
para darle mejor acceso y jadeé cuando sentí que sus dientes mordisquearon mi
manzana de Adán, una oleada de puto placer e intenso deseo me recorrió. Sujeté la
cama con una mano y subí la otra, acariciando suavemente su espalda a medida que
empezaba a besar mi pecho. Trazó mi tatuaje con su lengua, y en el momento que sus
labios encontraron mi pezón y ella lo rozó con sus dientes, todo mi cuerpo se puso
tenso, la parálisis de apoderó de mí cuando la tensión se multiplicó por diez. Exploté y
todo mi cuerpo temblaba mientras gritaba, sacudiendo mis caderas y empujando en su
firme agarré mientras derramaba mi semilla en su mano. Su agarré o ritmo no decayó,
tampoco la exploración de su lengua en mi pecho. Mi orgasmo amainó y estiré mi
mano, deteniendo la suya sobre mí después de un momento cuando comencé a
tranquilizarme.

“Che bella sborrata*,” murmuré, tratando de recuperar el aliento. Isabella se incorporó


un poco y yo entre abrí los ojos para mirarla. Estaba sonriendo, viéndose tan
jodidamente contenta con ella misma, y me reí. “Eso fue increíble.”

Su sonrisa se hizo más grande y solté su mano. Ella soltó mi polla y pasó su mano a
través de mi estómago. Suspiré y envolví mis brazos en torno a ella, echándola entre
mis brazos. Cogí la manta y la puse sobre nosotros, asombrado de que estaba
acostado en la cama con mi novia, los dos completamente desnudos y jodidamente
satisfechos, y ni siquiera habíamos follado.

¿Quién iba a decir que esa mierda era posible?

“Eso fue divertido, Romeo,” dijo en voz baja, acariciando mi cuello con su nariz. Subió
su pierna sobre mí y me eché a reír.

“¿Romeo?” Pregunté. Ella se encogió de hombros.

“Romeo y Julieta. Dos personas que vienen de dos mundos diferentes pero que aun así
logran reunirse. Hemos perfeccionado la parte del amor prohibido,” ella dijo. Sonreí
levemente, negando con la cabeza.

“Sí, bueno, no vamos a suicidarnos para hacerlo lo más parecido posible. No quiero ser

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 683


Romeo, es un idiota. Elige a alguien más.”

Ella se echó a reír. “Está bien. ¿Qué tal Shrek?”

Mi ceño se frunció. “¿Shrek? ¿En serio? ¿Soy un maldito ogro?”

De nuevo se echó a reír. “No, pero el suyo era un amor prohibido. Shrek y Fiona venían
de dos mundos diferentes pero cuando llegó el momento se dieron cuenta que no eran
muy diferentes y el amor los mantenía unidos tal como eran.”

Consideré eso por un momento, ya que era bastante profundo y tenía puto sentido,
pero entonces me sentí estúpido por considerar seriamente que tan parecida era mi
vida a una maldita caricatura. “Elige otro.”

Ella suspiró. “¿Titanic? El de Rose y Jack era un amor prohibido,” dijo. Yo gemí.

“¿En serio? Joder, él se muere al final; no quiero ser Jack. Quiero decir, te dije que
moriría por ti tesoro, pero no me voy a echar la mala suerte encima,” le dije. Ella se
quedó quieta y callada por un momento, y me pregunté si quizás la había
encabronado o molestado, pero finalmente suspiró y comenzó a acariciar mi estómago,
pasando sus dedos por mis abdominales y trazado mi cicatriz con la punta de sus
dedos.

“De acuerdo, ¿qué tal si solo somos Edward e Isabella?” Dijo finalmente. “No sabemos
como termina la historia, pero siempre podemos esperar lo mejor.”

Yo sonreí y me incliné hacia ella besando ligeramente el tope de su cabeza. “Eso me


gusta. Y estoy seguro que hay un felices para siempre al final de la historia. Quiero
decir, joder, es seguro como la mierda que lo merecemos, ¿no?”

*****************
Stronzata = Pendejadas

Mannaggia = ¡Maldición! (Jerga romana para expresar impaciencia)

Lèvati dai coglioni = No me estés chingando

Rompiballe = Jerga para alguien que te pone los nervios de punta (literalmente un
hinchapelotas)

Che bella sborrata = Jerga para un orgasmo increíble

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 684


“Los amigos son útiles no solo porque nos escuchan, sino porque ellos se ríen de
nosotros; a través de ellos aprendemos un poco de objetividad, un poco de modestia,
un poco de cortesía; Aprendemos las reglas de la vida y nos volvemos mejores
jugadores en el juego." - Will Durant

Isabella swan
Traducido por Lanenisita

Abrí la puerta de la secadora y empecé a echar en ella la ropa que había sacado de la
lavadora. La mayoría eran cosas de Edward pero unas pocas piezas mías se fueron
con ellas, y por alguna razón se sentía extraño ver nuestra ropa mezclada. Pero una
vez más, no quedaba mucho de nosotros en este punto que no se hubiera mezclado ya,
así que no me sorprendió que estuviese lavando también nuestra ropa junta.

Todos estaban en el vestíbulo, despidiéndose. El vuelo de Esme desde Seattle hasta


Chicago era de madrugada y el doctor Cullen se iría con ella un par de días por
negocios. Podía escucharlos reír y hablar contentos por lo que me encerré aquí,
sintiendo como si fuese injusto que yo impusiera mi presencia en ese momento que
ellos estaban compartiendo. Ellos eran familia, y a pesar de que me había aceptado en
ella, yo no era parte de todo eso y por tanto, no quería ser una intrusa.

Escuché a Edward y a su padre discutir sobre esta noche, el doctor Cullen le advertía
que sería mejor que él se comportase y que no se metiera en ninguna pelea, y Edward
le respondía algo como ‘gente estúpida’. Hoy era víspera de Año Nuevo y
aparentemente uno de sus compañeros de clase daría una gran fiesta a las orillas de
un lago y los chicos asistirían. Al parecer ellos iban cada año, ya que era como una
especie de ritual en el pueblo al igual que la fiesta de Halloween de los Cullen. Creo
que Edward asumía que iría con ellos este año, considerando que había estado
hablando continuamente sobre eso, pero realmente, todavía no me había invitado a ir.
De cierta forma yo quería ir, ya que pasar la noche con Edward sería ideal, pero era un
poco intimidante también y no estaba segura de que aquello fuese algo prudente que
hacer. Habría muchas personas allí, personas que lo conocían a él y a su padre, y tenía
miedo de que nosotros de manera accidental pudiésemos exponer nuestra relación
ante la persona equivocada.

Hubo un ligero golpe proveniente del pasillo después de un momento y giré mi cabeza
para ver a Esme de pie allí, sonriéndome. Le devolví la sonrisa y ella entró a la

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 685


habitación, con los brazos abiertos. Aquello me sorprendió por un momento y me
paralicé en cuanto ella los envolvió a mi alrededor, abrazándome. Respondí al abrazo
después de un momento, una vez que el impacto de lo ocurrido pasara y ella suspiró.
“Ha sido un verdadero placer conocerte, Isabella,” dijo ella. Yo sonreí levemente y solté
su abrazo.

“Fue un placer también, señora,” le dije en voz baja. Ella rodó sus ojos en gesto
bromista.

“Esme, cariño. Y solo quería decirte que aprecio todo lo que haces por estos chicos, ya
que los quiero mucho. En especial con Edward, tú eres buena para él, sabes,” dijo ella.
Sonreí y asentí.

“Gracias,” le dije. “Edward es especial.”

Ella asintió. “Sí, lo es. Y merece encontrar la felicidad en su vida, al igual que tú. Tengo
fe que todo saldrá bien, solo sé paciente.”

“Paciencia es algo que tengo de sobra,” le dije despacio, sonriendo.

Ella sonrió. “Me imagino que la tienes. En fin, debo irme antes de que Carlisle se
empiece a quejar. Amo muchísimo a mi hermano pero puede ser un poco idiota en
relación a la puntualidad. Cuídate ¿de acuerdo?” Ella se inclinó y besó mi frente con
cariño, yo me quedé de pie allí, levemente asombrada por el gesto ya que era
tremendamente maternal de su parte. Se dio la vuelta y salió de la habitación,
regresando al vestíbulo. Escuché cómo intercambiaban sus últimas despedidas y la
puerta abrirse y cerrarse, un coche arrancó en el exterior. Regresé a la secadora,
cerrando se puerta y encendiéndola. Me giré para salir y jadeé en cuanto choqué con
una silueta de manera repentina. Edward soltó una risita y envolvió sus brazos a mi
alrededor, abrazándome fuerte.

“No fue mi intención asustarte” me dijo. Me alejé un poco para mirarlo y vi que estaba
relajado y feliz, sonreía contento.

“Está bien. Es solo que no sabía que estarías ahí,” le dije. Asintió y me soltó, pasando
su mano por su cabello.

“Alice llamó a Jasper y quiere saber si estarías de acuerdo con que ella venga y te
ayude a arreglarte para esta noche,” me dijo. Mis ojos se abrieron sorprendidos y
asintió. “Quiero decir, puedes decir no, no te sientas obligada a nada. Aunque siendo
honesto, no lo necesitas, ya eres hermosa de todos modos. Pero lo ha preguntado y sé
que me patearía el culo si no te lo consulto, al menos.”

Parpadeé un par de veces, sin saber qué responder a eso. “Eh, yo, no lo sé. ¿Tú crees
de verdad que debo ir esta noche?” le pregunté. Su ceño se frunció al escuchar mis
palabras, un semblante de malestar atravesó su rostro.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 686


“Claro, ¿por qué no deberías venir?” preguntó, el dolor y la desilusión eran obvios en
su voz.

Me encogí de hombros. “No lo sé, es decir todos tus amigos van a estar allí y no es
como si nosotros realmente pudiésemos estar juntos, así que probablemente solo sea
una complicación,” le dije. No quería ir y tener que ver a Edward de lejos toda la noche
y ser una carga para Alice o Jasper, ya que sabía que uno de ellos mantendría los ojos
puestos en mí todo el tiempo y eso solo estropearía su diversión.

Edward gruñó, moviendo la cabeza. “No vuelvas a llamarte a ti misma complicación,


¿me has oído? Y sí, joder… realmente quiero que vengas, porque es Año Nuevo y me
gustaría ser capaz de divertirme con mi chica y besarla a medianoche. Si no quieres
venir está bien, pero no te quedes en casa solo porque piensas que será mejor para mí
si no estás allí. Porque estás equivocada, el que tú estés allí es lo que va a hacer que la
noche valga la maldita pena.”

Lo miré fijamente por un momento, suspirando. “Está bien,” le dije en voz baja. Gruñó
de nuevo, pasando su mano por su rostro con frustración.

“¿Está bien? ¿Volvemos a eso otra vez? Vamos, sabes que odio esa mierda. Si no
quieres venir solo dímelo, joder, si eso te hace sentir mejor me quedaré en casa
también. Porque honestamente no quiero ni siquiera ir si tú no vas a estar allí, pero
había pensado que sería bueno salir esta noche. Y el lugar es grande así que podemos
tener un poco de privacidad, y para ser honesto todos ellos probablemente ya saben
esa mierda de todas maneras gracias a la maldita y enorme boca de Lauren Mallory
así que eso ya ni siquiera importa,” espetó irritado. Mi ceño se frunció y lo miré
confusa.

“¿Quién es Lauren Mallory?” inquirí, preguntándome cómo una chica a la que no


conocía podía saber sobre mi relación con Edward. Él suspiró, sacudiendo su cabeza.

“Es solo una perra. Nos vio besándonos en Halloween y regó esa mierda por todos
lados como si fuese un incendio forestal porque ella es una pequeña y metida
schifosa,” me dijo, la última palabra tenía un tono un poco amargo impregnado en ella.

“¿Qué es una schifosa?” le pregunté. Él suspiró, encogiéndose de hombros.

“Schifosa es una jerga que se usa para decir perra asquerosa. Tú sabes, una chica fea
o algo parecido,” murmuró él, recorriendo con sus dedos su cabello y tirando de sus
hebras. Parecía casi nervioso. Yo asentí después de un segundo, su comportamiento
sobre este tema me hizo sentir curiosidad.

“¿Te has acostado con ella?” le pregunté a causa de una corazonada. Él me miró
fijamente por un segundo, al parecer lo había cogido con la guardia baja con mi
pregunta, antes de gruñir irritado.

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“¿Qué… estamos jugando las jodidas veinte preguntas otra vez Bella?” me respondió
rápidamente. Yo sonreí un poco, sabiendo entonces que mi suposición era correcta.
Edward a menudo reaccionaba de manera extraña cuando las chicas con las que él
solía estar eran mencionadas. No sabía mucho acerca de sus encuentros previos con
otras chicas, solo sabía que habían sido algunas, por no decir muchas, y que todas
habían sido únicamente con el propósito de obtener placer. Él me había dicho más de
una vez que jamás había tenido ningún tipo de sentimiento emocional hacia ninguna
de ellas.

“Tomaré eso como un sí. Y no, no estamos jugando a las veinte preguntas. Solo tenía
curiosidad, eso es todo. Oh y puedes decirle a Alice que puede venir y maquillarme, o
lo que sea que ella quiera hacerme. No quiero avergonzar a mi novio enfrente de las
schifosas con las que va a la escuela,” le dije bromeando. Rodó sus ojos, tratando de
no parecer muy divertido a causa de la situación, y se giró para alejarse.

“Tú nunca me avergonzarías,” refunfuñó por lo bajo, dirigiéndose al vestíbulo. Suspiré


y salí del cuarto de lavado mientras él subía rápidamente las escaleras.

Dudé por un momento, debatiéndome, antes de ir a la sala y dejar caer mi cuerpo en el


sofá. Mañana habría pasado una semana desde Navidad, la noche en que Edward y
yo habíamos llevado nuestra relación física al siguiente nivel. Edward lo llamó tercera
base, lo cual me confundió y terminó en una larga y detallada conversación en la que
él intentó explicarme cómo la intimidad a veces era referida en términos de béisbol. Yo
no sabía mucho acerca del béisbol, lo cual llevó a otra conversación mucho más larga
sobre el deporte en sí. Logré entender lo suficiente sobre el deporte para luego
entender de qué estaba hablando. Primera base era evidentemente besarse, segunda
base era tocarse y la tercera base fue cuando él me probó. Home run era cuando
anotabas, lo que evidentemente significaba llegar hasta el final y tener relaciones
sexuales. Era un poco sorprendente que nosotros hubiéramos ido tan lejos como para
estar muy cerca de tener sexo, y no podía negar que eso era un poco aterrador.

El hecho de que Edward pusiese su boca en mí había sido la experiencia más


asombrosa de mi vida. Me desconcertó y me preocupó al principio, ya que estaba muy
nerviosa por tenerlo mirándome allí abajo. Nadie me había visto de esa manera antes,
y no podía evitar el hecho de estar nerviosa acerca de que si mis partes serían o no
serían buenas para él. Probablemente aquello era algo irracional, pero Rosalie me
había dicho que todas las partes de los chicos eran diferentes, que no había dos
iguales y que algunos chicos tenían mejores partes que otros, así que no podía sino
preguntarme si a las chicas les pasaba igual. ¿Le gustarían, o quizás no serían tan
buenas como las partes de las otras chicas? Y yo sabía que estaba húmeda allí abajo,
así que no podía evitar pensar cómo olía eso, si él estaría asqueado. Él me había
tocado antes y comentado acerca de lo húmeda que estaba y que aquello era algo
bueno, pero cuando él me quitó mi ropa interior y puso su cabeza allí abajo una oleada
de pánico me atacó. Pero cuando sentí la suavidad y humedad de su lengua presionar

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mi punto de placer, mi pánico empezó a desvanecerse mientras la más asombrosa
sensación recorría mis venas. Él me estaba probando, y por un breve segundo me
preocupé que pensara que yo sabía mal, pero en el momento que sentí sus labios muy
cerca de mi punto y él succionó, prácticamente me derretí. Cada pizca de aprensión
que podía haber tenido desapareció mientras mi mente casi se convierte en papilla. No
podía formular un solo pensamiento coherente, cada fracción de mi cuerpo, mi alma y
mi mente estaba centrada en las vibraciones que sentí de su boca en mí.

Y cuando empujó sus dedos en mi interior, me perdí completamente. Él envolvía todo


mi cuerpo. Fue tan intenso, el placer más allá de cualquier cosa que yo hubiese podido
imaginar. Si creía que sus dedos tocando mis partes externas eran increíbles, que él
me tocara en el interior me volvió loca. Y si solo sus dedos se sintieron así de bien,
¿cómo de increíble sería cuando fuese su masculinidad?

Me había dicho en algunas ocasiones desde aquella vez cuanto lo había disfrutado,
cuanto había amado mi sabor. El solo hecho de escucharlo decir eso despertaba mi
cuerpo y me hacía sentir deseos de experimentarlo otra vez. Había algo absolutamente
primario y salvaje en ello, y se sentía incluso más íntimo de lo que yo alguna vez había
podido imaginar sentir. Y quería hacer algo en retribución, quería probarlo también,
pero el concepto era intimidante.

Escuché pasos acercarse y alcé la mirada para ver a Emmett caminar en mi dirección.
Él me miró y sonrió, acercándose y echándose en el sofá junto a mí. “Ey Izzy Bizzy,” dijo
codeándome. Me reí ligeramente, negando con mi cabeza.

“¿Izzy Bizzy?” le pregunté. Él se encogió de hombros, todavía sonriendo.

“Eh, sonó bien cuando lo dije,” dijo. Volví a reír y asentí.

“De hecho yo solía llamarme a mí misma así cuando era pequeña,” le dije, recordando
a mi madre llamarme de esa forma un par de veces. “Por un período de tiempo insistí
en ser llamada Izzy por alguna razón. Pero eso fue antes de darme cuenta del mundo
tan violento en el que vivíamos. Maduré bastante rápido después de eso.”

Su gran risa se desvaneció ligeramente y se transformó en una leve sonrisa, llena de


compasión. “Sí, vivimos en un mundo violento. ¿Sabías que soy adoptado?”

Asentí dudando, me había atrapado un poco desprevenida por el repentino cambio de


conversación. “Tu padre lo mencionó cuando me trajo acá el primer día. Pensé que tú y
Jasper podrían ser gemelos por lo que me dijo que tú eras adoptado.”

Él asintió, suspirando. “Mi verdadera madre… bueno, no, a la mierda con eso.
Elizabeth fue mi verdadera madre. La mujer que me trajo al mundo, fue violada y fui
concebido a causa de eso. Así que sí, yo sé lo violento que es el mundo. La violencia
me creó.”

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Lo miré con asombro, ligeramente impresionada por su confesión. “A mí me crearon de
la misma manera,” le dije en voz baja. Él sonrió y asintió.

“Sí, lo imagino. Ves, tú y yo no somos tan diferentes gatita. Ninguno ha podido evitar su
destino. La única diferencia entre nosotros es que mi madre se tropezó conmigo en el
momento correcto en el lugar correcto y me salvó, y tú no tuviste la misma suerte,” me
dijo.

Asentí, un poco absorta, tratando de asimilar sus palabras. “Así como Edward y tú no
son tan diferentes. Sí, mi hermano es un pequeño consentido de mierda, siempre lo ha
sido. Por eso es tan quisquilloso. Pero muy en el fondo él todavía es un pequeño niño
aterrado y herido, tratando de averiguar el lugar al que pertenece, al igual que tú que
todavía eres esa pequeña niña asustada que trata de encontrar su lugar en el mundo.
Ambos están buscando la misma jodida cosa y es ahí donde se han encontrado el uno
con el otro. Mi madre hubiese llamado a esa mierda destino. Ella siempre decía que
era el destino el que la llevó hasta mí, e imagino que ella podría decir que era el
destino el que los ha unido a Edward y a ti. Lo que está destinado a ser, será, y eso es
todo.”

Me quedé paralizada, mirándolo. Estaba acostumbrada a la naturaleza bromista de


Emmett y me sorprendió lo filosófico que podía llegar a ser. Sonrió ampliamente ante
mi expresión. “Sí, soy como el jodido doctor Phil y esas mierdas, ¿eh?” Mi ceño se
frunció en confusión y él se rio. “Supongo que no sabes quién es el doctor Phil.”

“Eh, no,” le dije, riéndome levemente. Emmett asintió.

“Él es un tipo calvo, un terapeuta. Tiene un programa de televisión. A Rose le encantan


esas mierdas. En fin, no importa,” me dijo, haciendo un ademán con su mano. Él se
puso de pie junto a mí y se estiró. “Necesito tomar una ducha, quizás fumarme un porro
antes de esta noche. Vas a venir a la fiesta ¿verdad?”

Sonreí levemente, asintiendo. “Supongo que sí,” le dije. Él asintió.

“Bien. Si alguien trata de joderte o meterse contigo, tú solo dímelo y les patearé el
trasero por ti. Sé que Edward lo haría en un santiamén pero yo creo que si pone un
solo dedo sobre alguien en esa fiesta, probablemente destierren su trasero otra vez, y
ninguno de nosotros quiere eso,” dijo él. Fruncí el ceño, disgustándome la idea siquiera
de Edward yéndose, y asentí.

“Recordaré eso. Muchas gracias,” le dije. Se encogió de hombros con indiferencia,


haciendo nuevamente un ademán con su mano.

“No tienes de qué,” me dijo. Salió de la habitación y me estiré en el sofá, cogiendo el


mando a distancia. Encendí la televisión y empecé a cambiar rápidamente de canal
buscando algo que ver, pero lo apagué después de un momento cuando nada logró
captar mi atención. Suspiré y me puse de pie, dirigiéndome al vestíbulo. Subí las

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escaleras y llegué al tercer piso, deteniéndome en el pasillo cuando vi que la puerta de
la habitación de Edward estaba abierta. Él estaba dentro lanzando cosas por todas
partes, refunfuñando por lo bajo. Parecía estar buscando algo y estaba haciendo de su
habitación un desastre en el proceso.

“¿Se te ha perdido algo?” le pregunté. Su cabeza se volteó de inmediato en mi


dirección y sus ojos se entrecerraron un poco, pero vi su mandíbula tensarse mientras
trataba de contener su reacción natural de gritar.

“Estoy buscando mi camisa American Eagle verde y gris. ¿Sabes de la que te estoy
hablando? Es de manga larga,” me dijo, sonando irritado. “Realmente quiero ponerme
la jodida camisa pero esa mierda a desaparecido,” él volvió a su tarea de lanzar ropa
por toda la habitación, buscándola.

“Está en la secadora,” le dije en tono simple, recordando haberla visto un par de


minutos atrás en el cuarto de lavado. Se detuvo con su mano en el aire, sosteniendo
una camisa, y mirándome.

“No me jodas, ¿en serio?” dijo, alzando una ceja. Yo sonreí un poco, moviendo mi
cabeza en un sí.

“La lavé esta mañana,” le respondí. Él suspiró y pasó una mano por su cabello, dando
un vistazo a la caótica habitación.

“Bueno, podrías haberme dicho esa mierda antes de que yo hiciera este desastre,” dijo
él en tono cortante. Yo reí en voz baja, ya que Edward no sería él mismo si no discutiera
algo, pero enderecé mi postura cuando él me miró nuevamente. “Gracias,” masculló
bajito.

Asentí. “De nada. Yo, uh… voy a tomar una ducha ahora,” le dije, apuntando mi
cabeza en dirección a mi habitación. Él suspiró y asintió.

“Sí, está bien. Alice debería llegar pronto,” dijo. Yo sonreí de manera leve y me giré,
dirigiéndome a mi habitación. Cerré la puerta detrás de mí pero no me tomé la
molestia en asegurarla, ya que sabía que Alice entraría en cuanto llegara a la casa.
Me saqué toda la ropa, lanzándola en la canasta de ropa sucia, y caminé al baño.
Cerré la puerta y abrí la llave; entrando a la ducha una vez que el chorro estuvo
caliente. Me lavé a conciencia y cerré la llave después de un rato, saliendo de la ducha
y agarrando una toalla. Me sequé con cuidado y tomé mi albornoz, me lo puse y lo até
con fuerza. Regresé a la habitación y me detuve después de un segundo, sonriendo
cuando vi a Alice sentada en mi cama.

“¡¡Ey Isabella!!” dijo ella entusiasmada.

“Hola Alice,” le dije. Ella sonrió ampliamente, saltando a la vez de la cama.

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“¡Gracias por permitirme hacer esto, todas esas chicas van a estar tan celosas cuando
te vean!” dijo ella, prácticamente dando un brinco fuera de la cama. Yo reí, negando
con mi cabeza ante su entusiasmo.

“No estoy intentando poner a nadie celoso, Alice,” le dije. Ella rodó sus ojos en tono de
broma.

“Sé que no lo estás intentando tontita, este es solo un beneficio agregado. Le prometí a
Edward que no haría algo exagerado con tu maquillaje y que también te dejaría usar
tus nuevos zapatos Nike, lo que por cierto provocó un cambio en mi plan inicial, ya que
arruinaba completamente lo que había planeado que usaras esta noche, pero vamos a
hacer que todo el atuendo funcione de alguna manera,” dijo ella sin importancia. Yo
solo la miré, levemente asombrada de que ella pudiese decir todo aquello tomando
apenas un solo respiro.

“De acuerdo” murmuré, sin saber qué más decir. Ella sonrió de manera brillante y
asintió.

“De acuerdo. Empecemos,” dijo. Caminó hasta mí y me tomó del brazo, llevándome de
regreso al baño. Tomó mi cepillo y empezó a desenredar los nudos de mi cabello
mientras yo cepillaba mis dientes.

“Así que, ¿cómo van Edward y tú?” Preguntó después de un segundo. Dejé de lavar mis
dientes, deteniendo mi cepillo en el interior de mi boca y mirándola al espejo.

“Bien, creo,” murmuré, mis palabras salieron algo ininteligibles a causa de la pasta
dental. Ella sonrió y asintió, empujándome levemente hacia un lado para tomar el
secador de cabello que ella había comprado meses atrás. Lo conectó y lo encendió,
empezando a secar mi cabello. Terminé de cepillar mis dientes, el único sonido en la
habitación era el zumbido del secador.

Lo apagó después de un momento y cepillo mi cabello una vez más. “En serio tienes un
cabello hermoso, tantas chicas que conozco matarían por tener ese color natural y la
suavidad que tú tienes” me dijo. Sonreí levemente, agradeciéndole. Ella se encogió de
hombros, y comenzó a cepillar la parte superior de mi cabello, dándole volumen y
sosteniéndolo con unas pocas horquillas para asegurarlo. Era increíble ver lo rápida y
eficiente que era, y como parecía agradarle su resultado final en cuestión de segundos.
Tomó una botellita de fijador de cabello y puso su mano sobre mis ojos antes de
empezar a esparcir el fijador. Tomé una respiración fuerte y empecé a toser al inhalar
el fijador, quedándome con un sabor ácido en mi boca y una sensación de quemazón
en mi nariz.

Ella alejó el fijador después de un momento y empezó a sacar el maquillaje que había
comprado para mí bastante tiempo atrás. Nunca lo había usado ya que no sabía cómo
aplicarlo y tampoco tenía muchas razones para usarlo, así que estaba aún todo nuevo

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y algunos productos incluso estaban en su embalaje original.

“¿Sabes algo? Tienes una piel naturalmente hermosa así que no necesitas mucho
maquillaje. Solo con resaltar unas pocas áreas de tu rostro te ves asombrosa,” dijo ella,
tomando el cepillo del rímel y acercándose a mi rostro con él. Yo retrocedí un poco
tratando de alejarme de eso para que ella no me pinchara el ojo. Lo aplicó
rápidamente, de manera experta y enseguida lo alejó de mí. Agarró un lápiz y delineó
mis ojos con él muy rápido.

“Gracias, por los cumplidos,” le dije suavemente después de un segundo. Ella sonrió,
tomando un contenedor con un polvo de color y un aplicador suavecito. Hundió el
aplicador en el polvo y empezó a aplicarlo por mis mejillas.

“De nada. Así que, uh, ¿cómo de lejos han llevado las cosas Edward y tú?” me
preguntó. Mi ceño se frunció en confusión y la miré mientras ella alejaba el contenedor
con el polvo de color.

“¿A qué te refieres?” le pregunté, sin saber de lo que estaba hablando. Ella sonrió.

“Quiero decir, ¿han intimado?” preguntó. Mis ojos se abrieron levemente y sentí como
el calor se arrebolaba en mi rostro cuando me di cuenta de qué era de lo que ella
estaba hablando.

“Yo, eh… es decir, sí. Pero no, nosotros no hemos hecho, tú sabes,” balbuceé nerviosa.
Su sonrisa creció un poco y asintió.

“¿Primera, segunda o tercera base?” me preguntó, alzando sus cejas de forma


inquisitiva y tomando un pequeño frasco de brillo labial. Yo sonreí de manera tímida.

“Él, eh, dijo que era tercera,” murmuré suavemente. Sus ojos se abrieron levemente
sorprendidos, su sonrisa creció aún más.

“¡Vaya! Así que, ¿Tú, ya sabes, le has hecho eso?” ella preguntó. La miré confusa, no
del todo segura acerca del ‘eso’ de lo que ella se estaba hablando. Ella vio mi
expresión y suspiró. “Tú sabes, ¿has estado allí abajo?”

La miré por un momento, sin entender momentáneamente sus palabras, cuando


escuché una risa resonar desde la puerta de mi habitación. Mis ojos se abrieron
sorprendidos y mi cabeza se volteó en esa dirección, me asombré de ver a Rosalie Hale
de pie allí, al pie de la puerta. Ella llevaba un par de vaqueros ajustados y unas botas
negras que le llegaban casi hasta las rodillas, llevaba también un top ajustado negro
con un cinturón alrededor. Se veía asombrosa, casi como recién salida de la portada
de una revista, con su cabello rizado y su maquillaje aplicado de manera perfecta.

“Alice está tratando de preguntarte si le has hecho el favor. Tú sabes, poner su polla en
tu boca y chupársela,” dijo ella con diversión, alzando una ceja hacia mí. Mis ojos se

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abrieron con asombro cuando me di cuenta lo que ellas estaban preguntando y sentí
mi sonrojo crecer en mis mejillas.

“Eh, es decir, bueno…” empecé, ligeramente tomada por sorpresa. “No.”

Alice parecía levemente entristecida por mi respuesta pero la sonrisa de Rosalie creció
aún más. “¿Quieres hacerlo?” ella preguntó.

Yo parpadeé un par de veces, asombrada. “Eh, bien… Supongo,” murmuré. “Es decir,
lo he pensado, pero yo no sé, tú sabes… qué hacer, no sé cómo hacerlo sentir bien de
esa forma.”

“Awwww, ¿Acaso eso no es lindo?” Alice prácticamente chilló. La miré asustada,


confundida de inmediato tratando de adivinar si ella estaba siendo sincera o solo se
estaba burlando, pero ella sonreía tan brillantemente que supe que no estaba siendo
malvada ni tampoco estaba divirtiéndose a mi costa. Alice tampoco era de ese tipo de
persona de todas formas. Escuché a Rosalie reírse y dirigí mi mirada hacia ella, ya que
estaba bastante segura que viniendo de Rosalie, esto sí era una burla.

“No es tan difícil,” Rosalie dijo. “Los hombres son fáciles de manejar. ¿Le has hecho
una paja, verdad?”

Ella me miró a la expectativa, alzando sus cejas. Yo me sonrojé y sonreí tímidamente


mientras asentía. “Sí, sí le he hecho… eso.”

Ella sonrió. “Bien. Todo lo que tienes que hacer cariño es envolverlo con tus labios y
succionar, moviendo tu cabeza arriba y abajo. No muy rápido, ni muy despacio, solo
mantén un ritmo agradable. Y no esperes que toda esa cosa quepa en tu boca,
especialmente no si es una polla grande, y definitivamente no la primera vez. Así que
solo cógela con tu mano y muévela como si le estuviese haciendo la paja al mismo
tiempo,” dijo ella encogiéndose de hombros. Yo solo me quedé mirándola, y Alice rio
levemente.

Solo tienes que meterte todo lo que puedas sin que te den nauseas. Suena raro si te lo
explico, pero será algo natural cuando ocurra, ya te darás cuenta y me darás la razón.
Quiero decir, tú sabes cómo los hombres se corren mientras se lo acaricias, así que
solo tienes que hacer esos mismos movimientos no solo con tu manos sino con tu boca
a la vez,” dijo Alice en voz baja, con un poco de compasión en su voz. “Y no te olvides
de prestar atención a la puntita, ya que a los hombres les gusta que se la laman. Ellos
disfrutan mucho lo que hacemos con la lengua.”

“Sí, lengua. Y un poco de dientes también, pero no mucho tampoco. Puedes


mordisquear y rozarlo un poco, pero si lo muerdes él sería capaz de darte un
puñetazo,” Rosalie agregó. Mis ojos se abrieron asustados, un poco de pánico surgió
en mi interior.

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Alice debió sentir mi miedo ya que se rio levemente, negando con su cabeza. “No te
preocupes, eso no va a ocurrir. Edward nunca te golpearía”, dijo ella mirando a Rosalie
con gesto de reproche. Rosalie solo sonrió y se encogió de hombros.

“Sí, está bien. Edward no te daría un puñetazo. Aunque recuerdo cuando oímos que él
le hizo el ‘dragón furioso’ a esa chica de primer año el año pasado en aquella fiesta
cuando ella le mordió…” ella empezó a decir. Mi ceño se frunció y Alice jadeó.

“Rosalie eso es asqueroso, cállate,” dijo Alice. Rosalie empezó a reírse negando con su
cabeza.

“¿Qué? ¡Él lo hizo! ¡Cielos! ¿Cuál era el nombre de esa chica, de esa muchachita
castaña? Ella se mudó durante el verano pero todavía salía con él de vez en cuando
después de eso, chiquilla estúpida. No la entiendo,” dijo ella. “En fin, no es que su
nombre importe, no me importa. Pero Alice tiene razón, Edward no te golpearía, y no
debería haber dicho que él lo haría porque probablemente tú me creerías.”

Yo asentí, mi ceño aún fruncido, completamente confundida por la conversación. “Eh,


¿Qué es un dragón furioso?” le pregunté algo dudosa.

“No es nada,” dijo Alice rápidamente, mirando a Rosalie. Rosalie sonrió, sacudiendo su
cabeza.

“No, si la chica quiere saber, nosotros debemos decírselo. Ella debe saber las mierdas
que su novio ha hecho. Le dije hace unos días que ni siquiera iba a intentar simular
que él es el príncipe encantado y realmente hablé en serio cuando lo dije,” Rosalie le
dijo a Alice. Alice suspiró, negando con la cabeza, y Rosalie se giró para mirarme. “Un
dragón furioso es cuando una chica se la está chupando a un chico, entonces cuando
está corriéndose, él empuja tu cabeza hacia adentro haciendo que el semen que está
en la boca se te salga por las fosas nasales. Ellos le llaman el dragón furioso porque,
puedes darlo por seguro, ella estará jodidamente furiosa después que le hayan hecho
eso.”

Yo la miré, completamente horrorizada, y ella solo se quedó allí sonriendo. “¿Edward


hizo eso?” le pregunté con asombro. Ella asintió y Alice suspiró.

“Él jamás te haría eso, Isabella,” Alice dijo, todavía mirando a Rosalie. “Espero que
entiendas eso. Él era diferente entonces.”

Yo asentí y parpadeé un par de veces, todavía asombrada. “Eh, sí. Es decir, yo confío
en él. Solo que me resulta un poco difícil creer que él haya hecho eso, sin embargo.”

“Sí, bueno, Edward ha hecho un montón de mierdas a las chicas,” Rosalie dijo
negando con su cabeza.

“¿Cómo qué?” le pregunté, alzando mis cejas inquisitivamente. Me sentí realmente

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curiosa de cómo Edward había tratado a las chicas antes de mí, ya que todo el mundo
me había dicho que él era diferente conmigo. Yo solo lo conocía de una forma, por lo
que todo lo demás me parecía extraño.

“Yo creo que nosotras no deberíamos estar hablando de estas cosas, son el pasado,”
Alice murmuró. Ella se acercó a mí y empezó a arreglar nuevamente mi cabello,
conectando una tenaza para hacer rizos.

“Pero yo quiero saber,” le dije. Ella suspiró, sonando resignada.

“Si lo nombras, Edward Cullen probablemente lo ha hecho en algún momento de su


vida,” dijo ella.

Rosalie rio. “Sí, como cuando, ¿te acuerdas esa vez en la que él llevó a Jessica a ese
armario en el instituto y le arrancó toda la ropa, y luego él se corrió en los pantalones
de ella? ¡Oh Dios, y luego solo la dejó allí metida! Ella salió del armario y caminó por
el corredor cubierta de su semen, mientras trataba de apretar su ropa a su cuerpo, pero
sus pantalones todavía estaban chorreando y los botones de su blusa habían volado.
¡Qué perra más estúpida!”

Alice negó con su cabeza. “¿Y esa vez cuando él tenía a una chica dándole sexo oral
en el área de pesas del gimnasio, sabiendo que su novio podría entrar y verlos?”

Rosalie asintió. “Sí, él hizo algo para cabrear a Edward, así que él le respondió
metiéndose con su novia. Eso fue grosero.”

Alice suspiró. “¿Recuerdas cuando él le dio un par de bragas de Kate a Eric?”

Rosalie rio fuerte. “Sí, él le dijo a Eric que eran un regalo de Kate. Ese nerd la persiguió
durante semanas después de eso, pensando de verdad que ella le daría una
oportunidad.”

Alice asintió. “Sí, oh, y esa vez en la que él fue con esa chica rubia a ese restaurante y
la convenció para que le hiciera sexo oral debajo de la mesa, y cuando él se corrió,
simplemente se levantó y se fue.”

Rose asintió, todavía riéndose. “¡Dios, sí! Él la dejó allí con la cuenta y atrapada debajo
de la mesa,” dijo.

Alice sonrió. “Él dijo que le había dado una propina a la anfitriona por haberle dado
una mesa privada, así que él al menos hizo bien su parte.”

Rose negó con su cabeza. “¡Qué imbécil! ¡Oh! ¿Te acuerdas en esa fiesta de hace dos
años cuando Edward estaba masturbando a esa chica que tenía la faldita cortita y
luego él caminó hasta donde estaba Lauren Mallory y le metió el dedo en su boca?”

Alice gruñó. “Ugh, ¡eso es tan asqueroso! Y ella solo le chupó el dedo, tratando de ser

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sexy. Él creyó que era tan gracioso.”

“Por supuesto que lo hizo. Él creyó que todo era gracioso. Quiero decir, ¿te acuerdas lo
que le hizo a Shannon?” Rosalie dijo, negando con su cabeza. “Él pensó que eso era la
cosa más graciosa del mundo.”

Alice suspiró, negando. “El potro salvaje,” dijo ella, sonando exasperada.

“¿Qué es el potro salvaje?” Pregunté. Rosalie rió.

“Es cuando un chico tiene a una chica en cuatro mientras están follando, y él se agarra
de sus pechos con fuerza y le susurra algo completamente enfermizo o tremendamente
horrible al oído, haciendo que ella enloquezca. Ella tratará de sacárselo de encima
rápidamente pero él se está agarrando a ella, así que es esencialmente como ver a un
potro salvaje,” dijo ella, encogiéndose de hombros.

Yo la miré por un segundo, asombrada. “¿Edward hizo eso?” le pregunté. Ella asintió y
yo parpadeé un par de veces, tratando de absorber toda la información. Nada de eso
sonaba como el Edward del que yo estaba enamorada y todo me parecía un poco
surrealista. “¿Qué le dijo a esa chica para hacer que ella lo quisiera alejar?”

“Él le dijo ‘Tu coño no es tan estrecho como el de tu madre’,” Rosalie dijo, con una
sonrisa. Mis ojos se abrieron asustados y Alice suspiró.

“Él no había dormido con la madre de chica, en realidad, solo estaba bromeando,” dijo
ella. Yo asentí con duda, asombrada de todas formas por el hecho que él siquiera lo
hubiera dicho. “Él lo hizo porque Jacob lo desafió a hacerlo. Ese par estaban todo el
tiempo desafiándose mutuamente, retándose a hacer cosas estúpidas y ninguno de los
dos jamás se echó para atrás.”

“Así como ahora, ninguno de los dos se echará para atrás,” Rosalie dijo despacio. “Y
hablando de Jacob, podemos añadir a su hermana en la lista de cosas que Edward ha
jodido.”

Alice asintió levemente mientras empezaba a rizar mi cabello, fijando su atención


totalmente en ello. Un silencio extraño recayó en la habitación y Rosalie solo se apoyó
en el marco de la puerta, luciendo un poco apagada. Yo solo permanecí sentada en
silencio, sorprendida de la reacción de ambas por aquella última frase. Sabía que
Jacob había sido un buen amigo para ellos, ya que había visto las fotos de todos
juntos, pero nunca me había dado cuenta hasta ese momento de que todos habían
perdido a un amigo en esa situación.

“Él me habló sobre eso,” dije en voz baja. Ellas me miraron sorprendidas. “Él, eh… Yo
le pregunté acerca de Jacob cuando él lo atacó en el partido de futbol.”

Alice suspiró. “Sí. Estábamos muy unidos. Aún hablamos con Jacob cuando lo vemos

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por ahí, pero no es lo mismo ¿sabes? Él nos ve como si hubiéramos escogido a Edward
en lugar de a él,” dijo ella, encogiéndose de hombros.

Rosalie rio secamente. “Nosotros elegimos a Edward en lugar de a él,” dijo ella. “Nos
forzaron a escoger un bando con su comportamiento, y sabíamos que si no escogíamos
a Edward todos terminaríamos desmoronándonos. Esos dos idiotas pudrían haberlo
manejado mejor, como dos adultos en vez de dos chiquillos consentidos, pero ellos
decidieron básicamente hacer una guerra de esto. Ambos dieron golpes bajos. Sí,
Jacob no debería haber dicho las cosas que dijo, pero Edward no debería haber hecho
lo que hizo tampoco. Ambos jodieron las cosas y ninguno de los dos es lo
suficientemente hombre para pararse y admitirlo.”

“Lo sé,” dijo Alice. “Solo quiero que ellos lo solucionen.”

Rosalie asintió, y todo se quedó en silencio nuevamente por otro momento hasta que
ella aclaró su garganta. “En todo caso, nos hemos desviado mucho del tema. Se
supone que teníamos que decirte como hacer que ese imbécil se sienta bien.” Yo me
sonrojé y ella sonrió, obviamente divertida por mi reacción.

“Sí, ¿en dónde nos quedamos en eso? Bastante lengua, pocos dientes. Mueve tu mano,
mueve la cabeza. Solo toma lo que puedas sin atorarte,” dijo Alice. Mi sonrojo creció
con cada palabra, levemente avergonzada, ya que se sentía como si ellas estuviesen
adiestrándome.

“¡Oh! ¡Las bolas!” dijo Rosalie en voz alta. Mis ojos se abrieron asustados y ambas,
ella y Alice empezaron a reírse. “Solo ahuécalas con suavidad en la mano que no estés
usando para hacerle la paja, los chicos aman esa mierda.”

“Y puedes escupir si quieres hacerlo, no creas que tienes que tragártelo,” dijo Alice. Mi
ceño se frunció en confusión antes de percatarme de que la cosa blanca estaría en mi
boca cuando eso pasara.

“¡Oh Dios!” exclamé, más fuerte de lo que en realidad quise que sonara. Ellas se
quedaron quietas y me miraron confundidas. “No me había dado cuenta… es decir…
¿Es malo? ¿A qué sabe?”

Rosalie sonrió y Alice soltó una pequeña risita. “Bueno, es un poquito salado y
pegajoso, y a veces puede ser un poquito ácido. El de Jasper sabe un poco a
almendras,” dijo Alice. Mis ojos se abrieron asustados y el ceño de Rosalie se frunció
confundido.

“¿Almendras?” El de Emmett sabe más al jodido cloro o algo así,” Rosalie dijo. Ambas
empezaron a reír y yo solo las miré, sin saber qué pensar. Ellas se calmaron después
de un momento y Rosalie se giró hacia mí, sonriéndome. “Honestamente, es más fácil si
solo te lo tragas y terminas con eso de una sola vez. Yo creo que escupirlo hace que el
sabor perdure en tu boca. No es tan insoportable tampoco.”

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Asentí dudosa, toda la conversación era un poco surrealista. “Rose anda y escoge algo
para ella. Edward quiere que ella use sus zapatos Nike, coordinada con él,” dijo Alice
después de un segundo.

Rosalie bufó, rodando sus ojos. “¿Quién mierda te crees que eres, dándome órdenes?,”
murmuró ella, girándose y dirigiéndose a la habitación. Alice rio levemente,
mirándome.

“No te preocupes,” dijo en voz baja. “Edward lo entenderá. Tómate tu tiempo y explora
todo lo que quieras y verás como lo haces bien. Él sabe que eres inexperta, apreciará
que al menos lo intentes.”

Asentí, sonriendo. “Gracias, Alice. En verdad,” le dije. Ella asintió y terminó de rizar mi
cabello en silencio. Rosalie regresó después de un momento, sosteniendo unos
vaqueros y una camiseta rosa y negra. Me los entregó y yo los cogí con cuidado.
Asintió y salió del baño una vez más. Desde la entrada del baño me lanzó otras
cuantas prendas que yo traté de atrapar, pero terminé dejando caer toda la ropa al
suelo en el proceso. Alice me dio una pequeña sonrisa y me incliné para recoger toda
la ropa, haciendo mi mejor esfuerzo para no exponer mi cuerpo de manera accidental
ya que yo todavía estaba usando únicamente mi albornoz.

“Voy a dejar que te vistas,” dijo ella, desconectando el rizador de cabello. Asentí y le
agradecí mientras ella salía del baño, cerrando la puerta detrás de ella despacio.
Suspiré y me quité mi albornoz, dejándolo caer al suelo. Me puse el sostén negro y las
bragas negras rápidamente antes de ponerme los vaqueros. Se ajustaron a mi cuerpo
con algo de dificultad pero tampoco es que fueran muy apretados, en los tobillos eran
un poco más sueltos. Me puse la camiseta y me sorprendí un poco cuando vi que
mostraba el inicio de mis pechos. Caminé hasta la puerta y la abrí, entrando a la
habitación. Alice me miró y sonrió con alegría, aplaudiendo con sus manos. Rosalie
sonrió, mientras me miraba, y me extendía una camisa. Yo la vi y la miré con cautela.

“Es de Edward. Y sí, se la he pedido antes de cogerla. Póntela encima de la que llevas
y te verás perfecta.” Yo asentí y le agradecí en voz baja, ella asintió en respuesta. “Muy
bien. Bueno, Emmett y yo ya nos vamos. Nos vemos más tarde.”

Nos despedimos de Rosalie y ella salió, dirigiéndose a las escaleras. Me puse la


camisa encima, notando que era una de las camisas blancas de botones y mangas
largas de Edward. Me puse las medias y cogí los zapatos, poniéndomelos y atando los
cordones. Miré a Alice y ella asintió entusiasta. “¡Genial!” dijo ella. “Voy a bajar a
buscar a Jasper, Edward está en su habitación. En serio te ves espectacular.”

Yo me sonrojé, sonriendo tímidamente. Le agradecí y ella asintió una vez más,


dirigiéndose a la puerta. Ella salió y dudé por un segundo antes de regresar al baño.
Entré y me detuve abruptamente frente al espejo, asombrada por el reflejo en el mismo.

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“Toc Toc.” La voz era dócil y ligera, suave y dulce como la miel. Me miré un momento
más al espejo antes de voltear mi cabeza en dirección a la puerta, de donde provenía
la voz. Mis ojos recayeron en Edward, mi pecho se hinchó con amor y devoción ante su
presencia. Él lucía espectacular, su cabello en perfecto desorden, su rostro marcado
por esa encantadora sonrisa torcida. Llevaba la camisa verde y gris por la que había
preguntado antes, una camiseta blanca era levemente visible debajo del borde de la
misma. Llevaba unos vaqueros gastados y estaba usando los zapatos Nike blanco y
verde que él había comprado el día que salimos de compras. Parecía recién salido de
la portada de una revista, asombrosamente hermoso.

Todavía tenía las palabras de Rosalie y Alice flotando en el interior de mi cabeza,


todas esas horribles cosas que Edward les había hecho a esas chicas en el pasado. Y
no podía negar que aquello me aterraba un poco, el hecho de que él pudiese haber
sido siquiera capaz de ser tan cruel e indiferente con los sentimientos de una chica,
pero estando allí, mirándolo, parecía que nada de eso era relevante. Aquellas cosas no
se aplicaban para nosotros, ya que yo sabía que él nunca me las haría. Él me amaba,
y yo lo amaba, y ambos hemos hecho y experimentado cosas horribles en la vida pero
todo aquello estaba ya en el pasado. Nuestro futuro era complicado y confuso, pero el
presente… era perfecto.

Quería decirle lo hermoso que se veía, deseando poder hacerle entender exactamente
cuánto lo amaba, pero en vez de eso las primeras palabras que salieron de mi boca
fueron las últimas que yo esperaba decirle al hijo del hombre que me había comprado
con dinero.

“¿Doblaste el resto de ropa cuando sacaste tu camisa de la secadora?” le pregunté.

Me miró por un segundo antes de echarse a reír, negando con la cabeza. Pasó una de
sus manos por su cabello, ocasionando aún más caos en sus hebras de color cobrizo.
“Me temo que no tesoro. Pero la ropa puede esperar hasta mañana.”

Sonreí y asentí. “Sí, supongo que puede esperar,” murmuré, volteándome y mirándome
al espejo una vez más. Era fácil ver que aquella era yo, con mis mejillas levemente
sonrojadas y las escasas pecas y ese bulto en la nariz, pero me sentía diferente. Por
una vez no vi ninguno de esos defectos al principio. Yo sabía que estaban ahí, ya que
siempre han estado, pero no era eso lo que me asombraba. Me sentí bonita… me sentí
casi digna.

Edward entró detrás de mí y envolvió con sus brazos mi cuerpo, mirando al espejo. Se
inclinó y besó mi cuello suavemente antes de sonreír. “Ah, mira eso, nena. ¿No lucimos
jodidamente fabulosos juntos o qué? Lucimos como si fuésemos perfectos juntos y esas
mierdas,” dijo él. Yo sonreí alegremente.

“Sí… nos vemos bien,” le dije, sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas de emoción ante
sus palabras. Él murmuró algo en voz baja y me apretó con más fuerza en un abrazo,

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meciéndonos levemente con el movimiento. Alcé mis manos y las dejé sobre sus
antebrazos, acariciándolos despacio.

“Luces realmente increíble, la mía bella ragazza. Increíblemente hermosa,” dijo él. Yo
sonreí y miré hacia mi reflejo mientras una de esas lágrimas que había luchado por
contener se deslizaba por mi mejilla. Edward soltó su abrazo y alzó su mano,
limpiándola rápidamente sin decir una sola palabra.

“¿Así que no soy una schifosa?” le pregunté en tono de broma. Él soltó una pequeña
risa, negando con su cabeza y apretándome una vez más con fuerza.

“Definitivamente no eres una schifosa.” Usted, mi dama, es una condenada figa*. No, a
la mierda eso. Tú eres una figone*”, dijo él. “Yo nunca me había sentido tan atraído por
alguien en mi vida de la forma en la que me siento atraído por ti.”

Sonreí alegre. “Gracias,” le dije en voz baja. Él se encogió de hombros, sonriendo.

“Quizás no deberías agradecerme. Puedo volverme un poco territorial a causa de eso y


esta noche no será muy distinto. Si alguien posa un solo maldito dedo en ti, te juro que
se lo voy a romper,” dijo. Yo rodé mis ojos.

“No, no lo harás, porque no quiero que te metas en problemas con tu padre. Y nadie
me va a tocar. Dudo que alguien se pueda fijar en mí, de todas formas,” le dije,
encogiéndome de hombros. Él rio sin ganas, liberando el abrazo.

“¿Luciendo así, Isabella? Todos se van a fijar en ti. Pero tienes jodida razón, ellos no te
van a tocar, porque todos deben saber que no deben,” dijo él. Suspiré, su voz sonaba
algo irritada. Si estaba empezando a cabrearse y ni siquiera habíamos salido de la
casa, la noche prometía ser un completo desastre.

“Saldrá todo bien,” le dije despacio, alejándome del espejo y acariciando su espalda
con suavidad. Él suspiro, asintiendo.

“Sí,” murmuró él. “Deberíamos irnos ya.”

Asentí y lo seguí cuando salió del baño. Cogí mi abrigo que tenía en el armario y
apagué las luces, dirigiéndome al pasillo. Edward fue hasta su cuarto y agarró un
abrigo gris, para luego ponérselo. Cogió sus llaves y otras cosas en su mano mientras
yo lo esperaba pacientemente, poniéndome mi abrigo. Después de un minuto, salió de
su habitación, sosteniendo una botella grande de alcohol. La abrió y la alzó, tomando
un trago largo. Gruñó después de eso y me la extendió, alzando sus cejas y sonriendo.

Lo miré algo dubitativa y sonrió. “Confía en mí, tesoro. Se necesita una buena jodida
cantidad de alcohol para tolerar a esos capullos,” me dijo, su voz sonaba en broma.
Sonreí ligeramente y tomé la botella algo vacilante, alzándola y tomando un pequeño
sorbo. Hice una mueca cuando el líquido quemó mi garganta y la alejé de mis labios

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rápidamente. Él soltó una risita, tomando la botella de mis manos. “Esa es mi chica.”

Alzó nuevamente la botella y tomó un gran trago nuevamente. Lo miré asustada.


“¿Deberías beber si vas a conducir?” le pregunté con duda. Él rodó sus ojos,
encogiéndose de hombros.

“Soy un buen conductor,” dijo simplemente. “Nunca he tenido un accidente.” Suspiré y


asentí, ya que no pensaba discutir con él. Confiaba que no me lastimaría de ninguna
forma.

Él me volvió a ofrecer la botella y yo negué con mi cabeza, declinando la oferta. Tomó


otro sorbo y le puso el tapón, para luego regresar a su habitación y dejarla sobre la
cama. Salió una vez más y tomó mi mano, dirigiéndonos a las escaleras. Bajamos
rápidamente y me condujo hasta afuera, quitando los seguros del coche y abriendo la
puerta del pasajero para mí. Hacía frío allí fuera, debido a que ya había oscurecido,
pero al menos estaba seco. Ya no había nieve en el suelo, de hecho se había derretido
el día siguiente a Navidad.

Cerró la puerta después de que yo entré y rodeó el auto, deslizándose hasta el asiento
del conductor al tiempo que yo abrochaba mi cinturón de seguridad. Encendió el motor,
enchufando la calefacción y conectando el reproductor de música. Buscó rápidamente
entre algunas canciones hasta que encontró una canción de rap, el bajo era tan
ruidoso que hacía vibrar las ventanas. Puso el coche en marcha y salimos de la
entrada de la casa, mientras él cantaba la canción.

Entró al pueblo de Forks pero salió enseguida, dirigiéndose a las afueras, al otro lado
del pueblo. Condujo unos minutos más antes de entrar a un pequeño camino para
luego desviarse a la derecha. Al entrar a la pequeña carretera miró por el retrovisor,
percatándose que un auto venía tras de nosotros. Condujo unos minutos más, a través
de unos árboles, antes de llegar a un lugar despejado. Era un gran campo abierto con
una casa rodante a un lado. Detrás de la casa rodante había agua, lo cual asumí que
era un lago ya que en repetidas ocasiones Edward me dijo que la fiesta se llevaría a
cabo en el lago. Había muchísimos coches aparcados en el lugar y se podía ver una
enorme fogata ardiendo a lo lejos con un montón de gente a su alrededor. Edward
aparcó el auto, un poco apartado del resto, y apagó el motor.

“¿Estás lista?” Me preguntó, acercándose un poco a mí y acariciando mi muslo con


cariño. Tenía las cejas alzadas de forma inquisitiva y me miraba, esperando mi
respuesta. Estaba nerviosa, sintiéndome ligeramente aprensiva y asustada por el
hecho de estar rodeada de tantos extraños, pero ya estaba allí y era muy tarde para
arrepentirme. Y siendo honesta, tampoco quería echarme hacia atrás. Quería ir a esta
fiesta; quería pasar la noche con Edward y estar cerca de sus amigos y compañeros de
clase. Tenía algo de temor por cómo él podía reaccionar conmigo allí, por si tendría
que lidiar con verlo coquetear con las otras chicas, pero sentí que tenía que enfrentarlo
de una vez por todas.

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“Sí, estoy lista,” dije finalmente, manteniendo mi voz tan tranquila como pude. Él
suspiró y pasó una mano por su cabello, asintiendo. Abrió la puerta y salió, para
rodear el auto y abrir mi puerta. Me extendió su mano y la tomé con cuidado. Me ayudó
a salir y cerró la puerta del auto, asegurándola y poniendo la alarma. Me condujo por
todo el campo lleno de autos, en dirección hacia donde todo el mundo estaba reunido.
Cuando nos acercábamos a la multitud él soltó mi mano y yo de manera irracional me
aferré a ella antes de soltarla. Él suspiró y me regaló una triste sonrisa, pareciendo casi
culpable por tener que soltar mi mano. Le sonreí levemente, queriendo hacerle saber
que entendía la situación. Él bajó un poco el ritmo de sus pasos cuando logramos
llegar a la multitud, manteniéndose a mi lado todo el tiempo. Un par de personas lo
saludaron de manera entusiasta en el momento en que lo vieron y él los saludó en
respuesta, pero lucía distraído, mientras miraba a su alrededor. Nos desvió un poco
hacia la izquierda después de un momento y alcé la mirada, encontrándome con
Jasper y Alice en medio del gentío. Caminamos hasta donde estaban, deteniéndonos
frente a ellos. Le sonreí a Alice y miré a Edward, que entrecerraba un poco sus ojos a
Jasper. Alzó dos de sus dedos hasta su rostro y señaló con ellos sus ojos antes de
señalar a Jasper. Jasper claramente entendió lo que aquella señal significaba y asintió,
alzando dos dedos. Mi ceño se frunció y miré el intercambió de señales con confusión,
pero con un poco de diversión a causa de la misma.

Edward se giró hacia mí, acercándose unos pocos pasos e inclinándose en mi


dirección. “Regresaré enseguida, ¿está bien nena?” me susurró. Asentí y él pasó su
mano por su cabello, luciendo un poco destrozado. Estiró su mano y acarició mis dedos
con los suyos, enviando así un cosquilleo a través de ellos, antes de alejarse de allí. Me
volteé y lo vi caminar de nuevo hacia la multitud, saludando a la gente y deteniéndose
para conversar. Lo pude ver sonreír de manera vibrante entre el gentío, podía ver sus
carcajadas al ver su pecho vibrar aunque no era capaz de escucharlas a causa del
ruido de las conversaciones y la música.

Desapreció de mi vista después de un momento y me volteé, mirando a Jasper y a Alice.


Ambos me miraban con cautela, con empatía. Inmediatamente me sentí culpable, ya
que esta era la única y completa razón por la cual yo había considerado no venir en
primer lugar. Su diversión estaba siendo obstaculizada por mi presencia.

“Estoy bien chicos, en serio. Pueden ir y divertirse” dije, encogiéndome de hombros. Era
una verdad a medias, ya que la idea de estar aquí sola sin nadie conocido era algo
atemorizante, pero no quería que ellos sufrieran por mi culpa. Jasper rio, negando con
su cabeza.

“¿No entendiste ese intercambio de señas que tuvimos cuando llegaste? No puedo
dejarte sola, querida. Estás atrapada aquí conmigo hasta que él regrese,” dijo en tono
de broma. Se acercó un poco a mí y me dio un ligero codazo, yo le sonreí en respuesta.

Nos quedamos de pie conversando durante un rato, la gente se acercaba a nosotros

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para hablar con Jasper o Alice. Todos eran relativamente amistosos conmigo, nadie se
portó aparentemente mal. Me relajé un poco, sintiéndome cómoda con la multitud.

Escuché la explosión de una carcajada después de un momento y me volteé con el


tiempo justo para ver a Emmett antes de que él envolviera con su brazo mi hombro. Me
tensé un poco y rápidamente miré a Rosalie, sin saber cuál podría ser su reacción al
ver a Emmett tocarme. Ella era una persona muy sobreprotectora y aunque se había
portado de forma agradable conmigo últimamente, no quería molestarla.

Rosalie se detuvo frente a mí, sosteniendo unos vasos, y Emmett me ofreció un vaso rojo
de plástico que tenía en su mano. “Toma, gatita. Ten un trago. No vayas a tomar nada
de lo que te pueda dar cualquiera de los otros hijos de puta que están por aquí. ¿Está
claro?” me dijo. Yo me quedé asombrada por un segundo pero tomé el vaso de sus
manos, llevándolo a mi nariz y oliéndolo.

“Eh, gracias Emmett,” le dije en voz baja. Él asintió.

“Por supuesto. No sabía lo que querías tomar así que solo tomé algo de cerveza del
barril. Me imaginé que no te gustaría, pero honestamente a ninguno de nosotros nos
gusta e igual la bebemos,” él me dijo, alzando su vaso y chocándolo con el mío. “Así
que bienvenida a la maldita pandilla, eres oficialmente una de nosotros una vez que te
termines esa cerveza.” Llevó su vaso a la boca y empezó a beber rapidísimo su cerveza
mientras yo lo miraba sorprendida. Rosalie le entregó uno de los vasos que estaba
sosteniendo a Jasper cuando Emmett terminó su bebida, lo intercambió con el de
Rosalie que todavía estaba lleno.

Rosalie le dejó el vaso, para luego tomar a Alice por el brazo y llevársela un momento.
Emmett mantuvo su brazo rodeando mis hombros y empezó a hablar con Jasper acerca
de unos videojuegos mientras yo me quedé completamente paralizada y atrapada
desprevenida por las palabras de Emmett.

Yo llevé mi bebida a mi boca y tomé un trago, haciendo una mueca por el ligero sabor
agridulce y por su calidez. Michael Newton caminó hasta donde estábamos nosotros
después de un momento con otro chico y se detuvieron para hablar con los chicos
brevemente. Le di a Michael una sonrisa cortés cuando sus ojos se encontraron con los
míos pero él desvió su mirada rápidamente, actuando como si estuviese obviando mi
presencia. Me di cuenta que aquello era a causa de Edward, de que el comportamiento
de Edward había intimidado al chico. Me hizo sentir mal de inmediato, pero había una
pequeña parte de mí, muy dentro de mí, que se alegró. Edward era tan sobreprotector y
su sobreprotección sobre mí me hacía sentir tan segura a veces.

Estaba tomando mi cerveza, tratando de ignorar su mal sabor, y empezando a


relajarme cada vez más. Alice y Rosalie regresaron y me percaté entonces que yo
también estaba participando en las conversaciones después de un momento,
integrándome en ellas. Ellos estaban bromeando y yo estaba riendo con ellos,

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sintiéndome contenta y sintiendo casi como si encajara con todas estas personas.
Como si yo fuese… uno de ellos.

“Ey, Em.” Una voz sonó detrás de nosotros, sintiéndose ligeramente familiar para mis
oídos. Emmett se volteó rápidamente, aún sosteniéndome por los hombros moviéndome
por tanto con su cuerpo. Casi me caigo a causa del súbito movimiento, tropezando por
poco con mis propios pies. Emmett rio pero mantuvo su agarre en mí de tal forma que
no me estampé en el piso. Yo reí y alcé la mirada, paralizándome cuando vi a Jacob
Black de pie frente a nosotros.

“¿Qué hay, Jake”? dijo Emmett. Alzó su puño y lo puso frente a Jacob quién chocó su
propio puño contra el de Emmett.

“No mucho. Ey, ¿Finalmente decidiste cambiar a Rosalie?” preguntó, señalándome con
su cabeza. Mis ojos se abrieron asustados y Emmett rió.

“Mieeeeerdaaa, tú sabes que lo mío con Rosie es para toda la vida. Esta pequeña aquí
no es mía, solo la estoy cuidando, tú sabes, para que los buitres no estén rondándola,”
dijo Emmett.

Jacob asintió. “Sí. He oído antes a Lauren hablando de ella. Maldita perra celosa.”

Emmett rio. “Sí, ella y Tanya. No quisiera tener que golpear a una perra esta noche.
Rosie probablemente se cabrearía si termino encerrado en la cárcel por golpear a una
mujer, ya sabes.”

Jacob asintió y rio levemente. “Sí, lo sé.” Volvió su mirada hacia mí y me sonrió. “Fue un
gusto verte nuevamente, Isabella Swan,” me dijo de manera cortés. Estaba sorprendida
de que él me estuviese hablando de manera tan agradable después del incidente del
partido de futbol.

“Igualmente, Jacob Black,” hablé en voz baja. Él sonrió.

“Ey, ¿sabes lo que un muñeco de nieve le dijo a otro muñeco de nieve?” preguntó, sus
cejas estaban alzadas mientras me miraba. Mi ceño se frunció y le miré brevemente
antes de encogerme de hombros.

“No lo sé. ¿Qué le dijo?” le pregunté. Él sonrió.

“Huele a zanahorias,” dijo él. Emmett empezó a reírse y yo solté una pequeña risita
graciosa, negando con mi cabeza. (N.T. La broma de Jacob se refiere a que la nariz de
los muñecos de nieve en USA comúnmente es una zanahoria. Por eso los muñecos
huelen a zanahoria)

Jacob se rio y Emmett aclaró su garganta. “Edward está mirando hacia aquí,” dijo
Emmett en voz baja. “Parece algo enojado.”

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Alcé mi mirada rápidamente, mis ojos entraron en contacto con los suyos sobre el
hombro de Jacob. Él estaba parado con otro chico, que al parecer estaba parloteando,
pero Edward no le estaba prestando la más mínima atención. Su mirada estaba fija en
nosotros, su ceño fruncido en su rostro. Podía ver su mano apretada fuertemente en un
puño a un costado suyo, se podía ver claramente que estaba luchando para controlar
su temperamento.

“¿Cuándo no está enojado Edward?” preguntó Jacob, negando con su cabeza. “En fin,
solo quería decir hola. Los veré en otra ocasión, Em. Tengan todos una buena noche.”

Él se volteó y se alejó de allí, mientras Emmett murmuraba, “Tú también Jake.” Una vez
que se perdió de vista, yo miré a Emmett curiosa.

“¿Todavía te agrada Jacob después de que él dijera cosas malas sobre tu madre?” le
pregunté con duda. Emmett suspiró, asintiendo.

“Su madre también murió, ¿sabes? La familia ha sido siempre un tema bastante
sensible tanto para Edward como para Jake. Nosotros nos tenemos mutuamente y a
papá y a Esme y Alec, pero todo lo que tiene Jake es a su padre y sus hermanas. Es por
eso que Edward sabía lo que hacía cuando se metió con una de las hermanas de Jake.
Él se metió con su familia, y eso no es algo que se deba hacer. Así que sí, Jacob no
debió decir las mierdas que dijo, yo me molesté por eso durante un tiempo, pero él solo
estaba herido y portándose a la defensiva y todo lo que quería era herir a Edward. Y
antes de que tú llegaras, Izzy Bizzy, la única manera que se podía herir a Edward era a
través del recuerdo de mamá. No estoy diciendo que esa mierda estuviera bien, pero
Edward le respondió enseguida diciendo cosas sobre la madre de Jacob… antes de
que él prendiera en fuego su jodido auto y que casi lo matara, eso es todo
básicamente,” dijo Emmett. Yo asentí, levemente sorprendida. Alcé nuevamente la
mirada hacia Edward y vi como Ben y Ángela se acercaban a él. Ben le entregó algo y
Edward sonrió, asintiendo y metiéndolo rápidamente en su bolsillo.

Emmett me giró con él después de un segundo así que estábamos de frente a Jasper
una vez más. Yo reí casi cayéndome otra vez, y Emmett me volvió a sostener. Ellos
estaban hablando de algunas cosas mientras yo llevaba el vaso a mi boca,
bebiéndome el último trago. Me estremecí levemente a causa del sabor y sentí una
risita cerca de mí, tan cercana que hizo a mi piel ponerse de gallina. Giré mi cabeza
hacia un costado y quedé cara a cara con Edward. Él se inclinó hacia mí, sus labios
exactamente junto a mi oreja. “Tan jodidamente sexy,” susurró, su aliento golpeando
mi cuello, el olor a menta y alcohol mezclado intoxicaba mis sentidos de manera
extraña.

Me sonrojé y él rio nuevamente. Dijo algo a Jasper y metió la mano en su bolsillo,


sacando su pipa de vidrio. Sacó también una pequeña bolsita de marihuana y se la
entregó a Jasper, que empezó a meter un poco de hierba dentro de la pipa. Empezaron
a charlar mientras Jasper hacía aquello, pero no me podía concentrar en lo que estaba

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haciendo a causa de la electricidad que emanaba de Edward quien con su
proximidad, estaba nublando mi mente, enviando oleadas de deseo por todo mi
cuerpo. Me percaté que el alcohol tenía algo que ver con aquello, ya que me podía
sentir a mí misma un poco más ligera, con una sensación de zumbido por todo mi ser.

Jasper sacó un encendedor y la encendió, para luego darle una fumada y pasar la pipa
a Alice. Empezaron a pasarla de mano en mano y cuando llegó a Edward, él le dio una
calada, girándose y mirándome manera curiosa. Mis ojos se abrieron asustados por un
momento, al percatarme que él quería saber si yo quería un poco. Empecé a
tartamudear y él sonrió, llevando la pipa a sus labios y dándole otra calada. Sostuvo el
humo en sus pulmones y se inclinó hacia mí. Me tensé un poco, porque aunque sabía
que había hecho lo mismo conmigo en numerosas ocasiones, nunca lo había hecho
frente a otras personas. Permanecí quieta y cerré mis ojos mientras su boca se
acercaba a la mía, y empecé a inhalar en cuanto él empezó a exhalar. Llevé el humo a
mis pulmones y él acarició con su nariz la mía, gimiendo levemente. Mi cuerpo entero
empezó a estremecerse y mantuve el humo el mayor tiempo posible antes de soltarlo
para respirar. Abrí mis ojos y miré a mi alrededor para ver que todos estaban
mirándome con sorpresa, menos Edward, él estaba sonriendo.

Empecé a sonrojarme por toda la atención fijada en mí, mirándolos algo confundida.
Rosalie gruñó después de un segundo, acercándose a Emmett y golpeando la parte de
atrás de su cabeza. “¿Por qué tú nunca me haces esas mierdas, pendejo? Joder, eso es
tan malditamente sexy,” preguntó. Todos empezaron a reír y Emmett sacó su brazo de
mis hombros finalmente, levantando su mano para sobar su cabeza.

“Cielos, Rosie, te lo haré si quieres, nena. Pero tú siempre haces esa mierda por ti
misma, tú sabes, y eso que ella ha hecho es casi como hacer trampa. Todo el mundo
tiene que fumar esa mierda por sí solo al menos una vez, es como una tradición o algo
así,” dijo. Rosalie rodó sus ojos.

“Lo que sea, dame,” dijo. Edward le entregó la pipa y ella le dio otra calada, mirando
con el ceño fruncido a Emmett. Se la pasó luego a su novio al tiempo que Ben se
acercaba a nosotros, tocando en el hombro a Edward.

“Ten, hombre. Esta es la nueva mierda que tu padre me ha dado,” dijo entregándole un
nuevo porro a Edward. Edward lo tomó y le agradeció, cogiendo el encendedor que
tenía Emmett y encendiéndolo con rapidez. Le dio una rápida calada y lo sostuvo,
asintiendo.

“Sí, esto sí que es bueno. Gracias,” dijo Edward. Ben asintió y me dio una pequeña
sonrisa antes de alejarse. Edward le dio una nueva calada y me lo extendió, sonriendo.
“Emmett tiene razón, ya sabes. Tienes que darle una calada por ti misma al menos una
sola vez,” dijo, sosteniendo el porro para mí. Mis ojos se abrieron asustados y lo miré
un momento antes de tomarlo cuidadosamente. Mi mano estaba levemente temblorosa
a la vez que lo miraba.

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“Solo envuélvelo con tus labios y succiónalo, cariño,” dijo Rosalie en tono bromista, su
voz estaba llena de diversión. Yo la miré y me sonrojé, sonriendo tímidamente. Todos
ellos se rieron y Edward se acercó por detrás de mí, envolviéndome con sus brazos. Me
tensé un poco, estaba asustada, ya que había muchas personas alrededor que nos
podrían ver. (N.T. La razón por la cual Rosalie se ríe y Bella se sonroja es porque Rose
usó las mismas palabras en el baño y ahora al referirse a lo que Bella tenía que hacer
cuando le diera sexo oral a Edward. “Solo envuélvelo con tus labios y succiónalo”).

“¿Qué estás haciendo? La gente te va a ver,” le dije en voz baja, mirando alrededor.
Edward se encogió de hombros y Emmett soltó una carcajada.

“No te preocupes gatita, todo el mundo sabe la maldita cosa de todas formas. No
puedes esconder un amor como ese. De hecho, estoy jodidamente seguro que mi padre
ya lo sabe desde hace tiempo, lo que no puedo entender es por qué no ha dicho ni una
sola mierda sobre el asunto. Realmente debes de agradarle, o por el contrario está
malditamente asustado por Edward de alguna forma,” Emmett dijo, encogiéndose de
hombros. “Las probabilidades de que él estuviese asustado por el culo de este pendejo
no son condenadamente altas tampoco, ya que al parecer nada asusta a papá, así que
supongo que le agradas.”

Me quedé allí, mirándolo aterrada. “¿El doctor Cullen lo sabe?” le pregunté en voz alta,
entrando un poco en pánico. Todos empezaron a reír pero Edward suspiró,
reclinándose contra mi cuerpo y besando mi cuello.

“Hay una buena probabilidad de que lo sepa,” dijo Edward en voz baja. “No importa,
ya veremos qué hacemos con eso.”

Yo asentí, suspirando. No podía negar que aquello me asustaba un poco, la idea de


que el doctor Cullen realmente lo supiera. Había sospechado por mi cuenta que él lo
sabía por la forma en que nos miraba a Edward y a mí, pero que el resto expresaran lo
que yo presentía era mucho peor. No estaba segura cómo iba él a reaccionar con todo
eso, cómo me trataría o si él querría que me fuera de su casa.

“Dale una calada,” murmuró Edward, acurrucándose en mi cuello. Suspiré y lo lleve a


mis labios, para luego succionar. Mi garganta empezó a quemar de inmediato, mis
pulmones se llenaron con humo. Era fuerte, mucho más fuerte que cuando simplemente
lo inhalaba de Edward. Lo alejé de mí y empecé a toser violentamente, mi pecho subía
y baja con rapidez mientras intentaba respirar. Edward cogió el porro de mis manos y
se lo pasó a Emmett, envolviendo sus brazos en mi cuerpo al tiempo que este se
doblaba, y una tos seca salía de mi pecho. Mis ojos se habían humedecido y mis
pulmones quemaban, mi cuerpo entero se sentía adormilado. Emmett rio, mientras le
daba una fumada al porro, y Edward me levantó y me sostuvo con fuerza, soltando una
risita.

“Sip, ella está a punto de estar totalmente colocada con esto,” Emmett dijo dando otra

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calada. Alcé la mirada y limpié las lágrimas de mis ojos, tratando de tomar una
respiración profunda pero mis pulmones todavía parecía como si estuviesen ardiendo.
Alice me entregó un vaso, con una gran sonrisa en su rostro.

“Toma un trago, te hará sentir un poco mejor. Al menos va a calmar el picor de tu


garganta” dijo. Asentí y le agradecí, mi voz era ronca. Llevé el vaso a mis labios y tomé
un pequeño sorbo. Lo que sea que fuera sabía levemente frutal, mucho mejor que la
otra cosa que Emmett me había dado para beber.

“Ey, ¿Es que acaso no te he dicho que no aceptes vasos de otras personas?” Emmett
preguntó. Le devolví el vaso a Alice, rodando mis ojos.

“Es solo Alice,” le dije. Edward rio despacito, antes de suspirar alegre. Me apretó contra
su cuerpo con fuerza y nos meció un poco. Alcé mis manos para aferrarme a sus
antebrazos y él empezó a besar la piel expuesta de mi cuello. Podía sentir su húmeda
lengua presionada sobre mi piel, escalofríos recorriendo mi espalda. Su calor era
reconfortante, su esencia era vigorizante. Mi piel prácticamente picaba, fuertes
estremecimientos bailaban por todo mi cuerpo mientras la electricidad se
incrementaba, dirigiéndose directamente a ese punto entre mis piernas. Mi corazón
latía desbocado, mi respiración era temblorosa.

“¿Te sientes bien? Estás temblando” me preguntó Edward en voz baja, susurrando
sobre mi piel. Yo asentí, sin saber cómo responder a eso sin avergonzarme a mí misma.
Él suspiró. “¿Quieres dar un paseo, solos tú y yo?”

Asentí. Él alejó sus labios de mi cuello y liberó sus brazos de mi cuerpo. Pasó su mano
por su cabello, mirando alrededor. “Vamos a dar un paseo, tontos. Estaremos cerca.”

Todos entendieron lo que él había querido decir y yo empecé a alejarme caminando.


Edward me alcanzó y tomó mi mano, entrelazando sus dedos con los míos. Me guio
hasta donde estaban todos los coches estacionados, caminando despacio. Nos
topamos con unas cuantas personas en el camino y él se detuvo un breve instante para
conversar, pero jamás hizo el intento de alejarme de él o soltar mi mano. Estábamos
caminando frente a una larga hilera de autos cuando se escuchó una garganta
aclararse cerca de nosotros. Edward miró en dirección al ruido, gruñendo y rodando
sus ojos. Alcé también la mirada y vi a una chica de cabello rubio recostada sobre un
auto negro con adhesivos rosas sobre el mismo. Ella llevaba una falda muy pequeñita
y me imaginé que debería estar congelándose ya que incluso yo podía sentir el frío
colarse por mis vaqueros. Nos estaba mirando con una expresión extraña en el rostro.
Lucía mitad divertida y mitad enojada, aunque mayormente parecía molesta.
Entrecerré mis ojos a causa de la oscuridad y me percaté que ella me resultaba
levemente familiar. Me llevó un segundo antes de que mi cerebro registrara que ella
era la chica que había llevado el disfraz de demonio en Halloween.

“Lauren,” dijo Edward, asintiendo. Mis ojos se abrieron un poco sorprendidos cuando

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me di cuenta que ella era la chica de la que Edward había estado hablando antes, la
misma chica que Rosalie y Alice habían mencionado. Edward había tocado a otra
chica y la había probado también. Ella me estaba mirando con furia, la diversión se
había esfumado por completo de su rostro cuando vio que él estaba cogiendo mi mano.

“Edward,” dijo bruscamente, mirándolo. Ella dejó que sus ojos escanearan el cuerpo de
Edward, una pequeña risita se dibujó en sus labios mientras lo miraba, y de pronto
sentí una inesperada oleada de rabia en mi cuerpo. Me sentí protectora, y celosa, y no
me gustaron las miradas que ella le estaba dando. Me sentí prácticamente violada por
esas miradas, como si ella me estuviese faltando el respeto con eso. Aclaré mi
garganta y sus ojos se fijaron de inmediato en mí. Entrecerró sus ojos con rabia. “Él te
dejará como si fueses un mal hábito, ¿sabes? Tú no eres nada más que la criada. ¡Por
el amor a Dios, eres únicamente la criada!”

Podía sentir que la mano de Edward comenzaba a temblar y la apreté, sabiendo que
su temperamento estaba a punto de entrar en ebullición. Alcé mis cejas mirando a
Lauren, mi ligero nivel de embriaguez me dieron confianza y coraje. Había llegado
muy lejos con Edward, demasiado lejos como para arrepentirme alguna vez. Todo lo
que podía hacer era salir adelante, y salir adelante requería tomar riesgos y alzar la
voz para decir las cosas.

“¿Sabes? Eso podría ser cierto, yo puedo ser una sirvienta. Pero al menos no soy una
puttana, y eso es lo que me hace diferente, tú… tú… schifosa,” le dije de manera
cortante, las palabras volaron de mi boca antes de que pudiese darme cuenta siquiera
de lo que estaba diciendo.

Sus ojos se entrecerraron aún más. “¿Cómo acabas de llamarme?” preguntó. Yo solo
la miré ya que honestamente, no tenía ni idea lo que era una puttana pero lo mencioné
ya que el doctor Cullen lo había usado para las chicas con las que Edward solía
dormir de vez en cuando en el pasado, y sabía bien que esa no era una palabra
bonita.

“Yo…eh… Yo creo que ella te ha llamado puttana,” dijo Edward, su voz era de
completo asombro, “Y una schifosa también.” Alcé mi mirada hacia él y vi que estaba
mirándome, la esquina de sus labios luchaba por no dibujar una sonrisa.

“Lo que sea, no me importa. Te acostarás con él como todas las otras chicas que están
por aquí y luego te dejará y se largará. Ninguna le pude decir `no´ a Edward Cullen, él
consigue todo lo que quiere y lo sabe. Cualquier chica aquí haría lo que fuera para
quitártelo, para tenerlo para ellas,” dijo cruzando sus brazos sobre su pecho y
mirándome fijamente.

“¿Hacer cualquier cosa incluye también succionar los jugos de otras chicas que
estaban en sus dedos?” le respondí de inmediato, mi temperamento estaba encendido.
Nunca había estado encendido como hasta este momento, nunca había sentido un

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ataque de rabia que no pudiese controlar. Ella me miró confundida y sonreí de manera
irracional. “¿O es que acaso no te diste cuenta?”

“¿De qué estás hablando?” preguntó, irritada. Me encogí de hombros.

“No importa. Pero él no hace ese tipo de cosas conmigo, y nada de lo que me digas va
a quebrar la confianza que tengo en él. Así que supéralo,” dije. Me volteé para
alejarme de allí, soltando la mano de Edward. Él se quedó paralizado un segundo
antes de soltar una risita.

“Bueno, jódete. Supongo que ya has oído a la chica, Lauren,” dijo. Se giró enseguida y
me siguió, tomando mi mano una vez más. Sentí algo de pánico recorriendo mi cuerpo,
estaba insegura de cómo iba a reaccionar él o lo que diría por el hecho que yo hubiera
dicho todas esas cosas a esa chica. Caminamos hasta su coche en silencio e hice una
pausa al llegar al tiempo que solté un suspiro. Alcé la mirada y vi que él estaba
sonriendo, con esa sonrisa torcida característica suya, sus ojos prácticamente bailaban
emocionados.

"¿De dónde cojones ha venido eso?" preguntó, riéndose para sí mismo. Me encogí de
hombros.

“No lo sé, te juro que solo salió de mi boca, ni siquiera me he dado cuenta de lo que
estaba diciendo. Nunca me había portado así,” le dije. Él asintió, todavía sonriendo.

“Bueno, puedes hacer esa mierda más a menudo nena, porque eso fue jodidamente
sexy. Te lo juro por Dios, el solo hecho de escuchar cómo te ponías molesta y celosa fue
casi erótico, estuve a punto de correrme en mis pantalones” dijo.

Mis ojos se abrieron asustados. “Yo, eh… yo quiero…” empecé, insegura de cómo
responder a eso. “¿Qué es una puttana?” le pregunté finalmente, con algo de duda en
mi voz. Su ceño se frunció confundido antes de que él empezara a reírse.

“Por Dios, ¿ni siquiera sabes lo que significa?” Me preguntó. Hice un gesto de negación
y él se rio más fuerte. “Significa ‘puta’,” me dijo. Asentí, su respuesta no me sorprendió.

“Me imaginé que era algo así,” le dije. Él paró de reírse después de un momento,
negando con la cabeza pero todavía sonriendo. Envolvió sus brazos a mi alrededor y
me acercó más a él, en un fuerte abrazo. Mi cuerpo estaba presionado contra el suyo y
podía sentir el bulto, la hinchazón en sus pantalones que indicaba su excitación.
Aquello provocó cosas locas en mi cuerpo ya fuera de control, cosquilleos que
atravesaban todo mi cuerpo por el hecho de reconocer que era yo quien provocaba eso
en él. Yo lo excitaba, él me deseaba.

Presioné mi cuerpo contra el suyo con más fuerza y él gruñó, sus manos acariciaban mi
espalda suavemente. Una de sus manos bajó y acarició suavemente la parte trasera de
mis vaqueros, apretándolos de manera leve. Alejé un poco mi cabeza para mirarlo y él

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sonrió, acercándose a mí y besando mis labios con suavidad. Abrí un poco mis labios y
su lengua se abrió paso en mi boca, su beso se profundizó. Hizo que yo retrocediera
hasta que mi espalda golpeó el auto, y detuvo su beso brevemente para cogerme por el
brazo. Grité a causa de la sorpresa cuando me agarró y me sentó en el capó de su
auto, ubicándose en medio de mis piernas. Encontró nuevamente mis labios y envolví
su cuerpo con mis brazos, entrelazando mis dedos entre sus cabellos. Él gruñó y se
aferró más a mi cuerpo, el bulto en sus pantalones presionándose entre mis muslos.
Gemí y envolví su cuerpo con mis piernas, atrayéndolo aun más a mí. Él empezó a
embestir ligeramente con sus caderas, frotándose sobre mí, enviando así chispas que
volaban por todo mi cuerpo. Podía sentir cómo me humedecía con rapidez, mi deseo
crecía cada vez más. El hecho que estuviésemos al aire libre, y que hubiera personas
alrededor que podrían caminar hasta donde nosotros estábamos y vernos no me
importó mucho como había creído que podía suceder. Todo lo que me importaba era
Edward, y todos esos sentimientos que él estaba haciendo surgir en mi interior. Me
percaté que en el momento que yo le había ofrecido mi alma, también me había
convertido en una devota de él por completo. Confiaba en él y me había rendido por
completo ante él, creyendo verdaderamente que jamás haría algo que me lastimara.
No podía negar que estaba deslumbrada por su valentía en público, incluso si el doctor
Cullen tenía ya una idea de lo que estaba ocurriendo, pero yo no daría marcha atrás.
Porque si Edward sentía que todo estaba bien, yo estaba de acuerdo con eso. Él me
había consumido por completo; él era mi luz, la fuerza que me guiaba en la oscuridad.
Edward me sacaría de la oscuridad en la que había vivido toda mi vida, eso lo sabía.
Lo creía.

Me retorcí un poco, gimiendo al tiempo que él seguía frotándose sobre mí, mi corazón
latía desenfrenado. Se separó de mis labios en ese momento y sonrió. “¿Quieres entrar
al coche? De esa manera, ya sabes, no vamos a dar un jodido espectáculo o algo así. ”

“Está bien,” susurré, mi voz salió un poco ronca. Él alzó una ceja y le sonreí tímida.
“Está bien, quiero entrar al coche,” le dije, aclarándoselo. Él sonrió levemente, mientras
asentía.

“Esa es mi chica,” me dijo. Me agarró por las caderas y me bajó del capó. Sacó sus
llaves y abrió la puerta del lado del conductor, agachándose y levantando el asiento
hacia adelante. Él se giró y me sonrió, señalando con su cabeza el asiento trasero.
“Después de ti,” me dijo. Sonreí y subí al auto, sentándome en el extremo opuesto. El
auto estaba levemente más cálido que el exterior, mi piel estaba completamente
sonrojada por lo que me quité el abrigo en cuanto entré. Edward entró también y cerró
la puerta, encerrándonos en el interior. Se quitó su abrigo y lo lanzó hasta el asiento
delantero, sonriendo. Se inclinó un poco hasta mí y capturó mis labios con los suyos de
inmediato, su mano recorría todo mi pecho. Apretó mis senos con cuidado antes de
llevar su mano abajo, en dirección a mi centro, acariciándolo sobre mis vaqueros. Yo
gemí en su boca, retorciéndome un poco por sus caricias.

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Después de un momento agarró el botón de mis vaqueros y lo liberó con rapidez,
bajando el cierre al mismo tiempo. Gemí y alejé mi boca de él, mis ojos se abrieron por
completo cuando metió su mano por mis pantalones, dentro de mis bragas. Acarició
con las yemas de sus dedos mi punto sensible y gemí involuntariamente a medida que
el placer emanaba por todo mi cuerpo.

“Espera, Edward,” murmuré, levemente aterrada por lo que me estaba haciendo en su


auto. Él detuvo el movimiento de su mano y me miró dubitativo. Yo solo lo miré por un
segundo y él suspiro, empezando a sacar su mano de mis pantalones.

“Lo siento, debí habértelo preguntado primero,” dijo, en tono de disculpa y de leve
decepción. Negué rápidamente y tomé su brazo antes de que él alejara su mano de mí
completamente.

“No, es solo que… es decir… ¿aquí?” Pregunté, mirando por la ventana junto a mí.
“Quiero decir, ¿qué pasa si alguien nos ve?” de manera irracional susurré aquella
última parte, como si alguien me fuese a escuchar. Edward suspiró.

“Mierda, Bella, estamos aparcados muy lejos, nadie más está aparcado aquí, nadie
tiene ninguna razón para venir hasta aquí. Además las ventanas son polarizadas;
nadie va a ver ni una mierda aunque lo intente. Tenemos privacidad aquí,” dijo él,
encogiéndose de hombros. Asentí vacilante, sus palabras aplacaron mi miedo.

“Está bien entonces,” murmuré. Él me miró inquisitivamente por un momento antes de


sonreír.

“La marihuana hace que las personas se pongan paranoicas a veces,” dijo en tono de
broma, inclinándose hacia mí y besándome con suavidad. Volvió a meter la mano en
mis pantalones y empezó a frotar mi punto nuevamente, sus labios se movieron hasta
mi cuello. Él estaba lamiendo, succionando y mordisqueando mi piel, el movimiento de
su mano se hacía cada vez más frenético. El hormigueo se estaba disparando por todo
mi cuerpo, mi respiración era errática, mi corazón latía furioso. Edward estaba
enfocando toda su atención en mí, tocándome y besando cada pedazo de piel que
pudiese encontrar, y entonces empecé a sentirme egoísta. Sabía que él estaba
excitado, ya que lo había sentido a través de sus pantalones unos minutos atrás, por lo
que me acerqué y pasé mi mano por su pierna. Llegué hasta el bulto en sus pantalones
y empecé a frotarlo antes de subir un poco más la mano y tratar de soltar su cinturón.
El movimiento de su mano se detuvo cuando él se percató de lo que estaba haciendo,
pero retomó su ritmo enseguida.

“No tienes que hacerlo,” murmuró. Yo asentí, un gemido involuntario escapó de mi


garganta cuando sus dedos se frotaron en mi punto. La tensión estaba aumentando en
mí, el placer creciendo con cada toque. Yo sabía que no duraría mucho y quería
tocarlo, quería hacerlo sentir bien mientras yo me sintiera bien.

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Finalmente conseguí soltar su cinturón y desabotoné sus vaqueros, bajando también el
cierre. Pasé mi mano por encima, tratando de meterla en el interior de sus pantalones
pero la posición era un poco torpe y no podía maniobrar bien. Me moví levemente
después de un momento, irritada porque la posición estaba obstaculizando mi
repentina y sobrecogedora urgencia de ver su excitación. Me encorvé un poco en el
asiento y Edward se rio sobre mi piel. Me acerqué a sus pantalones y fui capaz de
agarrar su erección justo en el momento en que él introdujo sus dedos en mi interior. Di
un grito ahogado y empujé mis caderas hacia adelante, el placer recorriendo todo mi
cuerpo. Intenté masturbarlo al tiempo que él metía y sacaba los dedos de mí pero sus
pantalones me estaban estorbando. Él debió darse cuenta, ya que alzó un poco las
caderas y sus pantalones se movieron lo suficiente para que yo pudiese sacar su
miembro de sus boxers. Lo envolví con mi mano y empecé a tocarlo, agarrándolo
firmemente. Él gimió y empezó a empujar sus dedos dentro de mí de manera frenética y
sentí como el placer se disparó abruptamente en mí, mi cuerpo se tensó de inmediato.
Lloriqueé en cuanto mi cuerpo empezó a convulsionar y me ceñí alrededor de los dedos
de Edward. Él continuó empujando sus dedos en mi interior, sus movimientos bajaron
de intensidad cuando mi cuerpo comenzó a relajarse, mis músculos empezaron a
aflojarse.

Él se detuvo después de un momento y yo solo me quedé allí sentada, casi en completo


estupor, todavía aferrada a Edward pero sin mover mi mano. Sacó su mano de mis
pantalones y sonrió, al tiempo que se inclinaba y me besaba dulcemente. “Me encanta
verte así, te ves jodidamente hermosa cuando te corres,” dijo sobre mis labios. Yo
sonreí sobre su boca y él cogió mi labio inferior con sus dientes, para mordisquearlo un
poco. Empecé a mover mi mano nuevamente, masajeando su miembro con suavidad, y
alejó sus labios de los míos. Gruñó y se recostó sobre el respaldo, apoyándose a sí
mismo a un costado del auto y cerrando los ojos. Yo lo acaricié con firmeza y miré la
reacción de Edward, ya que sus expresiones faciales eran asombrosas. Él estaba
haciendo sonidos guturales, sus manos cerradas en firmes puños, su rostro
transformándose en lo que parecía ser un placer agonizante. Pero permaneció quieto y
me permitió hacerlo a mi propio ritmo, sin embestir con sus caderas o haciendo ningún
movimiento como para tomar el control. Él estaba solo disfrutando del paseo y
permitiéndome a mí conducirlo.

Estar allí mirándolo, su moderación y paciencia, me hizo darme cuenta exactamente de


cuanta razón tenía Alice. Edward sería paciente conmigo. Edward me permitiría
intentar cosas y experimentar, y en caso que yo me equivocara terriblemente en ellas o
si lo estropeaba de alguna manera él lo entendería.

Dudé por un momento, pero la combinación de mi excitación por mi orgasmo, y la


emoción por las drogas y el alcohol me dieron una palmadita de confianza al tiempo
que veía la bella silueta de Edward frente a mí, recostado y disfrutando lo que sea que
yo pudiese darle. Bajé la mirada a mi mano y miré su erección al tiempo que agachaba
mi cabeza, haciendo una pausa antes de envolver con mis labios la punta, tratando de

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resguardar mis dientes pero pasando mi lengua por toda la punta. Me asaltó de
inmediato un ligero sabor salado, casi como si fuese sudor, y Edward gimió
fuertemente. Su mano se abalanzó a mi cabello rápidamente, aferrándose a mis
hebras con fuerza pero sin lastimarme. Yo empecé a meterlo cada vez más en mi boca
y Edward siseó.

“Quédate quieta,” dijo a través de sus dientes apretados. Me detuve abruptamente


mientras él soltaba su agarre de mi cabello y empezaba a acariciarlo con suavidad
después de un momento. “Está bien, estoy bien. Cristo, casi me corro en tu boca.”

Estaba ligeramente asombrada, sin saber si aquello era bueno o malo, pero empecé a
mover mi cabeza un poco más abajo después de un momento. La punta de Edward
golpeó la parte de atrás de mi garganta y sentí náuseas por lo que me detuve allí. Hice
mi cabeza un poco hacia atrás, pasando mi lengua por un lateral y empecé a
masturbarlo nuevamente con la mano. Sincronicé el movimiento de mi cabeza con el
de mi mano, incrementando el ritmo después de un momento. No era tan difícil como
pensé que sería, ya que Alice había tenido razón, parecía ser algo natural. Él estaba
haciendo sonidos guturales, gruñendo y gimiendo, acariciando mi cabello mientras yo
succionaba. No llevó mucho tiempo antes que su miembro empezara a hincharse y a
crecer a y removerse un poco, los sonidos de Edward se hacían cada vez más fuertes.

“Eso se siente tan jodidamente bien nena,” dijo él con su voz ahogada. “Cielos, sí, justo
así.”

Seguí con mis movimientos, agarrándolo firmemente y envolviéndolo con mis labios
con fuerza. Rocé mis dientes por la punta de manera leve, realmente por accidente, y él
gimió con fuerza. “Joder, eso se ha sentido bien”, dijo él. Me sorprendieron un poco sus
palabras, su aprobación y su obvio placer por lo que yo estaba haciendo. Yo estaba
haciéndole sentir bien con esto, al igual que él me hacía sentir bien cuando me tocaba.

Empezó a tensarse después de un momento, su respiración se volvió errática. Soltó su


mano de mi cabello y se agarró al asiento del auto, gruñendo y apretándolo con
fuerza.

“Eh…joder…yo…eh…cielos, me voy a correr,” tartamudeó, apretando sus dientes. Lo


sentí hincharse aún más en mi boca y luego su cuerpo se puso rígido, su erección
temblaba. Él dio un grito ahogado y de inmediato fui asaltada por un algo pegajoso,
espeso y salino que fue disparado a la parte de atrás de mi garganta. Casi hice
arcadas y mi cara hizo un gesto extraño, pero traté de continuar succionando y
acariciando toda su longitud. Me tragué la espesa y cálida sustancia rápidamente y
más de eso salió, que también me tragué de inmediato. El flujo de fuerte líquido se
detuvo después de un momento y empezó a relajarse a medida que yo succionaba lo
poco que quedaba de su liberación. Alejé mis labios de él, haciendo una mueca, ya
que el sabor amargo parecía permanecer en mi boca.

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Miré a Edward y pude ver que él también me miraba, sus labios estaban entreabiertos
y tenía una expresión de sorpresa en su rostro. Mi ceño se frunció y de inmediato me
pregunté si había hecho algo mal, si había hecho algo que se suponía no debía. Él
alzó su mano después de un momento y pasó sus dedos por mis labios con suavidad.

“Um, ¿Hice algo mal?” le pregunté vacilante.

Su ceño se frunció y me miró con confusión. “¿Por qué demonios piensas eso?” me
preguntó. “Lo has hecho bien. No, a la mierda con eso. Lo has hecho mejor que bien.
¡Lo has hecho jodidamente fantástico! No sé qué mierda ha motivado todo esto, pero
debo decir, que estoy malditamente agradecido.” Sonreí con timidez y él soltó una
risita. Bajó su mano y retiró mi mano de su miembro, volviendo a meterlo en sus
pantalones. Subió el cierre y abotonó su vaquero, sujetando luego su cinturón antes de
sentarse e inclinarse hacia el asiento delantero. Alcanzó una botella de agua que
estaba en el sujeta-vasos, y me la dio.

“Gracias,” le dije, sonrojándome y tomando la botella. Tomé un sorbo y empecé a


enjuagar mi boca del sabor pegajoso y amargo que parecía cubrir toda mi garganta.
El agua estaba caliente y tenía sabor rancio, pero era agua y eso era todo lo que
importaba.

“Sí, ni siquiera lo menciones, nena. No puedo creer que mi novia se lo acabe de tragar,
y que fuera su primera vez haciéndolo. ¿Cómo es que soy tan malditamente suertudo?”
dijo haciendo un gesto de negación y sonriendo. Me sonrojé al tiempo que me miraba y
sonreía. Yo le devolví la botella de agua y la puso en su lugar inicial.

Se escuchó un fuerte sonido de un silbido después de un momento, seguido por una


explosión ensordecedora. Di un pequeño saltito a causa del susto y grité, llevando mis
manos a mi cabeza para cubrir mis orejas rápidamente. Miré a Edward, quien a su vez
tenía los ojos muy abiertos, se veía confuso y su ceño estaba fruncido.

“Son solo fuegos artificiales,” dijo. Sus labios formaron una sonrisa y asintió. “Vamos,
coge tu abrigo.”

Él cogió el suyo y se lo puso enseguida, mientras yo acomodaba mi ropa y cogía mi


abrigo también. Edward abrió la puerta y salió, extendiendo su mano hacia mí para
ayudarme. La brisa nocturna se sentía levemente fría y Edward volvió a cerrar el coche
con su alarma, guiándome hacia el otro lado. Se recostó contra la puerta del coche y
me acercó a él, envolviéndome con sus brazos fuertemente. Se escuchó otro fuerte
silbido después de un momento y mis ojos se dirigieron en dirección al sonido, antes de
que la explosión resonara con un estallido de colores en el cielo. Me quedé mirando al
cielo por un momento, asombrada de lo hermoso y deslumbrante que era aquello.
Edward rio a causa de mi semblante deslumbrado, apretándome a su cuerpo con más
fuerza.

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“¿Lo ves? Son solo fuegos artificiales, tesoro. Nada que temer. Hacen ruido pero no te
van a lastimar. De hecho, no voy a permitir que nada te lastime,” me dijo en voz baja.
Sonreí y me apreté todavía más a su cuerpo, él me envolvió con sus brazos con fuerza.

Permanecimos en silencio por un momento mientras mirábamos los fuegos


pirotécnicos antes que la multitud que rodeaba el lago empezara a gritar, haciendo
una cuenta regresiva. Edward sonrió y me giró para que quedara frente a él. La gente
veía uno a uno los fuegos artificiales estallar a lo lejos, mientras Edward se inclinaba
hacia mí y presionaba sus labios sobre los míos, besándome profunda y
apasionadamente. Se alejó después de un momento, acariciando con la yema de sus
dedos mis labios nuevamente.

“¿Tienes la más mínima idea de lo importante que eres para mí? ¿Alguna idea en
general sobre cuánto te amo? Estaba destrozado hasta que llegaste a mi vida y me
estoy encontrando a mí mismo de nuevo. Nunca había pensado que esto podía pasar,
nunca había pensado que podría encontrar una persona como tú. Mi madre solía
hablarnos del destino todo el tiempo, y ahora creo que tú eres mi destino. Llegaste a mí
por una razón, para salvarnos el uno al otro. Porque no eres la única que necesita ser
salvada, Bella. Me estaba ahogando, y tú me has rescatado. Tú eres mi vida ahora.”

Él hizo una pausa y suspiró. “Feliz año nuevo, cariño.”

Yo me quedé allí solo mirándolo fijamente, asombrada por sus palabras. Las estaba
asimilando y me reí ligeramente después de un momento, cosa que él no notó hasta
después de un rato. Edward sonrió, alzándome sus cejas. “¿Qué es tan gracioso?”

Sonreí, negando con mi cabeza. “¿Te das cuenta que acabas de decir todo eso sin
decir ni una sola vez ‘mierda’?” le pregunté, susurrando aquella última palabra. Sus
ojos se abrieron asustados al tiempo que me miraba. Me sonrojé, sonriendo
tímidamente por el hecho que acababa de decir una mala palabra, pero sabía que él
quería escucharme decirla hacía bastante tiempo. Mordisqueé mi labio inferior,
sintiéndome ligeramente sucia por el hecho de haber dicho esa palabra. Él sonrió
finalmente y parpadeó un par de veces, pasando su mano por su cabello.

Me acercó un poco más a su cuerpo después de un segundo, apretándome con fuerza y


suspirando. Estuvimos en silencio un momento, únicamente mirando los fuegos
artificiales estallar en el cielo, antes que él soltara una risita corta.

“Sip, creo que lo he hecho. Bueno entonces… ¡Mierda!”

*****************

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Figa = Mujer atractiva

Figone = Mujer aún más sexualmente atractiva

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“Dentro del corazón de todos y cada uno de nosotros existe un deseo de ser
comprendido por alguien que realmente te interesa. Cuando una persona es
comprendida, él o ella puede aguantar casi cualquier cosa en el mundo.”—Ed Hird

Edward cullen
Estaba agotado, jodidamente nervioso. Mi estómago estaba dando malditas volteretas
y me sentía como si en cualquier maldito momento fuese a vomitar el interior del coche.
Y eso me estaba encabronando porque amaba mi puto Volvo. Nadie vomitaba en un m
puñetero Volvo, ni siquiera yo. Juro por Dios, que si jodía el interior porque estaba
siendo un maldito y miedoso mariquita, me patearía el culo yo mismo. O, joder, le daría
permiso a Emmett para que lo hiciera. Con mucho gusto dejaría mi trasero fuera de
combate, ya que desde hace tiempo ha estado buscando una jodida excusa para
hacerlo. Enfilé el pequeño camino que conducía a la fiesta en la cabaña de los Cheney
y mis nervios se dispararon a un máximo histórico. Mi corazón latía con tanta fuerza en
mi pecho que sentí que en cualquier momento simplemente iba a reventar, a hacer una
puta explosión y me iba a desplomar sobre el maldito volante, sacándome de mi jodida
miseria. Mis dedos hormigueaban y empezaban a adormilarse y me estaba mareando.
Sabía exactamente qué mierdas significaba eso tan pronto como comenzaron los
síntomas, pero me sorprendió porque había pasado mucho tiempo desde que había
pasado por uno.

Estaba teniendo un maldito ataque de pánico.

Estacioné en la parte trasera, lejos de los demás coches, y miré por el espejo para ver
el blanco pedazo de mierda al que Tanya llamaba coche viniendo a toda velocidad
hacia la cabina. Había estado detrás de mí casi todo el camino a través de la ciudad y
ver esa maldita cosa por el espejo retrovisor no había ayudado con mi resolución de
tranquilizarme de una puta vez.

Realmente estaba malditamente nervioso por esto, porque sabía que esta noche iba a
ser decisiva. Simplemente traer a Isabella aquí, a esta fiesta, estaba malditamente
cerca de hacer nuestra relación oficialmente pública y eso era jodidamente aterrador.
Había estado hablando un poco con mis hermanos sobre esta mierda desde Navidad y
no le había dicho nada a Isabella al respecto, pero todos estábamos muy seguros de
que nuestro padre sabía lo que estaba pasando. No podíamos entender por qué

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demonios no había dicho nada al respecto, qué juego estaba jugando, actuando como
si ignorara todo. No sé si tal vez estaba esperando que la mierda simplemente cayera
por sí misma y se terminara, o si en realidad no tenía ningún problema con ello, o
hasta donde yo sabía él simplemente estaba en una fase de puñetera negación. Pero
independientemente de eso, él no había salido y dicho: ‘termina con esta mierda’, así
que me dio un poco de esperanza. Esperanza de que la mierda no fuera tan difícil de
manejar, esperanza de que pudiéramos encontrar un terreno común y no tuviéramos
que enfrentar una gran lucha. Porque la verdad era, que yo estaba muy involucrado. Y
estaba preparado para una puta lucha si era necesario. No iba a perderla, no iba a
dejar que mi padre me la quitara. Ya había perdido demasiado en la vida, ella no iba
a ser otra puta cosa sin la que simplemente iba a tener que aprender a vivir.

Saqué las llaves del contacto y miré a Isabella. Ella mantenía una expresión calmada,
pero podía ver la duda y el miedo en sus ojos. Estaba aprendiendo a leerla
jodidamente bien ahora, pero esperaba como el infierno que ella no fuera tan buena
leyéndome a mí. No quería que viera mi pánico, porque eso solo provocaría que el suyo
aumentara. Tenía que controlarme y detener esto antes de que se convirtiera en un
maldito ataque y empezara a hiperventilar y toda esa mierda. Estaba tratando de que
ella se relajara y se abriera más para que pudiéramos pasar un jodido buen rato y el
que yo me pusiera frenético solo provocaría que ella hiciera lo mismo.

“¿Estás lista?” Le pregunté, estirando mi mano y frotando suavemente su pierna. Una


jodida parte de mí esperaba que ella dijera que no y que volviera a encender el
maldito coche y la llevara a casa, pero no quería simplemente decirle eso. No quería
darle una salida fácil a esto, porque francamente esto era una mierda que tendríamos
que enfrentar con el tiempo y estaba cansado de ocultarme. Estaba cansado de
pretender ser alguien que no era. Tenía que tener las bolas bien puestas para defender
esta mierda y sin duda no quería matar su confianza con mis propios miedos. Ella
estaba evolucionando y cambiando, y yo quería ayudarla en el proceso, no derribarla
a unos cuantos puñeteros pasos porque no podía entrar a una maldita fiesta con ella
sin hiperventilar.

“Sí, estoy lista,” dijo. Estaba tratando de ser valiente y eso me hizo sentir orgulloso. Ella
era jodidamente fuerte, eso seguro. Salí del coche y la ayudé a salir, sujetado su mano
cuando comenzamos a caminar hacia la fiesta. Vi a Tanya a medida que nos
acercábamos a la multitud y el maldito pánico comenzó a aumentar de nuevo. Sabía
que en el momento que me vieran la gente empezaría a hablarme, tratándome como la
maldita realeza, como solían hacer, y no quería introducirla todavía en esa mierda
poniéndola bajo un puto microscopio, teniendo que lidiar con las malditas preguntas
volando hacia nosotros acerca de si estábamos o no saliendo. Y me sentí como un
jodido pendejo al hacerlo, pero necesitaba algo de tiempo para aprender a lidiar con
esta mierda. Tenía que matar el ataque de pánico antes de que pudiera ser lo
suficientemente fuerte para exponerla por completo delante de estos idiotas al
mostrarle mi evidente afecto, el tipo de mierda que nunca antes había hecho alrededor

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de estas personas. Así que solté su mano, porque sabía que sosteniéndola
inmediatamente llamaría más la jodida atención. Y ella prácticamente se aferró a mí,
sin querer que la soltara, lo que me hizo sentir aún malditamente peor. Mi chica estaba
que se cagaba de miedo y no estaba de ánimo como para consolarla o hacer que se
sintiera mejor con toda esta mierda, no cuando mi maldito estómago seguía dando
volteretas y me sentía como si me fuera a desmayar.

Encontré a Jasper y Alice rápidamente, porque sabía que estaría a salvo con ellos y
nadie la jodería. No quería simplemente dejarla ahí, me sentía como un cretino
haciéndolo, y una puta parte de mí estaba gritándome que me quedara a su lado. Pero
estaba confundido, y todo era tan nuevo para mí, en realidad solo quería matar la
maldita ansiedad que estaba experimentando y así pudiéramos hacer bien esta
mierda.

Así que le dije que volvería y comencé a caminar entre la multitud, actuando como el
puto señor Popular y aparentando que me importaba una mierda lo que dijera la
gente. Sonreí y di malditas carcajadas como se suponía que tenía que hacer, cuando
en lugar de eso sentía ganas de vomitar. Había arrastrado el culo de Isabella a una
fiesta a la que se mostraba reacia a venir y luego me alejé de ella, ¿qué tipo de puto
novio era yo?

Me dirigí a la cabaña y vi a Ben rápidamente, preguntándole si tenía algún maldito


Ativan o Xanax o Valium o Lorazepam o Paxil. Cristo, cualquier maldita cosa que
matara el pánico, no me importaba lo que fuera. Parecía confuso por lo que pedí, ya
que seguro como la mierda que no soy de esos que andan por la calle pidiendo
medicamentos recetados cuando mi padre es médico, pero él me dijo que lo siguiera
sin cuestionarme. Me estaba poniendo jodidamente frío y sudoroso, además de
empezar a sentirme atrapado y sofocado, sentí el puto impulso de escapar. Estaba
paranoico y sabía que empezaría a hiperventilar si este cabrón no se daba prisa y me
daba algo. Debería haber tomado algo antes de salir de casa, pero entonces me sentía
bien y ni siquiera se me había ocurrido que empezaría a perder el control de esta
forma.

Entré en la cabina y él entró detrás de mí, cerrando la puerta. Lo seguí por el pasillo
hasta una pequeña habitación, congelándome cuando entré por la puerta y vi el
ladrillo de un kilo de cocaína colocado sobre la mesa. Ben se acercó a un escritorio en
la esquina y abrió un cajón, examinando algunos frascos de pastillas de color naranja.
Le echó un vistazo a las etiquetas, sacando uno y sosteniéndolo. Me preguntó cuántas
necesitaba y le dije que dos estarían bien, cuando la verdad quería tragarme todo el
puto frasco por la forma en que me estaba sintiendo. Ni siquiera le pregunté qué
cojones era, él solo me dio las dos pastillas y yo me las eché a la boca sin agua,
tragándolas. Fue incómodo y raspó mi garganta, pero funcionó, porque cuanto más
rápido llegaran a mi sistema y calmaran mi culo, más rápido podría comportarme
como un verdadero hombre de una puta vez y ser el tipo que Isabella necesitaba en

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estos momentos. El que se erguiría orgulloso junto a ella, porque estaba jodidamente
orgulloso de tenerla, y no el pequeño e inexperto niñato asustado como el que me
estaba sintiendo.

“¿Cuánto te debo?” Le pregunté, mirando todavía el ladrillo de coca. Él pocas veces


cogía mi puto dinero, pero siempre se lo ofrecía, algunas veces forzándole a aceptarlo.

“Sabes bien que nada, hombre,” dijo. “Tú, eh, ¿quieres algo de eso? Todavía no he
tenido la oportunidad de cortarlo.”

Lo miré y vi que me estaba mirando con curiosidad, sus cejas levantadas. Dudoso hice
un gesto de negación, pasando una mano por mi pelo. Mi corazón seguía acelerado,
las palmas de mis manos sudorosas y mis malditos dedos entumecidos. “Estoy
tratando de alejarme de esa mierda, ¿sabes? ¿Te ha dicho algo mi padre sobre eso?”

Ben asintió. “Sí, esta mañana temprano. Y bien por ti, alejarte de la coca. ¿Todavía
fumas?”

“No me veo dejando esa mierda nunca, Ben,” le dije. Sabía que algunas personas
estaban en contra de la marihuana, pero para mí solo era una maldita planta. La
hierba me relajaba, me calmaba y había reducido un poco el consumo de esa mierda,
pero no podía simplemente renunciar a ella. Él se rio entre dientes y asintió,
comprendiendo.

“Tengo algo de buena mierda por ahí, tu padre debe de estar recibiéndola ahora de un
lugar nuevo. Me ha dado algunas muestras esta mañana. Te encontraré más tarde y te
dejaré que la pruebes. Me dijo que te diera el dinero por el kilo cuando te viera de
todos modos, porque no tenía el efectivo cuando pasó por aquí,” dijo. Asentí, para
nada sorprendido, ellos por lo general me usaban de intermediario. No es que Ben
tuviera precisamente miedo de mi padre, pero sabía que se sentía más cómodo
tratando conmigo. No lo culpaba por ello ni un poco, mi padre se tomaba los negocios
en serio, podía ser malditamente intimidante cuando se trataba de ello.

“Gracias. Voy a buscar algo de beber y a relajarme de una puta vez,” le dije. No me
llevaría mucho tiempo para que las pastillas tuvieran efecto y se acabaran las
palpitaciones y los temblores, y dejaría el maldito pánico irracional, pensando con
claridad. No sabía qué mierda estaba haciendo, tenía miedo de cagarla o de hacer
algo mal, exponiendo injustamente a Isabella a ser atacada por tener una relación
conmigo. Cristo, simplemente no sabía cómo actuar y mi maldito cuerpo me estaba
traicionando al actuar como un puto niñato asustado.

“¿Está aquí tu chica?” Preguntó Ben con curiosidad. Asentí suspirando.

“Sí. Está ahí afuera con Jasper y Alice,” le dije. Él sonrió en complicidad, estirando su
mano y golpeando suavemente mi espalda.

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“El Xanax ahora tiene sentido,” me dijo. “A Angela le agrada, ¿sabes? Vamos a tener
que hacer alguna cita doble o alguna mierda, o lo que sea que hagan las chicas en
estos días.”

“Sí,” dije simplemente, a sabiendas que era muy poco probable. Isabella había
descartado la idea de hacer amistad con ellos. Pensaba que no era justo o correcto, y
en lo personal pensaba que era algo malditamente estúpido, pero tenía que respetar
su decisión. Ella no tenía muchas oportunidades de hacer muchas putas elecciones
sobre su vida y las que era capaz de hacer, no me atrevería a quitárselas. “En fin, te
veo por ahí.”

Me di la vuelta y salí de la habitación, saludando a algunas personas por el camino.


Llegué fuera y me acerqué al barril, agarrando un vaso de plástico y llenándolo con la
cerveza de color amarillo que parecía orina. Joder, olía a rancio y tomé un trago,
haciendo gestos porque la mierda sabía pasada y amarga. Tomé una respiración
profunda y eché la cabeza hacia atrás tragándome todo el vaso y conteniendo las
putas ganas de vomitar por todas partes. Odiaba la maldita cerveza, sobre todo la
mierda barata de barril que estos idiotas de Forks siempre insistían en conseguir. Si
tenía que beber cerveza, tenía que ser importada, y aun así preferentemente la maldita
Heineken. Destrocé el vaso cuando estuvo vacío y lo arrojé al bote de basura, mirando
alrededor.

Todos con los que iba a la escuela estaban de pie platicando por ahí, y había un buen
número de los chicos presentes que ya se habían graduado del infierno que era el
Instituto de Forks, y habían regresado de la universidad por las vacaciones de invierno.
También reconocí a algunos de los Quileute que andaban por ahí, pero ninguno de
ellos me habló o siquiera me dieron una jodida mirada en realidad. Supongo que no
podía culparlos por no querer relacionarse con el único hijo de puta en la historia de su
tribu en ser expulsado de la maldita reserva. Creo que me merecía esa mierda, pero
todavía me encabronaba que ya no podía ir a First Beach. Tenía un montón de putos
recuerdos de ese lugar y me encantaría llevar a Isabella allí, ya que sabía que le
encantaría, pero era imposible. No, a menos que quisiera arrojar mi culo a una celda
de la cárcel.

Sentí una mano en mi espalda después de un momento y di un salto, asustado. Volví la


cabeza y vi a Tanya parada junto a mí, sonriendo. Le arqueé una ceja y me quité su
mano de encima, sin querer siquiera que me tocara. “¿Puedo ayudarte en algo?” Le
pregunté, preguntándome por qué carajos estaba tocándome de todos modos, y qué
era lo que quería. Todavía seguía un poco paranoico, mi jodida reacción natural de
salir huyendo persistía en mi interior. Odiaba los malditos ataques de pánico, pero a lo
largo de los años había aprendido a ocultarlos, tanto es así que mi padre era el único
que me conocía lo suficiente para saber que estaba empezando a tener uno.

Su sonrisa creció. “Sí, puedes ayudarme,” prácticamente ronroneó, sus ojos barrieron

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mi cuerpo lentamente. Rodé los ojos, sacudiendo la cabeza por su intento de
seducción. Fue tan jodidamente obvio y maldición, ni siquiera fue mono. La hizo
parecer como una putilla barata, y unos meses atrás lo más probable es que la hubiera
agarrado del brazo, llevándola detrás de la cabaña y follándola ahí mismo, pero ya
no. Esa mierda ya no iba conmigo. Ya no quería a nadie más que no fuera la mia bella
ragazza.

“No te hagas ilusiones bagascia*, esa mierda no va a suceder,” le dije, mirando hacia
otro lado. “Hay un montón de otras pollas por aquí a las que puedes babearles
encima.”

Ella rió con amargura. “¿Qué mierdas te pasa?” Preguntó. Suspiré, sin estar de humor
para explicárselo. De todos modos, no le debía una puta explicación; en realidad no
era de su maldita incumbencia.

“Se llama madurar Tanya, tal vez deberías intentarlo alguna vez,” le dije,
encogiéndome de hombros. Me alejé de ella y pude escucharla resoplar
exageradamente, jodidamente molesta de que ya no participara en sus malditos
juegos. Me abrí paso entre la multitud y agarré otro trago, finalmente mi cuerpo se
calmaba y relajaba. Me detuve brevemente a hablar con Demetri y él estaba hablando
sin parar sobre una maldita cosa, pero de verdad no pude concentrarme en él porque
el toque inicial del Xanax me estaba haciendo efecto, cuando escuché la risa de
Isabella y Emmett. De inmediato me sentí jodidamente emocionado de que se estuviera
riendo y giré mi cabeza en su dirección, queriendo ver la sonrisa que sin duda jugaba
en sus labios, y me quedé inmóvil cuando vi una piel bronceada y pelo oscuro recogido
en una cola de caballo obstruyendo mi visión. Sentí la furia agitarse y me tensé,
tratando de mantener mi puto temperamento a raya. No debía pelear, porque sabía
malditamente bien que si atacaba a Jacob Black esta noche mi padre me crucificaría.
Pero estaba encabronado y mis manos empezaron a temblar, pero una voz en mi
mente me gritaba que le diera una paliza a ese pendejo hasta derribarlo, porque él
estaba frente a mi novia, y la estaba haciendo reír. Y maldición, aquí estaba yo,
caminando por ahí, jodiéndome y hablando con cabrones que me importaban una
mierda, porque estaba siendo un maldito maricón asustadizo cuando debería estar con
ella. Joder, no debería haberme alejado de ella, para empezar, pero quería
controlarme para disfrutar de la noche con ella sin ceder al pánico como una pequeña
perra. Y ahí estaba ella, mis hermanos haciéndola sentir bienvenida y de todas las
putas personas el maldito de Jacob Black haciéndola reír. Y eso era inaceptable, pero
no podía culpar a nadie más que a mí mismo.

Sí, estaba malditamente confuso mental y emocionalmente. Joder, nadie había dicho
que yo estuviera estable.

Emmett miró de reojo y me vio, su risa se desvaneció. Dijo algo que no pude escuchar e
Isabella miró hacia mí de inmediato, sus ojos encontrando los míos. Vi un rápido

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destello de miedo, cuando obviamente estaba preocupada por mi reacción. La última
vez que ella había hablado con ese idiota perdí el maldito control, pero esta vez estaba
tratando de controlarme. No quería asustarla, y jodidamente seguro que no quería que
mi padre tratara de enviarme lejos o alguna mierda. Porque no me iría, no sin ella.

Jacob se alejó de ellos después de un momento, y Emmett e Isabella empezaron a


hablar. Ben se acercó y me entregó el sobre lleno de dinero de mi padre y yo asentí,
deslizándolo rápidamente en mi bolsillo. Dijo que estaría de vuelta con la hierba que
quería que probara y le di las gracias antes de que se alejara. Suspiré y pasé mi mano
por mi cabello, mirando una vez más hacia Isabella. Emmett todavía tenía su brazo a
su alrededor y de nuevo la tenía frente a mi círculo de amigos, me quedé ahí por un
momento, observándolos. Se veía tan jodidamente relajada, casi malditamente feliz, y
era increíble verla encajar tan bien. Parecía como si este fuera su sitio, y siempre lo
había pensado pero me alegraba que ahora ella se sintiera de esa forma. Porque aquí
es donde ella debería de estar, y yo estaba perdiendo el puto tiempo tratando de fingir
lo que no era para mantener las apariencias. Mis ojos se abrieron por la sorpresa
cuando llevó un vaso rojo de plástico a sus labios y lo empinó. Vi su rostro crisparse
ligeramente cuando el líquido llegó a sus papilas gustativas y me di cuenta que estaba
bebiendo esa mierda de cerveza. Uno de ellos le había dado maldito alcohol, y estaba
celoso y encabronado conmigo mismo por no estar ahí y haberlo hecho yo mismo.
Estaba jodidamente decepcionado porque me lo estaba perdiendo y no quería volver a
perderme otro momento con ella. Después lidiaríamos con las consecuencias, pero
jamás me alejaría de ella si podía evitarlo.

Observé como los músculos de su garganta se flexionaron a medida que tragaba el


líquido vil y sentí que mi polla se endurecía con la vista. Ella era jodidamente sexy.
Estas otras perras con sus tacones altos, minifaldas y kilos de maquillaje, no eran
sexys. Eran unas putillas. La mia bella ragazza, con sus uñas mordidas, mejillas
pecosas y, para ser honestos, sus putos pies ajados, era malditamente sexy. Porque
esa mierda de la sensualidad no se fabricaba o creaba, esa mierda solo era así.

Me acerqué a ella y un escalofrío arrancó por su espalda mientras apartaba el vaso


vacío de sus labios. Me reí entre dientes de su reacción y le susurré que la encontraba
sexy, lo que hizo que se ruborizara. Y ese maldito rubor solo la hacía ver aún más
atractiva. Saqué la hierba que había traído conmigo y empezamos a fumarla,
haciendo turnos con la pipa. Primero le di a Isabella un shotgun (N.T. No lo traduje
porque no encuentro una palabra en español apropiada, este es un término que tuvo
sus orígenes en la guerra de Vietnam, cuando las tropas de verdad ponían un cigarrillo
de marihuana dentro de la cámara abierta de una escopeta y uno soplaba en el rostro
del otro. En este caso, es lo que Edward ya había hecho con Bella, inhalar él y después
exhalar en su boca) lo que hizo que la perra vanidosa y celosa que vivía en Rosalie
levantara su fea cabeza, pero después que Ben me trajo el porro insistí en que ella
tratara de darle una calada por su cuenta. No puedo negarlo, quería ver esa jodida
mierda al menos una vez y nada me impediría usar la maldita presión de grupo para

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conseguir que sucediera.

Envolví mis brazos a su alrededor y se puso tensa, al parecer sorprendida. Ella dijo
algo sobre la gente viéndonos y me encogí de hombros, porque en realidad me
importaba una mierda. A Emmett se le fue la lengua diciendo que era probable que
papá ya supiera, lo que la hizo entrar en jodido pánico por un segundo, pero le
aseguré que le haríamos frente. Porque lo haríamos. Enfrentaríamos lo que se
interpusiera en nuestro camino. Hace veinte jodidos minutos hubiera dicho que
estábamos muertos, pero el Xanax corriendo por mis venas me daba el valor.

Con mi nariz acaricié su cuello, porque ya estaba bastante jodido y la carne tibia con
el toque de aroma a fresa me estaba volviendo loco. Ella le dio una calada al porro y
se estaba ahogando, lo que no me sorprendió en absoluto cuando yo todavía a veces
tosía. La agarré con fuerza para que no se derrumbara en el maldito suelo o algo así, y
recuperó el aliento después de un momento. Empecé a besar su cuello, incapaz de
resistirme más, y ella empezó a temblar. Me preocupaba que se asustara, que fuera
demasiado para ella, así que le sugerí que diéramos un paseo. Me imaginé que
alejarla de toda la gente, la multitud de extraños, ella se abriría.

Salimos hacia el Volvo y nos encontramos con Lauren en el camino. Ella dijo mierdas
sobre Isabella y casi pierdo el control, pero antes de que pudiera decir una maldita
palabra, Isabella estalló. Joder, eso me sorprendió, ya que nunca la había visto perder
el control de esa manera, y yo simplemente la miré con la boca abierta mientras
maldiciones en italiano salían volando por su boca. Sonaba tan natural como fluían de
su lengua, joder, su descaro me excitó. Lauren preguntó cómo cojones la había
llamado Isabella y yo dije las palabras entre dientes, sorprendido de que mi chica las
usara. Lauren dijo algo en respuesta, algo sobre chicas separándome de ella, una
mierda que no iba a ocurrir, pero en fin. Isabella le respondió con brusquedad, pero
una mierda que en realidad no estaba captando, porque en todo lo que podía pensar
es en que ella estaba ahí parada y había llamado a esa perra “puta”. Por primera vez
ella se estaba defendiendo sola, no se iba a quedar ahí y dejar que una chica tratara
de intimidarla. Ella dijo lo segura que estaba conmigo, como nada que esa perra dijera
iba a hacerla dudar de mí, y mi puto corazón comenzó a latir con fuerza por ese hecho.
Ella confiaba en mí, joder, cuando nunca había confiado en nadie más, y no merecía
esa mierda porque había sido un grandísimo imbécil en la vida, pero aun así, ella lo
hacía. Y no desaprovecharía esa mierda o la daría por sentado. Haría lo que pudiera
para ser digno de su confianza, para ser digno de ella. Se alejó después de un
momento y yo fui detrás de ella, todo parecía tan surrealista. No podía negar que su
puta determinación me hizo desearla, mi polla palpitaba en mis pantalones, y sabía
que el hecho de que estaba bastante colocado estaba alimentando ese deseo.

Así que cuando llegamos al coche, empecé a besarla y apretarme contra ella,
sentándola en el capó del coche para que fuera más fácil. Nos estábamos en una
ardiente sesión de besos y caricias en la que de verdad me estaba poniendo

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jodidamente excitado, y francamente me importaba una mierda quien nos viera, pero
sabía que las expresiones públicas de afecto la habían puesto antes un poco nerviosa
y no quería hacerla sentir incómoda. Así que le pregunté si quería entrar en el coche y
ella aceptó. Y una vez que estuvimos en el coche, no pude quitarle las manos de
encima. Deslicé mi mano dentro de sus pantalones y sentí la jodida humedad
empapándola, saliendo de ella, ya que estaba tan excitada como yo. Ella se tensó
cuando sintió mis dedos rozar su clítoris, y me dijo que esperara. Pensé que había
tentado demasiado mi maldita suerte y me iba a alejar, sin querer ser un pendejo, pero
ella me detuvo. Le aseguré que nadie podía vernos, que en el coche teníamos
privacidad, y ella se relajó de nuevo. Me sorprendió que sus preocupaciones se
calmaran tan pronto y me hizo darme cuenta lo cierto que era lo que había dicho, ella
de verdad confiaba en mí. Y eso era un poco atemorizante, porque no quería lastimarla
sin querer cuando sabía que era bastante capaz de hacer esa mierda.

Estaba frotando mi mano en ella, y ella se retorcía y gemía, poniéndose todavía más
mojada. Extendió la mano después de un momento y comenzó a frotar la entrepierna
de mis pantalones y le dije que no tenía que hacerlo, no quería que se sintiera
obligada. Ella asintió, pero en realidad me tomó por loco y siguió luchando con mi
cinturón y la hebilla de mis pantalones. Después de un segundo consiguió desabrochar
esa mierda y cambiamos de posición para que pudiera meter su mano en mis
pantalones, y me reí porque sin darse cuenta se abrió más para darme mejor acceso.
Introduje dos dedos en su interior, en busca de su punto G, y ella jadeó y comenzó a
levantar las caderas. Empecé a follarla con los putos dedos a conciencia, queriendo
que se corriera, deseando sentir su coño abrazándome mientras su cuerpo
convulsionaba. Porque esa mierda era excitante, y ella estaba tan malditamente
apretada que ni siquiera podía empezar a imaginarme cómo se sentiría si fuera mi
polla la que estuviera dentro de ella.

Ella parecía estar luchando por sujetarme, sin poder agarrar mi polla. Me levanté un
poco para darle un mejor acceso y ella sacó mi erección de mis boxers. Comenzó a
hacerme una paja, y me encantó sentir su pequeña mano envuelta alrededor de mi
polla, su palma ligeramente húmeda por el sudor. Empecé a introducir mis dedos en
ella con más fuerza y más profundo, y en cuestión de segundos su cuerpo se tensó y
ella gritó, su orgasmo sacudiéndola. La llevé a través de él, el verla hizo que mi polla
se hinchara y creciera aún más bajo su agarre. Ella finalmente descendió de su
alucinación sexual y saqué mi mano, la besé y le dije lo malditamente hermosa que se
veía cuando se corría. Porque así era, la forma en que su rostro se torcía y su cuerpo se
tensaba antes de temblar, los malditos ruidos que hacía. Todo eso era hermoso.

Ella empezó a acariciarme de nuevo y me recosté en el asiento, cerrando los ojos y


simplemente disfrutando de esa mierda. Era casi desesperante cuan maldita y
tortuosamente lento se movía ella y como de intenso era el placer, pero intenté con
todas mis fuerzas luchar contra el impulso de empujar mis malditas caderas con fuerza
y prácticamente follarme su mano. Ella estaba haciendo esto por mí, y no tenía que

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hacerlo, le iba a mostrar lo malditamente agradecido que estaba por ello dejando que
lo hiciera a su manera.

Y entonces, joder, sucedió de la nada. Fue tan jodidamente repentino e inesperado que
casi me corro de inmediato. Sentí la cálida humedad envolver la cabeza de mi polla, la
parte plana de su lengua presionando contra un costado de ella, y el sorprendente
placer que recorrió mi cuerpo fue claro para mí lo que estaba sucediendo. Ella estaba
intentando hacerme una puta mamada.

Mis ojos se abrieron de golpe e inmediatamente bajé mi mano para detenerla, porque
si se movía un maldito centímetro más iba a tener que beberse mi leche en ese mismo
momento. Y ni siquiera estaba seguro si ella sabía lo que estaba haciendo o cómo
siquiera sabía cómo hacer esa mierda, pero tenía la ligera sospecha de que Rosalie
jodida Hale tenía algo que ver en esto. Y se sentía tan malditamente bien que no
quería que se detuviera pero no quería perder tan rápido el jodido control como un
virginal inexperto e imbécil. Quería disfrutar esta mierda, porque no sabía qué
demonios la había inspirado y no tenía idea si alguna vez iba a pasar de nuevo. Sentí
el inminente orgasmo retroceder y me relajé, diciéndole que podía moverse de nuevo.

Ella empujó su cabeza más abajo y cerré los ojos, disfrutando las sensaciones. Sentí
que la punta golpeó la parte posterior de su garganta, sus arcadas empezaron y me
tensé, esperando que ella entrara en puto pánico o tratara de alejarse lo máximo que
pudiera. Pero no hizo ni una cosa ni la otra; se detuvo justo ahí y empezó a salir de
nuevo. Entonces me di cuenta de que definitivamente alguien la había preparado y me
pregunté cómo había sucedido esa mierda. Si ellas tomaron la iniciativa de enseñarle
o fue ella la que quiso saber, pero no podía preocuparme por eso ahora. Quería
concentrarme en la mierda que me estaba haciendo, porque se sentía malditamente
increíble. Ella comenzó a hacerme la paja y a mover su cabeza hacia arriba y hacia
abajo, mamándomela. Era malditamente buena con esa mierda, en particular por ser
su primera vez. Había tenido un montón de mamadas en mi vida, algunas de ellas
jodidamente magníficas. Había estado con chicas que podían meter mi polla lo más
profundo de su garganta, chicas que eran casi expertas en la felación de mierda. Pero
ninguna de esas perras le llegaba a mi Bella. Ella no era perfecta, maldición, era obvio
que era su primera vez y solo estaba tratando de aprender y experimentar con ello,
pero tenía un talento natural. Parecía saber cómo complacerme, como si hubiéramos
sido hechos el uno para el otro en esta mierda.

Yo estaba gimiendo, gruñendo y haciendo toda clase de putos ruidos, incapaz de


detenerme. Ella estaba haciendo esta mierda por mí, porque me amaba y quería
hacerme sentir bien, y ese simple hecho envió a mi cuerpo en una espiral de placer.
Acaricié su cabello y su espalda con suavidad y le dije que se sentía bien, quería que
supiera que lo apreciaba. Sabía que tenía que estar jodidamente nerviosa por ello y
quería mitigar eso, hacerle saber que lo estaba haciendo bien. Ella apretó su agarre,
succionando con más fuerza después de que le dije que se sentía bien, y causando que

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mi puñetero placer se disparara. Sentí que sus dientes rozaron la cabeza y no sabía si
hizo esa mierda a propósito o fue un simple accidente, pero estaba malditamente
agradecido por cualquiera que hubiera sido la causa. Porque esa sensación hizo que
mi orgasmo subiera a borbotones y mi cuerpo comenzara a tensarse. La intensidad era
impresionante, como si tuviera un jodido hormigueo en mis miembros y mi cuerpo
temblara. Mi respiración era irregular, mi corazón latía con fuerza cuando el placer
comenzó a circular por mi cuerpo. Me aferré al asiento del coche, tratando de
prepararme, y balbuceé una maldita advertencia, esperando como el infierno que eso
le dijera que apartara su puta cabeza de mí o tendría que probar esa mierda. Lo sentí
rasgar a través de mí, y prácticamente grité como una pequeña perra mientras
explotaba en su boca. Ella mantuvo sus labios alrededor de mí, haciendo una maldita
mueca ya que tenía que ser desagradable, pero no vaciló. Vi los músculos de su
garganta contraerse una vez más cuando se tragó esa mierda como una campeona.

Cuando todo terminó, yo simplemente me quedé mirándola boquiabierto, estupefacto.


Todo se había sentido casi como un sueño, como si no hubiera una maldita manera de
que esa mierda realmente hubiera sucedido. De hecho, toda la noche había sido casi
surrealista. Le di un poco de agua para que se quitara el sabor de la boca, casi
sintiéndome mal de que mi polla hubiera estado en su dulce boca. Ella era tan
inocente y pura, y aquí estaba yo, en una puñetera fiesta, escabulléndome y
consiguiendo que me hiciera una mamada. Ella era mejor que esa mierda, ella no
debería estar chupándosela a un cretino como yo en el asiento trasero de un maldito
coche. Y Cristo, el simple hecho de que acabáramos de hacer esa mierda en mi coche
era bastante sorprendente. Había jurado que nunca profanaría los asientos de cuero
echando un polvo en ellos, y acababa de hacerlo sin pensarlo dos veces. Pero con ella
no se sentía como una profanación, se sentía como si les estuviéramos dando un puto
bautizo. Como si esa mierda fuera lo correcto ahora.

Después de un momento, fuera, juegos artificiales empezaron a salir disparados e


Isabella saltó, cubriendo sus oídos. Me miró con pánico y ni siquiera se me había
ocurrido hasta ese momento, que ella estaría viendo esa mierda por primera vez esta
noche. Sonreí con suficiencia, inmediatamente emocionado por estar compartiendo con
ella otra de sus primeras veces, y la saqué del coche después de que nos hubiéramos
recuperado. Me apoyé en un lado del Volvo y la atraje de nuevo hacia mí, envolviendo
mis brazos a su alrededor con fuerza y simplemente abrazándola. Los juegos
artificiales salieron disparados de nuevo y sus ojos se abrieron por la sorpresa
mientras miraba la explosión de color y brillo con asombro. Eran los malditos
momentos como estos con ella, los que más amaba, los sencillos momentos que la
mayoría de la gente daba por sentado. Eran momentos que yo mismo, siempre había
dado por sentado hasta que ella entró en mi vida, pero eran mierdas que ahora
notaba.

Vimos los fuegos artificiales por un rato en silencio, simplemente disfrutando de estar
juntos. La multitud comenzó la cuenta atrás y sonreí, jodidamente sorprendido de que

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ya fuera medianoche. Volví su rostro hacia mí y los fuegos artificiales comenzaron a
disparar de nuevo en la distancia cuando me incliné para besarla. Le di todo lo que
tenía, exterioricé cada gramo de puta pasión que pude reunir en el beso. Era la
primera vez que había hecho todo lo de “besarse a la medianoche”, y tengo que
admitir que siempre había pensado que esa mierda era para maricas, pero besarla fue
la única maldita cosa que quería hacer en ese momento. Porque dicen que lo que sea
que estés haciendo en la medianoche te dará una idea de cómo te va a ir el resto del
año, y eso me dio una extraña sensación de esperanza. Porque éramos solo nosotros
dos, lejos de cualquiera que tratara de joder con lo que teníamos, enrollándonos y
deleitándonos en el fulgor de relajación post-orgásmica. No podía llamar a esa mierda
fulgor post-coital, porque no había sucedido ninguna mierda coital entre nosotros, pero
aun así teníamos la sensación. Esa sensación de satisfacción, de gratificación.

Me aparté de su boca y pasé mis dedos con suavidad por sus labios. Estaban rojos e
hinchados, húmedos por la mezcla de nuestra saliva.

“¿Tienes la más mínima idea de lo importante que eres para mí? ¿Alguna idea en
general sobre cuánto te amo?” Le pregunté, realmente preguntando si de verdad
entendía cuanto había cambiado mi vida. Joder, ella lo era todo para mí y no se lo
decía lo suficiente. “Estaba destrozado hasta que llegaste a mi vida y me estoy
encontrando a mí mismo de nuevo. Nunca había pensado que esto podía pasar, nunca
había pensado que podría encontrar una persona como tú. Mi madre solía hablarnos
del destino todo el tiempo, y ahora creo que tú eres mi destino. Llegaste a mí por una
razón, para salvarnos el uno al otro. Porque no eres la única que necesita ser salvada,
Bella. Me estaba ahogando, y tú me has rescatado. Tú eres mi vida ahora.”

Dije cada maldita palabra en serio. No hace mucho, me había convencido que
enamorarse sería como ahogarse, que si me permitía alguna vez amar a alguien
perdería mi identidad en el proceso. Pero estaba equivocado, porque la verdad era que
ya me estaba ahogando. Apenas me mantenía a flote, y no fue hasta que encontré el
amor que finalmente comencé a descubrirme a mí mismo de nuevo. Eso se lo debía a
ella, y haría lo que fuese y enfrentaría lo que fuera por ella a causa de ello. Porque sin
ella, no tenía nada y no era nada.

“Feliz año nuevo, cariño,” le susurré. Ella se quedó mirándome y por un momento
pareció sorprendida, antes de que su pequeña y hermosa sonrisa poseyera su rostro,
una risa ligera y despreocupada se filtró entre sus labios. La miré inquisitivamente,
preguntándome qué era tan gracioso en cuanto a lo que había dicho.

“¿Te diste cuenta que dijiste todo eso sin decir “mierda”?” Preguntó. Lo dijo
suavemente, con voz entrecortada y encantadora. En el momento en que la palabra se
deslizó de sus labios mi polla se removió de nuevo, el sonido de algo tan vulgar
viniendo de alguien tan malditamente dulce incrementó mi excitación. La miré
fijamente, atónito, y ella empezó a sonrojarse y sonreír con jodida culpabilidad, como si

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supiera qué demonios me estaba haciendo. Definitivamente ella podía ser una
pequeña descarada con ese jodido lado ardiente que tenía.

Todavía estaba tratando de asimilar esa mierda y envolví mis brazos en torno a ella,
abrazándola. Me reí cuando me di cuenta que tenía razón, le había abierto mi puto
corazón y me las había arreglado para hacerlo sin decir una sola palabrota.
Definitivamente ella me había cambiado.

“Sip, creo que lo he hecho. Bueno entonces… ¡Mierda!” le dije en broma. Ella se echó a
reír y se apoyó más en mí, y yo la apreté más.

“¿Edward?” Dijo en voz baja después de un segundo a medida que los fuegos
artificiales comenzaron a apagarse. Estaba acariciando con mi nariz su cuello, oliendo
su delicioso aroma, sintiendo su calor.

“¿Mmmm?” Le pregunté, plantando un beso húmedo en su piel expuesta. Ella suspiró


contenta, levantando sus manos detrás de ella para pasar sus dedos por mi cabello.

“Te amo demasiado,” dijo en voz baja. “Nunca tuve la esperanza de un futuro hasta
que te conocí, pero realmente deseo que tengamos uno. Tu madre solía hablaros del
destino y mi madre siempre solía decirme que no perdiera la esperanza, que estaba
destinada para más. Yo también creo que ella estaba hablando de ti. Creo… que solo
estábamos a la espera de encontrarnos el uno al otro para que los dos empezáramos a
vivir.”

Sonreí en su piel, colocando otro beso en su cuello. “No sabes cuanto amo escucharte
decir esa mierda, Bella,” murmuré. Hice su cabello a un lado y pasé mi lengua por su
cuello, dando vueltas en el lóbulo de su oreja. “¿Puedo quedarme contigo?” Le susurré,
echándome a reír y apartándome de ella por lo malditamente cursi que se escuchó eso.
“Cristo, ¿qué pasa conmigo? Estoy citando al puto Casper.”

Su ceño se frunció mientras me miraba. “¿Casper?” preguntó inquisitivamente. Me reí


entre dientes y asentí, quitando mi brazo de su alrededor para pasar la mano por mi
pelo. Me sentía tan fuera de mi puto juego con ella que era ridículo. Cristo, realmente
me estaba haciendo blando.

“Sí, Casper. Ya sabes, ¿el maldito fantasma amigable y todo eso?” Dije, levantando
una ceja, esperando que ella supiera de qué demonios estaba hablando. Pero ella
siguió mirándome confundida. Suspiré y de nuevo pasé la mano por mi cabello, un
poco molesto pero tratando contener esa mierda. No era culpa suya que no supiera
pequeñas mierdas como esa. “No tiene importancia, es solo una ridícula película de
mierda. Es una estupidez, a ti probablemente te guste.”

Sus ojos se estrecharon, una expresión de ira destelló en su rostro. Me congelé, confuso
en cuanto a qué lo había causado. “¿Qué estás tratando de decir?” Preguntó, un ligero
filo severo en su voz.

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Mi ceño se frunció por la confusión y después de un momento caí en cuenta de la
mierda que había dicho.

“Cristo, nena, no quise decir esa mierda así. No estaba tratando de insinuar que te
gustaría porque era estúpida o porque tú eres estúpida,” dije rápidamente. Sus ojos se
estrecharon aún más y gemí con fuerza. “Mierda, no que eres estúpida, porque no lo
eres. Eso no ha sonado bien. Joder, tú sabes que no pienso de esa forma de todos
modos. Siempre me sorprende lo rápido que aprendes las cosas y que lo intuitiva que
eres. Tendrías que ser jodidamente estúpido para no ver que eres inteligente.” Me
detuve, incluso mis propias palabras casi me confunden. Era una locura, ella
fácilmente podía ponerme jodidamente nervioso y tenerme tartamudeando como un
maldito idiota. Finalmente la ira pareció disiparse de su expresión, pero frunció un
poco el ceño, confundida. “Probablemente solo debería cerrar la puta boca, ¿eh?”

Ella se me quedó mirando un momento más antes de que la comisura de sus labios se
elevara ligeramente. Se dio la vuelta y se volvió a recostar en mí, así que envolví mis
brazos en torno a ella una vez más. “Gracias,” dijo en voz baja después de un
momento.

“¿Por qué?” Le pregunté, volviendo a acariciar su cuello con mi nariz. Ella suspiró,
inclinando su cabeza para darme un mejor acceso.

“Por pensar siempre en mis sentimientos,” me dijo. Rodé los ojos por el hecho de que
me estaba dando las gracias por esa mierda, porque por supuesto siempre tomaba en
cuenta sus sentimientos. La amaba, no quería hacer nada que la lastimara o la
molestara. “Sé que no es algo que suelas hacer.”

Me reí entre dientes. “Sí, tienes razón. Solía ser jodidamente egoísta. Quiero decir,
todavía soy muy egoísta, pero no lo soy tanto como antes al menos. Honestamente, soy
un cabrón odioso, no tienes idea.”

Ella se rió ligeramente. “Creo que me hago una idea,” dijo. Me reí, besando su cuello.

“No lo creo Bella ragazza, si de verdad te enteraras de las mierdas que arrastro
conmigo probablemente no me quisieras cerca de ti, mucho menos me dejarías
abrazarte, besarte y sentirte,” le dije, llevando mi mano de su estómago hacia arriba,
pasándola ligeramente por sus pechos. Ella gimió suavemente, apoyándose todavía
más en mí y cerrando sus ojos.

“No deberías dudar de mí,” dijo en voz baja. “Te amo.” Suspiré, sacudiendo un poco la
cabeza.

“Yo también te amo, y no es que dude de ti. Es solo que, Cristo, he hecho cosas muy
jodidas,” le dije.

“¿Cómo el dragón furioso?” Me preguntó. Me quedé inmóvil, mi mano se detuvo en su

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costado, mis labios presionados contra su piel justo junto a su oído.

“¿Qué acabas de decir?” Le pregunté, luchando por mantener mi compostura. Me


quedé de piedra, una parte de mí deseando como el infierno que acabara de
imaginarme esa mierda y que esas palabras, en realidad, no hubieran salido de sus
labios. Sentí surgir un poco de pánico, la excitación en mi sistema por la hierba había
desaparecido. Sí, me espabilé jodidamente rápido. Ella suspiró.

“El dragón furioso. Se lo hiciste a una chica en una fiesta,” dijo vacilante.

Aparté mis labios de su piel. “¿Quién te ha contado esa mierda?” Le pregunté, mi


temperamento saliendo a flote, la ira incrementándose. ¿Qué puto derecho tiene la
gente de llenar su cabeza con esa mierda? Ella solo se quedó ahí congelada y mirando
al suelo. Suspiré, negando con la cabeza. "No importa, sé la maldita respuesta. La
jodida Rosalie...”

Isabella suspiró, pero no lo negó, lo que prácticamente me confirmó esa mierda. Iba a
separarme de ella, sintiéndome como si no debería estar tocándola, ella agarró mis
brazos con fuerza para mantenerlos a su alrededor. “No puedes culpar a Rosalie o a
Alice por ello, les pedí que me dijeran,” dijo. Parpadeé un par de veces, un poco
sorprendido de que la jodida Alice estuviera involucrada, pero más de que ella hubiera
querido escuchar esa mierda. Me reí secamente después de un momento, sacudiendo
la cabeza.

“No me importa, no debería haberte dicho esa mierda,” escupí, encabronado. No sabía
cuál era su maldito problema, diciéndole a Isabella esa mierda. ¿No querían que
estuviera conmigo? Alice siempre parecía feliz por el hecho de que estábamos
enamorados, así que, ¿por qué demonios le habría dicho esa mierda pudiendo
arruinar lo que teníamos?

“¿Por qué?” Preguntó, sonando bastante confundida. “¿Por qué no deberían habérmelo
dicho?” Gemí.

“Porque es una putada. Quiero decir, no puedo negar que hice esa mierda, te he dicho
que era un cabrón. Pero contigo es diferente y necesito que lo sepas," dije rápidamente.
No podía imaginar cómo tenía que haberse sentido ella, sabiendo que había sido tan
malditamente brutal. Suspiró y comenzó a frotar ligeramente mi brazo, inclinando su
cabeza para apoyarla en mí.

“Lo sé, Edward. ¿Realmente crees que hubiera hecho lo que acabo de hacer si no
confiara en que cuidarías de mí? Quiero decir, no voy a mentirte. Todas esas historias
que me contaron…” Comenzó a decir. Mi ceño se frunció y de nuevo me congelé.

“¿Te han contado más? Joder, ¿qué otra cosa te han dicho esas perras?” Dije con
brusquedad. Suspiró con fuerza, sonando molesta por mi arrebato pero no pude
evitarlo.

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“¿Importa?” Preguntó, levantando la cabeza para devolverme la mirada. Arqueé una
ceja, queriendo saber esa mierda porque me importaba. Me importaba lo que supiera,
qué mierda enferma estaba flotando en su mente que pudiera manchar su opinión
sobre mí. “En realidad, ni siquiera me acuerdo de todo. Me acordé del dragón y que
hiciste que Lauren probara a esa chica y…”

“Alto, alto de una puta vez,” le dije rápidamente, congelándome y entrando en pánico.
“Nunca hice que Lauren se comiera a la maldita Tanya, ni las hice que se exhibieran
de esa forma, no tengo nada que ver con esa mierda. Ellas se lo montaron por su
cuenta.” No podían hacerme responsable de esa mierda, incluso si estuve presente y
tomé fotos… jodidas fotos que serían bastante útiles si esas perras no dejaban en paz
a Isabella. Les había advertido a las dos sobre el tema, pero ellas seguían actuando
mal. Pronto estallaría si seguían con esa mierda.

Su ceño se frunció y se quedó mirándome por un momento. “Esas dos chicas… ¿han
tenido sexo entre ellas?” Preguntó confundida, escuchándose asombrada.

“Eh, creo que puedes llamarlo así. ¿No es de esa mierda de la que estabas hablando?
¿Cuándo Lauren y Tanya estuvieron juntas?” Pregunté, desconcertado por su reacción.
Ella negó con la cabeza vacilante.

“No, ellas no me han dicho nada de eso. Me refiero a cuando tocaste a una chica en
una fiesta y luego metiste tus dedos en la boca de Lauren, sin que ella lo supiera.
Quiero decir, acabo de decirle algo a Lauren al respecto, pensaba que te habías dado
cuenta,” me dijo. La miré fijamente, sorprendido y confundido.

“¿Acabas de decirle eso a Lauren?” Pregunté. Ella asintió y parpadeó un par de veces,
sorprendida de que no hubiera captado esa mierda. Supongo que me lo merecía por
no prestar más atención. Jesús, tal vez mi padre tenía razón. Era distraído. “Bueno,
joder. ¿Qué más te han dicho Rosalie y Alice?”

Se encogió de hombros. “No lo recuerdo, algo sobre montar a un potro salvaje o algo
así, y luego otra historia sobre una chica probándote y que la dejaste en el
restaurante.”

Suspiré, sacudiendo la cabeza. Habían destacado muy bien mis peores momentos. No
sabía qué decir o qué carajos responder a toda esa mierda. Quiero decir, podía
intentar excusarme por lo que había hecho, pero el quid de la cuestión es que no había
buenas excusas. Era un imbécil y aunque esas chicas no significaban nada para mí,
no es que precisamente se hubieran merecido que las tratara como putas. No podía
retractarme de nada de eso, no había nada que pudiera decir para alguna vez reparar
o cambiar el pasado.

“Me sorprende que me dejes tocarte después de haber escuchado todo eso,” dije en voz
baja después de un maldito momento de tenso silencio. Suspiró y trató de quitar mis

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brazos de su alrededor y sentí el pánico incrementarse, preguntándome si acababa de
recobrar la maldita cordura. Suspiré y dejé caer los brazos, mirando hacia otro lado
porque casi me sentí jodidamente enfermo. La amaba, más que a nada en el mundo, y
todas las mierdas que había hecho en el pasado finalmente me estaban alcanzando,
volviendo para morderme el culo. Esperaba que ella se fuera, que se alejara de mí.
Esperaba que estuviera asqueada por mi conducta, que lamentara siquiera haber
dado una oportunidad a un pendejo como yo. Ella era inocente, joder, completamente
inexperta en esta mierda y estaba aterrada de que la lastimaran, y el hecho de que
estuviera depositando su confianza en un cabrón que le metía la polla hasta el fondo
de su garganta a una chica intencionadamente por diversión, tenía que horrorizarle.
Debía sentirse jodidamente asqueada de mí, demonios hasta yo me sentía asqueado
de mí mismo.

Se volvió para quedar frente a mí y levantó sus manos, ahuecando las palmas en mis
mejillas. Trató de girar mi cabeza hacia ella y al principio me resistí, sin deseos de ver
si parecía decepcionada o consternada, pero cedí finalmente cuando resopló y
comenzó a tirar con más fuerza. La miré, frunciendo el ceño.

“¿Puedo preguntarte algo?” Preguntó. Asentí vacilante. “¿Alguna vez me harías eso del
dragón furioso?”

“Joder, no,” dije de inmediato y con bastante fuerza, porque estaba encabronado con la
sola idea de que le hicieran eso a ella. Ella sonrió levemente.

“¿Qué hay si te lo pidiera?” Preguntó, levantando sus cejas.

La miré confundido. “¿Por lo menos tienes una puta idea de lo que es eso, Isabella? No
es bonito, ni divertido. Es asqueroso. ¿Alguna vez has bebido algo, te has atragantado
y ha salido volando por tu nariz?” Le pregunté. Ella asintió, todavía mirándome
fijamente. "Sí, esa mierda quema. Imagínate que sea algo espeso y viscoso. ¿Te das
cuenta de lo malditamente desagradable que tiene que ser eso? No puede sentirse
bien, eso es malditamente seguro, y es humillante.”

Ella sonrió levemente. “Así que, ¿aunque quisiera que lo hicieras, te negarías?”

“Joder, por supuesto que me negaría. ¿Por qué siquiera me preguntas esa mierda?
Debes saber que nunca te lastimaría así,” espeté, molesto de que siquiera lo pensara.
Suspiró, encogiéndose de hombros, y envolvió sus pequeños brazos alrededor de mi
torso. Me abrazó con fuerza y apoyó su cabeza en mí y yo solo me quedé ahí, un poco
confundido por todo el intercambio de palabras. Después de un momento la abracé y
empecé a frotar ligeramente su espalda, sin saber por qué ella había reaccionado así.
No tenía ningún jodido sentido para mí.

“Gracias,” dijo en voz baja. Mi ceño se frunció y detuve mis manos, sorprendido por su
expresión de agradecimiento. Ella no tenía ninguna maldita razón para darme las

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gracias, debería estar maldiciéndome, y diciéndome lo despreciable que era.

“¿Por qué?” Pregunté. Suspiró, oyéndose contenta y me apretó con más fuerza.

“Por ser tan protector. Es agradable saber que antepones mi bienestar, que me dirías
que no aun a riesgo de decepcionarme, si eso significa mantenerme a salvo. Nunca
antes he tenido a alguien que realmente cuide de mí,” dijo en voz baja. Me sorprendió
un poco que se las hubiera arreglado para lograr eso de una conversación sobre mis
fechorías que podría haber sido jodidamente catastrófica, pero lo que dijo era cierto.
Era ingenua, malditamente indefensa y alguien tenía que guiarla a través de las cosas.

“Siempre haré lo mejor para ti,” dije después de un momento, empezando a frotar de
nuevo suavemente su espalda. Ella tarareó levemente en respuesta y me incliné para
besar la parte superior de su cabeza.

“¿Puedo preguntarte algo más?” Preguntó. Gemí levemente.

“¿Tiene algo que ver con dragones furiosos, potros salvajes o cualquiera de esos putos
errores que cometí?” Pregunté. Ella asintió contra mi pecho y suspiré. “Bien, como sea.
Pregunta lo que quieras.”

“¿Esas otras chicas se merecían eso?” Preguntó. “Quiero decir, me dijiste que yo no
merecía que me lastimaran de esa forma, ¿eso significa que crees que ellas sí?”

Me quedé allí por un momento, sin saber cómo responder a eso. “Eh, no. No debería
haber hecho esa mierda en absoluto, pero ahora ya no puedo retractarme, ¿sabes? Era
un idiota, Bella, simplemente en ese momento me importaba una mierda. Y sé que es
una jodida excusa horrible, pero siempre había pensado solo en mi propia satisfacción,
hasta que llegaste tú. Y es vergonzoso, porque sabes cómo me siento sobre el asalto
sexual, pero yo mismo degradaba a la mujer. Aún si ellas eran participantes
dispuestas en esa mierda y sabían cómo era yo, eso no significaba que estuviera bien.
Soy una persona despreciable, una pobre excusa de hombre.” Ella tarareó en
respuesta una vez más y se quedó en silencio por un momento. El hecho de que no
tuviese una mierda que decir al respecto me puso nervioso.

“Ya sabes, si tuvieras algo de sentido común, estarías corriendo al jodido extremo
opuesto tan rápido como te fuera posible,” dije después de un minuto, negando con la
cabeza.

Ella se quedó callada otro segundo antes de suspirar dramáticamente. “¿Otra vez me
estás llamando estúpida, Edward?” Preguntó bromeando.

Rodé los ojos. “Crees que eres graciosa, ¿verdad?” Le pregunté juguetón, agarrando
sus costados y haciéndole cosquillas. Comenzó a reírse y a apartarse de mí, cogió mis
manos y trató de alejarlas de ella. Me reí entre dientes y se lo seguí haciendo, sin dejar
que se apartara de mí, amando el sonido de esa risa despreocupada. Se estaba riendo

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con todas sus ganas y sus rodillas se doblaron después de un momento, mientras
intentaba escaparse. La sujeté con fuerza para que no se golpeara con el suelo,
envolviendo mis brazos a su alrededor y meciéndola en un abrazo. Ella me devolvió el
abrazo, su risa se apagó después de un momento.

“Así que dime, mi Bella, ¿te enseñaron las soplonas el arte de la felación mientras
parloteaban sobre todas las mierdas que había hecho en mis viejos tiempos?” Le
pregunté. Ella echó su cabeza hacia atrás para mirarme, su ceño fruncido en
confusión. Le di una pequeña sonrisa. “Ya sabes, ¿esa mierda que has hecho en el
coche, nena?”

Sus ojos se ampliaron un poco y el rubor ascendió rápidamente a sus mejillas. Me reí
por su reacción y ella sonrió con timidez, mordisqueando su labio inferior. “Sí… eh…
quiero decir, hablamos de eso. Me dieron algunas, eh, ideas supongo. Estaba nerviosa,
no sabía cómo o qué hacer... tú sabes.”

Sonreí en complicidad y asentí, atrayéndola de nuevo a mí. “Podías haber hablado


conmigo al respecto, pero lo entiendo. Todos necesitamos amigos a los que acudir, y
supongo que Alice y Rose no son tan malas para tenerlas como amigas, aún con esas
malditas bocotas.”

Ella se rió levemente, asintiendo. “Sí, Rosalie y Alice son agradables.” Me reí
secamente.

“Rosalie y agradable son dos palabras que nunca deben ir juntas en una oración,
tesoro. Esa perra dista mucho de ser agradable,” dije, sacudiendo la cabeza. Me dio
un codazo en las costillas y salté, riendo y agarrando mi costado porque esa mierda
dolía. “Maldición bebé, puedes ser una jodida luchadora cuando quieres.”

Ella levantó la vista y me sonrió con dulzura antes de apoyar de nuevo su cabeza en
mí. “Tú lo haces relucir,” murmuró. Sonreí con suficiencia y besé el tope de su cabeza,
contento de escuchar eso. Me alegraba que su nueva faceta saliera a la luz y estaba
agradecido de que ella estuviera tan a gusto conmigo que no fingiera o fuera alguien
que no era realmente. Amaba su puto lado despreocupado, su franqueza.

“¿Por qué no te ha molestado esa mierda?” Le pregunté después de un poco de


silencio. “Te lo has tomado con tanta calma, es casi antinatural. Toda esa mierda que
Rose y Alice te ha dicho que le había hecho a las chicas, esa mierda que Lauren te dijo.
Demonios, incluso la forma en que a veces actúo, mi temperamento. Es como si solo te
resbalara, joder, ni siquiera te has inmutado. Solo estoy esperando a que asimiles todo
y que salgas huyendo o algo así, desapareciendo, sin volver a verte. Esa mierda me
mataría, por cierto. El que solo desaparecieras.”

Ella se apartó de nuevo para mirarme, con una pequeña sonrisa. “Parte de ello me
molesta un poco, no puedo mentirte. Estaba bastante horrorizaba por algunas de las

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cosas que escuché que habías hecho. Pero ese ya no eres tú, ese no es el hombre al
que amo. Y sí, a veces tienes mal carácter pero te entiendo, así que no es insoportable.
Es algo difícil de explicar, pero nunca me había sentido tan segura sobre algo.”

Le sonreí y me agaché, presionando mis labios en los de ella con suavidad. “Me alegra
que me entiendas,” murmuré contra su boca. Ella me besó en respuesta y se apartó
después de un momento.

“Además, tú sabes que no puedo huir. Desaparecer es imposible,” dijo, rodándome los
ojos.

“¿Por qué dices eso? Mierda, sería fácil para ti desaparecer. Demonios, Bella, en
realidad nadie sabe que existes. Podrías escapar sin ser detectada en mitad de la
noche. Es un maldito país enorme, con un montón de lugares para esconderse. Quiero
decir, no estoy insinuando nada, que ni siquiera se te pase por la cabeza esa mierda,”
dije con firmeza, sin querer que tratara de huir y esa mierda. La rastrearía, y joder,
probablemente sería pésimo en ello pero no me daría por vencido. Ella solo se quedó
mirándome, parecía asombrada.

“Me refiero a que, lo he pensado,” añadí después de un segundo. “Después de que


cumpla los dieciocho y tenga acceso a mi fondo fiduciario. Podría vaciarlo y juntos
podríamos desaparecer, lejos de toda esta mierda. No tendríamos que trabajar,
podríamos ir a cualquier parte del mundo a la que quisieras ir.” Ella seguía solo
mirándome y me reí entre dientes, haciendo un gesto de negación. “Aunque,
probablemente no podríamos llevarnos el Volvo, ya que tiene un chip de rastreo por
algún lado,” agregué a la ligera, encogiéndome de hombros.

Ella asintió y brevemente desvió la mirada, llevando su labio inferior al interior de su


boca, prácticamente royéndolo. Por un momento, la miré con curiosidad y ella volvió a
mirarme, abriendo la boca para hablar.

“Yo, eh…” Empezó, su ceño fruncido, pero antes de que pudiera terminar la risa de
Emmett sonó cercana. Miramos en esa dirección y vimos a mis hermanos y sus novias
caminando hacia nosotros, riendo y bromeando. Giré a Isabella de manera que su
espalda quedará frente a mí y la abracé, suspirando.

“¿Qué hay cabrones?” Dije mientras se acercaban. Todos asintieron y dijeron hola, a
excepción de Rose que rodó los ojos.

“¿Qué hacen?” Preguntó Alice, sonriendo alegremente.

“Estoy tratando de convencer a Isabella que me deje hacerle el dragón furioso, pero
hasta ahora no he tenido éxito,” le dije, arqueándole una ceja. Jasper escupió lo que
sea que fuera el líquido que tenía en su boca, casi mojando a Emmett, y empezando a
toser. Emmett se echó a reír y Rose y Alice solo se quedaron allí, abriendo un poco los
ojos. Isabella levantó sus manos para cubrirse el rostro, sonrojándose de un hermoso

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matiz de rojo. Me reí y aparté sus manos, colocando un suave beso en su mejilla
enrojecida.

“¿Qué?, ¿no te gusta que tu novia sepa lo cretino que eres en realidad?” Rose
preguntó. Le estreché los ojos y le enseñé el dedo medio.

“En fin,” dijo Alice, sonriendo tímidamente. “Nos vamos a casa. ¿Están en condiciones
de conducir o necesitan que los llevemos o algo?”

Hice un gesto de negación con la cabeza. “Estoy bien como para conducir. A esta hora
ya casi se me ha pasado todo,” le dije. Ellos asintieron y nos despedimos, cuando
partieron hacia sus vehículos. Nos quedamos ahí parados por un momento, viendo los
coches marcharse, y le eché un vistazo a mi reloj. “Es casi la una de la madrugada.
¿Quieres que nos vayamos a casa?”

Ella asintió. “Sí,” dijo en voz baja. La solté de mi abrazo y se hizo a un lado, alejándose
de mí. De nuevo abrí el coche y la puerta del pasajero, haciendo un gesto con la
cabeza hacia dentro. Me sonrió con dulzura y se deslizó en el interior, abrochándose el
cinturón. Cerré la puerta y caminé alrededor, subiendo en el asiento del conductor.
Encendí el coche y puse algo de música suave y tranquila, moví la palanca de cambios
y giré el coche en redondo. Manejé por el pequeño camino y miré a Isabella. Estaba
mirando por la ventanilla lateral, hacia los árboles. Parecía perdida en sus
pensamientos, mordisqueando su labio y algo inquieta. Dirigí de nuevo mi atención al
camino y tomé la carretera principal en dirección a la ciudad de Forks.

“En realidad pensaba que lo sabías,” dijo en voz baja después de un momento. La miré
y vi que me miraba fijamente con confusión, su ceño fruncido.

“¿Que sabía qué, nena?” Le pregunté con curiosidad, alzando las cejas
inquisitivamente. Ella suspiró.

“Que yo también tengo un chip de rastreo,” dijo suavemente, casi en un susurro. La


miré con confusión y estiré mi mano, bajando el volumen de la música.

-“¿Qué quieres decir con que tienes un chip de rastreo?” Le pregunté. Se encogió de
hombros.

“Es decir, como tu coche. Un chip de rastreo. Me pusieron uno en Phoenix, para que no
pudiera huir.” dijo. Golpeé los frenos tan pronto como las palabras se registraron en
mis oídos, el coche se paró en seco sacudiéndose, con un fuerte chirrido. Ella apoyó sus
manos en el salpicadero, sus ojos se abrieron con horror.

“¿Alguien puso dentro de ti un puto chip de rastreo?” Espeté, atónito y confundido. Se


quedó mirándome por un momento antes de asentir titubeante. “Joder, tienes que estar
bromeando, ¿tu propio maldito padre te puso un chip como a un maldito animal o algo
así?”

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Su ceño se frunció y negó con su cabeza, vacilante. Gemí sin entender.

“Lo que me dices no tiene sentido, ¿tienes o no un puto microchip?” Dije con
brusquedad, sin intención de perder los estribos, pero un poco asustado ante la
posibilidad.

“Lo tengo,” dijo con algo de aprensión. Di un fuerte suspiro, y di un frenazo


estacionándome.

“Entonces, ¿por qué has negado con la cabeza?” Le pregunté, luchando por controlar
mi temperamento. Me pasé la mano por el pelo, completamente desconcertado y
jodidamente sorprendido.

“Porque no fue mi padre quien lo hizo, fue el tuyo,” dijo en voz baja. Al instante me
congelé y parpadeé un par de veces, aturdido, antes de echarle un vistazo. Estaba
mirando por la ventana hacia los árboles junto a la carretera.

“¿Mi padre te puso un chip de rastreo?” Le pregunté. Suspiró y asintió con la cabeza.
“¿Estás segura?”

“Sí, estoy segura. Me refiero a que, estaba ahí…” Dijo, su tono un poco insolente. Mis
ojos se estrecharon y mi temperamento se encendió todavía más, pero lo contuve,
porque nada de esto era culpa suya. Pero todo estaba completamente jodido, y
cambiaba cada maldita cosa. Hacía mis planes mucho más difíciles de lograr si eso
era cierto, mis putas esperanzas de liberarla por cualquier medio necesario
disminuían.

¿Qué clase de persona de mierda pone un dispositivo de vigilancia en el interior de


otra persona? Pero supongo no debería de haber estado tan jodidamente sorprendido,
considerando que estaba hablando de alguien que había comprado a una muchacha
de dieciséis años por dinero. Estaba perdiendo todo el puto respeto por mi padre;
maldición, simplemente no lo entendía.

Nos quedamos sentados en silencio por un momento. Estaba tratando de comprender


todo, asimilar la nueva complicación de mierda. “Lo siento,” le dije después de un
segundo, poniendo el coche en marcha y alejándonos. Conduje despacio por la ciudad
y suspiré, extendiendo mi mano y colocándola sobre su muslo. Ella se sobresaltó
levemente pero me miró, dándome una pequeña sonrisa. “No debería haberte hablado
así, nada de esto es tu culpa. No puedo creer que mi puto padre,” dije, sacudiendo la
cabeza. “Pero no quiero que te preocupes, ¿de acuerdo? Así que, evidentemente, no
podemos huir. Pero aun así encontraremos una forma de resolver esta mierda.”

Ella asintió, sonriendo, pero la sonrisa no le llegó a sus ojos. Parecía algo preocupada
y asustada, levanté mi mano y rocé sus labios con mis dedos, sonriendo.

Conduje el resto del camino a casa en silencio, deteniéndome frente a la casa. Salí del

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coche y la ayudé a bajar, cerrándolo antes de dirigirnos al interior. La casa estaba en
silencio y entré a la cocina, cogiendo una botella de agua. La abrí y tomé un trago,
tendiéndosela a Isabella. Me dio las gracias con voz suave y asentí, pasando la mano
por mi pelo. Subí las escaleras y ella me siguió. Podía ver las luces filtrándose por
debajo de las puertas de las habitaciones de mis hermanos y escuché susurros en el
interior. Me dirigí al tercer piso en silencio, sin querer que nos escucharan y abrieran
sus puertas, queriendo socializar o esa mierda. No estaba de maldito humor para
compañía, estaba jodidamente sorprendido y confundido por esa mierda.

Llegamos al tercer piso y entré en mi habitación, quitándome los zapatos de inmediato.


Isabella entró en su habitación y cerró la puerta detrás de ella sin hacer ruido. Me
quedé mirando hacia su puerta cerrada por un momento, esperando como el infierno
que solo estuviera cambiándose y que no estuviera enojada y deseando escapar de mí.
Había sido un pendejo gritándole. Joder, en especial después de la increíble noche que
habíamos tenido, pero no había podido contener mi temperamento. No podía creer que
mi padre hubiese hecho algo tan inhumano.

Me quité la ropa y me puse un par de pantalones de chándal, sin molestarme en algo


más. Me senté al borde de la cama y escuché la puerta de la habitación de Isabella
abrirse y cerrarse suavemente. Entró en la habitación en pijama y me dio una pequeña
sonrisa, cerrando la puerta tras de sí. Le sonreí en respuesta, porque aún con unos
malditos pantalones de chándal, una camiseta y con su pelo recogido en una cola de
caballo se veía hermosa.

“¿Puedo hacerte una pregunta?” Le pregunté mientras subía a mi cama. Asintió,


acostándose. Me levanté y me acerqué a apagar la luz antes de meterme a la cama
junto a ella. Tiré el edredón sobre nosotros y la miré a los ojos por un momento. “¿Te ha
hecho alguna otra cosa como esa mi padre?”

Se encogió de hombros. “Puso un gran hisopo en mi boca dos veces, frotando el interior
de mi mejilla,” me dijo. “Pero eso es todo, creo.”

Fruncí el ceño confundido, ya que el único puñetero motivo en el que pude pensar para
que frotar la mejilla de alguien con un hisopo es para obtener el ADN. Sin duda, mi
padre estaba tramando algo, cualquiera que fuese el secreto que estaba guardando
tenía que ser malditamente serio.

“Si él hace cualquier otra cosa, me lo dices de inmediato, ¿de acuerdo?” Le dije.
Asintió y yo suspiré, alcanzándola y tirando de ella hacia mí. Se acurrucó contra mí,
recostando su cabeza en mi pecho, y cayendo casi al instante en un profundo sueño.
Después de un tiempo rodó alejándose de mí, enroscándose en una bola bajo las
sábanas, y yo di vueltas en la cama por un rato. Mi mente daba vueltas con toda la
nueva información, repasando el día completo y todo parecía casi jodidamente bizarro.
Caí en un ligero sueño intranquilo, despertando periódicamente antes de quedarme
dormido nuevamente.

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En un momento dado desperté y miré hacia el reloj de alarma, viendo que era un poco
después de las seis. Isabella estaba profundamente dormida, murmurando y haciendo
ruidos con la garganta. Me quedé ahí acostado por un rato, escuchando su murmullo
incoherente, antes de suspirar y bajar de la cama. Agarré mi teléfono y me dirigí a la
planta baja, notando que toda la casa todavía estaba oscura y silenciosa. Me detuve
cuando llegué al vestíbulo, dudando y debatiéndome antes de acercarme al piano y
sentarme frente a él. Puse el teléfono junto a mí en el banco y flexioné un poco los
dedos antes de colocarlos en las teclas. Empecé con las notas iniciales de la marcha
fúnebre antes de detenerme abruptamente y cambiar a la melodía en la que había
estado trabajando, la que me hacía pensar en Isabella. La toqué, vacilando un poco al
final, porque todavía parecía que le faltaba algo.

Suspiré y me detuve después de un rato, solo me quedé sentado ahí, en el silencioso


vestíbulo. Estiré la mano y cogí mi teléfono, desplazándome a través de mi lista de
contactos antes de detenerme en el nombre de mi padre. Sabía que él ya estaría
despierto, en especial tomando en cuenta que en Chicago en cuanto a la hora, estaban
por delante de nosotros.

Me debatí un momento en si iba a hacer esto o no, pero presioné el botón de llamada.
Porque no había maldita manera de que me relajara hasta que me confirmara o
negara el asunto. Una parte de mí todavía quería pensar que había sido un
malentendido, que Isabella estaba confundida.

Llevé el teléfono a mi oído, escuchándolo sonar, mi corazón empezó a latir con fuerza.
Casi consideré colgar de una puta vez, pero sabía que era demasiado tarde para eso,
ya habría visto que era yo en su identificador de llamadas. Escuché que descolgaban
después de un segundo, mi corazón casi se paró.

“¿No es algo temprano para que estés levantado, Edward?” Dijo mi padre cuando
contestó. Suspiré.

“Se llama insomnio,” le dije. Lo oí suspirar a través del teléfono.

“¿Qué pasa?” Preguntó. Gemí, me sentía como un idiota por siquiera hacer esta puta
llamada.

“No pasa nada, ¿es que no puedo llamar a mi jodido padre y desearle un feliz y
maldito año nuevo?” Le pregunté. Él se rio entre dientes.

“Por supuesto que puedes, Feliz Año para ti también,” me dijo. “¿Tuvisteis una noche
agradable?”

“Sí, estuvo bien, creo,” le dije.

“Bien. Entonces, ¿no hubo ninguna pelea?” Preguntó, con un poco de diversión en su
voz. Gemí.

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“No, no le rompí la nariz a nadie,” le dije. Se rio de nuevo.

“Bien. Así que, ¿qué van a hacer hoy? ¿Van a salir a algún lado?” Preguntó. Dudé un
poco antes de que las putas palabras simplemente se desparramaran, casi sin darme
cuenta de lo que estaba diciendo.

“Tal vez. Alice y Rose se quedaron anoche; ayer pasaron con Isabella tiempo de chicas
y probablemente quieran que hoy hagamos algo juntos. Supongo que de todos modos
te podrás dar cuenta si vamos a algún lado, ya sabes, con el chip de rastreo en ella y
esa mierda.”

Se quedó callado por un momento y me pregunté si la había cagado, si tal vez no


debería haber dicho una puta palabra al respecto. Aunque su maldito silencio lo
confirmó, porque si no hubiese sido así él inmediatamente me habría preguntado de
qué demonios estaba hablando.

“Así que, ¿ella te ha contado eso?” Preguntó finalmente, su voz tranquila. Suspiré.

“Sí, mencionó esa mierda sin querer. También dijo algo sobre ti pasando un hisopo por
su mejilla. Ella no es algo así como nuestra puta prima, ¿verdad?” Le pregunté,
entrando en algo de jodido pánico porque le hubiera hecho una prueba de ADN.
Supuse que si éramos familia él no la trataría como una jodida sirvienta y
definitivamente hubiera intervenido si realmente supiera sobre la mierda que estaba
sucediendo entre nosotros, pero esa parte irracional de mí todavía estaba que se
cagaba de miedo de que fuera así.

Se rio entre dientes. “No, no hay parentesco de sangre. Todo eso es por razones de
seguridad, solo por si acaso le sucediera algo. No es gran cosa, soy el único con el
código del chip, y honestamente nunca lo he revisado. Nunca he tenido razón para
hacerlo. Y el ADN…” Su voz titubeó y se estancó, tartamudeando un poco. “Solo con
fines de identificación.”

“Está bien, lo que sea. No es como si importara, solo tenía curiosidad,” le dije,
mintiendo como el culo, queriendo sonar indiferente sobre ello. Solo el que yo
preguntara ya de por sí levantaba sospechas, así que no había necesidad de dejar que
mis malditos ánimos se enardecieran y prácticamente le escupiera esa mierda.

“Dile a todos en Chicago que digo, hola.”

Suspiró. “Lo haré. Que tengas un buen día, hijo.”

“Tú también,” le dije. Presionando el botón para finalizar la llamada. Me quedé ahí
sentado por un momento en silencio antes de levantarme, dirigiéndome hacia las
escaleras. Quería volver a la cama antes de que Isabella despertara, sin querer
parecer un pendejo que la había abandonado en mitad de la noche.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 743


No sabía qué era tan importante, pero ahora estaba seguro de que el ADN era una
enorme pista de mierda a cualquiera que fuera el secreto que mi padre guardaba. No
estaba seguro si tal vez sus padres no eran quienes ella pensaba que eran, o si su
linaje la ligaba con alguien, pero tuvo que haberle llevado a algo inesperado para
hacer esa mierda dos veces. No tenía idea de lo que podría ser, y cómo nos afectaría a
Isabella y a mí, pero estaba absolutamente convencido de una puta cosa.

Lo iba a averiguar.

**************
Bagascia = Término de argot para perra/puta

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“Una de las fases más importantes a la hora de madurar es pasar de pensar en uno
mismo a entender las relaciones con los demás. Una persona no ha madurado hasta
que no tiene la habilidad y disposición de verse a sí mismo como uno de sus
semejantes y de hacer para los demás lo que le gustaría que hicieran por él " – Sir
Walter Scott.

Isabella swan
Traducido por Lanenisita

Me senté en la cama, restregándome los ojos. Me escocían un poco y estaban todos


pegados a causa del sueño, mi visión desenfocada. Alcé la mirada y vi el reloj,
mientras trataba de aclarar mi vista parpadeando, me quedé asombrada cuando vi
que eran casi las nueve de la mañana. Miré alrededor de la habitación, notando que
la mochila de Edward y las otras cosas que él siempre dejaba sobre su escritorio ya no
estaban. Debió ser extremadamente silencioso esta mañana cuando se estaba
preparando para ir al instituto y así no despertarme, escabulléndose fuera de la
habitación cuando yo todavía dormía. Suspiré y alejé el edredón de mi cuerpo
rápidamente, agradecida que él hubiese sido tan dulce al dejarme dormir pero a la vez
un poco triste de no haber sido capaz de verlo esta mañana.

Hoy era 6 de enero, viernes, y los chicos habían vuelto a clases hacía un par de días.
La semana anterior había pasado volando, ya que había invertido mi tiempo limpiando
constantemente cuando Edward estaba fuera para que así pasara el tiempo. Encontré
que el reproductor de música que Edward me había regalado en Navidad era bastante
beneficioso para mí, ya que al parecer la música me hacía ser más productiva, me
elevaba la energía y el tiempo y las tareas en casa prácticamente volaban. Era
extraño, ya que yo nunca había escuchado música antes, pero ahora después de una
semana de prestarle atención no podía imaginarme vivir sin ella. Ahora entendía por
qué era tan importante para Edward, por qué amaba tanto la música. Anteriormente
solamente sonido y palabras para mí, pero ahora sentía la melodía y me emocionaba
con ella. ¿Quién habría dicho que algo tan tonto como una canción podría hacerme
soltar unas lágrimas? Seguro que yo no, y no fue así hasta que Edward llegó a mi

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 745


vida…

Me puse de pie y me estiré, mientras bostezaba. Mi espalda se sentía rígida por las
horas de sueño, y mi cuello estaba un poco dolorido. Alcé mi mano y toqué mi nuca por
un momento, tratando de relajar los nudos que sentía ahí, antes de coger el edredón y
empezar a hacer la cama. Edward siempre ha dicho que no sirve de nada hacer la
cama todas las mañanas, ya que nosotros la volveríamos a deshacer después, pero yo
siempre ignoro sus quejas y hago la cama de todas formas. Me gustaba tener una
cama hecha para poder acurrucarme por las noches, esta era una de esas cosas a las
que me había acostumbrado en estos últimos meses. Y yo sabía que él no sería capaz
de entender por qué esto era tan importante para mí, considerando que él había
dormido en una cómoda y tibia cama toda su vida y no era nada especial para él. A él
no le importaría si las sábanas estaban prácticamente cayéndose, o completamente
arrugadas. Pero cuando has pasado toda tu vida durmiendo en un viejo colchón tirado
sobre el suelo, haciendo almohadas de cosas que encuentras por ahí como la ropa, y
con una fina manta que había envejecido con el tiempo y que no podía mantener
alejado el frío viento de las noches, entonces tiendes a apreciar el concepto de tener
una cama hecha.

Recogí unas cuantas prendas de ropa del suelo que Edward evidentemente había
desechado esta mañana y las dejé en el cesto de ropa. Tenía que darle algo de crédito,
usualmente hacía un esfuerzo por mantener su habitación decente porque ahora yo
dormía con él aquí, pero a veces lo olvidaba y recaía en esos viejos hábitos de
vagancia. Nunca me molesto con él por eso sin embargo; simplemente continúo
recogiendo las cosas y dejándolas donde se supone deberían ir.

Después que la habitación estuvo en orden salí, cruzando el pasillo y entrando


rápidamente a mi habitación. Me quité la ropa, dejándola en la cesta, y entré al baño.
Encendí la ducha y me quedé de pie bajo el chorro, mojándome y relajándome bajo el
agua tibia. Aquello relajó mis músculos, disolviendo los nudos de mi cuello. Finalmente
apagué la ducha después de un momento, saliendo de la tina y secándome. Envolví
una toalla en mi cuerpo y regresé a la habitación, me puse un simple par de vaqueros y
una camiseta negra de mangas largas. Regresé al baño para lavar mis dientes y
peinar mi cabello, atándolo con una goma.

Me puse mis zapatos Nike, porque a Edward parecía encantarle cuando los usaba ya
que él había sido quien me los había comprado, y cogí mi reproductor de música. Me
puse los auriculares y lo encendí, deslizándolo en mi bolsillo. Empecé a tararear la
canción desde el principio, todavía no me sabía realmente las letras de la mayoría de
las canciones que él había cargado, y me dirigí a la puerta. Salí hasta el pasillo y
caminé unos cuantos pasos antes de detenerme abruptamente cuando miré con
dirección a las escaleras. Jadeé asustada, un grito estuvo a punto de salir de mi
garganta, y agarré mi pecho ya que mi corazón empezó a latir furioso. Parado al inicio
de las escaleras, con los brazos cruzados sobre el pecho y levemente recostado contra

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la pared, estaba el doctor Cullen.

Había estado en Chicago toda la semana y no tenía ni idea de cuándo regresaría, así
que honestamente, era la última persona que esperaba ver cara a cara en ese
momento. Lo miré asombrada, preguntándome cuándo habría llegado a casa, pero
más curiosidad tenía de saber qué estaba haciendo aquí de pie, en el tercer piso. Me
miraba fijamente, su expresión era nula, y estaba provocando que el pánico empezara
a burbujear bajo la superficie de mi piel. No tenía idea cuanto tiempo había estado allí
mirando, si quizás me habría visto salir de la habitación de Edward esta mañana. Y
había una parte de mí, una parte muy en el fondo, que jamás olvidaría lo que él me
había hecho esa tarde cuando cometí el error de tocar su arma, esa parte era la misma
que estaba gritando mientras decía que algo no estaba bien. Esa parte de mí no
estaba cómoda con estar a solas con el doctor Cullen de esta forma, no me gustaba
que él me mirara de la forma que me estaba mirando.

A pesar del hecho que últimamente no me había dado razones para tenerle miedo, ya
que se había portado casi abrumadoramente agradable, yo sabía que el doctor Cullen
era una persona muy peligrosa. Era una amenaza para mí, mi mayor amenaza por el
hecho de que él era mi dueño. Nunca estaría segura con él, a pesar de esas sutiles o
pequeñas dosis de normalidad y libertad que él me permitía tener. Todavía me tenía
bajo su poder y el solo hecho de su presencia repentina en mi camino casi me causó un
ataque de pánico y temor que indicaban exactamente cuánto poder ejercía sobre mí.

Me acerqué y me quité los auriculares, tratando de ignorar el fuerte latido de mi


corazón. Lo miré fijamente, manteniendo el contacto visual, tratando de encontrar
alguna emoción oculta en sus ojos que pudiese darme una idea de qué era lo que
podría pasar en ese momento. Porque su expresión nula no me estaba diciendo si él
simplemente estaba siendo indiferente o si estaba molesto, y esperé realmente que
fuese lo primero pero sabía que era más probable que fuese lo segundo. No tenía idea
qué era lo que yo podría haber hecho para molestarlo ya que él había estado fuera
toda la semana, a menos que él, de hecho, me hubiese visto salir de la habitación de
Edward esta mañana. Y estando de pie allí, mirándolo, todo en lo que yo podía pensar
era en lo que Emmett había dicho en la fiesta de la semana pasada. Sobre como tenía
la certeza que el doctor Cullen sabía que yo tenía una relación con su hijo, y que la
única cosa que lo detenía de ponernos en evidencia era porque yo debería agradarle.
Pero en ese momento, en cuanto vi un breve destello de irritación en su mirada, me
pregunté si alguna vez le había agradado de verdad.

Él no hablaba, solo me miraba mientras seguía de pie en mi camino, y aquello


aumentó mi miedo. Repentinamente me sentí enferma del estómago porque mis nervios
estaban al borde. “Buenos días, doctor Cullen,” le dije con mi voz entrecortada a causa
del estrés que estaba sintiendo. Aclaré mi garganta, reprendiéndome mentalmente por
sonar tan débil y resquebrajada bajo presión.

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Él me miró unos pocos segundos más, el contacto visual que mantenía conmigo era
intenso. “Buenos días, Isabella,” dijo finalmente, su voz era monocorde y suave. Bajó la
mirada y miró el reloj en su muñeca, para luego alzar sus cejas y mirarme nuevamente.
Mi ceño se frunció y me pregunté si quizás yo habría olvidado algo, si quizás él estaba
actuando de esta manera porque me había retrasado en hacer algo sin darme cuenta.
Él tenía que saber lo que me estaba haciendo, debía ser capaz de ver mi aprehensión y
de escuchar el estrés en mi voz. Edward me había explicado que fue entrenado para
percibir ese tipo de cosas, ya que era parte de su trabajo como consejero de la mafia y
como doctor. Era extraño cuantos rasgos en común tenían esos dos trabajos, cuantas
características necesitaría una persona para ser buena tanto asesinando como
sanando.

No podía recordarlo diciéndome algo respecto al día de hoy, no podía recordar alguna
tarea especial que se suponía que yo debería haber hecho por lo que solo estaba
desconcertada. “Coge tu abrigo y reúnete conmigo fuera, en mi coche, en unos
minutos.” Mis ojos se abrieron levemente, el miedo casi estaba por consumirme pero
traté de mantener fuerte mi fachada externa. Continuó mirando, obviamente esperando
una respuesta. Yo no sabía por qué, no es que yo pudiese decirle si estaba o no de
acuerdo con eso. Si él me decía que fuera a algún lado, yo estaría allí, sin importar si
quería o no. No tenía control sobre mis acciones, él sí. Yo era como una marioneta. Él
controlaba las cuerdas y yo instintivamente obedecía obligada a sus órdenes. Y si él
decía que yo debía estar en su coche en unos minutos, yo debía estar en su coche en el
momento correcto.

“Sí, señor,” le dije, asintiendo. Él asintió en respuesta y soltó los brazos que estaban
cruzados sobre su pecho, mientras continuaba mirándome. Se giró con dirección a las
escaleras después de un momento y dio dos pasos antes de detenerse.

“Coge también el documento de identificación que te di,” añadió con indiferencia,


antes de continuar su camino hacia las escaleras. Lo vi desaparecer de mi vista y
exhalé, negando con mi cabeza. Caminé de regreso a mi habitación y apagué el
reproductor de música, dejándolo sobre la cama y cogiendo mi abrigo del armario. Me
lo puse y cogí la identificación y mi teléfono que estaban sobre la mesita de noche. No
tenía idea de por qué necesitaría la identificación pero no iba a preguntárselo
tampoco, solo debía llevarla y esperar que aquello no significara algo malo. Los metí
en mi bolsillo y salí de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Metí mis manos
en los bolsillos de mi abrigo mientras bajaba las escaleras, las palmas de mis manos
sudaban a causa del nerviosismo. Mi corazón todavía latía desbocado y me sentía
mareada, ya que no tenía idea dónde iba o qué iba a hacer, solo sabía que iba a ir a
algún sitio con una persona que no parecía muy satisfecha acerca de mi existencia el
día de hoy, por alguna razón. Y aquello, en sí, era atemorizante.

Llegué al vestíbulo y caminé hasta la puerta principal, sacando mi mano del bolsillo y
tomando la perilla de la puerta. Empecé a darle la vuelta y tuve un repentino e intenso

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ataque de pánico que me recorrió todo el cuerpo, mi mente inmediatamente se fue
hacia el peor escenario. Me quedé inmóvil, apretando la perilla con fuerza,
preguntándome irracionalmente si esto era todo. ¿Este era el final de mi tiempo aquí?
¿Se había cansado de mí?, ¿estaba harto? ¿Qué me haría? ¿Me vendería? ¿Qué
pensarían los chicos si yo solo desapareciera así como así? ¡Oh Dios, Edward! ¿Qué
pasaría si nunca más volvía a ver a Edward? ¿Qué haría él? Él había dicho que moriría
si yo desaparecía. ¿Estaría bien? ¿Lo superaría o trataría de encontrarme? ¿Podría
encontrarme? Oh Dios, ¿pero qué pasaría si el doctor Cullen me mataba? ¿Lo habría
enojado tanto? ¿Qué haría Edward en ese caso? ¿Lo descubriría? No estaba lista para
morir; No estaba lista para no volver a ver a Edward.

Justo en la mitad de mi casi colapso mental, noté una mano sobre la mía en la perilla.
Me sobresalté cuando la sentí, gritando y quitando la mano con rapidez como si me
hubiese quemado. Di un paso hacia atrás, mis ojos completamente abiertos a causa
del miedo, y vi al doctor Cullen parado ahí, con su ceño fruncido. Me quedé quieta por
un segundo mientras él me miraba, deseando que mi corazón dejara de latir tan fuerte,
deseando poder calmarme y dejar de actuar de una manera tan tonta. No había razón
alguna para que yo pensara que estaba a punto de ser asesinada, no existía razón
para que siquiera asumiera que él me iba a mandar lejos. Es que ni siquiera existía
razón alguna para que creyera que él estuviese molesto conmigo, o que su rabia era
por mi culpa. No me había dicho nada más que fuese a buscar mi abrigo. Estaba
paranoica y si no me detenía ahora, probablemente podría enfadarlo con mi
comportamiento.

“¿Estás bien?” el doctor Cullen me preguntó, mirándome con cautela. “Estás muy
nerviosa hoy, niña.”

Asentí de inmediato. “Sí, eh… Estoy bien. Perdón, señor. Por reaccionar
exageradamente.”

“Está bien, no pasa nada,” dijo con un leve tono de irritación en su voz, bajando su
mirada para mirar su reloj nuevamente. “Ven, vámonos ya. No quiero retrasarme.”

Asentí, recordando a Esme decir que su hermano era un poco estricto con respecto a
estar a tiempo para todas las cosas. El doctor Cullen abrió la puerta principal de la
casa y con su cabeza apuntó en su dirección. Suspiré y caminé rápidamente,
manteniendo mi mirada fija en el suelo mientras pasaba cerca de él y salía de la casa.
Me detuve por un segundo cuando él programó la alarma y cerró la casa, para pasar
luego junto a mí dirigiéndose a su coche haciendo como si yo no estuviese allí de pie
siquiera. Lo seguí, no queriendo molestarlo más de lo que ya parecía, no queriendo
que él pensara que estaba tratando de resistirme a ir de alguna manera. Abrió la
puerta del pasajero de su coche y señaló con su cabeza la misma, en gesto silente me
dijo que entrara. Me subí al coche y estrelló la puerta con fuerza, provocándome una
mueca de dolor y que mi corazón empezara a latir rápidamente de nuevo. Rodeó su

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coche y subió al asiento del conductor, estrellando también su puerta y arrancando
enseguida. Vacilante, empecé a ponerme el cinturón de seguridad y él hizo lo mismo
de inmediato, poniendo el coche en marcha y alejándonos de la casa.

Me quedé mirando fijamente el espejo retrovisor de mi lado mientras él entraba en la


autopista, mirando la casa desaparecer detrás de algunas filas de denso boscaje.
Suspiré y alcé la mirada para mirar al doctor Cullen, quien simplemente estaba
mirando de frente, su atención puesta en la autopista. Tenía el ceño fruncido, algo
definitivamente lo estaba molestando y deseaba saber qué era. Debí mantener mi
mirada fija en él mucho tiempo, ya que se giró para mirarme después de un momento,
luciendo bastante enfadado. Alejé mi mirada rápidamente y él suspiró.

“Es de mala educación mirar fijamente a alguien así, niña,” dijo. “¿Es que acaso nunca
te enseñaron eso? Los Swan eran seres humanos muy viles, pero sé que ese padre que
tenías no toleraba faltas de respeto de los esclavos así que sé bien que él no habría
tolerado que lo miraras así. Deberías saberlo.”

Bajé la mirada a mi regazo, mordisqueando mi labio inferior nerviosamente. “Sí, señor.


Lo siento, señor,” dije rápidamente, casi de manera instintiva como si fuese un robot.
“Solo estaba… no importa. No volverá a ocurrir nuevamente.” Su humor me estaba
asustando y aunque tenía una millón de preguntas rondando por mi cabeza a causa
de eso, me sentía demasiado nerviosa como para preguntar. ¿Había hecho algo mal?
¿Dónde me estaba llevando? ¿Iba a ser castigada por algo?

“Bien. Ahora si tienes alguna pregunta, hazla. En caso contrario, controla tus modales.
No estoy de humor para soportar insolencias hoy,” dijo. No tenía ni idea de lo que
significaba insolencia, pero tampoco tenía la intención de ser irrespetuosa con él. Dudé
por un momento, debatiéndome si preguntarle o no algo al respecto, no queriendo
arriesgarme en molestarlo aún más. Debí dudar mucho tiempo porque él gruñó. “Solo
pregunta,” espetó bruscamente. Me tensé a causa de su tono, mi corazón empezó a
latir de manera errática nuevamente.

“Yo, eh… Yo solo quería saber dónde vamos, señor,” le dije rápidamente, mi voz era
temblorosa. La imprevisibilidad del doctor Cullen me sorprendió.

“Al hospital,” dijo simplemente. Lo miré, mi ceño estaba fruncido a causa de la


confusión, pero alejé de inmediato mi mirada para no agravar la situación. Permaneció
callado por un momento mientras conducía a través de la ciudad. Pude divisar el
hospital a lo lejos después de un rato, la curiosidad y un leve miedo a causa de no
saber por qué estábamos yendo allí empezó a emerger por todo mi cuerpo a medida
que nos acercábamos. La última vez que él me había llevado a un hospital no había
sido del todo una experiencia placentera.

Entró con el coche al estacionamiento, conduciendo por el lado frontal del edificio y
aparcando en uno de los primeros puestos para estacionarse. Miré por la ventanilla y vi

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un pequeño letrero con el nombre del doctor Cullen escrito en él, indicando que el
puesto estaba reservado para que solo aparcara él.

Apagó el motor del coche y sacó la llave del encendido, suspirando. “Espero que hoy
demuestres tu mejor comportamiento, Isabella. Estas personas son mis colegas, así que
no te atrevas siquiera a ponerme en ridículo. Probablemente ninguno te dirija la
palabra, ya que todos ellos saben que vives en mi casa y que trabajas para nosotros.
Demonios, para ser honestos, todo el mundo en este pueblo sabe todo acerca de ti.
Estas personas son como buitres cuando se trata de chismes.”

Me quedé sentada inmóvil, mirando por la ventanilla al letrero con el nombre del
doctor Cullen en él. Podía sentir su mirada fija en mí y eso estaba incrementando mi
nerviosismo. No pude sino sentir que estaba insinuando algo con sus comentarios
acerca de los chismes, tratando de conseguir algún tipo de reacción de mí, pero no iba
a ceder tan fácilmente. No podía permitir que mi paranoia me llevara a cometer
errores.

“Demostraré mi mejor comportamiento, señor,” dije simplemente. Continuó mirándome


fijamente un momento más antes de abrir su puerta y salir del coche. Suspiré y abrí mi
puerta, saliendo hacia el aparcamiento y cerrando la puerta detrás de mí. Se dirigió a
la puerta principal y lo seguí, manteniendo el ritmo para no quedarme tan rezagada.

Entramos al edificio y una mujer sentada en un escritorio a la entrada alzó su mirada, y


nos sonrió. “Buenos días, doctor Cullen. Encantada de verlo,” dijo de manera cortes. Él
asintió.

“Es un placer verte también,” dijo con voz formal. Se acercó a una pared y presionó la
flecha hacia arriba del ascensor. La puerta se abrió y me miró, alzando las cejas. Pasé
cerca de él rápidamente, entrado al ascensor, y me siguió. Presionó un botón y las
puertas se cerraron despacio.

A pesar del hecho que subir hasta la segunda planta tomó apenas treinta segundos a
lo máximo, fue lo suficiente como para aumentar mi ansiedad a la décima potencia. No
me gustó estar atrapada en un sitio demasiado estrecho con absolutamente ninguna
oportunidad de escape. Lógicamente sabía que el doctor Cullen no me pondría una
mano encima estando en el ascensor de un hospital, especialmente si era el hospital
en donde él trabajaba, ya que valoraba el respeto que se había ganado. Pero no
estaba siendo fácil ser lógica cuando estás confinada en una pequeña caja de cinco
por cinco pies con un techo de siete pies con un hombre claramente capaz de hacerte
daño, y que probablemente él estuviese deseando poder hacerlo por alguna razón.

Respiré aliviada cuando el ascensor se detuvo y las puertas empezaron a abrirse


nuevamente. El doctor Cullen salió y lo seguí de cerca, pasando por un gran escritorio
con algunas personas sentadas detrás del mismo. Todos alzaron la mirada y
saludaron al doctor Cullen de manera afectuosa y devolvió el saludo de forma

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educada pero no con tanta emoción tampoco. Se dirigió al pasillo y lo seguí, sin tener
idea de hacia dónde nos dirigíamos. Estaba mirando al suelo, a mis pies para así no
hacer ninguna cosa tonta como tropezar y hacerme daño, y no noté que el doctor
Cullen se había detenido hasta que me tropecé con su espalda. Gemí y me tensé
inmediatamente, retrocediendo un par de pasos. Mis ojos se abrieron asustados, el
miedo atravesó mis venas. Alcé mis manos de manera instintiva, queriendo formar un
escudo protector con ellas, y miré la espalda del doctor Cullen. Él solo permanecía de
pie en su lugar, pareciendo casi una estatua a pesar del sutil movimiento de su
espalda mientras inhalaba y exhalaba. Miré hacia abajo y vi sus manos a los costados
de su cuerpo, retorciéndose para formar un puño. Supe de inmediato que estaba
perdiendo la paciencia pero que estaba luchando para mantenerse bajo control, y me
di cuenta que el hecho que nosotros estuviésemos en público era la única razón por la
cual estaba evitando hacerme verdadero daño a este punto.

“Lo siento, señor,” le dije rápidamente en un susurro. No había nadie en el pasillo con
nosotros por lo que nadie podía escuchar lo que acababa de decir de todas formas,
pero supuse que era mejor pedir disculpas antes que pedir perdón y no hablar en voz
alta.

Suspiró y soltó sus puños, dándose la vuelta y caminando en dirección a una puerta.
Alcé la mirada y vi su nombre escrito en una placa de metal en ella, dándome cuenta
que aquella era su oficina. Sacó un par de llaves de su bolsillo y liberó los seguros de
la puerta, abriéndola y guardando las llaves de regreso en su bolsillo. Entró
rápidamente al lugar y encendió la luz antes de voltearse en mi dirección.

“Pasa y siéntate, regresaré en un momento. No te atrevas a tocar nada, ¿me has oído?
Sabré si lo has hecho,” dijo. Su voz era firme y sonaba relativamente calmada, pero él
ni siquiera estaba tomándose la molestia en esconder la irritación en sus ojos. Sabía
que yo sabía que estaba molesto, así que no tenía sentido tratar de ocultarlo.

“Sí, señor,” le dije, volteándome y entrando a la oficina rápidamente, asegurándome


de no tropezarme torpemente con él en el proceso. Tan pronto como entré, cerró la
puerta y pude escuchar sus pasos alejarse por el pasillo. Suspiré y me quedé en el
mismo sitio por un momento, mirando alrededor. Se veía sorprendentemente
desordenado para pertenecer al doctor Cullen, ya que el despacho de casa se
mantenía prácticamente impecable. Aquí había carpetas por todos lados, papeles
esparcidos sobre su escritorio y por todo el lugar. No tenía ningún artículo personal
sobre su escritorio como para demostrar que este era su espacio de trabajo, ninguna
de esas cosas convencionales que podrían hacer que el lugar pareciera agradable,
como fotos familiares o esas tazas de café de ‘El mejor papá del mundo’ que uno ve en
las películas. Las paredes eran blancas y sencillas, la alfombra era azul oscuro, todo
era de madera excepto las sillas, que eran de cuero negro.

Caminé por el lugar y me senté en una de esas sillas con cautela, mis nervios me

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tenían al borde. Crucé mis manos sobre mi regazo y estuve quieta por un momento,
mirando a mis manos mientras jugueteaba con mis desgastadas uñas de manera
nerviosa. Escuché unos pasos después de un momento y me tensé en cuanto se
acercaron. Los pasos se detuvieron frente a la puerta y hubo una breve pausa antes de
que la perilla de la puerta girara y la puerta fuese empujada. Casi me volteé para ver,
ya que el instinto natural me decía que consiguiera confirmación visual, porque una
persona como yo nunca debe ser tomada por sorpresa, pero luché contra la necesidad
de hacerlo y continué mirando mis manos. En el momento en que la puerta se abrió, a
mis pulmones llegó una bocanada de aire de una colonia conocida y supe de todas
formas era el doctor Cullen.

La puerta se cerró nuevamente y caminó hasta donde yo estaba, empujando hacia


atrás su silla y sentándose detrás de su escritorio. Yo mordía mi labio y jugueteaba
furiosa con mi uña, sintiéndome ansiosa por el hecho de estar allí con él. Por el rabillo
de mi ojo pude ver que él cogió algunas carpetas y empezó a clasificarlas, sacando de
ellas unos papales. Me arriesgué a darle un vistazo y pude notar que estaba apretando
el puente de su nariz, mientras leía algo. Tuvo que sentir mis ojos sobre él ya que alejó
su atención de los papeles y la fijó en mí. Hicimos contacto visual y alzó sus cejas de
manera inquisitiva. Me asusté y alejé mi mirada rápidamente, volviendo a mirar una
vez más mis manos. No estaba segura de lo que se suponía debía hacer, ya que en
Phoenix se había molestado porque no mantuve el contacto visual con él, pero en el
auto él me acusó de ser irrespetuosa por mirarlo.

“Pregunta,” dijo simplemente. Alcé la mirada de inmediato y vi que su atención seguía


fija en mí. Suspiré.

“Yo, eh… Yo me preguntaba…” me quedé paralizada, sin saber siquiera qué


preguntar o cómo hacerlo sin ofenderlo o meterme en problemas.

“Solo suéltalo,” dijo en tono cortante.

“Me preguntaba por qué estamos aquí, señor,” dije en voz baja. Él asintió y regresó su
mirada a los papeles en sus manos, y volvió a leerlos. No respondió enseguida y me
pregunté si simplemente me iba a ignorar, sin darme alguna respuesta a eso. Supuse
que lo averiguaría por mí misma a su debido tiempo, pero el hecho que no me lo dijera
incrementó mi ansiedad.

“Necesitaba volver al trabajo, he estado fuera demasiado tiempo. Y tú necesitabas otra


inyección anticonceptiva, ya que han pasado tres meses desde la primera. Esa es la
razón por la que estamos aquí, Isabella,” dijo finalmente. Mis ojos se abrieron con
sorpresa y él alzó su mirada hacia mí. “Podría haberte puesto la inyección en casa,
pero he pensado que estarías más cómoda si alguien más, que no fuese yo, lo hacía ya
que tienes que exponer una parte de tu cuerpo de cierta forma. Así que por tu
comodidad, solo tendrás que tolerar mi compañía un par de horas. ¿Tienes algún
problema con eso?”

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Me miró de manera inquisitiva, todavía luciendo bastante irritado. Negué con mi
cabeza rápidamente. “No, señor, ningún problema.”

Él asintió y dejó los papeles que estaba sosteniendo en sus manos sobre el escritorio.
Se puso de pie y caminó hasta un estante de libros junto a la pared y comenzó a
buscar entre los títulos. Gruñó por lo bajo y me tensé cuando algo que sonó parecido a
‘hacerme abuelo’ salió de sus labios. ¿Acaso él pensaba que Edward y yo estábamos
teniendo sexo? ¿Esa era la razón por la cual él me tenía bajo control anticonceptivo?
¿Había pensado que de alguna manera terminaríamos juntos? No me atrevería a
preguntarle esas cosas de todas formas, ya que sería algo imprudente.

Sacó un libro del estante y caminó de regreso a su escritorio, sosteniéndolo para mí.
Mis ojos se abrieron asustados y alcé mi mano, cogiéndolo con cuidado. “Una de las
enfermeras vendrá en un momento para ponerte la inyección, aparte de eso solo vas a
estar aquí sentada la mayor parte del día. No tengo nada aquí para entretenerte, este
libro es la única diversión que tendrás de esta oficina. Allá hay algunos otros libros en
caso que te aburras con este.”

Asentí de manera dubitativa, mirando la cubierta del libro mientras el doctor Cullen se
sentaba en su silla nuevamente. Él empezó a clasificar sus papeles nuevamente y mi
ceño se frunció en cuanto leí la cubierta del libro.

“¡¿Ella se tragó un cepillo de dientes?!” Solté, sorprendida. El doctor Cullen se quedó


inmóvil y me miró, y mis ojos se abrieron asustados mientras yo lo miraba. Ambos
parecíamos levemente conmocionados por mi arrebato. La cubierta del libro tenía la
foto de un esqueleto con un cepillo de dientes atrapado en la garganta y se llamaba
“La mujer que se tragó un cepillo de dientes y otros extraños casos médicos”. El doctor
Cullen asintió.

“Sí, lo hizo,” dijo. Asentí, sonriendo tímidamente, bastante agradecida que él no


pareciese estar molesto por el hecho que yo hubiera hablado en voz alta.

“Lo siento, señor. Yo voy a, eh… Solo voy a leer. Gracias,” murmuré. Él asintió.

“De nada, niña,” dijo él, volviendo la atención a sus documentos.

Abrí el libro y me recosté sobre la silla levemente, empezando a leer. El lugar se


mantuvo en silencio, excepto por el sonido de mis dedos cambiando la página y el
doctor Cullen moviendo sus papeles. Ocasionalmente él golpeaba con su pluma el
escritorio y murmuraba algo, pero logramos alejarnos de las distracciones exteriores en
su mayoría. Después de un rato hubo un ligero golpeteo en la puerta, y el doctor Cullen
y yo alzamos la mirada al mismo tiempo con dirección al reloj de pared. Eran unos
minutos después del mediodía.

El doctor Cullen suspiró y se puso de pie, caminando con dirección a la puerta.


“Buenas tardes, Heidi,” dijo él, sonriente. Alcé la mirada, y me asombré en cuanto vi a

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una mujer bastante joven de cabello rubio entrar a la oficina. Era hermosa, incluso
vistiendo una bata de hospital parecía una modelo. La mujer le sonrió dulcemente al
doctor Cullen.

“¡Feliz cumpleaños doctor C!” dijo emocionada. Me quedé paralizada y asustada a


causa de sus palabras. ¿Feliz cumpleaños? Nadie me había dicho que era el
cumpleaños del doctor Cullen. Estaba asombrada que Edward ni siquiera lo hubiese
mencionado.

“Sí, gracias,” dijo él, sonando sin mucho entusiasmo. “Voy a bajar a buscar algo de
comer para ti. Volveré enseguida,” dijo mientras se giraba a mirarme. Asentí.

“Gracias,” le dije en voz baja. Él asintió y me miró por un momento, entrecerrando sus
ojos levemente. La mirada en ellos era un poco intimidante, casi como si fuese una
amenaza. Sentí como una oleada de miedo recorría mi cuerpo, miedo que ni siquiera
sentí aliviarse cuando él se volteó y salió de la oficina. No quería cometer ningún error
y accidentalmente decir o hacer algo equivocado.

“¿Así que tú eres Isabella? Soy Heidi,” dijo ella, extendiendo su mano hacia mí. Dejé el
libro sobre el escritorio del doctor Cullen y me puse de pie, extendiendo también mi
mano para estrechar la suya.

“Encantada de conocerte, Heidi,” le dije algo dubitativa, sin saber exactamente cómo
llamarla. Ella me había dicho su nombre pero yo no quería ser descortés llamándola
por el mismo, pero no estaba tampoco segura si decirle señora era algo apropiado. El
doctor Cullen no me había dicho nada sobre ella, así que no estaba segura sobre
cuánto sabía ella o lo que debía esperar.

“Sí, igualmente. Es un placer conocer finalmente a la chica que ha logrado domar a


Edward Cullen. ¿Cómo demonios lo has hecho, de todos modos?” preguntó con
indiferencia. Mis ojos se abrieron asustados, mi corazón empezó a latir desbocado.
Ella sacó una aguja y empezó a preparar algo antes de mirarme de manera inquisitiva,
obviamente preguntándose por qué no había contestado. Yo solo seguía asombrada
por el hecho que ella hubiese dicho eso, y de una manera tan casual como esa.

“Yo, eh… Es decir, no sé...” Balbuceé, sin tener idea de cómo responder a eso. Ella
sonrió levemente, asintiendo.

“Está bien, lo sé. Es inexplicable, ¿eh? Pero déjame decirte, ese chico solía aterrizar por
emergencias o causaba que alguien más necesitara atención medica cada semana
con todas las riñas que ocasionaba. Han pasado meses desde la última vez que pasó
eso,” dijo ella, encogiéndose de hombros. “Es casi como un milagro. Yo sé que el
doctor C debe estar feliz por ello, por no tener que estar castigando constantemente a
su hijo por meterse en líos.”

Solo la miré fijamente. “No estoy muy segura sobre el doctor Cullen,” murmuré. “Quiero

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decir, no sé siquiera si él sabe…”

Ella rio levemente. “Por supuesto que lo sabe. El doctor Cullen es un hombre
inteligente, muy observador. Eso es lo que lo hace un gran doctor. Él puede sentir
cosas, percibir cosas que los otros no perciben y él conoce a sus hijos muy bien.
Demonios, él probablemente supo lo que estaba sucediendo antes que Edward
siquiera lo supiera” dijo encogiéndose de hombros como si lo que acababa de decir no
fuese gran cosa, completamente ajena al hecho que aquello sí que era un problema
enorme. “Date la vuelta y desabrocha tus vaqueros para mí, por favor”

Hice lo que ella dijo, sintiéndome un poco aprensiva por aquello. Ella bajó mis
pantalones levemente y me tensé, preparándome para lo que venía. Estaba muy
agradecida con que el doctor Cullen fuese lo suficientemente amable como para traer
a alguien más que hiciera esto, ya que no existía manera posible en que yo me pudiese
sentir cómoda de que él hiciera esto.

“Es un poco difícil de creer que la única atención médica que Edward le causase a
alguien más estos días, es para que su novia tenga su dosis de anticonceptivos,” dijo
mientras reía y clavaba la aguja en mí. Salté a causa de la sensación de ardor,
haciendo una mueca de dolor mientras sus palabras causaban que el pánico en mí
resurgiera otra vez. El dolor se disipó después de un segundo y ella subió mis
pantalones nuevamente. Empecé a abotonarlo, mis manos temblaban ligeramente a
causa de los nervios.

“Gracias,” le dije rápidamente, sin querer parecer descortés ya que tampoco tenía idea
qué más decirle. Ella me miró y sonrió, asintiendo.

“De nada. Es solo parte de mi trabajo. Ha sido realmente un placer conocerte,” dijo. Yo
asentí y hubo un ligero golpe en la puerta. Heidi se volteó y la abrió, permaneciendo en
la entrada con las manos en sus caderas. “Eso ha sido rápido,” dijo ella.

El doctor Cullen sonrió levemente. “Ser médico tiene sus ventajas,” dijo encogiéndose
de hombros. Ella se hizo a un lado y él entró en la oficina, sosteniendo una bolsa.
Caminó hasta el escritorio y se sentó en su silla. Suspiré y regresé a mi silla,
intercambiando miradas entre Heidi y el doctor Cullen. Estaba preocupada de que ella
fuese a decir algo acerca de Edward, de que ella trajera el tema a colación estando el
doctor Cullen presente.

El doctor Cullen sacó dos contenedores de plástico, situando uno frente a mí y el otro
frente a él. Sacó unos cubiertos de plástico envueltos también en plástico y me entregó
un para mí.

“No veo por qué consigue un tratamiento especial, usted no es especial,” dijo Heidi en
tono de broma. El doctor Cullen esbozó una pequeña sonrisa, mientras negaba con su
cabeza.

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“Bueno, sabes tan bien como yo, que sin mí este lugar se hubiese ido al infierno hace
bastante tiempo. Es justo que me permitan colarme en la fila de la cafetería,” dijo
sonando bastante divertido. “Es decir, en serio, es lo mínimo que pueden hacer.”

Abrí el contenedor de comida, deseando que ella se fuese para que así mi ansiedad
pudiese calmarse un poco. Saqué mis cubiertos de plástico y empecé a pinchar la
comida frente a mí cuando Heidi rio a mis espaldas. “Lo que sea. Es su cumpleaños así
que vamos a darle esa ventaja hoy.” La mención de su cumpleaños una vez más causó
que alzara mi mirada y lo mirase, todavía algo confundida por el hecho de que todos
me hubiesen ocultado algo así. Él me miró brevemente, su sonrisa decayó cuando vio
mi curiosa expresión. “En fin, disfruten de su almuerzo. Una vez más, ha sido un placer
conocerte Isabella. Eres una chica afortunada, pero no dejes que estos hombres Cullen
te den muchos problemas. A veces hay que enseñarles quien es el jefe, ¿me
entiendes?” dijo en tono gracioso. Me paralicé, tensándome un poco, y miré al doctor
Cullen. Parecía casi divertido por sus palabras, la ironía obviamente estaba presente.
Ella no tenía ni idea cuánto poder sobre mi vida tenía el hombre que estaba sentado al
otro lado del escritorio.

Ella caminó hacia la salida y casi respiré aliviada, pero hizo una pausa cerca de la
puerta, mi peor miedo salió a flote cuando ella abrió su boca una vez más. “He oído
que a Edward le gustan las mujeres pervertidas de todas formas, así que estoy segura
que él apreciará un poco de dominación por parte de su chica.”

La diversión murió en los ojos del doctor Cullen de inmediato, su expresión se torció
una vez más. Heidi salió de la oficina, riendo, completamente ignorante de la situación
que acababa de provocar. En cuanto la puerta se cerró, mis manos empezaron a
temblar con fuerza, el tenedor que estaba sosteniendo se movía de un lado a otro. Mi
corazón latía furioso y sentí como si estuviese a punto de vomitar. El doctor Cullen
únicamente se sentó y me miró, su expresión era ruda, y sus ojos estaban entrecerrados
levemente. Me di cuenta que estaba tratando de buscar alguna reacción en mí,
tratando de leerme. Intenté mantener mi rostro en blanco, tratando de mantener mi
compostura, pero estaba aterrada.

Me miró un momento más y entré en pánico, rompiendo el contacto visual y mirando


hacia otro lado, atemorizada de romperme en ese momento. Miré mi regazo, sin saber
lo que él podía decirme, atemorizada de mirarlo.

“Come,” dijo con fuerza en su voz después de un momento, la simple palabra


interrumpió el silencio y casi hace eco por toda la oficina. Me estremecí y miré mi
bandeja, pinchando algo de macarrones con queso con mi tenedor. Lo llevé a mi boca
y empecé a masticarlo, pero sentía tantas náuseas que me fue difícil tragarlo.

El doctor Cullen comió en silencio y yo tomé unos cuantos bocados de mi bandeja, sin
querer molestarlo por ignorar mi comida. Después de diez minutos de espesa tensión y
de haberme obligado a ingerir una buena cantidad de comida, dejé mi tenedor a un

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lado, esperando que eso lo apaciguase. No me atreví a mirarlo.

Después de un momento el doctor Cullen empezó a mover algunas cosas de su


escritorio y se puso de pie. Permanecí con la mirada en mis manos sobre mi regazo y
por la esquina de mi ojo pude verlo acercarse a mí. Me tensé en cuanto alzó su mano,
encogiéndome contra el respaldo de la silla y cerrando mis ojos con fuerza,
preparándome para lo que fuese que estaba por ocurrir. Escuché unos sonidos un poco
crujientes y abrí mis ojos después de un segundo cuando él no me tocó y lo vi
sosteniendo mi bandeja de comida.

“¿Has terminado?” preguntó, su voz era ronca. Asentí enseguida.

“Sí, señor,” murmuré nerviosa. Suspiró y caminó de regreso a su puesto, soltando la


bandeja en el basurero. Se dirigía nuevamente al escritorio cuando me tensé a causa
de la repentina vibración que vino de mi bolsillo. Mis ojos se abrieron asustados en
cuanto mi teléfono empezó a sonar, el miedo recorrió mi cuerpo en cuanto escuché que
empezó a sonar la canción de Simple Plan que Edward había puesto como sonido de
llamada en aquellos primeros días cuando comenzamos a pasar tiempo juntos en su
habitación. Apreté mi bolsillo rápidamente, sin saber qué hacer con él. No estaba
segura cómo hacerlo callar, y supe de inmediato que era Edward quien llamaba ya
que era la hora de su almuerzo y su descanso de clases y él ocasionalmente me
llamaba. Tenía miedo de responder a la llamada, ya que tenía al doctor Cullen
sentado frente a mí, miedo sobre todo por lo que él podría decir sobre el hecho de que
Edward me llamara. El aire estaba cargado de tensión a causa de la insinuación de
una relación entre Edward y yo, y sabía que si él me llamaba desde su escuela, eso
solo confirmaría el rumor.

El doctor Cullen me miró en cuanto escuchó la música, su ceño se frunció confundido.


Yo metí la mano al bolsillo y saqué el teléfono, abriéndolo rápidamente y entrando en
pánico antes de presionar el botón rojo. Nunca había silenciado una llamada antes y
Edward tampoco me había enseñado cómo hacerlo, pero asumí que ya que rojo
significa parar y que ese era el botón con el que se cerraban las llamadas, debía
entonces pararla antes de que empezara también.

La canción se detuvo de inmediato, también lo hizo la vibración. Cerré el teléfono y lo


dejé sobre mi regazo mientras el doctor Cullen seguía sentado frente a mí detrás de su
escritorio.

“Una elección de canción bastante interesante,” dijo simplemente después de un


segundo. Alcé mi mirada y lo vi mirarme curioso. No estaba segura de qué decir y
dudé, pero abrí mi boca para simplemente estar de acuerdo después de un momento.
Me imaginé que nunca iría nada mal si simplemente estás de acuerdo con tu amo, sin
importar lo que él pueda decir. Pero antes que cualquier palabra escapara de mis
labios, el teléfono empezó a vibrar y a sonar nuevamente en mi regazo. Lo tomé
rápidamente para silenciarlo, pero antes de que lo hiciera, el doctor Cullen habló.

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“No,” dijo en tono cortante. Lo miré y vi su mano extenderse hacia mí, sus cejas estaban
alzadas. “Dámelo.”

Mis ojos se abrieron completamente a causa del pánico que atravesó mi cuerpo y alcé
el teléfono para dárselo, mi mano temblaba con fuerza. Él lo cogió rápidamente y miró
la pantalla. Lo miré por un segundo mientras él miraba el teléfono, sabiendo que podía
ver el nombre de Edward parpadeando en él, indicando que era él quien llamaba. La
canción terminó después de un segundo y el doctor Cullen permaneció allí quieto,
todavía mirando la pantalla. Estaba aterrorizada sobre lo que podía pasar ahora, a
qué nos enfrentaríamos Edward y yo. En cuestión de momentos empezó nuevamente, la
canción sonó tan fuerte, retumbando en la tensa y tranquila habitación.

“¿Estás atrapado al interior de un mundo que odias?

¿Estás harto de todas las personas que te rodean?

Con sus grandes y falsas sonrisas y sus estúpidas mentiras

Cuando en tu interior estás sangrando”

Mi ansiedad se duplicó cuando escuché realmente la letra de la canción y me di cuenta


por qué él había dicho que era una elección de canción bastante interesante. Tenía
miedo de que él lo tomara de manera personal, de que se pudiese sentir ofendido. Las
cosas ya iban bastante mal en este punto, no necesitaba que él viese otra cosa como
irrespetuosa.

Alzó la mirada nuevamente a la pantalla que titilaba, y mi ceño se frunció confundido


en cuanto vi la esquina de su boca levemente alzarse en una casi sonrisa. Desapareció
tan rápido como apareció pero podía jurar que lo vi sonreír por un breve segundo, y no
tenía idea de lo que aquello significaba.

“Sentirse herido

Sentirse perdido

Sentirse abandonado en la oscuridad

Ser pateado cuando estás en el suelo

Sentir como si te empujaran

Sentirse al borde del colapso

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Y sin que nadie pueda salvarte

No, no sabes cómo es

Bienvenido a mi vida.”

Me miró brevemente antes de abrir la tapa del teléfono y presionar el botón. La canción
se detuvo y llegué a la conclusión de que él la había silenciado nuevamente, pero en
vez de eso llevó el teléfono a su oído. El pavor me sacudió cuando me di cuenta que
había contestado la llamada.

“Necesito verte en mi oficina en el hospital en cuanto salgas del instituto,” dijo


simplemente el doctor Cullen. Hubo una pausa de intenso silencio antes de que
pudiese escuchar vagamente la voz de Edward responder al otro lado de la línea.
“Bien. Te veré entonces.”

El doctor Cullen cerró el teléfono y lo miró por un segundo antes de dejarlo sobre su
escritorio. Lo deslizó hasta mí, mirándome expectante. “Silenciar una llamada solo
hace parecer que estás tratando de esconder algo, Isabella. Y estoy muy bien enterado
de que él te llama y te envía mensajes de texto, ya que soy yo quien paga ambas
cuentas de teléfono.”

Cogí el teléfono con cuidado y lo deslicé de nuevo en mi bolsillo, tratando de mantener


la calma a pesar de que no me quedaba restos de ella. Lo miré con algo de miedo, sin
saber qué decir. “Está bien,” murmuré finalmente, antes de empezar a jugar con mis
uñas una vez más, fijando mi mirada en mi regazo.

“Hoy es mi cumpleaños, ¿lo sabías?” Dijo el doctor Cullen después de un momento.


Alcé la mirada rápidamente, sorprendida que de todo lo que él podría decir en ese
momento, saliera con algo como eso.

“Eh, feliz cumpleaños, señor,” dije rápidamente. “Nadie me lo había dicho.”

Él asintió. “Bueno, en realidad no hay motivos para celebrar este día. Puede ser el día
en que me fue dada la vida, pero también es el día en que la vida me fue arrebatada,”
dijo, mirando unos papeles que estaban sobre su escritorio. Empezó a ordenarlos, y lo
miré confundida, sin saber qué significaba eso de que le había sido arrebatada la
vida.

Después de un minuto alzó su bolígrafo y empezó a escribir algo en un pedazo de


papel que encontró. Me pregunté si había dado por cerrado el tema y estuve a punto de
perder la esperanza de que me explicara sus palabras cuando volvió a hablar.

“Era mi cumpleaños número dieciocho cuando fui iniciado en la mafia, Isabella.


Cuando les di mi vida. Mi vida no ha sido la misma desde ese día, porque mi vida no

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me ha pertenecido desde entonces. Puedo haber sido capaz tener una familia, puedo
practicar la medicina, subir al coche solo por capricho y conducir a cualquier tienda si
así quiero, pero nada de eso en realidad significa algo. Nada de eso importa, porque
al final del día ellos todavía tienen control sobre mí. Cualquier cosa que me digan que
haga, yo estaré obligado a hacerla o de lo contrario me enfrentaré la muerte. ¿Estás al
tanto sobre ese aspecto del crimen organizado? ¿Que si ellos me piden asesinar a
alguien, o bien lo hago o tendré que morir por desobedecer?” Preguntó, alzando el
papel y sosteniéndolo frente a mí.

Negué con mi cabeza algo dubitativa. Asintió, suspirando, y enfocando su mirada


nuevamente en el papel. “Lo he visto pasar tantas veces que he perdido la cuenta. He
sido testigo de ver a hombres recibiendo órdenes de asesinar a su propia familia,
matar a sus propios hijos, y ellos o lo hacen o son asesinados de inmediato. No
bromeaba cuando te dije que el hombre que visitó la casa era en esencia mi amo, así
como no importa cuánto esfuerzo haga para que te sientas cómoda en casa, tú me
seguirás viendo como tu amo. Porque yo tengo en mis manos las llaves de tu
supervivencia, así como Aro sostiene en sus manos las llaves de la mía. La diferencia,
Isabella, es que tú no tuviste elección sobre tu destino. Yo pude haberme alejado de
allí, y debería haberlo hecho, pero por el contrario, les entregué voluntariamente el
poder. No era mucho mayor de lo que es Edward ahora. Fui tan estúpido como lo es él
ahora, igual de ingenuo acerca de las cosas de la vida. Y no te engañes, Isabella. Mi
hijo es ingenuo. No tiene ni idea de en lo que se está metiendo con todo esto, y tú
tampoco lo sabes,” dijo.

Sus palabras no tenían mucho sentido para mí; el hecho de que él carecía de
verdadera libertad puso en duda que lo que estaba diciendo fuera en realidad la
verdad.

“Y ese es el porqué no existe nada ‘feliz’ en mi cumpleaños, por qué ni siquiera vale la
pena mencionarlo. Dime, niña, ¿celebrabas cumpleaños en Phoenix?” preguntó
mirándome.

Negué con la cabeza. “No había nada que celebrar.”

Él asintió. “¿Y eso por qué?” preguntó curioso, alzando su ceja.

Yo dudé, sin saber qué decir para no enojarlo. Me miraba fijamente, obviamente
esperando una respuesta. Me debatí por un momento antes de optar por la verdad, mi
mente estaba ya de cabeza, y ocasionaría más daños si trataba de mentir que si
soltaba la verdad.

“Porque no hay ninguna razón en celebrar mi nacimiento cuando mi vida no es ni


siquiera mía. Es solo otro día más. Lo único bueno que siempre vi sobre esa fecha es
que era otro día más cercano al final, que quizás mi sufrimiento terminaría cuando
alguien finalmente me matara,” le dije, mirándolo cautelosa. Me miró por un momento

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con una expresión curiosa en su rostro antes de asentir.

“Precisamente,” dijo finalmente, mirando nuevamente los papeles sobre el escritorio.


Permaneció en silencio un momento y parecía estar perdido en sus pensamientos. No
estaba segura si su mente estaba todavía en nuestra conversación o si su atención se
había desviado a los papeles que tenía en sus manos. Me sentía un poco confundida
acerca de todo lo que había ocurrido, insegura del porqué él no me había dicho nada
acerca de lo que Heidi había dicho. Estaba completamente desconcertada en relación
a por qué él le había pedido a Edward que viniese acá y estaba aterrada de que
ambos fuésemos enfrentados al mismo tiempo. Tenía miedo de cuál podría ser la
reacción de Edward a todo esto.

El doctor Cullen tomó su bolígrafo y comenzó a escribir nuevamente. Supuse que la


conversación había terminado y no sabía exactamente lo que se suponía debía hacer,
así que alcé mi mano para tomar el libro del escritorio nuevamente, decidiendo tratar
de leerlo para pasar el tiempo. Mi mano estaba sobre el libro y lo estaba levantando
del escritorio cuando la voz del doctor Cullen sonó nuevamente, sus palabras me
asustaron, casi llegando a paralizarme. El libro se resbaló de mi mano y cayó al piso,
miré al doctor Cullen entonces, mis ojos se abrieron asustados. No me molesté en
agacharme y recogerlo, ya que mi mente apenas había registrado lo que ocurría en
ese momento, de que yo en esencia, había tratado irrespetuosamente una pieza
propiedad del amo. Si yo hubiese hecho eso en Phoenix una vez, si hubiese dejado
caer algo que pertenecía a Charles y luego hubiera tenido la audacia de dejarlo allí,
hubiese sido castigada severamente. Pero nada de eso realmente importó en ese
momento, ya que todo lo que mi cerebro podía comprender era la pregunta que tan
tranquilamente había salido de los labios del doctor Cullen.

“¿Estás enamorada de él?”

“¿De quién?” Pregunté instintivamente, mi reacción natural fue fingir ignorancia. Sabía
exactamente de quién estaba hablando, porque estaba tan claro como el día que
definitivamente nos había descubierto tiempo atrás. ¿Debía admitirlo y enfrentar las
consecuencias que estaba segura que vendrían con mi confesión, o debía mentir?
¿Debía tratar de negarlo y esperar que se olvidara del asunto, que no me presionara
más con eso? ¿Existía de todas formas un motivo para mentir, cuando él jamás me
había creído al fin de cuentas? ¿Escuchar una confirmación de mi parte, o una
negativa cuando estaba segura que la respuesta le molestaría aun más?

“Sabes de quién, Isabella. No te hagas la tonta conmigo, porque no va a funcionar.


¿Amas a mi hijo?” preguntó, su tono era serio. Sentí como la bilis subía por mi cuerpo
al ser expuesta de esa forma, sentía un vacío en la boca del estómago. Estaba jodida,
de eso no había duda, y por esto decidí decir la verdad. No importaba lo que dijera en
respuesta a su pregunta, de todas formas estaría potencialmente en algún problema,
así que no había razón para negar algo de lo cual no me sentía avergonzada. Porque

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no estaba avergonzada de estar enamorada de Edward. No me importaba lo que
pudiese ocurrirme a causa de eso, amarlo valía la pena.

“Sí,” le dije, tratando de mantener mi voz uniforme y mirando la placa con su nombre
que estaba sobre su escritorio. No quise mirar hacia abajo completamente, pero no
había forma en que pudiese mirarlo a los ojos. Tenía demasiado temor de ver la rabia,
el asco que probablemente estaría presente porque su orgullo y alegría estaba con una
esclava.

El doctor Cullen no dijo nada, un silencio incómodo se estableció en la habitación.


Estaba agradecida por el hecho de que no hubiese arremetido en mi contra ni me
hubiese gritado de inmediato en cuanto escuchó mi afirmación, pero sabía que su
tranquilidad era casi tan alarmante como su violencia. Aprendí eso muy bien aquel día
en octubre cuando me castigó.

Pero yo no tenía miedo del castigo, en sí. Él podría castigarme todo lo que quisiera, y
eso no cambiaría lo que yo sentía. Podría atarme y amordazarme todo lo que quisiera,
golpearme y lastimar mi cuerpo, pero él no podría destruir lo que yo sentía en mi
corazón. Podría soportar un millón de castigos por Edward, pero de lo que sí tenía
miedo es que Edward tuviese que enfrentar algunas de las consecuencias.

El doctor Cullen se puso de pie después de un momento y tomó una bolsa que estaba
junto a su escritorio, mi corazón empezó a latir con fuerza en cuanto caminó hacia mí.
Me tensé en cuanto se sentó en una silla de cuero negro junto a mí, abriendo la bolsa.
Continué mirando al frente pero pude ver sus movimientos aun cuando estaban fuera
de mi vista periférica. Él sacó algo de la bolsa, lo cual me asustó al principio, pero mi
ceño se frunció a causa de la confusión en cuanto apartó un par de cosas de su
escritorio y dejó una computadora portátil sobre el mismo. La abrió y la encendió.

“Edward me llamó la otra noche, en fin de año. Quería saber si en verdad tú tenías un
chip de rastreo en tu cuerpo,” dijo el doctor Cullen. Estaba levemente asombrada por lo
que lo miré, sorprendida por el hecho de que Edward hubiera confrontado a su padre
por eso. Estaba también un poco asustada, me pregunté de inmediato si esa era la
razón por la cual el doctor Cullen parecía estar tan molesto cuando me vio esta
mañana. No recordaba que me hubiese prohibido contarle a cualquiera de sus hijos
acerca del chip, pero no podía estar completamente segura de que para él fuese algo
implícito y por eso no lo mencionó. “Tengo que decirte, Isabella. Que no estaba muy
feliz de que él me lo preguntara.”

Mi pánico surgió por todo mi cuerpo. “Lo siento, señor. No sabía que no debía decirlo…
Quiero decir, usted nunca lo dijo… y usted dijo que no existían secretos en su casa,”
balbuceé.

Suspiró y asintió. “¿Así que recuerdas esa conversación que tuvimos en Phoenix?”
preguntó, mirándome. Asentí algo dubitativa. “Bien. Está claro que has hecho caso

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omiso de aquella parte de mi discurso en donde fui muy claro al decir que no existirían
secretos, pero sería hipócrita de mi parte si te castigo por algo que yo también he
hecho. Y tienes razón. No te dije que no se lo dijeras, y por eso no estoy contento. No me
importa si él lo sabe o no. Lo que me importa, lo que me preocupa, es el hecho de que
él esté tan interesado en ello. Porque la única razón por la cual se me ocurre que
Edward esté lo suficientemente preocupado como para confrontarme por esto, es el
hecho que a lo mejor pudiese estar contemplando hacer algo que tenga efectos
colaterales por el hecho que tú tengas el chip. E Isabella, el único escenario que parece
tener sentido para mí en el que ese chip entre en juego, es que mi hijo intente escapar
contigo.”

Me quedé paralizada mientras el doctor Cullen se recostaba en el respaldo de su silla


y empezaba a abrir un programa en su computadora portátil. “Yo, eh… Yo no voy a
huir, señor. Yo nunca… Usted sabe… Yo no estoy planeando irme, lo juro,” balbuceé.
Él suspiró y alzó su mano para silenciarme.

“Lo sé, niña. ¿Crees que te permitiría tanta libertad si pensara que intentarías huir? Sí,
fácilmente podría encontrarte y traerte de regreso, pero entonces habrían
consecuencias por sus acciones que prefiero no tener que enfrentar. No, no estoy
preocupado de que intentes irte, nunca he temido eso, ya que no eres capaz de
sobrevivir allá afuera por tu cuenta y estoy bastante seguro de que estás al tanto de
eso. Te puse el chip principalmente por razones de precaución y seguridad, ya que
tenía la intención de darte ciertas libertades. Has estado cara a cara con algunos de
los hombres más peligrosos de este país y a causa de eso te has desensibilizado en
situaciones moderadamente perjudiciales. Tenía miedo de que pudieses enamorarte
de alguien que con encanto lograra conquistarte, Isabella, alguien que pudiese
convencerte de poner en él toda tu confianza y que eso potencialmente pudiese ponerte
en peligro. Y parece que estaba en lo correcto, excepto que nunca logré anticipar que
la persona que te encantaría bajo su hechizo sería alguien que viviese bajo mi techo.
Jamás imaginé que ese alguien sería mi hijo,” dijo negando con su cabeza.

Hubo una corta pausa, miré el portátil mientras él presionaba unos cuantos botones y
la pantalla cambió. Era la imagen de un mapa, un montón de calles con un gran
círculo rojo en la mitad del mismo. “Quiero a mi hijo demasiado, pero él puede ser
volátil y actuar sin pensar, y lo sé porque yo era igual que él a su edad. Y conozco muy
bien el resultado de eso. Yo sé que si a él se le ocurre, podría intentar huir contigo. Y
esto también lo sé, porque una vez intenté hacer lo mismo,” dijo. Mi ceño se frunció a
causa de la confusión, ya que no sabía de qué me estaba hablando. Alzó su mirada y
negó con su cabeza.

“Eso no importa ahora. Lo que importa es que mi hijo será bastante persuasivo, y
gracias a que lo amas querrás seguirlo con los ojos cerrados. Y necesito que entiendas,
Isabella, que no puedes hacerlo. Sé que tú puedes pensar lo contrario, y no te culpo por
ello, pero no soy del todo un hombre horrible. Tengo corazón. Y así como amo a mi hijo,

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reconozco que él se preocupa también por ti. Mi hijo es verdaderamente un idiota si
cree que pudo haberme engañado un solo minuto. Y no quiero ser el imbécil en esta
situación, he tratado con todas las fuerzas de mi ser de mirar las cosas desde lejos y
permitir que la naturaleza tome su curso normal, esperando que todo se arregle por sí
solo y que las soluciones simplemente aparezcan. Pero eso no está pasando, y mi hijo
se está empezando a impacientar. No estoy seguro si quiero felicitarlo por su valentía o
gritarle por su estupidez, pero Edward está metiéndose cada vez más en este asunto.”

Permanecí en silencio, escuchando, sorprendida por lo que él me estaba diciendo. No


había ningún peligro real y latente en su voz, su reacción no era exactamente lo que yo
había estado esperando. Había esperado que arremetiera contra mí pero parecía
entender lo que pasaba. Estaba claro que no estaba muy contento con la situación,
pero al menos no la estaba agravando hasta el punto de llevarlo a la violencia. Al
menos, no ahora.

“¿Ves ese punto rojo en la pantalla, Isabella?” preguntó después de un segundo


mientras lo señalaba. Eché un vistazo al portátil y asentí, al verlo en la mitad de una
área con sombras cercana a unos caminos. “Ese punto rojo eres tú. Es el chip en tu
espalda. No importa donde vayas o lo que hagas, todo lo que tengo que hacer es abrir
este programa e introducirle un código, y me dará tu localización exacta, sumándole o
restándole unos cincuenta pies más o menos.”

Presionó otro botón en la pantalla y el mapa cambió a una imagen un poco borrosa. La
miré por un momento, el punto rojo parpadeaba en lo que parecía ser un edificio. Mis
ojos se abrieron sorprendidos después de un segundo cuando me percaté que el
edificio era el hospital en donde estábamos. Me estaba enseñando lo exacta que era la
información.

“Esta es la primera vez que he mirado esto, la primera vez que he accedido a tu chip
para ubicarte. Y espero que sea la última que tenga que hacerlo. Porque te lo digo en
este momento, si huyes con mi hijo, te encontraré y te haré pagar con creces por eso.
Ninguno de ustedes comprende la situación en la que están metidos, y huir solo va a
provocar que alguien salga herido y no puedo permitir que eso ocurra. No puedo
permitir que mi hijo caiga en las redes de esto, no puedo permitir que sea una víctima.
Podría intentar explicarle esto a Edward, pero entonces él querría respuestas que yo
simplemente no puedo darle. Respuestas que será mejor que él jamás oiga. Así que en
vez de eso, te lo digo a ti. Porque si recuerdas nuestra conversación en Phoenix como
dices recordarla, recordarás claramente que dije que esperaba tu lealtad, y si me das
cualquier cosa menos tu completa lealtad, tendrás que enfrentar las consecuencias. Es
decir, estoy hablando muy en serio, y te digo ahora que si huyes con mi hijo te rastrearé
y te mataré si tengo que hacerlo. Y no quiero hacerlo, porque eso sería ir en contra de
todo lo que yo he estado intentando hacer y estaría además firmando mi propia
sentencia de muerte a la vez, pero no puedo permitir que mi hijo salga lastimado. Y si
son lo suficientemente estúpidos para tratar de desaparecer, Edward terminará herido

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al final de todo esto.”

Echó un vistazo en mi dirección y lo miré, desconcertada, aturdida y aterrada ante la


sola idea de Edward herido. No estaba muy segura de lo que había querido decir con
eso, cuál sería la situación que nosotros no entendíamos, pero sin importar todo esto, lo
que sí podía notar es que estaba hablando en serio por el tono de su voz. Había dicho
la verdad en cada palabra que dijo, y se podía escuchar una mezcla de preocupación
y contundencia en su declaración.

“¿Entiendes todo lo que te estoy diciendo? No voy a intervenir si no debo hacerlo,


mientras no me obliguen a hacerlo. No quiero que salgas lastimada, pero si llegamos a
ese punto Isabella, escogeré a mi hijo. Ahora caminan sobre una delgada línea y si
Edward decide cruzarla, voy a tener que intervenir. Sé que él tiene ya algunas
sospechas y tiene curiosidad, que quiere saber los secretos que estoy escondiendo,
pero esos secretos fácilmente podrían provocar su muerte. Existen cosas que ni siquiera
yo sabía, cosas que he descubierto apenas hace poco, y que son serias y tienen
consecuencias mortales cuando la gente mete sus narices en ellas y comienza a hacer
preguntas.”

Hizo una pausa y regresó su mirada al portátil, mirando fijamente al punto rojo
parpadeante por un momento. “Si lo amas como dices, entenderás por qué estoy
haciendo esto. No quiero guardarle secretos a mi hijo, pero su seguridad va primero. Y
sé que tú no vas a querer guardárselos tampoco, pero por el amor que le tienes lo
tendrás que hacer, si quieres que se mantenga a salvo. Porque estos secretos, Isabella,
estos secretos giran todos a tu alrededor. Necesito que te hagas la idea de esto. No
espero que entiendas lo que sucede porque no estoy preparado para decirte cuáles son
esos secretos, pero lo que sí espero es que me obedezcas. Necesito que mantengas
alejado a Edward de todo aquello que pueda alimentar su sospecha y curiosidad,
debes desalentarlo de que siga buscando respuestas que tampoco necesita encontrar.
No sé qué me llevó a hacerlo, pero cuando me fui la semana pasada dejé encendida la
cámara de video de mi oficina porque tenía una extraña sensación. ¿Y sabes lo que he
visto esta mañana cuando he regresado a mi oficina y he rebobinado la cinta? A mi
hijo hurgando en mi oficina. Estaba buscando información, información que menos mal
que no había dejado allí. Él ya ha empezado y necesita detenerse, porque si no lo hace
se verá obligado a cruzar unos límites que seguro provocarán que ambos salgan
lastimados”.

Cerró el programa de rastreo de su portátil y apagó el aparato, devolviéndolo a la


bolsa. Se recostó en el respaldo de la silla y suspiró, llevando su mano a su rostro para
pinchar con sus dedos el puente de su nariz. Me quedé sentada en silencio, tratando de
absorber todo lo que me había dicho. La mayor parte era confusa, ya que no podía
imaginar cuál era el gran asunto que tendrían que ver conmigo, pero de una cosa si
estaba segura, Edward no podía salir herido por mi culpa. Mucha gente había sido
herida por mi culpa, a causa de mis errores, y Edward no podía ser una de ellas. Lo

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amaba demasiado como para hacerle eso, y sería capaz de sacrificar mi propia
esperanza y corazón si con eso lograba que él no saliese lastimado. Porque ya sea
intencionado o no, me destruiría si Edward salía lastimado alguna vez por mi causa,
tanto física como emocionalmente. Él era muy especial para eso.

“Yo sé que es demasiado para asimilar,” dijo el doctor Cullen después de un momento.
“Sé que lo más lógico parecería que me sentara con mi hijo y le dijera que se detenga,
pero conoces muy bien a mi hijo. La lógica no funciona en él. Si le digo a Edward que
deje de meterse en asuntos que no le incumben por el hecho de que con eso está
poniendo su vida en riesgo, eso solo hará que él escarbe más y más en busca de
respuestas, eso solo encendería aún más su curiosidad. Es ingenuo y estúpido, al igual
que lo era yo, y no logra comprender la seriedad en el hecho de desperdiciar su vida
por una tontería. Y me gustaría poder decírselo, pero hay circunstancias que me lo
impiden.”

Hizo una pausa y negó con su cabeza. “No quiero que Edward se involucre con la
mafia, quiero que esté lo más lejos posible de eso. Pero el hombre a cargo, Aro, tiene
grandes esperanzas en Edward. Yo también estoy caminando por una delgada línea,
debatiéndome entre alejar a mi hijo de este estilo de vida y tratar de ser conciliador con
mi organización. Cuando comprometí mi vida con ellos, juré a la organización que
siempre irían por delante sin importar nada más. Ellos me dijeron que esperaban que
fuese capaz de sacrificar a mi familia si fuese necesario y estuve de acuerdo con eso,
porque era un idiota y pensaba que solamente era un juramento glorioso como para
hacer eso algo emocionante. Y hasta donde sé, veintitrés años después, ellos esperan
que simplemente les entregue a mi hijo, que permita que el más pequeño de mis hijos
entre en esta vida con los ojos cerrados justo como hice yo. Aro ve a Edward como un
principe della mafia. No ve el momento en que pueda tenerlo bajo sus alas. Si se
enteran que no estoy de acuerdo, que he hablado y he tratado de persuadir a mi hijo
de que no se una, me verán como un traidor. ¿Recuerdas lo que te dije ese día en el
auto cuando estábamos en Phoenix acerca del castigo que se recibe por traición en mi
mundo, Isabella?”

Yo asentí, vacilante, mordisqueando mi labio inferior. “La muerte,” murmuré. Suspiró y


asintió.

“Sí, la muerte. Entonces, ¿puedes ahora ver una parte de la encrucijada en la que me
encuentro? Tu relación con él no ayuda a mi situación, pero soy lo suficientemente
hombre como para reconocer que está ayudando a mi hijo como persona. Lo estás
salvando de maneras en las que yo he fallado, pero quiero que te des cuenta que yo
también estoy tratando de salvarlo. Es solo que aún no he encontrado una salida para
eso sin que alguien salga herido, una salida para que todos seamos salvados y en la
que nadie deba ser sacrificado. Y necesito tu ayuda; estoy demandando tu lealtad,
porque sin ella todo será simplemente peor,” dijo.

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Lo miré confundida, un poco asombrada. Él vio mi expresión y asintió. “Lo sé, es
extraño. Pero vas a tener que usar tu influencia para hacer que mi hijo dé un paso a un
lado sin levantar muchas sospechas, porque a este punto eres prácticamente la única
que puede hacerlo. Y valdrá la pena, Isabella, me alegra que ambos hayan
encontrado un poco de felicidad en esta situación, no es necesario que lo luzcan frente
a mí, y continuaré permitiendo lo que sea que tenga que continuar todo el tiempo que
quiera mientras no me desobedezcas y tomes en serio lo que te he dicho. No me
obligues a hacer lo que no quiero.”

Me miró de forma inquisidora, alzando sus cejas, obviamente esperando alguna clase
de respuesta de mi parte. Había tanto que quería decirle, tanto que quería preguntarle
pero estaba tan sorprendida, aturdida y asustada que no encontré palabras como para
formar una pregunta coherente. Finalmente asentí después de un segundo, suspirando.

“Sí, señor,” murmuré. Él asintió y se puso de pie, caminando hasta su silla para
sentarse detrás de su escritorio nuevamente. Tomó su bolígrafo y empezó a ordenar
unos papeles, lo miré por un momento antes de inclinarme y recoger el libro que estaba
en el suelo. Le di un vistazo, incapaz de enfocar mi atención en las historias, mi mente
daba vueltas a mil por minuto mientras trataba de absorber completamente lo que el
doctor Cullen había dicho. Definitivamente esta no era la reacción que había esperado
de él.

El tiempo prácticamente voló y antes de que me pudiese dar cuenta hubo un sonoro
golpe en la puerta detrás de mí. Salté, asustada, ya que la oficina había estado
envuelta en un silencio total bastante tiempo. El doctor Cullen alzó su mirada hacia mí,
como si estuviese a punto de decir algo, pero antes de que pudiese hacerlo la puerta se
abrió. El doctor Cullen gruñó, mientras negaba con la cabeza.

“¿Cuántas veces tenemos que pasar por esto Edward Anthony, antes de que dejes de
entrar a las habitaciones sin permiso?” dijo el doctor Cullen en tono cortante,
obviamente no parecía feliz. Me quedé paralizada en mi asiento, mirando directamente
al escritorio del doctor Cullen, y sentí cómo la piel de mi nuca empezaba a erizarse a
causa de su proximidad después de que la puerta se cerró.

Lo escuché gruñir detrás de mí y me tensé levemente en cuanto sus pasos se acercaron.


Se acercó y dejó su cuerpo caer en la silla junto a mí, mirando a su padre. Continué
mirando al frente pero podía verlo por la esquina de mi ojo, podía sentir su proximidad.
Incluso podía oler su colonia, su esencia provocó que mi corazón latiera desesperado.

“Eh, pensé que tenía permiso. Es decir, mierda, tú me has pedido que viniera,” dijo
Edward. El doctor Cullen lo miró un segundo antes de negar con su cabeza.

“Como sea,” él dijo. “Dame las llaves de tu coche.”

Mis ojos se abrieron asustados y Edward se tensó, mientras miraba a su padre. Lo miré

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por un momento y pude ver que estaba rechinando los dientes con fuerza, obviamente
estaba a punto de reventar de coraje y gritar. Él era muy sobreprotector y posesivo con
su auto, eso yo lo sabía, y que el doctor Cullen se lo quitara solo causaría una
catástrofe.

“¿Disculpa?” dijo Edward, su voz estaba llena de rabia que él claramente estaba
tratando de controlar. El doctor Cullen suspiró, negando con su cabeza.

“¿Qué es les pasa que actúan como niños ignorantes? Ya me has oído. Te he dicho que
me des la llaves de tu coche,” dijo con tono cortante. Miré a Edward nuevamente y pude
ver como agarraba el brazo de la silla con fuerza, con rabia. Llevó su otra mano al
bolsillo de su pantalón y sacó sus llaves, lanzándolas sobre el escritorio de su padre.
Cayeron sobre la pila de papeles con un leve tintineo. El doctor Cullen las tomó y se
puso de pie, dándose la vuelta y dirigiéndose hasta la esquina donde había dejado su
chaqueta. Una vez que el doctor Cullen nos dio la espalda, Edward se acercó a mí y
tomó mi brazo levemente para llamar mi atención. Lo miré enseguida y vi cómo su ceño
estaba fruncido. Volvió su mirada a su padre rápidamente antes de darme una mirada
inquisitiva, obviamente preguntándose qué estaba ocurriendo. Yo me encogí de
hombros, insegura de mí misma y todavía bastante sobrecogida acerca de todo,
Edward solo suspiro. El doctor Cullen se volteó después de un segundo y Edward soltó
mi brazo, para luego pasar una mano por su cabello.

El doctor Cullen caminó hasta donde estábamos y le entregó un par de llaves a


Edward. Edward lo miró confundido antes de tomarlas cuidadosamente. “¿Por qué me
estás dando las llaves del Mercedes?” Edward preguntó. El doctor Cullen suspiró y
caminó hasta su silla para sentarse nuevamente detrás del escritorio.

“Porque es automático,” dijo el doctor Cullen, encogiéndose de hombros. Edward


continuó mirándolo confundido.

“¿Y qué demonios tiene que ver eso con lo que está pasando?” preguntó.

“He pensado que un automático sería más fácil para empezar,” dijo el doctor Cullen.
“Pero si tú prefieres que ella empiece con el Volvo, adelante y coge tus llaves de
nuevo.”

Edward negó con su cabeza, aún estaba confundido. “Jesucristo, ¿De qué mierdas
estás hablando?” preguntó. “Lo que dices no tiene maldito sentido.”

“Guardi le vostre parole*,” espetó el doctor Cullen rápidamente, entrecerrando sus ojos
a Edward. Edward suspiró, negando con su cabeza, pero de todas formas no
respondió. “Si dejaras de estar siempre tan a la defensiva, podrías ver que te estoy
diciendo que enseñes a la chica a conducir.”

Me tensé y los ojos de Edward se abrieron asustados. “Joder, ¿estás bromeando?” dijo
en voz alta, sonando emocionado. Lo miré rápidamente, asombrada, y el doctor Cullen

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gruñó.

“Te lo juro, hijo, a veces me dan ganas de sacarte la mierda a golpes,” dijo el doctor
Cullen irritado. Edward soltó una risita.

“¿Te das cuenta que estás maldiciendo porque yo maldije primero, verdad? ¿Qué clase
de maldito modelo a seguir eres?” dijo Edward en tono de broma. Estaba un poco
sorprendida sobre lo rápido que fue su cambio de actitud. El doctor Cullen negó con su
cabeza.

“No el tipo de modelo a seguir que necesitas, eso tenlo por seguro. Haz lo que yo diga y
no lo que yo haga,” dijo.

Edward hizo una mueca. “Ah, vamos. Tale il padre, tale il figlio,” dijo él

El doctor Cullen negó con su cabeza. “Eres demasiado bueno para seguir mis pasos,”
dijo.

“¿Demasiado bueno para ser doctor?” preguntó Edward, con una sonrisa. El doctor
Cullen suspiró.

“Sabes de lo que estoy hablando,” dijo en voz baja. Edward suspiró, encogiéndose de
hombros.

“Como sea. Mira todo lo que te ha dado. Seguro que no será tan malo,” murmuró. “En
fin, ¿por qué estamos en el puto hospital? ¿Implantando más mierda, haciendo más
pruebas genéticas? O déjame adivinar, ¿es un secreto?”

Me tensé y miré a Edward, mis ojos estaba abiertos por completo a causa del pánico.
No podía creer que hubiera dicho eso. Mi cabeza volteó en dirección al doctor Cullen
después de un segundo y vi como miraba fijamente a Edward, luciendo bastante
enojado. Dirigió su mirada a mí brevemente, sus ojos relucían con esa irritación que yo
había visto temprano esta mañana. Negó con su cabeza, mirando nuevamente a
Edward.

“Si quieres saberlo, Isabella necesitaba su dosis de anticonceptivos. Ya sabes, solo en


caso que ella tenga una cita con algún chico del pueblo que le guste y decida intimar
con él,” el doctor Cullen dijo en tono tranquilo. Mi pánico resurgió por todo mi cuerpo
mientras mi corazón latía furioso. Miré a Edward, preocupada por su reacción. Él
estaba mirando a su padre, ni siquiera trataba de ocultar su furia. Estaba preocupada
de que fuera a gritarle, pero gracias al cielo el doctor Cullen intervino antes de que
Edward pudiese hablar. “En fin, ya pueden irse. Tengo pacientes que debo ver.”

El doctor Cullen se puso de pie y empezó a caminar cuando Edward le habló. “Oh, feliz
cumpleaños,” le dijo. Miré al doctor Cullen mientras él se paralizaba por completo,
después de un segundo volteó a mirar a Edward.

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“Gracias, hijo,” dijo. Edward asintió y el doctor Cullen volteó para mirarme. Me miró
por un momento, una leve tristeza bailó en su mirada. Fue casi sorprendente verlo.
Había visto al doctor Cullen muchas veces pero hasta ahora no había sido capaz de
simpatizar con él. Pero ahora lo hacía. Casi podía entenderlo. Podía ver sus miedos y
deseos, y la parte más sorprendente de todo esto era que él y yo esencialmente
deseábamos lo mismo. Ambos queríamos a Edward libre de la vida en la que
estábamos atrapados, y ambos queríamos que saliera a salvo de todo esto. El doctor
Cullen rompió el contacto visual después de un momento y salió de la oficina,
dejándonos a Edward y a mí solos allí dentro. Ambos permanecimos inmóviles por un
momento después de que la puerta se cerrase, luego Edward suspiró y se acercó a mí,
tomándome del brazo. Lo miré y me acercó a su cuerpo. Lamió sus labios, con una
sonrisa, y dudó brevemente antes de inclinarse hacia adelante. Presionó sus labios
contra los míos, besándome suave y dulcemente, su lengua jugueteando con la mía.
Gruñó en mi boca y su mano subió, rozando mi pecho suavemente y apretando uno de
mis senos con suavidad. Empezó a alejarse de nuestro beso pero dudó, así que en vez
de alejarse del todo, de manera juguetona mordisqueó mi labio inferior con sus
dientes.

“Toda mía,” susurró con voz ronca mientras soltaba mi labio, presionando su boca
contra la mía nuevamente de manera breve. Sonreí cuando él se alejó esta vez, alcé mi
mano para pasar mis dedos sobre sus labios, pasando mi mano por su mejilla.
Necesitaba urgentemente un buen afeitado y tenía unos pequeños pelitos creciendo
por allí, su piel se sentía áspera pero no por eso dejaba de ser atractivo. Habíamos
llegando bastante cerca de la completa intimidad durante la semana anterior,
realmente explorando la tercera base. La noche anterior él había estado allí debajo
nuevamente por tercera vez en una semana y me probó, y la sensación de su vello
facial frotándose con el interior de mi muslo fue intensa. Yo había ido a su parte de
abajo dos veces esta semana, la noche anterior incluida, y parecía ser extraño el hecho
de tener tanta intimidad.

“Toda tuya,” susurré en respuesta. Sonrió y asintió, alejándose de mí y poniéndose de


pie.

“¿Sabes? Realmente me asustó como el demonio que él contestara tu puñetero


teléfono. En todo lo que podía pensar era en que habíamos sido atrapados,” dijo
negando con su cabeza y pasando una mano por su cabello. “Estaba seguro que
tendría que darle un puto golpe bajo, agarrarte y salir corriendo, que se joda el GPS.”

Permanecí inmóvil en la silla, sus palabras me recordaron todo lo que el doctor Cullen
me había dicho. No estaba segura de cuál era el peligro, pero sí estaba segura de que
Edward estaba dispuesto a enfrentarlo y eso me asustó. No sabía que Edward había
empezado ya a hurgar en busca de información y no quería que accidentalmente fuese
arrastrado a algo más peligroso por mi culpa.

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Y no fue hasta ese momento que me di cuenta de lo ciertas que habían sido las
palabras del doctor Cullen, porque Edward definitivamente trataría de huir de nuestros
problemas, y hasta esa mañana yo hubiese huido con él, sin hacer pregunta alguna.

La semana anterior, en la noche de fin de año, Edward me había dicho que él pondría
mi seguridad por encima de mis deseos, y yo apreciaba demasiado aquello porque por
primera vez en mi vida alguien en realidad estaba tratando de cuidarme. Supe ahora
que yo debía hacer lo mismo por él. Necesitaba pensar en su seguridad. No quería que
saliera herido y si eso significaba que debía poner toda mi confianza en las palabras
del doctor Cullen y darle mi total lealtad, tendría que hacerlo. Por Edward. Y no sería
fácil, encontrar el balance entre amarlo y entregarle mi alma y mantenerlo seguro y
alejado de todo lo malo, pero encontraría la manera de hacerlo. Porque valía la pena,
él valía la pena.

Prefería sacrificarme a mí misma antes de que él tuviese que sufrir un simple momento
a causa de mi existencia.

**************
Guardi le vostre parole = Controla tu boca

Tale il padre, tale il figlio = De tal padre, tal hijo

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“Un optimista es una persona que ve la luz verde por todas partes, mientras que un
pesimista solo ve el semáforo en rojo… la persona verdaderamente sabia es el
daltónico.” – Albert Schweitzer.

Edward cullen
La estridente campana sonó con fuerza, sobresaltándome de mi sueño ligero. Mi
cabeza se alzó rápidamente y parpadeé varias veces, mirando alrededor, confundido.
Me llevó un momento darme cuenta que estaba en mi escritorio en medio de mi aula de
historia. Gruñí y levanté mis manos para frotar mi rostro, tratando de despertarme de
una puta vez. Todos los demás se estaban levantando, recogiendo sus pertenencias y
saliendo de la sala, charlando con entusiasmo porque era la hora del almuerzo. Me
quedé ahí sentado un segundo antes de empujar mi silla hacia atrás y ponerme de pie.
Agarré mi mochila y arrojé mi libro y mi cuaderno dentro, subiendo el cierre y
lanzándola sobre mi hombro. Me alejé unos pasos de mi escritorio, deseando salir por
la puerta rápidamente, pero alguien se aclaró la garganta ruidosamente detrás de mí.
Me detuve y volví a gruñir, sabiendo que me iban a dar una puta llamada de atención.

“Sr. Cullen, le agradecería que estuviera más atento en mi clase.”

Me pasé la mano por el pelo, algo irritado y me di la vuelta para enfrentar al señor
McDonald. Ese hijo de puta me odiaba, siempre lo había hecho, porque era un maldito
idiota y probablemente sabía más sobre la jodida historia que de él. La primera
semana de clases dijo una mierda acerca de la mafia italiana en Sicilia, algunas
gilipolleces que sabía que no eran ciertas, y simplemente podría haber dejado que se
resbalara, pero por supuesto, soy un cabrón engreído y tuve que hablar de una puta
vez. Él ha estado detrás de mi culo desde entonces, ya que no agradeció que lo hiciera
parecer un estúpido. Él sabía que yo tenía influencias, que lo que digo y hago tiene
peso en la escuela, y sabía que el que yo lo enfrentara arruinaría el respeto que otros
chicos de lo contrario probablemente le podrían tener. Así que desde entonces me ha
estado llamando la atención, porque su maldito ego estaba herido y quería
desacreditarme, y nunca había tenido jodido éxito pero de todos modos lo intentaba
con todas sus jodidas fuerzas. También detestaba que realmente no tuviera que hacer
un gran esfuerzo, que podía hacer todo a medias y aun así pasar su clase de mierda
con un éxito rotundo.

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“Sí, estoy seguro de que lo haría,” le dije, encogiéndome de hombros. Sus ojos se
estrecharon ligeramente, mi indiferencia sobre la situación y mi actitud de pendejo lo
encabronó. Aunque en realidad no me importaba; joder, todavía estaba medio
dormido y no tenía energía para aguantar su mierda.

Lo miré un poco más, considerando si decir algo más o no, antes de simplemente
darme la vuelta y dirigirme hacia la puerta. No tenía sentido siquiera que me molestara
y él no dijo nada al respecto, solo se quedó ahí mirándome con la boca abierta
mientras salía de la sala. Sabía que no se atrevería a mandarme a detención, porque
mandarme a detención solo lo forzaría a tener que sentarse en una habitación conmigo
otra maldita hora después de clase y eso era lo último que él quería. Seguro como la
mierda que tampoco iría al director por esto. Hizo eso al inicio del año, tratando de que
me expulsaran por falta de respeto no mucho después del incidente de la mafia en
clase, pero el director tenía tanto maldito miedo de castigarme por mi padre que no le
dio importancia en absoluto.

Caminé por el pasillo y llegué a las puertas dobles, saliendo a la explanada. Hacía
bastante frío fuera, pero al menos estaba seco después de haber llovido toda la
semana. Metí la mano en mi bolsillo cogiendo mi teléfono y sacándolo. Recorrí mis
contactos hasta que encontré el nombre de Bella, presionando el botón de llamada.

Ella seguía dormida cuando me había levantado para ir a la escuela esta mañana, con
un sueño tan malditamente profundo que incluso ese ridículo y estridente reloj de
alarma no la molestó ni un poco. Tengo que admitir que esa mierda me infló un poco el
ego. Habíamos estado despiertos hasta muy tarde, solo manoseándonos y explorando,
siendo sexuales e intimando. Ella se estaba abriendo cada vez más a esa mierda, no
tan tímida al respecto, y me hizo de nuevo una mamada. Era la tercera, y por supuesto
que todavía no era la mejor maldita persona en el mundo haciendo mamadas, pero
tengo que admitir que estaba algo agradecido por ello. Porque si ella fuera una
experta en eso, indicaría que probablemente había tenido práctica con esa mierda
como las perras que andaban en la escuela, y no me gustó ni siquiera pensar en eso.
Prefiero tener una mamada un poco descuidada que saber que ella había chupado la
polla de otro tipo, que esos dulces labios suyos alguna vez se habían envuelto
alrededor de algún otro hijo de puta. No quería siquiera que viera otra polla, mucho
menos que tocara una. Ella era mi chica, y si estaba en mi mano, nunca pertenecería a
otro hombre. Nunca estaría con otro hombre, porque no necesitaría a ningún otro más
que a mí. Mierda, la simple idea de que hablara con otro chico hacía hervir mi sangre,
y eso era jodidamente hipócrita de mi parte porque yo había follado a más chicas de
las que me gustaría admitir y todavía hablo con la mitad de ellas a diario. Pero ese era
yo, y esos habían sido mis errores. Ella era mejor que esa mierda.

Así que después de que anoche me hiciera sexo oral, y sorprendentemente se tragara
esa mierda como una campeona de nuevo, decidí devolverle el favor. Y para mí no fue
ningún problema, porque honestamente me encantaba hacer esa mierda de todos

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modos. Amaba su aroma, su sabor. Estaría lamiendo ese coño durante todo el día si
pudiera, pero estaba muy seguro que Isabella no se sentiría muy cómoda con mi
cabeza entre sus piernas constantemente. Había estado mordisqueando su clítoris,
degustando sus jugos, simplemente saboreando toda esa mierda. Y ella se retorció,
gimiendo y casi haciendo un maldito ronroneo, comencé a empujar mis dedos en su
interior, buscando su punto. Tengo que admitir, que estaba sorprendido de lo relajada
que estaba mientras la follaba con mi dedo. Estaba seguro que habría estado
asustada con cualquier tipo de penetración, pero afortunadamente parecía estar
disfrutándolo, nunca me dio ninguna indicación de que la estuviera haciendo sentir
incómoda o que preferiría que no lo hiciera. Eso me dio esperanza de que no sería un
puto célibe para siempre, que algún día no muy lejano estaría lo suficientemente
cómoda para dejarme entrar en ella. Y no estaba tratando de apresurar esa mierda,
entendía que ella necesitaba tiempo, y para ser honestos, se puede decir que estaba
disfrutando de tomarme esta mierda con calma. Me hacía apreciarlo más, y sabía que
cuando finalmente metiera mi polla en su interior, sería el mejor pedazo de coño que
jamás hubiera probado, pero no quería presionarla. Quería que estuviera
completamente preparada cuando llegara el momento, y honestamente, aún no estaba
seguro si yo estaba preparado. Porque no tenía idea de cómo hacerle el amor, cómo
tratarla bien en la cama y ser lo que ella se merecía. Me sentía como un puñetero
virgen, como si ella fuera la que iba a reventar mi cereza. Prácticamente ella todavía
no sabía nada sobre sexo, aparte de lo que le había enseñado, y estaba malditamente
preocupado de que fuera a decepcionarla. Me preocupaba que ella no disfrutara y la
idea la asqueara para siempre. Porque su punto de vista sobre ello, todavía estaba un
poco distorsionado por lo que había visto sufrir a su madre, y que yo la lastimara o
hiciera que el sexo fuera incómodo solo reafirmaría ese punto de vista de que el sexo
no era algo divertido. Y no quería que sucediera esa mierda, porque me encantaba el
maldito sexo y quería que fuera algo que pudiéramos disfrutar juntos.

Pero ahora sabía, por el progreso que habíamos hecho, que ya no era más “y si
tuviéramos sexo”, ahora era “cuando tengamos sexo”. Y como ella estaba tan
jodidamente apretada, me decidí a empujarla un poco más lejos y usar tres dedos en
lugar de uno, tratando de dilatarla un poco porque, Cristo, definitivamente no quería
lastimarla cuando estuviéramos juntos. El orgasmo de anoche la golpeó con fuerza,
con más fuerza que el resto, y su maldito sueño fue el más profundo que le hubiera
visto dormir alguna vez. Y esa mierda me hizo sentir bien, porque había dejado su culo
fuera de combate. Fue impresionante la forma en que había respondido a mi toque.

Así que sí, estaba jodidamente exhausto, apenas pude arrastrar mi culo fuera de la
cama esta mañana. No deseaba más que acurrucarme con ella todo el maldito día y
decir al diablo con la escuela. Pero hoy tenía el examen de historia y ya que el maestro
era un imbécil, sabía que no me dejaría hacerlo después. Tal vez podría dejar que me
dieran un cinco aquí o allá, y el año pasado me habría importado una mierda, pero
como ahora mi futuro estaba en el aire no quería correr ese riesgo. Porque la verdad

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del asunto era que, por primera vez estaba pensando que ir a la universidad casi
sonaba como el siguiente paso lógico para mí.

Llevé el teléfono a mi oído después que haber presionado el botón de llamada,


caminando lentamente hacia la cafetería. No había conseguido hablar con ella esta
mañana antes de la escuela y a este punto estaba casi fingiendo. Sí, estaba pillado, no
podía negarlo. Ella me tenía bajo su hechizo. El teléfono sonó varias veces antes de
escuchar su dulce voz, diciéndome que dejara un maldito mensaje. Finalmente la
había convencido para que dejara su propio mensaje de voz en lugar de esa horrible
mierda automatizada y me alegraba que lo hubiera hecho, pero el hecho de que ahora
lo estuviera escuchando era bastante molesto.

Terminé la llamada, volviendo a marcar, asumiendo que tal vez no había logrado
llegar a tiempo o no lo había escuchado. Volví a llevar el teléfono a mí oído y sonó de
nuevo por un rato antes de que el correo de voz contestara una vez más. Mi irritación
estaba aumentando, porque me estaba preocupando un poco. Ella nunca ignoraba mis
llamadas, ya que siempre contestaba a la primera cada vez que llamaba excepto
aquella vez cuando ocurrió esa situación con James. Terminé esa llamada y marqué
una vez más, dirigiéndome hacia la cafetería, considerando salir, saltar al coche y
conducir a la maldita casa para ver cómo estaba. El teléfono dejó de sonar y
contestaron, y sentí mi temperamento enardecerse involuntariamente. Esperé a que
dijera algo, conteniendo las putas ganas de gritarle porque me había asustado, pero
me congelé cuando estaba a punto de hacerlo porque sonó la voz de mi padre. Era la
última maldita cosa que esperaba escuchar en la línea, ya que esta mañana se
suponía que estaba todavía en Chicago, y por supuesto al instante me pregunté si tal
vez había llamado al maldito número equivocado porque me tomó por sorpresa y no
tenía sentido. Así que me pregunté si tal vez había marcado el suyo y no el de Bella,
pero lógicamente sabía que ese no era el caso porque había escuchado su correo de
voz dos veces. Pero no quería aceptar el hecho de que acababa de contestar a su
teléfono, porque ni siquiera quería empezar a pensar qué demonios significaba eso.

“Necesito verte en mi oficina en el hospital tan pronto como salgas de la escuela,” dijo
tan pronto respondió la llamada. Simplemente me quedé ahí, tratando de conseguir
que mi puta boca formara palabras, aturdido.

“Oh, está bien. Ahí estaré,” dije después de un momento. Me dijo que me vería
entonces y colgó, quité el teléfono de mi oído y solo me quedé mirándolo con confusión.

No estaba seguro de qué mierdas había querido decir realmente, pero no podía venir
nada bueno de mi padre contestando el teléfono de Isabella, cuando era yo el que
llamaba. Estaba seguro. De nuevo metí el teléfono en mi bolsillo después de un
momento y me pasé la mano por el pelo, desconcertado y algo nervioso. Comencé a
andar de nuevo hacia la cafetería, deslizándome entre las puertas y casi golpeando a
una chica de primer año accidentalmente mientras caminaba hacia la mesa donde

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siempre nos sentábamos. Mis hermanos ya estaban allí junto con Alice y Rose. Estaban
comiendo y charlando, bromeando y esa mierda, y el solo escuchar su buen humor me
irritó porque este no era el maldito momento para estar de buen humor. Yo estaba en
la mierda. Tiré de mi silla hacia atrás y dejé caer mi trasero, mirando a Jasper. Sus ojos
encontraron los míos y su ceño se frunció cuando notó mi expresión. Estaba
empezando a sentir pánico, las náuseas recorriéndome y mi corazón latiendo con
fuerza.

“¿Qué pasa?” Preguntó de inmediato. Suspiré y me pasé las manos por el rostro.

“¿Sabías que papá volvía a casa hoy?” Le pregunté, mirándolo. Él solo se me quedó
mirando sin tener una puta respuesta para mi pregunta, así que miré hacia Emmett
quien se encogió de hombros.

“Quiero decir, es su cumpleaños no es precisamente que esté sorprendido. Sabes que


si se queda en Chicago para esa mierda a Esme le gustaría hacer un espectáculo de
ello,” dijo Emmett. Asentí, el hecho de que fuera su cumpleaños ni siquiera se me había
venido a la mente hasta entonces. Papá nunca celebraba su cumpleaños, apenas lo
mencionaba así que siempre se me olvidaba. Nunca entendí por qué, ya que siempre
había hecho revuelo en el de mamá cuando ella vivía y siempre echaron la casa por la
ventana en nuestros cumpleaños cuando éramos niños. Pero algo sobre el suyo le
molestaba, por lo que nunca mencionaba esa mierda.

“¿Eso es lo que te molesta? ¿El hecho de que no hemos hecho nada para su
cumpleaños?” Jasper preguntó, mirándome fijamente. Rápidamente negué con la
cabeza, pasando una mano por mi pelo.

“No, ni siquiera me había dado cuenta que era su jodido cumpleaños. Como sea, esa
mierda no importa, a él no le gusta hacer nada de todos modos,” le dije. Jasper asintió.

“Entonces, ¿qué pasa?” Preguntó. Yo gemí.

“Lo que pasa es que contestó el maldito teléfono de Isabella y dijo que mi trasero
estuviera en su oficina tan pronto saliera de la escuela. Ese el puto problema,” dije con
brusquedad, lo que probablemente estaba jodidamente mal de mi parte porque no era
culpa de ninguno de ellos, pero estaba molesto y confundido, y jodidamente asustado
de lo que eso significaba.

Los ojos de Jasper se abrieron por el shock y miré alrededor hacia los otros tres,
dándome cuenta de que todos tenían expresiones similares. Cada uno de esos
cabrones estaba mirándome con la boca abierta, esa mirada que decía “estás jodido”.
Gemí, azotando mi puño contra la mesa, encabronado porque ninguno de ellos decía
nada para mejorar esta mierda, para darle sentido. Y nada de esto era su culpa, por
supuesto, pero podría serme útil algún tipo de maldito apoyo en este momento. Alguien
que me dijera que me estaba preocupando por nada, que estaba exagerando y que no

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estaba jodido. Pero no recibí eso, en su lugar recibí miradas casi condescendientes y
Rosalie jodida Hale confirmó en voz alta la única cosa que no quería escuchar de ellos.

“Estás jodido,” dijo después de un segundo. Mi cabeza se giró bruscamente en su


dirección y le estreché los ojos, mi ira hirviendo.

“¿Crees que no lo sé, perra?” Espeté. Sus ojos se entrecerraron y estrelló sus manos
contra la mesa, poniéndose abruptamente de pie y empujando su silla hacia atrás con
brusquedad.

“¡Vete a la mierda!” Gritó, sus palabras hicieron eco a través de la cafetería.


Rápidamente me levanté de un salto, mi temperamento se encendió, y mi silla voló
hacia atrás volcándose. Todos a nuestro alrededor se giraron para mirarnos
boquiabiertos, asombrados, y Emmett se levantó rápidamente.

“Jesús, chicos, cálmense de una puta vez,” dijo con mordacidad, mirando entre su
novia y yo. “¿Qué demonios pasa con ustedes dos? ¿No pueden llevarse bien por un
jodido segundo? ¿Por qué están peleando?”

Rose simplemente se quedó mirándome con los ojos entrecerrados, obviamente sin
intención de dar marcha atrás. Cristo, ni siquiera sabía por qué demonios nos
estábamos gritando el uno al otro de todos modos, simplemente así era como nos
comportábamos siempre Rosalie y yo. Por un segundo la fulminé con la mirada,
todavía encabronado, pero me encogí de hombros porque no tenía sentido pelear con
ella ahora, sobre todo porque probablemente tenía razón… estaba jodido.

Me di la vuelta y levanté mi silla del suelo, colocándola de nuevo sobre sus patas. Dejé
caer mi trasero en ella y crucé los brazos sobre mi pecho. Emmett y Rose se sentaron
después de un momento y miré a mi alrededor, notando que la gente aún nos miraba,
obviamente preguntándose qué diablos estaba pasando. Eric Yorkie pasó por nuestra
mesa en ese momento y me miró, haciendo contacto visual. Tenía expresión de
curiosidad, siendo un pequeño pendejo entrometido, y le levanté una ceja
preguntándole qué demonios pensaba que estaba haciendo mirándome así.

“¿Qué mierdas estás mirando?” Le dije con brusquedad. ¿Qué le pasaba a la gente de
la escuela? Antes, casi me temían y respetaban, y ahora me miraban como si fuera un
maldito objeto extraño que trataran de descifrar. Odiaba que me faltaran al respeto,
ellos sabían esa mierda.

Sus ojos se ampliaron por mi tono y rápidamente volvió la cabeza, alejándose de


inmediato. Se le enganchó un pie en una silla y tropezó, casi cayéndose pero se
detuvo. Sonreí con suficiencia, todavía lo tenía, todavía podía intimidar a esos
pequeños cabrones con facilidad. Al menos, no había perdido por completo mi toque.
Me pasé la mano por el pelo, sacudiendo la cabeza y riendo entre dientes, volví a mirar
hacia mi mesa para ver a Alice rodarme los ojos.

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“¿Qué?” Le pregunté, mi ceño frunciéndose por la confusión al ver su expresión. Ella
negó con la cabeza y parecía casi malditamente decepcionada de algo por alguna
razón.

“Pensaba que habías cambiado más,” me dijo. Me quedé mirándola, un poco


confundido, y Rosalie suspiró hacia la mesa. La miré y también la vi rodar los ojos.

“Está diciendo que sigues siendo un cabrón, con novia o sin ella,” dijo Rosalie. Gemí,
sacudiendo la cabeza.

“Como sea, cabrón o no, esa mierda no importa en este momento. Lo que importa es el
puto hecho de que tengo un verdadero problema aquí,” les dije.

“¿Qué ha sido exactamente lo que te ha dicho papá? ¿Qué ha pasado?” Preguntó


Jasper. Suspiré.

“He llamado a Isabella y ella no ha contestado. He empezado a preocuparme, porque


siempre responde mis malditas llamadas, ¿sabes? La tercera vez que he llamado papá
ha contestado y todo lo que ha dicho ha sido que necesitaba verme en su oficina
después de la escuela. Le he dicho que estaría allí y él ha dicho que estaba bien y ha
colgado el teléfono.” Eché un vistazo alrededor de la mesa, esperando que tuvieran
alguna puta idea, pero simplemente todos se veían tan sorprendidos como yo.

“No puede ser tan malo, quiero decir, él quiere verte en el hospital. Él no haría nada
malo allí, lo sabes,” dijo Jasper. Asentí y me pasé la mano por el pelo por lo que
parecía ser la millonésima puta vez en los últimos cinco minutos, teniendo un poco de
puñetera esperanza por eso pero todavía nervioso como el demonio.

Mi padre se había ganado poco a poco el respeto de la gente, especialmente allí, así
que por suerte no correría el riesgo de tener una gran escena allí de entre todos los
lugares. Hubo una breve pausa de intenso silencio, todos nosotros, perdidos en
nuestros pensamientos antes de que Emmett jadeara. Miré hacia él confundido y vi que
me miraba boquiabierto.

“Oh mierda, ella no está embarazada, ¿cierto?” Emmett preguntó con los ojos muy
abiertos. Mi ceño se frunció.

“¿Quién?” Le pregunté, confundido sobre lo que estaba hablando.

“¡Isabella! No la has dejado embarazada, ¿verdad?” Preguntó Emmett, sonando un


poco asustado

. Mi corazón empezó a latir con fuerza solo con mencionarlo, y aunque sabía que era
jodidamente imposible, empecé a ponerme malditamente nervioso al respecto.

“Mierda, no. Ella sigue siendo una maldita virgen Emmett,” dije con brusquedad,
molesto de que siquiera hubiera pensado en esa mierda, pero mantuve mi voz como un

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susurro para que la gente no lo oyera. Sus ojos se ampliaron por la sorpresa ante mis
palabras.

“Mierda, ¿en serio? Estaba seguro de que ya le estabas dando, hermano,” dijo
sonando casi divertido. Gemí y me cubrí el rostro con las palmas de las manos, irritado.

“Bueno, has pensado jodidamente mal. Ella no está embarazada. Y, Cristo, aunque le
estuviera dando, ella está en tratamiento anticonceptivo,” le dije, sacudiendo la
cabeza.

Todos parecían extrañamente sorprendidos por la revelación, pero supongo que no


podía culparles. Yo mismo estaba sorprendido de que mi padre la hubiera puesto bajo
tratamiento anticonceptivo en cuanto llegó. Aunque estaba malditamente agradecido
por ello, porque estaría mintiendo si dijera que la idea de sexo con ella sin la barrera
de un condón no había pasado por mi mente.

Estuvimos callados por un momento. Mi cerebro estaba repasando furiosamente todos


los posibles escenarios, y basándome en la actitud sombría de todos los demás, ellos
también estaban tratando de comprender esta mierda. Casi me sentí como un imbécil
por haberme encabronado con ellos por sus actitudes despreocupadas cuando me
senté al principio. Estaba claro que cada uno de ellos sacaría la cara por mí si lo
necesitara, que llegado el momento me apoyarían. Y yo había sido una mierda de
amigo para todos, especialmente el año pasado cuando pasó toda esa mierda con
Jacob. Prácticamente los forcé a elegir, y aunque yo estaba encabronado con Jacob, lo
despreciaba, no fue una buena mierda de mi parte el que básicamente les demandara
que cortaran toda relación con él.

“¿Crees que te va a enfrentar por ello?” Preguntó Jasper después de un largo silencio.
Suspiré, encogiéndome de hombros.

“Eso es lo único que tiene sentido. Quiero decir, él ha contestado su maldito teléfono.
Soy consciente de que él tenía que saber, pero el hecho de que haya contestado su
teléfono me hace pensar que no se va a quedar solo de brazos cruzados y a seguir
dejándolo pasar. Simplemente no sé lo que va a hacer al respecto, ¿sabes? No estoy
esperando su maldita bendición ni nada, pero será mejor que él no le haga daño o
trate de hacerle alguna mierda,” le dije, preocupado.

“¿Y si lo intenta?” Preguntó Emmett en voz baja. Lo miré y vi que tenía una expresión
seria en su rostro. “¿Qué vas a hacer? ¿Vas a huir con ella?”

Me quedé mirándolo por un segundo, la verdad sin siquiera tener yo mismo la


respuesta a esa pregunta. ¿Qué haría si ese fuera el caso? “No sé si puedo,” dije
finalmente. “Él le puso un chip de rastreo como a un puto perro.”

El ceño de Emmett se frunció por la confusión. “¿Qué?” Preguntó.

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Suspiré. “Él hizo que le implantaran un chip GPS cuando la compró para que no
tratara de escapar. Ella me lo dijo la semana pasada,” le dije. Emmett me miró
fijamente por un momento, haciendo un gesto de negación.

“¿Estás seguro? Tal vez ella se equivocó. Eso no suena como una mierda que papá
haría,” dijo. Yo asentí.

“Sí, bueno, yo pensé lo mismo, pensé que tenía que ser algún tipo de equivocación,
pero él lo admitió. Dijo que solo era por su seguridad o lo que sea, que ni siquiera
había usado el código para rastrearla. Lo que sea que signifique esa mierda, no sé
cómo funcionan,” le dije molesto. Traté de encontrar información sobre los chips desde
entonces aprendiendo acerca de ellos, pero por supuesto todavía estaban en maldito
desarrollo y se supone que en realidad no son utilizados en seres humanos. Una
compañía llamada Applied Digital Solutions, evidentemente afirmó haber tenido éxito
haciéndolos hacía dos años atrás, pero no había ninguna especificación de cómo
trasmitían las malditas cosas o cómo conseguir que dejaran de hacerlo. Sabía que el
agua tiende a bloquear las señales GPS tradicionales, pero el cuerpo es
fundamentalmente agua, así que obviamente había algo más sobre estos chips. Y por
supuesto, siendo la maldita mafia, serían capaces de echarles mano y utilizarlos de
forma ilegal, incluso si no están garantizados para funcionar o ser seguros. Y eso me
encabronó, el saber que le había implantado algo que evidentemente, no había sido
probado a fondo. Nadie sabía qué demonios pasaría con él, las complicaciones que
podría causar.

“¿Puedes sentirlo bajo la piel? Tal vez se pueda extraer.” Alice intervino, sonando tanto
confusa como esperanzada. Me volví para mirarla y negué con la cabeza.

“No, ella dijo que era diminuto. Me dijo dónde se lo habían implantado pero no hubo
suerte encontrando el lugar,” le dije. Ella frunció el ceño y me dio una mirada
comprensiva. Aparté mi mirada de ella y me volví hacia Emmett una vez más, con la
esperanza de que él tuviera algo de jodida sabiduría que ofrecer, esta era el área en la
que Emmett era experto. A él le gustaban las computadoras y la tecnología.

“Una vez que están dentro, es poco probable que se puedan volver a sacar,” dijo
vacilante. “El tejido habrá crecido a su alrededor, incrustándose realmente. Quiero
decir, si supiera cómo funcionan probablemente podría anular la señal, tal vez
encontrar la manera de desactivarlo o al menos joderlo hasta el punto en que papá no
pudiera rastrearlo. Sabes que puedo hackear como un hijo de puta.”

Asentí. “Sí, el problema es que no sé cómo demonios lo rastrea. Ni siquiera sabía que
él tenía acceso a esa mierda,” le dije. “Pero llegado el momento, si él trata de hacerle
daño o deshacerse de ella, tendría que hacer algo. Probablemente tendría que tratar
de huir, por lo menos hacer el puto intento. No puedo permitir que la lastimen o sufra
porque tuvo la mala suerte de enamorarse de un cabrón como yo en una situación
como esta.”

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“Bueno, si decides huir, primero ven a mí. Te apoyo, lo sabes. Tengo mi fondo
fiduciario, si necesitas dinero es tuyo. Si necesitas que alguien te cubra, sabes que lo
haré. Y veré qué puedo hacer respecto a anular la señal del chip, porque esa mierda
no está bien,” dijo Emmett con seriedad. “Siempre me ha sido indiferente el trabajo de
papá, lo sabes. Pero ahora la pequeña Izzy Bizzy es como mi hermana pequeña,
hombre. No quiero que ninguno de los dos salga lastimado.”

Me quedé mirándolo por un momento, un poco sorprendido por su gran apoyo, que
estuviera dispuesto a ir en contra de nuestro padre por mí. Asentí después de un
segundo. “Gracias,” le dije en serio.

Él asintió y me miró fijamente por un segundo antes de que le brotara una sonrisa. “Te
había dicho, idiota, que estabas siendo obvio con esa mierda. Maldito idiota
perdidamente enamorado,” dijo divertido. Yo rodé los ojos, gimiendo, y recosté mi
cabeza sobre la mesa. No encontraba nada de la situación jodidamente gracioso.

Se quedaron en silencio el resto de la hora del almuerzo y yo mantuve la cabeza


gacha, ya no me sentía jodidamente cansado, sino agotado. La tensión me afectaba,
mi estómago estaba revuelto. Después de un rato, la campana sonó indicando que la
hora del almuerzo había terminado y levanté mi cabeza, mirando alrededor. Rose me
dio una pequeña sonrisa preocupada antes de ponerse de pie y alejarse con su
bandeja. Emmett se levantó y estiró su mano, dándome una palmada en la espalda
con bastante fuerza.

“Enfréntalo como un hombre, estoy seguro que te respetará por eso. Tal vez no sea tan
malo,” dijo. Suspiré y él se alejó. Miré a Alice, quien aún estaba sentada frente a mí, y
vi que estaba frunciendo el ceño.

“¿Hay algo que pueda hacer?” Preguntó. Negué con la cabeza.

“Gracias de todos modos, enana. Solo tengo que enfrentar lo que sea que él arroje
hacia nosotros,” ella asintió.

“Creo que Emmett tiene razón, ¿sabes? Creo que tu padre te respetará si vas y lo
admites,” dijo. Sonreí levemente, sacudiendo la cabeza.

“¿Y si no lo hace? ¿Qué pasa entonces?” Pregunté. Ella solo se me quedó mirando y
asentí, sabiendo que ella tampoco tenía la maldita respuesta a eso. Jasper suspiró y lo
miré.

“Entonces huyes como un hijo de puta,” dijo. Mis ojos se abrieron por la conmoción de
que él hubiera maldecido, ya que muy rara vez hacía esa mierda. Me reí entre dientes,
un poco sorprendido, y Alice dio unas risitas.

“Sí, lo que él ha dicho,” dijo en broma, empujando a Jasper. Se levantaron y


comenzaron a alejarse, pero Jasper se detuvo. Le susurró algo a Alice y ella asintió,

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lanzándome una pequeña sonrisa antes de marcharse. Jasper se dio la vuelta y caminó
los pocos pasos de vuelta donde yo estaba, dejándose caer de nuevo en la silla frente a
mí.

“Nella vita, chi no risica, non rosica,” dijo sonriendo. Gemí y volví a dejar caer mi
cabeza sobre la mesa y él se echó a reír. “Sí, lo recuerdas. Todavía puedo escuchar su
voz gritándonos eso. En la vida, quien no arriesga, no gana. Sabes, le dije eso a
Isabella el día de Halloween, cuando subí a su habitación.”

Volví a levantar la cabeza para mirarlo y asentí. “Ella lo mencionó,” le dije. Él volvió a
sonreír.

“Le dije que no había garantías, pero había verdaderas posibilidades. Que ella podía
sentarse con los brazos cruzados y limitarse a sobrevivir o podía tomar el riesgo y
realmente tratar de vivir. Y tan difícil como ha de haber sido para ella, eligió vivir. Y
esa noche ella te besó. Todavía no puedo creer haber visto eso, por cierto. El coraje que
tuve que necesitar. Esa noche le dije que mamá la hubiera amado,” dijo. Le di una
pequeña sonrisa, asintiendo.

“Sí, lo hubiera hecho,” le dije. “Creo que se parece mucho a mamá en espíritu.”

Jasper asintió. “¿Realmente crees que papá podría culparte por amarla? ¿De verdad
crees que papá podría odiar a alguien a quien mamá hubiera amado?”

Me quedé mirándolo un segundo, sin saber la respuesta a eso. Quería decir que no,
que no podía, porque papá adoraba a mamá y todo lo relacionado con ella. Pero
todavía quedaba esa pequeña parte de mí que tenía miedo, porque papá podía ser
irracional y jodidamente violento.

“Como le dije a Isabella, no hay garantías, pero hay posibilidades. Nella vita, chi non
risica, non rosica,” dijo. Asentí, riéndome un poco. Por supuesto tenía que ser el jodido
Jasper el que me sacara los sabios consejos de mamá, ya que él era el que se parecía
más a ella en estos días.

“Gracias, hombre,” le dije. Él asintió.

“Cuando quieras. Si necesitas algo, te apoyo. Todos lo hacemos.” La campana sonó


indicando que la clase comenzaba, y él suspiró, mirándome.

“Creo que deberíamos ir a la puta clase,” murmuré, poniéndome de pie y pasando una
mano por mi pelo. Él sonrió y asintió, poniéndose de pie. Se dio la vuelta y comenzó a
caminar hacia el otro lado, atravesando la cafetería hacia su clase, y yo me dirigí a la
salida más cercana a la mesa.

“¿Edward?” Me volví para ver que Jasper se había detenido al otro lado de la cafetería,
y estaba girado hacía mí.

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“¿Sí?”

Vaciló un momento, obviamente considerando si decirme o no lo que tenía intención de


decir. “¿Recuerdas que hace no mucho tiempo cuando hiciste enojar a Rosalie
llamándola perra o algo así, insinué que mamá se sentiría decepcionada si te viera?”

Me congelé, mirándolo fijamente, un poco sorprendido de que volviera a sacar eso.


Finalmente asentí, suspirando, recordando esa mierda con claridad. “Sí, me acuerdo.”

“Solo quería decir que si mamá pudiera verte ahora, estaría orgullosa. Muy orgullosa.”
Se giró y se dirigió a la salida, abriendo la puerta y desapareciendo detrás de ella. Me
quedé parado en mi lugar por un momento, sus palabras haciendo eco en mí, sin saber
si quería creerlas en este puñetero momento pero simplemente oírlas me hacían sentir
un poco mejor en cuanto a esta situación. Mamá estaría orgullosa.

Suspiré y me pasé una mano por el pelo, sintiéndome un poco abrumado por todo.
Después de un momento me volví y salí, dirigiéndome a mi siguiente clase. El maestro
me dio una mirada desaprobatoria, molesto porque estaba entrando tarde en su aula
sin una nota, pero por supuesto no hizo ningún comentario. En realidad ninguno de
ellos lo había hecho nunca.

El resto de la jornada escolar paso lentamente. No me podía concentrar en nada ni en


nadie además del hecho de que la hora del juicio vendría en el momento en que
sonara la última campana, indicando que la escuela había terminado. Me sentía como
un hombre en el corredor de la muerte, solo contando los malditos minutos, sabiendo
que estaba a punto de que lo frieran cuando marcara el último segundo, esperando
pero sin creerlo que recibiría un jodido indulto. Porque eso era exactamente lo que
estaba esperando. Un maldito indulto, un pase, pero sabía que las probabilidades de
que eso ocurriera eran escasas. Él sabía acerca de nosotros, y tenía su puto teléfono.
Sabía que la llamaba, y sentado ahí en mi último período de clase me di cuenta que
debía saberlo desde hacía algún tiempo. Él pagaba nuestras jodidas facturas de
teléfono, y por ser ella quien es revisaría la de ella, en especial porque esa maldita
mujer Janet había hecho llamadas sospechosas. No sé por qué no se me había ocurrido
antes, y me sentí como un idiota por ni siquiera haber pensado en ello, pero él había
visto que la estaba llamando desde la primera vez que lo hice. Lo sabía desde
entonces.

Casi tuve un puto ataque de pánico mientras estaba sentado en el aula, mi corazón
latía con furia y me sudaban las palmas de las manos. Empecé a preguntarme dónde
estaría Isabella, si estaría con él en el hospital. No podía evitar preguntarme si tal vez
él ya la había confrontado y deseaba saber lo que ella le había dicho. Quería saber si
se lo había confirmado de inmediato, si le había hecho frente y había aceptado lo que
viniera o si había tratado de hacerse la tonta para evitar el problema. Me gustaría
saber qué demonios se supone que tengo que hacer si él me confronta, porque estoy
seguro como la mierda que no quiero contradecir su historia, fuera la que fuese, porque

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eso solo la metería en más problemas. Esperaba como el demonio que ella no mintiera
al respecto si él la confrontaba, porque mentir solo empeoraría la situación.

Había otra parte de mí, esa parte pesimista del vaso medio vacío, que se preocupaba
de que él ya le hubiera hecho daño. Esa parte de mí que tenía la imagen mental de
ella esposada y atada a la cama grabada con fuego en su cerebro, temía averiguar
por lo que ella estaba pasando por mi causa. Nunca quise que saliera lastimada por
mi culpa, y lógicamente sabía que había la posibilidad de que ocurriera por accidente,
pero haría todo lo que estuviera en mi poder para asegurarme de que no fuera así.
Recibiría cualquier cantidad de puto dolor y enfrentaría cualquier tipo de castigo o
tortura, si eso significaba que la mia bella ragazza* se libraría de ello. Solo esperaba
como el infierno que no fuera demasiado tarde, que él no le hubiera hecho daño ya.

En el momento en que la última campana sonó de forma estridente, me estaba dando


un maldito ataque de histeria. Caminé lentamente hacia el estacionamiento, luchando
contra las ganas de correr, porque quería tratar de normalizarme antes de enfrentar a
mi padre. No podía mostrar mis cartas desde el inicio. Tenía que calmarme de una
puta vez y estar tranquilo, ser un puto hombre y esperar que él actuara de la misma
forma en respuesta.

Me deslicé en el interior del Volvo y lo arranqué, poniéndolo en reversa y saliendo de


mi lugar en el estacionamiento. La maldita Lauren Mallory no estaba mirando lo que
hacía y estuvo malditamente cerca de chocarme por detrás, lo que me encabronó pero
me distrajo con de frenesí interno lo suficiente como para empezar a pensar con
sensatez de nuevo.

Conduje hasta el hospital, respetando el límite de velocidad porque la última cosa que
necesitaba en ese momento era una multa que solo encabronaría más a mi padre, y
entré en el estacionamiento. Por lo general me metía rápidamente en uno de los
lugares de enfrente, ignorando los letreros diciendo que estaban reservados para otros,
pero pensé que hoy era mejor prevenir que lamentar y estacioné donde técnicamente
me estaba permitido hacer esa mierda. Aunque lo estacioné de lado, ocupando más de
una plaza, para que nadie estacionara cerca de mí y me golpeara. No podía evitar esa
mierda, tenía una paranoia sobre mi coche siendo maltratado.

Salí del coche y le cerré antes de dirigirme hacia la entrada. Entré y la mujer en
recepción levantó la vista y me saludó. Levanté la mano y la saludé con indiferencia,
sin saber si podría conseguir que mi maldita voz funcionara siquiera para decir hola.
Tomé una respiración profunda y presioné el botón del ascensor, retrocediendo y
esperándolo. Después de un momento el ascensor sonó y las puertas se abrieron. Eché
un vistazo y vi el pelo rubio y el uniforme de enfermera color rosa de inmediato,
gimiendo y rodando los ojos. Ella levantó la vista y me miró, una sonrisa creciendo en
sus labios.

“Bueno, mira a quien tenemos aquí, Edward Cullen,” dijo Heidi. Suspiré, pasando la

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mano por mi pelo.

“¿Qué tal Heidi?” Dije con frialdad. Odiaba a la perra, no representaba más que
problemas. Era una maldita fan de los médicos, una caza fortunas, siempre buscando
un puto vale de comida. Había estado persiguiendo a mi padre algún tiempo, tratando
de conseguir un sugar daddy o como quiera que llamen a esos cabrones en estos días.
Estaba bastante seguro de que mi padre se la estaba follando o al menos
consiguiendo que se la mamara, basándome en la forma en que ella actuaba en torno
a él, pero estaba totalmente equivocada si pensaba que él alguna vez tomaría en serio
su trasero. Mi padre no tenía citas, nunca tenía relaciones serias con mujeres, y
reconozco que algún día podría encontrar a una mujer con la que quisiera estar como
lo estuvo con mamá, pero seguro como la mierda que no sería Heidi. Él tenía la edad
suficiente para ser su maldito padre y ella no tenía la suficiente clase para llenar los
zapatos de mi madre. De todos modos, mataría a la jodida perra si lo intentaba.

Me deslicé por un lado de ella y entré en el ascensor. Ella se volvió para mirarme y me
sonrió de nuevo. “He conocido a tu novia,” me dijo. Me congelé y golpeé con mi mano
el botón para evitar que las puertas del ascensor se cerraran, el pánico surgiendo a
través de mí. No solo acababa de llamarla mi jodida novia, lo que era otra puta señal
de que mi padre sabía ya que su pequeña puttana chismosa sabía y tenía una boca
muy grande, pero el jodido hecho de que ella la hubiera conocido indicaba que
realmente estaba aquí… o al menos, había estado.

“¿Está arriba?” Le pregunté a Heidi, levantando una ceja. Ella asintió.

“Está con tu padre, en su oficina. Ha venido porque necesitaba su inyección


anticonceptiva, se la ha puesto hace un rato,” dijo encogiéndose de hombros. Sus
palabras hicieron que una oleada de alivio fluyera a través de mí, sabiendo que al
menos había una razón por la que Isabella estaba aquí y que no era solo mi padre
jugando a sus putos juegos, pero eso todavía no me decía por qué demonios estaba yo
aquí sino era para confrontarnos por nuestra relación. Heidi se quedó mirándome,
buscando algún tipo de reacción a lo de los putos anticonceptivos, algo de lo que
pudiera chismorrear. Estreché mis putos ojos levemente después de un segundo, un
poco molesto.

“¿Alguna vez has oído hablar de las malditas leyes HIPAA, Heidi? Porque la última vez
que lo revisé, no está permitido abrir la boca acerca de los procedimientos médicos de
los pacientes. Te podrían despedir por esa mierda,” le dije.

Ella hizo un gesto de negación. “HIPAA no es precisamente aplicable cuando


técnicamente el procedimiento nunca ha pasado. Tu padre lo ha querido extraoficial,”
dijo. Asentí con la cabeza.

“Lo que es malditamente ilegal, ¿verdad? ¿Qué hizo por ti a cambio de tu ayuda?
¿Dejarte que le chuparas la polla?” Le pregunté, levantando una ceja. Su rostro se

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ensombreció por la irritación y me fulminó con la mirada.

“Que te jodan,” dijo en voz baja, mirando alrededor para asegurarse que nadie estaba
escuchando. Le sonreí con suficiencia, negando con la cabeza.

“Paso. Aunque gracias por la oferta,” le dije, guiñándole un ojo. Sus ojos se
estrecharon y yo golpeé el botón cerrando las puertas del ascensor. Me reí entre
dientes y me apoyé en la pared del ascensor mientras subía, al menos mi mente se
había distraído de lo que potencialmente estaba a punto de enfrentar en ese momento.
El ascensor se detuvo, se abrió en el piso donde iba y salí, bajando por el pasillo hacia
a su oficina de inmediato. Algunas personas me vieron en mi camino y me saludaron,
yo murmuré un saludo pero no me detuve para conversar, porque no quería molestar a
mi padre con mi tardanza. Él odiaba que cualquier cosa se retrasara, le gustaba
mantener un maldito horario. Y mientras tocaba a la puerta y la abría, me di jodida
cuenta que si él había traído con él a Isabella está mañana, se le debería haber hecho
tarde para el puto trabajo. Generalmente se va antes que yo por las mañanas para
llegar aquí a lo que él llama una “hora decente”, lo que para mí es jodidamente
temprano, porque básicamente él podría fijar sus propios horarios en este agujero de
mierda. Ella estaba dormida en mi cama cuando me fui, y cuando abrí la puerta y eché
un vistazo a la habitación, vi a mi padre mirándome molesto y a ella sentada en una
silla, tensa, tuve que preguntarme si él la había encontrado en mi puto cuarto. Si
habría ido a buscarla esta mañana para traerla al trabajo con él y la habría
encontrada dormida en mi cama en lugar de en la suya.

“¿Cuántas veces tenemos que pasar por esto Edward Anthony, antes de que dejes de
entrar a las habitaciones sin permiso?” Espetó. Mi ira hirvió por su tono, pero contuve el
impulso de gritarle en respuesta, tratando de mantenerme calmado aunque estaba
entrando de nuevo en maldito pánico.

Gemí y dejé que la puerta se cerrara, no muy contento de que él estuviera gritando
desde el principio. Mis esperanzas de un indulto estaban disminuyendo, ya que no
parecía estar de un ánimo muy generoso. Me acerqué y me senté en la silla junto a
Isabella, agradecido de ver que al menos estaba bien físicamente. “Eh, pensé que
tenía permiso. Es decir, mierda, tú me has pedido que viniera,” le dije, tratando de
parecer indiferente. Él me miró por un momento, mostrando con su apariencia que no
le había gustado que me las diera de listillo, antes de negar con la cabeza y decirme
que le diera las llaves del coche. Me tensé cuando me las pidió, jodidamente
confundido y haciendo mi mayor esfuerzo para no arremeter contra él. Había
amenazado con quitarme el maldito coche algunas veces, pero nunca había pensado
que en realidad lo hiciera. Quería gritar y exigirle saber qué mierda había hecho para
merecer ese castigo, pero me contuve ya que no quería saber la respuesta,
especialmente si su razón se sentaba justo a mi lado. No quería que ella escuchara
cómo la llamaba un error o cualquier cosa que hubiera causado mi castigo, porque
ella se tomaría en serio esa mierda a pesar de las veces que le dijera lo contrario. No

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le gustaba ser una carga y no pensaba en ella como una en absoluto; ella era una
jodida bendición en mi vida, y quería que no tuviera que escuchar lo contrario nunca.
Traté de actuar como si no hubiera escuchado lo que me había dicho sobre las llaves,
lo que lo encabronó todavía más. Dio una perorata sobre cómo actuábamos como
niños ignorantes, lo que me enfureció pero encendió mi curiosidad e inmediatamente
me pregunté si Isabella había tratado de inventarse algo pero había fracasado.
Después de un momento saqué las llaves de mi bolsillo, sabiendo que era
malditamente inútil discutir al respecto, y se las arrojé. Se puso de pie y en el momento
en que nos dio la espalda miré a Isabella. Parecía un poco nerviosa e incómoda, pero
no se veía precisamente temerosa, así que eso me calmó un poco. Estiré mi mano y
toqué su brazo, queriendo saber si ella sabía qué mierdas estaba pasando, pero ella
solo se encogió de hombros. Mi padre se volvió y me dio las llaves del Mercedes,
confundiéndome como el demonio. Le pregunté para qué me las estaba dando y él
parloteó alguna estupidez referente a que era automático, como si yo no supiera ya esa
mierda. Yo no entendía así que dijo algo sobre empezar con el Volvo, lo que me
confundió aun más.

“Jesucristo, ¿De qué mierdas estás hablando?” Le pregunté. “Lo que dices no tiene
maldito sentido.” No me gusta no saber lo que está pasando, especialmente ahora
cuando ya estaba al límite.

“Guardi le vostre parole*,” espetó rápidamente. Cerré mi puta boca, al darme cuenta
que realmente lo había encabronado ya que había recurrido a reprenderme en
italiano. “Si dejaras de estar siempre tan a la defensiva, podrías ver que te estoy
diciendo que enseñes a la chica a conducir.”

Me tomó un segundo registrar sus palabras, pero cuando lo hice la jodida emoción
redujo el pánico que se había elevado al punto de casi consumirme. Él quería que ella
aprendiera a conducir un puñetero coche, no podía estar tan jodidamente encabronado
por la situación. “Joder, ¿estás bromeando?” Le dije, casi sintiéndome estúpido por
haber reaccionado de forma tan exagerada esta tarde.

Él estaba algo molesto porque había maldecido de nuevo, lo que no era inusual, y me
contestó con una maldición. Le llamé la atención por maldecirme porque yo había
maldecido, al igual que Isabella regañaba mi culo por gritar cuando me gritaban,
diciéndole que era un mal ejemplo a seguir. No me contradijo, sabiendo que era la
maldita verdad, y me dijo que yo era demasiado bueno para seguir sus pasos. Sabía
dónde quería llegar y era bastante agradable de escuchar, ya que mi padre en
realidad nunca hablaba mucho sobre ese maldito tema. Nunca había tratado de
incitarme hacia la mafia como otros lo habían hecho, parecía casi indiferente al
respecto, como si no tuviera una opinión sobre eso en absoluto. Y yo sabía que tenía
que tener una, pero era posible que simplemente sintiera que no era quien para
expresarla, lo que no tenía jodido sentido porque él era mi padre y estaba implicado en
ella, así que por supuesto que importaba su opinión sobre el tema.

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Sé que la mayoría de las personas no verían con buenos ojos el crimen organizado si
había tenido algo que ver con la muerte de su madre, pero nunca vi sentido a culpar al
estilo de vida en sí. La culpa cayó sobre quien había apretado el maldito gatillo, y tenía
la sensación de que mi padre sabía exactamente quién era y por qué lo había hecho,
pero nunca nos lo diría. Solo se lo mencioné una vez, queriendo saber qué fue tan
malditamente malo para que mataran a una mujer inocente y joder, casi me mataron a
mí con ocho años. No me podía imaginar qué habría llevado a eso, a que esos hijos de
puta, que por lo general dejaban en paz a las mujeres inocentes y especialmente a los
niños, y a veces me preguntaba si tal vez mamá se había metido en algo porque ellos
simplemente no hacían esa mierda por nada. Y me sentí como un pendejo, siquiera
permitiéndome transferir algo de la responsabilidad a mi madre, pero era la única
puta cosa que al menos tenía un poco de sentido. Era eso o que mi padre había
matado a la esposa de alguien y era una venganza, pero mi padre me había dicho
muchas veces que él nunca mataría a una mujer inocente. Él no había dicho: “Nunca
he matado a una mujer, punto,” así que sabía que había una posibilidad de que él
hubiera matado alguna, solo que no a una inocente. Lo que sea que esa mierda de
inocente quisiera decir, no estaba seguro. ¿Mamá era inocente? Independientemente
de que lo fuera, estaba seguro como el demonio que ella no merecía morir y yo no
había hecho ninguna maldita cosa para merecer tener que presenciarlo. Parte de mí se
alegraba de no saber lo que había provocado que eso sucediera, porque si fuera algo
que mi padre había hecho no estaba seguro de ser capaz de perdonarlo por ello, aún
si lo hizo sin darse cuenta. ¿Cómo puedes perdonar a alguien por infligir tortura
emocional durante tantos años sobre ti, incluso si no tenía intenciones de que esa
mierda pasara? Eso era algo difícil de asimilar. Supongo que a veces, la ignorancia es
la felicidad.

Jasper no entiende cómo podría siquiera considerar unirme a la Mafia después de lo


que le habían hecho a nuestra familia, pero como ya he dicho, no podía culpar la
forma de vida. Si mi madre hubiera muerto en un accidente de coche con un conductor
ebrio, no me haría ver a los coches de manera diferente, pero me recordaría que
algunos hijos de puta simplemente no deberían estar detrás del volante. Tal vez no era
una buena forma de ver las cosas, pero en mi mente parecía tener sentido. Y no estoy
diciendo que quiera entrar en la organización, solo estoy diciendo que la muerte de mi
madre no me detendría de ponerme al volante de un coche.

¿Tenía jodido sentido? No estaba seguro. Mi mente seguía repasando todo


frenéticamente, tratando de asimilarlo, mi cuerpo tratando de calmarse después de
estar casi al borde de un ataque de pánico.

Solté algo sobre que viera lo que el crimen organizado le había dado, y cómo no
parecía tan malo, pero rápidamente cambié de tema porque no estaba de humor para
hablar sobre eso ahora. “En fin, ¿por qué estamos en el puto hospital? ¿Implantando
más mierda, haciendo más pruebas genéticas? O déjame adivinar, ¿es un secreto?” Le
pregunté, queriendo abordar el maldito punto. Sabía que ella estaba aquí para recibir

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su inyección de acuerdo a lo que me había dicho Heidi, pero no sabía qué tipo de
inyección podría ser y conociendo a mi padre, de ninguna jodida manera me lo diría.

Isabella me miró, al parecer asombrada, pero yo solo me quedé ahí mirando fijamente
a mi padre, queriendo saber lo que iba a decir. Sabía que estaba presionando mi
maldita suerte, lanzándole eso, pero como Jasper había dicho ‘el que no arriesga, no
gana’.

“Si quieres saberlo, Isabella necesitaba su dosis de anticonceptivos. Ya sabes, solo en


caso que ella tenga una cita con algún chico del pueblo que le guste y decida intimar
con él,” dijo con frialdad, pero con la molestia evidente en su rostro. Sentí aumentar mi
ira, porque había dicho esa mierda con el propósito de sacarme de mis casillas, lo
sabía. Se levantó y dijo que tenía pacientes que ver y se dirigió a la puerta,
rápidamente le dije feliz cumpleaños, sin querer ser un hijo totalmente horrible, pero
diciéndolo a medias porque sabía que él no quería escuchar esa mierda. De acuerdo,
tal vez era un hijo horrible.

Me quedé ahí sentado por un momento después de que hubo ido, permitiéndome
asimilar el hecho de que había recibido ese maldito indulto que había estado
esperando antes, miré a Isabella y parecía estar aturdida, mirando al vacío con una
expresión curiosa en su rostro. Estiré la mano y la atraje hacia mí presionando mi boca
en la suya y dándole un profundo beso, jodidamente agradecido que al menos por
ahora estábamos bien. Rompí el beso y dudé, mordiendo su labio inferior. Era tan
rellenito y jugoso, no demasiado relleno como el de Angelina Jolie o algo así, aunque
esa perra es algo caliente, supongo. Pero como sea, no tiene nada que no tenga la mia
bella ragazza, con sus hermosos labios suaves y llenos. Me encantaba besarlos.

“Toda mía,” le susurré después de besarla de nuevo, esta vez más suave. Después de
eso de verdad me aparté y ella sonrió, pasando sus dedos sobre mis labios y mis
mejillas, eran toques suaves como plumas que dejaron un hormigueo a su paso.

“Toda tuya,” susurró, su voz llena de emoción. Sonreí y asentí, amando escuchar esa
mierda, y me puse de pie.

“¿Sabes? Realmente me asustó como el demonio que él contestara tu teléfono. En todo


lo que podía pensar era en que habíamos sido jodidamente atrapados. Estaba seguro
que tendría que darle un puto golpe bajo, agarrarte y salir corriendo, que se joda el
GPS,” le dije, negando con la cabeza y pasando una mano por mi pelo. Esa mierda
también la dije en serio, llegado el momento lo hubiera hecho sin pensarlo, y todavía lo
haría. Mis hermanos harían lo que pudieran para darnos una ventaja al menos y tratar
de mantener a raya a mi padre por un tiempo de manera que pudiéramos idear alguna
mierda. Seguro encontraríamos una forma para desaparecer.

Miré a Isabella después de un segundo cuando ella no dijo nada y la vi sentada tan
quieta como una estatua, mirando fijamente hacia el suelo cerca de mi pie. Tenía una

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expresión intensa en su rostro, como si se estuviera concentrando con fuerza en algo.
Mi ceño se frunció por la confusión y bajé la vista hacia el suelo, tratando de averiguar
qué carajos la había dejado embelesada, volví a mirar hacia ella cuando no vi nada y
suspiré.

“¿Bella, nena?” Le dije. Ella no respondió, siguió mirando fijamente al suelo como si
fuera un puto misterio que estaba tratando de resolver desesperadamente. Suspiré de
nuevo. “¿Isabella?” Le dije, más fuerte esta vez. Seguía sin responder y gemí, dando un
paso hacia ella. La agarré por el hombro y se estremeció apartándose de mí, asustada.
Soltó un grito y sus ojos salieron disparados hacia los míos, aparté mi mano
rápidamente sorprendido por su reacción. Me quedé mirándola atónito y sorprendido
por el miedo en sus ojos. Se esfumó rápidamente, su rostro se transformó a una
expresión casi culpable, parpadeó un par de veces y sacudió la cabeza.

“Yo, eh… lo siento,” murmuró. Me quedé ahí parado mirándola por un momento, antes
de volverme a sentar en la silla con cautela.

“¿Qué pasa?” Le pregunté, preocupado porque había reaccionado de esa manera. Ella
rápidamente negó con la cabeza, tratando de ignorar esa mierda, pero yo no era
estúpido. Algo pasaba. “No me hagas eso, Isabella. Sé que algo está mal, dime.”

“No es nada, Edward,” dijo rápidamente, haciendo un gesto de negación. Se levantó


de la silla como si estuviera a punto de irse, pero yo no había terminado con la
conversación. Estiré mi mano y la aferré por la muñeca para detenerla, manteniéndola
en su lugar. Sus ojos se abrieron por la sorpresa cuando la sujeté y trató de alejarse
pero mantuve mi agarre.

“¿Qué te pasa?” Le pregunté, curioso de saber por qué demonios me estaba mintiendo
y ocultándome algo, porque estaba claro como el agua que lo estaba haciendo. No me
gustaba que tuviera secretos y me ocultara mierda. Ella solo se me quedó mirando,
sorprendida de que la estuviera regañando.

“Es, eh… es solo que ha sido un día tenso, sentada aquí con tu padre durante horas.
No era precisamente agradable, estoy algo nerviosa,” dijo después de un segundo,
tirando de su brazo. Solté su muñeca, sintiéndome como un imbécil por mantenerla allí
y ella dio un paso hacia atrás. “No quería ponerme histérica, lo siento.” Ella se quedó
mirándome intensamente y le sostuve la mirada, tratado de encontrar cualquier signo
de engaño, preguntándome si era tan simple como esa mierda.

Suspiré y después de un momento me pasé la mano por el pelo. “Sí, está bien, como
sea. Lo siento, no debería haberte agarrado de esa forma. Es solo que no me gusta la
idea de que tengas secretos para mí,” le dije. Ella asintió y sonrió levemente, un poco
forzado pero pensé que podría ser porque mi culo acababa de sujetarla con fuerza. No
podía estar jodidamente feliz conmigo por ello.

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“Ocultarte cosas es la último que quiero hacer,” dijo en voz baja, un poco de nostalgia
en su voz que me confundió. Asentí vacilante después de un segundo.

“Sabes que puedes decirme lo que sea, ¿cierto?” Le pregunté. Ella asintió. “¿Ha dicho
algo hoy mi padre que te haya molestado?”

Ella suspiró y negó con la cabeza, vacilante. “Tu padre siempre dice lo que tiene que
decir,” me dijo. La miré, sus palabras eran algo crípticas y una parte de mí quería
cuestionarla por ellas, pero decidí no hacerlo. Me di cuenta que probablemente solo
estaba paranoico, y no quería presionarla y que se encabronara, si lo que decía era
verdad. Imaginé que en todo el día él apenas le habría hablado, sin tener nada que
decir ya que probablemente, no tenían nada en común. “En fin, ¿estás listo para
irnos?” Preguntó.

Asentí y me puse de pie. “Creo que la mejor forma de decirlo es, si tú estás lista,” le
dije, sonriendo y sosteniendo las llaves del Mercedes. Sus ojos se abrieron y vi un
destello de miedo combinado con un entusiasmo que no podía ocultar. Ver su
entusiasmo hizo que yo también lo sintiera. “Ven, comencemos con el show.”

Me di la vuelta y me dirigí a la puerta y ella dudó, pero se puso en marcha detrás de


mí. Abrí la puerta y asentí con la cabeza hacia ella, diciéndole en silencio que pasara.
Salió al pasillo y se detuvo, salí y dejé que la puerta se cerrara. Empecé a caminar por
el pasillo, queriendo salir rápidamente de allí de una puta vez, y ella venía justo detrás
de mí. Di la vuelta en la esquina y presioné el botón para bajar, suspirando con
impaciencia cuando se iluminó. Isabella se detuvo a mi lado y le eché un vistazo. Ella
debió sentir mi mirada porque me miró y sonrió, esta vez su sonrisa era sincera. Le
devolví la sonrisa guiñándole un ojo y vi con asombro como ese hermoso rubor subía
lentamente por sus mejillas. Me reí entre dientes y volteó su cabeza hacia el otro lado,
tratando de cubrirse de mí avergonzada. Estiré mi mano y tomé su barbilla, volviendo a
girar su cabeza en mi dirección.

“Ah, no seas así, amor. Tu sonrojo es molto bello,” dije en voz baja. Su sonrojo se
profundizó con mis palabras y una dulce sonrisa envolvió sus labios. Me reí de nuevo,
el ascensor sonó y las puertas se abrieron. Dejé caer mi mano rápidamente y me giré
para quedar frente a él cuando vi de nuevo el uniforme rosado y el pelo rubio. Gemí,
sacudiendo mi cabeza.

“Awww, miren a quien tenemos aquí, a los dos tortolitos juntos,” dijo Heidi, sonriendo
con picardía. Rodé los ojos y ella se rio un poco. “Hacen una linda pareja.”

“Cierra la puta boca,” le dije, manteniendo la voz baja pero tratando de sonar
convincente, ya que casi salíamos de ese lugar y no quería que mi papá escuchara y
nos detuviera para hablar sobre esa mierda. Heidi me lanzó una mirada que
probablemente se suponía debía ser intimidante, pero parecía más estreñida que otra
cosa.

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“Ha sido un cumplido, pendejo,” dijo en voz baja, mirando alrededor para asegurarse
de que nadie había escuchado. Le arqueé una ceja, negando con la cabeza.

“Bueno, jodidas gracias, pero me importa una mierda lo que pienses,” le dije. Ella
entrecerró los ojos y abrió la boca para hablar pero alguien se aclaró la garganta
detrás de nosotros, haciendo que rápidamente cerrara la boca de nuevo.

“Heidi, tengo algunas pruebas de sangre que necesitan ser tomadas.” La voz de mi
padre sonó, haciendo que me tensara un poco. Miré detrás de mí y vi que él estaba
frunciendo el ceño, mirando de Isabella a mí. El pánico comenzó a amenazar de nuevo
por su expresión.

“Seguro, doctor C,” dijo Heidi con una voz alegre forzada. Ella pasó junto a mí, su
brazo rozándome enviando un desagradable escalofrío por mi espalda. El ceño de
Isabella se frunció mientras me echaba un vistazo rápido. Suspiré y me pasé una mano
por el pelo, sacudiendo mi cabeza. Miré a mi padre, esperando ver qué demonios iba a
decir sobre todo esto.

“Váyanse chicos,” dijo simplemente después de un segundo, dándose la vuelta y


alejándose. Observé con sorpresa cuando él solo desapareció, ni siquiera tomándome
la molestia de preguntar qué carajos acababa de pasar. Para mí no tenía sentido, su
ignorancia casi evidente de la situación. Él era un hombre intuitivo, mi padre podía leer
fácilmente a la puta gente, así que, ¿por qué demonios no estaba cuestionándonos
sobre esta mierda?

Isabella se acercó y entró en el ascensor, suspirando. Me reuní con ella y presioné el


botón para bajar, apoyándome contra la pared a medida que las puertas comenzaban
a cerrarse. Al momento que se cerraron haciendo clic y comenzamos a movernos,
Isabella volvió su cabeza para mirarme.

“¿Te has acostado con esa chica?” Preguntó vacilante. Mis ojos se dispararon hacia
ella, estrechándose.

“Joder no,” le dije con brusquedad, sin que me gustara que me preguntara esa mierda.
Yo era el único culpable por haber andado follando con todas esas chicas y no podía
culparla por preguntarlo, pero aun así no me gustaba tocar el tema.

“Lo siento,” dijo volviendo su cabeza y mirando furiosa hacia el suelo. Suspiré,
sintiéndome como un imbécil al hablarle así por preguntarme. El elevador se detuvo y
la puerta se abrió, e Isabella salió hacia el vestíbulo rápidamente. La seguí hacia las
puertas delanteras, casi teniendo que correr para poder seguir el ritmo de sus piernas
moviéndose rápidamente.

“Cristo, no debería haberte gritado así porque sí, ¿de acuerdo?” Le dije rápidamente.
Ella suspiró y asintió con la cabeza, bajándose de la acera y deteniéndose junto a la
puerta del pasajero del coche. Mi ceño se frunció por la confusión y bajé de la acera

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junto a ella. “Es solo que, no lo sé, creo que ella está follando con mi padre. No me
gusta pensar en esa mierda, pero como sea. No, no me he acostado con ella.”

Isabella me miró sorprendida. “¿Ella y tu padre?” Dijo. Yo asentí.

“Sí, quiero decir, no sé si realmente están follando pero estoy bastante seguro de que
ella le chupa la polla. No sé nena, como sea, no tiene importancia. Ella es solo una
puta, trato de no preocuparme por la vida sexual de mi padre, ¿sabes?” Dije de un
tirón, no muy cómodo hablando del tema. Ella me miró por un momento de forma
curiosa antes de asentir.

“Está bien,” dijo simplemente. Asentí agradecido de que solo dijera eso y dejó el tema,
aún cuando ella sabía que odiaba que dijera esa mierda. Nos quedamos allí en
silencio por un segundo solo mirándonos el uno al otro, antes de aclararme la
garganta.

“¿Por qué estás aquí? Vas a conducir tú,” le dije, extendiéndole las llaves. Sus ojos se
ampliaron por la sorpresa, su boca se abrió por el shock.

“¿Ahora?” Preguntó, mirando a los alrededores, un poco de pánico brillaba en sus


rasgos. Le sonreí ligeramente y asentí.

“Sí, ¿por qué no?” Le dije, haciendo tintinear las llaves y ofreciéndoselas. Ellas las miró
y extendió su mano, tomándolas con cuidado.

“Yo, eh… no sé lo que tengo que hacer Edward,” dijo, bajando la vista hacia la palma
de su mano. Suspiré y asentí.

“Lo sé, yo te guío. ¿Ves esa cosa grande de color negro con ese enorme botón de color
rojo? Presiónalo…” Comencé a decir, pero antes de que pudiera decir otra palabra ella
presionó el puto botón rojo del pánico. Las luces empezaron a parpadear y la bocina
comenzó a sonar, y sus ojos se agrandaron por el susto. Hice un gesto de negación y
estiré mi mano, presionando el botón para detener la alarma. Ella me miró aliviada y
me sonrió con timidez, y me reí entre dientes.

“Lo siento,” dijo en voz baja, sonrojándose. Asentí, dándome cuenta que iba a ser un
jodido desastre si ni siquiera podíamos abrir las puertas sin cometer un error.

“Está bien. ¿Qué tal si empezamos de nuevo con esta mierda?, y esta vez no haces
nada hasta que yo te lo diga, ¿de acuerdo?” Le dije, levantando mis cejas. Ella asintió
todavía sonrojada, y sonreí para que ella no pensara que estaba enojado o algo así,
aunque podía sentir la ira amenazando muy dentro de mí. No era una persona
paciente y esto iba a tomar cada gota de paciencia que pudiera sacar de donde fuese.
“¿Ves el botón con la imagen del candado abierto?”

“Sí,” dijo ella mirándolo. Asentí.

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“Presiona ese hijo de puta,” le dije. Ella lo presionó con cuidado y los seguros del coche
se abrieron. Me miró y sonrió, y me eché a reír al ver su jodida expresión de orgullo por
haber hecho bien esa mierda. ¿Quién diría que tal satisfacción sería posible por quitar
el seguro de la puerta de un coche? “Ahora entra por el lado del conductor, y no toques
nada,” le dije. Ella asintió y rodeó hacia el otro lado del coche. Abrí el lado del
pasajero y entré, cerrando la puerta.

Subió del lado del conductor y cerró la puerta, mirando a su alrededor confundida. Me
contuve de reírme por el hecho de que el pinche maldito asiento estaba tan atrás que
no podía alcanzar nada, y era obvio que se estaba devanando el cerebro tratando de
averiguar cómo demonios iba a conducir así. Después de un segundo estiré la mano y
utilicé los controles para ajustar su asiento de manera que pudiera ver por encima del
tablero y alcanzar los pedales. Ella me dio una pequeña sonrisa de agradecimiento y
estiró su mano, agarrando su cinturón de seguridad y poniéndoselo. Me miró, alzando
las cejas inquisitivamente. “¿Tú no vas a, eh, usar tu cinturón?” Preguntó dudosa.

“¿Alguna vez he usado el cinturón, Bella?” Le pregunté. Ella negó con la cabeza,
vacilante.

“Pero no sé muy bien lo que estoy haciendo…” Empezó a decir. Suspiré, encogiéndome
de hombros.

“De verdad, conducir es pan comido, no puedes ser tan jodidamente mala en ello,” le
dije. Ella suspiró, mirándome con incredulidad, pero después de un momento se
encogió de hombros.

“Como digas,” murmuró. Y yo asentí.

“Bien, eso está bien. Lo que yo diga. Y yo digo que agarres la parte metálica de la cosa
negra, saca la llave y métela en el encendido,” le dije. Ella suspiró y asintió, haciendo
lo que le había dicho. Metió la llave en el encendido y esperé a que arrancara el coche
pero no lo hizo. Suspiré con impaciencia. “¿Vas a arrancar el coche o qué?”

Ella me miró nerviosa. “Pero, no me has dicho que lo hiciera,” me dijo. Asentí vacilante,
al darme cuenta que esta mierda iba a ser mucho más difícil de lo que yo pensaba.

“Solo gira la llave,” le dije. Ella asintió y giró la llave hacia adelante, el motor rugió a
la vida, pero lamentablemente no soltó la llave después de que hubo arrancado y
continuó chirriando. “¡Cristo, Bella, suéltala antes de que quemes el puto arranque u
otra cosa!”

Ella soltó rápidamente la llave, alejando su mano de ella, sus ojos desorbitados por el
miedo cuando ella me miró. “Lo siento, no lo sabía,” dijo rápidamente. Suspiré,
pasando una mano por mi pelo.

“Está bien, joder, debería habértelo dicho. Pensé que al menos sabrías esa mierda,” le

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dije. Ella suspiró, negando con la cabeza.

“Puedo contar el número de veces que viajé en coche en Phoenix con una mano,
Edward. No sé nada de coches,” me dijo. Yo asentí.

“Está bien, sí. No había pensado en esa mierda. Es mi culpa,” murmuré. Me incliné,
dándome cuenta que tenía que revisar lo básico que un puto niño de cinco años podría
decirte, pero sabía que no podía culparla porque no era su puta culpa que haber
estado tan aislada. Aunque sí me molesté, no pude evitarlo.

“Acelerador y freno. El acelerador para avanzar y el freno para parar. ¿Has


entendido?” Ella asintió. “Bien. R es reversa para ir hacia atrás, D es para conducir
hacia adelante, y E es estacionarse, para aparcar el puto coche. ¿Has entendido?” Le
pregunté, solo señalándole cosas que ella encontrara convenientes. Ella asintió. “Los
espejos laterales y el espejo retrovisor, solo tienes que mirar por esos cabrones para ver
qué hay detrás de ti y a tu alrededor de manera que no golpees ninguna mierda.
¿Entiendes?”

Miró a su alrededor por un segundo antes de asentir. “Creo que sí,” dijo dudosa, sin
escucharse muy segura de sí misma.

“Relájate, es muy fácil,” le dije, encogiéndome de hombros. Le señalé las luces


direccionales, diciéndole cuándo y cómo usarlas, sin saber si sabía diferenciar su
jodida izquierda de su derecha ya que no sabía ninguna otra maldita cosa y no quería
preguntarle y tal vez ofenderla, así que simplemente se lo indiqué, solo por si acaso.

“¿Y qué pasa con las señales?” Preguntó vacilante. Suspiré.

“Detente frente a los enormes octágonos de color rojo que dicen STOP. Y si el semáforo
está en rojo, te detienes frente a la línea. Si está verde, sigues adelante,” le dije,
encogiéndome de hombros. Es simple sentido común.

“¿Y si está de color amarillo?” Preguntó. La miré y sonreí.

“Si está amarillo aceleras de una puta vez para poder atravesarlo antes de que se
ponga rojo,” le dije, encogiéndome de hombros.

Su ceño se frunció un poco pero asintió.

“Está bien,” dijo. Suspiré y asentí.

“Bien nena, empecemos con esta mierda de una vez. Solo quédate entre la línea
amarilla y la blanca, en tu carril y estaremos listos. Pon a esta perra en reversa y da
marcha atrás.”

Alargó la mano y agarró la palanca de cambios para ponerla en reversa y tiró de ella.
Su frente estaba arrugada y levantó la vista hacia mí confundida. Suspiré al darme

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cuenta que no le había dicho cómo hacer esa mierda. “Tienes que mantener el freno
apretado con tu pie y presionar el botón en la palanca de cambios para moverla,” le
dije. Ella asintió e hizo lo que le había dicho, poniéndolo en reversa con éxito. “Bien,
ahora quita el pie del freno, pisa el acelerador y conduce.”

Ella suspiró y quitó su pie del freno, tomando una respiración profunda antes de pisar
el acelerador. El coche salió disparado hacia atrás cuando ella piso accidentalmente el
puto acelerador hasta el fondo. Ella empezó a darle vueltas al volante y nos hizo girar
rápidamente casi subiendo a la parte trasera de la acera que sale del hospital y
malditamente cerca de golpear una señal. Ella golpeó el freno con fuerza y nos
detuvimos con una sacudida.

“¡Jesús, Bella, te he dicho que pisaras el acelerador no que lo apretaras hasta el puto
fondo!” Le dije, agarrándome con fuerza al maldito asiento. Ella me miró, el miedo era
evidente en sus ojos. “Solo presiónalo ligeramente, ¿de acuerdo?” Le dije, tratando de
calmarme y hablar en voz baja para no asustarla más de lo que ya estaba, obviamente
ya estaba entrando en pánico.

Ella asintió y bajó su mano poniendo el coche en directo. Soltó el freno y presionó
ligeramente el acelerador y comenzamos a avanzar a través del estacionamiento.
Llegó a la señal de Stop al final del estacionamiento y pisó el freno con algo de fuerza,
volviéndonos a sacudir, pero al menos no fue tan malo como la primera vez. Se quedó
allí por un momento, mirando para un lado y para el otro, y empecé a impacientarme
preguntándome por qué demonios no estaba yendo hacia ningún lado. No había
ningún maldito coche en la carretera.

“Si no hay ninguna mierda viniendo, puedes avanzar. No tienes que quedarte aquí,” le
dije. Ella suspiró, echándome un vistazo.

“¿Y hacia dónde exactamente me dirijo, Edward?” Preguntó, sonando algo molesta. Me
quedé mirándola por un segundo antes de sonreír ligeramente. Ella estaba esperando
mis putas instrucciones.

“Por allá,” le dije, apuntando hacia la izquierda. Ella asintió con la cabeza.

“Entonces, a la izquierda,” dijo, escuchándose todavía molesta. Inmediatamente


encendió la luz intermitente para girar a la izquierda y miró a ambos lados antes de
pisar el acelerador y salir a la carretera. Se metió en su carril y le temblaban las manos
sobre el volante, pero lo mantuvo estable casi en su totalidad. Realmente se veía
jodidamente nerviosa, y eso me ponía nervioso a mí.

Nos acercábamos al semáforo y a unos treinta metros la luz cambió a amarilla. El


sentido común me dijo que ella pisaría el freno, porque definitivamente estaría en rojo
antes de que pudiera cruzar, pero por supuesto no le había hablado con jodida lógica
así que ella no pensaba de esa forma. Pisó el maldito acelerador, enviándome

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disparado hacia atrás en mi asiento y se fue directa a cruzar a toda velocidad esa hija
de puta después de que se hubiera cambiado a rojo a casi el doble del maldito límite
de velocidad.

“¡Acabas de pasarte una maldita luz roja, Isabella! Rojo significa detenerse, joder, ¿no
has escuchado esa parte? ¿No entiendes inglés?” Le grité, asombrado. Ella dejó
escapar un sonido de molestia se escuchó jodidamente cerca a un gruñido y me miró
brevemente de soslayo.

“Tú has dicho que pisara el acelerador cuando estuviera en amarillo. Así que eso ha
sido lo que he hecho,” dijo con brusquedad, obviamente muy nerviosa.

Gemí, negando con la cabeza. “Sí, si vas a lograr pasar esa mierda, lo que obviamente
aquí no podías hacer,” le repliqué.

“¿Cómo iba yo a saberlo?” Gritó. Escucharla elevar su voz hizo que mi temperamento
se enardeciera y mi mano se volvió un puño involuntariamente. Estiré la mano y golpeé
el tablero frente a mí, gruñendo.

“Mierda, simplemente se supone que debes saberlo,” dije con brusquedad, sin tener
una buena respuesta para su pregunta porque la verdad, ¿cómo se supone que ella
iba a saber esa mierda? Me echó un vistazo, con un poco de miedo y aprensión en sus
ojos. La miré por un momento, sintiéndome como un pendejo por gritarle cuando en
realidad no era su culpa, y levanté la vista mirando por el parabrisas a tiempo para
verla dirigiéndose directamente hacia un puto buzón de correo. “¡Mierda!” Grité,
estirando la mano y agarrando el volante. Lo giré con brusquedad y el coche se
sacudió, el espejo lateral golpeó el buzón pero afortunadamente no se cayó. Isabella
apretó los frenos, el coche patinó hasta detenerse rápidamente a un costado de la
carretera. Seguí agarrando el volante mientras ella seguía pisando el freno, teniendo
la puta esperanza de no haberle dejado una marca al coche de mi padre, porque lo
último que necesitaba es que tratara de castigarla y yo tuviera que intervenir. Hoy
había conseguido un indulto, dudo que llegado el momento consiguiera otro.

“Yo, eh…” Comenzó a hablar. Solté el volante y sostuve mi mano arriba para indicarle
que no dijera nada, negando con la cabeza.

“Solo, ni siquiera te molestes. Está bien, ha sido mi culpa. En fin. Vamos a ver si
podemos intentarlo de nuevo. Me sentaré aquí, cerrando la puta boca y dejaré de
distraerte, y tú simplemente prestarás atención a la carretera, ¿de acuerdo?” Le
pregunté, tratando de mantener mi nivel de voz. Sabía que estaba manejando mal esta
mierda, pero igual que como la lectura, joder, no sabía cómo enseñarle. Ella debería
de saber esa mierda, y no era su culpa que no fuera así, pero, ¿cómo demonios le
enseñas a una persona una cosa que simplemente es algo lógico para ti?

“Está bien,” dijo en voz baja. Asentí y estiré mi mano agarrando el puto cinturón de

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seguridad y poniéndomelo rápidamente. Me miró sorprendida y le sonreí con timidez
antes de hacer un ademán con la mano, diciéndole en silencio que continuara. Soltó el
freno y tocó el acelerador, volviendo a entrar en el carril y avanzando de nuevo. Llegó a
una señal de ceda el paso y en ese momento recordé que no le había dicho qué
demonios significaba una señal para ceder el paso. Abrí mi boca para hablar pero era
demasiado tarde, porque ella pasó volando justo donde estaba esa hija de puta sin
siquiera disminuir la velocidad. Grité algunas groserías mientras sonaban neumáticos
chirriando. Isabella gritó y golpeó los frenos, la cual era la última maldita cosa que
tenía que hacer cuando se acaba de cruzar a un puto coche, así que grité y le dije que
pisara el acelerador. Su cabeza se giró rápidamente en mi dirección, el jodido pánico
claro como el agua en sus ojos, y golpeó el acelerador. El coche salió disparado hacia
adelante y volvió de nuevo su atención a la carretera, agarrando el volante con fuerza.
La miré horrorizado, observando como su cuerpo empezaba a temblar y sus ojos se
llenaban de lágrimas. Estaba jodidamente aterrorizada, y estaba tratando de contener
esa mierda, de inmediato me sentí mal porque en buena parte era por mi culpa. Porque
una maldita lección de conducir no debería ser así de jodidamente dramática, aún con
alguien que no sabía nada en absoluto sobre conducción.

“Entra en el estacionamiento a la derecha,” le dije en voz baja a medida que nos


acercábamos a la tienda de comestibles. Encendió las luces intermitentes y entró en el
estacionamiento, pisando los frenos de manera que el coche patinó hasta detenerse
atravesado en algunos lugares del estacionamiento. Estiré la mano y agarré la
palanca de cambios, presionando el botón y poniéndola en estacionar. “Puedes soltar
el freno, nena.”

Me miró vacilante e hizo lo que le había dicho. Todavía agarraba el volante con fuerza,
con tanta fuerza que podía jurar que estaba doblando al cabrón, y su cuerpo todavía
estaba temblando. Estiré mi mano y froté ligeramente su brazo, suspirando. “¿Estás
bien?”

Ella asintió pero mientras lo hacía una lágrima que estaba tratando de reprimir se
escapó y se deslizó por su mejilla. Soltó el volante rápidamente y levantó su mano
limpiándose la lágrima.

“Estoy bien,” susurró, su voz temblorosa. Suspiré y desabroché mi cinturón,


inclinándome hacia ella y envolviendo mis brazos a su alrededor. Alcancé su cinturón y
lo desabroché, atrayéndola hacia mí.

“Acabo de hacer esto mucho más difícil de lo que debería haber sido, lo siento,”
murmuré. Ella soltó el volante por completo y se apoyó en mí de manera que pudiera
sostenerla. Asintió pero no dijo una palabra. Podía sentir su cuerpo temblando en mis
brazos, ya que obviamente estaba aterrorizada y joder, en realidad no podía culparla.
Tenía que ser abrumador, que simplemente te lancen a hacer esa mierda. Incluso
recuerdo la ansiedad que sentí cuando me puse por primera vez detrás de un volante y

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estaba acostumbrado a los coches, sabía exactamente qué demonios estaba haciendo
y todavía me sentía un poco nervioso al hacerlo realmente.

“¿Quieres que conduzca yo a casa? Creo que sería mejor que uno de mis hermanos te
enseñara esta mierda,” le dije, suspirando. Se apartó rápidamente, frunciendo el ceño.

“De todos modos, ¿por qué tengo que aprender?” Preguntó. La miré brevemente,
sorprendido, antes de encogerme de hombros.

“Para que puedas trasladarte tu sola, sin tener que depender constantemente de uno
de nosotros para que te lleve,” le dije. Su ceño se frunció aun más.

“¿Me va a dejar salir en público sola?” Preguntó confundida. Me encogí de hombros.

“Supongo. Quiero decir, tienes que ir a la tienda de comestibles y esas mierdas,


¿verdad?” Le dije, señalando a la tienda frente a nosotros. “Y no me importa ir contigo,
pero joder, simplemente sería mucho más fácil si pudieras ir sola cuando tengas
tiempo, ¿sabes? Y además, es bueno tener esa habilidad, una que apreciarás cuando
te saque de esta situación y estemos libres de esta mierda.”

Ella se quedó mirándome por un momento, una expresión curiosa en su rostro.


“¿Libres?” Preguntó en voz baja, levantando su mano y frotando suavemente mi
mejilla. Una pequeña sonrisa llegó a sus labios mientras me miraba, sus ojos se
llenaron de lágrimas nuevamente. Sonreí y asentí con la cabeza, inclinándome hacia
adelante y besándola con suavidad.

“Sí, libres. Tú y yo juntos, no importa lo que tenga que hacer,” murmuré contra su boca.

Me respondió el beso con dulzura, las yemas de sus dedos frotando la ligera barba en
mi rostro.

“Te amo, Edward,” dijo mientras se apartaba. Le sonreí, asintiendo con la cabeza.

“Y yo te amo a ti. Ti amo, la mia bella ragazza. Sempre*,” le dije. Su sonrisa creció y
una lágrima se deslizó por su mejilla. La estaba haciendo llorar de nuevo, pero al
menos esta vez eran lágrimas de felicidad.

“Sempre,” susurró, asintiendo. De nuevo se inclinó hacia adelante y presioné mis


labios en los suyos, besándola apasionadamente, mi lengua sumergiéndose en su
boca. Se apartó después de un momento, sin aliento y sonrojada. “Pero no quiero que
nadie más me enseñe a conducir, quiero que me enseñes tú.”

Me reí un poco. “Maldición, tengo que ser bueno besando para que te hayas olvidado
del puto desastre que acabo de hacer como maestro,” le dije en broma. Se echó a reír,
negando con la cabeza.

“Estamos aprendiendo juntos, ¿recuerdas? Dijiste que lo resolveríamos todo juntos, y

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tengo fe en que lo haremos, así que creo que conducir no debe ser diferente,” dijo.
Sonreí, sus palabras hicieron que el amor que sentía por ella aumentara, el hecho de
que no quisiera a nadie más sino a mí para hacer todo juntos me llegó al alma. Porque
quería estar a su lado en cada paso del camino, no importaba lo difícil que fuese.
Éramos supervivientes, y sobreviviríamos a esta jodida situación en la que estábamos,
y algo tan insignificante como conducir un puto coche no iba a ser la excepción. Si ella
había podido sobrevivir al cautiverio y la esclavitud y yo había podido sobrevivir a
estar cerca de la maldita muerte y a la pérdida de mi madre, entonces juntos, no había
puta razón por la que no pudiéramos sobrevivir a una maldita lección para conducir.

“Está bien. Empecemos de cero, vamos a comenzar de nuevo con esta mierda. Antes
que nada, cuando llegues a una luz amarilla, baja la velocidad de una puta vez y
detente. Más vale prevenir que lamentar, ya sabes...”

******************
Ti amo = Te amo

La mia bella ragazza = Mi chica hermosa

Sempre = Siempre

Guardi le vostre parole = Cuida tu boca

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 801


“Yo creo que es mejor decir la verdad que una mentira. Yo creo que es mejor ser libre
que ser un esclavo. Y yo creo que es mejor saber a ser ignorante" – Henry Louis
Mencken

Isabella swan
Traducido por Lanenisita

Abrí la puerta del refrigerador y suspiré, mirando en su interior. Después del día que
había llevado lo único que quería hacer era subir las escaleras e irme a dormir,
olvidando completamente que este día había pasado, pero eso simplemente no era
posible. Eran ya unos minutos después de las seis de la tarde y el doctor Cullen
llegaría a casa a las siete, esperando tener su cena sobre la mesa y una casa limpia.
Había estado fuera todo el día por lo que no había arreglado la casa y tampoco
ayudaba el hecho de que no había sido capaz de preparar algo para la cena, así que
lo único que me quedaba era improvisar. El hecho que hoy fuese el cumpleaños del
doctor Cullen me ponía incluso más nerviosa y todo lo que quería era hacer las cosas
perfectas, a pesar de que en realidad él ni siquiera quería celebrarlo.

Aprender a conducir había sido una de las experiencias más sorprendentes de mi vida.
No creo que Edward haya comprendido en realidad lo abrumador que había sido todo
eso para mí. Por primera vez en mi vida, alguien me daba el control. Y aunque fuese
pequeño en proporción, ya que todo lo que habían hecho era permitirme conducir el
auto en la dirección que me marcaron, no obstante me habían dado un pequeño
fragmento de autoridad. Yo estaba a cargo de algo que no era la aspiradora o la
lavadora de ropa, a cargo de algo que era poderoso y caro, ellos me habían dado el
control de algo que era completamente innecesario para mí. Y por primera vez en mi
vida, alguien más estaba bajo mi voluntad, y aunque se trataba simplemente de
Edward, no creo que él se percatara del hecho que su vida había estado en mis manos.
Podría haberle causado un gran daño, y aunque nunca se lo haría eso me demostró
que realmente él confiaba en mí. Siempre me había dicho que lo hacía y nunca había
dudado, pero me lo había demostrado hoy y eso significa mucho para mí, más de lo
que él pudiese siquiera imaginar.

La clase de conducción empezó horrible, porque Edward era por naturaleza impaciente
y yo no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Yo no sabía nada de autos y casi me

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 802


avergonzaba admitir que apenas había prestado atención cuando Edward conducía, o
cuando lo había hecho el doctor Cullen, así que nunca había comprendido realmente
la mecánica de todo eso. Yo sabía que él había estado irritado por toda la situación y
que para variar me había dado instrucciones muy vagas, lo que a su vez terminó
irritándonos a ambos. Cometí un montón de errores sin intención, simplemente
tratando de hacer lo que él me había dicho, y casi estrello el coche un par de veces. En
una ocasión he golpeado un buzón de correos y lo hubiese tumbado por completo si
Edward no hubiera reaccionado tan rápido como lo había hecho. Podría haber sido un
desastre, y todavía existe la posibilidad de que lo sea porque había quedado una
marca en el espejo lateral del doctor Cullen en el lado que yo lo había golpeado. No
sabía cómo se lo tomaría el doctor Cullen, si estaría lo suficientemente molesto como
para querer castigarme. Aunque en cierta forma esto había sido idea suya, ya que él
había sido el que había dicho que aprendiera a conducir por cualquiera que fuese la
razón, así que Edward le había restado importancia diciendo que no era gran cosa.
Pero no estaba segura de eso, ya que el doctor Cullen no siempre era el hombre más
lógico del mundo. Él me había castigado por algo que no había sido del todo mi culpa
en octubre, una situación que él había ayudado a crear, así que debía reconocer que
era posible que la marca en su auto podría, de manera potencial, garantizarme otro
castigo. Quizás lo vería como si hubiese faltado el respeto a su propiedad, o quizás él
ni siquiera trataría de justificar su razonamiento. Después de todo, él tampoco tenía
que hacerlo.

Después del susto inicial a causa de la clase de conducción, después que Edward me
alzara la voz bruscamente un par de veces y que yo aparentemente ‘casi lo matase o le
causara un maldito infarto, o ambos’ como me había dicho después, las cosas
comenzaron a ir con mucha más calma. Creo que tenía que ver con el hecho de que
empecé a llorar, la presión y el miedo eran demasiado para mí y me estaban partiendo
en dos. Pude ver que él se sentía mal, y continuó disculpándose una y otra vez, yo le
aseguré que estaba bien. Sabía cómo era él, cómo perdía el control y su falta de
paciencia, y aunque no me gustaba, lidiaba con eso. Él lidiaba con mi incompetencia
en cosas que él veía como sencillas, y yo lidiaba con su inhabilidad de mantenerse
calmado todo el tiempo. Y por suerte, después que ambos nos calmáramos en el
estacionamiento de la tienda de comestibles y de que él pudo explicarme las cosas de
una manera racional, no tuvimos mayores contratiempos. Me hizo dar la vuelta al
pueblo un par de veces y aunque estaba nerviosa al inicio, finalmente empecé a
relajarme, sintiéndome cada vez un poco más cómoda detrás de volante.

Pero cualquier felicidad u orgullo que normalmente podría haber tenido por un logro
tan grande, lo que para alguien como yo era un asunto enorme, desafortunadamente
estaban opacados por los eventos previos de ese día. Porque las palabras del doctor
Cullen, sentado en su oficina, se seguían infiltrando en mis pensamientos, haciendo
eco en mi mente como una canción en repetición automática.

… mi hijo será bastante persuasivo… se está empezando a impacientar…

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 803


… tú querrás seguirlo a ojos cerrados…

… está metiéndose cada vez más en ese asunto… huir solo va a provocar que alguien
salga herido…

… no puedo permitir que él sea una víctima…

… necesito tu ayuda…

… te rastrearé y te mataré… no puedo permitir que mi hijo salga lastimado…

… secretos fácilmente podrían provocar su muerte… cosas que ni siquiera yo sabía…

… no logra comprender la seriedad en el hecho de desperdiciar su vida…

… ellos esperan que simplemente les entregue a mi hijo…

… Lo estás salvando de maneras en las que yo he fallado…

… yo también estoy tratando de salvarlo de algo que él no se da cuenta que necesita


ser salvado…

… una salida para que todos seamos salvados y en la que nadie deba ser
sacrificado…

Una y otra vez se repetían esas frases en mi cabeza, mi mente trataba de darle sentido
a algo que hasta este punto no parecía tenerlo. No dudaba de las palabras del doctor
Cullen en absoluto, ya que se podía decir que basado en su tono de voz, él hablaba
muy en serio y que la vida de su hijo no era algo con lo que podía manipularme. El
doctor Cullen claramente amaba a sus tres hijos y la preocupación era evidente en sus
palabras… el problema era, que yo simplemente no lo entendía. Supongo que eso no
era sorprendente, considerando que el doctor Cullen había sido muy directo
diciéndome que no esperaba que lo entendiera ya que no me estaba dando detalles,
pero que al menos esperaba que lo obedeciese. Y aquello era lo difícil, ya que aún no
estaba del todo segura que era aquello que se suponía que debía hacer para
ayudarlo, o cómo iba a hacer para mantener a Edward apartado de esto sin darle a
conocer la conversación que el doctor Cullen y yo habíamos tenido. No estaba del todo
segura cuánto de esa conversación se suponía que debía mantener en secreto, si podía
decirle al menos una parte de ella. Estaba segura a este punto que Edward me conocía
bastante bien, y que podía leer mis estados de ánimo muy fácilmente, así que ocultarle
secretos no sería nada fácil. Yo había perfeccionado el arte de eludir cosas, de evadir y
guardar secretos al crecer en la casa Swan, ya que aquellas características fueron las
que me mantuvieron fuera de problemas pero sobre todo, viva. Pero era distinto con
Edward, por primera vez en mi vida alguien realmente me conocía, por completo. Y
ahora tenía que ocultar una parte de mí nuevamente, por su seguridad, y aquello me
molestaba inmensamente. La peor parte, sin embargo, era ni siquiera saber el porqué

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 804


lo estaba haciendo.

¿Qué era aquello tan peligroso que podría hacer que Edward saliera lastimado? ¿Y
cómo podría lastimarlo? Por mucho que me diera miedo al escucharlo, no podía culpar
al doctor Cullen por admitir que me mataría antes que permitir que su hijo saliera
lastimado, porque llegado el momento yo preferiría morir antes de que Edward fuese
lastimado por mi culpa. Pero el problema se basaba en el hecho que yo ni siquiera
podía imaginar qué era aquello sobre mí que podría hacer que Edward saliese
lastimado por indagar, al menos que fuese el doctor Cullen quien hiciera el daño a
Edward. Yo no podía siquiera imaginarlo lastimando a su propio hijo, ya que se veía
claramente que estaba tratando de mantenerlo y de no causarle ningún daño. Pero lo
importante era, que yo no era nadie especial. No era nada más que una esclava de
dieciséis años, y que nunca sería nada más que una esclava. Podría tener un padre
vinculado con el crimen organizado, pero él rehusaba a reconocerme siquiera.
Significaba tan poco para él que me vendió por unos dólares fácil y alegremente, sin
importarle siquiera lo que me ocurriría, o para qué era requerida. Estaba claro incluso
cuando él había aludido llevarme a la subasta, para venderme como esclava sexual
porque el precio de venta habría sido mayor. Y mi madre no era nada más que una
esclava también, había sido una niña esclava como yo, y en aquellos días no era nada
más que una goomah obligada, como Edward me había dicho que se llamaban a las
amantes de los mafiosos. Yo, técnicamente ni siquiera existía en el mundo, así que
honestamente no le importaba a nadie más fuera de esta casa. Entonces, ¿cómo podía
causarle daño a Edward el hacer preguntas o indagar sobre mí? Yo no era nadie; por
tanto no debía existir razón alguna por la cual alguien siquiera saliera lastimado por
indagar sobre mí. Entonces, ¿cuál sería ese secreto?

Creí que posiblemente fuera porque soy una esclava, que él sentía que yo no era
suficiente para Edward. Y en ocasiones yo también me sentía de esa manera incluso
cuando Edward tenía una manera especial de hacerme sentir hermosa y que valía la
pena. Pero mientras más rondaban las palabras del doctor Cullen en mi cabeza, más
sentía que todo esto era más grande de lo que pensaba. Si era por el solo hecho de
que yo era una esclava, no debería existir el incentivo de su parte para que nos
permitiera seguir con lo que estábamos haciendo. Me había sentido un poco
sorprendida cuando lo dijo, que él nos permitiría seguir con la relación mientras no nos
luciéramos frente a él. Así que no podía ser que le molestara ese hecho, ya que casi
parecía no tener problemas con ello. Era algo más, alguna fuerza externa, algo que
aún era un misterio para mí, algo que podría causarnos potencialmente daño a todos
nosotros si Edward empezaba a intentar indagar información sobre mí. Pero ¿qué
información podría siquiera encontrar? No existía nada…

Estaba desconcertada. Y me sentía incluso más confundida sobre cómo abordar la


situación, cómo diluir su curiosidad y detenerlo de cualquier cosa que estuviese
haciendo sin exponer mis motivos, haciendo que él sospechase aún más. Necesitaba
encontrar el punto medio entre la honestidad y el engaño… encontrar la manera de

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 805


decirle la verdad y hacer que entendiera algo que ni siquiera yo entendía, pero aun así
protegerlo de las consecuencias de todo esto, de todo aquello que yo tampoco
entendía. ¿Cómo puede uno hacer algo así?

No quería que pensara que estaba perdiendo la esperanza, a pesar de que las
palabras del doctor Cullen habían empezado a hundir y ahogar mi nueva y recién
descubierta esperanza. Porque si el doctor Cullen no encontraba una forma de
sacarnos a todos de cualquiera que fuese esta situación sin que alguien saliese herido
y eso que él sabía todo lo que estaba ocurriendo, ¿cómo podía esperar que Edward y
yo resolviéramos todo esto y estuviéramos bien?

En el auto, cuando mencionó que nosotros podríamos ser ‘libres’ juntos, me impactó
con fuerza. Sentí el deseo más intenso de libertad que jamás había sentido en mi vida
cuando lo dijo, y eso que no estaba siquiera muy segura qué era exactamente lo que
significaba libertad para mí. Pero la quería, lo que sea que fuese; quería encontrarla
de manera desesperada para que Edward y yo pudiésemos estar bien juntos. No
estaba segura si eso era posible ahora y eso me había golpeado con fuerza, ya que
era difícil aceptarlo después de haberme permitido a mí misma tener esperanza por
una vez en mi vida. Decidí entonces no desperdiciar ni un solo momento a su lado, sin
importar lo molesto que él pudiera estar a veces o lo difícil que las cosas pudieran
ponerse, porque no sabía con certeza cuanto iba a durar esto. Haría lo que fuese para
disipar toda esta situación, así el doctor Cullen no tendría que intervenir pronto y tratar
de separarnos, pero simplemente no sabía cómo hacerlo.

¿Cómo logras detener a alguien de cruzar una línea invisible que tú ni siquiera ves y
que no tienes ni idea dónde está?, ¿cómo haces que ese alguien entienda y
permanezca quieto sin explicarle absolutamente nada del porqué tiene que
permanecer donde está? Incluso peor, ¿cómo lo haces cuando ese alguien es tan
impredecible e irracional como Edward?

Salté y grité cuando sentí un brazo envolverme alrededor de mi cintura, volteándome


rápidamente para ver a Edward de pie detrás de mí. Me miró confundido, obviamente
no estaba seguro de mi reacción, pero había estado tan perdida en mis pensamientos
que no lo había escuchado acercarse. Le di una pequeña sonrisa, mi corazón empezó
a latir de manera errática en mi pecho en cuanto lo vi. Estaba recién salido de la
ducha, su cabello se había oscurecido hasta quedar en un tono casi café debido a la
humedad y estaba todo desordenado por pasar sus dedos por él. No estaba usando
nada más que un par de pantalones sueltos para hacer ejercicio, los cuales se habían
bajado un poco y dejaban a la vista unos boxers negros. Estaba descalzo y sin camisa,
y se veía absolutamente deslumbrante. Podía olerlo con fuerza, la mezcla de su
champú y jabón y su aroma natural de rayos de sol intoxicaban mis sentidos.

Sonrió y se inclinó hacia adelante, presionando su boca contra la mía. Yo abrí un poco
mis labios y dejé escapar un suave gemido cuando su lengua entró en mi boca y

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 806


empezó a juguetear con la mía. Sabía a menta debido a su pasta dental pero había
otro ligero sabor amargo que me sorprendió. Se alejó después de un momento, mi ceño
se frunció en confusión.

“¿Has bebido?” le pregunté curiosa. El sabor amargo que había notado, sabía casi
exactamente igual a esa botella de alcohol que tenía guardada en el cajón de su
habitación. Parecía casi asombrado por mi pregunta y parpadeó un par de veces antes
de sonreír tímidamente. Su expresión fue la única reacción que necesité, ya que estaba
claro que había acertado con mi suposición, negué con mi cabeza, sonriendo. Me giré
con dirección al refrigerador y Edward soltó una risita, envolviéndome por mi cintura
con sus brazos y acercándome nuevamente a él. Miré el refrigerador una vez más y
Edward apartó mi cabello a un lado, acariciando mi cuello. Mis ojos se cerraron de
forma involuntaria cuando sentí sus húmedos labios entrar en contacto con mi piel, su
caótico y húmedo cabello rozándose con mi mejilla y mi oreja. Se sentía frío y me hacía
cosquillas, causando que un escalofrío me recorriera el cuerpo por completo. Edward
soltó una nueva risita y alejó su boca de mi cuello.

“Emborrachémonos esta noche, tesoro, solo tú y yo,” murmuró. Mi ceño se frunció a


causa de la confusión y lo miré.

“¿Por qué?” le pregunté. Se encogió de hombros.

“Demonios, no lo sé, ¿porque es viernes? ¿Necesita alguien realmente una razón para
emborracharse? Creo que será divertido. Y prometo ser un perfecto caballero,” dijo
inclinándose nuevamente y presionando sus labios en un beso sobre mi piel. Sentí la
punta de sus dientes en mi nuca y gemí de manera impulsiva. Estaba sorprendida por
la reacción de mi cuerpo que él encendía cada vez que de manera juguetona me
mordía, ya que jamás podría haber imaginado que algo así se sintiera bien, y él lo
había estado haciendo cada vez con más frecuencia durante toda la semana anterior.
“Bueno, a la mierda. Quizás no seré un perfecto caballero.”

Reí suavemente, haciendo un gesto de negación. “Lo que sea que digas,” murmuré.
Suspiró y presionó un nuevo y suave beso en mi cuello antes de enderezarse.

“¿Sabes?, nosotros tenemos aire acondicionado,” me dijo. Mi ceño se frunció


confundido y lo miré enseguida, sin saber en realidad de qué estaba hablando. Miró
mi expresión y sonrió levemente. “Quiero decir, has tenido la maldita puerta del
refrigerador abierta demasiado tiempo así que he pensado que a lo mejor estabas
tratando de enfriar la cocina o algo así, al dejar que todo el jodido aire frío saliera de
allí.”

Rodé mis ojos de manera juguetona y miré nuevamente al refrigerador, sonriendo.


“Estaba pensando en qué hacer para la cena,” le dije. Él tarareó en respuesta,
asintiendo a la vez.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 807


“¿Qué estas preparando? Porque estoy hambriento,” me dijo, soltando sus brazos de
mi cintura. Se alejó y abrió un armario de la cocina, sacando un vaso. Se giró hacia mí
y me acerqué, cogiendo el vaso de sus manos. Me miró confundido por un momento
antes de encogerse de hombros.

“No lo sé, ¿de qué tienes hambre?” le pregunté. Abrí el refrigerador y saqué un frasco
de cerezas y una Coca Cola, dejándolas sobre la mesa. Edward asintió en respuesta y
lo miré, para encontrarlo recostado sobre la encimera de la cocina con sus brazos
cruzados sobre su pecho.

Sus ojos escanearon todo mi cuerpo de manera breve y sonrió. “De ti,” dijo en broma.
Rodé mis ojos, sintiendo el sonrojo invadir mi rostro.

“Exactamente, ¿cuánto has bebido, Edward?” le pregunté mientras empezaba a


prepararle su Coca Cola de cerezas. Él rio, negando con su cabeza.

“No estoy borracho, tesoro, apenas he bebido un sorbo. Nah, mi deseo por ti es natural
y no químicamente inducido,” me dijo. Sonreí y le entregué su bebida. La cogió con
cuidado y tomó un sorbo, su sonrisa se ensanchó. “Gracias. Lo juro, eres por completo
demasiado y jodidamente buena para mí. No te merezco.”

Me encogí de hombros. “Ya me lo recompensarás luego,” le dije en tono de broma. Él


rio y envolvió uno de sus brazos en mi cuerpo, acercándome para abrazarme. Dejó su
bebida sobre la mesa y envolvió con su otro brazo mi cuerpo, apretándome con fuerza.
Después de un segundo su mano bajó un poco y se detuvo apretar mi trasero
levemente.

“Si quieres ir arriba, te recompensaré ahora mismo,” me susurró. Mi sonrojo se


profundizó y sonreí, alejándome de él y negando con mi cabeza.

“Tengo una cena que preparar. Tu padre llegará pronto a casa, no tengo mucho
tiempo,” le dije. Él suspiró, encogiéndose de hombros.

“Que se joda. Probablemente ni siquiera vendrá a comer con nosotros esta noche, ya
sabes. Es su cumpleaños y siempre está cabreado en su cumpleaños” dijo Edward. Yo
suspiré, asintiendo.

“De todos modos, la cena se supone que debe estar lista a las siete, lo que significa
que solo tengo como treinta minutos para preparar cualquier cosa,” le dije, abriendo el
refrigerados y volviendo a poner en su interior las cosas que había sacado para
preparar su bebida. Abrí el congelador y saqué unas salchichas italianas, metiéndolas
en el microondas para descongelarlas. Empecé a presionar los botones, y cuando
estaba a punto de presionar inicio, la mano de Edward agarró la mía rápidamente,
deteniéndome. Lo miré confundida y él abrió la puerta del microondas, cogiendo las
salchichas y sacándolas de allí. Caminó por la cocina y abrió la puerta del congelador,
lanzándolas nuevamente al interior de manera brusca y cerrando la puerta. Me quedé

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 808


paralizada en mi sito, asombrada por lo que había hecho.

“¿Qué estás haciendo, Edward? Necesito hacer la cena. Me vas a meter en problemas,”
le dije, caminando hasta el refrigerador y abriendo el congelador nuevamente,
mientras bufaba. Antes de que pudiese meter la mano para alcanzar la salchicha otra
vez, la mano de Edward me detuvo y cerró la puerta en mi cara. Entrecerré mis ojos
hacia él, irritada por lo que me estaba haciendo. Suspiró y metió la mano en su
bolsillo, sacando su teléfono. Empezó a buscar algo en él y se lo llevó al oído. “¿Qué?”
empecé diciendo, confundida, pero él solo alzó su mano frente a mí, en gesto silente
para decirme que me callase.

“Ey, ¿está bien cenar pizza?” preguntó en cuanto la persona en la línea atendió la
llamada. Lo miré sorprendida y él sonrió. “Sí, claro. Bien, gracias. Adiós.”

Cerró la llamada y metió el teléfono de nuevo en su bolsillo. “Ya está, la cena está
lista,” dijo con aires de suficiencia. Solo lo miré por un segundo, ligeramente
desconcertada. Él me miraba expectante, luciendo bastante complacido de sí mismo y
obviamente esperando algún tipo de respuesta de mi parte.

“Todavía no voy a subir contigo,” le dije después de un momento, molesta. Su sonrisa


creció y empezó a reír, negando con su cabeza. Se acercó y me agarró, acercándome a
él y abrazándome con fuerza.

“Me parece justo, pero realmente quiero emborracharme esta noche. Así como,
hacerme mierda,” me dijo, alejándome de él y tomando su Coca Cola de cereza. Se
volteó y de un solo sorbo se tomó la mitad de la misma, alejándola de sus labios y
mirando el vaso. Metió la mano en él después de un momento y sacó una cereza
cogiéndola por el rabito. La acercó a mis labios, sonriendo. “¿Quieres una cereza,
tesoro?” me preguntó en un susurro ronco.

Sonreí y abrí mi boca, llevando la cereza entre mis labios. La mordí y su sonrisa creció
aún más. Él había empezado a inclinarse hacia mí cuando un auto estacionó fuera.
Miró por la ventana rápidamente antes de volverse a inclinar hacia mí. Sacó su lengua
y lamió mi labio inferior antes de besar mi boca suave y dulcemente. Gemí y lo miré
cuando se alejó de mí, asombrada por lo intenso y erótico que ese pequeño
intercambio había resultado ser. La puerta principal se abrió y él rio levemente por mi
expresión, negando con su cabeza. Escuché las voces de Jasper y Emmett de inmediato
y me volteé, encontrándome con ellos cara a cara. Se detuvieron en la puerta,
intercambiando miradas entre Edward y yo, sus rostros tenían expresiones de
preocupación. Mi ceño se frunció confundido mientras los miraba, sin saber por qué
ellos parecían tan molestos, empecé a mordisquear la cereza en mi boca.

“¿Todo bien?” Le preguntó Emmett a Edward, alzando sus cejas de manera inquisitiva.
Sentí las manos de Edward agarrarme por las caderas y acercarme de nuevo a él.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 809


“Sí,” dijo Edward. “Todo bien.”

Emmett asintió, el alivio era evidente en su rostro. Aquello me confundió y miré a Jasper
para ver una expresión similar. Él me atrapó mirándolo y me sonrió levemente.

“Ey, Izzy Bizzy, ¿me puedes hacer un favor?” Me preguntó Emmett después de un
segundo. Rompí el contacto visual con Jasper y lo miré nuevamente, alzando mis cejas
cuestionándolo.

“Claro,” le dije, curiosa de saber qué era lo que quería. Él asintió.

“¿Puedo ver en tu espalda el lugar donde mi papá puso el chip?” me preguntó. Me


quedé paralizada, mis ojos se abrieron por completo a causa del susto, asombrada de
que él siquiera supiera sobre eso. Yo no sabía qué decir, y solo me quedé de pie allí,
mirándolo. Edward tuvo que sentir mi tensión porque suspiró, acercándome más a él y
besando mi cabeza.

“Le he contado eso a Emmett hoy a la hora del almuerzo, después de que papá
contestara tu teléfono. Me estaba volviendo loco, pensando que a lo mejor él trataría de
separarnos,” dijo Edward. Suspiré y asentí, no me sentí del todo sorprendida de que
Edward hubiera tenido una reacción exagerada. ¿Podía siquiera llamarlo una reacción
exagerada? Después de todo, yo había tenido casi toda la certeza que él me iba a
matar.

“Puedes mirar si quieres pero Edward dijo que no se ve nada,” murmuré, sin saber por
qué él quería ver ese lugar en mi espalda. Edward había visto mi espalda desnuda un
par de veces la semana pasada y me preguntó dónde estaba localizado el chip,
informándome de que no había ninguna marca que indicara que algo había sido
implantado. Yo tenía pequeñas cicatrices por toda mi espalda sin embargo, así que
añadirle otra no marcaría la diferencia.

Emmett asintió, sonriendo, y Edward me volteó para quedar frente a mí. Edward
caminó hasta mi posición y me sentí algo tensa cuando sentí que él alzó el borde de mi
camiseta. Él era inofensivo, eso lo sabía pero aun así, era algo incómodo. Alzó mi
camiseta hasta arriba y Edward me sostuvo, asumo que lo hizo intentando hacerme
sentir cómoda para que así pudiese relajarme. Cerré mis ojos e incliné mi cabeza sobre
su cuerpo. Él suspiró y llevó su mano a mi cabeza, acariciando mi cabello con
suavidad. Pude sentir la callosidad en la yema de los dedos de Emmett mientras los
pasaba por toda la piel de mi espalda. Suspiró después de un momento y soltó mi
camiseta, abrí los ojos en ese momento. Esperé que Emmett dijera algo acerca de mis
cicatrices, sintiéndome consciente de ellas ya que él las había visto, pero no dijo nada.

“Voy a ver qué puedo averiguar,” dijo Emmett. Mi ceño se frunció y me volteé,
mirándolo confundida. Él estaba mirando a Edward y volteé mi cabeza en ese
momento para verlo asentir.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 810


“¿Qué vas a averiguar?” le pregunté. Emmett sonrió.

“Información acerca de los microchips, ver cómo se puede hacer interferencia a la


señal o desactivarla si ese fuese el caso,” dijo. Mis ojos se abrieron aterrados, el pánico
me recorrió por completo. Esto no estaba bien, nada bien, ya me estaba costando
bastante tiempo tratar de diluir la curiosidad de Edward, y ahora él metía a su
hermano en esto.

“Yo, eh…no lo sé…” empecé diciendo, sin saber en realidad qué decir, pero no había
manera de que permitiese que otro de los chicos Cullen se metiera en este problema. El
doctor Cullen seguro no estaría de acuerdo si se enteraba.

“Relájate, gatita. Tengo toda esta mierda bajo control, no es gran cosa,” me dijo,
encogiéndose de hombros con indiferencia. “Te preocupas demasiado.” Yo solo lo miré
y Edward aclaró su garganta.

“Gracias, amigo. Por todo. A los dos,” dijo Edward, su tono era serio. Emmett y Jasper
asintieron, haciendo un gesto con su mano como si en verdad no fuese gran cosa, pero
el hecho era que sí era un gran asunto. Que ellos estuviesen siendo arrastrados a una
situación peligrosa me preocupó de inmediato. Yo no quería que ninguno de ellos
saliese lastimado por cualquiera que fuese el secreto que el doctor Cullen escondía
sobre mí.

“Entonces, en verdad, ¿qué está pasando?” preguntó Jasper. “¿Por qué te ha llamado
para que fueses al hospital?”

Miré hacia atrás para ver a Edward y él también fijó sus ojos en mí, sonriendo. “Solo
quería que la recogiera, supongo,” dijo, encogiéndose de hombros. Jasper asintió,
como si entendiese, pero los ojos de Emmett se entrecerraron levemente mientras
miraba a su hermano con sospecha.

“Espera… ¿Dónde mierdas está tu coche?” dijo Emmett. “Me acabo de dar cuenta que
el Mercedes de papá está allí afuera.”

La sonrisa de Edward creció. “Intercambiamos los coches para que Isabella aprendiera
a conducir,” dijo.

Los chicos parecían estar en shock por un momento antes de que ambos sonrieran.

“¿Ha conducido?” Preguntó Jasper. Edward asintió y la sonrisa de Jasper se hizo


incluso más grande. “¡Genial!”

Emmett sonrió, caminando hasta pasarnos de largo. “Que me jodan, el coche todavía
está de una sola pieza,” dijo bromeando. Se quedó de pie junto a la ventana y miró el
coche negro que estaba en la entrada de la casa, negando con su cabeza. “Está bien,
bueno, no completamente ileso. Obviamente se ve que has golpeado algo.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 811


Edward y yo suspiramos al mismo tiempo. “Fue un buzón de correos. Y ha sido culpa
mía, la estaba volviendo loca. No soy la persona más jodidamente paciente sobre el
planeta, ya saben” dijo Edward. Emmett rio, asintiendo y Jasper negó con su cabeza.

“Me alegra que todavía sigan vivos,” dijo Emmett. “No puedo imaginarme siquiera por
qué papá te escogió de todas las personas para que le enseñaras. ¿Quería que
destrozarais su coche? Quiero decir, eso es como ir directo al desastre.”

Edward asintió, apretándome aún con más fuerza a su cuerpo. “Sí, yo solo la lancé a
esa mierda al principio. He tenido maldita suerte de que ella no me matara, pasándose
las jodidas luces rojas y señales de stop.” Él sonrió y mi ceño se frunció.

“Ey, no me pasé ninguna señal de stop,” le dije, ligeramente a la defensiva. Pude no


hacerlo bien desde el inicio, pero era lo suficientemente lista como para saber que alto
significa stop. Edward gruñó y los otros dos rieron.

“Señal de stop, señal de ceda el paso, es la misma mierda. Es decir, ambas significan
bajar la maldita velocidad en caso que algo se acerque, lo que claramente no hiciste,”
dijo él. Rodé mis ojos, negando con mi cabeza.

“Sí hay una diferencia, sin embargo. En una te detienes sin importar qué, y en la otra
reduces la velocidad y te preparas a detenerte en caso que algo se acerque. ¿Verdad?”
le pregunté. Él suspiró y acarició mi cuello, dejando un pequeño beso en mi piel, ni
siquiera tomándose la molestia de responder mi pregunta porque sabía que estaba en
lo cierto. Sonreí y Emmett rio.

“Sip, definitivamente un desastre,” dijo Emmett.

“¿Qué tal si ese era el punto?” preguntó Jasper, su voz era tranquila. Lo miré, sin saber
a qué se refería, y vi que su ceño estaba fruncido. Edward y Emmett lo miraron
también.

“¿Qué tal si ese era qué punto?” Preguntó Edward. Jasper suspiró haciendo un gesto de
negación.

“¿Qué tal si todo el asunto de esto era crear un desastre? Quiero decir, seamos serios.
Todos sabemos que Edward es la última persona en el mundo que debería enseñar a
alguien a conducir… sin ofender, pero eres demasiado impaciente y nervioso,” dijo
mirando a su hermano. “Alguien con la mitad de cerebro podría ver que dejar a este
par en un coche juntos y esperar que él le enseñe a conducir sin ningún contratiempo
es pedir un imposible. Él nos lo podría haber pedido a alguno de nosotros, o incluso
podría haberlo hecho él mismo. Entonces, ¿por qué pedírselo a la única persona que
está garantizado que va a joderlo todo? Sin ofender nuevamente, y disculpa mi
lenguaje Isabella.” Sonreí de manera involuntaria a causa de los buenos modales de
Jasper. “Pero en serio, él tiene que haber visto la potencial catástrofe a una milla de
distancia, él debe haberlo hecho.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 812


Me quedé paralizada, mirando a Jasper con sorpresa, sus palabras me desarmaron.
¿Había hecho eso el doctor Cullen a propósito? Edward y Emmett parecían estar igual
de sorprendidos por las palabras de Jasper.

“¿Pero… por qué demonios haría eso?” Edward preguntó confundido. “¿Por qué estaría
jugando de esa manera?”

Jasper se encogió de hombros y Emmett suspiró. “¿Quizás para crear problemas entre
ustedes?” Sugirió Emmett. “Es decir, obviamente esa mierda no ha funcionado, pero
pienso que es posible que lo haya hecho por ese motivo. Estoy de acuerdo al decir que
no tiene sentido que te lo haya pedido, así que tiene que estar jugando a algo.”

Nos quedamos en silencio un segundo antes que Edward hablara. “Lo que sea, no voy
a caer en sus juegos. Que se joda. Si cree que algo tan estúpido como conducir un
maldito coche será suficiente para alejarnos, es un idiota.”

Escuché el crujido de la gravilla y miré por la ventana, mirando el coche gris


estacionarse afuera. Los chicos también lo vieron y de inmediato intenté soltarme de
Edward pero él me aferró a su cuerpo. Traté de apartar sus brazos de mi cuerpo pero él
no se movió, a cambio me apretó con más fuerza.

“El doctor Cullen está en casa,” le dije, confundida porque él no me soltaba. Edward
sonrió de manera seca, negando con su cabeza.

“¿Y eso se supone que debe significar algo para mí?” Preguntó, la rabia era muy
notoria en su voz. Estaba furioso. Me tensé, el temor me recorrió por completo. Esto no
estaba nada bien. La advertencia que me había hecho antes el doctor Cullen vino a mi
mente y mis manos empezaron a temblar, mientras se me revolvía la boca de mi
estómago.

… no voy a intervenir si no debo hacerlo… ahora caminan sobre una delgada línea…

… me alegra que ambos hayan encontrado un poco de felicidad…

… no es necesario que lo luzcan delante de mí…

… y continuaré permitiendo lo que sea que tenga que continuar…

… no me obligues a hacer lo que no quiero…

“Debes soltarme, Edward,” le dije en voz baja, tratando de liberarme de sus brazos.

“Estoy harto de ocultarme,” dijo, su tono era serio. Mi corazón empezó a latir
desesperado en cuanto el doctor Cullen salió del Volvo, dando la vuelta y acercándose
al asiento del pasajero para sacar unas cajas de pizza. Cerró las puertas del coche y
mis rodillas empezaron a sentirse débiles.

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“Yo tampoco me quiero ocultar, pero….eh… hoy no, ¿está bien? No ahora,” balbuceé
nerviosa, poniéndome todavía más nerviosa en cuanto el doctor Cullen empezó a
dirigirse a la casa.

“¿Por qué?” preguntó enseguida. Suspiré, negando con mi cabeza.

“Porque hoy ya ha sido un día lo suficientemente estresante ¿vale? Quiero decir, de por
sí tengo que lidiar con el golpe al coche. Y, además, es su cumpleaños. No creo que
debamos añadir una confrontación a todo esto,” le dije. Mi pánico se multiplicó por
diez mientras la puerta se abría, sintiéndome bastante segura que todo estaba a punto
de ponerse realmente feo, pero Edward suspiró exasperado y finalmente me soltó,
alejándose un par de pasos. Yo suspiré, cerrando mis ojos, ligeramente aliviada de que
por el momento hubiese podido disuadirlo.

Abrí mis ojos y vi al doctor Cullen dirigirse a la cocina. Nos miró a todos, sus ojos se
posaron en mí y permanecieron allí por un momento. Se acercó hasta nosotros y se
detuvo cerca de mí para dejar las cajas de pizzas sobre la mesa. Miró a Edward y pude
escuchar como un agonizante gruñido escapó de la garganta del doctor Cullen. Era
apenas audible pero como él estaba justo a mi lado pude oírlo. Lo miré con
incertidumbre y noté que él estaba mirando a Edward, quién a su vez estaba recostado
sobre la encimera bebiendo su Coca Cola de cereza. La confusión me atrapó por
completo en cuanto el doctor Cullen hizo un gesto de negación y alejó su mirada,
alzando su mano y pellizcando el puente de su nariz.

“¿Tienes mi llaves, hijo?” preguntó. Edward lo miró y asintió, llevando una mano a su
bolsillo y sacando el juego de llaves. Las sostuvo en el aire y el doctor Cullen las tomó
con cuidado. Las llevó a su propio bolsillo y agarró las llaves de Edward,
devolviéndoselas. “Tengo que encargarme de algo esta noche, no volveré hasta
mañana por la tarde. Que tengan una buena noche.”

El doctor Cullen se volteó y salió de allí, sin siquiera importarle la respuesta de


cualquiera de nosotros. Se dirigió hasta las escaleras y miré a los chicos. Todos
estaban parados y en silencio, mirando a la nada como si estuviesen perdidos en sus
pensamientos. Aclaré un poco mi garganta después de un segundo y tres pares de ojos
se posaron en mí a la vez. “Eh, su cena está aquí,” murmuré, señalando con mi cabeza
en dirección a las cajas de pizzas. Emmett sonrió y se alejó de la pared sobre la cual se
había recostado. Agarró una caja y se dirigió hasta la puerta de la cocina de
inmediato.

“¡Veamos una película. Una que tenga unas tetas decentes, hombre!” gritó. Jasper me
dio una pequeña sonrisa, haciendo un gesto de negación, y Edward rio. Jasper cogió
otra caja de pizza y se dirigió a la sala mientras Edward se detenía, mirándome.

“¿Quieres llevar algunas bebidas?” me preguntó, alzando sus cejas de manera


interrogante. Sonreí y asentí.

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“Claro,” le dije, agradecida de que me lo preguntara y no me lo ordenara. Me di cuenta
entonces que Edward nunca, al menos que yo pudiese recordar, me había ordenado
nada; en realidad parecía respetar mi opinión y mis deseos. Solo esperaba que eso
también sirviera con lo que se avecinaba, cuando yo tratara de disuadirlo para que
dejara de investigar.

“Bien,” dijo en voz baja, caminando un par de pasos en mi dirección e inclinándose,


dejando un beso corto sobre mis labios. “Entonces vamos a comer y ver una película
con mis hermanos, y luego veremos eso de hacernos mierda bebiendo. ¿Está bien para
ti?” Asentí y él sonrió, agarrando la última caja de pizza y saliendo de la cocina. Llegó
al vestíbulo y escuché su voz nuevamente, pero no muy alto como para entender lo que
dijo. Alcé la mirada y vi al doctor Cullen de pie al borde de las escaleras, sosteniendo
una maleta. Él le dijo algo a Edward, sonriendo, y Edward rio y asintió. El doctor Cullen
asintió en respuesta y se volteó para salir por la puerta principal. Abrí el refrigerador y
tomé unas cuantas gaseosas, dejándolas sobre el mesón de la cocina. Le volví a llenar
el vaso a Edward con su Coca Cola de cereza y llevé latas de gaseosa para el resto de
nosotros. Casi me sentí mal, al no preparar algo extra para los otros dos chicos, pero
sabía que a ellos no les importaría.

Caminé hasta el fregadero para enjuagar mis manos y miré por la ventana al doctor
Cullen caminar hasta su coche. Me tensé en cuanto él hizo una pausa en el lado del
pasajero, mirando el espejo lateral que había golpeado el buzón de correos. Se
mantenía intacto pero tenía un largo rayón en él, algo bastante notable sobre la
brillante pintura negra. Se quedó quieto y lo miró por un momento antes de girar su
cabeza lentamente con dirección a la casa. Mi corazón empezó a latir furioso en cuanto
sus ojos se fijaron en mí a través de la ventana. Me di cuenta que podría haberme
agachado y escondido antes de que él me viera pero solo me quedé congelada allí,
casi paralizada. Me miró por un momento con una expresión en blanco en su rostro, así
que no pude averiguar cuán molesto estaba. Casi esperaba que él volviera al interior
de la casa o que al menos me diese una advertencia visual de que estaba en
problemas. Charles solía usar su dedo y lo pasaba por su garganta como un signo
para decirnos que tendríamos que hacer frente a algún tipo de consecuencia en cuanto
él terminara lo que sea que lo mantuviese ocupado en ese momento, esencialmente
diciéndonos que estábamos a punto de soportar una paliza tan fuerte que nos haría
desmayar. Él no tenía que hacerlo, pero aun así lo hacía, porque sabía cuánto nos
afectaba. A veces era mejor simplemente no saberlo, ya que la anticipación y el
nerviosismo sobre lo que estaba a punto de ocurrir en ocasiones eran incluso más
agonizantes que el castigo físico en sí.

Pero el doctor Cullen no hizo nada como eso. Simplemente me miró un momento antes
de voltear nuevamente y caminar hasta el lado del conductor, abriendo la puerta y
subiéndose en el auto. Peleó un momento con el asiento, poniéndolo en su posición
inicial antes de encender el auto y salir de la entrada de la casa. Suspiré, aliviada pero
un poco sorprendida de su falta de reacción, y me dirigí a la sala con las gaseosas. Le

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di a Emmett y a Jasper las suyas y me senté en el sofá entre Edward y Jasper, en mi
lugar de costumbre. Le di a Edward su Coca Cola de cereza y él sonrió, dejándola
sobre la mesa frente a nosotros. Tomó un pedazo de pizza, sin coger ningún plato ya
que usualmente ellos nunca los usaban cuando ordenaban comida, y se sentó
nuevamente sobre el sofá, estirando sus piernas y dejando sus pies sobre la mesa. Abrí
mi gaseosa y tomé un sorbo, para luego dejarla sobre la mesa y tomar un pedazo de
pizza de la caja. Le di un mordisco y dirigí mi atención completa al televisor. No había
nada más que una pantalla azul en él por el momento, mientras Emmett daba un
vistazo a su costosa colección de DVD.

“Muy bien, ¿American Pie o Wild Things?” preguntó después de un momento,


sosteniendo dos cajas de DVD mientras nos miraba. Jasper de inmediato gritó
‘American Pie’ al mismo tiempo que Edward chilló ‘Wild Things’. (N.T. American Pie es
una película de culto en USA de 1999, se basa en la vieja tradición de perder la
virginidad en la noche de la graduación, mientras que Wild Things o Criaturas Salvajes
es una película de 1998 en la que Denise Richards se obsesiona con Matt Dillon al
punto de denunciarlo de violación ante su rechazo). Emmett negó con su cabeza,
intercambiando miradas entre sus hermanos, antes de fijar su atención en mí. “Así que
¿Cuál será, Izzy Bizzy?”

Mis ojos se abrieron asustados, sorprendida de que él me estuviese preguntando qué


elegir. “Eh, no lo sé… no conozco ninguna de las dos,” balbuceé. Emmett sonrió,
encogiéndose de hombros.

“Solo escoge una,” dijo. Jasper se inclinó hacia mí, con una sonrisa.

“Escoge American Pie,” me dijo, pretendiendo susurrar, de manera intencional para


que Edward pudiese escuchar. Edward gruñó y echó su brazo sobre mi hombro,
acercándome a él rápidamente y alejándome así de Jasper.

“Nah, amigo, jódete. Es mi novia,” dijo mirando a su hermano. “Escoge Wild Things,”
me dijo, sacando a flote su sonrisa ladeada que sabía que me desarmaba. “Per favore.
Ti amo.” (N.T. Por favor, te amo.)

Susurró en italiano muy suavemente, las palabras me resultaban familiares y aunque


no estaba del todo segura, sospechaba que él me había dicho que me amaba. Sonreí y
Jasper gruñó en voz alta.

“¡Eso es hacer trampa, no puedes deslumbrarla hablando en italiano! Tienes que ser
justo amigo, déjala que escoja por sí sola. Es una mujer fuerte, déjala tener su propia
opinión” dijo Jasper. Me giré a mirarlo, orgullosa de que me defendiera, quise
agradecérselo pero él sonrió y articuló las palabras ‘American Pie’ en el momento en
que mis ojos se fijaron en él. Empecé a reírme al ver su comportamiento casi infantil y
Edward negó con su cabeza.

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“Joder, tú también estás haciendo trampa,” dijo Edward. “Maldito hipócrita.”

“Bueno, bueno, ambos se callan la jodida boca o vamos a terminar viendo Dirty
Dancing. Estoy seguro que a Izzy Bizzy le gustaría ver esa mierda,” dijo Emmett. Sonreí
y sus dos hermanos gruñeron pero dejaron de discutir. “Muy bien… así es como vamos
a hacer esto. Te las voy a describir y vas a escoger cual de las dos suena mejor. Ignora
a estos dos imbéciles y vota por ti misma. Vivimos en una maldita democracia, después
de todo. La tierra de la libertad y el hogar de los valientes y esas cosas.” (N.T. Emmett
hace referencia con esta frase a una línea del himno de Estados Unidos.)

Yo solo lo miré, alzando mis cejas, y Edward gruñó. “La tierra de la libertad mi culo,”
murmuró. Suspiré y la expresión de Emmett cambió ligeramente a una de culpabilidad.

“Lo lamento, mierda, no me he dado cuenta de lo que estaba diciendo. Eso me pasa a
menudo, ya sabes” dijo, su sonrisa era tímida. Asentí y escuché a Edward murmurar
‘maldito tarado’ en voz baja, pero por suerte Emmett no lo escuchó.

“Está bien, no me ofende. Soy bastante consciente sobre las reivindicaciones de


libertad de nuestro país. Veo Jeopardy, y escucho al presidente hablar en los
informativos,” le dije, encogiéndome de hombros. Jasper se rio en voz baja y Edward
gruñó una vez más, susurrando ‘maldito Bush’. Yo negué con mi cabeza, ni siquiera me
molesté en pedirle que me lo explicara porque tenía el presentimiento que aquello
terminaría en un sermón de insultos que solo provocarían que la película se demorase
todavía más en empezar, lo que probablemente solo lograría molestar a sus hermanos.

“Sí, bueno. Entonces, tenemos esta película de comedia en la cual un grupo de tipos
hacen un pacto para perder su virginidad en la noche del baile de graduación o lo que
sea,” dijo. Lo miré confundida.

“¿Baile de graduación?” le pregunté, sin saber realmente qué era aquello. Sentí a
Edward tensarse un poco ante la mención de eso, su brazo que había estado
ligeramente recostado en mis hombros se puso rígido levemente.

Emmett asintió. “Sí, es un baile escolar, ya sabes. Todos usan su imagen GQ y bailan
toda la noche; es un gran evento. (N.T. GQ es una revista de modas solo para hombres
en las que usualmente solo muestran tipos elegantes) Y todo el mundo conoce el baile
de graduación por el sexo, está como escrito en las estrellas o algo así.”

Asentí después de un segundo, entendiendo entonces por qué Edward se había puesto
tenso. “Está bien, entonces es una comedia sobre unos chicos que quieren tener sexo
después del gran baile,” le dije. Emmett asintió.

“Sí pero hay más, es jodidamente graciosa,” dijo él. “Y la otra película… bueno; joder,
todo lo que recuerdo es ver a unas chicas besándose en una piscina, pero se supone

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que es parte de un plan o algo así. No sé.”

Lo miré sorprendida mientras se reía. Me encogí de hombros después de un segundo,


sin saber qué decir. “Supongo que la primera,” le dije. Jasper dio un grito emocionado
y Edward gruñó.

“¡Joder! eso no ha sido justo, estás haciendo trampa. Ni siquiera le dijiste de qué se
trata Wild Things para que obviamente no la escogiera,” masculló. Emmett rió,
abriendo la caja del DVD y poniendo el disco en él.

“¿De qué se trata de todas formas, Edward?” preguntó. Edward permaneció en silencio
por un momento antes de encogerse de hombros.

“Como si yo lo supiera, ¡joder! Aunque esa escena de la piscina es muy caliente de


todas formas,” respondió, soltando una risita. Emmett y Jasper rieron en respuesta,
asintiendo.

Retomamos nuestra comida después de que la película empezó, los chicos hablaban
entre ellos un poco pero yo permanecí en silencio, poniendo mi atención completa a la
televisión. Los chicos encontraron la película muy graciosa, riendo de manera
estruendosa en ciertas partes, pero para mí era solo sorprendente y un poco extraña.
Me sentí un poco incómoda, ver a un chico espiar a una chica que estaba
aparentemente masturbándose y unos padres entrando a su habitación y encontrar a
su hijo mientras intentaba masturbarse con una media mientras veía una película
porno y un padre tratando de explicarle algo de material pornográfico a su hijo. Nada
de eso, sin embargo, tenía que ver con la escena en la que el chico estaba tratando de
tener sexo pero que había terminado dos veces incluso antes de haber empezado, y la
escena en la que el chico estaba teniendo sexo con un auténtico pastel de manzana.
Entendí en ese momento porqué se llamaba ‘American Pie’, pero era algo perturbador
para mí el haberlo visto.

Me reí en un momento de la película, no por la película en sí sino por Emmett, porque


hubo un momento en que salió una chica acostada en la cama del chico con el pecho
descubierto y él empezó a vitorear con fuerza “¡De eso era lo que yo estaba hablando!
¡Mirad esas tetas!”, mientras alzaba sus puños al aire. Edward y Jasper también se
rieron de su comentario gracioso.

Cuando la película estaba llegando al final y todos los chicos estaban teniendo sexo
finalmente, me puse de pie y empecé a recoger la basura que estaba esparcida por
todos lados, llevándola a la cocina. Estaba tirando las latas cuando una mano me
tomó suavemente por la cintura. Yo me sobresalté y di un pequeño gritito, ya que ni
siquiera lo había escuchado acercarse, y Edward susurró algo levemente. Envolvió con
su brazo mi cuerpo y me presionó al suyo mientras yo lavaba los vasos, inclinándose
un poco hacia mí y acariciando mi cuello.

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“¿Estás bien, tesoro?” me preguntó en voz baja, dejando un beso en mi piel expuesta.

“Sí, estoy bien,” le dije, echando mi cabeza a un lado para darle un mejor acceso,
suspirando relajada ya que sus suaves y húmedos labios se sentían estupendos,
mientras enviaban cosquillas por toda mi espalda.

“¿Quieres hablar o algo así?” me preguntó. “Parece que algo está pasando en tu
mente. No he hecho nada malo, ¿verdad? Es decir, yo sé que he sido un imbécil antes
en el coche...”

Hice un gesto de negación con mi cabeza, interrumpiéndolo. “No has hecho nada
malo,” le dije. “Yo solo quiero… no sé… solo quiero…”murmuré, sin saber siquiera qué
decir. Para ser sincera, ni yo misma tenía idea de lo que estaba pasando por mi
cabeza, no sabía exactamente lo que estaba sintiendo. Era casi como una mezcla de
tristeza y culpa y me di cuenta que a lo mejor derivaba del hecho de que estaba
ocultándole un secreto a Edward y eso era algo que yo jamás había querido hacer.
Confiaba en él a ojos cerrados y de manera desesperada quería contarle cosas, pero
no podía evitar que las palabras del doctor Cullen volvieran un vez más a mi cabeza.

… él puede ser volátil y actuar sin pensarlo…

… vas a tener que usar tu influencia para hacer que mi hijo dé un paso a un lado sin
levantar muchas sospechas…

… respuestas a preguntas que yo simplemente no puedo darle… respuestas que será


mejor que él jamás escuche…

… no vas a querer guardarle secretos… pero lo tendrás que hacer, si quieres que se
mantenga a salvo…

… necesito que mantengas alejado a Edward de todo aquello que pueda alimentar su
sospecha y curiosidad…

…debes desalentarlo… persuadirlo de cruzar unos límites que seguro provocarán que
ambos salgan lastimados…

No había manera posible en la que yo pudiera desafiar al doctor Cullen, no si


desafiarlo podía provocar que Edward saliera herido. Tenía que pensar qué era lo
mejor para él, porque tanto el doctor Cullen como el mismo Edward había dicho, él
sería capaz de aventurarse de manera irracional y arriesgar su vida sin pensarlo. Y
esa era la última cosa que yo alguna vez podría querer.

“Dime lo que quieres y será tuyo,” murmuró sobre mi piel cuando no logré completar mi

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frase. Suspiré, deseando desesperadamente simplemente soltarle todo lo que estaba
ocurriendo.

“Quiero subir a la habitación,” le dije muy bajito. Él susurró algo y alejó su cabeza de
mi cuello, enderezándose.

“Muy bien, podemos hacer eso,” dijo, asintiendo. Pasó su mano por su cabello, mirando
por toda la cocina brevemente antes de mirarme. “Espera, todavía podemos
emborracharnos, ¿verdad?”

Sonreí involuntariamente ante su expresión, el hecho de que sus labios se


transformaran en un puchero con el solo pensamiento de ser incapaz de beber alcohol
esta noche. Se veía tan dulce, inocente y vulnerable mientras hacía el puchero, pero
por supuesto los semblantes pueden ser engañosos. Asentí, riendo levemente. Su ceño
fruncido cambió a una deslumbrante sonrisa torcida de inmediato y soltó una risita.
“Vas a beber conmigo, ¿no es así?”

Alzó sus cejas con expectativa y me sonrió nuevamente. “Si eso es lo que quieres,” le
dije. Él me miró por un segundo antes de asentir.

“Quiero hacer todo contigo, incluso cuando es ese tipo de mierdas que probablemente
es mejor que no hagamos juntos,” me dijo. “Como por ejemplo conducir,” añadió de
forma juguetona, acercándose y dándome un pequeño golpecito en el brazo. Me reí y
asentí, y él tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos. “Entonces ven, amor, vamos a
hacernos mierda bebiendo, a desmayarnos y olvidar que hoy casi me provocas un
infarto,” me dijo bromeando, mientras me sacaba de la cocina. Lo seguí de cerca y
volteé a ver el área de la sala, saludando a Jasper mientras cruzaba por allí. Edward
empezó a subir las escaleras pero se detuvo algo dubitativo en la mitad de las mismas,
soltando mi mano.

“Sube, voy a coger unas bebidas extras,” me dijo. Asentí y él se volteó, bajando las
escaleras. Seguí mi camino al tercer piso, escabulléndome a la habitación de Edward y
entrando en ella, para echarme en su cama. Me quedé acostada en silencio por un
momento antes de escuchar unos pasos acercarse por las escaleras. Edward entró un
momento después mientras hacía malabares con dos vasos, una botella de dos litros
de bebida de naranja, y una botella de un licor frío y transparente que había cogido
del congelador. Cerró la puerta de una patada y caminó hasta su escritorio, dejando
todas las cosas sobre él. Abrió la botella de Sunkist y se la acercó a la boca, tomando
un buen trago. (N.T. Sunkist es una marca de bebidas gaseosas saborizadas, en este
caso de naranja) Observó la botella después de haberla tomado y puso algo de jugo
en un vaso vacío. La miró nuevamente y puso un poco más de bebida en el vaso,
dejándola sobre el escritorio cuando un tercio de la misma ya se había consumido.
Llevó su mano a su bolsillo trasero y mi ceño se frunció confundido cuando sacó unos
sobrecitos de Kool-Aid. (N.T. Kool-Aid es la marca de una mezcla en polvo saborizada
para preparar bebidas) Empezó a abrir los sobres y echando el contenido en polvo en

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la botella de Sunkist. Después de haber echado todo el polvo en ella, tiró los sobres
vacíos sobre su escritorio y tomó la botella de licor, abriéndola y empezando a vaciarla
en la botella de bebida gaseosa, llenándola. Le puso la tapa a la botella de gaseosa y
empezó a agitarla levemente, mezclándola con el polvo de Kool-Aid. La dejó sobre el
escritorio y me miró, sonriente.

“Este es tuyo,” me dijo, apuntando con su cabeza la botella. Mis ojos se abrieron
asustados y él rió. “Te dije que nos íbamos a hacer mierda hoy. Se llama Tarta Dulce,
sabe como una dulce tarta de caramelo, sabes de lo que hablo ¿verdad?” él de
inmediato se percató de que yo no lo sabría por lo que solo negó y me tendió mano.
“Olvídalo, soy un idiota. Es solo Sunkist, Kool-Aid y Everclear, es fácil de tomar.” (N.T.
Everclear es un tipo de alcohol, hecho de maíz, muy parecido al vodka en su sabor pero
es menos fuerte)

Asentí y sonreí, un poco asombrada de que él esperara que bebiera tanto. Me dio otra
sonrisa y se acercó a mí, inclinándose para besarme. “Conecta el iPod por mí, por favor
¿de acuerdo? Tengo que ir a orinar como no tienes idea”, dijo antes de dirigirse al
baño. Me reí para mí misma, negando con mi cabeza ante el hecho de que él sintiese
necesario compartir ese tipo de información conmigo. Me levanté y tomé su reproductor
de música de su escritorio, caminé por su habitación y lo conecté en el altavoz como él
me había enseñado unos días atrás. Lo encendí, sonriendo orgullosa de mí misma, y
una suave melodía se escuchó. Caminé nuevamente al escritorio, algo dubitativa, antes
de tomar la botella de dos litros. Le saqué la tapa, curiosa de saber cuál sería su
sabor, y de inmediato empezó a burbujear. Traté de cerrar la tapa rápidamente, pero
mi reacción no fue lo suficientemente rápida y me salpicó por completo. Grité, asustada
por el salpicón en mi camiseta, hasta que finalmente logré cerrar la botella. La puerta
del baño se abrió abruptamente, y miré con ojos muy abiertos a Edward de pie en el
marco de la puerta. Él me miraba con preocupación, obviamente me había escuchado
gritar. Mis ojos se abrieron con sorpresa cuando vi que su pantalón aún estaba a
medio cerrar, desabotonado, con el cierre abierto, y apenas lograba sostenerse de sus
caderas gracias al hecho de que él los tenía sujetos por una de las presillas del
cinturón. Su ceño se frunció cuando vio mi camiseta toda salpicada, el líquido
goteando por mi ropa, y mi sonrisa tímida.

Se quedó en silencio por un momento, solo mirando boquiabierto, y no estaba segura


si tal vez él estaba molesto por el desastre que había provocado. Estaba preocupada
de que se hubiese enfadado porque había intentado abrir y probar la bebida, pero
después de un momento un lado de sus labios se alzó levemente. “Sabes lo que ocurre
cuando alguien agita una gaseosa, ¿verdad?” me preguntó, mirando mi camiseta al
tiempo que su sonrisa crecía. “Deberías haber dejado que se asentara un poco más.”

“Yo no pensé…” empecé diciendo, mis mejillas se llenaron de calidez por el sonrojo de
vergüenza.

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Él se rio. “Ya lo veo,” me respondió entre risas.

Rodé mis ojos y alejé mi mirada de él, sorprendida de que pudiese hacer eso cuando
estaba allí de pie tan expuesto. Me encontré extrañamente fascinada por el cuerpo de
Edward y podía incluso pasar horas solo mirándolo, memorizando cada marca y cada
manchita, cada peca y cada vello, cada arruguita y cada curva en sus tonificados
músculos. Él era de verdad una criatura hermosa, aún cuando él ni siquiera se
esforzaba en serlo.

Dejé la botella nuevamente sobre el escritorio, secando mis mojadas manos en mis
pantalones. Edward finalmente se abotonó los suyos, subiendo el cierre antes de
acercarse a mí con una toalla y lanzándome una prenda seca antes de tomar la botella
y secarla también. Me debatí por un momento antes de caminar hasta la puerta y
abrirla, dirigiéndome a mi habitación. Me saqué toda la ropa y la lancé al cesto,
caminando hasta el baño para lavarme rápidamente. Tomé unos pantaloncillos negros
cortos y me colé en ellos, para luego ponerme la camiseta de futbol de Edward.
Regresé a su habitación, cerrando la puerta una vez que estuve dentro, y sonreí cuando
él me dio un vaso lleno de su bebida Tarta Dulce.

“Gracias,” le dije en voz baja, tomando el vaso de sus manos. Él asintió y murmuró
‘Prego’ antes de caminar hasta su escritorio y abrir uno de sus cajones. Sacó una
botella de un líquido claro y la abrió, llevándosela a los labios y tomando un gran
trago. Hizo una pequeña mueca y dejó la botella sobre el escritorio, tomando el vaso
de bebida de naranja y bebiéndolo. Yo miré el vaso en mis manos y lo llevé a mis
labios algo cautelosa, tomando un trago. Era realmente dulce y frutal, el sabor del
alcohol permanecía en el fondo pero no era tan malo como para hacerme estremecer ni
nada. Tomé otro trago, uno largo esta vez, y la sonrisa de Edward se hizo más grande.

“Sip, te vas a hacer mierda muy rápido,” dijo con emoción. “Entonces, eh, ¿qué quieres
hacer mientras estés aún coherente?”

Me encogí de hombros, tomando otro trago mientras él tomaba otro de su licor puro.
“¿Qué hay por hacer?” le pregunté. Se encogió de hombros, nuevamente soltando la
botella.

“No lo sep, mierda. Juguemos algún juego o algo así,” sugirió.

“¿Cómo veintiún preguntas?” le pregunté. Él negó, pasando una mano por su cabello.

“No, yo creo que ya superamos esa etapa en la que tenemos que jugar un juego para
hablar de mierdas. Ambos sabemos que podemos decirnos todo el uno al otro,” me
dijo. Alzó su mirada y le sonreí, asintiendo a pesar de la culpa que sentía recorrerme
ante el hecho de que yo estaba intencionalmente escondiéndole cosas.

“¿Qué tipo de juego entonces? Ya sabes, no soy muy buena en cosas que…” empecé
diciendo, algo nerviosa por el hecho de hacer el ridículo.

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Edward rodó sus ojos de manera graciosa, negando con su cabeza. “Ah, no empieces
con eso” me dijo. Miró alrededor de su habitación rápidamente, suspirando. Llevé mi
vaso a mi boca y tomé un gran trago, el frío y dulce líquido sabía incluso mejor de lo
que yo había imaginado que sabría el alcohol. “Tengo algunos juegos de mesa por
aquí o podemos jugar con las cartas. Existen juegos para beber pero no creo que
necesites ninguna ayuda para emborracharte hoy.” Me miró, alzando sus cejas y
sonriendo, y yo alejé el vaso de mis labios y sonreí tímidamente.

“Sabe bien,” le dije, encogiéndome de hombros. Él sonrió y asintió.

“Sí,” dijo pasando una mano por su cabello. Tomó su botella de alcohol nuevamente y
le dio un gran trago, hacienda una cara fea mientras un escalofrío recorría su cuerpo.
Estaba aún sin camisa, de hecho no se la había puesto en todo el día, y estaba
cautivada por la forma en la que los músculos de su estómago se tensaban mientras su
cuerpo se estremecía. Sus pantalones aún colgaban muy bajos, los huesos de su
cadera se asomaban un poco y un camino de vello clarito bajaba por su estómago y
desaparecía en sus pantalones. Se inclinó un poco después de un segundo,
rascándose en el lado donde estaba la cicatriz que le había quedado cuando le
dispararon. Yo estaba extrañamente paralizada por la vista de su mano. Sus manos
eran levemente toscas por jugar al futbol americano pero eran fuertes, y sus dedos eran
largos y delgados. Tenía unas manos hermosas, manos que me hacían sentir segura y
a salvo, y me di cuenta de que debía estar real y profundamente enamorada si algo
tan insignificante como sus dedos podría causarme un entusiasmo exagerado.

Edward aclaró su garganta y miré su rostro. Me estaba mirando y sonriendo, y me


sonrojé ya que me había atrapado comiéndomelo con los ojos. Sonrío y tomó un trago
de su bebida antes de dejarla sobre el escritorio y caminar hasta mí. Tomó mi barbilla
con su mano, alzando mi cabeza, y se inclinó para besarme. Sus labios eran cálidos y
suaves, y podía saborear claramente el alcohol en su beso. Sus labios empezaron a
moverse con desesperación después de un segundo mientras profundizaba el beso,
casi quitándome el aliento por la intensidad del mismo. Subí mi mano, entrelazando
mis dedos en su cabello, y besándolo con todas las fuerzas que tenía.

Finalmente se alejó de mí después de un momento, respirando pesadamente. Lamió


sus labios, mientras me sonreía. “Yo no sé qué mierda haría si alguna vez tengo que
estar todo un día sin besarte. Lo cual es algo jodidamente extraño ¿sabes? Yo
besando,” me dijo. Sonreí y asentí, tratando de bajar mi ritmo cardiaco y recuperar mi
aliento.

“Sí, yo tampoco sé qué haría,” le dije. Jamás había imaginado que yo querría alguna
vez besar a alguien, mucho menos tener a alguien como él para besar, pero ahora que
lo tenía no estaba segura de cómo había logrado sobrevivir sin esos besos.

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Edward asintió y retrocedió un par de pasos mientras se enderezaba, pasando una
mano por su cabello. Se quedó en silencio por un momento y parecía estar
contemplando algo, despeinando sus alborotadas hebras y mirando alrededor. Se
detuvo después de un segundo, su rostro se iluminó mientras me miraba. Sus ojos
prácticamente estaban bailando emocionados.

“Ya sé a qué podemos jugar,” me dijo, ni siquiera le importaba esconder su


entusiasmo.

“¿Y qué es eso?” le pregunté, sonriendo ante su repentina y feliz disposición. Alzó su
dedo, haciéndome una muestra de que esperara, y se agachó. Tomó su edredón y lo
alzó, para mirar debajo de su cama. Mi ceño se frunció en confusión y lo miré curiosa
mientras empezaba a sacar unas cajas de debajo de su cama. Miró su contenido
rápidamente, para luego volverlas a meter debajo de la cama, hasta que encontró la
que al parecer estaba buscando. Sacó de allí algo muy parecido a una caja en dos
tipos de tono de gris. Tenía una pequeña puerta en frente, con letras rojas, y dos
botones con otras dos ranuras en las que parecía que algo se conectaba. Sacó algo
más de la caja, algo que parecía como un mando de control que iba con un sistema de
juego de video. Tenía el mismo color que la caja gris y tenía algunos botones y un
cable largo. Edward empezó a sacar otros cables y caminó hasta el televisor. Comenzó
a conectar cosas y a moverlas de un lado a otro.

Consiguió hacer lo que sea que estaba intentando hacer y finalmente encendió la
televisión, alejándose de allí y bajando un poco el volumen de su iPod pero sin
apagarlo por completo. Caminó de regreso hasta mí y miró la caja una vez más,
cogiéndola y sacando algo más de allí. “¿Qué es eso?” le pregunté curiosa. Me miró y
sonrió.

“Es el sistema de juego Nintendo Original. Guardé esta mierda de cuando era niño,
aún funciona perfectamente”, me dijo, encogiéndose de hombros. Asentí en respuesta,
suspirando.

“¿Y vamos a jugar?” le pregunté dudosa, no estaba muy segura de cómo jugar un
video juego. Él asintió.

“Sip, es tan fácil como la mierda, incluso tú podrás hacerlo,” me dijo. En el momento en
que las palabras salieron de sus labios se tensó y me miró. “No quise decirlo de esa
manera.”

“Lo sé,” le dije, dándole una pequeña sonrisa. Asintió y acercó a su boca algo que
asumí era un juego y comenzó a soplar sobre él. Lo miré confundida y él se rió de mi
expresión.

“Tienes que sacarle el polvo a esto para que funcione. No es exactamente algo de
última tecnología o algo así,” dijo, encogiéndose de hombros. Se acercó al televisor,

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abrió la pequeña puerta del videojuego y deslizó el juego en su interior, para luego
cerrar la puerta. Presionó uno de los botones y miró a la televisión. El juego empezó
casi de inmediato y sonrió, tomando la palanca de control del juego. Se sentó en el
suelo, estirando las piernas y palmeando el hueco junto a él. “Ven, tesoro, déjame
enseñarte correctamente cómo hacer esta mierda.”

Sonreí y me puse de pie, caminando hasta él. Me senté con cuidado entre sus piernas y
puso sus manos frente a mí, sosteniendo el control del mando. Empezó a explicarme
cada qué hacía cada botón, empezando con un juego nuevo y haciendo toda la
primera parte para demostrarme lo que se suponía debía yo hacer. Lo hacía parecer
tan fácil y de manera tan casual, que hizo que me sintiera menos nerviosa. Yo sabía
que era ridículo estar ansiosa cuando hacía cosas junto a Edward, ya que no había
razón para sentirme acomplejada, pero tampoco lo podía evitar. Muy dentro de mí
seguía siendo completamente insegura y me sentía desesperadamente aterrada de
que un día él decidiera que yo no era lo suficiente para él.

“¿Cómo se llama este juego?” le pregunté, girando a verlo. Él me miró y sonrió.

“Mario” respondió. “Es como una tradición, Bella. Que se joda Halo y Grand Theft Auto
y todas esas otras mierdas, no eres nadie a menos que hayas ganado el juego de
Mario de Nintendo.”

Edward habló serio, su tono era completamente sobrio, como si fuese un hecho certero
lo que estaba diciendo. Yo no tenía ni idea de qué eran exactamente esos otros juegos,
pero recordaba de manera vaga que los otros chicos los habían mencionado antes.
Sonreí y miré nuevamente la televisión, recostándome nuevamente sobre él. Observé
cómo este pequeño personaje saltaba sobre tuberías verdes y volvía a saltar, esta vez
para intencionalmente golpear su cabeza en ladrillos que flotaban en el cielo. Una
cosa que parecía un pequeño hongo salía de uno de esos ladrillos a los que había
golpeado y Edward hizo que el personaje corriera, dirigiéndose directamente hasta el
hongo. Desapareció y de inmediato el personaje creció al doble de su tamaño. Solté
una risita y miré a Edward, quien estaba sonriendo contento. Parecía tan joven y casi
inocente en ese momento, tan despreocupado. Me miró nuevamente y se echó a reír.

“Ten, termina esta parte,” me dijo, entregándome el control. Mis ojos se abrieron con
sorpresa.

“¿Y qué pasa si lo mato?” le pregunté, de repente sintiéndome nerviosa y asustada de


nuevo. “Quiero decir, él puede morir, ¿verdad?”. Había entendido lo básico del juego
pero verlo y hacerlo eran dos cosas diferentes. No quería arruinar su juego e irritarlo. Él
solo me miró y se encogió de hombros.

“Él regresa a la vida. No es como si tuviéramos que planearle un jodido funeral o algo
así. Una vez que lo mates tres veces, o cuantas vidas tengas, el juego se termina y
empiezas otra vez. No es gran cosa,” me dijo. “Y sí, vas a matarlo. No importa quién

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seas, todo el mundo ha matado al jodido Mario antes, una docena de veces.”

Asentí y miré nuevamente a la televisión, sosteniendo el control con nerviosismo. Usé


las flechas y empecé a mover a Mario, presionando los botones para hacer que
saltase. Me tomó tres intentos hasta que logré coordinar que realmente saltara sobre la
cosa verde, pero una vez que lo conseguí, encontré que todo era bastante fácil. Edward
tomó nuestras bebidas y regresó hasta donde estaba yo, sentándose detrás de mí y
atrayendo mi cuerpo hacia atrás para que me recostara en su pecho.

Dejó mi vaso junto a nosotros y se llevó su botella de licor a la boca, para tomar un
trago.

Empezó a tararear la canción que estaba sonando en ese momento, era algo que yo no
reconocía. La música que provenía de su reproductor se mezclaba con el leve tintineo
de la música del videojuego. Estaba sorprendida de que Edward la tolerara, ya que era
muy quisquilloso con respecto a las cosas musicales. El sonido de sus tarareos
guturales que escapaba de sus labios me estaba distrayendo y terminé llevando al
personaje directo al borde de una cornisa, sin ni siquiera notar el hoyo enorme en el
suelo. Edward se rio, mientras negaba.

“Tienes que saltar, nena,” dijo en tono bromista, mientras me codeaba. Sonreí y me
sonrojé, asintiendo.

“Me estabas distrayendo,” murmuré. Él rio, provocando que nuestros cuerpos se


movieran por la vibración en su pecho. La consola de juego empezó desde el inicio y
volví a jugar, mientras Edward se quedó en silencio. Traté de concentrarme en el juego,
pero aún cuando él estaba en silencio, su era presencia me estaba distrayendo. Podía
sentir el calor de su cuerpo, oler su esencia y sentir sus movimientos. Todo esto nublaba
mis sentidos, enviando mi cuerpo directo a un torbellino. Maté a Mario una vez más
casi en el mismo lugar que antes y gruñí, estirando mi mano y tomando mi vaso. Me
bebí el contenido y Edward rio, diciendo que él me llevaría hasta la siguiente etapa
mientras me servía un poco más de Tarta Dulce.

El siguiente par de horas pasaron rápido mientras caímos en una especie de rutina. Yo
mataba a Mario y él completaba un nivel por mí para que al menos yo pudiese
intentarlo en el siguiente. Tuvimos que empezar nuevamente el juego un par de veces
ya que mientras más tiempo pasaba, mataba a Mario con más rapidez, debido a que
ambos estábamos bebiendo continuamente durante el juego. Podía sentir el alcohol en
mi cuerpo, ya que mis piernas hormigueaban y mi cabeza se sentía levemente
mareada. Era una sensación de euforia, al igual que había sentido las otras ocasiones
que había consumido sustancias tóxicas con Edward, pero esta vez era mucho más
intensa. Sentía vibrar todo mi cuerpo, y estábamos riendo y bromeando. Era
agradable, estar únicamente los dos pasando tiempo y haciendo algo tan divertido y
despreocupado. Nunca había tenido la oportunidad de tener este tipo de experiencias,
pero no estaba segura si Edward entendía cuanto significaban estos momentos para

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 826


mí. Él me estaba dando algo que había pensado que jamás experimentaría. Edward
casi me estaba dando partes de una niñez con la que nunca fui bendecida.

Estaba jugando un nivel donde había un montón de monedas doradas, no estaba


segura lo avanzados que estábamos en el juego, cuando Edward empezó a
acurrucarse en mi cuello y comenzó a besarme. Podía sentir su suave lengua recorrer
mi piel, mientras enviaba escalofríos por todo mi cuerpo.

“¿Te molesta que beba?” Edward me preguntó mientras se alejaba de mi cuello. Mi


ceño se frunció confundido ante su pregunta, mi atención en el juego se desvaneció y
Mario fue directo a su muerte nuevamente. Edward se inclinó y tomó el control,
riéndose mientras el juego empezaba de nuevo porque yo había matado al último
Mario que quedaba. Reinició el juego y empezó a jugar desde el primer nivel muy
rápido. Podía decir, solo con verlo en la pantalla, que sus habilidades de juego
gradualmente habían empeorado, y eso era a causa de que estaba de alguna manera
embriagado.

“No, no bebes lo suficiente como para molestarme. No eres un borracho malvado como
mi padre,” Le dije, encogiéndome de hombros y recostándome en su pecho.

“¿Ese imbécil bebé?” Me preguntó Edward. Suspiré y asentí.

“Sí,” le respondí. “Cuanto más bebía, peor era el castigo que recibía. Al principio,
cuando él tomó el control de la casa no bebía mucho, pero mientras más peleaban él y
su esposa, más empezó a beber. Los últimos meses fueron los peores.”

Edward se quedó en silencio por un momento y su atención parecía seguir enfocada en


la pantalla, pero me percaté que Mario saltó directo a un acantilado y que Edward no
había hecho siquiera el intento de hacerlo saltar, de que estaba completamente
distraído. Me devolvió el control, suspirando.

“Quiero matarlo, realmente quiero matarlo, ¿sabes?” me dijo en voz baja, estirando su
mano y alcanzando su botella de licor. Tomó un trago y volteé mi cabeza para mirarlo
con sorpresa. Él bajó su botella y me miró, frunciendo el ceño. “No tienes ni idea de
cuánto quiero que ese hijo de puta sufra por todo lo que te hizo, cuantas ganas tengo
de terminar con su vida.”

Me sorprendió la seriedad en su tono de voz y lo miré por un momento antes de


empezar a negar de manera frenética. “No puedes hacer eso,” le dije. Sus ojos se
entrecerraron un poco y pude ver en ellos un destello de ira, el color verde se oscureció
levemente.

“¿Por qué no? En serio no debería importarte un carajo ese monstruo,” me dijo de
manera cortante, el coraje era evidente en su voz. Yo negué con mi cabeza, suspirando.

“No me importa lo que le pase a él, Edward. Lo que sí me importa es lo que te pase a

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ti,” le dije. “No quiero que lo mates, porque no quiero que te conviertas en un asesino.”

Sus ojos se abrieron completamente y me miró sorprendido, obviamente no esperaba


esa respuesta de mí. Miré nuevamente a la televisión y empecé a jugar, sin saber lo
que Edward pensaba de lo que había dicho. Maté a Mario antes de llegar al final de
ese nivel y gruñí, para volver a empezar. Duré casi treinta segundos antes de que
muriera nuevamente, esta vez era su última vida. Dejé el control a un lado, sintiéndome
un poco molesta, y Edward me envolvió con sus brazos. Me atrajo con fuerza y se
inclinó un poco, besando la parte superior de mi cabeza.

“¿Sabes algo? Hay muchas personas que están esperando que yo siga los pasos de mi
padre,” me dijo en voz baja. Yo suspiré, asintiendo.

“¿Por qué importa lo que ellos quieran?” le pregunté. Edward permaneció en silencio
por un momento antes de encogerse de hombros.

“Supongo que es porque realmente no quiero decepcionarlos. Quiero decir, nunca supe
qué demonios quería de la vida, así que la idea de ir a Chicago y entrar en la
organización parecía lo más fácil y práctico de hacer, pero ahora que te tengo a ti
estoy empezando a ver finalmente qué es lo que quiero. Te quiero a ti, y lo que tú
quieras me importa. Si tú no quieres que haga esa mierda, entonces realmente tengo
que pensarlo, ¿sabes? Porque esta también será tu vida. Y tú me importas mucho más
que cualquiera de esos otros hijos de puta,” respondió. Sonreí levemente, suspirando,
sintiendo un poco de alivio a causa de sus palabras. Quizás el doctor Cullen tenía
razón, quizás tendría lo que anhelaba y Edward no seguiría el camino que él había
tomado para sí después de todo. No podía engañarme a mí misma, la idea de Edward
siendo un criminal y un asesino realmente me molestaba. Yo podía aceptar sus
defectos, pero ¿podía realmente aceptarlo si él mataba personas y robaba para
obtener ganancias de ello?

“Tú eres la única cosa que me importa,” murmuré finalmente, porque era la verdad. No
era nadie sin él; él era la única luz en mi vida. Él gimió levemente en respuesta a mis
palabras, apretándome con fuerza.

“¿Sabes algo?, quizás nosotros debamos solo irnos,” me dijo después de un momento.
Mi ceño se frunció confundido, sin saber a lo que se refería. “Voy a hacer que Emmett
encuentre alguna manera de joder ese chip para que no podamos ser rastreados y
simplemente largarnos de aquí.”

Sentí cómo el miedo me invadió nuevamente ante su sugerencia, sintiéndome ansiosa


de que él aún estuviese considerando huir de lo que fuese que nosotros enfrentábamos.
De todos modos, eso no era una opción. “Eh, no creo que debamos hacerlo,” le dije
rápidamente. Edward suspiró.

“¿Por qué no?” preguntó.

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“No lo sé, creo que quizás debemos esperar. No quiero que simplemente dejes todo por
mí. No quiero que tengas que dejar tu familia. Quizás si nos quedamos como estamos y
esperamos, las cosas funcionen,” le dije. Edward se quedó en silencio por un momento
y cerré mis ojos, su silencio estaba provocando que mi ritmo cardiaco se incrementara.
¿Estaba Edward sospechando de mí?

“Si eso es lo que quieres,” dijo finalmente.

Di un respiro de alivio, asintiendo. “No quiero tener problemas por un tiempo. He


pasado toda mi vida en un constante caos, siempre teniendo que protegerme y será
igual si huimos. ¿Podemos simplemente olvidar todo eso ahora y solo ser nosotros, por
el momento? Tu padre no es malo conmigo, él no me va a hacer daño.”

Estaba diciendo la más gorda de las mentiras, ya que todavía estaba bastante segura
de que el doctor Cullen me podía herir en un latido si él lo sentía necesario y el hecho
de quedarme, significaba también que debía seguir protegiéndome constantemente,
pero esperaba que Edward no lo notara y que solo estuviese de acuerdo, aceptándolo
por el momento. “Nos quedamos,” dijo finalmente, haciendo una pausa para luego
añadir, “por ahora.”

Asentí, sabiendo que la situación no estaba del todo evitada pero que al menos
quedaría a un lado por el momento, al menos hasta que yo pudiese lograr comprender
mejor la situación de lo que estaba pasando o hasta que lograse tener un plan mejor
para arreglarlo todo. Ambos nos quedamos en silencio por un momento antes que
Edward tomara de nuevo el control de mando del video juego. “¿Has terminado de
jugar?” me preguntó. Asentí, mirándolo y dándole una pequeña sonrisa. Él sonrió en
respuesta y se puso de pie, empezando a recoger todo el juego. Caminó hasta la cama
y puso todo en la caja nuevamente, al tiempo que me ponía de pie, y tomaba mi
bebida.

“Me pregunto que hay en esas cajas,” le dije, recordando haberlas visto cuando
limpiamos su habitación. “¿Es ahí donde escondes tus juguetes?” le pregunté en tono
bromista. Él me miró y sonrió levemente, negando con la cabeza.

“Mucho más que juguetes, Bella. Es aquí donde guardo mi antiguo yo,” me dijo. Sus
palabras no tuvieron sentido para mí y se percató de aquello cuando vio mi expresión.
“Todo lo que guardo de Chicago está en estas cajas.”

Asentí entendiendo finalmente. Me senté en su cama y tomé un trago de mi bebida,


mirando al interior de una de las cajas. Edward guardó finalmente el juego y cerró la
caja, deslizándola debajo de la cama. Dudó por un momento antes de sacar una caja
más pequeña. Tiró de la tapa y la caja se abrió, y pude ver que contenía en su mayor
parte papeles y fotos. Metió su mano en la caja brevemente, buscando algo en el
fondo, antes de sacar un portarretrato de color negro. Me lo dio y lo tomé con cuidado,
sin saber exactamente qué era lo que me estaba dando. Bajé la mirada a la foto y me

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paralicé cuando mis ojos vieron una mujer de cabello y ojos claros, ambos del mismo
color que los de Edward, de pie junto a un niño pequeño que estaba claro que era
Edward más o menos hace diez años. Miré la fotografía con asombro, la perplejidad
me golpeó después de un segundo cuando tuve un extraño sentimiento de familiaridad.
Supe de inmediato que eran Edward y su madre, pero parecía haber algo más en ella.
Como si hubiese visto esa imagen en algún otro lado, pero sabía que no la había visto
porque nunca había visto nada de esa caja que guardaba Edward, y ninguno de los
chicos me había enseñado una foto de ella antes. Pero de todas formas, algo me hizo
reconocerla, como un extraño sentimiento de déjà vu.

La madre de Edward era impresionante. Alta, de piel blanca, ojos verdes expresivos y
cabello rojo levemente ondulado. Ella prácticamente brillaba en la foto, y se podía
decir con solo verla que claramente adoraba a su hijo menor. Y Edward, a pesar de
todo el tiempo que había pasado, seguía siendo Edward. Su cabello era rebelde y sus
ojos llenos de emoción, de piel pálida con unas pocas pecas en su nariz. Y era también
muy fácil decir que él amaba a su madre más que a nada, porque la manera en la que
él la miraba era asombrosa. La estaba mirando como si ella fuese la cosa más
hermosa del planeta, y para él seguro que lo era. Y aquello me sorprendió, porque esa
era una mirada que yo conocía bien. Era una mirada que se había perdido en todas
aquellas fotos que había visto de Edward durante el paso de los últimos años, pero que
era una expresión que yo veía cada vez que lo miraba ahora.

Era la mirada de un niño que conoció y sintió lo que era el amor.

Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, todo aquello me impactó con fuerza. Mi amor por
él, su obvio amor por mí, y sobre todo, el amor entre una madre y su hijo. Y el dolor, oh
Dios el dolor. Lo que ambos, tanto la madre como el hijo tuvieron que haber sentido en
ese último momento, justo antes de que su vida terminase, justo antes de que Edward
tuviese que ser forzado a ser testigo de cómo la luz la abandonaba. Porque viendo la
fotografía, estaba muy claro de ver que ella definitivamente llevaba luz a cada vida
que ella tocaba. Los chicos siempre hablaban muy bien de su madre, siempre la
hacían parecer casi como si fuese una santa, como un ángel, y viéndola no me
defraudó en absoluto esa opinión. Porque ella era sin lugar a dudas todo aquello que
ellos decían que era.

Había estado tan cautivada, mirando la fotografía y tratando de asimilar todas las
emociones que no me había dado cuenta de que Edward se había acuclillado frente a
mí hasta que él posó una mano sobre la foto. Lo miré y él sonrió con tristeza, alzando
su mano y limpiando mis mejillas con la yema de sus dedos. Me di cuenta que estaba
llorando, de que las lágrimas se habían escapado sin ser detectadas. Edward me miró
con ternura y se inclinó hacia mí después de un momento, dejando un beso corto en
mis labios.

“Lo sé, ella me vestía horrible, no tienes que llorar por eso. Te prometo que nunca más

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voy a usar botines de color amarillo, verde y rojo, no te preocupes,” me dijo en tono de
broma. Sonreí y miré a la foto. Él sacó su mano y me reí levemente cuando vi que de
hecho, él estaba usando un par de extraños zapatos de colores muy brillantes.

“No se ven tan mal,” le dije en broma. Él rio, mientras negaba.

“Odiaba esos jodidos zapatos,” me dijo. “Pero los usaba por ella.”

Sonreí y asentí, mirando la foto otro segundo, todavía abrumada por esa extraña
familiaridad. “Era muy hermosa,” le dije.

“Sí. Te dije que me veía exactamente como ella,” me respondió.

Asentí, ya que aquello era una verdad absoluta. Me pregunté en ese momento si esa
era la razón por la cual la fotografía me había llamado tanto la atención, si era por el
simple hecho de que había mucho de Edward en ella. Dudé por un momento pero le
entregué la foto a Edward. Él la cogió y esperé que la guardara nuevamente, pero por
el contrario se puso de pie y caminó hasta su escritorio, dejándola sobre él. Se volteó y
me sonrió, cerrando la caja nuevamente y deslizándola sobre su escritorio.

“¿Quieres acostarte y ver una película o algo así?” me preguntó. Asentí y él cogió un
DVD y lo puso en el reproductor. Mis ojos se abrieron asustados cuando desabotonó y
bajó el cierre de sus pantalones, dejándolos en el suelo y saliendo de ellos. Caminó
hasta la cama y apagó las luces antes de tomar el control remoto y subir a la cama en
boxers. Me acercó a él y recosté mi cabeza en su pecho, entrelazando nuestras piernas
mientras nos acurrucábamos. La película empezó, y apenas logré llegar a los diez
primeros minutos antes que mis ojos empezaran a cerrarse.

Asumí que mi embriaguez afectó mi sueño, porque me quedé dormida de inmediato.


Dormí profundamente un rato antes de que unos extraños sueños empezaran a colarse
en mi cabeza, interrumpiendo mi tranquilo descanso. Vi una gran casa blanca en
medio de un vasto territorio predominantemente marrón, con un granero en mal estado
a un costado. Estaba de regreso en Phoenix, y se sentía tan real que casi podía sentir el
calor, el sol quemando mi piel sensible. Podía sentir el polvo en mis pies, y hacía calor
pero no quemaba porque estaba acostumbrada a él. Corría y el viento golpeaba mi
piel sudorosa ya que correr me ayudaba a ventilarme del calor. No estaba viendo por
donde iba cuando me golpeé con algo, retrocediendo un par de pasos y cayendo sobre
mi trasero.

Alcé la mirada y pude ver una silueta, pero el sol en el cielo me estaba cegando de tal
forma que todo se veía brillante y resplandeciente. Me sentí confundida por un
momento, y luego una dulce y suave voz femenina rompió el silencio. ‘Estás
terriblemente sucia, pequeña,’ dijo la voz. Estaba desconcertada acerca de lo que
estaban hablando y les pregunté dónde, bajando la mirada para verme a mí misma.
Una dulce risa retumbó y la ceguera se aclaró en cuanto la silueta se acuclilló frente a

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mí, una cabellera pelirroja y unos ojos verdes me impresionaron. Una belleza completa,
amor y compasión eran sus características. Hasta ese momento de mi vida, nunca
había visto un ángel, pero estaba segura de que ella era uno. ‘Por todos lados,’ ella
respondió a mi pregunta, sonriendo con cariño y levantando uno de sus dedos, para
presionarlo levemente en la punta de mi nariz.

En el momento en que su dedo hizo contacto conmigo me senté de inmediato en la


cama, parpadeando rápidamente, casi al borde de la hiperventilación al despertar tan
bruscamente de mi sueño. Mi corazón latía desbocado, la confusión y la incredulidad
me consumían.

Era imposible, no podía haberla conocido. La habría recordado mucho antes que
ahora, podía jurar que recordaba a cada persona que había conocido. Pero ella
estaba allí, en mi sueño, en Phoenix. Y me había hablado, y no tenía ni idea de cuántos
años tenía pero debía ser demasiado pequeña para que un recuerdo como ese
estuviese tan profundamente enterrado.

Miré a Edward, que estaba hecho una bolita sobre la cama y abrazando su almohada
con fuerza. Miré su silueta tranquila, para repentinamente recordar algo que el doctor
Cullen me había dicho en Navidad.

“La primera vez que te conocí Isabella, tenías tres años. Bueno, nos dijiste a mi esposa
y a mí que tenías tres, pero levantaste solo dos dedos.” Dijo. “En fin, me sorprende un
poco que recuerdes a mi hermana pero no a mí, ya que te vi en algunas ocasiones
durante estos años.”

Mis ojos se abrieron asustados mientras una vaga imagen del doctor Cullen vino a mi
mente, un recuerdo. ‘¡Gracias por visitarme!’ le había dicho, abrazando su pierna. Él
palmeó mi cabeza y sonrió, diciendo: ‘De nada, pequeña.’

Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, el asombro me recorría por completo. Me sentía
sorprendida de no haber descubierto nada de esto antes. Mis manos estaban
temblando, mi corazón latía con rapidez. Salí de la cama con cuidado, asegurándome
de no molestar a Edward, y caminé hasta su escritorio. Le eché un vistazo rápido para
asegurarme de que él siguiera dormido antes de mirar la foto una vez más. Entrecerré
los ojos en la oscuridad, mirando a Elizabeth Cullen, recuerdos borrosos que acababa
de tener comenzaron a llegar con un poco más de claridad.

“Lizzie,” susurré, sonriendo levemente, asombrada de que haber olvidado


completamente que la había conocido. Por alguna razón había entrado en negación,
había querido olvidarla. Ella me había visitado en un par de ocasiones por lo que yo
podía recordar y luego simplemente desapareció. Era tan pequeña que no lo
comprendí, creí que ya no le gustaba. Miré su fotografía un largo rato antes de que mi
visión se nublara por completo. “Ahora recuerdo por qué quería que me llamaran Izzy,”
susurré muy bajito y las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas.

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Escuché la cama moverse un poco y solté la foto rápidamente, para luego mirar a
Edward. Él estaba revolviéndose en la cama y me acerqué, limpiando mis lágrimas con
rapidez. Lo miré un segundo antes de que mis ojos se abrieran con pánico al recordar
a Edward diciendo que la foto de mi madre le parecía un poco familiar.

¿Pude haberlo conocido también?

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“El péndulo de la mente alterna entre sentido y sinsentido, no entre el bien y el mal.”
– Carl Jung.

Edward cullen
Me di la vuelta y estiré mi brazo, buscando la forma de Isabella en la cama junto a mí
para poderla atraer hacia mí y acurrucarnos como solíamos hacer cuando dormíamos.
Di unas breves palmaditas en la cama sin sentirla ahí y rápidamente abrí los ojos. Mi
frente se arrugó en confusión cuando vi que la cama estaba vacía, nada más que una
manta, sábanas y una almohada donde debería haber estado su cuerpo dormido. Miré
hacia el baño, viendo que la puerta seguía abierta y la luz apagada, así que
obviamente ella no estaba allí. Rápidamente me incorporé y escuché un ruido de
alguien arrastrando los pies detrás de mí. Volví la cabeza al instante y vi a Isabella
acercándose desde el otro lado de la habitación. Se metió de nuevo en la cama y
rápidamente se deslizó a mi lado dándome la espalda. Me quedé mirándola
confundido por un momento, antes de acostarme de nuevo y envolver mis brazos a su
alrededor.

“Ven aquí, cariño,” le susurré, mi voz ronca por el sueño. “Acuéstate conmigo.” La
atraje hacia mí y ella no ofreció ninguna resistencia, girando su cuerpo para quedar
frente a mí y acurrucarse. Recostó su cabeza en mi pecho, envolviendo su brazo sobre
mí. Me incliné y besé el tope de su cabeza, suspirando. “¿Qué estabas haciendo?” Le
pregunté con curiosidad.

Suspiró y se encogió de hombros ligeramente. “No puedo dormir,” murmuró. La miré


receloso, sin creer esa mierda porque ella se había desmayado rápidamente y había
tenido un sueño jodidamente profundo durante toda la película. No había manera de
que estuviera lidiando con insomnio.

“¿Qué pasa?” Le pregunté.

“Nada,” murmuró. Suspiré exasperado, sin creer tampoco esa mierda.

“¿Qué tal si hago la pregunta de nuevo y esta vez me dices la verdad?” Le dije, un poco
molesto. Sabía que odiaba que me escondiera mierda y me había estado molestando
toda la noche, porque estaba claro como la puta agua que ella se estaba guardando
algo. Desde que la recogí en el hospital había estado actuando de forma extraña, y no
era nada específico que estuviera haciendo sino una sensación que estaba recibiendo
de ella. Se estaba conteniendo, y no tenía una puñetera idea de por qué o qué podría

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ser, pero estaba determinado a averiguarlo. Esperaba que ella se relajara y esa
mierda desaparecería cuando metiera alcohol en su sistema, que tal vez lo había
imaginado y solo estaba tensa por haber pasado todo el día encerrada en esa
pequeñísima oficina con mi irritante padre. Desapareció por un momento, pero ahora
era obvio que seguía ocultándome algo y no me gusta esa mierda. Joder, ni siquiera un
poco.

“¿Qué quieres decir?” Preguntó con cautela, su voz tranquila. Suspiré, negando con la
cabeza.

“Quiero decir que te conozco malditamente bien, Isabella, y le estás dando vueltas a
algo. Antes me has dicho que sabías que podías decirme lo que fuese, así que solo
escupe esa mierda,” le dije, molesto porque mis ojos ardían por el cansancio y no
quería nada más que cerrar una vez más esos hijos de puta y volver a dormir, pero
joder, no podía hacer eso si había algo molestándola. Se quedó quieta por un largo
rato, tan inmóvil y callada que me pregunté si se había quedado jodidamente dormida
o algo. Levanté mi mano para frotar mis ojos y gemí suavemente, exasperado, y ella
finalmente suspiró y movió su cuerpo.

“Tal vez ahora no sea el momento,” dijo en voz baja. Gemí de nuevo, esta vez con más
fuerza y empecé a moverme sobre mi costado para mirarla. Ella se quitó de mi pecho e
iba a darse la vuelta para darme la espalda pero la agarré para detenerla, queriendo
aclarar las malditas cosas para poder volver a dormir. Sin importar lo agotado que
estuviera, no había manera de que mi mente desconectara y fuera capaz de dormir si
ella estaba actuando así rara cuando no tenía ni puta idea de por qué.

Me miró y me congelé, sorprendido por su expresión. Parecía casi devastada, la


expresión más jodidamente triste que alguna vez hubiera tenido en su rostro. Parecía
como si acabara de ver que alguien había pateado a su maldito perro. Casi podía
decir que era desolación lo que vi, como si alguien hubiera muerto y su puñetero
mundo hubiera sido sacudido.

“Ahora es el momento. ¿Qué va mal, qué ha pasado? Y no me digas que nada, o que
estás perfectamente o bien, porque no me voy a creer esa mierda. Así que si me amas
como jodidos dices que lo haces, me dirás qué demonios es lo que te está molestando,”
le dije, necesitando saber qué la tenía tan alterada. Se me quedó mirando un segundo,
un destello de pánico en sus ojos, y casi me sentí mal por el chantaje emocional pero
estaba demasiado inquieto para preocuparme por eso ahora. Estuvo mal de mi parte
usar nuestro amor contra ella como una manera de conseguir que me dijera la mierda
que estaba en su mente, pero al mismo tiempo estaba mal de su parte no decirme esas
mierdas en primer lugar.

Ella solo se me quedó mirando por un momento, viéndose asustada y me di cuenta que
su mente estaba trabajando a gran velocidad. Joder, estaba tratando de pensar en
cómo conseguir salir de esta, una laguna en mi chantaje. Lo que sea que fuera

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claramente no quería decirlo, pero no había manera de que no me lo dijera ahora.

“¿Tenemos que jugar a las veintiún putas preguntas para conseguir que me lo digas?
Pensé que habíamos pasado eso, pero tal vez no,” dije con fastidio, levantando la
mano y pellizcando el puente de mi nariz. Estaba tratando de mantener mi
temperamento bajo control para no molestarla más, pero sentí las ganas de sacudirla
hasta sacarle la mierda y demandar que me dijera cada jodida idea que tuviese en el
cabeza.

Ella negó con la cabeza rápidamente. “Ya pasamos eso,” me dijo. Suspiré.

“Entonces, ¿por qué me estás ocultando mierdas? Has estado actuando de forma
extraña desde el hospital. ¿Ha pasado algo? ¿Te ha dicho algo mi padre?” Le
pregunté, tratando de conseguir alguna maldita pista de lo que se trataba. Ella se
quedó mirándome y vi ese pánico de nuevo cuando mencioné a mi padre. Asentí, con
la ira hirviendo dentro de mí cuando supe que iba por el camino correcto. “¿Qué te ha
dicho? ¿Te ha hecho una maldita amenaza?” Le pregunté bruscamente.

Rápidamente negó con la cabeza, luciendo casi temerosa, pero no hizo ningún intento
por decir más, lo que no ayudó nada en sofocar la ira que estaba sintiendo por la
situación. Ella seguía sin decirme esa mierda.

Respiré profundamente y me pasé una mano por el pelo, cerrando los ojos, tratando de
calmarme porque estallando y gritándole no resolvería nada. Solo haría que se cerrara
más, la alteraría todavía más y eso no era lo que quería. Quería que se abriera a mí y
siendo un imbécil no lo lograría. Iba a tener que ser encantador para convencerla que
me lo dijera, lo que era malditamente ridículo porque ella es mi novia y afirmaba que
confiaba en mí, así que no había razón por la que deberíamos tener que jugar estos
putos juegos mentales de mierda. Pero por alguna razón ella quería jugarlos, así que
no solo iba a jugar sino que iba a ganar y usar lo que tenía para manipularla.

Volví a abrir los ojos y la miré, viendo que ella me miraba con aprensión. Suspiré y
estiré mi mano para quitar algunos cabellos rebeldes de su rostro. La punta de mis
dedos rozó su piel ligeramente y sus ojos revolotearon cerrándose.

“La mia bella ragazza,” murmuré. “Non capisco*.”

Ella abrió de nuevo los ojos para mirarme, su expresión casi de sorpresa. Me aseguré
de mantener mi voz suave y encantadora, acentuando el italiano porque pensé que esa
mierda al menos no haría daño. Mi italiano era muy americanizado, a veces incluso
hasta el punto que los italianos no podían entender qué demonios estaba diciendo.
Pero la mafia entendía, porque ellos hablaban esa mierda americanizada también.
Era una loca mezcla de dialectos, la mayoría del sur de Italia y estaba todo jodido
gramaticalmente y por lo general mi acento era una mierda porque soy nacido y criado
en América. Pero podía sacar esa mierda bastante bien cuando quería, cuando de

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verdad lo intentaba, y ahora estaba intentándolo. Sonreí ante su expresión, contento de
que al menos el pánico se hubiera ido.

-“Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia*,” le dije, halagándola. Sus labios
comenzaron a convertirse en una sonrisa.

-“¿Qué significa eso?” Preguntó con curiosidad. La miré fijamente por un segundo,
sonriendo.

-“Significa: ‘Tan amable y tan honesta mi dama parece ser,” le dije. “Es un verso de
Dante, ‘La Vita Nuova*’. Poesía, supongo.” Mi ceño se frunció por la confusión ante mis
propias palabras, ¿cuándo cojones había comenzado a citar poesía? ¿Qué demonios
me había pasado? Me había convertido en un mariquita de verdad.

Ella asintió, sonriendo. “Eso es dulce,” me dijo. “¿Sabes más?” Suspiré y asentí
vacilante, soltando esa mierda para tratar de seducirla pero sin tener verdadero interés
en recitar la maldita cosa justo ahora. Ella me miraba expectante, obviamente
queriendo escuchar más y yo era un imbécil por ella, le daría cualquier maldita cosa
que quisiera, incluso si eso significaba recitar poesía de amor para mariquitas a las
tres de la mañana en italiano.

“Quand’ella altrui saluta, ch’onge lingua deven*… eh…” Tartamudeé, deteniéndome


abruptamente, jodidamente atorado e incapaz de recordar el resto. “Cristo, es
demasiado temprano para esta mierda. O demasiado tarde, lo que sea. Pregúntame
mañana cuando esté coherente.”

Ella sonrió y asintió. “Está bien. Deberíamos volver a dormir,” murmuró. Yo negué
rápidamente.

“Dime lo que ha hecho mi padre, tesoro,” le dije. Me miró y su sonrisa se desvaneció.


“No hay nada de qué preocuparse. No voy a ponerme como un loco, lo prometo. Si es
necesario, simplemente huimos. Ya te lo he dicho.”

Sus ojos se ampliaron un poco, ese maldito pánico volviendo a surgir. “Decidimos que
nos íbamos a quedar, ¿recuerdas?” Ella dijo. “No vamos a huir.”

Suspiré, todavía bastante molesto y sin entender en absoluto su insistencia de


quedarse aquí si podíamos encontrar una manera de irnos. Supongo que podía ver
que no quería que me alejara de mi familia, pero tenía que darse cuenta que ella era lo
que más importaba en mi vida. Amaba a mi familia, pero esta era mi vida y tenía que
vivirla por mí mismo. Dejaría todo atrás y me marcharía, para empezar una vida
completamente nueva con ella en algún parte. Ella tenía que empezar de cero de todos
modos, joder, porque ella ni siquiera existía así tal cual, así que, ¿por qué no empezar
de cero yo también?

Tengo que admitir que ella me había impresionado antes, cuando le dije que quería

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matar a su padre. La verdad es que ese hijo de puta no merece estar todavía
respirando después de haberla torturado y casi sentía que era mi trabajo asegurarme
de ponerlo en su lugar. Ella era mi chica, y no digo esa mierda de una manera
posesiva, aunque me he encontrado siendo bastante posesivo con ella algunas veces.
Quería decir esa mierda de manera conjunta. Pertenecemos el uno al otro y nada iba a
cambiar eso. Ella me dijo que no podía hacerlo, y al principio me enojé pensando que
iba a defender a ese cabrón demente, pero luego volvió esa mierda contra mí. Dijo que
no podía hacerlo, que no podía matarlo, porque no podía ser un asesino. Y el solo
escuchar esa palabra “asesino” fue impactante. Cristo, yo tampoco quería ser un
maldito asesino, y oírla decir esa mierda en voz alta fue suficiente para ponerme en mi
lugar. Isabella era buena, había inocencia en ella a pesar de toda la mierda que había
tenido que soportar. Quería ser lo suficientemente bueno para ella, ¿realmente la
merecería si tomara ese camino? No estaba seguro. ¿Podría ella aceptar esa mierda si
llegaba el momento? Me gustaría pensar que podría, pero no podía estar seguro. No
estoy diciendo que no llegará el momento donde decida seguir ese camino, pero me he
dado cuenta que no quiero que ella tenga que tomar esa decisión y elegir
voluntariamente estar con un “asesino”. Mi madre había tomado esa decisión, mi tía
Esme había tomado esa decisión, y ambas tuvieron que encontrar el equilibrio entre el
bien y el mal en sus vidas. Quiero decir, les fue bien en su mayor parte, ambas
parecían lo suficientemente felices como si creyeran que mi padre y Alec valieron la
pena, pero lo cierto es que habían tenido que elegir lidiar con esa mierda cuando
ambas eran buenas personas. Tuvieron que poner a un lado sus propios principios y
creencias y aceptar a un puto asesino en sus vidas en nombre del amor. ¿Quería que
Bella tuviera que tomar ese tipo de decisión? Ella era mejor que esa mierda.

“Si quieres que nos quedemos, nos quedamos. Como sea. Si quieres huir, huimos. Tú
mandas,” le dije. Sus ojos se abrieron por la sorpresa y me encogí de hombros. “Todo
lo que sé es que dónde sea que tú estés, yo voy a estar. Porque nos pertenecemos.
Somos como… dos gotas de agua, nena. Como mermelada y mantequilla de
cacahuete, o macarrones con queso. La mierda puede estar bien en sí misma, podría
salir muy bien, pero mezclas esa dos cosas y es mejor que jodidamente bien. ¿Sabes?”

Estaba todavía medio dormido y casi delirando por el puto agotamiento, todavía podía
sentir algo de vodka en mi cuerpo, así que no sabía si tenía maldito sentido, ella
probablemente pensara que era un idiota, me pregunto qué demonios me pasaba,
pero parecía bastante lógico para mí. Ella sonrió después de un momento.

“¿Quieres decir como espaguetis y albóndigas?” Dijo. “¿O pan y mantequilla?”

Sonreí. “Sí, ¿ves?, sabes a lo que me refiero. Somos como la jodida leche y galletas,
cariño.”

Se echó a reír. “La sal y la pimienta,” dijo. “Patatas fritas y salsa.”

Asentí con la cabeza. “Demonios sí. Y tienen que ser patatas onduladas y salsa

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francesa de cebolla,” le dije. “No puede ser de otra manera.” Ella se echó a reír,
negando con la cabeza.

“Quisquilloso,” susurró. Rodé los ojos jugando y riéndome.

“Como sea, es solo un hecho de la vida,” murmuré. “Mmmm… somos como puré de
patatas y la salsa Gravy. ¡Oh, no! Somos como preguntas y respuestas. ¿De qué sirve
una maldita pregunta sin una respuesta?”

Ella se rio con fuerza, negando con la cabeza. “Tú eres la pareja perdida de mi
calcetín,” dijo de pronto. Me eché a reír, sacudiendo la cabeza, porque solo la jodida
Isabella incorporaría el lavado de la ropa en esta mierda.

“De acuerdo, seré eso. En realidad, eso es jodidamente bueno. No soy nada sin ti y los
calcetines son inservibles cuando solo es uno, un desperdicio de espacio si no tienes el
compañero,” le dije, sonriendo. “Bueno, a menos que tengas un solo pie, entonces
puedes tener un solo calcetín.”

Estalló en risas y me reí entre dientes. Estábamos siendo jodidamente infantiles, pero
era bueno escuchar su risa. “¿Y qué pasa con el Kool-Aid y el azúcar?” Preguntó.

Negué con la cabeza, sonriendo. “Al diablo con eso. Kool-Aid, Sunkist y Everclear,” le
dije. Ella frunció el ceño y me miró como si fuera un maldito estúpido.

“Eso no cuenta, son tres cosas y nosotros solo somos dos,” dijo con seriedad, como si
realmente estuviera confundida con esa mierda. Me reí con fuerza, sacudiendo la
cabeza.

“Está bien, tesoro, retiro lo dicho. Podemos ser Kool-Aid y azúcar,” le dije. “Pero
también tiene que ser ron y Coca Cola. O vodka y zumo de naranja. En realidad, joder,
el vodka va con lo que sea.”

Ella sonrió. “¿Cerezas y Coca Cola?” Preguntó. Yo sonreí con suficiencia.

“Eso es, justo eso. Somos una maldita Coca Cola de cereza.”

Los dos nos echamos a reír. “¿Bert y Ernie?” Dijo después de un segundo. Mis ojos se
abrieron por la sorpresa.

“Mierda. Esa es una buena. ¿Veías Plaza Sésamo?” Le pregunté. Ella sonrió con
timidez, encogiéndose de hombros. “Bueno, ahí lo tienes, somos Bert y Ernie. Demonios,
podemos ser Starkey y Hutch si vamos al caso. Lois y Clark. Batman y Robin. Scooby y
Maggi. Obi-Wan y Han Solo. Pero nada de esa mierda de Romeo y Julieta.”

Ella me miró confundida, obviamente sin saber quiénes eran la mitad de esos hijos de
puta. “¿Bonnie y Clyde?” Preguntó después de un momento. Asentí con la cabeza, un
poco aturdido de que ella sacara esa.

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“Sí, Bonnie y Clyde. Esos somos tú y yo, cariño. Mierda, somos como Ben y Jerry. Las
aves y las abejas. Joder, las abejas y la miel. ¡No! ¡Lo tengo! ¡Tú y yo somos como los
guisantes y las zanahorias!” Me detuve y la miré, observando como su ceño se fruncía y
una mirada de completa confusión se apoderó de su rostro. Ella no tenía una puta idea
de lo que estaba hablando, nunca antes había visto a Forrest Gump. Me reí entre
dientes haciendo un gesto de negación. “¿Dónde diablos nos dirigíamos de nuevo con
esto?” Pregunté después de un segundo. Ella empezó a reírse y me reí con ella.
Habíamos llegado tan lejos que por supuesto, era ridículo.

Los dos nos quedamos callados después de un momento y ella solo se quedó allí,
acostada, mirándome con una expresión algo así como de cariño. Me deslicé hacia
ella y le di un ligero beso en los labios, con lo que ella suspiró y cerró los ojos. Me
aparté de su boca y empecé a acariciar la suave piel de su mejilla, deseando que
simplemente me lo dijera para que pudiéramos terminar con esto. Me di cuenta por su
expresión que sabía que todavía estaba esperando. Le había gritado por eso, había
intentado deslumbrarla, y joder, después la había hecho reír y todavía nada. Así que
solo fui paciente y esperé hasta que ella lo hiciera, sin importar lo difícil que me
resultaría hacer esa mierda.

“Él, eh…” Ella comenzó, haciendo una pausa y suspirando una vez más. “Él me ha
preguntado si estaba enamorada de ti.”

Me quedé inmóvil, deteniendo mi mano con la punta de mis dedos en la línea de su


mandíbula, y la miré fijamente. No estaba seguro qué esperaba que me dijera que mi
padre hubiera dicho o hecho, pero obviamente no era eso. Ella abrió sus ojos después
de un momento, mirándome con miedo.

“¿Y qué le has dicho?” Le pregunté vacilante, sin saber si quería saber la respuesta a
eso. Admití que me dolería de forma irracional si ella había negado esa mierda, pero
no era como si pudiera culparla si lo había hecho.

“Le he dicho que sí,” dijo en voz baja. Sentí una oleada de emoción rasgar a través de
mí, una mezcla de orgullo y sorpresa. Quiero decir, en el fondo sabía que él sabía esa
mierda, pero que lo hubiera expresado con palabras era diferente. La confirmación era
sorprendente.

“¿Qué te ha dicho?” Le pregunté. Ella suspiró, encogiéndose de hombros. Vaciló, y


cuando empezó a hablar me di cuenta que estaba escogiendo cuidadosamente sus
palabras.

“Él ha dicho que éramos idiotas si pensábamos que podíamos engañarlo, que él lo
sabía,” dijo tentativamente. Asentí, no del todo sorprendido por eso.

“¿Qué más te ha dicho? Tiene que haber opinado,” le dije. Ella comenzó a morderse el
labio inferior, pareciendo nerviosa.

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“Él, eh… él ha dicho que mientras no lo exhibamos frente a él y no tenga que verlo más
de lo que ya lo hace, él no hará nada,” dijo. Suspiré, mirándola fijamente, recordando
lo que otros habían dicho sobre la situación. Esme me había dicho que mi padre era
complicado y que si iba con cuidado podría funcionar. Aro me había dicho
básicamente que la amara si quería, pero que alrededor de mi padre actuara con el
cerebro y no con el corazón, que no hiciera alarde de mis sentimientos. Mi padre había
expresado casi el mismo sentimiento a Isabella. No entendía exactamente por qué,
cuál era el maldito problema y por qué no podíamos simplemente estar juntos como la
gente normal, pero estaba jodidamente determinado a averiguarlo.

“¿Por qué no me lo has dicho antes?” Le pregunté. “No tenías por qué ocultármelo.
Mierda, podrías habérmelo dicho de inmediato en el hospital cuando te dije que creía
que nos habían atrapado en lugar de dejar que te carcomiera por dentro todo el día.”

Ella se encogió de hombros. “Supongo que no quería que reaccionaras de forma


exagerada,” dijo en voz baja. Me reí suavemente negando con la cabeza.

“Si tienes miedo de que pierda la cabeza y vaya en contra de su voluntad solo por puto
gusto, no tienes que preocuparte. Si por lo menos va a ser civilizado con esta mierda,
entonces no voy a presionarlo,” le dije.

Ella asintió frunciendo el ceño. “Lo siento,” susurró. “Por ocultarte cosas.”

Suspiré, alcanzándola y abrazándola de nuevo. Rodé quedando de espaldas y


trayéndola conmigo, acurrucándonos de nuevo. Ella suspiró, poniéndose cómoda entre
mis brazos con su cabeza en mi pecho, y nos cubrí con la manta.

“Está bien, no hay problema. Solo que no hagas esa mierda de nuevo, ¿de acuerdo?
Nada es tan malo para que tengas que ocultármelo,” le dije, sintiéndome como un
maldito hipócrita al momento que las palabras salieron de mis labios. Yo también
estaba ocultando mierda, y estaba mal de mi parte pero simplemente estaba tratando
de protegerla. Había empezado a investigar y en realidad no había encontrado nada,
pero sabía que si mi padre me atrapaba, estallaría. No quería involucrarla porque yo
podía soportar la ira de mi padre. Él realmente no me haría daño, lo sabía. Pero con
Isabella era otra historia y no quería que saliera lastimada por mi culpa. Así que se lo
había ocultado, por su seguridad.

“De acuerdo,” dijo simplemente, acercándose aún más a mí. La apreté con más fuerza,
cerrando los ojos.

Me seguían ardiendo después de toda esta mierda y rápidamente concilié el sueño.

Me desperté mucho más tarde en una habitación parcialmente bañada en luz,


afortunadamente la mayor parte de la luz del sol estaba obstruida por las persianas y
cortinas. Mi cabeza latía con fuerza, mis ojos dolían. Parpadeé un par de veces y me
incorporé para quedar sentado, pasando mis manos por mi cara. Todo mi cuerpo

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estaba tenso. Anoche no había bebido más de lo que solía hacerlo en el pasado, pero
casi había dejado de beber alcohol así que la tolerancia de mi cuerpo se había
reducido significativamente. Miré hacia el reloj de alarma, sorprendido de que pasara
de las once de la mañana. Eché un vistazo a mi lado en la cama, refunfuñando cuando
me di cuenta que una vez más había me despertado solo en la cama. La habitación
estaba desierta, el baño vacío, por lo que estaba claro que ella no estaba por ningún
lado esta vez. Me obligué a salir de la cama, estirando mis músculos. Caminé por la
habitación y saqué un par de pantalones cortos de baloncesto, sin importarme en
realidad una mierda lo que me ponía por el momento, solo necesitaba cubrir mi culo
con algo más que solo mis boxers en caso de que alguien más que Isabella estuviera
abajo.

Entré en el baño y agarré una botella de Tylenol, poniendo dos en mi boca y tomando
un vaso de agua del grifo para tragarlas. Me pasé la mano por el pelo, mirándome
brevemente en el espejo antes de salir de la habitación. Bajé las escaleras, vacilando
en el segundo piso cuando escuché la voz de mi padre en su oficina, indicando que ya
había vuelto a casa. Me dirigí al primer piso y entré en la cocina, agarrando un
refresco del refrigerador. Lo abrí y tomé un trago, mirando a mi alrededor. La planta
baja estaba en completo silencio y miré por la ventana, notando que el Jeep de Emmett
no estaba. Caminé por la planta baja por un momento, sin ver a Isabella por ningún
lado, y volví a subir las escaleras. Miré en su habitación y en la biblioteca, confundido
cuando no la encontré por ninguna parte. Empecé a bajar las escaleras de nuevo,
preguntándome si habría ido a alguna parte con mis hermanos, y me congelé cuando
llegué al segundo piso y la puerta de la oficina de mi padre se abrió.

“Harás bien en recordar eso,” escuché que decía su voz. Miré hacia la puerta
confundido, preguntándome de qué carajos estaba hablando, mis ojos se ampliaron
por la sorpresa cuando Isabella salió al pasillo. Ella levantó la vista, sus ojos
encontraron los míos y una expresión de sorpresa cruzó su rostro. Mi padre vio su
expresión y me miró.

“¿Necesitas que te laven la ropa, Edward?” Mi padre preguntó después de un momento


de silencio casi incómodo, alzando las cejas inquisitivamente. Mi frente se arrugó por
la confusión y negué con la cabeza, preguntándome por qué demonios me estaba
preguntando eso. ¿Estaba tratando de encontrar trabajo para ella? No me gustaba
mucho la idea, porque ella no debería tener que hacer esa mierda y yo estaba a punto
de decirle eso en mi estado de resaca.

“¿Por qué?” Le pregunté.

Se encogió de hombros. “No sé. Es solo que llevas dos días seguidos por ahí con
apenas algo de ropa. Solo me preguntaba si tal vez te habías quedado sin ropa o algo
así,” dijo.

Bajé la vista mirándome, rodando los ojos.

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“Cristo, no es como si estuviera desnudo, papá. Tengo mi polla cubierta, tú me
enseñaste esa mierda al menos,” le dije, encogiéndome de hombros. Isabella jadeó,
mirándome horrorizada, y mi papá comenzó a reírse suavemente, negando con la
cabeza.

“Sí, me alegra que por lo menos eso se metiera en esa cabezota tuya. Siempre
mantenlo cubierto,” dijo divertido. Me reí entre dientes por el obvio doble sentido,
sacudiendo la cabeza.

“¿Qué?, ¿crees que eres demasiado joven para ser abuelo?” Le pregunté en broma. Él
levantó las cejas.

“En realidad, sí. Vamos, apenas tengo cuarenta y uno. Y al tener diecisiete se es
demasiado joven para tomar decisiones importantes en la vida, lo que incluye la
reproducción. Pero, francamente, estaba tan preocupado de que cogieras algo de esas
bagasce* de este pueblo como lo estaba que las embarazaras. Durante un tiempo,
cada vez que decías las palabras: ‘Ey, papá. ¿Qué es esto?’ Temía volverme a mirarte y
tú de repente sacaras tus partes privadas y me mostraras algo sospechoso,” dijo.
“Quiero decir, un bebé te costaría mucho dinero, pero puedes costearlo… no estoy tan
seguro de que puedas costear que se te caiga la polla.” Isabella jadeó con fuerza,
volviéndose a mirar a mi padre, sus ojos muy abiertos y al parecer bastante
sorprendida por sus palabras. Me reí por su expresión.

“Bueno, gracias por tu preocupación, papá, pero te aseguro que mi polla está en
fantástica forma,” le dije en tono de broma, estirando mi mano y dándole una palmada
en la espalda. Se echó a reír, sacudiendo la cabeza, y le eché un vistazo a Isabella
para verla mirándome con horror, su rostro volviéndose de un rojo brillante.

Papá la miró y suspiró.

“Puedes retirarte, niña,” dijo en voz baja. Ella asintió y se giró rápidamente,
prácticamente saliendo disparada por los putos escalones. Casi me sentí mal de que
ella se hubiera sentido avergonzada por la conversación, pero no podía negar que la
mierda había sido muy divertida.

Me reí y negué con la cabeza, pasando la mano por mi pelo mientras ella desaparecía
de mi vista. Mi padre suspiró después de un momento y lo miré para verlo
observándome.

“Ve a vestirte,” dijo después de un segundo. Entrecerré un poco mis ojos.

“¿No acabamos de pasar por esta mierda? No es como si estuviera indecente. ¿Tienes
algún problema con verme así? Creo que me veo jodidamente bien, hay gente que
pagaría por verme así,” le dije, levantando mi mano para frotar mi pecho. Él suspiró,
negando con la cabeza.

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“¿Podrías ser más engreído?” Preguntó. “Y no, no tengo problema con ello, además del
hecho de que sabes que odio ver toda esa tinta sobre ti. Eres demasiado joven para
estar tan marcado.”

Rodé los ojos. “Como sea. En lo personal, a mí me gustan, estaba pensando en


hacerme otro justo aquí,” le dije, señalando mi brazo derecho que hasta ahora estaba
sin tatuajes. Él arqueó una ceja y negó con la cabeza.

“No, hasta que salgas de mi casa,” dijo. “Y lo digo en serio. No más tatuajes.”

Me quedé mirándolo por un momento antes de sonreír con suficiencia. “Lo que tú digas
papá, tú eres el jefe por este hijo de puta,” le dije, encogiéndome de hombros. Sabía
malditamente bien que me haría otro tatuaje si quería y no había una mierda que él
pudiera hacer al respecto.

“También harías bien en recordar eso, hijo,” dijo. Mis ojos se estrecharon levemente.

“¿Y qué haría bien en recordar Isabella?” Le pregunté, ya que eso era exactamente lo
mismo que le había dicho cuando salía de su oficina. Él se me quedó mirándome un
segundo antes de encogerse de hombros.

“Chi s’occupa coi i suoi propri affari, va continuare por cent’anni*,” dijo. Me quedé
mirándolo y asentí después de un momento.

“¿El que se ocupa de sus propios asuntos, vivirá cien años?” Le pregunté, queriendo
asegurarme de que había entendido bien esa mierda, porque nunca antes le había
escuchado decirla. Él sonrió y asintió, y suspiré. “Básicamente, que no me meta en la
mierda que no me importa.”

“Sí,” dijo. “Y deja de maldecir tanto. No es necesario y suena mal.”

Yo gemí. “Tú maldices,” le dije, haciéndole ver su hipocresía. Él se encogió de


hombros.

“Y tu madre lo odiaba. Ella toleraba que fuera malhablado y mi ocupación, pero


despreciaba ambos. ¿Cómo crees que se sentiría escuchándote ahora?” Me preguntó.
Le estreché mis ojos, mi ira hirviendo ante la mención de mi madre.

“¿En serio vas a pararte ahí y hablarme sobre cómo se sentiría mi madre con lo que
estoy haciendo?” Le pregunté, molesto. “¿Y qué pasa con lo que tú estás haciendo?”

Él se quedó mirándome y vi el destello de ira en sus ojos, pero contuvo esa mierda
tratando de no estallar. “Ella siempre estuvo decepcionada de mí, no sería nada nuevo.
Pero había pensado que tal vez tú podrías aprender de mis errores para que la
historia no se repitiera. Creo que estaría decepcionada si dejamos que eso suceda.”

Me quedé ahí, mirándolo boquiabierto y confundido en cuanto a qué era exactamente

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lo que estaba tratando de decirme. Él suspiró después de un momento y pellizcó el
puente de su nariz. “¿Vas a vestirte o qué?” Preguntó, sonando irritado.

“¿Volvemos a esa mierda? ¿Otra vez?” Le pregunté. Él asintió.

“Puedes corretear por la casa luciendo como quieras Edward, pero no voy a salir en
público contigo medio desnudo. Además, fuera hace frío. No querrás enfermarte,” dijo.
Mi frente se arrugó por la confusión.

“¿A dónde voy a ir?” Le pregunté, pensando si tal vez me había olvidado de algo,
porque estaba jodidamente seguro que no recordaba haber hecho ningún plan.

“Tengo el día libre, así que había pensado que podíamos ir al campo de tiro como
habíamos hablado,” dijo. Mis ojos se abrieron por la maldita sorpresa y lo miré
boquiabierto, un poco aturdido.

“¿Carlisle Cullen ha hecho un hueco en su puñetera agenda? ¿Y por el pobrecito de


mí?” Le pregunté con sarcasmo. Él rodó los ojos.

“Ve a vestirte,” me dijo, exasperado. Me eché a reír y asentí, dándome la vuelta y


dirigiéndome a las escaleras. Subí a mi habitación y me desvestí, arrojando mi ropa
hacia el cesto. Entré al baño y me metí en la ducha, lavándome y tratando de
despertarme por completo, deshaciéndome del embotamiento por la resaca. Por suerte
mi cabeza ya no estaba latiendo con fuerza, solo me sentía sucio.

Salí cuando estuve tan limpio y coherente como jodidos pude conseguir y agarré una
toalla, secándome rápidamente. La envolví alrededor de mi cintura y entré en la
habitación, agarrando un par de vaqueros y una camiseta marrón para usarlos. Me
vestí rápidamente y volví a entrar al baño, y me estaba lavando los dientes cuando la
puerta de mi habitación se abrió. Miré hacia afuera y sonreí cuando Isabella entró. Ella
me miró y sonrió, acercándose y quedándose de pie en la entrada.

“¿Van a salir el doctor Cullen y tú?” Preguntó, levantando sus cejas inquisitivamente.
Asentí y escupí, enjuagando mi cepillo de dientes y mi boca. Agarré mi colonia y
rápidamente me rocié, girándome y caminando hacia ella. Ella dio unos pasos hacia
atrás, tratando de salir de mi camino, pero la agarré por las caderas y la llevé de
vuelta a la cama. Sus rodillas golpearon el borde y se sentó sobre su culo. Sonreí con
suficiencia y me incliné, presionando mis labios en los suyos rápidamente y
empujándola de nuevo sobre su espalda. Le di un beso profundo, separando sus labios
con mi lengua. Ella gimió y alzó sus manos agarrando mi cabello y respondió
furiosamente a mi beso. Después de un momento me aparté, sonriendo con suficiencia
cuando vi que estaba jadeando.

“Vamos a ir a jugar con nuestras armas,” le dije. “Prácticas de tiro al blanco.”

Sus ojos se abrieron un poco por la sorpresa y vi un destello de pánico en su rostro.

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“Vas a estar bien, ¿verdad?” Me preguntó. Mi frente se arrugó en confusión y asentí.

“Sí. Cristo, Bella. No va a dispararme o alguna mierda así. Me parezco demasiado a mi


madre, él nunca me haría daño. Lo he puesto a prueba un par de veces, incluso me ha
apuntado con un arma antes y probablemente quería volarme la cabeza. Pero no
pudo,” le dije, encogiéndome de hombros. Estúpido de mí, pensé que la haría sentirse
mejor, pero por supuesto que me salió el tiro por la culata. Su expresión de pánico se
profundizo y gruñí. “En serio, no hay peligro. Relájate. Solíamos ir todo el tiempo.”

Me miró por un momento antes de asentir, volviendo a sentarse. Me aparté de ella y me


pasé una mano por el pelo. Eché un vistazo alrededor de la habitación, caminando por
ella y agarrando una gorra de los Chicago White Sox y poniéndomela. Cogí mi abrigo
de mi armario y me giré de nuevo hacia Isabella, sonriendo. “¿Me vas a extrañar,
tesoro?” Le pregunté en broma, arqueando una ceja. Ella sonrió y asintió, llevando su
labio inferior dentro de su boca para mordisquearlo.

“Siempre te echo de menos cuando no estás,” dijo en voz baja. Me reí entre dientes,
poniéndome el abrigo.

“Te doy unos meses más y comenzarás a cansarte de mi culo,” le dije. Agarré mis cosas
indispensables, deslizándolas en mis bolsillos, y ella negó con la cabeza.

“Nunca,” dijo. Sonreí y me acerqué a ella, colocando otro ligero beso en su boca.

“Me da gusto escuchar eso, porque yo también te extraño como la mierda cuando no
estoy contigo. Pero ya sabes, ¿cómo es esa mierda que dicen? ¿La ausencia hace
crecer el cariño? O como sea.” Le dije, encogiéndome de hombros. “El que me vaya
solo significa que me amarás más cuando regrese a casa.”

Ella se rió suavemente. “Creo que es una forma de verlo,” dijo. Yo asentí.

“No hay mal que por bien no venga. Como sea, ¿de qué estaban hablando antes, mi
padre y tú? No me gusta despertarme y descubrir que no estás,” le dije, mirándola. Ella
sonrió levemente.

“Dormías tranquilamente, no quería molestarte,” dijo simplemente. Me quedé


mirándola, esperando que terminara porque le había hecho una puñetera pregunta.
Sin embargo, ella se quedó callada, solo mirándome como si no hubiera escuchado la
primera parte.

“¿No me vas a decir de qué estaban hablando?” Le pregunté. Sus ojos se abrieron un
poco y esperé un momento su respuesta. Sin embargo, antes de que pudiera contestar
escuché pasos subiendo las escaleras y a mi padre gritando mi nombre. Refunfuñé,
caminando hacia ella rápidamente y besándola una vez más. “Hablaremos cuando
vuelva.”

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Caminé hacia la puerta de la habitación y la abrí, saliendo al pasillo cuando él
llegaba al tercer piso. Me miró y se detuvo.

“¿Estás listo?” Preguntó. Asentí suspirando y dirigiéndome hacia él. Se dio la vuelta y
comenzó a bajar los escalones y lo seguí. Llegamos al vestíbulo y se detuvo. “¿Vas a
disparar tu arma o quieres una de las mías del sótano?”

“La mía. Tengo muchas ganas de dispararla,” le dije, sonriendo. Él asintió.

“Está bien. Iremos en tu coche, puedes conducir,” dijo. Mis ojos se abrieron por la
sorpresa y asentí, sonriendo con suficiencia. “Voy a coger mi arma y nos encontramos
en el coche.”

Me di la vuelta y salí por la puerta principal, sacando mis llaves y abriendo las puertas
del Volvo. Me subí, ajustando mi asiento porque mi padre había sido el último en
conducirlo y le había metido mano al maldito de nuevo. Salió unos minutos más tarde
con una bolsa de lona y abrió la puerta del pasajero, tirando la bolsa en el asiento
trasero. Se puso su cinturón de seguridad y arranqué el coche, poniéndolo en marcha y
bajando por el camino de entrada.

Conecté el iPod y puse algo de música, manteniéndola en lo clásico porque la otra


mierda a menudo lo encabrona. Llegué a la carretera principal a las afueras de Forks,
en dirección a Port Angeles. Hablamos tranquilamente en el camino sobre cualquier
mierda y corrí a toda velocidad como un hijo de puta, pero por suerte él no dijo nada al
respecto. Llegamos a Port Angeles en aproximadamente treinta minutos y conduje
hasta el campo de tiro. Mi padre se aproximó al encargado y habló con él por unos
minutos, sobornando a ese pendejo porque ninguna de nuestras armas era legal o
tenía permisos. Mi padre finalmente le pasó algo de efectivo para que no hiciera
preguntas que no debía de hacer.

Cogí mi Glock de debajo del asiento y la guardé en la cintura del pantalón. Mi padre
cogió su bolsa y nos dirigimos hacia el campo de tiro acondicionado al aire libre. Por
suerte, estábamos apartados sin tener que lidiar con nadie más que estuviera cerca. Él
empezó a cargar la M1 Garand que le había conseguido para Navidad y yo saqué la
Glock, quitándole el seguro.

Después de un momento los dos comenzamos a disparar, y aunque yo era un maldito


buen tirador, para nada como mi padre. Ese cabrón le podía dar a cualquier objetivo
en cualquier alcance en línea recta, incluso a un blanco en movimiento. A menudo me
preguntaba cuántas personas habían muerto gracias a su impecable puntería, pero
nunca le había preguntado. Dudaba que alguna vez le hubiese disparado a alguien
accidentalmente, ya que si él te apuntaba, te daba. No había balas perdidas suyas
volando por ahí.

Yo, por el contrario, sin duda era capaz de darle a alguien por accidente ya que fallé el

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blanco más de una vez. Estuvimos bastante tranquilos por un rato, solo disparando y
de vez en cuando diciendo una palabra o dos, antes de que él suspirara y se detuviera.

“¿Quieres probar la Garand?” Preguntó, tendiéndola hacia mí. Lo miré y asentí,


tomándola. Dudé antes de estirar mi mano, entregándole mi arma. Cargué la Garand y
apunté, disparando una vez y dándole al blanco justo al frente. Sonreí con suficiencia y
mi padre se echó a reír.

“Ha sido pura suerte,” dijo, sacudiendo su cabeza. Cargó la Glock y apuntó, por
supuesto, dándole al puto blanco una y otra vez mientras descargaba la maldita cosa
rápidamente, disparando las ocho balas de una vez. Sonrió con suficiencia y me miró.

“Puto fanfarrón,” murmuré. Se echó a reír y volvió a cargar el arma, volviendo a


disparar. Traté de darle de nuevo con la Garand y apunté, apenas dándole al blanco
justo en el centro. “Mira, esa mierda no fue suerte, ha sido por destreza. No es suerte si
sucede dos veces seguidas.”

Se echó a reír. “Sí, no eres tan malo. Tienes una puntería decente. Tiendes a darle a lo
que estás apuntando. Seguro que Jacob puede atestiguar eso.”

Yo refunfuñé. “Que se joda Jacob,” murmuré, disparando otra vez. Mi padre me miró,
pero por suerte no dijo nada en respuesta a eso. Disparamos sin decir nada por un
momento antes de que me devolviera mi pistola, tomando de nuevo la Garand.

“Es un arma muy buena,” dijo, mientras la volvía a cargar. Sonreí y asentí con la
cabeza.

“Sí, cumple su misión, también es fácil de manejar,” le dije. La cargué y apunté,


disparando un tiro rápido. “Había pensado traer a Isabella aquí y enseñarla a usarla,
ya que hasta ella sería capaz de dispararla.”

Las palabras salieron de mi boca incluso antes de que me diera cuenta de qué
demonios estaba diciendo. Me tensé un poco, apretando el gatillo, mi disparo
evadiendo por completo el puto blanco. Mi padre estaba observándome y suspiró.

“Algo me dice que ella tendría mejor puntería que esa,” dijo, refiriéndose a mi último
disparo. Rodé los ojos, disparando otra vez rápidamente y dándole al blanco. Sonreí
con suficiencia. “Espero que al menos seas lo suficientemente hombre para hablar
conmigo al respecto antes de que siquiera hagas algo como enseñarle a usar un
arma.”

Disparé un tiro y suspiré. “Por supuesto que lo haría,” le dije, mintiendo como un hijo de
puta porque lo habría hecho sin siquiera decirle. Se rio secamente, sacudiendo la
cabeza.

“Sí,” murmuró. Hice un disparo y de pronto el ambiente era jodidamente tenso,

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pensamientos no expresados quedaron en el aire a nuestro alrededor. Los dos
teníamos mierda que decir acerca de la situación, ya que era obvio que ambos éramos
conscientes que el otro lo sabía, pero ninguno de los dos expresaba esa mierda con
palabras.

Él disparó un par de rondas más, los disparos haciendo eco y rompiendo el tenso
silencio. Bajó el arma después de un momento, suspirando. Nos quedamos callados,
mirando a nada en particular, obviamente ambos considerando qué decir.

Sabía que habíamos llegado al punto donde tendríamos que hablarlo abiertamente,
que tendríamos que discutirlo y resolverlo, porque no había manera de volver a la
ignorancia o incluso pretender que nada pasaba. Joder, los dos lo sabíamos. El único
dilema era si yo mismo diría la mierda y acabaría de una vez, o esperaría a que él
preguntara. Porque estaba claro que lo haría, si yo no decía nada. Estábamos más allá
de las evasivas. Estaba sopesando los pros y los contras en mi cabeza de solo soltar
esa mierda, siendo el pro principal que al menos ya no me sentiría como si estuviera
ocultando alguna mierda, pero estaba ese enorme y jodido contra en forma de él
sosteniendo en su mano una maldita arma cargada. Le dije a Isabella que él no me
dispararía y realmente lo creía, pero nunca le dije que no estaría a punto de meter la
maldita cosa en mi garganta para hacer que me cagara de miedo.

Él estaba tomando el camino de la paciencia, parado ahí y esperando jodidamente


casual que yo me quebrara, y yo sabía todo el tiempo que me estaba leyendo. Yo no lo
estaba mirando, pero podía sentir su mirada cuando miró en mi dirección. Buscaba los
indicios que yo emitía indicando que estaba a punto de quebrarme, ya que con solo
mirarme probablemente podía decir con exactitud lo que pasaba por mi mente. Estaba
conteniendo las ganas de empezar a moverme con nerviosismo, porque eso seguro
como la mierda me delataría, y me quedé muy quieto, tratando de mantener mi rostro
inexpresivo lo máximo que pudiera. Aunque él probablemente podía sentir el pánico ya
que esa mierda salía a oleadas de mí, así que, solo quedarme allí parado era
jodidamente inútil. Él sabría cómo me sentía y qué quería decir antes de que siquiera
abriera la maldita boca.

Recordé a mis hermanos e incluso a la pequeñísima Alice diciéndome que fuera un


hombre y se lo dijera, porque él de alguna maldita manera lo sabía y me respetaría
más si solo se lo decía. Y probablemente tenían razón, sobre todo por esa última
declaración acerca de cómo esperaba que fuera lo suficientemente hombre y hablara
con él antes de hacer algo como enseñarle a ella a disparar un arma. ¿Había un
significado oculto tras esa mierda? ¿Estaba tratando de decirme que fuera un puto
hombre? ¿Lo había dicho porque había hablado con Isabella al respecto, pero no
conmigo? ¿Se estaba aguantando y esperando a que me crecieran las puñeteras bolas
y fuese un maldito hombre y lo admitiera? ¿O simplemente estaba siendo jodidamente
paranoico?

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Como fuese, no importaba. Yo la amaba y nada iba a cambiar eso. Él podía gritar y
decirme que era un maldito estúpido, meter esa arma en mi garganta y hasta apretar
el maldito gatillo y no cambiaría nada. La amaría hasta el día que mi corazón se
detuviese.

Así que dije, a la mierda. Ella lo vale.

“¿Sabes? No pude evitarlo,” dije en voz baja, tratando de mantener mi tono de voz
uniforme para no mostrar mis nervios aunque él pudiera sentirlos. “No es como si
hubiera dispuesto que sucediera. Era la última cosa que hubiera querido. Pero
simplemente… pasó.”

Él se quedó callado, su silencio me ponía todavía más nervioso. Giré un poco mi


cabeza para mirarlo después de un momento, incapaz de soportarlo más, y vi que me
miraba fijamente. Hicimos contacto visual y asintió levemente después de un segundo,
pero mantuvo la boca cerrada. Le di otro minuto o dos antes de suspirar, negando con
la cabeza.

“Sé que tienes tu jodida opinión al respecto, no tienes que reservarte. Puedo soportarlo.
Adelante, dime lo jodidamente idiota que soy, cómo estoy cometiendo el mayor error de
mi vida. Dime lo jodidamente indignado que estás de que tu hijo haya caído tan bajo
como para enamorarse de una maldita es…” Titubeé al final, incapaz de terminar.
“Cristo, ni siquiera puedo decir la puta palabra,” espeté. Me volví hacia el blanco y
levanté mi arma, disparando el resto de las balas simultáneamente, con mis manos
temblando por la ira, mi temperamento enardeciéndose. Sabía que eso era
exactamente lo que él quería, era como siempre me hacía quebrar y había entrado
directamente en su puñetero juego de nuevo, pero no había podido evitarlo.

Se quedó callado por un momento antes de suspirar. “Esclava.” Lo miré, entrecerrando


los ojos cuando dijo la palabra como si nada, mi ira aumentando. “Que lo digas o no,
no cambia nada, no la hace más o menos esclava. Es solo una palabra.”

“Ella dijo lo mismo,” le dije, recordándola diciendo eso cuando la organización estuvo
de visita desde Chicago y no pude decirle esa palabra. Mi padre asintió.

“¿Así que crees que la amas?” Preguntó en voz baja, mirando hacia los blancos. Me reí
secamente, sacudiendo la cabeza.

“No es lo que crea. Sé que la amo,” le dije. Él asintió de nuevo y continuó mirando el
campo de tiro. Yo solo me quedé ahí y lo miré fijamente, cada segundo que pasaba
aumentaba mi ansiedad por la situación. Nunca había sido bueno cuando él estaba
así de callado, eso quería decir que estaba encerrado en su puta mente y sus
pensamientos podían ser jodidamente tenebrosos.

“¿Es todo lo que tienes que decir?” Dije con brusquedad después de un momento, mi
ansiedad haciendo que mi ira hirviera una vez más. “Te dije que puedo soportar esa

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mierda. Dime que no podemos estar juntos. Dime que es imposible, que está mal, que
esta mierda nunca funcionará porque personas como ella y personas como yo no
podemos estar cerca el uno del otro. Dime que no es lo suficientemente buena para mí,
que es inferior que nosotros, que ella no significa nada y no vale la pena.”

Giró su cabeza para mirarme, levantando las cejas inquisitivamente. “¿Es eso lo que
quieres escuchar? ¿Quieres que te diga que no estés con ella?”

Entrecerré los ojos. “No,” dije con dureza. Él asintió y volvió a mirar a lo lejos.

“Sabes que no tengo nada personal contr…” comenzó, interrumpiéndose y suspirando.


Levantó la mano y se apretó el puente de la nariz, murmurando “cazzo*” en voz baja.
“Isabella Swan nunca ha hecho nada para que merezca que la odie.”

Lo miré con recelo, ya que por alguna razón había escogido esas malditas palabras
cuidadosamente. “Ella nunca le ha hecho nada a nadie para merecer la mierda por la
que ha pasado, pero aun así ha tenido que soportarla,” le dije. Solo porque ella no
mereciera su jodido odio no quería decir que no lo tuviera. Él no había dicho que no la
odiaba, solo que no lo merecía.

“Muy cierto, hijo,” dijo, echando un vistazo a su reloj antes de mirarme. “¿Qué tal si
buscamos algo de comer y hablamos?”

Le arqueé una ceja. “¿En público? Sabes que sería mucho más fácil para ti si me
mandaras aquí a la mierda.”

Hizo un gesto de negación, gimiendo. “¿Por qué clase de persona me tomas? Joder, no
voy a matarte, hijo. No soy un maldito salvaje.”

“Bueno, joder, papá. He pensado que podrías ser del tipo de persona que puede atar y
amordazar a una maldita chica inocente. Es bueno saber que estaba equivocado
acerca de esa mierda,” le dije con sarcasmo, una vez más abriendo mi maldita boca y
hablando sin pensar en lo que estaba diciendo.

Tan pronto como registré las palabras, miré a mi padre con aprensión. Él me miró y vi
la ira en sus ojos, pero trató de contenerla, haciéndola retroceder.

“Soy un hombre que comete errores, algunos de ellos bastante grandes. Soy un
hombre que no espera ser perdonado por sus errores, sino un hombre que espera que
su hijo lo respete lo suficiente para que no se los arroje en su cara cuando está
tratando de ser civilizado y discutir un tema malditamente serio con sensibilidad,” dijo
con brusquedad. “Si quieres discutir y resolver esto usando nuestra ira, podemos
hacerlo, Edward. Tenía la esperanza que pudiéramos discutir esto como adultos, pero
si lo prefieres de otra forma, está bien. Es tu problema, afecta a tu vida, así que cómo
vamos a manejarlo depende de ti.”

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Titubeé, suspirando. “No debería haber dicho esa mierda,” murmuré. Él asintió.

“¿Vas a pedirme disculpas?” Preguntó. Entrecerré los ojos.

“Te pediré disculpas por decirlo cuando tú le pidas disculpas a ella por hacerlo,” le
dije, la ira aumentando de nuevo. Me miró por un segundo antes de que la comisura de
sus labios se curvara ligeramente hacia arriba.

“Touché,” me dijo. “Ven, vámonos.”

Empezó a meter de nuevo sus cosas en la bolsa de lona, cerrándola. Puse el seguro de
mi pistola y la deslicé en la cintura de mis pantalones. Él se dirigió hacia el coche y yo
lo seguí. Caminó hacia el lado del conductor y me tendió su mano, pidiendo las
malditas llaves e instintivamente me molesté y quise discutir pero sabía que la puta
situación ya era lo bastante inestable así que comportarme como un cabrón
quisquilloso no contribuiría a mi causa en absoluto. Tomé una respiración profunda y
metí la mano en mi bolsillo, sacando las llaves y entregándoselas. Él abrió el coche y
yo subí del lado del pasajero, gruñendo en voz baja. Saqué la pistola de mi cintura y
abrí la guantera, arrojándola dentro mientras él arrancaba.

Se dirigió al otro lado de la ciudad, a un pequeño restaurante local donde nos


acomodaron enseguida, lejos de todos los demás como mi padre había solicitado. Nos
sentamos y miré el menú, pidiendo la primera maldita cosa que vi, porque realmente
no tenía apetito y en realidad no me iba a comer esa mierda de todos modos. El
camarero volvió con nuestras bebidas después de un momento y nos quedamos en
silencio, escuchando el débil parloteo de los otros clientes y el ruido de fondo
procedente de la televisión. Después de quince o veinte minutos trajeron la comida y
comencé a moverla alrededor con mi tenedor, sintiendo algo de náuseas. Mi padre
comió un poco antes de suspirar, “cuando tenías cuatro años, tu madre y yo los
dejamos a ti y a tus hermanos para dormir en casa de Esme y Alec por primera vez,”
dijo. Lo miré confundido, preguntándome por qué demonios estaba diciendo esto.

“Bueno, gracias,” le dije sarcásticamente. “Estoy seguro que fue jodidamente divertido.
Probablemente estaba malditamente aterrorizado.”

Él sonrió divertido, asintiendo. “Sí, lo estabas. Siempre habías sido un chico pasivo,
pero ese día estallaste y tuviste tu primera gran crisis. Estuviste malditamente cerca de
hacer que tu madre se arrepintiera, pero era nuestro aniversario y teníamos planeado
un viaje a Las Vegas, así que insistí en que dejara que se te pasara.”

Yo asentí. “Apenas recuerdo esa mierda. Quiero decir, no ese día o algo así, pero
recuerdo que me dejaron con Alec y me puse como loco y tú me diste una mirada que
básicamente me dijo ‘Deja de ser un maldito mariquita y corta ya con esa mierda’,” le
dije. Se echó a reír.

“Sí, odiabas ir allí,” dijo. Asentí, tomando un bocado de mi comida. Él hizo lo mismo y

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yo suspiré.

“Sabes, esa es una linda historia y todo eso papá, gracias por recordar los viejos
tiempos, ¿pero qué tiene que ver eso con esta situación?” Le pregunté. Él me miró por
un momento, la diversión había desaparecido de su rostro.

“Puedes dejar el sarcasmo,” dijo. Suspiré, asintiendo, a sabiendas que esa mierda no
estaba ayudando pero estaba molesto y nervioso. “Ese fin de semana en que los
dejamos y fuimos a Las Vegas, tu abuelo llamó y me localizó, interrumpiendo nuestro
fin de semana antes de que siquiera realmente hubiese comenzado. Tu madre estaba
bastante molesta, pero no había nada que yo pudiera hacer al respecto. Él daba las
órdenes y yo tenía que seguirlas.”

Hizo una pausa, empujando su comida alrededor de su plato. “Me dijo que necesitaba
que me fuera a Phoenix la mañana siguiente para recoger algunos documentos
relacionados con los casinos.”

Me congelé, mirándolo fijamente. “¿Phoenix? Quieres decir, ¿con los Swan?” Le


pregunté. Él suspiró y asintió.

“Esa fue la primera vez que vimos a Isabella. Ella tenía tres años. Acabábamos de salir
del coche, y una cosa diminuta vino corriendo directamente hacia tu madre.
Literalmente chocó con ella,” dijo. Me quedé mirándolo, un torbellino de emociones me
atravesó, jodidamente atónito de que él supiera sobre Isabella desde que tenía tres
años. Estaba aún más sorprendido de que mi madre en realidad la hubiera conocido
antes.

“Wow,” murmuré, sin saber qué mierda decir al respecto.

“Sí. Ella era una dulce niña, bastante extrovertida. Prácticamente le rogó a tu madre
que jugara con ella porque no tenía amigos,” dijo. “Tu madre, por supuesto, estaba
más que feliz de hacerlo.”

Sentí un dolor en el pecho por eso, el hecho de que mi madre hubiera jugado con mi
chica porque estaba sola. Sentí que las emociones se agitaban, una maldita
combinación agridulce de alegría y dolor, pero contuve esa mierda antes de que se me
comenzaran a poner los ojos llorosos y me avergonzara a mí mismo.

“Suena como algo que haría mamá,” dije simplemente. Él asintió.

“Sí. Cuando nos íbamos, Isabella le pidió a tu madre que regresara a jugar con ella.
Hasta me dio un abrazo y me agradeció la visita. Era tan inocente.” Él se detuvo de
nuevo y parecía estar pensando en algo. Me miró con aprensión. “Tú madre y yo
volvimos un par de veces después de eso. Incluso te llevamos con nosotros una vez.”

Mis ojos se abrieron por la sorpresa. “¿Me llevaste contigo a casa de los Swan?” Le

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pregunté. Él asintió.

“No me sorprende que no lo recuerdes. Acababas de cumplir cinco años. Has tenido
una vida bastante mimada, has pasado años viajando alrededor del mundo y
conociendo a un sinnúmero de personas, experimentando cosas. Un viaje de unas
cuantas horas al desierto cuando tenías cinco años no tenía por qué sobresalir como
algo especial. Sin embargo, me sorprende aún más que Isabella no lo recuerde. Ella
estaba tan aislada y alejada del mundo que ese suceso debió ser algo especial para
ella. Pero claro, solo tenía tres años y ha sufrido mucho desde entonces, así que quizás
se supone que habría de olvidarlo,” dijo, encogiéndose de hombros.

Me quedé mirándolo, tratando de hallarle sentido a la mierda que acaba de decir.


“¿Me estás diciendo que Isabella y yo nos conocimos cuando éramos pequeños?” Le
pregunté, necesitaba alguna maldita aclaración. Él asintió.

“Sí, pero fue una visita muy breve. Tu madre se quedó fuera contigo e Isabella mientras
yo me encargaba del trabajo. Nunca la volviste a ver después de eso hasta que la
compré hace unos meses,” dijo. “En fin, como he dicho, ella tampoco lo recuerda. Yo
era un extraño para ella cuando fui a recogerla a casa de los Swan. Todos lo éramos.”

Suspiré, asintiendo, todavía aturdido por toda esa mierda. Me quedé callado por un
momento tratando de considerar las cosas.

“¿Sabe Esme que mamá conoció a Isabella?” Le pregunté con curiosidad. Él se quedó
mirándome un momento antes de asentir titubeante.

“Sí, ¿por qué?” Preguntó. Suspiré, encogiéndome de hombros.

“Solo la he recordado diciendo algo sobre cómo mamá no hubiera sido capaz de no
amar a Isabella, así que solo me preguntaba si ella se había sacado esa mierda de la
manga o si en realidad lo sabía,” le dije. Él se quedó mirándome un momento y me di
cuenta que su mente estaba trabajando, pensando en algo con mucho cuidado. Joder,
ocultaba algo, elegía sus palabras cuidadosamente. ¿Qué pasaba con la gente que
estaba siendo malditamente reservada y evasiva conmigo?

“Sí, supongo que se podría decir que tu madre no pudo evitar encariñarse con la niña.
Era una niña encantadora. Sigue siendo muy encantadora, supongo, si se las ha
arreglado para llegar a ti,” dijo. Yo asentí. Los dos estábamos callados mientras
empujaba mi comida alrededor del plato. Después de unos minutos se aclaró la
garganta y levanté la vista hacia él para ver una expresión seria en su rostro.

“Te voy a decir lo mismo que le dije a Isabella, Edward, y quiero que me escuches con
mucho cuidado,” él dijo, su tono muy natural. Asentí, mi ansiedad incrementándose.
“No voy a detener lo que sea que esté sucediendo entre ustedes, porque ahora mismo
es relativamente inofensivo. Ambos parecen felices, y Dios sabe que a los dos, a ti y
esa niña, les hace falta algo de eso. Pero te digo en este momento, que no quiero verlo

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u oír sobre ello. Hay cosas que no podrás evitar que lleguen a mí, soy consciente de
eso. Ya me ha llegado en forma de chisme en varias ocasiones, normalmente por
Heidi, y no voy a culparte por eso. Pero la primera vez que entre a casa y los vea
besándose o empieces a hablar de tu vida sexual con ella en mi presencia, como solías
hacer con las otras chicas, voy a intervenir. Puede que te preocupes por la niña
Edward, pero ella no te pertenece. Y probablemente me desprecies por decir esto, y
odio tener que decirle esto a mi hijo sobre alguien que ama, pero no te pertenece. No lo
olvides. Independientemente de tus sentimientos hacia ella, yo estoy a su cargo, y la
primera vez que descuide lo que le dije que tenía que hacer por ti, intervendré.”

Entrecerré los ojos, mi ira iba en aumento, y él debió presentir mi inminente explosión
porque levantó la mano para detenerme antes de que siquiera empezara. Su expresión
cambió rápidamente, casi a la ira desde la máscara de calma que estaba usando. Fue
suficiente para dilatar mi rabia lo suficiente para que él continuara.

“No voy a lastimarla físicamente. Pero puedo mandarla lejos, y lo haré, si me obligas a
hacerlo. No te estoy pidiendo mucho, Edward, y creo que estoy siendo bastante justo
sobre el asunto. No te estoy dando mi bendición para estar con la niña, ni te lo estoy
prohibiendo. Soy neutral en este asunto, tal vez no muy feliz al respecto, pero mi
opinión no es relevante en este momento.” Hizo una pausa y suspiró. “Supongo que
como diría Isabella, soy Suiza.”

Me quedé mirándolo un momento antes de asentir. “De acuerdo,” le dije, un poco


confundido por su postura, pero no iba precisamente a hacer una escena e intentar
discutir si él no me prohibía estar con ella. Francamente, no habría prohibición porque
yo no permitiría que sucediera esa mierda, pero estaba contento de que no lo intentara.

“Solo ten cuidado, ¿me oyes? No te estoy dando ninguna garantía para el futuro,
porque ninguno de nosotros sabemos lo que va a suceder. Pero hay una cosa que sí sé
y es que sin duda no va a ser fácil, en absoluto. Odio las complicaciones, lo sabes, y
esto es una gran complicación. Manténganse fuera de mi camino, sean discretos y no
se metan en lo que no les importa, y yo haré lo mismo. No quiero ser el malo de la
película, Edward. No hagas que lo sea,“ dijo. Yo asentí.

“Muy bien,” le dije. Él me miró un momento antes de dirigir de nuevo su atención a sus
alimentos.

“Sabes, me pregunto si entiendes exactamente en lo que te estás metiendo,” dijo,


sacudiendo la cabeza. Había un deje de diversión en su voz que no me gustó mucho
porque lo sentí casi como una burla.

“Bueno, ya sabes papá, estoy algo así como esperando que el cabrón que es su
maldito dueño no lo sea para siempre,” le dije con brusquedad.

Sus ojos se volvieron rápidamente en mi dirección de nuevo, la ira llameaba en ellos.

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Se quedó mirándome por un momento antes de que se calmara de alguna manera.
“Bueno, me has dado una buena pieza de información, pero la esclavitud no era de lo
que estaba hablando.” Dijo con frialdad.

“Entonces, ¿de qué estabas hablando?” Le pregunté, arqueándole una ceja. Él suspiró,
negando con la cabeza.

“¿Te has detenido a pensar por qué te pedí a ti de todos los demás que intentaras
enseñarle como conducir, Edward? ¿La persona más volátil en la familia?” Me
preguntó.

“Para tratar de separarnos,” le dije, mirándolo fijamente.

“¿No me has escuchado? Maldita sea, hijo, ¿eres así de estúpido? Acabo de decir que
no quiero tener que separarlos, no soy tan inhumano,” dijo, con la voz llena de fastidio.
“Lo juro, a veces me pregunto cuál es tu verdadera opinión de mí. Debes pensar en mí
como una persona deliberadamente cruel e insensible que se regodea lastimando a la
gente, cuando no soy así. ¿De verdad crees que tu madre se hubiera quedado conmigo
si fuese así de jodidamente horrible?”

Él estaba de verdad enojado y ofendido, me daba cuenta por sus palabras, a pesar de
que estaba manteniendo un tono neutral porque estábamos en público. Se quedó
mirándome, obviamente, queriendo que le respondiera eso, y suspiré porque había
estado esperando que fuera una jodida pregunta retórica.

“No lo sé. No tengo idea de lo que pensaba mi madre,” le dije. “Pero estoy bastante
seguro que no habría estado muy contenta contigo por haber comprado a Isabella y
haberla traído aquí así, en especial si ella estaba tan jodidamente encariñada de ella
como afirmas.”

Él negó con la cabeza. “Tú eras todavía muy joven cuando tu madre… murió,” dijo,
titubeando con las palabras. “Me sorprende que recuerdes tanto de ella como lo haces,
pero francamente, tu punto de vista está distorsionado por la edad. He hecho mucho en
los últimos años que hubiera decepcionado a tu madre, incluyendo haberlos
abandonado a ustedes y lo que le hice a Isabella ese día, pero estoy muy seguro que
no estaría molesta conmigo por haberla comprado. Ella me habría dado las malditas
gracias por ello,” dijo con brusquedad.

Mis ojos se estrecharon. “¿Crees que mamá te hubiera agradecido que fueses el dueño
de un maldito esclavo? ¿Por degradar a otra persona así, quitándole su libertad? Eres
un puto enfermo si crees eso,” estallé, encabronado de que tuviera esa opinión de mi
madre. Sí, yo era joven, pero ella nunca había hecho nada para dañar a otra persona.
Joder, ella era compasiva y amorosa.

Él dio un puñetazo en la mesa, su ira se había desbordado. “¿Quién eres tú para


hablarme de degradar a las personas? ¡Mira como tratas a todos!”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 856


“¿Y quién tiene la culpa de esa mierda?, ¿eh? ¿Quién tiene la puta culpa de que haya
tenido que verla morir?” Espeté, empujando mi silla hacia atrás y poniéndome de pie.
Él me miró, sus manos apretadas en puños, las aletas de su nariz ensanchándose.
Quería golpearme, lo sabía, y tenía la maldita suerte de estar en público o
definitivamente lo habría hecho.

“No es mía,” él dijo, su voz baja y mezclada con ira. Entrecerré mis ojos e iba a rebatir
esa mierda, porque por lo que yo sabía él tenía más culpa que nadie, pero alguien
carraspeó a nuestro lado. Los dos miramos a esa dirección y vimos al gerente parado
allí, mirándonos fijamente. Miré alrededor y vi a otros mirándonos, ya que
aparentemente estábamos gritando con más fuerza de lo que pensaba. Suspiré,
sacudiendo la cabeza. Mi padre se puso de pie y sacó algo de dinero de su cartera,
arrojándolo sobre la mesa. Sacó las llaves y comenzó a caminar hacia fuera. Yo dudé,
encabronado, pero lo seguí después de un minuto.

Subimos al coche y él arrancó, alejándonos del restaurante. Estábamos en silencio,


perdidos en nuestros pensamientos. Él conducía apenas al límite de velocidad, así que
sabía que nos llevaría una eternidad llegar a casa.

Finalmente nos detuvimos frente a la casa y suspiró ruidosamente, rompiendo el tenso


silencio. Sacó las llaves del encendido y yo iba a agarrar la manija de la puerta, pero
el estiró la mano y me agarró para detenerme. Lo miré confundido, preguntándome
qué demonios quería, y vi que tenía el ceño fruncido. La ira se había ido, había sido
reemplazada por una expresión de dolor o tristeza.

“Hice que le enseñaras a conducir porque, como dije, no creo que entiendas con
exactitud en lo que te estás metiendo. Ella ha estado aislada del mundo durante toda
su vida. No sabe ni ha experimentado cosas que el resto de nosotros damos por
sentado. En los confines de tu habitación puede ser que las cosas sean perfectas entre
ustedes. Si quieres tener por lo menos una oportunidad con ella en el mundo real vas a
tener que ser paciente. Va a ser exasperante para ti y aterrador para ella. A pesar de
todo lo que ha tenido que soportar, ella es totalmente ingenua, hijo. Y en la remota
posibilidad de que encuentren una oportunidad de estar juntos en el mundo de allá
fuera, pensé que sería mejor si por lo menos tenías un poco de experiencia al tratar con
esa parte de ella. Porque va a estar ahí, a cada paso del camino, y va a recaer en tus
jodidos hombros porque no es como si pudieras llevarla a un psicólogo sin que te
encuentres con un mundo de mierda. Vas a tener que tomarla de la mano y guiarla,
tratar de enseñarle sentido común, porque cuando has sido criado en un maldito
granero en medio del desierto, no tienes el sentido común necesario para vivir de otra
manera sino de la forma que lo ha hecho ella. Es todo lo que ella conoce. Estaba
tratando de ayudarte, Edward. No de hacerte daño,” me dijo.

Me quedé mirándole atónito, sintiéndome culpable inmediatamente. Abrí la boca para


hablar, pero él levantó la mano para detenerme.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 857


“La vida es una mierda, ¿sabes? No todas esas pendejadas que lees en ficción o ves
en la televisión. Las cosas no están muy bien guardadas y envueltas con un perfecto y
pequeño moño. No todo es color de rosa y felicidad. Se pone difícil y caótico, y no
siempre es divertido. ¿Tú piensas que tu madre estaría decepcionada de mí por traer a
Isabella a este hogar en estas condiciones? Creo que te equivocas. ¿Le hubiera
gustado? No. Ni siquiera a mí me gusta. Pero es lo que hay, Edward. Sin embargo, yo
creo que tu madre habría estado muy decepcionada si hubiera lanzado a ciegas al
mundo a esa niña y esperar que fuese capaz de sobrevivir. Ella puede sobrevivir a sus
amos y mantener la cabeza alta, sin permitir que la quiebren. Pero dime algo Edward.
Si hubiera llamado a un amigo de la familia y la hubiera matriculado en el instituto de
Forks tan pronto como llegó aquí, ¿de verdad crees que hubiese sobrevivido? Porque
yo sé la respuesta a eso, y es no. No lo habría hecho. Ella sabe lo que sabe, y nada
más. Ella sabe de esclavitud y dolor, el resto se le tiene que ir enseñando
gradualmente para que siquiera tenga una puta oportunidad de sobrevivir a la vida
real. Puede soportar que alguien le azote el trasero, pero, ¿crees que habría sido capaz
de soportar a tus puttani desde el primer día, defenderse por sí misma contra su
fealdad? No lo hubiera hecho. Nuestra vida era demasiado extraña para ella y está
entrenada para ser sumisa. Se la habrían comido viva.”

Hizo una pausa y yo me quedé ahí sentando, en silencio, porque podía oír la
contundencia en su voz indicando que decía en serio esa mierda. Estaba malditamente
aturdido, de todos modos no sabía ni qué decir. Ni siquiera había considerado esa
mierda, había estado demasiado centrado en lo que él estaba haciendo mal de
acuerdo a mis términos para siquiera detenerme y pensar qué podría ser mejor para
ella en sus términos.

“Le he dado a Isabella lo que necesitaba exactamente. Necesitaba estructura,


necesitaba una apariencia de lo que era normal para ella antes de que pudiera ser
introducida a lo que es normal para nosotros. Porque esas son dos cosas muy
diferentes, Edward. ¿La amas? Bien, ámala. Pero no te atrevas a contradecirme o creer
ni por un segundo que tú sabes más que yo en esta situación. Sé lo que estoy haciendo,
y puede que no te agrade o no lo entiendas, pero es exactamente lo que necesita
hacerse. Esto no es divertido para mí, hijo, no estoy disfrutando esto ni un poco. Pero lo
estoy haciendo, y eso debería ser suficiente para ganar tu maldito respeto.”

Me miró y me agarró por el brazo, asustándome. Me tensé, esperando un puñetazo o


algo así, pero en lugar de eso comenzó a tratar de abrir torpemente mi reloj y me lo
quitó. Lo tiró al suelo y levantó mi brazo.

“Fiducia Nessuno*,” dijo con brusquedad, señalando el tatuaje en mi muñeca que


estaba debajo de mi reloj. “No Confíes en Nadie. Es una mierda, Edward. Esa no es
una maldita forma de vivir y vas a tener que confiar en mí. Y tal vez sea difícil para ti,
pero es necesario. Isabella me pertenece y no a ti, y si alguna vez quieres tener una
verdadera oportunidad con ella tienes que dejar de actuar como si fueras poderoso o

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 858


sabio, porque no eres ninguna de las dos cosas. Eres débil e ingenuo como ella. Es
difícil, pero tienes que aprender a no meterte en lo que no te importa y confiar en que
estoy haciendo lo que se tiene que hacer. Tenía la puta esperanza de que no tendría
que enfrentarme contigo por esto, pero necesitas tener cuidado y dejar de dudar de mí.
Te digo lo que necesitas saber, ni más ni menos, y permito lo que puedo permitir.
Ámala si quieres, pero déjame las decisiones a mí. Tienes que entender eso hijo o voy a
perderte justo como perdí a tu madre.”

Dejó caer mi brazo con fuerza y abrió la puerta, cogiendo su bolsa y bajando del
coche. Me arrojó las llaves con brusquedad, golpeándome bastante fuerte con ellas en
el pecho, y me sobresalté cuando azotó la puerta con fuerza haciendo que las ventanas
vibraran. Me quedé ahí sentado por un momento, jodidamente aturdido y sin tener idea
de qué demonios acababa de pasar. Nunca lo había oído hablar con tanta pasión o
intensidad sobre algo, pareciendo tan malditamente seguro sobre eso. Él siempre
estaba tan tranquilo y controlado sobre todo.

Después de un momento salí del coche, cerrando la puerta y poniendo los seguros, y
me dirigí al interior de la casa. Subí directamente las escaleras hacia el tercer piso,
mirando hacia la oficina de mi padre en el segundo piso, preguntándome si estaba
allí. Después de todo lo que dijo de dudar de él y que no me metiera en lo que no me
importa, me preguntaba si tal vez él sabía que había estado husmeando por su oficina.

Llegué a mi habitación, abriendo la puerta y me congelé. La comisura de mis labios se


curvó hacia arriba de inmediato cuando vi a Isabella tendida en medio de mi cama,
tumbada sobre su espalda con sus brazos y piernas abiertas como si estuviera
haciendo un maldito ángel de nieve o algo así. Estaba durmiendo, totalmente
desmayada con una expresión de tranquilidad en su rostro. Cerré la puerta con
cuidado y me quité mi abrigo poniéndolo en la silla de mi escritorio. Me quité los
zapatos haciéndolos a un lado, y me senté en el borde de la cama con cuidado,
tratando de no molestarla. Ella sintió el ligero movimiento de la cama con mi peso y se
removió, murmurando para sí misma. Mi sonrisa creció cuando escuché “amo a
Edward” escapar de sus labios, su voz rasposa por el sueño y jodidamente sexy. Me
acosté en la cama a su lado, arrastrándome para acercarme y ella se movió un poco
más. Sus párpados se abrieron y parpadeó un par de veces, volviendo lentamente su
cabeza para mirarme. Ella sonrió después de que hicimos contacto visual, su rostro
iluminado por la alegría.

“La mia bella ragazza*,” le dije en voz baja. “¿Durmiendo la siesta a mitad de la
tarde?”

Ella sonrió tímidamente. “Me quedé sin nada que hacer. Todo está limpio y ordenado.
Hasta he limpiado las ventanas,” dijo ella, encogiéndose de hombros. Yo sonreí,
asintiendo con la cabeza.

“Es comprensible,” le dije. “En realidad, una puta siesta suena bastante bien para mí

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 859


en este momento.”

Me miró con curiosidad por un momento, alzando las cejas inquisitivamente. “¿Mal
día?” Preguntó. Yo suspiré, negando con la cabeza y mirándola.

“Ha sido jodidamente largo y confuso, pero no diría que ha sido un mal día. Cualquier
día que incluya estar acostado contigo en la cama, tesoro, no puede ser malo,” le dije
en voz baja.

Su sonrisa creció y la puse entre mis brazos, acurrucándome con ella. Suspiró
contenta, envolviendo sus brazos a mi alrededor y olisqueando mi cuello, colocando un
beso suave en mi piel que envió un escalofrío que atravesó mi cuerpo.

“¿Recuerdas ya el resto del poema?” Preguntó en voz baja después de un momento. Yo


sonreí.

“¿Qué poema, Isabella?” Le pregunté, pensando en cuanto me habría escuchado y si


recordaría como le había dicho que se llamaba.

“¿La Vita Nuova*?” Preguntó, diciendo correctamente el título en su mayor parte, pero
su pronunciación era completamente ridícula. Me reí entre dientes.

“Sí, La Vita Nuova. Pero no, no puedo recordarlo todo. Me acuerdo de la parte más
importante,” le dije, encogiéndome de hombros. Ella se rio suavemente.

“Está bien,” dijo. “Sonaba bonito. Me gusta el título.”

Yo sonreí con suficiencia. “Sí, y también encaja muy bien. Significa ‘La Vida Nueva’. Es
sobre el amor eterno de un hombre por una mujer, empezando por la primera vez que
se conocieron cuando eran niños, hasta su muerte.” Ella se movió un poco, levantando
la cabeza para mirarme. La miré y vi las preguntas en sus ojos, la curiosidad.
“¿Recuerdas haberme conocido cuando éramos pequeños, Bella?”

Sus ojos se abrieron un poco por la sorpresa ante mi pregunta. Ella negó con la
cabeza, vacilante.

“Tu padre me lo ha dicho esta mañana pero no lo recuerdo,” murmuró, sonando casi
avergonzada por ello. Le sonreí levemente, asintiendo.

“Sí, yo tampoco lo recuerdo. Es una pena. Apuesto a que eras adorable. Demonios,
apuesto a que nos veíamos jodidamente lindos juntos,” le dije. Ella se echó a reír.

“En realidad, al parecer yo estaba sucia,” me dijo. “Recuerdo a tu madre diciéndome


que estaba sucia.”

Me tensé un poco, sorprendido. “¿Recuerdas a mi madre?” Le pregunté, jodidamente


sorprendido de que no me hubiera dicho esa mierda antes. Ella suspiró, asintiendo con

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 860


la cabeza.

“No la recordaba. Pero después de que me enseñaras la foto, soñé con ella. No dije
nada porque no sabía si era real, así que le he preguntado a tu padre esta mañana,”
dijo.

“Así que esa es la razón por la que no me has contestado esta mañana, cuando te he
preguntado de qué estabas hablando con mi padre,” le dije. Ella asintió y me quedé
callado por un momento, pensando. Supongo que entendía por qué ella no había
simplemente soltado esa mierda en ese momento, pero aun así no me gustaba que se
guardara esas mierdas. “Mi padre dijo que ella te tenía cariño,” le dije finalmente.

“Sí. Ella fue mi primera amiga. En realidad, mi única amiga, supongo. Yo era pequeña,
y no sabía lo que estaba haciendo,” murmuró. Suspiré, apretándola en mi abrazo,
sintiéndome mal de que se hubiese sentido malditamente sola al crecer.

“Sí, bueno, te dije que ella te hubiera amado de haberte conocido. Y tenía la puta
razón,” le dije. “Simplemente no sabía que ella realmente te había conocido.”

Ella murmuró en respuesta y bajé la vista, mirando sus ojos cerrados. Suspiré,
sabiendo que tendríamos mucho maldito tiempo para hablar de estas mierdas en el
futuro, y permití que mis ojos se cerraran. La abracé con fuerza, sintiendo su calor y
oliendo su dulce aroma teñido con puta fresa, puramente femenino, sin querer dejarla
ir. La amaba, y todavía estaba absolutamente confundido acerca de todo lo que mi
padre había dicho y cómo esa mierda iba a afectarnos, lo que significaba para nuestro
futuro. Francamente, me había sacudido, pero ahora más que nunca tenía fe de que
ella y yo, posiblemente, podríamos tener un futuro juntos. Sin embargo, sabía que tenía
que ser cuidadoso y jugar bien mis cartas. Tenía que hacerlo bien por ella.

“¿Edward?” Murmuró después de unos minutos. Yo murmuré en respuesta, apenas al


borde de la inconsciencia. “Gracias por amarme.”

Sonreí suavemente, forzando a mis ojos a abrirse para mirarla. Ella tenía esa
expresión tranquila en su rostro de nuevo, y un resplandor casi angelical que hizo que
doliera mi jodido corazón. “Suo il mio piacere*.”

Dije suavemente en respuesta.

Es un placer.

*********************
La mia bella ragazza = Mi chica hermosa

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 861


Non capisco = No entiendo

Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia = “Tan amable y tan honesta mi
dama parece ser…”

Bagasce = Perras/Putas/Rameras

Chi s’occupa coi i suoi propri affair, va continuare per cent’anni = El que se
ocupa de sus propios asuntos vivirá cien años

Cazzo = Una maldición equivalente a joder/mierda

Puttani = Putas

Fiducia Nessuno = No confíes en nadie

La Vita Nuova = La nueva vida

Suo il mio piacere = Es un placer

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 862


“El primer paso hacia el éxito es dado cuando te rehúsas a ser un cautivo del
ambiente en donde te encontraste desde un inicio " – Mark Caine

Isabella swan
Traducido por Lanenisita

Me apoyé sobre mis rodillas y miré a mí alrededor, tarareando la canción que


salía de los auriculares de mi reproductor de música. El piso de la cocina
prácticamente resplandecía, ya que había estado de rodillas refregando cada
centímetro, digamos casi una hora. Solía tener que limpiar el piso de la casa
Swan como castigo, permitiéndoseme únicamente usar un cepillo de dientes
que por lo general ya no tenía ni la mitad de las cerdas. Tomaría casi un día
entero el terminarlo, y para cuando estuviese lo suficientemente satisfactorio
para Charles al punto de permitirnos dejar de refregar el piso, su esposa
entraría pisando fuerte, trayendo con ella polvo y arena. Eso hacía que nosotros
tuviéramos que volver a limpiar una vez más y el ciclo continuaría sin fin. Ella lo
hacía a propósito, encontraba divertido el hecho que tuviese que quedarme
despierta toda la noche y renunciar a dormir para seguir limpiando, lo que
provocaba que el día siguiente siempre fuese mucho más tortuoso, tratando de
hacer que mi cuerpo funcionara correctamente y no cometer ningún error por el
hecho de no dormir.

Me di cuenta que nunca había limpiado el piso de la cocina de los Cullen de


manera tan detallada, supongo que era porque nadie nunca me había dicho
nada al respecto. El doctor Cullen parecía lo suficientemente feliz con solo
pasar el trapeador cada tantos días. Sorprendentemente, el doctor Cullen rara
vez hablaba algo sobre la limpieza. Las pocas veces que estúpidamente
olvidaba algo, él usualmente solo miraba de reojo o simplemente hacía algún
pequeño comentario para hacérmelo notar. Nunca parecía muy molesto y yo,
por mi parte, siempre hacía lo que me decía de inmediato, disculpándome
continuamente todo el tiempo. Justamente, el pasado miércoles se me escapó
completamente que se suponía debía cambiar las sábanas de la cama del

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 863


doctor Cullen. No tenía ni idea cómo fue siquiera posible que aquello se me
hubiese olvidado, ya que era parte de mi rutina y horario y jamás había
olvidado antes algo que estaba establecido en mi horario. El doctor Cullen lo
mencionó cuando llegó a casa esa noche y lo hice de inmediato, asustada todo
el tiempo de que fuese a castigarme. Si hubiese olvidado algo tan vital como
cambiar a tiempo las sábanas de mi amo en Phoenix, Charles me hubiese
sacado la mierda a golpes, usando las sábanas sucias para atarme y luego
patearme.

Pero el doctor Cullen no hizo nada como eso. Después de que terminara y me
disculpara una vez más por olvidarlo, él simplemente me agradeció. Me
agradeció, después de una negligencia en mis obligaciones, por hacer algo que
debí haber hecho horas antes. Era extraño. A veces me sentía como si estuviese
viviendo en alguna dimensión desconocida en la casa de los Cullen por el
hecho de cuán rápido y drástico fue el cambio de mi vida en los últimos meses.
Incluso, solo el hecho que supiera lo que era la dimensión desconocida ya era
un gran signo de que mi vida era completamente diferente ahora. Nunca pude
haber imaginado una vida en la que podía simplemente dejar la escoba a un
lado y dejar de lavar por un rato solo para encender el televisor y ver un
programa a media tarde, y que nadie me arrancara los ojos o me considerase
rebelde. Parte de mí se preguntaba si alguien en Phoenix me reconocería
siquiera como la misma persona, si alguna vez sería capaz de funcionar en la
vida de la que venía. Estaba muy acostumbrada a tener al menos un poquito de
decisión, acostumbrada a que se me permita tener una opinión la mayor parte
del tiempo, por lo que no estaba segura de poder volver a ser capaz de no tener
lo que ahora tenía.

Extrañamente, mucho de eso había sucedido sin que siquiera me diese cuenta.
Me encontré a mí misma haciendo cosas que nunca me hubiese imaginado
siquiera que podría hacer, pero, que ahora, solo parecían suceder sin ni
siquiera pensar en ellas. Antes de que yo llegara a la casa de los Cullen,
estaba constantemente enfocada en las tareas que tenía que hacer,
necesitando mantenerme fuera de problemas y siempre permaneciendo un
paso más delante de todo para complacer a la gente. Pero ahora parecía como
si yo pensara un poco más en mí, y no sabía si eso era algo bueno o algo malo.
Edward parecía feliz al respecto, complacido de que hubiese logrado abrirme
un poco y que ahora dijera lo que quería, pero aún se sentía algo extraño para
mí. Como si no fuese de mi incumbencia opinar sobre ciertas cosas, como si no
tuviese derecho alguno de tener deseos y de esforzarme para conseguirlos.
¿Quién era yo para pedir cosas? Lógicamente aún era solo una esclava. Pero el

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 864


problema era, que ya no me estaba viendo a mí misma como una y tenía que
admitir que eso era atemorizante. Solo estaba esperando que alguien alzase la
alfombra debajo de mí y me tumbara en el suelo, esperando el día en que todo
se desmoronara. Porque no había duda que eso iba a pasar, no había manera
en que así fuese mi vida desde ahora. El mismo hecho que ahora puedo
siquiera decir que tenía una ‘vida’ era lo suficientemente asombroso. Pero sí,
tenía una vida, y hacía cosas, y no solo iba por la vida esperando que llegase
mi hora, eso era bastante sobrecogedor.

Las últimas semanas habían prácticamente volado y habían sido un torbellino


de emociones. Había pasado un mes desde el cumpleaños del doctor Cullen y
hoy era viernes 10 de febrero. Solo el hecho de que estuviese al día con la fecha
en la que estábamos me sorprendía, ya que los meses en Phoenix pasaban sin
que me tomara la molestia siquiera en saber en qué año estábamos. Edward
me ayudó mucho con eso de mantenerme actualizada, y en ocasiones sentía
como que sin él mi vida fuese todo un desastre en algunas ocasiones. Pero él
había empezado a ser un poco más comprensivo y persistente por alguna
razón, esperando que yo ganara algo de ‘independencia’ como él le llamaba.
No estaba muy segura cómo sentirme con respecto a la independencia, ya que
aquello iba de la mano con tener ‘libertad’. Aquellos conceptos aún estaban
bastantes lejanos para mí. Pero él era bastante insistente de que encontrara
algo de independencia, ya que él dijo un día que con eso también ganaría esa
‘libertad’, así que él hizo de ayudarme su deber. Me llevó a conducir en más de
una ocasión, declarando que la última vez lo había hecho tan bien que él ya no
temía por su vida. Por supuesto que aquello era una broma, pero todavía me
hacía sentir orgullosa cuando ocasionalmente él decía que estaba seguro que
yo estaba tratando de matarlo.

Él incluso había empezado a hacer unas que otras cosas triviales, como tomar
el juego de Monopolio que Emmett me había dado en Navidad y enseñarme a
jugar, diciendo que sería bueno para mí que aprendiese matemáticas y a
manejar dinero. Lo entendí muy rápido y de hecho hasta lo disfruté. Emmett se
quejó cuando se enteró que Edward me había enseñado a jugar, se quejó
diciendo que se suponía que él debía enseñarme, pero Edward simplemente le
respondió ‘si pestañeas te lo pierdes, imbécil’. Le prometí a Emmett que jugaría
con él más adelante, pero el hecho era que él nunca estaba en casa. Emmett
usualmente salía todo el tiempo con Rose y estaba preparándose para irse a la
universidad, ya que él y Jasper se graduarían este año y se irían. Eso me hacía
sentir algo nerviosa, que ambos se fueran, pero trataba de no pensar en lo que
aquello significaba para mí.

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Me preguntaba si quizás el reciente comportamiento de Edward era a causa de
que nuestra relación ya no era secreta dentro de la casa, de manera que ya no
teníamos mucho estrés sobre nuestros hombros, no teníamos precisamente que
escondernos más. Manteníamos distancia cuando el doctor Cullen estaba
presente, hablamos y ocasionalmente compartíamos caricias inocentes pero
nunca fuimos muy obvios, ambos queríamos respetar sus deseos. Estaba
sorprendida de que Edward estuviese tan dispuesto a acatar lo que el doctor
Cullen quería, ya que honestamente esperaba que Edward tratara de empujar
todos los límites y cruzar toda barrera solo para ver cuán lejos podía ir antes
que su padre lo considere ‘muy lejos’. Pero estaba agradecida que no lo hiciera.
De hecho, Edward parecía haber controlado su temperamento en las últimas
semanas. A veces perdía el control pero había empezado a trabajar bastante
duro en contenerse, tratando de no gritarle a la gente. Tenía éxito en la mayoría
de veces, pero aún había ocasiones en las que todo resultaba ser mucho para
él y se volvía loco, y yo, por mi parte, solo esperaría y le dejaría que sacara de
su interior todo lo que le molestara.

Incluso parecía como si la relación entre Edward y el doctor Cullen se había


apaciguado. Siempre parecía existir como un resentimiento o ira de Edward
que iba dirigida hacia su padre por alguna razón específica, ya que era a
menudo notoria cuando él hablaba sobre o a su padre. Aunque la tensión
parecía seguir aún allí en algunas ocasiones, era como si ellos hubiesen
llegado a algún tipo de acuerdo silencioso. Le pregunté a Edward sobre aquello
en más de una ocasión pero cada vez que lo hacía él solo se encogía de
hombros, diciendo que me estaba imaginando cosas, o que estaba exagerando
y que ellos simplemente tenían ese tipo de relación. No tenía sentido que me
mintiera en algo como eso, ya que él nunca antes había sido de los que ocultan
su descontento acerca de alguna cosa, así que no presioné más el asunto
aunque todavía se pudiese sentir como si hubiese algo extraño que flotaba en
el aire alrededor de ellos.

Pienso que lo más sorprendente de todo esto era el hecho que Edward había
desistido de su deseo de seguir buscando información. Aún parecía estar algo
sospechoso y a veces hacía comentarios extraños que me descolocaban, así
que yo sabía que al menos él todavía pensaba en ello. No lo culpo, yo también
me sentía curiosa sobre cuáles eran los secretos que su padre podía estar
escondiendo y que estaban relacionados conmigo. Pero me sentía contenta de
que al menos él no estuviese presionando por obtener respuesta. Estaba
bastante preocupada sobre cómo iba a lograr disuadir a Edward de seguir
husmeando sin tener que delatarme sobre las cosas que su padre me había

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dicho así que estaba contenta de que al menos no tuviese que hacer nada. Por
lo que sabía, él no había seguido husmeando en las últimas semanas pero una
vez más, no podía estar completamente segura de aquello, ya que él nunca me
mencionó nada sobre la primera vez que husmeó. Edward se molestó porque le
oculté mis cosas ya que era como si él pudiese leerme, pero el hecho era que él
estaba siendo bastante hipócrita por no contarme sus cosas.

La canción en mi reproductor de música cambió, ‘Las chicas solo quieren


divertirse’ se escuchó. Sonreí y empecé a tararearla, ya que era bastante
pegajosa. Estaba bastante sorprendida de que Edward la pusiese en mi
reproductor, ya que no parecía ser el tipo de canción que él disfrutaría, pero me
dijo que esa había sido elección de Alice. Evidentemente Alice había dicho que
ninguna chica debía vivir sin esa canción, que ese era nuestro ‘himno’, lo que
sea que aquello se supone que signifique.

Me puse de pie, estirando todo mi cuerpo y cantando la letra del coro. Me había
despertado esta mañana y había decidido limpiar al detalle el piso de la cocina
cuando me percaté de que jamás lo había hecho. Y era extraño, tomar una
decisión a conciencia de limpiar y no solo limpiar porque lo tenía que hacerlo.
Se sentía bien, hacer algo porque yo lo decidía, lo que me dio cierto sentido de
orgullo. Nunca se aprecia verdaderamente la habilidad de tomar una decisión
por cuenta propia y usar tu tiempo como quieras a menos que alguna vez ese
derecho te haya sido arrebatado.

Me volteé y mis ojos se fijaron en un pequeño movimiento en la puerta. Me


quedé inmóvil y jadeé en voz alta, tensándome cuando vi al doctor Cullen.
Estaba allí de pie mirándome, con sus brazos cruzados sobre su pecho y
recostado en el marco de la puerta. Me quité los auriculares de los oídos de
inmediato, mirándolo de forma aprensiva. Me sonrió levemente y respondí con
una sonrisa tímida, percatándome de que había estado cantando en voz alta y
que él probablemente me había escuchado.

“Eh, perdón, señor,” murmuré. “Yo, eh…” miré al reloj, mi ceño se frunció
confundido cuando me di cuenta que apenas había pasado el mediodía. “No
sabía que usted estaría en casa.”

Asintió. “Técnicamente tuve el día libre pero decidí ir un par de horas en la


mañana a la oficina para hacer algo de papeleo. De hecho tengo toda la
siguiente semana libre. Me voy a Chicago por un par de días,” dijo.

“Oh,” respondí. “No lo sabía.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 867


Asintió una vez más. “Por supuesto que no lo sabías. ¿Cómo podías saberlo?
Estoy seguro que no te lo había dicho y no espero que seas una psíquica para
saberlo.” Sonrió después de un segundo, meneando su cabeza. “Alice es la
sabelotodo aquí.”

Lo miré sorprendida. “¿Alice?” le dije. Asintió, todavía sonriente.

“Dice que tiene ‘presentimientos’, supongo que así se le llama. Ella siente cosas.
Me hizo ganar un montón de dinero cuando tenía 11 años y eligió unas cuantas
acciones por mí,” me dijo, riéndose para sus adentros. “No sé cómo lo hizo, pero
lo hizo.”

Mi ceño se frunció confundido, a causa de no saber de lo que él estaba


hablando. “¿Acciones?” le pregunté dubitativa. Él me miró fijamente por un
momento antes de suspirar.

“Sí, acciones. Es algo así como escoger un producto e invertir dinero en la


creación de ese producto. Si el producto sale bien, ganas dinero por toda la
inversión. Si sale mal, pierdes dinero,” me respondió, encogiéndose de
hombros. “Eso es lo que son las acciones, pero no son necesariamente cosas
tangibles. Inviertes en negocios y ese tipo de cosas.”

Asentí, entendiéndolo porque era más o menos como cuando compras


propiedades y cosas en el Monopolio, y me quedé en silencio porque no sabía
qué decirle. La presencia del doctor Cullen aún me hacía sentir ansiosa y
podría aventurarme a decir que jamás estaría completamente cómoda con él.
Habíamos llegado, sin embargo, a un leve entendimiento durante el último mes,
todo desde aquel día que estuve en su oficina en el hospital. Él había dejado
las cosas muy claras aquella tarde y yo había hecho todo lo que podía para
respetar sus deseos, para cumplir con sus expectativas. Aquella mañana
después de que Edward me enseñara esa foto de su madre y que yo soñara con
ella, bajé las escaleras y me topé con el doctor Cullen en el segundo piso. Él
parecía sorprendido de verme por alguna razón y se detuvo para mirarme. Me
detuve en seco, solamente mirándolo fijamente, sin saber lo que él estaba
pensando o lo que podría decirme. En menos de 24 horas había tenido que
admitirle que estaba enamorada de su hijo y él, básicamente, me informó que si
quería que ambos estuviésemos libres de algún peligro, tenía que seguir sus
órdenes y engañar a Edward. Eso era difícil, ser evasiva con la única persona a
la que jamás quería esconderle algo, parte de mí quería odiar al doctor Cullen
todavía más por ponerme en esa posición. Pero no podía obligarme a odiarlo,
porque el fondo del asunto es que lo entendía de verdad. Dudaba en serio que

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 868


alguna vez pudiese mirarlo y sentir algún tipo de felicidad, pero ¿cómo puedo
realmente odiar a alguien que se preocupa tanto que haría lo que sea por
mantener a Edward a salvo?

Él me miraba curioso, como si estuviese leyendo mi expresión una vez más,


quise voltearme y alejarme de allí pero tenía miedo de que creyera que estaba
siendo irrespetuosa. Así que solo me quedé allí de pie con la mirada fija en el
suelo, cada pocos segundos alzándola nuevamente y viéndolo en un intento de
evaluar lo que él estaba haciendo o posiblemente pensando. Él finalmente
suspiró después de un momento y volví a alzar la mirada, haciendo contacto
visual con él.

Sugirió que habláramos en su oficina, me tensé levemente pero asentí,


siguiéndolo. Cerró la puerta detrás de nosotros, sentándose, y mirándome con
curiosidad. Permanecimos sentados allí en silencio por un momento, el
semblante en su rostro era de cuestionamiento. Me tomó un rato percatarme
que él estaba esperando que yo empezara a hablar, como si de alguna manera
él hubiese sido capaz de adivinar que algo estaba pasando por mi cabeza.
Edward siempre me decía que su padre podía leer a las personas muy
fácilmente, pero no había sido hasta ahora que me percaté lo bueno que era él
en eso. Él estaba esperando que yo hablara.

Suspiré y dudé por un segundo, tomando un profundo respiro antes de solo


empezar a soltar todo aquello que me molestaba de la situación. Supuse que si
había alguien que podía aclararme lo que estaba pasando, sería el doctor
Cullen. Únicamente esperaba que nada de lo que dijera lo molestara o
provocara que él me castigase. Empecé divagando acerca de Edward
enseñándome la foto de Elizabeth y cómo soñé haberla conocido, como lo
recordaba a él mencionándome haberme conocido de niña. Quería saber cuán
exacta era mi memoria, o si había sido solo mi subconsciente creando esa
imagen por su cuenta a causa de lo que él me había dicho en Navidad. Una vez
que dije todo lo que pensaba me quedé sentada en silencio, temerosa por saber
cuál sería su reacción ya que él solía molestarse ante la sola mención de su
esposa fallecida. Permaneció en silencio por un momento, antes de decirme que
estaba casi en lo cierto en mi recuerdo, sorprendiéndome al admitir de que no
solamente él y Elizabeth habían visitado la casa, sino que ellos habían llevado
a Edward una vez. Me sentía curiosa sobre aquello, no recordaba
absolutamente nada de haber conocido a un niño pequeño cuando era más
joven. Edward siempre me había parecido familiar en cierto sentido, y me
pregunté más temprano esa mañana si aquello era porque conocí a su madre,

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pero luego me cuestioné si era porque también lo había conocido a él y mi
recuerdo estaba reprimido en algún lugar muy al fondo de mi mente. No me dio
muchos detalles sobre nuestro encuentro, excepto el mencionar que solo fue una
vez y que duró unas pocas horas. Quería preguntarle más detalles, como si
nosotros dos nos hayamos llevado bien en ese tiempo, pero no quise tentar a mi
suerte. Me sentía ya bastante afortunada de que él no se hubiese molestado por
el tema en cuestión. Obviamente estaba esperando que le pidiera una
aclaración acerca de lo que podía y no podía decirle a Edward, y después de
eso una vez más hizo hincapié que debía apaciguar la curiosidad de Edward
con mi mejor esfuerzo, haciéndole creer que había otro camino en la vida por el
cual podríamos transitar juntos si él, tan solo, daba un paso atrás, se relajaba y
dejaba de investigar. No estaba muy segura si creía en las palabras del doctor
Cullen, de que en realidad sí había otro camino para Edward y para mí y por el
cual podríamos andar algún día juntos, pero había una pequeña parte de mí
que desesperadamente quería poner toda mi confianza en él. A pesar del hecho
de que el hombre me había gritado en una ocasión y que de manera tortuosa
me castigó, y desde aquél entonces amenazó con quitarme la vida, había cierta
pequeña parte dentro de mí que quería creer que el doctor Cullen era diferente.
No quería creer que una mujer como Elizabeth, quién había sido asesinada por
ser amiga de una pequeña niña esclava y que había criado tres increíblemente
compasivos y amorosos chicos, había podido amar alguna vez a alguien que
muy dentro de sí no era un buen hombre.

Él se había sentado allí mirándome intensamente esa mañana, muy parecido a


como me había estado observando en la cocina, antes de decirme que iba a
pasar algo de tiempo con Edward. Dijo que él le diría a Edward lo que él creía
que era seguro decirle, así yo no tendría que guardarle tantos secretos y las
cosas serían más fáciles para mí. Supongo que no entendía o no le importaba
el hecho que no me gustaba guardar secretos para nada, así que sin importar
lo que él podría decirle a Edward todavía existía en mí una pesada carga. Pero
no dije nada porque muy en el fondo de todo podía verle la lógica al asunto. Me
dejó con la última declaración “Yo solo quiero lo que es mejor para todos
nosotros, Isabella,” ese día, diciéndome que haría bien en recordarlo. Esas
palabras se habían quedado fijas en mi memoria desde ese día, mi mente ha
tratado de entender exactamente lo que quería decir con eso. ¿Qué era aquello
que el doctor Cullen sentía que era lo mejor? No estaba segura.

La atmósfera en la cocina era algo extraña, solo nosotros de pie allí y sin
hablar. Él parecía esperar que dijera algo, lo cual se había convertido en una
especie de rutina entre los dos, pero me sentía algo confundida porque si había

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algo que él quisiera solamente debía pedirlo.

Empecé a moverme algo nerviosa bajo su atenta mirada y miré una vez más el
reloj, poniéndome ansiosa por el hecho que iba a estar sola con él hasta que los
chicos salieran del instituto. Miraba fijamente los números, percatándome de
que aún quedaban al menos un par de horas, cuando me di cuenta que
momento del día era.

“Eh, ¿tiene hambre, señor?” le pregunté, mirándolo. “Es hora del almuerzo.”

Él asintió después de un momento. “Podría comer algo,” respondió. Me


pregunté si era la razón por la cual él había estado mirándome de la forma en
la que lo estaba haciendo, si a lo mejor él creía que yo estaba descuidando mis
tareas en casa pero recordé claramente cuando él mismo había dicho de que yo
no era responsable del almuerzo a menos que él me lo pidiera… y él no me lo
había pedido.

“Está bien,” le dije dubitativa. “¿Qué le gustaría?”

La esquina de sus labios se alzó levemente. “Puedes hacer solo un par de


sándwiches para los dos, dolcezza. Podemos ver algo de TV mientras
comemos.” Me quedé inmóvil, mis ojos se abrieron por completo ante la
mención de la frase ‘para los dos’, de inmediato poniéndome nerviosa ante el
hecho de que él esperaba que almorzara con él. El doctor Cullen vio mi
expresión y alzó sus cejas. “¿No está bien así?”

“No, está bien,” respondí vacilante, no estaba del todo emocionada ante el
prospecto de tener que pasar tiempo con el doctor Cullen pero tampoco
queriendo tener que discutir y liarme al tener que explicar porqué no quería.
Asintió.

“Bien,” respondió, volteándose y caminando hasta la sala. Suspiré y salí de la


cocina, llevándome los trapos con los que limpié el piso y dejándolos en el cesto
de la lavandería. Miré a la sala y vi al doctor Cullen tomar el control remoto,
sentándose en su silla usual y pasando rápidamente algunos canales. Regresé
a la cocina e hice un par de sándwiches de ensalada de pollo, y poniéndolo
sobre los platos. Abrí el refrigerador y miré al interior, buscando algo para
beber. Me sentía ansiosa por el hecho de tener que pasar tiempo con el doctor
Cullen, por querer complacerlo. Rara vez me encontraba en una situación como
esa y parte de mí sentía como si debía complacerlo, porque él había sido tan
comprensivo y casi bastante paciente conmigo últimamente. Él podía hacerme
daño por el hecho de estar con su hijo y para ser bastante franca aún podía

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separarnos, así que sentí que si encontraba maneras de demostrarle mi
dedicación con un poco de esfuerzo adicional podría posiblemente ayudar en
nuestra situación. Al final de cuentas, tampoco haría daño.

Hice una pausa, contemplando el interior, antes de sacar la Coca Cola y las
cerezas, sabiendo que Elizabeth siempre preparaba Coca Cola de cerezas así
que me imaginé que existía una buena probabilidad de que el doctor Cullen
también las hubiese probado. Ocasionalmente él bebía la versión enlatada de
lo que era la bebida favorita de Edward, así que sabía que al menos no odiaba
la bebida. Además de que siempre miraba a Edward de forma extraña cuando
tomaba las Coca Cola de cerezas hechas en casa, casi como con nostalgia y
tristeza, así que tenían que significar algo para él. Parte de mí se preguntó si
aquello era un error, si esto solo le recordaría a su esposa y lo molestaría, pero
una parte mucho más grande en mí pensó que a lo mejor él podría agradecer el
gesto. Era algo incierto, como una apuesta, y quizás yo estaba siendo estúpida
por tomarla, pero era solo una bebida. Si él decidía que no la quería o que no le
gustaba, simplemente puedo desecharla y llevarle algo más.

Hice entonces una Coca Cola de cerezas, exactamente de la misma manera


que hacía las de Edward y al igual que hacía las de Jane, con sabor a la
perfección. Tomé el vaso y uno de los platos y me dirigí a la sala. El doctor
Cullen estaba descansando en su silla, sus piernas estaban estiradas y
cruzadas por los tobillos, mientras veía las noticias y jugueteaba con el control
remoto en su mano. Caminé hasta él y me miró, sonriendo levemente. Tomó el
plato y lo dejó a su costado, estirando la mano para tomar la bebida. Sus ojos
se posaron en ella y su sonrisa decayó mientras miraba el vaso con intensidad,
con una expresión casi de horror en su rostro. Me tensé levemente, insegura por
su reacción, de inmediato preguntándome si debí haber escuchado esa
pequeña parte de mi cerebro que me dijo que no hiciera aquello. Me quedé
inmóvil por un momento, con el vaso extendido hacia él, esperando que lo
tomase. Dudó por un momento y no habló, mi corazón empezó a latir fuerte en
mi pecho a causa de mi ansiedad. El doctor Cullen suspiró después de un
momento y tomó el vaso de mis manos, mientras lo miraba. Permanecí en el
mismo lugar por unos segundos, mirando cómo seguía con la mirada fija en la
bebida como si fuese algo extraño para él, y suspiré.

“Yo, eh… solo creí que a usted podría gustarle. Quiero decir, usted sabe… usted
toma de esas en latas y, eh… a Edward le gustan,” le dije, encogiéndome de
hombros y balbuceando cualquier cosa que se me viniese a la mente en ese
momento. Me miró por un segundo, una vez más haciendo contacto visual

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conmigo, antes de asentir.

“Gracias, niña,” dijo en voz baja. Asentí en respuesta antes de voltearme y


prácticamente salir corriendo a la cocina una vez más. Puse mis manos sobre el
pecho cuando entré a la cocina, mi corazón latía furioso por mis nervios. Me
tomó un momento calmarme y tomar mi plato y una botella con agua del
refrigerador antes de regresar a la sala. Miré al doctor Cullen mientras
caminaba a la sala, suspirando de alivio cuando lo vi tomar un sorbo de su
bebida. Me senté con cuidado en el sofá, dejando el agua sobre la mesa que
tenía frente a mí. Empecé a darle pequeños mordiscos a mi sándwich, no tenía
mucho apetito en realidad ya que rara vez comía durante el día cuando estaba
sola en casa. Usualmente me levantaba con Edward cada mañana y había
adquirido el hábito de hacer el desayuno para los chicos, no porque tenía qué
hacerlo sino porque disfrutaba hacerlo. Ellos siempre se mostraban tan
agradecidos por aquello y yo comía con ellos cada mañana. A veces el doctor
Cullen se nos unía cuando estaba en casa el tiempo suficiente, pero aquello no
ocurría muy a menudo. Todavía hago la cena cada noche, a las 7 pm, todos
cenábamos juntos también.

Permanecimos muy callados, comiendo en silencio, ambos mirábamos a la TV


pero en realidad yo no estaba prestándole mucha atención. El doctor Cullen
dejó su plato a un lado después de un momento, y suspiró. “¿Puedo preguntarte
algo, Isabella?” me preguntó, tomando su bebida y dándole un sorbo. Lo miré y
asentí dubitativa. Me miró fijamente por un momento, sacando una cereza de
su vaso y enseñándomela mientras la movía. “¿Empezaste a hacer estas por tu
cuenta, o mi hijo te pidió que las hicieras?”

Lo miré mientras él llevaba la cereza a su boca, masticándola. Fui tomada por


sorpresa por su pregunta, ya que no esperé que fuese aquello lo que quería
preguntar, y tampoco entendía cuál era la importancia de ello. “Las hice por mi
cuenta” le dije. “Supe que le gustaban, porque él tomaba de las latas y yo
solo… ¿quise ser amable?” afirmé con una pregunta, sin saber en realidad
cómo responder. Asintió, tomando otro sorbo de su bebida y dejándola luego a
un lado.

“Está bien,” respondió simplemente. Lo miré por un segundo, preguntándome el


porqué de su pregunta.

“¿Es eso un problema, señor?” le pregunté, alzando mis cejas. Suspiró y negó
con la cabeza.

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“No, solo tenía curiosidad,” dijo, encogiéndose de hombros. “Tengo curiosidad
sobre muchas cosas.”

Asentí vacilante, sus palabras despertaron mi propia curiosidad. “¿Cosas cómo


qué?” le pregunté, arrepintiéndome de mis palabras en cuanto salieron de mis
labios. ¿Desde cuándo había adquirido una lengua tan floja, hablando cuando
no se me había hablado primero, haciéndole preguntas a mi amo?

Miró de nuevo a la TV y me pregunté si a lo mejor él no iba a responder, pero


aclaró su garganta después de un momento. “¿Cómo aprendiste a usar el
líquido especial para limpiar mis ventanas?” preguntó.

Mi ceño se frunció confundido por su pregunta aleatoria. “Estaba escrito en la


botella,” le respondí vacilante, sin saber por qué aquello también parecía ser la
gran cosa. Me miró, y alzó sus cejas.

“¿Así que estás admitiéndome que de hecho tú puedes leer?” preguntó. Me


paralicé, mis ojos se abrieron por completo a causa del pánico por mi obvio
error que de cierta forma había ocultado. Es como si hubiese caminado derecho
hacía ese error, descaradamente descubriendo la verdad. Asentí con
precaución, temerosa de hablar. Me miró por un momento antes que una
sonrisa se dibujara en sus labios. “Ya lo sabía, por si acaso. Estaba un poco
sorprendido de que te delataras tan rápido con eso, sin embargo. Casi se te
escapa decírmelo incluso antes de salir de Phoenix. Usaste el menú cuando te
llevé a McDonald’s a comer, pero no le di importancia esa vez porque a lo mejor
solo te sentías familiar con esa comida o adivinaste lo que era por las fotos. Y
en el aeropuerto cuando te di tu identificación, la leíste y cuando te mencioné
que tenías 18 años no me cuestionaste, ya que claramente habías visto que la
fecha de nacimiento estaba errada. Pero una vez más, no podía contar aquella
ocasión tampoco porque no me habías dicho nada al respecto así que
solamente podía aducirlo al hecho que estabas siendo sumisa y no querías
hacerle preguntas a tu dueño ya que se te había enseñado a no hacerlo. Pero
las ventanas… sabía que los Swan no tenían vidrios a prueba de balas. Estaba
esperando que me preguntaras sobre aquello, que fingieras ignorancia acerca
de qué producto usar, ya que sabía que jamás dañarías las ventanas de
manera intencional al usar limpiador normal pero sin querer admitir que sabías
que había un líquido especial. Pero no me preguntaste. Solo lo hiciste, y el
mismo primer día ni más ni menos. No eres tan hábil como crees que eres.”

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Lo miré aterrada, mi corazón latía furioso en mi pecho y una sensación de
nauseas se apoderó de mí. Dejé sobre la mesa el plato con el sándwich casi
entero. “¿Cómo…eh, cómo sabía que podía leer?” le pregunté vacilante.
Imaginé que no hacía daño alguno al preguntar; si él quería castigarme podría
hacerlo por el hecho de mentirle y no por la pregunta posterior. Me miró por un
momento como si estuviese contemplando su respuesta.

“Lo descubrí hace unos años atrás, en un viaje a Phoenix. Tenías un libro,” me
dijo. Mi ceño se frunció confundido, preguntándome cómo rayos él podría saber
eso. Yo había tomado ese libro de Albert Schweitzer y lo oculté en el granero
donde nosotras dormíamos y los Swan felizmente nunca lo encontraron. Me
miró y negó con la cabeza. “No importa mucho eso en realidad. Lo pude haber
sabido cuando te compré de todas formas, en el momento en que tu alfabetismo
fue mencionado, tú te retorciste nerviosa y bajaste la mirada. Es así como te
pones en evidencia, por cierto. Cuando estás ocultando algo, bien miras al
suelo y te mueves nerviosa, o te muerdes el labio. Soy bueno leyendo personas,
Isabella, y a pesar de tu increíble capacidad de mantener secretos, no puedes
esconderlos de mí. Veo cosas que los demás no ven.”

“Yo, eh… lo siento, señor,” murmuré, temerosa de estar en problemas por no


haberle dicho nada antes. Él suspiró, encogiéndose de hombros.

“No te disculpes. Si yo quisiera castigarte por eso, lo hubiese hecho meses


atrás. Tú alfabetismo no me molesta,” dijo. Dudó por un momento, mientras me
seguía mirando. “¿Puedo preguntarte otra cosa más por la que siento
curiosidad?”

Yo asentí dubitativa. “Claro,” balbuceé.

“¿Cuánto tiempo has estado durmiendo con mi hijo por las noches?” preguntó,
alzando sus cejas. Me tensé aún más, sorprendida por su pregunta. Solamente
lo miré, no teniendo ni idea cómo responder a eso. “Te lo acabo de decir, no
puedes ocultarme cosas. Descubrí que tú estabas durmiendo en su cama el Día
de Acción de Gracias. Recibí una llamada a medianoche diciendo que debía ir
a Chicago y subí para despertarte e informarte de mi partida, y tú no estabas en
tu cama. Supuse al inicio que a lo mejor estabas abajo, pero algo me dijo que
abriera la puerta de la habitación de Edward. Y estoy seguro que estás
consciente de lo que vi cuando abrí la puerta,” dijo. Lo miré fijamente, tratando
de recordar esa noche de Acción de Gracias. Había sido un buen día, había
cenado con ellos y luego Edward y yo vimos una película en su habitación. Era
esa un poco cruda, Boogie Nights, y después de eso…

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Mis ojos se abrieron aterrados mientras lo miraba, recordando con muchísima
claridad que en Acción de Gracias fue la primera noche que Edward me había
tocado de manera sexual. Sentí el sonrojo en mis mejillas mientras veía al
doctor Cullen, absolutamente mortificada porque yo me había quedado
dormida casi sin ropa esa noche. Sonrió levemente, asintiendo.

“Puedo ver que recuerdas esa noche. No te preocupes, afortunadamente no vi


nada. Aunque sí fue un poco impactante,” me dijo, negando con su cabeza.
“Sabía lo de ustedes antes de eso pero verlos juntos de esa manera en la cama
fue bastante sorprendente. Casi le dije algo a Edward acerca de esa noche
cuando él salió de la cama y bajó por las escaleras, pero lo pensé mejor. No
quería exponer mi conocimiento sobre aquello todavía, quería darle una
oportunidad para que pudiese desarrollarse.”

Suspiré, asintiendo vacilante, un poco confundida porque no sabía que Edward


había salido de la cama esa noche. El doctor Cullen me miraba expectante,
obviamente esperando mi respuesta, pero no estaba segura sobre qué decir.
“Creo que la primera vez fue cuando…” empecé diciendo, recordando un poco.
Mis ojos se abrieron levemente al percatarme cuándo había sido la primera vez
que dormí en la cama de Edward. “Fue cuando usted me castigó, señor.”

Me miró por un momento antes de asentir levemente. “¿Así que ustedes ya


estaban involucrados en ese entonces cuando yo… hice eso?” preguntó. Lo miré
por un momento, entrecerrando mis ojos con sospecha y un poco de confusión.

“Pensé que usted había dicho que no quería saber sobre estas cosas,” solté sin
siquiera pensarlo.

“Verdad,” respondió después de un momento. “Solo tenía curiosidad, como te


dije. Y no estoy preguntándote como un mafioso o como un amo, solo lo estoy
preguntando como un padre. Pero tienes razón, fue bastante injusto de mi parte
siquiera indagar sobre una relación a la cual me rehusó a permitir que sea
demostrada frente a mí.”

Asentí y él regresó su mirada a la TV, viéndola. Tomó su Coca Cola de cereza y


empezó a beberla en silencio, la conversación aparentemente había terminado.
Regresé la mirada al programa de TV, y después de quince minutos el doctor
Cullen suspiró.

“El fin de esta conversación es de ponerte en sobre aviso que no fui fácilmente
engañado, de que siempre tuve manera de saber cosas y la mayoría del tiempo
ni siquiera estás consciente de que estoy recopilando información de ti.

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¿Recuerdas lo que te pregunté cuando estábamos saliendo de Phoenix ese
primer día, después de haber hecho el acuerdo con tu padre?” me preguntó.

Suspiré, mientras recordaba. “Usted me preguntó mi nombre, señor.”

Asintió, sonriendo levemente. “Ya sabía tu nombre, por si acaso. Solo me sentía
curioso por saber si tú me dirías Isabella o Izzy,” me dijo, negando con su
cabeza. “Estaba tratando de medir cuánto recordabas a mi familia. Es por eso
que cada vez que hacías contacto visual conmigo te miraba expectante. Estaba
esperando ver en tus ojos esa chispa de remembranza, algo de ese
reconocimiento que a lo mejor tuvieses de aquellos recuerdos pero eso nunca
sucedió. Quería saber si era posible que tú recordabas a mi esposa, pero era
claro que no lo hacías.”

Murmuré una disculpa pero él hizo un gesto con la mano como si aquello no
fuese importante. Regresó su atención de nuevo a la TV y permanecí sentada un
momento más antes de levantarme y tomar nuestros platos. Los llevé a la cocina
y los lavé, poniéndolos luego a secar. Di vueltas en la cocina para luego poner
una carga de ropa en la lavadora, manteniéndome ocupada para así parecer
que tenía cosas qué hacer porque no tenía ganas de sentarme en la sala con el
doctor Cullen todo el tiempo que restaba para que los chicos volviesen de la
escuela.

Estaba sacando la ropa de la secadora y doblándola cuando la puerta


principal se abrió, muchas voces empezaron a hacer eco en el pasillo. Salí al
corredor y miré en esa dirección, encontrando a los tres chicos junto a Rose y
Alice. Se dirigieron por el corredor y Edward me guiñó un ojo, causando que mis
labios dibujaran una sonrisa y el sonrojo se apoderara de mis mejillas. Sonrió
entre dientes y miró en dirección a su padre. Todos saludaron al doctor Cullen y
empezaron a tomar asiento, mientras charlaban. Caminé hasta la sala,
permaneciendo a un costado. Alice se volteó a mirarme emocionada, una
enorme sonrisa en su rostro y sus ojos prácticamente bailando de felicidad. Ella
miró de regreso al doctor Cullen expectante y él gruñó.

“Te lo dije ayer, Alice. Tienes que hablar con ella sobre eso, no conmigo. Es su
decisión,” dijo él, encogiéndose de hombros. Mi ceño se frunció confundido
mientras Alice regresaba a mirarme, la emoción en su expresión se duplicó.

“¡Por favor, por favor, por favor!” chilló. Mi confusión creció aún más, ya que no
tenía ni idea de por qué rayos ella estaba rogándome por algo. “Debí habértelo
preguntado, lo sé, ¡Pero por favor di que sí! ¡Ya hice incluso las reservaciones,

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por favor!”

“Eh… ¿Qué?” pregunté. Ella hizo un puchero con sus labios y todos rieron.

“Lo que Alice está tratando de decir,” Rosalie empezó diciendo, mirando a Alice
y rodando sus ojos ante su expresión. “Es que nosotras tenemos planes para ir
al spa mañana. Tú sabes, ¿el regalo que te dimos por Navidad? Alice hizo las
citas sin siquiera preguntarte primero, a lo cual le dije que era una mierda
porque nosotras te dijimos que tú podías ir cuando quisieses y tú no has querido
ir. Pero en fin, el punto es que la enana fue e hizo las citas y el doctor C dijo que
nosotras tendríamos que preguntarte, como jodidamente le dije que hiciera en
primer lugar. Pero en vez de preguntártelo, ahora ella está tratando de recurrir a
la culpa para convencerte.”

Miré a Alice, quien aún tenía su labio formando el puchero y sus ojos muy
abiertos. Era muy fácil de ver en su expresión que Rosalie tenía razón – ella
estaba tratando de convencerme para que diga que sí.

“Está bien,” respondí simplemente, encogiéndome de hombros. No estaba


segura en qué me estaba metiendo pero supuse que no sería tan malo si el
doctor Cullen lo consentía y que Alice y Rose también lo estuviesen haciendo
conmigo. Alice chilló, dando un salto y lanzándose hacia mí. Envolvió con sus
brazos mi cuerpo, balbuceando emocionada sobre lo divertido que todo esto
sería. Le sonreí y la abracé en respuesta, un poco tomada por sorpresa ante su
reacción. Rose me sonrió y yo miré a Edward, mi ceño se frunció confundido
cuando lo vi con su ceño fruncido.

Él alcanzó a verme, su ceño fruncido se transformó levemente en una pequeña


sonrisa. Señaló con su cabeza el vestíbulo y sonreí, mientras asentía levemente.
Le dije a todos que tenía algo de limpieza pendiente y me volteé, saliendo de la
sala antes que cualquiera pudiese decirme algo. Escuché a Alice gritarme que
me recogerían a las 8 am y le grité un ‘está bien’, no tan fuerte pero si lo
suficiente para que ella escuchase mi confirmación. Subí las escaleras,
dirigiéndome directamente a la habitación de Edward. Entré y me dejé caer en
su cama, cerrando mis ojos y suspirando alegre al sentir la comodidad de su
manta. Escuché unos pasos acercarse por las escaleras después de unos cinco
minutos, una sonrisa se dibujó en mi rostro. Permanecí con los ojos cerrados,
abriéndolos un poco cuando sentí la cama hundirse junto a mí, viendo el rostro
de Edward acercarse al mío.

“Hey, tesoro,” me dijo suavemente, inclinándose y dejando un dulce beso sobre

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mis labios. “¿Me extrañaste hoy?”

Sonreí. “¿Tienes que siquiera preguntarlo? Ya lo sabes,” le dije. Su sonrisa se


ensanchó.

“Verdad, pero me gusta escuchar que me lo digas,” respondió.

“Está bien,” dije, alzando mi mano y pasando la yema de mis dedos por sus
labios. “Te extrañé.”

Rio entre dientes. “Mi sei mancata,” me dijo, haciendo una pausa. “Eso significa
‘te extrañé’ en italiano. No sé si recuerdas esa mierda.”

Sonreí. Yo había sido capaz de memorizar unas pocas palabras en italiano y


otras pocas frases, algunas de ellas eran cosas que jamás me atrevería a decir
pero entendía algunas de las más comunes que él usaba. “No, no recordaba
esa. Bueno, ‘Mi sei mancata’ también.”

Rio fuertemente, negando con su cabeza. “Sip, eso estuvo jodidamente


equivocado, Bella. Y tu acento es horrible. Yo soy un hombre, así que tú tienes
que decirme ‘Mi sei mancato’. Tú sabes, con una maldita o al final y no una a.
Tengo una polla entre mis piernas, no un coño. Intenta esa mierda otra vez.”

Me estremecí de inmediato. “No me gusta esa palabra,” le dije. Su ceño se


frunció.

“¿Qué hay de malo con la palabra ‘mancato’? me preguntó confundido.


Suspiré.

“No esa palabra, Edward. Quiero decir, esa con la que te referiste a las partes
femeninas,” respondí. Me miró sorprendido.

“¿Coño?” repitió. Me volví a estremecer y sonrió, obviamente divertido por mi


reacción. “Mmmm, ¿Cómo te gustaría que le dijese? Tengo un montón de
palabras para eso, Bella. ¿Cavaccia? ¿Fica? ¿Grilla? ¿Gnocca?” Mi ceño se
frunció confundido, al no conocer ninguna de esas palabras y suponiendo que
eran en italiano por el acento que puso en ellas. “¿Español entonces?
¿Cuchara? ¿Concha? ¿Chepa?”

Rodé mis ojos y lo empujé levemente. “¡Detente!” le dije. Volvió a sonreír,


negando con su cabeza.

“Está bien, lo que sea. No me importa como quieras llamarle, el punto es que no
tengo una de esas. Gracias al jodido Dios por aquello, por cierto. Así que tienes

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que decirme ‘Mi sei mancato’.”

Le sonreí. “Mi sei mancato,” repetí. Él sonrió, asintiendo.

“¡Allí lo tienes! Tengan cuidado, miren a la Bella Ragazza, haciéndose bilingüe


y esas mierdas” dijo en tono de broma. Reí y me sonrojé, lo cual solo provocó
que su risa fuese más fuerte.

Pusimos una película un poco después y nos relajamos antes de que fuese hora
de que empezase a hacer la cena. Edward se quedó en su habitación,
trabajando en una tarea que debía entregar el lunes. Hice spaghetti y una
ensalada acompañada de pan de ajo, todos nos sentamos alrededor de la
mesa, charlando despreocupados. El ambiente estuvo bastante relajado por el
resto de la tarde y terminamos viendo otra película todos juntos en la sala. En
un par de ocasiones vi al doctor Cullen mirarnos a Edward y a mí, en su rostro
había una expresión de tristeza. Aquello era algo confuso, pero resolví que era
mejor darme por vencida en intentar entender al doctor Cullen. Sus reacciones
en ocasiones no tenían sentido para mí. No entendí por qué un hombre que
había amenazado con matarme y que me había ordenado que mantuviese mi
relación con Edward fuera de su vista, hubiese cambiado de un momento al otro
y se refiriera a mí con nombres cariñosos y me preguntara sobre la misma
relación de la que no quería saber nada. Y si no quería saber nada al respecto,
si en realidad quería pretender que nada estaba ocurriendo, ¿por qué parecía
que siempre nos estaba mirando con algo de nostalgia?

Edward estaba exhausto por lo que nos retiramos a la cama bastante temprano,
se quedó dormido en menos de un minuto después que su cabeza tocó la
almohada. Lo observé dormir por un rato, miré su inocencia y su tranquilidad
que le envolvía el rostro mientras caía en su profundo sueño. Se sentía mucha
paz simplemente con el hecho de observarlo, de ver sus expresiones, y su
semblante de felicidad.

Me quedé dormida eventualmente solo para ser despertada por un ruido


provocado por fuertes golpes. Gruñí, manteniendo mis ojos cerrados con fuerza,
llevando mis manos a mis oídos para cubrirlos. Los golpes continuaron y
Edward empezó a maldecir en voz alta, su voz era ronca y sus palabras
sonaban ásperas a causa del sueño. Los golpes siguieron y Edward
prácticamente gruñó gritando “¡Voy a romper tus jodidas manos si no dejas de
golpear mi maldita puerta y te largas!”, Era atemorizador, escuchar sus
amenazas, y abrí mis ojos para darle un vistazo. El sonido se detuvo por un
momento y él suspiró, sonando bastante complacido, y se acurrucó de nuevo en

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su almohada. Menos de 30 segundos después los golpes empezaron otra vez,
esta vez con más fuerza que la ocasión anterior. Edward gruñó con fuerza y se
sentó rápidamente, abriendo sus ojos. Solté una risita al tiempo que él tomaba
su almohada y la lanzaba a la puerta con fuerza, como si la almohada fuese a
hacer algo para frenar la situación. Él escuchó mi risa y me miró, entrecerrando
sus ojos, lucía molesto. Yo sonreí tímidamente y continuó mirándome por un
momento antes de que en la esquina de sus labios se dibujase una sonrisa. Se
acercó a mí con rapidez y me encogí en respuesta pero Edward me envolvió con
sus brazos, presionando su cuerpo contra el mío. Sus labios encontraron los
míos y los abrió con su lengua, besándome con profundidad de inmediato. Yo
gemí levemente, alzando mis brazos y pasando mis dedos por su cabello. Gimió
en mi boca y el sonido se escuchó una vez más. Su gemido se convirtió en
gruñido mientras abandonaba mis labios, y se sentaba derecho otra vez.

“Si no abres esta puerta en 30 segundos voy a entrar,” el grito de Rosalie se


escuchó.

“Jódete, estoy desnudo, así que no vayas a entrar aquí a menos que quieras ver
mi polla,” respondió Edward. Me reí, ya que él estaba completamente vestido y
estaba mintiendo para mantenerla alejada de la habitación. Me miró, al
escuchar mi risa y me encogí de hombros, sonriendo tímidamente.

“Eres un maldito enfermo, Cullen. Tápate, imbécil, porque voy a entrar,” ella
gritó. Edward sonrió travieso, gritando ‘no’. Sonreí, mis ojos se abrieron
sorprendidos cuando el pomo de la puerta giró y la puerta se abrió
bruscamente. Rosalie permaneció en la puerta, alzando una de sus cejas con
dirección a Edward. “Eres un mentiroso. De todos modos no estamos aquí por ti,
no me importa lo que hagas.”

Edward se limitó a mirarla y de repente Alice apareció en la puerta detrás de


Rosalie. “¡¡Hola chicos!!” dijo ella emocionada. “Solo vinimos por Isabella. ¡Día
de Spa!” Sonreí y asentí, levantando el edredón que me cubría y poniéndome
de pie. Edward se encogió de hombros, volviéndose a acurrucar en su
almohada.

“Lo que sea,” murmuró. Alzó su mano en mi dirección, invitándome a inclinarme


hacia él. “Ven acá, dame un maldito beso antes que las locas te secuestren.
Cristo, es lo menos que puedes hacer, me vas a dejar solo todo el día, mierda.”

Rosalie resopló y suspiré, inclinándome a la cama y dándole un beso rápido.


“Ten un buen día, Edward,” le dije. Sonrió, asintiendo.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 881


“Tú también, tesoro,” respondió. Miró con dirección a la puerta, alzando sus
cejas. “Y ustedes tramposas será mejor que sean buenas con ella, regrésenla
intacta. Y lo digo en serio.”

Rosalie se limitó a mirarlo pero Alice sonrió y le respondió alegre. “Eso


haremos,” dijo. Ella caminó hasta mí y tomó mi mano, sacándome de la
habitación. Me volteé y le di una rápida sonrisa a Edward mientras ellas me
arrastraban por el pasillo, a mi habitación. Me vestí rápidamente, cepillando
mis dientes y echando algo de agua en mi rostro para poder despertarme por
completo, para luego irnos. Rosalie condujo su auto rojo y me senté en la parte
trasera, en silencio la mayor parte del tiempo ya que estaba bastante nerviosa.
No tenía idea de lo que el día iba a traerme, como sería mi día en el spa, así
que no tenía idea tampoco de qué esperar.

El trayecto fue bastante largo, cada minuto que pasaba solo incrementaba mi
ansiedad. Era extraño, estar en el auto con esas dos chicas y dirigiéndonos a un
lugar muy lejos de donde estuviese cualquiera de los Cullen. Era casi
asombroso que el doctor Cullen hubiese permitido esto, siendo mi amo. Edward
me había llevado a la ciudad de compras y aunque jamás lo he sentido como
mi amo, el hecho de que él fuese un hombre se sentía como si él era más fuerte
y más poderoso que yo y por tanto se sentía como algo normal. Pero esto – esto
era diferente. No sentía como si alguien tuviese el mando sobre mí, como si
alguien fuese más fuerte que yo. En parte, me sentí mal por eso, poniendo a
Edward por encima de mí de esta manera, pero no lo podía evitar. Edward tenía
autoridad propia, un instinto de dominación natural. Él siempre me hacía sentir
protegida cuando estábamos juntos, pero ahora, salir con Alice y Rose, me hizo
sentir un pedacito de esa ‘independencia’ de la que él hablaba mucho
últimamente… y aquello me hizo sentir nerviosa.

Tomamos el ferry y llegamos a la ciudad cerca del mediodía. Rosalie condujo


por las concurridas calles, deteniéndose en un pequeño espacio de
estacionamiento y apagando la marcha del auto. Alice chilló, aplaudiendo con
sus manos y abriendo la puerta. Salimos del auto, y Alice enlazó su brazo junto
al mío, arrastrándome en dirección a un edificio mientras Rosalie ponía los
seguros del auto.

“¡Esto va a ser tan genial! ¡Mereces ser consentida!” dijo emocionada, mientras
sonreía. Forcé una sonrisa en respuesta, sintiéndome mareada por estar tan
lejos de mi zona de confort.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 882


Entramos al edificio y miré alrededor, sorprendida por la tranquilidad y
amabilidad que el lugar irradiaba. Las paredes eran amarillas con café y
adornos de color verde, y por todo el lugar había manchas de otros colores que
complementaban la decoración. Un hombre que estaba de pie detrás del
mostrador nos miró en cuanto entramos, y sonrió alegre. “¡Ally, Rosie! ¿Cómo
están mis chicas?” preguntó entusiasmado. El hecho que se refiriera a ellas por
sus sobrenombres me alivió un poco, ya que estaba claro que ellas eran
asiduas al negocio así que por suerte sabían lo que hacían. Aquello no aplacó
del todo mi pánico, y realmente dudaba que cualquier cosa lo hiciera. Los tres
intercambiaron saludos, riendo y haciendo bromas entre ellos, mientras veía el
lugar con nervios. “¿Así que es ella?”

Lo miré de forma aprensiva y noté que él me estaba mirando, sonriendo alegre,


“Sí, ella es Isabella,” Rosalie respondió. El hombre asintió.

“Es un placer conocerte, Isabella. Soy Trevor,” dijo él, extendiendo su mano
hacia mí. Le extendí también mi mano y él la apretó con entusiasmo. “Siempre
me emociono cuando llega una virgen aquí. Me encanta ser el primero, ellas
nunca quieren a nadie más después de mí.”

Mis ojos se abrieron completamente a causa del pánico mientras lo veía


fijamente, Rosalie empezó a reírse con fuerza. Él hombre soltó una risita y Alice
sonrió. “Él se refiere a una virgen de spa, alguien que nunca ha ido a un spa
antes. Trevor es lo mejor de lo mejor.”

Sonreí, tímidamente, al tiempo que me sonrojaba. “Oh,” murmuré. Ellos rieron


nuevamente.

“¡Oh, mírate nena, eres tan linda! Yo persigo a los chicos al igual que tú de
todas formas, así que cariño, no tienes que preocuparte,” me dijo, guiñándome
un ojo. Mi sonrojo se profundizó al tiempo que lo miraba asustada y ellos se
reían aun más.

“Está bien,” respondí simplemente después de un segundo, riéndome un poco,


bastante aturdida. Debía admitir que me sentía sorprendida, y a pesar de que
sabía que dos chicas podían estar juntas, no tenía idea de que dos chicos
también podían hacerlo. De todas formas tampoco iba a preguntarlo, ya que
definitivamente no era de mi incumbencia lo que la gente hacía con su vida
privada. Cada cual que viva la suya.

“Bueno, no se preocupen, chicas, cuidaré a la Srta. Swan personalmente,” dijo


él.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 883


“¡Bien!” exclamó Alice. “¡Ella necesita el tratamiento completo, envoltura en
algas también y el masaje y el facial!”

“Así será” respondió él con una sonrisa.

“Y una depilación,” Rosalie intervino. Los ojos del hombre se abrieron


sorprendidos mientras miraba a Rosalie.

“¿Qué tipo de depilación, Rosie?” preguntó, con una leve sonrisa. “¿Qué es lo
que voy a quitar?” la miré y vi en ella una sonrisa pícara en sus labios que me
hizo sentir ligeramente nerviosa.

“Ya sabes dónde. Todo lo que está allí,” respondió simplemente. Alice jadeó, su
reacción de sorpresa incrementó mi ansiedad.

“No lo sé…” Alice empezó diciendo, pero Rose soltó una fuerte carcajada y negó
con su cabeza.

“Vamos, sabes muy bien al igual que yo que Edward nos va a agradecer por
eso,” Rosalie dijo. “Toda chica debería hacérsela al menos una vez, solo para
ver que se siente tenerla desnuda.”

Alice suspiró. “Quizás deberías dejar que Isabella decida,” dijo ella,
mirándome. Las miré por un momento, no tenía absolutamente ninguna idea de
lo que ellas estaban hablando.

“¿Es algo por lo cual Edward se sentirá feliz?” pregunté. Rosalie gritó en voz
alta ‘Joder que sí’ y miré a Alice, quien me sonrió levemente y asintió
afirmativamente.

“Cariño, es algo que amará. Los hombres prefieren esa cosita limpia. Te hará
un altar por eso,” dijo Trevor, con una sonrisa. Lo miré por un segundo antes de
asentir levemente.

“Está bien,” le dije algo vacilante, encogiéndome de hombros. No sabía


exactamente a qué estaba accediendo, pero si era algo que agradaría a
Edward no me oponía a intentarlo. No ocurría muy a menudo que yo sintiera
que podía hacer algo adicional para hacerlo feliz.

“¡Genial!” dijo él, sonriendo. “¡Ahora vamos a desnudarte!”

Mis ojos se abrieron aterrados y los tres rieron por mi expresión. “Tienes que
quitarte la ropa en el spa,” dijo Rosalie. “Pero te prometo que no tienes nada
que él no haya visto antes. El hombre ve más mujeres desnudas que Hugh

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 884


Hefner.” (N.T. Hugh Hefner, magnate dueño de la revista Playboy)

Mi ceño se frunció confundido, ya que no tenía idea de quién era Hugh Hefner,
pero no dije nada para no parecer estúpida tampoco. Trevor rió, asintiendo.

“Así es, de hecho nosotros tenemos algo más en común, Hugh y yo,” dijo Trevor.

“¿Qué cosa?” Rose preguntó curiosa.

“No importa cuánto lo intentes, cariño, nada de lo que hagas ni siquiera


drogándome va a hacer que se me pare con solo verlas desnudas,” respondió
él. Los tres empezaron a carcajearse con fuerza y yo los miré, sonriendo a causa
de su risa. No entendí por completo la broma pero sus comportamientos tan
despreocupados estaban aliviando en algo el estrés que sentía por toda esta
situación. Trevor parecía ser lo suficientemente inofensivo, y si Rosalie y Alice
confiaban en él y si no estaba para nada interesado en las mujeres, entonces
supuse que probablemente no debía sentir miedo estar desnuda con él.

“En fin, vamos a empezar con el espectáculo. Vamos, cariño, es hora de


consentirte un poco,” dijo él, señalando con su cabeza el pasillo. Asentí en
respuesta y él se dirigió en esa dirección. Miré a Alice y a Rosalie brevemente,
las vi sonreír y yo también en respuesta. Seguí a Trevor por el pasillo y lo vi
entrar a una pequeña habitación, invitándome con un movimiento de su cabeza
a entrar. “Vamos, entra y quítate todo. Allí hay una toalla enorme sobre la
camilla, súbete y acuéstate boca abajo y cúbrete el trasero con la toalla. ¿Está
bien?”

Asentí vacilante y entré a la habitación. Dijo que estaría de regreso en un


momento y cerré la puerta. Caminé hasta la camilla y empecé a sacarme la
ropa, apilándola a un costado. La habitación era tan acogedora, amigable y
relajante como el resto del lugar… las paredes eran verdes, colores brillantes
decoraban el lugar, y con ello un ligero destello de luz por toda la habitación.
Después de haberme sacado toda la ropa me subí a la camilla como él me lo
había dicho, recostándome boca abajo y cubriéndome con una enorme toalla
color naranja.

Hubo un golpeteo en la puerta después de un segundo y miré en esa dirección


para verlo entrar. Me sonrió y cerró la puerta, caminando hasta mí. Empezó a
conversar conmigo casi enseguida, tomando algo que casi parecía una brochita
para pintar. Me dijo que la iba a pasar por toda mi piel para remover las
células muertas. Al principio estaba un poco nerviosa, especialmente cuando
comenzó a mover la toalla, pero como Trevor estaba conversando y bromeando

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 885


de manera tan casual, logró afortunadamente distraerme de pensar en lo que
estaba haciendo. Luego que terminara con eso, tomó una pasta de color verde,
diciéndome que era extracto de algas marinas y que lo iba a esparcir por todo
mi cuerpo. Al principio se sentía algo extraño cuando sentí que esparció la
pasta verde por mi espalda, pero un momento después me acostumbré a la
sensación. Me pidió que me volteara y dudé, pero hice lo que me dijo, estaba
nerviosa por estar tan expuesta. Eso no lo perturbó por supuesto, él siguió
conversando casualmente mientras seguía esparciendo la pasta por toda mi
parte frontal. Cuando estuve cubierta casi por completo desde el cuello a los
pies, él me envolvió en lo que dijo que eran unas sábanas termales, me dio una
enorme toalla y yo la coloqué debajo de mi cabeza como una almohada. Me
pidió que me relajara, que regresaría en unos treinta minutos, y luego salió de
la habitación.

Permanecí acostada mirando alrededor por un rato, estaba sorprendentemente


muy relajada y cómoda. De hecho, me sentía tan cómoda que mis ojos se
cerraron de a poco y debí haber caído en un ligero sueño, ya que me desperté
sobresaltada por su voz lo que parecía haber sido tan solo un minuto después.
Estaba sudando, mi cuerpo entero estaba caliente. Me dijo que era hora de
lavar todo eso y removió las sábanas, limpiándome un poco con unos paños
calientes antes de ayudarme a levantarme y enseñarme donde quedaba el
baño para que yo pudiese remover el resto con una ducha. Me dio algo
parecido a una crema humectante para limpiar mi piel y mantener así la
suavidad, asentí de manera autómata, aún algo somnolienta por mi siesta. Me
lavé y regresé a la habitación, envuelta en una toalla. Me sonrió y me pidió que
me acostara sobre mi estómago, hice como me pidió. Empezó a masajear mi
espalda, sus movimientos eran firmes pero no tan fuertes como para ser
dolorosos. Definitivamente era un experto en lo que hacía, ya que mi cuerpo
empezó a relajarse aún más de inmediato, mis músculos se soltaron un poco y
mis ojos se quisieron cerrar una vez más pero luché contra aquello.

Después del masaje que me había dado me pidió que rodara sobre mi espalda
una vez más, manteniendo mis partes femeninas cubiertas con una toalla, y
empezó a esparcir una pasta sobre mi rostro, diciéndome que era una especie
de facial que purificaría la piel. No tenía ni idea lo que aquello siquiera
significaba pero no me quejaba tampoco, ya que se sentía bastante agradable.
Después de que terminara con lo que dijo que estaba haciendo, se fue por otros
treinta minutos más. Me pregunté porque él no había hecho esa parte cuando
hizo lo de la parte de algas marinas pero no argumenté ni pregunté, ya que él
era el experto y era obvio que sabía lo que hacía.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 886


Me volví a quedar dormida, y al pasar los minutos volvió, removiendo la pasta
facial. Una vez que terminó me sonrió. “¿Cómo te sientes?” preguntó. Suspiré,
sonriendo, asombrada por cuán bien me sentía.

“Muy bien, gracias” le dije. Su sonrisa se hizo más grande.

“Eres una chica muy linda, de vez en cuando no hace daño un par de mimos
pero Dios sabe cuán perfecta es tu piel y que no necesitas esa ayuda extra,” me
dijo. Sonreí a causa de su cumplido, no estaba acostumbrada de escuchar tales
cosas de parte de extraños.

“Gracias,” le respondí. Hizo un ademán con su mano restándole importancia,


mientras sonreía.

“No me agradezcas cariño, estoy verde de envidia por ello. Personalmente


mataría por una piel hermosa,” me dijo, riéndose. “Casi hemos terminado, solo
tenemos la depilación por hacer. Trataré de hacerlo lo menos doloroso posible.”

Lo miré fijamente, tensándome un poco ante su mención de dolor. “¿Es


doloroso?” le pregunté vacilante. Él sonrió y se encogió de hombros.

“Puede ser un poquito doloroso,” dijo. “Quiero decir, vamos a remover todo el
vello de tu cosilla de allí, cariño, puede no ser tan placentero, tú sabes.”

Lo miré confundida. “¿Cosilla?” le pregunté, alzando mis cejas


inquisitivamente.

“Sí, tú sabes, ¿De tu botecito de miel? ¿De tu rollito de sabor?” me dijo.


Continué mirándolo, aún más confundida porque ‘botecito de miel’ y ‘rollito de
sabor’ eran cosas para comer. Él rio a causa de mi expresión. “Tu cosita. Ya
sabes, partes femeninas.” (N.T. La escritora utilizó los términos ‘Honey Pot’ y
‘Hot Pockets’ ambos son productos alimenticios de USA y por eso es el juego de
palabras de Trevor y la confusión de Bella. Intenté traducirlos lo mejor que pude
sin perder la esencia de lo que quería decir Trevor)

Jadeé asustada, mis ojos se abrieron con pánico cuando sus palabras tomaron
sentido. “¿Va a sacar todo el vello de allí abajo?” le pregunté. Rio nuevamente y
asintió.

“Sí, aunque déjame decirte algo, esas amigas que tienes, te han metido en esto
sin explicarte de que se trataba. Prometo lo haré lo más fácil que pueda para ti.
Seré rápido, ¿está bien?

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 887


Lo miré y por un segundo reconsideré echarme para atrás, diciéndole que había
cambiado de opinión, pero ya había dado mi aprobación y como ellas dijeron
que era algo que Edward adoraría, una gran parte de mí quería seguir con esto
y hacerlo. Asentí después de un momento. “Está bien,” le dije. Sonrió.

“Genial. Acuéstate mirando al frente y sube tus piernas, así como en un examen
ginecológico o un Papanicolaou,” me dijo. Asentí, sabiendo exactamente lo que
quería ya que el doctor Cullen ya me había llevado a hacerme un examen
ginecológico antes. Trevor removió la toalla y me tensé cuando abrió un poco
más mis piernas, exponiéndome por completo a él. Sabía que había hecho esto
un montón de veces, era su trabajo y no había nada sexual en ello, pero eso no
detuvo mi reacción natural de pánico. Estaba expuesta a un hombre extraño,
completamente vulnerable, podía hacerme un gran daño y podía aprovecharse
de mí y no había nada que pudiese hacer al respecto. Mi corazón latía con
fuerza al tiempo que me aferraba a la toalla con fuerza, tratando de calmarme.
Estaba hablando de manera despreocupada, explicándome el procedimiento,
fue entonces que me di cuenta que iba a poner cera caliente en mis partes para
luego poner algo más sobre la cera y sacarlo de un tirón una vez, para arrancar
todos los vellos de allí. A mí me habían arrancado cabello antes, de mi cabeza
cuando Jane lo hacía y dolía inmensamente, así que no podía siquiera empezar
a imaginar cómo se iba a sentir que los arrancaran de allí abajo. Apreté mis
ojos con fuerza y podía escucharlo que seguía hablando pero no podía prestar
atención a sus palabras. Todo el sonido era opacado por la sangre que furiosa
recorría mi cuerpo y la llevaba a mi errático corazón, el sonido finalizaba en eco
en mis oídos.

Después de un momento sentí sus manos sobre mí y me tensé aún más, me


repetía mentalmente una y otra vez que Trevor era inofensivo, que estaría bien.
No tenía una idea exacta de lo que él haría y tampoco quería abrir los ojos y
verlo, solo esperaba que todo saliera bien. Lo escuché decir algo sobre
‘recortes’ y ‘polvo de talco’ y luego de eso sentí que algo se esparcía sobre mí, la
sensación de calor era relajante. Él puso algo sobre la parte caliente en mi piel,
indicando que era un pedazo de tela o algo así, alcancé a escuchar que dijo
‘aquí vamos’, tensándome todavía más en cuanto escuché esas palabras.
Después de un momento tiró de la tirita de tela rápidamente y me aferré con
fuerza a la toalla, apretando mis dientes cuando sentí una oleada de dolor
atravesar mi área. Yo estaba acostumbrada al dolor, podía aguantar el dolor
físico muy fácilmente, pero la sensación de que el vello de mis partes femeninas
fuese arrancado era lo suficientemente dolorosa como para provocar que mis
ojos se llenaran de lágrimas.

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Traté de ignorarlo, haciendo lo que siempre hacía en Phoenix cuando estaba
pasando por alguna situación extremamente dolorosa. Traté de pensar en algo
feliz, de ir mentalmente a un lugar feliz. Imaginé a Edward, a su encantadora y
hermosa sonrisa, sus asombrosos labios húmedos dejar besos sobre mi piel
mientras susurraba hermosas palabras en italiano. Pensé incluso en sus
vulgaridades, en la forma en la que hablaba tan tranquilo con su lenguaje tan
sucio, aquello incluso me pareció divertido. Pensé en mi amor por él y el suyo
por mí, y sobre lo viva que aquello me hacía sentir en mi interior.

Pero nada en lo que podía pensar podría bloquear por completo esa corriente
de dolor que atravesaba mis partes privadas. Continué con mi mandíbula
apretada y traté de aguantar, permitiéndole a Trevor que él hiciera todo aquello
que debía hacer sin darle problemas ni lloriquear. No me gustaba tener sus
manos sobre mí, no me gustaba lo que me estaba haciendo, sin importar cuán
inofensivo fuese él como persona. Trevor estaba hablándome y me di cuenta
que lo hacía para que yo pudiese relajarme, pero no había forma posible que
me relajara hasta que él pudiese decir al fin la palabra ‘terminé’.

Y en el momento en que esa palabra salió de sus labios unos minutos después,
la más grande oleada de alivio recorrió mi cuerpo. Él había terminado, todo se
había terminado y nunca más volvería a hacer una cosa de estas otra vez, sin
importar cuánto podría gustarle a Edward.

Trevor sacó sus manos de mí y abrí mis ojos, relajando mi mandíbula y soltando
mi agarre en la toalla. Lo miré y al hacerlo lo vi mirarme con sorpresa. “Tengo
que decir, que has sido la virgen más fácil que he tenido. No lloraste ni una sola
vez. ¡Eres una pequeña pero ruda gatita! Vas a estar un poco inflamada y
enrojecida por un rato, pero se te pasará rápido. Puse un poco de loción en esa
área para ayudarte con eso. Si tomas un baño esta noche no lo hagas con el
agua muy caliente, mientras más fría será mejor. ¿Está bien?” yo asentí y él
sonrió. “Bien, ya puedes ir y vestirte, ya he terminado contigo, cariño.”

Se volteó y salió de la habitación, permanecí acostada por un momento antes


de sentarme. Tomé un par de respiros profundos, aliviada de que todo se
terminara y esperando salir de allí lo más pronto posible. Quería ir a casa, y
olvidar lo que había acabado de ocurrir. Me puse de pie y empecé a vestirme
rápidamente. Después que me vestí salí de la habitación, caminando hasta la
salida y divisando a Alice y Rosalie. Ellas me vieron y me preguntaron cómo fue,
solo sonreí y asentí, diciendo que fue ‘bueno’ aunque no fuese nada parecido a
aquello. Apreciaba lo que ellas habían hecho por mí, agradecí el hecho que
ellas querían que yo fuese tratada como una chica normal y que hiciese cosas

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 889


que una chica normal haría, pero esto estaba muy fuera de mi zona de confort.
Sin embargo no se los diría, ya que ellas solo estaban tratando de ser amables
conmigo y por tanto apreciaba el gesto más de lo que ellas podrían imaginar.
Pero este tipo de cosas simplemente no eran para mí.

Las chicas se encargaron del pago y luego de eso nos fuimos. Ellas hablaban
animadas mientras yo intentaba sumarme a la conversación, pero me sentía
algo rara e incómoda por lo que había acabado de hacer. Me sentí como en las
nubes la mayor parte del camino y me sorprendí que hubiera anochecido
cuando llegamos a la casa de los Cullen en Forks. Salimos del auto y nos
dirigimos a la entrada, agradecí tanto a Alice como a Rosalie por el día que
habíamos pasado, diciéndole que había tenido un buen día.

Llegamos al vestíbulo y escuché voces, alcé la mirada y vi a los chicos reunidos


en la cocina, con bebidas alcohólicas en sus manos. Edward me miró y me
sonrió con su sonrisa torcida. Le sonreí en respuesta, sonrojándome, y
sintiéndome casi sucia por mirarlo, sabiendo que mis partes íntimas habían
sido tocadas esa tarde. Alice y Rosalie inmediatamente fueron a la cocina,
uniéndose a los chicos y tomando otras bebidas, Edward caminó entonces
hacia mí.

“Mi sei mancata” me dijo suavemente. Sonreí.

“También te extrañé,” le dije. Su sonrisa creció y se inclinó hacia mí, rozando


suavemente sus labios sobre los míos.

“¿Tuviste un buen día?” me preguntó. Asentí.

“Sí, fue agradable. Aunque ahora mismo me gustaría subir y tomar una ducha,”
le dije. No es que en realidad necesitara de una, pero sentía que a lo mejor si la
tomaba, eso haría que ese raro sentimiento que me atravesaba la piel se
disminuiría. Asintió.

“Date una ducha entonces, Bella,” me dijo, besándome una vez más. Jasper
llamó a Edward y lo miró, asintiendo. “Te veo en un ratito, nena.”

Edward regresó a la cocina y me volteé, dirigiéndome a las escaleras. Fui


directo a mi habitación, sacándome la ropa y dejándolas en la cesta. Caminé
hasta el baño y empecé a llenar la tina con agua, manteniéndola fría tal como
Trevor me había dicho. Dudé por un momento mientras veía el agua correr,
antes de voltearme y verme en el espejo de cuerpo entero. Mis ojos se abrieron

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 890


aterrados al ver mi desnudez, no había un solo vello presente. Miré hacia abajo,
asombrada por lo raro que se veía. Estaba honestamente un poco asustada por
la reacción de Edward, ponía todas mis esperanzas en sus palabras cuando me
dijeron que a Edward le iba a gustar esto.

La hinchazón y el enrojecimiento había bajado en gran parte, toda el área ya


no se sentía dolorosamente sensible. Se sentía casi como siempre, solo que más
suave. Tuve que preguntarme si a lo mejor estaba tan acostumbrada a lidiar
con las consecuencias del dolor y quizás esa era la razón por la cual ni siquiera
me molestaba. Cerré el grifo después de un segundo, entrando a la tina de
baño y recostándome, suspirando contenta. Cerré mis ojos, casi saboreando el
silencio y la paz, y sentí como de a poco empecé a caer en la inconsciencia.

Escuché un ruido después de un momento, un sonido de clic que me sacó de mi


letargo. Me quedé paralizada, preguntándome si a lo mejor estaba alucinando
con escuchar cosas, pero después de un segundo escuché una garganta
aclararse. Volteé rápidamente mi cabeza, mi corazón latía con fuerza, el miedo
se apoderó de mí. Mis ojos recayeron en Edward, que desde la puerta me
miraba, también lo miré. Me sentí aliviada de que fuese él, claro, pero aquello
no ayudó a bajar la ansiedad de tenerlo allí en ese momento. Él suspiró y
caminó unos pocos pasos, me tensé, nerviosa por su reacción. Su ceño se
frunció levemente ante mi reacción y él se detuvo a la mitad del camino hacia
mí.

“¿Quieres que me vaya?” preguntó, alzando sus cejas de forma inquisitiva, con
una expresión de dolor en su rostro. Negué rápidamente con mi cabeza y vi
entonces un semblante de alivio ante mi respuesta.

“Yo solo… uh…” empecé diciendo, bajando la mirada, sin saber qué decir.
Suspiró, pasando una mano por su cabello, asintiendo.

“Lo sé, tesoro. Ellas se acaban de atribuir el hecho de que te depilaron, y justo
ahora estoy jodidamente dividido porque no sé si quiero sacarles la mierda a
golpes a esas perras porque les dije que te dejaran intacta y joder que sé muy
bien que tú no hiciste eso porque querías, o no sé si quiero caer de rodillas y
agradecer a cualquier jodido dios que hizo esto si es que fuese cierto,” me dijo,
su voz estaba llena de pasión. Lo miré fijamente por un segundo, levemente
confundida.

“¿Estás molesto?” le pregunté dudosa. Su ceño se frunció levemente.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 891


“¿Por qué habría de estar molesto?”, preguntó. Me encogí de hombros.

“No lo sé. Yo solo… no sé, lo que piensas acerca de…esto,” balbuceé nerviosa,
sintiendo el sonrojo invadir mis mejillas. Él me miró por un segundo antes de
sonreír, meneando su cabeza. Él pasó su mano por su desordenado cabello una
vez más y caminó los pocos pasos que nos separaban. Hizo una pausa junto a
la tina y me miró a los ojos, buscando con sus manos y tomando el borde de su
camiseta. Se la sacó poco después, y la lanzó al piso del baño. Mis ojos se
abrieron con sorpresa mientras me permitía ver su pecho desnudo, sintiendo mi
corazón latir desesperado ante aquel panorama. Escuché un casi agonizante
gemido escapar de su garganta y mi ceño se frunció, mis ojos volvieron a su
rostro. Vi que él estaba mirando hacia el agua y me tensé levemente, sabiendo
que lo que él estaba viendo por sí mismo era mi desnudez. Sentí mi sonrojo
profundizarse, casi como si se estuviese regando por todo mi cuerpo, y cerré mis
ojos. Sentí su mirada sobre mí, su absoluto silencio provocaron que mis nervios
se alteraran.

Después de un momento sentí un ligerísimo toque en mi pecho, sus dedos se


movían por mis senos y tocaban mis pezones, abrí mis ojos para verlo inclinado
hacia mí, mirándome al rostro. Él sonrió y yo sonreí en respuesta, feliz de ver
que él parecía complacido al menos. Me miró a los ojos por un momento antes
de sentarse en el borde de la tina, apoyándose allí. Lamió sus labios y se
inclinó despacio hacia mí. Cerré mis ojos cuando sentí sus labios encontrar los
míos. Llevé mis manos a su cabello, pasando mis dedos entre sus hebras,
mojando su cabello pero realmente sin importarme aquello. Su beso era
apasionado, intenso.

Él pasó una de sus manos por mis pechos, provocando un gemido en mí. Se
alejó un poco después de eso, canturreando levemente. “¿Puedo intentar algo?”
me preguntó en voz baja, su voz estaba llena de emoción. Asentí, sin importar lo
que fuese, ya que lo amaba tanto que haría cualquier cosa que él quisiese. Me
di cuenta que a lo mejor no era saludable, el amarlo tanto, pero sabía muy
dentro de mí que él me amaba de la misma forma. Cualquier cosa que le
pidiese a Edward, él la haría. Me besó con firmeza, su mano bajó despacio y
acarició mi estómago. Después de un segundo llevó su mano aun más abajo,
pasándola por mi pierna hasta mi rodilla y de nuevo arriba hasta mi muslo
interno. La electricidad me recorrió entera ante su toque, él bajó mi pierna, y la
abrió un poco. Siguió besándome profundamente, pasando mi mano hacia
arriba de mi muslo. Pasó sus dedos por mi centro desnudo y yo lloriqueé en su
boca cuando una sacudida de placer me invadió. Soltó una risita en mi boca,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 892


alejándose de mis labios. “Sí, definitivamente quiero probar algo,” me dijo,
poniéndose de pie. Mi ceño se frunció confundido, ya que creía que había
acabado de hacer lo que él quería intentar hacer.

“Está bien,” le dije dudosa. Me miró por un segundo y sabía que era porque
había usado la frase ‘está bien’ y él odiaba esa simple afirmación, le gustaba
que mis respuestas fuesen de acuerdo a mi opinión. Asintió después de un
segundo, afortunadamente él no pensaba hacer un escándalo sobre aquello, y
salió del baño. Miré la puerta, preguntándome donde había ido, y jadeé
asustada cuando regresó un momento después sosteniendo esa cosa que
Rosalie me había dado en Navidad. Sonrió, caminando de regreso a mí.

“Relájate, nena. Es solo un vibrador. Te dije que te enseñaría cómo usarlo, y no


hay mejor momento que este para aprender,” me dijo, encogiéndose de
hombros. Lo miré con aprensión pero asentí, confiando en él. “¿Puedo meterme
allí?” me preguntó, alzándome una ceja. Sonreí y asentí, ligeramente
sorprendida pero casi de inmediato excitada por querer tenerlo en la tina
conmigo. Me entregó el vibrador, pidiéndome que lo sostuviese un momento, y
empezó a desvestirse. Mordisqueé mi labio inferior de manera nerviosa
mientras se sacaba rápidamente sus zapatos, para después sacarse las
medias. Un gemido escapó involuntario de mi garganta cuando él bajó sus
pantalones y sus boxers, su masculinidad estaba erecta frente a mí. Se rió y
terminó de sacarse sus pantalones, meneando su cabeza.

“Mueve tu pequeño culo, déjame sentarme detrás de ti,” dijo. Asentí,


sonrojándome y moviéndome un poco hacia adelante. Entró a la bañera, su
espalda estaba sobre una de las esquinas de la tina y con sus piernas me
abrazó con fuerza. Me aferró a él de tal manera que mi espalda estaba sobre
su pecho y podía sentir su dureza presionándome. Suspiré contenta, cerrando
mis ojos cuando su mano se acercó, acariciando mis senos y estómago. Una de
sus manos escapó hacia mis piernas, sus dedos tocando mi punto. Gemí, las
sensaciones eran intensas. Era, afortunadamente, una presión ligera, así que a
pesar de que estaba un poco dolorida por la depilación, él no lo estaba
haciendo más doloroso.

“Dios, Bella,” me dijo con voz ronca. “Sabes bien que no tenías que haber hecho
esa mierda de la depilación, ¿verdad?” Asentí, retorciéndome un poco cuando
sus dedos presionaron mi punto nuevamente. Escuché un ‘ummm’ escapar de su
garganta antes de que dejara un beso en mi cuello. Su mejilla áspera rozó mi
piel, enviando cosquillas por todo mi cuerpo, mi respiración se volvió errática y
pesada. “Bien. No me importa el vello, ¿sabes? Pero que me jodan si esta

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mierda no es excitante. Tan jodidamente bella.”

Gemí una vez más, mi cuerpo entero estalló en hormigueos a causa de sus
palabras. Sentí su mano tomar el vibrador de las mías y me tensé levemente,
abriendo mis ojos cuando escuché el sonido de un zumbido cuando él lo
encendió. Edward debió haber sentido mi rigidez porque nuevamente dejó un
beso en mi cuello, mordiendo mi piel con sus dientes. “Relájate,” me susurró.
Cerré los ojos de nuevo, tratando de bloquear de mi cabeza el zumbido y
tratando de enfocarme en la sensación de su lengua y labios mientras él
besaba mi piel. Después de un momento la tensión regresó con fuerza, mi
cuerpo entero se paralizó cuando una extrema e intensa sensación atravesó mi
centro, las vibraciones recorrían mis partes femeninas mientras él me tocaba
con el vibrador. Lloriqueé con fuerza y en voz alta, retorciéndome mientras el
placer se regaba por todo mi cuerpo, Edward gimió en respuesta. Empezó a
atacar mi piel cercana a su boca, mordiendo y lamiendo y besando, soplando
con su aliento aquellos puntos mojados, mientras su otra mano buscaba a
tientas mis senos.

Mi cuerpo se retorcía por completo, sonidos escapaban de mi garganta, y sentí


como la presión crecía de inmediato. Me aferré con fuerza a su brazo, sintiendo
la necesidad de agarrarme a algo. Mis piernas empezaron a temblar mientras
el placer recorría mis venas, mi corazón latía con fuerza en mi pecho, mi cuerpo
entero se sentía cada vez más cálido y sonrojado. Mi respiración era irregular,
se había vuelto casi en puros jadeos cuando la tensión se incrementó. Edward
me aferró a él aún con más fuerza, soltando su mano de mis senos y
envolviendo su brazo en mi cintura, empujándome muy cerca a él. Podía sentir
su masculinidad, su dureza rozándome y yo quería desesperadamente tocarlo y
hacer sentir a Edward igual de bien de lo que me estaba haciendo sentir, pero
estaba casi paralizada por las sensaciones provenientes de Edward
presionando el vibrador sobre mi centro.

“Dios, te amo,” susurró sobre mi piel. “Tú y solo tú.”

Gemí con fuerza, llevando mi mano hacia arriba para encontrar su cabeza.
Entrelacé mis dedos en sus cabellos y él gimió, mordiendo mi hombro. Lloriqueé
ante la sensación, el ligero dolor provocó que mi placer se disparara a las
nubes, y mi cuerpo enteró se puso rígido. Mis músculos parecían entumecidos
por una parálisis mientras dejaba escapar un grito cuando mi cuerpo explotó en
un orgasmo. Me aferré con fuerza al brazo de Edward y a su cabello y le
escuché dejar escapar un gruñido. Mi cuerpo estaba tembloroso y
convulsionado, el placer era intenso, intenté calmarme pero no podía parar los

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sonidos que provenían de mí.

“Joder, te deseo tanto nena,” Edward gimió sobre mi piel mientras me golpeaba
el orgasmo. Me aferré a él, jadeando, moviendo mis caderas desesperada, el
placer era casi insoportable. Sus palabras me sorprendieron, me pillaron de
sorpresa, enviando a mi cuerpo una mezcla de más placer y deseo. Era
mezclado también con miedo, ya que no estaba segura si estaba lista para
llegar tan lejos con él, pero mi cuerpo pedía a gritos que al menos lo intentara.

“¿Tú…eh…tú me…deseas?” murmuré, me costaba hablar entre mis gemidos. El


placer había empezado a bajar, mi cuerpo empezó a relajarse por completo.
Edward gruñó, para luego volver a mordisquearme nuevamente.

“Claro que te deseo,” me dijo mientras alejaba el vibrador de mi centro,


apagándolo. Lo dejó a un lado de la bañera y luego se cayó al piso con un
sonido seco. Su mano recorrió mi estómago mientras abarcaba con su mano el
área entre mis muslos. “Pero no esta noche, no todavía.”

Asentí después de un segundo, un poco aliviada ante sus palabras pero sin
duda sorprendida de que él quisiese esperar. Sabía, muy en el fondo, que
Edward y yo tendríamos sexo en algún momento, y confiaba en él lo suficiente
para hacerlo, pero solo que no sentía que ahora fuese el momento correcto. No
sabía cuál era la razón, o que es lo que haría que el momento fuese el ‘correcto’,
solo sentía que algo estaba faltando y me pregunté si él también lo sentía así.
Apoyé mi espalda sobre su pecho y él me aferró con fuerza a su cuerpo
mientras trataba de controlar mi respiración nuevamente. Podía sentir su
masculinidad presionándome, por lo que me moví un poco hacia adelante
después de un momento. Edward me soltó, asumí que él pensó que me iba a
parar porque el agua se había enfriado significativamente, pero en vez de eso
estiré mi brazo hacia atrás y envolví su miembro con mi mano. Gruñó ante el
inesperado contacto, envolviendo con su brazo mi cuerpo nuevamente.

Empecé a acariciar su miembro como sabía que a él le gustaba, queriendo


hacerlo sentir bien al igual que él a mí. Dejó caer su cabeza hacia atrás,
golpeándola sobre la pared de la bañera, gimiendo. “Tus manos se sienten tan
jodidamente bien, tesoro,” dijo, su voz era ronca. Sonreí y continué moviendo mi
mano por toda su longitud, agarrándolo con fuerza y aumentando la velocidad.
Su mano subió y empezó a masajear mis senos nuevamente, pasando sus
dedos por mis pezones. Gemí ante la sensación y él se inclinó un poco, dejando
un beso en mi espalda. Me estremecí cuando sentí sus labios mojados en mi
piel, provocando que gimiera y que su erección creciese aun más.

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“No puedo creer cuán grande es tu miembro,” murmuré, todavía asombrada por
el tamaño de su masculinidad. La mano de Edward que estaba en mis senos se
quedó quieta y se detuvo para dejar un beso en mi espalda nuevamente.

“Eso es, háblame sucio nena,” me dijo después de un segundo con un toque de
diversión en su voz, mientras se reía entre dientes. Mi ceño se frunció, empezó a
mover su mano otra vez. Solté un gritito cuando pellizcó uno de mis pezones con
sus dedos, empecé entonces a masturbarlo con más rapidez.

Empezó a gruñir, embistiendo sus caderas contra mi mano. La posición en la


que estábamos era un poco extraña para hacer esto pero de alguna manera
estaba logrando hacerlo bien. Podía deducir por su respiración y los sonidos
que estaba haciendo, y la forma en cómo su miembro estaba completamente
hinchado en mi mano que él no iba a durar mucho tiempo más.

“Dime que me amas,” dijo después de un momento, la contundencia súbita en


su voz me sorprendió. Aquello envió cosquilleos por toda mi columna,
causándome que toda mi piel se erizara, y sentí aquel deseo revoloteando mi
estómago una vez más a causa de su posesividad.

“Te amo,” le dije de inmediato. “Más que nada en este mundo, Edward.” Gimió
alguna respuesta, empujando sus caderas con más fuerza.

“Dime que eres mi chica,” dijo, igual de demandante. Gemí.

“Soy tuya. De nadie más, nunca de nadie más,” le dije. Nunca querría a nadie
más que él, él era mi mundo.

Gruñó, inclinándose hacia mí y mordisqueando mi piel. Embistió con sus


caderas un par de veces más, dejando escapar un gemido sonoro, su miembro
hinchado por completo en mi mano mientras explotaba. La sustancia blanca de
su orgasmo se disparó, terminando en una lado de la bañera y quedándose allí
pegada. Continué masturbándolo hasta que se suavizó un poco, él luego cubrió
mi mano con la suya. Él permaneció quieto antes de quitar sus manos de allí. Lo
solté y envolvió mi cuerpo con sus brazos, aferrándome nuevamente a él.

“Estoy sorprendido que pude mantener mi erección con lo jodidamente fría que
estaba el agua, Bella,” me dijo después de un segundo. “Estaba casi seguro
que mi polla se iba a rebelarse en mi contra y que no iba a pararse, que iba a
tratar de esconderse o algo así.”

Reí, negando con mi cabeza. “No teníamos que haber hecho esto en la bañera,”
le dije. Él se encogió de hombros, levantándose un poco. Tomó mi mentón y

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empujó mi cabeza en su dirección, dejando un beso en mis labios.

“Lo sé,” dijo, volviendo a encogerse de hombros y cambiando la posición de


nuestros cuerpos. Me moví un poco para que él saliera de la bañera, viendo su
cuerpo desnudo mientras él caminaba para tomar una toalla. Se paró frente a
mí y se secó un poco aun así no hizo ningún intento de cubrirse. Edward en
realidad no tenía nada de vergüenza y ese hecho me hacía sentir cómoda con
mi propia desnudez. “Pero sin embargo valió la pena.”

Asentí. “Sí, sí que valió la pena,” le dije, sonriendo. Soltó una risita y envolvió
una toalla en su cintura antes de acercarse a mí, estirándome su mano para
ayudarme a salir de la bañera. Me levanté con su ayuda y salí de la tina de
baño. Edward envolvió una toalla en mi cuerpo, para luego abrazarme.

“Recuérdame darle las gracias a Rosalie más tarde,” dijo. Lo miré sorprendida,
ya que él y Rosalie siempre vivían discutiendo y muy rara vez se agradecían por
cualquiera cosa.

“¿Gracias por?”, pregunté. Sonrió.

“Por ese momento que acabamos de tener en la bañera. Mierda, ella compró el
vibrador y pagó la depilación. No estaba seguro si debía agradecerle o
golpearla por ambas cosas, pero después de ver correrte de esa manera, tan
abierta y lista para mí. Sí, definitivamente ella se ha ganado mi gratitud por
primera vez.”

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“No se graban tanto mil palabras como un solo hecho.”—Henrik Ibsen

Edward cullen
Estaba paseando de un lado a otro al pie de las escaleras, esperando
ansiosamente el sonido del coche estacionándose. Era temprano por la mañana
y el sol aún no había comenzado a subir y ya estaba jodidamente preocupado
por este día, tan malditamente nervioso que no podía quedarme quieto. No
sabía por qué estaba tan inquieto, tal vez porque nunca antes había hecho una
mierda como esta. Joder, no era como si realmente importara, Isabella no me
parecía del tipo que realmente le importara una mierda te todas formas, pero
parte de mí quería hacerlo especial para ella. Se lo merecía y yo quería hacerlo
de la forma correcta, y por mi naturaleza quisquillosa, simplemente, todo se
sentía jodidamente mal. No tenía mucho tiempo despierto y ya estaba entrando
en pánico ante mi potencial fracaso. Estaba seguro que la iba a joder, no había
manera de que no lo hiciera. Yo no era romántico; no era un pinche Casanova o
Don Juan, y definitivamente no era un Sr. Darcy o Heathcliff o Romeo o
cualquiera de esos hijos de puta en todas esas ridículas historias de amor que
les gustan a las chicas. Era solo Edward Cullen, un extraordinario pendejo, que
estaba seguro que jodería este día para su novia.

Hoy era 14 de Febrero. Sí, el día de san Valentín. Siempre odié este maldito día
porque nunca le vi sentido. ¿Por qué demonios tenían que señalar un día para
celebrar el amor? Quiero decir, ¿si estás enamorado no se supone que se
muestren esa mierda el uno al otro cada maldito día? Era una estupidez, pero
las perras se tragaban esa mierda y solían mirarme como si esperaran algo de
mí por todo el puñetero coño que me daban. Era una estupidez. No las amaba,
así que, ¿por qué carajos iba a celebrar con ellas el Día de san Valentín?
Siempre lo veía como cualquier otro día, y encabronaba a las chicas, pero no
me importaba. No me importaba una mierda el Día san Valentín y les garantizo
que quién sea que inventó ese día de fiesta fue una mujer e hizo esa mierda
deliberadamente para joder a los hombres. Se los apuesto. En realidad, estaba

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jodidamente equivocado y lo sabía. Fue el papa san Gelasio I quien proclamó
el 14 de Febrero como el Día de san Valentín, en el año 496 AD. Pero fue una
perra la que ayudó a comercializarlo, Esther Howland, así que la culpo a ella y
culpo a su estúpido negocio de putas tarjetas de felicitación por hacer hoy de mi
vida un infierno. Sabía todo sobre esta mierda, la historia de este día ridículo,
porque lo había estado buscando en Google toda la puñetera semana. Sí,
busqué en Google Día de san Valentín, tratando de encontrar ideas de cómo
carajos podía hacer este día especial para Isabella. Y para su información, no
es necesario que me digan que soy un mandilón (N.T. En España “calzonazos”),
esa mierda ya la sé. Nunca imaginé que perdería horas en línea buscando
cómo demonios cortejar a una chica. No tuve que hacer esa mierda antes
porque las chicas siempre se sentían naturalmente atraídas hacia mí. Nunca
tuve que levantar un dedo o incluso pensarlo. Simplemente así me sucedía.

Pero este año, como toda otra puta cosa en mi vida, el Día de san Valentín era
diferente. Tenía una novia que realmente amaba, y ella probablemente ni
siquiera sabía qué demonios era el Día de san Valentín y no tenía ninguna
expectativa, pero me sentía como si debería hacer algo. Quería hacerlo
especial, porque ella nunca había tenido a nadie que hiciera esa mierda por
ella. Aunque el maldito internet no fue de mucha ayuda, porque todo lo que
sugería estaba lejos de ser una mierda en la que alguna vez Isabella se
interesaría. Isabella no era el tipo de chica de vino y una cena o llevarla a un
salón de baile. Ella no necesitaba joyería y probablemente no las usaría si se
las comprara. Ella era poco exigente, las más pequeñas cosas la hacían feliz.

Así que me había estado devanando los sesos, de verdad estresándome con
esa mierda y deseando que saliera perfecto, pero al mismo tiempo mantenerlo
sencillo. Finalmente se me ocurrió un plan y llamé a Alice para conseguir su
ayuda, porque estaba muy seguro que no podría llevar a cabo esa mierda sin
su ayuda, y ella felizmente aceptó. Los dos estábamos faltando a la escuela hoy
para hacer que esto funcione, y solamente esperaba como el infierno que no la
jodiera de alguna forma y lo arruinara.

Le eché un vistazo a mi muñeca por lo que parecía la vigésima vez desde que
había bajado las escaleras, gruñendo porque me había vestido con tanta prisa
que olvidé ponerme mi reloj. El sonido de mis pies golpeando el suelo de
madera prácticamente hacía eco a través de la silenciosa y desierta planta baja
mientas paseaba de un lado al otro, y pasé la mano por mi pelo por lo que tenía
que ser la centésima vez. Ella me prometió que estaría aquí, estaba contando
con ella, y juro que si ella me abandonó en mi momento de necesidad iba a

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perder los estribos. Esta mierda era importante, ella lo sabía, así que, ¿dónde
diablos estaba?

Después de lo que pareció otra maldita hora, escuché el sonido de grava


crujiendo afuera, al frente de la casa. Me acerqué a la puerta, molesto porque
se había tardado demasiado y la abrí con fuerza. Ella se bajó del coche y
caminó hacia mí con una vibrante sonrisa, toda alegre y jodidamente despierta,
irradiando alegría. Yo todavía estaba medio dormido, nervioso y sin palabras
para describir lo exasperado que estaba, y algo sobre su felicidad me irritó aún
más.

“Llegas tarde,” le dije, arqueándole una ceja. Rodó los ojos y me empujó
ligeramente para quitarme del camino y entrar a la casa. Dejó caer una bolsa
de lona en el suelo junto a la puerta y metió la mano en su bolsillo, sacando un
pedazo de papel doblado.

“Llegué temprano, Edward,” dijo ella, sacudiendo la cabeza. “Me dijiste que
estuviera aquí a las seis. Eran las 5:51 cuando me bajé del coche.

Mi frente se arrugó en confusión mientras cerraba la puerta, girándome para


mirarla. “¿No son las seis todavía?” Le pregunté. Juraría que la había estado
esperando por al menos una maldita hora, pero no había dejado la habitación
hasta las 5:45.

“No, todavía no son las seis. Y relájate, caramba. No puedes estar empezando a
ponerte histérico ya o vas a estar perdido,” dijo ella, entregándome el trozo de
papel. “Toda va a salir bien”.

Suspiré y extendí mi mano, tomando el papel. Lo deslicé en mi bolsillo y una vez


más pasé la mano por mi pelo. “¿Estás segura? Quiero decir, es suficiente,
¿verdad? Ella no es una chica extravagante y esa mierda, pero no quiero
escatimar,” dije. Alice me levantó sus cejas, pareciendo sorprendida, su
expresión causaba que mi pánico irracional sobre la situación aumentara
vertiginosamente. “Cristo, ya es demasiado, ¿cierto? Joder, me estoy
excediendo, voy a abrumarla.”

Alice negó con la cabeza, rodando los ojos de nuevo. “¿No te acabo de decir
que te relajes, Edward? Todo está genial, a ella le va a encantar,” dijo. Suspiré,
asintiendo.

“Bien. Solo estoy malditamente preocupado, ¿sabes? Nunca he hecho nada de


esta mierda antes, no sé qué demonios estoy haciendo”, le dije. Alice me sonrió

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afectuosamente.

“Lo sé. Pero como dije, todo va estar bien. La bolsa de lona tiene cambios de
ropa para los dos y escribí en el papel todo lo que vas a necesitar para que no
se te olvide nada. Y hablo en serio cuando digo que todo esto es muy dulce de
tu parte, ella realmente apreciará esto,” dijo, sus palabras sonando bastante
sinceras. Me le quedé mirando por un momento y asentí con la cabeza.

“Gracias, enana,” le dije con sinceridad, apreciando todo lo que estaba


dispuesta a hacer por mí. Alice había estado ahí para mí a través de los años
cuando prácticamente todos los demás me apodaban “causa perdida”, ni una
sola vez perdió la esperanza en mí. Después de todo lo que hice en el pasado
no debería estar dispuesta a ayudarme, pero sin embargo, lo hacía porque esa
era la clase de persona que era Alice. “De verdad.”

Sonrió con entusiasmo. “De nada. Estoy más que feliz de ayudar. Es genial
verte así, feliz y enamorado.”

Sonreí. “Sí,” comencé, apunto de decir más cuando escuché un portazo arriba.
Me tensé, mirando hacia las escaleras y vi aparecer a Jasper. Dejé escapar un
suspiro de alivio, pasando una mano por mi pelo y él sonrió.

“Alguien parece nervioso,” dijo bromeando mientras bajaba las escaleras.


Gruñí bajo mi aliento y él me dio una palmada en la espalda cuando llegó al
vestíbulo, negando con la cabeza. “Ah, lo vas hacer bien. Mi Alley-Cat no te
dirigiría mal.”

Asentí con la cabeza y escuché otro ruido arriba, tensándome una vez más y
mirando hacia arriba. Emmett apareció un momento después y me relajé otra
vez, aliviado de que no fuera Isabella. Él se echó a reír y bajó las escaleras,
negando con la cabeza. “Awww, mira a mi pequeño hermano, todo nervioso y
esa mierda. Qué jodidamente tierno,” dijo divertido. Gruñí y extendí mi brazo
dándole un puñetazo en su brazo cuando llegó al vestíbulo.

“Vete a la mierda, fuori dai coglioni*,” le dije, diciéndole que me dejara las
bolas en paz. De nuevo se echó a reír, extendiendo su brazo y devolviéndome el
golpe. Maldije y froté mi brazo, ya que él era jodidamente fuerte y esa mierda
dolía.

“Oh, deja de ser un pequeño mariquita de mierda,” dijo Emmett, dirigiéndose a


la cocina. “Estoy seguro que lo vas a hacer bien, lo que sea que estés haciendo.
Pero ahora mismo te digo, será mejor que hagas que Izzy Bizzy se la pase bien

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hoy, o voy a patearte el culo.”

Gruñí. “Lo que sea, yo siempre hago que se la pase bien,” le dije a la defensiva.
Emmett se dio la vuelta y volvió a asomarse fuera de la cocina, sonriendo
ampliamente. En el momento en que vi su expresión me di cuenta exactamente
de lo que había dicho. “Cristo, Emmett, tú y tu puñetera mente de alcantarilla,
pervertido.”

Se echó a reír, lanzando sus manos hacia arriba inocentemente. “¡Yo no dije
nada hombre!” Dijo. Gruñí, sacudiendo la cabeza.

“No tienes que decir nada, joder, yo solo me doy cuenta. Contigo todo tiene que
terminar con sexo”, le dije. Levantó su ceja inquisitivamente, sonriendo.

“Y lo dice el puto”, él dijo. Rodé los ojos y se rió. “Bueno, el puto reformado,
supongo. Ya no puedo exactamente llamarte un puto si de lo único que se está
abusando es de tu mano.”

Gruñí con fuerza, y los tres se echaron a reír. “A la mierda con todos ustedes. No
necesito de un coño para estar satisfecho,” les dije, molesto. La puerta principal
se abrió detrás de mí y eché un vistazo rápido para ver a Rosalie entrar. Me le
quedé mirando, sorprendido de que ni siquiera había escuchado su puto coche
estacionándose y preguntándome qué demonios estaba haciendo aquí tan
temprano.

“¿De verdad escuché eso correctamente?” Dijo en seguida, cerrando la puerta y


mirándome. “¿Edward Cullen acaba de decir que no necesita follar?”

Emmett se echó a reír. “Sí, lo escuchaste bien, Rosie Bebé. Nuestro pequeño
Eddie aquí, finalmente está madurando.”

Todos se rieron, obviamente divertidos por esa pendejada. Negué con la


cabeza, pasando la mano por mi pelo por la molestia. “Como dije, a la mierda
con todos ustedes,” les dije. “Qué malditos buenos amigos que son.”

“Hey, será mejor que seas amable conmigo hermano,” dijo Emmett.

“¿Y eso por qué?” Le pregunté, levantando una ceja. Él sonrió.

“Porque creo que puedo haber encontrado una solución a tu pequeño


problema,” dijo él, con un poco de seriedad en su voz. Me tensé un poco,
mirándolo fijamente.

“¿El chip?” Le pregunté después de un segundo. Asintió en respuesta y sentí

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una extraña sensación de optimismo estallar dentro de mi pecho. En su mayor
parte había cesado de husmear, prácticamente porque Isabella me había
pedido que nos relajáramos y no nos preocupáramos por todas las
complicaciones en estos momentos. Y estaba haciendo mi mejor esfuerzo por
pasar por alto todo, en especial después de esa mierda que mi padre me había
dicho ese día en el coche, y gran parte de ello pude sacarlo de mi mente, pero
no el maldito chip GPS. Eso me crispaba los nervios, el saber que ella podía ser
rastreada en cualquier momento y no tener verdaderos recursos de escape, en
caso de ser necesario. No había manera de que pudiera permitir que esa
mierda continuara, porque el protector en mi interior sentía que ella necesitaba
al menos una opción, por si acaso.

Independientemente de lo que dijo Isabella, y que tan genial mi padre parecía


ser últimamente sobre no meterse entre nosotros, no era un maldito estúpido y
reconocía que aún era posible que algún día tuviéramos que huir. Consideré
llevarla a que se lo retiraran, pero no tenía idea con quién demonios llevarla
que pudiera y lo hiciera, sin hacer preguntas. No era un procedimiento simple,
tendrían que localizarlo incrustado en su tejido y quitarlo, y hacerlo sin
preguntarme por qué carajos tenía ella instalado un GPS cuando se supone que
realmente no se utilizan en la gente.

También tendría que hacerlo sin que mi padre supiera y lograr que Isabella
diera su consentimiento para esa mierda, después de que le había dicho que
desistiría de ello, no iba a ser fácil. Por no mencionar el puto hecho de que ella
ni siquiera existe, no tiene absolutamente ninguna documentación de su
nacimiento o de su existencia, por lo que ningún maldito médico que conociera
le pondría un puto dedo encima y no podía precisamente usar las conexiones
de mi padre para ello. Pero de todas formas, el chip tenía que irse y estaba
determinado a encontrar una manera de eliminar al menos esa complicación.

No estaba diciendo que la otra mierda ya no me molestaba, porque lo hacía.


Estaba constantemente rondando en mi cabeza, de vez en cuando mi
curiosidad aumentaba. Gran parte de la mierda que mi padre me había dicho
ese día que fuimos al campo de tiro tocó una fibra sensible en mí, la mitad de
ello realmente no tenía mucho sentido… especialmente las partes sobre mi
madre. Todavía me molesta que haya insinuado que ella no era tan
jodidamente buena y pura como yo la recordaba que era, y quería saber qué
demonios quería decir con que no era su culpa que ella muriera. Entre más
pensaba en ello, más me parecía como si él estuviera tratando de culpar a mi
madre por conseguir que la mataran y eso me irritaba. Sí, incluso me pregunté,

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conforme avanzaba el tiempo, si ella había hecho algo para lograr la atención
no deseada de la gente equivocada, pero nada de lo que pudiera haber hecho
justificaría el hecho que fuera asesinada, así que de todos modos no podía
hacerme culparla.

Pero aun así, me preguntaba a quién carajos culpaba mi padre por ello, si no a
él mismo. ¿Culpaba a mi mamá? ¿Es por eso que estaba insinuando que ella
no era tan jodidamente buena como yo recordaba que era? Y cuando salió del
coche y me dijo que si no dejaba de husmear iba a perderme como la perdió a
ella… ¿me estaba dando la puta confirmación de que mi madre había estado
husmeando después de todo? ¿En qué demonios podía ella haber estado
husmeando? Ella odiaba el trabajo de mi padre, ella no se habría involucrado
en esa mierda a menos que sintiera que no tenía otra opción. Entonces, en todo
caso, ¿qué podría haber sido?

Realmente quería saber, ahora más que nunca, por qué demonios había sido
asesinada. Pero estaba tratando de no pensar en esa mierda y no dejar que mi
curiosidad me controlara, porque si mi padre estaba siendo civil por el
momento, no quería andar husmeando por allí y abrir una lata llena de
gusanos o lo que sea.

Otra cosa que me molestó, es cómo diablos mi padre sabía la mierda que
sabía. Las cosas que dijo sobre que Isabella necesitaba estructura y ser
introducida gradualmente al mundo real, tenía maldito sentido, ¿pero cómo
demonios sabía él eso? Yo ni siquiera había pensado en esa mierda, pero él
parecía saber exactamente lo que había qué hacer, como si fuera una acción
instintiva en él o que tuviera experiencia en ello, pero eso no tenía sentido. Por
otra parte, ¿por qué siquiera se tomaba la puta molestia? ¿Por qué demonios
había comprado de verdad a Isabella? Porque era malditamente claro ahora
que ella no solo era una maldita niña esclava, no si él me dejaba estar con ella
por el momento y tratando de aclimatarla a nuestra definición de “normal”.

Yo había hecho todo lo posible por ayudarla este último mes o algo así, y cada
día tenía más claro que mi padre había tenido toda la razón. Mi puto mundo se
la habría comido viva si hubiera sido lanzada en él desde el primer momento.
Hablé mucho con Alice en las últimas semanas y ella me había ayudado sin
que nadie lo supiera, dándome ideas de cómo demonios conseguir que Isabella
se abriera y se acostumbrara a la vida real. Fue jodidamente duro algunas
veces porque sabía que estaba accediendo a mierda con la que ella estaría un
poco incómoda, pero lo hice porque ella necesitaba que pasara. Ella estaba
preparada para ello. Tenía que encontrar un poco de independencia en su

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interior y no apoyarse tanto en mí, y, Cristo, quería que ella se apoyara en mí
pero no era un maldito estúpido. Entendía que no siempre podría estar ahí para
ella. Iba a tener que encontrar la manera de parase sobre sus propios pies de
forma independiente, no importa cuán difícil sea el aprender a hacerlo.

El viaje al spa fue un ejemplo de cómo estoy tratando de ayudarla a encontrar


un poco de independencia y normalidad. Alice se había acercado a mí unos
días antes y me preguntó qué pensaba de que ellas se la llevaran y al principio
tenía mis dudas, pero finalmente pensé al menos probaría para ver cómo le iría
sin mí. La mierda fue difícil, me sentí como si la estuviera arrojando a los
puñeteros lobos y no quería nada más que sentarla y explicarle esa mierda, lo
que exactamente iba a suceder, pero mantuve la boca cerrada porque ella tenía
que aprender a hacer las jodidas preguntas si no sabía algo. Y cuando Alice le
dijo que iban a ir al spa e Isabella automáticamente dijo “está bien” su maldita
respuesta de siempre que odiaba porque nunca sabía cómo se sentía ella
realmente al principio y quería decirle que no tenía que ir. Pero mantuve la boca
cerrada y simplemente les di a esas perras una sutil advertencia para que la
trajeran de vuelta intacta, esperando lo mejor.

Por supuesto, ellas no escucharon, y terminaron por hacerla que se hiciera una
puta depilación. Al principio había estado molesto, porque Isabella estaba bien
como estaba, y me encabroné todavía más cuando me dijeron que ella se hizo
esa mierda a solas con un maldito hombre. Me importaba una mierda si era
gay o no, esas perras deberían saber que no tenían por qué hacer que hiciera
esa mierda, no solo por mí sino también por ella. Podía sonreír y decir que
estaba bien todo lo que quisiera, pero conozco a mi chica. Sabía que esa
mierda era difícil para ella, en especial por su miedo a ser violada. No le dije a
Rose o a Alice esa mierda, que ella tenía tanto miedo a ser violada, porque
sentía que no era mi lugar andar divulgando los más profundos secretos de
Isabella a la gente de afuera. Pero aun así, joder, ellas deberían haber sabido
que no debían haber hecho eso.

No podía negar que tuve que luchar contra los celos irracionales ante el hecho
de que un hombre haya visto y tocado el área privada de mi chica. Y sí, después
me puse posesivo con ella y no podía quitarle las malditas manos de encima en
la tina de baño. El hecho de que solamente tengo 17-jodidos-años y sigo
estando impulsado, predominantemente, por mis hormonas fue lo que me llevó
a irrumpir en el baño donde estaba, después de enterarme de la depilación. Por
supuesto, quería ver cómo estaba, porque estaba malditamente preocupado
sobre cómo se sentía y cómo estaba lidiando con ello. Pero después que supe

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que ella estaba bien y vi la belleza que era sin nada de vello, joder, no pude
evitarlo. Tenía que tocarla, tenía que sentirla. Así lo hice, y que me lleve el
diablo si el que la hiciera correrse con el vibrador no fue la maldita cosa más
caliente que jamás había visto.

Había estado verdaderamente tentado a penetrarla con él, ver cómo


reaccionaba al tenerlo dentro de ella, porque esa mierda era mucho más
pequeña que yo, pero me resistí a la tentación. Ella tenía que estarse sintiendo
un poco rara después de tener a algún extraño hijo de puta metiéndole mano en
sus partes privadas, así que lo último que ella necesitaba era mi culo
poniéndose todo hormonal y queriendo follarla en su primera vez con un
juguete de plástico para añadir a su incomodidad. Además, quería que su
primera penetración fuera hecha por mí, personalmente. Había algo de verdad
jodidamente erótico en eso, ser lo primero que de verdad entrara en ella.

Le dije que la deseaba, y realmente lo hacía, y al momento que ella me


cuestionó al respecto sabía que podía haberla tenido. Ella me hubiera dejado, y
no sabía si de verdad ya estaba preparada o estaba cediendo porque sabía
que la deseaba, pero de todas formas no era el momento adecuado. No solo
porque eran mis inseguridades las que estaban saliendo a flote y haciéndome
actuar de forma posesiva, ella ya había tenido un día bastante extraño y yo
había estado bebiendo. Podía tocarla pero no quería reventar su cereza
después de haber tomado bastante Vodka. Yo quería estar sobrio para esa
mierda, en mis putos cinco sentidos para asegurarme de no volver a caer en esa
mentalidad de “todo sobre mí” que solía tener mientras follaba. No, nuestra
primera vez tenía que ser todo sobre ella. Tenía que adorarla y tratarla de la
forma correcta y no tenía la mentalidad para ser capaz de hacer eso cuando
estábamos en la tina de baño. Además, era extraño, pero se sentía como que
algo no estaba bien. Como que el momento no era el adecuado por alguna
razón, como que alguna mierda faltaba. Y no podía decir que era, pero lo
sentía. Y eso estaba jodiendo con mi cabeza, porque, ¿desde cuándo me había
convertido en el tipo de persona que necesitaba que toda la mierda estuviera
perfecta para mojar su polla? Pero era Isabella, y por supuesto, cada maldita
cosa era diferente con ella. Solo deseaba saber qué demonios era lo que
estaba mal para que pudiera solucionar esa mierda.

A pesar de todo eso y el ligero retroceso que había tenido por el viaje al spa,
Isabella había hecho algunos putos progresos importantes mentalmente en este
último mes, lo que me demostró aún más que mi padre sabía de lo que estaba
hablando. Y odiaba esa mierda, admitir que él podía saberlo que Isabella

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necesitaba más que yo, pero no podía negar que era la puñetera verdad. Eso
no lo absolvería de esa mierda que le hizo a ella por lo del arma, sin embargo,
él no esperaba ser perdonado por eso. Pero me hacía comprender mejor
algunas de sus otras acciones, su jodida paciencia con ella y cómo lentamente
comenzó a tratarla casi de forma normal. Pero aun así, ¿por qué? Él no podía
estar haciendo esa mierda por mí, tenía que haber algo más. Nada de esto
tenía sentido, pero no estaba en posición de tentar a la suerte y andar
buscando respuestas. Al menos, no hasta que supiera que si íbamos a tener
que huir de inmediato él no sería capaz de encontrarnos fácilmente.

“Entonces, ¿cuál es la solución?” Pregunté vacilante, casi jodidamente nervioso


por ello. Mi hermano era bastante inteligente cuando se trataba de mierda
técnica y en realidad no había manera de saber que maldito plan se le había
ocurrido.

“Bueno, no es solo una cosa, se trata más de un par de cosas que combinadas
pueden ganarte algo de tiempo en caso de un apuro hasta que surja una
solución permanente,” me dijo. “En primer lugar, tenemos que conseguir un par
de bloqueadores de GPS. Hacen unos bastante decentes en estos días y estoy
seguro de que si vas con quién sea que te consigue tu arsenal de armas,
puedes conseguir algunos de gran alcance. Necesitas por lo menos uno para
conectarlo en tu coche y se enciende, ¿sabes?”

Asentí con la cabeza. “Está bien, puedo conseguir uno de ellos. ¿Qué más?”

Él suspiró. “Hicieron unos nuevos bloqueadores GPS, son como del tamaño de
la palma de la mano y pueden caber en tu bolsillo. Podemos conseguir uno o
dos de esos para ella para que los lleve si se aleja del Volvo. Su batería
solamente dura unas pocas horas después de encenderlos y necesita
recargarse, pero podrían ser útiles. El único problema sería aprender a
ocultarlos en caso de que papá vea uno.”

Asentí con la cabeza. “¿Eso es todo?” Le pregunté, alzando las cejas


inquisitivamente. Negó con la cabeza.

“Eso es solo un respaldo. Lo que tengo que hacer es conseguir acceso a la


laptop de papá, porque te aseguro que el programa que utiliza para rastrearla
está en ella. También podría tenerlo en su teléfono, no lo sé. Pero si puedo tener
acceso, puedo encontrar una forma de hackearla y cambiar el código. Después
de unas llamadas por teléfono y cobrarse algunos favores él probablemente va
a encontrar la manera de poder entrar de nuevo, pero al menos puede

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comprarnos algo más de tiempo,” dijo él, encogiéndose de hombros.

Asentí de nuevo. “Sí, eso ayudará mucho,” le dije, un poco aliviado de que
aunque no era una solución permanente al menos nos ayudaría un poco.

“Sí, aunque no es todo,” él dijo. “Una vez que entre al programa, tal vez pueda
cambiar la señal que él está siguiendo. Si podemos conseguir una señal GPS
en la casa, puedo cambiar las coordenadas que él está rastreando por unas
nuevas. Probablemente le tome un tiempo darse cuenta y rastrear la señal
correcta, en especial si no la ha estado revisando regularmente.”

Me le quedé mirando sorprendido. “Mierda, Em, esa es una idea jodidamente


buena,” le dije.

Sonrió, viéndose jodidamente orgulloso de sí mismo.

“Sí, lo sé,” dijo. “Ahora solo tenemos que encontrar la manera de conseguir
acceso a la laptop de papá.”

Le sonreí y asentí, escuchando a Rosalie resoplar. La miré de reojo y vi que ella


me estaba viendo a mí y a Emmett con molestia.

“Ustedes dos son unos jodidos idiotas, lo juro,” dijo sacudiendo la cabeza.
“¿Están tratando de meterse en problemas? En serio, ¿no se han puesto a
pensar que tal vez doctor C sabe qué diablos está haciendo? Tal vez solo
deberían dejar las cosas así.”

Emmett simplemente se encogió de hombros, obviamente disfrutando de tener


un puto rompecabezas que resolver a pesar de si debería hacerlo o no, y yo
negué con la cabeza.

“De ninguna jodida manera,” le dije, irritado de que ella siquiera sugiriera esa
mierda. Oí a Jasper suspirar y le eché un vistazo.

“Tal vez Rose tiene razón,” dijo. “Tal vez sea lo mejor que solo dejen las cosas
como están.” Mis ojos se abrieron por la sorpresa de que él tomara esa
posición.

“¿En serio, Jasper? ¿Crees que es mejor dejarla con un chip como un puto
perro? No puedes venirme a mí con esa mierda, eres una persona de jodidas
estadísticas. Dime, ¿cuáles son las probabilidades de que un puñetero
dispositivo de rastreo GPS pueda llegar a ser útil y de verdad ayudarla?” Le
pregunté. Él me miró por un segundo antes de negar con la cabeza.

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“Estoy de acuerdo en que las posibilidades de que alguien lo necesite para
ayudarla son escasas, pero nunca se sabe, Edward,” él dijo. Rodé los ojos.

“Como sea, no hay razón por la que alguna vez habríamos de usarlo para
encontrarla. Ella nunca va a desparecer, no me importa,” dije a la defensiva.
Estaba actuando un poco irracional e inmaduro, pero no podía evitarlo. “De
todos modos, tienes que admitir que las probabilidades de que esa mierda la
lastime son mayores. Y piensa como una puta persona compasiva. ¿Te gustaría
una de esas malditas cosas dentro de ti para que alguien pudiera rastrearte
constantemente? Esa mierda no es justa para ella.”

Jasper se me quedó mirando por un momento antes de asentir. “Tienes razón,”


dijo simplemente. Asentí y escuché que Rosalie resopló una vez más,
obviamente no le gustaba el hecho de que mi otro hermano estuviera ahora de
mi lado. Traté de no tomarme esa mierda personal, ella había sido lo
suficientemente amable con Isabella estos días y sabía que solamente estaba
preocupada de que su novio fuera arrastrado en alguna mierda que podría
hacerle daño. Tampoco me gustaba, y deseé poder resolverlo por mi cuenta y
mantener a mis hermanos fuera de esto, pero no pude.

“En fin,” dije, echándole un vistazo a mi muñeca y gimiendo otra vez porque
todavía no tenía puesto mi pinche reloj. “Tengo que irme, tengo mierda qué
hacer.”

Todos asintieron de acuerdo, deseándome suerte. Alice dijo que levantaría a


Isabella en unos cuantos minutos y ellas empezarían su día. Casi me sentí mal
de dejar a Isabella con Alice todo el día sin darle ninguna advertencia, pero
realmente quería darle una sorpresa. Alice iba a llevarla a que la embellecerla,
manicuras y pedicuras. También le iba a comprar un vestido para esta noche y
luego iba a llevarla a su casa para prepararla. Ya le había establecido algunas
reglas básicas en todo esto, como nada drástico en su cabello y sin un montón
de puto maquillaje y nada de esas malditas uñas de acrílico. Isabella no
necesitaba que le hicieran esa mierda, y sabía que de todos modos no le
gustaría. Le dije que no se esmerara tanto y se suponía que Isabella elegiría el
vestido. Nada demasiado llamativo, no muy corto o esas cosas e iba a llevar
zapatos planos.

Sí, estaba siendo exigente con Alice y tal vez eso estaba mal ya que ella me
estaba haciendo un favor, pero me importaba una mierda. Yo podía planear lo
que sea que quisiera y organizar todo y la noche aún podría ser un desastre
total si Isabella se torcía un tobillo tratando de caminar en algunos ridículos

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 909


tacones que Alice la obligara a ponerse.

Agarré mi laptop y la bolsa que Alice había dejado caer en la puerta y salí,
yendo directamente hacia el Volvo. Finalmente el sol comenzaba a salir y sabía
que Isabella se despertaría pronto sola, si Alice no la despertaba. Encendí el
coche, poniéndolo en marcha y bajando por el camino de entrada, volando a
través de Forks y llegando a la carretera 101 para Port Angeles. Tenía algunas
cosas que quería realizar y solo tenía unas cuantas horas para hacerlo antes de
que Alice llevara a Isabella de vuelta a la casa para encontrarse conmigo.

Las carreteras estaban totalmente desiertas porque era muy temprano, así que
pude llegar a Port Angeles con bastante rapidez. Tomé una desviación cuando
llegué a la zona, conduciendo a través de caminos secundarios remotos hasta
que la enorme estructura apareció a la vista. Era el The George Washington Inn,
una posada en el Estrecho de Juan de Fuca. Estaba construido en un prado al
pie de las montañas de Olympic, así que tenía vista de ambos tanto del agua
como del terreno, y supe al momento que vi al hijo de puta que a Isabella le iba
a encantar. La vista era increíble, algo que sabía que ella apreciaría, y estaba
aislado así que no teníamos que preocuparnos por otras personas estando
cerca de la zona. Los había llamado hace algunos días, prácticamente
rogándoles que me dejaran el lugar por esta noche, y al principio se resistieron,
pero finalmente cedieron cuando les ofrecí una maldita fortuna. Sí, renté toda la
puta posada por una noche… así que demándenme.

Estacioné el coche frente a la enorme mansión color blanco y salí, mirando


alrededor. El sol finalmente se había puesto del todo, echando luz a lo largo del
prado. Al otro lado del prado, entre algunos árboles, estaba lo que parecía ser
algunos ciervos. Los miré fijamente por un momento, pensando que tenían que
ser alguna mierda ornamental hasta que uno de ellos se movió y dio unos
pasos hacia adelante en mi dirección. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y
miré alrededor malditamente aturdido, sintiéndome como si estuviera en alguna
maldita película de Disney o alguna mierda de esas y los animales estuvieran
saliendo para saludarme. Casi esperaba que el hijo de puta empezara a hablar
con esa forma en que me estaba mirando y estuve malditamente cerca de tener
el impulso de agarrar el arma bajo mi asiento en caso de que lo hiciera. Fue
algo surrealista y tuve que reírme de mí mismo después de un momento porque
estaba siendo malditamente ridículo al respecto. Todo el tiempo veía putos
ciervos en nuestra casa, pero algo sobre estar aquí y verlos simplemente ahí
pasando el rato cerca, en el césped de enfrente, parecía diferente. Era extraño,
por no decir otra cosa.

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Después de un momento escuché que alguien se aclaró la garganta y volví la
cabeza hacia la mansión para ver a una mujer, más o menos de la edad de mi
padre, de pie en la puerta principal. Me sonrió cálidamente y se presentó como
la dueña. Traté de usar un poco de mis encantos con ella, jodidamente
agradecido de que hubiera accedido a rentarme el lugar, y me dijo que entrara
para que pudiéramos hacer negocios. Agarré la bolsa de lona y la laptop del
coche, dirigiéndome al interior e inmediatamente vi el piano en la esquina. No
era tan bueno como el mío, pero sería suficiente para esta noche. Ella se sentó
detrás de un escritorio y yo saqué los treinta billetes de cien dólares,
entregándole los tres mil que había acordado pagar. Podía ver la emoción en
sus ojos cuando los tomaba y sonreí satisfecho, sabiendo que con seguridad le
estaba haciendo la maldita noche. Por lo general, ellos solo ganaban $850 por
una noche con el hotel lleno, lo que significaba un chingo de trabajo para ella
con el fin de complacer a un puñado de huéspedes y aquí estaba yo pagándole
más del triple de esa mierda para que no me molestaran. Le confirmé el hecho
de que se suponía que debería de estar fuera de vista la mayor parte de la
noche que quería total privacidad y una vez más ella estuvo de acuerdo,
prometiéndome que se esfumaría después de las 4:00 y sería como si no
estuviera ahí.

Me dio un rápido recorrido por el lugar, señalando las diferentes habitaciones.


Ella tenía gente en una de las habitaciones más pequeñas que no se irían en
algunas horas, pero no me importaba ya que no nos íbamos a quedar ahí de
todos modos. Ella me mostró el camino a la habitación más grande, la cual dijo
que era la suite presidencial pero que en realidad no era mucho más grande
que mi habitación en casa, pero como sea, estaba bonita y a Bella le gustaría
así que me importaba una mierda. Dejé caer la bolsa de lona en la esquina de
la habitación y coloqué mi laptop sobre la mesa. Ella se fue, diciéndome que el
lugar era esencialmente mío por las próximas veinticuatro horas, y una vez más
le di las gracias, esperando como el demonio que fuera la última vez que veía
su cara hasta que nos marchemos. Parecía una mujer agradable y todo pero
esta noche no quería ninguna interrupción. Solo quería que fuéramos Bella y yo,
nadie más.

Me dirigí de nuevo hacia el coche y abrí la puerta del lado del conductor,
deslizándome al interior del Volvo. Lo encendí y le di la vuelta, saliendo de
nuevo al centro de Port Angeles. Conduje hacia First Street y me estacioné,
saliendo del coche. Cerré la puerta y accioné los seguros del Volvo, no quería
que nadie se llevara al hijo de puta, y miré alrededor. Saqué de mi bolsillo
trasero la lista que Alice me había hecho, desdoblándola y revisándola

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rápidamente. Mi ceño se frunció al ver algunos de los artículos, ya que no tenía
ni puta idea de dónde conseguirlos siquiera. Como una maldita canasta,
¿dónde demonios compras una canasta de picnic? ¿Y para qué demonios
necesito una canasta de picnic? ¿Tenía cara del maldito Oso Yogui? ¿No podía
simplemente comprar un maldito contenedor y arrojar la mierda en una de esas
bolsas de compras de plástico que estaba seguro conseguiría media docena en
este viaje?

Me parecía un desperdicio, pero como sea. Estaba confiando en Alice para que
me guiara, al igual que yo estaba guiando a Isabella. Todos necesitamos un
poco de ayuda a veces y era claro para mí que el departamento del romance
era algo en lo que definitivamente podría mejorar.

Caminé por las tiendas por un rato, encontrando una canasta que se veía
decente en alguna tienda de antigüedades. No sabía qué clase de puta canasta
era, si incluso había diferente tipos de canastas. Le pregunté a la trabajadora si
era una canasta de picnic y ella me miró como si fuera un estúpido, lo que me
hizo querer pegarle con la dichosa canasta de mierda, pero mantuve la calma
lo mejor que pude. Lo más probable es que ella no tenía ni puta idea de la
diferencia entre las canastas, si siquiera había una diferencia, y solo tenía este
trabajo por el salario mínimo para pagar su alquiler, y ahí estaba yo haciéndole
perder su jodido tiempo por una maldita canasta inútil. Pero no pude evitarlo.
Estaba empezando a estresarme y estaba actuando de nuevo como un
quisquilloso, queriendo hacer el día perfecto, pero ya se estaba yendo a la
mierda porque Alice tenía que escribir en mi lista ‘canasta de picnic’.

Después de lo que me pareció una hora, simplemente compré la maldita cosa,


ya que parecía lo suficientemente grande para usarla en picnics. Tengo que
recibir mérito por al menos intentarlo, aún si es la equivocada. Después de
haber pagado la canasta, volví a mirar mi lista, congelándose cuando mis ojos
llegaron a las palabras ‘manta para picnic’. Fulminé con la mirada la palabra
‘picnic’ por un momento, de pronto deseando haberla llevado a cenar a un
maldito restaurante en Seattle como cualquier otro pendejo estaría haciendo
con su novia esta noche.

No estaba seguro de qué carajos era una manta de picnic, pero me imaginé
alguna manta a cuadros color rojo y blanco como lo vi en los dibujos animados
al crecer. Sabes a lo que me refiero, ¿cierto? ¿Los dibujos animados con el puto
oso hormiguero y las hormigas llevándose la maldita comida? El solo pensar en
ello empezaba a estresarme todavía más, porque ni siquiera había pensado en
los bichos. ¿Qué pasa si las moscas o las hormigas o las abejas invaden mi

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maldito picnic, qué se supone que debía hacer al respecto?

Volví a echarle otro breve vistazo a la lista, sin ver nada que pareciera que su
propósito era repeler a los insectos, y metí la mano en mi bolsillo para agarrar
mi teléfono. Lo abrí y de inmediato encontré el nombre de Alice, suspirando
molesto. Comenzó a sonar y esperé impaciente.

“¿Sí?” Dijo con timidez cuando contestó después de lo que pareció el maldito
millonésimo timbrazo. Gemí, levantando mi mano para pellizcar el puente de mi
nariz y casi picándome el maldito ojo con mi lista. Sí, el día se estaba yendo al
infierno.

“¿Qué demonios se supone que voy a hacer cuando las hormigas intenten robar
mi maldita comida, Alice?” Ella no respondió por un momento, pero finalmente
se rio, lo que me encabronó porque estaba lejos de ser algo divertido. Esto era
jodidamente serio. “No encuentro esta mierda divertida, Alice. ¿Y qué diablos es
una manta de picnic?”

Siguió riendo y gemí, colgando el teléfono porque estaba molesto y ella no


estaba ayudando. Iba a meterlo de vuelta en mi bolsillo pero antes de que
pudiera hacerlo empezó a sonar de nuevo, Suspiré, contestándolo. Suspiré y lo
respondí.

“Qué, joder, ¿quieres reírte un poco más?” Espeté, exasperado. Soltó una
risotada pero estaba tratando desesperadamente de contenerse.

“¿No te dije que te relajaras, Edward? Te estás alterando por nada. Los insectos
no serán un problema. Y una manta para picnic es solo una manta, cualquier
manta. Solo compra una manta,” ella dijo.

“Muy bien, gracias,” murmuré, terminando la llamada y deslizando mi teléfono


en mi bolsillo. Entré en una tienda y miré alrededor, decidido a comprar la
primera puta manta que viera, pero me congelé cuando el patrón a cuadros en
rojo y blanco llamó mi atención. Suspiré y sacudí la cabeza mientras leí las
palabras “manta para picnic” escritas en el plástico en el que estaba revestida.
Había tenido una puñetera crisis por nada.

La cogí, junto con un montón de contenedores, pagué todo antes de volver a


salir hacia el Volvo y arrojar las cosas en la parte trasera. Subí al coche y me
dirigí al otro lado de la ciudad a la tienda de comestibles, entrando y
agarrando una de esas cestas para cargar que tenían colocadas del otro lado
de la puerta. Al menos sabía que la canasta no era una puta canasta de picnic.

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Pasé por la tienda rápidamente, gracias a Dios tenía un poco de experiencia
ahora en esta mierda por ir con Isabella, y agarré todo lo que Alice había
escrito en la lista para mí. Las llevé al frente para pagarlas, agarrando un par
de barras de Toblerone en la caja. Era el puñetero Día de san Valentín y la
gente compraba chocolate, así que esa mierda parecía tener sentido al menos.

Llevé las bolsas al coche y comencé a atravesar la ciudad, dirigiéndome de


vuelta a la posada. Llegué y salí del coche agarrando todas mis cosas. Pasé a
algunas personas que se estaban yendo mientras me dirigía al interior,
asintiendo con la cabeza a manera de saludo y encontrándome de nuevo a la
posadera. Ella se ofreció a ayudarme y yo le dije que no haciendo un ademán
con la mano, diciéndole que yo podía hacer esa mierda solo y por suerte ella se
fue corriendo. Fui a la cocina de allí y saqué la canasta, acomodando la
comida lo mejor que pude. Me llevó algo de tiempo pero finalmente conseguí
llenar la canasta y la puse en el refrigerador para mantenerla fría. Puse la
manta sobre la encimera y volví a salir hacia el Volvo, volviendo a subir en él y
conduciendo directamente de regreso al centro de Port Angeles. Fui a la
floristería y eché un vistazo a las flores, sintiéndome tan fuera de mi elemento
que era jodidamente ridículo. Nunca había comprado una maldita flor en mi
vida, esa mierda crecía en el suelo y no tenía sentido pagar tanto puto dinero
por algo que iba a morir. Pero era el Día de san Valentín y a juzgar por lo lleno
que estaba el jodido lugar, era obvio que comprar flores era la mierda que se
supone tenía qué hacer.

No sabía diferenciar entre la mayoría de las flores, pero sabía que era una
maldita rosa, y tal vez era cliché pero me fui por lo que conocía. Pedí cuatro
docenas de rosas rojas y el hombre me las puso en floreros y me hizo la cuenta.
Estaba jodidamente sorprendido por el precio, porque, ¿quién demonios paga
cerca de 200 dólares por unas malditas flores que solo se van a quedar ahí, y
luego se marchitarán en unos pocos días? Al parecer, la respuesta a eso era yo,
porque saqué la Amex y las pagué sin quejarme demasiado. Salí, colocándolas
con cuidado en el asiento de atrás, esperando como el infierno que las hijas de
puta no se volcaran y tiraran agua en mi asiento de cuero. Conduje
directamente a la posada de regreso, subiendo las flores a la suite y
poniéndolas alrededor. Tomé una flor y empecé a quitarle los pétalos,
arrojándolos sobre la manta color canela en la cama. Arrojé el tallo a la basura,
tomando otra rosa de un florero y entrando al cuarto de baño. Arranqué los
pétalos, aventándolos a lo largo de la encimera alrededor del lavabo antes de
tirar también ese tallo. Vi que hacían todo el tiempo esa mierda en las películas
y las chicas parecían tragárselo, así que pensé que valía la pena intentarlo.

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Le eché un vistazo a mi muñeca, gimiendo por mi estupidez porque todavía no
tenía mi puto reloj puesto y ya debería haber entendido esa mierda. Negué con
la cabeza y miré alrededor buscando un reloj, sorprendido cuando vi que era
mediodía. ¿A dónde se había ido el tiempo?

Agarré una rosa de uno de los floreros y salí, conduciendo de vuelta a Forks.
Todavía tenía los putos nervios de punta, una nausea persistente desde el fondo
de mi estómago. Sabía que estaba siendo ridículo, que Isabella apreciaría el
gesto y no tenía que ser un maldito perfeccionista, pero no pude evitarlo. Quería
que las cosas salieran perfectas esta noche, quería darle un día para recordar
porque ella se lo merecía.

Volví a casa y entré, arrojando la rosa sobre la encimera de la cocina y


agarrando un refresco del refrigerador. Subí a mi habitación, quitándome la
ropa. Miré alrededor, notando que Isabella se había tomado el tiempo para
hacer la cama esta mañana incluso a pesar que Alice estaba aquí y
probablemente siendo una jodida molestia. Pero esa era Isabella, hizo esa
mierda a pesar que le he dicho incontables veces que no tenía qué hacerlo. Era
algo tan trivial pero me recordó su fuerza de voluntad, su fuerza y
determinación que solamente yo consigo ver la mayor parte del tiempo. Cuando
ella estaba decidida en hacer algo, iba a hacer esa mierda no importa lo que
yo dijera… y amaba eso de ella. Iba a ser jodidamente intrépida una vez que se
reprogramara.

Odiaba decirlo de esa forma, pero así era como se sentía. Estaba intentando
conseguir que olvidara lo que sabía y enseñarle mierda a nuestra manera. Me
sentí como si estuviera reprogramándola para una nueva vida.

Me metí en la ducha para bañarme y me paré bajo las gotas de agua, tratando
de calmarme. Estaba tenso y exagerando sobre mierdas estúpidas, y Alice tenía
razón… iba a sentenciarme yo solo si no me relajaba. Pero joder, no podía
evitarlo así era yo y sabía que si me fumaba una pipa o me tomaba un par de
tragos de vodka me ayudaría a relajarme, pero estaba tratando de mantenerme
jodidamente sobrio hoy. De todos modos, no me gustaba depender de esa
mierda, no quería tener que intoxicarme para pasar por este día. La mierda se
supone que tenía que ser especial, se supone que es una declaración de
nuestro amor y que clase de pendejo sería si necesitara joderme para sobrevivir
eso.

Me recosté en la pared de la ducha, cerrando mis ojos y suspirando. Bajé mi


mano y la envolví alrededor de mi polla, ya que estaba jodidamente duro como

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era costumbre y sabía que al menos el liberarme relajaría un poco mis
músculos. Me acaricié un par de veces, manteniendo mi agarre firme y tomó un
tiempo antes de que pudiera sentir acumularse la presión dentro de mí porque
no era capaz de desconectar mi mente. Y solamente seguía pensando en putas
canastas, hormigas y flores, y cómo voy a joderla y decir algo mal o decir algo
que la encabronará, simplemente porque esa era mi maldita suerte. Finalmente
lo sentí y gemí, echando mi cabeza hacia atrás y golpeándola con fuerza contra
la pared. Un dolor agudo cubrió rápidamente la parte de atrás de mi cabeza al
mismo tiempo que mi orgasmo llegó, y la mezcla intensa de placer y dolor
recorriendo mi cuerpo eso casi dobla mis rodillas. Después de un segundo dejé
de bombear, soltando mi polla y simplemente me quedé ahí bajo el agua con
los ojos cerrados, tratando de controlarme. Finalmente abrí los ojos y cerré la
llave del agua, suspirando.

¿Ya he mencionado que odio el maldito Día de san Valentín? Porque lo hago.

Hoy también era el aniversario de bodas de mis padres. Siempre pensé que esa
mierda era cursi, el hecho de que ellos se casaron en este día, pero creo que al
menos tenían una excusa legítima para celebrar el amor el 14 de Febrero. Si no
hubiera estado tan jodidamente desconsolado por la pérdida de mi madre
podría haber sentido un poco de alivio que al menos había alguien más allá
afuera que estaba tan estresado como yo hoy. Porque sabía sin lugar a dudas
que mi padre la estaba pasando como la mierda. Me alegré de que se fuera, lo
que reconozco era jodidamente desconsiderado, pero por lo general hoy se lo
pasa abatido, emborrachándose y poniéndose emocional, y eso era lo último
con lo que quería lidiar justo ahora. Joder, me sentía bastante mal por él, ahora
más que nunca porque en todo lo que podía pensar era, ¿qué tal si se tratara
de mí y Bella? ¿Y si fuera la mujer que amo la que estuviera muerta? Ni siquiera
me gusta pensar en esa mierda, pero sabía que también sería un pendejo
inconsolable si hubiera recibido esas cartas, sin importar de quién era la
puñetera culpa.

Me sequé y cepillé mis dientes antes de regresar a la recámara, mirando en el


closet. Me puse un par de boxers negros y una de mis camisetas blancas sin
mangas antes de ponerme unos pantalones negros. Saqué del closet una de
mis camisas blancas de botones la que tenía un diseño con rayas negras y me
la puse, abrochando los botones. Dejé unos cuantos botones de arriba
desabrochados porque siempre me sentía ahogarme si no lo hacía.

Agarré mi chaqueta color negro, porque quería intentar estar más o menos
arreglado para ella, y me la puse, dejándola desabrochada. Me puse unos

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calcetines y estaba decidiendo que zapatos ponerme antes de solo agarrar mis
malditos Nike negro con blanco porque combinaban. No iba a pasar todo el día
en unos zapatos incómodos, a la mierda.

Terminé de prepararme, asegurándome de esta vez ponerme mi reloj para no


pasarme toda la noche mirando a mi muñeca como un idiota. Me puse el
cinturón para que mis malditos pantalones dejaran de caerse y me rocié con
colonia. Me pasé las manos por el pelo para al menos tratar de que la mierda
tuviera algo de orden y me miré en el espejo.

Me veía jodidamente bien, lo sabía y la mayoría de las chicas del Instituto de


Forks se me lanzarían si me vieran. Pero sabía que mierdas como esas no
impresionaban a Isabella. Ella me encontraba atractivo, por supuesto, pero no
iba a caer de rodillas frente a mí como otras chicas. Ella se preocupaba más de
lo que estaba en el interior que de lo que estaba en el exterior. Pero aun así,
quería verme bien para ella. Quería intentar impresionarla. En realidad, no sé
cómo hacer esa mierda, cómo demonios impresionar a alguien como ella, pero
hoy estaba dando todo de mí con la esperanza de poder hacer esa mierda.
Quería que viera lo mucho que me preocupaba por ella, cuán importante era
para mí, porque esa mierda se la digo todo el tiempo pero en realidad nunca
tuve la oportunidad de mostrárselo. Cristo, todavía estamos jóvenes, vivimos en
la casa de mi padre y el 99% del tiempo que pasamos juntos lo hacemos en mi
maldita habitación. Quería que viera que lo que teníamos se había extendido
más allá de eso.

Desde que le dije a Alice de esto, la ha estado llamando la puta Operación


Cenicienta. Le rodé los ojos y le dije que estaba siendo ridícula, a pesar de que
en cierto modo como que se sentía de esa forma. Podría fácilmente llevarla de
la pobreza a la puta riqueza y ella nunca más tendría que servir a otras
personas, nunca tendría que recibir órdenes de nadie o hacer algo que no
quiera hacer. Quiero decir, mierda, hasta yo sentí antes como si hubiera estado
en una película de Disney. Pero el quid de la cuestión era que, yo no era el
Príncipe Azul. Lo más cerca que estoy a ser un príncipe es siendo un Principe
Della Mafia, y no había nada ni remotamente romántico en esa mierda.
Esperaba un “felices para siempre” como cualquier hijo de puta lo haría pero no
podía prometerle que todo el camino sería soleado. A pesar de que mi madre
solía llamarme así, lo cierto es que no estaba ni cerca a ser un jodido sol, aún si
Isabella afirmaba que olía como él. En realidad, era más parecido a la ridícula
cubierta de nube gris que parecía permanente sobre Forks. Nunca sabías
cuando iba a liberarse y llover a cántaros sobre ti, pero sabías que algún

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momento lo haría y de vez en cuando se disiparía y un poco de puto calor
brillaría a través de ella. Ese era yo, y ella trajo de vuelta la calidez en mí, pero
mi predicción sobre el futuro era casi tan buena como la del maldito
meteorólogo. Hay cambios de mierda que no podemos controlar, pero quiero
que ella se dé cuenta que estoy en esto por un largo plazo, que la quiero
conmigo en el mundo de allá afuera no importa lo difícil que esa mierda pueda
ser para nosotros.

Apagué la luz y salí de la recámara y comencé a bajar las escaleras. Llegué


hasta el vestíbulo y miré mi reloj. Ya eran casi las 3 pm y había sido un largo
día de mierda, pero era justo ahora que apenas empezaba de verdad. Alice
pronto traería a Isabella y no había manera de explicar lo nervioso que estaba.
Entré a la cocina y cogí la rosa de la encimera, caminando de regreso al
vestíbulo. De nuevo, empecé a caminar de un lado al otro, igual que lo había
hecho en la mañana temprano mi ansiedad aumentando con cada paso que
daba. No había manera de que pudiera quedarme quieto y me estaba
poniendo frenético, simplemente intuyendo que algo se iba a salir de control. Mi
mente seguía repasando todas las catástrofes potenciales que pudieran ocurrir
mientras esperaba que ese maldito coche amarillo se estacionara afuera de
nuevo. Iba a decir algo mal, lo sabía. Iba a ofenderla. Haría algo que la
encabronaría, algo que no debería de hacer.

En la noche, ella iba a estar decepcionada o se iba a abrumar por ello y entrar
en pánico. El picnic iba a ser un maldito desastre, simplemente lo sabía.
Mierda, iba a haber una invasión de hormigas, o si ellas no lo estropean e
Isabella en realidad llega a comer probablemente consiga una pinche
intoxicación alimentaria. Cristo, yo no cociné nada así que no veía cómo eso era
posible, pero si hubiera una maldita manera de que eso suceda probablemente
lo haría. Joder, ¿qué pasa si uno de nosotros tiene una reacción alérgica como
en esa película ‘Hitch’? Quiero decir, yo no soy alérgico a nada y tampoco ella
que yo sepa, pero en realidad nunca le he preguntado. Dios, ¿qué pasa
conmigo? ¿Por qué no pregunté esa mierda? Si no es nada de eso, iba a ser
una jodida tormenta, a pesar de que el hombre del tiempo dijo que iba a ser
una tarde completamente clara. Como acabo de decir hace un momento, ¿qué
saben esos pendejos? No podía predecir el puñetero futuro.

Un terremoto. Un tornado. Un tsunami. Un monzón. Un Huracán. Fuego. Una


inundación. Granizo. Una tormenta de nieve. Cristo, ni siquiera sabía si la
mitad de esas cosas eran siquiera posibles aquí, pero con mi suerte esa mierda
podía suceder. Podríamos tener problemas con el coche o tener un maldito

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accidente. Cristo, esperaba como el infierno que no jodiéramos el Volvo. Un
maldito conductor borracho nos golpee el único día que estoy decidido a
mantenerme sobrio.

Simplemente había demasiadas cosas que podían salir mal y mientras me


paseaba por la habitación, cada escenario potencial me bombardea. Estaba
entrando en pánico, malditamente cerca de sufrir una crisis nerviosa, mi mano
prácticamente pegada a mi jodido cabello. Me sorprendió que todavía no me
hubiera arrancado un puño con la forma en la que estaba jalando esa mierda.
Pero estaba nervioso y no podía evitarlo, porque se supone que esto iba a ser
perfecto y no lo era. Algo no estaba bien y no podía decir qué era, pero
simplemente alguna mierda no se sentía bien.

Seguí paseándome por la habitación y miré mi reloj una vez más, dándole
vueltas a la rosa en mis manos nerviosamente, agradecido de que la florista ya
le había quitado las espinas o mi jodida mano estaría cortada y estaría
sangrando todo el puto piso. Y si hacía esa mierda, Isabella iba a llegar y
querer limpiar, porque no querría que la maldita sangre manchara el suelo y yo
perdería el control. Oh Dios, ahí estaba otro jodido escenario por el cual
preocuparme…

Después de lo que pareció una eternidad oí el crujido de la grava afuera y me


volví para quedar frente a la puerta, tenso. Escuché el sonido de la puerta de un
coche y mi corazón comenzó a latir con fuerza y mis nervios se desataron.
Cristo, pensaría que estaba a punto de entrar en un maldito tiroteo o que los
putos federales estaban en la puerta con lo frenético que me estaba poniendo.
Era solo Isabella, la chica que por alguna razón amaba mi ridículo culo y
aguantaba mis estupideces, la que dormía junto a mí cada noche en mi cama.
Ella me vio en mi peor momento, me vio violento y fuera de control y aun así
logró amarme. No había ninguna maldita razón para que actuara de esta
forma, incluso si consiguiera hacer de esta noche un desastre total. A ella no le
importaría, ella probablemente se cagaría de la risa o solo se encogería de
hombros y me daría las gracias por intentarlo. Pero simplemente no hacía estas
cosas y no importa cuántas veces Alice me dijo que mis planes eran buenos o
que lo iba a hacer bien, todavía no se sentía bien. Era como tener un puñetero
rompecabezas con todas las piezas dispersas y conseguir reunir pequeños
grupos pero ninguno parece encajar bien porque te hace falta una pieza. El
problema es que no sabes cuál jodida pieza es, cuán importante es para todo el
cuadro, simplemente sabes que falta la maldita cosa.

El pomo de la puerta giró y me tensé todavía más, mi mente y mi corazón,

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ambos trabajando frenéticamente. Me sentí como si estuviera teniendo un
ataque al corazón o un colapso mental, algo e independientemente de lo que
fuera pensé que de seguro pronto iba a necesitar un puto médico. En mi pánico
irracional incluso me preguntaba si Bella sabía RCP e hice una nota mental
para enseñarle esa mierda en caso de que alguna vez yo cayera. Con el tiempo
tenía que suceder con la forma en que ella hacía trabajar de más mi corazón.

La puerta se abrió y me le quedé mirando, luchando contra el impulso irracional


de escabullirme y huir. ¿Qué diablos se me había metido? Ni siquiera me
reconocía. Isabella entró por la puerta y me miró, quedándose inmóvil. En el
momento en que mis ojos se posaron en ella, todo el pánico que me había
invadido y carcomido todo el día se desvaneció casi al instante. Porque en ese
momento supe precisamente qué había estado mal, qué era lo que faltaba.

Era ella.

Ella era la pieza faltante del rompecabezas, y ahora que estaba aquí frente a
mí todo parecía encajar justo a la perfección. Todo estaba bien de nuevo. No
me preocupaban los tornados, terremotos o incendios, no estaba alucinando
con putas hormigas y honestamente no me importaba qué tipo de cesta de
mierda compré. Nosotros soportaríamos y nos encargaríamos de lo que sea que
la vida nos arrojara en el camino. Todo lo que importaba era la hermosa mujer
a pocos metros frente a mí, parada ahí mirándome sorprendida, luciendo tan
jodidamente nerviosa como yo me había sentido durante todo el día.

En realidad, ‘hermosa’ no estaba ni cerca a ser la palabra correcta para como


lucía. Rápidamente me exprimí el cerebro mientras estábamos allí, tratando de
encontrar la palabra correcta para describirla, pero no había una. Lo más
cercano que pude encontrar fue ‘perfecta’ y sabía que ella no era perfecta en el
puto sentido tradicional, todos teníamos jodidas imperfecciones, pero mirándola
simplemente parecía encajar. ‘Perfecta’.

Me había estado rompiendo el culo y estresándome, tratando de hacer que el


día fuera perfecto cuando había sido completamente innecesario, ya que
cualquier momento junto a ella era perfecto tanto como un momento podría ser.
Podríamos estar enfermos de gripa y viendo Fox News, del cual prefiero
caminar sobre brasas que verlo, y estaría muy contento siempre y cuando ella
estuviera a mi lado. Podrías ir a la iglesia, prefiero que me corten con cuchillas
de afeitar y me arrojen en un charco de alcohol que ir, y no me inquietaría. No
tenía nada contra la religión organizada y no descarto el hecho de que podría
haber un Dios, pero con la vida que vivíamos estaba bastante seguro que me

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 920


golpearía un rayo si iba a rendir culto a la casa del Señor. Pero me arriesgaría
a esa mierda si Bella quería ir a la iglesia, y no me lo pensaría dos veces,
porque mientras ella esté junto a mí no sería tan malo, sea que me electrocutara
o no.

Ella estaba parada en la puerta mirándome con curiosidad, viéndose un poco


confundida. Con solamente mirarla, moviéndose inquieta por los nervios y toda
arreglada, casi me deja sin aliento. Traía puesto un vestido blanco en capas
que le llegaba a las rodillas, una chaqueta negra y medias negras con zapatos
negros de piso. No sé una mierda sobre ropa de ‘chicas’, así que no podía
describir que mierda era esa, pero imaginé que ella tampoco lo sabía. De todas
formas, esa mierda se veía bien. Ella se veía bien. Traía puesto un poco de
maquillaje, no demasiado, y su pelo lo traía recogido y ondulado.

Me quedé ahí por un momento, solo apreciándola, una sonrisa envolvió mis
labios. Ella pareció relajarse de inmediato al ver mi sonrisa, sus labios
curveándose hacia arriba y los nervios desapareciendo de sus rasgos. Dio unos
pasos para entrar, girándose un poco para cerrar la puerta. Di unos pasos
hacia adelante como si nada, sin poder apartar los ojos de ella. Era como si
estuviera jodidamente hipnotizado por ella, atraído hacia ella como si hubiera
un campo magnético que nos atraía el uno al otro. Se volvió a girar para
quedar frente a mí, sonriendo dulcemente mientras me acercaba.

“Ah, la mia bella ragazza. Boun san Valentino*,” le dije, tendiéndole la flor. Sus
ojos se hicieron más grandes por la sorpresa al verla brevemente antes de
estirar su mano y tomarla con cuidado. “Feliz Día de san Valentín. Te ves
hermosa.”

Su sonrisa se hizo más radiante cuando volvió su atención de la rosa hacia mí.
“Gracias,” dijo en voz baja. “Te ves muy guapo.”

Mi sonrisa creció. “Lo sé,” le dije bromeando. “¿No es así siempre?” Se rio, el
sonido tan jodidamente fresco y feliz que de inmediato hizo que mi corazón
latiera con fuerza, ese dolor sordo en mi pecho, que solamente ella me
ocasionaba tan a menudo con su presencia, aumentando. Nunca imaginé amar
a alguien como la amaba a ella.

“Por supuesto que sí. Pero hoy estás aún más guapo,” dijo ella, encogiéndose
de hombros. Asentí.

“Grazie*,” dije en voz baja, dándole las gracias. “Siento no haber estado aquí
esta mañana, pero tenía alguna mierda qué hacer, tú sabes. Aunque tengo toda

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la intención de compensarte esta noche.”

“¿Cómo?” Preguntó con curiosidad, alzando las cejas. Me reí entre dientes,
negando con la cabeza.

“¿Crees que voy a arruinar la sorpresa? Demonios no, vas a tener que esperar y
ver lo que he planeado,” le dije.

“¿En serio?” Preguntó, escuchándose sorprendida. Mi frente se arrugó por la


confusión y asentí.

“Sí, en serio. ¿Por qué crees que hice que te arreglaran?” Le pregunté. Se
encogió de hombros.

“Alice dijo que era el Día de san Valentín así que pensé que tal vez esta era mi
sorpresa,” dijo ella, señalando su ropa. Gemí, rodando los ojos.

“¿En serio pensaste que esa era tu sorpresa?” Le pregunté. Se encogió de


hombros y yo suspiré, sacudiendo la cabeza, luchando contra el impulso de
decirle que dejara de ser tan jodidamente absurda. “No, Bella, esta no es tu
sorpresa. Esto fue solo una puta distracción para poder escapar y conseguir
preparar tu sorpresa.”

Me miró por un segundo antes de estallar en una celestial sonrisa. “Eres tan
dulce,” me dijo, mirando a la rosa en su mano, el rubor subiendo lentamente a
sus mejillas. “Muchas gracias.” Comencé a reír cuando ella llevó la flor a su
nariz para olerla.

“Todavía no me agradezcas, cariño. No hay garantía de que no vaya a joderlo


todo,” le dije riendo. Me miró de nuevo, todavía sonrojada y sonriendo.

“Siempre y cuando estemos juntos, estará bien,” dijo. Hice una pausa antes de
asentir, un poco sorprendido de escucharla decir eso ya que había tenido
exactamente la misma revelación momentos antes.

“Sí, así va a ser,” dije en voz baja. La miré por un momento y me devolvió la
mirada, directamente a los ojos. Di otro paso hacia adelante y me incliné,
presionando mis labios en los suyos con suavidad. Ella suspiró contenta y
separó sus labios, que estaban cubiertos de lápiz labial, sacando su lengua a
la vez. Pasé mi lengua por sus labios brevemente, disfrutando de ese dulce
sabor a fresa antes de acariciar su lengua con la mía. “Tan dulce,” le dije,
alejándome de su boca. Pasé mi dedo índice por su labio inferior, reuniendo
algo de su brillo labial y llevándolo a mi boca. Lo probé de nuevo, sonriendo.

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“Sabes que esa mierda va a dejar tu boca incluso antes de llegar a alguna
parte, ¿cierto?” Me incliné de nuevo hacia adelante y la besé una vez más.

Ella asintió, sonriendo cuando me aparté. “Lo sé, por eso es que Alice me dio el
tubo,” dijo, metiendo la mano en su bolsillo y sacando el tubo de brillo de color
rosa. Sonreí con suficiencia.

“Bien pensado por parte de Alice,” le dije. Le eché un vistazo a mi reloj,


suspirando. “Sí, ¿lista para empezar esta noche?” Asintió y caminé hacia la
puerta abriéndola y haciendo un gesto con la mano para que saliera. Cerré con
llave y abrí la puerta del coche, siendo un puto caballero como de costumbre
con esa mierda. Me dio una dulce sonrisa y subió al coche, con esa obvia
emoción en sus ojos. Cerré la puerta y suspiré, esperando como la mierda que
no hiciera algo que arruinara esto.

Me metí en el coche y lo puse en marcha, saliendo de nuevo hacia Port Angeles.


Traté de conducir con bastante cuidado, pero era una causa perdida conmigo
porque mi pie parecía tener mente propia, el velocímetro lento pero seguro iba
avanzando poco a poco hacia arriba. Vi que Isabella le echó un vistazo un par
de veces, pero no dijo nada. Tampoco dijo nada sobre mi falta de cinturón de
seguridad, pero de nuevo, normalmente ella no dice nada sobre mi forma de
conducir.

Llegamos a Port Angeles y tomé la salida a la autopista 101, conduciendo hacia


el Centro de las Bellas Artes de Port Angeles. Mientras me devanaba los sesos
tratando de decidir qué hacer, pensé podíamos ir por lo que sabía que le
gustaba. Ella era una persona creativa, podía dibujar como los mejores, sea
que se dé cuenta o no y pensé que disfrutaría de un museo de arte. Tenían arte
de interiores y al aire libre de todo tipo así que pensé que algo del pinche lugar
tenía que llamar su atención.

Su ceño se frunció en confusión cuando la ayudaba a salir del coche,


obviamente sin saber qué era ese lugar. La vi volver su atención al gran cartel
artístico de color rojo, entrecerrando un poco sus ojos mientras lo leía. “Es una
galería de arte,” le dije, sin saber si en realidad entendía eso por leer el letrero
que decía “Centro de Bellas Artes”. Me miró, levantando sus cejas por la
sorpresa.

“¿Algo así como un museo de arte?” Preguntó. Sonreí y asentí con la cabeza.

“Sí, como eso,” le dije. Ella sonrió, la emoción reavivándose de nuevo en sus
rasgos. Supe de inmediato que había tomado la maldita decisión correcta, que

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ella iba a amar esta mierda.

Tomé su mano entrelazando nuestros dedos y la conduje hacia el edificio. Abrí


la puerta y la dejé entrar primero, entrando justo detrás y aun sujetando su
mano. Se detuvo cuando consiguió entrar, mirando vacilante a su alrededor. El
lugar estaba a media luz con solo un sutil resplandor en todo el edificio, y había
exposiciones colocadas alrededor por todas partes. Me miró y le di una
pequeña sonrisa. “Ven, vamos a ver algunas obras de arte, tesoro,” dije. Miró
una vez más a su alrededor, sin moverse.

“¿No hay que pagar?” Preguntó en voz baja, susurrando. La miré por un
momento, sorprendido por su pregunta.

“No,” le dije, negando con la cabeza, vacilante. Me tomó por sorpresa, sin
esperar que me preguntara eso. “Aquí no tienes que pagar para ver el arte.”

Sus ojos se abrieron por la sorpresa y de nuevo miró a su alrededor. Me quedé


ahí parado, tratando de ser paciente y esperar, un poco aprensivo sobre qué es
lo que ella estaba pensando. Me sentí mal por traerla a un lugar que no me
costó ni un puto centavo, como si fuera un tacaño cicateando el dinero o algo
así.

“¿De verdad es gratis este lugar?” Preguntó por fin, mirándome. Le sonreí un
poco y asentí.

“Sí, tesoro. Es gratis. Ellos no cobran,” le dije.

“¿Por qué no?” preguntó, con toda seriedad. Me le quedé mirando por un
momento, no muy seguro de cómo demonios contestar eso. En realidad, nunca
antes pensé en esa mierda.

“Por razones educativas, supongo. Alguien da los fondos para este lugar para
que la gente pueda venir y disfrutar del arte sin costo alguno. Más gente
aprovechará la oportunidad si no tienen que pagar por lo que el arte será visto
y apreciado por más. Los artistas tienden a trabajar no por dinero sino por
placer, muy parecido a los músicos, supongo,” le dije, encogiéndome de
hombros. No tenía ni puñetera idea de si era correcto o no lo que dije porque
sabía muy poco sobre arte, pero se oía como que podría ser verdad.

Asintió después de un momento y sonrió, al parecer entendiendo. “Está bien,”


dijo, mirando alrededor.

“Está bien,” repetí. “¿Podemos ver el arte ahora, o quieres hablar algo más

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sobre dinero?”

Sus ojos se ampliaron un poco y rápidamente negó con la cabeza. “Lo siento,
no fue mi intención ser entrometida con lo del dinero,” dijo, sonando un poco
asustada. Mi frente se arrugó en confusión y negué.

“No importa, solo estaba bromeando,” le dije. Ella sonrió ligeramente.

“Está bien, entonces. Ahora podemos ver el arte,” dijo. Sonreí, apretando un
poco su mano.

“Bien,” le dije, tirando de ella. Caminamos por el lugar, deteniéndonos cada


pocos metros para ver las cosas. Tenía de casi cada tipo de arte posible,
tallados y alfarería, esculturas, pinturas y dibujos, fotografía, artesanías y otras
creaciones. Era interesante, no era exactamente lo que solía interesarme pero,
como ya dije, disfruto de lo que sea mientras ella esté alrededor. Estuvo
sonriendo todo el tiempo, su rostro iluminado, sus malditos ojos brillantes.
Hacía observaciones sobre el arte sin dudar, abriéndose de verdad y diciendo
mierdas que nunca pensé que diría. Era jodidamente profunda analizando esa
mierda y yo solo me quedé ahí, escuchándola asombrado. Vimos esa pintura de
una mujer en color azul con un montón de hojas naranjas y árboles, y me le
quedé mirando, pensando que era algo así como las estaciones o una mierda
de esas, como si fuera azul porque tenía un maldito frío, pero Bella dijo que la
mujer estaba soñando. La miré por un momento después de eso, bastante
aturdido porque esa mierda nunca se me cruzó por la cabeza.

“¿Qué está soñando?” Le pregunté, con curiosidad de saber qué carajos me


diría. Suspiró y se le quedó mirando por un momento, encogiéndose de
hombros.

“No se puede saber con seguridad. Creo que está sola y el tiempo pasa, y ella
va por la vida a la deriva, esperando el momento en que algo finalmente la
despierte de verdad y viva,” dijo. Abrí más los ojos, sorprendido, y la miré
boquiabierto, esperando que me dijera que ‘ella estaba soñando con el otoño’ o
alguna mierda de esas, pero no eso.

“Yo, eh…” Comencé a hablar, volviendo a mirar a la pintura, preguntándome


cómo carajos captó eso de ella. “Creo que tenemos que conseguirte un GED
para que puedas ir a la Universidad. Eres jodidamente inteligente para no
hacerlo.” (N.T. GED – es un grupo de exámenes de cinco materias los que, una
vez aprobados, certifican que el beneficiario tiene habilidades académicas a
nivel preparatoria (aquí es preparatoria después de secundaria y antes de

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universidad, no sé dónde ustedes vivan) y equivale a un diploma de
preparatoria)

Volvió su cabeza para mirarme, entrecerrando los ojos un poco. “¿Es apropiado
maldecir en una galería de arte?” Me preguntó en voz baja. Me volví para
mirarla, jodidamente sorprendido de que haya dicho eso después de
básicamente acabo de sugerir meterla en la escuela, y estallé en carcajadas
por su expresión. Llevé mis manos a mi boca para taparla, tratando de no
molestar a nadie cerca y sonrió. “¿De verdad crees que soy lo suficientemente
inteligente para la escuela?”

Conseguí controlar mi risa y me pasé la mano por el pelo, asintiendo con la


cabeza. “Sí, lo creo. Me refiero a que tienes que seguir trabajando en tus
habilidades de lectura y escritura o lo que sea, pero no hay una razón por la
que no puedas hacerlo,” dije, encogiéndome de hombros. Asintió, todavía
sonriéndome con ternura. Le sonreí en respuesta. “Sabes que te puedo ayudar,
¿no?”

Su sonrisa creció. “Sé que puedes tratar de ayudarme. El que tengas éxito o no
es otra cosa,” dijo bromeando. Mis ojos se abrieron por la sorpresa ante su
comentario sarcástico.

“Fierecilla,” le dije sonriendo. “Creo que me gusta.”

Se sonrojó y apartó su mirada de mí, lo que me hizo reír. Era adorable como
podía pasar de juguetona y mordaz a sonrojada y tímida en cuestión de
segundos. Era toda una mujer de verdad, un enigma.

Paseamos por el resto de la galería, charlando despreocupadamente y tomados


de la mano. Nos dirigimos hacia afuera y miramos el arte en los árboles al aire
libre, lo cual ella pareció disfrutar también. Después que terminamos nos
dirigimos al coche y le eché un vistazo al reloj, sorprendido de que habíamos
estado en la puta galería mirando el arte durante dos horas. “Tú sabes, tal vez
algún día veamos aquí algo de tu trabajo,” le dije. Me miró, alzando sus cejas
inquisitivamente.

“¿De verdad crees que soy así de buena?” Preguntó. Asentí.

“Sí, lo eres. Y también que es un talento natural, imagina lo malditamente


buena que podrías ser si tomaras algunas clases,” le dije. Sonrió y asintió, pero
fuera de eso no respondió. Encendí el coche y me alejé de la galería,
conduciendo a través de Port Angeles. Isabella jugueteó con el radio y me

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molestó un poco, pero resistí la tentación de decirle que dejara esa mierda en
paz. Mi paciencia había mejorado mucho, todavía me encabronaba pero
estaba mejorando en eso de controlarme. No quería ir y gritarle cuando en
realidad lo que ella estaba haciendo era jodidamente bueno. El simple hecho
de que estuviera tan cómoda que jodiera con mi música, sabiendo cómo puedo
ser, era bastante impresionante y un gran indicador de su crecimiento. Era
seguro como la mierda que ella ya no era aquella chica tímida y asustadiza
que había conocido en la cocina aquella mañana, rogándome que no la
castigara. Esta chica estaba dispuesta a hacer algo que sabía que no me
gustaba, sin temerme en lo absoluto, pero sabía que nunca lo haría
intencionalmente para sacarme de mis casillas. Así no era ella en lo absoluto.
Ella no tenía ni un solo hueso malicioso en su cuerpo.

Conduje hacia la posada y los ojos de Isabella se ampliaron por la sorpresa a


medida que apareció a la vista. Me detuve frente a la posada y ella se volvió
para mirarme. “¿Qué es este lugar?” Preguntó. Le sonreí, apagando el coche.

“Es la posada George Washington,” dije. Su ceño se frunció levemente y se


quedó mirando por un momento a la gran mansión blanca antes de volver su
mirada hacia mí.

“¿George Washington, el presidente?” Preguntó. Asentí con la cabeza en


respuesta. “Pero, ¿no estaba él muerto antes de que esto se convirtiera en un
estado?”

Sonreí. “Sí, estoy bastante seguro de que lo estaba,” le dije. “¿Lo vistes en
Jeopardy?”

Sonrió con timidez. “Sí,” murmuró. Me reí y le di un golpecito con el codo.

“Solo se le dio su nombre, él en realidad no vivió aquí o ninguna mierda de


esas,” le dije. Ella asintió en comprensión y salí del coche, caminando hacia
ella y abriendo su puerta para ayudarla a salir.

“Así que, ¿por qué estamos aquí?” Preguntó.

“Nos vamos a quedar aquí esta noche, alquilé el lugar,” le dije, encogiéndome
de hombros. Se quedó callada un momento, mirándome con escepticismo.

“¿Todo el lugar?” Preguntó vacilante. Asentí con la cabeza y ella suspiró. “No
me extraña que hayas tenido que llevarme a una galería de arte con entrada
gratis, esto debe de haberte costado un fortuna.”

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Mis ojos se abrieron más por la impresión ante sus palabras y me eché a reír.
Me dio una sonrisa tímida y se sonrojó, obviamente sorprendida por su propio
comportamiento. Agarró mi brazo, envolviendo sus brazos en torno a él y
abrazándolo, apoyando su cabeza en mi hombro mientras miraba hacia el
agua. Estiré mi brazo y froté su espalda, besando el tope de su cabeza.
“¿Tienes hambre?” Le pregunté. Asintió, murmurando un ‘sí’ como respuesta.
“Bien, ven. Vamos a alimentarte.”

Nos dirigimos al interior y me fui directamente hacia la cocina, agradecido de


que el lugar estuviera jodidamente desierto. Cogí la manta de la encimera y
abrí el refrigerador, agarrando la canasta. Isabella la miró sorprendida y le
sonreí, haciéndole un gesto para que me siguiera. Me dirigí de nuevo hacia la
puerta principal para salir y ella me siguió hasta el prado, me detuve a la mitad
de él, colocando abajo la canasta y extendiendo la manta sobre el suelo. Miré a
Isabella y vi que estaba sonriendo, mirándome con ternura.

“¿Un picnic?” Preguntó. Asentí con la cabeza y su sonrisa creció. Se acercó y se


sentó con cuidado en la manta, estirando sus piernas frente a ella. Me senté a
su lado y cogí la cesta, sacando de ella los contenedores y poniéndolos frente a
nosotros. Los abrí e Isabella miró entre ellos, metiendo la mano y agarrando
una uva de inmediato, metiéndola a su boca. Ella sonrió cuando vio que estaba
mirándola.

Yo sonreí satisfecho y agarré la botella verde, haciendo que el tapón saliera


disparado y tomando las dos copas de plástico. Isabella me miró con recelo
mientras vertía el líquido burbujeante en las copas, entregándole una a ella. La
tomó con cuidado y la llevó a su nariz, olfateándola.

“¿Esto es alcohol?” Preguntó con desconfianza. Me reí entre dientes, negando


con la cabeza.

“Me temo que no, angelo mia*. Es jugo de uva espumoso. Esta noche, tú y yo
vamos a estar sobrios,” le dije sonriendo. Me miró sorprendida antes de sonreír,
tomando un sorbo de su bebida.

“¡Mmmm!” Dijo. Me reí, pasando una mano por mi cabello y tomando un sorbo
de mi bebida.

Nunca antes lo había probado, pero Alice lo sugirió cuando le dije que quería
intentar mantenerme alejado del alcohol y solo tener una tarde tranquila. Ya la
había emborrachado antes y hasta la había drogado… quería que fuéramos
simplemente nosotros, al natural, sin inhibiciones, sin necesidad de putos

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 928


estupefacientes para relacionarnos.

Nos deleitamos con la comida por un rato, charlando y riendo, jodidamente


relajados. Preparé envueltos de jamón, cubos de queso, vegetales y dip, una
mezcla de frutos secos y un montón de fruta. No fue mucho, pero sabía que era
todo lo que podía hacer. Ella no se quejó, comió alegremente y se recostó,
quitándose los zapatos. Estábamos hablando de todo lo que se nos viniera a la
mente. Hablamos de mierdas triviales como libros y películas y el clima antes
de profundizar en temas más serios. Me contó historias de su infancia, o
supongo que de su jodida equivalencia a una infancia, diciéndome todo sobre
su madre. A su vez, le hablé de mamá, a pesar de que era un tema jodidamente
difícil, pero encontré que no era tan difícil después de saber que ella en
realidad conoció a mi madre. Le pregunté a Isabella sobre eso, lo que ella
recordaba de mi mamá. Me contó que se había topado con ella, cómo mi madre
jugó en la tierra con ella y le hizo una muñeca para jugar. Me acordé del día
que Isabella había encontrado una de las muñecas de hojas de maíz de mamá
en mi habitación, como se le había quedado mirando y dijo que solía tener una.
Yo estaba bastante sorprendido de que en realidad había sido mi mamá quien
la hizo para ella y le dio el único juguete que había tenido al crecer. Era extraño
como todo parecía estar conectado. Era agradable, el solo ser capaz de hablar
de nuestro pasado sin temor a ser juzgados o ser tratados con
condescendencia. Ella entendía mi mierda y yo entendía la suya, y eso es por lo
que encajábamos tan bien. Realmente éramos como dos gotas de agua, solo
crecimos en extremos opuestos y nos reunimos en el medio. Estábamos
aprendiendo el uno del otro, creciendo juntos como personas.

Comenzamos a arrojarnos uvas el uno al otro después de un rato, tratando de


atraparlas con nuestra boca. Fue jodidamente ridículo, porque ella no pudo
atrapar ni una sola y su puntería era deplorable, y me golpeó una vez justo
entre los ojos, pero al menos nos hizo reír.

Después que exitosamente desperdiciamos todas las putas uvas, me senté y


agarré una fresa. Me acerqué a ella y sonrió a medida que la llevaba a sus
labios. Le dio un pequeño mordisco y el jugo corría por su barbilla. Aparté la
fresa, solo arrojándola en la puñetera manta, y me incliné. Limpié el dulce jugo
lamiéndolo y ella gimió, sus párpados revolotearon cerrándose. Presioné mis
labios con los suyos después de que tragó la fresa y de inmediato levantó las
manos para entrelazarlas en mi pelo, acercándome a ella. Se recostó sobre la
manta y me cerní sobre ella, besándola con profundidad.

Nos besamos por un rato, siendo simplemente los malditos adolescentes

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normales estimulados por las hormonas que deberíamos ser. Yo estaba
mordisqueando su cuello y ella estaba riendo, subiendo sus manos bajo mi
camisa y frotando mi espalda. Yo subí mi mano por su muslo y me congelé
abruptamente cuando mi mano tocó la piel desnuda, dándome cuenta que sus
medias negras en realidad llegaban hasta sus muslos. Después de un segundo
volví a mover mi mano, jadeando en su cuello cuando mis dedos recorrieron lo
largo de lo que parecía ser un puto ligero. Me aparté, incorporándome un poco.
Miré hacia abajo y levanté un poco su vestido, quedándome inmóvil cuando de
hecho mis ojos vieron el puto liguero color negro.

“¡Mierda, Bella! ¿Estás tratando de darme un maldito ataque al corazón?” Le


pregunté, levantando la vista para mirarla. Frunció el ceño, mirándome
confundida y comprendí que ella no tenía ni puta idea lo que esa mierda le
hacía a un hombre como yo. No tenía idea de lo jodidamente sexy que era,
como el simple hecho de saber que estaba allí me hacía tener ganas de echarla
sobre mi hombro y arrastrar su culo dentro de la casa como un cavernícola y
despojarla de su vestido solo para mirarla con esa mierda. “¿Esto que está
aquí? Esto, es sexy como la mierda,” le dije, agarrando el liguero. Sus ojos se
abrieron por la sorpresa ante la evidente nueva pizca de información.

“¿En serio?” Preguntó. Asentí y comenzó a sonrojarse, lo que solo me excitó


como la mierda. El maldito hecho de esa pura e inocente chica, sonrojada de la
cabeza a los pies, usando un liguero era suficiente para tener a mi polla
palpitando. Traté de ignorar esa mierda, mirando alrededor, buscando una
razón para cambiar de tema porque si continuaba en él era seguro que me
correría en mis putos pantalones.

Miré la cesta de picnic, sonriendo satisfecho. La agarré y metí la mano, sacando


las barras de toblerone que compré. Le lancé una y la miró sonriendo. “Alice
dijo que se le da chocolate a tu pareja en el día de san Valentín y no hay mejor
chocolate que el jodido Toblerone, nena.”

Sonrió, abriendo el suyo y arrancando un triángulo y metiéndolo en su boca.


“Gracias,” dijo con seriedad después de un momento. Sonreí, encogiéndome de
hombros.

“Es solo una barra de chocolate,” dije. Suspiró, negando con la cabeza.

“No solo por eso. Me refiero a todo. Significa más para mí de lo que nunca
sabrás, que creas en mí. Que crees en nosotros,” dijo.

Asentí con la cabeza. “Tú lo haces fácil,” le dije. “Amarte es fácil. Viene como

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algo natural. Ya sabes que nunca renunciaré a ti.”

Sonrió. “Yo tampoco renunciaré a ti jamás.”

Nos comimos nuestros Toblerones y charlamos, observando la puesta de sol.


Hablamos de lo bello que era el lugar y parecía cautivada por el anochecer y
las estrellas. Fue agradable, el ambiente relajado. Nos tumbamos en la manta
por un rato, charlando de vez en cuando, pero en su mayoría disfrutando del
silencio. Era una de las cosas que amaba de estar con ella, nunca se sintió
como si tuviera que llenar el silencio. Los dos estábamos contentos de
simplemente estar allí.

Estaba mirando hacia el cielo cuando de pronto sentí una enorme gota caer en
mi frente. Cerré los ojos instintivamente, subiendo mi mano y rogando a Dios
que no tuviera mierda de pájaro o alguna mierda de esas. Sentí otro ¡plas!
después de un momento y gemí casi al mismo tiempo que Isabella se echó a
reír.

“Está lloviendo,” dijo. Suspiré, sentándome. Sabía que ese maldito meteorólogo
no sabía de qué demonios estaba hablando.

“Sí, ven, vamos adentro,” le dije, poniéndome de pie. Isabella asintió y se


levantó, volviéndose a poner los zapatos. Empezamos a caminar de vuelta
hacia la posada, solo paseando, las gotas de agua en realidad no nos
molestaban porque eran muy dispersas. “Así que, ¿te gustó mi cesta?” Le
pregunté después de un segundo, sonriendo satisfecho y levantándola para
mostrársela. Sonrió.

“Sí, es hermosa. Es una cesta de corteza nativo americana, ¿cierto? Parece que
es antigua,” dijo. Mi frente se arrugó por la confusión.

“Eh, mierda, no lo sé. ¿No es una cesta de picnic?” Le pregunté. Ella se rio
ligeramente.

“Por lo general las cestas de picnic tienen tapas en la parte superior,” dijo,
encogiéndose de hombros. “Aunque es una hermosa cesta. Los Swan tenían
unas cuantas, las coleccionaban. Me metí en problemas cuando era niña por
jugar con una, pero pensé que era hermosa y quería una.”

Suspiré, tenía que ser que ella de toda la puta gente podía diferenciar entre las
malditas cestas. “Puedes quedarte con esta,” le dije, encogiéndome de
hombros, ya que había planeado solo dejar a la hija de puta aquí o tirarla a la
basura ahora que había terminado con ella. Había pagado una buena

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cantidad de dinero por ella, definitivamente demasiado para una persona
cuerda el alguna vez gastar en una puta cesta, así que si a ella le gustaba
definitivamente podía quedarse con ella. Me miró y sonrió, dándome las
gracias. Nos dirigimos al interior y dejé todas las cosas en la cocina, tomando
la mano de Isabella y llevándola a la sala de estar donde estaba el piano.
“Antes de que vayamos arriba, yo, eh… quiero tocar algo para ti,” le dije. Me
miró sorprendida y suspiré, mis nervios empezando a agitarse de nuevo.
“Quiero decir, solo si tú quieres escucharlo. No tienes que hacerlo, puedes
decirme que no.” Sonrió negando con la cabeza.

“Por supuesto que quiero escucharlo,” me dijo. “No seas tonto.” Asentí y la llevé
hacia el piano, sentándonos en el banquillo. Por un momento casi entro en
pánico porque no había afinado al hijo de puta cuando estuve allí por la
mañana y tenía miedo de que fuera a estar desafinado, pero presioné algunas
teclas, gratamente sorprendido de que no lo necesitaba.

“¿Recuerdas esa canción que toqué para ti en Navidad, cuando Esme nos
interrumpió?” Le pregunté. Asintió. “La terminé. Tú la inspiraste, ¿sabes? Es la
primera cosa que he escrito en mucho tiempo.”

Me sonrió con calidez y empecé a tocarla para ella. Había estado practicando
mucho, últimamente, el piano me llamaba de nuevo. Isabella se quedó quieta
junto a mí, mirando fijamente a mis dedos mientras flotaban a través de las
teclas, la bella melodía moviéndose en el aire que nos rodeaba. Después de
tocarla dos veces me detuve, llevando mi mirada hacia ella. Me estaba dando
una hermosa sonrisa y se inclinó, besándome con dulzura. “Eso fue hermoso,”
dijo, con su voz cargada de emoción. Sonreí satisfecho, sintiendo mi pecho
hincharse de orgullo.

“Debería de serlo, está inspirada en la mujer más hermosa del mundo,” dije en
voz baja. Se sonrojó y reí entre dientes.

“¿Tocarías algo más para mí?” Preguntó. Me le quedé mirando por un momento
antes de asentir. Había estado trabajando en una mierda nueva, no algo
original pero adaptando canciones populares al piano. Lo consideré
brevemente antes de sonreír.

“Voy a tocar una canción que me recuerda a nosotros,” le dije. Me miró


sorprendida.

“¿En serio?” Preguntó. Asentí.

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“Sí. Es una verdadera canción, quiero decir como una que se escucha en la
radio o lo que sea, pero la modifiqué al piano porque me hizo pensar en nuestra
relación,” le dije, encogiéndome de hombros. Sonrió.

“¿Vas a cantarla también?” Preguntó entusiasmada. Me le quedé mirando, sin


saber cómo responder a su pedido. De ninguna manera yo era un cantante,
probablemente podría reventar sus tímpanos y hacer que perdiera la cordura
con mi horrible voz, pero ella me miraba con esperanza pura brillando desde
sus ojos y no había jodida manera de que pudiera siquiera decirle que no o
negarle algo.

“Está bien, pero soy jodidamente malo cantando, así que tal vez no se oiga
bonito,” le advertí. Su sonrisa solo creció y asintió, sin dejar de mirarme
entusiasmada. Sacudí la cabeza, sonriendo por su entusiasmo y me volví hacia
el piano. Presioné unas cuantas teclas, solo jugueteando con ellas para
prepararme.

Comencé con las primeras notas, tomando una profunda suspiro. La canción
era “18th Floor Balcony” de Blue October, y la primera vez que la escuché hacía
unas cuantas semanas, casi me aturdió con lo mucho que me recordó a
Isabella. Casi se sentía como si esa mierda fuera escrita para ella y para mí.
“Cerré los ojos y sonreí, sabiendo que todo está bien. Hasta el centro, así que
cierra esa puerta. ¿Está pasando esto?” Empecé, mi voz suave. Podía sentir sus
ojos en mí y me ponía nervioso, mis dedos queriendo temblar pero traté de
seguir concentrado. Podría decirle todo el día que la quería, decirle lo que ella
significaba para mí, pero esto, extrañamente se sentía más profundo. Como si
estuviera abriendo de golpe mi pecho ante ella, mostrándome por completo a
ella. Estaba tan jodidamente vulnerable en ese momento, y eso simplemente no
era yo. Pero lo era ahora, era quién yo era cuando estaba con ella. “Mi aliento
está en tu pelo. No estoy consciente, que abriste las persianas y dejaste entrar la
ciudad. Dios, tú tomas mi mano, y nos quedamos ahí, solo viendo todo,”
continué, mis dedos titubeando un poco sobre las teclas porque no había
practicado mucho esa mierda y no estaba totalmente en el juego. “Y lo supe
desde el principio, así que mis brazos están abiertos. Tu cabeza está en mi
estómago y estamos luchando por no dormir. Aquí estamos en el balcón de este
piso 18. Los dos estamos volando.”

Tomé una respiración profunda, llegando a la parte que realmente me llegó


pensando en ella y en mí. Sentí la emoción pasar a través de mí y la contuve,
sin querer ser un mariquita y llorar o alguna mierda así. “Así que hablamos
sobre nuestros mamás y papás, sobre pasados familiares, solo para saber de

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dónde venimos. Nuestros corazones expuestos para que todos los vean. No
puedo creer que esto me esté pasando a mí.”

“Y levanté mi mano como si fuera a mostrarte que era tuyo, que soy todo tuyo
para que me tomes, sigo siendo todo tuyo para que me tomes. Fue entonces
cuando sentí el viento soplar, agarré la baranda mientras esas palabras que
quería decir se quedaron en mi garganta y entonces me besaste… “

Le eché un breve vistazo a Isabella, todavía tratando de contener la jodida


emoción, porque eso nos describía tan bien a ella y a mí. Podía haber escrito
esa mierda yo mismo, directamente de mi puto corazón diciendo como ella me
hizo sentir, lo que ella significaba para mí. Me congelé, mis dedos se detuvieron
sobre las teclas cuando vi las lágrimas corriendo por sus mejillas. De inmediato
extendí mi mano, limpiando algunas. Ella dejó escapar un suspiro tembloroso,
levantando su mano y colocándola encima de la mía.

“Te amo, Edward Cullen,” dijo en voz baja, las lágrimas haciendo su voz
ligeramente áspera por la emoción. Parpadeé un par de veces, mirándola
fijamente.

“Y yo te amo, Isabella Swan,” le dije, un poco sorprendido por su reacción. Ella


continuó mirándome, las lágrimas todavía bajaban por sus mejillas, pero no
había nada de tristeza en su expresión. Era amor puro lo que había en sus
facciones, su devoción hacia mí era evidente.

“¿Podemos subir?” Preguntó en voz baja después de un momento. Asentí


dudando antes de ponerme de pie. Le tendí mi mano y ella la tomó con cuidado,
poniéndose de pie. La dirigí a la salida de la sala y hacia arriba por las
escaleras hacia la habitación. Llegué a la puerta y la abrí, y asentí con la
cabeza, diciéndole en silencio que entrara. Se detuvo justo al otro lado de la
puerta, inmóvil, entré detrás de ella. La habitación tenía un sutil resplandor
proveniente de la lámpara y ella podía ver claramente todas las rosas
alrededor, incluyendo los pétalos esparcidos sobre la cama. Me escabullí
pasando junto a ella y caminando hacia la mesa, abrí mi laptop. La encendí y
abrí iTunes para poner algo de música suave. No era la mejor, pero no tenían
un radio en este lugar de mierda, así que fue lo mejor que pude hacer. Estaba
inspeccionando la música, buscando la lista de reproducción que había hecho
antes, y sentí a Isabella pasar rozando junto a mí. Le eché un vistazo y se quitó
esa cosa como suéter y abrigo de color negro, tendiéndolo sobre una silla.
Sonreí cuando extendió su mano y cogió una rosa de uno de los jarrones. Ella la
llevó a su nariz, inhalando su dulce aroma sus ojos cerrándose. Se veía

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hermosa ahí parada, sosteniendo la flor, tan absolutamente angelical y pura.
Abrió los ojos después de un momento y me echó una miradita, sonriendo
levemente antes de girarse y caminar hacia la cama. Ella se quitó los zapatos y
se sentó sobre ella, sosteniendo la rosa en su mano y mirándola.

Por fin encontré la lista de reproducción y la puse, encendiéndola a un nivel


bajo antes de darme la vuelta para mirarla. Ella parecía estar sumida en sus
pensamientos, su ceño se frunció un poco, su labio inferior entre sus dientes
mientras ella lo mordía. Me quité la chaqueta y la arrojé sobre la mesa junto a
la laptop antes de caminar despacio hacia ella. Levantó la vista para mirarme a
medida que me acercaba y pude ver que sus ojos se llenaban de nuevo de
lágrimas. Su expresión casi me deja jodidamente pasmado y mis pasos
vacilaron ante la seriedad e intensidad de la misma. Me puse de cuclillas ante
ella, sin saber qué le pasaba.

“¿Estás bien, la mia bella ragazza?” Le pregunté en voz baja, levantando mi


mano y limpiando una lágrima solitaria que se había escapado de la esquina
de su ojo. Ella se me quedó mirando por un momento antes de asentir.

“Perfecta,” ella susurró, su voz quebrándose. Le sonreí suavemente y sentí la


emoción aumentar, mis malditos ojos amenazando con empañarse por esa
palabra.

“Perfecta, esa es la palabra,” le dije. Me puse de pie y acerqué mi mano para


acariciar su mejilla, inclinándome para besar sus labios. Levantó sus manos
pasándolas por mi pelo, devolviéndome el beso apasionadamente. Gimió
suavemente después de un momento y la empujé recostándola sobre su
espalda, me incliné quedando sobre ella con mis manos a ambos lados de ella
sobre la cama, besándola profundamente, saboreando los tenues restos de su
brillo labial sabor cereza y la dulzura natural que es totalmente Isabella.

Me aparté de su boca después de un momento, por la necesidad de tomar un


respiro, empujando su cabeza hacia un lado para darle un beso en el cuello.
Ella respiraba con dificultad, sus dedos entrelazados con firmeza en mi pelo.

“Edward,” ella susurró suavemente, con su voz entrecortada. Murmuré en


respuesta, besando desde su cuello hacia sus clavículas. “Hazme el amor,
Edward.”

Me congelé en el momento en que las palabras fueron registradas por mis


oídos, una docena de emociones diferentes se arremolinaron a través de mí a la
vez, oscilando desde la sorpresa a la puta euforia, combinado con un montón

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de miedo. Me aparté de su cuello y la miré, sabiendo que tenía que haber
escuchado mal porque no había forma de que ella haya dicho esa mierda que
pensé que dijo. ¿De verdad acaba de pedirme que le haga el amor?

“Bella…” Comencé a decir, sin saber qué decir o cómo reaccionar, sin estar
seguro si realmente podríamos hacer esa mierda. Quiero decir, yo lo deseaba,
¡Dios! Lo deseaba. Pero si lo hacíamos no había vuelta atrás. Una vez que
saltáramos de ese precipicio, estábamos muertos, podía sentirlo y ella tenía que
sentir esa mierda también.

“Por favor,” imploró. Mi ceño se frunció y la miré fijamente, sorprendido de que


se sintiera tan segura sobre ello que casi recurriera a suplicar.

“¿Estás… segura?” Le pregunté con cautela. Asintió con la cabeza sin ningún
titubeo.

“Siento que es lo correcto,” susurró. “Es… es lo correcto. Es el momento.”

Asentí después de un momento, porque yo también lo sentía. En todo este


tiempo había faltado una pequeña pieza, y nunca pude entender qué era
exactamente, pero ahora lo entendía. Justo aquí, en este momento éramos solo
ella y yo, nadie más. Estábamos las piezas importantes, solo nosotros dos, dos
personas desesperadamente enamoradas y deseando demostrarlo el uno al
otro. Sin ninguna de esa mierda de amo y esclava, sin división de clases entre
nosotros. En realidad, nunca nos hemos sentido así pero en la casa de Forks era
difícil ignorarlo por completo porque en todas partes había recordatorios de la
verdadera naturaleza de nuestra situación. Pero aquí… aquí era diferente.
Estábamos juntos y lejos de todo eso, lejos de todo lo que amenazaba con
separarnos. No había complicaciones, no había necesidad de esconderse o
disimular. Podíamos ser nosotros, Edward Cullen e Isabella Swan, enamorados
y apasionados el uno por el otro. Que se vayan a la mierda todos los demás,
todo el mundo exterior, a la mierda todo… en este momento ninguno de ellos
existe, lo único que existía éramos nosotros dos.

No tenía qué responder, porque las palabras no eran necesarias. Ella sabía
exactamente cómo me sentía, porque ella tenía mi corazón. La miré por un
momento, simplemente asimilando todo ese amor y devoción irradiando de ella,
antes de inclinarme y besar suavemente sus labios. No voy a negar que estaba
jodidamente asustado, desesperadamente temeroso de que iba a joder esto.
Tenía que hacer lo correcto por ella, tenía que tratarla como el tesoro que era
ella, adorarla por completo y no sé si podría hacer eso. No sé si podría ser

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exactamente lo que ella necesitaba, pero joder, iba a intentarlo con todas mis
fuerzas.

La besé suavemente, con ternura, poniendo mi mano en su rodilla y subiéndola


poco a poco por el interior de su muslo. Se retorció un poco bajo mi toque y de
inmediato trató de profundizar el beso cuando un gemido escapó de su
garganta, al darse cuenta de que en ese momento iba a darle lo que quería.
Recorrió mi espalda con sus manos encima de mi camisa, subiéndolas por
debajo y acariciando la piel desnuda una vez que llegó al final de ella. Recorrió
suavemente con sus dedos lo largo de mi espalda, enviando un hormigueo a
través de mí. Mi mano llegó al centro entre sus muslos, gimiendo en su boca
cuando sentí la calidez y humedad que se filtraba a través de la fina tela de sus
bragas. Bajé mi mano de nuevo por su muslo lentamente, sin dejar de besarla,
sin querer apresurar esta mierda. Esto solo ocurriría una vez, solo podía haber
una primera vez, y yo quería valorar ese puto momento. Ella se estaba
entregando a mí, se estaba volcando hacia mí. Era mía para tomar, así como yo
era suyo para tomar. Vamos a hacer esta mierda juntos, una vez más
aprendiendo juntos a medida que avanzamos, porque ambos éramos igual de
inexpertos en lo que tiene que ver con hacer el amor.

Me aparté de su boca después de un momento, y podía escuchar su jadeo. Miré


a su rostro el tiempo suficiente para ver que sus ojos se abrían. Me miró y me
incliné, besándola de nuevo con suavidad. Le di una pequeña sonrisa mientras
me alejaba, poniéndome de cuclillas junto a la cama y frente a ella una vez
más. Se levantó, sentándose de nuevo para mirarme, observándome con
curiosidad. Subí suavemente mi mano por su pierna, encontrando el liguero con
mis dedos. Lo desabroché y despacio comencé a enrollar sus medias,
quitándoselas y poniéndolas a un lado. Me incliné hacia adelante y deposité
ligeros besos en sus rodillas, bajando mis manos por sus pantorrillas, sintiendo
su suave piel como la seda, pasé mis manos a lo largo de la planta de sus pies
y sonreí cuando vi el brillante esmalte de uñas color rojo. Sus pies estaban tan
suaves como el resto de su piel, la pedicura que había recibido estaba mañana
había hecho maravillas con ella. Nunca me habían molestado sus pies
maltratados pero me alegró que ella pudiera recibir un tratamiento especial en
ellos y que lucieran mucho mejor. Me puse de rodillas y levanté su pierna,
mirándola mientras depositaba un beso en su empeine. Quería besar cada
centímetro de ella, sin dejar ninguna parte de su piel desatendida. Sus ojos se
abrieron por la sorpresa mientras besaba su otro pie.

Bajé su pierna y subí mis manos por sus muslos, subiendo su vestido hasta su

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cintura. Agarré la parte de abajo de este, empezando a jalarlo hacia arriba
despacio. Me miraba con intensidad y yo estaba atento a cualquier señal de
pánico, porque estaba aterrorizado de que fuera a cambiar de opinión y tener
demasiado miedo de hablar y decírmelo. Solo podía hacer esta mierda si
estaba seguro de que ella estaba de acuerdo con ello, de que esto era lo que
realmente quería.

“Puedes cambiar de opinión en cualquier momento, amore mio*,” le dije en voz


baja. Ella continuó mirándome.

“No lo haré,” dijo, un ligero temblor en su voz. Asentí y subí su vestido aún más.
Ella levantó sus manos después de un momento y tiré de él por encima de su
cabeza, arrojándolo al suelo junto a mí. La miré, viendo el sostén color negro y
las bragas a juego con el puñetero liguero de encaje. Por un momento me
quedé en un estado de estupor, sorprendido de cuán jodidamente seductora se
veía, el contraste de su piel tan pálida que casi relucía y lo oscuro de su ropa
interior la destacaba. Recuerdo haber pensado esa mierda la primera vez que
me metí en su cuarto y la vi tendida ahí con sus pantalones cortos color negro.
Como lucía casi como una muñeca de porcelana, tan frágil y vulnerable. Joder,
no quería lastimarla, nunca quise lastimarla y ella se veía tan jodidamente
frágil. Nunca podría vivir en paz conmigo mismo sabiendo que fui quién le hizo
daño.

Extendió su mano y desabrochó uno de mis botones, sus manos temblando por
los nervios. Suspiré y puse mis manos sobre las suyas, deteniéndola cuando
comenzó a desabrochar el segundo.

“Relájate, ¿de acuerdo?” Le dije en voz baja. “Somos solo tú y yo, cariño. Solo
Edward y Bella, ¿recuerdas?” Me miró brevemente antes de asentir. Aparté sus
manos de mi camisa sonriendo. “Esto es todo acerca de ti, no de mí. Déjame
adorarte.”

Sus labios se curvearon ligeramente hacia arriba por mis palabras y dudó, pero
asintió despacio. Sonreí satisfecho y levanté mis manos, llevándolas a su
espalda y desabrochando su sostén. Se lo quité y lo arrojé al suelo junto a mí,
mirando a su pecho desnudo. Llevé una de mis manos hacia arriba y rocé
suavemente sus pechos, sus pezones reaccionaron a mi tacto. Gemidos suaves
escaparon de su garganta y sus ojos se cerraron cuando empezó a retorcerse
bajo mi tacto. Empecé a masajear sus pecho suavemente y me incliné,
depositando besos húmedos en sus muslos. Bajé mis manos después de un
momento y agarré sus bragas por los lados además del liguero, tirando hacia

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abajo. Ella me miró brevemente antes de levantar un poco sus caderas para
dejarme que se las quitara. Los arrojé al piso junto a mí, dejando que mis ojos
vagaran por su cuerpo completamente desnudo. Ella se removió bajo mi mirada
y yo sonreí, levantando mi mano y colocándola en su pecho, pasándola
suavemente por lo largo de su cuerpo.

“Recuéstate, nena,” le dije en voz baja. “Sei belissima e ti voglio assagiare*.” Se


recostó sobre la cama, agarrándose del edredón con sus manos. La miré por un
segundo antes de separar sus piernas, subiendo por entre sus muslos. Ella ya
estaba húmeda, excitada y lista para mí. Me incliné hacia adelante y presioné
mi boca en su coño, sacando mi lengua y pasándola a lo largo de la longitud
de su centro. Gimió en voz alta, sujetando la cama con fuerza. Lo hice unas
veces más, lamiendo lentamente sus jugos y simplemente saboreando su jodida
dulzura con esa sutil acidez, logrando excitar realmente su cuerpo porque al
momento estaba provocándola de verdad.

Una vez que empezó a lloriquear y a levantar sus caderas, me sumergí en lo


más profundo, colocando mis labios alrededor de su clítoris y chupándolo.
Gimió, el sonido fuerte y gutural a medida que extendía sus manos hasta
encontrarse con mi cabello. Sujetó mechones de mi pelo y chupé con más fuerza
su clítoris, acariciando cada centímetro de su piel femenina con mi lengua. Le di
un momento antes de subir mi mano y poco a poco deslizar dos dedos dentro de
ella, curveándolos y sacándolos lentamente para encontrar su punto. Gimió con
fuerza y levantó sus caderas después de un segundo, agarrando mi cabello con
más fuerza. Empecé a follarla con mis dedos y a chupar y mordisquear su
clítoris, asegurándome de masajear su punto G en el proceso. Ella estaba
haciendo ruidos y retorciéndose, sus piernas empezaron a temblar. Sabía que
le tomaría más tiempo llegar a su clímax y seguí con lo que estaba haciendo.

Sus muslos comenzaron a tensarse después de un momento, sus quejidos


transformándose en gemidos a medida que empezaba realmente a jadear, su
clítoris hinchándose mientras lo chupaba. Encontré ese lugar especial en su
interior y lo presioné, masajeándolo con los dedos. Gritó con fuerza y levantó
sus caderas mientras su cuerpo explotaba en un orgasmo, las paredes de su
coño contrayéndose en torno a mis dedos y más de sus fluidos se escurrieron en
mi mano. Gruñí y la llevé a través de su orgasmo, mi polla palpitando con
fuerza en mis pantalones, gritando por atención. Estaba tratando de ignorarla,
porque no podía estar pensando con mi puta polla. No podía hacer nada de eso
por mí, todo tenía que ser para ella. Se trataba de complacerla y mostrarle mi
amor y devoción, y si recibía algo de placer en el proceso era jodidamente

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genial. Pero ese no era el propósito y no podía permitir que eso se convirtiera en
el propósito de estar con ella, nunca. Siempre tendría que pensar en ella y lo
que ella necesitaba.

Su orgasmo pasó después de un instante y soltó su agarre en mi pelo, sus


muslos estaban temblando y su respiración era irregular. Saqué mis dedos y
deposité un pequeño beso en su clítoris, sacando mi lengua brevemente y
apenas haciendo contacto con él, pero un escalofrío la atravesó y gritó por la
sensación. Puse mis manos sobre la cama a cada lado de ella, levantándome
hasta quedar de pie y mirando hacia ella. Tenía sus ojos cerrados, con su rostro
enrojecido y el sonrojo bajando a lo largo de su cuerpo. Estaba haciendo
respiraciones profundas, obviamente tratando de controlarse. Alcancé los
botones de mi camisa y comencé a desabrocharlos mientras ella abría un poco
los ojos para mirarme. Se veía tan jodidamente relajada y contenta, su cuerpo
todavía temblaba ligeramente. Seguí desabotonando mi camisa despacio,
quitándomela y arrojándola al suelo con su ropa. Me quité la camiseta sin
mangas y los ojos de Isabella se movieron hacia abajo a mi pecho como solían
hacerlo cuando no traía una camisa puesta. Me encantó que estuviera tan
cautivada por mi cuerpo como yo lo estaba por el de ella.

Me quité los zapatos, porque todavía tenía a esos hijos de puta puestos, y me
incliné hacia abajo. Presionando mis labios en los de ella, besándola
profundamente. Ella separó sus labios y me besó con furia, llevando sus brazos
hacia arriba y envolviéndolos alrededor de mí, abrazándome con fuerza. Gemí
en su boca y bajé mis manos para desabrochar mi cinturón. Desabroché y bajé
el cierre de mis pantalones, dejándolos caer. Me los quité pateándolos y dejé de
besarla por un momento para quitarme los calcetines.

Dudé, mirándola. “Podemos parar…” comencé a decir, una vez más


aterrorizado de que realmente no quisiera ir tan lejos y yo estaba a punto de
hacerle algo que ella realmente no deseaba que hiciera. No quería ser quién la
forzara de alguna manera, incluso sin saberlo. Negó con la cabeza
rápidamente.

“No quiero parar,” dijo. Suspiré, asintiendo, la verdad aliviado de que mi propio
jodido miedo fuera disminuyendo lentamente y sustituido por un intenso deseo y
excitación. La deseaba, joder, la deseaba tanto que mi cuerpo dolía y mi polla
estaba más hinchada de lo que nunca había estado. Mi puto cuerpo no
aguantaba más y yo estaba obsesionado conteniéndolo, sin querer joderlo al
apresurar nada de esto.

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Me incliné de nuevo para besarla, bajando mis boxers y quitándomelos,
dejándonos a ambos completamente desnudos ahora. Vacilé, pero dejé de
besarla y diciéndole que subiera a la cama y se acomodara bien. Hizo lo que le
dije y pude ver la aprensión en sus ojos. No tenía miedo o estaba incómoda, era
evidente que estaba segura sobre esto, pero estaba tan fuera de su elemento
que no podía evitar estar un poco ansiosa. Me estaba dando toda su confianza,
confiando en que haría lo correcto y no la lastimaría más de lo necesario. Y no
lo haría, nunca la lastimaría, pero el sexo era una mierda con la que ella
todavía estaba nerviosa. Yo quería mitigar eso, tranquilizarla antes de que nos
lanzáramos juntos por eso acantilado del que no podríamos regresar.

Me subí a la cama y ella se recostó con su cabeza sobre la almohada, y me


cerní sobre ella. Me incliné para besar sus labios y ella envolvió sus brazos en
torno a mí, sus dedos encontraron su camino dentro de mi pelo una vez más.
Abrí su boca con mi lengua, profundizando el beso mientras lentamente
comenzaba a subir y bajar mi mano por su pierna. Comenzó a tranquilizarse
bajo mi toque, y pude sentir su cuerpo laxarse y sus músculos relajarse. Se
retorcía un poco y me di cuenta que naturalmente se estaba excitando, la
electricidad en la punta de mis dedos enviaba chispas a través de su cuerpo
como ella lo hacía en el mío. Despacio, empecé a besar la línea de su
mandíbula después de un momento, mordisqueando su cuello mientras hacía
mi camino hacia sus clavículas. Subí besando hacia su oreja brevemente. “Ti
amo, piccolo tesoro. Ho voglia di fare l’amore. Prometto di essere delicato*,” le
susurré, diciéndole que la amaba y que quería hacerle el amor, prometiéndole
ser gentil. Ella se estremeció, un áspero gemido escapó de su garganta.

Alejé mi boca de su piel, echándome hacia atrás y mirándola fijamente. No


quería nada más que sentarme y simplemente mirarla, porque era jodidamente
hermosa y nada se veía tan magnífico como ver su cuerpo completamente
desnudo tendido frente a mí. Pero no quería abrumarla o ponerla nerviosa y
estaba bastante seguro que comiéndomela con los ojos la haría sentirse
avergonzada y eso era lo último que necesitaba en este momento.

“Yo, eh… no tengo un condón,” le dije dudoso después de un momento, sin


saber si eso le importaría a ella. Ella usaba un método anticonceptivo, mi padre
se aseguró de esa mierda, así que no estaba preocupado por dejarla
embarazada pero simplemente pensé que ella tenía derecho a saber. Me miró
inquisitivamente por un momento.

“¿Deberíamos usar uno?” Preguntó en voz baja. Negué con la cabeza,


vacilante.

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“Quiero decir, en realidad no necesitamos uno… no creo…” Le dije. “Quiero
decir, no hay riesgo y estoy limpio, nunca, eh, estuve sin uno así que no hay de
qué preocuparse…” Divagué, sorprendido por mi puto nerviosismo en ese
momento. Me dio una pequeña sonrisa y levantó su mano, presionando su dedo
índice contra mis labios para callarme.

“Confío en ti, Edward,” dijo en voz baja, dejando caer su mano. Sentí que mi
pecho se hinchaba por sus palabras, mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
Asentí y me agaché, acariciando su cuello con mi nariz y besándolo
suavemente, lamiendo y degustando su piel. Presioné mi cuerpo contra el suyo y
podía sentir el calor que irradiaba de ella. Besé su cuello y bajé hacia sus
pechos, lamiendo y acariciando sus pezones como piedrecitas, pasando mis
manos por su torso. Tembló bajo mi toque, envolviendo sus brazos a mi
alrededor y subiéndolas y bajándolas por mi espalda.

Besé y lamí cada centímetro de su piel expuesta a la que podía llegar con mi
boca, recorriendo su cuerpo con mis manos. Podía sentir como se le ponía la
piel de gallina, sus ojos cerrados, con su labio inferior entre sus dientes
mientras respiraba de forma errática.

Me aparté un poco, los nervios de pronto aparecieron de nuevo mientras metía


mi mano entre nosotros y agarraba mi polla. La miré, a punto de darle la última
oportunidad de arrepentirse antes de que comenzara, y ella abrió los ojos.
Levantó su mano y pasó sus dedos por mi mejilla, la determinación y deseo
puro en sus ojos. Estaba claro que quería esta mierda tanto como yo, que
cualquier cantidad de nerviosismo que alguno sentía no tendría ningún efecto
en nuestra desesperación por estar juntos. Quería poseerla, consumirla en cada
forma imaginable, y al mismo tiempo quería entregarme a ella y ponerme a su
merced. Porque ella había estado en lo cierto… esta mierda era lo correcto. Ella
y yo, se sentía correcto. Y simplemente se sentía como que este momento, justo
ahora, era finalmente el momento. Era el tiempo de entregarnos completamente
y dejar que las fichas caigan donde debe de ser.

“Voy a hacerlo despacio y con suavidad, ¿de acuerdo?” Dije en voz baja,
inclinándome y dándole un suave beso, ella murmuró en respuesta y vi como el
nerviosismo aumentó, pero aun así no afectó en nada al deseo. Me bombeé la
polla un par de veces, me estaba palpitando, y abrí más sus piernas para que
quedara más expuesta. Miré hacia abajo y me alineé en su entrada, gimiendo
al momento que sentí el calor y la humedad en la cabeza de mi polla. Empujé la
cabeza un poco, manteniendo la vista en su rostro, en busca de pánico.
Después de estar en posición de empujar dentro de ella, solté mi miembro y me

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 942


apoyé en mis brazos de manera que no pusiera mi peso sobre ella, pero
presionando nuestros cuerpos. Empujé un poco más hacia adentro y ella me
abrazó con fuerza, sus manos temblando en mi espalda. Sentí la resistencia y
detuve mis movimientos.

“Va a doler un poco, pero voy a tratar de ser lo más cuidadoso posible,” le dije,
nervioso por esta parte. Ya antes había roto hímenes y no era una experiencia
placentera para la chica, gran parte de esa mierda fue por mi culpa y de pronto
sentí una mierda de arrepentimiento, pero rápidamente lo hice a un lado, sin
querer pensar en otras chicas con las que había estado en ese momento.
Porque este momento era jodidamente monumental, un punto crucial en nuestra
relación y necesitaba centrarme en eso. No estaba seguro hacia dónde nos
dirigíamos y lo que esta mierda significaría para nosotros más tarde, pero
sabía lo suficiente como para reconocer qué tan importante era esto para
ambos. “Solo sujétate de mí, cariño y pasará pronto, ¿de acuerdo?”

“Está bien,” susurró, su voz temblando por los nervios. Se aferró a mí con
fuerza, clavando los dedos en mi espalda y tomando un profundo suspiro.
Empujé hacia adelante, rompiendo la resistencia y ella gritó, poniendo su
cuerpo completamente rígido. Una vez más detuve mis movimientos, resistiendo
el jodido impulso de empujar todo el camino hacia adentro, y llevé mis labios a
su cuello. Empecé a lamer su piel, depositando besos en ella.

“Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia, quad’ella altrui saluta, ch’onge
lingua deven tremando muta, e li occhi no l’ardiscon di guardare. Ella si va,
sentendosi laudare, benignamente d’umiltá vestuta*,” comencé a decir,
sabiendo que amaba cuando le hablaba en italiano y esperando como el
infierno que le ayudara a relajarse. Busqué esa porción de la ‘La Vita Nuova’ de
Dante hace unos días porque me estaba molestando que no podía recordar esa
mierda y sabía que ella había querido escucharla. “E par che sia una cosa
venuta da cielo in terra a miracol mostrare. Mostrasi sí piacente a chi la mira,
che dá per li occhi una dolcezza al core, che ‘ntender no la puó chi non la prova:
e par che de la sua labbia si mova un spirito soave pien d’amore, che va
diciendo a l’anima: “¡Sospira!*””

Susurré en su cuello, mi voz entrecortada por la anticipación y el deseo, pero


estaba tratando de controlar eso. Oí un gemido escapar de su garganta y su
cuerpo se relajó un poco cuando empecé a subir y a bajar mi mano por su
muslo suavemente, tratando de calmarla. Sus manos en mi espalda
comenzaron a moverse de nuevo y las pasó suavemente a lo largo de mi
columna, enviando un escalofrío a través de mi cuerpo.

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“¿Estás bien?” Le pregunté, alejándome de su cuello y mirándola. Abrió los ojos
para mirarme y asintió, una pequeña y dulce sonrisa curveando sus labios.
“¿Estás bien como para qué continúe?” Pregunté con aprensión, ya que estar
ahí a mitad de camino era una maldita tortura. Asintió de nuevo y moví mis
caderas lentamente hacia adelante, gimiendo mientras empujaba hasta
adentro. Me detuve después de penetrarla por completo, chispas volaron por
todo mi cuerpo por la sensación de estar dentro de ella por primera vez. Estaba
tan jodidamente apretada, ciñéndose a mi alrededor como nunca lo hubiera
imaginado, las paredes de su coño apretándome. Pero era como si
encajáramos a la perfección, como dos piezas de un rompecabezas,
conectando finalmente como si estuviéramos destinados a estarlo. Nunca nada
se había sentido más correcto para mí que estar dentro de ella, sintiendo su
calor y humedad en torno a mi polla.

“Eso fue hermoso,” ella susurró con su voz quebrándose. Yo sonreí.

“¿La poesía o la penetración?” Le pregunté de inmediato, sin siquiera pensar


antes que las palabras salieran de mi boca. Sus ojos se abrieron por la
sorpresa y al momento se sonrojó. Gemí, negando con la cabeza e
inclinándome para darle un suave beso en los labios. “No debí haber dicho
eso,” murmuré.

“Me refiero al poema, pero las otras partes hasta ahora han estado bastante
bien también,” dijo tímidamente. La miré sorprendido y sonrió con timidez. “Y
dijiste eso, porque así eres.”

Suspiré. “Sí, bueno, estoy tratando de ser tierno, ¿sabes? Tú mereces


romanticismo,” le dije, levantando un poco mi cuerpo y bajando para acariciar
uno de sus pezones con mi lengua. Ella gimió, su mano encontrando su camino
a mi cabello.

“No necesito romance. Te necesito a ti,” dijo. Eché un vistazo hacia ella y la vi
empezar a cerrar sus ojos. Me detuve, considerando sus palabras por un
momento antes de salir un poco y volver a empujar hacia adentro, llenándola
de nuevo. Gimió, sus dedos acariciando mi cabello con suavidad. Bajé de
nuevo, capturando sus labios con los míos y empecé a empujar hacia dentro y a
salir de ella lentamente, tomando mi tiempo, luchando contra el deseo de
aporrear su coño. Follar era todo lo que conocía y esta mierda era extraña para
mí, pero no podía negar que era tan jodidamente bueno, más bueno de lo que
nunca imaginé que sería. Electricidad corría por mi cuerpo desde donde
estábamos conectados, la piel de gallina apareció por todo mi cuerpo cuando

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 944


escalofríos se desplazaron rápidamente por mi espalda. Esa mierda fue
intensa, y cuando empecé a hacerle el amor con suavidad, joder, lo sentí.
Finalmente entendí lo que significaba. No solo estábamos teniendo sexo,
estábamos creando algo juntos. Pude sentir su amor y esperaba como el
infierno que ella pudiera sentir el mío. Estaba más allá de cualquier cosa que
hubiera imaginado, una intensidad que nunca antes había experimentado. Y
no solo era el coño, aunque su coño era increíble. Era toda ella, cada centímetro
de su cuerpo por dentro y por fuera. Finalmente nos estábamos uniendo,
fusionándonos en cuerpo y alma. Yo estaba haciéndole el amor con todo mi ser
y recibiendo todo de ella a cambio.

“Solo a ti,” ella susurró, pasando sus manos por mi espalda. “Siempre serás
solo tú, Edward.”

Gemí, sus palabras encendiendo el fuego dentro de mí, despertando la


posesividad que exigía que debíamos estar juntos así. Incrementé un poco el
ritmo, deslizándome hacia dentro y hacia afuera de su humedad con
movimientos firmes pero todavía manteniendo el control. Ella gemía cada vez
que la llenaba por completo y yo gruñía al escuchar el sonido ya que sus ruidos
se iban directamente a mi polla y la hacían vibrar e hincharse dentro de ella.

“Toda mía,” jadeé. “Ni siquiera sabes lo jodidamente apretada que estás
cariño. Jamás nada volverá a ser tan bueno como esto, nada podría sentirse tan
bien como tú.” Gimió, agarrándome con fuerza. Retorcía sus caderas al ritmo de
mis embestidas, nuestros movimientos entrando en sintonía. Era solo otra señal
de que estábamos destinados a estar juntos, que esta mierda estaba destinada
a suceder.

Nos movíamos juntos deliberadamente, llegando a un ritmo perfecto. Gemía,


sus manos vagaban por mi piel y pasando por mi pelo, y yo gruñía en respuesta
con un hormigueo recorriendo mi cuerpo. Apreté mi cuerpo al de ella, sintiendo
su piel contra la mía. Su cuerpo estaba caliente, su piel tan jodidamente suave.
Mi mano comenzó a vagar, bajando por su muslo mientras la abría más,
llegando más profundo. Sus ruidos se hicieron más fuertes, sus manos
moviéndose frenéticamente sobre mí. Con mi otra mano agarré uno de sus
brazos, quitando su mano de mi espalda y entrelazando nuestros dedos,
sujetando su mano y presionándola contra el colchón. Ella apretó mi mano con
fuerza y comenzó a murmurar, sus piernas temblando mientras me deslizaba
dentro y fuera de ella.

“Te amo,” dijo sin aliento. Un sonido escapó de mi garganta involuntariamente

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 945


en respuesta, casi como un gruñido estruendoso mientras el deseo se
arremolinaba en mí.

“Ti amo,” le dije. “Demasiado. Dios, te amo demasiado.” Gimió con fuerza en
respuesta, empujando sus caderas y agarrando mi cabello con su mano libre.

“Por favor, nunca me dejes,” dijo. Gruñí mientras la emoción bullía dentro de mí.

“Jamás,” le dije de inmediato. “Nunca voy a dejarte. ¿Sientes esa mierda, Bella?
Nos pertenecemos.”

Ella gimió. “Sempre,” dijo en un jadeo. Podía sentir su cuerpo temblando y me


di cuenta que estaba cerca a correrse, su cuerpo perdiendo el control mientras
empezaba retorcerse aún más. Levanté un poco mi cuerpo y metí mi mano entre
nosotros, rozando su clítoris con mis dedos. Gritó y lo presioné con firmeza,
frotando en círculos.

“Sempre,” repetí. “Para siempre, Isabella. Joder, moriría sin ti. Nunca
sobreviviría si alguna vez te alejas de mí.”

Se tensó en cuestión de segundos, su cuerpo se paralizó mientras gritaba con


fuerza, gritando y arqueando su espalda a medida que el orgasmo tomó control
en ella. Su coño ciñéndose a mi polla, apretándome con fuerza casi al punto de
causar dolor. El placer moviéndose rápidamente por mi cuerpo era intenso, tan
intenso que ni siquiera podía pensar con claridad, no podía concentrarme en
nada que no fuera las jodidas sensaciones. “Mierda,” susurré. “Joder, cariño. Se
siente tan malditamente bien.”

Seguí empujando dentro de ella, llenándola por completo y casi saliendo


totalmente antes de hacerlo de nuevo mientras mis dedos frotaban con firmeza
su clítoris. La tensión en su cuerpo se liberó después de un momento y se relajó
de nuevo en la cama. Aparté mi mano a sabiendas que ella estaría sensible y
agarré su otra mano entrelazando nuestros dedos. Puse nuestras manos sobre
la cama encima de su cabeza y quité un poco de mi peso corporal de encima de
ella, subí más sus rodillas sobre la cama, abriéndola más y empujé mis caderas
con firmeza. La sensación de nuestra piel rozándose y el sonido de golpes sobre
algo mojado mientras la llenaba era intenso, casi hasta el punto de la agonía.
La música de fondo contribuía a ello y me tomó un momento darme cuenta que
era la canción de Blue October que había tocado antes para ella, la canción
que era nuestra puta canción.

Todo mi cuerpo hormigueaba mientras le hacía el amor, el sonido de nuestros

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 946


movimientos, los ruidos que ella hacía y la canción, me abrumaron. Sentí la
presión acumulándose a medida llegaba mi clímax, la sensaciones saliéndose
de control y desbordándose. Sentí mis ojos humedecerse con lágrimas y traté
de contener esa mierda, cerrando mis ojos con fuerza. Sujeté sus manos con
fuerza, aferrándome a ella y acariciando su cuello con mi rostro. Lamí su carne,
saboreando el ligero sabor salado del sudor y el calor de su piel, disfrutando
cada jodido momento de ello. Sentí la tensión llegar a su límite y grité, dando
un puto gruñido en su cuello cuando llegó mi liberación. Atravesó mi cuerpo,
casi paralizándome y perdí el control de mí mismo por un momento,
penetrándola con fuerza. Ella gritó con fuerza y su coño se ciñó en torno a mí
cuando empezó a correrse, su cuerpo convulsionando por el placer. Di un par de
estocadas más, derramando mi semilla dentro de ella y llevándola a través de
su orgasmo.

Su cuerpo se relajó después de un momento y me detuve, recostándome y


tratando de no poner mi peso sobre ella, pero estaba jodidamente agotado.
Solté sus manos y ella me envolvió con sus brazos, sujetándome con fuerza.
Simplemente nos quedamos allí, en silencio por un momento, sin que ninguno
de los dos hablara y respirando de forma errática. Cambié de posición después
de un momento, siseando cuando salí de ella. Lloriqueó y me levanté, echando
un vistazo a su rostro y me congelé cuando vi lágrimas en sus ojos.

“¿Estás bien?” Le pregunté vacilante, con el pinche miedo que ella fuera a
decirme que la había lastimado. Me miró por un momento antes de que sus
labios se curvearan en un pequeña sonrisa, una lágrima corriendo por su
mejilla. Estiré mi mano y las limpié con mis dedos mientras ella asentía.

“Perfecto,” ella susurró, con su voz entrecortada y apenas audible. Le sonreí y


me incliné para darle un casto beso en los labios. Me rodé sobre mi espalda y
la atraje hacia mí. Puse mi brazo a su alrededor y ella recostó su cabeza en mi
hombro, acurrucándose en mí y colocando su mano en mi pecho donde estaba
mi corazón. Los dos estábamos de nuevo en silencio, solo acostados juntos,
completamente desnudos y con nuestras piernas entrelazadas, disfrutando de
esa puta relajación postcoital. Quería preguntarle si podía sentir los latidos de
mi corazón, pero mantuve la boca cerrada eligiendo disfrutar del silencio. No
necesitábamos las palabras, en realidad no había necesidad de decir nada
porque ella ya lo había resumido con una sola palabra. ‘Perfecto’.

Sí, había tenido maldito éxito. Sin desastres naturales, ni pendejadas o


invasiones de insectos, casi sin nada de lluvia y es el hijo de puta Washington,
así que eso dice algo. Sin accidentes de autos o incendios, sin mierdas, punto.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 947


A ella hasta le gustó mi maldita canasta. Todo había valido la pena, cada pizca
de estrés valió la pena.

Hasta la hice llorar de felicidad y estuve malditamente cerca de hacer lo mismo,


y después de toda una vida de puto dolor, ya era maldita hora de que ambos lo
experimentáramos. Porque nos merecíamos esa mierda después de lo que
hemos soportado en la vida. Y ahora estaba jodidamente seguro, más que
nunca antes, que estábamos destinados. Que debíamos estar juntos. No sabía
qué fuerza nos había unido, si mi madre tuvo algo que ver, o en todo caso mi
padre, pero lo que sea que haya sido nos ha llevado a donde estábamos, y era
lo correcto, jodidamente correcto.

Acostado allí, abrazándola después de hacerle el amor y descubrir


exactamente qué carajos era eso, supe que nunca podría haber otra. Y supe, sin
ninguna duda, que si alguna vez alguien trataba de separarnos o apartarla de
mí, joder, los mataría.

*******************
Fuori dai coglioni = No me toques las pelotas

Principe Della Mafia = Príncipe de la Mafia

La mia bella ragazza = Mi hermosa chica

Buon San Valentino = Feliz Día de San Valentín

Grazie = Gracias

Angelo Mio = Ángel mío

Amore Mio = Amor mío

Sei belissima e ti voglio assagiare = Eres hermosa y quiero probarte

Ti amo, piccolo tesoro = Te amo, pequeño tesoro

Ho voglia di fare l’amore = Quiero hacerte el amor

Prometto di essere delicato = Te prometo ser delicado

*****La Vita Nuova de Dante acto en español*****

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 948


Tan gentil y tan honesta luce

mi dama cuando a alguien saluda,

que toda lengua temblando quédase muda,

y no se atreven los ojos a mirarla.

Ella se va, sintiéndose alabada,

benignamente de humildad vestida;

pareciera ser cosa venida

del cielo a la tierra a mostrar milagro.

Muéstrase tan agradable a quien la mira,

que por los ojos da al corazón una dulzura,

que no puede comprender quien no la prueba.

Y parece que de sus labios surgiera

un espíritu suave de amor pleno

que al alma va diciendo: - ¡Suspira!

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 949


“No somos las mismas personas este año como el pasado, tampoco aquellos a
quienes amamos. Es una feliz casualidad si, cambiando, seguimos amando a
una persona que ha cambiado.” – William Somerset Maugham

Isabella swan
“Uh,… ¿eh?” Dije confundida, mirando a la puerta de la habitación de Edward donde
Alice estaba parada. Ella tenía una gran sonrisa en su rostro y estaba prácticamente
saltando sobre las puntas de sus pies con entusiasmo, se le notaba ansiosa por algo.
Verla así me ponía nerviosa, porque me miraba con expectación. Era como si esperara
que hiciera algo con ella y después del viaje al spa de hacía unos días donde de
alguna forma me habían convencido depilarme mis partes privadas, no estaba tan
segura de que mi idea de pasar un buen rato coincidiría alguna vez con la suya.

Ella no dijo nada inmediatamente, solo siguió mirándome y sonriendo radiantemente,


así que miré alrededor de la habitación para confirmar una vez más que estaba sola.
Me había despertado abruptamente de un sueño profundo hacía un momento por el
sonido de un golpe fuerte, el que supongo había sido Alice tocando a la puerta, y
estaba todavía algo desorientada por la somnolencia. Edward no estaba cuando
desperté, su lado de la cama vacío y frío, así que me aventuré a adivinar que había
estado fuera de la cama por un tiempo. Le eché un vistazo al escritorio y vi que la
mayoría de sus pertenecías no estaban, a excepción de su reloj que todavía yacía allí,
y eso me confundió. Al principio me pregunté si había venido a dormir porque sus
llaves y cartera no estaban así que era claro que en realidad se había ido, pero no
tenía sentido que Edward se hubiera ido a la escuela si Alice estaba parada frente a
mí, ya que iban juntos a la clase. Miré el reloj tratando de dar sentido a las cosas y vi
que era la hora en que Edward y yo normalmente nos levantábamos por la mañana.

“¿Necesitas algo?” Pregunté vacilante.

“Necesito que te vistas para que podamos irnos,” me dijo. Mi ceño se frunció por la
confusión.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 950


“¿Dónde vamos?” Pregunté titubeante.

“Vamos a pasar el día juntas,” dijo entusiasmada. “Vamos a ir a desayunar y luego de


compras. También tenemos cita más tarde en el spa…”

En el momento en que la palabra salió de sus labios me tensé un poco, mis ojos se
ampliaron. “¡¿Spa!?”

Dije inmediatamente, entrando en pánico ante la idea de tener que volver a ese lugar.
Ella paró y se quedó mirándome.

“Es un spa para manos y pies, manicura y pedicura. Solo vamos a arreglarnos las uñas
y a darnos un masaje de pies,” dijo. La miré con sospecha.

“¿En serio?” Pregunté. Ella sonrió y asintió.

“¡Sí, en serio! Te juro que no te quitarás la ropa,” dijo. “Además, ha sido idea de
Edward de todos modos, así que no puedes culparme esta vez.”

“¿En serio?” Pregunté con curiosidad, preguntándome por qué Edward sugeriría que
fuera a pasar un día en el spa. Miré mis manos, viendo las achatadas y
mordisqueadas uñas y suspiré. Sabía que mis pies tampoco estaban muy bien, pero
tenía que saber que estaban en tan malas condiciones debido al trabajo que me había
visto forzada a hacer. Inmediatamente me pregunté si le molestaba y simplemente era
demasiado educado para decir algo al respecto. Por lo general, Edward no era de los
que se quedaban callados cuando tenía una opinión, pero también sabía que nunca
querría decir algo que pudiera lastimar mis sentimientos.

“Sí, en serio,” dijo Alice de nuevo, confirmando que de hecho había sido idea de
Edward. Suspiré y asentí, volviendo la vista hacia ella.

“Está bien. Aunque, ¿no tienes que ir a clase?” Pregunté. Ella sonrió y se encogió de
hombros.

“Me voy a tomar el día. Hay cosas más importantes que hacer hoy que sentarse en el
salón de clases,” dijo.

“Entonces está bien.” Le di una leve sonrisa, sorprendida de que hubiera pensado que
pasar el día conmigo a petición de Edward sería más importante que la escuela. “Creo
que voy a vestirme.”

Ella asintió. “¡Genial! Te espero en la cocina en unos minutos.” Se dio la vuelta y se fue
a toda prisa por el pasillo entusiasmada, supongo que agradecida de que aceptaría lo
que ellos hubiesen planeado para mí. Me quedé un momento mirando hacia la entrada
ahora vacía antes de bajar la vista a mis manos de nuevo. Llevé mi labio inferior a mi
boca y lo mordisqueé con nerviosismo. ¿Realmente le molestaban a Edward esas
cosas?

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 951


Finalmente me quité el edredón de encima después de un momento y bajé de la cama,
sin querer que Alice tuviera que regresar para sacarme si tardaba mucho tiempo, y me
dirigí a mi habitación. Saqué unos vaqueros y una camiseta blanca, vistiéndome
rápidamente. Pasé por mi ritual mañanero tan rápido como pude hacerlo y me puse
mis Nike, las que tanto le gustaban a Edward, antes de coger mi chaqueta y salir. Me
dirigí a la planta baja, bostezando ya que mi cabeza todavía se sentía algo brumosa
por el sueño, y me detuve cuando llegué al vestíbulo. Miré hacia la cocina sorprendida
cuando vi cuatro pares de ojos sobre mí.

“Buenos días Jasper, Emmett… eh, Rosalie,” dije, haciendo un gesto con la cabeza en
forma de saludo, sin saber por qué todos estaban con Alice en la cocina a esta hora.
Emmett me dio una amplia sonrisa.

“¡Buenos días, Izzy Bizzy!” Gritó. Sonreí en respuesta. Jasper y Rose se hicieron
repitieron el saludo, aunque con menos entusiasmo que Emmett. Alice cogió a Jasper
del brazo y él se inclinó, dándole un rápido beso. Era dulce, verlos juntos y claramente
enamorados. Sabía exactamente cómo se sentían ahora, cuanta calidez, felicidad y
consuelo se proveían el uno al otro. Alice se giró hacia mí después de que Jasper se
apartó.

“¡Sí, vámonos!” Dijo, acercándose a mí y agarrando mi brazo. Estaba bastante


impactada por la fuerza que tenía cuando empezó a tirar de mí a través del vestíbulo
hacia la puerta principal. Me eché a reír y grité adiós al resto de ellos, siguiendo a
Alice fuera.

Subimos a su pequeño coche amarillo, el que me gustaba porque tenía la misma


vivacidad y fluorescencia que también brillaba a través de Alice y condujo por Forks
hacia un pequeño restaurante. Bajamos del coche y entramos, sentándonos en una
cabina en la esquina del fondo. Una señora vino y dejó caer unos menús frente a
nosotras, preguntando con indiferencia qué nos gustaría beber. Titubeando pedí un
poco de zumo de naranja y ella asintió en respuesta. Alice ordenó lo mismo y después
de que la señora se fuera cogí el menú, mirándolo. Alice empezó a charlar
animadamente y sonreí y asentí mientras le echaba un vistazo al menú, leyéndolo lo
mejor que pude. Lo puse sobre la mesa después de un momento, decidiéndome por
una tortilla de queso y champiñones, con patatas fritas y pan tostado. La señora
regresó después de un rato y ordenamos, nuestra comida salió rápidamente. Comimos
y conversamos, lo que en realidad equivalía a que Alice parloteaba y yo escuchaba,
pero no me importó mucho. Disfruté escuchando, agradecida de que al menos alguien
estuviera interesada lo suficiente en mí como para querer tener una conversación
conmigo. Alice me hacía sentir que tenía una verdadera amiga lejos de todo lo demás,
y que podía hablar abiertamente con ella sin miedo a ser excluida o que se burlaran
de mí. Era una persona comprensiva y compasiva, lo que me dejaba claro que a pesar
de las grandes diferencias en apariencia y manierismos entre ella y Jasper, encajaban
muy bien. En un sentido eran como Edward y yo. En la superficie éramos opuestos en

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todos los sentidos, pero en el fondo compartíamos un terreno común.

Después de que Alice terminó de comer sus tortitas se puso de pie, diciéndome que
necesitaba usar el tocador para damas. Asentí y le dije que fuera, de pronto
sintiéndome algo nerviosa cuando la vi alejarse y desaparecer de mi vista. Miré
alrededor, el hecho de estar completamente sola en público alrededor de extraños era
un poco intimidante. Estaba en una habitación repleta de personas a mi alrededor y no
conocía ninguna. O ese pensé, de todos modos.

"¿Qué hace una belleza como tú comiendo sola?" Una voz preguntó en voz baja detrás
de mí. Mi ceño se frunció por la confusión ante su familiaridad y volví la cabeza
lentamente, sorprendida de ver a Jacob Black. Me sonrió abiertamente y yo le devolví
una pequeña sonrisa educada, un poco recelosa por su presencia.

"Eh, estoy con Alice. Solo ha ido... a alguna parte," murmuré. Él asintió, todavía
sonriendo.

"Genial, no he visto a la pequeña duende en un tiempo," me dijo. "Es agradable verte


de nuevo, Isabella."

Yo asentí. "A ti también, Jacob." Su sonrisa creció.

"Así que, tengo una pregunta para ti, y es completamente seria," me dijo. Lo miré con
aprensión, sin estar seguro de lo que quería saber. Hizo una pausa y se quedó
mirándome fijamente.

"Dime, Isabella. ¿Cómo llamas al amor de un vampiro?" Mi ceño se frunció confuso por
su pregunta y él se echó a reír, sacudiendo su cabeza. Reí levemente al darme cuenta
de que era otro chiste. Dio unos pasos para acercarse y se deslizó en la cabina frente a
mí donde Alice había estado sentada. Levanté mis cejas, un poco sorprendida de que
se hubiera atrevido a sentarse conmigo sin invitación para hacerlo. No se percató de mi
expresión o no le importó, porque se relajó contra el asiento y me miró expectante,
obviamente esperando mi respuesta. Metió la mano en el bolsillo de su chaquetón y
sacó una pequeña caja rosa, abriendo la tapa y vertiendo algo de su contenido en su
mano. Le eché un vistazo y vi que eran pequeños corazones de diferentes colores,
dulces asumí.

"¿El amor de un vampiro? Yo, eh... no lo sé," le dije nerviosa. Sonrió y se metió una
pieza de dulce en la boca, masticándolo.

“Una monsternovia. ¿Lo entiendes? ¿Cómo una novia pero monstruosa?”, dijo. Lo miré
fijamente sin entender realmente lo que era tan gracioso, y él hizo un gesto de
negación. “Bien entonces. Tal vez no eres una chica vampiro. Vamos a ver…”

Hizo una pausa y miró al dulce en su mano, comiéndose otra pieza. De verdad parecía
estar inmerso en sus pensamientos, sus ojos levemente entrecerrados y su frente

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arrugada como si estuviera concentrado. Sonrió satisfecho después de un momento,
mirándome con un brillo travieso en sus ojos. "¿Qué le dijo el foco al interruptor?"
Preguntó. Me quedé mirándole un momento, considerando la respuesta, pero no se me
ocurría nada.

"No estoy segura," dije titubeante. Me miró un momento de forma extraña antes de
inclinarse sobre la mesa hacia mí.

"Tú me enciendes," dijo en voz baja. Su sonrisa creció y apartó su mirada de mí por un
momento, metiendo una pieza de dulce en su boca a medida que se volvía apoyar en el
respaldo del asiento. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y lo miré boquiabierta,
pasmada por el chiste. Pude sentir que el rubor se apoderaba de mi rostro y no estaba
segura de cómo me sentía porque él me dijera eso, si reírme porque era algo gracioso
o indignarme por el obvio trasfondo. Apenas nos conocíamos por lo que no creía que
él debería decirme esas cosas tan crudas. Sin embargo, era obvio por qué
exactamente Edward y él había sido amigos previamente, ya que parecían tener el
mismo sentido del humor. Me miraba, esperando mi reacción pero por suerte en
realidad no tuve que considerar una respuesta, porque en cuestión de segundos Alice
apareció de nuevo.

"Jacob Black, por todos los cielos, ¿qué estás haciendo aquí?" Preguntó, sonriendo y
deslizándose en el asiento junto a él. La miró y sonrió, encogiéndose de hombros.

"¿Aquí en tu mesa o en Forks en sí?" Preguntó.

"Las dos cosas," dijo ella. Él rodó los ojos, dándole un codazo jugando.

"Maldición, siempre fuiste demasiado entrometida para tu propio bien. Estoy en tu


mesa porque he visto que Isabella estaba un poco incómoda sentada sola y pensé que
un poco de conversación le ayudaría a alegrar su mañana. Y estoy en Forks porque mi
padre me ha forzado a pasar algo de tiempo con el jefe de policía como castigo," dijo.

"¿No deberías estar en la escuela?" Preguntó Alice. Jacob se encogió de hombros,


sonriendo.

"Me han suspendido tres días. Me metí en una pelea, no gran cosa. Pero mira quién
habla, ¿no deberías tú estar en la escuela?" Preguntó, mirándola inquisitivamente. Ella
sonrió, encogiéndose de hombros.

"Me he tomado el día. Isabella y yo vamos a pasar el día juntas embelleciéndonos para
nuestros enamorados," le dijo, sonriendo con entusiasmo. Sonreí, la idea de verme bien
para Edward me hizo sentir feliz y orgullosa. Jacob me miró sorprendido.

"¿Oh, sí? ¿Quién es tu enamorado?" Preguntó con curiosidad. Yo solo me quedé


mirándole sin saber si debería o no responder a eso, y Alice carraspeó. Los dos la
miramos y ella me sonrió antes de volverse para mirar a Jacob.

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"¿Y tú me llamas entrometida?" Dijo jugando. Él sonrió, riéndose suavemente. "Y si
insistes en saberlo, su enamorado es Edward."

Lo miré con curiosidad cuando su sonrisa cayó casi de inmediato. "¡¿Cullen?!" Dijo, con
algo de incredulidad en su voz. Alice asintió.

"Sí, Cullen. ¿Qué otro Edward hay? Y no estés tan sorprendido, porque él no es la
misma persona que conocías. Ha cambiado mucho," dijo Alice. Jacob se rio con
amargura, sacudiendo su cabeza.

"Cullen nunca cambiará. Podrá haberlos engañado pero yo no estoy cautivado por su
farsa como todos los demás parecen estar. Siempre será un cabrón y hará daño a la
gente. En el momento en que deposites tu confianza en él, te aplastará," dijo, sonando
bastante molesto y mirándome. Lo miré fijamente, nada sorprendida por su punto de
vista considerando lo que Edward le había hecho pero un poco aturdida por la
intensidad con la que había hablado. Se quedó mirándome un segundo y Alice
suspiró.

"Como he dicho, ya no lo conoces, Jacob," le dijo, extendiendo su mano y palmeando


suavemente la mejilla de Jacob. Él rodó los ojos y alejó su cabeza de ella.

"Lo que tú digas," murmuró. "Siempre pensaste bien de él de todos malditos modos,
Alice, negándote a creer que en realidad podría ser el cretino que resulta ser. Pero lo
es, y lo sé porque él me lo demostró al darme la espalda. Todos en esta ridícula ciudad
todavía piensan que el sol sale y se pone con Edward Cullen, que él no puede hacer
nada malo. Es jodidamente extraño." Empezó a juguetear un poco más con sus dulces,
comiéndose unos cuantos en silencio. Alice seguía mirándolo de una forma extraña.
"Bueno, ha sido agradable y todo, pero tengo que estar en la estación de policía antes
de que mi padre quiera mi culo por llegar tarde."

Alice sonrió con tristeza y salió de la cabina para dejarlo salir. Él se puso de pie y se
detuvo, mirándome de forma extraña. Bajó la vista a su mano y cogió uno de los dulces
en forma de corazón que había estado comiendo, poniéndolo sobre la mesa frente a
mí. "Tal vez estaba equivocado, Isabella. Quizás sí eres la chica de un vampiro
después de todo... ¿Por qué Cullen? Te va a chupar la vida."

Se despidió rápidamente de Alice en un murmullo y yo me quedé mirándolo mientras


se alejaba, empujando la puerta con fuerza para abrirla y saliendo del restaurante.
Sus palabras extrañamente me habían recordado algo que Edward había dicho de
Jacob la noche del baile de la escuela, de que Jacob destruía todo lo que tocaba.
Estaba claro que ambos guardaban fuertes rencores, tanta hostilidad que me
preguntaba si cualquiera de los dos en realidad podría sobreponerse a lo que había
pasado. Bajé la vista a la mesa, hacia el dulce de corazón de color naranja que Jacob
había dejado frente a mí, notando que tenía algo escrito en él. Lo cogí y lo miré,
leyendo las palabras "Habla conmigo". Lo miré fijamente por un momento más,

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preguntándome qué había querido decir con eso si es que había querido decir algo,
antes de colocarlo sobre mi plato.

Miré a Alice y vi que me miraba con cautela. Le di una suave sonrisa y ella sacudió su
cabeza. "Para que lo sepas, lo he dicho en serio. Él es diferente ahora, Jacob ya no lo
conoce," me dijo. Yo asentí.

"Lo sé, Alice. No te preocupes. No voy a permitir que la opinión de alguien más sobre
Edward cambie la mía. Confío en él," le dije, encogiéndome de hombros. Ella sonrió.

"Bien," me dijo, mirando alrededor. "Y eh, tal vez no quieras mencionarle esto a Edward,
porque no estará muy feliz por ello, ¿sabes? Sé que no le ocultarías cosas pero esto
solo lograría molestar a Edward si se entera. Nada bueno resultará de ello y no tiene
tanta importancia. ¿Entiendes?"

Asentí. "Sí, lo entiendo," le dije. Sabía a ciencia cierta que decirle a Edward que Jacob
se había sentado conmigo y más que nada había hablado mal de él solo pondría a
Edward furioso, y no tenía planes de hacerlo. Ya le ocultaba cosas obligada por su
padre, tratando de mantenerlo a salvo, por lo que algo tan trivial como haberme
encontrado con Jacob Black no debería importar.

"¿Estás lista para irnos?" Asentí y Alice pagó por nuestro desayuno, lo que me hizo
sentir mal porque tuvo que gastar su dinero en mí. No es como si tuviera a acceso a
cualquier cantidad de dinero para contribuir y ella lo sabía, pero lo mencioné de todas
formas. Ella se rio un poco e hizo un gesto con su mano como si no tuviera importancia,
diciéndome que Edward le había dado un montón de dinero hacía unos días,
específicamente para hoy así que el dinero no había salido de su bolsillo. Nos
dirigimos a su coche y condujo hacia la carretera principal, saliendo de Forks. Me dijo
que íbamos a la ciudad de Port Angeles, ya que al parecer allí es donde estaba el spa.
Ella conversó durante todo el viaje y yo escuché contenta, de vez en cuando diciendo
una palabra o dos de manera que supiera que de verdad estaba prestando atención.
Habló sobre todo de los chicos Cullen, contándome algunas historias de ellos a través
de los años y me reí un par de veces por su divertido comportamiento. También me
contó unas cuantas historias no tan agradables sobre Edward que podía notar que no
estaba muy segura de compartir conmigo. Ninguna de ellas era necesariamente mala,
solo un poco deprimentes de lo triste y obviamente destrozado que él había estado.

Las manicuras y pedicuras por sí solas no fueron tan incómodas como pensaba que
serían. La gente que trabajaba allí conocía a Alice por su nombre así que me atreví a
suponer que ella se lo hacía a menudo, lo que me calmaba un poco. Solo porque
Edward había sugerido que me lo hiciera no necesariamente significaba algo malo y si
Alice lo hacía a menudo era probable que fuera solo otra de esas cosas que las chicas
hacían. Agradecía que él tratara de darme experiencias que las otras chicas tenían,
incluso si eran cosas que yo no encontraba precisamente interesantes. La mujer que
me hizo las uñas y los pies no hizo ningún comentario sobre su estado o incluso no

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 956


pareció asustada por ello. Ella trataba con esto todo el día así que me atreví a suponer
que tenía que haberse topado antes con otro par de pies tan estropeados como los
míos, de manera que no era nada nuevo para ella. Trabajó con mis manos y limó mis
uñas, poniendo un poco de esmalte transparente sobre ellas para que brillaran.
Comenzó a trabajar en mis pies después de eso, sumergiéndolos en agua caliente y
restregándolos con lo que parecía como un tipo de piedra. No tenía sentido para mí
pero no la cuestioné por ello, pensando que ella sabía lo que estaba haciendo. Apenas
lo sentí pero Alice empezó reírse bajito cuando una de las mujeres hizo los suyos así
que pensé que por lo menos no dolía, a pesar de que parecía lo contrario.

Frotó un poco de loción en mis pies y metió algo entre mis dedos, preguntándome qué
color quería. Por un momento, solo me quedé mirándola, sin saber de qué estaba
hablando porque en realidad no sabía lo que estaba haciendo.

"A Jasper le encanta que me pinte las uñas de los pies," dijo Alice. Miré en su dirección
y vi que me estaba mirando. Al principio asentí, pensando que solo estaba cotilleando
sobre su novio, pero me levantó sus cejas y entendí lo que me había dicho.

"Oh. Sí," murmuré, volviendo mi atención a la mujer que seguía mirándome y


esperando que escogiera un color. "Eh, ¿rojo, supongo?"

Ella sonrió y asintió, poniéndose de pie y alejándose. Le agradecí a Alice en un


murmullo por la pista sutil para que no me diferenciara por mi ignorancia de la
situación y la mujer regresó, pintando mis uñas de un color rojo brillante. Puso un
pequeño ventilador y se fue cuando terminó, diciéndome que dejara que se secaran.
Me quedé mirando a mis dedos por un rato después de que hubiese ido,
completamente fascinada por el color en ellos porque nunca antes había usado
esmalte.

Alice pagó cuando terminaron con las dos y salimos en dirección a su coche. Ella
condujo por la ciudad hacia una tienda y la seguí titubeante cuando entró, notando
que era una tienda de ropa muy elegante. Se volvió para mirarme y me dijo que
eligiera un vestido, prohibiéndome mirar los precios de las etiquetas. La miré
confundida y me explicó que también era otra de las ideas de Edward, que se suponía
que debía llevarme a comprar un lindo vestido. Asentí dudosa y miré alrededor de la
tienda, mordisqueando mi labio inferior por los nervios. Vi un montón que me
parecieron bonitos, pero no tenía idea de lo que realmente se consideraba que estaba
de moda. Me volví hacia Alice y le pedí que simplemente cogiera algo para mí pero me
dijo que Edward había insistido que el vestido fuera algo que yo eligiera
personalmente.

Encontré uno blanco a capas con tirantes negros y finalmente lo sostuve en el aire,
mirando a Alice con cautela. Pensé que era realmente hermoso, pero tenía miedo que
Alice hiciera una mueca cuando lo viera. Por suerte no lo hizo, en su lugar sonrió y
asintió, quitándomelo. Caminó por la tienda y tomó unas cuantas cosas extras,

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diciendo que Edward solo había especificado que yo eligiera el vestido, así que tenía
una laguna para comprar el resto.

Pagó y nos fuimos, dirigiéndonos de vuelta a Forks. Esperaba que Alice me llevara de
vuelta a la casa de los Cullen, pero en lugar de eso tomó una calle lateral en la ciudad.
Mi ceño se frunció por la confusión cuando se detuvo en una casa sencilla de dos pisos
con el exterior de ladrillo, preguntándome qué íbamos a hacer. Ella vio mi expresión y
me explicó que era su casa, que nos íbamos a arreglar allí, una vez más anunciando
que era idea de Edward. Accedí con escepticismo y seguí a Alice dentro, sorprendida
de lo hogareño que era el lugar. Con la actitud jovial y alegre de Alice casi esperaba
que el interior fuera artístico y con un decorado exclusivo de colores brillantes, de
manera que los marrón claro y blancos combinados con absoluta sencillez me tomaron
desprevenida.

Fuimos a la habitación de Alice y sonreí cuando entré, al darme cuenta que la había
interpretado bastante bien después de todo. Estaba decorada con brillantes colores
neón, rosa y verde en su mayor parte, y tenía obras de arte por todos lados. Mis ojos se
posaron en pintura de ballet que le había regalado para navidad, que estaba colgada
en la pared junto a su cama, y de inmediato sentí una oleada de orgullo de que
realmente le hubiera gustado.

Alice me entregó algunas prendas interiores y una bata, diciéndome que entrara a su
baño y me duchara. Hice lo que me pidió, sintiéndome un poco extraña al usar su
ducha. Salí y me sequé cuando hube terminado, poniéndome las bragas y el sujetador
negro. Me puse la bata y entré de nuevo en la habitación de Alice, notando que se
había puesto un vestido rojo. Me hizo un gesto con la mano para que me sentara frente
a un enorme espejo e inmediatamente empezó a trabajar en mi cabello, secando y
rizándolo.

"¿Puedo preguntarte algo?" Pregunté después de un rato, mirándome en el espejo. Ella


miró mi reflejo en él y asintió cuando hice contacto con sus ojos. "¿Por qué hacemos
esto hoy?"

Me miró por un segundo, su ceño fruncido por la confusión. "Porque es lo que se hace
en el día de San Valentín," me dijo, encogiéndose de hombros. Me quedé mirándola
confundida.

"¿El Día de San Valentín?" Pregunté, sin saber exactamente qué era eso. Ella me miró
boquiabierta, al parecer atónita.

"¿Nunca has oído hablar del día de San Valentín?" Preguntó en voz baja. Sacudí mi
cabeza titubeante, diciéndole que si lo había hecho seguramente no podía recordarlo.
Ella suspiró. "Es el día de los enamorados, cuando la gente muestra su amor entre
ellos."

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Estaba un poco sorprendida por sus palabras, sin siquiera tener idea que una
festividad como esa existiera. "¿Y por eso Edward quiso que hiciera esto hoy?"
Pregunté. Ella sonrió y asintió.

"Realmente se está esforzando por hacer de tu primer día de San Valentín algo
memorable," me dijo. "Él tampoco había celebrado este día antes." Yo sonreí.

"Eso es dulce de su parte," le dije, agradecida de que él estuviera tratando de hacer


algo lindo por mí para demostrar que me amaba, en especial si estaba fuera de su
elemento haciéndolo. "¿Jasper hace cosas para ti?"

Ella asintió. "Por supuesto, Jasper es del tipo romántico. Probablemente me llevará a
cenar y a bailar porque sabe que me gustan ese tipo de cosas, y me bañará con joyas
porque amo las joyas. Después de eso, bueno... probablemente tengamos sexo durante
toda la noche." Mis ojos se abrieron por la sorpresa y se rio. "¿Eso ha sido demasiada
información?"

Sonreí con timidez y negué con la cabeza. "No, solo que me ha tomado por sorpresa.
Me refiero a que, vivo con los chicos Cullen. Ellos en realidad no se retraen sobre el
tema así que he oído sobre ello," le dije. Rodó los ojos y empezó a pasar sus dedos por
mi cabello, soltando un poco los rizos que había hecho.

"Para que sepas, yo no confiaría mucho en sus charlas de sexo. Son chicos, les gusta
exagerar y hacer que la gente crea que el "sexo divertido" lo es todo," dijo, rodando los
ojos por lo de 'sexo divertido', usando sus dedos para hacer comillas y enfatizarlas.
"Supongo que no es varonil admitir que le hacen el amor a sus chicas," me dijo,
negando con su cabeza.

Miré con curiosidad a su reflejo. "¿Hay alguna diferencia?" Pregunté, imaginando que
todo sexo consensuado era lo mismo. Ella me miró sorprendida.

"Por supuesto que hay una diferencia. Puedes tener sexo con cualquiera y disfrutarlo,
pero tienes que amar de verdad a la persona para ser capaz de hacer el amor con ella.
El sexo es solo placer físico, pero hacer el amor es físico y emocional. No estoy
totalmente en contra de los rapidines o tontear, ya sabes, lo divertido es agradable.
Pero nada es mejor que hacer el amor," me dijo, encogiéndose de hombros.

"No puedo creer que Edward no te haya explicado esto."

"Bueno, él me dijo que el sexo consensuado no es el mismo tipo de sexo que cuando es
forzado," le dije. "Y dijo que no se trataba solo de, eh... de que el tipo metiera su cosa
dentro... sino que se trataba de venerar y amar o algo así." No pude recordar las
palabras exactas que él había usado para describirlo pero era algo parecido a eso.

Alice sonrió. "Sí, lo es," me dijo. "Jasper fue mi primero, ¿sabes?"

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"¿En serio?" Pregunté. Ella asintió.

"Sí. Nunca quise a nadie más que no fuera Jasper," me dijo. "Él es el único que siempre
querré. Él me ama de verdad."

Sonreí y ella terminó de toquetear mi cabello, agarrando una bolsa. Sacó unas medias
que subían hasta mis muslos y algo así como un cinturón de encaje que ella llamó
liguero, con pequeñas pinzas en él que sujetaban las medias. Me lo puse y ella me
ayudó a colocarlo antes de arreglar su cabello. Me senté con cuidado sobre su cama,
observándola por un momento.

"¿Puedo preguntarte algo, Alice?" Pregunté. Me miró por el espejo y asintió. "¿Cómo
supiste que estabas lista para, eh, hacerlo con Jasper?"

Pareció sorprendida por mi pregunta. "Um, supongo que solo lo supe. No fue como si
fuera algo planeado o algo así, solo llegó un momento cuando miré a Jasper y todo
encajó a la perfección. Supe en ese momento que quería que me hiciera el amor, que
era lo correcto. Sé que suena como que me lo estoy inventando, pero es verdad. Nunca
deberías apresurarte a nada, cuando sea el momento simplemente lo sabrás."

Asentí y le agradecí en un murmullo. Sus palabras tenían sentido considerando que


últimamente algo se había sentido extraño por alguna razón. Me dijo que de nada,
diciéndome que podía preguntarle lo que quisiera, que no tenía que sentirme
avergonzada de hablar con ella de esas cosas porque todas necesitábamos amigas a
las que acudir para hablar de chicos. Alice terminó de arreglarse y procedió a ponerme
un poco de maquillaje, dando algunos retoques de último minuto a mi atuendo. Le
echó un vistazo al reloj después de un rato, indicando que era momento de llevarme de
vuelta a la casa de los Cullen porque Edward ya estaría en casa esperando verme.

Llegamos a la casa y Alice me deseó que pasara una buena tarde cuando salí del
coche. Le agradecí por pasar el día conmigo, ya que en realidad había disfrutado el
tiempo que pasamos juntas. Me dijo que en cualquier momento que quisiera pasar el
rato que solo la llamara y ella estaría allí, antes de alejarse en el coche. Me dirigí a la
puerta principal, un poco nerviosa porque el coche de Edward estaba en la entrada por
lo que definitivamente estaba en casa. Abrí la puerta y miré hacia el vestíbulo,
parándome en seco cuando mis ojos se posaron en Edward.

Estaba de pie, inmóvil, vestido algo formal y viéndose tan guapo como siempre. Lo
miré, sin poder descifrar lo que él estaba sintiendo porque su expresión no revelaba
nada. No tenía idea de lo que pensaba de cómo me veía y estaba muy nerviosa porque
nunca antes había usado un vestido. Nunca había tenido una razón para usar uno y
pensé que era bonito, y Alice me había dicho que me veía preciosa, pero lo que
realmente me importaba era lo que Edward pensase. Era ridículo pero quería
impresionarlo prácticamente hasta el punto de hacerlo sentir orgulloso de estar
conmigo. Algunas de esas chicas con las que él había estado en el pasado eran

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espectaculares y por lo general yo me sentía simple en comparación, a pesar de su
insistencia en que era hermosa. No quería decepcionarlo considerando que había sido
tan dulce como para querer que pudiera arreglarme para el día de San Valentín.

No podía entender por qué solo estaba parado allí, mirándome, su mirada penetrante
haciéndome sentir aún más nerviosa al pasar los segundos. Pero después de un
momento sonrió con su sonrisa encantadora, haciendo que mis labios se curvaran
involuntariamente. Entré, relajándome un poco cuando porque al menos parecía
complacido. Se acercó a mí y me dijo unas palabras en italiano, el acento en ellas hizo
que mi corazón latiera con fuerza y me tendió la rosa roja que llevaba en la mano. La
cogí con cuidado, casi abrumada ya que nunca nadie me había regalado una flor. Era
muy simple pero significaba mucho para mí.

Me deseó un feliz día de San Valentín y me dijo que teníamos planes para la noche, lo
que me sorprendió un poco porque yo me había imaginado que el vestido y demás
eran mi sorpresa. Después de un par de minutos y de besos nos pusimos en marcha,
saliendo a la carretera que ya sabía para entonces que conducía a Port Angeles. Se
detuvo frente a un edificio el cual me explicó era una galería de arte. Estaba un poco
sorprendida de que Edward quisiera entrar a una galería de arte, todavía más
asombrada cuando me dijo que era gratis. Simplemente no me pareció que fuera algo
en lo que Edward estaría interesado, pero tuve que preguntarme si solo lo había
escogido porque había pensado que me gustaría. Que lo estaba haciendo solo por mí.
Independientemente de eso, fue asombroso y disfruté cada segundo de ello, el
ambiente relajado distendió lo que quedaba de mi nerviosismo por esta noche.

Habló sobre mí yendo a la escuela, lo que me dejó aturdida porque en realidad nunca
se me había pasado por la mente que la escuela alguna vez de verdad fuera una
opción para mí. Entonces pasó a decir lo estupendo que era mi arte, cómo algún día
podía tener mis propias creaciones expuestas en una galería. El concepto me dejó
atónita, que en realidad pudiera ser así de talentosa en algo.

Después que dejamos la galería de arte él condujo por la ciudad hacia una enorme
mansión blanca en medio de un prado, completamente aislada de todo. Me informó
que había reservado el todo el lugar por esa noche, sorprendiéndome aún más por el
gesto. Ni siquiera podía imaginarme cuánto le habría costado pero sabía muy bien que
no debía preguntar, recordando como él parecía casi incómodo cuando le pregunté
sobre dinero en la galería.

Edward había planeado para mí un picnic al aire libre y nos acomodamos en el prado,
nos deleitamos con la comida y tonteamos un poco, solo pasando el tiempo juntos.
Hablamos de todo lo imaginable, los dos contándonos un poco más sobre nuestros
padres y las cosas por las que habíamos pasado. Fue agradable, estar los dos juntos
en lo que se sentía casi como un terreno neutral. Me sentí como si en verdad fuéramos
iguales, solo dos adolescentes enamorados y deseando estar juntos. Fue tan

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sorprendente, sentirse casi normal y parecida a una chica ordinaria.

Edward había hecho eso por mí, me lo había regalado. Me hizo olvidar el mundo
exterior y todas las complicaciones, todo lo que trataba de separarnos y que
potencialmente todavía podía hacerlo. Él creía en mí y deseaba dar todo lo que tenía y
luchar por lo que fuese que tuviéramos, y eso significaba más para mí de lo que
alguna vez él comprendería.

Edward era el primero que de verdad luchaba por mí como persona. Han habido
personas que han sido posesivas conmigo como propiedad, como el doctor Cullen
parecía serlo, pero no alguien que de verdad luchara por mí, por lo que hay en mi
interior. Luchaba por quién era yo y no por lo que era, y puede que fuese una pequeña
diferencia a los ojos de la mayoría pero era enorme para mí. Mi propia madre nunca
pudo de verdad luchar por mí. Ella esperó y soñó, deseó y rezó por mí, pero lo único
que no pudo hacer fue pelear. Estaba tan indefensa como yo.

Pero Edward no estaba indefenso y estaba preparado para luchar. Acostada en esa
manta con él, mirando a las estrellas, podía sentir lo entregado que estaba a nuestra
relación. Sabía que solo estaba fuera de su elemento con ella como yo lo estaba, pero
estaba poniendo todo su esfuerzo cuando en realidad no tenía que hacerlo. Pero
quería hacerlo y el hecho de que llegara a tales extremos para hacerme sentir especial
hacía que mi amor por él creciera enormemente.

Empezó a llover después de un tiempo y nos encaminamos al interior. Edward señaló


la canasta que tenía, el orgullo en su voz era evidente. De inmediato me pregunté si la
había comprado él solo y supuse que probablemente sí, si había ido tan lejos como
para mencionarlo. Me pregunté lo difícil que había sido eso para él con lo quisquilloso
que era. Me dijo que podía quedarme con la canasta cuando le dije que siempre me
habían gustado y fue un gesto insignificante, pero para mí significó mucho, que tan
gustosa y ansiosamente me hubiera dado algo que sabía me haría feliz.

Entramos antes de que realmente empezara a llover y Edward dijo que tenía algo que
quería tocar para mí. Podía percibir su nerviosismo cuando nos sentamos y me
sorprendió, ya que por lo general se veía muy seguro de sí mismo. Lo había oído tocar
antes, así que sabía que era inmensamente talentoso y no tenía razón para
preocuparse. Dijo que era la melodía que había tocado en Navidad, la que yo había
inspirado, y me sentí abrumada por el amor que sentía mientras estaba allí sentada,
escuchando. Era sorprendente que yo hubiera sido la inspiración para una melodía
como esa y cuando le dije que era hermosa él me dijo que lo era porque yo era
hermosa. Solo escuchar esas palabras hizo que mi corazón revoloteara, y le pedí si
podía tocar algo más para mí. Dudó, como si estuviera debatiéndose en hacerlo o no,
pero después de un momento me dijo que tocaría una melodía que le recordaba
nuestra relación.

"Cerré los ojos y sonreí, sabiendo que todo estaba bien. Hasta el centro. Así que cierra

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esa puerta. ¿Está pasando esto?" Empezó a cantar, su voz era suave. Dijo que era malo
cantando pero era obvio para mí que no tenía idea de lo que estaba hablando, ya que
su voz era hermosa.

"Mi aliento está en tu pelo. No estoy consciente, que abriste las persianas y dejaste
entrar la ciudad. Dios, tú tomas mi mano, y nos quedamos ahí, solo viendo todo." Me
quedé mirándole fijamente, sorprendida por lo dulce que era la canción. Nunca la
había escuchado antes y sonreí ante el hecho de que hacía a Edward pensar en
nosotros.

"Y lo supe desde el principio, así que mis brazos están abiertos. Tu cabeza está en mi
estómago y estamos luchando por no dormir. Aquí estamos en el balcón de este piso
dieciocho. Los dos estamos volando."

Con solo ver flotar sus dedos por las teclas, la melodía sonando y mezclándose con la
dulce letra hizo que mi corazón latiera con fuerza, se me puso toda la piel de gallina.

"Así que hablamos sobre nuestros padres y madres, sobre pasados familiares, solo
para saber de dónde venimos. Nuestros corazones expuestos para que todos los vean.
No puedo creer que esto me esté pasando a mí."

La emoción burbujeaba en mi interior, esas palabras me golpearon con fuerza y mis


ojos se llenaron de lágrimas. Definitivamente éramos nosotros, los dos abriéndonos
cuando a ambos se nos hacía extremadamente difícil. Los dos teníamos pasados
destrozados, los dos habíamos sido lastimados enormemente por eso habíamos
conectado y nos entendíamos el uno al otro. Éramos tan vulnerables a pesar de nuestro
fuerte exterior y nos la estábamos jugando en serio al dejar al otro entrar,
permitiéndonos ser consumidos por el amor. Pero era lo correcto, se sentía así...

"Y levanté mi mano como si fuera a mostrarte que era tuyo, que soy todo tuyo para que
me tomes, sigo siendo tuyo para que me tomes. Fue entonces cuando sentí el viento
soplar, agarré la baranda mientras esas palabras que quería decir se quedaron en mi
garganta y entonces me besaste..."

Cuando las palabras salieron de sus labios lo supe. Era el momento. Y finalmente
entendí exactamente lo que Alice había estado diciendo antes sobre que cuando el
momento fuera el correcto simplemente lo sabría. Porque en ese momento lo sentí, y
mientras él lo decía supe sin lugar a dudas que era lo correcto. Era suya para que me
tomara, y quería que me tuviera, todo de mí.

Me miró y se quedó inmóvil, la música cesó. De inmediato levantó su mano, la punta de


sus dedos rozando mi mejilla. Solté un suspiro tembloroso y me di cuenta que estaba
llorando, levantado mi mano toqué la suya en mi rostro.

"Te amo, Edward Cullen," le dije en voz baja, sintiendo en ese momento el amor más
intenso que nunca antes había sentido. Se quedó mirándome brevemente antes de

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decirme que también me amaba, absolutamente sin ningún titubeo o vacilación en sus
palabras. Le pedí si podíamos ir arriba y accedió, poniéndose de pie y conduciéndome
por las escaleras, abrió una de las puertas y entré, paralizándome cuando vi el sutil
resplandor de luz amarilla y rosas por todos lados, incluso sobre la cama. Era
deslumbrante, muy romántico y hermoso, y solo incrementó la sensación dentro de mí
que gritaba que era el momento que había estado esperando.

Agarré una de las rosas del florero y fui y me senté en el borde de la cama mientras
Edward ponía algo de música. Las emociones que surgían de mí eran intensas y traté
de contener las lágrimas que estaban provocando pero fue inútil. No estaba segura de
cómo hacerlo, cómo mencionarlo o si él siquiera se sentiría cómodo con ello, si incluso
lo deseaba porque solo unos cuantos días atrás se había dicho a sí mismo que el
momento no era el correcto. Estaba preocupada de que todavía se sintiera de esa
forma, pero por otro lado hacía solo unos días yo también había sentido que el
momento no era el correcto. Pero ahora, en este momento, simplemente lo era.

Edward se acercó y se puso de cuclillas frente a mí, preguntándome si estaba bien.


Asentí porque estaba mucho mejor que solo bien. Estaba perfecta. Se lo dije y estuvo
de acuerdo, poniéndose otra vez de pie y presionando sus labios a los míos. Me acosté
en la cama y se inclinó sobre mí, besándome apasionadamente. Podía sentir mi deseo
incrementándose, tomando el control de mi cuerpo cuando la electricidad se disparó a
través de mí en todas direcciones. Pasé las manos por su cabello y él se apartó de mis
labios, su boca se fue hacia mi cuello. Estaba nerviosa pero mi deseo por él en ese
momento superaba la ansiedad que sentía, y balbuceé las palabras, pidiéndole que
me hiciera el amor. Porque eso era exactamente lo que deseaba. Quería que me
hiciera el amor, a mí por completo, no solo a mi cuerpo. Quería unirme a él en cada
forma imaginable, sentir cada centímetro de su cuerpo, alma y espíritu. Él se tensó y
me miró, y pude ver la sorpresa y vacilación en sus ojos. Pareció congelarse por un
momento, ya que obviamente lo había tomado por sorpresa, pero rápidamente le dije
'por favor' antes de que su indecisión lo llevara a rechazarme. Necesitaba que supiera
que era lo que realmente deseaba, ya que nunca antes había deseado nada tanto
como lo deseaba a él en ese momento.

Me preguntó si estaba segura y asentí, diciéndole cómo me sentía. Que era el


momento, y que estábamos haciendo lo correcto. No estaba segura si lo había
entendido pero en realidad era la única forma en que podía describirlo en ese
momento. Él asintió y me miró intensamente, con tanto amor y compasión en su
expresión. Se inclinó y me besó suavemente, y supe en ese momento que me había
comprendido. También sentía lo que yo sentía en ese momento.

Me tocó y besó por un momento, antes de apartarse y ponerse de cuclillas frente a mí.
Empezó a quitarme la ropa, depositando besos en mi piel a medida que dejaba
expuesto mi cuerpo. Me dijo que podía cambiar de opinión antes de quitarme mi
vestido, y sabía que podía hacerlo y él retrocedería sin hacer ninguna pregunta, pero

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también sabía que no lo haría. Porque nunca habría un momento más perfecto que en
el que estábamos. Sin embargo, mi amor y devoción no hacían nada por acabar con
mis nervios, porque no tenía idea de lo que estaba haciendo o qué esperar realmente.
Él me estaba desnudando así que extendí mis manos y empecé a desabotonar su
camisa, tratando de hacer a un lado mi ansiedad. Me detuvo y me dijo que me relajara,
que éramos solo nosotros dos, solo Edward y Bella. Quitó mis manos de su camisa,
diciendo que quería venerarme y sonreí por la palabra. Me habían hecho muchas
cosas antes, pero venerarme no había sido una de ellas. Asentí y terminó de
desvestirme, pasando sus manos por mi cuerpo mientras lo hacía. Después de que
quedé completamente desnuda, me dijo que me recostara y murmuró algo en italiano.
No tenía idea de lo que significaba pero era hermoso escucharlo, el sonido haciendo
que mi deseo se incrementara.

Me recosté y empezó a degustarme, enviando chispas por mi cuerpo. Me sentía


increíblemente y podía sentir mis músculos relajarse y mi cuerpo soltándose al mismo
tiempo que él me lamía y mordisqueaba. Empujó algunos de sus dedos dentro de mí e
incrementó el ritmo, enviando a mi cuerpo en un rápido orgasmo en espiral. Se
desvaneció después de un momento y quedé tumbada en la cama, temblando y
jadeando. Él se apartó y se puso de pie, comenzando a quitarse la ropa. Mis nervios se
estaban alterando de nuevo a medida que se desvestía hasta quedar desnudo y luché
para mantener mi cuerpo bajo control. Me dijo cuando iba a la mitad que podía
detenerse y le dije al instante que no quería, ya que estaba más segura de esto que de
cualquier cosa en mi vida.

Me moví para quedar acostada en medio de la cama y su figura desnuda se cernió


sobre mí, besando mi boca y mi cuerpo, acariciando mi piel. Me susurró en italiano, sus
palabras y caricias enviándome en un torbellino de deseo. Balbuceó algo sobre un
condón y le pregunté si era necesario, cierto que no del todo segura. Me pude dar
cuenta que estaba nervioso sobre el tema pero le aseguré que confiaba en él, porque
así era. Pareció aliviado por mi respuesta y empezó a besarme y acariciar mi cuerpo de
nuevo por un momento, poniéndome realmente excitada. Se levantó un poco y lo vi
meter su mano entre nosotros y agarrarse con ella, el movimiento hizo que mi corazón
latiera furiosamente. Me dijo que iba a hacerlo despacio y con suavidad, y estaba
nerviosa pero lo deseaba desesperadamente. Quería sentirlo y estar con él, quería que
los dos compartiéramos este momento.

Bajó la vista y empujó mis piernas para abrirlas aún más, alineándose. Empezó a
empujar dentro de mí y pude sentir cómo me iba expandiendo, la sensación no era
dolorosa pero sí un poco intimidante. Se liberó para recostarse sobre mí y lo envolví en
mis brazos con fuerza, una docena de emociones diferentes pasaron por mi cuerpo. Él
empujó más y se detuvo, diciéndome que iba a doler pero que me agarrara a él con
fuerza, y que pasaría, le dije que estaba bien y afiancé mi agarre, nerviosa por esta
parte. Empujó hacia adelante otra vez y un dolor agudo atravesó mis partes íntimas. No
fue el peor dolor que alguna vez había sentido, ni siquiera se acercaba, pero era más

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intenso de lo que esperaba que fuera. Grité y me tensé, el área empezó a palpitar un
poco, y Edward detuvo sus movimientos de nuevo. Empezó a besar mi cuello y comenzó
a decir muchas cosas en italiano, y me tomó un momento darme cuenta que era el
mismo poema que le había pedido que me recitara el otro día pero que no había
podido recordar. Me concentré en lo que estaba diciendo, en lo hermosas que se
escuchaban las palabras viniendo de sus labios. Era una gran distracción y sentí mi
cuerpo relajarse después de un momento, el dolor pasó rápidamente, el palpitar se
atenuó.

Le dije que estaba bien y comenzó a moverse de nuevo. "Eso ha sido hermoso," susurré
después de un momento y él bromeó preguntándome si me estaba refiriendo al poema
o a la penetración. Su pregunta me sorprendió, pero estaba agradecida por ella, que
aún en un momento como este Edward fuera él mismo. Trató de retractarse, diciendo
que estaba tratando de ser romántico pero le dije que no necesitaba eso. No
necesitaba que fingiera en nada para mí, quería a su verdadero yo en todo momento.
Lo amaba por cómo era él y no quería que cambiara nunca la persona que era en su
interior, porque esa persona era asombrosa.

Cuanto más se movía Edward, más intensas se hacían las sensaciones. Era un poco
incómodo al principio hasta que las palpitaciones desaparecieron por completo, el
placer aumentó y mitigó todo lo demás. Podía sentirlo llenarme por completo y casi
sentí nostalgia cuando salió de nuevo, el vacío dentro de mí tanto emocional como
físico llenado una vez más cuando volvió a penetrarme. Estaba jadeando a medida
que la electricidad por nuestra unión recorrió cada centímetro de mi cuerpo. Fue
sorprendente y desgastante.

"Solo a ti. Siempre serás solo tú, Edward," jadeé después de un momento, necesitando
que supiera eso. No había nadie más para mí y sabía que nunca nadie más me haría
sentir de la forma en la que él lo hacía. La electricidad que sentía era única, no existía
más allá de nosotros. Nunca podría entregarme a nadie más, no después de sentir lo
que estaba sintiendo. Él gruñó en respuesta y continuó entrando y saliendo de nuevo,
enviando placer a través de mi cuerpo.

"Toda mía," dijo finalmente, sin aliento. "Ni siquiera sabes lo jodidamente apretada que
estás cariño. Jamás nada volverá a ser tan bueno como esto, nada podría sentirse tan
bien como tú."

Sus palabras causaron un cosquilleo en mi piel, que el amor revoloteara en mi interior.


Mis manos comenzaron a pasearse por su cuerpo, con la necesidad de sentirlo. Era
abrumador, él dentro de mí y su cuerpo presionado contra el mío. Podía sentir la ligera
humedad del sudor de su piel y escuchar las arduas respiraciones que realizaba
mientras me penetraba y salía de mí. Alcanzó mi mano y la tomó, entrelazando
nuestros dedos. No pude detener los sonidos que escapaban de mi garganta, mi
cuerpo reaccionando poderosamente a sus gemidos y gruñidos. Él me abrió aún más y

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 966


comenzó a empujar más profundo, haciendo que todo se intensificara.

"Te amo," sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas por todo lo que estaba
experimentando. Se sentía mejor de lo que nunca había imaginado que se sentiría, la
euforia de estar con él y el éxtasis físico sobrepasando todo lo demás. No importaba
nada más que él, no me preocupaba nada más que nosotros. Él era mi mundo, mi vida,
y le estaba entregando cada centímetro de mí y esperaba con todo lo que tenía que lo
tomara y lo conservara.

"Ti amo," me dijo. "Demasiado. Dios, te amo demasiado." Sus palabras enviaron un
escalofrío por mi espalda tan intenso que empujé mis caderas y gemí con fuerza. Podía
escuchar la pasión en su voz, su amor inquebrantable. Lo decía en serio, no dudaba ni
una sola sílaba de esas palabras. Me amaba, tanto como yo a él, y me estaba
haciendo el amor. Alice había tenido razón, era mucho más que solo una unión física.
Era espiritual y emocional. Lo podía sentir en mi alma, hasta llegar a los huesos. Me
estaba consumiendo por completo, adueñándose de cada célula de mi cuerpo. Era
suya y siempre sería suya. No había vuelta atrás para mí, no había forma de salir de
esto. Ahora lo necesitaba como el aire que respiraba, no podría sobrevivir en un mundo
donde no existiera Edward Cullen. Él era mi luz en la oscuridad, mi chispa.

"Por favor, no me dejes nunca," le dije al mismo tiempo que las lágrimas empezaron a
derramarse de mis ojos, la emoción de todo era demasiada para contenerla. Tenía
tanto miedo de perderlo ahora que lo tenía, miedo de perder estas sensaciones. Él
gruñó en respuesta, el sonido fue apasionado y primitivo.

"Jamás," dijo de inmediato, con voz enérgica. "Nunca voy a dejarte. ¿Sientes esa
mierda, Bella? Nos pertenecemos."

Gemí. "Sempre," le dije con voz temblorosa. Se había convertido en nuestra palabra
favorita desde que la había usado en ese primer mensaje de texto. Sempre. Él era mi
para siempre.

Bajó su mano y empezó a frotarla contra mí mientras continuaba entrando y saliendo


de mí, mi cuerpo estaba encendido. Cada centímetro de mi piel estaba chispeando,
sentía mi interior como si estuviera en llamas. El placer era más allá de cualquier cosa
que hubiera imaginado que alguna vez experimentaría y podía sentir la tensión
acumulándose en mi interior.

"Sempre," declaró, su voz resuelta y poderosa. "Para siempre, Isabella. Joder, moriría
sin ti. No sobreviviría si alguna vez te alejas de mí."

Mi respiración se detuvo cuando comprendí sus palabras, mi cuerpo se puso rígido


cuando la tensión aumentó y explotó, reverberando por mi cuerpo. Grité por la
sensación, ya que el orgasmo fue más fuerte de lo que jamás había sentido antes, la
sensación de mi cuerpo convulsionándose mientras él estaba dentro de mí era

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 967


asombrosa. Arqueé mi espalda a medida que me atravesaba y él siseó, soltando
maldiciones y diciéndome lo bien que se sentía. Sus palabras hicieron que mi orgasmo
perdurara, el hecho de que lo estaba haciendo sentir tan bien como él me hacía sentir
provocó que las sensaciones dentro de mí se intensificaran todavía más.

Después de que mi orgasmo se calmara, me relajé en la cama y traté de controlarme


mientras él continuaba haciéndome el amor. No era capaz de formar un pensamiento
coherente o incluso controlar mi respiración, ya que cada parte de mí estaba siendo
consumida y rebasada por la esencia de Edward Cullen. Era sorprendente, casi
mágico. Agarró mi otra mano, entrelazando nuestros dedos, presionando aún más su
cuerpo en el mío. Podía sentir cada centímetro de él mientras se deslizaba contra mí, el
sonido de sus movimientos mientras me penetraba causando estragos en la pequeña
pizca de control que me quedaba. Abrió más mis piernas y se empujó más profundo, la
sensación era casi insoportable, pero no era un dolor malo. Solo era intenso e
incrementó aún más la electricidad, el placer multiplicándose. Las lágrimas
comenzaron a derramarse otra vez por las comisuras de mis ojos y contuve un sollozo,
completa y totalmente abrumada. Mi cuerpo estaba temblando por el deseo y él
empezó a empujar con más fuerza, sus movimientos más rápidos. Su respiración era
dificultosa y podía sentir sus manos temblar mientras sostenía las mías con más fuerza.
Estaba claro que estaba abrumado como yo por esto, y me pregunté si en realidad
podía sentir lo mismo que yo. Me preguntaba si sentía la plenitud, la totalidad. Desde
que tengo memoria siempre me había sentido dañada pero ahora me sentía casi...
intacta.

Sentí a Edward tensarse, su hombría sacudiéndose dentro de mí al mismo tiempo que


algo caliente empezó a escurrirse en mi interior. Gritó en mi cuello, gruñendo con
fuerza, el sonido primitivo envió chispas por mi cuerpo que a su vez hizo que la tensión
en mí se incrementara. Empujó duro, más duro que antes, estrellando su pelvis contra
la mía. Envió una sacudida de dolor a través de mi cuerpo que al parecer desencadenó
la tensión y mi cuerpo estalló en un orgasmo una vez más. Me aferré a las manos de
Edward con fuerza, gritando. Entró en mí un par de veces más, cada golpe más lento
que el anterior, antes de que finalmente se detuviera, después de que mi orgasmo se
calmara. Se quedó dentro de mí, recostado encima de mí y soltó mis manos. Lo abracé
con fuerza, disfrutando de la sensación de su cuerpo caliente sobre el mío. Podía olerlo,
su aroma natural mezclándose con el olor del sudor por el sexo, y podía sentir su
respiración temblorosa cuando su pecho vibraba. Las lágrimas seguían corriendo por
mis ojos y traté de detenerlas, pero todavía carecía del control sobre mi cuerpo.

Finalmente se levantó, saliendo de mí. Los dos hicimos un sonido por la pérdida de
contacto, y él me miró, congelándose.

"¿Estás bien?" Preguntó, pareciendo preocupado. Sonreí y rozó mis mejillas con la
punta de sus dedos mientras yo asentía.

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"Perfecta," susurré, ya que era la única palabra que era capaz de conseguir sacar de
mi cerebro y de hacer que mis labios cooperaran y murmuraran. Sonrió y besó mis
labios con suavidad, rodando sobre su espalda y llevándome con él. Me acurruqué
contra su cuerpo y coloqué mi mano sobre su pecho, mientras él empezaba a frotar mi
espalda suavemente. Su piel estaba caliente y podía sentir el subir y bajar de su
respiración y el ligero latido de su corazón a medida que la sangre era impulsada por
todo su cuerpo. Nos quedamos en silencio, solo tocándonos, sin que ninguno de
nosotros tuviera que hablar porque lo que acabábamos de hacer lo había dicho todo
por nosotros. Ahora éramos uno.

Escuché los suaves ronquidos de Edward un rato, lo que por lo general hacía solo
cuando estaba más que agotado, y finalmente me quedé dormida. Dormí
profundamente y sin soñar nada, despertando cuando la luz del sol entró a raudales
por la ventana. Me senté e hice una mueca por lo dolorido de mi cuerpo, la mayor parte
centrada entre mis piernas. Miré instintivamente hacia la fuente de la incomodidad,
congelándome y mis ojos abriéndose por la conmoción cuando vi la mancha de sangre
seca bajando por mi muslo interno. Jadeé y me moví rápidamente, asustada de que me
hubiera llegado mi periodo o algo así, pero no vi nada por ninguna parte sobre la
manta.

"¿Qué pasa?" La pastosa voz preguntó junto a mí. Miré en su dirección de inmediato
para ver a Edward mirándome con recelo, al parecer todavía medio dormido. Solo me
quedé mirándolo, sin saber qué decir que no nos avergonzara a los dos por completo.
Me miró un poco más antes de gruñir y sentarse rápidamente, pasando las manos por
su rostro en exasperación.

"¿Qué pasa, Bella?"

"Eh, es solo que," empecé a decir bajando la vista de nuevo a mi muslo antes de volver
a mirar a Edward. Su ceño se frunció por la confusión y bajó la vista a mi regazo, sus
ojos se ampliaron un poco cuando lo vio.

"Oh," dijo en voz baja, mirando fijamente a mi pierna por un segundo antes de volver a
mirarme. "Probablemente debería haber mencionado que las vírgenes normalmente
sangran la primera vez, ¿eh?"

Mis ojos se abrieron por la sorpresa. "¿Lo hacen?" Pregunté. Él asintió, sus labios
curvándose hacia arriba en una sonrisa. Sonreí en respuesta y sentí la sangre
apresurarse a mis mejillas de la humillación de casi ponerme frenética por nada.

"Awwww, no te avergüences, tesoro," dijo en voz baja, extendiendo su mano y


pasándola por mi pecho, entre mis senos. "Aunque ese sonrojo es hermoso."

Mi sonrojo se intensificó por sus palabras y rio entre dientes, sacudiendo su cabeza. Se
inclinó hacia mí y presionó sus labios en los míos, empujándome de nuevo de espaldas

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sobre la cama y subiendo sobre mí. Di unas risitas en su boca ya que prácticamente
me inmovilizó. Me besó profundamente y lo envolví con mis brazos, atrayéndolo más
hacia mí al mismo tiempo que nuestras lenguas comenzaron a unirse. Gruñó contra
mis labios después de un momento y se presionó contra mí, su hombría poniéndose
más dura. Gemí cuando se frotó contra mi centro, enviando chispas por mi cuerpo. Lo
hizo de nuevo y gemí con más fuerza, subiendo mi mano por su espalda y agarrando
su cabello.

Se apartó de mis labios, su respiración un poco dificultosa por su excitación. "¿Estás


dolorida?" Preguntó en voz baja, otra vez presionándose contra mí. Gemí cuando frotó
contra mi centro y dudé en responder antes de hacerlo solo con un murmullo. Estaba
dolorida pero era obvio que él estaba excitado y me deseaba, y me gustaba que él me
deseara. El que no diera una verdadera respuesta a su pregunta hizo que se apartara
para mirarme, con una expresión sombría en su rostro.

"Nunca hagas eso, ¿me oyes?" Dijo enfáticamente. "Esta mierda es seria, Bella. No
quiero lastimarte. Joder, me destrozaría si te lastimara ."

Lo miré por un momento antes de asentir. "Lo siento," murmuré. "Yo solo... sé que estás,
eh... que quieres..." Tartamudeé un poco, sin saber cómo decirlo apropiadamente.
Suspiró y pasó la mano por su cabello. "¿Recuerdas cuando estuvimos juntos por
primera vez, cuando te dije que no deseaba a otra chica más que a ti y tú te asustaste y
esa mierda, porque pensaste que esperaba sexo?" Preguntó, mirándome
inquisitivamente. Yo asentí. "¿Qué te dije entonces?"

Me quedé callada, pensando en ese momento. "Dijiste que haríamos lo que yo quisiera,
que no tenías expectativas," le dije, muy segura de que estaba en lo correcto. Él asintió.

"¿Y?"

"Y..." Hice una pausa, recordando la conversación en mi mente . "¿Que no tuviera sexo
contigo solo porque tal vez tú lo quisieras?"

Él asintió de nuevo. "Sí. Porque francamente nunca dejaríamos la habitación o nos


pondríamos ropa si lo hiciéramos cuando yo quisiera, porque soy un hombre. Siempre
estoy jodidamente listo y dispuesto." Mis ojos se abrieron por la sorpresa y él se rio
entre dientes. "En serio, lo estoy. Por cierto, ese día también te dije que algún día
estarías lo suficientemente cómoda como para querer intentar esa mierda conmigo. No
me creíste, y mírate ahora, con tu cereza reventada."

Lo miré asombrada y se rio otra vez. "¿Qué?, ¿prefieres desflorada?" Preguntó en tono
juguetón.

Sonreí y me sonrojé, negando con la cabeza. "Hemos recorrido un largo camino," le


dije, feliz de tanto progreso como habíamos hecho en ese campo. Él asintió.

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"Lo hemos hecho," dijo en voz baja. "Pero en serio, Isabella, sin obligaciones. No
pienses que porque sucedió anoche significa que ahora tiene que pasar todo el tiempo.
No quiero que lo nuestro se base solo en eso."

Me quedé mirándolo, sorprendida de la seriedad en su voz. "Está bien," dije en voz


baja. Levanté mi mano y rocé los labios de Edward con mis dedos, levantándome y
besándolo suavemente. "Lo nuestro no será solo sexo."

Sonrió satisfecho. "Nunca, en un millón de años, creí que alguna vez estaría en
realidad feliz de que una chica me dijera esa mierda, pero lo estoy." Se rio, sacudiendo
su cabeza. "Bueno, es claro que estás dolorida así que, ¿qué te parece si te preparo un
baño y luego tal vez vamos a hacer algo hoy?"

Le di una sonrisa radiante. "¿Cómo qué?" Pregunté. Se encogió de hombros.

"No lo sé. Un paso a la vez," me dijo, levantándose de la cama. Me quedé mirando su


figura desnuda mientras estaba allí parado, cautivada por lo magnífico que era. Se dio
cuenta que me lo estaba comiendo con los ojos y se echó a reír, dirigiéndose al baño.
Escuché el agua empezar a salir y él salió de nuevo unos minutos después,
acercándose a la cama y tendiéndome su mano. La tomé, sonriendo, y me puse de pie.
Me llevó al baño y me metí al agua tibia, el calor de inmediato comenzó a relajar mis
músculos y a aliviar el dolor. Se sentó en el borde de la bañera y agarró una toallita,
frotándola suavemente por mi piel expuesta. Yo simplemente me senté y disfruté,
sonriendo porque me recordó otra ocasión en la que él me lavó.

"¿En qué estás pensando?" Preguntó después de un momento, levantando sus cejas
interrogante. Me encogí de hombros, haciendo un gesto de negación.

"Solo estoy pensando en lo protector que eres, cómo cuidas tan bien de mí cuando
estoy dolorida aunque sea solo un poco," le dije. "Eso me recuerda cuando cuidaste tan
bien de mí después de mi castigo."

Sus movimientos se detuvieron abruptamente y me miró fijamente por un segundo. "No


me gusta esa palabra, castigo. Lo dices como si se tratara de un padre mandando a su
hijo a su habitación por haber robado un dulce o alguna mierda así, como mi madre
solía hacer todo el tiempo con Emmett cuando éramos niños. Ladronzuelo cabrón. Pero
lo que mi padre te hizo no fue un castigo, Isabella. Fue abuso, así de simple."

Volvió a pasar la toallita sobre mí y suspiré. "Está bien, no fue un castigo entonces.
Abuso. Sin embargo, independientemente de la palabra, me ha recordado a ese día
cuando me curaste."

Me dio una pequeña sonrisa. "Sí. También hice un buen trabajo de mierda, si se me
permite decirlo," dijo bromeando.

"Lo hiciste. Eres un buen curandero. Tal vez puedas ser doctor como tu padre algún

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día," le sugerí. Desde que habíamos tenido esa conversación sobre que no quería que
Edward fuera un asesino, a menudo había dado ideas de lo que podía hacer con su
vida. Me imaginé que no causaría daño alguno y podría ayudar al doctor Cullen a
realizar su deseo de que Edward siguiera un camino diferente si al menos sugería
algo. Me miró y sonrió, encogiéndose de hombros.

"Tal vez. Aunque, no sé si tengo paciencia para eso. Ya veremos, supongo. De lo que
estoy seguro es que espero no tener nunca que curarte de nuevo como lo hice ese
puñetero día. No quiero verte sufrir nunca, y juro por Dios que si alguien te lastima así
de nuevo, lo mataré," dijo enérgicamente. Me quedé mirándolo por un momento antes
de asentir.

"Yo también lo espero," le dije en voz baja, haciendo una pausa. "Aunque, algo me dice
que probablemente te pondrías como loco por algo tan tonto como un corte con papel."

Él se rio, asintiendo. "Malditamente cierto. Los cortes con papel pueden ser brutales,
tesoro."

Me reí y terminé mi baño, y Edward me envolvió con una toalla cuando salí. Frotó
ligeramente mis brazos y besó mis labios con ternura, diciéndome que había una bolsa
negra de lona en la habitación con ropa para los dos. Entré a la recamara y cogí la
bolsa mientras Edward se metía en la ducha, abriéndola y sacando la ropa. Puse sus
vaqueros, camiseta y boxer sobre la cama para él y empecé a vestirme con los
vaqueros y una camiseta de manga larga que estaba empacada para mí. Edward
regresó después de un momento y comenzó a reunir nuestras cosas para llevar a casa.

"¿Estás lista?" Preguntó cuando tenía todo acomodado. Asentí y empezó a llevar cosas
al Volvo, preparándose para irnos. Una vez que cargamos todo, encendió el coche y
nos alejamos de la posada. Eché un vistazo por mi espejo lateral y observé como la
mansión se hacía cada vez más pequeña, triste de que el momento estaba llegando a
su fin y que una vez más los dos tuviéramos que regresar a la realidad de nuestra
situación. La realidad en la que a menudo teníamos que ocultar nuestros sentimientos
y representar las partes que se esperaba que representáramos, yo, la obediente
sirviente y propiedad, él, el obediente hijo y príncipe de la mafia.

Conversamos casualmente en el viaje y mi ceño se frunció en confusión a medida que


llegábamos a Forks y él pasó por el instituto. Le eché un vistazo al reloj y vi que
pasaban de las once de la mañana "¿Por qué no has ido hoy a la escuela?" Pregunté
confundida. Miró en mi dirección brevemente, encogiéndose de hombros.

"Hay cosas más importantes hoy que la escuela," me dijo. Lo miré boquiabierta.

"¿Qué es más importante que la escuela?" Pregunté, pensando en por qué se perdería
dos días seguidos. Su ceño se frunció un poco y me miró sorprendido.

"¿Qué tipo de pregunta es esa? Tú eres más importante que la escuela," dijo.

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"Oh," le dije, extrañamente no esperaba esa respuesta aunque Alice había dicho algo
similar el día anterior. Se rio y se acercó, dándome un codazo juguetón.

"Bella, tontita," dijo con suavidad. "¿Tienes hambre? Podemos parar en el restaurante
para almorzar."

Sonreí. "Eso suena bien," le dije. Asintió y condujo a través de la ciudad, deteniéndose
en el restaurante donde había comido con Alice la mañana anterior. Me ayudó a salir
del coche y sujetó mi mano, entrelazando nuestros dedos mientras me conducía dentro.
Las personas lo saludaron por se nombre cuando entramos, y estaba claro para mí que
no había una sola persona en la ciudad de Forks que no conociera a Edward Cullen.

Nos sentamos y la camarera se acercó, la misma del día anterior que nos había
atendido a Alice y a mí. Hoy parecía un poco más alegre, sonriendo radiante y
definitivamente más conversadora. Sin embargo, Edward apenas pareció notar su
presencia. "Quiero una coca," dijo simplemente, mirándome, esperando a que eligiera
una bebida. Sonreí y ordené lo mismo, y la camarera se fue por nuestros refrescos.
Charlamos brevemente mientras leía mi menú y la mujer regresó con nuestros
refrescos, una vez más tratando de entablar conversación. Edward ignoró su parloteo e
inmediatamente comenzó a ordenar, a pesar de que ella ni siquiera nos había
preguntado todavía si estábamos listos para pedir. Dijo que quería un filete de queso
con patatas fritas y me miró expectante. Sonreí y le dije que quería un sándwich de
pollo con patatas fritas. La camarera suspiró y tomó nuestros menús, diciendo que
volvería en un momento. Edward gimió cuando se alejó, sacudiendo su cabeza.

"Maldita gente irrespetuosa," dijo con molestia. Mi ceño se frunció por la confusión y me
quedé mirándolo.

"¿Te ha faltado al respeto?" Pregunté, sin saber de lo que estaba hablando. Negó con
la cabeza y pasó una mano por su cabello.

"En realidad no, ha sido más como una falta de respeto hacia ti," me dijo.

"¿Cómo?" Pregunté sorprendida. Él suspiró.

"Al tratar de coquetear conmigo," me dijo. Mis ojos se abrieron por la sorpresa.

"¿Estaba intentando coquetear?" Pregunté. Asintió. "Wow, no lo sabía. En realidad, no


me he dado cuenta. Supongo que no ha sido muy buena en eso."

Comenzó a reír y sonreí con timidez. Acercó su mano y rozó mis labios con sus dedos.
"Te amo, amore mio," me dijo, tomando mi barbilla e inclinándose hacia el otro lado de
la mesa. Yo me incliné también y presionó su labios en los míos, besándome
suavemente y con dulzura. Cerré los ojos y solo disfruté de la sensación de sus
húmedos y suaves labios contra los míos, permitiéndome por un momento olvidar que
estábamos en medio de un restaurante lleno de gente y solo sentir la adoración de

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Edward. Finalmente se apartó de mis labios y abrí los ojos, mirándolo y sonriendo.
Algo atrajo mi atención detrás de él y miré sobre su hombro, tensándome cuando vi a
Jacob Black de pie allí. Estaba mirando en dirección a nuestra mesa, con una expresión
extraña en su rostro. Traté de desviar mi mirada rápidamente para no atraer su
atención pero no fui lo suficientemente rápida. Vi que la frente de Edward se arrugó y
rápidamente giró su cabeza, congelándose cuando hizo contacto visual con Jacob. Se
fulminaron el uno al otro con la mirada por un momento, los dos dándose miradas
hostiles.

"¿Edward?" Dije después de un momento. Giró su cabeza rápidamente para mirarme,


la ira era evidente en su expresión. "¿Estás bien?"

Se me quedó mirando por un momento antes de asentir. "Sí," murmuró, pasando la


mano por su cabello. Asentí y levanté la vista, notando que Jacob caminaba hacia
nosotros con un oficial de policía. Me tensé un poco a medida que se acercaban, mi
corazón comenzó a latir de forma irregular cuando se detuvieron a un lado de nuestra
mesa.

"Edward," dijo el oficial de policía, haciendo un gesto con la cabeza en saludo.

"Jefe," le dijo Edward, tratando de sonar educado pero pude percibir la naturaleza
forzada de sus palabras. Era obvio que a Edward no le agradaba por alguna razón.

"¿Cómo estás, hijo?" Preguntó. Edward suspiró.

"Bien, señor. ¿Y usted?" Preguntó Edward. El hombre sonrió con aire de suficiencia y me
di cuenta de inmediato que claramente él tampoco era fan de Edward, la aversión era
mutua.

"Estoy muy bien. La vida ha sido mucho menos estresante para todos nosotros
últimamente, desde que te fuiste después del incidente," le dijo. Edward y Jacob se
tensaron y pude ver como se ensanchaban las fosas nasales de Edward, sus manos se
hicieron puños mientras trataba de contener su ira. "Es bueno ver que no te metes en
problemas estos días."

"Sí, señor," escupió, el desdén claro en su voz. Suspiré y extendí mi mano por encima de
la mesa, agarrando la mano de Edward. Él me miró rápidamente, pareciendo casi
sorprendido por mi movimiento pero relajó su mano. Entrelacé nuestros dedos, dándole
una pequeña sonrisa. Curvó sus labios hacia arriba y le dio a mi mano un apretón.
"Tengo una razón para no meterme en problemas."

Mi sonrisa creció por sus palabras, sintiendo el rubor subir a mis mejillas. Se rio y
volvió a mirar en dirección del oficial de policía. "Bueno, eso es maravilloso.
Felicitaciones por eso." Edward le agradeció y el oficial de policía me saludó
brevemente antes de darse la vuelta y alejarse. Jacob se quedó allí por un momento,
mirando hacia la mesa donde mi mano y la de Edward estaban unidas con una

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 974


expresión de ira en su cara. "¿Quieres algo, Jacob?" Preguntó Edward bruscamente
después de un momento. Jacob miró a Edward, entrecerrándole los ojos con furia. Miró
en mi dirección y se quedó mirándome brevemente, sacudiendo su cabeza y dando la
vuelta para alejarse.

La mujer regresó con nuestra comida y comimos, la atmosfera una vez más relajada
después del breve encuentro. Después de que los dos terminamos de comer, Edward
ordenó un batido de fresa y lo compartimos, charlando y riendo. Estaba siendo
juguetón y de vez en cuando se inclinaba y me besaba o pasaba sus dedos por mi
mejilla o labios. Era sorprendente lo dulce y abierto que era conmigo en público, en un
restaurante repleto, rodeado de gente que lo conocía bien y conocía a su padre. Era
obvio que a Edward no le importaba, que el mundo exterior quedaba en segundo lugar
ahora comparado con lo que fuese que teníamos.

No podía explicarlo, pero había ocurrido un cambio en el aire que nos rodeaba. Al
parecer que Edward hubiese hecho el amor conmigo nos había influido a ambos y nos
cambió. Había una conexión que no había estado allí antes de anoche, una fusión de
almas y espíritu. El hacer el amor había reafirmado todo lo que ya sentía,
fortaleciéndolo hasta el grado de sentirse casi inquebrantable. Se sentía como si los
dos pudiésemos enfrentar cualquier cosa, soportar lo que sea que la vida nos pusiera
en frente mientras estuviéramos juntos. Él me había jurado que nunca me dejaría y lo
creía, porque creía en él y en su amor. Simplemente podía sentirlo, sentir su dedicación
y devoción. Nadie se interpondría entre nosotros nunca, tenía que creer de verdad en
eso.

Sin embargo, no importaba lo fuerte que fueran esos sentimientos y mi convicción de


que estábamos destinados a estar juntos, eso no podía vencer por completo esa otra
sensación arrastrándose por mi piel. La sensación a la que estaba acostumbrada, algo
que había sentido toda mi vida. Era la sensación de ser observada.

Porque podía sentir los ojos de Jacob clavados en mí desde el otro lado del restaurante,
y no sabía lo que quería de mí o por qué parecía tan interesado, pero estaba segura
que no sería bueno para mi paz y la de Edward.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 975


“El secreto de la felicidad es la libertad. El secreto de la libertad es el valor.”-
Tucídides

Edward cullen
Dos meses.

Han pasado exactamente dos meses desde que dejamos el George Washington Inn y
volvimos a la realidad, y han sido dos meses de mierda. El tiempo ha pasado volando,
bastante rápido, tan rápido que es jodidamente difícil creer que Isabella ya lleva con
nosotros más de medio año. Ella ha cambiado mucho durante este tiempo, los dos
últimos meses han sido una diferencia enorme en su comportamiento e incluso su
apariencia. Es jodidamente impresionante, ya que en realidad es como si fuera una
nueva persona. En el fondo, en esencia sigue siendo la misma Isabella, pero ahora
tiene más confianza en sí misma, es juguetona y puede ser bastante extrovertida
cuando está rodeada de gente que conoce.

Ya había dado algunos pasos agigantados para adaptarse al mundo exterior, lo que
me impresionó porque estaba seguro de que tomaría puñeteros años que se sintiera lo
suficientemente cómoda como para abrirse realmente. La mañana que despertamos en
la posada, ella hizo el comentario de que habíamos recorrido un largo camino juntos, y
tuve que admitir que era verdad porque juntos éramos personas totalmente diferentes,
pero tuve que preguntarme si ella de verdad entendía lo lejos que había logrado llegar
por sí misma. Ella estaba sobresaliendo en esa mierda de la alfabetización, leía libros
de cabo a rabo, acabando rápidamente con toda la colección que mi padre le había
conseguido para Navidad durante los días que estuvo en casa mientras yo estaba en el
infierno conocido como el instituto de Forks. Jasper todavía le ayudaba con eso, su
escritura mejoraba cada día. Era difícil de creer que ella apenas sabía leer y escribir
cuando entró por la puerta de nuestra casa en septiembre, ya que no te darías cuenta
al verla en estos días.

Ella había tomado esos cuadernos que Jasper le dio por Navidad y comenzó a llenar
páginas al derecho y al revés con palabras, solo escribiendo cualquier cosa, lo que
fuese que estuviera en su mente. Era fascinante leerlo, casi como un diario aunque
algunas de las mierdas que escribía eran bastante incoherentes. Ella no tenía secretos
para mí, así que no me preocupaba leer algo que se suponía no debería de ver,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 976


aunque alguna de esa mierda todavía conseguía hacerme estremecer cuando escribía
sobre algo que le había sucedido en el maldito pasado. Sin embargo, era interesante,
así que soporté la que me hacía sentir malditamente incómodo porque quería llegar a
conocerla mejor, por suerte a ella no le molestaba mi curiosidad. Era como conseguir
echar un vistazo en su mente, ya que ella escribía pequeñas frases, hechos,
pensamientos y sueños a través de las páginas.

También estaba dibujando mucho más últimamente, en su mayoría cosas al azar como
árboles y edificios y pendejadas que veía en televisión. Me hizo un impresionante
dibujo del Volvo hace una semana que fue clavado en la pared de la habitación junto
al que había dibujado de sí misma en Navidad. Mis dos grandes amores en la puta
vida, mi chica y mi coche. Le dije que lo único que tenía que hacer era poner mi piano y
mi arma, y estaría completo.

También estaba empezando a sentirse más cómoda estando fuera de casa. Ir de


compras a la tienda ya no parecía ser un problema para ella, como si lo hubiera
estado haciendo todos los putos días de su vida. Buscaba en los pasillos y conseguía lo
que había ido a buscar, incluso interactuando con la gente. Me sorprendió la primera
vez que ella inició una conversación con una extraña, que resultó ser la misma perra
que había estado trabajando en la caja registradora la primera vez que la llevé al
supermercado. Aquella primera vez ella me deslizó su número de teléfono y me miraba
con curiosidad cuando fuimos a pagar por nuestras cosas esta última vez. Estaba
rezando una jodida plegaria, a quién fuera que quisiera escuchar, para que ella no
intentara esa mierda de nuevo y por suerte no lo hizo, pero sí coqueteó un poco.
Aunque Bella la interrumpió antes de que su inofensivo coqueteo pudiera pasar a que
yo tuviera que herir los sentimientos de esa perra, cuando ella de la nada soltó:
“Háblame de tu programa de recompensas”. Estuve confuso por un momento,
preguntándome de qué demonios estaba hablando, pero señaló que la chica estaba
usando un broche que decía ‘Pregúntame sobre nuestro programa de recompensas’. La
chica de mala gana recitó alguna mierda sobre una tarjeta y ahorrar dinero cada
semana o lo que fuese, lo cual me importaba una mierda, pero me quedé atrás y sonreí
porque estaba jodidamente feliz de escuchar. Bella no solo había leído el broche de la
chica, sino que se había atrevido a hacer una puñetera pregunta, y a un extraño
además. Era algo tan jodidamente simple que no significaría nada para la mayoría de
las personas, pero era algo enorme para ella. No podía estar más orgulloso.

Sin embargo, era inútil esperar que Bella no se hubiera dado cuenta del coqueteo,
porque desde aquel día en el comedor cuando señalé que la mesera estaba
coqueteando conmigo, ella parecía haber desarrollado un maldito radar para eso.
Cada vez que una chica me sonreía o me daba ese puchero de ‘inclíname y azótame
por favor’, que no es para nada jodidamente lindo por cierto, pero yo sabía lo que
significaba, Bella me daba un codazo y me decía algo ridículo como ‘ella de verdad
está coqueteando contigo’.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 977


Por suerte no se sentía insegura o alguna mierda de esas, y en realidad encontraba
divertido como las chicas trataban de llamar mi atención. Me hacía sentir bien que ella
me tuviera puta confianza y no se le retorcieran las bragas porque alguien coqueteara
conmigo como otras chicas lo harían. Sabía que yo era suyo y solamente suyo, le decía
todo el tiempo que no había otra chica en el mundo para mí.

También empecé a darle dinero en efectivo cuando íbamos a la tienda para que
pudiera utilizar las habilidades que había adquirido en Monopoli, contando y pagando
por su mierda ella sola. Aunque la primera vez que le entregué un billete, juraba que le
iba a dar un ataque de pánico por la forma en que su mano empezó a temblar y su
respiración se volvió superficial pero sobrellevó esa mierda y lo hizo. Por lo general, no
íbamos a muchos lugares, principalmente solo al supermercado y varias tiendas
cercanas, a veces a comer al restaurante, pero cuando íbamos me aseguré de que ella
fuese tan independiente como fuera posible. Pedía su comida, elegía su propia mierda
en la tienda, y siempre hablaba por sí misma. No trataba de ser un maldito engreído o
sonar arrogante, pero era bastante bueno en el papel de ‘novio comprensivo’. ¿Quién
demonios lo hubiera creído? E Isabella se estaba volviendo tan buena en esa mierda
de la independencia que me preguntaba si tal vez era el momento para que finalmente
hiciera su primer viaje sola.

Y conduciendo… Cristo, enseñarle a conducir era la puta cosa más difícil y estresante
que jamás había hecho. Después de sacar el automático de mi padre un par de veces,
parecía haberlo dominado y no cometía ningún error, así que tuve la brillante jodida
idea de enseñarle con un manual. Sí, un gran error de mierda. Al menos fui lo
suficientemente inteligente como para utilizar el maldito vehículo de otro y no el Volvo,
porque ella enganchaba las velocidades y se paraba cada pocos minutos, iba marcha
atrás y casi elimina mierdas en el camino. Me frustré demasiado y tuve que tirar la
toalla con eso en menos de treinta minutos y ella pareció decepcionada, así que traté
de explicarle que era definitivamente era mejor para la cordura de ambos y nuestra
maldita relación si no pasábamos por eso de nuevo. Por suerte Jasper tomó la iniciativa
y se ofreció a llevarla y enseñarle.

Se fueron más de dos horas la primera vez que él la llevó a conducir. Yo había
empezado a entrar en pánico pensando que algo estaba realmente mal, preocupado
de que ella se hubiera parado a mitad de la maldita intersección o hubiese volando
por la carretera y chocado contra un maldito árbol, pero finalmente regresaron de una
pieza con el vehículo completamente intacto. Él la llevó un par de veces más después
de eso y declaró que lo había dominado, sin pararse o enganchar alguna velocidad la
última vez. Sonreí y le dije lo jodidamente orgulloso que estaba de ella y ella estaba
sonriendo, pero aun así no había maldita manera de que yo me metiera en un coche
manual con ella al volante en un futuro cercano. Si la puñetera transmisión no
cambiaba sola las velocidades, ella no iba a conducir conmigo en el coche.

Ella parecía cada día más y más una adolescente normal y yo disfrutaba cada

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segundo de ello. Era luchadora, sexy y segura de sí misma, un poco de libertad y
normalidad le sentaban bien. Incluso había empezado a pasar más tiempo con Alice y
Rose, haciendo lo que demonios sea que hacían las chicas cuando estaban juntas. No
lo sabía, joder, en realidad ni siquiera quería saberlo, siempre y cuando me la
devolvieran de una pieza y a salvo. Pero a medida que pasaba el tiempo noté que
había comenzado a hacer más mierdas de chicas, como mantener las uñas de sus pies
pintadas y usar brillo de labios, incluso a arreglar su cabello. Era agradable, verla
llegar a disfrutar de la mierda normal de chicas.

La vida no había cambiado solo para Isabella en los últimos meses, al parecer había
comenzado a cambiar para todos nosotros. Papá estaba ausente mucho más tiempo,
casi cada fin de semana, ya que los negocios en Chicago se habían vuelto muy
demandantes. Jasper y Emmett estaban ocupados preparándose para la universidad,
ya que se graduaban en dos meses. Emmett y Rose se irían al otro extremo del país, a
Nôtre Dame. Emmett iría a la escuela de ingeniería en informática y Rosalie planeaba
estudiar marketing. Había esperado que se quedaran cerca por lo que me sorprendió
cuando anunciaron que querían ir a una puta universidad católica privada al otro lado
del maldito país. Pero como fuese, estaba feliz por ellos, y papá estaba tan
jodidamente eufórico que ya tenía escritos los cheques para la matrícula de ambos.
Jasper, por otro lado, se quedaba cerca e iba a ir a la universidad de Seattle. Alice se
graduaría en un año más y sabía que su argumento para no buscar más allá de eso
era ella. Se merecía mi respeto por eso, porque ahora, cuando pienso en mi futuro,
Isabella también es mi principal motivación.

Nuestra relación estaba floreciendo, a pesar de las jodidas complicaciones por la


situación. Todavía tratábamos de no perder el control en torno a mi padre y ni nos
pavoneábamos frente a él, pero con relación a todos los demás en el pueblo, me
importaba una mierda si se enteran. Con orgullo caminaba por la tienda sujetando su
mano o besándola, y nunca había pensado ser del tipo de persona que hace
demostraciones públicas de afecto, pero no podía evitarlo. A veces era difícil mantener
mis manos y mis labios lejos de ella, en especial desde que habíamos dado ese paso y
habíamos intimado.

Sí, ahora teníamos sexo, no había sido algo de una sola vez. Me refiero a que no era
frecuente que lo hiciéramos, pero un poco de sexo era sin duda mejor que nada de
jodido sexo. Por lo general, ocurría una vez a la semana, más a menudo el sábado
cuando mi padre estaba de viaje. Me doy cuenta que nos habíamos hecho jodidamente
predecibles con esa mierda, y solía molestarme por lo predecibles que se habían vuelto
mis hermanos desde que habían sentado cabeza pero ahora me encontré siguiendo
sus pasos. Siempre había pensado que la vida de esa forma sería aburrida, pero
ahora estaba aprendiendo que nada es jodidamente aburrido con ella. Podríamos
hacer la misma mierda día tras día, y la mitad del tiempo lo hacíamos, siempre se
sentiría fresco y nuevo con ella a mi lado.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 979


En cuanto a mi padre, él no era estúpido. Vio los cambios en los últimos dos meses
como todos los demás lo hicieron. Vio cuánto había crecido y se había adaptado
Isabella. Lo había cogido algunas veces parado en un lugar apartado solo
observándola mientras ella hacía lo suyo, mirándola casi de forma paternal. Y era
jodidamente extraño, porque parecía casi orgulloso por ello y sonreía mientras la
miraba cuando creía que nadie lo veía. Intentó de hablar más con ella, aunque ella
seguía siendo escueta con él y decía lo menos posible cuando él iniciaba la
conversación. Me daba cuenta que esa mierda lo frustraba, ya que la veía jugar
conmigo y mis hermanos, bromeando y riendo, y luego diciendo fríamente ‘sí, señor’
cuando él preguntaba algo. No sé, en realidad todavía no tiene maldito sentido para
mí porque todavía no tengo ninguna respuesta. Y sabía que él tenía que saber hasta
qué punto nuestra relación había crecido, porque esa mierda era de conocimiento
popular en el pueblo y ni siquiera habíamos tratado de ocultarlo en público, pero él
nunca me dijo nada al respecto así que supongo que no le molesta tanto. No podía
mentir, me había dado esperanza, y sabía que todavía había mierda en la oscuridad y
me volvía loco, pero joder, tenía que creer que todo saldría bien. Francamente, no
había manera de que no saliera bien sin destruirme.

Cuando nos alejamos de esa posada dos meses atrás, nos fuimos siendo dos personas
diferentes. Mi futuro y el de Isabella ahora estaban unidos, y nadie podía hacer nada
que cambiara eso.

Me puse algo de ropa, pasando una mano por mi cabello que todavía estaba húmedo
por la ducha. Hoy era sábado, 15 de abril para ser exactos, lo que significa que
mañana era Pascua. Isabella había comprado toda la mierda para hacer una gran
cena, pero no estaba seguro de siquiera tenía sentido hacerla, porque ni siquiera sabía
si mi padre estaría en casa. Él había estado en Chicago durante tres días haciendo lo
que fuese qué cojones la organización estuviera haciendo estos días. Le escuché
hablar de problemas con los rusos y el Departamento de Justicia de nuevo, el calor
llegándoles por todas direcciones y Aro demandando más de su tiempo. Esto a su vez
había molestado a mi padre por alguna razón. Ahora empezaba a entender que mi
padre despreciaba su puesto en la Mafia, por comentarios sutiles que estuvo haciendo
y pensé en preguntarle directamente pero tenía miedo de abrir una lata de gusanos
con ese tema. Mi cumpleaños se acercaba bastante rápido y tendría dieciocho años en
apenas dos meses. Sabía que cuando eso sucediera algo de atención indeseada sería
dirigida hacia mí, y todavía no sabía cómo abordar ese tema. Se lo había mencionado
a Isabella y ella soltó algo acerca de gente tomando decisiones precipitadas por
impresiones distorsionadas, solo después de saber la verdad y sin tener manera de
volver el tiempo atrás, tuvieron que soportar las consecuencias de sus acciones. La miré
fijamente por un momento tratando de descifrar su críptica mierda y le pedí que me
hablara en jodido inglés.

“¿Te has preguntado alguna vez por qué tu padre insiste tanto en practicar la
medicina?” Me preguntó. La miré confundido, frunciendo el ceño.

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“¿Qué demonios tiene que ver eso con su actitud sobre el Borgata?” Le pregunté, sin
comprender su maldito punto. Ella gimió, sacudiendo la cabeza.

“Todo tiene que ver con eso, Edward,” dijo molesta. Sí, ella ni siquiera me ocultó su
puta molestia. Como dije, la independencia le había dado carácter. Me encogí de
hombros, pasando una mano por mi pelo. “Joder, no lo sé, Bella. Tal vez él ayuda a
algunos para resarcirse por los que ha dañado,” le dije. Ella me miró y asintió.

“Exactamente. Obviamente a él no le gusta lo que hace con la Mafia si pasa cada


momento libre lejos de ello tratando de ayudar y curar a la gente. Creo que es una
especie de expiación. Él no puedo retroceder el tiempo y tomar otro camino, es
demasiado tarde para eso. Es una de esas decisiones con las que tienes que vivir. Tal
vez él tomó la decisión sin darse cuenta lo que significaría para él y ahora solo está
tratando de lidiar con ello lo mejor que puede. Cada vida que salva disminuye el dolor
por cada vida que destruyó,” dijo ella.

No tenía idea de cómo diablos sabía eso, pero no me sorprendía su sabiduría. Desde
entonces, reflexioné sobre esas palabras. Unirme a la Mafia definitivamente no era un
tema que podría ignorar o tomar a la ligera, porque ella tenía razón. No había vuelta
atrás. Una vez que se hacía y eras iniciado, era para toda la vida y todo lo que podías
hacer después de eso era lidiar con ello y esperar lo mejor. ¿Realmente quería hacer
eso y tomar el riesgo de convertirme en mi padre dentro de unos veinte años?

Salí de la habitación y bajé las escaleras. Tan pronto como empecé a bajar del
segundo piso hacia el vestíbulo, fui asaltado por el olor de tocino, huevo y pan tostado
y el sonido de charla. Sonreí al escuchar la risa de Isabella sonar entre la plática de
mis hermanos.

“¿Qué pasa cabrones?” Les dije, entrando en la cocina donde estaban todos reunidos.
Me saludaron y me acerqué donde estaba Isabella, frente a la estufa, envolviendo mis
brazos alrededor de su cintura. Ella volvió su cabeza para mirarme, apartando la vista
de la tostada francesa que estaba haciendo.

“Hueles bien,” dijo inclinándose hacia mí para rozar sus labios contra los míos
rápidamente. Sonreí satisfecho y murmuré, asintiendo.

“Eso es lo que pasa cuando tomas una ducha, Bella. Te quitas la peste de encima,” le
dije. Ella rodó los ojos y volvió su atención de nuevo a la estufa, volteando la tostada
francesa.

“Tú nunca apestas,” dijo ella y yo me reí entre dientes.

“Evidentemente nunca me has olido inmediatamente después de jugar al fútbol, tesoro,


o te retractarías de lo que has dicho,” le dije, estirando mi mano para agarrar un
pedazo de tocino. Ella simplemente me sonrió, mirando cómo me lo metía en la boca.

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“¡Ey!, ¿cómo es que él si puede comer?” Emmett preguntó detrás de nosotros. Me reí y
me di la vuelta, mirando a mi hermano. “Cada vez que intento coger algo ella me
pega.”

Le eché un vistazo a Isabella viendo como sonreía con picardía porque realmente
hacía esa mierda. No estaba encima de Emmett golpeándolo con una puta cuchara de
madera cuando estaba tratando hacer la comida, pero siempre me dejaba picar
mientras la hacía.

“Es una de las ventajas de ser el novio,” le dije, encogiéndome de hombros y soltando
a Isabella. Caminé hacia el refrigerador y abrí la puerta, tomando la garrafa de jugo
de naranja. La cerré y levanté la vista para ver a Isabella entregándome un vaso. Le
sonreí y lo tomé, agradeciéndole mientras me servía algo de beber.

“Sí, bueno, esa mierda no es justa,” dijo Emmett. Me eché a reír de nuevo.

“Noticia de última hora, pendejo. La vida no es justa. Supéralo,” le dije, devolviendo la


garrafa al refrigerador. Me di la vuelta y lo miré, congelándome cuando vi que me
miraba de forma extraña. Mi ceño se frunció y miró a Isabella brevemente antes de
volver su atención hacia mí, haciendo un gesto con la cabeza hacia una pequeña caja
marrón que estaba en la encimera. Él articuló las letras ‘G’, ‘P’ y ‘S’ y mis ojos se
abrieron por la sorpresa. Miré hacia donde estaba Isabella de pie para asegurarme de
que no nos estaba prestando atención e hice un gesto con la cabeza en dirección a la
sala de estar. Él asintió y cogió la caja, saliendo inmediatamente de la cocina con
Jasper detrás de él.

Me volví de nuevo hacia Isabella y le di un rápido beso, diciéndole que iba a pasar el
rato con mis hermanos mientras ella terminaba el desayuno. Me dirigí hacia la sala de
estar, sentándome junto a Emmett en el sofá. Lo miré, sorprendido cuando vi el
pequeño microchip colocado en su dedo índice. “Cristo, Em, esa mierda es
jodidamente pequeña.”

Él se echó a reír. “Sí. Proviene de Rakon, una empresa en Nueva Zelanda. ¿Te puedes
imaginar lo difícil que es encontrar esta maldita cosa si está oculta? No hay forma de
que papá lo encuentre,” dijo. Yo sonreí y asentí.

“Excelente,” le dije. Habíamos estado trabajando en la situación del GPS en los últimos
dos meses, poniendo en acción el plan que se le había ocurrido. Había conseguido
unos cuantos bloqueadores de GPS bastante poderosos de mi conexión en Port
Angeles, gastando un montón de dinero por ellos, y tenía uno pequeño conectado en el
Volvo. Se metía en el enchufe para el encendedor y casi parecía un cargador de
teléfono pero con una antena en él en lugar de un alambre. La primera vez que
Isabella entró en el coche después de conseguirlo, me preguntó por él, e inventé alguna
mierda sobre que era una antena que mejoraba la recepción o algo así. Me sentí mal
al mentirle, pero no había manera de que pudiera decirle la puta verdad sobre ello sin

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asustarla. Ella había estado progresando tanto últimamente y lo último que quería
hacer era cargarla con algo tan pesado, en especial cuando tenía la impresión de que
yo había desistido del tema por completo. También tenía algunos bloqueadores
personales de GPS como Emmett había sugerido, pero ella no tenía ni puñetera idea
tampoco. Aunque, yo los mantenía cerca, listos para cuando fueran necesarios. Por
suerte ella todavía tenía que verlos, así que no tenía que inventar otra mentira acerca
de qué mierdas eran hasta que fuera absolutamente necesario. Odiaba decirle
malditas mentiras.

“Entonces, ¿dónde vamos a plantar esa mierda?” Le pregunté. Emmett se encogió de


hombros.

“Estaba pensando en la biblioteca. Él nunca va allí de todos modos. Puedo pegarlo en


un estante o algo,” dijo. “Ahora solo tenemos que encontrar una manera de conseguir
el portátil de papá.”

Suspiré, asintiendo con la cabeza. Esa era la parte difícil del plan, la parte que todavía
teníamos que resolver. Papá nunca iba a ninguna parte sin esa maldita cosa, rara vez
la perdía de vista y no era como si alguna vez tendríamos una razón válida para
pedirla prestada.

“Es hora de comer, muchachos,” resonó la voz de Isabella. Levantamos la vista y la


vimos parada en la entrada a la sala de estar, mirándonos con curiosidad. Emmett
gritó entusiasmado, saltando y dejando caer el maldito microchip en el proceso. Gemí
e hice un gesto de negación, poniendo mi rostro entre mis manos. Jasper se rio mientras
Emmett empezó a maldecir y buscarlo en el suelo. “¿Has perdido algo, Emmett?”

“NO,” dijimos al mismo tiempo Emmett y yo. La frente de Isabella se arrugó por la
confusión y Jasper se echó a reír con más fuerza.

“Está bien,” dijo después de un segundo. “Como digan. Son muy raros.” Sacudió la
cabeza y se dio la vuelta, saliendo de la habitación. Vi como desapareció y me eché a
reír.

“Maldito gatito, convirtiéndose cada vez más en un tigre,” dijo Emmett, incorporándose
de nuevo y sosteniendo el microchip. Yo asentí.

“Sí, lo es. Es jodidamente seguro que ya no tolera mis putadas.”

Emmett se echó a reír. “Bienvenido al club, hombre,” dijo, extendiendo su mano y


dándome unas fuertes palmadas en la espalda. Me encogí por la fuerza de los golpes,
alejándome y apartando su mano de un manotazo.

“Cristo, Emmett, ¿has estado tomando putos esteroides? Es como si te hicieras más
fuerte cada maldito día,” le dije, llevando la mano a mi espalda y tratando de frotar el
lugar que acababa de golpear. Él se echó a reír, negando con la cabeza.

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“No, es solo que te estás haciendo más débil. Eso es lo que pasa cuando cambias de
una dieta líquida de puro vodka a comida de verdad todas las noches, y en lugar de
hacer ejercicios y andar follando por ahí como una liebre cada momento libre que
tengas te lo pasas haciendo arrumacos y perdiendo el tiempo,” dijo, encogiéndose de
hombros. “Tú, hermanito, te has vuelto un blando.”

Mi ceño se frunció y llevé mi mano por debajo de mi camiseta, frotándome el estómago.


Así que, sí, ya no hacía mucho ejercicio de mierda y me había vuelto un poco flojo, pero
no estaba tan jodidamente mal. Mi estómago ya no estaba tan marcado como solía
estar, pero joder, no es como si estuviera flácido o algo así. Todavía tenía algo
definidos los abdominales.

“Como digas,” murmuré, negando con la cabeza pero haciendo una nota mental para
hacer algunos malditos abdominales o salir a correr después. No podía empezar a
descuidarme, sobre todo si quería empezar el respaldo de fútbol en unos meses. Tenía
que ponerme de nuevo en forma, para no empezar a lucir como un jodido mariquita
como Newton o algo así.

“Chicos, ¿van a comer o qué?” Isabella gritó desde la mesa donde la comida estaba
puesta. Suspiré y Emmett se echó a reír.

“Maldición Izzy Bizzy, ten algo de paciencia gatito. Ya vamos,” dijo, echándome un
vistazo y sonriendo. Él disfrutaba la recién descubierta vivacidad de Isabella mucho
más de lo que debería. Me atrevo a suponer que a ese hijo de puta solo le gustaba el
hecho de que ahora había alguien que me llamaba la atención por mi mierda, alguien
de quien yo realmente lo aceptaría.

Nos acercamos a la mesa y nos sentamos, comiendo y charlando


despreocupadamente. Después de terminar, recogimos nuestros platos y los llevamos a
la cocina, quitándoles las sobras y poniéndolos en el lavavajillas a pesar de la jodida
insistencia de Isabella de que ella podía hacerlo sola. Ninguno de nosotros soportaba
que ella hiciera todo el trabajo, porque a todos nos parecía que era una mierda. Todos
poníamos algo de nuestra parte y ayudábamos cuando podíamos, pero tengo que
admitir que a veces soy un maldito vago para eso y ella tiende a hacer más por mí que
por el resto. Me decía todo el tiempo que no le importaba, que le gustaba poder hacer
cosas para mí, pero yo todavía me sentía como una mierda por ello.

“Entonces, ¿qué van a hacer hoy?” Pregunté a mis hermanos cuando Isabella comenzó
a recoger mierdas. Jasper se encogió de hombros, murmurando alguna mierda sobre
pasar el rato con Alice y sus padres y Emmett dijo que iba a llevar a Rosalie a Port
Angeles en una cita. Suspiré y asentí, sin tener una puta idea de qué hacer con
Isabella. No quería simplemente quedarme sentado por ahí en la maldita casa, porque
era agradable salir ahora que la primavera había llegado, pero no es exactamente
como si hubiera exceso de actividad en este pequeñísimo pueblo.

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Jasper y Emmett agradecieron a Isabella el desayuno y se fueron a prepararse para su
día, y yo me apoyé en la encimera, cruzando mis brazos sobre mi pecho. La observé un
momento, viendo lo determinada que parecía brincando por todas partes en la maldita
cocina tarareando para sí misma. Ahora siempre hacía esa mierda, tararear para sí
misma. No sabía si era porque la música se había apoderado de su subconsciente
como lo había hecho con el mío, porque ahora ella escuchaba un montón de música, o
si era simplemente porque estaba feliz. Me refiero a que, joder, parecía feliz, pero
nunca le había preguntado directamente si era feliz. Quería hacerlo, pero una parte de
mí tenía miedo de la respuesta, porque todo se resumía en que ella seguía atrapada en
la casa de mi padre bajo su control. ¿Podría alguien alguna vez ser realmente feliz en
esas condiciones, sin ser libre de hacer lo que quisiera? Sé que era jodido el siquiera
compararnos, pero recordé cómo era en ese maldito internado, cuando hice todo lo que
me dijeron sin controlar mi propia vida de mierda. Me decían cuando comer y dormir,
cuando trabajar y cuando me podía relajar, donde podía ir y lo que podía hacer. Era
una puta tortura, y solo había estado allí unos pocos meses. En realidad, no me podía
imaginar vivir toda una vida en esas condiciones. No había sido feliz en absoluto, así
que, ¿cómo podía esperar que ella fuera realmente feliz?

“¿Nena?” Le pregunté en voz baja. Ella volvió su cabeza para mirarme y sonrió,
levantando sus cejas inquisitivamente. “¿Qué quieres hacer hoy?”

Se encogió de hombros. “Lo que tú quieras hacer, Edward,” dijo volviéndose de nuevo
para terminar su trabajo. Gemí y pasé la mano por mi pelo.

“Si supiera qué demonios quiero hacer, ¿crees que me hubiera molestado en
preguntar?” Le pregunté, sacudiendo la cabeza en frustración. Ella se rio suavemente y
yo estreché mis ojos, pero mi enojo rápidamente se disipó cuando ella volvió a mirarme
con una sonrisa en su rostro. Era un puto imbécil por ella ahora, con solo una maldita
sonrisa podía calmarme. Cristo, Emmett tenía razón… me estaba haciendo un blando.

“Sí, en realidad no había pensado en eso,” dijo. “Siempre me pides mi opinión, lo que
agradezco.”

Me quedé mirándola un momento antes de suspirar. Joder, ella me había pillado con
esa. “Así que, dime Isabella. ¿Tienes alguna opinión en esta ocasión? Porque de
verdad no tengo idea.”

Ella se encogió de hombros. “Podemos quedarnos y pasar el rato aquí,” dijo


encendiendo el lavavajillas.

“Sí, eso no va a pasar. Ya de por sí pasamos mucho tiempo en este hoyo de mierda,”
le dije. Ella volvió a mirarme y me dio una pequeña sonrisa antes de terminar su
trabajo. Sí, ella no estaba siendo de jodida ayuda.

Seguí observando a Isabella y sentí que mi bolsillo comenzaba a vibrar, ‘Because I Got

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High’ de Afroman empezó a sonar. Isabella se volvió para mirarme, su ceño fruncido
por la confusión y me reí entre dientes. Metí la mano en mi bolsillo y agarré mi teléfono,
sonriéndole porque me miraba con curiosidad. Mi jodido teléfono ya no sonaba porque
había cambiado el número no mucho después de que ella y yo empezáramos nuestra
relación. Me cansé de las perras que me llamaban constantemente y me enviaban
mensajes de texto, ya que ni una sola de ellas parecía entender cuando les decía que
había terminado con sus culos. Isabella nunca había mencionado que las constantes
llamadas de teléfono la molestaran, pero no quería que pensara mal de esa mierda así
que lo cambié para evitar eso. Las únicas personas que lo tenían eran mi familia, Alice,
Rose, Isabella y el hijo de puta que ahora estaba llamando.

“¿Qué pasa, Ben?” Respondí. Isabella sonrió levemente, dándose cuenta de quién era,
y se dio la vuelta de nuevo para terminar con lo que demonios fuera que estuviera
haciendo.

“Ey Cullen, se supone que tenía que pasar mañana por algunas cosas de tu padre, él
dijo que estaría en casa para entonces. Ha pasado algo, y mis padres me obligan a
salir de la ciudad con ellos. ¿Estás en casa? Porque voy para allá ahora, si se puede,”
dijo, sin molestarse siquiera en cortesías. “He intentado llamar a tu padre, pero no
contesta, así que he pensado que podría preguntarte, que probablemente sabrías.” Me
quedé callado, debatiéndome en si hacerlo o no, pero papá siempre me hacía
encargarme de mierda con Ben de todos modos, así que pensé que no habría
problema en hacerlo ahora antes de lo previsto.

“Sí, aquí estaré,” le dije. Dijo que me vería en unos minutos y colgué, deslizando el
teléfono en mi bolsillo de nuevo.

“El tono que tienes para él no es muy sutil,” dijo Isabella jugando, arrojando un trapo
en la encimera y acercándose a mí. Ella había descubierto en las últimas semanas,
que Ben era un traficante de drogas y conseguía su mierda de mi padre. Sonreí,
encogiéndome de hombros. “Nadie dijo que fuera bueno siendo sutil, Bella. Creí que
eras consciente de que soy muy directo,” le dije. Ella sonrió y envolvió sus brazos en
torno a mí, recostando su cabeza en mí.

“Es cierto,” murmuró. “Una de las muchas cosas que amo de ti es que eres directo.
Aprecio la honestidad.”

Envolví mis brazos a su alrededor, frotando suavemente su espalda, sintiéndome


jodidamente mal al momento que esas palabras salieron de sus labios. Ahora mismo
estaba lejos de ser honesto con ella, guardando secretos sobre esa mierda del GPS.
Quería decírselo pero tenía miedo de asustarla, miedo que me dijera que me detuviera
y joder, sabía que si ella me pedía directamente que me detuviera, no sería capaz de
decir que no. Ya no podía mirarla a la cara y negarle nada. Ella me tenía envuelto
alrededor de su puto dedo meñique.

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Ella suspiró contenta, cerrando los ojos. Me incliné y besé la parte superior de su
cabeza, inhalando el dulce aroma a fresa. “¿Todavía piensas que la felicidad es solo
tener buena salud y una mala memoria?” Le pregunté de pronto, recordando un día
que ella me había dicho esa mierda. Se echó a reír y se apartó de mis brazos,
mirándome.

“No,” dijo ella. “Pero si lo es, espero seguir saludable e ignorante.”

Me reí entre dientes, porque ella podía ser jodidamente ingeniosa cuando quería, y la
atraje de nuevo hacia mí. “¿Así que estás diciendo que eres feliz?” Le pregunté.

“Por supuesto que soy feliz,” dijo frotando su nariz en mí. Mi corazón henchido con todo
ese amor que sentía ante el hecho de que a pesar de todo, yo era capaz de hacerla
sentir al menos algo de felicidad después de todo.

Nos quedamos allí unos momentos antes de escuchar el sonido de grava crujiendo
fuera. Suspiré e Isabella se apartó de mí, ambos mirando por la ventana. Vi la
furgoneta color azul deteniéndose, y a Ben que bajaba del asiento del conductor.

“¿Puedes dejarlo entrar, tesoro? Tengo que ir a buscar su mierda,” le dije, frotando
suavemente sus brazos. Ella sonrió y asintió, me incliné para besar rápidamente sus
labios. Salí de la cocina y saqué las llaves de mi bolsillo, buscando entre ellas hasta
que encontré la de la habitación bajo las escaleras. Abrí la puerta y entré, bajando al
sótano. Me detuve al final de las escaleras, suspirando y pasando la mano por mi pelo
mientras miraba alrededor. Caminé hacia una caja enorme y la abrí, sacando el
paquete con la enorme B, escrita con la letra de mi padre. Cerré la caja y me di la
vuelta, y me detuve cuando mis ojos cayeron en las pistolas colocadas en el estuche en
la pared. Sonreí satisfecho cuando una idea me golpeó, sabía exactamente lo que
Isabella y yo íbamos a hacer hoy.

Salí del sótano y escuché las voces de mis hermanos en el momento que llegué al
primer piso. Salí de la habitación y saludé a Ben, entregándole el paquete. Me
agradeció y me entregó un sobre que deslicé en mi bolsillo trasero.

Nos quedamos allí charlando un momento, antes de que Ben dijera que tenía que
llevar la mierda a su casa y esconderla antes de que sus padres llegaran. Se fue y mis
hermanos dijeron que se iban y no volverían hasta más tarde. En cuantos se cerró la
puerta principal y los tres hijos de puta se habían ido, me volví hacia Isabella y sonreí
con suficiencia.

“Así que, ¿qué quieres hacer hoy?” Le pregunté, levantándole una ceja. Ella sonrió y
rodó sus ojos juguetonamente, porque ya había respondido antes esa puta pregunta.

“Lo que sea que quieras hacer, Edward,” repitió.

“Esperaba que dijeras eso,” le dije, dándome la vuelta y dirigiéndome de nuevo hacia

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la habitación. Me detuve en la puerta y me volví para mirarla. No se movió ni un ápice,
mirándome con escepticismo. “¿Vienes o qué?”

Sus ojos se abrieron por la sorpresa. “Yo, eh… no creo… que deba entrar ahí.”

Suspiré y me quedé mirándola un momento, observando como el miedo, la curiosidad


y la confusión cruzaban su rostro. “¿Por qué?” Le pregunté. Su ceño fruncido por la
confusión ante mi pregunta. “¿Por qué no crees que puedas entrar aquí? Quiero decir,
¿te ha dicho mi padre ‘no entres ahí’ o algo así?”

Ella se quedó mirándome un momento antes de negar con la cabeza. “Jasper dijo que
me mantuviera lejos, que estaba cerrado por una razón,” dijo tímidamente. Yo asentí.

“Está cerrado por una razón, al igual que yo tengo una maldita llave de la habitación
por alguna razón,” le dije, encogiéndome de hombros.

“¿Por qué tienes una?” Preguntó con curiosidad. Suspiré, encogiéndome de hombros
otra vez.

“Porque mi padre no está siempre en casa, y a veces necesitamos mierda de aquí.


Aunque ese no es el punto. Mi padre nunca te ha dicho que no puedes entrar, así que
vamos.”

Vaciló y se quedó mirándome, y me di cuenta que en verdad lo estaba considerando


muy seriamente. Me refiero a que, en realidad no era gran cosa, podría hacer esa
mierda yo solo, pero parte de mí quería que lo hiciera. Que lanzara la precaución por
la ventana y me siguiera ciegamente, que de verdad confiara en mí. Nunca antes mi
padre había perdido los estribos por ese cuarto, solo le puso el candado cuando la
última perra realmente comenzó a husmear. Cristo, Nona solía limpiar esa mierda todo
el tiempo, así que no veía el problema en que Isabella entrara por un momento si iba
conmigo. Él confiaba en ella de todos modos, tenía que ser así si la dejaba andar por
ahí en público y conduciendo un puñetero coche. De todos modos, ella no vería nada
que no supiera ya.

“Está bien,” dijo con timidez después de un momento, asintiendo. Se acercó donde yo
estaba e hizo una breve pausa antes de entrar en la habitación. Se detuvo al entrar y
entré detrás de ella, poniendo mi mano en su cadera e inclinándome para besar
suavemente su nuca.

“¿Ves?, no ha sido tan aterrador,” le dije en broma. Ella rodó los ojos y trató de darme
un codazo pero me hice a un lado, riéndome.

“No es a la habitación a lo que le tengo miedo, Edward,” dijo. “Es al hombre al que
pertenece a quien tengo miedo.”

Me encogí de hombros. “No tienes por qué tener miedo de nada, Bella. Yo te

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protegeré,” le dije. Ella me miró un momento antes de sonreír ligeramente.

“Sé que lo intentarás,” dijo. “Pero no siempre puedes estar ahí para salvarme. No eres
exactamente un superhéroe.”

“¿Quién lo dice?” Le pregunté, levantando una ceja. Su ceño se frunció por la confusión
y me eché a reír. “No estoy hablando de esa mierda del superhéroe, Bella. Cristo, soy
más como el maldito malo de la película que nada. Me refiero a la parte de no estar
siempre ahí para salvarte. ¿Por qué crees eso?”

“Porque no puedes. Tienes tu propia vida para vivir,” dijo, encogiéndose de hombros.
Me reí secamente, sacudiendo mi cabeza.

“¿No has comprendido el jodido concepto de que tú ahora eres mi vida? No hay ni una
mierda sin ti. No hay razón para vivir si no estás conmigo,” dije encogiéndome de
hombros. Sus ojos se abrieron por el shock mientras me miraba boquiabierta.

“No puedes decir eso, Edward. Incluso si algo me pasara, tienes que seguir viviendo.
No puedes solo darte por vencido,” dijo y sonó casi como si estuviera entrando en
pánico. Hice un gesto de negación.

“No sería darme por vencido, Bella. Sería sucumbir, creo que hay una diferencia. En
cualquier caso, no importa. Nada va a pasarte, así que no tiene maldito sentido
preocuparnos por ello,” dije, caminando hacia el armario y entrando en él. Miré hacia
atrás para ver si me estaba siguiendo, mirándome con curiosidad. Abrí la puerta que
conducía al sótano y sus ojos se abrieron un poco por la sorpresa. “Puede que no sea
un superhéroe, pero sí tengo una Baticueva. Y puede que sea mortal, pero soy capaz de
matar a un hijo de puta antes de que él tenga la oportunidad de hacerme daño o a
alguien a quien amo.”

Ella me miró como si estuviera a punto de debatirme, pero finalmente suspiró, sonando
resignada.

“Irracional y volátil,” murmuró en voz baja. Yo le entrecerré los ojos y sonrió


tímidamente ante mi expresión, negando con la cabeza. “¿Por qué estamos aquí?”

La miré fijamente un momento, preguntándome qué era lo que ella pensaba que era
tan irracional y volátil acerca de lo que había dicho, pero finalmente decidí
simplemente dejarlo pasar por el momento. “¿Recuerdas cuando los socios de mi padre
vinieron de visita desde Chicago?” Le pregunté. Ella me miró con una extraña
expresión en su rostro, lo que me confundió por un momento antes de que me diera
cuenta de lo que había preguntado. Por supuesto que recordaba esa mierda, el maldito
James casi la viola. Ella nunca olvidaría eso. “Sí, pregunta estúpida, lo sé. El punto es,
que esa primera noche que me quedé en tu habitación te dije que algún día te
enseñaría cómo usar un arma. Bueno, ese día es hoy, tesoro.”

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Jadeó y me miró atónita. “Estás bromeando,” dijo. Yo negué con la cabeza.

“¿Te parece que estoy bromeando?” Le pregunté, levantando mis cejas. Ella negó con
la cabeza vacilante. “Muy bien, entonces. Siempre es bueno saber cómo protegerte por
si acaso, porque en realidad nunca se sabe cuándo lo necesitarás. Además, no hay
nada más que hacer y Cristo, ¿sabes lo jodidamente sexy que te vas a ver, disparando
un arma?”

Ella se sonrojó y me reí entre dientes. “Eh, está bien… quiero decir, si crees que va a
estar bien,” comenzó, encogiéndose de hombros y mirándome con cautela. Podía ver
su recelo acerca de la situación, su preocupación de que mi padre fuera a enojarse.
Suspiré y metí la mano en mi bolsillo, sacando mi teléfono. Revisé mis contactos y
marqué el número de teléfono de mi padre, llevando el teléfono a mi oído. Le había
dicho que si alguna vez decidía llevarla a disparar sería lo suficientemente hombre al
respecto y primero acudiría a él, así que eso es lo que estaba haciendo. El teléfono
sonó un par de veces antes de que respondiera el buzón. “Ey, voy a llevar a Isabella a
practicar tiro. Estoy intentando dejarlo claro o lo que sea, pero no contestas tu puto
teléfono. Así que sí, he pensado que agradecerías que te lo dijera. Nos vemos cuando
sea que regreses.”

Colgué el teléfono y lo deslicé de nuevo en mi bolsillo, mirando a Isabella. Ella se


quedó mirándome un momento con curiosidad. “Entonces, ¿por qué exactamente
estamos en esta habitación?” Preguntó. Yo sonreí.

“Blancos. Munición extra. Mierda para seguridad, como protectores de oído y gafas,” le
dije. Ella me miró y le sonreí con suficiencia. “Dependiendo de tu estado de ánimo, tal
vez un chaleco antibalas para mí.”

Me reí entre dientes cuando ella se sonrojó. “Tú sabes que nunca… ya sabes… te
dispararía.”

Sonreí y asentí. “Sí, yo sé que nunca me dispararías, tesoro. No intencionadamente, de


todos modos,” le dije. “Pero vamos, las damas primero.”

Vaciló pero dio los últimos pasos para acercarse, mirando hacia abajo, a la entrada
del sótano. Se detuvo y estiré mi mano, tomando la suya. Comenzó a bajar las
escaleras después de un momento y la sujeté, a sabiendas que los escalones podían
ser una poco estrechos y difíciles de bajar si no estabas acostumbrado a ellos y joder,
no quería que se cayera ni nada. Ella se sujetó de mi mano con fuerza y se detuvo al
final de los escalones, mirando alrededor. Bajé el último de los escalones detrás de ella
y puse mis manos en sus caderas, inclinándome para besarla ligeramente en su cuello.

“Terra di contrabbando*,” le dije. “Bienvenida a la tierra del contrabando.”

Ella miró hacia mí, parecía nerviosa pero pude ver la curiosidad en sus ojos. Al menos
estaba jodidamente intrigada, era un comienzo. “¿Contrabando? ¿Así que todo aquí es

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ilegal?”

Negué con la cabeza y solté sus caderas, pasando una mano por mi pelo. “No, en sí no
todo es ilegal, pero todo es jodidamente desagradable,” le dije. Me quedé callado y
miré a mi alrededor a todos los cajones, cajas y baúles colocados alrededor. “Toda
esta mierda es principalmente el alcohol y las drogas que importan y distribuyen en el
área,” le dije, haciendo un gesto con la mano alrededor de dónde estábamos de pie.
Ella asintió y miró a su alrededor.

“Hay mucho,” dijo llevando su labio inferior dentro de su boca para masticarlo. Sus
puñeteros nervios estaban destacando y me pude dar cuenta que estaba algo
incómoda aquí abajo, y me estaba empezando a preguntar si había sido una buena
idea. No quería estresarla, pero era demasiado tarde para cuestionar esa mierda
ahora. Ya estaba aquí abajo.

“Sí, lo es. Vamos,” le dije, señalando con la cabeza hacia el espacio frente a nosotros.
Empecé a caminar y ella me siguió, pero se congeló cuando las armas estuvieron a la
vista. Me di la vuelta para mirarla y me di cuenta que estaba mirando con la boca
abierta a la pared, parecía sorprendida, confundida y asustada.

“Wow,” dijo sonando aturdida. Suspiré y asentí, comenzando a escarbar en algunas


cajas rápidamente lo que habíamos venido a buscar. Empecé a sacar cosas y a
entregárselas, ella las cogía pero no me estaba prestando ni una mierda de atención.
Sus ojos estaban enfocados directamente en las armas, mirándolas como si una de
esas hijas de puta fuera a saltar de la maldita pared y comenzar a disparar balas por
sí misma. Por la manera en que estaba viendo la colección personal de mi padre, no
había maldita manera de que fuera a decirle que todas las cajas que estaban
alineadas en la pared del fondo estaban llenas de armas de asalto ilegales. Docenas y
docenas de Colt AR-15, TEC-9, AK-47 y Uzies, las mortales hijas de puta que podían
disparar cientos de balas por minuto y quitar de tu camino lo que fuera.

“Sí, ¿qué puedo decir? Él ama sus malditas armas,” murmuré. Me acerqué a un
armario y lo abrí, sacando una caja de balas. “Pero como he dicho antes, no debes
temerlas. No pueden hacerte daño, solo la gente puede.”

Finalmente apartó sus ojos de ellas y me miró. “Sí, lo recuerdo. Así que, ¿qué más hay
por aquí?” Preguntó, mirando más allá de mí. Suspiré y la miré con recelo.

“El calabozo,” dije en voz baja, sin saber cómo iba a reaccionar ante el hecho de que
prácticamente teníamos una cámara de tortura aquí abajo. Se me quedó mirando un
momento antes de asentir.

“Está bien, entonces,” dijo simplemente, obviamente sin querer considerar la mierda
que acababa de decir. La ignorancia era felicidad, supongo. “¿Hemos terminado?”

Podía sentir la ansiedad en su voz, pero estaba luchando por mantener la compostura

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y no perder el control. Asentí y subimos de nuevo las escaleras rápidamente, dejando el
sótano. Usé mi pie y cerré de nuevo la puerta de una patada porque tenía las manos
llenas y me acerqué al escritorio dejando caer la mierda sobre él. Isabella me siguió y
puso las cosas que ella llevaba, mirándome con curiosidad mientras yo quitaba una
pintura de la pared. Sus ojos se abrieron por la sorpresa cuando vio la caja fuerte en la
pared que estaba ahí oculta.

“Wow, ¿la gente en realidad hace eso? Pensaba que solo era en las películas,” dijo, la
curiosidad clara como el agua en su voz. Me reí entre dientes, sacudiendo la cabeza
mientras ella caminaba hasta donde yo estaba de pie frente a la caja fuerte.

“Sí, realmente lo hacen. Mi padre guarda aquí su mierda personal,” le dije.

“¿Cómo funciona?” Preguntó ella, mirándome de forma extraña. Le sonreí y metí la


mano en mi bolsillo, sacando el sobre con dinero que me había dado Ben y mis llaves.
Encontré la pequeña llave dorada y la metí en la cerradura.

“Tienes que tener tanto la llave como la clave para abrirla,” le dije. Sonreí con
suficiencia, volviéndome para mirarla. “La clave es la misma que la de la alarma de la
puerta principal. ¿Recuerdas cuál es?”

Ella me miró y se quedó en silencio por un momento. “¿Seis, dos, tres, siete, tres?,”
preguntó vacilante. Asentí con la cabeza.

“Memoria de puta madre,” le dije, sintiéndome malditamente orgulloso porque además


del día que fuimos a la tienda y le dije por primera vez la clave, ella no había vuelta a
usar esa mierda. Me dio una sonrisa brillante, su expresión haciéndose eco del orgullo
que yo sentía. Marqué la clave en la caja fuerte y giré la llave, la puerta hizo un clic
abriéndose inmediatamente.

Abrí la puerta y una carpeta se deslizó hacia fuera, golpeando el suelo y esparciendo
un montón de papeles. Miré hacia abajo y suspiré, molesto por esa mierda. Arrojé el
sobre con el dinero en la caja fuerte y me agaché, comenzando a recoger los papeles
cuando la palabra “Swan” captó mi atención. Me quedé inmóvil, echando un vistazo
rápido al papel, mi corazón comenzó a latir erráticamente cuando vi las letras ADN
escritas en la parte superior.

“Nena, ¿quieres subir a mi habitación y coger mi mochila para meter toda nuestra
mierda?” Le pregunté, agarrando el resto de los papeles y poniéndome de pie
rápidamente antes de que pudiera preguntarme qué demonios estaba leyendo. “Solo
deja mis libros sobre la cama.”

“Sí, claro,” dijo dándome una pequeña sonrisa antes de darse la vuelta y salir
rápidamente de la habitación. Dejé escapar un suspiro de alivio, sujetando los papeles
en mi mano con fuerza. Mi mente trabajaba rápidamente mientras me debatía con
intensidad en cuanto a qué hacer. Joder, quería leerlos, estaba desesperado por saber

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qué demonios decían, pero sabía que había una maldita cámara sobre mí y mi padre
fácilmente podría verlo y probablemente en algún momento lo haría.

El tiempo seguía corriendo rápidamente, mis oportunidades disminuyendo a cada


segundo que pasaba. Después de un momento dije a la mierda, mi curiosidad
anulando a mi lógica. Agarré el papel con los resultados de la prueba de ADN en él,
echándole un vistazo rápido. El único nombre escrito en él era “Swan”. Pero había
otros sujetos, etiquetados solo como A, B, C, y D. Era una comparación de ADN con una
gráfica y al principio me pregunté si era una puta prueba de paternidad. Como si tal
vez Charles no fuera realmente su padre y él simplemente estuviera tratando de
averiguar quién demonios era su padre en realidad. Pero una sección de la gráfica de
ADN tenía un círculo y “padre” estaba escrito sobre ella en la propia letra de mi padre,
por lo que estaba claro que Charles o quién sea que fuera su puto padre había sido
identificado. Había otros tres círculos en ella y “coincidencia lejana” estaba escrita
junto a ellos en una letra que no reconocí. Por debajo de dos de ellos estaba la palabra
“abuelo”, lo que me tomó por sorpresa porque ella solo tenía un abuelo. Su madre era
una jodida esclava, no tenía ningún pariente de sangre. Bella me había dicho
claramente que su madre fue comprada cuando era un bebé, sus padres habían sido
asesinados. Entonces, ¿cómo demonios tenía ella dos abuelos?

La última coincidencia simplemente decía “pariente lejano, ADNmt concluyente” escrito


en ella. Me estaba reprendiendo a mí mismo por no prestar más atención en la clase
de ciencias en esa maldita conferencia sobre el ADN, pero estaba bastante seguro que
el ADNmt estaba vinculado a través de la línea materna. Así que si Bella tenía ADN que
coincidía a través del ADNmt, ¿quién demonios era su madre en realidad? Ella no
podía ser solo una maldita esclava. ¿Y con el ADN de quién mierdas estaba siendo
comparado? Porque era evidente por la gráfica que Isabella tenía cuatro familiares,
uno de ellos su padre, dos eran sus abuelos, y el último era otro familiar a través de su
madre.

Escuché pasos acercándose y comencé a entrar en pánico, poniendo el papel de vuelta


en la carpeta y metiéndola de nuevo en la caja fuerte. Cerré la puerta rápidamente,
girando la llave para cerrarla de nuevo. Puse otra vez las llaves en mi bolsillo y cogí la
pintura, la estaba colocando de nuevo en la pared cuando Isabella entró.

Llené rápidamente la mochila y le dije a Isabella que se pusiera unas zapatillas


cómodas, porque íbamos a caminar. Ella me miró con escepticismo, su ceño fruncido
por la confusión.

“¿A dónde vamos a caminar?” Preguntó vacilante. Sonreí, encogiéndome de hombros.

“Ese prado del que te hablé hace algunos meses, el que encontré vagando por el
bosque hace unos años. Está tan fuera del camino que no tenemos por qué
preocuparnos de molestar a nadie,” le dije.

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Sus ojos se iluminaron por la emoción, una gran sonrisa dominó su rostro.

Ella corrió para preparase y yo salí hacia el Volvo. Abriendo la puerta del conductor y
metiendo la mano debajo del asiento. Saqué la M1911 .45 ACP y la deslicé en la
cintura de mis pantalones, volviendo a cerrar el coche. Me dirigí al interior y me
encontré con Isabella en el vestíbulo, con sus zapatos puestos y lista para irse. Me reí
ante su evidente entusiasmo y fuimos a la cocina, preparando algunos puñeteros
sándwiches y los envolvimos para cuando tuviéramos hambre, porque era una
caminata jodidamente larga y lo último que quería era morir de puta hambre en el
camino.

Puse los sándwiches en la mochila junto con unas cuantas botellas de agua antes de
ponerla en mi espalda. “¿Estás lista?” Le pregunté, levantando las cejas
inquisitivamente. Ella asintió y la tomé de la mano, llevándola hacia la parte trasera de
la casa y cerrando cuando salimos. Nos dirigimos hacia el bosque, solo caminando y
conversando, tomados de la mano y sonriendo. Parecíamos dos malditos tontos
enamorados, pero supongo que en sí eso era exactamente lo que éramos. Fue una
larga caminata de mierda, alrededor de ocho kilómetros para ser exactos y nos llevó
casi dos horas con lo jodidamente lento que estábamos caminando. Pero valió la pena,
porque en el momento que llegamos al claro Isabella jadeó, una mirada de puro
asombro dominó su rostro. Fue jodidamente extraño, pero yo siempre había sentido
que entrar en el claro del pequeño prado era como entrar a una burbuja de paz, como
si cada causa de estrés, preocupación y jodido hecho de la vida hubiera desaparecido
en la línea de árboles y todo lo que encontrabas dentro era pura serenidad. Y sé que
sueno como una jodida chica, como el maldito mariquita que me estaba sintiendo en
estos días, pero era cierto. Este había sido mi refugio durante años, donde por fin pude
encontrar armonía. Y estaba claro por la reacción de Isabella, que al entrar en el prado
se había sentido de la misma forma.

Me quité la mochila, dejándola caer al suelo, y me acerqué a Isabella por detrás, la


abracé con fuerza, atrayéndola de nuevo hacia mí y ella levantó sus manos para frotar
suavemente mis antebrazos. Nos quedamos en silencio un momento, simplemente
disfrutando del silencio y la tranquilidad. El sol entraba a raudales por entre los
árboles sobre el prado, y proporcionando un poco de calor al área.

“Es hermoso,” dijo Isabella finalmente, con voz tranquila. Sonreí y besé el tope de la
cabeza.

“Sí, es agradable. Solía venir aquí todo el tiempo para alejarme de todo, solo para
olvidar toda esa mierda,” le dije. Suspiró y se recostó sobre mí y nos quedamos allí
unos momentos más, disfrutando del paisaje.

Finalmente nos dejamos caer en la hierba y simplemente pasamos el rato, comiendo


nuestros sándwiches y hablando de tonterías. Después de un rato, me puse de pie y
agarré la mochila, abriéndola y empezando a sacar cosas. Isabella me miró con

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escepticismo cuando caminaba hacia el otro lado del prado y colocaba un blanco.

Caminé de regreso a dónde Isabella estaba sentada y le tendí mi mano, sonriendo


satisfecho. La ayudé a levantarse del suelo y agarré la mochila, llevándola al lado del
prado justo enfrente del blanco y la puse frente a él. Dejé caer la mochila a nuestros
pies y me paré detrás de ella, poniendo su cuerpo en posición. Metí la mano en la
cintura de mis pantalones y saqué la pistola, puse mis brazos alrededor de ella y
sostuve el arma frente a ella. Le expliqué sobre el seguro y las balas, diciéndole que
tenía siete balas además de una en la recámara. Le hablé de mantener estable el
arma y que usara su visión para enfocar directamente en su objetivo, bloqueando todo
lo demás y entrando casi en un trance. Le expliqué que tenía que agarrar el mango
bien pero que mantuviera su dedo relajado a medida que apretaba del gatillo, para
hacerlo sin problemas.

Ella pareció entenderlo y le entregué las orejeras y unas gafas de seguridad, haciendo
que se pusiera las malditas cosas. Yo nunca las usaba, pero quería asegurarme que
ella estuviera a salvo y no quería que se asustara por el ruido del disparo. Ya la tenía
colocada y alineada, diciéndole que se concentrara en la parte inferior del blanco y
disparara un tiro cuando estuviera lista.

Di un paso atrás y la observé mientras estaba allí parada, apuntando el arma. Sus
manos temblaban ligeramente por los nervios y solo me quedé ahí parado
pacientemente, sabiendo que iba a necesitar algo de tiempo antes de que se relajara y
pudiera sostener el arma con firmeza. Ella suspiró profundamente y apretó el gatillo y
yo retrocedí instintivamente cuando ella hizo su primer disparo. El culatazo cuando
apretó el gatillo y expulsó el cartucho la sobresaltó, porque como un puto idiota no le
había explicado esos aspectos detalladamente y ella gritó malditamente fuerte y casi
dejó caer el arma. Afortunadamente mantuvo su agarre en ella y no cayó al suelo, pero
me miró, viéndose jodidamente asustada.

Suspiré y pasé la mano por mi pelo, mirando hacia el blanco. Había fallado en darle a
ese hijo de puta por más de un maldito kilómetro.

Me acerqué a ella y puse mis brazos a su alrededor, alineándola para que quedara
frente al blanco. Sostuve la pistola con firmeza y puse mi dedo en el gatillo, diciéndole
que pusiera sus manos sobre las mías. Apunté y apreté el gatillo, dando un disparo
que dio directamente en el blanco. Isabella se estremeció, pero no parecía sorprendida
o asustada en ese momento, supongo que al menos sabía qué jodidos esperar. Me di
cuenta inmediatamente que había hecho exactamente la misma maldita cosa con lo de
disparar que con la conducción, lanzarla directamente a hacer esa mierda.

Disparamos el resto de las balas de esa forma y ella pareció relajada al momento en
que todas las balas fueron expulsadas, sin siquiera pestañear en la última. Pareció
asimilar lo que yo estaba haciendo y después de que volví a cargar le pregunté si
quería intentarlo de nuevo sola. Ella dudó pero asintió, llevando su labio inferior al

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interior de su boca para mordisquearlo nerviosamente. Sonreí y le entregué el arma
cargada, completamente lista para funcionar. Se alineó y apuntó, y yo di unos pasos
hacia atrás para darle un poco de espacio. Hizo una pausa y suspiró profundamente,
apretando el gatillo. El disparo salió y pasó rozando el blanco, casi acertando pero sus
manos todavía temblaban un poco. Me miró nerviosa y le di una sonrisa, haciendo un
gesto con la cabeza hacia el blanco, diciéndole en silencio que lo hiciera de nuevo.
Sonrió y se dio la vuelta hacia el blanco, apuntando y disparando.

El último disparo que hizo finalmente le dio al jodido blanco, malditamente cerca del
centro. Sonreí satisfecho y ella jadeó, sus ojos se abrieron por la sorpresa de que
realmente le había dado a esa maldita cosa. Me reí entre dientes y me acerqué a ella,
cogiendo el arma y recargándola. Se la di de nuevo y ella sonrió, sus ojos brillando por
la emoción. Ahora que estaba relajada y su puñetero miedo se había disipado,
realmente podía disfrutar. Ni siquiera podía imaginarme como jodidos se sentía,
empuñando algo tan malditamente peligroso y poderoso después de toda una vida de
opresión. Tenía que ser una enorme oleada de adrenalina. Me quedé detrás y la
observé mientras disparaba unas cuantas rondas, su puntería iba mejorando bastante
a medida que se sentía más cómoda. Le dio al blanco tres veces seguidas, la tercera
vez dando directamente en el centro del blanco. Ella gritó entusiasmada y se volvió
para mirarme, olvidando bajar la maldita arma en el proceso. Me estaba apuntando
directamente con la hija de puta y me agaché, lanzando mis malditas manos hacia
arriba de manera protectora. No es como si pudiera haber detenido una maldita bala
si ella hubiera apretado el gatillo de forma accidental, pero era una reacción natural
teniendo una pistola apuntando hacia mí.

“¡Cristo, Bella, cuida la mierda que haces!” Le grité. La oí jadear y eché un vistazo,
viendo que bajaba el arma inmediatamente, sus ojos abriéndose aún más por el
miedo.

“Lo siento,” dijo rápidamente, sonando asustada. Suspiré y dejé caer mis manos,
negando con la cabeza.

“Está bien. Joder, nena. Nunca debes de hacerle esa mierda a la gente. Nunca apuntes
un arma cargada a nada o nadie a menos que estés dispuesta a disparar esa hija de
puta, ¿me has oído?” Le pregunté, pasando la mano por mi cabello, mi corazón
latiendo de forma irregular. Mi padre era la única otra persona que alguna vez había
apuntado un arma hacia mí y estaba seguro que él nunca me dispararía, pero yo no
era estúpido. Sabía que Isabella fácilmente podría apretar el gatillo por accidente y
volarme la puta cabeza. Ella asintió rápidamente.

“No fue mi intención hacer eso,” dijo, todavía con pánico en su voz. Suspiré y asentí.

“Lo sé. Como he dicho, sé que nunca harías esa mierda intencionadamente, pero no
puedes dejarte llevar y perder la concentración. Esta mierda es seria. Cristo, tal vez
debería haber usado ese maldito chaleco antibalas,” le dije. Ella asintió en

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comprensión y se sonrojó, luciendo avergonzada. Me quedé mirándola un momento
mientras ella bajaba la vista al suelo, antes de darse la vuelta de nuevo hacia el
blanco. Levantó el arma para apuntar y de inmediato me sentí mal, porque esa chispa
de entusiasmo que tenía ahora había desparecido. No era mi intención gritarle o
regañarle, pero esto no era algo que podía tomarse a la ligera y ella me había dado un
susto de mierda, distrayéndose de esa forma.

Disparó una ronda, apenas dando en el blanco pero sonriendo ligeramente para sí
misma. Me di cuenta que se sentía orgullosa y trataba de contenerse, sin querer
entusiasmarse demasiado y perder la concentración. Suspiré y me acerqué a ella por
detrás. Puse mis manos sobre sus caderas y ella saltó ligeramente por el contacto, pero
trató de mantenerse concentrada. Disparó las últimas balas y bajó el arma,
echándome un vistazo. Le sonreí y tomé el arma de sus manos, empezando a cargarla
de nuevo.

Se la devolví y ella la cogió, sonriendo tímidamente. Sonreí y levanté mi mano,


quitándole las orejeras. Las arrojé al suelo junto a nosotros y de nuevo la alineé hacia
el blanco.

“Ah, la mia bella ragazza. Lo estás haciendo jodidamente bien, ¿sabes?” Le dije,
queriendo que supiera esa mierda. Se merecía sentirse bien consigo misma, porque lo
estaba haciendo mejor de lo que esperaba que lo hiciera la primera vez que tiraba al
blanco. Ella sonrió ampliamente, esa chispa regresó a sus ojos casi al instante. Hizo un
disparo y dio un respingo, ya que se escuchaba mucho más fuerte sin las orejeras, pero
por suerte mantuvo la compostura. Puse mis manos en sus caderas y me quedé detrás
de ella, viendo la expresión de concentración y determinación en su rostro mientras
enfocaba. Podía sentir su cuerpo tensarse ligeramente por la anticipación, sus
músculos se pusieron rígidos y su cuerpo vibraba cuando disparaba. La fuerza pura y
el poder exudando de ella y la confianza en sí misma que estaba demostrando eran
jodidamente sexy y pude sentir mi polla excitarse en mis pantalones a medida que ella
disparaba un tiro tras otro.

“Tan jodidamente sexy,” le dije, inclinándome y susurrando en su oído. Coloqué un


ligero beso en el lóbulo de su oreja sin pensarlo y ella lloriqueó, perdiendo la
concentración una vez más cuando un escalofrío surcó su cuerpo. Apretó el gatillo y
una bala salió haciendo eco a través del bosque.

“Oops,” susurró cuando los pájaros comenzaron a chillar, oyéndose una conmoción en
los árboles. Me eché a reír y acaricié con mi nariz su cuello, besando su piel.

“Mi culpa, tesoro. No debería haberte distraído,” le dije. “Pero en mi defensa, de verdad
eres completa y jodidamente tentadora para tu propio bien. Mejor el pájaro que yo, de
todos modos.”

Se rio un poco, bajando el arma. Se la quité y apunté, disparando rápidamente las

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últimas balas. Cada una de ellas golpeó el blanco e Isabella suspiró exageradamente.

“Presumido,” murmuró mientras yo arrojaba el arma vacía al suelo. Me reí entre


dientes, envolviendo mis brazos en torno a ella y atrayéndola en un abrazo. Se quitó
las gafas de seguridad y las arrojó al suelo, devolviéndome el abrazo.

“Sí, bueno, tengo un montón de puta práctica, amor,” le dije. Ella me dio una pequeña
sonrisa, asintiendo con la cabeza.

“Eso he escuchado,” murmuró.

Nos quedamos allí parados y abrazados por un momento antes de que me alejara un
poco, inclinándome para presionar mis labios contra los suyos con suavidad. Ella abrió
sus labios y llevó su lengua hacia afuera y yo la besé con fuerza, saboreando su dulce
brillo labial y su boca con sabor a menta. Sus labios eran tan suaves y cálidos, cada
centímetro de ella era acogedor.

Dejé que mis manos recorrieran su espalda, pasándolas sobre su culo y apretando sus
mejillas. La atraje hacia mí, presionando mi polla en ella. Gimió cuando la sintió, el
sonido aumentando mi maldita excitación. “¿Me vas a dejar entrar esta noche en ese
coño, tesoro?” Murmuré contra su boca, mordiendo su labio inferior con mis dientes. Sí,
sí, no siempre soy un maldito romántico, solo tengo diecisiete años ¡por el amor de
Cristo! Mis hormonas todavía me dominaban a veces.

Ella se apartó de mí y sonrió con timidez, encogiéndose de hombros mientras el rubor


subía lentamente por sus mejillas. Todavía era tímida sobre el tema, la mención de ello
la ponía nerviosa. Al menos parecía disfrutar de esa mierda y de verdad me escuchó
ese día en la posada, ya que se había negado en más de una ocasión cuando intenté
recorrer todo el camino.

“Tal vez,” murmuró. Sonreí satisfecho y besé de nuevo su boca, porque un tal vez
siempre era mucho mejor que un jodido no.

Nos quedamos allí descansando más o menos una hora, solo recostados en la hierba y
hablando, antes de empezar a recoger nuestra mierda y a ponerla de nuevo en la
mochila. Me la puse y tomé su mano, entrelazando nuestros dedos cuando nos pusimos
en camino a través del bosque hacia la casa. La caminata de ocho kilómetros fue
mucho más difícil de lo que recordaba que era la caminata al prado, a pesar de que
charlamos y bromeamos durante el viaje para distraer nuestra atención. Nos llevó más
de dos horas y mis putas pantorrillas dolían, mis músculos ardían de tanto uso. Yo
acostumbraba correr por los putos senderos durante horas para desestresarme así que
caminar ocho kilómetros al paso de una maldita tortuga no debería ser un problema,
pero estaba sintiendo esa mierda. Hasta Isabella parecía sentirlo, cuando se
agachaba y frotaba su pantorrilla de vez en cuando como si estuviera tratando de
disolver un nudo. Estaba claro que no era el único que se había vuelto un flojo. Ella se

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había partido el culo toda su vida y estaba acostumbrada a que su cuerpo fuera
maltratado y empujado al extremo, por lo que pasar los últimos meses viviendo una
existencia bastante dócil la había debilitado un poco. No me malinterpreten, ella
seguía siendo la jodida chica más fuerte que conocía, física y espiritualmente, pero ella
también se había suavizado. Supongo que era el resultado de su adaptación al mundo
exterior. No tenías que ser exactamente duro para soportar un viaje al maldito
supermercado y hablar con extraños.

Para cuando la casa estuvo a la vista, el sol comenzaba a ponerse y yo estaba


jodidamente exhausto, a punto de un maldito colapso. Entramos y dejé caer mi culo en
el sofá, quitándome los zapatos y agarrando el control remoto. Encendí la televisión y
comencé a recorrer los canales mientras Bella se dirigía a la cocina. La escuché
hurgando en el refrigerador y el microondas se encendió, ella regresó unos minutos
más tarde con bebidas y platos con la pasta sobrante de la noche anterior. Comimos y
nos acurrucamos en el sofá, viendo algo de tele por un rato. La casa cayó en la
oscuridad y sentí que mis párpados pesaban por el agotamiento.

“¿Quieres ir arriba?” Le pregunté en voz baja. Ella murmuró en respuesta, asintiendo.


Apagué la televisión y nos levantamos, dirigiéndonos lentamente hacia las escaleras.
Cerré con llave la casa antes de subir, Bella me dijo que iba a tomar una ducha rápida
y a cambiarse mientras entraba a su habitación. Me desnudé y me duché, poniéndome
unos boxers y un par de pantalones de pijama. Me acosté en la cama, bostezando, mis
ojos empezaban a arder y desesperadamente quería cerrarlos.

Escuché la puerta abrirse después de un momento y eché un vistazo, viendo a Bella


entrar usando lo que parecía ser su jodido pijama favorito ya que lo usaba más que el
resto, mi camiseta de fútbol y unos pequeños pantalones cortos color negro. Aunque,
no me podía quejar ya que ella se veía bien. Tenía unas hermosas piernas tonificadas,
¿y a qué cabrón no le gusta ver a su chica con su ropa? Era como marcarla y esa
mierda.

Cerró la puerta y caminó hacia mí, metiéndose en la cama, a mi lado. Hice que se
diera la vuelta para quedar frente a mí, sonriéndole.

“Te ves cansado,” dijo en voz baja, extendiendo su mano y pasando sus dedos por mi
mejilla.

“Lo estoy. ¿Qué tal si…” Empecé, pero fui abruptamente interrumpido por un puto
bostezo. Ella se rio y yo sonreí, negando con la cabeza. “Maldita sea, hombre. Como te
decía, ¿qué tal si dormimos un poco? Siempre puedo darle a ese coño mañana.”

Sus ojos se abrieron y extendió su mano, dándome un ligero golpe. “¡Edward! Esta es
la segunda vez hoy, sabes que odio esa palabra.” Me reí entre dientes y me encogí de
hombros. La mitad del tiempo solo decía esa mierda para sacarla de sus casillas,
porque sus reacciones podrían ser jodidamente divertidas.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 999


“Lo sé, como sea. Vamos a hacer el amor. La misma mierda. Como sea que quieras
llamarlo,” murmuré, bostezando de nuevo. Ella sonrió y se sonrojó, y al verla se calentó
mi corazón. Era una mujer asombrosa, no había duda alguna de ello.

La envolví en mis brazos y se acurrucó en mí, suspirando contenta. Empecé a ansiar su


calor después de un momento y la aparté un poco de mí, quitándole su camiseta y
arrojándola al suelo junto a la cama. Me encantaba dormir estando ella sin camiseta,
sus pechos apretados contra mi pecho, sintiendo su cálida piel en la mía. Dormía de
esa forma la mayoría de las noches, independientemente de si teníamos o no
relaciones.

A pesar de mi cansancio y la pesadez en mis ojos, Bella logró quedarse dormida antes
que yo. Luchaba por desconectar mi mente y olvidarme de la imagen de Bella con un
arma. Era impresionante cuan en jodido control se veía, cuan dominante y fuerte
parecía ser. Ella sería una fuerza a tener en cuenta cuando finalmente encontrara la
libertad que se merece y sea capaz de encaminarse en el mundo y seguir sus sueños.
No veía la hora de ver esa mierda, de verla volverse la mujer que estaba destinada a
ser.

También parecía que no podía conseguir sacarme de la cabeza ese papel que había
visto en la oficina de la planta baja. Había apartado esa mierda de mi mente todo el
día, tratando de no pensar en ello y así poder centrarme en Isabella, pero ahora que
todo estaba en silencio y el día estaba llegando a su fin, al parecer no era capaz de
dejar de pensar en esa mierda. Sabía que la organización tenía un fácil acceso al
ADN. No solo tienen un médico entre ellos que podría ser jodidamente cauteloso con
respecto a tomar muestras, sino que también había oído hace algunos años que cada
persona que es iniciada se le hace sangrar. De manera que ellos tendrían acceso a esa
mierda personalmente, y encima de eso ellos tenían personas en el interior, por
supuesto, que podían entrar en la base federal de datos de ADN, el CODIS, para ver el
ADN de alguien con el fin de hacer una comparación. Así que francamente, no había
manera de saber de dónde venía ese puto ADN, fuera que ellos aún estuvieran con
vida o no. Joder, podrían haber muerto hace décadas por lo que sabía. No había
manera de que saber el ADN de quién demonios pegaba dónde.

Al momento en que esa idea llegó a mi mente, recordé una conversación telefónica de
mi padre de algunos meses atrás, no mucho después de que Isabella llegó. Habíamos
estado viendo esa mierda de película de Jimmy Hoffa y alguien lo llamó por algunas
marcas (N.T. Aquí se utiliza la palabra hit, que se traduce resultado o golpes, en el
caso de la mafia es una clave que se utiliza para asesinatos ‘marcas’. Cuando llaman
a Carlisle, él usa hit y Edward entiende que se está refiriendo a asesinatos cuando
están hablando de los resultados de la prueba de ADN), y mi padre parecía
sorprendido, diciendo que esa mierda no era posible y que lo hicieran de nuevo.
Recuerdo que esa mierda me sorprendió, porque por lo general él nunca era tan obvio
cuando hablaba de las marcas tradicionales de la mafia, los cuales eran asesinatos.

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Me di cuenta que tenía que estar hablando del ADN de ella, nada más tenía sentido.
Después le preguntó a Isabella si ella sabía algo del negocio de Swan, y lo recuerdo
diciendo que no quería que esos resultados se hicieran públicos, ya que podían iniciar
un conflicto. Estaba preocupado de que causaran una maldita guerra en la mafia.

Miré a la figura de Isabella dormida. ¿Quién diablos era ella en realidad? Estaba claro
que ella no lo sabía, pensaba que era una simple esclava, pero me estaba dando
cuenta que era mucho más que eso. Estaba claramente relacionada con alguien, y no
estaba seguro de quién era, pero sabía que no era algo que mi padre se estuviera
tomando a la ligera. Prácticamente me había exigido que dejara de buscar respuestas,
soltando esa mierda de que no quería perderme como había perdido a mi madre, si no
me detenía. Con quién fuese que ella estuviera relacionada era alguien importante, y
probablemente jodidamente poderoso y mi padre no quería que esa mierda saliera a
la luz.

La pregunta era: ¿Por qué?

Repasé esa mierda una y otra vez durante un rato antes de que mi cuerpo finalmente
tomara el control, bloqueando mi mente y cayendo en un profundo sueño. Me desperté
abruptamente un poco más tarde por un fuerte ruido y me senté rápidamente, mirando
alrededor confundido. La habitación todavía estaba oscura y en seguida me pregunté
si tal vez había tenido un puñetero sueño de nuevo y el jodido ruido que había
escuchado era el disparo en el sueño, pero después de un momento otro golpe fuerte se
escuchó en el piso debajo de nosotros, el sonido de un portazo. Me tensé y sentí un
movimiento en la cama, mirando hacia Isabella. Obviamente, ella también se había
despertado, ya que se estaba sentando y me miraba con los ojos muy abiertos.

“¿Qué ha sido eso?” Preguntó, con pánico en su voz. La miré fijamente por un
momento, sin saber la puta respuesta, antes de mirar hacia el reloj y ver que eran las
tres de la madrugada.

“No tengo ni las más puta idea,” le dije. Me quité el edredón de encima e iba a
bajarme de la cama cuando escuché las fuertes pisadas empezando a subir las
escaleras hacia al tercer piso.

El pánico en Isabella se incrementó mientras me miraba y mi corazón empezó a latir


erráticamente a medida que las pisadas llegaban a nosotros. Miré rápidamente a mi
alrededor y agarré la camiseta de Isabella, lanzándosela y diciéndole que se la
pusiera. Estaba maldiciéndome a mí mismo porque en mi estado de agotamiento
había dejado la maldita mochila en la planta baja con mi arma en ella.

Las pisadas comenzaron a oírse por el pasillo, dirigiéndose directamente a mi


habitación. Hubo unos fuertes toques en la puerta después de un momento y me quedé
mirando atónito, el miedo recorriendo mi cuerpo a medida que el pomo giraba y la
puerta se abría bruscamente. Isabella gritó, asustada, y se puso rápidamente la

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camiseta para cubrirse. Me quedé mirando hacia la puerta, inmóvil y entrando en un
puto ataque de pánico cuando me encontré cara a cara con mi padre. La expresión en
su rostro era intensa, y aún en la oscuridad pude distinguir la furia en sus ojos. Él
estaba encabronado y me miraba directamente a mí.

“Vete a tu cuarto, Isabella,” dijo con brusquedad, sin siquiera molestarse en mirar en
su maldita dirección, pero él sabía que ella estaba allí. No me quitaba los ojos de
encima y sentí el miedo recorrer mi cuerpo. Esto era malo, jodidamente malo.

La miré después de un momento y vi que estaba prácticamente paralizada, mirándome


y viéndose jodidamente aterrorizada. Me di cuenta de que estaba preocupada y no
quería dejarme, porque estaba confundida en cuanto a lo que estaba pasando. Yo
mismo no estaba exactamente seguro pero tenía una ligera sospecha de que tenía algo
que ver con la mierda que había visto en su oficina en la planta baja y si era así, no
quería que ella estuviera aquí para esta conversación. Hice un gesto con la cabeza
hacia la puerta, tratando de decirle en silencio que se fuera antes de que mi padre se
encabronara con ella por su renuencia y la acusara de ser desobediente. No
necesitaba que esta puta situación empeorara más de lo que seguro lo haría.

“¡Te he dicho que TE VAYAS!” Gritó, finalmente apartando la vista de mí para mirarla
a ella. Ella gritó de nuevo y se levantó rápidamente.

“Sí, señor,” murmuró, pasando corriendo junto a él y saliendo por la puerta. Tan pronto
se fue, mi padre cogió la puerta y la cerró con fuerza, haciendo que las paredes
vibraran por la fuerza y encerrándonos a los dos dentro.

“¿Qué diablos te pasa, Edward?” Preguntó de inmediato. “¿Tienes jodidos deseos de


morir? ¿De eso se trata?”

Yo solo me quedé mirándole, sabiendo que sin importar mi puñetera repuesta, él me


gritaría, así que pensé que me tomaría esa maldita pregunta como retórica.

“De verdad pensaba que eras más inteligente que esta mierda, hijo. Lo hacía. Pero en
un maldito día consigues demostrarme exactamente lo inmaduro e ignorante que eres
en realidad. ¿Honestamente piensas que esa mierda que has hecho hoy era una buena
idea? ¿En serio? No puedes ser tan jodidamente estúpido,” dijo con brusquedad,
negando con la cabeza.

Traté de contener mi propia ira, pero fue inútil porque joder, odiaba que me gritaran.
“Joder, te he llamado,” escupí con enojo. “No es culpa mía que no contestaras tu puto
teléfono.”

Entrecerró los ojos, su ira aumentando. “¿Me has llamado? ¿Eso es todo lo que tienes
que decir? ¿Qué me has hecho una puta llamada?” Espetó. “¿Y qué hay si te hubiera
contestado, si te hubiera dicho que no? ¿Y qué si te hubiera dicho que no la metieras
en ese puto cuarto y que no le dieras un arma? ¿Aun así lo hubieras hecho? Sí, lo

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hubieras hecho. Porque como ya he dicho, eres inmaduro e ignorante y al parecer no
entiendes ni una mierda. Pero tienes que, joder Edward, realmente tienes que
entender.”

Él hizo una pausa, negando con la cabeza. “Y en serio, ¿qué cojones se te ha metido
últimamente? ¡¿A qué demonios estás jugando?! ¡¿Te das cuenta que te has gastado
casi veinte mil dólares en los dos últimos meses?! ¿Qué mierdas estás comprando?”

Entrecerró los ojos, mirándome con desconfianza, pero yo me quedé allí y traté de
mantener mi rostro inexpresivo, porque no había forma de que le dijera dónde se había
ido su puto dinero. La mayor parte había ido directamente a las manos de mis
conexiones en Port Angeles, para comprar mierda de la que mi padre no tenía que
saber.

“Está bien, no me lo digas. Pero no soy estúpido. Sé que estás tramando algo, te
conozco hijo. Sé que tienes un jodido plan en tu cabeza que estás tratando de llevarlo
a cabo, pero en este momento te digo, que sea lo que sea no va a funcionar. Tienes que
detenerlo, y detenerlo ahora,” dijo con brusquedad, su ira bullendo. Yo seguía allí,
sabiendo que con cualquier cosa que dijera solo iba a encabronarlo más, pero de
ninguna jodida manera dejaría de hacer lo que estaba haciendo. Era demasiado tarde
para esa mierda.

“Y dame tu maldita llave, ahora mismo,” dijo, tendiendo su mano. “Dame las dos, la
del cuarto y la de la caja fuerte. No quiero que nunca más pongas un pie allí, no tienes
ni una mierda que hacer allí.”

Llevé mi mano hacia la mesa y agarré mis llaves, arrojándoselas. Sacó las llaves
rápidamente y las deslizó en su bolsillo, lanzándome las llaves de vuelta. Me
golpearon el pecho con fuerza e hice una mueca, frotando el lugar donde me habían
golpeado.

“Joder, no puedo creer que le hayas enseñado todo, hasta la maldita caja de
seguridad, Edward. También sé lo que has visto, lo que sacaste de la caja y leíste. Y ni
siquiera puedo imaginar qué clase de mierda está rondando en esa cabeza tuya, qué
planes estás urdiendo para averiguar quién es esa gente. Pero ahora mismo te digo, no
te atrevas a hacer esa mierda. Me he estado rompiendo el trasero tratando de resolver
esta situación sin arrastrar a nadie más en ello, y tú sin ayuda de nadie me lo estás
jodiendo, hijo. Esta mierda es seria, joder, esta es gente que puede matarte si se
enteran de que tienes la más mínima noción de esta mierda, Edward. Tienes que dejar
de meterte en lo que no te importa,” espetó, pellizcando el puente de su nariz con
enojo. Comenzó a pasearse de un lado al otro, murmurando para sí mismo.

“Juro por Dios que si no fueras a cumplir dieciocho años dentro de poco y supiera que
puedo hacerlo, enviaría tu trasero de vuelta al internado mañana. Joder, casi estoy
decidido a deshacerme de ella,” dijo molesto. En el momento en que pronunció esas

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palabras mi furia se encendió, la simple idea de que la enviara lejos hizo que mi furia
se saliera de control.

“No vas a hacer ni una mierda con ella,” vociferé. “Vas a dejarla en paz.”

Sus ojos se estrecharon, su ira aumentando. “¿Quién demonios crees que eres,
diciéndome qué hacer? Voy a hacer cualquier maldita cosa que quiera con ella.
¡Cristo, Edward, apenas conoces a la jodida muchacha! ¡No sabes nada de ella, no
sabes en la mierda que te estás metiendo! Joder, ¿no me has escuchado? ¡Vas a
conseguir que te maten! Puede que a ti no te importe una mierda tu vida, pero yo no
puedo dejar que la desperdicies. Voy a hacer lo que tenga que hacer para asegurarme
de que no suceda, aún si eso significa convertirla a ella en un daño colateral. Si quiero
hacerla desaparecer, voy a hacerla desaparecer y no hay una maldita cosa que
puedas hacer al respecto.”

Estaba tan furioso que mis manos temblaban y las apreté en puños, tratando de
contenerme, pero sus palabras me estaban llevando al límite. Cómo mierdas se atrevía
a pararse ahí frente a mí y amenazarla en mi cara. “¡Vete a la mierda! Juro por Dios
que te mato si alguna vez le haces daño,” espeté.

Vi el destello de furia en él cuando lo amenacé y sus fosas nasales se dilataron


mientras apretaba sus manos en puños. Los dos estábamos luchando por controlar
nuestra puta ira, pero estábamos peligrosamente cerca de perder el control. “Tal vez lo
hagas, pero me importa una mierda. De hecho, lo dudo. Si la mato, probablemente me
matarías. Pero al menos el Sole de tu madre todavía tendrá su luz, aún si el resto de
nosotros la pierde. Habrá valido la puta pena mantener tu estúpido trasero con vida,
porque tu madre no hubiera querido que te convirtieras en una maldita víctima de esta
mierda. ¡Significabas mucho para ella!”

“¡No metas a mi jodida madre en esto y la uses como una maldita excusa para
justificar esta mierda! Isabella nunca te ha hecho una maldita cosa, no merece que la
uses como una puta amenaza contra mí,” vociferé. “Joder, la amo, y voy a estar con ella
no importa lo que pase. Tienes que aceptar eso y resolver de una puta vez el problema
que tengas con ello.”

“¡No puedo!” Gruñó, dando un paso hacia mí. “No sabes lo que estás haciendo, el
peligro al que te estás exponiendo. ¡Eres solo un maldito niño, Edward, solo tienes
diecisiete años!”

“¡Puede que tenga diecisiete años, pero no soy un maldito niño!” Le grité. “¡Yo sé lo que
quiero, sé qué diablos estoy haciendo! ¡No he sido un maldito niño desde que tenía
ocho años y me dispararon por tu culpa!”

“¡Yo no tuve la culpa de que te dispararan, tu maldita madre tuvo la culpa! Y no sabes
lo que estás haciendo, no tienes idea de en lo que te estás metiendo. ¡No tienes idea de

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los estragos que Isabella ha causado en mi vida, lo que le ha hecho a esta familia!
¡Solo míranos!” Gritó, lanzando sus manos hacia arriba. “¡Mira lo que está haciendo!”

“¡Ella no está haciendo nada de esto, tú eres el que lo está haciendo!” Espeté. “¡Todo
esto es tu culpa! ¡Cómo cojones te atreves a culpar a mi madre o a Isabella de eso! ¡Tú
eres quién nos introdujo en esta maldita vida, a cada uno de nosotros! ¡Mi madre e
Isabella eran jodidas espectadoras inocentes que se vieron envueltas en tu mierda! Tú
pagaste dinero por ella, por una maldita niña, ¿y quieres culparla por sus
circunstancias? ¡Eres un maldito enfermo!”

“¡Maldición! ¡Estaba tratando de salvarla!” Gritó. “He hecho todo lo que podía hacer
por esa maldita muchacha, y nada es suficiente. Es simplemente demasiado y está
desbaratando a esta familia, poniéndonos a todos en peligro. Y tú te has visto más
involucrado gracias a ella. ¡No sabes lo que Isabella me ha costado, no sabes cuánto
he sufrido a causa de esa pequeña perra!”

En el momento que la palabra “perra” salió de su boca perdí el control. Apreté con
fuerza mi puño derecho y llevé mi brazo hacia atrás, poniendo tanta fuerza en él como
fuera posible. Lo golpeé directamente en la puta boca y al momento que mi puño
conectó con su rostro un dolor agudo se disparó por mi brazo. Él se tambaleó dando
unos pasos hacia atrás, sorprendido y sin esperar que lo golpeara. Hasta a mí me
sorprendió, ya que ni siquiera había pensado esa mierda, solo reaccioné. Sacudí mi
mano cuando el dolor se dirigió a mis nudillos.

“¡Joder, no la llames así!” Grité, fulminándolo con la mirada. “Y juro por Dios, que si
siquiera piensas en hacerle algo, la cogeré y nos iremos, y nunca nos...”

Antes de que siquiera me diera jodida cuenta de que se había movido, él estaba sobre
mí. Me empujó hacia atrás y me golpeó contra la pared con fuerza, tirando todo lo que
estaba en la mesa junto a mi cama en el proceso. La fuerza del golpe me dejó sin aire y
jadeé, tratando de respirar.

Me agarró con fuerza y me sujetó contra la pared, la rabia en sus ojos me asustó.
Nunca antes lo había visto tan enfurecido, nunca había visto ese fuego tan intenso en
él. Escuché pasos y una conmoción en el pasillo y la puerta se abrió con fuerza.

“¿Qué demonios?” Se escuchó la voz de Emmett. “¿Qué coño estás haciendo, papá?”

Entró corriendo a la habitación y agarró a papá por el hombro, tratando de alejarlo de


mí. En ese momento, mi padre pareció darse cuenta exactamente de lo que estaba
haciendo porque un destello de sorpresa cruzó su rostro y quitó sus manos de mí
rápidamente, como si yo estuviera en llamas y tuviera miedo de quemarse. Se apartó
de mí, mirándome casi con una expresión de horror en su rostro. Sabía que una vez
más, el hecho de parecerme a mi madre acababa de salvar mi culo de ser jodido por
haberlo golpeado. Él no toleraba la falta de respeto, y la peor falta de respeto

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imaginable era ponerle la mano encima. Si no hubiera sido su hijo y me pareciera a la
mujer que él amaba, joder, probablemente me habría matado por golpearlo.

Levantó su mano y limpió sus labios con los dedos, mirándolos. Estaba sangrando un
poco donde lo había golpeado, su labio se había abierto. Él negó con la cabeza y me
miró, evidentemente, todavía estaba jodidamente encabronado en base a su expresión,
pero no me importaba. Se había merecido esa mierda. No tenía derecho a decir nada
de lo que acababa de decir.

“¿Por qué demonios no puedes confiar en mí?” Preguntó, negando con la cabeza. Me
reí secamente.

“¿Por qué no me puedes dar una puñetera razón para hacerlo?” Le escupí de vuelta,
pasando una mano por mi cabello.

“¿Tratar de mantenerte a salvo no es razón suficiente?” Preguntó con brusquedad,


todavía encabronado. Hice un gesto de negación.

“Mi seguridad no significa nada para mí comparada con la suya,” le dije. Él gruñó con
fuerza y sacudió la cabeza.

“¿Y morirías por ella?” Preguntó con tono molesto.

Asentí sin dudarlo. “En un puto segundo.”

Se me quedó mirando un momento, su mirada era intensa. “A veces te pareces


demasiado a tu maldita madre. Me doy cuenta que estoy perdiendo mi tiempo tratando
de hacerte ver las cosas con lógica. Desperdicia tu puta vida si quieres, pero no
controlas la de ella. Ella se queda exactamente donde está hasta que yo diga otra cosa
y lo digo en serio. Tú no vas a ir a ningún maldito lado con ella.”

Se dio la vuelta y salió por la puerta, dirigiéndose hacia las escaleras rápidamente.
“Eso es lo que tú crees. Solo mírame, hijo de puta,” le grité. Me quedé mirando al lugar
donde había estado parado mientras lo escuchaba azotar una puerta en el segundo
piso, levantando mi mano y frotando mi pecho, donde me había empujado. Estaba
sensible y sabía que se iba a hacer un moretón.

No tenía idea de qué demonios acaba de pasar y ahora estaba aún más confundido
por toda la situación de lo que había estado antes de que hubiera encontrado ese
maldito papel. De lo único de lo que estaba seguro era que era algo jodidamente serio
y no me gustaba ni un poco. No sabía por qué era tan importante para él que ella se
quedará aquí, por qué creía que nuestras vidas estaban en peligro, pero ahora estaba
seguro que él era una puta amenaza a la pequeña burbuja de felicidad que había
creado. No estaba preparado para que esa hija de puta se reventara… todavía no.

Él había insistido en que no desapareciéramos juntos, pero estaba a punto de estar

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1006


jodidamente decepcionado si yo conseguía lo que quería, porque en el momento en
que convenciera a Isabella, nos iríamos.

******************
Terra di contrabbando = Tierra de contrabando

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1007


“¡Oh, que telaraña tan enredada tejemos, cuando primero practicamos el engaño!”
Sir Walter Scott.

Isabella swan
Traducido por Betzacosta

Mis pasos vacilaron y me congelé en el pasillo cuando la puerta de la habitación de


Edward se estrelló, el fuerte ruido haciéndome temblar mientras las paredes vibraban
por el impacto. Mi corazón latía tan violentamente que casi podía oír la sangre
corriendo por mi cuerpo. Mis manos temblaban y mi visión estaba borrosa por las
lágrimas, el más intenso temor que jamás hubiese sentido en mi vida golpeándome en
el momento en que escuché que empezaban los gritos.

“¿Qué diablos te pasa, Edward?” Gritó el doctor Cullen. “¿Tienes jodidos deseos de
morir? ¿De eso se trata? “

Mis ojos se ampliaron con sorpresa y me di la vuelta rápidamente, mareándome y mi


visión desdibujándose aún más. Me sentí mal del estómago y me agarré a la pared
para estabilizarme. ¿Deseos de morir?

“De verdad pensaba que eras más inteligente que esta mierda, hijo. Lo hacía. Pero en
un maldito día consigues demostrarme exactamente lo inmaduro e ignorante que eres
en realidad. ¿Honestamente piensas que esa mierda que has hecho hoy era una buena
idea? ¿En serio? No puedes ser tan jodidamente estúpido.”

Los gritos del doctor Cullen se fueron amortiguando ligeramente por la barrera entre
nosotros, pero las palabras me golpearon claramente, casi haciéndome desplomar
cuando me di cuenta de que esto era por mi culpa. El doctor Cullen estaba allí
gritándole a Edward por mi culpa, por lo que habíamos hecho hoy. Sabía que no
debería haber aceptado, que debería haberle dicho que no. No debería haberlo
seguido a esa habitación, a pesar de su insistencia en que estaba bien. Debería haber
escuchado esa voz en el fondo de mi cabeza que me decía que era imprudente y
estúpido. Pero él parecía tan seguro y yo confiaba en él y no quería decirle que no,
quería creer que él sabía lo que estaba haciendo.

Había querido seguirlo en todo y ahora me daba cuenta que estaba equivocada. El
doctor Cullen había dejado claro que no podía hacer eso; no podía simplemente
seguirlo ciegamente. Él era irracional y volátil, e incluso me había dado cuenta de eso

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1008


mismo hoy, así que, ¿por qué no había caído en la cuenta antes de que estaba
cometiendo un error tan grande?

“Joder, te he llamado,” la voz de Edward sonó, la ira clara en ella. “No es culpa mía
que no contestaras tu puto teléfono”.

Me tensé aún más y sentí las lágrimas comenzar a deslizarse por mis mejillas. Yo
había causado esto, todo era totalmente mi culpa. Si hubiese escuchado al doctor
Cullen, si le hubiera prestado más atención y seguido sus órdenes como se suponía,
nada de esto estaría sucediendo. Edward no estaría en problemas, el doctor Cullen no
estaría molesto, y ellos no estarían ahí peleando.

Eran familia, ellos se amaban, y no debería haber tanta hostilidad entre ambos. El
doctor Cullen solo quería proteger a Edward, él me lo había dicho, y Edward
necesitaba a su padre. Ya ha perdido a su madre… el doctor Cullen era el único padre
que le quedaba.

El doctor Cullen gritó un poco más pero solo podía escuchar a medias mientras mis
lágrimas y el terror empañaban todo. Estaba asustada y triste, sin saber lo que iba a
suceder ahora. Después de un momento oí al doctor Cullen gritar algo acerca de
deshacerse de mí, y un sollozo escapó de mi garganta, las lágrimas aumentaban
mientras Edward le respondía gritando. Le dijo al doctor Cullen que él no iba a
hacerme nada, prácticamente exigiendo que me dejase en paz.

“¿Quién demonios crees que eres, diciéndome qué hacer? Voy a hacer cualquier
maldita cosa que quiera con ella. ¡Cristo, Edward, apenas conoces a la jodida
muchacha! ¡No sabes nada de ella, no sabes en la mierda que te estás metiendo!
Joder, ¿no me has escuchado? ¡Vas a conseguir que te maten! Puede que a ti no te
importe una mierda tu vida, pero yo no puedo dejar que la desperdicies. Voy a hacer lo
que tenga que hacer para asegurarme de que no suceda, aún si eso significa
convertirla a ella en un daño colateral. Si quiero hacerla desaparecer, voy a hacerla
desaparecer y no hay una maldita cosa que puedas hacer al respecto.”

Lloré en voz alta y sentí que mis rodillas cedían, el terror envolviéndome. ¡Edward no
podía ser lastimado por mi culpa, yo no podía dejarlo morir! Pero el doctor Cullen no
podía enviarme lejos tampoco; él no podía hacerme desaparecer. Edward me había
dicho claramente que lo destruiría, ¿el doctor Cullen no podía ver eso? De las dos
formas Edward saldría lastimado y yo no podía dejar que eso sucediera.

“¡Vete a la mierda! Juro por Dios que te mato si alguna vez le haces daño,” gritó
Edward con tanta rabia en su voz que me dejó sin aliento. Subí mi mano hasta taparme
la boca mientras los sollozos me sacudían. Esto se estaba saliendo de control; ¡Edward
estaba amenazando con matar a su propio padre por mi culpa! No podía dejar que eso
sucediera, tenía que hacer algo.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1009


Siguieron gritándose uno al otro y me levanté del suelo, presa del pánico.

Me debatí por un segundo antes de salir corriendo por el pasillo, en silencio rezando
para que mis piernas no fallaran y me cayera por las escaleras. Llegué al segundo
piso y me quede inmóvil, mirando a mi alrededor con rapidez, sin saber qué hacer.
Miré entre las puertas de Jasper y Emmett por un momento antes de decidirme por
Emmett, tropezando por las prisas y cayendo sobre esta. No podía permitirme estar
preocupada por el escándalo, había cosas más importantes de las que preocuparse.

Comencé a golpear la puerta, gritando el nombre de Emmett. Ni siquiera estaba


segura de si estaba en casa pero esperaba que sí, porque no conocía a nadie más que
fuera capaz de ayudar. Jasper era demasiado pasivo y no estaba segura de que
pudiera influir en una situación tan tensa. Emmett era más abrasivo y dominante. Ellos
lo escucharían al menos el tiempo suficiente para darse cuenta que no deberían estar
peleando. ¡Eran familia!

Escuché a Emmett gritar algo incoherente después de un segundo, sintiendo de


inmediato un poco de alivio que desapareció rápidamente cuando las voces de arriba
se hicieron más fuertes, tan altas que podía oír los gritos desde donde estaba. Emmett
abrió la puerta y parpadeó rápidamente, luciendo medio dormido y sorprendido.

“¿Qué mierdas está pasando, gatita?“, preguntó Emmett de inmediato cuando abrió la
puerta.

Se quedó paralizado cuando me vio y parpadeó rápidamente, luciendo sorprendido y


confuso. Me di cuenta de que probablemente parecería un desastre, dado que estaba
llorando y temblando, mi compostura había desaparecido por completo.

“¿Acaso mi jodido hermano te ha hecho daño?”

Negué frenéticamente y abrí la boca para hablar, cuando la voz de arriba se hizo aún
más fuerte, Edward gritando: “¡Eres un maldito enfermo!” Las cejas de Emmett se
fruncieron y miró más allá de mí, hacia la escalera. Antes de que pudiera tratar de
explicarle lo que estaba pasando, el doctor Cullen comenzó a gritar y Emmett pareció
darse cuenta de lo que estaba sucediendo.

“¡Oh, mierda!“ Gritó, sus ojos muy abiertos por la sorpresa. “¡Maldita sea!”

Corrió alarmado, casi tirándome por lo que salté fuera de su camino rápidamente. Me
encaminé hacia la escalera siguiéndolo cuando la puerta de la habitación de Jasper se
abrió. Volví la cabeza para mirarlo y lo vi parado en la puerta, luciendo medio dormido
y confuso. Me miró y parpadeó un par de veces, al igual que Emmett había hecho.
Consideré quedarme a tratar de explicarle, pero Emmett ya se dirigía escaleras arriba
y yo todavía estaba en estado de pánico.

Me volví rápidamente y corrí hacia las escaleras, subiendo detrás de Emmett. A medio

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1010


camino escuché al doctor Cullen gritar: “...a causa de esa pequeña perra“. Jadeé, el
horror me envolvió. Emmett se giró a mirarme y frenó momentáneamente, y después de
un segundo la voz de Edward sonó:

“¡Joder, no la llames así! Y juro por Dios, que si siquiera piensas en hacerle algo, la
cogeré y nos iremos, y nunca nos...”

Emmett empezó a correr y a maldecir bajo su aliento y corrí detrás de él, las lágrimas
corriendo por mis mejillas. Hubo una conmoción en el cuarto de Edward y me congelé
en el borde de las escaleras, aterrorizada. Sonaba como si ahora estuvieran peleando
físicamente, sonaba como si algo se estuviera rompiendo o siendo tirado. Emmett
maldijo un poco más y golpeó la puerta de Edward para abrirla, entrando en el cuarto.

“¿Qué demonios? ¿Qué coño estás haciendo, papá?“ gritó Emmett, desapareciendo de
mi vista. Me detuve en medio del pasillo con miedo de ir más lejos, aterrorizada de lo
que pudiera pasar. Estaba completamente asustada de averiguar lo que había sido
ese ruido, temerosa de lo que el doctor Cullen podría haberle hecho a Edward.

“¿Por qué demonios no puedes confiar en mí?” Preguntó el doctor Cullen, todavía
sonaba enojado.

Escuché a Edward reír con amargura, el sonido me asustó por la hostilidad, pero
curiosamente me alivió al mismo tiempo. Por lo menos sabía que estaba bien. Escupió
algo de vuelta sobre que el doctor Cullen no le había dado razones para confiar en él.

“¿Tratar de mantenerte a salvo no es una razón suficiente?” preguntó el doctor Cullen.

“Mi seguridad no significa nada para mí comparada con la suya,” dijo Edward. Sentí el
miedo gestándose dentro de mí por sus palabras. No podía pensar en eso, él no podía
poner mi seguridad antes que la suya. Él era demasiado importante para mucha gente
como para ignorar descaradamente su propia vida. Yo solo era una esclava, estaba
acostumbrada al peligro. Yo sobreviviría, pero incluso si no lo hacía él tenía que
hacerlo, porque él no podía sucumbir así por mí. Lo amaba demasiado como para
dejar que en verdad se lastimase.

“¿Y morirías por ella?” Preguntó el doctor Cullen. Me puse nerviosa ante la pregunta.

“En un puto segundo,” dijo Edward sin dudarlo. Un sollozo escapó de mi garganta
cuando respondió, mi mano subió para taparme la boca mientras mi cuerpo empezaba
a temblar y las lágrimas corrían de mis ojos. Sentí una mano sobre mí y salté,
jadeando a la vez que giraba mi cabeza hacia los lados. Jasper estaba de pie detrás
de mí y lo miré fijamente con los ojos abiertos por un segundo antes de que él me
atrajera a sus brazos. Me abrazó con fuerza y lloré contra su pecho, sin poder frenar
mis lágrimas más. Nada de esto estaba bien. Nada de esto debería estar sucediendo.
Había causado muchos problemas; estaba destrozando su familia.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1011


“A veces te pareces demasiado a tu maldita madre. Me doy cuenta que estoy
perdiendo mi tiempo tratando de hacerte ver las cosas con lógica. Desperdicia tu puta
vida si quieres, pero no controlas la de ella. Ella se queda exactamente donde está
hasta que yo diga otra cosa y lo digo en serio. Tú no vas a ir a ningún maldito lado con
ella,” espetó el doctor Cullen. Jasper suspiró y me apretó con más fuerza.

Oí pasos y me asomé a la habitación de Edward, tensándome y tratando de aquietar


mi llanto cuando me encontré cara a cara con el doctor Cullen. Se detuvo junto a
nosotros en el borde de las escaleras, mirándome. Había fuego en sus ojos, una furia
intensa que me asustaba. Lucia muy parecido a la rabia que había visto esa tarde en
su dormitorio.

“Eso es lo tú crees. Solo mírame, hijo de puta”, le gritó Edward desde su dormitorio.

La rabia en la expresión del doctor Cullen creció y gimió con molestia, el sonido era
casi un gruñido amenazador. Negó con la cabeza y comenzó a bajar las escaleras
rápidamente. Una puerta golpeó en el segundo piso después de un momento y yo salté,
aullando ante el sonido.

“Cálmate, está bien,” dijo Jasper en voz baja, abrazándome de nuevo. Envolví mis
brazos a su alrededor, rozando mi nariz contra su pecho. Las lágrimas fluían
libremente y no parecían detenerse, no podía controlarme. Solía tener un gran control
sobre mis emociones, pero todo eso había cambiado. Todo era distinto. Ni siquiera me
conocía a mí misma ahora.

Oí las voces de Emmett y Edward en el dormitorio, pero no podía distinguir lo que


estaban diciendo, porque hablaban en voz baja. Jasper simplemente se aferró a mí y
me hizo callar, tratando de consolarme con calma diciéndome que todo estaba bien. Lo
agradecí y casi me sentí segura con él, sintiendo su compasión, pero estaba
equivocado. No estaba bien.

“¿Está bien la gatita?” La voz de Emmett sonó después de un momento. Me aparté de


Jasper y él aflojó su agarre. Eché un vistazo por el pasillo y vi a Emmett mirándome con
la preocupación grabada en sus facciones. Asentí y subí mis manos, secándome las
lágrimas de mis ojos.

“¡MIERDA!” Gritó Edward. “¡Bella!”. Salió corriendo de su habitación y se quedó


inmóvil al lado de Emmett mirándome con los ojos muy abiertos. Todavía estaba
temblando, pero traté de serenarme, luchando contra las lágrimas. Edward estaba de
pie frente a mí, y no estaba herido. Se había terminado por ahora. No era ingenua,
sabía que esto iba a tener consecuencias, pero por ahora, en este momento, todo había
terminado.

“Ven aquí, nena,” dijo caminando hacia mí rápidamente con los brazos abiertos.
Jasper me liberó y di unos pasos hacia adelante. Edward envolvió sus brazos a mi

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1012


alrededor y me acurruqué en él, sintiendo su familiar calidez e inhalando su esencia
única. Era reconfortante y seguro, haciéndome sentir en casa al instante. Era donde yo
pertenecía.

“Cristo, no has oído esa mierda, ¿verdad?“ Preguntó, apretándome con fuerza y
balanceándome. Asentí contra su pecho y gimió. “No prestes ninguna maldita atención
a cualquier palabra que él haya dicho, ¿me oyes? Que se joda. Me importa una mierda
lo que piense. Em y yo tenemos una mierda planeada, y tú y yo vamos a desaparecer
en unos pocos días, ¿de acuerdo? Joder, nos iremos de aquí, lejos de esta mierda, y
empezaremos de nuevo juntos.

El terror me sacudió de nuevo mientras él hablaba y me aparté rápidamente,


boquiabierta. Negué frenéticamente, asustada ante la perspectiva de que él en verdad
quisiera huir. No podía permitir que hiciera eso; no podía dejar que se involucrada
todavía más.

"No podemos huir, Edward. Es imposible. Tenemos que quedarnos aquí."

Frunció el ceño. "¡No puedes estar hablando en serio, no después de la mierda que
acaba de suceder!" Escupió, la irritación era evidente en su voz. "¿Joder, no acabas de
oírlo? ¡Ha amenazado tu vida! ¡Maldita sea, no podemos quedarnos aquí!".

Lo miré fijamente, aturdida por su ira. "Pero tenemos que hacerlo," balbuceé, sintiendo
mis ojos llenos de lágrimas de nuevo. Traté de tragármelas, porque no quería llorar
más. Necesitaba ser fuerte.

"¿Por qué?" preguntó bruscamente, mirándome fijamente. Me quedé quieta por un


momento, sin saber siquiera exactamente cómo responder a eso.

"Porque tenemos que hacerlo," murmuré, sacudiendo la cabeza. "No podemos huir de
esto, no va a desaparecer. Nos hallará, él nos encontrará".

Él gimió, negando con la cabeza. "No, él no nos va a encontrar. Tengo esa mierda
cubierta".

Mi ceño se frunció. "¿Qué quieres decir con que lo tienes cubierto?" le pregunté, de
inmediato preguntándome si en verdad estaba planeando algo. Parecía que el doctor
Cullen estaba molesto por algo más que por mí, ¿creía que Edward estaba haciendo
cosas a sus espaldas? ¿Estaba haciéndolo Edward?

"No importa, solo confía en mí. Él no va a encontrarnos. Pero tenemos que irnos,
Isabella, porque aquí no estás a salvo," dijo con irritación. Suspiré y negué con la
cabeza.

"¡Pero tú no estarás seguro allá fuera!" Le dije, aterrorizada de que no se rindiera. Sus
ojos se entrecerraron mirándome, un destello de ira ardía en ellos.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1013


"¡No me importa una mierda eso!" espetó. Me estremecí de nuevo por su tono,
apartándome de sus brazos.

"¡Bueno, a mí sí!" grité, mirándolo. No podía soportar que tratara su vida con tanta
indiferencia… no podía seguir con eso. Me miró por un momento, luciendo aturdido por
el hecho de que le hubiese gritado. Pude ver la rabia en su expresión y sabía que
estaba luchando para controlarse, tratando de contener su temperamento. Estaba
peligrosamente cerca de perder la compostura y atacarme.

"Eh, ¿qué tal si todos aquí solo respiramos profundamente?" dijo Jasper detrás de mí, su
voz me atrapó con la guardia baja ya que incluso me había olvidado de que estaba
allí. Giré la cabeza para mirarlo y Edward se alejó de mí por completo dando unos
pasos atrás, pasándose una mano por el cabello.

"Sí, vamos a calmarnos por un jodido segundo", dijo Emmett. "No nos precipitemos”.
Edward se paralizó y miró a Emmett, su ceño estaba fruncido.

"Pero hace menos de cinco jodidos minutos has dicho..." comenzó. Emmett elevó sus
manos en gesto defensivo, mirando a Edward con énfasis.

"Sé lo que he dicho," dijo. "No voy a contradecirte eso. Solo digo que te calmes de una
puta vez en estos momentos. Ya veremos cómo van las cosas mañana o lo que sea, y si
tienen que irse, joder, nos aseguraremos que se vayan. ¿De acuerdo?"

Edward suspiró exasperadamente y otra puerta se cerró en el segundo piso, todos nos
inmutamos ante el sonido. Oí pasos dirigiéndose a la planta baja y el débil sonido de
otro portazo.

"Bien, como sea," murmuró Edward, rozando su pecho. "Realmente necesito un maldito
trago".

Emmett sonrió y extendió la mano, dándole una palmada en la espalda. Edward se


encogió ante el contacto, alejándose de Emmett. "Haz eso, hermanito. Y me pondré
manos a la obra." Me dio una sonrisa mientras pasaba por mi lado, extendiendo su
mano y frotando mi brazo suavemente. "Me alegra de que me hayas despertado, Izzy
Bizzy. Probablemente a Edward le hubieran partido el culo si no lo hubieses hecho.
Papá lo hubiera jodido de verdad por haberle golpeado si no hubiera entrado."

Di un grito ahogado al momento que Emmett dijo las palabras. “¿Él le ha golpeado?"
Jasper y yo gritamos al mismo tiempo, los dos sonando aturdidos. Miré a Jasper
brevemente, sorprendida, y Edward gimió. Volví a mirar a Edward y lo vi negar con la
cabeza, pasando una mano por su cabello.

Emmett se echó a reír. "¡Jinx! Y sip, él lo ha golpeado, justo en la boca", dijo.

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"El maldito se lo merecía. La ha llamado perra, y NADIE la llama perra," espetó
Edward, la rabia en él aumentando. Lanzó su brazo hacia atrás y golpeó la pared,
sonó una pequeña explosión ruidosa cuando él la golpeó. La pared cedió y su puño
pasó directamente dentro de ella. Él maldijo y yo me quedé mirando el nuevo agujero
en la pared mientras sacaba la mano rápidamente, horrorizada cuando vi la sangre en
su mano.

"¡Por Dios, Edward, estás sangrando!" Le dije. Bajó la vista hacia su mano y empezó a
sacudirla, flexionando los dedos. Me imaginé que tenía que doler. Me miró unos
segundos después e hizo un gesto de negación, frunciendo el ceño.

"¿Él te llama perra y te amenaza de muerte, y por todo lo que estás jodidamente
preocupada es porque estoy sangrando un poco? Ridículo," murmuró, caminando
hacia su habitación. Escuché algunos golpes alrededor y suspiré.

"No te preocupes, cariño, se solucionará, ¿está bien?" Dijo Jasper en voz baja. Lo miré y
le di una sonrisa triste, apreciando que estuviera por lo menos tratando de consolarme
y aliviar las cosas. Me devolvió la sonrisa y se acercó, frotando mi brazo ligeramente.

"Sí, relájate. Duerme un poco, lo resolveremos mañana," dijo Emmett. Me dio un codazo
juguetonamente, sonriendo, antes de girar y bajar las escaleras. Jasper me dio una
última mirada antes de girar y seguir a su hermano. Dudé, viéndolos desaparecer,
escuchando el alboroto en la habitación de Edward. Di la vuelta cuando estuvieron
fuera de la vista y poco a poco caminé de regreso a la habitación de Edward. Me
quedé inmóvil justo en la entrada, mis ojos se abrieron, asombrada por el desastre.

La mesa al lado de su cama estaba completamente tirada y Edward lanzaba cosas


alrededor, refunfuñando para sí mismo. Finalmente cogió algo del suelo y me di cuenta
después de unos segundos que eran sus llaves. Se giró y caminó alrededor, abriendo
el cajón de su escritorio. Metió la mano y agarró una botella de licor, abriéndola
rápidamente. Llevó la botella a sus labios y la empinó, tragando un poco del líquido
claro. Hizo una mueca después de que bajó la botella, haciendo un ruido de gruñido.

De repente pateó el cajón del escritorio, cerrándolo bruscamente con el pie. Pasó una
mano por su cabello y se acercó, dejándose caer en el sofá. Se quedó mirando al
suelo, en la habitación a oscuras, y lo observé con curiosidad mientras él llevaba la
botella de nuevo a sus labios.

Suspiré después de un momento y me acerqué a la cama, acuclillándome y


empezando a recoger todo lo que había sido tirado. Agarré el despertador que había
sido arrancado del enchufe y lo conecté de nuevo, colocándolo sobre la mesa. Intenté
configurarlo, pero no tenía idea de lo que estaba haciendo y terminé renunciando y
dejándolo parpadeando. Tomé el portarretratos y parpadeé por el dolor punzante que
se disparó a través de mi dedo. Lo dejé sobre la mesa y aparté mi mano, notando la
gota de sangre en mi dedo.

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"Cristo, Bella, estás sangrado como la mierda," dijo Edward, su cercanía me sobresaltó.
Giré mi cabeza y lo vi parado detrás de mí, observándome sobre mi hombro. Bajó su
botella de licor y extendió su brazo, tratando de agarrar mi mano para ver mi corte.
Antes de que pudiera hacerlo me alejé de él, metiendo mi dedo en mi boca para que no
pudiera verlo. Era algo inmaduro de mi parte y casi tuve arcadas por el sabor
asquerosamente salado, pero él estaba siendo un hipócrita. Explotó porque me había
preocupado de que estuviera sangrando, pero aquí estaba, haciendo lo mismo
conmigo.

“Has roto la fotografía de tu madre,” murmuré, apartándome de él. Saqué mi dedo de


mi boca y empecé a coger más cosas del suelo, tratando de colocarlas en su lugar.
Edward gruñó sonoramente y giré mi cabeza para verlo extender su pie hacia atrás,
lanzándolo hacia adelante y pateando el escritorio con fuerza. Me encogí lejos del
sonido del golpe, su furia me había asustado un poco.

“¿Podrías parar, Bella?” explotó, bajando su mano y quitándome algo de la mía.


“¡Podrías detenerte de una puta vez!

Di un respingo alejándome de él y sentí mis ojos llenarse de lágrimas. Me di la vuelta,


tratando de luchar por reprimirlas, y comencé a recoger el resto de las cosas. No sabía
qué más hacer, él me estaba asustando y el cuarto era un desastre. Él gruñó de nuevo
y yo espié hacia su dirección para verlo agarrar la botella de licor de donde la había
dejado. La lanzó con fuerza contra la pared haciéndola añicos, el vidrio y el alcohol se
rociaron por todas partes. Grité, asustada, y sentí una lágrima bajar por mi mejilla.
Edward se giró para mirarme, la molestia estaba clara en su cara pero desapareció en
el momento en que sus ojos me vieron.

“¡Mierda, estás llorando! ¡Maldición! No debería haberte gritado, joder, nada de esto
es tu culpa,” dijo, pasando una mano por su cabello de nuevo con irritación.

Suspiré, negando con mi cabeza. “Es mi culpa. Estoy destrozando tu familia, Edward,”
dije, sintiendo las lágrimas saliendo de mis ojos, sin poder detenerlas.

“Esta familia fue destrozada cuando mi madre fue asesinada,” dijo Edward en voz
baja, caminando hacia mí. Se acuclilló a mi lado y me quitó el cuaderno que tenía en
las manos, colocándolo sobre su escritorio. Lo miré y suspiró, extendiendo su mano y
apartando las lágrimas de mis mejillas. “Así que al menos que planees tomar el crédito
por eso, puedes dejar esa mierda”.

Lo miré por un segundo y él me observó de vuelta, su mirada era intensa. Extendió su


mano y apartó más lágrimas un segundo después, suspirando. “Lo siento”, dijo en voz
baja. Asentí titubeante.

“Está bien,” murmuré. Me observó otro momento más largo antes de negar con la
cabeza.

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"No lo está, pero lo estará," respondió. "Vamos, solo acostémonos y durmamos un poco,
¿de acuerdo?"

Suspiré y asentí, levantándome. Me metí en la cama y Edward se acostó detrás de mí,


envolviéndome con sus brazos. Pasó su brazo derecho sobre mi cuerpo, y yo subí mis
manos, acariciando su antebrazo y mano con suavidad. Pasé los dedos a lo largo de
sus cortes y nudillos hinchados, la culpa corría sin control por mi interior. Sin importar
lo que Edward dijera o cómo pudiera sentirse, yo aún sentía que lo había causado.

No dormí mucho. Edward se dormía y despertaba, su sueño fue inquieto y discontinuo.


Murmuró toda la noche, revolviéndose con pesadillas. Lo observé con curiosidad, mi
culpa y tristeza creciendo mientras avanzaba la noche. Estaba angustiado y
quebrantado, y a pesar de lo bien que las cosas habían ido en los últimos dos meses
estaba claro que él no estaba completo. Ninguno de los dos lo estaba. Todavía éramos
dos personas muy rotas que estaban tratando de hacer lo que pensábamos era lo
mejor, pero era obvio que ninguno de los dos realmente sabía exactamente qué era
eso.

En algún momento, un poco después, me rendí en tratar de encontrar el descanso y salí


de la cama, deslizándome fuera del dormitorio y dirigiéndome a mi cuarto. Me desnudé
y caminé hacia la ducha, metiéndome bajo el chorro de agua caliente por lo que
pareció una eternidad. Finalmente cerré el grifo y salí, envolviéndome una toalla y
regresé a la habitación. Saqué algo de ropa, sin importarme en verdad qué fuera, y
eché un vistazo al reloj de alarma. Las cinco de la mañana.

El hecho de que esta era la hora en que Charles siempre exigía que nos levantáramos
para empezar el día en Phoenix no me pasó desapercibido. Inmediatamente me
pregunté sobre lo que estaría haciendo mi madre, si las cosas seguirían igual para
ella. ¿Todavía pasaba la mayor parte de sus días en el jardín? ¿Acaso Jane
descargaba su enojo en ella ahora que me había ido? ¿Charles aún la atacaba como
castigo? Me preguntaba si ella pensaba en mí tanto como yo en ella... ¿estaría
pensando en mí en este momento mientras se levantaba para empezar su día?

Salí de mi habitación después de un momento y bajé las escaleras, medio aturdida. Fui
directamente a la cocina y empecé a sacar las cosas para la cena de Pascua. Empecé
a cocinar de inmediato, simplemente realizando los movimientos como me habían
enseñado a hacer. Miré por la ventana brevemente en un momento mientras el sol salía
y noté que el auto negro había desaparecido, lo que significaba que mi amo ni siquiera
estaba en casa. Me pregunté por un instante si realmente había siquiera tenía sentido
el cocinar una gran cena, pero deseché ese pensamiento y continué, a sabiendas que
los chicos se lo comerían y por lo menos lo agradecerían. Además, ¿quién era yo para
tomar decisiones que afectaran a otros?

La mañana pasó con rapidez y se transformó en tarde, la tarde finalmente se volvió


anochecer. Todos los chicos se despertaron y pasaron por la planta baja cerca del

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1017


mediodía, cada uno de ellos sombrío a su propia manera. Había una tensión
persistente en la casa pero no me importó lo suficiente para enfrentarla. Estaba
exhausta, mi falta de sueño realmente estaba empezando a pasar factura. Estaba
fuera de mí, casi grogui. Los chicos me hablaban y respondía casi por instinto, las
palabras salían de mis labios sin que mi cerebro realmente se conectara y considerara
una verdadera respuesta.

En un momento llamé accidentalmente "señor" a Edward, lo que dio lugar a él gritando


obscenidades por toda la casa durante al menos veinte minutos, tirando cosas. Me
disculpé con él, le dije que no había sido mi intención, pero él dijo que era la mitad del
problema. Que estaba haciendo todo de forma mecánica y no quería decir nada de lo
que estaba haciendo. Me dijo que dejara de actuar como una esclava... pero yo no era
capaz de evitarlo. ¿Qué esperaba? Yo era una esclava.

Estaba parada frente a la estufa mezclando los ingredientes para hacer un poco de
galletas caseras y Edward estaba apoyado en el mostrador junto a mí, mirándome con
intensidad. Probablemente estaría nerviosa por su atención si no estuviese tan ida,
pero como lo estaba simplemente le preguntaba una y otra vez si necesitaba algo. Él
negaba con su cabeza cada vez que se lo preguntaba y solo seguía mirándome,
observándome cocinar. Emmett entró en la habitación y extendió la mano hacia donde
estaba, agarrando uno de los huevos endiablados que había hecho. Lo miré
brevemente, pero me giré para terminar de preparar las galletas.

"¿Te sientes bien hoy, Isabella?" preguntó, metiendo el huevo en su boca. Le devolví la
mirada y asentí.

"Sí," dije simplemente, volviendo a lo que estaba haciendo. Se paró a mi lado por un
momento, comiendo su huevo, antes de suspirar.

"Ok. Porque acabo de robar algo de comida y no me has sacado la mierda con un
golpe. Esa no eres tú," dijo. Solo me encogí de hombros, sin siquiera darme cuenta de
eso en el momento. Por lo general siempre golpeaba a Emmett cuando robaba comida
antes de que estuviera lista.

"Ella está en jodido piloto automático hoy," intervino Edward, con irritación en su voz.
"No es ella en absoluto, ni siquiera la reconozco en estos momentos. Felices Pascuas de
mierda para mí."

Lo miré, entrecerrando los ojos ligeramente. Me enarcó una ceja, su expresión


prácticamente implorándome que dijera algo, rogándome que reapareciera. Lo miré
por un momento antes de volver a lo que estaba haciendo, sin siquiera tener la energía
para que me interesara.

"Dale tregua a la gatita, ella se recuperará rápido. De todos modos, creo que he
hackeado esa mierda, me está dando un maldito dolor de cabeza, pero estoy bastante

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seguro de que lo tengo resuelto. Me ha tomado un tiempo averiguar el código para
acceder pero ahora tengo que reprogramar el otro," dijo Emmett. Lo miré con confusión,
dudosa de lo que estaba hablando, pero la palabra ‘código’ levantó mi sospecha.

"¿Qué código?" pregunté. Emmett se giró para mirarme y Edward gimió.

"¿Oh y ahora si quieres ser jodidamente receptiva?” preguntó. Rodé los ojos y me giré
apartándome, molesta por su actitud.

Ambos estuvieron callados por un segundo antes de que Emmett dijera que iba a ir a
terminar de hacer lo que fuera que estaba haciendo. Se marchó y me giré hacia
Edward, suspirando.

"Por favor no hagas nada estúpido," le dije, mirándolo con cautela, esperando que el
código no tuviese nada que ver con el doctor Cullen o con la situación. Edward se rio
secamente, negando con la cabeza.

"Quedarse aquí es la cosa más estúpida que existe y estoy haciendo esa mierda por tu
culpa, así que toma una puñetera decisión," se quejó. Sus palabras dolieron un poco y
aparté la mirada, centrándome de nuevo en la comida. Se quedó en silencio por un
momento antes de apartarse del mesón, caminando hasta quedar detrás de mí.
Envolvió sus brazos alrededor de mí y se inclinó, besando mi cuello suavemente. "Soy
un idiota," murmuró, sus labios contra mi piel. Podía oír el remordimiento en su voz,
pero no podía pretender que estaba en desacuerdo con él, como solía hacer cuando
decía cosas así. Yo lo entendía, sabía por qué había actuado como lo hizo, pero en mi
estado grogui adormecida no podía reunir la energía para siquiera intentar hacer que
se sintiese mejor al respecto. Él estaba siendo un ‘imbécil’.

Se aferró a mí un poco, besando mi piel en lo que supuse era un intento de tratar de


suavizar la tensión entre nosotros. Naturalmente, mi cuerpo respondió a su toque como
hacía generalmente, la piel de gallina apareciendo en mi piel mientras un hormigueo
se apoderaba de mí. Cerré los ojos y me apoyé en él mientras me besaba y tocaba,
sintiendo su calor y consuelo, pero incluso allí había una desconexión. Mi cuerpo
estaba alerta, cada centímetro despertando por él, pero mi mente... mi mente estaba
todavía nublada.

Hubo un sonido débil un momento después y Edward maldijo. Mis ojos se abrieron de
golpe y levanté la vista, los ojos centrándose sobre el coche negro que estaba
aparcando fuera. Edward se alejó de mí y prácticamente desapareció de la cocina,
subiendo las escaleras. Miré por la ventana mientras el coche se detenía y apagaba,
un montón de diferentes emociones se arremolinaron en mi interior. Estaba
definitivamente asustada y nerviosa; insegura de lo que él iba a hacer o decir y cómo
iba a actuar conmigo y hacia Edward.

Edward bajó apresuradamente por las escaleras poco después, casi al mismo tiempo

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en que el doctor Cullen se bajaba de su vehículo. Él miró hacia la casa, sus ojos
cayendo sobre mí casi al instante. Su expresión estaba en blanco por lo que no podía
obtener una lectura sobre su estado de ánimo, pero eso no era algo nuevo con él. Lo
único predecible sobre el doctor Cullen que podía identificar era el hecho de que por lo
general siempre era impredecible.

Edward entró en la cocina de nuevo, dirigiéndose directo hacia mí. Envolvió sus brazos
a mi alrededor y me abrazó con fuerza, casi de manera protectora. El doctor Cullen
cerró la puerta del coche y suspiré, extendiendo mis brazos y poniendo mis manos
sobre los brazos de Edward que me sujetaban.

"Estás planeando algo," le dije, sabiendo que era la verdad. El hecho de que hubiese
corrido arriba cuando vio que el doctor Cullen había regresado a casa era suficiente
para confirmar mis sospechas. Él estaba haciendo algo que no debería estar haciendo,
algo que podría empeorar aún más todo. El ‘código’ del que él y Emmett hablaron me
recordó esa conversación en la cocina cuando Emmett me había pedido ver el lugar
donde me habían insertado el chip. Tenía la sensación de que estaban tratando de
dañar el chip para que pudiéramos huir, después de todo... especialmente después de
anoche, cuando Edward le había confiado al doctor Cullen que nunca nos encontraría.

"¿No lo hago siempre?" Dijo Edward. Negué con la cabeza.

"Me dijiste que te detendrías, que lo dejarías así," le dije con frustración, me dolía que
él hiciese esto después de haberme dicho que no lo haría. Me había mentido o al
menos me había engañado y nunca hubiese querido pensar que Edward me mentiría
deliberadamente. Se suponía que él sería mi lugar seguro, mi pequeño pedazo de
honestidad en un mundo tan cruel.

"También te dije que pondría tu seguridad por encima de lo que tú quisieras, que
cuidaría de ti, y eso es exactamente lo que estoy haciendo," dijo.

"¿Por qué me lo has escondido?" Le pregunté, recordando claramente diciéndome eso


en Año Nuevo después que yo le dijera que apreciaba que él lo hiciera. No tenía ni idea
en ese momento que eso tendría un efecto negativo. Aún no olvidaba el hecho de que él
me había guardado secretos cuando no se suponía que tuviésemos alguno, incluso si
sus intenciones habían sido buenas. Sabía que era hipócrita de mi parte porque yo le
había ocultado cosas y me di cuenta en ese momento que estábamos haciendo
exactamente lo mismo. Los dos estábamos guardando secretos y ocultando cosas en
un intento de mantener al otro seguro.

"Porque me hubieras pedido directamente que me detuviera si lo hubieses sabido y yo


no habría sido capaz de decirte que no," dijo.

"¿Te detendrías? ¿Por favor?" le pedí, entrando en ligero pánico cuando la puerta
principal se abrió. Edward suspiró.

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"Es demasiado tarde. Ya está hecho," dijo. Sentí que mi temor crecía mientras la puerta
principal se cerraba. El doctor Cullen hizo una pausa en el interior y vi a Emmett y
Jasper comenzar a bajar las escaleras hacia el vestíbulo. Saludaron con indiferencia a
su padre y el doctor Cullen les devolvió el saludo, el sonido de su voz haciendo hervir
las náuseas en la boca de mi estómago. Giré hacia la comida rápidamente para
terminarla y Edward aflojó su agarre en mí para que lo hiciera, pero no me soltó por
completo. Mantuvo una mano en mi cadera y me di cuenta entonces de que estaba
planeando empujar los límites, que la solicitud de no hacer alarde frente al doctor
Cullen había sido descartada en el momento que él abrió la puerta de la habitación
ayer.

Hubo un breve silencio, ninguna palabra fue pronunciada, pero la tensión en la casa
escaló mientras las pisadas sonaban hacia la zona de la cocina. Me quedé allí,
trabajando en la comida, mis manos temblando un poco mientras aferraba a la
cuchara de madera. Podía sentir la mano de Edward en mi cadera comenzando a
moverse mientras suavemente empezaba a frotar círculos con su pulgar, tratando de
calmarme ya que probablemente podía sentir mi miedo.

"Déjame ver tu mano," la voz de doctor Cullen surgió, más cerca de lo que esperaba
que estuviese. Di un ligero salto y la mano de Edward agarró mi cadera con más
fuerza.

"¿Disculpa?" dijo Edward, con un poco de enojo en su voz. El doctor Cullen suspiró.

"He dicho que me dejes ver tu mano. Tiene que doler. Pusiste demasiada tensión en el
cuarto y quinto dedo cuando golpeaste, me sorprendería que no te los hubieras
fracturado," dijo el doctor Cullen

"Vete a la mierda," espetó Edward.

"Solo déjale que mire tu mano y acaba con eso," dijo Jasper. Edward permaneció tenso
durante un momento antes de sacar su mano de mi cadera. Me di la vuelta vacilante y
lo vi extendiéndosela a su padre, una mirada de pura irritación en su cara. No le
gustaba esto ni un poco. La expresión del doctor Cullen seguía en blanco mientras
miraba la mano de Edward y vi una mueca de dolor en Edward varias veces mientras
su padre presionaba sus nudillos y dedos. Me di cuenta de que había un corte en la
boca del doctor Cullen, su labio inferior ligeramente hinchado en el sitio donde Edward
lo había golpeado.

"No puedes haberte hecho todo esto solo por golpearme la boca," dijo el doctor Cullen
después de un momento. Edward gimió y apartó la mano de su padre rápidamente.

"Como he dicho, vete a la mierda," murmuró Edward. Fruncí el ceño y miré a Edward,
deseando que se calmara un poco porque el doctor Cullen parecía al menos calmado y
no quería que la actitud de Edward lo enfureciera.

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"Atravesó la pared con su puño," intervino Emmett. El doctor Cullen miró a Edward un
momento antes de negar con la cabeza.

"Irracional y volátil," murmuró el doctor Cullen las palabras, poniéndome nerviosa


porque le había dicho esas mismas dos palabras el día anterior a Edward. Los ojos de
Edward se estrecharon ligeramente y volvió la cabeza para mirarme, observándome
con curiosidad. Obviamente, él acababa de pensar exactamente lo mismo. Me aparté
rápidamente y comencé a poner la comida en las bandejas, ya que estaba todo
prácticamente terminado.

El doctor Cullen salió de la habitación después de un momento y Edward comenzó a


murmurar en voz baja algo sobre que él sabe cómo golpear. Iba a empezar a llevar la
comida a la mesa, pero Emmett me detuvo, quitándomela y haciéndolo por mí. Le di las
gracias en voz baja y me dijo que por nada. Jasper le ayudó a instalar todo y cuando
estaba todo listo fue a buscar a su padre. Todos se dirigieron hacia la mesa y yo vacilé
en la cocina, nerviosa, mordiendo mi labio inferior. Edward se detuvo y me miró,
obviamente preguntándose por qué no iba con él.

"Vamos, Isabella," dijo, extendiendo su mano hacia mí. Lo miré un momento,


contemplándolo, antes de caminar y tomar su mano. No estaba segura de si eso era
sabio y estúpidamente solo le estaba siguiendo a ciegas de nuevo, pero parecía que no
podía detenerme. Edward me estaba consumiendo, cada centímetro de mi corazón,
cuerpo y alma, y en mi embotamiento no podía negarme a lo que él me pedía. Me llevó
al comedor y sacó una silla para mí, asintiendo con la cabeza para que me sentara. Le
di las gracias en voz baja y se sentó frente a mí como era su costumbre. Todos cogimos
comida y llenamos nuestros platos, y el doctor Cullen dio una rápida bendición como
siempre hacía en la cena.

La tensión parecía aumentar con cada segundo que pasaba, mientras nadie dijo una
palabra por bastante tiempo. Los únicos sonidos que se oían eran los cubiertos
golpeando los platos y las sillas moviéndose ligeramente. Siempre había oído la
expresión 'la tensión era tan espesa, que podría cortarse con un cuchillo’, pero no fue
hasta estar sentada en la cena de Pascua con los Cullen que entendí lo que
significaba. Las cosas estaban tan tensas que era casi insoportable y sofocante.

Podía notar que no era la única que lo sentía, porque miré alrededor de la mesa y vi a
todo el mundo moviéndose incómodo. Nadie quería estar en esta mesa, ninguno de
nosotros quería soportar esta tensión o tener que lidiar con la situación. Pero era
inevitable en este punto, no se podía evitar. Las ruedas se habían puesto en marcha y
no estaba exactamente segura de lo que Edward había hecho, pero de lo que estaba
segura era de que era demasiado tarde para retroceder. Tenía que ser tratado ahora.
El elefante en la habitación tenía que ser reconocido antes que nos aplastara a todos.

Oí un tenedor golpear sonoramente después de un momento y todos miramos a


Emmett, que había tirado sus cubiertos. Su comida estaba casi sin tocar, lo cual para

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Emmett era algo inaudito.

"Ya no puedo soportar esta mierda," dijo, negando con la cabeza. "Necesitamos una
puta intervención o encontrar un maldito mediador o algo, porque esto no puede seguir
así. Está arruinando mi apetito.” Nadie habló por un momento, solo lo observábamos.
Nos miró, suspirando. "¿Nadie tiene algo que decir al respecto? ¿Voy a tener que
actuar como el doctor Phil de nuevo?" preguntó, sus ojos cayendo sobre mí. La esquina
de mi boca se elevó ligeramente por la referencia, recordando cuando él me lo había
dicho.

"No creo que ni siquiera el doctor Phil pueda ayudarnos," dijo Edward, negando con la
cabeza y empujando su comida alrededor de su plato. Emmett suspiró.

"Bueno, tenemos que hacer alguna mierda aquí. Tenemos que aclarar el aire.
Demonios, necesitamos tener una reunión familiar como hacen en la mafia," sugirió. El
doctor Cullen se rio secamente.

"No sabes nada sobre las reuniones de los Borgata, hijo," dijo el doctor Cullen,
sacudiendo la cabeza. Emmett se encogió de hombros.

"Tienes razón, y realmente espero nunca aprender esa mierda de verdad. Pero
independientemente, vamos a tener nuestra propia versión de ella. Tenemos que
reconsiderar esto y tenemos que hacerlo ahora, y nadie se levanta de esta maldita
mesa hasta que aclaremos esta mierda y tengamos algún tipo de putas respuestas,"
dijo Emmett.

Edward se sentó en silencio y el doctor Cullen suspiró, negando con la cabeza. "Hay
algunas preguntas que simplemente no puedo responder," dijo. Edward gimió y rodó
los ojos y Emmett suspiró.

"Eso está bien, lo entiendo. Si no puedes contestar algo, solo nos dicen que no puedes
responderlo. Alega la maldita Quinta Enmienda, lo que sea. Va a ser una buena
práctica para la próxima vez que los policías arrastren tu culo, al menos," dijo Emmett,
encogiéndose de hombros. Lo miré con sorpresa y miré al doctor Cullen, sorprendida al
notar subir la comisura de sus labios en una sonrisa. Se deshizo de ella rápidamente,
regresando a su máscara en blanco. "Pero esta mierda no puede seguir así, demonios,
tienes que darnos algo aquí, papá, antes de que todo esto explote en nuestros culos.
Esta tensión no solo está afectando a Isabella y Edward; está arruinando el ambiente
completo de la casa." (N.T. Quinta Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos,
está referida al derecho a no declarar o responder preguntas en un proceso penal,
interrogatorio o juicio).

El doctor Cullen se sentó en silencio por un momento, mirando hacia su plato y


luciendo totalmente perdido en sus pensamientos. Mi ansiedad estaba creciendo y

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coloqué mi tenedor en el plato después de un segundo, porque mi mano estaba
temblando y no quería que nadie se diera cuenta. El doctor Cullen finalmente asintió.

"Bien, reunión familiar, entonces," dijo simplemente. Las palabras que utilizó me
parecieron extrañas y me pregunté de inmediato si debía irme. Yo no era exactamente
parte de su familia.

"Eh, yo debería irme entonces," le dije a la vez, con un poco de pánico. Empujé mi silla
hacia atrás y me levante rápidamente.

"Siéntate, Bella," dijo Edward, poniéndose de pie y mirándome. "Esta mierda te


involucra también."

Me quedé inmóvil y lo miré fijamente por un momento, sin saber si irme o quedarme.

"Sí, eres tan miembro de la familia como el resto de nosotros," dijo Emmett. "Eres como
mi hermana pequeña ahora, así que vuelve a sentar tu trasero."

Miré a Emmett en shock por un segundo antes de volver a mirar al doctor Cullen. Vi que
estaba mirando a su hijo, también parecía sorprendido. Era obvio por su expresión que
él definitivamente había esperado que no estuviera en su reunión familiar tampoco. Se
volvió para mirarme después de un momento, su mirada era intensa.

"Toma tu asiento, Isabella," dijo finalmente. Lo miré brevemente antes de asentir y


sentarme con cuidado. Doblé mis manos sobre mi regazo y bajé la mirada hacia ellas,
bastante nerviosa sobre lo que iba a suceder. Basado en lo que había escuchado
anoche y las cosas que el doctor Cullen me había dicho en mi cara a veces, no estaba
exactamente segura de que quisiera escuchar lo que él tuviera que decir sobre mí.

"Muy bien, entonces. Esto es lo que vamos a hacer. Todos somos adultos aquí. Quiero
decir, Edward e Isabella puede que sean todavía menores de edad, pero creo que
todos podemos estar malditamente de acuerdo que han pasado la suficiente mierda
para que no ser exactamente unos niños y no deben ser tratado como tales. Por lo
tanto, vamos a hacer nuestras preguntas y a hablar de esta mierda como los hombres
que somos," dijo Emmett, mirándonos alrededor de la mesa. Se detuvo con los ojos fijos
en mí y sonrió. "Bueno, cuatro hombres y una chica. Todos saben lo que quiero decir
con esa mierda”.

Le sonreí ligeramente, pero mantuve la boca cerrada. No tenía intención alguna de


involucrarme en esta situación de ninguna manera. Ya era bastante malo que fuera a
estar presente en ella.

"Muy bien," dijo el doctor Cullen. Jasper y Edward murmuraron un asentimiento y me


miraron, obviamente esperando que accediera también.

"Está bien," murmuré, sintiendo que aumentaba el rubor en mis mejillas por su

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atención. No estaba cómoda en absoluto.

"Bueno. Yo empezaré," dijo Emmett. "¿Cuál es tu problema con Isabella?"

Mis ojos se abrieron con sorpresa ante la pregunta de Emmett y miré al doctor Cullen
rápidamente, temiendo por su respuesta. Vi que estaba mirando a Emmett, su
expresión todavía sin emociones.

"¿Qué te hace pensar que tengo un problema con ella?" le preguntó después de un
momento. Emmett suspiró y Edward se rio secamente.

"Joder, ¿tal vez porque la has amenazado?" espetó Edward.

"Ey, ¿no acabo de decir que vamos a actuar como jodidos hombres?" recitó Emmett.
"Cálmate de una puta vez. No hay gritos en mi jodida reunión, hermano."

Edward se quejó en voz baja, pero dejó de hablar, cruzando los brazos sobre su pecho
y echándose hacia atrás en su silla.

"Eso está mejor," dijo Emmett, volviéndose hacia su padre. "¿Tal vez porque le hiciste
una jodida amenaza?" afirmó, en un tono mucho menos hostil que el de Edward
mientras repetía la declaración. El doctor Cullen suspiró y negó con la cabeza.

"Miren, yo no tengo ningún problema con la niña como persona y le he dicho esto a
Edward. La primera vez que me encontré con ella llegaba apenas a mis rodillas y se
las arregló para encantarnos tanto a su madre como a mí. Es una buena chica," dijo,
encogiéndose de hombros. Mi ceño se frunció en confusión por su declaración, por el
hecho de que él estaba diciendo que no tenía ningún problema conmigo en lo
personal.

"Pero usted dijo..." Empecé, antes de darme cuenta siquiera que estaba hablando.
Cerré mi boca rápidamente y miré alrededor, nerviosa de que acababa de hablar en
medio de su reunión. Todo el mundo parecía igual de sorprendido por mi arrebato,
obviamente, no esperaban que en verdad tuviera la suficiente valentía para participar.
Pero mi mente estaba todavía grogui, todo parecía casi surrealista y no estaba
pensando con claridad.

"¿Yo dije qué?" preguntó el doctor Cullen después de un momento, levantando las cejas
inquisitivamente. Lo miré fijamente, sin saber si debía o no seguir realmente con lo que
había estado a punto de decir. No quería que pensara que estaba tratando de llamarlo
mentiroso ni nada, sólo estaba confundida. "Solo dilo, niña."

Suspiré. "Cuando aquellos hombres estuvieron de visita desde Chicago, el tipo que
usted dijo que era su jefe le preguntó que si valía la pena en forma personal y usted
dijo que no."

Pareció sorprendido por lo que había dicho y me miró un segundo antes de asentir.

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"Tienes razón, lo dije," dijo. "Y no me retractaré porque para mí, a nivel personal, no la
mereces. Sin embargo, eso no significa que te desprecie. Si recuerdas eso, también
debes recordar que te alabé después."

Asentí vacilante. "Usted dijo que yo era un buena esclava," murmuré. Él asintió.

"Así que si no la odias, entonces ¿cuál es el gran problema con que ella y Edward estén
juntos? Digo, si se aman el uno al otro y se hacen felices, ¿por qué no puedes
simplemente dejarlos estar?" Preguntó Jasper. El doctor Cullen negó con la cabeza.

"Porque hay complicaciones que ustedes no entienden, por eso. Sí, ellos se aman y eso
es genial. No me había dado cuenta hasta que mi hijo me dio un puñetazo de
exactamente cuán profundo era ese amor para ser honesto, pero el amor nunca es algo
malo. Quiero que los dos encuentren la felicidad, mi corazón no es de piedra. Pero hay
cosas que ellos no saben que pueden causarle daño a ambos si no se calman y dejan
de actuar de manera tan imprudente llamando la atención sobre sí mismos," dijo. "Le
he dicho a ambos que pueden estar juntos por el momento si eso es lo que quieren;
solo necesitan ser cuidadosos.”

"¿No puedes ver lo jodidamente injusto que es eso?" preguntó Edward. "¿Podemos estar
juntos ‘por el momento’? ¿Qué diablos se supone que significa eso, de todos modos?"

"Significa que hasta que resuelva las cosas no puedo darles ninguna garantía en el
futuro," dijo simplemente. Edward gimió.

"¿Qué cosas?" Preguntó, enarcándole una ceja a su padre. El doctor Cullen se limitó a
mirarlo, sin responder. "Está bien. No respondas a eso, puedo descubrirlo por mí
mismo. Solo dime, ¿con quién está emparentada ella?"

Mi ceño se frunció en confusión ante la pregunta. "No puedo..." empezó el doctor


Cullen, negando con la cabeza y deteniéndose. "No puedo decirte eso, porque si se
enteran de que lo saben, les harán daño. Necesito que entiendan eso, todos ustedes.
Sé lo que viste en ese papel, Edward, pero necesito que lo olvides. Debería haber
sabido que no podía dejarlo en la caja fuerte, pero no sabía qué más hacer con eso. No
podía llevarlo conmigo y no quería dejarlo por ahí, así que lo metí en mi caja de
seguridad personal, porque pensé que no tendrías ninguna maldita razón para revisar
allí y que sabías que había una cámara, así que me imaginé que serías lo
suficientemente inteligente como para no atreverte a husmear ahí. Debería haberlo
quemado o triturado, algo, pero he estado tan agotado últimamente lidiando con el
trabajo y toda esta mierda extra que estoy cometiendo errores, lo cual nunca hago.
Pero lo estoy haciendo ahora y es peligroso, y tú solo lo estás haciendo incluso más
peligroso al involucrarte personalmente."

Hizo una pausa y levantó la mano, pellizcando el puente de su nariz.

"Su padre es conocimiento común, todo el mundo sabe que su padre es Charles Swan,

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y por eso todo el mundo sabe que Charles senior era su abuelo. Pero nadie conoce los
otros dos ancestros y nadie puede saberlo. Uno de ellos está muerto, pero el que está
vivo no dudará en acabar conmigo si se entera que yo lo sabía y no se lo dije. Y si tú lo
sabes y él se entera que no se lo dijiste, te matará también."

Me quedé mirándolo en shock, completamente aturdida. ¿Tenía parientes? No solo


parientes, ¿sino unos que matarían por mí? ¿Y cómo carajos Edward se había enterado
de esto?, ¿qué papel leyó en la caja fuerte? ¿Era eso lo que realmente había alterado
al doctor Cullen anoche, el hecho de que Edward todavía estaba fisgoneando? No
podía creer que él hubiese tenido el descaro de hacer tal cosa, ¿en qué estaba
pensando? ¿Mentirme a mí, husmear sabiendo que su padre le atraparía? Eso fue ir
más allá de ser irracional, ¡estaba siendo francamente irresponsable!

"¿Por qué simplemente no se lo dices?" preguntó Jasper, con el ceño fruncido. El doctor
Cullen suspiró, negando con la cabeza.

“Porque él la querrá. Él esperará que ella le sea entregada y ella no estaría a salvo, es
por eso que no se lo he dicho. Contrariamente a lo que ustedes puedan pensar, estoy
tratando de ayudarla," dijo el doctor Cullen. Me quedé allí sentada, mi mente tratando
frenéticamente de analizar lo que él acababa de decir. No quería ser entregada a
nadie, a pesar de todo, tenía a Edward aquí y Edward me hacía feliz.

"Joder, nadie se la va a llevar," dijo Edward con fiereza, la ira en sus palabras enviando
un escalofrío por mi espalda, pero aliviando un poco mi pánico. "No se la vas a
entregar a nadie. No dejaré que eso suceda."

"Lo sé. ¿Crees que no lo entiendo? Si se la hubiera entregado a alguien, tú la hubieses


seguido de inmediato y te habrías metido en problemas, y no puedo permitir eso. No
puedo permitir que los dos sean atrapados por esto. Estoy tratando de encontrar una
manera de salir de esto donde ningún inocente salga lastimado, donde ambos salgan
de esto a salvo, pero me lo están haciendo difícil.”

"¿Lo conocemos?" Preguntó Edward, levantando las cejas inquisitivamente. "¿El hombre
que está relacionado con ella, es alguien que conocemos personalmente?"

El doctor Cullen miró a Edward por un momento. "No puedo responder a eso," dijo
finalmente. Edward rio secamente.

"Tomaré eso como un sí, entonces," dijo. El doctor Cullen gruñó, negando con la
cabeza.

"Basta, Edward. No debes meterte en lo que no te importa en este asunto y olvidarte


completamente de la prueba de ADN," dijo molesto.

"¿Por qué no puedes hacerlo tú?" Preguntó Jasper. "Quiero decir, sí, sabes que ella tiene
un pariente por allí en algún lugar. Es obvio que no es alguien que ella va a querer

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conocer. ¿Por qué simplemente no puedes olvidarte de ello, olvidar que incluso hiciste
la prueba, quemar los resultados y dejar que la información desaparezca?

"Porque los únicos verdaderos secretos son los que no se comparten con nadie;
aquellos que son simplemente entre un hombre y su Dios. Este no es uno de ellos. La
gente lo sabe," dijo. Edward suspiró.

"Esme lo sabe," dijo Edward, negando con la cabeza. El doctor Cullen asintió.

"Sí, lo hace. Pero no es de ella de quien estoy hablando. No estoy preocupado porque
tu tía hable, ella se lo llevará a la tumba. Pero estoy preocupado por el médico que hizo
la prueba en primer lugar y por quien pueda haberse tropezado con los resultados
desde allí. Hasta el momento han mantenido la boca cerrada, pero no sé cuánto tiempo
va a durar," dijo. "Y no tienen idea del dilema en que esto me ha puesto. Debo poner al
Borgata en primer lugar; debo hacer lo que ellos quieren por encima de cualquier otra
cosa. Y en este momento no estoy haciendo eso. En este momento estoy poniendo a mi
verdadera familia por encima de ellos. Estoy básicamente tambaleándome en el borde
de romper el juramento que hice y estoy seguro que todos y cada uno de ustedes son
conscientes de lo que eso significaría para mí si soy descubierto. Estoy tratando de
ocultarle lo que ellos quieren para que mi hijo y su novia puedan estar a salvo, y mi hijo
sigue metiendo su nariz en ello y amenazando con arruinarlo de todos modos."

Todos nos sentamos en silencio por un momento. Yo estaba bastante aturdida,


completamente confundida con lo que estaba sucediendo, y los chicos parecían estar
bastante concentrados analizando esta parte de la información.

"Si estás tratando de ayudarla, ¿por qué la amenazas entonces?" preguntó Jasper
después de un momento. El doctor Cullen suspiró.

"Porque es lo único que puedes hacer cuando estás tratando con aquellos que no
tienen respeto por las cosas. Lo único que me importa es mantenerlos con vida; y eso
es lo único que puede mantenerlos en línea. Edward no tiene ninguna estima por su
propia vida; él me dejó muy claro eso de nuevo anoche cuando no dudó en anunciar
que moriría por ella. Amenazar su vida no le perturbaría. La única cosa que lo haría es
la de ella," dijo. "Pero no es un farol. Si se llegara el momento y no puedo salvarlos a
ambos, voy a elegir mi sangre. Si no tengo otra elección, la sacrificaré si es la única
manera de mantener a Edward a salvo."

Mi corazón latía con fuerza en mi pecho ante sus palabras mientras el miedo corría por
mis venas ante la idea de morir. No podía odiar exactamente al doctor Cullen por ello,
ya que yo me sacrificaría a voluntad si eso significara mantener a salvo a Edward, pero
aun así no era algo que quisiera oír de los labios de mi amo.

"Eso es una mierda," espetó Edward. "Eres mucho más malditamente estúpido de lo que
pareces si piensas que quiero seguir viviendo si no la tengo a mi lado. Ella me ha

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traído de vuelta a la vida; nada me va a importar si ella no está.”

Miré a Edward, jadeando hacia él por su estallido. No era la primera vez que había
dicho algo por el estilo, por supuesto, pero había algo que me golpeó con fuerza al
oírle decírselo a su padre.

"Sé que crees eso..." comenzó el doctor Cullen. Edward hizo un ruido similar a un
gruñido y dio un puñetazo sobre la mesa, haciendo que nuestros platos traquetearan
por la fuerza.

"No seas condescendiente conmigo y pretendas saber mejor que yo mis puñeteros
sentimientos. ¡Yo la amo, joder, y nada va a cambiar eso! ¡No me trates como un niño
que simplemente no sabe nada!" espetó Edward.

El doctor Cullen golpeó la mesa con sus manos, también causando que todo
traqueteara. "¡Entonces crece de una puta vez ya! ¡Deja de actuar tan malditamente
inmaduro! No estoy asumiendo conocer tus sentimientos mejor que tú, pero no soy
estúpido, hijo, ¡sé cómo te sientes! ¡Lo sé porque me sentí de la misma jodida manera
cuando tenía tu edad! Sé que amas a la chica y lo que arriesgarías todo por ella, pero
te lo digo ahora mismo, ¡tenía que intentarlo, joder! No podía dejar que ambos
cayeran, ¡tenía que por lo menos intentarlo! ¡Si no por ti entonces por lo menos por tu
maldita madre!"

Los ojos de Edward se estrecharon y me di cuenta de que su temperamento estaba


hirviendo. Empecé a temblar en mi asiento, preparándome para la explosión. Miré a mí
alrededor y vi a Jasper y Emmett luciendo igual de incómodos, sabiendo que la
situación estaba fuera de control. La meta de Emmett de hablar como hombres
obviamente se había arruinado, ya que ambos estaban enfurecidos ahora.

"¡Mi madre no tiene nada que ver con esto, así que deja de arrastrar su jodida
memoria!" explotó Edward.

"No sabes lo que estás diciendo. ¡Tu madre tiene todo que ver con esto!" explotó el
doctor Cullen de vuelta.

"¿Cómo?" preguntó Edward bruscamente, enarcándole una ceja a su padre.

"¡Ella amaba a la chica! ¡Desde el momento en que puso sus ojos en ella la amaba!
¡No habría querido que ambos perdieran la vida, joder, ella me diría que al menos
tratara de salvar a uno de ustedes!" escupió el doctor Cullen. Mis ojos se abrieron con
sorpresa y los ojos de Edward se estrecharon aún más, su temperamento explotando de
nuevo.

"¡Joder, si ella la hubiese amado, no querría que la sacrificaras!" respondió Edward. El


doctor Cullen negó con la cabeza.

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"Quizás no, pero tu madre era demasiado ingenua para su propio bien a veces. Habría
insistido en que había una forma de salir de esto sin que nadie saliese herido, pero ella
estaría equivocada. Siempre sale alguien lastimado. Solo tengo la jodido esperanza
que no sea ninguno de ustedes," dijo el doctor Cullen furioso. "Puedes odiarme todo lo
que quieres, Edward. Joder, tú también Isabella, pero sé de qué demonios estoy
hablando, mucho mejor que cualquier otra persona en esta puta mesa. Estoy haciendo
lo que es necesario y soy su única puñetera oportunidad de encontrar la felicidad
juntos en el futuro, ¡por lo que es en su mejor interés retroceder y dejarme hacer lo que
se necesita que se haga!"

Me puse nerviosa por su tono, el terror arrastrándose a través de mí. Estaba furioso de
nuevo y el fuego estaba ardiendo en sus ojos, el mismo fuego que había provocado que
perdiera el control y explotara violentamente en contra de Edward y de mí. En silencio
recé para que Edward retrocediera y se calmara y no lo presionara más porque tenía
miedo de la que pudiera ser su reacción.

Todo el mundo se quedó callado por un momento, todos nosotros bastante


sorprendidos por el giro en la conversación. Yo estaba igual de confundida que antes
pero algo en las palabras del doctor Cullen y su tono me hizo querer creerle, creer que
él estaba haciendo lo que necesitaba hacerse.

"¿Quién lo hizo?" preguntó Edward después de un momento, su voz era baja. Todos
alzamos la mirada hacia él y vi que miraba fijamente a su padre, con el ceño fruncido.
No estaba segura de lo que estaba hablando, pero me di cuenta por su expresión que
era algo serio.

"¿Quién hizo qué?" Preguntó el doctor Cullen con indiferencia, sin molestarse siquiera
en mirar a Edward. Yo tenía la sensación de que el doctor Cullen sabía exactamente a
qué se refería Edward, simplemente estaba fingiendo ignorancia.

"Sabes qué. ¿Quién la mató?" preguntó. Mis ojos se abrieron con sorpresa ante la
pregunta. "Estamos aclarando todo, y quiero saber. ¿Quién me disparó?"

El doctor Cullen estuvo en silencio un momento, la mirada fija en su plato. "Sus


nombres no importan. Están todos muertos ahora de todos modos," dijo finalmente.

"¿Por qué lo hicieron?" preguntó Edward directamente. "Si no quieres darme nombres,
bien. Lo menos que puedes hacer es decirme qué demonios era tan malo que hizo que
mereciera que me fusilaran cuando tenía solo ocho años."

"No hay ningún punto en ello, Edward. Lo hecho, hecho está," dijo. Edward se rio
secamente, su ira iba en aumento.

"No me vengas con esa mierda. Tengo derecho a saberlo. Mi vida se jodió ese día,
merezco saber quién o qué demonios lo causó," dijo Edward. "Siempre te culpaste,
diciendo que esa mierda era tu culpa, pero anoche me dijiste que era culpa de mamá.

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Entonces, ¿cuál es? ¿De quién mierda es la culpa?"

El doctor Cullen miró a Edward por un momento. "No lo sé," dijo finalmente. Edward
gimió, negando con la cabeza.

"¿Qué coño quieres decir con que no lo sabes?" espetó.

"¡Quiero decir, no sé quién demonios tiene la culpa!" espetó el doctor Cullen. "Tu
madre... Dios, yo amaba jodidamente a tu madre. Pero ella actuó a escondidas mías e
hizo mierdas que sabía que no debería estar haciendo. Estaba investigando y
haciendo preguntas y obteniendo atención no deseada. ¡Yo era un ingenuo y no me di
cuenta de lo que estaba ocurriendo hasta que ya había conseguido que la matasen!"

Eché un vistazo alrededor de la mesa, viendo la conmoción y tristeza en el rostro de


todos. Todos estaban sufriendo, cada uno de ellos, y me sentí como si fuera una intrusa
en su momento. Había conocido a la señora Cullen, pero brevemente. Apenas la
recordaba, por lo que parte de mí sentía que no tenía derecho a estar presentar en esta
conversación. Pero no quería levantarme y salir, ya que al hacerlo sería incluso más
grosera que quedándome donde estaba.

"¿Por qué estaba fisgoneando?", preguntó Edward.

El doctor Cullen suspiró, negando con su cabeza. "¿Por lo que tu madre haría cualquier
cosa que hacía? Tratando de ayudar a la jodida gente, como siempre. Estaba tratando
de salvar la vida de alguien y terminó perdiendo la suya en el proceso."

Edward negó con la cabeza. "¿Quién?" preguntó. El doctor Cullen lo miró, enarcando
sus cejas inquisitivamente. "¿A quién estaba tratando de ayudar?"

El doctor Cullen suspiró. "¿Realmente importa?" preguntó.

"Sí," espetó Edward. "Me gustaría saber quién demonios fue tan malditamente
importante para que arriesgara todo. Quién era tan jodidamente importante para que
alguien la matara por ello. ¡A quién carajo trató de salvar y casi causó que mataran a
su hijo! ¡Quiero saber a quién mierda eligió sobre mí, su propia y maldita carne y
sangre! ¡Por quién estaba tan dispuesta a morir!"

Me tensé, su ira asustándome. El doctor Cullen se limitó a mirarlo con una expresión en
blanco pero con una mirada intensa. Edward le devolvió la mirada por un momento y
era extraño, casi como si estuvieran teniendo una conversación en silencio mientras se
miraban el uno al otro. La expresión enfurecida de Edward se suavizó después de un
momento mientras su ceño se fruncía, entrecerrando los ojos con suspicacia. Él rompió
el contacto visual después de un segundo y miró a la mesa, pasando una mano por su
cabello. Tenía una expresión de intensa concentración en su rostro, como si estuviera
tratando lentamente de descubrir un enigma, su cerebro trabajando furiosamente para
unir las piezas. Su expresión se suavizó aún más después de un momento y parpadeó

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un par de veces, dejando escapar algo que parecía casi un suave jadeo.

Él me miró y me congelé, aturdida por la devastación en sus ojos. Estaba sufriendo y de


inmediato quise decir algo para hacer que desapareciera el dolor, pero no tenía ni
idea de cómo hacerlo sentir mejor porque estaba desconcertada sobre lo que estaba
sucediendo. Se quedó mirándome durante un momento y le devolví la mirada,
preocupada por él. Sabía que su madre era un tema delicado y no quería que se
retrajera de nuevo en esa oscuridad que lo había estado consumiendo durante tanto
tiempo por lo que había pasado con ella. Escuché al doctor Cullen suspirar y Edward
rompió el contacto visual conmigo, empujando la silla hacia atrás con brusquedad y
tirando la servilleta sobre la mesa. Prácticamente salió corriendo de la habitación y oí
sus pasos en la escalera casi inmediatamente.

Mi ceño se frunció en confusión. Era como si me hubiera perdido algo, había algo que
no entendía. Miré a mi alrededor y vi que Emmett y Jasper tenían expresiones que
hacían eco de cómo me sentía, estaban tan confundidos como yo. Miré al doctor Cullen
y me congelé cuando vi que me miraba con una expresión curiosa en su cara. Era casi
de compasión, tal vez un poco de tristeza, pero no había realmente ningún enojo. Era
más como... lástima.

Él rompió el contacto visual después de un momento, negando con su cabeza. "¿Se


levanta la sesión, Emmett? No me gustaría salir en medio de ella, ya que es una
garantía de muerte en las reuniones reales."

Emmett gruñó. "Maldita sea, papá, ¿no he dicho que no quería saber cómo
funcionaban las reuniones reales? Pero sí, lo que sea, se ha acabado. Ha sido un
fracaso de todos modos."

El doctor Cullen arrojó su servilleta y se puso de pie, extendiendo su mano y


palmeando la espalda de Emmett. "No, no lo ha sido. Hemos ventilado nuestros
problemas y todos hemos sobrevivido. Eso no es un fracaso. Usualmente no somos tan
afortunados en las reuniones reales.”

Emmett volvió a gemir y el doctor Cullen le dio una palmada en la espalda de nuevo
antes de alejarse. Me senté allí un poco más con Jasper y Emmett, los tres en silencio.

"¿Qué demonios acaba de suceder?" Preguntó Emmett, finalmente.

"Ni idea," dijimos Jasper y yo al mismo tiempo. Lo miré con sorpresa y Emmett se rio
entre dientes.

"¡Jinx!," gritó. Sonreí ligeramente, al igual que Jasper.

"Siempre gritas `Jinx´ cuando no tiene nada que ver contigo," dijo Jasper, empujando
su silla y poniéndose de pie. "De todos modos, gracias por la cena, Isabella. Sentimos
que la comida no haya ido tan bien".

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Me encogí de hombros. "Está bien," le dije. Estaba acostumbrada a que las comidas se
convirtieran en desastres en Phoenix. No era un acontecimiento raro que explotara una
lucha de comida o que Jane que empezara a gritar y a romper cosas. No me lo tomaba
como algo personal, ya que sabía que no tenía nada que ver con mi forma de cocinar.

Me levanté después de un momento y empecé a limpiar la mesa. Emmett se levantó y


me ayudó a llevar todo en la cocina y luego subió las escaleras diciendo que iba a
llamar a Rosalie. Guardé la comida y limpié todo, lavando los platos y asegurándome
de que todo estuviera en orden. Cuando terminé me dirigí a las escaleras,
congelándome cuando llegué al relleno del segundo piso, dirigiéndome al tercer piso
al escuchar la voz del doctor Cullen en mi espalda.

"¿Isabella?" Dijo. Me tensé y di la vuelta lentamente, mirándolo con cautela.

"¿Sí, señor?" Le dije, vacilante. Él suspiró y me miró un momento con una curiosa
expresión en su rostro, como si estuviera tratando de leerme de nuevo. Estaba nerviosa,
mi corazón golpeando frenéticamente y mis rodillas amenazando con ceder mientras
mi cuerpo se estremecía bajo su mirada.

"Dale a Edward algún tiempo," dijo simplemente después de un momento. Asentí


cautelosamente, sin saber lo que quería decir con eso.

"Sí, señor," murmuré de nuevo, solo accediendo. Me miró por un momento más antes de
asentir. Se dio la vuelta y se dirigió a su despacho y cerró la puerta detrás de él. Me di
la vuelta y me dirigí hacia las escaleras lentamente. Llegué el tercer piso y me acerqué
a la puerta de Edward, dudando cuando vi que estaba cerrada. Extendí la mano y
agarré el pomo, pero me detuve, frunciendo el ceño confundida cuando no giró.

Estaba cerrada con llave. Había cerrado la puerta, dejándome fuera. La confusión y el
dolor me golpearon, ya que nunca había hecho eso antes. Nunca había cerrado su
puerta así. De inmediato me preocupé y parte de mí quería golpear la puerta y exigir
que abriera para poder saber que estaba bien, pero otra parte de mí estaba
recordando lo que el doctor Cullen me había dicho unos segundos atrás. `Dale a
Edward algún tiempo´. No estaba segura de por qué o qué estaba sucediendo, pero
era obvio que tenía razón. Edward necesitaba tiempo. Quería estar solo.

Solté la manilla y me detuve brevemente antes de girarme y caminar hacia mi


habitación. Abrí la puerta y me deslicé dentro, cerrándola detrás de mí. Me quité mi
ropa y me coloqué la camiseta de fútbol de Edward de nuevo. Estaba sucia, dado que
acababa de usarla la noche anterior, pero pertenecía a él y eso era lo que necesitaba.
Era suya, tenía su nombre en ella, y olía totalmente como él. Olía como a lilas, miel y
sol, la esencia de Edward Cullen. La llevé hasta mi nariz, cerrando los ojos mientras
inhalaba. Era reconfortante... era mi felicidad.

Caminé hacia mi cama y me metí debajo de las sábanas, agarrando mi almohada y

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acurrucándome en ella. Estaba grogui de nuevo, todo nebuloso y confuso y me sentía
excluida. Me preocupaba Edward, estaba preocupada por lo que estaba sucediendo.
Me preocupaba que estuviese haciéndose daño y no hubiese nada que pudiera hacer
para ayudarlo. Y tenía miedo, mucho miedo. Él me había dejado fuera y nunca había
hecho eso antes. Nunca nos había mantenido separados intencionalmente pero
acababa de hacerlo, y eso dolía. Dolía más de lo que me imaginaba que dolería.

Sentí las lágrimas en mis ojos, una mezcla de dolor, tristeza, confusión y agotamiento
me consumía. Me acurruqué en la cama, tratando de encontrar la calidez que ansiaba
mientras las lágrimas se desbordaban y mi cuerpo se vio sacudido por los sollozos.
Estaba perdido, él estaba desaparecido. Su calidez se había ido, el confort y la
seguridad que deseaba desesperadamente habían desaparecido junto con su
presencia. Y no sabía por qué. No sabía por qué no estaba aquí conmigo, lo que había
sucedido, por qué quería estar lejos de mí. ¿Había hecho yo algo mal? ¿Todavía me
amaba? Esta noche había dicho que me amaba y que nunca nadie me apartaría de su
lado, pero era él quien nos mantenía alejados en este instante. ¿Por qué? ¿Qué estaba
sucediendo?

Por primera vez en meses, me quedé dormida sin él a mi lado. Mi sueño fue inquieto y
discontinuo, con pesadillas amenazando con apoderarse de la pequeña fracción de
paz que estaba encontrando mientras estaba inconsciente.

Salí de mi entumecimiento finalmente y abrí los ojos a una habitación revestida


completamente por la oscuridad. Sentí que la cama se movía a mi lado y me tensé,
pero en el momento en que sentí que subían la manta y a una forma deslizándose a mi
lado, el alivio me recorrió por completo. La calidez estaba allí de nuevo, la seguridad y
el confort. El amor. No podía verlo, pero podía sentirlo. Edward estaba a mi lado
nuevamente.

Envolvió sus brazos alrededor de mí con fuerza, acercándome a su lado. Enterró su


nariz en mi cuello, colocando un suave beso en mi piel que envió temblores por mi
espina dorsal.

"Te amo," susurró, su voz quebrándose. Pude escuchar el dolor, la agonía que estaba
sintiendo y no sabía por qué estaba allí, pero quería que se fuera.

Se aferró a mí con firmeza, apretándome con tanta fuerza que casi dolía, pero no
quería que me soltara. Nunca querría que me soltara. Sentí una lágrima deslizarse por
mi mejilla, una vez más mis emociones me estaban abrumando.

"Yo también te amo, Edward."

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“Todo el arte de vivir consiste en una buena combinación entre lo que se olvida y lo
que se conserva.” – Henry Ellis

Edward cullen
¿Alguna vez has visto una de esas películas donde el protagonista de pronto tiene una
puta revelación, donde está ahí sentado y simplemente, de la nada, todo le golpea
como un maldito tráiler? ¿Dónde las palabras no son necesarias, es mierda que él ya
sabe, pero es como si todas las piezas del rompecabezas parecieran unirse y de pronto
todo tiene sentido, misterio resuelto? No estoy hablando de ese marica momento “¡Ah-
ha!” como en la maldita Clue donde adivinaste que fue el Coronel Mostaza con una
maldita vela o algo así. Me refiero algo así como en la película “Sexto Sentido” cuando
ese doctor que Bruce Willis interpretó, Malcom Crowe, simplemente se da cuenta de
que había estado muerto todo el maldito tiempo y todo lo que había pasado en la
película apoyaba su maldita teoría. (N.T. Clue (conocida como Cluedo o El juego de la
sospecha en España y Clue, el castillo del misterio en Hispanoamérica) es una película
estadounidense estrenada en 1985 y dirigida por Jonathan Lynn. De acuerdo con la
naturaleza del juego de mesa, en la versión teatral de la película se muestran uno de
los tres posibles finales)

Sí, yo también solía pensar que todo eso era una mierda. La gente comprendía las
cosas gradualmente, que no había tal cosa como una revelación masiva donde
simplemente todo se aclaraba y en un instante todo tenía sentido. Esa mierda no
sucedía… pero aun así, acaba de pasar.

Sentado ahí en la mesa, frente a mi chica que amaba más que a la vida misma, todas
las putas piezas del rompecabezas simplemente se unieron y cayeron en su lugar.
Todas habían estado allí todo el tiempo, justo frente a mi puta cara y casi me sentí
estúpido por no ver la verdad antes. Me quedé atónito, casi completamente inmóvil
mientras comprendía todo. Yo era el Dr. Malcom Crowe y estaba jodidamente muerto.

No sé cómo se me ocurrió o qué fue exactamente lo que me dio la chispa que me hizo
darme cuenta de ello. Tal vez fueron mis propias palabras, tal vez fue la forma en que
mi padre me miró, lo que sea. El “por qué” francamente no importaba… lo importante
era que había sucedido. Todo simplemente encajó, y al instante que la idea cruzó mi
puñetera mente, simplemente lo supe. Mi ceño se frunció y miré fijamente a mi padre,
esperando de inmediato como el infierno estar fuera de puta base, estar fuera del
maldito estadio, pero solo mirando su expresión sabía que no lo estaba. (N.T. Estar

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1035


fuera de base es una expresión idiomática que significa ‘estar equivocado’, lo hubiera
traducido así si no fuera porque luego dice lo siguiente, lo de estar fuera del estadio
que muestra cuanto deseaba estar equivocado). Supe que lo había descifrado y me di
cuenta en seguida por qué me había estado ocultando esa mierda, por qué quería que
retrocediera de una puta vez y no hiciera preguntas.

Una docena de emociones diferentes me golpeó en ese momento, horror, conmoción,


amor, nostalgia, gratitud, ira, repulsión, asombro, remordimiento, desprecio, odio…
demasiadas para nombrarlas, pero sentí toda esa mierda, cada una de ellas
mezclándose en una. Joder, sentí náuseas, la intensidad de todo hizo que mi pecho
doliera y tuve que apartar la vista de mi padre porque no podía soportar ver la
confirmación en su expresión. Bajé la vista a la mesa, todas las putas piezas formando
el enorme cuadro que hasta ese momento me había eludido.

Era ella. La persona por la que mi madre había arriesgado todo por ayudar, la persona
por la cual mi madre se había arriesgado a sí misma para tratar de salvarla. Era la
misma chica por la cual yo estaba dispuesto a dar mi vida, la chica por la que estaba
luchando con todas mis jodidas fuerzas. Ambos amamos y quisimos salvar a la misma
maldita persona. Parpadeé un par de veces y pasé la mano por mi pelo de forma
ausente, aturdida.

Mi madre fue asesinada y mi vida había sido destrozada por Isabella Swan.

Era la razón por la que mi padre actuaba de forma tan extraña con ella, por qué había
actuado de la forma en la que lo hizo con Isabella en el aniversario de la muerte de mi
madre. Fue la razón por la cual él dijo que personalmente para él no valía la pena, por
la cual en ciertos momentos realmente parecía sentir resentimiento hacia ella. Pero al
mismo tiempo, era la razón por la cual estaba tratando de salvarla, por la cual trató
con todas sus putas fuerzas de ayudarla a que se adaptara. ¡Cristo, era la jodida razón
por la que la compró en primer lugar! Era como si estuviera tratando de terminar lo que
mi madre había empezado.

Levanté la vista hacia Isabella y la devastación me golpeó con fuerza cuando vi la


aprensión en su expresión. Estaba jodidamente confundida y me miraba con recelo,
obviamente tratando de entender lo que estaba pasando. Vi el amor y la preocupación
en sus ojos, y dolió como la mierda. Dios, esa mierda dolía más de lo que alguna vez
me había dolido algo antes. Ella estaba sentada allí, mirándome, preocupada por lo
que estaba pasando porque me amaba demasiado, y no tenía ni puta idea de que ella
era la que lo había causado.

Mis pensamientos y sentimientos estaban frenéticos, jodidamente confusos. Yo estaba


aterrorizado e inestable, desesperadamente cerca de arremeter contra alguien y no
tenía ni puñetera idea de contra quién. Estaba enojado, tan jodidamente enojado que
estaba empezando a temblar, pero no sabía exactamente con qué demonios estaba
enojado. ¿Estaba encabronado con mi madre? ¡Ella había desperdiciado su puta vida

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1036


por una niña extraña que apenas conocía, casi consiguiendo que asesinaran a su
propia carne y sangre en el proceso! Pero Cristo, esa maldita niña era Isabella, ¿cómo
demonios iba a estar enojado con mi madre por hacer exactamente lo que yo estaba
haciendo? Yo también estaba dispuesto a sacrificarme por ella.

¿Estaba enojado con mi padre? Él lo había sabido desde el principio y me lo había


ocultado, intencionadamente me había ocultado la verdad sobre ese puñetero día.
Pero, ¿podía culparlo por ello? Él solo había estado tratando de protegerme de
descubrir algo que posiblemente me haría daño. No, no podía odiarlo por esa mierda
aunque me hiciera encabronarme.

En el momento en que me di cuenta que incluso una parte de la ira que sentía estaba
dirigida a la hermosa chica sentada frente a mí, tuve que salir de allí de una puta vez.
No estaba bien, no era justo para ella. ¡Era solo una niña por el amor de Dios, no podía
culparla por ello! Ella no tenía el control sobre las acciones de mi madre.

Pero aun así, de todos modos sentía esa mierda. Sentía la ira y el odio comenzar a
aparecer. Sentí el impulso de culparla. Mi madre había muerto y si la chica frente a mí
no hubiera existido, joder, mi madre no estaría muerta. Yo no habría sufrido tanto en
los últimos años. No habría estado tan jodidamente destrozado, mi familia no se habría
arruinado. Me sentí asqueado de mí mismo, como si hubiera elegido a la chica frente a
mí en vez de a mi madre. Sentí que por estar con Isabella, estaba orinando sobre la
tumba de mi madre. Mi madre había muerto por ella, si ella no hubiera nacido nada de
esto habría sucedido. Me sentía como si estuviera manchando su memoria. ¡Cristo,
estaba durmiendo con el puto enemigo!

Empujé bruscamente mi silla hacia atrás y me puse de pie, ansioso de salir de una
puta vez de allí antes de que perdiera el control. Necesitaba escapar porque no era
justo para Isabella. No podía culparla por lo sucedido, ella no había hecho ni una
maldita cosa mal. ¡Tenía que alejarme de ella antes de que accidentalmente perdiera
el control y la lastimara, porque ella no merecía ser lastimada! Ya había sido
lastimada lo suficiente en su vida y no podía ser yo quien le diera el maldito golpe final
y la destruyera. Y sabía a ciencia cierta, que esta mierda lo haría. Esto la destruiría.
Joder, ella me amaba y confiaba en mí. No podía ser yo la causa de su caída.

Prácticamente salí corriendo de la puta habitación, con la necesidad de llegar al piso


de arriba para poder estar a solas. Todo se sentía tan surrealista, pero mi ira crecía
con cada paso que daba. Estaba furioso y eso solo me hizo sentir asco. ¿Qué demonios
me pasaba? ¿Qué tipo de pinche demente culpaba a una niña por un asesinato de la
mafia, en especial cuando la persona que había sido asesinada sabía muy bien que lo
que estaba haciendo podría causarle la muerte? Cristo, ¿siquiera había sido la
puñetera mafia quienes lo habían hecho? ¿Quién diablos iba a matar a mi pinche
madre en vez de a Isabella? ¿Qué carajos tenía esa maldita chica que hacía que
valiera la pena matar por ella?

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1037


Ese pensamiento frenético que pasó por mi mente hizo que la culpa se apoderara de
mí. ¿Cómo diablos podía pensar tal cosa? ¡Amaba a esa pinche chica, por supuesto
que valía la pena matar por ella! Yo acababa de decir que mataría por ella y moriría
por ella en un pinche segundo, ¿qué demonios me hace pensar que otras personas no
lo harían? Cristo, mi maldita madre estaba dispuesta a morir por ella, así que, ¿por
qué diablos no habría gente dispuesta a matar por ella? Joder, por supuesto que ella lo
valía. Ella era pura e inocente. Era jodidamente hermosa, por dentro y por fuera. Pero,
¿quién? ¿Quién diablos lo haría? Ella había sido maltratada toda su maldita vida,
nadie le prestó nunca ni un poco de jodida atención. La mantuvieron encerrada en un
granero lejos de la sociedad y le sacaron la mierda a golpes sin ninguna pinche razón.
Ella fue maltratada, golpeada e ignorada, así que estaba claro que ella les importaba
una mierda. Así que, ¿por qué demonios matarían por ella? ¿Por qué diablos mataron
a mi madre en lugar de a ella?

Llegué al tercer piso y abrí la puerta de mi habitación, deslizándome al interior. La


cerré con fuerza y llevé mi mano hacia atrás, poniendo rápidamente el seguro. No
podría soportar que nadie entrara aquí en este pinche momento, no cuando estaba tan
inestable. Me sentí como si estuviera jodidamente trastornado. Sentía que seguía
cayendo lentamente en esa niebla, perdiendo el control, y eso era jodidamente
peligroso. Me ponía violento sin siquiera darme cuenta cuando esa mierda pasaba.
Maldición, casi asesiné a Jacob Black la última vez que dejé que la rabia me
consumiera y perdí el control, y no quería que ella estuviera cerca de mí cuando yo
estaba así. No quería lastimarla, aún cuando en el fondo había una maldita pequeña
parte de mí que gritaba que la hiciera sentir como yo me estaba sintiendo. Pero nunca
me lo perdonaría si alguna vez la lastimara de esa forma, joder, me moriría si alguna
vez la hería. Ella no se merecía esa mierda.

Me paseé por la habitación, mi mente buscando una solución a todo, una pequeña
parte de mí estaba en puñetera negación de que esto estuviera sucediendo. Sabía que
estaba en lo correcto, que toda la mierda encajaba, pero el problema era que no
quería que nada de esto fuera cierto. No quería que Isabella fuera la puta razón de que
mi madre estuviera muerta. Esa mierda no estaba bien, joder, ¡no era justo! ¿Qué clase
de Dios jodidamente enfermo me haría eso? ¡Finalmente había encontrado algo de
maldita felicidad en este enfermo mundo retorcido, algo positivo, y ella era la causa de
la maldita oscuridad en primer lugar! ¡Finalmente había aprendido a amar de nuevo, y
Dios de verdad que la amaba, y joder, resulta que ella era quién me había hecho así,
la que mató mi pinche capacidad de relacionarme con los demás!

Me paseé por la habitación, mis manos pasándose furiosamente por mi pelo mientras
trataba de ordenar mis pensamientos. Tenía que dejar de pensar de esa forma, tenía
que dejar de pensar que algo de eso era su culpa. Ella no había hecho ninguna
maldita cosa. Pero estaba tratando de darle sentido a esta mierda y a pesar de que
todo encajaba entre sí, todavía no entendía ni mierda. ¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué
nosotros? ¿Qué demonios habíamos hecho para merecer esta mierda? ¿Había sido tan

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1038


jodidamente malo como persona? No era justo, ni una sola fracción de ello. Todo
estaba jodido,

Los últimos meses pasaron por mi mente, la mierda que Isabella y yo habíamos hecho
juntos. Las cosas que habíamos hecho, todas nuestras putas confesiones. Le había
abierto mi puñetero corazón y alma a ella, le había contado todo sobre mi madre,
maldición, incluso había llorado por ello frente a ella y todo el tiempo había sido ella.
Había sucedido por ella. Gracias a ella que tuve que ver morir a mi maldita madre, fue
por ella que casi pierdo mi propia vida de mierda.

“¡Carajo!” Grité, llevando mi pie hacia atrás y pateando el marco de la cama mientras
caminaba junto a ella. No podía seguir pensado esas mierdas, no podía culparla. ¿Ella
tenía, qué, siete años cuando mi madre murió? ¿Cómo carajos puedes culpar a una
niña de siete años por un puto asesinato que ocurrió casi a tres mil quinientos
kilómetros de distancia de ella? Su vida nunca había sido suya, ella nunca había sido
libre de hacer la mierda que quisiera. Maldición, ni siquiera podía orinar sin maldito
permiso, ¿y yo estaba culpándola por un maldito asesinato? Eso era una locura. Joder,
estaba loco.

Pero mi rabia… estaba malditamente enojado. El dolor en mi pecho era intenso y se


sentía como si tuviera el peso de una tonelada justo en él, casi aplastándome. No
podía liberarme de él, realmente sentía como si alguien hubiera tomado un maldito
cuchillo y me hubiera apuñalado directamente con esa mierda, perforando mi corazón
y retorciendo ese hijo de puta. No había sentido un dolor así desde que desperté en el
maldito hospital hace tantos años con mi padre sentando junto a mi cama, repitiendo
una y otra vez ‘todo es mi maldita culpa’.

Y Cristo, ¿de quién era la puta culpa? Sí, mi mamá anduvo husmeando por ahí, se
había convertido en una maldita entrometida e hizo malditas preguntas que no debería
haber hecho, pero, ¿desde cuándo ser entrometido merece una sentencia de muerte?
Ella solo había estado tratando de ayudar a una jodida niña, ¿qué había de malo con
esa mierda? Pero al mismo tiempo ella lo sabía, maldita sea. Ella sabía que no se
podía hacer esa mierda en la vida de mi padre, pero ella lo hizo de todas malditas
formas. Ella se lo había provocado a sí misma. No, a la mierda con eso. Ella nos había
provocado todo eso. Ella sabía la mierda que estaba haciendo, sabía lo que estaba
arriesgando. Y recordé su pinche cara cuando ese hombre le puso esa arma en la
cabeza, la compresión y la realización en sus ojos justo antes de que él apretara el
gatillo. Ella sabía la mierda que había hecho y no había ni una pizca de maldito
arrepentimiento en su expresión. Y yo sabía esa mierda, porque la imagen de ella
estaba grabada en mi cerebro. Había revivido ese momento más jodidas veces de las
que podría contar. Tenía cada segundo memorizado. Ella no se había arrepentido de
la mierda que había hecho, no habría dejado de hacer nada de ello. Estaba
preocupada por mí y en su último puñetero momento hizo exactamente lo que siempre
había hecho… trató de salvar a alguien más. Joder, ella trató de salvarme.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1039


Constantemente estaba tratando de salvar a las personas, mi padre tenía razón sobre
eso. Siempre admiré eso de ella, su compasión, pero al mismo tiempo me encabronaba
como la mierda. ¿Qué hay con salvarse a sí misma? ¿Dónde demonios estaba su
sentido de auto-preservación?

Pero al mismo tiempo, no podía precisamente culparla por esa mierda. No importaba
cuan jodidamente entrometida hubiera sido, no merecía ser asesinada y ella no
debería haber muerto. El maldito estilo de vida de mi padre había hecho eso. Su puto
estilo de vida fue lo que la mató. Era por culpa de él que todos nosotros vivíamos en un
mundo tan peligroso, su puñetera culpa que tuviéramos que lidiar con la violencia, el
odio y el derramamiento de sangre. Él era el maldito criminal, él fue quien introdujo a
los asesinos y salvajes en nuestras vidas. Si no hubiera sido por él, ella no hubiera
estado en peligro por hacer una jodida pregunta. No, si él no se hubiera unido a la
puta mafia, hoy, ella todavía estaría viva. No había duda alguna de eso en mi maldita
mente.

Pero mi madre sabía esa mierda. Sabía lo que él era cuando se casó con él. Sabía a
qué clase de mundo de mierda estaba llevando a sus niños. Nunca había entendido
cómo alguien tan puro e inocente como mi madre podía vivir su vida con alguien como
mi padre, cómo ella podía simplemente aceptar la mierda que él hacía. Todavía no
entendía esa mierda sobre Esme, cómo jodidos podía quedarse con su esposo y
amarlo, sabiendo que asesinaba personas y que probablemente había roto cada
maldita ley federal que existía. ¿Cómo podían simplemente aceptar esa mierda? Yo
una vez le pregunté a Bella si podría aceptar eso de mí, si alguien como ella podría
quedarse conmigo si elegía seguir ese camino y no estaba muy seguro de ello
entonces. Todavía no sabía si ella estaría dispuesta, pero de algo estaba seguro ahora,
yo no quería que lo hiciera. Joder, ella era demasiado pura para atarse a esta maldita
vida brutal, el tipo de vida donde la puñetera curiosidad puede llevarte a ser ejecutado.
Y no había jodida manera de que alguna vez yo la pusiera en esa posición. De
ninguna jodida manera iba a terminar como mi padre.

Estaba encabronado y jodidamente dolido. Mi pecho se sentía oprimido, tanto que con
cada respiración que daba enviaba un dolor agudo a través de él. Caminé de un lado
al otro de la habitación, pateando cosas y tirando mierda por todas partes, tratando de
sacar mi puto enojo. Estaba tan tenso que necesitaba algo para liberarme, tenía que
dejar salir algo de tensión así que me desquité con mis pinches pertenecías, para así
no desquitarme accidentalmente con alguien como Isabella. Mis pensamientos eran
confusos y todo el tiempo me lo pasé frenéticamente culpando a una y otra persona,
tratando de encontrar la maldita lógica en una situación en la que no había ninguna.

Mi ira era tan jodidamente intensa que estaba empezando temblar, pasando la mano
por mi pelo frenéticamente y tirando de él mientras mi otra mano, a un costado, estaba
hecha un puño. Estaba tratando de contenerla, tratando de aclarar mi puta mente, pero
mis emociones lo estaban dominando todo. Quería hacerle daño a alguien, quería que

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1040


alguien sintiera la mierda que estaba sintiendo. Simplemente me sentía tan
jodidamente solo.

Aflojé mi puño y metí la mano en mi bolsillo, sacando mis llaves. Me acerqué a mi


escritorio y le quité el seguro al cajón, abriéndolo rápidamente. Necesitaba calmarme,
necesitaba algo que hiciera que el maldito dolor se fuera porque patear mierda no lo
estaba haciendo. Necesitaba ahogar el pinche dolor, no podía dejar que me
consumiera. Eché un vistazo al interior del cajón y gemí cuando vi que no tenía nada
de hierba. Empecé a mover las botellas de licor, mi ira aumentó cuando me di cuenta
que no me quedaba nada de puto vodka. Rompí mi última botella de Grey Groose la
noche anterior en un ataque de ira y había algo en la planta baja, pero no había puta
manera de que bajara en estos momentos. No en este estado, no bajo estas
circunstancias. Tenía que mantenerme lo más lejos de ellos hasta que consiguiera
controlarme.

Saqué una botella de Patrone porque prácticamente era toda la mierda que me
quedaba allí. Mi reserva estaba menguando y en realidad no me había dado cuenta,
ya que no me había metido mucho de esa mierda últimamente. Era otra maldita cosa
que ella había cambiado en mi vida sin siquiera darse cuenta. Dios, ¿siquiera seguía
siendo mía mi vida? ¿Qué demonios me había pasado? ¿Qué demonios le pasaba a
mi familia? Ella había influido en cada uno de nosotros de algún modo, era como si
hubiera lanzado un maldito hechizo en todos nosotros. Nos tenía comiendo de su
mano, jodidamente listos y dispuestos a sacrificarnos por ella. ¿Qué tenía ella? Cristo,
era como si fuera una maldita bruja o algo así. Yo no era esta mierda, no solamente
entregaba mi maldita vida a alguien más. Yo era Edward jodido Cullen, podría tener
cualquier maldita cosa que quisiera. Se supone que la vida es jodidamente fácil para
mí, así que, ¿por qué demonios estaba permitiendo que esta complicada mierda
tomara el control?

Abrí la botella y la llevé a mis labios, empinándola toda. No era suave en absoluto y
quemó excesivamente al bajar. Hice una mueca y me estremecí, pero no la guardé. El
ardor podía manejarlo, el dolor físico podía soportarlo, lo que fuera con tal de
deshacerme del maldito dolor en mi pecho afianzándose justo en mi puñetero corazón.
Lo que fuera para hacer que eso desapareciera.

Dejé la botella después de un momento y pasé la mano por mi pelo, sintiendo un poco
de calor extenderse a través de mi cuerpo a medida que el alcohol comenzaba a
recorrer mi sistema. Mis ojos se fijaron en el marco que estaba boca abajo sobre el
escritorio y me congelé por un momento antes de extender la mano y levantarlo. Lo
miré, sintiendo pinches náuseas cuando vi la pequeña mancha de sangre seca en él de
cuando Bella se había cortado tratando de limpiar. El vidrio estaba roto, solo algunos
pedazos quedaban aferrados a él. Me quedé mirando a la foto de mi madre y de mí de
hace tantos años, los dos viéndonos tan jodidamente felices. Tenía que haber tenido
como unos cinco años entonces y de inmediato me pregunté si ella ya había conocido a

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Isabella para ese tiempo, si ya había comenzado a husmear. Me pregunté si ella
estaba parada allí junto a su bebé, sonriendo, sabiendo que lo estaba poniendo en
puto peligro. Me pregunté si ella sabía en ese momento que sus días estaban contados.

Me pareció irónico que un marco roto y unas gotas de sangre estropearan ahora la
imagen feliz. Joder, casi era adecuado que estuviera manchado de esa forma. Mi
maldita vida se había arruinado igual que esa jodida foto estaba arruinada ahora.
Nunca nada sería lo mismo. Su jodida memoria estaba corrompida ahora al saber la
mierda que había llevado a su muerte, era como una maldita nube negra cerniéndose
sobre todo. ¿En realidad alguna vez había conocido a mi madre? ¿Había sido tan
jodidamente ingenuo y mi memoria estaba tan confusa como mi padre había
insinuado? Mi ira solo aumentaba cuanto más pensaba en ello, el dolor en mi pecho se
intensificaba mientras miraba el rostro de mi madre. Las palabras que había dicho
antes en la planta baja vinieron a mi mente, apoderándose de mis pensamientos.

Quería saber qué demonios era tan importante por la cual había arriesgado cada puta
cosa. Quién era tan jodidamente importante que alguien la mataría en su lugar. A
quién demonios quería salvar que casi consiguió que por ello mataran a su hijo.
Quería saber a quién demonios había escogido sobre mí, su propia maldita carne y
sangre, por quién había estado tan dispuesta a morir…

Isabella. La jodida Isabella. La mia bella ragazza. Sentí que mis ojos ardían a medida
que las lágrimas brotaban y traté de contenerlas lo más que pude, sin querer llorar
como un gran maldito maricón. Gemí y negué con la cabeza, tratando de controlarme,
y arrojé de nuevo el marco sobre el escritorio. Cogí la botella de licor y me paseé por la
habitación, bebiendo y tratando de pensar racionalmente, pero todo estaba confuso y
el maldito alcohol no estaba ayudando. Mucha de la mierda que la gente me había
dicho en los últimos meses de pronto tenía sentido, cada pizca de ella. No sé cómo
carajos no lo había entendido antes, ahora estaba claro como el infierno. Todas las
putas pistas habían estado allí, simplemente yo había estado tan cautivado por mi
amor por ella que no pude verlas. No había querido ver esa mierda.

Las palabras de Aro sobre que ella significaba más para mi padre de lo que creía,
acerca de que Bella no solo era otra esclava para él. Las palabras de Esme acerca de
cómo mi madre no podría evitar amarla. Y mi padre… ahora todo lo que había dicho
tenía sentido. El hecho de que cuando habíamos ido al campo de tiro él dijo que ella
no había hecho nada para merecer su odio pero ni una sola vez diciendo que no
tuviera esa mierda. Fue por eso que le había tendido una trampa en el aniversario de
la muerte de mamá, la razón por la que puso esa pinche arma allí donde sabía que
ella la encontraría. Él quería hacerle daño, quería que sintiera el mismo puñetero dolor
que él sentía. La culpaba por la mierda que le había pasado a mamá, la había
culpado por ese día, y había querido darle un puto castigo por ello.

No la estaba castigando por tocar su pistola descargada, la estaba castigando por su

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jodida existencia. Estaba castigando a la verdadera inocente en la situación por sus
propios malditos errores. Por los errores de mis dos padres.

¡Cristo, ella estaba pagando de nuevo por los errores de los demás! Había pasado
toda su vida siendo lastimada por pendejadas que ella no había hecho y esa mierda
seguía pasando. Era injusto, tan malditamente injusto. Joder, yo había pagado por sus
errores ese día cuando me dispararon e Isabella todavía estaba pagando por sus
putos errores.

La ira recorría mi cuerpo, el resentimiento que sentía era intenso. Empecé a caminar
más frenéticamente de un lado al otro, tratando de recuperar el control. Estaba
jodidamente encabronado y todavía no sabía con quién demonios estaba más
encabronado. Todavía estaba esa pequeña parte muy dentro de mí que sentía ese
resentimiento hacia Isabella que no debía estar sintiendo porque ella no había hecho
ni una maldita cosa. Ni una mierda había cambiado, ella seguía siendo la misma
chica que había sido esta mañana o la semana pasada. Joder, la amaba y ella me
amaba y nunca había hecho una maldita cosa para lastimarme intencionalmente. Yo
sabía eso. Confiaba en ella y nada había cambiado esa mierda.

Pero… pareciera como si todo fuera jodidamente diferente ahora. ¿Cómo olvidar
simplemente esa mierda? ¿Cómo se puede retroceder en el tiempo? ¿Cómo te puedes
detener, sabiendo que tu novia sin saberlo ha arruinado tu maldita vida? ¿Cómo
perdonar esa mierda? ¡Cristo, no tenía ni una mierda por la cual perdonarla, ella no
tenía ninguna puta razón para pedir perdón en primer lugar!

Entré en mi cuarto de baño y levanté la vista, mis ojos se posaron en mi reflejo en el


espejo. Me quedé inmóvil, fulminándome con la mirada. Era un desastre, mi pelo
apuntando en todas las malditas direcciones, mis ojos rojos por contener las lágrimas.
Estaba perdiendo el control y verme a mí mismo no me estaba ayudando. Lucía
exactamente como ella, igual que mi pinche madre. El mismo maldito pelo color
bronce, los mismos putos ojos verdes. Mirando fijamente mi reflejo, vi la misma
devastación en mis ojos que ella había tenido justo antes de que apretaran el jodido
gatillo y me la arrebataran. Joder, lucía exactamente como ella. Ese hecho había
salvado mi culo muchas veces, pero ahora… ahora esa mierda me estaba hiriendo.

Y lo perdí, todo se oscureció y la última hebra de control a la que me aferraba se


rompió. Mi mano se cerró en un puño y la eché hacia atrás, lanzándola luego hacia
adelante. Mi puño golpeó el espejo y se quebró. Lo hice otra vez, y otra vez,
golpeándolo, putos fragmentos de vidrio volaron por todas partes. Mi pinche mano
estaba ardiendo, punzadas de dolor la recorrían. Aunque no me importaba, no me
detuve hasta que la última pieza de vidrio se hizo añicos y mi reflejo ya no estaba a la
vista. Sentí las emociones bullendo en mi cuerpo con cada golpe, la furia, el dolor y la
devastación impulsándome. Se desvaneció después de un momento y eché mi brazo
hacia atrás una última vez, poniendo toda mi puta fuerza en ese golpe. Al momento en

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que conectó el dolor se disparó por mi brazo y grité.

“¡Mierda!” Grité, agarrando mi muñeca. Bajé la vista, sorprendiéndome al ver tanta


sangre en mi mano por golpear el espejo. Traté de flexionar mis dedos e hice una
mueca por el dolor, dándome cuenta de inmediato de que en realidad me había jodido
algo. Di unos pasos hacia la pared y apoyé mi espalda en ella, deslizándome hasta el
suelo. Doblé mis rodillas hasta mi pecho y comencé a balancearme, tratando de
controlarme. Mi respiración era dificultosa, mis ojos seguían ardiendo y estaban
vidriosos por las lágrimas. Mi ira estaba fluctuando y dando paso a algo más, una
mierda que no quería sentir. Traté de luchar contra ella pero era poderosa y me
consumía.

Era la desesperación. Estaba devastado, sentía la pena tan intensa como recordaba
haberla sentido al despertar en el hospital cuando tenía ocho años. Joder, fue como si
la hubiera perdido de nuevo, como si esa mierda apenas acabara de suceder. Ella
había muerto, mi pinche madre había muerto. Perdí mi última chispa de fuerza en ese
momento y las lágrimas comenzaron a caer. Simplemente dejé que esa mierda me
venciera, sabiendo que era inútil tratar de mantenerla a raya. No era justo,
absolutamente nada de ello, pero la vida no era justa. Había aprendido eso años atrás.
A todos nos iba jodidamente mal, y no importaba cómo demonios habíamos llegado
aquí, el punto era que estábamos aquí. Joder, todos estábamos destruidos, todos y
cada uno de nosotros. Todos habíamos sufrido y habíamos tenido que sacrificarnos, ¿y
qué maldito derecho tenía yo de ir por ahí tratando de culpar a la gente por ello? Al
final esa mierda no importaba, no importaba con quién demonios me enojara y a quien
culpara, ella todavía estaría muerta. Eso mismo le dije a mi maldito padre todos esos
meses atrás cuando él desquitó su propia ira y desesperación con Isabella. Le dije que
mamá estaba muerta y que no importaba a quién demonios castigara o con quién
tratara de desquitarse, ella no iba a volver. Se había ido. Ella se había ido.

No sé cuánto tiempo me quedé allí sentado, con la angustia apoderándose de mí,


envolví mis piernas con mis brazos y agaché la cabeza... y joder cómo lloré. Años de
reprimir lo mucho que me había lastimado me estaban alcanzando y simplemente lo
dejé salir, cada gota de ellas. Me dejé consumir por el dolor, y por primera vez de
verdad sentí esa mierda. Me dejé llevar por la pena y me permití llorar por lo que había
perdido. Me importaba una mierda el cuidar las apariencias y alejar a las personas de
mí, me importaba una mierda herirlas porque yo estaba jodidamente herido. Me
importaba una mierda la venganza o la culpa en ese momento. Solo sentía el puñetero
dolor.

Para cuando me tranquilicé y mis ojos se secaron, el baño estaba en completa


oscuridad. Me levanté del piso y me iba a pasar la mano por el pelo, pero hice una
mueca por el dolor. La mano y muñeca derecha me palpitaban y estaban inflamadas,
definitivamente alguna mierda estaba fracturada. Me acerqué al lavabo, el vidrio por
el espejo destruido crujía bajo mis zapatos. Abrí la llave del agua y metí la mano bajo

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el chorro, estaba llena de cortes y escocía pero traté de ignorar todo el dolor, lavando
tanta sangre como fuera posible.

Cerré la llave y salí del baño, quitándome los zapatos en el proceso porque había
fragmentos de vidrio pegados en la suela. Caminé hacia la puerta y titubeé con mi
mano frente al pomo. Le eché un vistazo al reloj y me congelé, sorprendido de que era
medianoche. De inmediato me pregunté dónde estaba Isabella y me sorprendió un
poco que ella no hubiera tocado a la puerta para ver cómo estaba. Demonios, tal vez lo
había hecho por lo que sabía, había estado tan enfrascado en mí mismo en el baño
que es probable que ni siquiera me hubiera dado cuenta. Me pregunté si ella lo sabría,
el jodido miedo me recorrió ante la expectativa de qué demonios había pasado cuando
me fui. No había pensando en ello hasta ahora, joder, solo había estado pensando en
mí mismo y mi propio dolor, sin tomarme un puto momento para pensar en cómo
carajos se iba a tomar ella esto. Tenía que haber estado confundida cuando salí
corriendo del puto comedor y no vino a buscarme por respuestas, entonces, ¿ella ya
sabía esa mierda? ¿Acaso mi padre le había dicho algo?

Estaba empezando a entrar en pánico y rápidamente quité el seguro de la puerta,


abriéndola. Todo se sentía jodidamente surrealista y yo estaba casi como en las nubes,
la tristeza y la ira todavía bullían en mi interior. Me quedé mirando a su puerta cerrada
y consideré entrar en su habitación para ver cómo estaba, pero tenía miedo de hacerlo.
Todavía no estaba lo suficientemente estable como para hacer esa mierda, no tenía
idea de lo que ella sabía o lo que estaba pensando, qué demonios me iba a encontrar
allí dentro. Me sentí como un pendejo porque sabía que la verdad debía estar
lastimándola, pero el quid de la cuestión era que yo estaba sufriendo. Joder, no podía
siquiera tratar de ayudarla hasta que yo resolviera esa mierda por mi cuenta.

Me di la vuelta y comencé a caminar por el pasillo, la culpa recorriendo mi cuerpo. Me


sentí como si la estuviera dejando, como si la estuviera abandonando. No podía
siquiera imaginar qué era lo que ella estaba pensando o sintiendo, sabiendo que
había huido de ella y la había dejado fuera de esa forma. Pero necesitaba tiempo,
tiempo para asimilar esta mierda y resolverla. Comencé a bajar las escaleras,
dirigiéndome directamente a la cocina. Empecé a abrir gabinetes, buscando la botella
de vodka que sabía que estaba allí. La encontré en el gabinete con los extraños
tazones y la agarré, abriéndola y llevándola a mis labios. Me la empiné y comencé a
tomármelo, el líquido quemaba mi garganta y estómago, pero era más suave al bajar
que el jodido Patrone. Aparté la botella después de un momento, gruñendo y
sacudiendo la cabeza. Empecé a abrir los otros gabinetes, buscando algunos
calmantes que mi padre guardaba por ahí, encontrando después de un momento uno
frasco de Percocet. Lo abrí y agarré dos, tragándolas. Me las tragué con el vodka y me
apoyé en el mostrador, en la cocina oscura, tratando de poner mis pensamientos en
orden.

El tiempo pasó lentamente mientras mi mente trataba frenéticamente de analizar las

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cosas y darle algo de sentido a la mierda en que de pronto se habían convertido
nuestras vidas. Finalmente me aparté de la encimera y me dirigí hacia las escaleras,
comenzando a subirlas lentamente. No tenía ni puta idea de lo que estaba haciendo, a
dónde demonios iba, pero me sentía ansioso. Me detuve cuando llegué al segundo piso
y noté la luz en la oficina de mi padre encendida. Sentí un chispazo de ira pero traté de
contenerlo, sin querer perder de nuevo el control como lo había hecho en el baño.
Consideré por un momento qué hacer antes de solo decir a la mierda y caminar hacia
la puerta de su oficina. Ni siquiera me molesté en tocar, no tenía sentido. Ya me
importaba una mierda.

Giré el pomo y abrí la puerta, entrando. Cerré con el pie detrás de mí y caminé hacia la
silla de cuero, dejándome caer en ella. Dejé caer mis hombros y llevé la botella de
vodka a mis labios, empinándola.

Miré a mi padre después de un momento, notando que él ni siquiera parecía prestarme


atención. Estaba escribiendo en su laptop, con sus ojos fijos en la pantalla. Por un
momento sentí algo de pánico, preguntándome qué carajos estaba haciendo porque
hoy más temprano Emmett la había hackeado para cambiar el código GPS. Después
de lo que él había dicho en la mesa estaba empezando a cuestionarme si había sido o
no una buena idea, pero ya era demasiado tarde para cambiar de opinión sobre esa
mierda esta noche. Ya estaba hecho.

Nos quedamos ahí sentados en silencio por un momento, sin que ninguno de los dos
hablara, siendo los únicos sonidos en la habitación el de sus dedos presionando las
teclas y el tic tac del reloj en la pared más cercana. Yo me estaba tomando el vodka
como si fuera agua, tratando de adormecer el puñetero dolor que todavía sentía en mi
pecho. Los calmantes habían atenuado el dolor físico pero el dolor emocional todavía
era intenso. Estaba desgarrado, malditamente destrozado, y cada vez que miraba a mi
padre sentía la ira quemarme por dentro. Esa mierda me preocupaba, porque, ¿cómo
diablos iba a reaccionar al ver a Isabella? Estaba acostumbrado a culpar a mi padre
por cómo me sentía y mirarlo todavía me enfurecía. Tenía miedo de arremeter contra
ella, de perder el puto control y perderla. A pesar de todo, no podía soportar la puta
idea de perderla alguna vez. La amaba. La necesitaba.

“Nunca quise decírtelo,” dijo mi padre por fin, rompiendo el tenso silencio. Vi que sus
dedos se habían detenido en la computadora pero él aún no me miraba. “Pensé que
sería cruel, que nada bueno podría resultar de eso, sobre todo ahora. Tenía miedo de
que al saberlo te haría más daño que bien. Al fin parecías feliz de nuevo y no quería
ser el que arruinara eso.”

Me quedé mirándolo por un momento, sin saber qué decir. ¿Se suponía que tenía que
darle las putas gracias o algo así? Él se quedó callado por un instante antes de
suspirar y recostarse en su silla, mirándome finalmente. Tenía el ceño fruncido y su
expresión era sombría. Se veía casi tan jodidamente herido como yo me sentía.

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“Ella me pidió que la salvara,” dijo, negando con la cabeza. “Llamé a Charles padre
después que dejamos Phoenix esa primera vez y le propuse comprar a Isabella, pero él
se rehusó a venderla. No entendí exactamente por qué, me refiero a que ella solo tenía
3 años así que tenía que haber sido más una molestia que una ayuda para él, pero
francamente, no era mi asunto el cuestionarlo. Ella era su propiedad. Le dije eso a tu
madre y al principio no lo aceptó, pero le dije que tenía que dejar las cosas como
estaban. No puedes simplemente andar por ahí preguntando sobre los esclavos, sin
importan lo jóvenes o dulces que sean. Ella finalmente me dijo que lo entendía y que
dejaría las cosas así.”

Él hizo otra pausa y levantó su mano, pellizcando el puente de su nariz. “Debería


haberlo sabido. Debería haber sabido que tu madre no dejaría las cosas así. Ella me
pidió ir conmigo cada vez que fui a Phoenix y yo no vi nada de malo en ello. Era casi
como si se hubiera convertido en su obsesión. Comenzó a tomar dinero de la cuenta,
haciendo desaparecer miles y sin poder explicar qué estaba haciendo con ellos. Muy
parecido a lo que tú estás haciendo, en realidad, que es como sé que no estás
tramando nada bueno. No le di importancia entonces, pensando que solo estaba
ayudando a las personas como era su costumbre, sin considerar ni una sola vez el
hecho de que me estaba mintiendo. Pero, ¿por qué lo haría? Ella nunca me había dado
motivos para desconfiar de ella antes.”

Yo solo me quedé mirándolo, un poco sorprendido por las semejanzas entre mi madre
y yo. Los dos tomamos directamente dinero de la cuenta bancaria de mi padre para
tratar de ayudar a Isabella, sin tener en cuenta en absoluto la mierda que él dijo en el
proceso. Cristo, estaba siendo tan jodidamente imprudente como mi madre había sido.

“En algún momento me enteré que ella había estado preguntando a mis asociados
acerca de la chica y rápidamente le puse un alto a eso, o eso creí. Corté su contacto
con Phoenix, nunca la llevé de vuelta allí después de eso. Pero el que ya no viera a la
niña no la detuvo. Estaba contratando investigadores privados, tratando de sacar
trapos sucios y averiguar de dónde provenía Isabella, tratando de encontrar una
manera de alejarla de los Swan. Estaba haciendo preguntas a mis espaldas,
hundiéndose hasta lo más profundo. Le dije muchas veces que no se puede hacer eso,
que no se puede andar por ahí removiendo así la mierda. Pero ella se negó a verlo
como si fuera algo bueno o malo,” él dijo.

Suspiró y se quedó callado por un momento, mirando fijamente a su escritorio. “Una


tarde recibí una llamada de un hombre diciéndome que Elizabeth había ido a
buscarlo, preguntando sobre la investigación de parentesco, preguntando por los
registros de nacimiento y defunción. La Borgata siempre mantiene registro de esas
cosas junto con las muestras de cada miembro reclutado. No sé si lo sabías, y
probablemente no debería haberte dicho eso, pero eso hacen. Tienen muestras de
sangre de cada uno de nosotros de cuando fuimos reclutados. Pero, en fin, ese no es el
punto. El punto es que ella estaba preguntando sobre árboles genealógicos y el

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hombre fue lo suficientemente inteligente como para reconocer algunos de los nombres
por los que ella estaba preguntando como parte de la mafia. Él no quería tener nada
que ver con ello y se rehusó a ayudarla. Entonces me di cuenta de lo que estaba
haciendo y la esperé en casa, planeando confrontarla por ello y exigirle que dejara de
hacer lo que estaba haciendo antes de que consiguiera que la mataran.” Él hizo una
pausa, negando con la cabeza. “Ya era demasiado tarde. Me di cuenta demasiado
tarde. Nunca llegaron a casa esa noche.”

Me quedé callado, asimilando lo que me estaba diciendo. Quién hubiera sido, era
obvio que la había asesinado porque estaba tratando de averiguar el puto linaje de
Isabella. Ella había muerto tratando de averiguar la misma pinche información en la
que yo había estado husmeando, la misma información que mi padre estaba
guardando con su vida. Toda esa mierda pareció golpearme con fuerza en ese
momento y parpadeé rápidamente, casi jodidamente atónito. Estaba haciendo
exactamente la misma maldita cosa que ella había hecho. Estaba arriesgando mi puta
vida para entender el misterio de Isabella Swan. Joder, no era de extrañar que mi
padre se estuviera volviendo loco por ello, por qué insistía tanto en que me detuviera.
Incluso me había mirado y dicho que si no paraba ya él iba a perderme de la misma
forma en que la había perdido a ella, esa era la razón por la que estaba tan
malditamente seguro que la información podría hacer que me mataran. Joder, ya había
conseguido que mataran a alguien.

“¿Ella lo averiguó?” Le pregunté, mi curiosidad aumentando. Él me miró confundido.


“El ADN, de dónde en realidad venía Isabella. ¿Lo averiguó mamá? ¿Por eso que la
mataron?”

Él suspiró, negando con la cabeza. “Iba por el camino correcto, pero no, no creo que
alguna vez consiguiera estar lo suficientemente cerca como para unir todas las piezas.
La mataron porque tenían miedo de que lo hiciera. Hasta hace poco siempre había
pensado que el secreto que estaban tratando de ocultar era el hecho de Charles hijo la
había engendrado. Los Swan ocultaron esa pieza de información al Borgata porque
nunca se les hubiera permitido tratarla de la forma en que lo hicieron si ellos hubieran
sabido que ella estaba relacionada con ellos. Pensé que por eso se había negado a
vendérmela, porque era pariente consanguíneo. Pero ahora… ahora sé que fue por
algo mucho más serio que eso. A Charles no le importaba una mierda que estuviera
relacionada con ellos o lo que le pasara, solo que no quería que nadie cuestionara o
supiera de dónde había sacado a la madre de Isabella.”

Me quedé mirándolo sorprendido, la idea nunca se me había ocurrido. “Así que en


realidad, ni siquiera se trataba de ella en absoluto. En realidad nada de esa mierda
tenía que ver con Isabella. Se trataba de su madre.”

Él me miró por un momento antes de asentir. “Supongo que se puede decir eso,” él dijo.

“Pero tú la culpaste a ella,” dije en voz baja. Sus ojos se abrieron un poco ante mi

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declaración.

“No es su culpa,” dijo. “Ella solo era una niña, Edward.”

Me reí con amargura. “¿Crees que no sé esa mierda?” Espeté, enderezándome en la


silla y fulminándolo con la mirada. Mi ira estaba regresando y traté de contenerla, sin
querer que retomara el control sobre mí. “Por supuesto que no es su puta culpa, es
tanto su maldita culpa que estemos en esta situación como es mi culpa. No pudimos
hacer nada para evitar lo que ustedes, jodidos adultos, hicieron para conseguir
meternos en esta mierda. Pero eso no quiere decir que no la culpes de cualquier
maldita manera.”

Él me miró por un momento antes de suspirar. “A veces, cuando sufres una pérdida
tratas de culpar a una sola causa. `Responsabilidad desproporcionada´ la llaman.
Hace que sea más fácil lidiar con eso cuando puedes canalizar tu dolor y enojo en algo
más tangible…” él empezó a decir.

“Corta con esas mierdas médicas, es un chivo expiatorio,” lo interrumpí, levantando


una ceja. Él se calló y me miró, asintiendo.

“Chivo expiatorio,” él repitió. “Tu tía Esme la llama mi `patsy’, como la palabra pazzo.”

“Porque sería fácil tratarla injustamente,” murmuré, sabiendo que pazzo básicamente
significa tonto o pusilánime en italiano. Él asintió con la cabeza.

“Sí. Y tienes razón, durante mucho tiempo Isabella fue mi chivo expiatorio. La culpé por
estar, donde estaba, cuando estuvo, por cruzarse en nuestro camino. La culpé por
hablar con tu madre y pedirle que jugara con ella. La culpé por todo eso, porque era
fácil culparla. Me duele que mi esposa amara tanto a alguien más que arriesgara todo
por esa persona, al igual que sé que te duele a ti por razones parecidas. No es
racional, pero de nuevo, las emociones no lo son a menudo. He aprendido a aceptarlo
en su mayor parte a través de los años, por lo que me pareció que era seguro
finalmente traerla aquí. Pero sí, todavía hay momentos en los que vuelvo a caer en esa
misma mentalidad,” él dijo. Pude oír el arrepentimiento en su voz, el tono de disgusto.
Era evidente que no le gustaba el hecho de culpar a una niña, pero al parecer no podía
evitarlo, así como yo no podía evitar esos sentimientos de culpa que se arremolinaban
en mi interior.

“Hay algo que no entiendo,” le dije. “Dijiste que la gente que había matado a mamá
por husmear estaban muertos. ¿Fue el abuelo de Isabella?, o su anterior amo, como
demonios quieras llamarlo.” Él se quedó mirándome por un momento antes de asentir
levemente. “Así que él sabía los resultados de la prueba de ADN, los que habían sido.
Tenía miedo de aquel con quien ella está realmente relacionada.”

Él asintió de nuevo. “En nuestro mundo es matar o morir, Edward,” me dijo. Me reí con
amargura.

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“Tu mundo,” le dije con brusquedad. “No hay un `nuestro’ al respecto. Yo he terminado
con esa mierda. No quiero tener nada que ver con eso.”

Sus ojos se abrieron por la sorpresa y me pregunté si iba a discutir conmigo, tratar de
convencerme o sermonearme, pero no lo hizo. Simplemente asintió después de un
momento, tema finalizado. Puto caso cerrado en lo que a él concernía.

Nos quedamos en silencio por un momento. Podía sentir el vodka ardiendo por mis
venas, relajando mi cuerpo pero sin hacer nada para calmar mi mente. En algún
momento levanté mi mano, pasándola por mi pelo como de costumbre, dando un
respingo por la leve sensación de ardor en mi mano. Mi padre suspiró dramáticamente,
frunciendo el ceño.

“Déjame ver tu mano,” dijo, inclinándose hacia adelante. Lo miré fijamente por un
momento, considerando discutir ya que odiaba cuando jugaba al maldito doctor
conmigo. Pero yo no era estúpido… sabía que realmente la había jodido esta vez.
Suspiré y me deslicé hacia adelante en mi silla, sosteniendo mi mano hacia él. Por
suerte ya no latía tanto, solo ardía un poco, estaba hinchada y algo rígida. Él tomó mi
mano con cuidado y empezó a mover mis dedos, tratando de girar mi muñeca. Apreté
los dientes cuando el dolor se extendió por mi brazo cuando él echó hacia atrás mi
dedo meñique.

“Debes haber golpeado algo muy duro para hacerte esto,” dijo después de un
momento. Me reí secamente.

“Solo un percance sin importancia con un espejo, eso es todo,” murmuré. Él negó con la
cabeza.

“No hay nada sin importancia en esto, Edward. Tienes una fractura de boxeador, de lo
que traté de advertirte por tu cuarto y quinto dedo, pero no quisiste escucharme. Y creo
que también tienes una fractura de muñeca, a juzgar por la inflamación,” él dijo. Yo
gemí.

“Bueno, eso es jodidamente maravilloso,” le dije con sarcasmo. Él soltó mi mano y yo la


aparté, tratando de flexionar mi muñeca.

“Deberías de ir al hospital…” comenzó a decir. Yo gemí y volví a encorvarme en mi


silla, sosteniendo mi botella de vodka.

“Tengo toda la medicina que necesito justo aquí, gracias,” le dije, llevándola a mis
labios y empinándola. Él se quedó mirándome por un momento antes de negar con la
cabeza.

“Tengo que ir unas horas por la mañana de todos modos, puedes venir conmigo, sacar
una radiografía de tu mano y ponerte yeso en ella,” él dijo. No me molesté en
responder, no tenía sentido. Sabía que mi culo iría, porque al fin y al cabo no quería

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que mi muñeca se jodiera permanentemente. Mi mano derecha era importante,
considerando que yo era diestro y toda esa mierda. Joder mi muñeca de verdad
afectaría mi forma de escribir, tocar el piano y el fútbol, y Cristo, tenía que poder
hacerme una paja como el pequeño maricón en el que me estaba convirtiendo estos
días.

Tomé otro trago de vodka después de un momento y escuché a mi padre murmurar


algo en voz baja. “¿Perdón?” Pregunté molesto, levantando mis cejas inquisitivamente.
Él negó con la cabeza.

“He dicho que bebes demasiado, no deberías de estar ingiriendo el licor de esa forma,”
repitió. Yo me encogí de hombros.

“Sí, bueno, todos tenemos nuestros vicios, papá. Tenía muchas ganas de un poco de
puta hierba, pero ya no tengo y tampoco tengo la maldita llave para ir allá abajo y
conseguir más,” le dije. “Así que, tendrá que ser vodka, supongo.”

Él suspiró. “Me compadezco de tu hígado, vas directo a conseguir una cirrosis a los
diecisiete años,” murmuró. “Te va a matar si sigues así.”

“Sí, bueno, todos tenemos que morir en algún maldito momento. Qué mejor que irme
por algo que amo.” Murmuré, exasperado de que otra vez estuviera jugando al puto
doctor conmigo. Llevé la botella a mis labios para tomar otro trago y cuando el líquido
comenzó a fluir y a quemar mi garganta, noté la mierda que acababa de decir.

‘Todos tenemos que morir en algún maldito momento. Qué mejor que irme por algo que
amo.’

Cristo, eso era exactamente lo que mi maldita madre había hecho. Me recordó toda
esa mierda que ella solía decir cuando éramos niños, Nella vita-chi non risica-non
rosica. En la vida, quien no arriesga, no gana. Ella se podría haber quedado sin hacer
nada, viviendo cómodamente y de manera egoísta, y terminar con una vida larga y
bastante fácil. Ella no tenía por qué exponerse y tomar riesgos, pero lo hizo, porque las
ganancias potenciales para ella valieron la pena. Ella sabía que podría haber fallado
horriblemente, y lo hizo, pero para ella esa mierda había valido la pena por la
posibilidad de que podría haber hecho una diferencia. Valía la pena morir si podía
salvar a una chica que merecía la puñetera oportunidad de vivir. Joder, yo pensaba de
la misma forma. Demonios, todavía pensaba eso sobre ella. Me sacrificaría sin
pensarlo dos veces. Esa es la mierda que haces cuando amas a alguien, por lo que a
mí respecta.

“Yo, eh…” Mi papá comenzó a decir, rompiendo el silencio intenso que había caído
sobre la habitación. Yo lo miré y vi la aprensión en su rostro. “Le dije a Isabella que te
diera algo de tiempo.”

“¿Le dijiste por qué?” Pregunté vacilante. Él suspiró y negó con la cabeza.

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“No le he dicho a nadie,” él dijo. Yo asentí, aliviado por ese hecho.

“Ella no puede saberlo,” le dije en voz baja. Él me miró por un momento.

“¿Crees que puedes ocultárselo? Ella va a querer una explicación y tú mismo no has
llegado precisamente a aceptarlo,” él dijo. Suspiré y pasé una mano por mi pelo,
haciendo de nuevo una mueca por mi maldita muñeca.

“Inventaré algo, lo que sea. Pero no hay puta manera de que ella sepa que mamá
murió tratando de salvarla. Joder, eso la destruiría, especialmente después de las
pendejadas que le he dicho al respecto,” le dije. Él me miró por un instante, levantando
su ceja.

“¿Hablaste con ella sobre eso?” Preguntó en voz baja. Me quedé mirándolo, sabiendo
que tenía jodida curiosidad porque nunca había compartido esa mierda con él
personalmente. Simplemente no hablaba de esa mierda, pero lo había hecho con ella.

“Le conté todo,” murmuré. “Y joder, he dicho mierdas algo crueles. Anoche por ejemplo,
le preocupaba que estuviera arruinando nuestra familia cuando tuvimos el altercado y
le dije que quién causara la muerte de mi madre fue quien la arruinó, no ella. No tenía
ni puta idea que era ella, Cristo. Ella no puede saberlo, joder, la destrozaría, le dolería
más de lo que esa mierda me duele a mí.”

Él suspiró. “¿Y crees que puedas hacer eso? ¿Ocultarle secretos a ella?” Él preguntó.
Yo asentí vacilante.

“Tengo que hacerlo,” le dije, sintiéndome como una mierda por eso, pero sabiendo que
era la verdad. Saber esto destruiría a Isabella por la culpa, porque sin lugar a dudas
ella se culparía a sí misma.

“Tú sabes que si te sirve de algo, estoy seguro que tu tía Esme y Alec con mucho
gusto…” Él comenzó a decir. Mis ojos se estrecharon y mi ira se encendió.

“Que ni siquiera se te ocurra esa mierda,” espeté, inclinándome hacia adelante tan
rápido que casi dejo caer la botella de licor. “¡Ella no ira a ninguna jodida parte!” Él se
tensó, sus ojos abriéndose un poco.

“No iba a sugerir enviarla a alguna parte,” él dijo. “Iba a sugerir que tú te fueras a
alguna parte. Algo de tiempo lejos puede ayudar.”

Me reí secamente, negando con la cabeza. “No puedo dejarla. Joder, nunca la voy a
dejar.”

Nos quedamos en silencio una vez más después de mi contundente declaración, sin
hablar o movernos ninguno de los dos. Él finalmente volvió a su laptop y comenzó a
escribir de nuevo y yo me puse de pie, dándome la vuelta y saliendo sin decir nada
más. No había nada más que decir entre nosotros. Era extraño después de todo este

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tiempo, pero por primera vez finalmente sentía como si nos entendiéramos entre sí.

Subí las escaleras hacia el tercer piso, deteniéndome brevemente en el pasillo. Extendí
mi mano agarrando el pomo de la puerta, y no estaba bien ni era justo para ella, pero
necesitaba un poco de puto tiempo para superar esto. No tenía idea de qué demonios
iba a decirle, cómo explicarle sin tener que decirle la verdad, pero tenía que encontrar
una manera. Comencé a girar el pomo y me congelé, un escalofrío recorrió mi espalda
cuando oí el suave gimoteo que venía desde la habitación frente a la mía. Cerré mis
ojos, el sonido se instaló en mi pecho, donde está mi corazón. Joder, ella estaba
sufriendo.

Ni siquiera lo pensé, no tomé una decisión consciente sino que reaccioné solo por
instinto al momento que me di cuenta que ella estaba sufriendo. Solté el pomo y me di
la vuelta, caminando hacia su habitación. Giré el pomo y abrí sin hacer ruido,
deslizándome al interior de la habitación. Estaba totalmente a oscuras y parpadeé un
par de veces, tratando de ajustar mis ojos a la oscuridad. Cerré la puerta detrás de mí
y di unos pasos hacia adelante, congelándome cuando mis ojos se posaron en ella.
Estaba aferrada a la almohada, usando mi camiseta de fútbol y acurrucada en
posición fetal.

El dolor que recorrió mi cuerpo era intenso, esa pena volvió a mi pecho, la ira y el odio
comenzaron a bullir en la boca de mi estómago mientras la miraba. Fue por ella. Mi
jodida madre había muerto y fue por ella.

Ella estaba gimoteando, llorando suavemente en sus sueños, y quería ir con ella pero
tenía maldito miedo de hacerlo. Miedo de lastimarla, o arremeter contra ella. Sentí el
resentimiento y el reproche, y la culpa y la vergüenza me golpearon, mis ojos se
nublaron una vez más y me ardían por las lágrimas que amenazaban con
desbordarse. Me di la vuelta y caminé hacia el sofá, sentándome en él, poniendo la
cabeza entre mis manos. Esto era una mierda, todo era una mierda. Éramos tan
malditamente felices, ambos habíamos encontrado un maldito punto brillante en el
universo y ahora el pasado nos estaba alcanzando y la oscuridad amenazaba con
derrumbarnos. Y ella ni siquiera lo sabía. No tenía ni puta idea de nada de eso, y eso
no estaba bien pero no había puñetera manera de que pudiera decírselo. De ningún
modo podría permitir que lo supiera.

Me quedé allí sentando al otro lado de la habitación por un rato, observándola


agitarse en su sueño y gimotear, los sonidos agonizantes. Dolía escucharla y era
devastador verla. Ella estaba tan jodidamente consternada como yo y eso solo
aumentaba mi agitación, mi pecho dolía. Sentía como si mi corazón fuera a estallar,
como si se estuviera rompiendo en mil pedazos como lo había hecho el espejo en mi
baño. Estaba cediendo a la presión como el vidrio había cedido ante el impacto de mi
puño. Joder, me estaba derrumbando.

Al principio, en mi habitación había estado molesto por lo jodidamente egoísta que

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había sido mi madre, sin pensar en sus hijos cuando estaba arriesgando su vida, pero
yo era el puto egoísta. Mi madre había puesto todo en juego para salvar la vida de una
niña, no hay una mierda más desinteresada que esa. Ella lo había hecho para salvar a
la chica que dormía frente a mí, la jodida chica que yo amaba. Y no había terminado,
porque después de todos estos malditos años ella todavía no estaba a salvo. Todavía
estaba en peligro, y no sabía por quién exactamente, pero no había duda en mi mente
de que ella estaba en peligro de que le hicieran daño. Y no podía permitir que eso
sucediera. De ninguna puta manera sería lastimada, nunca dejaría que un simple hijo
de puta le pusiera un dedo encima. Iba a protegerla, y no solo porque la amaba tanto
sino porque mi pinche madre también la había amado. Mi madre había muerto por
ella, y no había maldita manera de que permitiera que la muerte de mi madre fuera en
vano. Ella se había sacrificado para salvar a Isabella y aún si era la última maldita
cosa que hacía, me aseguraría que Isabella encontrara una seguridad real. Yo la iba a
proteger. Antes había estado equivocado, joder, realmente equivocado. Estar con
Isabella no era orinar en la tumba de mi madre, abandonarla sería como orinar en la
tumba de mi madre. No estaba durmiendo con el enemigo, estaba encontrando un
refugio seguro con el inocente. Hace mucho había tomado mi decisión, pero estaba
aún más determinado ahora. Iba a ponerla en libertad, sin importar el maldito costo.

Sus gimoteos se hicieron más fuertes y comenzó a murmurar en sueños. Mi nombre


salió de sus labios después de un momento, el sonido encendiendo una parte en lo
más profundo de mí. Una parte de mí que anulaba el resentimiento y la pena. Era la
parte que la necesitaba tanto como ella me necesitaba a mí, la parte de mí que la
amaba más que la vida misma.

Me puse de pie y me acerqué a la cama, mis emociones tomaron el control y las


lágrimas empezaron a caer de mis ojos. Tiré del edredón y me deslicé a su lado,
extendiendo mi mano de inmediato y sujetándola. La atraje hacia mí, sintiendo el alivio
al momento que su dulce aroma a fresa golpeó mis sentidos y su cuerpo tibio hizo
contacto con el mío. Ella era mi hogar, ella era mi felicidad, e iba a ser jodidamente
difícil salir adelante de esto, pero iba a valer la pena. Ella lo valía.

Mi madre había muerto, nada iba a cambiar eso. No había nada que la trajera de
vuelta, sin importar lo que hiciera ella seguiría muerta. La había perdido hacía mucho
tiempo. Pero Isabella estaba viva, y por ahora estaba a salvo, y no había maldita
manera de que fuera a perderla a ella también. Había perdido bastante en la vida. Me
merecía esto. Joder, ambos merecíamos esto. Sea como sea, estábamos destinados. Y
yo me encargaría de la mierda y combatiría el reproche y resentimiento con tantas
fuerzas como pudiera, porque teníamos que ser felices juntos. Teníamos que hacerlo,
porque la amaba. Joder, la amaba.

“Te amo,” le susurré, mi voz quebrándose a medida que las lágrimas fluían de mis
ojos. La apreté con fuerza, necesitando sentirla con vida. Necesitaba saber que toda
esta mierda iba a estar bien, necesitaba la confirmación.

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“Yo también te amo, Edward,” murmuró. Sus palabras me recorrieron por completo,
sofocándome. Ella levantó sus manos y comenzó a acariciar suavemente mis manos y
brazos que la envolvían, sus dedos temblaban en mi piel. Me di cuenta de que estaba
jodidamente asustada y confundida, y me hubiera gustado que hubiera algo que
pudiera decirle o hacer en ese momento para hacerla sentir mejor, pero no tenía
ninguna respuesta para ella. No tenía nada que ofrecerle en este momento más que mi
presencia. Sin explicaciones, ni consuelo además de mi presencia. A pesar de todo, no
la estaba abandonando. Ella tenía mi dedicación hasta que diera el último aliento.

La abracé por mucho tiempo, llorando en silencio. Tuve la sensación de que ella se
daba cuenta, que sabía que estaba angustiado, pero no hizo ningún movimiento para
apartarse de mí e investigar. Ella solo se quedó allí y me dejó abrazarla, sin hablar o
presionarme por jodidas respuestas, solo aceptándome como yo era. Porque así es
Isabella, nunca había tratado de cambiarme. Ella me entendía y me aceptaba, y yo la
amé aún más por eso en ese momento. Ella siempre parecía saber exactamente qué
era lo que yo necesitaba y ahora necesitaba resolver yo solo mis conflictos. Necesitaba
tiempo.

Ella volvió a dormirse, sus manos quietas sobre mis brazos mientras se aferraba a mí.
Finalmente me quedé dormido, mi sueño interrumpido e inquieto y vinieron las
pesadillas. Isabella se aferró a mí toda la noche, agarrándose con fuerza mientras yo
revivía de nuevo esa noche de tantos años atrás. Dolió peor que nunca, viendo el miedo
y la compresión en los ojos de mi madre cuando apuntaron el arma en su cabeza y
sabiendo que había sido por Isabella. Pero esta vez, antes de que apretaran el gatillo,
antes de que sonara el disparo que destruyó mi alma, el sueño cambió. Se desenfocó y
se iluminó, de forma tan brillante que apenas pude distinguir algo. Fue como si el
resplandor del sol, me cegara. Oí una risa que me impactó, porque al instante supe
que esa risa melódica era la de mi madre. Era un sonido que extrañaba, un sonido que
ansiaba escuchar de nuevo.

“¿Quieres un beso?” Mi voz sonó e interrumpió su risa, el sonido juvenil y


despreocupado. Claramente era yo, pero durante un tiempo antes de que la vida me
hubiera destrozado. Era años atrás, cuando todavía estaba completo.

“¿Un beso?” Otra voz que sin duda no era la de mi madre, sonó confundida, el sonido
de esta era también juvenil y despreocupado, había un dejo de compresión en ella y
entrecerré los ojos en el resplandor, tratando de distinguir un rostro.

“Sí, un beso,” le dije un poco molesto, sin entender por qué ella no sabía de lo que
estaba hablando.

“Eh, está bien,” dijo la voz de la niña. Casi al instante fui atacado, casi cayéndome
cuando algo húmedo se estrelló contra mi boca.

“¡Uhhh!” Grité, alejándome de la forma. Volví la cabeza y gruñí con molestia,

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volviéndome de nuevo después de un momento y mis ojos se posaron sobre una
pequeña niña de cabello castaño a medida que la imagen se aclaraba. “¡¿Por qué
hiciste eso?!”

Oí la risa de mi madre sonar de nuevo y la pequeña niña se me quedó mirando


confundida. Ella estaba sucia, su pelo enmarañado y su cara manchada de tierra. Su
ropa estaba raída y ella estaba descalza. Sus pies estaban destrozados, sus dedos
todos cortados cubiertos con sangre seca por correr por ahí sin zapatos. ¿Por qué la
niña tonta no se ponía zapatos? ¿No le DOLÍA? ¡Estaba sangrando!

“Tú me preguntaste si quería un beso,” dijo ella, solo mirándome. Mi ceño se frunció,
porque no tenía mucho sentido para mí lo que decía. Ella era extraña, y no la entendía
en absoluto. ¿Qué le pasaba? Nunca había visto un niño como ella.

“Él se refiere a un pedazo de chocolate,” dijo mi madre en voz baja. Ella se acercó y se
puso de cuclillas frente a la niña, el verla casi me deja sin aliento. Mi madre era tan
hermosa, la inmensa luz del sol casi haciéndola resplandecer y su pelo rojo brillar. Ella
se veía como un ángel enviado desde arriba.

“¿Chocolate?” La niña preguntó confundida, su ceño fruncido y su nariz arrugada.

“Sí, chocolate. Es dulce, una delicia para comer,” dijo mi madre, sonriendo
alegremente y mirando a la niña. Su expresión igual de impactante, el amor y la
devoción absoluta en sus facciones mientras miraba a la extraña niña. La niña pareció
sumida en sus pensamientos por un momento antes de sonreír alegremente y su rostro
se iluminó.

“¡Oh!” Ella dijo con entusiasmo, cuando al parecer finalmente unió las piezas. “¿Tienes
chocolate?”

Mi madre se echó a reír de nuevo, levantando su dedo índice y presionándolo contra la


sucia nariz de la niña. “Yo no tengo ninguno. Aunque Edward tiene algunos besos de
Hershey. Él compartirá su chocolate, Bella bambina.”

Abrí los ojos y me incorporé bruscamente, jadeando ya que fui arrancado de mi sueño.
La comprensión llegó a mí en ese momento, estaba recordando haberla conocido.
Estaba jodidamente aturdido por las similitudes que había notado, el hecho de que
ella me había dado un puto beso de la nada y yo le había ofrecido chocolate. El hecho
de que mi madre la había llamado Bella, el amor que vi entre ellas era similar al amor
que yo sentía por las dos. Cristo, ¿podría ser más obvio que era mierda del destino?

Sentí que la cama se movió a mi lado y rápidamente miré, viendo a Isabella mirarme
con cautela. Sentí esa ira comenzar a surgir de nuevo y respiré profundamente,
tratando de contenerla. Sabía que tomaría tiempo hasta que finalmente pudiera
librarme de ella, pero tenía que contener esa mierda y no dejar que ella la viera o
tendría que lidiar con ello. Tenía que protegerla, aún si eso significaba protegerla de

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mí mismo.

Levanté mi mano para pasarla por mi pelo y grité cuando el dolor se disparó por mi
brazo. Sí, definitivamente estaba fracturado y ahora que los calmantes y el alcohol se
habían evaporado lo estaba sintiendo de verdad.

“¡¿Qué le ha pasado a tu mano?!” Preguntó Isabella, sus ojos amplios por la impresión.
Le eché un vistazo a mi mano, viendo lo hinchada, amoratada y cortada que estaba.
En serio estaba jodidamente desfigurada.

“Oh, eh…” Empecé a decir, sin saber cómo responder a eso. Al final ella iba a ver la
destrucción en la habitación así que no podía ocultarle eso. “Tuve algo así como un
agarrón con el espejo del baño. Tengo que ir al hospital a que me la curen esta
mañana,” murmuré. Ella se me quedó mirando por un momento, al parecer asimilando
lo que le había dicho.

“¿Estás bien, Edward?” Preguntó con cautela, la preocupación clara como el agua.
Asentí con la cabeza, suspirando.

“Yo solo… tengo alguna mierda que tengo que resolver,” murmuré.

“¿Quieres hablar de ello?” Preguntó en voz baja, levantando las cejas inquisitivamente.
Suspiré y negué con la cabeza, saliendo de la cama. Me puse de pie y me estiré,
tratando de deshacerme del dolor en mi cuerpo.

“No en este momento, Bella,” le dije, mi pecho se apretó cuando `Bella’ salió de mis
labios. Cristo, incluso decir esa mierda dolía. “Solo necesito algo de tiempo.”

“Está bien,” dijo en voz baja, el dolor invadiéndola. De inmediato sentí la culpa por
rechazarla, pero no tenía elección. Estaba sintiendo náuseas, una combinación del
dolor físico de mi muñeca, mi leve resaca por engullir el puto vodka y las intensas
emociones con las que estaba lidiando provocándome querer vomitar.

Suspiré y me senté al borde de la cama, tendiéndole mi mano. Hice una mueca por el
dolor pero la ignoré, pasando mis dedos con suavidad por su mejilla que estaba
sonrojada por dormir. La miré brevemente, cautivado por su belleza, viendo el amor
centelleando en sus ojos. Solo tenía que recordarme eso a mí mismo, tenía que
aferrarme a ello. Necesitaba recordar que éramos ella y yo juntos en esto cuando la
mierda amenazara con consumirme. Tenía que aferrarme a eso para mantenerme a
flote de manera que no terminara desgarrado y tragado de nuevo por la oscuridad. Su
amor me ayudaría a superarlo, tenía que…

“Va a estar bien,” le dije en voz baja. “Vamos estar bien.”

Dudé un poco, pero me incliné, presionando mis labios a los suyos. Ella gimió y levantó
sus manos, entrelazándolas en mi pelo. La besé suavemente, con dulzura, sacando mi

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lengua para pasarla delicadamente sobre sus labios.

Me aparté de su boca y moví mi mano, gimiendo por el dolor. “Tengo que ir a que me
vean esta mierda,” murmuré. Ella sonrió con tristeza y asintió.

“Está bien. Te amo. Mucho,” ella dijo rápidamente con voz ronca, su voz quebrándose.
Me di cuenta que estaba herida y confundida, y sabía que ella estaba consciente de
que algo estaba mal y eso me hizo sentir como una mierda, pero ella estaba tratando
de mantenerse calmada por mí y yo apreciaba esa mierda. Necesitaba que se
mantuviera tranquila para yo también mantenerme tranquilo.

“Tú sabes que también te amo. Sempre. Nada va a cambiar eso,” le dije. “Nada. Nunca
olvides eso.”

Ella asintió con la cabeza. “Sempre,” ella repitió.

La miré por un momento más antes de levantarme y salir de la habitación. Entré a la


mía y me cambié rápidamente, lo que no fue jodidamente fácil cuando en realidad solo
podía usar mi maldita mano izquierda. Me dirigí a la planta baja y vi a mi padre en la
cocina, deteniéndome lo suficiente para decirle que iba a ir al hospital. Él se ofreció a
llevarme pero me negué, diciéndole que prefería ir solo. Me dirigí al Volvo y encendí el
coche, bajando la vista y viendo el bloqueador de GPS conectado en el encendedor.
Me sentí como un pinche idiota, sabiendo malditamente bien que mi padre habría
sabido lo que era la maldita cosa en el momento que la viera. Lo saqué y miré
alrededor brevemente, antes de abrir la guantera y arrojarlo dentro.

¿Qué demonios me pasaba últimamente? ¿Dónde estaba mi maldita cabeza? Había


estado tan malditamente ciego que no estaba pensando con claridad. Joder,
necesitaba calmarme. Conducir no era nada fácil cuando tienes un coche de
transmisión manual y una puta mano inútil, pero al menos me las arreglé para llegar al
hospital sin destrozar el maldito coche. Estacioné y me dirigí al interior, acercándome a
la mujer sentada detrás del escritorio en la sala de emergencias. Ella me miró
sorprendida, supongo que jodidamente impactada de verme porque no había tenido
que ir por atención médica en bastante tiempo. Levanté mi mano para mostrársela y
ella asintió, no se necesitaban inútiles palabras. Ella sabía que le había partido la
madre a algo o alguien. Yo de inmediato la seguí hasta una sala de examen, una de
las ventajas de ser el popular hijo del médico, y ella salió diciéndome que alguien
vendría en un momento. Me senté allí en la tranquila sala, perdido en mis
pensamientos Dios sabe cuánto tiempo, perdiendo la puta paciencia porque estaba
cansado, de mal humor y mi maldita mano dolía, y necesitaba que la curaran en ese
maldito instante.

La puerta se abrió después de un rato y casi di un suspiro de alivio hasta que la voz
estridente sonó y mis oídos la registraron.

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-“Wow, veo que el viejo Edward Cullen ha hecho una reaparición. ¿Problemas de
pareja?”

Gemí y cerré los ojos, la irritación recorriendo mi cuerpo. Como si mi maldito día no
fuera lo suficientemente malo. “Vete a la mierda, Heidi.”

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"En las circunstancias más difíciles, aún en las más adversas condiciones, son los
más fuertes los que vienen de esas circunstancias.”- Sri Sathya Sai Baba

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana conde, Gaby Madriz, Paola Guevara,
Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar
Ocampo

Me quedé en la puerta de la habitación de Edward, mordiendo mis labios


nerviosamente. Estaba sentado en su silla, tirado hacia delante con el codo en el
escritorio y la cabeza en la palma de su mano, mirando atentamente a su pequeño
ordenador negro. Presionaba los botones con indiferencia, desplazándose a través de
una página de texto. Parecía bastante aburrido por su lenguaje corporal pero podría
decir, por sus ocasionales estallidos de palabras soeces y sus gemidos casi constantes,
que intentaba concentrarse y no quería molestarle. No estaba totalmente segura de
cuánto había estado de pie allí mirándolo, creo que al menos diez minutos. Sin
embargo él no sentía mi presencia o si lo hacía, elegía ignorarme.

El temperamento de Edward últimamente había pasado por un leve cambio y no


estaba totalmente segura de qué lo había causado, pero parecía haber empezado esa
tarde cuando habían decidido tener una "reunión familiar". Él se había alejado de la
mesa después de que la conversación cambiara de tema para comenzar a hablar de
su madre, encerrándose en su habitación y esencialmente rompiendo todo a su paso.
Destrozó su cuarto y había roto el espejo del baño con su puño, rompiéndose dos dedos
y su muñeca en el proceso. Llevaba un yeso negro en su mano y solo podía hacer uso
de dos de sus dedos y el pulgar ahora, y eso le irritaba porque era la mano que más
usaba. Me sorprendí por cuánto parecía afectarle a su vida tener esa incapacidad de
utilizar su mano derecha y parecía que constantemente se quejaba de algo por ello. Él
no podía escribir muy bien por lo que optó por utilizar su ordenador para todo. Se
quejaba de que no podía tocar su guitarra o el piano, por lo que yo no entendía cuál
era el problema porque raramente hacia esas cosas, de todos modos. Honestamente,
parecía bastante indefenso por cuánto se quejaba y le estaba ofreciendo
constantemente mi ayuda pero él solo se quejaba y me decía que podía manejarse por
sí mismo, afirmando que no quería ser atendido.

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El hecho de que su mano derecha estuviera en mal estado también había significado
que conducir su coche fuera casi imposible. Lo había intentado durante unos días
después de llegar a su casa, negándose a ceder y conducir en automático, pero
después de que casi chocara, finalmente accedió. Ese día había llegado a casa muy
disgustado, tirando cosas y maldiciendo. A la mañana siguiente se fue temprano con el
doctor Cullen y no volvieron en casi todo el día, regresando por la noche con un coche
nuevo. No tenía mucho sentido para mí, ¿por qué se tomaban la molestia de comprar
un vehículo nuevo cuando, lógicamente, podían simplemente cambiar coches por
algunas semanas? Pero no dije nada porque no era asunto mío. Pensé que si era su
dinero, eran libres de gastarlo como quisieran y no tenía absolutamente nada que ver
conmigo, al menos. Edward prácticamente me arrastró por la puerta principal al llegar
a casa para mostrarme el coche, su entusiasmo era un poco sorprendente. Él había
estado de tan mal humor hasta ese momento que era bueno verlo sonriendo
alegremente sobre algo, incluso si se trataba de un vehículo. Yo no presté atención a la
mayor parte de lo que decía, porque francamente no sabía nada sobre coches, así que
cuando él recitaba cosas como "par" o "caballos de fuerza" me limitaba a asentir y
fingir entender y escuchar, dejándole tener su momento de entusiasmo. Después de
que me explicara todo, me miró expectante, obviamente esperando algún tipo de
reacción. Me miró por un momento antes de sonreír.

“Eso es genial”, murmuré, asumiendo que todo lo que acababa de decir era genial a
sus ojos. Me miró por un momento más antes de gemir y tratar de pasar la mano por el
pelo, lo que era prácticamente imposible con el yeso. Esa era otra cosa que le irritaba.

“¿Has escuchado una maldita palabra de lo que acabo de decir?” Me preguntó,


claramente agravado. Suspiré y asentí con vacilación.

“Sí, por supuesto que sí,” le dije. ”Has dicho que tenía torque y caballos de fuerza y
rpm.” Yo acabo por decir cualquier palabra que él hubiera dicho y que se hubiese
registrado en mi mente, aunque no tenía idea de lo que eran, esperando que creyera
que le había estado prestando atención. Él negó con la cabeza.

“Todos los coches tienen esas cosas, Bella,” dijo. Mi ceño se frunció y le miré con
confusión, preguntándome por qué solo me había dicho todo eso si era algo que todos
los coches tenían. “He dicho que es un Audi A4 Cabrio Quattro. Motor V-6 tres litros.
Doscientos veinte caballos de potencia a 60300 rpm. El motor es de doscientos
veintiuno en 20 a 300 rpm. De cero a sesenta en 7.9 segundos”.

“Está bien”, dije vacilante, sin saber lo que quería decir o cómo él recordaba todos
esos números. “Y eso es bueno, ¿verdad?”

Él asintió con la cabeza. “Es casi tan malditamente bueno como mi Volvo. Algunos
probablemente dirían que es mejor, pero no puedo estar de acuerdo con esa mierda”.

Asentí con la cabeza y me miró por un momento antes de girarse y caminar hacia el

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coche. Le pasó la mano por el capó y mientras yo lo miraba con curiosidad él sacó un
juego de llaves. Abrió la puerta del lado del conductor y se sentó en el asiento, con la
puerta aún abierta. Después de un momento la parte superior del coche comenzó a
moverse, y me di cuenta de que era un descapotable. Apagó el coche con el tiempo y
salió, cerrando la puerta y caminando hacia donde yo estaba.

“¿Así, qué piensas?” Preguntó en voz baja, envolviendo sus brazos alrededor de mí y
acercándome hacia él. Se inclinó y presionó sus labios contra mi cuello suavemente, la
cálida humedad envió un hormigueo a través de mí.

“Es lindo”, murmuré, mirando el coche. Era de color plata y parecía casi exactamente
igual que su Volvo con la parte superior baja. No estaba segura de lo que él esperaba
que dijera, ya que mi conocimiento de los coches era muy limitado. ”Se parece al otro
tuyo.”

Él suspiró y retiró su boca de mi piel. “No seas ridícula. El Audi es más estrecho y más
corto. El Volvo es más elegante y tiene un techo rígido, a diferencia del Audi que tiene
la capota de lona negra. No son para nada igual.” Me miró por un momento antes de
girar la cabeza para mirar al Volvo.

“Los dos son de color plata”, murmuré. Él se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

“Ni siquiera son del mismo tono de plata, Bella. El Volvo es más oscuro. Así que sí, los
dos son convertibles color plata, lo que sea, pero era el único color que tenían del Audi.
Si deseas otro color se puede pintar”, recitó. Mi frente se arrugó en confusión.

“¿Por qué iba yo a decirte de qué color pintar el coche?” Le pregunté, sin entender ya
que es obvio que a él gusta el color plata.

Él gimió. “Realmente no escuchaste una puta palabra de lo que he dicho, ¿verdad? No


es mi coche, Bella, es el tuyo.”

Mis ojos se abrieron de golpe y volví la cabeza bruscamente hacia él, inmediatamente
pensando que tenía que haber oído mal. No había manera de que acabara de decir
que era mi coche. No había ninguna razón para que yo tuviera un coche y,
francamente, la idea de comprarme uno era tan escandalosa que ni siquiera podía
comprenderlo. Los coches eran caros.

“¿Mío?” Pregunté vacilante. Él sonrió y asintió con la cabeza.

“Sí, tuyo. Sé que probablemente no es justo que no te dejaran elegir, pero en realidad
fue idea de mi padre, y no podía exactamente discutir con él sobre ese tema. Pensé
que este te gustaría”, dijo, encogiéndose de hombros. Lo miré con sorpresa,
absorbiendo sus palabras. ¿Había sido idea del doctor Cullen que tuviese coche?

“Yo, eh...” comencé, volviendo la cabeza para mirar el coche de nuevo. “Me gusta.

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¿Pero necesito un coche? No lo entiendo.”

Él suspiró. “Porque sabes conducir, Bella. Por eso. Necesitas un coche para moverte
cuando nos hayamos ido durante el día para que puedas hacer los mandados y esa
mierda, ir de compras o lo que sea. Joder, no lo sé, simplemente tiene sentido”.

Parpadeé un par de veces, tratando de entender lo que me estaba diciendo. No podía


negar el burbujeo en la boca de mi estómago, esa oleada de emoción que amenazaba
con hervir y explotar, por eso estaba intentando no dejarme llevar. Era tan
impresionante que tenía que haber algún tipo de error.

“Espera”, le dije cuando por fin caí en la cuenta de sus palabras. “¿Quieres decir que
tengo que ir a la tienda y todo eso... sola?”

Él suspiró y asintió. “Sí. No hay ninguna razón por la que no puedas hacerlo. Joder, no
vas a salir huyendo y sabes cómo manejarte en público. No es gran cosa”, dijo,
encogiéndose de hombros.

Su despreocupación acerca de toda la situación era alarmante. Me quedé mirando el


coche por un tiempo, ninguno de nosotros dijo mucho más al respecto en ese momento.
Estaba tratando de comprender lo que estaba pasando y estaba bastante aturdida, sin
palabras. ¿Tenía un coche? Nunca había tenido un par de zapatos hasta hace unos
meses y ahora ¿tenía mi propio coche? ¿Y yo era de confianza como para salir de la
casa por mi cuenta?, ¿salir a la calle por mi cuenta? El concepto era abrumador y no
podía negar que me asustaba un poco, pero al mismo tiempo era emocionante. A pesar
de lo que Edward acababa de decir, sí era algo importante.

“Wow”, dije por fin, sintiendo la emoción. Edward suspiró y envolvió sus brazos
alrededor de mí otra vez.

“Bienvenida a la independencia”, murmuró, inclinando su cabeza para besar mi cuello


una vez más.

Estaría mintiendo si dijera que todo fue sin problemas a partir de ahí, porque no fue
así. Edward condujo el coche a la escuela, ya que era automático, y encerró su Volvo
en el garaje hasta que le sacaran el yeso. Alrededor de una semana después de
conseguir el coche, el doctor Cullen entró en la cocina y me entregó una pequeña
tarjeta de crédito de plástico, y me dijo que fuera a la tienda de comestibles. Lo miré
con sorpresa antes de agarrar y guardar la tarjeta, con la mano temblorosa. Salió
inmediatamente después, sin decir una palabra más, actuando como si no fuera gran
cosa en absoluto.

Le pedí a Edward que viniera conmigo, pero él se negó, diciendo que tenía una gran
cantidad de tareas escolares con las que ponerse al día. Estaba un poco asustada de
ir, pero no quería discutir ni hacer una gran cosa de esto. Me resigné, sabiendo que
realmente no tenía otra opción, y reuní tanto valor como me era posible para caminar y

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subir tras el volante del coche. Me tomó un tiempo antes de arrancar.

Yo no era lo suficientemente valiente como para siquiera encenderlo, y mucho menos


poner el coche en marcha, pero después de algunas palabras de ánimo en silencio me
las arreglé para salir de la propiedad de los Cullen. Casi tuve un ataque de pánico tras
parar en el estacionamiento de la tienda de comestibles y tuve que llamar a Edward
para que me calmara. Tenía miedo de que estuviera molesto porque yo estaba
hiperventilando y temblando, pero él fue muy paciente conmigo y me habló,
permaneciendo en el teléfono conmigo casi todo el viaje de compras. Era
tranquilizador y me las arreglé para conseguir todo lo que necesitaba de la tienda
rápidamente. Colgó cuando fui a pagar, yo estaba nerviosa con la tarjeta de crédito y
firmar mi nombre en el papelito, pero lo hice sin ningún problema.

Decir que estaba orgullosa de mí misma era un eufemismo. Nunca había sentido tal
sensación de logro antes, era algo pequeño que la mayoría de la gente tenía sin
siquiera pensarlo, pero para mí fue muy significativo. Edward me dijo que estaba
orgulloso de mí y podía oír el placer en su voz, que solo aumentó mi propia
satisfacción.

Las próximas veces que fui por mi cuenta, Edward acabó teniendo que llamarme a mí y
así me calmaba, pero estaba en el punto en que podía hacerlo sin reaccionar
exageradamente. Todavía era intimidante, salir yo sola, pero se estaba haciendo más
fácil con cada viaje.

Edward maldijo en voz alta, con lo que me sacó de mis pensamientos, mi atención se
centró de nuevo en él.

“¿Qué clase de maldita pregunta es esta? ¿Qué coño tiene que ver con las
matemáticas la maldita letra 16ª del alfabeto griego? ¿Qué es esta mierda?”

“Pi”, le dije, sin siquiera pensarlo. Dio un salto al oír el sonido de mi voz y giró la
cabeza para mirarme, sus ojos se estrecharon. Supongo que él no sabía que yo estaba
allí de pie después de todo.

“¿Acabas de preguntarme si quería un maldito pedazo de pie?” Preguntó. Mi frente se


arrugó en confusión.

“Uh, no. La letra dieciséis del alfabeto griego es Pi y también es una eh…cosa
matemática”, murmuré. Me miró por un momento confundido antes de que pareciera
registrar lo que le dije.

“¿De verdad?” Preguntó. Asentí con la cabeza. “Bueno, gracias al puto Alex Trebex por
eso. De seguro él no te dijo cuántas obras de Shakespeare tienen fantasmas en ellas,
¿cierto? Porque no puedo encontrar esa mierda.”

“¿Cuantos fantasmas hay en total en sus obras o cuantas obras de teatro tienen

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fantasmas?” Le pregunté. Me miró por un momento antes de volver a echar un vistazo a
su libro.

“¿Hay alguna diferencia?” Preguntó con confusión.

“Había cuatro obras con fantasmas, pero una de ellas tenía dos fantasmas”, le dije con
vacilación. Me miró de nuevo con sorpresa.

“¿De verdad sabes puñetera respuesta? ¡Cristo, Bella!” Murmuró. “Podrías hacer mi
tarea y salvarme de esta mierda, ya sabes."

Me sonrojé y rió entre dientes. “No sé mucho, solo lo que me han dicho o he visto,
supongo. Y si hiciera tu tarea, ¿cómo aprenderías?” Le pregunté. Él se encogió de
hombros.

“No me veo a mí mismo necesitando saber esta mierda pero siempre puedo,
simplemente, memorizar tus respuestas”, dijo alegremente, sacudiendo la cabeza
mientras escribía algo. “De todos modos, ¿necesitas algo?”

Suspiré y volvió la cabeza de nuevo para mirarme. “Estaba a punto de salir”, murmuré.
Miró el reloj y asintió.

“Está bien” dijo él, agarrando un manojo de llaves de su escritorio. Él me las ofreció y
me acerqué, tomándolas con cuidado. “Voy a terminar esta mierda y hacer algunas
cosas antes de estar listo. Que se diviertan y por amor de dios, no dejes que Alice haga
contigo algo que tú no quieras. Dile a Pixie que la haré arder el infierno si se pone
demasiado exigente.”

Sonreí. “Lo haré. Te veré más tarde”, murmuré. Él asintió con la cabeza y se volvió
hacia su ordenador sin una palabra más. Me quedé allí un momento mirándolo antes
de salir.

Era mediados de mayo, un poco más de cuatro semanas después desde que Edward
había perdido el control durante la reunión de la familia. Las últimas cuatro semanas
me había sentido casi como en una montaña rusa, probablemente Edward se burlaría
de mí por decir eso porque yo nunca había visto una montaña rusa en persona y mucho
menos montado en una, pero era como me imaginaba que se sentiría estar en una.
Hubo altos y bajos, y algunas veces los cambios eran tan rápidos que era imposible
prepararte para eso. La anticipación y la emoción siempre estuvieron ahí, gestándose
bajo la superficie, pero también estaba el miedo. El miedo a lo desconocido, miedo a lo
que estaba bajo la superficie, porque Edward en estos días era bastante impredecible.
Parecía siempre estar guardando algo que le molestaba, y yo no sabía si se trataba
simplemente de su situación actual o si había algo más en ella, pero parecía que
estaba deliberadamente tratando de mantenerlo oculto. De vez en cuando se alejaba
de mí, era cortante conmigo y se enojaba fácilmente, su temperamento estaba peor que
de costumbre. Estaba ocurriendo un poco más últimamente y, a veces sabía detenerse

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y pedir disculpas, pero a menudo no nos percatábamos de ello.

No quiso volver a hablar de lo que le estaba molestando, siempre cambiaba el tema y


decía que solo quería concentrarse en nuestro futuro juntos y no pensar demasiado en
cosas del pasado que no se pudieron evitar o cambiar. Yo estaba confundida en
cuanto a qué era exactamente lo que quería decir con eso y curiosa, por supuesto, pero
no había manera de hacer que me lo dijera. Sabía que cuando Edward quisiera hablar
de ella acudiría a mí, y hasta que lo hiciera yo solo le daría su espacio. Traté de no
tomar su molestia como algo personal, porque sabía que no había hecho nada malo.
No era como si yo lo hubiera provocado o había sido la persona a la que la señora
Cullen había tratado de ayudar. Apenas la conocía y había desaparecido de mi vida
mucho antes de que ella hubiera muerto. Yo no era más que otra persona que había
conocido de paso en el trabajo de su marido. Edward dijo que estaba siempre tratando
de ayudar a los niños de Chicago que llegaban al centro de la violación y se ofrecía
como voluntaria en él... Me imagino que se debió de haber cruzado con la familia
equivocada al tratar de salvar a uno de esos niños.

El que se había visto afectado obviamente era Edward, pero parecía estar tratando con
eso por su cuenta. Estaba un poco distante, no físicamente ya que todavía estaba
siempre a mi lado, pero emocionalmente parecía algo distante. Todavía me tocaba y
me besaba y me decía lo mucho que me amaba, pero parte de la pasión que me había
acostumbrado que él mostrara, ya no estaba. Me imaginé que era simplemente otro de
los efectos secundarios por todo lo que estaba lidiando y que pasaría con el tiempo, así
que traté de pasarlo por alto. Pero aun así, estaba esa molesta sensación dentro de mí,
esa pequeña voz en mi subconsciente que me decía que algo andaba mal, que me
faltaba una pieza del rompecabezas en algún lugar que podría explicar su
comportamiento.

Pero traté de ignorar esa sensación y silenciar esa voz, porque Edward no era de los
que fingían sentimientos. Quería creer que si había algo mal entre nosotros, me lo
diría. Él nunca me había engañado o hacer algo por hacerlo simplemente para
tranquilizarme. Si me decía que me amaba, sabía que lo hacía en serio. Todavía
podía sentir su amor por mí, podía verlo en sus ojos y escucharlo, más que nunca en su
voz, cuando me lo susurraba al oído por la noche mientras pensaba que estaba
dormida.

Estaba preocupada por él, así que hice todo lo posible para hacerlo feliz. Y no me
malinterpreten, parecía ser feliz, pero había una tristeza sutil mezclada en él. Eso
suena como una contradicción, felicidad mezclada con tristeza, pero es la única
manera que se me ocurre para describirlo. Era como que mostraba una especie de
añoranza, de nostalgia. Me hubiese gustado poder hacer más por él, pero imaginé
que estar ahí para él y darle tiempo era la mejor respuesta.

Me dirigí afuera y me metí en el coche, poniéndolo en marcha. Mis manos temblaban

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ligeramente, todavía estaba siempre un poco nerviosa, como cuando llegué. Puse el
coche en marcha y me dirigí hacia el camino de entrada, en dirección al otro lado de
la ciudad, hacia la casa de Alice.

Hoy es un día especial en Forks. Es el día del gran baile de graduación en el instituto
de Forks. Hace tres semanas que Edward me sugirió, casualmente, que tenía que ir de
compras con Alice esa semana si quería escoger mi propio vestido. Yo estaba
confundida y le pregunte de qué estaba hablando y él se limitó a decir “El baile de
graduación, Bella. Necesitas un vestido.” Estaba sorprendida, ya que sabía acerca del
baile, pero no esperaba que me invitara. Yo no era una estudiante o cualquier cosa y
no estaba segura de que el doctor Cullen se lo permitiera. Le expresé eso a Edward y él
me dijo que estaba haciendo el ridículo, que yo era su novia, por lo tanto, yo iría con él
sin importar lo que pensaran los demás. Estuve de acuerdo y me fui con Alice un par de
días más tarde para comprar un vestido, escogí uno de un azul muy oscuro con bordes
dorados en el cuello y zapatos a juego. Estaba en casa de Alice, donde nos
prepararíamos.

Decir que estaba nerviosa por ir a un baile con Edward sería un eufemismo. Estaba
casi petrificada. No solo estaba a punto de pasar la noche con él muy cerca de toda la
gente de su escuela, todas las chicas que habían tenido encuentros previos con él, sino
que además no tenía la más remota idea de cómo bailar. Tenía miedo de
avergonzarme a mí misma, de avergonzarlo. Él estaba tan irritable, y lo último que
necesitaba era que lo molestara frente a toda su escuela.

Alice seguía tratando de tranquilizarme diciendo que las cosas estarían bien, que
Edward me ayudaría como solía hacer con todo y que el baile moderno era fácil, pero
nada me hizo sentir mejor. Estaba completamente fuera de mí.

La puerta principal de Alice se abrió en el momento en que me detuve delante de su


casa y ella salió, sonriendo alegremente. Cerré el coche y salí, caminando hacia donde
estaba ella.

“¿Estás emocionada?” Preguntó ella con entusiasmo. Sonreí y asentí con la cabeza.

“Por supuesto que lo estoy”, le dije, sin tomarme la molestia de decirle que mis nervios
estaban eclipsando mi emoción. No quería que pensase que no quería ir o que no
estaba contenta con eso, porque lo estaba.

“Va a ser tan increíble”, exclamó ella, agarrando mi brazo y arrastrándome hacia la
casa. Me reí y seguí, saludando brevemente a sus padres cuando me hizo entrar. Me
los había presentado hace unas semanas en uno de los días que habían venido a
pasar "tiempo de chicas con ella y Rosalie”. Su padre era un poco distante, pero su
madre estaba fue agradable, por lo que yo podría decir. Seguí arriba a Alice, a su
habitación, sentándome en su escritorio. Comenzó con el pelo de una vez,
inmediatamente conversando acerca del baile y de Jasper.

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“¿Han empezado la fiesta sin mí?” La voz de Rose sonó después de un tiempo. Miré y
la vi de pie en el umbral, su pelo recogido en un giro con algunos rizos sueltos
adornando alrededor de su cara. Ya tenía su maquillaje hecho y se veía espectacular,
como si hubiera salido directamente de la portada de una revista de belleza. Llevaba
unos vaqueros y camisa de botones, y agarraba una bolsa blanca de gran tamaño que
asumí era su vestido.

“Ya era hora que llegaras”, dijo Alice, sacudiendo la cabeza y sacando el rizador que
había estado usando en mi pelo.

“Sí, bueno, me tomó más tiempo conseguir lo que había pensado hacer con mi pelo”,
dijo ella, encogiéndose de hombros y caminando, acomodó su bolsa en la cama y se
sentó al lado. “Tenía que asegurarme de que estaba perfecto.”

Alice sonrió.” Se ve muy bien”, dijo. Asentí con la cabeza.

“Así es. Te ves muy bonita, Rosalie”, murmuré. Rosalie y yo nos llevábamos bien en su
mayor parte, pero todavía me intimidaba un poco. Ella me miró y asintió.

“Gracias”, dijo con indiferencia. “¿Y qué puedo hacer?”

Alice suspiró. “¿Quieres terminar con su pelo? Así yo empiezo a trabajar en el mío.”
Rosalie asintió con la cabeza y se acercó a mi espalda, comenzando a pasar los dedos
por los rizos que Alice había hecho, aflojándolos un poco. Alice comenzó a trabajar su
propio cabello, volteando las puntas hacia fuera y hacia arriba. Rosalie comenzó a
tirar de la parte superior del mío hacia atrás, dándole cuerpo y fijándolo en su lugar,
dejando que el resto colgara.

Estuvieron cotilleando sobre la gente que iba a la escuela, hablaban de quién iría con
quién al baile. Me quedé allí sentada, sin saber realmente de quienes estaban
hablando, así que no presté atención a nada de lo que dijeron en realidad. Rosalie
terminó con mi pelo y agarró una botella de spray para el cabello. Apreté los ojos con
fuerza y contuve la respiración, había aprendido de la manera difícil en el pasado que
la inhalación de spray para el cabello no es agradable. Ella comenzó a trabajar en mi
maquillaje, poniendo un poco de materia brillante dorada en mis párpados. Alice
terminó su cabello y comenzó a trabajar en su propio maquillaje.

Después de maquillarnos, comenzó a sacar vestidos y me puse de pie con nerviosismo,


caminando y recogiendo mis cosas de la cama en la que Alice las había dejado. Ellas
solo empezaron a desvestirse, para nada nerviosas por desnudarse delante de las
demás. Mis ojos se abrieron con sorpresa cuando Rosalie se quitó la parte de arriba y
se paró frente a mí en nada más que ropa interior. Me sonrojé y volví la cabeza hacia
otro lado rápidamente, oyendo su risa.

“No me avergüenzo de mi cuerpo, no tienes que mirar hacia otro lado”, dijo. Eché un
vistazo hacia ella con cautela y deslizó el vestido rojo sobre su cabeza, poniéndoselo.

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“Puedes mirar, pero no tocar. Esas son las reglas. Puedes comerte con los ojos mis
senos todo lo que quieras, pero si tratas de poner un dedo sobre ellos voy a cortarlo”.

Sonreí levemente, aún sintiendo el rubor en mis mejillas por su franqueza. Asentí con la
cabeza y vacile, sin saber qué hacer. No estaba del todo cómoda desnudándome
delante de ellas y creo que Alice lo sintió porque ella agarró el brazo de Rosalie,
tirando de ella. “Rose y yo estaremos en el baño”, dijo ella, sonriendo y sacando a Rose
de la habitación. Rosalie resopló y se alejó de Alice, pero no discutió, siguiéndola. La
puerta del baño se cerró y me relajé un poco.

Me desnudé rápidamente y me puse la ropa interior antes de ponerme mi vestido,


asegurándome de no echar a perder el pelo. Me lo arreglé y estire las manos detrás de
mí, tratando de cerrar la cremallera pero no pude conseguirlo. Suspiré con fastidio y
me rendí, pensando que una de ellas lo haría por mí. Me quedé allí un momento antes
de que la puerta del baño se abriera y Rosalie me mirara.

“Es un vestido bonito”, dijo ella, caminando hacia donde estaba yo. Ella vino por detrás
y me empujó el pelo hacia un lado, agarrando la cremallera y tirando hacia arriba. No
estaba segura de cómo sabía que necesitaba subirla, pero de alguna manera lo hizo.

“Gracias”, dije en voz baja. Ella murmuró de nada y dio unos pasos hacia atrás,
mirándome. Alice salió del baño y se puso al lado de Rose, también mirándome.
Llevaba un vestido sin tirantes de color amarillo suave.

“Tienes razón”, dijo Rosalie después de un momento, alzando la ceja y sonriendo


maliciosamente. Alice asintió con la cabeza.

“Sé que la tengo”, dijo con aire de suficiencia. Rosalie rodó los ojos, pero siguió
sonriendo.

“¿Qué pasa?” Les pregunté vacilante, insegura de lo que estaban hablando.

“Alice aquí piensa que vas a tener la mitad de la ciudad alborotada esta noche con los
celos, las chicas querrán ser tú y los chicos que querrán estar contigo. Le dije que eso
solo estaba en su maldita mente, pero ahora lo veo. Estás a punto de generar un
tornado en este lugar”, dijo. Mis ojos se abrieron un poco, mis nervios recorrieron mi
cuerpo como una descarga eléctrica.

“Eh, no estoy segura de eso”, murmuré. “Quiero decir que todos me han visto antes, no
soy nada realmente especial o nuevo.”

Rosalie se rió. “Eres tan ingenua. Sí, pueden haberte visto antes, pero esta noche es
diferente. Todo el mundo sabe que ustedes están juntos y sí, tal vez algunos de ellos
los vieran juntos en Año Nuevo o lo que sea, pero esto es la fiesta de graduación. No
creo que entiendas cómo la gente de aquí se siente acerca de tu chico tonto del culo. O
bien lo aman, cosa que hacen la mayoría de las chicas, o lo desprecian, cosas que

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hacen la mayoría de los chicos. La gente de por aquí, o bien quiere estar con él o
quiere ser él, y no va a ser diferente con la chica que consiguió su culo. Edward Cullen
está a punto de salir oficialmente como un hombre comprometido. Tienes a ese chico
por las pelotas, así que toda esa mierda va a tratarse de ti esta noche según mi forma
de ver.”

La miré con sorpresa, sintiéndome mal del estómago. No me ayudaba a calmarme y


relajarme, solo estaba haciendo mi aprensión crecer.

“No te preocupes”, agregó Alice rápidamente. “Va a ser genial. ¡Vas a ser una
explosión!”

Sonreí débilmente hacia ella, asintiendo con la cabeza. “Sí lo que ella dijo. Disfrútalo.
Demonios, yo lo hago. Son todas unas perras envidiosas, quieren lo que tú tienes y no
pueden tener. Yo lo tomo como un cumplido.”

“Está bien”, murmuré. Tomé una respiración profunda y me acerqué, poniéndome mis
zapatos. Me senté y Alice y Rosalie charlaron un rato, y yo intervine con una palabra
aquí o allí, pero me mantuve en general callada. Después de un tiempo mi teléfono
empezó a sonar y me levanté, acercándome para cogerlo. Miré la pantalla y vi que era
Edward. Sonreí y lo abrí, respondiéndole.

“¿Hola?” Le dije en voz baja.

“Hey, ¿vienes a casa pronto?” Preguntó.

“Eh, sí. Estoy a punto de irme”, dije, mirando el reloj y ver que eran casi las cinco pm.
Yo sabía que el baile no empezaba hasta las nueve pm, pero se suponía que nos
reuniríamos con todos para cenar antes en Port Ángeles. Rose, Emmett, Alice y Jasper
irían todos juntos, pero Edward quería que fuéramos por separado...

“¿Puedes pasar por la tienda y coger un poco de coca? Me olvidé de conseguir algo
mientras yo estuve fuera y si trato de conducir el Volvo de nuevo ahora probablemente
arruinaré el hijo de puta”, murmuró.

“Claro”, le dije. Podía oír su irritación.

“Debería haber un poco de dinero en la guantera del coche. Te veo en un rato”, dijo.
Colgó inmediatamente después, cortando la línea antes de que pudiera decir nada.
Suspiré y cerré el teléfono, mirando a Alice y Rose.

“Tengo que pasar por la tienda de camino a casa”, dije. Dijeron que estaba bien y
empecé a recoger mis cosas, preocupada por el obvio mal humor de Edward. Esta
noche no se planteaba muy bien, teniendo en cuenta la actitud de Edward y lo que
Rosalie había dicho. Alice me acompañó hasta el coche y me dijo que no me
preocupara, que todo iba a ser maravilloso, y yo le di las gracias, pero sus palabras no

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me dieron confianza. No había manera de que pudiera predecir qué sucedería esta
noche.

Me subí en el coche y lo puse en marcha, conduje por la ciudad a la tienda de


comestibles. Aparqué y apagué el coche, abrí la guantera y había un montón de
cosas. Saqué un sobre marrón y lo abrí, cogiendo un poco de dinero en efectivo. No
estaba segura de por qué, pero me di cuenta de que todos los Cullen mantenían un
sobre de dinero en efectivo en sus coches.

Me levanté y me dirigí al interior de la tienda, frunciendo el ceño ya que los pelos de la


nuca se me erizaron. Me sentía como si estuviera siendo observada. Miré a mi
alrededor con confusión, viendo que todo el mundo estaba mirándome por alguna
razón. Me sentí cohibida y puse mi cabeza abajo, caminando rápidamente hacia el
pasillo de soda. Me detuve brevemente en el pasillo, sin saber si debía conseguir una
botella o latas. Opté por las latas después de un momento y me agaché para agarrar
un paquete de 12 de coca, mi piel hormigueó cuando sentí una presencia acercándose.

“¿Cómo se llama el queso que no te pertenece?”

En el momento en que escuché la voz me tensé y mi mano se congeló en la soda. Cerré


mis ojos y suspire. “No estoy segura, Jacob” murmuré, sacudiendo la cabeza. Cogí el
refresco y me puse de pie, dándome la vuelta para mirarlo. Me quedé inmóvil otra vez
mientras lo miraba fijamente, asombrada al ver que había cortado su pelo. La que
solía ser una larga y brillante cabellera, ahora era corta, casi al rape. Casi parecía
una persona completamente diferente, y llevaba una camisa de vestir y corbata con
unos pantalones de vestir negros.

Desde el día en el restaurante hacía tres meses cuando Edward y yo habíamos visto a
Jacob, escapar de él se había convertido en algo habitual para mí. Él parecía estar en
todas partes y siempre había sido amable, en su mayor parte. Nuestros encuentros
siempre eran básicamente de la misma manera, comenzaban con una broma, se
transformaban en una conversación educada, donde me felicitaba, y después él hacía
un comentario sobre Edward y yo expresaba mi descontento antes de ir por caminos
separados. Tenía un buen sentido del humor, y si no fuera por el hecho de que él y
Edward se odiaban mutuamente, casi podía verme siendo amiga de él.

“Queso Nacho” dijo, sonriendo. Lo miré con confusión. “¿Me sigues, Nacho, not yo’?
¿Not yo' queso, porque no es tuyo”. (N.T. Nacho y Not yo’ o Not yours, que en español es
‘No es tuyo’ tienen la misma pronunciación en inglés)

En el momento en que me hizo clic me reí tan fuerte que solté un bufido. Llevé mi mano
hasta taparme la boca, para no avergonzarme a mí misma, y casi dejo caer la soda en
el proceso.

“¡Wow!”, gritó Jacob, agarrándola antes de que se me escapara de los dedos. Lo cogió

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de mi mano y se aferró a él, sonriendo. “¿Así que te ha gustado?”

Asentí con la cabeza. “Sí. Aunque ha sido un poco, eh, cursi”, le dije. Él se echó a reír,
sacudiendo la cabeza y yo me reí también.

“No solo eres hermosa, sino que también tienes sentido del humor. Mi tipo de chica”,
dijo, no me sorprendió el cambio de tema ni el cumplido. Me sonrojé.

“Gracias”, le dije. “Veo que vienes muy elegante”, murmuré, sin saber qué decir. Bajó
la mirada y asintió con la cabeza.

“Sí, bueno, es la fiesta de graduación, por supuesto que estoy vestido para la ocasión”,
dijo, encogiéndose de hombros. Mis ojos se ensancharon con la sorpresa.

“¿Vas al baile?” Le pregunté. Él asintió con la cabeza. “Pero no vas a la escuela de


aquí.” Recordé que Edward me había dicho que tenía su propia escuela en la reserva.
Él arqueó las cejas inquisitivamente.

“Es cierto, pero tú tampoco lo haces y supongo que no vas como una reina de belleza
en estos momentos solo por el placer de hacerlo”, dijo. Me miré a mí misma y me
sonrojé, dándome cuenta de repente exactamente por qué todo el mundo me estaba
mirando cuando entré.

“Voy con mi novio”, murmuré. Él suspiró dramáticamente.

“Sí, bueno, tengo una cita también” dijo él, encogiéndose de hombros.

“¿En serio?” Le pregunté con curiosidad. Él sonrió y asintió con la cabeza.

“Sí, de verdad. Y no estés tan sorprendida. Puede que no sea un chico guapo como
Cullen, no puedo ser tan encantador como él, pero también puedo atraer mi porción
justa de damas,” dijo. ”Hablando de Cullen...”

“Ni siquiera empieces”, le dije rápidamente, interrumpiéndolo. Hizo una pausa, con las
manos a la defensiva.

“Hey, yo no iba a decir nada. Iba a decir que me sorprende que te esté dejando salir en
público sola,” dijo él, encogiéndose de hombros. Me miró fijamente durante un
momento.

“¿Por qué no iba a hacerlo? Puedo ir a una tienda yo sola”, le dije con vacilación. Me
miró, alzando la ceja interrogante.

“¿Puedes?” Me preguntó, con un poco de seriedad en la voz que empezó a alterar mis
nervios. “¿En serio?”

Asentí con la cabeza. “Por supuesto que puedo”, le dije, mirándolo con recelo. Mi
corazón empezaba a latir furiosamente en el pecho. No había manera de que pudiera

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conocer la verdad, Edward me hubiera advertido de antemano si había alguien más
por ahí que conocía mi verdadera naturaleza. Pero la forma en que me miraba, y la
forma en que había dicho esto, hizo que mis sospechas aumentaran.

“Es bueno saberlo”, dijo con indiferencia. ”Ya que puedes salir sola y todo eso, tienes
que venir a la reserva a visitarme.”

Mis ojos se estrecharon ligeramente con la invitación.” ¿Por qué estás tan interesado en
mí?” Le pregunté. Él se encogió de hombros.

“Pareces una buena chica, pensé que podríamos ser amigos. No hay nada malo en ser
amigos, ¿no?” Preguntó.

“¿Quieres ser mi amigo porque quieres llegar a conocerme? o ¿quieres ser mi amigo
porque sabes que le molesta a Edward?” Le pregunté. ”Porque no me conoces y yo no
puedo entender por qué siquiera te molestas, a menos que sea porque sabes que
hacerte mi amigo lo irritaría. No puedo evitar sentir como si estuvieras tratando de
usarme porque sientes rencor y quieres venganza, y no puedo ser amigo de alguien
que quiere hacer daño a Edward”

Solté las palabras sin siquiera comprender lo que estaba diciendo hasta que ya
habían pasado por mis labios y se quedaron en el aire entre nosotros. Me miró por un
momento. ”No soy una persona tan ruin”, dijo finalmente. Suspiré y sacudí la cabeza.

“¿Y cómo se supone que voy a saber eso?” Le pregunté, levantando la ceja
interrogante. Él se encogió de hombros.

“Solo deberías confiar en mí”, dijo. Me reí secamente.

“No puedo”, le dije. ”No puedo solo confiar en la gente.”

Me miró con curiosidad. "¿Pero confías en él?” Preguntó, con un poco de incredulidad
en su voz. Asentí con la cabeza, vacilante.

“Sí”, le dije. Puso los ojos en blanco y gimió. “Nada de lo que digas va a cambiar eso,
así que no pierdas el tiempo. Confío en Edward.”

Él levantó las manos defensivamente una vez más. ”Está bien. Eso no quiere decir que
no puedes confiar en mí, también, ya sabes.”

Le miré, un poco sorprendida por su expresión suplicante. Negué con la cabeza. “Yo,
eh... tengo irme. Edward está esperando... por la coca... así que, eh, sí.”

Le extendí la mano y agarré la soda que me dio y vaciló pero me dejó pasar. Di media
vuelta y empecé a alejarme, deteniéndome brevemente cuando dijo mi nombre.

“¿Isabella?” Dijo. Me volví a mirarlo y sonrió. ”Realmente te ves hermosa. Cullen puede

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ser un cabrón, pero es un cabrón con suerte.”

Le sonreí ligeramente. ”Gracias. Sin embargo, creo que soy yo la afortunada”. Me di la


vuelta y me alejé rápidamente, al oírle gemir con mi declaración y mascullar algo, pero
no me tomé el tiempo para preocuparme por lo que estaba diciendo. A mis ojos esa era
la verdad. Me sentía como si yo tuviera la suerte de tener a Edward.

Me acerqué a la caja registradora, tratando de ignorar las miradas extrañas que la


cajera me estaba dando. Era la misma chica que trabajaba normalmente, y de
inmediato me pregunté por qué no estaba preparándose para ir al baile, pero pensé
que no era mi lugar preguntar acerca de la vida de los extraños. Le entregué el dinero
y me dio mi cambio, resoplando y fulminándome con la mirada. Yo sonreí y aun así le
agradecí, deseándole buenas noches antes de agarrar los refrescos y salir. Me dirigí al
coche y lo abrí, poniendo refresco en el asiento trasero. Me subí en el coche, lo puse en
marcha y salí de la plaza de estacionamiento.

Volví a la casa de los Cullen, frunciendo el ceño cuando me detuve en la entrada y vi


un coche deportivo brillante en frente. Aparqué cerca de él y salí, agarrando el refresco
del asiento trasero. Pasé por delante del coche y me quedé mirándolo. No lo había visto
antes definitivamente y no tenía idea de quién era. Me dirigí hasta el porche y abrí la
puerta principal, oyendo inmediatamente un ruido en la cocina.

“¿Qué mierda te tomó tanto tiempo?” Preguntó la voz de Edward, sonando irritado.
Suspiré y cerré la puerta principal, sin molestarme siquiera en responderle. Estaba de
mal humor y nada de lo que pudiera decir en respuesta lo cambiaría. Todavía no sabía
sobre mis encuentros con Jacob Black, y parte de mí quería decírselo, sobre todo ahora.
Pero tenía miedo de su reacción y no quería que se metiera en problemas por
exagerado. Así que mantuve la boca cerrada, y probablemente fue un error porque
eran cosas que también le incumbían a él, pero yo no estaba segura de cómo tratar el
asunto con él.

Caminé a través del vestíbulo y me detuve en la puerta de la cocina, sorprendida al


verlo. Llevaba un traje negro con una camisa blanca y una corbata azul. Tenía el
cabello en un desorden perfecto y me di cuenta de que había hecho al menos un
intento de arreglarlo. Él estaba elegantemente vestido, pero parecía casual y relajado
como siempre. Miré hacia abajo y sonreí al ver que llevaba un par de zapatillas azul,
blanca y negra de Nike, que hacía juego con su atuendo. Eso era muy Edward.

Volvió la cabeza para mirarme y se congeló. Vi que sus ojos se abrieron un poco a
medida que recorría mi cuerpo y sentí el sonrojo llegando a mis mejillas. No había visto
mi vestido o nada, solo sabía que era de color azul y oro de acuerdo con Alice. Me
acerqué y me senté poniendo la soda sobre el mostrador, abriéndola y entregándole
una de las latas de Coca-Cola para él. La tomó con cuidado, sus ojos nunca me
abandonaron. Me quedé allí por un momento, su silencio me corroía, y la tensión
seguía creciendo en la habitación. No tenía ni idea de lo que estaba pensando, no

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podía decir por su expresión si era incluso bueno o malo. Simplemente estaba
boquiabierto ante mí.

Me volví después de un momento e iba a salir de la habitación, ganándome finalmente


los nervios, pero Edward alargó la mano y agarró mi brazo para detenerme. Hice una
pausa y me volví para mirarlo y vi en la comisura de sus labios aparecer una pequeña
sonrisa.

“La mía bella ragazza”, murmuró, soltando mi brazo. Extendió la mano y pasó el dorso
de sus dedos por mi mejilla. “Estás impresionante” me ruboricé profundamente y
sonreí.

“Gracias”, le dije. ”Te ves guapo”.

Su sonrisa se hizo más amplia y vi que sus ojos parpadeaban brevemente hasta mis
labios. Vaciló, pero se inclinó lentamente hacia delante, presionando sus labios contra
los míos. Gemí suavemente y me besó dulcemente, su lengua corriendo suavemente
sobre mis labios. Yo los separé, esperándolo para profundizar el beso, pero no lo hizo.
Se retiró después de un momento y con su dedo índice trazo mi labio inferior.

“No quiero estropear el maquillaje antes de que puedas mostrarlo” dijo, sonriendo.
Sonreí y asentí con la cabeza, tratando de ignorar el dolor que sentía cuando él se
retraía. Se había convertido en casi una ocurrencia común en las últimas semanas,
otra consecuencia de su temperamento reciente.

Parecía contenerse. Me había tocado un par de veces y yo a él, pero que no habíamos
tenido relaciones desde hacía tiempo, desde antes del incidente. Se quejaba muchas
veces de que su brazo le impedía ser capaz de dar placer, y me pregunté si eso era
parte de por qué estaba siempre tan irritable, pero parecía casi no querer besarme o
tener intimidad conmigo y no entendía por qué.

Se volvió de espaldas y llenó un vaso con hielo, abriendo la lata de soda. Dudé, pero
salí después de un momento, dirigiéndome a la sala de estar. No estaba segura de qué
hacer, así que me senté con cautela en el sofá, cruzando las manos sobre el regazo.
Edward entró en la habitación después de un minuto y se acercó donde yo estaba
sentada. Se sentó, puso su vaso sobre la mesa y se deslizó en el pequeño espacio
delante de mí, sentándose en la mesa frente a mí. Metió la mano en el bolsillo y sacó
una caja negra larga pero delgada.

“Tengo algo para ti,” dijo en voz baja. Mis ojos se abrieron con sorpresa cuando abrió
la caja y sacó un collar de oro. Puso la caja sobre la mesa junto a él. “Date la vuelta y
levanta tu pelo, así te lo puedo poner.”

Hice lo que me pidió, moviendo mi cuerpo hacia un lado y apartando mi cabello para
que no estorbara. Puso el collar en mi cuello, batallando un poco y maldiciendo porque
su mano en mal estado no se lo ponía fácil. Por fin lo consiguió y dejé caer mi cabello,

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volviéndome hacia él. Llevé mi mano al collar y acaricié el pequeño colgante de color
azul y blanco, un amuleto de oro.

“Wow, es hermoso”, murmuré, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas, el gesto
abrumador y mis emociones estaban fuera de control. Las contuve, no quería llorar y
arruinar mi maquillaje.

“Sí, el colgante es el hamsa y los colores son contra el mal de ojo. La gente cree que da
protección contra el mal. Se supone que trae energía positiva y felicidad, o lo que sea.
Yo no soy muy religioso o supersticioso, pero me puse a buscar algo para ti y el hombre
de la tienda dijo que la gente usa estos para garantizar que los sentimientos negativos
de otras personas hacia ellos no les causan ningún daño. Pensé que después de toda
la mierda que has pasado, podría utilizar un poco de protección”, dijo. Lo miré
sorprendida, aturdida por lo mucho que le había dedicado a comprar este regalo.

“Gracias”, le dije. Él asintió con la cabeza.

“De nada”, dijo él, agachándose y agarrando su vaso de soda. Tomó un trago y en el
momento de que mi emoción pasó me di cuenta de que tenía licor en ella. Vi como él
prácticamente se lo bebió de un trago. ”Tengo que coger algunas cosas. Todo el
mundo debería estar aquí pronto para fotos o lo que sea.”

Asentí con la cabeza. “Está bien”, le dije. Se inclinó y me besó en los labios
rápidamente, un beso casto e inocente y pude saborear el fuerte licor en los labios. Se
levantó y salió de la habitación, en dirección a las escaleras. Me senté en silencio por
un momento antes de que la puerta principal se abriera y se cerrara, oí pasos en mi
dirección. Levanté la vista y vi al doctor Cullen entrando, sus pasos vacilaron cuando
me vio. Me miró por un momento con una expresión de sorpresa en su rostro.

“Buenas noches, señor”, murmuré con nerviosismo. Él sonrió suavemente, asintiendo.

“Buenas noches, Isabella. Te ves bien “, dijo.

“Eh, gracias,” dije, un poco sorprendida por el cumplido. Él asintió con la cabeza en
respuesta y me miró, su mirada me incomodó. Oí pasos en la escalera después de un
momento y dejé escapar un suspiro de alivio porque Edward regresaba. Se acercó
hacia nosotros, deteniéndose al lado de su padre.

“Hola, hijo” dijo el doctor Cullen. Edward asintió con la cabeza en señal de saludo.
“Ese de ahí fuera es un buen coche.”

Edward sonrió. “Sí. Y no te preocupes, acabo de alquilar esa mierda, no lo he


comprado. Te daré el dinero el mes que viene.”

El doctor Cullen suspiró. “El dinero no importa. Solo ten cuidado al conducir esta
noche, sobre todo si vas a beber.”

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Edward se rió secamente. ”Es un poco tarde para empezar a preocuparse por mi puta
seguridad ahora, papá. Seré un adulto en un mes.”

El doctor Cullen negó con la cabeza. ”Siempre me he preocupado por tu seguridad. Es


mi prioridad número uno.”

“Joder, si no me lo dices no me hubiera dado cuenta”, murmuró Edward.

Un tenso silencio cayó sobre el cuarto y mire a su alrededor, preguntándome por qué
las cosas parecían tan tensas entre ellos. Edward suspiró exasperado después de un
momento y se volvió, alejándose.

“Rompiballe*”, musitó el doctor Cullen, sacudiendo la cabeza.

“He oído esa mierda, pendejo”, gritó Edward desde el vestíbulo.

La puerta principal se abrió después de un momento e inmediatamente oí múltiples


voces. El doctor Cullen se dio la vuelta hacia el vestíbulo, sonriendo. Alice y Rosalie
aparecieron después de un segundo y saludaron al doctor Cullen, y en cuestión de
momentos Jasper y Emmett entraron.

“Maldita sea, ¿quién demonios eres tú y qué pasó con Izzy Bizzy?” Dijo Emmett,
mirándome y sonriendo ampliamente. Le miré con confusión, preguntándome qué
quería decir con eso, y él se echó a reír. ”Te ves hermosa hermanita, realmente
hermosa”.

Le sonreí y me sonrojé, lo que hizo reír a Emmett aún más. Había empezado a
llamarme hermanita con frecuencia en las últimas semanas, las primeras veces me
sorprendió. Era tan extraño ser visto por alguien casi como de la familia, parte de mí
sentía como si estuviera traicionando a mi madre por ser realmente feliz. Ella era mi
única familia verdadera y no tenía a nadie ahora.

“No sé de qué demonios estás hablando” dijo Edward, entrando en la habitación y


chocando intencionalmente con Emmett. ”Mi chica siempre ha sido hermosa. Eso no es
nada nuevo”.

Mi rubor se intensificó y él sonrió. Nuevamente llevaba una copa llena y se tomó la


mitad de un trago. “Lo que sea, ella se ve bien”, dijo Rosalie con fastidio.” ¿Podemos
hacer esta mierda? Me gustaría comer e ir al baile en algún momento esta noche.”

Edward se encogió de hombros. ”Por mí está bien. Estoy listo para terminar con esta
mierda de una vez“. Fruncí el ceño, mirando a Edward mientras él se empinaba su
bebida, terminándosela rápidamente. Se estremeció y se acercó dónde yo estaba,
poniendo el vaso sobre la mesa. Me agarró la mano, levantándome del sofá. “Vamos,
tesoro”.

Entrelazó nuestros dedos y comenzó a guiarme a través de la habitación y se detuvo al

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lado de su padre. Volvió la cabeza para mirarme con curiosidad. “¿Dónde está la
cámara?” Preguntó.

“Eh, en el mueble” le dije, haciendo un gesto con la cabeza hacia el lugar donde
estaban los DVD´s. Él asintió con la cabeza.

“Coge la cámara de ella, también”, dijo, volviéndose para mirar a su padre. El doctor
Cullen asintió y Edward comenzó a tirar de mí hacia la puerta una vez más. Salimos y
seguimos a los demás. Me detuve justo frente a la casa y Edward vaciló antes de
mascullar una maldición en voz baja y soltarme la mano. Se acercó y abrió la puerta
del coche deportivo, mirando el interior y sacando un recipiente de plástico. Él sacó
algo y lo observo con curiosidad mientras tiraba el recipiente de plástico en el asiento
trasero. Cerró la puerta del coche y echó a andar hacia mí, sosteniendo lo que
parecían ser pequeñas flores.

“Déjame ver tu mano, cariño”, dijo. Levanté mi mano y él lo deslizó a mi muñeca. Era
bonito, unas flores de un color blanco dorado. Miré a Alice y Rosalie y vi que tenían
algo parecido en sus muñecas y me di cuenta de que era algún tipo de tradición de
baile o algo así.

“Gracias” dije en voz baja. Edward asintió con la cabeza.

“No hay de qué”, murmuró. El doctor Cullen nos instruyó para alinearnos y posar y
Edward envolvió sus brazos alrededor de mí, acercándome mucho a él. Olía increíble y
aspiré profundamente, conteniendo su rico aroma. Él inclinó la cabeza hacia abajo y
me dio un suave beso en el hombro.

“Tu padre está mirando, ¿sabes?” Le dije en voz baja, sonrojándome. Él ya no se


detenía de mostrar su afecto frente a su padre, pero todavía se sentía extraño para mí,
así que siempre trataba de recordárselo. Aunque no le importaba, como de costumbre,
simplemente se encogió de hombros.

“Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mía,” murmuró en voz baja después de un
momento, recitando el verso de la poesía italiana de Dante, el mismo poema que había
recitado cuando hicimos el amor por primera vez. Piel de gallina apareció por toda mi
piel expuesta y sonreí. A pesar de su actitud, él todavía podía ser bastante encantador
cuando quería serlo y me recordaba exactamente por qué lo quería tanto.

El doctor Cullen sacó un montón de fotos con diferentes cámaras, tomando tantas fotos
que ya todo el mundo, aparte de Alice y yo, había empezado a gemir con irritación. Por
último, declaró que había terminado, a lo que Edward murmuró, "Gracias al Señor de
mierda”, y todos partimos hacia nuestros vehículos. Edward sacó un juego de llaves de
su bolsillo y abrió la puerta del lado del pasajero en el coche deportivo brillante,
abriéndolo.

“¿Te gusta el coche?” Me preguntó. Le sonreí y asentí con la cabeza.

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“Sí, es... lindo”, le dije.

“Sí. Es un Aston Martin Vanquish, un coche de puta madre. Siempre he querido uno, y
me tú me diste una excusa para tomar prestado uno. Me siento como el puñetero James
Bond conduciendo este hijo de puta”, dijo.

“¿James Bond?” Pregunté, sin saber quién era. Me miró con sorpresa.

“Sí, ya sabes, ¿007? ¿El espía agente secreto?” Dijo. Yo negué con la cabeza vacilante
y suspiró. ”No importa, es solo una película. El conducía uno de estos.”

Asentí con la cabeza. “Lo siento,” murmuré, sintiéndome estúpida por no saber. Él se
encogió de hombros.

“Dije que no importa”, dijo, haciendo un gesto hacia la puerta abierta del coche. Le di
una pequeña sonrisa y me metí dentro, poniéndome el cinturón de seguridad mientras
cerraba la puerta. Dio la vuelta hacia el otro lado y se subió, arrancando el coche.

El trayecto a Port Ángeles fue tranquilo aunque mis nervios estaban desbocados.
Después de unos treinta minutos no pude seguir más en silencio y traté de conversar,
con la esperanza de sacarlo de cualquier bajón en el que se encontrara. “Es un coche
muy bonito”, le dije, pensando que era un buen tema para empezar ya que dijo que le
gustaba mucho. “¿No puedes conseguir uno de estos en lugar del tuyo?”

Él se rió, el sonido no del todo feliz o alegre. Había un tono burlón que me dolió un
poco. “No, Isabella, no puedo. Esto cuesta como seis veces más que mi Volvo, no hay
manera de que mi padre gaste más de un cuarto de millón de dólares por un coche. Lo
único en lo que gastaría tanto es en una casa”, dijo. Hizo una pausa, moviendo la
cabeza. “O en ti, supongo. Gastó más en ti.”

Sus palabras me golpearon duro, y me di cuenta que no lo decía con intención de


ofenderme pero no por ello dolía menos. “Y sí, creo que se trata de un" bonito "coche, si
se puede llamar a un coche así”, dijo en tono de broma, riéndose entre dientes. “Joder,
por lo menos no solo dijiste que era plateado.”

Aparté la mirada de él y miré por la ventana, mordiéndome el labio inferior con


nerviosismo. No hablé el resto del camino, por temor a avergonzarme. Era ridículo,
porque no debería tener que frenarme con Edward. Era amable y paciente y
comprensivo y cariñoso, no me juzgaba o se burlaba de mí. Pero a pesar del hecho de
que yo seguía creyendo en su amor, lo demás se sentía incompleto por el momento.

Llegamos al restaurante y Edward estacionó en la parte trasera, lejos de todos los


demás. Aparcó el coche de lado, ocupando más de un lugar para que nadie pudiera
aparcar cerca de él, y salió. Dio la vuelta y me abrió la puerta, sosteniendo su mano
hacia mí. La tomé y entrelazó nuestros dedos, cerrando la puerta del coche. Me
condujo al interior, donde sus hermanos y sus novias ya estaban esperando, y nos

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llevaron a una mesa en la parte trasera.

Edward sacó una silla y asintió con la cabeza hacia ella, haciendo un gesto para que
me sentara. Hice lo que me pidió y él empujó mi silla hacia adelante, sentándose a mi
lado.

Pedimos nuestra comida y bebidas, las que llegaron en seguida. Edward metió la
mano en su bolsillo y sacó un pequeño recipiente de metal, abriéndolo y vertiendo un
poco de lo que había dentro en su refresco. Todos estábamos charlando
tranquilamente mientras comíamos, la felicidad y emoción por suerte ahogaban la
actitud de Edward en su mayor parte. Aunque de vez en cuando decía algo que me
molestaba, pero alguien hacía otro comentario para aligerar las cosas de nuevo. No
me gustaba este lado de Edward y era una parte de él de la que no conocía muy bien.
Me pregunté si era la forma en que solía ser, si era la actitud que siempre había tenido
antes de que yo llegara, de la que había oído hablar a la gente.

En un momento la camarera se acercó para asegurarse de que todos teníamos todo lo


que necesitábamos y era muy evidente el coqueteo con Edward. Él la ignoró, como
solía hacer cuando las chicas querían coquetear con él, y cuando ella se alejó, Rose
gimió en voz alta.

“Odio a las busconas”, dijo ella, sacudiendo la cabeza. ”Puede ver claramente a tu
novia sentada a tu lado. ¿Tiene un poco de maldita dignidad?”

Sonreí ligeramente y Edward se rió. “Perras, No puedo evitarlo, Rose. Quiero decir,
¿puedes culparla? Mírame,” dijo Edward, encogiéndose de hombros. Alice suspiró
ruidosamente y Rosalie volvió a gemir.

“¿Qué diablos te pasa?” Replicó Rosalie, molesta.

Edward frunció el ceño. “¿De qué estás hablando?” Preguntó, irritado.

“Tu actitud, eso es. Es una lástima, casi me empezaste a agradar por un tiempo” dijo.
Los ojos de Edward se entrecerraron.

“Sí, bueno, tú nunca me gustaste ni una mierda”, espetó Edward, su temperamento


enardeciéndose. Me tensé un poco por la hostilidad y miré alrededor de la mesa, todos
los demás viéndose igual de infelices e incómodos.

“Eres un puto gilipollas Cullen”, dijo Rosalie, sacudiendo la cabeza.

“Eso es lo que dice la perra más grande que he conocido, y he conocido a algunas
grandes putas perras”, espetó Edward de vuelta. Los ojos de Rosalie se estrecharon, su
propia ira enardeciéndose. Emmett golpeó la mesa con fuerza, haciéndome saltar.

“¡Basta, ustedes dos!” Dijo seriamente. “Rose, nena, tú sabes mejor que nadie que no
hay que empezar a discutir en público con él. Y Edward, no sé qué diablos es tu

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problema, pero tienes que averiguarlo y resolverlo porque te juro por Dios que estoy
jodidamente cerca de darte golpearte en la maldita nariz y noquear tu culo.“

Edward frunció el ceño, la ira todavía evidente en su rostro mientras miraba furioso a
su hermano. “¿Qué demonios he hecho?” Preguntó. Emmett sacudió la cabeza.

“¿En serio no te das cuenta de lo que haces? Estás empezando a actuar cada vez más
como el de antes, ese pendejo que eras antes de que Isabella llegara, y ese es un
cabrón que no tengo ningún deseo de ver de nuevo”, dijo Emmett.

Los ojos de Edward se entrecerraron. “No lo soy”, espetó.

“Sí, lo eres”, espetó Emmett de nuevo. “Y te lo estoy diciendo en este maldito momento,
hermanito, si no resuelves esa mierda voy a joderte. Si le haces daño, haré que lo
lamentes. Ella se merece algo mejor que esta mierda, ella merece algo mejor que la
forma en que la estás tratando últimamente.”

Me senté en silencio, mirando con recelo como Edward con el ceño fruncido miraba a
su hermano con confusión. La tensión en la mesa era densa y empecé a sentir un poco
de pánico, sintiendo náuseas y no muy cómoda. “Yo, eh... necesito ir al baño”,
murmuré, poniéndome de pie rápidamente y mirando a mi alrededor. Alice se puso de
pie rápidamente, diciendo que iría conmigo y le di las gracias. Nos alejamos de la
mesa antes que alguien pudiera hacer algún comentario y Alice me mostró dónde
estaba el baño, diciéndome que me esperaría fuera. Le di las gracias de nuevo y entré,
dando un suspiro de alivio una vez que estuve sola detrás de la puerta cerrada.

Me quedé dentro durante unos minutos, solo para calmarme. No quería que Alice
empezara a preocuparse por mí así que después de un rato abrí la puerta y volví a salir
del cuarto de baño, pero me congelé cuando en vez de Alice me encontré cara a cara
con Edward. Tenía el ceño fruncido, luciendo arrepentido.

“¿Podemos hablar, tesoro?” Preguntó en voz baja. Asentí con la cabeza tímidamente y
me tendió la mano. La tomé con cuidado y empezó a guiarme hacia la salida. Eché un
vistazo a nuestra mesa rápidamente y vi que los otros cuatro estaban charlando. Llamé
la atención de Jasper y él sonrió con tristeza, dándome un pequeño saludo. Se lo
devolví y me di la vuelta, dirigiéndome fuera con Edward.

Caminamos y nos metimos en el coche, Edward puso la llave en el contacto, pero no lo


puso en marcha. ”No me había dado cuenta que estaba siendo un pendejo contigo”,
dijo en voz baja después de un momento de silencio.

“Está bien”, le dije. Él negó con la cabeza.

“No, no lo está. Quiero decir, esa mierda no ha sido a propósito, pero aun así, no debo
actuar de esa forma contigo. Emmett tiene razón, te mereces algo mejor que mi actitud.
Tengo un montón de mierda en mi mente y estoy estresado pero nada es por tu culpa”,

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dijo.

“¿Quieres hablar de ello?” Le pregunté. Me miró. “Todo lo que te molesta, ¿quieres


hablar de eso?”

Suspiró y trató de pasarse la mano por el pelo, gimiendo cuando no tuvo éxito. “En
realidad no, y eso probablemente me hace el pendejo más grande. Pero yo solo...“
Comenzó, haciendo una pausa. “¿Podemos empezar esta mierda otra vez? Es la fiesta
de graduación, se supone que debo tratarte como a una princesa y no he sido más que
un culo contigo. Por fin tienes la oportunidad de experimentar una mierda adolescente
normal y la estoy jodiendo para ti. Quiero decir, Cristo, Bella. Te ves jodidamente
hermosa. Debería estar arrastrándome a tus pies, dándote las gracias por darme
siquiera mirarme después de la mierda que has tenido que pasar. No deberías
amarme, con toda franqueza, pero lo haces y no sabes lo jodidamente agradecido que
estoy por eso, lo mucho que aprecio tenerte en mi vida. Y sé que no siempre actúo así,
pero siempre me siento de esa manera.”

Le miré con sorpresa. “Me alegro de tenerte en mi vida también”, le dije. Él me dio una
suave sonrisa.

“Excelente”, dijo, titubeó pero extendió su mano y pasó su dedo índice sobre mis labios.

Se inclinó después de un segundo y me besó con suavidad, con dulzura, con su lengua
encontrándose con la mía. Se retiró después de un momento y nos sentamos en el
coche durante un rato, hablando de cosas. Él estaba continuamente pidiendo disculpas
por cómo había estado actuando, y yo todavía no estaba segura de por qué, pero me
sentí agradecida de que por lo menos se había dado cuenta. La oscuridad cayó sobre
nosotros y echó un vistazo a su reloj después de un rato, entrecerrando los ojos en la
oscuridad para leerlo.

“¿Estás lista para ir a este baile?” Preguntó. Suspiré y asentí con vacilación.

“Claro”, murmuré, tratando de verme valiente, a pesar de que mi ansiedad iba en


aumento ahora que el momento se acercaba. Edward puso en marcha el coche y me
puse el cinturón de seguridad.

“Y lo siento por las Nike”, dijo después de un momento cuando empezó a alejarse del
restaurante. Mi ceño se frunció.

“¿Qué pasa con ellas?” Le pregunté con confusión, sin saber por qué se disculpaba
conmigo.

Él suspiró. “Alice me regañó por ir al baile con unas Nike, dijo que era de mal gusto y
que daba la impresión de que no me importaba el baile. Pero realmente, estoy contento
de ir contigo y toda esa mierda, pero yo realmente amo mis jodidas Nike.”

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Sonreí. “A mí también me gustan las Nike”, le dije, encogiéndome de hombros. Él me
miró y sonrió, la primera sonrisa genuina de verdad que le había visto en toda la
noche, y se acercó. Puso su mano con el yeso en mi pierna, frotando suavemente con
sus dedos libres.

Después de eso el viaje hacia Forks fue relajado, pero cuando él se detuvo en la
escuela, mis nervios habían vuelto con toda su fuerza. Había coches por todas partes,
el lugar estaba lleno. Edward estacionó el coche en la parte trasera, lejos de todos los
demás, y me ayudó a salir. Me agarró la mano y entrelazó nuestros dedos, apretando
suavemente. “Relájate amore. Estás conmigo”, dijo sonriendo. Sonreí en respuesta,
asintiendo con la cabeza, sus palabras me tranquilizaron un poco, pero no del todo
como para acallar mis nervios.

Nos dirigimos hacia la entrada y Edward metió la mano en su bolsillo y sacó lo que
supongo eran nuestras entradas. Entramos y me congelé, mis pasos vacilaron cuando
vi que todo estaba decorado en tonos dorados, luces brillantes y guirnaldas en todas
partes. Miré a mí alrededor, casi aturdida, completamente hipnotizada. Oí la voz de
Edward, pero no registré, por un momento, que él me estaba llamando. Miré en su
dirección y vi que me observaba con cautela, con una pequeña sonrisa en sus labios.
“Es tan bonito”, susurré.

Él se rio entre dientes. “Ven, vamos a tomarnos la foto”, dijo. Mis ojos se abrieron con
sorpresa.

“¿Más fotos?”, le pregunté. Él sonrió y asintió con la cabeza.

“Sí, todavía tenemos que tomar la foto real, la oficial”, dijo.

“Oh”, murmuré. Él tiró de mi mano y yo lo seguí, aferrándome a él con fuerza. Nos llevó
a través de la multitud. Podía sentir los ojos en mí, el pelo de la nuca se me erizó
cuando la gente nos miraba, pero traté de ignorarlo y centrarme en Edward. La gente
lo recibió como lo hicieron las otras veces que lo había visto en una multitud, casi como
si tuviera algún tipo de estatus de celebridad. Me recordó a las palabras de Rose sobre
cómo la gente veía a Edward, cómo todos ellos bien quería estar con él o ser él, y pude
verlo al observar la forma en que interactuaban con él.

Llegamos donde estaba el fotógrafo y esperamos en la corta fila, que avanzaba


rápidamente. Me llevó al escenario y el fotógrafo comenzó a cuidar que todo estuviera
perfecto, tratando de posicionarnos correctamente. Empezó a molestar a Edward
después de un momento y gruñó. “Solo toma la puta foto, hombre”. Los ojos del
fotógrafo se abrieron con sorpresa y tomó la fotografía rápidamente sin decir palabra.
Miré a Edward y se rió entre dientes. Me agarró la mano y me apartó, sonriendo.
“Vamos a bailar, nena.”

Mi corazón empezó a golpear salvajemente ante la mención del baile. “Yo...” comencé

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a decir, con un poco de pánico y mirando a mi alrededor a la gente en la pista de baile.
Había un poco de música rap y otra que no reconocí y vi a la gente frotándose unos
contra los otros y esas cosas. No tenía ni idea de lo que se suponía que debía hacer.

“Relájate, es fácil. Si estas perras lerdas de por aquí tienen suficientes células
cerebrales para hacerlo, serás una campeona en esta mierda. Con tu coordinación de
mierda y todo”, dijo en tono de broma. Sonreí ligeramente y me puso delante de él, con
las manos en las caderas, dirigiéndome hacia la pista de baile. Se paró en el borde y
la canción se detuvo y comenzó otra. “Joder, sí, ¿ves? El momento perfecto. Es mi
canción para ti”.

Mi ceño se frunció y me atrajo hacia él con fuerza, puso sus manos en mis caderas.
Comenzó a balancearnos al compás de la música, agachando su cabeza con sus
labios justo en mi oído. Comenzó a cantar suavemente la canción en mi oído, el sonido
de su voz y la sensación de su cuerpo me relajaron, me puso la piel de gallina y un
hormigueo atravesó mi cuerpo. Después de un momento cantó una línea: 'Todo lo que
necesito en esta vida de pecado, soy yo y mi novia´ y finalmente la reconocí como la
canción que Edward tenía en su teléfono para que sonara con cuando yo lo llamara.

Edward movió mis caderas al ritmo de la canción, sujetándome y guiándome hasta que
empecé a seguir su cadencia. Fui capaz de mantener el ritmo y entonces me soltó un
poco. “Ves, tesoro, te lo dije. Un puñetero pan comido.”

Le sonreí, ruborizándome. Aún podía sentir los ojos mirándonos pero el calor de
Edward detrás de mí me hizo sentir segura, su presencia me decía que todo iba a estar
bien. Bailamos un par de canciones más antes de que me preguntara si quería un poco
de ponche. Asentí con la cabeza, me agarró de la mano, alejándome de la pista de
baile y hacia una mesa de alimentos y bebidas. Cogió dos vasos de plástico pequeños
y sirvió ponche en ellos, mirando a su alrededor brevemente antes de buscar en su
bolsillo para coger su pequeño recipiente de metal. Lo abrió y vertió un poco en la
primera copa y vaciló un instante antes de verter un poco en la otra. La cerró y se lo
guardó en el bolsillo, agarrando los vasos y entregándome uno a mí. Lo mire con recelo
y se rió. “No es un baile sin Grey Goose. Estoy bastante seguro de que te lo he dicho
antes, todo es mejor con un poco de vodka.”

Sonreí y atraje la copa a la nariz, olfateando brevemente antes de tomar un sorbo. No


estaba muy fuerte y apenas pude notar el alcohol. Me encogí de hombros y lo bebí de
un trago, lo que hizo reír a Edward. “Esa es mi chica”, dijo, levantando su vaso y
tomándoselo de un trago también. Los volvió a llenar y bebí otro vaso de ponche con
vodka, y por un segundo, cuando terminé, pude sentir el hormigueo y el calor
extendiéndose por todo mi cuerpo, relajando cada centímetro de mí.

Edward volvió a llenar nuestras copas una vez más y me llevó por ahí, mezclándonos
con la gente. Vi algunas chicas que me miraban mal y deliberadamente trataron de
coquetear con Edward delante de mí, pero él no les hizo caso y las rechazó. Siempre

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estuvo pegado a mí en todo momento y me presentó a los extraños como su novia, y un
par de veces se refirió a mí como el amor de su vida. Fue impresionante escucharlo, el
sonido iba directamente a mi corazón que latía frenéticamente y encendía un fuego en
mi interior. Rosalie tenía razón. Esto era diferente. Él se estaba presentando esta noche
realmente, ante todo el mundo, como un hombre que ama a su mujer.

Estábamos de pie a un lado y Edward estaba hablando con uno de sus compañeros
del equipo de fútbol sobre su muñeca y el campo de fútbol cuando vi a Jacob Black por
el rabillo del ojo. Volví la cabeza y se quedó inmóvil, con los ojos en shock cuando vi
que la chica de pelo rojo que se aferraba a su brazo era Tanya. Miró alrededor de la
habitación brevemente, sus ojos cayendo sobre mí. Me miró por un momento y volví la
cabeza, mirando hacia atrás a Edward. No estaba segura de cómo iba a tomar la
presencia de Jacob, en especial que estuviera con una de las chicas con las que él
había intimado.

Bailamos un poco más y estuvimos charlando con Ben cuando todo el ponche que bebí
hizo efecto en mí. Le dije a Edward que iba al baño y asintió con la cabeza, diciéndome
que me diera prisa en volver. Yo le dije que lo haría y me acercó, para besar mis labios
rápidamente. Me dirigí hacia los baños, sintiéndose un poco incómoda porque Edward
había estado a mi lado toda la noche, pero no era como si pudiera venir al baño
conmigo. Era ridículo de todos modos, no tenía por qué estar cuidándome siempre.
Ahora ya estaba acostumbrada a salir en público, a estar rodeada de gente. Podía
manejarlo.

Utilicé el baño y estaba lavándome las manos cuando escuché la puerta abrirse y
cerrarse detrás de mí, y unas voces femeninas llegaron hasta mí. Levanté la vista y
sentí la tensión de inmediato, reconociendo a Tanya y a esa chica Lauren a la que le
había dicho algunas cosas malas en la fiesta. Aparté la vista de ellas rápidamente,
mirando hacia abajo en el lavabo y enfocando la atención en mis manos. Estaban
empezando a temblar, mi corazón latía furiosamente en el pecho. No había forma de
que pudiera salir caminado sin pasar cerca de ellas, ya que estaban junto a la puerta
charlando. Podía sentir sus ojos en mí y pude sentir su hostilidad, la tensión crecía en el
baño con su presencia. Sentía como si fueran perros rabiosos, capaces de sentir mi
miedo y estaban a la espera de atacarme, burlándose de mí.

Me di cuenta de que no estaban pensando en irse o en moverse de allí, y después de


un momento que escuché que una de ellas dijo 'Edward Cullen', me di cuenta de que lo
estaban haciendo a propósito y no había nada que pudiera hacer para detenerlo, y
cuanto más tiempo permanecía allí, más evidente iba a ser mi miedo para ellas. Me
habían maltratado y torturado hombres adultos; así que niñas adolescentes no
deberían asustarme. No era como si realmente pudieran hacerme daño, teniendo en
cuenta que estábamos en público. Tenía solo que entenderlo y mostrar valentía.

“Yo no sé lo que le pasa, tiene que haber algún tipo de apuesta o algo así, no hay

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forma de que salga con esa basura por voluntad propia”, dijo una de las chicas,
Lauren por lo que pude deducir. Las palabras dolieron, mis inseguridades
intensificándose. Me tragué el nudo en la garganta y cerré el agua, agarrando una
toalla de papel.

“Puedo decir exactamente lo que le pasa. Tiene una puta al alcance de su mano, ¿qué
adolescente no mataría por eso? Eso es todo lo que es, una conveniencia “, se burló
Tanya. Me sequé las manos, mordiéndome el labio inferior nerviosamente, respirando
profundamente y tratando de hacer desaparecer las náuseas que sentía.

“Pero aun así, es sencillamente asqueroso. Joder, ella ni siquiera es linda”, replicó
Lauren. Tiré la toalla de papel y me di la vuelta, dando unos pasos en su dirección.

“Disculpen”, murmuré, rogando en silencio que se apartaran de mi camino y me


dejaran pasar sin ningún problema, pero cuando ninguna de ellas se movió un
centímetro me di cuenta de mis ruegos eran inútiles. “Me gustaría irme”.

Tanya se rió cruelmente. “Nos gustaría que te fueras también.”

Mi ceño se frunció y la miré. Lauren se rió, era un sonido chillón. “Sí, que te vayas de la
ciudad y dejes a Edward en paz. Tú no tienes nada que sea lo suficientemente bueno
para él “.

Suspiré. “Yo...” comencé, sin saber qué decir. Miré y vi que ellas tenían una sonrisa en
sus labios, obviamente disfrutando de mi malestar. Mis ojos se posaron en Tanya y en
ese momento algo pareció hacer clic. La forma en que me miraba, la forma en que
estaba sonriendo y burlándose, obteniendo placer de mi disgusto... me recordó a Jane.
Me recordó a todas esas veces que me pateaba una y otra vez y me dolía y se burlaba
de mí y no hubo nada que pudiera hacer al respecto. Tuve que quedarme allí
recibiéndolo todo, soportándolo. Pero ahora... no tenía por qué soportar nada.

“Dije disculpen”, dije con firmeza, dando otro paso hacia adelante. Tanya no se movió
de mi camino y me encontré frente a ella, mi hombro golpeándola y empujándola fuera
del camino. Me acerqué y cogí la puerta, abriéndola para salir.

“Eres una perra”, dijo la voz de Tanya detrás de mí. Sentí que una mano agarraba mi
hombro y me alejé rápidamente, abriendo la puerta. Tanya salió del cuarto de baño
detrás de mí y me di la vuelta, al ver la ira en su rostro. Tenía la mano hecha un puño y
mi corazón comenzó a latir furiosamente, sabía que ella estaba a punto de pegarme.
Tiró su brazo hacia atrás y me estremecí involuntariamente, cerrando los ojos y
poniendo mis manos en alto, esperando el impacto. Sentí unos brazos agarrándome
por detrás y apartándome, al principio me imaginé que sería Edward, pero después de
un segundo algo volvió a hacer clic en mi cerebro diciéndome que el olor no era el
adecuado. No era soleado y dulce como la miel. Era almizclado, como el pino y los
árboles y la naturaleza. Abrí los ojos rápidamente, tensándome con sorpresa cuando

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me di cuenta de que era Jacob Black.

Agarró el brazo de Tanya, deteniéndola. “Whoa, Laila Ali, pon atención con dónde
pones esa cosa”, dijo Jacob, apretándole la mano. Ella se apartó de Jacob,
entrecerrando los ojos.

“¿Cómo demonios me has llamado?” Dijo ella. Jacob suspiró, sacudiendo la cabeza.

“Laila Ali,” repitió Jacob.

“¿Qué diablos es eso?” Preguntó con enojo. Jacob gruñó con irritación.

“Es una mujer boxeadora” dije en voz baja. ”La hija de Muhammad Ali.” Tanya me
miró.

“¿Por qué estás hablándome?” Me espetó, dando un paso hacia mí. “Nadie te hizo una
jodida pregunta.”

“Ey basta,” dijo Jacob, tratando de ponerse entre nosotras, pero no fue lo
suficientemente rápido en ese momento.

Ella alargó la mano y trató de golpearme, pero yo moví mi cabeza hacia atrás
rápidamente. Su mano golpeó mi collar, agarrándolo y tirando de él. Sus uñas se
hundieron en mi carne e hice una mueca mientras me lo arrancaba. Ella lo tiró al suelo
y Jacob se agachó para cogerlo, pero se detuvo de repente por una figura de color rojo
que apareció de la nada entre ellos. Parpadeé por la confusión y me di cuenta de que
era Rosalie que había empujado a Tanya hacia atrás.

“¿Estás bien, gatita?” Dijo Emmett detrás de mí. Di un salto, sobresaltada por su
presencia, y volví mi cabeza para mirarlo. Asentí.

“Sí, estoy bien”, dije frotando mi cuello.

“Bien”, dijo él, dándome una pequeña sonrisa. Miró a Jacob y asintió con la cabeza.
”Gracias por ayudar a Izzy Bizzy, hombre.”

“Sí,” masculló Jacob. ”Siempre que lo necesite”.

Rosalie estaba despotricando contra Tanya mientras la tenía arrinconada y presionada


contra la pared. Emmett caminó hacia ella y envolvió sus brazos a su alrededor,
diciéndole que se calmara y la dejara ir. Rosalie bufó y se dejó que Emmett la
apartara, fulminando a Tanya con la mirada. Tanya se volvió para alejarse,
murmurando un 'vete a la mierda' debajo de su aliento, y Rosalie se echó a reír con
sequedad.

“No, tú vete a la mierda. ¡Y te quedas allí de una puta vez, nadie jode con mi familia!
¡Te voy a matar perra!”

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Rosalie escupió. Mis ojos se ensancharon por la sorpresa y Emmett comenzó a reír.
Rosalie me echó un vistazo rápido, antes de girar y alejarse furiosa. Yo estaba ahí,
aturdida, y Emmett me dio un ligero codazo y la siguió, para a ponerse a su lado.

Jacob se agachó y agarró mi collar que estaba tirado en el suelo, tocándolo. “Lo
rompió,” masculló, ofreciéndomelo. Lo cogí con cuidado.

“Lo imaginaba” Mascullé. “Gracias.”

Él asintió con la cabeza. “¿Así que, ellos te consideran como familia?” Preguntó, con
curiosidad en su voz. Suspiré, encogiéndome de hombros.

“Supongo. Emmett lo hace. Él dice que soy su hermana menor “, dije. Jacob asintió con
la cabeza, echándome un vistazo.

“¿Qué edad tienes, Isabella Swan?” Preguntó.

“Dieciocho” dije.

“¿Qué edad tienes en serio?” Preguntó él, en voz más baja que antes. Yo solo lo miré
fijamente.

“¿A qué te refieres?” Pregunté con vacilación, mi corazón volvía a acelerarse. Me


estaba dando esa sensación que ya había tenido antes, cuando me había cruzado con
Jacob en la tienda de comestibles.

“Lo que quiero decir es, he conocido a los Cullen durante un largo tiempo. Solíamos ser
bastante cercanos, ya sabes, pasábamos gran cantidad de tiempo juntos. Y a veces
cuando pasas mucho tiempo con la gente, aprendes cosas acerca de ellos. Yo no soy
nadie, ya estoy fuera, pero eso no quiere decir que no lo sepa”, dijo él, su voz
completamente seria. Sentí la implicación que le había dado a sus palabras.

“No sé de qué estás hablando acerca de ellos” le dije. Él asintió con la cabeza.

“No soy idiota. Me gusta mi vida y no tengo ninguna intención de morir en cualquier
momento pronto, eso es seguro. Yo sé mantener mi boca cerrada y el doctor Cullen lo
sabe también, y esa es la razón por la que todavía estoy caminando por ahí”, dijo él.
Mi ceño se frunció.

“¿El doctor Cullen sabe que tú sabes?” Pregunté con sorpresa. Él asintió con la cabeza.

“Sí que lo sabe. Y me alegro de que no estés haciéndote la ignorante conmigo. Mira,
yo no te puedo salvar o rescatar, solo soy un chico y tienes razón, no debo saber, ya
sabes. Pero eso no significa que no me sienta mal y pierda el sueño sabiendo que
alguien como tú se encuentra atrapada en esta situación sin manera de salir” dijo él.

Lo miré fijamente por un momento antes de echar un vistazo a mi alrededor, nerviosa

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acerca del hecho de que estábamos hablando de esto en público donde la gente
podría oír algo por casualidad. “Ellos son agradables conmigo” le dije rápidamente. Él
asintió con la cabeza.

“Estoy seguro de que lo son, pero eso no lo convierte en algo bueno. Y hace que me
sienta enfermo por lo que Edward está haciendo, tomar ventaja sobre ti por esto” dijo
con disgusto, negando con la cabeza. Mis ojos se estrecharon.

“Edward me ama”, dije, irritada de que él estuviera insinuando lo contrario. Él negó


con la cabeza.

“Verás con el tiempo, por duro que sea, que él no ama a otra persona más que a sí
mismo” dijo. “Es un cabrón, Isabella. Es egoísta”.

Negué con la cabeza. “Yo lo amo”, dije, cada vez más enojada.

“Déjame ver si lo adivino ¿él es el primero que te trata de esa manera? ¿Te sonríe y te
susurra palabras dulces al oído? ¿Te habla en italiano para hacerte desfallecer? Sí, él
ha hecho esa mierda con casi cada chica en esta sala en algún momento. Eso es lo
que es. Es un mujeriego. Puedes pensar que te ama pero apenas lo conoces”, dijo
Jacob. Lo fulminé con la mirada, mi temperamento intensificándose.

“Lo amo, y él me ama, y nada de lo que digas va a cambiar lo que pienso, Jacob
Black”, espeté. Él parecía sorprendido por la pasión en mi voz y asintió con la cabeza
después de un segundo.

“Bien” dijo encogiéndose de hombros. ”Pero de todas formas, como dije antes, eso no
significa que no podamos ser amigos. Puedes hablar conmigo, ya sabes. Si alguna vez
necesitas a alguien para hablar acerca de lo que quieras, yo estaré por aquí.”

“¿Por qué?” Le pregunté. “¿Por qué te importa tanto?”

Él se encogió de hombros. ”Porque a alguien le tiene que importar”, me dijo.

Abrí la boca para decirle que había gente a la que le importaba, que a Edward le
importaba, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, otra voz sonó detrás de
nosotros.

“¿Qué mierda pasa aquí?” Dijo Edward. Me di la vuelta rápidamente, mis ojos se
agrandaron, en shock, y oí un suspiro de Jacob. Edward estaba fulminándolo con la
mirada y se acercó a mí, envolviendo su brazo alrededor de mi cintura.” ¿Déjala en paz
de un puta vez, me oyes?”

Suspiré mientras Jacob negaba con la cabeza. “Me estaba ayudando, Edward.”, dije,
no quería que se hiciera una idea equivocada y repitiera el incidente como cuando ese
muchacho, Michael Newton, me ayudó y Edward lo golpeó.

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“¿A qué te refieres con que te estaba ayudando?” Preguntó. Me encogí de hombros,
pues no quería a entrar en detalles.

“Algunas de tus puttanas*, o como demonios las llames, la estaban acorralando. Una
de ellas intentó golpearla. Hice lo que cualquier hombre haría”, dijo él encogiéndose
de hombros. ”Bueno, en realidad, eso no es cierto. Supongo que la mayoría no harían
nada y se quedarían viendo como dos chicas sexys se dan con todo. Pero no quería
que Tanya consiguiera que le patearan el culo en el baile de graduación. Todavía
tengo la esperanza de un poco de acción esta noche.”

Edward lo fulminó con la mirada por un momento antes de darse la vuelta para fijarse
en mí. “Joder, ¿Tanya trató golpearte? ¿Otra vez?” Jacob se burló.

“¿Así que esta no es la primera vez que pasa?” Murmuró él.

“Cierra la puta boca y ocúpate de tus malditos asuntos antes de que lo haga yo por ti”
espetó Edward. Mi oído latía con fuerza, su ira me asustaba.

“Eh, sí, pero ella no lo hizo. Aunque ha roto mi collar”, dije, levantándolo en el aire. Él
lo cogió, lo miró y maldijo bajo su aliento, guardándolo en el bolsillo. Alguien dijo por
el altavoz algo acerca de una cierta clase de realeza y Edward suspiró.

“Ven conmigo, Bella” dijo él, empezando a tirar de mí lejos. Yo di una última mirada a
Jacob antes de dar vuelta para seguir a Edward.

“Toc toc” dijo detrás de mí. Suspire, sintiéndome ligeramente culpable por limitarme a
dejar que Edward me alejara después de lo que Jacob había hecho por mí, y me volví
para mirarlo una vez más.

“¿Quién está ahí?”, le pregunté, haciendo una pausa. Edward dejó de moverse y miró a
Jacob, obviamente sin divertirse.

“Tank”, dijo Jacob, sonriendo.

“¿Tank quién?” Le pregunté, dándome cuenta en el momento en que las palabras


salieron de mis labios, lo que significaba. Me reí. (N.T. ¿Tank quién? O ¿Thank who?
Como sería en inglés, se escucha igual que ‘Thank you’ o ‘Gracias’) “De nada,
Isabella”

Edward gimió, sacudiendo la cabeza. “Siempre tan jodidamente inmaduro”, murmuró,


tirando de mi brazo de nuevo para caminar. Le di una pequeña sonrisa a Jacob y él me
la devolvió, diciendo adiós con su mano.

“El comal le dijo a la olla, Cullen”, gritó Jacob. Edward gruñó algo en italiano en voz
baja, finocchio, lo que sonó algo así como los dibujos animados de la marioneta
Pinocho. Caminamos a través de la multitud hacia el otro lado de la habitación y una
señora se puso de pie sobre una plataforma en la que estaba el tipo que tocaba la

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música, agarrando un micrófono. La música se había apagado y la señora comenzó a
hablar de la realeza de nuevo, y Edward se detuvo y me envolvió en sus brazos,
atrayéndome en un abrazo.

“¿Estás bien, tesoro?” Preguntó. “Siento que no haber estado allí. Te lo juro, no se
saldrán con la suya con esta mierda.”

Suspiré, apretándolo y acurrucándome en su pecho. Me sentía cálida y segura en sus


brazos, respirando su aroma.

“Estoy bien, Edward. Y realmente no me gustaría que le hicieras daño” le dije. Exhaló
ruidosamente.

“No le voy a poner un dedo encima, lo prometo”, dijo. Me di cuenta de que estaba
eligiendo cuidadosamente sus palabras y tenía la sensación de que ya se estaba
fraguando algún tipo de venganza, lo que me asustó un poco, pero no tenía la energía
para tratar de convencerle de lo contrario. Una vez que tomaba una decisión él se
vengaría de ellas de alguna manera, sin importar lo que dijera.

Nos quedamos allí por un momento antes de que los nombres de Rosalie y Emmett se
dieron a conocer, la gente estaba animando. Mi frente se arrugó en confusión y miré en
esa dirección, viendo como subían al escenario. Emmett sonreía ampliamente y Rosalie
tenía su usual expresión feroz en su rostro.” ¿Ganaron algo?” Le pregunté. Edward
asintió con la cabeza.

“El rey y la reina. Es solo un concurso de popularidad o lo que sea, de los que se ven
mejor”, dijo.

“¿Y no ganaste?” Le pregunté, mirándolo. Él se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

“Hay que ser del último año para ganar, así que el año que viene”, dijo, encogiéndose
de hombros. Me acurruqué de nuevo en su pecho, mirando al escenario, viendo como
la señora daba a Emmett y Rose coronas. Emmett tomó el micrófono de la señora y
Edward comenzó a reírse. ”Esto va a ser bueno”

“Wow, no sé ni por dónde empezar. Esto me gusta, realmente me gusta”, dijo


simulando una voz aguda. Edward se echó a reír de nuevo. “En primer lugar, tengo que
agradecer a mi maestra de primer grado en Chicago, ¿cuál era su nombre? ¿La Sra.
Johnson? ¿Jacobs? ¿Jameson? ¿Prescott? Sí, eso era. La señora Prescott. Hombre, yo
estaba enamorado de ella. Incluso a los cinco años ya tenía un gusto impresionante
para las mujeres, con tan solo mirar a mi Rosie aquí. ¿No se dan cuenta? De todos
modos, tengo que dar las gracias a la señora Pentecostal porque ella me dijo que yo
no ganaría nada porque era un rajón y eso duele hombre. ¿Quién le dice a un niño de
cinco años que nunca va a ganar nada porque se chupa el dedo? Supongo que se lo
estoy demostrando. Así que toma esa señora Presley, ¿quién chupa ahora? Ahora que
pienso en ella, ella tenía grandes labios. Apuesto a que ella sí que chupaba, pervertida

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perr--”. Un chillido estridente sonó y me estremecí al oír el ruido mientras todo el mundo
se echó a reír en voz alta. Vi que Rosalie estaba sosteniendo el micrófono, sacudiendo
la cabeza. “Gracias” dijo ella con indiferencia.

“¡Ey, no había terminado!” Gritó Emmett. Rosalie lo miró, entrecerrando los ojos, y su
sonrisa creció. Ella sostuvo el micrófono y él trató de cogerlo, pero ella negó con la
cabeza, golpeando su mano. Ella lo sostuvo para que él pudiera hablar y se rió.
“Gracias a todos, ¡y a la chupona de la señora Parker!”

Edward se rió de nuevo y me miró, sonriendo. “¿Cuál era el nombre de la maestra de


primer grado de Emmett?” Le pregunté por curiosidad.

“Eh, creo que era la señora Campbell. Era una anciana de cabellos blancos” dijo, sin
dejar de reír. Me reí, dándome cuenta de que había inventado todo lo que había dicho
en el escenario.

Un poco de música suave comenzó a sonar después de un segundo y la multitud se


apartó un poco para que Rosalie y Emmett pudieran tomar su lugar en el centro. La
gente empezó a reunirse en parejas y Edward puso sus manos en mis caderas,
atrayéndome más cerca de él. Llevé mis manos hacia arriba y las envolví alrededor de
su cuello, mirándolo y sonriendo.

“Solicité esta canción”, dijo en voz baja. Mis ojos se abrieron con un poco de sorpresa.

“¿Sí?”, le pregunté. Él asintió con la cabeza.

“Más bien soborné al DJ con dinero contante y sonante para que encontrara a esa hija
de puta y la pusiera” dijo. “Ahí es donde estaba cuando tú estabas en el baño”. Él se
lamió los labios y se inclinó a besarme suavemente. Comenzó a balancearnos con la
música suave y cuando las palabras comenzaron, él cantó. Su voz era baja y suave, el
placentero sonido envió un hormigueo a través de mí. Me abrazó, besándome mientras
cantaba dulcemente contra mis labios.

Me tomó un momento para registrar que estaba cantando en italiano, y que no tenía ni
idea de lo que estaba diciendo, pero sonaba dulce. Después de un momento una mujer
se adelantó y comenzó a cantar en inglés.

“There is no reason, there is no rhyme

It's crystal clear

I hear your voice

and all the darkness disappears

Every time I look into your eyes

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You make me love you.”

(“No hay razón, no hay rima

Es claro como el cristal

Oigo tu voz

y toda la oscuridad desaparece.

Cada vez que te miro a los ojos

Haces que me enamore de ti.”)

Le sonreí suavemente, y sentí el amor hinchándose dentro de mí, la electricidad entre


nosotros. Este era mi Edward, mi novio dulce y protector que no tenía miedo de bajar la
guardia y me dejaba entrar en su interior, a esa parte que había estado distante en las
últimas semanas.

“I belong to you, you belong to me

Forever

Want you

Baby I want you

And I thought that you should know

That I believe

And you're the wind that's underneath my wings

I belong to you, you belong to me.”

(“Te pertenezco y me perteneces

Para siempre

Te quiero

Nena, te quiero

Y creo que debes saberlo

Eso creo.

Eres el viento que hay bajo mis alas

Te pertenezco y me perteneces”).

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Bailamos lentamente la canción, cada movimiento y palabra suave que salió de sus
labios me consumía. Estábamos en medio de una habitación llena de gente, pero en
ese momento, no había nadie más que nosotros. Él era todo lo que veía, lo único de lo
que estaba consciente. Su rostro, su olor, su calor, su amor. Era lo único que importaba.

Sentí que la emoción tomaba el control, las lágrimas amenazaban con desbordarse.
La canción terminó y él dejó de moverse, con sus manos en mis caderas,
deteniéndome. Nos quedamos allí y nos miramos el uno al otro, todo el mundo
comenzó a bailar una canción de rap, pero nosotros parecíamos casi ajenos a ella.

“¿Podemos...”comencé, haciendo una pausa porque no estaba segura de si debía


decirlo o si era estúpido, incluso si él querría porque no parecía querer últimamente.
Pero en ese momento yo quería. Yo quería estar con él, para sentirlo de nuevo.

No tuve que aclarar o incluso completar mi pensamiento, porque parecía estar


pensando lo mismo que yo. La comisura de sus labios se curvó y asintió con la cabeza,
alejándose de mí. Quité mis manos alrededor de su cuello y miró a su alrededor
brevemente antes de encogerse de hombros.

“Yo iba a decir adiós, pero no veo a ninguno de esos hijos de puta”, dijo Edward,
cogiendo mi mano. Miré a mi alrededor también, sin ver a sus hermanos o Alice y
Rosalie.

“No he visto a Alice y Jasper en toda la noche”, dije, dándome cuenta de que no había
prestado atención a nada. Edward asintió con la cabeza.

“Los vi por un momento, pero probablemente se colaron en un armario en alguna parte,


follando como conejos”, dijo. Mis ojos se abrieron por la sorpresa.

“¿Qué?” Le dije.” ¿Te refieres a, aquí?” Él se rio entre dientes.

“Sí, aquí. La mitad de las personas en esta sala han follado en algún lugar dentro de
la escuela” dijo él, encogiéndose de hombros como si no fuera gran cosa, pero fue
sorprendente para mí. ¿La gente tenía sexo en la escuela?

“¿Y tú?” Le pregunté. Él me miró, un poco sorprendido por mi pregunta.

“Sí” dijo. “Pero ninguna de ellas me importaba. Eran solo un polvo. ¿Pero tú? Tú me
importas. Es por eso que voy a llevarte a casa y prepararte y hacerlo como Dios manda.

Las palabras enviaron un escalofrío por mi espalda y traté de detenerlo, pero fue inútil.
Él se echó a reír al ver mi reacción. ”Está bien” dije en voz baja, sonriendo tímidamente.

Me llevó a través de la multitud, diciéndole adiós a la gente tal y como los saludó. Nos
dirigimos afuera y caminábamos hacia el coche, paseando cogidos de la mano cuando
escuché las familiares voces una vez más. Edward se rio y me miró, notando a Jacob y

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Tanya de pie a unos metros de distancia del coche que Edward había rentado. Estaban
apoyados en el coche blanco de Tanya, el que Edward había abollado ese día en la
casa. Se besaban y me sonrojé cuando vi a Jacob agacharse y agarrar el trasero de
Tanya, apretándolo.

Ella se apartó de él y se echó a reír.

Debieron escucharnos porque nos miraron a Edward y a mí al mismo tiempo. Aparté la


vista de ellos y Edward se rió entre dientes, sacudiendo la cabeza. Se dirigió
directamente hacia el coche hacia el lado del pasajero, abriendo la puerta para mí.

“Debería haber sabido que esa mierda era tuya”, dijo Jacob. ”Qué imbécil. ¿Estás
tratando de jugar a James Bond?”

Edward no respondió y yo iba a entrar en el coche, pero Edward me agarró, tirando de


mí hacia él. Estrelló sus labios contra los míos, besándome con fervor. Por un momento
estuve aturdida por la intensidad, pero empecé a devolverle el beso, perdiendo el
aliento. Se apartó después de un momento y empecé a jadear, tratando de recobrar la
compostura. Tanya estaba maldiciendo con fuerza, gritándole a Jacob por no rentarle
un buen coche. Edward sonrió, disfrutando del malestar de Jacob, y cerró mi puerta.
Dio la vuelta y abrió la puerta, deteniéndose brevemente.

“Que te diviertas con tu pequeña battona*, Jacob” dijo Edward.

“Vete a la mierda, tú te acostaste con ella, ¿qué dice eso de ti?” Espetó Jacob en
respuesta. Edward se encogió de hombros, mirando divertido.

“Todos cometemos errores, Jacob. He aprendido de los míos“, dijo simplemente.


”Parece que ella es tu puttana* ahora, no la mía”. Se subió al coche y cerró la puerta,
bloqueando el sonido de los gritos de Tanya, ya que no estaba muy contenta con lo
que Edward había dicho. Él se puso en marcha, apretando el acelerador y girando los
neumáticos. El coche voló hacia adelante rápidamente y salió a toda velocidad,
poniendo su mano en mi muslo. Estaba subiendo mi vestido en el proceso, yendo
directamente hacia mi centro.

“¿Qué estás haciendo?” Le pregunté con sorpresa. Él se echó a reír, sacudiendo la


cabeza.

“Estoy haciéndote sentir bien, eso es lo que estoy haciendo. Ha pasado demasiado
tiempo, no puedo esperar” dijo, con la voz tensa. Mis ojos se abrieron.

“¿Aquí? ¿Ahora?” Le pregunté.

“Sí, aquí. Cristo, no te voy a follar aquí, solo tengo que tocarte. Quiero hacer que te
corras “, dijo.

“Eh, pero...”comencé, jadeando cuando él deslizó su mano dentro de mi ropa interior.

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“Tu mano... está... lastimada.”

Él suspiró y comenzó a frotar círculos alrededor de mi lugar, enviando chispas a través


de mi cuerpo.

“Tengo unos dedos que funcionan perfectamente bien joder. Relájate, tesoro. Córrete
por mí”.

Me estremecí mientras apretaba con más fuerza contra mí, frotando con mayor rapidez.
Sentí la tensión creciendo inmediatamente, llevando mi deseo fuera de control. Él
volaba por las calles, aceleraba y me tocaba frenéticamente, y una parte de mí estaba
asustada y quería gritar para que fuera más despacio antes de estrellarse, pero otra
parte de mí estaba siendo consumida por la emoción. Se trataba de un lado casi
animal y yo gemía en voz alta, mi cuerpo temblaba. Empecé a tensarme y me agarré a
la puerta mientras el placer estalló en mí, un grito escapó de mi garganta mientras el
orgasmo me llegó. Oí a Edward gemir y continuó frotando, tratando de prestar atención
a la carretera.

“Nena joder, no puedo esperar a estar dentro de ti” dijo él, su voz áspera envió otro
escalofrío a través de mí. Giró a la derecha en el camino de entrada y grité, temiendo
que iba a estrellarse con un árbol o algo así, pero mantuvo el control del coche y
prácticamente me ignoró. Se detuvo delante de la casa, el coche derrapando hasta
detenerse bruscamente. Por fin quitó la mano y puso el coche en el garaje,
apagándolo.

“¿Alguna vez dije algo sobre hacer que te corrieras en el coche mientras conducía?”
Dijo en broma.

Lo miré y me sonrojé, haciéndole reír.

“Sí creo que sí”, le dije. Nos sentamos en silencio por un momento antes de empezar a
reír, bajando de ese sentimiento extraño mezcla de mi orgasmo y adrenalina. Edward
se rió conmigo brevemente antes de salir, caminar hacia mí y ayudarme a salir del
coche. Me llevó a la casa, abriendo la puerta rápidamente y apretando botones en el
teclado de la alarma. Antes de que pudiera hablar o hacer un movimiento, él estaba
sobre mí, acercándome a él y presionando sus labios contra los míos
apasionadamente. Gemí mientras mordisqueaba mi labio inferior, gimiendo. Me
empujó hacia atrás, hacia la escalera y casi me tropecé con ella cuando llegamos, pero
agarró una parte de mí para mantenerme erguida. Él rio y se apartó de mi boca,
agarrando mi mano y conduciéndome escaleras arriba.

Llegamos a la tercera planta rápidamente y abrió de golpe la puerta de su recamara,


llevándome al interior. Me reí por su entusiasmo y él cerró la puerta, sonriendo
maliciosamente mientras se acercaba. De una patada saqué mis zapatos, y retiré la
flor de mi muñeca, la cual arrojé sobre el escritorio de Edward. Él agarró una parte de

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mi vestido y comenzó a quitármelo al mismo tiempo. Levanté los brazos y me lo sacó,
mirando a su alrededor antes de simplemente tirarlo al suelo. Puso la mano en mi
espalda para deshacer mi sujetador y tardó un poco a causa de su yeso, pero
finalmente lo consiguió y lo dejó caer entre nosotros. Bajó la cabeza y se dirigió
directamente hacia mis pechos. Empezó a lamer y chupar mis pezones,
mordisqueándolos ligeramente con los dientes. Gemí y entrelacé los dedos en su pelo
cuando el placer en los puntos sensibles rebotaba a través de mí.

“Te necesito” murmuró él, enderezándose de nuevo y yendo por mis labios. Empecé a
juguetear con la corbata, tratando de deshacerla. Me ayudó a desnudarlo,
quitándoselo todo rápidamente, sin dudarlo. Los dos estábamos desesperados por
esto, nos necesitábamos tanto el uno al otro.

Él trató de alzarme, una vez que los dos estuvimos completamente desnudos, pero a
causa de su brazo no pudo agarrarme bien. Maldijo y decidió caminar hacia atrás, a la
cama, besando y mordiendo mi cuello. Me arrastré hasta el centro de la cama y él se
cernió sobre mí, aplastando sus labios con los míos con pasión. Su lengua corrió a
través de mi labio inferior y los abrí para él. Profundizó el beso y separó mis piernas,
empujando mis rodillas hacia arriba. Sentí la punta de él frotar contra mí y gemí,
moviendo mis caderas. Él se rió entre dientes.

“¿Estás ansiosa, nena?” preguntó juguetonamente. Murmuré un "sí" estando de


acuerdo, ni siquiera me moleste en ser tímida al respecto. Él murmuró algo en
respuesta, besándome otra vez y empujando mis piernas para que se abrieran más y
se posicionó. Metió su mano entre nosotros, cogiéndose con ella, y sentí su punta contra
mi centro de nuevo. Gemí de nuevo, pero antes de que el sonido pudiera escapar de mí
en su totalidad, él entró con un movimiento rápido. Grité mientras el placer me recorría,
la sensación de él llenándome era intensa. Era tan grande y yo apretaba con fuerza a
su alrededor.

“Oh Dios”, murmuré sin aliento mientras él comenzó a empujar dentro y fuera de mí. Se
sentía tan bien, mejor de lo que recordaba. Edward estaba gimiendo y murmurando
contra mi piel, su lengua y sus labios acariciaron mi piel expuesta. Se me puso la piel
de gallina y me aferré a él con fuerza, arqueando mi espalda.

“Tan jodidamente bueno” dijo él, pasándome la lengua por la oreja y tomando el
lóbulo entre sus labios, succionando suavemente. Era sorprendente lo bien que se
sentía, su aliento contra mi oído. “La figa dolce e stretta*. Dios, tienes un dulce coño.
Tan apretado, amore mío*.”

Estaba penetrándome hasta lo más profundo, sacándolo completamente antes de


llenarme con un solo movimiento rápido. Yo gemía y me retorcía, sintiendo la tensión
del orgasmo. ”Oh, Edward,” jadeé, pasando mis manos por su espalda y por su pelo.
Estaba acumulando una ligera capa de resbaladizo sudor por todo el cuerpo y apreté
mis labios contra su cuello, saboreando el sabor salado.

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Estaba teniendo problemas para no poner su peso sobre mí, porque no podía
sostenerse con su brazo derecho y su cuerpo presionaba contra el mío. El sonido de
nuestros cuerpos frotándose uno contra el otro, y a causa de nuestro sudor y la
humedad que se filtraba entre mis piernas estaba haciendo eco en una habitación que
de otro modo estaría en silencio.

Trató de meter su mano entre nosotros pero no pudo y maldijo. Se sentó sobre sus
rodillas y me agarró de las piernas, acercándome a él. Comenzó a empujar sus
caderas, entrando y saliendo de mí, mientras su mano bajaba y frotaba contra mi
punto. ”Joder, tienes que correrte para mí, cariño. Necesito sentir esa mierda apretando
mi polla.”

Un escalofrío recorrió mi espalda por el tono de su voz, la lujuria, la necesidad y el


deseo por mí en cada sílaba. Sentí la tensión creciendo de nuevo, el placer
aumentando. Él comenzó a incrementar el ritmo de sus embestidas y la firmeza de sus
dedos, sintiendo mi orgasmo inminente. “Eso es todo, Bella. Córrete.”

Siguió embistiendo y la tensión creció hasta que el placer sacudió a través de mí, mi
cuerpo explotó en un orgasmo una vez más. Grité su nombre, hundiendo los dedos en
sus muslos, agarrándolo y empujándolo dentro de mí. Él gruñó cuando empecé a
convulsionar a su alrededor y me condujo a través de esa ola de placer, nunca vaciló
en sus movimientos. Mi cuerpo se relajó después de un momento y él apartó sus dedos,
volviendo a recostarse encima de mí. Mis brazos lo envolvieron con fuerza,
aferrándome a él. Mis piernas se sentían como papilla, todos los músculos relajados.

“Mierda, tesoro” gruñó. Él embistió un par de veces más, con la respiración


entrecortada. “Joder... voy a... correrme...” jadeó.

Unos momentos más tarde se tensó, dejando escapar lo que era prácticamente un
gruñido. Gemí cuando estrelló su pelvis contra la mía un par de veces, la mezcla de
placer y dolor casi agonizante. Él derramó su semilla en mi interior, algo cálido
escurriendo y bajando por mis muslos. Me aferré a él cuando se quedó quieto, tratando
de mantener mi respiración bajo control mientras él hacía lo mismo. Se cernió sobre mí
un momento antes de salir, siseando por la pérdida de contacto cuando empezó a
ablandarse. Lo solté y esperé a que se moviera, pero en lugar de eso se recostó con la
cabeza en mi estómago. Bajé mi mano y empecé a correr mis dedos por sus cabellos
que estaban humedecidos por el sudor.

Estuvimos en silencio por un rato. Le acaricié el pelo y la cara y él me acarició el muslo,


dibujando patrones en mi piel con sus dedos. Me pregunté qué estaría pensando, por
qué estaba tan callado, pero parte de mí tenía miedo de preguntar.

“Lo siento” dijo finalmente, con voz tranquila, pero rompiendo el silencio de la
habitación. “Me he estado alejando y sé que no es justo para ti. Es que... Te quiero
tanto. Por favor, no lo tomes como algo personal. Solo, no te des por vencida conmigo,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1098


¿de acuerdo? Sé que soy un dolor en el culo, pero necesito que me mantengas a flote.
Tú eres lo único bueno que tengo.”

Me quedé en silencio, con las manos en su pelo. “No debes disculparte conmigo” le
dije, sintiéndome culpable porque estaba prácticamente implorándome que lo
perdonara por algo que yo misma había estado haciendo. No había sido honesta con
él, ocultándole cosas y me di cuenta de que había cosas que debería saber. Me sentí
muy culpable, porque él me estaba dando todo. Estaba confiando en mí, dándome
seguridad y amor, poniéndose en riesgo a sí mismo para tratar de darme la libertad de
la única manera que sabía hacerlo. Me había llevado a su fiesta de graduación del
instituto y eso era algo que nunca había imaginado que experimentaría alguna vez.
Un baile de instituto, con un vestido bonito, rodeada de gente de mi edad y con un
chico devastadoramente apuesto, que me amaba.

Él me amaba, y me había hecho el amor. ¿Y cómo se lo pagaba? Engañándole y


ocultándole cosas. Me sentía tan inadecuada a veces, como si no lo mereciera y sabía
que era solo por mis inseguridades, pero ahora... ahora realmente sentía que no lo
merecía.

Me di cuenta de que tenía que sincerarme, por nuestro bien.

“Edward” dije en voz baja, acariciando su pelo otra vez.

“¿Sí?” Preguntó.

“Yo... también he estado ocultando cosas,” murmuré con nerviosismo. Sus dedos
dejaron de hacer patrones en mi estómago.

“¿Cómo?” Preguntó vacilante. Suspiré, sin saber qué decir ni por dónde empezar.
Estuve en silencio por un momento, tratando de decidir cómo decírselo, antes de
simplemente ceder y soltarle lo que era la más pesada carga en mi mente...

“Jacob Black lo sabe”.

*****
Rompiballe = Dolor en el culo

Battona = Prostituta (puta)

Puttana = Puta

La figa dolce e stretta = Coño dulce y apretado

Amore mío = Mi amor

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“Un hombre no tiene que ser un ángel para ser un santo.” – Albert Schweitzer

Edward cullen

Recosté mi cabeza en el estómago de Isabella, mi mano todavía en su cadera. Sus


dedos pasaban por mi cabello y podía sentirlos temblar, todo su cuerpo temblaba
ligeramente. Por lo general, me gustaba esa mierda, sentir su pequeño cuerpo
apretado temblando debajo de mí, pero hoy no. No en este momento. Porque no estaba
temblando debido a que la estuviera follando como loco, estaba temblando porque
tenía miedo. Estaba jodidamente aterrorizada, y esa mierda no me gustaba ni un poco.

“¿A qué te refieres con que Jacob Black lo sabe?” Le pregunté dudoso, sin saber qué
demonios quiso decir con eso, o por qué estaba trayendo a colación a ese hijo de puta.

“Él sabe acerca de… eh… mí,” farfulló ella, sus palabras apenas coherentes. Mi ceño
se frunció y rápidamente me senté, mis movimientos la alarmaron. Se sobresaltó y sus
ojos se abrieron con horror mientras yo estrechaba los míos con suspicacia.

“¿De qué estás hablando? ¿Qué sabe él de ti?” Le pregunté. Ella se limitó a mirarme,
sin abrir la boca para responder, y mi impaciencia iba en aumento. No sabía dónde
demonios quería llegar con esto, pero no me gustaba para nada. No quería hablar de
ese pendejo, ella sabía como me sentía acerca de él, así que para que ella trajera a
colación ahora a ese cabrón, significaba que la mierda que la estaba molestando era
un verdadero problema. Y necesitaba decirme qué demonios era para que pudiera
hacer que el miedo que era evidente que sentía, basado en su expresión, se fuera.

El mes pasado había sido uno de los más complicados de mi vida. No recuerdo
haberme sentido tan confundido alguna vez, completamente molesto y malhumorado, y
sin saber qué demonios hacer conmigo mismo. Mis emociones estaban completamente
fuera de control, el amor y la ira que sentía estaban en conflicto entre sí. Era como si
una especie de batalla épica se estuviera gestando en mi interior, diferentes flancos
luchando por el control de mi corazón y mi mente. Todo era simple y jodidamente
complicado y me estaba llevando al límite, haciéndome perder el control de mí mismo.

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Estaba de mal humor y me sentía mal, mi boca se abría y escupía mierda sin siquiera
darme cuenta. Estaba siendo un pendejo y cayendo de nuevo en viejos patrones de
comportamiento, y no me estaba ayudando que llevaba una maldita eternidad sin
correrme. Mi mano derecha estaba jodida así que hacerme una paja no era una tarea
fácil. Emmett dijo alguna mierda sobre que hacerte una paja con tu mano débil se
sentía como si estuvieras con alguien más, por lo que le di una oportunidad a esa
mierda y después casi pateo su culo. Era incómodo y torpe, y no funcionó en absoluto.
Me di por vencido antes de correrme, encabronado porque había fracasado con esa
mierda.

De hecho, así es como me había sentido todo el mes. Como un jodido fracasado. Al
parecer no era capaz de hacer nada bien, me pasaba cada hora del día jodiendo algo.
No podía concentrarme en la escuela, casi destrozo el maldito Volvo y había sido el
peor puñetero novio del mundo. Ella no se merecía la forma en que la trataba, pero no
podía evitar esa mierda, sobre todo tomando en cuenta que ni siquiera me daba
cuenta de que lo estaba haciendo la mayor parte del puto tiempo. Hablo de que, sabía
que estaba irritable y que a veces no era una maldita persona agradable con la que
estar, pero no fue sino hasta que me senté frente a mi hermano en el restaurante en
Port Angeles, con él gritándome sobre maltratar a Bella, que me di cuenta qué
demonios había hecho. Ella salió huyendo de la mesa rápidamente cuando Emmett me
hizo notarlo, y afortunadamente Alice fue tras de ella, así que por lo menos no estaba
sola.

Emmett me dio un sermón durante al menos cinco minutos, y Jasper y Rosalie


intervinieron con sus propias opiniones. Despotricaron contra mí por ser un cabrón,
señalando mierda que había dicho o hecho en las últimas semanas. Me sentí terrible,
sin siquiera darme cuenta de lo que había hecho en su mayor parte. La ira y el amor
que habían estado en desacuerdo entre sí dentro de mí se retiraron a sus respectivos
flancos en ese momento, dando paso a la culpa que estaba llegando. Había hecho la
única cosa que nunca quise hacer. La traté como a todos los demás. No estaba siendo
considerado y después de todo lo que ella había pasado, ella se merecía un poco de
maldita consideración.

Me levanté de esa mesa y caminé hacia los baños, dándole a Alice una sonrisa triste.
Ella me fulminó con la mirada, dándome la mirada más malvada que podía conjurar.
Para ser una cosita pequeña, ella podía ser intimidante cuando quería serlo.

“Hey, enana,” dije en voz baja. Ella resopló y puso las manos en sus caderas.

“¿En serio, Edward? ¿Nikes? ¿Por qué no solo te pusiste unas sandalias? ¿Y por qué no
unas pantuflas?” Ella escupió enseguida, su voz haciendo eco de la molestia que vi en
su rostro. Mi frente se arrugó por su arrebato.

“¿Qué pasa con los Nike? Combinan,” le dije, encogiéndome de hombros. Compré esos
hijos de puta porque Alice me dijo que usara la puta corbata azul y no tenía ninguno

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zapato que combinara. Me pareció que se veían bien.

“¡Lo que está mal con los Nikes, Edward, es que es la graduación!” Ella exclamó.
“Nada dice más ‘No me importas’ que el que no estés ni siquiera dispuesto a soportar
un par de zapatos de vestir incómodos durante unas horas por la mujer que
supuestamente amas.”

“La amo,” le dije rápidamente, mi ira encendiéndose ante su declaración. “Y joder,


claro que ella me importa. Cristo, son solo zapatos, Alice.”

Ella se burló. “Te esforzaste más en la fiesta de bienvenida con Tanya, la mayor
ramera de todas las que hay, de lo que lo has hecho con Isabella. Isabella nunca ha
estado en uno de estos bailes en su vida. Esto se supone que será algo especial para
ella y tú ni siquiera puedes de verdad arreglarte para ella. Con Tanya no usaste
Nikes.”

Me quedé mirándola por un momento, tratando de recordar la fiesta de bienvenida. La


mayor parte de ella era algo borroso teniendo en cuenta que entonces solía estar
bastante jodido y en realidad todo eso me importaba una mierda, pero me di cuenta
que Alice tenía razón. Había usado zapatos de vestir.

“Arréglalo,” dijo simplemente, dándose la vuelta y alejándose dando saltitos. Me quedé


ahí, en la puerta del baño de mujeres, esperando que saliera el amor de mi vida, y
sintiéndome el mayor capullo que ha vagado por la tierra. De nuevo me estaba
ahogando, apenas manteniéndome a flote, y ni siquiera había notado el agua
sobrepasándome y hundiéndome. Tenía que hacer algo.

Alice tenía razón, tenía que arreglarlo.

Lo hice lo mejor que pude. Me disculpé por cómo había estado actuando y joder, quería
decírselo todo. Quería confesarle lo que sabía para que así pudiéramos resolver esa
mierda juntos, pero no podía lastimarla de esa forma. No quería ver el dolor que sabía
que encontraría si averiguaba que ella era la persona por la que mi madre había dado
su vida. No podía agobiarla así. No podía permitir que sintiera dolor solo para aliviar
un poco el mío. Joder, no podía ser así de egoísta. Así que seguí guardándome esa
mierda pero derramé el resto de mi corazón ante ella. La llevé al baile y le enseñé lo
que sabía para que se lo pasara como nunca. Todo el tiempo la cogí de la mano y no
dudé en decir a todos con quien nos topábamos exactamente lo que ella era para mí.
Ella era mi novia, la chica que había cambiado mi vida. Ella era mi vida, el amor en
ella y siempre lo sería.

En algún momento tuvo que ir al baño, porque sí, le di licor y todo el mundo sabe que
cuando tomas licor, orinas como un caballo de carreras. Mientras ella no estaba fui con
el DJ y soborné a ese hijo de puta para que tocara una canción para mí. Él nunca la
había escuchado y trató de negarse al principio, pero no había manera de que

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aceptara un no por respuesta. Le dije que era mejor que encontrara esa hija de puta y
le pasé algo de dinero, y él estaba más que feliz de hacerlo después de eso. Fui a
buscar a Isabella, sabiendo que tenía que haber terminado en el baño para entonces.
Muchas de las chicas tardaban una maldita eternidad en el baño, iban en grupos y
pasaban horas en ese hijo de puta haciendo lo que sea que las chicas hagan. Pero
sabía que mi Bella no era así y no quería que se asustara estando sola. Empecé a
caminar hacia el otro lado de la sala, sin prestarle atención a nada hasta que la vi.
Abrí la boca para hablar cuando la forma junto ella captó mi atención. Me congelé, la
ira recorrió mi cuerpo cuando mis ojos se posaron en Jacob Black.

Estuve a punto de perder los putos estribos, pero Isabella me dijo que él la había
ayudado y yo titubeé lo suficiente para una explicación. Al principio no me creí esa
mierda, pero sabía que le había molestado la última vez que le había partido la crisma
a alguien delante de ella cuando la habían estado ayudando, aunque hubiera sido
una reacción natural. Me explicaron lo que había pasado con Tanya y decir que estaba
encabronado sería un eufemismo. Tanya y algunas de las otras perras la habían
acorralado en el baño y tuvo la audacia de intentar joderla. Esas perras sabían bien lo
que estaban haciendo y más tarde, Isabella me dijo que no le hiciera nada a Tanya, a
lo que respondí que no le pondría un dedo encima. Y no lo haría, pero la iba a joder.
Iba a arrepentirse de haberse cruzado en mi camino. Me dijo que Tanya le había
arrancado el collar y me lo dio. Lo puse en mi bolsillo, naturalmente encabronado
porque había pagado cerca de novecientos dólares por ese cabrón y poco le habían
ayudado los putos amuletos protectores. Lo arreglé fácilmente, no fue mucho problema,
pero no me gustaba que jodieran con las cosas de mi chica. Jodería a un hijo de puta
por meterse con sus cosas. Ella nunca había llegado a tener mierda que fuera solo
suya y ahora que la tenía, iba a quedarse con ella. Toda ella.

El resto de la graduación pasó en su mayor parte sin problemas. El DJ tocó la canción


que le pedí, la canción de Eros Ramazzotti con Anastacia llamada ‘I Belong to You’, y
la bailamos. Estaba tentado a pedir la canción de Blue October, pero esa mierda era
ahora algún tipo de sinónimo de hacer el amor para nosotros. Era algo así como
‘nuestra canción’. Todo era todavía tan jodidamente extraño, el que tuviéramos una
canción así.

Bailando la canción, fue como si todo lo demás se desvaneciera, nada más que ella
importaba en ese momento. Y mientras estábamos bailando me di cuenta exactamente
lo pendejo que había sido, porque me di cuenta que la echaba de menos. Apenas le
había prestado atención en un mes, tratando de lidiar con mi propia mierda e
ignorando sus necesidades en el proceso. No estaba bien y probablemente parte de
ello era mi maldito problema. Nada se sentía bien sin ella en mi vida, y a pesar de que
todo el tiempo había estado allí, a mi lado, en realidad nunca estuvo allí. Yo no le
había permitido estar, y no podía culpar a nadie más que a mí mismo. La necesitaba,
no podía negar eso.

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Aun así no podía decírselo, no le podía hacer eso, pero podía estar con ella.
Necesitaba estar con ella. Y cuando la canción terminó, solo nos quedamos mirando el
uno al otro, la mirada en sus ojos me decía que ella estaba pensando y sintiendo
exactamente lo mismo. Salimos corriendo de allí y nos encontramos con Jacob en el
estacionamiento con Tanya. Parte de mí no deseaba nada más que partirle la cara a
ambos justo allí, pero podía esperar. Hace un año no hubiera podido, hubiera
arremetido sin vacilar, pero esa era una parte de mí que Isabella había cambiado.
Ahora era muy paciente y esperaría mi oportunidad, pero cuando el momento justo
llegara, seguro que ambos tendrían lo que se merecían.

No podía quitarle las manos encima en el camino a casa, mi deseo desbordándose.


Necesitaba tocarla, necesitaba sentir su humedad, oler su dulzura y oír sus gemidos.
Había pasado demasiado tiempo, realmente demasiado puto tiempo. Ella se corrió en
el coche y verla tensarse y ver la forma en que su cuerpo se estremecía y la humedad
que emanaba de ella, no deseaba más que detenerme y tomarla allí mismo. Pero no
podía, ella se merecía algo mejor que eso. El viejo Edward Cullen se hubiera detenido,
la hubiera sacado e inclinado sobre el capó, penetrándola por detrás. Pero el hombre
que la amaba, el nuevo hombre del cual estaba perdiendo el control en las últimas
semanas, sabía que tenía que llevarla a casa y recostarla en el santuario de nuestra
habitación y hacer lo correcto por ella.

Y lo hice. Le di hasta la última gota de pasión que pude evocar, deseando que ella
sintiera esa mierda. Joder, tenía que hacer que sintiera lo mucho que la necesitaba, lo
mucho que la anhelaba. Necesitaba que sintiera mi pasión y supiera que ella seguía
siendo la única chica para mí de manera que si por un momento volvía a ser ese hijo
de puta que solo pensaba en sí mismo otra vez, ella lo recordaría. Ella me recordaría,
al verdadero yo y volvería a sacar mi culo de la oscuridad. Porque exactamente eso era
lo que era. Estaba cayendo de nuevo en la oscuridad y ella era la única luz que tenía.
Tenía miedo que ese hijo de puta me consumiera, de que ella se diera por vencida
conmigo porque ya de por sí no la merecía, y sin duda no la merecía si iba a tratarla
como lo había estado haciendo.

Después de mostrárselo, se lo dije. Le dije que necesitaba que ella me sujetara, que
sabía que me estaba alejando pero que ella tenía que mantener su control sobre mí,
porque no podía perderla. Sentí como si la batalla entre el bien y el mal dentro de mí
finalmente hubiera terminado, habían llegado a una tregua y ondeado la bandera
blanca al darse cuenta que tenían que encontrar una manera de cohabitar
pacíficamente. Casi me sentí contento… pero me había equivocado. Porque después
de lo que dije, ella dijo esas cuatro palabras que me llevaron a donde estoy ahora,
aquí sentado mirándola, conteniendo la maldita ira que de nuevo amenazaba con
desbordarse y explotar. Si ella quería decir algo, pudo haber dicho “Te amo” o
“Fóllame con fuerza” o algo así, una cosa con la que yo pudiera hacer algo. Así que,
¿por qué tenían que ser esas palabras? ¿Por qué demonios de todo lo que podía decir,
tuvo que quedarse allí y decir: “Jacob Black lo sabe”?

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“Isabella, ¿a qué demonios te refieres con que Jacob sabe sobre ti?” Le pregunté de
nuevo cuando ella no respondió mi última jodida pregunta. Apreté mi mano izquierda
en un puño, tratando de contener mi deseo natural de gritar y mantener mi voz
calmada.

“Él, eh… sabe que soy una… esclava,” murmuró, mirándome con recelo. Mis ojos se
estrecharon cuando esa palabra salió de sus labios. Odiaba esa mierda.

“Joder, ¿él te ha llamado así?” Dije con brusquedad, furioso ante la idea de que ese
cabrón llamara de esa forma a mi chica. Ella rápidamente negó con la cabeza,
entrando de pronto en pánico.

“¡No, él no ha usado esa palabra!” Dijo. “¡Pero sabe de mí, eh, situación!”

“¿Tú le has dicho esa mierda?” Una vez más ella negó rápidamente con la cabeza.

“¡No, nunca lo he dicho! ¡Te juro que no lo he hecho! Él solo me dijo que lo sabía,” ella
dijo.

“¿Por qué demonios iba él a decir eso? ¿Y cómo demonios sabe? Es imposible. Nunca
se lo dije a ese hijo de puta,” le dije confundido. Solíamos pasar el tiempo juntos, pero
porque su familia era muy cercana a la policía deliberadamente nunca le hablamos de
ninguno de los negocios de mi padre.

Ella se encogió de hombros. “No sé cómo lo sabe. En la mañana cuando lo he visto he


pensado que lo sabía, y entonces esta noche me lo ha dicho,” ella soltó nerviosa.
Suspiré dramáticamente y pellizqué el puente de mi nariz, sin saber qué diablos
estaba pasando o qué demonios se supone que debería hacer al respecto. Me llevó un
momento para asimilar sus palabras y darme cuenta de lo que había dicho.

“¿Qué quieres decir con que lo viste en la mañana?” Le pregunté con desconfianza.
Sus ojos se abrieron y ella me miró boquiabierta, entrando en pánico de nuevo.

“Yo, eh… me encontré con él, eso es todo,” dijo, encogiéndose de hombros como si no
fuera gran cosa, pero maldición, sí que lo era. Gruñí, negando con la cabeza.

“Cristo, Bella. ¿Dónde?” Le pregunté.

“En el supermercado, cuando estaba consiguiendo tu refresco,” murmuró, viéndose


avergonzada. Pude ver su maldito remordimiento y casi me hace sentir mal, pero al
parecer no podía sentir nada de empatía cuando estaba tan jodidamente atónito,
confundido y encabronado por lo de Jacob. No me gustaba la idea de que ella lo viera,
incluso si solo era de pasada en la maldita tienda.

“¿Y entonces, también te ha dicho algo? ¿Qué mierda te ha dicho? ¿Era esa la primera
vez que lo veías?” Le pregunté, queriendo tener algunas malditas respuestas para
aclarar esta mierda. Ella se quedó mirándome brevemente y parecía estar

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considerando sus respuestas.

“Él, eh… por lo regular es muy agradable,” dijo en voz baja. “Me cuenta chistes. Dijo
que quería que fuéramos amigos porque él pensaba que me vendría bien tener un
amigo, por mi situación o lo que sea.”

Mi ira se encendió. “¿Quiere que sean malditos amigos? Sí, claro. Demonios, ese hijo
de puta solo quiere tomar lo que tengo. ¡Joder, él quiere quitarme todo, quiere hacerme
daño, Bella! ¿No te das cuenta? No puedes ser tan jodidamente ingenua para creer que
él es sincero. ¿Y él lo sabe? ¿Cómo demonios lo sabe?”

Ella se encogió de hombros titubeante pero no contestó, simplemente me miró con


aprensión. Gruñí, poniéndome de pie y empecé a pasearme por la habitación. Di unas
cuantas respiraciones profundas tratando de calmarme, porque gritarle no estaba
siendo de puta ayuda. No era su culpa y no hacía ni cinco malditos minutos había
dicho que tenía que empezar a tratarla mejor. Me volví a sentar en el borde de la cama
después de un momento, mirándola.

“Aparte de las veces que ya sé, ¿cuántas veces más has hablado con Jacob Black?” Le
pregunté, deseando saber la puñetera respuesta a eso.

Ella suspiró, sonando resignada. “¿Cinco veces, tal vez?” Dijo con cautela. Esa mierda
de verdad me sorprendió y me quedé mirándola, completamente atónito. No podía
creer que me hubiera ocultado esa mierda. Sabía que estaba siendo jodidamente
hipócrita, no podía enfadarme con ella por guardarme secretos cuando yo había hecho
lo mismo, pero eso no disminuyó el dolor que sentí al escucharlo.

Me pasé la siguiente media hora escuchando a Isabella explicarme todos sus


encuentros con Jacob, sorprendido cuando me enteré que lo había visto con Alice en el
día de San Valentín. No podía creer que Alice hubiera estado ahí, en esa mierda y no
me lo hubiera dicho. Isabella me dio los detalles de sus encuentros, hasta los chistes
estúpidos que le había contado, y me estaba encabronando de verdad. Estaba claro
que había intentado ligársela un par de veces, pero ella era demasiado inexperta para
verlo. No se daba cuenta cuando un tipo estaba coqueteando con ella, pero yo conocía
bien esa mierda. Sabía cuando un hijo de puta estaba tratando de ganarse a una
chica y joder, claramente Jacob Black estaba tratando de conquistar a mi chica. Esa
mierda no me gustaba para nada.

Cuando por fin se calló, me miró vacilante, obviamente temerosa de mi reacción. Yo


luchaba contra mi temperamento de nuevo sin querer arremeter contra ella, pero
estaba encabronado. “¿Eso es todo lo que me has estado ocultando?” Le pregunté. Ella
llevó su labio inferior a su boca y comenzó a mordisquearlo nerviosamente. Suspiré y
cerré los ojos, dándome cuenta de que había más. “Puedes contármelo, tesoro. No voy
a enojarme contigo.”

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Ella abrió la boca y comenzó a parlotear sobre mi padre, diciéndome mierda que él le
había dicho y hecho a ella cuando yo no estaba cerca. Como aquel día en su oficina en
el hospital, él la había amenazado y exigido ocultarme cosas. La mayor parte de lo que
me dijo ya no era un puto secreto, no después de la explosión del mes pasado cuando
él finalmente me dijo alguna mierda, pero me sorprendió descubrir que él le había
dicho que quería que yo no tuviera nada que ver con la mafia. De todos modos, eso no
era tan jodidamente importante, pero me sorprendió que hubiera acudido a ella por
ayuda. Cuando terminó se quedó callada una vez más, vigilándome vacilante.

“Ahora, ¿es todo?” Le pregunté. Ella asintió con la cabeza. “Gracias. Sabes que no
tienes que ocultarme cosas, Bella. Joder, puedes contarme todo. No me importa una
mierda lo que otros digan. Realmente desearía que me hubieras dicho todo esto
antes.”

Ella suspiró. “No quería que te alteraras o hicieras algo malo y te metieras en
problemas,” dijo en voz baja. Yo negué con la cabeza.

“Sí, bueno, no tienes por qué preocuparte de que yo haga algo, pero mi padre es otra
historia. Tengo que decirle que Jacob lo sabe,” le dije, sabiendo que en realidad no
tenía opción. Esa mierda era seria y algo que él tenía que saber.

Los ojos de Isabella se ampliaron un poco. “Eh, bueno... en realidad, él ya lo sabe,”


ella dijo. Mi frente se frunció. “Jacob dijo que el doctor Cullen sabía que él lo sabe.”

Me eché a reír secamente, sacudiendo la cabeza. “No hay puta manera de que él lo
sepa, Jacob es un mentiroso de mierda,” le dije.

“¿Eso crees?” Preguntó vacilante. Asentí con la cabeza.

“Estoy seguro que sí,” dije con confianza. Si Jacob lo sabía, no había manera de que
estuviera caminando por ahí como si nada. Estaba bastante seguro que si mi padre lo
supiera, Jacob estaría en una caja a tres metros bajo tierra en algún lugar o bien, en la
parte de atrás de un cartón de leche. ¿Todavía siguen haciendo esa mierda, poner a
gente desaparecida en los cartones de leche? Joder, no lo sé pero en realidad no
importa. El punto era, que estaría fuera de nuestras malditas vidas, ya no sería un
problema.

“Está bien,” ella dijo. “Si tú lo dices, te creo.”

Asentí con la cabeza. “Y no puedes ser su amiga, Bella, eso está fuera de jodida
consideración. Odio decirte qué hacer, esa mierda no está bien, pero no puedo dejar
que seas amiga de ese pendejo. Él está intentando usarte para vengarse de mí y no
puedo dejar que pase esa mierda. No puedo permitir que te usen de esa forma, no
puedo permitir que te lastimen,” le dije. Conocía bien a Jacob Black, y sabía
malditamente bien de lo que era capaz. No era buena persona, y si alguna vez
lastimaba a mi chica de cualquier forma, yo mismo lo mataría. No es que importara

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mucho, porque de todos modos no había puta manera de que él sobreviviera una vez
que mi padre se enterara de lo que sabía.

“Le dije que no podíamos ser amigos,” ella dijo en voz baja. “Le dije que confiaba en ti
y que a ti no te gustaría.”

“Tienes toda la puñetera razón, no me gusta. Ni siquiera me gusta que este a unos
treinta metros de ti, mucho menos que hable contigo. Aléjate de él, ¿me entiendes? Y si
alguna vez trata de hablar de nuevo contigo, házmelo saber,” le dije enfáticamente.
Ella se me quedó mirando por un momento antes de asentir con la cabeza. Estaba
jodidamente encabronado, tan enojado que temblaba, pero estaba tratando de
dominar esa mierda y no asustarla. Nada de esto era culpa suya y estaba siendo
honesta conmigo. Gritarle solo haría que se distanciara, pero al menos mi maldita ira
estaba centrada en algo más, en alguien que se lo merecía.

“Lo siento,” murmuró, sonando genuinamente arrepentida. Yo hice un gesto de


negación.

“No debes disculparte conmigo,” le dije, repitiendo lo que ella había dicho antes. Joder,
yo todavía seguía ocultándole cosas, no tenía derecho a esperar ningún remordimiento
por su parte. La miré por un momento antes de volver a meterme a la cama, volviendo a
recostar mi cabeza en su estómago. Estaba molesto, pero no había una mierda que
pudiera hacer al respecto esta noche. Podría renegar, tirar mierda por doquier y ser un
pendejo, pero al final todo seguiría siendo igual y simplemente no tenía la puta energía
para eso. Ahora que era consciente de mi actitud últimamente, estaba más atento a
esa mierda. No quería gritarle, no hoy. Se supone que hoy debía ser un buen día, un
día en el que ella podía ser una adolescente normal y feliz que por desgracia, estaba
enamorada de un cabrón como yo. Así que solo comencé a acariciar de nuevo su
vientre y su muslo, dibujando patrones con las puntas de mis dedos y deletreando
palabras al azar, tratando de dejar de pensar. Ella olía a flores y sexo con un toque de
sudor, y el aroma fue lo suficiente para distraerme un rato. Sus dedos encontraron su
camino de regreso a mi pelo, acariciándolo suavemente. Su toque era relajante, y el
movimiento de su pecho al respirar, reconfortante. Sentí mis párpados hacerse más
pesados y me quedé dormido.

Finalmente desperté, acostado de lado en la cama con mis piernas colgando en el


borde. Estaba envuelto en el edredón y Bella estaba acostada de forma diagonal con
sus pies sobre mis muslos. No tenía idea de cómo habíamos llegado a estar en esa
posición pero no era confortable en absoluto, mis piernas estaban entumecidas. Me
senté y me quité sus pies de encima, desenredándome del edredón y cubriéndola. Ella
murmuró dormida, atrayendo sus piernas y enroscándose en una bola. La miré por un
momento antes de volverme y echarle un vistazo al reloj de la alarma: 7:00 a.m.

Me puse de pie, maldiciendo en voz baja a medida que la circulación comenzaba de


nuevo a fluir por mis piernas, causando que un dolor punzante las recorriera. Cojeé a

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mi armario y saqué algo de ropa cómoda, poniéndomela solo para cubrirme. Me dirigí
a la puerta y miré de nueva a Bella brevemente, congelándome cuando vi una mancha
oscura en su cuello. Caminé hacia ella, mi ceño fruncido por la confusión. Cuando
estaba cerca de ella me di cuenta exactamente de lo que era y la ira se disparó a
través de mí, los acontecimientos de ayer volvieron a mí con toda su fuerza. Esa perra
hija de puta había marcado a mi chica.

Ella tenía un maldito moretón alrededor del cuello por haberle arrancado el collar y
esa mierda no era aceptable. Extendí mi mano y pasé la punta de mis dedos a través
de ella, delineando la marca. Se estremeció por mi toque y murmuró, pero no se
despertó. Me incliné y le di un ligero beso en la mejilla, sintiéndome culpable por cómo
había ido su día ayer. Había querido que lo pasara bien en la noche de la graduación,
y en lugar de tener el puto cuento de hadas, había tenido que soportar mi actitud y la
hostilidad por parte de las chicas celosas. Esa mierda no estaba bien, ella no se
merecía eso. De alguna manera encontraría la forma de compensárselo, y no había
jodida manera de que Tanya se saliera con la suya con lo que había hecho.

Salí de la habitación, cerrando la puerta sin hacer ruido para no despertarla todavía, y
bajé las escaleras. Me detuve en el segundo piso cuando vi que la luz en la oficina de
mi padre estaba encendida, debatiéndome. Era jodidamente temprano para hablar de
problemas y además, domingo por la mañana, joder, cuando probablemente él estaría
ahí rezando o la mierda que fuera que él hiciera tan temprano, pero realmente quería
hacer esta mierda sin que Isabella estuviera presente. No quería arrastrarla a esta
situación más de lo necesario, especialmente teniendo en cuenta que mi padre podía
explotar. Ya de por sí él la asustaba, ella no tenía por qué verlo enfurecerse.

Me acerqué y me detuve, levanté mi mano vacilante y toqué. Esperé un momento y oí


movimiento en el interior, el pomo giró y la puerta se abrió. Mi padre me miró, su ceño
fruncido por la confusión.

“Eres la última persona que esperaba ver,” me dijo, haciéndose a un lado y haciendo
un gesto con la mano para hacerme entrar. Lo miré con curiosidad, pasando junto a él
al entrar en la habitación.

“¿Por qué?” Le pregunté. Él se rio un poco, cerrando la puerta. Me senté en la silla


frente a su escritorio y él caminó hacia él, dejándose caer en su silla. Tenía montones
de papeles esparcidos frente a él.

“Porque has llamado y eso no es algo que tú hagas, Edward,” dijo. Yo me quedé
mirándolo, dándome cuenta que era verdad. ¿Por qué demonios había tocado, de
todos modos? Nunca había hecho esa mierda. Por lo general, solo entraba.

“Sí, bueno, ni siquiera yo me reconozco así que supongo que en este punto soy capaz
de cualquier cosa,” le dije, encogiéndome de hombros.

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Él asintió. “Sé que has estado algo irritable últimamente. ¿Has podido manejarlo?
¿Quieres hablar de ello?” Me preguntó. Me reí secamente, negando con la cabeza.

“Ya he superado esa mierda. He terminado con eso,” le dije. Él me miró.

“Eso no me lo creo ni por un segundo. Obviamente todavía te molesta. Ella es tu novia,


no va a ser fácil dejarlo pasar. Me tomó años poder controlarme de verdad sabiendo
esa información,” él dijo. Yo suspiré.

“Bueno, yo no tengo años para atormentarme con esta mierda, papá. Han pasado
semanas, se acabó, nada lo va a cambiar,” le dije, encogiéndome de hombros.

“Sabes que la oferta sigue en pie, si quieres irte con tu tía Esme por un tiempo, ella te
recibiría feliz,” dijo. Yo negué con la cabeza.

“Joder, ya te lo he dicho antes, no voy a dejarla,” le dije, molesto de que sacara esa
mierda de nuevo. No podía contar el número de veces que él había sugerido que nos
separáramos temporalmente y me encabronaba cada vez que lo mencionaba. Joder,
no me iba a alejar de ella, puede que me hubiese distanciado un poco emocionalmente
por un tiempo, pero ahora que me había dado cuenta de lo que había estado
haciendo, iba a hacer un esfuerzo para no hacerlo más. No había forma de que
pudiera sobrevivir a la separación física, la emocional ya me estaba jodiendo lo
suficiente.

“Haz lo que quieras. Si cambias de opinión, siempre puedes volver con Esme el mes
próximo cuando ella nos visite por la graduación de tus hermanos,” dijo, apartando su
mirada de mí y volviendo a su papeleo.

“Sí, bueno, no voy a cambiar de opinión, pero gracias de todos modos,” le dije con
frustración. “He sido lo suficientemente cabrón con ella últimamente, no puedo
simplemente irme. Eso lastimaría demasiado a Bella.”

Él rio un poco y lo miré entrecerrando los ojos, preguntándome qué demonios era tan
divertido. “Bella,” él murmuró en voz baja, negando con la cabeza.

“Sí, Bella,” dije con mordacidad, molesto.

Él me miró de nuevo, levantando las cejas inquisitivamente. “¿Vas a admitir ahora que
la llamas así porque significa “hermosa”?” Preguntó en tono de broma. Yo rodé los
ojos.

“Como tú digas, sí. Si te hace feliz escuchar esa mierda, bien. La llamo Bella porque
ella es hermosa,” le dije. Él sonrió. Me estaba encabronando su estado de ánimo, no
estaba de humor para bromas.

“Esa es la misma razón por la que tu madre se refería a ella como Bella. Bella
bambina, niña hermosa,” dijo. “Aunque supongo que para ti no es una niña.”

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“Bella Ragazza,” murmuré. “La mia bella ragazza. Mi chica hermosa.”

Me miró con curiosidad. “Las similitudes entre tu madre y tú son sorprendentes a


veces,” él dijo. Yo suspiré.

“Lo sé. La recuerdo diciéndole a Isabella esa mierda,” le dije, encogiéndome de


hombros. No podía evitar tener bastante del corazón de mi madre en mí, de modo que
nos cautivó la misma chica, enamorándonos los dos de ella de diferentes maneras. De
hecho, cuando pude hacer a un lado esa ira irracional por la situación anterior, fue casi
reconfortante saber lo mucho que me parecía a mi madre. Pensaba que había perdido
esa parte de mí que provenía de ella, que me había convertido en un clon de mi padre,
así que fue bueno saber que todavía existía algo bueno en alguna parte dentro de mí.
Sus ojos se abrieron por la sorpresa y me confundió un poco hasta que me di cuenta
que nunca le había dicho que recordaba haber conocido a Isabella.

“¿La recuerdas?” Preguntó vacilante. Suspiré de nuevo, asintiendo, deseando no


haberlo mencionado. No estaba de humor para hablar de esa mierda con él.

“Algo. Me refiero a que recuerdo haberla visto, a mamá llamándola Bella Bambina y
explicándole qué era el chocolate, eso es todo,” le dije. Él sonrió con tristeza.

“¿Te acuerdas del chocolate?” Preguntó con curiosidad. Me encogí de hombros, sin
saber qué tenía esa mierda de importancia.

“Recuerdo que le pregunté si quería un beso de Hershey y ella trató de besarme, sin
saber de qué demonios estaba yo hablando,” le dije. Él se rió entre dientes.

“Sí. Recuerdo que tu madre me contó sobre eso después. Para entonces,
aparentemente no estabas tan contento con besarla como ahora,” dijo, una vez más
con su tono bromista. Entrecerré los ojos con recelo, preguntándome qué diablos le
pasaba. No habíamos hablado mucho las últimas semanas y su actitud
despreocupada en cuanto a la relación entre Isabella y yo me estaba sorprendiendo.
No estaba precisamente escondiéndole esa mierda últimamente, sin tener reserva
alguna en besarla frente a él, pero por lo general él se iba y parecía seguir sin querer
tener nada que ver con eso.

“Sí, bueno, ¿cuántos años tenía, cinco? Solo estaba tratando de darle a la niña un
dulce y ella trató de meterme la lengua,” le dije. Él se echó a reír, sacudiendo la
cabeza.

“En ese entonces ella era muy valiente. Es triste que haya perdido esa parte de sí
misma. Nunca haría eso ahora,” dijo. Lo miré brevemente antes de sonreír con
suficiencia ante su ignorancia.

“Está claro que en realidad no sabes nada acerca de Isabella,” le dije, negando con la
cabeza. Su frente se frunció mientras me miraba fijamente.

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“¿Estás insinuando que ella dio el primer paso?” Preguntó.

Me encogí de hombros. “Bueno, estoy jodidamente seguro que yo no lo hice, papá.”

Se me quedó mirando, con expresión atónita. “Wow, ella es… eh…“ Comenzó a decir.
Yo lo observé, esperando a que terminara de hablar. Juré que si decía algo negativo
como “estúpida”, llegaría hasta el otro lado del escritorio y le rompería de nuevo la
maldita boca, con escayola y todo. “Valiente,” finalmente terminó de decir.

Yo asentí. “Lo es. Una de las cosas que me gustan de ella. Es valiente y malditamente
fuerte,” dije con brusquedad, mirándolo fijamente. Él asintió después de un momento.

“Lo puedo imaginar. ¿Le has dicho que recuerdas haberla conocido?” Preguntó,
levantando las cejas inquisitivamente. Suspiré y me quedé callado por un momento
antes de hacer un gesto de negación con la cabeza. Me di cuenta que había estado tan
absorto en mi propia mierda que apenas había pensado de nuevo en eso. Había sido
tan jodidamente egoísta últimamente que ni siquiera me había tomado el tiempo para
compartir eso con ella. Cristo, de verdad había sido un imbécil. Él asintió. “Tú, eh… no
sé si querrás hacerlo.”

Mi frente se arrugó con confusión. “¿Por qué?” Le pregunté. Él suspiró, mirándome.

“Ella se metió en problemas por tener ese chocolate,” dijo. “Le dije a tu madre que no le
diera nada pero ella no me hizo caso. Tu madre simplemente no lo entendió, ¿sabes?
Lo puso en su bolsillo para que lo guardara para más tarde supongo, Bella era joven y
no entendía. Charles padre lo descubrió.”

“Cuando dices que se metió en problemas, te refieres a… eh…” comencé a decir, sin
saber cómo decir esa mierda. Sin embargo, no importó, porque él sabía a dónde
quería llegar con eso.

“Ella fue castigada,” dijo en voz baja, observándome con cautela. “Probablemente fue
la primera vez que él la golpeó.”

Sentí la culpa y la ira a través de mí y apreté mi mano en un puño, tratando de


contenerme. “¡Era solo una maldita niña!” Espeté. “¡Ella no había hecho nada!”

Él suspiró con fuerza. “Lo sé. Lo detuve, por supuesto, pero no llegué a tiempo para
evitar que sucediera. Tu madre y tú ya estaban en el coche y yo había olvidado algo en
la casa. Regresé por ello y lo vi golpeándola. No solo se había derretido todo el
chocolate y ella se lo había extendido por todas partes tratando de abrirlo, sino que
también él asumió que lo había robado de la casa.” Él se detuvo, mirándome. “Nunca
se lo dije a tu madre, la hubiera devastado. E Isabella era tan joven que no me
sorprende que lo hubiera bloqueado. Debió haber sido algo traumático para ella, y me
temo que si se lo recuerdas…”

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“Ella recordará lo que pasó,” lo interrumpí, negando con la cabeza. Me sentía
culpable, malditamente culpable. Entonces era solo un niño, pero yo había sido el que
le había preguntado si quería chocolate. “Lo sé, lo entiendo. Joder.”

Él asintió y nos quedamos sentados en silencio por un momento. “Tú madre…” Él


comenzó a decir, pero levanté mi mano para detenerlo, suspirando. No quería escuchar
nada más al respecto, ya estaba lidiando con suficiente mierda. No tenía necesidad de
meterme en el tema de mi madre.

“No he venido aquí a hablar de ella,” le dije. Él se calló y me miró con curiosidad.

“¿Hay alguna razón por la cual has venido?” Preguntó. Yo asentí.

“Sí, tiene que ver con anoche…” Empecé a decir. Sus ojos se abrieron un poco.

“¿Cómo estuvo la fiesta? ¿Lo pasaron bien?” Preguntó con curiosidad, sonando
ilusionado. Yo gemí, negando con la cabeza, molesto porque me estaba
interrumpiendo y sonando todo malditamente paternal y alegre.

“Estuvo jodidamente estupendo, papá. Un verdadero y maldito desmadre. Joder, ahora,


¿puedo terminar?” Dije con brusquedad, no se veía muy contento por mi arrebato, pero
me hizo un gesto para que continuara. “Gracias, mierda. El punto es que anoche nos
encontramos con Jacob Black en el maldito baile y él le dijo cierta mierda a Isabella…”

“¿Qué le dijo?” Mi padre me interrumpió de nuevo, su voz seria. Gemí otra vez.

“Dijo que sabía qué demonios era ella, eso es lo que dijo.” Lo miré y vi como su
expresión cambiaba, una máscara en blanco se apoderó de su rostro. Se quedó ahí
callado, solo mirándome. Le sostuve la mirada brevemente, cada segundo de silencio
poniéndome de los nervios. Joder, ¿por qué no estaba diciendo nada? Tendría que
estar malditamente encabronado o al menos preocupado, así que, ¿por qué demonios
solo se quedaba ahí sentado?

“¿Qué fue lo que dijo exactamente?” Preguntó después de un momento.

“Le dijo a ella que quería ser su maldito amigo porque conocía su situación, que él
sabía que no estaba aquí voluntariamente, y tuvo el descaro de afirmar que tú sabías
que él sabía esa mierda,” le dije, levantándole las putas cejas, esperando a que
explotara. No había manera de que él aceptara esa mierda, no había manera de que
tolerara que Jacob supiera o contara esa mierda. Me quedé allí sentado y lo miré
fijamente, pero él simplemente me sostuvo la mirada sin expresión alguna en su rostro.
Mi ceño se frunció después de un momento, la comprensión me golpeó.

“¡No lo puedo creer!” Dije con brusquedad. “Joder, ¿es verdad?”

Él asintió. “Soy consciente de que Jacob lo sabe,” él dijo, su voz calmada y sin emoción.
Me enderecé en mi asiento rápidamente y lo señalé, la ira corriendo a través de mí.

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“¿Él sabe que mi maldita novia es una jodida esclava y no has pensado decírmelo?
Joder, ¿no has pensado que merecía saber que mi maldito enemigo lo sabe?” Gruñí. Él
suspiró y negó con la cabeza.

“Jacob no es tu enemigo, Edward,” dijo con calma.

“Es mi enemigo. El maldito me apuñaló por la espalda, no se puede confiar en él,”


escupí. “No lo entiendo. Si sabías que él lo sabe, ¿por qué demonios todavía anda
caminando por ahí? ¿Por qué demonios sigue vivo? Debería estar muerto.”

Los ojos de mi padre se abrieron por la sorpresa de mi arrebato. “No hablas en serio,”
él dijo. Me reí secamente.

“Joder, lo digo en serio.” Le repliqué. Él sacudió su cabeza.

“No, no es cierto,” dijo con brusquedad. “Puede que estés molesto con Jacob por lo que
sucedió, pero él no es tu enemigo. Todos decimos cosas que no queremos cuando
estamos molestos. Maldición, tú más que nadie debe saber eso, Edward. No te estoy
diciendo que seas su amigo, sino que todo este odio que pareces tener por él es
completamente innecesario y está fuera de lugar.”

Mis ojos se estrecharon y mi ira solo creció. “¿Cómo diablos puedes decir eso?” Dije
molesto y gritando. Él me miró furioso y arrojó sus manos hacia arriba y las bajó
golpeando con fuerza el escritorio. Obviamente no agradeció mi tono y su máscara
desapareció, dejando su ira expuesta con sus ojos brillando.

“Tienes que cerrar esa maldita boca,” dijo con severidad, su voz era brusca pero baja.
Cuando empezó a maldecir, supe que lo había encabronado. “Puedo decirlo porque es
la verdad. Sé qué demonios es tener enemigos, Edward. Sé la amenaza que
representan, y Jacob no es un enemigo. Es un chico inocente que la jodió no más que
tú. No voy a matarlo porque sabe más de lo que probablemente debería.”

Yo gemí. “No es seguro que él lo sepa. La gente no debería saberlo,” le dije molesto. Él
nos había dicho un millón de puñeteras veces que la gente no podía saber de su forma
de vida.

“Tienes razón, no deberían saberlo. Pero lo saben. Jacob no sabe más que Alice o
Rosalie, y no puedo soportar matarlo más de lo que podría soportar matar a una de
esas chicas. ¿O es lo que estás sugiriendo, aniquilar a cualquiera que sepa que tu
novia es una esclava? Así no es como vas a conseguir comenzar de nuevo con ella,
hijo. No puedes simplemente matar a quien sospeche de su verdadera naturaleza,
porque no importa cuánta gente mates eso no cambiará nada. Las cosas son como
son,” dijo con brusquedad. “Ella siempre ha sido una esclava, simplemente tienes que
comportarte como un hombre, superarlo y aceptarlo. No puedes huir de la verdad o
tratar de ocultarla.”

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Yo lo miré fijamente, un poco sorprendido por su diatriba. No esperaba que tomara ese
rumbo en la conversación y volteara esa mierda contra mí. “Eso es irrelevante,” dije
después de un momento. “El punto es, ¿cómo demonios puede Jacob ser de confianza
con esa información cuando ya ha traicionado mi confianza anteriormente? ¿Y si él lo
dice?”

Él hizo un gesto de negación con la cabeza. “No lo dirá,” mi padre dijo con confianza.
Yo gemí.

“¿Y cómo demonios puedes estar tan seguro?” Le pregunté.

Él me fulminó con la mirada. “Porque si fuera a contarlo, ya lo habría hecho. Me enteré


que él lo sabía cuando hiciste estallar su coche, Edward, y estaba pagando para sacar
tu culo de problemas. Si él hubiese querido delatarnos, lo hubiera hecho cuanto tuvo
justificación. Pero no lo hizo, mantuvo la boca cerrada. Y no voy a ir a matar a un niño
de diecisiete años solo porque piensas que eso te haría sentir mejor, porque te aseguro
que al final no lo hará. Tendrías que lidiar con la culpa de su muerte por el resto de tu
vida y no es algo con lo que quieras tener que vivir. Así que tienes que aceptarlo y
superarlo. Puede que Jacob sea una molestia, pero él no es el enemigo y tienes que
dejar de pensar de esa forma. Tengo suficiente con lo que lidiar en este momento, no
necesito que trates de añadir esta mierda a eso.” Él hizo una pausa y le echó un vistazo
al escritorio, suspirando. “Joder, tengo suficiente gente de la que preocuparme,” él
murmuró en voz baja.

“Como él,” dije, mirando a mi padre. Él asintió vacilante, devolviéndome la mirada.

“Sí. Él,” dijo simplemente, negando con la cabeza. Evadíamos el tema del ADN cada
vez que hablábamos, refiriéndonos al que coincidía con el de Isabella y que estaba
con vida simplemente como “Él”. Era jodidamente ridículo, porque me sentía algo así
como si estuviera viviendo en los libros de Harry Potter y tuviéramos puto miedo de
decir el nombre del tipo malo. Joder, solo quería gritar: “¡Es Voldemort, maldita sea,
solo di el puto nombre!’ porque tener miedo del nombre solo aumenta el temor a la
jodida persona, sea que se lo merezcan o no. Y sí, lo tomé de la perra de los libros,
Hermione o como sea que se llame, y sí, solo sé esta mierda porque mi chica leyó los
libros y exigió que viéramos todas las películas. Yo estaba que me moría de puto
aburrimiento pero me aguanté hasta verlas todas con una maldita sonrisa pegada en
el rostro, porque ella amaba esa mierda. Como sea. Era estúpido y todo esto era una
estupidez.

“¿Así que no has encontrado la manera de encargarte de… Él?” Le pregunté después
de un momento, ganándome la curiosidad. Él negó con la cabeza.

“Justo ahora, solo estoy ganando tiempo, hijo, hasta que no tenga más remedio que
actuar. Y entonces, solo espero como jodido infierno hacer lo correcto una vez llegado
el momento, sea lo que sea,” él dijo. Asentí.

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“¿Sabes? Probablemente podría adivinar…” Comencé a decir, pero sus ojos se
estrecharon y me cortó antes de que pudiera decir lo que estaba pensando.

“Que ni siquiera se te ocurra esa mierda, Edward Anthony. Lo digo en serio,” dijo con
brusquedad. “Ni siquiera lo pienses, no te lo diré de nuevo.”

Cerré la boca y él asintió, pero no había manera de que pudiera evitar pensar en ello.
Tal vez no pudiera pronunciar las palabras en voz alta, pero eso no significaba que no
lo supiera. Había tenido un mes para pensar en esa mierda, para que mi mente
desarrollara teorías. Admito que al principio, algunas de ellas era ridículas y el
resultado de ver demasiada maldita televisión. Estaba convencido de que ella era de
la maldita realeza de cierta forma o relacionada con el puto presidente o líder de un
país poderoso o algo así. Pero cuanto más pensaba en ello, más me daba cuenta que
tenía que ser algo más cercano a casa, y que lo más probable es que fuera realeza…
solo que realeza de la mafia.

Tenía la sospecha de que mi novia era una principessa della mafia, y técnicamente
siempre lo había sido ya que su abuelo paterno era un iniciado, pero era más que eso.
Si ella realmente lo era, debería haber sido una de las princesas de la mafia a quién
mimarían y consentirían al crecer.

“Hay solo unos cuantos a los que les tendrías miedo,” le dije. Él gruñó con fuerza y
estrelló sus manos contra el escritorio, moviendo su silla de nuevo para levantarse.

“Vete a la mierda, Edward,” dijo, perdiendo la calma. Sabía que no debía presionarlo
demasiado, pero era ridículo. Se dijera o no, estaba claro que los dos sabíamos que
era de esperarse que ya hubiera descubierto esa mierda. Y la conclusión a la que
había llegado, en base a todo lo que había pasado y todo lo que se había dicho, era
una mierda en la que francamente ni siquiera me gustaba pensar. Si estaba en lo
cierto, entendía exactamente por qué mi padre estaba tan nervioso porque no cabía
duda… todos estaríamos jodidamente muertos por ocultarle a Él esta información.

Mi padre se acercó a la puerta y la abrió, fulminándome con la mirada. Yo me puse de


pie y suspiré, dándole un saludo a medias con la mano que todavía tenía la escayola.
A él no pareció divertirle, pero en realidad no me molesté en preocuparme por ello. Salí
y cerró la puerta con fuerza detrás de mí, con un ruido tan fuerte que di un respingo y
me di la vuelta para mirarla. Sí, definitivamente no le había hecho gracia.

La puerta de la habitación de Emmett se abrió rápidamente y miré en esa dirección, mi


ceño se frunció. No llevaba nada más que un par de boxer rojos y su corona del baile.

“¿Qué has hecho ahora para encabronar a papá?” Preguntó, luciendo divertido
mientras miraba a la puerta de la oficina.

“¿Qué es lo que hago siempre, Emmett?” Le pregunté. Él sonrió y levantó su mano para
hacer un gesto de estar hablando.

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“¿Soltando esa maldita boca de nuevo, hermanito? ¿Tu boca extendiendo cheques que
tu culo no puede pagar?” Preguntó en son de burla. Yo rodé los ojos.

“Como sea,” le dije. “Puedo respaldar todo lo que digo.”

Él se echó a reír. “Si tú lo dices. ¿Dónde está Izzy Bizzy?”

Hice un gesto con la cabeza hacia las escaleras. “Aún dormida, supongo.”

“¿Está bien?” Preguntó con seriedad. “Rosie y yo vimos lo que pasó con Tanya.
Llegamos hasta ella tan pronto como pudimos, pero por suerte Jake intervino.” Asentí
titubeante, desde luego deseando decir que se joda Jacob, pero independientemente
de sus motivos él había ayudado a mi chica.

“Tiene una marca donde se le hundió el collar, pero estará bien. No pareció
inquietarla,” le dije. “Tanya va a pagar por esa puta mierda, también.”

Él asintió. “Será mejor que también hagas pagar al culo de Lauren. Rosie la escuchó
reírse sobre eso más tarde, diciendo: que había sido idea suya y que ayudó a
acorralarla en el baño.”

“¿En serio?” Le pregunté. Él asintió y yo gemí, mi ira aumentando. Los culos de esas
dos perras eran míos. “Gracias por cuidar de ella. Y por amenazarme con joderme
anoche. No me había dado cuenta que estaba haciendo esa mierda.”

“¿Y finalmente, qué te pasaba?” Preguntó. “Parecías estar verdaderamente herido.


¿Está todo bien? Quiero decir, no has cambiado de opinión respecto a ella, ¿verdad?
Si no la amas…”

Mis ojos se estrecharon, mi ira aumentando por sus palabras. “Joder, ni siquiera lo
pienses. Yo la amo. Y no, no he cambiado de opinión. Solo estoy jodidamente ansioso
sobre cómo demonios vamos a resolver esta puta situación y permanecer juntos,
¿sabes?”

Él asintió. “Sí, lo entiendo. Solo digo que, ya sabes, si alguna vez cambias de
opinión…”

Yo gemí y él levantó sus manos. “Solo escúchame, hermano. Solo digo que si llega el
día donde ya no puedes estar con ella, solo… acude a mí. O Jasper, ¿de acuerdo? No
quiero ver lastimada a Izzy Bizzy o que se sienta abandonada. Encontraríamos una
manera de ayudarla, y lo sabes.”

“Sí, no va pasar pero gracias,” le dije, dando la vuelta y empezando a alejarme. Lo


escuché suspirar.

“¡Solo no lo jodas, o yo te joderé a ti! ¡Si le haces daño, yo te lo haré a ti!” Gritó detrás
de mí. Yo sonreí satisfecho, sacudiendo la cabeza, extrañamente reconfortado por el

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hecho de que mi hermano patearía hasta mi culo por ella, y confiaba en que lo haría
sin dudarlo. Ella necesitaba gente en su vida que la defendiera.

Me dirigí al tercer piso, parándome en seco cuando casi choco con la forma que estaba
en la cima de las escaleras. Isabella gritó, sorprendida por mi presencia, y yo agarré
sus caderas cuando ella saltó.

“Oye, tranquila,” le dije. Ella sonrió, el sonrojo subiendo lentamente por sus mejillas.

“Hola. No sabía dónde habías ido,” dijo en voz baja, llevando su labio inferior a su
boca para mordisquearlo. Parecía nerviosa y me sentí culpable por ello, sabiendo que
era porque no estaba segura de mi estado de ánimo. Mi jodida actitud realmente debe
haberla afectado en las últimas semanas si estaba nerviosa a mi alrededor. Sonreí y
levanté mi mano, sacando su labio de entre sus dientes a medida que pasaba mis
dedos a través de él, me incliné y presioné mis labios contra los suyos con suavidad,
besándola dulcemente.

“Donde he estado, no importa, Bella. Todo lo que importa es dónde estoy ahora, y es
contigo,” murmuré, acercándola a mí. Ella sonrió contra mis labios.

“Te amo,” me dijo. Yo murmuré en respuesta, besándola de nuevo y abriendo sus


labios con mi lengua, introduciéndola en su boca. La besé profundamente,
presionándome contra su pequeño y apretado cuerpo. Ella gimió en respuesta, el
sonido haciendo vibrar mis labios y la sensación llegando directamente a mi polla. Mi
ya dura erección hinchándose aún más y yo gemí.

“Yo también te amo. Y te ves jodidamente sexy con mi ropa puesta,” le dije, alejándome
de sus labios y mirándola. Llevaba los pantalones de mi pijama de franela, plegados y
enrollados para que se quedaran en su lugar, y una de mis camisetas de fútbol. Ella se
sonrojó una vez más y llevó su labio inferior a su boca, sonriendo tímidamente. Sonreí
con suficiencia y me incliné de nuevo, deteniéndome con mis labios justo junto a su
oído. “Pero ¿qué te parece si vamos a mi cuarto y te la volvemos a quitar?”

Ella dio un pequeño jadeo y yo me reí entre dientes, agarrando su mano. Me di la


vuelta y empecé a tirar de ella hacia la habitación, y ella se echó a reír. “Bueno, buenos
días,” ella dijo. Abrí la puerta y la hice entrar, cerrando la puerta detrás de mí. La llevé
a la cama y ella se sentó, arrastrándose hacia atrás hasta que estuvo en el centro de la
misma. Yo me subí y me cerní sobre ella, sonriendo.

“Sí, sin duda va a ser un buen día,” le dije alegremente, inclinándome y besándola,
mordiendo su labio inferior juguetonamente. “Y una buena tarde. Y una buena noche,
si tengo suerte.”

Sus ojos se abrieron y su rostro se iluminó. “Wow,” ella dijo. Me reí al ver su expresión.

“Tengo un mes de abandono que compensar, tesoro, y no tenemos nada que hacer hoy.

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Es cosa del destino,” le dije, besándola. “No puedo pensar en una mejor manera de
pasar el día, pero no dudes en decirme que no.”

“No,” ella murmuró, devolviéndome el beso. Aparté mi boca de la suya y la miré.

“¿No?” Repetí. “¿No quieres?” No estaba seguro de lo que quiso decir con eso.

“¡No!” Dijo, con sus ojos muy abiertos por la sorpresa. “Quiero decir, espera. ¡Sí!”

Mi ceño se frunció y ella se echó a reír. “Hablando de señales confusas, tesoro. ¿Ese es
un jódete o un jódeme?” Le pregunté, comenzando a besar la línea de su mandíbula.
Ella levantó sus manos para pasarlas por mi pelo, gimiendo suavemente a medida que
mis labios encontraban su cuello.

“Jódeme,” ella susurró, las palabras saliendo de sus labios sin aliento. Si no hubiera
estado escuchando atentamente, probablemente no hubiera escuchado lo que dijo,
pero por suerte había estado escuchando. Y el sonido de algo tan sucio y francamente
jodidamente vulgar, viniendo de su dulce boca encendió cada centímetro de mí, el
deseo disparándose a través de mí. Me aparté de su piel, levantando la cabeza para
mirarla. El fuego en sus ojos era intenso, el anhelo en su expresión deslumbrante. Sí,
ella me deseaba tanto como yo ella.

“Será un placer,” dije, mi voz llena de deseo. La besé apasionadamente y ella gimió en
mi boca, aferrándose a mí con fuerza. Comencé a tirar de su ropa, desnudándonos a
ambos rápidamente, dejando todo en el suelo. Besé su cuello y a través de sus
clavículas, masajeando suavemente sus pechos. Saqué mi lengua y la hice girar
alrededor de su seno, capturando el pezón entre mis labios y chupándolo. Ella gimió y
gritó cuando lo rocé con suavidad, la piel de gallina apareció en su pecho. Hice lo
mismo con el otro seno, sin querer descuidar a ese hijo de puta. Cada centímetro de
ella merecía la misma atención y planeaba asegurarme de que ninguna parte de ella
quedaría sin ser tocada y acariciada.

Deslicé mi boca por su cuerpo, metiendo mi lengua en su ombligo. Ella se rió, su cuerpo
temblaba un poco por la risa, el sonido calentó mi corazón. De verdad había extrañado
esa mierda, y no era la maldita culpa de nadie sino mía. No había manera de que
permitiera que eso volviera a suceder, de ninguna manera podría tratarla de nuevo
desconsideradamente como lo había estado haciendo. Separé sus muslos, llevando mi
boca directamente a su clítoris. Moví mi lengua rápidamente sobre él y ella gritó, sus
manos aferradas a mí. Sonreí satisfecho por su respuesta, amando la reacción de su
cuerpo a todo lo que yo le hacía. Empecé a chupar y lamer su coño, saboreando sus
dulces jugos a medida que empujaba dos dedos de mi mano derecha en su estrecho
lugar. Ella estaba gimiendo y retorciéndose, apretando sus muslos mientras su cuerpo
se tensaba, sus músculos poniéndose rígidos. Era jodidamente hermosa la forma en
que su cuerpo se movía. No le llevó mucho tiempo correrse, un orgasmo la recorrió a
medida que apretaba en torno a mis dedos. La humedad goteó de ella. Se relajó

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después de un momento, jadeando y temblando, y yo retiré mis dedos. Volví a subir,
presionando mis labios en los suyos con pasión y ella envolvió sus brazos a mi
alrededor. Estaba excitada, malditamente excitada. Envolvió sus piernas en torno a mí,
acercándome más a ella, y gemí.

“¿Me deseas?” Le pregunté, presionándome contra ella, mi polla rozando su sensible


clítoris. Ella gritó y un escalofrío la atravesó.

“Sí,” jadeó. Yo murmuré en respuesta, llevando mi boca a su cuello. Mordí ligeramente


su piel antes de llevar mis labios a su oído.

“Dime que me deseas,” le susurré, presionándome de nuevo contra ella. Todo su


cuerpo tembló mientras ella lloriqueaba, aferrándose a mí con fuerza.

“Te deseo,” me dijo, su voz temblorosa por el deseo. “Te deseo tanto, Edward.”

Gemí cuando mi nombre salió de sus labios, mi polla empezó a palpitar. Llevé mi
mano entre nosotros, tratando de sostenerme, pero esa mierda no era fácil con una
mano lastimada. Abrí sus piernas todo lo que pude y empecé a empujarme en su
interior. Ella gimió por la sensación y la llené por completo, empujando lo más
profundo que podía. Estaba tan húmeda y cálida, la mierda más apretada que jamás
había sentido. Nunca podría haber algo que se amoldara de forma más perfecta que
ella a mí. Empujé hacia dentro y salí de ella lentamente, deseando sentir y disfrutar
cada embestida. Le hice el amor de la única manera que sabía, y eso fue poniendo
cada pizca de amor que sentía en ello. Acaricié su piel y besé sus labios, mi nariz
rozándola ligeramente. Ella pasó sus manos por mi espalda, sus dedos clavándose en
mi carne, sus caderas subiendo para encontrar mis estocadas. Ella era una criatura
jodidamente increíble, y tuve la suerte de ver su cuerpo despertar sexualmente. La miré
a los ojos, absorbiendo todo el amor y el deseo brillando en ellos.

“Tu sei l’unico per me,” susurré, antes de traducirle para que supiera lo que le estaba
diciendo. “Tú eres la única para mí. Ti ameró per il resto della mia vita. Te amaré por el
resto de mi vida, nena. Sempre.”

“Sempre,” repitió, agarrándome por el pelo y atrayendo mi boca hacia ella. Me besó
con fervor, había desesperación en sus movimientos. Hicimos el amor una y otra vez
durante toda la tarde, dormitando o simplemente quedándonos acostados hablando
cuando no estábamos haciéndolo. Sabía que ella iba a estar jodidamente dolorida
más tarde si seguíamos así, y se lo dije, pero ella insistió en que no quería parar. Ella
lo deseaba tanto como yo, su desesperación por estar conmigo de esa forma se sentía
casi mejor que el maldito acto en sí mismo. Llegó el momento en que estaba tumbada
en la cama junto a mí, durmiendo pacíficamente y murmurando mierda sin sentido
entre sueños. Yo solo la estaba observando y escuchando, algo divertido por algunas
de las cosas que decía. La puta marca que Tanya había dejado en ella estaba
empezando a molestarme ya que se había oscurecido significativamente a medida que

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el día avanzó. Isabella no le había dado importancia, diciendo simplemente que había
tenido peores, pero ese no era el punto. El punto era que esas perras sabían que no
debían joder con mi chica de esa forma. Le di a ambas, Tanya y Lauren una clara
advertencia, sabían que lo que estaban haciendo no me gustaría.

Joder, odiaba que me faltaran al respeto, y no solo habían lastimado y faltado el


respeto a mi chica, la habían maltratado y tratado de intimidarla, sino que también me
habían faltado al respeto a mí. Habían tratado de intervenir en mi vida, en mierda que
no tenía nada que ver con ellas, y no podía tolerar eso. Yo era inmaduro e irracional a
veces, no había ni una maldita duda al respecto. No era el hombre atento, compasivo y
comprensivo en el que Isabella me estaba convirtiendo el que cogió el teléfono
mientras ella dormía. Era el chico arrogante de diecisiete años que quería venganza
quien lo hizo.

Le envié a Ben un mensaje, explicándole la situación y qué era lo que quería hacer.
Esperaba como el infierno que él me echara una mano o al menos me señalara la
dirección correcta, porque sabía que él era uno de los pocos en quien podía confiar.
Después de que lo envié, puse mi teléfono en la mesita junto a mi cama, rodando sobre
mi costado para mirar a Isabella un poco más. Ella estaba recostada sobre su
estómago, con su espalda desnuda descubierta para mí. Me quedé mirando sus
cicatrices, sabía que eran parte de ella y que era la mierda que causó las cicatrices lo
que había ayudado a hacerla la persona que era, pero me gustaría que nunca tuviera
que haberlas tenido. Deseaba que nunca hubiera tenido que experimentar dolor, físico
o de otro tipo. Y por eso, odiaba esas putas cicatrices, pero por otro lado eran casi
hermosas. Eran hermosas porque mostraban su fuerza, su carácter… formaban parte
de ella y no había nada en ella que fuera feo. Ella era tan hermosa por dentro y por
fuera, y merecía mucho más de lo que tenía ahora. No podía esperar a ser capaz de
darle más, de darle el mundo. No podía esperar para darle lo que ella se merecía, lo
que mi jodida madre había sacrificado para darle. La vida. Una puta vida real. El tipo
de vida que ella se merecía, donde fuera libre. Libre de sus cadenas imaginarias, libre
de la angustia, libre del peligro. Joder, simplemente… libre. Extendí mi mano, trazando
con la punta de mis dedos la palabra en su espalda llena de cicatrices. Libre. Era todo
lo que realmente importaba.

Mi teléfono sonó y rápidamente me di la vuelta, agarrándolo antes de que la


despertara. Le eché un vistazo a la pantalla y abrí el mensaje de texto, sonriendo
satisfecho al leer las palabras. “Estoy dentro. Tú tráelo por la mañana y yo me encargo
del resto.”

Pasamos la mayor parte del día descansando. En algún momento nos pusimos la ropa
y nos dirigimos a la planta baja a pasar el rato. Isabella preparó la cena, porque lo
seguía haciendo cada noche a las 7 p.m. como un maldito reloj, comimos y vimos una
película con la familia. Mi padre apenas habló durante toda la noche pero lo atrapé
mirando a Isabella, sus ojos fijos en la marca alrededor de su cuello. Mantuvo su rostro

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inexpresivo pero podía ver la ira en sus ojos. Me importaba una mierda como se
hubiera comportado a veces, era descaradamente obvio para mí que él realmente se
preocupaba por ella.

Después de que anocheció nos dirigimos de nuevo al piso de arriba e hice un poco de
tarea mientras Isabella leía. Era uno de los viejos libros de mi madre de la biblioteca, y
no sabía cuál era y ella seguía riéndose así que tenía que haber sido jodidamente
divertido al menos. Estaba contento de que ella disfrutara de ello... ya era hora que se
diera uso a las pertenencias de mi madre en lugar de que solo recolectaran polvo. A mi
madre no le hubiera gustado esa mierda.

La abracé mientras dormíamos y a la mañana siguiente salí de la cama temprano, sin


querer despertarla. Me di una ducha rápida y me puse algo de ropa de mi armario,
vistiéndome sin hacer ruido. Seguía mirándola para asegurarme que seguía dormida y
caminé hacia mi escritorio, abriendo el cajón. Saqué mi botella y la llené con vodka
Grey Goose, sabiendo que iba a necesitar esa mierda para sobrevivir este día. Cerré el
cajón y deslicé la botella en mi bolsillo, caminando hacia el otro lado del escritorio y
abriendo un cajón más pequeño. Era un cajón que rara vez abría y dudaba que
Isabella siquiera supiera que había algo en él. Lo abrí y agarré el sobre manila en la
parte superior, deslizándolo en mi bolsillo trasero. Cerré el cajón y agarré lo que
necesitaba, acercándome a la cama. Me incliné y le di un suave beso en la mejilla a
Isabella, ella se movió pero permaneció dormida. Me fui rápidamente sin siquiera
molestarme en esperar a mis hermanos. Ellos podían llegar por sí solos o conseguir
aventones con sus novias. Llegué a la escuela en tiempo record, estacionando el Audi
de Isabella en la parte de atrás para que nadie lo golpeara. Sí, trataba a su coche
justo como al mío. Como dije, no quería que nadie jodiera con sus pertenencias.

Por lo general llegaba a la escuela justo a tiempo y me sorprendió la cantidad de


malditos estudiantes que ya estaban allí cuando llegué. Localicé a Ben y le entregué el
sobre, y él sonrió, asintiendo con la cabeza.

“Gracias,” le dije, apreciando su ayuda. Él hizo un gesto con la mano restándole


importancia.

“Después de toda la mierda que has hecho por mí, Cullen. Es un placer. De todos
modos, ellas se lo merecían desde hace mucho tiempo, son unas perras con Ángela,
todo el tiempo riéndose de ella porque no es una chica femenina,” dijo. Yo asentí.

“Sí, bueno, vamos a ver quién se ríe hoy,” le dije. Él sonrió y asintió, tomando el
paquete.

“Ciertamente, lo sabremos,” él dijo.

Se fue para hacerse cargo del asunto y después de un rato la campana sonó, todo el
mundo entró a sus clases. La mañana pasó lentamente, cada minuto se sintió como

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una maldita hora. Terminé mensajeándome con Isabella la mitad del puto día para
mantenerme entretenido y ella me siguió la corriente, respondiendo siempre. Estaba
mejorando con la mierda tecnológica. Todavía no conseguía que tratara de usar la
computadora, pero ese era el siguiente paso. Pronto la tendría buscando en Google y
mandando correos electrónicos.

La hora del almuerzo llegó y me senté con mis hermanos y sus chicas, sin tener apetito
porque estaba ansioso por lo que estaba a punto de suceder. Estaba jodidamente
inquieto, incapaz de esperar más tiempo, listo para que esas perras recibieran lo que
merecían. La campana sonó, indicando que el almuerzo había terminado, y me levanté
rápidamente para irme pero Emmett me agarró del brazo. “Tú tramas algo,” dijo. Eché
un vistazo alrededor de la mesa y vi que todos estaban dándome miradas idénticas de
sospecha. Sí, ellos me conocían demasiado bien. Me encogí de hombros.

“Me temo que no sé de lo que me estás hablando,” le dije, sonriendo con suficiencia.
“Los veo en la asamblea.”

Rosalie gruñó y me reí entre dientes. Teníamos una asamblea después del último
periodo, una de esas puñeteras veces que obligan a todo cuerpo estudiantil a reunirse
para sermonearnos por mierdas. El tema de hoy era el peligro de que los adolescentes
bebieran, lo que era jodidamente irónico dado que tenía una botella de licor de la que
había estado bebiendo todo el día para contenerme de pegarle a una de esas perras
en la cara cuando me sonrieron.

“Oh, no vas a querer perderte esta asamblea, Rose. He escuchado que va a ser, eh…
excitante,” le dije, encogiéndome de hombros. Sus ojos se estrecharon por la
desconfianza y me reí de nuevo antes de alejarme.

El resto de las clases pasaron lentamente. La campana finalmente sonó para la


asamblea. Caminé tranquilamente hacia el auditorio, entrando y mirando alrededor. Vi
el cabello rojo ondulado y sonreí cuando vi a la rubia sentada junto a ella. Escuché a
Alice llamarme por mi nombre y la miré, viéndolos sentados tres filas detrás de Tanya.
Le levanté un dedo a Alice, diciéndole que esperara un momento y caminé hacia donde
estaban sentadas Tanya y Lauren. Me deslicé en la fila detrás de ellas, acercándome y
agachándome detrás de sus asientos.

“Mmmm, veo que ustedes, chicas, están sentadas aquí juntas, ¿y saben qué pasa por
mi mente?” Pregunté, usando mi voz cautivadora que sabía que encendía a esas
perras. Ellas dieron un respingo, asustadas con mi presencia y se volvieron para
mirarme.

“Ah, hola, Edward,” dijo Lauren con voz coqueta y sonriendo. “¿Y qué es eso?” Yo
sonreí satisfecho.

-“Chi la fa l’aspetti,” dije en voz baja, acentuando esa mierda para que se la tragaran.

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“Disfruten de la asamblea, damas. Sé que yo lo haré.”

Me puse de pie y me alejé, caminando hacia donde estaban mis hermanos sentados
con Alice y Rosalie. Me senté en el asiento a un lado de Alice, mirando hacia abajo y
viendo a Tanya y a Lauren mirándome con recelo. Yo sonreí de nuevo.

“¿Quiero saber lo que has hecho?” Preguntó Alice. Yo la miré, levantando mis cejas.

“No sé de qué estás hablando, no he hecho nada,” le dije, encogiéndome de hombros.


Ella solo me miró furiosa y el director comenzó a hablar por el micrófono en la parte de
enfrente, las luces en la sala se atenuaron cuando la asamblea comenzó.

Saqué mi botella y la abrí, bebiendo mientras él hablaba sin cesar sobre estadísticas
de adolescentes y la bebida. Eran las mismas gilipolleces que nos decían todos los
años y nunca tuvo jodido sentido para mí por qué esperaban hasta después de la fiesta
de graduación, cuando se sabe que los hijos de puta de mi edad bebemos y
parrandeamos, para mostrarnos esta mierda. Pero, como sea, no es como si nos
impidiera que bebiéramos de todos modos.

Colocó el proyector de pantalla y encendió un ordenador portátil, iniciando un


programa. Yo me encorvé en mi asiento, subiendo los pies en el respaldo de la silla
frente a mí, encabronando al pequeño punk de primer año sentando en ella, pero no
me dijo ni una maldita palabra. Sabía muy bien a lo que se atenía. Joder, todos sabían
muy bien a lo que se atenían… con excepción de esas dos perras unas filas abajo, de
todos modos.

“Vamos a ver una presentación sobre los riesgos del consumo de alcohol por menores
de edad,” dijo el director. Me eché a reír, porque seguro como la mierda que íbamos a
ver algo, pero simplemente no el tipo de presentación que él pensaba.

Él dio clic para iniciar el programa y se alejó, y el sonido comenzó. Una voz de hombre
comenzó a hablar de cómo cada día 11.318 jóvenes norteamericanos probaban el
alcohol por primera vez y la pantalla se quedó en blanco por un momento antes de que
la imagen apareciera. Fuertes jadeos resonaron y la risa estalló, yo simplemente sonreí
satisfecho ante la pantalla cuando la fotografía apareció. Tanya y Lauren, ambas
desnudas, haciéndose sexo oral la una a la otra. El parloteo y la risa se hicieron más
fuertes y Lauren comenzó a gritar y a ponerse frenética. Se levantó de un salto cuando
las fotos empezaron a cambiar, sustituyéndose por otras. El director estaba gritando y
corrió hacia allá, presionando frenéticamente los botones en el ordenador y tratando
de hacer que se detuviera. No pudo conseguir que se cerrara y se rindió, en lugar de
eso trato de tapar la pantalla.

“¡Vuelvan a sus aulas, todos ustedes!” Gritó. Nadie se movió, todos estaban demasiado
concentrados en el espectáculo para prestarle alguna puta atención. Foto tras foto de
Lauren y Tanya en posiciones comprometedoras aparecieron en la pantalla, y yo no

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estaba en ninguna de esas malditas. No había ninguna prueba en absoluto de que yo
estaba allí o de que estaba relacionado de algún modo, y nadie sabía sobre ese día
más que nosotros tres, así que simplemente sería su palabra contra la mía. Y después
de la mierda que habían hecho en el baile, la mitad de la escuela sabía muy bien de
sus celos. Por supuesto que ellas me echarían la maldita culpa, queriendo vengarse de
mí, porque me querían. Ellas querían lo que no podían tener, y los celos hacen que las
perras hagan cosas locas.

No, no hay forma de que hubiera sido yo. No tenía acceso a los programas o los
conocimientos para hacerlos funcionar. Y ninguno de los que estaban a cargo
sospecharían nunca o siquiera por un momento se les ocurriría que Ben Cheney estaba
involucrado. No, él era un estudiante modelo, iba a ir a Yale después de graduarse.
Era uno de los mejores de Forks, que salía con la hija del predicador. No había manera
de que él hiciera tal cosa, ni tendría motivos para hacerlo.

Me senté de nuevo y observé el caos, mirando a Tanya. Ella me fulminaba con la


mirada, luciendo completamente horrorizada. Le sonreí con suficiencia y le hice un
guiño, y su rostro se puso de un rojo brillante. Se levantó de un salto y salió corriendo
de la sala, silbidos sonaron a su paso.

“Oh, Dios mío,” dijo Alice, sonando sorprendida. La miré y vi que estaba mirando a la
pantalla. “No puedo creer lo que has hecho, Edward.”

Me encogí de hombros y volví a mirar a la pantalla. “No sé de qué estás hablando


Alice,” le dije. Lauren todavía estaba como loca, gritando y tratando de ocultar su
imagen en la pantalla. El director estaba pidiendo a gritos que alguien cortara la
energía, sosteniendo el enchufe en su mano, confundido en cuanto a por qué seguía
funcionando cuando ya no estaba enchufado. Me reí entre dientes al darme cuenta que
Ben le había puesto una batería de respaldo. Ese hijo de puta había pensado en todo.

Volví a sacar la botella, abriéndola. Tomé un trago de vodka, sabiendo que nadie me
prestaría atención en medio del puñetero caos, la gente gritando y corriendo
frenéticamente alrededor. Se lo tendí a Emmett y él lo tomó, sosteniéndola en alto.

“Por los peligros del consumo de alcohol en adolescentes,” dijo, haciendo un gesto
hacia la pantalla. Tomó un trago y se estremeció, entregándomelo de vuelta. La tomé y
le puse la tapa de nuevo, sabiendo que ninguno del resto querría. Lo puse otra vez en
mi bolsillo.

“Debería haber traído palomitas de maíz,” Jasper y Rosalie dijeron al mismo tiempo.
Todos empezamos a reírnos.

-“¡JINX!” Gritó Emmett en voz alta. La risa aumentó y finalmente la luz se apagó al
frente, la mayor parte de la sala se quedó casi completamente a oscuras. La sala
rápidamente se quedó en silencio por la repentina oscuridad y Emmett se rio. “¡¡Más

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tetas!!” Gritó, rompiendo de nuevo el silencio.

Todo comenzó de nuevo, la risa y el parloteo resonaron en respuesta a la declaración


de Emmett. Oí un golpe y Emmett gritó cuando Rosalie lo golpeó en la parte de atrás de
la cabeza.

“Yo te voy a mostrar tetas, pendejo,” dijo. Los ojos de Emmett se agrandaron.

“¿De verdad, cariño?” Preguntó. “Demonios, ¿entonces por qué seguimos sentados
aquí? ¡Vámonos!”

Se puso de pie y la sujetó, prácticamente cargándola y llevándosela de la sala. Ella se


estaba riendo y golpeándolo, exigiéndole que la dejara en el suelo pero él no la
escuchaba. Nos reímos y Jasper se puso de pie, tomando la mano de Alice.

“Vamos, cariño. Vámonos de aquí,” dijo. Ella sonrió y me dijo adiós con la mano,
siguiendo a Jasper fuera. Finalmente otras personas comenzaron a salir, el director aún
seguía exigiendo que volviéramos a nuestras aulas. Él estaba más rojo que un tomate y
nervioso, interrogando a Lauren sobre lo que había sucedido. Ella estaba frenética y
podía escucharla gritar mi nombre, pero no había una mierda que pudieran hacer
contra mí. Sinceramente, yo no había hecho ni una maldita cosa. Además, el director le
tenía demasiado miedo a mi padre para siquiera tratar de culparme, así que dejó
pasar mi nombre como si nunca lo hubiera escuchado.

“Chi la fa l’aspetti,” dije, a nadie en particular. “Se cosecha lo que se siembra. La


venganza es una perra, perra.”

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“Él aprendió a vivir con la verdad. No a aceptarla, sino a vivir con ella.”—Nicole
Krauss [The History of Love]

Dr. Carlisle cullen

“Vas a morir.”

Solo se escucharon esas tres palabras, rompiendo el intenso silencio que envolvía la
habitación. Contuve el impulso de negarlo o mofarme de esa declaración, en lugar de
eso mantuve mi temperamento tranquilo. No era como si fuera algo en lo que no
hubiera pensado yo mismo una docena de veces pero escucharlo expresado en
palabras con esa voz fría y sin emoción de alguna manera lo hizo más real. Las
palabras fueron dichas con tanta calma, como si fuera algo solo dicho de paso,
palabras olvidadas casi al momento en que mi mente las registró. Pero no fue así,
porque eran palabras que me perseguirían y quedarían suspendidas en el aire en
torno a mí hasta el momento en que se convertirían en realidad. Iba a morir.

Miré en la dirección de dónde provinieron las palabras, encontrando de inmediato esos


ojos penetrantes. Estaban oscuros, tan oscuros que no podías diferenciar entre la
pupila y el iris, y eran extremadamente poderosos. No diría precisamente que fueran
emocionales, ya que había cierto tipo de insensibilidad en ellos, pero todavía había
una intensidad en ellos que envió un escalofrío por mi espalda. Eran los mismos ojos
que docenas de hombres habían visto en sus últimos momentos en la tierra, ojos que
los habían mirado fijamente antes de que sus vidas fueran arrebatadas. Eran ojos que
podrían quebrar incluso al más duro de los hombres, provocar miedo con solo una
mirada. Eran los ojos de un asesino, los ojos de un hombre que podría pararse y meter
la mano en su abrigo, sacar su pistola Ruger Mark II calibre .22 y meterte una bala
antes de que siquiera te dieras cuenta de lo que estaba sucediendo. Más importante
aún, también eran los ojos de un hombre que no dudaría en hacerlo si él pensaba que
era necesario.

“Lo sé,” dije simplemente, manteniendo mi voz tranquila a pesar de mi ansiedad. No


podía dejar que mis nervios se percibieran sin importar lo que pasara después. Me di
cuenta que estaba asumiendo un gran riesgo aquí, pero simplemente no sabía qué
más hacer. Me estaba quedando sin tiempo y cada escenario o potencial resultado que
mi mente podía conjurar me parecía deplorable o imposible que pudiera llevarlo a

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cabo yo solo. Tenía que haber otra manera, simplemente tenía que haber una manera
de escapar de esta situación sin que alguien saliera lastimado o se arruinaran las
vidas que tuvieran la mala suerte de involucrarse conmigo. Y tal vez fue un error de mi
parte, involucrar al hombre cuyos ojos estaban clavados en mí con tanta intensidad,
pero no sabía que otra cosa hacer. Es la persona más lógica que alguna vez haya
conocido, y si hay alguna manera de salir de esta situación, él la sabría. Sería capaz
de verla y decírmela. Él era el único que podía ayudarme, el único en el que confiaba
lo suficiente para que me ayudara. Pero por otro lado, parte de mí también reconocía
que él podría muy bien ser el que acabara con todo.

Si he fallado horriblemente, si esas solas palabras dichas en un mero momento pronto


se hicieran realidad, el hombre cuyos ojos miraba fijamente probablemente sería el
que lo hiciera realidad. Esos ojos oscuros y peligrosos muy bien podrían ser lo último
que viera antes de morir. Él se me quedó mirando y no dijo ni una palabra, pero eso no
me sorprendió ni un poco. Estuve allí sentado al otro lado de la habitación y hablé
durante casi una hora, diciendo todo lo que sabía, explicándole con detalle toda la
situación y mi dilema. No me guardé nada y no dejé fuera ningún detalle, porque sabía
que incluso las cosas más insignificantes podrían significar algo para él. Y después de
que hube terminado, él simplemente me miró, sus ojos prácticamente formaban
agujeros quemando a través de mí mientras asimilaba la información y procesaba lo
que significaba para mí. Lo que significaba para él, para todos nosotros.

Él había permanecido en silencio por mucho tiempo, el único sonido en la habitación


era el del tic-tac del reloj en la pared detrás de mí, y cada segundo que pasaba
aumentaba mi ansiedad. No tenía idea de lo que pasaba por su mente, hacia donde se
dirigían sus pensamientos. Yo no era ingenuo, sabía a ciencia cierta que en algún
momento él deliberaría si simplemente matarme o no matarme aquí mismo y terminar
de una vez, y yo simplemente esperaba que no se decidiera por eso.

Y cuando abrió su boca y finalmente dijo esas cuatro escalofriantes palabras


proféticas, sentí una extraña punzada de alivio. Todavía estaba respirando, viviendo
para ver un minuto más, y eso me dijo que tal vez, solo tal vez, después de todo, había
esperanza.

Sus ojos se clavaron en mí por un poco más de tiempo y casi podía ver su mente
trabajando a través de los diferentes escenarios. Acababa de poner el futuro en sus
manos, no solo mi destino sino también el de dos jóvenes locamente enamorados, y
solo podía esperar que él viera eso y encontrara una manera de solucionar esto. Si no
por mí, entonces por ellos.

Porque detrás de esos ojos profundos y peligrosos, dentro de ese duro exterior, residía
un hombre con un corazón. Un hombre que me conocía desde que éramos niños. Un
hombre que había sido bien acogido en mi familia con los brazos abiertos. Un hombre
que amaba a mi hermana con todo su ser, y debido a eso era un hombre que entendía

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el amor que yo sentía por mi propia esposa, y era a ese hombre al que estaba
apelando. No le estaba preguntando como mafioso lo que debía hacer, porque yo
sabía lo que supone que un hombre de la mafia tenía que hacer con lo que yo sabía.
Le estaba preguntando como familia.

Porque aquellos ojos pertenecían a mi cuñado Alec, y solo esperaba que a pesar de
todo el fuera capaz de entender mi posición. Que él me escuchara como el esposo de
mi hermana, y no como un caporegime en la cosa nostra.

Hoy era 18 de junio y el primer pensamiento que había pasado por mi mente cuando
desperté esta mañana era que finalmente habíamos llegado al día del juicio. Era el día
en el que se me llamaba al juego de mi vida, preparándome para poner mis cartas
sobre la mesa, y esperaba que cuando lo hiciera hubiera una mano ganadora y no me
viera forzado a retirarme.

De cualquier manera, nada volvería a ser lo mismo desde hoy para ninguno de
nosotros, estaba seguro de ello. De cierta forma era atemorizante, pero necesario, y
cómo iría todo dependía mayormente del hombre que estaba sentado frente a mí.
Dependía de si él estaba o no dispuesto a jugar el juego.

Mañana, 19 de junio, mis dos hijos mayores se graduaban en el instituto. No podía


estar más orgulloso de cada uno de ellos y sabía que si Elizabeth estuviera aquí
estaría igual de orgullosa por todo lo que habían conseguido hasta ahora. Ambos
habían encontrado chicas maravillosas y se habían enamorado, y los dos se
ingresarían en la universidad en otoño, listos para embarcarse en sus vidas. Los dos
eran buenos chicos, nunca, ninguno de los dos se había metido en problemas más allá
del normal desenfreno adolescente. Emmett iba a estudiar informática en Notre Dame,
por lo que sé que Elizabeth estaría extasiada.

Jasper se quedaba cerca de casa por Alice, y aunque sabía que él podía ir a una
universidad mejor que la Universidad de Washington en Seattle, también entendía sus
razones y me atrevo a decir que su madre hubiera estado igual de extasiada al
respecto. Ella creía en el sacrificio por el amor verdadero y yo era testigo de ello, así
que me gustaría pensar que ella no criticaría a su hijo por su decisión. De hecho,
probablemente lo elogiaría por la generosidad y madurez que conllevaba haber
tomado tal decisión.

Era deprimente admitirlo, pero de todo lo que había hecho sentía como si esos dos
muchachos fueran los mayores logros de mi vida. Había jodido tantas cosas a través
de los años y el simple hecho de que mis dos hijos mayores hubieran sobrevivido
intactos y estuvieran iniciando su camino por senderos que ni siquiera remotamente se
parecían al que yo había tomado a su edad, me hacía sentir como si finalmente
hubiera hecho algo bien. Finalmente había algo que no había destruido, la vida de
alguien que no había contribuido a arruinar. No importaba lo que pasara, al menos
esos dos estaban bien, y eso me hacía pensar que tal vez no había sido un padre tan

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horrible después de todo. Que tal vez no había sido una gran decepción para mi
difunta esposa.

Pero mi entusiasmo y orgullo por el evento de mañana estaba siendo eclipsado por un
evento aún más grande que ocurriría al día siguiente. Un evento al que le había estado
temiendo ante todo, el evento que finalmente me había forzado a romper el silencio
sobre esta situación y tomar medidas. No había tiempo que perder, no había tiempo
para quedarse sentado y solo esperar que las cosas se resolvieran por su cuenta,
porque estaba claro que eso no iba a pasar. Necesitaba resolver esta situación antes
de que empeorara aún más, porque sabía que en dos días había muchas
posibilidades de que eso sucediera.

Porque en tan solo dos días, el 20 de junio, Edward finalmente cumpliría 18 años. No
estaba completamente seguro de qué pasaba por su cabeza, lo que planeaba para su
futuro, pero esperaba que aquellas palabras que había dicho semanas atrás en mi
oficina fueran verdad. Esperaba que no tuviera absolutamente ninguna intención de
seguir mis pasos, que no tuviera intención alguna de ir a Chicago o involucrarse en esa
vida de ninguna manera. Pero también sabía que las cosas cambiaban en un abrir y
cerrar de ojos, y estaba muy consciente de que Aro estaba desesperado por ponerle las
manos encima. Él quería que el último príncipe della mafia siguiera sus pasos, una
marioneta que pudiera forzar a hacer su voluntad y moldearlo hasta hacerlo un
soldado frío y calculador, y esa idea me enfermaba. Me asqueaba como padre y sabía
que si Elizabeth siguiera con vida el solo pensar en ello sería devastador para ella.

Sabía que Aro podía ser persuasivo y que nada le impedía usar la manipulación, y
tenía miedo de lo que haría para conseguir ponerle las manos encima a mi hijo. Temía
a qué o quién usaría para meter a Edward en esta vida, y por eso tenía que tomar la
iniciativa. Tenía que estar a la ofensiva y tomar algunas medidas preventivas. No
podía simplemente quedarme sentado y preparar mi defensa, porque tratándose de mi
defensa fracasaría contra lo que me estaba enfrentando y todos terminaríamos
muertos.

Mi hijo menor cumplía dieciocho, finalmente estaría emancipado a los ojos de la ley y
fuerzas externas ya amenazaban con quitarle la vida. Por eso este día era tan
importante, por eso estaba sentado frente a mi cuñado y miraba a esos penetrantes
ojos, esperando la sentencia. Alec y Esme habían volado esta mañana para la
graduación de Emmett y Jasper, y para celebrar el cumpleaños de Edward con él.
Todos los chicos se habían levantado antes del amanecer para ir a Port Angeles a
pasar la tarde y Esme estaba arriba, acomodando sus cosas en la habitación de
Isabella para su estancia, deliberadamente dándonos a los dos algo de espacio. Ella
sabía lo que había planeado, sabía que finalmente le iba a decir a su marido lo que
sabía. Estaba muy consciente de que le estaba pidiendo que hiciera a un lado todo lo
que le había prometido a la Borgata con el fin de ayudar a mi hijo y a la chica que
amaba. Esme confiaba en que el amor ganaría, que él no sería capaz de negarse a

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ayudarme, pero yo no estaba tan seguro.

“Ella no parece ser una principessa della mafia,” afirmó, rompiendo el silencio que
había dominado la habitación una vez más. Asentí lentamente.

“Yo pensé lo mismo. Casi se lo dije a ella cuando conseguí la segunda muestra de
ADN. Su piel de demasiado pálida, ella no parece una italiana legítima,” le dije.

“Pero estás seguro de ello,” me respondió, pronunciando las palabras como una
declaración y no como una pregunta, pero asentí en respuesta de todos modos. Él
sabía que no me habría atrevido a tocar el tema si no estuviera del todo seguro.

“Las dos muestras concuerdan,” añadí en voz baja.

“Principessa della mafia. ¿Perché non lo vedo prima d’ora? Ha perfettamente senso,” se
dijo a sí mismo después de un momento, negando con la cabeza. “Siempre sospeché
que había algo más respecto a esa chica. Simplemente nunca tuvo sentido para mí que
el viejo Swan hiciera algo tan deplorable como mandar matar a tu esposa simplemente
porque Isabella era su nieta. Aro podría haber aceptado ese hecho, pero para mí
simplemente no era lógico. Es cierto que trataba terriblemente a su nieta, pero no era
tan terrible como para que la Borgata lo hubiera penalizado por ello. Tal vez habría
sido una vergüenza, pero no era una transgresión seria o que mereciera la pena de
muerte. Pero esto… esto definitivamente merece la muerte.”

Me encogí cuando dijo esas palabras, sabiendo que no quiso decirlas de esa forma, no
obstante, sin gustarme el sonido de ellas. Absolutamente nada merecía la muerte de mi
esposa. Él debió haber notado mi reacción porque siguió hablando de inmediato. “No
estoy diciendo que ella mereciera haber muerto. Sabes lo que pienso sobre esa
situación, así que no voy a hablar de ello. Hasta hoy todavía me habría gustado haber
hecho más para frustrar sus intentos cuando ella se acercó a mí la tarde del funeral de
tu padre, pero ni una sola vez pasó por mi mente que Swan pudiera ser tan inhumano.”

“Ninguno de nosotros lo pensó, Alec,” le dije, sin querer que se sintiera culpable. Nada
de esto era culpa suya. Él asintió y apartó su mirada de mí, bajando la vista hacia la
afelpada alfombra en el piso de mi sala de estar. Era obvio que estaba sumido en sus
pensamientos una vez más, repasando la información otra vez.

“Es difícil de creer que ella es una de los nuestros,” dijo después de un momento, su voz
tranquila como de costumbre. “No estoy diciendo que no te creo, porque lo hago,
Carlisle. Simplemente es algo surrealista descubrir después de todos estos años que la
pequeña esclava es la nieta de Marcus y Didyme. Que su madre Renée es en realidad
Bree, y que ella de alguna manera se las arregló para sobrevivir.”

Yo asentí con la cabeza. “Lo sé. Incluso a mí me tomó un tiempo asimilar la


información.”

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“Cuáles son las probabilidades de que la mujer que vive en el granero de Phoenix y la
chica que duerme en esta casa, ambas terminen estando relacionadas con… él,” dijo.
“De todas las personas tenía que ser…”

“... Aro,” dije en voz baja, completando su pensamiento.

“Le sobreviven parientes de sangre después de todo,” dijo, sacudiendo la cabeza y


suspirando. “Sobrinas.”

Asentí vacilante, confirmándolo. Muchas personas habían desaparecido en el caos de


los años 70 cuando comenzaron las guerras clandestinas entre las organizaciones,
muchos de los cuerpos nunca se recuperaron. Todo comenzó cuando Joseph Columbo,
líder de la Familia Profaci inició la Liga de los Derechos Civiles Italo-Americanos y
empezó a hacer de nuestra forma de vida un espectáculo y empezó a llamar
innecesariamente la atención de la policía hacia las cinco familias mafiosas más
grandes en Nueva York. La familia más cercana a ellos, los Gambino, lo confrontó por
sus acciones y se intensificó a una pelea a muerte entre las organizaciones,
extendiéndose desde Nueva York al resto del país.

Se inició con el asesinato de Columbo y se convirtió en venganza y en una matanza,


los hombres matando familias y yendo en contra de lo que nuestras organizaciones
habían creído, simplemente por venganza. Las familias italianas siempre juraron no
hacer daño a mujeres y niños, pero estaban tan cegados por su odio y sed de sangre
entonces que se desquitaron con el inocente. Era repugnante, pero lo entendía y eso lo
hizo aún peor. Entendía, porque años más tarde me vi atrapado en una situación
similar. Casi hice pagar a inocentes por mi búsqueda de venganza. Mi padre nos
había enviado a Esme y a mí aquí a Washington, cuando estalló la guerra, que fue
donde conocimos por primera vez a Alec y Jane como niños. Habíamos tenido suerte y
salimos ilesos, pero muchos otros no. Marcus y Didyme fueron finalmente encontrados
enterrados en un campo de maíz en Idaho. Simplemente fue algo natural asumir que la
hija había muerto y se habían deshecho de ella, ya que no tenían los medios para
identificar los cuerpos de bebés cuando aparecían y no había nada que los
diferenciara para distinguirlos. En aquellos días no había ADN para comparar, no
había manera de saber quién era quién si estaban irreconocibles. Tiempo después
encontraron el cuerpo de una niña a unos kilómetros del campo de maíz en Idaho que
se estimaba tenía la edad que habría tenido Bree, así que solo se asumió que era ella.
Sin embargo, estaba claro para mí ahora que ese no era el caso. No sé la hija de quién
fue enterrada en el cementerio junto a la tumba de Marcus y Didyme, pero era seguro
que no la suya. Su hija vivía. Su hija había sobrevivido a la matanza.

Él se me quedó mirando un poco más. “¿Sabes? Por un tiempo he tenido la sensación


de que ocultabas algo, pero nunca me imaginé que sería esto, Carlisle. Las
probabilidades de que esa mujer resultara ser la sobrina muerta de Aro son tan
extraordinarias como las probabilidades de que Jimmy Hoffa apareciera en la esquina

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de la Avenida Lincoln y la Calle Orchard en Lincoln Park allá en Chicago.”

“Sí, bueno, nunca se sabe Alec. Por ahora me inclino a creer que cualquier cosa es
posible,” le dije, sacudiendo la cabeza.

“Es cierto. Todos desaparecieron al mismo tiempo. Creo que ahora buscaré a Hoffa
cuando esté en el barrio,” dijo, su tono completamente serio. Me eché a reír, ya que era
absurdo porque Hoffa definitivamente estaba muerto, pero él solo se me quedó
mirando con una expresión de molestia en su rostro. Me tranquilicé rápidamente
sabiendo que no debería estar riendo porque no había nada divertido en esta
situación, y obviamente él no vio la gracia en lo que había dicho.

“Entonces, déjame ver si lo he entendido. El que mató a Marcus y a Didyme vendió a su


hija a los Swans, y Charles padre compró a la niña sabiendo que era una principessa
della mafia dentro de su propia organización. Era consciente de que estaba
comprando a uno de los suyos, que se estaba adueñando de uno de su propia sangre
como esclavo y nunca dijo nada al respecto. Asesinó a tu esposa por ello, él ordenó el
asesinato de la esposa de un compañero mafioso en un intento de mantener su secreto,
porque sabía que lo que estaba haciendo sería una sentencia de muerte automática si
Aro lo descubría,” dijo, resumiendo en unos segundos lo que me había tomado casi
una hora explicar.

“Como lo sería para mí, si Aro se enterara,” añadí en voz baja. Él me miró de forma
extraña por un momento antes de asentir.

“Sí,” dijo simplemente. Suspiré, asintiendo una vez más ante su confirmación. Era muy
consciente de que si se descubría que me había quedado con Isabella después de
descubrir su parentesco de sangre con la organización, me matarían. No había manera
de que Aro siquiera se detuviera a considerar mi argumento o intentara entender mi
posición. No lo entendería de todas formas, incluso si se me permitiera la oportunidad
de explicarme.

“Tú entiendes por qué hice lo que hice, ¿no?” Le pregunté vacilante, mirándolo con
cautela. Puede que Aro no fuera capaz de entender, pero realmente esperaba que el
hombre frente a mí lo hiciera. Aro solo vería mis acciones como traición, pero esperaba
que Alec viera al menos la lógica detrás de ellas. “Entiendes por qué no podía
simplemente entregarle a la chica.”

“Sí,” dijo. “No estaríamos todavía aquí sentados hablando, Carlisle, si alguna parte de
mí no concordara contigo. Las consecuencias de entregársela a Aro y confesar su
verdadera identidad serían catastróficas. En un principio, no solo serías asesinado,
sino que también su vida sería puesta en grave peligro. James está esperando heredar
la dinastía de Aro, confiando en el hecho de que él es lo más cercano a un pariente que
le queda a Aro. Edward ya está en peligro por el interés de Aro en él, añadiendo a la
chica a la ecuación solo los pondría en más peligro a ambos.”

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Hizo una pausa, respirando profundamente. “No estoy seguro de que James se
arriesgara a matarla, pero sin duda trataría de apropiarse de ella para consolidar su
posición como heredero de Aro. Y si lo que afirmaste es correcto, que Edward ama a la
esclava, puedo ver el comienzo de una potencial guerra entre esos dos chicos por ella.
Francamente, ella estaría más segura con mi hermana en Phoenix de lo que lo estaría
con Aro en Chicago.”

“Exactamente. Si la envío a Chicago, Edward iría detrás de ella y no dudo en absoluto


que lucharía hasta la muerte por ella,” dije, sacudiendo la cabeza. Si entregara a
Isabella a la organización, sería llevar a mi hijo directamente hacia ellos y no podía
simplemente aceptarlo sin hacer nada, no sin al menos tratar de impedirlo. “Por no
hablar de lo que todo esto significaría para la organización en conjunto. Ellos nunca
determinaron quién asesinó a Didyme y Marcus, y tú sabes que a Aro se le hizo difícil
dejar pasar eso. Finalmente ha aprendido a vivir con eso pero si él llegara a averiguar
que quién sea que haya asesinado a su hermana y cuñado también vendió a su
sobrina en esclavitud a uno de sus propios amigos, reabriría la herida. Estaría en pie
de guerra, no confiaría en ninguno de nosotros después de averiguar que hombres que
él consideraba sus amigos le habían ocultado a miembros de su familia, y justo ahora
que tenemos bastantes problemas dentro de la Borgata.”

Suspiré, levantando mi mano y apretando el puente de mi nariz. “Mataría a Charles y a


tu hermana y a cualquiera que haya tenido contacto con ellos a través de los años,
cualquiera que haya visto o hablado con Ren—uh, Bree, y no la ayudó,
independientemente de si sabían o siquiera estaban en posición de ayudar. Él no solo
destruiría nuestra organización desde dentro, sino que también entraría en guerra con
cualquiera que hubiera tenido algo que ver en ello. Mi padre estuvo ahí para
controlarlo cuando murieron, para calmar los enfrentamientos y para mantener al
mínimo el que tomaran la justicia por su propia mano dentro de nuestra propia casa,
pero con él al cargo… no hay manera de saber lo que haría. Él afirma ser muy
competente pero no vería esto racionalmente en absoluto y mucha gente moriría en su
cruzada por venganza. Él señalaría en cualquier dirección e iría tras cada uno de ellos,
hasta que finalmente encontrara el correcto.”

“La historia se repite,” dijo Alec. “Él empezaría otra guerra en respuesta a la primera.”

“Exactamente,” le dije. “Probablemente yo esté muerto antes de que siquiera comience,


pero definitivamente mi familia estará en peligro por una guerra civil de la mafia y yo
no estaría allí para protegerlos.”

Él asintió. “Todos estaríamos en peligro, Carlisle,” reiteró. Yo asentí.

“Sí. Estoy tratando de encontrar una forma de salir de esto, evitando aquello. No estoy
preocupado por mí, Alec. He aceptado que mis probabilidades de sobrevivir a esto son
escasas sin importar el camino que tome, no quiero que ninguno de esos chicos sea
derribado por algo sobre lo que no tienen control. No necesitan más dolores de cabeza,

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ambos han pasado por situaciones realmente difíciles. Se merecen una vida,” le dije. Él
me miró y levantó las cejas.

“Así que, ¿solo quieres que príncipe y principessa puedan cabalgar hacia el atardecer,
para ser felices para siempre? Eso no es pedir mucho, ¿verdad?” Él preguntó, su voz
fría y dura. “Odio ser yo quien te lo diga, Carlisle, pero esto es el mundo real. Esto no
es de lo que están hechos los cuentos de hadas. Tengo más probabilidades de sacarte
de esto con vida que de asegurarme de que ellos dos salgan totalmente ilesos. Esto
perjudicará a más personas, y hay una gran posibilidad de que uno o ambos tengan
que sufrir o sacrificarse. Sinceramente, no sé qué esperas de mí, no puedo con todo.”

“En realidad, no te estoy pidiendo que hagas nada, Alec. No quiero tener que
involucrarte, yo solo…” Empecé a decir, pero él me interrumpió con una risa amarga, el
sonido golpeando algo dentro de mí que hizo que el miedo me recorriera.

“Te estás volviendo blando, Carlisle. No sé lo que te ha pasado, pero no me gusta.


Puedo entender tu lógica en lo que has hecho con relación a la esclava, pero nada más
tiene sentido para mí. Afirmas que no estás tratando de involucrarme, ¿pero no te das
cuenta que me involucraste desde el primer día? Involucraste a Esme en este lío, e
involucrándola a ella me involucraste a mí. Pensé que eras más inteligente que eso,
Carlisle, que eras más sensato. ¡Puede que ella sea tu hermana, pero también es mi
esposa maldita sea, y tú estás arriesgando su vida por esta chica! Eso no lo puedo
aceptar o entender. Ni un poco,” dijo negando con la cabeza. Estaba alzando la voz y
pude escuchar el dejo de pasión en ella, sorprendiéndome. Alec nunca perdía la
compostura o demostraba alguna emoción.

“No era mi intención…” Empecé a decir, sin querer que pensara que planeaba dejarle
todo el problema a él. Solo necesitaba algo de orientación, la lógica de alguien más,
pero él me interrumpió antes de que pudiera decir eso.

“No, estoy seguro de que esa no era tu intención Carlisle. Pero hubiera pensado que tú
más que nadie entenderías. Tú perdiste a tu esposa por esta vida, la perdiste por esa
esclava, y ahora me pones exactamente en la misma situación. Para ser alguien quien
amó y lamentó tanto la muerte de su esposa, ciertamente no dudaste en llevarme a
soportar la misma suerte. Para alguien que dice amar a su familia y que se sacrificaría
por ellos, ciertamente no tuviste en cuenta lo que esto significaba para tu hermana o
para mí. En tu misión de asegurarte de que tu hijo no siguiera tus pasos, te las has
arreglado para conseguir que tu hermana siguiera los pasos de tu esposa,” él dijo
molesto. “¿Sabes lo que sentí cuando mi esposa se acercó a mí y me pidió que salvara
a esa chica? ¿Lo que sentí cuando me miró y me rogó que rescatara a Isabella de
Phoenix? Ella utilizó casi exactamente las mismas palabras que tu esposa había usado
cuando acudió a mí años atrás. Con las dos me negué, porque no era mi lugar
intervenir y en este momento no deseo nada más que negarme a tu solicitud de ayuda,
pero no puedo. Soy un hombre razonable y reconozco que no tengo otro remedio que

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ayudarte e intentar salvar algunas vidas. Si no supiera lo que pasaría basándome en
el pasado, te entregaría justo ahora. Pero haciéndolo estaría entregando a mi esposa y
también, sellando el destino del resto de nosotros.”

Me quedé mirándolo, un poco sorprendido por su arrebato. En todos los años que
había conocido a Alec, nunca lo había escuchado desahogarse tan apasionadamente.
Ni siquiera había caído en la cuenta de lo que estaba diciendo, la posición en la que
en realidad estaba poniendo a mi hermana. Había sido egoísta con mi preocupación
últimamente.

“Así que sí, voy a ayudarte Carlisle, pero no lo voy a hacer por ti. Lo hago por mi
esposa. Si tengo que morir por esto, al menos moriré luchando por algo por lo que vale
la pena luchar,” dijo, mirándome fijamente. “No prometo nada, pero voy a ver qué
puedo lograr hacer a pesar del hecho que va contra todo lo que me he jurado a mí
mismo. Todo lo que sé es que es mejor que esta esclava valga la pena para ti.”

Lo miré brevemente. “La valía para Elizabeth,” le dije. Él negó con la cabeza,
levantando las manos para frotar su rostro con frustración.

“L’amore domina senza regole*. Las cosas que hacemos por las mujeres,” murmuró.
“En primer lugar, necesito el nombre del médico que hizo las pruebas de ADN para ti y
tiene los resultados.”

Lo miré con recelo. “¿Por qué?” Le pregunté. Él arqueó sus cejas luciendo sorprendido.

“¿Te ayudo y cuestionas mis motivos, Carlisle?” Preguntó, negando con la cabeza. “De
verdad te has vuelto blando. El Carlisle que yo conocía hubiera metido una bala en ese
hombre sin pensárselo dos veces, ¿y ahora tú hasta dudas en darme su nombre? ¿Qué
es lo que tiene esa chica que provoca tales reacciones en la gente?”

Suspiré y pasé la mano por mi pelo. “No lo sé, me he hecho esa misma pregunta tantas
veces… Y estaba tratando de no matar a ningún inocente, Alec,” le dije. “Le he estado
pagando y hasta ahora ha mantenido la boca cerrada.”

Alec me miró, su expresión era casi de incredulidad. “Chi vuole mantenere un segreto
deve nascondere il fatto che egli possiede uno*,” dijo fríamente. El que quiera guardar
un secreto debe ocultar el hecho de que posee uno. “El dinero solo te llevará hasta ahí.
En algún momento no será suficiente. La única manera de asegurarte de que
mantenga la boca cerrada es garantizar que nunca tenga la capacidad de abrir la
boca de nuevo. Entiendo el deseo de no lastimar a inocentes y sé que has hecho todo lo
que puedes en estos últimos años para mantener esa sangre lejos de tus manos, pero
eso no siempre es plausible. Tal vez en la sociedad lo sea, pero en el mundo en el que
vivimos el daño colateral es a menudo inevitable. Matar o morir, tú sabes eso.”

Asentí vacilante, sabiendo que era la verdad pero aún sin querer seguir ese camino.
“doctor Scomparsa,” le dije. Él me miró fijamente por un momento antes de que la

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comisura de sus labios comenzara a subir, una pequeña sonrisa dominando sus
labios.

“¿En serio?” Preguntó, con algo de diversión en su voz. Asentí y su sonrisa creció. Lo
observé con curiosidad por un momento, un poco sorprendido por su reacción. “Bueno,
Carlisle, creo que tu esposa hubiera llamado a esto “destino”. No se me ocurre un
nombre más apropiado para el hombre.”

Me di cuenta después de un momento a lo que se refería y sonreí involuntariamente.


Scomparsa, una palabra italiana refiriéndose a desaparición o muerte. Él se echó a reír
y probablemente yo debería haber estado un poco perturbado de que él encontrara
todo esto gracioso, pero al parecer no fui capaz de activar el interruptor de mis
emociones y que me importara en ese momento. Solo estaba agradecido por su
intervención de cualquier forma que él quisiera intervenir. Al menos ya no estaba solo,
por lo menos no estaba llevando la carga de este secreto yo solo.

“Tengo que decir, que me sorprende que confíes en un hombre llamado doctor Muerte,”
dijo, sacudiendo la cabeza. “Pero yo me encargo de él. Está en Port Ángeles, ¿cierto?
Voy a necesitar su dirección.”

Sentí una punzada de culpa por la forma despreocupada en la que Alec hablaba del
hombre, ya que lo conocía desde hacía bastante tiempo. “Te voy a dar la dirección de
su oficina y de su casa,” le dije. Él asintió en respuesta.

“Bien. Me voy a dar una escapada en algún momento de esta semana mientras
estamos aquí,” dijo simplemente. “¿Y hay alguien más que pueda saber? ¿Qué pueda
sospechar algo?”

Consideré brevemente la respuesta. “Solo Edward,” le dije, mirándolo con cautela. Él


alzó las cejas por la sorpresa.

“¿Se lo has dicho a Edward?” Preguntó. Yo negué con la cabeza, suspirando.

“Es demasiado curioso para su propio bien. Se puso entrometido y comenzó a indagar.
No pudo encontrar ningún nombre pero me ha dado a entender que ya lo ha resuelto.
No lo sé con seguridad, pero me doy cuenta que probablemente así sea,” dije en voz
baja, sin saber cómo iba a tomar eso Alec. Me di cuenta que él no quería que nadie
con vida además de él, Esme y yo lo supiéramos y no estaba seguro cómo quería
manejar a Edward.

Él se quedó sentado en silencio, reflexionando en ello. “Tal vez sea mejor que él lo
sepa,” dijo finalmente. Mi ceño se frunció por su respuesta, ya que era la última cosa
que esperaba escuchar. Esperaba al menos molestia o decepción por una nueva
complicación. “Si algo sale mal, creo que sería justo que Edward entendiera el por qué
y a qué se está enfrentando. Si probablemente ya lo sabe de todos modos, no veo el
daño en informarle abiertamente.”

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Consideré lo que dijo. “Lo consideraré,” le dije, esperando que aceptara eso por ahora.
Su lógica tenía sentido pero yo todavía estaba renuente a divulgarle algo a Edward e
involucrarlo en esto más de lo que ya lo estaba. Él asintió.

“Muy bien. Es tu hijo. Debo decir, sin embargo, que estoy en un dilema en cuanto a
quién me recuerda más en estos días, a ti cuando eras más joven o a su madre. Es una
gran mezcla de los dos lo que lo hace un chico potencialmente peligroso. Curiosidad y
hostilidad no hacen un temperamento estable,” dijo, negando con la cabeza. “Puedo
ver por qué Aro lo quiere tanto. Él será una fuerza a tener en cuenta si se le guía
correctamente.”

Asentí, sintiendo el temor ante esa declaración. Sabía que era verdad, incluso yo podía
ver el valioso potencial de Edward para la organización.

“¿Qué debo hacer con Renée, o, eh, Bree?” Pregunté, el hecho de que siguiera bajo el
control de los Swan me preocupaba más últimamente. No podía simplemente ir y
demandar que Charles me la entregara. No solo estaba en contra de nuestro código de
conducta, teniendo en cuenta que Renée era considerada propiedad de los Swan y no
podía simplemente llevármela, sino que también levantaría sospechas porque sería
algo muy fuera de lo normal en mí. Aro querría saber por qué tan repentinamente
estaba interesado en otra esclava, y usar la excusa de que Isabella era su hija no
funcionaría. A él no le importaría la madre de una esclava, lo consideraría innecesario
y básicamente me prohibiría hacerlo.

“Por ahora nada. La vigilaré e intentaré asegurarme de que Charles no le ponga las
manos encima. No me agrada dejar a una principessa della mafia en esa situación,
pero por ahora es lo mejor, hasta que no nos aseguremos que esta información no
saldrá a la luz,” él dijo. Asentí.

“Eso está bien,” sabiendo que él podía sacarla pero comprendiendo por qué no la
quería en su casa hasta que estuviera seguro de que no iba a perjudicarlo si la
información se daba a conocer. No quería estar en la misma posición en la que yo
estaba… siendo el dueño de uno de los familiares consanguíneos de Aro como una
esclava. Eso les pondría a él y a mi hermana todavía más en peligro de lo que ya lo
estaban por mi culpa.

“¿Crees que Charles y mi hermana lo saben?” Preguntó después de un momento. Hice


un gesto de negación.

“No, me hubiera enterado si hubiera sido así. Tu hermana hubiera alardeado de ello y
dudo que la hubieran entregado tan fácilmente si hubieran descubierto su identidad, a
sabiendas que podría ser descubierta. Estoy seguro que no sabía nada entonces,
cuando… sucedió…” Mi voz se fue apagando. Alec se quedó mirándome por un
momento.

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“Han pasado casi cinco años, ¿eh?” Preguntó. Yo reí secamente, asintiendo.

“Hoy,” le dije. “Hoy hace exactamente cinco años.”

El 18 de junio, el aniversario del día en que había tocado fondo. La mayoría de la gente
asumiría que toqué fondo cuando mi esposa murió o al año siguiente, cuando fui
incapaz de volver a casa y hacerle frente a mis propios hijos por la vergüenza, la culpa
y la ira, pero no fue así. Toqué fondo años después...

**************************

18 de junio de 2001.

Corría por la carretera desierta, mis manos temblaban y mis ojos ardían por la falta de
sueño, amenazando con cerrarse. Mi cuerpo se agotaba, desesperado por descanso,
pero no había forma de que pudiera detenerme ahora. Había llegado muy lejos para
detenerme, demasiado lejos para solo dejarme llevar por el agotamiento.

Mi teléfono móvil comenzó a sonar con fuerza desde el asiento del pasajero y lo miré,
parpadeando cuando la molesta luz verde amarillenta iluminaba la oscuridad. Extendí
mi mano y lo cogí, entrecerrando los ojos ante la pantalla y tratando de leer el nombre.
Sentí el coche sacudirse después de un momento y rápidamente volví a mirar por el
parabrisas, dejando caer el teléfono y cogiendo con fuerza el volante cuando me di
cuenta que me había salido de la carretera. Giré con fuerza a la izquierda tratando de
volver al camino y derrapé un poco antes de recuperar el control. Mi corazón latía de
forma errática y las palmas de mis manos sudaban cuando el pánico se apoderó de
mí. La adrenalina comenzó a bombear y a despertar mi cuerpo cansado y provocando
náuseas en la boca de mi estómago.

Mi teléfono comenzó a sonar de nuevo después de un momento y volví la cabeza


rápidamente, viendo la iluminación verde amarillenta en el suelo del lado del pasajero.
Suspiré y volví a mirar hacia el camino, sabiendo que no había forma de alcanzarlo sin
detenerse y aparcar el coche. No era como si en realidad lo fuera a contestar, teniendo
en cuenta que no lo había hecho la última docena de veces que había sonado. Sabía
quién era y sabía que estaba llamando para detenerme, pero no podía. Sin importar lo
que significaría para mí después, no podía simplemente detenerme. Eso estaba fuera
de cuestión.

Encendí el aire acondicionado a su máxima capacidad y el estéreo, esperando que la


música rock a todo volumen y el aire frío dándome con fuerza fueran suficiente para
evitar quedarme dormido. Ahogaba el sonido del timbre de mi teléfono, pero todavía
podía verlo encenderse periódicamente, iluminando el coche con su penetrante luz. Me
estaba poniendo nervioso y me estaba haciendo perder la paciencia. Golpeé el
salpicadero del coche en frustración y grité, mi voz sofocada por el sonido de la
canción de Linkin Park proveniente de los altavoces, deseando que solo se detuviera.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1139


Quería que simplemente todo se detuviera, cada parte de ello, pero al parecer no podía
simplemente detenerme. Estaba demasiado cerca, había ido demasiado lejos. Todo
estaba fuera de control, yo estaba fuera de control.

Veintiséis horas. Había estado conduciendo un total de veintiséis horas seguidas,


deteniéndome solo el tiempo suficiente para llenar el tanque de gasolina o ir al baño
cuando era necesario. Anoche, alrededor del crepúsculo, subí detrás del volante del
coche en el barrio Lincoln Park de Chicago y solo empecé a conducir por instinto, mi
mente frenética y mis pensamientos confusos. No sé lo que estaba pensando al venir
aquí, qué es lo que esperaba lograr o incluso qué era exactamente lo que iba hacer
cuando llegara. Sabía que estaba yendo contra todo lo que había acordado,
desobedeciendo órdenes deliberadamente y estaba lo suficientemente lúcido para
reconocer que podría tener devastadoras consecuencias para mí, pero no lo
suficientemente lúcido para que me importara. No me importaba lo que me pasara
porque no estaba pensando en mí por el momento. No estaba pensando en el futuro en
absoluto, solo reaccioné en el momento. Todo en lo que podía pensar era desquitarme.
Quería vengarme, necesitaba una retribución. No podría descansar hasta ajustar
cuentas, hasta que todos pagaran y sintieran lo que yo había sentido. No podía
detenerme hasta que todo hubiera terminado, hasta que ellos sufrieran tanto como yo
había sufrido.

Caminé al interior de esa gran casa en Lincoln Park más o menos veintiséis horas
antes y me paré frente al hombre que controlaba mi vida, escuchando las cuatro
palabras que resonaban constantemente en mi mente como una cinta en repetición.
Una y otra vez, las palabras me impulsaban, “Charles Swan lo hizo.”

Él me dijo más después de eso pero no asimilé nada de ello o me afectó en realidad
como aquellas primeras cuatro palabras. Recuerdo que me dijo que no hiciera nada,
que el mandaría llamar a Swan a Chicago cuando tuviera oportunidad y tendríamos
una reunión, y como un buen subordinado asentí de acuerdo. ‘Sí, señor’ ‘Lo que usted
diga, señor,’ dije robóticamente, sabiendo que no podía decir nada más. Él me
despidió, diciéndome que me fuera a casa con mis hijos porque el más joven cumpliría
catorce en unos días y necesitaba a su padre. Accedí una vez más y salí, pero en el
momento en que me senté al volante del coche, toda la lógica y razón me dejaron.

Todo lo que podía oír eran esas cuatro palabras, y todo lo que podía sentir era la ira y
el odio. Todo en lo que podía pensar era en vengarme. Él había mandado asesinar a
mi esposa y destruido a mi familia, marcando de manera permanente a mi hijo en el
proceso. Sus cicatrices eran mentales y físicas, y no había manera de pudiera ir a casa
y estar frente a él. No ahora, no con lo que sabía, y definitivamente no sin hacer nada
al respecto. Edward y Elizabeth merecían que se les vengara y Charles Swan merecía
pagar con su sangre. No, no podía ver a mi hijo, aquel que se parecía tanto a
Elizabeth, no hasta que resolviera esto.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1140


Así que aquí estaba, veintiséis horas después, exhausto e inestable, a punto de perder
la última pizca de cordura a medida que aceleraba la velocidad por esa carretera
desolada, dirigiéndome directamente a la residencia de los Swan. No estaba seguro
de lo que iba a hacer cuando llegara, pero sabía que no me iba a ir hasta que la
agonía desapareciera. No me iba a ir hasta que se ejecutara justicia.

Cuanto más me acercaba a mi destino, más aumentaba mi frenesí. Mi mente estaba al


borde de una crisis nerviosa y mi cuerpo se revelaba en mi contra, el hecho de haber
estado despierto dos días seguidos me extenuó. No podía recordar la última vez que
había comido o bebido algo, además de la botella de vodka en el asiento junto a mí, y
sabía que mi falta de alimentación y mi deshidratación lo estaban empeorando todo.
El vodka se había terminado hacía horas, pero estaba seguro de que sus efectos
todavía seguían en mi cuerpo. Había estado bebiendo mucho últimamente, mucho más
de lo que nunca había bebido antes. Lo oculté a todos, sin querer que se preocuparan
por mí, pero estaba tambaleándome en el borde. Estaba cayendo, y el escuchar esas
putas cuatro palabras hacía tantas horas atrás no me estaba ayudando a mantener
contacto con la realidad. Mis ojos estaban desenfocados y sentí como si pequeños
granos de arena estuvieran alojados en ellos. Estaba aturdido y sentía náuseas, mi
mente estaba desorientada ya que parecía no tener control de mis pensamientos. Mis
manos temblaban aún más que antes y yo las maldecía, diciéndoles que se detuvieran
de una puta vez. Tenía manos firmes, era una de las cosas que me caracterizaban,
Carlisle Cullen nunca temblaba, Carlisle Cullen podía apuntar y darle a un blanco en
movimiento mejor que el resto de ellos. Pero ahora… ahora mis manos eran cualquier
cosa menos firmes. Eran manos ociosas, temblorosas y sudorosas, rebelándose como
el resto de mí.

Estaba a unos cuantos kilómetros del desvío hacia la propiedad Swan cuando vi las
luces de un coche viniendo en mi dirección. Giré de nuevo hacia mi carril, después de
haber estado conduciendo por en medio de la carretera, y disminuí un poco la
velocidad de manera que no fuera muy por encima del límite. Lo último que necesitaba
en este momento era que me detuvieran, llevando un arma cargada sin registro y algo
intoxicado. Eché un vistazo al vehículo cuando pasó zumbando junto a mí, tensándome
y la ira me invadió cuando vi que eran ellos. Era inconfundible, porque nadie más
viajaba por este camino desolado y Swan era un aficionado a los coches, demasiado
ostentoso para su propio bien. Él alardeaba de su nuevo y brillante Ferrari 360 color
amarillo la última vez que lo vi y en el momento en que lo vi, supe exactamente quién
era.

Pisé los frenos, el coche derrapó hasta detenerse con un chirrido estridente, y
rápidamente di la vuelta. Estuve a punto de perder el control del vehículo cuando se
salió a un lado del camino cuando intenté dar la vuelta, pero me las arreglé para
conseguir enderezarlo de vuelta. Pisé con fuerza el acelerador y me abalancé hacia
adelante, tratando de cerrar la distancia entre nuestros vehículos. No estaba pensando
con lógica y claridad, no tenía un plan de lo que iba a hacer cuando lo atrapara, pero

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nada de eso importaba en ese momento. Todo lo que importaba es que era él y que no
había manera de que se me escapara. No ahora, no después de lo que había hecho.
No ahora que sabía la verdad. No después que había oído las simples cuatro palabras
que seguían resonando con fuerza en mi cabeza, llevándome al borde de la locura.
Charles Swan lo hizo.

El coche aceleró rápidamente, acercándose al deportivo amarillo. Las luces rojas frente
a mí se encendieron cuando pisó el freno, obviamente al notar que me acercaba
rápidamente. Él podía fácilmente correr más rápido que yo y alcanzar los trescientos
kilómetros si quería y yo no podría alcanzarlo en el Mercedes, pero Charles Swan
padre no era sensato. Bajó un poco la velocidad y en mi inestable estado irracional,
aumenté la velocidad. Pisé el acelerador y me fui directamente hacia él. Él debió
haberse dado cuenta de lo que estaba sucediendo en el último momento porque pisó
su acelerador, sus llantas chillaron cuando se disparó de nuevo hacia adelante, pero
era demasiado tarde. Había esperado demasiado.

Embestí directamente al Ferrari, girando rápidamente el volante y golpeando a gran


velocidad la esquina trasera. Fui lanzado hacia adelante y mi cuerpo se golpeó contra
el volante porque no llevaba puesto el cinturón de seguridad. El dolor me invadió y mi
visión se nubló a medida que jadeaba por aire. La fuerza causó que los dos coches
patinaran hacia un lado y agarré con fuerza el volante, girándolo y tratando de
enderezar de nuevo el coche mientras soltaba el acelerador. Escuché el chillido de las
llantas y un fuerte choque cuando el Ferrari voló hacia un lado del camino,
directamente hacia unas rocas enormes que sobresalían en la arena del desierto. Pisé
el freno después de un segundo y el coche patinó un poco más, dando la vuelta
bruscamente antes de girar y casi volcarse. Finalmente se detuvo en medio de la
autopista quedando en dirección opuesta a donde me había estado dirigiendo, por
suerte aún intacto en su mayor parte, y sobre las cuatro ruedas. Mi respiración era
superficial y mi corazón latía erráticamente, mis ojos estaban nublados y escocían. El
dolor en mi pecho era intenso, cada respiración dolía. Me di cuenta que probablemente
me había roto una costilla o fracturado el esternón, pero estaba agradecido de no
haberme golpeado la cabeza en el proceso. Una costilla rota la podía tolerar y
manejar, con una inflamación en el cerebro no podría.

La adrenalina recorriendo mi cuerpo, junto con mi cansancio y los golpes físicos del
accidente me hacían sentir mareado, todo en el momento estaba borroso y era
surrealista. Humo y polvo se cernían en la zona de la colisión, mis ojos ardían y
lloraban. Subí mis manos para frotar mi rostro cuando mi vista se nubló de nuevo.
Tomé una respiración profunda, tratando de calmarme, y gemí cuando el dolor se
intensificó en mi pecho.

Abrí la puerta después de un momento, parpadeando rápidamente y tratando de


enfocar mi vista. Estiré mi mano para tomar mi pistola, mirando brevemente alrededor
cuando vi que no estaba en el asiento donde había estado, finalmente, la localicé. La

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cogí y salí del coche, mis piernas débiles y temblorosas, amenazando con ceder
cuando puse mi pecho sobre ellas. Me sujeté a la puerta hasta que me estabilicé,
mirando alrededor. El Ferrari estaba destrozado, el frontal había terminado aplastado
por el impacto con la roca y el humo se filtraba en el aire a su alrededor. No vi ningún
movimiento en el coche, pero comencé a caminar hacia él lentamente, observando
cautelosamente. Me acerqué al lado del conductor y escuché que jadeaban y escupían,
me detuve brevemente para escuchar. Después de un segundo empecé a avanzar de
nuevo, deteniéndome justo a un lado de la puerta y mirándolo a él. La ventana estaba
rota, el cristal se había hecho añicos alrededor y crujía bajo mis pies. Él volvió su
cabeza para mirarme, el miedo predominaba en su expresión cuando sus ojos me
miraron.

“¿Carlisle?” Balbuceó con incredulidad. Yo solo me quedé mirándolo y sentí la ira


emerger, el odio puro y la sed de sangre balanceándose a través de mí. Demonios,
había sido él. Él lo había hecho. Él había destruido a mi familia, me había quitado a mi
esposa. La amaba más que cualquier cosa en este mundo, la amaba más que mi
maldita vida, y él me la había quitado. Él iba a pagar, joder, tenía que pagar.

“Charles Swan lo hizo,” murmuré para mí mismo, mi voz extrañamente tranquila


mientras repetía esas cuatro horribles palabras que me estaban consumiendo por
dentro. Él jadeó, sus ojos se ampliaron por la sorpresa cuando se dio cuenta de lo que
había dicho.

“Eh… yo… eh, Carlisle, yo…” Comenzó a decir, resollando y jadeando por aire. Él
estaba atrapado, sus piernas aplastadas bajo la parte delantera del coche y podía
decir por el sonido de su respiración que al menos uno de sus pulmones había
colapsado. Miré hacia el lado del pasajero y vi a su esposa desvanecida, sus piernas
estaban también aplastadas. Ella no se movía en absoluto y había sangre saliendo de
sus oídos, indicando que ella probablemente tenía lo que supuse era una fractura de
base de cráneo severa por trauma con objeto contundente. Ella no me sería ningún
problema, porque ya estaba casi muerta. Miré de nuevo a Charles y pude ver que
seguía tartamudeando, sus ojos se llenaron de lágrimas mientras algunas corrían por
su rostro. Yo ya no podía escucharlo y en ese momento ni siquiera me detuve a
preguntarme por qué. Su boca se movía frenéticamente pero todo lo que oía era un
zumbido, sonando con fuerza en mis oídos. Verlo llorar y suplicar por su vida hizo que
mi ira aumentara, mi enojo me abrumó por completo y bloqueó todo lo demás.

“Tú asesinaste a mi esposa,” le espeté, perdiendo el último ápice de compostura y


cordura que tenía en ese momento. Él levantó sus manos para protegerse y yo levanté
el arma, pero en lugar de apuntarle la tomé por el cañón, sujetándola con fuerza. Eché
mi brazo hacia atrás y lo golpeé en la cara con ella, con cada onza de fuerza que pude
reunir. Perdí la noción de la realidad, quedando totalmente en piloto automático, sin
tener un conocimiento consciente de mis acciones. No sé cuánto tiempo me quedé allí
golpeándolo pero al momento que volví en mí, mi mente reaccionó y tomó nota de lo

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que estaba haciendo, el cuerpo en el asiento del conductor estaba irreconocible. Mi
mano estaba apretada sujetando el arma, mi brazo dolorido por la fuerza de los
golpes. Bajé la vista y vi que mis manos estaban cubiertas con sangre y salpicaba todo
mi parte frontal, cubriendo mi camisa. El verlo me hizo reaccionar y sentir náuseas. Me
doblé y empecé a dar arcadas, sujetándome de un costado del coche para evitar
caerme.

Tomé unas cuantas respiraciones profundas, tratando de ignorar el dolor en mi pecho y


controlarme. No podía derrumbarme ahora, no después de todo. Tenía que resolver
esto, necesitaba terminarlo. Me enderecé y volví a mirar el interior del coche.
Obviamente, ambos estaban muertos, había sangre por todas partes. Di un profundo
suspiro y comencé a alejarme, volviéndome de nuevo para quedar frente al coche.
Levanté mi arma y apunté, pegando unos cuantos tiros en dirección al tanque de
gasolina. Me tomó un segundo antes de percibir el olor a gasolina y caminé hacia mi
coche, volviendo a arrojar el arma sobre el asiento del pasajero. Empecé a buscar,
abriendo la guantera y la consola central, murmurando para mí mismo. Localicé el
paquete de Marlboros en la puerta del lado del conductor y saqué uno, tomando el
encendedor rojo. Lo encendí e inhalé, sintiendo el ardor mientras que el humo
quemaba mis pulmones. La nicotina calmaba mis nervios a medida que se filtraba a
través de mi cuerpo.

Por lo general no apruebo el fumar. Soy médico y sabía el daño que estaba haciendo a
mis pulmones y a mi cuerpo. Pero era un hábito que se había apoderado de mí
últimamente, uno de mis múltiples vicios que me ayudaban a soportar, como el alcohol
y las mujeres. Le di una cuantas caladas más al cigarrillo antes de lanzarlo hacia el
Ferrari. Aterrizó en el pequeño charco de gasolina que se había acumulado,
encendiéndose de inmediato. Me quedé allí y observé por unos minutos, apoyado en mi
Mercedes y encendí otro Marlboro. La sangre en mis manos temblorosas tiñó de rojo el
cigarrillo pero lo ignoré, tratando de concentrarme.

Después de que el coche empezó a arder, cogí mi cigarrillo y lo lancé, haciendo arder
la parte trasera. Subí al coche y arranqué, y me dirigí de vuelta a la residencia de los
Swan. No tenía idea a dónde más ir porque sabía que no había nadie más en el área y
no había manera de que pudiera ir a algún lugar público en mi condición. Estaba fuera
de control, mi mente seguía nublada y mis pensamientos confusos, y estaba cubierto
de sangre y conmocionado.

El viaje duró solo unos cuantos minutos, bajé por el camino de entrada de los Swan con
cautela, sin saber si él tenía a los guardias fuera esta noche y queriendo evitar una
confrontación. Ellos tenían un campo de marihuana localizado en las cercanías y a
menudo tenían hombres armados vigilando las líneas de árboles y cuidando de su
propiedad cuando salían a alguna parte. Detuve el coche frente a la casa y bajé,
mirando alrededor. El lugar parecía desierto, todo en silencio y sin señal alguna de
movimiento en alguna parte. Tomé mi pistola y me dirigí hacia la casa, girando el

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pomo de la puerta y encontrándolo sin llave. Entré en la casa e inmediatamente vi la
silueta parada allí. Reaccioné por instinto y apunté el arma, preparándome para
disparar y se escuchó un grito. Me di cuenta que era de una mujer y bajé el arma antes
de tener la oportunidad de apretar el gatillo, notando a una esclava mayor parada allí.
Ella me miraba con los ojos amplios, aturdida y asustada cuando vio mi apariencia.

“¿Cuál es tu nombre?” Le pregunté de inmediato, sin que me importara en realidad


pero sintiéndome obligado a preguntar por alguna razón.

“Clara,” gimoteó.

“Si quieres vivir Clara, te recomiendo que vayas a tu cuarto y te quedes allí,” le dije
fríamente. Empecé a caminar pasando junto a ella y se me quedó mirando brevemente
antes de darse la vuelta y salir corriendo. Me dirigí hacia la oficina de Charles,
tratando de girar el pomo y encontrándolo con llave. Abrí la puerta de una patada,
sorprendido de lo fácil que era entrar. para ser un hombre con secretos, ciertamente no
hacía mucho por proteger sus cosas. Busqué por la oficina rápidamente, arrojando
cosas por todos lados, tratando de encontrar algo, cualquier cosa de importancia que
me explicara por qué lo había hecho. Por qué demonios había llegado al extremo de
matar a mi esposa por esa pequeña esclava. ¿Qué demonios la hacía tan importante
para ellos como para matar por ella? Nada de eso tenía sentido para mí.

Cuanto más rebuscaba, más me enojaba por no encontrar nada. Mi ira aumentaba, la
indignación y el resentimiento bullendo. Cómo se atrevían, todos ellos. Mi esposa
estaba muerta, y aquí estaba esta gente, respirando y seguía con vida. Ninguno de
ellos merecía vivir, no si ella no podía vivir. Joder, ellos habían conseguido que la
mataran, y no solo era culpa de Charles y su esposa. Eran todos ellos, cada uno de
ellos habían jodido a mi esposa de alguna manera. Después de un rato me di por
vencido en la búsqueda de respuestas, al darme cuenta que era infructuosa. De todos
modos no importaba el puto por qué, lo único que importaba es que había sucedido.
Ellos lo habían hecho, y por ello estaban muertos. Pero todavía no sentía que fuera
suficiente. Todavía quería que alguien pagara esa mierda, todavía necesitaba que
pagaran.

Me lavé y tomé algo de la ropa de Charles padre, cambiándome para verme


presentable. Finalmente, salí al porche y me detuve, mirando alrededor. El
agotamiento me estaba venciendo de nuevo, mis pensamientos eran frenéticos y mi
cuerpo gritaba que cediera y me diera por vencido. Me sentí como si estuviera en una
bruma, la cabeza me palpitaba y los ojos me ardían. No sé cuanto tiempo me quedé
allí parado, mi mente perdiéndose en pensamientos de mi esposa y visitas a esta
horrenda casa. Recordé todas las putas veces que me había suplicado venir, suplicado
ver a esa pequeña niña. Y me hacía enojarme aún más, porque era injusto. Nada de
eso estaba bien. Ella estaba muerta y la pequeña niña estaba viva y bien, joder,
probablemente profundamente dormida. Ella estaba respirando y soñando, y mañana

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se despertaría para un nuevo día. Otra oportunidad para vivir. Eso era algo que mi
esposa jamás tendría de nuevo. Algo que esa pequeña perra le había quitado a mi
esposa por simplemente existir.

Mi resentimiento y dolor me dominaron de nuevo, y antes de siquiera darme cuenta de


lo que estaba haciendo, estaba subiendo las escaleras hacia el pequeño ático encima
del granero donde sabía que ella dormía. Entré en el cuarto sin hacer ruido,
deteniéndome cuando vi a ambas, a ella y a su madre dormidas en un viejo colchón
raído al otro lado de la habitación. El cuarto estaba caliente y sofocante, el incómodo
hedor viniendo del granero de abajo. Di unos cuantos pasos hacia dónde ellas
dormían, pateando accidentalmente un libro cuando me detuve justo a un lado del
colchón. Miré hacia abajo, apenas distinguiendo el título como algo de Albert
Schweitzer, e inmediatamente me pregunté si su amo sabía que ella lo tenía. Lo
dudaba, porque no había manera de que ellos le hubieran dado un libro a una esclava
para leer. Ella no debería saber leer de todos modos, ellos no educaban a sus
esclavos, pero de nuevo, ¿qué jodidos sabía yo? Nunca habían matado por sus
esclavos tampoco.

Suspiré y volví la cabeza, mirándola. Era tan pequeña y frágil, parecía débil e
indefensa, pero a mí no me engañaba. No era débil en absoluto. Era poderosa, y ella ni
siquiera tenía idea del jodido poder que tenía. Era peligrosa, y no tenía ni idea de lo
peligrosa que era. Ella era un lobo con piel de oveja… el puto lobo enorme y malo que
tenía que ser detenido.

La odiaba y sentía esa sed de sangre creciendo de nuevo en mí, la desesperación por
culpar gente y hacerlos pagar golpeándome con fuerza. Me quedé mirándola,
indignado por todo lo que tuviera que ver con ella. ¿Por qué demonios tenía que existir
siquiera? Ella se removió en su sueño después de un momento, dándose la vuelta
quedando frente a mí, y murmurando. Me tensé cuando las palabras “lo siento”
escaparon de sus labios, la ira se apoderó de mí una vez más. Joder, ella no lo sentía.
No le importaba una mierda lo que me había hecho, lo que le había quitado a mi
familia. ¡Ella ni siquiera lo sabía!

Levanté el arma y la dirigí hacia ella, apuntando a su cabeza, sin vacilar ni un poco.
Tiré del gatillo sin pensarlo dos veces, mi ceño se frunció y la confusión me invadió
cuando nada pasó. No hubo un fuerte estallido, ni gritos desgarradores, ni sangre. Yo
solo me quedé mirando al arma por un momento, sorprendido porque nunca me había
fallado en el pasado, antes de que de verdad me diera cuenta de la mierda que
acababa de hacer. Acababa de apuntar el arma hacia ella con toda la intención de
matarla y si no fuera por el hecho de que el arma se había atascado, ella estaría
jodidamente muerta en este momento. La hubiera matado sin siquiera darme cuenta
de lo que estaba haciendo. Había estado tan consumido por la ira que casi había
matado a una niña. ¡La niña por la cual mi esposa había muerto tratando de
mantenerla con vida! Ella no tenía la culpa de su situación, ella no tenía control sobre

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lo que le había pasado a ella o a cualquier otro. Ella no sabía nada del mundo exterior
y ni siquiera estaba seguro si alguna vez había salido de la propiedad de los Swan. No
podía culparla y matarla. ¡No podía matar a una niña! Parpadeé un par de veces
cuando el impacto por lo que había hecho me golpeó, junto con repulsión y odio
extremo. Era despreciable, no era mejor que el propio Charles Swan padre. ¡Casi
había matado a una niña inocente, y puede que ella solo fuera una esclava pero ella
tenía una madre y mi esposa la amaba! Jadeé cuando asimilé todo y levanté mi mano
cubriendo mi boca con ella, casi soltando el arma en el proceso. Di unos pasos hacia
atrás alejándome de ella, con la necesidad de irme de una puta vez. Pateé el libro de
nuevo por accidente e Isabella se removió dormida una vez más, murmurando la
palabra “Amo”.

Sentí la ira amenazando con consumirme ante el sonido de su voz, mi cuerpo se tensó
una vez más, y me di la vuelta antes de que me dominara. Salí de la habitación y bajé
corriendo los escalones, necesitando alejarme de ella antes de que perdiera el control
de nuevo e hiciera algo de lo que realmente me arrepintiera. Nunca podría perdonarme
si la matara, sin importar qué pudiera estar sintiendo en el momento. Le había
prometido a Elizabeth años atrás que nunca lastimaría a una mujer o un niño, y acaba
de asesinar a una puta mujer en el camino. Eso era lo suficientemente malo. Matar a
un niño, en especial a la niña que ella había amado y por la cual había luchado, sería
como insultar su memoria.

Salí del granero y di una respiración profunda, disfrutando del aire fresco. La emoción
arremolinándose en mí era intensa y me tambaleé hacia la casa, sentándome en los
escalones del porche. Me dejé caer hacia adelante, el arma se soltó de mi mano y
golpeó el escalón haciendo `pum´. Puse la cabeza entre mis manos, tirando de mi
cabello con fuerza, tratando de calmarme. Pero mi agotamiento, ira y devastación, mi
repulsión, agonía y culpa fueron simplemente demasiado para que un simple hombre
las soportara.

Sentado allí, en esos escalones en la caliente noche de junio en Phoenix, mis manos
temblando y mi piel empapada de sudor, finalmente toqué fondo. Me quedé allí
temblando, alternando entre llorar histéricamente y vomitar, mi cuerpo trataba de
expulsar cualquier mal que me consumía ya fuese mental o físico. No sé cuánto tiempo
pasó o cuanto estuve allí sentado aturdido, pero finalmente salí de ese estado por la
luz de unos faros que venían en mi dirección. Levanté la vista, secando mis ojos y
aclarando mi garganta, tratando de controlarme. Extendí mi mano y cogí mi arma,
entrando de nuevo en piloto automático. La confusión en mi mente pareció aclararse un
poco y estaba lo suficientemente coherente para revisar el arma y desatascarla para
que disparara si surgía la necesidad.

Me levanté rápidamente y di unos pasos hacia atrás, abriendo la mosquitera de la


puerta principal y deslizándome en el interior. Me hice a un lado y me asomé cuando el
coche se detuvo. De inmediato me sentí como un idiota, sabiendo que había aparcado

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el coche registrado a mi nombre justo enfrente, claramente visible. De hecho, había
cometido tantos errores durante toda la noche que tendría suerte si salía sin problemas
de esto, punto. Fue pura suerte que nadie pasara por la carretera y me viera asesinar e
incendiar el coche, y fue por intervención divina que el arma se atascara y me
impidiera matar a Isabella.

El coche se detuvo detrás del mío, apagando el motor inmediatamente. La puerta del
lado del conductor se abrió y un hombre que reconocí inmediatamente como el hijo de
Charles Swan salió. Él cerró la puerta y empezó a caminar hacia mí y al parecer sin
siquiera notar mi coche, hablando en voz baja frenéticamente. Subió al porche y abrió
la puerta principal, parándose en seco cuando entró y sus ojos se posaron en mí.
Apunté el arma hacia él y se me quedó mirando, el miedo y la confusión destellaban en
sus ojos.

“¿Señor Cullen?” Dijo vacilante, levantando sus manos para mostrármelas. “¿Qué,
eh… qué está pasando? ¿Por qué?, eh… mis padres, ellos, eh… en la carretera, no sé
qué ha pasado, su coche fue incendiado…”

Me quedé mirándolo por un momento. “Lo sé,” dije simplemente, manteniendo mi mano
firme.

“¿Usted… lo sabe?” Preguntó confundido. Yo asentí. “¿Ellos... fue enviado aquí para
ayudarlos? ¿Había alguien detrás de ellos? ¿Hay algún problema?”

Yo asentí. “Sí, hay un problema. Pero no, nadie me envió. Vine aquí por mi cuenta.”

Él me miró fijamente con su ceño fruncido, las manos le temblaban en el aire mientras
trataba de entender lo que le estaba diciendo. “¿Ellos están bien?” Preguntó. Yo negué
con la cabeza.

“Odio ser el que te diga esto, Charlie, pero me temo que tus padres ya no están con
nosotros,” le dije con frialdad. Sus ojos se abrieron y vi su miedo llegar al máximo
cuando se dio cuenta que estaban muertos, encajando el resto de lo que le había
dicho.

“Usted…” Balbuceó.

“Sí. Yo. Y si quieres salir de aquí con vida, tu mejor opción es escuchar y escuchar
bien…”

Lo revisé buscando armas, asegurándome de que estaba desarmado y que no podía


hacerme daño de ninguna forma y lo conduje a la sala de estar. Lo interrogué por un
rato, haciendo lo que hacía mejor. Usé todo lo que tenía para infundirle miedo, para
decirle que hablaba en serio, y era claro para mí que él no tenía conocimiento alguno
de lo que su padre ordenó que hicieran a mi esposa. Cuando terminé y dije todo lo que
necesitaba decir, lo dejé ir. Le dije que podía vivir, pero solo bajo mis condiciones. Le

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dije que estaba en deuda conmigo, y que cuando llegara el momento esperaba que me
pagara el favor.

Al amanecer salí al porche de la casa, viendo como el sol comenzaba a salir. Capté un
leve movimiento por el rabillo de mi ojo y miré hacia allá, viendo como Isabella salía
del granero y se dirigía hacia un jardín enorme. Bajé la vista hacia el reloj en mi brazo
y vi que eran las 5:30 AM en punto.

Charlie Swan salió al porche y se detuvo junto a mí, observándome con cautela.
Todavía podía ver el miedo en él, ya que sabía muy bien de lo que era capaz. Él miró
hacia Isabella cuando ella se detuvo en el jardín y se puso de rodillas, poniéndose a
trabajar de inmediato.

“¿Qué pasa con esa chica?” Pregunté, más para mí mismo que otra cosa. Escuché que
Charlie suspiró y lo miré, arqueando una ceja.

“Algunas personas hacen locuras por aquellos con los que están relacionados por
sangre, independientemente de si en realidad se preocupan por ellos,” dijo,
encogiéndose de hombros. Me quedé mirándolo por un momento, asimilando lo que
había dicho.

“Ella es tu hija,” le dije, volviendo mi cabeza para mirar a Isabella. No sé como nunca
lo había pensado. Ella tenía que venir de algún lado y yo simplemente, siempre había
asumido que uno de los guardias o de los hombres que siempre andaban con Charles
se había aprovechado de su madre, pero no tenía sentido que alguno de ellos lo
hubiera hecho. Charles padre tenía goomahs y no era del tipo de los que se acostaba
con la servidumbre, pero su hijo era otra historia.

Él gruñó en respuesta, sin decirme si sí o si no, pero era innecesario. No necesitaba la


confirmación. La miré fijamente mientras ella trabajaba sola en el jardín,
completamente ajena a todo lo demás con excepción de lo que estaba justo frente a
ella. La culpa estaba tomando más fuerza, la ira y el resentimiento seguían allí pero
eclipsadas por el momento. Me indignó que la pobre niña hubiera nacido en esta vida
y que no tuviera forma de salir, la única persona que trató de salvarla estaba muerta
por ello y ella no tenía idea de que alguna vez alguien se hubiera preocupado por ella.
Su propia familia la había puesto en esta posición, la hizo lo que era.

“¿Se la va a llevar?” Charles preguntó titubeante después de un momento. Lo miré y vi


su aprensión. Estaba incómodo y a la defensiva cerca de mí, asustado pero tratando de
parecer fuerte porque sabía que su vida dependía de que se mantuviera en pie ahora.
Volví a mirar a Isabella, considerando la pregunta. Vi cuando Renée salió del granero
y se acercó donde estaba Isabella, sonriéndole a su hija y extendiendo su mano para
alisar su cabello con cariño.

“No,” dije finalmente. Parte de mí gritó en protesta, al saber que tenía la oportunidad

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de liberarla como mi esposa lo había deseado, pero otra gran parte de mí reconocía
que realmente no estaba en posición de salvarla en este momento. Era demasiado
tarde para cogerla y hacerla pasar por mi hija como mi esposa había querido hacer
cuando ella tenía tres años. Ahora tenía doce, en su mayor parte sin educación y sin
experiencia en la vida. Ella estaría mejor con su madre por ahora, donde estaría
relativamente a salvo y alguien la amaría. Porque yo no podía amar a esa niña, no
ahora, no después de todo. Y sobre todo… ella no estaba a salvo conmigo. Había
tratado de matarla unas horas antes y estaba lo suficientemente coherente para darme
cuenta de que fácilmente podía suceder de nuevo. Apenas tenía la paciencia con mis
propios hijos así que sabía que no había manera de que fuera capaz de encontrar la
paciencia y comprensión que sabía que se requeriría para ayudarla.

“Está bien,” dijo, sonando sorprendido. Suspiré y pasé una mano por mi cabello.
Estaba todo desordenado por haber tirado de él con frustración durante mi crisis
nerviosa de anoche.

“Mantenla con vida y cuando llegue el momento, cuando ya no puedas tenerla aquí,
llámame. Tal vez mi repuesta sea diferente entonces.” Él asintió en respuesta. “Y
probablemente desees mantenerlas encerradas hoy. Seguramente la policía estará
aquí pronto. Y recuerda… no me has visto.”

“Sí, señor,” dijo con la voz temblando de miedo. Yo asentí y lo miré, dándole una
mirada que claramente decía que hablaba en serio, antes de salir del porche hacia mi
coche. Subí del lado del conductor y puse el arma sobre el asiento junto a mí,
respirando profundamente. Puse la llave en el contacto, pero antes de tener la
oportunidad de arrancar el coche, mi celular comenzó a repiquetear desde el suelo.
Suspiré, cerrando los ojos brevemente, antes de alcanzar el teléfono y levantarlo. Le
eché un vistazo a la pantalla, volviendo a la realidad. No podía eludirla por más
tiempo. Presioné el botón y llevé el teléfono a mi oído.

“Cullen al habla,” dije con calma.

“A mi oficina. Ahora,” Aro dijo con brusquedad.

“Sí, señor,” le dije. “Estaré allí en veintiséis horas.”

******************************

Todavía no sé cómo sobreviví al viaje, es una imagen totalmente borrosa. Fue un


milagro que no me quedara dormido al volante y me estrellara, pero un milagro aún
más grande que una vez que llegué a Chicago no fuera asesinado. Aro no estaba
contento de que hubiera desobedecido una orden directa y asesinado a los Swan y
sabía lo que me pasaría según dictaban las reglas de nuestra organización. Había
desobedecido y el castigo por eso era la muerte inmediata. Pero Aro lo pasó por alto,
me dejó salir de nuestra reunión con vida, porque parte de él entendía. Él pidió algunos

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favores en Phoenix y se hizo cargo de la situación, nada me perseguiría. No se escapó
de mi atención que ni una sola vez intentó llamar a los Swan y advertirles, así que
parte de mí siempre se preguntó si esa era su intención. Me pregunté si él lo había
planeado de esa forma, a sabiendas que perdería el control como lo hice, porque al
hacerlo el ganaría más poder en mí y en mi vida. No podría pasarme ni un poco de la
raya o estar en desacuerdo de alguna manera, y lo sabía porque él me amenazaría
con lo que hice cada vez que pudiera. Se me había pasado por alto una vez, no había
más oportunidades para mí.

“¿Esa fue la última vez que mataste?” Alec preguntó. Hice un gesto de negación.

“Maté un hombre aquí en Forks no mucho después de eso y esa mujer que James
plantó en mi casa,” le dije. Él me miró con curiosidad.

“Ni siquiera voy a preguntar por el hombre. Aunque, casi me olvido de esa mujer,” me
dijo. “Definitivamente James está tramando algo.”

Yo asentí. “Lo sé,” le dije.

“Y es muy probable que tengas que matar de nuevo, Carlisle,” me dijo. Asentí una vez
más.

“Eso también lo sé,” le dije.

“Mientras lo sepas, no deberíamos tener problemas,” me dijo, negando con la cabeza.


“¿Hay algo más que tengas la necesidad de decirme? Me gustaría acompañar a mi
esposa allá arriba.”

Hice un gesto de negación. “Eso es todo,” le dije. Él suspiró y se puso de pie.

“Bien, porque para ser honesto contigo, no estoy seguro de poder soportar mucho más
en este momento,” me dijo, saliendo por la puerta. Me puse en pie y salí al pasillo
mientras él se dirigía al vestíbulo.

“¿Alec?” Lo llamé. Él se detuvo y se volvió para mirarme. “Gracias.”

Se quedó mirándome por un momento antes de negar con la cabeza. “Aún no me lo


agradezcas, Carlisle. Todavía no he hecho nada.”

Abrí mi boca para hablar, para decirle que simplemente estaba agradecido por su
disposición a de ayudarme, pero antes de que pudiera pronunciar una sola palabra la
puerta principal se abrió y las voces de los chicos entraron en la casa. Se callaron casi
al instante cuando vieron a Alec y él solo los miró.

“Hola, tío,” Emmett dijo, entrando en la casa y sonriendo. Él extendió su mano y palmeó
a Alec en la espalda, un movimiento que siempre requiere de muchas agallas. Eso es
algo que identifica a Emmett… es muy valiente. La mayor parte de la gente huye de

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Alec pero Emmett es uno de los pocos que se atreve a tocarlo. “Recuerdas a mi chica,
Rosie, ¿verdad?”

“Emmett,” dijo Alec, asintiendo en señal de saludo. “Rosalie.” Rosalie dijo un rápido
hola suavizando un poco su usual insolencia.

“Tío Alec, es bueno verte,” Jasper dijo con cortesía. Él siempre era el de los modales.
“Supongo que también recuerdas a Alice.”

“Jasper, Alice,” Alec dijo una vez más asintiendo en señal de saludo. Alice sonrió
alegremente.

“Me alegra tanto que hayas podido venir a la graduación de Jasper,” dijo alegremente.
Había muy pocas cosas que podían matar la disposición animada de Alice. Alec
simplemente asintió a su declaración, moviendo su mirada hacia Edward. Él estaba
parado en la puerta con Isabella a su lado, manteniéndola cerca, envolviéndola con su
brazo de forma protectora. Tenía una expresión seria en el rostro mientras miraba a
Alec y yo le eché un vistazo a Isabella, viendo que ella estaba mirando hacia el suelo.
Parecía asustada y desde dónde yo estaba podía sentir su aprensión. Ella sabía quién
era él, lo había visto en numerosas ocasiones en su vida. Sabía que él estaba
relacionado con la mujer que la había torturado, sabía que él se había quedado allí
viendo como lo soportaba, sin intervenir ni una sola vez para detenerla o hablar en su
defensa. Y no puedo imaginar lo que eso le hizo pensar de él y parte de ello me hizo
sentir culpable porque en realidad Alec había hecho mucho por ella. Alec se había
asegurado de que Charles cumpliera con lo que le había dicho ese día en Phoenix
cinco años atrás. No se me había permitido volver mucho allí a través de los años y
continuó asegurándose de que Charles mantuviera a la chica con vida. Eso fue más de
lo que alguna vez esperé de él, y me sentía culpable de que ahora estuviera pidiendo
aún más de él.

“Alec,” Edward dijo simplemente.

“Edward,” Alec dijo, dándole el mismo saludo que a los otros. Edward lo miró por un
momento antes de bajar la vista hacia Isabella. Él la acercó aún más a él y se inclinó,
susurrándole algo al oído. Mi ceño se frunció y lo miré con curiosidad, preguntándome
qué le estaría diciendo. Ella asintió brevemente después de un momento y él le dijo
algo más. Ella asintió de nuevo, sin dejar de mirar el suelo, levantando sus manos para
agarrar el brazo que la envolvía. Él levantó su otra mano y sujetó su barbilla,
empujándola hacia arriba. Ella no se resistió y levantó la vista después de un
momento, sus ojos se encontraron con Alec.

“Está es mi novia Isabella,” dijo Edward. Alec asintió.

“Por supuesto, Isabella,” él dijo. Isabella se quedó mirándolo por un momento,


manteniendo el contacto visual y el ambiente en la habitación se hizo denso cuando

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nadie habló. Todos estábamos esperando su reacción, esperando ver lo que ella diría
o haría. Yo casi esperaba que saliera corriendo y se asustara como lo había hecho con
Esme hacía algunos meses porque Alec era una amenaza más grande de lo que lo era
mi hermana. Casi perdí la esperanza que reaccionara en absoluto, pero finalmente lo
hizo, y cuando lo hizo, nos sorprendió a todos en la habitación.

“Es un placer conocerle, Alec,” ella dijo, con voz temblorosa. Le tendió su mano y mis
ojos se abrieron por la sorpresa. Estaba temblando, cada uno de nosotros podía verlo y
darse cuenta que estaba aterrada, pero eso no tenía importancia. Lo que importaba
era que de todos modos lo estaba haciendo. No estaba permitiendo que su miedo la
consumiera.

Alec titubeó, pero extendió su mano y tomó la de Isabella, estrechándola ligeramente.

“Igualmente,” dijo Alec. “Si me disculpan chicos, voy a instalarme.” Él soltó la mano de
Isabella y se dio la vuelta, dirigiéndose hacia las escaleras. Se volvió brevemente y me
miró a los ojos, asintiendo hacia mí antes de desaparecer en el piso de arriba.

Miré a los chicos en la puerta, observando como Edward sonreía con orgullo. Se
agachó un poco y de nuevo le susurró algo y ella se sonrojó profusamente, dando una
pequeña sonrisa en respuesta a lo que sea que le hubiera dicho. Él se rio entre dientes
y se agachó aún más, colocando los labios en su cuello. Ella inclinó su cabeza hacia
un lado y sus ojos se cerraron en respuesta a su beso.

Y yo sonreí. Por primera vez, viéndolos juntos, sonreí.

Porque ella había mirado fijamente esos penetrantes ojos oscuros, ojos que la habían
visto ser torturada, ojos que ella sabía pertenecían a un asesino, y ni siquiera titubeó.
Se había mantenido firme e hizo frente a sus temores, sin permitir que nadie la
subyugara. Y más que nada, me hizo creer que las cosas en verdad podrían estar bien
y que después de todo, tal vez si había esperanza para ellos.

Porque eso era algo que ni siquiera mi esposa había podido hacer.

***************
Principessa della Mafia = Princesa de la Mafia

Perchè non lo vedo prima d’ora? = ¿Por qué no lo había visto antes?

Ha perfettamente senso = Tiene perfecto sentido

L’amore domina senza regole = El amor domina sin reglas

Chi vuole mantenere un segreto debe nascondere il fatto che egli possiede uno = El que
desee mantener un secreto debe ocultar el hecho de que lo posee

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“Me gusta cuando una flor o un pequeño manojo de hierba crece a través de una
grieta en el cemento. Es tan jodidamente heroico.” – George Carlin

Edward cullen
Lo vi en el momento que entramos por la puerta principal de la casa. Él se detuvo justo
donde estaba y sus ojos nos recorrieron rápidamente y nos echó un vistazo,
evaluándonos como siempre lo hacía. Joder, siempre alerta, siempre atento a lo que le
rodeaba. Isabella lo vio y se tensó de inmediato, todo su cuerpo se puso rígido y
agachó la cabeza, sus ojos fijos en el suelo de madera. Extendí mi brazo hacia ella por
instinto, abrazándola con fuerza y atrayéndola de nuevo hacia mí.

Quería decirle de inmediato que dejara de actuar así, joder, que se relajara, que era
solo mi tío Alec, pero mantuve la boca cerrada. Se lo había estado diciendo por
aproximadamente una semana, prácticamente metiéndole en la cabeza que él estaría
aquí porque quería que estuviera preparada. Me aseguré que supiera que no tenía
nada de lo que preocuparse y le dije que él era completamente inofensivo. No parecía
que me hubiera creído esa mierda, pero no la culpaba porque joder, era jodidamente
seguro que ni siquiera yo creía que fuera ‘completamente inofensivo’ pero estaba
seguro que no tenía nada de lo que preocuparse. Él nunca le pondría un dedo encima
o la trataría mal de ninguna forma. No solo era parte de la familia y muy respetuoso de
esa mierda, sino que también yo nunca lo permitiría. Joder, nadie jamás lastimaría a
mi chica de nuevo, no mientras yo pueda impedirlo.

Debería haber sabido que prepararla con anticipación era inútil, porque esa misma
mierda había ocurrido cuando Esme nos visitó por primera vez tantos meses atrás. Ella
dijo que estaba bien, dijo que estaba lista, pero decirlo y hacerlo eran dos cosas
completamente distintas. Casi se da por vencida entonces, volviendo a su puta
modalidad de esclava, y estaba claro que estaba a punto de hacerlo de nuevo.

Todos empezaron a saludar a Alec y yo solo me quedé allí, sosteniendo a Isabella, sin
saber qué demonios podía hacer para aliviar su estrés. Consideré solo agarrarla e
irnos de allí, llevarla arriba y asegurarme que estaba bien, pero sabía que era una
ridiculez y que no resolvería nada. Joder, ella no podía huir siempre de él y yo no podía
solo ocultarla y protegerla de todo constantemente, a pesar de que esa mierda era

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exactamente lo que quería hacer. No quería nada ni remotamente molesto cerca de
ella, quería mantener todo lo malo tan lejos de ella como pudiera, pero era ilógico e
imposible. No podía hacer que siempre brillara el puñetero sol para ella, a veces
tendría que navegar a través de las tormentas. Estaba tratando de ayudarla a
encontrar independencia en la vida, sacar lo mejor de sí misma y encontrar la fuerza, y
agarrarla y salir corriendo por algo tan putamente trivial como enfrentar a mi tío Alec
no sería de ninguna ayuda. Lo que no nos mata nos hace más fuertes, ¿verdad?

Después de que Alec saludó a los demás, sus ojos se posaron en mí. Me quedé
mirándolo por un momento, rogando silenciosamente porque esta mierda saliera bien,
esperando que no nos explotara encima. Estaba tratando de ser fuerte y no ponerme
todo ‘cavernícola’ con ella, lanzándola sobre mi maldito hombro y salir corriendo, y si
ella se ponía más histérica de lo que ya estaba me haría perder el control.

“Alec,” dije simplemente, asintiendo con la cabeza. Él me devolvió el saludo.

“Edward,” me dijo. Me quedé mirándole brevemente antes de bajar la vista hacia


Isabella. Ella seguía con la vista fija en el maldito suelo, tan concentrada en ello que
era como si estuviera memorizando las líneas y patrones de esa mierda. Podía sentir su
cuerpo temblando contra mí y su respiración era débil, cada exhalación como un
escalofrío. La atraje aún más hacia mí, sujetándola con fuerza. No sabía qué mierda
decir o hacer para hacer esto más fácil para ella. Pero podía sentir la vista de todos en
la habitación sobre nosotros, así que sabía que tenía que hacer algo. Suspiré y me
agaché acercándome a ella, buscando frenéticamente en mi mente por las palabras
correctas.

¿Qué demonios le dices a la chica que amas cuando está aterrorizada de ser dañada
por tu propia familia? ¿Qué clase de palabras pueden matar el miedo fomentado por
haber sido torturada y tener a este hombre frente a nosotros, que lo sabe, que vio
suceder esa mierda y no hizo ni una maldita cosa para evitarlo? ¿Hay siquiera
palabras que puedan aliviar esa mierda? No lo creo, pero no podía quedarme
simplemente allí parado sin decir nada. Una parte de mí, la parte impaciente que
estaba gritando que esto era una puñetera ridiculez porque ella no podía simplemente
tener maldita confianza en mí, quería decirle que terminara con esto de una puta vez,
pero una gran parte de mí entendía. Recordaba con claridad cuando la presencia de
Alec solía ponerme nervioso de niño y mi padre básicamente acostumbraba a decirme
que me portara como un hombre de una puta vez y le hiciera frente, cómo dolía esa
mierda, como si mi miedo y mis sentimientos no importaran una mierda. No podía
hacerle eso a ella, porque tenía más razón para temer a Alec de lo que yo alguna vez
la tuve y necesitaba que ella supiera que sus sentimientos eran importantes para mí.
Después de un momento me di cuenta que nunca encontraría las palabras correctas
que decir, así que simplemente dije lo primero que se me vino a la mente. Alguna
mierda estúpida, típico de mí, abrir la boca y decir tonterías, pero esperaba que tal vez
ella sería capaz de entender.

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“¿Recuerdas cuando me hiciste ver contigo todas esas jodidas películas de magos,
tesoro? ¿Las de Harry Potter? ¿Recuerdas como él siempre se enfrentaba a ese tipo
malo Voldemort y ese hijo de puta siguió intentando hacerle daño pero no pudo porque
él estaba protegido por el amor o algo así?” Le pregunté, sacándome ese as bajo la
manga. Probablemente había enredado todos los detalles pero como sea, el panorama
completo era lo que importaba.

Ella asintió vacilante, probablemente preguntándose por qué demonios le estaba


hablando de una maldita película ahora. “Sí, bueno, tú eres Harry Potter y vamos a
pretender que ese cabrón que está allí es Voldemort. No te pueden tocar nena, no
mientras creas en mí. Porque te amo y no voy a dejar que nada te pase. Mi puto amor
es la mejor protección que tienes y siempre la tendrás. Joder, no puedes dejar que te
dobleguen, tú vas a mantener tu cabeza en alto y hacerle frente. ¿Me entiendes?
¿Comprendes lo que te estoy diciendo?”

Ella asintió de nuevo, levantando sus manos para sujetar mi brazo. Usé mi otra mano y
sujeté su barbilla, levantando su cabeza. No iba a forzarla y me alegró que no tratara
de resistirse, pero no me gustaba verla tan derrotada. Ella era más fuerte que
cualquiera de nosotros, y no podía permitir que el miedo irracional la dominara de esa
forma.

“Esta es mi novia Isabella,” le dije. Alec sabía de ella, de hecho probablemente conocía
toda la maldita historia de mi madre muriendo por ella, pero eso no era quién era
Isabella. Isabella era más que eso.

“Por supuesto, Isabella,” él dijo, mirándola. Ella le devolvió la mirada pero no habló y
un silencio incómodo se apoderó de la habitación. Consideré decir algo después de un
momento, solo para romper la tensión que iba en aumento por su concurso de miradas.
Estaba esperando que ella hiciera el primer movimiento y hablara porque sabía que
Alec no lo haría. Basado en lo que Esme había dicho cuando nos visitó en Navidad, la
única razón por la cual Alec se había mantenido alejado entonces fue para evitar esta
situación. Él no quería hacer la mierda incómoda ni molestarla. Pero por suerte no tuve
que pensar en algo para romper la tensión, porque ella finalmente reaccionó.

“Es un placer conocerte, Alec,” dijo, su voz tensa y temblorosa. Ella le tendió su mano y
yo me quedé mirando, un poco sorprendido por esa mierda. Esperaba que encontrara
el valor para saludarlo, pero seguro que no esperaba que se armara de valor y
estrechara su mano. Requería de mucho valor estrechar la mano del hombre que había
permitido que su hermana te torturara sin siquiera pestañear por ello. La mano de un
hombre que sabes que mata personas. Y obviamente ella seguía estando jodidamente
aterrorizada, pero lo estaba haciendo porque era fuerte. Finalmente estaba
empezando a creer en sí misma y estaba jodidamente claro que creía en mí. Confiaba
en mí.

Ella le tendía la mano al hombre que sabía que nunca había siquiera considerado

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tendérsela a ella… y no podía estar más jodidamente orgulloso de ella.

Él echó un vistazo a su mano, aparentando estar tan sorprendido como el resto de


nosotros. Vaciló por un momento y de inmediato pensé que si él no tomaba su jodida
mano y la estrechaba después de todo, iba a hacerle algo a ese hijo de puta, pero él no
me decepcionó. Extendió su mano y tomó la de ella, estrechándola ligeramente.

“Igualmente,” dijo Alec. “Si me disculpan chicos, voy a instalarme.” Él soltó la mano de
Isabella y se dio la vuelta, dirigiéndose al piso de arriba y desapareciendo de la vista.
Sonreí con suficiencia y atraje de nuevo a Isabella hacia mí mientras ella ponía su
mano de vuelta en mi brazo, sujetándose en mí.

“¡Demonios, sí, esa es mi chica! Cristo, ¿podrías ser más jodidamente sexy?” Vi que sus
mejillas comenzaron a ruborizarse a medida que se sonrojaba. “Nunca me he sentido
más orgulloso de ti, tesoro.” Ella sonrió, su cuerpo se relajó un poco y me reí entre
dientes, inclinándome y presionando mis labios contra la ruborizada piel de su cuello.
Ella dio un suave suspiro e inclinó su cabeza hacia un lado aflojando su agarre en mí y
empezó a frotar suavemente mi antebrazo.

Besé su cuello por un momento mientras todos comenzaron a hablar, Alice y Rose
diciendo que ya se iban. Aparté mis labios de Isabella y levanté la vista, atrapando la
mirada de mi padre de inmediato. Él nos miraba fijamente con curiosidad, una sonrisa
en su rostro. Hicimos contacto visual y me quedé mirándole, un poco confundido por su
expresión. Él se dio la vuelta después de un momento caminando hacia la puerta bajo
las escaleras, abriéndola y deslizándose en el interior.

Dijimos adiós a Alice y Rosalie y mis hermanos las acompañaron fuera, dejándonos a
Isabella y a mí solos en el vestíbulo. Ella suspiró y se apartó de mis brazos, dándose la
vuelta para mirarme. Había curiosidad en sus ojos, una pequeña sonrisa y el sonrojo
todavía evidente en sus mejillas. Ya no estaba temblando, su mano firme a medida que
la levantaba y acariciaba con la punta de sus dedos la línea de mi mandíbula. Ella se
puso de puntillas y sonreí, inclinándome y presionando suavemente mis labios en los
suyos.

“¿Tu novia?” Preguntó en voz baja, apartando su boca de la mía. Asentí, mirándola.

“Es lo que eres,” le dije, envolviendo mis brazos a su alrededor y atrayéndola hacia mí.
Estaba confuso en cuanto a por qué sonaba sorprendida por eso. La llamaba mi novia
todo el puto tiempo. “¿Hay algún problema? Quiero decir, ¿no te gusta que le diga a la
gente esa mierda?” Ella puso sus brazos alrededor de mi torso, abrazándome con
fuerza con su cabeza acurrucada contra mí.

“Oh no, me encanta escucharlo, es solo que… él sabe,” dijo en voz baja. “Él sabía
quién era yo. Me refiero a que, no es como si él no supiera quién soy o algo así.”

Yo suspiré, negando con la cabeza. “Lo que tú eres, Isabella, es mi novia. Él sabe lo

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que tú eras, pero esa no eres tú,” le dije.

“Pero…” Comenzó a decir, pero me aparté de ella y tomé su barbilla, levantando su


cabeza para que me mirara y no dejé que siguiera.

“Sin peros. Deja de pensar esa mierda de ti. Tú eres mejor que eso, más que eso,” le
dije, sacudiendo la cabeza. Odiaba cuando ella misma se menospreciaba y a pesar de
que entendía por qué lo hacía, deseaba que fuera capaz de verse a sí misma como
algo más que una puta esclava.

“Pero es que eso es lo que soy,” me dijo. Yo gruñí.

“¿No acabo de decirte que sin peros?” Le pregunté. “Son solo tecnicismos, Bella.
Etiquetas que otras personas nos dan, ellas no nos hacen lo que somos. Si tú solo eres
una esclava, entonces yo no soy nada más que un príncipe della mafia. ¿Eso es todo lo
que soy, Isabella? ¿Un príncipe de la mafia?”

Ella negó rápidamente, sus ojos abriéndose un poco. “¡No, por supuesto que no!” Dijo.

“Bien entonces,” le dije, con un tono de voz serio. “Eso es lo que pensaba. Solo porque
ciertas personas nos vean así, no significa que eso es lo que somos. Nosotros
superaremos juntos nuestras etiquetas. Ellas no importan, no nos hacen quienes
somos. Nosotros nos hacemos quienes somos. Que se jodan las hijas de puta.”

Ella esbozó una sonrisa con mi última declaración y me reí cuando una ligera
carcajada escapó de sus labios. Se estiró y presionó sus labios sobre los míos
suavemente, apartándose y pasando su dedo índice sobre mi labio inferior.

“Te amo, Edward,” dijo, con voz dulce y suave.

“Yo también te amo, mi Bella,” le dije. “Sempre.”

“Sempre,” repitió, sonriendo. “¿Cuándo te volviste tan inteligente?”

Me eché a reír, negando con la cabeza. “Mierda, chica. No sé de lo que estás


hablando. Siempre he sido jodidamente inteligente. Soy un maldito genio, como
Einstein y Mozart.”

Emmett abrió la puerta detrás de nosotros cuando terminaba mi declaración y comencé


a reír. ”Y Lil’ Kim, cabrón. ¿Recuerdas? Un genio total,” dijo, dándome una fuerte
palmada en la espalda. Me encogí y me alejé de él, llevando mi mano hacia atrás para
frotar mi espalda dónde me había pegado.

“Cristo, Emmett. Deja de darme jodidos golpes,” escupí. Isabella se echó a reír y estiró
su mano subiéndola por mi espalda, debajo de mi camisa. Comenzó a frotar mi
espalda con suavidad, la punta de sus dedos enviando un hormigueo por mi espalda.

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“Deja de comportarte como un bebé, hermano,” dijo Emmett. “Te vas a un campamento
de fútbol en un par de semanas, tienes que endurecerte de nuevo antes de que Mike
Newton te patee el trasero.”

“Vete a la mierda,” le dije, sacudiendo la cabeza. “Nunca me pateará el culo.”

Emmett se encogió de hombros. “Nunca digas nunca,” me dijo, dirigiéndose hacia las
escaleras. Jasper entró y suspiró, cerrando la puerta principal.

“¿Todo bien?” Preguntó, mirando entre Isabella y yo. Los dos asentimos y él sonrió.
“Bien.” Se dio la vuelta y comenzó a subir las escaleras detrás de Emmett,
desapareciendo de la vista. Le pregunté a Isabella si quería subir a nuestra habitación
y accedió. Nos dirigimos al piso de arriba y se quitó los zapatos en el momento que
entramos, poniéndolos a un lado. Se acercó y se tumbó en la cama boca abajo, con las
piernas cruzadas por los tobillos y balanceándolas. Me quité los zapatos y la observé
por un momento, feliz por lo cómoda y relejada que parecía estar en nuestra habitación
estos días. Sí, lo he dicho. Nuestra habitación. Ya no era mi puñetera habitación y lo
prefería así. La mayor parte de su mierda de la nada fue a dar hasta aquí en las
últimas semanas, su ropa llenaba la mitad de mi armario y mi cómoda porque era más
fácil simplemente tener su mierda aquí junto con la mía. No le veía el sentido a separar
nuestras pertenencias cuando ya se había descubierto el pastel y todo el mundo sabía
que compartíamos una habitación de todos modos. Tomé el control remoto dejándome
caer en la cama junto a ella. Encendí la televisión y empecé a repasar los canales,
dejándola finalmente en un documental sobre leones de montaña en animal planet.

Nos relajamos y pasamos el rato solo viendo la televisión y bromeando por un rato. De
vez en cuando se escuchaban sonidos desde fuera de la habitación, puertas
cerrándose, pasos o risas del otro lado del pasillo e Isabella se ponía tensa, la realidad
de la situación se hacía presente sigilosamente de nuevo.

Finalmente Isabella se levantó diciendo que necesitaba bajar y comenzar a hacer la


cena de manera que estuviera lista a la hora acostumbrada. Le dije que no se
molestara, que mi padre no había dicho nada y entendería, pero ella insistió. Salimos
de la habitación e Isabella se quedó paralizada en el pasillo cuando vio la silueta
subiendo las escaleras. Miré en esa dirección y sonreí cuando vi que era Esme.

“Bueno, demonios. Si no es mi tía favorita,” dije en forma de broma. Ella nos miró y
sonrió.

“Soy tu única tía, Edward,” dijo, haciendo un gesto de negación. Me encogí de hombros
y ella se acercó a nosotros, atrayéndome en un abrazo. “Te ves guapísimo en estos
días, muchacho.”

Sonreí con suficiencia. “Mierda, sabes que siempre me veo bien, Esme,” le dije. Ella se
echó a reír y se apartó de mí, dándome un manotazo juguetonamente.

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“Sigues siendo tan arrogante como siempre,” me dijo, alejándose de mí. “Hola,
Isabella.”

Isabella le dio una suave sonrisa. “Me alegra verte de nuevo, Esme,” le dijo con voz y
sonrisa genuina.

“Igualmente, querida. Y debo decir que tú también te ves muy hermosa. Hacen una
hermosa pareja chicos,” Esme dijo con alegría, mirándome de nuevo. Yo sonreí y miré
a Isabella, viendo el rubor subir por sus mejillas.

“Gracias,” dijo en voz baja.

“Nos vemos bien juntos, ¿verdad?” Le dije en broma. Esme se echó a reír, golpeándome
de nuevo.

“Qué ego tan grande,” me dijo. Me encogí de hombros y me eché a reír.

“Esa no es la única cosa grande que tengo, ¿no es cierto, Bella?” Dije en tono de
broma. Isabella jadeó y Esme gimió mientras yo comenzaba a reír.

“Yo, uh… voy abajo,” Isabella dijo, dándose la vuelta y prácticamente huyendo de
nosotros. Me sentí un poco mal por avergonzarla pero ella sabía cómo era yo y pensé
que sería jodidamente divertido. Esme negó con la cabeza.

“¿Todo está bien?” Preguntó y asentí.

“Sip,” le dije. Me sonrió palmeándome suavemente la espalda.

“Bien,” me dijo, caminando hacia la puerta de la habitación. Me volví y me dirigí a la


planta baja, sentándome sobre la encimera de la cocina junto a la estufa para
observar a Isabella mientras cocinaba. Lo hacía de vez en cuando, ya que ella podía
ser malditamente interesante cuando empezaba a abstraerse y concentrarse en una
tarea. Ella se ensimismaría, su ceño se frunciría, introduciría su labio inferior en su
boca mientras lo mordía, sumida en sus pensamientos. De vez en cuando hablaría en
voz baja para sí misma y era casi como si yo ni siquiera estuviera allí la mitad del
tiempo, a menos que me cruzara en su camino o hiciera algo intencionalmente para
llamar su atención. Ella se frustraba cuando hacía cosas para distraerla pero me
parecía lindo cuando gruñía y me entrecerraba los ojos reuniendo toda la fiereza que
podía. Era una fierecilla cuando quería serlo.

Me hizo una coca de cereza y me la bebí, dejando correr un poco de vodka Grey Goose
en ella de la botella en el refrigerador. Se puso a trabajar preparando un pollo
cacciatore sobre pasta con pan casero y una ensalada caprese por un lado.

Mi padre bajó mientras ella estaba cocinando y se detuvo en la puerta de la cocina,


observándonos con curiosidad. “¿Todo está bien?” Preguntó, mirando de Isabella a mí.

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“Sí, doctor Cullen. Todo está genial. Gracias por preguntar, señor,” Isabella dijo
inmediatamente, las palabras saliendo de sus labios instintivamente. Dudaba que
siquiera se diera cuenta de la mierda que estaba diciendo con lo rápido de su
reacción.

“Bien,” dijo mi padre, todavía mirándonos. “Yo voy a, eh… voy a estar en mi oficina en
este piso si me necesitan.” Asentí e Isabella recitó un “está bien, señor” como
respuesta. Mi padre titubeó pero se dio la vuelta y se alejó después de un momento.

“Sabes que un `sí´ habría sido suficiente,” dije, mirando hacia donde estaba parada.
Me miró, brevemente confundida.

“Dije sí,” me dijo. Suspiré, negando con la cabeza.

“También dijiste un montón de otra mierda, ¿te has dado cuenta?” Pregunté. “¿Doctor
Cullen? ¿Señor? ¿Gracias por preguntar?”

“Es de buena educación,” dijo, encogiéndose de hombros. Rodé los ojos, sin gustarme
cuando hablaba así, en piloto automático. Quería que cada maldita palabra que dijera
fuera porque quería decirla, y que no solo dijera las cosas que ella pensaba que se
suponía tenía que decir.

“Es ridículo,” le dije. Su ceño se frunció y ella se volvió para mirarme.

“No, no lo es,” me dijo. “Nunca es ridículo ser educado.”

Me reí secamente. “No es necesario, Bella.” Estrechó ligeramente sus ojos, la molestia
cruzando rápidamente su rostro.

“Es necesario. Es una señal de respeto, y tu padre claramente me dijo que respetarlo
era necesario, Edward,” me dijo enfáticamente. Suspiré, pasando la mano por mi pelo
en frustración.

“Todavía puedes ser respetuosa y no ser tan jodidamente formal todo el tiempo, Bella.
Me refiero a que, no es falta de respeto que lo llames Carlisle, ¿sabes? Él le ha dicho a
todo el mundo que lo llame por su nombre. ¿Por qué no puedes hacerlo tú?” Le
pregunté. Ella se encogió de hombros.

“Él me dijo que lo llamara por su nombre, pero simplemente no lo veo correcto. Quiero
decir, sé lo que me dijiste antes sobre las etiquetas y esas cosas, y sé que no solo soy
una, eh, esclava, pero todavía me siento de esa forma con él, Edward,” me dijo en voz
baja. Ella pausó, volviendo su mirada hacia mí. “Sé que probablemente pensarás que
es tonto ya que es tu padre, pero simplemente… no puedo verlo más allá de una
etiqueta. Él es simplemente… el doctor Cullen. Él no es una persona. Es el amo.”

Me quedé mirándola, un poco sorprendido por su respuesta. “De acuerdo,” le dije


después de un momento, sin saber cómo jodidos responder a eso. “Sabes que él no

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piensa en ti de esa forma, ¿cierto? Mira, sé que él ha hecho cosas muy jodidas, Bella y
no estoy diciendo que debería ser perdonado por ninguna de ellas, pero él no es tan
horrible. Sus intenciones eran… bueno… no las llamaría malditamente honorables
pero supongo que estoy tratando de decir que él tiene la intención de no ser tan
pendejo contigo.”

Sentí como que lo que decía no tenía ningún sentido, pero ella asintió y pareció
entender a lo que me refería. “Lo sé, pero es como me siento. Tal vez cuando
finalmente logre vencer mi etiqueta, él también lo haga para mí,” dijo en un murmullo,
encogiéndose de hombros. Se dio la vuelta de nuevo y volvió al trabajo, preparando la
cena.

“Tal vez,” dije simplemente. Me quedé allí sentado un poco más de tiempo,
observándola en silencio. Ella casi había terminado, abrió el refrigerador y sacó un
poco de masa que había hecho con antelación. La miré con curiosidad por un
momento, confundido porque no sabía qué demonios estaba haciendo cuando ya
había hecho el pan, y mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando la vi sacar el queso
ricota y las chispas de chocolate.

“Maldición, no me digas que estás haciendo la mierda que pienso que estás
haciendo,” le dije. Ella se congeló y me miró, pánico destellando en sus ojos.

“¿Qué?” Preguntó, su voz haciendo eco del mismo pánico.

“¿Cannoli?” Le pregunté. Asintió vacilante y yo sonreí con suficiencia.

“Cristo, justo cuando pensé que no sería posible amarte más de lo que ya te amo, vas y
haces puto cannoli casero. Tú, mi Bella, eras una maldita enviada del cielo,” le dije,
bebiendo el resto de mi bebida de un trago. Ella sonrió y se sonrojó mientras me
bajaba de la encimera, acercándome a ella y besándola brevemente en los labios.

“¿Supongo que eso significa que te gusta el cannoli?” Preguntó con curiosidad,
volviendo a trabajar en ello. Yo asentí.

“Somos italianos, Bella. Amamos el cannoli,” le dije.

Ella simplemente murmuró en respuesta y volvió a ensimismarse con su frente fruncida


y su labio volviendo a su boca mientras se concentraba. Después de que lo preparó
todo, comenzó a poner la mesa y le ayudé todo lo que pude, pero como siempre solo
me cruzaba en su jodido camino.

“Llamaré a todos para la cena,” le dije. Ella sonrió y asintió, y yo caminé hacia la
oficina debajo de las escaleras y toqué la puerta. La puerta se abrió después de un
momento y mi padre me miró sorprendido.

“¿Todo está bien?” Preguntó, levantando sus cejas inquisitivamente. Mi ceño se frunció

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mientras lo miraba fijamente.

“¿Por qué la gente me sigue haciendo esa maldita pregunta?” Pregunté, confundido
porque era la segunda vez que él me preguntaba eso y era exactamente la misma cosa
que tanto Jasper como Esme me habían preguntado antes. Sus ojos se abrieron un
poco por mi arrebato.

“No sabía que nosotros, “la gente”, te seguimos preguntando eso. Solo te he
preguntado porque has llamado,” me dijo. Suspiré, encogiéndome de hombros.

“Sí, bueno, recuerdo que me dijiste que nunca volviera a poner un puñetero pie en la
habitación, así que no podía solo entrar, ¿cierto?” Le pregunté.

“Supongo que no. ¿Necesitas algo?” Preguntó.

“La cena está lista,” dije. “Le dije a Isabella que te avisaría.”

Él sonrió y me agradeció, y yo le hice una señal con la mano diciendo que no era nada,
porque no era como si en realidad hubiera hecho alguna mierda. Subí al tercer piso y
toqué en la puerta de la habitación, se abrió después de un momento y Esme se asomó
para mirarme. Le dije que la cena estaba lista y ella dijo que bajarían en un momento.
Me dirigí de nuevo hacia abajo, al segundo piso, y golpeé con fuerza las puertas de
Emmett y Jasper. “¡Comida, cabrones!” Grité. La puerta de Emmett se abrió de
inmediato y casi me tira cuando pasó a toda prisa junto a mí. Jasper salió y se echó a
reír al verme casi atropellado, y nos dirigimos a la planta baja.

Esme y Alec aparecieron al cabo de unos minutos y todos nos sentamos a comer. El
ambiente se sentía un poco extraño al principio, pero por supuesto no siguió así por
mucho tiempo con Emmett presente. Isabella permaneció tensa durante toda la comida
y no parecía muy cómoda, así que después de un rato extendí la mano, poniéndola en
su regazo. Froté su jodido muslo suavemente, tratando de calmarla y ella me miró por
el rabillo de su ojo y sonrió. Ella puso su mano debajo de la mesa y tomó la mía,
entrelazando nuestros dedos.

Todos los demás tuvieron la misma reacción con el cannoli que yo había tenido cuando
lo trajo, diciendo maravillas de él y haciéndola sonrojar. Ella nos consentía, no había
duda de ello. Emmett agarró algo de postre y sonrió. “Deja el arma, toma el cannoli,”
dijo con el más profundo acento jodidamente italiano que podía hacer. Todos se
echaron a reír e Isabella nos miró confundida.

“Es una frase de El Padrino,” le dije. “Es una película.”

Ella asintió vacilante. “Oh, está bien,” dijo en voz baja. Emmett nos miró, sus ojos
amplios.

“Oh mierda, ¿Izzy Bizzy nunca ha viso la saga de El Padrino?” Preguntó. Ella negó con

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la cabeza y él suspiró dramáticamente. “Bueno, que me jodan, vamos a tener que
rectificar eso. Tú y yo, gatita. Es una cita.”

Isabella sonrió. “De acuerdo,” dijo en un murmullo.

Después de la cena todos comenzaron a dispersarse e Isabella se dirigió a la cocina


para empezar a limpiar. Esme la siguió para ayudarla y yo me quedé parado en la
puerta para no ser un jodido estorbo pero sin querer dejarla allí abajo sola. Estaba
recargado contra el marco, mirando mientras cargaba el lavavajillas y conversaba con
Esme, cuando una voz carraspeó detrás de mí en el vestíbulo. Giré mi cabeza y vi a mi
padre parado allí, apunto de subir las escaleras.

“Necesito verte en mi oficina cuando tengas un momento,” dijo, mirándome. Asentí


titubeante, de inmediato con curiosidad de saber qué demonios quería de mí ahora.
Busqué rápidamente en mi cabeza para asegurarme que no hubiera hecho algo que él
claramente me hubiera dicho “que no hiciera” pero no se me ocurrió una mierda, así
que dudaba que fuera algo muy malo.

“Subiré en un minuto,” le dije, volviendo a girar mi cabeza para mirar a Isabella. Ella
debió escuchar la conversación con mi padre porque me sonrió y asintió.

“Te veo arriba en un rato,” me dijo en voz baja, era su forma de decirme que estaba
bien y que me podía ir. Salí y subí las escaleras, agarrando el pomo y abriendo la
puerta de la oficina en el momento en que llegué allí. Me quedé inmóvil en la puerta,
notando que Alec estaba de pie a un lado tan quieto como una maldita estatua y me
miraba de forma extraña. Entré después de un momento, cerrando la puerta detrás de
mí y sentándome en la silla al otro lado del escritorio de mi padre. Miré de mi padre a
mí tío brevemente, preguntándome de qué mierda se trataría esto.

“¿Alguna vez toca?” Alec preguntó después de un momento, mirándome pero


claramente hablándole a mi padre.

“Está mejorando en eso,” mi padre dijo simplemente. Yo gruñí, negando con la cabeza.

“¿Me has pedido que venga para una lección de modales?” Pregunté.

“No, pero es importante que los tengas,” Alec dijo con mordacidad. “Me recuerda mi
infancia, cómo mi madre solía preguntarnos si habíamos sido criados en una granja
cuando olvidábamos nuestro sitio.”

“Sí, bueno, tu madre es una maldita perra,” murmuré, las palabras salieron de mi boca
antes de que siquiera las registrara mi mente. En el momento en que las dije me di
cuenta de la mierda que había dicho y mis ojos se abrieron por la sorpresa mientras
miraba a Alec. Él era la persona equivocada a la cual decirle una mierda como esa,
familiar o no. “Eh, maldición. Quiero decir, tú sabes… Joder, algunas personas son
criadas en granjas, y tan solo eso no es muestra de putos modales, ¿sabes?”

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Él se quedó mirándome, su puñetera mirada era tan intensa que empecé a sudar.
Podía ver a mi padre por el rabillo de mi ojo y noté que sonreía satisfecho, parecía
bastante divertido por la situación. Quería decirle que esa mierda no tenía nada de
gracia pero no me atreví a abrir la boca porque estaba claro que hoy era capaz de
decir cosas que probablemente no debería decir.

“Creo que ese es el punto que quería dejar claro, Edward, antes de que me
interrumpieras con el comentario grosero sobre mi madre,” Alec dijo finalmente,
rompiendo el tenso silencio. “Corrígeme si estoy equivocado, pero tu novia es una de
esas personas que fueron criadas en graneros, y ella tiene muchos mejores modales
que tú. Fuiste criado con bastantes lujos, y no pareces apreciar y respetar lo que la
gente ha hecho por ti lo suficiente como para siquiera tocar la puerta antes de entrar a
su habitación.”

Lo miré fijamente por un momento, sin saber exactamente qué decir. “Aprecio lo que la
gente hace por mí. Pero, personalmente, nunca he tenido que preocuparme porque
alguien me patee en la puta cara con un par de zapatos de tacón alto y romperme la
nariz cuando he olvidado mi lugar como Isabella. Aprendes a fingir respeto por las
personas cuando ellas tienen el control y amenazan tu vida, ya sea que quieras ser
educado o no. Me atrevo a pensar que la mitad del tiempo que Isabella dice “sí, señor”,
por dentro, ella en realidad está gritando “jódete, pendejo”,” le dije. Él me miró con
curiosidad.

“¿Tienes la intención de ser iniciado, Edward?” Preguntó. Mi ceño se frunció y vi a mi


padre tensarse desde el rabillo de mi ojo.

“¿Perdón?” Pregunté, escuchando lo que había dicho pero un poco sorprendido por la
pregunta.

“Ya has oído mi pregunta, es innecesario andarse con rodeos. Claramente has
reaccionado genuina e impulsivamente, sin contenerte en absoluto, así que adelante,
contesta la pregunta con honestidad. ¿Tienes la intención de ser iniciado?” Me
preguntó.

“Yo, eh…” Comencé a decir. “No he pensado…”

“Has dicho bien, no has pensado,” él me interrumpió, su voz brusca. “Y tal vez no soy
quién para decirlo, pero creo que es necesario que escuches esto porque es obvio para
mí que tú, simplemente no entiendes la realidad de la situación. Te encontrarás con
una desagradable sorpresa si intentas unirte a nuestra vida, porque todo eso que
acabas de decir sobre aprender a respetar a aquellos a quienes preferirías decirles
que se jodan por el poder que tienen en tu vida. Eso no se aplica solamente a los
esclavos. Si tienes alguna intención de tomar la Omertá, también te pasará a ti. Porque
nos pasa a todos en esta vida, a todos hasta a tu padre. Si nos tomamos derechos que
no nos corresponden, no recibimos un pie en la cara, Edward… recibimos una bala. Así

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que, si la respuesta a mi pregunta es sí, te recomiendo que tomes unos cuantos
consejos de esa chica que fue criada en un granero y al menos aprendió a actuar de
forma respetuosa hacia aquellos que no puedes en realidad respetar.”

“No,” le dije después de un momento. Él entrecerró ligeramente los ojos por mi


respuesta y me di cuenta de que había sonado como si estuviera tratando de revelarme
y rechazar el consejo. Suspiré, pasando la mano por mi pelo. “La respuesta a tu
pregunta es no.”

Él asintió. “Es bueno saberlo. Carlisle, me disculpo por desviar la conversación.


Podemos discutir ahora el tema por el que le has pedido venir.”

Miré a mi padre y lo vi tomar un profundo suspiro. “Necesitamos hablar de lo que viste


ese día en mi caja de seguridad en la planta baja,” me dijo. Mis ojos se abrieron un
poco por la sorpresa.

“¿El, eh, ADN?” Pregunté no muy convencido. Él asintió. “Tú me dijiste que ya ni
siquiera pensara en esa mierda, mucho menos que hablara de ello.”

“Sé lo que te dije, pero las cosas cambian. Había pensado que lo mejor era excluirte
por completo, esperando que en el peor de los casos pudieras declarar ignorancia,
pero lo discutí con Alec y él cree que es mejor contártelo, en especial si ya tienes una
idea. Probablemente sea lo mejor para todos que sepas a lo que te enfrentas si esto
queda al descubierto y sale horriblemente mal,” me dijo.

“De acuerdo,” respondí vacilante, sin saber si en realidad quería escuchar que dijeran
esa mierda fuerte y claro. Estaba bastante seguro que sabía la verdad, aunque no con
todos los detalles, pero estaba seguro de lo suficiente como para darme cuenta de la
gravedad de la situación.

Mi padre comenzó a relatar una historia sobre guerras clandestinas de la mafia que
surgieron en los años 70 por todo el país, organizaciones luchando las unas contra las
otras y rompiendo los códigos de conducta en su búsqueda de venganza. Habló sobre
cómo todos estaban fuera de control y cómo familias enteras fueron masacradas,
reuniones familiares convertidas en objetivos de tiroteos desde coches en movimiento y
asesinatos. Habló de cómo mi abuelo trató de poner bajo control su organización y
logró lo que otros no, pero todavía había gente corrupta y los hicieron objetivos por
cosas en las cuales no tenían nada que ver. Entonces, mi abuelo ordenó que enviaran
a las familias a casas de seguridad al otro extremo del país, esa era aparentemente la
razón por la cual la jodida casa en la que vivíamos llegó a ser nuestra. Tenía sentido
para mí, ya que este pequeñísimo pueblo sería el último lugar donde buscarían a la
realeza de la mafia italo americana.

Dijo que en el caos familias enteras desaparecieron y se perdió contacto con ellos,
poco después, algunos aparecieron vivos en algún lugar del país, pero otros no

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tuvieron tanta suerte. Dijo que después que el humo se disipó y todo se calmó de nuevo,
algunas personas permanecieron en paradero desconocido y simplemente se les dio
por muertos en base a las muertes de aquellos con los que hubieran estado. Lo miré
interrogante, preguntándome como todo eso estaba relacionado con Isabella.

“La madre de Isabella es una de esas personas a quien se dio por muertas,” dijo
finalmente.

“Entonces ella es de la realeza de la mafia,” dije, sin estar sorprendido en lo más


mínimo. Él asintió.

“Sí,” me dijo. “Ella era solo un bebé en ese tiempo como para tener algún recuerdo de
su vida antes de que los Swan la adquirieran. Quién fuera que hubiera matado a sus
padres se la vendió a Charles en lugar de matarla también.”

“Y es por eso que Charles mató a mamá para que nadie se enterara que era un traidor,
porque mamá se estaba acercando demasiado a la verdad para su gusto,” le dije,
sintiendo surgir la ira. Sí, ya tenía resuelta la mayor parte, pero escucharlo de alguien
más golpeaba un punto sensible.

“Sí,” Alec intervino. “Entonces, entiendes la seriedad de la situación en la que nos


encontramos. A ojos de la organización, aunque actuó con buenas intenciones, tu
padre está haciendo con Isabella esencialmente lo mismo que hizo Charles con Renée.
A sabiendas está manteniendo en su posesión sangre mafiosi, negándose a admitirlo y
entregarla a los que tienen más derecho a ella. Voy a hacer todo lo que esté en mi
poder para contener esta situación para que no se nos vaya de las manos, voy a
encargarme de todo aquel que sabemos conoce la información, pero siempre existe
una posibilidad de que con el tiempo quede expuesta. Cuando eso pase, todos vamos
a estar en peligro, en especial Isabella y tú.”

“¿Por qué nosotros especialmente?” Pregunté, confundido porque a mi parecer mi


padre estaba en más problemas que nosotros.

“Porque nosotros, simplemente seríamos asesinados, Edward, pero tú e Isabella se


convertirían en peones. Serían usados como armas el uno contra el otro y contra otros,
y los dos serían controlados como marionetas,” dijo mi padre. Mi ceño se frunció.

“¿Cómo demonios podrían usarnos a uno contra el otro?” Le pregunté, sin gustarme
como se escuchaba en absoluto.

“¿Notaste la respuesta que me diste hace unos momentos cuando te pregunté si tenías
la intención de ser iniciado? Te lo aseguro, aquellos que tengan la oportunidad de
hacerlo la usarán para conseguir que cambies de opinión,” dijo Alec. Él explicó cómo
ella sería usada como carnaza y todo eso pondría un enorme blanco de tiro en su
espalda. Habló del papel de James y como él querría reclamarla para asegurar su
posición, haciendo que mi temperamento se enardeciera brevemente pero Alec me

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puso en mi lugar rápidamente. Me explicaron todo lo que pudieron, pero ni una sola
vez, ninguno de los dos, dijo su nombre. Aunque no era necesario, porque joder, yo
sabía que era Aro. Sabía que mi padrino, el jefe de la organización, era el hombre con
el que ella compartía ADN.

Me quedé en silencio por un momento después de que terminaron. “Una pregunta, algo
que no tiene sentido para mí,” dije finalmente. “¿Por qué demonios compraría Charles
Swan ese bebé si él sabía quién era? ¿Por qué compraría a alguien relacionado con
uno de los suyos? ¿Por qué carajos se arriesgaría así a terminar asesinado por ello?”

“No lo podemos saber a ciencia cierta, pero recuerdo haber escuchado una historia
cuando su hijo se casó con mi hermana sobre como Charles compró es niña con la
intención de hacerla su hija y no su esclava. Él podría falsificar documentos, pero de
ninguna manera podría lograr pasar todas las agencias gubernamentales para
legalizar la adopción así que optaron por lo clandestino para la niña. Y como sabes,
los linajes son importantes para nuestras familias. Tal vez no pueden proporcionarte
poder en sí, a excepción de a las generaciones más antiguas, ellas eran reverenciadas
en particular. Sí, iba a hacerla hija suya, pero en su arrogancia quería a alguien
cercano en sangre a él, un linaje que pudiera respetar y considerar casi de su sangre.
Creo que simplemente se aprovechó de una situación desafortunada, creyendo que
podría salirse con la suya por el caos de la situación y porque nadie sospecharía
alguna vez de su traición. Los bebés era relativamente difíciles de distinguir y él vivía
tan lejos del corazón de la organización que no sería vista por nadie que pudiera ser
capaz de reconocerla de todos modos,” dijo Alec.

“Además, los niños esclavos era muy raros para nosotros,” dijo mi padre. “Nadie
compraba niños para trabajar, especialmente bebés. Simplemente no sirven de mucha
ayuda por su naturaleza. No puedes poner a un niño pequeño a lavar los platos o a
cocinar o a trabajar en los campos, así que no tiene sentido tenerlos. Nadie hubiese
considerado que el bebé había sido vendido en lugar de asesinado por esa razón.
Tener niños esclavos significaba solo una cosa, y puede que entonces se rompieran los
códigos de conducta y se asesinaran inocentes, pero algunas cosas seguían estando
prohibidas para algunos de nosotros.”

“Esa también era la razón por la cual los esclavos no tenían permitido tener hijos. Eran
un estorbo y obstaculizaban el trabajo. La única razón por la que Renée fue comprada
fue para convertirla en su hija, y a Isabella solo se le permitió existir por su linaje,” dijo
Alec. “De hecho, Isabella es la única niña esclava que he visto personalmente, e
incluso me sorprendió verla con mis propios ojos. Así de inusuales son en nuestro
mundo.”

“Entonces, ¿quién demonios asesinó a sus padres y la vendió? Me refiero a que,


alguien pensó en hacerlo. ¿O lo hizo Charles solo?” Pregunté. Mi padre se encogió de
hombros.

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“Honestamente, no lo sabemos. No creo que Charles los asesinara él mismo, porque no
era de los que se manchaba las manos de sangre. No sé si alguna vez mató a alguien,
personalmente. Pero no tengo idea con quién podría haber estado confabulado, quién
sabría cómo llegar a ellos y hacerlo,” dijo.

“Está bien,” dije simplemente. Todos nos quedamos callados por un momento y Alec se
rio disimuladamente, sorprendiéndonos a mi padre y a mí.

“Esta mañana estaba sorprendido que ella fuera una principessa italiana de sangre
pura, pero me retracto de ello ahora. Me ha demostrado con su forma de cocinar que lo
italiano corre por sus venas. Es natural,” dijo. Sonreí y asentí.

“Sí, ella es jodidamente asombrosa,” le dije. “Bueno, ¿eso es todo? ¿Me puedo ir?”
Ellos asintieron y me levanté, murmurando un adiós antes de salir. Subí al tercer piso y
abrí la puerta de la habitación, atrapando de inmediato los ojos de Isabella. Entré y
cerré la puerta tras de mí y ella me dio una suave sonrisa.

“¿Todo está bien?” Me preguntó. Yo gruñí, negando con la cabeza.

“Cristo, tú también no, cariño,” le dije, cansado de escuchar esa puta pregunta. Ella me
miró confundida pero solo le hice una seña diciéndole que no me hiciera caso,
envolviéndola con mis brazos y atrayéndola en un abrazo. “¿Podemos solo pasar el
rato esta noche, ver una película o algo?”

“Por supuesto,” me dijo. Se apartó de mí y se tumbó en la cama, y yo puse una película.


Ni siquiera puedo decir que maldita película era, porque en el momento en que me
acosté junto a Isabella y ella empezó a pasar sus dedos por mi cabello, me quedé
dormido. La mañana siguiente comenzó de forma extraña, la tensión irradiaba de
Isabella con fuerza. Hizo el desayuno en silencio y me senté a un lado, observándola
como siempre. Tuvo momentos donde fue ella misma, riendo y siendo juguetona, pero
en el momento en que Alec se acercaba a ella, todo se iba por el desagüe. Se ponía
rígida, siempre consciente de dónde estaba él todo el tiempo. Si no fuera tan
jodidamente triste podría haberlo encontrado fascinante, porque se movía a su
alrededor como si hubiera una polaridad magnética o alguna mierda de esas. Siempre
mantenía una cierta distancia entre ellos, y si él daba un paso en su dirección ella
automáticamente daba un paso para alejarse. Era como si lo hiciera instintivamente,
sin siquiera darse cuenta que estaba haciendo esa mierda. Me aventuré a suponer que
era un mecanismo de defensa que había desarrollado para mantenerse fuera de
peligro, y extrañamente me recordó mucho a mi madre. Era la misma mierda que mi
madre solía hacer cuando Alec estaba cerca, siempre al tanto de dónde estaba y qué
estaba haciendo todo el tiempo, manteniendo su distancia de él.

Y sí, el hecho de que ella me recordara a mi madre no ayudó a mejorar mi estado de


ánimo. Me estaba poniendo nostálgico, la tristeza y la añoranza emergieron. Deseaba
que ella estuviera allí, jodidamente viva para vernos y disfrutar del día en el que sus

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dos hijos mayores se graduaban. Cristo, ni siquiera era mi puñetera graduación y me
sentía defraudado, así que ni siquiera podía imaginarme cómo se estarían sintiendo
mis hermanos.

Alice y Rose se presentaron alrededor de la una de la tarde y las chicas se dirigieron a


mi habitación para hacer la mierda que fuera que hacían las chicas, y yo vi una
película con mis hermanos y Esme. Mi padre y Alec se habían ido algo más temprano y
no tenía idea de dónde habían ido, pero dijeron que estarían de vuelta a tiempo para
la graduación.

Después de que la película terminó me dirigí arriba, tocando con fuerza en la puerta de
mi habitación porque estaba cerrada con seguro. La abrieron después de un momento
y le sonreí a Alice, rodeándola para entrar.

“Hola enana,” le dije, empujándola con mi codo. “Un jodido año más y será nuestro
turno.” Ella me dio una suave sonrisa.

“Sé que será mi turno. En cuanto a ti, no estoy muy segura de ello,” me dijo, su voz
suave pero con un toque de seriedad en ella. Negué con la cabeza, pasando la mano
por ella.

“Oh, estaré allí contigo, con mi pinche toga azul brillante luciendo como un puto
finocchio*,” le dije.

Ella arqueó las cejas inquisitivamente.

“¿Lo prometes?” Preguntó. Sonreí y asentí.

“Lo prometo, enana,” le dije. “Te ves bien, por cierto.”

Ella bajó la vista para mirarse, con una sonrisa brillante, su maldito rostro
prácticamente se iluminó. Llevaba un vestido corto color rosa y un par de zapatos de
tacón color rosa y marrón claro. “Gracias,” me dijo, con voz alegre. “He puesto tu ropa
sobre la cama.”

La puerta del baño se abrió y miré en esa dirección, quedándome inmóvil cuando mis
ojos se posaron en Isabella. Llevaba una falda negra y un top de manga corta color
gris que parecía acentuar sus pechos, haciendo que destacaran prominentes. Mis ojos
se vieron naturalmente atraídos por ellos y me sentí un pervertido por comérmela con la
mirada frente a la gente pero Cristo, no podía evitar esa mierda. Estaba hermosa. Mis
ojos vagaron por su cuerpo, notando sus cremosas piernas desnudas, mi mente
naturalmente pensó en cosas retorcidas. Como, cómo se sentiría teniéndolas alrededor
de mi cabeza mientras le hacía sexo oral, o cómo se verían envolviendo mis hombros
mientras taladraba ese apretado coño suyo. Cómo sus muslos se tensarían cuando su
orgasmo estuviera cerca, y entonces sus piernas empezarían a temblar mientras la
llevaba a través de él. Ella tenía unas piernas jodidamente hermosas, tan delicadas,

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suaves y femeninas, pero al mismo tiempo tonificadas.

Escuché a Isabella aclararse la garganta y levanté la vista hacia ella. Estaba


sonriendo, sus ojos brillando mientras me miraba. Sí, ella me conocía jodidamente
bien, sabía exactamente lo que estaba pasando por mi mente. Sonreí con suficiencia,
encogiéndome de hombros.

“No puedo evitarlo,” le dije. Ella se echó a reír, haciendo un gesto de negación.

“Eres un puto pervertido, Cullen,” dijo Rosalie, saliendo del baño. Ella llevaba un
vestido color amarillo y azul que era casi tan obscenamente corto como para que se lo
subiera. Negué con la cabeza.

“Lo que tú digas, desvergonzada. Solo apreció la perfección cuando la veo,” le dije.
Isabella se sonrojó mientras Alice dejó salir un fuerte ‘awwww’ detrás de mí. Yo me reí
y Rosalie rodó los ojos.

“Donnaiolo*,” Rosalie dijo, pasando junto a mí y empujándome intencionadamente. Reí


secamente, volviéndome para mirarla mientras salía.

“Bagascia*,” le grité, ella levantó su dedo medio antes de desaparecer por la puerta.
Alice nos sonrió brevemente antes de darse la vuelta y salir corriendo detrás de
Rosalie. Me volví de nuevo hacia Isabella, sonriendo satisfecho y dejando que mis ojos
recorrieran su cuerpo brevemente una vez más.

“Supongo que tengo que prepararme,” le dije. Ella asintió y le eché un vistazo a la
cama, viendo los pantalones color caqui y la camisa de vestir que Alice había dejado
allí. Era jodidamente ridículo que haya asumido la responsabilidad de escoger mi ropa
en ocasiones especiales pero ya estaba acostumbrado a ello. Simplemente, esa era
Alice, lo hacía por todos.

Entré al baño y tomé una ducha rápida para refrescarme, entré de nuevo en la
habitación con una toalla envuelta alrededor de mi cintura. Isabella estaba acostada
en la cama sobre su estómago con su falda levantada tan arriba que casi podía ver sus
bragas. Sonreí con suficiencia y me acerqué, sentándome a su lado. Subí mi mano por
la parte posterior de su muslo, subiendo su falda el resto del camino. Ella volvió
rápidamente su cabeza para mirarme mientras yo tocaba su trasero.

“¿Quieres echar un polvo, tesoro?” Le pregunté, levantando mis cejas. Sus ojos se
abrieron un poco por mi pregunta.

“¿Ahora?” Preguntó. Asentí, deslizando mi mano entre sus muslos, mis dedos
introduciéndose debajo de sus bragas. Ella jadeó cuando rocé con ellos sus pliegues y
los bajé hacia su clítoris, sentándose rápidamente. Mi mano salió de debajo de su
falda y fruncí el ceño.

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“Edward, no podemos hacer eso ahora,” dijo en un murmullo.

“¿Por qué?” Le pregunté. “Tenemos un poco de tiempo.” Teníamos al menos veinte


minutos antes de que alguien viniera a buscarnos y eso era tiempo suficiente para
hacerla que se corriera un par de veces.

“Pero se van a dar cuenta,” dijo nerviosa. “Quiero decir, ¿no lo sabrán?”

Mi ceño se frunció y me quedé mirándola, considerando su pregunta. Vi como ella


comenzó a ponerse roja y sonreí. “Sí, lo llevarías escrito en el rostro,” le dije,
extendiendo mi mano y pasando el dorso de ella por su caliente mejilla. “Voy a
vestirme entonces,” le dije, levantándome de la cama.

“Está bien,” dijo en voz baja, mirándome. Desaté la toalla y la dejé caer al suelo,
caminando hacia la cómoda para coger unos boxers. Empecé a ponérmelos y me di la
vuelta para mirar a Isabella, viendo que su sonrojo se había profundizado mientras me
miraba. Comencé a reír entre dientes, negando con la cabeza.

“Con todas las veces que me has visto desnudo, pensaba que ya estarías acostumbra
a ello,” le dije.

Ella seguía teniendo la misma reacción tímida cada vez.

“Nunca me acostumbraré,” dijo sin quitarme los ojos de encima. “¿Qué ha sido lo que
has dicho? ¿Aprecio la perfección cuando la veo?”

Me eché a reír. “Sí.” Me puse la ropa rápidamente, un par de pantalones color caqui y
una camisa de vestir azul marino. Me puse unos calcetines y bajé la vista, viendo el par
de zapatos de vestir negros colocados allí. Los miré por un momento, temiendo
ponerme esos hijos de puta. Isabella se bajó de la cama y yo levanté un zapato,
desatándolo y preparándome para ponérmelo cuando un par de Nikes cayeron al suelo
frente a mí. Levanté la vista y encontré los ojos de Isabella, viendo la dulce sonrisa en
sus labios. No dijo una sola palabra, simplemente me quitó los zapatos de vestir y
caminó hacia al armario, arrojándolos de nuevo dentro. Me reí entre dientes y negué
con la cabeza, poniéndome los Nike. Sí, mi novia me conocía jodidamente bien.

Terminé de arreglarme, pasando los dedos por mi cabello para darle al menos una
apariencia más proporcionada y me puse colonia. Llené un frasco grande con vodka
L’Orange Grey Groose y cogí todas mis cosas antes de tomar la mano de Isabella,
entrelazando nuestros dedos a medida que nos dirigíamos a la planta baja. La llevé a
la sala de estar donde todos los demás estaban ya reunidos, y salimos hacia la
escuela un poco más tarde. Llevábamos coches diferentes porque después nos iríamos
por separado, los adultos de vuelta a casa supongo, y nosotros, a celebrarlo.

Metí el Volvo en el estacionamiento de la escuela, encontrando mi lugar de costumbre


todavía vacío. Estacioné y salí, caminando hacia el asiento del pasajero y ayudando a

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Isabella a salir. Se veía nerviosa así que puse mi brazo a su alrededor, atrayéndola
hacía mí. “Relájate, amore. Solo estamos aquí para ayudar a mis hermanos a
despedirse del instituto, y después haremos lo que sea que quieras hacer, ¿de
acuerdo?” Ella sonrió y asintió.

“Estoy bien. Es solo que… no quiero hacer algo mal y avergonzarte,” dijo. Sacudí la
cabeza.

“Tú nunca me avergonzarías,” le dije. Me miró con escepticismo.

“¿Y si me caigo por las escaleras delante de todos?,” me dijo, su voz completamente
seria desafiando mi declaración. Me eché a reír.

“No vas a bajar ningunas escaleras, tesoro,” le dije y ella suspiró.

“Bueno, de todos modos no necesito escaleras. ¿Qué tal si simplemente me caigo?”


preguntó. Me encogí de hombros.

“No lo harás. Yo te sostengo,” le dije. Ella rodó los ojos.

“Bueno, ¿y si te hago caer conmigo?” Preguntó.

“Mierda, ¿crees que me puedes hacer caer?” Le pregunté bromeando. Ella asintió,
dándome una suave sonrisa.

“Bueno, demonios, entonces supongo que simplemente caeré. Odio decírtelo, pero una
caída no me avergonzará.”

Ella resopló. “Bueno, ¿y si me da un fuerte hipo e interrumpo la graduación?” Me eché


a reír, negando con la cabeza.

“Si eso sucede, Bella, probablemente me cague de la risa, pero equis. Tranquila, no
vas a avergonzarme,” le dije. Ella suspiró y asintió, pareciendo resignada. Era ridículo
pero la dejé tener su mini crisis nerviosa, tomando en consideración que en ocasiones
yo también las tengo. El infame día de campo de San Valentín vino a mi mente.

La conduje al interior del auditorio y tomamos asiento en la parte trasera, Alice se unió
a nosotros después de unos pocos minutos. Mi padre, Esme y Alec llegaron unos
momentos más tarde, sentándose detrás de nosotros. Tenía mi brazo sobre el hombro
de Isabella y pude sentirla tensarse cuando sintió su presencia, así que la apreté
suavemente, tratando de tranquilizarla porque no tenía ni una mierda de la que
preocuparse.

Esperamos un rato, charlando despreocupadamente. La mayoría de mis compañeros


de clase comenzaron a entrar poco a poco, la mayoría de ellos tomándose su tiempo
para hablar conmigo cuando me veían. Todo el mundo se sentó y finalmente la
ceremonia comenzó, la clase de la graduación entró poco a poco. Isabella observaba

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todo con ojos amplios y me di cuenta después de un momento que por más ridículo me
pareciera a mí, para ella probablemente era jodidamente significativo. Nunca había
visto algo así y me sentí malditamente horrible casi de inmediato, al darme cuenta que
ella nunca llegaría a experimentar graduarse en el instituto.

No sabía qué decirle así que solo me quedé allí callado, viendo como el director
balbuceaba sobre cuán orgulloso estaba de la clase que se graduaba. Por lo general,
bloquearía la mierda inspiracional que estaban arrojando, pero Isabella estaba
escuchando con tanta pasión en sus ojos que me hizo querer saber qué mierda estaba
escuchando y encontraba tan fascinante. El director estaba sobre escenario, hablando
del futuro.

“Quiero que se tomen un segundo en este momento para empezar a pensar de verdad
en su futuro. Quiero que se imaginen dentro de diez años e imaginen cada aspecto de
su vida. Su trabajo, su esposa, sus hijos, incluso sus amigos. Pero no imaginen el futuro
al que ustedes piensan que se están dirigiendo, el futuro que parece más lógico con el
conjunto de circunstancias que los rodean, más bien imagínense el futuro que ustedes
desean. Olviden todas las expectativas que los demás tengan para ustedes, y mientras
lo hacen sigan adelante y olviden las que ustedes mismos tengan. Ignoren, por solo un
segundo, todas esas expectativas y en su lugar, concéntrense en lo que ustedes de
verdad desean de la vida. Quiero que visualicen el camino que les llevará allí, al futuro
que más desean. Ese es su camino. Allí es donde pertenecen,” dijo.

Miré a Isabella y vi las lágrimas humedeciendo sus ojos, pero pude ver que estaba
intentando contenerlas. Suspiré y la abracé, acercándola a mí. Ella recostó su cabeza
en mi hombro y me incliné hacia ella, besando el tope de su cabeza. Olía dulce, como
flores y fresas.

“Ninguno de los verdaderamente grandes en este mundo se han convertido en lo que


son, haciendo lo que pensaban que tenían que hacer, lo que creían que no tenían más
opción que realizar. Los verdaderamente grandes siguieron sus pasiones y no sus
expectativas. Si Mozart se hubiera convertido en maestro, o si Einstein se hubiera
convertido en electricista, no sabríamos de ninguno de esos dos hombres hoy. Los
conocemos y reverenciamos como genios porque siguieron el camino al que
pertenecían, el camino al que les llevó su pasión. El camino que imaginaron.”

Terminó su discurso e Isabella se embebió de cada palabra. Después comenzaron a


entregar diplomas y todos gritamos y aplaudimos cuando llamaron a Emmett y luego a
Jasper. Emmett hizo un tipo de baile extraño en el escenario que hizo reír a todos, pero
el director no pareció muy complacido con la interrupción. Terminaron después de que
llamaron a todos, declarándolos oficialmente graduados, y todos lanzaron sus birretes
al aire. Finalmente fuimos saliendo e Isabella se quedó a un lado con Rosalie y Alice,
sonriendo y viéndose contenta. Caminé y me senté en el muro de ladrillo que rodeaba
la escuela y la observé en silencio, absorbiendo cada sonrisa y carcajada que provenía

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1174


de ella. Escuché a alguien detrás de mí después de un momento y miré hacia atrás,
viendo a mis dos hermanos.

“Felicidades, chicos,” les dije. Ellos me lo agradecieron y se sentaron uno a cada lado
de mí sobre el muro. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi frasco, abriéndolo y
tomando un trago. Se lo pasé a Emmett y tomó otro, ofreciéndoselo a Jasper. Esperaba
que rehusara porque por lo general siempre lo hacía, ya que no era un gran bebedor,
pero esta vez lo tomó. Le dio un gran trago y se estremeció, haciendo que tanto Emmett
como yo nos echáramos a reír.

“Ella se ve feliz, hermano,” dijo Emmett después de un momento. Lo miré con


curiosidad.

“¿Qué?” Le pregunté. Él hizo un gesto con la cabeza hacia donde estaba parada
Isabella con Rosalie y Alice.

“Dije que ella se ve feliz. Ha cambiado muchísimo en los últimos nueve meses que ha
estado con nosotros. No es la misma pequeña chica asustadiza que entró por la puerta
ese primer día, cagándose de miedo por todos nosotros,” me dijo, extendiendo su mano
y quitándole el frasco a Jasper.

“También es inteligente,” dijo Jasper. “Es mejor en el Jeopardy que yo. Hasta corrigió mi
vocabulario el otro día. Dije que me sentía repugnado y ella me dijo que la palabra que
quería era asqueado.”

Sonreí con suficiencia, porque era jodidamente seguro que eso sonaba como algo que
haría mi Bella, haciendo comentarios con sus trocitos de sabiduría para ayudar cuando
podía. “Tampoco se sobresalta ya,” dijo Emmett.

Yo asentí. “Como odiaba los putos sobresaltos.”

-“Yo, también,” los dos dijeron al mismo tiempo. Me eché a reír cuando los dos gritaron
“Jinx” con fuerza, atrayendo la atención de las chicas. Isabella me miró y le hice un
pequeño saludo con la mano. Ella sonrió dulcemente antes de que Alice le dijera algo,
atrayendo de nuevo su atención. Nos quedamos callados un momento, solo pasando el
frasco entre nosotros. “Fue ella, ¿cierto?” Emmett preguntó finalmente. Lo miré con
recelo, notando que él ni siquiera me miraba. De inmediato supe exactamente a lo que
se refería, por la apariencia de su rostro mientras miraba a Isabella. No le respondía
por un momento y él volvió su cabeza para mirarme, directamente a los ojos. Asentí
titubeante y él suspiró, entregándome el frasco. “Lo imaginábamos.”

Mis ojos se abrieron un poco y miré a Jasper, viendo la misma expresión en su rostro.
“¿Hace cuánto que lo saben?” Pregunté, volviendo a mirar hacia Isabella. Se estaba
riendo por algo, su rostro iluminado de alegría. Sonreí en respuesta a lo que veía, su
felicidad incitaba la mía.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1175


“Desde que tu culo de perra se levantó de la mesa ese día,” dijo Emmett. “Desde que
despotricaste contra papá sobre qué había encontrado mamá tan importante como
para morir por ello, tú simplemente pusiste esa puta cara, hermano. Y entonces miraste
a Isabella como si acabara de patear a tu jodido perro o algo así.”

Tomé una respiración profunda, sintiéndome culpable por eso. Me sentía mal por
haberla culpado, aunque en ocasiones todavía había momentos en que me dolía el
saberlo. Me preguntaba si alguna vez en verdad lo dejaría atrás por completo y lo
dudaba. Me imaginé que siempre dolería de alguna manera, pero era un dolor al que
aprendería a adaptarme y a vivir con él.

“Aunque no estuve seguro hasta el baile,” comentó Jasper. Emmett se rio secamente,
extendiendo su mano y quitándome el frasco.

“Sí, cuando estabas siendo un cabrón insoportable. Quería arrancarte las bolas por
como la estabas tratando,” me dijo.

Suspiré. “No lo hice intencionadamente, lo sabes,” le dije. Emmett asintió.

“Lo sé, hermano. Sé que la amas,” me dijo, tomando un trago. Nos quedamos callados
por un momento antes de que Jasper hablara.

“Creo que mamá estaría feliz al verla,” dijo. “Al ver cuánto ha crecido y cambiado estos
últimos meses. Creo que eso es lo que mamá quería y tú lo has hecho por ella.”

Mi ceño se frunció cuando miré a Jasper.

“No he hecho nada,” dije. Emmett se echó a reír, negando con la cabeza.

“Y una mierda que no has hecho nada. ¿Crees que eso es obra de papá? Demonios no.
Papá la trajo aquí, pero fuiste tú quién salvó su culo, Edward,” dijo ofreciéndome el
frasco. Lo cogí y él continuó. “Mamá siempre decía que tú harías grandes cosas en la
vida y tengo que admitirlo, yo dudaba esa mierda. Pero ahora lo veo. Porque no
importa qué demonios hagas mañana, Edward, lo que importa es que has hecho eso
hoy. La has hecho como es,” él dijo, haciendo un gesto con la mano hacia ella.

La miré por un momento, solo viéndola interactuar con Rosalie y Alice. Parecía tan
relajada, tan tranquila, tan parecida a una chica normal. Tan solo viéndola allí
parada, riéndose y conversando, nunca imaginarías que había pasado las cosas que
había pasado. ¿En realidad había yo hecho todo eso?

“Todo lo que he hecho ha sido amarla,” dije después de un momento.

“¿Has pensado tal vez que eso es justo lo que ella necesitaba? ¿Alguien que viera su
verdadero yo y finalmente la amara? A veces no tenemos que hacer realmente nada,
tenemos que ser solo nosotros mismos,” dijo Jasper.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1176


“Esa es la puta verdad,” dijo Emmett, más fuerte de lo que pretendía porque las chicas
volvieron a mirar hacia nosotros con expresiones de curiosidad. “Lo siento chicas, no
hay nada que ver aquí, sigan adelante.”

Rosalie rodó los ojos y volvió a la conversación. Yo sonreí con suficiencia cuando los
ojos de Isabella permanecieron en mí por un momento, su expresión suave y llena de
amor.

“¿Ella lo sabe? ¿Por qué mamá murió?” Jasper preguntó. Hice un gesto de negación.

“No planeo decírselo. La destrozaría. Ella sabe lo jodido que estaba por la muerte de
mamá, no quiero cargarla con eso. Se culparía y no puedo permitirle llevar esa carga.
No se lo merece,” le dije. Emmett suspiró.

“¿Crees que realmente puedas ocultarle esa mierda?” Preguntó. Me encogí de


hombros.

“Estoy jodidamente seguro que lo intentaré,” le dije. “Si algún día ella se entera, lo
resolveremos. Pero no planeo destrozarla yo mismo de esa forma.”

“Me sorprende que no lo haya descubierto ella misma. Es lista, todas las piezas están
ahí,” dijo Jasper.

“Puede que todas las piezas estén ahí, Jasper, pero ella no sabe cual es el puto
rompecabezas para montarlo. Mamá dejó de ir a ver a Isabella años antes de que ella
muriera. Isabella no tiene razón para pensar está relacionada con ello en absoluto. No
se ve a sí misma con claridad,” les dije. Los dos murmuraron que estaban de acuerdo y
nos quedamos en silencio un poco más de tiempo, solo pasándonos el frasco hasta que
quedó vacío. Lo deslicé de nuevo en mi bolsillo y Emmett se levantó de un salto.

“Bueno, me voy a mostrarle a Rosie cómo divertirse de lo lindo,” dijo en tono de broma,
moviendo sus cejas. Me eché a reír y Jasper se puso en pie junto a él, sonriendo.

“Le prometí a Alice que haríamos vida social esta noche. ¿Planeas ir a alguna fiesta?”
Preguntó. Me encogí de hombros.

“Le dije a Isabella que esta noche era suya, así que no sé qué es lo que vamos a
hacer,” les dije. Ambos asintieron.

“¿Sabes qué es gracioso? Quiero decir, tal vez no sea gracioso, pero sí, irónico.”
Emmett preguntó. “Ella ya lleva aquí nueve meses y son necesarios nueve meses para
crear una vida. Es como si ella hubiera nacido de nuevo, ¿sabes? Y el hecho de que tú
mañana cumplas 18 y seas un adulto, hermano, es una pieza más. Es solo que parece
como si justo ahora fuera el inicio de algo, como si estuviéramos en la línea de salida y
no en la de meta.

“El inicio de nuestras vidas,” Jasper y yo dijimos al mismo tiempo. Emmett comenzó a

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1177


reír y todos gritamos “Jinx”, rompiendo en carcajadas. Las chicas se acercaron,
preguntando qué era tan gracioso y Emmett trató de explicar, pero ellas no lo
encontraron ni de cerca divertido. Todos se fueron e Isabella se sentó en el muro junto
a mí, recostando su cabeza sobre mi hombro. La rodeé con mi brazo, atrayéndola más.
Nos quedamos allí sentados por un rato en silencio, solo disfrutando de la compañía
del otro.

Pasamos la noche conduciendo por el área, yendo a algunas fiestas pero sin
quedarnos mucho tiempo en un solo lugar. Finalmente comimos algo, encontrándonos
con Tania y Lauren en la pizzería en Forks, pero ellas ni siquiera miraron en nuestra
dirección. No han hablado ni una sola palabra conmigo desde que armé el ardid de
las imágenes. No tenían pruebas que me señalaran, ni siquiera tenían evidencia de
que estuviera presente ese día. Las dos terminaron en grandes problemas con sus
padres y la escuela tampoco lo tomó muy bien, pero me importaba una mierda. El
karma es una perra.

Alrededor de las diez y media de la noche, mientras el resto de Forks de menos de


veinticinco años apenas empezaba a festejar, Isabella y yo nos dirigíamos de vuelta a
la casa. No había nadie cuando llegamos, y por un momento me pregunté dónde
demonios habría ido mi padre con Esme y Alec, pero una parte más prominente de mí
en realidad no quería saberlo. En verdad estaba empezando a aprender que la
ignorancia era la dicha hija de puta. No podía olvidar la mierda que ya sabía, pero no
tenía intención de investigar más profundamente si no tenía que hacerlo.

Subimos a la habitación e Isabella se desvistió, diciendo que quería tomar una ducha
rápida para quitarse del cabello el spray que Alice le había puesto en él. Me desvestí
mientras ella se duchaba, poniéndome unos boxers y una camiseta sin mangas. Ella
salió del baño con mi camiseta de fútbol y un par de pantalones cortos, su cabello
húmedo colgando por su espalda. Lucía casual y simple, pero jodidamente hermosa.

Caminó hacia el sofá y se sentó mientras yo abría el cajón del escritorio, sacando la
hierba. Le pregunté si le molestaba que lo hiciera, sin querer ser un pendejo y
encenderla si solo iba a molestarla, y ella me dijo que lo hiciera. A ella no le gustaban
mucho las drogas o la bebida en realidad, y de vez en cuando tomaba un poco
conmigo pero no muy a menudo. Era algo más que me encantaba de ella que había
adoptado su nueva independencia. No se sentía obligada a hacer esa mierda solo
porque yo lo hacía. Se estaba convirtiendo en una mujer independiente.

Escogió una película mientras yo fumaba un poco, le pasé un poco con mi aliento una
vez pero además de eso, ella no la tocó para nada. Finalmente apagué las luces y me
senté en el sofá junto a ella, envolviéndola con mis brazos y abrazándola. Vimos el
inicio de la película en silencio, solo haciéndonos compañía. Después de un rato me
aburrí y comencé a mordisquear su cuello, besando su carne caliente. Después de un
rato ella se movió girando su cuerpo para quedar frente a mí, presionando sus labios

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1178


en los míos con suavidad, su mano avanzando hacia mi cabello. Nos besamos por un
rato mientras mis manos recorrían su cuerpo, masajeando sus senos a través de su
camiseta y frotando suavemente sus muslos.

Agarré el final de la camiseta después de un momento y la levanté, pidiendo en


silencio su permiso para deshacerme de esa hija de puta. Ella levantó sus brazos de
inmediato, era su manera de decirme que lo hiciera y la deseché en el suelo. Bajé la
vista y casi me quedé sin aliento cuando vi el sujetador casi transparente de color
negro, sus malditos pezones perfectos, visibles a través de la fina tela. Gruñí y extendí
mi mano, trazando sus areolas con la punta de mis dedos.

“¿Este es nuevo?” Pregunté, sabiendo que nunca había visto a ese hijo de puta antes
porque definitivamente era algo que recordaría. Ella sonrió y asintió.

“Un regalo para ti de Alice,” me dijo. Me reí entre dientes, tomando nota de agradecer
por ello a la chica entrometida más tarde. Desabroché su sujetador y me deshice de él,
porque por más linda que fuera esa mierda, los senos desnudos eran más lindos. Hice
que se recostara en el sofá y le quité sus pantalones cortos, notando las bragas
transparentes que hacían conjunto con el sostén. Agaché la cabeza y les di un suave
beso antes de quitárselas, arrojándolas también al suelo. Ella yacía frente a mí,
completamente desnuda, su piel luminosa bajo la luz proveniente de la televisión y me
cautivó. Me incliné hacia abajo y besé suavemente su ombligo, haciendo que hundiera
su estómago mientras mi lengua se sumergía dentro de él.

Besé y acaricié cada centímetro de su cuerpo, tomándome mi tiempo y haciéndolo bien.


Ella se relajó bajo mi toque, retorciéndose y gimiendo suavemente, una vez que me
aseguré que ni una sola pizca de ella quedara desatendida, centré mi atención entre
sus muslos. Empujé sus piernas para separarlas, llevando mi boca a su clítoris,
sacando mi lengua y haciendo suaves círculos a su alrededor. Ella gimió, sus manos
bajaron y se agarraron a mi cabello.

Lamí cada parte de ella lentamente, saboreándola, antes de sumergir mi lengua en su


interior. En realidad se estaba excitando así que introduje un dedo dentro de ella y de
nuevo llevé mi boca a su clítoris, succionando con fuerza. Trabajé con mi dedo y mi
boca en sintonía y su cuerpo explotó en un orgasmo rápidamente. Ella se tensó y mi
nombre escapó de su garganta en un grito, sus muslos me sujetaron a medida que su
cuerpo se estremecía de placer. Una vez que se calmó me cerní sobre ella, besando sus
labios. Ella agarró mi camiseta y me la quitó, su mano encontró su camino al interior
de mis boxers rápidamente. Sacó mi polla y comenzó a acariciarla, besándome
apasionadamente. Ella me soltó después de un momento y empujó mi pecho,
diciéndome suavemente que me sentara. Dudé por un momento, confundido sin saber
el porqué se estaba deteniendo pero hice lo que me dijo porque yo nunca la forzaría o
presionaría a hacer una mierda que ella no quisiera hacer. Me senté en el sofá y
estaba a punto de meterme de nuevo en mis boxers cuando ella agarró la cintura de

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1179


ellos, bajándolos. No la cuestioné, dándome cuenta que probablemente estaba a punto
de darme una paja ya que había hecho que me sentara. Me quité los boxers y me
recosté en el sofá, jodidamente atónito cuando sus piernas me rodearon y se sentó a
horcajadas en mi regazo. La miré confundido, sujetando sus caderas mientras su
humedad se frotaba contra mí, mi polla palpitando y gritando por atención.

No podría decirte cuantas veces habíamos tenido sexo, joder, no las estaba contando,
pero algo que sí sabía es que ella nunca antes había estado encima. Nunca había
tomado en realidad la iniciativa. Llevé mi boca a su cuello, mordiendo y besando
mientras ella restregaba sus caderas sobre mí, frotándose contra mi polla. Gruñidos
escapaban de mi garganta a medida que me llevaba a la cima, la puta necesidad
volviéndose casi insoportable. Ella se levantó después de un rato y me agarró,
bajándose ella misma sobre mi erección. Gemí a medida que su coño me envolvía, su
estrechez y calor envolviéndome.

“Joder, Bella,” siseé, agarrando sus caderas. La llené por completo y ella se detuvo
conmigo en su interior, sus ojos cerrándose. Se quedó así por un segundo antes de
abrir de nuevo sus ojos y mirarme, el fuego en ellos era intenso. La pura y cruda
necesidad brillando frente a mí me tenía maravillado, y ella comenzó a mover sus
jodidas caderas, montándome despacio. La observé por un momento, sorprendido por
cuan en control y sorprendente se veía, antes de permitir que mis ojos se cerraran y mi
cabeza se recostara en el sofá. Dejé mis manos en sus caderas, guiándola un poco
pero dejando que ella hiciera la mayor parte, dejando que marcara el ritmo. Yo solo
disfrutaba cada estocada cada puto segundo de mí llenando ese apretado coño.

“Mmmm, la mia bella ragazza*,” murmuré, un hormigueo se disparó a través de todo


mi cuerpo cuando ella empezó a aumentar el ritmo. “Principessa mia, ti amo tanto*.”

Ella gimió al escuchar el italiano y estrelló sus labios contra los míos con fuerza. Sus
movimientos ganaron más vigor, se clavaba con más fuerza y rapidez, y sus gemidos
se hicieron más fuertes. Agarró mi cabello con fuerza, besándome con tanta intensidad
que casi me deja sin puto aliento mientras me montaba.

“Oh, Dios,” ella murmuró contra mi boca. “Te amo, Edward.”

Gruñí, sujetando sus caderas con fuerza y guiando más sus movimientos. “También te
amo, Bella. Mierda, demasiado nena.”

Ella gimoteó, su cuerpo tensándose. Me di cuenta que de nuevo estaba llegando a su


clímax al ver que se clavaba con movimientos más erráticos, perdiendo el control. Dudé
por un momento antes de agarrar sus caderas con fuerza, empujándonos hacia
adelante. “Agárrate,” le dije rápidamente, levantándonos a ambos. Ella envolvió sus
piernas en mi cintura, sin perder nunca el contacto, y yo di los pasos que faltaban
hacia la cama. La acosté y me cerní sobre ella, poniendo sus pies sobre mis hombros.
Empecé a penetrarla con ganas, aporreando ese coño y frotando su clítoris cuando

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1180


nuestra piel chocaba la una contra la otra, llevándola rápidamente a la cima. Ella se
tensó y gritó, sujetándose de mis puñeteros brazos con tanta fuerza que dolía. Gruñí y
continué penetrándola con fuerza, embistiendo mi pelvis en la suya, su humedad
cubriéndonos a ambos. El sonido de nuestros cuerpos corriéndose juntos se escuchó
con fuerza en la habitación, nuestros sonidos ahogando la televisión en el fondo.

Disminuí el ritmo después de que su orgasmo menguó, dejando que pasara su éxtasis.
Cuando pareció recuperar el control de su cuerpo, nos giré, poniéndola de nuevo sobre
mí. Al principio parecía aturdida, mirando con sorpresa, pero yo solo sonreí y me
levanté, besándola con suavidad.

Ella empezó a mover de nuevo sus caderas, montando mi polla, marcando el ritmo
perfecto. Sentí mi orgasmo formarse y pasé mis manos por todo su cuerpo, sintiendo su
piel húmeda por el sudor. “Se siente tan bien,” gruñí a medida que la intensidad
comenzó a formarse en mi interior. Abrazándola la atraje hacia mí, y empecé a
empujar mis caderas hacia arriba encontrándome con ella.

“Joder, voy a correrme,” gruñí, abrazándola con fuerza mientras me golpeaba. Grité
cuando el placer se apoderó de mí, penetrando con fuerza a medida que comencé a
derramarme en su interior. Disminuí el ritmo antes de detener mis movimientos cuando
mi clímax se desvaneció.

Me quedé acostado con ella encima de mí por un rato, los dos jadeando y
abrazándonos con fuerza el uno al otro. Ella finalmente se movió después de un
tiempo, sentándose por un momento para mirarme. Le echó un vistazo al reloj en la
mesita junto a la cama antes de mirarme. El amor y la devoción en sus ojos, hizo que
mi corazón latiera frenéticamente, mi jodido pecho se hinchó con el amor que sentía
por ella. Mi chica. Mi Bella.

“Feliz cumpleaños, Edward.”

****************
Finocchio = Palabra despectiva para “gay”

Donnaiolo = Mujeriego

Bagascia = Perra/puta

La mia bella ragazza = Mi chica hermosa

Principessa mia ti amo tanto = Mi Princesa, te amo tanto

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1181


"Ser profundamente amado por alguien te da fuerza, mientras que amar a alguien
profundamente te da coraje " --. Lao Tzu

Isabella swan
Traducido por Betzacosta

Me separé de los brazos de Edward con cuidado para no perturbar su sueño y me


senté. Eché un vistazo al reloj en el estante junto a la cama, los números rojos brillaban
intensamente indicando que eran un par de minutos antes de las seis de la mañana.
Edward se agitó en su sueño y se dio la vuelta lejos de mí, gruñendo algo incoherente.
Me senté allí por un momento, observando su espalda moviéndose con cada
respiración que daba, los tatuajes en su piel pálida se destacaban prominentemente,
incluso en la oscuridad. La manta estaba amontonada en un extremo de la cama,
después de haber sido aventada lejos de nosotros en algún momento de la noche,
dejándonos completamente expuestos. Mis ojos se deslizaron por su cuerpo,
observando su forma tonificada. Los dos estábamos todavía desnudos ya que
habíamos ido a dormir casi inmediatamente después de hacer el amor.

Anoche fue diferente. Hubo la misma pasión y amor que siempre había cuando
estábamos intimando, pero anoche fue más intenso. La necesidad de estar con él
parecía impulsarme a seguir adelante mientras mi abrumador deseo de reclamar y ser
reclamada por él se hacía cargo. Las anteriores treinta y seis horas habían sido
algunas de las horas más emocionalmente inestables de mi vida; mi cabeza y mi
mente estaban totalmente confundidas. Al momento en que pusimos un pie en la
puerta y vi a Alec Evanson de pie en el vestíbulo de la casa de los Cullen, todo se me
vino encima. Mi miedo del pasado y la esperanza del futuro colisionaron, la fuerza de
esta colisión por poco me quiebra. Sabía que iba a venir y sabía exactamente quién
era él. Lo recordaba de visitas a Phoenix, recordando claramente la forma en que
miraba y el sonido de su voz. Había tratado de prepararme para ello, al igual que
Edward había hecho todo lo posible para asegurarse de que estuviese bien con todo,
pero no existía ninguna preparación que pudiera alejar esos sentimientos.

En el momento en que me golpearon casi entré en pánico, pero Edward envolvió su


brazo a mi alrededor y se aferró a mí. Físicamente, me mantuve de pie, pero en ese
momento era él quien me mantenía de pie. La seguridad que sentí en sus brazos, la
seguridad que sentí cuando escuché su voz susurrando en mi oído… eso fue lo que me
mantuvo completa

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1182


Me dijo que me amaba y que no tenía nada de qué preocuparme, porque su amor me
protegería. Era una afirmación tan simple pero cuando habló, lo sentí. El abrazo de
Edward siempre me había hecho sentir segura, pero ese sentimiento era aún más
poderoso ahora. Era en mi interior, la combinación de ese miedo y esa esperanza
creciente debajo de mi piel y haciéndome sentir que, incluso en ese momento, de pie
delante de un hombre como Alec, yo estaba bien, porque había sobrevivido. Y cuando
Edward dijo las palabras: “Este es mi novia, Isabella," lo comprendí. Miré fijamente a
los ojos casi sin emociones de Alec, absorbiendo esas sensaciones fluyendo a través de
mí, llegando a un acuerdo con lo que estaba sintiendo.

Fuerza.

El temor y la esperanza llegaron a un punto en que mi pasado casi surrealista y mi


potencial futuro chocaron en el presente. Y en ese momento, me sentí fuerte. Me sentí
valiente. Me sentí como si tal vez, solo tal vez, lo mereciera. Tal vez finalmente merecía
tener esperanza. Tal vez merecía tener un futuro. Y, a pesar de lo que el doctor Cullen
pudo haber dicho, tal vez yo sí valía la pena. Porque en ese momento, sentí como si lo
hiciera.

Yo valía la pena.

Eso no mató el miedo de ninguna manera, ya que todavía estaba asustada más allá de
las palabras, pero era lo suficientemente poderosa como para hacer que extendiera mi
mano al hombre que lo causó y ser valiente. Desee ser verdaderamente fuerte, y no
tener que depender de los brazos de Edward para mantenerme en pie. Por mucho que
amara y creyera en Edward, en ese momento sentí que tenía que amarme y creer en mí
misma.

Pero decir que todo había ido viento en popa y que estuve cómoda después del
encuentro inicial sería estar mintiendo, porque eso estaba muy lejos de la realidad.
Alec todavía me asustaba, al igual que una parte de mí seguía temiendo al doctor
Cullen. Pero no permitiría que el miedo tomara el control. El doctor Cullen podría
controlarme físicamente, pero él no controlaba la persona que era yo, y no permitiría
que Alec entrara por la puerta y destruyera a la persona en la que me había
convertido.

Esa realización fue intensa. No se lo había dicho a Edward, pero ni siquiera estaba
segura de que fuera necesario. Aunque, había cambiado una parte de mí, como ya
había sentido en mi interior las últimas treinta y seis horas. Fortaleció mi esperanza en
el futuro e hizo que el amor que sentía por Edward fuera todavía más fuerte. Ir a la
escuela y ver a Jasper y Emmett graduándose solo había reforzado esos sentimientos.
Al escuchar las palabras que el hombre pronunció sobre la previsión del futuro y cuál
era el camino que querías tomar, apartando las expectativas y encontrando dónde
estaba tu pasión había sido abrumador. Por primera vez, en verdad, podía verlo.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1183


Edward siempre había hablado de nosotros teniendo un futuro juntos y se enojaba
cuando yo mostraba vacilación o duda por ello, pero nunca fue porque no quisiera o
deseara un futuro con él. Era porque nunca pude imaginar uno. Todo lo que podía ver
era dónde estaba, y nunca hacia dónde me dirigía. Pero sentada en ese auditorio,
finalmente lo vi. Vi una vida distinta a la que tenía ahora. Una vida de promesas. Una
vida en la que el cielo era el límite y donde el matrimonio y los hijos eran opciones
reales. Donde eran posibles la educación y las amistades. Una vida llena de amor,
donde la esperanza ganaba y el miedo fue ahogado. Finalmente pude verlo... el futuro
que mi madre siempre se había imaginado para mí.

Ver una vida para mí fuera de la esclavitud me dejó casi satisfecha. No estaba allí
todavía, pero algún día podría estarlo y eso era lo que importaba. Después de la
ceremonia de graduación estuvimos deambulando por Forks durante un tiempo,
mezclándonos con los compañeros de clase de Edward y cenando. Me estaba
volviendo más segura y cómoda alrededor de la gente, lo que hacía más fácil
sociabilizar con gente que lo conocía de la escuela o el vecindario. Todavía estaba
nerviosa en una multitud y no disfrutaba particularmente de recibir mucha atención, ya
que una parte de mí todavía sentía como si tuviera que estar de pie en el exterior
mirando hacia dentro, pero la mayor parte de mí se estaba acostumbrando a ello,
acostumbrándose a la idea de que estar con Edward Cullen significaba a veces
convertirse en el centro de atención... y yo estaba bien con eso.

Después de que llegamos a casa, pasamos el rato en el dormitorio y Edward puso una
película, pero no podía concentrarme en ella. Mi mente seguía divagando, de nuevo a
esas palabras que había escuchado horas antes en la graduación. Pensé en hacer un
lado lo que todos esperaban de mí y en su lugar, avanzar hacia lo que yo deseaba en
la vida. Adoptar una postura, tomando el caballo por las riendas y simplemente ir a por
ello. Pensé en mi madre diciéndome que nunca perdiera la esperanza, que estaba
destinada para más en la vida. Incluso pensé en la madre de Edward, y esa frase que
ellos me habían dicho que a menudo utilizaba ‘En la vida, si no se arriesga, no se
gana’. Yo podía continuar como estaba y simplemente sobrevivir, o podía dar un paso
hacia delante y tratar de vivir de verdad. Jasper me preguntó una vez si solo sobrevivir
era suficiente, si esto era lo que quería decir sobrevivir, y yo no había estado segura de
cómo responder a eso en aquel momento, pero lo sabía ahora. Sobrevivir no era
suficiente para mí. Yo era una superviviente, pero necesitaba más que eso. Quería vivir
de verdad.

Y fue ese anhelo de vivir la vida que yo deseaba y no la existencia que sentía que
estaba condenada a tener lo que causó que la fuerza que había tenido antes surgiera
en mí. Edward estaba besando todo mi cuerpo, tomándose su tiempo y prácticamente
adorando mi piel, y por mucho que anhelara su atención, algo al respecto no se sentía
justo. Edward adoraba mi cuerpo a menudo, complaciéndome más allá de las
palabras, y yo quería hacer lo mismo. Quería que se sintiera amado y necesitado como
muchas veces me hacía sentir a mí. Quería que supiera que lo anhelaba, que lo

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1184


deseaba. Porque cuando imaginaba mi futuro, él estaba en él. Cuando pensaba en lo
que quería de la vida, él era quien más venía a mi mente.

Así que por primera vez, tomé la iniciativa. Por primera vez, tomé el control. Yo siempre
había pensado que sería una situación estresante, y la verdad es que estaba un poco
nerviosa, pero no fue tan malo como había imaginado que sería. Las cosas eran
siempre naturales con Edward. Nunca me sentí como si tuviera que cambiar alguna
parte de mí misma para encajar con él. Todo parecía converger entre nosotros y el sexo
no era la excepción. Nosotros encajábamos; pertenecíamos juntos.

Fue increíble, el fervor y la intensidad de nuestro acto de amor. El anhelo y el deseo


que ambos sentimos fue palpable. Se podía sentir en la habitación, mezclándose en el
aire entre nosotros. Parecía bailar a través de nuestra piel, causando escalofríos
brotando en mi cuerpo e impulsándome hacia adelante. Yo lo necesitaba y él me
necesitaba. No quería estar sin él, no podía imaginar un futuro en el que él no
estuviera, y él parecía sentir lo mismo. Él prácticamente lo irradiaba, la pasión y el
deseo, el anhelo y el hambre intensa.

Me acosté encima de él después de que terminamos, solo sintiendo su cálida piel


húmeda contra la mía, el ascenso y la caída de su pecho vibrando contra mi cuerpo.
Después de que la electricidad pareciera enfriarse algo me senté y miré el reloj,
dándome cuenta de que era pasada la medianoche. Miré a Edward, casi aturdida por
la emoción en sus ojos. Emociones tan fuertes que hicieron que mi corazón se
acelerara, su expresión mostrando los mismos sentimientos que tenía en mi interior.
Necesidad. Coraje. Fuerza. Amor. Me miró como si yo en verdad valiera la pena.

"Feliz cumpleaños, Edward," dije.

Un escalofrío recorrió la longitud del cuerpo de Edward después de un momento,


haciendo que sus músculos se tensaran a medida que su cuerpo se estremecía. Me
agaché y cogí la manta, extendiéndola sobre él antes de bajar de la cama y caminar a
la cómoda para sacar un par de pantalones de terciopelo negro y una de las camisetas
de Edward. Me vestí rápidamente y me acerqué a la puerta, dándole una última
mirada antes de salir de la habitación. Bajé las escaleras hasta la cocina, abriendo
armarios y la nevera y sacando todos los ingredientes que necesitaría.

Era el cumpleaños de Edward, un hecho que tanto me entusiasmaba como me


entristecía. Estaba feliz de poder celebrar su día con él, pero un poco desanimada por
el hecho de que realmente no tenía nada que darle. Sin embargo, estaba decidida a
hacer todo lo que pudiera, para demostrarle lo especial que era para mí. Empecé a
juntar los ingredientes para una tarta de crema italiana, porque me acordé de Edward
mencionando una vez que era su favorita. Yo no la había hecho antes y estaba un poco
nerviosa acerca de la mezcla, pero había visto a la esclava llamada Clara haciéndola
en Phoenix antes, así que sabía lo que llevaba, al menos.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1185


Terminé de unir la masa y estaba colocándola en los moldes para hornear cuando oí
pasos sutiles detrás de mí, entrando en la cocina. Me tensé de inmediato, mi corazón
latiendo furiosamente mientras mis manos comenzaron a temblar. Los pasos eran tan
comedidos que apenas eran perceptibles y, definitivamente, no eran familiares, lo que
inmediatamente delató a quién estaba haciéndolo. Continué colocando la masa en los
moldes, centrando mis ojos intensamente en lo que estaba haciendo y tratando de
ignorar todo lo demás. Los pelos de la nuca se me erizaron, escalofríos aparecieron a
través de mi piel y una sensación de náuseas destilaba en mi interior. Podía sentir los
ojos en mí y eso causó una oleada de pánico.

Puse los moldes en el horno y ajusté el temporizador, tratando de tomar inhalaciones


profundas para calmarme. Él estaba completamente en silencio, pero podía sentir su
presencia en la puerta mirándome. Me tenía al borde, mis nervios completamente
destrozados. Me hubiera gustado que hablara y me saludara o se fuera para que
pudiera controlarme.

Empecé a agarrar las cosas para hacer el glaseado de queso crema cuando se aclaró
la garganta. Me quedé inmóvil, un escalofrío corriéndome por la espina dorsal.

"Buenos días," dijo. Su voz era tranquila, pero habló enfáticamente, casi sin emociones.
No dije nada durante un segundo, tratando de que mi corazón dejara de golpear
febrilmente porque estaba haciendo eco en mis oídos.

“Buenos días señor Evanson... señor," finalmente dije, vacilante, volviendo la cabeza
para mirarlo. Estaba allí de pie, completamente vestido con un traje negro que parecía
caro junto con una corbata negra. Su chaqueta estaba abierta y tenía las manos en los
bolsillos, apoyado contra el marco de la puerta. Su mirada me penetró, una mirada
intensa mientras hacía contacto visual conmigo. "¿Puedo, eh... Puedo ofrecerle algo?"

Siguió mirándome fijamente, sin moverse siquiera una fracción de pulgada. Su postura
era casi escultural y me pregunté por un momento si todavía respiraba o parpadeaba.
Rompí el contacto visual con él mientras mi ritmo cardíaco comenzó a aumentar de
nuevo por mi ansiedad. No estaba segura de qué decir ni qué hacer, y él no había
respondido a mi pregunta, así que no tenía idea de lo que quería.

"No," dijo finalmente, su voz parecía hacer eco en el tenso silencio. Salté, sobresaltada
por el sonido, y volví la cabeza rápidamente para mirarlo de nuevo. Levantó las cejas
ligeramente de modo interrogante, obviamente notando mi reacción.

"Está bien", le dije, sin saber qué más decir. Me di la vuelta y volví a trabajar en el
glaseado, intentando ignorar su presencia. Todavía lo podía sentir detrás de mí y no
tenía idea de por qué estaba allí, pero no me gustaba. No estaba cómoda con él y
quería que se fuera. Sentía casi como si estuviera invadiendo mi espacio, lo cual era
ridículo porque él era parte de la familia Cullen. Él era el tío de Edward, y el esposo de
Esme, y tenía todo el derecho a estar allí.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1186


Se movió pocos minutos después, sus pasos dirigiéndose hacia mí. Me alejé por
instinto, mis piernas parecían moverse por su cuenta. Fue una reacción natural cuando
él se acercó a mí y era algo que todavía hacía veces con el doctor Cullen. Siempre te
quedas fuera de la trayectoria del amo con el fin de evitar inadvertidamente meterte en
problemas y aunque Alec no era mi amo, era un Evanson. Si Jane me había enseñado
algo en esos años como mi ama, era a permanecer fuera de su camino tanto como
fuera posible.

Alec abrió la nevera y cogió una botella de agua. Me puse de pie a un lado por un
momento mientras él destapaba su bebida y bebía un sorbo, antes de volver al
glaseado que estaba mezclando. Lo terminé, hiperconsciente de su proximidad. No
estaba segura de por qué estaba allí de pie mirándome, o siquiera por qué estaba
despierto a esa hora para el caso.

Oí pasos bajando las escaleras después de unos minutos, el alivio colándose a través
de mí. Se acercaron a la cocina y me di la vuelta, mirando mientras el doctor Cullen
entraba. No estaba del todo cómoda con él, por supuesto, pero al menos era más
familiar para mí.

Echó una mirada a Alec mientras caminaba hacia nosotros, dándole una mirada
curiosa. Sus ojos encontraron los míos después. "Buenos días, dolcezza", dijo en voz
baja, abriendo la nevera y cogiendo otra botella de agua.

"Buenos días, señor," le dije en voz baja.

"Estoy sorprendido de verte despierta tan temprano hoy. ¿Supongo que Edward todavía
está dormido?” Dijo, levantando las cejas inquisitivamente.

"Sí, señor", le dije. Él asintió con la cabeza, suspirando.

"Lo supuse", murmuró, volviéndose para mirar a Alec. El temporizador para el horno se
apagó y empecé a sacar las capas del pastel mientras charlaban en voz baja. No
podía entenderlo todo, trataba de ignorarlos intencionadamente a fin de no dar la
impresión de estar espiando, pero escuché algunas cosas a pesar de mi esfuerzo.

"Me he hecho cargo de ello", dijo Alec, y yo no estaba segura de lo que estaba
hablando, pero el tono de su voz hizo que un escalofrío fluyera por mi espina dorsal.

"¿Has dormido?" El doctor Cullen preguntó en respuesta.

"No," dijo Alec, "Llegué a casa hace una hora y media. Con el tiempo suficiente para
limpiar”.

Mi ceño se frunció en confusión cuando el doctor Cullen suspiró ruidosamente. Ninguno


de los dos dijo nada más después de eso, la conversación aparentemente había
terminado. Quité las capas de la tarta de los moldes y comencé a colocar el glaseado

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en ellas, uniéndolas. El doctor Cullen se acercó colocándose a mi lado y miré en su
dirección, notando que estaba mirando por la ventana con una expresión pensativa en
su rostro. Parecía inquieto, casi como si estuviera preocupado por algo. Volví la cabeza
y miré por la ventana. El sol estaba saliendo, iluminando el camino de entrada, así
como el bosque que rodea la propiedad. El Mercedes negro estaba aparcado justo
frente a la ventana, lo cual era extraño porque el doctor Cullen siempre aparcaba a un
lado. Lo miré, comprendiendo que Alec debería haberlo conducido debido a que ellos
no tenían un coche de alquiler y sentí un deje de pánico, preguntándome si habría
estado fuera toda la noche. Si él había conducido el coche del doctor Cullen y había
ido a algún lugar solo, eso significaba que el doctor Cullen y Esme probablemente
habían estado en casa todo el tiempo. Habíamos asumido que estábamos solos ya que
el coche había desaparecido y la casa estaba silenciosa y oscura, pero me preguntaba
si tal vez Edward y yo habíamos estado equivocados. Era tarde en el momento en que
habíamos regresado a la casa, por lo que era totalmente plausible que acabaran de
irse a la cama.

"Estarán aquí pronto," dijo el doctor Cullen después de un momento, su voz rompiendo
el silencio intenso en la habitación y sacándome de mis pensamientos. Alcé la cabeza
y lo miré con confusión, sin saber de lo que estaba hablando, o de quién hablaba. Él
suspiró de nuevo y me miró, sus ojos bajando a la tarta colocada frente de mí. "Pastel
de crema italiana."

Asentí. "Sí, señor", le dije. "Lo he hecho para Edward. Es por su, eh... cumpleaños".

Me miró por un momento, la irritación parpadeando en su rostro. Sus ojos se


oscurecieron con ira, causando que el temor surgiera a través de mí. No estaba segura
de lo que había dicho o hecho para justificarlo, pero estaba segura de que no era
bueno. Había pasado de llamarme con nombres entrañables a mirarme con odio una
vez más. No era de extrañar que mis propios sentimientos hacia el doctor Cullen fueran
tan contradictorios. Porque no puedo verlo como un hombre sino más bien como un
amo. Pasaba de cálido a frío conmigo, y no era capaz de establecer un punto medio
con él. Todavía era impredecible, y la imprevisibilidad era peligrosa para una persona
como yo.

"Es sorprendente, ¿no?" preguntó Alec desde el otro lado de la habitación. "¿Las
similitudes? Es fascinante de ver. Nunca he sentido una sensación tan fuerte de déjà
vu antes”.

Mi ceño se frunció en confusión, una vez más, ya que la ira pareció intensificarse en la
expresión del doctor Cullen. Apretó los dientes y volvió la cabeza, mirando por la
ventana hacia el patio delantero. Mi corazón latía de manera irregular, los nervios me
hicieron sentir enferma. No tenía idea de lo que estaban hablando, pero estaba claro
que lo que fuera que fuese estaba molestando al doctor Cullen.

"Cuando termines, Isabella, necesito que te asegures de despertar a Edward", dijo el

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doctor Cullen bruscamente, mirando al frente. "Tiene visitas que vendrán pronto. Me
gustaría subir yo mismo, pero algo me dice que probablemente él no esté decente".

Mis ojos se abrieron con sorpresa ante su declaración, mis mejillas inmediatamente se
tiñeron de un cálido rubor. Sentí náuseas y mis rodillas se debilitaron. No podía creer
que hubiera dicho eso y me sentí apenada, casi avergonzada, porque era cierto. Él no
estaba decente. Él había estaba desnudo y yo lo había cubierto antes de irme, pero
conocía a Edward lo suficientemente bien como para saber que habría terminado por
patear la manta en cuestión de minutos. ¿Su padre realmente lo sabía? ¿Estaba en
casa anoche? ¡¿Oh Dios, si él estaba de hecho en casa toda la noche, él nos había
oído?!

Mantuve la boca cerrada, con miedo de abrirla porque me preocupaba vomitar de la


ansiedad si lo hacía. Pero el doctor Cullen miró en mi dirección y levantó las cejas
inquisitivamente, obviamente esperando una respuesta. "Sí, señor", murmuré,
apartando la mirada de él inmediatamente y llevándola hacia el pastel delante de mí.
Me sentí casi culpable por alguna razón y eso estaba mal, porque no debería sentirme
culpable. No tenía nada de qué avergonzarme. Yo amaba a Edward y él me amaba.
Éramos jóvenes, sí, pero Edward me había enseñado que no había nada malo con que
nosotros expresáramos nuestro amor.

Alec rió secamente. "Estoy bastante seguro de que este es uno de esos momentos a los
que Edward se refería, Carlisle", dijo. "Uno de esos momentos en los que ella dice `sí,
señor’, pero que significa algo totalmente diferente".

Lo miré con incertidumbre, preguntándome qué quería decir con eso, y escuché al
doctor Cullen suspirando de irritación. No respondió a la declaración de Alec,
simplemente se alejó de mí y salió de la cocina, en dirección a la sala de estar. Alec se
quedó en la cocina un momento más, mirándome con curiosidad.

"Cuando despiertes a Edward, dile que su padrino viene a verlo," dijo Alec. Empezó a
caminar hacia fuera, murmurando "Tale padre il, cuento il figlio", en voz baja. Me
quedé allí por un momento, confundida y un poco asustada por todo el intercambio.

Terminé de glasear el pastel y espolvoreé las nueces picadas en la parte superior. Lo


tapé y lo deslicé en el refrigerador antes de limpiar la cocina rápidamente. Encendí el
lavavajillas y me lavé las manos, subiendo las escaleras. Llegué a la tercera planta en
el mismo momento en que la puerta de la habitación de Edward se abría y este salía al
pasillo, pareciendo todavía medio dormido. Tenía el pelo completamente despeinado,
sobresaliendo en todas las direcciones imaginables. Llevaba un par de boxers y unos
pantalones de pijama de franela colgando sobre sus caderas, sus huesos pélvicos
asomaban por la parte superior de ellos. Estaba descalzo y su pecho todavía estaba
expuesto, mis ojos naturalmente fueron atraídos hacia él. Caminó hacia mi dirección,
pasándose una mano por el cabello, y se detuvo cuando me vio.

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"Ey, tesoro," dijo, con la voz ronca por el sueño. Se aclaró la garganta y se pasó las
manos por la cara, obviamente tratando de despertarse. "Me preguntaba a dónde te
habías ido".

Extendió sus brazos y sonreí suavemente, acercándome y envolviendo mis brazos a su


alrededor. Me abrazó y suspiró con alegría. "Te he hecho un pastel", murmuré. Él se rio
y me apretó con fuerza.

"Cristo, bebé, no tenías que hacer eso", dijo. "Hubiera preferido tenerte en la cama
conmigo. Quiero decir, eso no quiere decir que no voy a comer el maldito pastel, solo
estoy diciendo... Te prefiero a ti".

Sonreí contra su pecho, respirando profundamente e inhalando su olor. "Tu padre me


ha dicho que te despertara," dije después de un momento, suspirando.

"¿Están en casa?", me preguntó con curiosidad. Asentí y me aparté de su abrazo para


mirarlo.

"Sí, Alec dijo que había regresado hace unas dos horas desde algún lugar y que había
estado fuera toda la noche. No estoy segura de cuándo volvieron tu padre y Esme... o si
acaso salieron," le dije, vacilante. Me miró con curiosidad antes de hacer un gesto de
negación.

"No quiero saber lo que ese hijo de puta estaba haciendo," murmuró. "Tal vez no
estábamos solos anoche después de todo. Pero lo que sea, no importa. ¿Quieres volver
a la cama? Es todavía jodidamente temprano. ¿Podríamos quedarnos en la cama todo
el día, tal vez tomar una ducha juntos? "

Sonrió con picardía, su mano deslizándose por mi espalda y por encima de mi trasero.
Sonreí, sonrojándome. "Ojalá pudiera, pero ya te he dicho, tu padre ha dicho que tienes
que levantarte. ¿Alec ha dicho algo acerca de tu padrino visitándote?"

Sus ojos se abrieron como platos al oír mis palabras, su expresión se endureció
mientras el color parecía escurrirse de su rostro. "¿Estás segura de que ha dicho mi
padrino?" me preguntó, con la voz con un poco de pánico. Mi frente se arrugó y asentí
con vacilación.

"Sí, estoy segura", le dije.

"¿Dijeron algo más?" Preguntó. Me encogí de hombros.

"Quiero decir, dijeron algunas cosas pero no entendí la mayoría. Tu padre pareció
enojarse conmigo por lo de la tarta que he hecho, y luego Alec dijo que era uno de los
momentos de los que les hablaste. ¿Uno de esos momentos donde yo digo 'sí, señor',
pero que quería decir algo más? ¿Eso tiene sentido?" Le pregunté, perpleja. Me miró
por un momento antes de que una pequeña sonrisa adornara sus labios. Él me soltó y

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se pasó una mano por el cabello.

"Sí, ayer dije algo acerca de cómo a veces, cuando tú dice 'sí, señor' probablemente
quieres decir 'vete a la mierda', o algo así” dijo, encogiéndose de hombros. Mis ojos se
abrieron por la conmoción.

"¡Oh Dios, Edward, no lo hiciste!", le dije, dándome cuenta de que simplemente habían
asumido que yo había querido decirle doctor Cullen eso. Él se rio entre dientes.

"Sí, lo hice. No es gran cosa; quiero decir, es la verdad. Si él se molesta contigo porque
me horneas un puñetero pastel, sabes muy bien que querrías decirle que se jodiera"
dijo con indiferencia. Yo solo lo miré boquiabierta, asombrada de que le dijera eso a su
padre. "Pero, lo que sea, no es realmente importante, Bella. No es como si él no lo
supiera ya, yo solo estaba afirmando lo obvio. ¿Han dicho algo más?"

Me encogí de hombros. "Alec dijo algo en italiano. Um, ¿’Tale il padre, tale il figlio’? ", le
dije, tratando de pronunciarlo bien. Sus ojos se abrieron un poco.

"Tale il padre, tale il figlio," repitió. "De tal palo, tal astilla. En realidad has dicho bien
esa mierda. Pero lo que sea, no soy tan parecido a mi maldito padre". Sonreí
suavemente.

"No, no lo eres" le dije, sacudiendo la cabeza. "Eres cálido. Cariñoso. Guapo. Dadivoso.
Divertido. Inteligente. Paciente".

Frunció el ceño y se echó a reír. "¿De quién cojones hablas, tesoro? ¿Cálido?
¿Paciente? ¿Yo?"

Me eché a reír. "Lo eres. Conmigo de cualquier manera".

Él sonrió, tirando de mí hacia atrás en un fuerte abrazo. Besó la parte superior de mi


cabeza, tarareando. "Tú haces que sea fácil", dijo. "De todos modos, voy a bajar y ver lo
que está pasando."

Me aparté de él y asentí, diciéndole que iba a tomar una ducha. Se inclinó y besó mis
labios brevemente antes de caminar fatigosamente por las escaleras, refunfuñando
para sí mismo. Hice mi camino hasta la habitación y el baño, me desnudé y me metí en
la ducha. Me lavé, de pie bajo la ducha caliente durante un tiempo, permitiendo que el
agua calmara mi tensión antes de salir y dirigirme hacia la habitación. Me vestí,
colocándome una blusa azul y un par de pantalones negros y deslizándome en unas
bailarinas de color azul que hacían juego con la camisa.

Me estaba cepillando el cabello y terminando de arreglarme cuando Edward regresó.


Parecía distraído, vagando por la habitación y murmurando para sí mientras lo miraba
con curiosidad. Después de un momento, me dijo que iba a tomar una ducha y se
dirigió al cuarto de baño. Agarré mi cuaderno y me acerqué a la cama, sentándome y

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estirando mis piernas mientras cogía mi pluma y lo abría en una página en blanco. Yo
escribía en él con frecuencia, practicando mi caligrafía y exponiendo mis pensamientos
al azar. No era nada importante, solo tonterías incoherentes, pero he atrapado a
Edward leyéndolas más de una vez. No me importaba, porque ya no tenía secretos
para él y no tenía la intención de volver a tenerlos. De hecho, me pareció entrañable
que le importara saber lo que estaba en mi mente y sobre lo que escribía.

Me senté allí por un momento contemplando antes de llevar la pluma al papel y


empezar a escribir. Anoté lo que estaba en mi mente, rompiendo el papel cuando
terminé. Lo doblé y escribí el nombre de Edward en el exterior, me debatí brevemente
antes de caminar y abrir la puerta del armario. Moví la ropa hasta que encontré su
costoso abrigo negro, el que él me había dejado usar el día que nos fuimos de compras
navideñas, y deslicé el trozo de papel en el bolsillo, con una sonrisa.

No tenía ni idea de cuándo lo vería, porque no tenía motivos para llevar un abrigo
pronto, pero era una idea que había obtenido de una de las revistas de Alice. Me había
dejado algunas de ellas hacía unas dos semanas, diciendo que pensaba que me
gustaría leerlas. Algunas de ellas eran un poco chocantes y llenas de consejos
sexuales, cosas que me hicieron ruborizar nerviosamente solo de leerlas, solo algunos
de los artículos eran interesantes. Una de ellas estaba llena de consejos sobre cómo
hacer que tu novio se sienta especial y mientras algunos de los consejos iban mucho
más allá de mi zona de confort o mi capacidad, encontré algunos más o menos tiernos.
Había hecho un par de ellos desde que había leído el artículo, como dibujar un
mensaje de "Te quiero" en el espejo después de tomar una ducha por lo que él lo vería
cuando se diera una ducha después de mí. Otro consejo, que era el que acababa de
hacer, era escribir una pequeña nota y dejarla en algún sitio para que él la encontrara
más tarde. Era una tontería, pero yo no era capaz de hacer mucho por Edward en mi
posición, así que estaba dispuesta a hacer lo que pudiera, sin importar lo ridículo que
pareciera.

Me acerqué y tiré el cuaderno sobre el escritorio, mientras que Edward volvía a salir del
cuarto de baño. Retrocedí y lo observé mientras se vestía rápidamente, poniéndose
unos caquis de color canela y un polo negro con rayas azules y blancas. Agarró un par
de Nike y se sentó en el borde de la cama, poniéndoselos. Se tumbó en la cama
después de un momento, un suspiro exasperado escapó de sus labios. Fruncí el ceño y
me acerqué, sentándome cuidadosamente a su lado. Él me miró con el ceño fruncido.

"Te ves muy bien," dijo en voz baja. Sonreí levemente, sintiendo que mis mejillas se
calentaban con rubor.

"Gracias", le dije. "También tú."

Él sonrió y se sentó, mirándome. "¿Sabes quién es mi padrino, Bella?", me preguntó.

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Negué con la cabeza, vacilante, incapaz de recordar si me lo había dicho antes.
Suspiró, su mano encontrando el camino hacia su cabello. Me puse al instante
nerviosa cuando me di cuenta de que él mismo lo estaba. "Mi padrino es Aro, el, eh,
jefe de mi padre, supongo."

Mis ojos se abrieron con sorpresa. "¿Quieres decir el hombre que los visitó de
Chicago?" Le pregunté. Él asintió y el miedo me atravesó por el hecho de que él vendría
aquí. Parecía lo suficientemente agradable pero por lo que había oído hablar de él por
el doctor Cullen, era muy peligroso y estaba desesperado por conseguir que Edward se
uniera a su organización. No me gustaba en absoluto, de hecho francamente me
asustaba.

Edward suspiró. "Al parecer, llamó ayer por la noche después de la graduación y le dijo
a mi padre que iba a parar por la zona, desviándose hasta aquí por mi cumpleaños en
su camino a California con su esposa".

"Oh," dije entre dientes, sin saber qué decir al respecto. Edward me miró con
curiosidad, frunciendo el ceño de nuevo. No estaba segura de por qué parecía tan
angustiado sobre ello ya que me pareció que se llevaba bien con el hombre la última
vez que estuvo de visita. Era su cumpleaños, un día que se suponía sería especial para
él, y no me gustó verlo tan molesto. Después de un momento levanté mi mano, pasando
mis dedos por sus labios. "¿Por qué frunces el ceño?"

"No sé lo que va a suceder hoy," dijo, alzando su mano y agarrando la mía. "Aro es un
poco, eh... joder, Bella. No sé. Es un imbécil, supongo. No sé lo que va a decir o hacer o
cómo demonios va a actuar. Te lo he dicho, la gente espera mierda de mí, y yo
simplemente no sé cómo reaccionará cuando se entere de que él no lo va a conseguir".

Lo miré brevemente, absorbiendo sus palabras. "¿Te preocupa que vaya a intentar
llevarte con él ahora que tienes dieciocho años?" Le pregunté. Él asintió, pasándose la
mano por el cabello y agarrando un puñado de él.

"Sí, pero no es solo eso. No estoy preocupado por mí, Bella. Puedo manejarlo. Es solo,
que controla un poco la vida de mi padre, y eso significa que tiene algo que decir sobre
la mierda que mi padre hace. Es jodido, pero Aro ha sido muy indulgente con papá, le
permitió mudarse aquí y practicar la medicina o lo que sea. Cuando se llega a esto, mi
padre en realidad no puede hacer nada sin el sello de aprobación de Aro, y estoy
putamente preocupado por lo que eso pueda significar para ti," dijo. Mis ojos se
abrieron con sorpresa y lo miré fijamente, tratando de averiguar lo que quería decir con
eso.

"¿Estás diciendo que podría... llevarme?" Le pregunté, vacilante, el miedo corría por mí.
Me sentía enferma ante la perspectiva. Edward negó con la cabeza rápidamente.

"Maldición, nadie te llevará, tesoro, ¿me oyes?" Dijo con fuerza, con un tono

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completamente serio. "Nunca dejaría que esa mierda sucediera. Solo digo que él tiene
el poder de decirle a mi padre lo que debe hacer. Mi padre realmente no puede tomar
decisiones importantes sin que Aro le diga qué mierda es aceptable y yo simplemente
no sé lo que eso significa cuando se trata de ti".

"Oh," dije, todavía sin comprender completamente lo que eso significaba, pero no
quería presionarlo. Él suspiró y se puso de pie, extendiendo su mano hacia mí.

"Vamos, amor. No nos preocupemos de esa mierda ahora. Vamos a buscar algo para
desayunar mientras esperamos a esos hijos de puta," dijo. Asentí y me levanté,
tomando su mano. Me llevó fuera de la habitación, a la planta baja, sentado sobre el
mostrador, como de costumbre, mientras yo comenzaba el desayuno. Hice el favorito
de Edward, tostadas francesas junto con panceta y trozos de fruta. A mitad de la
cocción Emmett y Jasper finalmente regresaron a casa, después de haber estado fuera
toda la noche, y Alice y Rosalie aparecieron unos minutos más tarde. Edward gruñó
con disgusto cuando vio que Alice traía un montón de globos para él, quejándose sobre
que eran innecesarios porque él no era un niño. Personalmente pensé que era un gesto
dulce, sonriendo alegremente cuando los vi.

Esme bajó poco después de que los chicos regresaran a casa, entrando en la cocina y
echándome una mano. Le dije que no era necesario, que era una invitada y no tenía el
deber de hacer el trabajo, pero ella insistió. Hicimos comida extra para que todos
pudiéramos comer, y nos sentamos juntos en la mesa cuando terminamos. La comida
fue un poco más cómoda que la del día anterior, ya que había más gente presente y
me sentí como que podía estar fuera del centro de atención más fácilmente. Edward
parecía un poco nervioso, sin embargo, y continuó intercambiando miradas curiosas
con su padre y Alec.

Después del desayuno, todos se dispersaron. El doctor Cullen y Alec tomaron asiento
en la sala de estar, mientras que todos los chicos se dirigieron arriba. Edward trató de
que fuera arriba pero le dije que se adelantara y me escabullí a la cocina, tratando de
pasar desapercibida. Sin embargo, Esme me vio, y me siguió un momento después. Le
dije una vez más que no era necesario y que yo misma podía limpiar, pero ella no me
escuchó. Las dos estuvimos calladas al principio, pero notaba que tenía algo en su
mente en base a las miradas que me estaba dando. Me pregunté qué era y consideré
solo preguntarle, pero antes de que pudiera por fin habló.

"Mi marido no es un hombre malo," dijo ella, con voz suave. Me quedé inmóvil y la miré.

"Yo... Yo no he dicho que lo fuera," le dije rápidamente. "Quiero decir, no creo que..."

Ella sonrió suavemente, asintiendo y levantando su mano para detenerme. "Lo sé. He
sentido la necesidad de decirte que él no es un hombre malo. Sé que Alec puede
parecer bastante cruel, pero tiene un corazón.” Ella hizo una pausa y se dirigió hacia
mí, cruzando los brazos sobre el pecho y apoyando la espalda en el mostrador. "¿Te

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acuerdas de esa historia que te conté en Navidad sobre cómo conocimos a Alec y Jane?
¿Recuerdas lo que te dije sobre lo que dijo Alec cuando habló por primera vez?”

Pensé, rememorando la historia y tratando de recordar exactamente qué era lo que


había dicho acerca de eso. "¿Algo sobre proteger a su familia?", Le pregunté. "El doctor
Cullen arrojó una piedra y Jane se hizo daño, y él detuvo a su madre para que no
castigara al doctor Cullen diciendo que alguien no debe ser castigado por tratar de
proteger a su familia". Ella asintió con la cabeza.

"Sí. Mi marido aún cree eso, ya sabes. Los tiempos pueden ser diferentes, pero no ha
cambiado realmente. Alec sabía que Carlisle hizo algo que era esencialmente malo,
pero sabía que mi hermano tenía buenas intenciones. Alec reconoció que Carlisle
estaba simplemente tratando de proteger a su familia por cualquier medio necesario,
incluso si eso significaba hacer algo que no debería hacer. Mi marido apoyó a Carlisle,
intervino para ayudarlo, porque él podía respetar eso. Él quizás no haya querido
intervenir, y honestamente nunca lo hace realmente, pero lo hizo, independientemente.
Ese es mi marido," dijo. Hizo una pausa, negando con su cabeza. "Él es un buen
hombre con buenas intenciones, pero él es un hombre que a veces tiene que hacer
cosas malas por ello. ¿Lo entiendes? "

Asentí, vacilante. "Sí", le dije. Podía entender eso, sobre todo después de que el doctor
Cullen y Edward me explicaran cómo era la vida de la mafia. Ella sonrió y me miró
fijamente por un momento, su mirada me hizo sentir un poco incómoda. Aparté la vista
y comencé a cargar el lavavajillas, insegura de por qué ella me decía esas cosas.

“Bien. Mi marido se ocupa de los suyos," dijo, dando un paso hacia mí. Me tensé
instintivamente mientras sus manos se levantaban. Ella palmeó mis mejillas y levantó
mi cabeza para mirarme. "¿E Isabella? Eres de la familia ahora."

Mis ojos se abrieron cuando me quedé helada, sorprendiéndome de que ella dijera
eso. "Yo..." Empecé, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas. No estaba segura
de por qué estaba reaccionando con tanta intensidad, ya que no era la primera vez
que uno de ellos me llamaba familia, pero algo sobre ella diciéndome eso descontroló
mis emociones. Ella siempre parecía tan cálida y amorosa... tan maternal... y eso me
destrozó con un intenso anhelo, culpa, amor y una docena de diferentes emociones.

Antes de que pudiera tratar de juntar las palabras para responder, el sonido de un
coche fuera nos desconcentró. Me puse nerviosa, el familiar miedo me golpeó cuando
vi el coche negro. Esme suspiró, mascullando una maldición en voz baja que me
impactó. La miré con sorpresa y ella sonrió tímidamente. "Es hora de fingir que nos
gusta la gente."

Sonreí suavemente mientras Edward entraba en la cocina, hacia donde estábamos.


Miró por la ventana, gimiendo. "Maldito feliz cumpleaños para mí," murmuró. Volvió la
cabeza para observar entre Esme y yo, luciendo nervioso. Mi ceño se frunció mientras

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el pánico brilló en sus ojos y oí a Esme suspirar.

"Relájate, Edward," dijo en voz baja, llegando y acariciando su mejilla suavemente.


"Mantén tus ojos en el premio, chico".

Él asintió y ella se dio la vuelta, saliendo de la cocina. Me cogió y me atrajo hacia él,
presionando sus labios contra los míos rápidamente. "Ven a sentarte en la sala de estar
conmigo, ¿de acuerdo?"

Asentí y él vaciló, pero me alejé cuando se abrieron las puertas del coche. Miré por la
ventana, reconociendo a Aro inmediatamente por su anterior visita. Llevaba un traje
gris y una mujer iba con él. Ella tenía el cabello oscuro muy largo y llevaba un vestido
sin mangas, ligeramente estrecho, de color marrón y de lujo con un par de zapatos de
tacón alto. Parecía hermosa desde la distancia, pero cuanto más se acercaba a la
casa, menos real parecía. Era extraño, pero parecía casi como si estuviera hecha de
plástico. Su rostro era inexpresivo y revestido por el maquillaje, con el cuerpo rígido y
casi desproporcionado. Cada parte de ella parecía fabricada.

Se acercaron a la puerta y el doctor Cullen les dio la bienvenida sonando entusiasta.


Me di la vuelta y terminé de cargar el lavavajillas, limpiando la cocina con rapidez
cuando el doctor Cullen los condujo a la sala de estar. Esme apareció después de un
momento y comenzó a preparar las bebidas, ignorándome cuando le dije que podría
manejarlo. Mezclé una Coca-Cola de cereza para Edward y Esme me miró con
curiosidad, sonriendo. Dudé antes de llegar al congelador y saqué una botella de licor
claro, vertí un poco en la soda. Ella se echó a reír, pero no hizo ningún comentario. Me
imaginé que como era su cumpleaños y él parecía estresado a causa de sus visitantes,
eso era lo menos que podía hacer por él.

La ayudé a llevar las bebidas a la sala, mi preocupación en aumento cuando me


acerqué a ellos. Le entregué un vaso de Aperol Spritz a Aro, mi mano ligeramente
temblorosa por los nervios. Me cogió el vaso y sonrió cortésmente, mirándome con
curiosidad.

"Es bueno verte de nuevo, querida", dijo. Asentí con la cabeza.

"A usted también, señor", le dije en voz baja. Un carraspeo a su lado y miré, mis ojos
cayendo sobre la mujer que lo acompañaba. Ella me estaba mirando con disgusto y
parecía aún peor de cerca. Le entregué una copa. "Aquí tiene, señora".

Ella la tomó con cautela, llevándolo hasta la nariz e inhalando. La miré con confusión
mientras su nariz se arrugaba. "Esto no está bien hecho", dijo bruscamente,
empujándola hacia mí con tanta fuerza que casi se derramó. Mis ojos se abrieron por
la sorpresa y la sala se calló al instante, centrando la atención directamente en mí. Me
sonrojé de vergüenza y extendí la mano, tomando la copa de ella.

"Yo... lo siento," le dije, instintivamente, sin saber qué más decir. Me fui a dar la vuelta y

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salir, sintiéndome enferma, pero casi choqué con Esme. Ella cogió el vaso de mi mano
y lo llevó hasta su propia nariz, inhalando.

"Debo estar perdiendo mi toque," dijo Esme. "Y yo que pensaba que lo había hecho a la
perfección, pero debo haber cometido un error".

La señora nos miró a Esme y a mí con irritación. "Debo haberme equivocado", dijo,
levantando su mano. Esme le devolvió el vaso y ella lo cogió, lo llevó a sus labios y
tomó un sorbo. "Perfecto, como siempre, Esme".

Esme sonrió, asintiendo. "Ya me lo imaginaba. Todos cometemos errores ", dijo con un
toque de diversión en su voz. Me miró brevemente antes de caminar hacia una silla al
otro lado de la habitación y se sentó en ella. Alec, que estaba de pie a un lado, se abrió
paso hasta Esme y se sentó en el brazo de la silla a su lado. Ella lo miró, sonriendo, y
la comisura de sus labios se levantó mientras la miraba. Su expresión se suavizó
mientras miraba a su esposa, y por primera vez parecía casi feliz.

Me di la vuelta y caminé hacia donde Edward estaba sentado, entregándole la Coca-


Cola de cereza. Él sonrió suavemente tomándola y agarrando mi brazo. Mis ojos se
abrieron por la sorpresa cuando me tiró hacia abajo sobre su regazo, envolviendo su
brazo alrededor de mí de manera protectora. La señora de Aro estaba bebiendo de su
copa, pero se ahogó con ella, tosiendo y escupiendo por un momento mientras nos
miraba. Nos observó fijamente con sorpresa, con los ojos desplazándose hacia
Carlisle. La comisura de sus labios se ladeó en diversión y dejó escapar una ligera risa
amarga, sus ojos volviendo a Edward y a mí. Ella hizo un gesto de negación y murmuró
algo que no pude entender, pero el doctor Cullen debió haberla escuchado porque su
cabeza giró en su dirección, la ira parpadeando en su rostro.

"Sulpicia," dijo Aro con firmeza, su voz era baja. "Siete ben consapevoli che no sí ne
parla."

Ella levantó la mano, todavía mostrándose divertida. Una sonrisa casi malvada se
formó en sus labios, molestándome y haciendo que mi ansiedad aumentara. No
conocía a esta mujer, pero estaba claro que no era muy amable. "Mis labios están
sellados", dijo, negando con la cabeza. Mi ceño se frunció en confusión y miré a
Edward, que parecía tan confuso sobre el intercambio como yo. Miré a doctor Cullen, la
ira intensa irradiaba de él, pero me di cuenta de que estaba tratando de controlarla.
Algo muy malo debió haberle molestado y yo esperaba que no fuera algo que yo
hubiera hecho mal.

Edward me atrajo hacia él, apoyando su cabeza en mí. "Nunca vuelvas a disculparte
por algo que no has hecho. Eres mejor que eso, ¿me oyes?” Dijo en voz baja, solo lo
suficientemente alto como para que yo lo oyera. Asentí y él suspiró, llevando luego la
copa a sus labios. Tomó un trago, pareciendo sorprendido. "Mírate, mejorando mi
bebida y toda esa mierda. Joder, eres demasiado buena para mí, nena".

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Le sonreí y me sonrojé, lo que lo hizo reír. "Entonces, Edward," la voz de Aro sonó.
Edward y yo miramos hacia él a la vez. Él nos miraba con sorpresa y me di cuenta de
que era porque Edward me trataba con tanto cariño. Inmediatamente me di cuenta de
que debía de ser extraño para ellos, verlo actuar de tal manera conmigo. Yo era la
criada, después de todo, y me preguntaba si estarían de acuerdo con esto. Aro no
parecía disgustado o enojado de ninguna manera, por suerte. Solo parecía
sorprendido.

"¿Sí?" Dijo Edward, bajando su bebida.

"Me temo que no vamos a ser capaces de quedarnos mucho tiempo. Mi esposa y yo
tenemos un vuelo a Seattle esta noche para unas cortas vacaciones en California, pero
quería venir y desearle a mi ahijado un feliz cumpleaños," dijo alegremente.

"Te lo agradezco. No esperaba verte así que es una maldita sorpresa," dijo Edward. Aro
asintió.

"Sí, bueno, no todos los días mi ahijado cumple dieciocho años," dijo. Sentí a Edward
tensarse cuando Aro continuó. "Es un gran acontecimiento”.

Edward se aclaró la garganta, se retorcía en su asiento y me movió un poco en su


regazo. Consideré levantarme, preguntándome si estaba incómodo, pero él se aferraba
a mí con tanta fuerza que dudaba que fuera posible. "Realmente no lo siento así," dijo,
encogiéndose de hombros. “Hoy no me siento diferente a ayer".

Aro se rio, el sonido envió un escalofrío por mi espalda. "Oh, pero es diferente. Eres un
adulto ahora, Edward. Eres libre de tomar tus propias decisiones, seguir el camino que
tú elijas. Eso, mi querido muchacho, es realmente importante," dijo. Hizo una pausa
antes de reírse una vez más. "Y estoy seguro que ese fondo fiduciario que has
adquirido a media noche no hace daño."

Mi ceño se frunció en confusión y miré a Edward, viendo una suave sonrisa en los
labios. "Sí, el dinero es bueno," dijo en voz baja. La sonrisa de Aro creció mientras
asentía.

"Hablando de eso, sé que ahora tienes suficiente dinero para comprar cualquier cosa
que quieras, lo que hace los regalos esencialmente innecesarios, pero quería darte una
cosita de todos modos," dijo. Se puso en pie y le tendió la mano a la mujer que lo
acompañaba, quien me di cuenta que debía ser su esposa. Metió la mano en su bolso
y sacó una pequeña caja con un lazo rojo en ella, entregándosela a Aro. Se acercó
hacia nosotros, entregándosela a Edward.

"Eh, gracias," dijo Edward, tomando el regalo. Retiró el lazo y abrió la tapa de la caja,
paralizado mientras miraba en su interior. Metió la mano en la caja después de un
momento y sacó un reloj de plata, mirándolo fijamente. Una mirada de sorpresa cruzó
su rostro mientras lo miraba. "¿Un maldito Rolex?"

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Aro asintió. "Sí. Y te aseguro que es auténtico, ninguna de esas imitaciones baratas de
las calles de Chicago. Pensé que te gustaría."

Edward asintió, pareciendo poco aturdido. Se quitó el reloj que llevaba puesto y me lo
dio, colocándose así el nuevo. Echó un vistazo a la caja negra, con un suspiro. "Mierda,
gracias. Siempre he querido uno de estos".

La sonrisa de Aro se iluminó. "De nada," dijo, sonando bastante satisfecho de sí mismo.
"Así que, dime, Edward. ¿Tienes planes para este verano?"

El agarre de Edward me apretó y yo hice una mueca. "Yo... no lo sé realmente. Tengo


un campamento de fútbol la semana que viene. Probablemente pasaremos el verano
pasando el rato antes de que mis hermanos se vayan”.

“¿Y después del verano?", preguntó. Edward se encogió de hombros.

"Estoy seguro que el último año de la escuela me pateará el culo por un rato," dijo. Aro
levantó las cejas inquisitivamente.

"¿Y después de graduarte?" preguntó. Edward se quedó en silencio por un momento,


con los músculos tensos.

"La universidad, supongo," dijo vacilante. "No sé dónde, no he pensado mucho en eso.
Tal vez en algún lugar cálido y no tan malditamente húmedo como Forks".

La sonrisa de Aro decayó rápidamente mientras asentía, la ira parpadeó brevemente


en su rostro. Me di cuenta de que acababa de entender que Edward no tenía intención
de unirse a la organización y no estaba muy contento con ese hecho. Estaba claro que
habían estado en lo cierto... Aro definitivamente había contado con tomar a Edward
bajo su ala.

"Maravilloso", dijo con forzada alegría, mirando a Edward brevemente antes de mirar
hacia el doctor Cullen. Le miré también, notando que estaba mirando a Edward. Aro
observó al doctor Cullen, como si estuviera esperando que hablara, pero el doctor
Cullen no dijo una palabra. La sala quedó en silencio por un momento, la atmósfera
tensa, antes de que Aro se aclarara la garganta.

"¿Y qué hay de la chica?" dijo, girando sus ojos hacia mí. Me tensé, mis ojos se abrieron
cuando el foco se movió en mi dirección. No estaba segura de lo que quería decir con
eso, pero no me gustaba ser el centro de atención.

"¿Qué pasa con ella?" Preguntó Edward con un borde duro en su voz. Al igual que yo,
estaba claro que no le gustaba el cambio en la conversación.

"Solo estoy curioso en cuanto a lo que pretende hacer tu familia con ella, eso es todo",
dijo Aro. "Quiero decir, supongo que dada tú, eh, situación, no vas a permitir que ella se
quede atrás o sea entregada."

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Los ojos de Edward se estrecharon, su temperamento hirviendo. "Por supuesto que no",
dijo enfáticamente. "Ella no va a ir a ningún puto lugar."

Yo escuché al doctor Cullen suspirar en voz alta y lo miré. Él me miró con curiosidad
por un momento antes de volver a mirar a Aro. "He estado acostumbrándola al mundo
exterior con la esperanza de que algún día pueda unirse a él," dijo con cautela, sus
palabras me aturdieron. Parecía elegir cuidadosamente sus palabras, lo que me
recordó lo que Edward había dicho arriba acerca de que Aro tenía voz y voto en las
decisiones importantes.

Aro se mantuvo en silencio, su mirada intensa y poniéndome nerviosa. Mi corazón latía


rápidamente, mi cuerpo empezando a temblar. "No estoy del todo seguro de que sea
sabio," dijo Aro, finalmente, dejando de mirarme. Parecía bastante disgustado, la
conversación, obviamente, no iba como él había previsto. "Ella debe saber algo, ha
vivido en la casa Swan desde su nacimiento y ahora está aquí. Tú sabes que es
peligroso liberar a un esclavo. Nos podría hacer mucho daño con solo abrir la boca.
¿Podemos estar seguros de que nada de lo que ha visto u oído será compartido con
nadie?"

El doctor Cullen me miró brevemente antes de asentir. "Sí," dijo. "Yo respondo por ella."

Aro se rió secamente. "Estoy seguro de que lo harías, Carlisle, pero me temo que tu
juicio se nubla cuando se trata de esto. Después de lo que pasó con... bueno... ya
sabes... Estoy seguro de que tu opinión puede ser tomada enteramente por su valor
nominal".

"No es lo mismo", dijo el doctor Cullen rápidamente. "Esto no tiene nada que ver con
eso."

"Esto tiene mucho que ver con eso, Carlisle," dijo Aro bruscamente. "Tú conoces los
peligros y riesgos. Solo no puedes dejarla ir y esperar lo mejor, sin que alguien tome la
responsabilidad por ella y no estoy del todo seguro de que seas capaz de eso".

Su irritación me aturdió, enviando terror a través de mi cuerpo. Me enfermaba que mi


destino estuviese en discusión justo en frente de mí, como si yo no estuviese allí, y me
sorprendió que el doctor Cullen tuviese la intención de simplemente liberarme. ¿Por
qué había gastado tanto dinero comprándome si él simplemente iba a dejar que me
fuera? ¿Acaso esa había sido su intención desde el principio, o lo estaba haciendo a
causa de Edward?

"Yo lo haré," dijo Edward. "Si quieres que alguien se haga cargo de ella, yo lo haré." Me
preguntaba exactamente qué significaba que Aro negara con la cabeza en respuesta.

"Tú sabes que no puedes hacer eso, muchacho. No eres un Borgata, no puedes
responder por ella," dijo, mirándome. "Es que no estoy del todo seguro de cuál es el
curso de acción correcto. Sin ánimo de ofender".

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Edward gimió y el doctor Cullen habló una vez más, pero Aro le cortó. El doctor Cullen
trataba de convencerlo de que estaría bien, pero Aro insistió en que él no estaba
seguro de ello. Parecían estar en un punto muerto cuando otra voz intervino, tranquila,
pero contundente.

"Yo lo haré."

Aro y el doctor Cullen dejaron de hablar de inmediato, centrándose en el sillón donde


Alec se había sentado junto a su esposa captando así la atención de todos. Había
cruzado los brazos sobre el pecho y me miraba fijamente, su mirada era intensa.

"¿Qué?" preguntó Aro con sorpresa. Alec me miró un momento más antes de mirar en
dirección a Aro.

"Necesitas a alguien que asuma la responsabilidad por ella, así que lo haré. Yo
respondo por ella," dijo. Aro parpadeó un par de veces, pareciendo aturdido, antes de
asentir.

"Está bien", dijo vacilante, volviendo la cabeza para mirarme. "Es todavía joven, pero
cuando llegue el momento supongo que no debería ser un problema en este caso."

"Está decidido entonces," dijo Alec simplemente. Volvió la cabeza para mirarme, con
mirada intensa, una vez más. Esme se movió en su silla a su lado y yo la miré,
encontrando sus ojos. Sus labios se volvieron hacia arriba en una sonrisa, en su cara
grabado el orgullo.

El resto de la tarde fue un poco tensa, y Aro seguía dándonos a Edward y a mí miradas
extrañas. Definitivamente no estaba contento con la situación y me di cuenta de que
era porque él me veía como una complicación. Antes de mi llegada, Edward había
estado en camino de ser enviado directamente a Chicago, pero ahora Edward parecía
dispuesto a ir a cualquier parte menos allí. ¿Yo realmente había hecho eso?

Edward no parecía muy cómodo con su compañía, mientras seguía inquieto y pasando
sus dedos por su cabello cada vez que podía. Emmett y Jasper bajaron junto con
Rosalie y Alice finalmente, y el doctor Cullen les envió por pizzas para el almuerzo.
Comimos y cortamos el pastel cuando terminamos, todo el mundo tomó una porción,
excepto el doctor Cullen. No estaba segura de cuál era su problema con la tarta de
crema italiana, pero cada mención de ella parecía irritarlo.

Aro y su esposa partieron casi a las cuatro de la tarde, ya que necesitaban volver a
Seattle para coger un avión a California. Yo estaba la cocina para empezar a hacer la
comida favorita de Edward para la cena cuando Aro apartó a Edward hacia un lado en
el vestíbulo para hablar con él. No podía oír lo que decían, pero Edward estaba
escuchándolo con atención, mirándolo bastante tenso. Después de que se fueron
Edward entró en la cocina, caminando detrás de mí y envolviendo sus brazos a mi
alrededor. Se inclinó y me dio un cálido beso en el cuello, suspirando.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1201


"Estoy contento de que haya terminado", murmuró. Asentí y él me soltó, haciéndose una
bebida de jugo de naranja con un poco de licor mientras yo cocinaba. Se sentó en el
mostrador como era su costumbre, mirándome y bebiendo.

"¿Qué te ha dicho cuando se iba?" Le pregunté, mirándolo. Se encogió de hombros y


levantó su copa de nuevo, tragando el resto de ella.

"La misma mierda de siempre,” dijo. “Me dijo que debo considerar salir e ir a visitarlo
este verano," dijo.

"¿En serio?", le pregunté. "¿Tú vas…? eh... ¿tú vas a ir?" Él se encogió de hombros otra
vez, saltando desde el mostrador y preparándose otra bebida.

"Honestamente, me importa un bledo Chicago en estos momentos."

Asentí, un poco aliviada por esa respuesta. Ya estaba preocupada por pasar una
semana lejos de él cuando se fuera a su campamento de fútbol en Seattle, así que no
podía imaginarme que él volara a través del país y me dejara atrás.

Terminé la cena y nos sentamos todos a comer, el ambiente en la casa era mucho más
relajado por la partida de Aro y su esposa. Todavía no estaba completamente cómoda,
ya que podía sentir los ojos de Alec en mí durante toda la comida, pero aguanté.

Después de la cena Edward abrió los regalos de la familia. Me sentía muy mal, al no
haber tenido forma de darle cualquier cosa, y miré con nostalgia como otros le daban
regalos. Después, pusieron una de las películas que le habían regalado y conversaron
informalmente durante la misma, pero no podía centrarme en la televisión o en la
conversación. Mi mente estaba atrapada en los acontecimientos del día y las cosas
que se habían dicho, tratando frenéticamente de absorber todo y darle sentido. ¿Ellos
realmente planeaban liberarme? ¿Qué significaba eso para mí? ¿Qué iba a hacer,
dónde iba a ir? ¿Era realmente así de simple? ¿Alguien responde por mí, sea lo que
sea que eso signifique, y entonces me puedo ir? Todos esos pensamientos que había
tenido sentada en el auditorio de la escuela de Forks vinieron flotando hacia mí, todos
los sueños y esperanzas y posibilidades para mi futuro. Había sido capaz de
imaginarlo, pero ahora casi podía sentirlo. ¿Una vida real, para mí?

Hacia la mitad de la película me incliné y le dije a Edward que me iba al piso de


arriba, queriendo un momento a solas, ya que me sentía un poco abrumada. Él se
ofreció a venir conmigo, pero le dije que se quedara y terminara su película, porque era
su cumpleaños y merecía pasarlo haciendo algo que le gustaba. Me dirigí al dormitorio
y me quité la ropa, poniéndome un par de pantalones cortos y una de las camisetas de
Edward. Me metí en la cama, tirando de la manta sobre mí y acurrucándome en la
almohada de Edward. No estaba segura de por qué me sentía tan nerviosa y
emocional, pero algo en el silencio y el olor del perfume de Edward en la cama era
reconfortante. Me acurruqué mientras las lágrimas corrían por el rabillo de mis ojos.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1202


Me quedé dormida después de un rato, agotada por no haber dormido mucho la noche
anterior, y desperté en algún momento más tarde por el movimiento de la cama. Abrí
los ojos y parpadeé un par de veces, tratando de ajustar mis ojos a la oscuridad en la
habitación. La manta fue retirada después de un segundo y Edward se deslizó a mi
lado, acurrucándose cerca de mí.

"Ey, tesoro," susurró suavemente, su voz suave y tranquilizadora.

"Ey," dije con voz ronca, mi voz llena de sueño. Me aclaré la garganta, tratando de
quitarme la ronquera. "¿Qué hora es?"

"Minutos después de la medianoche. Alice y Rose se acaban de ir," dijo. Asentí,


suspirando, y acurrucándome cerca de él. Era cálido y olía a una mezcla de colonia,
alcohol y humo, por lo que era evidente para mí que había estado bebiendo. Aunque
no me molestó, porque parecía que Edward estaba bebiendo solo con moderación.
“Solo nos relajamos, nos jodimos y vimos Scarface”.

"Eso está bien", murmuré, consolada por su presencia. No tenía idea de qué era
exactamente Scarface, pero sonaba como una película de terror. Él se rio entre dientes,
envolviendo sus brazos a mi alrededor y me atrajo a su pecho.

"¿Te sientes bien, Bella?" Me preguntó en voz baja, su mano acariciando mi espalda
suavemente. Tarareé en respuesta, asintiendo con la cabeza contra él.

"Lamento no poder haberte dado algo por tu cumpleaños," murmuré. Él gimió.

"Me has dado a ti misma, Isabella. Eso es todo lo que necesito. He obtenido la mitad de
mi fondo fiduciario esta mañana. No necesito ninguna maldita cosa de ti, puedo
conseguirla yo mismo," dijo.

"¿De cuánto es tu fondo fiduciario?" le pregunté con curiosidad, todavía aturdida. Él se


rio entre dientes.

"¿En total? Un par de millones. He obtenido la mitad esta mañana y tendré la otra
mitad en tres años, cuando cumpla los veintiuno," dijo.

"Wow", le dije, sorprendida. Sabía que tenía un fondo fiduciario, él lo había


mencionado, mientras planeaba que nosotros huyéramos hace meses, pero no tenía ni
idea de que era tanto.

"Sí, es lo que mi abuelo nos dejó cuando murió," dijo, bostezando. "Es solo dinero,
realmente no importa, pero es suficiente para mí y para ti, para vivir y ser capaz de
hacer lo que queremos hacer."

"¿En serio?" Le pregunté con sorpresa. "Quiero decir, ¿ellos en realidad hablaban en
serio sobre eso de liberarme?"

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1203


Edward tarareó en respuesta, acercándome más a él. Enterró su cara en mi cabello, su
pecho expandiéndose mientras tomaba una respiración profunda. "Sí, Bella. Lo decían
en serio".

Parpadeé un par de veces mientras mis ojos se llenaron de lágrimas, la confirmación


hizo que mis emociones surgieran de nuevo. "¿Es realmente tan fácil?"

Suspiró. "Yo no diría que es fácil. Conseguir que alguien de fe por ti puede haber sido
fácil, pero la parte más difícil está por delante de nosotros".

Asentí contra su pecho. "¿Pero voy a ser… libre?", Le pregunté, vacilante. Él tarareó otra
vez, apretándome con fuerza.

"Sí, tesoro, serás libre. Libre para hacer lo que quieras en la vida. Libre para ir a la
escuela, y casarte conmigo, y hacer un mierdero de bebés, si eso es lo que quieres.
Libre para dejar mi culo, también, si prefieres hacer eso," añadió con una sonrisa. Mis
ojos se abrieron con sorpresa y me senté, sacudiendo la cabeza con rapidez.

"Nunca te abandonaré," le dije con fuerza, sorprendida incluso de que pudiera pensar
eso. Él suspiró y se irguió sobre los codos, mirándome en la oscuridad.

"Es bueno escuchar eso, amore," dijo con seriedad, inclinándose y besando mis labios
suavemente.

Me llevó de vuelta a sus brazos, acurrucándose debajo de la manta. "Solo estoy


diciendo que es tu elección."

Ambos nos quedamos en silencio por un rato y comencé a irme a quedarme dormida.
"¿Edward?" Murmuré curiosamente después de un momento. Él murmuró en respuesta,
sonando medio dormido. "¿Qué quiere decir cuando alguien responde por ti?"

Suspiró y se quedó quieto por un rato, casi durmiéndome mientras me imaginaba que
él no estaba lo suficientemente coherente como para responder. Pero por fin habló, su
voz era apenas lo suficientemente alta como para que lo oyera.

"Significa que garantizan tu lealtad. Si metes la pata pagan por ello. Los esclavos no
son los únicos que pagan por los errores de otros, Bella. Alec acaba de jurar que si
cometes un error, pagaría por ello con su vida".

*************
Siete ben consapevoli che non se ne parla = Eres muy consciente de que no hablamos
de eso

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“La naturaleza de los hombres es similar, son sus hábitos los que los separan.” –
Confucio

Edward cullen
Gemí y me levanté sobre mis codos para ver a Isabella. Estaba un poco borracho, no
había razón para negar esa mierda, no deseaba más que cerrar mis putos ojos y
dormir. Pero ella estaba sentada allí mirándome con esa expresión sorprendida en su
rostro, y sabía que no había manera de evitar hablar de esto. Me pregunté brevemente
si tal vez debía haberle mentido o ignorarla cuando me preguntó lo que significaba el
que alguien responda por ti, pero estaba cansado de tener secretos con ella, en
especial si no tenía que hacerlo. Ya de por sí le ocultaba mucho, no podía decirle la
mierda que mi madre había hecho, y no quería ocultarle nada más. Tenía derecho a
saber lo que él acababa de hacer por ella y en mi estado de ebriedad pensé que tal
vez la haría sentirse segura o protegida.

Debería haber sabido que esa mierda no funcionaría. Debería haber sabido que solo
la haría entrar en pánico.

“Él no puede hacer eso, Edward,” repitió por lo que pareció la maldita quincuagésima
vez en cinco minutos.

“Él puede y lo ha hecho, Bella,” le dije. Ella negó rápidamente con la cabeza.

“¡Pero él tiene que retractarse! No puede hacer eso… no puede pagar por mis errores,”
dijo ella, su voz llena de emoción. Podía decir que estaba tratando con todas sus
fuerzas contener sus lágrimas y me sentí culpable sabiendo que si hubiera mantenido
la maldita boca cerrada ella no estaría al borde del llanto. Sabía cómo se sentía sobre
que otras personas pagaran por sus errores, me lo había dejado muy claro
anteriormente, que era una de las cosas que más temía que pasara.

Suspiré y pasé la mano por mi cabello, sin saber cómo explicarle esto de manera que
se calmara. “¿Qué errores, Bella?” Pregunté finalmente. Su ceño se frunció y ella se
quedó mirándome confusa. “¿Qué errores tienes planeado cometer por los cuales él

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1205


tendrá que pagar? Porque lo que ellos llaman un error y lo que tú llamas un error son
dos cosas diferentes. Él no se va a meter en problemas si tú accidentalmente rompes un
vaso o quemas la maldita cena. A ellos no les importa esa mierda. Así que no sé por
qué estás actuando así.”

“¿A qué llaman ellos un error?” Preguntó. Suspiré de nuevo y me encogí de hombros.

“No son tantos los errores como las opciones de vida, supongo. Que alguien los delate
es su mayor preocupación, así que a menos que planees ir a la policía y decirles que
eres una esclava de la mafia no veo cuál es el puto problema,” le dije.

“Nunca haría eso,” dijo rápidamente. “Nunca se lo diría a nadie.”

Yo asentí. “Yo lo sé y tú lo sabes. Demonios, todos sabemos esa mierda. Pero alguien
tiene que responder por ti de todos modos, algo como un depósito de garantía o
colateral o lo que sea. Alguien tiene que asumir la jodida responsabilidad, en caso de
que todos estuviéramos equivocados,” le dije. No dudaba en absoluto de su lealtad,
simplemente así eran las cosas. Ella se quedó en silencio por un momento, al parecer
asimilando lo que había dicho. Entendí que probablemente era sorprendente para ella
que mi tío la defendiera, y probablemente lo sentía como otra carga más que tenía que
llevar, pero en realidad era todo lo contrario. En todo caso, era como quitarle un
maldito peso de sus hombros.

“Yo no…” Empezó a decir, suspirando. Se detuvo y dio una respiración profunda,
haciendo un gesto de negación. “No entiendo por qué. No entiendo por qué haría algo
así por mí.”

Una lágrima se deslizó por su mejilla cuando ya no pudo contenerlas. Extendí mi mano
para limpiarla con la punta de mis dedos, mi corazón dolía al verla. Joder, odiaba
cuando ella lloraba. “Alguien tenía que hacerlo, Bella. O lo hacía él o lo hacía yo,” le
dije en voz baja. Su ceño se frunció.

“Pero él dijo que tú no podías porque no eres uno de ellos,” dijo titubeante. Yo asentí,
limpiando otra lágrima que se había deslizado.

“Exacto. Mira, mi padrino es un hombre listo. Es manipulador y maquinador, tiene que


ser así para mantener la posición que ocupa. Él sabía exactamente lo que estaba
haciendo. Ha venido hoy por una razón, y yo lo rechacé. Ya te había dicho antes que
estaba preocupado por lo que haría y cómo te afectaría y esa mierda la decía en serio.
Aro no estaba consiguiendo lo que quería así que trató de usar todo lo que pudo
encontrar para lograrlo. Está jodidamente mal, pero él sabía que usándote era la única
forma de convencerme,” le dije, negando con la cabeza. Mi padre y Alec me habían
advertido de esa posibilidad cuando fui a hablar con ellos acerca de la visita de Aro.
Me dijeron que no sacara malditas conclusiones precipitadas o que perdiera el control
y abriera mi maldita boca y aceptara comprometerme a algo, sin importar lo que Aro

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1206


dijera o usara como carnaza. Me aseguraron que se encargarían y sabía que no tenía
otra opción más que confiar en ellos.

No había sido fácil mantener la puta boca cerrada cuando se sentaron frente a mí
discutiendo acerca de qué demonios iba a pasar con mi chica, pero de todos modos lo
hice. Sabía que abriéndola solo nos hundiría más porque eso era exactamente lo que
Aro quería.

“Él trató de usarme para que te unieras,” dijo en un murmullo, después de que parecía
haber asimilado lo que le acababa de decir.

“Sí. Mira, él sabe lo que siento por ti, lo sabe desde la última vez que nos visitó.
Consideré hacer todo lo que pudiera y mantener la distancia contigo mientras él
estuviera aquí para que no hiciera esa mierda, pero Alec me dijo que no tenía sentido.
Aro me sermoneó la última vez sobre aprender a equilibrar mi amor por ti con mi
compromiso con mi familia. Se acaba de dar cuenta que ignoré cada maldita palabra
que dijo y que he dejado que mi corazón ganara, sin importarme una mierda la
familia, así que él usó eso para tratar de manipularme y hacerme cambiar de opinión.”
Hice una pausa, suspirando.

“Aro sabe malditamente bien lo que mi padre planea hacer contigo, sabe esa mierda
desde el primer día, y él no habría dejado que mi padre respondiera por ti porque sería
jodidamente fácil. Pensó que podía intimidarme para que me uniera, sabiendo que lo
haría para asegurar tu libertad si tenía que hacerlo, pero no tomó en cuenta el hecho
de que Alec te defendería,” le dije. Yo mismo estaba sorprendido de que él hubiera
hecho esa mierda, ya que Alec no es de los que ayudan a los demás, así que ni
siquiera podía imaginarme cuan sorprendido estaría Aro con toda esa mierda.

Ella se quedó callada por un momento, las lágrimas continuaban corriendo por sus
mejillas. Las limpié y solo la miré, sin decir nada y dándole tiempo para asimilar todo.
“Simplemente no quiero que nadie salga lastimado por mi culpa,” dijo suavemente.

“Lo sé,” le dije. “No tienes por qué preocuparte por Alec. Él sabe lo que hace. Si no
estuviera seguro de que esto es lo que tiene que hacer, no lo hubiera hecho. Puede que
no confíes en ellos, Bella, pero tienes que confiar en mí cuando te digo que es la única
forma, cariño. Es la única forma en que podemos estar juntos, la única forma en que
puedes ser libre. Todo va estar bien.”

Ella se quedó mirándome y esperaba como el infierno que captara lo que le estaba
diciendo y que tuviera sentido. No tenía idea de cómo funcionaba esa putada de la
esclavitud, y hasta hoy no tenía idea lo que hacían para liberar a alguien.
Simplemente había asumido que ella podía irse y ya, pero era más ingenuo sobre todo
eso de lo que pensaba. Cuando fui a hablar con mi padre y Alec, me explicaron por
qué podía haber riesgos, no era común dejar ir a un esclavo. Ellos veían mierda que no
debían ver, y escuchaban mierda que no debían escuchar, y la única forma en la que

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podías irte como si nada después de vivir en un hogar de la mafia era si un mafioso
estaba dispuesto a hablar por ti y asegurar tu lealtad. Responder por alguien,
prácticamente era tomar el maldito juramento Omertá de nuevo pero jurando por la
lealtad de alguien más y nadie que entendiera la profundidad de esa promesa la
tomaba a la ligera. Violarlo significaba la muerte y no había manera realmente de
garantizar que los esclavos no te apuñalarían por la espalda una vez que fueran libres.
Joder, se requería de mucha confianza y esos hijos de puta no confiaban en nadie, así
que un esclavo realmente tenía que ser malditamente importante para que alguien de
la Borgata hablara por él. No sabía cuales era los verdaderos motivos de Alec y por
quién exactamente lo estaba haciendo, pero de todos modos, estaba agradecido.

Deseaba que Isabella pudiera entender exactamente lo importante que era esa
mierda, cuánto había sacrificado mi familia y seguía sacrificando por ella de manera
que supiera exactamente cuan especial era ella... que ella lo valía, pero tenía miedo
que decirle esa mierda resultara contraproducente y la hiciera sentir culpable. Ella
estaba ganando seguridad en sí misma y autoestima como una posesa y explicarle lo
que las personas estaban poniendo en juego por ella podría matar cada pizca de
progreso que hubiera hecho. No quería que se sintiera presionada o pensara que se
esperaba perfección, porque no era así, pero la conocía suficientemente bien para
saber cómo lo vería ella. Se sentiría como si tuviera que romperse el trasero para estar
a la altura y nunca entendería que la única mierda que queremos de ella es que sea
jodidamente feliz y que viva de verdad.

“Confío en ti,” dijo finalmente, su voz baja y llena de emoción. Suspiré, parcialmente
aliviado de que no me presionara para que le diera más que una explicación. Extendí
mis brazos y la rodeé con ellos, haciendo que se recostara en la cama. Agarré la
manta y nos cubrí a ambos, tratando de relajarnos. Mis ojos ardían por el cansancio y
mi maldita cabeza comenzó a palpitar por pensar demasiado. Solo quería dormir y
olvidarme de todas esas tonterías por un rato.

“Bien. Me alegra que confíes en mí,” le dije, bostezando en medio de mi declaración


así que lo dije todo enredado. Isabella se rio suavemente y me reí entre dientes,
apretándola con fuerza. “Durmamos un poco, tesoro. Estoy malditamente agotado.”

“Está bien,” dijo con suavidad, acurrucándose en mis brazos. Cerré mis ojos,
disfrutando de su calor, el sueño me sorprendió rápidamente. “Te amo, Edward,”
susurró después de un momento, su voz apenas audible. Murmuré en respuesta.

“Amo,” murmuré antes de caer en la inconsciencia.

Abrí los ojos mucho más tarde en una habitación más iluminada y parpadeé un par de
veces, mirando alrededor. Me senté y miré el reloj de alarma sobre la mesa,
sorprendido cuando vi que ya era casi mediodía. Estaba adormilado y me sentía algo
desorientado, mi cabeza latía vehementemente. Me quedé allí por un momento,
tratando de aclarar mi mente y de despertarme, sintiéndome extraño por alguna

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razón. Me di cuenta después de un momento que era el segundo día consecutivo que
me dormía con mi chica en mis brazos para despertar solo. Se estaba convirtiendo en
un hábito y no me gustaba ni un poco.

Me obligué a salir de la cama y me dirigí al baño para tomar una ducha rápida. Salí
después de quitarme el sudor y la suciedad de encima, lavando mis dientes y
mirándome al espejo. Me veía agotado y necesitando desesperadamente un puto corte
de cabello, pero además de eso me seguía viendo como el Edward Cullen de siempre.
Los mismos ojos verdes, el mismo cabello rojizo, la misma sonrisa. El mismo yo que he
visto todos los días durante años, pero no me sentía como la misma persona. No era
porque fuera mayor o porque me sintiera más sabio o cualquiera de esas tonterías. Me
sentía diferente por ella. Me sentía completo, como si la pieza perdida finalmente
estuviera allí y estuviera completo de nuevo.

No sabía dónde demonios estaría ella en ese momento, pero sabía que no estaba lejos
y ese simple hecho me tranquilizaba. Me sentía como un maldito hijo de puta mariquita
admitiéndolo, pero ella me había domado. Antes de que llegara a mi vida, siempre
había dicho que cualquier día escogería la lujuria sobre el amor, pero me retracto de
esa mierda. Después de encontrar el amor con Bella, lo elegiría en un puto segundo en
lugar de cualquiera de esas aventuras sin ataduras.

Suspiré y salí a la habitación, cogiendo unos vaqueros y una camiseta, y


poniéndomelos. Me puse mi Rolex, que admito que había sido un regalo de puta
madre, y salí de la habitación caminando por el pasillo hacia las escaleras. Estaba a
punto de bajar al segundo piso cuando algo captó mi atención y noté que la puerta de
la biblioteca estaba entreabierta. Titubeé antes de dirigirme hacia ella, abriéndola sin
hacer ruido y mirando en el interior. Sonreí cuando la vi de pie al otro lado de la
habitación, echando un vistazo a una hilera de libros, sus dedos rozando los lomos
mientras leía los títulos.

Crucé los brazos sobre mi pecho y me apoyé sobre el marco de la puerta, solo
observándola durante un momento. Se veía extasiada en esta habitación, siempre
parecía relajada y contenta rodeada de libros. Tenía curiosidad por saber si era algo
natural en ella o si era el resultado de su educación. Me preguntaba si los libros le
fascinaban porque nunca antes había tenido acceso a ellos, o si simplemente había
nacido como un puto ratón de biblioteca.

Sacó un libro de piel marrón del estante, frunciendo el ceño mientras estudiaba la
cubierta frontal con atención. Me reí entre dientes por su expresión y sus ojos volaron
en mi dirección, con una expresión de sorpresa en su rostro. Ella sonrió cuando me vio
y se ruborizó. “No te he oído entrar,” me dijo. Me encogí de hombros, todavía
observándola.

“No eres la única que sabe ser silenciosa,” le dije. Ella sonrió.

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“Mmmmm… bien, tal vez tengamos que conseguirte una campana, Edward,” me dijo
en broma, dándose la vuelta y colocando el libro de nuevo en el estante. Me reí e hice
un gesto de negación, recordando cuando le había dicho esa mierda su primer día con
nosotros cuando se acercó a mí sigilosamente en la cocina.

“Sí, bueno, al menos no ha estado a punto de darte un puto infarto,” le dije. “Solías
asustarme como el demonio. Estaba seguro que mi corazón se detendría un par de
veces.”

Ella se volvió para mirarme, levantando sus cejas. “No estés tan seguro de eso,” me
dijo. “Haces que mi corazón se acelere cada vez que te acercas a mí. A menudo me
pregunto si se parará por exceso de esfuerzo.”

Me eché a reír y negué con la cabeza, quitándome del marco de la puerta. Me acerqué
a donde ella estaba, contento de que pareciera estar de buen humor esta mañana.
Había estado preocupado por cómo actuaría después de nuestra conversación de
anoche, pero me alegró ver que parecía haberlo aceptado. La abracé e incliné mi
cabeza, presionando mi boca en la de ella. Abrió sus labios y la besé
apasionadamente, nuestras lenguas entrelazándose en armonía. Me aparté después
de un momento, mordiendo su labio inferior con suavidad. Ella respiraba con un poco
de dificultad mientras me miraba con ojos amplios. “¿Cómo está tu corazón?” Le
pregunté en voz baja, extendiendo mi mano y presionando mi palma en su pecho. Ella
sonrió y parpadeó un par de veces, consiguiendo controlarse de nuevo.

“Parece como si fuera a explotar,” me dijo. Me reí entre dientes y planté otro suave beso
en sus labios.

“No lo hará,” le dije. “Es fuerte, no se va a parar. No se va a romper.”

Su sonrisa divertida decayó, una expresión de seriedad se apoderó de su rostro. “¿Lo


prometes?” Me preguntó en un murmullo, levantando sus cejas inquisitivamente
mientras llevaba su labio inferior a su boca para mordisquearlo. Me quedé mirándola
por un momento, confundido por su repentino cambio de humor, cuando me di cuenta
de la mierda que había dicho.

Le había dicho que su corazón no se rompería.

“Lo prometo,” le dije, extendiendo mi mano y pasando mi dedo índice por sus labios.
Ella soltó su labio inferior y sonrió. “Haré lo que tenga que hacer para asegurarme de
que siga latiendo, tesoro.”

Ella asintió. “Bien.” Suspiré y miré alrededor.

“Entonces, ¿qué estás haciendo en la biblioteca?” Le pregunté. Ella se encogió de


hombros.

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“Estaba buscando algo que leer. Siento como que debería aprender algo,” dijo. Me reí
entre dientes, un poco sorprendido por su respuesta.

“¿Son mis vacaciones de verano en la escuela y tú decides que es momento de


aprender algo?” Le pregunté. “Eso es como un tipo de retroceso, cariño.” Ella sonrió
tímidamente.

“Lo sé, es solo que… no lo sé,” me dijo, sonrojándose. “He pensado que debería
aprender algo. Si voy a ser libre probablemente no debería ser estúpida.” Suspiré e
hice un gesto de negación, al notar que estaba avergonzada. No me agradaba que se
menospreciara y se subestimara a sí misma de esa forma.

“No eres estúpida, Bella. No quiero escuchar que digas esa mierda. Me deslumbras con
lo naturalmente inteligente que eres. No cualquiera puede ver un episodio de Jeopardy
y repetir cada jodida cosa que ha escuchado en él,” le dije. Ella me miró con
incredulidad y me eché a reír. “Lo digo en serio. Sin embargo, no tiene nada de malo
aprender. Si quieres aprender, estoy de acuerdo. En realidad, ¿sabes qué? Tengo una
idea.”

Agarré su mano y la saqué de la biblioteca, hacia las escaleras. No se resistió y me


siguió al segundo piso. Caminé hacia la oficina de mi padre y alcancé el pomo,
titubeando. Me detuve antes de levantar mi mano y tocar la puerta. Se abrió después
de un momento y Alec me miró sorprendido, sus ojos se movieron hacia Isabella.

Se hizo a un lado después de un segundo e hizo un gesto con la cabeza, diciéndonos


en silencio que entráramos. Pude sentir que Isabella se tensaba cuando entramos en la
habitación y Alec cerró la puerta detrás de nosotros. Ella se sentó en la silla y me miró
nerviosa, obviamente confundida sin saber qué demonios estábamos haciendo. Me
senté sobre un brazo de la silla mientras Alec caminaba hacia el otro lado de la
habitación, mirando por la pequeña ventana.

“¿Necesitas algo, hijo?” Mi padre preguntó con curiosidad desde el otro lado de su
escritorio. Tenía su ordenador portátil abierto frente a él y sus dedos fijos sobre el
teclado mientras me miraba.

Me encogí de hombros. “Solo me preguntaba lo difícil que podría ser conseguirle un


GED,” le dije, haciendo un gesto con la cabeza hacia Isabella. Sus ojos se abrieron por
la sorpresa ante mi petición. (N.T. GED – Certificado de equivalencia de Educación
Secundaria)

“¿Ahora?” Preguntó con curiosidad. Suspiré, de nuevo encogiéndome de hombros.

“Sí. Bueno, quiero decir, no justo en este maldito momento, pero pronto,” le dije. Él
asintió y levantó la mano para pellizcar el puente de su nariz. Dirigió su mirada a
Isabella después de un momento y yo le eché un vistazo a ella, viendo una expresión
de confusión en su rostro. Estaba a punto de explicarle lo que era un puto GED porque

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era claro que ella no tenía ni idea de en lo que la estaba metiendo, pero antes de que
pudiera hacerlo mi padre habló de nuevo.

“Supongo que depende de para qué lo quieres exactamente,” dijo. “Me refiero a que,
podríamos fácilmente conseguirle uno pero puede que no pase un proceso de
investigación riguroso.” Yo negué con la cabeza.

“Sé que puedes hacer que te hagan uno, pero eso no sirve de nada. Estoy hablando de
que ella consiga uno,” le dije. ¿Cuál es el maldito punto en conseguirle un GED si ella
no aprende ni una mierda al hacerlo?

“Oh,” él dijo, volviéndose para mirar a Alec. “Supongo que no sería muy difícil. Ella
tiene una licencia de conducir que Charles me dio con su nombre y una foto y eso es
todo lo que piden como prueba de identidad. Son bastante indulgentes con los GED,
sin que certificados de nacimiento ni números de la seguridad social sean en realidad
necesarios. Puede que le pidan su número de la seguridad social pero puede negarse
a revelarlo, y aun así tendrían que permitirle hacer el examen. Todo lo que tienes que
hacer es asegurarte que esté lista y llevarla a hacer el examen.”

“¿En serio?” Pregunté, bastante sorprendido de que fuera tan malditamente fácil.
Había pensado que tendríamos que salvar muchos obstáculos o algo así. Él asintió y
yo sonreí satisfecho. “Bueno demonios, ojalá hubiera sabido eso antes.”

“Ni siquiera lo pienses,” dijo enfáticamente, interrumpiéndome. “Has llegado hasta


aquí, puedes terminar la escuela. Ella no puede ir al instituto, es demasiado tarde para
eso, pero no hay razón por la que ella no pueda hacer un examen para conseguir un
GED si quiere uno.”

Todos nos giramos para ver a Isabella y ella nos miró a todos con confusión. “¿GED?”
Preguntó vacilante. Suspiré asintiendo.

“Significa Certificado de Equivalencia de Educación Secundaria… o tal vez es


Certificado de Equivalencia General… no lo sé,” le dije. Alec se echó a reír, ganando
toda nuestra atención.

“Desarrollo Educacional General,” dijo. “Eso es lo que significa GED. Al pasar el


examen GED consigues un certificado de educación secundaria.”

Yo asentí, sin que en realidad me importara una mierda lo que significaban las
malditas letras porque todo quería decir la misma cosa, y volví a mirar a Isabella. Ella
miraba al frente con incredulidad. “¿Un certificado?” Preguntó después de un
momento, mirándonos de nuevo.

“Sí, un certificado. En realidad es solo un pedazo de papel y probablemente no sea de


tanto peso como los que Jasper y Emmett acaban de recibir, pero en mi opinión
significan lo mismo,” le dije, encogiéndome de hombros. “Significa que sabes lo

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suficiente para técnicamente terminar el instituto y puedes entrar a algunas
universidades con él.”

Sus ojos se abrieron por la sorpresa. “¿De verdad?” Preguntó. Yo asentí. “¿Y puedo…
conseguir uno de esos? ¿Un GED?”

Yo asentí de nuevo. “Sí,” le dije.

“Es decir, si quieres uno,” mi padre intervino. “La decisión es tuya, Isabella.”

Sus ojos se ampliaron aún más por las palabras de mi padre y se le pusieron vidriosos
casi al instante. Ella parpadeó un par de veces, tratando de contener las lágrimas. En
ese momento me di cuenta de lo importante que era esto para ella. Mi padre, el hombre
a quién veía como su amo, el hijo de puta que controlaba su vida, le acababa de decir
que podía tomar una decisión sobre si quería o no recibir educación. Ella volvió su
cabeza para mirarlo y abrió su boca, pero no salió ningún sonido. Aclaró su garganta
después de un momento y simplemente asintió, levantando su mano para cubrir su
boca. Parecía completamente atónita, joder, casi aturdida. Mi padre se quedó
mirándola brevemente antes de que él mismo asintiera.

“Bueno, supongo que está arreglado entonces. Seguro que puedes encontrar algún
lugar de prácticas on-line para prepararla, y cuándo esté lista puedes llevarla a hacer
el examen. Nada más que eso y tendrás que esperar los documentos apropiados. Va a
llevar un tiempo conseguir un certificado de nacimiento o seguro social para ella,” dijo,
volviendo su atención de vuelta a su ordenador.

Empezó a teclear y estaba claro que la conversación había terminado. Murmuré un


gracias y le tendí mi mano a Isabella. Ella titubeó pero la tomó, poniéndose de pie. Ella
miró a mi padre con curiosidad antes de echarle un vistazo a Alec. Parecía como si
fuera a decir algo, pero después de un momento simplemente suspiró, volviendo la
espalda a ambos. Abrí la puerta y estaba a punto de sacarla de la habitación cuando
Alec me llamó por mi nombre.

“Edward,” él dijo. “¿Me permites un momento, si no te importa?”

Me detuve y miré hacia Isabella antes de asentir. Ella salió al pasillo y yo me volví de
nuevo, cerrando la puerta de la oficina una vez más.

-“¿Qué?” Pregunté vacilante, sin saber qué mierda quería. Él suspiró y caminó hacia
mí, mi cuerpo se tensó cuando extendió su mano para agarrar mi brazo. Quitó el Rolex
de mi muñeca, sus ojos fijos por un momento en el tatuaje escrito en mi piel.

“Fiducia Nessuno,” él murmuró. “No confíes en nadie. Para alguien que cree lo
suficiente en eso como para marcar con esas palabras su piel permanentemente, eres
bastante crédulo.”

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Mi ceño se frunció por la confusión a medida que mi temperamento se encendía, y abrí
la boca para decirle que se fuera a la mierda porque no era un maldito crédulo,
cuando metió la mano en su bolsillo y sacó un cuchillo. Él le dio la vuelta al reloj y le
quitó rápidamente la parte trasera, mirando el interior.

“¿Qué demonios?” Pregunté cuando utilizó la punta del cuchillo, y sacó algo de él. Era
jodidamente pequeño y estaba en la punta de su dedo. Se lo entregó a mi padre, quien
lo tomó y lo miró con curiosidad mientras Alec volvía a montar el reloj. Me entregó el
Rolex una vez que estuvo intacto de nuevo y lo cogí con cuidado, mirándolos
confundido.

“Un GPS,” dijo mi padre, mirando la pequeña pieza. Mis ojos se abrieron por la
sorpresa.

“¿Qué?” Le dije. Él levantó la vista hacia mí y suspiró, negando con la cabeza.

“Tu reloj tenía un dispositivo GPS en él,” me dijo.

“¿Ese hijo de puta me puso un chip de rastreo?” Espeté, malditamente atónito. Mi


padre asintió. “¿Por qué cojones haría eso?”

Alec se echó a reír con amargura. “Para mantenerte controlado. Situaciones


desesperadas requieren medidas desesperadas.” Lo miré fijamente en shock y él hizo
un gesto de negación, murmurando en voz baja. “Tan ingenuo. Fiducia Nessuno.”

“Ya te puedes ir, Edward,” dijo mi padre con frustración. Deslicé mi reloj en el bolsillo,
sin querer siquiera ponerme el hijo de puta después de todo eso, y pasé la mano por mi
cabello.

“Todo esto es una mierda,” murmuré en voz baja, dándome la vuelta y abriendo la
puerta de la oficina. Salí al pasillo y cerré la puerta detrás de mí, suspirando. Vi a
Isabella parada a un lado y estaba a punto de decirle algo cuando se lanzó hacia mí,
casi tirándome. Di unos pasos hacia atrás cuando su forma impactó con la mía pero
conseguí mantener el equilibrio. Lanzó sus brazos alrededor de mi cuello y saltó,
envolviendo sus piernas alrededor de mi cintura. La abracé, sosteniéndola para que no
se cayera, y joder, me eché a reír. Estaba sorprendido, completamente desprevenido, y
totalmente confundido cuando sentí su jodido cuerpo temblar.

Bella enterró su rostro en mi cuello y comenzó a llorar, sus manos dirigiéndose a mi


pelo. Ella se aferró a mí con fuerza y yo estaba anonadado, incapaz de hacer más que
solo estar allí y sostenerla. Comencé a acariciar su espalda y hacer sonidos para
tranquilizarla, sin saber qué otra mierda hacer. Me soltó con sus piernas después de
que se hubo calmado un poco, dejándolas caer al suelo, pero no se apartó del todo.
Enterró su nariz en mi pecho, abrazándome.

“Gracias,” murmuró, su voz gruesa por la emoción, el sonido haciendo que mi corazón

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doliera. Suspiré y levanté su rostro de manera que me mirara, su rostro manchado a
medida que las lágrimas corrían por sus mejillas. Limpié algunas de ellas, sin querer
verla llorar por ninguna maldita razón.

“No deberías agradecérmelo,” le dije. “En realidad, tú eres la que va a hacerlo, Bella.
Yo solo he dado la sugerencia.”

Ella asintió y de sus ojos cayeron más lágrimas. “Tengo que agradecerte… por
preocuparte lo suficiente para siquiera hacer la sugerencia.” Yo suspiré.

“Bueno, de nada. Tú quieres aprender y no hay ni una maldita razón por la que no
puedas hacerlo. No te prometo ser de mucha ayuda pero puedo intentarlo y estoy
seguro que Jasper estará feliz de ayudarte o lo que sea.” Había fallado completamente
en mis puñeteros intentos de enseñarle alguna mierda antes y no tenía idea de cómo
hacerlo ahora, pero ella se merecía esto y no había duda de que al menos intentaría
ayudarla a lograrlo. Ella asintió, una brillante sonrisa apareció en su rostro, y yo sonreí
en respuesta, su felicidad era contagiosa.

“Wow,” dijo simplemente, estando todavía sorprendida. Me quedé mirándola


brevemente antes de inclinarme y besarla con suavidad.

“Te consigo tus cosas más tarde, pero por ahora que tal si desayunamos algo. O, eh…
¿Almorzamos?” Le dije, sacando el reloj de mi bolsillo y echándole un vistazo. Ya era
malditamente cerca de la una de la tarde.

Estuvo de acuerdo y fuimos a la planta baja, tomando algunos sándwiches de la


cocina. Nos quedamos en la sala de estar frente a la televisión y mis hermanos se nos
unieron después de un rato. Emmett decidió poner El Padrino, ya que Isabella no la
había visto antes, y ella la vio con atención, resultándole bastante divertido el hecho de
que Emmett podía citar la maldita cosa palabra por palabra. Él no tenía un verdadero
interés en la maldita mafia y francamente no quería tener nada que ver con ella, pero
ese cabrón estaba obsesionado con las películas de la mafia.

Esme se nos unió finalmente, riendo y bromeando con nosotros sobre la película. La
parte uno terminó e Isabella se levantó, diciendo que iba a prepararnos algunas
bebidas. Me levanté y la seguí a la cocina, abriendo el refrigerador y sacando el pastel
que ella me había hecho por mi cumpleaños. Isabella preparó cocas de cereza y sonrió
mientras yo cortaba un pedazo para mí.

“¿De verdad te gustó el pastel?” Preguntó. Asentí, agarrando un tenedor y tomando un


bocado.

“Demonios, sí,” murmuré con la boca llena. Ella se echó a reír cuando mis hermanos
entraron en la habitación, y Emmett jadeó dramáticamente.

“Joder, no puede creer que estés comiendo sin mí, hermano. Eso es pecado,” él dijo,

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haciendo un gesto de negación. Me encogí de hombros y me subí a la encimera
mientras Emmett se cortaba un pedazo para él. Comenzó a devorar su pedazo de
pastel, gimiendo, murmurando y haciendo todo tipo de malditos sonidos. Isabella se rio
de él pero yo solo sacudí mi cabeza.

Esme entró después de un momento, seguida de mi padre y de Alec. Alec se acercó a


su esposa y mi padre caminó hacia el refrigerador, abriéndolo y agarrando un refresco.
Cerró la puerta y se volvió para mirarnos, sus ojos moviéndose hacia el pastel.

“¿Has probado esta mierda, papá?” Emmett preguntó con la boca llena. “Recuerdo que
amabas este pastel, solíamos comerlo todo el tiempo de niños.”

Mi padre miró a Emmett, viéndose bastante irritado. “No,” dijo simplemente. Emmett
asintió y bajó su plato ahora vacío, alcanzando el pastel y cortando otro trozó. Él cogió
un plato y puso la pieza que acababa de cortar sobre él, entregándoselo a mi padre.

“Deberías probar un poco,” dijo haciendo un gesto con la cabeza hacia el plato. “Te
juro que es tan bueno que se derrite en la boca.”

Mi padre suspiró molesto. “Preferiría no hacerlo,” dijo, mirando el plato con asco.
Emmett se encogió de hombros.

“Tú te lo pierdes,” dijo, agarrando su tenedor y comenzando a comer su segundo trozo


de pastel. “Pero te aseguro, este es el mejor pastel de crema italiana que he probado
nunca.”

“Sí, está bueno,” le dije. Miré a Isabella y sonreí con suficiencia cuando vi que se
estaba sonrojando.

“Ella debe tener algo italiano en su interior para poder hacerlo así de bueno,” dijo
Jasper como si nada. Me tensé con su declaración y miré hacia mi padre, notando que
había tenido la misma reacción. Él abrió su refresco y lo llevó a su boca para tomar un
trago y yo suspiré, tratando de pensar en alguna mierda que decir para cambiar la
conversación en otra dirección. Estaba claro que mi padre no estaba cómodo con el
tema por la jodida razón que fuera, y reflexionar sobre su herencia italiana
definitivamente no era una buena idea. Sin embargo, antes de que pudiera tomar la
iniciativa, Emmett se echó a reír.

“Ella tiene algo italiano en ella, Jazz. Ella duerme junto a nuestro pequeño hermano
todas las noches. Sabes malditamente bien que tiene ese braggiole en ella todo el
tiempo,” dijo bromeando. Mis ojos se abrieron de asombro por el hecho de que él
básicamente acababa de referirse a Isabella y a mí follando, y mi padre escupió y
tosió, ahogándose con su bebida. Esme resopló, tratando de contener su diversión,
pero ninguno de mis hermanos se molestó en contenerlo. Ambos se rieron
histéricamente y yo sonreí satisfecho, notando que hasta Alec sonreía con el chiste.
Eché un vistazo a Isabella y la vi mirándonos confundida, obviamente sin entender

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porque no tenía ni puta idea de lo que eso significaba. Ella no sabía que braggiole era
una salchicha italiana que en ocasiones se usaba como jerga para referirse a la polla.
Me miró con curiosidad y negué con la cabeza, diciéndole sin palabras que ni siquiera
quería saberlo. Esa mierda la avergonzaría.

La risa de Emmett y Jasper se calmó cuando mi padre se quedó sin aliento, mirando a
Emmett con desaprobación. Esperé que le dijera algo, un poco nervioso por no saber
cómo demonios iba a reaccionar. Mi padre no era estúpido y sabía que tenía sexo, lo
había sabido durante años, así que estaba muy seguro que era consciente de que ella
y yo habíamos intimado. Él se aseguraba que Isabella recibiera la inyección
anticonceptiva y francamente no me sorprendería si nos hubiera escuchado antes.
Tratábamos de no hacer mucho ruido cuando había gente en casa pero a veces nos
perdíamos en el momento. De hecho, si mi padre había estado en casa hacía dos
noches como ahora sospechaba, no había maldita forma de que no nos hubiera
escuchado.

Él hizo un gesto de negación después de un momento y simplemente salió sin decir una
palabra. “A veces los desconozco, chicos,” dijo Esme, sonriendo todavía divertida.

Terminamos nuestro pastel y agarramos nuestras bebidas, dirigiéndonos de vuelta a la


sala de estar. Emmett puso El Padrino II y Alec se nos unió, los ojos de Isabella a
menudo se apartaban de la película y se desviaba hacia mi tía y mi tío. Tenía
curiosidad de saber qué era lo que estaba pensando pero no pregunté, sin querer
atraer la atención hacia ella. Imaginé que probablemente se sentía muy abrumada
acerca de los últimos días, ya que para mí era mucho que asimilar y en realidad
estaba acostumbrado a vivir esta puta vida. Y ella todavía era muy inexperta, a pesar
de los grandes avances que había hecho y aunque era inteligente, todavía había
mucho que no sabía. Tan solo el simple hecho de no saber qué era un GED me hizo ver
que todavía teníamos un largo camino frente a nosotros.

Pusieron El Padrino III cuando la segunda terminó, y Esme salió para comprar comida
china para la cena. Comimos y vimos la película, mi padre no volvió a reaparecer.
Esme y Alec se dirigieron arriba a mitad de película, y después de que terminó Emmett
y Jasper desaparecieron. Isabella se dirigió a la cocina para lavar los vasos y yo
caminé hacia el vestíbulo, titubeando antes de sacar la banqueta del piano. Me senté y
bajé la vista a las teclas, pasando ligeramente los dedos sobre ellas. No presioné lo
suficientemente fuerte como para hacer algún sonido, solo quería sentirlas de nuevo.

Coloqué los dedos en las teclas correctas después de un momento, comenzando a


tocar al azar las primeras notas de la nana de Isabella. Ella asomó su cabeza desde la
cocina y se quedó mirándome sorprendida. Muy raramente me sentaba y tocaba,
siempre estaba distraído por otras cosas.

“Estás tocando,” dijo sorprendida. Asentí y suspiré.

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“¿Quieres acompañarme?” Pregunté, haciendo un gesto con la cabeza hacia la
banqueta. Ella sonrió y se acercó, sentándose con cuidado a mi lado. Practiqué la
melodía una vez mientras me observaba, terminando las últimas notas y mirando
hacia ella. Tenía de nuevo lágrimas en los ojos y me miraba con pura adoración. Me
incliné y la besé con ternura, levantando mi mano para limpiar una lágrima solitaria
que se deslizaba.

“No deberías llorar tanto, tesoro. Es triste verlo,” murmuré. Ella sonrió suavemente.

“Son lágrimas de alegría,” dijo.

“Me alegra eso, pero aun así… si sigues llorando, vas a terminar deshidratada o
alguna mierda de esas,” le dije. Se rio un poco y sonreí satisfecho, encogiéndome de
hombros. “Sí, no sé qué mierdas estoy diciendo. ¿Por qué estás llorando de todas
formas?”

Ella suspiró, extendiendo su mano para pasar sus dedos a lo largo de la línea de mi
mandíbula. “Eres muy guapo,” susurró. La miré fijamente sorprendido, atónito por su
seriedad. Cubrió mi mejilla con su palma y se inclinó hacia mí, sus ojos cerrándose.
Sonreí y cerré toda la distancia entre nosotros, besándola. Ella separó los labios y su
suave y caliente lengua salió, pasando ligeramente por mis labios. La besé
profundamente y gimió un poco, el sonido envió escalofríos por mi espalda. Se apartó
de mi boca después de un momento, tomando una respiración profunda.

“Maldición, amore. ¿Qué he hecho para merecer eso?” Pregunté. Ella sonrió
tímidamente, encogiéndose de hombros.

“Me encanta que toques,” me dijo, bajando la vista hacia las teclas del piano. Sonreí
con suficiencia.

“¿Quieres aprender?” Le pregunté, levantando las cejas inquisitivamente. Sus ojos se


abrieron por la sorpresa.

“Eh, no sé…” Comenzó a decir, negando frenéticamente con la cabeza. “Quiero decir,
me gusta, pero no creo… tú sabes… es solo que no estoy segura de ello.”

Suspiré, negando con la cabeza. “Ah, vamos,” le dije. “No es tan difícil. Podemos hacer
algo sencillo. Creo que te gustará.”

Ella se quedó mirándome y mordió su labio inferior nerviosamente. “Eh, está bien,
supongo,” me dijo. “Solo que… no quiero arruinar tu piano.”

Yo rodé los ojos. “No lo vas a arruinar, Bella. No seas absurda. Sé que Jasper te dijo
que no lo tocaras pero sabes que eso es irrelevante. Lo mío es tuyo, cariño. Puedes
tocarlo cuando quieras.”

Me miró de forma extraña, una pequeña sonrisa en sus labios. “¿Puedo?” Preguntó

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bromeando. Sonreí, asintiendo con la cabeza.

“Absolutamente,” le dije, acercándome más a ella. “A cualquier hora, en cualquier


lugar.”

Sus ojos se abrieron por la sorpresa, el sonrojo subiendo por sus mejillas. Sí, ella había
captado la insinuación sexual en eso. Extendí mi mano, subiéndola por el interior de
su muslo. Ella se echó a reír y me empujó juguetonamente cuando puse mi mano sobre
su coño. “Ahora no, no aquí,” dijo en voz baja. Me reí y alcé las manos a la defensiva.

“Bien,” le dije. “Entonces, vamos a tocar un poco el piano.”

Obviamente estaba nerviosa al principio, sus dedos temblaban un poco y su labio se


convirtió en un elemento permanente entre sus dientes. Le dije lo básico, mis dedos
repasaron las teclas de Twinkle Twinkle Little Star de manera que ella pudiera ver
como iba. Ella lo intentó después y se equivocó en la tercera nota, pero fue persistente.
Siguió intentándolo, comenzando de nuevo cada vez que tocaba una nota incorrecta o
se equivocaba en algo. Traté de ser paciente y no perder el control cuando olvidaba lo
que estaba haciendo o la jodía, pero no era tan fácil para mí. Sin embargo, estaba
orgulloso de que lo estuviera intentando, y francamente lo estaba haciendo bastante
bien para ser una maldita primeriza, así que contuve la irritación.

Nos llevó algo de tiempo antes de que ella fuera capaz de repasar las teclas sin
equivocarse, y todavía era sin armonía, pero la sonrisa en su rostro hizo que valiera la
pena cada segundo de frustración e impaciencia. Todo fue tan trivial, porque
probablemente era la puta canción más fácil de tocar en el mundo, pero estaba
orgulloso de ella por no rendirse y seguir intentándolo hasta que lo logró.
Inmediatamente después intentó tocarlo de nuevo y la jodió después de las primeras
notas, gruñendo y deteniéndose.

Repasé la melodía de nuevo mientras ella me observaba, echándole un vistazo y


sonriendo mientras esperaba que ella lo intentara de nuevo cuando una voz sonó
detrás de nosotros.

“¿Mozart, cierto?”

Me volví rápidamente, asustado, y casi cayéndome de la banqueta del piano en el


proceso. Alec me miró sorprendido y yo puse la mano en mi pecho, mi corazón latiendo
erráticamente. Isabella se quedó mirándolo asustada, su cuerpo rígido.

“¡Cristo, Alec, me has dado un puto susto!” Le dije con brusquedad. “No puedes
sorprenderme así, joder.”

Él levantó las cejas y se quedó mirándome, aparentando estar un poco divertido por mi
reacción. “Siempre has sido bastante distraído,” dijo. “No es una buena cualidad que
poseer. Es Mozart, ¿cierto?”

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Suspiré, pasando la mano por mi cabello. “Eh, sí, supongo que se puede decir eso. Me
refiero a que él hizo un montón de variaciones de ella.”

Él asintió, sus ojos se movieron hacia Isabella. “Lei mi ricorda tua madre.” (Ella me
recuerda a tu madre)

Me tensé ligeramente, sorprendido por su declaración. “¿Che cosa?” (¿Qué?)

Él suspiró. “Isabella é molto simile a tua madre. Elizabetta non é mai stato molto buono
al pianoforte, sia” (Isabella es muy parecida a tu madre. Elizabeth nunca fue muy
buena con el piano, tampoco). Él hizo una pausa, suspirando. “Si recuerdo bien, en
cualquier caso.”

Yo asentí, porque era cierto. Solía intentar enseñarle piano y no importa cuantas veces
repasáramos ‘Twinkle Twinkle Little Star’, mi madre siempre se equivocaba. Sin
embargo, era persistente, y siempre quería intentar tocar conmigo. “¿Credi davvero che
lei é come mia madre?” Pregunté, sorprendido de que hubiera dicho eso. (¿De verdad
crees que se parece a mi madre?)

“Sí, e lo pensa anche tuo padre,” él dijo. (Sí, también lo cree tu padre.) Volvió su cabeza
para mirarme y solo lo miré fijamente, atónito por su declaración. ¿Qué de ella le
recordaba a mi padre de mi madre? “¿Lei ti rende felice?” (¿Ella te hace feliz?)

Asentí, tratando de aclarar mis pensamientos. “Sí, piú felice di quanto non sia mai
stato.” (Sí, más feliz de lo que nunca he sido.) Me giré para mirar a Isabella y vi que
estaba mirando al suelo, su ceño fruncido y una expresión confundida en su rostro.
Recordé que ella no entendía ni una maldita palabra de lo que estábamos diciendo y
probablemente le preocupaba. “La amo.”

Ella me miró rápidamente y sonreí. La comisura de sus labios se torció hacia arriba y
se sonrojó, mirando de nuevo para otro lado. Miré a Alec y vi que nos observaba con
curiosidad. “Sono felice per te. So che tua madre sarebbe felice anche,” dijo después de
un segundo. (Me alegro por ti. Tu madre también estaría feliz.) “Si me disculpan, tengo
que llevarle a tu tía algo de beber.”

Pasó junto a nosotros y desapareció al entrar a la cocina antes de que tuviera


oportunidad de responder. Me volví a girar para mirar el piano de nuevo y Alec salió de
nuevo, deseándonos buenas noches antes de subir las escaleras. Una vez que estuvo
fuera de vista suspiré, mirando a Isabella.

“¿Quieres tocar un poco más?” Le pregunté. Ella negó vacilante.

“¿Qué ha dicho?” Preguntó en voz baja. Me encogí de hombros, bajando la vista de


nuevo hacia las teclas.

“Solo me preguntó si era feliz contigo. Nada de importancia,” murmuré. Mis ojos se

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ampliaron después de que las palabras salieron de mis labios y suspiré, mirándola.
“No estoy diciendo que no fuera importante o que tú no eres importante. Lo eres. Solo
estoy diciendo que, tú sabes… que no es de importancia o lo que sea. Bueno, quiero
decir, sí es de importancia, pero…”

Ella levantó su mano y presionó su dedo índice contra mis labios, silenciándome. Me
quedé mirándola sorprendido, siempre me dejaba atónito que tuviera el valor de
decirme cuando cerrar la puta boca, y sonreí. “Ya lo he entendido,” dijo con suavidad.
“Y también te amo. ¿Podemos solo irnos a dormir?”

Asentí, besando la punta de sus dedos con suavidad. “Por supuesto que podemos,
tesoro.”

Tomé su mano y la llevé al piso de arriba. Nos desvestimos y subimos a la cama. Ella
se acurrucó en mis brazos y rápidamente se quedó dormida, pero yo me quedé
acostado en la silenciosa habitación, perdido en mis pensamientos. Seguí pensando
en mi madre y como de diferente sería nuestra vida si ella viviera. Pensé en Isabella y
lo lejos que había llegado, y como de lejos teníamos todavía que llegar ambos. Me
sentí culpable por refrenarme con ella, por ocultarle cosas pero no quería que se
preocupara. Hacía menos de veinticuatro horas me había sentido un pendejo por no ser
comunicativo con ella y aun así estaba haciendo esa mierda de nuevo.

Le había restado importancia a lo que Alec había dicho abajo, sin querer sacar el tema
de mi madre en ese momento. Me sorprendía haciendo eso bastante a menudo,
minimizando cosas con ella, y esa mierda no era justa pero no sabía qué más hacer.
Justo como cuando me preguntó lo que Aro me había dicho en el vestíbulo y yo le dije
que él había mencionado que lo visitara, pero eso no era siquiera la mitad de ello. No
le dije que él quería que mi visita fuera permanente, que me imploró que reconsiderara
mis planes. No le dije que él me había dicho que era mi destino, que había nacido para
seguir ese camino. No le dije que él me había dicho que la única forma en que un
hombre como yo podría mantener a salvo a una mujer como ella sería uniéndome a
esa vida.

Aro había tratado de convencerme que el poder que La Borgata podía darme sería la
única forma en la que Isabella estaría realmente protegida y segura. No le creí esa
mierda, ya que mi padre y Alec me habían advertido con anticipación que él
probablemente diría esas cosas, pero una parte de mí seguía asustado por sus
palabras. Una parte de mí no podía evitar preguntarse si estábamos equivocados y Aro
tenía razón. ¿Y si no podía mantenerla a salvo en el mundo exterior sin nada a lo que
recurrir por protección?

Finalmente me quedé dormido, despertando al día siguiente en una cama vacía. Me


senté y miré alrededor de la habitación, suspirando. Eran las once y quince de la
mañana y ella se había ido, una vez más dejándome solo por tercer día consecutivo. Sí,
definitivamente se estaba convirtiendo en una maldita costumbre. Me levanté y me

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puse un par de pantalones de pijama de franela, saliendo de la habitación. Bajé
tranquilamente al segundo piso, deteniéndome en medio del pasillo cuando escuché su
risa. Sonreí y caminé hacia la puerta de la habitación de Jasper, agarrando el pomo.
Traté de girarlo pero el hijo de puta no giró, lo que significaba que había cerrado con
seguro por alguna maldita razón. Llevé mi mano hacia arriba y comencé a tocar la
puerta.

“¡Vete! ¡Estamos ocupados aquí!” Se escuchó la voz de Emmett desde dentro. Escuché
la risa de Jasper y mis ojos se estrecharon.

“¡¿Vete?!” Grité. “¿Qué demonios quieres decir con qué están ocupados?” Ellos tenían
a mi chica allí adentro y no me gustaba que estuviera encerrada, apartada de mí y no
ser capaz de ir con ella y verla cuando quería. No me gustaba esa mierda ni un poco.

“Quiero decir que estamos jodidamente ocupados, hermano,” Emmett gritó. “Tu turno.
Dale a esa mierda con ganas. No te rajes conmigo aquí. Tenemos que enseñarle a Izzy
Bizzy cómo se hace.” Mi ceño se frunció cuando Jasper se rió de nuevo. Escuché algo
que hizo `pop´ e Isabella gritó, haciendo que mis dos hermanos se echaran a reír.
“¡Demonios sí, Jasper! ¡Así es como se destapa!”

Empecé a golpear con más fuerza la puerta, confundido como la mierda y sin tener
idea de qué demonios estaban haciendo, pero no me gustaba lo que escuchaba en
absoluto. “Será mejor que abran esta maldita puerta ahora antes de que rompa la hija
de puta,” les grité.

“Tal vez deberíamos dejarlo que entre,” la voz de Isabella dijo vacilante.

“¡No!” Emmett dijo de inmediato. “Siempre está tratando de monopolizar tu tiempo y


esto no es el maldito Monopoli, gatita. Estás jugando con los grandes aquí. Es nuestro
turno de mostrarte como se hacen las mierdas de verdad.”

Jasper se echó a reír y agarré el pomo de la puerta, moviéndola furiosamente. Eché mi


pie hacia atrás y golpeé la puerta con él, tratando de abrir a la hija de puta de una
patada. “Maldición, no estoy jugando. Será mejor que abras esta maldita puerta,
Jasper.”

“Lo siento, Edward,” Jasper gritó. “Regresa cuando hayamos terminado con ella.”

“¿Qué demonios están haciendo?” Grité. Emmett se echó a reír.

“Problemas, hermano,” dijo. “Nada más que un poco de problemas. Ven acá, Izzy.
Dame tu mano y déjame mostrarte como se hace.”

Mis ojos se abrieron como platos y comencé a golpear la puerta, gritando maldiciones.
“No la toques,” dije con brusquedad. Todos comenzaron a reír, incluyendo a Isabella, y
sentí que mi ira iba en aumento. Confiaba en cada uno de ellos pero no me gustaba no

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saber qué demonios estaban haciendo, y estaba seguro como el infierno que no
sonaba como algo que alguna vez encontraría aceptable.

“Hazlo con más fuerza,” Jasper dijo después de un segundo. “Sí, así. Buena chica.”

Emmett gimió. “Presta atención, Jasper. Lo estás haciendo mal, idiota. ¿Cómo
demonios vas a enseñarle esta mierda si ni siquiera puedes meterlo en el agujero
correcto?”

“Estoy en el agujero correcto,” dijo Jasper molesto. “De todos modos, ¿por qué son tan
pequeños? Queda tan apretado.”

Mis ojos se ampliaron por el shock y prácticamente empecé a lanzarme contra la


puerta, gritando. “¿Qué demonios están haciendo malditos?” Grité. Ellos se echaron a
reír y escuché a Isabella gruñir.

“Espera, ¿a dónde vas, Izzy Bizzy?” preguntó Emmett.

“Voy a dejar entrar a Edward,” dijo. “Tal vez él también quiera jugar.”

-“Awww, hombre, vamos. Él arruinará toda la maldita diversión,” Emmett respondió.

“Edward no arruina nada,” dijo ella enfáticamente. Oí el seguro hacer clic y vi que el
pomo giraba, la puerta se abrió inmediatamente. Al momento en que mis ojos se
posaron en ella extendí mis brazos y la sujeté, envolviendo mis brazos alrededor de su
cintura. Miré el interior de la habitación, mi ceño se frunció cuando vi a mis dos
hermanos sentados relajadamente en el suelo con las piernas extendidas.

“¿Qué demonios?” Dije. Isabella se echó a reír y Emmett rodó los ojos.

“Te lo dije, cabrón. Trouble, problemas. Estamos jugando Trouble,” dijo, señalando el
juego de mesa en el suelo entre ellos. “O lo estábamos, hasta que irrumpiste aquí y lo
arruinaste. Siempre te tienes que poner celoso todo el maldito tiempo. Ya te adueñaste
del Monopoli, tramposo hijo de puta. ¿No nos puedes dejar este?”

Miré fijamente el juego entre ellos y empecé a reír entre dientes, haciendo un gesto de
negación. “Jódete, Em. Como sea, no dejen que los interrumpa,” les dije, encogiéndome
de hombros. Me incliné y besé a Isabella rápidamente, haciendo un gesto con la
cabeza hacia el juego. “Termina tu juego, amor, antes de que haga un berrinche.”

Ella rodó los ojos y caminó de nuevo hacia ellos, dejándose caer en el suelo junto a
Emmett, él me dio una amplia sonrisa y arrojó su brazo sobre el hombro de Isabella,
haciendo gestos de besos frente a ella. Rodé los ojos y cerré la puerta. Ese hijo de puta
sabía exactamente lo que estaba haciendo, presionando mis malditos interruptores e
intentando conseguir que perdiera el control. Me acerqué al sofá de Jasper y me dejé
caer, agarrando su control remoto y encendiendo la televisión. Repasé los canales unos
cuantos minutos mientas ellos jugaban su juego, finalmente dejando las noticias

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después de que Jasper sugiriera que eligiera algo antes de que gastara las malditas
baterías del control. Apenas presté atención a la televisión y a su juego, mi mente
divagando de nuevo. Después de un rato, la voz de Isabella se escuchó, asustándome.

“Lo conozco,” dijo, sonando impactada. Miré hacia ella confundido y vi que estaba
mirando la pantalla de la televisión. Levanté la vista hacia allá, mi ceño se frunció
cuando vi la fotografía de un hombre mayor con pelo gris. El titular decía ‘Respetado
médico local desaparecido’. Agarré el control remoto rápidamente y subí el volumen.

“Michael Scomparsa, un médico de familia con una reputación en la comunidad de ser


‘extremadamente generoso’ y ‘compasivo’, fue reportado visto por última vez saliendo
de su oficina aquí en Port Angeles la tarde noche del diecisiete como a las once quince.
De acuerdo a su esposa, se suponía que iba a pasar por la tienda por unas cuantas
cosas para después dirigirse directamente a casa pero nunca llegó a ninguna de las
ubicaciones. Su coche fue localizado anoche en el Squamish Harbor en las afueras de
la comunidad de Shine, Washington, pero no había señales del médico o alguna
indicación de lo que pudo haberle pasado. Si tiene alguna información sobre la
desaparición del doctor Scomparsa, por favor, llame a nuestra línea de información.”

Bajé el volumen de nuevo cuando la historia cambió a una acerca de las malditas
nuevas rutas de tráfico por construcción y Emmett se echó a reír. “Doctor Scomparsa.
Eso es algo así como irónico, ¿no es así? No iría a un médico llamado así, hombre. Esa
es un tipo de mierda Kevorkian. ¿De dónde lo conoces, de todos modos?” (N.T. Jack
Kevorkian conocido como el ‘Doctor Muerte’, un patólogo armenio-estadounidense que
ocasionó controversia por la aplicación de la eutanasia a 130 pacientes. Su lema era
‘Morir no es un crimen’.)

Isabella lo miró confundida. “Eh, él fue con quién me llevó tu padre aquella vez,” ella
murmuró. Sus ojos se desviaron hacia mí después de un momento cuando asimiló la
realidad de ello, todo comenzaba a tener sentido. El doctor Scomparsa no estaba
desaparecido, estaba muerto. Y ahora sabíamos dónde exactamente había estado
Alec la otra noche.

No sabía si ella había descubierto por qué lo habían matado, si llegaba a la


conclusión que había sido por ella, pero no dudaba que finalmente lo haría. Isabella
era inteligente y tenía buenos instintos, y me preocupaba cómo reaccionaría a esa
información. De hecho, me preocupaba que armara todo el rompecabezas y viera todo
el panorama. Temía el puto día en que ella se diera cuenta de la verdad sobre lo que
le había pasado a mi madre, pero me temía que era solo cuestión de tiempo. Solo tenía
la esperanza de que ella fuera lo suficientemente fuerte como para soportar la
situación cuando llegara el momento, que el saberlo no la destrozara y arruinara todo
el progreso que había hecho. Quería protegerla de ello, pero no sabía cómo hacer esa
mierda. No podía protegerla para siempre.

El resto del día pasó rápidamente. Ellos jugaron más y nos divertimos por un rato.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1224


Isabella preparó el almuerzo y alrededor de la hora de la cena, Alec y Esme tenían que
partir para Seattle para tomar a un avión de vuelta a Chicago. Fue extraño, ver a mi tío
esa tarde sabiendo que acababa de matar a alguien unos días atrás. Sabiendo que
mientras Isabella y yo habíamos estado en mi habitación haciendo el amor, él había
salido a asesinar a un hombre. Acciones en dos lados totalmente opuestos del
espectro, pero aun así, nuestras intenciones fueron las mismas… hacer lo que
sentíamos era lo correcto para Isabella. Se trataba de hacer lo correcto para ella,
protegerla, amarla y mantenerla a salvo. Y aunque sabía que esa mierda era
completamente retorcida, todo tenía sentido de una forma u otra.

Eran finales de junio y no tenía idea lo que nos deparaban los próximos meses, pero
después de los últimos días, estaba claro para mí que sería un verano para recordar. O
mejoraría las cosas o nos destrozaría, y esperaba lo mejor pero una pequeña parte de
mí temía lo peor. Sentía esta extraña sensación de tristeza amenazando con infiltrarse
y destruir la felicidad que habíamos encontrado juntos, y pelearía contra esa mierda
con todo lo que tenía pero me preocupaba que lo que tenía para dar no sería
suficiente. Eran grandes fuerzas contra las que nos enfrentábamos y algunos grandes
obstáculos que teníamos que superar, un montón de mierda amenazaba con meterse
en nuestro camino. Solo esperaba que lo que teníamos juntos fuera lo suficientemente
fuerte como para soportar la tormenta que se avecinaba en el horizonte.

Porque todo parecía tan fácil ahora y si había algo que había aprendido, es que la
vida no era fácil, y que tampoco era justa. La vida era una perra esperando solo para
joderte… pero no me iban a joder. Edward Cullen era quien jodía, y no vacilaría en
joder a cualquiera o cualquier cosa que tratara de meterse en nuestro maldito camino.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1225


“¿Qué es lo opuesto de los dos? Un solo yo, un solo tú” – Richard Wilbur

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola Guevara,
Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar
Ocampo.

“Hermano, ¿no vas a llegar tarde?” Preguntó Emmett mientras entraba en la sala de
estar donde Edward y yo estábamos sentados. Suspiré exasperada ya que volvía a
hacer la misma pregunta que había hecho hace unos momentos, Edward gimió.

“Maldición, que no voy a ir” murmuró, encorvándose nuevamente en el sofá y cruzando


los brazos sobre el pecho. Tenía una mueca en su rostro y parecía bastante lastimoso,
como un niño que acaba de perder a su cachorro. Le sonreí con dulzura y sacudí mi
cabeza, porque estaba siendo verdaderamente ridículo.

Emmett se rio.” ¿Qué? ¿Tienes miedo que Newton te entregue tu culo? Le dije a tu culo
que se endureciera”, dijo en tono de broma. Edward se quejó de nuevo.

“Vete a la mierda, yo no le tengo miedo a ese hijo de puta. Podría patearle el culo
cualquier día de la semana”, dijo con irritación. Emmett se rio de nuevo y Edward se
enderezó, girando la cabeza para mirar a su hermano con una expresión de enfado en
su rostro.

“Deja de ser tan marica, hermano. Mueve tu culo y vete. Izzy Bizzy estará aquí cuando
vuelvas”, dijo Emmett. Edward gruñó incoherentemente, tumbándose nuevamente en el
sofá, pareciendo como si no tuviera ninguna intención de salir.

Era la segunda semana de julio, y Edward tenía previsto asistir a un campamento de


fútbol. Él me había explicado que todo el equipo de fútbol se iba a un entrenamiento
especial durante una semana, por lo que pasaría siete noches en Seattle. Realmente
no estaba muy entusiasmada con esto porque sabía que lo iba a echar de menos
terriblemente, pero entendía que tenía que ir. Disfrutaba jugando al fútbol y dijo que
era una salida para él, un modo de canalizar su energía y agresividad para aliviar un
poco el estrés.

Había jugado a ese juego desde que era un niño pequeño y la familia se mudó a
Washington después de que su madre muriera, admitiendo que a través del fútbol

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había conocido y hecho amistad con Jacob Black. Jacob, al parecer, se había metido
también en el fútbol, después de que su madre muriese, era como una manera de
manejar su ira, y se habían unido a través de su mutua desgracia. Toda la amistad y
sus peleas con Jacob, tenían más sentido para mí ahora que entendía, ahora que
Edward había abierto ese lado de sí mismo, él creía que había encontrado a alguien
que lo entendía, sólo para que esa persona lo traicionara y lo utilizara en su contra. Del
mismo modo, también tenía sentido por qué Jacob había actuado como lo hizo. Edward
se había metido con su familia y podría haberles causado daño, sabiendo cuánto
valoraba Jacob a los suyos después de haber perdido a su madre. Ambos estaban
equivocados, al igual que los dos habían cometido errores que no podían resarcir.

Realmente entendía que tenía que irse, así que cada vez que el tema se planteaba me
limité a sonreír y a aparentar como que no era gran cosa. Lo sentía como una cosa
gigantesca, sin embargo, y honestamente no podía ni siquiera imaginar toda una
semana sin él. Me pareció extraño, había estado dieciséis años sin Edward Cullen en
mi vida, por lo que una semana debería ser fácil, pero la idea de estar lejos de él
ahora, por un período prolongado de tiempo era desalentadora. Me había
acostumbrado a tenerlo siempre cerca, y mientras que yo no tenía ninguna duda de
que podía sobrevivir sin él, tenía que hacerlo, ese era el problema... Yo no quería
hacerlo.

Edward parecía estar bien con irse, incluso estaba un poco emocionado por ello.
Habíamos pasado todo el tiempo juntos desde su cumpleaños y él parecía muy feliz,
ocasionalmente me explicaba en qué consistía su viaje y me decía lo que haría cuando
se fuera. No tenía ni idea de qué estaba hablando la mayor parte del tiempo y él hizo
todo lo posible para explicarlo, para que lo entendiera, pero todavía no sabía lo que la
ocupación o la interferencia o cualquiera de esas otras cosas querían decir realmente.
Lo escuchaba, independientemente, porque sabía que era importante para él y estaba
agradecida de que estuviera compartiendo esto conmigo.

Parecía hablar más de ello a medida que el día de su partida se acercaba, así que
naturalmente asumí que cada vez estaba más entusiasmado por el viaje. Continué
sonriendo y escuchando, tratando de ignorar la ansiedad que solo parecía crecer
dentro de mí cada día que pasaba. Me había convencido a mí misma de que Edward
no estaría tan emocionado con el campamento si no creyera que ambos estaríamos
bien, pero cuando abrí los ojos esta mañana y vi su expresión, todo cambió.

No sonreía, ni estaba seguro, y nada de esa emoción que había estado rezumando las
últimas dos semanas estaba presente. Todo lo que vi fue la preocupación y el temor en
sus ojos, mi propia ansiedad que desesperadamente había intentado ahogar, se
reflejaba nuevamente en mí. Esto me desconcertó al principio hasta que me di cuenta
de que Edward había estado exactamente haciendo lo mismo que yo... fingiendo. Él no
tenía ganas de irse, en absoluto.

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Cuando nos despertamos, nos miramos el uno al otro en silencio durante un rato,
tratando de llegar a un acuerdo con lo que iba a suceder. Yo sabía que él tenía que ir
porque era importante para él, y no quería impedir eso de ninguna manera. Era solo
una semana y después, estaría de vuelta en casa, conmigo

“Tienes que ir”, dije finalmente, rompiendo el tenso silencio en la sala al mismo tiempo
que él habló, pronunciando esas cinco palabras que había estado repitiendo durante
todo el día.

“Joder, no voy a ir”.

Era realmente ridículo, porque solo estaría a un par de horas de distancia y si


realmente lo necesitaba, podía volver a casa, pero no había ninguna razón para que él
tuviera que hacer eso. Lo podía manejar por mi cuenta. Lo había estado haciendo
durante toda mi vida. Realmente nunca había dependido de nadie y aunque me había
permitido confiar en Edward para mayor comodidad y apoyo, ya era hora que
practicara manejarme sola de nuevo. Sería mejor así y tenía que creer que seríamos
más fuertes juntos si podíamos sobrevivir el estar separados. Él quería que encontrara
mi libertad y por mucho que lo quisiera a mi lado constantemente, sabía que no era
posible. Tenía que ser capaz de encontrar el equilibrio entre estar con Edward y mi
propia independencia.

No vio mi lógica, sin embargo, y había sido bastante inflexible durante todo el día,
insistiendo en que no iba a ir. Dijo que era estúpido y que no merecía la pena,
declarando que tenía un millón de cosas que hacer, que le obligaban a quedarse en
Forks. Le pregunté cuáles eran esas otras cosas urgentes y balbuceó un poco, incapaz
de nombrar una sola cosa que no seguiría allí la próxima semana, cuando regresara.
Siempre había sentido que la tenacidad de Edward era parte de su encanto, pero en
este momento, esto empezaba a ser desesperante.

“Tienes que ir”, le dije, mirándolo. Me ignoró y fingió estar interesado en la pantalla de
televisión, pero yo podía ver sus ojos mirando como dardos hacia el reloj de la pared
cada pocos segundos. Sabía que se estaba acabando el tiempo, así como también
sabía que yo tenía razón... tenía que ir.

“Mierda, que no voy a ir”, murmuró de nuevo, su tono no era tan firme como lo había
sido antes. Suspiré fastidiada, sin saber qué decir ni qué hacer para que llegara a
reconocer y admitir que tenía que irse. Se suponía que debía estar en la Universidad
de Washington en Seattle a las cinco de la tarde para registrarse en el campamento y
ya pasaban unos minutos de la una.

“Emmett tiene razón, ya sabes. Todavía estaré aquí cuando vuelvas”, le dije en voz
baja. Sus ojos se dirigieron en mi dirección, con una expresión de enojo en su rostro.

“Por supuesto que sí. ¿Dónde más podrías estar? Lo juro por Cristo, mataría a alguien

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si intentaran apartarte de mí, joder”, dijo bruscamente. Suspiré, sabiendo que era sin
duda lo peor que le podría haber dicho en este momento porque ya estaba bastante
temperamental y reacio a dejarme atrás.

“Hombre, no te preocupes por ella. Sé que es un poco rebelde y todo, pero me


aseguraré de que se quede quieta y no se meta en muchos problemas”, dijo Emmett en
tono de broma, caminando detrás del sofá donde estábamos sentados. Se agachó y
me apretó el hombro, sonriendo. “Tengo planes para ella esta semana, voy a
mantenerla tan ocupada que ni siquiera se dará cuenta que te has ido.”

Sonreí ante la idea, pero no creía en sus palabras de momento. Yo sabía que ellos
estaban haciendo planes para mantenerme ocupada mientras Edward estuviera lejos,
pero no había manera de que pudieran distraerme hasta el punto de no darme cuenta
de que no estaba. No importaba lo que estuviera haciendo, era capaz de sentir su
ausencia con la misma fuerza que podía sentir su presencia.

“Lo que sea, tú la meterás en más problemas de lo que nunca podría encontrar por su
cuenta. ¿Te has parado a pensar que quizás es por eso que no voy?”, preguntó Edward
con irritación. Suspiré y Emmett se rio.

“Vas a ir. Así que levanta tu culo y vete, pedazo de mierda” le dijo. “Sabes que no la
voy a llevar a ningún lugar que no sea seguro, es como una hermana para mí. Si no
puedes dejarla durante una semana, entonces eres un marica más grande de lo que
pensaba o es que no confías en ella”

Los ojos de Edward se entrecerraron mientras la ira cruzaba su rostro. “Vete a la


mierda, yo no soy un maricón de mierda. Y confío en ella. No sé de qué diablos estás
hablando.”

“¿Miedo a que ella no pueda manejarse sin ti?”, preguntó Emmett.

“No, yo sé que puede”, espetó Edward de nuevo. “Ella es fuerte, no me cabe ninguna
duda de eso”.

Emmett asintió. “Así que nuevamente ¿por qué no vas?” Edward lo miró fijamente, pero
no respondió, obviamente no tenía respuesta para esa pregunta.

La puerta principal de la casa se abrió después de un momento, y el doctor Cullen


entró. Se detuvo en la entrada de la sala de estar, mirando a su alrededor, hacia
nosotros tres.

“Pensaba que ya te habrías ido”, dijo finalmente, centrando su atención en Edward.”


¿No vas a llegar tarde?” Edward rodó sus ojos y esperé a que pronunciara esas cinco
palabras nuevamente, pero no lo hizo.

“¿Podríais dejar de tocarme los cojones? Iré en un maldito minuto. Cristo,” murmuró, su

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expresión se suavizó en un puchero. El doctor Cullen sacudió la cabeza y se alejó
mientras Emmett se reía una vez más, inclinando su brazo hacia atrás y golpeando el
hombro de Edward.

“Eso es todo, sé un hombre y lárgate de aquí. Cuanto antes te vayas, antes podremos
Isabella y yo empezar a tener un poco de diversión”, dijo en broma, mirándome y
guiñando un ojo.

Edward gimió mientras se frotaba el brazo, pero no respondió a los intentos de su


hermano para provocarlo. Emmett salió y Edward giró la cabeza para mirarme. Nos
miramos el uno al otro por un momento antes de que él envolviera su brazo a mi
alrededor y me atrajera hacia él, abrazándome fuertemente.

“Te escondería en mi maleta y te llevaría conmigo si pudiera”, dijo. Me reí y le abracé


de nuevo.

“Es solo una semana, voy a estar bien”, le dije. “No tienes que preocuparte por mí. Ve
a hacer algunos goles de campo o a jugar alguna carrera o algo así”

Edward se echó a reír. “Soy el quaterback, Bella. No pateo goles de campo. Y se llama
hacer algunos juegos, no jugar algunas carreras.”

“Oh”, dije con una risita, sonrojándome por la vergüenza. “Bueno, entonces ve,
quaterback”. Se rió nuevamente y me soltó, mirándome brevemente antes de inclinarse
y presionar sus labios contra los míos. Su beso fue suave, dulce y lleno de amor, tan
intenso que casi me dejó sin aliento. Eventualmente tiró de mis labios y yo carraspeé
por falta de aire, mi reacción lo hizo sonreír.

“No dejes que ese hijo de puta te obligue a hacer algo que no quieras, ¿me oyes?”, me
dijo. “Te llamaré cada vez que pueda.”

“Está bien. Diviértete. No es más que una semana, voy a estar bien”, repetí una vez
más. No estaba exactamente segura de a quién estaba tratando de tranquilizar más
con mis palabras, a él o a mí misma. Él asintió y levantó su mano, pasando sus dedos
por mi mejilla. Brevemente, se inclinó y me besó una vez más.

“Te amo”, dijo, en voz baja y con expresión apasionada. Podía sentir el amor
desbordándose y sabía que no eran sólo palabras para él. La emoción comenzó a
burbujear en mi interior y luché de nuevo con todo lo que tenía, porque no quería llorar.
Realmente no quería que se fuera, no importaba lo mucho que supiera que debía
hacerlo, y sabía que si me ponía a llorar, solo sería más difícil para los dos cuando
saliera por la puerta principal.

“Yo también te amo”, dije en voz baja. Él suspiró y me besó una última vez antes de
ponerse en pie y estirarse.

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“Te veré más tarde, tesoro” dijo, dirigiéndose fuera de la habitación.

“Adiós, Edward”, le respondí en apenas un susurro. Sus pasos vacilaron y pude ver sus
hombros tensos, su reacción a mis palabras me confundió. Pensé que se daría la vuelta
y diría algo, pero simplemente se fue después de un momento, sacudiendo la cabeza y
murmurando algo entre dientes. Me senté en silencio en la sala de estar, mientras él
cogía sus cosas y se dirigía a la puerta principal.

“¿No vas a llegar tarde?” Oí que la voz de Jasper interrumpía desde el vestíbulo,
seguido de un gemido de Edward.

“Maldición, que ya voy, ¿de acuerdo?” Dijo con fastidio, dando un portazo un poco
después. Suspiré y fruncí el ceño, sin molestarme siquiera en fingir alegría ahora que
se había ido. Jasper entró en la sala y se sentó en el sofá a mi lado, dándome una
pequeña sonrisa, en comprensión. No dijo ni una palabra al respecto, lo cual aprecié
enormemente.

Pasamos el resto del día viendo películas, y Emmett pidió pizza para la cena. El doctor
Cullen se esfumó, solo salió lo suficiente para comer algo. Miré el reloj periódicamente
a medida que avanzaba el día, preguntándome dónde estaría Edward en este
momento o qué es lo que estaría haciendo.

La casa se oscureció después de un tiempo, a medida que el sol se ocultaba y el día


empezaba a llegar a su fin. La película que estábamos viendo terminó y me puse de
pie, diciéndole a Emmett y Jasper me iba a la cama. Era todavía bastante temprano y
no estaba cansada, pero estaba ansiosa y sabía que no había manera de que pudiera
sentarme y estar quieta para ver otra película. Ellos dijeron buenas noches,
diciéndome que me verían por la mañana, subí lentamente las escaleras hasta el tercer
piso.

Camine hacia a la habitación de Edward y me detuve, mirando a mi alrededor. Todo


estaba tan tranquilo y silencioso, la habitación se sentía vacía sin su presencia. Cerré
la puerta y me quité los zapatos, caminé y me metí en la cama. Cogí su almohada y me
acurruqué con ella, inhalando profundamente y sintiéndome reconfortada por su
familiar olor. Cerré los ojos, con la esperanza de que el sueño viniera pronto, cuando
un pitido sonó, sorprendiéndome.

Me incorporé y miré a mi alrededor con confusión, sin saber qué era y de dónde
provenía el sonido. Me volví a recostar después de un momento, renunciando a
averiguarlo, cuando otro pitido sonó. Mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando me di
cuenta que era mi teléfono. Salté de la cama rápidamente, casi tropezando en el
momento en que mis piernas se enredaron con el edredón, y cogí el teléfono de la
mesa. Lo abrí y vi que tenía una llamada perdida de Edward, dándome cuenta de que
él me había llamado hacía una hora.

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Volví a marcar el número rápidamente y sonó un par de veces antes de que su buzón
de voz sonara y me dijera que dejase un mensaje. Colgué, sintiéndome tonta por
hablar con nadie en la línea, y noté el pequeño símbolo en la parte superior de la
pantalla que indicaba que tenía un mensaje. Edward nunca había dejado un mensaje
de voz antes, siempre me decía que desprecia hablarle a una máquina, así que estaba
bastante sorprendida de que hubiera dejado un mensaje. Llamé a mi buzón de voz
para poder escucharlo y sonreí al momento en que escuché su voz.

“Odio hablarle a estas cosas de mierda, pero supongo que no tienes tu teléfono cerca o
lo que sea. Mierda, te echo de menos, pero asegúrate de salir y vivir la vida y divertirte
y todas las demás tonterías, ¿de acuerdo? Te lo mereces, no te preocupes por mí. Me
voy a dormir y a olvidarme de estos estúpidos hijos de puta de aquí. Te veré más tarde,
tesoro. Y Cristo, no se te ocurra decirme adiós otra vez, ¿me oyes? No me gusta esa
palabra, suena como si fuera malditamente permanente o algo así. Vas a verme otra
vez, ya lo sabes. La mia bella ragazza. Te quiero. Sogni d'oro.”

Colgué sin eliminar el mensaje, no queriendo borrar su voz. Me senté allí, cogiendo el
teléfono por un momento, repitiendo sus palabras en mi mente, y sentí una lagrima
resbalar por mi mejilla. La aparté rápidamente y coloqué el teléfono en la mesita junto
a la cama antes de arrastrar nuevamente las sábanas hacia la cama. Me acurruqué en
la almohada y cerré los ojos una vez más, con la esperanza de que el sueño viniese
pronto.

Estuve inquieta toda la noche, entrando y saliendo de mi conciencia. Me desperté más


de una vez confundida, cuando me daba cuenta de que estaba sola en la cama, me
llevaba un momento comprender realmente que no estaba en el cuarto de baño o en el
pasillo. Entonces, me acurrucaba de nuevo en su almohada, inhalando su olor para así
no sentirme tan sola, y volver nuevamente a la inconsciencia.

A la mañana siguiente me desperté a causa de un fuerte estruendo. Me senté,


sobresaltada, y oí la voz de Emmett desde el pasillo a través de la puerta.

“Levántate y vístete” gritó, sonaba demasiado alegre. “Tenemos lugares y personas


que visitar.”

Eché un vistazo al reloj de la mesa, sorprendida cuando vi que solamente pasaban


unos minutos de las siete de la mañana. Emmett había estado durmiendo hasta al
menos el mediodía todos los días desde que comenzó el verano, así que no esperaba
que estuviera despierto tan temprano.

Me arrastré fuera de la cama mientras él comenzaba a tocar nuevamente la puerta,


caminé y tire de la puerta, abriéndola. Él sonrió brillantemente y le devolví la sonrisa,
pero su expresión se cayó y levantó las cejas después de un momento.

“¿Demasiado cansada anoche para haberte cambiado?”, preguntó. Fruncí el ceño y

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me miré a mí misma, ruborizándome de la vergüenza cuando me di cuenta de que
todavía tenía mis pantalones vaqueros y camiseta del día anterior. Yo ni siquiera me
había molestado en ponerme el pijama antes de meterme en la cama.

“Eh, sí”, murmuré. “Quiero decir, realmente ni siquiera pensé en esto... así que, ¿por
qué estás despierto tan temprano?”

Él sonrió de nuevo.” ¡Porque me muero de hambre! ¡Creo que el desayuno ya está a la


orden!”

Mis ojos se abrieron con sorpresa. "Oh." ¿Quieres que te prepare algo?”, le pregunté
con curiosidad. Él se echó a reír y sacudió la cabeza.

“Por supuesto que no. Maldición, chica, ¿aún no estás despierta? ¿De verdad crees que
arrastraría tu culo para hacer que me cocinaras?”, preguntó. Me encogí de hombros y
me sonrojé de nuevo, dándome cuenta de que era una idea ridícula. Emmett nunca
había esperado que saliese de mí hacer cosas por él que no hubiera hecho antes, y no
quería empezar ahora porque Edward se había ido. “Vamos a desayunar, solo
nosotros dos.”

“¿En serio?”, le pregunté. Él asintió en confirmación, antes de decirme que tomara una
ducha y me pusiera ropa limpia. Me duché rápidamente, tratando de despertarme bajo
el chorro de agua. Estaba aturdida y agotada por mi insomnio, me sentía muy nerviosa
sin Edward. Salí de la ducha y me sequé, me puse un par de pantalones Capri y un top
negro. Después me coloqué mis bailarinas de color negro, coloqué mi pelo hacia atrás
y me aseguré de coger mi teléfono antes de salir rápidamente de la habitación. La
noche anterior había tenido una llamada perdida de Edward y no habría manera de
que me perdiera de otra llamada.

Me encontré con Emmett en el vestíbulo y lo seguí hacia el jeep, deslizándome en el


asiento del copiloto y colocándome el cinturón de seguridad. Él hizo lo mismo,
sorprendiéndome al hacerlo porque Edward nunca lo hacía. Yo había ido a solas con
Emmett una vez y eso fue el viaje al supermercado, un día antes del fallido Acción de
Gracias, cuando me olvidé de comprar huevos.

Se dirigió a la cafetería de Forks, aparcando, ambos salimos. Echó el brazo por encima
de mi hombro y me llevó dentro, saludando con entusiasmo a las personas en el
recinto. El lugar estaba lleno de gente pero Emmett fue capaz de conseguir con
bastante facilidad una mesa, para gran consternación de algunos otros que estaban a
la espera de ser atendidos. Al caminar por el comedor hacia nuestros asientos, me di
cuenta de que Edward no era el único hijo Cullen popular.

La gente parecía tenerle miedo y admiración a Edward la mayor parte del tiempo, no
del todo por cómo era, sino más por lo que él era, mientras que con Emmett, parecían
disfrutar de su compañía. Ellos asentían en reconocimiento y se apartaban del camino

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1233


de Edward cuando él pasaba, o lo atendían inmediatamente cuando necesitaba algo,
pero acudían a Emmett porque era divertido estar con él. Yo no estaba segura de por
qué no lo había visto antes, pero era verdad. Todo el mundo amaba a Emmett.

Me deslicé en el asiento frente a Emmett y la camarera se acercó inmediatamente,


brindándonos los menús y tomando nuestra orden de bebidas. Pedí jugo de naranja,
mientras que él pidió chocolate con leche con extra de chocolate, y le echamos un
vistazo al menú mientras la camarera iba a buscar las bebidas. Ella regresó y le pedí
una tostada francesa, mientras que Emmett recitó una lista de alimentos que contenían
huevos, tocino, salchichas, tortitas, fruta y pan tostado. No estaba completamente
sorprendida, porque estaba acostumbrada a su alimentación, pero sonrió tímidamente
de todos modos.

“¿Qué puedo decir? Soy un chico en crecimiento”, dijo despreocupadamente. Me reí.

“Creo que has culminado tu crecimiento, Emmett. Ya estás grande y yo no creo que
puedas seguir creciendo”, le dije, sonrojándome al momento en que las palabras
salieron y me di cuenta de lo que acababa de decir. “No creo que haya sonado bien”

Él se echó a reír y sacudió la cabeza.” Entiendo lo que estás diciendo”, dijo, haciendo
subir la manga de su camisa y flexionando sus músculos. “Sin embargo, necesito
combustible. Estas armas no se mantienen naturalmente, hermanita.”

Sonreí. “Hermanita”, le dije en voz baja, haciendo eco de sus palabras. Esto siempre
me encendía el corazón cuando se refería a mí como una parte real de su familia, lo
cual había empezado a hacer con más regularidad.

“Sí, hermanita. Es lo que eres. Algún día, probablemente te casarás con mi pequeño e
imbécil hermano, haciéndolo oficial”, dijo. Mi sonrisa creció

“Me gustaría eso”, dije en voz baja. Él asintió y empezó a hablar, pero la camarera
volvió con la comida y se calmó. Ella repartió nuestros platos y le trajo a Emmett otra
bebida, los dos empezamos a comer en silencio.

“¿Alguna vez pensaste que sería de esta manera?”, preguntó después de unos minutos,
con un tono serio. Me detuve con mi tenedor a medio camino hacia mi boca y lo miré.

“¿Cómo?”, le pregunté, no del todo segura de a lo que él se refería. Él elevó su tenedor


y lo movió a su alrededor.

“De esta forma. Ya sabes, venir aquí, tener una vida. Ganar una familia, conocer a
Edward. Todo ello, de verdad. ¿Alguna vez pensaste que pasaría?“, preguntó tomando
un bocado de su comida y mirándome con curiosidad. Suspiré, contemplando su
pregunta.

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“No, nunca pensé que fuera una posibilidad, la verdad. Quiero decir, mi madre siempre
tuvo la esperanza de que me pasaría y que terminaría en algún donde pudiera ir a la
escuela y me enamorara y esas cosas, pero yo, honestamente, pensaba que deliraba”,
le dije. “Pensaba que me habían dado la vida que tenía y lo mejor que podía hacer, era
adaptarme a ella.” Él asintió.

“Puedo entender eso y creo que hasta puedo sentirme en parte identificado. Quiero
decir, era demasiado joven para recordar la vida antes de los Cullen, pero me pregunto
todo el tiempo qué diablos me habría pasado si Elizabeth no me hubiera salvado”,
dijo. Se detuvo por un momento con una expresión solemne en su rostro, dejando el
tenedor en el plato. “Hubiese deseado hubieras sido salvada mucho antes porque no
deberías haber pasado por todo eso, pero entonces me pregunto, cómo mierda de
diferente sería si lo hubieras sido”.

“Creo que todo sucede por una razón”, le dije con un encogimiento de hombros, no del
todo segura de cómo responder a eso. No podía ni siquiera comenzar a imaginar cómo
sería la vida para mí si yo no hubiera tenido que soportar lo que había pasado a través
de los años, antes de salir de Phoenix. La idea de crecer libre era un pensamiento
agradable, pero no habría llegado a ser la persona que era y, definitivamente, no
hubiera conocido ni me habría enamorado de Edward si eso hubiera pasado.

“Sí, supongo”, dijo cogiendo el tenedor nuevamente. Terminamos comiendo en silencio


y miró su reloj después de un tiempo. “¿Estás lista para salir de aquí? Tenemos que
volver a casa para reunirnos con Rosie y me matará si llegamos tarde”

Asentí y me puse de pie, usé el baño mientras Emmett pagaba. Volví al momento en
que estaba dejando algo de dinero sobre la mesa, él sonrió y nuevamente me pasó un
brazo por encima del hombro. Me condujo hacia el Jeep para que pudiéramos regresar
a casa de los Cullen, cantábamos junto a la radio en voz alta y bromeábamos mientras
conducía. En el momento en que nos acercábamos al patio delantero de la propiedad,
vimos el familiar convertible rojo, junto a Rosalie que estaba apoyada en él, con los
brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido en su rostro.

“Ey, nena”, dijo Emmett, saltando del jeep y caminando hacia donde ella estaba de
pie. Envolvió sus brazos alrededor de ella y la abrazó con fuerza, sus pies se elevaron
del suelo mientras él la levantaba. Su expresión se suavizó de inmediato, su hostilidad
desaparecía a medida que una pequeña sonrisa se formaba en sus labios.

“Casi llegan tarde”, dijo. Emmett se rio suavemente y la colocó de nuevo sobre sus pies.

“Casi, pero no”, dijo inclinándose para besarla. Ella envolvió sus brazos alrededor de
su cuello y sus bocas se movieron furiosamente, su amor y pasión por el otro, eran
claros. Me di la vuelta rápidamente, una punzada de celos me golpeó y me hizo
anhelar a Edward.

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Rosalie dijo mi nombre después de un momento y me di la vuelta para verla sostener
un bolso hacia mí. Lo tomé con cuidado y lo abrí, mirando dentro. Mi ceño se frunció en
confusión cuando vi la pequeña prenda negra y blanco.

“Es un traje de baño. Alice dijo que no creía que tuvieses uno, así que lo escogió para
ti”, dijo. Mis ojos se abrieron en sorpresa.

“Yo, eh... gracias, de verdad... pero no creo que realmente necesite uno” dije,
preguntándome por qué ella me había comprado un traje de baño. Me dio una mirada
divertida y sentí el enrojecimiento de mis mejillas.

“Lo siento cariño, pero lo vas a necesitar si vas a venir a la playa conmigo”, dijo. La
miré con sorpresa.

“¿La playa?”, pregunté con incredulidad.

“Sí, nos vamos a First Beach para pasar el rato durante el día y a tomar el sol, surcar
las olas, tal vez jugar un poco de voleibol”, dijo Emmett, tirando su brazo sobre el
hombro de Rosalie y sonriéndome. “Va a ser la bomba. Alice y Jasper nos esperarán
allí”

Me quedé mirándolos brevemente antes de dar una ligera inclinación de cabeza para
mostrarles que lo había entendido. No estaba segura de lo que sentía acerca de ir a la
playa y estaba de verdad un poco nerviosa ante la idea, pero todos estaríamos allí, así
que pensé que no podía ser tan malo.

“Está bien, entonces” murmuré, mirando hacia la bolsa. “Y yo, ¿tengo que usar esto?”

Rosalie se rio. “Sí, eso. Puedes ponértelo debajo de tu ropa. Yo ya llevo el mío puesto.”

Suspiré y asentí de nuevo, dirigiéndome hacia la casa. Emmett me detuvo y me tiró las
llaves, diciéndome que la puerta principal estaba cerrada con llave. Abrí y marqué el
código para desactivar la alarma, recordando los números que Edward me había
dicho meses atrás. Me fui directamente a la habitación de Edward y me despojé de mis
ropas, dejándolas en un pequeño montón en el suelo. Cogí el traje de baño y lo miré
con cautela. Era de una pieza, atado alrededor del cuello y con lazos pequeños en la
parte inferior de cada lado, que parecía que eran simplemente decoración. Me lo puse
y lo até lo mejor que pude, caminando hacia el baño para mirarme en el espejo. Me
quedé inmóvil al mirarme, sorprendida por mi reflejo.

Con frecuencia me miraba de pasada en el espejo, pero rara vez echaba un vistazo
más de cerca, no me preocupaba mucho por mi aspecto, la mayor parte del tiempo.
Pero allí de pie, con el pequeño traje de baño negro con lunares blancos, me
sorprendió porque apenas reconocí a la chica que me miraba. Mi piel estaba todavía
muy pálida, posiblemente, más pálida de lo que había estado alguna vez debido a la
falta de sol en Forks, pero ahora tenía un brillo sutil. Estaba saludable y feliz, y sin

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duda no estaba tan delgada como lo había estado antes. Mucha de la ropa que Alice
me había dado cuando me mudé a la casa de los Cullen eran grandes, y la ropa en la
que había llegado ya no me quedaba.

Todavía estaba delgada pero parecía como si se hubieran llenado algunas áreas, con
más curvas. No estaba segura de si eso era considerado algo bueno o no, y no era
como si realmente importara, pero a Edward parecía gustarle. Me decía
constantemente lo hermoso que pensaba que estaba mi cuerpo, señalando partes de
mí que encontraba atractivas. Debido a eso, no me avergonzaba estar de pie frente a
él sin ropa, pero no estaba tan segura de estar cerca de otros mientras llevase algo tan
pequeño.

El traje de baño cubría la mayor parte de cuerpo, dejando sólo un rastro de mis pechos
asomado por encima de él, pero mis muslos, brazos y espalda estaban totalmente
expuestos. No estaba tan preocupada por mis extremidades como lo estaba por mi
espalda, porque no había olvidado que estaba cubierta de cicatrices. Edward nunca lo
había comentado, pero a menudo las trazaba con sus dedos y colocaba besos sobre
ellas. Nunca le pregunté por qué, creía entender sus motivos detrás de esos gestos al
igual que yo solía hacer lo mismo con la cicatriz que tenía en uno de sus costados. Era
una parte de él, un recuerdo físico de su resistencia, de su supervivencia y fuerza.

Solté mi cabello, dejando que cayera en cascada por mi espalda, y estaba pasando
mis dedos a través de él cuando oí la voz de Rosalie. Salté, me había tomado por
sorpresa porque no tenía ni idea de que estaba allí. Debía estar en trance mientras me
contemplaba y ni siquiera había oído el clic de los tacones altos característicos de
Rosalie que indicaba que se estaba acercando. Yo solía estar siempre alerta con lo
que me rodeaba, lo que hacía casi imposible que no detectara a las personas a mi
alrededor, pero era evidente que me había relajado en los últimos meses. La miré y la
vi de pie en la puerta del cuarto de baño, dándome cuenta de que tenía un par de
chanclas rojas. No era de extrañar que no la hubiese escuchado.

“Me alegro de que te quede bien”, dijo caminando hacia mí.”Y hace que tu trasero se
vea fantástico. Me imaginé que preferías así la parte inferior para usarlo con
pantalones cortos.” Ella empujó mi cabello hacia un lado, atando el lazo alrededor de
mi cuello y apretándolo para dar realce a la parte superior de la prenda. Le di las
gracias en silencio.

“Así que, ¿se ve bien?”, le pregunté, mirando nuevamente a mi reflejo. Ella se rio un
poco.

“Se ve mejor que bien. Eres atractiva, deberías estar orgullosa de tu cuerpo. No hay
vergüenza en mostrar un poco de piel a veces”, dijo. “De todos modos, hay que ponerse
en marcha para llegar a tiempo, vámonos.”

Asentí y volví a entrar en el dormitorio, tirando nuevamente de mis pantalones Capri y

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deslizando mi top negro sobre el traje de baño. Rosalie rebuscó en el armario y me
pasó unas chanclas negras antes de entregarme un par de gafas de sol del mismo
color. Ella salió de la habitación, me dijo que me diera prisa y comencé a ir detrás de
ella antes de parar en seco. Me di la vuelta rápidamente y agarre mi teléfono, casi
olvidándolo en mi prisa.

Nos metimos en el coche de Rosalie y ella condujo fuera de los límites de la ciudad de
Forks en una dirección en la que nunca había ido, así que el paisaje era
completamente nuevo para mí. El viaje duró cerca de quince minutos y de inmediato vi
el coche amarillo de Alice cuando nos acercamos a una zona de aparcamiento. Rosalie
estacionó a su lado y cogió una bolsa con cosas, saliendo del coche con cuidado.
Emmett saltó y prácticamente me arrastró fuera del asiento trasero, lanzando su brazo
sobre mi hombro.

“Bienvenida a La Push y a First beach” dijo, haciéndome girar y apuntando con su


cabeza en dirección a la costa. Podía ver el agua en la distancia y podía oír el romper
de las olas, el sonido y el olor del mar resultaba bastante fascinante. Nunca había
estado en la playa antes o incluso había visto el mar, después de haber sido criada en
el desierto, así que era todo muy nuevo para mí.

Nos dirigimos hacia el agua, y vi a Alice y Jasper colocando un montón de tumbonas


plegables con una hielera a lado. Alice miró y nos vio, sonriendo alegremente.

“Hola chicos”, dijo con entusiasmo.” ¿No es hermoso? ¡Estoy tan emocionada!”

Sonreí en respuesta a su entusiasmo. Hacía bastante calor, no lo que yo llamaría


caliente en mi imaginación, pero sin duda no era húmedo y lúgubre, como de
costumbre. El sol brillaba con fuerza, sin una nube a la vista, lo cual ya había
aprendido con el tiempo que era muy poco común en la zona.

Extendieron las sillas y toallas, y vi algunas tablas de surf a un lado. Emmett me vio
mirándolas y se rió. “¿Quieres aprender a hacer surf, Izzy Bizzy?” me preguntó. Di un
grito ahogado y negué con la cabeza rápidamente

“De ninguna manera”, dije. Él se rio más fuerte, encogiéndose de hombros

“Si cambias de opinión, házmelo saber”, dijo con diversión. Le dije que no se
preocupara porque no había absolutamente ninguna manera de que cambiara de
opinión.

Los chicos se metieron en el océano casi inmediatamente, mientras que Alice y Rosalie
comenzaban a despojarse de sus ropas, y mis ojos se abrieron de golpe al ver lo
pequeños que eran sus trajes de baño. El de Alice era azul brillante y de dos piezas,
tanto la parte superior como la inferior apenas cubrían sus áreas privadas. El de
Rosalie era también dos piezas, la parte superior ni siquiera tenía alguna tira para
mantenerlo sujeto. Estaba sorprendida por la cantidad de piel que estaban mostrando

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y sin embargo, no parecían incómodas en absoluto, lo que me hizo sentir infinitamente
mejor. Lo que yo llevaba era muy modesto en comparación con lo que llevaban ellas,
así que dudaba que, con ellas alrededor, alguien se diera cuenta de que estaba allí.

Me quité mi ropa con cuidado y la coloqué en una de las sillas, mientras que Alice y
Rosalie colocaban las suyas hacia mi derecha. Rosalie sacó un tubo de crema y se
frotó con ella antes de ofrecérmela, diciéndome que era protector solar. Ella puso un
poco en mis manos y lo froté sobre la piel que pude alcanzar a cubrir, mientras que
Alice hacía lo mismo. Ambas se pusieron sus gafas de sol y se reclinaron en sus sillas a
tomar el sol nuevamente, pero se mantuvieron erguidas y observaron a los chicos
mientras hacían surf. Realmente no entendía el punto de broncearse, había aprendido
viviendo en Phoenix que ninguna cantidad de sol me haría broncearme. Era extraño,
porque mi padre era italiano, así que debería tener por lo menos la capacidad de
broncearme, pero supuse que era una de esas opciones de la naturaleza.

Era algo incómodo estar sentada al principio porque me sentía fuera de mi elemento,
pero empecé a relajarme como las demás personas en la playa, el ambiente pasó de
relajadamente silencioso a lleno de actividad y bullicio.

Alguien empezó un juego de voleibol, lo cual hizo que Emmett y Jasper salieran del
agua para participar. Alice y Rosalie se unieron a ellos y me pidieron que jugara, pero
me negué ya que no había manera de que hiciera tal cosa con tanta gente alrededor.
Estaba segura de que haría el ridículo y sinceramente no deseaba llamar la atención,
porque no sabía nada de voleibol y era torpe cuando se trataba de algo relacionado
con el deporte.

Me senté nuevamente a verlos, riéndome de sus travesuras. Resultó que Alice y Rosalie
tampoco eran muy buenas en esto, pero jugaron de todos modos, incluso se les
escapaba la pelota o accidentalmente la enviaban en la dirección opuesta. Parecía
que estaban teniendo un gran momento y empecé a lamentar no haber aprovechado la
oportunidad para tratar de jugar, dándome cuenta de que no les hubiera importado lo
horrible que era jugando.

Estaba tomando un trago de una lata de coca cola de cereza que había sacado de la
nevera cuando una voz familiar resonó detrás de mí, asustándome, ya que, por
segunda vez ese día, no había oído acercarse a nadie. Me atraganté con el refresco y
empecé a toser, jadeando en busca de aire mientras el líquido bajaba por mi garganta.

“¿Perdón?” Farfullé, girando la cabeza y encontrándome cara a cara con Jacob Black.
Él se congeló en su lugar y me miró con preocupación.

“¿Estás bien?”, Preguntó. Asentí aclarando mi garganta y tratando de respirar


profundamente, pero todavía ardía.

“Estoy bien. Solo me has pillado por sorpresa. ¿Qué has dicho?” Le pregunté, incapaz

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de entender lo que había dicho al principio porque me había cogido con la guardia
baja. Me miró un momento antes de caminar y dejarse caer a mi lado en la tumbona de
Alice. Me tensé un poco y miré hacia donde estaban todos jugando al voleibol, sin
saber lo que dirían o pensarían de mí por estar sentada con Jacob. Todos parecían
amables con él, pero también sabían de su historia con Edward.

Él jugueteó con la silla hasta que la colocó nuevamente en posición vertical,


maldiciéndose a sí mismo en el proceso. Por fin consiguió situarla, y pateó los pies
hacia fuera, relajándose. “He dicho que estoy sorprendido de verte. No creía que
Edward te hubiese dejado venir aquí.”

Mis ojos se estrecharon ligeramente mientras lo observaba fijamente. “Él no me dice lo


que puedo o no puedo hacer”, dije enfáticamente, enojada de que hubiera dicho eso.
Sí, él sabía cómo era cuando me hacían enojar, pero él no sabía nada de mi relación
con Edward. Edward me había animado a pensar por mí misma y tener mis propias
opiniones, para hacer lo que yo quisiera y no lo que otros esperasen de mí.

“Está bien, está bien”, dijo, levantando las manos a la defensiva. “Creo que estoy
sorprendido de que hayas venido aquí sabiendo que tu novio no puede.”

Mi ceño se frunció mientras lo miraba fijamente, confundida por su declaración. “¿Qué


quieres decir?”, le pregunté vacilante. Edward me había dicho que me divirtiera y que
viviese la vida durante su estancia en Seattle, solo porque él estuviera lejos no
significaba que no debería ir a alguna parte.

Él me miró con sorpresa. “Quiero decir, si conozco a Cullen como creo que lo conozco,
no estará feliz de que estés aquí, ya que le está prohibido acercarse a esta zona, ya
sabes, por tratar de matarme a mí y a todos.”

Mis ojos se abrieron por sorpresa cuando me di cuenta de lo que estaba hablando.
Cuando Edward se metió en problemas por ir tras Jacob, como castigo le prohibieron
acercarse a la reserva, aunque el doctor Cullen lo había sacado del problema serio. Ni
siquiera se me había pasado por la cabeza que estuviéramos en la reserva donde
Edward tenía prohibido ir.

“No lo conoces”, le dije, sin saber exactamente qué decir. “Y él no intentó matarte. Fue
sólo un malentendido”

Él se rió secamente. “¿Tú dices que el haber disparado contra mí, destruir mi coche, y
en el proceso casi quemar mi maldita casa fue un ‘malentendido’? Es un loco, egoísta
y manipulador. Ha perdido el juicio. “

Mis ojos se estrecharon nuevamente mientras la ira se apoderaba de mí. ¿Quién se


creía que era Jacob Black?

“No, tú has perdido el juicio. Edward ha cometido errores, pero él es un buen hombre.

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No puedes sentarte y fingir que eres completamente inocente, porque no lo eres. Ambos
dejaron que la ira los cegara, haciéndolos actuar como niños inmaduros, atacándose y
tratando de hacerse daño mutuamente. Es estúpido, y ni siquiera estaba allí pero sé
que los dos estaban haciendo el ridículo en todo este asunto con esta... esta cosa... de
la rivalidad “, espeté. “Así que acaba con esto o déjame en paz porque no me puedes
hablar de esta forma acerca de Edward. Él me ama, Jacob Black, y yo le amo, y no voy
a permitirte que me hables e intentes hacerme pensar mal de él, porque nada lo hará.
Estás perdiendo el tiempo. “

Me puse de pie y alejé, pateando mis zapatos en el proceso y dejándolos tirados en la


arena. Pasé junto a Emmett que me miró boquiabierto por la sorpresa, obviamente
había escuchado la conversación. Sin embargo, no me importaba porque estaba
demasiado alterada para preocuparme por eso.

“Isabella, espera” me llamó Jacob. No le hice caso y me dirigí hacia la orilla,


deteniendo mi caminata poco a poco mientras me acercaba a la orilla. Oí el
movimiento detrás de mí y sabía que me estaba siguiendo, pero no me giré para
mirarlo. “Mira... yo, eh... Demonios, no lo sé. No me cae bien y me llevará un buen
tiempo y será difícil creer que le importa alguien más que no sea él mismo, pero no
quería ofenderte. Simplemente no me gusta la idea de que él se aproveche de ti en tu
situación”.

Me volteé a mirarlo, mi ira intensificándose. “Tal vez puedas saber quién soy, pero no
sabes nada acerca de mi situación y está claro que realmente no sabes nada de
Edward. Él es dulce, amable y solidario y está tratando de ayudarme en mi libertad, así
que no te quedes ahí y pretendas saber cosas que no sabes. Está en una posición en la
que realmente trata de ayudarme, y es algo que tú nunca estarías dispuesto a hacer,
así que ¿cómo te atreves a juzgarlo cuando él es más compasivo y valiente de lo que tú
nunca serás?” Espeté. Me miró en estado de shock, obviamente no esperaba semejante
arrebato. Mis palabras me sorprendieron incluso a mí misma, porque había sido
entrenada para mantener la boca cerrada y no arremeter contra algo, pero algo acerca
de Jacob hablando mal de Edward me hizo estar a la defensiva.

Alcancé a ver movimiento en mi visión periférica y vi a Emmett de pie a unos metros de


nosotros con una expresión de enfado en su rostro. Emmett muy rara vez se enojaba ya
que siempre lo veíamos con una sonrisa o riendo, por lo que automáticamente me
pregunté si tal vez había cometido un gran error. No quería molestarlo y no tenía
intención de hacer una escena, pero era obvio que no estaba contento.

Rápidamente traté de pensar en algo que decir para contener su ira, pero después de
un momento me di cuenta de que no estaba siquiera mirándome. Sus ojos estaban
enfocados directamente delante de mí, en Jacob y él lo estaba mirando fijamente.
Jacob debió darse cuenta de que ya no tenía mi atención porque se dio la vuelta en la
dirección de mi mirada, congelándose cuando vio a Emmett.

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“Oye, Em.”, dijo Jacob, casualmente. Brevemente, Emmett apenas lo miró antes de
volver su atención hacia mí.

“¿Estás bien, Isabella?”, preguntó, en un tono serio. “Él no te está molestando,


¿verdad?”

Dudé, sorprendida por su pregunta, y Jacob suspiró en frustración. “Vamos, Em. Sabes
que yo no... “comenzó, pero Emmett lo interrumpió rápidamente.

“No te estaba preguntando a ti, Jake,” dijo bruscamente. “Estoy hablando con Isabella.
¿Todo bien? “

Asentí con la cabeza. “Sí, estoy bien. Estábamos hablando...”.

Emmett miró en mi dirección por un minuto antes de volver nuevamente su atención


hacia Jacob. “Es bueno verte Jake. No pensé que estarías aquí hoy, pensaba que
también estarías lejos, en el campamento de fútbol.”

Los ojos de Jacob se abrieron con sorpresa. “¿Es este fin de semana?”, preguntó.
Emmett asintió confirmándolo y Jacob se rio. “No, me he metido en algunos problemas
en la escuela, me sorprendieron peleando y el entrenador me echó del equipo”.

La seria expresión de Emmett se suavizó mientras sonreía. “Juegas todos estos años y
terminas expulsado el último año. ¿No es una mierda?”, dijo con diversión. Rosalie
llamó a Emmett y él levantó la mano para decirle que esperara, su sonrisa una vez más
desapareció. “Se amable con Isabella. Me gustas, ya lo sabes, pero te golpearé si la
molestas.”

Jacob levantó las manos a la defensiva, con una expresión seria en su rostro. “Lo capto,
hombre. No tenía intención de molestarla”.

Emmett asintió y se alejó corriendo, volviendo a mirar hacia nosotros unas cuantas
veces antes de unirse a Rosalie nuevamente a jugar otro partido de voleibol. “Es muy
protector contigo”, murmuró Jacob cuando me di la vuelta para mirar de nuevo hacia el
agua. No me molesté en responder a su declaración, sin saber qué decir de todos
modos. Se quedó quieto por un momento, antes de dar unos pasos y pararse junto a
mí. “¿Vas a meterte en el agua?”

“De ninguna manera”, le dije, mirándolo con incredulidad.

“¿Por qué no?”, preguntó. Suspiré y me encogí de hombros, pero siguió mirándome
inquisitivamente.

“No sé nadar”, murmuré por fin, ruborizándome de vergüenza. No estaba segura de si


alguno de ellos lo sabía, pero nunca había tenido la oportunidad de aprender.

“No tienes que saber nadar para mojarte los pies”, dijo encogiendo los hombros,

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tirando de su camisa rápidamente. La arrojó sobre la arena y dio unos pasos hacia el
agua. Se detuvo cuando llegaba a sus rodillas y me miró. “Bueno, vamos. ¿A qué estás
esperando?”

Lo miré boquiabierta de incredulidad, asombrada de que él esperase que lo siguiera al


agua. “No creo”, le dije

Suspiró, mirándome con desconcierto. “En serio, ¿crees que voy a dejar que te
ahogues? Confía en mí.” Mis ojos se estrecharon en el momento en que las palabras
salieron de su boca, y sus ojos se abrieron ligeramente al ver mi expresión. “O no
confíes en mí, lo que sea. Pero, ¿realmente crees que soy tan estúpido como para
decirte que hagas algo que pueda hacerte daño, con Emmett de pie allí mirándome
como un maldito halcón? Te lo he dicho antes, Isabella Swan. Pareces agradable y
todo, pero no tengo planes para hacer que me maten por ti. Y puedes estar segura, si
dejo que te ahogues, Emmett me matará”.

Lo miré fijamente durante un momento, contemplándolo, antes de escanear el agua


con mis ojos. Se veía refrescante y olía maravilloso, y una parte de mí quería sentirlo.
Miré detrás de mí y vi que Emmett seguía mirándonos, sonreí y me sentí aliviada por
tener un salvavidas por si acaso lo necesitaba.

Di unos pasos hacia adelante y entré en el agua deteniéndome cuando me llegó a


mitad de la pantorrilla. No estaba exactamente fría, pero tuve un ligero escalofrío a su
vez que refrescaba mi piel caliente. Jacob se adentró más en el agua y yo di unos
pasos más hacia adelante, pero me detuve cuando llegó a mi cintura.

“Esto es suficiente”, murmuré. Jacob se detuvo y se dio vuelta para mirarme.

“Mira, eso no ha sido tan difícil, ¿eh? Se siente bien, ¿verdad?”

Sonreí y asentí, dejando mis manos sobre la superficie del agua. Pequeñas olas se
estrellaban contra ellas, la visión era fascinante y de alguna manera, calmante. “Debe
ser agradable vivir cerca del agua. ¿Vienes a la playa a menudo?” Le pregunté con
curiosidad.

“Sí, cada vez que puedo. Surfeamos y hacemos clavados en el acantilado y esas cosas
todo el tiempo “, dijo. Lo miré en confusión

“¿Clavados?” Le pregunté, sin saber lo que era. Él asintió con la cabeza y señaló a lo
lejos, a un gran acantilado que sobresalía en la orilla.

“Nos ponemos en la parte superior del acantilado y saltamos al agua”, dijo. Mis ojos se
abrieron por la sorpresa.

“¡Estás bromeando! ¿A qué altura se encuentra eso?”. Le pregunté, sorprendida. Se


veía enorme desde la distancia y no podía imaginarme saltando desde esa cosa para

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divertirme. Eso sería terrible.

“No lo sé, a setenta y cinco pies ¿tal vez? Exactamente no se cuánto medirá”, dijo
indiferente. Me giré a mirarlo boquiabierta, sorprendida por su indiferencia al respecto.

“Hay que estar loco para saltar desde allí”, afirmé. Él se rio y se encogió de hombros.

“Tal vez estoy loco, pero eso solo significa que tu novio también lo está” dijo divertido.

“¿Edward saltaba desde ahí?” Le pregunté. Él asintió.

“Todo el maldito tiempo. De hecho, se armó de valor y saltó antes de que yo lo hiciera.
Maldito gilipollas, no tenía respeto por la vida”, murmuró. Entrecerré los ojos
nuevamente, no me gustaba que hablara negativamente de Edward y él levantó las
manos en defensa una vez más. “Está bien, seré bueno.”

“Gracias”, le dije en voz baja. Caminamos un poco por el agua, un incómodo silencio
se manifestaba en el aire, entre nosotros. No lo conocía muy bien y no estaba segura
de qué decirle, pero por alguna razón me sentía extrañamente a gusto en su presencia.
Yo era muy consciente de cómo se sentía Edward acerca de Jacob, y que nunca haría
algo para hacerle daño deliberadamente, pero él siempre me decía que formara mis
propias opiniones acerca de las personas y las cosas. Dijo que con la independencia
viene la oportunidad de tomar mis propias decisiones, y vi a Jacob como una de esas
cosas a las cuales Edward, se estaba refiriendo. No confiaría del todo en él porque
sabía que había traicionado a Edward en el pasado, pero no vi ninguna razón para no
ser civilizada con él.

Al resto de los Cullen todavía les gustaba, Rosalie y Alice me habían manifestado
incluso hace meses cómo deseaban que Jacob y Edward volvieran a ser amigos. Una
parte de mí se preguntaba si tal vez yo podría ayudar con eso, si yo podría ayudar a
cerrar la brecha entre ellos. Los dos estaban obviamente heridos y se sentían
agraviados uno hacia otro, y sinceramente ambos tenían derecho a estarlo, pero no
veía ninguna razón por la que no pudieran llegar a superarlo. Edward había hecho
tanto por mí, y yo no podía dejar de preguntarme si tal vez esta era mi oportunidad de
hacer algo a cambio. Tal vez podría ayudarles a ser amigos nuevamente.

“¿Así que, por que el seis tenía miedo del siete?”, preguntó Jacob. Lo miré con
confusión al principio, antes de darme cuenta de que estaba tratando de romper la
tensión con un chiste.

“No lo sé, ¿por qué?”

“Porque el siete se come al nueve”, dijo, sonriendo. “¿Lo entiendes, siete se come al
nueve?” (N.T. La broma de Jacob en inglés es “Seven eight nine”, haciendo que ‘eight’
se pronuncie como ‘ate’, lo cual en español es comer, por ello el seis le teme al siete,
porque se come al nueve).

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Asentí sonriendo. “Sí, lo entiendo”

“Pero no te has reído, intentémoslo otra vez. ¿Por qué el muchacho lanzó su tostada
por la ventana? “preguntó. Me encogí de hombros vacilante, no tenía ni idea de cuál
podría ser la respuesta. “Él quería ver la mantequilla volar”

“¿Ver la mantequilla volar?” Pregunté con confusión, no capté el chiste hasta que las
palabras salieran de mi boca. “Ah, como una mariposa.” (N.T. Butter fly (mantequilla
volar) suena igual que la palabra Butterfly, mariposa).

Él suspiró, sacudiendo su cabeza. “Sí, una mariposa. ¿Por qué despidieron al chico de
la fábrica de zumo de naranja?” Me encogí de hombros otra vez y él levantó sus cejas
con una expresión de esperanza en su cara. “Él no podía concentrarse.”

Mi frente se arrugó tratando de encontrarle sentido a eso. “¿Cómo el zumo de naranja


que está hecho de concentrado, no es así?”

Él me miró fijamente durante un momento antes asentir. “Sí. Eres difícil de entretener,
¿sabes?,” dijo con un suspiro.” Me siento derrotado; nunca he fallado así antes
tratando de hacer reír a alguien. Podría haberte preguntado ¿por qué la maldita
gallina cruzó la carretera?“

“¿Por qué la gallina cruzó la carretera? “ Pregunté con curiosidad. Él me miró


sorprendido.

“Para llegar al otro lado, desde luego” dijo. Me reí y reí tontamente, haciendo que riera
enseguida. “Bien, ¡mierda! La gallina lo ha logrado. ¿Nunca lo habías oído antes?”

Sacudí mi cabeza.” No, no que yo recuerde,” dije. Él sacudió su cabeza, frunciendo el


ceño.

“Necesitas más comedia en tu vida” murmuró. “Eso o si no Cullen terminará por acabar
con tu buen sentido del humor.”

Mis ojos se estrecharon, pero antes de poder decir algo, él desapareció bajo el agua,
salpicándome un poco. Emergió de nuevo y sonrió con satisfacción. “No ha sido
gracioso” dije molesta. Se encogió de hombros y comenzó a salir del agua sin decir
nada, recogiendo su camisa de la arena. Suspiré y caminé detrás de él, no quería
quedarme sola en el océano. Dimos un paseo hacia las tumbonas y agarré una toalla
mientras él solamente dejo caer su cuerpo todavía mojado en la tumbona.

Me sequé y me senté en el borde de la silla, poniendo mis pies hacia delante. Estos
fueron cubiertos por la arena, pero esto no me molestó en absoluto, porque yo estaba
acostumbrada a caminar con los pies descalzos en la suciedad y arena de Phoenix.
Las puntas de mi pelo estaban mojadas por haberse salpicado de las pequeñas olas

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en el mar, lo coloqué a un lado sobre mi hombro, cepillándolo con mis dedos. Eché un
vistazo a Jacob, preguntándome por qué estaba tan tranquilo, y vi que él estaba
observando mi expuesta espalda. Me ruboricé de la vergüenza y eché mi cabello hacia
atrás para cubrir mis cicatrices nuevamente.

Gracias a Dios, él no dijo nada, simplemente permanecimos callados mientras


estábamos sentados juntos, observando a nuestro alrededor. Nuevamente comencé a
sentirme incómoda, entonces abrí mi boca para hablar, esperando cortar la tensión
antes de que esto fuera a peor, cuando de pronto sonó un pitido familiar. Eché un
vistazo alrededor rápidamente, hacia mi teléfono, cogiéndolo de encima de la nevera,
donde lo había dejado antes. Lo abrí y fruncí el ceño cuando vi que tenía otra llamada
perdida de Edward.

Él no había dejado ni un mensaje, así que lo llamé inmediatamente, pero mi llamada


fue directamente a su buzón de voz. Colgué y fruncí el ceño, la ansiedad y la tristeza
me golpearon. Era la segunda vez que había perdido una llamada suya.

“¿Una llamada perdida?” Jacob preguntó. Le eché un vistazo y asentí.

“Edward” dije tranquilamente. Esperé que él dijera algún comentario sarcástico pero
me sorprendí cuando no lo hizo.

“Lo siento” dijo. Lo miré con incredulidad, tomando su palabra como algo genuino
viniendo de él.

“Eh, no es tu culpa. Llamará” dije. Él asintió.

“¿Así que están realmente enamorados? ¿Esto no es algo pasajero?” preguntó. Reí
pensativamente mientras lo miraba fijamente.

“Esto es verdadero. Él ha sido realmente increíble conmigo. Sé que él no es perfecto


pero nadie lo es. Es una buena persona; y soy sincera cuando lo digo. Me ha ayudado
de maneras que nadie más alguna vez lo hubiera hecho” dije. Jacob se sentó
tranquilamente durante un momento antes de coger el teléfono de mi mano. Mis ojos se
abrieron en shock y traté de agarrarlo de vuelta pero él me lo impidió.

“¡Mierda, relájate!” dijo, riendo y tratando de tranquilizarme. “En serio, cálmate. No voy
a llamar a nadie”. Traté de cogerlo otra vez pero él lo alejó antes de que yo pudiera
conseguirlo, dándome una mirada seria. Le entrecerré mis ojos, inquieta sobre lo que
él estaba haciendo, pero estaba claro que no tenía ninguna intención de devolvérmelo,
así que la lucha era inútil. Podría haber llamado a Emmett y él habría forzado a Jacob
a devolverme el teléfono, pero tenía miedo de que simplemente esto causara un
innecesario altercado.

Abrió el teléfono y presionó algunos botones, mi ansiedad aumentaba a cada sonido.


Cerró el teléfono nuevamente después de un minuto y me lo dio.

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“He grabado mi número en él,” dijo. Mis ojos se abrieron con sorpresa y él sostuvo su
mano intentando detener mi pensamiento hacia lo que eso implicaba. “Solo
escúchame, ¿está bien? Lo puse en la 'J' y no con mi nombre entero, pero así podrás
llamarme si realmente necesitas algo. Quiero decir, realmente no hay mucho que
pueda hacer para ayudarte, pero si necesitas a alguien para hablar, puedes llamarme.
Prometo no decir mierdas de tu novio… bueno, no demasiadas, de todos modos. No
tengo tu número así que no tienes que preocuparte de yo te vaya a llamar. Solamente
úsalo si alguna vez lo necesitas. Supongo que esto ayuda a, al menos, a tener la
opción de acudir a alguien fuera de tu círculo de amistades”

Eché un vistazo hacia mi teléfono y asentí, sin saber como reaccionar. Yo no estaba
segura de como sentirme acerca de esto o si alguna vez lo usaría, pero tenía que
admitir era bastante amable de su parte. “Eh, bien”

“Y si has sido sincera cuando has dicho que entre Cullen y tú todo va en serio, y él
realmente te ama, entonces no tiene ninguna razón para revisar tu teléfono o
desconfiar de ti. No es un crimen tener gente con la que poder hablar” añadió él.

“Sí” murmuré, insegura de qué más decir. Rosalie se acercó después de un momento,
quejándose de que él hubiese mojado su silla con su cuerpo empapado. Los demás se
acercaron mientras Jacob rodaba los ojos.

“Rosalie, ¿cómo mantienes a una rubia en suspenso?” preguntó. Ella lo miró


airadamente, sin un ápice de diversión

“¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! “, dijo ella dramáticamente. Mi frente se arrugó.

“¿Cómo?” Pregunté. Jacob sonrió con satisfacción.

“Eh, te diré mañana” dijo encogiéndose de hombros. Lo miré confundida.

“¿Por qué?” Pregunté, sin entender porque él no me lo decía. Todos empezaron a


reírse y Alice se recostó en la tumbona que había a mi lado.

“Esa es la respuesta. Los mantienes en suspenso sin decírselo” dijo ella.

“¡Ah!” Dije, entendiendo finalmente. “Eso es gracioso.”

Todos se rieron de nuevo y Emmett me dio un codazo juguetonamente. “Eres tan


ingenua, hermanita. ¿Estás lista para irte? ¡Estoy hambriento!”

Estuvimos de acuerdo, comenzamos a vestirnos y recogimos nuestras cosas. Dijimos un


rápido adiós a Jacob antes de dirigirnos nuevamente a casa para lavarnos y
cambiarnos.

El resto del día se pasó volando. Traté de llamar a Edward dos veces más pero cada
vez que lo hacía, iba directa a su buzón de voz. Me recosté en la cama después de la

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puesta de sol, completamente agotada por los acontecimientos del día y la carencia de
sueño de la noche anterior, y me quedé dormida casi al instante.

Como la noche anterior, dormí agitadamente, despertándome con frecuencia y


comprobando obsesivamente mi teléfono cada vez que podía. Lógicamente, yo sabía
que no era probable que él llamase a medianoche ya que estaba ocupado, pero no
podía dejar de comprobarlo de todos modos, solo por si acaso.

Otra vez, a pocos minutos de las siete de la mañana, me desperté con el toque
implacable de Emmett. Salí de la cama y caminé cansadamente hacia la puerta,
abriendo y encontrándomelo de pie allí con una enorme sonrisa sobre su cara. Él
declaró que el desayuno estaba listo, y en broma me dijo que estaba orgulloso de mí
por haberme acordado de ponerme mi pijama la noche anterior.

Tomé una ducha rápida y me vestí, agarrando mi teléfono y encontrándome a Emmett


abajo en el vestíbulo. Éramos nosotros dos nuevamente, y terminamos sentándonos en
la misma mesa y pidiendo el mismo desayuno que el día anterior.

Cuando terminé de comer mi tostada francesa, saqué mi teléfono para entretenerme


mientras esperaba que Emmett terminase de devorar su comida. La pantalla estaba
todavía en blanco, indicando no tenía ninguna llamada perdida, ningún texto, y ningún
mensaje nuevo, básicamente, nada de Edward. Suspiré y abrí mi carpeta de mensaje
de texto, decidiendo escribirle. Me había dicho que cuando se fuera, podría enviarle
mensajes si quería, pero no quería molestarlo en caso de que estuviera ocupado, así
que le envié uno corto y simple.

Te amo.

Cerré el teléfono y levanté la vista, notando que Emmett me miraba con cautela. “¿Has
tenido noticias suyas?” preguntó.

Me encogí de hombros. “Me ha llamado dos veces pero he perdido sus llamadas. Él no
ha contestado cuando lo he llamado.” Él asintió, dejando su tenedor.

“Pues ellos lo mantienen verdaderamente ocupado. Él practica día y noche, “dijo.


“Además, no mentía cuando dije que él estaba fuera de forma. Probablemente estará
recibiendo una patada en el culo.”

Me reí suavemente. “Lo sé” dije, sin saber realmente y aun así sin querer que Emmett
se sintiera obligado de darme excusas o explicarme algo. Edward no tenía mucho
tiempo que se había ido y había tratado de llamar dos veces, entonces esto no era
culpa de nadie, más que mía por no haber hablado todavía con él.

Dejamos la cafetería y nos dirigimos de vuelta a casa para un día de juegos y


películas. Alrededor de las dos de la tarde mi teléfono sonó, señalando que tenía un
mensaje de texto. Lo cogí rápidamente, casi arruinando el juego de “Monopoli” y

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dispersando un poco de mi dinero. Reí avergonzada y me ruboricé, pero nadie estaba
molesto o me dijo algo. Abrí el mensaje rápidamente y sonreí alegremente con la sola
palabra que vi en la pantalla.

Sempre.

Era increíble como seis simples letras que componen una simple palabra podían
mejorar mi estado de ánimo tan drásticamente. El resto de la tarde la pasamos igual
que la mañana, llena de juegos de mesa y películas. En realidad, acabe ganando
“Trivial Pursuit”, el cual se convirtió rápidamente en mi juego favorito para jugar. Me
sabía cada respuesta al derecho y al revés desde que veía Jeopardy. Todos parecían
estar totalmente sorprendidos por lo buena que era en esto y por el buen humor que
tenía jugando, a pesar del hecho de que ganaba cada vez más a menudo.

Alrededor de las ocho de la tarde, les dije que me iba a la cama, porque mis ojos me
quemaban por el agotamiento. Me preguntaba cuando volvería a tener una buena
noche de sueño, aventurándome a adivinar que probablemente no sucedería hasta
que Edward regresara. Me subí a la cama y me acurruqué con su almohada,
inspirando profundamente justo como había hecho las dos noches anteriores. La miel
y rayos de sol con una pizca de lila y ahora una sutil esencia de fresas, intoxicaban mis
sentidos, calmándome. Me sumergí en la inconsciencia rápidamente y me desperté
más tarde por el sonido de una canción. Me senté con tanta rapidez que mi visión se
volvió borrosa, y busque ciegamente mi teléfono alrededor de la cama. Finalmente lo
encontré, y lo abrí rápidamente para contestar.

“¿Hola?” dije inmediatamente. No había nada más que silencio al otro lado de la línea
y repetí mi saludo una vez más sin obtener nada a cambio. Alejé el teléfono de mi
oído y vi el mensaje en la pantalla de "una llamada perdida", dándome cuenta de que
había contestado un segundo tarde. Gruñí y sentí que mis ojos se llenaban de
lágrimas, pero luché para que no sucediera con el fin de tener control sobre mí misma.
Marqué su número rápidamente y sonó un par de veces. Sabía que su buzón de voz iba
a saltar en cualquier momento y estaba a punto de colgar cuando la llamada entró.

“Empezaba a pensar que no querías hablar conmigo, tesoro”, su voz sonó en la línea,
con un tono suave. Apenas lo escuché, mi corazón comenzó a palpitar frenéticamente
y perdí la lucha contra mis lágrimas, estas resbalaban una a una por mi mejilla.

“Por supuesto que quiero”, dije, limpiando mis lágrimas. “Te echo de menos.”

“Mmmm... También te echo de menos. La mia bella ragazza. ¿Emmett te ha mantenido


ocupada?”, preguntó.

“Sí, me ha despertado temprano estos dos días y me ha mantenido ocupada hasta la


hora de dormir”, le dije. Inmediatamente me pregunte qué se supone que le diría si me
preguntaba qué habíamos hecho, porque no estaba segura como reaccionaría al

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hecho de que llevaran a First Beach. Yo no planeaba mantenerlo en secreto, pero no
estaba segura de decírselo mientras se encontraba a pocas horas de casa. Por suerte
no me preguntó acerca de esto.

“Me alegro, mientras te diviertas” susurró. “¿Te estás divirtiendo, verdad?”

“Sí” dije.” ¿Y tú te estás divirtiendo?”

Él se burló. “Oh sí, es jodidamente divertido hacer esta mierda”, dijo, sonando divertido
por mí pregunta. “Ha sido frenético y me han partido el culo. Te amo lo sabes, pero
realmente no puedes seguir cocinando toda esa deliciosa comida italiana. Me he dado
cuenta que eso ha hecho mella en mi físico”.

Sonreí. “¿Sabes?, nadie te ha dicho que tuvieras que comértela”, le dije


juguetonamente. Se rió y yo podía prácticamente escuchar la sonrisa en su voz.

“Muy bien, listilla. Veo lo que quieres hacer. Tentarme con la puta Alfredo mientras yo
estoy en una esquina comiendo algunas coles de Bruselas de mierda o algo así”, dijo
en broma. Empecé a reír. (N.T. Cuando Edward dice la puta Alfredo se refiere a pasta
Alfredo, una receta italiana de pasta muy famosa).

“Yo podría, ya sabes. Si realmente quieres algunas coles de Bruselas. Te haré


algunas”

“No me cabe duda de eso, pero voy a tener que pasar de esa mierda. Aunque,
gracias”, dijo. “De todos modos, realmente solo quería oír tu voz porque ha sido
demasiado tiempo, ¿sabes? No puedo permanecer en el teléfono mucho tiempo,
porque estoy agotado y tengo que levantarme temprano para un entrenamiento pero te
llamo otra vez mañana, ¿está bien?”

“Bien” le dije suavemente, triste de que él ya estuviera colgando. Lo entendía y me


recordé a mí misma que lo verdaderamente importante es que hubiese llamado. “Te
amo, Edward Cullen”

“Mmmm, y yo te amo, mi Bella. Dulces sueños y toda esa mierda”, masculló. Yo le


deseé una buena noche antes de colgar.

Dormí un poco mejor que las noches anteriores, pero todavía estaba inquieta sin él.
Entramos rápidamente en un patrón después de que Emmett me arrastrara fuera de la
cama a primera hora y luego me mantuviera ocupada hasta al menos el atardecer.
Fuimos a desayunar juntos a la cafetería como cada mañana, y Jasper, Alice y Rosalie
se unieron a nosotros un par de veces. Los días estuvieron llenos de intensa actividad,
que me gustó más de lo que jamás podría haber imaginado. Todavía extrañaba a
Edward tremendamente pero mantenerme ocupada hacía soportable la separación. Ni
una sola vez me olvidaba de él, ya que estaba en mi mente constantemente, pero no
era sino hasta que llegaba a la habitación por la noche, en un intento de dormir un

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poco, que el verdadero anhelo me invadía.

Mi sueño seguía irregular y para cuando la semana terminaba, me sentía como si


estuviera caminando en medio de la bruma. Necesitaba desesperadamente una noche
decente de sueño.

Limpié y cociné muy poco en toda la semana, de vez en cuando hacíamos sándwiches
y bocadillos y recogíamos solo lo necesario para que la casa quedara decente. Me
sentía mal, haciendo flojeando con mis obligaciones, pero cada vez que intentaba
escapar de Emmett para limpiar algo, me detenía y me alejaba a rastras. Tenía miedo
de lo que el doctor Cullen pudiese pensar, pero el quid de la cuestión era que apenas
veía al doctor Cullen. Trabajaba durante el día, llegaba a casa por la noche y
desaparecía en su oficina de abajo, rara vez reaparecía cuando todavía estaba
despierta. No estaba segura de si estaba ocupado o si simplemente estaba
manteniendo la distancia intencionalmente, casi me sentía culpable por ello. Aunque
no tenía mucho sentido para mí, porque ¿quién era yo para cuidar la forma en que
pasaba su tiempo? Pero, independientemente, tenía la extraña necesidad de ver cómo
estaba a pesar de que sabía que era una tontería. Era el hombre de la casa, mi amo, y
yo era apenas una chica de dieciséis años que simplemente se aseguraba de que
tuviese ropa limpia, una cama hecha y comida para comer. No tenía derecho de hablar
de cualquier cosa con él a un nivel personal.

Terminamos haciendo un poco de todo durante la semana. Jugamos juegos y vimos la


televisión, Emmett tocó la guitarra y me gustó mucho. Jasper y yo pasamos horas y
horas en la biblioteca estudiando, así que podría hacer mi examen de GED (N.T.
General Educational Development, Es un examen de Desarrollo de Educación General.
El GED, consta de una serie de cinco pruebas que evalúan competencias en las
principales cinco áreas de educación secundaria y preparatoria. Al obtener un
resultado satisfactorio en las cinco pruebas, el estudiante recibirá su certificado GED.
Este certificado GED indica que la persona posee un nivel de educación equivalente a
la secundaria). Incluso fuimos nuevamente a la playa cuando tuvimos un día soleado y
junté el coraje para jugar al voleibol. Era malísima en ello, como esperaba, y me
lastimé la mano en el proceso. El doctor Cullen apareció oportunamente para revisar
mi pulgar magullado e hinchado, diciéndome que no se había roto.

Era la tarde del sexto día, y me senté en la sala observando el reloj de la pared.
Contaba los segundos a medida que pasaban, cada tic-tac me llevaba un segundo
más cerca al regreso de Edward. Se sentía tonto, llevándolo segundo a segundo, pero
estaba aumentando mi ansiedad. Pensé que sería más fácil cuando la semana hubiera
avanzado, pero la anticipación crecía más a medida que los días pasaron volando y
apenas podía contenerme.

El reloj marcaba las cuatro de la tarde y sonreí para mis adentros, sabiendo que solo
faltaban veinticuatro horas más para que Edward dejara el campamento y fuera libre

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para subir a su Volvo y volver a casa.

Suspiré y aparté la vista del reloj, mirando de nuevo a la televisión. Estaba viendo una
película con Jasper y él estaba obsesionado con ella, casi en trance, mientras yo no
podía concentrarme lo suficiente como para entender de qué trataba.

“Tengo que ir a hacer la compra” solté al azar, sabiendo que se estaban agotando
algunas cosas. El doctor Cullen había dejado claro que podía comprar comida en
cualquier momento que fuese necesario y sin tener que recibir previa aprobación.
Sabía que la compra podía esperar un momento más oportuno, ya que estaba
lloviendo y estaba finalizando la tarde, pero no podía simplemente sentarme y esperar.
Necesitaba algo que me distrajera.

“¿Ahora?”, preguntó Jasper. Asentí en confirmación. “Puedo ponerme los zapatos y


acompañarte”.

“No tienes que hacerlo” le dije rápidamente, no queriendo separarlo de la película. En


numerosas ocasiones, había ido a la tienda de comestibles por mi cuenta sin ningún
problema desde que el doctor Cullen me había comprado el coche. Jasper me miró con
curiosidad por un momento.

“Está bien, entonces. Si estás segura” dijo finalmente. Yo sonreí y le dije que lo estaba,
me puse de pie y salí de la habitación. Corrí escaleras arriba y me puse una chaqueta
con la capucha sobre la cabeza. Hacía calor, pero la lluvia era un poco fría y la
chaqueta al menos me protegería.

Después de decirle adiós a Jasper en voz alta, cogí las llaves y salí por la puerta
principal, en dirección al coche plateado. Conduje por la ciudad hacia la tienda de
comestibles, aparcándolo cerca de la entrada tanto como me fue posible debido a las
condiciones meteorológicas. Me puse a comprar rápidamente, cogiendo todo lo que
sabía que necesitábamos o íbamos a necesitar pronto, asegurándome de coger las
cosas favoritas de Edward para cuando llegara a casa. Estaba mirando los cereales
para comprar una caja de Lucky Charms para Edward cuando una voz familiar resonó
detrás de mí en el pasillo.

“Creo que sé algunas bromas de duendes” dijo con una sonrisa. Me volví hacia él,
sonriendo.

“No me sorprende”, le dije. “Tú nunca pierdes cuando se trata de hacer una broma.”

Él sonrió y se encogió de hombros. “Eso es lo que soy. Cada hombre tiene que tener lo
suyo para atraer a las damas, ya sabes. Los Cullen las hacen desmayarse con el
acento italiano y yo las hago reír”, dijo.

“¿Y eso realmente funciona para conseguir chicas? ¿Contar chistes?”, le pregunté con
curiosidad. Su sonrisa creció.

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“¿Estás preguntando si me consigue polvos?”, preguntó con humor. Me sonrió y me
ruboricé de vergüenza al darme cuenta de lo que realmente le había preguntado. Se
rio de mi reacción. “¿Sabes?, resulta muy dulce cuando te sonrojas así. Y sí, me ha sido
muy efectivo durante muchos años, muchas gracias.”

“Lo siento, no debería haberte preguntado eso” murmuré, deseando que el


enrojecimiento de las mejillas se fuera. Él se encogió de hombros.

“No es gran cosa. No me avergüenzo de lo que hago”, agregó con una sonrisa.
“Hablando de hacérselo a la gente, ¿cuándo vuelve tu novio? Apuesto a que tienes
mucho que compensar. ¿Cullen ha estado una semana sin jugar nada? Eso tiene que
haber sido una tortura para él.”

Mis ojos se abrieron con sorpresa y lo miré boquiabierta, sorprendida por sus palabras.
“No voy a hablar contigo acerca de... eso” dije en voz baja, aumentando mi rubor.

“¿Por qué? ¿Tú puedes preguntarme pero yo no te puedo preguntar a ti? Vamos, tengo
curiosidad acerca de cómo le va al Cullen de una sola mujer”, dijo.

“¿Por qué no se lo preguntas tú mismo?” Le pregunté, alzando las cejas


inquisitivamente. Él me dio una mirada incrédula.

“Tienes que estar bromeando. ¿Quieres que se lo pregunte a ese imbécil? Yo no tengo
absolutamente nada que decirle”, dijo. Sacudí la cabeza con fastidio.

“Para alguien que dice que no le importa, Jacob Black, pareces estar muy interesado en
su vida” murmuré, cogiendo la caja de cereales de la estantería y lanzándola al carrito.
“Y a él le está yendo muy bien, muchas gracias.”

Se echó a reír. “¿Sabes?, apenas te conozco, pero lo que puedo decir es que has
cambiado mucho. Algo me dice que esa chica con la que intenté coquetear en el
partido de fútbol del año pasado no me hubiera contestado así “, dijo. ¡Diablos!, tal vez
me equivoqué. Tal vez Cullen sea bueno para ti, después de todo.”

Lo miré con sorpresa, no esperaba que hiciera una concesión así. “Él es bueno para
mí”, le dije. Jacob asintió y sonrió.

“Sin embargo, sigue siendo un idiota” añadió. Gemí y él se rio, extendiendo su mano y
apoyándola en mi hombro. “Tengo que irme. Cuídate.”

“Tú también”, le dije. Comenzó a alejarse y lo llamé por su nombre rápidamente,


haciendo que se detuviera. “No me has dicho el chiste sobre duendes”.

“Eh, ¿qué sucede cuando un duende se cae a un río?”, preguntó. Me encogí de


hombros, sin tener idea. “Que se moja” Lo miré fijamente, sin ver en absoluto la gracia,
y se echó a reír. “Sí, ese fue algo tonto. Creo que esta vez no tengo un buen chiste. Nos
vemos más tarde”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1253


Desapareció de mi vista y terminé de escoger lo que necesitábamos, pagué con la
tarjeta de crédito que el doctor Cullen me había dado hacía un tiempo y llevé las cosas
hasta el coche, empapándome en el proceso. Conduje hasta casa y empecé a sacar las
cosas todavía con mis ropas mojadas. Emmett entró a la cocina mientras terminaba de
sacar la comida, cogiendo una caja de mi mano justo cuando estaba a punto de
ponerla en la despensa.

“Tienes que ir a cambiarte de ropa antes de enfermar o algo así”, dijo. “Puedo terminar
esto”

“Eh, está bien”, le dije, no quería discutir con él. Me dirigí escaleras arriba y me cambié
la ropa mojada por un par de pantalones negros y una camiseta de fútbol de Edward.

Vimos una película mientras comíamos sándwiches, y alrededor de las ocho de la


tarde me dirigí escaleras arriba para dormir. Me metí en la cama, agotada, y en el
momento en que cerré los ojos, mi teléfono comenzó a sonar. Sonreí mientras lo cogía
y miraba la pantalla, viendo el nombre de Edward.

“Ey” dije alegremente, respondiendo a la llamada. Finalmente habíamos sincronizado


nuestros horarios lo suficiente como para hablar por teléfono al menos una vez al día
desde la segunda noche.

“Ey, tesoro. ¿Qué estás haciendo?” Preguntó, con una suave voz. Parecía agotado,
como lo había estado durante toda la semana. Cada vez que le preguntaba cómo
estaba, me decía que estaba bien, pero parecía como si estuviera siendo mucho más
difícil para él de lo que dejaba ver.

“Solo estoy recostada en la cama”, le contesté. Él tarareó en respuesta.

“¿Qué llevas puesto?”, preguntó

“¿Qué llevo?” Le pregunté, mirándome a mí misma.”Um, pantalones cortos negros y tu


camiseta de fútbol”.

“Sujetador y ropa interior”, me preguntó. Mi ceño se frunció por su pregunta.

“Sí. Ambos, eh, el conjunto negro que Alice me compró el mes pasado”, recordé
preguntándome por qué me estaba preguntando eso. Lo escuché gemir

“¡Mierda!, ¿ese transparente? Cristo, ¿estás tratando de matarme?”, preguntó. Me


sonrojé por su respuesta.

“Lo siento” murmuré.

“No te disculpes. Joder, no puedo creer que estés usando eso y yo no estoy allí. No
puedo esperar para llegar a casa y adorar ese maldito cuerpo de nuevo, eso es seguro.
Apuesto a que estás ruborizada ahora mismo, ¿no?”, Preguntó.

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Le sonreí tímidamente. “Sí”, le contesté con sinceridad. Él gimió de nuevo.

“Yo solo puedo imaginarte, ya sabes, recostada y abierta para mí. Tan jodidamente
hermosa. Quiero besar y acariciar cada centímetro de ti, sólo disfrutar de tu sabor”,
dijo. Sus palabras me pusieron la piel de gallina encendiendo mi piel como un
hormigueo que recorría mi cuerpo y se instalaba justo entre mis muslos.

“¿Estás tratando de seducirme a través del teléfono, Edward?”, le pregunté, haciéndole


reír.

“Tal vez lo hago, no puedo evitarlo”, dijo.” ¿Es eso un problema?”

“No” dije en voz baja. “Es… agradable”. Sentí que mi rubor aumentaba ante esa
admisión.

“¿Agradable? Al igual que el agradable italiano, ¿quieres decir? ¿Ese tipo de


agradable?”, preguntó juguetonamente. Le dije que sí y él se detuvo brevemente.”
¿Quieres hacer algo por mí, tesoro?”

“Por supuesto”, le dije inmediatamente. Él gimió ante mis palabras antes de responder,
capturándome con la guardia baja por su petición.

“Tócate a ti misma para mí”

“¿Qué?” Le pregunté, sorprendida por sus palabras y sin entender del todo lo que
quería decir con eso. Él se echó a reír de nuevo.

“Tócate a ti misma, nena. Desliza tu mano por tus bragas y tócate a ti misma” dijo,
sonando un poco divertido.

“¿Hablas en serio?” Le pregunté sorprendida

“Sí. Vamos, echo de menos follar. No hay vergüenza en ello, no puedo estar ahí en este
momento para tocarte, así que quiero que te toques por mí” dijo, su tono me decía que
hablaba en serio. Inmediatamente pensé en las palabras de Jacob en el supermercado,
cómo una semana sin ninguna atención sexual sería una tortura para Edward. Sabía
que podía negarme a hacerlo y Edward no pensaría mal de mí, probablemente hasta
se reiría de esto, pero también me di cuenta de que era algo que realmente quería y no
quería negarle algo. Nunca quise negarle nada Edward.

“Eh, está bien” le dije nerviosamente, recostándome en la cama. “Yo... yo no sé lo que


voy hacer”

“Sé que no lo sabes, tesoro” dijo en voz baja. “Simplemente recuéstate, relájate y haz lo
que yo diga, ¿de acuerdo? Todo lo que tienes que hacer es escuchar y dejarme
manejarlo. ¿Crees que podrás hacer eso?”

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“Sí”, le dije

“Bien. En realidad, ¿por qué no te quitas la ropa rápidamente? Será más fácil para ti
de esa manera”, dijo. Yo le dije que esperara mientras dejaba el teléfono,
desnudándome nerviosamente. Estaba ansiosa y completamente fuera de mi elemento,
pero no podía negar que una parte de mí estaba emocionada y excitada por lo que él
estaba pidiéndome que hiciera.

“Está bien”, dije mientras cogía nuevamente el teléfono. “Me la he quitado. “Escuché un
gemido en respuesta a lo que había dicho.

“Bien. Ahora échate hacia atrás y pasa tu mano libre sobre el pecho, tocándote los
pezones. ¿Están erizados?”, preguntó. Suspiré y murmuré en confirmación, mientras se
endurecían bajo mi tacto. Me dijo que pellizcara mi pezón con el pulgar y el dedo
índice y los rodase entre ellos, el acto me causó placer por todo mi cuerpo. Lo hice con
ambos y se endurecieron aún más, el hormigueo cruzó toda mi columna vertebral.

“Ahora pasa la mano por tu estómago lentamente y acaricia la piel mientras abres
camino hacia tu coño. Apuesto a que se te ha puesto la piel de gallina, ¿no? Joder, amo
la forma en que tu cuerpo reacciona”, dijo. “Tesoro, abre las piernas un poco, y recorre
suavemente tu clítoris con tu dedo índice.”

Dudé brevemente, procesando lo que me estaba diciendo que hiciera, antes de pasar
cuidadosamente mi dedo a través de mi clítoris. Gemí suavemente ante la sensación y
lo oí gemir en respuesta.

“¿Alguna vez te has tocado así estando sola?”, preguntó en voz baja. Le dije que no,
murmurando nerviosamente sobre ese incidente en la bañera que pasó hacía mucho
tiempo, y él se rio un poco. Nunca tuve ningún deseo de tocarme de manera sexual,
porque Edward siempre era bueno en ese aspecto. “Se siente bien, ¿no es así? Usa tu
dedo índice y medio para acariciarte ahí abajo, recórrelos suavemente por esos
hermosos labios tuyos y por encima de tu apertura. ¿Estás mojada?”

“Sí”, murmuré, sintiendo que la humedad se filtraba hacia afuera sobre mis dedos.

“Mmmm, mierda, me gustaría estar ahí para sentirlo. Empieza a frotar tu clítoris con tus
dedos. Utiliza un movimiento circular y presiona un poco más fuerte, pero no
demasiado. Como te sientas más cómoda bebé”, dijo, con la voz entrecortada y
enviando un escalofrío por mi columna vertebral. Hice lo que me pidió y gemí ante la
sensación.

“Está bien”, dije en voz baja

“¿Se siente bien?”, preguntó. Murmuré 'sí' en confirmación y él suspiró. “Bien. Sigue
haciendo eso y sólo escúchame, ¿de acuerdo? Todo lo que tienes que hacer por ahora
es seguir frotando”

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“Está bien”, le dije una vez más.

“Ahora cierra tus ojos y finge que soy yo. Olvídate de que estamos en el teléfono,
simplemente finge que estoy ahí contigo, tocándote y susurrándote en el oído”, dijo

Hice lo que me dijo, cerré mis ojos mientras me frotaba. El placer era intenso y mi
respiración era débil desde que sentí el deseo en mí. Definitivamente estaba excitada,
lo cual nunca creí posible, ya que creía que estaría demasiado nerviosa para darme
placer, pero no fue así. Incluso me sentí a gusto con la idea de Edward sabiendo lo que
estaba haciendo, ni incómoda o avergonzada en absoluto.

“Tienes un coño hermoso, mi Bella. ¿Lo sabes? Tan jodidamente estrecho, húmedo y
cálido. Me encanta esa mierda, nadie puede compararse con lo que tienes. Me encanta
cómo se siente, cómo sabe. Me encanta empujar dentro de ti, y que tu cuerpo me
envuelva con fuerza. Encajamos tan jodidamente perfecto, tesoro. Nunca podrá haber
una unión más perfecta que nosotros”, dijo. Gemí en respuesta a sus palabras, mi
anhelo aumentando. Empecé a mover mis dedos, presionando cada vez más rápido, y
las sensaciones se hacían cada vez más fuertes.

“La forma en que gimes y te retuerces debajo de mí. Tú no sabes lo que es eso, amor.
La forma en que tu cuerpo se somete al placer, la forma en que reaccionas cuando
estoy dentro de ti. El sexo es bueno, y me refiero, joder... es bueno... pero eso no es
todo. Me encanta la forma en que me amas, tan jodidamente genuina y cálida. Tú no
solo me das tu cuerpo, me das todo de ti. Yo siempre pienso primero en ti, te lo
prometo“, dijo.

“Te amo”, gemí en respuesta, mi cuerpo se sentía como si estuviera en llamas de dentro
a fuera.

“Sé que lo haces y yo también Te amo. Jodidamente demasiado. ¿Aún te tocas, nena?
¿Todavía se siente bien?”, preguntó. Murmuré en afirmación. ”Bien. Ahora desliza dos
de tus dedos dentro de ti, ¿crees que podrás hacerlo? Empuja hacia dentro y hacia
fuera y finge que soy yo, tesoro. Imagina que estoy ahí dándole placer a tu cuerpo,
follándome ese hermoso coño. ¿Te gustaría eso, tenerme dentro de ti ahora mismo? “

“Oh Dios, sí” jadeé, deslizando mis dedos dentro de mí. No lo había hecho antes, pero
estaba tan perdida en mi deseo, que no había espacio para los nervios. Lo deseaba
mucho, estaba completamente desesperada por él.

Él continuó instruyéndome, diciéndome lo que le gustaría poder hacerle a mi cuerpo


mientras me tocaba. Murmuró en italiano para mí, con hermosas palabras, aunque su
significado se perdiera para mí. No me importaba, porque confiaba en Edward y sabía
que quien hablaba era su corazón, lo que implicaba que era tan hermoso como el
sonido de las mismas.

Después de un momento, me dijo que empezara a frotarme a mí misma nuevamente y

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sentí que mi placer se intensificaba, la presión se acumulaba en mi interior. Mi
respiración se volvía difícil mientras jadeaba en previsión de mi orgasmo. Ese hecho no
se le escapó a Edward.

“¿Estas cerca, amor? ¿Lo sientes crecer?” preguntó.

“Sí”, lloriqueé.

“Bien, sigue haciéndolo. Quiero oír cómo te corres. Joder, realmente quiero sentir como
te corres pero, ya que no puedo, al menos necesito oírlo. ¿Puedes hacer eso por mí,
puedes correrte para mí?”, preguntó, su voz era áspera por la lujuria. Gemí en voz alta,
el corazón me latía furiosamente en el pecho. Casi podía sentir la sangre corriendo por
mis venas febrilmente, extendiendo la calidez y el placer a través de cada centímetro
de mi cuerpo.

“Sí”, respondí.

Empezó a hablar de nuevo en italiano y sentí el placer rasgar a través de mí, mis
músculos se tensaron y mi cuerpo se paralizó brevemente. Arqueé mi espalda y grité el
nombre de Edward, juntando mis muslos mientras el orgasmo me invadía.

“¡Joder!, eso es” gruñó Edward en voz baja. Le oí gruñir mientras las oleadas de placer
me inundaban, hasta que la euforia y la relajación llegaron a mí. Traté de seguir
frotándome pero cada parte de mí se sentía como si estuviera hecha de gelatina,
siendo casi imposible que pudiese moverme. Me tumbé en la cama y traté de recuperar
el aliento, escuchando la respiración dificultosa de Edward a través del teléfono.

“Gracias” dijo después de un segundo. “Joder, realmente necesitaba esa liberación”.

Sonreí para mí misma, ya que me di cuenta de él se había estado tocando al mismo


tiempo. “Ha sido un placer”, le dije, cerrando los ojos. Me sentía liberada, la tensión y
la ansiedad que había ido acumulando dentro de mí durante la semana, habían
disminuido.

Se rio entre dientes. “Sí que lo ha sido”, dijo con regocijo. Me preguntó si estaba
cansada y de mala gana admití que sí, sabiendo que él querría colgar si le mentía,
pero el quid de la cuestión era que estaba cansada. Me dijo que me vería al día
siguiente y me deseó buenas noches antes de colgar el teléfono.

Me quedé dormida rápidamente. Emmett me despertó poco después de las siete de la


mañana como si fuera un reloj, y le dije que por mucho que disfrutase de su compañía,
no era necesario que estuviera en mi puerta tan temprano. Él se rio y estuvo de
acuerdo, admitiendo que se había divertido conmigo, pero que realmente le hacía falta
dormir hasta el mediodía.

Pasamos nuestro día frente a la televisión mientras yo miraba los segundos avanzar en

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el reloj. Llegaron las cuatro de la tarde y di un suspiro de alivio, sabiendo que el
campamento de fútbol había terminado oficialmente y que él volvía a casa. Las
próximas horas fueron los más difíciles porque la anticipación me estaba volviendo
loca. Me inquieté y miré el reloj, retorciendo mis dedos y mordiendo mi labio a causa
de mi ansiedad.

A las ocho de la noche la preocupación comenzó a mezclarse con la ansiedad. Estaba


muy segura de que él estaría de vuelta en estos momentos, pero mantuve la boca
cerrada, porque no quería molestar a nadie con mi impaciencia. Fuera estaba todo
oscuro y la casa estaba bastante tenue, la única luz en la habitación provenía de la
televisión y de una pequeña lámpara que había al lado.

Eran casi las ocho y media cuando vi un destello brillante, mi corazón latió con furia
cuando me di cuenta de que eran los faros... los faros del coche de Edward. Traté de
mantener la calma, pero en el momento en que las luces se apagaron, oí el golpe de la
puerta del coche, perdí mi cordura sobre mí misma, mi corazón eclipsó todo mi
razonamiento y sentido común. Tenía que verlo... ahora.

Me levanté de un salto del sofá y corrí a través de la casa en poco tiempo, oyendo la
risa de Emmett procedente de la sala mientras yo salía. Fui directamente a la puerta
principal y la abrí, miré en la oscuridad y lo visualicé inmediatamente. Le sonreí
mientras me miraba y salté hacia fuera. Sus pasos vacilaron y una mirada de sorpresa
apareció en su rostro mientras volaba fuera del porche directamente hacia él. Dejó caer
sus maletas y abrió los brazos rápidamente, tropezando unos pasos hacia atrás
mientras me lanzaba hacia él.

Envolví mis brazos alrededor de su torso con fuerza y hundí mi rostro en su pecho,
sintiendo su calor e inhalando su aroma. Él se rio y me abrazó de nuevo, besando la
parte superior de mi cabeza. Me aparté rápidamente y lo miré a la cara, viendo su
caótico cabello color bronce y sus impresionantes ojos verdes. Se veía exhausto y tenía
una contusión leve debajo del ojo izquierdo y una herida cerca de la nariz, lo que
confirmaba que él había tenido un entrenamiento difícil en Seattle. Empezó a decir
algo, pero lo interrumpí rápidamente, pegando mis labios a los suyos con furia. Parecía
brevemente aturdido, pero empezó a besarme de nuevo, con la pasión y la necesidad
evidente en la forma frenética en que sus labios y su lengua se movían contra la mía.

Finalmente me retiré quedándome sin aliento, necesitando desesperadamente aire. Él


se rio entre dientes, mirándome con su encantadora sonrisa torcida y derritiéndome,
habiéndolo extrañado más de lo que me había dado cuenta hasta ese mismo
momento.

“Bueno, joder. Si me vas a recibir así, tal vez tenga que irme lejos más a menudo.”

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“La ausencia es para el amor lo que el viento es para el fuego, apaga el más
pequeño, aviva el más grande.” – Comte DeBussy-Rabutin

Edward cullen
“¡Mierda!”

El dolor atravesó mi muñeca y subió por mi antebrazo a medida que mis dedos se
entumecían al instante. Empecé a sacudirla, tratando de deshacerme de la sensación
cuando las puntas de mis dedos comenzaron a hormiguear.

“¡Muévela, Cullen!” El Entrenador Clapp gritó. Gruñí molesto, flexionando mis dedos y
frotando mi muñeca mientras maldecía en voz baja. ¿Qué mierdas pensaba que
estaba haciendo?

Decir que estaba teniendo una mala semana ni siquiera empezaba a describir lo
jodidos que habían sido los últimos días. Joder, no había querido dejar a Isabella pero
sabía malditamente bien que tenía que hacerlo si quería mantener mi posición en el
equipo, así que me armé de valor después de quejarme la mitad del puto día y salí por
la puerta de casa. Me mentalicé durante todo el viaje a Seattle, diciéndome a mí mismo
que esta mierda iba a salir bien. El campamento sería pan comido y mis hermanos
mantendrían a Isabella ocupada y entretenida, y todo terminaría rápidamente. Para
cuando me detuve en el estacionamiento de la Universidad de Washington casi me
había convencido, pero cada onza de seguridad que había ganado durante el viaje se
fue por la puñetera ventana en el momento en que me dijeron que esperaban que
compartiera habitación con Michael Newton. Newton. Esos hijos de puta esperaban
que me quedara en una habitación de tres por cinco metros con ese pendejo durante
una semana completa. Si no supiera que no era así, pensaría que alguien hizo eso a
propósito solo para joderme, porque tenían que saber que ninguna mierda buena
podía salir de ponernos a los dos juntos.

Y ese fue solo el jodido comienzo de la aún más jodida semana. El primer día en el
campo, Tyler tuvo la brillante idea de empezar sin mí. Evidentemente estaba
encabronado por la broma pesada que le hice a Lauren con las fotos, porque en algún
momento había decidido que en realidad estaba enamorado de esa perra. No le
importaba que yo le hubiera dado a ella una advertencia con suficiente antelación
para que desistiera de una puta vez, e incluso le hubiera dicho que pondría al

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descubierto sus actividades extracurriculares si no lo hacía, sin mencionar que Lauren
se había hecho esas fotos voluntariamente. Había sido su maldita idea ¡por amor de
Dios!, me habían dado una sorpresa con ellas. No, a Tyler no le importaba una mierda
que su novia fuera una putanna que felizmente se había quitado las bragas para
complacerme y todavía haría esa mierda si yo quisiera que lo hiciera. Nada de eso
importaba para él, todo lo que le importaba era que yo la había “avergonzado”.

No parecía avergonzada cuando estaba frotando todo sobre Tanya, eso era
malditamente seguro. Ni siquiera estaba seguro de que fuera posible avergonzar a
alguien como Lauren, quien no tenía dignidad ni respeto de sí misma. Esa perra no
tenía vergüenza. Ella solo estaba molesta por haberse metido en problemas en la
escuela por ello, y que sus padres la hubieran castigado para todo el verano y la
estuvieran enviando a la consejería de su iglesia. Demonios, creía que era una buena
idea. No era religioso pero incluso yo podía reconocer que Lauren necesitaba alguna
maldita intervención divina. Esa perra seguro que tenía el demonio dentro, puta
confabuladora.

Sin embargo Tyler era demasiado estúpido para ver mi lógica y optó por arremeter
contra mí en lugar mirar de cerca a la chica que supuestamente amaba. Él me provocó
y mantuve la boca cerrada todo lo que pude, pero después de horas oyendo su mierda
perdí el control. Arremetí contra él, diciéndole que solo estaba jodidamente celoso de
que ella no le comiera el coño a una chica por él y se lanzó contra mí. Recibí un codazo
en la cara durante la pelea que dejó un moretón después, pero no fue nada comparado
con los dos ojos morados y la nariz rota con los que Tyler terminó.
Desafortunadamente, en el proceso de romperle el culo terminé con una muñeca
dolorida. No me la lastimé, pero todavía estaba muy débil desde que me la rompí hace
meses, haciendo mi semana infinitamente más difícil. Estaba fuera de forma, mi
muñeca estaba jodida, y la mitad del equipo estaba encabronada conmigo por una
razón o por otra. Joder, todo lo que quería hacer era jugar algo de maldito fútbol e irme
a casa con mi chica, pero esos hijos de puta decidieron que sería demasiado fácil. Al
parecer el karma finalmente me había alcanzado.

Traté de mantener la compostura y hacer solo aquello por lo que estaba allí, pero cada
golpe bajo y comentario sarcástico solo alimentaba mi ira y me hacía perder el control.
Había estado explotando con la gente toda la semana y los entrenadores estaban
hartos de ello, amenazando con quitarme de mi posición inicial si no me calmaba. No
parecían entender el puto hecho de que estaba tratando de estar calmado…
simplemente esos cabrones no me dejaban en paz.

Estaba frustrado y tenso, y no ayudaba el que Isabella no hubiera contestado el


teléfono las dos primeras veces que la llamé. Traté de impedir que eso me molestara,
porque habían pasado solo veinticuatro malditas horas, pero me hacía sentir ansioso.
No me gustaba no ser capaz de contactar con ella cuando quería y tomó todo lo que
tenía en mí el no ponerme como loco. Más de una vez agarré el teléfono para llamar a

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Emmett o a Jasper para saber de ella y averiguar por qué demonios no estaba
contestando mi llamada, pero me contuve porque no quería verme como si fuera un
idiota celoso y posesivo. Quería que ella fuera independiente, así que no podía estar
cuidándola todo el tiempo como si fuera una maldita niña o algo así. Ella era fuerte y
podía cuidar de sí misma, y confiaba que mis hermanos fueran lo suficientemente
inteligentes como para no ponerla en riesgo.

Sin embargo, ninguna cantidad de racionalización alivió mi ansiedad al respecto, y


ese primer día era una bomba de tiempo. Newton fue lo suficientemente inteligente
para no cruzarse en mi camino, obviamente se daba cuenta que estaba en el borde, y
no estaba en contra de joderlo. Aunque otras personas no parecían entender eso.
Traté de controlar mi temperamento, pero terminé golpeando el hocico a unos cuantos
de esos hijos de puta por la ira durante los juegos. Me salí con la mía la mayor parte
del tiempo, pero más de una vez el Entrenador Clapp me atrapó y mi culo terminó
hecho polvo por ello.

Definitivamente no estaba tan en forma como antes por lo que los ejercicios que solía
hacer sin ningún problema me estaban pateando el culo. Estaba extenuado, y solo
empeoró conforme pasaba la semana. Todo mi cuerpo estaba dolorido, cada músculo
me ardía y dolía. Joder, me dolía respirar la mitad del tiempo, mucho más moverme, y
estaba contando los malditos segundos hasta que pudiera ir a casa con mi chica.

Isabella y yo finalmente habíamos terminado hablando y coordinamos lo suficiente


nuestros horarios para poder hacer al menos una llamada al día. No quería
desperdiciar el poco tiempo que tenía para hablar con ella quejándome, así que
cuando me preguntaba cómo estaba y si me estaba divirtiendo, solo me echaba a reír y
hacía como si no pasara nada, como si todo estuviera bien. No quería estropear su
diversión quejándome de lo jodida que estaba siendo mi semana, y en realidad esa
mierda no importaba porque terminaría pronto de todas formas.

Al momento en que la semana se acercaba a terminar estaba harto. Hoy era mi sexto
día en el campamento y estaba demasiado cerca de simplemente enseñar el dedo
medio a todos e irme de una puta vez. El entrenador Clapp me había estado gritando
desde el momento que puse un pie en el campo a las nueve de la mañana, y mi
molestia estaba en el punto de no retorno. Si se acercaba era probable que lo golpeara
en el puñetero hocico como a todos los demás.

“¡Háganlo de nuevo!” El entrenador gritó, sonando el silbato. Sacudí mi mano tratando


de deshacerme del entumecimiento y me alineé, agarrando la pelota. Di unos pasos
hacia atrás y miré el campo en busca de Félix, lanzando la pelota en espiral cuando él
se giró para mirarme. Al momento que la pelota dejó mi mano, el dolor atravesó mi
muñeca de nuevo e hice una mueca.

“¡Mierda!” Maldije, agarrándola una vez más. Eché un vistazo al otro lado del campo
mientras frotaba mi muñeca, viendo la perfecta espiral de la pelota a medida que

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volaba por el aire. Sonreí abiertamente cuando Félix la atrapó y corrió unos cuantos
metros más allá de la línea, completando el juego, incluso con dolor era jodidamente
bueno en lo que hacía.

“Borra esa sonrisa de satisfacción de tu cara, Cullen,” dijo el entrenador Clapp con
impaciencia. “No hay lugar para tu ego en este campo.”

Puse los ojos en blanco, molesto, y Tyler se echó a reír. “Cullen Arrogante,” dijo
divertido. Lo fulminé con la mirada cuando pasó junto a mí, sacando mi hombro para
golpearlo. (N.T. Aquí la frase en inglés es “Cocky Cullen” cocky es arrogante, altanero,
pero obviamente cock también se usa para referirse a la polla, así que es a eso a lo
que se refiere Edward con lo siguiente)

“Así es como me llama también tu novia, ¿sabes?” Le dije en tono burlón. “Solo que por
otras razones.” Sus ojos se estrecharon y la ira destelló en su rostro cuando se lanzó
hacia mí, empujándome hacia atrás. Eché mi puño hacia atrás inmediatamente y lo
golpeé directamente en la mandíbula, haciendo que su cabeza volara hacia un lado
mientras se tambaleaba dando unos pasos hacia atrás. El dolor subió por mi brazo de
nuevo y maldije, sacudiendo otra vez mi mano. Él recuperó el equilibrio y venía de
vuelta hacia mí pero algunos de nuestros compañeros de equipo saltaron entre
nosotros, separándonos cuando el entrenador Clapp empezó a sonar su silbato con
todas sus fuerzas.

“¡Ustedes dos, basta ya de una puta vez!” Gritó. “No me importa cual sea el problema
del uno con el otro, pero lo van a dejar fuera de mi campo. ¿Entendido?”

Los dos concordamos en un murmullo y el entrenador Clapp se volvió para fulminarme


con la mirada. “Ve y pon hielo en tu muñeca, Cullen. Si te lastimas ese brazo lanzador
con todas esas peleas, te dejo en el banquillo esta temporada. No me importa lo bueno
que pienses que eres, eres reemplazable,” dijo. “Pueden retirarse. Duerman bien,
muchachos, porque espero que estén de nuevo aquí mañana a las nueve en punto.”

Dejamos el campo y volvimos a los dormitorios donde nos quedábamos para


cambiarnos la ropa de ejercicio y ducharnos antes de la cena. Todos los días
comíamos en la cafetería del campus y la comida era lo suficientemente decente para
tragarla, pero me hacía desear estar de vuelta en casa comiendo lo que Isabella
cocinaba. Nada se comparaba con esa mierda.

Pasé el rato con unos de los chicos en la sala comunitaria de los dormitorios, poniendo
hielo en mi muñeca y viendo una película. No podía concentrarme porque mi mente
estaba estancada en Isabella, mis pensamientos se dirigían constantemente hacia ella
en cada momento libre que tenía. Joder, la extrañaba, más de lo que alguna vez esperé
extrañarla. Era como si se hubiera adueñado de cada aspecto de mi mundo, y de
pronto la mierda que solía disfrutar simplemente parecía casi insoportable sin ella allí.
Ni siquiera podía terminar de ver una maldita película sin ponerme ansioso e inquieto

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por extrañarla. Solo veinticuatro horas más hasta que pudiera salir de este agujero del
infierno y volver a casa con ella, y yo andaba jodidamente alicaído.

Finalmente me di por vencido y subí a mi habitación en el tercer piso, abriendo la


puerta con un fuerte empujón y deteniéndome cuando mis ojos se encontraron con
Michael Newton. “Sal,” ladré, sin querer lidiar con él. Sus ojos se abrieron y
rápidamente se levantó de un salto, pasando junto a mí cuando salió corriendo de la
habitación. Cerré la puerta con fuerza detrás de él y puse el seguro, sacudiendo la
cabeza en frustración. Estaba dolorido y muy estresado, necesitando algo para liberar
mi tensión. Ya pasaban de las ocho así que cogí mi teléfono del escritorio y me dejé
caer sobre la cama, marcando su número. Comenzó a sonar así que me acosté sobre el
nada confortable colchón lleno de hoyos y cerré mis ojos, tratando de relajarme.

Ella sonaba feliz cuando contestó y sonreí al instante, contento de que, al parecer,
estuviera teniendo una buena semana. Joder, al menos uno de nosotros la estaba
teniendo. Le pregunté qué estaba haciendo y dijo que estaba recostada en la cama,
sus palabras hicieron que apareciera su imagen en mi mente inmediatamente. Le
pregunté qué llevaba puesto por curiosidad, queriendo conseguir una buena imagen
mental porque no la había visto en muchos días, y en el momento en que confesó que
llevaba puesto su sujetador y bragas transparentes mi polla comenzó a endurecerse.

Podía imaginarla, la forma en que lucía su cuerpo y cómo se movía, y el más intenso
anhelo me golpeó. Cristo, la necesitaba. Necesitaba su maldito toque, su amor…
necesitaba que me calmara como solo ella podía. Era jodidamente extraño lo
desesperado que estaba por ella, lo que había llegado a depender de ella para mi
propia felicidad. Siempre había sido de los que se valían por sí mismos. No me había
permitido depender emocionalmente de alguien más desde que fui ese destrozado niño
de ocho años, sin madre y marcado con un padre que no podía soportar volver a casa
con él. Encariñarse de alguien era arriesgarse a salir lastimado, era simplemente pedir
ser abierto de un tajo y destrozado, y eso era algo que juré que nunca haría… pero lo
había hecho. Me había apegado a ella, más aún de lo que había sido consciente hasta
que me fui lejos. Mi vida entera estaba envuelta en ella y si bien podía ser poco
saludable, ahora no deseaba que fuera de otra forma. Aunque terminase destruido y
destrozado por ello, ella valía esa mierda.

Era sorprendente cuánto me afectaba. No había sido capaz de que se me parara


durante toda la semana para hacerme una paja, aún cuando sabía que una maldita
corrida al menos calmaría mis nervios temporalmente y aliviaría algo de la tensión.
Pero la solo mención de ella usando ese maldito conjunto sujetador y braga
transparente tenía a mi polla palpitando con anticipación.

Así que le pedí que se tocara. Tal vez estaba mal que le pidiera que hiciera esa mierda
para mí, pero lo necesitaba. Y ya que no podía estar con ella de la forma en que
quería, esto era lo más cerca que podía llegar. Esperaba que dijera que no, porque

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Isabella podía negarse, pero no lo hizo. Me siguió la corriente e hizo lo que le indiqué
que hiciera, probándome una vez más precisamente cuanto confiaba en mí.

Los sonidos saliendo de su garganta y viajando a través del teléfono me estaban


volviendo loco, enviando escalofríos a través de mi cuerpo, directamente hacia mi
polla. La saqué de mis pantalones, envolviéndola con mi mano y comencé a
acariciarla. Me recosté con los ojos cerrados, indicándole a ella qué hacer para
sentirse bien y diciéndole lo jodidamente genial que me hacía sentir siempre. Escuché
sus gemidos y la imaginé tumbada en la cama con las piernas abiertas y metiendo los
dedos en su coño, retorciéndose y jadeando de deseo, su cuerpo desesperado por mi
toque. El imaginármela tocándose a sí misma hacía que la presión aumentara dentro
de mí rápidamente y traté de contenerla, queriendo que ella terminara primero. Podría
haber sido un hormonal hijo de puta, pero siempre he tratado de ser considerado en lo
relacionado con mi chica y pensar en ella primero.

Ella empezó a jadear con fuerza y podía escucharla estremecerse con cada exhalación,
indicándome que estaba cerca. Empecé a recitar mierda en italiano al azar porque
sabía que le gustaba, quería llevarla a la cima. Mi nombre escapó de su garganta en
un alarido cuando su orgasmo la golpeó y yo cerré los ojos apretándolos con fuerza,
apretando mi polla y bombeando con más rapidez mientras la imaginaba. La forma en
que su espalda se arqueaba y su cuerpo se tensaba antes de temblar, la forma en que
su rostro se contorsionaba por el placer agonizante y los sonidos de éxtasis
retumbando en su pecho. “Demonios, sí, así,” gruñí cuando mi propio orgasmo me
golpeó, el placer rasgando a través de mí. Gruñí y continué bombeándome mientras
me corría, deteniendo mi mano cuando había terminado. Me quedé allí acostado, con
los ojos cerrados y tratando de recuperar el aliento, escuchando sus jadeos por la línea
pero además de eso, silencio.

“Gracias,” dije después de un momento, agradeciendo lo que había hecho por mí. Me
sentía relajado, mi cuerpo había perdido considerablemente la tensión que albergaba.
“Realmente necesitaba esa jodida liberación.”

Hablamos un momento más antes de colgar para dormir algo. Arrojé mi teléfono sobre
la mesita lateral y me levanté, aseándome y cambiándome a ropa más confortable. Me
subí a la cama y cerré los ojos, dando vueltas mientras trataba de ponerme cómodo
sobre el pequeño y duro colchón. Finalmente me quedé dormido pero desperté poco
después por el ruido de un golpeteo constante. Maldije en voz baja y apenas salí de la
cama, dando trompicones hasta la puerta y quitando el seguro. Abrí la puerta e hice
una mueca por la luz brillante del pasillo, fulminando con la mirada a Newton.

“Me has despertado,” le dije con molestia, encabronado porque no había podido
dormir toda la maldita semana y finalmente tenía la oportunidad de conseguir un poco
de descanso decente solo para que él lo interrumpiera. Él se quedó mirándome y se
encogió de hombros.

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“Me has dejado fuera,” murmuró.

“Sí, bueno, jódete,” le dije, caminando hacia la cama y tirándome de nuevo en ella.
Sabía que estaba siendo un capullo y entendía que había sido mi puta culpa, pero
estaba exhausto y no tenía paciencia para tratar con él. No respondió, solo cerró la
puerta y se fue a la cama.

De nuevo me quedé dormido rápidamente y, muy a mi pesar, terminé dando vueltas


toda la noche. La alarma empezó a sonar a todo volumen a las ocho de la mañana y la
golpeé hasta que dejó de hacer ruido, mis ojos ardían por la fatiga. Mi cuerpo estaba
aún más dolorido de lo que lo había estado el día anterior y dolía incluso el moverme,
pero sabía que no tenía una maldita opción. Había llegado al último día y esta noche
estaría yendo a casa con mi Bella, dejando toda esta mierda detrás de mí. Eso fue
incentivo suficiente para conseguir que sacara el culo de la cama.

Me vestí rápidamente y me dirigí a la puerta, abriéndola. Estaba a punto de salir al


pasillo pero me detuve en seco sin pensarlo, dándome la vuelta y mirando de nuevo
dentro de la habitación. Suspiré y me acerqué a la cama de Newton, agarrando su
almohada y tirando con fuerza, quitándola de debajo de su cabeza. El movimiento lo
sacudió, despertándolo de un susto y haciendo que casi se cayera de la cama. Se
sentó y parpadeó rápidamente, mirando alrededor con una expresión de confusión en
su rostro.

“Te has quedado dormido a pesar de la alarma,” le dije simplemente, lanzándole la


almohada. Él la atrapó y se me quedó mirando sorprendido.

“Eh, gracias,” me dijo.

“No importa,” murmuré, dándome la vuelta y dejando la habitación. Joder, podría


haberlo dejado que se quedara dormido de manera que llegara tarde a la práctica y
probablemente quitarme de encima un poco de la furia de los demás, pero no lo hice.
El antiguo yo probablemente lo habría hecho intencionalmente para reírse un rato, solo
para joder a Newton, y parte de mí todavía estaba considerando la idea, pero hacerlo
sería ser sucio. Seguía sin gustarme el cabrón pero no olvidaba el hecho de que había
ayudado a Isabella en algún momento y todavía se lo debía.

Tomé un desayuno ligero en el comedor y me dirigí a los vestuarios, tomando algo de


ibuprofeno que me ayudara a disminuir el dolor. El entrenador puso cinta en mi
muñeca para ayudar a mantenerla estabilizada y salimos al campo exactamente a las
nueve de la mañana.

Siendo el último día, pensarían que sería pan comido, pero estaba muy lejos de ello.
Tuvimos un partido de práctica en la mañana y todos seguían cometiendo errores,
distraídos y fuera del juego por la anticipación de finalmente volver a casa. Soltaron el
balón y perdieron mis puñeteros pases más veces de las que incluso pude contar y la

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línea ofensiva estaba tan floja que terminé sacked dos veces. (N.T. Sack es el terminó
que se usa cuando se derriba al quarterback, la posición que tiene Edward, y cuando
se derriba a cualquier otro es tackle o españolizado tackleo. Lo dejé en inglés porque
más adelante se usan los dos términos y en español no es diferente en el caso de los
quarterback, se usa el mismo término o al menos no encontré ninguno :P). Mi espalda
estaba dolorida y mi muñeca empezaba a doler de nuevo, pero traté de ignorarla y
seguir adelante. Hicimos un receso para almorzar y volvimos de nuevo al campo para
practicar. El entrenador Clapp estaba enojado por cómo habíamos jugado,
reprendiéndonos por nuestra incompetencia y declarando que habíamos
desperdiciado toda su maldita semana porque estábamos peor ahora de lo que lo
habíamos estado el primer día. Me encabronó, porque yo personalmente no había
cometido ningún maldito error y estaba pagando por todos los de ellos, pero mantuve
la boca cerrada y lo acepté.

Nos hizo trabajar duro, poniéndonos una rutina tras otra hasta que la mayoría de
nosotros estuvimos al borde del desmayo. Yo mismo estaba a punto de colapsar, sin
poder correr otro maldito centímetro, cuando finalmente sopló su silbato y nos dijo que
nos detuviéramos. Al momento que las palabras salieron de su boca, la mitad del
equipo se dejó caer al suelo mientras me encorvaba, tratando de respirar
profundamente pero batallando porque dolía mucho hacerlo. Hasta mi maldita polla lo
estaba sintiendo, tratando de engullirse a sí misma y esconderse de la brutalidad.

Estaba a punto de salir del campo cuando el entrenador me llamó por mi nombre y me
dijo que esperara un minuto para poder hablar conmigo. Gemí mientras todos los
demás salían lentamente del campo, la ira se disparó a través de mí cuando Tyler se
volvió con una sonrisa, divertido. Solo quería llegar a casa y no había hecho nada
malo en todo el puto día así que no había razón para que me hiciera quedarme hasta
tarde.

“Has jugado bien hoy, hijo,” el entrenador Clapp dijo finalmente. Lo miré jodidamente
sorprendido, sin esperar escuchar eso de él porque siempre parecía odiarme.

“Gracias,” le dije, pasando la mano por mi pelo, sin saber cómo responder a su
cumplido.

“De nada. Sé que soy duro contigo, pero es porque tienes verdadero potencial. Si
puedes mantener tu temperamento a raya y concentrarte, realmente podrías llegar
lejos. Sabes que los entrenadores de UW han estado aquí toda la semana, observando
y puede que no sea muy apropiado de mi parte decirte esto, pero han expresado algo
de interés por ti,” me dijo.

Mis ojos se abrieron por la impresión. “¿En serio?” Pregunté. Él asintió.

“Sí, en serio. Pero a ellos no le gustan los violentos, Cullen. A nadie le gustan,” dijo con
severidad. “Sigue haciéndolo bien.” Extendió su mano y palmeó mi espalda con

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firmeza antes de alejarse. Me quedé inmóvil, mirando cómo salía del campo, atónito.
La gente no me decía a menudo que tenía potencial a menos que se refirieran a la vida
criminal y tenía que admitir que sentaba bien escuchar esa mierda. Me di una ducha
rápida en el vestuario y me dirigí de vuelta a los dormitorios para guardar mis cosas,
solo arrojando mi ropa sucia en la bolsa. Sabía que probablemente debería haberla
lavado, pero seguía sin saber ni una mierda sobre el funcionamiento de una lavadora
así que ni siquiera había hecho el intento, sabiendo que era propenso a joder algo. Me
fui rápidamente, subiendo al Volvo y conduciendo a través de Seattle rumbo al ferry. Mi
ansiedad disminuía con cada kilómetro, a medida que la anticipación y el anhelo
aumentaban.

No me gustaba estar lejos de ella… en absoluto.

Tuve que esperar al ferry un rato, cada segundo que pasé detenido alteraba mis
nervios. Finalmente llegó y volví a seguir mi camino, acelerando a fondo y recorriendo
a toda velocidad la carretera a Forks. Siempre me quejaba del puto pueblo, porque era
demasiado pequeño y completamente aburrido y monótono, pero en ese momento
estaba desesperado por ver ese letrero de “Bienvenido a Forks” de nuevo.

Eran pasadas de las ocho de la noche cuando finalmente llegué a los límites del
pueblo. Corrí a toda velocidad por las calles, esperando que ninguno de los policías
estuviera fuera porque estaba corriendo al menos al doble del límite de velocidad.
Finalmente, unos cuantos minutos más tarde, llegué al camino de entrada de la
propiedad y giré el coche. Me detuve frente a la casa y apagué el motor del coche,
tomando algunas respiraciones profundas para calmarme. Estaba desesperado por
verla pero no quería entrar corriendo como un jodido idiota y abrumarla. Los dos
habíamos sobrevivido a la semana así que no había razón para dejar que mi fuerza
flaqueara ahora que finalmente había terminado. No quería parecer débil cuando
obviamente ella había sido jodidamente fuerte.

Salí del coche y estiré un poco mi espalda, agarrando mis bolsas y dirigiéndome hacia
la casa. Iba a mitad de camino, cuando la puerta principal se abrió de par en par y
levanté la vista, viendo a Isabella. Ella se dirigió directamente hacia mí con una
expresión de alegría en su rostro, dejándome atónito y haciendo que me detuviera.
Saltó del porche y yo dejé caer mis bolsas cuando corrió hacia mí, nuestros cuerpos
chocaron con fuerza y me hizo tropezar un poco. Me abrazó con fuerza y enterró su
rostro en mi pecho, su reacción me hizo reír. No estaba seguro de, exactamente, cómo
actuaría ella después de una semana separados y me sorprendió gratamente su
emoción. Actuó exactamente como yo me sentía, extasiado.

La envolví con mis brazos y besé el tope de su cabeza, inhalando el suculento aroma
que había extrañado tanto. Me miró después de un momento, con adoración y una
pizca de preocupación en su expresión. Sabía que todavía tenía algunas marcas en mi
cara por la pelea con Tyler y estaba punto de explicarle que lucían peor de lo que en

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realidad eran, pero ella me interrumpió con un beso.

Al principio me sorprendió, pero le devolví el beso apasionadamente, incapaz de


recordar que alguna vez anterior me hubiera besado con tanta desesperación.
Finalmente se apartó, jadeando sin aliento mientras yo reía entre dientes. Nos
quedamos mirándonos el uno al otro por un momento, ambos sonriendo mientras mis
ojos notaban su resplandor.

“Bueno, joder. Si me vas a recibir así, tal vez tenga que irme lejos más a menudo,” dije
en broma. Ella sonrió con timidez pero negó con la cabeza sin vacilación.

“¡De ninguna manera!” Dijo. “¡No puedes hacer eso!”

Me eché a reír y asentí. “Está bien. Eso está bien para mí,” le dije, atrayéndola de
nuevo hacia mí y abrazándola con fuerza. “Joder, te he extrañado, tesoro.”

“Yo también te he extrañado,” murmuró. “No podía dormir.”

“Sí, yo tampoco. Estoy exhausto. En realidad solo quiero comer algo muy rápido y
llegar a la cama,” le dije, bostezando mientras las palabras salían de mi boca.
Isabella se echó a reír y se zafó de mi abrazo, agarrando mi brazo y tirando de él.

“Te voy a hacer un sándwich,” me dijo, sonriendo felizmente. Me reí entre dientes por su
entusiasmo y agarré mis bolsas, siguiéndola dentro de casa. Dejé caer mis cosas justo
al otro lado de la puerta principal y ella entró a toda prisa a la cocina mientras yo iba
hacia la sala de estar. Vi a mis hermanos cuando entré y Emmett sonrió ampliamente.

“Te ves como si te hubieran pateado el culo,” dijo divertido. Rodé mis ojos y me dejé
caer en el sofá cerca de Jasper.

“Deberías haber visto al otro tipo,” murmuré, haciendo que los dos se echaran a reír.
Isabella entró después de un momento con un sándwich de pavo hecho exactamente
como sabía que me gustaba y una Coca-Cola de cereza hecha en casa. “Joder, eres
demasiado buena para mí.”

Ella sonrió y se sonrojó pero no dijo nada mientras se sentaba junto a mí. Devoré mi
sándwich y bebí mi refresco, y nos dirigimos al piso de arriba para dormir tan pronto
como hube terminado. Arrojé mis bolsas a la esquina de la habitación, sin tener
energías para vaciarlas, y empecé a desvestirme hasta quedar en boxers. Isabella se
quitó la camiseta para ponerse su pijama y se detuvo, mirándome. Dio unos pasos
hacia mí y colocó su mano en mi pecho desnudo, recorriendo hacia abajo con la punta
de sus dedos el camino de vello que desaparecía dentro de mis boxers.

“Tu pecho está más duro,” dijo en voz baja, pasando su mano por mi estómago. Asentí,
sabiendo que el brutal entrenamiento por el que había pasado la semana pasada
había comenzado a tonificar de nuevo mis abdominales.

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“He hecho un poco de ejercicio,” le dije, extendiendo mi mano y rozando con mis dedos
el tirante de su sujetador. “Tienes marcas de bronceado, tesoro.”

Una expresión de sorpresa vino a su rostro y bajó la vista hacia su pecho. Eran sutiles
pero yo podía verlas claras como el día porque conocía muy bien su cuerpo. “Oh.
Supongo que tomé un poco el sol,” dijo simplemente.

Quitó su mano de mi pecho y se quitó sus pantalones, sin molestarse en ponerse nada
más. Subió a la cama en su sujetador y bragas y me deslicé a su lado, abrazándola.
“Entonces, ¿qué has hecho mientras no estaba, amor? ¿Algo excitante?”

Ella musitó, encogiendo ligeramente sus hombros mientras enterraba su rostro en mi


pecho. “Hemos hecho un poco de todo. Emmett me ha llevado a desayunar a la
cafetería todas las mañanas. Hemos jugado juegos y hemos visto televisión. ¡Oh! Y fui
a comprar comestibles,” me dijo.

“¿Y dónde has conseguido el bronceado?” Pregunté con curiosidad. Ella no respondió
por un momento y bajé la vista para mirarla, preguntándome si se había quedado
dormida tan rápido, pero vi que sus ojos seguían abiertos. “¿Bella?”

“De la, eh… Emmett me llevó a la playa,” murmuró. Me tensé al momento que dijo las
palabras.

“¿A First Beach?” Le pregunté, sabiendo la puta respuesta a eso pero deseando la
confirmación. Asintió y suspiré, tratando de contener mi temperamento que estaba
amenazando con enardecerse. “¿Estaba él allí, Bella?”

“¿Quién?” Preguntó rápidamente, fingiendo ignorancia pero sabía exactamente a


quién demonios me estaba refiriendo. Podía escucharlo en su voz, la forma en que se
tensó ligeramente junto con el indicio de pánico en su expresión.

“Ya sabes quién. Jacob Black. ¿Estaba en la playa cuando fuiste?” Pregunté, sabiendo
la puta respuesta, también. Había averiguado durante el campamento de fútbol que él
ya no jugaba, después de haber sido expulsado del equipo, así que había estado toda
la semana en su casa. Y basándome en su vacilación en responder la pregunta, estaba
jodidamente claro que ella lo había visto. Me quedé quieto, esperando a que
respondiera. Incluso cuando la confirmación era innecesaria. Quería que ella me dijera
la jodida verdad, porque si ella no podía decirme esa mierda entonces estaba claro
que no éramos tan cercanos y seguros en nuestra relación como pensaba que éramos.

“Eh… me refiero a que, él se presentó la primera vez,” soltó finalmente. Mi mano se


cerró en un puño ante la confirmación verbal, agradecido de que fuera honesta
conmigo pero encabronado de que ella hubiera sido puesta en esa posición.

“¿Te dijo algo? Porque si se portó jodidamente mal contigo, te juro que se lo haré
pagar,” dije con firmeza, la idea de ese hijo de puta acosando a mi Bella, me ponía

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furioso. Sabía lo que ella era y si trataba de usar eso para lastimarla de alguna forma,
lo haría arrepentirse de siquiera haber nacido.

“No se portó mal conmigo,” dijo rápidamente, levantando su cabeza para mirarme a
los ojos. Su expresión era seria y su voz sonaba auténtica. “Me refiero a que, él habló
conmigo, pero estuvo bien.”

Me quedé mirándola por un momento, resistiendo el impulso de gritarle y decirle que


esa mierda no estaba bien. No lo quería cerca de ella pero no quería verme como un
imbécil posesivo y parecer controlador. Lo último que quería hacer, era que ella
pensara que estaba tratando de darle órdenes, incluso aunque pensaba que era por su
bien que se mantuviera alejada de él. Solo había ido a la puta playa con mis
hermanos, no había hecho nada malo y yo no tenía derecho a desquitarme con ella por
eso. Como fuera, estaba encabronado… jodidamente encabronado.

“Lo que digas,” dije finalmente, todavía luchando por controlar mi temperamento.
“¿Hiciste algo más?” Ella se encogió de hombros.

“O sea, dibujé y otras cosas. En realidad, te he hecho un dibujo, está en tu escritorio,”


me dijo, empezando a levantarse cuando la sujeté, diciéndole que podía enseñármelo
por la mañana. Se acomodó de nuevo en mi pecho y suspiró. “También he estudiado.
Mucho.”

“Bien,” le dije, contento de que hubiera tenido la oportunidad de hacer eso. Parecía
jodidamente encantada de aprender todo el material del examen GED, absorbiendo
feliz cada pieza de información. Estaba aprendiendo las cosas rápidamente y sabía
que no pasaría mucho tiempo hasta que estuviera lista para el examen.

“Me alegra que te lo hayas pasado bien. Podemos hablar un poco más de ello
mañana. ¿Qué tal si dormimos un poco ahora?”

Ella murmuró en confirmación y cerró sus ojos, dando una respiración profunda. Froté
su espalda gentilmente a medida que se quedaba dormida, sin poder desconectar mi
mente a pesar de mi cansancio. Eventualmente se movió de mi pecho y se dio la vuelta,
acurrucándose con su almohada. La miré un rato antes de salir de la cama sin hacer
ruido. Poniéndome de nuevo los pantalones, salí de la habitación sigilosamente,
teniendo cuidado de no molestarla. Me dirigí al segundo piso y vi la luz filtrándose por
debajo de la puerta de la habitación de Emmett. Caminé hacia allá y toqué, y él la
abrió con una expresión de sorpresa en su rostro.

“Hola hermano, ¿qué pasa?” Dijo. “Pensaba que estarías durmiendo con Izzy.”

Solo me quedé mirándolo, mi ira encendiéndose de nuevo. “¿First Beach, Emmett? ¿En
serio? ¿La llevaste a la puta First Beach?”

Él asintió. “Sí, se lo pasó de maravilla. Tratamos de enseñarle a jugar voleibol y te

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digo hermano, esa chica no tiene ningún tipo de coordinación cuando se trata de
deportes. Fue algo divertido, una vez iba a pegarle a la bola y…”

“Me importa una mierda el voleibol, Emmett,” dije con brusquedad, molesto de que
estuviera actuando como si no fuera gran cosa. “¿La maldita First Beach? Te pedí que
hicieras una maldita cosa por mí, y era mantenerla lejos del peligro, ¡¿y al minuto de
haberme ido la llevas dónde está él?! ¿Eres jodidamente estúpido? Debería haber
sabido que no te tomarías esto en serio. Me refiero a que, solo hay que ver lo que pasó
la última vez que confié en ti para que la mantuvieras a salvo, casi dejaste que el
cabrón de James…”

Antes de que pudiera terminar la frase estaba encima de mí. Me había sacado al
pasillo y empujado contra la pared con tanta fuerza que me sacó el aire. Jadeé sin
aliento, jodidamente aturdido, y él me sujetó contra la pared con su antebrazo
izquierdo presionando en mi garganta y echó su puño hacia atrás. Podía ver el maldito
fuego en sus ojos y sentí su cuerpo temblar por la ira mientras me miraba amenazante.

“¡Mierda, si que tienes cara, Edward! ¿Cómo te atreves a sacar esa mierda? Cometí un
error, uno que nunca cometeré de nuevo. La he mantenido a salvo. Me aseguré de que
nada la lastimara. La llevé a la maldita playa, ¿y qué? Nadie la lastimó. Se divirtió. Y
sí, él estuvo allí. ¿Qué mierda importa? ¿Por qué es tan malditamente importante para
ti?”

Lo fulminé con la mirada y empujé mis brazos contra su pecho con fuerza, tratando de
quitármelo de encima porque estaba presionando mi puto cuello en serio e
interrumpiendo mi maldita capacidad de respirar. Dejó caer su jodido brazo pero no se
movió, obviamente, negándose a que se le persuadiera tan fácilmente.

“Sabes por qué es tan importante. Él es un peligro para ella,” Grité. Emmett sacudió su
cabeza con irritación.

“Jacob no es peligroso y lo sabes. Es un jodido bromista y tal vez hizo algo que no está
bien contigo pero no es una amenaza. Tienes que dejar de ser una pequeña perra y
superarlo,” me dijo. Mis ojos se estrecharon a medida que mi temperamento se
encendía.

“¡Vete a la mierda! Él sabe lo que es ella, estúpido,” espeté, empujándolo. Dio un paso
hacia atrás en respuesta y la ira destelló en su rostro de nuevo cuando echó su puño
hacia atrás una vez más, pero antes de que pudiera reaccionar la puerta de la
habitación de mi padre se abrió de golpe y salió al pasillo, viéndose medio dormido y
bastante encabronado.

“¿Qué demonios están haciendo muchachos?” Dijo con brusquedad, haciendo que los
dos nos quedáramos inmóviles. “En serio, ¿qué se les ha metido? ¿Es media noche y
tengo que trabajar en unas horas y se están peleando en el pasillo?”

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“Lo siento,” dijo Emmett de inmediato, dejando caer su brazo pero siguió
fulminándome con la mirada. “He perdido el control por un minuto, pero estoy bien
ahora. Puedes volver a la cama, papá.”

Mi padre miró del uno al otro, viéndose todavía molesto. “¿Y por qué demonios se
estaban peleando?”

“Por nada,” le dije de inmediato, sin querer hablar de ello, pero Emmett decidió que no
lo dejaría así.

“Estábamos teniendo una pequeña discusión sobre si Isabella debería o no haber


venido conmigo a First Beach,” dijo. Mi padre refunfuñó molesto y me fulminó con la
mirada.

“¿De nuevo Jacob Black? Necesitas olvidarte de esa mierda, hijo. Hay cosas mucho
más importantes por las cuales preocuparse en la vida. Solo porque tú ya no puedas ir
allí, no significa que ella no pueda ir a la reserva si quiere. Cuanto más pronto te lo
metas en esa cabeza dura que tienes, mejor para todos nosotros,” dijo con firmeza. Lo
miré furioso y traté de calmarme, porque todo lo que ellos habían logrado era
encabronarme aún más.

“Eso son gilipolleces,” le dije. Mi padre rio con amargura.

“Son gilipolleces. Es una gilipollez que te enganches en serio en una pelea con tu
propio hermano por esto. Me voy de nuevo a la cama y no quiero oír ni pío de
cualquiera de ustedes. Lo digo en serio.” Desapareció de nuevo en su habitación y dio
un portazo. Emmett y yo nos quedamos mirando un momento antes de que él negara
con la cabeza.

“Sé que él lo sabe, Edward. No soy un jodido idiota. Y tal vez deberías confiar más en
tu novia, porque puede defenderse sola. No vaciló en golpear a James con la pistola y
ciertamente le hizo saber a Jacob lo que pensaba para defenderte, de todos modos. Y
te digo, Jacob se veía más asustado por ella que ella por él. Le dijo que no soportaría
que nadie hablara mal de ti porque tú eres un buen hombre que la ama y confía en
ella. Tal vez es hora de empezar a actuar así,” dijo enfáticamente. “Lleva tu patético
culo de vuelta a la cama con ella, donde pertenece, y deja de ser tan perra sobre la
situación antes de que la ahuyentes. Ella ha sido controlada más que suficiente para
toda una vida.” Entró en su habitación y cerró la puerta, dejándome solo en el pasillo.
Pasé la mano por mi pelo y suspiré, todavía molesto pero sin saber ya qué pensar.
Estaba alucinado de que ella hubiera enfrentado a Jacob por mí y me sentí como un
pendejo por enojarme con mi hermano, pero aún seguía sin gustarme la idea de ella
cerca de Jacob.

Volví a subir al tercer piso y me deslicé de nuevo al interior de la habitación en silencio,


dando un suspiro de alivio cuando vi que seguía dormida. Me deshice de mis

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pantalones dejándolos en el suelo, una vez más, y me subí de vuelta a la cama. Ella se
removió y giró su cuerpo para quedar frente a mí, pero permaneció dormida.

Finalmente caí en sueño profundo. Mi cuerpo estaba tratando de recuperarse de una


semana tan brutal por encima de la falta de descanso, y no abrí los ojos de nuevo
hasta muy pasadas las dos de la tarde. Me quedé mirando al reloj en shock,
volviéndome para mirar la cama junto a mí y estuve aun más sorprendido de encontrar
a Isabella todavía durmiendo.

“Bella, cariño,” dije en voz baja, extendiendo mi mano y quitando el cabello de su


rostro que se las había arreglado para llegar allí en algún momento durante la noche.
Ellas se removió y abrió los ojos, parpadeando un par de veces mientras intentaba
despertarse.

“¿Qué hora es?” Preguntó adormilada. Yo sonreí.

“Son un poco más de las dos, tesoro,” le dije. Sus ojos se abrieron por la impresión
mientras se incorporaba rápidamente, haciendo una mueca y agarrando su cabeza.

“Wow, demasiado rápido,” murmuró. “¿Cómo es que me he quedado dormida hasta


tan tarde?”

“Demonios, no lo sé. Acabo de despertar,” le dije. “¿Quieres que almorcemos algo y


pasemos el día juntos?”

Ella asintió, sonriendo. “Por supuesto,” me dijo, mientras me levantaba de la cama.


Gemí y me estiré, cada centímetro de mi cuerpo seguía doliendo.

“Podemos ir a la cafetería,” sugerí. Ella suspiró y se levantó, negando con la cabeza.

“Prefiero que no. He ido allí todos los días de esta semana pasada. Preferiría hacer
algo ya que no he cocinado desde que te fuiste,” me dijo. La miré sorprendido.

“¿No has cocinado nada?” Pregunté. Ella negó con la cabeza, sonriendo suavemente.

“Nop. Tampoco limpié exactamente. Cada vez que trataba de hacer algo, Emmett me
veía y me distraía haciendo otra cosa. Realmente me ha mantenido ocupada, lo
agradezco tanto,” dijo. Me quedé mirándola y sentí una punzada de culpa por cómo
había actuado con Emmett cuando claramente él había hecho todo lo que había
podido por ella esta semana pasada. En lugar de ser agradecido y darle las putas
gracias como debería, le grité y básicamente le dije que la había jodido, usando el
incidente de meses atrás con James como munición. Yo odiaba que me recordaran mis
errores y le había hecho la misma maldita cosa a él cuando no había hecho ni una
mierda sino tratar de ayudar.

Le dije que estaba bien, ella podía cocinar si realmente quería hacerlo. Nos vestimos y
nos dirigimos a la planta baja. Desapareció dentro de la cocina mientras yo entraba en

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la sala de estar, dejándome caer en el sofá y poniendo mis pies encima de la mesita de
café.

“Gracias,” murmuré, echando un vistazo hacia donde estaba sentado Emmett al otro
extremo de la habitación. Él giró su cabeza para mirarme.

“¿Por qué? ¿Por no patearte el culo cuando debería haberlo hecho?” Preguntó. Suspiré,
pasando una mano por mi cabello.

“Por cuidar de ella,” dije simplemente, apartando la mirada y centrando mi atención en


la televisión.

“De nada,” dijo. Nos quedamos callados después de eso, en un confortable silencio.
Isabella hizo una pizza casera para el almuerzo y comimos mientras veíamos la
televisión. Nos quedamos allí pasando el rato y luego terminó haciendo una gran cena
de espagueti para todos. Nos sentamos y comimos juntos a la mesa, mi padre
haciéndose presente solo el tiempo suficiente para comer con nosotros. Se veía
exhausto y parecía preocupado, sin siquiera notar cuando Emmett estaba frente a su
cara, prácticamente gritando su nombre. No tenía idea qué lo tenía tan distraído, pero
no podía negar que me asustaba como la mierda, sabiendo lo que sabía.

Después de cenar nos dirigimos arriba, e Isabella agarró un pedazo de papel del
escritorio en la habitación. Me lo entregó y sonrió, sus ojos brillantes de alegría. Tomé
el papel y lo miré, atónito cuando vi que era un dibujo a lápiz de un paisaje; césped,
árboles, arbustos y flores. Lo miré fijamente, notando que era un lugar familiar. Un
lugar que conocía como la palma de mi mano, un lugar al que había ido un sinnúmero
de veces a través de los años. Era el prado al que la había llevado con el fin de
enseñarle a disparar, y en el momento en que mis ojos se posaron en el dibujo lo
reconocí. El dibujo era perfecto, todos los pequeños detalles exactamente dónde se
supone deberían estar, como el pequeño árbol caído que había estado tirado allí
desde la primera vez que encontré el lugar, escondido parcialmente por la vegetación y
las enredaderas a lo largo del borde que venían desde el oeste. Mierda que la mayoría
de la gente ni siquiera notaría estaba dibujada con detalle, y era sorprendente porque
solo la había llevado allí una vez.

“Es solo un boceto,” murmuró después de un momento cuando no dije nada. La miré y
vi que me miraba con cautela, mordisqueando su labio nerviosamente.

“Es asombroso,” le dije, volviendo a mirarlo. “Aunque, ¿cómo demonios lo has hecho?
¿Cómo recuerdas los detalles de mierda, como el árbol caído y las enredaderas?”

“Eh, no lo sé,” me dijo. “En realidad, solo dibujé lo que recordaba. Simplemente lo
imaginé.”

“¿Así es cómo dibujas todo?” Le pregunté con curiosidad. “Cuando dibujaste tu retrato
para mí por navidad, y todos esos dibujos que hiciste; mi piano, el Volvo, el mío y el de

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tu madre…”

“¿Cómo sabes que dibujé esos?” Preguntó. La miré y sonreí con suficiencia.

“Te dije que solía entrar a hurtadillas a tu habitación todas las noches. No voy a
mentirte, tesoro, dolió un poco verme arrugado así en el piso,” dije en broma. Ella
sonrió y se sonrojó.

“Algo de él no me gustaba, como que le faltaba algo,” me dijo. Negué con la cabeza
por la ridiculez de su declaración, ya que ese hijo de puta había sido exacto hasta en
las malditas pecas en mi nariz.

“Como sea, era perfecto. Pero en serio, ¿así es como siempre dibujas las mierdas?
¿Solo te lo imaginas con perfecto detalle en tu mente?” Pregunté. Ella asintió.

“Sí. Es como recuerdo la mayoría de las cosas,” dijo.

La miré y sonreí, sin saber cómo coño no se me había ocurrido antes. “¿Recuerdas lo
que Albert Schweitzer dijo sobre la tragedia de la vida?” Le pregunté, recordando una
de las pocas citas de él que en realidad conocía. Recuerdo que cuando ella llegó lo
había citado porque era el único libro que alguna vez había tenido en sus manos. Yo
estudié a ese hijo de puta en la escuela y no podía recordar ni la mitad de la mierda
que ella.

“La tragedia de la vida es lo que muere dentro de un hombre mientras él vive,” dijo
como si nada, como si fuera la cosa más jodidamente simple para recordar en el
mundo.

“Bella, puedes recordar un lugar con perfecto detalle después de verlo una sola vez.
Puedes citar a Albert Schweitzer de un libro que tuviste una vez. Aprendiste tú sola lo
básico de leer y escribir por breves vistazos a los jodidos subtítulos de televisión.
Recuerdas todas las respuestas de Jeopardy. Apuesto a que no recuerdas esa mierda,
pero la viste, ¿no es así?” Pregunté, ella asintió y yo suspiré, negando con la cabeza.
“Tienes memoria fotográfica.”

“¿De verdad?” Preguntó. Asentí y ella frunció el ceño, mirándome con escepticismo.
“Entonces, ¿por qué no recuerdo haberte conocido todos esos años atrás?”

Me quedé mirándola, sin saber cómo explicárselo. “Tú todavía eras pequeña así que
pudo haberse desdibujado y puede que las memorias fotográficas sean esporádicas,”
le dije. “Puedes recordar cosas al azar con perfecto detalle, pero otras cosas, no tanto.”
Dejé fuera la parte de que su cerebro probablemente estaría bloqueando esa mierda
como un mecanismo de defensa, ya que yo había causado que ese día, recibiera su
primera gran paliza.

“Oh,” dijo. “Y eso es bueno, ¿cierto? Me refiero a que, no crees que sea rara o algo

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así…”

Me reí entre dientes, negando con la cabeza. “Por supuesto que es bueno. En realidad,
es jodidamente grandioso. Significa que probablemente estarás lista para hacer tu
examen GED mucho antes de lo que esperaba.”

“Jasper dice que piensa que estaré lista pronto,” dijo en voz baja.

“¿Sí? Bien. Entonces, recibirás un puto diploma antes que yo,” le dije, sonriéndole. Puse
de nuevo el dibujo sobre la cama y la envolví con mis brazos, atrayéndola a mí. Me
incliné y besé sus labios con suavidad. “He echado de menos el besarte.”

“Yo también he echado de menos besarte,” murmuró.

“He echado de menos otras cosas también,” le dije, mis manos bajando por su espalda
y agarrando su culo. Lo apreté suavemente y me presioné contra ella, sintiendo mi
polla comenzar a hincharse por el contacto.

“Apuesto a que sí,” dijo en broma. “Yo también he echado de menos eso de ti.”

“¿En serio?” Pregunté, llevando mi boca hacia su cuello y besándolo. “¿Te gusta eso?”

“Por supuesto que sí,” dijo en voz baja. “Contigo sí.”

Sonreí satisfecho contra su piel. “Bueno, ¿qué tal si nos reconectamos de nuevo
entonces, tesoro? Ha pasado una semana.”

Ella se echó a reír, señalando que antes había pasado más de una semana sin ningún
contacto sexual. Le dije que esa mierda no contaba, porque eso fue en el principio
cuando estaba siendo paciente para lograr que se sintiera cómoda con la idea. Ahora
que estaba cómoda y abriéndose sexualmente, dispuesta a explorar e intentar nuevas
cosas, toda la paciencia se había ido por la ventana. Todavía me aseguraba de hacer
las cosas bien para ella, pero pasar una semana sin ningún contacto sexual estaba
malditamente cerca a lo insoportable cuando era innecesario.

Ella se subió a la cama y se quitó la ropa, sin perder jodido tiempo en desnudarse. Bajé
por su pecho, besándolo, capturando sus pezones entre mis labios y pasando mi
lengua alrededor de ellos mientras mi mano bajaba lentamente entre sus muslos. Rocé
con la punta de mis dedos su clítoris y comencé a acariciarla, sintiendo ya la humedad
acumulándose a medida que su cuerpo empezaba a excitarse. Empezó a gemir y
agarró mi camiseta, tirando de ella y tratando de quitármela. Quité mis labios y mi
mano de ella el tiempo suficiente para que me la quitara, desabrochando mis
pantalones y deshaciéndome de esos hijos de puta en el proceso. Al momento que
quedé expuesto, envolvió su mano alrededor de mi polla y yo gruñí, sin esperar que
fuera tan atrevida, pero disfrutando como la mierda de que lo fuese. Empezó a
acariciarme y mis labios encontraron los suyos, mi mano yéndose directamente de

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vuelta a su coño. Deslicé dos dedos dentro de ella y gimió, el beso volviéndose más
frenético a medida que su lengua se metía en mi boca. La besé con cada gota de puta
pasión que pude reunir y aceleré el ritmo de mis dedos. Los curvé hacia arriba, supe
que había tocado su punto cuando empezó a gritar, agarrando mi polla con firmeza y
bombeando con más fuerza. Gruñí cuando ya sentí mi orgasmo bullir y me aparté de
ella, sabiendo malditamente bien que no podía correrme ya. Se quedó mirándome
desalentada cuando me alejé de su agarre pero me reí entre dientes, negando con la
cabeza.

“Si haces que me corra ahora. No lograré entrar en ese coño y eso está jodidamente
mal,” le dije. Ella se sonrojó y sonrió con timidez, haciéndome reír de nuevo. Podía
verse tan malditamente tímida e inocente algunas veces, pero estaba aprendiendo con
el paso del tiempo, que también podía ser todo menos eso.

Me subí encima de ella, cerniéndome mientas separaba sus muslos y me posicionaba


entre ellos. Empecé a empujar para entrar en ella, cerrando mis ojos y suspirando con
satisfacción a medida que su coño me envolvía con fuerza y me recibía. Había tenido
un montón de puto sexo a mi edad, pero ninguno se comparaba a tener sexo con ella.
No sabía si era porque había sentimientos envueltos en ello y no solo nos uníamos en
cuerpo sino también en espíritu, o si era porque ella y yo compaginábamos bien
sexualmente juntos, pero me gustaba pensar que era una combinación de ambos.
Joder, ella estaba hecha para mí… en mente, cuerpo y espíritu.

Comencé a empujar dentro de ella lentamente y salir casi por completo, deseando
saborear cada jodida estocada. La besé a medida que la llenaba, susurrando cuanto
la amaba y lo perfecta que era. Siempre me había gustado decir cosas sucias pero
sabía que Bella apreciaría escuchar cuanto la amaba en lugar de cuanto me gustaba
follarla, aunque me aseguré de decirle también esa mierda.

Aumenté el ritmo después de unos minutos y ella comenzó a responder de igual forma,
haciéndose más vocal y respondiendo a mis palabras. Arrastró sus manos con firmeza
por mi espalda y las detuvo sobre las mejillas de mi culo, sujetando mi carne con
fuerza y tratando de introducirme en ella con más fuerza. Al principio me sorprendió,
porque simplemente no esperaba esa mierda de ella en absoluto.

“¿Lo quieres más duro, nena?” Pregunté, mordiendo su clavícula con mis dientes. Ella
murmuró en respuesta y trató de introducirme en ella de nuevo, pero yo seguí
conteniéndome. “Dime. Dime lo que quieres.”

“Ungh, más duro,” lloriqueó, el sonido mandó un escalofrío por mi columna. “Lo quiero
más duro. Por favor.”

Gruñí cuando las palabras “por favor” escaparon de sus labios, el hecho de que
estaba prácticamente rogando hizo que la sangre se disparara por mis venas. “Lo que
tú quieras,” le dije, aumentando de nuevo el ritmo y penetrándola con fuerza. Ella gritó

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y se sujetó a mí con fuerza.

“Sí. Así,” jadeó, abriendo sus ojos para mirarme, el deseo en ellos era intenso. Estrellé
mis labios en los suyos y la besé con fuerza, mordiendo su labio inferior.

“¿Te gusta duro y profundo?” Pregunté. “¿Te gusta cuando penetro ese coño?”

Su rostro se sonrojó y parpadeó un par de veces, obviamente excitándose aún más por
mi pregunta. Sonreí con suficiencia, sabiendo que después de una semana lejos de mí
estaba tan jodidamente desesperada por esto como yo. “Sí,” respondió con voz
entrecortada. “Oh Dios, sí.”

Separé más sus piernas y traté de llegar aún más profundo, pero la posición en la que
estábamos me impedía hacerlo. Me debatí en poner sus piernas sobre mis hombros, en
lugar de eso, salí de ella y me senté sobre mis rodillas. “Date la vuelta,” le dije. Se
quedó mirándome sorprendida pero hizo lo que le dije, sin cuestionarme. “Apóyate
sobre tus manos y rodillas si puedes, tesoro.”

Ella hizo lo que le pedí y me alineé y me introduje de nuevo en ella, golpeando con
fuerza tan bruscamente que casi colapsó sobre la cama. Gritó con fuerza y arqueó su
espalda, su cuerpo se estremeció. Nunca lo habíamos hecho en esta postura, podía
llegar muchísimo más profundo que en cualquier posición en la que habíamos estado
antes, entonces me di cuenta que debería haber sido más gentil la primera vez a fin de
aclimatarla a esa mierda.

“¿Estás bien?” Pregunté, parando en seco de inmediato, con el jodido temor de que la
hubiera lastimado. Ella gimió y asintió furiosamente.

“No te detengas,” jadeó, dejando caer su cabeza. Me quedé mirándola en shock


cuando me di cuenta que ella quería que fuera jodidamente rudo, que había hablado
en serio cuando dijo que le gustaba duro y profundo. Cristo, ¿cuándo se había
convertido en alguien tan sexual?

Al principio titubeé pero empecé a penetrarla con fuerza. Ella estaba gritando con
todas sus fuerzas, su cuerpo temblaba. Pasé la mano por su columna y la empujé un
poco hacia abajo de nuevo para cambiar el ángulo, sus sonidos se hicieron todavía
más altos a medida que se abría más y yo llegaba aún más profundo. Prácticamente
chillaba y gritaba mi nombre mientras yo la penetraba con todas las fuerzas que tenía,
luchando por contener el maldito orgasmo que ya estaba tratando de alcanzarme. No
tenía idea de dónde había venido dentro de ella esa nueva encontrada perversión y no
tenía puñetera idea de cuando, o sí, alguna vez iba a surgir de nuevo, así que estaba
disfrutando cada maldito momento de ello que pudiera.

“Mierda, Bella, te sientes tan jodidamente bien,” gruñí, azotando mi pelvis en ella, la
fuerza del impulso haciendo que su trasero se sacudiera y meneara. Era una hermosa
vista, una vista que siempre había disfrutado porque sabes que le estás dando como

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Dios manda cuando lo ves, pero no fue sino hasta que tuve a Bella de esta forma que
realmente lo aprecié. Estaba sujetando firmemente su cadera con una mano a fin de
estabilizarla mientras mi otra mano acariciaba su espalda y pasaba suavemente por
su cabello suelto. Estaba tan tentado a agarrarlo en puto puño y tirar de él, pero sabía
que habían tirado de su cabello como una forma de abuso y tenía miedo de que esa
mierda fuera a asustarla.

Mi puta espalda me estaba empezando a doler de verdad después de un rato, cada


centímetro de mi cuerpo todavía malditamente dolorido por el campamento de fútbol y
el movimiento comenzó a volverse intolerable. Llevé mi mano debajo de ella y empecé
a frotar su clítoris, esperando conseguir que se corriera para poder correrme antes de
tener un calambre en uno de mis músculos. Ella chilló al momento que mis dedos
rozaron su sensible área, un escalofrío traspasó su cuerpo.

“Oh, Dios,” dijo. “Ungh, Edward. Me voy a... Ungh…”

“Dime,” le dije, queriendo escucharla decirlo. “Dime lo que vas a hacer.”

“Me voy a… correr,” lloriqueó. Pellizqué su clítoris entre mis dedos cuando dijo la
palabra y ella gritó de nuevo, su cuerpo comenzó a convulsionarse a medida que su
orgasmo la golpeaba. Su coño apretando mientras su cuerpo se estremeció en éxtasis,
enviándome a la cima y gruñí con fuerza cuando mi propio orgasmo desgarró a través
de mí. Me sujeté a ella con fuerza y empuje un par de veces más, tan duro como pude,
derramándome en ella a medida que la llevé a través de su orgasmo. Su cuerpo se
empezó a relajar y di una última y dura estocada y gruñí con fuerza cuando el dolor se
disparó por mi espalda.

“¡Mierda!”

Salí rápidamente y sujeté mi espalda, colapsando de cara sobre la cama junto a


Isabella con un quejido. Ella se sentó en su trasero para mirarme con una expresión
aturdida y confundida en su rostro.

“¿Estás bien?” Preguntó rápidamente, sonando asustada. Asentí, llevando mi mano


hacia atrás y tratando de frotar mi espalda baja desde donde se extendía el dolor.

“Solo estoy… mierda… dolorido por el campamento y creo que me he sobrepasado y


me he contracturado un músculo o me ha dado un calambre o alguna mierda,” me
quejé. “Hicieron trabajar duro a mi culo, ¿sabes?”

“¿En serio?” Preguntó, extendiendo su mano hacia mí y quitando la mía del camino,
empezando a masajear con firmeza la zona. Gemí involuntariamente a medida que su
toque comenzaba a aliviar el dolor mientras relajaba el músculo. “Te sientes tenso.”

Murmuré en respuesta, el sonido cambiando a un gruñido cuando quitó su mano y la


cama se movió. Le eché un vistazo y vi que se dirigía al baño, frunciendo el ceño

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cuando desapareció de mi vista. Volvió después de un momento con una botella de
aceite para bebé.

“Joder, eres demasiado buena para mí, tesoro,” murmuré, cuando se volvió a sentar
sobre la cama y vertió un poco en mi espalda baja antes de colocar la botella a un
lado. Comenzó a frotar con toque firme a medida que masajeaba mi espalda.

“Siempre dices eso,” respondió. “No quiero que sufras. Es lo menos que puedo hacer y
en realidad no me cuesta nada. Me refiero a que, no es como si fuera atroz el tocarte,
Edward.”

Me reí entre dientes y cerré los ojos, solo sintiendo sus manos mientras amasaba mis
músculos tensos y eliminaba el calambre. “Eres muy buena para esta mierda, ¿sabes?
Ese día después de mi partido de fútbol cuando te ofreciste para frotar mi espalda, juro
que casi me corrí en mis jodidos pantalones de lo bien que se sintió.”

Ella jadeó y le eché un vistazo, sonriendo con suficiencia cuando vi su rubor. “Tenía
miedo de que te sintieras asqueado porque te tocara así,” dijo en voz baja. “Pero sabía
que estabas sufriendo y quería ayudar.”

“¿Asqueado, Bella? Eso es ridículo,” le dije, triste de que ella hubiera pensado esa
mierda, pero sabiendo que hasta ese momento no tenía ninguna razón para pensar
nada más que eso. “Estaba jodidamente excitado.”

Ella suspiró. “Yo también,” dijo con timidez, su rubor aumentando. “¿Pasó eso de
nuevo? ¿Te tacklearon?” Preguntó. Me eché a reír histéricamente, negando con la
cabeza.

“¿Qué si me tacklearon Bella?” Pregunté con diversión. Ella me miró confundida,


todavía frotando mi espalda.

“Sí. ¿No se le dice así cuando te derriban?” Preguntó.

“Eh, cuando todos los demás son derribados se le llama tackleo, pero cuando me
derriban a mí es un sack,” le dije. “Dos cosas muy diferentes.”

“Oh,” dijo simplemente, su rubor profundizándose por la vergüenza. “Lo siento.”

“No importa. No te disculpes. Pero sí, derribaron mi culo un par de veces,” murmuré.

“¿Así que ha sido un campamento duro?” Preguntó. “¿Por lo menos te has divertido
algo?”

Suspiré, cerrando mis ojos una vez más. “Ha estado bien. He jugado bien, hasta
impresioné a algunos de los entrenadores de la universidad y mencionaron estar
interesados en que jugara para ellos después del instituto.”

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“¿En serio?” Preguntó, el entusiasmo en su voz era sorprendente. “¿Cómo jugar fútbol
en la universidad y esas cosas? ¿Cómo uno de esos juegos que se presentan en
televisión?”

“Sí, supongo que sí. Me refiero a que no sé si quiero ir a la universidad en Seattle.


Como que quiero irme de una puta vez de esta área, ¿sabes? Pero es bueno saber que
la opción podría estar allí,” le dije.

“Entonces, ¿a dónde quieres ir?” Preguntó en voz baja después de un momento, sus
manos seguían trabajando en mi espalda. Abrí mis ojos y la miré, sonriendo.

“¿A dónde quieres ir tú, tesoro? Voy a dejar que tú decidas eso.”

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"Todos los cambios, incluso los más añorados, tienen su melancolía, porque lo que
dejamos detrás es una parte de nosotros mismos, debemos morir una vida antes de
que podamos entrar en otra "“. Anatole France.

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola Guevara,
Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar
Ocampo

Me quedé a un lado tratando de contener las lágrimas que brotaban de mis ojos,
sintiéndome absolutamente ridícula al ponerme tan emocional. Todo el mundo se
reunió en el vestíbulo, charlando animadamente, la emoción en el aire alrededor de
ellos era palpable. La risa de Emmett resonó por encima de todos los demás,
filtrándose en mis oídos y causando que el control que había tenido en mí misma se
tambaleara mientras una lágrima solitaria resbalaba por mi mejilla. Extendí mi mano y
sequé la lágrima rápidamente antes de que alguien se diera cuenta, complacida por el
momento en que todos estaban ocupados.

Era un domingo por la tarde, veintiuno de agosto, era difícil creer que el verano ya
estaba llegando a su fin cuando se sentía como si hubiera empezado. El mes y medio
después del viaje de Edward al campamento de fútbol había estado llena de actividad,
haciendo que nuestro tiempo pasara rápidamente. Edward y yo salíamos juntos, por lo
general solos, pero de vez en cuando con uno de sus hermanos y su novia. Realizamos
viajes a Port Angeles y Seattle, visitamos galerías de arte, museos, acuarios y
zoológicos. Edward me llevó a las afueras un par de veces, sin poder ir a First Beach
por lo que optó primero por una zona menos poblada al sur de la misma. Jugamos en
la arena, haciendo cosas tontas como enterrar nuestros pies y construir castillos de
arena, e incluso trató de enseñarme a nadar, pero lo abandoné la primera vez que
inhalé agua y empecé a jadear y ahogarme.

Edward había tenido, en ocasiones por estas semanas, prácticas de fútbol en la


escuela y me llevó con él un par de veces. Siempre había otras personas allí,
familiares, amigos y novias de los jugadores que se reunían en grupos y charlaban
mientras sus seres queridos practicaban, pero siempre me sentaba en las gradas yo

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sola. Fue interesante verlo jugar y sin duda sabía mucho más sobre el deporte ahora
que el año pasado. Edward era confiado y agresivo en la cancha, obviamente era muy
talentoso, así que no era de sorprender que la gente hablara acerca de él teniendo la
oportunidad de jugar para mejores equipos. Esto me hizo sentir orgullosa de su
potencial y se lo decía a menudo, pero siempre se encogía de hombros como si no
fuera la gran cosa. Sin embargo, era gran cosa, porque era su futuro... nuestro futuro.

No solo pasábamos nuestros días en un bullicio de actividad, también pasamos tiempo


de calidad juntos. Nos gustaba salir y permanecer fuera durante horas, explorando en
el bosque y pasando el rato en el patio trasero. Trató de enseñarme a jugar fútbol y
aprendí lo suficiente cómo atrapar y lanzarle el balón, pero ni parecido al espiral
perfectamente dirigido que él hacía cada vez. Tampoco podía atrapar muy bien la
pelota, pero estaba feliz de hacerlo con él, porque era algo que le hacía feliz y me
gustaba estar incluida en esa parte de su vida.

Y, definitivamente, hablamos un montón. Hablamos acerca de todo y nada, incluso


discutimos las posibilidades para nuestro futuro. Me contó acerca de los lugares que
más le gustaban y los que no, pero por lo demás dijo que no le importaba dónde
terminásemos, siempre y cuando termináramos juntos. Me permitió elegir hacia dónde
dirigir nuestro camino y era sorprendente, teniendo algo tan importante en mis manos.
Todavía estaba tratando de adaptarme a mi potencial libertad ya que Edward me
había abierto todo un mundo de posibilidades con una declaración muy simple... "La
decisión es tuya." Me dijo que el cielo era el límite, porque él tenía suficiente dinero
para ir a cualquier parte que mi corazón desee. Ni siquiera estaba segura por dónde
empezar, pero me dijo que no había prisa en decidir porque teníamos tiempo. Quería
simplemente disfrutar el verano y después, cuando la vida real nos atrapara de nuevo y
no pudiésemos seguir viviendo en nuestra pequeña burbuja, nos gustaría empezar a
buscar escuelas y lugares.

Estudié mucho para mi examen de GED y Edward también estudió un poco, diciendo
que tenía que tomar algún examen llamado SAT si planeaba ser aceptado en la
universidad. Era extraño estudiar junto a Edward, y cuando se lo dije, simplemente me
dijo que me acostumbrara a ello, ya que sería algo que sucedería con regularidad en
los próximos años. Sonreí ante esa idea, la idea de realmente ir a la escuela en alguna
parte y aprender al mismo tiempo que él.

Él se ejercitaba por las mañanas, levantándose temprano y saliendo a correr o yendo a


la escuela para levantar pesas. Era una rutina que le llevaba un par de horas de su
tiempo y era el único tiempo que pasábamos separados. Pasaba el tiempo limpiando,
pues no quería descuidar la casa por completo a pesar de que Edward me decía que
era innecesario, e incluso había despotricado, en un momento, diciendo que todos eran
adultos y que podían cuidar de sí mismos. Le pregunté si eso significaba que él
pensaba lavar su propia ropa entonces y simplemente sonrió tímidamente,
encogiéndose de hombros. Adulto o no, no sabe nada sobre el funcionamiento de una

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lavadora y dependía de mí para tener ropa limpia.

A menudo le recordaba a Edward que solo porque mi libertad había sido concedida,
no significaba que era totalmente libre. Todavía estaba bajo el control del doctor
Cullen y el aún podía hacer conmigo lo que quisiera. Hasta que él ya no fuera mi amo,
yo seguiría haciendo lo que él me dijo que hiciera desde ese primer día en Phoenix, yo
iba a cocinar, limpiar, y obedecerlo lo mejor que pudiese. Y francamente, se sentía
como si fuera simple cortesía a ese punto, yo vivía en su casa y sin dar nada a cambio
por ello, así que lo menos que podía hacer era cocinar la cena y limpiar unos cuantos
pisos.

No estaba segura si el doctor Cullen lo notaba, sin embargo. Casi nunca lo veía fuera
de la normal cena de las siete a la cual usualmente ni siquiera se presentaba. Él
entraba y salía de la casa, siempre, ya sea trabajando en el hospital o encerrado en su
despacho. Empecé a preocuparme por él y se lo comenté a Edward una vez, pero me
dijo que era mejor que no nos involucráramos en los asuntos de su padre. Aunque yo
respetaba eso, no alivió mi preocupación... sobre todo después de lo que pasó con ese
médico en Port Ángeles. Según las noticias, nunca se recuperó su cuerpo o incluso no
había señal de que realmente estuviera muerto, pero en el fondo yo sabía que lo
estaba. Me asustaba saber que alguien había sido asesinado, posiblemente a causa
de algo referente a mi existencia, y esto me ponía ansiosa, por cada persona con la
que he tenido algún contacto. A veces me preocupaba que el doctor Cullen saliera
dañado, pero estaba más preocupada que Edward y sus hermanos sean
accidentalmente arrastrados en la línea del fuego.

Me he hecho más cercana a Emmett y Jasper en las últimas semanas, después de


haber pasado un poco de tiempo con ellos, y realmente nos sentíamos como hermanos.
Siempre me había preguntado cómo sería tener hermanos y por primera vez en mi
vida, lo sentí como si los tuviera. Fue maravilloso, y me hicieron sentir segura y
protegida, se sentía una calidez en mi corazón por sus presencias en mi vida.
Iluminaban mis días y siempre estaban allí con una palabra amable o una mano
cuando los necesitaba. Sus estados de ánimo eran por lo general contagiosos, pero al
estar de pie en el vestíbulo mirando como todos aquellos a quienes había aprendido a
querer, bromeaban y reían con entusiasmo, no sentía nada más que devastación.

Mi corazón se rompía, porque todos ellos se iban.

Sus maletas estaban ya listas, sus más preciadas posesiones metidas en sus vehículos
estacionados en frente de la casa. En unos momentos Jasper se dirigiría a Seattle con
Alice y el doctor Cullen estaba ayudándolos a mudarse a su primer apartamento muy
cerca de la universidad a la que asistirían. Emmett y Rosalie se irían casi al mismo
tiempo que los otros, conduciendo a través del país a la escuela que habían elegido
para asistir. Mañana por la tarde el doctor Cullen abordaría un avión en Seattle,
volaría para ayudarles a establecerse también. Todos parecían estar tan emocionados

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con los cambios que sus vidas estaban a punto de emprender, felices de mudarse más
allá de la pequeña ciudad de Forks y la vida bajo el techo de su padre, pero yo estaba
angustiada sobre esto. No me gustaba el cambio en absoluto, sobre todo cuando por
fin había encontrado un lugar donde sentía que pertenecía.

“Muy bien, pongámonos en camino”, dijo el doctor Cullen mientras bajaba los
escalones desde el segundo piso. Lo miré, tenía los ojos hinchados con ojeras
pronunciadas en su rostro. Se veía completamente agotado y desgastado, nada qué
ver con el hombre fuerte y seguro que había entrado por la puerta principal en Phoenix
para comprarme. Incluso el doctor Cullen había cambiado, y yo no sabía por qué, pero
no podía dejar de preguntarme si algo de esto era mi culpa. Todos callaron ante sus
palabras y Alice abrazó a Rosalie, estallando en lágrimas.

“Voy a extrañar a mi mejor amiga”, declaró. Rosalie rodó sus ojos y le devolvió a Alice
el abrazo con indiferencia, pero pude ver la tristeza en sus ojos y supe que no era más
que una fachada. Si aprendí algo de Rosalie Hale en los últimos meses, era que ella
era demasiado protectora con los que le importaba y que tenía un gran corazón... a
ella no le gustaba mostrar ese lado de sí misma, ya que le hacía ver vulnerable.

Jasper le dijo algo a Edward que no pude oír, su voz apenas era un susurro. Edward
asintió y sus ojos se dirigieron hacia mí brevemente, pero antes de que pudiera intentar
descifrar su intercambio, fui cogida en un abrazo, mis pies dejaron el suelo mientras
era levantada en el aire.

“Voy a extrañarte como el infierno, Izzy Bizzy”, dijo Emmett, apretándome con fuerza.
Me reí y lo abrace de respuesta, completamente desprevenida.

“También te extrañaré, Emmett” le dije”. Gracias por todo lo que has hecho por mí.

“Oh, no”, dijo, poniéndome de nuevo de pie y sonriendo de felicidad. “Gracias a ti. No
solo me has cocinado comida increíble, la cual voy a extrañar como no tienes idea, sino
que has conseguido que mi hermanito finalmente siente cabeza.”

Todo el mundo se echó a reír y Edward gruñó, maldiciendo a su hermano a pesar de la


sonrisa en sus labios. Emmett se dio la vuelta y se dirigió directamente hacia Edward,
cogiéndolo con un brazo y haciéndole una llave en la cabeza. Edward maldijo un poco
más y trató de darle un puñetazo, pero Emmett no se dio por vencido, en lugar de eso
alzo su mano y desordenó el cabello de Edward aún más de lo que ya estaba.

Jasper se acercó hacia donde yo me encontraba y me atrajo en un abrazo. “Nella vita,


chi no risica, no rosica” dijo en voz baja, solo audible para mí debido al alboroto al otro
lado de la habitación donde estaban Emmett y Edward peleando juguetonamente. “¡No
lo olvides! El que no arriesga, no gana. Cuídate, ¿de acuerdo? Lo harás muy bien con
tu GED, así que no te preocupes. Tengo fe en ti. Estoy orgulloso de lo lejos que has
llegado y realmente no puedo esperar a ver lo siguiente que lograrás.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1286


Sus palabras eran abrumadoras y le di las gracias en voz baja, sintiendo otra lágrima
deslizarse, mi compostura empezaba a tambalearse. Me aclaré la garganta, tratando
de controlarme, y me iba a limpiar la lágrima, pero Jasper me ganó. Me limpió la
mejilla con el dorso de su mano, sonriendo. “Te veré pronto, lo sabes. Gracias por venir
a nuestras vidas y ser mi hermana, siempre quise una.”

“¿Querías una hermana?”, preguntó Emmett en voz alta desde el otro lado de la
habitación, tambaleándose hacia atrás unos pasos cuando Edward finalmente lo alejó
de un empujón. Jasper rodó los ojos.

“Por supuesto que quería una hermana, ¿tú no? ¿Por qué crees que siempre quisimos
vestir a Edward como niña cuando era pequeño?”, preguntó Jasper. Yo los miraba
atónita mientras Alice y Rosalie se echaban a reír, y Edward gruñía.

“Diablos, pensé que hacíamos esa mierda para torturarlo”, dijo Emmett con una
sonrisa. “Aunque, es agradable tener una hermana. Ella es muchísimo más linda que
Edward cuando era pequeño. Él lucía como una niña fea.”

Edward empujó a Emmett, haciéndolo reír más.

“Chupen mi polla, todos ustedes”, dijo con fastidio, mirándome y sonriendo


tímidamente. “Tú no, tesoro. Espera... quiero decir... bueno, eso sonó mal”. Edward
frunció el ceño y todo el mundo se echó a reír mientras me empezaba a sonrojar,
haciéndolo reír.

“Nos vemos luego, Isabella”, intervino Rosalie al otro lado de la habitación. “No dejes
que nadie te mangonee o trate de intimidarte. Ellos no son mejores que tú, así que no
dejes que te hagan sentir de esa manera. Esto también va para todas las putas de
Forks, porque tú eres un millón de veces mejor que ellas. Van a tratar de hacerte sentir
menos, pero no dejes que te hagan dudar de ti misma. Solo son inseguras y celosas,
así que mantén tu cabeza en alto y sigue haciendo lo que estás haciendo. Ellas solo
quieren lo que tienes por alguna razón, lo cual aún no entiendo completamente, pero
como sea. Él sigue siendo un imbécil.”

“Oh, jódete, perra fastidiosa,” dijo Edward. Me encogí cuando dijo esa palabra, pero
Rosalie sonrió, obviamente sabiendo que iba a decir algo por el estilo. Me acordé de la
conversación en la que ella me explicaba cómo era su relación. Se cuidaban el uno al
otro, pero disfrutaban sacarse de sus casillas al mismo tiempo.

Se despidieron por última vez mientras el doctor Cullen los apresuraba a salir por la
puerta principal, y Edward comenzaba a encaminarse en mi dirección. Emmett estaba
a punto de salir al porche, pero se detuvo en la puerta, volviéndose para mirar a su
hermano. “Hombre, cuida de mi hermana menor” dijo seriamente, mirando hacia
nosotros. En cuanto las palabras salieron de sus labios perdí esa última pizca de
serenidad y sentí que las lágrimas comenzaban a caer libremente mientras Edward

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1287


asentía con la cabeza.

El doctor Cullen se paró en el vestíbulo mirándonos con curiosidad mientras Edward


me envolvía con sus brazos y me daba un fuerte abrazo. Él empezó a murmurar que
todo iba a estar bien y que en realidad ellos nunca dejarían de estar en mi vida.
Parecía saber exactamente por qué estaba alterada, pero no me sorprendía ya que
Edward me conocía bastante bien. Todos a los que alguna vez les había permitido
acercarse, al final eran arrancados de mi vida y era doloroso, pero él lo entendía.
“Siempre me tendrás a mí”, me susurró en voz baja.

“Ustedes, chicos, tenga una buena semana y buena suerte en tu prueba, Isabella,” dijo
el doctor Cullen tranquilamente después de un momento. Me aparté del abrazo de
Edward y miré hacia la puerta donde el doctor Cullen estaba de pie, secando mis
lágrimas.

“Gracias, señor”, le dije, con mi voz quebrada por el llanto. Él asintió con la cabeza y
salió por la puerta principal sin decir nada más, dejándonos solos a Edward y a mí.

“Vayamos a hacer algo divertido”, dijo Edward en el momento en que la puerta


principal se cerró. Me miró y me limpió algunas lágrimas con las yemas de sus dedos,
sonriendo.

“¿Cómo qué?” Le pregunté, tratando de recuperar la compostura y alejar el tonto


sentimiento de vacío en mí. “Probablemente debería estudiar”. Él suspiró, sacudiendo
la cabeza.

“Ya has estudiado lo suficiente, no tienes que hacerlo en exceso. Ya estás lista”, dijo
con confianza. “Pero tenemos la casa para nosotros solos en los próximos días, por lo
que deberíamos disfrutarla.”

Asentí de mala gana, no me sentía tan preparada como pensaba. Después de


semanas y semanas de estudio, Edward finalmente me llevaría el martes para las
pruebas de GED, y debo decir que estaba nerviosa, mucho más de lo que había
estado alguna vez. Nunca había hecho algo así antes y estaba desesperadamente
temerosa de fracasar y decepcionar a todo el mundo, ya que habían trabajado muy
duro para ayudarme. No quería nada más que encerrarme en la biblioteca y estudiar
todo el día hasta la hora de irme a Port Angeles para la prueba, pero sabía que
Edward nunca lo permitiría.

Acabamos pasando el día en la casa, comiendo pizza y viendo películas. Por un rato,
estuvo tocando el piano para mí y nuevamente había tratado de tocar esa simple y
pequeña canción que él me había enseñado en su cumpleaños, pero no era muy buena
en eso. Nos reímos y bromeamos, simplemente disfrutando de la mutua compañía.
Realmente nunca importaba lo que Edward y yo hiciéramos, siempre nos lo pasamos
muy bien cuando estábamos juntos.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1288


Nos despertamos el lunes y nos hice el desayuno antes de que nos fuéramos
nuevamente de excursión por el bosque hasta el prado. El sentido de orientación de
Edward siempre me ha desconcertado porque caminamos por donde no había un
camino real y aun así, muy rara vez miraba la brújula durante todo el viaje. Él solo
parecía saber a dónde iba y sus pies lo llevaban allí.

Él pensaba que mi memoria era buena, pero las cosas siempre parecían venir de forma
natural a Edward y era como si realmente no tuviese que intentarlo... solo le sucedía.

Edward había mencionado su teoría de que yo tenía memoria fotográfica y el doctor


Cullen era reacio a aceptarlo porque al parecer era bastante raro. Explicó el concepto
de que alguien que tiene una memoria fotográfica era tan polémico que algunos
científicos y médicos ni siquiera creían que tal cosa realmente existiera. Otros lo
aceptaban como un fenómeno raro encontrado en aproximadamente el dos por ciento
de la población y en los que eran en su mayoría niños. Dijo que podría desvanecerse o
desaparecer con el tiempo, reiterando lo que Edward había dicho acerca de las
memorias que trabajaban de forma esporádica y que algunas veces, incluso, se cree
que una persona puede utilizarlo a su antojo si se hacía un esfuerzo consciente para
memorizar algo que habían visto.

El doctor Cullen, sin embargo, coincidía en que había algo extraordinario en la forma
en que mi memoria funcionaba y cómo procesaba la información, diciendo que alguien
que creció como yo lógicamente no debería haber sido capaz de aprender tan
rápidamente como yo lo había hecho. Él dijo que siempre pensó que pasarían años
antes de que yo fuera capaz de hacer cualquier cosa con mi educación, y por eso ni
siquiera consideraba inscribirme en alguna escuela o conseguir ayuda externa. Mi
ignorancia a la edad de dieciséis años hubiera levantado muchas sospechas y la gente
se habría preguntado por qué una chica de mi edad no podía hacer algo tan trivial
como una división larga o la reseña de un libro.

La tarde en el prado fue agradable. Había sido un día bastante caluroso y nos
quedamos sentados en una manta, hablando y pasando tiempo de calidad juntos. Él
había traído su arma larga, afirmando que era para protección en caso de que nos
encontráramos con animales salvajes, pero sospechaba que no era su única
motivación para llevarlo y había tenido razón. Nuevamente practiqué cómo disparar y
me miró con una sonrisa en el rostro, al parecer lo hice mucho mejor esta segunda vez.

Llegamos a casa justo cuando el sol se ocultaba y cenamos antes de ir directamente a


la cama, ya que teníamos que levantarnos temprano. Di vueltas toda la noche y en el
momento en que la alarma sonó a las seis y cuarto, sentí náuseas. Salté de la cama y
corrí al cuarto de baño, colapsando frente a la taza del baño. Después de un momento,
Edward entró tambaleándose, todavía medio dormido, y me dio un vaso de agua y una
pequeña pastilla. Me ayudó a levantarme del piso mientras él me explicaba que era
para la ansiedad y que me iba a relajar, para que no me diera un ataque de pánico.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1289


Nos duchamos y vestimos, y sentí que la píldora comenzaba a surtir efecto después de
un tiempo, brindándome una sensación de calma que poco a poco se apoderó de mí.
Todavía estaba nerviosa, pero el medicamento era lo suficiente fuerte para que
funcionara.

Tomamos el desayuno y él nos llevó a Port Angeles, hablando todo el tiempo acerca de
lo orgulloso que estaba de mí. Dijo que no le importaba lo que pasara o cuáles fueran
los resultados, ya que yo era valiente por estar dispuesta a intentarlo. Aprecié su
charla, pero todavía tenía miedo de decepcionarlo, él parecía confiar mucho en mí.

Llegamos a la universidad en Port Angeles a las ocho en punto y entró conmigo,


deteniéndose en la puerta del aula para poder darme un suave beso y darme algo de
tranquilidad. Jasper y Edward revisaron conmigo los aspectos concretos con
anticipación en cuanto a lo que me iba a enfrentar para que yo estuviera preparada,
pero aun así él se tomó un momento para recordarme lo que habíamos visto antes de
que entrara. Se aseguró de que yo supiera qué decirles acerca de mí misma y qué
preguntas no contestar, así mismo asegurarse una última vez de que tenía todo lo
necesario.

Dijo que me vería en un par de horas antes de marcharse, y esperé hasta que
desapareció de mi vista antes de entrar en el aula. Sonreí con cortesía al instructor,
sintiéndome mareada una vez más, pero intenté controlarlo. Era abrumador, no había
duda de ello, pero también estaba emocionada de que finalmente estaba haciendo
algo por mí misma. Estaba progresando como persona, no como una esclava, y eso era
algo para estar realmente orgullosa.

“¿Nombre?”, me preguntó el hombre que ni siquiera se molestó en mirarme.

“Isabella Marie Swan” le dije. Asintió y miró hacia abajo, hacia una lista de nombres,
marcando uno con una pluma.

“Licencia de conducir”, dijo simplemente, alzando su mano hacia mí. Metí la mano en
mi bolsillo y la saqué, se la entregué con nerviosismo. Yo sabía que no era auténtica,
pero había sido de gran utilidad al atravesar la seguridad del aeropuerto, así que no
veo por qué no pasaría con un instructor de escuela, pero todavía me inquietaba que la
mirase.

Lo metió en una máquina y mi corazón empezó a latir furiosamente mientras me


preguntaba qué estaba haciendo. Me sentí aliviada cuando me di cuenta de que solo
estaba sacando una copia de la licencia y devolviéndomela unos instantes más tarde.
Me dio unos papeles y me senté en un escritorio, llenándolas con mi mejor letra.
Todavía tenía una escritura descuidada y parecía bastante juvenil, pero al menos era
legible. Le pasé nuevamente el papel y lo miró rápidamente.

“¿Número de Seguro Social?”, me preguntó. Me tensé y sacudí la cabeza.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1290


“No me siento cómoda dejando esa información en un pedazo de papel por eso del
robo de identidad”, le dije, recitando las palabras que el doctor Cullen me había
instruido para que dijese si me lo pidiesen. Eran voluntario el darlo para la prueba, se
utilizaba con el único propósito de asignar un número al estudiante, y yo no tenía uno
que dar.

Se quejó en voz baja acerca de mí dándole más trabajo a él y me mandó a tomar


asiento para iniciar pronto. Una vez que el aula se llenó, empezó a dar instrucciones.
Lo escuché con atención, pues no quería cometer ningún error, ni quedar en vergüenza,
y entonces empezó a repartir la primera serie de pruebas.

La primera prueba fue la de escritura. Resolví las cincuenta preguntas sobre gramática
y puntuación rápidamente, terminando con tiempo de sobra. La segunda parte de la
prueba de escritura fue un ensayo, que era la parte que más me ponía nerviosa porque
mi capacidad de escritura aún no estaba a la altura. Estuve practicando mucho,
llenando esos tontos diarios, pero nunca antes había escrito nada serio. Jasper me
había ayudado lo mejor que podía, pero en realidad esto no era algo en lo que pudiera
estar totalmente preparada de antemano ya que no iba a saber acerca de qué escribir.

El profesor nos dijo que teníamos cuarenta y cinco minutos para escribir nuestro tema
asignado, y me quedé helada cuando mire mi papel y leí el mío: ¿Qué se necesita
para ser un buen padre? En su ensayo, describa las características de un buen padre.
Dar detalles específicos para explicar sus puntos de vista. Usar sus observaciones
personales, experiencia y conocimientos.

Me senté allí, mirando fijamente la pregunta mientras el reloj marcaba el tiempo. Podía
oír a la gente jadeando y suspirando mientras su pluma rayaba en sus papeles, pero
yo seguía mirando el tema que tenía que escribir. ¿Qué se necesita para ser un buen
padre?

Mi padre era abusivo y malicioso, e incluso se negó a reconocer que me había creado.
Fue una tortura lo que sufrí durante años bajo su tutela y ni siquiera se inmutó al
respecto. Me vendió sin tener en cuenta lo que yo sentía, y si el doctor Cullen no
hubiera pagado tanto dinero para comprarme, lo más probable es que hubiera
terminado en una subasta en alguna parte. Me hubiera vendido como esclava sexual
sin pensarlo dos veces, y se hubiera gastado el dinero que ganase en whisky y zapatos
nuevos para su horrible mujer. Hubiera gastado cientos de dólares por cada par nuevo
de zapatos de tacón alto que ella iba a usar como armas en contra de los más débiles,
solo por entretenimiento. Era enfermo y retorcido. Ellos eran egoístas y desquiciados, y
no tenían ni una pizca de compasión por los demás.

Sentí que mi ira crecía y me mordí el labio, tratando de contenerme. Intencionalmente


traté de no pensar en Charles y Jane, ya que me molestaba, e incluso pensar en mi
madre cuando surgía el tema de Phoenix era doloroso.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1291


Mi madre siempre tuvo las mejores intenciones, pero estaba tan indefensa como yo.
Ella fue la mejor madre que pude haber sido dada la situación. Me escondió para
protegerme, y me mantuvo fuera de la línea del fuego tanto como le fue posible. Me
apoyó lo mejor que pudo emocionalmente, me enseñó todo lo que sabía a pesar de que
no era mucho, y nunca dejó de tener para mí la única cosa que incluso yo había
perdido con el paso de los años, esperanza.

Ella nunca perdió la esperanza de que algún día fuera a encontrar una vida mejor,
soñando que su hija iba a vivir en un mundo mejor que el que tenía. Todo lo que
alguna vez parecía importarle era asegurarme que algún día experimentaría lo que
ella nunca tuvo, libertad. La libertad de amar, de tomar mis propias decisiones para mi
futuro, para aprender... la libertad de hacer exactamente lo que había estado haciendo
gracias a los Cullen.

Ella luchó para criarme durante dieciséis años para que yo pudiera estar sentada aquí,
tomando la prueba, y yo estaba permitiendo que la memoria del hombre que la había
maltratado, manchara este momento. No estaba bien. No podía permitir que me
quebrara, porque el quid de la cuestión era que Charles Swan no era mi padre. Él no
era mi padre. Charles Swan era una persona horrible que torturaba a mi madre para
su propia satisfacción, y solo porque él hubiese proporcionado los elementos
biológicos, no significaba que era algo mío. Renée era la única madre que había
tenido... y el único padre que tendría.

Traté de alejar las lágrimas y aclarar mi visión, desesperada por tener control sobre mí.
Eché un vistazo al reloj en la pared del salón, me sorprendí al ver que habían pasado
más de veinte minutos desde por primera vez leí por primera vez la entrada del
ensayo. El tiempo se escapaba rápidamente, así que tomé una profunda respiración y
empecé a escribir. Hice lo que pude al estructurar mis oraciones y mi gramática
mientras intentaba revisar rápidamente todo lo que escribía, asegurándome de que
fuera legible, porque no tendría ningún crédito en absoluto si no se podía leer ni una
sola palabra del ensayo. Acabé de escribir todo lo que se me vino a la mente al pensar
en mi madre “ acerca de cómo un buen padre apoyaba y cuidaba de sus hijos,
haciendo todo lo posible para protegerlos del daño, pero permitiéndoles su espacio
para manejar las cosas por su cuenta cuando llegase el momento. Escribí sobre cómo
nunca un buen padre abandonaba a sus hijos, siempre soñaba y los animaba a soñar,
haciéndoles saber que tenía el potencial de ser grandes personas. Tuve que omitir
algunos detalles cuando se trataba de mis propias experiencias, porque no podía
explicar exactamente mi situación personal, pero hice lo mejor que pude.

El instructor gritó que había acabado el tiempo justo cuando estaba colocando el punto
al final de una frase y él caminó, tomando los papeles. Me puse nerviosa, porque no
había tenido la oportunidad de revisar lo que había escrito, pero sabía que no había
nada que pudiera hacer al respecto.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1292


El resto de la prueba pasó lentamente. Me costó un poco la prueba de lectura, ya que
me había tocado interpretar poemas y cosas así, pero creía que lo había bastante bien.
Solo me confundí un par de veces, sin tener idea de cuál podría ser la respuesta, así
que hice una estimación ya que tenía un veinticinco por ciento de posibilidades de dar
la respuesta correcta. Las cosas que aprendí de Jeopardy fueron muy útiles en los
estudios sociales y en las secciones de ciencias, y me encontré con algunos problemas
en matemáticas hasta que recordé que Jasper me sugirió que comenzara con la
respuesta y de ahí trabajara hacia atrás. En general, creo que lo hice bien, sin
embargo no estaba del todo segura por el ensayo.

El instructor nos despidió a eso de las tres y media de la tarde, y me dirigí a la salida
por la parte delantera del edificio. Vi el coche de Edward, aparcado en el carril
designado para vehículos de emergencia con la música a todo volumen, para nada
sorprendida ya que tenía en cuenta que él siempre ignoraba la mayoría de las reglas
de estacionamiento. Tenía su cabeza inclinada hacia atrás en el asiento y el sol
brillaba sobre él, su pálida piel brillaba bajo los rayos.

Me acerqué al coche y abrí la puerta del acompañante, deslizándome dentro y


colocándome el cinturón de seguridad. Edward apagó la música y puso el coche en
marcha, alejándose de la acera inmediatamente.

“¿Cómo te fue, tesoro?”, me preguntó después de un momento, alzando su mano y


apretando suavemente mi pierna. Sonreí suavemente y le cogí la mano, entrelazando
nuestros dedos.

“Bien”, le dije. Me miró y asintió.

“Está bien”, respondió en voz baja. Esperé a que me presionara para obtener más
información, pero no lo hizo. Continuó sosteniendo mi mano en mi regazo, su pulgar
frotaba suavemente mi muslo. “Esas fueron las ocho horas de mierda más largas de mi
vida. Juro por Dios que no hay nada qué hacer en esta ciudad de mierda.”

“Lo siento”, dije automáticamente, sintiéndome culpable de que se haya visto obligado
a pasar todo este tiempo esperando por mí, para que pudiese presentar el examen.

“No te disculpes por esa mierda, Bella. Estaba feliz de hacerlo. Me alegro de que
tuvieras la oportunidad de hacerlo”, dijo. “Estoy orgulloso de ti. No creo que te lo haya
dicho lo suficiente. “

Sonreí. “Gracias. Esto realmente significa mucho para mí, Edward.”

“De nada”, dijo él, girando la cabeza en mi dirección. Me besó en los labios
rápidamente y se apartó para centrarse de nuevo en la carretera. Los dos nos
quedamos nuevamente en silencio, ninguno de los dos dijo mucho durante el retorno a
Forks. Llegamos a la casa y me fui a la cocina a preparar algo de comer porque estaba
muerta de hambre. Edward se sentó en la encimera al lado de la estufa observándome

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1293


con curiosidad mientras yo cocinaba.

“¿Estás haciendo comida mexicana?”, preguntó después de un rato. Asentí.

“Enchiladas Suizas”, le dije, haciendo una pausa. “Eran... eh... son los favoritos de mi
madre.”

Asintió y me miró con una expresión curiosa en su rostro. “Se ven bien.”

“Gracias”, le dije.

“Podemos comer y ver una película o algo así”, añadió rápidamente.

“Está bien”, contesté.

“O tal vez juguemos a algo”, dijo.

“Está bien.”

“En realidad, tal vez solo nos iremos directamente a la cama”, dijo. Me encogí de
hombros.

“Está bien”, le dije una vez más.

La habitación quedó en silencio y miré a Edward después de un momento al ver que


me miraba con una expresión de enojo en su rostro. Me quedé helada inmediatamente,
sorprendida.

“¿Estás bien?”, le pregunté tímidamente, preocupada por su cambio de actitud.

“Estoy perfectamente bien” dijo, la frustración clara en su voz. “Tú, por otra parte, no
estoy seguro que lo estés.”

“¿Qué quieres decir?” Pregunté confundida, insegura acerca a lo que se estaba


refiriendo, pero era obvio que algo lo tenía molesto.

“Lo que quiero decir, Bella, es que algo te está incomodando. ¿Te das cuenta que
desde que saliste del examen solo has dicho una docena de palabras y la mitad de
ellas han sido “está bien”? Sabes cómo me siento acerca de esa mierda y tú dejaste de
hacerlo hace un largo tiempo. ¿Te sucedió algo mientras hacías el examen? ¿Alguien
dijo algo que te molestara? Porque te lo juro que golpearé a quien te haya ofendido de
alguna manera,” dijo firmemente, la ira en su voz se intensificaba en cada palabra.

“No” dije rápidamente, sacudiendo mi cabeza “Nadie me dijo nada, en serio.”

“¿Fallaste?” Preguntó, alzando sus cejas de forma interrogativa. “¿Te pusiste muy
nerviosa y te bloqueaste? Está bien si eso pasó, porque podrás tomarlo nuevamente
más adelante cuando te sientas más preparada”, suspiré.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1294


“No. Quiero decir, bueno, no lo sé, pero no creo que haya fallado. Creo que lo hice
bien”, le dije, encogiéndome de hombros mientras decía nuevamente esas palabras.
Gimió y se pasó una mano por el pelo con disgusto.

“Entonces, ¿qué pasa? Porque algo pasó, eso es evidente”, dijo enfáticamente. Me
encogí de hombros.

“No lo sé, supongo que tengo muchas cosas en mi mente. Mi entrada en el ensayo fue
sobre qué es lo que hace un buen padre y me hizo pensar en mi mamá”, le dije.
“Aunque, realmente estoy bien. Y sé que odias esa palabra, pero lo digo en serio. Y en
serio no me importa lo que hagamos esta noche, siempre y cuando sea contigo”, le dije
mientras me miraba en silencio, parecía absorber todo lo que le había dicho.

“La extrañas”, dijo después de un momento. Asentí.

“Mucho”, le dije en voz baja.

“¿Quieres hablar de ella?” Ofreció con voz tranquila y sincera, todos los rastros de ira
se desvanecieron. “No tienes por qué guardarte esa mierda y permitir que te consuma.
Puedes hablar conmigo, siempre estaré aquí para escucharte.”

Suspiré, encogiéndome de hombros. “Sé que puedo hablar contigo. Es solo que... no
sé, no sabría muy bien qué decir. Me preocupo por ella y la extraño, y probablemente
nunca volveré a verla para decirle que la amo. Yo... nunca se lo dije.”

“¿Nunca le dijiste qué?”, preguntó con curiosidad.

“Que la amaba”, dije en voz baja, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas. “No
nos lo decíamos seguido y me duele pensar en ello ahora, porque solía preguntarme si
realmente nos amábamos la una a la otra. Es más fácil ser distante, porque la gente
muere y eso puede destrozarte, pero he aprendido que es mejor estar dispuesta a que
te destrocen y jugársela, en vez de ir a lo seguro. Eso es algo que aprendí aquí... algo
que aprendí de ti. Y hoy me di cuenta de que mi madre realmente me amaba, y que
ella era la mejor madre que podía haber pedido. Y nunca le dije eso. Nunca le dije que
la amaba.”

Al final la emoción me ganó y un sollozo se escapó de mi garganta. Alcé mi mano


rápidamente para cubrir mi boca y Edward saltó del mostrador. Envolvió sus brazos
alrededor de mí con fuerza mientras las lágrimas comenzaban a caer, fuertes sollozos
salían de mí a pesar de que hacía el mejor esfuerzo para contenerlas. Empezó a
mecerme mientras lloraba en sus brazos, tenía un dolor en el pecho a causa de mi
tortura emocional.

“Estoy seguro de que ella sabe que la amas, Bella,” dijo, frotando suavemente mi
espalda mientras me abrazaba. “Quiero decir, es una mamá. Una mamá simplemente
sabe esa mierda, ¿entiendes?”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1295


“Lo sé” murmuré, agarrándome de él. ”Solo quisiera habérselo dicho. Me gustaría
poder decírselo.”

“También me gustaría que pudieras hacerlo”, dijo, besando la parte superior de mi


cabeza. “Bella, me gustaría que hubiera algo más que pudiese hacer. Realmente
quisiera hacerlo, pero esta mierda está fuera de mis manos.”

“Lo sé, Edward” dije en voz baja. “No espero que hagas nada. Y realmente no debería
ponerme así contigo por todo esto, porque está mal. Tienes más pesares con los cuales
lidiar, que yo. Mi madre aún está viva y tú perdiste la tuya...”

Él se estremeció cuando pronuncié esas palabras, la ira parpadeaba en sus ojos


haciéndome estremecer. Inmediatamente me pregunté si acababa de decir algo malo,
no quería molestarlo de ninguna manera. Traté de pedirle disculpas rápidamente, pero
levantó sus manos y presionó su dedo índice sobre mis labios para silenciarme.

“No está mal”, dijo con seriedad después de un momento. “Tienes razón cuando dices
que tu madre todavía respira y la mía no. Pero lo que no sabes es que mi madre vivió,
cuando la tuya no lo ha hecho. Mi madre era libre para tomar sus decisiones e hizo
exactamente eso. Ella tomó putas decisiones y las llevó a cabo, murió por eso. Es por
eso que mi mamá está muerta, Bella. Ella está muerta porque eligió hacer una mierda
que al final la terminó matando, y realmente es una mierda, pero era su vida. Tu madre
nunca ha sido capaz de tomar una decisión por su cuenta y por eso, ella nunca ha
vivido. Es mejor que alguien tenga una vida corta, a que alguien no tenga una vida en
absoluto, y es por eso que tienes más para lamentarte que yo. Por lo menos la mía tuvo
una oportunidad en la vida. Y eso, Bella... eso es algo que aprendí de ti. Y es por eso,
que voy asegurarme de que tengas la oportunidad de vivir.”

Me quedé mirándolo, aturdida, y abrí la boca para responder, pero él puso su dedo en
mis labios. “Vas a quemar la cena, tesoro,” dijo con suavidad, sutilmente me decía que
no necesitaba decir nada. Asentí con la cabeza y volví a la cocina, terminando las
enchiladas en silencio. Las lágrimas siguieron cayendo de mis ojos y las limpié con el
dorso de la mano, deseando que se detuvieran.

Comimos juntos en la mesa y en relativo silencio, Edward declaró que era tan buena
cocinando comida mexicana como la italiana. Después de que la cena terminase, me
dirigí a la cocina para limpiar, poniendo las sobras en el refrigerador. Hice demás por
hábito y me sentía ridícula, sabiendo que la mayor parte de esto se iba a echar a
perder porque Emmett estaba lejos de casa. Ese pensamiento trajo dolor de vuelta en
mi pecho mientras luchaba por contener mis lágrimas una vez más... realmente iba a
extrañar a Emmett y Jasper.

Edward y yo nos fuimos a la cama temprano, ambos estábamos aún con ánimos
deprimentes después de nuestra discusión en la cocina. Me abrazó y me frotó la
espalda mientras me quedaba dormida, cayendo en un inquieto sueño.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1296


Los siguientes días pasaron volando como un borrón. No tenía ni idea de cuándo el Dr.
Cullen volvería, me estaba acostumbrando a que fuéramos solo Edward y yo, y temía el
momento en que esto llegara a su fin. Era como tener un vistazo a nuestro futuro,
juntos, y me encantaba cada momento de ello. Estuvimos muy ocupados, salíamos a
cenar y al cine, pasábamos tiempo fuera de casa y visitamos nuevamente la galería de
arte en Port Angeles.

Era viernes por la tarde, y Edward y yo estábamos sentados en la sala viendo una
película. Se llamaba Pulp Fiction y Edward dijo que era una de sus favoritas, pero me
pareció bastante extraña. Me confundí en algunos puntos y Edward trató de
explicármelos, pero nada de lo que decía parecía tener sentido y me pregunté si
realmente sabía lo que estaba pasando en la película. Ellos dijeron una broma sobre
un tomate en un momento de la película y me reí histéricamente, recordando a Jacob
Black diciéndomelo una vez y recordando que no lo había encontrado gracioso en ese
entonces. Edward me miró con curiosidad y solo me encogí de hombros, diciéndole que
me pareció gracioso. No quería estropear nuestro tiempo juntos hablando acerca de
Jacob.

La película llegó a su fin y los créditos comenzaron a rodar mientras miraba la pantalla
con confusión. “¿Eh, Edward?”

“¿Sí, cariño?”, preguntó Edward, sonando bastante divertido por algo. Lo miré y vi la
sonrisa en su rostro con un brillo de humor en sus ojos.

“¿Qué había en el maletín?”, le pregunté tímidamente, sin entender lo que estaba


pasando. Me había sentado por más de dos horas a ver una película solo para quedar
desconcertada por el final.

Él se rió entre dientes. “No lo sabemos, Bella.”

Mi frente se arrugó en confusión.” ¿Se olvidaron de decírnoslo?”, pregunté. Él se echó a


reír histéricamente, negando con la cabeza.

“No se olvidaron de decírnoslo, simplemente no nos lo dijeron. En realidad no importa


lo que hay en él”, dijo.

“¿No importa?”, le pregunté, sin entender en absoluto. “Si eso no importaba, ¿por qué
seguían mostrándolo?”

Él continuó riendo y me agarró, atrayéndome en un abrazo. ”A veces, eres tan


jodidamente tierna”, dijo con diversión antes de presionar sus labios contra los míos.
Continuó riéndose durante todo el beso, mordiendo mi labio juguetonamente. Era un
hábito suyo, morderme el labio inferior mientras nos besábamos, y algo que había
aprendido a amar. El acto solo gritaba "pasión" para mí, casi como si fuera algo
primario.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1297


Me empujó de nuevo en el sofá y se subió encima de mí con su cuerpo contra el mío.
Podía sentir el bulto en sus pantalones presionando mi muslo y gemí en su boca,
provocando que un gruñido se escapara de su garganta. Agarré la parte inferior de su
camisa y tiré de esta, y él rompió el beso para que pudiera sacárselo. Sus labios
comenzaron a vagar por la línea de mi mandíbula mientras tiraba su camisa al suelo,
con su boca lamiendo y chupando mi cuello vigorosamente. Esto hizo que mi cuerpo
entero vibrara, extendiéndose el calor en mí. Me agarró la pierna mientras continuaba
besando mi piel con sus labios, moviéndose a un lado para que pudiera ubicar su
cuerpo entre mis muslos. Gemí una vez más cuando presionó su cuerpo sobre el mío,
su erección rozando el lugar que ansiaba su toque. Su mano empezó a subir y a bajar
por mi muslo mientras apretaba sus caderas sobre mí.

“Te amo”, espetó, rozando sus labios sobre mi cuello y mirándome mientras pasaba la
mano por debajo de mi camisa. Lo deslizó rápidamente por debajo de mi sujetador,
empujándolo. Él tomó uno de mis pechos y ligeramente pasó el pulgar sobre mi pezón,
haciendo que se erizara al instante.

Empecé a decirle que lo amaba, pero fui interrumpida abruptamente por la puerta.
Edward se congeló al momento en que escuchamos rápidos pasos acercarse a
nosotros, volteando la cabeza hacia esa dirección para mirar con una expresión de
pánico en su rostro. Sacó su mano de debajo de mi camisa y se sentó rápidamente al
mismo tiempo que el doctor Cullen entraba en la habitación. Él se congeló de repente y
nos miró, la expresión de su rostro hizo que mi corazón latiera de manera irregular.
Había un fuego intenso en sus ojos y no tenía idea de cuál era la causa, sabía a
ciencia cierta que nada bueno podía salir de eso. Nos miró a ambos casi
frenéticamente y su ira solo pareció intensificarse. Me incorporé de inmediato y
rápidamente trate de arreglar mi ropa mientras me escabullía detrás de Edward para
darle un poco de espacio, sabiendo que ambos estábamos en una posición tan íntima
no ayudaría a mantener la calma del doctor Cullen.

Un silencio tenso cayó en la habitación y pareció durar una eternidad, pero en realidad
fue cuestión de segundos. Edward movió su cuerpo protectoramente delante de mí, casi
por instinto, y el doctor Cullen apretó sus manos en puños, tratando de controlar su
rabia.

“A mi oficina. Ahora,” dijo con voz brusca y con prisa, como si estuviera en pánico. Mi
frente se arrugó a medida que me sentía más confundida, porque el doctor Cullen
nunca estaba en pánico. Él siempre parecía estar en calma y en control, incluso
cuando estaba enojado. No podía imaginar lo que le habría puesto nervioso y de
repente me sentí mal por las posibilidades. ¿Le había pasado algo a uno de los
chicos? ¿Edward o yo habíamos hecho algo mal?

“¿Quién de los dos?”, preguntó Edward tentativamente mientras el doctor Cullen se


daba la vuelta para alejarse

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“Tú”, le espetó, sus pasos se oyeron rápidamente por el vestíbulo con rumbo hacia las
escaleras. “¡Ahora, Edward!”. Empezó a subir las escaleras a toda prisa y Edward se
puso de pie rápidamente, mirándome con una expresión de pánico en su rostro. Hasta
ese momento yo había esperado que todo hubiese sido una reacción exagerada,
porque todavía era muy sensible cuando se trataba de los estados de ánimo del doctor
Cullen, pero estaba claro que nos había sorprendido tanto a Edward como a mí.

“Vamos. Sube a nuestro dormitorio y quédate allí hasta que yo vaya”, dijo con firmeza,
agarrando mi mano y tirando de mí hacia arriba, levantándome del sofá. Se soltó de
mi mano y agarró su camisa del suelo antes de dirigirse hacia las escaleras
rápidamente. Le seguí el paso lo mejor que pude, pero sus piernas eran más largas y
yo no era capaz de mantener el ritmo. Tomó dos pasos a la vez mientras yo corría para
llegar hasta las escaleras, corriendo junto a él para llegar a la segunda planta. Dudé
cuando se fue directo a la puerta del despacho del doctor Cullen, empujándola al abrir,
sin molestarse en llamar y cerrándola de golpe sin mirarme. Me quedé allí por un
segundo, no quería dejarlo porque estaba preocupada, pero a su vez quería ocultarme
porque estaba asustada, finalmente decidí seguir las órdenes de Edward.

Corrí hasta el tercer piso y me fui directamente a la habitación, cerrando la puerta


detrás de mí. Me debatí en si le echaba llave ya que estaba asustada, y sabía que esto
no iba a ser del todo seguro, pero aliviaría un poco mi ansiedad con una falsa
sensación de seguridad. Finalmente opté por no hacerlo porque no quería dejar fuera a
Edward. Empecé a caminar por el cuarto, mi mente trabajaba furiosamente, tratando
de pensar todas las posibilidades de lo que podría estar pasando. No podía pensar en
nada que no fuera si Edward o yo habíamos hecho algo en lo que para alterar al
doctor Cullen, estaba angustiada de no saber nada.

Escuchaba con atención cualquier ruido que viniese de afuera, pero mis oídos solo
oían un completo silencio. Nada de enojos ni gritos. Nada de perturbaciones. Ni
conmoción en absoluto. Y en vez de calmar el miedo, el silencio solo pareció
intensificarlo. Si ellos estaban gritando o peleando, por lo menos yo sabría lo que
estaba pasando, por lo menos yo sabría que Edward estaría bien. El silencio solo sirvió
para alimentar mi imaginación mientras evocaba desagradables escenarios, ninguno
de ellos era remotamente bueno, así que cuando finalmente escuché movimiento,
realmente entré en pánico.

Mi corazón latía furiosamente y mis manos temblaban, el miedo recorrió mi cuerpo


cuando escuché un portazo abajo. Escuché que subían las escaleras y mi corazón
comenzó a golpear con más fuerza, tan frenético que casi podía sentir la sangre
corriendo a través de mi cuerpo, el sonido resonaba en mis oídos. Empecé a sentirme
mareada y me congelé en mi lugar; el miedo me recorría mientras las pisadas se
acercaban a pasos agigantados.

La puerta se abrió fuertemente de golpe, estrellándose contra la pared, y salté,

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completamente sorprendida. Edward corrió hacia la habitación sin siquiera mirarme,
dirigiéndose con apuro directamente a su armario. Empezó a tirar cosas alrededor
mientras se maldecía a sí mismo y yo me quedaba quieta, congelada por la confusión.
Rápidamente lanzó dos bolsas de lona sobre la cama y mis ojos se abrieron de golpe
cuando empezó a tirar la ropa en ellas.

“Empaca algunas mierdas, Isabella” dijo él, su voz grave “. Tenemos que salir de
aquí.”

“¿Qué?”, le dije rápidamente, sin atreverme a moverme un centímetro, con miedo a


desmayarme o enfermarme si lo hiciera. Gimió con impaciencia.

“Dije que empaques algo de ropa,” espetó. “Tenemos que irnos, ¡date prisa!”

Se dirigió al cuarto de baño y empezó a buscar algo por todos lados, lanzando cosas
por todos lados por la prisa. Miré boquiabierta las bolsas en la cama y me sentí
mareada, la incertidumbre y el terror casi me tenían desorientada. Estaba haciendo las
maletas para irnos, y eso me asustó porque no tenía ni idea de lo que estaba pasando
y él no me explicaba nada. Quería preguntarle, deseaba desesperadamente que me
explicara, pero tenía miedo de cuál sería la respuesta, porque la forma en que estaba
corriendo para todos lados, estando tan alterado, me indicaba una sola cosa, y no
tenía palabras para describir cuan preocupada estaba.

Él quería huir.

No había otra explicación que tuviera sentido. Había sucedido algo con el doctor
Cullen que lo había hecho entrar en pánico, y ahora Edward quería huir. Siempre
decía que huiríamos juntos si llegaba el momento, pero nunca lo creí necesario. Las
cosas habían ido tan bien últimamente, todo el tema de la libertad y de nuestra vida
juntos me hizo creer que esto nunca iba a suceder. ¿Por qué iríamos a huir alguna vez
si iban a permitirnos estar juntos, si nadie iba a tratar de separarnos? ¿Por qué
deberíamos huir?

En el momento en que pensé en ello, sentí náuseas y traté de controlarlas, sin querer
derrumbarme. ¿Habían cambiado de opinión? ¿No me iban a liberar, después de
todo? Oh Dios... ¿era eso lo que iba a pasarme?

Me tambaleé unos pasos hacia la cama y me senté mientras mi visión comenzaba a


oscurecerse, lo que indicaba que estaba a punto de desmayarme. Podía oír a Edward
corriendo por ahí, pero las palabras del doctor Cullen estaban haciendo eco en mi
mente, confundiéndome. Le prometí que nunca huiría. Me dijo que si alguna vez
huyéramos nos encontrarían y Edward acabaría herido, y yo lo amaba demasiado
para permitir que eso sucediera. Y juré que no seguiría ciegamente a Edward,
sabiendo que era irracional y volátil. No podía desobedecer a mi amo, ¿verdad? Iba en
contra de todo lo que me había sido enseñado al crecer. Siempre tienes que obedecer

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las órdenes de tu amo, sin importar cuales sean o lo que signifiquen para ti.

Edward salió del baño y se quedó inmóvil, con la boca abierta en confusión.” ¿Por qué
estás ahí sentada?”, preguntó frenéticamente, lanzando algunas cosas en una de las
bolsas de lona. “Mierda, Bella. Empaca algo de mierda, rápido. ¡No tenemos tiempo
para esto!”

Lo miré mientras mis pensamientos daban vueltas frenéticamente en mi mente. Él


gimió de disgusto y comenzó a lanzar más ropa en las bolsas, refunfuñando para sí
mismo, pero no pude entender las palabras mientras trataba de buscar una solución a
lo que estaba pasando. ¿Qué se supone que debía hacer?

Edward cerró ambas bolsas después de un momento y las agarró, extendiendo su


mano hacia mí. La miré fijamente y empecé a hiperventilar a medida que mis ojos se
llenaron de lágrimas.

“Vamos” dijo simplemente. En cuanto las palabras salieron de su boca mi decisión


estaba tomada, al demonio con las consecuencias. Yo tenía que ir. Confiaba en él y
podría resultar ilógico, pero tenía que creer que él no me llevaría por el mal camino.

Tomé su mano y me levantó de la cama dirigiéndonos hacia la puerta. Nos


apresuramos en salir y bajar las escaleras con tanta prisa que casi me tropecé y caí.
Llegamos al vestíbulo y Edward tiró de la puerta principal abriéndola rápidamente,
diciéndome que saliera, pero unos pasos detrás de nosotros me distrajeron. Me di la
vuelta y el miedo me atravesó mientras veía al doctor Cullen salir de la habitación
debajo de las escaleras, mis rodillas casi flaquean al pensar que habíamos sido
atrapados antes de pudiéramos salir por la puerta principal.

Edward se congeló y miró a su padre, quien nos miró a los dos con una expresión seria
en su rostro. “Tengan cuidado” dijo el doctor Cullen después de un segundo, las
palabras causaron una gran confusión dentro de mí. ¿Nos decía que debíamos tener
cuidado? ¿No nos estaba prohibiendo huir, no estaba amenazando mi vida o
bloqueando nuestra salida? No tenía ningún sentido en absoluto. ¿Qué estaba
pasando? ¿Estábamos de verdad huyendo?

“Lo haremos” dijo Edward, tirando de mí hacia el porche. Ni siquiera se molestó en


cerrar la puerta de entrada en su prisa, dejándola abierta; mientras se dirigía a su
coche. Él lo abrió rápidamente y arrojó las bolsas en el asiento trasero, haciéndome un
gesto para que subiera al coche, me senté y él cerró la puerta, el sonido me hizo saltar
y gritar. Edward se puso en el lado del conductor y arrancó el coche, conduciendo a
toda velocidad y pisando hasta el fondo el acelerador. Las llantas giraron, lanzando
grava mientras él se alejaba a toda velocidad de la casa.

Luché por mantener mi respiración bajo control, pero todavía estaba completamente
desconcertada y asustada. Edward salió a la carretera principal y comenzó a aumentar

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la velocidad por las calles a toda prisa. “¿Qué está pasando?” Logré decir después de
un momento, mi voz se quebraba por la angustia. Me miró y suspiró.

“Solo relájate, ¿está bien? Todo está bajo control”, dijo con calma. Mi ceño se frunció
mientras lo miraba confundida.

“¿Está bajo control?”, pregunté sorprendida. “¿Por qué huimos? ¿Ha pasado algo?”

Él negó con la cabeza. “Solo teníamos que salir de una puta vez de allí antes de que
aparecieran, ¿de acuerdo?”, Dijo. “Está bien, estamos bien”.

Lo miré boquiabierta mientras se ponía la luz roja en el semáforo de Forks,


deteniéndonos. “¿Quién?", Le pregunté. “Edward, ¿antes de que aparecieran quiénes?”

“Ellos”, dijo, en voz baja y fría mientras miraba hacia el frente. Lo miré fijamente
durante un momento, sin entender del todo, antes de mirar al otro lado de la calle
donde estaba fija su mirada. Me quedé inmóvil y el miedo me recorrió cuando mis ojos
se posaron sobre los cuatro elegantes vehículos negros detenidos en la misma luz roja
que nosotros, dirigiéndose en dirección opuesta.

“¿Ellos son...?” Empecé, incapaz de terminar siquiera la pregunta, porque sabía la


respuesta. Tenía mucho sentido ahora por qué habíamos salido con tanta prisa.

“La Cosa Nostra”, dijo, las palabras italianas fluían maravillosamente pero el
conocimiento de lo que significaba, enviaba un escalofrío por mi columna vertebral. La
mafia había llegado a Forks nuevamente.

“Es él... quiero decir, ya sabes...” tartamudeé, sin saber lo que estaba tratando de
decir, pero Edward parecía saber, de todos modos.

“Sí, James viene”, dijo Edward. “Muchos de ellos vienen, por lo que vamos a dejar este
lugar de una puta vez.”

El semáforo se puso en verde y Edward comenzó a conducir por la intersección,


golpeando el acelerador y aumentando la velocidad después de haber pasado los
coches. Condujo en silencio, encendiendo la pequeña computadora en su tablero que
le brindaba las direcciones. Pulsó algunas cosas y luego se relajó en su asiento.

“Será mejor que te pongas cómoda porque será un largo viaje” dijo después de un
momento, extendiendo su mano para sostener la mía.

“¿A dónde vamos?”, pregunté vacilante.

“Phoenix”, respondió en voz baja.

Mis ojos se abrieron de golpe mientras una docena de emociones diferentes me


golpeaban a la vez. La incredulidad, la euforia, el temor, la emoción, el miedo... mucho

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miedo. El miedo tan intenso que casi me robó el aliento, haciendo que mi pecho se
contrajera y mis ojos se llenaran de lágrimas.

“¿Phoenix?” Logré decir a través del nudo que se había formado en mi garganta.
Asintió y me apretó la mano con suavidad.

“Sí. Vamos a Phoenix.”

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“Si estás pasando por un infierno, sigue adelante.” – Winston Churchill

Edward cullen
Le eché un vistazo a Isabella en el asiento del pasajero, frunciendo el sueño cuando vi
la forma en que su cuello estaba doblado. Estaba acurrucada lo mejor que podía con
el cinturón puesto, su cabeza estaba desplomada sobre su hombro. Su sueño era
inquieto con un puchero en sus labios, y con frecuencia cambiaba de posición y
murmuraba algo incoherente con voz angustiada. Se veía consternada, y estaba
ausente esa suave expresión de satisfacción que solía llevar cuando dormía. Sin
embargo, todavía había una naturaleza angelical en ella, con la forma en que su piel
resplandecía y su pelo brillaba con la luz de la luna que entraba por la ventana. Era
tan hermosa, el solo verla hizo que mi pecho se hinchara y mi puto corazón funcionara
de forma irregular por el intenso amor que sentía, pero seguí con el ceño fruncido a
pesar de su fulgor. Lucía como un ángel que se había caído del cielo y había
encontrado el infierno en la tierra, tormentoso y lleno de problemas, y yo estaba siendo
plagado de un muy jodido mal presentimiento mientras la miraba.

Era malditamente ridículo, pero realmente había estado molestando toda la maldita
semana. No estaba seguro de qué era o siquiera qué carajos significaba, pero estaba
constantemente aquí, acechando en la sombras. Era como una nube negra flotando en
el aire que estaba a punto de liberarse, pero el problema era que no sabías cuándo,
dónde, o incluso cómo iba a descender. Podría ser solo una molesta llovizna donde un
paraguas ni siquiera fuera necesario o podría ser un maldito diluvio donde se necesita
un maldito bote para vadear por él. No había manera de prepararse realmente para la
próxima tormenta, porque no había forma de predecir lo que pasaría cuando
golpeara… toda la mierda que sabías era que la maldita nube estaba allí, mofándose
de ti.

Sí… tenía un pinche mal presentimiento.

Me sorprendió el domingo cuando nos estábamos despidiendo de mis hermanos. Esa


mierda fue mucho más difícil de lo que esperaba que fuera, pero mantuve la
compostura porque no era como si no volvería a ver a esos hijos de puta. Jasper estaría
con más frecuencia en casa ya que Alice seguía en Forks, y Emmett vendría de visita
durante las vacaciones. Pero aun así era difícil verlos partir, sabiendo que sus traseros

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no estarían por la casa todos los días como siempre, molestándome. A Isabella
también le había afectado, y se le hizo difícil ver a gente por la cual se había permitido
encariñarse, alejarse de ella.

Era obvio que mis hermanos habían realmente llegado a amar a Isabella como a una
hermana, y esa mierda significaba más para mí de lo que alguna vez podría explicar.
El saber que se preocupaban por la chica que amaba y que harían lo que fuera
necesario para protegerla, justo como yo lo haría, era un maldito buen presentimiento.
No podía dejar de preguntarme cómo se sentiría mamá de ver a la chica por la que
había estado tan malditamente desesperada por salvar convertirse en un miembro de
la familia. Me gustaba pensar que estaría orgullosa de todos nosotros, yo incluido,
incluso si había hecho un montón de pendejadas a través de los años para
decepcionarla.

Jasper me dijo cuando se estaba yendo que si alguna vez lo necesitaba estaría aquí en
un segundo, diciéndome que siempre pusiera el bien de Isabella en primer lugar.
Asentí con la cabeza, planeando hacer exactamente eso. Siempre vería por ella, sin
importar qué.

Traté de deshacerme de ese mal presentimiento cuando se estaban yendo, pensando


que solo eran los efectos de los eventos del día en mí, pero todavía estaba allí el lunes
cuando hicimos una caminata hacia el prado, y aún con más fuerza el martes cuando
llevé a Isabella a hacer su examen GED. De hecho, era tan intenso en ese momento
que me quedé sentado en el maldito estacionamiento de la escuela por horas,
temeroso de salir de la zona en caso de que algo pasara. Era ridículo, ¿Porque qué
demonios podría pasarle en un salón de clases? ¿Iba a golpearse el puto dedo en la
esquina del escritorio, encajarse un lápiz por accidente o cortarse con un maldito
papel? Me sentí como si estuviera actuando de forma absurda y controladora por
merodear por allí pero no podía evitarlo. Ese puto presentimiento simplemente no
desaparecía.

Su humor después de que terminó de hacer el examen tampoco ayudó. Obviamente


algo le molestaba y estaba distraída, cayendo en esos manierismos de esclava que
sabía que despreciaba. Era parca conmigo, dándome una o dos palabras como
respuesta y cortesías básicas, como si ni siquiera hubiera escuchado una jodida
palabra de lo que dije y solo estuviera respondiendo como por reflejo. Me quedé allí en
silencio y esperé a que se espabilara, casi esperando que empezara a llamarme puto
‘señor’ por la forma en la que estaba actuando, pero después de un rato no pude
soportarlo más. Le hice ver su comportamiento y admitió que estaba molesta por su
madre, sorprendiéndome porque era la última cosa que esperaba escuchar que saliera
de su boca cuando le pregunté. Pensé que tal vez había entrado en pánico cuando la
llevé a hacer su examen y fracasó en ello pero tenía miedo de decirme, ni siquiera
teniendo en cuenta que sería algo tan serio. Me sentí como un pendejo por perder la
paciencia por su estado de ánimo pero sin entender por qué no solo me dijo esa mierda

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1305


en primer lugar en vez de dejar que la consumiera.

Comenzó a sollozar, realmente rompiendo a llorar por su madre por primera vez desde
que vino a vivir con nosotros, y solamente la sostuve mientras lo dejaba salir. Ella
mencionó a mi madre y esa mierda de verdad dolió como el demonio pero hice a un
lado mi ira y dolor porque necesitaba que Isabella entendiera que su propio dolor no
era ridículo en lo absoluto. Tenía puñetero derecho a sentir dolor. Sí, su madre todavía
estaba respirando, pero no podía imaginar cómo demonios me sentiría si la mujer que
me creó, me crió y me amó hubiese sido esclavizada. En mi opinión, la muerte era
probablemente mejor que esa mierda y mientras la sostenía, me pregunté si ella
alguna vez había considerado eso. Durante esos años de tortura que soportó, ¿había
alguna vez pensado en terminar con todo? Siempre había pensado que el puto suicidio
era una forma de evasión pero al menos con la muerte el sufrimiento terminaría…
incluso si otros empezaban a sufrir como resultado de ello.

Sin embargo, no le pregunté, porque por más curiosidad que tuviera en realidad no
quería saber la puta respuesta. No podía imaginar un mundo donde ella no existiera, y
ni siquiera quería considerar como sería mi maldita vida si ella hubiera muerto antes
de que siquiera tuviera la oportunidad de conocerla. El resto de la tarde fue solemne,
esa sensación de seriedad nunca disminuyó. El resto de la semana pasó de forma
similar, y para cuando el viernes llegó, estaba empezando a pensar que en verdad iba
a perder el puto control. Habíamos pasado una gran semana juntos y nada ni siquiera
remotamente malo había pasado en realidad, así que no pude entender porque el
maldito presentimiento seguía allí. Simplemente se sentía como si hubiera algo
acechando a la vuelta de la próxima esquina, solo esperando a saltar encima de
nuestros culos en cualquier segundo.

Pensé que tal vez solo estaba siendo pesimista, porque era natural en mí asumir lo
peor sobre mierdas, así que intenté simplemente hacerlo a un lado y olvidarme de ello.
Pero en el momento en que la puerta principal se cerró de un golpe y pasos se
apresuraron hacia nosotros en la sala de estar esa tarde, mi ansiedad se intensificó y
rápidamente me aparté de Isabella para enfrentar la mierda que fuera que viniera por
nosotros. No tenía idea qué era, pero estaba seguro que no iba a ser nada bueno en lo
absoluto.

Como dije, simplemente tenía un maldito mal presentimiento.

Mi padre paró en seco tan pronto nos vio, luciendo completamente agotado y
alarmado. Pude ver la furia en sus ojos y el pánico en su expresión y me asustó como la
mierda, porque era claro que había tenido razón. La puta tormenta había llegado, y
con base en su expresión, iba a ser una terrible.

Mi corazón comenzó a golpear con fuerza en mi pecho, y se sentía como si el hijo de


puta fuera a detenerse o explotar. Traté de mantenerme en calma por el bien de
Isabella y automáticamente moví mi cuerpo para bloquear el suyo, mi movimiento

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había causado que la furia de mi padre aumentara. Me le quedé mirando y me
pregunté qué demonios estaba pasando. Los peores escenarios plagaron mis
pensamientos. Alguien había averiguado que ella era una principessa, algo le había
pasado a alguien, los putos policías venían… todos me golpearon a la vez y casi
empecé a hiperventilar ante la idea de todo derrumbándose a nuestro alrededor justo
cuando finalmente las malditas cosas iban mejorando.

Él me ladró que fuera a su oficina de inmediato y yo le dije a Isabella que fuera arriba,
sin querer dejarla aquí abajo sola. Me dirigí directamente a la oficina, sin molestarme
en tocar porque no había tiempo para esa pendejada. Entré y él levantó la vista para
mirarme con una pánico intenso, lo que vi casi me hizo caer de rodillas. Él había
estado realmente estresado últimamente y simplemente al verlo te dabas cuenta que
no había estado durmiendo casi nada, pero estando parado dentro de la oficina
parecía estar realmente perturbado. Se veía como un hombre al borde de perder el
control y simplemente le dispararía a cualquier hijo de puta que se interpusiera en su
camino. Claramente era un hombre con una misión, pero estaba malditamente
inestable y eso daba miedo.

“Ya vienen,” dijo simplemente, encorvándose hacia su computadora y presionando


furiosamente las teclas. Mi ceño se frunció con confusión por su vaga declaración.

“¿Quiénes?” Pregunté.

“¿Quiénes, Edward? Joder, ¿me estás preguntando quiénes?” Espetó, mirándome


furiosamente. “Ed McMahon y la puta patrulla de premios, vienen a darnos un cheque.
¿Quién crees que viene Edward?” (N.T. Ed McMahon era un comediante y presentador
que presentó concursos para una empresa editora de mercadeo en directo la cual era
conocida por su patrulla de precios que visitaba los hogares y entregaba cheques a
sus suscriptores ganadores)

Me le quedé mirando en shock, sorprendido por su hostilidad y tono burlón. “¿Los


federales?” Pregunté titubeante, curiosamente esperanzado de que tuviera la puta
razón con esa suposición. Nunca pensé que alguna vez habría de esperar por una
visita de la maldita policía, pero la alternativa era incluso peor.

“Ojalá,” mi padre murmuró, sacudiendo la cabeza. “Podría encargarme de la policía y


francamente, es solo cuestión de tiempo antes de que vengan y toquen a la puerta
también, pero no… hoy no tenemos tanta suerte.”

“La Borgata,” dije en voz baja. No respondió pero no era necesario, porque era la única
otra mierda que tenía sentido. Suspiró ruidosamente cuando terminó de escribir,
levantando su mano para pellizcar el puente su nariz.

“Hay por lo menos una docena de ellos, tal vez más. No sé exactamente. Acabo de
recibir una llamada hace unos minutos de Alec, se enteró que tomaron un avión a

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Seattle y vienen directamente aquí, sin ninguna puta advertencia. Simplemente vienen.
No sé por qué y no tengo idea de lo que quieren. Alec está viajando por negocios y no
tenía conocimiento de un viaje previsto a Forks así que él está tan perdido como yo,”
dijo rápidamente, comenzando a abrir cajones del escritorio y a sacar archivos,
rebuscando en ellos a toda prisa.

“¿Eso qué significa?” Pregunté, confundido. Negó frenéticamente.

“No lo sé, Edward. Joder, ni siquiera sé por cuál de nosotros vienen,” dijo
enfáticamente. Me puse tensó por su declaración, el miedo invadiéndome a medida
que ese mal presentimiento hijo de puta se intensificaba. “Dudo mucho que hayan
venido hasta aquí para matarme de manera que no estoy preocupado por mí. Si Aro
quisiera verme muerto me llamaría para sentarme. Espero que solo vengan por
negocios, pero honestamente puede ser que vengan por uno de ustedes así que tengo
que sacarlos a los dos de aquí, solo por si acaso. Ella no debería de estar cerca de
ellos, no es seguro para ella, y no quiero que estés aquí de manera que Aro pueda
hacer otra jugada para conseguir que te inicies. Joder, simplemente es demasiado
peligroso, muchas cosas pueden salir mal,” dijo aterrado. Asentí, sin querer estar en
ningún lugar cercano a este hijo de puta cuando llegaran.

“¿A dónde vamos a ir?” Pregunté.

“Estoy esperando que Alec me llame de nuevo respecto a eso,” dijo, arrojando más
archivos por allí. “No creo que importe en cuanto no estés aquí, pero él no cree que
debas ir a ninguna parte sin protección, solo para estar seguros.”

“Tengo un arma,” dije con confusión, sin saber por qué estaba preocupado por
protección. Sabía que no tenía miedo de jalar el puto gatillo si tenía que hacerlo. Me
miró con irritación, obviamente para nada contento con mi puta declaración por alguna
razón.

“Lo sé,” dijo con brusquedad. “De mucha ayuda te ha de ser una jodida arma cuando
nadie compite con los Mafiosi. Uno de ellos puede actuar por su cuenta y matarte sin
pensárselo dos veces y nadie objetaría a menos que tuvieras a uno de nosotros de tu
lado.”

Su teléfono comenzó a vibrar en el escritorio y lo cogió rápidamente, contestándolo de


inmediato. El pánico en su expresión mitigado a medida que escuchaba con atención a
la otra persona en la línea.

“¿Estás seguro?” Preguntó. “No, puedo disfrazarlo. Todavía son las vacaciones de
verano. Sí, tú ya respondiste por ella así que básicamente ella es libre tal como está.
¿Swan y tu hermana van a ser un problema?”

Me le quedé mirando confundido, la mención del padre de Isabella y esa demente


hermana de Alec estaba haciendo que mis manos temblaran de rabia. ¿Qué demonios

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tenían que ver ellos con esto? “¿Estás seguro de que ahora es el momento para
avanzar con eso? Sí, tienes razón. Lo entiendo,” él dijo, dando un suspiro exasperado.
“Puedes hacerlo el lunes a primera hora. Creo que Isabella estará bien mientras
Edward esté allí… o eso espero, de todos modos.”

Traté de entender sus palabras y él terminó la conversación rápidamente. Colgó y


empecé a preguntar qué demonios estaba pasando cuando comenzó a vibrar de
nuevo. Bajó la vista para verlo y el pánico destelló en sus ojos una vez más mientras
levantaba su mano para silenciarme. Respondió formalmente, manteniendo su voz lo
más uniforme posible.

“Sí, señor. Allí estaré,” dijo antes de colgar. Lo arrojó en el escritorio y me miró.

“Tienes que ir a empacar algo rápidamente, estarán aquí en menos de treinta minutos.
Vas a encontrarte con Alec en Phoenix, no sé cómo se sentirá Isabella al respecto, pero
es necesario. Ella no tiene que poner un pie en la propiedad Swan si no quiere hacerlo,
aunque me imagino que querrá ver a su madre. Pero, en cualquier caso, en algún
momento tendrá que ver a su padre en un terreno neutral por negocios. Aunque, Alec
se encargará de todo eso. Ya no tenemos tiempo que perder, tenemos que hacer todo
esto antes de que algo pase,” dijo rápidamente. Solo lo miré boquiabierto, jodidamente
atónito

“¿Phoenix?” Pregunté. Asintió.

“Sí, eso es lo que acabo de decir,” escupió con disgusto. “Joder, ¿me estás escuchando,
Edward? No tenemos tiempo para que titubees en esto. Conduce tanto como puedas,
detente y consigue un hotel para unas horas de descanso, y luego conduce un poco
más. ¿Entiendes? Ahora, date prisa de una puta vez tienes que haberte ido antes de
que lleguen aquí o todo el plan quedará en nada.”

“De acuerdo,” dije inmediatamente, haciendo una pausa por solo una fracción de
segundo pero fue tiempo suficiente para enojar a mi padre.

“Ahora,” espetó, su voz grave y contundente. “Sal de una puta vez de aquí antes de que
James se presente y ella se traumatice aún más.”

Salí corriendo de la habitación ante la mención de ese malvado hijo de puta, corriendo
escaleras arriba. Abrí la puerta de un golpe e inmediatamente empecé a arrojar
mierda por todos lados, diciéndole a Isabella que teníamos que salir de allí así que
tenía que empacar. Ella parecía estar en shock y no se movió ni un maldito centímetro,
solo mirándome boquiabierta mientras yo arrojaba ropa en las maletas. Me molestó
porque, ¡Cristo, teníamos que irnos de una puta vez! Grité un poco por la frustración
pero traté de mantener mi ira bajo control lo mejor que pude, sin querer ser un cabrón y
asustarla aún más de lo que ya estaba. Nada de esto era su culpa y estaba mal de mi
parte desquitarme por esta mierda con ella, pero joder, solo estaba sentada allí y sin

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responder.

Empaqué todo y agarré las maletas, tendiendo mi mano hacia ella. Ella comenzó a
hiperventilar y pude ver todo su cuerpo temblar, dándome cuenta que estaba a punto
de tener un puto colapso nervioso. Lo que vi me rompió el corazón pero traté de ignorar
el dolor porque no teníamos tiempo para tratar con eso ahora. Teníamos que salir de
una puta de vez de allí.

“Vámonos,” le dije. Ella tomó mi mano sin vacilar y di un suspiro de alivio, agradecido
de que estaba lo suficientemente coherente para al menos responder a esa mierda.

Salimos a la carretera con solo unos minutos de sobra, pasando los coches rentados
Mercedes color negro cuando todavía estábamos dentro de los límites de la ciudad de
Forks. Había cuatro de ellos, lo que significaba que podrían haber sido hasta dieciséis
personas. Nunca antes se habían presentado tantos y eso me asustó como la mierda,
porque mi padre definitivamente estaba hasta el cuello y tenía miedo por él.

Traté de mantenerme calmado y no dejar ver mi preocupación porque no quería alterar


a Isabella aun más de lo que ya lo estaba. Se dio cuenta que estábamos huyendo
porque la mafia venía en camino y se quedó en silencio, pero prácticamente podía
sentir la puta ansiedad saliendo de ella. Después de unos minutos le dije a dónde
íbamos, y ella se me quedó mirando brevemente mientras asimilaba. Fue como si
estuviera en completo shock, pero al momento en que al parecer hizo clic de verdad,
empezó a ponerse frenética. Estaba hiperventilando, jadeando en busca de puñetero
aire y empezó a agitarse frenéticamente. Di un frenazo en medio de la carretera, casi
provocando un maldito accidente cuando paré en el arcén de la carretera. Estacioné el
coche rápidamente y la sujeté, liberándola del cinturón de seguridad y acercándola a
mí. Le dije que respirara y se calmara, porque me estaba asustando como la mierda y
se estaba poniendo de un vivo color rojo. Froté su espalda mientras ella luchaba por
calmarse, sin saber qué hacer. Tenía miedo que se desmayara por falta de oxígeno y
yo iba a tener que hacer alguna maniobra de emergencias o alguna mierda de esas
para conseguir que entrara algo de maldito aire en sus pulmones. Las lágrimas salían
como un torrente y se veía absolutamente angustiada, su expresión devastada y
haciendo que un maldito dolor desgarrara mi pecho. No me gustaba verla así en lo
absoluto y quería hacer que el puto dolor se fuera, pero maldición, no sabía cómo
hacerlo.

Necesité de mucha persuasión para conseguir que finalmente comenzara a calmarse.


Le juré que me quedaría a su lado tanto como me necesitara, que ninguno de esos
hijos de puta en esa ciudad sería capaz de causarle daño de nuevo. Alec y yo, los dos,
estaríamos allí para así que ella estaría a salvo, y ella tenía mi total devoción, lo que
significaba que yo la protegería con toda la mierda que tenía.

Su respiración se hizo uniforme y el rubor en su rostro comenzó a disminuir a medida


que se tranquilizaba. Cuanto más le hablaba, más control parecía conseguir así que

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hablé hasta que mi puñetera garganta comenzara a doler. Nos quedamos a un lado de
la carretera fuera de los límites de la ciudad por más de una hora mientras le daba el
mayor discurso motivacional del siglo, diciéndole cuan fuerte y maravillosa era, y cómo
no podía permitir que ninguno de esos hijos de puta la derribaran. Volvimos a la
carretera alrededor de las seis de la tarde cuando ella me juró que estaba bien, a
pesar de que se mantuvo en silencio mientras conducía. Lloró silenciosamente, cada
gimoteo haciendo que mi corazón doliera todavía más. Estaba ansioso y no sabía qué
hacer para hacerla sentir mejor, de manera que solo acerqué mi mano para acariciar
suavemente su piel o sostuve su mano cuando pude, en un intento de calmarla.

Finalmente se quedó dormida y conduje por horas, tomando algo de Adderall que
había agarrado del baño cuando estaba empacando. Había dejado de tomar esa
mierda meses atrás pero sabía que iba a ser una larga noche y me mantendría alerta
para conducir. Eran las tres y cuarto de la mañana y habíamos estado en carretera un
poco más de nueve horas, volando por la desierta carretera en la oscuridad. Estaba
cansado e Isabella se veía incómoda, pero quería llegar al menos hasta California
antes de detenerme.

Estirando mi mano, quité algo de cabello del rostro de Isabella, metiéndolo detrás de
su oreja. Pasé el dorso de mi mano por su mejilla, sintiendo las asperezas de las
manchas rojas dejadas por sus lágrimas. Ella se removió un poco y cambió su posición,
su cabello moviéndose dejando expuesta una mancha roja a un costado de su cuello.
Me gruñí a mí mismo y la recorrí con mi dedo, negando como mi cabeza cuando me di
cuenta que le había dejado un puto chupetón. Me sentí asqueado por el hecho de que
la había marcado y puse su cabello sobre él para cubrirlo de nuevo, sin querer ver esa
mierda. Ella había sido maltratada y golpeada, vivió su vida con marcas constantes y
tenía cicatrices como recordatorio de ello, y yo me dejé llevar por un jodido momento y
terminé marcándola. Sí, se desvanecería, pero solo al verlo sobre su piel suave y pálida
me hizo sentir como mierda. Ella era como una maldita pieza de arte y yo infantilmente
había salpicado algo de jodida pintura en su hermoso lienzo.

Conduje por otra hora y finalmente crucé la frontera hacia California, deteniéndome
cuando llegué a un pueblo muy pequeño llamado Yreka. Me detuve frente a un Holiday
Inn, imaginando que no encontraría nada mejor en un lugar tan pequeño.
Francamente, me importaba una mierda siempre y cuando no fuera insalubre y tuviera
una maldita cama donde me pudiera acostar. Me quedé sentado silenciosamente en el
coche por un momento mirando a Isabella antes de estirar mi mano y frotar
gentilmente su brazo.

“¿Bella, cariño?” Dije suavemente. “Despierta, tesoro.”

Ella se removió y abrió sus ojos, parpadeando un par de veces a medida que
recuperaba la conciencia. Se enderezó e hizo una mueca, agarrando su cuello.
Empezó a frotarlo, mirando alrededor en confusión, y alcancé su mano para quitarla

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del camino. Empecé a masajear suavemente su cuello mientras ella me observaba,
sabiendo que ese hijo de puta debía estar adolorido por la posición en la que había
estado sentada.

“¿Qué hora es?” Dijo con voz ronca, gruesa y quebrada. Aclaró su garganta antes de
continuar. “¿Dónde estamos?”

“Pasan de las cuatro y acabamos de llegar a Carlifornia,” dije en voz baja. “Joder,
necesito descansar.”

Ella me miró sorprendida y asintió, mirando por la ventana hacia el hotel. Salimos del
coche y nos dirigimos adentro, alquilando una sola habitación en el segundo piso. En
el momento en que entramos a la habitación Isabella se quitó la ropa, metiéndose a la
cama en sujetador y bragas antes de que siquiera tuviera la oportunidad de encender
la luz. Dije ‘a la mierda’ e hice lo mismo, quedándome solo en boxer y metiéndome
junto a ella. La puñetera cama no estaba ni de cerca tan grande o cómoda como la
nuestra en casa, pero serviría. Ella se acurrucó a mí y yo la abracé con fuerza,
quedándome dormido casi al instante.

Me desperté mucho más tarde en una habitación bien iluminada, mirando alrededor
confundido cuando vi que estaba solo en la cama. Me senté rápidamente y le eché un
vistazo al reloj, notando que ya eran casi las once de la mañana.

“¿Bella?” Grité, entrando en pánico porque estábamos en medio de la maldita nada y


no me gustaba no ser capaz de verla. Sabe que odio despertar sin ella en la puta cama
conmigo.

“Aquí estoy,” dijo en voz baja desde el baño. Di un suspiro de alivio y me obligué a salir
de la cama, estirándome y pasando las manos por mi cabello, estaba adolorido y
bastante cansado todavía pero sabía que teníamos que entregar la habitación y volver
pronto a la carretera. Caminé tranquilamente hacia el baño y la envolví en mis brazos
por detrás cuando la vi de pie frente al gran espejo. Ella me dio una suave sonrisa a
medida que me inclinaba para besar la parte de atrás de su cuello, poniéndome tenso
cuando ella levantó su mano y pasó sus dedos por el chupetón que le había dejado.

“Mierda, lo siento por eso,” dije rápidamente, la culpa de haberlo hecho me golpeaba
una vez más. Se veía aún peor a la jodida luz del día, de un vivo color rojo con
manchas color púrpura en él. “No me di cuenta que estaba chupando demasiado
fuerte.”

“No te disculpes,” dijo gentilmente. “No me duele ni nada por el estilo.”

Suspiré y pasé la mano por mi cabello. “No importa si no duele, no debí haberte dejado
una marca. Joder, simplemente no está bien. Te hice un moretón y has tenido que lidiar
con esa mierda lo suficiente, no necesitas a mi culo hormonal dejándote marcas
también.”

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Ella rodó los ojos. “No es lo mismo,” dijo, escuchándose molesta. No lo hiciste para
lastimarme, lo hiciste porque me amas. En realidad, es algo así como agradable,
sabiendo que viene de tus labios.”

Solamente me le quedé mirando. “Es feo,” le dije, encogiéndome. Para mí se veía


vulgar y ella era jodidamente especial y con clase para andar por allí marcada como
una maldita battona barata.

“Desaparecerá,” dijo simplemente, dándose la vuelta para quedar frente a mí. Me miró
a los ojos con pura adoración y sonreí, besando sus labios con ternura en respuesta.
Estuvo callada por un momento antes de llevar el labio inferior a su boca y
mordisquearlo con nerviosismo, la ansiedad que había visto el día anterior volviendo
lentamente. Me miró con aprehensión, su expresión causaba que mi propia
preocupación remontara y que ese maldito mal presentimiento se reavivara. Empecé a
sentir como si fuera a enfermarme por la ansiedad desarrollándose en la boca de mi
estómago pero luché contra ella, necesitaba parecer fuerte para ella. “¿Estamos
cerca?” Preguntó en voz baja, su voz temblando y apenas en un susurro. Negué con la
cabeza.

“No, ni siquiera vamos a mitad de camino. ¿Son qué, las once? Si conduzco sin parar,
llegaremos allí como a las tres o cuatro de la mañana,” le dije, recordando la
estimación de tiempo que había dado el sistema de navegación.

“Oh,” ella dijo, la ansiedad en su expresión suavizándose un poco pero sin


desaparecer por completo. Puede que no estemos ni jodidamente cerca todavía, pero
ella sabía que lo estaríamos en algún momento.

“¿Quieres que conduzca sin parar?” Pregunté con curiosidad. Ella se me quedó
mirando y mordisqueó su labio de nuevo, al parecer considerando mi pregunta.

“¿Qué vamos a hacer cuando lleguemos allí?” Preguntó vacilante. Me encogí de


hombros.

“Tengo que llamar a Alec cuando estemos cerca, pero seguramente solo buscaremos
un hotel y nos iremos a dormir,” le dije. No era como si pudiéramos ir a la puta
residencia Swan a las tres de la mañana, así que sea que nos detengamos antes de
eso o si viajamos sin parar hasta el maldito Phoenix, no veríamos a ninguno de ellos de
inmediato.

“Está bien,” dijo tímidamente, asintiendo. Levanté las cejas inquisitivamente por esa
palabra y ella sonrió con timidez. “Está bien, podemos viajar sin parar.”

“Bien,” le dije, besándola brevemente. Isabella se desnudó y se metió a la ducha


mientras yo me vestía y bajaba al coche para coger nuestras maletas. Me detuve
cuando llegué al Volvo, sacando mi teléfono y marcando el número de celular de mi
padre, sentí la puta necesidad de comprobar cómo estaba todo y quería saber qué

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demonios estaba pasando allá en Forks. Joder, no puedo mentir, estaba preocupado
por él. Estaba arriesgando su vida por nosotros y quería asegurarme de que estaba
bien, pero su teléfono se iba directo al buzón. Dejé un mensaje rápido, diciendo que
era yo y que solo estaba reportándome para dejarle saber que estábamos bien,
manteniendo mi maldito tono indiferente en caso de que alguien más lo escuchara.

Me duché después de Isabella y los dos nos vestimos, poniéndonos ropa cómoda ya
que íbamos a pasar todo el maldito día en el Volvo. Después de que estuviéramos
listos, pagué el hotel y nos dirigimos al coche. Ya hacía calor y el sol brillaba con
fuerza, de manera que bajé el capote del coche para que al menos pudiéramos
disfrutar del puto clima, por lo menos eso. Encendí el coche y salí a la carretera,
dirigiéndome al sur por la interestatal 5. Encendí el radio, molesto por haber olvidado
mi maldito iPod por el afán de salir de la casa y busqué por las estaciones algo
decente para escuchar. Charlamos un poco y no habíamos estado en camino por más
de veinte minutos cuando mi estómago comenzó a gruñir.

“¿Tienes hambre, tesoro?” Pregunté al darme cuenta que no había cenado la puta
noche anterior. Ella asintió y pasé por un autoservicio de McDonald’s por unos Nuggets
de pollo y papas fritas, pensando que era algo que podíamos comer en el coche y sin
joder el interior. Comimos y el humor de Isabella pareció mejorar poco a medida que
pasaba el tiempo, la aprensión en su expresión se suavizaba más con cada kilómetro
que pasaba. Se puso cómoda en el asiento y se quitó los zapatos, mirando el paisaje a
medida que pasaba rápidamente. De vez en cuando cerraba sus ojos y recostaba su
cabeza, solo disfrutando de los rayos del sol y sintiendo el viento soplar en su cabello.
Era agradable, verla así tan despreocupada y relajada, un gran jodido cambio de hace
veinte cuatro horas atrás cuando se puso frenética por el viaje. Sabía que su alegría no
duraría, así que atesoraba cada maldito momento de ella.

“¿Te gusta California?” Preguntó de pronto cuando llevábamos un par de horas de


viaje. Asentí.

“Sí, está bien, supongo. Me refiero a que, no he pasado mucho tiempo aquí pero por lo
que he visto de ella, me gusta,” le dije. Sonrió.

“Se ve bien. Hace calor,” ella dijo. “¿Tienen buenas universidades aquí?”

La miré sorprendida. “Uh, sí. Hay muchas, en realidad.”

“¿Crees que hay alguna a la que yo pueda ir?” Preguntó, mirándome fijamente con
una expresión de curiosidad en su rostro.

“Sí, por supuesto,” le dije. Con la forma en que su puta mente trabajaba, dudaba que
hubiera una escuela en la cual no pudiera al menos abrirse camino si lo deseaba.

“¿Cómo cuál?” Preguntó. La miré sorprendido, jodidamente anonadado de que


esperara que pudiera nombrar algunas de memoria.

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“No lo sé, depende de lo que quieras estudiar,” le dije. “¿Qué tipo de clases quieres
tomar?”

“De arte, supongo,” dijo vacilante, mirándome con recelo. “Quiero decir, me gusta y me
hace feliz, pero no sé si soy lo suficientemente buena para…”

“Detén esa mierda de una vez,” dije rápidamente, interrumpiéndola. Odiaba cuando
dudaba de sí misma. “Eres lo suficientemente buena, así que deja de dudar de tu
talento. Y sí, hay muchas escuelas aquí con programas de arte que pueden aceptarte.”

“¿En serio?” Preguntó emocionada. Reí entre dientes y asentí con la cabeza.

“Sí, en serio. Y hay muchas escuelas a las que puedo entrar también, así que si quieres
considerar California lo haremos,” le dije.

“Bien,” dijo alegremente, girando su cabeza para mirar el paisaje una vez más con una
sonrisa en su rostro.

“¿Por qué California?” Pregunté con curiosidad después de un momento. No tenía


problemas con ella si allí es donde quería ir, pero me preguntaba qué le dio la idea de
venir a este lugar a vivir. Apenas si había visto una mierda, después de haber estado
en un maldito coche todo el tiempo.

“Me gustan las palmeras,” dijo como si nada, encogiéndose de hombros. Su tono era
serio y la respuesta me tomó desprevenido, haciéndome reír.

“¿Palmeras, Bella? Las tienen en otros lugares no solo en California, ¿sabes?” Dije con
diversión.

“Sí, pero me gustan las de aquí,” ella dijo, sonrojándose. Negué con la cabeza y seguí
riendo. La estaba dejando escoger cualquier puñetero lugar del mundo para ir y ella
escogía California por unos malditos árboles. Sin embargo, eso era algo que amaba
de ella. Tenía esa jodida inocencia natural a pesar de sus adversidades, y de verdad
apreciaba las pequeñas cosas en la puta vida que muchos otros ni siquiera notaban.
La mayoría de las personas sobre analizaban dónde ir a la universidad, escogiendo
lugares en base a mierdas como relación estudiante-profesor, prestigio, equipos
deportivos, y proximidad a casa. Pero, mi Bella, ella escogía un maldito lugar por el
paisaje. Ella en realidad era un artista de corazón y si quería palmeras, se las daría sin
pensármelo dos veces.

A pesar del hecho de que estábamos encerrados en un maldito coche todo el día, en
realidad fue bastante placentero. Hablamos y solo disfrutamos de la compañía del
otro, haciendo caso omiso de la realidad del mundo actual afuera del Volvo por el
momento y centrándonos en los tiempos más felices delante de nosotros. Le dije lo que
sabía sobre escuelas en California y ella me contó más de cómo le fue en su examen
GED. Me preguntó qué quería estudiar en la universidad y mencioné algunas

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propuestas, sinceramente sin tener ni una puta idea. No es como si fuera algo
apremiante o que necesitara desesperadamente un buen maldito trabajo después.
Tenía más que suficiente dinero para arreglármelas así que honestamente, la
universidad era solo por el gusto de hacerlo de manera que pudiera sentir que había
logrado algo en la vida. Consideré casi todo, desde historia hasta geología, pensando
que me gustaría estudiar música o quizás hasta filosofía.

“Creo que serías un buen abogado,” soltó de pronto. Me eché a reír por su sugerencia,
sacudiendo mi cabeza.

“Solo porque me salgo con la mía con algunas mierdas no significa que sería un buen
abogado,” dije en broma. “Además, vengo de una larga línea de Mafiosi, Bella. Eso
sería como escupir en su memoria o algo así.

Ella me miró confundida. “¿Por qué? O sea, no es como si tú hubieras sido quién hizo
las leyes o las ejecutes. No podrían en realidad enojarse contigo por ayudar a la gente
a absolverse de cargos. ¿No era más o menos eso lo que ellos hacían?” Preguntó.

“Supongo,” le dije, sin considerar ese hecho. Quiero decir, no era como si esos hijos de
puta no usaran abogados, pero me preocupaba cómo el que yo tomara esa dirección
de carrera afectaría la posición de mi padre en la Borgata. Sabía de quienes fueron
degradados de rango y otros de quienes sospecharon cuando tenían miembros de
familia que se dedicaban a ciertas carreras. “Pero aun así, ¿por qué piensas que sería
un buen abogado?”

“Supongo que porque sabes la diferencia entre una persona peligrosa que debería
estar encerrada y una persona que no tiene otra opción más que hacer algunas veces
cosas que probablemente no debería,” ella dijo, encogiéndose de hombros. “Creciste
rodeado de ese tipo de gente de manera que los entiendes. Y además, realmente
sabes cómo salirte con la tuya.”

Me reí entre dientes, negando con la cabeza. “Bueno, tal vez piense en ello,” le dije. Me
sonrió dulcemente.

“Bien.”

Nos detuvimos a cenar como a las ocho horas y media de viaje, saliendo y yendo a un
pequeño restaurante cerca de Bakersfield. Una vez más traté de llamar a mi padre
mientras esperábamos nuestra comida, y recibí su buzón de voz de inmediato. No me
molesté en dejar un mensaje, solo terminé la llamada. Mi preocupación aumentaba,
todos los putos peores escenarios volviendo sigilosamente a mis pensamientos.
Esperaba que él estuviera bien y solo que no pudiera hablar, pero parte de mí seguía
preocupado de que algo jodidamente malo hubiese pasado. Hice a un lado esa mierda
y traté de no permitir que mis miedos se mostraran sin querer alterar a Isabella. Ella
seguía mirándome con maldita aprehensión y no estaba seguro si se estaba poniendo

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más incómoda a medida que nos acercábamos, o si yo estaba fallando en ocultar la
propia y ella la estaba reflejando.

Después de la cena salimos de nuevo a la carretera e Isabella se quedó dormida en el


coche, una vez más torcida en la misma posición incómoda en la que estuvo la noche
anterior. Le dije que se quitara el cinturón y reclinara su asiento pero se negó, diciendo
que estaba bien como estaba. Pensé que estaba siendo malditamente ridícula pero no
discutí con ella. Era su pinche cuello, no el mío.

El tiempo de viaje pasó lentamente después de que se quedó dormida, ya que cada
minuto se sentía como una maldita eternidad. Me estaba poniendo ansioso y
necesitaba algo para distraerme, así que jugueteé con la radio compulsivamente, pero
no hizo nada para ayudar. Mi ansiedad seguía aumentando con cada kilómetro,
agitados pensamientos daban vueltas en mi cabeza en la silenciosa oscuridad. Estaba
aburrido y cansado, mis ojos ardían y mi cabeza comenzaba a palpitar con fuerza. Mis
putas piernas estaban acalambradas y mi culo estaba entumecido, mis dedos estaban
trabados por agarrar el maldito volante todo el día. Necesitaba estirarme porque mi
espalda estaba empezando a doler, pero estirarme significaba detenerme y no tenía la
puñetera intención de detenerme hasta que viera el jodido anuncio “Bienvenido a
Phoenix”. Me estaba empezando realmente a encabronar, preguntándome por qué
demonios no solo había comprado unos malditos boletos de avión. Nos hubiéramos
ahorrado todo ese puto tiempo con volar.

Isabella despertó cuando estábamos a treinta minutos a las afueras de Phoenix y


rápidamente enderezó su cuerpo para mirar alrededor. Ella agarró su cuello,
obviamente adolorido por la maldita posición en la que había estado durmiendo.
Suspiré y extendí mi mano masajeando su cuello por ella. Estaba molesto, porque
joder, debió haberme escuchado y se pudo haber evitado eso, pero al mismo tiempo no
quería que sintiera dolor.

“Ya casi llegamos,” murmuré. Su cabeza se giró rápidamente en mi dirección, sus ojos
amplios y una expresión de horror en su rostro.

“¿Ya?” Preguntó, se escuchaba aterrada. La miré con incredulidad.

“¿Ya, Bella? ¿He estado conduciendo por más de un maldito día, y tú preguntas que si
ya?” Pregunté con incredulidad. “Cristo, mujer. Nunca había conducido tanto en mi
puta vida.”

“Lo siento,” dijo rápidamente, volviendo su cabeza para mirar por la ventana. Le eché
un vistazo y vi como a comenzó a mordisquear su labio y moviéndose inquieta. Me
sentí mal de inmediato, sabiendo que no debía haberle hablado así, este lugar era lo
mismo para ella que el Infierno y la estaba conduciendo directamente a él sin ser
comprensivo por lo malditamente difícil que era para ella. Agarré su mano para evitar
que se siguiera moviendo, entrelazando nuestros dedos y apretándolos suavemente.

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“Lo siento. Es solo que estoy cansado, no debí haberme comportado como un pendejo,”
dije gentilmente. Ella asintió pero no dijo nada. De hecho, no dijo ni una puñetera
palabra el resto del viaje. Cruzamos los límites de la ciudad hacia Phoenix poco
después de las tres de la mañana y ella se tensó cuando vio el letrero dándole la
bienvenida, su maldita ansiedad me hizo sentir aún más culpable. “Bienvenidos” mi
maldito culo… obviamente no había nada que le diera una verdadera bienvenida a mi
chica en este puto lugar.

Traté de llamar a Alec pero solo me recibió su buzón de voz, lo que tenía maldito
sentido porque muy probablemente debería de estar dormido a las tres de la mañana,
pero no estaba siendo del todo lógico en el momento. Sin embargo, el hecho de que no
haya podido localizar a mi padre y haber tenido apenas el mismo resultado con mi tío
hizo que mi miedo se disparara, sin gustarme el no tener con ningún contacto con ellos.
Me detuve en el primer hotel que vi, sin tener la maldita paciencia para buscar un cinco
estrellas y sin realmente importarme una mierda a estas alturas.

Le arrojé al hombre de la recepción un poco de dinero y agarré la puñetera llave que


me daba con muy poca conversación, sin estar de puto humor para una pequeña
charla. Entramos e hice una mueca por el mal estado que tenía el pinche lugar,
quejándome mientras Isabella solo se encogió de hombros y se desvistió, metiéndose a
la cama. Me le quedé mirando por un momento cuando abrazó con fuerza la
almohada, deseando qué demonios saber decir para hacerla sentir bien. Decir algo
como “Todo estará bien” se sentía como una pendejada, porque cómo carajos iba a
saber que todo va a estar bien y decirle que así eran las cosas que tenía que aceptarlo
solo me hacía un cabrón. No era capaz de comprender cuál era el punto medio entre
esas dos cosas debido a mi estado de agotamiento, de manera que mientras me metía
en la cama dije simplemente la única puta cosa que sabía era en ese momento la
maldita verdad.

“Te amo, Isabella Marie Swan.”

Ella se dio la vuelta hacia mí, mirándome fijamente. “Ya lo sé, y yo también te amo.”

Ella se acurrucó en mi pecho a medida que mis ojos se cerraban solos, el sueño vino
instantáneamente. Me desperté sobresaltado mucho más tarde por el sonido de mi
teléfono sonando con fuerza, el estridente sonido hizo que mi corazón latiera con
fuerza. Me senté y froté mis ojos, agarrando el teléfono de la pequeñísima mesita
lateral junto a la cama donde lo había colocado la noche anterior.

“Sí,” contesté de inmediato sin siquiera mirar para ver quién estaba llamando, todavía
jodidamente atontado y medio dormido. Francamente, no me importaba cuál hijo de
puta era siempre y cuando escuchara de uno de ellos de manera que no me sintiera
tan al margen de todo.

“¿Ya llegaste a Phoenix?” Alec preguntó, su tono completamente alerta para ser tan

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temprano. Le eché un vistazo al reloj en la mesita y gemí cuando vi que ya pasaba del
mediodía. Aparentemente no era tan jodidamente temprano, después de todo.

“Sí,” respondí, bostezando a mitad de palabra por lo que probablemente fue


jodidamente ininteligible.

“Voy a pasar el día en la residencia Swan, si quieres traer a Isabella a visitar a su


madre,” él dijo. “De lo contrario, te llamaré esta tarde para encontrarnos por la
mañana y apreciaría si te mantienes en contacto conmigo sobre tu ubicación.” Suspiré
y le eché un vistazo a la cama, a un lado de mí, encontrándome con los ojos de
Isabella de inmediato. Era evidente que estaba nerviosa y me miraba con aprensión.

“Sí, está bien,” le dije. “Puedo hacer eso.” Él recitó de un tirón la dirección de los Swan
y le dije que esperara un momento mientras salía de la cama, buscando en la
habitación por un pedazo de papel y algo con lo que escribir. Encontré un pedazo de
lápiz en el cajón y agarré la Biblia de la mesita de noche, abriéndola y arrancando la
primera página. Isabella jadeó y se sentó rápidamente, viéndome boquiabierta y en
shock. Me encogí de hombros ante su expresión y le dije a Alec que repitiera la mierda
que había dicho, anotando rápidamente la dirección.

“Muy bien, gracias,” le dije, terminando la llamada. Miré a Isabella y vi que todavía
estaba mirándome fijamente, viéndose aturdida.

“No puedo creer lo que acabas de hacer,” me dijo. Mi ceño se frunció.

“¿Hacer qué?” Pregunté.

“Acabas de arrancar esa página,” me dijo, su tono casi acusatorio.

“¿Sí? Necesitaba algo en lo que escribir,” le dije, encogiéndome de hombros de nuevo,


sin entender cuál era el problema.

“¡Era la Biblia, Edward!” Dijo. Rodé los ojos.

“Cristo, Bella, ¿de verdad crees que el cabrón que venga a un lugar como este leería
esta mierda?” Pregunté con incredulidad, sosteniendo la Biblia en mi mano.
“Cualquiera que se quede aquí está muy lejos de ser un puto santo, eso es seguro.”
Miré alrededor de la habitación con disgusto, incapaz de creer que alguna vez hubiera
aceptado quedarnos en tales condiciones a pesar de mi agotamiento de la noche
anterior. Se veía como uno de esos lugares que rentabas por hora para hacer la
mierda más fácil para las prostitutas.

“No está tan mal, Edward. Además, nos quedamos aquí,” dijo ella a la defensiva.

“Cierto. Como dije, muy lejos de ser un puto santo, tesoro,” le dije, riendo entre dientes.
“Pero como sea, fue solo la portada, no arranqué nada con la historia en ella. El pinche
papel solo decía ‘Santa Biblia’ y cualquiera que vea el maldito libro sabe cuál es. No

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necesitan de este pedazo de papel para saber esa mierda.”

Solo se me quedó mirando y negué, dándome cuenta que mi padre patearía mi puto
culo si sabía lo que acababa de hacer. Profanar La Biblia mientras tomaba el nombre
del Señor en vano en ello.

“Sigue estando mal,” me dijo, sin dejar de mirarme. Suspiré, encogiéndome de


hombros.

“Tal vez lo sea, pero tenía que escribir la dirección de los Swan,” le dije. Sus ojos se
ampliaron por la sorpresa y se congeló, su expresión de pánico.

“¿Por qué?” Preguntó vacilante.

Suspiré y me volví a sentar en la cama, estiré mi mano para quitar un poco de pelo
rebelde de su rostro. Lo metí detrás de su oreja y la miré a los ojos, le di una suave
sonrisa mientras la observaba. Era tan hermosa y se veía tan jodidamente inocente y
vulnerable en ese momento, no deseaba nada más que corregir lo que estaba mal y
hacer del mundo algo mejor para ella.

“Quieres ver a tu madre, ¿verdad?” Le pregunté gentilmente, levantando mis cejas


inquisitivamente. No había abordado el tema de que visitara a su madre antes, y en
base a su expresión ella ni siquiera había considerado esa parte. Había estado tan
preocupado por su encuentro con aquellos que la habían lastimado, que no había
tenido la oportunidad de pensar en ver a las personas que le importaban.

“¿En serio?” Preguntó vacilante, una expresión de sorpresa en su rostro. Yo asentí,


pasando las puntas de mis dedos por su mejilla.

“Sí, en serio. Alec va a estar allí todo el día y me acaba de decir que puedo llevarte a
visitar a tu madre. Si tú quieres, por supuesto,” le dije. Ella asintió rápidamente,
mordiendo su labio mientras sus ojos se ponían vidriosos por las lágrimas. Una docena
de emociones diferentes destellaron por su rostro y ella se arrojó hacia mí con tanta
fuerza que me echó hacia atrás. Envolvió sus brazos a mí alrededor con fuerza y
enterró su rostro en mi pecho y empezó a sollozar. La abracé y acaricié su espalda,
besando el tope de su cabeza.

Me quedé allí recostado por un momento mientras ella se tranquilizaba antes de


decirle que se vistiera para que pudiéramos irnos. Se levantó de un salto y corrió al
baño, duchándose rápidamente. Yo me duché después de Isabella, observándola
mientras me vestía. Estaba sentada en el borde de la cama, viéndose bastante
nerviosa mientras se movía inquieta y jugueteaba con el dije de su collar. Era el que le
había comprado antes del baile de graduación y que Tanya le había arrancado, el que
se suponía que protegía del mal a la persona quién lo usaba. Había hecho que lo
arreglaran después de que esa perra lo rompió y que Isabella muy raras veces se lo
quitaba. En serio esperaba que ese hijo de puta ayudara hoy cuando ella viera a

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Charles Swan y a su esposa.

Me acerqué a Isabella y me dejé caer junto a ella para ponerme mis Nike, viéndola por
el rabillo de mi ojo. Ella llevaba una camiseta sin mangas color azul que estaba
ligeramente escotada y unos vaqueros ajustados color azul oscuro y unos zapatos
bajos dorados que hacían juego con su collar. Sonreí para mí mismo, jodidamente
orgulloso de haber empacado mierda que combinaba bien cuando lo hice a toda prisa.
Mientras la miraba me preguntaba qué iban a pensar, porque solo al verla era obvio
que no era la misma Isabella destrozada que había dejado Phoenix casi un año atrás.

“Vamos, amore. Es momento de que me presentes a tus padres,” le dije jugando,


poniéndome de pie y tendiéndole mi mano. Ella la tomó con cautela y se puso de pie
con una pequeña sonrisa en sus labios, pero podía sentir su ansiedad remontando con
cada segundo que pasaba. Entregamos la habitación, porque no tenía intención de
quedarme en ese deplorable lugar de mierda de nuevo, y subimos al coche.

Introduje la dirección de la residencia Swan en el Sistema de Navegación y seguí las


instrucciones, conduciendo a través de la ciudad y de nuevo hacia las afueras,
viajamos por una carretera remota durante unos veinte minutos e Isabella empezó a
ponerse tensa y sus manos a temblar. Su miedo era tan intenso que prácticamente
podía sentirlo e hizo que mi ira comenzara a desarrollarse. No estaba enojado con ella
en lo absoluto, joder, entendía exactamente por qué tenía tanto miedo, y eso era lo que
me hacía enojar. Me encabronaba que mi maldita chica no podía estar entusiasmada
por ver a su madre por el recuerdo de lo que esos hijos de puta le habían hecho.

Cada segundo que pasaba se ponía más nerviosa y eso solo hacía que me molestara
aun más. Mis manos comenzaron a temblar y agarré el volante con fuerza, deseando
que dejaran de temblar mientras intentaba controlar mi temperamento. Isabella no
decía ni una palabra mientras miraba por la ventana, tratando de calmarse, y necesita
alguna mierda para distraerme. Estiré mi mano y empecé a buscar estaciones en la
radio, buscando algo que escuchar a fin de dejar de pensar en esas mierdas. Encontré
una estación de rap y subí el volumen cuando escuché Nuttin’ by a G Thang, el bajo
retumbando desde los altavoces con fuerza. Probablemente era mi maldita canción
favorita de todos los tiempos, siempre me tranquilizaba y me ponía de buen humor.
Escuchaba tanto esa hija de puta que Isabella se sabía la mitad de la letra, incluso si
no entendía la mayor parte de ella.

El Sistema de Navegación me dijo que diera vuelta a la izquierda y disminuí la


velocidad a medida que me acercaba al camino, dando la vuelta hacia él. Isabella se
puso todavía más tensa a medida que conducía por el desierto y la escuché inhalar
bruscamente cuando la casa quedó a la vista. La reconocí por la foto de la madre de
Isabella que mi padre había tomado y se me hizo aún más familiar en persona,
recordando haberla visto cuando era un niño. Me detuve frente a ella, estacionando
detrás de un Mercedes negro que sabía era el coche rentado de Alec. Una mujer en el

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1321


porche miró hacia el vehículo pero rápidamente apartó la mirada cuando hice contacto
visual con ella, el movimiento me recordó exactamente como actuó Isabella la primera
vez que vino a vivir con nosotros.

Dejé el coche estacionado pero no lo apagué, dejando funcionando el aire


acondicionado. Agarré la mano de Isabella, mi toque la asustó e hizo que diera un
salto y gritara. Ella me miró frenética, su expresión casi horrorizada.

“No creo que…” Comenzó a decir, sacudiendo su cabeza furiosamente. Levanté mi otra
mano y suavemente cubrí su boca para que se detuviera, mirándola fijamente. No
quería que entrara en puto pánico por esto y necesitaba que se calmara de una puta
vez.

“Escúchame, y escúchame muy bien, tesoro,” le dije, mi tono completamente serio.


“Estamos a punto de salir de este coche y entrar a ese lugar, y sé que esta mierda no
va a ser fácil para ti. Te va a hacer recordar mierdas que pasaron y eso te va a doler.
Lo sé por experiencia porque cada maldita vez que he regresado a Chicago y he
caminado por el callejón en dónde mataron a mi madre, joder, por poco y me he
derrumbado. Pero siempre me he mantenido en pie, porque no podía permitir que esos
hijos de puta me quebraran. Puede que quieras huir lo más lejos que sea posible de
este puñetero lugar, pero no puedes. No puedes permitir que estos pendejos controlen
tu vida, no puedes dejarlos que te derriben.”

Ella se me quedó mirando fijamente, asimilando mis palabras. “Joder, tú eres fuerte,
Isabella. Puede que ahora no lo sientas así, pero lo eres. Sobreviviste a esta mierda y
saliste más fuerte que nunca. Estos hijos de puta trataron de derribarte, pero no
funcionó porque tú sola te levantaste. ¿Te has visto últimamente? Eres una puta fuerza
de la naturaleza, Bella. Eres dura, apasionada e implacable, y no puedes permitir que
esta gente te afecte. Eso es lo que ellos quieren. Quieren quebrarte. Son viles y
asquerosos de mierda, y no puedes darles lo que quieren. No puedes rendirte ante
ellos.”

Lágrimas empezaron a caer de sus ojos pero el nerviosismo estaba desapareciendo y


siendo remplazado con determinación. Conocía esa expresión en cualquier lugar,
porque era la expresión que tenía su rostro cuando estaba determinada a hacer algo.
“Entonces, vamos a salir de este coche y vamos a entrar en esa jodida casa, y vamos a
decirles a esos hijos de puta que besen nuestros culos porque no pueden tocarnos. No
pueden tocarte, ninguno de ellos, y si alguna vez lo intentan, los voy a joder y lo digo
en serio. Tú eres mejor que ellos, Isabella. Eres más grande que esto. No dejes que te
quiebren. No dejes que se interpongan en tu camino. Vas a salir allá y a encontrar a tu
madre, y le dices que la amas porque tú te mereces esa maldita oportunidad. Tú
mereces poder decírselo, y esta vez no dejes que nada te detenga.”

Finalmente quité mi mano de su boca y apagué el coche, abriendo la puerta del lado
del conductor y saliendo sin decir una palabra más. Había dicho todo lo que podía

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1322


decir y si ella no salía de una puta vez después de eso, nunca lo haría. Podía haberla
consentido, y una puta parte de mí quería hacerlo, pero eso no la ayudaría. Tenía que
encontrar la fuerza y coraje dentro de ella para esta mierda, y no solo apoyarse en mí
para que yo la rescatara. Tenía fe en que ella podía hacer esa mierda.

Su puerta se abrió y ella salió tímidamente, sus ojos escaneando la propiedad. Gemí
cuando el calor me golpeó, el sol brillaba con fuerza y casi me deja ciego. Metí la
mano en el coche y saqué mis lentes de sol, poniéndomelos antes de empezar a
desabrochar mi camisa de manga larga color verde. Estaba arremangada hasta los
codos pero todavía estaba demasiado caliente para llevarla.

“Mierda, hace calor,” espeté, quitándome la camisa y quedándome solo con la


camiseta interior sin mangas. La arrojé dentro del coche cuando Isabella me miró y me
dio una suave sonrisa.

“No está tan mal,” dijo en voz baja. La miré con incredulidad.

“Si tú lo dices. Joder, estoy a punto de incendiarme aquí,” le dije, negando con la
cabeza. Me agaché y agarré mi arma de debajo del asiento, revisándola dos veces
para asegurarme que estaba cargada y que el seguro estaba puesto.

“¿Vas a llevar tu arma?” Preguntó vacilante, mirándome sorprendida. Asentí y la


deslicé dentro de la cintura de mi pantalón.

“Mejor prevenir que lamentar,” le dije, cerrando la puerta del coche. Me acerqué a ella
y cerré su puerta, de pie frente a ella y mirándola a la cara. Ya no se veía
necesariamente asustada, pero definitivamente estaba ansiosa. “¿Estás lista?”

“Tan lista como puedo estarlo,” dijo, asintiendo con vacilación.

Sonreí y la envolví en mis brazos. “Esa es mi chica,” le dije, inclinándome y


presionando suavemente mis labios en los suyos. Se puso de puntillas y me devolvió el
beso apasionadamente, levantando sus brazos y envolviéndolos alrededor de mi
cuello.

“Estás sudando,” me dijo, sus dedos recorriendo el cabello de mi nuca.

“Te lo dije, está caliente como el infierno,” le dije, sacudiendo la cabeza.

“Es el infierno,” ella dijo. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y me eché a reír,
alucinado de que ella hubiera dicho eso. Había tenido la misma maldita idea la noche
anterior mientras conducía, pero el que ella lo dijera era sorprendente.

“Joder, acabas de maldecir,” le dije en broma. Su ceño se frunció.

“Infierno no es una maldición,” me dijo.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1323


“Sí, lo es,” le dije, asintiendo con la cabeza. Negó, mirándome fijamente.

“No lo es. Está en la Biblia, Edward. Si pasaras más tiempo leyéndola y menos tiempo
arrancando sus páginas, tal vez lo sabrías,” dijo sarcásticamente. Me le quedé
mirando asombrado y me seguí riendo.

“No puedo creer que me hayas dicho eso,” le dije divertido, empujándola en juego. Ella
se echó a reír y se sonrojó cuando la atraje hacia mí, besándola de nuevo. Ella empezó
a devolverme el beso cuando una puerta se azotó, su cuerpo se puso rígido al momento
que sus oídos registraron el sonido. Me aparté de ella y levanté la vista hacia el porche
para encontrarme a un hombre de mediana edad con cabello y ojos oscuros. Él era un
extraño para mí, que pudiera recordar, nunca antes lo había visto, pero sus ojos y nariz
me eran muy familiares. Eran unos ojos que conocía muy bien y una nariz que
recordaría en cualquier lugar. Eran rasgos que me recordaban a mi chica, y al
momento en que esa idea se registró, una ira intensa se apoderó de mí. Apreté mis
manos en puños mientras contenía mi temperamento, luchando contra el impulso de
atacar. Nunca antes había sentido un odio tan intenso por alguien.

Isabella estaba temblando en mis brazos y bajé la vista hacia ella, viendo que su
inquietud volvía pero seguía manteniéndose en pie. Me agaché de manera que mis
labios estuvieran junto a su oído.

“¿Si este es el infierno, eso significa que él es el diablo?”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1324


"No hay nada como volver a un lugar que permanece sin cambios para descubrir
cómo has cambiado tú." Nelson Mandela.

Isabella swan
Traducido por Betzacosta

En el momento en que escuché el golpe de la destartalada puerta mosquitera, mi


cuerpo se puso rígido cuando el temor me golpeó. Edward y yo estábamos en medio de
un beso y se apartó de mis labios con rapidez para mirar hacia el porche. Sin
embargo, mantuve los ojos cerrados, sin necesidad de mirar para saber quién era. Mi
cuerpo y mi mente todavía estaban en sintonía con todo, las vistas y sonidos de
Phoenix aun arraigados en mí. Siempre había sido capaz de decir quién se estaba
yendo o llegando en base a la forma en que la puerta sonaba, y por lo que acababa
de oír, sabía exactamente quién estaba parado en el porche sin siquiera dar una
mirada en esa dirección.

Edward no me soltó, pero podía sentir que su cuerpo se tensaba y sus manos se
apretaban en puños. Abrí los ojos vacilantes hacia él, mi cuerpo temblaba más
fuertemente cuando alcancé a ver por mi periferia la forma de pie en el porche. Edward
volvió la cabeza para mirarme, con una expresión de enojo en su rostro y profunda
preocupación en sus ojos.

"Si esto es el infierno, ¿significa eso que él es el diablo?" Susurró, inclinándose de


modo que sus labios estuviesen justo al lado de mi oído. Suspiré y asentí, un escalofrío
corriendo por mi espalda cuando sentí su aliento contra mí.

"Se podría decir que sí," dije en voz baja, con la voz temblorosa. Edward suspiró y me
frotó la espalda suavemente.

"Bueno, entonces, es bueno que el diablo no nos asuste, ¿eh?" Dijo con confianza,
rompiendo el abrazo y agarrando mi mano, entrelazando nuestros dedos. Finalmente,
volví la cabeza y miré hacia el porche, encontrándome con los ojos de Charles
inmediatamente. Lo miré fijamente, aturdida porque parecía completamente igual.
Casi había pasado un año desde la última vez que puse un pie en esta propiedad pero

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1325


mirando a Charles de pie en pantalones de color caqui y una camisa abotonada, hacía
parecer como si no hubiese pasado el tiempo en absoluto. Lucía exactamente como lo
recordaba…

Tenía una expresión de sorpresa en su rostro y yo seguía mirándolo, tratando de


obtener una lectura sobre su estado de ánimo. Siempre había sido buena en averiguar
cómo se sentía Charles y en ese momento parecía estar completamente impresionado
por mi presencia. Inmediatamente me pregunté si incluso había sido informado de que
estaría aquí, su expresión me decía que era probable que no lo hubiese sido. Frunció el
ceño después de un momento y me di cuenta que la confusión se extendía mientras me
miraba a los ojos. No tenía ningún sentido al principio, porque él tenía el mismo
aspecto pero sin duda no estaba actuando como siempre lo había hecho. Me di cuenta
rápidamente de que la razón por la que no estaba actuando de la misma forma era
porque yo tampoco lo hacía.

Charles nunca nos había permitido mirarlo. Fuimos entrenados para mantener la
cabeza hacia abajo y los ojos en el suelo siempre que fuera posible, era visto como
desobediencia cuando él nos pillaba mirando. Me había llevado un tiempo ser capaz
de mantener contacto visual con cualquiera después de ir a vivir con los Cullen, pero
ellos insistieron en que en el mundo real eso era una señal de respeto. Yo había sido
golpeada y castigada muchas veces a lo largo de los años por hacer exactamente lo
que estaba haciendo de pie en el porche, pero ese hecho no parecía disuadirme en
absoluto. Cuanto más lo miraba, más parecía que el miedo disminuía. Él no podía
tocarme. Él no podía hacerme daño nunca más. Él no ejercía ningún poder sobre mí y
no lo poseería de nuevo.

Continuamos mirándonos el uno al otro en un tenso silencio, solo rompiendo el


contacto visual cuando la puerta detrás de él se abrió y él tuvo que apartarse. Alec
salió al porche y nos miró a Edward y mí, asintiendo en señal de saludo.

"Edward, Isabella," dijo. "Es bueno verlos de nuevo”.

"Tío Alec," dijo Edward, su voz plana pero todavía podía sentir la tensión en su cuerpo.
Era obvio que estaba molesto y luchando para mantener su temperamento bajo control.

"Alec, señor," dije en voz baja.

"¿Están disfrutando de su viaje?" preguntó Alec, mirándonos. Mi frente se arrugó ante


la despreocupación de la pregunta y Edward asintió.

"Supongo. Fue un maldito largo viaje pero aparte de eso ha ido bien," dijo Edward.
"Bueno, excepto el hecho de que está caliente como el infierno en este hijo de puta
lugar. No sé cómo coño tú lidias con esto, y estás aquí afuera en pleno calor usando un
maldito traje. Cristo, me siento como si estuviera siendo hervido vivo o algo así.”

Sonreí involuntariamente por sus quejas y Alec se rió ligeramente. "No es tan

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1326


insoportable. Cuando creces en estas condiciones tu cuerpo se adapta a ello. ¿No es
cierto, Isabella?"

"Sí, señor," le dije en voz baja. "El calor no es..." Tenía la intención de afirmar que no
era tan malo, pero fui interrumpido por fuertes pisadas corriendo por la casa y la
puerta principal siendo abierta de golpe.

"¿A dónde fue Clara?" escupió Jane mientras salía, su voz aguda. Llevaba un vestido
rojo sangre y un par de zapatos de tacón a juego, con el cabello peinado hacia atrás
en un moño y con una mueca en su cara. "Voy a sacarle a esa perra los dientes a
golpes." Me estremecí por instinto, el terror corriendo a través de mí de inmediato por su
hostilidad. Mi corazón comenzó a golpear con fuerza mientras ella se quedaba inmóvil
en el porche, con el rostro retorciéndose en una expresión de confusión y disgusto
cuando me vio. La miré con aprehensión y ella me miró fijamente, obviamente
disgustada por mi presencia.

"¿Qué diablos?" Escupió, mirando airadamente. Estaba claro que definitivamente no


había sido advertida de antemano que iba a venir.

"Jane, te acuerdas de Isabella," dijo Alec casualmente, volviéndose para mirar a su


hermana. "¿Y en verdad alguna vez has tenido la oportunidad de conocer a mi sobrino
Edward, el menor de los Cullen?"

La expresión de Jane cambió inmediatamente de odio a shock con los ojos muy
abiertos, una expresión de alarma instaurándose en su cara. Me sorprendió, porque
nunca la había visto lucir de esa manera antes. Sus ojos se dirigieron hacia Edward y
jadeó mientras el color desaparecía de su rostro. Ella parecía confundida y
completamente atónita, negándose a apartar los ojos de Edward.

"Fantasma," murmuró con una voz llena de pánico, girando y corriendo de nuevo hacia
la casa. Mi frente se arrugó y me sorprendió porque era claramente italiano, pero
nunca la había oído hablar una sola palabra en todos los años en que la había
conocido. Charles parecía igual de sorprendido por el comportamiento de su mujer,
mirando a la puerta por la que acababa de desaparecer con desconcierto. Volví la
cabeza para mirar a Edward, mirando de reojo a Alec en el proceso. Tenía una sonrisa
en los labios y una expresión divertida en su rostro que insinuaba que podía no estar
tan desconcertado como nosotros.

"¿Acaba de llamarme un puto fantasma?" preguntó Edward con confusión. Alec se


encogió de hombros.

"Lo hizo, pero estoy seguro de que eres consciente de que ella no es exactamente la
persona más cuerda alrededor. De hecho, ella es realmente muy inestable," dijo. "¿No
es eso cierto, Isabella?"

Me quedé helada y lo miré fijamente, atónita de que me preguntara tal cosa y estuve

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1327


aún más sorprendida cuando me di cuenta de que en realidad esperaba una
respuesta. Se quedó mirándome inquisitivamente, esperando pacientemente a que
respondiera.

"Eh... sí, señor," le dije en voz baja, sin saber si debía de admitir la verdad o no, porque
Alec todavía me ponía nerviosa. Él asintió y se volvió para mirar a Charles, que nos
estaba mirando de nuevo a Edward y a mí con una expresión de asombro en su rostro.

"¿Vas a invitar a los chicos a entrar, Swan, o tienes la intención de permitir que mi
sobrino continúe quemándose?" preguntó Alec deliberadamente después de un
segundo. "Estás siendo muy grosero con mi familia. Los invité aquí bajo la impresión de
que recordabas cómo ser hospitalario".

Charles apartó la mirada de nosotros rápidamente ante las palabras de Alec,


asintiendo con una expresión de asombro en su rostro.

"¡Oh, sí! ¡Lo siento! Por supuesto, adelante," dijo a la vez, caminando y abriendo la
puerta mosquitera. Edward suspiró y se dirigió hacia el porche, el sudor acumulándose
a lo largo de su piel y el rubor en sus mejillas me decía que sin duda necesitaba
refrescarse en el aire acondicionado, pero no había manera de que yo pudiera caminar
dentro de la casa todavía.

Sintió mi resistencia y se detuvo, volviéndose a mirarme inquisitivamente. "Ehm...


necesito algo de tiempo," murmuré. "Unos minutos, si eso está bien".

Él asintió, vacilante. "Puedes tener todo el tiempo que necesites. Este es tu show, tesoro.
Tú estás tomando las decisiones aquí. Si quieres irte, me lo dices y lo haremos."

Sonreí suavemente y negué con la cabeza. "No quiero irme. Es que no estoy lista para ir
dentro. Yo, eh..." Eché un vistazo alrededor de la zona rápidamente, mis ojos
escaneando la propiedad. "Mi madre".

Una mirada de comprensión cruzó por su cara y él asintió. "¿Sabes dónde podría
estar?" me preguntó, alzando las cejas inquisitivamente.

"Tengo una idea de dónde. Supongo que ella no sabe que estoy aquí ya que nadie más
parecía estar esperándome," le dije, mis ojos continuaron explorando el terreno a mi
alrededor. Si nada había cambiado realmente en la residencia de los Swan como
sospechaba, había probabilidades de que ella estuviera detrás de la casa trabajando,
ya que no estaba en el jardín.

"Sí, lo he notado. No puedo creer que Alec no lo hubiera dicho, maldición,” dijo,
sacudiendo la cabeza.

"Parece que le gusta dar órdenes aquí," le dije, sonriendo ligeramente. "Por lo general
Charles es el que da órdenes a la gente. Fue algo agradable ver lo contrario."

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1328


Edward se rió entre dientes. "Sí, Alec es la única conexión de la familia de Charles con
el Borgata, ya que nunca fue incluido personalmente. Él depende mucho de Alec para
que sus puñeteros negocios prosperen como para molestarlo. Además, ya sabes... no
hay nadie tan estúpido como para joder con Alec, de todos modos. Él puede ser un
aterrador hijo de puta.”

"Sí. Trataba a tu padre de la misma manera," le dije. "Nunca había visto a Charles
tener miedo de nadie ni de nada hasta el día en que el doctor Cullen vino a buscarme.
Fue inesperado así que realmente no sabía qué pensar de tu padre. En cierto modo me
sentí feliz de que Charles fuera quien estuviera aterrado por una vez, pero al mismo
tiempo eso me asustó aún más. No me podía imaginar la clase de hombre al cual
estaba siendo vendida si alguien como Charles le temía".

"Sí, bueno, alguien tiene que poner ese hijo de puta en su lugar," dijo Edward, negando
con su cabeza mientras pasaba sus manos por su cara. Su rubor crecía, el sudor
prácticamente saliendo de él. "Es probable que solo temía que mi papá lo liquidara
como lo hizo con su padre".

Mi ceño se frunció en confusión por su declaración. "¿El padre de quién?" le pregunté.


Edward me miró con sorpresa.

"¿Qué?" preguntó, pareciendo sorprendido por mi pregunta, por alguna razón.

"¿Al padre de quién el doctor Cullen liquidó?" Le pregunté, sin entender lo que estaba
hablando. "¿Y qué significa liquidar?"

Me miró por un segundo antes que de la comisura de sus labios apareciera una
pequeña sonrisa. "Es una larga historia, no te preocupes por eso," dijo, negando con la
cabeza. Su voz tenía un tono nervioso y lo miré fijamente por un segundo, sin saber por
qué parecía tan reacio a responder esa pregunta. Estaba a punto de presionar para
que se explicara, pensando tal vez que era una historia embarazosa ya que él estaba
nervioso sobre decírmelo, pero una fuerte conmoción que sonó cerca me detuvo antes
de que pudiera decir cualquier palabra. Salté y grité, sorprendida por la interrupción, y
di la vuelta rápidamente.

Me congelé el momento en que vi la forma, mi ritmo cardíaco aumentando


inmediatamente mientras mi respiración se detenía. Mi madre estaba de pie en la
esquina de la casa, a sus pies había un montón de cubos de metal y herramientas que
ella acababa, obviamente, de dejar caer. Solo se me quedó mirando boquiabierta con
una mirada de incredulidad en su rostro, su expresión casi igualando a la que Jane
había puesto hace unos momentos.

Se veía como si hubiera visto un fantasma.

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A diferencia de Charles, lucía completamente diferente de lo que recordaba. Su
cabello oscuro tenía grandes mechones grises y tenía arrugas que recubrían su rostro
que la hacían parecer mucho más allá de sus meros treinta y cuatro años. Ella estaba
usando una camiseta gris arrugada y sucia que prácticamente se tragaba su pequeño
cuerpo y un par de pantalones cortos desgastados y viejos que exponían un conjunto
de piernas sorprendentemente delgadas. Mi madre siempre había sido delgada por la
forma en que nos vimos obligadas a vivir, pero ahora estaba mucho más que eso.
Estaba frágil y parecía completamente enferma, la piel opaca y ligeramente
descolorida. Tenía bolsas oscuras bajo los ojos hinchados que me recordaban al
doctor Cullen y me hizo preguntarme si alguna vez dormía bien. Parecía
completamente desgastada, una cáscara de sí misma sin ninguno de los rastros de
vida que habían estado presentes en sus ojos.

Me pudo haber estado mirando como si yo fuera una aparición, pero era ella la que
realmente parecía un fantasma.

"¿Isabella?" Dijo vacilante, con la voz quebrada cuando pronunció mi nombre. El


sonido de su voz envió un dolor que rasgaba a través de mi pecho, tan intenso que me
hizo borrosa la visión debido a las lágrimas. Un sollozo escapó de mi garganta y retiré
la mano de Edward rápidamente para cubrir mi boca. Ella se quedó sin aliento cuando
comprendió que en realidad era yo, que no era simplemente un producto de su
imaginación, y dio un paso adelante. Su movimiento rompió mi postura y mis pies
comenzaron a moverse por su propia voluntad, mis piernas frenéticamente me llevaron
directamente hacia ella.

Corrí sin dudarlo y ella abrió los brazos hacia mí, dando unos pasos hacia adelante.
Mi cuerpo chocó contra el de ella con tanta fuerza que se tambaleó hacia atrás,
perdiendo su equilibrio. Envolvió sus brazos alrededor de mí con fuerza mientras caía
sobre su trasero, su abrazo fuerte a pesar de su frágil cuerpo. Me caí al suelo con ella y
empecé a sollozar, enterrando la cara en su cuello.

"Isabella," dijo histéricamente. "¡Oh, Dios, mi niña!" Ella comenzó a sollozar y sus
manos frenéticamente viajaron por mi espalda y corrieron a través de mi cabello
mientras me aferraba a ella con fuerza.

"Mamá," me quedé sin aliento, la palabra saliendo como un gemido agudo. Ella dejó
escapar un sollozo y se agarró a mí con más fuerza.

"Realmente eres tú," dijo con incredulidad. "¡Estás realmente aquí!"

"Sí," me atraganté. "Estoy aquí, mamá."

Se apartó del abrazo para mirarme, sus ojos llenos de lágrimas. Parecía
completamente asombrada mientras sus ojos recorrían mi cara frenéticamente,
estudiando mis características.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1330


"Estás aquí," repitió. "Oh, Dios. ¿Por qué estás aquí? ¡No deberías estar aquí, nunca
deberías haber vuelto aquí! ¡¿Por qué te han traído aquí?! ¡Tienes que irte! ¡No estás a
salvo aquí, Isabella!" Su voz se hizo frenética, el pánico asentado en sus ojos. Ella
levantó sus manos y tomó mis mejillas, mirándome fijamente a la cara.

"Está bien, mamá," le dije rápidamente, negando con la cabeza mientras trataba de
contener las lágrimas. "Estoy bien, lo juro. Estoy segura. Nadie va a hacerme daño".

"¡No puedes estar segura!" dijo con ansiedad. "Jane, Charles... ya sabes cómo son."
Levanté mis manos y las puse en las de ella sobre mis mejillas, tratando de darle una
sonrisa a través de mis lágrimas. No quería que se preocupara por mí, ya que era
completamente innecesario.

Edward me mantendría a salvo.

"No te preocupes, no van a dejar que Jane o Charles me lastimen. Te juro que estoy
bien. Me trajeron aquí para que pudiera verte," le dije, tratando de explicarle para que
se calmara. Ella me miró con sorpresa, alejando sus manos de mi cara.

"¿Está tu amo aquí por negocios?" preguntó.

Negué con la cabeza. "No, te lo acabo de decir. Me trajeron aquí porque quería verte,"
le dije.

"¿Estás aquí para hablar conmigo?" Preguntó con sorpresa, sus manos explorando mi
cara y pasándolas a través de mi cabello mientras me miraba. "No lo entiendo. ¿Por
qué harían eso? Tiene que ser un truco, ¿estás segura de que lo entendiste
correctamente? No tiene sentido que un amo lleve a su esclavo a visitar personas,
corazón”.

Sonreí suavemente y fui a hablar, con ganas de explicarle que no era así con los
Cullen, pero ella jadeó en voz alta y se congeló antes de que pudiera pronunciar una
palabra. Una expresión horrorizada retorció sus rasgos, y mi ceño se frunció
confundida por el miedo y el horror que se apoderó de su rostro.

"Oh, Dios. ¡Oh no, nena! No No No No No," repetía, las lágrimas corrían más rápido
cuando comenzó a sollozar en voz alta. "¿Cómo pueden hacerle esto a mi hija? ¿Por
qué? Lo siento mucho, Isabella. ¡No puedo creer que hicieran esto!"

La miré fijamente en shock, perpleja en cuanto a lo que ella deliraba hasta que puso su
mano contra el costado de mi cuello. Mis ojos se abrieron con horror cuando se me
ocurrió que había visto la marca que Edward había dejado accidentalmente en mi piel,
su mente suponiendo, naturalmente, lo peor. Yo había visto esos tipos de marcas en
ella toda mi vida, recordatorios repugnantes de los castigos nocturnos de Charles.
Comenzó a lamentarse y sostuve su mano, mi corazón latiendo con fuerza.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1331


"No, mamá. No es como crees, ¡te lo juro! ¡Ellos no me hacen daño!" Le dije
rápidamente, mi voz fuerte a causa de mi pánico. La confusión cruzó por su cara y su
ceño se frunció, sus ojos moviéndose entre la marca de mi cuello y yo.

"¡No me mientas, Isabella Marie!" Dijo histéricamente. "¡Puedo verlo y sé exactamente


qué es!"

"Sé que está ahí, lo vi. Pero te juro que no es así. Te lo dije, no me lastiman. Ellos nunca
dañarían a alguien de esa manera," le dije. "Edward dejó accidentalmente la marca en
mí, no quiso hacerlo."

Su ceño fruncido. "¿Quién es Edward?" me preguntó a la vez.

"Él es el hijo del doctor Cullen," le dije.

"¿Y él te hace eso a ti? ¿El hijo de tu amo? Oh Dios, Isabella," exclamó.

Mis ojos se abrieron en estado de shock. "No, mamá, ¡Edward nunca me haría daño! Sé
que él me dejó la marca, pero no es así, te lo dije. Lo amo, mamá," le dije.

Se quedó helada y me miró, parpadeando rápidamente mientras lágrimas brotaban de


sus ojos. "¿Lo amas? ¡Oh, no, esto es malo! Niña, esto es peligroso. No puedes
enamorarte del hijo de tu amo, y si se entera ellos van a hacerte daño. Nunca puedes
dejar que ellos lo sepan, ¿me oyes?"

"Detente, mamá," le dije con fuerza, su pánico haciendo que mi propia ansiedad
estallara. Mis ojos me escocían de tanto llorar y extendí la mano para limpiar las
lágrimas. "Él ya sabe que lo amo. Él me ama, también".

Ella parecía completamente estupefacta. "¿Él te ama?" preguntó con incredulidad.

"Sí, lo hace. Él me quiere de verdad, mamá. Ha sido increíble conmigo, mejor de lo que
imaginaba. Él es quién me trajo aquí para que pudiera verte," le dije rápidamente,
volviendo la cabeza mirando alrededor. Miré hacia el coche, al instante
preguntándome adónde había ido ya que él había estado allí de pie conmigo no hace
mucho.

"¿Cómo?" Preguntó ella, negando con la cabeza. "¿Cómo puede ser? Quiero decir,
Isabella... él es..."

"Es maravilloso," la interrumpí, sin saber exactamente lo que estaba a punto de decir,
pero sabiendo que no importaba, porque no sería correcto. "Es muy cariñoso y me trata
como si fuera algo para ser atesorado. Ha hecho más por mí que lo que nunca imaginé
posible. Él me quiere de verdad, mamá, y me está dando una vida. Una vida real".

Ella me miró en silencio mientras procesaba lo que había dicho. "¿Una vida?" preguntó
vacilante, consiguiendo secarse las lágrimas.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1332


"Sí," le respondí, sonriendo. "Una vida real. El tipo de vida que siempre quisiste que
tuviera, mamá. Edward me la ha dado."

"¿Libertad?" preguntó ella en voz baja. Asentí en respuesta.

"Libertad," repetí.

Nos sentamos en el suelo durante unos minutos más, ninguna de los dos hablando
después de que eso fue dicho. Era una palabra simple pero la connotación nos dejó un
tanto asombradas. El pánico disminuyó y la expresión que había visto mientras crecía
pero que faltaba cuando llegué empezó a regresar lentamente... esperanza.

Con el tiempo, me levanté del suelo y tendí la mano para ayudar a mi madre.

"Esa ropa es muy bonita," dijo en voz baja, mirándome. "Espero que no se enojen
demasiado porque la hayas ensuciado. Puedes echarme la culpa..."

Suspiré y bloqueé sus manos mientras trataba de tocarlas y quitarle la suciedad.

"No importa," le dije seria. "Te lo dije. Son diferentes".

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos de nuevo por la declaración, y ella
parecía como si estuviera a punto de decir algo, pero el estruendo de la puerta
mosquitera, que se abrió y se cerró de golpe la hizo callar antes de que pudiera abrir
la boca. Miré y vi a Charles en el porche, y mi corazón empezó a latir con fuerza
automáticamente al verlo. Por el rabillo de mi ojo, vi como mi madre se tensaba al ver a
Charles acercarse, sus ojos enfocados directamente en nosotras.

"Renée," dijo, el sonido de su voz causando que mi madre saltara. Me recordé siempre
haciendo lo mismo cada vez que él decía mi nombre, sabiendo que nunca nada bueno
venía del amo fijándose en ti.

"Lo siento, señor. Sé que se supone que tengo que estar afuera en el jardín. Me voy
ahora," dijo a la vez, agachándose y comenzando a recoger las cosas que habían
caído al suelo. Charles levantó su mano con rapidez con el fin de detenerla e
instintivamente me estremecí ante su repentino movimiento.

"No, no es por eso que estoy aquí. No me interrumpas," dijo con severidad. "Isa... eh,
ella está aquí con los huéspedes, así que a menos que algo urgente suceda, estoy
seguro de que los otros pueden manejar el trabajo en estos momentos."

Ella lo miró con confusión mientras mis ojos se abrieron en estado de shock porque él
estaba permitiendo que ella pasara tiempo conmigo. Eso no se parecía en nada a
Charles, ya que él no tenía un hueso compasivo en su cuerpo, pero tuvo sentido, un
momento después, cuando Alec salió de la casa. Él estaba hablando en voz baja en su
teléfono celular y echó un vistazo hacia nosotros, con una pequeña sonrisa en sus
labios. Charles se volvió hacia Alec, quien le dio una mirada inquisitiva. Charles

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asintió y se volvió, refunfuñando por lo bajo mientras se dirigía a la casa. Alec negó
con la cabeza y siguió sonriendo, y me dio una rápida mirada mientras colgaba el
teléfono.

"Edward me pidió que te hiciera saber que está dentro, por si lo necesitas. Le aseguré
que tú estarías bien pasando la tarde a solas con tu madre, pero ya sabes cómo puede
ser él," dijo Alec. Asentí con la cabeza.

"Sí, señor", le dije, sonriendo suavemente. "Gracias, señor Evanson".

"Son bien recibidas, Isabella," dijo, con una mirada de sorpresa en su cara ya que yo le
había dado las gracias. Me di cuenta que en realidad nunca le había dado las gracias
antes y me sentí culpable porque él ha hecho mucho por mí. Quería expresar mi
gratitud por todo, pero una parte de mí tenía miedo de que lo rechazara porque en
verdad no estaba haciendo nada de eso por mí y que él realmente no le importaba lo
que me pasará. Me miró por un momento antes de mirar a mi madre. "Renée". Él asintió
rápidamente a modo de saludo y se dirigió de nuevo a la casa. Miré a mi madre y vi la
sorpresa en su rostro.

"No puedo creer que hables con él," dijo ella, con claro asombro en su voz. "Él nunca
habla con la gente. Siempre ha sido más o menos atemorizante cuando está cerca, ya
lo sabes. "

"Lo sé," dije, recordando cómo todos nosotros solíamos asegurarnos de que nunca nos
cruzáramos en su camino cuando él venía. Realmente nunca me había encontrado
cara a cara con él en todo el tiempo que había estado en Phoenix, a menos que
contara los encuentros donde me llevaron para castigarme cuando él estaba presente.
"Pero él no es tan malo como siempre hemos pensado. Él es frío pero no es realmente
malo. En realidad él es uno de los principales que ayudó a liberarme".

Ella me miró con estupor. "¿Él?" preguntó. Asentí.

"Sí, él," respondí con una sonrisa. "Él es el tío de Edward, ya sabes."

Ella asintió, vacilante. "Sí, me acuerdo de que su esposa es la hermana del hombre que
te compró".

"Esme," le dije. "Ella es agradable, también."

"¿En serio?" preguntó mi mamá con sorpresa. "¿Ves a todas estas personas a dónde
estás?"

"No muy a menudo," le dije con un encogimiento de hombros. "Esme ha venido de visita
dos veces, una en Navidad y otra hace dos meses para el cumpleaños de Edward,
cuando Jasper y Emmett estaban graduándose de la escuela secundaria. El señor
Evanson fue esa vez. Fue entonces cuando él respondió por mí, porque no dejaron que

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lo hiciera el doctor Cullen".

Su ceño fruncido. "¿Qué?" Preguntó confundida. Me reí y sacudí la cabeza.

"Creo que debería explicarme mejor, ¿eh?" Le dije, al darme cuenta de que no tenía
idea de lo que estaba hablando. Ella asintió.

"Puedes empezar por el principio," dijo ella, apareciendo una sonrisa en la comisura de
sus labios.

Pasamos las próximas horas caminando por la propiedad mientras le contaba acerca
de la vida en Washington. Escuchó como describía a los Cullen para ella, explicando
cómo Jasper y Emmett habían llegado a ser como hermanos para mí y cómo había
encontrado amigas en Alice y Rosalie. La mayor parte de la conversación fue acerca de
Edward, detallé cómo nos habíamos enamorado y lo bueno que él era para mí. Le dije
todo lo que habíamos hecho y las experiencias que me había dado, desde el primer
trozo de chocolate en ese primer viaje al supermercado hasta el traerme a Phoenix
para verla.

Parecía fascinada mientras le hablaba de la celebración de Navidad, experimentando


con fuegos artificiales, e ir a un baile de escuela. Y ella quedó totalmente asombrada
mientras describía que aprendí a conducir y fui a presentar la prueba para un GED.
Ella se aferró a cada palabra que dije, y rara vez comentó nada de eso, en su lugar
simplemente escuchó atentamente. Me salté algunos detalles, como el incidente en el
que el doctor Cullen me castigó, y cuando James trató de violarme, porque no quería
que se preocupara. Esas cosas habían sucedido y era imposible borrarlas, pero no les
permitiría que estropeara todo lo bueno que había sucedido.

Le expliqué el procedimiento de Alec respondiendo por mí y lo que significaba, lo que


la sorprendió tanto como me había sorprendido. Eso significaba que podía algún día
ser libre de ir por el mundo y explorar mi propio camino en la vida. Era todo lo que mi
madre siempre había soñado para mí, y cuanto más hablaba, más parecía iluminarse.
La vida volvió a entrar en ella mientras le hablé de Edward y yo mudándonos a alguna
parte juntos e ir a la universidad, y sobre como eso algún día podría significar el
matrimonio y familia, si eso es lo que yo quería. Le dije que todo dependía de mí,
porque Edward me la había dado. Él me había dado la oportunidad de elegir mi futuro
y prometido que él iba a estar allí en cada paso del camino.

Estábamos de pie por el borde del jardín en un momento mientras ella removía algo de
tierra con sus pies descalzos, quitando un poco de maleza solitaria. Mi madre no podía
dejar de trabajar, incluso cuando se le dijo que no tenía por qué hacerlo, lo que me
recordó a como había sido yo cuando por primera vez me quedé con los Cullen.
Prácticamente les había suplicado que me dieran trabajo, incapaz de relajarme. Era
sorprendente lo mucho que había cambiado realmente en un corto período de tiempo,
la mayor parte ni siquiera me había dado cuenta hasta que estuve frente a mi madre.

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"Edward Cullen," me dijo mi madre en voz baja después de un momento, agachándose
para sacar una mala hierba. "Ese nombre me suena extrañamente familiar."

La miré con sorpresa, ya que caí en cuenta. "Oh, él ha estado aquí antes," le dije
rápidamente, dándome cuenta de que había dejado esa parte por fuera. "No sé si
alguna vez lo viste o si te acuerdas porque fue hace mucho tiempo. Éramos realmente
dos niños".

Me miró rápidamente con asombro, y sus ojos se abrieron cuando vieron más allá de
mi hombro a algo detrás de mí. Me di la vuelta rápidamente y me congelé cuando vi a
Edward acercarse. "Hablando del diablo," le dije, sonriendo. Él sonrió y negó con la
cabeza.

"Pensé que ya habíamos establecido que ese hijo de puta en la casa era el diablo,
tesoro," dijo en tono de broma.

"Es cierto," le dije.

"Cristo, él es un maldito idiota. Quiero decir, nunca lo he dudado ni nada, pero solo
dame un minuto a solas con él y esa perra de su esposa y haría de este mundo un
lugar mejor," dijo, sacudiendo la cabeza. "Pensé que Alec iba a patear mi puto culo un
par de veces por decirle esa mierda."

Mis ojos se abrieron por la sorpresa. "¿Qué dijiste?" Le pregunté.

Se encogió de hombros. "No lo sé, Bella, dije mucho. Le pregunté si le gustaría ser
pateado como él pateaba a la gente a su alrededor".

"¿Qué dijo?" Le pregunté.

"Ni una maldita cosa," dijo. "Es una especie de gamberro, ya sabes. Él jode a los que
son inferiores que él, pero no puede hacer frente a sus iguales." Se detuvo brevemente
mientras una expresión de pánico cruzó por su rostro. "Mierda, no quise decir eso.
Cristo, no estoy diciendo que ustedes sean inferiores a él ni esa mierda, o que yo soy
mejor que tú porque no lo soy. Tú eres mucho mejor que ese hijo de puta. Maldición,
tesoro, eres mejor que yo y te digo…"

Levanté mi mano rápidamente para cubrir su boca para que dejara sus divagaciones,
al igual que me había hecho a mí en el coche antes de que saliéramos, y oí a mi madre
jadear. Volví la cabeza para mirarla y quité mi mano rápidamente de la boca de
Edward como un acto reflejo, pero él me envolvió con sus brazos antes de que pudiera
alejarme.

"Creo que deberías presentarme a tu mamá y esa mierda, tesoro," dijo Edward,
inclinándose y besando mi cuello suavemente. Le sonreí y me sonrojé.

"Mamá, este es Edward. Edward, esta es mi madre, Renée," dije, sonriendo

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alegremente.

"Encantado de conocerte por fin," dijo Edward educadamente, sosteniendo su mano


hacia ella. Ella miró boquiabierta brevemente, pero la tomó después de un segundo,
sacudiéndola ligeramente.

"Edward Cullen," dijo ella, mirándolo en shock. Tenía la misma mirada en su cara que
había tenido la primera vez que me vio... lucía como si hubiera visto un fantasma.

"Sí, señora," dijo Edward. Sus ojos se abrieron aún más ante su cortesía, imagino que
nunca había sido llamado señora antes en su vida. Siguió mirándolo y liberó su mano,
el silencio llegando a ser casi incómodo. Me aclaré la garganta y estaba a punto de
hablar cuando ella rompió el silencio pronunciando una palabra que causó que tanto
Edward como yo nos tensáramos.

"Elizabeth," dijo en voz baja, sin dejar de mirar a Edward. De sus ojos empezaron a
brotar lágrimas y mi ceño se frunció en confusión ante su reacción.

"Ese era el nombre de mi madre," dijo Edward vacilante. Podía escuchar la ansiedad en
su voz.

"Lo sé," dijo mi madre, extendiendo su mano y limpiando una lágrima de su mejilla. "Te
ves exactamente igual a ella. Recuerdo cuando ustedes estuvieron de visita".

"¿Te acuerdas?" Le pregunté. "Me pregunto por qué no puedo recordarlo."

Edward se tensó aún más y mi madre siguió mirándolo. "Eras joven, cariño", dijo ella.

"Sí, pero me acuerdo de tu mamá," le dije, frunciendo el ceño. "Un poco, de todos
modos. Recuerdo que ella me dio una muñeca y que yo quería ser como ella, pero
luego ella simplemente desapareció. Supongo que no tenía ninguna razón para
regresar a Phoenix."

Mi madre cerró los ojos y negó con la cabeza. "No sé por qué no te acuerdas, Isabella.
Fue hace mucho tiempo, como dijiste. Yo solo la recuerdo cuidándote para que yo
pudiera trabajar en paz. Tú, eh... eras un poco traviesa en ese entonces." Ella volvió a
abrir los ojos y sonrió suavemente, pero había tristeza en su expresión.

"Ella sigue siendo traviesa," intervino Edward. "Me mantiene alerta." Me sonrojé y él se
rió de mi reacción.

"No me sorprende," dijo mi madre. "Ella tiene de vuelta su espíritu, lo puedo notar con
solo mirarla."

Mi rubor se intensificó y ambos rieron. Edward empezó a decir algo, pero una voz
detrás de nosotros lo hizo detenerse ya que todos nos volvimos a mirar a Alec.

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"La comida está lista," dijo. "Pensé que les gustaría saber, considerando que Edward se
quejaba de que se estaba muriendo de hambre cuando estaba dentro".

Rodé los ojos mientras Edward se reía entre dientes. "¿Qué? No he comido en todo el
día, maldición”.

"Ve a comer si tienes hambre, Edward," dije, negando con la cabeza.

"¿No vienes? Debes comer alguna maldita cosa, ya sabes. No has comido en todo el
día tampoco. Nos despertamos y salimos directamente hacia acá," dijo enfáticamente.
Le miré y negué con la cabeza.

"No voy a comer. No, si ella no puede," dije en serio. Él frunció el ceño y mi madre
suspiró.

"Ve a comer, Isabella," dijo ella. "Voy a estar aquí cuando hayas terminado, cariño".

Negué con la cabeza y la miré con el ceño fruncido. "No", dije.

"Y ella no puede comer... ¿por qué?" preguntó Edward, confundido. Suspiré mientras mi
madre le explicaba.

"Nosotros no comemos durante el día," dijo en voz baja. "El amo Charles generalmente
nos da de comer por las noches, pero nunca durante el día y definitivamente nunca con
ellos".

"Mierda, me olvidé de eso," dijo Edward. "Olvidé que te negabas a comer con nosotros
por eso. Eso es una pendejada. Tú debes ser capaz de comer cuando jodidos quieras."

Podía escuchar su ira y sentir su tensión. "Está bien," dijo mi madre de inmediato,
obviamente sintiéndola también.

"No, no lo está," dijo Edward, dejándome ir. Dio media vuelta y se dirigió a la casa
rápidamente, sobresáltame.

"¿A dónde vas?" Le grité.

"Espera aquí," dijo enfáticamente. Mi ceño se frunció mientras empezaba a correr por la
casa, alcanzando a Alec en el porche. Ambos se detuvieron e intercambiaron palabras
antes de reírse y desaparecer en el interior.

"No puedo creerlo," dijo mi madre con una pequeña sonrisa en sus labios, sacudiendo
la cabeza.

"¿Qué?" Le pregunté mirándola con curiosidad.

"Estoy sorprendida de que sean ellos," dijo. "De todas las personas en el mundo, tú
terminaste con ellos. Supongo que no debería sorprenderme, pero lo estoy. Nunca supe

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el apellido de Elizabeth y nunca presté atención a quién era su marido, así que no
tenía idea de que esa era la familia con la que terminaste. No me hubiera preocupado
tanto desde que te has ido si hubiera sabido que terminaste con la familia de
Elizabeth”.

Asentí. "Parecía ser una mujer verdaderamente agradable. Es triste que muriera, le
dolió mucho a todos".

"¿Cuándo sucedió?” preguntó.

"Hace casi diez años," le dije, frunciendo el ceño. "Edward tenía ocho años. Ella fue
asesinada y ellos también le dispararon a él, pero por suerte sobrevivió."

El color desapareció del rostro de mi madre por mis palabras. "¿Sabes por qué la
mataron? ¿Quién la mató?" Preguntó vacilante.

Me encogí de hombros. "No sé, en verdad. El doctor Cullen dijo que había estado
indagando tratando de ayudar a alguien y terminó siendo asesinada por no ocuparse
de sus propios asuntos. Eso es todo lo que sé, a ninguno de ellos realmente les gusta
hablar de ello."

Ella asintió. "Es desgarrador".

"Lo es," le respondí. Las dos nos quedamos en silencio por un segundo antes de que la
puerta mosquitera se abriera de golpe. Miré hacia arriba y vi a Edward dirigiéndose
hacia nosotras con dos platos en la mano. Sonreí y negué con la cabeza mientras se
acercaba.

"Eres demasiado bueno para mí," dije en voz baja. Se rió entre dientes.

"Esa es mi línea, tesoro. Deja de robar mi mierda,” dijo en broma, y me entregó un


plato. Sostenía el otro hacia mi madre y ella solo lo miró con sorpresa. Ella no hizo
ningún intento de tomarlo de su mano por lo que lo hice yo.

"¿Los hiciste tú mismo?" Le pregunté, mirando la comida. Sabía que Clara estaba
todavía trabajando en la cocina y que nunca se atrevería a hacer un sándwich como el
que estaba en el plato. El pan estaba destrozado y lo cortó hacia abajo desde el centro
y no en diagonal como Charles exigía.

"Sí," dijo. "Puedo hacer un puto sándwich, sabes. No quería que la mujer en la cocina
tuviera que hacerlo, esa mierda no sería justa."

Sonreí, el orgullo bullendo dentro de mí. Lo más probable es que no fuera gran cosa
para él, ya que era solo un simple sándwich, pero significaba más de lo que podía
imaginar ya que él nunca había vivido la vida que nosotras habíamos vivido.

"Come, mamá," le dije con intención, empujando el plato hacia ella. Me miró con

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sorpresa y tomó el plato, vacilante, con las manos temblorosas, mientras sus ojos se
llenaron de lágrimas. La visión me causó un dolor que rasgó a través de mi pecho de
nuevo al recordar lo que se sentí ese primer día en Washington, cuando Jasper me hizo
un sándwich.

"Gracias," dijo entre lágrimas.

"No hay de qué. Es lo menos que podía hacer por la mujer que creó a esta hermosa
criatura," dijo, ahuecando mi barbilla con su mano. Se inclinó y presionó sus labios con
los míos suavemente, dándome un tierno beso. "Yo estaría perdido en este mundo sin
ella."

Me sonrojé de nuevo. "Siento lo mismo por ti," le dije en voz baja. Él se rió, asintiendo.

"Bueno. Ustedes dos vayan a sentarse en algún lugar y comer," dijo. Sonreí y fui a
sentarme justo donde estaba, pero él me agarró de mi brazo para detenerme. "¿No
puedes sentarte en un jodido sitio menos sucio?"

Lo miré con sorpresa. "¿Por qué? Ya estoy sucia," le dije mientras mi madre se echaba
a reír histéricamente. Ambos miramos hacia ella con confusión, preguntándonos qué
era tan gracioso.

"Tú le dijiste casi exactamente lo mismo a ella cuando los dos se conocieron por
primera vez. Menos el lenguaje soez, por supuesto," dijo ella, negando con la cabeza y
sonriendo con diversión. Estaba sorprendida y con el corazón cálido al ver una
expresión tan feliz en su cara. "Isabella fue a sentarse en el medio del jardín y la
detuviste, le preguntaste sí podía encontrar un lugar menos sucio."

"¿Lo hice?" preguntó Edward, sonriendo. "¿Cuál fue su respuesta?"

Mi madre se echó a reír de nuevo. "Que ella ya estaba sucia, así que no importaba".

Edward se rió junto con mi madre y me sonrió. "Sin embargo, es cierto. Estoy sucia, así
que un poco más de tierra no puede hacer daño." Me dejé caer en el suelo con un
resoplido y Edward negó con la cabeza.

"Me ensuciaste, también, ya sabes," dijo. Yo rodé los ojos.

"¿Planeas hacer tu propia colada?" Le pregunté, mirándole. Negó con la cabeza,


vacilante. "Bien entonces. No veo por qué te quejas".

Se rió entre dientes. "Porque no sería yo si no me quejo," dijo en tono de broma, en


cuclillas a mi lado. "Disfruten de sus sándwiches o lo que sea. Es lo mejor que puedo
hacer. Sabes que no puedo cocinar una mierda. Te amo".

"Te amo, también," le dije, sonriendo y sonrojándome. Se inclinó y me besó


rápidamente antes de levantarse y partir hacia la casa. Mi madre se sentó frente a mí y

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la miré, encontrando sus ojos. Tenía una expresión de satisfacción en su rostro, la
debilidad y el agotamiento era todavía evidente, pero ella parecía casi en paz en ese
momento y eso me tranquilizó.

"Él realmente te ama," dijo en voz baja, sonriéndome. Asentí.

"Lo sé," dije simplemente, cogiendo mi sándwich y tomando un bocado. "Y él no es una
persona perfecta, pero realmente lo intenta y eso lo hace perfecto para mí".

Comimos nuestros bocadillos y pasamos las próximas horas hablando más. Todo el
mundo nos dejó en paz hasta cerca del atardecer, cuando apareció Edward y Alec.
Alec estaba junto al porche cuando Edward se dirigió hacia nosotros. Sabía, basada
en su expresión, que se había acabado el tiempo y teníamos que irnos, pero la simple
idea de alejarme de mi madre me llenó de pavor. Mis ojos se llenaron de lágrimas y él
se detuvo a unos metros de distancia, con el ceño fruncido mientras me miraba.

"Te voy a dar un par de minutos, ¿de acuerdo?" Dijo suavemente. "Voy a estar en el
coche."

"Muy bien, gracias," dije en voz baja. Me despidió con la mano.

"No tienes que darme las gracias, tesoro," dijo, volviéndose para mirar a mi madre. "Ha
sido un placer. Nos veremos de nuevo, estoy seguro".

"Ha sido un placer conocerte, también," dijo ella. Se dio la vuelta y se alejó mientras me
levantaba, limpiando mi ropa. Realmente no me importaba si estaba sucia, pero
estaba nerviosa y lo hice por instinto.

Mi madre se puso de pie y me dio un abrazo, las lágrimas corrían de sus ojos, pero
tenía una sonrisa radiante en sus labios. Comencé a llorar mientras me abrazaba.

"Shhh, cariño, no llores," dijo ella en voz baja. "No te pongas triste. Este ha sido el mejor
día de mi vida, exceptuando el día en que naciste, por supuesto. No sabes lo mucho
que significa para mí verte así. ¡Qué feliz me hace verte tan feliz! Mi niña, tan
enamorada y con el mundo entero en tus manos. Era lo que deseaba para cada día de
tu vida y el hecho de saber que lo has encontrado ha hecho que todo el dolor y la
tristeza valiera la pena".

"Te amo, mamá," dije con voz ronca a través de mis lágrimas, apretándola con fuerza.

"Te amo, también, Isabella. Yo siempre lo he hecho. Te amo más que a nada en este
mundo. Quiero que vayas ahí afuera y vivas tu vida, mi niña. Sé la persona que
siempre te dije que podrías ser. Estás destinada a ser grande, lo digo en serio", dijo.

“Te extraño tanto," balbuceé, mi pecho dolorido por tener que dejarla de nuevo.

"También te extraño, pero siempre me tendrás. Voy a estar allí, en tu corazón, en cada

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paso del camino, cariño. El mundo es un lugar mejor contigo en él," dijo ella,
apartándose del abrazo. Me dio un beso en la frente y sonrió entre lágrimas. "Ahora ve.
Vete lejos de este lugar. Estoy tan feliz de verte, pero voy a ser aún más feliz sabiendo
que estás allí fuera viviendo."

Asentí y traté de hablar, pero las palabras se me agolparon en la garganta, un sollozo


escapó en su lugar. Ella dejó escapar un sollozo de su cuenta y se cubrió la boca con
rapidez, utilizando la otra mano para despedirme. "Ve", dijo de nuevo. "Él está
esperando. Él es donde se supone que debes estar, no aquí. No le hagas esperar”.

Asentí frenéticamente, tapándome la boca a medida que continuaba llorando, las


lágrimas inundando mis ojos y mi visión se volvió borrosa. Parpadeé rápidamente,
tratando de ver, y dudé el tiempo suficiente para que ella ladrara otro: "¡VE!" Di unos
pasos hacia atrás, dándole una última mirada antes de alejarme y correr directamente
hacia el coche. Ni siquiera miré a Edward mientras pasaba delante de él y entraba en
el asiento del pasajero. Cerró la puerta del coche y caminó alrededor hasta el lado del
conductor, encendió el coche mientras me acurrucaba y me rompía, llorando
incontrolablemente. Alargó la mano y suavemente acarició mi brazo, pero no habló
mientras comenzaba a alejarse de la casa.

Condujo en silencio a un hotel en el centro de Phoenix y nos registramos. Fuimos


directamente a la habitación y me quité la ropa, subí a la cama y me hice un ovillo.
Edward se desvistió y se deslizó a mi lado, envolviendo sus brazos a mi alrededor y
acercándome a él.

"¿Tesoro?" Dijo finalmente.

"Sí, Edward," dije en voz baja, tratando de ahogar mis sollozos.

"Yo, eh... mira, no tenía que decirte nada al respecto todavía, pero no puedo solo
quedarme sentado aquí mientras lloras toda la puñetera noche," dijo. Me di la vuelta
para mirarlo y él levantó la mano para limpiar mis lágrimas. "Mañana por la mañana
nos reuniremos con Charles y Alec en la oficina de un abogado aquí, en Phoenix, para
tener elaborar la documentación para hacer de ti una ciudadana de los EE.UU., para
que no tengas que seguir fingiendo una mierda. Quiero decir, tenemos que mentir en
algunos putos detalles, pero lo básico es verdadero. Él es tu maldito padre y él es un
ciudadano americano así que eso te hace una. Pero lo que sea, nos encargaremos de
eso en la mañana".

Lo miré con sorpresa mientras limpiaba más mis lágrimas. "¿Quieres decir que voy a
ser real?" Le pregunté. Se rió entre dientes.

"Tú ya eres real, tesoro. Pero sí, entiendo lo que estás preguntando. Existirás
legalmente, tendrás un certificado de nacimiento y número de seguro social y esa
mierda," dijo.

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"Wow," le dije, aturdida. "¿Es así de fácil?"

Rió de nuevo. "Una vez que consigues que todos cooperen para la mierda, es fácil. El
problema radica en lograr que ellos lo acepten. Tomó a Alec mostrarle quién era el que
mandaba para conseguir que tu imbécil padre accediera."

"Oh," dije, asombrada de que Charles estuviera dispuesto a hacer tal cosa. "¿Quieres
decir que él tiene que admitir que de hecho me procreó?"

Asintió. "Sí, lo hará. Pero lo que sea, como he dicho, nos ocuparemos de eso mañana.
Eso ni siquiera es lo que estaba tratando de decirte," dijo. Sonreí y asentí suavemente
para que continuara. "Esme está volando esta noche y se va a quedar contigo mañana
por la tarde cuando Alec y yo regresemos a la casa de los Swan."

Mi ceño se frunció en confusión. "Quiero ir," le dije rápidamente, interrumpiéndolo. Si él


iba a volver allí, yo quería ir a ver a mi madre. "Mi mamá..."

Su mano se levantó y me tapó la boca para silenciarme. La cerré rápidamente y se rió


entre dientes. "Esto se está convirtiendo en un hábito entre nosotros, ¿no es así?" Dijo en
broma. "Pero joder, cálmate, tesoro. Déjame terminar antes de que te me pongas
malditamente histérica. Vamos a volver allí porque Alec se va a llevar a tu mamá."

Mis ojos se abrieron en shock mientras retiraba su mano de mi boca. "¿Qué quiere
decir con que se la va a llevar?" Le pregunté frenéticamente.

"Está bien, quizás use una maldita palabra errónea. Él la va a retirar. O espera, tal vez
eso no es correcto tampoco. Quiero decir, él va a pagar una mierda por ella porque eso
es lo que tienes que hacer, tienes que pagar, pero no va a aceptar un puto ‘no’ por
respuesta, si sabes lo que quiero decir. Al igual que mi padre no hubiera tomado un
‘no’ por respuesta contigo," dijo. Lo miré con confusión, sorprendida por lo que estaba
diciendo.

"¿Qué estás diciendo? Quiero decir, ¿qué va a pasar con mi mamá?" le pregunté, no
comprendiendo del todo. El suspiró.

"Esme y Alec van a llevarla a Chicago para vivir con ellos," dijo vacilante. "Quiero decir,
ella no será realmente libre, pero ya has visto toda la mierda por la que tienen que
pasar para ser totalmente libre. Pero ella va a estar bien allí, ya sabes. Ellos se
encargarán de ella y no se verá obligada a hacer más mierda. Va a tener una buena
vida."

Lo miré y sentí las lágrimas fluyendo de nuevo. "¿Ellos van a llevarse a mi madre con
ellos?" Le pregunté, sabiendo que eso era exactamente lo que había dicho, pero con
ganas de escucharlo de nuevo para asegurarme de que entendí. Él asintió.

"Sí. Y quiero decir, tú podrás visitarla y eso. Sé lo que dijiste acerca de ir a la

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universidad en California y todo eso, y eso es genial, pero estoy pensando que tú
desearías en vez de eso mudarte cerca de ellos. No te llevaría a vivir a Chicago pero
podemos vivir cerca, al menos, como Em y Rose. Es solo como una hora o algo así,"
dijo. Una docena de emociones diferentes me golpearon con sus palabras, todo tan
intenso que me quitaba el aliento.

"¿Puedo tenerla en mi vida?" Le pregunté, tratando de contener la emoción que


amenazaban hervir dentro de mí. Él sonrió suavemente y asintió.

"Si eso es lo que quieres," dijo en voz baja. Mis ojos se abrieron en asombro y me faltó
el aire.

"¡Por supuesto que sí!" Grité, agarrándolo y enterrándome en su pecho. Él se rió y


envolvió sus brazos alrededor de mí, abrazándome con fuerza. Me tendí en sus brazos
y lloré, incapaz de contener la sonrisa en mi rostro ante la idea de tener realmente a mi
mamá en mi vida otra vez. La idea de que ella en realidad llegara a verme viviendo la
vida, el poder ser capaz de verla mientras vivía todos los sueños que tenía para mí.
Edward me sostuvo mientras yo lloraba, susurrando cosas dulces sobre nuestro futuro
mientras me quedaba dormida.

A la mañana siguiente la voz baja de Edward me despertó, abrí los ojos y vi que estaba
sentado en el borde de la cama con el teléfono apretado contra su oreja. Estaba
vestido y su cabello era de un tono más oscuro de lo habitual, por lo que me di cuenta
de que ya se había duchado. "Sí. No pude evitarlo, maldición, tuve que decirle. Cristo,
¿cuál es el maldito problema? Como si él pudiera negarse, no puede. Lo sé, lo sé. Lo
que sea". Se pasó una mano por el cabello y suspiró. "¿Entonces mi padre está bien?
Joder, he estado preocupado. Seguí tratando de llamarlo y no contestaba. Sí, lo sé.
Más vale prevenir que lamentar, lo que puta sea.”

Hizo una pausa y estiró su espalda mientras escuchaba a la persona en la línea, que
asumí era Alec en base a lo que estaba diciendo. "¿Así que saben sobre el médico?
Cristo, Alec. ¿Ellos se comieron esa mierda? Sí, eso es jodido. ¿Saben quién es la rata?
Porque no tengo ningún deseo de que llegue la maldita policía golpeando la puerta.
Sin embargo, me alegro de que vayan a sacar toda su mierda de ahí. Puedo respirar
más tranquilo sabiendo que no estoy viviendo encima de la puta unidad de
almacenamiento de la maldita mafia. Cristo, está bien, está bien. Estoy cerrando la
jodida boca, lo entiendo. Me ocupo de mis malditos asuntos."

Cambió de posición y me miró, congelándose cuando vio que mis ojos se abrieron. Una
sonrisa se dibujó en sus labios y se inclinó hacia abajo, besándome suavemente.

"Sí, ella acaba de despertar. Vamos a alistarnos y nos reuniremos contigo en una hora.
"Colgó y suspiró. "Un gran día, tesoro," dijo. "Tenemos que ponernos en marcha.”

Asentí y me senté. "Está bien," le dije, mi voz rasposa por lo que aclaré mi garganta.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1344


Salí de la cama y me dirigí directamente hacia el baño para tomar una ducha rápida.
Me vestí después, colocándome un par de vaqueros y una de las camisetas de Edward.
Él no había sido muy bueno empacado y yo ya estaba sin ropa, pero no dije nada
porque yo no había sido exactamente útil.

"¿Así que el doctor Cullen está bien?" Le pregunté mientras nos preparábamos para
salir. Suspiró y asintió, pasándose una mano por el cabello.

"Sí, supongo. Quiero decir, no se está divirtiendo ni nada, eso es malditamente seguro.
Están teniendo un montón de problemas y ellos tienen a alguien dentro del
departamento de justicia que dice que se enteraron de la ubicación de nuestra casa así
que es solo cuestión de tiempo antes de que vengan de visita. Están teniendo reuniones
de estrategia y rápidamente tratando de limpiar la casa de todos los rastros de la
actividad ilegal, moviéndolo a otro lugar. También es por eso que queremos
asegurarnos de hacer esta mierda hoy. No queremos que ellos aparezcan y hagan
preguntas sobre de dónde diablos vienes, ¿sabes?” Dijo.

Asentí, no comprendiendo del todo pero sabiendo lo suficiente como para darme
cuenta de que estaban en serios problemas. Edward me preguntó si estaba lista para
irnos y yo dije que sí, tomando su mano y saliendo. No se molestó en registrar nuestra
salida, diciendo que nos quedaríamos al menos una noche más antes de siquiera
considerar iniciar la marcha de regreso a Washington. Subimos al auto y condujo a
través de la ciudad, mi ansiedad aumentaba con cada segundo que pasaba.

En el momento en que se detuvo delante del enorme edificio en el centro de Phoenix, mi


corazón latía furiosamente y mi ansiedad estaba causando mi estómago se revolviera.
Edward apagó el coche y suspiró, dándose vuelta para mirarme. "Mira, vamos a tener
que negar a tu madre," dijo, frunciendo el ceño. "La manera más fácil para que esto
suceda es decir que estabas en un orfanato en Italia. Mi padre consiguió algunos
documentos oficiales del gobierno de allí a través de conexiones de la mafia italiana
que dicen que tú naciste y fuiste abandonada allí, y tenemos las pruebas de ADN para
demostrar que eres hija biológica de Charles Swan. Él es americano por lo que tú vas a
ser ciudadana por nacimiento, independientemente del lugar en que naciste".

Me quedé mirándolo, desgarrada por lo que acababa de decir. Me estaban dado una
identidad, pero al mismo tiempo esencialmente eliminaban lo único que alguna vez
había tenido realmente, negando la identidad de mi madre. Entendí la lógica de ello,
pero independientemente de ello, me dolió.

"Ella sigue siendo tu madre," dijo cuando yo no respondí. "Siempre será tu madre en
todos los sentidos, eso es lo que cuenta. Nosotros solo... ya sabes, solo tenemos que
hacer lo que tenemos que hacer a veces para que la mierda funcione. Apesta, pero así
es la puñetera vida".

Asentí. "Está bien," le dije en voz baja. "Entiendo".

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1345


Él suspiró y salió del coche, caminando alrededor para ayudarme. Tomé su mano
cuando me la ofreció y me mantuve agarrada a él mientras me llevaba al interior del
edificio, caminando por un pasillo hasta una habitación al final del mismo. La puerta
ya estaba abierta y me tensé al mirar dentro, dando un vistazo a Charles que estaba
sentado en una silla frente a un escritorio con un hombre mayor detrás de él. Alec
estaba de pie a un lado con los brazos cruzados sobre su pecho, mirando a Charles
intencionadamente. Todos nos miraron mientras entramos y Edward me apretó la
mano para tranquilizarme.

"Ahora que estamos todos aquí, podemos empezar," dijo el hombre detrás del
escritorio, moviendo algunos papeles de su escritorio. Edward movió su cabeza hacia
la silla al lado de Charles y me senté con cautela, pues no quería hacer una escena.
Charles movió su cuerpo lejos del mío ligeramente mientras se tensaba, un torpe e
incómodo silencio envolvió el ambiente. Era evidente que estaba disgustado por la
situación y no del todo allí por su propia voluntad. Me di cuenta por su mirada furiosa,
y la forma en que Charles seguía mirando nerviosamente a él, que Alec era el que
estaba realmente al mando.

El abogado empezó a hablar sobre leyes de inmigración, naturalización y la sección


320 de algunos actos de ciudadanía de niños, pero nada de eso tenía mucho sentido
para mí porque no podía concentrarme en la conversación con Charles tan cerca.
Afortunadamente, todo el mundo respondió por mí cuando él comenzó a hacer
preguntas, porque tenía miedo de vomitar si me veía obligada a abrir la boca para
hablar.

El abogado entregó a Charles unos papeles, que él firmó a regañadientes mientras


murmuraba en voz baja antes de moverlos hacia mí. Podía sentir sus ojos en mí
mientras sostenía la pluma, y yo la tomé de su mano con cuidado, sin mirarlo. Eché un
vistazo a los papeles y vi dónde había firmado, notando la línea al lado para mi
nombre. Mi mano temblaba mientras firme en el lugar designado y luego puse la
pluma en la parte superior de los papeles.

Hablaron un poco más y nos dieron aún más papeleo para firmar, ninguno de los
cuales entendí, pero me hice una nota mental para preguntarle a Edward más tarde y
que me diera una explicación más profunda. Estaban hablando de herencias y
testamentos y derechos de nacimiento pero nada de eso parecía que fuera a ser
relevante para mí.

Después de unos treinta minutos, el abogado dijo que habíamos terminado, y me


levanté rápidamente para salir corriendo de la sala sin haber pronunciado una sola
palabra. Edward me agarró del brazo en el pasillo, obligándome a reducir la
velocidad.

"Wow, tesoro," dijo suavemente. "Hemos terminado, puedes relajarte”.

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Suspiré y asentí, tratando de poner bajo control mi nerviosismo. Alec salió y nos miró
con una expresión seria en su rostro. "Esme ya está esperando en el hotel, así que
déjala allá y ve directamente donde Swan," dijo, alejándose rápidamente sin dar
siquiera la oportunidad de responder a Edward.

Salimos del edificio y estábamos de pie al lado del coche de Edward mientras abría
cuando Charles salió. Hizo una pausa y nos miró a Edward y a mí, negando con la
cabeza.

"No puedo creer que mi hija esté con un Cullen," dijo. Me quedé inmóvil mientras decía
las palabras y lo miré fijamente, atónita.

"¿Perdón?" Dijo Edward.

"¿Qué acabas de decir?" Le pregunté, hablando al mismo tiempo que Edward.

Una sonrisa se dibujó en los labios de Charles. "Dije, no puedo creer que mi hija
terminó con un Cullen. Esas dos líneas de sangre se van a mezclar maravillosamente."
Sentí a Edward tensarse, la ira fluyendo de él mientras perdía los estribos, lo agarré
rápidamente antes de que explotara. Mi propia ira creciendo. Entrecerré los ojos,
furiosa ante sus palabras.

"Yo no soy tu hija," le dije bruscamente, sintiendo las lágrimas formándose desde mi
rabia. "¡No me importa lo que acabamos de decir en esa habitación, no eres mi padre y
nunca lo vas a ser! ¡Para mí no eres más que el hombre que dañó a mi madre!”

La cabeza de Edward giró hacia mi dirección y Charles se quedó inmóvil, con los ojos
muy abiertos del asombro. La gente en la calle que nos rodeaba se detuvieron a mirar
y yo sabía que estaba haciendo una escena, pero no podía evitarlo. Estaba molesta de
que él dijera tal cosa y no era capaz de controlar mi ira. "Cómo te atreves siquiera a
hablarme después... después... ¡de todo! ¡No lo puedo creer! ¡Yo no soy tu hija! Espero
que te quemes en el infierno, tú... tú... ¡violador!"

El rostro de Charles se puso rojo y Edward comenzó a empujarme hacia el coche


mientras gritaba obscenidades. No me resistí y entré al coche, tratando de controlar mi
ira. No podía creer el descaro de él para hablarme a mí de esa manera después de
todo lo que ocurrió. Me torturaron y continuó dañando a mi madre en formas
indescriptibles ¿y él pensaba que firmar un pedazo de papel de pronto me haría
olvidar? ¿Qué él podía llamarme su hija y permitirse ser feliz por mi futuro? ¡Él nunca
quiso que yo tuviera un futuro!

Edward se metió en el coche y siguió maldiciendo mientras corría a través de la ciudad


hacia nuestro hotel. Llegamos y salió, acompañándome adentro. Vimos a Esme en el
vestíbulo y ella nos siguió hasta la habitación, diciéndole a Edward que podía hacer lo
que tenía que hacer e irse. Vaciló mientras me miraba con el ceño fruncido. Las
lágrimas fluían libremente de mis ojos y yo continuamente aspirando porque mi nariz

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estaba congestionada, así que sabía que lucía como un completo caos. Alargó la mano
y limpió las mejillas con los dedos, con un suspiro.

"Va a ser maravilloso, Bella. Todo está bien. Te lo prometo," susurró. Sonreí ante sus
palabras.

"Confío en ti," le respondí. Sus labios mostrando esa hermosa media sonrisa que hacia
mi corazón aletear.

"Bien", dijo antes de darse la vuelta y alejarse. Esme cerró la puerta y me sonrió.

"Limpia esas lágrimas, cariño. No es tiempo de llorar, es hora de celebrar. Tú y yo


vamos a pedir servicio a la habitación y veremos películas felices todo el día," dijo
efusivamente. Le sonreí y me fui al baño a lavarme la cara mientras ella pedía comida
para nosotras. Holgazaneamos y comimos mientras veíamos lo que Esme dijo eran sus
películas favoritas, como Mujer Bonita, Legalmente Rubia y Casi Famosos. Hice mi
mejor esfuerzo para prestar atención a la pantalla, pero mi mente seguía vagando. Los
pensamientos de mi madre me rodeaban, mi futuro potencial con Edward
desplazándose y fusionándose en un futuro en el que mi madre estaba cerca. Una vida
en la que algún día podría ver a Edward y a mí casándonos, donde tal vez podría
encontrarse con sus nietos y ver que otra generación crecía con su sangre fluyendo por
sus venas.

Me imaginé lo que sería la vida en el área de Chicago. No sabía mucho al respecto,


pero sabía que no había ninguna palmera y era sin duda más frío que California.
Emmett y Rosalie estarían más cerca, y por lo menos Edward tendría la mayor parte de
su familia cerca. Yo prefería el calor, pero sería feliz en sacrificar una cosa tan
insignificante por Edward. Él merecía tener su familia en su vida y yo nunca querría
quitarle eso... sobre todo porque él estaba luchando mucho para darme la mía.

Las horas pasaron volando y antes de darme cuenta, afuera el sol se estaba poniendo.
Me preocupaba dónde estaba Edward, pero confiaba en que él sabía lo que estaba
haciendo. Estábamos viendo Baile Caliente y mis ojos comenzaron a cerrarse por sí
solos, el agotamiento arrastrándome. Me quedé dormida y desperté mucho más tarde
con el sonido de voces angustiadas. Abrí los ojos y vi la televisión de inmediato,
notando inmediatamente el silencio en la pantalla parpadeando en borroso blanco y
negro. Mi ceño se frunció en confusión en cuanto las voces continuaron y un sollozo
sonó. El pánico me golpeó duro y me senté bruscamente, mirando a mi alrededor
frenéticamente. Mis ojos se posaron en Edward de pie en la puerta y me paralicé
mientras el más intenso miedo que jamás hubiese sentido en mi vida corría por mi
cuerpo. Me sentí enferma al instante al ver su expresión.

"¿Dónde está mi mamá?" Solté, mi corazón latiendo febrilmente en mi pecho.

Se me quedó mirando, y en el resplandor de la televisión pude ver su pánico. Pude ver

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el dolor y el miedo. Tenía los ojos vidriosos por las lágrimas contenidas y solo lo supe...
solo supe en ese momento que él se había equivocado.

Él había roto su promesa. Él prometió que iba a ser maravilloso y que todo estaría bien.

"¡No!" Le dije, horrorizada por la expresión en su rostro. "¡No, Edward! ¡NO!"

Asintió, vacilante, con el rostro retorcido en agonía. Esme dejó escapar un sollozo y se
tapó la boca mientras las lágrimas comenzaron a correr por su rostro. Mi aliento me
abandonó y mi pecho se contrajo mientras jadeaba por aire y empezaba a
hiperventilar, luchando por respirar mientras se sentía como si mis pulmones hubieran
colapsado. No era capaz de llevar aire a ellos y mi pecho ardía, como si mis entrañas
hubieran estallado en llamas.

"Oh, Dios. Bella," dijo, su voz rasposa haciendo eco de su angustia. Se dirigió hacia mí
rápidamente y yo negué con la cabeza frenéticamente, tratando de alejarme de él.

"¡NO! ¡Lo prometiste, Edward!" Di un grito ahogado. No tenía idea de lo que había
pasado, pero yo sabía que todo estaba mal, muy mal.

"Joder, sé que lo hice, bebé," dijo, con la voz quebrada mientras luchaba por contener
las lágrimas. Extendió la mano para agarrarme y lo empujé lo más fuerte que pude,
tratando de escapar.

"¡Détente! ¡Ya basta! ¡Todo está mal, estás equivocado!" Grité mientras las lágrimas
brotaban de mis ojos. "¿Dónde está ella, Edward?"

Él me agarró a pesar de mis intentos de escapar y me apretó con fuerza. Traté de


empujar para salir de sus brazos, pero se aferró a mí, sin vacilar ni una vez mientras
empecé a agitarme, tratando desesperadamente de luchar contra él.

"¡Suéltame! ¡Basta! ¡Dime dónde está!" Grité. Empezó a callarme y pude oír su voz
romperse mientras empezaba a llorar, sus lágrimas destrozando lo que quedaba de mi
resolución. Empecé a sollozar incontrolablemente y a gemir sobre él, gritando que se
había equivocado, que no sabía nada, que él me lo había prometido. Volví mis manos
en puños y le pegué tan fuerte como pude, mis movimientos restringidos por sus brazos
que me tenían pegada a él. Tomó cada golpe que podía manejar con calma, nunca
dejándome ir o aflojando su agarre.

"Lo siento mucho, tesoro. Maldición, lo siento tanto. Lo intenté, joder lo intenté," dijo. "Se
ha ido, cariño. Hicimos todo lo que pudimos, pero mierda, ella se ha ido".

Sus palabras provocaron que el pánico surgiera. "¡NO!" Grité. Empecé a repetir la
palabra, una y otra vez, gritando incoherentemente. Él estaba equivocado, ella no se
había ido. Cometió un error. Tenía que volver y arreglarlo. ¡Él me lo prometió!

Continuó abrazándome mientras le gritaba, y le chillaba cosas deplorables,

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culpándolo por arruinar todo. No era su culpa, pero yo estaba herida y enojada, y no
podía aceptarlo. Él no me estaba dando ninguna explicación, me repetía que lo sentía
y que todo iba a estar bien. Estaba tratando de tranquilizarme pero sus palabras solo
me dolían más. ¡¿Bien?! ¿Cómo iba a estar todo bien?

Traté de luchar contra él, gritando para que me dejara ir, pero él no escuchaba.
Empujé contra su pecho y el horror me golpeó cuando me di cuenta de la salpicadura
roja en su camisa. Grité ante la visión de la sangre y los ojos de Edward se abrieron
atónitos.

"Cristo, no es de ella, bebé. Joder, Bella. No es de ella. Cálmate," dijo rápidamente,


tratando de tranquilizarme, pero las palabras no hicieron nada para calmarme.
Independientemente de quién era la sangre que estaba en él, el hecho era que ella se
había ido.

Su teléfono comenzó a sonar y lo ignoró, sin moverse ni un centímetro. Lloré y grité, le


dije que lo odiaba por lo que me estaba haciendo, y lo aceptó. Aceptó todo lo que le
lancé, cada dura palabra y grito doloroso. Él me había dado esperanza y me la quitó,
aplastándolas con esas palabras que había dicho. 'Se ha ido'.

Cada 'Te odio' que escupí fue seguido inmediatamente con un 'Te amo' de sus labios.
Cada vez que le dije que me dejara en paz, que le rogué que me soltara, me dijo que
iba a estar allí para mí por siempre. Él susurró en italiano, en un intento de calmarme,
cantando 'sempre' cada vez que yo gritaba 'no'. Su agarre era fuerte, su calor y su olor
familiar, pero no hacía nada para aplastar a la devastación que me envolvía.

Mi ira se transformó en dolor mientras mi energía se desvanecía. Dejé de tratar de


golpearlo y me rendí en luchar contra él, dándome cuenta de que era inútil. Me aferré a
él con fuerza, agarré su camisa en mis puños mientras me rendía. Me dejé llevar por el
dolor y la angustia, sabiendo que llegaría lo quisiera o no. No había forma de evitarlo,
no había manera de cambiarlo. Me acurruqué en su pecho y lloré cuando él intentaba
calmarme, tendiéndome en la cama y aferrándose a mí.

Lloré por lo que pareció una eternidad, sollozando hasta que mi garganta estuvo en
carne viva y mis ojos ardían. El dolor en mi pecho se desvaneció y el entumecimiento se
asentó, mis lágrimas secándose mientras el agotamiento se hacía cargo de mi cuerpo.
Me quedé inmóvil en la silenciosa habitación, mirando hacia la nada, la pantalla de
televisión parpadeando mientras me aislaba por completo.

Ella se había ido.

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“La muerte o nos destruye o nos desenmascara. Si significa liberación, mejores cosas
nos esperan cuando nuestra carga a desaparecido, si es destrucción, nada nos
espera en absoluto, bendiciones y maldiciones quedan abolidas.” – Seneca

Edward cullen
Pasé por Phoenix lo más rápido que pude sin que me detuvieran, ansioso por llegar a
la residencia Swan. Dejé a Isabella en el hotel con Esme y se me hizo muy difícil
alejarme de ella después de la mierda que había sucedido. No podía creer que
Charles Swan tuviera la audacia de llamarla su maldita hija y tratara de actuar como
si fueran familia después de todo lo que él había hecho, me sentí enfermo al pensar
que estaba actuando así porque ella tenía una relación conmigo. Al parecer pensaba
que el puto hecho de que la amaba la hacía valiosa, cuando la realidad del asunto era
que yo no era merecedor ni de una fracción de su devoción. Ella era mejor que yo,
mejor que toda esta mierda, y él estaba jodidamente ciego por no darse cuenta que
ella siempre había sido malditamente especial. Ella era un tesoro, un diamante en
bruto. Joder, no la llamaba tesoro por nada, esa mierda en realidad la decía en serio.
Estaba orgulloso de ella por defenderse cuando él dijo eso, por ser lo suficientemente
valiente para ponerlo en su lugar, pero no había nada que deseara más que patear su
puñetero culo por obligarla a hacerlo.

Ella había sido tan valiente al entrar a la oficina de ese abogado, manteniéndose en
calma mientras se sentó junto a ese vil hijo de puta y firmó los papeles que le darían la
opción de una vida en la cual no tuviera que ocultar continuamente quién era. Ella
podía entrar a una habitación y decir ‘Soy Isabella Swan’ y esa mierda sería real,
porque finalmente habría un jodido registro de su existencia ante el gobierno. Y sabía
que tendría que ser difícil para ella, pero lo hizo con su cabeza en alto. Su mano
tembló mientras firmaba esos papeles aún cuando probablemente no tenía ni puta
idea de exactamente qué estaba ganando realmente a través de ellos, pero aun así lo
hizo.

De hecho, ella había mostrado más maldita fuerza de la que alguna vez imaginé
posible durante todo el viaje. Me preocupaba cómo demonios iba a reaccionar en la

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casa de los Swan, tenía miedo de que uno de esos hijos de puta dijera o hiciera algo
que provocara su desplome, pero ella no lo hizo. Mantuvo su fuerza y me demostró que
tanto había madurado en el último año.

Verla con su madre fue sorprendente. Me era difícil describir cómo me sentí en el
momento en que Isabella arrancó su mano de la mía y corrió directamente hacia ella,
la desesperación en sus movimientos y el anhelo en su expresión fueron jodidamente
asombrosos. Me quedé allí inmóvil por un momento, simplemente aturdido mientras
veía como se abrazaban la una a la otra y lloraban. Joder dolió, porque había pensado
en los últimos meses que mi chica estaba completa, pero al verla en ese momento me
di cuenta que había estado equivocado. Evidentemente había algo vital ausente en la
vida de Isabella, un grandísimo agujero de mierda en su mundo que solo podía ser
llenado por esa mujer a la que se aferraba con tanta necesidad. Me sentí como un
jodido estúpido por no darme cuenta de cuán importante era hasta ese momento. Yo,
de todas las demás personas, debía haber entendido cuanto necesitaba de su maldita
madre.

No quería dejarla, pero Alec me dijo que llevara mi culo a la casa y que le diera algo
de espacio. Me dolió pero me alejé, sabiendo que ella necesitaba pasar ese tiempo con
su madre. Cada segundo que me senté en esa horrible casa, mi ira aumentaba. Todo
en lo que podía pensar era en las historias que Isabella me contó de la mierda que le
había pasado en esa propiedad. Los asesinatos que presenció, las golpizas que
soportó, la mierda que se veía obligada a hacer… todo ello era abrumador y estaba
jodidamente encabronado. Estaba mal, cada pequeña parte de ello, y culpé al hijo de
puta que estaba sentado frente a mí en la sala de estar por cada momento de dolor
que ella tuvo que soportar. Charles Swan había tratado con brutalidad a la mamá de
Isabella y las había torturado a ambas. Era su maldita culpa que las dos estuvieran
afuera siendo sacudidas por la devastación. Era su puñetera culpa que mi chica no
estuviera completa.

Alec sabía que estaba molesto y trató de mantenerme bajo control, diciéndome que si
no me controlaba tendría que irme y llevarme a Isabella conmigo. Por mucho que
quisiera levantarme y romperle la puta boca a ese cabrón por todas las cosas que le
había dicho a Isabella, sabía que no podía. No podía hacer nada que pudiera acortar
su tiempo con su madre. Joder, quería que Charles pagara, pero no podía hacer que mi
chica sufriera en el proceso. Ella era más importante para mí que la venganza, pero me
juré a mí mismo en silencio mientras estaba sentado frente a él que vería el día en que
Charles Swan pagara por sus malditas transgresiones.

Él no habló mucho durante todo el tiempo a menos que Alec le hablara directamente.
Claramente veneraba a mi puto tío, e incluso a mí me miraba con ese aprensivo
respeto en sus ojos. Puede que no tuviera miedo de mí específicamente, porque no me
conocía, pero mi maldito apellido portaba naturalmente cierta cantidad de poder en él.
Mi padre había asesinado a sus padres y le dio a él una puñetera oportunidad, y sabía

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que nunca tendría otra. Sabía que había tenido suerte y que ellos no daban a menudo
segundas oportunidades, así que con cualquier jodida, no importa cuán pequeña
fuera, era probable que fuera su sentencia de muerte. Pudo haber pensado mal de mí,
y probablemente estuviera sentado al otro lado de la habitación deseando romperme
toda la madre mientras le escupía comentarios groseros, pero no había ninguna
maldita cosa que él pudiera hacer al respecto.

Además del extraño encuentro en el porche, Jane nunca reapareció ni una sola vez
durante la visita. Había escuchado semejantes historias de horror sobre que tan
jodidamente lunática era y había tenido la impresión de que prácticamente ella no le
temía a nada, pero algo había hecho que su culo corriera asustado. Aunque podía
escucharla, dando pisotones en todo el piso de arriba y teniendo repentinos ataques de
gritos y me encabroné aún más cuando me di cuenta que eso era con lo que mi maldita
chica tenía que lidiar todos los días antes de que viniera a mi vida. Estaba jodidamente
agradecido de no tener que lidiar con ella directamente o verla, porque probablemente
querría patearle su puta cara como ella hizo con Isabella si siquiera se atrevía a
hablarme. Esa perra también iba a pagar por lo que había hecho. No había duda de
ello en mi maldita mente. Era extraño, pero había estado nervioso de conocer a la
madre de Isabella y tuve que reunir el coraje para finalmente salir y enfrentarla. Sabía
lo mucho que ella significaba para Bella, y tenía miedo que al de decir o hacer alguna
mierda mal empañaría la forma en que Renée me vería y ella trataría de persuadir a
Isabella para que se mantuviera alejada de mí. Creía que me amaba y confiaba en mí,
pero sabía lo mucho que significaría la jodida bendición de su madre y ya tenía un
maldito strike en mi contra por ser el hijo del hombre que la compró. Sin embargo, no
podía pretender ser alguien que no era, y joder, de todos modos no lo deseaba. No
quería engañarla para agradarle, necesitaba que pudiera confiar en mí para cuidar de
Isabella. Necesitaba que supiera que mantendría a su hija a salvo y haría lo correcto
para ella, y no podría realmente hacer esa mierda montando un espectáculo. Solo
tenía que confiar que ella sería capaz de mirar más allá de mi áspero exterior y ver lo
que sea que Isabella había visto que le permitió amarme y confiar completamente en
mí.

Me tomó completamente desprevenido cuando ella dijo el nombre de mi madre, la


ansiedad me sacudió cuando empezó a hablar de recordarla. No estaba seguro de
cuánto sabría Renée pero estaba rogando en silencio que no revelara nada de lo que
he estado desesperadamente tratando de evitar que Isabella averigüe.
Afortunadamente, dejó el tema rápidamente y terminé yendo adentro para prepararle a
ambas algo de comer cuando ellas me recordaron que Charles rara vez alimentaba a
sus sirvientes. Recordé cuan delgada solía estar Isabella, cuan temerosa estaba
cuando se trataba de comer en nuestra casa al principio, y ese recuerdo no me ayudó
en lo absoluto a mantener la calma. Renée se veía jodidamente enferma y estaba mal,
así que entré y le informé a ese hijo de puta que la madre de Isabella iba a comer sea
que le gustara o no.

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Alec se echó a reír al momento que llegué al porche y le dije lo que planeaba hacer, y
observó divertido mientras trataba de navegar por la puñetera cocina. La mujer que
estaba allí parecía sorprendida y confusa, ofreciéndose a darme una mano cuando no
pude encontrar la mierda que estaba buscando. Le agradecí y ella parecía aturdida, su
expresión todavía más sorprendida cuando se dio cuenta a quienes les estaba
haciendo los sándwiches. Le agradecí su ayuda y también le hice un pinche sándwich,
haciendo saber que yo se lo había dado para que nadie pudiera culparla por esa
mierda. Le dije a Charles que si quería golpear el culo de alguien por ello, joder,
podría tratar de golpear el mío. Él no dijo nada de lo que estaba haciendo pero le pedí
a Alec que reiterara el hecho de que ellas no deberían ser castigadas por lo que yo
estaba haciendo. No sería capaz de perdonarme si golpeaban el puto culo de alguna
de ellas después de que me fuera porque había hecho un sándwich y él considerara
esa mierda robar o algo así.

El día pasó volando bastante rápido y me quedé en la puerta principal de la casa


viendo a Isabella y a su madre a medida que el día comenzó a acabarse. Alec se
acercó a mi lado, los dos contemplando la escena frente a nosotros. Se veían tan
contentas allá afuera en el jardín, sonriendo y conversando juntas. Era claro con tan
solo verlas que su lazo era fuerte y que su amor era inquebrantable. Me hizo recordar
la mierda que dijo Isabella en la cocina allá en Forks sobre preguntarse si alguna vez
en realidad habían sido capaces de amarse la una a la otra. Era triste que ella haya
tenido que crecer creyendo eso, ya que era evidente que su amor era profundo.
Estaban conectadas en formas en las que ni siquiera había pensado antes, y me di
cuenta que mi chica nunca sería realmente libre mientras que su madre viviera en las
condiciones que lo hacía… su corazón siempre permanecería esclavizado.

“Tienes que ayudarla,” dije en voz baja después de un momento, incapaz de


aguantarlo más porque la maldita idea de separarlas me estaba desgarrando por
dentro. Alec continuó mirando hacia el jardín, sin dar ni una señal siquiera de haber
escuchado lo que había dicho en un principio.

“¿Recuerdas cuando tu abuelo murió?” Finalmente preguntó. Lo miré confundido, sin


saber la razón por la cual estaba hablando de eso.

“Eh, sí. Muy apenas,” le dije. “Tenía como seis años o algo así.”

“Yo estaba sentado afuera de la casa de tus abuelos después del funeral y tu madre se
sentó junto a mí. A tu madre… nunca le gustó acercarse a mí, así que para que se me
acercara, tenía que ser algo de verdad importante. No le dije nada cuando se sentó,
simplemente le di la oportunidad de sacar lo que obviamente necesitaba decir,” dijo,
haciendo una pausa. “Cuando finalmente reunió el coraje para realmente hablar esa
tarde, me dijo casi exactamente esas mismas palabras. Ella dijo, ‘tienes que
ayudarla’.”

Lo miré sorprendido. “¿Isabella?” Pregunté titubeando. Asintió.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1354


“Le dije a tu madre que no porque no me correspondía a mí el intervenir. Me he
encontrado diciendo eso muchas veces a través de los años, siempre diciéndome a mí
mismo que no era mi problema, por lo tanto, que no era asunto mío. Hasta el día de
hoy me pregunto si las cosas hubieran sido diferentes si hubiera estado dispuesto a
intentarlo. Ella se esforzó, hizo a un lado su propia incomodidad por otra persona y yo
no quise escucharla sin pensármelo dos veces. Después de todo, al menos debí haberlo
intentado. Se lo debía a tu madre,” me dijo. Lo miré confundido, sin saber a qué se
refería con esa declaración.

“¿Tú se lo debías?” Pregunté con curiosidad. Me miró rápidamente por el rabillo del ojo
y asintió.

“Sí, se lo debía. El porqué es irrelevante, así que ni siquiera te molestes en


interrogarme sobre el asunto. Lo único que importa ahora es que en realidad nunca la
compensé por ello. Fue la única vez que Elizabeth me pidió algo y se lo negué. Ahora
me doy cuenta que no debí haberlo hecho. Debería haber aprendido la lección,” dijo,
volviéndose para mirarme. “Lo más que puedo hacer por Renée es permitirle vivir en mi
casa. Y eso es muy arriesgado, pero, francamente, después de responder por tu novia
dudo que sea posible hundirme más a este punto. Si muero, será esa la decisión que
provoque mi muerte. Todo lo demás es extra.”

Lo miré fijamente, sintiéndome tanto culpable como agradecido. “Gracias,” dije en voz
baja, aturdido pero agradecido de que estuviera dispuesto a intentarlo. Negó con la
cabeza.

“No me agradezcas, Edward,” me dijo, volviéndose a mirar de nuevo a Isabella y su


madre. “No he hecho nada para merecer tu admiración. Si quieres agradecerle a
alguien, debes agradecerle a tu madre. Te aseguro que ella nos está cuidando a todos
en este momento, esperando que no jodamos regiamente esto.”

Explicó brevemente de qué se trataba la reunión con el abogado y lo que significaba


para Isabella, y luego me informó que haría una oferta para comprar a Renée. Me dijo
que yo tenía que desembolsar algo del dinero para la transacción, con lo cual estuve
jodidamente feliz en aceptar. Tenía mucho dinero de mierda en el banco por mi
herencia y podría tener cada maldito centavo si eso significaba darle a mi chica la
única cosa que más deseaba. Me pidió que no le dijera a Isabella en caso de que algo
saliera mal y fracasara, pero joder, no podía evitarlo. No podía ocultarle una mierda
tan grande y permitir que se torturara con la idea de tener que dejar a su madre para
siempre cuando yo sabía que no era necesario. Aunque sabía que él tenía derecho a
negarse y Alec tendría que aceptarlo si él se mantenía firme en su decisión, sabía que
no había maldita manera de que Charles le dijera que no cuando él le pidiera llevarse
a Renée. Charles temía y dependía de mi puto tío como para alguna vez negarle algo
que pidiera.

Esa es precisamente la razón por la cual acababa de dejar el banco, dónde había

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retirado una escandalosa cantidad de dinero de mi fondo fiduciario, y estaba viajando
a toda velocidad a través de Phoenix en una carrera para volver a la casa de los Swan.
Iba a asegurarme de que esa mierda fuera lo más suave posible porque le había
prometido a Isabella que iba a salir bien. Quería que se sintiera completa de nuevo y
darle la única cosa que yo deseaba desesperadamente que alguien pudiera darme…
quería devolverle su madre a Isabella. Ella se merecía esa mierda.

Finalmente llegué a la propiedad y vi el coche de Alec a medida que me acercaba,


estacionándome detrás de él. Salí y gemí cuando el calor me golpeó, jodidamente
sorprendido de lo sofocante que estaba. Era el tipo de calor que te quitaba el maldito
aliento y casi dolía llevarlo a tus putos pulmones. Empecé a sudar de inmediato y pasé
la mano por mi cabello, molesto. No podía comprender como cualquiera de ellos podía
tolerarlo y odiaba saber que Isabella había vivido toda su vida en ese puñetero lugar,
obligada a dormir donde no había maldito aire acondicionado. Esa mierda tenía que
ser una tortura.

Me dirigí hacia la casa pero me paré en seco cuando la puerta principal se abrió y
Renée salió. Ella me miró y trastabilló, sus ojos moviéndose frenéticamente en pánico
mientras buscaba a su hija. La miré boquiabierto, mis ojos abriéndose en horror
cuando noté su apariencia. Tenía un moretón que apenas empezaba a notarse que
tenía la forma de una jodida mano en su garganta donde obviamente alguien había
tratado de asfixiarla, y otras marcas aquí y allá a lo largo de su cuerpo que dejaban
claro que había sido golpeada no hace mucho tiempo.

“Mierda,” escupí a medida que la ira me invadía. Charles se había ido con Alec toda la
mañana, por lo que había dejado a la loca Jane a solas con Renée en la casa. Apreté
mis manos en puños, enfurecido de que obviamente le había puesto la mano encima.
Ella me miró conmocionada por un momento antes de que sus ojos se dirigieran al
suelo. “Señor,” dijo en voz baja. Me puse tenso con lo que dijo, negando con la cabeza
rápidamente.

“Oh no, a la mierda con eso. ¿Acaso Jane te hizo esto?” Pregunté bruscamente. “Juro
por Dios, que voy a matarla.”

Sus ojos se abrieron y el pánico destelló en ellos mientras me miraba, sacudiendo su


cabeza frenéticamente. “Está bien, lo juro,” dijo rápidamente. Mis ojos se estrecharon,
mi expresión solo hizo que su pánico se incrementara. “Por favor, no hagas una
escena. Por favor.”

Me le quedé mirando, tratando de controlar mi temperamento. “Esa mierda no está


bien,” dije enfáticamente. Pude ver sus ojos llenarse de lágrimas mientras trataba de
mantener la compostura.

“Lo sé, pero… solo… por favor, señor,” dijo en un murmullo.

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“Cristo, no me llames señor, simplemente es una locura,” le dije. “Eres la mamá de mi
chica. Eso te convierte algo así como mi jodida suegra. O sea, lo serás cuando nos
casemos. O si nos casamos, supongo. Como sea. El puto punto es, que no deberías ser
tratada de esta forma.”

Me miró sorprendida. “Te juro que está bien. No me duele. Se ve peor de lo que es,” me
dijo, frotando su cuello mientras titubeaba. “Tú te, eh… ¿en realidad te casarías con mi
hija?” Mi ceño se frunció por su pregunta.

“Por supuesto que lo haría,” dije con seriedad. “Si ella quiere casarse, nos casamos,
¿sabes? En realidad, ella es la que tomaría la decisión, pero yo lo haría sin pensarlo.”

Una sonrisa vino a sus labios y su rostro se iluminó por mi declaración, un completo
contraste de cómo se había visto solo hace un momento. “En realidad la amas,” me
dijo, limpiando una lágrima que se deslizó por el rabillo de su ojo. Asentí.

“Así es. Quiero decir, no soy perfecto y no pretendo serlo, pero lo intentaré. Hago lo que
puedo, y por ella haré la mierda que sea necesaria,” le dije. Su sonrisa creció mientras
me observaba.

“Ella dijo lo mismo ayer. Tiene suerte de haberte encontrado,” me dijo. Negué con la
cabeza.

“Pienso que yo soy el de la suerte,” dije con seriedad.

“Puedo, eh…” Comenzó a decir en voz baja, echando un vistazo alrededor


rápidamente. “¿Puedo decirte algo?”

Yo asentí. “Por supuesto que puedes,” le dije, sintiendo curiosidad por saber qué
carajos iba a decir. Miró alrededor una vez más y salió del porche hacia el patio.
Titubeé pero la seguí cuando se alejó unos pasos de la casa. Podía ver el nerviosismo
en su expresión cuando sus ojos recorrían la propiedad rápidamente, obviamente
preocupada de que estuviera siendo observada.

“Recuerdo cuando tu madre vino de visita,” comenzó a decir. “Ella fue la persona más
amable que alguna vez haya conocido. Solía hablar todo el tiempo de un mundo
afuera de este lugar para mi hija. Siempre había tenido la esperanza desde que ella
nació que algo cambiaría para mi niña, pero fue tu madre quién, en realidad, puso esa
idea en mi cabeza. Ella hablaba de cuan especial era Isabella y cómo simplemente
ella estaba destinada para algo más.”

“Es cierto,” añadí. “Joder, ella en realidad es especial. Hermosa, inteligente,


talentosa…nunca había conocido a nadie como ella.”

“No sabes cuánto significa para mí el escucharte decir eso,” me dijo, mirándome de
forma cariñosa. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no parecía alterada en lo

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absoluto. Se veía orgullosa, jodidamente orgullosa, lo que era sorprendente porque ese
orgullo estaba enfocado en mí. No estaba precisamente acostumbrado a que la gente
se sintiera orgullosa de las mierdas que hacía.

“Hablo totalmente en serio,” dije en voz baja, sin saber qué otra cosa decir. Asintió.

“Algo me dice que te crea… que, eh… confíe en ti. ¿Sabes? Apenas reconocí a mi hija
ahora. Sigue siendo esa chica de enorme corazón que críe, pero ahora está realmente
feliz y está saludable. No tiene tanta carga sobre sus hombros, tanto que la limite o la
contenga. Ella está mejor lejos de todo esto, y por más que me duela dejarla ir.
Significa más para mí de lo que nadie podría entender que esté en el mundo de allá
afuera, viviendo”.

“Tu madre siempre hablaba de cómo fue por el destino que ella vino aquí, que ella
estaba destinada a salvar a mi hija de todo esto, y ahora sé que ella de verdad lo hizo.
Elizabeth finalmente la salvó… a través de ti,” dijo a medida que las lágrimas
comenzaban a deslizarse por sus mejillas. Levantó su mano para limpiarlas, aclarando
su garganta. “Tú salvaste a mi hija.”

“Ella me salvó,” añadí enseguida, sorprendido por sus palabras. Me sonrió


suavemente.

“No me sorprende,” añadió, antes de empezar a alejarse. Se detuvo después de dar


unos pasos y se volvió para mirarme. “¿Puedo pedirte algo? ¿Por Isabella?”

Asentí sin titubear. “Lo que sea.”

Sonrió de nuevo. “Por favor, cuida de ella allá afuera. Mantenla alejada de gente como
los Swan, gente que no tiene compasión por alguien como nosotras… como yo. Déjala
vivir, pero por favor, asegúrate de que esté a salvo. ¿Me puedes prometer eso?”

“Por supuesto,” le dije. Asintió.

“Gracias,” me dijo. “Puedo estar tranquila, sabiendo que está a salvo. Y hagas lo que
hagas, Edward Cullen… nunca la traigas de vuelta a este lugar. Ella no pertenece
aquí.”

Estaba a punto de decirle que eso no sería un problema, porque ni siquiera ella estaría
aquí mucho más tiempo, cuando la puerta principal se abrió y alguien salió. Ella se
giró rápidamente y salió corriendo hacia el granero antes de que pudiera decir algo
más, y miré hacia el porche para ver a Alec parado allí.

“¿Le dijiste?” Preguntó, levantando las cejas inquisitivamente.

“¿A quién, a Renée?” Pregunté. Él asintió. “No, hiciste que se echara a correr asustada
antes de que pudiera.”

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Empezó a hablar, pero fue interrumpido bruscamente por un fuerte chillido dentro de la
casa, la voz de mujer gritando con ira. Me estremecí por el sonido y Alec suspiró con
molestia.

“¡¿Él hizo QUÉ?!” Jane gritó, sus pasos golpeando el suelo. “¡¿De verdad mi hermano
respondió por esa pequeña perra?!”

Empezaba a subir las escaleras hacia la puerta principal, sentí la ira dispararse dentro
de mí y apreté mis manos en puños, cuando registré sus palabras. Nadie llamaba a mi
maldita chica una perra, no me importaba una mierda quién fuera. No dudé en golpear
a mi padre cuando él dijo esa mierda y seguramente no tendría ningún reparo en
darle una paliza a esa perra sádica. Rápidamente Alec me tomó por la camiseta para
detenerme cuando llegué al porche jaloneándome hacia atrás con brusquedad y
haciendo que el cuello de la camiseta me cortara brevemente el aire cuando se enterró
en mi cuello.

“Contrólate,” me dijo con firmeza, su voz tranquila. “No digas o hagas nada. Esta es mi
situación y voy a encargarme de ella. De todo.” Lo fulminé con la mirada pero no le
respondí cuando abrieron la puerta principal de un fuerte empujón y Jane salió al
porche. Se congeló cuando me vio, sus pasos vacilantes mientras que un destello de
sorpresa cruzaba por su rostro, pero recuperó la compostura y apartó su vista de mí
rápidamente.

“¡No puedo creerlo!” Le gritó a Alec, mirándolo furiosa. “¡¿Por qué hiciste eso?! ¡¿Qué
demonios hiciste para que mi esposo firmara esta mañana?!”

Alec se le quedó mirando, la ira destellando en sus ojos. “Firmó lo que era necesario,”
dijo con frialdad, su aspecto exterior no reflejaba la rabia que estaba creciendo en su
interior. Joder, Alec odiaba que lo confrontaran, ella tenía que saber que lo que estaba
haciendo era peligroso. Jane rió con amargura, sacudiendo la cabeza furiosamente.

“¿Necesario? ¡Nada de esto es necesario, Alec! ¿Estás liberando a esa maldita niña y
comprando a su puta madre? ¿Qué es lo que te pasa?” Ella gritó. “Solías ser
jodidamente inteligente, ¿por qué estás haciendo esto? ¿Es por ella? ¿De eso se trata?
¿De ella?”

“Cállate,” Alec le dijo con fuerza, el fuego ardiendo en sus ojos a medida que su rabia
se intensificaba. Su expresión me dejó atónito y mi corazón comenzó a golpear
frenéticamente en mi pecho. Jane estrechó sus ojos cuando su propia ira se intensificó.

“¡No te atrevas a decirme que me calle!” Espetó. “Lo es, ¿no es así? ¡Joder, todo es por
ella! ¡Tratando de resarcirte por lo que pasó, tratando de solucionarlo todo! ¡No puede
solucionarse, Alec!”

“No te lo diré de nuevo, Jane,” Alec escupió, su voz perdiendo el dejo de calma que
usualmente tenía.

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“No te tengo miedo,” ella espetó, cerrando la distancia entre ellos de inmediato y
diciéndole a la cara. “¡Estás arruinando mi vida con esto y no vale la pena! ¡Ellas no
valen la pena! ¡No les debes nada! ¡¿Por qué son tan importantes?! ¡Son solo malditas
esclavas, Alec! Solo porque estos jodidos Cullen se enamoran...”

Sus palabras me sorprendieron y me le quedé mirando en shock cuando los brazos de


Alec se estiraron rápidamente, sus manos agarrándola por el cuello y cortando sus
palabras a mitad de la oración cuando bloqueó su tráquea. Él azotó su espalda contra
la casa y ella empezó a ahogarse y sacudirse. Ella estaba tratando de quitar sus
manos de sobre ella, sus uñas bien cuidadas clavándose en su carne y sacándole
maldita sangre, pero él no vaciló ni un poco. La sujetó por el cuello con fuerza, su
postura casi como una estatua. Joder, era aterrador, y no sabía qué mierda hacer,
porque definitivamente ella no podía respirar y él solo la miraba a los putos ojos
mientras ella jadeaba por aire.

“¿Ya terminaste?” Él le preguntó después de un momento, la escalofriante calma había


vuelto y envió un escalofrío de miedo por mi espalda. No tenía ni puta idea de lo que
estaba pasando y no podía concentrarme como para darle sentido a su discusión.
Aunque me aterraba como la mierda, porque ella había dicho algo que lo había hecho
reaccionar de una puta forma que nunca había visto antes. Ella asintió con su cabeza
mientras agarraba las manos de él en su cuello, gorgojeando mientras luchaba por
oxígeno y palabras.

“Quema, ¿no es cierto?” Alec preguntó estoicamente. “¿El que alguien te retuerza el
cuello, haciendo imposible que puedas respirar? Imagina como se sienten ellos cuando
tú y tu esposo los torturan, cómo se sintió Renée está mañana cuando la sujetaste así.
Imagínate cómo se sintió ella ese día, Janie. No se siente muy bien, ¿cierto?” Él siguió
mirando fijamente a su hermana mientras ella luchaba desesperadamente por
respirar, sin dar un puñetero indicio de que fuera a soltarla pronto. Charles salió por la
puerta principal de la casa, sus ojos abriéndose por la sorpresa cuando vio lo que
estaba sucediendo.

“¡Detente, Alec!” Gritó, dirigiéndose hacia mi tío con una mirada desesperada en su
rostro. “¡Vas a matarla!” Los ojos de Alec se movieron hacia él al instante, el fuego en
ellos jodidamente impactante. Este era el maldito Alec al que siempre había temido a
través de los años, el asesino frío y calculador del cual había escuchado historias.

Traté frenéticamente de pensar en algo qué decir o hacer, porque solo estaba parado
allí mientras él apretaba quitándole la vida a su propia hermana. A pesar de que creía
que ella se merecía esa mierda por ser tan sádica, pensé que debía detenerlo antes de
que se arrepintiera, pero antes de que siquiera pudiera considerar esa mierda un
fuerte grito se escuchó desde el granero que nos asustó a todos. Fue espeluznante y
envió un escalofrío que bajó por mi espalda, mi corazón se paralizó cuando el sonido
heló mi sangre. Alec soltó a Jane al instante cuando se escucharon más gritos, sus ojos

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encontrando los míos brevemente cuando se dio la vuelta y bajó corriendo los
escalones. Bajé del porche de un salto siguiéndolo a él, aterrado cuando ese mal
presentimiento de mierda que ahora se me hacía tan familiar me azotó con fuerza y
casi me deja sin jodido aliento.

“Joder, no es ella,” Jane gritó desde el porche, agarrándose el cuello mientras jadeaba
por aire. “¡Solo porque él esté haciendo lo mismo que su jodido padre no significa que
sea lo mismo, Alec! ¡¡Isabella no es Elizabeth!!”

Sus palabras me tomaron desprevenido y giré la cabeza para mirar a Jane, sin prestar
maldita atención a dónde me estaba dirigiendo mientras mi cerebro trataba
frenéticamente de procesar la mierda que ella acababa de decir. Choqué directamente
con la espalda de Alec cuando él se paró en seco justo dentro del granero, casi
derribándolo con la fuerza del choque. Él me sujetó y me giró rápidamente,
empujándome con rudeza al interior del granero. Mi temperamento se enardeció
cuando me empujó y empecé a maldecir, pero el grito se escuchó de nuevo y me cortó
rápidamente. Mi cabeza de giró rápidamente en dirección al sonido y me congelé, mis
ojos se abrieron con horror cuando el más intenso miedo de mierda me sacudió. El aire
abandonó mis pulmones de golpe y jadeé con fuerza cuando las náuseas me
invadieron dentro de mí. Me derrumbé y empecé a dar arcadas, tratando de respirar a
medida que la bilis de mierda subía y quemaba mi pecho. Mis ojos empezaron a
humedecerse, no sé si por las náuseas o la puñetera imagen frente a mí, no estaba
seguro, pero nublaba mi maldita visión y casi me desmayé.

“Contrólate,” dijo Alec con firmeza, extendiendo su mano y sujetándome. Me jaló por la
camisa para ponerme de pie y me empujó de nuevo, fulminándome con la mirada. Lo
miré horrorizado, luchando por recuperar el control de mi cuerpo cuando me di vuelta
para mirar de nuevo hacia el granero.

En el suelo, frente a mí, acostado de lado en el heno y la suciedad estaba un banco de


madera. Un par de sucios pies descalzos se balanceaban a unos centímetros por
encima del banco caído, el cuerpo sujetado a una viga baja en el granero por un
pedazo de cuerda. La frágil figura familiar colgaba inerte y yo empecé a hiperventilar
cuando se escucharon más gritos, una adolescente quién obviamente era otra de las
esclavas de los Swan la miraba con horror. Miré alrededor rápidamente, entrando en
pánico, sin saber qué hacer y preguntándome por qué nadie estaba haciendo una
mierda en lo absoluto.

“¡Mierda!” Grité a medida que las lágrimas comenzaron a fluir de mis ojos, la
devastación sacudiéndome por completo. Esta mierda no podía estar sucediendo, no
había maldita forma de que fuera real. ¡Ella estaba viva hace un momento, acababa
de hablar con ella hace unos malditos minutos! “¡Mierda, No!”

Me lancé hacia adelante y la sujeté por sus piernas, empujando su cuerpo hacia
arriba. Empecé a gritarle a Alec que me ayudara y él vaciló, pero tomó un par de tijeras

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de jardín de la pared. Se acercó y rápidamente enderezó el banco, subiendo a él y
cortando la cuerda. La figura cayó sobre mí y yo me tambaleé un poco, a punto de
perder mi equilibrio. La puse en el suelo tan delicadamente como pude y revisé su
pulso, más horror me golpeó cuando no encontré ni rastro de alguno.

Jane y Charles entraron corriendo al granero cuando empecé las maniobras de


resucitación, prácticamente golpeando en su maldito pecho y tratando
desesperadamente de introducir aire en sus pulmones. Sentí jodidas náuseas pero
luché contra ellas con todo lo que tenía, tratando de mantener a raya la desolación que
sentía a medida que las lágrimas caían por mi rostro. Empecé a gritar que no podía
estar pasando esto, que alguien tenía que ayudarla porque nada de lo que estaba
haciendo estaba funcionando. Joder, alguien tenía que salvar a la madre de mi chica
porque ella la necesitaba. ¡Ella la necesitaba en su puta vida y se lo había prometido!

Podía escuchar los gritos de Jane y el habla apresurada de Charles, pero mis propios
gritos y los chillidos procedentes de la joven esclava sofocaron la mayor parte. Presioné
su pecho con furia y seguí soplando aire en sus pulmones pero nada de esa mierda
parecía estar ayudando. Ella solo se quedó allí inmóvil en el suelo,
independientemente de la mierda que hiciera, su cuerpo inerte y sin vida. Alec ordenó
a la aterrada esclava que se fuera y ella salió rápidamente, el ruido disminuyó en el
granero con su partida. Él agarró mi hombro y me zafé, ira y devastación recorrían mi
cuerpo. ¡Estaba completamente mal, joder, se supone que estábamos allí para
salvarla!

“Está muerta, Edward,” dijo Alec, su voz tan jodidamente calmada como siempre, el
tono hizo que mi temperamento enardeciera.

“¡Jódete, no lo está!” Escupí. “¡Mierda, tenemos que salvarla! ¡Lo prometí, maldita sea!”

“Es demasiado tarde,” él dijo simplemente.

“¡No es demasiado tarde! ¡Joder, estás equivocado! ¿Por qué solo te quedas parado
allí?” Dije con brusquedad, presionando más frenéticamente su pecho. Tiene que
haber algo que se pueda hacer, alguna mierda que pueda ayudarla. “¡No se supone
que sucedería esta mierda!”

“No hay nada que podamos hacer,” Alec respondió.

“¡Vete a la mierda!” Grité, tratando de limpiar las lágrimas con mi brazo para aclarar
mi visión mientras seguía trabajando en ella. “¡Ayúdala, hijo de puta! ¡Maldición, me
dijiste que ibas a ayudarla, maldito mentiroso!”

Alec se agachó y me agarró, apartándome a la fuerza del cuerpo de Renée y


empujándome hacia atrás al suelo. “Se ha ido,” dijo enfáticamente. “¡Contrólate,
maldita sea!”

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Me quedé sentado en el sucio suelo del granero y lo fulminé con la mirada, intentando
tomar respiraciones profundas mientras trataba de controlar mi ira. Todavía estaba
hiperventilando y temblando, mis ojos ardían por las lágrimas mientras trataba de
contener las ganas de vomitar. Simplemente no podía creerlo, no podía ser real.
¡Después de todo, no podía estar sucediendo esto! Miré frenéticamente a todos a mí
alrededor, esperando que fuera alguna maldita pesadilla cruel de la que despertaría
en cualquier momento y vi que una sonrisa engreída se formaba en los labios de Jane.
El verla me hizo perder lo que me quedaba de autocontrol.

“¡Están jodidamente enfermos!” Espeté, mis ojos lanzándose furiosamente de Jane a


Charles. Ninguno de los dos se veía afectado por el cuerpo sin vida de Renée, y no hay
palabras para describir cuánto me enfureció eso. A ellos les importaba una mierda,
joder, era como si ella ni siquiera existiera para ellos. ¡Ella era una persona, maldita
sea! ¡Había sido una mujer que vivía y respiraba, con putas esperanzas y sueños para
su hija! ¡Esperanzas y sueños que ellos habían tratado de destruir, y una vida que
habían intentado quitarle! ¡Una vida que ahora se había ido, una puñetera vida que
nunca regresaría por su culpa! “¡Esto es la maldita culpa, de los dos! ¡Ustedes la
mataron!”

“Ella se suicidó,” Jane dijo como si nada, viéndome con esa maldita sonrisa engreída
todavía en sus labios. Mis ojos se estrecharon mientras que mis manos empezaron a
temblar aun más que antes.

“¿Y quién tiene la culpa de esa mierda? ¡Ustedes hicieron esto, ustedes causaron esto!”
Grité. Ella me miró furiosa.

“¿Qué está mal contigo? ¡Tú y tu estúpido padre! ¡Ella solo es una maldita esclava!”
Escupió. “¡Eso es todo lo que es!” Al momento que esas palabras salieron de sus
labios, mi visión se nubló y casi me quedé ciego por la puta ira. Toda razón y lógica
desapareció y las jodidas emociones se apoderaron de mí a medida que todo se volvió
de color rojo.

“¡No, no lo era!” Grité. “¡Ella no era una puta esclava!”

“¡Edward!” Alec me advirtió enfáticamente, estirando su mano para agarrar de nuevo


mi hombro. Alejé su mano de un golpe y lo empujé, sin importarme una mierda lo que
tuviera que decir. ¡No había hecho ni una maldita cosa para ayudar a Renée, joder, la
dejó allí para que muriera!

“¡Era una puta principessa! ¡Una puta princesa de la mafia! ¡Mataste a una maldita
princesa y vas a pagar por ello, tú puta perra enferma!” Grité, agarrando las tijeras de
jardín del suelo junto a mí donde Alec las tiró y arrojándoselas a Jane en mi ira. Ella
trató de alejarse pero no fue lo suficientemente rápida y la golpearon en el centro de su
pecho, haciéndola jadear con fuerza. “¡Han estado torturando a una secuestrada
princesa de la mafia y van a pagar por ello! ¡Aro va a matarlos por la mierda que han

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hecho, y si él no lo hace, lo haré yo! ¡Voy a matarte, te juro que lo haré! ¡Me aseguraré
de que mueras por cada maldita cosa que alguna vez le hiciste a Isabella y a su madre
así sea la última cosa que haga!”

Los ojos de Jane se movieron alrededor rápidamente llevándola al frenesí. No estaba


seguro si ya sabía la maldita verdad y estaba asustada porque se le reprochara por
ello, o si le había pegado un puto susto, pero definitivamente se había desquiciado. Se
giró y agarró una pala que estaba detrás de ella, volviéndose para fulminarme con la
mirada. Estaba furiosa y en ese momento se veía como una loca, evidentemente había
perdido cualquier vestigio de jodida cordura que podría haber tenido todavía. Mis ojos
se abrieron a medida que mi corazón empezaba a latir con tanta fuerza que podía
escuchar la sangre recorriendo mi cuerpo, el sonido hacía eco en mis oídos. Llevé mi
mano rápidamente a la cintura de mis pantalones y el pánico me golpeó cuando me di
cuenta que no llevaba mi puñetera arma. Estúpidamente había dejado a la hija de
puta en el coche, sin siquiera pensar en agarrarla cuando salí de él más temprano.
Había estado tan jodidamente optimista en cuanto a salvar a la madre de Isabella que
olvidé todo lo que alguna vez mi padre me había enseñado sobre estar en alerta todo
el tiempo, en especial alrededor de enfermos hijos de puta como ellos.

Me apresuré a echarme hacia atrás y traté rápidamente de ponerme de pie cuando ella
comenzó a avanzar hacia mí, sabiendo que no tenía intenciones de retroceder. Echó la
pala hacia atrás para golpearme con ella y subí mis pinches manos de forma
defensiva, tratando de protegerme. Alec reaccionó rápidamente y metió la mano en el
saco de su traje, agarrando su arma. Él le apuntó directamente hacia ella y apretó el
puto gatillo sin dudar, el sonido rebotó con fuerza en las paredes del pequeño recinto.
Retrocedí por el sonido y Jane dio un grito ahogado cuando la bala le atravesó el
pecho justo en el corazón, se tambaleó mientras lanzaba el golpe con la pala en
reacción. Me preparé para el impacto y se estrelló contra mi hombro, un dolor agudo
me recorrió. Ella giró su cuerpo cuando empezó a balbucear, una expresión de horror
en su rostro cuando dejó caer la pala y se agarró el pecho. Se escuchó otro disparó al
instante, golpeándola en el centro de la cabeza entre los ojos. Se tambaleó hacia atrás
inmediatamente y cayó, golpeando el duro suelo a un lado de dónde había estado
sentado. Me eché hacia atrás rápidamente y traté de ponerme de pie, pero mis putas
piernas cedieron, aterrizando de nuevo en el maldito suelo. Comencé a hiperventilar de
nuevo cuando el pánico me recorrió entero, el control de mí mismo menguando.
Charles gritó el nombre de Jane mientras corría hacia ella, y Alec reaccionó por instinto
una vez más y apuntó el arma hacia él. Me agaché y cubrí mi cabeza cuando sonó el
disparo, la sangre salpicó en mi dirección a medida que la bala atravesaba el cráneo
de Charles. Cayó hacia adelante y golpeó el suelo con un ruido sordo a un lado de
donde yacía su esposa sangrando, su cuerpo inerte al momento del impacto. Me les
quedé mirando horrorizado y sentí subir la bilis, todo mi cuerpo temblaba. Giré mi
cabeza hacia un lado y comencé a vomitar profusamente mientras Alec caminaba
hacia nosotros con calma. Se detuvo y disparó unos cuantos tiros más hacia ellos antes

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de volverse para mirarme.

Me miró furioso por un momento mientras volvía a poner el arma dentro de su saco
antes de agacharse y sujetarme por el brazo. Tiró de mí para levantarme del suelo,
haciendo que más dolor atravesara mi hombro dónde Jane me había golpeado. Me
tambaleé unos cuantos pasos mientras intentaba recuperar el equilibrio, mis piernas
trataban de ceder bajo mi peso. Estaba mareado y todavía sentía náuseas pero estaba
jodidamente aterrorizado y me di cuenta por la expresión en el rostro de Alec que no
estaba de humor para pendejadas. Acababa de acribillar a su maldita hermana sin
una pizca de emoción por ello, y eso confirmó lo que siempre había sospechado…

Joder, él también me mataría, si fuera necesario.

“Mierda,” balbuceé, aturdido y devastado. Me balanceé a medida que miraba


alrededor tratando de controlarme, pero la vista frente a mí envió ondas de choque a
través de mi cuerpo.

Alec sacó su teléfono mientras yo me acerqué trastabillando al banco, sentándome con


cuidado encima de él. Bajé la cabeza entre mis piernas y cubrí mi rostro con mis
manos, tomando respiraciones profundas. Me zumbaban los oídos por los malditos
disparos, mi cabeza palpitaba con fuerza. Estaba jodidamente abrumado y asustado,
sin saber qué mierda iba a pasar. Había una sensación de incredulidad con todo,
parecía tan surreal. Todo había pasado tan rápidamente, dos o tres putos minutos a lo
máximo desde ese primer grito de mierda hasta el último disparo.

“Ha habido un accidente,” Alec dijo con calma al teléfono. Levanté la vista hacia él y lo
vi mirándome jodidamente furioso, obviamente para nada complacido conmigo. Lo
miré fijamente a medida que comenzaba a caer en cuenta de exactamente qué tan
masivamente la había jodido. “Sí, en casa de los Swan. Tres fritos, señor. Los dos, la
tercera era propiedad.”

Hizo una pausa mientras quién asumí era Aro habló por la línea. Era un enorme
problema de mierda que tenía que pasar por el puto Jefe para resolverlo y al pensarlo
me asusté aún más. Él no iba a estar feliz con esa mierda y el simple hecho de que
estuve allí cuando sucedió no auguraba nada bueno para mí en lo absoluto. “Sí, era la
mamá de la chica. Sin embargo, ni Edward ni Isabella estuvieron presentes, señor. Los
dos están descansando en su hotel. Tuve una confrontación con mi hermana sobre
cómo trató mi propiedad y se complicó.”

Hubo una pausa larga mientras Alec escuchaba con atención, todavía fulminándome
con la mirada. Me pasé las manos por mi cara y agaché la cabeza, reprendiéndome a
mí mismo en jodido silencio por la mierda que había hecho. Alec lo estaba cubriendo y
salvando nuestros putos culos, y yo me estaba derrumbando cuando la maldita culpa
era mía. Había soltado el secreto… la única maldita cosa que me confiaron y que
sabía, malditamente bien, que nunca podría decirlo en voz alta.

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“Asumo toda la responsabilidad por el incidente. Voy a preparar un lugar y me
encargaré de la limpieza sin problema. Me disculpa por el dilema en que esto lo pone,
y acepto cualquier consecuencia que crea necesaria por mis acciones.”

Suspiró y negó con la cabeza. “Sí, entiendo. ¿Qué hay de las propiedades? Tenían
tres. Técnicamente Isabella sería su siguiente guardián como heredera de Swan pero
yo puedo tomar propiedad ya que ella es incapaz de hacerlo.” Hizo una pausa cuando
Aro habló. “Sí, el papeleo ya había sido firmado, por eso hicieron el viaje este fin de
semana. Está finalizado.” Le agradeció después de un momento y colgó, todavía
mirándome furioso. Todo mi cuerpo estaba temblando mientras lo miraba con
aprensión, sin saber qué demonios iba a pasar. “Yo, eh…” Empecé, sin tener idea de
qué carajos decir pero no podía quedarme simplemente allí sentado. Negó y
rápidamente levantó su mano para detenerme.

“No hay nada qué decir, Edward,” dijo fríamente. “Divulgaste el secreto y no me dejaste
otra alternativa. Lo hecho, hecho está.”

“Pero, eh…” Empecé a decir, negando. Todo estaba jodidamente mal y su jodida
indiferencia me estaba asustando. “Tu puta hermana… ¡Mierda! Sé que siempre has
creído en proteger a tu familia...”

“Eso es exactamente lo que hice,” dijo, mirándome fijamente. “Eres mi sobrino,


¿cierto?” Asentí vacilante. “Y Jane estaba intentando atacarte, ¿cierto?” Asentí una vez
más. “Entonces, supongo que eso significa que protegí a mi familia.”

“Supongo,” dije en voz baja. Sacudió su cabeza con enojo.

“No hay suposiciones al respecto, Edward. Mi hermana y su esposo, se lo buscaron, y


no es culpa de nadie sino suya lo que recibieron. ¿Te ofende o molesta de alguna
manera que ya no vivan? Imaginé que estarías contento de que fueran castigados
después de todo lo habían hecho,” dijo con seriedad.

Me le quedé mirando, no hablé, temeroso de que me sintiera de nuevo enfermo si lo


intentaba. Había dicho hacía un momento que ellos pagarían por todo pero, joder,
nunca imaginé que pasaría así. Nunca imaginé que estaría sentado en un puñetero
banco, temblando de miedo mientras sus cuerpos sangrientos yacían a unos metros
cerca de mí, cerca del cuerpo sin vida de Renée. Nunca, en un millón de putos años, me
había imaginado que terminaría el día salpicado en sangre, la misma sangre que
corría por las venas de Isabella, mientras las dos personas que la trajeron a la
existencia estuvieran muertas.

“Charles sabía que hoy compraría a Renée y él permitió que la dañaran a pesar de ese
hecho. Se le había advertido contra eso en muchas ocasiones, también por tu padre, y
él sabía que con su pasado, hacerlo era una sentencia de muerte. Y mi hermana…
bueno, hace tiempo ya se le veía venir a mi hermana,” me dijo, negando con la cabeza.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1366


“Ahora ya está hecho. No me agradó hacerlo, pero independientemente de que les
hubieras dicho la verdad acerca de la identidad de Renée o no, habían hecho lo
suficiente para merecerse ese jodido destino.”

Hizo una pausa y se volvió para mirar los cuerpos. “Este asunto no es tuyo para que le
hagas frente… es mío. No me escuchaste antes, pero tal vez ahora me escuches. Tu
único trabajo, Edward, es volver a esa habitación de hotel y explicarle a Isabella el
porqué no va a recibir a su madre, después de todo, ya que también decidiste
ignorarme cuando te advertí en primer lugar que no le dijeras. Tal vez esto finalmente
te enseñe una lección. Actúas de forma muy irracional, reaccionas más por emoción y
no con suficiente lógica. Tal vez finalmente te des cuenta que no lo sabes todo, al fin y
al cabo.”

Lo miré fijamente y sentí el miedo recorriendo mi cuerpo, las náuseas


desencadenándose de nuevo al pensar en Isabella. Joder, tenía que ir a decirle a
Isabella. Mi chica estaba sentada allí, esperándome regresar y decirle que su madre
estaba a salvo y que todo estaba bien, y no podía hacerlo. Nada estaba jodidamente
bien, su madre estaba muerta y era mi maldita culpa que su corazón estuviera a punto
de romperse. Le había hecho la puta promesa e iba a tener que romper la maldita
promesa después de jurarme a mí mismo que nunca iba a hacer eso. Había jurado
nunca romper una puta promesa que le hubiera hecho a Isabella pero ahora no tenía
otra opción más que hacerlo por mi maldita ignorancia.

Sentí mis ojos arder por las lágrimas que estaba tratando de contener a medida que
me ponía de pie, pasando las manos por mi cabello con frustración. Me detuve y miré a
Alec, tratando de tragar el nudo en mi garganta.

“¿Crees que ella quiera enterrar a su madre?” Alec preguntó, mirándome y levantando
las cejas inquisitivamente. Me encogí de hombros vacilante, sin tener una jodida idea
de lo que le gustaría a Isabella en este momento, porque no tenía idea de cómo
demonios iba a reaccionar. Ella siempre me había dicho que aceptaba la muerte con
facilidad por cómo había vivido y el desapego sintió al crecer, pero ella finalmente
había aceptado el maldito hecho de que amaba a su madre y yo tenía que arrebatarle
eso. Él asintió y miró alrededor.

“Voy a enterrarla en la arboleda y colocar algo donde esté el cuerpo, en caso de que
Isabella quisiera despedirse. Ella no debería verla en este estado,” me dijo. Asentí.

“Gracias,” le respondí, mi garganta adolorida por gritar y mi voz quebrándose.


Sacudió la cabeza.

“Esta es precisamente la razón por la cual antes te dije que no me agradecieras,


Edward, y la razón por la cual le había dicho a tu padre que no me agradeciera por
ayudar. Las cosas muy pocas veces resultan cómo las hemos planeado y todos
nosotros podemos atestiguar eso por Elizabeth,” él dijo. La mención de mi madre, una

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1367


vez más, no ayudó en nada a mantener mi fuerza y luché con más fuerzas para no
dejar salir mis emociones, sin querer desmoronarme por completo.

“Mi madre…” Comencé a decir, confundido y no muy seguro de a dónde carajos quería
llegar con eso, pero quería saber qué demonios estaba pasando. Quería saber por qué
Jane acaba de decir esa mierda sobre que Isabella no era mi madre y por qué Alec
sentía que se lo debía a ella. Sin embargo, antes de que pudiera decir más, él me
interrumpió.

“No quiero hablar de ella,” dijo enfáticamente. “En lugar de preocuparte por los
muertos, ve y cuida de la que está con vida, Edward, y asegúrate de que permanezca
así. Es la única forma de honrar a sus madres. Es todo lo que importa en este
momento.”

Empezó a alejarse sin decir otra palabra y titubeé, mis ojos recorriendo la devastación
ante mí. Después de un momento salí del granero tambaleándome y me dirigí hacia el
coche, en parte jodidamente aturdido y de nuevo aguantándome las ansias de vomitar.
Me subí y lo encendí, alejándome de la casa y saliendo a la carretera. Todo estaba
como en una puta bruma mientras conducía por un rato alrededor de Phoenix, con
miedo de volver al hotel y enfrentar a Isabella. No sabía qué carajos se suponía tenía
qué decir, cómo demonios le iba a explicar lo que había pasado cuando en realidad
nada de ello tenía sentido para mí. Todo el día siguió dando vueltas en mi cabeza
mientras trataba de repasar todo y trataba de encontrar una maldita pizca de
esperanza o sabiduría a la que aferrarme para hacer toda la mierda menos dolorosa.

El sol se puso finalmente y me di cuenta que se me estaba acabando el puñetero


tiempo, sabiendo que no podía mantenerme alejado para siempre. Me dirigí al hotel,
resignado a que ninguna cantidad de tiempo o planeación me darían las palabras
correctas para decirle, porque no había ninguna maldita palabra que fuera correcta.
Su madre se había ido y nada podía resolver eso o hacerlo que desapareciera.

Subí hacia la habitación cuando llegué y me detuve con la mano en el pomo de la


puerta, tomando un profundo respiro. Abrí la puerta lentamente y me encontré cara a
cara con Esme, quién sonreía radiante. Se quedó helada cuando me vio, su sonrisa se
desvaneció rápidamente a medida que el color desaparecía de su rostro.

“Oh por Dios, Edward,” susurró con horror. Miré alrededor de la habitación
rápidamente y vi que Isabella estaba acurrucada en la cama, dormida. “¿Qué pasó?
¿Dónde está Alec, está bien? Por favor, Dios, dime que mi esposo está bien.”

Asentí, pasando la mano por mi cabello en frustración. “Sí, mierda, Alec está bien. Él,
eh… está limpiando o lo que sea, joder, no lo sé,” balbuceé. Su ceño se frunció en
confusión.

“¿Qué pasó? ¿Qué está limpiando?” Susurró, escuchándose asustada.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1368


“Su hermana y Charles. Ellos, eh… joder, Esme. Mierda, él los mató,” le dije,
ahogándome con las palabras. Ella se me quedó mirando conmocionada.

“¿Qué? ¡Oh Dios! ¿Y qué hay con Renée? ¿Dónde está su mamá?” Preguntó
frenéticamente. La miré fijamente y negué con la cabeza, sintiendo las lágrimas
empezar a acumularse cuando mis ojos ardían ante la nueva mención de la madre de
Isabella.

“No lo logró,” le dije. Dejó salir un sollozo y cubrió su boca rápidamente para sofocarlo
cuando un movimiento captó mi atención al otro lado de la habitación. Miré en esa
dirección rápidamente y vi a Isabella sentada en la cama, mirándonos. No estaba
seguro si me había escuchado decir esa mierda pero solo el verla me hizo entrar en
pánico. Ella vio mi expresión y una expresión de horror llegó a su rostro.

“¿Dónde está mi mamá?” Dijo de pronto, su voz llena de temor. Me quedé inmóvil
mientras trataba de pensar desesperadamente en cómo responder esa puñetera
pregunta, pero mi puta vacilación fue todo lo que necesitó. Supo con tan solo mirarme
que le había fallado. Supo que la había jodido.

Ella perdió el control. No sé qué estaba anticipando, cómo exactamente esperaba que
reaccionara a las noticias, pero no había estado precisamente preparado para un
estallido de violencia. La abracé con fuerza mientras ella tenía un ataque de ira,
gritando y golpeándome, tratando de liberarse. La devastación la sacudió con fuerza y
me echó la maldita culpa, arrojando tanto odio e ira hacia mí como pudo. Sus puños
chocaron contra mí con tanta fuerza como pudo reunir e hice una mueca de dolor
cuando golpeó contra mí, ya adolorido, hombro pero recibí cada maldito golpe que me
dio. Le había dado jodida esperanza, sabiendo malditamente bien que ella me había
confiado todos esos meses atrás que era su mayor miedo de mierda. La esperanza era
lo que más la asustaba y yo se la di, obligándola a sentirla, y joder, ella confió en mí.
Le prometí que todo estaría bien y le juré que no le fallaría, pero lo hice. Le había dado
la única mierda que nunca había querido, la forcé a aceptarla y confiar en ella, y luego
solo se la arrebaté.

Le volqué mi maldita alma mientras ella arremetía contra mí, haciéndole saber que a
pesar de que sintiera que me despreciaba yo nunca dejaría de amarla. Podía odiarme
si tenía que hacerlo, podía culparme y sacarme la mierda a golpes, pero joder, nunca
renunciaría a ella. Sabía cómo se sentía, recordé despertar en ese cuarto de hospital
cuando tenía ocho años y escuchar a mi padre repetir una y otra vez que mi madre se
había ido. Recordé la devastación y el dolor, la puñetera culpa y rabia que había
experimentado. Sabía que ella necesitaba desahogarse y culpar a alguien a fin de
lidiar con el dolor que sentía, y era el único en el que confiaba lo jodidamente
suficiente para ser esa persona. Aceptaría cada pizca de su dolor porque esa es la
mierda que haces cuando amas a alguien. Su felicidad es tu felicidad, pero su dolor
también es tu dolor. Joder, mientras ella estuviera sufriendo, yo también lo estaría.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1369


El mundo exterior cesó de existir mientras la sostenía. Ignoré el teléfono y esperé como
el infierno que nadie viniera a tocar la puerta preocupado por los gritos. Ella era todo
lo que importaba para mí, y quería explicarle lo que había sucedido cuando me lo
pidió pero no sabía qué decir. Joder, no podía permitir que supiera que ella se había
suicidado. No quería que el recuerdo de su madre fuera manchado de alguna forma al
ella pensar que se había dado por vencida o que no fue fuerte, porque lo había sido.
Las últimas palabras de Renée hicieron eco en mi mente y me sentí como un maldito
idiota por no habérmelo esperado. Ella me había parecido resuelta, casi jodidamente
contenta en ese momento al decir estás palabras ‘Ya puedo estar tranquila, sabiendo
que está a salvo’. Joder, ¿por qué no le había dicho? La culpa comenzó a invadirme
cuando me pregunté por qué demonios no le dije que íbamos a ayudarla. ¿Cómo había
sido tan jodidamente estúpido?

Ella empezó a ceder después de un tiempo, la fuerza de sus golpes disminuyó a


medida que sus gritos se convertían en sollozos. Seguí diciéndole cuanto lo sentía
mientras ella se rendía aferrándose a mí como si fuera para salvar su vida. La envolví
en mis brazos con fuerza y la recosté en la cama, abrazándola mientras ella lloraba.
Chilló y lloriqueó por horas, cada vez que sorbía su nariz haciendo que el dolor y la
culpa desgarraran mi pecho mientras lloraba con ella.

Finalmente, sus lágrimas se secaron a medida que su cuerpo se relajaba contra mí,
pero sus puños ni una sola vez se aflojaron mientras sujetaban mi camiseta. Se quedó
en silencio y sin moverse y me pregunté si había llorado hasta quedarse dormida pero
le eché un vistazo y vi que sus ojos seguían abiertos. Estaba mirando fijamente a la
lluviosa pantalla de televisión como en un maldito trance, sin moverse y apenas
parpadeando. Dije su nombre en voz baja un par de veces y froté su espalda, pero no
dio ni una puta indicación de que siquiera estuviera consciente de que seguía allí.

Nos quedamos así toda la noche, sin que ninguno de los dos durmiera mucho. Mi
teléfono sonó toda la puñetera noche pero lo ignoré, todavía sin deseos de lidiar con
nada. Estaba exhausto para cuando el sol hizo su aparición la mañana siguiente. Mis
extremidades estaban dormidas y sentía como si me pincharan con agujas en todo el
cuerpo por la falta de circulación. Me quejé e iba a sentarme, pero Isabella se aferró a
mí con más fuerza para detenerme. Tenía una expresión de pánico en su rostro y
suspiré, frotando suavemente su espalda.

“No voy a ninguna parte. Solo necesito sentarme y estirarme,” dije en voz baja,
hablando por primera vez y rompiendo el tenso silencio que se había desarrollado
durante toda la noche. Mi voz estaba dolorosamente áspera, mi cabeza latiendo con
fuerza y mi hombro dolía como el infierno pero traté de ignorarlo todo porque esa
mierda no era importante. No importaba una mierda que tan mal me sentía físicamente
porque nada se compararía con cuan destrozada estaba ella por dentro.

Me soltó titubeante y se acomodó de nuevo en la cama, aferrándose a la manta y

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1370


enroscándose en posición fetal. Suspiré y me puse de pie mientras agarraba el teléfono
del buró. Lo abrí y vi unas cuantas llamadas perdidas de Esme y una de mi padre a
mitad de la noche.

Marqué el número de Esme y me senté al borde de la cama, estirando mi espalda y


sobando mi adolorido hombro mientras el teléfono sonaba. Ella contestó con voz
desesperada, preguntando si estábamos bien y declarando que estaba preocupada.
Le dije que nos la estábamos arreglando porque no sabía qué otra mierda decirle, y
me dijo que estarían en la residencia de los Swan todo el día por sí quería llevar a
Isabella. Terminé la llamada y arrojé el teléfono al buró, volviendo mi cabeza para
mirar en dónde estaba ella recostada. Su espalda estaba hacia mí y podía ver el
movimiento cuando respiraba, su cuerpo estremeciéndose con cada exhalación.

“¿Tesoro?” Dije en voz baja, estirando mi mano y frotando su espalda. Se dio la vuelta
para mirarme, su expresión me impactó. Se veía derrotada, completamente destrozada
y deprimida, el verla hizo que mi pecho se contrajera a medida que el dolor atravesaba
mi corazón. La miré a los ojos y vi que la chispa seguía allí, dando un suspiro de alivio
al verla. Podría estar jodidamente consternada y extenuada, pero ella seguía allí, su
esplendor y su vida seguían brillando con fuerza en algún lugar dentro de ella. No
había perdido la maldita esperanza, no había perdido por completo su fe en mí.
Todavía podía ver el puto amor reflejado hacia mí y sabía que mientras estuviera allí,
estaríamos bien.

Joder, mientras ella siguiera creyendo en nosotros superaríamos lo que fuera.

“Era Esme. Ellos, eh… quieren saber si quieres, tú sabes… despedirte de tu mamá,”
pregunté titubeante, sin saber cuál sería su reacción. Mierda, me destrozaba decir esas
palabras, recordando en ese momento que le había hecho la puñetera promesa a
Renée que nunca llevaría a Isabella de vuelta a ese lugar.

¿Hay alguna puta promesa que pueda cumplir?

Se me quedó mirando por un momento antes de asentir, levantándose y saliendo de la


cama. No se molestó en cambiarse, simplemente se puso sus zapatos y se volvió para
mirarme. Suspiré y me puse de pie, agarrando mis llaves cuando me dirigía hacia ella.
Iba a salir por la puerta frente a mí pero rápidamente agarré su mano, cerrando los
ojos cuando la electricidad de su piel envió escalofríos por mi cuerpo.

Ella me miró cuando entrelacé nuestros dedos, apretándolos suavemente. La comisura


de sus labios se levantó un poco en una suave sonrisa, pero desvaneció tan rápido
como llegó. Conduje a la casa de los Swan lentamente, sin jodida prisa de regresar
allí. Isabella había estado descansando en el asiento mientras conducía pero una vez
que me adentré en la propiedad se tensó, sus ojos recorrían cuidadosamente los
terrenos. No dije nada, sin malditamente saber si debería decirle que Charles y Jane
estaban muertos. Imaginé que sería agridulce el saberlo y me di jodida cuenta que en

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algún momento se enteraría, pero la visita no debería tener nada que ver con ellos. Era
por su madre.

Salí del coche y suspiré cuando Isabella no hizo ningún intento por salir. Estaba a
punto de dar la vuelta al coche y abrir la puerta para sacarla pero Esme salió de la
casa y me detuvo, diciéndome que solo le diera tiempo. Fue difícil, pero me alejé del
puñetero coche y la dejé sentada adentro, recordándome a mí mismo que no podía ser
jodidamente condescendiente con ella. Era independiente y fuerte y no podía
protegerla, sin importar una mierda cuanto lo deseara. Podía estar allí con ella, pero
no podía protegerla de ello. Esme me acompañó a los límites de la propiedad, a lo
largo de una línea de árboles donde una pequeña estaca de madera sobresalía del
suelo. Nos quedamos allí en silencio por unos minutos mientras miraba la tierra recién
removida, el aire sofocante por el calor y las palabras no pronunciadas.

“No es tu culpa, hijo,” Esme dijo en voz baja después de unos minutos, estirando su
mano y frotando suavemente mi espalda. “Sé cómo eres, ¿sabes? Recuerdo ese año
cuando tu mamá murió, como andabas por allí como en un trance casi igual a como
ella parece estar ahora. Siempre te has culpado por cosas que no puedes evitar, te
sientes culpable cuando no tienes nada que ver en ello. No creo que te hayamos dicho
lo suficiente que no fue tu culpa, solo pensamos que lo habías asimilado.”

No respondí, sin tener idea de qué demonios decir de eso. Quería decirle que estaba
equivocada, porque sentía que esto era mi maldita culpa, pero ella solo discreparía
conmigo de todos modos así que no tenía sentido. Suspiró cuando se dio cuenta que no
iba a responderle, sacudiendo su cabeza.

“Tan terco. No tienes qué decir nada si al menos escuchas lo que te estoy diciendo.
Nada de ello es tu culpa, así como tampoco lo es de Isabella. Debimos haberte dicho
más eso y tú tienes que asegurarte de decírselo a ella. Sabemos que Isabella no es la
causante de esto, pero ella se culpará así misma de todos modos. De hecho,
probablemente ya lo haga. Ella va a examinar los “y si” y tratará de imaginar un
escenario donde las cosas serían diferentes y su madre viviría, pero tú sabes que es
imposible,” me dijo.

Me quedé en silencio, recordando cómo solía vagar por el bosque rodeando la


propiedad en Forks por horas cuando era niño, imaginando escenarios donde mi
madre habría vivido, y culpando porque no lo estaba a la estúpida mierda que había
hecho. Había encontrado algo jodidamente insignificante y lo había retorcido hasta
que fuera el maldito catalizador que causó la ruina. No podía contar cuantas veces me
había culpado por gustarme la música, porque si no hubiera tocado el maldito piano
no hubiéramos salido esa noche. No quería que Isabella cayera en esa trampa, porque
sabía la mierda que pasaba cuando lo hacías. Sabía lo que pasaba si te afliges por
ello y no lo dejas salir. Te lo guardas y te vuelves frío, muriendo lentamente por dentro
a medida que la puta oscuridad te vence. No quería que eso le sucediera a la única

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1372


persona que había conseguido sacarme de mi propio hoyo negro de mierda.

“No es justo,” dije en un susurro. “No tuvo la oportunidad de vivir.”

Esme suspiró y estiró su mano, frotando de nuevo mi espalda. “Tienes razón, no es


justo. Alec, puede tener sus defectos, pero cuando dije esas mismas palabras anoche él
me señaló lo que nunca consideré. Él dijo que puede que su vida no haya sido suya,
pero su muerte lo fue. Puede que no haya sido capaz de vivir como ella quería, pero
murió como quiso. Tomó su primera decisión y la llevó a cabo, y ninguno de nosotros
puede quitarle eso. Ninguno de nosotros debería. Debemos respetar eso, por más difícil
que sea.”

Volví mi cabeza para mirarla, sorprendido por sus palabras y mi puñetero corazón se
detuvo cuando vi una figura detrás de nosotros. Salté y grité, agarrándome el pecho
porque me tomó desprevenido.

“Cristo, Bella. Me diste un susto de mierda,” le dije. No tenía ni puta idea de cuánto
tiempo había estado parada allí pero estaba mirando fijamente frente a nosotros a la
estaca de madera en el suelo. Me miró por un momento pero no habló, nos rodeó para
llegar a la marca. Se puso de cuclillas frente a ella cuando Esme me agarró del brazo.

“Te daremos unos minutos,” dijo, tirando de mí. Al principio me resistí, pero ella jaló y
me dio una mirada penetrante que claramente decía ‘joder, ven’. Le eché un último
vistazo a Isabella antes de darme la vuelta y alejarme, caminando hacia el Volvo. Me
apoyé en el capó del coche con los brazos cruzados sobre mi pecho, observando a
Isabella sentarse en el suelo.

Se quedó allí por un rato, pasando las manos por la tierra revuelta. No podía ver desde
donde estaba si estaba diciendo algo, pero en realidad no importaba una mierda. Su
madre ya sabía todo lo que ella tuviera que decir, de todos modos, así como mi maldita
madre lo sabía todo.

“Estábamos equivocados, por cierto,” dijo Esme cuando Isabella se puso de pie y
empezó a sacudirse la ropa. Empezó a caminar lentamente hacia nosotros y suspiré,
mirando a mi tía.

“¿Sobre qué esta vez?” Pregunté. Ella me dio una sonrisa triste, levantando su mano
para palmear mi mejilla.

“Dijimos que Renée… o, mejor dicho, Bree, nunca tuvo la oportunidad de vivir, pero sí lo
hizo. Lo hace. Vive dentro de Isabella y siempre será así,” me dijo. Asentí vacilante y
susurró su despedida a medida que Isabella se acercaba, pasando justo a un lado de
nosotros y subiendo al coche sin decir una palabra.

De hecho, Isabella apenas si dijo una jodida palabra por días después del incidente.
No pude hacer que comiera mucho o algo y el sueño era reducido para ambos. Nos

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1373


quedamos en el hotel en Phoenix por el resto de la semana, dejando al mundo fuera,
pero en el momento en que el fin de semana llegó supe que era tiempo de irnos. La
Borgata se había ido de Forks, mi jodido padre seguía vivo, el incidente de Phoenix
estaba aparentemente bajo control y era tiempo de que volviéramos a nuestras vidas.

El viaje estuvo tenso sin mucha conversación, cada hora sintiéndose como una puta
eternidad. Me detuve constantemente durante el día para tener un maldito descanso, y
para cuando el fin de semana llegó a su fin estábamos entrando de nuevo a los límites
de la ciudad de Forks. Me fui directamente a la casa y me estacioné frente al Mercedes
de mi padre, bajando y estirándome. Isabella bajó y se dirigió directamente a la casa,
sin siquiera molestarse en esperarme pero fui detrás de ella. Abrió la puerta y nos
encontramos cara a cara con mi padre al momento que pusimos un pie en el vestíbulo.

“Hola, chicos,” dijo en voz baja cuando nos vio con una expresión cautelosa en su
rostro.

“Sí, hola,” murmuré. Isabella asintió con la cabeza como saludo.

“Doctor Cullen, señor. ¿Puedo retirarme?”

Él se tensó y se le quedó mirando, con una profunda preocupación en sus ojos. “Eh, por
supuesto, dolcezza. Ni siquiera tienes que preguntar. Eres libre de hacer lo que te
plazca.”

Ella me dio una breve mirada antes de subir las escaleras y fruncí el ceño, viendo cómo
desaparecía de mi vista.

“Me voy a la cama,” murmuré, empezando a subir las escaleras detrás de ella. Escuché
a mi padre suspirar.

“¿Edward?” Dijo. Me detuve y me volví para mirarlo. “Solo tienes que tomarte un día a
la vez.”

Asentí y subí, dirigiéndome directamente a la recámara. Abrí la puerta y me congelé,


mi ceño se frunció por la confusión cuando me di cuenta que la habitación estaba
vacía. Me di la vuelta hacia el pasillo y me quedé viendo a la puerta de la recámara al
otro lado del pasillo, mi puñetero pecho dolía tan solo al pensarlo. Me acerqué y
agarré el pomo, suspirando de alivio cuando el hijo de puta giró fácilmente. Abrí la
puerta y entré cuando Isabella se metía a la cama y se enroscaba en una bola. Me
quité los zapatos y me deslicé junto a ella, agarrándola y acercándola a mí.

“No es tu jodida culpa, Bella. Nada lo es, y no voy a permitir que me alejes. Nada de lo
que pudieras hacer me hará dejar de amarte,” susurré, enterrando mi rostro en su pelo
y respirando su reconfortante esencia natural.

Su cuerpo se estremeció cuando empezó a llorar, pero no dijo ni una sola palabra en

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1374


respuesta. Teníamos que empezar a unir nuestras piezas nosotros mismos ahora que
estábamos de vuelta en casa. Teníamos un futuro que planear, un lienzo en blanco
para dibujar una maldito retrato de cómo se supone sería la vida. No sabía a dónde
iríamos o qué haríamos después de todo lo que había sucedido, pero no renunciaría a
ella.

Nunca.

Era obvio que ambos habíamos cambiado, habíamos regresado de Phoenix como
personas diferentes. Los dos estábamos algo dañados y éramos menos ingenuos, pero
mientras la chispa siguiera en sus ojos. Tenía que creer que éramos capaces de capear
el temporal que caía sobre nosotros. Tenía que creer que podíamos pasar por la
destrucción y salir al otro lado libres de la mierda que nos había sofocado por tanto
tiempo.

Solo teníamos que resolver toda la mierda primero.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1375


“Porque la sabiduría reside en amar, vivir, tomar lo que el destino o los dioses
ofrecen, sin cuestionarse y sin rezar, sino solamente besar los labios y acariciar el
cabello. Avivar el torrente de la pasión al abrazar su caudal. Tener, mantener, y
llegado el momento, dejar ir.” – Laurence Hope

Dr. Carlisle cullen


Me senté en el cómodo sillón de cuero en mi oficina con una pila de papeles frente a
mí, dando golpecitos con mi pluma contra el escritorio por la ansiedad. Tenía un
montón de trabajo acumulándose, tanto del hospital como de La Borgata, pero no era
capaz de concentrar mi mente en nada de eso. Mi atención seguía inconstante, mis
pensamientos y mis ojos se desviaban hacia la transmisión en vivo que se reproducía
en la laptop abierta junto a mí sobre el escritorio, intenté ponerme a trabajar y forzarme
a concentrarme en enfermedades o envíos, pacientes o reclutados, pero cada vez, sin
falta, mi atención terminaría en una sola cosa, Edward.

Habían pasado nueve días desde que Edward y Bella regresaron de su viaje a Phoenix,
y los días han probado ser unos de los más largos de mi vida. El ambiente en la casa
estaba tenso, el silencio que seguía a ambos era desconcertante. Estaban perdidos en
sus propios pensamientos, al parecer, ninguno de ellos era capaz de liberarse de los
problemas que los plagaban. Era obvio que ambos estaban sufriendo y reprimiéndose,
desesperados por desahogarse en el otro y permitir que el otro los consumiera una vez
más, pero ambos tenían miedo. Todo era frágil y sentía como si estuviera caminando
sobre cáscaras de huevo o navegando por un campo de minas, a sabiendas de que sin
advertencia cualquiera de ellos podría quebrarse. Ambos eran como bombas de
tiempo a la espera de explotar si alguien no los templaba, pero el problema radicaba
en el hecho de que no sabía exactamente cómo hacer eso. No estaba seguro de que
cable cortar, por así decirlo, y tenía temor de que un acercamiento equivocado podría
desencadenar una explosión y destruir todo. Solo estaba esperando que sucediera,
que la bomba nuclear acabara con la existencia que había construido para nosotros, y
estaba desesperadamente temeroso que mi hijo más joven sería el uranio que lo haría
suceder.

Ah, estaba demasiado exhausto para metáforas inteligentes. Apenas si podía


concentrarme lo suficiente para garabatear mi nombre en algunos papeles y estaba
tratando de inventar alguna forma ingeniosa para explicar la situación en la que nos

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1376


encontrábamos. Era una pérdida de tiempo y energías, porque no importaba de qué
forma lo miraras o cómo lo llamaras, al final simplemente estábamos jodidos.

Nueve días. Me había sentado detrás de este escritorio por nueve días seguidos y veía
cómo mi hijo se paseaba por el pasillo afuera de mi oficina, sus manos atacando
furiosamente su cabello mientras se reprendía a sí mismo. No pude escuchar sus
palabras pero por sus expresiones y movimientos podía imaginar exactamente qué
estaba diciendo. Sabía que era lo que él había visto en Phoenix y había recibido un
reporte completo de mi cuñado de exactamente qué se había dicho en su presencia.
Sabía la dirección de sus pensamientos y las piezas que estaba intentando unir, sabía
que era solo cuestión de tiempo antes de que cayeran en su lugar y él irrumpiera en mi
oficina con su teoría. Estaba seguro de que iba a pasar la noche anterior, cuando se
había acercado tanto que incluso había agarrado el pomo de la puerta. Sin embargo,
antes de girarla, cambió de opinión y se fue. Una parte de mí se sintió aliviado de que
no me enfrentara, ya que sabía que a estas alturas no podía mentirle y no estaba
totalmente preparado para confesarle la verdad, pero otra parte de mí deseaba que
hubiera acabado todo de una vez. Desearía que dejara de permitir que propagara y
consumiera cada uno de sus pensamientos conscientes. Porque había algo más
importante en lo que él debía de concentrarse y que había estado descuidando
inadvertidamente…

Isabella.

Extendí mis manos y presioné unas cuantas teclas de mi laptop, la pantalla cambiando
a una vista de la biblioteca. La vi de inmediato, enroscada en la silla junto a la
ventana, mirando hacia afuera con un libro en su regazo. Era el mismo lugar donde
había estado todas las noches de la semana pasada mientras mi hijo se paseaba
frenéticamente por el pasillo. Algunas veces encendía la luz y leía, pero a menudo solo
se quedaba sentada allí en la oscuridad y miraba hacia la noche. Se estaba
retrayendo, encerrándose en sí misma cada vez más a medida que el tiempo pasaba, y
ni siquiera estaba seguro si mi hijo se daba cuenta de exactamente qué tanto se
estaba alejando de él. Era desalentador, y desearía que sacara la cabeza de su
trasero y mirara a su alrededor antes de que fuera demasiado tarde. Tenía
demasiados problemas por mi cuenta para siquiera considerar echarme encima los
suyos, pero sentía que tenía una obligación con ellos. Al menos tenía que intentar
hacer lo correcto, pero no estaba seguro cómo o si siquiera fuera realmente posible. Yo
había causado cada uno de ellos pero nada podía borrarse o cambiarse, todo lo que
podíamos hacer era aceptarlo todo y lidiar con las consecuencias. Sinceramente, no
sabía si alguno de ellos en su estado actual fuera lo suficientemente fuerte para
escuchar la verdad con todos sus detalles y enfrentar las realidades de la vida.
Pareciera que todo lo que había hecho era cubrir mis huellas, crear historias
elaboradas para salir de situaciones y estaba cada vez más cansado de todo esto.
Estaba exhausto, tanto mental como físicamente, y había llegado al punto donde la
lluvia radioactiva ya no me parecía tan terrible, siempre y cuando todo estuviera al

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descubierto.

Tenía que colapsar en algún momento, de todos modos.

Estaba hundido con la Borgata. Mentí, engañé, saqueé y masacré por ellos, pero la
única cosa de la que siempre me había enorgullecido era que sin importar qué,
permanecí leal. Tal vez había sido un criminal, pero al menos era alguien honorable
dentro de la organización. Sin embargo, últimamente me había desviado del camino, y
sabía que ellos no eran estúpidos. Cada uno de ellos era un criminal de carrera que
estaba entrenado para ser capaz de identificar a alguien no digno de confianza a un
kilómetro de distancia, y no estaban ciegos ante mi comportamiento reciente. Tenían
sospechas, en especial Aro, lo que me desconcertaba porque el más indigno de
confianza de todos estaba ascendiendo lentamente dentro de la organización justo en
sus narices y él parecía no poder verlo.

James. Siempre había sospechado que no planeaba nada bueno y tenía algo contra
mí, pero después de su más reciente visita estaba completamente seguro que era
extremadamente peligroso. Teníamos una rata dentro de la organización, alguien que
nos vendía tanto al departamento de justicia como a las familias criminales rivales, y
estaba seguro que él estaba involucrado en ello de alguna manera. Habían venido de
improviso a limpiar la casa de toda actividad ilegal tan rápido como era humanamente
posible, ya que ahora mi locación estaba marcada como un lugar de actividades
delictivas por la policía y probablemente vendrían a tocar a la primera oportunidad
que se les presentara. Y durante su estadía, sorprendí a James actuando de forma
extraña y echándoles un vistazo a mis efectos personales en más de una ocasión. No
había nada en la casa que él pudiera utilizar como munición contra mí, ya que todos
los archivos que había tenido de Isabella, desde hace mucho, ya no existían, aun así
no me gustaba su solapado espionaje.

No me gustaba el interés que estaba tomando en Isabella, en lo absoluto, y era claro


que él lo sabía, porque constantemente la nombró durante su visita con el fin de
provocarme, él era una de las muchas razones por las que quise que los chicos
salieran de la casa antes de que la Borgata se presentara. No me preocupaba que
James lastimara físicamente a Isabella mientras estuviera bajo mi techo, porque sabía
que no había manera de que Edward le permitiera que se acercara a menos de treinta
metros de ella, pero era posible que la lastimara de otras formas. En realidad, podría
lastimarlos a ambos, porque sabía información que podría fácilmente salir de sus
labios, palabras dichas con una indiferencia maliciosa que podrían potencialmente
destruir tanto a mi hijo como a la chica que amaba. Parte de la razón por la que Alec
había decidido que los chicos fueran a Phoenix fue para que él pudiera conseguir
legalizar a Isabella, en caso de que la policía viniera a hacer preguntas. Él era el único
con el poder de hacerlo y podía utilizar su influencia para conseguir que Charles
cooperara en el proceso sin tener que recurrir a la violencia. Alec había respondido
oficialmente por Isabella poco después de que regresara a Chicago de su visita, y yo

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volé hacia allá para aceptar formalmente ceder mi propiedad sobre ella a él. Fue
difícil, a pesar del hecho de que confiaba en mi cuñado, porque significaba que ya no
tenía ningún poder en lo que tiene que ver con su vida. Técnicamente, ella era la
responsabilidad de Alec ahora, él estaba a cargo de qué se iba a hacer con ella. Él dijo
qué el que la Borgata estuviera empezando a actuar significaba que era tiempo de que
actuáramos, así que accedí a pesar de que tenía miedo en que se volvería un desastre.
Había tenido razón, por supuesto, pero mantuve la boca cerrada y ni siquiera
consideré regodearme. Era probable que terminara en desastre independientemente
de cuando sucediera, así que tal vez entre más pronto mejor.

No estaba seguro si técnicamente Aro estaba empezando a sospechar de Alec, pero


definitivamente él tenía curiosidad. Me hice responsable de la desaparición del doctor
en Port Angeles, porque Aro podía identificar un trabajo de la Borgata en un instante y
sospechaba que lo habíamos hecho nosotros, ya que estaba al tanto de mi contacto
con él. Le dije que el doctor había empezado a hacer preguntas que me hacían sentir
incómodo porque él sabía demasiado, y dije que había tomado una decisión táctica
para eliminarlo de la ecuación. Era una verdad a medias y Aro pareció creerse la
mayor parte… al menos, hasta que recibió la llamada sobre el incidente en Phoenix.
Charles no era un iniciado, apenas un asociado y fue fácilmente remplazado, pero a
Aro no le gustó ser contrariado con tener que encontrar a alguien nuevo que falsificara
documentos para nosotros. A nadie dentro de la Borgata en realidad le gustaba Swan
así que nadie se entristeció por él o su esposa, pero el simple hecho de que Alec los
había matado a ambos atraía la atención no deseada. Cada uno de nosotros había
jurado que mataríamos a nuestra propia familia si teníamos que hacerlo cuando
fuimos iniciados, pero el que Alec lo hubiera hecho tan fácilmente y sin remordimientos
aumentó la veneración por él dentro de la organización. Alec prefería mantener un
perfil bajo, entrar y salir de situaciones sin ser detectado. Prefería no ser reconocido por
sus acciones, pero estaba siendo forzado a ser el centro de atención por lo que había
hecho. Estaba haciendo que Aro lo mirara más de cerca, y eso no estaba haciendo feliz
a Alec en lo absoluto.

Me sentía culpable por mi papel en todo ello, pero nada que pudiera decir o hacer
cambiaría nada. Estaba decepcionado porque la madre de Isabella había muerto,
pero no podía exactamente decir que estaba sorprendido. Siempre tratabas de
proteger a aquellos que eran inocentes, pero siempre había pérdidas en nuestro estilo
de vida y algunas de ellas eran desafortunadas. La pérdida de una principessa es
siempre devastador, incluso una cuya identidad fue mantenida en secreto. En un
universo alternativo, ella hubiese sido tratada como la realeza que era considerada,
pero el mundo en el que vivíamos no había sido tan amable con ella.

Ella fue atosigada y humillada, lastimada de formas despreciables en las que ninguna
persona jamás debería de ser lastimada. Recordé que Elizabeth me decía que mientras
no todos vivían, todos morían, y con la muerte venía la liberación. La muerte
significaba libertad, no solo para ella sino para todos nosotros, libertad de las cosas

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que nos presionaban y nos contenían. Solía burlarme cuando Elizabeth decía esas
cosas pero ahora entendía a lo que se refería. Entendía lo que era desear poder
encontrar paz pero estar consciente de que no puedes, porque tu trabajo no estaba
terminado. No has cumplido con tu propósito y hasta que no lo hagas, estás condenado
a seguir adelante. Renée se dio cuenta que su propósito en la vida había sido cumplido
cuando vio a Isabella. Ella la había creado, moldeado, y la había dejado libre en el
mundo para forjar su propio camino. No había más que pudiera hacer, y había llegado
el tiempo de que ella finalmente encontrara su propia paz.

La envidiaba por eso. Lo que daría porque el peso del mundo dejara mis hombros.

Suspiré y dejé la pluma a un lado, pellizcando el puente de mi nariz mientras miraba


la pantalla. Había querido ir a la biblioteca y hablar con Isabella cada noche que la he
visto sentada allí sumiéndose en su pena, pero todavía tenía que encontrar las
palabras para decirle. Ella no estaba muy cómoda conmigo en primer lugar, así que
imaginé que sería la última persona que querría que la consolara por la pérdida de su
madre… pero alguien tenía que hacerlo.

Cambié de cámara una vez más, volviendo a la vista del pasillo del segundo piso.
Edward seguía paseándose frente a mi oficina con esa expresión desgarrada en su
rostro, sus ojos se movían rápidamente de mi puerta a las escaleras hacia el tercer
piso. Estaba sorprendido de que estuviera demostrando tal persistencia y paciencia,
considerando que antes de que Isabella viniera a su vida él hubiera irrumpido en mi
oficina sin pensarse dos veces las posibles consecuencias. Al parecer el viaje fallido a
Phoenix había calmado su comportamiento irracional y volátil, considerando que le
mostró de primera mano lo que sucede en nuestro particular estilo de vida cuando
reaccionas sin pensártelo bien.

Lo observé por unos minutos más antes de mirar al reloj en la pared junto a la puerta,
sorprendido cuando me di cuenta de que ya pasaban de las once de la noche. Edward
normalmente ya hubiera tomado su decisión y subido las escaleras con frustración.
Isabella lo hubiera escuchado venir y saldría rápidamente de la biblioteca, regresando
a la recámara antes de que él llegara allí. Hubiera sonreído y pretendido que todo
estaba bien mientras estaba en la presencia de Edward, y yo sabía que si él no
estuviera tan distraído, se hubiera dado cuenta de que no era el caso. Ninguno de ellos
estaba consciente de que las cámaras estaban encendidas y sus movimientos estaban
siendo registrados. No me había molestado en apagarlas después que la Borgata nos
visitó y estaba agradecido por ello, porque sin ellas no hubiera sabido lo que estaba
pasando.

Los pasos de Edward fueron más lentos mientras agarraba su cabello con fuerza y
fulminaba con la mirada la puerta de mi oficina. Sabía que era solo cuestión de
minutos antes de que se diera la vuelta y subiera las escaleras, dándose por vencido
por un día más y permitiéndose preocuparse en ello más tiempo. Era ridículo y sabía

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que no podíamos continuar con nuestro delicado baile porque la canción tenía que
terminar antes de que todos nos derrumbáramos por el agotamiento.

Como ya dije… estaba demasiado agotado como para que se me ocurrieran metáforas
que tuvieran sentido. Ya estaba demasiado agotado para todo eso, francamente, así
que cuando finalmente él se detuvo y se dirigió a mi puerta con esa expresión de
determinación en su rostro, no sentí nada sino decisión. Giró el pomo y abrió la puerta,
entrando y cerrándola con fuerza detrás de él. Hizo una mueca por el ruido del portazo
aún cuando ni yo lo había notado, y me contuve de regañarlo por no tocar. No tenía
sentido hacerlo, solo sentía alivio de que esta vez finalmente haya entrado.

“Siéntate,” le dije con calma después de un momento, presionando algunas teclas de


la laptop para cambiar la vista de nuevo a la biblioteca. Isabella seguía acurrucada en
la silla y mirando por la ventana, al parecer no se había movido ni un centímetro desde
la última vez que la chequé.

Él dio unos cuantos pasos más y se dejó caer en el la silla con un resoplido, y podía
sentirlo mirándome fijamente. Miré en su dirección y encontré sus ojos, viendo la
curiosidad y la confusión en ellos. Su expresión era una de enojo, pero en realidad no
podía culparlo por ello…. yo también estaría enojado conmigo.

“Joder, luces como si no hubieras dormido en años,” me dijo, sus ojos escaneaban mi
rostro. “¿No puedes prescribirte algo de pinche Zolpidem o algo así? Cristo, ¿y has
comido alguna mierda?”

Me le quedé mirando y me recosté en mi silla. “¿Quieres hablar de mi salud, Edward?”


Pregunté con incredulidad. Se encogió de hombros.

“Sí, bueno, te ves algo jodido,” dijo con seriedad. Negué con la cabeza.

“Bueno, gracias por el cumplido,” dije sarcásticamente. “Pero algo me dice que no te
has pasado toda la semana merodeando afuera de mi oficina reuniendo el valor
necesario para hacer una intervención.”

Su expresión cambió rápidamente a una de sorpresa. “¿Cómo…” Empezó a decir,


antes de que entrecerrara ligeramente sus ojos a medida que negaba con la cabeza.
“Tienes las malditas cámaras encendidas, ¿verdad? ¿Por qué demonios no me dijiste?”

“En realidad, no es tan importante, Edward,” le dije. “Aunque me estaba preguntando


si en realidad alguna vez planeabas entrar aquí.”

“Sí, bueno, no sé qué decir,” respondió. “No tiene sentido irrumpir en tu puta oficina
solo para mirarte, en especial considerando… ya sabes… que luces como mierda y
todo eso.”

Esbocé una sonrisa y negué con la cabeza. “Es bueno saber que al menos no has

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perdido tu sentido del humor,” le dije. “Entonces, considerando que estás sentado aquí
ahora, ¿eso quiere decir que ya sabes qué quieres decir?”

Se me quedó mirando por un momento antes de pasar la mano por su cabello,


sacudiendo su cabeza mientras agarraba un puño con firmeza. Con la forma en la que
se lo había estado agarrando últimamente, estaba sorprendido que no hubiera
empezado a arrancárselo. “La verdad no,” dijo finalmente. “Solo me cansé de estar en
el jodido pasillo.”

Asentí con la cabeza. “Entonces, ¿al menos soy mejor que mirar a las paredes
blancas?” Pregunté en broma.

“Joder no,” dijo con una sonrisa. “Pero es bueno saber que no soy el único en torno a
este hijo de puta que recuerda como bromear.”

“Tale il padre, tale il figlio,” murmuré, encogiéndome de hombros. Me arrepentí por mi


elección de palabras al momento que salieron de mis labios, poniéndome tenso
cuando su sonrisa decayó y una expresión seria se apoderó de su rostro. Me miró con
curiosidad y pude ver las preguntas en sus ojos. Sabía exactamente lo que quería
saber… había estado temiendo este día toda su vida.

“Solo dilo, Edward,” dije en voz baja con un suspiro. “No tengo las energías para
andarme con rodeos. Solo pregunta lo que quieres saber.”

Se me quedó mirando por un momento y pude ver la aprensión. Quería preguntar,


quería saber, pero tenía miedo de recibir la confirmación que lo que obviamente él
había descifrado.

“Cuando estábamos en Phoenix, Jane dijo cierta mierda. Quiero decir, sé que ella
estaba jodidamente loca y eso, dijo que yo era un maldito fantasma, ¿lo puedes creer?
Pero ella seguía despotricándole a Alec y dijo que solo porque yo estaba haciendo lo
mismo que tú no quería decir que era lo mismo… que Isabella no era mamá,” hizo una
pausa, pasando de nuevo la mano por su cabello por la frustración mientras yo me
quedaba en silencio y lo dejaba procesar sus pensamientos. “Y no es solo eso, también
hay otra mierda. Supongo que solo me estaba preguntando… tú sabes…”

“Quieres saber cómo conocí a tu madre,” dije en voz baja.

“La verdad,” dijo con seriedad. Asentí.

“La verdad.”

12 de julio 1980

Me dirigí rápidamente hacia la salida trasera de la mansión, con la esperanza de

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escaparme sin ser detectado. Al momento en que abrí la puerta, el aire caliente y seco
me golpeó con tanta fuerza que casi me dejó sin aliento, y maldije. Odiaba el puto
calor, odiaba todo de ello. Odiaba como hacía tu respiración superficial y que tu piel se
sonrojara y se humedeciera con el sudor. Odiaba como apenas si había algo de brisa
de vez en cuando y cuando la había no ayudaba para refrescarte. Solo arrastraba el
aire asfixiante por todas partes, levantando el polvo y haciéndolo aún más
insoportable. Y el polvo… Maldición, odiaba el polvo. Siempre estaba suspendido en el
aire, haciendo que tus ojos picaran y que cada respiro fuera incómodo. Apenas si
podía tolerar el calor… pero lo escogería en un instante en lugar de lo que me
esperaba dentro de la mansión con aire acondicionado. Lo que estaba pasando en el
interior de ese lugar era algo que odiaba todavía más. Entrecerré los ojos cuando salí
al patio trasero, el resplandor prácticamente me dejó ciego. Mi visión se nubló por el
calor abrasador, y levanté mi mano tratando de bloquear el sol. Me maldije a mí
mismo por no traer conmigo mis lentes de sol. Los había tenido a la mano cuando
estábamos dejando la habitación de hotel pero mi madre insistió que eran
inapropiadas y enviaban el mensaje equivocado. Refunfuñé un poco pero las dejé, sin
querer empezar una discusión. El día no se trataba de mí y mi padre estaba bastante
relajado, así que la última cosa que quería hacer era causar una pelea y sacarlo de
quicio.

Siempre estaba sobre mi trasero por algo, diciéndome que tan decepcionado estaba
de mí en todo lo que hacía. ‘No estás a la altura del nombre, Carlisle’. ‘Empieza a
actuar como un Cullen’. ‘Sé un hombre por una vez en tu vida’. ‘Hazme sentir orgulloso’.
‘¿Acaso sabes cómo hacer algo bien?’ ‘Deja de ser una fracasado’. El día en que su
atención no se centraba en mí era un buen día en mi opinión y no tenía la intención de
atraerla hacia mí ese día. Sin embargo, de pie en el patio trasero de la enorme casa, el
sol me cegaba, realmente deseaba haber traído mis lentes de sol, a la mierda los
padres. ¿Cómo eran impropios los lentes de sol, de todos modos? Era la maldita
Arizona a mitad del puto verano.

Suspiré molesto y miré alrededor, buscando algo de sombra en dónde pasar el rato.
Dudaba que alguien notara mi ausencia en la fiesta, ya que el lugar estaba lleno gente
a reventar que mi padre considera importante. Y por eso, probablemente me dé las
gracias por mantenerme fuera de su vista, ya que evidentemente no era capaz de
hacer nada que él considerara ‘un comportamiento decente para un hombre Cullen’.
¿Qué demonios significaba eso de todos modos? Mi padre no conocía la ‘decencia’
aunque le mordiera el trasero.

No había querido venir con ellos en primer lugar y preferiría estar de vuelta en Chicago
disfrutando de las vacaciones de verano de la escuela, pero no quería desilusionar a
mi hermana. Era una pérdida de tiempo tratar de impresionar a mi padre, porque
claramente no era más que una mierda para él, pero no quería decepcionar a mi
hermana. Siempre habíamos cuidado el uno del otro al crecer y era la única persona
que entendía con lo que tuve que lidiar en la vida—la única persona con la que no

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tenía que pretender ser. Era difícil conservar amigos cuando tenías que mantenerlos a
distancia para que no vieran ni escucharan nada que no debían, y que constantemente
te cuestionaras hasta sus razones para hablar contigo. La gente sabía quién,
exactamente, era mi padre, no tenía sentido el siquiera pretender lo contrario.

Era de conocimiento popular entre las agencias policiales a través del país que Antonio
Cullen era el Don actual de la mafia de Chicago y me atrevía a pensar que
probablemente tenían una de sus diversas fotos policiales clavada en un pizarrón de
anuncios en algún lugar de alguna oficina de agentes federales por ello. Pero
independientemente de si la gente lo sabía o no, nunca tuve permitido el confirmarlo.
No podía admitir ante la gente lo que hacía mi familia, siempre tenía que mentir o
evadir o enfrentar las consecuencias en casa, así que no tenía sentido el siquiera
pretender con las personas que no tenía lazos con la mafia. Debido a eso, mi hermana
se había convertido en mi mejor amiga, la única persona en la que siempre podía
confiar.

Y esa es la razón por la que estaba allí, parado en el caliente sol de Arizona,
soportando el calor y la mierda que odiaba tanto. Era el día para que mi hermana
brillara y después de haber estado allí para mí todos los días de mi vida, siempre
dispuesta a escuchar mis quejas, sentí que le debía al menos eso. Le debía cierta
tolerancia, y le debía algo de maldita obediencia. Se merecía un día agradable donde
todos se llevaran bien, un día en el que mi padre persistiera con su diatriba sobre cuán
decepcionado estaba de mí como su hijo. Así que sonreí y soporté todas sus
pendejadas toda la tarde por mi hermana…

Aunque todavía me hubiera gustado tener mis malditos lentes de sol.

Suspiré y comencé a caminar alrededor del exterior de la casa, sabiendo que el área a
la derecha tenía que estar cubierta de sombra. Estaba refunfuñando en voz baja y
mirando hacia el suelo, aún entrecerrando los ojos por el resplandor. Di la vuelta en la
esquina y me estrellé con algo, tambaleándome de inmediato. Levanté la vista
rápidamente y mis manos se dispararon hacia adelante para sujetar a la persona
frente a mí mientras ella trastabillaba.

“¡Cuidado!” Le dije, tratando de mantener el equilibrio.

“Lo siento tanto, no sabía…” La suave y dulce voz comenzó a decir, tomándome
desprevenido. Parpadeé rápidamente y entrecerré los ojos mientras trataba de
ajustarlos, aturdido por la vista frente a mí. Su piel pálida estaba resplandeciendo con
tanta luminosidad que casi parecía estar destellando, su largo vestido color blanco
caía como cascada en su cuerpo y terminaba en sus tobillos. Se veía extrañamente
angelical, y tal vez eso fue cliché pero esa fue la única palabra que se me vino a la
mente en ese momento para describirla. Tenía cabello color cobrizo que estaba
brillando bajo los rayos del sol y un par de sorprendentes y profundos ojos verdes. Eran
penetrantes y miré en ellos fijamente como en un trance desde el momento en que los

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vi, sin poder apartar la mirada. Podía ver su boca moverse y podía escuchar esa voz
melodiosa, pero no capté las palabras mientras miraba esos ojos.

Su voz se fue apagando a medida que su ceño se fruncía y me miraba con una
expresión de confusión.

“¿Señor?” Dijo vacilante. Parpadeé un par de veces cuando capté lo que me decía,
sorprendido de que se dirigiera a mí tan formalmente. No podía haber sido mucho
mayor que ella, si acaso.

“Eh, no,” le dije, dando unos cuantos pasos hacia la sombra y llevándola conmigo para
salir del sol cegador. Ella no se resistió y me miró con aprensión, bajando la vista hacia
dónde mis manos estaban agarrando sus caderas.

“¿Hay algún… problema?” Preguntó titubeante. Negué con la cabeza y la solté.

“El único problema es que no sé tu nombre,” le dije, haciendo uso de mi carisma y


sonriendo. “Mi nombre es Carlisle… Carlisle Cullen.”

Una expresión de sorpresa invadió su rostro mientras me daba una suave sonrisa. Noté
que tenía un ligero sonrojo en sus mejillas y me pregunté si fue por el sol o si yo lo
había causado. Sonreí satisfecho cuando su sonrojo se profundizó mientras me miraba.
Joder sí, eso fue por mí.

“Elizabeth,” dijo con voz suave.

“Un hermoso nombre para una hermosa chica,” le dije. Sus ojos se abrieron por la
sorpresa ante mi declaración.

“¿Hermosa?” Preguntó con incredulidad. Me reí entre dientes y asentí.

“Sí, hermoso. ¿Qué, no crees que tu nombre sea lindo? Joder, podemos llamarte de otra
forma entonces. ¿Elisabetta? ¿Lizzie?” Sugerí. “Como que me gusta Lizzie.”

“Eh, supongo…” Comenzó a decir, mirándome boquiabierta. “Me gusta Lizzie pero solo
estaba sorprendida de que me hubieras llamado… hermosa.”

Mi ceño se frunció y nuevamente recorrí su figura con mis ojos, preguntándome si tal
vez me había perdido de algo ya que parecía tan sorprendida. No le faltaba ninguna
parte de su cuerpo y las que tenía estaban perfectamente formadas… jodidamente
perfecta, de hecho. No tenía esa apariencia artificial de modelo como las que podías
encontrar en las portadas de las revistas o incluso en la mitad de las chicas allá en
casa, su belleza era natural. No estaba brillando con tanta luminosidad ahora que
estaba fuera del sol, pero todavía tenía un sutil resplandor en ella. Su cabello caía más
allá de sus hombros, ondulado naturalmente, y tenía pecas salpicadas a lo largo de su
nariz. Obviamente no era italiana, ni siquiera cerca a serlo. Ningún italiano que
hubiera conocido alguna vez tenía cabello de un vivaz color rojo y ojos verdes.

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Esos ojos… mierda, esos ojos eran sorprendentes. Pareciera no poder dejar de
mirarlos. Era como si estuviera hipnotizado y no pudiera apartarme, desesperado por
perderme en ellos. Si me viera forzado a adivinar diría que era irlandesa, lo que era
desconcertante porque las familias normalmente no se asociaban con ellos. Los
italianos y los irlandeses estaban en conflicto desde antes de la prohibición y te sería
difícil encontrar algunos que se lleven bien allá en el barrio. Hay límites que tú
simplemente no cruzas y la generación de más edad se propuso dejar muy claro que la
mezcla de italianos e irlandeses era uno de esos límites.

Pero ella era hermosa, y no se podía negar ese hecho. Basándome en la sensación
eléctrica subiendo lentamente por mi piel por su cercanía y el leve anhelo que sentía en
mi pecho mientras la miraba, sabía que no sería capaz de olvidar que me había
encontrado con ella. Esos ojos me perseguirían, no había duda de ello, y mi padre iba
a asesinarme por eso pero no podía evitarlo. La deseaba.

No era como si no fuera ya una gran decepción para él, de todos modos. Además,
había peores personas de las cuales enamorarse que una chica irlandesa.

Mis propios pensamientos me asustaron. ¿Amor? ¿De verdad, Carlisle? ¿Acabas de


conocer a la jodida chica y ya estás declarando que es amor? ¿Qué demonios me
estaba pasando?

“No deberías sorprenderte, eres hermosa,” le dije, negando con la cabeza por lo
absurdo de la situación.

Ella me miró mientras yo hablaba, la sonrisa en sus labios haciéndose más grande.

“Eres amable,” dijo en voz baja. Me reí por su declaración.

“¿Amable? Me han llamado de muchas formas, pero por lo general amable no es una
de ellas,” dije en broma. “Un pendejo o jodido tal vez, pero no es muy a menudo que
alguien tenga algo positivo que decir de mí.”

“Pero eres amable. Puede ser que apenas te haya conocido, pero de eso me doy
cuenta. Otros no te ven con claridad si no se dan cuenta,” me dijo.

“Hermosa y encantadora,” le dije, sonriendo con suficiencia. “Dios realmente te


bendijo, ¿cierto?”

“Si Dios realmente me hubiera bendecido, ¿de verdad crees que estaría en esta casa?”
Murmuró. Sus ojos se abrieron sorprendidos después que dijo las palabras y
rápidamente levantó su mano para cubrir su boca, al parecer atónita por sus propias
palabras. Me eché a reír.

“¿Y sentido del humor? Si no lo supiera ya, diría que eres la conquista perfecta. Sigue
así, bellisima, y tal vez no te deje ir,” le dije, usando de nuevo mi encanto. Su sonrojo se

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profundizó una vez más.

“Entonces, ¿no estás molesto de que choqué contigo?” Preguntó.

“No chocaste conmigo, yo choqué contigo. Pero no, por supuesto que no estoy molesto.
En realidad estoy agradecido, porque por lo general no tengo tanta suerte,” le dije. Se
me quedó mirando por un momento antes de negar con la cabeza.

“No creo en la suerte,” dijo.

“¿No? ¿Entonces cómo te explicas el que nos hubiéramos encontrado en, eh, esta
casa?” Pregunté bromeando. “Al parecer algo bueno salió de este día. Si eso no es
suerte, ¿entonces qué es?”

Ella sonrió con timidez y se encogió de hombros. “¿Destino?”

____________________

“Nos conocimos en la fiesta de compromiso de tu tía Esme en Phoenix cuando yo tenía


quince años,” dije en voz baja.

“Eso lo sé,” me dijo, interrumpiéndome. “Chocaste con ella y casi la tiraste al suelo.
Mamá solía decirnos esa mierda todo el tiempo. Colpo di fulmine. Fue amor a primera
vista.”

“Sí,” le dije.

“Y ella estaba allí por la familia de Alec y no la nuestra, porque nuestra puta familia no
la conocía, ¿cierto?” Preguntó, levantando las cejas con curiosidad. Yo asentí con la
cabeza.

“Sí,” le dije una vez más.

“Entonces, dime… ¿qué demonios estaba haciendo una chica irlandesa en una fiesta
de compromiso de dos italianos?”

Me le quedé mirando mientras procesaba su pregunta, considerando cómo


responderla. Negué con la cabeza y suspiré. “Yo mismo me hice esa pregunta.”

12 de julio de 1980

Me senté con mi espalda contra el costado de la casa y mis piernas extendidas frente a
mí, abanicándome con la mano mientras el sudor prácticamente salía a borbotones de
mi piel. Tenía unos cuantos botones de mi camisa desabrochados y mis mangas
enrolladas hasta los codos, tratando de que mi cuerpo aspirara el calor sofocante.
Elizabeth estaba junto a mí, sus piernas dobladas con sus rodillas en su pecho con uno

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de sus brazos alrededor de sus piernas, su mano libre tirando de la hierba seca que
nos rodeaba. Ella no parecía incómoda en lo absoluto, como si ni siquiera estuviera
jodidamente caliente para ella. Parecía relajada, pero de vez en cuando oía un ruido y
se ponía tensa, sus ojos miraban para todos lados con ansiedad.

“Joder, ¿no tienes calor?” Solté después de unos minutos de silencio. Habíamos estado
sentados allí por al menos una hora y ninguno de los dos habíamos hablando mucho.
Ambos parecíamos fascinados por la presencia del otro y sin saber qué decir. Había
algo en el aire entre nosotros que no podía describir, pero podía sentirlo. Era casi
magnético, una fuerza que me atraía más y más a ella, sin que se pronunciara una
sola palabra. No sabía si ella podía sentirlo, pero cada vez que la miraba me
encontraba con esos profundos ojos verdes y podía ver la curiosidad e intriga en ellos.

“No mucho,” dijo en voz baja. “Me gusta el calor.”

Me eché a reír, negando con la cabeza. “Esto es mucho más que calor, bellisima. Esto
es como un horno.”

Ella sonrió, mirándome. “Puedes ir allá dentro,” sugirió. “De seguro el aire frío de los
aires te harán sentir mejor.”

“Estoy seguro que sí. ¿Vas a entrar conmigo?” Pregunté, levantando las cejas
inquisitivamente. Sus ojos se ampliaron por la sorpresa y rápidamente sacudió su
cabeza.

“Oh no,” dijo, escuchándose algo temerosa. “Eso no… estaría bien.” Me reí entre
dientes y asentí.

“Bueno entonces, yo tampoco voy a entrar ahí,” le dije. “No han notado que no estoy y
hasta que no lo hagan, me quedo justo donde estoy.”

“¿Se darán cuenta de que no estás?” Preguntó con curiosidad. Negué con la cabeza.

“Probablemente no. A mis padres les están besando el trasero allí dentro y mi hermana
está ocupada recibiendo las felicitaciones de la gente, así que, joder, dudo que ahora
siquiera recuerden que estoy vivo,” murmuré, bajando mi mano y agarrando una mata
de hierba con enojo. Extendió su mano hacia la misma área cuando yo lo hice y
nuestras manos se tocaron, una chispa me golpeó cuando mi piel tocó la suya. Retiré
mi mano rápidamente y ella se quedó inmóvil, mirándome con cautela.

“¿Te di una descarga?” Pregunté. Asintió vacilante.

“Sentí toques,” dijo en voz baja, todavía mirándome. Pude ver la curiosidad en sus ojos,
las preguntas que obviamente quería hacer, allí, suspendidas en el aire porque por
alguna razón se estaba conteniendo. Me miraba como si fuera un producto de su
imaginación, como si en cualquier momento iba a desaparecer.

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Extendí mi mano con cuidado y toqué la suya, sintiendo el cosquilleo de la electricidad
entre nosotros una vez más. Su expresión cambió a una de asombro y bajó la vista a mi
mano sobre la suya con fascinación. Pasé mis dedos suavemente por sus nudillos,
acariciando la piel suave y sintiendo las chispas en las puntas de mis dedos. Fue algo
que nunca había sentido antes y era jodidamente extraño, pero pareciera que no tenía
lo suficiente de ello.

“Eso es jodidamente loco,” murmuré, cuando recorrí con mis dedos más allá de su
muñeca y subí por su antebrazo. Mi caricia le dejó la piel de gallina y ella dejó escapar
un suspiro tembloroso mientras me miraba.

“Me recuerda las tormentas con relámpagos que tenemos aquí,” dijo con voz suave. Mi
movimiento se detuvo cuando dijo esas palabras, una sensación extraña recorrió mi
cuerpo y se sintió como si simplemente…. supiera.

“Colpo di fulmine,” dije en voz baja, sacudiendo mi cabeza. “Mierda.”

“¿Es italiano?” Preguntó con curiosidad. Asentí.

“Sí. ¿Hablas algo?” Pregunté, negó con la cabeza vacilante.

“Lo he escuchado, por supuesto, pero en realidad no sé qué significa,” dijo. “Aunque,
se escucha bonito.”

Me reí entre dientes. “Eso he escuchado,” le dije. Las chicas americanas allá en
Chicago estaban fascinadas por la lengua y no les importaba que les dijera mientras
lo hiciera en italiano.

“¿Qué significa eso?” Preguntó en voz baja. “¿El colpo di fulmine?” Sonreí con
suficiencia mientras ella intentaba copiar mi acento, pero su pronunciación era horrible
hasta el punto de ser adorable.

“Literalmente, significa rayo, pero es una frase que algunas personas usan para
describir…” Mi voz se fue apagando, sin saber cómo describirlo sin asustarla al usar
una palabra con tanta fuerza como ‘amor’. Acaba de conocer a la jodida chica,
después de todo.

“… esto?” Preguntó, completando mi idea. Levantó su mano titubeante, extendiéndola


hacia mí, pero deteniéndose a unos centímetros de mi rostro. Vi la aprensión en sus
ojos y pude ver la duda en ella, lo que era jodidamente confuso. Había estado sentado
allí acariciando su mano así que no había razón para que ella no me tocara. Le sonreí
asegurándole que estaba bien y vi como la aprensión se desvanecía a medida que una
sonrisa cruzaba sus labios. Rozó mi mejilla con la punta de sus dedos y mi aliento se
estremeció cuando el hormigueo se disparó por mi piel.

Pasé el dorso de mi mano por su mejilla y sus ojos empezaron a cerrarse por la

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sensación. Hice una pausa antes de pasar rozando con mi dedo índice su boca, sus
labios se abrieron y un suspiro tembloroso escapó cuando sus ojos se abrieron de
nuevo. Ella me miró fijamente y esos hermosos ojos verdes prácticamente me
hipnotizaron, estaban bañados con emoción, la curiosidad, el asombro y adoración
intensos. Puse mi mano en su mejilla y me incliné hacia adelante sin pensarlo y vi que
la sorpresa destelló en su rostro justo antes de que presionara mi boca en la suya.

En realidad, nunca antes había deseado besar a una chica, nunca le vi el atractivo,
pero en ese momento no había nada que quisiera más que darle un puto beso.

La electricidad que sacudió mi cuerpo lo consumió todo, escalofríos bajaron por mi


espalda y el calor me recorrió. Todo pareció asentarse justo en mi pecho cuando el
anhelo llegó a mi corazón. Ella se congeló por un momento pero se relajó cuando
empezó a responder a mi beso, sus labios suaves y cálidos. La besé con cuidado, solo
disfrutando de la sensación y el sabor de sus labios, y después de un momento me
aparté de su boca para tomar un respiro. Abrió sus ojos y se me quedó mirando
sorprendida y sonreí satisfecho cuando vi esa chispa de nuestra piel reflejada en sus
ojos.

Supe de inmediato que nunca tendría suficiente de esos putos ojos. Colpo di fulmine,
sin duda.

“¿Quién eres tú?” Le dije, preguntándome de dónde demonios había venido. Nunca
antes imaginé experimentar esa mierda, y siempre pensé que era algo mítico. El
concepto del amor a primera vista era simplemente una locura para mí, la idea de que
puedes tener una conexión instantánea con alguien y saberlo tiene que ser
simplemente ridículo. Ese tipo de cosas simplemente no pasan. Pero aun así… acaba
de pasar.

“Yo, eh…” Empezó a decir, sus mejillas sonrojándose mientras me miraba. La


aprensión volvió a sus ojos cuando yo la miraba con curiosidad, preguntándome quién
era. Era incomprensible que una chica como ella estuviera en una fiesta de
compromiso para dos chicos italianos, en especial el compromiso de una principessa y
un principe della mafia.

Esperé a que terminara pero antes de que pudiera contestar mi pregunta los ojos de
Elizabeth miraron rápidamente por encima de mi hombro y se abrieron con horror, lo
que vi me asustó e hizo que mi corazón se acelerara. Me volví rápidamente y me
congelé cuando vi a Jane de pie en la esquina de la casa, mirándonos furiosa con una
expresión de odio en su rostro.

“¿Qué demonios estás haciendo?” Chilló, su voz destilando asco.

“Vete de aquí maldita loca…” Escupí, a sabiendas de que nunca vino nada bueno de
la presencia de esa chica. Era sádica y retorcida, pateaba a la gente por diversión.

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“No tú,” replicó, mirándome furiosa. “¡Ella!”

Mi ceño se frunció por sus palabras mientras Elizabeth empezó a tartamudear. “Yo,
eh… digo…” Empezó a decir. La atención de Jane estaba centrada en ella a medida
que su temperamento se enardecía.

“¡Levántate! ¡Ahora!” Chilló. Elizabeth se apartó de mí rápidamente y se levantó de un


salto y la miré boquiabierto por la confusión, preguntándome por qué demonios ella
permitía que esa pequeña perra loca le diera órdenes.

“Sí, ama,” Elizabeth murmuró, su vista bajó rápidamente al suelo a medida que su
respiración se aceleraba por el miedo. Mis ojos se abrieron por la conmoción cuando
registré esas palabras. ¡¿Ama?!

“¡Más tarde vas a pagar por tu desobediencia! ¡Ahora vuelve al jodido trabajo,
esclava!” Jane escupió.

El horror me sacudió cuando Elizabeth se dio la vuelta y salió corriendo. Me quedé


inmóvil mirando boquiabierto al lugar donde ella había desaparecido de mi vista.

Definitivamente había peores cosas de las que enamorarse que una irlandesa… y
joder, al parecer acababa de enamorarme de una.

¡¿Una esclava?!

__________________________

“¿Y bien?” Dijo Edward con impaciencia cuando no respondí. “Dijiste que no ibas a
andarte con rodeos, así que solo dime. ¿Qué estaba haciendo ella allí?”

Lo miré por un momento antes de tener que desviar mi mirada, incapaz de ver esos
ojos, los ojos de Elizabeth, mirándome. Siempre fue jodidamente difícil mirar a Edward
por lo mucho que se parecía a su madre.

“Ella, eh… ella era… la servidumbre,” le dije en voz baja, bajando la vista a la pila de
papeles en mi escritorio, mi corazón comenzó a latir con fuerza y rapidez a medida que
me preparaba para cualquier potencial mala reacción que fuera a tener. Me había
quedado pasmado cuando descubrí que era una esclava porque no lucía como una en
lo absoluto. La Sra. Evanson era tan particular que exigía que su servidumbre estuviera
bien vestida y acicalada, sin querer que ninguna de sus pertenecías estuviera fuera de
lugar. La mayoría de los Mafiosi cuidaban bien de sus esclavos, pero los Evanson
siempre lo llevaron al siguiente nivel.

“¿La servidumbre?” Él repitió mis palabras, la tensión en su voz marcada. “¿Qué, como
la jodida sirvienta, papá? ¿Era una maldita camarera? Porque ustedes dos tenían,
¿qué? ¿Quince años? Eso no es precisamente la edad suficiente para estar empleado
legalmente en esa mierda, ¿cierto? No es como si ustedes hijos de puta siguieran las

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leyes o algo así…”

Di un suspiro exasperado y pellizqué el puente de mi nariz por la frustración. “No, ella


no estaba empleada legalmente, Edward. No le pagaban…”

“Entonces, esa mierda es cierta,” espetó, enderezándose en su asiento rápidamente a


medida que levantaba la voz. Podía escuchar la ira y el dolor en ella, pero no podía
soportar mirarlo, sabiendo que lo vería reflejado en esos malditos ojos verdes que
había heredado de Elizabeth. “¡En serio, ¿es jodidamente cierto?!”

“Sí,” dije en voz baja. Su temperamento se encendió y empujó el frente de mi escritorio


cuando se levantó, impulsándolo hacia mí con la fuerza de sus manos. Agarré bien la
laptop antes de que cayera al suelo por el movimiento y lo miré cuando comenzó a dar
vueltas en la habitación. Su mano izquierda estaba cerrada en un puño mientras
agarraba su cabello con su mano derecha, su expresión y sus movimientos llenos de
rabia.

“¿Cómo pude haber sido tan jodidamente estúpido y no haberlo visto antes?” Dijo,
sacudiendo su cabeza. “Todos los putos indicios estaban allí. ¡Ni en un millón de años
me hubiera imaginado que ella había sido una jodida… tendrías que haber… Cristo!”

Suspiré y moví hacia adelante mi escritorio apartándolo de mí, negando con la cabeza.
“Puedes decir la palabra, Edward,” le dije. “Decir la palabra no lo hace…”

“¡…. más o menos real, mierda, lo sé!” Espetó. “Ya habías dicho esa mierda antes. Pero
dime, papá, ¿tú puedes decirla?”

“Por supuesto que puedo,” respondí rápidamente. “Es solo una palabra.”

“Entonces dila. Dila en voz alta. Deja de decir esa mierda de que ‘era la jodida
servidumbre’ y dilo,” me dijo, mirándome furioso. “Dime lo que era realmente mi
madre.”

“Una esclava,” dije enfáticamente, perdiendo la compostura. “Ella era una esclava,
Edward. No sabía que lo era la primera vez que la conocí porque la señora Evanson
era tan estirada que se aseguraba que incluso sus esclavos se vieran pulcros…”

Sus ojos giraron de golpe en mi dirección mientras su ira se encendía aún más. “No
puedo creer esa mierda. ¿Mi madre vivió con esa pequeña perra sádica? Joder, vivía
con Alec, ¡¿era la puta esclava de mi tío?! Maldición, no me extraña que tuviera
maldito miedo de él. ¿Es por eso que él siente que se lo debe a ella? ¿Por lo que ella
pasó en su puta casa?”

“Yo, eh… supongo que puedes decir eso. En realidad no soy quién debe contarte esa
historia y…” Empecé a decir pero él gimió con fuerza y me interrumpió.

“Por supuesto que no eres tú quién debe contarme esa puñetera historia. La maldita

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respuesta evasiva del siglo. Nadie quiere decirme una mierda así que le pasan la
pelotita a alguien más y yo me quedo en la maldita oscuridad. No puedo creerte.
Cristo, no puedo creer que me hayas ocultado esta mierda. ¿Cómo pudiste? Después
de todo, ¿cómo pudiste no decirme esa mierda?” Gritó, estrellando sus manos sobre mi
escritorio. Estaba tratando de mantener la calma pero su actitud me estaba
conduciendo a perder el control. Alcancé sus manos y las empujé para quitarlas de mi
escritorio, poniéndome de pie y mirándolo furioso.

“Es mejor para ti que te calmes de una puta vez,” dije bruscamente. “Si quieres una
maldita explicación, hijo, sienta tu trasero. Si no, sal de mi vista. La decisión es tuya.
No voy a quedarme aquí sentado y dejar que me reprendas como a un niño. Ya es hora
de que madures de una puta vez.”

Se quedó allí parado, mirándome con el ceño fruncido y cerrando sus manos en puños.
Podía ver que quería decir algo, que quería agredirme un poco más, pero él sabía que
no estaba jugando. Sabía que si quería respuestas iba a tener que hacer las cosas a
mi manera, porque a mí no me iba gritar.

Resopló molesto y se dejó caer en la silla, sin dejar de mirarme enojado. Me volví a
sentar con cuidado y ordené algunos papeles sobre mi escritorio que desordenó con su
arrebato, echando un vistazo rápido a la pantalla de la laptop.

“¿Cuándo crees que debía habértelo dicho, Edward? ¿Cuándo tenías dos años y no
sabía lo que era una puta esclava? ¿Cuándo tenías ocho años y veías a tu madre como
si fuera infalible? ¿Después de que murió, cuando ya estabas sufriendo?” Pregunté
deliberadamente. “No te lo oculté por ser un pendejo, o para mantenerte ignorante.
Simplemente, nunca fue el tiempo apropiado….”

“¿No crees que tenía jodido derecho a saberlo?” Interrumpió. “¿No solo yo, sino
también Jasper y Emmett? ¿No teníamos derecho a saber quién era realmente nuestra
madre?”

Su pregunta hizo que mi temperamento se encendiera y azoté mis manos contra mi


escritorio, desordenando los malditos papeles que acababa de ordenar. “¡Eso no era lo
que era tu madre!” Grité. “¿No pasamos ya antes por esta mierda con Isabella?
¿Cuantas veces no te he escuchado decirle que solo porque había vivido cierto tipo de
vida no significaba que eso es lo que ella era? ¿Cuántas veces, Edward? ¿Y te sientas
aquí y tienes la audacia de darle la vuelta y usar eso en mi contra, contra tu madre?”

Me miró conmocionado. “No quise decir….” Comenzó a decir pero levanté la mano
rápidamente para detenerlo.

“No importa lo que querías decir. Precisamente esta es la razón por la que nunca quise
que te enteraras. Nunca quise que la imagen de tu madre fuera corrompida o
manchada por esto. Tu madre fue una mujer jodidamente asombrosa. Era fuerte y

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hermosa, y solo porque había sido controlada y forzada a la esclavitud no la hace
menos grandiosa,” dije con enojo.

“Lo sé,” dijo en voz baja. “Mierda, dije que no quise decir eso.”

Me le quedé mirando y negué con la cabeza. “Tu madre nunca se avergonzó de su


pasado, pero nunca quiso tener que decirles a ustedes, chicos, porque no quería que
relacionaran eso con ella. Quería que la gente la viera y viera a una esposa y una
madre, a una mujer fuerte… no a una ex esclava de mierda,” le dije. “No quería que su
vida se centrara en eso, como estoy seguro que Isabella tampoco lo querría.”

Se me quedó mirando por un momento, la ira en su expresión menguaba. “No, no lo


querría,” dijo. Asentí.

“Exactamente. Y si algún día ustedes dos inician juntos una familia, estarás en mis
zapatos. Decidí dejar que Elizabeth tuviera su futuro y dejar atrás su pasado, y tal vez
fue injusto no decirte pero era su vida,” le dije. “Supongo que tú decidirías lo mismo por
Isabella y no dejarías que su historia nublara su libertad.”

Asintió titubeante. “Sí,” me dijo.

“Sabes, no me importa lo que pudieran haberte dicho, Edward. Es imposible verlo todo
en la vida estrictamente en blanco y negro. Algunas veces tienes que seguir a tu
corazón y no a tu cabeza, pero algunas personas no entienden eso y nunca lo harán.
Amaba a tu madre y no dejaría que la logística me impidieran amarla sin importar lo
que la gente podría haberme dicho. No fue fácil, pasamos por un infierno luchando por
estar juntos e implicó muchos riesgos que afortunadamente he sido capaz de impedir
que tomaras hasta ahora. He tratado de hacerlo lo más sencillo posible para ti, de
manera que tal vez tú aprendas de mis errores y no sigas el camino que yo tuve que
recorrer y enfrentar los obstáculos que nosotros tuvimos que enfrentar.”

“Por eso fue que dijiste esa mierda aquel día que fuimos al campo de tiro, cuando me
dijiste lo que tenía que hacer para lograr que ella se acostumbrara al mundo exterior si
quería una oportunidad con ella. Sabías esa mierda y me pediste que confiara en ti
porque tú mismo ya habías pasado por eso,” me dijo.

“Sí. Solo que yo no tuve a nadie que me lo explicara y me guiara, tuve que aprender de
mis errores. Era ingenuo y asumí que Elizabeth estaría perfectamente bien pero
aprendí de la maldita forma difícil que no era así de fácil. Perdí la paciencia con ella
tantas veces porque no entendía y la jodí en grande algunas veces. Estaba tan
desesperado que incluso llegué tan lejos como para llevarla a un psiquiatra, con la
esperanza de una solución rápida, y casi nos lleve a la ruina en el proceso,” le dije,
sacudiendo la cabeza ante el recuerdo de esa catástrofe.

“¿Hiciste eso? Quiero decir, ella siempre se vio tan jodidamente… normal. Me refiero a
qué, cómo… Cristo, no puedo creer que fuera una puñetera esclava,” dijo,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1394


atragantándose con la última palabra. Cubrió su rostro con sus manos y gruñó en voz
baja, obviamente, intentando controlar sus emociones.

Lo observé por un momento, frunciendo el ceño.

“Una vez que fui paciente con ella y comenzamos a buscarle solución a las cosas, ella
se adaptó rápidamente. Me sorprende que después de pasar tanto tiempo con Isabella,
no se te ocurriera la posibilidad de que tu madre pudiera haber estado en su misma
posición en algún momento. Tiene que haberte recordado a ella,” le dije. Me miró con
curiosidad.

“Si me la recuerda. Aunque, no asocié esas cualidades precisamente con la esclavitud.


Solo concluí que esas similitudes eran porque las dos eran personas cálidas e
inocentes,” dijo. Sonreí suavemente y asentí.

“Esa fue exactamente nuestra intención,” le dije. “¿Puedes ver ahora cómo el saber que
tu madre fue una ex esclava hubiera corrompido tu impresión de las cosas que hacía,
desde su amor por los libros hasta incluso su forma de cocinar? No queríamos eso.”

Se me quedó mirando por un momento mientras procesaba lo que le estaba diciendo.


Ya no parecía enojado, pero había una tristeza en su expresión que me hizo sentir mal.
Pude ver las lágrimas no derramadas bordeando sus ojos mientras las contenía, sin
querer demostrar mucho sus emociones al respecto. Estaba tratando de ser fuerte, y así
era como siempre había sido mi hijo. Así como Isabella se parecía a Elizabeth, mi hijo
se parecía aún más a mí.”

“Ella también te recuerda a mamá,” me dijo en voz baja.

Asentí vacilante. “Mucho.”

12 de julio de 1980

“Toma,” la voz de Elizabeth sonó, asustándome porque no la había escuchado


acercarse. Me di la vuelta para mirarla, mi ceño se frunció cuando me tendió un vaso.
Lo tomé con cuidado. “Pensé que estarías sediento ya que me dijiste que tenías mucho
calor.”

“Eh, sí. Gracias. ¿Qué es?” Pregunté con curiosidad, mirando el vaso. Ella sonrió
suavemente, sus ojos moviéndose rápidamente alrededor a medida que miraba para
asegurarse que nadie estaba escuchando nuestro intercambio.

“Es una coca de cereza casera. Son mi especialidad.”

____________________________

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1395


9 de agosto de 1981

Abrí de golpe la puerta de la casa de los Evanson en Chicago con tanta fuerza que se
estrelló contra el muro, sin molestarme en tocar o siquiera cerrar la puerta detrás de mí.
Subí corriendo las escaleras en pánico, mi corazón latía con tanta fuerza en mi pecho,
que se sentía como si la puta cosa fuera a romperse. Estaba en pánico y sabía que iba
a ser reprendido por mi comportamiento, pero nada de eso me importaba en ese
momento. No importaba lo que ninguno de ellos pensara o lo que posiblemente harían
más tarde conmigo… todo lo que importaba era ella. Corrí hacia la puerta al final del
pasillo en el segundo piso, casi chocando con Alec cuando él salía de otra habitación.
Me agarró para detenerme pero lo empujé con fuerza, la ira emergía a través de mí.

“¿Cómo pudiste?” Dije con brusquedad, fulminándolo con la mirada. “¿Cómo pudiste
dejarla aquí sola? ¿Desprotegida?”

“Lo siento mucho, Carlisle,” dijo con calma.

“¿Lo sientes? ¿Te estás disculpando conmigo? ¿Le pediste una puta disculpa a ella?”
Grité. Negó con la cabeza y reí con amargura, agarrándome el pelo con frustración.
“Por supuesto que no. ¿Cómo pudiste, Alec? ¡Nunca te había pedido una mierda!
¡Sabes lo que siento por ella! ¿Cómo permitiste que esto pasara?”

“No pensé,” él dijo. “Nunca pensé que la tocarían en mi casa.”

“¿Qué, pensaste que esos bastardos eran confiables?” Espeté. “¿Tú, de entre todos,
decidiste hoy ser confiado? ¡Tenías que haber estado pendiente de ella! ¡Sabes cómo
son algunos de ellos en lo relacionado con los irlandeses! La vieron como un juguete,
¡¿colgaste un trozo de carne frente a su cara y luego les diste la espalda esperando
que no atacaran?! ¡Deberías haber sabido la mierda que iba a suceder!”

“Lo sé,” me dijo. “Ahora es demasiado tarde para cambiar las cosas, pero me doy
cuenta que cometí un error de juicio.”

“Demonios si lo hiciste, y será mejor que encuentres una forma de compensarla, de


redimirte con ella, porque esa mierda es tu culpa. Joder, estás en deuda con ella, Alec,”
le espeté, dándome la vuelta y alejando antes de que pudiera molestarse en responder.
Abrí la puerta de la recámara y de inmediato escuché sus sollozos, el sonido haciendo
que un dolor rasgara mi pecho. Cerré la puerta detrás de mí y me apresuré a la cama,
envolviéndola con mis brazos y atrayéndola a mí mientras me sentaba. Ella se aferró a
mí con fuerza y enterró rostro en mi cuello cuando la acuné en mis brazos. Podía sentir
todo su cuerpo temblar, el ver su ropa hecho jirones y la sangre me llenó de ira y dolor.

“Todo va a estar bien, Lizzie,” le dije en voz baja, meciéndola y tratando de


tranquilizarla mientras lloraba y se aferraba a mí.

“Ya estoy aquí. Vas a estar bien.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1396


“Ellos… ellos…” balbuceó entre sus sollozos. Traté de tranquilizarla, sin necesidad de
que lo dijera.

“Sé que lo hicieron, bellissima. Lo siento tanto,” le dije en voz baja.

“Traté de luchar,” gimoteó. “Como me dijiste que lo hiciera siempre. Lo intenté.”

La abracé con fuerza y su cuerpo se estremeció, sus sollozos cada vez más fuertes.
Sentí mis ojos llenarse de lágrimas a medida que el dolor en mi pecho se intensificaba.
Ella había sido tan fuerte.

“Lo sé, Lizzie. Estoy jodidamente orgulloso de que te defendieras. Nada como esto
jamás pasará de nuevo. Te lo juro.”

______________________________

5 de enero de 1983

Bajé los escalones tambaleándome, frotándome los ojos a fin de despertarme. Era
temprano, tan temprano que el sol ni siquiera se había levantado, y joder, todavía
debería estar dormido. Estaba exhausto pero había despertado en una habitación
vacía y no había forma de que simplemente pudiera volver a dormir hasta que
averiguara a dónde demonios había ido ella.

Sabía que odiaba despertar y darme cuenta que no estaba. Me preocupaba.

Caminé dando traspiés hacia la cocina, bostezando y tratando de aclarar mi visión


porque mis ojos estaban lagañosos y lagrimeaban. Me los froté un poco más y paré en
seco cuando llegué a la puerta y la vi, parpadeando un par de veces para verla más
claramente.

Estaba parada frente a la encimera, untando glaseado en un pastel. Podía oler la


dulzura en mi estado adormilado y sabía que acababa de hornear esa mierda. Crucé
los brazos sobre mi pecho, y me apoyé contra el marco de la puerta, negando con la
cabeza.

“Buenos días,” le dije, mi voz todavía gruesa por el sueño. Dio un respingo, asustada, y
se giró para mirarme. Ella siempre estaba tan en sintonía con todos y todo a su
alrededor pero estaba empezando a perder un poco de eso, no estaba seguro si era
algo bueno o malo. Significaba que de alguna manera se estaba acostumbrando al
mundo y relajándose, pero nunca era bueno que un hijo de puta pudiera acercarse
sigilosamente cuando estabas de espaldas.

“Buenos días,” dijo con voz suave, sus mejillas sonrojándose a medida que sus ojos
recorrían mi pecho desnudo antes de encontrar los míos. “Yo, eh… te hice un pastel.”

“Eso veo,” le dije, apartándome de la puerta y caminando hacia ella.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1397


“Es pastel de crema italiana,” me dijo. “No sabía qué tipo de pastel te gusta, pero
sabía cómo hacer este y siempre ha sido mi favorito.”

Sonreí y agarré sus caderas, acercándola a mí. Ella sonrió con timidez y extendí mi
mano, tomando un poco de glaseado de la cima del pastel. Lo probé y tarareé,
asintiendo con la cabeza.

“También es mi favorito,” le dije. Sus ojos se abrieron con sorpresa.

“¿En serio?” Preguntó entusiasmada. “¿Es tu tipo de pastel favorito?”

Me reí entre dientes, encogiéndome de hombros. “Lo es ahora,” le dije bromeando. Se


echó a reír y me incliné hacia adelante, presionando mis labios a los suyos. La besé
con delicadeza y soltó un suave gemido, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello
y acercándome más a ella. Sus labios se abrieron y profundicé el beso, nuestras
lenguas mezclándose sensualmente. Amaba besarla, amaba su sabor y como se
sentía, siempre tan jodidamente cálida y dulce.

Me aparté después de un minuto y ella jadeó por aire, mirándome con adoración a
medida que sus mejillas se sonrojaban de nuevo.

“Feliz Cumpleaños, Carlisle.”

________________________________________

1 de octubre de 1996

Estaba sentado en mi oficina y escuchaba cómo se filtraba la entrecortada música de


piano, encogiéndome cada vez que se tocaba la tecla equivocada. Lo había estado
haciendo toda la mañana, la distinción de cuando Edward estaba tocando y cuando
Elizabeth lo intentaba era impresionante. Pensarías que el sonido desafinado era el
que venía de las manos del niño de ocho años y no del adulto, pero Edward era un
pequeño prodigio del piano. En lugar de tocar torpemente una de esas elecciones
primarias, se deslizaba bellamente a través de Beethoven y Chopin. Su viejo y pequeño
Mozart, como Elizabeth lo llamaba…

Deslicé mi silla hacia atrás y me puse de pie después de un momento, saliendo al


pasillo. Caminé tranquilamente hacia la sala de estar donde estaba el piano, haciendo
una pausa y mirándolos. Estaban sentados uno al lado del otro en la banca, Edward
trataba pacientemente de guiarla a través de las notas de “Twinkle Twinkle Little Star”.
Siempre tan paciente con su madre….

“No esa mamá, esta,” dijo con un poco de lloriqueo en su voz, presionando una tecla.
Elizabeth asintió y lo miró sonriendo.

“Ya lo tengo, sole. Lo haré mejor,” le dijo juguetonamente. Edward rodó sus ojos.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1398


“Eso dijiste la última vez,” murmuró, lo que la hizo reír. Ella se volvió de nuevo hacia el
piano y empezó lentamente a repasar las notas y di un respingo cuando tocó la misma
equivocada de nuevo, la música sonó incoherente mientras Edward gemía, tocando su
rostro con sus manos.

“Qué tal si solo tocas para mí,” Elizabeth sugirió riéndose.

Edward asintió y comenzó a repasar unos cuantos compases de la pieza de Chopin


que había estado practicando para su próximo recital de piano. No podía entender por
qué tenía que escoger algo tan mórbido como la marcha fúnebre, pero no podía negar
el hecho de que era bueno tocándola. Aun así, la melodía envió en escalofrío por mi
espalda… iba a estar muy feliz cuando el recital hubiera terminado y él finalmente
dejara de tocar esa mierda.

____________________________

“¿Cómo…?” Edward empezó negando con la cabeza, pasando una mano por su
cabello en frustración. “Quiero decir, joder, papá. Esto es simplemente una mierda.”

Asentí. “Lo sé, hijo. Es mucho para asimilar.”

“¿Y esa era la razón por la cual estaba tan jodidamente desesperada por salvar a
Isabella? ¿Porque había vivido la misma mierda, porque había estado en su lugar?”
Preguntó, levantando las cejas con curiosidad. Pude ver el sufrimiento en sus ojos
mientras me miraba con una expresión de agonía en su rostro. Sabía que todo esto era
difícil de aceptar para él, todo lo que había creído que era verdad estaba siendo
puesto en duda. Estaba sacudiendo sus cimientos y él estaba luchando por
estabilizarse.

“Se podría decir que sí. Tu madre no nació en esa vida como Isabella, pero Elizabeth
sabía lo que le esperaba. Isabella aún estaba muy ajena a ello cuando la conocimos,
no sabía en realidad del mundo fuera del suyo. Era tan inocente e ingenua y tu madre
quería salvarla antes de que la realidad la destruyera,” le dije, negando. “No quería
que esa dulce niña pasara por lo que ella había pasado. Tu madre sabía que no podía
borrar su pasado, pero sabía que si le daba a esa pequeña niña un futuro real, lejos de
todo eso, podría de alguna forma reconciliarse con ello.”

“La misma razón por la que salvó a Emmett… algo bueno como resultado de algo
malo. Quería salvar a Emmett porque él fue el resultado de una violación y ella fue
violada y….” su voz se fue apagando y una expresión de horror cruzó por su rostro.
“Joder, no. ¡Cristo, no me digas que ella fue de ese tipo de esclava de mierda!”

Mis ojos se ampliaron por la sorpresa y rápidamente negué con la cabeza. “Oh, no,
para nada. Ella era utilizada para trabajo,” le dije, sin querer que su mente tomara ese
camino en absoluto. Mis palabras lo tranquilizaron y al parecer lo hicieron relajarse un
poco. “Ella fue atacada durante ese tiempo, pero no se consintió en lo absoluto y se

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1399


resolvió el asunto.”

“¿Al decir que se resolvió el asunto, te refieres a que mataste a esos hijos de puta?”
Preguntó enfáticamente. Asentí titubeante. No les había hecho algo exactamente pero
mi padre había sido el Jefe en ese entonces y me aseguró que se habían encargado de
ellos. “Entonces, ¿esa es la razón por la cual no nos dejas ver a la abuela?”

Me le quedé mirando, sorprendido por su pregunta. “¿Qué?” Pregunté.

Sacudió su cabeza. “Pusiste a la abuela en esa casa en Chicago y nos disuadiste de


verla o tratar de hablar con ella. ¿Esa es la razón? ¿Tenías miedo de que ella nos
dijera esa mierda? ¿Tú dijiste que hablaba mal de mamá porque era irlandesa, era en
realidad porque era una esclava?”

Me encogí de hombros. “Tu abuela no estaba en su sano juicio, Edward. Nunca aceptó
realmente a tu madre y no quería que tuvieras que escuchar su perorata. Una esclava
era lo suficientemente malo, una esclava irlandesa era razón suficiente para ser
repudiada a sus ojos. Tu abuelo fue más comprensivo, afortunadamente.”

“Así que, ¿ella era de verdad irlandesa? Quiero decir, ¿al menos esa parte era la puta
verdad?” Preguntó.

“Sí, era irlandesa. De sangre pura en realidad. Nació en Irlanda de una adolescente
que no pudo cuidar de ella, así que la dio en adopción. Elizabeth vivió sus primeros
dos años de vida en un orfanato antes de que una pareja irlandesa de aquí la
adoptara. Vivió con esa familia en el área de Bridgeport de Chicago hasta que tuvo
seis años y pudo experimentar las cosas normales al igual que otros niños, como ir al
jardín de niños. Su padre se vio en problemas con la mafia irlandesa, les debía un
montón de dinero y no pudo pagar así que decidieron arrebatarle a Elizabeth a mitad
de la noche como garantía,” le dije. Él me miró con curiosidad.

“¿Y así fue como se convirtió en esclava? ¿Ella era una maldita niñita normal que
simplemente fue secuestrada? ¿No la buscaron?” Preguntó, su ceño frunciéndose.
Asentí.

“Por supuesto que la buscaron, pero, ¿sabes cuántos niños se extravían en este país,
Edward? Alrededor de dos mil niños, todos los días. Tu madre desapareció en 1971,
más de una década antes de que el Centro Nacional para Niños Desaparecidos y
Explotados fuera siquiera creado. La buscaron pero no había pistas, así que
continuaron con el siguiente niño desaparecido. No tenían el internet o cualquier
agencia externa para mantenerse al día con eso y la policía estaba inundada de
casos. Desde luego no tenían alertas ámbar en ese entonces. Todo lo que tenían
realmente era el boca a boca, y una vez que todos dejaron de hablar sobre ello y los
volantes fueron cubiertos o se cayeron, fue como si ella nunca hubiera existido,” le dije.

“¿Qué hay de sus padres?” Preguntó. Negué con la cabeza.

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“Nunca pagaron, ni siquiera cuando les quitaron a su hija, así que fueron asesinados,”
dije. “Elizabeth pasó algo de tiempo viviendo en el sótano de un hogar vinculado a la
mafia irlandesa. Pero la guerra clandestina empezó no mucho tiempo después de su
secuestro y la gente con la que vivía también fue asesinada. La Borgata la capturó,
pasó de una casa a otra como una sirvienta, y terminó en la casa de los Evanson en
Phoenix.”

“Y tú la liberaste,” me dijo. “¿Cómo? Quiero decir, ¿quién respondió por ella?”

“Yo lo hice,” dije en voz baja. Me miró confundido, obviamente, sin esperarse esa
respuesta. “No eran fáciles de convencer y nadie me apoyó así que fue la única forma.
Traté de convencer a Alec de hacerlo pero se negó, diciendo que no le correspondía
intervenir. Me inicié el día que cumplí dieciocho años y respondí por ella esa misma
noche. Ella había tenido cierto grado de libertad antes de eso, vivió con Alec y Esme
por un tiempo antes de venir a quedarse en nuestra casa, pero después que respondí
por ella fue libre para irse conmigo.”

“¿Así de fácil?” Preguntó. Me reí con amargura.

“No tuvo nada de fácil esa mierda, Edward. Intenté todo lo que pude. Me desesperé
tanto después de que fue atacada que traté de llevármela y huir, pero eso solo fue un
completo desastre. La única forma en que tu abuelo permitiría que pasara sería si yo
me unía a la Borgata y él hizo un maldito gran trabajo convenciéndome que era lo
mejor. Me convenció de que era la única forma de mantener a Elizabeth a salvo, la
única forma en que realmente podríamos estar juntos. Había estado tan orgulloso de
mí cuando accedí a unirme, y eso no era algo que sucediera muy a menudo.
Finalmente hice algo para hacerlo feliz. Finalmente estuve a la altura del apellido
Cullen,” dije, sacudiendo la cabeza. “Qué maldito bien me hizo.”

“Yo, eh… no lo sabía,” dijo Edward. Me encogí de hombros.

“No tiene importancia. Ya está hecho. ¿Es todo lo que querías saber? Porque
francamente estoy exhausto y ya no tengo energías para esto,” pregunté con
frustración.

“Supongo que sí. Mierda, no lo sé. Todavía estoy algo así como en shock y esa
mierda,” me dijo. “Quiero decir, ¿qué hay de Emmett y Jasper?”

Suspiré. “Voy a decirles en la primera oportunidad que tenga. Deben escucharlo de


mí,” le dije. “Si se lo vas a decir o no a Isabella, lo dejo en tus manos.”

“Eh, sí, no creo que sea una buena idea en este momento. Me refiero a que, le diré
algún día… simplemente hoy no,” murmuró. “Tiene suficientes mierdas en las que
pensar ahora de por sí.”

“Me imagino que sí,” le dije, mirando hacia la laptop todavía abierta junto a mí. Al

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parecer no se había movido ni un solo centímetro desde la última vez que miré, lo que
no me sorprendió ni un poco. “Está tratando de ajustarse a la idea de la muerte de su
madre mientras acepta su propia libertad. La vida de su madre terminó justo cuando la
suya empezó. Hablando de eso…”

Eché mi silla hacia atrás y abrí el último cajón del escritorio de lado derecho,
agarrando los archivos que estaban encima. Cerré el cajón y le entregué los archivos a
Edward, los que tomó con cuidado. “¿Qué es esto?” Preguntó, arqueándome una ceja
con curiosidad.

“Todos los papeles de Isabella, su ciudadanía y la información de su herencia. Va a


tomar un tiempo antes de que los bienes de los Swan estén completamente
determinados pero cuando visitaron al abogado él firmó el testamento que la convierte
en su única beneficiaria. Nadie va a refutarlo, por supuesto, porque Swan en realidad
no tenía ningún otro familiar, pero tenemos que esperar por los tecnicismos,” le dije.
“Alec se está encargando de todo eso como el ejecutor, pero va a tomarse meses antes
de que salga de los tribunales.”

“Así que, ¿en serio ella recibe todo?”, preguntó. “Sé que él firmó los papeles o lo que
sea pero joder, de verdad, no pensé que, en realidad, él fuera a morir. Me refiero a
que, él era un vil hijo de puta, y pensé que viviría 108 años solo para torturarnos a
todos.”

Sonreí y sacudí mi cabeza. “Sí, ella recibe todo. Toda la tierra de los Swan, la casa, el
dinero… técnicamente ella recibiría a todos los esclavos de acuerdo a nuestro código
de conducta, ¿sabes?... pensamos que eso no sería sabio.”

“Sí,” él concordó. “Eso sería una mierda, darle esclavos. Sería como una cachetada en
el rostro.”

En cuanto pronunció las palabras sus ojos se estrecharon y me miró con desconfianza.
Se quedó callado por un momento pero sabía exactamente lo que estaba pensando
basándome en su expresión. A veces podía ser tan transparente.

“Solo dilo, Edward,” le dije.

“¡Que cara la tuya haciendo la mierda que hiciste!” Espetó, dejándolo salir.
“¿Adueñándote de malditas personas después de que mi misma madre pasó por esa
mierda? ¡Ella sentiría maldita vergüenza de ti!”

Sus palabras dolieron pero mantuve mi actitud calmada, luchando contra el impulso
de arremeter contra él. “Ella estaría avergonzada, pero te aseguro que mis intenciones
siempre fueron buenas. Nonna se ofreció a venir aquí conmigo todos esos años atrás
después de pasar su vida con la familia de Aro. Él me dijo que se estaba haciendo muy
vieja y se quería deshacer de ella y le salve la vida llevándola conmigo. Después que
murió, no tenía intención de conseguir otra, pero James me obligó frente a Aro cuando

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prácticamente me arrojó a Janet. Me la llevé a regañadientes, y sé que matarla fue
algo despreciable pero era una amenaza para nosotros y sentí que no tenía otra
opción. En cuanto a Isabella… bueno, tú sabes por qué la compré.” Hice una pausa y
lo miré. “Sé que hice algunas cosas horribles, y tú madre no estaría contenta conmigo,
no puedo deshacerlas por más que desee poder hacerlo.”

“Sí, bueno, como dije antes, no soy yo a quién tienes que estarle diciendo esa mierda,”
me dijo con molestia en su voz. “Joder, deberías estar disculpándote con ella.”

Suspiré exasperado. “Tal vez algún día lo haga… después de que le digas la verdad,
por supuesto. Mi disculpa por lo que le hice no significaría gran cosa si ella no
entiende por qué lo estoy haciendo.”

“Bueno, estoy seguro como la mierda que no le voy a decir ahora,” me dijo. “Lo último
que necesita ahora es sentirse culpable por lo que le sucedió a mi madre. Siente
bastante dolor y culpa por su cuenta.”

Asentí. “Algún día, entonces,” le dije, echándole un vistazo a la laptop. “No puedes
ocultarle secretos para siempre, no si quieres que su relación sobreviva. El día que la
traje le dije que algún día le explicaría por qué la había elegido a ella. Será mejor si lo
escucha de ti. De hecho, creo que necesita escucharlo de ti… porque, Edward, con el
tiempo va a averiguarlo y sería menos doloroso si viniera de ti, si ella sabe que estás
bien y todavía la amas. No te gustaría que se enterara de cualquier otra forma.”

“Lo sé,” dijo simplemente. Nos quedamos en silencio por un minuto antes de que me
aclarara la garganta y lo mirara.

“Y a todo esto, ¿cómo estás? En realidad, no te he preguntado cómo estás


sobrellevando todo. Sé que has estado ocupado tratando de resolver esto sobre tu
madre, pero, ¿cómo estás lidiando con lo que pasó en Phoenix?” Pregunté con
curiosidad. Se encogió de hombros y se pasó una mano por el pelo en frustración.

“Joder, no lo sé… trato de no pensar en ello, ¿sabes? No es la primera vez que veo a
alguien morir pero esa mierda estaba jodida, el ver a Alec… ya sabes. Y Cristo, ver a
su madre… todavía no puedo creer esa mierda,” dijo de un tirón.

“Es lamentable, pero ella ahora está en paz. En cuanto a los otros dos, no puedo decir
que esté triste por verlos muertos,” le dije. “Si quieres hablar sobre ello, te escucharé.”

“Sí, bueno, gracias pero no gracias,” murmuró. “Preferiría solo olvidarme de esa
mierda.”

“Es comprensible,” le respondí. “Pero si cambias de opinión, aquí estoy. Nunca he


estado lo suficiente para ti y me arrepiento de eso, así que si alguna vez necesitas
hablar, aquí estoy para escucharte.”

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“Sí,” murmuró. “Lo que tú digas.”

“Entonces, ¿qué vas a hacer para el cumpleaños de Isabella?” Pregunté con


curiosidad.

“Joder, no lo sé,” me dijo, encogiéndose de hombros. “Ella dijo que no quería hacer
nada o hacer algo grande para ese día pero me siento como un pendejo de no
celebrarlo. Quiero decir, ni siquiera sé cuantos años cumple. Sé que en realidad tiene
diecisiete años pero, ¿cuántos pinches años le pusiste?”

Sonreí. “Legalmente, tiene diecinueve años. Le pusimos dieciocho cuando la traje aquí
y se quedó así.”

“Diecinueve años,” repitió, sonriendo con suficiencia. “Entonces, estoy saliendo con una
mujer mayor.”

Me reí un poco. “Supongo que puedes decir eso, técnicamente hablando. E Isabella
nunca antes ha celebrado un cumpleaños, así que no me sorprende que no quiera
celebrar este después de todo lo que ha pasado.”

“Sí, probablemente solo la lleve a cenar o lo que sea. Pensé en pasar la noche en
Seattle, si te parece bien,” murmuró.

“No tengo nada que ver con eso,” le dije, negando con la cabeza. “Ahora es una chica
libre. Puede vivir en mi casa tanto como sea necesario, pero es libre de hacer lo que le
plazca.”

“Eso es lo mejor que alguien puede darle,” dijo en voz baja antes de reírse entre
dientes. “Estoy seguro como la mierda que no puedo superar ese regalo.”

Me eché a reír, sacudiendo la cabeza. “No es un regalo, Edward. Solo es darle a lo que
ha tenido derecho todo el tiempo, lo que es legítimamente suyo.” Hice una pausa.
“¿Sabes… eh, siquiera sabes lo que está haciendo en este momento?”

Él suspiró y miró hacia atrás al reloj en la pared. “Durmiendo,” me dijo, un deje de


confusión en su voz. “O sea, la dejé durmiendo.”

Asentí y agarré la laptop, dándole la vuelta para dejarla frente a él. La miró y frunció el
ceño mientras se movía hacia adelante para ver mejor. Isabella seguía sentada en esa
silla, mirando hacia la oscuridad.

“¿Qué demonios?”

“Ha estado allí todas las noches. Cuando sales de la habitación, no pasa mucho para
que salga detrás de ti. Se sienta allí durante horas y cuando finalmente empiezas a
subir ruidosamente las escaleras ella se echa a correr a la habitación antes de que tú
llegues allí,” le dije. “Cuando estás en la escuela, ella lee y vaga por la casa como un

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1404


fantasma, completamente aturdida. No come, no ve la televisión, no interactúa en lo
absoluto. Ella solo… está allí.”

Miró fijamente la pantalla por un momento antes de mirarme, la confusión evidente en


sus ojos. “¿En serio?” Preguntó. Asentí.

“Sí. Has estado tan turbado con esta mierda que ni siquiera te has dado cuenta que
Isabella se está consumiendo. Sé que te sonríe y actúa como si todo estuviera bien
cuando estás alrededor, pero al momento que te das la vuelta allí es a dónde va. Se
aísla, se encierra en sí misma, y empeora cada día,” le dije, sacudiendo la cabeza. “No
sé si todo es a causa de su madre o qué, pero se está derrumbando.”

Parpadeó sorprendido y volvió a mirar a la pantalla, viéndose aturdido. “Mierda,”


murmuró, obviamente sin saber qué decir. Se quedó mirando la conexión directa de
Isabella en la biblioteca y suspiré, con la esperanza de que lo estuviera entendiendo.

“Que pases buenas noches, hijo.”

Aparté la mirada de él y cogí mi pluma, concentrándome en los papeles frente a mí. Se


quedó allí inmóvil por un momento antes de suspirar y salir de la habitación sin decir
nada más. Le eché un vistazo a la laptop y vi cuando se deslizó silenciosamente dentro
de la biblioteca, deteniéndose y mirándola. La tensión en esa habitación era casi
visible cuando Isabella giró su cabeza para mirarlo con una expresión vacía en su
rostro. Él le dijo algo y ella asintió con su cabeza, dejando a un lado el libro que tenía
en su regazo y saliendo de la biblioteca sin decirle una palabra a él. Vi su boca
moverse frenéticamente mientras su mano agarraba su cabello, por supuesto
maldiciendo en voz baja mientras ella se alejaba de él.

Levanté la vista al reloj, viendo que eran unos minutos después de la medianoche.
Ahora era oficialmente 13 de septiembre del 2006… exactamente un año del día en que
entré en la casa de los Swan y posé mis ojos en esa niña asustada en venta, y
exactamente trece años desde la última vez que Elizabeth posó sus ojos en ella en
persona. De hecho, fue exactamente hace trece años que ella y Edward se conocieron
por primera vez, cuando eran apenas unos inocentes niños, ignorantes de los males del
mundo. Lástima que no podemos volver a esos días, antes de que los dos fueran
destrozados por las realidades de la vida. Sus vidas eran como un enorme
rompecabezas, dividido en miles de piezas, y estaban tratando desesperadamente de
ordenarlas y unirlas de nuevo. Solo esperaba que cuando terminaran todas las piezas
estuvieran todavía allí y que a ninguno le quedara un espacio vacío, un agujero en el
centro que ninguna otra cosa pudiera llenar más que esa pieza faltante. Ah, como ya
dije, estaba demasiado cansado para un jodido pensamiento inteligente. Estaba
extenuado, mis manos temblaban y mis ojos ardían, mi cuerpo pedía a gritos descanso
pero mi mente estaba aún más desesperada por ello. Mi mente deseaba paz… pero
nunca habría paz para mí sin Elizabeth. Sin ella, siempre tendría una pieza faltante.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1405


14 de febrero de 1983

“Carlisle,” dijo suavemente, su rostro enterrado en mi cuello mientras su mano


acariciaba delicadamente mi pecho desnudo. Sus dedos estaban enviando un
cosquilleo por mi piel, la sensación hacía que mi corazón actuara erráticamente.

“¿Sí, Lizzie?” Pregunté en voz baja, abrazándola con más fuerza. Estábamos
acostados en la cama, las mantas envueltas holgadamente en nuestras formas
desnudas.

“Te amo,” susurró. Sonreí y me incliné para besar el tope de su cabeza.

“Yo también te amo,” le respondí. “Voy a pasar el resto de mi vida amándote.”

Ella levantó la vista para mirarme y me dio una brillante sonrisa, su rostro
prácticamente resplandecía de felicidad. Era deslumbrante el verla así, una visión que
no quería perder nunca.

“Ya sabes que Alec puede venir hoy,” me dijo. “No le guardo ningún rencor. Nada de lo
que me pasó fue su culpa. Él es parte de tu familia y…”

“Nuestra,” la interrumpí. Dejó de hablar y su ceño se frunció mientras me miraba.


“Nuestra, Lizzie. Él es parte de nuestra familia.”

Me dio una suave sonrisa y asintió. “Nuestra familia,” repitió. “Debería venir para la
boda.”

Suspiré. “Debería, pero no lo hará. Aunque, no podemos cambiar el pasado, ya quedó


atrás. Tenemos toda una vida frente a nosotros en la que pensar, no hay razón para
afligirnos en la mierda que no podemos cambiar.”

“Una vida,” dijo en voz baja.

“Sí, una vida. Una que no puedo imaginar sin ti. Te necesito, Elizabeth. No puedo vivir
sin ti y si llegara el día en que me viera forzado a… eh… bueno…”

Se echó a reír y recostó otra vez su cabeza, enterrándola de nuevo en mi cuello.


“¿Bueno, qué?”

“Bueno… solo contaré los putos días hasta que esté contigo de nuevo. Destino,
¿recuerdas?” Le dije.

Ella tarareó contenta y cerró los ojos. “Destino,” susurró.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1406


“Ella estaba de pie, en una habitación de yeso que se desmenuzaba, pegada al
cristal de la ventana, mirando la forma inalcanzable de todo lo que amaba. Ella no
conocía la naturaleza de su soledad. Las únicas palabras para describirlo eran: Este
no es el mundo que yo esperaba “ Ayn Rand

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola
Guevara, Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana
Ortiz, Pilar Ocampo

Me senté en la oscura biblioteca, mirando hacia la inmensa oscuridad del patio de los
Cullen. Era una noche triste, la espesa niebla y la lluvia salpicaban contra la ventana,
cayendo de las enormes nubes, flotando sobre mí. No había rastro de la luna o las
estrellas, nada más que oscuridad. Era extraño, la imagen y eco de la lluvia en la
solitaria biblioteca, pero se sentía casi cómodo. Era lo que sentía por dentro... vacío,
negro, feo...

Era difícil encontrar palabras para esto y era prácticamente imposible de describir. Me
sentía casi muerta. Podría haber estado tomando oxígeno en mis pulmones y mi
corazón podría haber estado bombeando sangre a través de mi cuerpo, pero una parte
de mí había dejado de existir. No había sido de inmediato, de hecho, no había nada
rápido ni indoloro acerca de esto. Había sido una lenta y tortuosa muerte,
angustiosamente dolorosa mientras me consumía con el conocimiento de que había
sido mi culpa.

Mi existencia la había destruido y todo el mundo sufría porque yo estaba viva. Todos
los días tenía claro que si no hubiera nacido nunca, nada de esto podría haber
ocurrido. Yo los había arruinado a todos y continuaba arruinándolos. Ella aún estaría
viva si no hubiera sido por mí y nada de lo que alguien dijera cambiaría lo que siento.

Suspiré y miré al reloj en la pared, forzando la vista y tratando de entender los


números. Había suficiente luz filtrándose desde pasillo que me mostraba la pequeña
manija en las doce, descubriendo que ya era pasada la medianoche. Suspiré y volteé
la cabeza para mirar por la ventana, sabiendo que otro día oficialmente había

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1407


comenzado.

13 de septiembre... el aniversario del día en que sin darme cuenta había empezado a
destruir la vida de las personas. Era mi cumpleaños, pero no había nada qué celebrar.
No había nada feliz en este día, pero ellos nunca sería capaces de entender... sobre
todo Edward.

No estaba segura de dónde estaba Edward en este momento. No sabía a dónde iba
cuando salía de la habitación en medio de la noche y nunca le pregunté, pensando
que estaba en la planta baja tocando el piano o simplemente porque necesitaba
tiempo a solas. No sabía todos los detalles sobre lo que había pasado en Phoenix, pero
sabía lo suficiente como para crearme una idea básica.

Había escuchado suficiente de su conversación con Esme esa tarde en la propiedad de


los Swan para saber que la muerte de mi madre había sido bajo su propia mano, y
había escuchado de pasada al doctor Cullen decir que Alec había asesinado a
Charles y a Jane en represalia. Edward había sido testigo de todo... no era extraño que
estuviera tan distraído y preocupado.

Vi la lluvia caer en la oscuridad por un tiempo antes de que se interrumpiera el brillo


sutil de la luz que entraba en la habitación desde el pasillo, advirtiéndome que alguien
estaba allí. Me puse nerviosa, asustada porque siempre oía a Edward subiendo las
escaleras en la noche, sus pasos fuertes no hacían ningún esfuerzo para pasar
desapercibidos. Pero esta vez no hubo ningún ruido, nada más que el sonido de la
lluvia golpeando la ventana.

Volteé la cabeza y miré hacia la puerta, encontrándolo inmediatamente. Se veía


desaliñado y agitado, su cansancio era evidente incluso en la oscuridad. Mi corazón
comenzó a golpear con fuerza, empujando la sangre a través de mi cuerpo
vigorosamente. No estaba segura de que él fuera consciente que no era el único que se
deslizaba fuera de la cama en medio de la noche y no estaba segura de cómo iba a
reaccionar a eso. Tenía la esperanza de que no me presionara para obtener una
explicación, porque no tenía ninguna que ofrecerle. No tenía palabras para hacerle
entender... nada podría lograr esa hazaña.

“Deberíamos ir a dormir “, dijo. Asentí y cogí el libro que estaba en mi regazo,


poniéndolo en la mesa junto a mí. Me apresuré en salir de la habitación antes de que
pudiera decir nada más, y le oí murmurar maldiciones mientras me dirigía
directamente a su dormitorio. Prácticamente me había exigido volver a dormir allí,
desde que fui por instinto al dormitorio que el doctor Cullen me había dado, una vez
que volvimos de Phoenix. Fue como si hubiera estado en piloto automático, por así
decirlo, mis piernas me llevaron allí por su propia voluntad.

Me deslicé en la cama y Edward entró en la habitación, cerrando la puerta sin hacer


ruido. Caminó hacia su lado y se metió en la cama, agarrándome y colocando mi

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cuerpo cerca del suyo. Hundió su nariz en mi pelo y aspiró profundamente, su cuerpo
estremeciéndose mientras exhalaba.

“Buon compleanno, mia bella ragazza “, susurró. “Feliz cumpleaños, Bella.”

Cerré los ojos, sintiendo las lágrimas que se derramaban por sus palabras. Sabía que
él tenía buenas intenciones, pero no había nada feliz en el día en que nací y no estaba
de humor para fingir lo contrario. Los dos nos quedamos en silencio y escuché su
respiración regular después de un tiempo mientras se quedaba dormido.

Dormí sin descanso, pero eso no era nada nuevo. No he tenido más una noche
completa de descanso, ya que siempre tenía pesadillas que parecían arrastrarme y
atormentarme mientras dormía. Ya no hay paz en la noche, era irónico, porque los
únicos momentos en que me sentía contenta era en la oscuridad.

Me desperté en la mañana por el sonido de la puerta de la habitación al cerrarse, mis


ojos se abrieron lentamente. Me di la vuelta y miré a la puerta con confusión,
sorprendida cuando vi a Edward. Sus pasos se aceleraron brevemente cuando me
miró, una sonrisa tímida en sus labios mientras sostenía un plato pequeño frente a mí.
Fruncí el ceño y me senté, notando el bollo de miel en él con una solitaria vela que
sobresalía en el medio.

“No puedo hacer una puta torta, y ni siquiera voy a intentarlo” murmuró, sonando casi
avergonzado. Sonreí suavemente y lo miré fijamente, sintiendo mi pecho hincharse
hasta el punto en que era casi doloroso con todo el amor que sentía por él. Él todavía
era mi mundo, el único, lo amaba más de lo que nunca hubiera imaginado posible.
Una parte de mí puede haberse sentido muerta, pero todavía había otra parte que vivía
y respiraba por Edward Cullen.

“Eso es dulce”, le dije gentilmente, tomando el plato “No tenías que hacerlo, te dije…”

“Sé lo que me dijiste”, dijo rápidamente, interrumpiéndome. “Pero no puedo solo pasar
por alto tu cumpleaños. Sé que tienes mierda en tu mente o lo que sea, pero aun así,
hoy es un día especial y debe ser tratado adecuadamente. Así que no hay discusión,
esto es como la maldita Navidad, y es de mal gusto discutir con la gente cuando hacen
alguna mierda por ti. Es como rechazar a un caballo regalado o algo así.”

“¿A caballo regalado no se le mira el diente? “, le pregunté con una sonrisa. Él rodó los
ojos y sonrió entre dientes, metió la mano en su bolsillo y sacó un encendedor.

“Sí, eso. A caval donato non si guarda in bocca. Solo recíbelo con una sonrisa y todo va
a estar jodidamente terminado antes de que te des cuenta”, dijo, agitando el
encendedor y encendiendo la pequeña vela de cumpleaños azul y blanco sobre el
pastel. En el momento en que apartó la mano soplé la vela, causándole risa. “Ansiosa,
¿verdad? ¿Pediste un deseo?”

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Fruncí mi ceño mientras él quitaba la vela del bollo de miel. “¿Pedir un deseo?”, le
pregunté. Asintió y se rió una vez más.

”Se supone que tienes que pedir un deseo antes de soplar la vela” dijo, arrojando la
vela en el bote de basura a lado de su escritorio.

“Oh, no sabía “, le dije, encogiéndome de hombros.

“Está bien. Tendrás otra oportunidad más tarde con Alice y Jasper”, dijo con
indiferencia. Me puse nerviosa al oír sus palabras y lo mire con aprensión.

“¿Que has dicho?

Suspiró. “Vamos a pasar la noche en Seattle con Jasper y Alice por tu cumpleaños.
Jasper quiere verte y, vamos, ¿realmente piensas que vas a librarte de Alice?”

“Yo no quería... “comencé, pero me interrumpió una vez más.

“Sé que no querías, pero como he dicho, hoy es un día especial y toda esa basura del
caballo regalado. Seremos solo los cuatro, no es gran cosa “, dijo. Me miró suplicante,
su expresión y su tono de ruego me pedían que no discutiera. Suspiré y asentí con la
cabeza, vacilante.

“Está bien “, dije. Siguió mirándome con escepticismo y le di una sonrisa suave.

Había dicho las palabras que odiaba. “Podemos pasar el día con Jasper y Alice. No los
hemos visto en un tiempo y los extraño.”

Sonrió. “Bueno. Ahora a comer”, dijo asintiendo en dirección al plato. Partí el bollo de
miel por la mitad y le di una parte a él.

“¿Quieres un poco? “, pregunté. Sonrió tímidamente y lo tomó.

“Gracias. Era el último”, dijo. Me reí y negué mientras él comía su pedazo, Me tensé
cuando me di cuenta de que agarraba una bolsa del piso. Me la ofreció y la tomé con
cuidado, mirándolo con curiosidad. Busqué dentro de la bolsa mientras me miraba con
una sonrisa en su rostro y saqué un marco de cristal de tamaño mediano. Mi ceño se
frunció en confusión cuando vi las palabras extranjeras impresas en el interior del
vidrio.

“Es una selección de «La Vita Nuova» de Dante, ya sabes, «La nueva vida». Ese es el
poema italiano del que te había hablado”, dijo. Me quedé mirándolo en shock,
asombrada al notar cuánto empeño había puesto en mi regalo. Suspiró después de un
momento al ver que no respondía. “Sé que no es mucho, no sabía qué darte”.

“Es maravilloso”, le dije rápidamente, sintiendo en mis ojos lágrimas de gratitud. “En
verdad. Gracias”.

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Sonrió y asintió con la cabeza, dándome un beso rápido antes de ir a tomar una
ducha. Decidí llevar de regreso el plato a la cocina y limpiar un poco mientras lo hacía,
y estaba en la sala de estar poniendo un DVD en su lugar cuando el doctor Cullen salió
del cuarto de debajo de la escalera. Se quedó inmóvil cuando me vio y me volví a
mirarlo con recelo, sin saber qué decirle o cómo actuar.

“Buenos días, dolcezza”, dijo.

“Buenos días, doctor Cullen”, dije en voz baja. Suspiró y alzó la mano para pellizcar el
puente de su nariz, pareciendo frustrado.

“Sabes que no tienes que llamarme tan formalmente, Isabella”, dijo. Asentí con la
cabeza.

“Sí, señor”, respondí. “Lo sé, pero...”. Me callé y lo miré fijamente, sin saber
exactamente cómo explicarlo. Esperó pacientemente a que yo terminara mi
pensamiento, pero su teléfono sonó antes de que tuviera la oportunidad, una ola de
alivio me recorrió mientras él sacaba su teléfono y gruñía.

“Yo, eh...”, empezó a decir, y me miró brevemente antes de volver su atención al


teléfono. “Tengo que tomar esta llamada. Feliz cumpleaños, Isabella”.

Se dio la vuelta y se dirigió hacia las escaleras, hablando en voz baja. Suspiré y
esperé por un momento antes de ir en la misma dirección, regresando al dormitorio.
Entré justo cuando Edward estaba dejando su toalla frente al armario, mis pasos
vacilaron mientras mi cara instantáneamente ardía con rubor. Volteó la cabeza para
mirarme y sonrió, de pie delante de mí y completamente desnudo.

“Es bueno que todavía pueda conseguir esa reacción de ti”, dijo en broma. Sonreí
tímidamente.

“Probablemente siempre lo harás”, dije en voz baja. Se rió entre dientes.

“No me importaría ni un poco”, respondió con sus ojos deslizándose por mi cuerpo
mientras hablaba. Me mordí el labio inferior al ver cómo su hombría empezaba a
cobrar vida, aparté la mirada rápidamente cuando sus ojos volvieron a encontrarse con
los míos. Me miró por un momento, su mirada era casi incómoda. No habíamos tenido
relaciones íntimas desde antes de nuestro viaje a Phoenix y podía saber con solo
mirarlo que eso era exactamente en lo que estaba pensando en ese momento.

“Yo, eh... Me voy a la ducha “, le dije rápidamente, volví y me dirigí al cuarto de baño.
Le oí murmurar con irritación mientras me escabullía, instantáneamente sintiéndome
culpable. Él era mi novio y merecía atención, pero no había conseguido ningún afecto
de mi parte desde hace algún tiempo.

Me quité la ropa y entré en la ducha, bañándome rápidamente. Me apoyé en la pared

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de la ducha y dejé que el agua cayera sobre mí calentándome la piel, cerré los ojos
mientras mi mente volaba. El agua comenzó a enfriarse poco después y abrí los ojos,
jadeando cuando vi a Edward a través de la puerta de la ducha Él me estaba mirando
con los brazos cruzados sobre el pecho, una mirada de preocupación en su rostro.
Estiré la mano con rapidez y cerré el agua, deslizando la puerta para abrirla y
mirándolo con aprensión.

“Eh, hey”, murmuré. Suspiró y cogió una toalla, entregándomela. La tomé con cuidado
y le sonreí, pero no hizo nada para suavizar su expresión.

“¿Estás bien, Bella?” Preguntó mientras me secaba rápidamente antes de envolver la


toalla a mi alrededor.

Asentí

“Sí, estoy bien. Yo, eh... solo un poco cansada, eso es todo”, dije.

“¿Te levantas de la cama todas las noches?”, preguntó, tomándome desprevenida.

“No, por supuesto que no”, dije rápidamente. Mis palabras eran una completa mentira
pero parecieron salir de mi lengua inconscientemente. No quería que se preocupara
por mí, era completamente innecesario e incorrecto. “Simplemente no pude dormir
anoche, eso es todo.”

Me miró fijamente con una expresión de incredulidad y de inmediato me pregunté si él


sabía la verdad. Me tensé a la espera que descubriera mi mentira, pero no lo hizo.
“Tal vez deberíamos hablar”, sugirió. “Ya sabes, no hemos hablado realmente sobre lo
que pasó y...”

“No hay nada qué decir”, dije, interrumpiéndolo porque no quería hablar de eso.
“Solo... Lidio con eso. Está bien. Estoy bien”.

“¿Lo estás? “Preguntó, alzando las cejas con curiosidad. “¿Estás bien? ¿En serio?”

Asentí con la cabeza, vacilante. “Sí, de verdad “, dije, dándole otra sonrisa que no lo
tranquilizó para nada.

“Sabes que puedes hablar conmigo sobre cualquier cosa, “dijo, su voz suave. “Lo digo
en serio, Bella. Cualquier cosa”.

”Lo sé”, le dije con un suspiro, porque una vez más estaba mintiendo. Nunca quise
mentirle a Edward, después de haberle hecho la promesa de que siempre sería
honesta con él, porque era una de las pocas cosas que tenía para ofrecerle, pero no
había manera de que pudiera hablar con él sobre esto.

Todo es diferente ahora.

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“Bien”, respondió, extendiendo la mano y tocando mi mejilla. Su mano se sentía
caliente contra mi piel, separé los labios y exhalé temblorosamente mientras corría su
pulgar por mi boca. Se inclinó y me besó suavemente, su esencia y su tacto me
abrumaron mientras mis ojos se cerraban. “Hay algo que quiero mostrarte”.

Abrí los ojos y lo miré con curiosidad. “¿Ah sí…?”, pregunté. Sonrió y asintió con la
cabeza, agarrando mi mano y jalándome fuera del baño. Me reí de su entusiasmo
mientras me guiaba hacia su escritorio, donde cogió una pila de papeles y me los
tendió. Mi frente se arrugó y los tomé con cautela, dándoles una mirada inquisitiva.

“¿Qué es esto? “, pregunté. Sonrió.

“Eso, mi Bella, es tu vida”, dijo. Eché un vistazo a los papeles en mi mano,


escudriñando el de arriba rápidamente. Era un certificado de ciudadanía y sentí mis
lágrimas cuando vi mi nombre y la fotografía declarándome una ciudadana oficial de
Estados Unidos. Pasé los otros rápidamente, mis emociones creciendo sin parar.

“¿Qué son estos otros?” Le pregunté, sosteniendo un paquete de papeles grapados.

“Es la información de tu herencia. Va a tomar un par de meses antes de que obtengas


esa mierda. Alec lo está manejando. De hecho, debería haber tomado meses para el
resto de esto, pero de alguna manera consiguió que estos malditos documentos, que
por lo general toman un año, se hayan expedido en unos pocos días. No sé cómo
diablos lo hizo”, dijo Edward con indiferencia. Lo miré con confusión.

“¿Herencia?” le pregunté con escepticismo. Asintió.

“Sí, ya sabes, la propiedad, el dinero y esa mierda. Quiero decir, entiendo que tu
probablemente no vas a querer quedarte con la casa en la que creciste pero puedes
venderla o...

“¿Qué?”, le pregunté, mi voz más fuerte de lo que esperaba, él me había tomado


desprevenida. Dejó de hablar y me miró con sorpresa.

“Eh, la casa. Ya sabes, ¿en Phoenix?”, aclaró. Lo miré boquiabierta, estupefacta.

“¿Estás diciendo que la casa en Phoenix me pertenece a mí?”, pregunté. Asintió y


parpadeé un par de veces, tratando de absorber la información. “Quiero decir, ¿qué
pasa con todas sus cosas?”

Se encogió de hombros. “Todavía están allí. Puedes tomar lo que quieras, si quieres
algo de eso, y el resto puedes tirarlo o donarlo a la caridad. Diablos, si fuera yo,
probablemente quemaría esa mierda”.

Lo miré con sorpresa. “¿Quemarla?”, pregunté. Él asintió.

“Sí, pero lo que sea que quieras hacer, es tuyo. Bueno, va a ser tuyo de todos modos”,

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dijo. ”Cuando fuimos a ver a ese abogado en Phoenix, Charles firmó un testamento
dejándote todo. La organización fue allí y limpiaron el lugar de todo lo que pudiera ser
incriminatorio, por supuesto, pero dejaron todo lo demás intacto”.

Mis ojos se abrieron. ”Oh, Dios, ¿qué pasa con Clara y los otros esclavos? ¿Qué pasó
con ellos?”, pregunté horrorizada por todos los escenarios posibles. Él suspiró.

“Alec se apoderó de ellos. Solo eran tres. Uno está viviendo con él y con Esme, y los
otros dos fueron entregados a Aro. Quiero decir, mira”, hizo una pausa y se pasó la
mano por el cabello. “No tienes poder sobre esa mierda, Isabella. Ninguno de nosotros
lo tiene. No podemos liberarlos pero están en alguna maldita parte que probablemente
es más humana que lo que ese lugar en Phoenix fue, ¿sabes? Hay eso, por lo menos.”

Asentí, vacilante. ”Supongo”, dije comprendiéndolo a pesar de que no me gustara.


Estaba en lo cierto, sin embargo... no había nada que pudiera hacer al respecto.

“De todos modos, la casa y las posesiones son tuyas, como lo es todo el dinero de tu
padre. Ellos lo pusieron en una cuenta bancaria para ti cuando sea necesario”, dijo.

“Yo, eh.... Yo no lo quiero “, le dije. “No quiero nada que perteneciera a esa gente. Él no
era mi padre, Edward”.

Frunció el ceño y me agarró la mano, tirando de mí hacia la cama. Nos sentamos y me


miró por un segundo con una expresión sombría en el rostro. ”Mira, no pienses en ello
como tu padre dándote dinero porque tienes razón, él no era tu padre y yo no debería
haber dicho eso. Pero tienes derecho a eso, Isabella. Después de toda la mierda que
has pasado, te mereces esto. Es como, expiación, y no estoy diciendo que cualquier
cantidad de dinero alguna vez va a compensarte por ello, porque no será así, pero
después de todo, de las torturas que has pasado y todo lo que perdiste... por lo menos
tienes derecho a esto. ¿Eso tiene sentido?”

“Supongo”, le dije. Sonrió.

“Y el dinero va a ayudar con estas otras cosas”, dijo, agarrando los papeles de mi
mano dándoles la vuelta para que el certificado de ciudadanía estuviera de vuelta en
la parte superior.

Sonreí ante su declaración, tratando de aceptar lo que estaba diciendo. ”Pero ¿qué
pasa con el doctor Cullen?”, Le pregunté. ”Quiero decir, todavía estoy aquí, ¿qué pasa
ahora?”

Se encogió de hombros. ”Él no tiene poder sobre ti. Alec ha respondido por ti y tienes
todo lo necesario para empezar una vida. Mi padre dijo que podías vivir aquí todo el
tiempo que quieras, pero el punto es que no tienes que hacerlo, ¿sabes?

“¿Dónde más podría ir?”, le pregunté. Sonrió.

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“Donde quieras”, dijo encogiéndose de hombros. ”Es tu vida, tu elección. Puedes ir a
donde quieras ir y hacer lo que quieras hacer. No tienes que responder ante nadie más
que a ti misma ahora. Eres como, tu propia ama y esa mierda; y espero que no vayas a
ninguna parte sin mí, pero si eso es lo que elijes, te corresponde a ti, Bella. Eres libre”.

Lo miré en sorprendida, luchando por contener mi emoción, pero el momento en que la


palabra «libre» salió de sus labios, perdí la batalla. Las lágrimas comenzaron a rodar
desde mis ojos y cayeron sobre los papeles con fuerza mientras mis manos empezaron
a temblar.

¿Libre? ¿Era libre?

Edward se acercó y envolvió sus brazos alrededor de mí, recostándome sobre la cama
para abrazarme mientras empezaba a sollozar histéricamente. Me aferré a él con
fuerza y casi perdí el aliento cuando él trató de calmarme, meciendo mi cuerpo en sus
brazos. Yo estaba completamente abrumada por este concepto y no sabía qué hacer ni
qué decir, o ni siquiera qué pensar, para el caso. ¿Qué significa ser libre?

“No quiero ir a ningún lado sin ti”, le susurré después de un momento. Suspiró y tomó
mi barbilla, tirando de mi cara para que lo mirara.

“Bien“, dijo. “Eso es lo que quería oír”. Nos quedamos en silencio y nos miramos el uno
al otro, sus ojos verdes centellaban con una oleada de emoción. Él extendió la mano y
limpió las lágrimas de mis mejillas antes de que sus dedos rozaran suavemente mis
labios. Dejé escapar un suspiro tembloroso cuando se inclinó y presionó sus labios en
los míos, besándome suave y dulcemente. Comenzó a acariciar suavemente mi
espalda, deslizando su mano por debajo de la toalla que llevaba apenas cubriendo mi
cuerpo para acariciar mi piel desnuda. Su toque provocó que se me pusiera la piel de
gallina a lo largo del cuerpo y gemí en respuesta, haciendo que profundizara el beso.

Envolví mis brazos alrededor de su cuello, y le devolví el beso, finalmente dejando de


lado los papeles que tenía en la mano. Él se dejó caer en la cama y me agarré a él,
pasando los dedos por su cabello caótico. Movió su cuerpo hacia el mío, empujándome
sobre mi espalda mientras se ponía a sí mismo encima de mí, el movimiento de sus
labios cada vez más frenético. Podía sentir la desesperación en su beso, y cuando él se
retiró para tomar un respiro vi la devoción en su expresión. Su mirada era intensa,
tanto amor y adoración brillando hacía mí que casi me dejó sin aliento.

“Te amo”, dijo en voz baja. Sonreí, creyendo con todo mi ser que él verdaderamente lo
decía en serio.

“Te amo, también“, le respondí. “Tanto, Edward”. Sonrió ante mis palabras y asintió
antes de presionar sus labios en los míos de nuevo.

“Ti Amero per il resto della vita mia. No vi è altro nessun al mondo per me”, susurró con
voz ronca contra mi boca. “Non so quello che ho fatto per meritare, ma mi passerà il

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resto della mia vita per assicurarci che tu sia felice. Cásate conmigo, Bella.”

Me quedé helada cuando registré las palabras, la conmoción golpeándome. Se echó


hacia atrás para mirarme con una expresión pasmada en su cara y solo lo miré, sin
saber qué decir o cómo se suponía que debía reaccionar. Estaba segura de que había
oído bien, pero fue tan sorprendente escucharlo de sus labios.

“¿Quieres que me case contigo?” Le pregunté vacilante. Asintió.

“No hoy o mañana. Ni siquiera tiene que ser este año o, joder, el próximo año, ya sea
para el caso. Pero algún día, cuando estés lista, ¿quieres casarte conmigo?
¿Prometerme que vas a pasar tu vida conmigo?” preguntó, sus palabras hicieron que
mi corazón latiera con fuerza y mi estómago revoloteara por la emoción bullendo a
través de mí. Mis ojos se llenaron de lágrimas una vez más y él suspiró. ”Sé que estoy
haciendo esta mierda toda mal, yo ni siquiera tengo un puto anillo…”

Levanté mi mano rápidamente para cubrir su boca y se quedó paralizado. “Sí”, le dije,
mi voz quebrada mientras trataba de tragarme los espasmos del llanto. Sus ojos se
abrieron con sorpresa.

“¿Sí?” preguntó. Asentí furiosamente en respuesta.

“¡Sí!” repetí más fuerte, mi emoción creciendo. Me aclaré la garganta y asentí con la
cabeza frenéticamente. ”Sí, por supuesto que lo haré, Edward”.

Sonrió, su rostro iluminado con la misma emoción que yo sentía. Puso sus labios sobre
los míos febrilmente y me reí en su boca, sorprendida por su entusiasmo. No podía
creer que esencialmente no solo había sido liberada, sino que me había pedido
oficialmente que pasara mi vida con él. Envolví mis brazos a su alrededor con fuerza y
le devolví el beso con pasión, todo el mundo allá fuera desapareció en ese momento.

Nada importaba más que él.

Su mano comenzó a recorrer mi cuerpo y sacó la toalla, la sensación de sus dedos


causaban chispas volando a través de mi piel. Agarré su camisa y comencé a tirarla
hacia arriba, y se sentó rápidamente para quitarla antes de presionar sus labios en los
míos de nuevo. Le devolví el beso con todo lo que tenía mientras empezaba a hurgar en
sus pantalones, empujándolos hacia abajo para exponerlo.

“Te necesito, Isabella” dijo, su voz llena de deseo.

“Me tienes” respondí sin pensarlo dos veces. Gimió y comenzó contonearse
frenéticamente en un intento de conseguir sacarse los pantalones sin dejar de
besarme, sus movimientos me hacían reír. Se rió y se rindió después de un segundo,
poniéndose de pie para patear su pantalón. Subió de nuevo en la cama y se puso entre
mis piernas, sus labios yendo directamente a mi cuello. No perdió el tiempo y se

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empujó a sí mismo dentro de mí, la sensación causó que un fuerte gemido escapara de
mis labios, haciendo eco en la habitación.

Me hizo el amor con pasión, su deseo y su afecto claros en cada embestida. Sus labios
no me dejaron por un momento, susurrando cosas dulces en mi piel mientras me
aferraba a él con fuerza. Fue uno de los momentos más intensos de mi vida, sintiendo
su cuerpo sobre el mío mientras él estaba dentro de mí y sabiendo que él me quería.
Sabiendo que yo era libre y, finalmente, tenía una vida propia, y que a pesar de todo lo
que yo había sido en el pasado, todavía me quería en su futuro. Fue tan abrumador
que lloré mientras me aferraba a él, no queriendo que esa sensación o esa noción me
dejaran. Nunca quería perder este momento en que, finalmente, me sentía como una
persona real... cuando realmente me sentí viva.

Sin embargo, sabía muy en el fondo que ese momento no iba a durar. Él atenuó sus
movimientos después de un tiempo y la intensidad se disipó a medida que empezaba a
detenerse. Me aferré a él, jadeando y tratando de ponerme bajo control, entonces él
susurró las palabras que hicieron que el mundo exterior chocara dentro de mí una vez
más.

“Feliz cumpleaños, tesoro”.

Se dio la vuelta para mirarme cuando no respondí y sonreí de inmediato para que no
se preocupara. Me miró con curiosidad por un momento antes de suspirar.
“Probablemente deberíamos vestirnos” dijo. Asentí y me levanté, en dirección al cuarto
de baño para limpiarme rápidamente. Me vestí con un par de vaqueros y una camiseta
sin mangas de color gris, mientras que Edward se puso mi camisa polo a rayas
favorita, con ese verde que hacía juego con el color de sus ojos. Se veía
devastadoramente guapo y lo miré fijamente mientras terminaba de prepararse,
tratando de hacer retroceder el dolor y la vergüenza que sentía. Estaba tan agradecida
que él fuera una parte de mi vida, pero no merecía su devoción. Él no estaría de
acuerdo conmigo en eso, pero era simplemente porque él no lo veía aún, no entendía lo
horrible que era y cuánto daño había causado a las personas.

Nos empaqué algo de ropa dado que nos alojaríamos en Seattle durante la noche y
nos dirigimos allí después de que terminé. El viaje fue largo y ninguno de los dos habló
mucho, ambos absortos en nuestros pensamientos. No estaba segura de qué le
mortificaba, pero no me atreví a preguntar. Era injusto por mi parte esperar que
compartiera sus pensamientos conmigo cuando yo no le estaba extendiendo la misma
cortesía.

Era tarde para el momento en que Edward aparcó su coche al otro lado de un hermoso
y enorme edificio de ladrillo en la ciudad. Edward tomó nuestro equipaje y cerró el
coche antes de tomar mi mano y llevarme al otro lado de la calle. Apretó un pequeño
botón cuando llegamos a la puerta principal y la voz de Jasper llegó a través de un
pequeño sistema de intercomunicación antes de que la puerta sonara y se abriera.

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Hizo un gesto para que entrara y me guió hacia un ascensor que nos llevó hasta el
sexto piso. Salimos del ascensor y nos dirigimos por un pasillo, deteniéndonos frente a
una puerta con el número sesenta y siete sobre ella.

Extendió la mano para llamar, pero antes de que pudiera la puerta se abrió y se
encontró cara a cara con Alice. Ella sonreía alegremente y se lanzó hacia mí. ”¡Feliz
cumpleaños!” Exclamó con entusiasmo, apretándome en un abrazo. Oí la risa de
Jasper y eché un vistazo para verlo de pie en la puerta sonriendo.

“Eh, gracias, Alice” dije.

“Sí, feliz cumpleaños, Isabella” dijo Jasper cuando Alice me soltó, sosteniendo sus
brazos a mi alrededor. Sonreí suavemente y sentí una oleada de emoción mientras me
abrazaba, sintiendo la vergüenza luchar contra el confort natural que Jasper siempre
me hacía sentir.

Me soltó después de un segundo, diciéndonos que entráramos y me congelé en el


momento en que puse un pie en la sala. El lugar era inmenso, las paredes eran de un
color marrón suave que hacían que todo se sintiera cálido. Estaba decorada
principalmente en tonos azules y bronce, y tenía hermosas obras de arte en las
paredes, pero eso no era lo que había detenido mis pasos. Fue el gran racimo de
globos de cumpleaños sobre la mesa redonda cerca de la cocina lo que llamó mi
atención. Había regalos en la mesa junto a los globos y lo que parecía ser un pastel, y
yo solo me quedé mirando todo en estado de shock. Sentí tanta gratitud hacia mis
amigos en ese momento, pero la culpa me devoraba por dentro mientras las lágrimas
se formaban en mis ojos. No había querido que hicieran nada por mi cumpleaños, ya
que celebrarlo se sentía como una farsa.

“No debieron haber...” empecé, pero Alice me interrumpió rápidamente.

“No seas tonta”, dijo, agarrando mi brazo y acercándome hacia la mesa. Suspiré
resignada al hecho de que luchar contra ella en el asunto era inútil. Sacó una silla y
sonrió, haciendo un gesto para que me sentara. Hice lo que me pidió mientras Edward
se acercaba, apoyándose en el mostrador a través de la habitación y me miraba con
curiosidad. Alice empezó a poner velas en el pastel de la mesa y le eché un vistazo,
leyendo las palabras «Feliz cumpleaños, Isabella» escrito en rojo. Jasper fue detrás de
Alice y encendió las velas, ambos se pusieron a un lado cuando terminaron. Alice
comenzó a cantar a todo pulmón la canción de cumpleaños con voz chillona, Edward y
Jasper murmurando junto con ella, y cuando terminaron me dijeron que pidiera un
deseo y soplara. Me quedé mirando las llamas vacilantes de las velas de cumpleaños
por un momento antes de en silencio desear lo único que realmente quería en ese
momento.

Deseé, después de todo lo que había pasado, que nosotros estuviéramos bien.

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Respiré profundamente y apagué las velas, sonriendo cuando Alice empezó a chillar
con entusiasmo. Observé como las nubes de humo se elevaban de las velas y Jasper
las sacaba al tiempo que Alice prácticamente puso un regalo en mi cara. Me quedé
boquiabierta, sin saber cómo reaccionar, y Edward gimió.

“Bájale a esa mierda de una vez, Alice” dijo, sacudiendo la cabeza. “Dale un poco de
jodido espacio para respirar”. Alice puso los ojos en blanco pero le sonreí, agradecida
debido a que todo era un poco abrumador y apreciaba que él tratara de entenderme.
Abrí el pequeño paquete con cuidado, encontrando lo que parecía ser un costoso reloj
de plata. Lo saqué y lo miré detenidamente.

“Ese es de parte de Rosalie” dijo Alice. La miré con sorpresa y ella sonrió. “Los
enviaron aquí”.

Asentí comprendiendo, agradecida y abrumada que incluso desde lejos, ellos se


preocupaban por mí. Ella me dio más regalos y abrió una gran caja de artículos de
arte que olían a frutas de parte de Emmett con una carta que decía que no los oliera
demasiado o podría alucinar. Había una nota añadida en la parte inferior de Rosalie
diciendo que Emmett lo experimentó y confirmó que efectivamente era posible drogarse
con ellos, y sugería que los mantuviera lejos de Edward para que no tuviera ninguna
idea brillante. Nos reímos y Edward gimió molesto por la broma de Rosalie, pero sonrió
de todas formas.

Alice me dio un bolso, diciendo que era hora de que empezara a llevar uno porque
toda mujer necesita un buen bolso, y Jasper me dio juegos electrónicos de Jeopardy y
Trivial Pursuit dado que sabía que me gustaban.

“Esto es de Esme y Alec” dijo Jasper, y me entregó otro paquete. Me quedé inmóvil y lo
miré, asombrada. Todos me miraron con curiosidad, así que lo tomé después de un
segundo, sorprendida de que me hubieran dado un regalo de cumpleaños. Lo abrí con
cuidado, sacando una caja de cobre de tamaño mediano con una ventana de cristal en
la parte superior. Dentro de la ventana había un trébol de cuatro hojas, junto con
algunos corazones rojos y abalorios de plata brillante. Era impresionante y tiré de la
tapa encontrando que estaba forrado de terciopelo, que era del mismo color que los
corazones en la parte delantera. No estaba del todo segura de lo que era, pero sentí
que mis ojos se llenaban de lágrimas por el hecho de que se trataba, obviamente, de
algo especial.

“Es una caja relicario” dijo Edward suavemente, su voz me sobresaltó, porque no lo
había sentido aproximarse. “Viendo la parte delantera supongo que representa el
amor y la suerte. Se supone que debes guardar tus tesoros en esto, tu mierda
importante.”

Lo miré y sonreí mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla. ”No creo que vayas
a caber” dije en voz baja, limpiándome los ojos. Él se rió entre dientes.

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“Sí, tampoco lo creo, tesoro. Ni siquiera mi polla encajaría en esa cosa” dijo en broma.
Me sonrojé y negué con la cabeza, ya que todos se rieron. Puse la caja sobre la mesa y
suspiré.

“¿Ya terminamos?” pregunté, mirándolos. Todos asintieron y suspiré con alivio,


contenta de que esa parte haya terminado.

Nos sentamos y comimos pastel, charlando despreocupadamente. Jasper nos contó


acerca de la escuela y la vida en Seattle, y Alice y Edward compartieron historias sobre
todos en Forks. Escuché, agradecida de que la atención no estuviera en mí por el
momento, siendo simplemente feliz por estar en su compañía. Al final ordenaron pizza
y nos pasamos la noche viendo películas y jugando juegos, el ambiente relajado.
Eventualmente Rosalie y Emmett llamaron y hablé con ellos durante unos minutos
mientras me contaron acerca de su escuela y me desearon un feliz cumpleaños.

“Así que, ¿has pensado en lo que vas a hacer el año que viene?” Jasper le preguntó a
Edward en algún momento, su pregunta me puso nerviosa porque Edward y yo no
habíamos abordado ese tema desde que regresamos y no estaba segura de cuáles
eran sus pensamientos sobre el tema. Él se encogió de hombros.

“Probablemente vaya a la escuela en algún lugar de California, supongo” dijo. ”Donde


quiera que Isabella quiera ir”. Sonreí suavemente mientras me miraba.

“¿Qué hay en California?” Preguntó Alice. Edward se rió entre dientes.

“Ni siquiera preguntes” dijo. “No es Forks o Chicago y eso es todo lo que realmente me
importa ahora. Mientras ella se case conmigo, voy a seguir su culo a las putas puertas
del infierno si es allí donde quiere ir.”

Jasper había estado tomando una bebida y empezó a ahogarse cuando Edward habló,
escupiendo soda sobre sí mismo mientras empezaba a toser con fuerza. Levantó las
manos en un intento de abrir su tráquea, jadeando en busca de aire.

“¿Qué demonios te pasa? “Preguntó Edward, mirando a Jasper. Jasper sacudió la


cabeza mientras recuperaba el aliento, secándose los ojos, ya que habían comenzado
a humedecerse.

“Nada, hombre. Solo me tomó por sorpresa el oírte decir esa palabra”, dijo. El ceño de
Edward se frunció.

“¿Qué palabra?” Preguntó.

“Casarte” dijo, poniéndose de pie mientras se dirigía a la cocina para limpiarse.


Edward rodó los ojos.

“Lo que sea. Nunca pensé que haría esa mierda tampoco. Me alegro de que ella esté
de acuerdo con ello “dijo.

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“¿Perdón?” Dijo Jasper, entrando de nuevo en la habitación con una expresión de
asombro en su rostro. “¿Qué acabas de decir?”

Edward gimió. ”Cristo, Jazz, ¿estás jodidamente sordo?”, dijo con irritación.

“No, pero pensé que acabo de oírte decir que ella aceptó casarse contigo” dijo Jasper.

“Eso dije”, dijo Edward. “Quiero decir, bueno, le pregunté y ella estuvo de acuerdo,
pero…”

“¿Se lo propusiste? “ Alice chilló, saltando.

“Creo que se puede decir eso” dijo. Alice se volvió a mirarme con sorpresa y corrió
hacia mí, agarrando mi mano.

“¿Dónde está el anillo?” preguntó con entusiasmo. Me quedé mirándola y escuché a


Edward gemir.

“No lo tengo” dije. Alice abrió la boca y entrecerró los ojos hacia Edward.

“¿Qué quieres decir con que no tienes un anillo? ¿Al menos te arrodillaste?”, preguntó.
Edward negó y ella se quejó en voz alta, extendiendo la mano y pegándole en un lado
de la cabeza. Mis ojos se abrieron asombrados mientras Edward maldecía, frotando su
cabeza. “¿Qué clase de loca propuesta fue eso, Edward Cullen?”

“Joder, no fue una propuesta real, Cristo” Edward gimió. ”Quiero decir, solo le pregunté
si se casaría conmigo algún día”.

“¡Eso es peor!”, chilló Alice, golpeándolo de nuevo, pero él estaba preparado y la


detuvo.

“Mierda, Alice, deja de pegarme” dijo. ”No es como si lo hubiera planeado, solo salió
en el puto momento”. Ella sacudió la cabeza y suspiró con fastidio.

“Te creí más listo, Edward. Toda la planificación que hiciste para el día de San
Valentín y echas a perder por completo la propuesta”, dijo.

Abrió la boca para responder, pero intervine rápidamente antes de que lo hiciera,
sintiéndome mal de que él estuviera recibiendo críticas por algo que me había hecho
sentir tan especial. ”Él no la echó a perder”, le dije. ”No necesito nada de eso. Fue
genuino y eso era todo lo que me importaba. Él no tiene que darme joyas siempre y
cuando se entregue a mí”.

Edward sonrió. ”Ves, ¿escuchaste esa mierda, enana? No la cagué”, dijo Edward a la
defensiva. Jasper y yo nos reímos mientras Alice ponía los ojos en blanco, volviendo a
sentarse.

“Todavía puedes arrodillarte” dijo ella. Edward se rió entre dientes.

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“Sí, bueno, me puse entre sus rodillas, si sabes lo que quiero decir”, dijo en tono de
broma. Me sonrojé por la vergüenza y Alice rodó los ojos de nuevo.

“Sí, estoy segura de que eso fue romántico”, murmuró.

“Lo fue”, respondí de inmediato sin pensar. Edward se rió.

“Mira” dijo él. ”Sé cómo hacérselo a mi chica. Sé cómo conseguir todo en ese coño...”

“No, no, no”, dijo Jasper en voz alta, moviendo la cabeza y levantando sus manos. “No
puedes hablar de esto. Ella es como una hermana para mí y no quiero escucharlo”.

Edward se rió y se encogió de hombros. “Me parece bien. Sin embargo, Alice fue la que
empezó con esa mierda”.

Cambiaron de tema rápidamente, para mi alivio, y el resto de la noche pasó sin


incidentes. Edward y yo nos dirigimos a la habitación de invitados en algún momento
después de la medianoche y nos cambiamos, subiendo a la cama para descansar un
poco. Me tomó en sus brazos y me acurrucó contra su pecho, ninguno de los dos dijo
nada durante un rato. Estaba frotando suavemente mi espalda mientras mi mano se
deslizaba bajo su camisa, mis dedos corriendo sobre sus abdominales y acariciando el
rastro de vello que corría por su estómago.

“Me gustaría poder leer tu mente”, dijo Edward finalmente, rompiendo el silencio.

“¿Por qué dices eso?”, le pregunté.

“Así podría saber qué decir para hacerte sentir mejor”, respondió. Dejé de mover mi
mano y lo miré, viendo preocupación en su expresión. Suspiré y sacudí la cabeza.

“Siempre sabes qué decir”, le dije. Se rió secamente.

“Si eso fuera verdad, no saldrías a hurtadillas de la cama todas las noches”, dijo. Me
puse nerviosa al oír sus palabras y él negó con la cabeza. Me senté para darle un poco
de espacio mientras se erguía sobre sus codos para mirarme con una expresión seria
en su rostro. ”Sí, lo sé. Mi padre dejó las cámaras encendidas desde que regresamos.
Sé que pasas la mayor parte de tu tiempo sentada en la biblioteca y mirando fijamente
al espacio. Sé que caminas alrededor como una maldita zombi cuando no estoy. Sé
que te escapas de la cama. Sé toda esa mierda, Bella, pero lo que no sé es por qué no
quieres hablar conmigo al respecto. No sé por qué prefieres mentirme.”

Me di cuenta por su tono de que estaba molesto y lo miré fijamente, mi culpa y


vergüenza por las nubes cuando vi el dolor en sus ojos. Me dolía saber que le estaba
haciendo daño, porque era la última cosa que quería hacer. Nunca quise causarle a
Edward Cullen una pizca de dolor, pero era en lo que más éxito había tenido.

Traté de luchar contra las lágrimas, pero ellas se derramaron de todos modos, y aparté

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los ojos, incapaz de ver su expresión. Me acosté y me di la vuelta lejos de él, apretando
los ojos cerrándolos con fuerza, y deseando que el mundo exterior desapareciera. Le oí
suspirar mientras la cama se movía, y contuve la respiración esperando que se
levantara y se alejar. Me dolía el pecho ante la mera idea de que él alguna vez me
dejara, siempre juró que no iba a renunciar a mí, pero yo seguía esperando el día en
que cambiara de opinión. Estaba esperando el momento en que se diera cuenta de
que se había equivocado acerca de mí y decidiera que no lo merezco. Estaba
esperando el momento en que declarara que no era digna de él y si sabía lo que yo
sabía, lo haría. Si supiera lo que yo sabía, me odiaría tanto como me odiaba a mí
misma.

Un día después de que regresamos de Phoenix, había entrado en la biblioteca de la


casa de los Cullen en busca de un libro para leer. Necesitaba algo que me distrajera
mientras Edward regresaba de la escuela y sabía que la lectura era mi mayor
esperanza. Podía perderme en un mundo diferente, ser absorbida por un tiempo y
lugar de ficción, por la vida de otra persona. No tenía manera de saber, mientras
sacaba el libro de cuero gastado de la estantería, que en lugar de escapar a un mundo
diferente, sería atraída aún más en el mío. Poco sabía que al abrir el libro, la realidad
me golpearía duro y me haría cuestionarme todo de lo que había estado segura en mi
vida.

Era un libro que lucía muy sencillo, pero las palabras que contenían sus páginas eran
algunas de las más poderosas que jamás había leído. Lo había visto un par de veces,
cada vez lo había dejado pasar por otro libro, pero ese día lo agarré distraída y lo abrí,
frunciendo el ceño en confusión cuando vi la escritura a mano.

No, no tenía manera de saber que me había tropezado con el diario de Elizabeth
Cullen en medio de esos cientos de libros, y no hay manera de saber lo que descubriría
en él. Me había dado cuenta casi al instante de lo que en realidad había encontrado, y
debería haberlo devuelto a su lugar de inmediato... y lo habría hecho si no fuera por lo
que vi en el momento que miré una página.

Vi mi nombre.

Leí ese único pasaje, por lo menos una docena de veces, nunca aventurándome más
allá de esa página, ya que contenía toda la información que yo alguna vez había
necesitado escuchar con el fin de conocer la verdad.

La verdad de que todo había sido culpa mía, yo había causado todo. Ella aún estaría
viva si no fuera por mí y nada nunca cambiaría ese hecho. Edward nunca entendería y
algún día descubriría la verdad, como yo lo hice, y se daría cuenta entonces que no
valía la pena.

Había llegado a un acuerdo conmigo misma con respecto a la muerte de mi madre


rápidamente. Ella optó por poner fin a su propia vida y no podía estar enfadada con

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ella por eso. Ella estaba finalmente en paz y libre, donde quiera que fuera, y ese
pensamiento me hizo sonreír. El pensamiento de mi madre como un ángel, mirándome,
fue una de las cosas más hermosas que podía imaginar. Ella merecía la libertad de la
vida que vivió y la había encontrado, y la echaba de menos, pero no tenía derecho a
ser egoísta. Murió con una sonrisa en su cara y el peso del mundo levantado de sus
hombros, y después de todo lo que había sufrido y hecho por mí, se merecía ese
momento. Merecía tener un momento donde solo pensara en ella y en lo que quería, y
estaba claro para mí que lo que quería era un alivio.

No podía culparla por eso, y no tenía derecho a lamentarme por su pérdida cuando, al
hacerlo, ella finalmente fue libre. Era su única verdadera manera de escapar y lo
entendí... pero la madre de Edward era otra historia. Nunca podría deshacer lo que
había causado, y nunca olvidaría lo que leí cuando abrí ese libro.

13 de septiembre de 1993

Fuimos a Phoenix otra vez hoy. Carlisle casi nos hizo quedarnos en casa, pero hice todo
lo que se me ocurrió para convencerlo de que iba a estar bien. Me aproveché de su
culpa y me siento mal por eso, pero era importante que lo hiciera porque tenía que verla
de nuevo. Llevé a Edward conmigo, y Carlisle no estaba muy contento de llevarlo a esa
casa, cerca de esas personas, pero le dije que estaba siendo tonto. Si no fuera seguro
para Edward entonces toda su lógica acerca de que estaba bien dejarla a ella allí era
ridícula. El hecho de que Isabella Swan no era mi hija no quiere decir que ella no era
tan especial para mí como mis propios hijos.

Sabía que era su cumpleaños y me rompía el corazón que nadie le prestó ninguna
atención.

Carlisle no me dejaría llevarle nada y yo le di la ley del hielo, ya que por lo general me
ayudaba a conseguir lo que quería, pero no funcionó. Fuimos capaces de colar un poco
de chocolate y Edward le dio un pedazo, así que al menos ella consiguió eso. La pobre
niña nunca tuvo chocolate antes y quería guardarlo para más tarde. Espero que ella lo
pueda comer.

Fue muy lindo verlos a ella y a Edward juntos. Edward no sabía qué pensar de ella al
principio, pero ella lo hechizó rápidamente justo como sabía que lo haría. Es una niña
tan dulce y merece algo mejor de lo que tiene. Otra vez estaba tan sucia y todavía no
tenía zapatos. Solo deseé que Carlisle me hubiera dejado al menos llevarle un par de
zapatos para proteger sus pies. Entiendo por qué no lo hizo, pero sigue sin gustarme.

Tuve un momento difícil al dejarla y le prometí que volvería pronto para jugar, pero
Carlisle dijo que no podría ocurrir nunca más. Dijo que estaba demasiado apegada a
ella y solo estaba cuidando de mí, pero él no entiende. No me importa si me deja ir a

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Phoenix con él o no, no voy a renunciar a Isabella. Amo esa niña tanto como amo a mis
propios hijos, y no puedo renunciar a ella no más de lo que puedo renunciar a mi
Edward o Jasper o Emmett.

Alguien tiene que salvarla y nadie más está, siquiera, intentándolo. Lloro todas las
noches solo de pensar en lo que va a tener que pasar cuando ella finalmente se dé
cuenta de que es una esclava y de que hay un mundo entero del que no se le permite
formar parte. Ella es muy especial para tener que pasar por eso y tengo que salvarla
antes de que suceda... con o sin la ayuda de mi marido.

Carlisle no lo entiende. No puedo salvar el mundo y lo sé, pero también sé que puedo
salvar a esa niña. Tengo que hacerlo. Fue el destino quien me permitió encontrarme con
Isabella Swan. Él dice que estoy haciendo el ridículo con mi supuesto sentido del
destino, pero mi intuición nunca ha estado equivocada antes. Lo sentí con él, lo sentí
con mis hijos, y lo siento con Isabella Swan. Ella está llamada a ser una parte de mi
familia y nada que pueda decir me hará cambiar de opinión. Lo siento en mis huesos y
solo verla con mi Edward reafirma eso. Los dos están predestinados a estar en la vida
del otro.

Es el destino.

Me di cuenta hoy que no importa lo que se necesite o lo que me pueda pasar a mí, voy a
liberarla algún día. Se supone que los padres deben proteger a sus hijos y moriría por
los míos si eso significa que los mantendré a salvo, y eso incluye a Isabella.

Voy a salvarla.

...

Fui yo... Yo fui la que hizo que mataran a la madre de Edward. Yo era la persona a la
que había tratado de ayudar y por la que había dado su vida. Yo era la que había
causado que Edward estuviera tan roto, la que había destruido su vida. Había
destruido todas sus vidas y Edward nunca sería capaz de entender. Era la razón por la
que el doctor Cullen me había comprado en primer lugar, la razón por la que su jefe
sabía quién era yo. La razón por la que el doctor Cullen había dicho que yo no merecía
la pena era porque su esposa había sido asesinada por mi culpa, y estaba segura que
cuando Edward se diera cuenta se sentiría de la misma manera. Él siempre dijo que la
persona que mató a su madre destruyó su familia y yo era esa persona. Nunca sería
capaz de perdonarme por eso.

No había nada especial acerca de mi cumpleaños, porque aquel día sin darme cuenta
había empezado a arruinar sus vidas. Si yo nunca hubiera nacido, ella todavía estaría
viva.

Edward me agarró y me puso contra él, mi cuerpo empezó a temblar. Traté de


contenerme pero no pude, sollozos estrangulados escaparon de mi garganta mientras

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luchaba por mantener la compostura. Él no se había alejado aún, pero lo haría. Podría
jurarle mi amor y devoción a él, estaría de acuerdo en casarme con él y decirle que
quería pasar el resto de mi vida con él, pero nada de eso importaba. Sabía que era
solo cuestión de tiempo hasta que todo llegue a su fin porque no merecía su devoción
después de lo que le había causado, y tenía mucho miedo de que él se diera cuenta de
eso algún día.

“Te lo dije, joder, no voy a renunciar a ti”, dijo, estrechándome con más fuerza. “Cristo,
nena, desearía saber lo que está mal. Desearía que hables conmigo”.

Me extendí y agarré sus brazos que estaban a mí alrededor, tratando de buscar


consuelo en su abrazo. Él siempre me hizo sentir segura con su familiar olor y su calor,
y necesitaba eso otra vez porque me estaba empezando a sentir desesperadamente
sola. No había nada que quisiera más que decirle, y hacerle entender lo culpable y
avergonzada que me sentía, pero no podía hacerlo. No podía decirle, ya que solo le
haría más daño de lo que ya lo estaba y nunca quise hacerle eso a él. Lo amaba con
cada fibra de mi ser y él me había dicho innumerables veces que lo había salvado, que
lo saqué de la oscuridad que amenazaba con consumirlo. ¿Cómo iba a decirle que
había sido mi culpa que él estuviera allí en primer lugar? ¿Cómo podía decirle que la
persona de la que necesitaba salvarse era yo?

Puede que no haya apretado el gatillo, pero eso no me hacía menos culpable. Yo la
había matado.

El conocimiento de que él casi había muerto, por mi culpa. Eso devoraba mi conciencia
hasta el punto en que no podía mirar la cicatriz que marcaba su hermoso cuerpo, la
culpa casi me hacía encogerme de dolor. Ni siquiera importaba si Edward alguna vez
sería capaz de encontrar en su corazón la fuerza para perdonarme por lo que hice,
porque ni siquiera estaba segura de si me perdonaría a mí misma.

Leer el diario había hecho que ciertos recuerdos resurgieran, y se reproducían en mi


mente hasta que me quedaba dormida. Esa era la razón por la que salía de la cama
cuando Edward se iba, la vergüenza abrumándome mientras dormía al lado del
maravilloso hombre cuya vida había corrompido. Me dolía físicamente, mi pecho se
constreñía hasta el punto en que sentía como si mi corazón fuera a estallar y mis
pulmones estuvieran incendiándose, tenerlo a él me reconfortaba aun cuando no lo
merecía. Yo lo quería desesperadamente, lo necesitaba, pero de ninguna manera él
debería haberme amado a cambio. ¿Qué derecho tenía yo, después de lo que había
sucedido? ¿Quién le había consolado cuando estuvo destruido y solo?

Me sostuvo mientras lloraba hasta quedarme dormida, y luché tanto tiempo como fue
posible, pero el agotamiento me ganó como de costumbre. Me quedé dormida, en mi
sueño viendo a la señora Cullen en su largo vestido azul con su llamativo pelo rojo
cayendo en ondas por su espalda con un pequeño Edward a su lado. Se veía tan
nervioso y me miraba con desconfianza, como si fuera algo ajeno y él estaba tratando

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de averiguar si yo era una amenaza para su madre. Supe de inmediato cuán protector
era con ella, de lo mucho que la tenía en gran estima y la idolatraba. Incluso a la edad
de cuatro años me di cuenta de que ella era su mundo y él me percibía como una
amenaza para su universo.

Si tan solo hubiera sabido lo correcta que había sido su sospecha.

Si él hubiera sabido la gran amenaza que realmente era.

Estaba encantada con él, ya que nunca había visto a alguien tan pequeño como yo
antes. De inmediato quería que fuera mi amigo y había decidido hacer que sucediera.

“Izzy, cariño, este es mi hijo Edward” dijo la señora Cullen, en cuclillas para estar a mi
mismo nivel. Sonreí y me volví para mirar al chico con el pelo brillante y los ojos verdes.

“Hola, Edward” declaré con entusiasmo. “¿Quieres ser mi amigo?”

Él me miró con confusión. “No sé” dijo con cautela.

“Me gusta tener amigos”, le dije. “Tengo un montón de ellos y a todos les puse
nombres”.

“Mamá dice que algún día voy a tener amigos que ella pueda ver, pero no me importa
si ella puede verlos realmente, ¡me gustan! Creo que mi mamá sería muy feliz si fueras
mi amigo”.

“Está bien”, respondió, todavía mirándome de manera extraña. Sonreí.

“¿Así que vas a ser mi amigo?” Le pregunté. Él se encogió de hombros.

“Supongo” murmuró.

“Yay” grité emocionada. “¡Si eres mi amigo, podemos jugar! Mi mamá me dijo que no
hablara con extraños, pero si eres mi amigo, entonces no eres un extraño porque te
conozco ahora”.

Frunció el ceño mientras me miraba. “¿Qué está mal contigo?” preguntó con confusión,
la pregunta no tenía sentido para mí. Me miré a mí misma rápidamente.

“¿Dónde?” le pregunté, sin saber a qué se refería. Mi pregunta solo sirvió para
confundir más a Edward mientras me miraba boquiabierto, y sacudí mi cabeza
tratando de averiguar lo que él vio que estaba mal.

“Eres extraña”, declaró. Mi frente se arrugó y la señora Cullen suspiró.

“Edward, sé educado”, le reprendió, su expresión cambió inmediatamente de la


confusión a la vergüenza. Bajó la mirada hacia el suelo con aire de culpabilidad.

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“Lo siento, mamá” murmuró.

“Está bien, cariño. Aunque, sabes bien que no debes juzgar a las personas. Tienes que
conocer a alguien y darle una oportunidad”, le dijo suavemente. Él asintió con la
cabeza comprendiendo, mirándome.

“Podemos ser amigos”, dijo vacilante. Mi entusiasmo creció con sus palabras y le
sonreí. Me acerqué a darle la mano y comencé a tirar de él, llevándolo hacia el jardín.
Se resistió al principio, y miró a su madre con una expresión casi de pánico, pero ella
sonrió suavemente y asintió con la cabeza.

“Ve, sole. No te arrepentirás”, dijo. Él suspiró y se rindió, pasando junto a mí.

“Espero que no” murmuró.

Me acordé de todo eso, cada pedacito de ese día. Él se relajó rápidamente una vez que
bajó la guardia, dejando que sus muros se derrumbaran. Recordé su resistencia a
ensuciarse y mi insistencia en que estaba bien. Él se agachó y se sentó en el suelo con
cuidado, siguiendo mi ejemplo. Recordé que me ofreció chocolate y que no entendía lo
que quería decir, asumiendo que quería un beso. Estaba confundida al respecto, pero
tal y como cedí en el presente, accedí y besé sus labios rápidamente. Recordé que
guardé el chocolate para luego, y hasta me acordé de las secuelas de ese incidente
cuando los Swan me descubrieron.

En el momento en que se fueron esa tarde, era evidente que la declaración de Edward
de que podíamos ser amigos era algo más que palabras. Se había convertido en mi
amigo, y cuando se fueron le oí decirle a su madre que ella había estado en lo cierto,
no se arrepentía de haberme dado una oportunidad.

El pasado reflejaba el presente de muchas maneras, desde nuestro primer encuentro


siendo un malentendido hasta nuestro primer beso y ese trozo de chocolate, pero sabía
que había una parte en la que el presente sería diferente de aquel día. Puede que no
haya lamentado conocerme, pero sabía que lo haría ahora. Sabía, después de todo lo
que había dicho acerca de la ira y el odio que sentía por la persona que causó la
muerte de su madre, que se arrepentiría de siquiera haberme dejado entrar en su vida.

Ese día se reprodujo en mi subconsciente mientras dormía inquieta, y me desperté la


mañana siguiente y forcé una sonrisa en mis labios, como hacía todos los días. Él se
despertó y me miró con curiosidad, el dolor todavía evidente en sus ojos, pero lo ignoré
lo mejor que pude. No sabía cómo hacer que se fuera, por mucho que
desesperadamente lo deseara.

Salimos y nos dirigimos de vuelta a casa, el aire entre nosotros era denso con la
tensión. Había ido creciendo con los días, pero era más fuerte e incómodo ahora. No
me presionó para obtener información y yo estaba agradecida por ello, incapaz de
ofrecer cualquier cosa para hacerle entender.

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La siguiente semana pasó volando, vi muy poco a Edward excepto por las noches a
causa de la escuela y de las prácticas de fútbol. Me pasaba los días en la biblioteca,
tenía el diario en mis manos y deseaba con todo mi ser poder olvidar. Me hubiera
gustado que no fuera verdad, que pudiera regresar el tiempo y hacer algo para
cambiar la forma en que todo sucedió.

Mi vacío y la vergüenza solo parecían crecer mientras pasaban los días, y la propia
actitud de Edward cambió junto con la mía. Él se estaba impacientando, perdía su
temperamento más a menudo mientras rápidamente comenzaba a caer en viejos
patrones. Había sido rudo y dicho groserías sin pensar, y les resté importancia a pesar
de que me hacían daño. Fuimos poco a poco alejándonos, lo sabía, pero tenía la
esperanza de que encontraríamos una manera de salir de esto con el tiempo. Tenía
que creer en mi corazón, a pesar del hecho de que mi mente me decía otra cosa.

Mi corazón se aferró a mi amor por él y su evidente devoción hacia mí, desesperado


por recuperar la sensación que había sentido cuando él me pidió que me casara con él
algún día, pero mi cerebro no paraba de reproducir lo que había pasado.... Mi
vergüenza y amor tenían una lucha dentro de mí mientras me distanciaba lentamente,
y Edward comenzó a convertirse en una víctima de mi guerra. Deseaba con todo mi ser
que todo se acabara, que volviéramos a estar bien, pero no tenía ni idea de cómo
solucionar nada de eso.

No tenía ni idea de cómo íbamos a sobrevivir.

Era viernes por la mañana y yo estaba en la cocina haciendo un poco de jugo de


naranja cuando Edward entró. Sostuve el vaso para él y lo tomó, y me dio una pequeña
sonrisa mientras tomaba un sorbo. “Gracias”, murmuró. Asentí y metí la jarra en la
nevera mientras él se servía un plato de cereal. “¿Vienes a mi juego esta noche?”

Le miré con sorpresa. “¿Tu juego?” Le pregunté. Suspiró y asintió.

“Sí, nuestro primer partido es esta noche” dijo. “Si no quieres venir, está bien, solo
preguntaba.

“No, por supuesto que quiero ir”, le dije rápidamente, sintiéndome culpable de que no
me había dado cuenta de que su primer partido se acercaba. Sonrió y pude ver la
emoción en sus ojos, feliz de que quisiera estar allí para él. Le devolví la sonrisa y se
inclinó, besando mis labios rápidamente.

“Te amo, “dijo en voz baja, sus palabras hacían latir mi corazón.

“Yo también te amo”, le respondí.

Comió sus cereales y partió para la escuela, diciéndome que el juego comenzaría a las
siete y cuarto y que me vería después. Me puse de pie junto a la ventana de la cocina y
vi cómo se metía en su coche, encendió su auto y desapareció de mi vista. Pasé la tarde

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limpiando la habitación de Edward, ya que había sido bastante perezoso y estaba
tirando las cosas de nuevo, antes de tomar una ducha y vestirme. Me puse un par de
vaqueros y una camiseta de color rosa, deslizándome en un par de zapatillas de ballet
que hacían juego. Hice un esfuerzo para arreglar mi pelo, recogiendo la mitad con una
horquilla y me puse un poco de brillo labial.

Alice llamó finalmente, emocionada cuando se enteró de que iba a ir al juego y dijo
que me encontraría allí. Me sentí un poco mejor, sabiendo que no estaría sola todo el
tiempo, pero eso no mató por completo mi ansiedad. Salí de la casa a eso de las siete,
mis nervios me quemaban mientras subía detrás del asiento del conductor del coche
que ellos habían comprado para mí. Conduje despacio por la ciudad, apretando con
fuerza el volante mientras trataba de mantenerme bajo control. Me acordé de los
partidos del año anterior y el número de personas que estaban allí, lo que me hizo
sentir aún más ansiosa.

Entré en el estacionamiento de la escuela y aparqué en el primer lugar que vi,


bajándome y mirando a mi alrededor con nerviosismo buscando el vehículo de Alice.
Lo vi estacionado a un lado de la escuela y dejé escapar un suspiro de alivio porque
ella ya estaba aquí. Podía oír el ruido del estadio y el locutor hablando sobre el juego,
sabiendo que había comenzado ya. Oí el nombre de Edward y la multitud aplaudió
salvajemente, mi oído comenzó a pitar con furia ante el sonido. Me temblaban las
manos y miré hacia el coche, estremeciéndome y gritando cuando casi choqué con
alguien de pie detrás de mí.

“Whoa”, dijo Jacob, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. “Relájate, soy solo yo”.

Agarré mi pecho, haciendo que mi corazón se calmara, y le estreché mis ojos. “¿Solo
tú? ¿Se supone que debo estar aliviada de que seas tú?” Espeté. Él se rió y levantó las
manos a la defensiva.

“Me heriste”, dijo en broma. “Te lo digo, te vuelves más descarada cada vez que te
veo”.

Me sonrojé. “¿Qué quieres, Jacob Black?”, pregunté sacudiendo la cabeza.

Se encogió de hombros.

“¿Tengo que querer algo?”, me preguntó. “Acabo de llegar y te vi, y pensé que te
gustaría caminar conmigo, así no tendrías que hacerlo sola”.

Lo miré con recelo, preguntándome qué estaba haciendo. “Si estás esperando herir a
Edward haciendo que nos vean juntos, puedes irte Jacob, porque no va a funcionar. No
voy a jugar tu juego”, le dije con irritación. Me miró con sorpresa y se echó a reír.

“Bueno, honestamente, eso ni siquiera se me había pasado por la cabeza, pero ahora
que lo dices... “ Comenzó a decir. Gemí y sacudí la cabeza.

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”Adiós, Jacob”, le dije girando y dirigiéndome hacia el estadio rápidamente. Miré
hacia arriba cuando estaba a unos pocos metros de distancia del coche y me congelé
cuando vi a las tres chicas que me bloqueaban la entrada. Las reconocí de inmediato
como las chicas con las que había tenido encontronazos por Edward más de una vez
en el pasado. No había manera de que pudiera entrar sin tener que pasar junto a ellas,
y eso era lo último que quería hacer.

“Vi a las tres putas favoritas de tu novio de pie allí, así que como que supuse que
apreciarías un escolta mientras caminas a través del pelotón de fusilamiento” dijo
Jacob caminando detrás de mí. “Pero si prefieres ir sola...”

“No” dije rápidamente mientras las chicas me miraban, una sonrisa maliciosa apareció
en los labios de Tanya.

La chica llamada Lauren se inclinó y le susurró algo a ella y las dos se echaron a reír,
mi estómago se revolvió ante la vista. Sin duda no estaban planeando nada bueno. La
tercera chica, cuyo nombre no recordaba, creo que era Jessica, era la chica a la que
escuché teniendo sexo con Edward ese día en la casa. Ella no había sido mala
conmigo, pero definitivamente no había estado satisfecha por la interrupción de esa
tarde. Ella me miró con una expresión curiosa en su rostro, sus ojos cambiando hacia
Jacob con confusión.

“Vamos”, dijo Jacob y presionó su mano contra mi espalda. Suspiré y comencé a


caminar, mirando hacia el suelo. Nos acercábamos a la entrada y escuchamos que
Lauren se rió.

“¿Estas recogiendo las sobras de Cullen, Jacob?” dijo. “No me di cuenta que estabas
tan desesperado”. Jacob se rió.

“¿Siquiera te das cuenta de lo que estás diciendo?” Le preguntó, tirando de mí hacia la


taquilla y rápidamente pagado por dos entradas. “Ustedes tres solían ser su menú
principal, ahora mírense. Si estuviera desesperado, iría con ustedes en su lugar. Pero
no lo estoy... aunque, ya sabes, si quieres organizar un pequeño espectáculo, como lo
hiciste para Cullen, podría estar interesado. Me enteré de la pequeña presentación que
Cullen armó para la escuela y no me importaría verla en directo”.

Mi ceño se frunció en confusión cuando la chica llamada Jessica resopló de risa,


tapándose la boca con rapidez para silenciarse a sí misma mientras las otras dos la
miraban con rabia.

“Jódete” escupió Tanya. Jacob se rió de nuevo, y nos dirigimos hacia la entrada.

“He estado allí, lo he hecho. No es tan genial, así que voy a tener que pasar”. Mis ojos
se abrieron por la sorpresa y Jacob me llevó dentro del estadio con rapidez,
alejándonos antes de que cualquiera de las chicas pudiera decir una palabra más. Se
detuvo cuando llegamos a las gradas y nos dimos la vuelta, levanté la vista y vi a Alice

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que estaba saludándonos.

“Gracias, Jacob” le dije, agradecida por lo que había hecho. Me despidió con la mano
y sonrió.

“No hay de qué”, dijo. “Que te diviertas, Isabella”.

Dio media vuelta y se fue rápidamente, vi a un grupo de chicos y me di cuenta de que


eran sus amigos de la reserva. Suspiré y me dirigí hasta las gradas, tomando asiento
junto a Alice. Me miró inquisitivamente y suspiré. “Me lo encontré en el
estacionamiento, y había algunas chicas por ahí, así que me acompañó” dije, sabiendo
exactamente lo que estaba pensando.

Frunció el ceño.

“Lo siento, debí haberte encontrado ahí. Ni siquiera se me pasó por la mente, pero
debería haberlo imaginado”, dijo. Negué.

“No es gran cosa, Alice. Tengo que acostumbrarme a andar sola”, le dije en voz baja.
Sonrió.

“No estarás sola”, dijo alegremente. “Vas a tener a Edward”.

Sonreí con tristeza ante su declaración, deseando con todo mí ser que fuera verdad.
Miré hacia abajo en la cancha y lo vi de inmediato, de pie en el banquillo mirándome.
Tenía el ceño fruncido en su rostro y lo saludé con la mano, pero él siguió mirándome.
Mi ceño se frunció en confusión y el entrenador lo llamó por su nombre, apartando su
atención de mí.

Vi cómo se dio la vuelta y se alejó corriendo, poniéndose el casco para salir a la


cancha.

Alice y yo conversamos, y vi el partido con admiración. La multitud era ruidosa, la


emoción se palpaba en el aire mientras el equipo de Edward anotaba un touchdown
detrás de otro. Estaban en buena racha y parecía que todo el mundo le daba el crédito
a Edward por eso, porque cada pocos minutos la multitud comenzaban a corear su
nombre. Él parecía ajeno a ello, en absoluto instándolos o incluso complacido por ello.

El juego llegó a su fin y Edward salió rápidamente de la cancha, en dirección a los


vestuarios mientras parte del público descendía sobre el equipo para felicitarlos. Alice
y yo nos dirigimos a la zona de césped cerca de los vestuarios para esperar por él
mientras el resto del equipo se dirigía allí. El teléfono de Alice sonó después de un
momento y ella gritó, diciéndome que era Jasper. Le dije que le dijera «hola» por mí
mientras ella contestaba, y empezó a deambular por la zona, ya que estaba
entusiasmada por hablar con él. Sonreí y me acerqué a la valla metálica, apoyada en
ella y mirando hacia la cancha, mientras esperaba.

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Oí aclararse una garganta después de un segundo y volví la cabeza para ver a Jacob
de pie detrás de mí.

“Lo sé, yo de nuevo. Te en paz, pero me olvidé de contarte un chiste” dijo. Sonreí
suavemente.

“Bueno, adelante entonces”, le dije.

“¿Has oído la historia del zorrillo?”, me preguntó. Negué, vacilante.

“No”, le dije. Sonrió.

“No importa, apesta” dijo. Mi frente se arrugó en un principio antes de que entendiera y
empezara a reír. Se rió e iba a hablar cuando la voz de Edward sonó, mientras gritaba
el nombre de Jacob con enojo. Un escalofrío se disparó por mi espalda terminando en
mi estómago, y me volví rápidamente para ver que se acercaba a Jacob y a mí a toda
prisa. Estaba echando humo, con las manos apretadas en puños y sus fosas nasales
dilatadas mientras luchaba por contenerse.

“No quiero problemas, Cullen” dijo Jacob. Edward se rió con amargura, el sonido me
asustó. Debe haberle asustado a Jacob también porque él dio unos pasos alejándose
de mí mientras Edward se acercaba. Extendí la mano para agarrar el brazo de
Edward, pero él se zafó, extendiendo la mano y empujando a Jacob.

“Edward, detente”, le dije entrando en pánico. Jacob levantó las manos a la defensiva,
pero Edward las alejó antes de empujarlo de nuevo.

“Si no deseas ningún puto problema, no hubieras estado aquí” Edward escupió,
empujándolo de nuevo. Jacob tropezó y negó con la cabeza.

“Maldita sea, hombre, solo le estaba contando un puto chiste” Jacob dijo a la
defensiva, su propia voz mezclada con ira. No podía recordar haber escuchado a Jacob
maldecir así antes y me asustó aún más de lo que ya estaba.

“Y qué puto derecho tienes a hacer eso, ¿eh? ¿Qué puto derecho tienes para
involucrarte? ¡No te metas en mi vida y déjala en paz! Deja de tratar de utilizarla para
llegar a mí”, escupió Edward. Jacob lo miró con rabia.

“¿Yo, usándola? ¡Si alguien la está usando, eres tú! Es enfermizo lo que estás
haciéndole a la chica”, respondió Jacob. “¡La has engañado haciéndole creer que
realmente te importa una mierda!”

La ira de Edward se intensificó con las palabras de Jacob y me tensé mientras Edward
llevaba su puño hacia atrás, moviéndolo con fuerza y conectándolo con su mandíbula.
La cabeza de Jacob voló bruscamente hacia un lado mientras se tambaleaba hacia
atrás por el golpe, la sangre goteando de su boca al instante. Alzó su mano y se limpió
mientras Edward empezó a gritar.

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“Joder, la amo, pedazo de mierda”, Edward escupió. “Aléjate de ella de una puta vez,
ella me pertenece y ¡maldita sea si voy a dejar que la alejes de mí!”

Me quedé mirándolo en shock y Jacob se rió secamente. “¿Siquiera te das cuenta de lo


que dices, Cullen? ¿Ella te pertenece? Eres un maldito enfermo” dijo Jacob
bruscamente. “Si realmente la amaras no dirías cosas así. Si realmente la amaras,
¡dejarías que la chica se fuera!”

Sus palabras dejaron frío a Edward y Jacob se abalanzó sobre él, empujándolo
rudamente y tirándolo al suelo. Edward saltó encima de él y comenzó a golpearlo con
los puños. Me sentía enferma mientras mis rodillas se debilitaban, y me aferré a la
valla para mantenerme en pie. Comencé a gritar por ayudar, gritando para que
Edward se detuviera mientras golpeaba repetidamente a Jacob.

Jacob estaba lanzando sus propios golpes, golpeando a Edward en la cara y en la


espalda mientras yo trataba de alejarlo de él. Algunos chicos comenzaron a correr
hacia nosotros cuando escucharon mis gritos y se dieron cuenta de lo que estaba
sucediendo. Agarraron a Edward y lo alejaron de Jacob, arrastrando a ambos fuera del
piso. Edward estaba luchando para salir de su agarre, gritando a Jacob acerca de
cómo iba a matarlo, sus palabras me asustaron. Hacía mucho tiempo que no había
visto a Edward tan fuera de control y empecé a hiperventilar.

No me gustaba nada de esto. Todo se estaba cayendo a pedazos a mi alrededor, todo


mi mundo girando fuera de control. Jacob estaba gritándole de nuevo a Edward y
ambos tenían lesiones en sus rostros por la pelea, las de Jacob significativamente
peores que las de Edward. Edward dio unos pasos hacia atrás, empujando a los chicos
que lo retenían.

“Mantente alejado de un puta vez, Jacob”, Edward escupió y los amigos de Jacob lo
apartaron. “Lo juro por Dios, hombre, ¡te mataré de una puta vez!” Alice corrió hacia
nosotros, mirando a su alrededor frenéticamente en estado de shock.

“¿Qué sucedió?”, preguntó con pánico. Yo todavía estaba hiperventilando y sacudí la


cabeza rápidamente, incapaz de articular palabra.

“El jodido Jacob, eso es lo que pasó”, escupió Edward, girándose para mirarme. “De
todas las putas personas que hay, ¿por qué diablos tiene que ser él? Joder, ¿estás
tratando de herirme, Isabella? ¿Es de lo que se trata esta mierda?”

Lo miré boquiabierta mientras el terror me recorría. “¿Qué?” Le pregunté, asombrada


ante sus palabras. Sacudió la cabeza con furia.

“Ya me has oído. ¿Estás tratando de herirme? Te has distanciado de mí, joder, apenas
me hablas. Actúas tan angustiada que ni siquiera quieres dormir a mi lado en la noche
la mitad del maldito tiempo, y lo entiendo. Joder, lo entiendo. Estás sufriendo. Pero,
Jesucristo, ¿puedes hablar con él?¿Puedes reírte con él? ¿Joder, soy yo?” me espetó.

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Sus palabras me herían y lo miré sorprendida. Alice lo agarró y le dijo que se
detuviera, pero él tiró de su brazo con enojo. “Joder, si estás tratando de hacerme daño,
Isabella, está funcionando. Estoy malditamente herido. ¿Eres feliz? ¿Eh? ¿Estás
jodidamente feliz?”

Negué frenéticamente mientras las lágrimas comenzaban a derramarse de mis ojos.


“No, Edward”, le dije rápidamente. No quería hacerle daño. Hacerle daño era la última
cosa que quería hacer y estaba haciendo todo lo posible para que no se enterara de lo
que sabía que realmente le haría daño. “¡Te amo!”

“¿Lo haces?” Me preguntó. “Joder, te pedí que te casaras conmigo y pareciste feliz
como por dos malditos minutos antes de volver a ignorarme. Si no quieres estar
conmigo, joder, solo dímelo”.

“¡Lo hago!” le dije inmediatamente, secándome las lágrimas. “¡Quiero estar contigo!”

“Bueno, tienes una graciosa puñetera forma de demostrarlo” escupió. “He cambiado mi
maldita vida por ti. Mataría por ti. Joder, Isabella, ¡me moriría por ti! ¿Por qué demonios
no hablas conmigo? No puedo más con esta mierda. Solo dime qué coño te pasa”.

“Dime por qué demonios puedes sonreír y reír con este hijo de puta, pero no puedes ni
siquiera mirarme a los putos ojos”.

Negué con la cabeza. “Yo...” empecé. “No puedo, es que...”

“No puedes” dijo con incredulidad, riendo secamente. “Joder, no lo entiendes, ¿verdad?
No sabes a qué coño he renunciado por ti, con lo que he lidiado y he pasado solo para
poder estar contigo. ¡No sabes la mierda que he perdido por ti!”

Sus palabras me golpearon con fuerza, la ira y el dolor me rasgaron por dentro al
tiempo que me quedaba sin aliento. Todo se nubló mientras mi mano salió disparada y
lo golpeé en la cara con fuerza, un dolor punzante fluyó a través de mi palma y hasta
la muñeca. Su cabeza cayó hacia un lado y sus ojos se abrieron por la conmoción.
Estaba claro que lo había pillado desprevenido, porque hasta la última gota de ira que
había estado en su expresión se derritió rápidamente y fue reemplazada por la
sorpresa. Se llevó la mano a su mejilla mientras me miraba, el pánico y el miedo casi
me paralizaron cuando me di cuenta de lo que había hecho.

Me tapé la boca rápidamente mientras un sollozo escapó de mis labios y comencé a


alejarme de él, una docena de diferentes emociones arremolinándose a través de mí.
Frunció el ceño y dio un paso hacia delante, su movimiento me desestabilizó. Me di la
vuelta y empecé a correr hacia la salida, y le oí gritar mi nombre detrás de mí, pero no
podía parar. Estaba desconcertada y aturdida y tenía que salir de allí para pensar.
Tenía que estar lejos de él para que pudiera ordenar todo y darle sentido a lo que
acababa de suceder. Le oí gritar mi nombre otra vez, pero no me atreví a mirarlo,
simplemente corrí pasando personas mientras salía del estadio. Me encontré con

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Lauren y accidentalmente la golpeé contra Tanya y ella me gritó con enojo, pero ni
siquiera me molesté en disculparme.

Corrí directamente hacia mi coche y me metí dentro, hurgando en mi bolsillo en busca


de las llaves. Arranqué el coche y lo puse en reversa, saliendo de inmediato. Una
bocina sonó mientras casi choqué con otro coche y pisé los frenos para que pudieran
pasar, mis manos temblaban mientras mi cuerpo se estremecía. Estaba luchando
contra los sollozos pero las lágrimas fluían libremente y hacían borrosa mi visión.

Estaba saliendo del estacionamiento cuando vi a Edward corriendo hacia su coche,


esa visión hizo que mi corazón latiera de forma errática. Salí a la calle y conduje a
toda velocidad por la ciudad en pánico.

Estaba asustada y confundida, sin saber a dónde iba o qué estaba haciendo. Conduje
a través de Forks hacia la casa, pero sabía que no podía ir allí todavía. No podía
hacerle frente a Edward, no después de lo que acababa de suceder. Necesitaba tiempo
para resolver las cosas y conduje a través de las calles durante unos minutos hasta que
me di cuenta de que había un lugar al que podía ir y que sabía que él no podía cruzar.

Aceleré por la carretera hacia La Push en la oscuridad, el dolor en mi pecho


intensificándose con cada segundo que pasaba. La culpa y la vergüenza habían
llegado a su punto más alto y las palabras de Edward resonaban en mi cabeza
mientras pasaba el letrero de «Bienvenido a La Push». Él había dicho que no sabía lo
que había perdido por mi culpa, pero yo lo sabía...

La pregunta era, ¿él lo sabía?

Conduje por la carretera con la mente ausente por un tiempo, sin tener idea de a dónde
estaba yendo realmente, ni lo que estaba haciendo. Vi el mar después de un rato y
llevé el coche junto a la carretera, saliendo y caminando hacia una cerca. Observé y vi
la playa al otro lado del camino, dándome cuenta de que estaba en el acantilado que
Jacob me dijo que él y Edward utilizaban para saltar por diversión. Suspiré y me subí
encima de la barandilla, dando unos pasos para mirar el agua. Me quedé allí por un
momento mientras el teléfono en mi bolsillo trasero empezó a sonar, pero lo ignoré
porque sabía quién era.

El teléfono dejó de sonar para después pasar al correo de voz y luego empezó a sonar
de nuevo casi de inmediato, el ciclo se repitió durante unos minutos. Por último, se
detuvo y suspiré, tomándolo para abrirlo. Siete llamadas perdidas, todas ellas de
Edward...

No podía seguir adelante como lo había hecho... ninguno de nosotros podía.


Necesitaba hablar con alguien, pero no podía hablar con la única persona que
realmente quería. Estaba destrozada y no tenía idea de qué hacer, pero sabía que
tenía que hacer algo. Dudé, sabiendo que podría haber estado cometiendo el error

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más grande de mi vida, sin embargo, busqué en la agenda telefónica de mi celular. Me
detuve cuando llegué a los enlistados en la «J», contemplando. Él me dijo que lo usara
si alguna vez necesitaba a alguien que me escuchara, alguien que estaba en el
exterior, y en ese momento se sentía exactamente como lo que necesitaba. Suspiré y
presioné el botón verde de llamada, mi corazón latía furiosamente mientras sabía que
no había vuelta atrás. Era absurdo, y una parte de mí estaba gritando que colgara el
teléfono antes de que contestara, pero no lo hice. Estaba haciendo la única cosa que le
había dicho a Jacob que nunca sería capaz de hacer... Iba a confiar en él.

“Sí, “dijo Jacob mientras respondía. Me quedé en silencio, dudando de mi decisión al


momento en que escuché su voz. Las palabras de Edward rebotaban en mi mente
mientras la culpabilidad me atormentaba. «¿Estás tratando de hacerme daño?» había
dicho. «¿Por qué él?»

“Hooolaaa” dijo Jacob. “¿Hay alguien ahí?” Me mordí el labio, nerviosa y estaba a
punto de apretar el botón para finalizar la llamada cuando él suspiró con
exasperación. “¿Isabella?”

Me tensé cuando dijo mi nombre, cerrando los ojos. “Yo, eh...” empecé, sin saber qué
decir. “No sabía a dónde ir, y él estaba molesto y lo he lastimado, así que conduje y...
eh... Estoy en La Push, porque sabía que él no puede venir aquí, y no estoy preparada
para enfrentarme a él, así que vi el mar y salí y...” Suspiró de nuevo mientras
divagaba.

“Quédate donde estás, te encontraré”.

El teléfono hizo clic cuando colgó y lo cerré, estaba a punto de meterlo en el bolsillo de
atrás cuando empezó a sonar de nuevo. Volví a abrir y vi que era Edward, vacilé antes
de pulsar el botón para apagar el teléfono. Fruncí el ceño, sintiéndome culpable y lo
guardé.

Di unos pasos hacia adelante, hacia el borde del acantilado, mirando hacia abajo en
el océano. Definitivamente estaba muy arriba, pero la vista era hermosa. La luz de la
luna brillaba en el agua mientras las olas se estrellaban contra las rocas, los sonidos y
los olores eran reconfortantes. Estaba oscuro y miraba hacia la oscuridad del agua,
aliviada por ello. Todavía me sentía vacía, una parte de mí murió aún más después de
haber lastimado a Edward.

No estaba segura de cuánto tiempo me quedé allí hasta que oí el movimiento detrás de
mí, el sonido de crujido cuando alguien se acercaba. Le oí suspirar cuando se detuvo a
pocos metros de distancia. “Por favor, no saltes”, dijo casualmente. “El agua es
peligrosa y es probable que esté fría y la verdad es que no querría ir detrás de ti. Está
muy oscuro, podría golpear mi cabeza contra una roca, y tengo mucho por lo que vivir
para morir así”.

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Sonreí ante su indiferencia. “No voy a saltar”, le dije.

“Bien”, respondió dando unos pasos hacia adelante para estar a mi lado. Levanté la
vista hacia él y me quedé helada, horrorizada por su rostro. Su ojo estaba hinchado y
su labio estaba roto, los moretones estaban formándose. “Se ve peor de lo que es”.

Asentí vacilante. “Lo siento”, dije sintiéndome culpable de que él hubiera conseguido
una paliza por mi culpa. Se encogió de hombros e hizo un gesto con la mano como no
dándole importancia.

“No es gran cosa”, dijo. “Va a sanar. Joder, por lo menos no trató de dispararme esta
vez. ¿Estás bien?”

“Supongo”, respondí volviéndome para mirar de nuevo hacia el agua. “Probablemente


no debería haberte llamado”.

“Pero lo hiciste”, respondió. Asentí.

“Lo hice” me quedé en silencio por un momento, debatiendo sobre qué decir. “Mi
cumpleaños fue la semana pasada”.

Me miró con sorpresa. “¿En serio?” Preguntó. Asentí. “Bueno, feliz cumpleaños”.

Sonreí con tristeza antes de murmurar las palabras que había anhelado decir, las
palabras que no me atrevería a decirle a Edward o a cualquiera de ellos, ya que nunca
lo entenderían. Habían perdido tanto por mí, independientemente de si eran o no
conscientes de ello, y decir las palabras sería tanto como una bofetada en la cara
como la bofetada real que le había dado a Edward no mucho antes.

“No hay nada feliz en el día en que nací”.

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“Sabes que es amor cuando quieres compartir todo con ella, aún el dolor. Sabes que
es amor cuando no puedes dejar de pensar en ella. Sabes que es amor cuando
preferirías estar en una relación que no ser parte de una en absoluto. Pero, sobre
todo, sabes que es amor cuando tu felicidad depende de la de ella. Al menos eso es
lo que sé.” – Robert Le Branch

Edward cullen
En el momento que su mano hizo contacto con mi rostro, jodido shock eclipsó cada
pizca de ira que sentía. Mi cabeza cayó hacia un lado mientras que el ardor estalló en
mi mejilla y rápidamente llevé mi mano a la fuente del dolor. No era tan intenso, joder,
definitivamente había tenido peores. Jacob me había dado golpes más fuertes cuando
estaba de espaldas en el suelo, pero el hecho de que ella me había dado una puta
cachetada me dejó estupefacto.

Mi chica… la mia bella ragazza... me había dado una puta cachetada.

Me quedé mudo de la impresión y la miré boquiabierto, sin poder recordar si quiera en


ese momento por qué carajos nos estábamos peleando. No podía recordar qué mierda
nos había llevado a hasta aquí donde le estaba gritando en medio del maldito estadio
de fútbol, habiéndola acorralado hasta el punto que me golpeó. Isabella Swan, la
chica que amaba más que a mi vida misma y que odiaba la violencia física porque
había sido brutalmente sometida a ella, había reaccionado tan ardientemente a lo que
le había dicho que se desató contra mí.

Estábamos jodidos.

Lo esperaba desde hace un tiempo e hice todo lo imaginable para resolver esa mierda
con Isabella. Me aseguré que Alice mantuviera su cumpleaños sencillo, lo que no fue
una puta tarea fácil. Y me había tomado tiempo en decidir su jodido regalo. Habría
podido simplemente salir y comprarle un maldito collar o alguna otra joyería de
mierda, pero no lo hice, porque sabía que la mierda material no le importaba en
realidad a Isabella. Le entregué los papeles que, básicamente, la liberaban, y hasta le
propuse matrimonio. Yo, Edward jodido Cullen, le propuse matrimonio a alguien. Ella
debería haber estado jodidamente feliz y creo que lo estaba, pero no hizo
absolutamente nada para evitar que se alejara aún más de mí.

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Mierda, la estaba perdiendo, lo sabía, y no me gustaba ni un poco. Me asustaba como
la mierda porque no sabía qué demonios hacer para detenerlo. Cada día se encerraba
más y más en sí misma a pesar de mis intentos para conseguir que se abriera conmigo.
Me estaba mintiendo en mi cara, las palabras solo saliendo de sus labios sin siquiera
pensárselo dos veces. Joder, ya casi no la reconocía, y aún estando de pie junto a mí se
sentía como si ni siquiera estuviera en la maldita habitación… estaba como ida.

Estaba conteniendo mi indignación tanto como podía, sabía que enojarme con ella no
ayudaría. Ella estaba sensible, derrumbándose frente a mis ojos, y sería un puto
cabrón al intencionadamente descargar el último golpe que la destrozaría por
completo. No quería hacer esa mierda, porque a pesar de todo lo que estábamos
pasando, todavía la amaba. La amaba más que nada en la vida, más que al dinero o
el puñetero poder y respeto que tenía al alcance de mis dedos. Nada de eso
significaba una maldita cosa para mí, nada era importante más que ella, y me estaba
aferrando a esa mierda con desesperación. Era aterrador, porque nunca fui así. Yo era
fuerte, y jodidamente independiente y no necesitaba a otra maldita persona para
sobrevivir.

Pero me había hecho más dependiente y la necesitaba.

Joder, había cambiado tanto por ella y por más que no la reconociera, tampoco me
reconocía a mí mismo. Estaba jodidamente vulnerable y quebrándome bajo la presión
de todo tanto como ella. Nuestras vidas estaban conectadas hasta el punto que su
felicidad era mi felicidad, y ella no era jodidamente feliz. Eso estaba claro como el
agua, y eso significaba que yo no estaba jodidamente feliz. Mi temperamento me
estaba ganando, mi ira se encendía cada vez que daba la vuelta, y francamente, de
verdad me estaba empezando a encabronar.

Sentía que tenía que andar con pies de plomo en torno a ella como si navegara a
ciegas por una tormenta. Me sentía más nervioso ahora delo que lo que lo había
estado hace un año cuando mi padre la trajo a casa, y eso era más que jodido. Era mi
maldita novia, mi jodida prometida si querías ser técnico sobre esa mierda, y la tensión
en el aire entre nosotros era casi insoportable. No podía descifrar qué demonios estaba
mal con ella y como traerla de vuelta a la vida, por decirlo de alguna manera y me
estaba conduciendo al borde del abismo. Cada día estaba más cerca de perder el
control por el que había luchado tan desesperadamente por mantener, y lo que había
visto al momento en que salí del vestuario finalmente lo había hecho. En ese momento,
cuando vi a Isabella parada junto a Jacob riendo, el dolor y enojo nublaron cada pizca
de sentido común que me quedaba, rompiendo ese último hilo que me mantenía
racional.

Ya había tenido suficiente.

La rabia me consumió y no veía nada más que una cosa, mis ojos estaban fijos en solo
ese hijo de puta que parecía decidido a destruir mi vida. Me rompí el puto trasero

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tratando de conseguir que ella respondiera y ese hijo de puta llega como si nada y en
cuestión de unos malditos momentos, la tenía riéndose. Me dolió más de lo que
esperaba que algo así doliera, y a medida que mis celos se mezclaban con mi
exacerbado odio por él, no deseaba nada más que hacerlo sufrir como yo lo hacía. No
deseaba nada más que hacerlo pagar por toda esa mierda. Casi me quedé sin sentido
por la intensidad de mi rabia a medida que me lanzaba contra él, determinado a joder
su mundo así como él estaba jodiendo con el mío.

Lo golpeé tan fuerte como pude, desatando mi ira y gritándole. Él me gritó también, su
furia alimentando la mía porque él no sabía ni una mierda de mí. Me acusó de usarla,
pero joder, no sabía que la amaba. Me acusó de lastimarla, pero no sabía que hice
todo lo posible por protegerla. Podía escuchar a Isabella gritando en algún lugar en el
fondo pero ni siquiera eso era suficiente para calmar mi furia mientras lo golpeaba con
mis puños, tomando cada golpe que pudo lanzar sin ningún problema. Estaba todavía
furioso cuando finalmente lograron apartarme de él, mis manos temblaban por mi
indignación. Escuché a Alice preguntar qué había pasado y su pregunta hizo que mi
temperamento se enardeciera de nuevo a medida que me daba la vuelta para mirar
furioso a Isabella. Le hablé con brusquedad, preguntándole si estaba tratando de
lastimarme a propósito porque simplemente no entendía esa mierda. Joder, no podía
entender cómo podía ser tan malditamente fría conmigo, al que se supone que amaba,
pero aun así sonreír y reír a carcajadas con el hijo de puta que ella sabía que me había
lastimado. Ya le había dicho antes que tenía que mantenerse alejada de él porque
destruía todo lo que tocaba, pero a ella parecía importarle una mierda. Nada de esta
mierda tenía sentido para mí a menos que estuviera tratando de lastimarme. No podía
entender por qué diablos lo hacía, que había hecho yo para merecer que me tratara de
esa forma. Le grité, perdiendo mi paciencia y demandándole que me dijera cuál
demonios era su puto problema. Ella se encerró en sí misma una vez más, su reacción
haciendo que me enojara aún más. Perdí el control y cuando un dolor intenso destelló
en sus ojos por mis palabras, supe que la había jodido. Finalmente había cruzado esa
línea imaginaria y lanzado el golpe que la destrozaría.

Pero nunca esperé que me golpeara.

Los dos nos quedamos inmóviles por un momento, mirándonos el uno al otro
conmocionados, y buscaba furiosamente en mi mente por algo que ayudaría a dar
sentido a todo. Joder, no podía creer que dije lo que acababa de decir, y estaba
pasmado porque me hubiera dado un puñetero golpe. Estaba herido y mis manos
todavía temblaban por la ira, pero no era jodidamente capaz de moverme o siquiera
hablar. ¿Qué demonios nos había pasado? ¿Cómo carajos habíamos llegado a esto?
Habíamos estado tan jodidamente felices…

Ella cubrió su boca cuando se le escapó un sollozo y mi pecho dolió en respuesta. Dio
un paso hacia atrás mientras el pánico cruzó su rostro, su movimiento me sacó de mi
estupor. Ella me miró como si tuviera puto miedo de mí, y su expresión me alarmó. Di

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un paso hacia ella, lamentando esa mierda de inmediato, porque su ansiedad solo
pareció incrementarse con mi movimiento. Se giró y se echó a correr hacia la salida
mientras gritaba su nombre, intentando detenerla, pero me ignoró. Ella empujó a la
gente al pasar, casi tirando a esa puta perra, Lauren, en su urgencia por salir y corrió
hacia el estacionamiento. La seguí, a sabiendas que estaba haciendo una maldita
escena pero no me importó una mierda. Joder, no podía dejarla simplemente huir de
mí, no después de lo que acababa de suceder.

Logré salir del estadio a tiempo de verla meterse en el coche y encenderlo, echándolo
en reversa y dando marcha atrás sin titubear. Estuvo malditamente cerca de golpear a
alguien por detrás en su prisa por huir, dejando mis nervios de punta. Evidentemente
estaba consternada, joder, no estaba pensando claramente, y eso me preocupaba
como la mierda.

Corrí hacia el Volvo y me subí mientras ella salía a toda velocidad del
estacionamiento, viendo a Alice correr desde el estadio hacia su coche al mismo
tiempo. Encendí el mío y lo saqué de mi lugar, llegando a la línea del tráfico y
maldiciendo porque Isabella ya se había ido. Empecé a tocar el claxon, golpeando mis
manos contra el volante, jodidamente molesto de que los malditos idiotas no se
quitaban de mi camino.

Alice se detuvo detrás de mí y los putos coches finalmente comenzaron a moverse de


nuevo, pero no lo suficientemente rápido para satisfacerme. Gemí y di un volantazo a
la derecha, conduciendo por el pasto y cortándole el paso a un coche en el camino
mientras trataba de llegar al frente de la línea. Ellos pisaron los frenos y tocaron el
claxon, y solo levanté el dedo medio mientras pisaba hasta el fondo el acelerador y salí
corriendo, sin que me importara una mierda ninguno de esos cabrones. Pasé volando
por las calles de Forks, doblando el límite de velocidad y rebasando coches en zonas
de no rebasar en mi apuro por alcanzarla.

Me estaba acercando a la casa cuando mi teléfono empezó a sonar y rápidamente


metí la mano en mi bolsillo para agarrarlo, casi perdiendo el control del coche en el
proceso. Derrapó casi saliendo del camino pero lo enderecé rápidamente a medida
que mi corazón empezaba a palpitar con fuerza, la sangre corriendo furiosamente por
mi cuerpo y resonando en mis oídos. Miré el teléfono y lo abrí cuando vi que era Alice.

“Casi llego a casa,” dije al momento que contesté. Alice suspiró audiblemente.

“¿Qué pasó, Edward?” Preguntó, preocupada.

“Joder, no lo sé,” le dije. “La mierda ha estado tensa por un tiempo, supongo que por lo
de su madre o lo que sea, pero ella no habla conmigo de ello. Me estaba volviendo
loco, Alice, y la vi riéndose con Jacob y simplemente exploté.”

“Probablemente esté asustada,” Alice respondió. Me reí secamente.

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“¿No crees que esa mierda la sé?” Le dije con brusquedad. “Ella me tiene miedo. A mí,
Alice. Después de cada jodida cosa que he hecho por ella, tiene miedo de mí.”

El dolor en mi pecho se intensificó a medida que trataba de aceptar esa idea, fallando
miserablemente. No podía sacar la imagen de su expresión de mi mente, el miedo puro
en sus ojos cuando se dio la vuelta y huyó de mí. Maldición, ella huyó de mí…

“Ella confía en ti, Edward,” me dijo.

“Si eso es cierto, Alice, ¿por qué demonios no habla conmigo? ¿No sabe que yo mejor
que nadie entiendo la mierda que está sintiendo? Yo también perdí a mi madre, ya
sabes,” espeté. Alice suspiró.

“Sí, lo sé,” ella respondió. “Pero también Jacob, ¿y alguna vez te has detenido a pensar
que tal vez eres un poco irracional cuando se trata de hablar de la muerte de tu
madre?”

Sus palabras hicieron que mi temperamento se enardeciera de nuevo mientras daba


un volantazo a la derecha por el camino de entrada a la casa. Casi golpeando un
árbol con un costado del coche en mi apuro. Golpeó mi espejo y me encogí.

“Vete a la mierda,” espeté molesto. Alice se rió con amargura.

“Me estás dando la razón,” me dijo. Rodé mis ojos y aceleré por el camino, golpeando
los frenos cuando la casa apareció a la vista. Mi ceño se frunció cuando vi que el único
coche estacionado al frente era el de mi padre, confusión y angustia me invadió
cuando me di jodida cuenta que ella no estaba allí.

“No está aquí, Alice,” le dije.

“¿Qué?” Preguntó.

“No se fue a la casa,” le respondí, echando el coche en reversa y dando la vuelta hacia
atrás para tomar el camino de entrada. “No sé a dónde demonios fue pero no se vino a
la casa.”

Alice suspiró. “Intenta llamarla,” me dijo. “Voy a buscarla por aquí.”

Colgó sin esperar mi respuesta y gruñí, marcando el número de Isabella. Sonó un par
de veces antes de que contestara al buzón de voz lo que no me sorprende en lo
absoluto después de ver la mirada en su rostro antes de que corriera. Seguí llamando
con el botón de remarcado mientras conducía por las putas calles de Forks, esperando
que cediera y contestara. Llamé por la que tenía que ser la décima maldita vez y me
tensé cuando se fue directo al buzón sin sonar, la comprensión me hizo darme cuenta
que había apagado al hijo de puta. El terror me recorrió y rápidamente marqué el
número de Alice.

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“¿La encontraste?” Le pregunté aterrorizado cuando contestó.

“Todavía no,” contestó. “¿Has podido comunicarte con ella?”

“No, apagó el puñetero teléfono,” le respondí. Tratando de contener mi ira pero estaba
furioso y más que un poco ansioso. Alice suspiró.

“Te vuelvo a llamar en un minuto,” me dijo, colgando de nuevo antes de que pudiera
responder. Gemí y seguí conduciendo por Forks, deteniéndome en la casa de Demetri
donde era la fiesta. Sabía lógicamente que ella no habría ido allí, porque seguía sin
realmente gustarle estar alrededor de mucha gente, pero ya no tenía opciones y no
sabía qué hacer o dónde más buscar. Di un volantazo al coche estacionado en su
entrada y salí, viendo a Ben y Angela parados a un lado de la casa conversando. Me
acerqué a ellos rápidamente, mi mano agarrando empuñando frenéticamente mi
cabello por la frustración mientras agarraba mi celular con la otra mano.

“¿Estás bien, Cullen?” Preguntó Ben, levantando sus cejas con curiosidad a medida
que me acercaba. “Te ves hecho polvo, hombre.”

“Sí,” le respondí. “Bueno, quiero decir, no. Lo que sea. En realidad no lo sé. ¿Por
casualidad has visto a Isabella?”

Ambos me miraron sorprendidos. “Eh, no,” Ben dijo. “No la he visto esta noche. ¿Todo
está bien?”

Suspiré y me encogí de hombros, agarrando mi cabello con más fuerza. “Joder,


honestamente, no lo sé,” murmuré, sin saber cómo demonios responder a esa pregunta.
Iba a decir más, porque me sentía como un idiota balbuceando, pero antes de que
pudiera mi teléfono empezó a sonar. Vi que era Alice de nuevo, disculpándome,
mientras caminaba de regreso hacia el Volvo. Abrí el teléfono y lo llevé a mi oído, mi
desesperación llegando a un máximo histórico. Mierda, tenía que encontrarla y saber
que estaba bien.

“¿Has tenido suerte?” Pregunté de inmediato cuando contesté. Alice se quedó en


silencio por un momento, lo que hizo que mi miedo se disparara hasta las nubes
porque ella nunca se quedaba jodidamente callada. Alice no paraba de hablar, nunca
se quedaba sin palabras, y su puto silencio me asustaba como la mierda. “Cristo, Alice
di alguna mierda.”

Suspiró. “Está a salvo,” dijo simplemente, el alivio me inundó con sus palabras.

“Bien,” le respondí. “¿Dónde la encontraste? ¿Fue a tu casa?”

“Eh…” Dijo Alice. “No. Ella está en First Beach.”

Me congelé cuando esas palabras me golpearon, aferrándome del capó de mi coche


cuando mis manos comenzaron a temblar. “¿Qué demonios quieres decir con que está

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en la playa? Ponla al teléfono.”

Alice suspiró. “No estoy con ella…” Comenzó a decir, sus palabras haciendo que mi
pánico se elevara aún más.

“¿No estás con ella? Joder, ella no debería estar sola, Alice. ¡Está oscuro y ella no sabe
nadar! ¿Eres estúpida? ¡Es peligroso!” Grité.

“Edward, ella, eh…” Alice comenzó a decir en tono nervioso. Sabía que no debería de
estar gritándole, porque joder, ella me estaba ayudando, pero estaba angustiado y no
era capaz de calmarme. “No está sola.”

“¿Qué quieres decir con que no está sola?” Le pregunté. No respondió por un momento
y su silencio fue todo lo que necesité para descifrar la verdad. Estaba con él. Había ido
a buscarlo a él. “Jacob. Está con el cabrón de Jacob, ¿cierto?”

“Deberías calmarte…” Alice comenzó a decir, sus palabras haciendo que mi


indignación aumentara.

“¿Calmarme? Joder, ¿tú esperas que me calme? ¿Se aleja de mí, y va en busca de ese
cabrón? A la mierda con eso. Estoy harto de estás pendejadas. Le he dado todo, Alice.
¡Y me refiero a, jodidamente todo! Y me hace esto. Ya he terminado con esto, estoy
harto. Si así es como ella quiere que sea esta mierda, bien. A la mierda, si quiere correr
con él, bien. Ya aprenderá,” le dije.

“Edward, tú sabes que te ama,” Alice comenzó a decir.

“Joder, pues claramente no está actuando como tal,” le dije, sintiendo las lágrimas en
mis ojos a medida que el dolor en mi pecho se intensificaba. Estaba jodidamente
devastado y confuso, pero me resistí a ello con todo lo que tenía porque lo último que
quería hacer era llorar como una pequeña perra.

“Viste, esta es precisamente la puta razón por la que nunca quise enamorarme, por
qué repudiaba esa mierda. No vale la pena.”

“No hablas en serio,” dijo Alice en voz baja.

“No me digas que no hablo jodidamente en serio,” dije con brusquedad. “Estaba mejor
antes de lo que lo estoy ahora. Estaba mejor cuando no me importaba una mierda,” mi
temperamento se enardeció cuando Alice empezó a responder, diciéndome que estaba
equivocado, y cerré el teléfono de golpe enfurecido porque no quería escuchar esa
mierda. Ella no sabía de qué carajos estaba hablando. Ella no sentía lo que yo sentía.
Ella no sentía la puta ira que amenazaba con apoderase de mí o el dolor que estaba
irradiando mi cuerpo. Me sentía usado y traicionado. Demonios, se suponía que
Isabella me amaba, y simplemente se volvió contra mí como todos los demás en mi
maldita vida. Todos me dejaban, a nadie realmente le importaba una mierda o me

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entendía y el que ella se rehusara a hablar conmigo y saliera corriendo a La Push con
ese hijo de puta me había dejado muy claro que ella era como todos los demás. Yo no
le importaba una mierda si ella podía simplemente ignorarme así sin que le importara
el maldito dolor que me estaba causando.

Joder, la amaba. Me entregué a ella, puse mi vida de cabeza y había dado todo por
ella, y así es como decide pagarme esa mierda. Mis manos temblaban mientras que la
devastación me sacudía, alimentando mi furia. Agarré mi teléfono con fuerza y lo arrojé
hacia mi jodido coche, gritando obscenidades a medida que el nudo se formaba en mi
garganta. Mi visión se nubló mientras mi mano se apretaba en un puño, y mi
necesidad por liberar mi puta frustración antes de que el dolor me paralizara, se hizo
demasiado intensa. No podía permitirme llorar…no podía permitir que esta mierda me
quebrara.

Eché mi puño hacia atrás y lo estrellé contra el parabrisas del coche, el vidrio del lado
del pasajero se agrietó por la fuerza del golpe. La desolación me recorrió cuando lo
hice de nuevo y el parabrisas empezó a ceder. Lo hice una vez más y cedió totalmente,
mi puño lo atravesó cuando una sección del vidrio se hizo añicos. El dolor atravesó mis
nudillos cuando picos del vidrio desgarraron la piel, una sensación de ardor se disparó
por mi muñeca. Saqué mi mano rápidamente y la agarré con mi otra mano, el miedo
de que fuera a quebrarme la maldita cosa de nuevo me encabronó todavía más. Apreté
mi muñeca y grité, levantando mi pierna y pateando la puerta del lado del pasajero. El
metal cedió y gemí, arrepintiéndome de hacerlo de inmediato mientras veía furioso la
abolladura.

Una mano sujetó mi hombro, sorprendiéndome. Me la quité de encima y me di la vuelta


rápidamente, mis ojos se estrecharon con maldito enojo porque alguien me había
tocado. Los ojos de Demetri se abrieron y levantó las manos a la defensiva, dando un
paso hacia atrás.

“Tranquilo, hombre,” me dijo, mirando de mí a los daños en el coche con una expresión
de confusión en su rostro. “¿Estás bien?”

Me reí con amargura y me di la vuelta de nuevo, haciendo una mueca de dolor cuando
flexioné mi mano derecha. La sangre estaba escurriendo de los cortes, mis nudillos
estaban rasgados y escocían. “¿Te parece que estoy bien?” Pregunté molesto.

“No. Ni tampoco tu coche, de hecho,” respondió. Gruñí mientras miraba el daño que
había hecho y él agarró mi hombro de nuevo, pero esta vez no me aparté. “Ven, vamos
a conseguirte un trago. O un cigarrillo. O maldición, después de eso, tal vez solo
necesitas un pedazo de coño.”

Le rodé los ojos y miré alrededor, cogiendo mi teléfono del suelo. Lo abrí y gemí
cuando no se iluminó y noté la grieta. Le saqué la batería de la parte de atrás y se la
volví a poner, con la esperanza de que solo se hubiera movido, pero supe que de

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verdad estaba descompuesto cuando siguió sin encender. “Sí tú lo dices,” murmuré con
irritación, dirigiéndome a la casa mientras deslizaba el teléfono en mi bolsillo. Ben y
Angela me miraron con recelo cuando pasé y me detuve frente a la puerta principal,
volviéndome para mirar a Ben sin pensarlo. “¿Traes algo contigo?”

“Eh, sí, tengo algo de hierba... un poco de esa viuda blanca,” dijo Ben de inmediato.
Suspiré y negué con la cabeza.

“¿Tienes algo de coca?” Pregunté, necesitando una mierda fuerte para olvidar la
mierda que estaba haciendo eco en mi mente. Él se tensó y se me quedó mirando
sorprendido, asintiendo con la cabeza vacilante.

“Algo,” respondió. Me acerqué a él y extendí mi mano cuando él metió la suya en su


bolsillo y sacó una diminuta bolsa Zip log llena del polvo blanco. Me la entregó y yo
metí la mano en mi bolsillo, agarrando mi cartera y sacando un billete de cien dólares.
Él trató de impedir que se lo diera pero insistí en que tomara esa mierda, metiéndolo en
su mano y alejándome antes de que pudiera discutir conmigo por ello. Entré y caminé
por la casa ignorando a todo el que me reconocía porque no tenía la puñetera
paciencia para ellos. Entré al baño y lavé la sangre de mi mano, apretando los dientes
cuando el agua hizo que los cortes ardieran, antes de dirigirme a la sala de estar. Me
dejé caer junto a Félix en el sofá con la mesita de café frente a él, haciendo un gesto
con la cabeza como saludo.

“¿Qué pasa, Cullen?” Dijo alegremente, sonriendo. “¿Qué demonios le pasó a tu


mano?”

“Tuve un accidente,” le dije. Demetri se echó a reír cuando entró en la habitación.

“Sí, accidentalmente le hiciste un hoyo a tu parabrisas. Esa mierda le pasa todo el


tiempo hasta el mejor de nosotros,” dijo bromeando. Suspiré y no me molesté en
responder a su sarcasmo, sin tener la intención de justificarme con ninguno de ellos. Mi
puto pecho todavía dolía, y mi mente seguía perdiéndose pensando en Isabella y tenía
que aliviar el dolor antes de que empeorara. Ellos deben de haber presentido que no
estaba de humor para sus pendejadas porque los dos se fueron sin decir nada más.
Saqué mi tarjeta American Express y estaba vertiendo algo de polvo sobre la mesa
cuando Tanya, Lauren y Jessica entraron con Tyler detrás. Tyler me miró con suspicacia
mientras Tanya sonrió con malicia.

“Buena, mira a quién tenemos aquí,” ella dijo. “Edward Cullen. No pensé que te vería
aquí.”

“¿Alguna vez piensas?” Le respondí molesto. “Creí que tenías que tener un cerebro
para esa mierda.” Me estrechó sus ojos mientras los demás se echaron a reír. Empecé
a alinear el polvo cuando Jessica se acercó y se sentó con cuidado en el borde del sofá
junto a mí.

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“¿Qué te pasa?” Preguntó en voz baja. La miré y noté la expresión de confusión en su
rostro, mi irritación incrementándose. Estaba harto de que la gente me hiciera esa puta
pregunta.

“¿A qué te refieres con qué me pasa?” Le pregunté. “Joder, nada me pasa.”

“Este no eres tú,” respondió, mirando a la coca sobre la mesa. La fulminé con la
mirada con enojo, deseando que se fuera de una puta vez porque no estaba siendo de
ayuda con mi estado de ánimo.

“Esta no es la primera vez que hago esto, Jessica,” le dije. “¿Es tan jodidamente extraño
que solo quiera sentarme aquí y relajarme?”

“Sí,” dijo con confianza. “El antiguo Edward hubiera hecho esto, pero ese no eres tú.”

“Sigo siendo la misma persona de mierda,” le dije.

“No, no lo eres,” dijo. Gruñí con molestia y dejé a un lado la tarjeta de crédito, metiendo
la mano en mi bolsillo y sacando un billete. Ella dio un suspiro dramático y negó con la
cabeza. “Te conozco desde hace tiempo, Edward, y sé que mi opinión probablemente
no cuenta pero...”

“Tienes razón,” dije con énfasis, interrumpiéndola. “No sabes ni una maldita cosa de
mi vida, Jessica.” Sus palabras vacilaron un poco y se me quedó mirando con una
expresión de dolor en su rostro, obviamente debatiéndose si molestarse en continuar o
no. Sabía que estaba siendo un pendejo y casi me sentí mal, pero la realidad era que
ella no sabía una mierda sobre lo que estaba pasando.

“Sé que has sido feliz con... esa chica,” dijo con cautela. Dejé de hacer lo que estaba
haciendo y me le quedé mirando, sorprendido de que realmente tuviera el descaro de
tratar de decirme algo al respecto. “Como ya dije, te conozco desde hace tiempo,
Edward. Sé que en realidad tú nunca, ya sabes, me quisiste de esa forma, pero yo
siempre te quise. Me has gustado desde que éramos pequeños y sé que me trataste
como una basura, y no me voy a sentar aquí y pretender que no lo hiciste. Ni siquiera
quiero saber qué significa toda esa cosa italiana que me decías porque estoy segura
de que sea lo que sea solo me lastimaría. Pero siempre lo toleré porque era
simplemente como tú eras, y pensé que eras feliz siendo así. Se suponía que para estar
con Edward Cullen de cualquier forma tenías que aceptar su actitud. Ahora sé que no
era cierto, porque no eras feliz entonces como pensé que lo eras. Pero eras feliz con...
esa chica.”

“Isabella,” le dije. Dolía decirlo y apenas si pude hacerlo pasar a través del nudo en mi
garganta, pero no me gustaba escuchar que alguien se refiriera a ella como solo una
puta chica. Ella era mucho más que eso. “Su nombre es Isabella.”

“Isabella,” repitió Jessica. “Eras diferente con ella, y no voy a mentirte. De cierto modo

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dolía, porque siempre tuve la esperanza de que algún día quisieras de verdad estar
conmigo, pero ahora sé que nunca me querrías. Empezamos a liarnos hace años y ni
una sola vez me sonreíste como le sonríes a esa... eh, Isabella. Ella de verdad te hace
feliz.”

Suspiré y pasé la mano por mi cabello, frustrado y aún sintiendo dolor. “Lo hacía,” le
dije, antes de corregir rápidamente. “Lo hace. Casi siempre, en cualquier caso.”

Jessica sonrió con tristeza. “¿Sabes? La parte de mí que todavía siente cariño por ti no
le guste verte así,” dijo, echando un vistazo a la coca de nuevo. “Quiero decir, no me
malinterpretes... yo feliz me escaparía contigo como antes, pero sé que eso no te haría
realmente feliz y no deberías convertirte de nuevo en ese tipo cabrón que hace esas
cosas, porque en realidad ese no eres tú. Este no eres tú, ¿sabes? Pero como dijiste, no
es como si mi opinión importe o algo así.”

Se encogió de hombros y se puso de pie, dándose la vuelta para alejarse. Me agarré el


cabello con fuerza, un poco frustrado todavía pero abrumado por la culpa que casi
sentí hace unos momentos. Ella había sido jodidamente buena conmigo y nunca había
hecho una maldita cosa para merecerlo, habiéndola tratado como la mierda desde el
día que nos conocimos. No había sido ninguna otra cosa más que sexo para mí, un
medio para correrme, y siempre había tenido la sospecha de que ella tenía verdaderos
sentimientos por mí pero solo exploté eso para mi propio beneficio. “¿Jessica?” Le dije.
Se volvió para mírame, levantando sus cejas con curiosidad. “Yo... eh... mierda.
Gracias.”

Sonrió, a pesar de que no conseguí pedirle una jodida disculpa. “De nada,” me dijo,
encogiéndose de hombros como si no fuera gran cosa, pero pude ver el brillo en sus
ojos porque en realidad estaba siendo amable con ella. Michael Newton entró por la
puerta y la llamó por su nombre, diciéndole entusiasmado que fuera a jugar beer pong
con él en su ya de por sí estado de intoxicación. Lo miré con disgusto mientras se iba
tambaleándose y ella suspiró. “Al menos uno de nosotros tiene que ser feliz,” murmuró.

Rodó los ojos y me reí entre dientes, recargándome en el sofá. Cerré los ojos y traté de
bloquear todo lo demás y aclarar mi mente, deseando que ese maldito dolor
desapareciera. Todavía estaba confundido, sin tener idea de qué demonios la había
conducido a salir corriendo hacia ese cabrón, Jacob Black, por consuelo y me llevó de
vuelta al sofá de Demetri con una pila de coca frente a mí. Me pregunté qué carajos le
estaba contando a Jacob, la idea de ella confiando en él hizo que mi pecho se apretara
a medida que los sentimientos de traición se extendieron en mí, pero había una parte
dentro de mí que todavía se condolía por su dolor. Joder, todavía me preocupaba por
ella, e independientemente de cómo me sentía en ese momento no quería que estuviera
sufriendo. Siempre ha sido tan vulnerable e ingenua, y a pesar de que mi orgullo me
gritaba que lo negara, sabía que todavía la amaba tanto como antes de que sucediera
todo esto. Ella lo estaba jodiendo y yo no sabía por qué, pero después de pasar tanto

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tiempo con ella y llegar a conocerla de verdad, no había maldita manera de que
pudiera cuestionar el hecho de que ella me amaba también. Contra todo, se le había
hecho creer en la vida, se abrió conmigo tanto emocionalmente como físicamente.
Joder, ella se entregó a mí, sucumbió a las emociones, y nadie cambiaría eso.
Simplemente no podía entender por qué estaba pasando esa mierda... ¿Qué demonios
había pasado con nosotros?

Fui sacado rápidamente de mis pensamientos cuando un peso cayó abruptamente


sobre mí, mis ojos se abrieron de golpe por la sorpresa. Fulminé con la mirada a Tanya
que estaba sentada en mi regazo, su sonrisa pícara y el brillo en sus ojos me
molestaba porque era claro en qué estaba pensando exactamente la perra. “¿Qué
demonios estás haciendo, Tanya?” Le pregunté, agarrando sus caderas y empujándola
para quitármela de encima. Me miró furiosa cuando se acomodó en el sofá junto a mí.

“Eres toda una pequeña perra,” dijo con irritación. “¿Con miedo a los coños estos
días?”

Me reí con amargura y sacudí la cabeza. “Simplemente no me interesa el tuyo,” le dije,


enderezándome y estirándome.

“Awwww, ¿por qué no?” Preguntó con una leve malicia en su voz. “Creí que el tuyo te
había dejado, ya que la vi esta noche con Jacob Black.”

La ira me atravesó cuando lo mencionó, todos mis intentos de aclarar mi mente de ello
fracasaron gracias a esa perra sentada junto a mí. Ella sabía lo que sentía por ese
cabrón y estaba tratando de provocarme. “Cierra tu puta boca, Tanya.”

“Oh, ¿toqué una fibra sensible?” Preguntó, todavía sonriendo con suficiencia. “En
realidad no puedo decir que te culpo por llegarle a la coca esta noche, yo también lo
haría.” Negué y me puse de pie, empezando a alejarme pero titubeé por un momento.
Me di la vuelta y le arrojé la bolsita de coca en su regazo junto con el billete de dólar
enrollado.

“¿Sabes qué? Que te aproveche, Tanya,” le dije. “Tengo algo mejor que esa mierda.”

Di la vuelta de nuevo y me fui antes de que pudiera responder, casi chocando con Alice
cuando entraba por la puerta principal de casa de Demetri cuando trataba de irme.
Ella me estrechó sus ojos y puso sus manos en sus caderas mientras me bloqueaba el
paso, mirándome furiosa. “Te preguntaría que le pasó a tu coche pero tu mano me da
la respuesta. ¿Estás intentando destruir tu vida, Edward?”

Rodé los ojos ante su dramatismo y flexioné mi mano derecha, tratando de contener la
necesidad de hacer una mueca por el dolor y lo sensible de mis dedos. “Mi mano está
bien,” murmuré.

“Sí, bueno, ¿qué estás haciendo aquí?” Preguntó con irritación. “¡No puedo creer que

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estés aquí, de fiesta, mientras tu novia está allá afuera en algún lado sufriendo!”

“No está solamente en algún lugar, Alice,” le dije con rabia. “Está en La Push. ¿Qué
esperas que haga? Joder, no es que precisamente pueda ir por ella.”

“Así que, en lugar de esperar a que vuelva, ¿simplemente vas a volver a esta basura?”
Gritó, la ferocidad en su voz me asustó. Alice siempre había sido la más paciente y
comprensiva de mis amigos, joder, nunca perdió la fe en mí sin importar qué, pero
obviamente estaba siendo empujada al límite.

“Cristo, Alice, no hice una mierda,” le respondí con brusquedad. “Estoy totalmente
sobrio. Sí, golpeé mi puto coche, y qué. Mierda, ella es quién se fue, no yo.”

Rodó sus ojos. “Nunca fuiste paciente, Edward, pero por Dios, tampoco eres
exactamente de los que se rinden fácilmente,” dijo con enojo. Suspiré y aparté la
mirada, poniéndome tenso cuando vi que la gente nos estaba mirando y claramente
tratando de escuchar. No quería que se enteraran de mis malditos asuntos, porque no
tenía nada que ver con ninguno de ellos.

“Me voy,” murmuré, pasando rápidamente junto a ella y saliendo de la casa. Tropecé
con algún idiota de primer año y lo derribé en mi prisa por irme, pero él no me dijo ni
una mierda al respecto. Me dirigí a mi coche, gimiendo cuando vi la magnitud de los
daños al parabrisas, y estaba a punto de entrar cuando la voz de Alice me detuvo.

“Tenías razón con lo que dijiste al teléfono,” me dijo. Me di la vuelta y la miré con
curiosidad, preguntándome de que demonios estaba hablando. “Dijiste que tú de todo
el mundo, comprendías mejor por lo que ella estaba pasando. Eso es cierto, entonces,
¿por qué no eres comprensivo? Todos los errores que cometiste, toda la gente que
amas a la que accidentalmente lastimaste porque tú estabas sufriendo... ¿por qué no te
das cuenta? Nunca perdí la fe en ti, Edward Cullen, porque siempre supe que eras una
buena persona. ¿Qué pasó con tu fe en ella?”

La miré fijamente por un momento pero no tenía idea de qué demonios decir en
respuesta, así que solo me di la vuelta y me metí en el coche, encendiéndolo y saliendo
por el camino de entrada. Conduje por Forks, ese nudo rehaciéndose en mi garganta
cuando de nuevo traté de contener la emoción que amenazaba con apoderarse de mí.
Me dirigí directamente a la casa, mi corazón dolió cuando vi que su coche todavía no
estaba allí. Me estacioné junto al Mercedes de mi padre y salí, respirando
profundamente mientras empezaba a caminar hacia la casa. En el momento que entré
en el vestíbulo me encontré cara a cara con mi padre, la sonrisa en su rostro
desapareció cuando vio mi expresión.

“¿Qué pasó?” Preguntó preocupado. Suspiré y pasé la mano por mi pelo, sus ojos
abriéndose cuando vio las heridas en mis nudillos.

“Jacob pasó,” murmuré, cerrando la puerta principal detrás de mí.

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“¡Maldición, Edward!” Dijo enojado, caminando hacia mí. “Dame tu mano.”

Le tendí mi mano, haciendo una mueca de dolor y maldiciendo cuando la agarró con
rudeza. “Cristo, ten cuidado.”

“¡Stai zitto*!” Espetó. “¿Cuántas veces tenemos que pasar por esto, Edward? En serio,
¿nunca vas a entenderlo? ¡Tienes que dejar a ese chico en paz!”

Aparté mi mano de él y negué con la cabeza. “Lo que tú digas. Jacob se fue. El Volvo
recibió una peor paliza que él.”

Su ceño se frunció. “¿Te hiciste eso golpeando tu coche?” Preguntó, atónito porque él
sabía que amaba mi puto coche y perdía los estribos si tenía un maldito rasguño.
“Maldición, muchacho, ¿qué demonios pasó esta noche? ¿Y dónde está Isabella?”

Gruñí. “Cristo, ya te lo dije. El cabrón de Jacob pasó. Y en cuanto a Isabella, ella está
en donde demonios sea que esté él. Huyo con él a First Beach,” le dije. Al momento que
las palabras salieron de mis labios una idea me golpeó y le estreché mis ojos a él.
“Joder, vas a ir por ella, ¿cierto? No puedes simplemente dejarla allí. Demonios, ella no
debería estar allí.”

Se me quedó mirando por un momento, obviamente considerando mi pregunta. Esperé


su respuesta y levantó su mano, pellizcándose el puente de la nariz en frustración. “Ella
es libre,” dijo después de un momento. Mis ojos se ampliaron ante su respuesta y
suspiró. “No puedo simplemente ir y arrastrarla de regreso hasta aquí. No tengo el
derecho. De hecho, sería completamente injusto de mi parte. Su vida le pertenece a ella
ahora y puede tener amigos, deberías respetar eso...”

“¿Esperes que respete esa mierda?” Repliqué. “¿Qué lo respete? Él no me respetó a mí,
y después de lo que me hizo, ¿se supone que debo respetar su amistad? ¿Se supone
que esto debe gustarme?”

“No dije que tenía que gustarte,” me dijo. “Tampoco te dije que deberías respetarlo,
simplemente dije que deberías respetar su derecho a tomar sus propias decisiones sea
que te gusten o no.”

“Lo hago,” respondí a la defensiva. “No soy tan pendejo. Le digo todo el jodido tiempo
que tome sus propias decisiones y que se haga sus propias opiniones.”

“Bueno, entonces deberías ver esto como su forma de hacer precisamente eso,” dijo
casualmente. Gemí y pasé junto a él empujándolo, dirigiéndome a las escaleras.

“¿Cómo es que nadie se pone en mi puto lugar en esto?” Murmuré molesto,


encabronado de que nadie parecía pensar que fuera un gran problema de mierda que
ella estuviera con él. Mi padre se echó a reír por mi respuesta, el sonido sacándome de
quicio porque esta puñetera situación no tenía nada de graciosa.

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“Esto no se trata de tomar partido, Edward. ¿Recuerdas ese día que fuimos al campo
de tiro y me confesaste tus sentimientos por ella? Te dije que algún día el mundo real te
sorprendería y tenías que estar preparado para ello. Bueno, parece que finalmente
llegó el momento. La pequeña burbuja en la que ustedes dos vivían allá arriba
finalmente se reventó, sea que te des cuenta o no,” me dijo. Me reí secamente.

“Oh, me di cuenta de esa mierda. Lo supe en el momento que me dio la cachetada,”


murmuré. Sus ojos se abrieron por la conmoción.

“¿Te golpeó?” Preguntó, pasmado. Asentí y se me quedó mirando por un momento


antes de que sonriera, una suave risa escapando de sus labios.

“¿Qué demonios es tan divertido?” Dije con brusquedad.

Negó. “Estoy gratamente sorprendido,” me dijo, mi ceño se frunció por la confusión


ante su respuesta. “No estoy diciendo que debió haberte pegado. Por supuesto que no
pienso eso, sin importar lo que hiciste. Pero estoy gratamente sorprendido de que ella
se dejó llevar y se permitió esas reacciones tan fuertes. Puede que lo logre en el mundo
de allá afuera, después de todo.

Se dio la vuelta y se alejó, sacudiendo la cabeza y murmurando para sí mismo


mientras entraba a la cocina. Me quedé allí parado por momento a medida que sus
palabras se repetían en mi mente antes de darme la vuelta y subir las escaleras. Me
dirigí directamente al tercer piso y me paré en seco cuando entré en la recámara, la
oscuridad y el silencio perturbadores. Ya muy pocas veces estaba allí sin ella y pasé un
mal rato aceptando la quietud de la habitación. Nunca antes había tenido que lidiar
con no saber en dónde estaba o qué estaba haciendo, el hecho de que esencialmente
ella estaba allá afuera por su propia voluntad y por primera vez, me hacía sentir
ansioso. No estaba allí para salvarla, no estaba cerca para ayudarla si me necesitaba
y esa mierda dolía. Me sentía tan malditamente impotente, todo estaba completamente
fuera de mis manos. Me satisfacía el ser capaz de controlar mi vida, al tener siempre la
necesidad de controlar las cosas y estaba teniendo que renunciar a esa mierda y
simplemente confiar en que todo iba a resolverse. Tenía que tener confianza en que la
vida no me jodería y después de todo lo que había pasado, cada maldita cosa por la
que habíamos pasado, era difícil tener fe en eso.

Encendí la luz y miré alrededor, suspirando. Ella había limpiado antes de irse al juego,
todo en su lugar. Me quedé un rato en la habitación, sacando algo de hierba y
fumándome un porro para tratar de calmar mis crispados nervios. Cada segundo que
pasaba aumentaba mi ansiedad, en especial con mi puto teléfono inservible. Ella
podría estar herida o tratando de llamarme, y joder, no lo sabría, la idea hizo que mis
manos temblaran por la angustia. Estaba tratando de distraerme y comencé a
pasearme por la casa y luchando contra el impulso de volverme a meter al jodido auto
e irme.

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Terminé en la biblioteca y caminé hacia la ventana, mirando fijamente hacia al patio.
Era donde Isabella pasaba la mayor parte de su tiempo, solo mirando a la puta
oscuridad. Me quedé allí parado y me pregunté en qué pensaba mientras lo hacía,
preguntándome si su mente estaba tan vacía mientras miraba hacia afuera como lo
era la oscuridad a la que miraba. Esa mierda me estaba fastidiando y necesitaba
saber con desesperación qué demonios le preocupaba tanto.

Suspiré y me aparté de la ventana, dando unos pasos hacia la silla en la que ella
normalmente se sentaba. Me senté y miré alrededor, viendo el maldito libro que
parecía siempre tener consigo sobre la mesa. Lo agarré y miré la portada, viendo que
estaba encuadernado en cuero y desgastado, pero por lo demás no tenía nada. Sin
título, sin autor... nada. Suspiré y lo abrí, hojeando rápidamente las páginas. Mi ceño
se frunció cuando vi que letra manuscrita cubría el ajado papel y hojeé unas cuantas
páginas más, la confusión me golpeó cuando vi las fechas alineadas en la parte
superior indicando que fue escrito en los putos años de 1990 en adelante. Se veía como
un diario de algún tipo y mi corazón comenzó a latir con fuerza a medida que las
náuseas se iban desarrollando en mi estómago, mis ojos escanearon una página
rápidamente. Sentí la bilis subir mientras que el dolor me desgarraba cuando vi las
palabras Isabella, esclava, libre y Phoenix resaltando para mí, la devastación me
sacudió cuando vi la firma de mi madre en la parte inferior. Me aferré al libro con
fuerza y luché por contener las lágrimas que empezaron a formarse, el terror y miedo
me golpearon con tanta fuerza que casi me dejan sin aliento.

Mierda, ella lo sabía.

En ese momento, me quedé allí sentado sosteniendo el libro, toda la mierda tenía
sentido. Por qué demonios había empezado a alejarse de mí, por qué no podía decirme
que le pasaba. Por qué sentía que no podía buscarme cuando era obvio que estaba
sufriendo, por qué estaba tan jodidamente angustiada que no podía ni siquiera
mirarme a los ojos la mitad del tiempo. Después de todo lo que había hecho por
protegerla de la verdad, por evitar que se enterara, ella lo había descubierto de todos
modos.

Casi empecé a hiperventilar por el pánico cuando pensé en todo lo que le había dicho
en el pasado sobre la rabia que sentía hacia esas personas que causaron la muerte de
mi madre. Ni siquiera podía imaginarme en qué demonios debía haber estado
pensando cuando descubrió que era ella por quién mi madre había muerto tratando de
salvar. La culpa que tuvo que haber sentido, la vergüenza y sentimientos de no sentirse
digna que debió haber tenido que soportar. Me di cuenta en ese momento que debí
haberle dicho esa mierda, que debí haber seguido el consejo de mi padre porque ella
debió haberlo descubierto por mí. Supuse que estaba tan consternada por la muerte de
su propia madre, ni una sola vez consideré el hecho de que en realidad estuviera
sufriendo por la mía.

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Mi mente trabajaba a un millón de kilómetros por minuto, pensamientos viajaban
furiosamente por mi mente mientras trataba de reconsiderar esa mierda. Mi pecho se
contrajo cuando recordé lo que le había dicho en el puñetero estadio antes de que me
diera la cachetada y huyera, las palabras que le había gritado furioso a la cara.

‘¡No sabes la mierda que he perdido por ti!’

Mis manos comenzaron a temblar y dejé caer el libro en mi pánico, dándome cuenta
por qué exactamente me había mirado con tanto puto miedo en ese momento. Por qué
había estado tan desesperada por alejarse de mí que había corrido a La Push.
Demonios, ella sabía lo que había perdido por ella, y tenía maldito miedo de que yo lo
averiguara. Joder, no corrió en busca de Jacob como supuse, estaba huyendo de mí.
Entró en pánico por lo que le había dicho y lo que sabía, y se fue al único jodido lugar
al que sabía yo no podía seguirla.

¡A la mierda, con eso!

Me levanté de un salto y salí corriendo de la habitación, sacando las llaves de mi


bolsillo mientras bajaba volando los escalones de dos a la vez. Estaba maldiciendo en
voz baja, sabiendo que estaba haciendo algo de lo que posiblemente en verdad me
arrepentiría después, pero tenía que ir con ella. Tenía que verla, hablar con ella y
decirle que entendía. Joder, necesitaba que supiera que no la culpaba por lo que pasó,
que la amaba y que no tenía que temerme.

Llegué al segundo piso y vi a mi padre saliendo de su oficina, el sonido de mis


frenéticos pasos atrajeron su atención. Se me quedó mirando confundido pero pasé
corriendo justo frente a él, dirigiéndome hacia las escaleras que llevaban al vestíbulo.

“Edward, espera,” me dijo, dando un paso hacia mí pero no me detuve. Seguí corriendo
y él empezó a seguirme, gritando mi nombre pero lo ignoré. Llegué al vestíbulo y abrí
la puerta de par en par y salí corriendo hacia mi coche. Lo abrí rápidamente justo
cuando él salía al porche, levanté la vista y vi la expresión de preocupación en su
rostro. Obviamente sabía exactamente a dónde estaba planeando ir. “¡No te atrevas!”

Suspiré y titubeé por un momento, preguntándome si debería prestar atención a su


advertencia, antes de simplemente meterme en el coche y encenderlo. Me di la vuelta y
me dirigí por el camino de entrada a toda prisa, giré rápidamente en la carretera
principal que conducía hacia La Push. Aceleré cuando llegué a la carretera asfaltada,
viendo luces parpadeando detrás de mí después de un segundo. Eché un vistazo por el
espejo retrovisor y gemí cuando vi el puto Mercedes de mi padre acelerando, sabiendo
que él no iba simplemente a dejarme ir tan fácilmente.

Pisé hasta el fondo el pedal y aceleré por la carretera en la oscuridad, mi corazón


latiendo rápidamente y mis manos temblaban mientras me aferraba al volante. Joder,
estaba tratando de calmarme pero no estaba funcionando, sentía mi pecho oprimirse

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por el pánico. Me sentía culpable por cómo había actuado con ella, por cómo la había
presionado y gritado. Ella estaba consternada, probablemente la culpa la estaba
consumiendo como siempre pensé que lo haría si alguna vez se enteraba de la jodida
verdad, y yo no había sido de puñetera ayuda en lo absoluto. Había dudado y
arremetido contra ella, llegando tan lejos como para decir que ella no valía la puta
pena sabiendo muy bien que sí lo valía. No importaba qué carajos sucedió, ella
siempre valdría la pena y fue una jodida locura de mi parte el siquiera pensar lo
contrario. ¿Qué tipo de maldita persona era?

Contuve el aliento mientras pasaba a alta velocidad el letrero “Bienvenido a La Push”,


a sabiendas que había llegado al punto de mierda de no retorno. Recorrí a toda
velocidad la reservación cerca de la costa en busca del Audi color plata de Isabella. Mi
padre no estaba lejos detrás de mí todo el tiempo, su coche manteniendo el paso del
mío. No tenía idea de qué demonios iba a suceder, que tipo de escena iba a ocasionar
cuando fuera descubierto allí, pero no podía preocuparme por las consecuencias. Solo
tenía que encontrarla, sin importar el jodido costo.

Tomé una curva cerca de los acantilados y pisé el freno hasta el fondo cuando alcancé
a ver el vehículo que estaba buscando. El Volvo derrapó hasta detenerse en el arcén
del camino, casi dándole un golpe al coche de Jacob en el proceso. Salí de un salto al
mismo tiempo que el Mercedes se detenía detrás de mí, mirando alrededor con
preocupación sin saber dónde carajos estaban. Salté la barandilla y empecé a
avanzar a través de los árboles y la maleza hacia los acantilados, mi corazón latiendo
furiosamente. Me acerqué al claro y me detuve en seco cuando los vi a unos metros de
distancia, los ojos de Jacob se posaron en mí de inmediato. Vi un atisbo de miedo en
ellos e Isabella debió haberlo visto también, porque su cabeza se giró rápidamente en
mi dirección. Ella puso una expresión de pánico en su rostro cuando me vio y empecé a
caminar hacia ellos, llamándola por su nombre. Frenéticamente dio un paso hacia
atrás para alejarse confundida y me tensé cuando se acercó al borde del acantilado,
su pie resbaló con una piedra y casi la hizo tropezar. Grité preocupado y Jacob la
sujetó antes de que cayera, alejándola del acantilado.

“Wow, ¿qué te dije?” Le dijo alarmado. “No voy a ir por ti, chica.”

Isabella le echó un vistazo rápido antes de volver su atención hacia mí con una
expresión de miedo, y podía ver su cuerpo temblar desde donde estaba. “Edward,” dijo,
su voz temblorosa y envió una sacudida de dolor a través de mi pecho. Dolía escuchar
la puta angustia en su voz, y tuve que luchar contra la ira que amenazaba con estallar
al ver que él la tocaba.

Levanté mis manos en un intento de mostrarles que no tenía la intención de causar


daño, sin saber siquiera si se habían creído esa mierda. “No estoy aquí para pelear,”
dije con seriedad. Jacob se me quedó viendo con desconfianza, sus ojos moviéndose
rápidamente por la zona.

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“¿Qué estás haciendo aquí, Cullen?” Jacob preguntó. “En serio, sabes que no tienes
permitido estar aquí.”

“Mira, joder, lo sé,” le dije rápidamente, escuchando los árboles crujiendo detrás de mí.
Volví mi cabeza brevemente a medida que mi padre se acercaba, mi pánico
aumentando. “Puedes presentar cargos si quieres, me importa una mierda. Envíame a
la puta cárcel para lo que me importa. Solo... joder, necesito hablar con ella.”

Jacob miró a Isabella. “¿No crees que si ella quisiera hablar contigo hubiera ido a
buscarte?” Preguntó. “¿No puedes darle un poco de maldito espacio?”

Suspiré y me pasé las manos por la cara en frustración. “Es importante, ¿de acuerdo?
Joder, me iré, lo haré, solo necesito hablar con ella primero,” le respondí, centrando mi
atención en Isabella. Ella me miraba con aprensión, obviamente no estaba segura de
toda la situación. “¿Por favor, Bella? Solo unos minutos.”

Ella asintió vacilante. “Está bien,” dijo suavemente, con una voz apenas audible.

“Sabes que no tienes que hacerlo. No tienes que hacer nada que no quieras hacer,”
Jacob intervino, haciendo que la ira dentro de mí se incrementara mientras luchaba por
contenerla tanto como podía. ¿Quién demonios se creía que era interviniendo en mi
maldita vida?

“Lo sé,” ella respondió simplemente. Mi padre salió de entre los árboles detrás de mí y
suspiró irritado. Le eché un vistazo y vi la expresión de impaciencia en su rostro,
sabiendo que estaba jodidamente encabronado por tener que estar allí.

“Jacob,” dijo, asintiendo en forma de saludo. “Es bueno verte de nuevo, a pesar de la
situación en la que nos encontramos.” Me miró por el rabillo de su ojo con molestia.
“Espero que lleguemos a una solución apacible que no requiera la intervención
policial.”

Jacob se encogió de hombros con indiferencia, sus ojos yendo y viniendo entre Isabella
y yo. “Si no hay sangre, no hay culpa, supongo,” él dijo. “Bueno, esta vez, de todos
modos. Ni siquiera me sorprende. Tenía el presentimiento de que él se presentaría en
algún momento. Solo asegúrate de que se vaya contigo cuando te vayas y que no se
acerque a mi casa.”

Rodé mis ojos cuando mi padre accedió y le agradeció a Jacob por su cooperación.
Jacob miró a Isabella y extendió su mano para frotar suavemente su brazo, la vista
haciendo que me enojara más pero lo contuve. Sabía que agredirlo no iba a ser de
ayuda para ninguno de nosotros. “Cuídate,” le dijo. “Sabes cómo encontrarme si me
necesitas.”

Ella le dio una suave sonrisa y asintió, sus ojos desviándose hacia mí con nerviosismo
mientras se despedía de él y le agradecía. Él se dio la vuelta y caminó hacia los

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1457


árboles y mi padre se quedó allí por un momento, obviamente disgustado.

“Vamos a hablar de esto,” dijo enfáticamente, sus ojos fijos en mí. Asentí pero no me
molesté en hablar, sabiendo que solo ocasionaría una discusión porque a él le
importaría una mierda mis razones. Se dio la vuelta y se alejó después de eso,
dejándonos a Isabella y a mí a solas. Caminé lentamente hacia ella que me miraba
con cautela, su cuerpo se tensaba a medida que me acercaba. Me detuve frente a ella
y suspiré, sin saber qué carajos decir. Tenía que andarme con cuidado para no hacerla
entrar en pánico- eso era lo único de lo que estaba seguro mientras nos quedábamos
allí parados mirándonos el uno al otro en silencio.

“Yo, eh... lo sé,” comencé a decir, su ceño se frunció en confusión mientras me miraba.
“Sé lo que ya sabes, lo que leíste.”

Tomó un segundo para que lo asimilara, una expresión de horror cruzó su rostro
mientras daba un paso hacia atrás por instinto. “Oh Dios,” dijo, sonando alarmada.
Sus ojos moviéndose frenéticamente para todos lados y se veía como si estuviera a
punto de huir de mí por el puñetero miedo una vez más, así que rápidamente negué
con la cabeza y la alcancé para detenerla. Agarré su brazo cuando se dio la vuelta y se
apartó de mí, su movimiento haciendo que el dolor en mi pecho se intensificara.

“Mierda, detente, ya lo sabía,” le dije rápidamente. “Sé, desde hace tiempo, que tú eres
la que ella estaba tratando de salvar, Bella.”

Ella se me quedó mirando en shock por un momento. “¿Tú... lo sabías?” Preguntó.


Asentí y solté su brazo, pasando la mano por mi cabello con ansiedad.

“Sí, lo sabía. Lo he sabido desde hace algunos meses,” le respondí.

“¿Y no me lo dijiste?” Preguntó rápidamente, sonando enojada. “¿Sabías que era yo y


me lo ocultaste?” Se me quedó mirando confundida y herida, y pude ver sus ojos
llenarse de lágrimas.

“Estaba tratando de protegerte,” le dije.

“¿Estabas tratando de protegerme?” Preguntó, levantando su voz. “¿No pensaste que


debería de saberlo?”

“No quería lastimarte y sabía que el que supieras esa mierda te lastimaría,” le dije,
tratando de explicarme. “Hacerte eso no era la correcto, hacerte pasar por esa mierda.
No le vi el sentido...”

“¿No le viste el sentido?” Preguntó con incredulidad. “¿Tu madre murió por mi culpa y
no le viste sentido al decirme? ¡Destruí tu vida, Edward!”

“Cristo, Bella, tenías cuatro malditos años cuando ella tomó su decisión,” le dije. “Tú no
hiciste nada malo.”

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Negó a medida que las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas. “Te quité a tu
madre,” me dijo, su voz quebrándose.

“No, no lo hiciste,” le respondí. “La persona que jaló del gatillo me la quitó. Tú no tienes
la culpa de esa mierda.”

Se me quedó mirando con incertidumbre. “Te equivocas,” me dijo, levantando su mano


para limpiar las lágrimas que seguían fluyendo. “Si no existiera, nada de esto hubiera
pasado. ¿Cómo es que siquiera puedes verme, Edward? ¿Cómo podrías amarme
después de eso?”

“¿Cómo demonios no podría amarte, Bella?” Le dije. “El simple hecho de que fueras tan
especial para que mi madre arriesgara su propia vida por ti es jodida razón suficiente
para que me importes. No voy a mentirte. Me dolió cuando me enteré, pero esa mierda
solo me confirmó lo que siempre he creído sobre ti. Te he dicho tantas veces que
moriría por ti, así que, ¿cómo carajos voy a culparte porque mi madre sintiera lo
mismo?”

“No debería haber sucedido,” me dijo. “No lo valgo.”

“No digas mierdas como esas,” le dije contundentemente. “Tú lo vales, y nada me hará
cambiar de parecer al respecto. No puedes simplemente encerrarte en ti misma y
alejarte de todo por esto. He luchado por ti, mi jodida madre luchó por ti, para que
pudieras tener una vida real y no puedes simplemente desperdiciar esa mierda al no
luchar por ti misma.”

“Pero tú dijiste....” Comenzó a decir, pero sacudí la cabeza rápidamente y no la dejé


terminar.

“No hay puñeteros “peros” en esto, Bella. Sé lo que dije en el pasado, pero joder, solo
estaba molesto y herido. Todos decimos y hacemos mierdas que no tenemos intención
de hacer o decir cuando estamos molestos,” le dije. “No me arrepiento de ninguna
maldita cosa que ha pasado, y tú tampoco deberías. Es una puta mierda, pero lidiaré
con ello. Ya he perdido demasiado tal y como son las cosas, no quiero perderte
también.”

Se secó los ojos y ahogó un sollozo, mirándome con un frenesí de emociones. Estiré mi
mano y agarré su mano de nuevo, y esta vez no se alejó cuando la atraje a un abrazo.
La envolví en mis brazos y se aferró a mí con desesperación a medida que sus sollozos
se hacían más fuertes.

“Joder, tesoro, sabes que te amo. No sé qué carajos pasa con nosotros o cómo
demonios vamos a salir de esto, pero tenemos que hacerlo porque no podemos dejar
que esta mierda nos destruya. Entiendo el porqué no me dijiste qué te pasaba, lo odio
pero lo entiendo, pero no puedes aislarte de mí. Soy jodidamente miserable sin ti,” le
dije.

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“Lo siento,” dijo lloriqueando. “Por todo. Lo siento.”

“No te disculpes conmigo,” le dije. “No te culpo por nada de eso.”

“Deberías,” me dijo en voz baja entre sus sollozos. Suspiré y la apreté con más fuerza,
el dolor en su voz haciendo que mi corazón doliera.

“¿Qué te dije de decir mierdas así?” Le pregunté. “Joder, yo no te culpo, así que no
deberías culparte a ti misma. Vamos a buscarle una solución a esto de algún modo.
Todavía no sé cómo, pero lo resolveremos. ¿Cuántas veces me has dicho que somos
sobrevivientes? Es lo que hacemos, y lo seguiremos haciendo. Vamos a sobrevivir esta
mierda.”

Me quedé allí, abrazándola por un rato mientras ella trataba de controlar sus
emociones, reconfortado por tenerla entre mis brazos. Aunque, no era ingenuo y sabía
que teníamos mucha mierda en qué trabajar a fin de volver a lo que teníamos.
Simplemente reconocer que ambos sabíamos la verdad no iba a arreglar las cosas
entre nosotros. Se nos había ido de las manos para eso, nos había corroído a ambos
demasiado como para simplemente olvidar la mierda que había pasado. La ira que
había estado sintiendo todavía permanecía, y sabía malditamente bien que decirle que
no se culpara a sí misma no sería lo suficiente para hacer que cualquier endemoniada
culpa que ella sintiera desapareciera como por arte de magia.

Ella finalmente se soltó de mi abrazo, con sus mejillas manchadas por las lágrimas y
sus ojos inyectados en sangre. Todavía podía ver el recelo mientras me miraba,
obviamente jodidamente preocupada por lo que iba a pasar después, pero me sentí
aliviado de ver al menos que el miedo se había ido.

Extendí la mano y limpié sus mejillas con mis dedos, suspirando. “Sabes que es
peligroso aquí arriba en estos acantilados,” le dije. “Joder, podías haberte caído o algo
así.” Sonrió suavemente.

“Tú acostumbrabas saltar de estos acantilados,” me dijo. Mis ojos se abrieron,


sorprendido de que ella supiera eso.

“¿Jacob te contó eso?” Pregunté. Asintió y me reí entre dientes. “Sí, solía ser un jodido
imprudente.”

“Todavía lo eres,” me respondió. “Venir aquí fue imprudente. Podías haberte metido en
serios problemas.”

Me encogí de hombros. “Sí, bueno, no lo hice,” dije simplemente. Hubo un momento de


silencio, una creciente tensión incómoda nos rodeó cuando todavía faltaba mucho por
decir. “Entonces, sé por qué viniste a La Push, ¿pero cómo es que terminaste en el
acantilado con Jacob? ¿Y cómo demonios se enteró Alice de que estabas aquí?”

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Suspiró y volvió su cabeza para mirar hacia el agua, moviéndose nerviosamente. “Solo
de casualidad paré aquí, no sabía realmente lo que estaba haciendo o hacia dónde
me dirigía. Me sentía herida y tú seguías llamando y no sabía qué hacer después de lo
que pasó. No sabía con quién hablar, pero necesitaba hablar con alguien.”

“¿No podías hablar con Alice?” Pregunté, interrumpiéndola. “Entiendo por qué no me
dijiste, pero Cristo, Alice te hubiera escuchado.”

“No podía echar esa carga sobre Alice,” me dijo. “La hubiera puesto en una posición
comprometedora, dónde ella tendría que ocultarle cosas a Jasper o ser la que rompiera
su corazón diciéndole, y no quería hacerle eso a ella. Sabía que estábamos aquí
porque llamó al teléfono de Jacob para saber si él me había visto, y él le dijo que yo
estaba bien para qué ella no se preocupara. Así fue como Jacob también supo en
dónde estaba. Yo, eh... lo llamé.”

Me le quedé mirando sorprendido, sus palabras tocaron una fibra sensible. “¿Cómo
demonios lo llamaste? No tienes su...” Me detuve y le estreché mis ojos. “¿Tienes su
maldito número de teléfono, Bella?”

Me miró con recelo y asintió, mordisqueando su labio por los nervios. “Él lo puso en mi
teléfono ese día que Emmett me llevó a la playa. Te juro que nunca lo he llamado antes
o algo así, y nunca pensé que lo haría.”

“¿Por qué carajos no me dijiste?” Le pregunté, encabronado de que había estado


ocultándome cosas.

“Porque sabía que te ibas a enojar, como lo estás ahora, y no quería causar más
problemas,” me dijo. “Debí haberlo borrado pero solamente... no lo sé... algo me dijo
que solo lo dejara allí.”

Tuve que contener mis deseos de gritar o burlarme de su declaración, molesto y casi
jodidamente ofendido por ella. “¿Pero él, Bella?” Le pregunté. “Después de todo lo que
te conté que me hizo, cómo se le fue la boca hablando de mi madre, ¿hablaste con él
sobre ella? Joder, no lo entiendo.”

“No hablé con él sobre tu madre, Edward. No puedo creer que pienses que yo haría
eso,” respondió, sonando ofendida por mi acusación. “Nunca te traicionaría de esa
forma, te amo.”

“Entonces, ¿de qué hablaron?” Le pregunté, sin comprender. Se encogió de hombros


con indiferencia.

“Hablamos de su mamá,” me dijo. “Jacob se siente culpable por la muerte de su madre.


Siempre ha sentido que es su culpa.”

“Sí, lo sé,” le dije. “Ella murió en un accidente de coche, los caminos estaban mojados y

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estaba lloviendo con fuerza, perdió el control o derrapo o algo así. La única razón por
la que estaba conduciendo fue porque él hizo una rabieta porque quería algo y ella fue
a conseguírselo. Solíamos hablar sobre esa mierda.”

Asintió. “Sé cómo se siente él,” dijo en voz baja. Suspiré y me pasé la mano por el pelo,
no del todo contento con el giro que tomó la conversación.

“Sí, supongo que yo también lo sé,” murmuré.

“Lo sé,” respondió. “Pero no me siento como si estuviera decepcionando a Jacob al


sentirme culpable. No siento que le deba nada a él.”

Mi ceño se frunció. “No me debes nada,” le dije confundido, dolido de que pensara esa
mierda. Ella me miró y sonrió con tristeza.

“¿No?” Preguntó. “Después de lo que le pasó a tu mamá y por lo qué pasó tu familia
para salvarme, ¿no te debo el vivir mi vida plenamente?”

“Eh, supongo que sí,” le dije, sin saber cómo carajos responder esa pregunta. Ella
asintió y de nuevo se volvió para mirar hacia el agua.

“Por eso me siento como una decepción. A veces, me siento culpable incluso por haber
nacido, Edward,” me dijo. Empecé a hablar para decirle que esa mierda era una
ridiculez, cuando ella me cortó. “Sé lo que vas a decir. Me vas a decir que no diga esas
cosas y no quiero decírtelas a ti, porque no está bien después de lo que sucedió para
que tuviera esta vida. Aunque, no lo diga no cambia cómo me siento.”

Me quedé callado mirándola por un segundo, tratando de encontrarle el sentido a lo


que me estaba diciendo. “Pero puedes decirle esa mierda a Jacob sin sentirte mal.”

“Sí,” me dijo. “Le dije que no había nada que celebrar el día en que nací, porque no me
siento como si debiera incluso existir, y en lugar de decirme que estaba siendo ridícula
y que dejara de decir eso, él solo dijo que «eso era una mierda». Eso fue todo. Que «eso
era una mierda». No hay nada profundo en ello, pero me hizo sentir mejor porque esas
palabras me dijeron que tenía derecho a sentirme como me sentía. No sentí pesar por
mi culpa, no me sentí como si estuviera decepcionándolo al decirlo. Ni siquiera estoy
segura de si en realidad se preocupaba por cómo me sentía, pero me escuchó de todos
modos.”

“Sí,” le dije, recordando cuando estaba más joven y haber tenido conversaciones sobre
culpa e ira por la muerte de nuestras madres y cómo él ni una sola vez trató de decirme
qué carajos pensar o sentir. “Eso suena como Jacob.”

Me miró de nuevo. “Sé que lo que él te hizo está mal, y lo siento si te lastimo al hablar
con él. No fue mi intención, y nunca haría nada intencionalmente para molestarte,
Edward. Es solo que... sin importar cuáles eran sus motivos. Jacob se desvivía por

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hacerme reír a veces. Fue amable conmigo y evitó que esas chicas con las que vas a la
escuela me lastimaran cuando tú no estabas cerca. Ni una sola vez me pidió o esperó
algo de mí, y se ofreció para escuchar si alguna vez necesitaba a alguien que lo
hiciera. Y esta noche yo solo... necesitaba que alguien me escuchara.”

Su voz se fue apagando hacia el final y frunció el ceño, la culpa clara como el día en
su rostro. Me sentí egoísta, porque obviamente ella estaba sufriendo y tratando de
comprender ciertas mierdas, y yo solo estaba pensando en mí mismo y mi
resentimiento. Isabella me había salvado, me había sacado de la oscuridad y me
había devuelto a la vida y yo estaba actuando como si prefiriera que se ahogara en
sus penas a que hablara con alguien que no me agradaba. No confiaba en Jacob en lo
absoluto y cuestionaba seriamente sus motivos, pero me di cuenta mientras estaba allí
parado mirándola que todos habían tenido la puta razón. Mi padre me dijo que si la
amaba tenía que respetar su derecho a tomar sus propias decisiones y aún cuando
solo quería protegerla, tenía que dejarla cometer sus propios errores de mierda. Y
Alice... Alice me preguntó por qué no podía comprender y dónde estaba mi fe en ella.

¿Dónde demonios estaba mi fe en ella?

“Joder, sabes que él me odia,” le dije después de un momento, sin tener más que decir
sobre este tema. Ella negó.

“No, no es así. Está dolido y enojado, pero no te odia, Edward,” me dijo. “De hecho,
creo que echa de menos tu amistad.”

Me reí secamente. “Él dijo verdaderas mierdas sobre mí, Bella,” le dije. Me miró y
sonrió, asintiendo con su cabeza.

“Lo hace, a veces. Pero como dijiste hace unos minutos, todos decimos cosas que no
sentimos en realidad cuando nos lastiman y estamos confundidos y molestos,” me
respondió.

“¿De verdad piensas que él no dijo esa mierda en serio?” Le pregunté, casi divertido.
Asintió.

“Creo que solo está confundido. Ya no te conoce, Edward. ¿Sabes? Él me dijo que eres
la única persona con la que alguna vez ha hablado acerca de la muerte de su mamá.
Tiene todos esos amigos en la reservación pero no siente que alguno de ellos lo
comprenda. Ustedes solían contarse sus secretos el uno al otro, y ahora tú me tienes a
mí, ¿pero a quién tiene Jacob? A nadie. Y no estoy diciendo que deberías sentir lástima
por él o algo así, porque tal vez es por su propia culpa...”

“Tal vez, y una mierda,” la interrumpí. Hizo una pausa y suspiró.

“Está bien, entonces es por su propia culpa. Pero la verdad es que él está realmente
solo y no puedo entender por qué, tal vez esté celoso y no quiera aceptar que tú en

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realidad has cambiado porque él no lo ha hecho. No quiere creer que no eras la misma
persona problemática que solías ser porque entonces eso significa que ahora él
realmente está solo. Y está aun más afligido ahora que perdió al único verdadero
amigo que sentía que tenía,” dijo.

“¿Qué te hace pensar que está afligido?” Pregunté con curiosidad. Se encogió de
hombros.

“Fue expulsado de la escuela,” me dijo. “Siguió metiéndose en problemas y ellos


finalmente se cansaron y lo expulsaron. Estaba hablando de irse, solo huir y comenzar
de nuevo lejos de todo ahora que tiene 18 años. Me hizo pensar en nosotros, como
hablamos sobre comenzar desde cero. Personas que no están destrozadas por lo
general no hacen eso, ¿cierto?”

Me le quedé mirando sorprendido. “Supongo que no,” respondí. “Por lo general la


gente no deja su vida atrás a menos que estén bastante jodidos.”

“Sí. Solía preguntarme si Jacob solo me hablaba para molestarte, y de alguna forma
todavía me lo pregunto pero no porque quiera lastimarte como lo pensé alguna vez.
Creo que Jacob comenzó a buscarme porque soy su conexión contigo. Tal vez suene
estúpido, pero pienso que, de alguna forma, me pareció que yo no era la única que
necesitaba alguien que lo escuchara esta noche. Creo que él habló más que yo,” dijo
en voz baja. “Aunque yo, eh... le dije que tú me liberaste.”

“Yo no te liberé, Bella. Mi padre lo hizo,” dije en un murmullo. Sacudió su cabeza y se


volvió para mirarme.

“El doctor Cullen me consiguió mis papeles, pero tú eres quién me liberó, Edward,”
dijo. “Tú me diste una vida.”

Le sonreí levemente y vi las lágrimas comenzar a formarse mientras me miraba.


Levantó su mano después de un momento y titubeó un poco antes de tocar mi mejilla.
Pude ver la vergüenza en sus ojos cuando comenzó a llorar de nuevo. “Lo siento tanto,”
susurró, su voz quebrándose mientras trataba de contener las lágrimas. “No debí haber
hecho eso. No puedo creer que yo... te golpeé.”

Suspiré y cubrí su mano con la mía. “No te disculpes. Definitivamente he sido golpeado
con más fuerza, apenas si duele. En realidad se requiere de muchos huevos y de
alguna forma me siento orgulloso. Quiero decir que, te defendiste tú sola y
probablemente yo mismo me hubiera golpeado también. Me lo merecía.”

“Nadie se lo merece, Edward,” me dijo. “No debería haberlo hecho. O sea, de todos,
tenía que ser yo...”

“No es tan importante y no te mortifiques por ello. Me refiero a que, Cristo, ¿no
hablamos ya dos veces sobre personas haciendo mierdas que no sentían en realidad

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1464


cuando estaban sentidos y molestos? ¿Tenemos que hablar de esa mierda de nuevo?”
Le pregunté. Negó vacilante y sonreí cuando nos miramos el uno al otro por unos
momentos en silencio. “¿Quieres ir a casa y dormir un poco? Ha sido una larga noche
de mierda.”

Accedió así que tomé su mano, entrelazando nuestros dedos juntos mientras la llevaba
a través de los árboles y hacia los coches. “Te sigo a la casa, ¿de acuerdo?” Le
pregunté a Isabella.

Asintió y soltó su mano de la mía, empezando a caminar hacia su Audi. Le echó un


vistazo a mi Volvo y sus pasos se detuvieron al mismo tiempo que jadeaba. “¿Qué le
pasó a tu coche?” Preguntó preocupada. Suspiré y levanté mi mano para que pudiera
ver los cortes así como los amoratados e hinchados nudillos. “Pensaba que eso era por
tu pelea con Jacob.”

Negué. “El parabrisas me dio más problemas que los que ese pendejo me dio,”
respondí. Se me quedó mirando por un momento antes de sacudir la cabeza y alejarse,
murmurando en voz baja. Pasé la mano por mi pelo con nerviosismo y caminé hacia el
Volvo, subiendo y encendiéndolo. La seguí a través de La Push y de vuelta hacia Forks,
tratando de mantener la paciencia y asimilar las cosas mientras ella conducía bajo el
límite de velocidad. Llegamos a la casa y entramos en silencio, los dos bastante
taciturnos a medida que los eventos recientes caían sobre nosotros.

Nos fuimos directamente arriba y titubeé cuando llegamos al tercer piso, diciéndole a
Isabella que se fuera a la recámara y que yo estaría allí en un momento. La vi
desaparecer en el interior y caminé hacia la biblioteca, agarrando el diario del suelo.
Bajé las escaleras sin hacer ruido hacia el segundo piso, acercándome a la oficina de
mi padre. Llamé a la puerta con suavidad y lo escuché gritarme que pasara, así que la
abrí lentamente y entré. Estaba sentado detrás de su escritorio y me fulminó con la
mirada molesto.

“Realmente estás haciendo de mi noche un infierno, Edward,” me dijo.

“Sí, bueno, tengo algo que o la hará mucho mejor o simplemente va a empeorarlo
todo,” dije, acercándome a su escritorio y dejando caer el diario encima de la pila de
papeles que había estado revisando. Me miró con molestia en su expresión por mi
obvia interrupción.

“¿Qué es esto?” Preguntó, cogiéndolo.

Me reí secamente. “¿Qué, no reconoces el diario de mi madre?” Pregunté. Se tensó


mientras lo miraba, una expresión conmocionada apareció en su rostro. Abrió el libro
frente a él y repasó rápidamente unas cuantas páginas, cerrando los ojos y suspirando
cuando reconoció la escritura.

“¿Es el libro que ella ha estado leyendo?” Preguntó en voz baja. Asentí.

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“Sí. No sé si todo lo que está en él o qué tanto leyó, pero es la razón por la que ha
estado así. Sabe la verdad. No sé cómo terminó en la biblioteca, pero fue allí donde lo
encontró,” le dije.

“Sabía que tu madre tenía uno pero siempre pensé que estaba en algún lugar allá
arriba, en el ático, con el resto de sus pertenecías. Nunca se me ocurrió que podría
haber estado entre los libros, pero así y todo, no los toco así que no lo hubiera sabido,”
me dijo.

“Sí, bueno, lo estaba. Así que ahí tienes. No tengo deseos de leerlo, y no creo que ella
deba leer más de él, así que has lo que quieras con él. Pero esa es la razón por la que
fui a La Push, y tal vez eso te encabrone y si quieres gritarme. Adelante, grítame. Pero
no me arrepiento de haber ido tras ella, porque recuerdo claramente que me dijiste que
ella necesitaría escuchar de mí que no la culpo, y después de no haberte escuchado
todas esas otras putas veces pensé que esto era lo suficientemente importante como
para escuchar tu consejo. Ya sabes... ya que a veces pareces saber de qué carajos
estás hablando,” le dije. Levantó la vista y se me quedó mirando por un momento antes
de que sus ojos se desviaran de nuevo hacia el libro. Pasó su mano sobre la cubierta
de cuero suspirando.

“Gracias,” dijo en voz baja. Asentí.

“Sí, de nada. Ya me voy a la cama,” murmuré, dándome la vuelta y saliendo de la


habitación. Lo escuché decir “buenas noches” mientras me iba pero no me quedé lo
suficiente para responderle, dirigiéndome directamente a la recámara. Isabella ya
estaba cambiada en sus pijamas y acurrucada en la cama. Me desvestí y metí bajos
las mantas junto a ella, envolviéndola con mis brazos para acercarla más a mí. Se
acurrucó en mi pecho y cerró sus ojos, quedándose dormida rápidamente por su
cansancio. Me quedé acostado en la oscuridad y la sostuve, sin poder desconectar mi
mente.

Todo se había derrumbado, nuestra relación casi se desmoronó como resultado, pero
ahora podíamos empezar a armar el rompecabezas ya que finalmente teníamos todas
las piezas. Todo estaba al descubierto, y no había nada que pudiera separarnos ya
que no había más secretos.

Bueno, con la excepción de que ella era una principessa della mafia, por supuesto...
pero no había razón para contarle alguna vez esa mierda.

************
Stai zitto = Cierra la boca

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1466


“Muchos de nosotros nos crucificamos entre dos ladrones”. Lamentarnos por el
pasado y temerle al futuro” Fulton Oursler

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola
Guevara, Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana
Ortiz, Pilar Ocampo.

Estaba parada junto a la ventana de la cocina, mirando hacia el patio, mis ojos
concentrados en el Volvo plateado estacionado en la entrada, el daño parecía aún
peor a plena luz del día, el parabrisas completamente destruido, el lado del pasajero
estaba abollado, donde su puño se había estrellado, incluso se podían ver algunas
manchas de sangre de sus nudillos. Había una gran abolladura en la puerta del
pasajero de la cual no fui consciente, gracias a la culpa y a la vergüenza que me
consumía. Amaba su coche, me lo había dicho en numerosas ocasiones, era una de
sus posesiones más preciadas, era tan protector con él, que siempre se negaba a que
alguien, a parte de él, lo manejara, inclusive a mí, pero yo le había hecho tanto daño
que eso era lo que menos le importaba. Su dolor había hecho que destruyera algo tan
importante para él.

Al acercarme al coche la verdad llego a mí, eso es justo lo que yo le había hecho a
Edward. No tenía intención de lastimarlo, pero mis intenciones no importaban cuando
todo se venía abajo. La verdad era que le había hecho daño, y así como el Volvo no se
iba a reparar por arte de magia de la noche a la mañana, sabía que iba a tomar
tiempo curar a Edward. Para ninguno de los dos iba a ser sencillo olvidarlo todo y
simplemente seguir adelante, sin importar lo que mucho que pudiéramos desearlo.

“Me desperté solo” me dijo una conocida voz aterciopelada detrás de mí, sacándome
de mis pensamientos. Me di la vuelta y vi a Edward parado en la puerta de la cocina,
con el cabello revuelto, sus pantalones de franela colgando en sus caderas. Estaba sin
camisa y descalzo, lucía medio dormido todavía.

“Te veías tan tranquilo que no quise despertarte” dije en voz baja viéndolo. Mis ojos
comenzaron a descender hacia su mano y pude ver que los moretones en sus nudillos

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1467


eran más oscuros y de igual forma estaban hinchados, solo esperaba que no tuviera
daños permanentes o algo que afectara su capacidad para jugar fútbol, porque sabía
que el hecho de tener la oportunidad de jugar en la universidad significaba mucho
para él. No podía soportar la idea de que había sido la causante de arruinar la única
cosa que finalmente consiguió por sí mismo.

“Mi mano está bien” dijo en voz baja después de un momento, dándose cuenta en
donde estaba centrada mi atención. Sonreí con tristeza mientras el flexionaba sus
dedos, poniéndose tenso, con la mandíbula rígida que trataba de ocultar con una
mueca. Eso me dejaba claro que su mano no estaba muy bien, pero estaba claro que
no quería que sintieran lástima o compasión por él. Durante un tiempo nos dedicamos
a mirarnos el uno al otro en silencio, rodeados de una tensión incómoda. Había tantas
cosas qué decir, aclarar todo pero no tenía ni idea de cómo empezar, era demasiado
abrumador. Los acontecimientos de la noche anterior pasaban por mi mente mientras
seguíamos observándonos, la culpa aumentaba poco a poco en mí, el dolor sordo en
mi pecho había estado presente desde nuestro viaje a Phoenix y se intensificaba
mientras pensaba en cómo lo había golpeado y trataba de imaginar lo que había
sentido él cuando hui hacia La Push.

Sabía que él debería haber estado confundido y dolido al darse cuenta que me había
ido, el coche estacionado afuera podía dar fe de ello.

Recordé sus palabras en el estadio de fútbol, la angustia en su voz era algo que sabía
no olvidaría pronto. Él quería saber si lo estaba haciendo a propósito, si estaba
tratando de lastimarlo porque era claro que eso es lo que estaba haciendo.

Había estado tan desesperada ocultando lo que sentía y estaba atrapada en mi propia
angustia que no me daba cuenta lo que realmente le estaba haciendo a él hasta que
fue demasiado tarde.

Al guardarme lo que sabía, le estaba haciendo daño aún peor que cualquier verdad le
hubiera hecho. Me había alejado de él en un intento de evitar que sintiera ese dolor,
sin darme cuenta que eso haría totalmente lo contrario. Edward había perdido tanto en
la vida y sin importar si él lo supiera o no las causas que rodearon la muerte de su
madre, la realidad era que ella no iba a regresar. El oír esa verdad sería muy difícil
para él, pero al final de todo nada habría cambiado.

Sin embargo, el alejarme de él había cambiado las cosas completamente, no fue hasta
que hablé con Jacob, en el rocoso acantilado en medio de la noche en La Push, que
había entendido cómo Edward podía llegar a ser tan dependiente. Fue difícil para mí
reconocer al chico desconsiderado, rebelde quién lastimaba a todos los que querían
estar cerca de él, con el Edward del cual me había enamorado, pero al hablar con
Jacob acerca de su amistad, por fin pude realmente fusionar a esos dos Edward.

Su vínculo había sido más profundo de lo que pensé en un inicio y además entendí

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1468


porque Edward lo ataco tanto como lo había hecho cuando Jacob lo traicionó. Él
finalmente había permitido que alguien entrara a su fortaleza que había construido
para protegerse, y permitió que esa persona viera realmente su dolor y a cambio, esa
persona había tomado esa información que había encontrado y la había usado en su
contra. Él se había abierto en su amistad con Jacob, solo para que Jacob le diera la
espalda.

Ahí de pie en la cocina, viendo a Edward con su aspecto desaliñado y roto me di


cuenta que básicamente le había hecho lo mismo. Había dejado a un Edward con sus
muros abajo, vulnerable y lo había dejado cuando él más me necesitaba, por eso no
era de extrañar que hubiera reaccionado como lo hizo.

“Lo siento”, solté abruptamente mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.

“Lo siento” dijo al mismo tiempo, su voz resonó junto con mis palabras y mi aflicción.

Se pasó la mano por el pelo nerviosamente, haciendo una mueca de dolor. “¿Por qué lo
sientes?” me preguntó con curiosidad.

“Estás herido” susurré. Gimió

“Te lo dije, Isabella, mi mano está bien”, dijo con una leve molestia en su voz. Suspiré y
negué con la cabeza.

“No tu mano, Tú” dije en voz baja. “Solo pensé en lo mucho que te lastimaría si te lo
decía, pero nunca pensé en cómo el no decírtelo lo haría. De verdad te lastimé y juro
que no tenía intención de hacerlo, pero lo hice.”

“Sí, lo hiciste” respondió “Pero lo entiendo, Bella, porque hice exactamente lo mismo, ya
lo sabía, solo que no quise decirte nada para no hacerte daño, sería un maldito
hipócrita si te echara la culpa de lo que pasó. Si la culpa es de alguien, es mía, porque
debía de habértelo dicho cuando tuve la oportunidad en lugar de dejar que lo
averiguaras de esa forma. Pude haber detenido toda esta mierda antes de que
empezara, pero no lo hice y por eso, lo siento”.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla, la aparte rápidamente y me di vuelta, su


disculpa solo me hacía sentir peor. Estaba tomando la culpa de algo que yo había
ocasionado, tratando de suavizar las cosas y al mismo tiempo tratando de hacerme
sentir mejor, cuando él era el que necesitaba ser consolado.

Él traía cargando todo el peso en sus hombros y en ese momento me sentí egoísta por
quedarme en silencio, incapaz de encontrar las palabras para poder aliviar su
preocupación y su dolor. Escuché sus pies descalzos golpeando contra el suelo, frío y
duro, arrastrándolos hasta donde estaba parada, haciendo una pausa junto a la
ventana y viendo hacia afuera.

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“Cristo” murmuró él, sonando aturdido mientras inspeccionaba los daños a la luz del
día. “Mira mi maldito coche”.

“Lo siento”, dije en voz baja una vez más. Cuando me di vuelta para verlo, la culpa era
abrumadora y en ese momento las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas,
suspiró exasperado y negó con la cabeza.

“Tienes que dejar de disculparte”, dijo sobresaltándome mientras me agarraba de la


cadera y me atraía hacia él con una expresión seria en su rostro. “Ya pasó, fue una
mierda, pero ya todo terminó. Ponernos a ver quién lastimó a quién no va a hacer que
la mierda se vaya, Bella. No podemos guardar rencores o regodearnos en la
autocompasión y esperar que algo mejore, porque simplemente no pasará, eso
solamente seguirá consumiéndote en tu interior”.

“¿Es eso lo que has estado haciendo?” le pregunté en voz baja, secándome las
lágrimas. Asintió.

“Lo he estado haciendo durante años, todo el tiempo preguntándome por qué mi vida
era una mierda. Traté de culpar a los demás por lo jodido que estaba cuando en
realidad era mi maldita culpa que estaba así. Estoy cansado de esa mierda, por ello
sigo repitiendo los mismos errores una y otra vez. Mi padre sigue diciéndome que
madure de una puta vez y tal vez ya es hora que aprenda a escuchar y termine con
esta mierda”. Dijo quitando su mano de mi cadera y pasándola por el cabello con
frustración. “Tal vez es la puñetera hora de aceptar todo lo que pasó y solo…
perdonar”.

Lo miré sorprendida por su repentina explosión de madurez cuando más o menos doce
horas antes había actuado de una manera tan volátil, era como si hubiera sido
completamente aplastado, derrotando hasta el punto que no tenía ninguna voluntad
para seguir luchando, pero sonaba resignado acerca de eso, casi como si estuviera
aliviado.

“¿Eso significa que perdonas a Jacob también?”. Le pregunté con curiosidad, sus ojos
se estrecharon y me quedé helada al ver su expresión, dándome cuenta de que había
tocado una fibra muy sensible con mi pregunta.

“No”, espetó. “¿Qué demonios tiene que ver él con esto?”

Me encogí de hombros tímidamente “Dijiste que nada podría mejorar o cambiar si


guardábamos rencores, por eso pensé…”.

“Pensaste mal”, dijo rápidamente cortándome. “Eso es diferente”.

“¿Cómo?” le pregunté confundida. “Quiero decir, sé que él te lastimó, pero tu acabas


de decir que afligirnos por ello no serviría de nada. Sucedió y apesta, pero está
terminado, es tiempo de seguir adelante. ¿No?”

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Se me quedó viendo mientras procesaba mis palabras y me mordía el labio inferior
nerviosamente mientras esperaba su reacción.

“Él es un pendejo y lastima todo lo que toca”, finalmente respondió hablando con
naturalidad.

Sonreí con tristeza “Eso es lo mismo que siempre dice él de ti”, le dije en voz baja
moviendo la cabeza. “Está equivocado acerca de ti y se lo he dicho, pero tal vez tú
también estás equivocado acerca de él”.

“No lo estoy”, dijo enfáticamente.

Suspiré mientras me encogía de hombros. “Está bien. Solo digo que tal vez ustedes dos
no son tan diferentes y tal vez si pudieran hacer a un lado todo, ustedes podrían…”

“Entiendo lo que estás diciendo”, me interrumpió con enojo. “Y esos son muchos tal vez,
Bella. Y nunca va a suceder esa mierda, así que no tiene sentido siquiera hablar de
ello. De hecho, no quiero hablar de ese hijo de puta en absoluto porque no tiene nada
que ver con nosotros”.

Dejé de hablar y lo miré, su tono me decía que el tema estaba cerrado, la tensión en la
cocina estaba a tope de nuevo estando los dos junto a la ventana y ninguno de los dos
hablaba. Luché contra las ganas de pedir disculpas por volverme tan irritante y traer
de vuelta a Jacob, pero sabía que las palabras “lo siento” solo lo iban a molestar más.
Sin embargo, me sentí mal porque se suponía que íbamos a tratar de hacer las cosas
bien y obviamente no estábamos empezando con el pie correcto.

“Il tempo guarisce tutti i mali”, dijo después de un rato, acercándose y frotándose el
pecho donde las palabras habían sido escritas con tinta, “El tiempo cura todas las
heridas, tú me preguntaste hace mucho si en verdad creía en estas palabras y yo,
solamente, le resté importancia. ¿Te acuerdas?”

“Sí”, respondí.

“Sí, bueno, cuando me lo hice, sinceramente no lo hacía, pensé que era solo una
pendejada que la gente dice para tratar que otros hijos de puta se sientan mejor, pero
ahora lo creo sinceramente. Puedes sobreponerte a lo que sea con el tiempo suficiente.
No estoy seguro de cuánto tiempo llevará encontrarle una solución a esta mierda, pero
tengo todo el tiempo del mundo para ti. Es todo lo que puedo ofrecer en este momento”,
dijo. “Te amo, lo sabes. No me daré por vencido si tú no lo haces”.

“Yo también te amo”, dije en voz baja “Y no quiero darme por vencida”.

Sonrió suavemente mientras envolvía sus brazos a mi alrededor, atrayéndome en un


abrazo. Cerré los ojos devolviéndole el abrazo, respirando profundamente e inhalando
su aroma que me reconfortaba. Me mantuvo abrazada con fuerza, mientras sentía

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1471


como depositaba un beso en la parte superior de mi cabeza al mismo tiempo que
tarareaba alegremente.

“Si realmente no creías esa frase, ¿por qué te la tatuaste?”, le pregunté después de un
momento. Suspiró y se encogió de hombros dejándome ir.

“Es algo que mi madre solía decir, ella era como un libro de citas, sabiduría y mierda
andante”. Dijo volviéndose para mirar por la ventana una vez más, dejó escapar una
risa curiosa sacudiendo la cabeza. “Me recuerda a ti y tu mierda de Albert Schweitzer,
no sé por qué me tomó tanto tiempo ver las similitudes. Debería haber sido obvio para
mí antes, ya que ella también fue una esclava”.

Lo miré con confusión. “¿Qué acabas de decir?”, le pregunté sabiendo que debí de
haber oído mal porque eso no tenía ningún sentido.

Enfoco sus ojos en mí y frunció el ceño “¿Qué parte? ¿El hecho de ella solía decirme
citas como tú lo haces o el hecho de que ella era una esclava como tú?”

Mis ojos se abrieron con sorpresa “¿Tu madre fue esclava?”, le pregunté con voz más
alta de lo previsto debido a la sorpresa.

Me miró con confusión y asintió con vacilación. “Sí”, dijo. “Carajo, pensé que lo sabías.
Quiero decir, tú leíste su diario y todo eso”.

Negué rápidamente mientras trataba de procesar la información. ¡¿Elizabeth Cullen


había sido una esclava?! “Solo leí una página del diario, Edward. Era mi cumpleaños y
tú me visitaste. El diario simplemente decía que estaba decidida a salvarme pero tu
padre no entendía, así que ella decidió hacerlo sin él porque pensó que era el destino.
Eso es todo lo que leí. No sabía… Quiero decir… no decía que era, ya sabes”
tartamudeé, completamente aturdida.

“¿Solo leíste una página?”, me preguntó. Asentí y él negó. “Bueno, mierda, supuse que
habías leído bastante de él.”

“No, no sentía la necesidad de leer más, he descubierto varias cosas por mi cuenta”, le
respondí. “O sea, no debería haber leído ni siquiera esa página, porque es una
invasión a su privacidad y lo siento si te enojas…”

“Détente”, dijo rápidamente levantando su mano para callarme. “Te dije que tenías
que dejar de disculparte conmigo, no te culpo por leerlo. También he leído esa mierda,
de hecho se lo di a mi padre para no caer en la tentación”.

“¿Se lo diste al doctor Cullen?” le pregunté. “¿Así que él sabe que yo sé?”

“Si, en realidad no importa. Me ha estado diciendo por mucho tiempo que tenía que
decírtelo”, respondió.

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Nos quedamos en silencio mientras trataba de procesar todo lo que había dicho. De
repente, todo lo que había sucedido en el último año con los Cullen tenía sentido, las
reacciones del doctor Cullen hacia mí ahora me parecían lógicas. Nunca había sido
capaz de entender por qué se había tomado la molestia y me había comprado, solo
para ser tan frío o tan cálido conmigo en todo. Finalmente lo entendí no lo había hecho
por mí, lo había hecho por su esposa.

Edward me había dicho que no había hecho nada malo, pero parte de mí todavía se
sentía como si lo hubiera causado y me pregunté si era de la misma forma para el
doctor Cullen.

Era evidente que amaba a su esposa y la había perdido por mi culpa. No podía
siquiera imaginar lo que sentía al verme todos los días y saber a lo que había tenido
que renunciar para que yo pudiera estar donde estoy en este momento. No me había
dado cuenta hasta ese momento exactamente, hasta qué punto el hombre que yo veía
como nada más que mi amo se había sacrificado para darme una verdadera vida, lo
mucho que la familia entera había estado sacrificando para que yo estuviera a salvo.

El ser un amo significaba ser dueño de la vida de tus esclavos, pero sin embargo el
doctor Cullen había hecho todo lo contrario, había hecho lo posible por darme una
vida.

Este hecho no podía borrar completamente de mi memoria el incidente con su arma


algunos meses atrás, pero me ayudó a reconocer que el doctor Cullen no era el
insensible, cruel hombre que siempre había visto en él. Él era un ser cruel a veces, pero
la verdad era que tenía el corazón roto y tenerme a su alrededor era un recordatorio
evidente de lo que había sucedido. No era de extrañar que en el aniversario de la
muerte de ella sus ojos irradiaran fuego y rabia y su expresión luciera devastada. Por
mucho que lo deseara no puedo culparle, me di cuenta que el doctor Cullen luchaba
contra su propia culpa.

Se debatía entre cuidar de la chica a la que su esposa había querido ayudar y odiar a
la chica que se la había quitado.

Sentí como una lágrima resbalaba por mi mejilla y parpadeé sorprendida de que
estuviera llorando otra vez. La limpié y vi a Edward mirándome con cautela, esperando
mientras yo procesaba las cosas. Me miró con sus ojos verde intenso mientras pensaba
en su madre, tratando de darle algún sentido al hecho de que ella también había sido
esclava. El concepto era simplemente sorprendente y no estaba segura de qué hacer
con eso. ¿Sería por eso por lo cual estaba tan desesperada por salvarme?, ¿se había
visto reflejada en mí?, ¿cómo había pasado de ser una esclava a ser una esposa de la
mafia? ¿El doctor Cullen esencialmente la rescató, al igual que Edward me rescató a
mí?

“¿Cómo, uh…?” comencé sacudiendo la cabeza con confusión. “Quiero decir, ¿tu

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madre era en realidad una… esclava?” le susurré la palabra, mi voz era tan baja que
me pregunté si pudo oírme.

“Sí, es una historia muy larga y realmente no tengo ganas de hablar de eso ahora,
pero sí, lo era. Vivía con los Evanson en Phoenix cuando mi padre se enamoró de ella”,
respondió.

Mis ojos se abrieron con sorpresa “¿Con Alec? ¿Ella era esclava de Jane?” le pregunté
atónita. Asintió con la cabeza y vi que apretaba su mano en un puño y su postura se
ponía rígida y vi como luchaba contra su enojo ante la mención de Jane. En ese
momento dejé el tema rápidamente, mordiendo mi labio nerviosamente. Todo estaba
volviéndose tan claro para mí ahora que sabía que Elizabeth había pertenecido a los
Evanson, la reacción del doctor Cullen a las Coca- Colas de cereza, la reacción de Alec
hacia mí. Fue un impactante pensar en la cantidad de cosas que teníamos en común la
madre Edward y yo. Recordé a Jasper decirme en la noche de Halloween que Edward
había visto algo en mí que lo había cambiado y se había aventurado a suponer que
era porque le había recordado a su madre. No era de extrañar las similitudes que
existían entre nosotras gracias al conjunto de circunstancias que habíamos sufrido.

“¿Jasper y Emmett lo saben?” le pregunté en voz baja.

“Ellos saben que tú eras a la que ella quería salvar, pero no saben que ella fue
esclava. Mi padre se los va a decir cuando tenga la oportunidad”, respondió,
aclarándose la garganta. “Como sea, ¿quieres ir arriba y pasar el rato, ver una
película o algo así? Sería bueno no pensar en esta mierda por un rato”.

Asentí, estando de acuerdo con la idea, siguiéndolo fuera de la cocina y subiendo las
escaleras. El doctor Cullen debió oír cuando llegamos a la segunda planta y llamó a
Edward. Dudé brevemente antes de decirle que lo veía en nuestra habitación, mientras
él se dirigía a la oficina de su padre. Me metí en la cama, quedándome un tiempo allí
buscando consuelo en el familiar calidez. Edward entró unos minutos después con un
sobre en la mano.

“Tienes correo, tesoro” dijo en voz baja, acercándose y sentándose cuidadosamente en


el borde de la cama. Mi frente se arrugó con confusión y me senté, mirándolo con
recelo.

“¿Para mí?” le pregunté. Sonrió y asintió con la cabeza, sosteniendo el sobre para mí,
lo tomé con cuidado y le eché un vistazo, viendo que tenía como remitente al Consejo
Americano de Educación (N.T. American Council on Education).

“¿Esto es… eh…?”

“Los resultados de tus pruebas”, dijo en respuesta a mi pregunta no formulada. Me


quedé mirando el sobre nerviosamente, congelada por un momento mientras esperaba
en silencio que lo que contenía no hiciera que todos pensaran que lo que habían hecho

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por mí había sido una pérdida de tiempo.

“¿Lo vas a abrir?” Miré a Edward y vi la curiosidad marcada en su cara, sus ojos
brillando llenos de emoción. Su expresión solo hizo que mis nervios aumentaran, ya
que tenía mucho miedo de decepcionarlo. Era la primera vez que hacía eso, intentando
lograr algo simplemente para mejorar algo en mí y verdaderamente temía fracasar.

“¿Puedes abrirlo por mí?”, le pregunté suplicante extendiéndole el sobre. Me miró


curiosamente antes de sacudir la cabeza.

“Deberías hacerlo tú, tesoro”, dijo suavemente. Suspiré y arranqué cuidadosamente la


solapa, tirando del papel. Lo desdoblé y me mordí el labio nerviosamente mientras mis
ojos escaneaban la hoja, la confusión llegó a mí cuando vi muchos números diferentes.
No tenía ni idea de lo que eso significaba y busqué algo que me indicara si había
fallado o no.

“No lo entiendo” dije después de un momento. “No es más que un montón de números”.

“¿Cuáles son los números?” Preguntó.

“Lectura 450, Escritura 420, Matemáticas 450, Ciencias 500 y Estudios Sociales 470”, leí.

“¿Dice cuál es el promedio de ellos?”, me preguntó. Vi hasta el final de toda esa lista
de números y vi el total y el promedio de la prueba.

“458”, le dije tímidamente, mirándole ansiosamente. Me miró por un momento antes de


asentir con la cabeza.

“Se necesitan 450 puntos para pasar toda la cosa” dijo en voz baja. Mis ojos se
abrieron de golpe en shock cuando había dicho eso.

“¿Pasé?,” le pregunté con escepticismo tratando de contener la esperanza y la emoción


que amenazaban con estallar. Asintió y sonrió felizmente, su expresión finalmente
rompió mi compostura, jadeé en voz alta y me aventé con tanta fuerza que casi cayó de
espaldas pero alcanzó a agarrarme y nos rodó rápidamente de manera que quedó
encima de mí, riendo.

“Maldita sea, nena” dijo en broma “¿Tratas de tirarme de la puñetera cama?”.

Me sonrojé y lo miré fijamente, tratando de luchar contra mi emoción, pero mi visión ya


estaba borrosa gracias a las lágrimas.

“¡Pasé!” exclamé con orgullo, sonriendo. Se rió de mi entusiasmo.

“Lo hiciste. No puedo decir que eso me sorprende porque sabía que lo lograrías” dijo
con confianza, me miró un momento antes de inclinarse y presionar gentilmente sus
labios con los míos. Me besó suave y lentamente, pero pude sentir toda la pasión que él

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sentía por mí y que emanaba en ese momento. Fue solo un beso inocente pero significó
más que eso, fue un beso de redención, perdón y orgullo, además de que decía que no
importaba lo que había ocurrido en el pasado aún había esperanza para el futuro.
Con eso me decía que a pesar del dolor y la angustia, el amor todavía estaba allí y
seguiría ahí siempre y cuando siguiéramos haciendo un esfuerzo.

“Gracias”, le susurré contra su boca.

“¿Por qué?” me preguntó.

“Por creer en mí”, le respondí. “Y por nunca darte por vencido”.

“No tienes por qué darme las gracias por esta mierda”. Respondió haciéndose para
atrás sonriendo. “Lo hago porque te amo”.

“También te amo”, le dije.

“Ya lo sé, Bella, y no te preocupes vamos a resolver esta mierda, quiero decir cada vez
estamos un paso más cerca”, dijo él tomando los resultados del examen GED de mi
mano y sosteniéndolo.

“Puedes ir a la universidad, ¿sabes? El cielo es el límite”.

“¿Qué hay de ti?” le pregunté con curiosidad “¿Cuándo vas a hacer el examen para la
Universidad?”

“En una semana”, lo miré con sorpresa y me sonrió con tristeza. “Me apunté justo antes
de ir a Phoenix. Olvidé mencionarlo, tenía otra mierda en la cabeza”.

Asentí. “Entiendo, ¿estás emocionado?”, le pregunté con curiosidad, se rió y negó


cabeza.

“Yo no diría que aplicar los SAT sea emocionante, Bella. Estoy listo para hacer la
jodida prueba y espero no hacerlo demasiado mal en mi primer intento, porque la
verdad no quiero tomar esta mierda una segunda vez”. Dijo. “Tengo que empezar a
llenar aplicaciones para la universidad, así que también tengo que averiguar a
dónde iremos una vez que salgamos de este puto lugar”.

“¿En serio?”, le pregunté.

“Sí, en serio, sobre todo si voy a tratar de jugar fútbol el próximo año”, respondió
“¿Todavía quieres ir a California? Estoy seguro que podemos encontrar una escuela
decente con un programa de arte aceptable para ti”.

Me encogí de hombros tímidamente. “Creo, quiero decir, realmente no he pensado en


ello”.

“Bueno, piénsalo, ¿de acuerdo? Vamos a buscar algunas escuelas y esas mierdas, ver

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que vamos a hacer”, dijo suavemente, levantándose de la cama y estirándose. “En
lugar de sentarnos en este maldito lugar todo el día, ¿qué te parece si hacemos algo
para celebrar?”

“¿Celebrar?” Le pregunté. Se echó a reír.

“Sí, celebrar, ya eres una puta graduada del instituto. O equivalente a una. Sabes, la
mitad de las personas que toman el maldito GED lo fallan la primera vez, por eso el
hecho de que lo hayas pasado es enorme, tesoro. Simplemente mira dónde estabas
hace un año y dónde estás ahora. Eres libre, tienes un jodido título y estamos
enamorados, vamos a lograr salir de toda esta mierda antes de que nos mate a
ambos”, hizo una pausa mientras fruncía el ceño y yo reía.

“Sí, esta mierda no tiene ningún sentido. Si nos mata, no conseguiríamos salir de ella
¿no?, como sea, tú entiendes lo que estoy diciendo. Simplemente vamos a sobrevivir
como siempre lo hemos hecho, por eso esto es motivo para celebrar y además hace
mucho que no tenemos una razón para celebrar por un largo tiempo. Así que ven,
levántate, ponte algo decente y vamos a olvidarnos de toda esta mierda por un rato y
solamente ser nosotros. Joder, no siempre podemos ser nosotros mismos”.

Le eché un vistazo a mis pantalones negros y a la camiseta del equipo de fútbol de la


preparatoria de Forks que llevaba, suspiré. “¿Qué tiene de malo mi ropa?”, le pregunté
con curiosidad. Se rió y negó.

“¿De toda la mierda que te dije lo único que tienes qué decir es por qué te tienes que
cambiar?”, me preguntó con diversión, agarrando mi mano y tirando de mí y haciendo
que me levantara. Se inclinó y me dio un rápido beso en los labios. “Cambia”, susurró
contra mis labios, “tu ropa, no tú. No quiero que tú tengas un maldito cambio, pero
estoy un poco cansado de ver esa maldita camiseta.”

“Me gusta esta camiseta” dije a la defensiva cuando se giró para salir de la
habitación, dejando el eco de su risa en el cuarto mientras desaparecía. Me quité la
ropa y me vestí con un par de vaqueros y una blusa negra, acomodé mi cabello en una
cola de caballo y agarré mis cosas antes de bajar.

Edward estaba parado en el vestíbulo pasándose la mano por el cabello con


frustración, murmurando por lo bajo. Hice una pausa y lo miré, detectando la molestia
en su rostro.

“¿Tienes tus llaves?”, preguntó, alzando las cejas inquisitivamente. “Maldita sea, no
podemos tomar el Volvo para irnos a cualquier lado teniendo en cuenta en el estado en
que está”, sonreí tristemente sacándolas de mi bolsa y entregándoselas. Me dio las
gracias en voz baja antes de abrir la puerta, haciéndome un gesto para que saliera.

“Entonces, ¿a dónde vamos?”, le pregunté mientras nos metíamos en el coche. Puso en


marcha el coche, murmurando en voz baja con molestia mientras ajustaba el asiento y

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los espejos a su agrado. Me senté en silencio y esperé mientras acomodaba todo
sabiendo lo quisquilloso que era. Le tomó unos minutos arreglar todo hasta que
estuviera lo suficientemente cómodo para empezar a conducir, pero aun así siguió
quejándose antes de responder mi pregunta.

“No lo sé, tesoro. Pensé que tal vez podríamos ir a Port Angeles a joder un rato y
encontrar algo qué hacer” dijo encogiéndose de hombros. “Cenar algo, gastar dinero,
la mierda de siempre, ya sabes”.

“Bien, entonces”, le respondí, sin importarme mucho lo que hiciéramos siempre y


cuando pasáramos tiempos juntos. Estuvimos relativamente tranquilos durante el viaje,
mientras miraba por la ventana, disfrutando de la vista, Edward jugueteaba con la
música. Aparcó junto a la orilla cuando llegamos y nos pasamos la mayor parte de la
tarde caminando por el paseo marítimo, de la mano y charlando. Sorprendentemente
era un día soleado así que no tuvimos ninguna prisa para entrar en cualquier lugar
solamente disfrutando del día cálido. Platicamos un poco acerca de la universidad y
Edward mencionó lo feliz que estaría de vivir en algún lugar cerca de la playa donde
pudiera surfear de vez en cuando. Simplemente sonreí y estuve de acuerdo con eso y
escuchar que le encantaba el surf. En ese momento me di cuenta de que había tantas
cosas que no sabía de él, lo mucho qué que tenía que aprender sobre el chico con el
que planeaba pasar el resto de mi vida.

Eventualmente entramos en algunas tiendas, la mayor parte solo para distraernos


excepto una donde Edward se compró un teléfono para sustituir el que había roto.
Siguió ofreciendo comprarme todo tipo de cosas, diciendo que quería darme un regalo
especial por el logro que había obtenido hoy, pero no vi algo que me interesara
realmente. Ya tenía todo lo que necesitaba y él seguía comprándome cosas, lo que me
parecía excesivo e innecesario.

Pasamos frente a una tienda que hacia retratos y Edward se quedó inmóvil, jalándome
para que me detuviera.

“Vamos” dijo tirando de mí hacia el interior. Soltó mi mano y me detuve junto a la


puerta, mirándolo con confusión mientras se acercaba a una joven que estaba parada
detrás del escritorio con su sonrisa encantadora y torcida adornando sus labios. Ella
levantó la vista y vi cruzar la sorpresa en su cara, sus ojos recorriendo todo su cuerpo.
Sonrió con coquetería sin ni siquiera darse cuenta que yo estaba parada ahí.

“¿Puedo ayudarte en algo?” preguntó ella con dulzura.

“Creo que puede”, Edward respondió usando la voz seductora y suave que usaba
cuando estaba, intencionalmente, tratando de encantar a alguien. Lo había oído
utilizarla numerosas veces cuando quería salirse con la suya y nunca, personalmente,
he visto que fallara, lo miré con recelo preguntándome qué era lo que estaba
planeando.

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“Genial” ella respondió, sacando su lengua y lamiéndose los labios lentamente. Me
estremecí y la miré fijamente sintiendo que las náuseas comenzaban a aparecer al ver
como estaba coqueteando abiertamente con Edward sin importarle que yo estuviera
ahí. “Adelante, ponme a prueba”.

Me tensé y entrecerré los ojos en respuesta a su tono. “Quiero que tomen algunas
fotos”, explicó Edward, tomándome desprevenida. Lo sorprendida, todavía sin estar
segura qué era lo que estaba haciendo.

“Oh bueno, tenemos cita disponible para dentro de dos semanas” dijo ella mirando
hacia el cuaderno que tenía frente a ella.

“Eso no me sirve”, dijo él sacudiendo la cabeza.

“¿Oh, cuando lo querías?” le preguntó ella. Él se rió y se inclinó hacia ella bajando aún
más la voz.

“En este momento” dijo. Ella lo miró con incredulidad mientras yo me quedaba allí,
viendo como la sobornaba y pagaba el doble de la tarifa, guiándome después a la
parte trasera para poder tomarnos nuestras fotos. Me sorprendió por completo cuando
él envolvió sus brazos alrededor de mí, susurrando en mi oído que sonriera. Ella tomó
una docena de fotos, avisándole a Edward que estarían listas en un par de semanas.
Le dio las gracias y me sacó del lugar tan rápido como habíamos entrado, sonriendo
alegremente.

“Ahora tienes algo para recordar este día”, dijo. “No es un birrete y una toga o una
maldita ceremonia de graduación pero por lo menos es algo”.

Cenamos en un restaurante de mariscos con vista al mar antes de regresar a Forks


después de haber visto la puesta de sol, estábamos agotados tanto física como
mentalmente. Cuando llegamos a la casa, me duché y cambié mientras Edward hacía
sus tareas y luego nos fuimos a la cama. Me atrajo hacia él y me abrazó con fuerza,
sonreí cuando su respiración se hizo más regular diciéndome que se había quedado
dormido. Me acurruqué contra él y cerré los ojos suspirando alegremente. Fue la
primera vez en algún tiempo que me había ido a dormir sintiéndome verdaderamente
segura. Era la primera vez, desde que mi madre murió, y de que supe la verdad acerca
de la madre de Edward, que podía cerrar mis ojos con una sincera sonrisa en mi cara y
la esperanza inundando mi corazón.

La semana siguiente se me pasó volando mientras trataba de volver a ajustar mi vida y


asimilar todo. Me mantuve ocupada durante el día mientras Edward se iba, limpiando
y cocinando para tener mi cabeza ocupada por algún tiempo y alejar todos mis
pensamientos un rato. Desperdicié demasiada comida, como el doctor Cullen rara vez
comía los dulces que horneaba y Edward estaba cuidando la comida chatarra que
consumía para poder mantenerse en forma para el fútbol, pero era lo único que

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mantenía mi mente alejada de todo. Edward estuvo ocupado constantemente entre la
práctica de fútbol y el estudio después de la escuela, por lo que realmente solo lo veía
en la cena y cuando nos íbamos a la cama por la noche. Vi aún menos al doctor
Cullen, como siempre estaba en el hospital o encerrado en su despacho. Lo vi pasar
algunas veces pero nunca se molestó siquiera en dar un saludo antes de desaparecer
de nuevo.

Era difícil no pensar en nada cuando me dejaban sola y el sentimiento de culpa que
me seguía carcomiendo conforme pasaba el tiempo. Ni siquiera podía mirar la
fotografía de Edward y su madre, apoyada en su escritorio, sin sentir el dolor
paralizante que sentía cuando veía la devoción en su rostro de Edward cuando la
miraba. Entre Edward y yo todavía había algo de tensión que estábamos tratando de
superar, pero sabía que era una de esas cosas que solo se curan con el tiempo.

Me desperté a la mañana siguiente, sábado, justo cuando Edward estaba saliendo de


la ducha. Me quedé quita en la cama, mirándolo, mientras él se vestía en silencio,
haciendo su mejor esfuerzo para no molestarme. Se paró delante del armario e incluso
en la habitación semi oscura pude distinguir la definición de los músculos de su
espalda y las líneas de sus tatuajes. Tenía la piel tan pálida que brillaba con la luz
tenue que se filtraba de la puerta del baño abierta, dejándome casi hipnotizada en mi
estado adormilado. Si había una imagen de Edward Cullen que no quería olvidar era
esta, la que estaba frente a mí. La imagen de él, descalzo, con el torso desnudo,
vulnerable y expuesto, moviéndose sigiloso en su propia habitación en la oscuridad,
tratando de no despertarme. Era una imagen que la mayoría de la gente nunca iba a
ver de él, una imagen que no podría soportar perder. La gente a menudo solo veía al
muchacho, egoísta, malcriado e irresponsable pero yo era una de las pocas
afortunadas que podía ver a Edward como era realmente. Completamente expuesto
hasta su alma, tan compasivo y cariñoso, un alma verdaderamente amable a pesar de
todo lo que su marcado exterior gritara. Él era impresionante, tan bello por dentro y por
fuera, y la silenciosa alegría que él rezumaba cuando nadie más lo veía era suficiente
para dejarme sin aliento. Lo amaba con cada fibra de mi ser y el hecho de que
después de todo lo que había pasado todavía siguiera delante de mí, decía mucho
sobre su amor hacia mí. Todo lo que habíamos compartido había trascendido tanto y
ninguna cantidad de dolor o angustia podría romper nuestro vínculo. Sabía, mientras
miraba a Edward en la oscuridad, que aunque no nos viéramos nunca otra vez, lo
amaría por el resto de mi vida. Él era una parte de mí y nada podría quitarnos esto, sin
importar qué. Él, irrevocablemente, me había cambiado, al igual que yo lo había
cambiado a él y no había vuelta atrás para ninguno de nosotros. Suspiró suavemente
en la habitación en silencio y se puso una camisa, antes de agarrar un par de tenis
Nike de su armario. Pateó sin querer una de las esquinas de la cama en la oscuridad
mientras caminaba a mi lado, gruñó, maldiciendo profusamente en voz baja. Traté de
ahogar mi risa por su reacción, pero fallé, su cabeza giró en mi dirección con sorpresa
cuando me oyó reír.

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“Cristo, Bella ¿cuánto tiempo tienes despierta?”, me preguntó, sentándose en el borde
de la cama, poniéndose los zapatos en lugar de aventurarse a ir más lejos en la
oscuridad.

“Solo unos minutos”, le dije en voz baja mientras me sentaba, aclarando mi garganta
para tratar que el sueño se fuera de mi voz.

“Y, ¿estabas viendo cómo me vestía? ¡Jodida pervertida!” Dijo en broma, empujándome
suavemente con su codo. Me sonrojé y esperaba que no pudiera verlo en la oscuridad,
pero nada se le escapaba. Se rio entre dientes. “Sí, lo eres”

“No pude evitarlo. Eres demasiado hermoso como para no verte”, murmuré. Se rió y se
levantó sacudiendo la cabeza.

“Estás medio dormida y no sabes que es lo que estás diciendo”, dijo en tono de broma,
inclinándose y besándome rápidamente. “Tengo que irme o voy a llegar tarde. Te
amo”.

“También te amo” dije en voz baja mientras se dirigía a la puerta. Las palabras se
quedaron atrapadas en mi garganta por alguna razón ya que la emoción me estaba
embargando, con los ojos llenos de lágrimas. Me volteó a ver con confusión y le sonreí
para que no se preocupara, sin siquiera saber el porqué estaba reaccionando de esa
manera. “Buena suerte”.

“Gracias, tesoro” respondió dudando por un momento. “Nos vemos en unas horas”.
Salió y escuché sus pasos mientras bajaba las escaleras, mientras limpiaba mis
lágrimas y una extraña sensación me invadió. Se sentía como si fuera miedo, como si
toda la felicidad hubiera sido succionada cuando él salió de la habitación. Traté de
alejarla pensando que era solo un remanente de la devastación por lo que habíamos
pasado, y salí de la cama para empezar el día. Me dirigí a la cocina para beber algo
antes de empezar a limpiar y estaba sirviéndome un poco de jugo de naranja cuando
escuché que una puerta del primer piso se cerraba. Me tensé instintivamente con una
extraña sensación de miedo recorriendo mi cuerpo cuando oí pisadas que se dirigían a
mí. Me quedé mirando la puerta y mi corazón empezó a latir rápidamente, pero se
calmó de inmediato cuando vi que era el doctor Cullen. Exhalé bruscamente,
sorprendida de que estuve conteniendo el aliento sin darme cuenta mientras él me
miraba con curiosidad cuando lo notó. Me sentí un poco ridícula y esperaba que no
preguntara, porque no podría explicarlo. Algo simplemente había algo extraño en mí
que me tenía en vilo.

“Buenos días, dolcezza” dijo con voz tranquila, pero las palabras resonaron en
prácticamente toda la casa, era lo máximo que había hablado conmigo en días.

“Buenos días, señor” le respondí cortésmente, sintiéndome incómoda porque me estaba


mirando. Era la primera vez que nos veíamos cara a cara desde que descubrió que yo

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sabía la verdad y no estaba segura de qué decir o qué hacer. Era tan extraño mirarlo,
sabiendo la verdad de por qué me había comprado, mientras yo seguía sintiendo
miedo en su presencia, la gratitud iba ganando terreno poco a poco. Parecía nervioso
mientras estaba allí mirándome con aprensión, como si estuviera preocupado acerca
de mi reacción hacia él. Era sorprendente y yo lo miraba con interés, teniendo en
cuenta su aspecto desaliñado, tenía ojeras bajo sus ojos, arrugas que recubrían su
cara tanto que lo hacían parecer más viejo de lo que sabía que era. Estaba estresado y
obviamente desgastado por la vida, completamente agotado y necesitaba un alivio de
todo. Me preguntaba, mientras lo miraba, exactamente cuánto de eso lo había causado
yo.

“Yo, eh” comenzó, mirándome con cautela. “Me voy a Chicago, tengo un vuelo que sale
de Seattle a la una de la tarde”.

“Está bien”, dije tímidamente preguntándome por qué me estaba diciendo esto.

“¿Necesitas algo antes de que me vaya?” preguntó alzando las cejas inquisitivamente.
Mi ceño se frunció con la pregunta y él suspiró apretándose el puente de la nariz con
frustración.

“Como Edward tiene tu coche no quería dejarte varada, entonces quería ver si
necesitabas algo ahorita”.

“Oh” dije. El coche de Edward había estado en el taller toda la semana para que
pudieran arreglarlo y había tenido que estar desplazándose con el mío. “Um, no, estoy
bien, gracias”.

Asintió. “Está bien, entonces que tengas un buen fin de semana”.

“Usted también, señor” le respondí. Me miró con curiosidad como si tuviera algo más
que decirme, pero se dio la vuelta y se marchó sin decir otra palabra. Se fue unos
minutos más tarde. Pasé una buena parte de la mañana haciendo la limpieza,
quitándole el polvo a las mismas cosas a las que se lo había quitado toda la semana.
La casa estaba impecable, más limpia de lo que había estado antes de que me hiciera
cargo de ella. Era una especie de ironía teniendo en cuenta que no estaba obligada a
limpiar. Pasaban un poco de las once de la mañana, cuando estaba limpiando la
despensa en la cocina, manteniéndome ocupada hasta que Edward llegara a la casa.
Alice se había ido a Seattle para pasar el tiempo con Jasper como solía hacerlo todos
los fines de semana, y estaba empezando a sentirme sola en esta enorme casa,
silenciosa. Estaba trabajando con los enlatados, clasificándolos por su tipo gracias al
aburrimiento, cuando oí el crujido de la grava afuera y el ronroneo de un motor. Me
tensé de inmediato y me acerqué a la ventana, mirando con curiosidad mientras un
deportivo rojo desconocido se estacionaba en frente de la casa. El coche se apagó y se
abrió la puerta del lado del conductor, una mujer rubia salió de él. Mi ceño se frunció
con confusión mientras ella miraba alrededor con nerviosismo, la verdad me golpeó, ya

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la había visto antes, después de que alcancé a ver su rostro.

Era la enfermera del hospital, Heidi, si recordaba correctamente. Cerró la puerta del
coche y se dirigió hacia la casa, la ansiedad comenzó a deslizarse dentro de mí. Me
quedé allí un momento debatiéndome qué hacer antes de dirigirme al vestíbulo, el
sonido del timbre se escuchó con fuerza, lo que me detuvo en seco. Algo sobre ese
sonido me envió un escalofrío, de miedo, por toda la espalda, esa sensación de miedo,
que había sentido antes, regresó con tanta fuerza que pensé que iba a vomitar.

Me agarré de la orilla del piano para no caerme, sorprendida por mi reacción tan
intensa. Me quedé allí y trate de controlarme, mis manos comenzaron a temblar
cuando el timbre sonó otra vez. Algo estaba definitivamente mal.

Agarré mi celular y lo abrí, explorando a través de los números y vacilando llegué al


del doctor Cullen. Me sentí ridícula, porque era probable que solo buscara al doctor
Cullen para algo referente al trabajo, pero no pude evitar la sensación que me advertía
que no abriera la puerta porque era una mala idea. El timbre sonó de nuevo y di un
paso atrás, apoyándome contra la pared mientras marcaba el número de teléfono del
doctor Cullen, el teléfono sonó un par de veces y estaba a punto de colgar, sabiendo
que pronto se iría a su correo de voz, cuando de pronto contesto. Su voz sonaba
asustada y me di cuenta inmediatamente de que era la primera vez que lo llamaba.

“¿Pasa algo, Isabella?” preguntó con alarma. Dudé sin saber qué decir o cómo
explicarlo. Me sentí completamente ridícula porque se suponía que estaba empezando
a ser independiente y la simple presencia de una mujer joven, aparente inofensiva, en
la puerta de la casa me hizo sentir tanto pánico.

“Yo, eh, no estoy segura señor”, tartamudeé.

“¿Qué está pasando?” me preguntó. Suspiré y el timbre de la puerta sonó con fuerza
otra vez, haciéndome estremecer.

“¿Quién está ahí, Isabella?” preguntó con voz grave, después de escuchar el timbre.

“Es, eh, la enfermera del hospital”, le respondí. “La que trabaja con usted”.

“¿Heidi?” Me preguntó sonando confundido.

“Si”, le dije. “Iba a abrirle, pero…”

“No”, dijo bruscamente, su tono me asustó haciéndome callar de inmediato. “No


respondas, Isabella, no sé lo que quiere, pero ella no está allí buscándome a mí”.

“Está bien”, dije vacilante, sin entender mucho pero algo asustada por su respuesta. Lo
oí maldecir cuando el timbre sonó de nuevo seguido por una serie de fuertes golpes.

“Comunícate con Edward de inmediato, no te quiero sola en este momento”, dijo

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sonando muy serio. “Necesito que configures la alarma, ¿te acuerdas del código?”

“Si”, dije con voz temblorosa a causa de los nervios. Algo estaba definitivamente mal,
si el doctor Cullen lo intuía.

“No quiero que abras la puerta hasta que no veas a Edward al otro lado de ella,
¿oíste? No me importa quién se presente, no le abras a nadie más que a Edward”, dijo
severamente.

“Sí, señor” le dije. El doctor Cullen dijo que iba a hacer unas llamadas antes de
decirme que no me preocupara y colgara, cerré el teléfono, agarrándome a él con
fuerza mientras lentamente caminaba a la puerta principal. La puerta estaba abierta,
contuve la respiración mientras agarraba el cerrojo y lo giraba lentamente hasta que
hiciera clic. Heidi seguía tocando, exhalé un suspiro de alivio, los golpes no vacilaron
por lo que no me había oído cerrar la puerta. Miré el teclado al lado de la puerta e
ingresé el código, 62373, pulse el botón rojo para activarla.

Heidi dejó de tocar y su voz apagada se escuchaba a través de la puerta mientras


pegaba mi oreja a la puerta, tratando de averiguar qué estaba pasando afuera.

“¿Qué quieres que haga?, ella no está respondiendo” dijo ella con voz débil y apenas
audible. Mi ceño se frunció con confusión porque ella estaba sola, pero después de un
segundo me di cuenta que estaba hablando por teléfono. No tenía la menor idea de
con quién estaba hablando, pero me ponía nerviosa, muy nerviosa. “Sí, estoy segura
que está aquí. El doctor Cullen la dejó esta mañana como se suponía que debía…”
hubo una pausa, el silencio se hizo muy largo mientras mi corazón latía furiosamente.
“No, ella no está con él. Ese cabrón está tomando una prueba hoy, te lo dije. Esa es la
razón por la que elegimos hacerlo hoy, ¿recuerdas? Ella definitivamente está aquí y
sola, solo hay que hacer que abra la maldita puerta de alguna manera”, hubo una
breve pausa antes de continuar, su voz se tambaleaba, la desesperación y angustia se
hacían presentes, “Lo sé, lo entiendo, pero ¡no seas así, por favor! Te quiero Jay, te lo
juro y no quiero decepcionarte, prometo que voy a hacer bien este trabajo, lo haré bien.
Sé lo que esto significa para ti”.

Mis rodillas casi cedieron y grité, tapándome la boca con rapidez para callarme,
cuando comenzó a golpear la puerta con impaciencia. Me tensé esperando que no me
hubiera oído.

“¿Hola?” gritó ella “¿Estás por ahí?”. Me escabullí tan silenciosamente como pude
hacia un lado, acurrucándome en un rincón junto al piano, cuando abrí mi teléfono de
nuevo. Estaba asustada y confundida, la sangre empezó a correr furiosamente por todo
mi cuerpo. Examiné a través de mi lista de números de manera rápida y marqué el de
Edward, mi temor fue en ascenso cuando sonó su correo de voz. Dejé escapar un
suspiro tembloroso y las lágrimas se comenzaron a formar, cuando ella comenzó a
golpear la puerta y tocar el timbre varias veces otra vez gritando mi nombre. Podía oír

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el enojo en su voz y me sorprendió porque nada de esto tenía sentido.

No sabía qué quería, por qué estaba allí o con quién estaba hablando, pero cualquiera
que fuera la razón sin duda no era nada bueno. Examiné de nuevo mi lista de números,
sabiendo que Emmett y Rose no podían ayudarme al estar al otro lado del país y Alice
y Jasper no serían capaces de ayudarme desde Seattle. Ya había hablado con el
doctor Cullen y hecho lo que me había ordenado, estaba casi sin opciones cuando
llegué al último número de mi teléfono. Después de lo que había ocurrido la semana
pasada, del dolor que le había causado a Edward, me había jurado que no lo volvería
a usar. Me senté allí temblando, mientras la impaciencia de Heidi crecía, debatiendo
furiosamente qué iba a hacer, cuando sus palabras se hicieron más feroces.

“Te juro que voy a entrar si no me contestas la puerta”, espetó ella. “No estoy
autorizada a irme de aquí sin ti y que me lleve el diablo si dejo que una pequeña
esclava arruine todo lo que tengo a mi favor”. Mi ritmo cardiaco se disparó ante sus
palabras, asombro y confusión llegaron a mí. Me llamó esclava, su rabia me asustó
porque sabía más de lo que debía y no estaba segura de qué hacer con eso. Casi
empiezo a hiperventilar, porque aunque la puerta estaba cerrada con llave, no conocía
a Heidi y no tenía ni la más remota idea de lo que era capaz de hacer. Comenzó a
golpear las ventanas cuando la puerta no funcionó, en ese momento apreté el botón de
llamada en mi teléfono sin pensarlo más, temblando y tratando de mantener alejado
mi miedo. Sonó tres veces y mi desesperación golpeó su punto más alto, a sabiendas
que era mi última opción, silenciosamente recé para que él respondiera y fuera capaz
de hacer algo.

“Debo estar soñando”, sonó la voz de Jacob después del cuarto tono. “Nunca pensé que
este número volvería a aparecer de nuevo. Debes de extrañar mis chistes”.

“Jacob”, dije rápidamente, hablando tan bajo como podía y esperando que él me
entendiera a pesar de que mi voz temblaba. No respondió por un segundo y me
pregunté brevemente si me había escuchado.

“¿Estás bien?”, preguntó por fin, todo rastro de alegría había desaparecido de su voz
“Digo ¿ha pasado algo?, ¿estás herida?”

“Sí, quiero decir, no. Estoy bien al menos eso creo”, divagué.

“¿Necesitas ayuda?”, me preguntó

“Sí, no sé a quién más recurrir” respondí con nerviosismo “Yo, eh, el doctor Cullen me
dijo que me comunicara con Edward de inmediato para decirle que viniera a casa,
pero su teléfono no está encendido”.

“¿Entonces me estás llamando porque quieres localizar a tu novio?” me preguntó con


confusión. Suspire frustrada y nerviosa por completo.

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“No, bueno sí pero no solo para localizarlo. Necesito que vuelva a casa de inmediato”,
le dije.

“¿Y crees que si lo hago es una buena idea?”, me preguntó. “Sin ánimo de ofender ni
nada, pero no estoy de humor como para ser atacado el día de hoy. Solo ha pasado
una semana desde que me patearon el culo, lo sabes”.

“Lo sé, lo siento, es que… no sé a quién más recurrir”, expliqué “¿Por favor? Es
realmente importante”.

“Claro, claro”, murmuró no sonando muy contento. “Lo que sea, te voy a ayudar.
¿Dónde está Edward?”

“Está haciendo un examen en el instituto”, le respondí, aliviada de que él estuviera de


acuerdo en ayudarme a pesar de su renuencia a involucrarse. “Esa cosa del examen
SAT”.

“Jesús” dijo “¿No solo quieres que vaya a tratar de decirle a Edward qué hacer, sino
que también quieres que traspase propiedad privada y lo arrastre fuera del maldito
SAT? En serio me vas a deber una. Va tratar de matarme. Moriré hoy”.

“No lo hará, lo juro. Él lo entenderá”, le dije mientras Heidi empezó a mover


furiosamente el pomo de la puerta principal haciendo que gritara de nuevo, mi corazón
empezó a latir más fuerte. “Gracias, Jacob”.

“¿Algo está muy mal, verdad?”, preguntó con inquietud.

“Sí” respondí con pánico. “Por favor, necesito a Edward”. Estuvo de acuerdo
rápidamente y colgó, me dijo que me relajara y que tendría a mi novio en casa en
pocos minutos, incluso si eso significaba que tuviera que atarlo y arrastrarlo. Me senté
en esquina por un momento mirando el reloj de la pared, viendo que era casi
mediodía. No tenía ni idea de a qué hora terminaba la prueba, me sentí culpable por
hacer que abandonara la prueba, pero estaba asustada y confundida, y tenía
suficiente con la alarma del doctor Cullen, sabía que la situación era de emergencia.
Los golpes furiosos se detuvieron después de un tiempo y todo quedó en un extraño
silencio. Oí un portazo y un motor al arrancar, el sonido de las llantas girando en el
camino de la entrada. Me puse en pie con ansiedad, entré a la cocina, mirando por la
ventana para verificar que en realidad se había ido. Dejé escapar un suspiro de alivio y
me dirigí al vestíbulo para volver a llamar a Jacob y decirle que no se preocupara que
todo estaba bien y pedirle disculpas por molestarlo, esperando que no hubiera
perturbado a Edward en su examen.

No quería hacer la situación peor de lo que ya era o fuese, o hacer un drama


innecesario, ya que al parecer se había dado por vencida y se había ido. Marqué el
número de Jacob, el teléfono comenzó a sonar cuando cautelosamente me fui
acercando a la sala de estar, mis pasos eran vacilantes cuando miré por la ventana y

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vi una forma en el patio trasero. La persona estaba de pie en la línea de los árboles
frente a mí, con los ojos fijos en la casa. No estaba segura si me podía ver desde donde
estaba, pero me quedé congelada en donde estaba por si acaso, no queriendo llamar
su atención haciendo algún movimiento. Miré el patio con confusión, de repente me
empecé a sentir mareada, mis rodillas se debilitaron, cuando reconocí la cara que me
miraba. Incluso desde la distancia no había duda de quién era y casi podía imaginar
la sonrisa maliciosa que empezaba a formarse en sus labios, si me hubiera visto. Me
pregunté si me podía sentir, como un animal rabioso podía oler el miedo de su presa a
kilómetros de distancia, y me pregunté si él sabía que yo era consciente de su
presencia, probablemente estaba disfrutando si lo hacía, disfrutando en cada
momento de la tortura y del miedo que me estaba causando. Me imaginaba sus ojos de
hielo, azules, fríos y duros, clavados en mí, a través del patio, mirándome con intriga
inquietante.

Eran unos ojos que esperaba no volver a ver otra vez, los ojos de un depredador
peligroso. Empecé a hiperventilar cuando la forma poco a poco se acercaba a la casa,
todo parecía en cámara lenta. Mi visión se volvió borrosa, el aire comenzó a faltarme,
el corazón me latía con tanta fuerza que comenzaba a doler. Me agarré el pecho, todo
empezó a tener sentido, al darme cuenta de que Heidi había llegado a la casa por él, y
al final él había llegado por mí.

Debí haber sabido que vendría algún día, debí haber sabido que él no aceptaría lo
que había pasado.

Ese sentimiento de temor se apoderó de mí, mi visión se volvió aún más borrosa y
apenas oí la voz de Jacob diciendo mi nombre en el otro extremo del teléfono, a través
del sonido de la sangre corriendo en mis oídos.

“Date prisa”, le susurré con la poca fuerza que me quedaba, antes de que mis piernas
se doblaran mientras un mareo llegaba y me desmayé.

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“La muerte deja una angustia que no se puede curar, el amor deja un recuerdo que
nadie puede robar” “Una lápida en Irlanda

Edward cullen
Fulminaba con la mirada el papel sobre el escritorio frente a mí, agarrándome el pelo
con una mano en frustración y dando golpecitos al escritorio usando mi lápiz con la
otra mientras mis ojos repasaban la pregunta. Había leído la maldita cosa al menos
una docena de veces, pero al parecer no podía concentrarme en la mierda que decía.
Había estado sentado en la puñetera habitación por horas respondiendo pendejadas
sobre gramática, comprensión de lectura y matemáticas, mi culo dolía por la dura silla
de madera y mi cabeza latía por estar saturada.

Gemí en voz alta mientras me reclinaba en la silla, tratando de cambiar mi posición


para ponerme más cómodo, y la chica sentada junto a mí me lanzó una mirada de
molestia. Le arqueé una ceja, simplemente retándola a decirme alguna mierda, y ella
solo rodó los ojos antes de centrar de nuevo su atención en el puto examen. Me le
quedé mirando por un momento enojado, sin siquiera poder recordar su maldito
nombre en ese momento. Era linda, en esa forma 'inclina mi cuerpo y dame duro por
detrás', pero estaba muy seguro de que en realidad nunca la había follado. No estaba
seguro por qué, porque tenía un cuerpo decente y un rostro tolerable, definitivamente
del tipo que hubiera convencido para meternos en el armario del conserje en algún
momento. Tenía esos labios gruesos y regordetes como Angelina Jolie, del jodido tipo
que se veían que su lugar estaba en torno a alguna polla, y mirando a la chica me
preguntaba si tal vez me había hecho una paja antes. No había forma de que esos
labios pasaran inadvertidos por mí, así que definitivamente habría tratado de
convencerla, y sabía a ciencia cierta que de haberlo intentado no había puta forma de
que ella me hubiera dicho que no. Nadie me decía que no.

Cristo, era un cabrón enfermo. Tenía que estar tomando el maldito examen para
decidir a dónde podría ir a la universidad y en lugar de estar prestando atención a eso,
estaba tratando de averiguar si la chica sentada junto a mí alguna vez me había
chupado la polla o no. ¿Cuál demonios era mi problema?

Ella me miró con desaprobación por el rabillo de su ojo, obviamente sintiendo que la
estaba mirando. “¿Qué quieres?” Articuló molesta, fulminándome con la mirada.
Suspiré y negué con la cabeza.

“Ni una mierda,” murmuré en voz baja, volviendo a mirar al papel en mi escritorio. No
me importaba ni una mierda la chica, francamente no me importaba ninguna de ellas.

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Ya apenas si notaba a las demás, no pensaba en lo absoluto en ninguna de las perras
del Instituto de Forks. Todas eran iguales y no había ni una maldita cosa que alguna
de ellas pudiera hacer por mí. Tenía a mi Bella y ninguna de ellas podría alguna vez
compararse a ella, no había duda en mi mente. Joder, ella era la única que me
importaba, era la única chica a quién quería mirar. Ella era todo lo que jodidamente
quería, todo lo que alguna vez necesité. Era la razón por la que estaba sentado en esta
maldita sala, estresándome por este ridículo examen y así poder alejarla de toda esta
mierda y empezar una nueva vida con ella en alguna parte. Hermosa, inteligente y
dulce, tenía un gran corazón y un coño apretado que ninguna otra chica podrá jamás
igualar. Había sido completamente consumido por ella, toda mi vida giraba en torno a
ella. Me tenía envuelto en su dedo meñique y no había ni una maldita cosa que no
haría o dejaría de hacer por ella.

Era un mandilón (N.T. (En España: Calzonazos. En inglés la palabra es pussy whipped,
literalmente sometido por un coño por eso lo que él dice a continuación), como Emmett
me llamaría... excepto que yo no había tenido un coño en putos siglos. Le eché un
vistazo al reloj en la pared, viendo que faltaba un cuarto de hora para el mediodía. El
administrador anunció que solo quedaban cinco minutos y suspiré con fuerza,
haciendo el intento de centrar de nuevo mi atención en el examen frente a mí. Leí la
última pregunta una vez más, tratando de entender las puñeteras analogías escritas
sobre el papel. No sabía qué significaban la mitad de las malditas palabras así que no
había manera de que alguna vez entendiera cómo estaban relacionadas. Me di por
vencido después de un momento y dejé caer el lápiz sobre el escritorio, sin siquiera
molestarme en responder la maldita pregunta. La única analogía que me interesaba
en ese momento era 'hierba es para fumar, lo que coño es para follar', porque esa era
la única maldita cosa en la realmente estaba interesado. Necesitaba calmar mis
nervios, y sabía que una pipa y mi Bella Ragazza eran las únicas dos cosas que podían
hacer eso.

El tiempo se terminó y se pidió que nos detuviéramos antes de recoger nuestros


exámenes y decirnos que podíamos irnos. Salí de la sala y me dirigí a la salida,
flexionando mis encogidos dedos y giré mi cuello en un intento de sacar la tensión de
él. Salí y entrecerré los ojos cuando me dio el sol, jodidamente sorprendido de que no
estuviera lloviendo, para variar. Todavía era muy temprano, alrededor del mediodía,
así que todavía había tiempo durante el día para que Isabella y yo hiciéramos algo
solo para relajarnos después de la estresante mañana de mierda. Sabía que mi padre
iba a salir de la ciudad así que seríamos solo nosotros dos, y pensé que ya que estaba
agradable afuera podríamos salir al prado de nuevo. Todavía había mierda de la que
teníamos que resolver, cosas de las que necesitábamos hablar, y el prado siempre
había sido a dónde iba de niño para aclarar mis pensamientos. Estaba jodidamente
tranquilo allí, como si cuando entrabas allí todas putadas en la vida se desvanecían, y
eso era exactamente lo que ambos necesitábamos.

Me dirigí hacia el estacionamiento, viendo a Jessica parada con Tanya y Lauren en el

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patio. Todas me miraron a medida que me acercaba, y le sonreí a Jessica, haciendo un
gesto con la cabeza en señal de saludo.

“Hola Jessica,” dije cortésmente. Sus ojos se abrieron con lo que creo fue sorpresa de
que estuviera saludándola mientras una sonrisa se extendía lentamente por su rostro.

“Hola Edward,” dijo emocionada. “¿Cómo crees que te fue?”

Me encogí de hombros. “Bien, supongo. ¿Y a ti?” Pregunté.

“Excelente, espero. Lo tomé el año pasado y lo hice bastante bien, pero necesito una
calificación un poco más alta para entrar en la escuela a la que tengo planes de ir,” me
dijo.

“¿Ah sí? ¿Dónde es eso?” Pregunté, sin que realmente me importara una mierda a
dónde carajos fuera pero ella había sido amable conmigo así que imaginé que lo
menos que podía hacer era charlar un poco.

“Notre Dame,” me dijo. “Quiero estudiar filosofía y teología.”

“¿En serio?” Pregunté sorprendido. No era fácil conseguir que te admitieran en esa
escuela y no tenía puta idea de que ella fuera lo suficientemente inteligente para esa
mierda. Siempre pensé en Jessica como del tipo que toma un año o algo así de
universidad comunitaria antes de terminar como mesera en algún Hooters.

“Sí, siempre he querido ir allí. He estado hablando de eso desde que era una niña.
También soy una gran fanática de su equipo de fútbol,” ella dijo. Me le quedé mirando,
sintiéndome como un maldito idiota porque siempre había pensado que ella era como
todas las demás y no sabía nada sobre el deporte. Y mierda, la conozco desde hace
muchos años de mierda y había estado acostándome con ella hace unos cuantos de
esos- ¿No debería saber esas malditas cosas?

“Bueno, buena suerte con eso. Sabes que allí es dónde fueron Emmett y Rosalie,
¿verdad?” Le pregunté.

“No, ¿en serio? Al menos conoceré a alguien allí,” me dijo. “¿Qué hay de ti? ¿A dónde
vas a ir el próximo año?”

Suspiré y me encogí de hombros, pasando la mano por mi pelo. “Todavía no lo sé. Tal
vez a Stamford en Cali”, Comencé a decir cuando el sonido de llantas chillando me
detuvo. Me giré para mirar en dirección del ruido, mi ceño frunciéndose en confusión
cuando vi la motocicleta entrar a toda velocidad al estacionamiento. “¿Qué
demonios?”

“¿No es ese Jacob?” Tanya preguntó detrás de mí. Mis ojos se estrecharon en respuesta
a su nombre y vi como metió rápidamente la moto en el lugar justo a un lado de donde
yo estaba estacionado, preguntándome por qué carajos estaba él allí. Se bajó de la

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moto y se quitó el casco, mirando rápidamente para todos lados. Miró en nuestra
dirección y se tensó, mirando fijamente hacia mí por un momento. Lo fulminé con la
mirada furioso y vi su boca moverse mientras murmuraba algo para sí mismo,
empezando a dar pasos vacilantes en nuestra dirección. Mis manos empezaron a
temblar a medida que se acercaba y las apreté en puños para intentar detenerlas, la
ira se disparó a través de mí.

“Cullen,” dijo, deteniéndose frente a mí. Sus ojos se movieron hacia las chicas, una
expresión en su rostro. “Tengo que hablar contigo sobre Isabella. Ella...”

Ni siquiera le di tiempo de terminar su frase, a sabiendas que sea lo que sea que
estaba a punto de decir no era algo que quisiera escuchar. Mis nervios todavía
estaban de punta y su puta presencia me estaba encabronando, la ira
consumiéndome. Eché mi puño hacia atrás y lo golpeé directo en la mandíbula con
tanta fuerza como pude, su cabeza cayendo hacia un lado bruscamente al mismo
tiempo que él se tambaleaba hacia atrás.

“No digas su puto nombre,” grité molesto. Él levantó su mano a dónde lo había
golpeado, su rostro irradiando ira cuando se volvió para fulminarme con la mirada.

“Eres un pendejo,” escupió en respuesta, frotando su mandíbula. “Jesús, de verdad hay


algo malo contigo. Le dije que te pondrías como un psicótico conmigo si venía aquí.”

“¿Perdón?” Le espeté, agarrando su camiseta con brusquedad y jalándolo en mi


dirección. “¿Qué demonios quieres decir con que le dijiste? ¿Cuándo carajos hablaste
con ella?”

Él agarró mi mano que estaba sujetando su camiseta y me forzó a soltarlo,


empujándome. “Hace veinte minutos, cabrón. Ella me llamó.”

Sus palabras dolieron y traté de contener mi furia al escucharlo. ¿Ella lo llamó? ¿Por
qué demonios le llamó? “¿Qué quieres decir con que te llamó?” Pregunté, sin querer
creer que ella había hecho eso después de la mierda que acabábamos de pasar. Ella
era una chica inteligente y reconoció lo mucho que me había lastimado esa mierda. No
había manera de que lo hubiera hecho de nuevo.

“Estoy hablando de, ring, ring, llamó a mi jodido teléfono,” escupió molesto,
sacudiendo la cabeza. ¿A qué más me podría estar refiriendo con que “me llamó”?
¿Qué tan estúpido eres?”

“Eres un hijo de perra,” le grité, arremetiendo contra él. El miedo pasó rápidamente por
su rostro por un breve segundo antes de que sus ojos se entrecerraran con rabia y se
preparó para recibirme. Lancé un puñetazo y conecté con su mandíbula, rompiéndole
la boca con el golpe, pero estaba preparado y apenas trastabilló antes de devolverme
el golpe. Me golpeó con fuerza en las costillas y me quedé sin aliento ante lo
inesperado del mismo, echando mi puño hacia atrás para golpearlo de nuevo pero

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antes de que pudiera hacerlo me dio un golpe directo en la nariz.

Mi visión se hizo borrosa y entrecerré los ojos cuando el agudo dolor se disparó por mi
rostro. Me llevé la mano a mi nariz y de inmediato sentí la calidez, apartándola de mi
rostro para ver la sangre que ahora estaba corriendo por ella. El verlo hizo que mi ira
se saliera de control y volé hacia él de nuevo, mi puño conectando con su boca una vez
más con tanta fuerza como pude reunir. Su cabeza cayó con fuerza hacia un lado y
casi perdió el equilibrio, dándome la oportunidad de golpearlo unas veces más
mientras estaba desprevenido. Levantó sus manos para defenderse y consiguió darme
otro golpe en la nariz, el agudo dolor se intensificó. Estaba palpitando dolorosamente y
jodiendo mi vista, mi visión se borró por completo por un segundo y le dio a Jacob justo
el tiempo suficiente para recuperar la compostura.

“¡Détente!” Gritó, empujándome hacia atrás y levantando sus manos. ¡Jesús, Cullen,
solo détente!”

“Vete a la mierda,” grité, sintiendo que alguien agarraba mi brazo. Me solté de su


agarré y me volví rápidamente para ver a Tyler parado allí, atónito. Las chicas estaban
de pie detrás de él con una expresión de horror en sus rostros mientras que Michael
Newton se acercaba con otros dos tipos siguiéndolo.

“¿Así es cómo se saludan siempre?” Tyler preguntó, mirando a Jacob y a mí


sorprendido. Me reí secamente y me limpié la nariz con el dorso de mi mano, gruñendo
cuando no hice otra cosa que mancharme todo. Agarré el dobladillo de mi camiseta y
la levanté, apretando mi nariz con ella y tratando de detener el pinche sangrado.

“¿No lo sabías?” Jacob dijo, sacudiendo su cabeza enojado y lamiendo su labio


partido. “Así es como Cullen dice 'hola' a sus viejos amigos.”

“Tú no eres mi puto amigo,” espeté, bajando mi camiseta. “Puñetero traidor.”

“Pendejo,” él escupió en respuesta. “Uno pensaría que mostrarías algo de jodida


gratitud. No tengo que venir aquí.”

“¿Por qué demonios lo hiciste?” Le dije, preguntándome a dónde demonios quería


llegar. “¿Estás tratando de joder un poco más con mi vida? ¿Tratando de meterte en mi
relación? Estás perdiendo tu maldito tiempo porque no vas a interponerte entre
nosotros. Ella me ama y no hay una maldita cosa que puedas hacer para cambiar
eso.”

“¿Crees que estoy intentando separarlos? ¡Jesús, necesitas que te revisen la cabeza!
¡Deja de ser tan malditamente paranoico, Cullen, y escucha por una vez!” Dijo molesto.
“La única razón por la que vine aquí es porque Isabella me llamó.”

Mi ceño se frunció en confusión pero antes de que pudiera decir algo, una risa
estridente sonó detrás de mí. “¿Ustedes, pendejos, están peleando por esa puta

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sirvienta?” Tanya preguntó con incredulidad. “Esto no puede ser real.”

“Cierra tu puta boca, perra,” grité, dándome la vuelta para fulminarla con la mirada.

“No la llames así,” Jacob gritó furioso. Me volví de nuevo, a punto de saltar de nuevo
sobre él por hablarme de esa forma, pero me detuve cuando su puta mirada estaba fija
más allá de mí. Me le quedé mirando confundido, sorprendido cuando me di cuenta
que no estaba gritando porque yo hubiera llamado a Tanya una perra, sino que estaba
encabronado porque Tanya había llamado a Isabella una sirvienta. “Ella es una
buena persona, a diferencia de tu culo de zorra.”

“Tú ni siquiera la conoces,” le dije, irracionalmente celoso de que estuviera


defendiendo a mi novia cuando ese era mi puto trabajo. Él me miró molesto, rodando
sus ojos.

“La conozco lo suficiente,” dijo con firmeza. “Sé que ella tiene toda la razón del mundo
para estar enojada contigo, pero por alguna maldita razón todavía te ama. Se requiere
de una persona fuerte para ver más allá de la mierda que has hecho, Cullen. ¿Y en
serio vas a quedarte aquí y discutir esto conmigo? Esto es ridículo. Estoy perdiendo mi
tiempo incluso por tomarme la molestia de venir.”

“Entonces vete,” le dije rotundamente. “Joder, yo no te pedí que vinieras aquí.”

“No, pero ella sí,” espetó. “Ella me dijo que viniera a buscarte porque no tenía a nadie
más a quién pedírselo y necesitaba que fueras a casa. Traté de hacerle un favor en
contra de mi buen juicio y en lugar de escuchar, prefieres pasar el rato con tus putas y
pelear conmigo sin ninguna maldita razón.”

Lo miré con confusión. “¿Ella te pidió que vinieras a buscarme?” Le pregunté, sin
entender porque esa mierda no tenía sentido. Ella sabía que estaba tomando mi
examen y estaría en casa tan pronto terminara, así que no había maldita razón para
involucrar a Jacob Black.

“Sí,” dijo, sacudiendo su cabeza. “En realidad, ella no me explicó nada y le dije que no
era buena idea pero dijo que era importante. Creo que alguien estaba allí o algo así.”

Me tensé ante sus palabras, el temor recorrió mi cuerpo. “¿Cómo sabes que alguien
estaba allí?” Pregunté rápidamente.

“No lo sé,” me dijo. “Solo escuché lo que me pareció era un timbre y ella parecía un
poco nerviosa por ello.”

Mi mente inmediatamente empezó a repasar putos escenarios al mismo tiempo que


pasaba junto a Jacob empujándolo, corriendo hacia mi coche en el estacionamiento.
Sabía que mi padre no estaba en la ciudad y que Alice se había ido, así que no había
nadie que debiera estar en la casa. Ella sabía que tan importante era mi puto examen

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y no hubiera querido que lo perdiera, y seguro como la mierda que no iría hasta el
extremo de llamar a alguien como Jacob para ayudarla a menos que fuera una
emergencia. Escuché a Jacob gritando detrás de mí pero no me molesté en responderle
mientras entraba de un salto al coche y lo encendía de inmediato entrando en pánico.
Lo eché en reversa y salí rápidamente de mi lugar en el estacionamiento mientras
Jacob corría hacia su motocicleta, puse el coche en marcha e hice chirriar las llantas
cuando pisé hasta el fondo el acelerador.

Empecé a correr a toda velocidad a través de las calles de Forks y encendí mi teléfono,
viendo una llamada perdida de Isabella y una de mi padre. El hecho de que mi padre
llamara, sabiendo que estaba tomando mi SAT (N.T. Prueba de admisión para la
universidad en los Estados Unidos), hizo que mi pánico aumentara aún más. Llamé al
número de Isabella de inmediato, intentando calmarme y decirme a mí mismo que todo
estaba bien, pero no estaba funcionando.

Estaba claro que no todo estaba jodidamente bien.

“Contesta el jodido teléfono,” le dije a nadie en particular, mi ansiedad elevándose


cada vez que sonaba el timbre. Contestó su buzón de voz y presioné el botón para
terminar la llamada, nerviosamente remarqué su número sin vacilar. Estaba distraído y
terminé pasándome una luz roja, haciendo que un coche diera un frenazo y derrapara
hasta detenerse, faltando poco para golpearme. Mi corazón latía rápidamente y el
teléfono resbaló de mis manos temblorosas, golpeando el suelo del coche con un ruido
sordo. Me maldije, sabiendo que todavía estaba marcando el maldito número de
Isabella y bajé mi mano para recogerlo pero el volante se giró bruscamente y casi me
eché el maldito buzón de alguien en el proceso.

Me enderecé y me aferré al volante con fuerza, sabiendo que tenía que prestar
atención al camino para que pudiera llegar a casa en una pieza. La única cosa que de
verdad calmaría mi preocupación sería verla con mis propios ojos, así que pisé el
acelerador con fuerza y corrí, volando a través de las calles y esperando como el
demonio que los policías no anduvieran cerca. Llegué a los límites de la ciudad y
conduje hacia la casa, dando un frenazo cuando me acerqué al camino de entrada,
pude ver marcas frescas de las que dejan las llantas al patinar y rodadas en el camino,
el verlas me hizo entrar en pánico porque a estas alturas era claro que alguien
definitivamente había venido a la puta casa.

Di un volantazo a la derecha sobre el camino de entrada pero detuve el coche, bajando


mi mano y agarrando el teléfono del suelo del coche. Lo deslicé en mi bolsillo y volví a
bajar mi mano, tocando debajo del asiento buscando mi arma. La había cambiado al
coche de Isabella cuando llevé el Volvo al taller, no del todo cómodo con dejarla en
casa.

Sentí el metal y la agarré, sacándola y poniéndola en el asiento junto a mí solo en caso


de que la necesitara por alguna razón. Me sentí ridículo, como si tal vez estuviera

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exagerando, pero algo dentro de mí me dijo que algo estaba muy mal. No había
coches estacionados en el patio y la casa parecía tranquila, tal y como la había
dejado. Estacioné el coche cerca del porche y nervioso agarré mi arma, bajando del
coche y mirando alrededor con atención. Todo parecía tranquilo y en su lugar, ninguna
señal de peligro. Cerré la puerta del coche y deslicé el arma dentro de la cintura de mis
pantalones y subí al porche, intentando con el pomo pero encontrando la puerta
cerrada con llave. Le quité el seguro y la abrí, escuchando de inmediato el pitido de la
alarma. Abrí la puerta y rápidamente desactivé la alarma, dándome la vuelta para
mirar hacia el vestíbulo y me congelé. Se me heló la sangre cuando vi el teléfono de
Isabella abierto sobre el suelo de madera y miré alrededor con desconfianza, tratando
de mantener la calma pero estaba al borde de la puta histeria.

“¿Isabella?” La llamé, mi voz resonó en la casa aparentemente vacía. Escuché un


alboroto en la cocina y caminé hacia esa dirección, parándome en seco en la entrada.
Isabella estaba de pie detrás de la larga encimera y mi ceño se frunció por la confusión
cuando vi que estaba agarrando un palo de amasar, su mano echada hacia atrás
como si estuviera preparada para romperle la madre a alguien con él si se acercaban
a ella. Se veía aterrorizada y podía verla temblar desde donde estaba parado, pero el
alivio comenzó lentamente a adueñarse de su expresión cuando se dio cuenta de que
solo era yo.

“¿Edward?” Dijo vacilante.

“Eh, sí,” le dije, riendo con nerviosismo. Si no hubiera estado tan malditamente
confundido sobre lo que estaba pasando tal vez hubiera encontrado esta mierda
divertida. “¿Estás bien?”

Ella asintió, mirando para todos lados. “Ahora lo estoy,” respondió, mirándome
conmocionada. “Yo, eh... ¿tú estás bien?”

“Sí, ¿por qué no lo estaría?” Le pregunté. Ella parpadeó un par de veces y continuó
mirándome con una expresión casi de desconcierto.

“¿Qué sucedió?” Preguntó.

“¿Qué?” Pregunté confundido, porque lo que me estaba preguntando no tenía ningún


maldito sentido. “¿No debería estar yo preguntando eso?”

“Sí, pero... tú nariz,” dijo vacilante. Levanté mi mano e instintivamente la agarré,


haciendo una mueca por el dolor que se extendía por mi nariz. Por mi maldito pánico
me había olvidado por completo de mi lesión, el miedo que sentí por ella anuló todo el
dolor.

“Solo tuve una pequeña pelea con Jacob,” le expliqué, sin querer que pensara que fue
algo serio. Sus ojos se ampliaron con horror y jadeó.

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“¡Oh, Dios, Jacob! No lo lastimaste, ¿cierto? Solo me estaba ayudando,” dijo,
poniéndose nerviosa una vez más. Hice un ademán diciéndole que no fue nada
importante y negué con la cabeza.

“Jacob está bien. Él me puso peor de lo que yo a él esta vez,” le dije rápidamente,
encogiéndome a medida que dejaba salir las palabras, sin querer admitir que se
había adueñado de mi culo en esa pelea con el golpe a mi nariz. “¿Por qué lo
llamaste? ¿Qué pasó?”

“Yo, eh... Heidi estuvo aquí,” me dijo.

“¿Heidi?” Le pregunté, sorprendido por su respuesta, de todos los putos escenarios que
pasaron por mi cabeza, el nombre de esa perra era la última cosa que esperaba que
saliera de la boca de Isabella.

“Sí. Iba a abrir la puerta, pero decidí llamar al doctor Cullen primero, por suerte. Él me
dijo que no le abriera la puerta y que te llamara de inmediato para que vinieras a la
casa porque algo no estaba bien. No contestaste y Heidi se estaba molestando porque
no le abría la puerta, así que llamé a Jacob. Lo siento por haberlo llamado pero no
sabía a quién más llamar. Te juro que no quería lastimarte o causar más peleas,
Edward,” dijo rápidamente como suplicando, sus ojos llenos de lágrimas.

“No te preocupes por eso, tesoro,” le dije. “Lo entiendo. Me alegra que tengas alguien a
quién puedas llamar. Entonces, ¿qué, se dio por vencida y se fue? ¿Para qué carajos
estaba aquí?”

“Yo, eh... no lo sé,” me dijo, mirando alrededor con cautela. “Me amenazó, y dijo que
no permitiría que su vida sea arruinada por una esclava y....”

“¿Qué?” Le dije con incredulidad, interrumpiéndola. “¿Te amenazó? ¿Te llamó una
puta esclava?”

“Sí, ella lo sabe, creo,” dijo vacilante. “Pero ella se fue y luego...”

“¿Cómo demonios lo sabe?” Le pregunté furioso, tratando de contener mi ira pero no


estaba funcionando. “Tiene que haber estado diciendo pendejadas, no hay manera de
que ella sepa en realidad esa mierda.”

“Bueno, no lo sé. O sea, ella se fue y yo estaba llamando de vuelta a Jacob y...”
Comenzó a decir, sus palabras titubearon cuando el rugido de un motor se acercaba.
Ella se tensó y se me quedó mirando con pánico, así que me acerqué rápidamente a la
ventana, echando un vistazo para ver la motocicleta detenerse frente a la casa.

“Jodido Jacob,” murmuré con un gemido, negando con la cabeza. Él apagó la


motocicleta y se dirigió hacia la casa, mientras yo entraba al vestíbulo y abría la
puerta. Salí al porche e Isabella me siguió, deteniéndose detrás de mí.

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“¿Todo está bien?” Jacob preguntó cuando se detuvo a unos metros de distancia,
llevando su vista del uno al otro.

“Sí,” respondí con frialdad. “No tenías que venir aquí.”

“Edward,” Isabella dijo rápidamente, casi en forma de regaño. Me volví para mirarla y
ella me empujó a un lado, dando un paso al frente y sus ojos se movieron para todos
lados con ansiedad. Se bajó del porche y me tensé cuando se acercó a Jacob, mis ojos
se abrieron por la sorpresa cuando lo envolvió con sus brazos en un abrazo suelto.
Jacob se quedó inmóvil por un segundo por la conmoción, mirándome con recelo como
si esperara que le diera un puñetero disparo o algo así, antes de palmear suavemente
su espalda. “Gracias, Jacob. No tenías por qué ayudarme pero lo hiciste. No mucha
gente haría eso. Realmente lo aprecio.”

“Ah, no fue gran cosa,” dijo indiferente con un encogimiento de hombros cuando ella se
apartaba de él, pero conocía a Jacob lo suficientemente bien para saber que si era
gran cosa. Él se parecía mucho a mí en el sentido de que no recibía elogios a menudo
por hacer algo bueno, y estaba acostumbrado a que se le dijera que era una absoluta
mierda. De hecho, no es típico de Jacob la verdad hacer mierdas buenas, así que el
simple hecho de que la haya ayudado y tuvo las pelotas para enfrentarme a fin de
ayudarla no era una proeza pequeña para él. Casi empecé a sentirme mal por pegarle,
pero las punzadas en mi nariz contrarrestaron esa mierda. Ese hijo de puta tuvo suerte
de que no estuviera rota. “Entonces, ¿estás bien? ¿Crisis sorteada y todo eso?”

“Eh, bueno...” Isabella comenzó a decir, mordisqueando su labio inferior por los nervios
y viéndome de reojo.

“Solo fue Heidi,” le dije, bajando del porche a dónde ellos estaban de pie. “Vino a
tratar de hacer algunas pendejadas. Mi padre debió haberla mandado a freír
espárragos o algo así. Ya sabes que tan despechadas pueden ser las perras.”

“Um, no creo que eso sea lo que pasó...” Isabella comenzó a decir, negando con su
cabeza.

“Siempre fue una caza fortunas,” Jacob intervino. “Follaría a cualquiera con un poco de
dinero y poder. Nunca entendí por qué tu padre caería tan bajo. Ni siquiera yo caería
tan bajo.”

“Y una mierda,” solté de inmediato. “Tú la follaste.”

“No, no lo hice,” me dijo, entrecerrándome sus ojos. “Nunca toqué a esa zorra.”

“Sí, lo hiciste,” le dije. “Justo antes de las vacaciones de primavera. Estábamos en el


maldito hospital haciendo que te arreglaran el culo cuando te cortaste en esa maldita
roca saltando desde el acantilado. Ella te dio tu inyección para el tétanos y te reté a
que te la ligaras, ¿te acuerdas? Nunca rechazaste mis putos retos.”

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“¿En serio, Cullen?” Dijo con incredulidad. “¿Olvidas que trataste de matarme ese
mismo fin de semana? Nunca tuve la oportunidad de intentarlo.”

“No traté de matarte,” escupí. “Joder, si quisiera matarte, te mataría. Me encabronaste y


perdí el control, porque la jodiste y me diste una maldita puñalada en la espalda.”

Sentí mis manos temblar por la rabia y las apreté en puños, sin querer que me
controlara de nuevo. Jacob me fulminó con la mirada por un momento y esperé a que
dijera que no era cierto, completamente preparado para romperle su boca mentirosa
cuando lo hiciera, pero cuando finalmente habló dijo la última cosa que esperaba
escuchar de él.

“Es cierto,” dijo simplemente.

“¿Disculpa?” Le dije, levantando mis cejas inquisitivamente.

“Dije que es cierto. No debí haber dicho lo que dije. La jodí y lo siento por eso,” me dijo,
sacudiendo su cabeza. “Pero tú también lo hiciste, Cullen.”

Me le quedé mirando, sin saber qué mierda decir en respuesta a eso. Era la primera
vez que Jacob siquiera había reconocido que me había hecho daño y me tomó
desprevenido, porque él era tan malo como yo en confesar sus errores y pedir
disculpas.

“Sí,” murmuré después de un segundo, pasando la mano por mi pelo, sin gustarme la
puta incomodidad del momento. “Probablemente no debí haberme follado a tu
hermana, así que lo siento por eso o como sea.” Luché para decir la palabra, porque
admitir cualquier culpa era malditamente doloroso. Suspiré y me volví para mirar a
Isabella, que nos miraba sorprendida a los dos. Una pequeña sonrisa apareció en sus
labios y se veía casi jodidamente orgullosa de mí.

“Wow,” dijo en voz baja. “Realmente acabas de...”

“En fin,” dije rápidamente, rodando mis ojos e interrumpiéndola antes de que pudiera
hacer un maldito alboroto de eso porque seguía sin cambiar una maldita cosa. “Todo
está bien. En realidad, Isabella pudo haberse encargado de ella sola. Tenía el palo
para amasar listo para golpearle la cabeza a la perra. Probablemente hubiera sido
mejor un sartén, pero lo que sea que funcione.”

Jacob se rió e Isabella se sonrojó, agachando la cabeza con timidez mientras me reía.
“No sabía qué hacer,” me dijo. “Me desmayé y entonces...”

“¿Te desmayaste?” Pregunté, interrumpiéndola una vez más, y gimió con molestia.

“¿Podrías escucharme por favor?” Pidió exasperadamente. “Cada vez que trato de
explicarte lo que pasó me interrumpes.”

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Levanté mis manos a la defensiva. “Me callaré de una puta vez,” le dije. “Adelante,
explica.”

Ella suspiró y comenzó a mordisquear su labio, mirándome con aprensión. Me le quedé


mirando por un momento y mi ceño se frunció en confusión por su expresión de pánico.
“Quise decir que, llamé a Jacob y le pedí que fuera a buscarte, porque hablé con el
doctor Cullen y me dijo que lo hiciera y él dijo que me ayudaría y...”. Ella solo estaba
divagando y yo solo la observé con curiosidad, preguntándome por qué parecía tan
nerviosa cuando ya me había dicho toda esa mierda.

“Después de que Heidi se fue iba a decirle a Jacob que lo olvidara, pero cuando estaba
caminando por el vestíbulo volví a mirar hacia afuera y creo que vi... a alguien.”

“¿Alguien?” Pregunté, levantando las cejas con curiosidad.

“Sí, estaban allá por los árboles. Empezaron a caminar hacia la casa y entré en
pánico, y fue entonces cuando me desmayé,” me dijo, sus ojos estudiando mi rostro con
intensidad.

“¿A quién viste?” Pregunté, mirándola con recelo. Me di cuenta por su expresión que
estaba guardándose información.

“Bueno, o sea, no estoy segura. Cuando volví en mí, nadie estaba allí, así que tal vez
solo lo imaginé o algo así,” dijo rápidamente.

“Isabella,” dije en tono serio, deseando que lo sacara de una puta vez porque su
titubeo me estaba poniendo nervioso. “¿Quién era?”

Se me quedó mirando y vi el miedo destellar en sus ojos, el verlo casi paró mi corazón y
envió un escalofrío por mi espalda. “Se parecía a... James,” susurró, su voz temblaba
cuando dijo su nombre. Me tensé cuando lo escuché, mi propio miedo incrementándose
porque no era el momento para entrar en pánico.

“¿James?” Pregunté, tratando de mantener mi voz estable. Asintió vacilante. “Eso no


tiene sentido. ¿Estás segura de que no era el puto jardinero? Estoy bastante seguro que
el hombre que empuja el cortacésped tiene pelo rubio. Tal vez era él.”

“¿Te parece que el césped fue cortado hoy, Edward?” Preguntó. Miré alrededor y me
encogí de hombros.

“No, está bien. Como sea,” murmuré. “Aunque, aún así no tiene sentido. ¿Por qué
estaría él aquí?”

“¿Quién es James?” Jacob interrumpió, mirando de Isabella a mí. Titubeé por un


momento y estaba a punto de decirle que no fuera malditamente entrometido cuando
mi teléfono comenzó a sonar. Metí la mano en mi bolsillo y lo saqué, echando un
vistazo a la pantalla para ver que era mi padre.

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“Tengo que tomar esta,” le dije, dándole a Isabella una mirada rápida antes de
contestar y llevármelo al oído. Volví a subir al porche, tratando de estar fuera del
alcance de Jacob en caso de que dijera algo que ese hijo de puta no debería de oír.
“¿Hola?”

“¿Edward?” Escuché a mi padre decir, su voz un tanto frenética y entrecortada por la


mala recepción. “¿Puedes escucharme?”

“Eh, sí,” le dije. “Más o menos. Te oyes algo así como entrecortado.”

“Dame un segundo,” me dijo. Suspiré y miré detrás de mí a Isabella, viendo el


nerviosismo en su rostro. Le sonreí cuando vi que me estaba mirando y ella me dio una
débil sonrisa en respuesta.

“¿Mejor?” Mi padre preguntó después de un segundo, su voz todavía entrecortada.


Suspiré y pasé la mano por mi cabello en frustración.

“En realidad no,” le respondí. “Aunque puedo escucharte lo suficiente.”

“Entonces, tengo un chiste para ti,” Jacob dijo, mirando a Isabella y sonriendo. Ella se
volvió para mirarlo y rodé los ojos, dándome la vuelta molesto. Siempre estaba
haciendo esa mierda, contando chistes de mierda y tratando de hacer reír a la gente, y
me ponía de maldito mal humor. Mi padre comenzó a hablar acerca de que Isabella y
yo teníamos que irnos, y escuché algo sobre el aeropuerto en Seattle pero la recepción
estaba empeorando. “¿Qué es negro, blanco y tiene rojo todo alrededor?” Jacob
preguntó.

“¿Qué?” Pregunté en el teléfono, sin entender muy bien pero la voz de mi padre se
escuchaba apresurada y aterrorizada, solo eso asustándome como la mierda.

“¿Qué?” Escuché que Isabella le preguntó a Jacob. Mi padre empezó a hablar de


nuevo y una fuerte explosión resonó en algún lugar lejano, haciéndome saltar por la
sorpresa. Dejé caer el teléfono y maldije, agachándome rápidamente para recogerlo
cuando el grito más horrible y desgarrador sonó detrás de mí. Me giré en pánico,
horror y shock me golpearon cuando vi a Jacob de rodillas. Un pequeña mancha roja se
estaba formando sobre su pecho en su camiseta blanca y él se lo agarraba, con una
expresión de horror y abriendo su boca para hablar pero sin que saliera algún sonido.
Se dejó caer hacia adelante en el suelo en cuestión de segundos e Isabella gritó de
nuevo, tan fuerte que mis oídos comenzaron a zumbar.

Todo se sentía como si fuera en cámara lenta y me paré rápidamente, bajando de un


salto del porche y encima de Isabella cuando se escuchó otra fuerte explosión. La tiré
al suelo detrás del coche, dejándola sin aliento mientras jadeaba por aire y se aferraba
a mí.

“Escúchame,” dije aterrorizado en voz baja mientras otro disparo sonó desde lejos. La

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tenía pegada al suelo y podía sentir su cuerpo temblar furiosamente, su miedo era
evidente. No podía ver quién demonios estaba disparando, pero estaba muy seguro de
quién estaba detrás de ello. “Voy a contar hasta tres y voy a empezar a disparar.
Necesito que te levantes y te metas en este maldito coche y que te agaches para que
quedes fuera de la línea de fuego lo más rápido posible. ¿Me entendiste?”

No respondió, solo continuó aferrada a mí y temblando de miedo. Gruñí cuando sonó


otro disparo e hice una mueca cuando impactó en el metal, la bala había alcanzado al
coche.

“Cristo, Isabella, tienes que escucharme, esto es jodidamente serio. Tenemos que salir
de aquí y no podremos hacerlo si entras en pánico y te quedas inmóvil. Necesito que
hagas esto, ¿puedes hacerlo?”

“Sí,” susurró, su voz temblando tanto como su cuerpo. Agarré las llaves de mi bolsillo y
levanté la mano para abrir la puerta del pasajero, abriéndola un poco. La miré
brevemente y vi la devastación y la confusión, sus ojos llenos de horror mientras
lágrimas salían de ellos.

“Todo va a estar bien, te lo prometo,” le dije rápidamente, con deseos de tranquilizar a


pesar de que ni yo mismo me creía esa mierda. Estaba mintiendo pero sabía que ella
confiaba en mí, y en ese momento no deseaba nada más que hacerla sentir mejor. Su
miedo disminuyó un poco mientras me miraba y asentía.

“Está bien,” susurró. Sin embargo, otro disparo atravesó el aire y di un respingo por el
sonido, dando un profundo respiro y asintiendo. Empecé a contar y sus ojos se
ampliaron mientras se aferraba a mí con más fuerza cuando llegué al dos. “¡Espera!”

“Cristo, no tenemos tiempo para pendejadas,” dije en frustración.

“Te amo,” dijo con voz estrangulada, las palabras atoradas en su garganta y
escapando como un sollozo. Me lastimó el escucharla, mi corazón dolía.

“Joder, no actúes como si no fuéramos a vernos de nuevo en treinta segundos,” le dije


con firmeza, agarrando mi arma de la cintura de mis pantalones y quitándole el
seguro. “Métete en el maldito coche, cariño. Tres.”

Me puse de pie rápidamente y apunté, lanzando balas en la dirección de donde


vinieron los disparos. Corrí hacia el asiento del conductor y maldije cuando casi
tropiezo con Jacob, la culpa y la vergüenza me invadieron. Las lágrimas escocían en
mis ojos pero luché para controlarme, tratando de no dejar que la emoción de la
situación me dominara. Se escuchó un disparo y me agaché instintivamente al mismo
tiempo que la bala pasó zumbando junto a mí, el sonido hizo que mi corazón latiera
con fuerza en mi pecho. Agarré la puerta del conductor y la abrí rápidamente,
agachándome para meterme al coche. Isabella estaba en el asiento del pasajero,
acurrucada en una bola y temblando furiosamente.

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“Joder,” escupí, cerrando la puerta tan rápido como pude y busqué torpemente entre
las llaves la correcta mientras dejaba el arma entre los asientos. Conseguí encender el
coche cuando una bala alcanzó la ventana del lado del conductor, atravesando el
cristal y rompiéndolo. Me agaché y cubrí mi cabeza instintivamente e Isabella soltó un
grito agudo. Se enderezó un poco para agarrar su brazo y la miré horrorizado cuando
me di cuenta que la puta bala la había alcanzado.

Puse el coche en marcha y le di la vuelta rápidamente, pisando hasta el fondo el


acelerador para alejarnos de una puta vez de allí lo más rápido posible. Isabella
estaba sollozando y extendí mi mano hacia ella haciendo su cabello hacia un lado al
mismo tiempo que volaba por el camino de entrada.

“¿Estás bien, tesoro?” Le pregunté en pánico, tratando de mover su camiseta y echarle


un vistazo a su herida. Ella dio un respingo y gritó cuando la toqué, volviendo su
cabeza para mirarme con miedo. Su expresión me tomó desprevenido pero se suavizó
casi al instante mientras me miraba. Levanté la manga de su camiseta y vi que la bala
apenas si la había rozado, sintiéndome aliviado al instante.

“Jacob,” ella jadeó entre sus sollozos. “¡Tenemos que ir por Jacob! ¡Tenemos que
regresar!”

“No podemos,” le dije rápidamente. “Cristo, Isabella, algún cabrón está tratando de
matarnos. Es demasiado tarde para Jacob. Tenemos que salir de aquí.”

Ella me miró devastada y sacudió su cabeza, las lágrimas fluyendo libremente de sus
ojos. “Pero... solo estaba tratando de ayudar... él solo...”

“Lo sé, nena, lo sé,” dije con voz estrangulada a través del nudo en mi garganta, dando
un volantazo hacia el camino principal. No sabía que otra mierda decir, sin saber cómo
hacerla sentir mejor pero deseando hacerlo desesperadamente. “Todo está bien.
Estamos bien.”

Traté de concentrarme en el camino mientras conducía por la carretera vacía pero algo
llamó mi atención en el espejo retrovisor y le eché un vistazo, el miedo corrió a través
de mí cuando vi la SUV negra volando detrás de nosotros. “Mierda,” escupí, pisando
con más fuerza el acelerador. Isabella me miró con aprensión y giró su cabeza para
mirar detrás de nosotros, sus ojos abriéndose con horror.

“Oh, Dios, eso es...” Comenzó a decir, sin molestarse en terminar su declaración.

“Ponte el puto cinturón de seguridad,” grité. Se quedó paralizada por una fracción de
segundo antes de obedecer, agarrando rápidamente su cinturón y poniéndoselo. Se
me quedó mirando y quería decirle alguna mierda para calmarla pero no sabía si
siquiera existían tales palabras en ese momento. La SUV se acercó rápidamente por
detrás y el pánico se intensificó cuando me di cuenta que no se iban a detener. Me
aferré al volante con fuerza preparándome y miré a Isabella con terror, una

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devastación sin paralelo me embargó cuando vi ese mismo terror que sentía reflejado
en sus ojos.

“Edward,” susurró, el sonido de mi nombre en sus labios haciendo que mi pecho se


hinchara de amor a pesar del miedo. Nunca nada podría superar o vencer el amor que
sentía por ella y ese simple momento era prueba de ese hecho. La miré a sus profundos
ojos marrones, los ojos que me habían fascinado desde el momento que los vi, y fue
como si el tiempo se hubiera detenido. Estaba tan hermosa, tan pura y auténtica. La
mia bella ragazza.

“Yo también te amo,” dije con voz estrangulada, luchando por contener la emoción
para no asustarla. “Sempre.”

Al momento que dije la palabra el coche se sacudió con fuerza con un fuerte golpe
cuando la SUV se estrelló contra nosotros en la parte de atrás y agarré el volante con
fuerza para tratar de mantenernos rectos, pero de todos modos se zarandeó. El coche
salió volando a un costado del camino hacia algunos árboles y lancé mis manos hacia
Isabella instintivamente para protegerla, sabiendo que era demasiado tarde para
detener lo que estaba a punto de pasar. Fui lanzado hacia el frente y el dolor me
atravesó el pecho mientras me quedaba sin aire, la última cosa que escuché antes de
que la oscuridad me tomara fue el grito desgarrador de Isabella.

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.

“¿Edward?”

El sonido de mi nombre apenas lo registraron mis oídos, pero la voz era confusa y se
escuchaba a lo lejos así que no pude identificarla por completo. Aunque me era
familiar y agucé mi oído.

“Edward, abre tus ojos.”

Todo estaba completamente negro pero se sentía extrañamente brumoso, como si


estuviera sumergido debajo del agua o en una neblina espesa. No estaba seguro si
estaba dormido y solo estaba soñando, pero traté de forzarme a despertar porque no
me gustaba. Se sentía extraño... mal...

“Vamos,” la voz dijo, más clara que antes y la reconocí como la de mi padre casi de
inmediato. Había una nota de pánico en su tono y luchaba por darle sentido y abrir mis
ojos, confundido sobre lo que estaba pasando. Traté de responder pero no era capaz
de formar las palabras, gemidos estrangulados vibraron en mi pecho cuando lo
intenté.

“Despierta, hijo,” dijo con impaciencia. “Es importante. Tienes que despertar.”

Forcé a mis ojos a abrirse pero hice una mueca cuando el dolor se extendió desde mi
cabeza y hacia todo mi cuerpo. Era intenso y gemí cuando intenté moverme, la
sensación punzante solo se extendía con cada intento. “Mierda,” murmuré, mi voz
ronca y tan dolorosa como el resto de mí. Mi visión estaba distorsionada, todo borroso
así que parpadeé un par de veces en frustración.

“Me asustaste como la mierda,” dijo mi padre, su voz sonaba sorprendentemente cerca
comparada a antes y me hizo dar un respingo por la sorpresa. El movimiento dolió,
todo mi cuerpo sintiéndose como si estuviera en llamas.

“¿Qué demonios?” Dije, levantando mis manos para frotar mis ojos. Claramente estaba
en el coche, toda la parte frontal destruida e incrustada entre algunos árboles. El humo
y el calor todavía se filtraban por debajo del capó, así que sabía que no podría haber
estado allí mucho tiempo. Estaba mareado y giré mi cabeza para ver a mi padre
parado junto a la puerta del lado del conductor, viéndose angustiado. Hice un
movimiento para salir, pero él me sujetó para detenerme.

“No deberías moverte en caso de que estuvieras lesionado,” dijo con seriedad. Me quité
sus manos de encima con enojo y negué con la cabeza, haciendo una mueca porque
mi cabeza estaba palpitando con fuerza.

“Estoy bien,” murmuré, sin saber si era cierto pero odiaba cuando mi padre trataba de

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1504


jugar al doctor conmigo. Me bajé y me agarré del costado del coche para
estabilizarme, mis piernas temblorosas y todo seguía dando vueltas. “¿Qué demonios
pasó?”

“¿No debería yo preguntarte eso?” Preguntó de inmediato. “¿Dónde está Isabella?”

“¿Perdón?” Le dije, mi ceño fruncido en confusión por su pregunta. ¿A qué carajos se


refería, con dónde estaba Isabella? Tomó un segundo para que la niebla se aclarara y
que todo me golpeara y me giré rápidamente para mirar de nuevo dentro del coche, el
movimiento haciendo que todo empezara a dar vueltas de nuevo. Me sentí mal
enseguida y mis rodillas cedieron al mismo tiempo que me agachaba y comenzaba a
vomitar.

“Tienes una conmoción cerebral grave,” mi padre dijo. “Probablemente algunas


costillas fracturadas. Al parecer una nariz rota y...”

“Joder, deja de diagnosticarme,” escupí, tratando de controlarme. “¿Dónde demonios


está Isabella?”

“Acabo de preguntarte eso,” espetó en respuesta. “Iba de camino a la casa y vi el


coche aquí.”

“Mierda,” le dije, sacudiendo la cabeza con incertidumbre. El pánico empezó a


aparecer y estaba tratando de mantenerme tranquilo, pero estaba a punto de empezar
a hiperventilar. “Yo, eh... ella estaba conmigo. Estábamos en la puta casa y alguien
empezó a dispararnos. Le dispararon a Jacob y...”

“¿Le dispararon a Jacob?” Interrumpió sorprendido. “¿Dónde está?”

“Cristo, supongo que sigue en la puñetera casa. No lo sé. Estaban disparando y no


había nada que pudiera hacer para ayudarlo. Tuve que dejarlo y salir de allí de una
puta vez,” respondí, luchando contra la inmensa culpa que sentía. No sabía qué
mierda dolía más en ese momento, la angustia emocional o el dolor físico. ¿De verdad
estaba jodidamente muerto? “Conseguí meter a Isabella en el coche y la alcanzó una
bala y...”

“¿También le dieron a ella?” Gritó, entrando en pánico, el sonido fuerte de su voz


haciendo que mi cabeza palpitara con más fuerza.

“¡Solo fue un jodido rozón, deja de gritar y escucha, maldita sea!” Espeté, cubriendo
mis oídos e intentando hacer que el dolor se detuviera. “Estábamos tratando de
escapar, pero una puta SUV nos alcanzó y aquí estamos. O, mierda, aquí estoy. ¡Cristo,
¿dónde demonios está ella?!”

“La encontraremos,” mi padre dijo, su voz de pronto tranquila. Me enderecé y lo miré,


congelándome cuando algo cerca de la línea de árboles a unos metros detrás de él

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llamó mi atención.

“¿Qué demonios?” Dije en shock, mi corazón latiendo con fuerza cuando me di cuenta
que era una persona. No pude distinguir quién era por la distancia, pero solo su
maldita presencia era suficiente para hacerme entrar en pánico. Mi padre miró en esa
dirección con indiferencia, suspirando.

“Laurent,” dijo simplemente.

“¿Laurent?” Pregunté sorprendido, a sabiendas que era uno de los de la Borgata. Era
uno de los peones de Royce y andaba con el mismo grupo que James. “Joder, ¿lo
mataste?”

“Está vivo,” respondió, levantando su mano para pellizcar el puente de su nariz en


frustración. “Recibió una herida de bala en el abdomen y está inconsciente, pero no es
necesariamente fatal. No le dio a sus principales órganos pero me atrevo a suponer
que alcanzó su médula espinal.”

“¿Un tiro en la panza? ¿Pensé que tú tirabas a matar?” Pregunté en confusión. Mi


padre nunca jodidos fallaba, cuando le disparaba a alguien esa mierda era fatal.

“Yo no le disparé,” me dijo, negando con la cabeza. “Lo encontré allí y estaba
esperando que tú me dijeras que le había pasado.”

“Mierda, ¿lo encontraste allí? ¿Qué carajos?” Pregunté. No tenía maldito sentido y solo
me quedé viendo a mi padre por un momento, completamente desconcertado. Me di la
vuelta y me tambaleé hacia el coche, mirando a todos lados dentro de él en pánico
buscando alguna señal de la mierda que había pasado. La puerta del lado del
pasajero estaba abierta y sabía que Isabella no estaba en el maldito coche, pero no
sabía que más hacer. Ella había tenido el cinturón puesto y estaba desabrochado, por
lo que no podía haberse hecho mucho daño en el accidente. No había nada de puta
sangre de su lado, al menos. “Tal vez fue por ayuda,” murmuré, lanzando cosas por
todos lados. “Maldición, ¿y dónde está mi puta arma?”

Me congelé en el momento en que pronuncié las palabras, mis ojos cayeron en el único
cartucho calibre .45 que estaba en el suelo del lado del pasajero. Mi ceño se frunció
por la confusión a medida que extendía mi mano y lo recogía, dándome cuenta de
inmediato que había salido de mi arma pero sabiendo malditamente bien que yo,
personalmente, no lo había disparado en el maldito coche. Salí del coche y la miré
cuidadosamente mientras mi padre suspiraba.

“Tenía el presentimiento de que algo así sucedería,” dijo en voz baja. “Aún antes de
que supiera que estaba relacionada con Aro. Después de todo lo que había perdido,
sabía que salvarla no sería fácil. Todos ellos sabían lo importante que era para mí y tal
vez no conocían su relación con la organización, pero sabían su significado personal.
Nunca me preocupó realmente que ella huyera, pero tenía miedo de que alguien se la

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1506


llevara para su ventaja. Esa es la razón principal por la cual le puse el chip, ¿sabes?”

Me tensé al momento que lo dijo, la desesperación me sacudió y me hizo caer de


rodillas ante la mención del pinche chip. “Jodido James,” susurré, sabiendo que él la
tenía y que no había una forma fácil de encontrarla porque convencí a mi hermano a
que jodiera el chip.

“Sí. Nadie ha escuchado de él en días. Fue llamado a una reunión y no se presentó.


Era la razón por la cual me iba a Chicago este fin de semana. No reuní las piezas
hasta ahora,” dijo, negando con la cabeza en frustración. “¿Cómo pude ser tan
jodidamente estúpido?”

Sentí la bilis subir y traté de contenerla mientras sus palabras repetían en mi mente
una y otra vez junto con las furiosas palpitaciones. ¿Cómo pude ser tan jodidamente
estúpido? La idea de que estuviera en algún lugar con James me hacía sentir enfermo.
Todos los posibles desenlaces inquietantes. No podía siquiera imaginarme por lo que
estaba pasando, lo que ese enfermo hijo de puta le estaba haciendo. Tenía la
esperanza de que ella mantuviera su fuerza y no tuviera mucho miedo, y esperaba
como el infierno que no le pusiera sus malditas manos encima.

“Joder, voy a matarlo,” espeté, mi ira llegando hasta las nubes mientras veía el
casquillo de bala usado en mi mano. “Juro por Dios, que ese cabrón va a pagar por
lastimarla.”

“Lo hará,” mi padre dijo con frialdad. “De una forma u otra recibirá su merecido, pero
en este momento tenemos que estar más preocupados por encontrarla. Alec viene en
camino para ayudar, y necesito regresar a la casa para sincronizar la señal de su
localización.”

“Eso va a ser difícil,” le dije en voz baja.

“¿Por qué?” Preguntó, levantando una ceja de forma extraña y con una expresión
severa en su rostro. Suspiré y negué con la cabeza, sin saber qué mierdas decir. Había
sido uno de los peores días de mi vida y solo estaba empeorando con cada segundo
que pasaba. El amor de mi vida estaba desaparecido, en algún lugar allá afuera con
un psicópata, y era mi maldita culpa que no íbamos a ser capaces de encontrarla de
inmediato. Mierda, nunca me iba a perdonar si algo le pasaba por mi estupidez,
moriría si llegábamos demasiado tarde para salvarla. Había sobrevivido el accidente,
pero no estaba muy seguro de salir librado de lo que venía después, y sabía que mi
padre se iba a poner furioso cuando se enterara de la mierda que había hecho.

“Lo siento,” dije en voz baja, lágrimas formándose en mis ojos cuando me disculpaba
por segunda vez en un día. “La jodí.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1507


“La soledad es fuerza, depender de la presencia de una multitud es debilidad. El
hombre que necesita de una multitud que le de valor, está mucho más solo de lo que
se imagina. “ Paul Brunton.

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola
Guevara, Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana
Ortiz, Pilar Ocampo.

El momento en que la fuerte explosión se escuchó en el aire, cada pedacito de


compostura que estaba luchando por mantener, se derrumbó. Había hecho todo lo
posible para mantener la calma, pero viendo el cuerpo de Jacob tambalearse
abruptamente, agarrándose el pecho, me destrozó. Horrorizada, grité mientras el terror
corría a través de mis venas al darme cuenta de que había estado en lo cierto. Tenía la
esperanza que al despertarme, sobre el frío suelo de madera, terminara la quietud y la
tranquilidad, y que tal vez había sido solo mi imaginación, pero cuando vi las manchas
rojas en la parte delantera de la camisa de Jacob mientras se desplomaba hacia
adelante al suelo, sabía que era verdad. Él estaba allí, en algún lugar a lo lejos,
acechándonos como un depredador acecha a su presa. No estaba segura de por qué
estaba allí, o qué era lo que quería, pero finalmente sabía a ciencia cierta que no
había sido solo mi subconsciente jugándome trucos. No era solo una horrible pesadilla
que podía ser olvidada cuando volviera a abrir los ojos.

Él estaba realmente allí... y obviamente estaba en busca de sangre.

Edward saltó del porche y cayó sobre mí, casi lanzándome al suelo al lado del coche
cuando otra fuerte explosión vibró en el aire. El dolor se disparó por mi espalda al
chocar con la grava y me quedé sin aliento por el fuerte impacto. Me aferré a él cuando
mi cuerpo se sacudió violentamente, la imagen de Jacob cayendo hacia delante se
quedó grabada como en fuego en mi cerebro. Edward comenzó a susurrar algo sobre
contar hasta tres y meternos en el coche, pero no podía concentrarme en sus palabras,
mi miedo hacía que la sangre bombeara con fuerza a través de mis venas y resonara
en mis oídos. Podía oír que los disparos seguían sonando y sentí cómo su cuerpo se
tensó cuando una bala dio en el coche y su impaciencia creció. Finalmente accedí a
sus instrucciones, sabiendo que no había otra opción, y levantó la mano para abrir la
puerta del copiloto para mí.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1508


Él estaba tratando de mantener la calma y ser fuerte, pero pude ver el miedo en su
expresión. Edward no estaba seguro de que las cosas fueran a salir bien, más que yo,
pero él me miró a los ojos y me dijo que todo iba a estar bien sin importar nada. No
estaba segura de lo que iba a pasar con nosotros cuando me soltó, pero sabía que
tenía que aferrarme a sus palabras. Necesitaba creer que no habíamos llegado tan
lejos, para llegar hasta aquí y solo tener nuestro final tumbados en la calzada. No
podíamos salir sin luchar, sin por lo menos intentarlo, pero aunque perdiéramos sabía
que iba a valer la pena. Me quedé mirándolo mientras trataba de tranquilizarme y en
ese momento me acordé lo que Jasper me había dicho la noche de la fiesta de
Halloween, las palabras que pronunció cuando tenía miedo de salir de las sombras y
vivir de verdad.

Nella vita chi non risica non Rosica. En la vida, quien no arriesga, no gana. Podríamos
no conseguir el resultado que esperábamos, pero si ni siquiera lo intentábamos no nos
garantiza obtener algo.

Empezó a contar y mi miedo se intensificó brevemente cuando le dije que esperara,


devastada por la comprensión de que esto podrían ser nuestros últimos momentos
juntos. Le dije que lo amaba, necesitaba decirlo para asegurarme de que lo supiera al
menos por última vez, y vi la confusión y el dolor en sus ojos ante mis palabras. Él me
dijo que dejara de actuar como si no lo fuera a ver de nuevo y agarró su arma, una
mirada de determinación apareció en su rostro mientras hacía clic y quitaba el seguro.
Mi corazón latía con fuerza mientras él dijo con firmeza: 'tres' y se puso de pie sin
vacilar, apuntando con su arma y apretando el gatillo. El disparo sonó mientras
tomaba la puerta del coche y tiraba de la misma, gatee por el asiento y azotó la puerta.
Me acurruqué mientras el tiroteo continuaba, tratando de calmarme y orando en
silencio a cualquier dios que existiera y pidiendo que Edward estuviera bien. Mis ojos
ardían mientras las lágrimas brotaban de ellos, pero me mantuve en silencio repitiendo
las palabras de Edward en mi mente mientras luchaba por mantenernos juntos. Él iba
a estar bien...

Se metió en el coche maldiciendo, el sonido de la palabra “mierda” en realidad me


calmó porque sabía que él estaba bien. Puso en marcha el coche y se produjo otro
disparo, junto con el sonido de cristales rotos, inmediatamente seguido por un intenso
ardor en la parte superior de mi brazo. Grité, el dolor me tomó desprevenida, y agarré
la herida rápidamente mientras Edward ponía el coche en marcha y empezó a alejarse
a toda prisa.

Me sujetó el brazo para ver la herida, y empecé a gritar por Jacob porque había
recibido un disparo, al igual que yo, y estábamos dejándolo en la casa. Edward dijo
que era demasiado tarde, y yo estaba devastada al saber que Jacob había sido herido
tratando de ayudarme. Edward me miró y me dijo una vez más que estaríamos bien,
pero me di cuenta que su confianza estaba decayendo. Gritó ‘mierda’ de nuevo cuando
aceleró, el sonido de la palabra no tenían el mismo efecto que había tenido hace unos

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1509


momentos antes. Me di la vuelta rápidamente para mirar detrás de nosotros, para ver
un vehículo negro de gran tamaño que se acercaba rápidamente. Me golpeó el pánico
cuando me dijo que me abrochara el cinturón de seguridad, con un tono serio, así que
no dudé ni por un momento en escucharlo. Me miró fijamente, horrorizado y deseando
desesperadamente creer que íbamos realmente a estar bien, pero cada pedacito de
esperanza se había disuelto cuando se tensó y me miró con terror.

“Edward”, le susurré, presa del pánico por su expresión.

“Yo también te amo”, respondió, con la voz quebrada mientras hablaba. Me quedé
mirándolo en shock mientras murmuraba. “Sempre”, la última palabra que sonaba
como si se tratara de un adiós. Me dolió el corazón al oír eso y comencé a responder,
con ganas de decirle que nunca me daría por vencida, pero antes de que pudiera
pronunciar una sola palabra nos sacudimos brutalmente cuando el gran vehículo se
estrelló contra nosotros desde atrás. El coche se salió del borde de la carretera y grité,
Edward soltó el volante y levantó las manos protectoramente delante de mí, apreté los
ojos con fuerza ya que nos dirigimos directamente hacia afuera del pequeño terraplén,
hacia el bosque.

Fui lanzada hacia delante cuando nos estrellamos contra unos árboles, me quedé sin
aliento y mis gritos se silenciaron cuando el cinturón de seguridad se quedó bloqueado
en su lugar. Las bolsas de aire salieron con un fuerte golpe, asustándome cuando me
estrellé contra ellas y jadeé por aire. Mi visión estaba borrosa mientras el dolor recorría
mi cuerpo y parpadee con rapidez, tratando de aclararla. La bolsa de aire comenzó a
desinflarse inmediatamente y miré por hacia el lado del conductor conmocionada, mi
pecho se sentía como si estuviera en llamas. Edward estaba desplomado hacia
adelante y no se movía, su bolsa de aire se desinflaba rápidamente salpicada por la
sangre de su cara. Estaba extrañamente quieto, el verlo en ese estado me partió el
corazón.

“¡Edward!” Grité, tratando de llegar a él, pero el cinturón de seguridad seguía


bloqueado, manteniéndome en mi asiento. Lo tomé y jalé hasta que llegué a soltarlo,
arrojándolo a un lado e ignorando el dolor mientras me inclinaba hacia él. Lo sostuve y
comencé a sacudirlo tan fuerte como podía, confundida y asustada por lo que estaba
sucediendo. No respondió en absoluto, así que busqué el pulso en sus muñecas, a
pesar de que no tenía ni idea de cómo encontrar uno. Sosteniéndolo, tratando de
encontrar alguna señal de vida, y exhalé un suspiro de alivio cuando lo vi tomar una
respiración temblorosa. No lo solté, esperando, sintiendo el subir y bajar de su pecho, y
repetía su nombre con la esperanza de que volviera en sí.

Oí el chirrido de una puerta de auto y me tensé, alejándome de Edward y dando la


vuelta para mirar por el vidrio trasero. El miedo me atravesó cuando vi que el vehículo
negro de gran tamaño junto a la carretera había regresado. Empecé a hiperventilar y
sacudir a Edward, mirando a alrededor en pánico. Me di vuelta rápidamente y vi a dos

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personas “una de ellas me era vagamente familiar, y me tomó un segundo darme
cuenta de que lo reconocí por su visita al doctor Cullen con la organización. Creía que
su nombre era Laurent.

Escuché otra puerta cerrarse en el lado del conductor, pero algo me llamó la atención
en la distancia, y miré sorprendida, cuando el pequeño coche rojo que sabía
pertenecía a Heidi, se detuvo al lado del vehículo negro. Vi con horror cómo James
salía del asiento del pasajero, inclinándose para decirle algo antes de que ella se
fuera. No tenía ni idea de lo que querían, pero sabía lo suficiente como para darme
cuenta de que éramos superados en número, estábamos en un serio y grave peligro.

Consideré salir y tratar de correr, pero no quería dejar a Edward detrás. No había
manera de que pudiera dejarlo allí, inconsciente e incapaz de valerse por sí mismo.

“Edward, por favor”, le dije, presa del pánico, sin saber qué tenía qué hacer. “¡Dios, te
necesito! ¡Por favor! “

Gemí cuando se quedó quieto y podía oír susurros mientras los hombres se acercaban,
lo que aumentaba mi angustia. Miré hacia abajo en el asiento delantero con
desesperación y vi la pistola negra en el piso, mi corazón latió vigorosamente al verla.
Dudé durante una fracción de segundo antes de agacharme, sujetando el mango y
tirando de él. Me temblaban las manos mientras lo agarraba y metí el dedo en el
gatillo, no del todo segura de lo que estaba haciendo, pero sabiendo que tenía que
protegerme de alguna manera. Vi una forma acercarse al lado del conductor y entré en
pánico, en ese momento estaba tan cerca que pude reconocer la cara de James. Tenía
una sonrisa maliciosa en sus labios mientras me miraba, y ni una pizca de miedo en su
expresión cuando vio la pistola en mi mano.

Mis ojos se abrieron con terror y reaccioné instintivamente, levantando el arma y


apretando el gatillo inmediatamente. La fuerte explosión sonó cuando disparé y yo
gemí, recordando mantener mi agarre para que la pistola no saliera de mi mano por el
contra golpe. La bala destrozó lo que quedaba de la ventana del lado del conductor y
rozando la cara de James, mis manos temblorosas habían apuntado a cualquier
objetivo. James se dio la vuelta y vi a un hombre, al llamado Laurent, caído en el suelo
a unos metros y me quedé mirándolo, aturdida, cuando me di cuenta de que le había
disparado. James se giró, sacando la pistola de su cintura mientras alcanzaba la
ventana, y tomó a Edward por el cabello. Sacó la cabeza de Edward con violencia y
apuntó la pistola en su sien, mirándome deliberadamente. La puerta del lado del
acompañante se abrió de repente y oí un chasquido antes de que algo se apretara
contra el costado de mi cabeza, dándome cuenta de inmediato que era un arma. Me
tensé y estaba temblando con fuerza, mirando a James con horror cuando su dedo
índice apoyaba ligeramente contra él gatillo de su arma.

“Suelta la maldita arma”, dijo el hombre que estaba detrás de mí, con voz enfadada,
con un fuerte acento que nunca antes había escuchado. Solté la pistola al instante,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1511


dejándola caer a mi regazo, manteniendo las manos en el aire para que supieran que
no estaba jugando. La pistola contra mi cabeza desapareció y el hombre me agarró
del brazo, tirando de mí con fuerza. Grité cuando me sacaron del coche, tirándome de
espaldas al suelo. Me quedé mirándolo en shock mientras alcanzaba el interior del
coche y cogía la pistola de Edward, echándole un vistazo por un segundo antes de
gritar el nombre de James. Miré hacia el vehículo cuando James alejó su arma,
golpeando la cabeza de Edward contra el duro volante, antes de soltarlo.

“Por favor”, grité, al instante sintiéndome enferma cuando la palabra rodó de mis
labios. “¡Por favor, no le hagas daño!”

“Cállate”, dijo casualmente. El hombre le lanzó la pistola de Edward a James y él la


cogió, mirándola brevemente y sonriendo. “Me gusta. ¿Tu novio te enseñó a usar esta
cosa? “

Yo solo me le quedé mirando y el tipo a mi lado, perdió la paciencia, sacando su arma


y apuntando nuevamente hacia mí. “Responde a la maldita pregunta.”

“¡Sí!”, Le dije rápidamente, asintiendo vigorosamente.

“Juro que nunca entendí lo que Aro vio en él”, dijo James, sacudiendo la cabeza.
“Príncipe della Mafia, el futuro de la organización. Él no tiene el cerebro para esto.
Pequeña mierda estúpida, enseñándole a una esclava cómo disparar un arma. Eso es
casi tan malo como enamorarse de una. “

“¿Esclava?”, Dijo el tercer hombre, tranquilamente caminando hacia James desde


donde había estado de pie, cerca de Laurent. También era un extraño para mí, pero
había tanta crueldad en él que de inmediato me hizo sentir incómoda. “Pensé que
era...”

James se dio la vuelta rápidamente para apuntar el arma a la cabeza del tipo y él se
quedó paralizado, lanzando sus manos a la defensiva. “O cierras la boca o te la
cerraré”, dijo James fríamente.

“Mierda, lo siento, hombre” dijo, sonando sorprendido, pero no asustado por completo.
“No estaba pensando.” James lo miró fijamente durante un momento antes de bajar el
arma y volviéndose hacia mí. Se quedó callado mientras me miraba, un extraño
silencio nos rodeó. Mi pecho ardía y dolía con cada respiración, el corazón me latía
con tanta fuerza que pensé que iba a explotar.

“Levántala, no tenemos tiempo para estupideces”, dijo con frialdad después de un


momento, tomó la pistola de Edward deslizándola en su abrigo. Mis ojos se abrieron de
golpe cuando el hombre a mi lado, se agachó y me agarró del brazo, tirando de mí y
levantándome. Tropecé y casi me caigo pero mantuvo fuertemente el agarre de mi
brazo para evitar que cayera al suelo. Me llevó hacia su vehículo cuando comencé a
hiperventilar, mis ojos eran como dardos mientras frenéticamente buscaba alguna

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manera de escapar.

“¿Qué hay de Laurent?”, Preguntó el tercer hombre, mirando a donde yacía en el suelo.

“Déjalo”, dijo James, encogiéndose de hombros. “Iba a tener que matarlo con el tiempo
de todos modos”.

“¿Y el chico?”, Preguntó el hombre, volviéndose para mirar al coche.“¿Cullen?” Me


tensé ante la mención de Edward y James se encogió de hombros otra vez.

“Mátalo”, dijo con indiferencia. Mi corazón se sintió que si se hubiera detenido en ese
instante, el dolor que irradia a través de cada centímetro de mi cuerpo. Grité, tratando
de alejarme del hombre que me sostenía, mi miedo se intensificó, mis rodillas cedieron.
Su agarre cedió y me desplomé en el suelo, sollozos rasgaron a través de mí cuando el
hombre se acercó al coche.

“¡Por favor!”, Gritaba, temblando hasta el punto de ponerme enferma. “¡Por favor, no lo
haga! ¡Por favor! “

“Levántate”, James gritó con enojo.

“¡Por favor!” Grité de nuevo. “Haré lo que sea, ¡lo juro! Por favor, ¡no lo mate! Dios, por
favor, voy a ir con usted, ¡lo haré! ¡No voy a luchar! Solo, ¡no lo mate! “

Mis sollozos eran fuertes, mi voz quebrada por la intensidad. La sola idea me devastó,
pero se sentía como si el mundo entero se hubiera detenido en ese momento cuando el
hombre sacó su pistola y apuntó a Edward. Dejé escapar un grito, el sonido producido
de algún lugar dentro de mi alma fue tan fuerte que me dolieron los oídos y me
quemaba la garganta. Los dos hombres delante de mí retrocedieron ante el sonido y
algo duro se estrelló contra la parte posterior de mi cabeza, el dolor rasgó a través de
mi cráneo y hacia abajo por mi espina dorsal, la fuerza del golpe me hizo silenciar,
pero di un grito ahogado.

“Cierra la puta boca”, dijo el hombre con el fuerte acento, seguido por otro golpe fuerte,
que me hizo caer hacia delante sobre el suelo. Me llevé las manos hasta cubrir la parte
de atrás de mi cabeza defensivamente cuando grité.

“¡Por favor!” Grité otra vez, sin importarme lo que me pasará, siempre y cuando no
tocaran a Edward. Sabía que él estaba vivo y necesitaba que permaneciera de esa
manera, no importaba el costo. Su familia había sufrido lo suficiente, todos ellos
habían sufrido bastante, y él era demasiado importante para que su vida fuera
terminada. “¡Dios, por favor! ¡Lo amo! ¡Por favor, haré lo que sea! ¡No le dispares!”

Algo se estrelló contra mi costado y me quedé sin aliento por el dolor, dándome cuenta
de que me habían dado una patada en las costillas. Gemí, tratando de recuperar el
aliento y controlar mis sollozos mientras seguía gritando que no le hicieran nada a

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1513


Edward.

“Está bien, eso es suficiente”, dijo James con firmeza. “La necesitamos en una sola
pieza. Deja al chico.”

Levanté la vista hacia él en shock, tratando de contener cualquier pizca de esperanza


que amenazara con explotar ante sus palabras porque sabía que no podía confiar en
él. Vi cuando el hombre bajó el arma y James se acercó a mí, agachándose y
agarrándome. Me puso de pie, mirándome con tanta intensidad que hizo que mi piel se
pusiera como si fuese de gallina. Su cercanía envió escalofríos por el miedo a través de
mí estremeciéndome violentamente, pero hice mi mejor esfuerzo para parecer
tranquila.

Me atrajo hacia él y se inclinó, rozando su nariz en mi mejilla. Podía olerlo, su aroma


provocándome náuseas y contuve las ganas de vomitar. “Él va a morir pronto, de todos
modos” dijo en voz baja, su aliento golpeando mi mejilla y yo contuve el mío, asqueada
por él. Se apartó y sonrió, guiñándome un ojo mientras me soltaba. Me desplomé en el
suelo y empecé a dar arcadas, incapaz de controlar mi reacción.

“Date prisa y métela en el coche de una puta vez”, dijo James, alejándose. Grité
mientras ponía sus brazos alrededor de mi cintura y me levantó del suelo,
arrastrándome hacia la carretera. Miré frenéticamente hacia el auto plateado y apenas
podía distinguir la forma de Edward desplomado dentro, el verlo inutilizó la poca
resolución que me quedaba. Empecé a gritar su nombre, gritando que lo amaba y
deseando desesperadamente que pudiera oírme, que incluso, si ese fuera nuestros
últimos momentos juntos, él lo sabría.

“Cállate”, espetó el hombre, mientras cubría mi boca para silenciarme. Asustada mordí
su mano instintivamente, se escuchó un grito cuando mis dientes rasgaron su carne. Se
apartó de mí rápidamente y en el momento que me soltó comencé a correr hacía el
coche, gritando el nombre de Edward mientras las lágrimas escapaban de mis ojos y
mi visión se volvía borrosa. En el momento en el que llegué al lado del conductor,
alguien me agarró y grité con miedo, sosteniéndome de la puerta y tratando de
aferrarme a ella con desesperación. El vidrio roto cortó mis manos mientras me
forzaban a alejarme del coche.

“Creí que ibas a portarte bien” dijo James, su voz haciéndome estremecer. Me arrastró
de vuelta al vehículo a grandes zancadas, sin siquiera pestañear cuando trataba
soltarme. Grité cuando me puso en el asiento de trasero, tratando sin éxito de
quitármelo de encima con golpes y patadas. Los otros hombres subieron y los
neumáticos chirriaron mientras se alejaban rápidamente, sollozos vibraron a través de
mi pecho mientras las lágrimas inundaron mis ojos.

“Es realmente una lástima que tenga que hacer esto”, dijo él, agarrando una bolsa
pequeña del piso y abriéndola. “Tú y yo podríamos haber tenido un poco de diversión.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1514


Mis ojos se abrieron con horror cuando él sacó una aguja llena de líquido claro y
empecé a sacudir la cabeza, presa del pánico.

“No, por favor, no”, le dije rápidamente, sabiendo que tenía que estar consiente para
encontrar una salida a esta situación. “Te juro que no pelearé más”.

“¿Esperas que te crea? ¿Ahora?”, Dijo con incredulidad, riendo. Él me miró y sonrió
maliciosamente. “Esto puede doler un poco.”

Di un grito ahogado cuando su mano salió disparada y agarró mi garganta,


cortándome el aire. Empecé a luchar y tratar de quitar su mano, pero él no se movió. Mi
visión se hizo borrosa después de un momento sin oxígeno y estrellé mis puños en él
tan fuerte como pude, tratando tumbar la aguja de su mano, pero él la clavó en el
muslo con rapidez, una sensación punzante subió por mi pierna. Él me sujetó con
fuerza durante un minuto más hasta que empecé a desmayarme, cayendo en la
inconsciencia.

Los ruidos se filtraban de forma esporádica, frases y palabras incoherentes, murmullos,


voces que no pude reconocer. Nada de esto tenía sentido para mí, y se desvanecían
tan rápido como venían. No estaba segura de cuánto tiempo había pasado, cada
segundo se sentía como una eternidad en la oscuridad. Tan pronto como empezaba a
creer que la bruma se desvanecía, me hundía de nuevo en la inconsciencia.

Podría haber sido tan poco tiempo como unas horas o tan largo como semanas, pero
me atreví a suponer que fue algo intermedio antes de volver a recobrar la conciencia
de nuevo. Con la conciencia llegó el dolor, y no era capaz de moverme por mucho que
lo intentara. La cabeza me latía con fuerza, abrí los ojos, todo estaba borroso, y sentía
como pequeños granos de arena se incrustados en ellos. El cuarto estaba oscuro con
una pequeña porción de luz que se filtraba por una ventana en algún lugar, y era
claramente de noche, pero no podía decir qué hora era, o si el sol salía o se ponía.

Cada centímetro de mi cuerpo dolía, dolores agudos que recorrían mi cuerpo. Traté de
moverme y gemí, un sonido sordo y apenas audible. Tenía la boca seca y mi garganta
ardía, así que traté de tragar, confundida cuando me di cuenta que no podía mover los
labios, porque algo los estaba cubriendo. No tenía ni idea de qué estaba sucediendo,
dónde estaba o qué estaba pasando, pero me asustaba. Eché un vistazo alrededor de
la habitación, tratando de ver las cosas en la oscuridad y vi que estaba vacía a
excepción de unas cuantas sillas y una mesa, el suelo parecían ser concreto. Parecía
ser un almacén de algún tipo y volví la cabeza, tratando de darme la vuelta, pero un
dolor intenso se disparó por mi espalda, deteniéndome. Me dolía y se sentía como si
hubiera sido abusada y golpeada. Me sentí maltratada.

Me sentí... muerta.

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En el momento en que esa idea se registró en mi mente, recordé a Edward, el pánico
inundó mi cuerpo cuando recordé lo que había sucedido. Habíamos dejado a Edward
en el coche, solo y sangrando, pero todavía vivo, y esperaba desesperadamente que
estuviera bien. Tenía la esperanza de que alguien lo encontrara o se despertara antes
de que fuera demasiado tarde, porque no podía aceptar la posibilidad de que dejara
el mundo para siempre. Tenía que estar bien... necesitaba que estuviera bien.

Mis ojos recorrieron el lugar, en alarma, cuando escuché el estruendo de una puerta
seguido por el sonido de unos tacones altos haciendo clic contra el concreto. Me senté,
y permanecí inmóvil mientras se acercaban por detrás, mi corazón se aceleró
furiosamente. Estaba mareada y desorientada, tratando de aferrarme a la lucidez, pero
mi cuerpo estaba amenazando con caer en la inconsciencia, una vez más.

Levanté la vista con cautela cuando la persona pasó por delante de mí, entrecerrando
los ojos en la oscuridad y luchando por enfocar. Se trataba claramente de una mujer
con el pelo largo, color rojo fuego, y llevaba un vestido muy ajustado con zapatos a
juego. No recordaba haberla había visto antes y algo acerca de la manera en que se
movía llego a intimidarme. Ella volvió su cabeza y me miró, después de un segundo,
sus pasos se detuvieron abruptamente cuando hicimos contacto visual. Incluso en la
oscuridad pude ver que sus ojos eran de un verde brillante, mirada penetrante.

“Estás despierta”, dijo casualmente, dudando brevemente antes de poner su bolso


sobre la mesa al otro lado de la habitación y regresar hacia mí. Me tensé cuando se
acercó, estremeciéndome cuando su mano salió disparada hacia mí. Apreté los ojos
fuertemente, preparándome para un golpe, pero me sorprendí cuando ella
simplemente tomo mis mejillas antes de colocar su mano sobre mi frente. “Estoy
sorprendida”.

Volví a abrir los ojos y la miré con sorpresa, completamente confundida acerca de lo
que estaba pasando. Apartó la mano y desapareció detrás de mí, golpeando cosas a
su alrededor por un segundo antes de volver con un vaso de plástico y una pajita. Me
miró a los ojos por un momento antes de sonreír.

“Si quito esta cinta de tu boca tienes que estar tranquila”, dijo ella, arqueando una
ceja hacia mí. “¿Crees que puedes hacer eso?”

Asentí con la cabeza tímidamente y tomó la esquina de la cinta, tirando de él con


rapidez. Luché contra el impulso de gritar, ya que tiró de mi piel y mis labios
inmediatamente palpitaron. Los lamí y me estremecí ante la sensación de ardor,
sabiendo que estaban agrietados e hinchados.

La mujer puso la pajita en mi boca, mirándome con expectación, y vacilé. Ella sonrió
después de un segundo, dejando escapar una ligera risa divertida. “Es agua”, me
tranquilizó.

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No estaba segura de qué pensar de ella, el hecho de que no era del todo hostil me
tomó con la guardia baja. Todavía estaba aturdida y confusa, parte de mí gritaba que
no confiara en ella, pero había una parte más grande que estaba desesperada por
aceptar la bebida. Me dolía la garganta y necesitaba que mi sed se saciara, a
sabiendas que la deshidratación no ayudaba a mantenerme lúcida. La tomé después
de un momento y chupé la pajita, el líquido frío calmó mi ardiente pecho.

Sacó el vaso después de un tiempo y se sentó en el suelo a mi lado, alisando las


arrugas de su vestido. ”Estaba segura que él te había puesto a dormir por un buen
tiempo, cariño” dijo. “Le dije que la dosis pasada fue demasiado, pero esa pequeña
putita le aseguró que estaría bien, que iba a durar un par de horas a lo sumo. No sé
por qué nunca me escucha. Estaba empezando a pensar que estabas con muerte
cerebral por el tiempo que estuviste inconsciente.”

La miré fijamente mientras trataba de procesar lo que estaba diciendo, viendo como se
acercaba y comenzó a buscar en su bolso por algo. Sacó un teléfono celular después
de un momento y marcó un número, llevándoselo a la oreja.

“Está despierta”, dijo cuando la persona respondió. “Le di un poco de agua.” Hubo una
pausa e incluso desde la distancia pude ver su cara retorcida con fastidio. “¿Querías
que la dejara morir? Tiene que estar deshidratada. ¡Ha estado fuera de sí, durante
días!”

La miré boquiabierta en shock. ¿Días? ¿Cuántos días? ¿Dónde estaba?

“Puede que quieras traer a esa puta aquí a revisarla ahora que ella se despertó. Me
quedaré aquí hasta que llegues“, dijo antes de colgar. Puso su teléfono de nuevo sobre
la mesa y me miró fijamente, mi mente buscando una forma para poder apoderarme de
él. Estaba muy bien amarrada, con las manos atadas detrás de la espalda, así que no
tenía idea de cómo sería capaz de lograrlo.

“Así que Edward Cullen, ¿eh?”, Dijo, al oír su nombre me sacó bruscamente de mis
pensamientos. La miré con recelo, asustada y preguntándome por qué lo estaba
hablando de él. Inmediatamente me pregunté si ella sabía si estaba bien y consideré
preguntarle, ya que había sido amable conmigo en su mayor parte, pero una voz en el
fondo de mi mente gritaba ferozmente que no pareciera débil o vulnerable de ninguna
manera. “Lo recuerdo de cuando éramos niños. Débilmente, por supuesto, ya que fue
hace mucho tiempo. Pero aun así, me acuerdo de él. Era un niño de mamá según
recuerdo. Siempre se aferró a su madre como si su vida dependiera de ella.”

Mis ojos se estrecharon cuando ella se rió, el sonido me dio náuseas. “Es una lástima lo
que pasó, pero así es la vida. Todos tenemos reglas que tenemos que seguir. Supongo
que ella perdió el memo” dijo sarcásticamente. Mi primera impresión de ella como una
persona amable se tambaleaba, mi confusión estropeando mi capacidad de pensar
con claridad.

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Desapareció de mi línea de visión brevemente antes de aparecer con un paquete de
galletas, abriéndolos y tendiéndome una. “Sería bueno que comieras estas, no sabes
cuándo vas a tener otra oportunidad”.

La miré con cautela, pues no quería aceptar nada de ella, pero no podía permitir que
mi terquedad matara mi oportunidad de conseguir algo de fuerza. Me dolía el
estómago y pude sentir las familiares punzadas del hambre a las que me había
acostumbrado a lo largo de los años. Sucumbí después de un segundo y le di un
mordisco, una sonrisa se formó en sus labios ante mi obediencia.

Me dio de comer las galletas y me dio un poco más de agua mientras mis ojos se
pusieron pesados. Luché contra el sueño, sin querer caer inconsciente otra vez, pero
estaba perdiendo el control. Mi cuerpo empezó a entumecerse y me sentí mareada,
dándome cuenta, cuando el dolor en mi cuerpo cesó y los sonidos se amortiguaron, que
había sido drogada otra vez.

Caí de nuevo en la inconciencia y con el paso del tiempo escuché conversaciones, todo
comenzó a aclararse con cada minuto que pasaba. No podía entender lo que decían,
algunas palabras eran extranjeras y voces desconocidas. La luz se filtraba a través de
mis párpados, los empecé a abrir, tratando de bloquear el dolor intenso que recorría mi
cuerpo. Parpadeé rápidamente en un intento de aclarar mi visión, pero todo era
confuso y mis ojos ardían de nuevo, la habitación estaba muy iluminada haciéndome
entrecerrar los ojos. Pude distinguir unas cuantas personas de pie alrededor de la
habitación, y pude ver al recién familiar, pelo color rojo ardiente. Traté de
concentrarme en ella y me quedé mirando a la mujer con confusión, al ver que su ropa
era diferente a la anterior.

“Buenos días, sol” dijo ella, con los ojos fijos en mí. Todo el mundo dejó de hablar, miré
alrededor con cautela, mi ritmo cardíaco se aceleró cuando vi a James. Él tenía un
vendaje en la mejilla donde le había rozado la bala. Se acercó a la mujer de cabello
rojo y vi cómo le pasaba el brazo por encima del hombro, tirando de ella hacia él. El
rostro de ella se iluminó cuando lo miró con adoración y se inclinó para presionar sus
labios contra los suyos, la imagen me estaba enfermando. Era repugnante y cruel,
había intentado tener relaciones sexuales conmigo en contra de mi voluntad, y la mujer
estaba feliz de que él la tocara. Era perturbador.

“Ah, ¿la Bella Durmiente está despierta?” Una voz desconocida con un fuerte acento
sonó detrás de mí, sorprendentemente cerca. Me tensé cuando James se rió.

“Ni siquiera necesitó de un beso de su príncipe para hacerlo”, dijo con diversión. La
mujer rodó los ojos y le dio un codazo en las costillas, su jugueteo inquietante.

“¿Cómo te sientes?”, preguntó el hombre extranjero, apareciendo en mi línea de visión.


Me miró con curiosidad, sus rasgos me eran desconocidos. Tenía el pelo
significativamente claro, sus ojos entre grises y azules, su nariz grande y distinta. Era

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mayor, y con base en las arrugas que recubren su cara supuse que tenía por lo menos
sesenta años, si no más. “¿Puedes hablar, принцесса мафии?”

Mi frente se arrugó en confusión ante sus palabras extranjeras y sonrió. “Ah,


confundida, ¿verdad? Es más cómodo en italiano. Jamie, muchacho, ¿cuál es la
palabra que estoy buscando?”

“Principessa”, contestó James.

“Sí, eso es. ¿Lo entiendes?”, se preguntó, alzando las cejas con curiosidad, obviamente
esperando algún tipo de respuesta de mi parte. Asentí vacilante después de un
segundo, recordando cómo la gente se refería a Edward como un príncipe de la mafia.
Me encogí ante el dolor, mi cuello estaba tan adolorido que incluso el más mínimo
movimiento me lastimaba. “¿Te duele, Principessa?”, preguntó. Le miré, sin saber cómo
responder a su pregunta, y sonrió. “Puedes hablar con libertad. Somos todos amigos
aquí.”

Le di una mirada incrédula y todos se echaron a reír, obviamente divertidos por mi


reacción. “No creo que confié en ti” dijo la mujer de cabello rojo.

“Eso parece”, el hombre respondió, mirándome con curiosidad. “No puedo culparte. No
debes confiar en la gente, sobre todo con los que te asocias. La forma en que tratan a
los suyos es bastante vergonzosa. Pero te aseguro que nunca te voy a mentir como lo
han hecho ellos “.

Mis ojos se entrecerraron con suspicacia. “¿De qué estás hablando?”, Le pregunté, mi
voz rasposa y apenas audible

“Ah, ¡habla! ¡Progresos!”, dijo emocionado. “De lo que estoy hablando es que de hecho
estos italianos no han sido muy sinceros contigo, ni te han tratado con justicia.
Realmente es una vergüenza, Principessa”.

“¿Por qué sigue llamándome así?”, Le pregunté, sacudiendo la cabeza. Todavía


estaba aturdida y me estaba confundiendo.

“Principessa”, se preguntó, alzando las cejas con curiosidad. “¿Prefieres que te llame
por tu nombre de esclava, Isabella Swan?”

“Yo...” Empecé a decir, sin saber cómo responder a su pregunta. “No lo sé”.

Se echó a reír, sacudiendo la cabeza. “Todavía no puedo creer que ellos no te lo hayan
dicho”, dijo, más para sí mismo que para cualquier otra persona.

“Te lo dije”, intervino James, “ella no tiene idea”.

El hombre me miró y evité su mirada, su atención me incomodaba. Se alejó después de


un segundo y pude verlo tomando una silla de metal plegable por la esquina de mi ojo.

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Se sentó en frente de mí, dejándose caer en ella y se inclinó hacia mí, con las manos
juntas delante de él.

Podía sentir sus ojos en mí y empecé a retorcerme un poco, a pesar de mis limitaciones,
debido a su proximidad que era exasperante. No sabía quién era, pero su presencia
me inquietaba.

“Probablemente te estés preguntando quién soy y qué estás haciendo aquí”, dijo
después de un momento, en un tono repentinamente serio. “Voy a ser sincero contigo,
princesa. Realmente no deseo hacerte daño, pero lo haré si me provocas. Así que estoy
pidiendo de antemano tu cooperación para que no tenga que hacerlo. Sé que eres una
luchadora, teniendo en cuenta que ya has marcado dos veces a mi hijo.”

Mi ceño se frunció mirándolo confundida, sin saber de lo que estaba hablando. Él


sonrió cuando hice contacto con sus ojos y miré detrás de él, mis ojos se abrieron por la
sorpresa cuando miré a James. ¿Su hijo?

“Probablemente debería empezar por el principio”, dijo mientras se volvía hacia mí. “Mi
nombre es Stephan Volkov y he estado familiarizado con los Cullen por muchos años.
Nuestras familias están en el mismo negocio y hemos tenido bastantes, uh, encuentros
con los años. De hecho, Carlisle era un niño la primera vez que lo conocí
personalmente. Era un cabrón pretencioso, al igual que escucho es su hijo menor”.

Se echó a reír, al igual que James, y entrecerré los ojos con enojo ante la mención de
Edward. “¿Toqué un punto sensible, Principessa?”, se preguntó, alzando las cejas
inquisitivamente con una expresión divertida en su rostro. “He oído que está muy
enamorado de ti. Claro que espero que esté bien, por cierto. Sería una lástima si algo
llegara a sucederle. Esperemos que no lleguemos a eso.”

Contuve mi enojo, pero podía sentir mi cuerpo temblar, los peores escenarios pasando
por mi mente. “No” dije en voz baja, con los ojos borrosos por las lágrimas. “Por favor,
no...”

“Ah, no te preocupes. No quiero lastimar al príncipe más de lo que quiero lastimarte a


ti. Si sirve de algo, no he escuchado hablar de ninguna muerte en Forks así que
probablemente esté bien. Pero, de nuevo, no he sabido nada de Laurent o ese chico
entrometido de la reserva, y James me ha asegurado que ninguno de ellos sobrevivió”,
dijo, encogiéndose de hombros. Su voz era indiferente, casi como si estuviera
burlándose de mí. Traté de luchar contra las lágrimas, pero la mención de Edward era
demasiado para mí. Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, mis ojos
ardían.

“Oh, no llores”, dijo, estirando su mano hacia mí. Me estremecí apartándome


rápidamente por instinto y grité cuando el dolor se apoderó de mi cuerpo. Se quedó
inmóvil y dejó caer su mano antes de tocarme, encogiéndose de hombros. “Bien,

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entonces. En fin, ¿dónde estaba?”

“Estabas hablando de lo imbécil que era Carlisle”, intervino James.

“Ah, sí. Carlisle. Esto fue antes de conocer a su esposa esclava, por supuesto. Es una
pena lo que le pasó. Supongo que debería sentirme culpable por eso, pero en mi
defensa nunca le pedí que hiciera nada. Es muy divertido, sin embargo, sin saberlo,
ella trato de arreglar mis líos. Un poco irónico, en realidad, teniendo en cuenta...” dijo
riéndose.

Lo miré boquiabierta, conmocionada, mientras trataba de procesar lo que estaba


diciendo, completamente sorprendida por la mención de Elizabeth.

“¿Usted?”, Le pregunté, ni siquiera del todo segura de lo que estaba preguntando, pero
él parecía estar insinuando que tenía de alguna manera la culpa. Había tenido la
impresión de que los Swan eran enteramente los culpables de todo.

“Realmente no tienes ni idea, ¿no?”, Dijo, sacudiendo la cabeza. “Sí, Principessa. Yo.
Fue divertido cuando ella quiso a ese bastardo hijo mío, pero no podía creerlo cuando
supe que estaba intentando rescatarte. ¿Cuáles son las probabilidades, verdad?”

Lo miré fijamente, parpadeando, confundida mientras trataba de aclarar mi visión. ¿Su


hijo? “Emmett” Di un grito ahogado, aturdida.

“Sí, a quien llaman Emmett” dijo. “Su madre... ella era una, eh… amiga mía.”

Se rió, el sonido me estaba enfermando. Traté de contener mi disgusto y aparté la


mirada de él, a sabiendas de lo que Emmett me dijo de su madre, María, quien había
sido violada. “Es algo, genial ¿no? Jamie me ha mantenido al tanto de él. Me han dicho
que no está demasiado lejos de aquí en Notre Dame con su bella novia. He estado
pensando en ir por él y presentarme. Sería un buen activo”, dijo casualmente.

Mi corazón latía con furia mientras el miedo me recorría al pensar en que Emmett y
Rosalie estaban en peligro y no había manera de que les avisara.

“No entiendo”, dije, nada de lo que estaba diciendo tenía sentido. Sacudí mi cabeza
furiosamente mientras trataba de ordenar mis pensamientos, deseando que la
confusión en mi mente se aclarara para que pudiera reunir las piezas. “¿Cómo puede
ser eso? ¿Y dónde estamos?”. Él dijo Notre Dame no estaba muy lejos de nosotros, pero
sabía a ciencia cierta que eran más de tres mil doscientos kilómetros desde Forks.

“Chicago”, dijo simplemente, mirándome como si fuese estúpida. “¿Qué es lo que no


entiendes?”

“¿Tu hijo?” Le pregunté, frunciendo el ceño cuando miré a James. Él me miraba con
curiosidad, con una sonrisa en los labios. “¿Cómo puede ser eso? Pensé que era de la
familia de Aro”.

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“Ese hombre no es mi familia”, espetó James, su expresión cambiando rápidamente a
la ira. “Él podría ser algo tuyo pero no es nada para mí.”

“Relájate, Jamie”, dijo Stephan con calma.

“¿Qué?”, le pregunté rápidamente, aún más confusa. ¿Mi familia? “¿De qué estás
hablando?”

“Estamos hablando de ti, Principessa” dijo Stephan.

“¿Qué tengo que ver con todo esto?”, Le pregunté.

“Todo”, dijo, con una sonrisa malvada formándose en sus labios. “Mira, Isabella Swan,
ya sea que lo sepas o no, tienes el poder para ayudarme a derribar al enemigo y eso es
exactamente lo que vas a hacer”

“¿Al enemigo?”, pregunté vacilante, asustada por la respuesta. Asintió.

“Sí. Verás, yo he ido lentamente sentando las bases alrededor de Chicago,


apoderándome de las empresas por aquí. Hemos aniquilado casi totalmente a toda la
competencia a excepción de los italianos. Han resistido durante años. Las personas
son leales a ellos y han demostrado ser fuertes. He encontrado maneras aquí y allá,
convertido a algunos, como los Swan hace años, pero ninguno de ellos era lo
suficientemente poderosos. Tenía que conseguir algo más grande, alguien más arriba.
Necesitaba romper el liderazgo y Jamie, aquí, ha estado trabajando para crear una
grieta, pero hasta ahora han sido capaces de mantenerlo unido. Pero... ahora es
diferente. Ahora te tengo”, dijo.

“¿Yo?”, le pregunté. “Pero solo soy... no soy nadie”.

Él se rió en voz alta. “¡Oh, si eso fuera cierto!” dijo. “Definitivamente eres alguien.
Verás, tienes el poder de paralizar a toda la organización desde arriba. Tu ayuda
comprometerá a mis tres mayores adversarios, aquellos que me impiden asumir el
control. He guardado este as bajo la manga desde que Carlisle te compró, pensando la
mejor manera de jugarlo, pero cuando descubrí que el chico Cullen estaba enamorado
de ti, vi la oportunidad perfecta. No estaba del todo seguro de si Carlisle estaba al
tanto de tu valor, pero una vez que desapareció ese médico en Port Angels me di
cuenta de que lo había descubierto y estaba tratando de cubrir sus huellas. Y luego,
cuando Alec se involucró y en realidad se respondió por ti, sabía que él también
estaba en esto. Todavía no estaba seguro de qué tanto harían por ti, porque podría
fácilmente arrojarte a los lobos para cubrir sus propios traseros. Sin embargo, lo que sí
sé de Carlisle es que seguramente se sacrificaría por su hijo, y si el chico te ama como
él dice, él va a hacer todo lo que se necesite para tratar de salvarte”.

Lo miré con horror cuando asimilé lo que estaba diciendo. “Está esperando a que
Edward venga por mí” le dije. Asintió.

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“Cuento con eso, Principessa”, dijo.

“¿Por qué no solo va por ellos entonces? ¿Por qué yo?”, Le pregunté, sin entender
completamente lo que yo tenía que ver en esto. Ninguna de las personas a las que
querían derribar realmente se preocupaba por mí, pero todos ellos se preocupaban por
Edward. ¿No habría sido más fácil simplemente ir directamente por él?

“¿Todavía no lo ves? Eres mi boleto de oro. Si secuestro al chico Cullen todos llegarían
con armas de fuego. Ellos todavía están organizados y confían en los demás. Pero
contigo... tú eres más complicada. Necesitamos que uno de ellos le diga a Aro quién
eres y ten por seguro que, cuando el chico Cullen venga por ti y demande acción,
alguien va a soltar la sopa porque de otra forma Aro no le dará importancia como si
fueras solo una propiedad perdida“, explicó.

“¿Quién soy yo?”, Le pregunté dudosa, inmediatamente lamentando la pregunta


porque la respuesta posiblemente me asustaría.

Sonrió. “He estado tratando de decirte. Tú eres el tesoro, la princesa de la mafia que se
perdió hace mucho tiempo. Todos serán como balas perdidas un peligro volviéndose
unos contra otros cuando se descubra la verdad. Cada uno estará solo, todos ellos en
una misión por razones egoístas. Cuando vengan, y te aseguro que ellos
eventualmente vendrán, vamos a estar preparados. Es mucho más fácil que ellos
vengan por ti que ir a ellos ciegamente, y una vez que haya pasado la tormenta,
Principessa, todo será mío para tomarlo.”

Empujó la silla hacia atrás para levantarse y me observó mientras se alejaba. Yo


estaba completamente abrumada por todo, tratando de darle sentido a toda la
información que me acababa de lanzar. ¿Yo era una princesa de la mafia? ¿Ese era el
secreto que el doctor Cullen había estado guardando de mí, la razón por la que había
tomado esas pruebas de ADN? ¿Yo era una de los suyos, un miembro de la familia de
Aro? ¿Qué significaba eso para mi futuro? ¿Tengo futuro?

Tenía miedo de lo significaba todo eso para Edward y el resto de los Cullen, en qué
posición se ponía Alec ya que había respondido por mí, y cómo afectaría eso a Esme.
Me preocupaba por Emmett y Rosalie, e incluso Jasper y Alice a pesar de que Stephan
no los había mencionado.

Estaba totalmente atónita de cómo había afirmado ser el padre biológico de Emmett,
pero si él también era el verdadero padre de James, ¡¿eso no los convierte en
hermanos?! ¿Cómo puede ser eso?

Lloré por Jacob, preocupada de que en serio estuviera muerto, pero una pequeña
porción de esperanza dentro de mí apostaba por el hecho de que no había información
de que hubiera muerto. ¿Podría haber sobrevivido? ¿Significa eso que Laurent
sobrevivió también? ¿Podría ser que no lo maté, después de todo? ¿Podría él decirle a

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los Cullen dónde estaba yo? Estaba completamente angustiada de lo que estaba por
venir, porque todos se habían sacrificado por mí y ahora sus vidas estaban en juego a
causa de mi existencia.

“Consíguele un poco de agua y algo para comer”, dijo Stephan, mirando a la mujer de
pelo rojo y James. “Ponla en la parte trasera cuando hayas terminado para que así esté
fuera de la vista. Déjala descansar un poco. “

“Oh, puedo manejar eso”, dijo James, sonriendo. Mi temor se intensificó, mi corazón
latía con tanta fuerza que podía oír la sangre corriendo por mis venas. Me sentí
mareada, mi visión comenzó a ser borrosa.

Stephan pasó por delante de James, pero se detuvo abruptamente a unos pasos de
distancia, girando rápidamente. Mis ojos se abrieron de golpe mientras tomaba a
James y lo giraba hacia él con brusquedad, con una expresión seria en su rostro.
“Recuerda lo que te dije, muchacho”, dijo con firmeza.

“Ya entendí”, respondió James, levantando sus manos a la defensiva. “En serio, lo sé”.
Stephan se detuvo un momento antes de soltar a James y salir.

La mujer se acercó y comenzó a tocar las cuerdas que me ataban a la silla,


aflojándolas alrededor de mis muñecas. Me quemaba cuando deslicé mis manos ya
libres, mis muñecas raspadas y sangrando. Ella comenzó a tirar de las que ataban mis
piernas y me quejé después de un segundo. “James, necesito tu ayuda”, dijo. James la
miró por un momento antes de suspirar con fastidio y dirigirse hacia nosotros. Lo
observé con cuidado y me tensé cuando metió la mano en el bolsillo para sacar una
navaja, contuve la respiración mientras la abría. Se puso en cuclillas delante de mí y
metió el cuchillo entre mi piel y los enlaces, cortando la cuerda.

“Ve a buscar algo de comer, Vickie”, dijo James, mirando a la mujer. “Yo la vigilaré”.

Ella sonrió y aceptó antes de marcharse, el sonido de sus tacones contra el piso ponía
mis nervios de punta. Oí el ruido de la puerta cerrándose detrás de mí, y James sonrió.
“Al fin solos”, dijo en voz baja.

Me quedé tan quieta como pude mientras lentamente comenzaba a desenredar la


cuerda, mis ojos miraban alrededor de la habitación atentamente, en busca de alguna
salida. Cortó la última cuerda mientras sus manos lentamente comenzaron a
deslizarse por mis piernas y contuve un escalofrío, mi corazón se aceleró
frenéticamente. Hizo una pausa y se quedó allí por un momento, mirándome con sus
manos sobre mis muslos antes de que apretara con fuerza, sus dedos clavándose en mi
carne. Me encogí ante el repentino dolor mientras él se levantaba, inclinándose sobre
mí con su boca junto a mi oído.

“Vas a pagar por haberme disparado”, susurró. “Voy a matar a tu novio en la primera
oportunidad que tenga y me aseguraré de que estés viendo mientras lo hago.”

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Un escalofrío recorrió por mi espalda cuando su lengua salió y se enredó alrededor de
mi oreja, la sensación me asqueó. Grité de miedo y actué por instinto, sabiendo que
tenía que alejarme de él. Saqué mis manos por detrás de mi espalda y lo empujé,
atrapándolo con la guardia baja. Se tambaleó hacia atrás solo unos pasos, pero antes
de que pudiera reaccionar saqué mi pierna y lo golpeé en su entrepierna con tanta
fuerza como pude ante mi estado de debilidad. Él gritó, sus manos agarraron el área al
mismo tiempo que se encorvaba por el dolor. Me levanté de un salto y me di la vuelta
rápidamente, mi visión borrosa por el movimiento repentino, apenas podía distinguir la
puerta metálica que estaba a un metro de distancia. Corrí hacia ella, con los pies aún
atados, pero por algún milagro no me caí y respiré con alivio cuando la alcancé.
Agarré el pomo rápidamente y comenzó a girarlo pero antes de que pudiera me
tomaron por detrás.

“Me gusta que den batalla”, dijo sin aliento. Me estremecí y grité pidiendo ayuda,
tratando zafarme de su agarre mientras me arrastraba por la habitación a otra puerta,
empujándola con el hombro. Me metió y empujó toscamente a través de la habitación
hacia una pequeña cama de metal ubicada en la esquina con un desnudo colchón
sobre ella. Me di la vuelta con miedo para mirarlo, sin saber qué me iba a hacer, y me
tensé, aún más, mientras tomaba un rollo de cinta adhesiva de un pequeño estante
justo detrás de la puerta.

Se dirigió hacia mí y yo negué frenéticamente, dando pasos hacia atrás mientras se


acercaba.

“No”, dije, presa del pánico. Él sonrió.

“Sí”, dijo firmemente. Eché un rápido vistazo alrededor, viendo que básicamente era un
tipo de armario enorme para herramientas con un pequeño baño separado al otro
extremo de la habitación. Traté de moverme rápidamente hacia la puerta, pero me
agarró de la muñeca, tirando de bruscamente mí hacia él. El dolor atravesó mi brazo y
mi hombro con tal intensidad que mi visión se borró brevemente y grité. Me tiró en la
cama y se sentó a horcajadas sobre mí, me puse a llorar, el miedo y las náuseas
creciendo dentro de mí. Empecé a golpearlo tan fuerte como pude, pero mi hombro
derecho palpitaba y no podía conseguir que mi brazo hiciera lo que tenía que hacer.
Agarré su cara mientras me inmovilizaba, tratando de alejarlo, y mis uñas quebradizas
se atoraron en su piel, rasguñándolo. Le quité la venda y le arranqué los puntos de
sutura que tenía debajo, provocando que hiciera una mueca por el dolor y apartara su
cuando la sangre comenzó a salir de su herida. Se apartó de mí y levantó el puño,
golpeando mi cara con dureza. Chillé con fuerza mientras las lágrimas comenzaban a
fluir, mi nariz punzaba donde me dio un puñetazo.

Agarró la cinta adhesiva y le arrancó un pedazo rápidamente, cubriendo mi boca y mis


ruidos fueron amortiguados. Lo miré con horror cuando arrancó más cinta adhesiva,
quitándose de encima de mí y volteándome boca debajo de un tirón. Tomo mis brazos

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bruscamente y los llevó a mi espalda, el dolor irradia a través de mi cuerpo por la
fuerza de todo. Gemí en la cinta que cubría mi boca cuando empezó a unir mis manos
y tobillos con fuerza. Estaba llorando histéricamente tratando de recuperar el aliento,
sin poder hacerlo mi nariz.

Se puso de pie después de un segundo y me tiró el rollo de cinta adhesiva con rabia,
golpeando un lado de mi cabeza con ella. Me estremecí mientras se limpiaba la
mejilla, levantando su mano para ver la sangre.

“Ya son tres veces, perra” escupió con furia, dándose la vuelta y saliendo. Cerró la
puerta detrás de él, toda la luz se fue de la habitación al instante y me dejó en la
oscuridad total.

No estaba segura de cuánto tiempo había permanecido allí, tratando de ignorar el


dolor, con la sensación de que cada minuto que pasaba era una eternidad. La chica
pelirroja llamada Vickie finalmente entró con una bolsa de comida y una botella de
agua en la mano, se sentó en la cama junto a mí. Arrancó la cinta adhesiva de mi boca
con brusquedad, la dulzura que ella previamente había transmitido estaba ausente en
su movimiento. Frunció el ceño con enojo y me metió la comida a la fuerza, me dio
unos cuantos bocados antes de tirarlo a un lado y salir, cerrando la puerta detrás de
ella, dejándome sola en la oscuridad una vez más.

Finalmente, me desmayé por agotamiento, despertando un tiempo después con una


figura de pie junto a la cama. Parpadeé rápidamente en la oscuridad, tratando de
ajustar mi visión, y finalmente fui capaz de distinguir los rasgos un poco familiares de
Stephan.

“Pensé que ibas a cooperar, Principessa”, dijo estoicamente.

“Yo... No pretendía... quiero decir, él iba a...” comencé a decir, las palabras se
atoraban cuando trataba de sacarlas. Ni siquiera estaba segura de lo que iba a decir,
el hombre probablemente no le importaría lo que James me hiciera.

“No necesito excusas”, dijo con firmeza. “Necesito cooperación”.

Abrí la boca para hablar de nuevo, pero antes de que pudiera él me clavó en el muslo
una aguja, el pinchazo no fue tan fuerte en comparación con el otro dolor abusando de
mi cuerpo, pero todavía era suficiente para hacerme estremecer.

“Va a ser más fácil de esta manera”, explicó poniendo a un lado la aguja y quitando la
cita de mis extremidades. Grité cuando él tiró de mi brazo derecho y suspiró.
“Dislocado”, dijo simplemente antes de alejarse. Salió, cerrando la puerta detrás de él,
y me quedé acostada en la oscuridad por un momento antes de intentar sentarme.
Estaba muerta de sed y mi estómago se revolvía, sintiendo como si estuvieran
comiendo a sí mismo por dentro. No podía recordar haber estado tan hambrienta
alguna vez en mi vida, ni siquiera en Phoenix, y me hizo preguntarme cuánto tiempo,

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exactamente, había estado allí.

Agarré la botella de agua de donde Vickie la había colocado, luchando para abrirla
con mi brazo lastimado. Estaba caliente pero tomé el agua, tratando
desesperadamente de saciar mi sed. Comí unos bocados del sándwich, pero comencé
a sentir náuseas, los mareos apoderándose de mí. Me tumbé en la cama después de
un momento y cerré los ojos, deseando que se detuvieran y sin mucho aviso, la
oscuridad me llevó otra vez.

El tiempo pasó una vez más. Las conversaciones de vez en cuando se filtraban pero se
desvanecían tan rápido como llegaban. Me despertaba esporádicamente para
encontrar comida y agua al lado de la cama, comiendo lo que podía soportar y beber
hasta que volvía a caer en la inconsciencia. Heidi comenzó a aparecer de vez en
cuando, su presencia me sorprendió, ella tomaba mi pulso, revisándome rápidamente,
pero nunca me habló ni una vez, ni una sola palabra. Vickie venía y me daba ropa
limpia, de vez en cuando me recogía del piso cuando me desplomaba allí al venir de
regreso desde el baño. No estaba segura de cuánto tiempo permanecí encerrada en
ese cuarto envuelta en la oscuridad, o cuánto tiempo permanecí inconsciente en los
momentos en que la oscuridad se apoderaba de mí. Podrían haber sido días o
semanas, pero cada episodio parecía volverse cada vez peor. Comencé a tener
pesadillas y alucinaciones cuando estaba al borde de la conciencia, oía voces y veía
caras, pero no podía estar segura que realmente estuvieran allí. Estaba agitada y
confundida, incapaz de pensar con claridad cuando estaba despierta.

En un breve momento de lucidez escuché una conversación a través de la puerta, y me


esforcé por concentrarme en lo que estaban diciendo, en un intento de averiguar qué
estaba pasando. “Esto es mejor de lo que esperábamos”, una voz con acento
relativamente familiar dijo, recordaba la voz del hombre, pertenecía a quien puso una
pistola en mi cabeza en Forks.

“Sí. Ahora que Carlisle y Alec están fuera del camino, solo hay que esperar a que el
chico Cullen reaccione”, respondió Stephan débilmente.

Luché por mantener los ojos abiertos, luchando por mantenerme consciente porque
estaba desesperada por entender qué quería decir eso. ¿Qué le había pasado al
doctor Cullen y a Alec? ¿Significa que Edward estaba bien, al menos por el momento?
Sus palabras me asustaron y confundieron, pero no importaba lo duro que luchaba no
era capaz de evitar lo inevitable. Los hombres comenzaron a hablar en una lengua
extranjera, su voz empezó a amortiguarse y se desvaneció mientras a medida que me
desmayaba de nuevo.

Las pesadillas eran intensas, y los recuerdos se reproducían en un bucle en mi


subconsciente. Vi la cara de cansada de mi madre y escuché su voz suave. “Estás
destinada a la grandeza, Isabella. No pierdas la esperanza”, repetía una y otra vez. Vi
a la madre de Edward, dando vueltas a mi alrededor en un círculo y brillando

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1527


intensamente bajo la luz del sol, parecía un ángel de la guarda que venía a
rescatarme. “Es el destino”, dijo con una sonrisa. No sé si fue simplemente un producto
de mi imaginación o algo surgido de mi memoria, pero había encontrado esperanza en
eso, de cualquier manera. Edward vino a mí también, su encantadora sonrisa y su
reconfortante risa melódica. “La mia bella ragazza” susurró en Italiano erizando mi
piel. Casi podía sentir su aliento en mi mejilla, sintiendo su calor e inhalando su aroma
embriagador. “Ti amo. Non potrò mai rinunciare*.”

Las visiones se hicieron más despiadadas con el paso del tiempo, cada una
progresivamente peor. Vi la cara de James y su sonrisa maliciosa, vi su determinación
cuando respiraba en mi cuello intentando que me pusiera de rodillas. Presencié la
brutalidad que Charles y Jane habían desatado contra nosotros en Phoenix, reviví una
paliza que había recibido de pequeña por Charles padre, casi como si estuviera
ocurriendo ahora. Jacob plagaba mis pensamientos, la visión de él cayendo después
de que la bala lo atravesara, me atormentaba. Había sido mi culpa que estuviera allí;
fue culpa mía que su débil cuerpo yaciera sangrando en el suelo. La expresión del
rostro de Edward mientras me decía que mi madre estaba muerta destelló en mi mente,
la devastación sacudiendo hasta mis entrañas. Recordé sus palabras y sus sollozos, la
imagen transformándose en esa expresión de dolor que había tenido cuando lo lastimé
en su partido de fútbol, antes de terminar finalmente en cómo se había visto en el coche
la última vez que posé mis ojos en él. Estaba en silencio e inmóvil, la vida apenas
palpitaba en su interior. “Mátalo”, se hizo eco en mi mente la voz de James. “Él va a
morir de todos modos.”

Los ardientes ojos del doctor Cullen me perseguían, la penetrante mirada de odio que
había visto aquel fatídico día de octubre del año pasado, cuando me topé con su arma.
Casi podía sentir presionándola en mi garganta mientras jadeaba en busca de aire,
podía sentir la ira saliendo de él. Esa visión regresaba una y otra vez, todo mi cuerpo
sentía como si estuviera en llamas mientras, una vez más, experimentaba la noche en
que me ató a la cama. El dolor era intenso y tangible, cada parte de mí ardía y dolía.
Era insoportable, podía escuchar mis gritos en la oscuridad, mi pecho vibrando ante
los chillidos.

Mis momentos de lucidez empezaron a ser escasos, e incluso cuando despertaba no


podía estar segura de que lo que veía o escuchaba era real. Personas desconocidas se
ponían delante de mí, tenían conversaciones extrañas que no tenían mucho sentido. Vi
la misma cara con frecuencia, un hombre fuerte con la piel bronceada y un lunar
debajo del ojo derecho. El lado izquierdo de su cara estaba desfigurado, casi como si
se hubiera derretido por el fuego. Era casi como el monstruo en mis pesadillas, podía
sentir mi cuerpo temblando violentamente de miedo cada vez que él estaba cerca.

Me desperté en algún momento para ver a Stephan sentado en la cama junto a mí,
mirándome con curiosidad. “¿Cuál es el código de seguridad de la casa de los
Cullen?”, preguntó, con la voz amortiguada, como si mis oídos estuvieran obstruidos.

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“¿Qué?” Modulé con los labios, no había sonido que pudiera hacer. Me quemaba, un
dolor punzante que irradiaba por mi pecho. Intenté aclararme la garganta e hice una
mueca.

“El código de la casa”, repitió con firmeza. No respondí y él gimió con irritación. “Si no
quieres morir por deshidratación, me dirás lo que quiero saber.”

Lo miré mientras me debatía, sabiendo que necesitaba desesperadamente agua. Dudé


brevemente antes de simplemente girar mi cabeza hacia otro lado, deseando que
desapareciera. “Vete” le susurré. Mi desobediencia lo enfadó, porque se puso de pie
rápidamente, sacando una pistola de su cintura y la apunto hacia mí. Metiéndola bajo
mi garganta, presionando y cortando mi flujo de aire de inmediato.

“Dime el código”, gritó con enojo. Me faltaba el aire, cada centímetro de mí estaba
pidiendo alivio, pero no podía decirle lo que quería saber. Nunca podría traicionar a
los Cullen, no de esa manera, no solo porque el doctor Cullen me había pedido lealtad
desde hace meses cuando me recogió en Phoenix, sino también porque habían
sacrificado lo suficiente por mí. Nunca podría hacer algo para causarles daño a
ninguno de ellos, sin importar las potenciales consecuencias para mí.

Apreté los ojos fuertemente y la visión del doctor Cullen destelló en mi mente mientras
luchaba por respirar, el arma haciéndolo casi imposible. Pude ver la ira y el odio en
esa expresión, pero yo no era capaz de sentir el temor. Finalmente entendí cómo se
había sentido él, la culpa y la vergüenza contra la que había luchado con tanta
violencia en ese momento, y mientras estaba allí sufriendo, casi deseé que hubiera
apretado el gatillo, porque yo también lo sentía.

La presión se retiró y di un profundo suspiro de alivio, el alivio inundándome en esa


fracción de segundo en que mis pulmones se llenaron de aire antes de que algo duro
se estrellara contra el costado de mi cabeza. El dolor nuevamente regresó y solté un
grito, sintiéndome mareada mientras la oscuridad me alcanzaba y rápidamente caía
de nuevo en la inconsciencia para repetir el ciclo una vez más.

No estaba segura cuánto tiempo más podría aguantar, cuánto más podría soportar,
pero me aferré con fuerza a la esperanza de que, de alguna manera, Edward me
salvaría. De alguna manera me iba a encontrar, buscaría una manera para salir de la
situación. No sabía dónde estaba ni qué estaba haciendo, ni siquiera cómo iba a
manejarlo, pero no podía renunciar a la esperanza.

Él había prometido que no se rendiría, no importaba qué, mientras él no se diera por


vencido por mí, yo nunca renunciaría a él.

******************
Ti amo. Non potrò mai rinunciare = Te amo. Nunca me rendiré.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1529


“Quería un final perfecto. Ahora he aprendido, de la forma difícil, que algunos
poemas no riman, y que algunas historias no tienen ni principio, ni mitad, ni final
claro. La vida es no saber, es tener que cambiar, es coger el momento y hacer lo
mejor con él, sin saber lo que pasará después. Deliciosa ambigüedad.” Gilda
Radner

Edward cullen
Había escuchado la expresión 'la tensión era tan espesa, que se podía cortar con un
cuchillo' al menos un centenar de veces, pero no fue hasta ese puto momento, sentando
en ese coche inmaculadamente limpio y luchando contra las náuseas por el hedor a
piel nueva, que finalmente entendí exactamente lo que significaba. Me dolía el maldito
cuerpo y mi cabeza estaba latiendo con fuerza, pero el dolor físico no se comparaba al
tormento emocional que estaba sintiendo. La tensión era jodidamente asfixiante, la
hostilidad pura que se filtraba del hombre a mi lado, era casi demasiado que soportar.

No me había dicho ni una sola jodida palabra, habiéndome apenas mirado durante
toda la tarde. Si no fuera por la evidente hostilidad en el aire entre nosotros, joder, tal
vez me habría preguntado si al menos recordaba que estaba allí. Escuché su voz baja
durante toda la noche mientras hablaba por teléfono pero no pude distinguir la
conversación, así que no tenía idea de qué demonios estaba pasando. Estaba
desesperado por saber, pero tenía mucho miedo a preguntar y escuchar las puñeteras
respuestas. Era un maldito cobarde... no había otra forma de decirlo.

Condujo por debajo del límite de velocidad, como si no tuviera una maldita
preocupación en el mundo, su falta de urgencia me ponía ansioso y hacía que mis
manos temblaran por los nervios. Había un silencio total en el vehículo, el único sonido
era el zumbido del motor, y eso no ayudaba en nada a aliviar la intensa presión que
estaba sintiendo. Nada de maldita música, nada de jodida conversación... nada más
que tensión.

Tenía dos costillas fracturadas, una nariz rota y un pequeño esguince en la muñeca
además de la conmoción cerebral. Tenía cortes y enormes moretones cubriendo la
mitad de mi cuerpo. Mi padre había echado mano de algunas influencias y uno de sus
colegas en Sequim accedió a verme extraoficialmente sin hacer preguntas, a pesar de
mi insistencia en que no necesitaba ver a ningún maldito doctor. Él ya había

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1530


establecido claramente lo que tenía y no había una mierda que pudieran hacer por
ninguna de mis heridas excepto ponerme hielo y darme Tylenol, lo cual podía hacer
por mi cuenta en casa. Pero él había exigido que fuera de todas formas, solo por si
acaso, y cuando el jodido Carlisle Cullen exigía algo no podía decir que 'no'. Lo había
encabronado lo suficiente cuando admití que habíamos alterado el chip de Isabella,
así que no había forma de que yo empezara otra pelea tan pronto al insistir en que
sabía lo que necesitaba mejor que él.

Cuando Alec llegó, partimos en el largo viaje de casi dos horas a la clínica médica
mientras mi padre se quedaba para ocuparse de la devastación que había quedado
atrás. El doctor sugirió que me quedara a pasar la noche en observación pero Alec
intervino y rechazó la recomendación, declarando que teníamos que llegar a casa lo
antes posible.

Miré el reloj del salpicadero mientras viajábamos en la oscuridad y vi que faltaba un


par de minutos para la medianoche. Mi pecho dolió al darme cuenta de que un nuevo
día comenzaría pronto, las últimas veinticuatro horas simplemente pasarían a formar
parte del pasado. La mayoría de la gente se olvidaría de ellas, el día no sería más que
un puñetero parpadeo en su radar del gran esquema de las cosas, pero eran horas
que nunca olvidaría. Hacía solo veinticuatro malditas horas estaba acostado en la
cama con mi Bella, sosteniéndola en mis brazos y sintiendo su calor. Había escuchado
su voz cuando susurró mi nombre en su sueño, esa simple palabra dicha con tanta
maldita pasión que solo el recuerdo de ello envió un escalofrío por mi espalda. Hacía
veinticuatro horas ella estaba conmigo, a salvo, y a pesar de todo, feliz.

Pero mientras estaba allí sentado, mirando con rabia ese maldito reloj, no estaba
seguro de nada de eso. No sabía dónde estaba, con quién estaba, ni por lo que estaba
pasando. No tenía ni idea de si estaba bien o no, sin una jodida forma de saber si
estaba herida o asustada. La simple idea me hacía temblar de miedo y de ira y apreté
mis manos en puños, tratando de luchar nuevamente antes de perder todo el control.

Doce horas. Había estado perdida durante casi doce horas de mierda y el maldito reloj
solo seguía contando, como si esos segundos fueran inútiles y no importaran. Sin
embargo, sí importaban, porque cada maldito segundo era demasiado jodido tiempo.
Era un segundo más sin ella, un segundo más de no saber qué estaba pasando.

Sentía como si mi mundo se hubiera detenido, entonces, ¿por qué ese maldito reloj
seguía moviéndose como si esperara que fuera jodidamente capaz de seguir adelante
sin ella?

Suspiré con fuerza y Alec se tensó, la tensión entre nosotros era cada vez mayor.
Estaba furioso y eso era jodidamente peligroso, porque sabía exactamente lo que
pasaba cuando él reaccionaba con ira. La sola idea hizo que mi estómago se
revolviera, que mi corazón latiera tan rápido haciendo que el dolor en mi pecho se
intensificara y tuviera que luchar por respirar.

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Pasamos por el tramo de bosque donde había ocurrido el accidente y miré en esa
dirección con aprensión, viendo que el coche ya no estaba. Lo esperaba ya que mi
padre había pedido una grúa antes de que siquiera nos hubiéramos ido, pero era
extraño de todos modos. Incluso en la oscuridad podía ver donde nos habíamos
estrellado, algunos árboles estaban agrietados y rotos por la fuerza de la colisión, pero
si no supiera lo que realmente había pasado solo asumiría que habían sido derribados
por causas naturales. No había evidencias del suceso que había enviado vida en
picada, ningún indicio de que la mujer que amaba más que mi propia vida había sido
secuestrada.

Él terminó el viaje en completo silencio y yo miré por la ventanilla, cada segundo una
maldita agonía. Di un suspiro de alivio cuando finalmente llegamos a casa, contento
de que hubiera terminado y podría poner algo de espacio entre nosotros. Estacionó el
coche a un lado y me bajé, mirando alrededor con ansiedad. La casa parecía vacía, no
había luces encendidas a la vista, pero estaba seguro de que no estaba vacía. Sin
embargo, sentía como si le faltara algo, lo que era una maldita idea estúpida, porque
era evidente lo que faltaba.

La mia bella ragazza... y hasta que ella regresara, nada se sentiría bien de nuevo.

Mis ojos ardían mientras miraba la casa y parpadeé un par de veces, tratando de
contener las lágrimas que se estaban formando. Luché ferozmente contra ellas,
necesitando mantenerme fuerte porque no podía derrumbarme o perder la esperanza.
Aunque esa mierda dolía. Dolía mucho más que cualquiera de mis lesiones y era más
agonizante que cualquier puta tensión que nos rodeara.

La había jodido, no había otra forma de decirlo. Había hecho mierdas pensando que
sabía lo que hacía, pensando que tenía las respuestas, cuando la verdad era que solo
era parte del maldito problema. Todo ello era mi jodida culpa. Ella no estaba y si yo no
hubiera sido un impetuoso sabelotodo, tal vez todavía estaría a salvo. Si solo hubiera
mantenido mi temperamento bajo control, o si hubiera escuchado acerca del maldito
chip, puede que la mierda hubiese sido diferente. Gemí cuando pensé en el maldito
chip, levantando mis manos para frotar mi pecho. Mi padre me había golpeado cuando
se lo dije, su calma se había disipado inmediatamente cuando le confesé lo que
habíamos hecho. El fuego en sus ojos me sorprendió, y nunca en mi vida le había
temido como lo hice en ese puto momento. Vi al asesino que otros veneraban, al
hombre violento que no dudaría en matar lo que representara una amenaza para él.
Su ira lo consumía mientras echaba su puño hacia atrás y me golpeaba justo en el
pecho con tanta fuerza que me tambaleé hacia atrás cayendo dentro del coche y
perdiendo el aliento. Él no era mi padre en ese momento, era el Mafioso, y me
recordaba alarmantemente al hombre tranquilo cuyos ojos podía sentir taladrando la
parte de atrás de mi cabeza.

Me volví y miré a Alec, encontrándome con su penetrante mirada observándome de

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1532


cerca. Tenía el presentimiento de que no iba a quitarme los malditos ojos de encima si
no tenía que hacerlo, estaba decidido a asegurarse de que no hiciera algo jodido de
nuevo.

Me pasé la mano por el cabello, haciendo una mueca cuando el dolor recorrió mi
cuerpo en el momento en que empecé a caminar hacia la casa. El lugar donde yacía
Jacob cuando habíamos salido huyendo parecía completamente normal, la grava en su
lugar sin un indicio de sangre por ningún lado. Estaba mareado y me tambaleé un
poco al mismo tiempo que mi visión se volvía borrosa, el tormento y la incertidumbre
me estaban abrumando.

Sabía en lo más profundo de mi ser que no había forma de que él pudiera haber
sobrevivido y sabía que mi padre era un profesional en la limpieza de evidencias de
crímenes, pero una pequeña parte de mí estaba desesperada por creer que, de alguna
manera, significaba que él no había muerto. Que de alguna manera, por encima de
todo, no había causado también la puta muerte de Jacob.

Entré y me detuve en el vestíbulo, mi padre salía de la habitación de debajo de las


escaleras, y me quedé inmóvil cuando miró en mi dirección. Sus ojos me recorrieron
rápidamente antes de centrarse en Alec, que entró detrás de mí y cerró la puerta.

“¿Ha hablado?” preguntó Alec fríamente, el sonido de su voz justo detrás de mí envió
un escalofrío por mi espalda. Me tensé mientras mi padre hacía un gesto de negación.

“Nada,” dijo simplemente.

Alec pasó rozando junto a mí y se dirigió a la habitación, dándole a mi padre una


mirada extraña antes de desaparecer en el interior. Mi padre me miró enfadado y negó
con la cabeza, murmurando algo en voz baja antes de irse y dar un portazo en el
segundo piso un momento después.

Me quedé allí parado por un momento, sin saber qué mierdas hacer, antes de dirigirme
a las escaleras. Podía escuchar la voz de mi padre a medida que llegaba al segundo
piso, su ira apabullante mientras le gritaba a alguien. Comencé a subir al tercer piso
pero me detuve abruptamente cuando escuché el nombre de Emmett, me golpeó la
culpa y la vergüenza cuando me di cuenta de que estaba regañando a mi hermano por
algo que había sido mi jodida culpa. Mis piernas amenazaban con dejar de
sostenerme y me senté en los escalones, agachando la cabeza mientras me agarraba
el maldito cabello con fuerza y frustración, tratando de calmarme. Podía escuchar a mi
padre gritándole sobre el maldito chip, diciéndole que sería mejor que averiguara
cómo arreglarlo antes de que perdiéramos a Isabella para siempre. Sus palabras
dolían y me era difícil respirar con la sola mención de que posiblemente pudiéramos
no encontrarla, sin ser capaz de aceptar esa mierda.

Teníamos que encontrarla y no me detendría hasta que lo hiciéramos.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1533


La puerta de la oficina se abrió después de un momento y miré en esa dirección, mi
padre salió y deslizó su teléfono en su bolsillo. Me lanzó una mirada furiosa mientras
empezaba a subir al tercer piso, pasó junto a mí al subir. Regresó después de un
minuto, deteniéndose junto a mí. “Es increíble como algo tan pequeño puede ser tan
importante, ¿no es así?” Dijo casualmente, sosteniendo el pequeño microchip que
habíamos ocultado en la biblioteca. “No es que no lo supiera, Edward. Sabía de los
bloqueadores de señal que habías comprado y lo dejé pasar, porque quería confiar en
que cuidarías de ella. Quería creer que no serías tan estúpido como para utilizarlos
para ponerla en peligro. Nunca pensé que los utilizarías, porque nunca pensé que
huirías. Pero ni en mis sueños más locos se me ocurrió que harías algo así. Pensaba
que te conocía, Edward, pero está claro que no. Y Emmett... juro que pensaba que era
más listo que esto. Por qué iba a ser tan estúpido como para seguirte la corriente en
uno de tus planes, nunca lo entenderé.”

“No culpes a, Emmett,” le dije, la decepción en su voz era dolorosa. Toda la mierda que
él había hecho finalmente tenía sentido para mí, y me di cuenta que había estado
trabajando en su contra todo el maldito tiempo. Cada paso que había dado con el fin
de mantenerla a salvo, joder, yo lo había deshecho. ¿Cómo de jodidamente estúpido
podía ser? ¿Cuánto de jodidamente egoísta y arrogante había sido? “Es culpa mía. Él
solo intentaba ayudarnos. Solo quería que fuéramos felices.”

Se rio con amargura, negando con la cabeza. “¿Lo eres?” Preguntó, levantando sus
cejas de forma extraña. “¿Eres feliz ahora? Eso espero, hijo.”

Negué con la cabeza, su tono burlón me hizo enfadar. Joder, podía estar todo lo
cabreado y decepcionado que quisiera, pero la burla era demasiado para tolerar. “No
tienes que ser un maldito pendejo,” escupí. “¿Te parece que soy feliz? ¡La amo y se ha
ido! Joder, ella se ha ido.”

Él se quedó mirándome un momento antes de asentir. “Así es,” dijo simplemente,


entrando de nuevo a su oficina y dando un portazo.

Me quedé allí sentado mientras mi mente trataba frenéticamente de repasar todo lo


que había pasado, pero no importaba cuanto intentaba, no era capaz de encontrar una
fácil solución de mierda. Tenía que haber alguna, joder, tenía que haber alguna forma
de arreglarlo todo, alguna forma de volver al pasado y deshacer todos mis errores.
Todo era un caos, todos estábamos en peligro, y yo no había hecho nada más que
empeorarlo considerablemente con mi arrogancia.

“Mierda,” escupí, tirando de mi cabello aún con más fuerza. Dolía pero, palidecía en
comparación con el resto de mi dolor. Estar sentado ahí sin hacer nada me estaba
matando, cada segundo me carcomía, no tenía a nadie a quien culpar más que a mí
mismo.

Joder, si solo hubiera escuchado....

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1534


No estaba seguro de cuanto tiempo llevaba allí sentado balanceándome hacia atrás y
hacia adelante, mi ira e impaciencia aumentando, antes de levantarme y comenzar a
pasearme por el pasillo. En lugar de conseguir controlarme, el control que tenía se
estaba esfumando a medida que empezaba a ponerme más frenético. Finalmente,
escuché pasos en las escaleras cuando Alec empezó a subir al segundo piso al mismo
tiempo que mi padre salía de su oficina, los dos hombres se detuvieron en el pasillo
cuando me vieron. Miré del uno al otro mientras ellos me miraban en silencio, mi último
vestigio de control desapareció.

“¿Qué demonios pasa? ¡Joder!, ¿por qué están ahí parados?” Espeté. “¿Pueden hacer
algo? ¿Lo que sea? ¡Cristo!”

Tan pronto como la última palabra salió de mi boca, tiraron con rudeza de la parte de
atrás del cuello de mi camisa y me estrellaron contra la pared, el dolor recorrió todo mi
cuerpo al mismo tiempo que me quedaba sin aliento. Jadeé en busca de aire mientras
Alec empujaba algo duro en mi costado, y dándome cuenta después de un segundo
que era su maldita arma.

“¿Todavía no has aprendido la lección?” Preguntó bruscamente. “¿Qué vas a necesitar


para que la entiendas, Edward? ¿Va a tener que morir uno de nosotros antes de que te
des cuenta que esto no es un juego? Estás jugando con nuestras vidas y por mi parte,
no voy a tolerar que me pongas en más peligro de lo que ya lo has hecho. No me
importa de quién seas hijo.”

Mi corazón latía rápidamente y mis rodillas se debilitaron mientras él me tenía contra


la pared, emanando ira, en ese momento, dirigida exclusivamente hacia mí. Cada
maldita palabra que había dicho la dijo en serio y sabía que no vacilaría en apretar el
gatillo en el que estaba su dedo si sentía que era necesario.

“Alec,” dijo mi padre con firmeza. “Suéltalo.”

Alec me soltó de inmediato y yo hice una mueca cuando apartó el arma de mi costado
y se dio la vuelta, apuntando directamente hacia la cabeza de mi padre. Inhalé
bruscamente, el dolor se difundió en mi pecho a causa de mis costillas fracturadas, y
mi padre se quedó inmóvil. Quieto como una estatua, sin siquiera parpadear, mientras
Alec lo miraba fijamente. Estaba asustado como la mierda, sin saber qué demonios iba
a pasar, pero no había nada de miedo en los ojos de mi padre. Simplemente le
devolvió la mirada, esperando pacientemente a que Alec hiciera alguna mierda.

“Sigues hundiéndome más y más hondo, Carlisle,” dijo después de un momento de


tenso silencio, bajando su arma y metiéndola de nuevo en la cintura de sus pantalones
mientras sacudía su cabeza.

“Lo sé,” mi padre respondió en voz baja.

Alec se volvió para mirarme, la ira seguía en su expresión. “Si quieres sobrevivir a esto,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1535


vas a tener la boca cerrada,” me dijo. “No me importa como lo vas a hacer o qué vas a
necesitar para conseguirlo, Edward. Esa boca tuya va a conseguir que cada uno de
nosotros sea asesinado si no la controlas, y si tú no la cierras, yo te la voy a cerrar. Me
niego a dejar que conviertas a Esme en viuda porque no sabes guardar un secreto. Así
que ahora mismo te lo digo, si dices algo de lo que sabes pensando que apresurarás
las cosas, te juro que te mataré antes de que me maten. Puede que no te gusten
nuestros métodos, pero tienes que aceptar el hecho de que algunos sabemos más que
tú.”

Se alejó de mí y se dirigió directamente a la oficina, pasando junto a mi padre. Le eché


un vistazo y vi que me miraba con aprensión, titubeando como si tuviera algo que
añadir.

“Tienes que escucharlo,” dijo después de un momento. “Vamos a encontrarla, pero


tenemos que jugar bien nuestras cartas. No importa lo que suceda, no podemos
exponer quién es ella o pondrá todas nuestras vidas en peligro... incluyendo la suya.
Así que, solo relájate, estamos trabajando en ello.”

Desapareció dentro de su oficina y cerró la puerta sin decir una palabra más, y yo solo
me quedé mirando a la puerta con incredulidad. ¿Relajarme? Joder, ¿él esperaba que
me relajara?

Sentía como si el tiempo pasara tortuosamente lento, cada segundo era una agonía,
pero sin embargo, el reloj parecía avanzar a un ritmo constante. Anduve por la casa
mientras mi padre y Alec seguían trasladándose entre la oficina y el sótano, y a pesar
de que quería saber desesperadamente qué mierda pasaba, no me atrevía a abrir la
boca para preguntar. Estaba amaneciendo cuando finalmente subí al tercer piso, mi
pecho se apretó a medida que abría la puerta de la habitación. La habitación estaba
en completa calma y me quedé allí por un momento, mirando. Sentía como si estuviera
mal estar allí sin ella, la chispa se había ido de todo. Ella debería estar ahí,
acurrucada entre las mantas y abrazando su almohada con fuerza mientras que
soñaba con lo que demonios fuera que soñara cuando estaba feliz, pero no estaba.

Entré después de un momento y me senté en el borde de la cama, pasando las manos


por mi cabello en frustración. El dolor en mi pecho rivalizaba con el que había sentido
hacía una década cuando mi madre fue arrancada de mi vida, el completo vacío que
sentía me desgarraba en pedazos. Alcancé la almohada de Isabella y la agarré,
apretándola contra mi pecho con fuerza mientras las lágrimas se formaban en mis
ojos, pero esta vez no luché contra ellas. No tenía que aparentar en nuestro espacio, no
había ninguna razón para pretender que estaba jodidamente bien cuando claramente
no era así. Respiré todo lo profundo que pude, haciendo una mueca por la mezcla del
dolor físico y la pena que me embargaba cuando noté su dulce aroma que todavía
permanecía en su almohada, fresas y rayos de sol. Me había dicho meses atrás que yo
olía como los malditos rayos del sol y me reí por lo absurda que sonaba esa mierda,

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pero mientras inhalaba su aroma de esa maldita almohada, todo tuvo sentido. Olía a
algo cálido y familiar, a felicidad y confort, justo como los jodidos rayos del sol.

Me aferré a ella con fuerza cuando los sollozos me sorprendieron, cada pizca de
control me fue arrebatada en ese momento. Me importaba una mierda quién me
escuchara mientras lloraba y gritaba en agonía, no me importaba una mierda lo que
pensaran. Necesitaba que ella estuviera a salvo, necesitaba que saliera indemne, y no
me importaba un carajo lo que tuviera que hacer o lo que tuviera que sacrificar para
hacer que eso sucediera. Joder, ella me había salvado, me había sacado de la maldita
oscuridad y me había mostrado que había algo por lo que valía la pena vivir, y haría
todo lo que tuviera que hacer a fin de retribuirle eso. Ella lo valía y se lo merecía.

Era media tarde cuando escuché el sonido de una garganta aclarándose con
nerviosismo desde la entrada. Levanté la mirada y vi a mi padre ahí, mirándome con
cautela.

“Nos vamos a ir a Chicago pronto,” dijo en voz baja.

“Eh, está bien,” le dije, aclarando mi garganta mientras ponía la almohada junto a mí.
Levanté mis manos y limpié mis ojos, las lágrimas seguían cayendo. Bajé la vista e hice
una mueca, viendo que todavía llevaba puesta la ropa hecha trizas y salpicada de
sangre. “Supongo que tengo que cambiarme.”

“Preferiría que te quedaras aquí, solo por si acaso,” respondió de inmediato.

“Joder, ¿esperas que me quede aquí?” Pregunté con incredulidad, mi ceño se frunció.

“Solo por si acaso ella regresara,” respondió. Me reí con amargura, sacudiendo la
cabeza mientras me ponía de pie. De inmediato me mareé, un dolor punzante
desgarraba mis costillas mientras que mi cabeza palpitaba febrilmente.

“No es un maldito perro perdido,” dije con brusquedad, las lágrimas corrían por mis
mejillas. “No ha salido a pasear al patio trasero y se ha perdido en algún lugar en los
bosques. Joder, ha sido secuestrada y no hay forma de saber dónde demonios la
tienen. ¡No va a simplemente aparecer de nuevo aquí!”

“Lo entiendo, pero creo que deberías reconsiderarlo,” me dijo. “Es peligroso y...”

“Voy a ir,” le dije, interrumpiéndolo bruscamente. “Si no quieres que vaya contigo, bien.
Pero subiré al siguiente maldito avión te guste o no. No puedo solo quedarme aquí.”

“Bien, pero vas a tener que controlarte, hijo. No puedes salir corriendo a una misión de
vigilancia, pensando que sabes que es lo mejor,” dijo enfáticamente. “No puedo
concentrarme en conseguir recuperarla si tú andas por ahí causando estragos y
arruinando todo lo que haga.”

Gemí, negando con la cabeza. “Lo sé. Cristo, no soy tan estúpido. He escuchado a Alec

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y no he dudado ni un maldito segundo que lo que ha dicho lo ha dicho en serio. Voy a
mantener la boca cerrada y dejar que hagan lo que saben hacer, pero joder, tengo que
estar allí.”

“Sé por qué te sientes así,” comenzó a decir, “pero no tenemos idea de en qué
circunstancias vamos a encontrarla.”

“Dije que voy a ir,” espeté, molesto de que estuviera tratando de convencerme de lo
contrario. “Tengo que saber. No soy un puto ingenuo. Sé lo que le podrían estar
haciendo y tengo que estar allí, no importa qué.”

“Está bien,” dijo pellizcando el puente de su nariz en frustración. “En unas horas sale
un vuelo desde Seattle. Tenemos que atar unos cuantos cabos sueltos aquí con Jacob y
Laurent, y luego nos iremos.”

Lo miré con curiosidad ante la mención de los dos. “¿Han sobrevivido?” Pregunté
vacilante. Se quedó mirándome un momento antes de suspirar.

“Tenemos a Laurent en el sótano y estamos tratando de conseguir de él información.


Está en muy mal estado y no ha dicho mucho hasta ahora además de rogar por ayuda,
pero le he inyectado un poco de pentotal sódico hace unos minutos,” respondió.

“¿Sódico qué?” Pregunté, mi ceño frunciéndose por la confusión.

“Pentotal sódico. Es un barbitúrico. Suprime las funciones corticales superiores del


cerebro, y ya que mentir es un proceso tan complejo, es más fácil...” Parloteó.

“Cristo,” lo interrumpí, sacudiendo la cabeza en frustración. “En español de mierda, por


favor.”

“Es un suero de la verdad,” dijo con un suspiro, encogiéndose de hombros.


“Hipotéticamente, de todos modos.”

“¿Esa mierda es real?” Pregunté sorprendido. Él asintió.

“Sí, pero no funciona con todos. Algunos son mentirosos experimentados y las drogas
no afectan su habilidad de mentir,” respondió. “Así que, esperemos que Laurent no
tenga mucha experiencia todavía.”

Asentí, pasando la mano por mi cabello. No tenía idea de cuánto tiempo llevaría
conseguir que su pinche chip funcionara de nuevo, entonces comprendí que Laurent
era nuestra mejor opción para encontrarla más rápido. “¿Y Jacob?” Pregunté. Él se
quedó mirándome por un momento y la expresión en su rostro fue la única respuesta
que realmente necesité. Incluso al otro lado de la habitación podía ver el destello de
dolor en sus ojos y supe de inmediato que no había maldita esperanza en absoluto.

“No había nada que pudiera hacer por él,” dijo en voz baja. “Dispararon a matar. No

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estamos entrenados para dejar una herida o una rozadura.”

“¿Por qué él?” Pregunté, las palabras atrapadas en el nudo que se formaba en mi
garganta. Tal vez ya no éramos amigos, pero aun así no merecía morir como lo había
hecho. Joder, solo intentaba ayudar, había arriesgado su propia seguridad por
Isabella, y eso merecía mucho respeto desde mi punto de vista. No tenía que haber
hecho esa mierda, pero la hizo, y perdió su puñetera vida por ello. “Me refiero a que,
joder, ella y yo estábamos de pie justo ahí. ¿Por qué le dispararon a él? No era nadie,
no tenía una mierda que ver con ello. Y si están tan malditamente entrenados para
matar, ¿por qué todas las demás balas de mierda no nos dieron?”

“Porque su intención era fallar,” respondió. “Jacob era un espectador inocente, Edward.
Estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Era un testigo, una
complicación innecesaria que podía ser eliminada fácilmente, pero era diferente
contigo e Isabella. Vi las grabaciones de seguridad después de llegar a casa y vi lo
que sucedió. Te pusieron nervioso, dispararon unos cuantos tiros para ponerte en
movimiento, y esperaron a hacer su verdadera jugada una vez que estuvieran lejos y
ellos tuvieran de nuevo la ventaja. Si no te quisieran vivo podrían haberte matado
cuando tuvieron la oportunidad, pero no lo hicieron. No sé exactamente lo que
significa, o qué papel juegas en esto, pero te mantuvieron con vida por alguna razón.”

“Eso es una mierda,” dije, tratando de controlar mis emociones, pero fue inútil. Mis
lágrimas fluían libremente y ninguna mierda las detendría, sentía mi corazón como si
se estuviera rompiendo en millones de pedazos. No entendía qué demonios estaba
pasando o por qué cojones tenía que pasarnos a nosotros. ¿Por qué a ella? ¿Qué
demonios habíamos hecho para merecerlo? “Joder, ¿por qué no me llevaron a mí? ¿Por
qué tuvieron que llevarse a mi Bella?” Pregunté, mi voz un susurró agonizante.

“Yo, eh... no lo sé, hijo,” dijo en voz baja. “Desearía tener las respuestas que estás
buscando, pero no las tengo. Y en realidad, en este momento, no puedo hacerte
ninguna promesa, pero haré todo lo que pueda.”

Asentí, limpiando mi rostro con mis manos de nuevo y aclarando mi garganta.


Necesitaba mantenerme fuerte y no desmoronarme, y amargándome pensando en lo
jodidamente injusto que era no me ayudaría a pensar claramente. “Entonces, eh,”
empecé a decir con aprensión, haciendo una pausa porque en realidad no estaba
seguro de querer saber la respuesta a la maldita pregunta que estaba a punto de
hacer. “¿Qué has hecho con él?”

“¿Con Jacob?” Preguntó, levantando sus cejas inquisitivamente. Asentí. “Bueno, no


podía precisamente llamar a las autoridades. Ojalá pudiera, porque era un buen chico
y se merecía un entierro apropiado, pero hacerlo nos arruinaría a todos. No podía
arriesgarme a eso. Sin embargo, hice lo mejor que pude para darle una digna
despedida, y preferiría no decir mucho más que eso. No creo que haya muchas
evidencias que relacionen su desaparición con nosotros y he hecho algunas cosas para

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comprar algo de tiempo, pero estoy seguro que con el tiempo vendrán a cuestionarte
sobre su rivalidad pública.”

Me tensé cuando dijo esas palabras, abrumado por el miedo ante la realización que él
no sabía todo. “Mierda,” dije, negando con la cabeza. “Puede que vengan antes de lo
que piensas. Creo que Isabella fue la última persona con la que él habló...”

“Lo sé,” dijo interrumpiéndome. “He dicho que he comprado algo de tiempo.”

“¿También has comprado algo de jodido tiempo para la maldita pelea que tuvimos en
la escuela ayer?” Pregunté, negando con la cabeza.

“¡Maldita sea, Edward! ¡No me digas que te peleaste con ese chico de nuevo!” Gritó
furioso. Suspiré y asentí, haciendo que gruñera con exasperación. “¿Lo vio alguien?”

“Sí, demasiada maldita gente. Tyler, Lauren, Jessica, Tanya... joder, ni siquiera puedo
recordar. Todos estaban allí en el estacionamiento. Corrí, me subí a el coche y me fui,
pero él me siguió enseguida.”

“Siempre es lo mismo contigo, hijo,” me dijo. “Esto solo sigue empeorando y al paso
que vamos, no hay manera de que siquiera logremos salir de la ciudad antes de que la
gente sospeche. Te metes en una maldita pelea con un chico que casi matas una vez, y
él desaparece de repente justo después. Simplemente estupendo.”

“Joder, lo sé, pero él le dijo a Isabella que estaba pensando en irse de su casa y
simplemente comenzar de nuevo en algún lugar donde nadie lo conociera. O sea, si él
le dijo eso, lo más probable es que les hubiera dicho esa mierda a otros. Tal vez ellos
piensen que finalmente ha tenido suficiente y se ha ido,” dije esperanzado, tratando de
encontrar una forma de salir de este lío. Lo último que necesitaba es ser acusado de un
maldito homicidio o algo así por encima de todo lo demás que estaba pasando. Me
sentía culpable y avergonzado por su muerte y el hecho de que no recibiría el funeral
que se merecía, pero ella era lo más importante para mí y no podía permitir que nada
impidiera que la encontráramos.

“Posiblemente,” dijo, sacudiendo la cabeza con molestia. “Necesito encargarme de


algunas cosas antes de irnos. Mantente lejos de los problemas de una puta vez en las
próximas horas para que no compliques todavía más las cosas, si es que puedes hacer
eso.”

Se dio la vuelta y salió de la habitación, maldiciendo en voz baja mientras bajaba las
escaleras. Me puse de pie y me desvestí lentamente, poniendo mi ropa en una pila en
la esquina de la habitación e hice una nota mental para deshacerme de esas hijas de
puta más tarde ya que estaban cubiertas en sangre. Tomé una larga ducha, tratando
de relajarme y calmar el puñetero dolor en mi cuerpo, pero no ayudó mucho para
calmar mis nervios. Froté cada centímetro de mi cuerpo, sintiéndome asqueado, y volví
a salir cuando mi piel estaba en carne viva y roja por el agua caliente.

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Me vestí con la primera cosa que encontré, unos vaqueros desgastados y una camiseta
blanca, y abrí el último cajón de mi escritorio con mis llaves. Cogí el Grey Groose y me
senté en el borde de la cama mientras me ponía un par de Nike blancos, quitando la
tapa de la botella y tomando un largo trago. El ardor por el vodka se extendió por todo
mi cuerpo y me calentó de inmediato, calmando un poco mis crispados nervios. Me
quedé allí sentado en silencio por un rato mientras pasaba el tiempo, bebiendo y
pensando en todo lo que mi padre había dicho. Jacob estaba muerto, Isabella estaba
desaparecida, y el resto de nosotros estaba en grave peligro. Mi vida se estaba
desmoronando, mi familia era un caos, y si la mierda no evolucionaba a la perfección
podíamos terminar todos jodidamente muertos. Y pensar que, hacía solo veinticuatro
horas mi maldita mayor preocupación habían sido las putas analogías...

Nada de esa mierda me importaba ya. Mi carrera de fútbol claramente había


terminado, ya que mis lesiones me pondrían fuera el resto de la temporada, y mi futuro
estaba en el aire, pero no me importaba. Joder, ni siquiera sabía si sobreviviría, mucho
menos si volvería a la escuela, pero me importaba una mierda lo que me pasara a mí
mientras que la encontrara.

Nada importaba salvo ella.

Unos minutos después del mediodía, finalmente me dirigí a la planta baja, sin ser
capaz de soportar el hecho de simplemente quedarme allí sentado. Entré a la sala de
estar y me quedé parado junto a la enorme ventana, mirando hacia el patio trasero. En
algún momento de la madrugada la niebla había caído, y junto a ella, la lluvia, y
apenas podía ver la línea de árboles a unos metros de distancia. La casa estaba en
completo silencio, a excepción de la lluvia golpeando el cristal, y se sentía extraño.
Estaba tan embelesado mirando hacia la sombría escena frente a mí, que ni siquiera
escuché los pasos acercándose, y estaba completamente ajeno a la presencia detrás
de mí hasta que capté un destello de su reflejo en la ventana.

“Cristo,” escupí, dando un salto y agarrando mi pecho por la sorpresa. Hice una mueca
y me volví para ver a Alec parado detrás de mí, tan inmóvil como una estatua con una
expresión seria en su rostro. Estaba mojado, su camisa blanca tenía manchas de
sangre y lodo.

“No eres muy observador,” dijo mientras empezaba a desabotonar su camisa.

“Es solo que eres sigiloso, como un maldito ninja o un vampiro o algo así,” dije de un
tirón con nerviosismo. Me dio una mirada incrédula antes negar con la cabeza.

“Ves demasiada televisión,” respondió. “La marca de un buen asesino es que el


objetivo nunca sepa lo que lo ha golpeado.”

Me quedé mirándolo con recelo cuando se acercó a la chimenea y empezó a juguetear


con ella. Nunca la usábamos porque requería demasiado maldito trabajo cuando

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podíamos usar el calentador eléctrico para calentar el lugar. “Aunque no soy un
objetivo,” murmuré. Él giró su cabeza para darme una mirada extraña y suspiré. “Al
menos, espero que no.”

La comisura de sus labios se elevó en una pequeña sonrisa mientras se giraba de


nuevo hacia la chimenea, callado mientras la preparaba y la encendía. Después del
que fuego comenzó a arder arrojó su camisa en él y se quedó allí en silencio, viendo
como empezaba a arder.

“Recuerdo el día en que tú y tu madre desaparecieron como si fuera ayer,” dijo


finalmente, sus palabras me tomaron por sorpresa. “Pasé por tu casa esa noche por
negocios y a pesar del miedo de tu padre, mantuvo su compostura e hizo lo que sabía
que se requería que hiciera. Aprendió a usar esa máscara de calma bastante bien,
pero conozco a tu padre mejor que muchos otros. Puede que ellos no hubieran sido
capaces de darse cuenta que algo estaba mal, pero yo podía sentir su sufrimiento.”

Se quedó en silencio de nuevo mientras empujaba de un lado a otro las brasas en el


fuego, su camisa ya casi estaba hecha cenizas por completo. No tenía idea de cual era
su punto pero no me atreví a preguntar esa mierda porque sabía que la impaciencia
significaba falta de respeto para Alec.

“Nunca entendí por qué tu abuelo insistía en que Carlisle era el máximo Principe della
mafia, así como no entiendo la idea de Aro de que tú lo eres,” continuó después de un
momento. “Tu padre y tú están cortados con la misma tijera. Los dos son demasiado
emocionales, están demasiado involucrados en la vida en el exterior. Tienen un
corazón muy grande y eso puede ser peligroso en este negocio. La gente puede
explotar tus debilidades para su ventaja, y los dos, tú y tu padre comparten la misma
debilidad.”

“¿Cuál es?” Pregunté. Me miró con una expresión divertida como si fuera una jodida
pregunta estúpida, y me di cuenta de que probablemente lo era.

“Sus mujeres,” me dijo. “Son demasiado compasivos y les es difícil ocultar su amor. Tu
abuelo se percató de los sentimientos de Carlisle muy pronto, por lo que recuerdo, y
estoy seguro de que Aro hizo lo mismo contigo. Usaron a Elizabeth para manipular a tu
padre, así como estoy seguro de que van a usar a Isabella para conseguir que hagas
lo que ellos quieren.”

“¿Crees que por eso me han dejado con vida?” Pregunté.

“Oh, estoy seguro de ello. Anticiparon que harías exactamente lo que querían que
hicieras, que es por lo que eres conocido, por actuar sin pensar. Esperan que abras la
boca y divulgues todo lo que sabes, pensando irracionalmente que te ayudará cuando,
en realidad, esa información será lo que cause la ruina,” dijo con frialdad. Me quedé
mirándolo mientras procesaba sus palabras, tratando de entender dónde quería llegar

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con eso.

“Así que, ¿estás diciendo que ellos solo están usando a Isabella para llegar a mí,
porque piensan que soy la clave para destruirlo todo?” Pregunté. Él asintió.

“Precisamente,” respondió. “Solo somos peones, Edward, y si no tienes cuidado caerás


justo en sus manos. Tu padre aprendió pronto a ponerse la máscara para protegerse a
sí mismo y a los que ama. Aprendió a mantener la calma, incluso cuando estaba
sufriendo, y eso es algo en lo que necesitas trabajar desesperadamente. Lo que estoy
diciendo, Edward, es que quedar expuestos no es bueno en nuestro mundo. Nunca
deberías exponer tus emociones, ni deberías exponer información confiada a ti, porque
esas dos cosas rápidamente te llevarán a la muerte. Espero, que ya que eres muy
parecido a Carlisle, aprenderás a ponerte esa máscara así como él lo hizo. No importa
lo que sientas por dentro, nunca dejes que lo vean. Es la única forma en que lo
lograrás.”

Se detuvo un momento antes de suspirar. “Lo ayudé a enterrar a Elizabeth. No quiero


tener que ayudarlo a enterrarte,” añadió en voz baja antes de darse la vuelta y
alejarse. “Prepara una mochila. Es sospechoso subir a un avión sin equipaje. Y
enjuágate la boca, hueles a licor.”

Suspiré después de que se hubiera ido y me dirigí al piso de arriba, arrojando algo de
ropa y algunas otras cosas necesarias en una mochila. Cogí mi ropa desgarrada y
sangrienta de la esquina y volví a bajar a la sala de estar, arrojándola en la chimenea
que todavía ardía. Me quedé allí y observé el fuego arrasar con ella mientras esperaba
a mi padre y a mi tío, mi mente divagando una vez más.

Finalmente, aparecieron con su equipaje y Alec apagó el fuego antes de que


partiéramos. Salimos y subimos al coche alquilado de Alec, poniéndonos en marcha
hacia Seattle sin decir ni una palabra. Suspiré cuando pasamos el estrecho de la
carretera donde el accidente había ocurrido, el dolor en mi pecho era intenso.

“¿Dónde has hecho que remolcaran el coche?” Pregunté en voz baja.

“A un desguace en Port Angeles. Era una pérdida total,” mi padre respondió. “En este
momento ya es chatarra metálica.” Asentí y me volví para mirar por la ventana, el
coche quedó de nuevo en completo silencio.

El resto del viaje fue tenso, ninguno de nosotros hablaba. Mi padre hizo algunas
llamadas mientras Alec conducía, y yo solo me quedé allí sentado, en silencio, sin
querer interferir. Las palabras que Alec me había dicho en casa se repetían en mi
mente y supe que necesitaba estar alerta y vigilar lo que decía, pero mi aplomo externo
no detenía mis frenéticos pensamientos. Mis manos temblaban, mis ojos todavía ardían
por las lágrimas que amenazaban con fluir al pensar en Isabella y por lo que podría
estar pasando.

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Como a diez minutos de Seattle mi padre recibió una llamada y se quedó en la línea
por un momento antes de colgar con un suspiro. “Tenemos una reunión esta noche a
las nueve,” dijo en voz baja. Alec asintió y los miré con curiosidad, preguntándome qué
demonios tenían planeado.

Nos quedamos dentro del coche durante el viaje en el ferry, todos aparentemente
sumidos en nuestros pensamientos, y llegamos al aeropuerto con el tiempo justo para
facturar antes de abordar. El vuelo de cuatro horas fue incómodo, cada segundo se
sentía como una eternidad, ya que nos sentamos separados en los últimos asientos
disponibles de último minuto. Podía ver a Alec y mi padre desde donde estaba y los
dos se veían muy tranquilos, mientras yo me estaba cayendo a jodidos pedazos.
Estaba exhausto y muy inquieto, malditamente cerca de tener un puto ataque de
pánico.

Aterrizamos cerca del amanecer y cogimos nuestro equipaje antes de dirigirnos al


estacionamiento donde el coche de Alec estaba estacionado. Condujo los veinticinco
minutos desde el aeropuerto hacia su casa en el barrio de Lincoln Park y yo miré por la
ventana aturdido, viendo el paisaje. No había vuelto en años, pero era muy parecido a
como lo recordaba, y cerré los ojos cuando nos acercamos a nuestro destino. No pude
soportar mirar cuando pasamos por el callejón donde mi vida había cambiado hacía
tantos años. Los recuerdos me inundaron de nuevo a medida que avanzábamos por el
vecindario donde había crecido. Esa mierda todavía dolía, tanto como siempre había
dolido.

Alec detuvo el coche en la entrada de la casa de ladrillo que él y Esme compartían,


justo detrás del familiar Jeep que no había visto en un tiempo. Sonreí un poco al verlo,
pero cualquier felicidad que sintiera en ese momento desapareció cuando bajé del
coche y la realidad de la situación me golpeó una vez más. Nos dirigimos hacia la casa
y la puerta principal se abrió rápidamente al mismo tiempo que nos acercábamos, una
Esme de apariencia agotada estaba parada en la entrada, llorando y mirándonos
desesperada. Alec apenas le dio una mirada cuando pasó junto a ella al entrar a la
casa, y ella le dio a mi padre una sonrisa compasiva mientras él asentía en forma de
saludo. Hice el intento de pasar junto a ella, sin ser capaz de mirarla a los ojos porque
tenía miedo de que ver sus lágrimas me haría perder la puñetera calma que finalmente
había conseguido, pero eso no estaba en sus planes. Me agarró y me dio un abrazo, su
cuerpo estaba temblando.

“Lo siento tanto, mi niño,” susurró, aferrándose a mí con fuerza mientras lloraba. Gemí
por el dolor y me aparté, haciendo una mueca a medida que las lágrimas comenzaron
a caer.

“Es mi maldita culpa,” murmuré, limpiándome los ojos. Ella negó con la cabeza,
agarrando mi barbilla y levantando mi cabeza para que la mirara.

“Tú no has causado esto, Edward. Todos cometemos errores pero tú la amas y nunca

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harías nada para lastimarla, todos lo sabemos. Todos la amamos. Yo, tus hermanos y
hasta tu padre, lo creas o no. Ella es uno de nosotros... es parte de la familia. Tu madre
se aseguró de eso y vamos a luchar por ella,” dijo con firmeza. “La encontraremos.”
Asentí mientras que más lágrimas caían, la esperanza amenazaba con abrirse camino
entre sus palabras. Me dio unas suaves palmadas en la mejilla e hizo un gesto con la
cabeza hacia la casa, indicándome que entrara.

Dejé caer mi mochila apenas entré a la casa y me dirigí a la sala de estar, parándome
en seco cuando vi a Emmett sentado en el sofá. Tenía su cabeza gacha, evidentemente
consternado, con sus manos cubriendo su rostro. Rosalie estaba sentada en silencio
junto a él y miró en mi dirección, sus ojos se abrieron por la sorpresa.

“Em,” le susurró, su voz apenas audible. La cabeza de Emmett se levantó de pronto y la


miró confundido antes de mirar en mi dirección, una expresión de horror atravesó su
rostro cuando me vio.

“Joder, hermano,” dijo, su voz quebrándose. “Mírate.” Se puso de pie pero yo levanté
las manos para detenerlo, negando con la cabeza.

“Parece peor de lo que es,” le mentí, sin querer que nadie me consintiera porque había
cosas más importantes de las que preocuparse. “Ella es todo lo que importa ahora.”

“Lo sé,” dijo en voz baja mientras yo me acercaba al sofá, sentándome. Emmett se
sentó junto a mí, pasándose las manos por el rostro en frustración. “¿Cómo lo estás
llevando?”

“¿Cómo lo estoy llevando?” Pregunté con incredulidad. “Bueno, estoy aquí, así que creo
que esa mierda cuenta algo. Personalmente, estoy más preocupado por cómo lo está
llevando ella.”

“Maldición, lo sé, pregunta estúpida,” respondió. “Lo siento.”

“No te disculpes conmigo, Emmett,” le dije.

“Pero lo siento de verdad. Mierda, hermano, debería haberlo sabido. Nunca debería
haber tocado ese chip. Debería haber confiado en papá.”

“Sí, bueno, yo debería haber hecho muchas mierdas,” lo interrumpí. “Pero nada de eso
importa, porque lo que pasó, pasó. Está hecho y no hay una mierda que podamos
hacer ahora más que tratar de arreglarlo.”

“Lo sé, he estado tratando de resolver algunas cosas y...“ Empezó a decir, callándose
de inmediato cuando mi padre entró en la habitación. Se acercó donde estábamos
sentados y puso su ordenador portátil sobre la mesita de café frente a Emmett, con
expresión seria en su rostro.

“Tienes esta noche,” dijo con brusquedad, la ira en su voz hizo que se me revolviera el

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estómago. “Espero noticias por la mañana de que está exactamente como estaba antes
de que lo tocaras. No me decepciones, o te arrepentirás.”

Se dio la vuelta y salió de la habitación sin decir una palabra más, dejando un tenso
silencio a su paso. Rosalie se puso en pie y suspiró con fuerza cuando empezó a
pasearse por la habitación, recogiendo cosas distraídamente mientras Emmett
encendía el ordenador. Abrió algunos programas una vez que lo encendió y sus dedos
empezaron a volar furiosamente a través del teclado a medida que comenzaba a
escribir lo que parecían solo un montón de malditos símbolos desconocidos, nada de
ello tenía un jodido sentido para mí.

Esme entró después de un momento y me tendió una pequeña píldora blanca con una
botella de agua. “Sé que sientes dolor,” dijo en voz baja. Titubeé y ella suspiró. “Si no
la quieres tomar, simplemente te la daré cuando estés distraído.”

“Está bien,” le dije, extendiendo mi mano y tomando la píldora. La arrojé en mi boca


mientras agarraba la botella de agua, pasándola con el agua.

Observé a Emmett en silencio por un rato, tratando de entender qué mierdas estaba
haciendo, pero todo estaba completamente fuera de mi compresión. Todo se veía
ilegible pero él parecía entenderlo así que mantuve la boca cerrada y no lo cuestioné.
Hizo esa mierda la última vez y terminó logrando lo que se había propuesto hacer, así
que tenía fe en que sería capaz de hacer esa mierda de nuevo y revertirlo a como
estaba antes. Tenía que hacerlo, porque mucho dependía de ese maldito chip...

El ruido del teclado empezó a ponerme nervioso después de un tiempo, el sonido de


sus dedos golpeando las teclas me inquietaba. Ya casi llevaba veinticuatro malditas
horas sin dormir y estaba sufriendo las consecuencias con el agotamiento que me
invadía poco a poco, el medicamento había aliviado mi dolor y me hacía difícil
mantenerme despierto. Gemí y me pasé la mano por el cabello, agarrándolo con fuerza
al mismo tiempo que empezaba a balancearme hacia adelante y hacia atrás, por la
maldita necesidad de moverme para mantenerme alerta. No me sentía bien, mi cuerpo
temblaba por los nervios. Me sentía como si estuviera empezando a tener una crisis
nerviosa, todo el control se estaba desvaneciendo con cada golpe de sus dedos contra
las teclas.

Podía escuchar el tic-tac de un reloj de fondo mientras se mezclaba con el ruido del
teclado de Emmett, el sonido burlándose de mí. Cada maldito tic era un segundo más
sin ella, un segundo más de incertidumbre. ¿Cuánta más de esa mierda podía
soportar? ¿Cuánto jodido tiempo más podía solo quedarme sentado antes de que
tuviera que salir y buscar? Ni siquiera sabía por dónde empezar....

Rosalie siguió paseándose por la habitación, sus tacones haciendo clic al golpear
contra el suelo de madera mientras caminaba. Ocasionalmente resoplaba o suspiraba,
el sonido hacía que agarrara mi cabello con más fuerza tratando de bloquearlo todo.

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Con el tiempo Esme entró y nos preguntó si teníamos hambre. Los dos, Emmett y
Rosalie dijeron que sí pero yo la ignoré, porque me daba exactamente lo mismo comer.
Trajo sándwiches unos minutos después, poniendo un plato frente a mí. “Deberías
tratar de comer, mi niño,” dijo, extendiendo su mano y frotando suavemente mi
espalda.

“¿Crees que ella estará comiendo?” Pregunté, mi voz quebrándose a medida que
formulaba la pregunta. Joder, ¿estaría comiendo? Me pregunté. ¿Estarían cuidando de
ella, dándole de comer y dejándola dormir o estaría atada en algún lugar sufriendo
abusos? ¿Estaría caliente y a salvo? ¿Dónde demonios estaba? Las preguntas pasaron
por mi mente, poniéndome todavía más nervioso al mismo tiempo que empezaba a
balancearme con más fuerza, mi temperamento amenazando con explotar. Esme
siguió frotando mi espalda y traté de hacer que parara pero me ignoró. Se sentó en el
espacio que quedaba junto a mí en el sofá y me envolvió con sus brazos, atrayéndome
hacia ella en un abrazo cuando mis emociones empezaron a abrumarme. Dejé escapar
un suspiro tembloroso a medida que los sollozos me asaltaron, mi miedo aumentó
súbitamente ante todas las posibilidades. ¡Cristo, ¿seguiría viva?! “¡Oh, Dios!”

“Shhh, está bien,” susurró. Negué con la cabeza desesperadamente y traté de


apartarme pero ella me agarró con fuerza, sin dejarme ir.

“¡No está bien, nada de esta mierda está bien!” Grité. “Maldición, ¿y si muere? Cristo,
¿y si ya está muerta? ¡Nunca podríamos encontrarla! ¿Cómo demonios se supone que
voy a vivir sin ella? No puedo perderla, Esme. ¡No a ella también!”

“Lo sé, Edward. Lo sé. La encontraremos, ya verás,” Esme dijo, tratando de


tranquilizarme, pero no había forma de que ella pudiera saber esa mierda. Sacudí mi
cabeza y finalmente me alejé de ella justo cuando Rosalie suspiró ruidosamente por lo
que sentí como la maldita centésima vez.

“¿Hay algo que quieras decir?” Dije con brusquedad, poniéndome de pie y mirándola
furioso. Mi visión estaba borrosa por las lágrimas pero pude ver la sorpresa en su
rostro cuando se detuvo. “¿Algo que quieras sacar de puto pecho? ¿Un 'te lo dije' tal
vez? Adelante, di esa mierda, sabes que quieres decirlo. Regodéate en cuanta puta
razón tenías cuando nos dijiste que no tocáramos el maldito chip. Rosalie Hale sabe
más que todos los demás. La Señorita Malditamente Perfecta siempre tiene la jodida
razón. Tú nunca la quisiste de todas formas, probablemente estás feliz de que ya no
esté.”

Jadeó y se cubrió la boca, una expresión de horror cruzó su rostro mientras sus ojos se
llenaban de lágrimas. Esme me gritó que la dejara al mismo tiempo que Emmett se
levantó de un salto y me empujó para sentarme de nuevo en el sofá. Me fulminó con la
mirada como si quisiera golpearme y por un breve momento deseé que hiciera esa
mierda para que yo pudiera golpearlo en respuesta y deshacerme de un poco de la
frustración acumulada, pero eso pasó rápidamente cuando vi una lágrima

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1547


deslizándose por su mejilla.

“Creo que necesitas dormir un poco,” dijo con firmeza. Lo miré con incredulidad y él
negó con la cabeza. “Sé que no quieres. No quieres comer, no quieres dormir. No me
gusta decirte lo que tienes que hacer, hermano, pero no puedes volverte contra
nosotros y gritarle a Rosalie cuando ella no ha hecho nada para merecerlo. Isabella es
como mi hermana, hombre. También estoy molesto. Joder, no actúes como si fueras el
único que importa aquí.”

Me quedé mirándolo por un momento mientras me tranquilizaba y asentí. “Yo, eh,


joder. No estaba pensando...” Empecé a decir.

“Lo sé,” él respondió, centrado de nuevo su atención en el ordenador. “Y si piensas que


puedes ayudar en tu condición, estás equivocado. Te estás consumiendo por segundos
y solo vas a empeorar las cosas a menos que te controles. Así que cómete un maldito
sándwich y cierra los ojos. Todo lo que puedes hacer ahora es esperar, de todos
modos.”

Suspiré y me pasé la mano por el cabello, asintiendo. “Bien,” murmuré, poniéndome de


pie. Agarré el sándwich del plato y dejé la habitación, jodidamente mareado y casi
desmayándome mientras trataba de caminar. Pasé junto a mi padre y Alec mientras se
dirigían a la puerta principal, apenas me miraron. Miré alrededor buscando un reloj y
vi uno en la pared, viendo que faltaban unos minutos para las diez.

Me dirigí al piso de arriba, tragando el sándwich a la fuerza mientras subía, y entré en


la primera habitación disponible que encontré. Me senté en el borde de la cama y me
quité los zapatos, tirando del cubrecama y metiéndome debajo. Mis ojos se empezaron
a cerrar en el momento que mi cabeza tocó la almohada. El cansancio me hizo caer en
la inconsciencia a pesar de que mi mente seguía agitada.

Caí en sueño profundo, imágenes destellando en mi mente cuando mi angustia se


representó en mis sueños. Desperté después de un tiempo en una habitación llena de
luz y miré alrededor, atontado, mis ojos posándose en el reloj alarma sobre la cómoda
al otro lado de la habitación. Me tomó un segundo ver bien los números y mis ojos se
abrieron por la sorpresa cuando vi que eran las ocho de la mañana. Había estado
dormido durante doce malditas horas.

Me senté rápidamente, entrando en pánico, y el dolor se apoderó de cada centímetro


de mí. Maldije, sorprendido por la intensidad, sin esperar estar tan jodidamente
dolorido. Me levanté y me puse de nuevo los zapatos, estirándome para aliviar un poco
la tensión mientras salía. Me detuve en la entrada de la sala de estar cuando llegué a
la planta baja, un poco sorprendido de que todo estuviera casi exactamente igual a
como estaba cuando me fui.

La mitad del maldito día había pasado, pero nada había cambiado.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1548


“Maldita sea, estoy muy cerca,” gritó Emmett, estrellando sus manos sobre la mesita de
café con frustración. Lo miré con ansiedad, sus palabras me pusieron nervioso. Se veía
totalmente agotado, sus ojos rojos con bolsas oscuras debajo de ellos, y evidentemente
había estado jodiendo con su cabello en frustración durante toda la noche porque
estaba todo revuelto.

“¿Cerca?” Pregunté, cuestionándome exactamente qué había querido decir con eso...
se sobresaltó y levantó la vista sorprendido, no se había dado cuenta que yo estaba
allí.

“Mierda, ¿cuánto tiempo llevas allí?” Preguntó.

“Solo un segundo,” respondí. “¿Qué has querido decir con, muy cerca?”

Suspiró. “He querido decir que lo tenía todo como estaba. Pensaba que había
cambiado de nuevo el chip para que monitoreara a Isabella pero cada vez que abro el
maldito programa tiene un error y no logro rastrearla.”

“Puedes arreglarlo, ¿verdad?” Pregunté, levantando las cejas inquisitivamente.

“No lo sé,” dijo en voz baja, frunciendo el ceño. Mi temperamento empezó a


encenderse, su puta respuesta no era lo que quería escuchar.

“¿Qué demonios quieres decir con que no sabes?” Grité. “¡Cristo, Emmett, tienes que
poder arreglarlo!”

Él se quedó mirándome un segundo y escuché la risa amarga de mi padre sonar detrás


de mí, tomándome jodidamente desprevenido porque ni siquiera sabía que estaba allí.
“Esto es lo que sucede cuando los aficionados joden con cosas que no tienen porque
tocar,” dijo pasando a mi lado al entrar a la sala de estar. Sacó un papelito doblado de
su bolsillo y se lo entregó a mi hermano. “El doctor que visitamos en Phoenix investigó
un poco y es casi seguro que este es el número de serie de su microchip. Entre eso y mis
códigos, deberías ser capaz de localizarla. Esperemos que no alteraras de alguna
manera el maldito sistema cuando estuviste jugando con él y la borraras por
completo.”

Emmett se puso de inmediato a trabajar, sin molestarse en responder a las palabras


mordaces, y mi padre se dio la vuelta para irse. Se veía completamente desarreglado y
obviamente había estado despierto toda la noche trabajando en esa mierda. “¿Tienes
alguna pista?” Pregunté cuando pasó junto a mí, desesperado por saber si sabía
alguna mierda. Entre la situación con Laurent, del que solo podía asumir que estaba
jodidamente muerto, y la reunión con Aro, tenían que haber averiguado algo que
pudiera ayudarnos.

“Hablaremos más tarde,” me dijo, sin siquiera molestarse en mirarme mientras se


alejaba.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1549


Me quedé allí parado observando a Emmett por un momento más antes de que Esme
saliera de la cocina, luciendo tan jodidamente cansada como todos los demás. Me
sonrió con tristeza y caminó en mi dirección, dándome una mirada significativa
mientras me tendía una píldora y un vaso con agua. “Creí oír tu voz,” dijo en voz baja
mientras cogía lo que me daba, tragando la píldora y pasándola con agua. “¿Cómo te
sientes?”

Me encogí de hombros y le devolví el vaso con agua sin molestarme en contestar,


porque no sabía qué mierda decir. ¿Cómo creía ella que me sentía? Sentía dolor, por
dentro y por fuera, mi vida entera era un jodido caos. Mi cuerpo estaba destrozado y mi
espíritu se sentía de la misma forma, todo estaba fuera de control. ¿Se supone que
tenía que decirle esa mierda, que sentía que morir sería un maldito alivio en este
momento? ¿O se supone que debía mentir y aparentar que estaba bien, cuando la
realidad era que quería desmoronarme?

Ella suspiró mientras ponía el agua sobre un escritorio en el pasillo, y empezó a frotar
mi espalda suavemente. “Sé que duele, mi niño. Están haciendo todo lo que pueden.
Ninguno durmió anoche. Tu padre y Alec llegaron a casa hace unos minutos y están
revisando algunas cosas. Si alguien puede encontrarla, son ellos.”

Yo asentí. “Lo sé, pero me siento malditamente inútil solo parado por allí. Siento que
necesito hacer algo. Todo el mundo ha estado ocupado y yo solo estoy aquí como peso
muerto y esa mierda,” dije, pasando la mano por mi cabello con ansiedad al mismo
tiempo que miraba hacia el reloj de la pared, viendo que ya eran las ocho y media. “Es
como si solo estuviera esperando que algo malo suceda y odio esa maldita sensación.”
Ella abrió su boca para responder pero el caos estalló aún antes de que siquiera
pudiera decir una sola palabra.

“¡Lo tengo!” Emmett gritó emocionado, poniéndose de pie de un salto tan rápido que
nos asustó a ambos, a Esme y a mí. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y él me miró
con una enorme sonrisa, viéndose jodidamente orgulloso de sí mismo.

Mi corazón comenzó a latir rápidamente cuando la puerta de la oficina al final del


pasillo se abrió bruscamente, azotándose contra la pared, y Alec salió al pasillo. Miré
en su dirección en ese instante, pensando que de alguna manera había escuchado a
Emmett, pero toda la puta esperanza que acababa de recibir por las palabras de mi
hermano desapareció al instante que hice contacto visual con mi tío. Tenía una
expresión de horror en su rostro, y mi sangre se heló. Alec siempre estaba tranquilo y
con dominio de sí mismo, incluso más que mi padre, pero en ese momento parecía
estar en verdadero pánico. Supe de inmediato que alguna mierda estaba terriblemente
mal y empecé a hiperventilar cuando los peores escenarios empezaron a pasar por mi
mente, pero nunca ni en mis putos sueños más locos podría haber imaginado lo que
pasaría después.

“¡FBI! ¡Orden de registro! ¡Al suelo!”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1550


Nos miramos los unos a los otros conmocionados al mismo tiempo que los gritos se
escuchaban desde fuera, múltiples voces gritaban frenéticamente. Me giré
rápidamente, horrorizado e incrédulo, cuando algo duro golpeó contra la puerta y la
forzó a abrirse. Di un respingo cuando se estrelló contra la pared, el mismo ruido se
oyó al otro lado de la casa cuando la puerta trasera también fue derribada.
Instintivamente, di unos pasos hacia atrás y cubrí mi cabeza cuando una serie de
fuertes estallidos hicieron eco en la planta baja, acompañados por brillantes y
cegadoras luces a medida que bombardeaban la casa con sus destellos. Sonaron
como petardos estallando por todas partes y retrocedí en shock mientras mi corazón
comenzó a latir apresuradamente.

“¡Todo el mundo al suelo, AHORA!” Los gritos continuaron mientras una afluencia de
hombres vestidos con equipo SWAT irrumpieron por las puertas. Rosalie gritó desde la
sala de estar y podía escuchar a Emmett maldiciendo, sus voces amortiguadas en mis
oídos que zumbaban. Todo pasó malditamente rápido y vi a Esme dejarse caer al suelo
con las manos sobre la cabeza, pero joder, yo no era capaz de moverme.

“¡Abajo!” Un hombre gritó furioso, apuntando su arma directamente hacia mí. Esme me
agarró por el pie y tiró con fuerza, tomándome desprevenido y haciéndome tambalear.
Caí de rodillas y alguien me empujó hacia abajo, pegando mi cabeza al suelo a la
fuerza. Grité por el dolor y maldije cuando alguien agarró mis brazos y me forzó a
ponerlos en mi espalda. Me tomó un segundo darme cuenta que me estaban
esposando y comencé a maldecir, confundido y asustado.

“¡Mierda!” Grité, tratando de alejar mis malditas manos de ellos. No estaba seguro de
qué demonios estaba pasando pero sabía malditamente bien que no podía ser
encarcelado. Mi chica estaba en algún lugar allá fuera y joder, tenía que ir a buscarla.
No tenía tiempo para sus pendejadas.

“No te resistas,” Esme gritó junto a mí. Volví mi cabeza hacia ella con pánico y vi que
también la estaban esposando, pero ella se veía casi en calma, con expresión seria.
“Solo nos detendrán temporalmente.” Me quedé mirándola un momento,
comprendiendo que probablemente ella había pasado por esto antes, e hice un ligero
gesto con la cabeza al mismo tiempo que relajaba mis brazos y los dejaba ponerme
las esposas. Hice una mueca cuando las cerraron, casi cortando mi puñetera
circulación.

“Carlisle Cullen, está bajo arresto por la violación a las leyes RICO, Título 18 del
Código de los Estados Unidos, Sección 1961,” escuché decir a un oficial. Mis ojos se
abrieron con horror y miré hacia el pasillo, viendo como se lo llevaban hacia la puerta
principal. “Tiene el derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que diga puede
ser usada en su contra en un tribunal de justicia. Tiene derecho a tener un abogado
presente durante el interrogatorio. Si no puede pagar un abogado, se le asignará uno.”
(N.T. Leyes RICO en inglés “Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act” en

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1551


español es algo así como “Ley de Chantaje Civil, Influencia y Organización Corrupta”
pero preferí dejar las siglas en inglés)

“Papá,” lo llamé frenéticamente a medida que se acercaban. Estaba jodidamente


horrorizado al darme cuenta que realmente lo estaban arrestando. Me miró, su
expresión era fiera.

“Tenere la bocca chiusa*, Edward,” dijo con brusquedad, diciéndome que mantuviera
la boca cerrada mientras lo llevaban fuera. Levantaron a Alec del suelo enseguida y
empezaron a leerle los mismo derechos que le habían leído a mi padre, poniéndolo
bajo arresto mientras lo registraban.

“Llama a los abogados, Esme. No quiero que incauten nada sin la presencia de un
abogado,” dijo con calma.

“Lo haré,” respondió con voz un poco temblorosa. “Rimanere forte. Ti amo, bell'uomo
mio*.”

“Sei la mia vita, la mia gioia. Lo ti amo, ma non preoccupatevi per me,” Alec dijo.
“Abbiamo bisogno di preoccuparsi per la ragazza.”

“Lo sé,” Esme dijo en voz baja mientras sacaban a Alec a empujones por la puerta.

Un oficial la levantó del suelo y la revisó rápidamente antes de alejarse, y otros


sacaron a Emmett y Rosalie de la sala de estar con esposas justo después. Por último
me pusieron de pie y un oficial me empujó contra la pared, registrándome
vehementemente y sacando toda la mierda de mis bolsillos. Confiscaron mi maldito
teléfono móvil así como el de Isabella que todavía llevaba conmigo, y me sentí
agradecido de inmediato de no haber podido traer mi jodida pistola conmigo en el
viaje.

Me registraron con rudeza, agarrándome mientras buscaban, y prácticamente


abusaron de mí en el puñetero proceso. Una vez que quedaron satisfechos de que no
llevaba armas, me condujeron por la puerta principal, dejándome completamente
atónito ante la jodida vista frente a mí. Toda la calle estaba bloqueada y cubierta de
vehículos policiales, docenas y docenas de agentes del FBI y oficiales locales
pululaban por la zona. Miré hacia un lado y vi como ponían a mi padre y a mi tío por
separado en patrullas de policía sin marcas, mis pasos vacilaron y empecé a sentir mis
rodillas doblarse cuando la realidad de todo esto me golpeó.

Todo empeoraba cada vez más.

“Camina,” el oficial dijo impaciente, empujándome. Trastabillé un poco, maldiciendo, y


él me condujo hacia la acera donde los otros estaban sentados. Me agarró del hombro
y me empujó hacia abajo con rudeza, el dolor recorrió mi cuerpo.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1552


“¡Joder!” Grité, haciendo una mueca cuando me senté junto a Esme. “¡Tómate la
mierda con calma, hombre! ¡Estoy herido!”

“¿Necesitas que te vea un paramédico, hijo?” Un oficial mayor a unos metros de


distancia preguntó, dando unos pasos en nuestra dirección. Lo miré y entrecerré mis
ojos molesto, leyendo el 'Agente Especial EE.UU. D.D.J' escrito en su chaleco en letras
amarillas brillantes. (N.T. En inglés es 'Special Agent US D.O.J' en otras palabras
'Agente Especial del Departamento de Justicia de los Estados Unidos', solo que puse las
siglas en español) Mi padre decía que probablemente no pasaría mucho tiempo antes
de que el Departamento de Justicia llamara a la puerta así que no debería haber sido
una sorpresa, pero qué momento habían elegido los bastardos...

“No soy su hijo,” dije bruscamente. “Y lo que necesito es largarme de una puta vez de
aquí. Esto son pendejadas.”

“Un poco de paciencia no te vendría mal. Soy el Agente Especial Joey DiFronzo,” dijo el
hombre. Le arqueé una ceja, sacudiendo la cabeza al escuchar su, obviamente,
nombre italiano... puto traidor.

“Tú debes ser el hijo del doctor Cullen.” Soltó una risita y estreché mis ojos molesto
mientras el oficial que me había registrado se acercó, entregándole mi cartera.

“¿Qué es tan jodidamente gracioso?” Pregunté mientras mi temperamento se


enardecía, preguntándome quién mierdas se creía que era. Sacudió la cabeza
mientras abría mi cartera para sacar mi licencia para conducir. Cerré los ojos en el
momento que lo hizo y suspiré, sabiendo malditamente bien lo que estaba a punto de
encontrar.

“Ah, ¿qué tenemos aquí?” Preguntó, claramente divertido por lo que había encontrado.
Ni siquiera tuve que mirarlo para saber que estaba disfrutando de esta mierda.
“Edward Anthony Cullen. Dime, hijo, ¿en qué año naciste? Al parecer tenemos dos
identificaciones diferentes aquí con dos edades distintas. ¿Estás teniendo una crisis de
identidad?”

“Váyase a la mierda,” le dije irritado.

“Edward,” siseó Esme. El hombre se rio de nuevo y yo me quedé mirándolo al mismo


tiempo que mis manos empezaron a temblar. Tenía suerte de ser un agente federal y
de que estuviera esposado, porque no deseaba nada más en ese momento que
golpearle en la puta boca por hablarme con tanta falta de respeto. Él me sonrió con
suficiencia por un momento, casi como si estuviera tratando de provocarme, antes de
que alguien lo llamara por su nombre y se diera la vuelta.

Otro agente se acercó y ayudó a Esme a ponerse de pie, liberándola de las esposas y
entregándole un teléfono. Ella llamó a los abogados para explicarles lo que estaba
sucediendo, y cuando terminó le devolvió el teléfono y se sentó de nuevo. Esperaba que

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la esposaran de nuevo pero en lugar de eso empezaron a entregarle documentación y
explicarle exactamente qué estaban haciendo. Liberaron a Emmett y a Rosalie de las
esposas después de un momento y observé con calma mientras pude, mi paciencia se
estaba acabando.

“¿Van a quitarme las mías?” Pregunté cuando todos los demás estaban libres. Los
oficiales de pie alrededor no respondieron por un momento y yo gruñí, negando con la
cabeza. “En serio, esto son putadas.”

“Vamos, quítale las esposas,” dijo el Agente DiFronzo cuando se volvió de nuevo hacia
nosotros, la sonrisa seguía en sus malditos labios. Un oficial me quitó las esposas y
empecé a frotar mis muñecas, refunfuñando en voz baja. Odiaba la maldita sensación
de estar restringido y de inmediato pensé en Isabella, preguntándome si estaría atada
en alguna parte. Me hizo pensar en el día que la había encontrado esposada a la
cama, recordando el miedo y el dolor en su expresión y haciendo que mi pecho doliera.

Cristo, realmente tenía que encontrarla de una puta vez....

“¿Dónde está?” Pregunté entre mi aliento, girándome para mirar a Emmett a medida
que mi pánico aumentaba. “Has dicho que lo tenías, ¿dónde estaba?” Me miró y
suspiró.

“Está cerca,” me dijo. “Un poco hacia el norte. No tuve oportunidad de acercarme al
área exacta pero era en Highland Park.”

“¿Highland Park?” Pregunté, mi ceño fruncido por la confusión. “¿Estás seguro? No


pensé que alguien de la asociación se encargara de esa área.”

“No lo hacen,” Esme susurró, sacudiendo la cabeza.

“¿Entonces qué demonios está haciendo allí?” Pregunté confundido, nada tenía
sentido. ¿Qué clase de jodido juego estaba jugando James? Esme suspiró.

“Yo, eh... no lo sé,” dijo Esme, suspirando. “Es un área relativamente tranquila. Se
mantienen alejados principalmente porque tiene una gran población rusa.”

Mis ojos se abrieron por la sorpresa y la miré fijamente, mi miedo se incrementó


cuando recordé escuchar decir a mi padre cuan vil e incivilizada era la llamada
organización rusa. Él había mencionado antes como ellos no tenían respeto por nadie y
nada les impedía herir brutalmente a inocentes, e incluso a su propia gente, para sacar
ventaja. “Los rusos,” declaré. “¡Son los jodidos rusos!”

Me miraron pasmados, porque casi había gritado esa mierda, y unos cuantos oficiales
que estaban cerca me miraron confundidos.

“¿Qué pasa con los rusos?” Preguntó el Agente DiFronzo, levantando sus cejas con
curiosidad. Me quedé mirándolo por un segundo antes de negar con la cabeza.

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“¿Qué?” Dije rápidamente. “No he dicho nada sobre malditos rusos.”

Me miró como si fuera estúpido y sacudió su cabeza, dándose la vuelta de nuevo para
caminar hacia otro oficial. Esme suspiró con frustración. “Tenere la bocca chiusa,” me
dijo, repitiendo la misma mierda que mi padre había dicho, diciéndome que
mantuviera la maldita boca cerrada.

“Joder, no tenía la intención de gritar,” susurré. “Pero James tiene que estar trabajando
con los rusos. Esa es la única mierda que tiene sentido.”

“Alec estaba preocupado de que ese fuera el caso,” dijo Esme. “Ha estado preocupado
por un tiempo de que...” Esme se calló cuando un hombre en traje con un chaleco
antibalas DDJ se acercó, informándole que su abogado había llegado. Se le permitió
hablar con él y aprovecharon la oportunidad para separar al resto de nosotros. Me
quedé sentando en silencio con mis manos en puños, golpeando el suelo con mi pie en
impaciencia mientras se llevaban a Rosalie y Emmett, dejándome sentado allí, frente a
ese más que petulante agente especial que todavía tenía mi maldita cartera en su
mano.

No estoy seguro de cuanto tiempo me quedé allí, pero parecieron jodidas horas. El
hombre trató de hacerme preguntas sobre mi padre pero las ignoré, negándome todo
el tiempo a decir una maldita palabra. Si pensaba que iba a traicionar a mi familia,
estaba jodidamente equivocado. Estaba malditamente entumecido por la píldora que
Esme me había dado, pero mi culo estaba empezando a doler por estar sentado en la
acera. Traté de cambiar de posición para ayudar, pero cada vez que lo hacía una
docena de agentes se tensaban y me miraban como si fuera a hacer alguna mierda.

Con el paso del tiempo empezaron a sacar cajas y bolsas de la casa, docenas de ellas
etiquetadas con cinta de evidencia. No sabía qué cojones era lo que estaban
confiscando, ni siquiera podía imaginarme qué mierdas tenía Alec ocultas en la casa,
pero esperaba como el demonio que no fueran demasiado incriminatorias. Estaba
recostado sobre mis codos y mirando al suelo cuando otro agente se acercó al agente
DiFronzo, entregándole un pedazo de papel. “Aquí está la lista de las cosas,” le dijo. El
hombre la cogió y la revisó, asintiendo.

“Excelente,” dijo. “¿Está completa?”

“Casi,” él hombre respondió. “Están empacando las computadoras ahora. Tres; una de
escritorio y un portátil en la oficina de la planta baja, y otro en la sala de estar.”

Mis ojos se dirigieron hacia ellos al instante, el miedo y la confusión me golpearon al


escuchar esas palabras. “¿Qué mierdas ha querido decir con que están empacando el
portátil?” Pregunté al mismo tiempo que me enderezaba. Los dos miraron en mi
dirección y el agente especial se echó a reír.

“Oh, ¿ahora quieres hablar?” Preguntó. “Significa que será tomado como evidencia.”

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“¿Por qué?” Espeté, asustado porque era nuestro único medio de precisar dónde
demonios tenían a Isabella.

“Porque la orden judicial declara que todas las computadoras y discos de datos tienen
que ser incautados,” respondió simplemente.

“Joder, no pueden llevarse esa,” le dije, negando con la cabeza.

“¿Por qué?” El agente DiFronzo preguntó.

“Porque, Cristo, no pueden,” le dije, sin saber qué carajos decir. “Necesito esa mierda.”

Él se rio, obviamente, sin conmoverse por mi explicación. “Con el tiempo será devuelta,
si queda demostrado que no se necesita en nuestra investigación, pero por ahora está
bajo nuestra custodia.” Hizo un gesto con la cabeza hacia la casa y me di la vuelta, el
pavor me recorrió cuando vi que un oficial sacaba el ordenador portátil de mi padre de
la casa en una bolsa de plástico transparente. Miré alrededor frenéticamente y me
congelé cuando vi a Emmett y la expresión de horror en su rostro cuando vio que se la
llevaban. Me miró con pánico y sacudió su cabeza, haciendo que me pusiera histérico.
Me puse en pie de un salto y empecé a alejarme de la acera, mientras una docena de
agentes se volvían hacia mí, sacando sus armas.

“¡Detente!” Demandó el agente DiFronzo. Esme gritó mi nombre y algo se estrelló


contra mí cuando me volví para mirarla, con tanta fuerza que me envió volando de
costado al suelo. Gemí cuando el agudo dolor se disparó por mis costados y traté de
quitármelos de encima cuando cayeron sobre mí, gritando y maldiciendo. Me forzaron
a ponerme boca abajo y tiraron de mis brazos hacia mi espalda con brusquedad,
asegurándolos con las esposas. Joder, traté de luchar, pateando frenéticamente, pero
me superaban en número y estaba demasiado débil para quitármelos de encima.

Tiraron de mí para ponerme de pie después de un momento y levanté la vista para ver
al agente DiFronzo, su expresión seria y sus ojos entrecerrados por la furia. “Llévenlo a
la central,” dijo con firmeza.

“¿Por?” Escupí furioso. “¡Maldita sea, no he hecho nada!” Se quedó mirándome por un
segundo, la sonrisa de suficiencia volvió a sus labios.

“Ha sido un placer conocerte, Edward Cullen,” me dijo. “Estoy seguro de que nos
veremos en el futuro.”

Se dio la vuelta y se alejó cuando los oficiales empezaron a empujarme hacia la


patrulla de policía. Empecé a gritarle al agente DiFronzo, llamándolo de cada maldita
forma que se me ocurrió, y no les facilité que me metieran. Me forzaron a entrar en la
parte trasera del coche después de un momento y se pusieron en marcha, alejándose
de la casa. Alcancé a ver a Esme en la calle a medida que nos alejábamos y pude ver
la preocupación en su rostro.

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Se dirigieron a la cárcel del condado y me llevaron directamente a una sucia y
abarrotada celda de detención donde docenas de hombres esperaban. Encontré un
asiento en la esquina de la sala y me senté con la cabeza gacha, agarrando mi pelo
con fuerza. El puto ambiente estaba jodidamente tenso mientras la gente discutía y se
quejaba de cada maldita cosa, pero traté de bloquearlo tanto como era posible. Me
estaba agitando cada vez más con cada segundo que pasaba pero sabía que tenía
que mantener mi cabeza despejada porque la había jodido lo suficiente tal y como
estaban las cosas. Necesitaba cuidar mi maldito temperamento, tenía que prestar
atención a la advertencia de Alec y dejar de mostrarme malditamente vulnerable. No
podía dejar que vieran mi debilidad, no podía permitir que la gente me viera nervioso.
Seguía repitiendo las palabras de mi padre en mi mente, diciéndome a mí mismo que
mantuviera la puñetera boca cerrada y permaneciera tranquilo, e ignoré a todo el que
trató de hablar conmigo.

Las horas pasaron. En ocasiones me llamaron por mi nombre y me transfirieron de la


celda de contención en la que estaba a otra, cada una muy parecida a la anterior. Me
mantuve apartado mientras mi mente corría frenéticamente, cada segundo llevándome
cada vez más cerca de un colapso nervioso. Había un teléfono en la esquina de las
celdas que usé un par de veces para llamar a la casa de los Evanson, pero cada vez
me contestaba el jodido contestador y no podía recordar el maldito número de teléfono
de nadie más.

Dijeron mi nombre de nuevo con el tiempo, y justo como la otra media docena de veces
salí en silencio, luchando por controlar mi temperamento cuando los guardias me
daban órdenes. Algunos hicieron comentarios sarcásticos en voz baja, insultándome,
pero sabía que pelear con alguno de ellos era lo peor que podía hacer. Joder, ya me
había metido en suficientes problemas.

Era de noche para cuando me enviaron a admisiones para ficharme en el sistema. Me


llevaron a una pequeña sala en la que me senté frente a una señora que me hizo un
montón de putas preguntas que no tenía deseos de responder. Le dije lo básico, como
mi nombre y fecha de nacimiento, pero cuando empezaron a preguntarme sobre
mierdas como, cómo me sentía o si tenía deseos de suicidarme me callé rápidamente.
¿Quién carajos se creían que eran, preguntándome si sentía la necesidad de causarme
daño o a alguien más? El amor de mi vida estaba desaparecida, ya no tenía ayuda, y
la mayor esperanza para encontrar a mi chica estaba confiscada por el maldito
gobierno. En lugar de estar allá fuera, buscando, estaba atrapado en esa maldita sala
con la perra entrometida preguntándome si me sentía molesto. ¡Por supuesto que
estaba molesto! ¿Se supone que debería de estar jodidamente feliz?

No me conocían y no les interesaba una mierda por lo que estaba pasando, así que me
quedé jodidamente callado y la fulminé con la mirada. Finalmente se dieron por
vencidos con las preguntas y me ordenaron que saliera, donde me dieron un número
de identificación, tomando mis huellas digitales, y tomando fotografías. Me

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1557


desnudaron para registrarme y me hicieron un reconocimiento médico donde me
tomaron una muestra de sangre y tomaron radiografías de mi tórax. Me puse un traje
naranja mientras ellos ponían todas mis pertenencias en una bolsa, mi ira se elevaba
con cada segundo que pasaba.

Ni siquiera me habían dicho de qué demonios estaba siendo acusado.

Me enviaron de nuevo con la perra entrometida en la pequeña sala, donde me


preguntó en dónde demonios me había hecho mis heridas ya que las fracturas en mis
costillas aparecieron en las radiografías. Me quedé mirándola por un momento antes
de negar con la cabeza, sin molestarme en responder.

De hecho, me negué a decir una maldita palabra.

Comprendieron que no conseguirían nada más y me transfirieron a prisión preventiva,


citando a mi prominente padre y mis serias heridas actuales como razón suficiente
para aislarme de la población, y me llevaron a una pequeñísima celda, solo, donde no
tenía nada más que una puta luz y una manta. El tiempo pasó terriblemente lento, las
horas pasaban despacio mientras yo estaba allí solo. Podía escuchar a los reclusos a
mi alrededor gritando y maldiciendo, sirenas sonando de vez en cuando seguidas de
guardias corriendo por la puerta. Era abrumador y no podía dejar de pensar en
Isabella, preocupándome por ella y preguntándome qué mierdas estaba pasando.

Apenas dormía, dando vueltas en agonía durante toda la noche. A la mañana


siguiente vinieron con una bandeja de desayuno pero me negué a comer su comida,
demandando que me dijeran qué carajos había hecho mal y que me consiguieran un
maldito abogado.

Lo mismo pasó con el almuerzo, ignoré su puñetera comida y ellos ignoraron mis
preguntas. Estaba furioso para cuando llegó la hora de la cena, completamente
exhausto y paseándome frenéticamente por la pequeña celda. Escuché a alguien
caminando por el pasillo y esperaba otra maldita bandeja de comida, pero me quedé
sorprendido cuando le quitó el seguro a la puerta. Entrecerré los ojos y me quedé
mirando con recelo, preguntándome qué estaba pasando.

“Tienes una visita,” dijo el oficial del correccional. Me esposó de las muñecas y los
tobillos antes de llevarme a un pequeño cuarto con una mesa en el medio. Había un
hombre italiano de tez oscura con pelo gris sentado dentro, un portafolio abierto frente
a él en la mesa. Levantó la vista cuando entré y sonrió, haciéndome un gesto con la
mano para que me sentara. El oficial del correccional salió después de que hube
tomado mi asiento, cerrando la puerta y dejándonos solos.

“Señor Cullen, mi nombre es Michael Ricci, licenciado en derecho,” dijo extendiendo su


mano hacia mí. La estreché rápidamente, al instante aliviado de que finalmente estaba
viendo a un jodido abogado, incluso si no tenía puta idea de quién carajos era. “Esme

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Cullen Evanson se ha puesto en contacto conmigo. He sido contratado varias veces por
las familias Cullen y Evanson durante los años, así que soy muy consciente de la
situación.”

“Está bien,” dije vacilante. Empezó a sacar papeles, deslizándolos hacia mí junto con
una pluma.

“Necesito que firme estos documentos, accediendo a permitirme manejar su caso, y


cualquier cosa que sea dicha en esta habitación será completamente secreta y
confidencial,” declaró. Asentí y bajé la vista, revisando rápidamente los papeles. Firmé
torpemente sobre las líneas lo mejor que pude, todavía esposado, antes de deslizarlos
de vuelta hacia él.

“Bien. Ahora, en primer lugar, necesito saber si ha hablado con alguien. ¿Han
intentado interrogarlo de alguna forma?” Preguntó, metiendo los papeles de nuevo a su
portafolio.

“No,” le dije, encorvándome en la incómoda silla de plástico. “No me han dicho ni una
mierda. Ni siquiera me han explicado realmente qué demonios estoy haciendo aquí.”

“Le han acusado de posesión de un documento fraudulento del gobierno, señor


Cullen,” me dijo. “El cargo es un delito de clase cuatro, pero puede ser eliminado
fácilmente como un delito menor. Se le debería haber dado una audiencia de indicios
a las pocas horas de su llegada y establecido la cantidad de la fianza, pero parece
que se han olvidado de su propio protocolo.”

“Entonces, ¿por qué demonios estoy sentando en esa maldita celda?” Pregunté.

“Porque la ley dice que pueden retenerlo por un período razonable de tiempo, mientras
investigan las presuntas violaciones de crímenes,” declaró. “Afirman que lo detienen
por obstrucción a la justicia, pero es completamente absurdo y no tienen las bases
para acusarlo de ello. La realidad de las cosas es que está sentado en esa celda
simplemente porque es el hijo de Carlisle Cullen, el sobrino de Alec Evanson y el
ahijado de Aro Moretti.”

“Eso es una mierda,” le dije, sacudiendo la cabeza. “No tengo nada que ver con
ninguna de esa mierda.”

“Lo sé, pero sucede. Culpable por asociación, señor Cullen,” dijo. “Voy a conseguir su
liberación. No debería ser más de unos pocos días.”

“¿Días?” Pregunté con incredulidad. “¿Se supone que debo estar en este lugar de
mierda por días?”

“Desafortunadamente, sí. Voy a solicitar una audiencia para ver si podemos conseguir
su orden de libertad, pero puede tomar algún tiempo conseguir una audiencia con el

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juez. Por lo general no detienen así por más de cuarenta y ocho horas, pero la ley de
Illinois les da un poco de margen de maniobra en el asunto,” respondió. “Así que
aguante y le sacaremos de aquí. Estaremos en contacto.”

Se fue sin decir una palabra más, y el oficial del correccional entró para escoltarme de
vuelta a mi celda. Había una bandeja de comida esperándome cuando llegué y agarré
el recipiente con el pudín junto con el jugo sentándome en la pequeña y abultada
cama.

Cayó la noche en poco tiempo y el cansancio se apoderó de mí a medida que me


quedaba dormido, incapaz de mantenerme físicamente despierto por más tiempo. Tuve
un sueño intranquilo durante toda la noche, las pesadillas abriéndose camino e
invadiendo la pequeña cantidad de paz que era capaz de alcanzar bajo las
circunstancias. Soñé con Isabella, escuché sus gritos y sentí su tortura, y soñé con mi
madre de nuevo.

Reviví ese día de hacía una década en ese callejón no lejos de donde estaba, sentí el
horror y la devastación cuando derramaron su sangre y tomaron de este mundo a una
de las mujeres más hermosas que jamás existieron.

La cosa nostra me había robado a mi madre, pero ni de coña iba a permitir que
sucediera de nuevo. Iba a encontrar a Isabella y salvarla, aunque fuera la última puta
cosa que hiciera. No iba a permitir que la crueldad del mundo en el que había nacido
se llevara otra hermosa criatura. Ella se merecía la oportunidad de sobrevivir y florecer,
y nada iba a detenerme de darle esa mierda.

El siguiente día pasó igual que el primero, y con cada minuto que pasaba me
resignaba más a que haría lo que tuviera que hacer una vez que saliera, a fin de
salvar a Isabella.

En algún momento de la tarde el oficial del correccional vino a decirme que tenía visita,
esposándome de manos y pies antes de llevarme de vuelta a la misma habitación.
Pensé que era el Sr. Ricci y esperaba que tuviera algunas buenas noticias de mierda
que decirme, pero me paré en seco cuando entré y vi a un hombre familiar que
evidentemente no era mi maldito abogado.

“Edward Cullen,” el agente especial DiFronzo dijo, haciendo un gesto hacia la silla
frente a él. “Toma asiento.”

“No tengo nada que decirle,” respondí. Si en serio pensaba que iba a hablar con él,
estaba jodidamente loco.

“Ni siquiera sabes por qué estoy aquí,” respondió. Me eché a reír amargamente.

“Me importa una mierda por qué está aquí,” respondí. “La respuesta es no. No tengo
una mierda que decirle.”

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“Muy bien. Conoces tus derechos, se te leyeron. Tienes el derecho a negarte a hablar
conmigo y puedes volver a tu celda, si eso es lo que quieres hacer,” dijo, encogiéndose
de hombros.

Me di la vuelta a punto de irme y él suspiró exageradamente. “Solo me preguntaba


quién era Isabella Swan.” Mi corazón empezó a palpitar rápidamente ante la mención
de ella, el dolor en mi pecho se intensificó al mismo tiempo que empezaba a entrar en
pánico.

“¿Por qué?” Pregunté de inmediato, dándome la vuelta de nuevo para enfrentarlo.

“Solo tengo curiosidad sobre ella, teniendo en cuenta que su nombre ha salido un par
de veces durante el curso de la investigación,” me dijo. “He tratado de localizarla, pero
al parecer es un completo misterio para todos y casi no hay evidencia en absoluto de
que siquiera exista. Es casi como si ella fuera un... fantasma.”

Inmediatamente di un respingo por la palabra y sus labios se curvaron hacia arriba en


una sonrisa de suficiencia ante mi reacción. Sabía exactamente la mierda que estaba
haciendo al jugar con mis emociones. “¿Por qué me pregunta?” Pregunté, tratando de
mantener la calma. Joder, no podía dejar que pensara que era vulnerable o que podía
usarla para manipularme. “No tengo nada que ver en los asuntos de mi padre.”

“Puede que eso sea cierto, pero he pensado que si tú me ayudas entonces tal vez yo
pueda ayudarte,” respondió.

“No necesito su puta ayuda,” escupí. “Y no hay nada que pueda decirle.”

“¿Ni siquiera puedes decirme quién es Isabella Swan?” Preguntó, levantando sus cejas
inquisitivamente.

“No,” le mentí.

“Vaya, eso es gracioso. Verás, ayer fuimos a tu ciudad natal y parece que la gente de
Forks tiene la impresión que esta persona, Isabella Swan, es tu novia. De hecho, me
encontré con esto mientras estaba allá,” me dijo, metiendo la mano en el bolsillo de su
abrigo y sacando una foto. La sostuvo en alto y sentí mis rodillas debilitándose cuando
vi que era una foto de Isabella y mía, sonriendo y abrazándonos en la nieve. Era una
que Alice nos había tomado durante navidad, una que recuerdo muy claramente que
estaba en el álbum de recortes en casa. Desvíe rápidamente la mirada cuando las
lágrimas comenzaron a formarse en mis ojos, sin poder soportar esa mierda. Ese día
estaba tan malditamente feliz y despreocupada.

“¿Eso ha refrescado su memoria, señor Cullen?” Preguntó.

“Váyase a la mierda,” le dije en voz baja, mi voz temblando.

“¿Dónde está?” Preguntó. “No está en Forks y no está aquí contigo en Chicago. Tus

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hermanos, Emmett y Jasper, declaran estar completamente ignorantes, al igual que la
señorita Hale y la señorita Brandon. Tu padre no quiere hablar, tampoco lo hará tu tío,
y su esposa Esme solicitó un abogado en el momento que su nombre salió de mis
labios. La única otra persona que parece conocer a esta chica es un muchacho de
nombre Jacob Black, que casualmente parece también estar desaparecido. De hecho,
los dos parecen haber desaparecido del radar al mismo tiempo.”

“No sé de qué está hablando,” le dije.

“¿Ah, no?” Preguntó, levantando las cejas con curiosidad. “Sé que sabes quién es
Jacob Black. Parece que la gente de Forks tiene la impresión de que trataste de matarlo
el año pasado, aunque no hay un informe oficial de cualquier incidente ocurrido. Por
extraño que parezca, la reserva recibió una enorme donación anónima y la familia de
Jacob tuvo una nueva casa construida gracias a algún extraño de buen corazón
después de que su anterior casa se incendiara en un desafortunado accidente. Una
gran coincidencia, ¿eh?”

No respondí, mirándolo inexpresivo mientras pretendía mantener la calma aunque


interiormente estaba conmocionado. No tenía puta idea de dónde se dirigía con su
interrogatorio y quería salir corriendo de la maldita habitación, pero sabía que eso solo
me haría parecer jodidamente culpable o algo así.

“¿Le ha pasado algo a su novia, señor Cullen?” Preguntó. “Puede decírmelo, ¿sabe?
Estoy aquí para ayudar....”

“Usted no está aquí para ayudarme,” repliqué. “A usted no le importo una mierda. Solo
está aquí para ayudarse a sí mismo.”

“¿Ha huido ella con Jacob Black?” Continuó, ignorándome. “¿Lo escogió a él en lugar
de a usted?”

“No sabe de lo que está hablando,” espeté, fulminándolo con la mirada.

“¿Está muerta?” Preguntó. Retrocedí ante su declaración, agarrándome a la jodida


pared para estabilizarme, y sintiendo como si fuera a desmayarme.

“¡No!” Grité.

“¿Está Jacob muerto?” Preguntó de inmediato.

“¿Me está acusando de alguna mierda?” Pregunté.

Él negó con la cabeza. “No, no es así. Solo estoy tratando de ayudar. Si ha


desaparecida o la han herido...”

“No hay nada que pueda hacer por mí,” espeté, interrumpiéndolo.

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“¿O han sido los rusos?” Preguntó, entrecerrando sus ojos con recelo. “Dijo algo sobre
los rusos....”

“Quiero a mi abogado.”

“Bien,” dijo, deteniendo su interrogatorio a mitad de la frase. Metió la foto de nuevo en


su bolsillo y sonrió. “Sabe, señor Cullen, la verdad siempre prevalece. Al final del día,
la verdad es lo que nos hace libres.”

Se dio la vuelta y salió, y el oficial del correccional vino para llevarme de nuevo a mi
celda. Me paseé de un lado a otro durante toda la noche, agitado, mientras trataba de
repasar la mierda que me había dicho. Para mi gusto, se estaba acercando demasiado
a la verdad y mi paranoia estaba en su nivel más alto. Teníamos que resolver esta
mierda lo antes posible, antes de que aumentaran sus sospechas y terminaran
involucrados, porque sabía que la intervención de la policía solo conseguiría matarnos
a todos.

A la mañana siguiente alguien se acercó y yo miré hacia la puerta, pensando que era
la persona con la bandeja del desayuno, pero quedé sorprendido cuando el oficial del
correccional abrió mi puerta y dijo que me llevaban a una audiencia. Me apresuró a
salir y me llevó a una sala donde mi abogado ya me estaba esperando. Vi a Esme
sentada en el público y me sonrió con tristeza, dándome un ligero saludo con la mano.

Pasaron unos minutos antes de que mi nombre fuera dicho y el señor Ricci se pusiera
de pie, argumentando que estaba siendo detenido injustamente y que no había causa
probable para mantenerme encarcelado. El juez parecía reacio, muy probablemente
por mi puñetero apellido, pero finalmente accedió. Ordenó que mi fianza fuera fijada
en cinco mil dólares y nos dirigimos hacia donde había sido fichado. Comenzaron el
proceso de liberación mientras Esme pagaba el dinero de mi fianza. Terminé sentado
por ahí casi una puta hora mientras me tomaban de nuevo las huellas dactilares y me
comparaban con mi foto para confirmar que seguía siendo el mismo hijo de puta,
haciéndome tantas preguntas al salir como me hicieron al entrar.

Terminaron finalmente permitiéndome ponerme de nuevo mi ropa y me entregaron los


efectos personales que me habían confiscado en la escena, menos mi identificación
falsa. Tan pronto salí por la puerta principal vi a Esme parada a un lado, viéndose
ansiosa. Me acerqué a ella y suspiré. “Me has asustado, chico,” dijo en voz baja,
levantando su mano y palmeando suavemente mi mejilla. “No vuelvas a hacer eso
nunca, ¿me oyes?”

“Gracias,” le dije en voz baja. “Por sacarme y esa mierda.”

Ella sonrió, sacudiendo su cabeza. “No deberías haber estado allí en primer lugar.
Solo esperemos que el señor Ricci tenga la misma suerte trabajando en los casos de mi
hermano y mi esposo.”

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“¿Cómo están?” Pregunté. “Mierda, ¿dónde están?”

“Están aquí. De hecho, han sido alojados en la misma división que tú, pero no los has
visto porque tú estabas en prisión preventiva. Tienen audiencias la próxima semana. El
caso contra tu padre es mucho más sólido que el de Alec. Los abogados confían en que
podrán conseguir fianza para los dos y probablemente conseguir que se retiren los
cargos contra Alec, pero no están muy seguros sobre Carlisle,” respondió.

“Joder,” le dije, negando con la cabeza. “¿Van a estar ahí por lo menos hasta la
próxima maldita semana?”

Ella asintió. “Desafortunadamente,” susurró. “Vámonos a casa. Ya pensaremos en


algo.” La seguí a su coche y me subí en el asiento del pasajero. Ella arrancó y se alejó
del juzgado, un tenso silencio permaneció en el coche durante el viaje. Parecía que
todo había llegado a un punto crítico y a medida que pasábamos por ese callejón a
unas manzanas del barrio donde hacía tiempo mi familia había residido felizmente,
todo pareció esclarecerse finalmente. Sabía que lo que estaba enfrentando no iba a
ser fácil e iba a tener que tomar algunos riesgos enormes a fin de salvarla, pero estaba
dispuesto a sacrificar lo que fuese.

Y al parecer eso era exactamente lo que tenía que hacer....

Esme se detuvo en la casa y bajamos del coche, pero yo me quedé en el camino de


entrada. Ella se dio cuenta después de un segundo que no la estaba siguiendo a la
puerta y se detuvo, mirándome con aprensión.

“¿Vas a entrar?” Preguntó.

Negué con la cabeza, pasando una mano por mi pelo con nerviosismo. Podía sentir las
lágrimas acumulándose pero contuve mis emociones con fiereza, tratando de ponerme
esa puta máscara de calma que Alec me había advertido que necesitaba. “No puedo,”
respondí.

“Entiendo,” dijo en voz baja. “¿Qué necesitas?”

“Yo, eh... tengo que ir a un lugar,” le dije.

Ella se me quedó mirando por un momento y pude ver el pánico en sus ojos. Ella sabía
exactamente lo que estaba planeando hacer. “Edward...”

Sostuve mis manos en alto para detenerla. “Mira, he cometido errores pero no soy un
idiota. Solo, confía en mí, Esme. Joder, nunca haría nada que pudiera dañar a alguno
de ustedes, lo digo en serio.”

“De acuerdo,” susurró vacilante, acercándose y entregándome las llaves del coche.
“Ten cuidado.”

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Asentí y tomé las llaves, subiendo en el asiento del conductor y alejándome de la casa.
Conduje al otro lado de Linconl Park, mi ansiedad se incrementaba con cada kilómetro
avanzado, y me detuve frente a la enorme mansión blanca. Salí del coche y me dirigí a
la puerta principal, deteniéndome en el porche para tomar una respiración profunda.
La entrada de aire hizo que mi pecho doliera pero el ardor fue casi un maldito alivio,
porque me distrajo de mis crispados nervios. Levanté la mano y presioné el timbre y la
puerta fue abierta casi de inmediato, una chica vagamente familiar de pie frente a mí.
Me tomó un segundo ubicarla, mis manos temblaron al descubrir que ella era la
esclava que había encontrado a Renée en el granero en Phoenix, la chica cuyos gritos
habían plagado mi mente desde ese día.

Vi el destello de reconocimiento en sus ojos y rápidamente miró hacia otro lado,


viéndose casi aterrorizada por mi puta presencia. “¿Puedo ayudarlo, señor?” Preguntó
con voz temblorosa.

“Yo, eh... tengo que ver a Aro,” le dije.

“¿Y su nombre, señor?” Preguntó.

“Edward Cullen,” respondí.

Ella abrió su boca para hablar de nuevo, pero fue cortada abruptamente por una voz
femenina detrás de ella, una que reconocí como perteneciente a Sulpicia la esposa de
Aro. “¿Edward Cullen?” Dijo, abriendo más la puerta para mirarme. “¡Qué sorpresa!
Pensaba que estabas encerrado con los demás.”

“No,” le dije, fulminándola con la mirada.

Se encogió de hombros con indiferencia, llevando un vaso a su boca, bebiéndose de


un trago el contenido. “Entonces, me equivoqué, supongo. Entra. Estoy segura que Aro
estará positivamente encantado de verte,” dijo con una risa sarcástica. La miré con
recelo cuando se detuvo, empujando el vaso vacío hacia la chica, haciéndola dar un
respingo. “Prepárame un trago, esclava, ¿quieres?”

La chica asintió y agarró el vaso, corriendo hacia la cocina. Seguí a Sulpicia por las
escaleras y ella hizo un gesto con su mano hacia una puerta cerrada en el segundo
piso, diciéndome que era la oficina de Aro. Me acerqué a ella y titubeé, sin saber cómo
demonios iba a hacer lo que había venido a hacer, pero me forcé a tocar porque sabía
en lo más profundo de mí que no había otra forma. Sin embargo, sabía que tenía que
ser jodidamente cuidadoso, y manejarlo de la forma correcta para no empeorar las
cosas. Escuché un fuerte gruñido dentro y la puerta fue abierta con fuerza un segundo
después, un Aro muy molesto estaba parado en la entrada. “¡Qué!” Espetó de
inmediato, paralizándose cuando vio que era yo. “¡Oh Edward, qué sorpresa! Pensaba
que eras mi esposa, viniendo a molestarme un poco más. Entra.”

Hizo un gesto con la mano para que entrara, y entré en la amplia habitación pasando

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junto a él. Cerró la puerta y caminó hacia su escritorio, sentándose al mismo tiempo
que yo me sentaba en una silla frente a él.

“¿A qué debo el honor de tu visita?” Preguntó con una puta sonrisa que obviamente era
forzada. “¿Por negocios o placer?”

“Creo que ya sabes por qué estoy aquí, así que déjate de pendejadas,” le dije,
tomándolo por sorpresa con mi franqueza. Su sonrisa desapareció de inmediato y
asintió.

“Siempre has sido atrevido, así que sería una mentira si dijera que estoy sorprendido,”
respondió. “La mayoría no se atrevería a venir a buscarme, pero tú tienes los huevos y
el coraje que muy pocos poseen. Algunos pueden llamarlo ser irracional, pero a mí me
gusta llamarlo ser apasionado. Sabes lo que es importante y nada te detendrá de
protegerlo o tener éxito en ello, sin importar el coste personal. Ese tipo de lealtad y
compromiso es raro en estos días.”

“Tengo que encontrarla,” le dije, sin perder nada de tiempo porque no había jodido
tiempo que perder. “No importa cómo.”

“Lo entiendo, mi querido muchacho, y lo respeto,” me dijo, cruzando sus manos sobre
el escritorio mientras me miraba. “Es una chica linda y realmente es una pena lo que
ha sucedido. Espero que se encuentre a salvo, y realmente deseo poder ayudarte....”

“¿Deseas poder ayudar?” Respondí, interrumpiéndolo. “¿Qué demonios significa eso?


Puedes ayudar.”

Suspiró y negó con la cabeza, poniéndose de nuevo de pie. “Estás equivocado,


Edward. No puedo. Verás, tan lamentable como es todo esto, tengo cosas mucho más
urgentes de las que tengo que ocuparme ahora. Recientemente han detenido a algunos
de mis hombres por esta investigación ‘Operación Secretos Familiares’ del
Departamento de Justicia, y ahora se están volviendo contra mí más rápido de lo que
puedo controlar. Mis hombres están siendo arrestados a diestra y siniestra, sus casas
invadidas y sus propiedades incautadas, porque ya nadie parece entender el concepto
de lealtad. Tengo hombres desaparecidos, ya sea porque se han unido al otro bando o
solo porque están huyendo asustados, no lo sé, pero como sea nos han dado la
espalda y no lo puedo tolerar. Cada día es algo nuevo, alguien nuevo a quien tengo
que cazar o tratar de sacar de problemas. Ya de por sí tengo pocos hombres, así que
hasta que todo este problema se resuelva y se estabilice simplemente no puedo
hacerme cargo de algo más.”

Me quedé mirándolo con incredulidad. “Pero se trata de mi jodida chica,” espeté,


levantándome en pánico. “La amo, por amor de Dios, y joder, ha sido secuestrada. Y no
por cualquiera, sino por tu maldita gente, ¿y me estás diciendo que no puedes
ayudarme? ¿En serio?”

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“Lo siento, Edward,” dijo con calma. “Le di a tu padre y a Alec luz verde la otra noche
para rastrearla, porque ella es su responsabilidad, pero no veo qué tiene que ver este
problema conmigo.”

“¡Pero el cabrón de James se la llevó!” Grité. “Tu James. Un cabrón de los tuyos la
secuestró, ¿y me estás diciendo que no es tu problema?”

“Mira, si alguien quiere localizar a James, te aseguro que soy yo. Tengo gente a la caza
de él, y cuando lo encuentre va a tener que enfrentar las consecuencias de sus
recientes, eh, acciones. Pero justo ahora no tengo los recursos o la justificación para
centrarme exclusivamente en rastrearlo cuando toda mi organización está siendo
atacada por fuerzas externas,” me dijo, negando con la cabeza. “No tengo que decirte
lo importantes que son tu padre y Alec, lo vitales que son para mantener la Borgata
intacta. Lo de la chica es desafortunado y entiendo como te sientes, Edward, porque he
perdido a muchos seres queridos en mi vida, pero la verdad es que Isabella Swan no
tiene nada que ver conmigo.”

Sus palabras me golpearon con fuerza y mis ojos se estrecharon por la furia al mismo
tiempo que cerraba mis manos en puños, su tono insensible e indiferente hizo que mi
temperamento se encendiera. “Eres un mentiroso de mierda,” dije con brusquedad.
“¡Ella tiene que ver contigo, es parte de la maldita familia!”

Me frené de inmediato, al darme cuenta al segundo en que la puta palabra salió, qué
demonios había dicho. Fue la única mierda que Alec me había advertido que no
hiciera, la única cosa que podría matarnos a todos. Me tensé y me quedé mirándole
conmocionado, mientras esperaba su reacción, mi corazón latiendo furiosamente y las
náuseas formándose en mi interior. Una parte de mí esperaba que sacara una
puñetera arma y me disparara en el acto, pero solo se quedó ahí, mirándome, con una
expresión extraña en el rostro, como si estuviera considerando mis palabras.

“¿Parte de la familia?” Dijo después de un momento, sonriendo como si algo fuera


jodidamente gracioso sobre el concepto. “¿Y cómo has llegado a esa conclusión,
Edward?”

Titubeé por un segundo, mis nervios crispados, pero sabía que tenía que reaccionar
rápidamente para cubrir mis huellas. “Ella es uno de nosotros, Aro. La amo, y voy a
casarme con ella. Soy tu puto ahijado, ¿cómo entonces ella no tiene nada que ver
contigo? Creí que todos éramos familia,” le dije, sacudiendo mi cabeza a medida que
mis ojos se humedecían por las lágrimas, mis emociones controlándome. “Tengo que
luchar por ella, tengo que encontrarla. Tú hablas de toda esa mierda de lealtad y
compromiso, ¿pero dónde está la tuya? ¿Dónde está tu dedicación a la puta familia?
¿Tampoco soy nada para ti? ¿Tampoco soy de tu jodida familia?”

Él suspiró. “Tú elegiste no ser parte de mi familia, Edward,” respondió. Mis ojos se
entrecerraron al mismo tiempo que una lágrima se escapaba y rápidamente la aparté,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1567


encabronado de que mis emociones me controlaran. “Tenías una opción, querido
muchacho. Todos tenemos opciones para escoger en la vida, y tú escogiste la tuya. En
lo personal siempre he tenido debilidad por ti, porque te he visto crecer y he
presenciado tu dolor a través de los años. Me dolió verte sufrir por la pérdida de tu
madre, así como me duele ahora verte sufrir por tu novia perdida. Estoy feliz de que
hayas encontrado algo que desees en la vida, que hayas encontrado el amor, pero
tienes que entender que esas cosas no tienen nada que ver conmigo. Esta organización
es mi vida. Esta organización es mi familia, y tú elegiste no ser parte de ella. Respeto tu
decisión, pero es todo lo que me queda en la vida, Edward. Así como tú harías lo que
fuera necesario y sacrificarías lo que fuese para salvar lo más importante para ti, yo
sacrificaría lo que fuera para salvar lo que más importa para mí. Tenemos el mismo
tipo de lealtad, Edward, solo que hacia cosas diferentes. Tu lealtad radica en tu placer,
la mía radica en mi negocio. La Borgata.”

“Así que, ¿eso es todo?” Pregunté con incredulidad.

“Eso es todo,” respondió.

“Y esa es la mierda que se necesita,” le dije, negando con la cabeza y tratando de


controlarme. “Vas a obligarme a....”

“No voy a obligarte a nada,” espetó de inmediato, interrumpiéndome con una mirada
furiosa. “Puedes darte la vuelta y salir por esa puerta y rogar a Dios por encontrarla, y
de verdad te deseo toda la suerte del mundo haciéndolo. Pero si estás solicitando mi
ayuda y el uso de mis recursos, si estás demandando mi lealtad, entonces es justo que
me des la tuya a cambio. Sin ella, Edward, no tenemos nada.”

Mi pánico, ira y angustia se unieron en ese momento mientras rápidamente traté de


conciliar todo, los eventos de los últimos días pasaron rápidamente por mi mente. No
me tomó mucho tiempo responder, porque en el fondo ya sabía la respuesta. Una
jodida parte de mí lo sabía en el momento que mis ojos se posaron en ella ese primer
día en la cocina de Forks. Siempre supe que renunciaría a lo que fuera por ella, me
sacrificaría por ella, porque ella lo valía.

“Lo haré,” le dije en voz baja, con lágrimas derramándose. Sus cejas se levantaron por
la sorpresa, evidentemente sin esperar esa respuesta, y vi el destello de emoción en sus
ojos. Me encabronó como la mierda, porque no había nada de lo que estar
jodidamente emocionado, pero contuve mi enojo.

“¿Estás seguro?” Preguntó. Suspiré y asentí, limpiando rápidamente mis ojos y


aclarando mi garganta.

“Ella es lo único de lo que alguna vez he estado seguro,” le respondí. “Lo que sea
necesario.”

“Bueno, entonces,” me dijo. “Voy a hacer algunas llamadas.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1568


Dejó la habitación rápidamente y me volví a sentar, pasando las manos por mi cabello
y agarrándomelo con frustración, estaba totalmente abrumado. Las lágrimas fluían de
mis malditos ojos mientras me balanceaba hacia adelante y hacia atrás, tratando de
controlarme. Todo por lo que había esperado se estaba desvaneciendo con cada
segundo que pasaba pero no dudé de mi decisión en absoluto, sabiendo que no tenía
otra opción que acudir a la pinche persona que tenía la posibilidad de ayudarme,
incluso si no lo deseaba.

Había pasado una hora cuando los Mafiosi empezaron a llegar. Caius y Royce eran los
únicos que conocía, los otros eran virtuales extraños para mí pero me saludaron como
si me conocieran de siempre. Sabía que era por quién era mi padre y me hacía sentir
jodidamente enfermo, pero deseché esa sensación, deseando seguir adelante. Cuanto
más rápido lo hiciéramos, antes empezaría a buscarla y esa era la única maldita cosa
que importaba ya. Nos reunimos en el comedor y me quedé a un lado mientras todos
ellos tomaban sus asientos. Estaba jodidamente nervioso y no tenía idea de en qué
consistía la iniciación además de hacer un juramento, pero hice todo lo posible para
ocultar mi ansiedad. No importa lo que sientas por dentro, nunca permites que ellos lo
vean, había dicho Alec. Era la única forma de lograrlo.

Aro puso un arma y un cuchillo sobre la mesa frente a él. “Ya que Carlisle está, por
desgracia, por decirlo de alguna forma ocupado, Royce será quién dirija la iniciación,”
dijo, haciendo un gesto con la mano para que Royce se pusiera de pie. Me miró con
aprensión mientras se ponía de pie y se aclaraba la garganta, acomodando su
corbata. Se veía casi tan malditamente nervioso como yo, pero supuse que tenía que
ser jodidamente estresante iniciar a uno de los hijos de los jefes. Esa mierda no se
debería tomar a la ligera.

“¿Edward Cullen?”

“Sí.”

“¿Tu padre sigue con vida, Edward?” Preguntó, arqueé una jodida ceja por la estúpida
pregunta pero me dio una mirada que decía 'no me eches la puta culpa, yo no escribí
está mierda' así que asentí.

“Sí, lo está.”

“¿Y tienes hermanos?” Preguntó.

“Dos,” respondí.

“Si me acerco a ti y te digo que uno de tus hermanos o tu padre es un informante de la


policía y que tienes que matarlos por ello, ¿serías capaz de hacerlo sin dudarlo?”
Preguntó, mirándome con atención. Me estremecí ante su pregunta pero asentí,
sabiendo que la única respuesta aceptable era un maldito 'sí'.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1569


“Lo que sea necesario,” dije en voz baja, sintiendo puta vergüenza en mi interior por la
mierda a la que acababa de acceder.

“Tengo que preguntar de nuevo, y necesito que lo digas una vez más,” dijo Royce. “Esta
cosa de los nuestros, La Cosa Nostra, es una vida de gloria. Es maravillosa,
posiblemente la cosa más grande del mundo, y si quieres ser parte de ella, tienes que
entender que es para toda la vida. ¿Lo entiendes?”

“Sí, lo entiendo,” le dije, sabiendo por mi padre exactamente lo cierta que era esa
maldita declaración.

“Buena suerte, Edward,” dijo Royce, suspirando y sentándose de nuevo. Apartó la vista
de mí y se quedó mirando a la mesa frente a él, su reacción me dijo que realmente
había dicho en serio esa mierda. Necesitaba la buena suerte. Aro se puso de pie y me
miró, sonriendo.

“Repite después de mí, Edward. Io voglio entrare en organizzazione per questa


proteggere la mia famiglia e per proteggere l miei amici*,” dijo Aro. Repetí la frase,
declarando que quería entrar a la organización para proteger a mis amigos y a mi
familia. “¿Y juras nunca revelar nuestros secretos y obedecer con amor y Omertá, el
código del Silencio Siciliano?”

Le eché un vistazo al reloj en la pared detrás de Aro mientras asimilaba sus palabras,
sorprendido de que fuera exactamente el mediodía. Habían pasado cuatro días desde
que me la habían quitado, noventa y seis insoportables horas sin ella. Sabía que no
había vuelta atrás, no podría salir de ese cuarto sin decir las fatídicas palabras, y en
ese momento mis nervios se calmaron cuando llegué a la conclusión de que iba a
hacer exactamente lo que necesitaba hacer.

“Lo juro.”

****************
Tenere la bocca chiusa = Mantén la boca cerrada

Rimanere forte = Mantente fuerte

Ti amo, bell’uomo mio = Te amo, mi hombre hermoso

Sei la mia vita, la mia gioia = Tú eres mi vida, mi felicidad

Io ti amo, ma non preoccupatevi per mi = Te amo, pero no te preocupes por mí

Abbiamo bisogno di preoccuparsi per la ragazza = Tenemos que preocuparnos por la


chica

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1570


“El rostro del enemigo me atemoriza solo cuando veo cuanto se parece a mí”
Napoleón Bonaparte

Dr. Carlisle cullen


Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola Guevara,
Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar
Ocampo.

Jacob Black.

Podía recordar fácilmente la primera vez que lo conocí muchos años atrás en la
escuela primaria local. Edward acababa de cumplir los diez años y era la primera vez
que había ido a verlo a uno de sus partidos de fútbol porque otras cosas estaban
siempre en el camino. Entre malabares con mi trabajo en el hospital y la gestión de mi
trabajo con el Borgata, parecía que tenía muy poco tiempo extra para mis hijos. Me
dolía, y sentía como si los estuviera abandonando, pero estaba haciendo todo lo
posible con el fin de darles la vida que se merecían. Una vida relativamente normal, a
pesar de la situación en la que habían nacido. Una vida donde estuvieran a salvo, lejos
de las crueldades del mundo al que pertenecía. Tuve que hacer sacrificios para
obtener ese tipo de seguridad, pero sabía exactamente lo que le pasaría a mis hijos si
permanecían en Chicago bajo la atenta mirada del Borgata y creía que valía la pena.
No me importaba la cantidad de estrés bajo la que me había puesto, la cantidad de
trabajo extra que se me había dado, cuántos partidos de fútbol me había perdido, o de
cuántos bailes no había sido consciente... lo único que importaba era que les había
dado la oportunidad de vivir como niños normales, incluso si eso significaba que tenía
que perderme la mayor parte de sus vidas.

Pero ese día, me escapé temprano del hospital para ir. Su juego era más por diversión
que cualquier otra cosa a esa edad, pero a pesar de la indiferencia sobre las reglas me
di cuenta de inmediato que mi hijo tenía talento. Él era el que más me preocupaba, mi
niño, tan parecido a su madre que, la mayoría de los días, era difícil incluso mirarlo.
Estaba roto por dentro y sabía que mi falta de tiempo y atención no estaban ayudando
a curarlo. Yo era médico, joder, mi trabajo era sanar a la gente, pero cómo hacer que
mi hijo estuviera completo de nuevo se me escapaba de las manos. Sin embargo,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1571


había jurado que haría un esfuerzo, por lo que había terminado en ese campo esa
tarde.

Hacia la mitad del juego, un escuálido niño pequeño de piel marrón tuvo una mala
caída porque alguien le había dado en la cara con un taco, dejándole una herida
profunda en la mejilla. Me ofrecí a ver al chico con rapidez y les dije que era
superficial, tomando un botiquín de primeros auxilios de mi coche para limpiar el corte.
“Gracias, doctor”, dijo alegremente mientras le ponía la venda en la cara. “Oh, bueno,
¡eso me recuerda! ¿Qué dijo el doctor cuando el hombre invisible llamó para una cita?”

“No estoy seguro. ¿Qué dijo el médico? “, Le pregunté con curiosidad.

“Lo siento, pero no puedo verte hoy”, respondió, riéndose histéricamente ante su propia
broma. “¿Entiende? ¿No lo ve? Ya sabe, porque ¡es el hombre invisible! “

Me reí y le dije que era una buena broma, y el medio tiempo acabó mientras terminaba
de curar su herida. Edward corrió hacia donde estábamos, con el rostro iluminado por
la alegría y un brillo chispeante en esos profundos ojos verdes que tenía que tanto
había adorado en su madre.

“¡Papá!” Me dijo emocionado. “¡Has venido! ¡Realmente has venido a verme jugar! “

La culpa que me dio en ese momento era intensa y me sentí como el peor padre de la
existencia, indigno de la admiración y el amor que obviamente sentía por mí. “Lo he
hecho”, respondí en voz baja.

Edward sonrió y echó el brazo sobre el hombro del muchacho. “Este es Jacob Black “,
me dijo. “Es mi mejor amigo.” Sus palabras me tomaron por sorpresa, porque yo no
tenía idea que Edward realmente hubiera hecho amistad con nadie. Todos sus
profesores me decían lo mismo, se recluía y cerraba en sí mismo, hasta tal punto que
era casi como si no estuviera allí. Sacaba buenas notas, pero no participaba en nada a
menos que estuviera obligado a hacerlo. Bueno, a excepción del fútbol, de todos
modos. Ni siquiera interactuaba mucho con sus hermanos, siempre mantenía la
distancia y no mostraba sus emociones a los demás. Lo más cerca que lo había visto
abrirse a alguien era Alice, e incluso se negó a dejarla entrar por completo, por lo que
fue sorprendente verlo tan relajado con otra persona.

Mi busca personas sonó mientras estaba allí, en el momento perdido en esa fracción
de segundo, cuando su pitido resonó. Mi hijo sabía de inmediato que me tenía que ir y
el brillo en sus ojos desapareció inmediatamente, y el Edward al que me había
acostumbrado desde la muerte de su madre volvió sin decir una sola palabra. Se dio la
vuelta para alejarse y Jacob lo siguió, se marcharon jugando a la lucha y riendo
mientras se dirigían de nuevo al campo para la segunda mitad del juego. Me quedé
allí por un minuto, solo observando, la visión de los dos me aliviaba algo la
preocupación que había estado cargando.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1572


Me di cuenta de que la esperanza no estaba del todo perdida ya que Edward tenía a
alguien. Alguien en quien confiar, alguien con el que podía ser él mismo. Tenía el peso
del mundo sobre sus hombros por lo que había presenciado y soportado, pero
viéndolo, era obvio que por fin había encontrado a alguien con el que sentía que podía
relacionarse. Alguien con el que podría ser solo Edward, el joven e inocente muchacho
que era perseguido por demonios que otros no podían ver.

Con los años, quedó claro para mí que Jacob era tan problemático como Edward, y esa
primera reunión no fue la única vez que tuve que curarlo. Los dos estaban metiéndose
en líos constantemente, creando el caos y asumiendo riesgos que me hacían temblar
cuando oía hablar de ellos. Vinieron a verme heridos más veces de las que podía
contar y yo atendía sus heridas físicas, pero no estaba seguro de cómo sanar sus
heridas emocionales. Sin embargo, siempre me consolaba el hecho de que se tenían
el uno al otro. Al menos tenían eso.

Después de su pelea vi como mi hijo cayó en una espiral fuera de control. Me


preocupaba más que nunca por él, pero había pasado demasiado tiempo y temía que
no hubiera nada que pudiera hacer, en lo personal, para ayudarlo. Que el amor y la
admiración que había sentido por mí cuando era niño murió lentamente con el paso de
los años y nuestra relación se había vuelto tensa. Sabía que era culpa mía, pero había
estado tan desesperado por asegurarme de que no siguiera mis pasos, que no me
había tomado el tiempo para considerar lo que le haría mi descuido. Él era un alma
torturada, emocionalmente fuera de control, y siguiendo el camino del que había
querido que se quedara tan lejos como fuera posible...

El camino que llevaba directamente a Chicago.

Tenía la esperanza de que las rutinas estrictas del internado al que lo mandé le
ayudarían a aprender algo de control y a calmar su impulsividad, pero cuando llegó a
casa, estaba claro que no había funcionado. Estaba enfadado, tan jodidamente
enfadado, y yo sabía que era porque no tenía una relación con nadie. Sentía como si
estuviera solo en el mundo y estaba a la defensiva, atacando a cualquiera que se
interpusiera en su camino. Me dolía verlo deteriorarse frente a mis ojos, y empecé a
preguntarme si, tal vez, la dirección que estaba tomando era inevitable. Tal vez había
estado destinado desde ese día en Chicago, cuando mi Elizabeth fue tomada justo
delante de él. La mafia se había invadido su universo a sus ocho años de edad, y yo no
sabía si era posible dar marcha atrás a partir de eso.

Pero entonces ella sucedió.

Isabella Swan entró en mi casa e hizo la única cosa que ninguno de nosotros había
sido capaz de hacer, derribó sus muros. Desvió a Edward de ese camino y le mostró lo
diferente que podría ser. Era irónico que la chica que nunca había sido capaz de
llamar a su vida como propia, enseñara a un chico que tenía el mundo al alcance de
sus manos exactamente lo que significaba vivir, pero era apropiado, considerando a su

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1573


madre y a mí.

Como Elizabeth habría dicho, era como si fuera el destino.

Eso no quería decir que estuviera completamente feliz con la relación, porque había
involucradas demasiadas complicaciones innecesarias, pero podía ver lo bueno en
ello. El brillo regresó a los ojos de Edward con el tiempo ya que encontró el amor y la
esperanza, y aunque sabía que nunca sería totalmente completo de nuevo, era como si
el vacío que sentía se hubiera llenado un poco. Tenía a alguien que lo entendía y no
estaba solo.

Jacob, sin embargo, lo estaba.

Isabella podía haber sacado a mi hijo de ese camino de destrucción, pero sabía que
Jacob Black aún estaba en él. Nunca me olvidé de la broma que me había dicho el
primer día, y regresaba a mi mente de vez en cuando, cuando pensaba en él. Jacob se
parecía mucho a un hombre invisible, a la deriva a través de la vida y completamente
desapercibido por la mayoría. Yo lo había visto, sin embargo, incluso aunque no
pudiera solucionar lo que realmente lo atormentaba.

Y mientras estaba en el borde de ese precipicio en La Push bajo la caída de la


oscuridad, me habría gustado haber hecho alguna mierda. Me había quedado allí y
había visto a tanta gente sufriendo en los últimos años, pero ni una sola vez había
dicho algo ayudado realmente a ninguno de ellos. Me había convencido a mí mismo
que no había nada que pudiera hacer, cuando la realidad era que yo había sido
jodidamente egoísta para intentarlo. No solo había fallado a mi propio hijo por hacer la
vista gorda ante su agonía, sino que había hecho lo mismo con Isabella y Jacob. De
hecho, parecía que era la mierda que siempre había hecho. Había ignorado a la gente
sufriendo, me había quedado al margen mientras eran torturados y mutilados en
nombre de La Cosa Nostra, y yo estaba asqueado y cansado de hacerlo. Al parecer no
era capaz de escapar de la violencia, sin importar lo que hiciera, y mi único recurso
disponible era contraatacar con más derramamiento de sangre.

Me había mudado con mi familia al otro extremo del país y todo me había seguido, el
peligro constantemente al acecho en las sombras. El mal controlaba mi vida y me
estaba carcomiendo, despojándome poco a poco de mi humanidad, pero yo
simplemente no podía parar. Estaba tan preocupado por asegurarme de que mi hijo no
fuese como yo, que me permití ser como mi maldito padre. Ya no era el hombre que se
había casado con Elizabeth, eso era seguro, y sabía que dondequiera que estuviese,
probablemente, me estaría mirando con disgusto por lo que estaba haciendo. Estaría
asqueada y avergonzada, y no podía culparla por ello. Siempre había querido ser
médico para poder ayudar a la gente, para poder sanar y hacer algo bueno en el
mundo, y me había alejado tanto de dicho principio que era inquietante. Nunca admití
nada de eso, o incluso había tratado de ayudar y ahora era demasiado tarde para
Jacob, porque no había nada que pudiera hacer para salvarlo. Lo había curado tantas

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1574


veces a lo largo de los años y la única vez que realmente contaba, había fallado.

Yo sabía que mi hijo se iba a sentir culpable por la muerte de Jacob, porque esa era la
naturaleza de Edward, pero la verdad era que no había nadie a quien culpar por nada
de eso más que a mí. Años atrás, había hecho el juramento para mantener segura a la
gente que amaba, solo para que eso sea lo que los ponga en peligro. Jacob había
muerto por mi culpa, era una víctima de mi violento estilo de vida, así como Elizabeth lo
había sido... y una culpa más que tendría que llevar el resto de mi vida.

Estaba mirando hacia abajo, hacia el agua tumultuosa, con los ojos fijos en el lugar
donde el cuerpo de Jacob había desaparecido momentos antes. Podía oír las olas que
se estrellaban contra el lado del acantilado y sabía que había una tormenta que
soplaba vientos del suroeste a medida que pasaba el tiempo. Las luces amarillas
intermitentes de precaución advertían a la gente que debían mantenerse alejados del
río Quillayute cerca de la isla de James, porque la zona era peligrosa. Estuve de pie
allí, durante unos minutos, oculto en la oscuridad y completamente aislado porque
nadie más se atrevería a salir en esas condiciones, tratando de aclarar mi mente.
Estaba indignado conmigo mismo por haber dispuesto del cuerpo del inocente
muchacho de esa manera, pero no podía ver ninguna otra opción. Lo había visto crecer
y lo estaba enviando a donde había visto a muchos de mis adversarios irse con los
años, a una tumba acuosa en el fondo del océano. Las pesadas cadenas envueltas
alrededor de sus piernas se asegurarían de que no volvería a aparecer, y con el tiempo
su cuerpo sucumbiría a la naturaleza, desapareciendo para siempre.

“Oggi a te, domani a mí*”, murmuré, sacudiendo la cabeza. Si seguía como estaba,
sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que terminara con la misma suerte.
Sentía como que debería haber dicho algo en su honor, pero me había quedado
totalmente sin palabras y sabía que había asuntos más urgentes de los que debía
ocuparme. No había podido evitar lo de Jacob, pero podría ayudar a Isabella, y yo
sabía que salvarla era la única manera de salvar verdaderamente a mi hijo. Sus
destinos estaban tan entrelazados que la pérdida de uno supondría estar perdiendo a
ambos, y eso era algo que, simplemente, no podía aceptar sin luchar.

Mi hijo, que había perdido mucho en la vida, estaba peligrosamente cerca de perder
una vez más lo único que lo mantenía completo.

Decir que estaba enfadado con Edward sería un grave eufemismo. Estaba más allá de
furioso y completamente asombrado de que él hubiera tenido la osadía de alterar el
chip de Isabella después de todo lo que había sucedido, su comportamiento, una vez
más me estaba demostrando que era irracional y volátil. Yo estaba constantemente
limpiando sus líos y corrigiendo sus errores, pero esta vez no estaba seguro de si
podría. Temía que ya hubiera cruzado más allá de la línea y que no hubiera marcha
atrás. Ninguno de nosotros volvería a ser el mismo otra vez.

Me dirigí hacia el lugar donde mi coche estaba aparcado, escondido entre los árboles

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1575


fuera de la vista, en la oscuridad, subí de forma rápida y me alejé. Ya había limpiado
delante de la casa, después de haber regado el camino y haber redistribuido la grava
para ocultar todos los signos del incidente, pero tenía problemas incluso mayores que
tenía que tratar. Saqué el teléfono móvil que había cogido del bolsillo de los
pantalones de Jacob y lo abrí, desplazándome a través de su lista de contactos
rápidamente. Cuando encontré el número de su casa, apreté el botón de llamada y
escuché en silencio mientras sonaba un par de veces.

“¿Hola? ¿Jacob?” Dijo Billy Black con voz ansiosa. “¿Dónde estás, hijo? Me preocupa,
tú... “

Suspiré y terminé la llamada antes de que pudiera terminar su frase, apagué el


teléfono y lo deslicé en el bolsillo. Volví a la casa rápidamente y aparqué, suspirando
profundamente para prepararme antes de dirigirme al interior. Necesitaba dejar mis
emociones atrás, alejar de mi mente a Jacob y a las cosas que no podía cambiar con el
fin de centrarme en lo que podía hacer: encontrar a Isabella.

Sabía que incluso sin el chip tenía suficientes recursos para seguir su rastro en un
tiempo, pero el problema era que no estaba seguro de en qué tipo de circunstancias la
encontraría cuando lo hiciera. James era implacable, no tenía respeto ni consideración
alguna por nadie que no fuera él mismo. No dudaría en maltratar a Isabella para su
propio placer enfermizo, y las posibilidades de que lo estuviera haciendo me
alarmaban.

Me fui directamente a la cocina y cogí la botella de licor que Edward tenía en el


congelador, destapándola y tomando un trago. Hice una mueca por el ardor a medida
que bajaba, haciéndome estremecer violentamente. Ya no bebía mucho, no desde que
recuperé la sobriedad un año después de la muerte de Elizabeth, pero necesitaba algo
para relajarme un poco antes me enfrentarme a lo que esperaba frente a mí. No tenía
ganas de hacer nada de esto, ni mucho menos, pero sabía que era necesario. Tomé
otro trago de licor antes de devolverlo al congelador, sacando las llaves de mi bolsillo
mientras me dirigía hacia la habitación bajo las escaleras. Abrí la puerta y me deslicé
dentro, volviendo a cerrar detrás de mí. Fui directamente al armario y quité la
alfombra, tirando para abrir la puerta del suelo. Tomé un par de respiraciones
profundas para concentrarme mientras me dirigía por las escaleras hacia el sótano,
parpadeando varias veces en un intento de ajustar mi vista.

El lugar había sido limpiado en su mayor parte, las cajas con drogas y armas habían
sido reubicadas en otro lugar seguro, por lo que no tuve ningún problema en recorrer
mi camino a través de la sala oscura. Llegué a la gran librería y abrí la caja de metal
que había en la pared a su lado que estaba conectada el sistema de seguridad. En el
caso de que la alarma se activara, o el botón de pánico fuera apretado, la casa se
bloquearía automáticamente y un mensaje sería enviado directamente a mi teléfono.
La policía no podía ser notificada como con un sistema de seguridad regular, porque

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1576


eso solo sería invitar a más problemas a mi vida, pero cualquier persona que entrara
sin el código activaría los sensores de movimiento y las cámaras, así que podría
seguirlos y ver cómo se movían por toda la casa. No era lo mejor, en lo que se refiere a
seguridad, pero era mejor que nada. Me garantizaba que sabría quiénes eran y qué
habían venido a buscar, al menos.

Deslicé una sección del panel hacia abajo, dejando al descubierto un pequeño teclado,
y marqué rápidamente en el número 62373. Un clic fuerte sonó cuando pulsé el botón
de entrar y deslicé el panel posterior hacia arriba, cerrando la caja eléctrica cuando la
estantería se movió unos centímetros. En realidad se trataba de una puerta que
conducía a una caja de seguridad, o a lo que yo sabía que a mi hijo le gustaba
referirse como “el calabozo”. Era una habitación de unos cuatro metros de ancho por
cuatro de largo, con paredes de acero reforzado con capas de kevlar antibalas. (N.T. El
kevlar es un material sintético empleado en los chalecos antibalas).

Completamente insonorizada y ventilada, equipada con cable para la comunicación y


repleta de cualquier cosa que fuese necesaria si tuvieran ocultarse en su interior.

Empujé para abrir la puerta encubierta y metí la mano, encendiendo el interruptor de la


luz a un costado. Luces fluorescentes iluminaron la habitación inmediatamente y
entrecerré los ojos por lo brillantes que eran, levantando mi mano para bloquear parte
de la luz cegadora mientras mis ojos se acostumbraban. Entré en la habitación y
escuché los gemidos de inmediato, mirando en dirección al ruido. Laurent yacía en el
suelo de cemento, en la esquina, exactamente donde le había dejado un par de horas
antes. Lo primero que había hecho después de que Edward y Alec se hubieran ido fue
traerlo aquí, e hice lo suficiente para que sobreviviera a sus heridas antes encadenarlo
a las patas de la mesa de acero. Sabía que no podía mover las piernas a causa de la
bala que le había atravesado, pero también sabía que era mejor prevenir que
lamentar. Podría haber recuperado fácilmente la consciencia y haberse arrastrado por
la habitación hacia el gran armario de acero donde guardaba mis armas, y yo no
podía permitir eso.

“Buenas noches”, le dije con estoicismo, cogiendo una botella de agua de la estantería
junto a la mesa. Me acerqué los pocos pasos que separaban de él y lo miré mientras él
giraba la cabeza para mirarme, otro gemido agónico vino de él cuando abrió los ojos.

“Carlisle,” susurró, su voz apenas audible y lleno de angustia. “Por favor. Ayúdame.”

“Lo haré”, respondí. “Pero primero, Laurent, vas a tener que ayudarme.”

“Por favor”, repitió. “No puedo moverme. No puedo sentir mis piernas... Carlisle. No
puedo...”

“Lo sé”, le dije. “La bala ha impactado en la médula espinal.”

“¿Qué?” Dijo, sonando confundido. “¿Bala?”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1577


“Sí,” dije simplemente, quitando el tapón del agua y me puse de cuclillas. Levanté la
cabeza de Laurent ligeramente y le puse agua en los labios, inclinándola hacia atrás
para que tragara.

“¿Estoy paralizado?” Preguntó cuando aparté la botella y me puse de pie. “¡Oh Dios,
mi piernas!“

Dejó escapar un sollozo y suspiré con fastidio, sacudiendo la cabeza. “Cálmate,


Laurent,” dije bruscamente, dejando el agua sobre la mesa. “Contrólate”.

“¿Qué ha pasado?” Preguntó con lágrimas saliendo de sus ojos mientras luchaba para
moverse. “Jesús Cristo, mis malditas piernas, ¡Carlisle! ¡Tienes que ayudarme! “

“¿Qué ha pasado?” Pregunté, alzando una ceja. “Hace unas horas recibí una llamada
que me informaba de que había alguien en mi casa. Así que, naturalmente, he vuelto
para investigar y me he encontrado a mi hijo inconsciente, a su novia desaparecida, un
muchacho inocente que he visto crecer muerto en mi jardín, y a ti gravemente
lesionado. Tú, Laurent. Un hombre que hizo el juramento de honor, mi hermano de
vida, herido en la escena del ataque a mi familia. Entonces, ¿paramos esta mierda y
me dices qué ha pasado?“

“Yo, eh,” tartamudeó, sacudiendo la cabeza mientras continuaban sus sollozos. “No
sé...”

“¿No sabes?” Le pregunté con incredulidad.

“No sé lo que ha pasado, ¡lo juro! Me han disparado y no sé cómo ni quién”, respondió
frenéticamente.

“Estoy bastante seguro de que sabes el cómo y el quién” le dije, apoyándome en la


mesa y cruzando los brazos sobre el pecho. “Tiene que haberte disparado un
principiante, teniendo en cuenta que no ha sido un disparo mortal, y a juzgar por el
hecho de que hemos encontrado un casquillo de bala en el coche y que el arma de mi
hijo ha desaparecido, voy a hacer una conjetura y decir que lo ha hecho Isabella.”

“¿La chica?”, gritó con incredulidad. “Joder, ¿ella me ha hecho esto?”

“Sí,” dije fríamente. “Ahora solo necesito que me digas por qué, Laurent. Necesito que
me digas lo que estás haciendo en Forks, y cómo diablos has acabado en esta
situación. Sé que estabas con James y solo puedo asumir que de alguna manera te
convenció de formar parte de su gran plan. Entiendo cómo es la vida, ya lo sabes.
Todos nos hemos visto inmersos en cosas que se han salido de control, pero no es
demasiado tarde para arreglar lo que has hecho. No es demasiado tarde para ayudar
a que lo detenga. Necesito que me digas qué diablos quiere de Isabella. Necesito que
me ayudes a encontrarla, mientras podamos.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1578


“No puedo”, dijo, sacudiendo la cabeza con una mirada de miedo en su rostro. Pude
ver el pánico en sus ojos mientras me miraba y luché por mantener mi expresión de
calma para no alarmarlo más de lo que ya estaba. Él nunca había sido testigo de mi
violencia, pero había oído las historias del tipo de hombre que podía ser, y yo sabía
que temía por su vida. El quid de la cuestión era, que debería. Sabía que se había
cruzado con la maldita persona equivocada y yo sabía que tenía miedo de admitir
nada, porque confesar el conocimiento de algo, esencialmente, era admitir su
culpabilidad. Probablemente creía que su única manera de seguir vivo, aunque fuera
temporalmente, sería fingir ignorancia por lo que tenía que convencerlo de que lo
entendía. Necesitaba convencerlo de que estaba bien si me decía, que sería piadoso
con él si me ayudaba. Joder, necesitaba hacerle creer que lo dejaría vivir, a pesar de
que ambos realmente sabíamos que iba a morir, sin importar qué.

“Sí puedes”, le dije de inmediato. “Te lo he dicho, me ayudas y te ayudo. Sé que tiene
que dolerte y que necesitas desesperadamente que limpien tu herida adecuadamente
antes de que la infección invada tu cuerpo. Soy tu única opción, Laurent “.

“No te puedo decir nada”, dijo. “Yo no sé nada. Te lo juro, no lo sé. No sé lo que quería
James.”

“Estás mintiendo”, dije con fuerza. “Eres un hombre inteligente. No habrías venido a
menos que supieras por qué lo hacían. No habrías venido y habrías permitido que esto
sucediera sin la promesa de algo a cambio. ¿Por qué has venido, Laurent? ¿Qué es lo
que quiere de ella? ¿Dónde la ha llevado? “

“No lo sé”, dijo. “Tienes que creerme, Carlisle. Lo siento mucho, no puedo decirte...”

“¡Basta!”, le solté, mi ira aumentando. “Puedes decírmelo. Simplemente no lo deseas.


Hay una diferencia, Laurent, y la diferencia es tan grande como la vida y la muerte”.

“Por favor”, me rogó.

“No te atrevas a rogar,” le dije. “Es impropio de ti. Sé un maldito hombre y dime lo que
necesito saber”.

“No puedo”, repitió, sacudiendo la cabeza. “Tienes que entender...”

“No, tú tienes que entenderlo”, le espeté. “Se han llevado algo mío que es importante, y
tengo que recuperarlo. No voy a parar hasta encontrarla, por lo que tu única opción es
ayudarme si quieres tener la más mínima posibilidad de salir de esta habitación con
vida“.

“Me matarán, Carlisle,” sollozó, el miedo en su expresión era intenso. Podía ver su
cuerpo temblando, pero no estaba seguro si era por su lesión o si era solo porque
estaba asustado. “Si te digo algo me matarán.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1579


“Si no me lo dices, seré yo quien te mate”, remarqué. “Y te aseguro, Laurent, que no voy
a tener misericordia contigo si no me muestras el mismo respeto. Cada minuto que ella
esté allá afuera tú vas a estar aquí, y no voy a poner fin a tu sufrimiento hasta que ella
haya vuelto donde pertenece“.

“Pero...” empezó a decir, la palabra solitaria alimentando todavía más mi irritación.

“No hay peros que valgan,” gruñí, interrumpiéndolo. “Vas a decirme lo que quiero
saber y eso es todo. He luchado por mucho tiempo y con todas mis fuerzas por esa
chica y no voy a permitir que una rata desgraciada entre y lo tire todo por la borda.
Dime dónde diablos la tiene. ¿Qué es lo que quiere? ¿Con quién está trabajando?“

“¿Por qué te importa?”, sollozó. “Olvídate de ella, ¡date por vencido! No puedes parar
esto, así que ¡sálvate mientras puedas! ¡No vale la pena, Carlisle! ¡Es solo una niña, y
me dio un puto disparo! ¡La perra me disparo! “

Todo mi control desapareció en ese momento y eché el pie hacia atrás, lanzándolo
hacia delante rápidamente. Lo pateé en su costado en repetidas ocasiones, golpeando
con tanta fuerza que podía sentir sus costillas quebrándose por la fuerza de mis
golpes. Gritó por el dolor y jadeó en busca de aire, incapaz de moverse o protegerse.

“No la llames así”, le grité enfadado. “Todo esto puede que solo sea un juego para ti,
pero esto es mi vida, ¡pedazo de mierda! Voy a encontrarla, y juro que cada persona
que haya participado en esto, pagará con su vida cuando lo haga. Mi familia ha
sacrificado mucho por Isabella Swan y no voy a dejar que todo sea en vano. Puede que
solo sea una niña, pero era más que eso para mi esposa. Y eso, Laurent, hace que
merezca la puta pena.”

Me di la vuelta y salí de la habitación, dejándolo en la esquina pidiendo ayuda. Volví a


cerrar y subí las escaleras, con las manos temblando por mi enojo. Salí de la
habitación, una vez que llegué a la cima de la escalera y me congelé cuando la puerta
principal se abrió y Edward y Alec entraron en el vestíbulo. Edward tenía un aspecto
horrible, sus lesiones eran muy visibles, pero aún más que el dolor físico, su angustia
emocional era palpable. Sabía que él era un desastre total y no quería nada más que
tener compasión por él, ya que como su padre debería sentirlo, pero mi propia ira lo
nublaba todo. Todo lo que podía sentir era la decepción casi hasta el punto de la
hostilidad. Yo sabía que esta situación no era culpa suya, que era mía más que de
nadie más, pero casi lo odiaba por haber complicado todavía más las cosas. Yo nunca
había hecho nada para demostrar mi valía ante él, nunca había estado realmente ahí
para él, así que sabía que era irracional, pero odiaba el hecho de que no pudiera tener
maldita confianza en mí. Joder, era tan parecido a mí que me cabreaba y la verdad
era... que él estaba en serio cagando las cosas.

El resto de la noche transcurrió rápidamente. Finalmente conseguí contactar con


Emmett, mi ira aumentó cuando me di cuenta que estaba de fiesta en la ciudad y

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1580


completamente ajeno a todo lo que estaba pasando. Perdí los estribos y lo insulté
cuando me explicó exactamente lo que había hecho con el chip, y tuve un
enfrentamiento con Edward después de eso. No entendía como creyeron que se
saldrían con la suya, su falta de respeto y comportamiento estúpido me molestaba más
allá de la comprensión.

Edward finalmente perdió el control, vencido por su propia angustia, e hizo que Alec
perdiera la calma. Él había estado tranquilo al respecto, manteniendo la cabeza fría
hasta ese momento, pero la impaciencia y la hostilidad de Edward lo hizo perder el
control. Lanzó a Edward contra la pared y lo amenazó, apuntándome con su arma
cuando le dije que se retirara. Me quedé quieto mientras apuntaba a mi cabeza,
sabiendo que no dudaría en apretar el gatillo si hacía algún movimiento brusco o
mostraba algún tipo de agresión, y esperé a que recuperara su compostura.

Hice numerosas llamadas durante la noche, poniéndome en contacto con cualquier


persona que pensaba que podría tener cualquier información que pudiera ayudar. Sin
embargo, todo resultó infructuoso, porque todo el mundo tenía sospechas pero nadie
podía aportar ninguna prueba de lo que James estaba tramando. Hablé con Royce un
par de veces, porque era el Capo y mentor de James, así que si alguien sabía algo
debería ser él, pero incluso él parecía no saber nada. Me cabreó, porque era su puto
trabajo saber lo que sus hombres estaban haciendo, y él obviamente había fracasado
por completo. Lo amenacé, diciéndole que estaría vigilándolo y si no empezaba a
hacer bien las cosas iba a tener un problema conmigo.

Mis nervios empezaron a calmarse después de un rato y me aventuré hasta el tercer


piso, donde Edward había desaparecido, para encontrarlo en el borde de su cama
llorando. Me quedé helado al verlo, sintiendo una extraña sensación de déjà vu. Me
recordó cómo había estado yo después de la muerte de Elizabeth, reflejo de la
desesperanza y el dolor que sentía. Traté de convencer a Edward para que se quedara
cuando nos fuimos a Chicago, a sabiendas de que estaba angustiado y no sería capaz
de pensar racionalmente para ayudar, pero insistió en que quería estar allí. Intenté
responder a sus preguntas lo mejor que pude, pero no estaba seguro de qué decir,
porque nada de eso sonaba bien. No le podía hacer cualquier promesa sobre lo que
iba a suceder, porque sabía muy bien lo horrible y brutal que podría llegar a ser todo.
Tenía grabada a fuego en mi mente la visión de mi esposa yaciendo muerta en el
callejón y no quería que mi hijo tuviera que pasar el resto de su vida, torturado con
imágenes mentales similares de las que no podría escapar si todo salía mal.

Finalmente llamé a Jasper para informarle de lo sucedido y le dije que se quedara en


Seattle y mantuviera a Alice con él tanto tiempo como fuese posible. No había nada
que pudiera hacer para ayudar y no quería que se involucraran más de lo necesario.
Ya era bastante malo que Emmett y Edward estuvieran envueltos en la situación... que
mis tres hijos lo abandonaran todo y se reunieran precipitadamente, no haría otra cosa
más que levantar más sospechas que no necesitábamos.

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Fui regularmente al sótano durante toda la noche para presionar a Laurent por
información, pero cada encuentro fue similar al primero. Me pedía ayuda e insistía en
que no había nada que pudiera decirme, lo que finalmente me hizo perder los estribos.
Alec trató de convencerlo de que hablara sin suerte, e incluso le inyecté con tiopental
sódico pero aun así no se quebró. Mi paciencia se estaba agotando y sabía que
Laurent estaba cada vez más débil, cada segundo que pasaba era una indicación de
que nuestra oportunidad se estaba escapando.

En algún momento después del amanecer, yo estaba de pie en la habitación blindada,


mirando a Laurent, cuando Alec finalmente llegó al límite de su paciencia. Le oí
acercarse y miré en su dirección, su expresión era estoica pero sus ojos llameaban por
la ira. Tenía el aspecto de un hombre en una misión y de inmediato me salí de la
habitación para apartarme de su camino. Me miró mientras pasaba y suspiró. “Mi sono
rotto il cazzo”, murmuró en voz baja, indicando que estaba harto de la situación. Asentí
una vez, estando de acuerdo en silencio, y me quedé en la puerta viendo cómo se
acercaba a una caja. Empezó a rebuscar y sacó una navaja y unas pinzas. “Mientras
todavía estás vivo, vamos a jugar un poco al juego de 'eeny, meeny, miny, moe' “.

Me di la vuelta y me alejé, no tenía ganas de presenciar lo que iba a suceder, y oí el


clic de la cerradura seguido de un fuerte grito de dolor proveniente de Laurent antes de
que yo me alejara. Sabía que Laurent no iba a salir vivo de la habitación y sus últimos
momentos serían de tortura a manos de uno de los más terroríficos hijos de puta que
conocía. Subí las escaleras y dejé a Alec haciendo lo que mejor sabía hacer, hice un
par de llamadas a medida que fui empaquetando cosas para Chicago. Finalmente
volví a bajar poco antes del mediodía, entrando en el sótano justo cuando Alec entraba
por la puerta encubierta. Lo miré con curiosidad, notando que estaba empapado y que
tenía salpicaduras de sangre en su camisa.

“Rusos”, dijo simplemente, la palabra prácticamente paralizó mi corazón, a medida


que salía de sus labios. Sabía que por un tiempo, Alec había sospechado que James
estaba dando información a los rusos, y si eso era cierto, Isabella estaba en muchos
más problemas de lo que yo quería creer. Eran individuos despiadados y sabía que, si
la tenían, la matarían una vez que hubiera servido a su propósito, fuera el que fuese, y
eso me angustió. La única justificación para que ellos se hubieran llevado a Isabella y
hubieran dejado a mi hijo con vida era que ellos estaban jugando algún tipo de juego y
trataban de manipularnos para tenernos en sus manos, y no había manera de que
pudiéramos correr el riesgo de hacer eso.

“¿Por qué?” Le pregunté vacilante. Él se encogió de hombros.

“Lei è una principessa della mafia,” respondió.

“¿Ellos lo saben?” “Pregunté con incredulidad. “¿Cómo?”

“No sé cómo lo saben, pero el hecho es que lo hacen. Puede que lo hayan sabido

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incluso antes que nosotros”, dijo. “Esta se está saliendo de control, Carlisle. Tenemos
que detener esto antes de que acabe con todos. Hasta ahora has estado en un segundo
plano, con la esperanza de que todo se arregle por sí solo, pero eso no puede seguir
así, ya que eso no va a suceder. He enterrado a Laurent en el bosque, pero es posible
que desees limpiar el piso del búnker. Voy a cambiarme para que podamos salir
pronto “.

Empujó la pala hacia mí y la cogí vacilante, mirándolo mientras se alejaba. Me puse a


trabajar una vez que él se había ido, fregando el suelo de cemento con peróxido de
sodio y agua para eliminar cualquier rastro de sangre. Ordené la habitación y puse
todo donde estaba antes de cerrar y de volver arriba. Nos dirigimos al aeropuerto poco
después y recibí una llamada de Aro, que decía que nos presentáramos en su casa esa
noche.

El vuelo transcurrió rápidamente, ya que estuve todo el tiempo pensando cómo arreglar
las cosas, mi ansiedad empezó a crecer a medida que recorríamos Chicago hacia la
residencia Evanson. Saqué mi ordenador portátil tan pronto como llegamos y se lo di a
Emmett, dejándole claro que tenía que arreglar rápidamente lo que había hecho.
Odiaba ser tan frío con mi hijo, pero todavía continuaba enfadado, y mi preocupación
por Isabella solo había aumentado después de saber de la participación de los rusos.

Esa noche en casa de Aro, fue exactamente como había temido que fuera. Se negó a
involucrarse directamente, escudándose en que se trataba de “bienes robados”. Alec
trató de destacar el hecho de que Isabella ya no tenía dueño, que se había respondido
por ella y había sido liberada, pero Aro no cedió en su postura. Nos dio la luz verde
para que hiciéramos lo que creyéramos necesario para arreglar la situación, pero dijo
que no quería ir oficialmente a la guerra con otra organización por algo que no tenía
ningún valor para él o el Borgata en su conjunto. Mientras hablaba, tuve que contener
mi enojo todo el tiempo, ya que estaba actuando insensiblemente hacia alguien que
compartía su linaje, minando cualquier respeto que pudiera haber sentido por ese
hombre. Él no sabía la verdad sobre ella, pero eso no importaba a mis ojos. Informó a
Alec que si Isabella desvelaba alguno de los secretos de la organización a sus
captores, sería culpado por ello, pero no me preocupaba mucho por eso, porque ella
sabía muy poco.

Volvimos a la residencia Evanson por la mañana temprano, el agotamiento finalmente


haciendo mella en nosotros. Alec se puso a trabajar tratando de localizar los últimos
avistamientos de los rusos, mientras que yo finalmente conseguí ponerme en contacto
con el médico de Phoenix que le había implantado el chip, los dos tomábamos café
para mantenernos alerta. Trabajábamos en un tenso silencio que se rompió en el
instante en el que Alec se levantó y empujó su silla hacia atrás, con expresión de
pánico. “Joder”, espetó, me pilló con la guardia baja porque era una palabra que rara
vez oí venir de él. Salió corriendo de la habitación hacia el vestíbulo, mi corazón se
aceleró por la confusión. Miré a mi alrededor rápidamente, tratando de averiguar qué

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estaba pasando, y un vacío recorrió mi cuerpo cuando mis ojos se posaron en el
monitor del ordenador donde él estaba sentado. Tenía las imágenes de la cámara de
seguridad y supe inmediatamente lo que estaba a punto de suceder, mi estómago
revuelto por la expectación.

En cuestión de segundos, estaba rodeado cuando la policía invadió la casa. Me tiraron


al suelo y me esposaron, cacheándome en busca de armas. Me sacaron de la
habitación, me leyeron mis derechos, sin sorprenderme del todo que me detuvieran por
violación de las leyes RICO (N.T. Leyes RICO en inglés “Racketeer Influenced and
Corrupt Organizations Act” en español es algo así como “Ley de Chantaje Civil,
Influencia y Organización Corrupta”). Sabía que las acusaciones eran graves y
estaban acompañadas de fuertes sanciones, pero el quid de la cuestión era que no
tenían nada contra mí, personalmente, y solo se habían centrado en mí por ser quien
era. Edward me gritó y le dije que mantuviera la boca cerrada, preocupado por que
perdiera el control. Estábamos en problemas lo suficientemente graves, la última cosa
que necesitábamos era que complicara aún más las cosas.

Me llevaron al centro, aislado de los demás prisioneros, ingresé en el sistema en


cuestión de horas y me pusieron bajo custodia protectora. Pasaron las horas, un nuevo
día comenzaba, y lo único que podía pensar era en mi familia y en lo que estarían
haciendo. Estaba completamente aislado del exterior, los peores escenarios pasaban
por mi mente y empecé a estar cada vez más frenético a medida que mi agotamiento
aumentaba.

Mi abogado, Michael Ricci, llegó el segundo día y me explicó exactamente a qué me


estaba enfrentando, señalando que las pruebas en mi contra eran bastante
consistentes. Habían conseguido una orden de registro y embargo para la casa de
Forks y todos los ordenadores de la propiedad habían sido incautados junto a
toneladas de documentos personales, registros financieros y unidades de datos.
Habían confiscado mi colección de armas de fuego, junto con numerosos CDs y libros,
así como el maldito microchip que había dejado sobre el escritorio de la biblioteca. Se
llevaron hasta una botella de absenta y toda la parafernalia de drogas que
encontraron en la habitación de Edward, sin dejar ningún rincón de la casa sin
registrar. Se le escapó que Edward había sido detenido en la casa de los Evanson por
poseer una identificación falsa y que lo tenían cerca, me aseguró que conseguiría su
liberación tan pronto como fuera posible. Me sentía culpable, porque sabía que la
única razón por la que estaba allí era por mi culpa, y me preocupaba que el hecho de
estar atrapado en una pequeña celda, mientras que Isabella estaba sabe Dios dónde,
pudiera nublar su juicio.

Las horas se convirtieron en días mientras paseaba por mi celda, desesperado por una
salida. Mi abogado me visitó de nuevo dos días después para informarme que
teníamos una audiencia la próxima semana para determinar la fianza, que no había
podido hacer que pasara antes. También me hizo saber que Edward había sido puesto

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en libertad, y aunque estaba agradecido de que estuviera libre, estaba preocupado por
lo que iba a hacer. Solo esperaba que fuera capaz de mantener la cabeza fría y se
abstuviera de hacer cualquier cosa con la que tuviera que vivir para lamentarlo.

Cada día se parecía mucho al anterior, el tiempo pasaba terriblemente lento.


Observaban todos mis movimientos, todas las llamadas y las visitas fueron registradas
y grabadas, por lo que ninguno de nosotros podía arriesgarse a comunicarse, a
excepción de a través de los abogados. Estaba sentado en mi celda una mañana,
tamborileando mis dedos, sumido profundamente en mis pensamientos, cuando
algunos guardias se acercaron. Me dijeron que me acercara a los barrotes para
esposarme. Me pusieron las esposas y me llevaron a una sala de interrogatorios, la
puerta se abrió y anunciaron mi llegada. Un hombre de piel morena, vestido con un
traje, estaba sentado ante una pequeña mesa, mirando hacia mí con una sonrisa en su
rostro.

“Carlisle Cullen,” dijo poniéndose en pie y asintiendo con la cabeza a modo de saludo.
Hizo un gesto hacia la silla frente a él. “Tome asiento”.

Dudé, pero hice lo que me pidió después de un segundo, curioso en cuanto qué querría
de mí. Me senté y los guardias empezaron a asegurar las esposas a la mesa para que
no pudiera moverme, pero el hombre los detuvo.

“Eso, señores, es innecesario. Somos gente civilizada”, dijo. Los oficiales le dieron una
mirada de incredulidad, pero escucharon, dándose la vuelta para salir y dejándome
sin asegurar las esposas. El hombre se sentó de nuevo y cruzó las manos sobre la
mesa, delante de él, sin dejar de sonreír. “Probablemente te estés preguntando que...”

“Doctor,” le dije serio, interrumpiéndolo. Su sonrisa vaciló a causa de mi tono


contundente y levantó las cejas con curiosidad.

“¿Doctor?”, preguntó.

“Sí, doctor. No fui a la escuela de medicina para nada. Es el doctor Carlisle Cullen,” le
respondí. Me miró por un momento antes de asentir.

“Eh, sí, es cierto. Me disculpo. Doctor Cullen,” dijo. “En fin, soy el agente especial Joey
DiFronzo del Departamento de Justicia “.

Suspiré exasperado y sacudí la cabeza. “No tengo nada que decir.”

“Me imaginé que diría eso”, dijo. “No se habría convertido en quien es si no fuera
astuto. Solo quería hablarle de algo que he encontrado.”

Lo miré con recelo mientras recogía un maletín, lo apoyó en la mesa y lo abrió. Sacó un
cuaderno de aspecto normal y dejó el maletín a un lado, azotando el cuaderno frente a
él. “¿Sabe lo que es esto, doctor Cullen?” Preguntó, mirándome de manera inquisitiva.

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No respondí, ya que no tenía intención de decirle ni una palabra más, pero la
curiosidad se había apoderado de mí y quería saber qué tipo de información tenía.
“Tomaré esa falta de reacción como un 'no'. Lo encontramos en una habitación del
tercer piso de su residencia en Washington. El dormitorio de su hijo, si no recuerdo
mal”.

Miré hacia el cuaderno, estrujando mi cerebro en un intento de descifrar el


rompecabezas en cuanto a lo que podría contener. Empezó a hojearlo y vi que cada
página estaba cubierta de garabatos casi infantiles, finalmente la comprensión llegó
de que tenía que pertenecer a Isabella. Me tensé mientras examinaba las páginas,
ansioso en cuanto a lo que contenía. “Todo en él es bastante interesante. Las partes
que he podido leer, de todos modos. La escritura es descuidada por lo que algunas son
ilegibles. Pero ha habido algunos pasajes en particular que he encontrado
extremadamente interesantes y he pensado que me gustaría compartirlos con usted
hoy“, dijo deteniéndose en una página. Echó un vistazo a la línea de la escritura con el
dedo, haciendo una pausa a mitad de camino hacia abajo. “Jane a veces me decía que
me iba a matar mientras dormía. Me había dicho que mantuviera un ojo abierto si
quería vivir. Esas noches tenía miedo de ir a dormir. Me quedé despierta por si lo decía
en serio. No tenía miedo a morir, pero no quería dejar a mi madre sola. No quería que
Charles la lastimara más y pensé que sería la siguiente a la que Jane mataría.
Mientras yo estuviera viva, Jane vendría por mí y no por ella. Sin embargo, Jane nunca
vino”.

Suspiró y comenzó a hojear el cuaderno de nuevo, deteniéndose después de un


segundo. “Lo llamé papá una vez cuando era pequeña. Él nunca me llamó hija, pero yo
sabía que lo era. Yo había dicho su nombre, pero él no estaba escuchando, por lo que
le dije papá para llamar su atención. Todo el mundo en la habitación estaba
sorprendido y no sabía qué decir. Charles se enojó y me golpeó. Me dijo que yo nunca
sería su hija porque era débil. Dijo que si volvía a suceder me arrepentiría de haber
aprendido a hablar. Nunca volví a llamarlo papá de nuevo. “

Hizo una pausa y me miró con curiosidad. “Los Swan, supongo”, dijo. “Es muy extraño
cómo murieron recientemente. Muy lamentable e inesperado. Y es curioso que hayan
dejado a Isabella todo su patrimonio, teniendo en cuenta que esto parece sugerir que
no eran muy aficionados a la chica. Pero, ¿sabe?, eso no es lo que más me confunde.
Verá, yo creía que Isabella se había quedado huérfana en Italia y había llegado aquí
recientemente, después de haber descubierto su parentesco, o al menos eso es lo que
se afirma en los trámites gubernamentales. Como le he dicho… interesante.”

Me quedé quieto mientras me miraba, el miedo recorriendo mi cuerpo. Las cosas se


estaban develando rápidamente y empeoraban por segundos, el fondo estaba
peligrosamente cerca de caer y tragarnos a todos. Se estaba acercando a algunas
verdades que necesitaban desesperadamente permanecer ocultas, cosas que podrían
hacer que todos cayéramos y exponer toda una red de actividades criminales que

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todavía había por descubrir.

“Bueno, ¿qué tal uno más? Personalmente creo que encontrará este particularmente
fascinante” dijo mirando hacia el cuaderno y pasando las páginas. Hizo una pausa
después un momento y suspiró. “Nunca olvidaré la mirada en sus ojos. Parecía que me
odiaba. Como si quisiera que yo muriera. No entendía por qué me odiaba tanto. No
creo haber hecho nada malo. Solo estaba intentando hacer lo que me había dicho que
hiciera y no quería meterme en problemas por no haberlo escuchado. Pensaba que me
iba a matar, pero hizo algo peor. Me dejó sola en la oscuridad. Él había sido amable
conmigo y yo no quería decepcionarlo. Pero lo había hecho. Sueño con la expresión de
su cara. Sus ojos me persiguen y me gustaría poder olvidarlos. Desearía gustarle al
doctor Cullen“.

Mantuve mi expresión en blanco mientras me miraba, pero las palabras me golpearon


con fuerza. Sabía exactamente a qué día se refería y que realmente nunca habíamos
hablado de él, así que escucharlo en sus palabras, no era fácil de digerir. Me miró por
un momento antes de cerrar el cuaderno, sacudiendo la cabeza. “¿Qué le hizo a la
chica, doctor Cullen? ¿Por qué no le agrada?”

“Leer eso es una invasión a la privacidad”, le dije con frialdad. “No tenía ningún
derecho legal ni moral para cogerlo. Conozco la ley, agente DiFronzo, y soy muy
consciente de lo que puede y no puede confiscar durante un registro e incautación.
Puede realizar un inventario de mi propiedad, pero no puede simplemente apoderarse
de todo lo que quiera con la esperanza de obtener pruebas de otros delitos “.

“Muy cierto, doctor Cullen. Como he dicho, es muy astuto”, dijo en voz baja, moviendo
la cabeza. Deslizó el cuaderno de nuevo en su maletín y se recostó en la silla con una
expresión seria en su rostro. “Pero tengo curiosidad, ¿qué estaba rastreando en su
ordenador portátil? Hay un programa de GPS en él, pero no puedo conseguir que
funcione. Parece ser del tipo de software que usa la gente para realizar el seguimiento
de sus mascotas, pero los códigos introducidos registran como que la señal está
bloqueada. Da error, dice que el chip no se ha encontrado. ¿Ha perdido algo? “

Lo miré fijamente y mi corazón comenzó a golpear con fuerza, sus palabras me


confundieron. Tenía la esperanza de que indicaran que Emmett no lo había arreglado
para antes de que se presentaran, o que accidentalmente la hubiera borrado por
completo del sistema y no algo más grave.

“¿Es Isabella Swan?”, preguntó. “¿Dónde está la chica? ¿Le ha pasado algo?”

“Quiero a mi abogado”, le respondí. Él asintió, sin parecer sorprendido por mi


respuesta y empujó su silla hacia atrás para levantarse.

“Estoy seguro de que sí”, dijo. “Ha sido un placer conocerle al fin, y estoy seguro de que
volveremos a vernos. Si decide que quiere hablar, después de todo, estoy seguro que

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podrá localizarme“.

Salió de la habitación sin decir una palabra y los oficiales vinieron para llevarme a mi
celda. Pasé los siguientes días en pánico, incapaz de comer o dormir, o incluso de
funcionar correctamente, ya que no había forma de saber lo que estaba pasando fuera
de los muros de la cárcel.

Finalmente llegó el día de la audiencia preliminar y mis niveles de estrés estaban en


máximo histórico. Vi a Alec por primera vez desde la detención cuando nos llevaron a
la sala de la corte, y parecía todo lo contrario a como yo me sentía; calmado, sereno y
confiado.

Los abogados que argumentaban nuestros casos citaron violaciones de la cuarta


enmienda y registros irracionales. Acusaron al gobierno de que esencialmente nos
habían presionado, desestimando las pruebas que tenían. Los abogados dijeron que
eran inconsistentes en el mejor de los casos y señalaban que no habíamos participado
en ninguna actividad que violara las leyes RICO. El abogado de Alec atacó lo que ellos
tenían, afirmando que teníamos una expectativa legítima de privacidad y que había
sido violada durante la búsqueda. Citó la ley de exclusión para descartar sus pruebas
y finalmente, la doctrina del fruto del árbol venenoso detuvo su caso contra Alec. El
juez desestimó dudoso los cargos en su contra, pero yo no fui tan afortunado. La
evidencia en mi contra era más fuerte y mi familia tenía raíces más prominentes dentro
de la organización, por lo que no fue fácil para el señor Ricci desacreditar los vínculos
entre el Borgata y yo. El juez decidió que los cargos eran lo suficientemente fuertes
como para proceder, me asignó una fianza de tres millones de dólares con la
obligación de entregar mi pasaporte y someterme a vigilancia para poder regresar a
Washington. (N.T. La ley de exclusión proviene de la quinta enmienda. Afirma que
ningún objeto puede utilizarse en los tribunales si se obtiene ilegalmente o sin un
adecuado orden de registro. En derecho probatorio, la doctrina del fruto del árbol
envenenado o venenoso hace referencia a una metáfora legal empleada en algunos
países (Argentina, España, Venezuela y Estados Unidos al menos) para describir
pruebas recolectadas con ayuda de información obtenida ilegalmente. La lógica de la
frase es que si la fuente de la prueba (el "árbol") se corrompe, entonces cualquier cosa
que se gana de él (el "fruto") también lo está. Esa prueba generalmente no es admisible
ante los tribunales.)

Esme reunió el dinero para la fianza y Alec fue puesto en libertad mientras a mí me
procesaban. Esa misma noche, ya tarde, finalmente salí por la puerta principal de la
cárcel para encontrarme cara a cara con mi hermana en el aparcamiento, apoyada en
el lateral de su coche con una expresión solemne en el rostro. Parecía exhausta, con la
cara llena de preocupación, era como si hubiera envejecido diez años durante la
noche. La visión de su evidente angustia me preocupaba, una sensación de malestar
empezó a crecer en la boca de mi estómago.

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“Ey, hermanito,” dijo en voz baja, dándome una sonrisa forzada mientras me acercaba.
“Te ves horrible“.

“Mira quién habla”, murmuré. “¿Has dormido algo? Estás empezando a parecerte a
mamá.”

“Ohhh, ouch, golpe bajo,” dijo con una risa incómoda. “He estado un poco estresada.
No me resulta fácil dormir con mi marido lejos y, bueno, ya sabes... “

“Sí, lo sé”, respondí. “Es, eh, joder… han pasado casi dos semanas, Esme. Esto no es
bueno para nada. Edward tiene que ser un desastre“.

“Lo es”, dijo en voz baja, mirándome con aprensión. Ella estaba claramente incómoda,
retorciéndose las manos juntas torpemente e inquieta.

“¿Ha pasado algo?”, le pregunté vacilante, entrecerrando los ojos con recelo. Esme
nunca me había ocultado nada antes, pero era obvio que estaba ocultando algo y eso
me puso nervioso. Ella era la persona más cercana a mí, a quien podía confiarle
cualquier cosa, y el hecho de que pareciera tener miedo de decirme algo no era muy
buena señal.

“Vamos, eh, ¿qué tal si vamos a casa?” Sugirió ella, dándome inmediatamente la
espalda para subir al coche. Agarré su brazo para detenerla pero ella tiró de mis
manos, dándome una sonrisa forzada.

“Está bien, Carlisle. Solo... no aquí, ¿de acuerdo? “Dijo en voz baja. “Hablaremos en
casa.”

“Está bien”, le respondí mientras ella subía al coche. Di la vuelta y me senté en el


asiento del pasajero, poniéndome el cinturón de seguridad cuando arrancó el motor y
salió del estacionamiento.

En el interior del coche se notaba la tensión, ninguno de los dos pronunció una sola
palabra. Mi ansiedad aumentaba con cada segundo que pasaba, su comportamiento
me preocupaba. En el momento en que nos detuvimos en el camino de entrada de su
casa, en Lincoln Park, estaba seguro de que algo malo estaba pasando, algo que
definitivamente no me iba a gustar. Se bajó del coche y se dirigió hacia la puerta sin
esperarme, dejando la puerta abierta mientras desaparecía en el interior. Dudé en la
entrada, extrañamente nervioso, pero respiré hondo y entré. Cerré la puerta y me dirigí
por el pasillo, mis pasos vacilantes cuando oí a Esme hablando desesperada en un
susurro en la oficina.

“No he podido hacerlo, Alec. ¿Cómo se supone que voy a decírselo? “Preguntó.

“Tú lo conoces mejor que nadie”, respondió Alec. “Él confía en ti, se lo va a tomar mejor
viniendo de ti.”

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“No importa de quién venga, no se lo va a tomar bien en absoluto”, dijo ella,
suspirando exasperada. “Va a enloquecer.”

“Eso puede ser cierto, pero alguien tiene que informarle. Te aseguro, Esme, que va a
ser mucho mejor si viene de ti y no de la gente de Aro “, dijo Alec. “Él lo va a averiguar,
y es mejor que lo haga ahora.”

“¿Averiguar qué?” Pregunté mientras entraba por la puerta, mirando con recelo entre
ellos. Esme me miró y vi la alarma en sus ojos mientras mi corazón empezó a
acelerarse. Ella parecía un ciervo encandilado por los faros, completamente aterrada y
congelada por el miedo. “Dime“.

Ella se quedó inmóvil, boquiabierta ante mí, y empezó a tartamudear después de un


momento. “Es, eh... Edward. Él, eh, estaba preocupado. O él está preocupado. No
podía simplemente quedarse sin hacer nada, y yo no sabía qué hacer para detenerlo.
Sabía lo que iba a hacer. O bien, supongo que lo sospechaba. Pero yo no podía
exactamente decirle que no. No podía prohibirle hacerlo, y ni siquiera sabía si debía
hacerlo. Él es adulto, y yo sé que no es lo que ella hubiera querido para él, y sabía que
estarías molesto, pero es su vida. Y él estaba tan preocupado, Carlisle. Tienes que
entender. Él sabía exactamente lo que estaba haciendo, me di cuenta nada más con
mirarlo. Él pensó en una salida, por lo que no era como si no entendiera las
consecuencias de su decisión. Ustedes dos estaban en la cárcel y no sabía a quién
más recurrir, estaba desesperado... “

“Esme,” dije firmemente, el pánico me recorría mientras hablaba. Estaba divagando y


sus declaraciones eran un tanto incoherentes, pero registré de inmediato la idea
general. Esperaba que fuera un malentendido y que ella no estuviera intentando de
decirme realmente lo que parecía que estaba insinuando. “¿Qué demonios ha hecho
mi hijo? No te atrevas a decirme que...”

Ella asintió vacilante y me callé de inmediato, el horror me golpeó con la confirmación.

“No puedo creer que lo haya hecho”, le dije, sacudiendo la cabeza con furia mientras
apretaba las manos en puños, la rabia en mi interior comenzó a crecer. “No después de
toda la mierda que he hecho para asegurarme que no sucediera, no puedo creer que
acudiera a ellos.”

“Lo hizo”, dijo en voz baja.

“¡No!” Escupí. “¡Te equivocas! No es tan estúpido, Esme. ¡No puede ser tan estúpido! “

“No estoy equivocada”, respondió con los ojos llenos de lágrimas.

“Lo estás”, le espeté. “¡Tienes que estarlo! ¿Cómo demonios lo sabes, de todos modos?
Tienes que haber entendido mal“.

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“No fue así”, dijo. “Lo hizo, Carlisle. Royce estaba aquí con él, y... “

“¿Royce?” Grité, la confusión me golpeó. “Tienes que estar bromeando. ¡¿Royce le hizo
eso?! Juro que si él ha iniciado a mi hijo...“

“Carlisle,” dijo Alec con fuerza, el sonido severo de su voz hizo que mis palabras se
detuvieran. “Tienes que cuidar lo que dices. Eres un invitado en mi casa y vas a
hablarle a mi esposa con respeto. Tú más que nadie debes saber que hay cosas que
no podemos ni debemos decir como hombres de honor, y te estás peligrosamente cerca
de decir algo de lo que seguramente te arrepentirás más tarde.“

“Pero es de Edward de quien estamos hablando, Alec,” dije, sacudiendo la cabeza.


“¡Es mi maldito hijo!”

“Sí, pero él ha tomado sus propias decisiones. Está en la vida ahora y no hay nada que
puedas hacer para cambiar ese hecho“, replicó.

“Tiene que haber...” Empecé a decir frenéticamente.

“No lo hay”, dijo con firmeza, interrumpiéndome. “Lo hecho, hecho está. Sabes que no
hay vuelta atrás. ¡Tienes que aceptarlo!“

“¡No puedo!”, espeté. “¡No puedo aceptar esta mierda, Alec! ¡Edward no está hecho
para esto! Es demasiado joven e irracional. Es jodidamente volátil. ¡Él no sabe lo que
está haciendo! Está desperdiciando su vida y ¿por qué, Alec? ¿Por qué?“

“Por ella,” dijo con calma, y me dio una mirada de incredulidad. “¿Tan pronto has
olvidado, Carlisle? Una vez fuiste ese chico de dieciocho años, jurando Omertá a la
organización porque creías que era la única manera de salvar a la mujer que amabas.
Ha tomado la misma salida que tomaste tú, y no puedes quedarte ahí y decirme que te
arrepientes de esa decisión. Te sacrificaste para salvar a Elizabeth y Edward está
haciendo exactamente lo mismo para salvar a Isabella. ¿Puedes culparle en serio por
eso? Puede que no estés satisfecho de en lo que se ha convertido tu vida y de algunas
de las cosas que has hecho a lo largo de los años, pero te conozco lo suficientemente
bien como para saber que salvar a Elizabeth es la única decisión de la que no te
arrepientes. Se hubieras tenido que intercambiarte por ella, lo habrías hecho.”

“Pero, ¡maldita sea!, ¡no la salvé!” Grité, lágrimas formándose en mis ojos mientras
luchaba por contenerlas y controlar mis emociones. “Está muerta, Alec, y si yo nunca
hubiera hecho ese juramento y me hubiera unido a esta vida, ella...“

“¿Ella qué?”, espetó, interrumpiéndome. “¿Ella todavía estaría viva? ¡Ni siquiera tú
puedes creer eso! Si no hubieras hecho el juramento y te hubieras responsabilizado por
ella seguiría muerta hoy, ¡pero habría muerto como una esclava! Le diste una
oportunidad, Carlisle. Le diste una vida real, donde pudo tener una familia y una
educación y todo lo que ella quiso. Le diste el mundo, y hacer ese juramento es lo que

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lo hizo posible. Es retorcido, pero es la verdad. Su vida se truncó, no hay duda de eso,
pero no fuiste tú o el juramento lo que lo provocó. Fue ella“.

“¿Cómo demonios te atreves a culparla?” Le grité. “No fue su culpa. ¡Ella no merecía
morir!“

“Yo no he dicho que mereciera morir”, respondió con firmeza. “Su vida terminó porque
se sacrificó. Ella tomó una decisión, Carlisle. Hizo por Isabella lo que tú habías hecho
por ella, y es exactamente lo mismo que Edward está haciendo en estos momentos. Tú
crees que tu hijo es como tú, que está cometiendo tus mismos errores y que se enfrenta
al mismo destino de destrucción, pero lo que no te das cuenta es que es como su
madre, también. Veo tanto de Elizabeth en él como te veo a ti, sino más. Ama a esa
chica, y va a sacrificar cualquier cosa para asegurarse de que ella salga con vida.
Puede que sea irracional y volátil, pero no hay nada ingenuo o infantil acerca de la
decisión que ha tomado. Entonces, ¿cómo te atreves a enfadarte con Edward, pero no
culpas a su madre de haber hecho lo mismo?“

Lo miré por un segundo, sorprendido por sus palabras. “Estás equivocado”, dije
finalmente.

“No, no lo estoy”, dijo.

“Sí, lo estás. Afirmas que le di a Elizabeth ese mundo, que le daba todo lo que quería,
pero no lo hice. Nunca le di la única cosa que más necesitaba”, dije en voz baja, una
lágrima avanzó desde la esquina de mi ojo.

“¿De qué hablas?”, Se preguntó.

“La libertad”, dije simplemente. “Nunca la dejé libre”.

“Se ami una cosa, lasciala andare”, dijo, riendo secamente mientras negaba con la
cabeza. “Siempre fuiste demasiado filosófico, demasiado emocional y conceptual para
tu propio bien. ¿Qué significa eso, Carlisle? ¿Libertad?“

“Yo, eh,” empecé a decir, mis palabras fueron interrumpidas inmediatamente por el
timbre de un teléfono. Alec agarró el receptor del escritorio, respondiendo de
inmediato.

“Residencia Evanson”, dijo, haciendo una pausa y mirándome. “Sí, está bien.
Estaremos allí dentro de poco, señor“.

“Aro”, dije cuando colgó.

“Sí, así que necesitas tranquilizarte”, dijo. “Quiere hablar contigo acerca de tu
liberación.” Asentí, pellizcando el puente de mi nariz en señal de frustración.

“Así que, ¿dónde está Edward?”, pregunté, mirando a mi hermana mientras trataba de

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controlar mi cólera y mi decepción. Ella estaba de pie a un lado, con los brazos
envolviendo su pecho y con lágrimas corriendo por sus mejillas.

“No lo he visto en un par de días”, respondió en voz baja.

“¿Días?” Repetí, levantando las cejas. “¡¿No lo has visto en días?!”

“Estuvo aquí hace tres días con Royce, buscando algo en la oficina de Alec. No sé lo
que creían que iban a encontrar ya que el departamento de justicia se lo llevó casi
todo, pero no le presioné sobre el tema porque parecía bastante agitado. Me dijo que
me llamaría para explicarme lo que estaba pasando cuando tuviera la oportunidad,
pero no he sabido nada de él. Emmett dijo que se presentó en su casa a mitad de la
noche hace dos días y que durmió en el sofá, pero cuando Emmett se despertó por la
mañana, ya se había ido“, respondió. “He tratado de llamarlo, pero siempre va
directamente al buzón de voz“.

“Está metido hasta el fondo”, dije sacudiendo la cabeza. “No tiene idea de lo que está
enfrentando o lo que está haciendo. Va a hacer que lo maten“.

“Esperemos que estés equivocado”, dijo Alec. “Espero que sepa exactamente a lo que
se está enfrentando, porque nos estamos quedando sin tiempo. ¿Cuánto tiempo tienes
antes de tener que reportarte?”

“Cuarenta y ocho horas”, respondí. Cuando estaban procesando mi salida después de


pagar mi fianza, me informaron que tenía dos días para entregarme voluntariamente y
así colocarme un dispositivo de rastreo en el tobillo, para poder hacer un seguimiento
de mis movimientos. No era un dispositivo de rastreo tradicional con toque de queda o
con una base que me restringiera a cierta ubicación, como en arresto domiciliario, era
solo por precaución, para asegurarse de que no trataría de huir o de esconderme en un
intento de evadir el juicio. También significaba que podían vigilarme y mantener un
registro de cualquier lugar al que fuera, lo que a su vez fortalecería su caso contra mí si
me presentara rutinariamente en lugares a los que no tuviera que ir si no estuviera
involucrado en este estilo de vida. También sabía que podría incriminar
potencialmente a otros si los descubrían asociándose conmigo, lo que me había puesto
en una situación precaria dentro de la organización.

“Bueno, entonces, supongo que eso significa que disponemos de cuarenta y ocho
horas”, respondió, cogiendo sus llaves con un suspiro. “Terminemos con esto.”

Se dirigió hacia la puerta, pero Esme agarró su brazo, deteniéndolo. “Es bueno tenerte
en casa, así que asegúrate de volver“, dijo en voz baja. Él asintió y extendió la mano,
sus dedos rozando su mejilla. Volví la cabeza para mirar a otro lado mientras se
inclinaba para besarla, sabiendo que Alec no mostraba ese lado suyo alrededor de
otros y no quería entrometerme en su momento de ninguna manera.

“Siempre lo hago,” dijo antes de salir. Miré a mi hermana, viendo la tristeza en su

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expresión.

“Ten cuidado, hermanito. Espero que todos regresen de una sola pieza, o yo
personalmente, te patearé el culo“, dijo.

“Me gustaría verte intentándolo”, dije mientras salía de la habitación, con su suave risa
siguiéndome. Alec salió rápidamente de la casa por la puerta principal, subiendo a su
Mercedes. Condujo hasta casa de Aro con celeridad, la ansiedad y la ira seguían
supurando en mi interior. Cuando llegamos, fuimos recibidos en la puerta por Sulpicia
y entramos en el comedor donde Aro estaba sentado con algunos miembros de la
organización, los más jóvenes se pusieron en pie para saludarnos con respeto. No les
hice caso y me dirigí a mi asiento habitual en la mesa, sentándome en silencio.

“Es bueno verlos,” dijo Aro. Lo miré mientras me sonrió con aire de suficiencia y tuve
que contener mi ira. “Es verdaderamente lamentable que esto haya sucedido, y a dos
de mis hombres más vitales. Me alegro de que Alec haya podido esclarecer las cosas,
pero tengo entendido que no vamos a ser tan afortunados contigo, Carlisle. “

“Al parecer no”, le dije.

“Sí. Pues bien, teniendo en cuenta las condiciones de tu liberación, estoy seguro de que
eres consciente de lo que significa para tu situación. Vas a tener que pasar
desapercibido mientras te estén monitoreando, por lo que alguien va a tener que
hacerse cargo de tus funciones“, dijo.

“Sí, señor”, le respondí, sabiendo lo que venía a continuación.

“Estoy seguro de que Alec puede manejarlo. Temporalmente, por supuesto“, afirmó.
Volví la cabeza para mirar a Alec, la expresión en blanco en su cara no daba ninguna
indicación sobre cómo se sentía al respecto. Sabía que Alec prefería pasar
desapercibido y no estaba interesado en mi posición en la administración. “¿Tienen
alguna objeción?”

“No, señor”, respondió, mirándole. “Lo que usted crea que es lo mejor.”

“Bien,” dijo, su sonrisa cada vez mayor. “Bueno, ahora que lo hemos aclarado,
pasemos a asuntos menos importantes. Asumo que ya recibiste la buena noticia,
Carlisle. “

“¿Acerca de Edward?”, le pregunté vacilante, apretando mi mano en un puño debajo


de la mesa y tratando de mantenerme en calma, ya que no había nada menos
importante o bueno en ello, en absoluto.

“Sí, Edward,” respondió. “Solo quiero decir que es estupendo tener ya otra generación
de hombres Cullen acompañándonos. Definitivamente va a ser un gran activo para la
familia. Verdaderamente has criado un gran hijo, un hombre muy honorable y leal.

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Debes de estar muy orgulloso “.

Me puse nervioso por sus palabras, pero asentí con la cabeza, aclarando mi garganta.
“Sí. ¿Quién es su mentor?“ Pregunté con cautela.

“Royce”, respondió. “Es una pena que no pudieras estar aquí para su iniciación, pero
Edward tenía bastante prisa, así que la apresuramos un poco “.

“¿Pero se ha completado la iniciación?”, le pregunté, una parte de mí buscando


desesperadamente una escapatoria o alguna salida, a pesar de que sabía que era
imposible. La única manera de salir de una iniciación una vez que había empezado,
era con la muerte, y mi hijo, evidentemente, seguía todavía vivo en alguna parte.

“Por supuesto que se ha hecho”, dijo. “El juramento fue tomado y no hubo objeciones.
Estamos todos muy contentos de contar con él, lo que no debe sorprendernos dado
quién es su padre. No lo pusimos a prueba, tampoco, por la misma razón, pero estoy
seguro de que demostrará su lealtad una y otra vez en el futuro. “

Asentí aliviado de que, al menos, todavía no hubiera tenido que apretar el gatillo o
haber hecho cualquier cosa que definitivamente lamentaría. Recordaba el rostro de
cada persona cuya sangre había manchado mis manos y no quería ese mismo destino
para mi hijo, y mientras yo estuviera vivo, haría todo lo posible para detenerlo.

“Eso es genial”, murmuré.

“Sí. Sin embargo, me habría gustado que pudieras haber hecho los honores. Habría
sido una imagen que nunca olvidaría, al igual que cuando fui testigo, hace tantos
años, de cómo tu padre te iniciaba. Hay algo muy poderoso en ver como aquellos que
comparten un linaje también comparten un momento tan íntimo y forjan un vínculo tan
fuerte. Qué pena que hayamos perdido esa oportunidad. Sin embargo, Royce fue
capaz de manejarlo bastante bien en tu ausencia“, dijo.

“Su primera iniciación,” dije. Royce nunca antes había hecho alguna y solo podía
imaginar lo desalentador que tenía que haber sido para él, dándole a mi hijo una
sentencia de cadena perpetua sin haberlo consultado conmigo antes, así como mis
sentimientos al respecto. No era como si pudiera oponerme a la organización, pero
todos sabíamos leer entre líneas.

“¿Dónde está Royce, por cierto? Me gustaría darle las gracias“.

“Está con tu hijo”, respondió Aro. “Han estado muy ocupados tratando de localizar a la
pobre Isabella. Es una pena que todavía no haya sido localizada. Espero que siga viva
“.

“Yo también”, le dije. “¿Sabes dónde están?¿Han recibido alguna información?¿Están


cerca de... “

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La risa insensible de Aro me interrumpió, el sonido envió un escalofrío por mi espalda.
“Son muchas preguntas, Carlisle. Sabes muy bien que he decidido permanecer al
margen, por lo que me temo que no tengo respuestas para ti“.

“¿Todavía?” Le pregunté, estrechando los ojos mientras lo miraba. “¿Todavía te niegas


a participar? Entonces, ¿para qué se inició mi hijo?”

“Que tu hijo haya elegido este camino no tiene absolutamente nada que ver conmigo,
Carlisle,” dijo, todavía con los labios curveados en una sonrisa siniestra. “Decidió que
este era el mejor lugar para él. He permitido que Royce le ayude en su misión, y tienen
todos nuestros recursos a su disposición por supuesto, pero no tiene nada que ver
conmigo personalmente.”

“¿Cómo puede decir eso?” Le pregunté con incredulidad. “Ella es su novia. No deben
meterse con las mujeres de los hombres iniciados. Deben de ser respetadas, ¡se supone
que debemos honrarlas y protegerlas! ¡Es parte del juramento, es uno de nuestros
malditos mandamientos, Aro! Se deja muy claro en la iniciación, así que ¿cómo puedes
seguir sin actuar? ¡Has iniciado un chico cuya novia está secuestrada, y no por
cualquiera, sino por uno de los nuestros! ¿Cómo que no es su problema? ¡Es nuestro
problema! “

La sonrisa cayó de sus labios y pude ver la hostilidad en sus ojos mientras me miraba,
cayó un tenso silencio en la sala. Todo el mundo nos miraba con cautela, obviamente
sorprendidos por el cambio. Alec se aclaró la garganta después de un segundo,
llamando nuestra atención. “Si no le importa, señor, creo que Carlisle y yo deberíamos
tratar de ponernos al día con Edward mientras todavía podamos“.

“Sí, eso deberían de hacer”, dijo estoicamente, todavía mirándome y obviamente


disgustado por mi comportamiento. “Usen lo que necesiten.”

“Gracias, señor”, respondió Alec, poniéndose en pie. “Vamos, Carlisle.”

Empujé mi silla hacia atrás con fuerza y me levanté, siguiendo a Alec fuera de la
habitación. Escuché que los susurros comenzaban nada más salir, seguidos de un
airado Aro pidiendo silencio. Sabía que no debería haber reaccionado como lo había
hecho, porque hablarle así al jefe estaba totalmente fuera de lugar y me metería en
problemas, pero estaba tan jodidamente enfadado y disgustado por su
comportamiento que no había podido evitarlo. Estaba estresado y preocupado,
angustiado porque mi hijo había hecho la maldita cosa por la que yo había luchado
con todas mis fuerzas para asegurarme que no lo hiciera. Sentía como si todo lo que
había hecho hubiese sido en vano, una completa pérdida de tiempo y energía porque
él había terminado exactamente donde yo había tratado de evitar que fuera. Estaba
perdiendo el enfoque de todo esto, mis emociones apoderándose de mí y haciendo a
un lado toda lógica.

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“Realmente tienes deseos de morir”, dijo Alec en voz baja mientras nos dirigíamos a la
habitación del fondo.

“Es una mierda”, dije, sacudiendo la cabeza.

“Tal vez sea así, pero hablarle así no te llevará a ninguna parte, salvo a una caja de
madera bajo tierra y lo sabes”, dijo, abriendo la puerta y entrando. Comenzó a abrir
las puertas de los armarios y a coger armas, me lanzó dos Smith & Wesson del calibre
cuarenta y cinco y una caja de munición. Sacó dos armas para él, deslizándolas en su
abrigo junto con más munición. Cogió un teléfono móvil desechable, ya que era
demasiado peligroso utilizar el nuestro, entregándomelo, y nos fuimos inmediatamente
después, conduciendo por la ciudad, a casa de Royce. Intenté llamar tanto a Royce
como a mi hijo un par de veces durante el trayecto y no obtuve respuesta de ninguno de
ellos, aunque no me sorprendió porque era un número que no conocían. Alec llamó a la
puerta cuando llegamos y se abrió un segundo más tarde, una cara vagamente
familiar saludándonos.

“Clara”, dijo Alec amablemente a la mujer que resultaba ser uno de los esclavos que él
había sacado de la residencia Swan en Phoenix. Ella había estado en casa de Alec y
Esme por un tiempo, pero Esme prefería hacerlo todo ella misma, por lo que la mujer
había empezado a ponerse ansiosa sin nada que hacer. Alec imaginó que estaría
mejor en algún lugar donde pudiera mantenerse ocupada, pero aun así estar a salvo.
“¿Está Royce en casa?”

“No, señor”, respondió vacilante, mirando entre nosotros. “Se fue hace un par de horas
con el señor Cullen. Estaban, eh... “

“Buscando a Isabella,” dijo Alec, completando su idea. “Sabemos lo que están


haciendo.”

“¿Se sabe algo, señor? ¿Alguna pista de dónde podría estar?” Preguntó Clara con voz
temblorosa por los nervios. La miré boquiabierto por la sorpresa, sorprendido de que
tuviera el valor de haber hecho a Alec una pregunta. Nunca antes había visto a un
esclavo dirigirse a Alec directamente. Mi propia esposa apenas si podía mirarlo, y ella
era una mujer libre que lo conocía desde hacía años. “Yo, eh, siento entrometerme,
señor, pero conozco a Isabella desde que era pequeña. Siempre me he sentido como
una segunda madre para ella y estoy terriblemente preocupada. Yo sé que no es mi
lugar... “

“Está bien,” dijo Alec, interrumpiendo su divagación. “No la hemos encontrado todavía.
Por eso estamos aquí, necesitamos entrar e intentar localizarlos “.

“Eh, está bien,” dijo, haciéndose a un lado y saludándonos con la mano. Podía ver las
preguntas en sus ojos mientras debatía si era correcto a hacerlas o no, pero su
preocupación por Isabella se impuso sobre todo. Nos ofreció bebidas mientras nos

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dirigíamos hacia la oficina de Royce, pero nos negamos, diciéndole que nos dejara
solos por un rato. Alec comenzó inmediatamente a rebuscar en los cajones y archivos,
en busca de cualquier cosa que pudieran haber descubierto, mientras yo encendí su
portátil y empezó a revisar el historial.

Alec sacó un mapa de la zona después de un momento, desenrollándolo sobre la


mesa, al lado de donde yo estaba sentado. Había áreas con círculos y tachadas, todo
el mapa estaba plagado de palabras escritas. Reconocí parte de ellas como de mi hijo
y estaba claro que él estaba desesperado, porque las palabras apenas eran legibles y
se veían pueriles. De inmediato me recordó el cuaderno que el agente había llevado a
la sala de interrogatorios, el de Isabella que había encontrado en mi casa.

Saqué el teléfono cuando recordé algo y marqué el número de Emmett. Empezó a


sonar y descolgó, respondiendo vacilante. “¿Hola?”

“Emmett,” comencé. “¿Hiciste...”

“¡¿Papá?! ¿Cómo va todo? ¿La han encontrado? Joder, he estado muy preocupado,
papá... “

“Estoy bien, pero no, no la hemos encontrado,” le dije. “Mira, te estoy llamando para
preguntarte si conseguiste que el chip funcionara de nuevo.“

“Eh, sí”, respondió. “La localizó en algún lugar cerca de Highland Park. Eso fue todo lo
vi antes de que irrumpieran en la casa y se llevaran la portátil. Edward ha estado
trabajando toda la semana para conseguir otro programa para rastrear el chip con la
información que me diste, pero sigue diciendo que el chip no puede ser localizado.
Incluso localizó a tu médico en Phoenix, tiene en sus manos el software que utilizaste,
pero todavía no hay nada.“

“Me temía eso. Gracias. Te llamaré cuando me entere de algo”, le respondí, y colgué
sin darle la oportunidad de decir nada más. “Están en Highland Park.”

“Me lo imaginaba,” dijo Alec. “Tienen señalados en el mapa las casas y los negocios
de Vladimir y de Stephan, pero no hay forma de que hubieran retenido a Isabella allí,
si es cierto que uno de ellos está detrás de esto. Sería demasiado arriesgado y
personal. Habrán encontrado algún lugar cerca de casa, pero lo suficientemente lejos
para mantenerlos al margen. En algún lugar bastante aislado, donde podrían pasar
desapercibidos, sin posibilidad de que alguien se tropezara con ella, aislado para que
cuando ellos entren o salgan no atraigan a ojos curiosos.” Echó un vistazo al mapa,
estudiándolo atentamente con la punta del dedo.

“¿Sabes?, un agente me visitó cuando estábamos detenidos”, dije en voz baja mientras
me desplazaba a través del historial del ordenador, viendo lo que Royce había estado
buscando recientemente. “Tenía uno de los diarios de Isabella. Lo había confiscado
durante el registro de mi casa”.

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“No debería tener diarios”, dijo Alec rotundamente. “Son demasiado incriminatorios”.

“No sabía que lo tenía”, le respondí. “Aunque también Elizabeth tenía uno, y tampoco
supe nada de él por mucho tiempo. El suyo está guardado en la guantera de mi coche,
así que no lo encontraron, pero ese no es realmente el punto. El agente me preguntó
acerca de Isabella, y quería saber lo que estaba rastreando en mi portátil con el
programa GPS“.

“¿Qué dijiste?”, preguntó.

“Nada”, le respondí con firmeza, dándole una mirada de incredulidad. “Me conoces,
Alec. No les di nada. Aunque, él dijo que no estaba rastreando nada, que el programa
decía que el chip no podía ser localizado“.

Hizo una pausa y me miró con curiosidad, levantando las cejas inquisitivamente.
“Bueno, gracias a Dios por eso, pero creía que Emmett lo había arreglado“.

“Lo hizo”, respondí en voz baja. Siguió mirándome por un momento en silencio, ya que
ambos considerábamos lo que eso significaba, antes de volverse hacia el mapa.
Centré mi atención de nuevo en el ordenador portátil, recorriendo el historial. Había
numerosos nombres y direcciones que habían sido objeto de búsqueda, pero nada
importante que destacara a primera vista.”

“¿Qué hay en esta calle lateral a la salida de la Ruta 41?”, preguntó Alec después de
un momento, apuntando a una sección del mapa rodeada ligeramente con un círculo a
lápiz. El nombre de la calle me resultó familiar y lo busqué en el historial, recordando
que lo había visto un segundo antes. Un mapa apareció e hice zoom en una vista aérea
de la ubicación.

“Parece una especie de zona industrial. Está rodeada de árboles, pero no hay
residencias que pueda identificar, “le dije. “Parecen solo almacenes, muelles, unidades
de almacenamiento y algunos estacionamientos. Nada fuera de lo normal “.

“Tiene que ser ahí”, dijo. “Está justo al lado de la carretera, por lo que hay fácil acceso
de entrada y salida. No hay necesidad de preocuparse porque la gente sospeche por el
aumento de tráfico o extraños, y se espera relativamente ruido. No veo ningún otro
lugar que se ajuste a los criterios y tenga sentido en la zona, si es que está en Highland
Park”.

“Lo está”, dije. “O lo estaba, de todos modos.”

“Bueno, esperemos que todavía esté. De lo contrario, todo esto habrá sido para nada “,
respondió, doblando el mapa y metiéndoselo en el bolsillo. “Vamos, terminemos con
esto. Tenemos 48 horas“.

Cerré el portátil y me levanté cuando Alec comenzaba a salir de la habitación. Pasó

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justo al lado de Clara, que estaba de pie en el pasillo mirándonos con nerviosismo.
Asentí con la cabeza hacia ella mientras salí, nos subimos en el coche. Lo puso en
marcha y aceleró saliendo de la calzada, los neumáticos chirriando mientras
aceleraba. El sol se ponía, la oscuridad caía sobre Chicago mientras nos dirigíamos al
norte, hacia Highland Park.

Traté de llamar a Royce y Edward algunas veces más durante el viaje, sin suerte, la
falta de comunicación comenzaba a ponerme de los nervios. No tenía idea de lo que mi
hijo estaba haciendo, en qué situación se encontraba, o incluso, si estaba bien para el
caso. Royce nunca me había dado motivos para no confiar en él, y era lo
suficientemente bueno en lo que hacía, había escalado puestos rápidamente, pero el
hecho de que uno de sus subordinados se hubiera descarriado no estaba bien
conmigo. Si hubiera estado en guardia y prestado atención, debería haberlo visto, se
habría dado cuenta de lo que estaba pasando con sus propios hombres. El hecho de
que él hubiera estado tan ajeno a lo que estaba pasando delante de sus narices no era
una buena señal y me hizo cuestionar su capacidad de evaluar situaciones, por no
hablar de la voz en el fondo de mi mente que se preocupaba porque todo podría ser
una trampa. No quería creerlo, pero si Royce estaba involucrado, podríamos estar
dirigiéndonos directamente hacia nuestro fin.

Alec salió de la carretera y se acercó a la zona, cruzando las calles lentamente. La


mayoría de los edificios parecían abandonados, envejecidos y desgastados, algunos
incluso clausurados. Las paredes estaban plagadas de grafitis; imágenes de
corazones con alas, horcas y los cuernos del diablo, junto con estrellas de seis puntas
estaban esparcidas alrededor con spray de pintura. Eran signos de pandillas que
había visto infinidad de veces, hechos por matones callejeros y buscavidas que se
creían muy duros. Hombres que no tenían verdadera lealtad uno por el otro, sin respeto
dentro de sus órdenes, eran oportunistas y alardeaban de sus posiciones, solo
buscaban su propio beneficio en el largo plazo. Mi padre siempre los había
despreciado, perturbado por sus tácticas y falta de civismo. Odiaba su uso de las
palabras ‘gángster’ y ‘mafia’, se encogía ante su definición de 'iniciación' y
'hermandad'.

No podría contar las veces que le había oído despotricar durante su vida sobre todo
eso, la forma en que se enorgullecía de que, al menos, en su organización había
respeto. Ellos podían haber violado la ley y haber cometido crímenes atroces, pero en
su mente todo era como se había fundado. La organización que él lideraba no le hacía
daño a la gente solo para hacerles daño. Su organización tenía verdadero poder y
compromiso.

Mi padre se tomaba el juramento en serio y creyó, hasta el día de su muerte, que la


organización que él había encabezado durante décadas, era una verdadera familia,
una Borgata con un vínculo más fuerte que la sangre. Él puede no haber sido un
hombre querido a causa de lo estricto que era, pero fue venerado y la gente siguió su

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ejemplo. Nadie quebró las reglas con mi padre cerca. Nadie lo traicionó y muy pocos
fueron lo suficientemente estúpidos como para romper deliberadamente el juramento
con él al mando.

Probablemente se estaría revolcando en su tumba, si supiera que la organización que


él había ayudado a construir y fortalecer había caído a niveles tan inhumanos como los
matones que destruían la propiedad y hacían alarde de sus crímenes. Todavía nos
llamábamos a nosotros mismos: Hombres de honor, pero no había nada honorable en
intentar engañar a un chico inocente para que se iniciara por razones egoístas, o
permitir que la chica que amaba estuviera en peligro y solo darle la espalda. Mi padre
y yo nunca nos enfrentamos cara a cara, pero sabía que no había manera de que
hubiera permitido que ocurriera una situación como la que estábamos, bajo su
mandato.

No había manera de que lo hubiera tolerado.

“¿Estás bien, Carlisle?” Preguntó Alec. Miré hacia él y vi la preocupación en su


expresión. “Tenemos que estar alerta en esto. No hay lugar para errores o dudas... no
hay tiempo para indecisiones“.

“No estoy indeciso”, le dije. “Solo estoy pensando en cómo estaría de perturbado mi
padre por todo esto, si estuviera vivo “.

“Nada de esto estaría sucediendo si tu padre estuviera vivo”, respondió. “Sé que estás
resentido con él por haberte forzado a seguir sus pasos, pero tu padre era un hombre
de honor... tan honorable como se puede ser en nuestro mundo. Te hizo luchar por lo
que querías en lugar de dártelo, a pesar de que estaba en la posición de hacerlo,
porque quería que fueras el tipo de hombre que lucha por lo que significaba algo para
ti. Si tu padre no hubiera muerto, todavía habría respeto. No tendríamos que luchar
contra fuerzas exiguas y separadas como lo estamos. La organización de tu padre
estaba unida y era fuerte. Nadie hubiera osado a hacer este ardid con él al mando, y
si lo hubieran hecho, lo habría aplastado de inmediato, sin dudarlo, solo por
principios”.

“No somos mejores que los hombres que han marcado estos edificios”, dije sacudiendo
la cabeza.

“No diría que tanto así. Me gusta pensar que la mayoría de nosotros todavía tenemos
honor, yo mismo incluido“, dijo.

“¿Dónde está el honor cuando mueren inocentes?”, le pregunté. “Ha muerto Jacob. El
médico de Port Angeles... “

“Murieron por un inocente”, dijo. “Es una pena, pero sus vidas fueron sacrificadas por
Isabella. Y tal vez eso no esté bien, pero es lo que es. A veces tienes que hacer lo que
tienes que hacer para proteger lo que es importante para ti. No puedes verlo, pero lo

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que has hecho por Isabella Swan, después de lo que te ha costado personalmente, es
honorable. No puedo decir que fuera capaz de hacer lo mismo si estuviera en tu lugar.
Si mi esposa hubiera sido asesinada por la chica, muy probablemente la habría
matado hace mucho tiempo por la ira“.

“Casi lo hice”, le dije. “He querido hacerlo. Más de una vez“.

“Pero no lo hiciste”, dijo. “En lugar de eso, estás aquí, arriesgando tu vida para
encontrarla, y ahí es donde está el honor, Carlisle. Probablemente lo que vamos a tener
que hacer para salvarla no es algo para estar orgullosos, pero vamos a salvarla. A
veces hay que mirar todo el cuadro“.

“Nunca me imaginé que serías tú el que me diera una charla motivacional sobre esto”,
dije, sacudiendo la cabeza mientras él ponía el coche al lado de un contenedor de
basura detrás de un edificio vacío.

“Sí, bueno, ya has oído a mi esposa”, dijo mientras salía del coche. “Puedo haber roto
mis votos con la organización por haberme involucrado en esta situación, en primer
lugar, pero no tengo ninguna intención de romper mis votos con mi esposa. Ella me dijo
que volviera a casa y eso es, exactamente, lo que voy a hacer”.

Él salió y yo lo seguí, mientras caminaba junto al edificio, permaneciendo en las


sombras y fuera de la vista. Se detuvo cuando llegó a la esquina, mirando al otro lado
de la carretera. Inmediatamente vi un Mercedes negro estacionado entre algunos
árboles al lado de un edificio pequeño.

“¿Es el coche de Royce?” Pregunté débilmente al ver una pequeña calcomanía ítalo-
americana en él. “Pensaba que conducía un BMW“.

“Y así es. Ese es el coche de James “, dijo Alec metiendo la mano en su chaqueta para
sacar una de sus armas. Lo miré sorprendido cuando vi que comprobaba dos veces
que estuviera cargada. “Voy a cruzar y echar un vistazo. Necesito que te quedes aquí y
me cubras”.

“Bien”. Le dije sacando una pistola y quitándole el seguro. Miró rápidamente a su


alrededor antes de cruzar la calle, mirando el coche y revisando las puertas, pero todas
estaban cerradas. Yo miraba la zona para detectar cualquier signo de movimiento
mientras él miraba alrededor, agachado y mirando hacia las ventanas del gran
edificio, que parecía ser una vieja empresa abandonada hacía mucho tiempo. Regresó
después de un momento, moviendo la cabeza.

“Por lo que he podido ver, parece vacío. No he visto a nadie dentro”, dijo en voz baja.
Asentí y me pellizqué el puente de la nariz en señal de frustración, abriendo la boca
para hablar, cuando un fuerte ruido se oyó detrás de nosotros, sorprendiéndome. Me di
la vuelta y apunté mi arma, pero Alec me agarró y me puso fuera de la vista.

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“Qué...” comencé a decir, pero él negó con la cabeza y levantó la mano para hacerme
callar. Escuché múltiples voces mezcladas y Alec agarró mi brazo, haciendo un gesto
con la cabeza para que cruzáramos la calle. Lo seguí y me escondí junto al edificio
vacío que había revisado momentos antes, mirando en la oscuridad. Tres personas
salieron de detrás del gran almacén, deteniéndose en el lugar en el que habíamos
estado parados. Reconocí a James inmediatamente y me di cuenta que estaba con un
desconocido de cabello rubio desordenado que sostenía con indiferencia un AK-47.
Algo de la tercera persona me resultaba vagamente familiar, pero estaba oscuro y
estaba de espaldas a mí, así que no pude ubicarlo.

“Son atrevidos, ¿no?” Dijo Alec, señalando al hombre del AK-47. “Valientes y
descuidados. Es una combinación peligrosa, el no tener miedo y tomarse las cosas tan
a la ligera“.

“Unos jodidos locos es lo que son”, murmuré. No podía oír lo que decían, pero vi como
James sacaba un juego de llaves y se lo lanzaba a la tercera persona. James y el
hombre del AK-47 fueron a la entrada principal, abriéndola y despareciendo en el
interior. “Sin llave”.

“Supongo que podemos añadir estúpidos a la lista de adjetivos, entonces”, respondió


cuando el tipo se volvió y comenzó a cruzar la calle, hacia el coche de James. Alec
cogió su arma y se deslizó rápidamente por la parte trasera del edificio. Me quedé allí
un momento, antes de dar lentamente unos pasos hacia el frente, manteniéndome
cerca del edificio y permaneciendo en las sombras. Llegué a la esquina justo cuando
Alec dio la vuelta por detrás y alcanzó al hombre, apuntándole con su arma. El hombre
se congeló cuando vio a Alec, alzando las manos de inmediato y dejando caer las
llaves.

“Alec”, dijo entrando en pánico. Su voz me parecía familiar y mi estómago se hundió


cuando me di cuenta de por qué.

“¿Catalano?”, dije. El hombre volvió la cabeza de inmediato, el miedo destelló en su


cara cuando hicimos contacto visual. Su nombre era Stephano Catalano, un chico
apenas mayor que Edward, que yo había iniciado solo unos meses atrás. Fui
nombrado su mentor e instantáneamente me sentí lleno de culpa porque había estado
tan envuelto en mi vida, que lo había descuidado en gran manera. Se suponía que
debía ayudarlo a adaptarse a la organización, a aceptar su lugar en las filas, pero lo
había dejado arreglárselas solo y menos de seis meses después ya era un corrupto.

“Doctor. Eh, Carlisle, señor, “tartamudeó nerviosamente. “¿Qué está, eh, haciendo...
aquí...?”

Iba a responder, pero antes de poder, Alec lo agarró y lo arrojó contra el lateral del
edificio, revisándolo rápidamente y sacando su arma. La puso en su bolsillo y negó con
la cabeza mientras apretaba su arma en la garganta del muchacho.

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“No nos hagas perder el tiempo haciendo preguntas de las que sabes las respuestas, y
no finjas que no sabes nada, tampoco. Sabes por qué estamos aquí, y vas a decirnos lo
que queremos saber“, dijo con dureza, su tono hizo que mi piel se erizara.

“Yo, eh, te juro que no sabía...” comenzó a decir inmediatamente, pero Alec presionó la
pistola en su manzana de Adán y lo interrumpió. Un ahogado grito de dolor escapó de
su garganta.

“¿Cuántas personas hay en el interior?” Preguntó Alec con firmeza.

“Cinco o seis, creo,” respondió, con lágrimas empezando a caer por sus mejillas. “Tal
vez más, no lo sé“.

“No es una buena respuesta,” dijo Alec.

“He visto seis, pero hay habitaciones donde no he entrado”, dijo nervioso.

“Mejor,” dijo Alec. “¿Están todos armados?”

“Los que he visto lo estaban. Siempre lo están“, respondió.

“¿Quiénes son?”, pregunté.

“Dios, en realidad no lo sé”, balbuceó Stephano.

“Bueno, será mejor que lo sepas”, dijo Alec bruscamente. “Ahora mismo, antes de que
te vuele la cabeza.”

“¡Mierda! ¡Está bien! Eh, James. Es al único que realmente conozco. Él me convenció de
hacer esto, te juro que al principio no sabía lo que estaba haciendo, no sabía que él
iba a…“ él divagaba, se calló abruptamente cuando Alec cogió el arma y le golpeó en
el lateral de la cabeza con fuerza. Él gritó y se tambaleó, pero Alec lo agarró y
nuevamente, lo estrelló contra el edificio.

“No quiero tus excusas. Quiero nombres, “dijo fríamente.

“Muy bien, Dios, eh.... James. Y su chica, no sé su nombre“, dijo.

“¿Victoria?”, preguntó Alec. “¿La pelirroja?”

“No, ella no. La otra chica, la enfermera“, dijo.

“¿Heidi? ¿La rubia?“ Pregunté entrecerrando los ojos con ira.

“Sí, ella. Hay algunos tipos que no conozco, algunos extranjeros. Hay un hombre
mayor, que es el que está cargo. Se llama Stephan, lo recuerdo porque es como el mío.
En realidad no he hablado con él. ¡Maldición, él es siniestro, hombre! Y hay otros dos
jóvenes rusos que han estado dando vueltas, pero no sé sus nombres. Son totalmente

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idiotas“, dijo.

“¿Y qué hay de la chica?” Preguntó Alec con firmeza.

“Ya te he dicho que la enfermera está ahí”, respondió.

“No te hagas el tonto”, espetó Alec. “Estoy hablando de Isabella.”

“Oh, eh, no la he visto. Quiero decir, sé que la tienen, pero no sé dónde, y como he
dicho, hay otros cuartos”, tartamudeó.

“¿No la has visto para nada?”, preguntó Alec. Negó frenéticamente en respuesta.

“Aunque, estoy seguro de que está ahí. O lo estaba, supongo. Solían llevar comida a la
parte de atrás, y escuché su voz una vez...“comenzó, deteniéndose bruscamente
cuando brillaron unas luces y se oyó un coche acercándose. Todos nos pusimos tensos
y vimos cómo el BMW negro apagaba sus faros y se deslizaba lentamente por la calle.
Desapareció de la vista y yo caminé hacia el frente del edificio con cautela, viendo
cómo se detuvo a una manzana de distancia. La puerta del pasajero se abrió y una
figura corrió por la calle a medida que el coche se perdía de vista, la figura seguía
acercándose. Mis ojos se abrieron por la conmoción cuando él salió a la vista, el
inconfundible pelo destacándose al instante.

“¿Qué carajos estás haciendo, Edward?” Murmuré para mis adentros mientras se
dirigía hacia el edificio, metiendo la mano en la cintura del pantalón y sacando una
pistola. Mi corazón latía furiosamente y oí a Alec detrás de mí maldiciendo cuando se
dio cuenta de que era mi hijo.

“Detenlo”, me dijo. Gemí y miré en pánico a mi alrededor antes de cruzar la calle


corriendo, ya que se dirigía a la puerta principal del edificio. Su mano agarró el pomo
y se volvió en mi dirección antes de poder abrirla, tenso por el shock de verme.

“Pa…” empezó a decir, pero lo agarré y arrastré lejos de la puerta justo antes de que
pudiera abrirla. Maldijo y se tambaleó a medida que tiraba de él por el lateral del
edificio, mirándome confundido. “¿Qué mierdas? Cristo, ¡ella podría estar ahí! “

“Baja la voz”, le espeté. “¡No puedes simplemente entrar por la puerta principal,
Edward!”

“¿Qué diablos se supone que debo hacer?”, me preguntó con enojo, entrecerrándome
los ojos. Los tenía inyectados en sangre y con bolsas oscuras debajo. Era obvio que
estaba agotado y parecía que no hubiera dormido en mucho tiempo, con el pelo
apuntando para todos lados y con la ropa desaliñada. “¿Sabes cuánto tiempo ha
pasado? ¿Sabes cuánto puto tiempo lleva desaparecida? ¡Tengo que encontrarla, no
importa cómo!”

“Lo sé, ¡pero no puedes solo entrar a ciegas! Realmente tienes mucho que aprender,

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hijo. ¿Quieres morir? “, le pregunté. “Estamos aquí, estamos en ello.”

“Bueno, ya era maldita hora de que estuvieras aquí”, espetó. “¿Sabes por lo que he
pasado esta puñetera semana? ¿Qué demonios he tenido que hacer?“

“Cálmate”, le dije.

“¿Cómo mierdas quieres que me calme?” Estuvo a punto de gritar. “¡Vete a la mierda!”

Gemí y lo agarré del brazo, tirando de él hacia el otro lado de la calle. Se resistió al
principio, pero obviamente, estaba agotado y cedió rápidamente. Caminamos hacia
donde estaba Alec, en la oscuridad y miré hacia abajo, viendo a Stephano acurrucado
en el suelo contra la pared.

“Tale il padre, tale il figlio”, murmuró Alec. “Ninguno de ustedes tiene ningún sentido de
la autopreservación.”

“Lo que jodidos sea. Merece la pena morir por ella“, dijo Edward de inmediato.

“¿Y qué pasará cuando mueras?” Replicó Alec dándole una mirada mordaz. “¿Qué
pasará con ella? Tu inconsciencia va a hacer que la maten. Ya eres un iniciado,
necesitas empezar a pensar con la cabeza“.

Edward se tensó y rápidamente, me lanzó una mirada extraña. “Lo que sea, tengo que
salvarla, es lo que tengo que hacer“, murmuró, metiendo su arma en el bolsillo y
pasándose las manos por el pelo con nerviosismo. Miró a su alrededor, viéndose
agotado, antes de señalar a Stephano. “¿Quién es este hijo de puta?”

“Es un amigo nuestro,” dije fríamente. “Catalano”.

“Si es un amigo nuestro, ¿por qué coño está en el suelo?”, preguntó Edward frunciendo
el ceño en confusión.

“Es más amigo de James, al parecer,” respondió Alec.

“Espera, ¿él está metido en esta mierda?”, preguntó Edward. Asentí y él se abalanzó de
inmediato, agachándose y agarrando a Stephano por el cuello. “Más vale que no le
hayas hecho daño, ¿me oyes? ¿Dónde diablos está? ¿Qué has hecho con ella? ¡Dime!“

Los ojos de Stephano se abrieron en shock y negó con la cabeza frenéticamente,


mirando rápidamente entre Alec y yo. “¡Te juro que no le he hecho nada! ¡Yo no la he
visto!“

“¿Qué coño quieres decir con que no la has visto?” Espetó Edward, golpeando la parte
de atrás de la cabeza del muchacho contra el edificio. “¡Ustedes pendejos me quitaron
a mi chica y la quiero de vuelta!” Apoyó sus manos contra el edificio, llevando su pie
hacia atrás y lanzándolo hacia delante. Stephano se acurrucó formando una bola y

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comenzó a sollozar con fuerza mientras Edward le golpeaba con el pie, mientras
gritaba cosas de Isabella. Lo agarré por el hombro y traté de apartarlo, pero me
empujó y continuó golpeando a Stephano. Estaba temblando y las lágrimas fluían de
sus ojos, sus emociones llevándolo a perder el control.

“Se parece tanto a ti que es casi alarmante,” dijo Alec con calma. “No puedo contar
cuántas veces has permitido que se convierta en personal y has decidido utilizar tus
manos y pies como armas“.

“Va a matarlo”, le advertí, presa del pánico por la manera en que mi hijo estaba fuera
de control. “Él no puede decirnos nada si está muerto, Alec”.

Alec suspiró y agarró a Edward, alejándolo de un tirón. Se resistió un poco, pero Alec
era demasiado fuerte para él y se interpuso entre los dos, dándole a Edward una
mirada dura. “Basta ya”, dijo con firmeza, antes de agacharse y agarrar a Stephano,
poniéndolo de pie.

“¿Dónde ibas?” Preguntó Alec. “Ahora mismo, ¿por qué te ha dado James sus llaves?”

“Eh, comida,” murmuró, la sangre brotando de su rostro. Trató de limpiarla pero seguía
fluyendo. “Yo tenía que conseguir comida, señor.”

Alec se le quedó mirando por un segundo cuando la maleza se movió cerca del lugar
haciendo que Edward y yo nos tensáramos y cogiéramos nuestras armas como medida
de precaución. “Hola, Royce,” dijo Alec de forma monótona, sin siquiera darse la vuelta
para mirar a la persona que se acercaba.

“Alec, Carlisle,” dijo Royce, con tono vacilante mientras me saludaba. “Me alegro de
verles de nuevo, caballeros.”

“¿Cómo diablos supiste que era él?”, preguntó Edward, mirando con recelo a Alec. Alec
suspiró con fastidio, sacudiendo la cabeza.

“No importa. Siempre sé lo que me rodea “, respondió mirando brevemente a mi hijo


antes de volver su atención al muchacho en el suelo. “Si quieres que te muestre algo de
clemencia, Catalano, esto es lo que vas a hacer. Vas a cruzar la calle y a entrar por la
puerta principal del edificio, y vas a decir que has sido asaltado por los matones que
merodean por estas calles. Vas a decir que te han robado el dinero y las llaves de
James. ¿Entendido?”

“Sí, por favor. Haré lo que sea“, farfulló.

“Bueno. Ahora ve“, dijo, empujando al muchacho. Stephano comenzó a tambalearse en


la distancia, lanzándole miradas nerviosas a Alec. “Carlisle, Edward y rodeen el
edificio y cubran la puerta trasera. Royce y yo nos encargaremos de la parte
delantera.”

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Asentí y cogí la pistola de mi abrigo mientras corría cruzando la calle, posicionándome
en las sombras, junto a la puerta trasera. Edward me siguió en silencio, la tensión que
emanaba de él era tan fuerte que casi podía sentirla sobre mi piel. Estaba inquieto y
empezó a pasearse, por lo que me estaba poniendo nervioso.

“Estás enfadado conmigo, ¿verdad?”, me preguntó después de un segundo, un ligero


filo en sus palabras. “Tuve que hacer esta mierda, papá. Tenía que encontrarla. Joder,
tengo que saber, tengo que verla. Necesito que esté bien. No sé qué coño voy a hacer si
no lo está. Ella tiene que estar a salvo“.

“Tienes razón, estoy cabreado. No veo cómo desperdiciar tu vida ayuda a nada, pero
ahora no es el momento para esto”, dije bruscamente, tratando de no pensar en ello.
Tenía que mantenerme sereno y en calma, y pensar lo que había hecho solo iba a
sacarme de quicio nuevo. “Vamos a entrar aquí y acabar con esto, y no importa lo que
encontremos, nos encargaremos de ello después”.

Parecía como si estuviera a punto de responder pero, en cuestión de segundos,


empezaron a sonar disparos en el interior del edificio y la puerta trasera se abrió de
golpe, un joven desconocido de pelo oscuro apareció. Se quedó helado cuando nos vio,
sus ojos muy abiertos por el miedo, y levantó su arma. Apunté y disparé, dándole entre
los ojos. La sangre salpicó por todas partes y se tambaleó, disparando una bala que
pasó silbando entre nosotros mientras golpeaba el suelo. Le disparé rápidamente dos
veces más antes de coger la puerta y deslizarme dentro, momentáneamente aturdido
por la vista. La gente estaba gritando y esquivando balas, la mayor parte del sonido de
los disparos amortiguado por silenciadores. Edward entró detrás de mí y maldijo,
lanzándose hacia un lado, entre la ráfaga de balas, para ocultarse detrás de una
mesa. Vi a Alec en la puerta principal, disparando a un hombre mayor que supuse
sería Stephan, mientras corría hacia la parte trasera.

Vi a James a unos metros de distancia, detrás de una mesa intentando a tientas cargar
su arma. Empecé a dispararle y él saltó en cuanto terminó lo que estaba haciendo,
apuntándome con su arma para devolverme los disparos. Mis primeras dos balas
fallaron, pero la tercera le dio directamente en el pecho, un fuerte jadeo escapó de su
boca mientras se desplomaba. James luchó por tomar aire y algo cercano llamó mi
atención brevemente cuando una bala pasó silbando junto a mí, rozándome la mejilla.
Maldije por la sensación de quemazón y me distraje un momento, dando a James el
tiempo justo para adelantarse. Disparó algunas rondas, una tras otra, una bala me
atravesó el hombro izquierdo cuando otras más pasaron junto a mí. Mi brazo empezó a
entumecerse casi de inmediato, un dolor agudo atravesó la parte superior de mi
cuerpo, pero olvidé mi lesión al instante cuando oí a mi hijo gritar.

Me volví rápidamente y vi a Edward agarrando su brazo derecho, dándome cuenta


inmediatamente que una de las balas de James le había dado. Se quedó inmóvil en el
lugar, pero se recuperó en cuestión de segundos y cogió su arma, que había caído de

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su mano, cuando me giré para enfrentarme a James una vez más. Empecé a disparar
rápidamente, dando unos pasos hacia él en una explosión de ira mezclada con el dolor
de mi hombro. Mi visión se redujo al destello del cañón del arma, y mis ojos se fijaron
directamente en James, cuando empecé a introducir bala tras bala en su cuerpo. Tres
se estrellaron en su pecho, atravesándole el corazón y causando horribles ruidos
jadeantes cuando la sangre empezó a salir de sus heridas y luchaba por respirar.

Me detuve cuando estaba directamente sobre él, mirando furioso su figura inutilizada.
Estaba tratando de alejarse, forzando a su cuerpo para poder coger su arma, pero la
vida se le escapaba con rapidez. Apunté a su cabeza y lo miré a los ojos, no había ni
una onza de miedo en su expresión cuando me devolvió la mirada. Frío y sin corazón,
incluso hasta en sus últimos segundos, sin una pizca de remordimiento por lo que
había hecho. “Arrivederci”, le dije con frialdad mientras mi rabia estaba en una espiral
fuera de control, torciendo la simple palabra a una expresión de enojo. Vi el destello de
fuego en sus ojos cuando finalmente llegó a su arma y combatió para recogerla
rápidamente, pero empecé a disparar rondas seguidas, las balas rasgando a través de
su cráneo. Su dedo apretó el gatillo como un acto reflejo, una bala voló hacia un lado
mientras su cuerpo se sobresaltó en una violenta sacudida. No me detuve hasta que la
pistola hizo clic y habiéndole disparado cada bala, dejándolo casi completamente
irreconocible.

No tuve tiempo para pensar en lo que acababa de suceder, porque antes de que
hubiera podido cambiar mi arma, el sonido de un AK-47 atravesó el almacén y sus
balas se estrellaron contra todo lo que me rodeaba. El ruido era ensordecedor y me
agaché para cubrirme, cogiendo mi segunda arma. Quité el seguro y empecé a
disparar contra el hombre con el arma, impactándole en la pierna con mi primera
ronda. Se tambaleó, pero continuó disparando, otra bala rozó mi cuello en medio del
caos. Sentía mi cuerpo como si estuviera en llamas y mi visión estaba borrosa por el
dolor, pero luché para mantener el control sobre mí mismo.

Vi como Royce salía huyendo de los disparos, pero no pudo cubrirse lo suficientemente
rápido. Las balas desgarraron su carne y gritó, tratando de disparar mientras se
desplomaba. Maldije y disparé algunas rondas más, uno impactó en el estómago del
hombre del rifle de asalto. Mi arma empezó a hacer clic cuando se le acabaron las
municiones y luché para recargar cuando Edward comenzó a disparar a unos pocos
metros de distancia, una de sus balas rozó el cuello del hombre y otra impactó en su
espalda. Los disparos se silenciaron momentáneamente mientras Edward volvía a
cargar y el hombre se tambaleó, luchando por mantenerse en pie. Alec apuntó con su
arma en ese momento, disparándole tres veces, sin dudarlo, directamente en la
cabeza. Cayó hacia atrás, con el dedo apretando el gatillo y roció violentamente con
balas mientras se derrumbaba. Vi a Alec tambalearse unos pasos cuando una de ellas
le impactó, pero se mantuvo en pie, recuperándose con la rapidez suficiente para
despacharle otra ronda.

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Los gritos desgarradores de una mujer rompieron el aire cuando el hombre cayó al
suelo, el sonido envió un escalofrío por mi espalda. Edward corrió inmediatamente en
dirección al ruido y yo le grité, advirtiéndole que tuviera cuidado, aunque no estaba
seguro de si me había escuchado en medio del caos. Iba detrás de él cuando
empezaron a resonar balas en la parte trasera de la habitación, una pasó zumbando
junto a mi cabeza. Alec nos cubrió disparando a quien supuse que debería ser
Stephan, aunque realmente no podía verlo desde mi posición. Después de un
momento, Edward se congeló abruptamente y casi salí corriendo directamente hacia él,
confundido acerca de por qué se había detenido, hasta que mis ojos se posaron en
Heidi que estaba de pie en la esquina. Tenía los ojos muy abiertos por el miedo y
levantó las manos rindiéndose, un fuerte grito todavía reverberaba de ella.

Se calmó un poco en un segundo, temblando visiblemente mientras nos miraba


frenéticamente.

“Por favor”, gimió, las lágrimas corrían por su rostro. “Edward, doctor C. Yo no… lo
siento… Te lo juro, ¡lo siento mucho!”

En ese momento parecía que todo se hubiera detenido, un misterioso silencio tenso
cayó sobre nosotros que nos quedamos mirándola. Sin embargo, el momento pasó tan
rápido como había llegado, y Edward reaccionó rápidamente… aunque yo era más
rápido. Levantó su arma, con expresión llena de rabia, pero yo disparé antes de que él
pudiera apretar el gatillo. Di un paso adelante para bloquear la línea de visión de
Edward y Heidi se tambaleó hacia atrás, quedándose sin aliento mientras se
desplomaba en el suelo. Lleno de culpa y vergüenza, me paré frente a ella y observé
cómo la vida se le escapaba, disgustado conmigo mismo por haber asesinado a una
mujer desarmada, ya que eso era algo que había evitado tanto como me había sido
posible en mi vida. Ella pudo haber merecido su suerte, y yo sabía en mi interior que no
habría salido con vida de la habitación de todos modos, pero me dolió tener que ser el
que había apretado el gatillo. Sin embargo, no había jodida manera de que yo pudiera
dejar que mi hijo llevara ese tipo de cargo de conciencia de por vida. Ya tenía
suficiente sobre sus hombros.

“Yo podría haber hecho esa mierda”, Edward escupió con rabia detrás de mí. Me giré
para contestarle, entrando en pánico cuando vi a Stephan cruzar la habitación
sujetando un AK-47 y apuntándonos. Rápidamente, me abalancé sobre Edward y lo tiré
al suelo, aterrizando sobre él cuando la ráfaga de balas resonó por todos lados.
Sthephan se detuvo por un momento y se agachó para cubrirse cuando se quedó sin
munición, luchando para recargar mientras Alec volvió a disparar algunas rondas,
antes de levantarse de nuevo y volver a disparar en cuestión de segundos. Las balas
atravesaron a Stephan cuando Edward y yo le disparamos desde nuestra posición y
luchaba por mantener el equilibrio, negándose a dejar de luchar a pesar del que le
estuvieran disparando de todas direcciones. Observé horrorizado cómo algunas de las
balas del AK-47 le dieron a Alec y tropezó, cayendo de rodillas.

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Me levanté de un salto y corrí rápidamente, cogiendo mi arma cuando la ira se
apoderó de mí. Empecé a disparar de nuevo sin dudarlo, tres balas impactaron
directamente en la cabeza de Stephan mientras corría hacia mi cuñado. Me miró
conmocionado durante una fracción de segundo antes de desplomarse con fuerza,
haciendo un gran estruendo ya que se llevó consigo una silla metálica a medida que
caía. Miré a mi alrededor con cautela para asegurarme de que la amenaza se había
ido, antes de dejar caer mi arma y acuclillarme delante de Alec, presa del pánico. Él
estaba de rodillas y encorvado, haciendo un ruido como de silbidos y agarrando su
estómago. Pude ver la sangre roja filtrándose en su camisa y me miró, el color
desapareciendo de su rostro. Me habían alcanzado un par de balas durante el caos,
pero las heridas eran superficiales y podría tratarlas por mi cuenta. Alec sin embargo,
obviamente, no había tenido tanta suerte.

“Déjame ver”, le dije de inmediato, tratando de apartar sus manos. Se resistió al


principio, pero finalmente cedió, sentándose de nuevo. Le abrí la camisa para poder
mirarlo bien e hizo un gesto de dolor al tocar la zona, con tres impactos distintos y
visibles en su abdomen. “Esto no es bueno, Alec. Tenemos que llevarte a un hospital”.

“Estoy bien”, gruñó, empujando mis manos mientras luchaba por ponerse de pie. Se
tambaleó un poco, pero logró ponerse de pie por sí solo, negándose a mi ayuda.
“Tienes que encontrar a la chica”.

Sus palabras me trajeron de vuelta a la situación actual y rápidamente miré a mi


alrededor, buscando a Edward. Vi que se acercaba a una puerta al otro lado de la
habitación por la que Stephan había salido, estaba tirando frenéticamente de su
cabello. Estaba agotado, con ropas rasgadas y salpicadas de sangre. Estaba
preocupado por él, pero mi preocupación cambió cuando Edward se quedó paralizado
en la entrada de la habitación, una palabra solitaria escapaba de su garganta en un
grito agónico.

“¡Bella!”

Entró corriendo a la habitación y rápidamente lo seguí, congelándome nada más


entrar. Mi respiración casi me abandonó al ver a Edward sentado en el borde de un
sucio colchón roto y cogiendo a Isabella entre sus brazos, su cuerpo estaba débil e
inerte. Apenas podía reconocer a la chica que estaba en mi casa un par de semanas
atrás, en lugar de eso, se parecía a la chica que había recogido hacía más de un año
en Phoenix. Había perdido una gran cantidad de peso y obviamente, tenía una
deshidratación severa, su piel estaba manchada y sus labios azules. Su ropa estaba
hecha jirones, con el cuerpo cubierto de hematomas y de sangre seca. Incluso desde
donde yo estaba podía ver sus heridas, que hicieron que se me revolviera el estómago.

Edward estaba entrando en pánico, aferrándose a ella con fuerza mientras las
lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.

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“¡Isabella, pequeña, despierta! ¡Abre los ojos para mí!“ Dijo, con voz temblorosa.
“¡Mierda! Por favor, tesoro”.

La cogió entre sus brazos, acunándola, y pasó junto a mí mientras la sacaba a la parte
abierta del almacén. Su brazo herido casi le falla pero él la sostuvo, dejándose caer
apoyándose contra la pared y abrazándola con fuerza. Me puse en cuclillas a su lado y
agarré su muñeca. Su pulso era débil y errático. Sus manos estaban heladas y su
brazo estaba torcido en una posición antinatural, por un hombro dislocado,
obviamente. Pude ver cómo su pecho se movía rápidamente, su respiración era
superficial y tenía fiebre así que exploré sus ojos, notando que sus pupilas se
contraían. Ella no reaccionaba a ninguno de los reflejos, su sistema neurológico no
estaba funcionando con normalidad.

“¿Está bien? Cristo, ¿por qué demonios no se despierta?“, preguntó Edward alarmado,
acariciando su rostro con su mano. Suspiré, negando con la cabeza.

“Voy a suponer que ha sido drogada con algo. No puedo estar muy seguro, pero
probablemente con algún tipo de barbitúrico“, respondí.

“Pero joder, ¿está bien? ¿Va a estar bien?“, me preguntó.

“Yo, eh... Me gustaría saberlo a ciencia cierta. Yo...“ Empecé a decir, pero me
interrumpió antes de que pudiera tratar de explicar.

“Siempre estás tratando de jugar al puto doctor conmigo, y en el maldito momento que
te pido tu puñetera ayuda, ¿esto es lo que me das? ¿Un maldito me gustaría saberlo?
¡Tienes que estar bromeando!“, espetó.

“Necesito ir a algún sitio donde realmente pueda valorarla” dije. “Está viva…”

“Y joder, será mejor que siga siendo así” espetó, interrumpiéndome nuevamente.
“Isabella, cariño, necesito que despiertes para mí. Te necesito. Cristo, te necesito.
Mierda, tienes que salvarte, porque no podré vivir si no lo haces. ¡No podré sobrevivir si
no lo haces! Por favor. Haré lo que sea, solo despierta, para que yo sepa que estás
bien”.

El pecho me dolía por su arrebato emocional, las palabras atrapadas en su garganta


mientras comenzaba a balancear su cuerpo. Estaba claro que había llegado a su
límite, todo había hecho crisis mientras se aferraba a la mujer que amaba y le pedía
que sobreviviera. “Voy a hacer todo lo posible por ella”, dije en voz baja.

“Joder, más vale que así sea” me gritó. “Te juro que si no lo haces, joder, voy a matarlos
a todos. Todo el que le haya hecho puto daño, voy a matarlo.”

Iba a responder, pero antes de poder hacerlo la voz de Alec sonó detrás de mí.
“Demasiado tarde”, dijo con calma”. “Ya están todos muertos”.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1612


Edward miró a Alec, entrecerró los ojos y tenía expresión de hostilidad pura. “Bueno,
volveremos a esos hijos de puta de nuevo a la vida para que yo pueda matarlos de
nuevo de una puta vez,” escupió irracionalmente. “¡Maldición, ella tiene que bien!”

Alec se quedó mirándolo un momento antes de girarse hacia mí. Intentó dar un paso,
pero se le doblaron las rodillas, y lo cogí rápidamente antes de que cayera al suelo.
“Tengo que llevarte a un hospital ahora mismo” dije, sabiendo que estaba empezando
a debilitarse por la pérdida severa de sangre.

“Estás en libertad bajo fianza, Carlisle,” se mofó, sacudiendo la cabeza y


apartándome. “Voy a llegar al hospital por mis propios medios. Tienes que llamar a
Aro y conseguir que te envíe algunos hombres para ayudarte a limpiar este desastre
antes de que caigamos todos“.

“Alec”, comencé a decir, pero me detuvo con una mirada mordaz.

“Escuchaste lo que dije”, afirmó rotundamente a medida que empezaba a alejarse, el


dolor que sentía era visible en sus movimientos pero no lo verbalizó en absoluto. Miró a
los cuerpos esparcidos a su alrededor con cautela, sacudiendo la cabeza mientras sus
ojos se posaron en el cuerpo sin vida de Royce. “Che peccato”.

“Lo sé,” dije, sintiéndome intensamente culpable. Metí la mano en el bolsillo para sacar
mi teléfono cuando Alec empezó a tambalearse hacia la puerta. Lo miré por un
segundo, la preocupación me consumía. “¿Estás seguro de esto, Alec? Estás perdiendo
mucha sangre, no sé si... “

“No seas estúpido, Carlisle,” afirmó. “Haz que limpien esto, lleva a Isabella a mi casa y
cúrala antes de que tu hijo intente resucitar a la gente solo para matarlos de nuevo.” Se
detuvo cerca de la salida y sacó la pistola de la cintura de su pantalón, dándose la
vuelta. Me miró por un momento con expresión extraña antes de mirar al otro lado de la
habitación, donde el joven Stephano estaba sentado en estado de shock, tan silencioso
que era casi imperceptible. Alec le apuntó con su arma y le disparó tres veces, los
disparos sorprendieron a Edward.

“¡Mierda! ¡Cristo, Alec!“ Espetó, mirando sorprendido el cuerpo de Stephano


desplomándose. “¡Creí que le habías dicho que le mostrarías un poco de maldita
clemencia por habernos ayudado!”

“¿Sabes lo que sucede a los que traicionan a la organización, Edward?” Alec preguntó
secamente, soltando su arma y dejándola caer al suelo. “Se les incapacita y se les
hace cortes antes de abandonarlos en una cloaca o en algún edificio abandonado. En
algún lugar infestado, y ¿sabes lo que les pasa cuando las alimañas los encuentran,
cuando huelen la sangre? ¿Te imaginas estar consciente de lo que está pasando, pero
ser incapaz de detenerlo? Ser comido vivo no puede ser una forma agradable de morir,
pero supongo que es muy apropiado, dar las ratas a las ratas. Así que sí, Edward, le he

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1613


mostrado un poco de clemencia, porque lo que he hecho es un infierno mucho más
humano de lo que hubiera pasado si todavía estuviera respirando cuando Aro llegara“.

Alec se giró para marcharse cuando empecé a marcar el número de Aro, mi corazón
latía furiosamente mientras sonaba. Oí a Edward maldecir conmocionado y me volví a
mirarlo, congelándome cuando vi que los ojos de Isabella estaban abiertos. Ella
parpadeó un par de veces cuando lo vio, la cara de mi hijo visiblemente aliviada
mientras la miraba.

“¡Joder, tesoro, me habías asustado como la mierda!” Dijo.

“Edward,” susurró, su voz apenas audible. Su voz era rasposa e hizo una mueca
mientras hablaba.

“Sí, soy yo. Te dije que te encontraría, maldita sea. Que nunca me daría por vencido.
Te lo prometí. Sempre”, tartamudeó, acariciando su cara una vez más. “Dios,
jodidamente te amo.”

Una lágrima se deslizó por su mejilla e Isabella trató de alzar la mano para quitársela,
pero estaba débil y se quedó corta. Ella musitó algo que no pude oír, pero Edward se
rió en respuesta, el sonido me pilló con la guardia baja. Iba a hablar, pero antes de
poder la voz de Aro sonó a través de la línea, deteniéndome.

“¿Sí?”, dijo.

“Soy Carlisle,” le dije.

“Ah, Carlisle. Estaba muy preocupado. ¿Está todo bien? Yo no he...“ Empezó a decir, el
resto de lo que dijo fue incomprensible porque un golpe y un ruido sordo se escuchó
por la habitación, distrayéndome. Salté por la sorpresa y casi dejo caer el teléfono,
girándome rápidamente y congelándome horrorizado cuando vi a Alec tirado en la
entrada, después de casi haber logrado salir antes de derrumbarse. Maldije y comencé
a correr hacia él, haciendo caso omiso a Aro en mi pánico. Me agaché y tiré de él de
nuevo hacia adentro, girándolo rápidamente y buscándole el pulso. Todavía respiraba,
pero estaba inconsciente, y totalmente desvanecido.

“¡Mierda! ¡Papá!“ Gritó Edward de repente. Miré en su dirección rápidamente, la


sangre corriendo tan furiosamente a través de mis venas que podía oír cómo resonaba
en mis oídos. Me quedé helado inmediatamente cuando lo vi aferrarse a Isabella, su
cuerpo se convulsionaba violentamente en sus brazos. Miré de Isabella a Alec, sin
saber qué hacer, el miedo recorriéndome. Podía oír a Aro preguntando si todo estaba
bien, pero estaba demasiado abrumado para explicárselo. Royce estaba muerto, Alec
estaba sangrando e inconsciente, Isabella estaba convulsionando, mi hijo estaba
asustado y yo tenía un almacén lleno de devastación que tenía que limpiar con muy
poco tiempo para hacerlo.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1614


“No. No está bien“.

**************
Oggi a te, domani a me = Hoy por ti, mañana por mí (“Cada perros tiene su día”)

Che peccato = Que Lástima

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1615


"Todos estamos llenos de debilidades y errores; perdonémonos recíprocamente
nuestras locuras.” Voltaire.

Isabella swan
Traducido por Betzacosta

Todo lo que podía ver eran fuegos artificiales.

Destellos de luz abriéndose paso en la oscuridad, fuertes explosiones resonando en la


distancia. Ya no sabía lo que era real, dónde estaba ni lo que estaba pasando, de lo
único que estaba segura era de los fuegos artificiales.

Me recordó el día en que Edward me había llevado a la fiesta del lago, cuando
pasamos Año Nuevo juntos. Prácticamente, todavía podía sentir su presencia y sentía
como si un millón de mariposas hubiesen invadido mi cuerpo, dejándome débil y
mareada.

"Solo son fuegos artificiales, tesoro, nada que temer," él había susurrado. "Hacen ruido
pero no te van a lastimar. De hecho, no voy a permitir que nada te lastime.”

Había creído en sus palabras mientras estuve allí, así como lo había hecho la primera
vez que las dijo. No sentí miedo, porque muy en el fondo sabía que realmente no
podrían hacerme daño. Sin importar lo que me hicieran, nunca podrían destruirme.
Nada lo haría.

“Llegaste a mí por una razón, para salvarnos el uno al otro,” declaró él. “Porque no
eres la única que necesita ser salvada, Bella. Me estaba ahogando, y tú me has
rescatado.”

Él vendría por mí, y me salvaría, porque eso era exactamente lo que hacíamos el uno
por el otro. Sin importar lo que sucediera, él nunca me abandonaría ya que estábamos
destinados a estar juntos. Edward Cullen era mi destino. Me estaba ahogando,
desvaneciéndome más y más con cada momento que pasaba, pero sabía que iba a
estar bien, siempre y cuando no perdiese las esperanzas.

Era solo una cuestión de tiempo hasta que él llegara.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1616


Así que mientras estaba acostaba en la oscuridad, escuchando el estruendo de los
fuegos artificiales a mi alrededor, luché para aguantar. El día en el lago se repetía en
mi mente, el amor que sentí por él esa noche me mantenía cerca de la superficie. Vi su
cara y escuché sus palabras, recordándolo con todo detalle. Habíamos sido tan felices
y me aferré a esa fuerza, desesperada por sentir más de lo mismo.

Los fuegos artificiales se desvanecieron con el tiempo, el momento se perdió, pero su


débil voz continuaba sonando en mis oídos. No podía entender sus palabras, pero
sabía que era él, porque podría reconocerlo en cualquier lugar. Los pequeños vellos de
mis brazos se levantaron mientras mi piel se estremeció, en una sensación tan real que
casi podía olerlo. El aroma era único en su clase, cálido y embriagador, atrayéndome
más cerca de la superficie mientras se arremolinaba a mi alrededor. Me preguntaba si
era un espejismo, como un hombre sediento en medio de un desierto caliente y seco,
que veía un lago en la distancia que realmente no estaba allí. ¿Estaba tan
desesperada porque viniera que mis sentidos me estaban engañando haciéndome
creer que había sucedido?

Después de un momento, tras oír unas cuantas explosiones más, la luz se filtró a través
de mis párpados y la voz de Edward se hizo aún más fuerte que antes. Me obligué a
abrir mis ojos de inmediato ante el sonido, parpadeando rápidamente mientras trataba
de aclarar mi visión. Todo estaba borroso pero pude distinguir el cabello con tonos
bronce, la visión casi detiene mi corazón. Oí otras voces en el fondo, sus palabras
confusas y apenas audibles, pero en ese momento, nada que no fuera la imagen frente
a mí, importaba.

Mis ojos ardían y su rostro se mantuvo borroso sin importar lo mucho que parpadeara,
pero no me importó porque estaba totalmente segura de que él estaba allí. Podía
sentirlo, su presencia calmando al instante mis nervios y reconfortándome a pesar de
mis dudas pasadas.

Giró la cabeza después de un momento, sus ojos encontrándose con los míos. Los veía
más claramente que todo lo demás, el llamativo color verde brillante en medio de la
niebla. "¡Mierda!" escupió, enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Mi visión se nubló
todavía más y parpadeé rápidamente, ansiosa por permanecer consciente mientras la
oscuridad amenazaba con llevarme de nuevo. "Joder, tesoro, ¡me habías asustado
como la mierda!"

"¿Edward?" Susurré, arrugando la cara por el ardor en mi garganta al hablar. Sentía


como si estuviera en llamas, con la boca completamente seca.

"Sí, soy yo. Te dije que te encontraría, maldita sea. Que nunca me daría por vencido. Te
lo prometí. Sempre," soltó rápidamente, su voz llena de emoción mientras pasaba su
mano por mi mejilla. Su piel era sorprendentemente cálida, su tacto suave. "Dios,
jodidamente te amo."

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1617


Me pareció ver el brillo de una lágrima en su mejilla y traté de alcanzarla, mi pecho
dolía por él, pero estaba demasiado débil para limpiarla. El movimiento socavó toda
mi energía y todo comenzó a desvanecerse de nuevo tan pronto como mi mano bajaba.
Estaba confundida y no era capaz de pensar con claridad, abrumada por todo
mientras comenzaba a desmayarme. La imagen en frente de mí se retorcía y se ponía
borrosa, los ruidos desaparecían como si me estuviese ahogando de nuevo.

"Feliz Año Nuevo," susurré distraídamente, cerrando los ojos mientras su risa
atravesaba la habitación. Le sonreí en respuesta cuando un frío escalofrío atravesó mi
espalda, adormeciéndome y haciendo que me pusiera a temblar, Edward empezó a
gritar frenéticamente cuando comencé a perder la conciencia una vez más.

No tenía manera de medir cuánto tiempo pasó mientras estuve inconsciente… pudieron
haber sido horas o días, incluso meses para todo lo que sabía, pero de lo único que
estaba segura era de que nunca estuve sola. Oí voces vagamente familiares, en
ocasiones detectando su presencia mientras vagaba en la superficie, pero todo se
desvanecía tan rápido como llegaba. Comencé a preguntarme de nuevo si incluso en
verdad había visto a Edward, cuestionándome si solo había sido un producto de mi
imaginación. Tuve un par de alucinaciones, recuerdos reprimidos resurgiendo y
torciéndose en encuentros surrealistas que sabía que no podían ser reales. Sostuve
conversaciones en mi mente con gente que sabía estaba muerta, experimentando un
déjà vu en repetidas ocasiones mientras revivía retazos de mi infancia. También tenía
miedo que todo hubiese sido solo un sueño y que él no hubiera venido por mí, asustada
de lo que encontraría cuando finalmente abriera los ojos... si lo hacía alguna vez.

Poco a poco, empecé a tener breves momentos de lucidez, unos que solo creía que eran
reales por el dolor que sentía cuando ocurrían. Normalmente estaba adormecida, a
excepción de un cosquilleo extraño en mis miembros, pero en ocasiones, un dolor
intenso atravesaba mi cuerpo sacándome de mis sueños. Esos momentos comenzaron
a suceder más a menudo y a pesar del hecho de que fueran angustiosos, les daba la
bienvenida. Querían decir que todavía estaba con vida, que de alguna manera todavía
intentaba aferrarme.

Oí un tarareo extrañamente familiar durante uno de mis momentos, que sirvió para
distraerme del dolor que sentía en mi cuerpo y me empujó a luchar por recuperar la
conciencia. Cuando por fin encontré la fuerza para obligar a mis ojos a abrirse, me di
cuenta inmediatamente de que estaba en una habitación oscura. Era claramente de
noche, y no era capaz de ver nada más, además de una forma de pie a unos metros de
distancia mientras mis ojos trataban de enfocarse. Me di cuenta de que el tarareo
venía de allí y luché para distinguir quién era, solo para congelarme en la confusión
cuando finalmente se volvió hacia mí.

"¿Clara?" susurré con incredulidad, preguntándome si estaba imaginando cosas otra


vez, porque no entendía cómo podía estar allí. Ella era la última persona a la que

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1618


esperaba ver, y empecé a preguntarme si estaba aún con vida.

"¡Isabella!" jadeó, corriendo hacia mí. La miré fijamente en shock, abrumada por mi
incertidumbre y preguntándome si no era más que otra alucinación. ¿Qué era real?
Traté de sentarme pero grité mientras el dolor se intensificaba.

"Me duele," gemí mientras las lágrimas escocían en mis ojos. Sentí que una se
deslizaba por mi mejilla, Clara inmediatamente la limpió.

"Sé que es así," dijo en voz baja. "El doctor me dijo que te dolería cuando finalmente
despertaras. Has estado inconsciente durante mucho tiempo, cariño."

"¿Doctor?" Le pregunté, nunca hubiese imaginado que ella diría esa palabra. ¿Cuánto
tiempo había estado inconsciente, de todos modos? "Charles no deja que nos vean los
médicos, Clara."

"¿Charles?" preguntó ella en respuesta, frunciendo el ceño mientras negaba con la


cabeza. "¿Dónde crees que estás, Isabella?"

"En casa de los Swan. ¿Dónde más podría estar?" Le respondí. Estaba desorientada y
exhausta, arrastrando las palabras. Quería desesperadamente cerrar los ojos de
nuevo, pero me daba miedo, preocupada por no volver a abrirlos. "¿Dónde está mi
madre?"

Sus ojos se abrieron cuando me miró boquiabierta. "¿Tu madre?" preguntó vacilante.
Traté de asentir con la cabeza, gimiendo en voz alta por el dolor en el cuello. "Ella, eh...
um, espera, ¿de acuerdo?" Se giró y salió de la habitación y finalmente permití que mis
ojos se cerraran, tratando de bloquear todo y darle sentido a lo que estaba sucediendo.
¿Dónde estaba?

"Vamos, abre los ojos de nuevo," oí que una voz decía de la nada, sobresaltándome.
Me obligué a abrir los ojos de nuevo para ver a un hombre familiar, con expresión de
preocupación en su rostro. "Gracias, dolcezza. Me preocupaba que te hubieras ido de
nuevo."

"¿Doctor Cullen?" Pregunté con aprensión, mi confusión profundizándose.

"Sí, soy yo," respondió, sacando un estetoscopio y presionándolo contra mi pecho. Salté
por la frialdad inesperada, el dolor rebotando a través de mí por el movimiento. "Trata
de no moverte."

"Me duele," murmuré, las lágrimas empezaron a caer de nuevo.

"Sé que es así," dijo, poniendo su mano sobre mi frente. Me quedé lo más quieta
posible, luchando por ignorar el dolor y mantener los ojos abiertos mientras me
revisaba con atención. Clara se movía sobre su hombro, retorciendo sus manos con
nerviosismo, toda la escena era surrealista.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1619


"¿Es usted real?" Le pregunté después de un momento, incapaz de guardar silencio por
más tiempo. El doctor Cullen se detuvo y me miró con sorpresa.

"¿Soy real?" preguntó.

"¿Está realmente aquí?" Elaboré. "¿O esto es solo otro sueño?"

"Oh, soy bastante real," respondió, deteniéndose brevemente mientras una pequeña
sonrisa surgía en sus labios. "Por lo menos, eso creo."

Traté de sonreír en respuesta, pero estaba débil y no estaba segura de si funcionaría,


todavía sin comprender lo que estaba sucediendo. "Estoy confundida", dije. "No lo
entiendo. Yo... no lo recuerdo. ¿Cómo ha llegado hasta aquí? ¿Dónde está Edward?
¡Oh Dios! ¿Dónde está Edward?"

Casi empecé a hiperventilar, paralizada por el miedo en el momento en que pensé en


Edward. Me acordé de nosotros teniendo un accidente y eché un vistazo alrededor de
la habitación buscándolo frenéticamente, tratando de sentarme de nuevo, pero el
doctor Cullen bloqueó mis movimientos. "Cálmate", dijo.

"No puedo, " le grité, con la voz rasposa y rompiéndose por mi pánico. "¿Dónde está?"

"Él está bien, Isabella. Relájate y toma unas cuantas respiraciones profundas. No
ayuda que te alteres," dijo, sin dejar de mirarme.

"¿Dónde está?" Le pregunté de nuevo confundida. "¿Está en el hospital? ¿Por eso que
no está aquí?"

"No está en el hospital. Te aseguro que está bien. Solo tenía que hacerse cargo de algo
esta noche," respondió vacilante. Entrecerré los ojos sospechosamente cuando él desvió
la mirada, centrando su atención en mi brazo. Lo levantó y yo grité de dolor, mi hombro
rígido y palpitando.

"¿De qué se está ocupando?" Le pregunté, sabiendo que Edward nunca habría dejado
mi lado a menos que fuera absolutamente necesario y preocupada porque el doctor
Cullen no me estaba explicando las cosas muy bien.

"En realidad no es importante ahora," dijo con fuerza, su tono de voz firme me tomó
desprevenida. "Necesitas concentrarte en ti misma en este momento, Isabella. Edward
volverá pronto, y va a ponerse eufórico al saber que estás despierta. No ha dejado tu
lado durante todo el tiempo que has estado aquí, a excepción de esta noche. En
realidad, es muy probable que se moleste mucho consigo mismo por no haber estado
aquí, pero realmente no ha podido evitarlo."

"Yo..." Empecé, sin saber siquiera que rumbo llevaban mis pensamientos. Nada tenía
sentido. "Todavía no lo entiendo. Estoy confundida."

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1620


"Me imagino que lo estás. Has estado inconsciente por un tiempo, así que es natural
que estés aturdida. Te mantuvieron drogada las dos semanas que estuviste, eh, lejos,"
dijo vacilante, dándome una mirada recelosa. "No estabas en muy buenas condiciones
cuando te encontramos."

"Drogada," repetí su palabra, destellos de memoria regresando a mí. Recordé un


hombre inyectándome un par de veces, su voz poco familiar. Todo era tan confuso, mis
alucinaciones lo confundían todo y lo mezclaban por completo.

"Sí, drogada. Estuviste, básicamente, en un coma inducido, supongo que era su


manera de mantenerte sometida. Es probable que no recuerdes mucho en este
momento, y lo mejor es que no te presiones para hacerlo. Los recuerdos volverán con el
tiempo," dijo con firmeza, su tono me decía que hablaba en serio. "Tu cuerpo creo
dependencia hacia la medicación que te inyectaron, así que cuando empezaste a
eliminarla de tu sistema entraste en abstinencia. Tuve que ponerte de nuevo para
empezar a quitarla paulatinamente y me llevó algún tiempo, por lo que es probable
que pase un tiempo antes de que comiences a sentirte normal de nuevo. Hubiera sido
mejor llevarte a un hospital, pero simplemente no había manera de explicar tu
condición junto con una adicción a Nembutal."

"Está bien," empecé, deteniéndome bruscamente y tensándome mientras él sacaba una


aguja llena de líquido claro.

"Es solo morfina para el dolor. Te ayudará a descansar," explicó cuando se dio cuenta
de mi reacción, tomando suavemente mi brazo. Miré hacia abajo, frunciendo el ceño en
confusión cuando vi una aguja pegada en mi brazo. El doctor Cullen inyectó el líquido
en mis venas, sonriendo suavemente. "Como he dicho, estabas en mal estado cuando
te encontramos. Estabas muy deshidratada y con el hombro dislocado, entre otras
cosas, por lo que es probable que haya algunos efectos permanentes como resultado."

"¿Cuánto tiempo ha pasado?" Susurré, tratando de comprender sus palabras.

"Hoy es veintinueve de octubre", respondió vacilante mientras me miraba con cautela.


"Desapareciste el treinta de septiembre."

"Un mes," murmuré en estado de shock. Había pasado un mes entero, mis recuerdos del
mismo eran vagos y limitados a breves destellos, aquellos de los que ni siquiera podía
estar segura de que realmente sucedieron. No era de extrañar que estuviese tan
confundida.

"Sí. Has estado aquí durante unas dos semanas en recuperación," dijo.

"¿Dónde es aquí?" Le pregunté aturdida, el agotamiento desplazándose rápidamente


mientras la sensación de entumecimiento comenzaba a apoderarse una vez más de mi
cuerpo. "Clara... la he visto, y pensé..."

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1621


"Lo sé," me interrumpió. "Estamos en Chicago en estos momentos, en la casa de mi
hermana, pero regresaremos a Washington tan pronto como te sientas lo
suficientemente fuerte."

"Chicago," murmuré mientras mis ojos se empezaban a cerrar, recordando vagamente


a un hombre diciéndome eso antes. Breves fragmentos de conversaciones me
invadieron y jadeé con fuerza, mis ojos abriéndose por el horror.

"¡James!" Jadeé, mi voz mucho peor articulada que antes. "Y el hombre, él..."

"¿Qué te he dicho, Isabella?" preguntó el doctor Cullen enfáticamente,


interrumpiéndome antes de que pudiera terminar de hablar. "Tendrás mucho tiempo
para eso más tarde. Necesitas descansar ahora. Eso puede esperar."

Asentí, vacilante, al no tener fuerzas para discutir dado que había olvidado lo que
quería decir en primer lugar, y permitiendo que mis ojos se cerraran de nuevo. Oí sus
pasos empezando a dirigirse hacia la puerta, mi cansancio llevándome a la
inconsciencia casi al instante.

Me desperté mucho más tarde, en una habitación luminosa, entrecerrando los ojos ante
la fuerte luz que se filtraba desde la ventana. Mi cuerpo estaba dolorido, cada
centímetro de él. Mi cabeza latía furiosamente y gruñí mientras trataba de alejarme de
la luz del sol, paralizándome cuando mi mano hizo contacto con un cuerpo a mi lado
en la cama. Mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando giré mi cabeza para ver la
figura inmóvil de Edward. Su cara estaba girada hacia mí y sus ojos estaban cerrados,
su pecho subía y bajaba a un ritmo constante mientras dormía. Mis ojos lo escanearon
rápidamente, su mera presencia hacía que mi corazón se acelerara, y noté que su
brazo derecho estaba vendado, desde los dedos hasta pasado el codo, con un vendaje
de color marrón claro. Incluso dormido parecía preocupado, con cicatrices visibles que
nunca había visto antes.

Apreté la mandíbula y ahogué el grito que amenazaba con salir mientras me giraba
hacia él, la aguja en el brazo era incómoda y tiraba cuando subí mi mano hacia
Edward. Dudé cuando estaba a unos centímetros de su cara, no quería perturbar su
sueño, antes de pasar con suavidad uno de mis dedos a lo largo del puente de su
nariz. Había una pequeña protuberancia en esta que no había existido antes, y sabía
de primera mano que venía de una ruptura de hueso porque era como la que yo tenía.

Me quedé en silencio por un tiempo, acariciando suavemente su rostro y pasando mis


dedos por su cabello mientras me familiarizaba con él de nuevo. Tenerlo a mi lado se
sentía tan surrealista, que incluso el dolor y el cansancio no pudieron distraerme. Con
el tiempo comenzó a agitarse, refunfuñando incoherentemente con el ceño fruncido en
su rostro, antes de que sus ojos se abrieran lentamente. Me miró y dio un salto, tan
sorprendido que casi se cayó de la cama, y aparté mi mano rápidamente.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1622


"¡Cristo, estás despierta!" dijo, con la voz gruesa por el sueño. "Te lo juro, uno de estos
días vas a producirme un jodido infarto, tesoro." No pude evitar la sonrisa que se
extendió por mi cara ante el sonido de su voz, mis ojos llenos de lágrimas mientras lo
miraba fijamente.

"Edward," susurré, mi voz quebrada mientras luchaba contra la emoción, pero era muy
difícil de controlar. Las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas y me miró en shock,
extendiendo su mano para limpiarlas.

"Mierda, ¿estás bien?" me preguntó sonando asustado. "¿Te duele? Espera, ¿en qué
coño estoy pensando? ¡Por supuesto que te duele! ¡Joder, soy un maldito idiota! ¿Qué
puedo hacer?"

"Estoy bien," le susurré.

"No estás bien," replicó, negando con la cabeza. "Estas jodidamente herida, tesoro.
Cristo, ¿sabes el puto susto que me diste? ¡Pensaba que iba a perderte! Cuando me
desperté en ese maldito coche y vi que no estabas, pensaba que mi vida había
terminado. Pero te había hecho el puñetero juramento que nunca me rendiría y no lo
hice. Nunca hubiese dejado de buscarte, te hubiera encontrado aunque eso fuera la
última maldita cosa que hiciera, sin importar nada más. Pero, joder, ¡estaba asustado!
ni siquiera podía pensar en continuar si hubieras estado muerta..."

"No estoy muerta," le dije en voz baja a través de mis lágrimas.

"Sí, pero..." comenzó.

"Sin peros," interrumpí. "También pensé que iba a perderte, Edward. Cuando no te
despertabas en el auto y ellos vinieron por mí, pensaba que iban a matarte. Estaba tan
asustada que les rogué que te dejaran tranquilo."

"¿Les rogaste a esos hijos de puta?" preguntó él, frunciendo el ceño.

"Sí. Iban a matarte," le dije, mi voz quebrada mientras el recuerdo surgía. "Pero les
rogué que te dejasen en paz y les dije que iría con ellos, y que no lucharía si ellos te
dejaban vivir. Habría dado cualquier cosa."

"¿Te habrías sacrificado por mí?" me preguntó en voz baja, con una expresión seria en
su rostro. "¿Hubieses desperdiciado tu vida si eso significaba que yo hubiera seguido
vivo?"

"Sí," le respondí sin vacilar, mientras él limpiaba más de mis lágrimas. "¿No hubieses
hecho lo mismo?"

Me miró por un momento antes de asentir. "Sabes que lo haría."

Alargó la mano hacia mí, tratando de envolverme en un abrazo, pero no resultaba fácil

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1623


con nuestras heridas. Ambos gemimos y nos encogimos de dolor, el vendaje de su
brazo hacía incómodo el abrazo. "Tu brazo", susurré, acariciando su pecho e inhalando
su aroma reconfortante.

"Sí, el hueso se rompió cuando me dispararon por lo que tuvieron que escayolarlo,"
murmuró. Me tensé y lo miré sorprendida.

"¿Te dispararon?" Le pregunté horrorizada.

"Sí, el maldito de James me disparó. Aunque no es tan grave," dijo con indiferencia.

"¿Cómo puedes decir eso?" Le pregunté con incredulidad. "¡Él te disparó! ¡Eso es serio!
Dios, ¿qué le ha pasado? ¿Dónde está? Él no va a venir por nosotros, ¿verdad?"

"Relájate, está muerto," dijo Edward, mirándome con recelo. "Él y el resto de esos hijos
de puta."

"¿Están todos muertos?" Le pregunté. Él asintió. "¿Y tú no lo estás?"

Él esbozó una sonrisa ante mi extraña pregunta, y sentí el rubor sobre mi cara mientras
se reía. "La última vez que lo comprobé no lo estaba," dijo, pasando el dorso de su
mano a lo largo de mi mejilla. "Cristo, extrañaba ese maldito rubor."

Sonreí, mi rubor profundizándose por sus palabras. "Te extrañé," le susurré.

"Yo también te extrañé. Estamos bien ahora, Bella. Sin importar nada, estaremos bien,"
respondió. "Y lamento no haber estado aquí cuando te has despertado por primera vez.
Mierda, realmente desearía haber estado y odio que no haya sido así."

"¿Dónde estabas?" Le pregunté con curiosidad.

"Yo, eh, tenía una cita a la que no podía faltar," contestó en voz baja.

"¿Qué tipo de cita?" Le pregunté.

"Eso no importa en este momento," dijo.

Entrecerré los ojos con suspicacia, preguntándome qué estaba escondiéndome. Yo


todavía estaba totalmente confundida, todo resultaba completamente abrumador. "Eso
es lo mismo que ha dicho tu padre," declaré. "Ha dicho que no era importante, que
habría tiempo más tarde para hablar de ello."

"Sí, bueno, ahí lo tienes," dijo. "Joder, probablemente deberíamos escucharlo."

"¿Desde cuándo lo escuchas?" Le pregunté con incredulidad. Puso los ojos en blanco
juguetonamente.

"Bueno, nunca antes lo hice y mira dónde mierda nos metió. Tal vez es hora de

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1624


empezar, ya que parece saber de qué demonios está hablando," respondió. "A veces,
de todos modos. Otras veces sigo pensando que es un mentiroso de mierda."

Me reí de su respuesta y él rio a su vez, apretándome suavemente en un abrazo. "Te


amo", le dije.

"La mia bella ragazza," susurró. "Sabes que también te amo."

Nos quedamos acostados y en silencio durante un momento, solo abrazándonos uno al


otro. Estaba tratando de analizar lo que había dicho, tratando de despejar la confusión
que parecía haberse asentado en mi cerebro para dar sentido a todo lo que había
sucedido. Mi memoria aún estaba incompleta, y una extraña tensión comenzó a
crearse en la habitación como resultado. Sentía como si algo estuviera mal, como que
faltaba una pieza del rompecabezas que Edward estaba escondiéndome
deliberadamente por alguna razón.

"¿Todos los demás están bien?" Le pregunté finalmente. "¿Tu familia?"

"¿Por qué no habrían de estarlo?" preguntó con recelo.

"No lo sé. Solo me preocupaba..." Empecé.

"Bueno, deja de preocuparte," dijo con firmeza. "Necesitas concentrarte en mejorar. La


otra mierda puede venir más tarde."

"Hablas como tu padre de nuevo," murmuré, su respuesta evasiva no hizo nada para
calmar mis temores.

Se echó a reír torpemente. "Tale il padre, tale il figlio " murmuró. "Tal vez me parezco
más a él de lo que pensábamos, tesoro."

"No te pareces en nada a él," dije. "Nunca serás como él."

"Yo no estaría tan seguro," respondió en voz baja. Alcé la mirada con curiosidad,
preguntándome qué quería decir con eso, pero antes de que pudiera hablar se oyó un
golpe detrás de mí y la puerta se abrió. Me aparté de Edward, gimiendo mientras me
volvía para ver al doctor Cullen entrar. "Hablando del maldito diablo."

"No es bueno hablar de la gente," dijo el doctor Cullen.

"Chiparla en faccia поп è traditore*," dijo Edward. Lo miré con curiosidad,


preguntándome qué había dicho, mientras el doctor Cullen se echaba a reír.

"Es cierto, hijo," respondió. "Sin duda tú nunca has podido controlar tu lengua."

"Sí, bueno, ¿no es eso parte de mi encanto?" Preguntó Edward.

"Yo no lo llamaría exactamente encanto," el doctor Cullen se echó a reír. "Tu boca te

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1625


mete en problemas con la misma frecuencia en que te saca de ellos."

"Bueno, Isabella nunca ha tenido ninguna queja sobre mi boca," dijo Edward
juguetonamente. Me sonrojé de nuevo al momento en que entendí sus palabras,
golpeándolo en las costillas. Mi toque fue ligero, porque aún estaba muy débil, pero
Edward apretó los dientes y trató de ahogar un grito de todos modos. Me quedé inmóvil
y lo miré vacilante, mientras el doctor Cullen suspiraba ruidosamente.

"Tiene algunas fracturas en las costillas que aún están sanando. Probablemente
estarían mejor si él se tomara las cosas con calma," explicó el doctor Cullen.

"Lo siento," dije en voz baja, sintiéndome culpable por haberle hecho daño. Puso los
ojos en blanco con fastidio.

"No te disculpes. No importa," murmuró, volviendo su atención a su padre.


"¿Necesitabas algo?"

"Solo quería ver cómo estaba Isabella antes de irme al hospital," respondió,
acercándose a la cama. Me agarró la muñeca para comprobar mi pulso, tocando
rápidamente mi frente después. "¿Cómo te sientes?"

"Bien," le respondí. "Estoy un poco débil y más o menos confundida, pero me siento
mejor que antes. Solo que estoy muy cansada, por alguna razón."

"Lo estarás por un tiempo. Es la forma que tiene el cuerpo de sanar. Si más tarde te
apetece, quiero que trates de comer algo. Clara te puede traer un poco de caldo de
pollo," dijo.

"Eh, no quiero que lo haga. Quiero decir, puedo buscarlo por mí misma, ella no debería
de hacerlo" balbuceé, no quería dar a Clara trabajo extra porque me sentía mal.

"Tonterías, niña. Estás demasiado débil en este momento para eso. Además, sabes tan
bien como yo que ella estará feliz de hacerlo por ti. Por lo que he oído, ha estado
cocinándote desde que naciste," dijo.

"Era diferente en Phoenix," murmuré.

"¿Por qué?" preguntó.

"Entonces yo era igual que ella," le respondí. Dejó de hacer lo que estaba haciendo y
me miró de forma extraña.

"¿Sabes?, nunca te había oído decir eso antes. Puede que no hayas dicho las palabras
exactas, pero acabas de reconocer en voz alta que eres libre," dijo. Lo miré con
sorpresa, dándome cuenta de que lo había hecho, y sus labios se torcieron en una
sonrisa. "Creo que estarás bien, Isabella."

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1626


"Gracias, señor," le respondí en voz baja.

"De nada. Estoy seguro de que tienen mucho de qué hablar, pero asegúrate de
descansar un poco hoy, y Edward puede conseguirte algo para el dolor. Sé que él sabe
dónde están los narcóticos porque los ha estado tomando como si fueran caramelos
durante semanas," dijo el doctor Cullen mientras se dirigía hacia la puerta. Edward
gruñó con irritación y el doctor Cullen se rio, cerrando la puerta cuando se fue.

"Parece un poco... extraño," murmuré una vez que se hubo ido.

"Sí. Él esta como un poco determinado en estos días, casi optimista como si tuviera
algún gran plan de mierda para salvarnos a todos," dijo Edward.

"¿Necesitamos ser salvados?" Le pregunté con curiosidad. Edward me dio una mirada
extraña, encogiéndose de hombros.

"¿No lo necesitamos siempre?" preguntó, desviando la mirada después de un momento.


"No lo sé, es difícil de explicar y es jodidamente raro dada la situación, pero como sea.
Me alegro de que ya no esté atosigando mi culo."

"¿Está trabajando en el hospital de aquí?" Le pregunté confundida. "Ha dicho que iba
allí."

"No, no está trabajando," respondió Edward. "Solo va a ver algo."

"¿Qué?" Le pregunté.

"Solo... algo," dijo, suspirando ruidosamente con fastidio. "Cristo, que estás llena de
putas preguntas. No te preocupes por eso, ¿de acuerdo? No tiene tanta importancia.
Han pasado muchas cosas, Bella."

Me sentía completamente frustrada por mi confusión y él no me estaba aclarando


nada, todas sus respuestas solo creaban más preguntas. Sabía que lo estaba
abrumando pero estaba desesperada por saber lo que estaba sucediendo. "¿Cómo
qué?"

"Ni siquiera sé por dónde empezar," murmuró.

"¿Qué tal por el principio?" Le pregunté exasperada mientras él me miraba, pareciendo


como si fuera a negarse. "¿Por favor?"

"No deberías estar preocupándote por esta mierda en este momento," dijo. “Acabas de
despertar. ¿No puedes simplemente relajarte por un día?"

"Pero necesito saber" argumenté. "Merezco saber. No puedo solo relajarme,


preguntándome qué pasó o qué está pasando. Solo me enfermaré de la preocupación,
Edward, y entonces nunca mejoraré."

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"Bien," murmuró. "Todavía no creo que sea una buena idea, pero lo que sea. No voy a
pelear contigo por esto.”

"Gracias," le respondí, escuchando en silencio a Edward mientras comenzaba a relatar


el espacio de tiempo que me había perdido, desde el momento en que se despertó en
el coche junto a la carretera. Me explicó cómo su padre había estado allí, describiendo
la escena que había presenciado cuando abrió los ojos. Parecía sorprendido cuando le
confirmé que yo había disparado su arma, haciendo una pausa por un momento
mientras una sonrisa adornaba su rostro.

"Le atinaste bien a ese hijo de puta, tesoro," dijo, el orgullo era evidente en su voz
haciendo que me sonrojase por lo que pareció la enésima vez en una hora. "Yo sabía
que enseñarte a disparar sería útil algún día. Quiero decir, joder, apesta que hayas
tenido que hacer esa mierda, pero estoy orgulloso de ti.”

Continuó con rapidez y explicó lo que había sucedido en Forks, las lágrimas
comenzaron a fluir de mis ojos cuando me dio la noticia de que Jacob, en realidad,
había fallecido. Le pedí detalles pero Edward declaró no saber nada, diciendo que su
padre solo había dicho que se había encargado del cuerpo. Mi mente comenzó a
desviarse a través de escenarios y mi pecho dolió al saber que su familia no podría
despedirse. Estaba tan perdida en mis pensamientos que las palabras de Edward
parecieron pasar a un segundo plano hasta que él pronunció una frase que me pilló
con la guardia baja.

"¿Arrestado?" Di un grito ahogado, repitiendo lo que acababa de decir. Suspiró y se


puso de pie, pasando la mano izquierda torpemente por el cabello desordenado.

"Sí, arrestado, y por razones de mierda. Los federales irrumpieron con órdenes para mi
padre y Alec, y un maldito agente con un problema de ego llamado DiFronzo decidió
lanzar mi culo a la cárcel junto con ellos," dijo con fastidio. "Era un idiota. Yo estuve allí
solo unos días antes de que Esme pagara mi fianza, por eso nos llevó tanto tiempo
encontrarte. Los cabrones entraron justo cuando Emmett había conseguido que tu
puñetero chip funcionara de nuevo y nos interrumpieron."

"No puedo creer que hayas ido a la cárcel," murmuré con incredulidad. "¿Pero, fue así
como me encontraste? ¿Usaste mi chip?"

Él se rió secamente, agarrando su cabello mientras comenzaba a caminar alrededor


de la cama. "Ojalá," dijo, entrando en una diatriba sobre los microchips y localización
por GPS, que apenas tenía sentido para mí. Escuchaba en silencio, mirándolo con
curiosidad. Era obvio que estaba cansado y nervioso. Pensé que quizá era solo toda la
situación que lo había desgastado, pero una pequeña parte de mí se preguntaba si
había algo más allí que no terminaba de comprender.

"Entonces, ¿cómo me encontraste?" Le pregunté cuando terminó. Me lanzó una mirada

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nerviosa, con los ojos llenos de preocupación.

"Ellos estaban en la cárcel, Bella. Sabía que pasaría otra semana hasta que pudieran
salir, si acaso ellos salían al final. No sabía si tenía tanto tiempo para esperar y no
podía quedarme sentado y no hacer nada. Tenía que hacer alguna mierda, cualquier
cosa. Tenía que hacer lo que fuera para encontrarte, y eso es exactamente lo que hice,"
dijo, con la voz cargada de emoción. "Hice lo que tenía que hacer."

"¿Qué hiciste?" Le pregunté, estrechando los ojos con recelo a sus palabras crípticas.
Mi corazón comenzó a golpear con furia ante su expresión torturada, y supe
inmediatamente que había hecho algo malo. Él tenía miedo de decirme lo que fuera,
obviamente preocupado por cómo iba a reaccionar a ello. Mi mente empezó a correr
frenéticamente a través de escenarios, pensando las peores situaciones posibles en las
que podría haberse metido y casi perdí el aliento. "Sea lo que sea, lo entenderé. Solo
dime lo que hiciste."

"No importa realmente," dijo, sacudiendo la cabeza.

"Sí importa," dije con firmeza, sin entender por qué no me decía lo que era. "¿Por qué
sigues diciendo que las cosas no importan? ¿Por qué me estás escondiendo cosas?"

"Porque hay algunas jodidas cosas que no puedes saber en este momento," espetó.

"¿Por qué?" Le pregunté. "No lo entiendo. Se supone que no nos guardamos secretos el
uno al otro. Dijiste que nos lo diríamos todo..."

"¿Igual que tú me dijiste toda la mierda?" espetó. "Estoy malditamente seguro que no
recuerdo que me hayas dicho que habías estado hablando con Jacob a mis espaldas,
Isabella."

Di un grito ahogado, aturdida, mientras las lágrimas se agrupaban en mis ojos. "No
puedo creer que hayas dicho eso," dije a la defensiva, sus palabras doliéndome.

"Joder, lo siento," dijo de inmediato. "No debería haber dicho esa mierda. No he querido
decir eso. Es que hay alguna mierda que no puedo decirte. Algunas cosas que no seré
capaz de decirte. Demonios, es una mierda que no querrás saber. Y sé que eso no tiene
un jodido sentido ahora mismo, pero no quiero que te preocupes por ello."

"¿Cómo puedo no preocuparme, Edward?" Le pregunté. "No entiendo lo que estás


diciendo. ¿Qué no puedes decirme?"

Abrió la boca e iba a responder, pero el sonido de su teléfono lo silenció antes de


poder hacerlo. Gimió y lo sacó de su bolsillo, tenso mientras lo observaba. Me lanzó
una mirada nerviosa al contestar, aclarándose la garganta. "¿Sí, señor?" Mi ceño se
frunció en confusión ante su tono, su actitud al instante cambió a una calma vacilante.
"Pero yo no... ¿No puedo? Sí, está bien. Lo entiendo. Ahí estaré, señor."

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Suspiró exasperado cuando colgó, frunciendo el ceño mientras me miraba. "¿Quién
era?" Le pregunté. Él negó con la cabeza, empezando a decirme que no tenía
importancia, pero lo interrumpí de inmediato. "¡Sí importa! ¿Quién te ha llamado?"

Se acercó a la cama y se sentó a mi lado, extendiendo su mano y tomando la mía. Sus


dedos se entrelazaron con los míos y las subió, besando suavemente el dorso de mi
mano, enviando escalofríos por mi brazo. "Te amo," dijo en voz baja. "Y sabes que haría
cualquier cosa por ti. Daría cualquier cosa por ti. Nada es más importante que tú,
tesoro. Daría mi puta vida por ti."

"Me estás asustando, Edward," dije, mi voz temblorosa. Pude ver las lágrimas no
derramadas brotando de sus ojos, la visión de ellas me aterrorizó. Definitivamente,
algo no estaba bien.

"No tengas miedo," respondió. "Mierda, lo último que quiero es que tengas miedo.
Estaba desesperado, Bella. Joder, tenía que encontrarte. No estaba mintiendo cuando
dije que no podría vivir si morías. Necesitaba saber que estabas viva. Necesitaba verte,
y ahora que estás a salvo no puedo lamentarlo. Es un puto mierda, y sé que no es lo
que ninguno de nosotros quería, pero al verte aquí, sé que valió la pena."

"No tiene sentido lo que estás diciendo," le dije.

“No me sorprende," murmuró, soltando mi mano mientras miraba su reloj. "Me tengo
que ir en unos pocos minutos."

"¿Irte?" Pregunté con incredulidad.

"Sí, irme. No debería ausentarme mucho tiempo," dijo. "Tal vez cuando vuelva
hablaremos de esto un poco más."

"¡No! Yo quiero saber ahora," le grité, mis emociones haciéndome perder el control.

"No tengo tiempo para esto ahora," dijo, frustrado. "No puedo llegar tarde."

"¿No puedes llegar tarde para qué? ¡Dime lo que hiciste, Edward!" exigí, lágrimas de
desesperación cayendo de mis ojos.

"Acudí a Aro, ¿entiendes?" escupió. "¿Es eso lo que quieres saber, maldición? En el
momento en que salí libre, me fui directamente a Aro."

Me quedé mirándolo en shock. "¿Qué quieres decir con que fuiste con él?" Le pregunté,
sabiendo la respuesta antes que la pregunta siquiera saliera de mis labios.

"Significa que hice el juramento. Me uní a esa mierda, ¿de acuerdo?" respondió,
confirmando mi temor. Comencé a mover mi cabeza frenéticamente mientras me
sentaba, gritando por el dolor que sacudió mi cuerpo ante mi repentino movimiento.
"¡Mierda, acuéstate de nuevo! Relájate antes de que te hagas jodido daño."

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Extendió la mano para tocarme pero yo la aparté, devastada por la noticia. "¡No!
Tienes que retractarte," grité, mis ojos ardiendo por las lágrimas.

"No puedo," dijo. "Está hecho, Bella. No hay forma de retractarme de esta mierda."

"Tiene que haberla," repliqué, no queriendo creerlo. "¡No puedes hacer eso! ¡Eso no eres
tú! ¡Tú no puedes ser como ellos, Edward!"

"Lo soy ahora," dijo.

"¡No!" Le espeté. "¡No lo eres! No puedes hacer esas cosas que hacen. ¡No puedes ser
ese tipo de persona!"

"¿Crees que quiero ser esa persona? ¿Crees que quiero hacer esas cosas? ¡Por
supuesto que no, demonios!" espetó de nuevo.

"¿Entonces por qué lo haces? ¿Por qué siquiera te uniste a ellos, Edward?" Le pregunté
desesperada. "¿Cómo puedes estar de acuerdo con eso? Después de todo lo que
hemos pasado, todo lo que hablamos, ¿cómo pudiste hacer eso?"

"No vi ninguna otra opción, Isabella. Hice lo único que podía hacer. Joder, necesitaba
encontrarte y no tenía a nadie más a quien recurrir, y era la única manera de que él me
diera algún tipo de ayuda en absoluto. ¡Cristo, ni siquiera sabía por dónde empezar
con esa mierda! Si no hubiera sido por Royce, ni siquiera hubiese conocido los
malditos nombres de los rusos," trató de explicar. "Estabas casi malditamente muerta
cuando te encontramos, Isabella. ¡Si no hubiera hecho esto, probablemente hubieses
muerto! ¿Y puedes realmente poner esa mierda en mi contra cuando acabas de decir
que trataste de hacer la misma maldita cosa por mí después del accidente?"

"No es lo mismo," le dije, limpiando mis ojos mientras trataba de controlar mis sollozos.

"¿Cómo qué no? Suplicaste a esos pendejos que te llevasen y me dejaran en paz,
tratando de protegerme. ¿Entregaste tu vida tan fácilmente a cambio de la mía, pero no
puedes entender cómo coño pude hacerlo por ti? Comprendo que estés molesta, yo
estoy jodidamente molesto también. Pero está hecho, y no puedo cambiarlo. Estoy
dentro, y no hay manera de salir," dijo, haciendo una breve pausa. "No vivo, de todas
formas."

Lo miré mientras las palabras me golpeaban, completamente abrumada por todo. Él


me devolvió la mirada implorante, sus ojos suplicándome que entendiese, pero no
podía en ese momento. Aparté la mirada, incapaz de soportar la forma en que me
estaba mirando, y alargó la mano para limpiar las lágrimas de mis mejillas. Su toque
era suave y debería haber sido reconfortante, pero no era lo suficientemente fuerte
como para extinguir mi dolor.

"Todo va a estar bien, Bella," dijo en voz baja mientras me acostaba de vuelta en la

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cama, vacilando al mirar su reloj antes de acostarse a mi lado. "Nada ha cambiado."

Cerré los ojos ante sus palabras, mi corazón anhelante por creerlas. No quería nada
más que todo siguiera siendo lo mismo, que nos fuéramos justo como habíamos
planeado como si nada hubiera sucedido, pero no era ingenua. Sabía a ciencia cierta
que todo era diferente y no habría vuelta atrás. Recordé claramente las palabras del
doctor Cullen ese día en el hospital, su propia desesperación por mantener a Edward
tan lejos de ese estilo de vida como fuera posible. Era una vida de crimen, un mundo
de violencia donde el peligro constantemente llamaba a la puerta y trataba de forzar
su entrada. Era un mundo que convertía a los hombres en fríos y cínicos, obligándolos
a hacer cosas indecibles que no podía siquiera empezar a comprender. Era un mundo
del que habíamos tratado de escapar, pero que nos había absorbido de todos modos.

Definitivamente no era el mundo que yo había imaginado para nuestro futuro.

"¿Qué más sucedió?" pregunté en voz baja antes de que pudiera decir algo más para
tratar de convencerme de que nada había cambiado. Me di cuenta por el tono de su
voz que ni siquiera él lo creía. Vaciló antes de empezar a hablar sobre algunos de los
acontecimientos que siguieron a su iniciación, pero apenas registraba las palabras
mientras yacía con los ojos cerrados. Todo lo que podía pensar era en nuestros planes,
mi estómago hundiéndose a medida que poco a poco comenzaron a esfumarse.
Mudarnos a California, Edward jugando al fútbol mientras yo estudiaba arte… todo
era un sueño lejano que nunca se convertiría en realidad. Casarnos y formar una
familia, el mero concepto de ella manchada por la realidad de nuestra situación. No
estaba segura de lo que era posible ya, dónde podíamos ir o lo que podríamos hacer.
¿Se le permitirá ir a la escuela?, me pregunté ¿Nos sería permitido viajar? ¿Realmente
podríamos traer niños al mundo en que nos veríamos obligados a vivir?

Más importante aún, ¿qué pasaría con Edward? ¿Podría realmente vivir esa vida y ser
la misma persona que amaba? ¿Podría hacer esas cosas sin que ellos lo convirtieran
en otra persona, alguien más oscuro? ¿Podría alguien hacer cosas malas, pero no ser
una mala persona? Alec y Carlisle habían puesto sus vidas en la línea para
rescatarme, habían sacrificado todo para liberarme... ¿eran malas personas
simplemente porque vivían ese estilo de vida? ¿Y cómo iba a vivir yo mi vida, sabiendo
que el hombre al que amaba, posiblemente mataba y robaba a los demás por razones
sin sentido? ¿Podría perdonarlo por el dolor potencial que iba a causar? Después de
haber sido maltratada toda mi vida, comprada y vendida dentro de esa organización,
¿cómo podía solo aceptar que él se convirtiera en uno de ellos? ¿Cómo diantres
Elizabeth lo había hecho?

Mientras estaba acostada allí, sentí como se escapaba mi libertad. Todo lo que había
deseado estaba en peligro, el mundo que mi madre había soñado que un día
encontraría escurriéndose entre mis dedos a causa de las palabras que él había dicho.
¿Qué significaba ser libre, de todos modos? Tenía miedo de no nunca tener la

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oportunidad de realmente entenderlo.

Finalmente, Edward se levantó y dijo que se tenía que ir, diciéndome que
terminaríamos de hablar cuando regresara. Simplemente asentí y lo miré mientras él
rápidamente salía de la habitación, oyendo sus pasos mientras corría por las
escaleras.

El resto del día pasó volando, llegando rápidamente el siguiente. Me quedé en la cama
y Edward permaneció a mi lado tanto como era posible, de vez en cuando trataba de
entablar conversación, pero sobre todo se mantenía callado. No me dijo nada más de
lo que había sucedido y yo no le pregunté, una parte de mi tenía miedo de saber,
porque no quería que las cosas empeoraran todavía más entre nosotros. Él parecía tan
absorto en sus pensamientos como yo, su cara estaba llena de preocupación. Me
envolvía en sus brazos y acariciaba mi cabello, de vez en cuando me daba una mirada
curiosa que me hacía preguntarme si de alguna manera sabía lo que estaba
pensando.

Finalmente me levanté de la cama alrededor de la puesta de sol, mis piernas débiles y


tambaleantes. Me acerqué a una silla al otro lado de la habitación al lado de la gran
ventana, sentándome en ella y mirando el mundo exterior por primera vez en mucho
tiempo. Me sorprendí al ver a los niños pequeños paseando por la calle, vestidos con
disfraces, y me di cuenta que tenía que ser Halloween. Los miré con curiosidad por un
tiempo mientras se detenían en la casa de enfrente para pedir dulces, una extraña
sensación de añoranza creció dentro de mí. Todos eran tan jóvenes y estaban tan
relajados, sin responsabilidades o pesos innecesarios sobre sus hombros. Eran
ignorantes de los peligros que existían incluso a unos pocos metros de distancia de
ellos, totalmente ajenos a todo fuera de sus mundos de cinco años. Cuando yo tenía su
edad, fui maltratada y atormentada por un monstruo real, mientras que ellos solo
tenían que temer a los imaginarios que creían que acechaban en sus armarios. Yo
nunca había conocido ese tipo de inocencia y era probablemente lo que más anhelaba
en ese momento.

"Ey," escuché una voz, sobresaltándome. Me estremecí y giré mi cabeza rápidamente,


sorprendida al ver a Emmett de pie en la puerta de la habitación. Era la primera vez
que lo había visto, su presencia trajo una sonrisa a mi cara. Sonrió en respuesta y se
adelantó, metiendo la mano en su bolsillo y sacando una pequeña piruleta de color
naranja. Me la ofreció y la tomé vacilante, oyendo el gemido de Edward desde la cama
detrás de mí.

"¿Apenas puede soportar tomar sopa y tú le estás dando un puto caramelo?" preguntó.
Emmett puso los ojos en blanco, mirando a su hermano.

"¿Cuándo diablos te has convertido en su padre?" replicó, sacando otra piruleta. Le


quitó el envoltorio y se la metió en la boca mientras negaba con la cabeza. "Deja que la
chica coma su maldita piruleta. No va a matarla."

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Le quité el papel a mi piruleta y me la metí en la boca, chupándola. "Lo que sea,"
murmuró Edward, poniéndose de pie. "Iré a buscarle algo caliente para comer."

"Sí, haz eso, Betty Crocker," bromeó Emmett cuando Edward se fue. Le oí gritar algo en
italiano de vuelta, Emmett se rió en respuesta "Ese chico necesita relajarse antes de
que le estalle un vaso sanguíneo o algo así."

"Está intentando ayudar", le respondí. "Dale un respiro. Está estresado."

"Sí, sé que lo está. Sin embargo, eso no es excusa para negarle un dulce a una chica el
día de Halloween," dijo.

"Muchas gracias," le dije. "Ni siquiera sabía que era Halloween hasta que he visto a los
niños pidiendo truco o trato."

"Probablemente todavía estés tratando de adaptarte al tiempo transcurrido. Me


imagino que no es fácil perder un mes," dijo, y se sentó en el brazo de la silla a mi lado.
"Entonces, ¿cómo lo llevas, Izzy Bizzy? Joder, es bueno verte, chica. He estado
preocupado, pero Rosie me hizo prometer que te dejaría tranquila."

"Estoy bien," le respondí. Me miró con incredulidad, enarcándome una ceja, obviamente
sin creer mis palabras. "Yo, eh... vivo. Es mucho más de lo que puedo decir de algunos."

"Jake," dijo en voz baja. "Es una pena. Era un buen amigo; voy a extrañarlo
endemoniadamente. Siempre tenía una broma para cualquiera que quisiera
escucharlo."

"Es cierto. He estado pensando acerca de, eh..." Dudé cuando las lágrimas comenzaron
a formarse, la culpa arremolinándose en mi interior.

"¿Pensando en qué?" preguntó con curiosidad. Negué con la cabeza, diciéndole que lo
olvidara, pero él no lo permitió. "Puedes hablar conmigo, lo sabes. Se me da bien
escuchar."

Suspiré, encogiéndome de hombros. "Probablemente sea realmente estúpido, pero no


puedo dejar de pensar en la última broma que me dijo. Me estaba contando una
cuando… eh... le dispararon, pero nunca llegó a decir la respuesta. Y como he dicho,
es una estupidez, pero no dejo de pensar en ello por alguna razón."

"¿Cuál era la broma?" preguntó.

"¿Qué es blanco y negro y rojo por todas partes?" Le pregunté.

Se echó a reír, negando con la cabeza. "Clásico de Jacob. Esa era su broma favorita,
gatita. Daba una jodida respuesta diferente cada vez que la contaba, como un
pingüino con quemaduras de sol o una cebra con la varicela. Sin embargo, la
verdadera respuesta es un periódico. Es negro y blanco, y se puede leer por todas

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partes." (N.T. Read y Red, -leer y rojo-, se pronuncia casi igual, por lo cual se
comprende la confusión y el juego del acertijo, es por lo que Bella dice rojo y por lo que
Emmett aclara que se puede leer).

"Oh," le dije, riendo suavemente.

"Sí, y no es algo estúpido que preguntar, así que no te preocupes," dijo, acariciando mi
cabeza suavemente. "Es bueno ver que estás levantada y moviéndote. Todo el mundo
ha estado preocupado. Realmente creo que todo va a estar bien, Izzy Bizzy."

"Me gustaría estar tan segura," le dije en voz baja.

"Mira, sé que lo que mi hermano hizo es una mierda, pero entiendo su razonamiento y
no puedo culparlo por ello. Si yo hubiera estado en sus zapatos y Rosalie hubiese
estado desaparecida, probablemente habría hecho lo mismo, y sé que tú, también lo
habrías hecho. Te reto a decirme que no lo habrías hecho," dijo, mirándome con una
expresión seria en su rostro. Yo solo lo miré, incapaz de discutir porque era cierto. Me
habría entregado a mí misma sin pensarlo dos veces si creyese que era la única forma
de salvar su vida. "Eso es lo que pensaba. Así que tal vez no soy el único de aquí que
tiene que darle un respiro. Estoy seguro de que, de alguna manera, resolverán las
cosas, y no va a ser un ideal cuento de hadas de mierda, pero, ¿cuándo la vida lo ha
sido alguna vez? Especialmente para ustedes dos."

"Sí," murmuré.

"De todos modos, Rosie está esperándome abajo, así que debo irme," dijo, poniéndose
de pie. Se dio la vuelta y se quedó inmóvil, aclarándose la garganta. "Maldita sea, eso
ha sido rápido. Te has convertido en un auténtico Martha Stewart en estos días."

"Yo no he hecho esta mierda, hijo de puta," dijo Edward, acercándose y entregándome
un plato de sopa de verduras. "Clara lo cocinó. Solo lo he servido en un maldito tazón."

"Bueno, has hecho un maldito buen trabajo en eso," dijo Emmett con sarcasmo.

“Gracias, imbécil," respondió Edward, fingiendo molestia, pero una divertida sonrisa se
formó en sus labios. "¿No tienes nada mejor que hacer? Es Halloween, por el amor de
Dios."

"¡Ey, eso me recuerda! ¿No es hoy el aniversario de la primera vez que ustedes se
besaron?" Preguntó Emmett, mirándome. Mis ojos se abrieron por la sorpresa al darme
cuenta de ello y asentí con vacilación.

"Eh, sí, supongo. Fue cuando lo besé," le dije.

"Sí, yo todavía no puedo creer que Izzy Bizzy hiciera el primer movimiento," dijo Emmett,
volviéndose para mirar a Edward. "Eres todo un mariquita a veces, hermano."

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"Vete a la mierda," escupió Edward mientras Emmett se echaba a reír.

"Apuesto a que estás lamentando esa decisión ahora, ¿no es así, gatita?" preguntó
Emmett juguetonamente. Me sonrojé y negué con la cabeza, mirando a Edward. Él me
miraba fijamente, con una expresión solemne en su rostro.

"Nunca," dije. "Nunca lo lamentaré." Su rostro se iluminó al instante ante mis palabras y
de inmediato me sentí avergonzada por mis pensamientos. Todavía estaba dolida por
lo que había hecho, sin saber lo que significaba para el futuro y cómo afectaría a
nuestras vidas, pero una cosa que Edward nunca había hecho era renunciar a mí. Yo
estaba dudando de él cuando él nunca había dudado de mí, pero el quid de la
cuestión era que estaba asustada. Me preocupaba por Edward y no quería que tuviese
que vivir su vida de esa manera, la culpa me carcomía porque lo había hecho por mí.
Estaba llorando una vida que sentía que estaba perdiendo, pero era una vida que ni
siquiera hubiese soñado con tener si él no hubiera luchado por mí en primer lugar. Se
había sacrificado por mí, su mundo irrevocablemente alterado a peor para darme una
oportunidad de luchar. Edward merecía una vida real fuera de la violencia en la que
había crecido…

¿Cómo podría perdonarme alguna vez por ser la razón por la que estaba atrapado allí
para siempre?

“Es bueno saberlo," dijo Emmett. "Los veré más tarde."

Salió y suspiré, dejando mi tazón de sopa sobre la pequeña mesa al lado de la silla.
Me levanté, haciendo una mueca por el dolor en mis piernas, y Edward se acercó
rápidamente cuando vio lo que estaba haciendo. Levanté mi mano rápidamente para
detenerlo, caminando unos pasos por mi cuenta a donde se encontraba. Me miraba
con cautela, obviamente preguntándose qué estaba haciendo, pero me sonrió cuando
envolví mis brazos alrededor de su cuerpo.

"Te amo, Edward Cullen," susurré mientras me acurrucaba contra su pecho. Mi hombro
palpitaba donde se había dislocado y sentía mis rodillas como si fueran a ceder, pero
me aferré a él con fuerza y traté de ignorarlo todo. Me devolvió el abrazo después de
un segundo, acercándome más a él y apoyando su cabeza para que descansara sobre
la mía. Su abrazo era cálido y reconfortante, mi sonrisa creció porque, a pesar de todo,
todavía me sentía segura en sus brazos.

"Sabes que también te amo," dijo.

"Lo sé," dije entre dientes, alejándome para mirarlo. Me miró a los ojos un momento
antes de lamer sus labios, inclinándose lentamente hacia mí. Mi corazón comenzó a
golpear de forma errática y me mareé mientras cerraba mis ojos, sus labios
presionaron los míos suavemente. Me besó con ternura, su lengua mezclándose
suavemente con la mía. Era tan cómodo y familiar, pero aun así, las mariposas se

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dispararon en mi estómago, mis rodillas cedieron mientras perdía mi aliento. Él rompió
el beso y me sostuvo antes de que me desplomase, mirándome con preocupación.

"Deberías sentarte," dijo con seriedad. Asentí y me ayudó a volver a la silla, agarrando
el tazón de sopa y entregándomelo. Le di las gracias en voz baja mientras comenzaba
a comer, mirando de nuevo hacia el mundo exterior.

Tres días más tarde, Edward fue llamado de nuevo por la mañana, saliendo vacilante
después de hacerme prometer que lo tomaría con calma durante su ausencia. El doctor
Cullen me había revisado, como hacía cada mañana, y me quedé sola por un rato.
Había estado caminando por algunos días y por un capricho decidí intentar salir de la
habitación, agarrándome a la barandilla mientras poco a poco bajaba las escaleras.
Sin embargo, no lo había pensado bien, y a mitad de camino mis piernas comenzaron
a ceder. Me senté en el escalón, débil y agotada, y oí un grito un segundo después,
cuando la puerta principal se abrió. Miré hacia abajo, encontrando la mirada de Esme,
que estaba en la puerta con una expresión de asombro en su rostro. Era la primera vez
que la había visto u oído desde que estaba allí, y se veía muy diferente de cómo la
recordaba. Parecía agotada, como si no hubiera dormido en meses, y había perdido un
poco de peso. Su ropa estaba un poco arrugada, como si hubiera estado durmiendo
con ella, y me pregunté si había estado fuera toda la noche.

"Por todos los cielos, ¿qué estás haciendo fuera de la cama?" preguntó, cerrando la
puerta y corriendo hacia mí por las escaleras.

"Cambiando de ambiente," murmuré, no del todo segura de cómo responder a esa


pregunta. Ella negó con la cabeza y tiró de mí para levantarme, ayudándome el resto
del camino. Me llevó a la sala de estar, acercándome al sofá para que pudiera
sentarse.

"Es mucho, mucho muy pronto para que trates de bajar las escaleras por tu cuenta,"
dijo ella, su tono casi de regaño. "¿Dónde está Edward? Ese chico se las va a ver
conmigo. ¿Cómo ha podido dejarte así?"

"Se ha ido," le dije. "Ha recibido una llamada."

"Oh," dijo ella en voz baja, su disposición al instante cambió diciéndome que ella sabía
exactamente lo que eso significaba. "Bueno, debería haberme llamado. Habría
regresado a casa para cuidar de ti."

"No necesito que me cuiden," murmuré. "Estoy bien."

"No, no lo estás. Todavía tienes mucho que sanar y no deberías estar sola en este
momento, al menos no hasta que estés completamente libre de analgésicos," dijo. "Es
bueno que haya regresado a casa para ducharme y cambiarme cuando lo he hecho."

"¿Has estado fuera toda la noche?" Le pregunté con curiosidad. Ella suspiró y asintió.

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"Me quedo con Alec casi todas las noches. Cuando puedo salirme con la mía, de todos
modos," respondió ella.

Mi ceño se frunció en confusión ante sus palabras. "¿Con Alec?" Le pregunté.

"Sí, en el hospital," respondió ella. "Son muy serviciales, por suerte."

"¿Está en el hospital?" Le pregunté con horror, sentí un vacío en la boca de mi


estómago. "¿Qué... Por qué?"

Ella me miró sorprendida, frunciendo el ceño mientras se sentaba a mi lado. "No puedo
creer que ninguno de ellos te lo haya dicho," dijo en voz baja, extendiendo su mano y
tomando la mía.

La miré con aprehensión al notar la tristeza en sus ojos. "Alec resultó herido cuando
fueron a rescatarte. Le dispararon varias veces y está en el hospital."

"¿Está...? Quiero decir, se va a poner bien, ¿verdad?" Le pregunté, sintiéndome


enferma. "Él tiene que ponerse bien."

"Oh, él va a estarlo, con el tiempo," dijo ella rápidamente. "Está mejorando poco a poco.
Todavía no ha despertado, pero tengo fe de que lo hará pronto, y estará de vuelta en
casa antes de que nos demos cuenta. Pero ahora no debes preocuparte por él. Es
fuerte. ¿Cómo estás tú? Sé que debe ser difícil lidiar con todo al mismo tiempo,
sanando físicamente además de tratar de lidiar con cosas emocionalmente."

"Sí, no es fácil," le dije. "Estoy haciendo mi mejor esfuerzo."

"Bueno, eso es todo lo que podemos hacer realmente, ¿no es así? ¿Nuestro mejor
esfuerzo?" dijo con una sonrisa. "Pero tú eres fuerte así que no tengo duda de que todo
irá bien, también. Si alguna vez necesitas alguien con quien hablar acerca de las
cosas, estoy aquí."

La puerta principal se abrió y miré hacia allá, viendo a Edward dirigiéndose hacia las
escaleras. Esme lo llamó y se volvió para mirar a nuestra dirección, deteniéndose
cuando me vio. "¿Qué estás haciendo aquí?"

Me encogí de hombros y Esme rió. "Está cansada de estar encerrada en esa habitación,
Edward. ¿Puedes culpar a la chica? Como sea, ¿qué tal si hago algo de comer? Clara
tiene la mañana libre, así que prepararé algo," dijo, poniéndose de pie y dirigiéndose a
la cocina antes de que pudiéramos responder. Edward caminó hacia mí, pasando
nervioso su mano por su cabello mientras se sentaba. Me miró con curiosidad, con el
ceño fruncido.

"Te lo ha dicho, ¿verdad?" murmuró. Asentí, mordiéndome el labio inferior.

"No puedo creer que no me lo dijeras," dije en voz baja.

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"No sabía cómo. Tienes suficiente mierda con la que lidiar, ¿cómo podía añadir a Alec
a ella?" dijo. "No es como si pudieras hacer algo."

"Aun así, deberías habérmelo dicho," murmuré.

Esme regresó al cabo de unos minutos con sopa para mí y un bocadillo para Edward,
dejándonos comer en silencio antes de que él me ayudara a subir las escaleras.

El tiempo continuó pasando rápidamente, los días se convirtieron en semanas. Me hice


más fuerte, mis heridas empezaron a sanar mientras mi cuerpo volvía a ser el mismo,
pero mentalmente todavía estaba luchando por asimilar todo lo que había sucedido.
Pasé la mayoría de los días descansando, pero finalmente fui capaz de aventurarme a
salir con Edward una vez que me sentí lo suficientemente fuerte. Me cogió la mano una
tarde mientras caminábamos por la calle, señalando diferentes cosas de su infancia.
Estábamos a una manzana de la casa de Esme cuando mis piernas se cansaron, nos
detuvimos frente a una gran casa blanca. Edward se acercó y se sentó en el escalón de
la entrada, haciendo un gesto para que me sentara a su lado.

"No creo que debas solo sentarte en las escaleras de alguien así, Edward," dije.
"Pueden enfadarse."

Se rió entre dientes. "Esta es nuestra casa, tesoro," dijo. Mi ceño se frunció mientras él
palmeaba el lugar a su lado, y yo vacilante, me acerqué a sentarme. "Aquí es donde
crecí. Mi madre amaba esta puñetera casa, se sentía orgullosa de ella. Ha estado
vacía desde que nos fuimos."

"Es bonita," le dije, mirando a la puerta desgastada detrás de nosotros. Obviamente


había sido descuidada durante mucho tiempo y necesitaba una nueva capa de pintura
con desesperación.

"Sí, lo es," dijo. Los dos nos quedamos en silencio por un momento, sumidos en nuestros
pensamientos.

"¿Qué vamos a hacer, Edward?" Le pregunté finalmente. "Quiero decir, ¿qué va a pasar
ahora?"

"Volveremos a Washington," dijo. "Aro me va a dar tiempo para trabajar sobre algunas
cosas antes de que espere que me mude aquí permanentemente. Aparte de eso, no lo
sé, Bella. Supongo que lo resolveremos sobre la marcha."

Y eso fue exactamente lo que hicimos. Pocos días después, el doctor Cullen alquiló un
auto y los tres nos despedimos de Esme antes de empezar el largo viaje de regreso a
Forks. No estaba segura de por qué decidieron no volar, pero no cuestioné esa
decisión. Dormí la mayor parte del viaje en el asiento trasero, los dos se turnaron para
conducir. Nos detuvimos con tanta frecuencia para descansar y comer que nos tomó
unos cuantos días antes de que viéramos el letrero 'Bienvenidos a Washington’, una

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1639


extraña sensación me inundó cuando finalmente pararon en la casa de Forks. Salí del
coche y me detuve, mirando a mi alrededor mientras trataba de identificar cómo me
sentía. No era dolor o angustia, aunque podía prácticamente sentir eso dentro de mi
pecho, y no fue hasta que Edward masculló cuatro simples palabras que se me ocurrió.

"Bienvenidos a nuestro hogar," dijo. Mis labios se curvaron ligeramente al oír el sonido
de las mismas.

"Hogar," le susurré. Por primera vez en mi vida, realmente sentía algo como un hogar
para mí, y supe de inmediato que era por el chico de pie a unos metros de mí. Era el
lugar donde nos unimos, donde encontré no solo algo por lo que valía la pena vivir,
sino también algo por lo que valía la pena morir.

Era donde habíamos encontrado el amor.

Instalarse no fue fácil, una extraña tensión persistía en la casa alrededor de nosotros.
Sané físicamente, pero una vez que el doctor Cullen empezó a quitarme los
analgésicos, la verdadera tortura empezó. Los recuerdos me perseguían en mis sueños
y continuaban torturándome durante mis horas de vigilia. Breves destellos de caras,
gritos horribles y palabras mordaces surgían constantemente, la peor parte era que ni
siquiera estaba segura de si eran reales. No podía dejar de pensar en todo y me
empezó a consumir, desgastándome mientras trataba de poner en orden mis
pensamientos. Estaba tan desconcertada, temerosa de contárselo a Edward, no porque
no supiera cómo reaccionaría, sino porque no sabía si algo de eso era cierto. ¿Lo había
soñado en mi estado comatoso, o en verdad ellos habían estado allí? ¿Pensaría que
estaba loca?

Cuanto más recordaba, más angustiada estaba. Empecé a escribir en un cuaderno


nuevo, desesperada por sacarlo todo de mi mente, y esbocé imágenes con la
esperanza de que las mismas dejaran de atormentarme. Se lo oculté a Edward,
escondiendo el cuaderno debajo de la cama para que no lo leyera y se preocupara. Ya
tenía suficiente que lidiar con sus problemas, y esperaba que con el tiempo se
detuvieran.

Edward no volvió a la escuela, pero yo estaba tan encerrada en mi propia mente que ni
siquiera le pregunté sobre ello. Estaba retraído en sí mismo, las pesadillas azotaban su
sueño tal como lo hacían en el mío. Salía a hurtadillas de la cama por las noches para
tocar el piano y a veces lo seguía en silencio, escuchando la melodía inquietante que
tocaba repetidas veces durante horas. Siempre la misma canción, la que había tocado
constantemente cuando llegué por primera vez aquí, la que le recordaba a su madre.

Hablaba en susurros por teléfono, forzando una sonrisa cuando lo miraba, pero sin
importar cómo trataba de ocultarlo, podía ver su tristeza. Él trataba de fingir que todo
estaba bien, pero lo conocía demasiado y no me podía engañar. Estaba hundiéndose,
convirtiéndose de nuevo en el destrozado muchacho que una vez salvé con solo

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1640


amarlo. Me dolía ver su dolor, pero no estaba segura de qué hacer, porque la verdad
era que me estaba hundiendo tanto como él.

El amor nos había salvado antes, pero estaba empezando a preguntarme si era
suficiente.

El tiempo pasó volando mientras intentábamos llegar a un acuerdo del lugar hacia
donde se dirigían nuestras vidas. Unos días antes de Navidad, el doctor Cullen entró
en la cocina, donde estaba haciendo el almuerzo y se aclaró la garganta. "Cuando
tengas un minuto, ¿puedo verte en mi oficina?", preguntó. Asentí, vacilante y nerviosa
en cuanto al porqué querría verme. Edward se había ido a terminar sus compras de
Navidad, así que solo estábamos nosotros dos en casa. Limpié la cocina lentamente,
mi apetito se había ido de repente, así que ni siquiera me molesté en comer. El doctor
Cullen y yo no habíamos hablado mucho desde que regresamos además de algunas
cortesías básicas, el concepto de tener toda una conversación con él era desalentador.
Me dirigí a su oficina después de un momento y llamé suavemente, abriendo la puerta
cuando me dijo que entrara.

"Siéntate," dijo, asintiendo en dirección a la silla frente a él. Me acerqué y me senté con
vacilación, mirándolo con curiosidad. "Entonces, ¿cómo te está yendo?"

"Estoy bien, señor," le dije.

"¿Lo estás en verdad?" preguntó, alzando las cejas inquisitivamente. "No te ves muy
bien, Isabella."

Lo miré por un momento, sin saber cómo responder a eso. "Estoy intentándolo," le dije.

"¿Estás recordando?" preguntó con curiosidad. Asentí, temerosa de hacia dónde se


dirigía porque no estaba preparada para hablar de lo que me había pasado.

"Algunas cosas" le respondí vacilante. "Sin embargo, no estoy segura de cuánto de ello
creer. Alucinaba mucho."

"Es comprensible," dijo. "No te voy a presionar para obtener más detalles, porque no soy
quien para hacerlo, pero quiero que sepas que si tienes alguna pregunta acerca de
cualquier cosa que crees que podrías haber escuchado, estaría encantado de
respondértelas."

Lo miré por un momento, debatiendo su oferta. Había algunas cosas de las que tenía
miedo de hablar, sin saber si debía decirlas en voz alta sin importar si eran ciertas o
no, pero había otras cosas por las que tenía curiosidad genuina. Suspiré un instante
después, mordiéndome el labio nerviosamente. "¿Soy realmente una, um, princa…"
empecé.

"¿Principessa?" preguntó. Asentí y él se inclinó en su silla, observándome con interés.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1641


"Sí, lo eres. Tu madre era la hija de un hombre poderoso. Él fue asesinado cuando ella
era un bebé y ella también fue dada por muerta, pero está claro que no era el caso. Los
Swan eran conscientes de su linaje y mi esposa se acercó demasiado a la verdad para
su comodidad, y por eso fue asesinada."

"Por mi culpa," murmuré, sintiendo las lágrimas formándose pero tratando de


controlarlas para no llorar delante de él. La culpa que todavía sentía por su muerte era
inmensa.

"No, no fue por tu culpa," respondió, en tono grave. "No voy a mentirte, Isabella. Te
culpé una vez, y me tomó mucho tiempo ver que mi enojo era infundado. Eras una niña
cuando murió y es absurdo culpar a una niña de siete años de la muerte de una mujer
que fue asesinada a más de mil kilómetros de distancia de ella. Hay unas pocas
personas que puedo culpar por lo sucedido, incluyéndome, pero tú no eres una de
ellas. Ojalá me hubiera dado cuenta de eso antes, porque podría habernos evitado a
ambos una gran cantidad de dolor."

Lo miré con sorpresa, sorprendida por sus palabras, y continuó después de una breve
pausa.

"El día que te encontramos en el almacén en Chicago fue el doce de octubre. Estaba
tan atrapado en todo que no fue hasta el día siguiente que me di cuenta de la fecha.
¿Sabes qué día es el doce de octubre, Isabella?"

Negué con la cabeza, vacilante. "No estoy segura, señor."

"El doce de octubre es el aniversario de la muerte de mi esposa. Es el peor día del año
para mí, porque me enfurezco tanto por su muerte que pierdo la noción de la realidad.
Todo lo que me importa ese día es conseguir venganza por lo que pasó, tratando de
hacer que alguien pague por lo que perdí," dijo. "El año pasado fuiste tú. Estabas aquí
y yo estaba furioso, y como yo te culpaba, Isabella, no tuviste ninguna oportunidad. Sin
importar lo que hubieras hecho ese día, te habría atrapado, porque el quid de la
cuestión era que no se trataba de ti. Se trataba de mí. Necesitaba que alguien más
sufriera como yo lo hacía y tú eras el blanco perfecto."

Un escalofrío se disparó por mi espalda mientras él me miraba, mi corazón latiendo


con furia ante el recuerdo de lo que había sucedido.

"Sé que suena como una excusa ridícula, pero es la verdad. No hiciste nada malo y no
te merecías lo que te hice, y quiero que sepas que nunca te he odiado. Irracionalmente
te culpé y eso estuvo mal, pero no podía odiarte, porque la verdad es, Isabella, que en
realidad no te conocía. Y no quería conocerte, porque tenía miedo de que si lo hacía, te
querría tanto como lo hacía mi esposa.”

"Elizabeth era una buena juez de carácter," continuó después de un momento. "A
menudo tenía presentimientos sobre la gente y me decía que habían entrado a su vida

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1642


por una razón. Tenía uno de esos presentimientos sobre ti. De hecho, mi esposa se
enamoró de ti en el momento en que puso sus ojos en ti, y continuó amándote hasta el
día que murió. Una parte de mí sabía que si mi esposa sentía algo tan apasionado por
alguien, yo no tendría ninguna posibilidad porque no había manera de que no pudiera
amar lo que ella amaba. Así de profundamente estábamos conectados. Luché contra
eso contigo, Isabella, porque no quería quererte. Quería echarte la culpa. Quería
odiarte. Pero nunca lo hice, porque en el momento en que me permití conocerte de
verdad, estuve perdido."

Sus palabras me sorprendieron y me senté en silencio, mirándolo boquiabierta.

"No me di cuenta de eso hasta hace poco. Verás, durante nueve años seguidos pasé el
doce de octubre lleno de rabia, queriendo castigarte por lo que le había pasado a mi
esposa. Sin embargo, este año, en lo único que podía pensar era en rescatarte, que es
lo que la había llevado a ella hacia la muerte en primer lugar. Es bastante irónico, y
una vez que comprendí ese hecho, me di cuenta de que había hecho exactamente lo
que Elizabeth me había dicho que algún día haría. Quería creer que había querido
encontrarte simplemente porque era lo que mi esposa hubiera querido, o porque era lo
que Edward necesitaba, cuando la verdad es que era porque simplemente lo merecías.
No estaba rescatándote porque ellos te quisieran, Isabella; me di cuenta de que estaba
haciéndolo porque yo lo hacía.”

"Probablemente estoy hablando en círculos, y no estoy seguro de que siquiera me


creas, pero quiero que sepas que he llegado a verte como a uno de los míos, tal como
Elizabeth siempre dijo que lo haría. Quiero que encuentres la felicidad en la vida, no
por lo que mi familia o yo hemos sacrificado por ti, sino porque verdaderamente
mereces ser feliz. Y en cuanto a lo que te hice el año pasado, no espero que me
perdones nunca, pero necesito que sepas que lo lamento. Si pudiera borrarlo lo haría,
pero por desgracia la vida no viene con borradores," dijo. "Si así fuera, habría mucho
que eliminaría."

Empecé a hablar, pero él levantó la mano para detenerme.

"Déjame decir esto primero, y luego terminaré de contestar cualquier pregunta que
puedas tener," dijo. "A pesar de que tenía razones detrás de todo lo que hice, me doy
cuenta de que hice las cosas de la manera equivocada. Debería haber sido honesto
contigo desde el primer momento y no debería haberte amenazado nunca como lo
hice. No espero agradarte, Isabella, pero espero que algún día puedas comprender
que mis intenciones eran buenas. No sé lo que vas a hacer con tu vida de ahora en
adelante, pero solo quiero que sepas que me alegra de que tengas la oportunidad de
hacer algo con ella. Me alegro de que tengas la oportunidad de vivir, porque salvarte
ha valido la pena."

Sonrió suavemente mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla, formando un


nudo en mi garganta mientras luchaba por controlar mis emociones. Nunca imaginé

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1643


que lo escucharía disculparse, y mucho menos todo lo demás que acababa de decir.
Me miró por un momento antes de empujar la silla hacia atrás, poniéndose de pie y
caminando hacia mí. Lo observé con vacilación cuando se detuvo a mi lado, bajando
su brazo y jalando de la bota de su pantalón para subirla. Miré hacia abajo y mi ceño
se frunció en confusión cuando vi que tenía algo negro envuelto con firmeza alrededor
de su tobillo con una pequeña caja al lado con una luz roja. "¿Sabes lo que es esto?"
preguntó.

"Eh, no," murmuré mientras caminaba de regreso a su escritorio, volviendo a sentarse.


Él suspiró y asintió.

"Es un dispositivo de monitorización GPS. Una estipulación de mi libertad bajo fianza


era que tenía que usarlo," dijo, mis ojos se abrieron por la sorpresa. Él vio mi expresión
y se rió. "Sí. Es irónico, ¿no es cierto? Realmente no sabes lo que es tener a alguien
observando todos tus movimientos hasta que te sucede. Ya ves, en algún lugar hay un
hombre sentado detrás de un ordenador portátil con un programa de software abierto
frente a él, mirando a ver dónde estoy para asegurarse de que no estoy tratando de
huir. ¿Te suena familiar?"

Asentí. "Sí, lo hace," le dije, recordando el día en el hospital cuando él me mostró el


programa de monitorización y me explicó cómo funcionaba el GPS.

"Tenía mis razones para colocártelo, Isabella, pero eso no quiere decir que lo que hice
estuvo bien. En vez de usarlo para protegerte, lo usé para controlarte, y también lo
lamento por eso. Le he pedido un último favor a un colega mío y he concertado una cita
para la semana que viene para ti. Yo tal vez tenga que tener mi dispositivo de
vigilancia, pero eso no significa que el tuyo no pueda ser retirado," dijo.

"¿En serio?" Le pregunté aturdida. Él asintió.

"Sí. Eres una mujer libre ahora," respondió.

"Gracias," dije en voz baja. Él sonrió.

"De nada, pero no merezco tu gratitud. A estas alturas, solo estoy arreglando mis
errores, corrigiendo las cosas que debería haber hecho hace mucho tiempo. En fin,
¿tienes alguna pregunta?" preguntó.

"Yo, eh... no creo," le respondí, incapaz de pensar siquiera lo suficientemente claro para
formar una pregunta. Las lágrimas se deslizaban por mi mejilla, los sollozos
amenazaban con escapar mientras luchaba por mantener la compostura.

"Bueno, si tienes alguna, no dudes en preguntar," dijo. "Oh, una cosa más antes de que
te vayas. Quiero darte esto antes de que lleguen las visitas."

"¿Visitas?" Le pregunté, sin saber a lo que se refería. Sonrió y asintió.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1644


"Sí, huéspedes. Jasper y Emmett vendrán a casa, y por supuesto, Rosalie y Alice estarán
aquí también, porque son tan familia como el resto. Esme y Alec también vendrán"
respondió.

"¿Alec?" Le pregunté con sorpresa. "¿Está fuera del hospital?"

"Sí. Fue dado de alta hace un par de semanas, completamente recuperado," respondió
con una sonrisa. "Bien podría ser mi última Navidad con mi familia, así que me alegro
de que todos estemos juntos."

Lo miré con curiosidad, esa sensación de vacío regresó a la boca de mi estómago.


"¿Entonces cree que va a ir a la cárcel?" Le pregunté vacilante.

"Estoy bastante seguro de que me atraparán de una manera u otra," dijo. Asentí para
que supiera que lo escuchaba, sin saber qué decir o incluso cómo sentirme acerca de
eso. Se aclaró la garganta y abrió el cajón superior de su escritorio sacando un
familiar libro de cuero marrón y se sentó en frente de mí. "El diario de mi esposa.
Edward me lo dio hace unos meses, cuando descubrió que lo tenías, pero creo que
deberías tenerlo."

"¿Yo?" Le pregunté aturdida.

"Sí, tú. Creo que Elizabeth hubiera preferido que lo tuvieses, y creo que podrías
encontrar algo de esto útil en el futuro. Escribió mucho sobre la adaptación a la vida
después de la esclavitud y sus sentimientos conflictivos acerca del mundo al que yo
pertenecía. Podría ayudarte," dijo.

"Eh, gracias," murmuré, cogiendo el libro cautelosamente.

"De nada, pero de nuevo, las gracias son innecesarias. Solo estoy tratando de hacer lo
correcto," respondió. "En fin, eso es todo lo que tenía que decir. Qué tengas un buen
día, dolcezza."

Asentí y me puse de pie, en dirección a la puerta. Dudé cuando llegué a ella, dándome
la vuelta para mirarlo. Él me miró con curiosidad, obviamente preguntándose qué
estaba haciendo.

"No mucho tiempo después de que llegué aquí, me pediste que no te llamara amo.
Dijiste que te hacía sentir como si te pusiera en el mismo nivel que a mi padre, pero te
dije que no creía que fueras como él," dije nerviosamente. "No lo creía entonces. Solo lo
dije porque sabía que era lo que debía decir. Sí te sentía como un amo. Solo quiero
que sepas que sí lo creo ahora. Charles Swan era un hombre horrible, y a pesar de
todo lo que pudiste haber hecho, has sido más padre para mí de lo él alguna vez fue.
Quiero que sepas que yo sí te perdono por haberme herido, ya que siempre me has
ayudado... más que nadie. Eres un buen hombre, Carlisle."

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1645


Me di la vuelta y limpié mis lágrimas, escuchando que susurraba un "gracias", pero no
respondí porque sentía como si no hubiera nada más que decir por el momento. Me
dirigí a la habitación y me metí en la cama, acurrucándome con la almohada de
Edward mientras miraba el diario de Elizabeth Cullen. Lo abrí después de un momento,
dando vuelta a la primera página y tomando una respiración profunda cuando empecé
a leer.

‘Hoy es mi primer día como una mujer libre...’

*************
Chi parla in faccia non è traditore = El que lo dice a la cara no es un traidor

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1646


"La verdad es que es más probable que nuestros mejores momentos ocurran cuando
nos estamos sintiendo muy incómodos, infelices o insatisfechos. Pues es solo en esos
momentos, impulsados por nuestra incomodidad, que somos propensos a salir de
nuestras rutinas y empezar a buscar caminos diferentes y verdaderas respuestas." -
M. Scott Peck

Edward cullen
Si alguien me hubiera preguntado el año pasado cómo me sentía respecto al estilo de
vida de mi padre, probablemente le hubiera dicho alguna mierda cliché sobre dinero,
poder y respeto.

Se ha estimado que la Borgata en Chicago recaudaba al menos cien millones de


dólares al año a través de sus actividades y, con casi trescientos hombres iniciados, se
podría pensar que había suficiente para todos, pero así no es como funcionaban las
cosas. Mientras el jefe se sentaba cómodamente, señalando con sus dedos y llevando
la batuta desde su mansión de doce millones de dólares, mientras comía puto calamar
y caviar todas las noches, la gente de la parte baja de la cadena de mando, los que en
realidad se encargan de la mierda, a menudo reunían las monedas sobrantes para
comprar burritos de setenta y nueve centavos de Taco Bell y alimentar a sus malditas
familias. Estaban arriesgando sus vidas y renunciando a su libertad por gente que solo
se quedaba parada observando mientras se morían de hambre, sin importarles una
mierda lo que pasara con ellos mientras entregaran una gran tajada de lo recaudado.

Llamaban a esa mierda pagar tributo, u honrar a sus mayores. Si un grupo de diez
tipos robaban un embarque con valor de aproximadamente cincuenta mil dólares, más
de la mitad se iba a los bolsillos de los capos y la administración. Después de dar a los
asociados que habían ayudado su parte, y de pagar a todo el que había que pagar y
de invertir de nuevo en la organización, cada uno se quedaba con lo suficiente para
pagar su puta renta y llevar a su esposa o goomah a Olive Garden por una noche para
así poder aparentar que era capaz de pagar esa mierda.

Un gusto, decían. Todo el mundo decía siempre que era un jodido gusto, incluso si no
tenía nada que ver con el maldito trabajo. Afirmaban, que como familia, todos
trabajaríamos como uno solo y después de todo teníamos que cuidar los unos de los
otros. Decían que era cuestión de respeto y honor... pero en lo que a mí respecta, todo
eran putas pendejadas.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1647


Los hombres de abajo eran subestimados e ignorados, eran completamente
reemplazables a los ojos de aquellos que manejaban esta mierda. Una vez que la
jodieran y se iban, había una puta cara nueva en su lugar en cuestión de horas. Ni
siquiera se habría enfriado su cuerpo todavía y ya se les habría olvidado, como si ni
siquiera hubiera existido en primer lugar.

Vaya familia de mierda....

En lo personal, no me importaba el dinero. Tenía suficiente en mi cuenta bancaria


como para mantenerme de por vida, y sospechaba que esa era en parte la razón por la
que Aro me quería en primer lugar. No tenía que preocuparse de que le robara dinero o
que tomara disimuladamente más de lo que me tocaba por desesperación, y
jodidamente seguro, que no tenía motivos para planear acuerdos en secreto o que
intentaría ocupar su lugar para sacar ventaja. No necesitaba su maldito dinero como la
mayoría de los otros tipos. Él pensaba que me preocupaba más por el poder y el
respeto, creyendo que podía usar eso como ventaja a fin de manipularme para
permanecer leal a él.

El problema era que ya tampoco podía visualizar eso.

¿Dónde estaba el respeto en que se te pidiera salir de la cama a las tres de la mañana
para ver como al dueño de una pizzería local le golpeaban la cabeza porque había
pedido prestado un dinero que no podía devolver? ¿Dónde estaba el respeto en
quemar la casa de un hombre, quitándole lo que había conseguido trabajando toda su
vida y dejar a su familia en la calle, solo porque había mirado al jefe de un modo que a
este no le había gustado? ¿Dónde estaba el respeto en intimidar a una chica de
diecisiete años, amenazando con matar a todos sus seres queridos y con destruir su
vida, porque había estado en el lugar equivocado en el momento equivocado y había
visto algo que no debería haber visto?

Asalto, extorsión, drogas, saqueo, secuestro, robo, soborno, robo de coches,


prostitución, corrupción, incendios provocados, extorsión, fraude, contrabando, trata de
personas y asesinato.... ¿Dónde estaba el respeto en todo eso?

Sin lugar a dudas yo no veía esa mierda... y joder, estaba seguro que esa no era la
clase de poder que yo quería.

Lo que sí veía era un montón de egoístas y crueles hijos de puta que solo se
preocupaban por sí mismos, dispuestos a aniquilar a cualquiera que se cruzara en su
camino o se atreviera a interponerse mientras ellos masacraban y mentían para llegar
a la cima. Eran cobardes, aparentando ser fuertes cuando en realidad eran tan
jodidamente débiles que se ocultaban detrás de sus títulos y usaban amenazas para
lograr lo que querían. Afirmaban que se preocupaban por las mujeres y los inocentes,
diciendo que no se les tocaba, pero eso era un poco difícil de creer considerando que
habían convertido en malditas esclavas a aquellas que yo amaba personalmente.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1648


Demandaban respeto, pero ellos no respetaban a nadie a cambio, y su poder solo
existía en la mente de las personas a causa del miedo. No me sorprendía que Alec
fuera siempre frío y mi padre estuviera tan desgastado, yo solo llevaba unas semanas
y ya estaba cansado.

Después de haberme iniciado, pasé cada hora del día buscando a Isabella. Royce me
ayudó cuanto pudo, pero tenía hombres a su cargo que tenía que supervisar. Fue una
mierda que se hubiera visto forzado a ayudarme, ya que parcialmente era culpable de
que las cosas hubieran sucedido como lo habían hecho. Había dejado de lado sus
obligaciones mientras sus hombres planeaban y ejecutaban el secuestro de mi puta
chica, y si él se hubiera dado cuenta de lo que estaba pasando hubiera parado esa
mierda. Los primeros días estuve molesto por ello, le hablaba constantemente con
brusquedad porque necesitaba a alguien a quien culpar, pero con el tiempo la ira se
calmó y me sumí en la desolación.

Intenté que el chip funcionara de nuevo, con la esperanza de una solución fácil, pero
fue una pérdida de tiempo. Royce dijo que ellos eran conscientes de que ella tenía un
chip porque a Aro se le había escapado ese pequeño dato, así que imaginé que
habían encontrado una manera de bloquear la señal para dificultarnos las cosas.
Querían cansarnos para que desistiéramos, querían desconcertarnos, para que
cuando finalmente los encontráramos, tener ventaja.

Pasamos horas y horas buscando en registros, revisando títulos de propiedad e


identificando lugares vinculados a los rusos en Highland Park. Royce hizo docenas de
llamadas y visitamos personas que él creía que tendrían información, llegando a
medidas extremas más de una vez a fin de sacársela. Perdí el control un par de veces y
golpeé salvajemente a gente con mis puños, pero fue Royce quién causó más dolor. Vi
cómo torturó a hombres, escuché cuando gritaron agónicamente y le rogaron que
parara. Sacó uñas con alicates, metió cabezas en prensas y las apretó hasta que sus
cráneos comenzaron a quebrarse. Vi como casi ahogó a hombres, manteniéndolos
bajo el agua hasta que sus pulmones se llenaron de líquido, y los apuñalaba con lo
que estuviera a su alcance, desde pica hielos hasta destornilladores. No disparamos
ningún arma o acabamos con ninguna vida, pero es posible que hiciéramos que
algunos de ellos desearan estar muertos cuando habíamos terminado con ellos. Me
desconecté, mi mente se centró exclusivamente en el resultado final, sin importarme
quién resultaba herido en el proceso o qué hiciera falta para que ocurriera. Tenía que
encontrar a Isabella, sin importar el sacrificio o el coste, y finalmente todo eso nos
condujo a la bodega cerca de la ruta 45.

Yo era un desastre, mi mente estaba frenética por la preocupación y la falta de sueño.


El ver su frágil y deteriorado cuerpo había sido una de las cosas más devastadoras que
jamás había presenciado, una imagen que sabía que nunca olvidaría. Me pregunté si
fue similar a lo que mi padre había sentido cuando encontró a mi madre en el callejón,
aunque su dolor tuvo que haber sido más profundo considerando que Isabella seguía

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1649


con vida. Ni siquiera podía imaginarme tener que ver alguna vez el cuerpo sin vida de
Isabella, sabiendo que había terminado así por mis decisiones. Tenía toda una puta
vida por delante, una por la que todos habíamos luchado, y perderla a ella sería la
peor tragedia imaginable. Era muy parecida a la historia de mi madre; finalmente
libre, solo para ser derribada al final por el mal, de todos modos.

Si no fuera tan jodidamente perturbador y doloroso, podría haber visto la ironía de lo


que mi madre siempre había dicho. Una persona no podía escapar de su destino sin
importar cuanto lo intentara, porque lo que está destinado a ser siempre será. Supuse
que siempre había estado destinado para la mafia considerando el hecho de que sin
importar cuánto hubiera intentado evitarlo, había terminado ahí mismo de todos
modos.

E Isabella había estado destinada a la libertad... mi madre se había asegurado de


ello.

Me quedé a su lado mientras estaba inconsciente, pero no estaba allí cuando


finalmente despertó. Me sentí jodidamente avergonzado por ello, al saber que ella
había estado preocupada por mí, pero Aro me había llamado esa noche para mi
primer trabajo como parte de la Borgata. El jefe por lo general no hacía nada por sí
mismo, teniendo tanta gente inferior a él para hacer el trabajo sucio, pero como Royce
estaba muerto, Alec estaba en coma y mi padre, por no decirlo de otra forma,
indispuesto, pensó que lo mejor era mostrarme personalmente cómo se hacía. Parecía
sentirse orgulloso de ello, como si fuera algo con lo que forjaríamos una relación, pero
viéndolo todo solo profundizó mi creciente odio por él.

Esa fue la noche que atacaron al dueño de la pizzería, un hombre con el nombre de
Joseph Catalano. Sus dos hijos se había iniciado en un momento u otro, el más joven
desafortunadamente había sido el chico que Alec asesinó por involucrarse con James.
Su hijo mayor fue al que se le ordenó llevar a cabo el ataque, ese hecho me perturbó
más que presenciar el acto en sí. Su propio hijo, por el cual se había roto el culo
intentando darle una buena vida, lo atacó salvajemente por razones sin sentido. Se
estaba volviendo contra su propia sangre en nombre de la lealtad a una organización
que probablemente algún día se volvería contra él. Era repugnante pero mantuve la
compostura mientras ocurría, sabiendo que Aro me observaba de cerca todo el tiempo.

Una parte de mí se preguntó si la única razón por la que estaba allí era para enviarme
un mensaje sin tener que pronunciar una sola palabra. Quería que supiera que tenía la
autoridad para forzar a un hijo a destruir a su propio padre en nombre de la lealtad, a
elegirlo a él sobre su sangre.

Puñetero mensaje recibido.

El resto de nuestra estancia en Chicago fue precaria, porque Isabella no se había


tomado la noticia de mi iniciación muy bien. Esperaba que con el tiempo aprendiera a

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1650


aceptarlo, pero la verdad era que no estaba seguro si podría considerando que yo
mismo no lo había asimilado por completo. Ella estaba indiferente, una tristeza se
había apoderado de su mirada, la cual yo quería hacer desaparecer, pero me sentía
jodidamente impotente porque sabía que no podía.

Aro me llamó un par de veces más, diciendo que quería que viera algunos trabajos y
aprendiera cómo se hacían las cosas. No participé, pero estando allí parado mientras
sucedía sin hacer nada por detenerlo era suficientemente malo. Siempre había
pensado que, llegado el momento, podría hacerlo, pensé que podría ser ese tipo de
persona, pero la verdad era que no estaba hecho para eso. En lo único en lo que podía
pensar mientras veía cómo destruían sus vidas, era en cómo se sentiría Isabella si lo
supiera o qué pensaría mi madre si estuviera con vida. Estarían decepcionadas,
jodidamente avergonzadas de mí... pero no podía culparlas, porque yo también estaba
avergonzado.

Era una maldita pena que ya no tuviera elección.

Le propuse a Aro que me permitiera regresar a Washington por un tiempo y concordó


que era lo mejor, diciéndome que podía encargarme de algunos negocios por él
mientras estaba allí. Las cosas que habían retirado del sótano de nuestra casa habían
sido trasladadas a Port Angeles y necesitaba alguien que las reuniera y las enviara
donde tenían que estar ya que mi padre ya no podía estar involucrado. Accedí, sin
querer hacer esa mierda pero siendo consciente de que era mi única opción de mierda.

Solía exasperarme cuando Isabella decía "está bien", accediendo a lo que fuera que se
le pidiera, incapaz de comprender por qué mierdas no podía simplemente ser honesta
sobre su opinión. En tan poco tiempo, me había convertido exactamente como ella,
fingiendo respeto en aras de la supervivencia, diciendo "sí, señor" cuando en realidad
quería decir "vete a la mierda, imbécil", y haciendo cualquier cosa que se me pidiera,
independientemente de si quería hacerla o no.

Era una de esas situaciones en las que la ironía podría haber sido graciosa sino fuera
una maldita mierda.

Pensé que mejoraría después de que regresáramos a casa, pero no fue así. Aro ni
siquiera esperó una semana antes de comenzar a llamar dando órdenes, y aunque no
era nada que no pudiera manejar, el hecho de que él controlaba mi vida me pesaba
demasiado. Estaba distraído, despierto hasta altas horas de la noche recibiendo
llamadas telefónicas y haciendo arreglos mientras ella dormía. Tenía la esperanza de
mantener esos dos aspectos de mi vida separados, sin querer que mi situación la
lastimara de alguna forma, pero al pasar el tiempo empecé a darme cuenta de lo
malditamente imposible que era. Me estaba partiendo en dos, distanciando de ella
una parte de mí y sospechaba que se daba cuenta. Intenté sonreír y hacerla sentir a
salvo, deseando que creyera que las cosas estarían bien, pero la verdad era que ni yo
mismo estaba seguro ya.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1651


¿Las cosas estarían bien?

Con el tiempo, las pesadillas comenzaron para ambos, su terrible experiencia volvió a
su memoria al mismo tiempo que mis recuerdos resurgieron. No podía dormir sin ser
torturado por lo que había visto, reviviendo la devastación que la organización había
traído a mi vida. Soñé con mi madre de nuevo, el chirriar de los neumáticos y sus gritos
desgarradores cuando su vida le fue arrebatada, el sonido de las balas atravesando el
aire. Soñaba mucho con Isabella, la vista de su frágil cuerpo en mis brazos en aquella
bodega de Chicago. Empecé a permanecer despierto la mayor parte del tiempo,
observando a Isabella dormir solo para poder verla respirar. La abracé mientras
lloraba de angustia y quería hacerla sentir mejor, quería resolverlo todo, pero no sabía
qué demonios hacer.

Cuando era demasiado que soportar, me salía de la cama e iba a la planta baja, a mi
piano, y tocaba la canción que invadía mi mente. Me estaba cansando, sin saber
cuánto más mierda podía soportar antes de explotar. Estaba consternado por lo que
estaba sufriendo Isabella, deseando que hablara conmigo de esa mierda, pero siendo
consciente de que no tenía derecho a pedírselo. Yo mismo estaba guardando secretos,
haciendo cosas que nunca podría compartir con ella, y sería una maldita hipocresía de
mi parte demandarle que me contara los suyos.

Joder, me dolía admitirlo, pero podía sentir cómo cada día nos íbamos distanciando.
Ella se aisló, escribiendo en uno de sus cuadernos y completamente inconsciente de
cómo el tiempo transcurría inexorablemente. Y yo empezaba a sentir que hacía las
cosas mecánicamente, pasando el rato y esperando. Qué demonios estaba esperando,
no estaba del todo seguro, pero sabía que algo tenía que cambiar pronto. No
podíamos continuar como estábamos, aparentando que todo estaba bien mientras
seguíamos cayéndonos a putos pedazos.

Unos días antes de Navidad me despertó el sonido de mi teléfono, el estridente


repiqueteo causó estragos en mi sueño ligero. Me obligué a abrir los ojos, dando
manotazos a un lado de la cama mientras trataba de encontrar el ofensivo objeto y
hacer que la maldita cosa se callara. Maldije cuando accidentalmente lo golpeé y lo
tiré al suelo estrepitosamente y me aparté de Isabella cuando me senté.

"Apágalo," Isabella murmuró, sin siquiera molestarse en abrir los ojos.

"Mierda, es lo que estoy intentando," murmuré, cogiéndolo del suelo. Le eché un vistazo
a la pantalla y gemí, frotando mis ojos mientras trataba de aclarar mi visión. "¿Sí,
señor?"

"Estaba empezando a preguntarme si alguna vez ibas a contestar," dijo Aro, un filo en
su voz me dijo que no estaba de humor para bromas. Miré hacia el reloj viendo que
pasaban solo unos minutos de las cuatro de la mañana.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1652


"Por supuesto que iba a contestar," le respondí, cubriendo con mi antebrazo mis ojos
que ardían, al mismo tiempo que me acostaba de nuevo al lado de Isabella. "Joder, es
solo que es algo temprano. Estaba durmiendo."

"Bueno, es bueno que ahora estés despierto, porque hay algo que necesito que hagas
por mí," me dijo. "Necesito que recojas un paquete con un hombre en Port Angeles."

"¿Ahora?" Pregunté con incredulidad. Finalmente habíamos vaciado todos los


contenedores de almacenamiento en Port Angeles, así que pensé que finalmente
conseguiría un descanso de sus puñeteros negocios, pero aparentemente no tenía
tanta maldita suerte. Se rio con amargura y cerré mis manos en puños, conteniendo mi
molestia, pero el sonido me ponía los nervios de punta.

"Sí, ahora," dijo con impaciencia, recitando de un tirón una dirección. Salí de la cama
de un salto y comencé a hurgar en mi escritorio buscando algo con lo que escribir,
agarrando una pluma. Traté de escribir sobre mi mano pero esa mierda no funcionó,
así que miré frenéticamente a mi alrededor buscando algo más mientras él seguía
hablando. Le agradecí, sin saber por qué demonios lo hacía, y colgué.

"Joder, simplemente fantástico," murmuré, tambaleándome hacia el armario. Saqué


algo de ropa y me vestí rápidamente, sentándome en el borde de la cama junto a
Isabella para ponerme los zapatos.

"¿Dónde vas?" Murmuró. La miré, viendo que sus ojos estaban abiertos y me miraba
confundida.

"Eh, tengo que terminar mis compras de Navidad, o lo que sea," le dije, soltando lo
primero que vino a mi mente mientras pasaba una mano por mi cabello con ansiedad.

"¿Ahora?" Preguntó con incredulidad, dándose la vuelta para mirar hacia el reloj. "¿Hay
siquiera algo abierto a esta hora?"

"Lo habrá cuando llegue allí," le dije, con la esperanza de que no discutiera conmigo al
respecto. Le di un rápido beso antes de levantarme, pasando mi mano por su mejilla
mientras le quitaba su pelo rebelde de la cara. "Te amo, tesoro. Vuelve a dormir,
regresaré más tarde."

"También te amo," murmuró, sus ojos cerrándose una vez más.

Cogí mis cosas junto con el cuaderno, saliendo de la casa lo más silenciosamente
posible, y me subí al Volvo para ponerme en marcha por la carretera a Port Angeles.
Tuve problemas para concentrarme en conducir, mi visión estaba borrosa por el
agotamiento y me salí del camino un par de veces. Maldije, agitado, y le subí el
volumen a la música al mismo tiempo que bajaba las ventanillas esperando que el
ruido y el aire frío me mantuvieran despierto.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1653


Llegué a Port Angeles alrededor de las cinco, pero estuve dando vueltas alrededor de
veinte minutos mientras trataba de encontrar la puta dirección, después de haber
escrito mal la maldita cosa después de todo. Resultó ser una sucia y pequeña pocilga
en el muro de la barbería en un barrio de mala muerte, los ladrillos estaban
desmoronándose y el anuncio apenas se sostenía. Parecía jodidamente inhabitable
pero un letrero fluorescente de "abierto" titilaba en la ventana, sugiriendo otra cosa.

Cogí el arma que me había traído de Chicago y que había guardado bajo mi asiento
ya que se habían llevado la mía, y la metí en la cintura de mis pantalones antes de
salir. Me dirigí al edificio y empujé la puerta, pero no se movió, así que presioné el
timbre negro que había bajo el buzón. Sonó un ruido estridente y di un respingo,
escuchando dentro una conmoción antes de que la puerta se abriera. Un hombre negro
estaba parado frente a mí con una expresión seria en su rostro, un tatuaje en su cuello
y la mitad de su pelo trenzada. Pude ver el brillo de los dientes de oro en su boca, su
cuello y orejas enmarcados con puñeteros diamantes. No parecía ser alguien con quien
Aro haría negocios y me pregunté brevemente si tal vez todavía tenía mal la jodida
dirección, pero él se apartó antes de que siquiera pudiera considerar el irme,
haciéndome un gesto con la mano para que entrara sin hablar en absoluto.

Entré y vi que estaba tan descuidado como por fuera, y él azotó la puerta detrás de
nosotros antes de tambalearse por la habitación. "Llegas tarde," dijo rotundamente,
metiendo la mano en su bolsillo por un paquete de cigarrillos. Metió uno en su boca y
me tendió el paquete ofreciéndome uno. Me negué y él se encogió de hombros,
encendiendo el suyo y arrojando el resto sobre la mesa.

"Sí," murmuré, sabiendo que no tenía una excusa de mierda por llegar tan tarde así
que ni siquiera me molesté en darle una. "Soy Edward..."

"Sé que lo eres," me dijo, interrumpiéndome. "No hubiera dejando entrar a tu culo si no
lo fueras. Aunque, no te pareces a tu padre. ¿Estás seguro que eres suyo? Con ese
pelo, creo que tu madre podría haber estado follando por allí.”

Se echó a reír y yo entrecerré los ojos furioso, mis manos empezaron a temblar.
Instintivamente quise alcanzar mi arma, la ira se disparó por mi cuerpo, pero él captó
mi movimiento y levantó sus manos a la defensiva.

"Whoa, cálmate. Solo estoy bromeando," me dijo, sacudiendo la cabeza y sonriendo,


claramente sin tomarme jodidamente en serio. "Puede que seas el hijo de Cullen,
después de todo. Ninguno de ustedes, hijos de puta, puede soportar una broma."

"No hables de mi maldita madre," escupí al mismo tiempo que él me dio la espalda,
abriendo un gabinete.

"Lo que tú digas, hombre," murmuró. "Dime algo, ¿tienes novia?"

"¿Disculpa?"

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"¿Estás jodidamente sordo?" Preguntó, dándose la vuelta rápidamente. Me tensé
cuando vi que había cogido una glock-22 del gabinete, y me apuntaba sin vacilar.
Cogía mi arma rápidamente y apunté a su cabeza, mi corazón se aceleró sin control
por el miedo. La diversión se había ido de su rostro, sus ojos centelleaban con ira. "He
preguntado si tienes una puta novia."

"Sí," le dije, tratando de mantener la compostura, pero estaba malditamente claro que
él era inestable y yo no tenía ni maldita idea de qué estaba pasando. La idea de que
podía ser una trampa pasó rápidamente por mi mente pero la deseché, sin querer
siquiera considerar que Aro me haría esa mierda cuando no había hecho nada malo.

"¿Cuál es su nombre?" Preguntó. Titubeé, sin saber por qué demonios estaba
preguntándome por ella, y su impaciencia aumentó. "Puedo averiguar esa mierda por
mí mismo, pero no creo que quieras que lo haga."

"Isabella," le dije en voz baja.

"Bien," dijo, bajando su arma y cogiendo una bolsa de lona del gabinete. Me la tendió y
la cogí con vacilación, todavía apuntándole con el arma. "Tienes veinticuatro horas
para traer mi dinero. Si no está aquí mañana como máximo a las cinco de la mañana,
a las cinco y un minuto estaré en mi coche de camino para hacerle una visita a Isabella
y hacerla pagar por ello. No tolero a los hijos de puta que llegan tarde cuando tenemos
una cita. ¿Me has entendido?"

"Si alguna puñetera vez la tocas..."

"He dicho que si me has entendido.” Dijo con brusquedad, levantando de nuevo su
arma y cortándome, irritado por mi actitud.

"Sí," dije con frialdad, mis manos temblando.

"Bien. Ahora, sal de mi maldita tienda antes de que te dispare solo por el gusto de
hacerlo," dijo. Di unos pasos hacia atrás, todavía apuntándole, antes de abrir la puerta
de un empujón y salir corriendo. Guardé el arma y corrí hacia el coche, buscando
torpemente entre mis llaves y maldiciendo mientras trataba de abrir la puerta.

"Cristo," murmuré en voz baja mientras me deslizaba en el interior, arrojando la bolsa


en el asiento del pasajero. Encendí el coche y salí a toda velocidad, deseando
largarme de allí de una puta vez mientras pudiera. Esperé hasta que estuve a unos
kilómetros de distancia antes de coger la bolsa y abrirla con curiosidad, echando un
vistazo dentro para ver dos kilos de cocaína en bloques sin cortar y un montón de
bolsas de marihuana.

"¿Qué mierdas?"

Frené de golpe, pasmado, y di un volantazo metiendo el coche en el estacionamiento

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1655


de un restaurante cercano. Me quedé mirando las drogas por un momento, sin saber
qué demonios se supone que tenía que hacer con ellas. No estaba seguro si Aro me lo
había dicho o no, considerando que no le había prestado mucha jodida atención
mientras hablaba, y de pronto estaba preocupado de estar olvidando algo. Lo último
que quería era que se cabrera conmigo, y sabía que el no escuchar sus putas
instrucciones lo consideraría tan irrespetuoso como si descaradamente las ignorara.

Vacilé antes de coger mi teléfono, repasando rápidamente mi lista de contactos. Me


detuve en el nombre de mi padre y presioné el botón de llamada, esperando mientras
sonaba.

"¿Edward?" Dijo confundido cuando contestó, obviamente preocupado por la maldita


hora.

"Yo, eh.... creo que necesito algo de ayuda," le dije.

"¿Con qué?" Preguntó vacilante. "¿Dónde estás?"

"Estoy en Port Angeles," le dije. "He recibido una llamada esta mañana para recoger
una mierda con un cabrón loco que me ha apuntado con una maldita arma. Me ha
dado una bolsa y me ha dicho que quería su dinero mañana por la mañana, pero no sé
qué demonios se supone que debo de hacer con esto."

"Ah, debes haber conocido a Garrett," me dijo, suspirando. "Se pasa de paranoico,
supongo que por usar demasiada de su mercancía durante muchos años. Solo tienes
que sacar un poco de dinero de tu cuenta y pagarle por ella."

"¿Cuánto?" Le pregunté, echando un vistazo a la bolsa. "Esto es un montón de mierda."

"Sé que lo es. Siempre hemos tenido un acuerdo establecido con él, cincuenta mil en
cada visita," dijo. "Cuando regreses a Forks, llama a Ben y se quedará con ella por
ochenta. Vale unos cien en las calles, así que sacará unos veinte de ganancia de ella.
Quédate con el dinero que pusiste y guarda el resto para Aro."

"Eh, está bien," murmuré. "Gracias."

"De nada, hijo," me dijo. "Ten cuidado."

"Sí." Corté la llamada y miré el reloj, sabiendo que tenía unas horas hasta que abrieran
el banco y pudiera conseguir el dinero. Metí la bolsa en el maletero para mantenerla
segura antes de conducir por la ciudad, parando ocasionalmente para echar un vistazo
en las tiendas que ya estaban abiertas. Tomé algo para desayunar y compré algunos
regalos con mi Amex, sin estar de humor para cosas navideñas pero sabiendo que no
podía ir a casa con las malditas manos vacías o Isabella se daría cuenta que le había
mentido.

Saqué el dinero cuando el banco abrió, a las diez, sacando algo extra solo en caso de

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1656


que lo necesitara. Conduje de regreso a la barbería y le entregué a Garrett el dinero,
me mantuve al lado de la puerta principal con la mano en mi arma mientras él contaba
cada billete con cuidado. Había otras personas presentes, un hombre descansando en
una silla de barbero con un arma en su regazo y dos chicas sentadas a un lado, en un
pequeño y desgastado sofá. Las chicas estaban demasiado delgadas, vestían muy
poca ropa y era andrajosa, tenían el pelo hecho un desastre, totalmente enredado.
Llevaban un montón de puto maquillaje apelmazado en sus rostros, embadurnado
como si fuera lo que había quedado de la noche anterior. Estaban perdidas, esnifando
líneas de coca de una bandeja sucia frente a ellas.

Una de las chicas se levantó después de un momento y se tambaleó hacia nosotros,


arrojándose al regazo de Garrett, tiró algo del dinero que estaba en su mano y él
gimió, recogiéndolo para contarlo de nuevo. "Fíjate en lo que haces, perra."

"Sí, sí," dijo, arrastrando sus palabras sin prestarle atención. Se quedó mirándome un
momento, con una sonrisa pícara subiendo lentamente a sus labios. "A él nunca lo
había visto antes. Es sexy."

Garrett me miró y se empezó a reír. "Tiene una novia a la que aparentemente le tiene
cariño, tomando en cuenta lo rápido que su culo ha regresado aquí con mi dinero. No
creo que tengas mucha oportunidad."

"Eso nunca detuvo a nadie antes," dijo, poniéndose de nuevo de pie y paseándose en
mi dirección. Me tensé cuando se detuvo frente a mí, su piel olía como si estuviera
expulsando el alcohol por sus poros, la peste hizo que se me revolviera el estómago.
"¿Qué dices bebé? ¿Te gustaría divertirte un poco?"

Gemí, alejándome de ella cuando intentó pasar sus dedos por mi cabello, irritado de
que estuviera tocándome con sus malditas manos sucias. No tenía idea de dónde
habían estado esas malditas cosas y no quería saberlo, en base a cómo se veía ella.

"Joder, tienes que estar bromeando," le dije.

"Déjalo en paz, Katie," dijo Garrett, poniéndose de pie y sosteniendo el dinero. "Está
todo. Ha sido un placer hacer negocios contigo."

"Sí, igualmente," murmuré, agradecido de que esta mierda hubiera terminado. Salí
rápidamente por la puerta principal y me metí al coche, sacando mi teléfono mientras
iba por las calles de Port Angeles. Marqué el número de Ben Cheney, diciéndole
cuando contestó que tenía una mercancía para él. No le dije nada más pero él sabía a
qué demonios me estaba refiriendo, diciéndome que se reuniría conmigo en el
estacionamiento de una tienda de comestibles de Forks con el dinero.

Me dirigí directamente allí y estacioné en la parte de atrás, lejos de todos, apagando


el motor y encorvándome en mi asiento mientras esperaba. Me aburrí rápidamente,
sintiéndome jodidamente inquieto, y cogí el cuaderno de Isabella del asiento del

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pasajero. Me sentí culpable por haberlo cogido pero no tenía nada más donde escribir,
y ni siquiera había pensado en si ella buscaría esa mierda o no mientras yo no estaba.

Dudé, sin saber si debería mirarlo o no, pero mi aburrimiento mezclando con la
curiosidad finalmente ganaron. Lo abrí en la primera página y le eché una ojeada a los
garabatos, sintiendo algo pesado en la boca de mi estómago a medida que leía sus
palabras. Estaba haciendo un recuento de algunas de las cosas que le habían pasado,
había escrito acerca de las pesadillas que había tenido y de las cosas que había visto.
Reflexionaba mucho sobre el dolor que sentía y, conforme pasaba las páginas, las
palabras se hacían más frenéticas. Había docenas de bocetos, algunos tan difusos que
ni siquiera podía decir qué mierda eran, pero otros tenían tantos detalles que era como
estar viendo la mierda con mis propios ojos. Algunos de ellos eran difíciles de ver y tuve
que pasar de página rápidamente, mi ira aumentando cuanto más avanzaba.

Como a mitad del cuaderno vi mi nombre y mis ojos escanearon el párrafo


rápidamente. Ella había escrito en varias ocasiones que me amaba, pero también
reflexionaba sobre a qué tipo de futuro nos estábamos dirigiendo. Parecía casi
asustada por ello, desalentada por mi situación, y joder, por más que no quería que
esa mierda me afectara, realmente dolía. Solo quería protegerla y no quería que
sufriera de ninguna jodida forma, y el hecho de que tuviera miedo de vivir con la
incertidumbre me hizo preguntarme si solo estaba causándonos más daño al no
contarle las cosas. Pero no podía soportar la puta idea de que ella me odiara, no
podría soportar las miradas de disgusto que me daría si alguna vez le contaba lo que
había visto y no había hecho nada por impedir. Y sabía que cuando me fuera a
Chicago no había una jodida forma de que alguna vez le confesara la mierda que me
vería forzado a hacer.

Hojeé unas cuantas páginas más, consternado y apenas mirándolas, y estaba a punto
de arrojarlo hacia un lado cuando un dibujo llamó mi atención. Lo miré fijamente y mi
ceño se frunció por la confusión, el rostro me resultaba extrañamente familiar por
alguna razón. Era una persona que ya había visto dibujada un par de veces en el
cuaderno, pero el que estaba frente a mí, estaba más detallado, sus facciones
definidas a la perfección. Un lado de su rostro estaba desfigurado por una cicatriz,
como si se hubiera quemado. No podría definir de dónde lo conocía, pero no dudaba
que lo conocía de alguna parte.

Estaba tan concentrado en el dibujo que ni siquiera vi a Ben llegando hasta que tocó
en mi ventanilla, tomándome desprevenido. Salté, asustado, y arrojé rápidamente el
cuaderno hacia un lado mientras maldecía.

"Joder, me has asustado," murmuré, saliendo del coche.

"Lo siento, hombre. Parecías estar en las nubes," me dijo. "¿Estás bien?"

"Sí, solo tengo un montón de mierda en la que pensar," le dije, dando la vuelta al coche

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1658


para abrir el maletero.

"Me he dado cuenta. Hacía tiempo que no te veía. Escuché que estabas de vuelta en la
ciudad, pero nunca regresaste a la escuela, así que no estaba seguro de lo que estaba
pasando," me dijo. "Honestamente, me sorprendió que llamaras. Me enteré de lo que
pasó en Chicago así que no pensaba que tu padre se encargaría de nada de esto por
un tiempo."

"No, él no está a cargo," le dije, sacando la bolsa y entregándosela.

"¿Tú?" Preguntó vacilante, mirándome con cautela. Me encogí de hombros, pasando la


mano por mi pelo con ansiedad. No sabía cómo sentirme hablando de esta mierda con
Ben, cuando nunca antes le había contado con detalle los negocios de mi padre.

"Tengo que hacer lo que tengo que hacer," le dije.

"Sí, lo entiendo. Me he estado diciendo lo mismo los últimos años," dijo, haciendo un
gesto con su mano hacia la bolsa.

"Apuesto a que sí," murmuré cuando él caminó hacia su maletero y lo abrió, poniendo
la bolsa dentro. "¿Cómo lidias con ello, de todos modos? Me refiero a que, Ángela sabe
que de alguna manera estás involucrado en esta mierda, pero sé que no es consciente
de lo metido que estás. ¿Cómo puedes ocultarle cosas?"

Se encogió de hombros. "No es fácil, porque a veces me siento como que estoy viviendo
una doble vida. Pero para mí, lo que ganaré por ello, vale la pena el hacerlo, el fin
justifica los medios. Me siento muy culpable al mentirle, pero simplemente me pregunto
si es algo que a ella le gustaría saber, y a fin de cuentas no lo creo. La ignorancia es
felicidad, amigo, prefiero que esté felizmente ignorante a que esté al tanto e
intranquila. Mientras que no le haga daño, no creo que sea un problema."

"¿Y si le hace daño?" Pregunté. Él se encogió de hombros.

"Entonces, supongo que no valdría la pena," me dijo. "Nada que le haga daño vale la
pena."

"Sí," murmuré, apoyándome contra el Volvo.

“¿Sabes?, cuando se fueron, un agente federal se presentó aquí y empezó a hacer


preguntas. Parecía más interesado en tu novia que en alguien más, preguntándole a la
gente lo que sabían de ella y de dónde venía, si sabíamos si estaba bien o no," dijo.
"¿Está bien?"

"Sí, ella está bien," dije vacilante. "Está en la casa."

"Bien. Parece una buena chica. Odiaría que se viera atrapada en algo," me dijo,
metiendo la mano en su coche y sacando un pequeño sobre manila. "En fin, aquí está

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el dinero. Puedo esperar si necesitas contarlo."

"Confío en ti," declaré, tomándolo. Se echó a reír, negando con la cabeza al mismo
tiempo que tendía su mano para estrechar la mía.

"Nunca pensé que vería el día en que Edward Cullen confiara en alguien," dijo. "Me ha
dado gusto verte, hombre. Este probablemente sea el último intercambio de esta
mierda, ya que esto me durará hasta mi graduación y luego me voy a Yale."

"¿Tienes suficiente para salir adelante con la escuela?" Pregunté con curiosidad.

"Sí, tengo suficiente. Como te he dicho, el fin justifica los medios," dijo. "Bien, no te
pierdas tanto."

"Sí," murmuré, sabiendo que era ridículo porque lo más probable era que no lo volviera
a ver después de irme. Nuestras vidas iban en direcciones diferentes, caminos que era
probable que nunca se cruzarían de nuevo en el futuro. "Buena suerte con la escuela de
leyes y esa mierda, Ben. Si alguna vez necesitas algo, no dudes en buscarme, ¿de
acuerdo?"

"Gracias, y tú puedes hacer lo mismo," dijo, sonriendo con suficiencia. "Voy a estudiar
derecho penal, después de todo."

Me reí entre dientes y me despedí, entrando de nuevo en el coche y viendo como se


marchaba. Me quedé allí unos minutos antes de arrancar, una extraña sensación se
apoderó de mí. Era como determinación, como si todo finalmente se estuviera uniendo,
y por mucho que no me gustara la situación en la que estaba, sentía como que
finalmente estaba empezando a aceptarlo.

Metí el sobre con el dinero en la guantera y conduje a casa, cogiendo el cuaderno que
había tomado antes y llevándolo adentro. Me fui directamente al tercer piso y me
detuve cuando abrí la puerta de la habitación, viendo a Isabella acurrucada en la
cama con una almohada. Sus ojos estaban cerrados y tenía una pequeña sonrisa que
envió una punzada de nostalgia por mi cuerpo. Se veía casi feliz mientras estaba allí
acostada, y era la primera vez en mucho tiempo que su rostro no estaba marcado con
preocupación o que su cuerpo no estaba tenso e inquieto.

Cerré la puerta sin hacer ruido y me acerqué a ella, deslizando de nuevo el cuaderno
bajo la cama con cuidado antes de sentarme junto a ella. Se removió un poco cuando
la cama se movió y comenzó a murmurar, mi nombre salió de sus labios suavemente.

Sonreí con suficiencia, sin darme cuenta hasta ese momento de exactamente cuánto
echaba de menos esa mierda. Recordé la primera vez que lo había hecho, susurrar mi
nombre en sueños con esa expresión de felicidad en su rostro. Me hubiera gustado que
durara para siempre, poder quedarme en ese momento eternamente, pero por supuesto
no tenía tanta suerte de mierda.

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Nunca la he tenido y era jodidamente seguro que nunca la tendría.

Su estado de ánimo cambió rápidamente, su rostro se frunció con angustia al mismo


tiempo que un lloriqueo escapaba de su garganta. Gemí, sabiendo por experiencia
propia lo que pasaría exactamente a continuación. Ella empezaría a gritar entre
sueños, poniéndose cada vez más frenética y le gritaría a algún hijo de puta que
solamente ella podía ver. Sabía que estaba suplicando por mi vida, reviviendo el
momento en que había pedido que me dejaran con vida, pero era insoportable
quedarme allí sentado y presenciar su agitación.

"Por favor," gimoteó.

"Isabella," le dije, sacudiéndola porque no había una maldita manera de que pudiera
escuchar eso de nuevo. "Despierta, tesoro."

Sus ojos se abrieron de golpe y se sentó rápidamente, con expresión de pánico.


"Edward," jadeó confusa, mirando a su alrededor frenéticamente. Empezó a frotarse los
ojos, para despertar y así las cosas tuvieran sentido. "¿Cuánto tiempo hace que
llegaste a casa?"

"Un minuto o algo así," le dije, encogiéndome de hombros mientras me quitaba los
zapatos. "¿Quieres ver una película o algo?"

"Claro," murmuró, volviéndose a acostar mientras bostezaba. "Elige tú."

Me reí entre dientes y caminé hacia el reproductor de DVD, poniendo la primera


película que vi. Me importaba una mierda cual fuera, porque sospechaba que no
estaría despierto el tiempo suficiente para ver siquiera los créditos de apertura. Estaba
exhausto, mis ojos ardían y sentía mi cuerpo débil, pero solo lo había sugerido como
una excusa para despertarla de su pesadilla. Regresé a la cama para deslizarme en
ella, dispuesto a relajarme, pero me congelé cuando vi un familiar libro, de cuero
desgastado, que yacía abierto sobre el edredón.

"¿Dónde carajos has conseguido esto?" Le pregunté, cogiéndolo rápidamente y


sosteniéndolo, recordando claramente haberme deshecho de esa mierda.

Ella se tensó y me miró con cautela. "Eh, tu padre," respondió. "Él me lo ha dado."

Mi ceño se frunció por la confusión. "¿Por qué demonios te daría el diario de mi


madre?" Pregunté sin entenderlo, ya que él y yo habíamos llegado al acuerdo de que
era mejor que él se quedara con la maldita cosa.

"Dijo que podría ayudar," dijo nerviosa. "Tú sabes, con nuestra situación, pensó que
podría ayudarme a lidiar con, eh, cosas, si sé cómo las lidió ella. Puedo aprender de
ella, para no cometer sus mismos, eh... errores."

Me encogí con la palabra, sintiendo mi reacción natural de arremeter contra el que

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hablara de ella, pero me contuve porque no era culpa de Isabella. La verdad, por más
que odiara admitirlo, era que mi madre había cometido errores.... pero me atrevía a
pensar que al final no importaba, porque para ella había valido la pena.

Como Ben había dicho, el fin justifica los medios. Me pregunté qué puto fin justificaba
la mierda que estaba pasando, pero estaba seguro que no era el que Isabella
terminara como mi madre.

"¿Cuándo te lo ha dado?" Pregunté, manteniendo la calma.

"Hoy, cuando no estabas. Me pidió que fuera a su oficina, y me lo dio," explicó. "Si no
quieres que lo lea..."

"No, está bien," dije rápidamente, sin querer verme como un idiota a pesar del hecho de
que no estaba seguro sobre ello, considerando cómo había reaccionado a la mierda
que leyó la primera vez. No había forma de saber qué demonios había escrito mi
madre, pero también sabía que ir en contra de mi padre no me hacía ningún bien, así
que probablemente era lo mejor para mí, que confiara en que él sabía lo que estaba
haciendo. Además, joder, estaba totalmente exhausto como para discutir con ella. "Solo
estaba confundido."

Arrojé el libro sobre mi escritorio y subí a la cama, suspirando tan pronto mi cuerpo
tocó el colchón. Isabella se acurrucó conmigo, recostando su cabeza en mi pecho
mientras la envolvía con mis brazos. "Tu padre ha dicho que tu familia viene para
Navidad," murmuró.

"Nuestra," la corregí. "Nuestra familia, Bella. Y sí, todos vienen, pero joder, no estoy
seguro de sentirme feliz por esa mierda o no. Me ponen los nervios de punta."

"Me alegra que vengan," dijo en voz baja. "Creo que va a ser divertido."

"Sí, tal vez," murmuré al mismo tiempo que cerraba mis ojos, el hecho de que estuviera
anhelando estar rodeada de todos ellos ponía una sonrisa en mis labios. No hacía
mucho tiempo que ella se escondía de la gente, demasiado nerviosa para relajarse en
compañía de otros. Parecía una eternidad, pero en realidad solo había pasado un poco
más de un año, y ya había llegado tan jodidamente lejos y se había adaptado tan
rápido que me dio la esperanza de que realmente estaría bien en el mundo. "Aunque
podría vivir sin, Rosalie."

Ella se echó a reír y me encajó el codo en las costillas, jugando. "Pórtate bien," me dijo.
Le respondí en un murmullo, diciéndole que esa perra no sabía qué demonios era
portarse bien así que no importaba, y apenas había caído en la inconsciencia cuando
se escuchó un fuerte golpe en la puerta de la habitación. Gemí, molesto cuando me
despertaron de golpe, irritado por la interrupción.

"Vete de una puta vez," grité, pensando que era mi padre pero estaba demasiado

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cansado para lidiar con él, necesitando descansar un poco después de la mierda de
día que había tenido. Tocaron de nuevo e Isabella se apartó de mí, gruñendo mientras
se ponía en pie. Gemí, agarrando mi almohada y arrojándola hacia la puerta con
frustración. "Joder, juro por Dios que voy a...."

La puerta se abrió, golpeando con fuerza contra la pared y me senté rápidamente


cuando se escuchó una voz fuerte. "¿Vas a qué?" Escupió Rosalie, parada en la entrada
con las manos en sus caderas.

"Cristo," murmuré, pasando las manos por mi rostro por la sorpresa al mismo tiempo
que trataba de controlar mi enfado. Ella era la última persona que esperaba ver.
"Joder, es demasiado temprano para ti."

"No es temprano, idiota," dijo, arqueando una ceja mientras me miraba como si fuera
un estúpido. "Ya pasa del mediodía. Ya es hora de que saquen sus culos de la cama."

"Que te jodan," escupí.

"No, gracias," dijo con sarcasmo. "No te tocaría aunque fueras la última polla en el
planeta, Cullen."

"¿Cuándo has llegado?" Preguntó Isabella, ignorando por completo nuestra pelea.
"Hace un minuto," dijo Rosalie.

"Apuesto a que subiste directamente aquí, también. No puedes dar a nadie un maldito
descanso, siempre tienes que molestarme," murmuré. "Rompiballe." (N.T. Rompiballe =
Hinchapelotas)

"Eres un pedazo de mierda engreído," respondió, negando con la cabeza. "Siempre


suponiendo que todo es sobre ti, pero odio tener que ser yo quien te lo diga, Cullen. No
eres tan especial. Estoy aquí por Isabella."

"¿Por mí?" Preguntó Isabella sorprendida.

"Sí, por ti. Así que ven y vístete porque Alice estará aquí en unos minutos, y sé por
experiencia que no debemos hacerla esperar," respondió. "Nos vamos de compras para
Navidad."

"Eh, pero no tengo..." comenzó a decir Isabella.

"Llévate mi tarjeta de crédito," interrumpí, sabiendo que iba a decir que no tenía nada
de puto dinero. "Está en mi cartera. Y no te molestes en discutir con Rosalie porque es
inútil. En caso de que no lo hayas notado, es una especie de perra."

"Sigues siendo un pendejo. No sé cómo demonios te aguanta ella," escupió Rosalie,


dándose la vuelta y alejándose. Le gritó de nuevo a Isabella para que se diera prisa de
una puta vez y yo sonreí satisfecho, volviéndome a acostar y cerrando los ojos de

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nuevo. Se sentía como en los viejos tiempos...

Tal vez sería divertido tener a esos cabrones cerca, después de todo.

Me quedé dormido después de que Isabella se fue, mi falta de descanso finalmente me


alcanzó. Dormí profundamente un rato antes de que comenzaran las pesadillas, la
persistente melodía filtrándose en mi subconsciente y hostigándome en la oscuridad.
Podía ver el rostro de mi madre, sus centelleantes ojos verdes y su sonrisa orgullosa
brillando mientras hablaba. "Mi Sole," susurró, exudando la calidez y alegría que ella
siempre decía que yo traía a su vida. Se echó a reír, el sonido era tan abrumador que
casi ahoga la tortuosa melodía de fondo, pero no fue suficiente para detener lo que
estaba por venir.

Nunca lo era.

Imágenes comenzaron a destellar en mi mente, sonidos bombardeándome. El chirrido


de llantas, la expresión de terror puro en el rostro de mi madre cuando vio lo que
estaba pasando. Escuché las voces masculinas, sus palabras crueles, seguidas por los
aterradores gritos de mi madre pidiéndome que huyera. Se escuchó el fuerte estruendo
del disparo, seguido de una luz blanca cegadora cuando a mi madre le fue arrebatada
su vida. Grité con horror, y tan pronto volví a ver claramente miré fijamente a los ojos
más aterradores que había visto antes. Pasó un simple segundo antes de que levantara
su arma y me disparara, la segunda explosión me despertó de un golpe, dejando su
imagen grabada en mi mente.

Era un rostro que conocía, un rostro que recordaba, porque era un puto rostro que
acababa de ver. Me bajé de un salto de la cama en el momento que estuve lo
suficientemente consciente para moverme, mis pies enredándose en las sábanas y casi
haciéndome caer al puñetero suelo por mi prisa. Maldije mientras recuperaba mi
equilibrio, sudoroso y tembloroso, respirando dificultosamente. Volví a sacar el
cuaderno de Isabella de debajo de la cama y pasé las páginas frenéticamente,
deteniéndome cuando llegué al dibujo que estaba buscando.

"Cristo," dije, mirando estupefacto. Salí corriendo de la habitación y bajé al segundo


piso, abriendo de un empujón la puerta de la oficina de mi padre sin siquiera
molestarme en tocar. Estaba sentado detrás de su escritorio e instintivamente agarró
un arma de su cajón ante la interrupción, aun cuando el cabrón sabía que se suponía
que no debería tener una como una condición para su fianza.

"¿Qué pasa?" Preguntó cuando vio que era yo, el pánico en su voz.

"¿Quién demonios es este?" Escupí, arrojando el cuaderno sobre el escritorio frente a él,
tratando de calmarme pero estaba a punto de hiperventilar. La tomó, mirándome con
cautela antes de echarle un vistazo al dibujo.

"¿Dónde has conseguido esto?" Preguntó, su ceño fruncido por la confusión.

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"Es de Isabella," le dije, pasando la mano por mi cabello con ansiedad. “Ha estado
escribiendo en ese maldito cuaderno durante semanas, haciendo dibujos de la mierda
que vio en Chicago. Entonces, ¿quién demonios es ese?"

"Es un amigo," dijo vacilante. "Su nombre es Alistair."

"¿Un amigo?" Escupí con incredulidad. "Él no es mi puto amigo."

"Pero lo es," subrayó, mirándome con recelo. "Ha estado en la organización muchos
años, hijo, lo que lo convierte en un amigo de todos nosotros. Si recuerdo
correctamente, él fue el primer hombre que Aro inició como jefe en funciones después
de que tu abuelo murió cuando tenías seis años. Ahora está manejando los casinos de
Las Vegas y lo ha estado haciendo desde que Swan murió hace algunos años."

"¿Aro lo inició?" Grité, negando con la cabeza. "¿Es uno de los nuestros? ¡Ese hijo de
puta mató a mi madre! ¡Me disparó!"

Estaba paseándome frenéticamente y mi padre se tensó, levantándose de un salto y


agarrándome de la camiseta para detener mis movimientos. "¿Qué acabas de decir?"
Preguntó con firmeza, una expresión de seriedad en su rostro.

"¡He dicho, que él mató a mi madre! ¡Fue él!" Escupí.

"¿Lo recuerdas?" Preguntó con incredulidad, su voz mezclada con ira. "¿Después de
todos estos años, dices que recuerdas esa pieza de información y nunca me habías
dicho nada?"

"Sí," le dije, antes de negar con la cabeza, confundido. "Bueno, no. No lo recordaba,
pero ahora sí. Fue él. Apretó el maldito gatillo."

"Te equivocas, hijo," dijo, soltándome a la vez que negaba con la cabeza.

"No me equivoco. Joder, lo vi. ¡Sueño con esa noche todo el tiempo! Mierda, como,
duermo y respiro ese maldito recuerdo, y acabo de ver su rostro no hace ni diez jodidos
minutos," grité. "Era él."

"¿Hoy ha sido la primera vez que has recordado su rostro?" Preguntó impasivo. Asentí y
él suspiró, pellizcando el puente de su nariz con frustración. "¿Y eso ha sido antes o
después de que vieras esta imagen en el cuaderno, Edward?"

"¿Qué demonios importa?" Escupí.

"Porque estás confundido. Estás proyectando lo que le sucedió a Isabella y lo que viste
en esto," declaró, sosteniendo el cuaderno,” en lo que te pasó a ti."

"¿Crees que me estoy inventando esa mierda?" Grité furioso.

"No," dijo con firmeza. "Creo que tú lo crees, pero eso no lo hace real. Ha sido un sueño,

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Edward. Eso es todo. Ya te lo he dicho, la gente que mató a tu madre está muerta. Me
aseguré de ello antes de siquiera venir aquí a Washington. Eran unos don nadie,
matones a los que Swan ordenó que hicieran su trabajo sucio, y me aseguré que hasta
el último de ellos pagara por lo que habían hecho."

"¿Estás seguro?" Pregunté. "¿Apostarías tu vida en ello? No, a la mierda eso.


¿Apostarías mi vida en ello? ¿Qué tal la de Jasper o la de Emmett, o incluso la de
Isabella? ¿Estás tan jodidamente seguro que este hombre no tuvo nada que ver con
ello?"

Él asintió después de un momento, mirándome con cautela. "Estoy seguro," me dijo.

"Entonces, ¿qué mierdas estaba haciendo en Chicago?" Dije con brusquedad. "Si es un
amigo, ¿por qué estaba en ese almacén?"

Él negó con la cabeza, volviendo a mirar al dibujo. "No estaba allí," me dijo en voz
baja, ojeando el cuaderno con indiferencia y mirando algunas páginas.

"¿Estás bromeando? ¿Entonces por qué demonios lo ha dibujado ella? ¿Por arte de
magia?" Pregunté con incredulidad. "¿Ella solo ha dibujado milagrosamente su puto
rostro al detalle?"

Él suspiró con fuerza, molesto. "Probablemente de la misma forma que dibujó este," me
dijo, levantando el cuaderno y mostrándome un retrato de mi madre. Verlo dolía, un
maldito dolor desgarró mi pecho cuando casi me quedé sin aliento por su exactitud. "Lo
dibujó de memoria, Edward, fuiste tú el que me dijo que tenía memoria fotográfica, y es
así como es capaz de dibujar todo esto. Sé que es un hecho que tu madre no estuvo en
ese almacén y tú no puedes asegurar que Alistair lo estuvo, también. Ella pudo
simplemente haber recordado su rostro por visitas a Phoenix, así como recuerda a
algunos de los otros. Él tiene un rostro único, dado el lunar y la cicatriz. Tendría que
haber llamado su atención."

Me quedé en silencio un momento, su insistencia en que estaba equivocado me hizo


dudar un poco, confundido. "¿Y si estás equivocado?" Pregunté.

"No tienes que creerme, Edward. Puedes preguntarle a Aro," me dijo.

"Sí, seguro que puedo hacerlo," murmuré, sacudiendo mi cabeza. "Así como puedes
preguntarle a Isabella."

Él iba a responder pero el timbre de su teléfono lo detuvo, ya que resonó con fuerza en
la habitación. Lo tomó y echó un vistazo a la pantalla, tensándose visiblemente.
"Necesito contestar," me dijo. "Terminaremos esta conversación más tarde."

"Como digas," le dije, saliendo y dando un portazo detrás de mí. Me dirigí a la planta
baja y escuché risas tan pronto llegué al vestíbulo, titubeando caminé hacia la sala de

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estar y vi a mis hermanos. Los dos me miraron cuando entré a la habitación,
dejándome caer en el sofá junto a Jasper y subiendo los pies sobre la mesita de café.
"Ey, cabrones."

"Ey, hermano," dijo Emmett. "Tanto tiempo sin verte.”

"Solo han sido como seis semanas, Emmett."

"¿Y no crees que ese es demasiado tiempo sin verme?" Preguntó en broma.

"No lo suficiente," murmuré, sintiéndome todavía incómodo por todo. Agarró un


almohadón del respaldo de la silla en la que estaba sentado y me lo arrojó, lo abracé
a mi pecho mientras veía la televisión. Vi que estaban viendo Jeopardy y gruñí,
mirando a Jasper. "Cristo, ninguna mierda cambia con ustedes, ¿verdad? Emmett sigue
tratando de pelear conmigo, Rosalie sigue siendo una perra y tú sigues viendo esta
mierda como si no supieras las malditas respuestas o algo así. Apuesto a que Alice
sigue pensando que conoce el puto futuro."

Jasper se rio secamente. "Ni siquiera lo menciones," murmuró. "Tiene sus teorías y te
juro que no te gustaría escuchar ninguna de ellas. En fin, ¿cómo lo llevas?"

Me encogí de hombros. "Estoy aquí," le dije, sin saber cómo responder a esa maldita
pregunta.

"¿Por cuánto tiempo?" Emmett intervino. Lo miré y vi que me miraba con las cejas
levantadas inquisitivamente.

"Sabes tanto como yo," murmuré, sin saber tampoco cómo responder a esa porque era
una jodida pregunta con tantas implicaciones que ni yo mismo estaba seguro.

"Sabes que mi oferta sigue en pie, ¿verdad?" preguntó Jasper. "Me preocupo por
Isabella y no quiero verla dañada, así que si hay algo en lo que pueda ayudar, solo
dímelo. Y lo digo en serio. Lo que sea. Solo estoy a un corto viaje en coche, Seattle no
está tan lejos. Lo sabes."

"Le ofrecí lo mismo," Emmett interrumpió. "También digo esa mierda en serio. Si
necesitas a alguien cuando llegues a Chicago, soy tu hombre. Y tampoco seas un terco
mariquita sobre eso. Izzy Bizzy es como una hermana para mí. Haría cualquier cosa
por esa chica."

"Lo sé," murmuré. "Les agradezco, a los dos." La habitación quedó en silencio, ninguno
me presionó más sobre el tema, y por suerte no intentaron sermonearme por lo que
había hecho. Sabía que ambos estaban decepcionados de que hubiera terminado
iniciándome en la organización, pero me gustaba pensar que, al menos, lo
comprendían.

Las chicas llegaron a casa unos minutos más tarde y quedamos en la sala de estar

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viendo una película, Emmett llamó para pedir algo de pizza. Unos treinta minutos más
tarde hubo una serie de fuertes golpes en la puerta y todos nos miramos los unos a los
otros, sin que nadie hiciera el intento de ir a abrir la maldita cosa. Gemí y me puse de
pie, sacudiendo la cabeza. "No se muevan todos al mismo tiempo cabrones," dije
molesto.

"Yo habría ido," dijo Isabella en voz baja. "Pero no tengo...."

".... nada de dinero," terminé lo que iba a decir. "Cristo, lo sé. No te preocupes, voy yo."

"Puedo traer las bebidas de todos," ofreció, encogiéndose de hombros. Alice dijo que le
ayudaba y se levantó de un salto, deslizando su brazo en el de Isabella mientras
caminaban hacia la cocina.

Me dirigí a la puerta, sacando mi cartera y seleccionando el dinero. Empezaron a tocar


de nuevo con impaciencia, más fuerte que antes, los golpes hicieron que la pared
vibrara. "Cristo, ya voy," grité molesto por su impertinencia. "¿Quién demonios te crees
que eres golpeando la maldita puerta como si fueras el puto..."

Me quedé totalmente inmóvil cuando abrí la puerta, quedando frente a frente con un
hombre con traje que sostenía una placa. "Policía," dijo estoicamente. Me quedé
mirándolo por un momento, sorprendido, antes de darme cuenta que el jefe de policía
de Forks estaba junto a él con expresión nerviosa. "No tengo nada que decirle," dije
rápidamente. El hombre que sostenía la placa sonrió, negando con la cabeza.

"Entonces, es algo bueno que no esté aquí para hablar contigo," me dijo, al parecer
divertido por mi reacción. "Mi nombre es detective Jason Jenks, y trabajo con la Unidad
de Personas Desaparecidas del Estado de Washington. ¿Hay una Isabella Swan aquí?"

Me tensé, mi corazón empezó a latir con fuerza al escuchar sus palabras. "¿Qué quiere
con ella?" Pregunté por instinto, conociendo ya la puñetera respuesta antes de que las
palabras salieran de mis labios. Sabíamos que sería solo cuestión de tiempo antes de
que alguien viniera haciendo preguntas sobre la desaparición de Jacob.

"Tenemos algunas preguntas, nos gustaría entrar y preguntarle," dijo. Negué


rápidamente con la cabeza, la ira y el pánico me invadieron.

"Ella no tiene nada que decirle," escupí. "Y no hay puta forma de que entren."

"Podemos conseguir una orden y volver," dijo, encogiéndose de hombros casualmente.


"No importa la forma. Lo que prefieras."

Mi mente empezó frenéticamente a considerar ideas, tratando de descifrar cómo


demonios librarla de hablar con ellos, pero antes de que pudiera concretar algo la voz
de mi padre se escuchó detrás de mí.

"Déjalos entrar."

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Me volví rápidamente para verlo de pie en las escaleras y lo miré boquiabierto,
sorprendido de que hubiera dicho esa mierda. "¿Disculpa?" Pregunté, sabiendo que
tenía que haberlo escuchado mal porque mi padre nunca invitaría a entrar
voluntariamente a la policía a su casa si tuviera otra opción.

"Me has oído, Edward," me dijo, bajando los últimos escalones hacia el vestíbulo. "Solo
déjalos hacer sus preguntas y terminemos con esto para que la dejen en paz. No tiene
sentido prolongar esto."

"De ninguna manera," espeté al mismo tiempo que negaba con la cabeza, y estaba a
punto de preguntarle si había perdido la jodida cabeza cuando Emmett interrumpió.

"¿Dónde demonios está la comida? Joder, me estoy muriendo de hambre," gritó,


saliendo de la sala de estar y mirando hacia la puerta principal. Paró en seco cuando
vio a la policía, sus ojos se ampliaron por la sorpresa. "¡Oh, mierda, definitivamente no
es el tipo de la pizza! ¿Qué demonios has hecho ahora, Edward?"

Gruñí por la irritación, molesto de que automáticamente hubiera sospechado que era
mi puñetera culpa, aunque sabía que no estaba tan lejos de la verdad. Se escuchó un
fuerte jadeo a mi derecha y le siguió un crack, y rápidamente me di la vuelta para ver a
Isabella de pie en la entrada de la cocina. Nos estaba mirando, el pánico dibujado en
sus facciones, con un vaso roto en un charco de soda a sus pies. Maldije al darme
cuenta que había tirado la puta bebida, y me apresuré a ayudarla pero mi padre se me
adelantó.

"Muéstrales el camino," dijo con firmeza, levantando su mano para detenerme, su


expresión diciéndome que hablaba en serio. Isabella comenzó a recoger el vaso, sus
manos temblando y mi padre se puso de cuclillas para ayudarla. Titubeé molesto, pero
de mala gana dirigí a los oficiales de policía a la sala de estar. El detective tomó
asiento en el sofá mientras que el jefe de policía se quedó dando vueltas en la parte de
atrás, retorciendo sus manos nerviosamente. Sabía que tenía puto miedo de mi padre y
me atreví a pensar que sospechaba al menos parte de lo que le había pasado a Jacob
y obviamente no quería tener nada que ver con estar allí mientras era investigado.
Había aceptado sobornos de mi padre anteriormente, y conocía su trabajo, y
posiblemente su vida estaba en la cuerda floja si algo salía mal. Mis hermanos se
disculparon y llevaron a sus novias arriba para no interrumpirnos, y yo me quedé
parado en el pasillo observando a mi padre decirle algo a Isabella en voz baja. Ella
asintió vacilante, todavía recogiendo torpemente los vidrios, y él sonrió a medida que
extendía su mano y tomaba su barbilla. Ella levantó su vista para mirarlo y él dijo algo
más, una pequeña sonrisa curvó sus labios por sus palabras. Los observé con
curiosidad, preguntándome qué tipo de maldito juego estaba jugando mi padre
mientras ellos se ponían de pie y se dirigían en nuestra dirección.

Isabella se sentó con cuidado en una silla y yo me senté en el brazo de la misma, sin
querer dejarla. Mi padre tomó asiento en otra silla cuando el detective se aclaró su

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garganta. "Nos gustaría hablar con ella a solas," dijo, pero mi padre sacudió su
cabeza, negándose.

"Eso no sucederá," dijo con indiferencia. "Estoy siendo lo suficientemente atento al


invitarlos a entrar a mi casa pero no voy a permitir que me ofenda. Si tiene alguna
pregunta, no hay razón por la cual no pueda hacerlas en mi presencia."

"Bien," dijo, con un suspiro de fastidio. "Isabella, ¿conoces a Jacob Black?"

Isabella comenzó a agarrarse las uñas con nerviosismo, mordisqueando su labio


inferior. "Sí. Bueno, sé quién es, pero en realidad no lo conozco muy bien. O, quiero
decir, no lo conozco... conocía," tartamudeó, su pánico se elevó cuando sus ojos se
movieron hacia mí. Suspiré y extendí mi mano para frotar su espalda, deseando que
solo se relajara. Ella no había hecho nada malo y no tenía maldita razón para
preocuparse.

"¿Cuándo fue la última vez que lo viste?" Preguntó.

"El veintidós de septiembre," respondió vacilante. "Fue la noche del partido de fútbol de
Edward."

"¿Y nada fuera de lo ordinario sucedió en el juego?" Preguntó.

"Le pateé el culo," intervine, queriendo evitarle tener que contar esa mierda. "Aunque
eso en realidad no es algo fuera de lo común. No es un secreto que él y yo nos odiamos
el uno al otro."

"¿Y después de que pararon la pelea? ¿Qué sucedió después?"

"Él salió corriendo," le dije, encogiéndome de hombros. "Justo como cada jodida vez que
peleamos."

"¿Esa también fue la última vez que lo vio, señor Cullen?" Preguntó, mirándome con
recelo.

"No, lo vi una semana después de eso cuando estaba haciendo mi examen SAT en el
instituto," declaré.

"¿Por qué?"

"Porque me dio la gana. ¿Por qué la gente hace ese puto examen?" Pregunté, molesto.

"No le estoy preguntando por qué hizo el examen. Le estoy preguntando por qué estaba
él allí," dijo impaciente el detective Jenks.

"Estaba allí para verme," respondí, consciente la primera vez de a qué se refería pero
sin deseos de contestar esa puta pregunta. Imaginé que de todos modos ellos ya lo
sabían, porque mucha gente había presenciado ese intercambio como para que

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pudiéramos ocultarlo. "Vino a decirme que Isabella quería que me fuera directamente a
casa."

"¿Y qué pasó después?" Preguntó.

"Exactamente lo que pasaba cada puñetera vez que estábamos juntos."

"Una pelea," dijo, asintiendo como si no fuera una sorpresa. "Y después de la pelea,
¿no lo volvió a ver de nuevo?"

"Nop."

"Y la última vez que lo vio, Isabella, ¿fue la noche del veintidós en el estadio de fútbol?"
Preguntó, mirándola. Ella titubeó antes de negar con la cabeza.

"Lo vi esa noche más tarde. Lo llamé y se reunió conmigo en los acantilados de La
Push," explicó. "Hablamos un rato y luego me fui a casa."

"¿Y esa fue la última vez que lo vio?"

"Sí," dijo, sus ojos moviéndose hacia el otro lado de la habitación, hacia mi padre. Él
asintió, el movimiento fue tan leve que apenas lo vi.

"¿Puede hablarme sobre las llamadas que le hizo el treinta de septiembre?" Preguntó el
detective.

"Eh, sí. No podía comunicarme con Edward, así que llamé a Jacob para pedirle que lo
localizara por mí," dijo. "Yo, eh... no me encontraba bien y quería que viniera a casa."

"¿Y pensó que eso era sabio?" Preguntó, levantando sus cejas inquisitivamente.

"Considerando lo mucho que, aparentemente, los dos peleaban, ¿no pensó que no
sería una idea muy buena?"

Ella se encogió de hombros. "Él era el único que conocía en la ciudad que podía
hacerlo," dijo. "Después me di cuenta que era una estupidez y llamé de nuevo a Jacob
para decirle que lo olvidara, pero era demasiado tarde."

"¿Y esa fue la última vez que habló con él?" Preguntó. Ella asintió.

"Nunca volví a saber de él después de ese día," susurró con tristeza en su voz.

"¿Alguno de ustedes tiene alguna idea de lo que pudo pasarle a Jacob?" Preguntó. Yo
negué con la cabeza e Isabella suspiró.

"Sí," dijo en voz baja. Me tensé y lo miré con incredulidad, mi corazón empezó a latir
erráticamente al mismo tiempo que me preguntaba qué demonios estaba haciendo.

"¿Y qué seria eso?"

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"La noche en el acantilado, él dijo que aquí ya no había nada para él y habló de irse,
simplemente desaparecer, para empezar en algún lugar nuevo donde nadie supiera
quién era. Pensé que tal vez solo se estaba desahogando porque estaba molesto, pero
ahora me pregunto si eso era exactamente lo que pretendía," dijo. "Yo, eh... no puedo
evitar pensar que es culpa mía, porque lo llamé. Que si no lo hubiera involucrado, esto
no hubiera pasado."

Mi pecho se contrajo y me sentí abrumado por la culpa mientras el detective se ponía


de pie para irse.

"No puede culparse por las decisiones que otros toman, señorita Swan," dijo. "Le
agradezco su tiempo. Si recuerda algo más, por favor llámeme." Sacó una tarjeta de
presentación, entregándosela a Isabella y ella la cogió con cautela. Mi padre se puso
de pie para acompañar a la policía a la puerta, e Isabella y yo nos quedamos sentados
por un momento, la tensión se elevó en la habitación.

"¿De verdad crees eso?" Pregunté, incapaz de soportar el silencio. "¿De verdad crees
que lo que le pasó a Jacob fue culpa tuya?"

"Por supuesto," dijo en voz baja. "Si yo no hubiera...."

"No puedes culparte," la interrumpí. "Eso es un puta ridiculez, Isabella. Tú no lo


provocaste."

"Pero sí lo hice," dijo, negando con la cabeza. "¿No lo ves, Edward? ¡Todo fue por mí,
todo porque soy un tipo de princ-- lo que sea! ¡Tu madre y Jacob, los dos perdieron la
vida tratando de ayudarme, y tú entregaste la tuya para salvarme! ¿Qué más va a
pasar por mi culpa?"

"No voy a dejarte que cargues con esa mierda," dije con brusquedad. "Tú eres inocente,
Isabella. ¡No hiciste nada malo! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo para que
finalmente lo entiendas? Todo lo que ha pasado, ha pasado por una puta razón. Me
encabrona que mi madre ya no esté, joder, me duele, y odio que Jacob haya muerto,
pero tú no provocaste nada de eso. Y no te atrevas a sentirte culpable porque me
iniciara. Yo tomé la decisión. Entré en esa habitación voluntariamente y tomé el
juramento, así que si tienes que culpar a alguien por ello, cúlpame a mí. Lo hice porque
quería salvarte, no porque tuviera que hacerlo. Lo hice porque te amo. Hice toda esa
mierda yo solo. ¡Y no me arrepiento por nada y nunca lo haré, porque todo valió la
pena ahora que estás libre!"

"¿Lo estoy?" Preguntó, sus ojos llenándose de lágrimas. "¿Soy libre, Edward?"

"Por supuesto que eres libre," le dije, mi ceño fruncido por la confusión ante su
pregunta. "¿Por qué no lo serías?"

"No lo sé," dijo, negando con la cabeza mientras las lágrimas comenzaron a correr por

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sus mejillas. "Ni siquiera sé lo que significa ser libre."

"Significa que puedes hacer lo que tú quieras, Isabella," le dije con exasperación. "Ir a
dónde quieras ir, ser lo que quieras ser, lo que sea. Tienes opciones, puedes perseguir
tus jodidos sueños."

"¿Puedo?" Preguntó, su expresión me decía que no me creía. Asentí, y ella se rio


amargamente, limpiándose las lágrimas. "¿Y tú?"

Me tensé, su pregunta me tomó desprevenido. "No," dije titubeante.

"Entonces, ¿cómo puedo hacerlo yo?" Preguntó, su voz quebrándose por la angustia.
"¿Cómo puedo ser libre si tú no lo eres, Edward?"

Me quedé mirándola, sin tener idea de cómo responder a esa puta pregunta. "Yo, eh...
creo..." Empecé a decir cuando mi teléfono empezó a sonar en mi bolsillo y rompió el
hilo de mis pensamientos. Gemí y lo saqué, mirando a la pantalla para ver que era
Aro. Miré a Isabella con cautela y ella suspiró, poniéndose de pie sin decir nada y
empezando a caminar fuera de la habitación. "Espera, Isabella. Solo espera, ¿de
acuerdo?"

Se detuvo cerca del vestíbulo y se volvió para mirarme, las lágrimas todavía cayendo
de sus ojos. El teléfono siguió sonando en mi mano y gemí, sabiendo que tenía que
contestar.

"¿Sí, señor?" Dije, dando unos pasos hacia el sofá para sentarme.

"No te gusta responder al teléfono con prontitud, ¿verdad?" Preguntó impaciente.

"Lo siento, señor," murmuré, dejando caer mi cabeza y pasando la mano por mi cabello
con ansiedad.

"Está bien. Solo estoy llamando para asegurarme que todo ha salido bien esta
mañana," me dijo.

"Eh, sí. Me encargué de eso," le dije. "¿Quiere que le gire el dinero o se lo deposite en
una cuenta en alguna parte?"

"No, puedes guardarlo por unos días," dijo. "Puedes entregármelo después de Navidad,
cuando regreses a Chicago."

"¿Disculpe?" Le dije, sorprendido por sus palabras.

"He sido más que tolerante con tu situación, pero estamos tratando de reconstruir y
llenar las grietas que han dejado los últimos desafortunados incidentes. Alec se ha
recuperado y está volviendo a tomar el ritmo de las cosas, así que creo que es tiempo
de que empieces a adaptarte," me dijo.

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"¿Tan pronto?" Pregunté vacilante, jalándome el cabello con fuerza en frustración.

"Han pasado casi dos meses, Edward. Todos los cabos sueltos han sido atados en
Washington, de manera que ya no hay negocios de los que encargarse," dijo. "No hay
nada allí para ti."

"Bien," le dije, jodidamente consciente de que no se podía discutir con él. Había tomado
su decisión y no había nada que lo hiciera cambiar de parecer.

"Excelente, me alegra que eso esté resuelto. Buon Natale, querido muchacho. Te veré
pronto," me dijo.

"Para usted también, señor," murmuré, terminando la llamada. "Joder." Miré al otro lado
de la habitación con pánico, preguntándome cuánto había escuchado Isabella y si
entendería algo de ello, y fruncí el ceño cuando vi que el vestíbulo estaba desierto.

Después de todo, no me había esperado.

Me levanté y me dirigí a las escaleras, subiéndolas lentamente mientras trataba de


determinar qué demonios iba a hacer. Estaba exhausto y confundido, todo se estaba
cayendo a pedazos justo frente a mí y no sabía qué demonios se suponía que iba a
hacer al respecto. Titubeando me dirigí a la oficina de mi padre, sin saber dónde más
recurrir. Toqué suavemente la puerta, sin siquiera estar seguro de que hubiera ido allí
después de acompañar a la policía, y la abrí después de un momento para echar un
vistazo dentro.

Estaba sentado frente a su escritorio con el teléfono en su oído, aparentemente


inconsciente de mi presencia. Lo observé mientras tamborileaba sus dedos impacientes
en el brazo de la silla, escuchando a quién fuera que estuviera en la línea.

"Eso es inaceptable para mí," dijo después de un momento. "No puedo hacer eso."

Hubo una pausa mientras escuchaba, pellizcando el puente de su nariz. "Entiendo tu


situación, pero tú tienes que entender la mía. Tengo familia que tengo que tener en
consideración, y puede que tú no te preocupes por ellos, pero yo sí," dijo con firmeza.
"¡Es mi vida de la que estamos hablando, así que ni siquiera intentes darme esa
mierda! No te atrevas a actuar conmigo con condescendencia. Si quieres que te respete
y confíe en ti, espero lo mismo en respuesta o esta conversación termina aquí y nunca
ha sucedido. No necesito que hagas de esto algo que no es, y no me agrada que me
mientan."

Cambié de posición y el movimiento llamó la atención de mi padre. Me miró con pánico


en sus ojos, aclarando su garganta después de un segundo. "Me tengo que ir.
Terminaremos está conversación más tarde."

Colgó sin dar a la persona la oportunidad de responder y puso el teléfono sobre su

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escritorio, todavía mirándome. "¿Quién era?" Pregunté.

"Mi abogado," dijo rápidamente, entrelazando sus manos en su regazo.

"¿Tu abogado?" Pregunté, estrechando mis ojos con suspicacia. "¿Qué estás haciendo,
negociando acuerdos con el fiscal? ¿Tratando de librarte con un soborno?"

"Si fuera así de fácil," dijo, riéndose con nerviosismo. "Más bien algo así como intentar
arreglar las cosas antes de que me pongan la soga al cuello."

"¿Así de mal?" Pregunté, frunciendo el ceño. Puede que mi padre y yo no hayamos sido
cercanos a través de los años, pero no me agradaba la idea de perderlo. Joder, como
estaban las cosas ya había perdido lo suficiente.

"Sí, así de mal," me dijo. "No es tan fácil salir de estas cosas como solía serlo. Podíamos
pagar para salir de lo que fuese, pero el poder de la organización y el respeto parece
tener menos influencia que incluso nuestro dinero en estos días."

Me quedé mirándolo sorprendido, atónito de que él y yo tuviéramos más en común de


lo que pensaba.

"¿Puedo preguntarte algo?" Pregunté, cerrando la puerta y acercándome a una silla


para sentarme.

"Por supuesto," dijo, echándose hacia atrás en su silla y mirándome con curiosidad.

"¿Alguna vez te has arrepentido de iniciarte?" Pregunté.

Él titubeó, considerando mi maldita pregunta y probablemente preguntándose cuánto


podía decirme. "No, no puedo decir eso. He cometido muchos errores en mi vida, pero
hacer el juramento por tu madre... simplemente no puedo arrepentirme de eso.
Desearía que hubiera sido diferente, desearía no haber tenido que hacerlo, pero el
hecho es que lo hice. Era necesario, y lo haría de nuevo sin pensarlo," me dijo.
"¿Sabes? Estaba furioso cuando Esme me dijo lo que habías hecho, y por mucho que
todavía lo odie, ahora lo entiendo, hijo. De hecho, probablemente no debería haberme
sorprendido en absoluto, considerando quienes son tus padres. Es lo mismo que yo
hice por tu madre, y lo mismo que con el tiempo ella hizo por Isabella. De alguna forma
es genético, supongo que está arraigado en tu ADN. Finalmente, te habrías sacrificado
por ella, de alguna manera o de otra. Eres el hijo de tu madre, después de todo."

"Bueno, sí, aparentemente también lo soy tuyo," murmuré. "Hombre de honor y todo
eso."

Él esbozó una sonrisa, sacudiendo su cabeza. "Al parecer," me dijo. "Entonces, ¿hay
alguna razón por la cual me hayas hecho esa pregunta? Te estás arrepintiendo..."

"No," dije rápidamente. "La amo y nunca me arrepentiré, joder, haría cualquier cosa por

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ella. Es solo que, Cristo... sabía que era necesario y todo eso, pero no puedo evitar
sentirme como si la hubiera jodido."

"Entiendo," dijo. "Aún al día de hoy me siento así en cierto modo. Me inicié para salvar a
tu madre de la esclavitud, y al final todo lo que hice fue aprisionarla de todas formas.
La llevé directamente de un mundo peligroso a otro, que estaba vestido con elegancia
y se llamaba de forma diferente, pero en retrospectiva no era muy diferente. Amaba a
tu madre, y siempre lo haré, pero creo que mi mayor error fue no dejarla ir. Nunca llegó
a ser realmente libre, allá afuera, en el mundo, donde nadie sabía lo que ella había
sido."

Se quedó callado por un momento, tamborileando sus dedos de nuevo, y yo me quedé


mirándolo en shock.

"No me malinterpretes, no cambiaría por nada los años que tuve con tu madre, y es
seguro que no renunciaría a ustedes. Son lo único que siento que he hecho bien en mi
vida. Pero nunca me perdonaré por no haberle dado la oportunidad de irse por su
cuenta. Nunca llegó a experimentar la vida sin restricciones, y honestamente, ni
siquiera estoy seguro si le hubiera gustado, pero el punto es que nunca le permití
elegir. Sé que me amaba, y sé que tenerlos a ustedes la hizo más feliz de lo que jamás
se hubiera imaginado que sería, pero no creo que siquiera se diera cuenta que alguna
vez tuvo otra opción. Yo me sacrifiqué para darle oportunidades en la vida, y después,
no le dije que las tenía. No puedo evitar preguntarme, después de tantos años, lo
diferentes que habrían sido las cosas si la hubiera dejado ir."

"Ella nunca te habría dejado," le dije, negando con la cabeza. "Te amaba demasiado."

"No conocía nada más," dijo. "Y ese es el punto, en realidad. Me culpo por eso. En
retrospectiva, siento como si ella nunca tuvo la oportunidad de elegir estar conmigo,
simplemente lo estaba."

"Por eso es que siento que la he jodido," le dije en voz baja. "Isabella me acaba de
preguntar cómo puede ella alguna vez ser libre si yo no lo soy, y hasta ese momento no
me había dado cuenta de qué había hecho exactamente. Tomé una decisión sobre
nuestra vida juntos, y se supone que ella solo tiene que aceptar esa mierda.
Simplemente pensé que podía mantener esas partes de mi vida separadas."

"Sí, yo pensé lo mismo cuando tenía tu edad," murmuró. "Y te puedo decir por
experiencia que no es fácil vivir como un hombre dividido."

"Me doy cuenta de eso."

"En fin, ¿ya han hablado sobre el futuro?" Preguntó. Negué con la cabeza, pasando la
mano por mi cabello con ansiedad.

"No, pero supongo que mi tiempo se está acabando, considerando que me esperan en

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Chicago después de Navidad," le dije. "Al parecer Aro piensa que ha sido lo
suficientemente paciente." "No me sorprende," respondió mi padre. "¿Vas a estar bien?"
Me reí con amargura. "Voy a estar bien. Es ella por quien estoy preocupado."

"No me preocuparía mucho por ella. Es fuerte y va a salir adelante, sin importar qué,"
dijo. "En fin, mientras estás aquí, hay algo que quiero darte."

Abrió el cajón superior de su escritorio, y hurgó en él por un momento antes de sacar un


juego de llaves. Me las lanzó y las atrapé al mismo tiempo que él cerraba el cajón de
nuevo. "¿Qué son?" Pregunté confundido, sosteniéndolas.

"Son llaves," dijo con sarcasmo, echándose a reír mientras que yo rodaba los ojos. "Son
de la casa en Chicago. Supongo que vas a necesitar dónde vivir mientras estés allá, y
obviamente no se está utilizando.”

"¿Estás seguro?" Pregunté sorprendido.

"Sí, estoy seguro," dijo. "No debería estar vacía. Tu madre estaría feliz si te pudiera ser
de utilidad."

"Gracias," le dije, poniéndome de pie y estirándome. "Bien, voy a dejarte solo ahora
para que puedas volver a llamar a quién demonios fuera con quien estabas realmente
hablando. No hay forma de que fuera el señor Ricci, porque él no es exactamente el
tipo de hijo de puta que le endulce cualquier mierda a alguien."

Él se quedó mirándome por un momento, sin hacer ningún comentario de lo que había
dicho. Me di la vuelta para salir y se aclaró la garganta, deteniéndome. "Ascoltare il tuo
cuore," dijo en voz baja, recordando una frase que mi madre decía todo el maldito
tiempo cuando éramos niños.

"Recuerda eso y estoy seguro de que harás lo correcto. Como dije, eres el hijo de tu
madre."

Asentí y salí al pasillo, tratando rápidamente de evaluar todo lo que había sucedido en
el transcurso de este maldito día. Era jodidamente extraño, pero mientras pensaba en
lo que Ben me había dicho esa tarde, un sentido de determinación se apoderó de mí
una vez más. Mi pecho dolió cuando pensé en la pregunta de Isabella y en la angustia
que había demostrado durante su arrebato, mientras las palabras de consejo de mi
padre de hace unos momentos se reproducían en mi mente. “Ascoltare il tuo cuore”.
Escucha a tu corazón. En ese momento, se sintió como si todo se uniera y finalmente
supe qué mierda se suponía que tenía que hacer. Me acerqué a la puerta de la
habitación de mi hermano, titubeando un segundo mientras lo reconsideraba, antes de
que finalmente levantara mi mano para tocar.

Joder, no podía ser egoísta y simplemente seguir aparentando que las cosas estarían
bien. Tenía que hacer algo para asegurarme de ello.

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"Creo que voy a tener que aceptar tu oferta," dije tan pronto abrió la puerta. "Voy a
necesitar tu ayuda."

Él se quedó mirándome con aprensión, sus ojos escudriñando mi rostro. No parecía


sorprendido por mis palabras, y sospechaba que había sabido todo el tiempo que
finalmente admitiría que no podía hacer toda esa mierda yo solo. Extendió su mano
después de un momento y me tomó por el hombro, asintiendo.

"La tienes."

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"Pero en el jardín de lo sencillo, todos somos anónimos, nunca fuiste nada más que
hermosa para mí” - Ani DiFranco

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola
Guevara, Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana
Ortiz, Pilar Ocampo.

“Feliz Navidad”.

Salté, sorprendida por la inesperada voz, y alejé mi atención de la ventana. Esme entró
a la cocina y me sonrió cálidamente, su expresión era dulce mientras me miraba. Me
sorprendí al verla levantarse tan temprano, ya que el sol apenas comenzaba a salir y
sabía que ella y Alec tenían que haber llegado muy tarde la noche anterior. Estaba
previsto que llegaran unos días antes, pero al parecer, Alec se retrasó con los negocios
y no pudieron tomar su vuelo previsto desde Chicago.

“Feliz Navidad”, dije en voz baja, sonriendo amablemente. Vi como ella se acercó a la

despensa y empezó a rebuscar en el interior, murmurando para sí misma. Vestía muy


bien, con un vestido gris de manga larga y un par de zapatos de tacón a juego, con el
pelo cayendo en ondas por su espalda y su maquillaje recién aplicado. Parecía
totalmente lo opuesto a cómo se veía la última vez que la vi, tenía su chispa de nuevo,
la compasión y la dulzura irradiaban de ella. Era maternal de una manera que hacía
que me sintiera a gusto al instante en su presencia.

“¿No es muy temprano para estar despierta?”, preguntó cerrando la despensa y


volviéndose hacia mí.

“Supongo que sí”, le dije. “No podía dormir”.

“¿Puedes alguna vez?” preguntó, alzando las cejas inquisitivamente. ”No te ves
exactamente descansada”.

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Me encogí de hombros, vacilante. “Tengo muchas cosas en mente”, murmuré. “¿Por
qué estás levantada tan temprano? Si no te importa que te pregunte, es que...”

“Por supuesto que no me importa. Puedes preguntarme cualquier cosa, Isabella," dijo.
"Y para responder a tu pregunta, me levanto porque es Navidad y si recuerdas el año
pasado, me encargo de la cena de Navidad.”

“Oh”, dije, sorprendida. “Pensaba que como llegaste tan tarde, yo empezaría a
hacerlo.”

“Bueno, pensaste mal”, dijo, sonriendo de nuevo. “Necesitas relajarte y olvidarte de


todo por un día, permitirte disfrutar un poco. Después de todo, solo vas a tener
diecisiete una vez, por lo que debes disfrutar de ello mientras puedas. Antes de que te
des cuenta, serás vieja y tendrás el cabello gris como yo.”

“Tu cabello no es gris” le dije, frunciendo el ceño mientras la miraba fijamente. La


habitación estaba en penumbra, la única luz era solo un brillo sutil que se filtraba por
la ventana, pero estaba segura de que no había visto ninguna.

Ella se echó a reír. “Es sólo porque tengo un buen estilista que lo cubre todo para mí.
Sería totalmente gris si no fuera por eso, gracias a la línea de trabajo de mi esposo.
Estoy segura que sabrás todo acerca de eso en poco tiempo, sin embargo.”

“Estoy segura”, murmuré, jugando nerviosamente con el dobladillo de mi camisa. No


estaba segura de qué más decir, pero podía sentir sus ojos en mí, obviamente,
esperando una respuesta mejor.

“¿Estás bien, cariño?” preguntó cuando el silencio se hizo incómodo. “Las cosas están
bien entre Edward y tú, ¿no es así?”

“Supongo que sí”, le dije, suspirando. “No hemos hablado las cosas, así que realmente
no sé lo que está pasando. Afirma que nada ha cambiado y que soy libre para seguir
mis sueños, pero no veo cómo puedo ser libre cuando él no lo está. Ni siquiera puedo
comprender cuál es el camino, la verdad. Ese no es Edward. “

“Tienes razón, no lo es”, dijo. “Y no es Carlisle, tampoco, aunque no lo creas. Recuerdo


el miedo de Elizabeth sobre su iniciación. Ella me dijo casi lo mismo que me acabas de
decir y tenía las mismas inquietudes que tú. Probablemente podrías aprender mucho a
partir de su experiencia”.

“Eso es lo que el doctor Cullen me dijo” murmuré. “Él me dio su diario para que lo lea.”

“¿Y lo has hecho?”

“Un poco”, le respondí, encogiéndome de hombros. “No creo que a Edward le guste
que lo tenga, así que no lo leo cuando él está cerca.”

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“Bueno, creo que deberías leerlo”, dijo sonriendo. “Edward lo superará. Su madre ha
sido siempre un tema delicado para él. Probablemente soy la única persona que
alguna vez fue lo suficientemente valiente como para hablar con él sobre lo que le
pasó. Todo el mundo siempre caminó de puntillas a su alrededor, pero siempre creí
que lo que realmente necesitaba era a alguien que no tuviera miedo de cavar en
profundidad y meterse un poco debajo de su piel. Edward necesita a alguien que lo
saque a la superficie y lo mantenga ahí, de lo contrario se hundirá en su pozo de
oscuridad y se cerrará a todos”.

“Lo hace”, dije en voz baja. “Me dijo que siempre sentía que se ahogaba.”

“Y llegaste tú y lo salvaste. Es la forma en que Elizabeth le mostró a Carlisle qué era el


amor, y cómo Alec me hizo sentir algo, por fin. Es un vínculo que no se puede olvidar,
Isabella” respondió. “Tú lo amas, ¿verdad?”

“Por supuesto” le dije, asintiendo. Mis ojos se llenaron de lágrimas ante la pregunta,
una resbalando por mi mejilla. La aparté rápidamente, despejando mi garganta
mientras trataba de controlar la oleada de emoción. ”Lo amo más que a nada.”

“¿Y estás preocupada por lo que va a pasarle ahora?”, preguntó. Asentí y sonrió con
simpatía. “Entonces te diré lo mismo que le dije a Elizabeth hace tantos años. Tenía
miedo de que el hombre que ella amaba desapareciera en medio de la violencia y el
caos en que se convertiría su vida, pero la verdad, Isabella, es que no cambian si
tienen una razón para no hacerlo. Siempre será el mismo Edward que te ama
profundamente. No voy a mentirte y decirte que nada va a cambiar, porque algunas
cosas lo harán. Guardará secretos, y por mucho que lo odies, te darás cuenta de que
son cosas que no quieres saber. Además, creo que es más fácil para ellos no llevarse
esas cosas a casa, y mantenerlas separadas. Les ayuda a saber que tienen un
santuario, un lugar donde pueden ir y ser ellos mismos, y no tener que ser un Mafiosi
por un tiempo. Sé un poco de lo que mi marido ha hecho, y hubo un tiempo en el que yo
lo interrogaba sobre las cosas, pero ya no lo hago porque confío en él. No me gusta lo
que hace, pero sé que lo hace para sobrevivir. Es matar o morir, y no me gusta que mi
marido mate a la gente, pero egoístamente, yo lo prefiero a que él sea asesinado”.

Hizo una pausa, mirándome con curiosidad. ”Me imagino que probablemente ahora
estarás asustada, porque hay muchas incógnitas, pero como he dicho, todavía será
Edward. Él verá cosas que te gustaría que pudiera olvidar, y va a tener un gran
sentimiento de culpa sobre cosas que él no va a poder controlar, ¿pero no es así con
todo? Edward siempre ha estado obsesionado por las cosas, pero le diste esperanza y
le hiciste sentirse vivo otra vez. Eso no va a cambiar, Isabella. Tu amor seguirá siendo
lo que lo salvará de ahogarse.”

“¿Lo será?” Le pregunté, más lágrimas caían. “No siento como si fuera así.”

“Eso es porque él también está asustado, cariño”, dijo, extendiendo la mano. Envolvió

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sus brazos a mi alrededor y me atrajo en un abrazo, su mano acarició mi cabello al
igual que mi madre lo hacía cuando era más joven. “Tienes miedo por él, y él tiene
miedo por ti, pero ninguno de los dos parece darse cuenta de que puede ser algo
bueno. Se aman, y en lugar de unirse se están separando.”

Se oyó un carraspeo detrás de nosotras y Esme me soltó rápidamente, volviéndose


para mirar. Me puse tensa cuando vi a Alec apoyado en el marco de la puerta, con los
brazos cruzados sobre el pecho. “¿Interrumpo?”

“No, señor”, le dije rápidamente, bajando la mirada al suelo.

“Por supuesto que sí”, intervino Esme con una sonrisa. “Teníamos una charla de
chicas”.

“Eso he oído” respondió. “¿Y qué ha pasado con lo de mantenerse al margen? Creía
que habíamos acordado...”

“Y pensaba que me conocías mejor que eso”, dijo Esme, interrumpiéndolo. La miré
rápidamente, sorprendida, nadie hablaría con Alec de esa manera.

“Lo sé”, dijo. ”Pero esperaba que escucharas al sentido común por una vez.
Entrometerse en los asuntos de otras personas...”

“...solo hace que la gente salga herida”, dijo ella, interrumpiéndolo una vez más. “Lo
sé, Alec. Te he escuchado decirlo un millón de veces, pero quedarme quieta sin hacer
nada mientras la gente está sufriendo, es igual de malo para mí. ¿No hacemos eso lo
suficiente? Son solo unos niños, por el amor de Dios.”

“Edward es adulto”, replicó Alec. ”Lo que decida hacer con su vida privada no es
asunto nuestro. Es la única parte privada de su vida ahora. Dale el respeto que se
merece para manejarlo a su antojo”.

“¿Has olvidado que respondiste por ella?” intervino Esme.

"Ciò non significa che io controllo la ragazza," (N.T. Eso no significa que yo controlo a la
chica) espetó en respuesta, lanzándome una mirada rápida que provocó un escalofrío
por mi columna. Su tono era duro e intimidante y Esme entrecerró los ojos con enojo. Yo
nunca los había visto pelearse antes, y el hecho de que parecía ser yo la causa era
muy molesto.

"Hanno paura, Alec! È il tuo dovere di aiutarla!" (N.T. ¡Tienen miedo, Alec! ¡Tú deber es
ayudarla!)

"Il mio unico dovere è quello di guardare," (N.T. Mi única obligación es observar),
respondió con frialdad.

“¿Al igual que con Elizabeth?” Preguntó Esme, levantando sus cejas inquisitivamente.

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“Me decías que permaneciera al margen, que me ocupara de mis propios asuntos y
que dejara que ella se ocupara de los suyos cuando era evidente que no tenía ni idea
de lo que estaba haciendo. Hizo muchas cosas buenas, ¿eh? ¡Podríamos haber
ayudado!”

“Elizabeth no era mi responsabilidad”, afirmó.

“Tienes razón, no lo era” respondió Esme, moviendo la cabeza. “Pero Isabella lo es”

Alec se quedó en silencio y la miró fijamente, con expresión indescifrable. Esme le


devolvió la mirada, su mirada firme, y la tensión en la sala aumentaba con cada
segundo que pasaba. Era incómodo y empecé a juguetear nerviosamente con mis
dedos, tuve una sensación de mareo cuando la sangre corrió con furia a través de mis
venas.

“Yo... yo no debería estar aquí”, dije en voz baja, moviéndome hacia la puerta. Llegué
al vestíbulo antes de oír la firme voz de Alec, su sonido me detuvo en seco.

“Detente”

“Grazie” dijo Esme en voz baja mientras sus pasos resonaban detrás de mí. Me di la
vuelta y vi cómo Alec entraba al vestíbulo, y me miraba brevemente antes de dirigirse a
la sala de estar. Lo miré por un segundo sin saber qué hacer y sorprendida por la
cojera que ahora tenía en su andar, una punzada de culpa me golpeó cuando me di
cuenta de que era por el incidente en el almacén. Me lanzó una mirada impaciente
cuando vio que seguía de pie allí y me di cuenta que esperaba que lo siguiera. Se
sentó en una silla a la derecha, dentro de la sala de estar, y con dudas, me acerqué al
sofá, sentándome cautelosamente en el borde. La habitación estaba en penumbra y
extrañamente tranquila, el único sonido provenía del reloj en la pared. Mi ansiedad
crecía con cada tic, mis manos temblaban mientras Alec me observaba.

“¿Alguien te ha explicado lo que implica responder por ti, Isabella?” preguntó


finalmente, rompiendo el tenso silencio.

“Uh, Edward dijo que significaba que si alguna vez iba a la policía o cualquier cosa,
usted estaría en problemas” dije con nerviosismo. ”Sin embargo, le juro que nunca lo
haría. Nunca le diría a nadie.”

“Lo sé” respondió. “No habría respondido por ti si hubiera pensado que lo harías, pero
es más que eso, y me disculpo porque nadie te lo ha explicado antes. Tu vida es tuya
ahora, y puedes vivir como quieras, pero hay algunas limitaciones que tendrás que
hacer frente a causa de las circunstancias. Lo primero y ante todo, no puedes asociarte
con nadie que pertenezca a la policía, y punto. No puedes ser amigo de un policía, no
puedes salir con un policía, y no puedes ser policía. Si uno se muda a tu lado algún
día, te mudas. No puedes verte con uno a menos que sea absolutamente necesario, y
desde luego, no los puedes invitar a tu casa nunca. Eso es importante, Isabella, porque

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mi mundo no funciona como el mundo normal. Aquí no eres inocente hasta que se
demuestre lo contrario. Incluso las sospechas de algo impropio son suficientes para
justificar una condena a muerte simplemente porque lo vean las personas
equivocadas. ¿Entiendes?”

“Sí, señor”.

“No tengo derecho a decirte que hacer con tu vida, y, francamente, no quiero tener que
hacerlo, pero al final voy a tener que saber lo que decidas hacer. Con el tiempo lo
comprobaré de forma periódica, por lo que siempre voy a necesitar un modo de
ponerme en contacto contigo, y si llegas a tener algún problema, no dudes en venir a
mí. Esto va en contra de todo lo que creo, porque siempre que sea posible, elijo
mantenerme al margen, pero como mi esposa tan amablemente me ha recordado,
debo velar por ti, porque es mi deber. Quiero que tengas éxito en la vida y te ayudaré si
alguna vez lo necesitas. ¿De acuerdo?”

“De acuerdo” murmuré, mirándolo con sorpresa. “Gracias, señor”.

“De nada. En cuanto a Edward, él se va a adaptar rápidamente por lo que no debes


preocuparte por él. La verdad, Isabella, es que ninguno de nosotros es del todo bueno
o del todo malo. A veces la gente buena hace cosas malas, al igual que la gente mala
puede hacer el bien. Te digo que también va en contra de todo lo que siempre he
defendido, ya que, hasta hace poco, veía el mundo en blanco y negro, pero he llegado
a ver el gris que existe en medio. Edward se dará cuenta por sí mismo muy pronto, y de
cómo lo asimile en que categoría encajará”, dijo.

“Es un buen hombre”, le susurré.

“Sí, yo también lo creo. Al igual que lo creo de Carlisle, a pesar de la situación en la


que me ha puesto”, respondió. “No obstante, en lo que a mí respecta, el jurado sigue
deliberando.”

Tan pronto como las palabras salieron de sus labios, una risa se filtró desde el pasillo,
y ambos miramos para ver a Esme viniendo en nuestra dirección. “No seas absurdo.
Claro que eres un buen hombre”, dijo acercándose y sentándose en el otro lado de del
sofá.

“Simplemente estás cegada por el amor”, respondió Alec.

“¿Quién está cegado por el amor?” dijo una inesperada voz desde el pasillo. Miré y vi
al doctor Cullen, recién duchado y vestido de manera informal con camisa y
pantalones. Tenía una sonrisa en los labios, parecía feliz y en paz por primera vez en
mucho tiempo.

“Tu hermana”, dijo Alec. El doctor Cullen se rió mientras entraba a la habitación,
sentándose en una silla.

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“No lo dudo. Ella siempre ve el bien en las personas que nadie más puede.”

“Eso es porque ustedes, idiotas, están ciegos y, yo no”, replicó Esme.

“Cristo, todos ustedes están jodidamente ciegos”, la voz de Edward sonó mientras
entraba y se tambaleaba en la sala, estaba despeinado y medio dormido todavía.
Tenía el pelo pegado por toda la cara, sus pantalones de pijama de franela colgaban
bajo sus caderas y su pecho estaba desnudo. Lo miré con sorpresa, atónita de que
estuviera despierto. “¿Alguno de ustedes sabe leer los puñeteros relojes? Es temprano
como el infierno. No hay razón para que alguien esté despierto a esta maldita hora en
Navidad, a menos que tengas cinco putos años y estés en la espera de Santa. Odio
tener que decirles, pero ese hijo de puta no viene aquí. Todos están en la maldita lista
negra.”

“¿No es eso hipócrita, considerando que tú también estás levantado a esta hora?”
preguntó el doctor Cullen.

“Solo estoy aquí porque mi cama estaba vacía y he venido a averiguar por qué”,
murmuró, dejándose caer en el sofá junto a mí. Me sonrojé mientras lanzaba su brazo
sobre mi hombro y me atraía hacia él, apoyando su cabeza sobre la parte superior de
la mía mientras yo me acurrucaba junto a él. “Buon natale, tesoro”

“Feliz Navidad, Edward” dije en voz baja. “Me he levantado para comenzar con el
pavo. ¿Significa eso que estoy también en la lista negra?”

“No, todavía no, pero tengo algunas ideas sobre cómo hacerte llegar allí”, dijo en
broma. Mi rubor se intensificó y se rió entre dientes, apretándome. “¿Ya has
empezado?”

“Eh, no. Esme ha dicho que lo va a hacer ella”.

“Es cierto. La he obligado a salir de la cocina, le he dicho que hoy se relaje y pase un
buen rato”, intervino Esme “Aunque, para ser honesta, no estoy segura de alguno de
ustedes sepa mucho cómo hacerlo. Quiero decir, estoy decepcionada de que ni
siquiera tengan un árbol de Navidad. ¿Qué tipo de celebración navideña es esta?”

“Personalmente, nunca entendí el punto de un árbol de Navidad” dijo Alec.” ¿Por qué
matar algo para celebrar un nacimiento?”

“Creo que el punto es que incluso cuando se corta un árbol de hoja perenne, continúa
prosperando”, dijo el doctor Cullen. “Un objeto eterno, sin importar lo que el hombre
hace con él, que no desaparece. Es símbolo de la crucifixión y la resurrección”.

“De hecho, estoy bastante segura de que es pagano”, dijo Esme.

“Entonces, ¿para qué quieres un árbol?” preguntó Alec mirando a su esposa.

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“Porque es una tradición navideña” dijo Esme, encogiéndose de hombros. “Representa
la vida eterna.”

“¿No es eso lo que he dicho?” preguntó el doctor Cullen.

“Eso no tiene sentido para mí. ¿No sería más simbólico si se le permitiera crecer como
se supone que debería hacerlo?” preguntó Alec.

“Cristo, ¿en serio están debatiendo por los malditos árboles de Navidad?” preguntó
Edward, gimiendo mientras me soltaba. “Es un árbol donde pones bolas de colores y
adornos de mierda y lo iluminas para tener algo que hacer. ¡Eso es! No simboliza
nada, excepto el hecho de que aparentemente no tenemos nada mejor que hacer en la
vida, que decorar jodidos árboles“.

Se puso de pie y se frotó los ojos un instante antes de estirar su mano hacia mí. La cogí
y tiró de mí, conduciéndome a la habitación. “¿A dónde vamos?” Le pregunté.

“Ya lo verás”, murmuró. Le seguí escaleras arriba, mirándolo con confusión cuando
titubeó en el segundo piso. Me miró brevemente y esbozó una sonrisa, sus ojos se
iluminaron de pronto cuando me soltó la mano. Se acercó y empezó a golpear con
fuerza la puerta del dormitorio de Emmett antes de ir a la de Jasper. “¡Levántense y
vístanse, hijos de puta!”

Emmett gritó incoherentemente desde el interior de su habitación y la puerta se abrió


después de un momento, tenía una expresión irritada en su rostro mientras nos miraba
con ojos entrecerrados. “¿Qué demonios, hermano? ¿Has visto la maldita hora? ¡Yo
estaba en medio del mejor maldito sueño!”

“¿Sobre qué?” Le pregunté con curiosidad.

“Anna Kournikova” dijo en voz baja mientras caminaba por el pasillo, dando un codazo
a Edward y moviendo las cejas sugestivamente. “Estaba jugando con mis pelotas y
raquetas, hombre”

“¿Qué demonios acabas de decir?” Escupió Rosalie desde el interior del dormitorio de
Emmett. Él se tensó y sacudió la cabeza rápidamente.

“Nada, cariño”, le gritó. Mi frente se arrugó mientras Edward se echaba a reír, y la


puerta del dormitorio de Jasper se abrió.

“¿Qué están haciendo?” preguntó, mirándonos con confusión. Sus ojos se posaron en
mí, con una expresión triste en su cara, y me encogí de hombros, sin tener idea de lo
que estaba pasando.

“Eres un maldito idiota” dijo Edward, Emmett lo empujó. “Ey Rosalie, Emmett ha dicho
que estaba soñando...”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1686


Antes de que Edward pudiera terminar su oración Emmett se abalanzó sobre él y yo
grité, apartándome de su camino rápidamente antes de que me tiraran al suelo.
Emmett lo tiró al suelo y empezaron a rodar alrededor, golpeándose uno al otro
mientras luchaban, intentando conseguir la ventaja sobre el otro. Miré a Jasper en
shock, esperando que los separara, pero él negó con la cabeza.

“Recuerdo haber oído una vez que nunca debes interponerte entre dos animales que
luchan o es probable que se vuelvan contra ti”, dijo en broma, dando unos pasos en mi
dirección. Abrió sus brazos y me dio un abrazo, sonriendo. “Además, no tengo ni idea
de lo que está pasando, así que no hay manera de que yo me meta. Feliz Navidad, por
cierto.”

“Sí, Feliz Navidad, hermanita” gritó Emmett. Eché un vistazo, y vi que tenía a Edward
clavado en el suelo, debajo de Emmett, pero Edward no iba a rendirse. Estaba
golpeando a su hermano y agitándose, tratando de liberarse.

“Feliz Navidad” contesté

“Cristo, ¡suéltame!” Edward gritó, golpeando con fuerza a Emmett en el costado.


Emmett se quedó sin aliento y aflojó su agarre lo suficiente para que Edward se
moviera, y se levantó rápidamente. Emmett se puso de pie y miró a su hermano, con
cara de volver a saltarle encima, pero Edward levantó las manos a la defensiva. ”Está
bien, no voy a decir una mierda.”

“Eso es lo que pensaba” dijo Emmett con aire de suficiencia, empujando a Edward
mientras sonreía.

“¿No vas a decir una mierda sobre qué?” Preguntó Rosalie, saliendo al pasillo. Cruzó

los brazos sobre su pecho y nos miró, esperando que alguien le respondiera. Sus ojos
se posaron en mí después de un momento en que nadie se ofreció a contestar, y ella
arqueó una ceja expectante.” ¿Isabella?”

Me quedé inmóvil, su mirada hizo que mi corazón se acelerara. ”Eh, Emmett tuvo un
sueño” murmuré, incómoda de estar en esta situación. ”Se trataba de Ana Karenina o
algo así, creo.”

Los chicos se echaron a reír y me ruboricé por la vergüenza a la vez que la frente de
Rosalie se fruncía. “¿Qué?”

“Ha querido decir Anna Kournikova” se rió Jasper.

“Oh” murmuré, dándome cuenta de mi error. ”Sí, ella.”

Rosalie gimió y puso los ojos en blanco, extendiendo su mano para golpear a Emmett
en la parte posterior de la cabeza. Maldijo y se alejó de ella, frotando la parte que
había golpeado. “Maldita sea, nena. Sabes que eres mi número uno”, murmuró,

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volviéndose para mirar a Edward. ”Todo esto es culpa tuya. ¿Por qué demonios nos has
despertado?”

“Mierda, iba a sugerir que fuéramos a buscar un puto árbol de Navidad” gruñó
Edward, frotándose el cuello con una expresión molesta en su rostro. ”No hay
necesidad de ser un pendejo.”

“Mierda, ¿de verdad? ¿Por qué no lo dijiste antes? Voy a vestirme”, dijo Emmett, con la
cara de pronto iluminada mientras le daba un puñetazo en el pecho a Edward. Agarró
a Rosalie y ella gritó mientras él la puso encima de su hombro. ” ¡Vamos, nena!”

“Bájame de una puta vez, Emmett Cullen” gritó golpeando su espalda. Emmett se echó
a reír, imperturbable, y pateó la puerta cerrándola con el pie, desapareciendo dentro
de la habitación.

“Llamaré a Alice” dijo Jasper en voz baja, dejándome finalmente; me dio una pequeña
sonrisa, asintiendo con la cabeza a Edward en señal de saludo antes de dirigirse a su
habitación.

Seguí a Edward por las escalares y nos duchamos y vestimos rápidamente. Jasper
estaba ya fuera, sentado en el porche, enfrascado en una conversación con Alice
cuando volvimos abajo. Esme estaba en la cocina, cocinando, y al mirar por el pasillo
vi al doctor Cullen y a Alec todavía sentados en la sala de estar. El doctor Cullen tenía
la cabeza inclinada y sus manos estaban cruzadas delante de él mientras hablaba en
voz baja con Alec, que lo miraba y escuchaba con atención. Observé en silencio por un
momento hasta que Edward se acercó por detrás de mí, envolviendo sus brazos
alrededor de mi cintura y tirando de mí hacia él. Giré mi cabeza hacia un lado
mientras él se inclinaba y besaba mi cuello suavemente, murmurando contra mi piel.

“Mi padre está tramando algo”, dijo en voz baja, lo suficientemente alto como para que
solo yo lo oyera. Miré hacia atrás, viendo la mirada sospechosa en la cara de Edward
al ver a su padre.

“¿Qué?” Le pregunté con curiosidad.

“Realmente me gustaría saber esa mierda” murmuró. “Pero tiempos desesperados


requieren medidas desesperadas, así que si lo conozco como creo que lo hago, lo que
sea tiene que ser drástico.”

“¿Crees que hay problemas?” Le pregunté, entrando en pánico, pero tratando de


disimular para no alarmarlo. Se rio secamente.

“Por supuesto que hay problemas. ¿Cuándo no es así?” Preguntó con sarcasmo. “Pero
después de toda la energía que puso tratando de librarnos de esta mierda, no creo que
haga cualquier cosa para hacerlo peor para nosotros. Él es el que me preocupa, la
verdad. Tengo la sensación de que planea salir con un puñetero estallido, literalmente

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hablando... cubierto de gloria y toda esa mierda,”

“¿En serio?” Le pregunté, sorprendida. Miré hacia atrás por el pasillo y vi que Alec
tenía una expresión severa en su rostro, susurrando febrilmente al doctor Cullen
mientras él permanecía sentado inmóvil como una estatua. Parecían estar discutiendo
aunque no se les oía, la conversación, obviamente, era seria.

“Sí. La calma antes de la tormenta, tesoro” murmuró. “Sólo estoy esperando que los
rayos empiecen a golpear hijos de puta”.

Me quedé congelada por un momento, asustada y sin saber qué decir, pero antes de
que pudiera averiguarlo hubo una conmoción en la escalera. Miré y vi que Emmett se
deslizaba por la barandilla, saltando con una sonrisa cuando llegó a la parte inferior.
Rosalie bajó las escaleras lentamente, no parecía muy divertida por su conducta, y casi
ni nos miró cuando llegó a la parte inferior.

Emmett se dirigió a la sala de estar y tanto el doctor Cullen como Alec lo miraron,
silenciando su conversación inmediatamente. Edward y yo caminamos lentamente en
esa dirección por curiosidad, pero Rosalie estaba impaciente en la puerta principal.
“Necesito una sierra o un hacha y una cuerda elástica o cuerdas o algo así”, declaró
Emmett.

“¿Para qué?” preguntó el doctor Cullen.

“¿Para qué puede alguien necesitar esa mierda?” Preguntó Emmett. El doctor Cullen lo
miró con curiosidad, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y Emmett sacudió la
cabeza. “No importa, ni siquiera contestes esa pregunta. No quiero saberlo. Vamos a
cortar un árbol.”

“Oh” dijo el doctor Cullen, riendo mientras se levantaba. “Espera un minuto, tengo
algunas cosas en el sótano.”

“¿En el calabozo?” preguntó Edward.

“No es un calabozo, hijo” respondió el doctor Cullen, sacando sus llaves y dirigiéndose
hacia la oficina de la planta baja. “Es una habitación del pánico”.

Edward se rió. “Sí que es una puta habitación del pánico. Si te encuentras en esa hija
de puta es seguro que empieces a entrar en pánico”

Emmett se rió y el doctor Cullen suspiró con impaciencia, sacudiendo la cabeza. No se


molestó en responder al comentario de Edward, simplemente desapareció en la oficina.
Regresó después de un minuto y me estremecí instintivamente cuando vi que traía una
cuerda que inmediatamente reconocí como la que había usado para atarme. Se quedó
inmóvil y con el ceño fruncido en confusión por mi reacción, pero pareció entender
cuando se lo dio a Emmett. Me dio una mirada de simpatía, murmurando una disculpa

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1689


mientras le daba un hacha a su hijo.

“Espero que esto sea suficiente” dijo. “Ha sido lo primero que he visto.”

“Gracias” dijo Emmett, mirando el hacha con curiosidad. “No has usado esta maldita
cosa para desmembrar a alguien, ¿verdad?”

El doctor Cullen lo miró con sorpresa. “¿Me lo estás preguntando en serio?” preguntó.

“Sí. Bueno, no. No respondas a eso, tampoco. No quiero saberlo”, murmuró, dándose la
vuelta. Edward se rió y me agarró la mano, tirando de mí hacia la puerta mientras el
doctor Cullen gritó que fuéramos cuidadosos.

“Terminemos con esto de una vez” resopló Rosalie, abriendo la puerta de par en par,
sus tacones haciendo clic en el porche de madera mientras salía. Dudé cuando
llegamos a la puerta principal, sintiendo el aire frío en la cara.

“¿No necesitas un abrigo?” Pregunté, mirando a Edward.

“No, voy a estar bien”, dijo, mirándose a sí mismo. Llevaba una camisa térmica de
manga larga, pero todavía hacía frío incluso para mí con un abrigo. “No hace tanto
frío.”

“¿Estás seguro?”

“Sí”, dijo, encogiéndose de hombros. “Ahora ven, vamos a buscar un árbol”

Le seguí fuera y todos nos dirigimos hacia el SUV de Jasper, pero Edward de detuvo en
la entrada. Metió la mano en su bolsillo y sacó las llaves con una sonrisa. “Vamos en
coches separados”.

“¿Estás seguro?”

“Sí, estoy seguro, Bella” me dijo riendo.” ¿Qué pasa contigo y esa maldita pregunta?
¿Ya no confías en mí?”

“Confío en ti, por supuesto” le dije rápidamente, sin darme cuenta de que sonaba como
si hubiera estado cuestionándolo todo. “Solo preguntaba. Ya sabes, para asegurarme”.

“Supongo que es mejor que simplemente estés diciendo bien” murmuró. “Sin embargo,
todavía sigo diciéndotelo todo. No voy a mentirte, Bella. Nunca.”

“Lo sé”.

Jasper le dijo a Edward que lo seguiría, y vi a Emmett gritando ‘yo pido el frente’ y
corriendo hacia la puerta del pasajero de la camioneta. Alice y Jasper se rieron de su
entusiasmo, pero Rosalie gimió, poniendo los ojos en blanco con molestia.

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“Rosalie parece estar de mal humor” dije mientras subíamos al Volvo de Edward. Puso
en marcha el coche e inmediatamente comenzó a juguetear con la radio, tratando de
encontrar algo que escuchar.

“No era consciente de que esa perra tuviera un buen humor” respondió cuando por fin
encontró algo que parecía gustarle. Me miró por el rabillo del ojo mientras me ponía el
cinturón de seguridad, y vaciló, pero se puso el suyo después de un momento. Sonreí
para mis adentros mientras me acomodaba en mi asiento, ya que era la primera vez
que lo había visto usarlo voluntariamente. Gimió un poco mientras tiraba de él y
trataba de acomodarse, claramente no estaba acostumbrado a usarlo. “De todos
modos, simplemente ignora a Rosalie. Hace la vida mucho más fácil.”

Puso el coche en marcha y aceleró por el camino de entrada, la tierra y la grava


volaron por culpa de sus neumáticos. “Por cierto, ¿te gusta mi coche? Creo que en
realidad nunca te he preguntado esa mierda” dijo al tiempo que salía a la carretera.

“Eh, sí” le respondí, sorprendida por la pregunta. Edward apreciaba su coche, así que
no era como si realmente le importara la opinión de nadie, porque él no cambiaría su
opinión al respecto. “Es un buen coche. Se siente cálido y familiar, supongo, por lo que
es cómodo. Aunque, puede que sea así porque es tuyo.”

Él sonrió y asintió, sin hacer ningún comentario sobre mi extraña respuesta. Yo no


sabía nada de coches, por lo que había sido lo mejor que se me había podido ocurrir.
Edward condujo por un tiempo, dando vueltas al azar por caminos que nunca había
estado antes y charlando tranquilamente de lo que se nos venía a la mente. El clima, la
televisión y la música... era como había sido entre nosotros desde hace bastante
tiempo. Se veía como si siempre estuviéramos hablando pero nunca sobre cosas
importantes, ninguno de los dos aventurándonos a hablar sobre algún tema que
pudiera resultar molesto. Sentía como que estaba empezando a notar el peso, el aire
entre nosotros lleno de secretos hasta el punto de que a veces era casi sofocante.

Después de unos treinta minutos nos metimos por un camino de tierra, siguiéndolo por
rato antes de que se detuviera junto a una valla de madera marrón. Se extendía tan
lejos como podía ver, y rodeando una vasta extensión de árboles y un edificio de
madera con un cartel blanco que decía 'Spillman Tree Farm'. Apagó el coche y miré
alrededor a medida que ascendíamos, localicé un pequeño cartel de ‘Cerrado’ en la
ventana del edificio. Lentamente me acerqué a la valla mientras miraba el cartel.

“No está abierto, Edward” dije mientras se unía a mí junto a la valla. Jasper se detuvo y
estacionó detrás de nosotros, los cuatro salieron y llegaron con nosotros. “El letrero dice
que cerraron el veintiuno”

“Lo sé” dijo. Le miré con confusión y sonrió, encogiéndose de hombros como si no
tuviera importancia. Se agarró a la valla y se subió rápidamente, saltando. Lo miré
sorprendida mientras me hacía un gesto con la mano para que lo acompañara al otro

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lado.

“¿Vas a robar un árbol?” Pregunté con incredulidad.

Rosalie se rió amargamente, caminando hasta la valla. “Por supuesto que sí. ¿No es
eso lo suyo ahora?”

Me quedé inmóvil, pasmada por lo que había dicho, y Edward entrecerró los ojos con
rabia. “Vete a la mierda” le escupió. “No sabes una mierda, así que cierra la puta boca
antes de que la cierre por ti.”

“Oigan ustedes dos” dijo Emmett, lanzando el hacha a través de la valla antes de
agarrarse a la parte superior y saltar. ”Tienen que llevarse bien. ¡Es Navidad, por el
amor de Dios! Se supone que tenemos que estar alegres, o lo que sea.”

Suspiré y comencé a subir la valla, pero Emmett me sorprendió y me agarró,


subiéndome. Grité de sorpresa cuando me levantó en el aire, tirando de mí a través de
la valla rápidamente y poniéndome de nuevo en pie. “Eh, gracias” murmuré mientras
Jasper saltaba por encima y comenzaba a ayudar a Alice.

“No hay de qué, gatita” dijo con una sonrisa, volviéndose para mirar a Rosalie. Estaba
de pie, todavía al otro lado de la cerca, mirándonos a todos con enfado, los brazos
cruzados sobre el pecho. “¿Vienes o no, Rosie?” preguntó, sosteniendo su mano para
ayudarla. Ella lo ignoró, rechazando su ayuda, y se quejó de que sus zapatos se iban a
estropear mientras trepaba. Edward gruñó con irritación mientras cogía mi mano,
entrelazando nuestros dedos, nos pusimos en marcha a través de los árboles.

De vez en cuando alguien se detenía y señalaba un árbol, pero siempre Edward le


encontraba algún defecto, decidiendo que no era lo suficientemente bueno para
nosotros. Todos eran demasiado bajos, o demasiado altos, demasiado gruesos o
demasiado finos, con ramas de más o no tenía suficientes. Los ignoraba debido a su
color, los rechazaba por su forma, pero la verdad era que yo no podía entender cuál
era el problema, ya que todos parecían iguales para mí.

“¿Qué tal este?” preguntó Jasper, deteniéndose frente a un árbol de hoja perenne casi
tan alto como él. Edward lo miró y gimió, sacudiendo la cabeza.

“Está muy pelón” dijo “¿Qué le ha pasado a todas las puñeteras pinochas?” (N.T. En
inglés a la “hoja” del pino se le llama aguja pero en español cuando dices aguja se
entiende para coser por eso use pinocha como se le llama en algunos países latinos)

Mi ceño se frunció mientras lo miraba, no estaba segura de lo que estaba hablando.


Las ramas parecían llenas para mí, y me basé en la expresión de Jasper que, al
parecer, pensaba lo mismo. “Eres muy quisquilloso” murmuré, dando un codazo a
Edward juguetonamente. Rodó los ojos, pero sonrió, empujándome de vuelta.

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“Lo que sea. ¿Ves alguno que te guste?” Preguntó. “No has dicho una mierda de
cualquiera de ellos.”

“Son solo árboles” espetó Rosalie antes de que pudiera considerar responder. “Elije
uno ya para que podamos largarnos de aquí. Me duelen los pies”

“Tal vez deberías haber traído unos zapatos normales y no tendrías ese problema”
espetó Edward. “¿Quién coño lleva zapatos de tacón alto para cortar árboles, de todos
modos?”

“¿Quién diablos espera hasta el día de Navidad para hacer esta mierda?” replicó ella.
“Si te hubieras bajado de tu culo melancólico y lo hubieras hecho tiempo atrás, no
tendría que estar aquí ahora mismo”

“No hay una puta razón para que vinieras” dijo Edward enfadado. “Podrías haberte
quedado en casa.”

“¿Qué, y perderme toda la diversión?” dijo con sarcasmo.

“¡Maldita sea!” Gritó Emmett, perdiendo la paciencia. “¡Terminen con esta mierda! Me
va a dar dolor de cabeza”

“Bueno, si pudieras callar a tu jodida novia no tendríamos este problema” escupió


Edward.

“Nadie me calla, Cullen” espetó ella. “Soy dueña de mí misma. No recibo órdenes de
nadie.”

“¡Vete a la mierda!” Edward escupió mientras se tensaba, su mano tomó con fuerza la
mía mientras controlaba su rabia. Hice una mueca y traté de soltarme al mismo tiempo
que Emmett se interpuso entre ellos, sosteniendo sus manos en alto.

“¡Lo digo en serio! Ya está bien” gritó con rabia. “No sé qué les pasa hoy, pero este no
es su jodido juego habitual. Estoy harto de esto, así que terminen con ello de una puta
vez. Ambos.”

Traté de tirar de mi mano fuera de la de Edward de nuevo, su apretón comenzaba a


doler, y pareció darse cuenta porque aflojó su agarre rápidamente. “Escoge un árbol,
Bella” murmuró, todavía negándose a dejarme ir completamente.

“Eh, está bien” dije vacilante, mirando a alrededor. La mañana no había empezado
muy bien y estaba lista para ir a casa, con la esperanza de que las cosas mejoraran
allí. Señalé un árbol al azar, a unos metros de distancia, suspirando. “¿Qué pasa con
ese?”

Sus ojos lo escanearon rápidamente y esperé su queja, segura de que encontraría un


defecto en él, pero me sorprendió cuando sonrió en su lugar. “Perfecto” dijo,

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mirándome de nuevo.

“¿Estás seguro?” Le pregunté. Él gimió, sacudiendo la cabeza, y me sonrojé al darme


cuenta de que había usado esa frase otra vez. “Oh, quiero decir, está bien.”

“Ey, se ve bien para mí” dijo Emmett, cogiendo el hacha y sosteniéndola casualmente
sobre su hombro. Levantó la mano para protegerse los ojos del sol mientras miraba el
árbol, para decidir cómo hacer para cortarlo. Lo miré por un momento, la escena era
surrealista, y me eche a reír cuando me di cuenta de que llevaba una camisa de
franela roja, con barba por no haberse afeitado recientemente. Todos me miraron con
sorpresa, y estoy segura de que no era tan divertido como me pareció a mí, pero la
verdad era que estaba totalmente agotada, hasta el punto de casi delirar. Cuanto más
miraba a Emmett más histérico lo encontraba, toda la situación era completamente
ridícula. Comencé a perder el aliento, con lágrimas formándose en mis ojos, y aparté
mi mano de la de Edward para quitarlas a medida que comenzaron a correr por mis
mejillas.

“¿Qué es tan gracioso?” preguntó Alice, su rostro estaba iluminado con una sonrisa
mientras me miraba. Era la primera sonrisa auténtica que le había visto en un tiempo.
Parecía deprimida en los últimos días, constantemente mirando a Edward y a mí con
una expresión triste en el rostro, como si fuera a echarse a llorar en cualquier momento
por cualquier razón. Me eché a reír con más fuerza, incapaz de contenerme, y Edward
se rió entre dientes mientras me observaba, la felicidad aparentemente era contagiosa
mientras sus ojos brillaban con diversión.

“Él, eh... es un leñador gigante” comencé, tratando de recuperar el aliento, pero las
lágrimas fluían libremente, dolores agudos golpeaban mis costados mientras jadeaba
en busca de aire. “Ya Sabes, Paul Bunyan. Emmett se le parece” (N.T. Paul Bunyan es
un leñador legendario gigantesco que aparece en algunos relatos tradicionales del
folclore estadounidense. Fue creado por el periodista estadounidense James
MacGillivray. Está ligado a los estados de Míchigan, Wisconsin y Minnesota, donde
goza de gran popularidad)

Todos miraron a Emmett con confusión, estallando en carcajadas cuando se dieron


cuenta “Lo parece” dijo Jasper, sonriendo ampliamente mientras dirigía los ojos a
Rosalie. “Espera, ¿cuál era el nombre de su compañero? Ya sabes, ¿ese buey azul?”

Me encogí de hombros mientras miraba a Rosalie, jadeando de la risa cuando me di


cuenta que en realidad estaba vestida de azul. Rosalie resopló, cruzando los brazos
sobre el pecho mientras nos miraba con enfado. “Ustedes cabrones, en realidad no me
estarán comparando a un buey”, escupió.

“Oh, vamos, es sólo una broma, bebé” dijo Emmett juguetonamente. Jasper y yo
jadeamos al mismo tiempo, mirándonos el uno al otro rápidamente.

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“¡Bebé!” gritamos, recordando el nombre del buey azul al mismo tiempo.

“Muy bien, ahora estoy jodidamente confuso” dijo Edward con expresión
desconcertada, sin dejar de reír. “¿Podemos cortar ese maldito árbol para que
podamos llegar a casa? Me estoy congelando aquí. A este ritmo, mi puta polla va a
congelarse y caer antes de que terminemos.”

“Tal vez deberías haberte puesto un abrigo si tienes frío” dijo Rosalie molesta.
“Después de todo, es invierno. ¿Quién coño no lleva abrigo en invierno?”

Sonreí, sacudiendo la cabeza. “No, él no necesita abrigo” le respondí. “Está seguro de


eso.”

“¿Estás bromeando, tesoro?“ Preguntó en voz baja mientras Emmett comenzó a golpear
el tronco del árbol con el hacha, la hoja cortaba la madera con facilidad por la fuerza
de sus golpes. Comenzó a tambalearse después de unos golpes, viniéndose abajo por
completo cuando lo golpeó por sexta vez. Le entregó el hacha a Jasper y agarró el
árbol, mirando alrededor nuestro.

“Llevemos esta maldita cosa a casa” dijo, sonriendo con orgullo mientras lo empezaba
a arrastrar hacia los coches. Edward tomó mi mano otra vez, sus dedos estaban tan
fríos como el hielo y envió un escalofrío a través de mí. Seguimos detrás de todo el
mundo y miré con incredulidad como Emmett y Jasper lanzaban el árbol por encima de
la valla como si no hubiera sido ningún problema en absoluto.

“Oh, espera” dijo Edward, soltando mi mano para sacar su billetera del bolsillo. Echó
un vistazo a través de su efectivo y sacó unos cuantos billetes, corrió hacia el edificio y
los deslizó por debajo de la puerta. Le sonreí cuando regresó, orgullosa de que hubiera
pensado cómo pagar el árbol cuando en realidad no tenía que hacerlo, y tomó de
nuevo mi mano para ayudarme a saltar la cerca.

El regreso a casa fue relajado, el resto de la mañana pasó volando. El estado de ánimo
de Rosalie cambió, su enfado e irritación se convirtieron en una tristeza silenciosa y
una expresión sombría se apoderó de su rostro. No estaba muy segura de lo que había
cambiado, pero todo el mundo parecía estar abatido por alguna razón después de que
llegamos a casa. Edward estaba distraído mientras decorábamos el árbol, mirando a
todo el mundo con nerviosismo. De vez en cuando lo atrapé, mirando enojado a la
gente, diciendo cosas cuando creía que yo no estaba mirando y teniendo
conversaciones en susurros cuando yo estaba fuera del alcance del oído. Estaba
confundida y le pedí un par de veces que me dijera lo que estaba pasando, pero se
limitó a sonreír y me dijo que no era nada de lo que tuviera que preocuparme.

Por la tarde vimos algunas películas navideñas e intercambiamos regalos, mientras


esperábamos la cena. Me regalaron algunos libros y artículos de arte, ropa de parte de
las chicas y de parte de Edward, un nuevo par de Nikes, así como había pensado que

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me daría. Nos sentamos a la mesa cuando la comida estuvo lista, Edward sacó la silla
que había a su lado para mí mientras Esme y Alec se sentaban enfrente de nosotros. El
doctor Cullen se aclaró la garganta y Edward tomó mi mano derecha mientras Alec
lentamente se inclinaba sobre la mesa y estiraba su mano hacía la mía. Dudé mientras
miraba su mano extendida, alcanzándola con cautela. Puse mi mano entre las suyas
inclinando mi cabeza, mi corazón latía rápidamente en mi pecho cuando el doctor
Cullen empezaba a decir una bendición.

“Señor, te damos las gracias por las bendiciones de la mesa hoy, y por todas las
personas reunidas a su alrededor. Te pedimos que nos ayudes a no perder de vista las
necesidades de los demás y nos sigas bendiciendo con el amor y el perdón, la felicidad
y la paz, y sobre todo, te pedimos que ayudes a los inocentes entre nosotros a
encontrar la libertad que se merecen. Rezamos en el nombre de Jesús.”

“Amén” murmuramos todos, nos soltamos y levantamos nuestras cabezas. Miré al


doctor Cullen con curiosidad, sorprendida por sus palabras, y él me sonrió suavemente
cuando hicimos contacto visual.

“Dai nemici mi guardo io dagli amici mi guardi iddio,” (N.T. De mis enemigos me
protejo yo, protégeme señor de mis amigos) dijo Alec en voz baja desde el otro lado de
la mesa, cogiendo su tenedor.

“Amén a esa mierda” murmuró Edward, riendo secamente.

Empezaron a comer, pero yo simplemente empujé la comida en mi plato mientras un


tenso silencio se apoderó de la habitación, todo el mundo se lanzaba miradas extrañas
entre sí. Era como si todos compartieran un secreto común, uno del que yo no era
consciente, y ese hecho parecía tener a Edward nervioso. Yo jugueteaba nerviosamente
mientras escuchaba el sonido de los tenedores al chocar contra la vajilla, mi apetito
desapareció y mi estómago comenzó a revolverse por la ansiedad. Podía sentir los ojos
en mí de vez en cuando mientras estaba allí sentada, la atención y confusión me hacía
sentir tan incómoda que hasta consideré brevemente estar en esa habitación del
pánico. Antes de que en realidad pudiera pensar en hacer algo, Jasper se aclaró la
garganta.

“Es difícil creer que han pasado ya diez años” dijo en voz baja. Pude ver a Edward
tensarse a mi lado, su tenedor se detuvo en el aire mientras se congelaba. Me di cuenta
de que Jasper se refería a la muerte de su madre y miré al alrededor con cautela,
preocupada por cómo iba a reaccionar todo el mundo. La postura del doctor Cullen era
rígida mientras miraba su plato, cerrando los ojos después de un momento mientras
dejaba su tenedor. Mis manos comenzaron a temblar, mi corazón latía tan
salvajemente que mi visión se volvió borrosa. Dejé mi tenedor en la mesa mientras
dejaba escapar un suspiro exasperado, temía que mis manos temblorosas llamarían
todavía más la atención.

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“Lo es,” dijo el doctor Cullen, cuando por fin habló. “Parece que fue ayer cuando la
perdimos”.

“No la perdimos” dijo Edward, su voz era aguda. “Esa mierda suena como si la
hubiéramos descuidado o que se lo merecía. No es nuestra culpa la mierda que pasó,
no la perdimos. Joder, nos fue arrebatada... a todos nosotros. “

“Tienes razón” respondió el doctor Cullen. “Nos la arrebataron injustamente”.

“Sí, y es una pena, porque realmente me gustaría que pudiera estar aquí para esto”
dijo Emmett, sacudiendo la cabeza mientras empujaba su silla hacia atrás. Se levantó
y metió la mano en el bolsillo, mis ojos se abrieron en shock mientras sacaba una
pequeña caja de terciopelo negro. Un grito vino de Alice y Rosalie se congeló cuando
Emmett se arrodilló al lado de su silla, abriéndola para exponer un anillo de oro. “Sé
que somos jóvenes, pero si hay algo que he aprendido es que nada debe darse por
sentado. Perdemos gente, las cosas suceden y alteran nuestro mundo sin previo aviso,
y la verdad es que ni uno solo de nosotros tiene asegurado un mañana. No sé cuánto
tiempo voy a vivir, o dónde me va a llevar la vida en este momento, pero si de algo
estoy seguro es que te quiero junto a mí a lo largo del camino. Entonces, ¿qué dices,
Rosie? ¿Quieres casarte conmigo? “

Vi una lágrima rodar por su mejilla mientras ella sonreía. “Sabes que sí, Emmett
Cullen” dijo con la voz quebrada por la emoción. “Que Dios me ayude, pero te amo por
alguna maldita razón.”

Él sonrió, deslizando con entusiasmo el anillo en su dedo antes de volver a sentarse.


Todos los felicitaron y yo sonreí, disfrutando de la adoración en sus rostros mientras se
miraban el uno al otro. El ambiente era más ligero después de eso y todos charlaban
despreocupadamente, riendo mientras compartían historias. Escuché como Emmett y
Jasper recordaban su infancia, Edward riéndose entre dientes al recordar de manera
muy diferente algunos de los muchos incidentes con sus hermanos. Hablaron mucho de
su madre y esperaba que la sala se pusiera tensa por el tema, pero en vez de hacerlo
como había pasado antes, el doctor Cullen intervino con algunas de sus propias
historias. Hablaron de viajes que habían hecho, de las cosas que les había enseñado,
y los libros que les había leído, cada recuerdo acompañado con sonrisas en lugar de
lágrimas. Era reconfortante presenciar, como perduraba el amor tan fuerte por ella, a
pesar de que estaba ausente desde hacía ya una década.

Después de la cena todo el mundo se dispuso a ver otra película, y me ofrecí para
ayudar a Esme con los platos. Ella no se opuso y trabajamos en silencio, su atención
parecía estar en otro lugar, como si estuviera distraída. Estábamos terminando cuando
dejó escapar un suspiro de resignación, sacudiendo la cabeza mientras dejaba un
plato. “Él realmente te ama, lo sabes. Simplemente nunca olvides eso, pase lo que
pase” dijo en voz baja. Asentí mientras me mordía el labio nerviosamente, su cambio
de actitud desde la mañana era preocupante. Me sonrió con tristeza mientras me

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miraba, cogiéndome el plato que estaba lavando. “Voy a terminar con esto. Deberías ir
a pasar algún tiempo con Edward, a disfrutar del resto de la Navidad.”

“Está bien” murmuré, secando mis manos antes de dirigirme tranquilamente a la sala.
A mitad de camino escuché la voz de Emmett, sus palabras me cogieron con la guardia
baja.

“Estás cometiendo un error, Edward” dijo. “Sé que crees que esto es correcto, pero yo
no creo que realmente estés pensando con claridad.”

“Déjalo en paz” dijo el doctor Cullen con firmeza. “No puedes entender la situación a
menos que hayas estado en ella.”

“Estás equivocado, sí lo entiendo” dijo Emmett, con ira en su voz. “¡Y sé que él se va a
arrepentir de esto!”

“Ya está hecho”, dijo Edward en voz baja.

“No es demasiado tarde para cambiar de opinión”, replicó Emmett. ”Y, por el bien de
todos, por favor cambia tu jodida opinión. Te lo ruego, hermano.”

“Te equivocas, ya es demasiado tarde” dijo Edward. “Lo entiendo, no estás de acuerdo
con esta mierda, pero es porque tú no tienes que hacerlo. Es mi vida. Yo soy el que
tiene que vivir con ello.”

“¿Puedes?” preguntó Emmett incrédulo.” ¿De verdad puedes vivir en serio con esta
mierda?”

“Tengo que hacerlo.”

“No, no puedes” dijo Emmett, sorprendiéndome por la pasión en su voz. “Tiene que
haber otra manera. Cuando me ofrecí a ayudarte en Chicago, esta no es la mierda a la
que me refería para que pudieras hacerlo. ¡Esto es estúpido! No puedo creer que Jasper
realmente esté de acuerdo con esta mierda.”

Caminé los últimos pasos en su dirección y me detuve en la entrada de la sala. Emmett


iba de un lado a otro con frenesí y Edward estaba a un lado, agarrando su cabello con
molestia. Todos los demás estaban sentados a su alrededor, mirándolos, el ambiente
era tan tenso que casi lo podía sentir en mi piel. La piel de mi brazo se puso de gallina,
y sentí náuseas en la boca del estómago.

“Es su vida” dijo Jasper. “Es mi hermano, y lo voy a apoyar todo lo que pueda. Puede
que no sea lo que yo haría si fuera él, pero yo no soy él.”

“Esto es una mierda”, espetó Emmett con fuerza, la fuerza de sus palabras me
sorprendió. Me estremecí y los ojos de Alec se alzaron en mi dirección cuando sintió el
movimiento, su mirada era fría. Edward gruñó con disgusto y comenzó a decirle a

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Emmett que se metiera en sus propios asuntos, pero antes de que pudiera decir todo lo
que pensaba, Alec habló.

“Hola Isabella,” dijo con calma. Todo el mundo se giró inmediatamente en mi


dirección, el pánico destellando en sus rostros.

“¿Está todo bien?” Pregunté vacilante.

“No hay ningún problema” dijo Alec, con una confianza en su voz que me dieron ganas
de creerle. “No era más que un pequeño desacuerdo sobre las opciones de Edward en
la vida, pero este no es realmente ni el momento ni el lugar para este tipo de
discusiones, así que se acabó. ¿Por qué no te unes a nosotros?”

Miré a mi alrededor, el miedo corriendo a través de mí mientras miraba sus


expresiones. Algo estaba definitivamente mal. “En realidad, creo que voy a ir a
acostarme” dije en voz baja.

“Voy contigo” dijo Edward, Emmett le lanzó una mirada furiosa mientras caminaba
junto a él. Me tomó de la mano y murmuré adiós a todo el mundo mientras me
conducía hacia las escaleras, sin decir una palabra mientras nos dirigíamos arriba.

“¿Están molestos por tu iniciación?” Le pregunté cuando llegamos a la habitación.


Estaba confusa, porque en Chicago, Emmett me había dado la impresión de que
entendía por qué Edward lo había hecho, pero no se me ocurría qué otra cosa podría
tenerlos molestos. Una parte de mí se dio cuenta de que probablemente no quería
saberlo, recordando la advertencia de Esme de que ellos guardaban secretos por
nuestro propio bien. Ella dijo que no le importaba porque confiaba en Alec, y yo quería
tener el mismo tipo de confianza en Edward cuando se trataba de estas cosas.

“Algo así”, murmuró, pasándose la mano por el cabello con ansiedad. “Aunque
prefiero no hablar de eso ahora. Estoy demasiado cansado para esa mierda. Prefiero...
ser yo. Solo por un rato.”

“Eh, está bien” le dije, tratando de hacer retroceder la sensación de malestar en mi


estómago. Se dejó caer en la cama y seguí su ejemplo, poniéndome a su lado.

“La mia bella ragazza” murmuró, poniéndome entre sus brazos. “Tenía la esperanza de
que hoy fuera perfecto, pero ha sido un poco jodido.”

“Hemos estado juntos” susurré. “Eso hace que sea perfecto para mí”.

“Sí” dijo en voz baja. “Para mí también.”

No tenía la intención de quedarme dormida tan rápido, pero el cansancio parecía ser
más profundo de lo que esperaba. Me quedé dormida en cuestión de minutos, mi sueño
fue intranquilo e interrumpido con pesadillas. Rodé en algún momento en medio de la
noche, mil brazo cayendo sobre el otro lado del colchón. Toqué un poco el lado de

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Edward y suspiré cuando me di cuenta de que la cama estaba vacía, pensando que
debía de haberse levantado y bajado al piano como hacía a veces, cuando no podía
dormir. Me levanté y miré a mi alrededor en la oscuridad, parpadeando rápidamente
mientras trataba de ajustar mi visión. Me pasé las manos por la cara, tratando de
despertarme, y me congele cuando vi una figura por la esquina de mi ojo. Miré hacia el
sofá, mi ceño se frunció en confusión cuando vi a Edward sentado con sus rodillas
dobladas contra el pecho. Había abierto ligeramente la cortina, lo suficiente como para
ser capaz de mirar por la ventana hacia la oscuridad. La luz de la luna iluminaba su
cara y vi que tenía una expresión sombría, sus labios se curvaron hacia abajo en una
mueca.

“¿Edward?” Dije, preocupada por lo que le estaba molestando, no me gustaba verlo


tan alterado. Él se quedó quieto, sin dejar de mirar hacia fuera, casi como si no me
hubiera escuchado, y yo estaba a punto de decir su nombre otra vez cuando dejó
escapar un largo suspiro de exasperación.

“He tenido un sueño” murmuró.

“¿Otra pesadilla?” Le pregunté vacilante, saliendo de la cama. Caminé lentamente


hacia el sofá y él finalmente volvió la cabeza para mirarme, la tristeza en sus ojos era
asombrosa. Mi estómago se hundió mientras movía sus piernas para hacerme sitio,
haciendo un gesto para que me uniera a él. Me senté y me tomó en sus brazos,
besando suavemente mi cabeza mientras me acurrucaba en su pecho.

“No, no ha sido una pesadilla” dijo. “Ha sido un sueño”

“¿De qué trataba?” Le pregunté.

“De ti” dijo en voz baja. “Pintabas un cuadro del prado al que te llevé. Era tan bueno
que lo ponían en un museo y se quedaban prendados con tu talento. Como si fueras el
próximo Picasso o Van Gough de mierda, tesoro. Ha sido muy agradable. “

Me eché a reír, sacudiendo la cabeza mientras me apartaba para mirarlo. Sus labios
se curvaron en una deslumbrante sonrisa torcida, pero pude ver la tristeza que todavía
permanecía en las profundidades de sus ojos. “Ni siquiera sé pintar, Edward.”

“Puedes aprender” dijo, encogiéndose de hombros. “¿Te gustaría?”

“Tal vez” le respondí. “Sería divertido, supongo, pero no sé si seré buena. No lo he


intentado antes.”

“Oh, serás buena” dijo con confianza. “Realmente no deberías dudar de ti misma.
Puedes hacer cualquier cosa que te propongas.”

“A excepción de tocar el piano” le dije en broma. Él se rió, asintiendo. Las pocas veces
que había intentado enseñarme lo básico había fallado horriblemente, tocando

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torpemente las teclas y haciéndolo encogerse por los ruidos que lograba producir.

“Sí, por el bien de los oídos de todos debemos dejar la música para mí” dijo en broma.
“Pero el resto es todo tuyo. Probablemente puedas hacer toda esa mierda, ya sabes.
Dibujar, Pintar, esculpir mierda en formas extrañas y decirle a la gente que es algo a lo
que no se parece ni de coña. Eso requiere talento, ya sabes.”

Me eché a reír. “¿Crees que tengo ese tipo de talento?”

“Por supuesto que sí”, dijo poniéndose en pie. “Es natural, está en lo profundo de tus
putos huesos. No hay nada que te detenga.”

“Gracias” dije en voz baja, una oleada de emoción surgió a través de mí ante sus
palabras. “Realmente significa mucho que creas en mí.”

“Sería un idiota si no lo hiciera” dijo mientras se acercaba a su escritorio, cogiendo las


llaves y abriendo el cajón de abajo. Empezó a rebuscar entre las botellas de licor, que
tintinearon cuando él las apartó. Sacó una pequeña bolsa de plástico y observé
mientras liaba rápidamente un poco de marihuana en papel marrón, lamiéndolo para
sellarlo. Se volvió hacia mí y levantó una ceja, sonriendo.” ¿Te importa?”

Negué con la cabeza, sorprendida de verlo con eso porque no lo había hecho en
mucho tiempo... que yo supiera, al menos. Cogió un encendedor y volvió al sofá,
sentándose a mi lado. “¿Recuerdas lo que estábamos haciendo la primera vez que hice
esta mierda a tu alrededor?” preguntó mientras empezaba a encenderlo.

“Estábamos jugando un juego” le respondí. Él asintió.

“Veintiún preguntas” dijo, dando una larga calada y manteniendo el aire en sus
pulmones. Se volvió hacia mí después de un segundo y tomó mi barbilla con su mano
libre, levantando mi rostro hacia él. Se inclinó más cerca, para que sus labios casi
tocaran los míos y comenzó a exhalar el humo, filtrándolo entre nosotros. Aspiré,
tomándolo en mis pulmones, y lo sostuve cuando mi pecho estuvo lleno. Sonrió y se
apartó unos centímetros. “Nunca llegamos a terminar el juego, tesoro. Creo que es hora
de que lo hagamos”.

Sonreí mientras exhalaba, tosí un poco por la quemadura en el pecho. “Está bien”
susurré.

“Yo voy primero” dijo, dando otra calada a la marihuana. Exhaló el humo lentamente
entre sus labios. En cierto modo, verlo respirar era casi hermoso. Era sensual y erótico,
sabiendo que el mismo aire que había tomado también había estado en su interior,
sintiendo las drogas en mi cuerpo al igual que lo sentía a él. Tosió después de un
momento, mientras me miraba, aparentemente contemplando su primera pregunta.
“De todos los libros de que has leído, ¿cuál es tu favorito?”

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Le sonreí, sorprendida por el tema. “El que me diste la última vez que jugamos este
juego”, le respondí. “Cumbres borrascosas”.

“¿Lo terminaste?” preguntó con sorpresa. Asentí y sonrió. “Bien. Te dije que podrías
hacerlo. Como he dicho, cualquier maldita cosa que te propongas, tesoro. Eres
imparable”.

Pasamos la siguiente hora haciéndonos preguntas al azar, hurgando en la mente del


otro sobre temas oscuros. Continuó dando caladas a la marihuana, de vez en cuando
pasándome una cortina de humo y besando suavemente mis labios mientras inhalaba
el aire entre nosotros. El calor se propagó por mi cuerpo, una sensación de hormigueo
recorría mis venas mientras la droga invadía mi sistema. No dijimos nada en absoluto
sobre la tortura y el dolor que habíamos soportado, en vez de eso, preguntamos por
cosas que nos hicieron felices. Me preguntó por mis más profundas esperanzas y
deseos, quería saber qué tipo de cosas haría si no existieran las limitaciones impuestas
sobre mí. Quería que le dijera dónde iría y lo que haría, le hablé de cosas que me
habían hecho crecer y cosas que un día esperaba poder experimentar. Se sentía como
si todo se hubiera desvanecido en ese momento, como si la realidad de nuestra
situación hubiera pasado a un segundo plano, a nuestros sueños, ya que hablamos del
futuro que siempre había querido, pero que nunca creí que pudiera tener.

“¿Todavía puedes ir a la escuela?” Le pregunté después de un rato, mirándolo con


curiosidad. Todavía no estaba segura de lo que podía hacer, cuáles eran las
restricciones que la organización había puesto en su vida.

“Sí, supongo” respondió. “Tengo que conseguir mi GED desde que técnicamente me
salí de la escuela secundaria debido a la mierda, pero no veo por qué no. Aunque
realmente no he investigado al respecto. Hay demasiada mierda en mi mente. “

“Lo entiendo”

Él sonrió mientras daba una larga calada, sosteniéndola en sus pulmones mientras me
miraba. Se acercó y me pasó la mano por la mejilla, su tacto era suave y cálido. Yo
tarareé alegremente y cerré los ojos cuando se inclinó de nuevo hacia delante,
exhalando lentamente. Aspiré profundamente, cuando sus labios rozaron suavemente
los míos.

“Lo sé” susurró. “Esa es una de las cosas que me gusta de ti. Me entiendes, Bella. Joder,
cuando nadie más lo hace, tú lo haces. No puedo decirte lo mucho que aprecio esa
mierda. Recuerdo cuando estuviste aquí el primer día y me dijiste que no me entendías,
y en lo única mierda que podía pensar en ese momento era que deseaba que lo
hicieras. Estaba desesperado porque me vieras realmente”.

Sonreí mientras exhalaba. “Te veo ahora”

“Lo sé” dijo, sus ojos brillaban cuando me miró con amor. “¿Quieres saber lo que yo

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veo?”

“¿Qué?” Le pregunté. Hizo un gesto con la cabeza hacia la ventana y miré, me quedé
congelada cuando vi las escamas gruesas y blancas revoloteando hacia abajo, desde
el cielo.

“Nieve” susurró. Sonreí, pero antes de que pudiera decir nada saltó del sofá, cogiendo
mi mano y poniéndome en pie. Lo miré, sorprendida, y él se rio entre dientes mientras
su rostro se iluminaba. “Vamos, vamos afuera”.

“¿Ahora?” Pregunté con incredulidad, mirando el reloj. Los números en rojo brillaban
intensamente en la oscuridad, diciéndome que era la una y cuarto de la mañana.
“Tiene que estar helando, Edward.”

“¿Y qué?” dijo, encogiéndose de hombros despreocupadamente, como si no fuera gran


cosa. “Tenemos abrigos. Y sí, voy a llevar mi puñetero abrigo esta vez”

“Eh, está bien” le dije con una sonrisa mientras se acercaba al armario. Cogió mi
chaqueta y me la arrojó, y él se puso su pesado abrigo azul marino. Nos vestimos
rápidamente, deslizándonos en nuestros zapatos, y nos dirigimos escaleras abajo en
silencio para no despertar a nadie. Edward desactivó la alarma antes de abrir la
puerta de atrás, dejándola abierta y haciendo un gesto para que saliera primero. El
aire de la noche era tan frío que me picó en la cara, pero sonreí, alegrándome
inmediatamente de que hubiera sugerido hacer esto, mientras admiraba la vista
delante de mí. Los copos se posaban sobre el suelo y los árboles, cubriéndolo todo con
una capa fina de color blanco.

Edward salió detrás de mí y cerró la puerta mientras yo di unos pasos hacia el patio,
mirando el cielo. La nieve cayó sobre mí, la humedad golpeaba mi piel y enviaba
escalofríos por todo mi cuerpo. Cerré los ojos y sonreí, abriendo la boca para coger
algunos con mi lengua. Eran fríos y con sabor suave, tal y como sabía que lo harían,
pero algo en la experiencia se sentía casi mágico. Mi piel se erizó y a pesar de que
hacía mucho frío, el calor se extendió a través de mí por la emoción.

Abrí los ojos después de un momento y miré a Edward, vi que me miraba con una
expresión seria en su rostro. Le sonreí suavemente, notando como los copos
empezaban a pegarse en su cabello bronce. Me acerqué a él y extendí la mano,
pasando mis dedos por sus cabellos para limpiarlo. Lo atraje hacia mí, lamiendo mis
labios, y sonrió mientras inclinaba mi cabeza hacia un lado. Su beso fue suave, sus
labios eran suaves y cálidos.

“Es hermoso” le dije mientras me alejaba.

“No tanto como tú” susurró. Sentí el calor subiendo a mis mejillas ante sus palabras, el
rubor en mi rostro delatándome.

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“Eres un adulador.”

“Solo digo la verdad, tesoro” respondió. Mi sonrisa creció y aparté la mirada mientras
mi rubor se intensificaba todavía más ante su respuesta. Empecé a remover con el pie
un pequeño montón de nieve en el suelo, la punta del zapato excavando en la tierra
congelada.

“¿Nieva mucho en Chicago?” Le pregunté. Se quedó en silencio un momento y lo miré


inquisitivamente, dándome cuenta de que tenía la mirada perdida en la distancia.

“Jodidamente demasiado” dijo en voz baja. “Me gusta la nieve y todo, pero esta mierda
de aquí es suficiente para mí. Hay putas tormentas de nieve en Chicago, metros de
nieve cada invierno. Me vuelve jodidamente loco.”

“Podría ser divertido” le dije, encogiéndome de hombros. “Podríamos construir


muñecos de nieve y hacer ángeles de nieve, tal vez incluso tener peleas con bolas de
nieve.”

Sus labios se curvaron en una ligera sonrisa mientras me miraba, pero nuevamente
pude ver la tristeza en sus ojos. Me sentí culpable al instante por haber mencionado
Chicago, no quería arruinar su estado de ánimo. No era frecuente que tuviéramos
momentos alegres, y no quería que terminara antes de que tuviera que hacerlo. Me di
cuenta de que Esme había estado en lo cierto acerca de que ellos necesitan un
santuario, un lugar en el que pudieran ser ellos mismos sin tener que preocuparse
sobre todas esas cosas.

“Parece tener frío” dijo, sin tomarse la molestia en comentar sobre lo que había dicho.
Mis dedos estaban cada vez más entumecidos y mis orejas rojas, mi nariz estaba
congelada, pronto empezaría a escurrir, pero me encogí de hombros porque no quería
que este momento acabara.

“Bueno, tú te ves caliente” solté, sin siquiera pensar en mis palabras. Frunció el ceño
brevemente antes de echarse a reír, sacudiendo la cabeza.

“Gracias, cariño” dijo en broma. “Estás jodidamente preciosa y caliente también.”

Puse los ojos en blanco mientras él se reía entre dientes, extendiendo la mano hacía
mí. Me tomó entre sus brazos y me balanceó suavemente, el calor de su cuerpo empezó
a calentarme inmediatamente. Me acurruqué contra su pecho, envolviendo mis brazos
a su alrededor mientras lo abrazaba con fuerza. Apoyó su cabeza sobre la mía,
suspirando alegremente. Estuve en silencio durante un rato mientras me aferraba a él,
la nieve seguía cayendo y cubriéndonos con gruesos copos. Un suave murmullo vibró
en el pecho de Edward, la melodía era dulce y vagamente familiar, y me llevó un
minuto darme cuentan que canción era.

“Our hearts were on display for all to see“, susurré, recordando la frase de la canción

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del día que habíamos hecho el amor, el día de San Valentín, la primera vez que
realmente estuvimos juntos como uno solo. “I can't believe this is happening to me.”
(N.T. Nuestros corazones estaban en exhibición para que todos los vieran. No puedo
creer que esto me esté pasando).

“Te acuerdas de la canción” dijo, sus palabras eran una afirmación, no una pregunta.

“¿Cómo no voy a acordarme?” susurré mientras seguía tarareando, el sonido poco a


poco se convirtió en palabras cuando él comenzó a cantar suavemente la letra. Un
escalofrío me recorrió la columna, el corazón me dolió cuando escuché su voz
quebrándose en las palabras “keep you in my dreams”. (N.T. Te mantengo en mis
sueños).

“¿Estás bien?” preguntó, tirando de mí mientras sentía mi cuerpo estremecerse. Asentí,


mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas. Una sensación extraña se formó en la boca
de mi estómago, la nostalgia y la desesperación se mezclaron con el miedo cuando lo
miré, su expresión cautelosa. “¿Quieres entrar?”

Asentí otra vez y tomó mi mano llevándome a casa. Entramos y cerró de nuevo,
restableciendo la alarma mientras me dirigía hacia las escaleras. Me quedé en silencio
mientras caminaba hasta el tercer piso, mi mente corría frenéticamente mientras
trataba de ordenarla. Me quité el abrigo tan pronto como entré en la habitación,
quitándome los zapatos, justo en la puerta. Mis pantalones estaban húmedos y me los
quité, apartando mi camisa y tirándolo todo en un montón en el suelo. Me volví hacia
Edward, viendo como él cogía cuidadosamente su abrigo y lo colgaba en el respaldo
de la silla del escritorio.

“Edward” susurré con voz temblorosa. Volvió la cabeza hacia mí y se quedó helado
cuando me vio de pie, en sujetador y ropa interior, sus ojos escanearon toda mi
longitud casi por instinto. Su mirada finalmente llegó a mi cara y sus ojos conectaron
con los míos, un hormigueo danzando en mi piel ante la intensidad del verde que
brillaba hacia mí. Me miró de forma extraña, la tristeza seguía ahí, pero, más que
nada, podía ver el amor que sentía por mí. Habíamos estado ignorándolo,
empujándolo a un lado cuando nos distanciamos, pero todavía estaba allí tan fuerte
como siempre. “Hazme el amor”.

Se puso tenso al oír mis palabras y comenzó a sacudir la cabeza, vacilante. Yo sabía
que él no deseaba más que acceder, pero también pude ver el miedo que sentía, lo que
le hacía tener algunas reservas. Yo no sabía lo que estaba pasando, pero la extraña
sensación en mi estómago estalló y las lágrimas comenzaron a formarse de nuevo.
“Bella, no creo que...” empezó.

“Por favor”. Salió un susurro estrangulado, las palabras solitarias en mi garganta


debido al nudo que se estaba formando. Lo contuve, confundida y sin querer llorar. Lo
necesitaba en ese momento y no estaba completamente segura de por qué, pero podía

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sentirlo hasta lo profundo de mí, en mis huesos. No quería simplemente ver su amor,
quería sentirlo. Habían pasado meses desde que habíamos tenido relaciones íntimas,
desde antes de que toda la devastación se apoderase de nuestra vida, y yo necesitaba
desesperadamente ser consumida por Edward Cullen en este momento.

Parecía desgarrado mientras me miraba, la expresión de agonía en su rostro se


desvanecía a medida que repetía la palabra "por favor". Suspiró, pasándose la mano
por el cabello con ansiedad mientras lentamente daba unos pasos hacia mí. No dijo
nada, pero las palabras no eran realmente necesarias. Los dos sabíamos que lo
necesitábamos y queríamos ceder a esa necesidad, incapaces de resistir la atracción
entre nosotros que había estado allí desde el momento en que me tocó por primera vez.

Se detuvo frente a mí, con la mano recorriendo mi brazo mientras se inclinaba para
besarme. Pasó sus brazos a mi alrededor y desabrochó mi sostén, tirando lentamente y
permitiendo que cayera al suelo. Un gemido escapó de mi garganta mientras
acariciaba mis pechos, sus dedos recorriendo mis pezones y haciendo que se pusieran
firmes bajo sus caricias. Sus manos se fueron hacia mis caderas y poco a poco
comenzó a apoyarnos en la cama. Me tumbé nuevamente y él se subió encima de mí, ni
una sola vez rompimos nuestro beso.

Me recosté y cerré los ojos mientras su boca se movía con la mía, bajó por mi cuello, su
aliento cálido golpeaba las manchas de humedad causadas por sus besos y enviaba
escalofríos por mi espalda. El calor se extendió por todo mi cuerpo mientras dejaba un
rastro de besos por mi estómago, y respiré profundamente mientras su lengua se
sumergía dentro de mi ombligo. Me hacía cosquillas, mi cuerpo empezó a hormiguear
de la cabeza a los pies a causa de su contacto.

Se tomó su tiempo, besando y acariciando cada centímetro piel expuesta, antes de


lentamente tirar de mi ropa interior. La tiró al suelo y me agarré con fuerza de las
sábanas mientras comenzaba lentamente a besar la cara interna de mi muslo. Agarró
mis caderas, manteniéndome en mi lugar mientras su lengua acariciaba suavemente
mi centro antes de sumergirse lentamente en mi interior. Gemí en voz alta, el placer
corría a través de mí cuando entró.

Mis ruidos se hicieron más fuertes, mis piernas empezaron a temblar al sentir la
presión que comenzaba a construirse. Me retorcí y solté las sábanas, alcanzándolo a
él. Puse las manos en su cabello y gimió mi nombre, un gemido vibró en mi pecho al oír
el sonido. Se apartó de mí rápidamente y abrí mis ojos cuando se sentó, cogió la parte
inferior de su camisa y tiró de ella. Me quedé mirándolo en la oscuridad, su forma
Inmaculada por encima de mí. Extendí mi mano y recorrí con los dedos los bordes de
su estómago, trazando las líneas del tatuaje en su pecho cuando empezó a deshacerse
de sus pantalones. Se los quitó y mi aliento se atrancó en mi garganta ante la vista de
él y su erección. Seguí recorriendo con mis dedos el poco pelo en su estómago,
suavemente lo agarré y lo bombeé un par de veces. Él gimió y echó su cabeza hacia

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atrás, cerrando los ojos mientras palpitaba en mi mano.

“¿Estás segura?” preguntó al cabo de un momento, poniendo su mano sobre la mía.

“¿Ahora, quién es el que hace esa pregunta?” Le pregunté tranquilamente. “¿No


confías en mí?”

Él sonrió, divertido ya que había usado sus palabras contra él, y tiró de mi mano
mientras se cernía sobre mí. Contuve mi aliento, mientras él mismo se alineaba y
empujaba dentro, me agarré firmemente a él cuando me llenó por completo. Él gimió
con fuerza, permitiendo que su cuerpo se presionara más contra el mío.

“Por supuesto que confío en ti” dijo. “Solo te estoy dando la oportunidad de cambiar de
opinión.”

“Nunca voy a cambiar de opinión” dije en voz baja mientras salía y empujaba dentro
de mí. Sus embestidas eran lentas y suaves al principio, y presionó sus labios contra
los míos, besándome suavemente mientras un lloriqueo escapaba de mi garganta.
Envolví mis brazos a su alrededor, aferrándome mientras mis manos recorrían su
espalda. El placer era intenso, y no pasó mucho tiempo antes de que la presión
comenzara a construirse nuevamente, mi cuerpo temblaba. El orgasmo me sacudió
rápidamente y grité, echando mi cabeza hacia atrás mientras gritaba el nombre de
Edward. Él gimió, sus labios atacaron ferozmente mi cuello mientras mi cuerpo se
estremecía bajo el suyo. Se calmó después de un momento, una ola de relajación
recorriéndome después de mi clímax.

Los movimientos de Edward se volvieron más frenéticos después de un tiempo, sus


embestidas cada vez más profundas. Su respiración era errática, su cuerpo temblaba
en mis brazos mientras se deslizaba dentro y fuera de mí. Casi podía sentir el deseo
que rezumaba de sus poros, su desesperación brotando mientras él me daba todo de sí
mismo. Me aferré a él, gritando mientras seguía llenándome, con una intensidad muy
diferente de cualquier cosa que hubiéramos experimentado anteriormente. Habíamos
tenido sexo unas cuantas veces, pero ninguna de las otras veces se podía comparar a
este momento, la pasión pura y la cruda añoranza entre nosotros, era suficiente como
para dejarme sin aliento. Me faltaba el aire, mi pecho ardía mientras mi cuerpo se
calentaba y mi piel se humedecía por el sudor. Parecía como si estuviera en llamas,
cada centímetro de mí lo anhelaba mientras nuestros cuerpos se unían. Podía escuchar
sus gemidos y jadeos, sus manos agarrándome firmemente mientras trataba de
desafiar la lógica y me atraía más a él. Era casi como si nos fundiéramos el uno en el
otro, no se sabía dónde empezaba uno y terminaba el otro.

Los orgasmos me sacudieron un par de veces y cada una de ellas grité su nombre, mis
uñas se clavaron en su carne mientras mis manos recorrían su cuerpo. Era como si
estuviera instintivamente inspeccionando cada parte de él, sintiendo la definición de
sus músculos, aprendiéndome de memoria cada forma. Mi corazón latía tan rápido que

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sentía como si mi pecho fuera a explotar y podía sentir su pulso a través de mi piel,
sabiendo que él estaba tan fuera de control como yo. Era abrumador, las imágenes los
sonidos y las sensaciones eran casi demasiado para asimilar, las lágrimas
comenzaron a deslizarse desde la esquina de mis ojos.

“Te quiero” le susurré mientras sentía que su cuerpo comenzaba a tensarse.

“Yo también te quiero” respondió, las palabras quedaron atrapadas en su garganta.


“Joder, tanto. Sempre”

“Sempre” sollocé, tratando de luchar contra las lágrimas. Él gimió y se estrelló contra
mí con fuerza un par de veces y empezó a murmurar por lo bajo.

“Non ci sara mai un altro” él dijo. “Solo tu. II mio cuore è tua, tesoro*.” (N.T. Non ci sara
mai un altro = Nunca habrá otra)

Gemí, las palabras procedentes de sus labios sonaban dulces, a pesar de que no tenía
ni idea de lo que quería decir. Su cuerpo se estremeció y gruñó mientras su clímax lo
golpeaba. Aplastó sus labios contra los míos, su lengua se mezclaba febrilmente con la
mía mientras empujaba unas cuantas veces más, abrazándome con tanta fuerza que
sentía casi como si su vida dependiera de ello.

Calmó sus movimientos después de un momento y apartó sus labios de los míos,
envolviendo sus brazos a mi alrededor mientras apoyaba su cabeza en mi cuello. Dejó
escapar un tembloroso suspiro, un estremecimiento atravesó su cuerpo mientras un
gemido ahogado salía de su garganta. Me di cuenta de que estaba luchando contra un
sollozo angustiado y mis ojos ardieron por las lágrimas.

Se sentó sobre sus rodillas mientras recuperaba el control de sí mismo, siseando


cuando salía de mi interior. Lo miré mientras una lágrima se deslizaba por el rabillo de
mi ojo, y se agachó para limpiarla. Tenía los ojos vidriosos e inyectados en sangre, una
pequeña sonrisa apareció en sus labios. “Eso ha sido jodidamente intenso” murmuró
sin aliento.

“Lo ha sido” respondí mientras yacía a mi lado, pasándose las manos por la cara. Me
acurruqué contra su pecho y él cogió el edredón, cubriendo rápidamente nuestros
cuerpos desnudos. Suspiré contenta cuando su mano empezó a acariciar suavemente
mi espalda, deleitándome con el calor que irradiaba de él.

“Buenas noches” susurró Edward mientras el sueño comenzaba a apoderarse de mí.


“Lo he dicho en serio, Bella. Te mantendré en mis sueños”

Sonreí cuando las palabras se registraron en mi mente, pero caí en la inconsciencia


antes de poder responder, por primera vez en mucho tiempo, logré encontrar la paz en
mi sueño. No hubo torturas o agonía que me persiguieran en la noche, no hubo dolor o
devastación interrumpiendo mi descanso. Estuvo lleno de tranquilidad y silencio,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1708


exactamente como había deseado, y por un momento estuve a punto de celebrar el
cambio. Qué poco sabía, la pesadilla vendría cuando me despertara.

El sol brillaba a través de la ventana cuando abrí los ojos y me senté rápidamente,
mirando el reloj para ver que eran casi las diez de la mañana. Me estremecí cuando un
escalofrío me recorrió el cuerpo y la garganta me dolió mientras trataba de eliminarlo,
un cosquilleo muy dentro de mi pecho me dijo inmediatamente que estaba
enfermando. Gemí, sabiendo que fue por haber salido durante la fría noche para ver la
nieve, me aferré a la manta para abrigarme y mirar alrededor. Me di cuenta de que
estaba sola, no había rastro de Edward en ningún lugar, y me quedé helada cuando vi
un pedazo de papel doblado sobre su almohada. Lo miré con recelo, al ver mi nombre
escrito en él, y ese sentimiento que había luchado por hacer retroceder la noche
anterior me golpeó con tal intensidad que pensé por un momento que iba a vomitar.

Cogí el papel y lo abrí, vacilante, al ver que era una carta de una página completa en
lo que era claramente la letra de Edward. Luché ante la emoción que amenazaba con
apoderarse de mí cuando comencé a leer, mis manos temblaban.

***

La mia bella ragazza,

FDR dijo una vez en un discurso que la libertad no puede ser otorgada, que tiene que
ser alcanzada. Fue uno de nuestros presidentes, no sé si sabes quién es o no. Es
probable que la aprendieras en Jeopardy o algo así como todo lo demás. De todos
modos, creo que estaba en quinto grado cuando me enteré de quién era, y recuerdo que
me cabreé porque yo no veía el puñetero punto ante la necesidad de aprender la
historia cuando ya todo había terminado. Mirando hacia atrás me doy cuenta de que
era un pedazo de mierda ignorante, pero supongo que ese es realmente el punto al
que estoy tratando de llegar aquí. Tomé muchas cosas por sentado en la vida y no
aprecié las pequeñas cosas que tú te perdiste y que te deberían haberte permitido vivir
como al resto de nosotros. No es justo lo que te ha pasado, y eso solo tú lo sabes y yo
que lo veo. Me gustaría que más gente pudiera verlo. Tal vez si más gente reconociera
este punto en la enseñanza de historia, podríamos aprender de los errores que se
cometieron, y todos los hijos de puta no seguirían repitiéndolos y las cosas no estarían
tan jodidas en el mundo.

Entraste a mi vida el pasado septiembre y volviste del revés todo lo que sabía. Me
cambiaste y me diste la única cosa que nunca pensé que tendría, la única maldita cosa
que no me había dado cuenta que necesitaba. Me diste amor. Me enseñaste lo que
significaba vivir y me diste una razón para levantarme cada mañana, algo para luchar
cuando realmente solo quería dejar esta mierda. Estoy eternamente agradecido por esa
mierda y es una cosa que nunca voy a dar por sentado. Te amo, Isabella. Cristo, te amo
joder, y esa es la razón por la que tengo que hacer esto.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1709


Como he dicho, la libertad no puede ser otorgada, y debería haber sabido que decirte
que eras jodidamente libre no te hacía libre. La libertad ha de conseguirse, y eso es
exactamente lo que tienes que hacer, tesoro. Tienes que salir y conseguir esa mierda.
Tienes el mundo entero en tus manos, una vida te espera, llena de sueños y
oportunidades que no puedes tener conmigo. Y sé que son sueños que deseas, que
siempre has tenido, y que no deberías tener que sacrificar por mí. Ya has sacrificado lo
suficiente de tu vida a causa de esos hijos de puta egoístas. He tomado mis decisiones y
he elegido mi camino, y ahora es el momento para que escojas el tuyo. Eres mejor que
esta mierda, Isabella, y la verdad es que te mereces más de lo que yo puedo ofrecerte. Y
por más que te ame como la mierda y te quiera en mi vida, no soy ese maldito egoísta.
Ya no más. Te aseguraste de eso.

En el momento en que leas esto, me habré ido. Y sé que soy un maldito cobarde por
hacerlo de esta manera, pero no había forma de que pudiera decirte esto a la cara. Soy
un maldito débil y no puedo negarte nada, y sé que me pedirías que me quedara, pero
no puedo. No es justo para ti y nunca me perdonaría a mí mismo esta mierda por
negarte lo que te mereces, una vida real. Una vida lejos de toda esta mierda, donde
puedas ser solo Bella, la mujer jodidamente hermosa, inteligente, con talento y con más
puta fuerza que nadie haya conocido antes. Ve a ser tú misma y no lo que la gente ha
tratado de convertirte en los últimos años. Ve a la escuela y encuentra tu lugar en este
mundo, y haz todas las putas cosas buenas que estás destinada a hacer. Eres especial,
tesoro, no te olvides nunca de eso. Tienes que mostrarles a esos hijos de puta lo que se
han estado perdiendo por no conocerte. Muéstrales que no pueden detener a mi chica.

Siento si esto duele, pero créeme cuando te digo que es lo que tiene que pasar. Nunca te
olvidaré y estoy bendecido de que vieras algo en mí, algo valioso y digno de merecer tu
amor. El último año contigo ha sido el mayor puto regalo que cualquier persona de
mierda me ha dado. Por fin he visto la luz y te debo eso... y te estoy al dejarte ser libre.

No vas a saber de mí, porque no sería justo para ti. Y no te preocupes por mí, porque
voy a estar bien. Como una vez me dijiste, soy un superviviente. Voy a sobrevivir, y tú
también lo harás. Y no tengas maldito miedo porque sé que estás lista. Solo el hecho de
que puedas leer esta carta es una prueba de lo lejos que has llegado, y que tienes
mucho más por ahí que lograr. Está lista para el mundo, Isabella, y ha estado
esperando diecisiete años por ti. No hagas esperar más a esa mierda.

He querido decir cada palabra de mierda que te he dicho, quiero que lo sepas. Nada de
esto es culpa tuya y no lo has causado. Estoy haciendo esto por ti, porque Te amo.
Hazme sentir orgulloso, tesoro. Yo creo en ti. Siempre lo haré.

Sempre,

Edward

26 de diciembre de 2006.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1710


***

Me levanté rápidamente y la carta cayó al suelo, el pánico me azotó con tanta


intensidad que mis rodillas casi se doblan bajo mi peso. Arrojé cosas por todos lados
hasta que encontré un poco de ropa, poniéndome lo primero que me encontré y
abriendo la puerta del dormitorio. Bajé corriendo las escaleras, tropezando con mis
propios pies y casi cayendo, pero me agarré a la barandilla y logré mantenerme en pie.
Las lágrimas fluían de mis ojos, mi pecho dolía mientras luchaba por mantener el
control de mí misma, pero estaba a punto de hiperventilar por mi angustia.

Llegue al vestíbulo justo cuando el doctor Cullen giraba la esquina de las escaleras,
evitándolo para no tropezar. Me agarró, sorprendido, pero lo empujé por el pánico
mientras me dirigía a la puerta principal. El doctor Cullen dijo mi nombre con
preocupación, pero no le hice caso y abrí la puerta bruscamente, estrellándola contra
la pared ante mi prisa mientras corría hacia el porche. Me congelé en el momento en
que mis ojos se posaron sobre el Volvo plateado en el camino de entrada, una oleada
de esperanza me atravesó.

“¿Dónde está?” Pregunté frenéticamente mientras corría de vuelta a la casa,


dirigiéndome directamente a la sala de estar. “Tengo que hablar con él antes de que
sea demasiado tarde. Tengo que hacerle cambiar de opinión.”

“Se ha ido, Isabella” dijo el doctor Cullen con voz calmada.

“¡No, no se ha ido!” Grité, apartándome las lágrimas cuando empecé a gritar el


nombre de Edward.

“Se ha ido” respondió el doctor Cullen, con total naturalidad. No había emoción en su
voz, las palabras salían como si no hubiera espacio para discusión, pero no había
manera de que pudiera aceptarlo, porque no tenía idea de lo que estaba hablando. No
era demasiado tarde. No podía ser demasiado tarde. Gemí con molestia y me dirigí
hacia las escaleras, pero me cerró el paso. “Se ha ido”

“¡No!” Contesté, haciendo un gesto hacia la puerta principal. “¡Su coche todavía está
aquí!”

“El no conducía”, dijo el doctor Cullen. “Alec se lo ha llevado”

“¡No!” Grité, las lágrimas fluían todavía más, mi cuerpo temblaba violentamente.
Negué con la cabeza frenéticamente, mis emociones me abrumaban. “¡Él no dejaría su
coche!”

“Lo ha dejado para ti.”

“Él ama su coche”.

“Te ama más a ti”.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1711


En el momento en que pronunció esas palabras empecé a hiperventilar y mis rodillas
cedieron. Me dejé caer al suelo, sollozando, y el doctor Cullen llamó a Jasper mientras
yo empezaba a gritar el nombre de Edward. El dolor era intenso y sentía que no podía
respirar, me faltaba el aire y apreté los ojos con fuerza, desesperada porque todo fuera
una pesadilla. El doctor Cullen se agachó a mi lado y me atrajo en un abrazo, el olor
de su colonia me hizo sentir todavía peor.

“Por favor” empecé a implorar, las palabras apenas eran audibles a través de mis
sollozos. “¡Por favor, no! ¡Por favor, Dios, no!”

“Shh, dolcezza” dijo el doctor Cullen suavemente. “Todo va a estar bien.”

“¡No lo está! ¡Haz que vuelva! ¡Por favor, lo necesito!”

“No puedo” respondió el doctor Cullen. “Lo siento, se ha ido.”

“No puede ser,” lloriqueé con incredulidad. “No puede irse. ¡Yo lo amo, no puede
dejarme!”

“Maldita sea, lo siento. Se suponía que tenía que estar allí. No me he dado cuenta de
que ya se había despertado,” la voz de Jasper sonó con un tono de disculpa. El doctor
Cullen me soltó cuando Jasper se sentó a mi lado, en el suelo, tirando de mí en sus
brazos. Empecé a sollozar más fuerte, hipando mientras trataba de recuperar el
aliento. Sentía como si alguien me hubiera arrancado el corazón del pecho,
destrozándolo en mil pedazos diminutos que nunca más volverían a estar juntos.
Estaba angustiada, incapaz de comprender por qué todo esto estaba sucediendo.
“Tienes que calmarte, ¿de acuerdo?”

“¿Cómo?” Le pregunté. “Lo necesito, Jasper.”

“No, no es así” dijo. Me aparté y lo miré con incredulidad, empujándolo lejos de mí.

“¿Cómo puedes decir eso?” Grité.

“Porque es cierto” respondió frunciendo el ceño. “Sé que lo amas, y sé que duele. Él
sabía que te iba a hacer daño. Le duele, también.”

“¿Entonces por qué, Jasper? ¿Por qué me hace esto?”

“Para que puedas tener una vida” dijo en voz baja. Negué con la cabeza
frenéticamente, limpiándome los ojos.

“¿Cómo hacerlo sin él?” Respondí. “¡Él es mi vida!”

“Y por eso exactamente se fue” explicó, como si fuera tan simple. “No quería que tu
mundo girara en torno a él. Quería que fueras capaz de tener tu propia vida. Te
mereces eso, Isabella.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1712


“¡No la quiero sin él!” grité. “No puedo hacerlo”.

“Puedes” dijo Jasper con firmeza. “Puedes y lo harás.”

“¡No quiero estar sola!”

“No lo vas a estar” dijo. “Me tienes a mí. Voy a estar aquí siempre que me necesites,
pero él se ha ido, Isabella. No va a volver.”

Me volvió a abrazar cuando comencé a sollozar histéricamente otra vez, perdiendo el


control por completo. No estaba segura de cuánto tiempo pasamos sentados en el
suelo del vestíbulo mientras me abrazaba, dándome tiempo para sacarlo todo. Lloré y
grité, desquitando con él mi dolor, y él solo estuvo en silencio. No me ofreció ningún
sabio consejo, ni siquiera trato de explicarme más de lo que ya me había dicho. Él
había dicho todo lo que podía, no había palabras que cambiaran lo que estaba
sucediendo.

En algún momento de la tarde me levanté, mis piernas temblaban y mi cuerpo dolía


por haber estado sentada en el suelo. Jasper me miró con cautela, pero yo solo le di la
espalda y me dirigí hacia las escaleras, subiendo lentamente. Me fui directamente al
dormitorio, ignorando a todo el que pasaba en mi camino. Me arrastré de nuevo en la
cama y tiré del edredón sobre mí, apretando los ojos con fuerza y rezando porque esta
pesadilla terminara.

Nadie me molestó ya que me encerré, lo que me permitió estar sola con mi dolor. El día
pasó rápidamente, otro amanecer, pero todavía me negaba a salir de la cama a menos
que fuera absolutamente necesario. Leí la carta que me había dejado en varias
ocasiones, las palabras eran tan hirientes la vigésima vez como lo habían sido la
primera. Lloré hasta que no pude más, y grité hasta que mi garganta quemaba,
completamente devastada porque se había ido. Escuché a gente que se movía por la
casa y pude sentir su presencia cerca, podía oír sus voces susurrando desde el pasillo,
pero no fue hasta el tercer día que Jasper finalmente entró a la habitación. Para ese
entonces estaba entumecida, agotada y cansada, aturdida de tal manera que todo
parecía surrealista.

Él no se molestó en llamar, simplemente entró y se sentó en el borde de la cama. Le


miré desde mi posición, viendo la compasión en sus ojos, lo que hizo que mi estómago
se revolviera. “¿Desde cuándo?” Pregunté en voz baja, con voz rasposa. Me miró con
confusión y suspiré, sacudiendo la cabeza. “¿Cuánto hace que te dijo que se iba?”

“Eh, hace unos días” respondió en voz baja. “El día que llegué. Vino a mi habitación
esa noche y me preguntó si podía cuidarte cuando se fuera y ayudarte a instalarte por
tu cuenta.”

“¿Días?” Pregunté con incredulidad, lágrimas se acumularon nuevamente en mis ojos.


“¿Él sabía que se iba a ir hace días? ¿Por qué no me lo dijiste?”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1713


“Sabes por qué” dijo Jasper. “No habría sido capaz de dejarte si lo hubiera hecho. Salir
por la puerta principal fue probablemente la cosa más difícil que jamás haya hecho.
Permaneció allí durante al menos treinta minutos, con el corazón roto, igual que tú, y
Alec finalmente se hartó y lo arrastró fuera antes de que él pudiera perder su vuelo”

“¿Y todos lo sabían?” Le pregunté. “¿Todo el mundo sabía que se iba y nadie me lo
dijo? ¿Es por eso que discutían en Navidad?”

Él asintió. “Se lo dije a Alice la misma noche que me enteré, y se lo dijimos a Emmett y
Rosalie cuando volvíamos de conseguir el árbol. Edward se molestó porque les dije,
pero yo sabía que él estaba tratando de hacer el día inolvidable y Rosalie no le estaba
facilitando las cosas. Ella estaba enojada por lo egoísta que Edward estaba siendo,
pensó que se estaba dando por vencido y planeaba simplemente arrastrarte con él.
Ella se sentía culpable cuando le expliqué las cosas.”

“¿Y los otros?”

“No creo que nadie se lo dijera a mi padre o a Alec. Supongo que probablemente
esperaban que Edward se fuera a Chicago y simplemente juntaron las piezas por sí
mismos, teniendo en cuenta que tú no tenías idea de que se iba” respondió. “Esme no
estaba contenta con él cuando lo supo. Fue la última en enterarse.”

“Aparte de mí” murmure con amargura y dolor. “¿Qué hago ahora?”

“Nos iremos” dijo. “Vendrás conmigo a Seattle, y vamos a prepararte pare tener tu sitio
propia, cuando estés lista, puedes inscribirte en la escuela. Lo que te haga feliz”

“Él me hace feliz” susurré.

“Sé que lo hace” respondió rápidamente. “Va a ser más fácil. Con el tiempo no va a
doler tanto y, finalmente, llegará el día en que estés lista para dejar todo atrás”.

Negué con la cabeza, rozando mis lágrimas. “Puede que no duela tanto, pero nunca
voy a dejar todo atrás” le dije, levantándome de la cama. Me estiré y miré por la
habitación, frunciendo el ceño ante las cosas de Edward. Parecía que no se había
llevado nada, todo estaba exactamente donde había estado días atrás, cuando él
estaba allí. “¿No se ha llevado nada?”

“Se ha llevado algo de ropa” respondió Jasper. “Ha dejado su coche para ti, dijo que
podías coger cualquier cosa que quisieras. Lo que quede cuando nos vayamos se le
enviará a Chicago.”

“¿Eso es todo?” Murmuré para mí misma. “Así como así, desaparece. Sin mirar atrás”.

Jasper no hizo ningún comentario, sabiendo que nada de lo que pudiera decir en ese
momento hubiera mejorado las cosas... nada podría llevarse el dolor. Me acerqué al
escritorio y comencé a clasificar las cosas, separando mis pertenencias de las de

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1714


Edward y colocándolas a un lado. “No tienes que hacer eso ahora” dijo Jasper mientras
me miraba. “Tienes todo el tiempo que necesites. Mi padre ha dicho que puedes
quedarte como invitada, siempre y cuando lo desees.”

Negué con la cabeza, luchando contra mis emociones. “Invitada” murmuré, la palabra
sonaba tan extraña. Una vez había sido una esclava dentro de estas mismas paredes,
no mucho después me sentí casi como en casa, pero ahora era solo una invitada,
yéndome a Dios sabe dónde. “¿Cómo voy a hacerlo, Jasper? No Tengo nada. No
tengo dinero. Yo ni siquiera sé lo que estoy haciendo.”

“Edward dijo que podrías decir eso” respondió. “Alec trajo con él la documentación
para la herencia. Él puso la finca y los fondos en una cuenta a tu nombre. Tienes un
montón de dinero, Isabella, y en cuanto a todo lo demás, solo tienes que seguir
adelante. Así es la vida para todos. Ninguno sabe realmente lo que está haciendo”.

Pensé en sus palabras mientras seguía separando mis pertenencias, sin saber qué
decir en respuesta a eso. Jasper se levantó cuando se dio cuenta de que no tenía
intención de parar, salió de la habitación y volvió a los pocos minutos con unas cajas.
Empecé a ordenar el escritorio de Edward, nuestras cosas se habían mezclado con el
tiempo. Vi el último cajón, el que siempre estaba cerrado con llave, y me congelé
cuando miré dentro, viendo su teléfono móvil. “Ni siquiera se ha llevado su teléfono.”

“Pensó que sería mejor si no lo hacía. Él no quería hacerlo todo más difícil para ti de lo
que ya iba a serlo, tenía miedo de que alguno de los dos llamara al otro y prolongar
esto” dijo Jasper tranquilamente. “También le prometí que cambiaría tu número, para
que él no se viera tentado a llamarte”.

Me reí secamente, cerrando el cajón con ira. Parecía como si hubiera pensado en todo,
sin dejar lagunas en su plan.

Pasé los dos días siguientes ordenando las cosas y empaquetando todas mis
pertenencias. Cogí la ropa y las fotografías, mis libros y cuadernos, y todos los dibujos
que había hecho en el último año. Tomé la cesta de picnic del día de San Valentín, el
collar que Edward me había comprado para el baile y la camiseta de fútbol que me
había dado mi primer día aquí, pero dejé todo lo demás en su lugar. Sentía como si
tuviera que ayudar a empaquetar todo lo demás, pero dolía demasiado, no era tan
fuerte como para lidiar con el hecho de que todo eso también desaparecería de la
habitación, era demasiado difícil de enfrentar.

Emmett y Rosalie aparecieron con el tiempo suficiente para decir adiós antes de irse a
la universidad otra vez, diciéndome que debía mantenerme en contacto y que pronto
nos volveríamos a ver. Ninguno mencionó a Edward, fingieron felicidad por el futuro
que me esperaba, pero yo no era ingenua, me di cuenta de que estaban tan
preocupados como yo.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1715


Jasper y Alice se sentaban de vez en cuando en la habitación conmigo, pero ninguno
intervino o me obligó a hablar de ello. Alice expresó cuanto lo sentía, diciendo que
había percibido que algo andaba mal desde hacía un tiempo, pero su declaración solo
me hizo sentir peor. Mi angustia dio paso a la ira mientras lidiaba con la culpa. No
pude evitar sentir que era culpa mía, sabiendo que fue por mí que se había unido a la
organización en primer lugar. Me culpaba a mí misma por lo que estaba pasando,
cada vez más obsesiva con las incógnitas. Me quedaba mirando el reloj durante horas,
preguntándome dónde estaría y qué estaría haciendo, haciendo hincapié sobre si
estaría bien o no. Me preguntaba cómo podía no haber visto las señales, porque
haciendo un recuento me pareció obvio que me había estado diciendo adiós.

Al tercer día, el doctor Cullen me llevó a una clínica a una hora y media de distancia, a
la cita para quitarme el chip. Me inquieté cuando me senté en la sala de espera,
completamente agotada y nerviosa. No podía recordar la última vez que había comido
y sabía que todos estaban preocupados por mí, pero estaba demasiado angustiada
para preocuparme realmente por algo. La depresión estaba llegando poco a poco y el
doctor Cullen me dio unas pastillas que, según él, ayudarían, pero me negué a
tomarlas. No quería estar drogada solo para poder empezar a sentir otra vez, porque
no estaba dispuesta a aceptar lo que había sucedido. No quería seguir adelante.
Quería a Edward, y si no lo tenía, prefería estar adormecida.

Un hombre mayor, de pelo castaño, con un uniforme azul de médico y bata de


laboratorio blanca salió de la parte trasera después de un tiempo y saludó al doctor
Cullen antes de mirarme. “Usted debe ser Isabella Swan,” dijo.

“Si, señor.”

“Bueno, ¿te quitamos esa cosa?” sugirió, sonriendo cálidamente. Le devolví la sonrisa y
asentí, aceptando a pesar de que me sentía de todo menos segura en este momento.
Me sostuvo la puerta abierta y me puse de pie, dirigiéndome hacia él, pero vacilé a
unos metros de distancia. Mi corazón latía violentamente por la ansiedad y me sentí
mareada, me preocupaba que fuera a desmayarme. Me volví hacia el doctor Cullen,
que había permanecido inmóvil en su silla, con las manos cruzadas sobre el regazo.

“¿Quiere venir conmigo?” Le pregunté tímidamente, no quería estar sola. Deseaba


desesperadamente que Edward estuviera aquí conmigo, mis ojos ardieron mientras las
lágrimas amenazaban con derramarse ante el pensamiento. Jasper se había ofrecido a
venir para apoyarme, pero yo le había restado importancia, diciendo que no era gran
cosa, pero no me sentía así ahora, cuando llegaba el momento.

“Si quieres que vaya” respondió, mirándome con sorpresa.

“Por favor” le dije. Él asintió y se puso en pie, apoyando su mano en mi espalda


mientras me conducía a la parte trasera. Me hicieron una radiografía, donde se
identificó la ubicación general del microchip entre mis omóplatos. Después de haber

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obtenido una estimación de dónde estaba, me llevaron a una pequeña habitación
blanca con una mesa de exploración, donde me puse una bata y me acosté boca
abajo, con la espalda al descubierto. Estaba nerviosa y el doctor Cullen sacó un
taburete, sentándose a mi lado. El otro médico trajo una pequeña máquina con un
monitor conectado a la misma, indicando que iba a inyectar algo en mi espalda para
adormecer la zona, así que no sentiría el procedimiento. Me tensé y el doctor Cullen me
tomó la mano derecha, mientras que comenzó a acariciar suavemente mi cabello con
la otra mano al sentir el pinchazo de la aguja.

No estaba segura de lo que estaba pasando, porque no podía ver, pero tardó casi
cuarenta y cinco minutos para retirar el chip. El doctor Cullen suspiró cuando el hombre
empezó a coser la incisión, con el ceño fruncido. “Al parecer es mucho más fácil
ponerlos que quitarlos,” dijo con tristeza.

“Lo es” respondió el médico. “No están destinados a ser eliminados. Estaba bastante
bien incrustado y ha sido difícil de obtener a causa del tejido cicatricial. La incisión
dolerá por un tiempo, pero te daré algunos analgésicos para que te los tomes, y los
puntos se disolverán por sí mismos.”

“Gracias” respondí en voz baja. Él sonrió y asintió.

“Me alegro de haber podido ayudar.”

Salieron de la habitación y me puse la camiseta de nuevo, el entumecimiento de la


espalda se sentía extraño en contra de la ropa. El doctor Cullen y yo partimos a los
pocos minutos después de que él pagara en efectivo, y el viaje de vuelta a Forks fue
relativamente tranquilo. No fue tenso o incómodo como podría haber sido, dada la
situación, en lugar de eso un cómodo silencio cayó sobre nosotros mientras conducía.
Estábamos a unos quince minutos de la casa cuando se aclaró la garganta,
moviéndose en su asiento. “¿Puedo hacerte una pregunta?”

Lo miré, viendo que parecía nervioso por alguna razón. “Sí”.

“¿Recuerdas a todas las personas que había en el almacén al que te llevaron?”


preguntó. Me tensé, aturdida por lo que me pedía, debido a que ninguno de ellos había
intentado abordar el tema antes.

“Eh, creo que sí.”

“¿Puedes decirme quiénes eran?”

“Bueno, James estaba allí” comencé. “Había dos chicos rusos más, jóvenes, no sabría
decir muy bien quienes son sin embargo. El hombre más viejo era un ruso llamado
Stephan, él estaba a cargo de todo.”

“¿Había otro hombre más viejo, también ruso, que se llamaba Vladimir? Tiene

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aproximadamente la misma edad que Stephan y se parecen algo” preguntó. Negué
con la cabeza, vacilante.

“No que yo lo viera. Stephan parecía trabajar por su cuenta” le dije. “Y había una chica
allí, también.”

“¿Heidi?”

“No. Bueno, quiero decir, sí. Ella estaba allí, pero había otra chica con James. Creo que
dijo que su nombre era Vickie” le dije.

“¿Victoria? ¿Era pelirroja con el pelo rizado?”, me preguntó. Asentí con la cabeza y se
rió amargamente sacudiendo la cabeza. “Ella es la hija de un viejo adversario nuestro,
de la mafia irlandesa. Hace años hicimos las paces, una especie de tregua, así que no
creo que su padre esté muy contento de saber lo que ha hecho.”

“Ella era agradable conmigo al principio, incluso me dio de comer” le dije, sin querer
causar más problemas. “En realidad no me hizo daño, pero se enfadó cuando herí a
James. Él intentó, eh...”

Me quedé en silencio, mordiéndome el labio inferior con nerviosismo. El doctor Cullen


estuvo en silencio un momento antes de suspirar exasperado. “No era consciente de
que lo había intentado, pero sí sé que no lo hizo” dijo. “La organización cuenta con
algunos médicos que llamamos en ocasiones, cuando no podemos ir a un hospital. Le
pedí a uno que hiciera una visita a domicilio mientras estabas con Esme para
asegurarme de que no te había hecho daño de esa manera.”

“Gracias” susurré. “No volvió a intentarlo después de esa primera vez. No volvió a estar
a solas conmigo, realmente creo que tenía miedo de su pa...” Me detuve abruptamente
cuando me di cuenta de lo que había estado a punto de decir y me miró con sorpresa,
alzando las cejas con curiosidad.

“¿Así que ya sabes que Stephan era su padre?” preguntó.

“Eh, sí” murmuré. “¿Lo sabía?”

“No lo sabía en su momento, pero ahora sí lo sé. De hecho, me enteré de la misma


manera que descubrí con quien estabas emparentada” respondió. “Él tenía su ADN.”

“¿Así que ya lo sabe?” Le pregunté, sorprendida.” ¿Sabe que también es el padre de


Emmett?”

Se puso tenso, mirándose completamente desconcertado, y mi corazón empezó a latir


con fuerza cuando me di cuenta de que él no sabía esa parte. “¿El padre de Emmett?”
preguntó con incredulidad.

“Me dijo que lo era” le dije, presa del pánico mientras miraba fijamente al doctor

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1718


Cullen. Su rostro se ensombreció brevemente por la ira, asustándome, pero se
desvaneció rápidamente.

“No, no lo sabía”, dijo con frialdad. “¿Se lo has contado a Emmett?”

Negué con la cabeza rápidamente. “No, no sabía si debía hacerlo. No creo que él
quiera saberlo, porque me dijo una vez que ni siquiera quería conocer a su madre
biológica. Y realmente no sé si es verdad, porque él podría haber mentido.”

“Me alegro de que no se lo hayas dicho” respondió, con voz carente de emoción. “Creo
que sería devastador para Emmett. Gracias por ser honesta conmigo, sin embargo.
Entonces, ¿esos eran todos los del almacén?”

“Creo que sí” le dije, con un suspiro. Él asintió y el silencio cayó nuevamente sobre el
coche antes de que un recuerdo me golpeara. “Espera, había otro hombre allí. Aunque,
no sé quién era. Nunca me habló, pero se paró junto a mí muchas veces, solo
observándome.”

“¿Qué aspecto tiene? ¿Te acuerdas?”

“Sí. Él tenía un aspecto realmente extraño. Su piel estaba bronceada y tenía una gran
cicatriz en la cara. Era mayor y recuerdo que habló con Stephan una vez, pero no me
acuerdo sobre qué,” murmuré, fruncí el ceño. “¿Pudo haber sido Vladimir?”

“No” dijo el doctor Cullen en voz baja. “Ese no es él”.

“Oh”, dije, frunciendo el ceño. “Entonces no sé quién era.”

“Está bien” dijo el doctor Cullen en voz baja. “Solo tenía curiosidad. Gracias por
decírmelo.”

“De nada”. El silencio regresó al coche el resto del camino y el doctor Cullen parecía
distraído, su cuerpo estaba tenso. No me dijo nada cuando llegamos a casa, mantuvo
la puerta abierta para mí en silencio y luego desapareció en su despacho en el
momento en que estuvimos en el interior.

La noche transcurrió rápidamente, el sueño me evadía, como había hecho todas las
noches de esa semana. Me quedé despierta llorando, leyendo la carta Edward, la
había leído tantas veces que la había memorizado. Me dolía más que cualquier cosa
que pudiera recordar, más intenso que cualquiera de los dolores físicos que había
sufrido en mi vida. El dolor físico se desvanecía cuando las heridas se curaban, pero
estaba segura de lo que sentía en ese momento nunca se iría. Me sentía rota, como si
una parte de mí hubiera sido arrancada.

A la mañana siguiente Jasper subió al amanecer, pero yo ya estaba levantada y


esperando. Entró en la habitación, sin molestarse en llamar otra vez, y miró hacia
donde yo estaba sentada en el sofá. La habitación estaba todavía un poco oscura y

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1719


estaba sentada con las rodillas apoyadas contra mi pecho, rodeándome con mis
brazos mientras miraba por la ventana. Me preguntaba si esto era lo que Edward
había estado haciendo esa noche, cuando me desperté, me preguntaba si había
estado contemplando los mismos árboles que veía, contemplando dejar las cosas como
yo estaba haciendo. ¿Había estado tan asustado y devastado como yo me sentía?

“¿Estás lista?” Preguntó Jasper, que ya había puesto todas mis cosas en el Volvo de
Edward el día anterior. Asentí con la cabeza, incapaz de pronunciar las palabras,
porque la verdad es que me sentía como si nunca fuera a estar preparada. Me levanté
y cogí mis últimas cosas, deslizándome en mi abrigo antes de dirigirme hacia la
puerta. Jasper me dio la llave del coche de Edward antes de salir y yo vacilé en el
umbral, ganándome una mirada curiosa de él.

“Yo, eh... Te veo abajo” murmuré. “Solo necesito un minuto.”

Él sonrió y me dijo que me tomara mi tiempo, y lo observé mientras bajaba las


escaleras antes de regresar a la habitación. Mis ojos la recorrieron lentamente, mi
pecho dolió al ver las pertenencias de Edward, todo seguía en su lugar, pero sin
embargo, lo realmente importante, faltaba. Vi un marco en el armario y di unos pasos
hacia él, recogiéndolo vacilante. Era una foto nuestra, una de las que nos habían
tomado en Port Ángeles no mucho tiempo antes de que todo empezara a
desmoronarse. Cuando ambos habíamos tenido sueños, nuestros ojos brillantes de
esperanza y amor. El cielo era el límite, y era fácil de ver la felicidad que ambos
irradiábamos. Me pregunté si alguna vez volvería a saber lo que se siente al ser tan
feliz. ¿Lo haría él?

Pasé los dedos por la fotografía, trazando las líneas del rostro de Edward. Deseaba
sentirlo de verdad, poder verlo y olerlo, sentir su calor una vez más, pero sabía que no
era posible. Nunca volvería a ser posible, y él se había asegurado de ello. Había hecho
todo lo que había podido para asegurarse de que tendría un futuro sin él, sin darse
cuenta ni una sola vez de que él era el único futuro que alguna vez había deseado
realmente.

Me incliné y besé el vidrio frío, suavemente donde estaba su cara, una lágrima se
deslizó por mi mejilla e hizo clic en el cuadro. Mi visión era borrosa mientras miraba la
foto, el dolor rasgaba mi pecho cuando pronuncié la palabra solitaria. Era la única
palabra que no había tenido la oportunidad de decir, la única palabra que no quería
tener que decir, pero la palabra que yo sabía que tenía que decir.

“Adiós”.

********************
Solo tu. Il mio cuore è tua, tesoro = Solo tú. Mi corazón es tuyo, tesoro.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1720


"Donde solías estar, hay un agujero en el mundo, el que rodeo constantemente
durante el día, y en el que caigo en la noche. Te echo muchísimo de menos." - Edna
St. VincentMillay

Edward cullen

Viernes, 20 de junio del 2008

1 año, 5 meses, 25 días, 5 horas, 39 minutos y alrededor de 20 putos segundos


después... no es como si los estuviera contando o algo así...

Me encorvé en mi silla, fulminando con la mirada la laptop en el escritorio frente a mí.


Mi cabeza estaba palpitando con fuerza, mis ojos ardían y me temblaban tanto que me
preocupaba que fueran a salirse de sus putas cuencas. Tenía unas cortinas gruesas
cubriendo las ventanas para bloquear el sol tanto como fuera posible. La habitación
estaba casi tan oscura como la boca de un lobo a pesar de que habían pasado solo
unos minutos del mediodía. El aire acondicionado estaba a toda su capacidad pero
seguía sudando, mi piel casi se sentía como si estuviera en el fuego.

Maldije, pasando las manos por mi cara molesto. Parpadeé rápidamente, tratando de
aclarar mi visión para que pudiera concentrarme en la puñetera pantalla, pero nada
parecía ayudar. Todas las palabras estaban borrosas y ni siquiera podía leer las
líneas, dándome cuenta que solo estaba perdiendo mi tiempo y energía tan solo con
molestarme en intentarlo. Refunfuñé al mismo tiempo que cerraba la laptop de golpe y
recostaba mi cabeza sobre el escritorio, dándome por vencido con esa mierda. Todo
estuvo en silencio por unos minutos y lo disfruté, deseando poder dormir solo para
escapar de esa mierda por un rato. Casi se me cumplió, mi cansancio profundizándose
a medida que el sonido del aire soplando por la ventanilla empezó a arrullarme a la
inconsciencia, pero antes de que pudiera quedarme profundamente dormido mi

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tranquilidad se rompió.

“¿Estás bien?"

Di un respingo, asustado por la inesperada voz y estreché mis ojos al mismo tiempo
que mi cabeza se levantó de un golpe. "No está bien sorprender a la gente," escupí,
mirando furioso a la figura parada en la entrada. Ella se echó a reír como si lo que
había dicho en realidad fuera jodidamente gracioso y extendió su mano hacia la
pared, accionando rápidamente el interruptor de la luz. Hice una mueca cuando el
dolor agudo atravesó mi cabeza por la brillante luz, y levanté mis manos tratando de
cubrir mis ojos. "Cristo, ¿tienes que hacer esa mierda?"

“No te ves muy caliente, mi niño," me dijo, ignorando mi pregunta mientras se acercaba
a mí.

“Al contrario, Esme, me siento muy jodidamente caliente, como si alguien hubiera
incendiado mi culo," murmuré, pasando la mano por mi cabello mientras entornaba los
ojos, tratando de ajustarlos a la luz. "Y eso después de que me partieran la madre y me
arrojaran desde el techo de un edificio de doce pisos."

“¿Así de mal?" Preguntó, haciendo la laptop a un lado cuando se sentó a un lado de mí


en el borde del escritorio.

“Sí, así de mal," gruñí. "Si no fuera tan doloroso me preguntaría si no estoy muerto ya.
Pero para ser sinceros, con el rumbo que está tomando mi vida, voy a terminar
ardiendo en el infierno de todos modos, así que tal vez ya estoy jodidamente muerto.
No me sorprendería si todo esto fuera algún maldito juego que el diablo está jugando,
torturándome por diversión por toda la mierda que he hecho."

“Tu optimismo es asombroso," dijo, dándome una suave sonrisa. "Aunque, estoy muy
segura que todavía estás vivo."

“Che peccato," murmuré, negando con la cabeza. Se echó a reír y sujetó mi barbilla,
levantando mi cabeza para que la mirara.

“Actúas como si nunca antes hubieras tenido resaca, Edward," dijo, sus ojos
escudriñando mis rostro. "¿Cuánto tomaste anoche?"

“Al parecer no suficiente, si todavía estoy vivo," declaré. Me rodó los ojos y me soltó,
cruzando los brazos sobre su pecho.

“No has estado usando algo más, ¿cierto?” Preguntó.

“Joder no," le dije, sacudiendo la cabeza. "Ya terminé con todo eso."

“Bien," dijo. "Así es como solías actuar por Molly, y sabes...."

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“Lo sé," escupí molesto, interrumpiéndola. "Dije que terminé con eso, Esme. Realmente
desearía que todos ustedes dejaran de arrojarme esa mierda a la cara."

“Está bien," dijo con seriedad. "No voy a tocar el tema de nuevo. Sin embargo, de
verdad necesitas dejar de fumar también. Pude olerlo tan pronto entré en la casa."

“Joder, tienes que estar bromeando," le dije, mirándola con incredulidad. "¿Vas a
castigarme si no lo hago? ¿Azotar mi culo? ¿Vas a mandarme a mi habitación hasta
que empiece a hacer caso?"

“No me tientes," me dijo, la sonrisa volviendo a sus labios. "Llamaré a tu padre."

“Oh, joder, vas a acusarme, ¿cierto?" Pregunté con sarcasmo, riéndome al mismo
tiempo que me ponía de pie. "Odio tener que decírtelo, pero él ya sabe que lo hago, así
que decírselo no ayudará en nada. Sin embargo, no creo que Alec estaría muy
contento de que seas una rata."

“¿Cómo acabas de llamarme?" Preguntó cuando pasé junto a ella, mis pies descalzos
golpeando contra el piso de madera a medida que salía de la habitación.

“Me escuchaste," grité, bajando las escaleras mientras me dirigía directamente a la


cocina.

Esme me siguió después de un momento, deteniéndose en la entrada mientras me


acercaba a los gabinetes. El suelo de baldosas estaba húmedo y frío contra mis pies,
ya que aparentemente acababa de ser fregado, pero me importaba una mierda.
Empecé a revisar, buscando algunos analgésicos para el puto dolor de cabeza, y
encontré un bote de píldoras metido al fondo de un cajón. Abrí el congelador y saqué
una botella de Grey Goose, abriéndola y llevándola a mis labios para tomar un trago.
Metí dos pastillas en mi boca, pasándolas con el vodka.

“Probablemente también darle un descanso a eso. Es demasiado temprano para estar


bebiendo," Esme comentó, mirando su reloj. Rodé mis ojos, tomando otro trago de
vodka. Quemó mi garganta y adormeció mi pecho, una sensación de hormigueo
propagándose por mi cuerpo. "En alguna parte escuché que la mejor cura para la
resaca era simplemente emborracharse de nuevo. Además, ¿cómo dice el dicho? ¿Una
botella al día del médico te ahorraría?" Pregunté mientras sostenía el licor en el aire,
encogiéndome de hombros antes de tomar otro trago. "Suena como un plan que puedo
seguir."

Se echó a reír, negando con la cabeza. "Así no es como va y lo sabes," me dijo. "Y lo
digo en serio, Edward. Vas a arruinar por completo tu hígado antes de que siquiera
cumplas veintiún años."

“Si tú lo dices," murmuré, molesto por su tono regañón. "Suenas cada vez más y más
como mi maldito padre cada vez que te veo. ¿A eso es a lo que vienes aquí, Esme? ¿A

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refunfuñar de mí? Porque de verdad que no estoy de humor para eso, especialmente
hoy de todos los putos días, así que ahórrate el sermón.

“No, esa no es la razón por la que vine," respondió. "Vine a ver cómo estabas."

“Sí, bueno, ya dejamos establecido que aparentemente sigo vivo, así que, ¿hay algo
más que pueda hacer por ti?" Pregunté. "Hay mierdas que tengo que hacer hoy. ¿Y
cómo demonios entraste, de todos modos? Ni siquiera escuché el timbre."

“Lea me dejó entrar," dijo.

“Lindo," refunfuñé, tomando otro trago de vodka. "Recuérdame que me deshaga de


ella."

“Oh, no seas ridículo. No vas a deshacerte de ella," me dijo riéndose. "Ella es buena en
lo que hace y probablemente vivirías entre la suciedad si ella no estuviera aquí.
Además, ¿es tan mala mi compañía? Vives a menos de un kilómetro de mí y apenas si
te veo. ¿Eres demasiado bueno para pasar tiempo con tu tía favorita?"

“Eres mi única tía, Esme, y 'favorita' todavía es discutible," dije en broma. "Y, no, no soy
demasiado bueno para ti. Es solo que estoy... ocupado."

“Ocupado," repitió mis palabras mientras me veía, su mirada era tan intensa que sentí
como si viera directamente a través de mí. "Lo que traducido libremente sería 'he estado
evitándote', ¿verdad? ¿Cómo van las cosas en la escuela?"

“Van," respondí, encogiéndome de hombros. Se me quedó mirando, obviamente


esperando una mejor respuesta de mierda, pero no estaba seguro de lo que esperaba
escuchar. Acaba de terminar mi primer semestre en la Universidad de la Ciudad de
Chicago, inscrito en el programa de Licenciatura en Bellas Artes para Educación
Musical. Era la única cosa en la que estaba remotamente interesado que no tomara
demasiado tiempo como para que entrara en conflicto con mis otras
responsabilidades, pero esa mierda no resultó tan fácil como había esperado que
fuera. Mis notas eran mediocres, por decir lo menos y me era difícil concentrarme en lo
que fuera, sabiendo que si no me reponía no había forma de que fuera capaz de que
se me transfiriera a una universidad con carreras de cuatro años. Me había inscrito en
unos cuantos cursos de verano que acababan de empezar la semana anterior,
tratando de ponerme al día, pero ya estaba teniendo problemas con ellas.

“Tal vez si no tomaras tanto..." Empezó a decir, pero levanté mis manos para detenerla
a medida que mi temperamento se encendía.

“Detente," dije con firmeza. "¡Sé que tus intenciones son buenas, Cristo, pero para de
una vez! Ya no puedo soportar más que me digan qué hacer con mi vida. Hice lo que
Aro me dijo que hiciera, me mantengo alejado de Molly, me inscribí en la escuela y
joder, no molesto a nadie. ¿Qué más esperan ustedes de mí? Estoy haciendo lo mejor

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que puedo."

“Sé que lo estás haciendo," murmuró. "Y sé que tal vez parezca que no, pero estoy
orgullosa de ti, mi niño. Solo estoy preocupada de que estés aquí completamente solo."

“No estoy solo, Esme. Tengo a Lea para que friegue mis pisos y esto para mantenerme
caliente por las noches," le dije, levantando la botella de vodka. "¿Qué más puedo
necesitar?"

Se quedó en silencio, mirándome, con una puta expresión que decía todo lo que no se
atrevía a decir en voz alta. Ambos sabíamos exactamente lo que necesitaba, pero era
la única cosa que nunca podría tener de nuevo. Dolía pensar en ello, el dolor en mi
pecho todavía tan intenso como lo había sido esa mañana de diciembre.

***************************************

26 de diciembre de 2006

Me senté en el último escalón de las escaleras, mi mano jalando mi cabello mientras


trataba de calmarme. No estaba seguro de cuánto tiempo había estado sentado allí
con una bolsa de lona llena de ropa tirada en el suelo a mis pies, pero se sentía como
si una eternidad hubiera pasado con cada tic-tac del reloj. El maldito tiempo se estaba
burlando de mí, sin dejar de correr ininterrumpidamente mientras yo me quedaba
sentado, sin ser capaz de enfrentar nada todavía. Era un cobarde, un maldito
debilucho despreciable, desmoronándome por algo que había sido mi propia maldita
culpa.

Mis manos temblaban y mi estómago estaba revuelto, mi pecho dolía por tratar de
contener la emoción. Mi corazón latía erráticamente, la sangre corría veloz por mis
malditas venas, haciéndome sentir mareado y me preocupaba que fuera a
desmayarme si no me controlaba. Se sentía como si alguien estuviera arrancándome el
corazón, pero supongo que en realidad no importaba una mierda, considerando que
no lo necesitaría después de que saliera por la puerta. Cada pizca de puta felicidad
que había logrado encontrar se quedaría atrás en una nube de recuerdos, y estaba
seguro que merecía el dolor que estaba sintiendo, pero no me hacía más fácil el lidiar
con ello. Prácticamente podía ver mi pulso a través de mi piel, cada pum me recordaba
que seguía vivo a pesar de que se sentía como si estuviera muriendo por dentro.

Sí, estaba siendo dramático, pero no podía evitarlo. Esa mierda dolía.

Escuché pasos en las escaleras detrás de mí y me tensé, de pronto sintiendo que me


pondría enfermo. Tenía miedo de que Isabella despertara y me sorprendiera, parte de
mí deseando traidoramente que lo hiciera. Esa parte quería que ella me detuviera,
quería que me pidiera que me quedara y nunca la dejara, sabía en lo más profundo de
mí que si eso sucedía nunca sería capaz de salir por la puerta. No le podía negar nada
que me pidiera, aun si supiera de hecho que estaba mal. Había comprobado eso una

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1725


vez más unas horas antes cuando me pidió que le hiciera el amor.... ¿Qué tipo de
hombre accedería a esa mierda, sabiendo que se iba a ir?

Vaya un puto hombre de honor resulté ser....

“Me sorprende que todavía estés aquí," dijo Jasper en voz baja, y se sentó en el escalón
junto a mí. "Pensé que ya te habrías ido."

“Sí, yo también," murmuré, mi voz temblorosa mientras seguía mirando hacia el suelo.
"Joder, ella va a odiarme, Jasper. Va a despertar y encontrar esa nota y se arrepentirá
de haberme dejado entrar en su vida."

“No, no lo hará," respondió, negando con la cabeza. "Ella te ama, Edward. Nunca
podría odiarte."

“Joder, no quiero lastimarla," dije en un murmullo al mismo tiempo que cerraba mis
temblorosas manos en puños. Mis ojos empezaron a arder por las lágrimas no
derramadas cuando mi cuerpo se rebeló contra mí. "Cristo, está mierda va a
destrozarla."

“Eso es cierto."

“Genial," escupí. "Gracias por hacerme sentir mejor."

“¿Quieres que te mienta?" Preguntó, levantando sus cejas inquisitivamente cuando lo


miré. "Te ama y nunca ha amado a nadie antes. Va a lastimarla, Edward. Eso no se
puede negar."

“Esto es una mierda," le dije, sacudiendo la cabeza. "Así no es como se supone que
debía ser. No se supone que terminaría así, Jasper. Se supone que debemos estar
juntos. Se supone que debíamos ir a California para huir de toda esta mierda, ir a la
escuela y vivir entre malditas y estúpidas palmeras porque la hacen feliz. Se suponía
que íbamos a ir y simplemente ser nosotros mismos. Por primera vez en nuestras
jodidas vidas, íbamos simplemente a ser nosotros mismos, y ahora mira como terminó
todo. ¿Qué demonios he hecho?"

“¿Estás reconsiderando esto?" Preguntó. "Me refiero a que, todavía no te has ido,
Edward. Tal vez Emmett tenía razón. Tal vez todavía no es demasiado tarde."

“Es demasiado tarde," dije enfáticamente. "En el momento que tomé ese puto juramento
fue demasiado tarde. Ella es mejor que esa mierda, Jasper. Es mejor que la vida que
puedo darle. Desperdició toda su vida como una maldita esclava por culpa de esos
hijos de puta.... ¿cómo puedo esperar que solo renuncie a su futuro, también por ellos?
No, Emmett está equivocado. Es demasiado tarde."

“Bueno, ¿tiene qué ser de esta forma?" Preguntó. "¿No puedes hablar con ella y tratar
de ayudarla a entender?"

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1726


“¿Qué esperas que le diga?" Pregunté con incredulidad. "¿Te amo pero tengo que
dejarte? ¿Créeme, es por tu propio bien? ¡Cristo, no puedo verla a los ojos y decirle esa
mierda en su cara, aun si es cierto! Me va a pedir que cambie de pensar y no puedo,
Jasper. Pero joder, lo haría, porque soy débil, ¿y luego qué? ¿Qué pasará dentro de
veinte años cuando esté resentida conmigo porque nunca tuvo la oportunidad de hacer
nada de la mierda que le prometí que podría hacer, y sea demasiado tarde para que lo
haga? Cristo, ¿y qué tal si consigo que la maten? ¿Y si termina como mamá? Nunca
me lo perdonaría. No le puedo hacer eso, pero no hay manera de que ella entienda esa
mierda ahora."

“¿Qué quieres que diga?" Preguntó en voz baja. "Estoy intentando apoyarte, aun si no
estoy de acuerdo contigo. Dime lo que necesitas de mí."

“Joder, necesito que me digas que le harás creer que no me necesita, que está lista
para hacer esta mierda por sí sola y que puede hacerlo, porque la conozco, Jasper. Va
a estar aterrorizada, por lo que vas a tener que convencerla en serio de que esta
mierda es lo mejor, incluso si tú no lo crees," solté, levantándome del escalón para
empezar a caminar por el vestíbulo. Mi mano estaba aferrada a mi cabello con fuerza
en frustración, mis piernas temblando. "Dime que harás lo que sea que sea necesario."

“Sabes que lo haré," respondió, mirándome con una expresión seria en su rostro. "Ya te
prometí que lo haría. Voy a convencerla de que no te necesita en su vida.... ¿pero quién
va convencerte a ti, Edward? ¿Quién va a convencerte de que vas a estar bien?"

“Siempre y cuando ella lo esté, yo lo estaré," le dije.

“¿Y confías en mí para que haga esto?"

“Sí," le dije. "Tú eres el que más se parece a mamá, ¿sabes? Tienes su compasión,
odias a la maldita Mafia y nunca estuviste de acuerdo con la esclavitud. Sé que vas a
ayudarla a olvidarse de todo eso y comenzar de nuevo, porque de todos tú ves cuán
repugnante es este mundo y cómo ella está mejor fuera y lo más lejos posible de él."

“Entonces, si confías en mí para asegurarme de que ella esté bien y de verdad crees
que vas a estar bien mientras ella lo esté, ¿por qué sigues aquí, Edward?"

Su pregunta me sorprendió y rápidamente miré en su dirección, sin saber qué


demonios decir. Me miró deliberadamente, esperando alguna respuesta que lo
explicara, pero la verdad era que simplemente la mera idea de salir por la puerta dolía
más de lo que imaginé que dolería. Antes de que pudiera inventar algo que
racionalizara mi indecisión la puerta principal se abrió y Emmett entró. Paró en seco
cuando me vio y me di cuenta que seguía usando la misma ropa de mierda del día
anterior, lo que significaba que probablemente no había dormido.

Entrecerró los ojos al mismo tiempo que cerraba la puerta de un portazo, la ira
irradiando con intensidad. Emmett podía ser intimidante cuando quería serlo, el miedo

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1727


gestándose dentro de mí ante su expresión. Rara vez perdía los estribos pero cuando lo
hacía otro lado de él salía a relucir que era impredecible, sus palabras a menudo
lastimaban tanto como me imaginaba que sus puños lo hacían.

“Veo que todavía no la has abandonado," dijo bruscamente, sus palabras hiriendo
profundamente. "¿Significa eso que has entrado en razón?"

“Déjalo en paz, Emmett," Jasper dijo. "Solo lo estás empeorando."

“¡¿Lo estoy empeorando?!" Preguntó con incredulidad. "Alguien tiene que intentar
disuadirlo de esto antes de que comenta el mayor error de su vida al dejarla ir. ¿Cómo
puedes estar de acuerdo con esta mierda, Jasper? ¡Ella es lo mejor que le ha pasado!"

“¿Crees que no sé eso?" Espeté. "La amo, Emmett, y tengo suerte de que siquiera me
diera una puta oportunidad. ¡Precisamente por eso estoy haciendo esto y no entiendo
cómo no te puedes dar cuenta de ello! ¡Ella merece ser libre para hacer lo que quiera!"

“Entonces, ¿por qué demonios le estás arrebatando eso?" Gritó. "Dices que estás
haciendo esto para que ella sea libre de hacer lo que quiera, ¿pero alguna vez le diste
la maldita oportunidad de decirte lo que le gustaría hacer? ¿Al menos le preguntaste,
Edward? ¡Estás tomando esta decisión por ella en lugar de dejarla hacerlo!"

“¡No puedo pedirle que me elija! No puedo poner esa carga sobre ella y hacer que su
primera decisión real sea seguirme a mí o sus sueños. ¿Cómo puedo pedirle ese tipo de
mierda? ¡Ella siempre se preocupa por todo el pinche mundo y se pone a sí misma en
segundo lugar porque unos cabrones la han doblegado, y no sería mejor que ellos si le
pido que me ponga a mí primero! No conoce nada más y me elegiría, sin saber a lo
que está renunciando en el proceso cuando merece saber esa mierda. Se merece
averiguar lo que hay en el mundo de allá afuera para ella, sea que lo entienda o no."

“Esa es la mierda más estúpida que alguna vez he escuchado," Emmett dijo con
brusquedad. "¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? ¿Qué te da el derecho de tomar
esta decisión por ella? ¿Por qué sabes más que ella? ¿Podrías ser más
condescendiente? ¡No le estás dando el suficiente crédito!"

“¡Le estoy dando bastante puñetero crédito!" Grité. "Ella es mejor que todo esto,
Emmett. Puede que yo sea lo que quiere, pero no soy lo que necesita. ¡No soy bueno
para ella!"

“Según tú opinión," escupió, avanzó deliberadamente y me enfrentó a medida que su


temperamento se encendía cada vez más. "Pero como he dicho, ni siquiera le
preguntaste. Solo lo asumiste y tomaste la decisión por tu cuenta, tú cabrón arrogante.
A quién le importa una mierda lo que quiera Izzy Bizzy, ¿cierto? Solo vamos a
pretender que sabemos más que ella y tomar las decisiones por ella y pretender que es
lo que necesita cuando solo ella sabe lo que necesita."

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“¿No crees que ya sé lo que ella quiere? Quiere un futuro, Emmett. Quiere ir a la
universidad y tener una vida lejos de toda esta mierda," dije con brusquedad. "Quiere
ser libre."

"Pero no lo es," él dijo. "No mientras tú tomes las decisiones por ella. De verdad pensé
que eras diferente, Edward, pero tal vez estaba equivocado respecto a ti. Si no puedes
ver que significas más para ella que cualquier otra cosa, entonces tal vez no la amas
como pensé que la amabas. Tal vez ella está mejor sin un pendejo como tú."

Al momento que las palabras salieron de su boca, la ira recorrió mi cuerpo y eché mi
brazo hacia atrás, golpeándolo con tanta fuerza como pude. Mi puño conectó con su
mandíbula y trastabilló unos cuantos pasos, sorprendido por mi golpe, pero se lanzó
directamente hacia mí al momento que recuperó el equilibrio. Jasper saltó y trató de
ponerse entre nosotros pero Emmett era demasiado fuerte y me tenía en sus manos
antes de que él pudiera detenerlo. Me empujó hacia atrás contra la pared,
sujetándome allí con su mano izquierda mientras echaba su puño hacia atrás. Me
tensé, esperando la fuerza del golpe, pero antes de que pudiera acabar lo que empezó
una voz fuerte y firme hizo eco en la planta baja y nos tomó desprevenidos a todos.

“¡Basta!"

Emmett me soltó y miré rápidamente en dirección a la cocina cuando Alec comenzó a


caminar hacia nosotros, una expresión severa en su rostro. Sujetó a Emmett y lo empujó
hacia atrás, interponiéndose entre los dos físicamente. "Él no sabe qué demonios está
diciendo," escupí furioso, las lágrimas empezando a caer de mis ojos.

“¿Yo? ¡Tú eres el que la está jodiendo!" Respondió Emmett.

“¡Dije que basta! ¡Ninguno de los dos sabe lo que está diciendo! La verdad es que
todos tenemos decisiones que otros toman por nosotros, y todo lo que hacemos tiene
consecuencias que afectan a otros, ya sea que fuera nuestra intención o no. Se le llama
vida. ¿Son ustedes en serio tan estúpidos que no entienden el concepto de causa y
efecto?" Preguntó explícitamente, mirándonos del uno al otro.

“Esto no es solo un desafortunado efecto secundario," Emmett dijo.

“Sí, lo es," Alec respondió. "No importa lo que Edward haga hoy, la verdad es que
habrá decisiones de Isabella que otros tomarán por ella y no todas serán hechas por
él. Ciertas cosas se determinaron en el momento en que fue concebida, cosas que ella
puede muy bien merecer que le fueron arrebatadas al nacer y no hay nada que se
pueda hacer para cambiar eso. ¡No puedes reescribir la historia! Todos ustedes están
aquí hablando de libertad, como si la palabra por sí sola tuviera significado cuando no
es así. ¡Son tan idealistas como su padre! La libertad es lo que ustedes hacen de ella.

"Todos nos vemos obligados a hacer sacrificios y seguir reglas que desearíamos no
tener que seguir," continuó después de un momento. "Todos nos vemos afectados por

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las decisiones que otros toman y esta no es la excepción. Si Isabella quiere estar con
Edward, pierde el derecho de decidir dónde vivir, y su vida a menudo girará en torno a
planes determinados por personas que ella muy probablemente despreciaría. Si
Edward se va sin ella, pierde la oportunidad de decidir estar con él. Edward decide su
destino al momento que decide el suyo propio, porque eso es lo que sucede cuando
depositas tu amor y confianza en alguien más, y no veo cómo en este caso es
diferente."

Se volvió hacia Emmett, mirándolo fijamente. "¿No es así como casi todos los
rompimientos son? No son de mutuo acuerdo, una persona decide marcharse y la otra
persona no tiene ni voz ni voto. ¿Estás diciendo que Edward no tiene derecho a
terminar la relación si él quiere hacerlo? ¿No es eso hipócrita, dado tu discurso sobre
que la gente es libre de tomar sus propias decisiones? Edward no está decidiendo el
futuro de Isabella. Está decidiendo el suyo, y el desafortunado efecto de su decisión es
que Isabella pierde algo. Es una parte de la vida a la que todos tenemos que hacer
frente, sin importar quiénes somos."

Me miró y me tensé, la ira en su expresión impactante. "Y tú necesitas hacerte de las


agallas necesarias y terminar con esto. Has estado aquí toda la mañana
cuestionándote sobre esto y me estás poniendo de nervios. O subes esas escaleras
hasta donde está Isabella o sales por esa puerta, pero no habrá más indecisión. Ya
tomaste tu decisión, ahora tu lugar está en Chicago, así que sé un hombre y haz lo que
se espera de ti. Ya sea que la lleves contigo o no, Edward. Ella de todos modos va a
perder algo, y la única duda que queda es que es lo que va a perder. De modo que
tienes que resolver si la quieres contigo en esa vida o no, y tienes que resolverlo ahora."

Me le quedé mirando, atónito por la pasión en sus palabras. El vestíbulo estaba en


silencio y tenso mientras que todos me miraban, mi estómago estaba revuelto por los
nervios. "No puedo llevarla a Chicago," dije en un murmullo después de un momento,
negando con la cabeza. "No puedo tenerla rodeada de esa gente. Ya han jodido su
vida lo suficiente."

Emmett gimió y Alec asintió. "Bien. Contrólate y reúnete conmigo en el coche en unos
cinco minutos. Si no estás allí, volveré aquí por ti, y te lo aseguro, no quieres que eso
suceda."

Sacó las llaves de su bolsillo y se dirigió hacia la puerta, desapareciendo por ella sin
decir una sola palabra más. Tomé una respiración profunda, limpiando las lágrimas
de mi rostro mientras miraba a Jasper. Me dio una mirada compasiva, pero solamente
sacudí la cabeza, sin querer lidiar con esa mierda, y metí la mano en mi bolsillo. Saqué
mis llaves, sacando la llave de la casa en Chicago de entre ellas antes de entregarle el
resto a él.

“Dale mi coche a Isabella. Destrocé el suyo y ella va a necesitar uno para comenzar. Si
no quiere quedarse con él puede venderlo o intercambiarlo o quemar esa mierda, para

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lo que me importa, lo que ella quiera hacer. Ya no importa," murmuré. "Papá tiene todo
su papeleo financiero. Ella probablemente va a decir alguna mierda sobre no tener
dinero pero tiene tanto como nosotros y probablemente vas a tener que seguírselo
recordando. Si necesitas algo más, cualquier cantidad de dinero para ayudarla a
instalarse, solo házmelo saber."

Emmett se rió amargamente detrás de mí y me tensé, cerrando mis manos en puños.


Rápidamente le expliqué a Jasper por qué iba a dejar mi teléfono, haciéndolo prometer
que se encargaría de cambiar el número de Isabella. Después de dejar todo arreglado
agarré mi bolsa y rápidamente me despedí de Jasper, girándome hacia la puerta y
encontrándome frente a frente con Emmett ya que bloqueaba mi camino. Estaba
claramente molesto, sus fosas nasales dilatadas mientras luchaba por mantenerse
bajo control.

“No esperes que esté allí para ti cuando te derrumbes," dijo con seriedad. "Lo único que
escucharás de mí será 'te lo dije'."

Se me quedó mirando por un momento antes de quitarse del camino, dejándome


pasar. Caminé hacia la puerta y dudé por un momento, el dolor propagándose por mi
pecho a medida que agarraba el pomo de la puerta. Cerré mis ojos y suspiré, las
lágrimas deslizándose por las comisuras de mis ojos de nuevo mientras salía.

“Adiós," susurré.

***************************************

“¡Edward!"

La voz aguda me sacó de mis pensamientos y miré al otro lado de la habitación a


Esme, viendo la mirada expectante en su rostro. "¿Eh?" Pregunté, sin saber qué
demonios había dicho porque no había estado escuchando.

“Dije que la despedida de soltero de Emmett es esta noche."

“¿Ah sí?" Pregunté, sorprendido. "Supongo que mi invitación se perdió en el correo."

“No seas tontito, sabes que estás invitado," respondió. "Él estaría eufórico si te
presentas." Me reí secamente y pasé la mano por mi cabello, dándole la espalda.

“Estoy seguro que si Emmett me quisiera allí, él mismo me hubiera pedido que fuera,"
le dije. "Ya sabes que no soy precisamente su persona favorita. Sinceramente, estoy
sorprendido de que al menos esté invitado a la maldita boda. Aunque también es cierto
que tú enviaste las malditas invitaciones para eso, así que puede que ni siquiera lo
sepa."

“No seas ridículo. Son hermanos," dijo en voz baja. “Esta pelea entre ustedes dos, de
verdad tiene que terminar. La vida es demasiado corta. Ustedes se quieren, es hora de

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que empiecen a demostrarlo de nuevo."

“Sí, bueno, yo no soy el del problema," declaré, negando con la cabeza. Emmett dijo en
serio las últimas palabras que había dicho en Forks, y esa discusión había sido la
última vez que los dos habíamos hablado realmente. Nos habíamos encontrado unas
cuantas veces de paso en la casa de Esme, y nos habíamos comportado
civilizadamente por el bien de todos los demás, pero era claro que él no tenía nada
que decirme. Eso, además de la jodida lástima, era una razón por la que había evitado
a la mayoría de ellos. Jasper dejó de llamar después de unos meses y rara vez había
regresado alguna de mis llamadas e incluso cuando lo hacía, era muy ambiguo y
escueto conmigo. Además de Alec, a quién veía casi todos los días por la Borgata,
apenas si tenía algún contacto con alguien de mi familia. "Ahora estás sermoneando al
hijo de puta equivocado, ¿sabes? Tienes que ir a decirle a Emmett esa mierda."

“¿No crees que ya lo he hecho?" Preguntó. "Es tan terco como tú, diciendo que él no es
el del problema. Está claro que ambos tienen un problema, y no va a detenerse hasta
que alguno de los dos ceda."

“¿Y esperas que yo lo haga?" Pregunté con incredulidad. "No he hecho ninguna
maldita cosa mal, Esme, ¿pero esperas que de todos modos lo diga? Esa es una
mierda."

“No dije eso, Edward. Dije ceder no fingir," dijo en voz baja. "Hacer una tregua no
significa que pierdas, lo sabes. Significa que te das cuenta de que la pelea es
innecesaria."

“Lo que digas," murmuré, sacudiendo la cabeza. "¿En dónde es, de todos modos, en
algún club de striptease en alguna parte?"

Esme se echó a reír. "Señor, no. Sabes que Rosalie tendría nuestros traseros si
dejáramos que eso pasara. Es en el club que está por Elm Street, el que le pertenece a
Alec. Es esta noche a las diez," ella dijo. Me reí secamente y sacudí la cabeza ante sus
palabras.

“Sabes que no puedo ir allí. Alec tendría mi culo si pongo un pie dentro después de..."
Mi voz se fue apagando, continuar sería inútil porque ella sabía la puta historia tan
bien como yo.

“Molly," dijo en voz baja, la palabra dicha con desprecio. "Alec hará una excepción por
esto y lo sabes." Hizo una pausa y se me quedó mirando por un momento, su expresión
intensa a medida que pensaba que decir a continuación. "Él va a casarse, hijo. Es un
acontecimiento importante y sé que apreciaría tenerte allí, ya sea que lo admita o no.
Demuestra madurez."

“Lo pensaré."

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1732


“Bien. Tengo que irme. Tengo una casa entera que limpiar para la recepción del
domingo," dijo, sonriendo con calidez.

“Puedes llevarte a Leah," murmuré, encogiéndome de hombros. "Puede fregar tus pisos
o lo que sea."

“No voy a quitarte a la sirvienta," dijo, riéndose. "Tengo a Clara para ayudarme. Nos la
arreglaremos bien."

“Como digas... ¿dónde carajos está Leah, de todos modos?" Pregunté y miré alrededor,
sorprendido de que no hubiera irrumpido en la habitación a mitad de nuestra
conversación y nos hubiera interrumpido con alguna mierda.

“Salió por la puerta de atrás, probablemente a tomar algo de aire," me dijo,


encogiéndose de hombros. En cualquier caso, tengo un presente para ti y no quiero
quejas cuando lo recibas más tarde, ¿de acuerdo? No quiero escuchar ninguna
tontería sobre que no quieres ningún alboroto para tu cumpleaños. Y si no te veo con
antelación, te veré el domingo."

Asentí con la cabeza, consciente de que no tenía puñetero sentido discutir con Esme, y
se dio la vuelta para dirigirse hacia la puerta pero se detuvo cuando agarró el pomo de
la puerta. "Oh, ¿y Edward?"

“¿Sí?"

Me miró y sonrió con calidez. "Ella dijo que te deseáramos feliz cumpleaños."

Me le quedé mirando, viendo como desaparecía al salir sin esperar ninguna respuesta
de mi parte. Mi corazón empezó a latir de forma irregular y mis ojos ardieron mientras
contenía mi emoción, sus palabras removieron algo dentro de mí que estaba
desesperado por sentir pero también sentía maldito miedo de darle la bienvenida de
nuevo.

“Feliz cumpleaños de mierda para mí," murmuré para mí mismo cuando se había ido,
agarrando de nuevo la botella de vodka. La llevé a mis labios y tomé un trago,
cerrando mis ojos mientras disfrutaba de la sensación de ardor. Me hubiera gustado
que finalmente matara por completo el dolor que residía en mí por lo que se sentía
como una eternidad, pero en el fondo sabía que nada lo haría desaparecer. Había
perdido una parte de mí, había un agujero enorme donde una vez había estado mi
puto corazón, y sabía que nunca podría ser remplazada. Era la parte que había dejado
con ella, la parte que llevaba consigo a dónde demonios sea que fuera. Molly había
llegado lo más cerca posible a llenar el vacío, o al menos hacerme olvidar que esa
mierda estaba allí, pero todavía no había sido suficiente. Todavía estaba tratando de
aceptar eso, aprendiendo a lidiar con el dolor y sobrellevarlo de la única forma que
sabía.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1733


Decir que me adapté fácilmente a la vida en Chicago sería la más grande mentira de
mierda que hubiera dicho.

Estuve embotado por un tiempo mientras me instalaba, todo se sentía surrealista


cuando me mudé de nuevo a la casa donde mi madre nos había criado. El estar allí
trajo de vuelta recuerdos de mi niñez y por eso estaba agradecido, porque fue
suficiente para distraerme de todo lo demás por un tiempo. Traté de cumplir con lo que
se esperaba de mí, haciendo la mierda que tenía que hacer para sobrevivir, pero no
fue sino hasta que mis pertenencias llegaron de Washington que finalmente caí en
cuenta. Esa era mi jodida vida ahora.

Empecé a beber todas las noches cuando el dolor en mi corazón se volvió permanente,
a veces bebiendo tanto que perdía totalmente el conocimiento. Mis días estaban llenos
de agonía, mis noches no eran mejores cuando revivía todo en mis sueños, y el único
momento en que parecía encontrar un escape de todo ello era cuando me perdía en la
oscuridad. Todo se mitigaba por el adormecimiento que el vodka proporcionaba, y
cada noche a medida que me deslizaba en la inconsciencia rogaba para que si de
hecho despertaba, pudiera al menos finalmente olvidarme de todo. Joder, solo quería
olvidar. Quería que la tortura terminara.

Sin embargo, nunca funcionó, y cada mañana me despertaba y me sentía peor que la
noche anterior, el ciclo empezando todo de nuevo. Estaba fuera de control y todos
estaban preocupados por mí, pero no me importaba. Ya no importaba lo que me
pasara... todo lo que quería era un poco de maldita paz, sin importar el costo.
Necesitaba una razón para seguir adelante, algo que esperar de la vida antes de que
me entregara por completo a la oscuridad. Salía todas las noches al club que
pertenecía a Alec, la música a todo volumen y las masas me distraían de mis
pensamientos el tiempo suficiente para que el alcohol se apoderara de mí. Estaba
deprimido y al borde del suicidio, corriendo riesgos y volviéndome descuidado sin tener
en cuenta las potenciales consecuencias que enfrentaría cuando empecé a joderla de
verdad. No estaba respetando las reglas básicas, atrayendo la atención a mí mismo
cuando el juramento demandaba que me mantuviera lo más lejos posible del centro
de atención. Conocí gente, algunos que pudieron haber sido buenos amigos bajo otras
circunstancias, pero ninguno de ellos pudo superar ese muro que una vez más había
construido a mi alrededor. Mi juicio estaba distorsionado y en mi vida le di la
bienvenida a personas desagradables, ignorando el hecho de que me causarían más
que problemas llegado el momento.

Y fue entonces, cuando alcancé la cima de mi desesperación, que me presentaron a


Molly. Molly fue a la vez una bendición y una maldición. Fue como un círculo vicioso,
porque Molly finalmente me hizo sentir vivo de nuevo, pero al mismo tiempo me hundía
más en mi pozo de oscuridad. Estaba una noche en el club cuando todo cambió, mi
vida empezó a cambiar cuando me senté en un reservado del fondo con una botella de
vodka frente a mí. Un tipo que conocía por el nombre de Phil se acercó, deslizándose

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1734


en el asiento junto a mí.

“¿Necesitas algo para animarte?" Phil preguntó, mirándome. Me reí secamente,


negando con la cabeza.

“Dudo que tengas algo que me haga sentir mejor."

“Oh, siento decirte que no estoy de acuerdo," me dijo, metiendo la mano en su bolsillo y
sacando una pequeña bolsita con algo de polvo blanco dentro. Vi con sorpresa como
ponía un poco sobre la mesa frente a nosotros, ya que nunca lo había visto con ese tipo
de mierda antes. Había usado coca un par de veces desde que llegué de Chicago,
consiguiéndola de gente allí en el club, y amortiguaba el dolor pero nunca duraba el
tiempo suficiente para hacerme sentir mejor.

Hizo dos líneas con el polvo y enrolló un billete de dólar, inhalando una línea
rápidamente. Me tendió el billete, levantando sus cejas inquisitivamente mientras me
ofrecía la otra sin decir nada. Lo consideré por una fracción de segundo antes de
tomarlo, mirándolo con recelo.

“Es coca, ¿cierto?" Pregunté, porque parecía cocaína pero no quería andar esnifando
alguna mierda sin preguntar primero.

“No, no es coca," dijo, sonriendo con suficiencia. "Esta, mi amigo, es Molly. Ella es el
nuevo amor de mi vida."

“¿Molly?" Pregunté, mi ceño fruncido por la confusión.

“Sí, Molly," respondió. "Es como llaman al polvo puro de MDMA en las calles, la más
potente que puedes encontrar. No importa que está mal en tu vida, Molly te hará sentir
mucho mejor por un rato. Si necesitas una razón para sonreír, ella te la dará."

Titubeé solo por un momento, ya que nunca antes había probado esa mierda, antes de
esnifar el polvo. En el momento que llegó a mi sistema una oleada de euforia me
golpeó, una sensación abrumadora. Fue tan intensa que me quedé inmóvil mientras
recorría mis venas, atónito de que por primera vez el dolor en mi pecho hubiese
desaparecido por completo y siendo remplazado por algo más grande... algo más
intenso que cualquier cosa que hubiera experimentado alguna vez. No llamaban a esa
mierda éxtasis por nada.

Molly se convirtió en mi compañera nocturna después de eso, y cuando no conseguía


ponerle las manos encima al polvo a menudo recurría a meterme las píldoras menos
efectivas o esnifar cocaína para que sus efectos calmantes me ayudaran a aguantar.
Estaría por horas en un estado de estupor, sintiendo como si estuviera flotando en el
aire, mi mente en blanco mientras mi cuerpo era bombardeado con oleada tras oleada
de euforia. Cuando el efecto de la droga comenzaba a desaparecer la depresión volvía
de nuevo poco a poco, y el dolor en mi pecho sería más intenso que nunca antes.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1735


Empecé a desesperarme cada vez más por las sensaciones, saliendo en busca de las
drogas más a menudo para retrasar el inevitable bajón siempre que podía. Llegué al
punto en el que estaba constantemente drogado y comenzó a tomar el control de mi
vida, todo lo demás echado a un lado por mi puta búsqueda de sensaciones.

Unos meses después de llegar a Chicago, finalmente toqué fondo. Se supone que
debería ayudar a interceptar un cargamento por órdenes de Aro, pero aparentemente
alguien había puesto sobre aviso de nuestros planes y nos estaban esperando cuando
llegamos. Se ocultaron en las sombras con armas, disparos resonando al momento que
nos acercamos, las balas pasaban zumbando súbitamente frente a mí en la oscuridad.
Agarré mi arma y empecé a responder los disparos, pero estaba disparando a ciegas
porque estaba demasiado oscuro para verlos y todavía estaba jodidamente drogado.
Una bala pasó volando justo a un lado de mi cabeza, un dolor punzante cruzó por mi
cara cuando rozó mi mejilla. Maldije y corrí, disparando detrás de mí mientras corría al
coche. Me metí de un salto y me alejé rápidamente de la escena, mis manos temblaban
y mi estómago se revolvía a medida que conducía frenético a través de la ciudad. Mi
herida estaba palpitando y podía sentir el hilo de sangre bajando por mi mejilla al
mismo tiempo que empezaba a sentirme mareado. Estaba desorientado y me dirigí
directamente al club, agarrando una botella de Grey Goose de detrás de la barra sin
decir una puta palabra al barman. Caminé por el club buscando a Alec y vi a Phil por
el rabillo de mi ojo, dándole algo de dinero sin pensarlo por un paquete de Molly.
Podía sentir mi euforia desvanecerse y a la depresión volver, y necesitaba algo para
calmar mis putos nervios. Me deslicé en el reservado del fondo, sirviendo algo sobre la
mesa frente a mí e inhalando un montón uno atrás de otro con desesperación antes de
relajarme de nuevo en mi asiento esperando a que me golpeara.

La euforia se apoderó de mí, pero con la misma rapidez llegó otra sensación
inesperada. Se removió muy dentro de mí, mi corazón latiendo furiosamente a medida
que me mareaba aún más y más. Mi aliento me dejó en un silbido, tomándome
desprevenido, y jadeé por aire al mismo tiempo que mi pecho se oprimía. Me asusté
como la mierda y me agarré el pecho mientras hiperventilaba, poniéndome de pie
rápidamente en pánico. Mi vista se puso borrosa y parpadeé rápidamente, dando unos
cuantos pasos antes de que mis piernas me fallaran y empezara a convulsionarme. Caí
al suelo con fuerza, mi cabeza golpeando en una mesa mientras mi visión se oscurecía
por completo y dolor atravesó mi cabeza. Escuché a alguien gritar que llamaran al 911
antes de que me deslizara en la inconsciencia, la oscuridad capturándome por
completo.

Desperté más tarde en el hospital y me informaron que había tomado una sobredosis
de una combinación de drogas, al parecer la MDMA estaba contaminada con altas
dosis de heroína en polvo. Sus pruebas también descubrieron la hierba que había
fumado y la cocaína que había usado, lo que hacía cuatro drogas diferentes en mi
sistema. Aro me llamó para una reunión cuando finalmente me liberaron la mañana
siguiente, haciendo que alguien me recogiera en la puerta principal, de manera que ni

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1736


siquiera pudiera hacer el intento de escapar. Era claro que su confianza en mí se
bamboleaba por mi comportamiento y sabía que estaba en suelo resbaloso, pero
estaba hecho todo un desastre como para que me preocupara en serio por ello.

La reunión fue mejor de lo que esperaba, ya que pasó una hora reprendiéndome por la
mierda en que me estaba convirtiendo, pero finalmente me lo pasó por esta vez. Dos de
sus mayores dogmas era que el uso de drogas no estaba permitido y que era necesario
pasar desapercibidos, las cuales había ignorado descaradamente. Me informó que si
hacía un espectáculo de mí de nuevo habría consecuencias nefastas, su impaciencia
llegando a su nivel más alto. Estaba furioso y no le había llamado después del fracaso
de trabajo, diciendo que normalmente lo hubiera considerado un abandono de puesto.
Solamente soporté su rabia en silencio, concordando con todo lo que decía porque
sabía que si no fuera su ahijado y el hijo de Carlisle Cullen, tan solo lo que había
hecho por lo general me hubiera mandado a alguna tumba en algún lugar.

Las reuniones estaban destinadas a cambiar el comportamiento de la gente y resolver


conflictos, la palabra del Jefe era la final e ignorarla simplemente era pedir que te
mataran de una puta vez. Entendía el punto de Aro y sabía que no podía permitir que
esa mierda pasara de nuevo, pero no fue sino hasta más tarde que finalmente asimilé
la seriedad de mis errores.

***********

20 de junio de 2007

Me acerqué lentamente a la puerta principal de los Evanson, titubeando por la


ansiedad. Alec había llamado unos pocos minutos antes, diciendo que necesitaba
verme, sin molestarse en explicar el por qué antes de colgar. Mi mente estaba
intentando repasar desesperadamente todos los escenarios mientras hacía la corta
caminata hacia su casa, mis nervios alterándose aún más al tener que enfrentarlo que
cuando había sido llamado para la reunión. Debido a la muerte de Royce, Aro había
designado a Alec como mi mentor y sabía que lo que hiciera, bueno o malo,
básicamente, recaía en él. Y lo que había hecho, claramente, no había sido
jodidamente bueno.

Levanté mi mano para tocar pero antes de que pudiera la puerta se abrió y Esme
estaba parada frente a mí, la decepción en su expresión. Suspiré y le di una pequeña
sonrisa, sintiéndome de pronto malditamente culpable de que obviamente se haya
visto atrapada en el medio.

“Hola, Esme," dije en voz baja. "Te ves bien hoy."

“No te atrevas a tratar de distraerme, Edward Anthony Cullen," dijo con brusquedad,
cruzando los brazos sobre su pecho mientras se hacía a un lado. "Tienes mucho qué
explicar. Alec te está esperando en su oficina."

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1737


Entré a la casa pasando junto a ella, pasando la mano por mi cabello con ansiedad.
"Sí, gracias," murmuré, dirigiéndome por el pasillo. Me detuve en la puerta y toqué
suavemente después de un segundo, la voz de Alec se escuchó de inmediato
diciéndome que entrara. Entré y cerré la puerta con suavidad, mirándolo con cautela.
Estaba sentado detrás de su escritorio, su lenguaje corporal diciéndome que no estaba
de humor para pendejadas, y me miró mientras me sentaba en la silla frente a él.
"Mira, siento que...."

“No quiero escuchar tus disculpas sin sentido," dijo enfáticamente, interrumpiéndome al
mismo tiempo que abría el cajón de su escritorio. "¿Cuánto tiempo la has estado
consumiendo, Edward?"

Agarró el conocido paquetito de polvo, levantando las cejas inquisitivamente mientras


lo sostenía. "Tal vez, unas cuantas semanas," le dije, encogiéndome de hombros. "Dos
meses a lo máximo. No lo sé, no he estado precisamente llevando la puñetera cuenta o
algo así."

“Vas a hablarme con respeto," dijo con brusquedad, el tono de su voz envió un
escalofrío por mi columna. Asentí vacilante, tratando de controlar mi miedo. No me
estaba hablando como un miembro de la familia, eso estaba claro... se estaba
dirigiendo a mí como mi superior y esperaba que lo tratara como tal.

“Sí, señor."

“Bien. Y francamente no importa cuánto tiempo llevas consumiéndola, porque el hecho


es que esto termina ahora. Si alguna vez me entero que tocaste esto de nuevo, si no te
mata, lo haré yo," dijo con seriedad. "¿Y en primer lugar, qué, por todos los cielos, te
poseyó para consumir heroína? Tu padre es doctor, debes por lo menos ser lo
suficientemente inteligente para saber lo peligrosa que es."

“Lo soy. No sabía que era heroína," murmuré. "Se supone que era Molly, tú sabes,
MDMA pura."

“¿Está es Molly?" Preguntó con incredulidad. Asentí y se rió secamente, arrojando el


paquete de vuelta al cajón. "Y yo pensando que tenías una goomah con ese nombre."

“¿Pensaste que estaba viendo a alguien?" Pregunté sorprendido. "Eso es una locura."

“No, no es una locura," declaró. "Locura es contaminar tu sistema con estas sustancias
tóxicas ilícitas por la excitación en lugar de satisfacerte con algo más seguro, como
una mujer. Claramente tienes más problemas de lo que pensé si encuentras esto más
aceptable que una aventura casual."

“Solo hay una mujer para mí," le dije en voz baja.

“Es lo que dices," replicó. "Pero las acciones hablan mucho más que las palabras y

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1738


francamente tus acciones me dicen que estás lejos de ser merecedor de mi confianza.
De hecho, estoy empezando a cuestionarme si puedo o no creer en nada de lo que has
dicho, y eso es peligroso porque si no puedo confiar en ti, no puedo tenerte cerca de mí.
Esperaba algunos problemas sobre la marcha, Edward. Sabía que no iba a ser fácil
para ti adaptarte, al igual que no había sido fácil para tu padre. Fue llamado para
algunas reuniones antes de que finalmente agarrara el paso, pero lo que tu padre
tenía y con lo que siempre se podía contar, era su palabra. Él hablaba en serio, y eso
es algo en lo que has estado deficiente hasta ahora. Puedo lidiar con las drogas y las
metidas de pata puedo ayudar a cubrirlas, pero no puedo tolerar la mentira."

“¿La mentira?" Pregunté, sin saber de qué demonios estaba hablando. "No he dicho
ninguna maldita mentira."

“¿Qué te dije sobre hablarme con respeto?" Espetó. "Y sí has mentido. Recuerdo que le
aseguraste a tu hermano que en tanto Isabella estuviera bien, tú estarías bien, y eso
fue claramente una mentira a juzgar por tu estado actual. Eres un desastre, peor de lo
que te había visto nunca. Si no puedo confiar en que seas honesto, en cuanto a algo
tan trivial como eso, ¿cómo se supone que voy a confiar mi vida a ti?"

“Eso es diferente," le dije, sorprendido por el giro en la conversación. El dolor dentro de


mí se intensificó ante la mención de su nombre y empecé a frotar mi pecho,
encogiéndome.

“No, no es diferente," afirmó. "Y esa es la razón por la que te llamé aquí hoy, porque
esto tiene que acabarse."

Miré confundido cómo estiraba su mano a través de su escritorio hacia su


contestadora, subiendo todo el volumen antes de presionar el botón en la parte
superior para reproducirlo.

“Viernes, veinte de junio. Tres treinta y tres P.M.," se escuchó el mensaje automático.
Miré hacia el reloj casi por instinto y vi que eran cuarto para las cinco, el mensaje
había llegado una hora antes. Suspiré, sin saber por qué demonios lo estaba
reproduciendo, pero la pregunta fue contestada un segundo después cuando la suave
voz hizo eco a través de la silenciosa habitación. El sonido de ella casi parando mi
corazón, quedándome al instante sin aliento.

“¿Hola, Alec? Es, eh, Isabella. Quise llamar antes pero estuve algo ocupada. Lo siento
por eso." Su voz tembló ligeramente, la ansiedad clara en sus palabras, pero el
escucharla hizo mi sangre correr furiosamente por mis venas mientras una oleada de
emociones me golpeaba. “Estoy bien y me estoy adaptando. Ya me inscribí en la
escuela y tengo orientación el lunes, gracias por su ayuda con eso. De verdad lo
aprecio. Bueno, solo quería decirle que todo está bien." La línea quedó en silencio y me
pregunté si había colgado, pero escuché un suspiro tembloroso después de un
momento que indicaba que ella seguía allí. "Eh, ¿podría desearle un feliz cumpleaños

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1739


a Edward por mí? Yo, eh... espero que le esté yendo bien, también."

Su voz se fue apagando y oí el clic, dándome cuenta que esta vez había colgado de
verdad. Alec se quedó en silencio en su silla y se me quedó mirando expectante y un
tenso silencio cayó en la habitación mientras procesaba qué coño había dicho ella.
Estaba bien y adaptándose, empezando pronto la escuela. Dijo que estaba bien e
incluso se escuchó como si lo dijera en serio, a pesar de sus evidentes nervios al tener
que hacer esa puta llamada a Alec. Aunque no podía culparla por ello, porque incluso
yo me ponía nervioso al hablar con ese hijo de puta. Repasé sus palabras una y otra
vez, su voz repitiéndose en mi mente mientras una pequeña sonrisa se deslizaba a mis
labios. La nostalgia acumulándose dentro de mí, mis ojos empezaron a arder al mismo
tiempo que un nudo se formaba en mi garganta, pero lo ignoré porque no tenía
derecho a ponerme jodidamente emocional por ello. Había perdido el derecho cuando
salí por esa puerta, pero no pude evitar el jodido orgullo que sentí en ese momento
cuando me di cuenta que ella realmente lo estaba haciendo.

“¿Ella va a, eh, ir a la escuela con Jasper?" Pregunté, aclarando mi garganta mientras


trataba de controlarme. "¿Dónde está?"

“Dónde, no importa," él respondió. "En lugar de preocuparte por ella, necesitas


empezar a preocuparte por ti. Es claro que Isabella se está adaptando bien, de modo
que es tiempo de que seas un hombre de palabra y hagas lo mismo. Si quieres que
crea que no eres un mentiroso y que puedo confiar en ti, necesitas recobrarte
rápidamente, antes de que de verdad pierda la paciencia. Eso es todo lo que tengo que
decirte y tu tía espera que vuelvas en tres horas para tu cena de cumpleaños, así que
ve a asearte y aclara tu cabeza."

Desvió su mirada de mí, su tono tajante. Me puse de pie después de un momento y me


dirigí a la puerta, pero él se aclaró la garganta para detenerme. "Una cosa más," me
dijo. Lo miré interrogante, viendo todavía la seriedad en su expresión. "¿Dónde
conseguiste las drogas?"

“Las conseguí con un tipo de nombre Phil," le respondí a regañadientes, sintiéndome


como una puñetera rata delatándolo. "Lo conocí en tu club."

“¿En mi club?" Preguntó, sorprendido. Asentí y sacudió su cabeza, murmurando entre


su aliento. "No quiero volver a verte allí de nuevo, ¿me oyes? Ese lugar está
completamente prohibido para ti hasta que no te diga otra cosa. Te puedes ir."

**********************

No mucho tiempo después de esa conversación, el cuerpo sin vida de Phil había sido
encontrado en una zanja junto a la carretera, una sola herida de bala atravesó
directamente su ojo derecho. Nunca confronté a Alec por ello, pero no tuve que hacerlo,
porque reconocía un asesinato de la mafia cuando veía uno. Se les llamaba trabajos

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1740


tipo mensaje por una razón, un tiro en el ojo le decía a todo el mundo que estaban
siendo vigilados y si alguien hacía lo que él hizo, iban a tener el mismo destino de
mierda. Alec no habría tolerado drogas en su club, debía haberlo sabido desde el
principio, pero recibí el mensaje fuerte y claro después de eso. Había conseguido que
mataran a alguien por mi negligencia y egoísmo, alguien que no había hecho una
mierda para merecer la muerte, pero la había encontrado porque había sido lo
suficientemente desafortunado de cruzarse conmigo. Me recordó lo que Isabella me
había dicho cuando vino a vivir con nosotros a Washington por primera vez, como
cuando vivía en Phoenix tenía un miedo constante de pagar por los errores de otros.
Phil había pagado por los míos con su vida, ese hecho reafirmó en mi mente que había
hecho lo correcto al no traer a Isabella conmigo a Chicago. Una metida de pata de mi
parte le había costado a alguien su vida y joder, nunca me hubiera perdonado de
haber sido la de ella.

Nunca me acerqué a Molly de nuevo después de eso y me mantuve alejado del club por
órdenes de Alec, aislándome en mi casa lejos de todos. Esme tomó posición y empezó
a acosarme para que enderezara mi vida, que fue cuando planeé asistir a la escuela
para tener algo a qué aferrarme. Con el tiempo se hizo más sencillo, pero la pena
nunca desapareció por completo, el dolor en mi pecho permanecía sin importar qué.
Me atrevía a suponer que siempre estaría allí, mofándose de mí, pero el saber que ella
estaba bien era al menos mierda suficiente para ayudarme a seguir adelante.

Y un año después, todavía seguía luchando.

No había escuchado su voz de nuevo desde ese día, pero permanecía despierto por las
noches tratando de evocar el sonido de ella, sumiéndome en los recuerdos de nuestro
tiempo juntos. Fantaseaba con escenarios en dónde ella estaba y qué estaba
haciendo, los pensamientos alejando las pesadillas que amenazaban con tomar
control si me quedaba dormido. Nadie me decía nada sobre ella, todas las
conversaciones cesaban al momento que ella era mencionada. Me encabronaba pero
sabía que era irracional, porque había hecho todo lo posible para cortar toda relación
y no tenía derecho a esperar que ellos fueran en contra de eso. Me preocupaba por
ella, y en algún maldito momento traté de encontrarla, pero no sabía por dónde
empezar y no encontré nada por donde busqué.

Mi desesperación aumentó y tomé el teléfono de Alec mientras estaba de visita en su


casa una tarde, esperando encontrar su número, pero él me atrapó antes de que
pudiera encontrarlo. Estaba furioso y me amenazó cuando se dio cuenta de lo que
estaba haciendo, declarando que si alguna vez trataba nuevamente de encontrarla
haría que me arrepintiera. Dijo que yo había tomado mi decisión y su vida era de ella,
y que si ella quería hablar conmigo me encontraría. Esas palabras me dolieron, porque
en ese momento me di cuenta que era la verdad. Además de desearme un feliz
cumpleaños en su mensaje, no había nada de parte de ella que indicara que quería
tener siquiera algo que ver conmigo. No tenía derecho a entrometerme en su mundo,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1741


sabiendo que esa mierda solo nos lastimaría más a ambos al abrir de nuevo la herida.

Puse la tapa de vuelta en la botella de Grey Goose y la metí de nuevo en el refrigerador


mientras trataba de sacar los pensamientos de ella de mi mente, paseándome por la
casa mientras me dirigía a la puerta trasera. La abrí e hice una mueca por la cegadora
luz del sol cuando salí por la puerta. Fui asaltado de inmediato por una nube de humo,
mis ojos ardieron al hacer contacto con ella.

“Cristo, ¿qué demonios te dije sobre eso?" Escupí molesto, alejando el humo con la
mano al mismo tiempo que fulminaba con la mirada esbelta mujer de piel aceitunada
parada a un lado. Llevaba puestos unos vaqueros y una sencilla camiseta blanca, su
brazo rodeándola mientras me miraba con aprensión.

“Tú, fumas," dijo a la defensiva, sin molestarse en apagar el cigarrillo encendido en su


mano.

“Fumo hierba, Leah. Hay una gran diferencia entre eso y esas jodidas cosas," murmuré.
Ella rodó los ojos y metió la mano en su bolsillo donde estaba su paquete de Marlboro,
sacando uno y tendiéndomelo sin decir una palabra. Lo tomé, murmurando bajo mi
aliento cuán desagradables eran, pero de todos modos lo encendí después de que me
dio el encendedor. El humo quemó mis pulmones y tosí cuando exhalé, tirando las
cenizas al suelo. "¿Qué demonios estás haciendo aquí afuera, de todos modos? ¿No
tienes trabajo qué hacer o algo así?"

“Necesitaba algo de aire fresco," me dijo, encogiéndose de hombros. Le di otra calada


al cigarrillo y me reí amargamente mientras exhalaba.

“Me parece algo jodidamente contradictorio si estás fumando, ¿no es así?" Pregunté.
"¿Y qué demonios estabas pensando cuando dejaste entrar a mi tía en la casa sin mi
permiso?"

“Ella es una buena mujer. Además, dijo que era tu cumpleaños," dijo, mirándome con
una sonrisa. “De cualquier modo, ¿cuántos años tienes?"

“Los suficientes para saber lo que hago," murmuré.

“¿Pero todavía muy joven para que te importe?" Añadió en broma, riéndose.

“Algo así."

“Debiste haberme dicho que era tu cumpleaños," dijo. "Podría haberte hecho algo."

“No quiero nada."

“Oh, vamos. Definitivamente no eres lo suficientemente viejo como para ser pesimista
en cuanto a los cumpleaños, señor Cullen. ¿Tuviste una mala experiencia?"

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1742


Rodé mis ojos y le di una última calada al cigarrillo antes de arrojarlo al suelo.

“Solo déjalo."

“Podría hacerte un pastel," me dijo, encogiéndose de hombros mientras pisaba mi


cigarrillo para apagarlo. "¿Cuál es tu favorito?" Me tensé tan pronto las palabras
salieron de su boca, golpeado al instante por un recuerdo de Isabella en la cocina de
Forks. Me hizo un Pastel de Crema Italiana y le dije que era mi favorito, porque había
sido la maldita cosa más dulce que alguien había hecho por mí.

“No me gusta el pastel," murmuré, molesto mientras trataba de empujar ese recuerdo
de mi mente. "Si realmente quieres hacer algo por mi cumpleaños, ¿por qué no
terminas tu maldito trabajo a tiempo por esta vez?"

“Lo que digas," me dijo cuando me di la vuelta y entré en la casa. La puerta trasera se
azotó detrás de mí y me encogí por el sonido, mi cabeza doliendo todavía. Me
tambaleé por la casa y al subir las escaleras, regresando directamente a la habitación
y dejándome caer en la silla detrás del escritorio. Abrí la laptop y la volví a encender,
acomodándome en el asiento al mismo tiempo que pasaba las manos por mi cabello.
La puta tarea no se iba a hacer sola, así que sabía que no tenía opción más que
joderme y hacerla.

El tiempo pasaba mientras estaba allí sentado, y en realidad fue solo como una hora
pero se sintió como una puta eternidad. Oí el timbre de la puerta pero lo ignoré,
sabiendo que si era importante llamarían a mi celular. No estaba de humor para tener
compañía, tratando de centrar toda mi atención en mi tarea sobre teorías musicales en
lugar de lo que amenazaba con aprisionarme, y eso era pensamientos de ella.

Unos minutos después alguien llamó a la puerta y gemí, jalando mi cabello con fuerza
en exasperación. "¿Qué?" Grité. La puerta se abrió después de un momento y Leah
entró, sosteniendo un enorme pero algo plano paquete marrón en sus manos.

“UPS acaba de entregar esto," me dijo. Suspiré y cerré la laptop, empujándola hacia un
lado mientras ella se acercaba a mí. Lo colocó sobre el escritorio y lo miré con recelo,
preguntándome qué coño era, y vi que la dirección del remitente era alguna compañía
de arte. "¿Crees que sea un regalo de cumpleaños?"

“¿Por qué eres siempre una perra entrometida?"

“¿Por qué eres siempre tan pendejo?"

La miré sorprendido y vi la expresión divertida en su rostro. "Vaya que tienes que tener
putos huevos para hablarme así," le dije, arqueándole una ceja. "¿Necesitas algo más?
Si no, en serio puedes salirte de una puta vez."

“Nop, eso es todo," me dijo. "De hecho, ya terminé. Todo está hecho y a tiempo, mil

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gracias."

“Ya era hora," le dije. Rodó los ojos y se dio la vuelta para irse pero la llamé cuando
llegó a la puerta. Abrí el cajón superior del escritorio y saqué mi libreta de cheques,
haciéndole un cheque rápidamente y firmándolo. Se lo entregué y sonrió, regresando
de nuevo y arrebatándomelo de mi mano.

“Será mejor que no rebote, señor Cullen," me dijo.

“¿Alguna vez han rebotado mis cheques?" Pregunté, viendo como negaba con la
cabeza. "Eso es lo que pensé. Ahora, vete de una puta vez antes de que te lo quite."

“No lo harías," dijo con confianza, sonriendo. Se dio la vuelta y se dirigió hacia la
puerta una vez más, su voz se escuchaba desde el pasillo cuando empezó a bajar las
escaleras. "¡Te veo la próxima semana!"

“Que suerte tengo," murmuré. Leah había estado viniendo cada semana por este último
año, a limpiar y asegurarse que la casa estuviera en orden para mí. Me negaba a
llevar a un esclavo a mi casa, la sola idea se sentía como una jodida bofetada en la
cara, así que Esme me ayudó a encontrar a alguien que pudiera ser discreto porque
era obvio que era todo un puto desastre como para cuidar de mí mismo. Ella era fiable
y digna de confianza, la hija de una amiga de Esme, y a pesar de que era sarcástica y
escuchaba ni una mierda, era una buena trabajadora. Le pagaba lo suficiente de
manera que nunca consideraría volverse contra mí, así que no estaba preocupado por
eso. Me había recuperado lo suficiente de manera que probablemente ya no la
necesitaría, pero tenía que admitir que era agradable tener a alguien cerca de vez en
cuando quién pudiera en realidad hablar conmigo como si fuera solo otra persona de
mierda.

Le quité el seguro al cajón inferior del escritorio para sacar un cuchillo, abriendo de un
tajo la caja y sacando el lienzo. Era una pintura abstracta de un piano, las teclas todas
retorcidas y distorsionadas. Había pintura de color rojo sangre salpicada sobre el
lienzo, acentuando los tonos negros y blancos de todo lo demás. Había pautas de
notas torcidas pintadas entre ellas, las melodías integrándose y separándose con un
poco de turbia pintura gris que la hacía verse como niebla cerniéndose sobre todo. Era
sorprendente, algo en ella era completamente cautivador. Llevé la pintura a la planta
baja y la colgué en la sala de estar detrás del sofá, dando un paso hacia atrás por un
momento para admirarla. "Esme," murmuré, recordando que me dijo que me tenía un
regalo. Sonreí, sacudiendo la cabeza al mismo tiempo que me daba la vuelta
dirigiéndome de nuevo al piso de arriba. Al menos era algo jodidamente decente, a
diferencia del año pasado que me compró un maldito libro de autoayuda.

El resto de la tarde pasó rápidamente cuando por fin había terminado mi tarea, la
noche cayendo al momento que finalmente me di una jodida ducha y me puse ropa
decente. Al fin me estaba sintiendo mejor, mi cuerpo recuperándose de la noche

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anterior al tiempo justo para joderlo un poco más.

Me quedé de pie en la cocina con una botella de Grey Goose, tomando tragos mientras
fulminaba al reloj con la mirada, mi mano atacando continuamente mi cabello con
frustración. La hora en el horno de microondas brillaba de un color rojo en la
habitación oscura, cambiando cada minuto que pasaba llevándome cada vez más
cerca a las diez en punto. Estaba deliberando qué hacer, deseando desesperadamente
irme a dormir y terminar el día, pero sintiéndome culpable por las palabras de Esme de
esta mañana. Sabía que mi padre ya estaba en la ciudad, como lo estaría Jasper, y
todos ellos estarían en el club celebrando los inminentes votos de Emmett. Una jodida
parte de mí sentía que debería estar allí pero todavía existía esa parte que estaba
ofendida por la mierda que Emmett me había dicho, sin querer ceder y dejarlo pasar
sin una maldita disculpa de su parte. Sabía que no recibiría una, y siendo realistas era
probable que él se sintiera de la misma jodida forma, pero Esme había tenido razón
cuando dijo que éramos hermanos y que esto era algo importante para él.

Miré alrededor de la cocina y empecé a hurgar en los cajones, buscando algo de


maldito Xanax o algo que calmara mi culo, y me congelé cuando abrí el cajón cerca
del fregadero y vi el pedazo de papel doblado encima. El dolor en mi pecho se
intensificó, casi dejándome sin aliento, y cerré el cajón de golpe mientras que las
lágrimas brotaban de mis ojos. Era lo último que necesitaba hacer en ese momento,
regodearme en la puta miseria cuando había cosas más importantes con las que lidiar
que mi pena, pero el dolor no se desvanecía sin importar lo que hiciera. Joder, nunca lo
hacía, porque la verdad era que ni siquiera tenía que coger el pedazo de papel para
saber qué era. Lo había leído tantas veces como podía contar, el papel estaba
desgastado y roto por haber sido desdoblado y doblado de nuevo tantas veces, y las
palabras estaban grabadas en mi memoria como si alguien las hubiera tallado allí con
un pinche cuchillo.

No tenía idea de cuándo las había escrito, ya que no tenía la fecha o alguna indicación
de qué demonios la inspiró. Ella a menudo escribía pequeñas notas en los espejos
empañados y esas mierdas, pero esta la había deslizado en el bolsillo de mi abrigo. La
descubrí no mucho tiempo después de llegar a Chicago y sus palabras me habían
torturado desde entonces, repitiéndose en mi mente cada vez que lo recordaba. Ella
era parte de mí, eso era jodidamente obvio dado el vacío que sentía sin ella, pero me
preguntaba si ella todavía se sentía de esa forma también. ¿Le dolía como a mí, como
si una parte de ella hubiera sido arrancada y nunca se sentiría completa de nuevo?
¿Alguna vez pensó en venir a buscarme o detenerme? ¿Todavía me ama? ¿Podría
amarme de nuevo alguna vez?

Ella estaba bien, tenía que seguir recordándome eso. Donde sea que estuviera, estaba
bien, y esa mierda era todo lo que importaba. Perderla había valido la pena, sin
importar cuánto doliera esa mierda, porque ahora ella tenía una vida.

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Tomé un último trago de vodka antes de agarrar mis llaves y deslizar mi arma en la
cintura de mis pantalones, cubriéndola con mi camisa. Salí rápidamente por la puerta
principal antes de que pudiera perder el coraje, cerrando la casa con llave antes de
dirigirme al Mercedes negro en la entrada. Odiaba el maldito coche pero se mezclaba
con todos los demás y pensé que era lo mejor, después de empezar con el pie
izquierdo. Lo último que necesitaba era atraer más atención, incluso si fuera al
comprarme un coche que sobresaliera. Tenía que ser discreto, en especial cuando
saliera a hacer trabajos de manera que nadie me diera siquiera una segunda mirada.
Aparentaba ser solo otro de ellos, solo un puto compinche que andaba con la mafia,
nadie de importancia pero, al mismo tiempo, alguien con quién claramente no deberías
meterte si valorabas tu vida.

Conduje los pocos minutos que tomaban al club, mis nervios más alterados entre más
me acercaba. Vi el Jeep de Emmett en el momento en que llegué, estacionado entre dos
coches de alquiler a un costado. El coche de Alec estaba estacionado al frente cerca de
la entrada donde siempre se quedaba cuando él estaba presente en el club, lo que
sabía no era muy a menudo. Puede que fuera el dueño pero dejaba que otros lo
manejaran, porque para él era solo una pantalla de dónde conseguía su dinero y un
lugar donde dirigir sus negocios afuera del hogar que compartía con Esme. Estacioné
en la parte trasera, cerrando el coche antes de dirigirme adentro. Titubeé tan pronto
puse un pie en la puerta, encontrándome cara a cara con Alec casi al instante. Se dio
la vuelta para mirarme sorprendido y mi pinche corazón casi se detuvo. Su advertencia
de mantenerme lejos del lugar repitiéndose en mis pensamientos mientras me miraba
fijamente. No estaba seguro de cómo iba a reaccionar, y a pesar de la insistencia de
Esme de que él haría una excepción por esa noche, no podía precisamente predecir
qué demonios haría.

“Me sorprende verte aquí," dijo con calma a medida que se acercaba a mí, su tono
calmando un poco mis nervios.

“Sí, bueno, ya sabes cómo es," murmuré, pasando una mano por mi cabello para
mantener a raya la ansiedad. Como resultado de ver la maldita carta de nuevo, me
había olvidado por completo del maldito Xanax.

“Sí, lo sé," respondió, haciendo un gesto con su cabeza para que procediera a entrar.
Le agradecí mientras me encaminaba despacio hacia la mesa en la esquina del fondo
donde todos estaban sentados. Vi a Emmett primero, sentado al final con mi padre y
Jasper a cada lado de él. Sabía que habría un ir y venir de la gente de la Borgata para
desearle lo mejor, y que sus amigos de la escuela se presentarían tarde o temprano,
pero por el momento eran solo ellos.

“Edward," dijo mi padre, asintiendo con la cabeza en forma de saludo cuando me


acercaba. Emmett y Jasper levantaron la vista rápidamente al escuchar mi nombre,
tensándose visiblemente al verme. Y pude ver esa puta mirada encenderse en los ojos

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de Emmett, esa ira mezclada con lástima que odiaba.

“Hola," respondí, deteniéndome frente a ellos. Me estiré a través de la mesa


extendiéndole mi jodida mano a Emmett, y él la miró por un momento debatiéndose en
si la tomaba o no. "Felicitaciones."

“Gracias," dijo finalmente mientras estrechaba mi mano, su agarre firme


intencionalmente. Hice una mueca y la retiré, flexionando mis dedos al mismo tiempo
él hacía un gesto con la mano hacia una silla. "Toma asiento, únete a las festividades."

Me deslicé junto a Jasper y él se negaba a saludarme, sus ojos enfocados con


intensidad en la mesa frente a él y evitándome a toda costa. No sabía cuál era su
problema pero era claro que yo era la última persona con la que quería lidiar en este
momento.

Una mesera se acercó después de un momento y colocó dos botellas de Cristal en la


mesa frente a nosotros, mirándome sorprendida mientras ponía un vaso frente a mí.
"Me alegro de verte, Edward," dijo, sonriendo.

“Sí, también me alegro de verte," murmuré, tratando de ser educado a pesar de que no
tenía una puta idea de quién era. Aunque no era de extrañar, considerando que no
había estado en ese lugar en un año y el tiempo que pasé allí había sido como en una
neblina por las drogas y el alcohol. Alec se acercó y se sentó frente a nosotros,
despidiendo a la mesera con indiferencia. Ella se fue rápidamente y él sonrió
ligeramente, agarrando una botella y descorchándola con cuidado.

"Los hombres en nuestra familia celebran con estilo antes de dar el paso."

"Gracias, tío," Emmett respondió, sosteniendo su copa para que Alec pudiera llenarlo.
Él se sirvió un poco luego y llenó la copa de Jasper antes de servir un poco en el mío.
Tomó la copa de mi padre y la llenó, ganándose una mirada de incredulidad de su
parte.

"Sabes que se supone que no debo de tomar mientras estoy bajo fianza," dijo mi padre.
Alec sonrió divertido.

"Estoy consciente," respondió. "Pero estoy muy seguro que estarían más preocupados
por el arma en tu cintura de lo que estarían por el champán en tu copa, de modo que
no veo ninguna razón por la que no puedas disfrutar un poco."

"No pueden ver el arma, pero el champán es bastante obvio," dijo mi padre. "No puedo
permitir que me metan de nuevo en la cárcel ahora por violar los término de mi fianza.
Hay cosas que tengo que hacer antes de que empiece el juicio la próxima semana."

"¿Cómo?" Pregunté con curiosidad, preguntándome qué carajos tenía qué hacer. Él
había sido suspendido de los negocios de la Borgata y despedido del hospital en Forks

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debido a los altos cargos contra él, pero había seguido ocupado con algo. Joder, de
hecho, había sido casi imposible poder contactar con él.

"Como... entregar a Rose en el altar," dijo, encogiéndose de hombros.

"¿Eso es todo?" Pregunté. "¿Es eso en lo que has estado jodidamente ocupado en este
último año? ¿Practicando para caminar hacia el altar?"

"¿Estás cuestionándome por cómo paso mi tiempo libre?" Preguntó, levantado sus cejas
inquisitivamente. "¿Vamos a intercambiar historias? Tal vez te gustaría compartir lo
que has estado haciendo este último año."

Me tensé y una pequeña sonrisa se apoderó de sus labios cuando supo que me había
atrapado. No había manera de que pudiera hablar de la mierda que había hecho.

"Ahora no es el momento para esto," Alec dijo enfáticamente, mirándome con


desaprobación. "La verdad, Carlisle, es que bien pudieras pasar el resto de tus días
lejos de nosotros, y, encima de eso, tu hijo mayor se va a casar. Como sabes, eso
prácticamente es una sentencia de por vida. Así que, corríjanme si me equivoco, pero
creo que eso requiere por lo menos un trago."

Mi padre asintió vacilante y tomó su copa, llevándola a sus labios tomando un sorbo.
El resto de nosotros empezó a beber, la Cristal fluyendo libremente mientras
entrábamos en conversación. Emmett hizo la mayor parte de la conversación y yo me
quedé allí en silencio mientras el alcohol impregnaba mi sistema. No le tomó mucho a
mi hermano emborracharse, la tensión desvaneciéndose de la mesa cuanto más
intoxicados se ponían. Estaban bromeando y riendo y me encontré disfrutando de
nuevo de su compañía, la nostalgia desarrollándose dentro de mí ya que me recordaba
cómo había sido la vida allá en Washington antes de que todo se derrumbara. Cuán
felices y despreocupados habían estado todos antes de que la burbuja se rompiera, y
que la realidad invadiera nuestro hogar feliz y lo destrozara en pedazos.

Supongo que esa pendejada de dicho cliché era verdad después de todo. No sabes lo
que tienes hasta que lo ves perdido.

Perdí conciencia del momento cuando recuerdos invadieron mis pensamientos, pero fui
regresado a la realidad cuando mis oídos registraron el sonido de su nombre. Giré mi
cabeza rápidamente para mirar a Jasper, mi ceño frunciéndose cuando Emmett se echó
a reír.

"Izzy Bizzy probablemente no sabe qué demonios significa RSVP," Emmett dijo
bromeando. "Puedo imaginarla sentada allí tratando de descifrar esa mierda."

"Probablemente hizo una lista de lo que las letras podrían significar," dijo Jasper riendo
con él.

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"De todos modos, ¿qué carajos significan?" Emmett preguntó. "No lo sé," dijo Jasper,
encogiéndose de hombros. "Es francés o algo así."

"Sí, nunca habría averiguado esa mierda," dijo Emmett, riéndose de nuevo. "Aunque
estoy seguro que dedujo lo esencial."

"Sí. Si no, estoy seguro que tiene amigos que saben lo que significa," Jasper respondió.

Me les quedé mirando, sorprendido por su conversación casual. No sé por qué no me


había dado cuenta hasta ese momento, pero ellos la consideraban parte de la familia y
naturalmente la invitarían a la boda. Mi corazón comenzó a latir con tanta fuerza que
mi visión se nubló ante el prospecto de que en pocos días podría verla, la agonía y la
esperanza luchaban dentro de mí.

"¿Va a venir?" Pregunté, las palabras saliendo de mis labios antes de que fuera
consciente de lo que estaba haciendo. Todos me miraron, tensándose cuando se
acordaron de mi presencia.

"Como dije hace un minuto, no lo sé," Emmett respondió. "Rose dijo que ella no había
hecho el RSPV."

"¿Y nadie ha hablado con ella?" Pregunté con incredulidad, volviendo mi cabeza para
mirar a Jasper. Él encogió sus hombros lentamente antes de bajar de nuevo la vista a
la mesa. Lo miré boquiabierto, sin saber qué demonios significaba eso ya que se
suponía que la estaba ayudando. "Eso es ridículo. Alguien tiene que haber hablado
con ella al respecto. Esme me dijo esta mañana..."

"¿Qué dijo mi esposa?" Alec preguntó con brusquedad al mismo tiempo que mi voz se
apagaba.

"Dijo que Isabella me deseaba feliz cumpleaños," le dije, mirándolo interrogante. "Así
que, supongo, que al menos habló con ella, ¿cierto?" Él me devolvió la mirada sin
expresión alguna por un momento y al instante me pregunté si ella me había dicho una
jodida mentira solo para tratar de hacerme sentir mejor, pero él asintió al mismo
tiempo que cogía su copa para beber un sorbo.

"Hablé con ella está mañana," respondió. "Si va a venir o no a la boda es decisión de
ella y lo sabe. No me ha dicho que decidió, pero estaba muy consciente de lo que es un
RSVP. Répondez s'il vous plait. Todos ustedes deberían de darle más crédito. Al parecer
es más lista que todos ustedes."

La tensión de antes regresó tan rápidamente que mi estómago se revolvió. Un


incómodo silencio se cernió sobre la mesa y me puse de pie, alejándome cuando fue
demasiado para soportar. La esperanza que había amenazado con estallar consumía
mi cuerpo, burlándose de mí.

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Tomé asiento frente al bar, ladrándole al barman que me diera algo de vodka, y me
bebí dos chupitos uno tras otro tan pronto los puso frente a mí. Estaba sirviéndome un
tercero cuando el banco junto a mí se movió, y me tensé cuando vi en esa dirección y vi
a Emmett sentado. No me miró o siquiera reconoció que estaba allí por un momento
mientras le decía al barman que le sirviera un chupito. Se lo bebió rápidamente e hizo
una mueca, su cuerpo estremeciéndose mientras gruñía.

"No sé cómo demonios bebes esta mierda directo de la botella," me dijo, haciendo un
gesto con la mano hacía el chupito para que lo llenaran de nuevo. Apuré el mío cuando
el barman se acercó y llenó el de ambos, solo dejando la botella entre nosotros sobre
la barra.

"Tu cuerpo se acostumbra después de un tiempo," le dije, bebiendo mi otro chupito. "Ya
casi no siento que me quema. Se pasa como el agua."

"¡Bah!" Dijo, tomando su vodka de un trago. De nuevo hizo una mueca, un estruendo
escapando de su pecho al momento que azotó el vaso de chupito sobre la barra. Me reí
entre dientes y llené los dos de nuevo, bebiéndome el mío pero Emmett solo se quedó
mirando el suyo. Lo agarró después de un momento, dándole vueltas al líquido
mientras lo miraba con una expresión reflexiva.

"Vamos, dilo," murmuré, sirviéndome otro chupito. Se rió sin humor negando con la
cabeza.

"No tiene sentido el decirlo," dijo antes de tomarse el chupito de un golpe. Intento
contener el escalofrío pero vi su cuerpo temblar por el ardor. "Tu miseria le quita lo
divertido."

"Estoy bien," le dije, agarrando la botella de licor. Iba a servirle un chupito pero me
detuvo, sacudiendo su cabeza. Me encogí de hombros y solo me empiné la botella,
sabiendo que pagaría por la botella completa de todos modos.

"Eres muy buen mentiroso, pero no puedes engañarme," respondió, girando su cabeza
para mirarme por primera vez desde que se había sentado. "Sé que eres miserable. Es
fácil saberlo con solo mirarte."

"Sí, bueno, no hay nada que pueda hacer al respecto, así que no tiene sentido el
preocuparse por eso," murmuré.

"Para que lo sepas, ella ya no habla con ninguno de nosotros," me dijo, desviando de
nuevo su mirada. Tomó un portavasos que estaba en la barra y lo puso sobre una de
sus esquinas, tratando de girarlo. Parecía aburrido pero podía ver su expresión y sabía
que estaba tratando de decidir qué carajos debería decirme o no qué no. "Solíamos
escuchar de ella de vez en cuando, pequeñas cosas como mensajes de texto diciendo
‘Hola’ y algunas cartas por correo. Joder, incluso recibimos unos cuantos correos
electrónicos después de que aprendió todo eso de la computadora. Pero todo paró

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después de unos meses."

Me le quedé mirando sorprendido tratando de procesar sus palabras. "¿Pasó algo?"


Pregunté vacilante, preguntándome por qué dejó de contactarlos. Traté de controlar mi
pánico, sin querer ponerme jodidamente histérico si no eran más que escenarios
horribles los que trataron de apoderarse de mi mente. "Ella está bien, ¿cierto?"

"Sí, está bien," me dijo. "Bueno, supongo que lo está. No puedo asegurarlo ya que no
hablo con ella, pero estoy seguro que si algo va mal lo sabríamos ya que Alec se
mantiene en contacto con ella."

"¿Qué hay de Jasper?" Pregunté. "¿No la ve en la escuela o eso? ¿Ya no puede ver cómo
está?"

Se rió sin humor. "Jasper no sabe de ella, tampoco. Ni siquiera sabe dónde está. Esa es
la razón por la que evita hablar contigo y por qué se ve tan jodidamente asustado solo
de por estar sentado junto a ti. Está esperando que te pongas como loco de una puta
vez con él. Piensa que falló, pero le dije que lo que pasó es lo que se supone tenía que
pasar. Tú empujaste al pajarito del nido y ella hizo exactamente lo que siempre debió
hacer.

"¿Qué es eso?" Pregunté cuando echó su banco hacia atrás y se puso de pie. "Voló."
Sonrió y vi cómo se abrió paso por la habitación hacia la mesa donde todos estaban
sentados, dándome cuenta que de alguna forma él acababa de hacer lo que yo no
había hecho por ser jodidamente terco, cedió. Joder, puede que no haya estado de
acuerdo conmigo entonces, y probablemente parte de él todavía no lo estaba, pero
ahora sabía lo suficiente para ver que no la había jodido del todo al dejarla ir. Suspiré
y agarré la botella, poniéndome de pie mientras le daba un trago. Empecé a
encaminarme hacia la mesa, pero mi ceño se frunció cuando me di cuenta que Alec no
estaba. Miré alrededor y lo vi en una esquina hablando con alguien y me tensé,
parándome en seco cuando se quitó del camino y pude ver el rostro del hombre. Sus
rasgos me impactaron con fuerza, la ira aumentando rápidamente dentro de mí
cuando giró su cabeza y lo vi directamente. Era inconfundible, la cicatriz cubriendo la
mitad de su rostro lo delataba.

Alistair.

Lo fulminé con la mirada, mis manos empezaron a temblar ya que luchaba por
controlar mi ira. Era la primera vez que lo había visto en persona e inmediatamente me
pregunté qué demonios estaba haciendo allí, mi miedo se encendió cuando una
sonrisa de suficiencia se apoderó de sus labios cuando me vio mirándolo. Mi corazón
latía con tanta fuerza que podía sentir la sangre corriendo dentro de mí, y tomó todo lo
que tenía el contenerme de explotar tan solo con verlo. No me importaba una mierda
de lo que mi padre había tratado de convencerme.... ese hijo de puta lo había hecho.
Estaba seguro de eso, cada ápice de mí estaba seguro de que él no solo había estado

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involucrado en el asesinato de mi madre sino también en el secuestro, y de alguna
forma iba a pagar esa mierda.

Mi teléfono empezó a vibrar en mi bolsillo, distrayéndome momentáneamente. Lo


saqué, mirando a la pantalla y poniéndolo en silencio cuando vi que era Esme. Miré en
dirección a Alec, tensándome cuando vi que estaba al teléfono y Alistair se dirigía en
nuestra dirección.

Pasó entre la mesa y yo, deteniéndose brevemente para saludar a mi padre.

"Me alegra verte de nuevo, Carlisle," dijo de forma casual.

"Es doctor Cullen," mi padre respondió con brusquedad, su tono tomándome


desprevenido. "Me he ganado mi lugar y merezco que se dirijan a mí con respeto."

"Doctor Cullen," Alistair dijo con frialdad, su conducta diferente por la hostilidad de mi
padre. Lo miré y vi la ira en sus ojos, su expresión coincidiendo con cómo me sentía por
dentro. Fue jodidamente sorprendente y al instante me pregunté si tal vez me creyó,
pero antes de que pudiera considerar esa idea Alistair se giró hacia mí, la sonrisa de
suficiencia regresando a sus labios. "Este debe ser el Cullen más joven. Edward,
¿verdad? Si recuerdo correctamente, te pareces muchísimo a tu madre. Qué lástima lo
que le pasó."

"Hijo de puta," espeté, furia enardeciéndose con tanta intensidad que mis rodillas casi
se doblaron. Él dio un respingo, sorprendido, e inmediatamente dio un paso atrás al
mismo tiempo que mi padre se levantaba de un salto. Rodeó la mesa rápidamente y
vino hacia nosotros cuando me lancé hacia el hombre, jodidamente listo para saltarle
encima. Mi padre se interpuso entre nosotros así que blandí la botella de vodka en mis
manos, el líquido salpicándonos cuando la lancé hacia él. Se agachó de manera que
fallé, estrellándose contra la mesa detrás de él y rompiéndose por la fuerza del
impacto. "¡Nunca hables de mi jodida madre!"

"¡Edward!" Mi padre gritó. Los ojos de Alistair se abrieron por la conmoción cuando
arremetí de nuevo contra él, pero mi padre me empujó hacia atrás y antes de que
pudiera hacer otro movimiento alguien me sujetó por detrás. Traté de apartarlos y
darme la vuelta, pero antes de que pudiera reaccionar Alec me agarró por el cuello y
me arrojó contra la pared más cercana, sujetándome contra ella con su pulgar y dedo
índice agarrando con fuerza y haciendo difícil el respirar. Agarré su brazo e intenté
quitármelo, pero él no se movió.

"Respeto," siseó la palabra tan bajo que solo yo pude escucharlo, su voz furiosa.

"Me disculpo por el comportamiento de mi hijo," escuché decir a mi padre, un borde en


sus palabras como si tuviera que decirlas a la fuerza. "Él todavía se está adaptando."

"No hay problema," Alistair respondió, volviéndose para mirarme. "Pero yo también me

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he ganado mi lugar y merezco respeto. Esta noche dejaré pasar esto, pero la próxima
vez no tendré más opción que llevar el asunto más alto."

"Se entiende," mi padre respondió. "Pero personalmente puedo asegurarte que no


habrá una próxima vez."

"¿Puedes?" Alistair preguntó mientras Alec finalmente me soltaba. Inhalé


profundamente, mi pecho ardió y mi garganta dolió "Me parece que el chico es
bastante volátil."

"Puede serlo algunas veces, pero sí, puedo garantizarte que nunca tendrás otro
encuentro con él," dijo mi padre. Me volví para mirarlo sorprendido, atónito de que
estuviera defendiéndome cuando me había dicho una docena de jodidas veces en
Washington que él ya no iba a sacar a mi culo de más apuros porque tenía que
aprender a enfrentar las consecuencias de mis acciones. Vi la expresión seria en su
rostro, consciente de que obviamente había dicho esas palabras en serio.

"Me aseguraré que cumplas con ello," Alistair dijo. Mi padre asintió. "Hazlo."

Alistair se marchó y traté de darme la vuelta para volver a la mesa, pero Alec me sujetó
por el brazo para detenerme. "Cristo, no voy a hacer nada," escupí. "Solo voy a
sentarme de una puta vez y cerrar la puta boca como se espera que haga."

"Por el contrario, vas a hacer algo," dijo Alec, su tono serio. "Estaba hablando con Aro al
teléfono y tenemos una situación al otro lado de la ciudad de la que tenemos que
encargarnos. Así que tranquilízate, porque estamos perdiendo tiempo en tonterías."

Lo miré sorprendido mientras él hacia un gesto con la mano a la mesera para que se
acercara, que mantuviera fluyendo el alcohol para su familia, sin cargo alguno, y le
dijo que hiciera que alguien limpiara el desastre que había causado. Se disculpó con
Emmett y la culpa inmediatamente me golpeó porque había hecho una puñetera
escena en su celebración. Alec explicó que teníamos que irnos y miré a mi hermano,
avergonzado.

"Discúlpame, Em," murmuré. "No tenía la intención de joder las cosas."

"No tiene importancia," me dijo. "No sería nuestra familia sin que pasara algo. No sé
quién era ese cabrón, pero me dio mala vibra así que ten cuidado, ¿de acuerdo?"

Asentí y mi padre suspiró exasperado. "Él no es nadie de quién preocuparse," dijo con
calma. "No será ningún problema."

Entrecerré mis ojos con desconfianza, la confusión afincándose en mí. Joder, hace un
momento pensé que tal vez me creía, pero ahora estaba actuando de nuevo como si
ese hijo de puta fuera inofensivo. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, Alec
perdió la paciencia y empezó a arrastrarme hacia la puerta. Me quité sus manos de

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encima y lo seguí afuera al estacionamiento, girándome hacia mi coche pero me
agarró de nuevo deteniéndome. "Métete," me dijo, empujándome hacia el asiento del
pasajero de su Mercedes. Suspiré, exasperado, y subí porque sabía que discutir solo
me metería más en problemas.

No dijo una palabra mientras iba a toda velocidad por la ciudad, la tensión en el coche
era insoportable, la ira salía a oleadas de él y yo parecía absorberla, mi hostilidad
aumentando al mismo tiempo que cerraba mis manos en puños. Miré furioso por la
ventanilla, viendo como los edificios pasaban zumbando en la oscuridad, recordando
la primera vez que Alec me llevó a un trabajo.

**********************

20 de junio del 2007

"¿Qué carajos estamos haciendo aquí?" Pregunté confundido, mirando al edificio


destartalado a medida que nos acercábamos. 'Sinsations' era el nombre del lugar de
acuerdo al intermitente cartel fluorescente y me di cuenta tan solo con mirarlo que no
era un lugar que alguien como Alec visitaría regularmente.

"Negocios," Alec respondió simplemente. Suspiré, encogiéndome de hombros. Él había


sacado mi culo a rastras de la cama a las tres de la mañana y me dijo que tenía un
lugar a donde ir, pero no me había explicado ni una mierda en el viaje. No sabía
exactamente donde esperar que me llevara a esa hora, pero era jodidamente seguro
que no había sido a un club de striptease de baja calidad.

"¿Eres el dueño de este lugar o algo así?" Pregunté. Sus pasos se detuvieron y giró su
cabeza para darme una mirada irritada, mi pregunta obviamente lo había molestado.

"Es claro que no me conoces muy bien, Edward, si crees que alguna vez tendría algo
que ver, personalmente, con un lugar como este," respondió. "El dueño le paga a la
Borgata una cuota cada mes y le permitimos manejar su negocio en nuestro territorio.
La mayoría de los negocios por aquí lo hacen, de hecho."

"Chantaje y extorsión," murmuré. "Excelente."

Se rió secamente, negando con la cabeza. "Es con el fin de protección. Nadie se mete
con ellos porque pagan sus cuotas, y en cambio nosotros utilizamos ocasionalmente
sus instalaciones cuando es necesario. Es un intercambio justo."

"Lo que digas," le dije. "Aunque, ¿qué querrías tú con este club de mala muerte?" "Ya lo
verás."

Él abrió la puerta principal, la música tan fuerte que mis oídos empezaron a zumbar
inmediatamente, y me hizo un gesto para que entrara. Entré y arrugué la nariz por el
olor, mirando para todos lados. Olía como a sudor y licor con el humo del cigarrillo

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flotando en el aire en una bruma espesa, el aire completamente sofocante. Tosí cuando
inhalé, levantando la vista al escenario donde unas cuantas mujeres bailaban
alrededor de los tubos. No llevaban nada puesto más que una tanga y zapatos de
plataforma, el puto maquillaje en su rostro demasiado pesado y el brillo corporal casi
cegador. Era la jodida definición de vulgar y ni siquiera eran bonitas para empezar,
sus cuerpos no estaban lo suficientemente tonificados y sus senos ni siquiera estaban
bien firmes. No era algo por lo que pagaría por ver, no es como si pagaría para
empezar, pero aun así. Lucían como si le hubieran dado demasiadas fumadas a la
puta pipa de crack, pero los hombres metiendo billetes de dólar en ellas no se veían
mejor. Ningún ser humano respetable pondría un pie en ese hijo de puta y me di cuenta
de inmediato que probablemente ese era el punto. "Deja de estar mirando," Alec dijo,
pasando junto a mí mientras se dirigía a la parte trasera. "Dije que estamos aquí por
negocios no placer".

"Qué gracioso," murmuré, dándome la vuelta para seguirlo. "Si crees que alguna vez
tendría personalmente algo que ver con perras como esas, entonces es obvio que no
me conoces."

"Touché," respondió, dirigiéndose a una habitación en el fondo. Abrió la puerta del


sótano adentro y de inmediato empezó a bajar las escaleras, pero titubeé en la parte
superior cuando escuché el grito de una mujer. Mi corazón casi se detuvo al oírlo al
mismo tiempo que Alec gruñía molesto. "¡Cállenla!" Ella gritó de nuevo pero el sonido
fue silenciado de inmediato, y empecé a bajar los escalones lentamente, sin querer
encabronar a Alec al retrasarme demasiado. Miré alrededor con cautela a medida que
la habitación se revelaba, shock y miedo me golpearon ante lo que vi. Traté de
contenerlo y mantenerme tranquilo, sin saber qué demonios estaba pasando. Había
dos personas en sillas en medio de la habitación, una joven y un hombre mayor. Los
dos tenían cinta adhesiva cubriendo sus bocas y una tela vendando sus ojos, cuerdas
asegurándolos firmemente a sus asientos. Además de Alec había otros dos en la
habitación, tipos que sabía que eran Mafiosi. Ellos estaban parados en la parte de
atrás, observando desde afuera como yo, mostrando claramente quién demonios
estaba a cargo. "Edward, ¿conoces la historia entre los italianos y los irlandeses en
Chicago?" Preguntó Alec, mirándome y levantando sus cejas con curiosidad. Asentí
vacilante, aclarando mi garganta mientras trataba de hacer a un lado mis nervios.

"Se odian entre sí," le dije.

"Cierto, pero es más que eso," Alec respondió. "Hemos tenido altercados desde antes de
la Prohibición, cuando los irlandeses controlaban la parte norte y nosotros
manejábamos la parte sur, pero a los irlandeses no les gustaba. Verás, Torrio era un
hombre diplomático y creía que solo porque éramos criminales no significaba que
teníamos que ser unos completos salvajes, pero los irlandeses aparentemente no
estaban de acuerdo. Bugs Moran era el subjefe de la Mafia irlandesa en ese tiempo e
intentó asesinar a Torrio, pero falló. Moran fue el que inició este fenómeno de los

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1755


tiroteos, ¿sabes? En lugar de ser un hombre y enfrentar a tu enemigo, atacas desde la
distancia. Es de cobardes. Torrio fue herido severamente en uno de esos intentos de
asesinato, lo que lo obligó a entregar el control de la organización a Al Capone.
Capone continúo con lo que Torrio había comenzado, pero Capone no era tan refinado.
Él no estaba por encima de la justicia imparcial.

"Ojo por ojo," murmuré.

"Sí. Moran intentó matar a Capone un par de veces pero falló. Llegó al punto donde fue
convocada una reunión de paz, donde Capone dijo que los irlandeses estaban
haciendo de un gran negocio una galería de tiro, y que él creía que Chicago era lo
suficientemente grande para todos nosotros. Dijo que era como un tarta, donde cada
grupo debería tener su pedazo justo," dijo Alec, haciendo una pausa y mirándome con
curiosidad.

"Tiene sentido,” le dije, de manera que supiera que estaba escuchando aunque no
tenía ni puta idea de a dónde quería llegar con esta conversación.

"También tiene sentido para mí," respondió. "Por un tiempo, después de esa reunión, el
derramamiento de sangre cesó. Ellos todavía no se llevaban bien, con Moran
interceptando los embarques de Capone y Capone quemando los negocios de Moran,
pero al menos dejaron de tratar de matarse el uno al otro. No duró para siempre, y en
poco tiempo Moran estaba ordenando la muerte de los hombres de Capone y matando
a sus amigos. La paciencia de Capone se agotó, porque cada vez que se creaba una
tregua Moran la rompería en cuestión de horas y finalmente decidió que ya era
suficiente.

"Capone envió algunos hombres vestidos como oficiales de policía a la bodega de


Moran, alineando a seis de sus asociados contra la pared, y los mataron. Lo llamaron
la Masacre del día de san Valentín, porque sucedió el catorce de febrero. (N.T. La
Masacre del día de san Valentín fue un hecho de la vida real ocurrido el 14 de febrero
de 1929 en Chicago) La acción sacudió a Moran, y aunque la guerra por territorio entre
los hombres continuó el derramamiento de sangre se detuvo en su mayor parte. No fue
mucho tiempo después de eso cuando la Prohibición terminó que la mafia irlandesa se
deterioró y Moran decidió huir de Chicago. Recurrió a una vida de delitos
insignificantes y recibió sentencia en la cárcel por robo, muriendo finalmente con
alrededor de 100 dólares a su nombre. En cuanto a Capone... bueno, con el tiempo fue
enviado a prisión, pero como ya sabes décadas después nuestra organización aún se
mantiene viva," dijo Alec. "En fin, probablemente te preguntes el porqué de la lección de
historia."

"Sí."

"Bien, me gustaría presentarte a lo que queda de la mafia irlandesa," dijo, extendiendo


su mano y arrancando la venda del hombre. Él hombre parpadeó rápidamente,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1756


tratando de ajustar sus ojos a la luz, y miró en nuestra dirección. Pude ver la ira
mientras nos fulminaba con la mirada, pero detrás de eso hubo miedo cuando alcanzó
a ver a Alec. "Este es Liam O'Banion. Durante años hemos estado lidiando con disputas
con los irlandeses, pero hemos hecho nuestro mejor esfuerzo por mantener la paz. Han
sido más que nada una peste, cruzando la línea de vez en cuando e interponiéndose
en nuestro camino, pero nada que no podamos manejar. Después de todo, todo el
mundo debería tener derecho a su pedazo de pastel. Pero desafortunadamente, al
parecer nuestra tregua ha sido quebrantada, por quien menos se esperaba."

Hizo un gesto hacia uno de los tipos de la parte de atrás, que se acercó y le quitó la
venda a la chica. Ella miró alrededor en frenesí y se congeló, miedo destellando en su
rostro cuando me vio. Mi ceño se frunció en confusión cuando empezó a entrar en
pánico, gritando algo entre su mordaza mientras negaba con la cabeza.

"Ella es Victoria," dijo Alec. "Es la hija de Liam y al parecer la novia de James, o
supongo que en realidad solo era una goomah, considerando que la mantuvo en
secreto. De hecho, la mantuvo tan en secreto que ninguno de nosotros hubiese tenido
conocimiento de su participación, si Isabella no hubiera dicho nada."

"¿Ella?" Pregunté con incredulidad, tratando de contener mi ira. "¿Estaba en el


secuestro?"

"Sí," Alec respondió mientras Victoria sacudía desesperadamente su cabeza y a gritar.


"Y me dejó algo dividido en cuanto a qué hacer, porque Isabella declaró que Victoria
nunca la lastimó físicamente, y no me gusta tener que matar mujeres. Pero al mismo
tiempo, no puedo dejar que su participación quede sin castigo. ¿Qué tipo de mensaje
enviaría, permitiendo que el hijo de un rival entre en nuestro territorio y participe en tal
acto de traición contra nosotros? Así que pensé, ¿qué haría Al Capone? ¿Y sabes cuál
fue la respuesta, Edward?"

Titubeé. "Ojo por ojo."

"Precisamente. Así que entré directamente en su territorio y la tomé directamente


debajo de sus narices, y la he mantenido aquí por dos semanas. Esperé que vinieran
en busca de ella, dejándole suficientes pistas de manera que supiera que fui yo quien
se la había llevado, pero no lo hizo," dijo Alec, negando con la cabeza. "No hizo nada,
como si no tuviera importancia lo que le pasara a ella. Eso me molestó como no tienes
idea, porque ella es su responsabilidad y él la ignoró por completo, así que, ¿qué nos
dice que no hace lo mismo con sus hombres? Nuestros soldados de a pie son como
nuestros hijos, tenemos que vigilarlos, castigarlos cuando hacen algo malo y
recompensarlos cuando logran cosas. No puedo tolerar que un hombre tenga docenas
de chicos corriendo por las calles, cometiendo delitos en su nombre si él no será lo
suficiente hombre para ponerse de pie e intervenir cuando hay problemas. Así es que
me pregunté de nuevo. ¿Qué haría Al Capone? ¿Sabes qué es eso, Edward?"

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1757


"Él hubiera... probablemente hubiera dicho que ya era suficiente."

Él agarró su pistola y sacó un silenciador de su bolsillo, poniéndolo lentamente


mientras miraba a los que estaban en las sillas de uno a otro. "Exactamente. Así que
tienes una decisión que tomar, O'Banion," dijo Alec a medida que se acercaba a
Victoria, deteniéndose detrás de ella. Gritó cuando él colocó el cañón de la pistola
contra la parte de atrás de su cabeza, su cuerpo temblando por el miedo.

"Tú o la chica."

Observé conmocionado, horrorizado, y Liam empezó a gritar en pánico pero las


palabras se escuchaban amortiguadas por la cinta adhesiva. Alec hizo un gesto con la
mano a uno de los tipos para que se la quitara y en el momento en que lo hizo, Liam
empezó a pedir clemencia. Juró que haría lo que fuera, que estaría de acuerdo con lo
que sea, siempre y cuando Alec los dejara en paz.

"Ya no tiene caso hacer tratados de paz contigo cuando solo se siguen quebrantando,"
dijo Alec con frialdad. "Elige."

Lágrimas salían a raudales de los ojos de Victoria y empecé a temblar al mismo tiempo
que mis rodillas se debilitaban, la escena era abrumadora. Alec perdió la paciencia
después de un momento cuando el hombre solo suplicaba con más fuerza por el miedo,
ordenando a uno de los tipos que agarrara un par de tenazas. "Si no puede ser un
hombre, hagámoslo menos que uno," Alec espetó. Me tensé por la conmoción, mi
estómago se revolvió cuando me di cuenta de lo que quería decir con eso. Los dos tipos
se fueron directamente hacia Liam con las tenazas y me di la vuelta, incapaz de ver
esa mierda cuando el hombre empezó a chillar.

"¡Ay Dios! ¡Ay Dios!" Gritó. "¡¡No!! ¡¡No lo hagan!! ¡¡Joder, deténganse!! ¡¡Por favor,
mátenla!! ¡¡No me importa!! ¡¡Déjenme en paz, mátenla!!"

Hubo otro grito agudo de esos que hielan la sangre que me dejó sin aliento, mi visión
se puso borrosa justo antes de que se escuchara un disparo y sonara un fuerte golpe.
Salté, sorprendido, y me di la vuelta confundido cuando escuché los amortiguados
gritos femeninos. Vi volcada la silla de Liam, la sangre acumulándose en el suelo a su
alrededor, y me giré rápidamente para mirar a Alec justo a tiempo para verlo jalar de
nuevo del gatillo a corta distancia. La sangre salpicó cuando se escuchó la explosión,
los gritos de Victoria murieron al instante que la bala atravesó por la parte de atrás de
su cabeza. Sentí la bilis subir de inmediato pero no pude contenerla, agachándome
cuando empecé a sentir náuseas. Escuché que Alec le ordenaba a los dos tipos que se
deshicieran de los cuerpos y me sujetó poniéndome de pie y empujándome hacia las
escaleras.

"Sobreponte," dijo con brusquedad cuando empecé a tambalearme por las escaleras
pasando la mano por mi cabello en pánico cuando llegué a la cima. Estaba temblando

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1758


y todavía mareado, sintiéndome como si fuera a desmayarme de una puta vez.

"Joder, tú solo los mataste," escupí.

"No tenía alternativa," me dijo. "Ella estaba en la bodega, lo que significa que es lo más
probable es que sepa que la chica es una principessa, así que no podía dejarla vivir. Y
si asesinaba a la hija de Liam, lo más seguro es que él tomaría represalias por
principios, y si prestaste algo de atención a la historia que te conté, sabrías lo que
conllevarían esas represalias. Además, un verdadero hombre daría lo que sea por
salvar la vida de su hijo, y Liam ni siquiera hubiera dado sus bolas. Era una
vergüenza, no era mejor que Charles Swan. Le hice al mundo un favor."

*****************************

"¿Me estás escuchando?" Alec preguntó bruscamente, su voz sacándome de mis


pensamientos. Miré en su dirección, viendo la expresión de impaciencia en su rostro y
suspiré.

"No," le dije, sabiendo que era inútil el decir una maldita mentira porque él sabía que
no había estado escuchando.

"No lo creo," declaró. "Dije que unos cuantos de los rusos pasando el rato en Clark
Street, acosando al propietario de una casa de empeño en la esquina."

"¿Están allí ahora?"

"Sí, están jugando con las máquinas de video juegos," dijo, su voz cargada de
indignación. Alec odiaba los juegos de azar, yo lo había aprendido, aun cuando gran
parte de su dinero venía de apuestas deportivas clandestinas.

El resto del corto viaje fue en silencio, y Alec se detuvo justo en la acera y se bajó sin
decir una palabra. Lo seguí saliendo del coche y entrando a la tienda, escuchando
inmediatamente el alboroto en la parte trasera. Estaban gritando y riéndose, sus
acentos pronunciados haciendo eco en el lugar mientras ellos golpeaban las
maquinas. Alec suspiró con molestia y observé cómo caminaba directamente hacia la
parte trasera, tomando un camino directo hacia ellos. Rodeé por el frente dando la
vuelta y deslizándome por uno de los pasillos fuera de la vista de manera que pudiera
acercarme sigilosamente detrás de ellos. Se volvieron y vieron a Alec acercándose,
pero apenas tuvieron el tiempo suficiente para reaccionar antes de que Alec agarrara
la parte de atrás de la cabeza de uno de los tipos y la estrellara directamente en el
frente de la máquina. Él gritó al mismo tiempo que se escuchó un fuerte crujido, sangre
brotando de su rostro cuando su nariz se rompió. Él se la agarró y se tambaleó cuando
Alec lo soltó, estirando sigilosamente para tomar el arma del hombre al mismo tiempo
que el hombre ruso sacó la suya. Se apuntaron el uno al otro simultáneamente y salí
del pasillo detrás del tipo, agarrando mi arma y quitándole el seguro.

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"Tira la puta arma," le dije con brusquedad, presionando el cañón de mi arma contra la
parte de atrás de su cabeza. Él se tensó cuando la sintió, su mano tembló un poco
mientras Alec sacaba su propia arma de su abrigo con su otra mano y también con esa
le apuntó. El ruso titubeó pero lentamente levantó sus manos al aire, quitando el dedo
del gatillo. La agarré de su mano y di un paso hacia atrás, poniéndole el seguro antes
de deslizarla en mi bolsillo.

Alec puso el arma del primer ruso en su bolsillo, manteniendo la suya lista mientras
miraba fijamente al tipo. "No eres bienvenido aquí," dijo con frialdad, mirando al
hombre con la sangre corriendo por su cara. "Si alguna vez me entero que regresaste
aquí, haré mucho más que romperte la nariz. ¿Entiendes?"

"Sí."

"Bien. Y asegúrate de decirle a Vladimir que le mando saludos," Alec dijo con
brusquedad, su frío tono hizo que la carne se me pusiera de gallina. Aparentemente
Vladimir había sido completamente descartado de los planes de Stephan, sin tener
conocimiento del secuestro o intentos de tomar el poder, así que la organización le
había permitido continuar con su operación. "Ahora, vete."

Vacilaron, viéndose atónitos mientras miraban a Alec, y gemí. "Joder, ya escucharon al


hombre," gruñí, empujando mi arma en la espalda de los tipos. "Dijo vete, así que vete,
hijo de puta."

Me dieron una mirada furiosa antes de huir de la tienda y Alec suspiró. "Tú y esa boca,"
dijo, negando con la cabeza. "Los ancianos no aprobaban el lenguaje grosero, para
que lo sepas. Se supone que seamos hombres de honor. Ellos creían que deberíamos
ser caballeros en cómo hablábamos y siempre presentables en cómo vestimos."

"¿Tienes algún problema con mi ropa?" Pregunté, mirándome para ver qué estaba
usando. Llevaba unos vaqueros y una camisa de botones con las mangas enrolladas,
nada fuera de lo ordinario. No era como si estuviera vestido como un puñetero
vagabundo.

"Los trajes son preferible," él declaró.

"Los trajes son para bodas y funerales," murmuré.

"Entonces, ¿supongo que vas a llevar uno el domingo?"

"Probablemente no," le dije, porque honestamente ni siquiera había pensado en esa


mierda. Se rió e iba a decir algo pero su teléfono sonó, deteniéndolo. Lo sacó de su
bolsillo y lo miró con confusión, mirándome rápidamente por el rabillo del ojo.

"Hazlo que pague," me dijo, haciendo un gesto con la mano hacia el hombre
trabajando frente a la registradora. Asentí vacilante cuando me dio la espalda,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1760


llevando el teléfono a su oído para contestar. "¿Hola? ¿Está todo bien?"

Supe de inmediato por el saludo casual que era una llamada personal y vi confundido
cómo salía rápidamente por la puerta, porque él no era el tipo de cabrón que tomaba
una llamada personal mientras estaba en el negocio. No le di importancia, ya que
nada de este jodido día tenía mucho sentido, y me dirigí hacia el frente. El hombre que
estaba trabajando me miró con recelo, sabiendo exactamente quién era.

"¿Tienes dinero para mí?" Pregunté, se me quedó mirando brevemente antes de morder
su labio inferior, el verlo envió una punzada de nostalgia a través de mí ya que me
recordaba a Isabella. No pasaba un día sin que algo me la recordara.

"Tengo algo," dijo vacilante.

"¿Qué tanto es algo?" Pregunté con curiosidad.

"Eh, ¿alrededor de quinientos?" Tartamudeó por los nervios, su declaración sonando


más como una pregunta. Gemí y rodé los ojos.

"Mierda, tienes que estar bromeando," le dije, dando la vuelta detrás del mostrador
donde él estaba parado. Se tensó cuando agarré el bate de béisbol que sabía que
mantenía allí por protección, levantando sus manos para protegerse mientras
empezaba a balbucear.

"Está bien, tal vez tenga unos mil," dijo rápidamente, retrocediendo. "Sí, tengo mil."

"Sabes que son dos mil quinientos por cada uno," dije con indiferencia, saliendo de
detrás del mostrador.

"Lo sé, pero no lo tengo en este momento," tartamudeó. "Mis hijos, tienen un
campamento de verano y mi esposa, está embarazada. Puedo tenértelo la próxima
semana, pero no lo tengo todo hoy."

Caminé por la tienda mientras él empezaba a tratar de abrir torpemente la caja de


seguridad, sacando una pila de billetes de cien dólares y contándolos. Su mano
temblaba cuando la bajaba y traté de resistir la culpa que me golpeaba cada puta vez
que le quitaba dinero a gente como él. Ellos no tenían nada que ver con esto, eran solo
gente inocente atrapados en el medio que estaban tratando de ganarse la vida, pero
joder, sabía que si no fuera yo extorsionándolos, sería otra persona. Alguien menos
civilizado, quién demandaría mucho más, y además, era mejor que la alternativa. Si no
estuviera robando a la puta gente su dinero y posesiones para la Borgata, les estaría
robando su vida, y preferiría la mierda material porque podía ser remplazada. Y
algunas veces, cuando la maldita culpa era demasiada, lo remplazaba. Más de una
vez deslicé de mi dinero en un sobre y lo metí en el buzón de alguien, justo como sabía
que haría la puñetera mañana siguiente después de que terminara lo que tenía que
hacer allí, pero no podía reponer la vida. Ahora entendía por qué mi padre encontraba

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consuelo en el hospital curando gente, y estaba malditamente agradecido que todavía
no había tenido que matar a nadie, porque no estaba seguro de cómo carajos iba a
manejar la culpa cuando ese día llegara. Sin embargo, llegaría. Estaba seguro de ello.
Era solo cuestión del cuándo.

"No es suficiente," le dije con frialdad, tomando el bate de béisbol y abanicándolo con
tanta fuerza como pude. Se estrelló en el vidrio del escaparate frente a mí, rompiéndolo
y enviando pedazos de vidrio volando por todas partes. Me moví rápidamente y
empecé a abanicar de nuevo rompiendo dos más junto a ese antes de girarme de
nuevo hacia el tipo. Arrojé el bate de béisbol de nuevo detrás del mostrador, casi
pegándole con esa mierda, y agarré el dinero. "Volveré la próxima semana por el resto.
Será mejor que lo tengas."

Salí, sin siquiera ser capaz de mirarlo y abrí la maldita puerta del pasajero del coche
de Alec. Subí y vi que él estaba todavía al teléfono, una expresión seria en su rostro
mientras escuchaba a quien sea que estuviera en la línea.

"No, voy para allá. Estaré allí por la mañana," dijo al mismo tiempo que encendía el
coche, alejándose de la acera inmediatamente. "Sí, estoy seguro. Me alegro de que
hayas llamado. Te aviso cuando aterrice."

Suspiró exasperado cuando terminó la llamada, mirándome. "¿Cuánto conseguiste?"

"Mil." "¿Eso es todo?"

"Es todo lo que tenía," le dije, encogiéndome de hombros. Sacudió su cabeza y extendió
su mano, quitándome el dinero. Lo contó, apenas prestando atención al camino
mientras iba a toda velocidad por la ciudad. Me ganó la curiosidad después de un
momento mientras lo observaba con curiosidad. "¿Vas a viajar o algo?"

"O algo," respondió, arrojándome uno de los billetes de 100 dólares y doblando el resto,
metiéndolo en el compartimiento de en medio. "Eres demasiado blando. Te hubiera
dado más."

"Rompí algunos de sus escaparates, perdí el control," le dije, mintiéndole porque había
hecho esa mierda a propósito pero él no entendería esa mierda. "Supuse que le haría
pagar más en daños de lo que debía, así que le daría otra semana."

"Es bastante justo," respondió a medida que entraba de nuevo al estacionamiento del
club en Elm Street. "Todavía tienes que aprender a controlar tu temperamento. Esa fue
la segunda vez en una noche que pierdes el control."

"Estoy trabajando en ello," le dije, mirándolo con recelo. Parecía ansioso por alguna
razón, sus ojos lanzando miradas hacia el reloj en el tablero. "¿A dónde vas?"

"A un lugar donde me necesitan," dijo simplemente, evadiendo responder. "Dónde no

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1762


importa. Tengo que irme ahora, espero volver a tiempo para la boda, así que tienes
que bajarte."

"Lo que tú digas," murmuré, bajando del coche y dando un portazo. Vi cómo pisó el
acelerador y salió a toda velocidad, las llantas chirriando. Sus palabras se repitieron
en mi mente, una extraña sensación me recorrió. Dónde no importa... lo mismo que
decía cuando le preguntaba en dónde estaba ella.

Mi cabeza estaba empezando a palpitar de nuevo, el dolor en mi pecho


intensificándose y una sensación de pesadez golpeó mi estómago a medida que
observaba su coche desaparecer de mi vista.

"Isabella."

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1763


“Debes dejar la ciudad de tu comodidad e ir a la selva de tu intuición. Lo que
descubrirás será maravilloso. Te descubrirás a ti mismo.” - Alan Alda

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola
Guevara, Nilse Pam Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana
Ortiz, Pilar Ocampo.

20 de junio, 2008

…Dieciocho meses más tarde…

El chillido estridente resonó por toda la habitación y me estiré hacia la mesita de noche
junto a la cama, dando un manotazo al despertador para silenciarlo. Estaba
completamente agotada, mis ojos ardían y mi cuerpo estaba cansado, y estaba
demasiado cómoda envuelta en mi manta como para considerar siquiera levantarme.
Un extraño zumbido llegó a mis oídos, pero hice todo lo que pude por bloquearlo, sin
que me importara lo suficiente como para investigar de qué se trataba.
Inesperadamente se detuvo y el silencio envolvió la habitación de nuevo, pero cuando
por fin iba a caer en la inconciencia, un sonido brusco volvió a despertarme. Salté,
abriendo mis ojos y levantándome rápidamente.

Todo quedó en silencio abruptamente y me pregunté si tal vez lo había imaginado, la


idea de que podría estar alucinando cruzó mi mente. No me habría sorprendido, dado
lo poco que había dormido la semana pasada. Me recosté nuevamente, diciéndome
que había estado escuchando cosas, pero tan pronto como mi cabeza tocó la
almohada oí una sucesión de golpeteos. Gemí, molesta, y me arrastre fuera de la cama
cuando me di cuenta que no era solo mi imaginación. Al levantarme se nubló mi visión
y tuve que permanecer inmóvil por un momento, respirando profundamente para
estabilizarme antes de salir de la habitación y bajar las escaleras.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1764


"¡Isabella!" Una voz femenina bastante familiar gritó, el sonido fue amortiguado por la
gruesa puerta que estaba de por medio. "¡Sé que no estás todavía en la cama! ¿Has
visto la hora? ¡Arriba! ¡Arriba! ¡Arriba! ¡Levántate y arréglate!"

Bajé las escaleras lentamente y miré hacia la puerta mientras ella continuaba
golpeando con impaciencia. Estuve inmediatamente agradecida de que el timbre de la
puerta estuviera descompuesto, sabiendo que si no, ella estaría poniendo su dedo en el
timbre constantemente hasta que yo apareciera, porque la paciencia definitivamente
no era su punto fuerte. "Tranquila," Le grité, con mi voz rasposa. "¡Ya voy, caramba!"

"Más te vale que sea así," Gritó, golpeando varias veces más a pesar de que no tenía
sentido ya que sabía que estaba en camino. Suspiré mientras caminaba hacia la
puerta, quitando el seguro y abriéndola de golpe.

"Toma," Dijo ella de inmediato, empujando una taza de Starbucks en mis manos.
"Probablemente esta frío ya que te tardaste mucho."

Puse los ojos en blanco, sabiendo que ella lo había comprado justo bajando la calle, lo
agarré mientras ella entraba pasando junto a mí. "Gracias," Le dije, llevándolo a mis
labios y tomando un sorbo. El líquido estaba caliente, he hizo que mi lengua
hormigueara al quemarla un poco, pero me lo bebí con impaciencia de todas formas.

"De nada," Dijo ella, observándome con una expresión extraña en su rostro. "Pero
viéndote, es probable que necesites una docena más de ellos. Oh demonios, tal vez
debería haberte traído un poco de Red Bull. ¿Acaso dormiste anoche, cariño?"

"Algo," Le dije, encogiéndome de hombros mientras seguía bebiendo mi café. Era


negro, sin crema o azúcar, justo como lo prefería. Era todo lo contrario a lo que ella
tenía en sus manos, el que ordenaba puntualmente cada mañana, un latte venti de
soya y chai, cuatro chorros, sin espuma, ni agua, extra caliente. No tenía la menor idea
de lo que significaba todo eso. De hecho, no tenía ni idea de lo significaban la mayoría
de las cosas en Starbucks; Pedir una taza normal de café era bastante confuso en ese
lugar.

"Algo," ella repitió la palabra, su expresión me decía que no lo creía. Una sonrisa
asomó en sus labios después de un segundo, con un brillo siniestro en sus ojos
mirando hacia a mí. "¿Tuviste compañía anoche?"

"Por supuesto que no," le dije rápidamente, mirándola con incredulidad. Siguió
observándome con esa mirada suspicaz y sentí como aumentaba el rubor en mis
mejillas gracias a la atención. "Sabes que yo no haría... eso."

"Es una pena," dijo en tono de broma. "Un buen polvo probablemente te animaría un
poco."

"¡Emily!"

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1765


Emily era lo que la mayoría de la gente consideraría mi mejor amiga, a pesar de que
éramos polos opuestos en casi todo. Fue criada magníficamente y asistió a las
escuelas privadas más caras, obteniendo la mejor educación que el dinero podía
comprar. Nunca tuvo que limpiar, siempre tuvo gente que lo hiciera por ella. Estaba
bastante segura de que ella nunca había usado la misma ropa dos veces en su vida,
así que supuse que tampoco había usado una lavadora. Había tenido ese tipo de
infancia, en donde pidió un pony y en realidad le dieron uno, y cuando ella estuvo
demasiado grande para ese pony su padre lo sustituyó por un convertible. Le encanta
ir a fiestas concurridas, mientras que yo prefiero quedarme en casa, y cuando yo elijo
perderme en los libros para pasar el tiempo, la única lectura que ella realizaba venía
en forma de revistas de chismes.

La gente se fija en ella, no solo porque era alta y bronceada, ni por su cabello largo y
oscuro que siempre estaba perfecto, sino porque su personalidad brilla. Era imposible
aburrirse o deprimirse cuando ella estaba cerca, con su actitud alegre y su contagioso
optimismo. Si el auto de Emily se dañara y tuviera que caminar dos kilómetros en el
calor de noventa grados para encontrar un teléfono público porque la batería en su
teléfono celular muriera, lo primero que saldría de su boca sería que finalmente tendría
la oportunidad de utilizar sus nuevos zapatos. Siempre hay un resquicio de esperanza,
ella decía, si eres lo suficientemente inteligente como para buscarlo. Me encantaba eso
de ella y era una de las cosas que me había atraído de ella en primer lugar.

Me recordaba a Alice con su carácter alegre, pero esa no era la única cosa de ella que
me hacía pensar en los demás. Ella era como una colección de todos los que había
dejado atrás, era doloroso pero acogedor. Tenía la jocosidad de Emmett y era tan
compasiva como Jasper. Respetaba a las personas que eran lo suficientemente fuertes
como para valerse por sí mismas y era ferozmente protectora de las personas que
amaba, como Rosalie, ella siempre estaba cuidando de mí, lo que me hacía pensar en
mi madre, y cada vez que ella contaba algún chiste tonto mi corazón dolía al recordar
a Jacob. Y en cuanto a Edward, bueno, ella ciertamente tenía su vulgaridad. Todo eso
fue lo que me agradó de ella rápidamente, pero al mismo tiempo me recordaba
constantemente la vida que no podía tener, la vida que yo quería desesperadamente.

Las cosas habían cambiado drásticamente desde aquella fría mañana de invierno
cuando me desperté y encontré la cama vacía a mi lado, nada excepto una nota
dejada como estela de la partida de Edward. Todavía me dolía pensar en ello, un
ardor en el pecho que me recordaba constantemente que una parte de mi alma había
sido arrancada. Era una pieza que se había llevado consigo cuando se fue, una que
siempre estaría donde sea que él estuviese. Estaba lidiando con eso lo mejor que
podía, ajustándome y aprendiendo a vivir con el vacío que sentía, y algunos días eran
mejores que otros.

Casi todos los días podía pensar en Edward con cariño y sonreír, recordando las cosas
que habíamos hecho juntos y todo lo que me había dicho. Había recuerdos en todas

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1766


partes, y no pasaba un día sin que algo hiciera que un recuerdo de él resurgiera. Él fue
mi primer amor, mi único amor, y me había dado más de lo que jamás hubiera
imaginado posible y por eso estaba agradecida.

No siempre fue así, sin embargo. Al principio hubo momentos en que me preguntaba si
alguna vez volvería a sonreír, preocupada de que el dolor que sentía solo se
intensificaría hasta que finalmente me consumiera. Estaba simplemente entumecida
cuando recogí mis pertenencias en Forks, conmocionada porque una parte de mí
sencillamente no podía aceptar que Edward se había ido para siempre. Fue surrealista
y casi esperaba que entrara de nuevo por la puerta, no quería creer que realmente era
el final para nosotros. Pero cuando llegamos a Seattle y vi a Jasper llevar todas mis
cosas a su apartamento en el sexto piso, la realidad finalmente me golpeó. Él arregló
mis cosas en la habitación de invitados mientras yo observaba en silencio, todo
borroso porque sucedió tan rápido. Ni siquiera podía entrar en la habitación, los
destellos de la única vez que estuve allí daban vueltas en mi cabeza. Había sido mi
cumpleaños, el mismo día que Edward me había pedido que me casara con él.

"No hoy o mañana. Ni siquiera tiene que ser este año o, joder, el próximo año," Él había
dicho. "Pero algún día, cuando estés lista, ¿Quieres casarte conmigo? ¿Prométeme que
vas a pasar tu vida conmigo?"

Le dije que sí, sin desear nada más que estar con él, y al recordar mi pecho empezó a
arder. Extendí mi mano y empecé a frotar el lugar distraídamente, deseando que el
dolor se calmara. Era algo que me encontraba haciendo a menudo mientras el tiempo
pasaba, casi como si estuviera físicamente tratando de reparar mi corazón. Me adapté
lo mejor que pude, pero no fue fácil, dormir constantemente me ayuda a evadir el
recordar la noche que había pasado con Edward en esa misma cama. Me había
sostenido, susurrando cómo le gustaría poder leer mi mente y así saber qué decir para
que todo fuera mejor. Si tan solo hubiera podido leer mi mente antes de irse, él hubiera
sabido lo mucho que lo necesitaba. Me estaba cayendo a pedazos, en silencio,
llorando en la oscuridad deseando estar con Edward, y una vez que el cansancio se
apoderaba de mí, las pesadillas causaban estragos en mi subconsciente.

Las noches eran tormentosas, pero los días no eran mucho mejores mientras caminaba
en un estado de letargo. No podía comer, y apenas podía funcionar gracias a mi
agotamiento. Sentía como si me estuviera ahogando, deslizándome lentamente
mientras luchaba desesperadamente por mantenerme en la superficie, esperando que
alguien me sacara. Estaba esperando que él volviera, que cambiara de opinión y
dijera que había cometido un error... que viniera y me salvara, porque eso fue lo que
Edward hizo. Edward me salvó. En una ocasión me prometió que nunca se rendiría,
que él me encontraría cuando lo necesitase, y en ese momento lo necesité más de lo
que jamás había imaginado que lo haría.

Pero Edward nunca vino.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1767


Empecé a perder el control después de dos semanas, apenas comía y dormía solo por
momentos, la desesperación hacia mis pensamientos aún más frenéticos. Sabía que
era un completo desastre, pero no podía evitarlo, el dolor era abrumador y confuso.
Cada vez que alguien tocaba a la puerta de Jasper o el teléfono sonaba, una oleada
de esperanza recorría mi cuerpo pensando que era él, pero cada vez que eso pasaba
quedaba aplastaba porque nunca era él. Mi enojo y mis ansias aumentaron, creando
locos escenarios en mi mente de dónde estaba y qué estaba haciendo. Nunca había
estado alejado de mí durante tanto tiempo y no podía entender cómo él podía tolerarlo,
porque si me amaba como él decía, tenía que haber estado sintiendo el mismo dolor
que yo sentía... ¿Verdad?

Pasé mis días acurrucada en un rincón de la habitación, mis rodillas junto a mi pecho
con mis brazos envueltos alrededor de ellas, meciéndome en la oscuridad, tratando de
calmarme.

Todo se estaba haciendo confuso y comencé a imaginar cosas que no estaban allí,
voces susurrando mi nombre en la noche. Ruidos extraños en el apartamento, pisadas
fuera de mi habitación y estallidos que hacían mi corazón latir tan salvajemente que
pensé que explotaría. Cada noche gritaba y Jasper venía corriendo, tratando de
consolarme y diciéndome que todo estaba bien, pero siempre estaba demasiado
angustiada como para creerle. Llegué al punto en el que se sentía que alguien estaba
siempre ahí, acechándome y mirándome. Podía escucharlos susurrando y moviéndose
alrededor del apartamento, siempre estaban a la vista, pero nunca a mi alcance. Él me
estaba acechando, su recuerdo en todas partes a donde mirara, su ausencia se
burlaba de mí.

Todo llegó a su punto crítico a mediados de enero, mi devastación alcanzando sus


niveles más altos y finalmente toqué fondo.

***

19 de enero, 2007

Me senté bruscamente en la cama y miré alrededor confundida, el corazón me latía


erráticamente. La habitación estaba negra como el carbón y parpadeé un par de veces,
tratando de adaptarme a la oscuridad. Mis ojos ardían como si pequeños granos de
arena estuvieran incrustados en su interior, los froté, pero solo pareció empeorar la
situación. Manchas de colores aparecieron borrosas en mi línea de visión, todo estaba
distorsionado y retorcido.

Había una tormenta afuera y podía oír la lluvia salpicando contra el edificio mientras el
viento silbaba con fuerza. Los ruidos hicieron eco a través de la habitación, los sonidos
magnificados en mis oídos, golpeando ferozmente mi cabeza. Los vellos minúsculos en
mis brazos se levantaron, con una sensación de hormigueo bailando por mi piel, casi
como si hubiera una carga eléctrica en el aire, y de repente sentí como si estuviera

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1768


siendo observada. Miré hacia la puerta, un fuerte golpe resonó en la sala de estar,
causando que mi pánico estallara.

“¿Jasper?” Grité, con mi voz arenosa y quebrada. Tragué saliva, tratando de


tranquilizarme, me quité el edredón de encima. Mis piernas temblaban mientras
caminaba de puntillas hacia la puerta en silencio, apreté mi oreja contra la rendija
tratando de escuchar algo. Salté cuando una ráfaga de viento azotó con fuerza,
sacudiendo violentamente la ventana, instintivamente me giré para mirar. La
confusión me sacudió cuando mis ojos se posaron sobre el cristal y en el reflejo borroso
que había sobre él, alcance a ver un par de ojos. No cualquier tipo de ojos, sino unos
con los que estaba familiarizada, unos que me hablaron desde la primera vez que los
vi.

“Edward,” Dije en voz baja, el dolor en mi pecho se intensificó ante el sonido de su


nombre. Las lágrimas se formaron rápidamente y parpadeé tratando de obligarlas a
volver, pero cuando volví a abrir los ojos la imagen ya no estaba. En su lugar estaba mi
propio reflejo, mire alrededor frenéticamente, desesperada por tenerlo de vuelta.
“¡Edward!”

Otra ráfaga fuerte de viento golpeó y mis lágrimas se deslizaron cuando el sonido de
su voz lo acompañó, mi nombre en un susurro entrecortado me envolvió. Parecía tan
real que un escalofrío subió por mi espalda mientras la electricidad en el aire
aumentaba. Me volví rápidamente y abrí la puerta de la habitación, jadeando al ver
sombras pasar rápidamente por la sala. Oí el chasquido de la puerta principal al
cerrarse y empecé a sentir pánico, levantando la vista para ver que la cadena
colgando, todavía moviéndose por haber sido perturbada. En el momento en que vi que
el pomo no tenía el seguro puesto lo supe, lo podía sentir en mi piel.

Él había estado allí, en alguna parte, tal vez no en cuerpo pero definitivamente en
espíritu. No podía verlo, pero podía sentirlo y sabía que él me necesitaba
desesperadamente, anhelaba por mí dónde sea que estuviese. No podía vivir sin mí,
así como yo no podía vivir sin él. Él era una parte de mí y siempre sería así, pasara lo
que pasara, y supe en ese momento que él se había dado cuenta también.

Volví corriendo al dormitorio y me puse unos zapatos, agarré mis cosas con frenesí
antes de dirigirme hacia la puerta. La abrí y salí corriendo por el pasillo, abriendo la
puerta de las escaleras y descendiendo los seis tramos tan rápido como pude,
demasiado apurada para esperar el ascensor. Estuve a punto de caer al llegar al
segundo piso, pero me sujeté, haciendo una pausa y tensándome al oír pasos en la
escalera delante de mí. Un momento después el ruido se detuvo y la puerta exterior se
abrió, un trueno resonó en el edificio mientras que la persona que estaba allí se perdía
en la tormenta.

Seguí bajando las escaleras y la lluvia me golpeó justo al salir del edificio, el agua
salpicaba sorprendentemente fría contra mi piel. Miré a mí alrededor, viendo a algunas

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1769


personas caminando con paraguas, pero ninguna reconocible para mí, bajé de la
acera para cruzar la calle cuando un taxi amarillo se detuvo delante de mí. Un hombre
se bajó del asiento trasero y estaba a punto de cerrar la puerta del taxi cuando me vio,
frunció el ceño con confusión al verme congelada al lado del vehículo.

“¿Necesita el taxi, señorita?” Preguntó, sosteniendo la puerta abierta para mí. Lo miré
fijamente durante un momento, considerando su pregunta. No tenía ni idea de lo que
estaba haciendo, mi confusión se profundizó al ver su expresión preocupada. —
¿Hola? ¿Estás bien?

“Eh, sí,” le dije rápidamente, en realidad no estaba segura de si era verdad o no. Me
alejé de él, murmurando un gracias mientras me deslizaba en el asiento trasero. Mi
corazón latía rápidamente y contuve las náuseas que se estaban creando en la boca
de mi estómago a medida que el hombre cerraba la puerta.

“¿A dónde?”, el hombre detrás del volante me preguntó, mirándome por el espejo
retrovisor.

“Chicago.” La palabra salió de mi boca antes de que mi mente procesara lo que


estaba diciendo.

“¿Así que... al aeropuerto?”, preguntó vacilante, dándome una mirada extraña. Asentí,
ni siquiera teniendo en cuenta lo que eso significaba, el taxi empezó de nuevo su
marcha. La lluvia golpeaba el coche, con rachas de viento y truenos retumbantes,
haciéndome saltar de vez en cuando. Estaba fuera de control y no podía concentrarme
en nada, cayendo en alguna clase trance. Nada tenía sentido y estaba demasiado
cansada como para detenerme y pensar en lo que estaba haciendo, actuaba por
impulso debido a la desesperación. Necesitaba a Edward y él me necesitaba a mí, y
eso era lo único que parecía importar en ese momento.

Cuando llegamos, busqué en mis bolsillos para sacar un poco del dinero que había
agarrado antes de salir y se lo entregué al conductor, sin tomarme el tiempo de
contarlo primero. Salí del coche y entré al aeropuerto, mi pánico aumentando ante la
inmensidad del edificio. Había gente por todas partes a pesar de ser de noche, y no
tenía la menor idea de por dónde se suponía que debía empezar en un aeropuerto.
Traté de recordar la única que vez que había estado en uno, en el viaje de Phoenix a
Washington aquel primer día, pero mi mente estaba nublada y no era capaz de
recordar lo que el doctor Cullen había hecho.

Mi cuerpo temblaba mientras caminaba alrededor del lugar, ver tantos desconocidos
en un mismo espacio era completamente aterrador. Empecé a dudar sobre mi decisión
de haber venido mientras seguía caminando, perturbándome aún más cuando las
personas chocaban conmigo. Me mezclé entre la multitud y traté de pedir indicaciones
para llegar al mostrador de boletos, pero nadie me prestó atención. Empecé a
hiperventilar y mi visión se volvió aún más borrosa cuando vi a un hombre extraño

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1770


acercarse. Su postura era intimidante y traté de alejarme de él pero me ordenó que me
detuviera, la alarma en su voz provocando que perdiera el control. Me di la vuelta
para empezar a correr, pero antes de que pudiera dar un paso la oscuridad me rodeó,
lo último que escuché fue mi propia voz gritando antes de que todo desapareciera.

“¿Isabella Swan?”, dijo una voz desconocida. Me obligué a abrir los ojos y parpadeé
un par de veces, tratando de distinguir el rostro del hombre que estaba frente a mí.
Parecía ser bastante joven, con el cabello rubio y cálidos ojos azules que al encontrarse
con los míos calmaron un poco mis nervios. “Está bien, señorita. Solo se desmayó.”

Le di una mirada de sorpresa cuando me senté, mi visión borrosa por el movimiento.


Aparté los ojos de él, confundida, y me paralicé cuando vi la placa de policía pegada a
su pecho. Mi corazón latía furiosamente y mi respiración se aceleró por el miedo
mientras trataba de recordar lo que posiblemente podría haber hecho mal. “¿Estoy
bajo arresto? ¿Qué he hecho?”

“Cálmese, Isabella. Usted no está en problemas.” Dijo suavemente, agarrando mi


hombro. Me estremecí por el contacto y él se alejó de mí rápidamente.

“¿Cómo sabe mi nombre?” Le pregunté. Él sonrió, levantando una pequeña tarjeta que
entonces me di cuenta era mi licencia de conducir.

“Encontré esto en su bolsillo junto con un teléfono móvil,” Respondió. “Un hombre
llamado Jasper llamó mientras usted estaba desmayada y respondí. Parecía
preocupado por usted así que le expliqué la situación. Debería estar aquí pronto.”

“Oh,” Dije simplemente, sin saber qué más decir. Inmediatamente me preocupé
pensando en cómo iba a reaccionar Jasper, probablemente se culparía al ver lo que
había hecho. Una mujer apareció detrás del oficial y me dio una botella de agua, trató
de alcanzar mi brazo, indicándome que tenía que tomarme el pulso. Ella también tenía
uniforme y miré el parche en su camisa notando que era paramédico. Empezó a
hacerme preguntas, sobre mí y mi salud, y le respondí vagamente, no sintiéndome
cómoda con el tema.

Jasper llegó un minuto después, corriendo por el lugar en pánico. Su atención se


mantuvo enfocada en mí mientras el oficial empezaba a hacerle preguntas y
expresaba su preocupación acerca de mi estado mental. Podía ver la preocupación en
los ojos de Jasper así que evité su mirada, avergonzada. Jasper le aseguró al oficial
que yo estaba bien y explicó que estaba sufriendo de insomnio ya que había sufrido
alguna clase de trauma recientemente, por lo que mi confusión era normal. Supe de
inmediato que él no creía en sus propias palabras, que él sabía que no había nada
normal en la forma en la que estaba actuando. Me sentí ridícula al escucharlos hablar
de mí, el hecho de haber estado persiguiendo a un fantasma a través de toda la ciudad
y poniendo en peligro a las personas que habían luchado para mantenerme a salvo,
hicieron que llorara lágrimas de vergüenza. Estaba trastornada, perdiendo el contacto

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1771


con la realidad en medio de mi dolor.

El oficial nos permitió irnos a regañadientes y yo le di las gracias en voz baja por su
ayuda, sin decir otra palabra Jasper me llevó de vuelta a su apartamento. Subimos
hasta el sexto piso en el ascensor, envolví mis brazos alrededor de mí cuerpo tratando
de detener los temblores, haciendo lo mejor que pude por ignorar las miradas de
preocupación que Jasper continuaba enviándome.

“Me asustaste.” Dijo, mientras salía del ascensor, en dirección al apartamento.


“Encontré la puerta abierta y no estabas. No puedes ni siquiera imaginar los
escenarios que corrieron por mi mente. Pensé que habías sido secuestrada de nuevo.”

“Lo siento”, le dije, mis palabras apenas audibles.

“Sé que lo sientes.” Respondió en voz baja. “No estoy molesto pero tú realmente me
preocupaste. ¿En qué estabas pensando? ¿A dónde ibas?”

“Yo, eh,” empecé a decir, con lágrimas deslizándose por mis mejillas. “No lo sé. Me
desperté y pensé... quiero decir, yo solo quería a... Edward.”

Susurré su nombre mientras las lágrimas fluían, sentí la mirada de Jasper en mí así
que las limpié rápidamente. “Edward,” murmuró. “¿Es por eso que fuiste al aeropuerto?
¿Querías ir a ver a Edward?”

Asentí con la cabeza, al ver la curiosidad genuina en su expresión, suspiró


exasperadamente mientras abría la puerta del apartamento. Me hizo un gesto con la
mano para que entrara y lo hice después de él, dirigiéndome directamente a mi
habitación cuando su voz se escuchó de nuevo. “¿No quieres ni siquiera intentarlo,
Isabella?”

Me detuve en la puerta y lo miré. “¿Qué?”

“Puedes hacer lo que quieras en este momento, comprar tu propia casa, ir a la escuela,
conocer gente, hacer amigos. Puedes hacerlo todo. Puedes conseguir un trabajo si
quieres uno. No veo el punto de conseguir uno ya que no tienes la necesidad, pero el
punto es que tú podrías. ¿Pero tú no quieres ni siquiera intentarlo? ¿Quieres
simplemente rendirte de una vez?”

“Yo no quiero rendirme,” dije, sacudiendo mi cabeza. “Yo solo... lo extraño, Jasper. Lo
amo.”

“Lo sé,” dijo en voz baja. “Y él te ama a ti. Por eso es que él hizo esto, tú lo sabes. Él
quería mantenerte alejada de todo eso y que tuvieras la oportunidad de vivir una vida
normal. Pensó que tú lo merecías porque él cree en ti. ¿No crees que por lo menos vale
la pena intentarlo?”

Lo miré fijamente mientras pensaba en sus palabras, tratando de aclarar la confusión

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1772


que aún parecía rodear todo. Él me devolvió la mirada, esperando de algún tipo de
respuesta de mi parte, pero antes de que pudiera responderle sonó su teléfono. Se
apartó para contestarlo y tan pronto como nuestro contacto visual se rompió hui hacia
mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí.

No estaba segura del tiempo que pasé acurrucada en mi cama envuelta en mi manta.
Dormité más de una vez, pero cada vez me despertaba sobresaltada por ruidos en el
apartamento. En un momento dado escuché la fuerte voz de Jasper, en un tono
sorprendentemente serio.

“Ella simplemente salió y dejó la puerta abierta,” dijo. “¡En su pijama! Estamos como a
dos grados bajo cero y había una tormenta y ella ni siquiera llevaba un abrigo.
Supongo que tomó un taxi para llegar al aeropuerto, gracias a Dios tenía suficiente
dinero para pagar por él, pero no sé qué demonios pensaba hacer al llegar ahí. Dijo
que iba adonde Edward pero solo tenía como diez dólares en su bolsillo. ¡No puedes
comprar un maldito pasaje de avión por diez dólares! ¡Ni siquiera creo que ella
pudiera pagar el taxi de regreso a casa por esa cantidad! Ellos me explicaron que solo
estaba allí de pie en medio del aeropuerto temblando, empapada, sin equipaje, así
que por supuesto que se veía sospechosa. Y luego trató de escapar de la seguridad.
¿En qué estaba pensando?”

“No estaba pensando,” se escuchó otra voz con firmeza, que reconocí inmediatamente
como la del doctor Cullen. No estaba segura de en qué momento él había llegado,
pero supongo que en algún punto Jasper tuvo que haberle avisado. “Se llaman crisis
nerviosas por una razón. Ella se está derrumbando, hijo, y sufriendo de un trastorno de
adaptación porque todo esto es extraño para ella. Perdió a la única persona de la que
se permitió depender, la única persona que la hacía vulnerable. Ella tiene miedo,
Jasper. Necesita orientación, necesita apoyo y necesita que alguien le ayude a hacerle
frente a todo esto. Tal vez debería llevarla de vuelta a Forks conmigo por un tiempo.”

“¿Crees que la ayudaría?” Preguntó Jasper. “¿Estar de vuelta en esa casa donde pasó
todo el año pasado con él? ¿Cómo crees que reaccionará al ver que todas sus cosas se
han ido? ¿Su habitación vacía? ¿Su piano desaparecido? Y para estar a solas contigo,
¿después de lo que le hiciste? De ninguna manera. Sin ánimos de ofender, papá, pero
creo que eso es lo último ella necesita ahora. Ya la acusé de darse por vencida, si la
dejo ir a Forks parecería que yo también me estoy dando por vencido.

“Muy bien, pero ella no puede continuar comportándose de esta manera, o de lo


contrario habrá consecuencias nefastas. Ella ha estado valiéndose por sí misma solo
dos semanas y ya he tenido que llamar a Alec y decirle que tuvo un encuentro con la
policía,” dijo el doctor Cullen.

“Ni siquiera pensé en eso...”

“Supongo que ella tampoco lo hizo,” respondió el doctor Cullen. “Pero ella necesita

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1773


empezar a pensar en eso. Le dije a Alec que me aseguraría de que no habría
repercusiones del incidente, pero no estaba feliz, por decir lo menos.”

“¿Le dijiste a Edward?”

Cerré mis ojos, mis lágrimas empezaron a caer al escuchar el cambio de rumbo en la
conversación. El doctor Cullen tenía razón, no había estado pensando. Alec me había
advertido que incluso el verse sospechoso prácticamente era como ser culpable en su
mundo, pero yo había ignorado por completo la advertencia, debido a mi
desesperación.

“No, no le vi el sentido. Él tiene suficientes problemas con que lidiar en su propia vida,
no hay necesidad de añadirle los problemas de ella también. Alec cree que ambos
necesitan un llamado de atención, así que, probablemente él ya le dijo. Realmente no
estoy seguro,” dijo el doctor Cullen, haciéndome sentir mucho más culpable de lo que
ya me sentía con sus palabras. “Le dije que me encargaría de Isabella y así él no
tendría por qué viajar hasta aquí, porque estoy bastante seguro que soportar la ira de
Alec ahora, solo la traumatizaría aún más, pero me atrevería a decir que Edward está
conociendo el otro lado de su tío en estos momentos.”

“¿Y qué pasa con Isabella?” Preguntó Jasper. “Le prometí a Edward que haría lo que
fuera necesario, pero sinceramente ya no sé qué hacer. He estado tratando de darle su
espacio para que pudiera sobreponerse, pero parece estar resultando
contraproducente. No puedo conseguirle un lugar propio para que se mude si está en
esta condición, ¿sabes? Realmente no sé lo que él esperaba.”

“Yo me encargo de ella.”

El silencio dominó la sala, escuché un suave golpe en mi puerta antes de que se


abriera, y un poco de luz se filtró en la habitación. Me quedé envuelta en mi manta, no
me volteé para mirar porque sabía que era el doctor Cullen. El colchón se hundió un
segundo después cuando se sentó en el borde de la cama, detrás de mí, su proximidad
hizo que mi corazón latiera. No lo saludé y él tampoco dijo nada al principio, en su
lugar dejó escapar un suspiro de frustración que resonó en la habitación.

“Lo que hiciste esta noche fue peligroso, Isabella,” finalmente comenzó a decir, con su
suave voz. Seguí acostada, pero por su tono me di cuenta de que él sabía que estaba
despierta. “Tantas cosas podrían haber salido mal. Podrían haberte detenido por tu
comportamiento y eso habría sido un problema aún más serio en nuestras manos.
Entiendo por qué lo hiciste y sé que tienes el derecho de ir a donde mejor te parezca,
pero lo que hiciste esta noche no fue muy inteligente.”

Hizo una pausa y suspiró una vez más con exasperación. “¿Recuerdas el día que te
llevé al hospital conmigo?” Me preguntó. “Nos sentamos en mi oficina y hablamos
sobre tu relación con Edward. Te dije ese día que él era ingenuo e impulsivo...”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1774


“Irracional y volátil,” susurré, pero mi voz fue lo suficientemente fuerte para hacer que
dejara de hablar.

“Sí, irracional y volátil,” dijo. “Edward siempre ha hecho las cosas sin pensar, y
realmente me preocupaba que él hiciera lo mismo con su relación. Tenía miedo de que
huyera contigo o te involucrara en cosas de las tenías que mantenerte alejada. Estaba
seguro de que él haría eso, sinceramente, porque eso era lo que mi hijo hacía, pero me
equivoqué. Él no lo hizo esta vez, Isabella. Por primera vez en su vida, Edward
realmente consideró las consecuencias antes de actuar. Sé que duele su partida, pero
él pensó en esto durante mucho tiempo. No fue algo que hizo por capricho. Quiere esto
para ti. Todos lo hacemos, de hecho.”

“He perdido mucho, lo sabes. Perdí a mi esposa, pero antes de eso perdí mi vida. Te lo
expliqué aquel día en mi consultorio. Te dije que entregué mi vida al iniciarme y que
mis decisiones nunca más fueron mías porque la organización dictaba todo lo que yo
debía hacer. A lo que me refiero es que, y no me gusta admitirlo, ese es el mundo al
que pertenece Edward ahora. Ellos le dicen a dónde ir y qué hacer, y si él no lo hace…
bueno... tú sabes tanto como nosotros que pasa si alguien hace caso omiso a sus
órdenes. Se está adaptando, pero no es nada fácil para él. Le va a tomar un tiempo
acostumbrarse a su nueva vida, pero eventualmente lo hará. Aprenderá a aceptarlo,
pero él no quiere que tú seas sometida a eso, Isabella,” dijo, haciendo una pausa. “Y
yo estoy de acuerdo con él y honestamente creo que Chicago es el último lugar al que
deberías ir, pero si tú decides que ese es el mundo en el que quieres estar, haré todo lo
que esté a mi alcance para ayudarte.”

En el momento en que pronunció esas palabras me di la vuelta y lo miré sorprendida.


“¿Usted me ayudaría?” Le pregunté tímidamente, preguntándome si lo había oído mal.

“Sí,” respondió, con una expresión seria. “Pero no hoy. No cuando te encuentras así.
Edward necesita tiempo para sí mismo, para pensar en lo que está haciendo, y
francamente, creo que tú también. Él hizo esto para darte una oportunidad, porque eso
era lo que él quería, y creo que eso debe ser respetado. ¿No crees?”

Me quedé mirándolo, sin saber qué responder. “Eh... sí,” dije yo, nunca lo había
pensado de esa manera.

“Después de que realmente le hayas dado una oportunidad a la vida, si todavía


quieres ir a Chicago, me aseguraré de que llegues allí. No te puedo hacerte ninguna
promesa de lo que pasará porque Edward puede hacer lo que quiera con su vida
personal, pero te ayudaré, aunque sea lo último que haga. Pero no voy a hacerlo
ahora, porque ninguno de los dos está listo. Antes de que puedas elegir estar con
Edward, tienes que saber a lo que estás renunciando. Necesitas darte cuenta de que
realmente tú no lo necesitas a él, Isabella. Puede que ahora lo sientas así, pero no lo
es, tienes que darte cuenta de eso o todo habrá sido en vano.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1775


“No será fácil, y si piensas que justo ahora no lo puedes hacer por ti misma, hazlo por
Edward. Hazlo sentirse orgulloso. Demuéstrale a todos que él tenía razón sobre ti, que
todo lo que él sacrificó valió la pena, que tú eres la mujer fuerte en la que él cree.
Demuestra que tu padre se equivocó al repudiarte, Isabella, demuestra que Edward
tenía razón, porque él lo necesita. No le queda prácticamente nada a este punto, odio
decirlo, pero es la verdad. Si alguna vez has querido darle a Edward algo, para
recompensar todo lo que él te ha dado, esto sería perfecto. Dale esto a él.”

“Está bien,” dije en voz baja, con lágrimas en mis ojos.

“Bien. No sé cómo te sientas al respecto, pero me gustaría recetarte algunos


medicamentos al menos durante un tiempo, solo para ayudarte a salir de esto. Tienes
todo el derecho a negarte, pero sería bueno que les dieras una oportunidad. Cuando
las cosas se vuelvan más fáciles puedes dejar de tomarlos, pero necesitas empezar a
comer y dormir bien, porque no se puede volver a repetir lo de esta noche. ¿Entiendes?”
Me preguntó.

“Sí.”

“Muy bien, entonces. Duerme un poco, volveré mañana,” dijo él, poniéndose de pie y
dirigiéndose hacia la puerta. Me di la vuelta y miré el reloj, viendo que apenas
pasaban de la una de la madrugada. Cerré los ojos, más exhausta de lo que había
estado en mi vida, y antes de caer en la inconsciencia oí la voz del doctor Cullen de
nuevo en la sala.

“Eso es lo que él esperaba, hijo.”

****

“¡Isabella!”

Miré a mi amiga rápidamente, viendo la confusión en su rostro. “¿Eh?”

“¿No me has estado escuchando? Jesús, niña, concéntrate. Tenemos un largo día por
delante. No te pongas a soñar despierta,” dijo ella, sacudiendo su cabeza. “¿Dónde
está tu teléfono? Traté de llamarte mientras venía hacia acá, pero no respondiste.”

“¿En serio?” Pregunté sorprendida, no era capaz de recordar mi teléfono sonando.


“Está arriba, creo.”

“Sí, en serio. Ve y búscalo. Y cámbiate de ropa también. No hay manera de que salga
contigo con ese aspecto,” dijo, arrugando su nariz mientras me examinaba. Puse los
ojos en blanco, volviendo a mi habitación.

“Siempre tan mandona,” le dije mientras comenzaba a subir las escaleras.

“Una de las muchas razones por las que me amas,” gritó. Me reí y sacudí la cabeza,

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1776


tomando sorbos de mi café mientras me dirigía hacia mi dormitorio. Miré a mí
alrededor brevemente, viendo mi teléfono color plata tirado en el borde de la cama, lo
agarré y encontré cuatro llamadas perdidas. Las dos primeras eran de Emily, la tercera
de la escuela a la que estaba asistiendo, y me quedé helada cuando mis ojos se
posaron en la cuarta. Me quedé mirando el nombre brevemente mientras mi corazón
latía con fuerza, la sangre corriendo furiosamente a través de mis venas.

Los Evanson.

El tiempo había pasado volando después del incidente en el aeropuerto. Jasper estaba
muy ocupado con su nuevo semestre escolar y me sentía culpable de que él también
tuviera que soportar mi presencia encima de todo, sabiendo que no era fácil lidiar
conmigo. Empecé a salir del edificio cuando estaba sola, el aire fresco y el cambio de
escenario ayudaba a aclarar mi mente. Caminaba por la calle hasta un pequeño
parque público y me sentaba en uno de los columpios, el lugar estaba casi siempre
solo por las mañanas, ya que seguía siendo invierno. Me acostumbré a la temperatura,
el aire frío quemaba mis mejillas y me recordaba que seguía viva; que no importaba
cuánto doliera o lo mucho que se sentía como si me estuviera muriendo por dentro,
porque en realidad no era así. Todavía estaba respirando, cada exhalación lo
reafirmaba cuando veía la nube de mi aliento a mi alrededor.

Mientras siguiera respirando, estaba bien.

El doctor Cullen me recetó algunos medicamentos y no tardaron mucho tiempo en


hacer efecto. Mi ansiedad disminuyó y me sentía menos agobiada, recordaba todo lo
que él me había dicho esa noche, sus palabras daban vueltas en mi cabeza
constantemente. Empecé a levantarme por las mañanas, arreglarme, salir y decirme a
mí misma que Edward estaría feliz si supiera. Leí su carta más veces de las que podía
contar y había memorizado sus palabras, repitiéndolas en voz alta cada vez que
empezaba a dudar. Ve y haznos sentir orgullosos, decía. Yo creo en ti. Muéstrales que
no pueden dominar a mi chica.

A menudo imaginaba que el sí sabía, imaginaba que él me observaba a medida que


las semanas pasaban. Trataba de hacer cosas que sabía que lo harían sentir
orgulloso, porque era más fácil de esa manera, era algo a lo que me podía aferrar,
pero con el tiempo las cosas empezaron a cambiar. En lugar de solo hacer lo que
pensaba que a Edward le gustaría que hiciera, me encontré haciendo lo que yo quería.

Jasper me enseñó a enviar cosas por correo y compré algunas postales y tarjetas en la
tienda, se las enviábamos a Alice en Forks o a Rosalie y a Emmett al otro extremo del
país.

De vez en cuando me respondían, tarjetas y cartas donde me contaban qué hacían o


qué pasaba donde se encontraban. Era una tontería, ya que a menudo veía a Alice los
fines de semana, sin embargo, ella era la que más me escribía. Recibía cartas de ella

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1777


cada cierto tiempo, páginas llenas de chismes sobre la gente de Forks que había
conocido durante mi estancia allá. Era emocionante y sentía como que realmente
encajaba, la sensación de estar viendo algo que estaba dirigido a mí en el buzón era
indescriptible. Era algo que la mayoría de la gente daba por sentado, pero era algo
muy importante para mí, porque era una prueba de que finalmente tenía una
identidad. Estaba eufórica la primera vez que recibí lo que Jasper llamaba correo
basura, era un simple volante de un negocio local acerca de una venta que estaban
teniendo. No estaba segura de cómo sabían mi nombre y Jasper solo se encogió de
hombros, diciéndome que lo botara a la basura, pero me negué a hacerlo. Era la
primera vez que se reconocía mi existencia, como si fuera solo otra persona en el
mundo. Ya no era Isabella Swan, ex esclava, ahora era Isabella Swan, cliente
potencial.

Para mí, eso era todo.

Me pasaba horas en la Biblioteca Pública, donde Jasper me ayudó a obtener una


membresía para sacar libros. Leía mucho, Jasper también me enseñó a manejar una
computadora, ya que nunca me había tomado el tiempo de aprender en Forks. El uso
de Internet me abrió un mundo de posibilidades, todo lo que imaginaba estaba al
alcance de mis manos. Aprendí a usar el correo electrónico, que era más rápido y más
eficaz a la hora de mantener el contacto con todo el mundo, junto con los mensajes de
texto. Investigué, aprendiendo cosas solo por el simple hecho de saberlas, e incluso
empezamos a hablar sobre comprar mi propia casa y sobre matricularme en la
escuela. Empecé con cosas pequeñas, como inscribirme en algunos talleres en el
Centro de Bellas Artes de Pratt, que solo duraban un par de horas cada uno, y
finalmente tomé algunos cursos de cinco semanas de duración en la Academia de
Artes de Gage.

Las cosas empezaron a ser más sencillas una vez que me acostumbré, pero todavía
tenía mis momentos. Extrañaba a Edward inmensamente, mi amor por él nunca
flaqueó ni siquiera cuando las semanas se convirtieron en meses. A menudo le escribía
cartas pero nunca se las enviaba, recordándome a mí misma lo que el doctor Cullen
había dicho sobre él necesitando un tiempo también. El invierno se dio paso a la
primavera y frecuentemente me preguntaba cómo la estaba pasando él en Chicago,
pero trataba de no pensar en lo que podría estar haciendo para pasar el tiempo.

Nadie mencionaba a Edward en mi presencia y cuando preguntaba todos se


quedaban callados, o me daban alguna respuesta vaga como ‘pasándola’ o ‘está
bien’, antes de cambiar de tema rápidamente. Lo toleraba, pensando que solo estaban
tratando de ayudarme, pero el no saber nada comenzó a encrespar mis nervios. Estaba
cocinando la cena para Jasper y Alice un sábado por la noche a principios de mayo,
cuando finalmente fue demasiado para mí y me volví hacia ellos, con una expresión
seria en el rostro.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1778


“¿Cuándo fue la última vez que alguno de ustedes realmente habló con Edward?” Les
pregunté con curiosidad. Ambos se congelaron y me miraron, antes de que Alice
encogiera sus hombros con indiferencia.

“Ha estado muy ocupado,” dijo ella, forzando una sonrisa. “La cena huele bien. ¿Qué
estás haciendo?”

“Alice,” dije con firmeza, mientras que ella caminaba hacia la cocina y empezaba a
revolver la salsa que se cocinaba a fuego lento, tratando de evitar mi pregunta. “Por
favor no me mientas o me ignores. Se supone que eres mi amiga.”

“Soy tu amiga,” dijo en voz baja, mirándome. “Mira, yo solo he hablado con él dos
veces desde que se fue. La última vez fue a finales de enero, me preguntó cómo me fue
en el SAT y cómo estaba la escuela, pero en cuanto le pregunté acerca de su vida, dijo
que se tenía que ir, y colgó. Dejó de tomar mis llamadas después de eso.”

La miré sorprendida, no esperaba esa respuesta, luego miré a Jasper. Él me miraba


con recelo, su expresión me decía que su respuesta no iba a ser mejor que la de Alice.

“Jasper.”

“Hace aproximadamente un mes, pero solo hablamos durante un minuto más o menos.
Me dijo que estaba ocupado y que me llamaría cuando tuviera tiempo, pero nunca me
devolvió la llamada. Todavía lo llamo cada cierto tiempo, solo para ver cómo está, pero
ya no me devuelve las llamadas.”

“¿Por qué?”

“No lo sé,” respondió. “Supongo que es más fácil para él de esa manera.”

“¿Por mí?” Le pregunté, mi pecho empezó a arder a la vez que se formaba el nudo en
mi garganta tratando de contener mis emociones. “¿Él dejó de hablar con ustedes por
mí? ¿Porque estoy aquí?”

“Por supuesto que no,” dijo Alice. “Él todavía te ama, Isabella.”

“¿Todavía me ama?” Le pregunté, incapaz de contener mis lágrimas. “¿Cómo puedes


estar tan segura? Ustedes ni siquiera hablan con él, Alice. ¿Por qué otra razón dejaría
de hablarles?”

“Por supuesto que te ama,” dijo Jasper, sacudiendo la cabeza. “Uno no deja de amar a
alguien así. Y no es culpa tuya. No puedes culparte por todo lo que Edward haga, eso
es ridículo. Rosalie y Emmett tampoco tienen noticias de él. Él vive cerca de Esme y ella
apenas lo ve. Es solo que... está ocupado.”

“¿Así que está totalmente solo?” Le pregunté, sorprendida. “¿Se aisló por completo de
todo el mundo? ¿Nadie sabe de él?”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1779


“No todos,” dijo Jasper. “Quiero decir, Alec todavía habla con él todos los días.”

“Alec,” murmuré, sacudiendo la cabeza mientras caminaba hacia la estufa. Agarré la


cuchara que tenía Alice y comencé a revolver la salsa, tratando de distraerme. No dije
nada más ya que mi cabeza trataba de procesar las noticias. Siempre supuse que
Edward aún tenía a su familia para ayudarle a lidiar con lo que sea que tuviera que
manejar en Chicago, sabiendo que necesitaría alguien con quien hablar para no caer
por completo en la oscuridad. El saber qué había cortado el contacto con ellos fue
sorprendente para mí y mi preocupación fue mayor, sabiendo que no había manera de
que él estuviera bien si no tenía a nadie. Yo había sacado a Edward a la superficie una
vez, ¿pero quién lo mantenía a flote ahora?

Esos pensamientos pesaron en mi mente por un tiempo mientras seguía hacia


adelante. En los meses que había estado allí, no había oído hablar de Alec para nada,
pero sabía que él me estaba vigilando a través de los demás. Nunca había tenido una
razón para llamarlo y francamente no tenía ganas de hacerlo... eso fue, hasta que
llegó junio y puso mi mundo de cabeza.

***

01 de junio, 2007

Me senté en el banco de metal del parque, agarrando con fuerza el sobre blanco en
mis manos mientras miraba hacia la nada. Acababa de salir de mi clase de arte y mi
portafolio estaba en el banco junto a mí, conteniendo todo el trabajo que había hecho
en las últimas cinco semanas. Más de una docena de pinturas, desde retratos hasta
paisajes, de naturaleza muerta a pinturas abstractas, cada uno representaba una
parte diferente de mí. Fue sorprendente lo terapéutico y personal que resultó ser la
pintura. El dibujo era técnico, las líneas y los detalles necesitaban estar perfectos para
dejarme satisfecha, podía perderme pintando, poniendo todas mis emociones en eso.
Cada una tenía un significado especial para mí, pero el arte es subjetivo, así que sabía
que cada persona veía algo totalmente diferente. Me gustó eso del arte, como cada
pieza de mi trabajo mantenía un mensaje oculto que solo yo sabía, era entretenido
escuchar a los demás tratando de descifrar el código.

Fuera de todo, sin embargo, el sobre que tenía en mis manos era la cosa más personal
que tenía conmigo. Dentro estaba parte de mi corazón, había derramado mi alma en
las líneas de ese papel. Miré el frente de la carta, examinando con mis ojos el nombre
escrito encima de la dirección…

Edward Cullen.

La había escrito la noche anterior, pero en vez de romperla, como solía hacer cada vez
que le escribía, la puse en un sobre y consideré realmente enviarla. Buscar la dirección
no fue difícil, ya que a Jasper se le había salido que Edward se estaba quedando en la

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1780


casa en la que habían crecido, Edward me la había mostrado cuando estábamos en
Chicago, así que sabía el nombre de la calle, y localizar el número de la casa fue tan
simple como buscar unos minutos en internet.

La había llevado a clases conmigo y horas más tarde todavía la sostenía, sin saber si
enviarla o no por correo. Me preocupada la manera en la que sería recibida, temiendo
que solo empeorara las cosas para él. Estaba tan absorta en mis pensamientos,
debatiendo qué hacer, que no escuché a la persona que se acercaba.

“Hermoso día, ¿eh?”

Salté, sorprendida, y volviéndome rápidamente para ver a un caballero algo mayor de


pie a un lado observándome. Estaba vestido de manera informal con pantalones
vaqueros y una camiseta, algo bronceado y su cabello oscuro estaba empezando a
tornarse gris. Me parecía vagamente familiar, como si lo hubiera visto antes, y de
inmediato me pregunté si era alguien que debería conocer, como un vecino o algo
parecido. Él sonrió cálidamente y le sonreí por cortesía, asintiendo con la cabeza. “Sí,
es un buen día.”

“El clima aquí es sorprendente. Siempre supe qué hacía frío en Washington, ya que
está muy al norte, pero de alguna forma la temperatura siempre está controlada.
Aunque, llueve más de lo que es de mi agrado,” dijo mientras daba los últimos pasos
en mi dirección, metiendo la mano en su bolsillo y sacando un paquete de cigarrillos.
Sacó uno y se lo puso entre los labios, tendiendo los demás hacia mí. “¿Quieres uno?”

“Oh, no, gracias,” le dije, sacudiendo la cabeza. “No fumo.”

“Ah, está bien,” dijo, poniendo de nuevo el paquete en su bolsillo. “Chica inteligente. Es
un mal hábito, así que no lo empieces.”

“No tengo la intención de hacerlo,” le contesté.

“¿Así que te gusta la lluvia?” Preguntó él, inquiriendo de nuevo sobre el clima a la vez
que encendía su cigarrillo. “Creo que nadie de por aquí está acostumbrado a ella de
todas formas, ¿eh?”

“Eh, supongo,” murmuré. “Yo realmente no soy de aquí, así que todavía estoy
aprendiendo a lidiar con ella.”

“¿Sí? ¿De dónde eres?” Preguntó, alzando las cejas con curiosidad. “Tienes un poco de
acento que no puedo descifrar. ¿Sur, tal vez?

“Sí, del sur. Phoenix,” le respondí.

“Así que estás acostumbrada al calor seco,” dijo él, asintiendo. “He estado en Arizona
unas cuantas veces. Bonito lugar. Entonces, ¿Qué te trae a Washington?”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1781


“Cambio de escenario,” le dije, encogiéndome de hombros con indiferencia. No estaba
del todo segura de cómo responder a esa pregunta, teniendo en cuenta que no había
tenido elección en la reubicación. Habló sobre el clima un poco más mientras que yo
continuaba apretando el sobre entre mis manos, traté de ser cortés y lo escuché. No fue
fácil, sin embargo, ya que su presencia me estaba poniendo nerviosa.

“¿Tienes una carta de amor ahí?” Me preguntó en broma después de un rato, al darse
cuenta de mi distracción. Me encogí de hombros, sintiendo el aumento de rubor en mis
mejillas ante la pregunta.

“Es para un viejo amigo,” le dije. Él sonrió, con un brillo pícaro en sus ojos al mirarme.

“Tomaré eso como un sí. Para que sepas, hay un buzón justo ahí,” dijo, señalando un
buzón azul a pocos metros en la orilla del parque. “Puedo llevarla realmente rápido por
ti, si lo deseas.”

Consideré su oferta por un segundo antes de negar con la cabeza. “No, gracias,” le
dije. “Aún no he decidido si debo enviarla o no.”

“Ah, comprensible. Sin embargo, si vas a enviarla, asegúrate de que él lo vale. Una
chica bonita como tú no debería conformarse con menos que lo mejor,” dijo,
guiñándome un ojo. “¿Así que eres es un artista?”

Lo miré sorprendida, preguntándome por qué me hacía esa pregunta, luego me di


cuenta de que estaba mirando mi portafolio. Inmediatamente me sentí culpable ya que
estaba ocupando toda la banca, me pregunté si debía ser más cortés y ofrecerle que se
sentara. “Estoy tomando algunas clases pero no creo que deba ser llamada artista,”
murmuré, agarrando mi portafolio nerviosamente.

“Oh, estoy seguro de que eres maravillosa,” respondió él, dejando caer su cigarrillo al
suelo y pisándolo. Me tendió la mano, sonriendo. “¿Te importa si echo un vistazo?”

Dudé antes de mostrárselos, mirándolo ansiosamente cuando comenzó a ver pintura


tras pintura. Sacó una y la sostuvo en alto, devolviéndome el resto “Mira, esta, esto te
hace un artista,” dijo admirando la pintura. Sonreí ante el cumplido y vi que era un
abstracto, principalmente a base de rojos profundos, naranjas y amarillos. Había
manchas azules y verdes, alrededor de una forma negra en el centro.

“¿Qué aspecto tiene para usted?” Le pregunté con curiosidad. Se encogió de hombros,
sin dejar de mirarlo.

“Me parece ver un agujero negro absorbiendo todo, toda la calidez y la felicidad
desapareciendo de la vida por su causa,” respondió. Me miró con una expresión de
curiosidad, y sonreí ante su respuesta, porque sabía que él esperaba alguna clase de
confirmación de mi parte. Nunca contradecía las teorías que las personas daban a mis
pinturas, a pesar de que estuvieran equivocadas. Los colores cálidos representaban mi

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1782


vida en Phoenix y los colores fríos tratando de alcanzarlos, eran mi nueva vida
emergiendo y borrando el pasado. La figura en negro era yo, porque era todo lo que yo
había sido. Alguien sin nombre, sin rostro. En aquel entonces, yo no era nadie.

“Me alegro de que le guste,” le dije tomándola de sus manos, y devolviéndola a mi


portafolio.

“Una persona tendría que estar ciega como para no hacerlo. Obviamente tienes
talento,” dijo, con la voz genuinamente amable. Él comenzó a palmear sus bolsillos,
mirando a su alrededor. “Oye, ¿por casualidad tienes un teléfono que me puedas
prestar un momento? He olvidado el mío en la casa y no sé dónde hay un teléfono
público por aquí.”

“Sí, claro,” le dije, tratando de alcanzar mi teléfono. Jasper siempre prestaba el suyo,
así que no vi nada malo en ello. Se lo ofrecí, y él lo tomó, abriéndolo con una sonrisa.
Caminó unos metros de distancia buscando privacidad mientras apretaba los botones,
lo llevó a su oído y esperó.

Suspiré y agarré la botella de agua que tenía en mi mochila, me quedé mirando


alrededor del parque mientras me tomaba lo que quedaba. El agua estaba tibia y
sabía algo raro después de haber pasado todo el día en mi mochila, pero estaba
sedienta, así que no le di importancia. Miré nuevamente hacia el hombre y vi que se
dirigía de nuevo hacia donde yo estaba, devolviéndome el teléfono.

“Gracias,” respondió a la vez que yo dejaba caer la botella vacía de vuelta en mi


mochila. Extendió su mano al ver la botella, sonriendo cálidamente. “Dame, déjame
tirar eso a la basura. Es lo menos que puedo hacer, ya que me dejaste usar tu
teléfono.”

“Gracias,” le dije, agradecida por el gesto. Le entregué la botella y su sonrisa creció.

“No hay de qué. Soy Joe, por cierto. No me presenté antes.”

“Eh, yo…” Empecé a decir, pero antes de que pudiera pronunciar mi nombre una voz
fuerte se escuchó detrás de mí, enviando un escalofrío por mi espalda.

“¿Qué demonios crees que estás haciendo?”

Me volví rápidamente, con mi corazón martilleando por el miedo, viendo al doctor


Cullen a unos metros de distancia de nosotros. Confundida, empecé a tartamudear, sin
saber por qué estaba aquí o qué había hecho yo mal, pero poco a poco me di cuenta
de que él ni siquiera me estaba mirando a mí. Sus ojos estaban fijos en el hombre que
acababa de presentarse como Joe, con una expresión de ira intensa.

“Ah, Carlisle, que gusto verte,” dijo Joe casualmente, el hecho de que ellos dos se
conocieran me dejó asombrada. “¿Qué te trae a Seattle el día de hoy?”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1783


“Yo podría preguntarte lo mismo,” dijo el doctor Cullen intencionadamente, caminando
hacia nosotros. “Y se lo he dicho antes, prefiero que me digan doctor. Solo mis amigos
y familiares me llaman Carlisle, y usted no es ninguno de los dos.”

“Es cierto,” dijo Joe. “Me disculpo, doctor Cullen. Se me debe haber olvidado.”

“Eso no es lo único que parece haber olvidado,” dijo el doctor Cullen, sus ojos mirando
rápidamente hacia mí. “Pensé que le había dejado claro que debía mantenerse lejos
de mi familia.”

“¿Familia?” El hombre dijo, mirándome con una sonrisa divertida. “Esa es una
interesante elección de palabras.”

“Usted sabe muy bien que ella es considerada parte de mi familia y no toleraré que la
victimice,” dijo el doctor Cullen bruscamente.

“¿Qué la victimice?” Joe dijo, riéndose. “Eso es algo irónico, dada la situación. ¿No
cree?”

“No tiene nada qué hacer con ella,” dijo el doctor Cullen, ignorando su pregunta.

“Oh, se equivoca, tengo mucho que hacer con ella y sabe exactamente de qué estoy
hablando,” respondió.

“No la necesita,” dijo el doctor Cullen. “Sabe muy bien que acordamos que la dejarían
fuera de todo esto.”

“Estoy muy consciente de nuestro acuerdo, doctor Cullen, pero en serio no puede creer
que simplemente confíe en usted, ¿verdad?” Preguntó Joe. “Voy a dejarla en paz si
usted no me obliga a hacer lo contrario, pero necesito algo con qué respaldarme. Algo
así como un depósito de garantía.”

“Ella no lo es,” dijo el doctor Cullen con rabia, sus ojos oscurecidos por la ira. Se volvió
hacia mí y me puse tensa, su conversación me confundió. “¿Te dijo quién era?”

“Eh, dijo que su nombre era Joe,” murmuré. “Eso fue todo.”

“¿Joe?” El doctor Cullen dijo sorprendido, mirando al hombre. “Vaya agente DiFronzo,
¿estaba tratando de engañar a la chica?”

“¿Agente?” Espeté, la palabra me pilló desprevenida. El hombre permaneció


congelado en su lugar mientras que el doctor Cullen asentía.

“El agente especial Joseph DiFronzo, del Departamento de Justicia de EE.UU,” dijo el
doctor Cullen.

“¿Él es un policía?” Le pregunté, mirándolo con sorpresa. Mi corazón latía con furia
mientras trataba de pensar en nuestra conversación, esperando no haber dicho nada

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1784


incriminatorio.

“Él no es solo es un policía,” respondió el doctor Cullen. “Es el agente federal que está
supervisando mi caso.”

“Yo, eh... Le juro que no lo sabía, doctor Cullen,” tartamudeé. Él levantó la mano para
que dejara de hablar, sacudiendo con la cabeza.

“Sé que no sabías, dolcezza. No te preocupes. Él no tiene bases legales para hablar
contigo y lo sabe. No tiene pruebas de nada,” respondió.

“Está equivocado,” dijo el hombre. “Tengo las pruebas, solo que no puedo usarlas sin
la chica.”

“Y no tendrá a la chica,” dijo el doctor Cullen bruscamente.

“Ya veremos.”

El doctor Cullen me miró con expresión seria. “¿Tomó algo tuyo o le diste algo?”

“Eh... él me pidió prestado el teléfono,” murmuré con nerviosismo. El doctor Cullen


suspiró con fastidio caminando hacia mí y extendiendo su mano.

“Dámelo,” dijo con firmeza. Cogí el teléfono y se lo entregué, observando como lo abría
y sacaba la batería. Le lanzó al hombre una mirada de enojo, sorprendiéndome
cuando saco el pequeño chip negro. Lo tiró al suelo y lo pisoteó, sacudiendo la cabeza
mientras me devolvía el teléfono. “Él tiene tu número ahora, así que necesitas uno
nuevo. No me sorprendería si también tiene interceptada toda tu correspondencia. ¿Eso
fue todo?”

“Sí,” le dije, aturdida. “Bueno, quiero decir, él se ofreció a tirar mi botella a la


basura…”

“Devuélvasela,” dijo el doctor Cullen, mirando al hombre. “Llamaré a mi abogado si es


necesario.”

El hombre lo miró furioso antes de entregarme la botella. La tomé con cuidado, sin
saber por qué tanto alboroto si era solo basura. “Si usted quiere su ADN, agente
DiFronzo, consiga una orden judicial para ello. No trate de engañarla,” dijo
bruscamente antes de volverse hacia mí. “Deberías ir a casa. Voy a encargarme de
esto. Por favor, ten más cuidado.”

“Sí, señor,” murmuré, levantándome de un salto y agarrando mis cosas. Oí al hombre


reír amargamente cuando empecé a alejarme.

“Nos estaremos viendo, Isabella Swan.”

***

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Nunca estuve del todo segura en aquel momento de qué era lo quería ese agente
federal de mí, cuál era el propósito de obtener mi ADN o interceptar mi
correspondencia, pero estaba claro que se trataba de una situación grave. Alec se
había puesto furioso, porque si se supiera que había estado hablando con el agente a
cargo del caso del doctor Cullen, no importaba lo inocente que la conversación haya
sido, él sería el único que tendría que pagar las consecuencias. Me verían como una
traidora, lo que a su vez haría lucir a Alec como una rata ya que él había respondido
por mí. Era muy obvio que aquel hombre era muy consciente de quién era yo y de
dónde había venido, y la noche después del incidente, cuando lo vi parado en la calle
frente al edificio donde vivía, me di cuenta de que no tenía intención de rendirse y
marcharse.

Fue entonces cuando supe que tenía que hacerlo, por el bien de todos los que me
importaban. Tomé mi teléfono esa noche, después de que Jasper se durmiera, y
encontré el número en mi agenda, haciendo la primera de las que terminarían siendo
muchas llamadas a Alec Evanson.

“¡Isabella!” La voz de Emily subió por las escaleras sacándome de mis pensamientos.

“¿Qué?” Grité, poniendo mi teléfono en la cama otra vez, mientras caminaba hacia mi
cómoda. Saqué un par de pantalones cortos y una camiseta sin mangas, vistiéndome
rápido y poniéndome unas sandalias.

“¿No tienes ni una gota de maldito licor en esta casa? ¿Qué eres, una jodida monja?”

Me reí mientras entraba al baño, recogiendo mi cabello para despejar mi cuello.

Me quedé allí un momento observando mi reflejo, viendo las bolsas oscuras debajo de
mis ojos y notando que me veía casi tan horrible como me sentía.

“No importa, ¡Ya lo encontré!” Emily gritó.

Sacudí mi cabeza, ya que estaba segura de que era demasiado temprano para estar
consumiendo alcohol, y me dirigí nuevamente al dormitorio. Miré el reloj, viendo que
faltaban pocos minutos para las diez, y me senté en el borde de la cama mientras
tomaba mi teléfono de nuevo. Mi mano temblaba nerviosamente mientras buscaba a
través de mis contactos, deteniéndome cuando llegué al número de la casa de Alec.
Tenía su número de teléfono celular, pero él me había pedido que solo lo usara para
emergencias, prefiriendo que dejara un mensaje en su casa.

El teléfono sonó un par de veces y contuve mi respiración al oír el clic. “¿Hola?”

Dejé escapar un suspiro de alivio al oír la voz suave y femenina, hablar con ella era
mucho más fácil que hablar con su marido. “Hola, Esme.”

“¡Isabella!” Gritó. Sabía que mi número de teléfono móvil estaba bloqueado así que

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salía como privado en su identificador de llamadas, por lo tanto no había manera de
que ella supiera que era yo la que llamaba. “¿Cómo estás?”

“Estoy bien. ¿Cómo estás tú?”

“Estoy bien. En realidad estaba a punto de salir cuando oí el teléfono. Me alegra que
hayas llamado, ha pasado mucho tiempo.”

“Lo sé. He estado… ocupada,” le dije tímidamente, sintiéndome culpable.

“No hay necesidad de que te disculpes muchacha. No necesito una explicación.


Entiendo que tengas cosas que hacer. Sin embargo, me alegro de que estés bien. Me
preocupo por ti.”

“Sé que sí. Te prometo que estoy bien, pero,” le dije. “¿Está Alec allí? Él llamó esta
mañana.”

“¿Lo hizo?” Me preguntó en tono sorprendido. “No, él salió temprano. Dijo que tenía
algunas cosas por hacer en el club.”

“Oh, está bien,” dije, dándome cuenta de que probablemente él estaba llamando por
la boda. “¿Puedes decirle que he llamado?”

“Claro, cariño.”

“Gracias,” le dije en voz baja. “Así que, eh... ¿ya ha llegado? ¿Sabes algo?” De repente
sentí náuseas y me mordí el labio, tratando de contenerme.

“No lo creo,” respondió ella. “Estoy bastante segura de que ya me hubiese enterado.”

“Gracias,” le dije otra vez, la culpa y agradecimiento que sentía, abrumador. “No
tenías por qué hacerlo, lo sabes. ¿Alec lo sabe?”

“Todavía no, pero es un hombre inteligente,” respondió Esme. “En el momento en que
Edward mencione la pintura que le he enviado por su cumpleaños, Alec sabrá
exactamente de dónde ha venido. De hecho, si Edward no lo adivinara eventualmente
sería sorprendente. Pero, para ser sincera, en su condición...”

“¿Su condición?” Pregunté cuando ella se quedó callada, sin entender.

“Mala elección de palabras. Quiero decir, dada la situación, él ha estado ocupado y


distraído. Ya sabes cómo es.”

“Sí,” respondí, aunque todavía me tenía confundida. Su tono había cambiado y


parecía nerviosa de repente. “¿Está todo bien Esme?”

“Por supuesto, cariño,” dijo. “De todos modos, debo irme. Tengo mucho que hacer
hoy.”

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1787


“Está bien. Fue un placer hablar contigo,” le respondí. “Este, ¿vas a, eh...”

“Ver a Edward,” dijo ella, sabiendo exactamente a donde se dirigían mis palabras.
“Voy en camino hacia allá, en realidad.”

“Oh. ¿Puedes desearle un feliz cumpleaños de mi parte?” Le pregunté, mi corazón latía


salvajemente. Era el vigésimo cumpleaños de Edward, el segundo que me perdía, y en
ese momento yo no quería nada más que estar con él a pesar de que sabía que no era
posible.

“Por supuesto que puedo.”

Le di las gracias de nuevo y colgué, tratando de contener las lágrimas que


amenazaban con derramarse otra vez. Tenía un largo día por delante y tenía que
mantener mi cordura.

Agarré mis cosas y me dirigí de nuevo hacia las escaleras, para encontrar a Emily en la
sala, mirando una de las pinturas en la pared. “¿Qué ves?” Le pregunté. Ella saltó, al
no haberme oído, y se volvió rápidamente mientras apretaba su pecho. Vi la pajilla que
sobresalía de su taza de Starbucks y rodé los ojos, sabiendo que ella lo había cargado
con alcohol.

“Veo a una chica que necesita un buen polvo,” dijo sarcásticamente mientras me
examinaba de nuevo. “También necesita un poco de maquillaje para las bolsas debajo
de sus ojos y una pedicura si es que va a estar usando sandalias.”

“Eso es gracioso,” le respondí. “Porque yo veo a una chica cuyos planes para la noche
de repente se vienen abajo.”

“Tú no lo harías,” dijo, entrecerrando los ojos al mirarme. “¡He estado esperando este
día durante semanas!”

“Lo haría,” le dije, sonriendo. “Pero no lo haré. Tienes suerte de que te amo, aunque
seas una mandona.”

“Gracias a Jesús por esa mierda,” dijo ella, colocando la pajilla en sus labios para
tomar otro sorbo. “Vamos, empecemos a movernos antes de que se nos haga tarde. Tú
manejas... obviamente.”

“Obviamente,” murmuré, mientras ella pasaba frente a mí saliendo de la casa. Agarré


mis gafas de sol y cerré, sonriendo mientras salía. Estaba bastante cálido, la
temperatura debería estar alrededor los noventa grados, y el sol brillaba con fuerza sin
una nube a la vista. El calor no me molestaba, ya que me había acostumbrado a él al
crecer, y disfruta del despejado clima de verano. Incluso había conseguido un poco de
color en mi piel, algo que nunca había pensado que fuera realmente posible.

Presioné el botón del llavero para abrir el coche y Emily se deslizó en el asiento del

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pasajero, gritándome para que me diera prisa. Observé el vehículo mientras me
acercaba, admirando las brillantes llantas y el elegante cuerpo plateado, e
inmediatamente pensé en Edward. Me había quedado con su coche, a pesar de que
Alec había tratado de convencerme de deshacerme de él, porque era una gran parte
de Edward de la que no podía soportar separarme. Por muy tonto que fuera, Edward
había amado este coche, y cada vez que lo manejaba me acordaba de su afecto a él.
Era reconfortante en cierto sentido, y aunque escuchaba todo lo que Alec me decía y
seguía todas sus instrucciones, hice a un lado mi incomodidad y tomé una decisión
respecto al coche.

Me subí en el asiento del conductor y encendí el coche, presionando el botón para


bajar la capota. Emily se acomodó en su asiento y subió los pies sobre el tablero,
haciendo que me encogiera.

“Pon tus pies en el suelo,” le dije.

“No lo estoy maltratando.”

“Bájalos.”

“Es solo un coche.”

“En serio, ¿tenemos que hacer esto todo el tiempo? Baja tus pies del tablero o bájate y
camina. De cualquier manera me parece bien,” le dije. Ella resopló y dejó caer sus
pies, acomodándose en el asiento.

“Me saca de quicio la obsesión que tienes con este maldito coche,” dijo ella,
sacudiendo la cabeza. “Es un Volvo, Izzy. Las únicas personas que tienen un Volvo son
amas de casa republicanas y madres del fútbol. Te juro que nunca he visto uno que no
tenga uno de esos stickers “Mi hijo es un estudiante de cuadro de honor” en la parte de
atrás. Nunca entendí eso, de todas formas. Es decir, ¿No están todos los niños en el
maldito cuadro de honor de estudiantes en la primaria? ¿Ellos en serio registran quién
es el mejor en la escuela primaria ahora? ¿No dicen que es, como, matar su autoestima
o algo así? Estamos convirtiendo las próximas generaciones en maricas, ¿sabes? Ya ni
siquiera pueden jugar a perseguirse en el recreo, así que, por supuesto, quemados
tampoco. Es ridículo. Y escuché en las noticias acerca de un niño de primer grado que
fue suspendido por besar a una niña en la mejilla. Y yo, ¿qué coño? No es como si
estuvieran en la secundaria y él la estuviera manoseando o recibiendo una mamada o
algo así. Eso lo entendería. A la mitad de los chicos de mí secundaria les daban
mamadas debajo de las gradas entre clases y los profesores solo los ignoraban.
Mierda, probablemente a ellos también se las mamaban algunas de las alumnas,
putos viejos cachondos. ¿Fue igual en tu secundaria?”

Ella me miró con curiosidad y yo asentí, pensando que era mejor seguirle la corriente a
lo que decía. “Necesitas bajarle dos a la cafeína,” le dije, con la esperanza de distraer

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1789


su atención. “No creo que respiraras entre todas esas tonterías que dijiste.”

“Muy graciosa,” dijo sarcásticamente. “¿Dónde están tus vaqueros de mamá? Irían a la
perfección con tu Volvo.”

Me reí mientras sacaba el coche de la entrada y salía a la calle. Emily habló sin parar
durante todo el viaje de lo primero que le viniera a la mente, como solía hacer siempre.

A veces me preguntaba si ella simplemente amaba escucharse hablar, teniendo en


cuenta que casi nunca necesitaba hablar de mí en las conversaciones. Aunque, lo
prefería así. Mientras menos preguntara, menos tenía que mentir.

El estacionamiento estaba bastante desierto cuando llegamos y entré en el primer


lugar que vi. Después, presioné el botón para subir de nuevo la capota antes de
apagar el coche y salir.

Al contemplar el edificio de ladrillos desgastados, puse mi atención en el gran letrero


descolorido que colgaba sobre la entrada lateral.

Rainbow Art Studio

Oakland, CA

California. Alec me había sugerido dejar Seattle después del incidente en el parque, y
dijo que me ayudaría a establecerme en otro lugar por un tiempo, hasta que terminara
el juicio del doctor Cullen, pero yo ya había elegido el lugar por mí misma. Sin
embargo, había estado pensando en irme antes de que él siquiera lo mencionara, por
lo que no había sido tan difícil tomar una decisión. Por mucho que apreciara todo lo
que Jasper había hecho por mí, yo sabía que tenía que seguir mi propio camino. La
memoria de Edward permanecía intacta, había recuerdos de mi vida anterior en todas
partes, y sabía que necesitaba empezar de nuevo si quería realmente darle una
oportunidad al ser libre. El estar alrededor de personas que sabían lo que había sido
hacía que una parte de esa chica permaneciera dentro de mí, y hasta que no dejara
esa vida nunca sería capaz de dejar atrás por completo esa identidad.

Me fui igual que como Edward lo hizo, y por eso me sentía culpable, pero me pareció lo
mejor, dada la situación. Esperaba que no me guardaran rencor, pero una parte de mí
siempre sintió temor de que ellos no fueran capaces de entender. Les escribí una nota,
explicando que necesitaba un poco de tiempo para mí, y la pegué con cinta adhesiva a
la puerta de mi dormitorio en el apartamento antes de partir a California.

Alec encontró la casa y pidió algunos favores para inscribirme en la escuela de arte
local después de la fecha límite, pero antes de irme estableció algunas reglas básicas.
Dijo que eran simplemente sugerencias para hacer la transición más fácil, pero yo no
era una ignorante, sabía que él esperaba que siguiera cada palabra al pie de la letra.
Me dijo que el agente federal no dejaría de buscarme, esperando de alguna manera

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convencerme o chantajearme para que cooperara, por lo que era necesario tomar
ciertas precauciones para no ser localizada. Sabía que él tenía buenas intenciones por
lo que hice exactamente todo lo que me dijo… salvo deshacerme del coche.

“Acabemos con esto,” dijo Emily, quitándole la tapa al vaso y engullendo el resto de su
bebida. Se estremeció, por lo caliente de la bebida o tal vez por el licor que le había
puesto, no estaba segura, y se dirigió hacia la entrada. Sonreí cuando me acerqué al
edificio y escuché el caos masivo en el interior, los pasos chirriantes y atronadores,
pero Emily refunfuñó. “Recuérdame otra vez por qué hago esto.”

“Dijiste que eran mucho más fáciles de tratar que los tipos intelectuales Artsy-Fartsy
que hablan en haikus y se toman a sí mismos demasiado en serio,” le dije, recordando
su resumen exacto del día en que le había preguntado al respecto. (N.T. Artsy-Fartsy:
Se utiliza para describir a una persona que hace arte extraño solo por ser “artístico” o
a la técnica que esa persona usa. Artsy-Fartsy es generalmente una mala obra de
arte, algo tan raro y difícil de entender, que las personas simplemente asumen que es
genial)

“Así es,” respondió ella, sonriendo. “Nunca confíes en un hombre con boina y con
acento francés, Isabella. O es gay o un estafador. Confía en mí.”

Me reí mientras negaba, ni siquiera quería saber la historia detrás de esa declaración.

Abrió la puerta e hice una mueca por el ruido cuando entré en la habitación. En cuanto
la puerta se cerró una forma vino directo hacia mí y me preparé para el impacto, pero
ya era demasiado tarde. Se estrelló contra mí y me tambaleé hacia atrás, perdiendo el
equilibrio y cayendo a medida que envolvía sus brazos alrededor de mi cintura.

“¡Isabella!” La voz chilló. Le sonreí a la niña mientras ella me miraba con adoración,
con su grueso cabello cayendo sobre su rostro y cubriéndolo parcialmente de la vista.
Dejé de ver sus ojos cuando me levanté, sacudiendo mi ropa distraídamente.

“Hola, cariño,” le dije con gusto a la niña, que se llamaba Chelsea.

“Son animales, lo juro,” murmuró Emily. La miré y comencé a reír cuando vi que ella
tenía dos niños pequeños aferrados a sus piernas, lo que dificultaba su capacidad de
caminar. “Qué bueno que me gustan los zoológicos.”

Una señora mayor llamada Shelly me asintió con la cabeza brevemente,


silenciosamente diciendo que eran todos míos, antes de salir corriendo por la puerta a
toda prisa. “Está bien, cálmense, niños,” les grité. Algunos me miraron al oír mi voz,
pero la mayoría me ignoró por completo, sin dejar de correr y gritar. Emily suspiró
exasperada, poniendo sus dedos en su boca y silbando con fuerza. El ruido resonó en
la habitación, rebotando en las paredes y calmando a todos de inmediato.

“A sus asientos, monstruos,” dijo Emily. Ellos empezaron a cooperar y le di unas

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palmaditas en la cabeza a Chelsea, que todavía tenía sus brazos alrededor de mi
cintura, y en voz baja le dije que fuera a su asiento. Ella se soltó a regañadientes,
dando saltitos hacia su silla y hundiéndose en ella mientras Emily y yo comenzábamos
a entregar los materiales.

The Rainbow Art Studio era una pequeña habitación unida al centro comunitario local,
donde Emily y yo dábamos clases de arte para niños de escasos recursos. Su nombre
era irónico, porque la verdad era que no había nada brillante ni colorido en el lugar.
Las paredes eran de un pálido color marrón y la pintura se estaba pelando, el edificio
era viejo y se estaba cayendo a pedazos. El techo tenía goteras y el aire acondicionado
estaba sobrecargado, incapaz de mantener la habitación a una temperatura decente.

La mayoría de los niños que acudían al centro comunitario no tenían familia, estaban
bajo la tutela del Estado en hogares temporales, y el resto procedían de hogares rotos,
donde sus padres tenían un historial de adicción a las drogas y actividad delictiva.
Cada uno de ellos había sido considerado “en riesgo” por el estado de California, en
peligro de seguir los pasos de los adultos en sus vidas o incluso desaparecer por
completo en el sistema. Eran tan jóvenes e inocentes, entre las edades de cuatro y siete
años, pero yo sabía que todos estaban a un paso de vivir la vida que yo había vivido
una vez. La niña que me había abrazado, sobre todo... su madre desapareció cuando
ella era un bebé y su padre había tratado de venderla por dinero para comprar drogas.

Uno de mis profesores lo había mencionado en clase un día, buscando a alguien para
enseñar o de lo contrario el programa sería cerrado. Nadie se ofreció, a pesar de que
era por créditos, porque nadie quería tratar con niños de forma gratuita. Me acerqué a
la profesora nerviosamente después de clases ese día para hablar sobre el programa
y ella estaba encantada, y la mañana siguiente me acerqué a Emily para ver si a ella
le gustaría ayudarme. Estuvo renuente... hasta que se enteró de que podía salirse de la
sesión de verano obligatoria a cambio de voluntariado.

Pasamos dos horas pintando y dibujando con los niños, y para cuando la clase terminó
yo estaba agotada. Shelley regresó a cuidarlos mientras nos despedíamos y Chelsea
me siguió hasta la puerta, sonriendo alegremente con una de sus pinturas. “¡Te hice a
ti!” Exclamó ella.

Me eché a reír y lo agarré, mirando la distorsionada figura de palitos con la cabeza


anormalmente grande y el pelo largo y castaño. Había una gran boca roja en la cara y
un gran sol amarillo en el cielo, su vivacidad me hizo sonreír.

“Es hermoso,” le dije con entusiasmo.

“Te lo puedes quedar.”

“¿En serio?” Le pregunté. “¿Qué tal si lo dejamos aquí por ahora y me lo llevo
mañana? ¿De acuerdo? Es muy bueno.”

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“¿Crees que es bueno?” Preguntó ella, sus ojos se iluminaron. “¿Puedo ser un artista
como tú algún día?”

Sonreí. “Por supuesto. Puedes ser lo que quieras ser, ya sabes.”

“¡Gracias!” Dijo, casi derribándome con un abrazo. Le regresé el abrazó y le dije que la
vería pronto, antes de caminar hasta el coche donde Emily ya estaba esperándome.

Conduje de vuelta a mi casa y Emily dijo que tenía algunas cosas que hacer y que me
hablaría más tarde esa noche, subiendo a su Mercedes y saliendo a toda velocidad por
la calle. Me dirigí al interior y me fui de inmediato al piso de arriba, subiendo de
inmediato a la cama para tomar una siesta. En el momento en que cerré mis ojos caí en
la inconsciencia y empecé a soñar con Edward, su imagen en mi mente era tan real
que dolía. Estaba sentado frente a su piano, sus dedos rozaban ligeramente las teclas
pero no las presionaban, no había notas reproduciéndose. Él no habló ni levantó la
vista por un tiempo, nada más que Edward y silencio en la oscuridad.

Me deleitaba en él, mis ojos recorrían su forma y absorbían su cuerpo tonificado. Él no


llevaba camisa y podía ver los contornos de sus músculos, el ascenso y caída de su
pecho al respirar, y la crudeza de los tatuajes oscuros contra su pálida piel. Su cabello
era un desastre como siempre, apuntando en todas las direcciones imaginables y
cayendo delante de sus ojos mientras miraba hacia las teclas. Pude ver la cicatriz en su
cara, un recordatorio de lo que había sufrido, y de repente deseé tocarlo.

“Tesoro,” escuché la palabra susurrada en su voz, aunque su posición no había


cambiado y no había visto su boca moverse. “Ti amo.”

“También te amo.”

“Nadie más, solo tú,” susurró. “Sempre.”

“Sempre.”

“Tú eres mi vida,” dijo. “Moriría sin ti.”

“Soy tuya,” le respondí. “Siempre lo he sido.”

“Perdóname,” susurró.

“¿Por qué?”

“Destruyo todo lo que toco.”

“No me has destruido,” respondí.

“Todavía no,” dijo a la vez. “Pero lo haré... si tú lo permites.”

“No,” respondí. “Tú no me harías daño.”

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“Ya te he hecho daño,” dijo. “Te abandoné.”

“No tenías otra opción.”

“Siempre tenemos una opción,” respondió. “Puede que no sea la que más nos guste,
pero siempre hay una opción. De eso se trata la vida. Todos tenemos libre albedrío,
Isabella, incluso si no somos libres.”

“¿Qué otra opción tenías?”

“Me podría haber quedado contigo, pero probablemente te hubiera destruido,” susurró,
las palabras apenas audibles. “En lugar de eso, me destruí a mí mismo.”

Poco a poco se volvió hacia mí y levantó la cabeza, el corazón me latía con furia
mientras él miraba directamente hacia a mí. En lugar del verde brillante y vibrante que
esperaba encontrar, no había nada más que oscuridad. Sus ojos eran negros y sin
vida, y jadeé cuando se agarró el pecho. Por encima de su corazón, donde las palabras
“II tempo guarisce tutti i mali” estaban escritas en tinta indeleble, un pequeño círculo
negro apareció. Vi horrorizada cómo comenzó a expandirse, tomando toda la zona. Su
rostro se retorció de dolor y yo grité, asustada, a medida que la oscuridad comenzaba
a apoderarse rápidamente de todo su cuerpo.

“¡Edward!” Grité. “¡No, Edward!”

“La mia bella ragazza,” dijo en un susurro ahogado, desapareciendo de repente en la


oscuridad.

Me senté bruscamente en la cama, hiperventilando y luchando por respirar. Mi pecho


ardía como si estuviera en llamas y me sentía mal, las lágrimas corrían por mi rostro y
nublaban mi visión. Dejé de tomar todos los medicamentos después de dejar Seattle y
cortar el contacto con el doctor Cullen, y las pesadillas habían regresado en cuestión
de días. No era la primera vez que tenía la de Edward siendo consumido por la
oscuridad, pero era una a la que nunca me acostumbraría, una que me perseguía y se
aprovechaba de mis peores temores.

Miré el reloj, parpadeando rápidamente, y me quedé sin aliento cuando vi que


pasaban de las siete de la tarde. Salté de la cama y mis piernas temblaron, pero
mantuve el equilibrio y me dirigí al cuarto de baño. Se me hacía tarde y tenía que
darme prisa o no habría manera de llegar a tiempo.

Me duché rápidamente y sequé mi cabello antes de agarrar la bolsa blanca de la


tintorería de la parte de atrás de la puerta de mi armario y me puse el vestido color
crema que estaba dentro. Agarré mis zapatos y me los puse, entrando al cuarto de
baño para aplicarme rápidamente un poco de maquillaje.

Rara vez me molestaba en usarlo, pero estaba nerviosa y sentía como que debería,

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sabiendo que todos los demás lo llevarían puesto a donde iba. Recogí una parte de mi
cabello hacia atrás y la aseguré con un broche, dejando que el resto cayera en ondas
sutiles por mi espalda. Algunos mechones colgaban alrededor de mi cara y los hice a
un lado, mirando mi reflejo brevemente.

Seguía siendo la misma, aunque un poco mayor y un poco más madura por el paso del
tiempo, y de inmediato me pregunté si Edward había cambiado algo. Me pregunté qué
estaba haciendo, el sueño de antes me abrumaba en gran manera. ¿Estaba pensando
en mí? ¿Se preguntaba alguna vez qué había sido de mí? ¿Le preguntaba a alguien
por mí?

Suspirando, apagué la luz y salí, sabiendo que no tenía tiempo para pensar en
preguntas que no tenían respuestas. Podría preguntar, por supuesto, y Esme
probablemente me diría la verdad, pero una parte de mí tenía miedo de oírla. Mucho
tiempo había pasado y oficialmente habíamos estado separados más de lo que alguna
vez habíamos estado juntos. ¿Podría él amarme todavía?

Manejar a través de San Francisco se sintió como una eternidad, cada segundo me
ponía más nerviosa que antes. El estacionamiento de la Galería de Arte, cerca de la
Universidad de las Artes de California estaba lleno, la enorme cantidad de coches me
tenía nerviosa, pero luché para no perder el equilibrio. Aparqué y poco a poco me dirigí
al edificio, deteniéndome en la puerta donde un hombre estaba de pie con un montón
de papeles en la mano.

“¿Nombre?”

“Isabella,” le dije rápidamente, antes pausar para tomar una respiración profunda.
“Isabella Smith.”

Echó un vistazo a sus papeles y me mordí el labio, todavía nerviosa de usar el nombre
después de un año.

Fue una de las cosas que Alec había sugerido, usar una identidad completamente
nueva para mantenerme en un bajo perfil mientras estaba en California. Dijo que era
prudente mantener Isabella del mismo modo, porque si no reconocía mi nombre
cuando me llamaran levantaría sospechas, y en cambio había escogido el apellido
más común en el país para mí. Había más de un centenar de Isabella Smith en Estados
Unidos, así que si de alguna manera ellos consiguieran mi alias, todavía les tomaría
un tiempo localizarme. Tanto tiempo, que con suerte, cuando finalmente me
encontraran ya no valdría la pena. Esa fue la razón principal por la que había cortado
todo contacto con todos a excepción de Alec, por miedo de que cualquier tipo de
comunicación pudiera arrastrar a otros a esta situación y eventualmente, condujera al
Agente DiFronzo directamente hacia a mí.

“Ah, sí, la señorita Smith,” dijo, sonriendo mientras hacía un gesto para que entrara.

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“Su invitado ya ha llegado.”

“Gracias,” le respondí, entrando en la galería. La iluminación era cálida y la atmósfera


parecía acogedora, con suave música clásica sonando desde los altavoces superiores,
pero me sentía muy fuera de lugar entre la gente vestida con ropa elegante.
Caminaban alrededor, admirando todo el trabajo de arte en las tribunas y en las
paredes adornadas, charlando tranquilamente entre sí mientras bebían champán.

Lentamente caminé por la galería y oí risas cuando llegué a la parte trasera, el sonido
instantáneamente alivió un poco mis nervios. Vi a Emily en un rincón, de pie al lado de
un hombre en un traje azul, los dos miraban un cuadro familiar. El calor se extendió
por todo mi cuerpo al verlo, mi corazón casi se detuvo cuando leí la pequeña placa.
Artista: Isabella S.

Las exposiciones de la galería de San Francisco usualmente estaban reservadas para


artistas experimentados, estudiantes de posgrado y para personas del staff, pero una
de mis profesoras había estado tan conmovida por mi trabajo que envió algunas de
mis pinturas. Ellos renuentemente habían aprobado dos de ellas después de un poco
de persuasión, un abstracto y un paisaje, y luego me enviaron una invitación para mí y
un invitado para asistir al evento. Emily había estado extasiada cuando la invité,
porque al parecer le gustaba mucho alguien del campus de San Francisco que estaría
allí. No sabía nada sobre él, pero basándome en su lenguaje corporal y en su risita
coqueta, me aventuraba a adivinar que era el del traje azul.

“¡Isabella!” Exclamó ella al verme, agitando su mano para que me uniera a ellos. El
hombre se volteó y sonrió ampliamente, mostrando un par de hoyuelos profundos y
perfectos dientes blancos. Tenía la piel broceada y el cabello negro, ojos oscuros y
misteriosos.

“Hola,” murmuré.

“Buenas noches,” dijo el hombre.

“Isabella, este es Seth Clearwater. Seth, esta es mi amiga, Isabella, de la que te estaba
hablando,” dijo Emily.

“¿La Isabella?” Preguntó, mirando mi pintura antes de volverse hacia mí. Asentí con la
cabeza y su sonrisa se hizo aún más grande que antes de alguna manera. “Eres
realmente privilegiada.”

“Gracias,” le respondí mientras tendía su mano hacia mí. La tomé con cautela y me
tensé cuando la llevó a su boca, colocando un suave beso en la palma de mi mano.

“Es un placer conocerte,” dijo.

“Para mí, también, señor,” le dije, enrojeciendo de vergüenza.

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“No hace falta que me llames señor,” dijo, soltando mi mano. “Todos somos iguales
aquí. Cada uno de nosotros tiene amor por el arte y en este mundo, ninguno de
nosotros es superior. Así que por favor, llámame Seth.”

“Seth es un artista,” intervino Emily. “He oído que es realmente magnífico.”

“Eres muy amable, pero no soy tan bueno. Sin duda no fui lo suficientemente bueno
como para que en mi primer año exhibieran mi trabajo,” dijo Seth con una sonrisa. Mi
rubor se intensificó cuando él me guiñó un ojo y traté de encontrar alguna respuesta
inteligente, pero antes de que pudiera alguien exclamó mi nombre. Me volteé y vi a mi
profesora de pie en el pasillo con un grupo de personas frente a lo que rápidamente me
di cuenta, era mi otra pintura. Ella hizo un gesto para que me reuniera con ellos y me
excusé, caminando en esa dirección con aprensión.

La velada pasó volando mientras caminaba entre la multitud, de vez en cuando era
llamada hacia una de mis piezas, para que la gente pudiera conocer al artista.
Escuché innumerables teorías sobre mi pintura abstracta, algunas tan lejos de la
realidad que tuve que sofocar mi risa, y conocí a decenas de artistas cuyo trabajo
también estaba en exhibición.

Emily se desapareció en algún momento de la noche pero apenas lo noté en medio del
caos, muchas personas requerían mi atención y me mantenían distraída. Era más de lo
que había esperado, recibiendo tantos elogios por algo en lo que había derramado mi
alma y para el momento en que la noche empezaba a calmarse me sentí como si
estuviera flotando en el aire.

Estaba de pie frente a mi pintura abstracta, aquella en la que había encontrado a


Emily un poco antes esta noche, cuando una garganta se aclaró detrás de mí. Miré
hacia atrás y vi a Seth Clearwater mirándome, su presencia me tomó desprevenida
porque había asumido que Emily se había marchado con él. Sonrió y se acercó a mí,
mirando a la pared.

“No estaba mintiendo cuando dije que eras excelente,” dijo.

“¿Qué ves?” Le pregunté con curiosidad. Se encogió de hombros, sin dejar de mirar.

“Me recuerda a lo que dije antes,” dijo después de un momento. “La manera en que
todos somos iguales cuando nos fijamos en el panorama general.”

Eché un vistazo a mi pintura, nerviosa por lo cerca que estuvo. Era una esfera en el
medio de la oscuridad, azul mezclado con negro. La esfera estaba hecha de todos los
colores y tonos imaginables, todos ellos mezclados juntos en remolinos caóticos. Lo
pinté pensando en el mundo, los colores fusionados y en representación de la
población, todos únicos en nuestro propio estilo, pero ninguno mejor que el otro. Todos
nosotros estábamos juntos y mezclados con el negro, la gente que pasábamos por alto,
la que nadie sabía que existía, y nada en ello era perfecto, porque la vida no era

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perfecta.

“¿Ya has vendido alguna pintura?” Me preguntó antes de que pudiera responder a su
análisis.

“Eh, no,” dije, sacudiendo la cabeza. “Yo no pinto como forma de trabajo. Todo lo que
hago es personal así que no me siento muy cómoda vendiéndolas a un desconocido
por dinero.”

“Es una lástima,” respondió. “Realmente me gustaría comprar esta.”

Lo miré sorprendida, al ver su expresión seria. “Eh, gracias. Así que, umm, ¿Has visto a
Emily?” Le pregunté, queriendo cambiar el tema de la pintura. Me miró con confusión.

“¿Quién?”

“Emily. Ya sabes, ¿mi amiga la que nos presentó antes?” Aclaré.

“Ah, ella,” dijo. “No, no la he visto, lo siento.”

“Oh,” dije, confundida. “Probablemente debería ir a buscarla entonces. Fue un placer


conocerte.”

“Hey, espera un segundo,” dijo mientras yo me volteaba para irme. Metió la mano en
su bolsillo y sacó una pequeña tarjeta blanca, tendiéndola hacia mí. “Si cambias de
opinión acerca de la venta de la pintura, llámame. O incluso si no la quieres vender,
siéntete libre de utilizar mi número.”

Tomé su tarjeta, indecisa, sonriendo cortésmente. Él me miraba fijamente como si


estuviera estudiando cada centímetro de mí, su atención me incomodaba. Me volví
rápidamente y me alejé, agarrando el teléfono y marcando el número de Emily. Ni
siquiera se escuchó el tono, cayó directamente al correo de voz, y le dejé un mensaje
diciéndole que me llamara a la primera oportunidad que tuviera.

Me quedé un rato más y vi a Seth irse, viendo como corrió hacia un coche oscuro en el
estacionamiento para alejarse a toda velocidad. Algo en él me dejó desconcertada,
pero no podría decir exactamente qué era.

Fue alrededor de las once cuando me encaminé hacia mi coche, poniéndolo en marcha
y saliendo del estacionamiento. No vi el coche de Emily en ningún lugar, así que traté
de llamarla de nuevo durante el viaje, para escuchar su correo de voz una vez más. No
me molesté en dejar otro mensaje, pero tomé un desvío para dirigirme a su casa,
encontrando las luces apagadas y ninguna señal de que hubiera estado allí. Me di por
vencida, imaginando que ella me llamaría y tendría otra loca historia que contarme, y
me fui a casa.

Era una casa de dos pisos en el barrio de Montclair, alquilada bajo mi alias y no

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comprada, porque Alec sintió que así era más seguro. Él dijo que era mejor no tener
nada permanente cuando la gente te está buscando, y que no debería tener nada de lo
que me importara alejarme en un tris.

Aparqué en la calle y cerré el coche, suspirando al salir y dirigiéndome hacia la puerta


principal. Busqué torpemente entre mis llaves, agotada, y metí la llave en la cerradura
mientras agarraba el pomo. Le di la vuelta y mi ceño se arrugó cuando se abrió sin
hacer clic, dándome cuenta de que ya había sido abierta. Mi corazón empezó palpitar
erráticamente por el miedo a medida que abría la puerta sin hacer ruido,
preguntándome si había estado realmente tan apurada como para haber dejado la
puerta sin seguro.

Miré a alrededor con cautela y saqué el aerosol de pimienta que siempre llevaba
conmigo, cerrando la puerta con cuidado antes de caminar por la planta baja. Entré en
la cocina y busqué el interruptor de la luz, pero en el momento en que mis dedos lo
tocaron un golpe se escuchó por encima de mí. Mi corazón se detuvo y miré al techo
instintivamente, sintiéndome de repente como si estuviera a punto de vomitar. Los
vellos de mis brazos se levantaron cuando una extraña sensación se arrastró por mi
cuerpo, la sensación de que no estaba sola casi dobló mis rodillas.

Me quedé tan quieta como una estatua, tratando de convencerme de que solo estaba
escuchando cosas, cuando el inconfundible sonido de algo estrellándose se registró en
mis oídos. Abrí mi boca y empecé a temblar tan pronto como oí las pisadas
provenientes de mi habitación y caminando por el pasillo. Inmediatamente pensé en
Emily, preguntándome si podría ser ella, pero los pasos eran demasiado pesados. Me
recordaba a como Charles solía caminar y el sonido de sus botas pisando fuerte contra
el suelo de madera mientras esperábamos sentados su castigo.

Me debatí por un momento a medida que los escuchaba bajar por las escaleras,
aturdida por los recuerdos de Charles, y miré furiosamente del armario a la puerta
trasera. Todavía tenía mis llaves y mi teléfono por lo que en una decisión de último
minuto le quité el seguro a la puerta trasera, y la abrí, escabulléndome hacia afuera.
Contuve mi respiración al cerrarla, porque no quería alertarlos de mi presencia, y luego
salí corriendo por un lado de la casa hacia la calle. Subí de nuevo en el Volvo y lo puse
en marcha, alejándome rápidamente en pánico.

Me dirigí a casa de Emily, al borde de la hiperventilación, y maldije en silencio al ver


que todavía estaba vacía. No estaba segura de qué hacer, sin saber lo que estaba
sucediendo.

No era como si realmente pudiera llamar a la policía e invitarlos a buscar en mi casa,


pero no había manera de que volviera a ese lugar yo sola. Traté con el número de
Emily de nuevo, pero ella seguía sin contestarme, y mientras buscaba a través de mi
teléfono móvil, me di cuenta de que no tenía más remedio que llamar a Alec. Dudé
entre los dos números antes de marcar el teléfono móvil, imaginando que esta era una

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emergencia, y contuve mi respiración cuando empezó a sonar.

“¿Hola? ¿Está todo bien?”

“Eh, no estoy segura, señor,” tartamudeé.

“¿Qué está pasando?”

“Yo... yo tenía una muestra de arte en una galería esta noche, así que estuve afuera
toda la noche. Cuando llegué a mi casa la puerta estaba abierta. Pensé que tal vez se
me había olvidado cerrar, así que solo entré en la casa, pero también había alguien
allí...”

“¿Qué quieres decir con que había alguien allí?” Preguntó con tono brusco.

“Había alguien en la casa. Unos hombres...”

“¿Quiénes?”

“No lo sé. No alcance a verlos.”

“Entonces, ¿cómo sabes que era unos hombres?”

“Solo lo supuse. Me refiero a que, se escuchaba como unos hombres”.

“¿Los escuchaste hablar? ¿Qué dijeron?”

“No, ellos no hablaron. Los oí caminar. Me recordaron a Charles...”

“¿Ellos te vieron?”

“No lo creo. Quiero decir, no hice ningún ruido y salí por la puerta trasera cuando oí
que bajaban por las escaleras.”

“No llamaste a la policía, ¿verdad?”

“No, señor.”

“Bien. ¿Dónde estás ahora?”

“Estoy en mi coche. Fui a casa de mi amiga Emily, pero ella no está aquí. No sé dónde
está. Desapareció de la galería y no he sabido nada de ella.”

“¿Es eso normal?”

“No. Bueno, quiero decir, sí. Ella suele irse por su cuenta, pero siempre me avisa
primero cuando estamos juntas.”

“Así que, no es normal,” dijo él, sonando impaciente.

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“No, creo que no.”

“¿Ha sucedido algo extraño últimamente?” Me preguntó. ¿Alguna persona extraña


merodeando por el vecindario o mostrando un repentino interés?”

“Eh, conocí a alguien esta noche, pero estaba en la galería,” le dije, sacudiendo la
cabeza mientras trataba de pensar. “Él fue amable, dijo que quería comprar mi
pintura, pero fue un poco desconcertante.”

“¿Estaba en la galería? ¿Hay alguna manera de que pudiera haber conocido tu


dirección y llegara a casa antes que tú?”

“No. Bueno, quiero decir, supongo que pudo haber alguna manera. No lo sé. Lo siento.”

“No te disculpes. Es normal que estés nerviosa en estas circunstancias. Necesitas


encontrar un lugar seguro para pasar la noche, un hotel o algo así.”

“Está bien. Así que, ¿debería esperar a Emily antes de irme a casa mañana?”

“No, voy para allá. Estaré allí por la mañana.”

En el momento en que pronunció esas palabras el terror me recorrió. En todo el año en


que había estado en California, él no había tenido que venir por ningún motivo y yo
había tratado de mantenerlo así. Él había sido de gran ayuda preparándolo todo para
mí, pero prefería no tener que verlo en persona.

“¿Está seguro?” Le pregunté vacilante. “Usted no tiene por qué...”

“No, estoy seguro. Me alegro de que hayas llamado. Te aviso cuando aterrice.”

Antes de que pudiera responder colgó, la conversación obviamente terminó para él.
Cerré el teléfono con cuidado, poniéndolo a un lado mientras me preguntaba qué
hacer. Puse mi cabeza contra el volante y miré al otro lado de la calle, a la casa de
Emily, esperando alguna clase de señal de ella. No estaba segura de cuánto tiempo
pasó mientras estaba sentada allí, antes de que el agotamiento se apoderara de mí y
cerrara mis ojos.

Me desperté de un sobresalto mucho más tarde, gracias al estruendoso sonido de una


bocina y me senté rápidamente en confusión, vi mi reflejo en el espejo retrovisor y gemí
al ver las líneas rojas impresas en mi mejilla. Mi cuello estaba rígido y me dolía la
espalda, y mis ojos todavía ardían por el cansancio. Cogí mi teléfono, sorprendida al
ver que ya pasaban de las seis de la mañana, y fruncí el ceño cuando vi que no tenía
llamadas perdidas.

Arranqué el coche y me dirigí de nuevo hacia mi casa, mirando alrededor con cautela
mientras conducía a través de mi vecindario. Aparqué en la calle y estaba en un
trance, mirando a la casa, cuando mi teléfono sonó. Miré rápidamente, esperando que

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fuera Emily, y me sorprendí al ver que ya era Alec.

“¿Sí, señor?” Le respondí.

“Acabo de aterrizar. Nos vemos allí en una hora.”

El teléfono hizo clic cuando colgó, una vez más, no me dio tiempo para responder. Me
senté con nerviosismo, mirando el reloj mientras el tiempo transcurría inexorablemente,
y casi exactamente una hora más tarde un coche negro de alquiler llegó deteniéndose
poco a poco en la calle. Suspiré y salí, envolviendo mis brazos alrededor de mi pecho
mientras me dirigía hacia él. Salió del coche y se volvió hacia mí mientras me
acercaba, mirando más allá de mí, hacia el Volvo.

“Deberías haberte deshecho del coche,” dijo bruscamente, tendiendo su mano hacia
mí. “Las llaves.”

Empecé a tartamudear nerviosamente mientras se las entregaba, pero él levantó su


mano para detenerme. Di un respingo ante el movimiento repentino y él se congeló,
dándome una mirada de advertencia. “Relájate,” dijo. “No tengo ninguna intención de
hacerte daño.”

Se encaminó al otro lado de la calle y lo seguí, observando como agarraba el pomo y


empujaba la puerta aún abierta. Metió la mano en su chaqueta y me puse tensa
cuando sacó su pistola, caminando lentamente a través de la planta baja. Me detuve
junto a la puerta mientras él revisaba el lugar, tratando de mantenerme en calma. La
casa estaba en silencio y parecía imperturbable, una parte de mí se sentía ridícula,
preguntándome si Alec había volado hasta aquí por nada.

“Isabella,” gritó después de un momento desde arriba. “Ven aquí.”

Empecé a subir las escaleras con ansiedad y lo vi de pie en la puerta de mi habitación,


y jadeé al mirar más allá de él. La habitación estaba destrozada, mis pertenencias
esparcidas por todas partes, y los cajones estaban tirados en el piso. “Qué...” Empecé.

“Necesito que revises esto y me digas si se han llevado algo, cualquier cosa,” dijo. “Voy
a estar abajo. Necesito asegurarme de que la casa no haya sido intervenida.”

“Sí, señor.”

Comencé a revisar las cosas, poniendo todo donde debería estar y tratando de hacer
un inventario de mis pertenencias. Mi caja de joyería había desaparecido, así como
también el dinero que tenía guardado en un cajón. Utiliza siempre efectivo, Alec había
dicho, nunca dejes un rastro de papel. Me dirigí de nuevo al piso de abajo y caminé
hacia la cocina donde estaba Alec, suspirando cuando él me miró. “Solo me falta un
poco de dinero y joyas. Realmente no tengo nada de valor.”

“El valor no es siempre igual a una cantidad monetaria, Isabella,” dijo. “¿Ningún diario

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o agenda?”

“No, señor,” le dije, negando antes de que me acordara. “¡Oh, mierda!”

Corrí hacia la sala, escaneando la estantería rápidamente, y emitiendo un suspiro de


alivio al ver el libro de cuero gastado entre los demás. Alec me había explicado cuan
peligrosos eran los diarios, ya que al parecer de esa forma fue que el agente había
descubierto que yo había sido una esclava en primer lugar, así que dejé de
mantenerlos y quemé los que tenía. Sin embargo, no podía soportar destruir el de
Elizabeth.

“Tengo el de Elizabeth,” dije en voz baja, sintiendo a Alec detrás de mí.

“Está bien,” respondió. “No hay nada que pudieran hacer con él. Los diarios son en sí
mismos inadmisibles como prueba sin la persona que lo escribió para declarar, y ella
ya está muerta.”

Me estremecí al oír su voz estoica, dándome la vuelta para mirarlo. Iba a hablar, para
preguntarle qué debía hacer, cuando la puerta se abrió de golpe, cogiéndome por
sorpresa. Di un grito ahogado y Alec se volvió rápidamente, metiendo la mano en su
abrigo para sacar su arma de nuevo. La cogió, pero no la sacó y di un suspiro de alivio
cuando vi a mi amiga entrando por la puerta. Emily se congeló al vernos, sus ojos
moviéndose rápidamente de mí hacia Alec con confusión.

“¿Quién es el DILF?” Preguntó inmediatamente, cerrando la puerta detrás de ella y


señalando hacia Alec. Sus ojos lo escanearon de forma rápida y gemí al ver una
pequeña sonrisa brotando de sus labios. (N.T. DILF: Dad I'd Like to Fuck: Papá que me
gustaría follar)

“Emily…” Empecé a decir, sintiendo mis mejillas sonrojarse por la vergüenza.

“¿Es ésta tu amiga desaparecida, Isabella?” Alec preguntó con calma. Asentí.

“¿Desaparecida?” Preguntó Emily, mirando a Alec con cautela. “¿Eres un policía o algo
así?”

Alec la miró brevemente. “¿Me veo como un policía?”

“Más o menos,” respondió ella. “Quiero decir, tienes una pistola y todo eso.”

Observé como Alec apartaba su mano de su arma, cubriéndola de nuevo con su


abrigo. “Él es...” Empecé a decir, sin saber cómo explicarlo.

“Alec,” dijo él, terminando lo que iba a decir y sosteniendo su mano hacia ella con
cortesía.

“Emily,” respondió ella, cogiéndole la mano. “Obviamente tú ya sabías eso, por

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supuesto.”

“Sí,” respondió, soltando su mano. “En fin, si me disculpan, tengo que hacer una
llamada telefónica.”

Caminó hacia la cocina, sacando su teléfono, y en el momento en que se perdió de


vista Emily volteó hacia a mí en shock. “¿De dónde diablos ha salido él?”

“Eh, lo conozco desde hace mucho tiempo,” murmuré, sin saber qué decir.

“No voy a mentirte, Izzy, estaba esperando que anoche no te fueras sola a casa,
especialmente después de que ese tipo, Seth, en la galería se interesó por ti. Era algo
sexy, ya sabes. Tenía la esperanza de que te fueras con él y pudiera sacarte algo la
rigidez que tienes encima, si sabes a lo qué me refiero, pero, ¡Jesucristo, niña!, Es un
poco viejo, pero como sea, el hijo de puta es precioso,” susurró apresuradamente. La
miré boquiabierta, asombrada por sus palabras.

“¿No era Seth aquel que te gustaba?” Le pregunté, confundida. Su ceño se arrugó.

“No, no tengo ni idea de quién es. Aunque, era encantador, así que pensé que sería
perfecto para ti,” dijo ella, encogiéndose de hombros. “Yo solo tengo ojos para el
profesor Ateara.”

“Profesor,” jadeé, aturdida. “¡El hombre que querías ir a ver es un profesor!”

“Sí,” dijo ella. “Y él es todo lo que pensé que sería, y más. Me mantuvo despierta toda
la noche, Dios mío, pero en comparación con ese trozo de carne que tienes en la
cocina, ¡Él es prácticamente jodida comida de perro! ¿Cómo diablos te levantaste eso,
Isabella?”

“Tú piensas que...” Empecé a decir, aturdida. “Oh Dios, Emily, ¡De ninguna manera!...
¡Es casado!”

“¿Y?” Dijo, encogiéndose de hombros. “Un hombre así, Isabella, es algo más de lo que
una mujer puede manejar. No puedo creer que hayas pasado toda la noche con él y no
hayas tenido sexo. Estoy pensando seriamente en ponerme en contacto con un
convento y hablarles de ti.”

“¿Por qué crees que pasé toda la noche con él?”

“Todavía tienes tu vestido de la galería, así que no hay forma de hayas dormido aquí,”
dijo ella, como si fuera la cosa más obvia del mundo. “¿Al menos se la mamaste?”

“¡Emily!”

“Eres una mojigata,” dijo ella, sonriendo mientras me sonrojaba. “Si tú no quieres,
¿puedo hacerlo yo?”

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“¡No!” Le escupí mientras ella se reía. “Oh, Dios, ¿por qué querrías hacerlo?”

“¿En serio me preguntas eso?” Preguntó, sin dejar de reír. “¿Estás ciega? Es guapísimo,
tiene todo el look misterioso y peligroso en él. No hay manera de que un hombre como
ese no esté bien dotado. Dios, apuesto a que es bueno en la cama, también.”

“¡Emily, para!” Le siseé.

“Oh, relájate,” dijo ella, poniendo los ojos en blanco. “Lo entiendo. No te interesan los
hombres, a excepción de ese tal Edwin...”

“Edward,” la corregí.

“Edwin, Edward, lo que sea. Es lo mismo. Te conozco desde hace un año, cariño, y
todavía no he visto al tipo. No llama, no escribe, no visita. Él podría ser un maldito
fantasma, Izzy, ¿pero Seth y ese espécimen que tienes en la cocina? Son reales, son
tangibles, y llega un punto en el que tienes que renunciar a la fantasía por la
realidad,” dijo, haciendo una pausa y mirando por el pasillo. Oí los pasos de Alec
mientras se acercaba de nuevo hacia nosotras y su sonrisa creció. “Y no está mal
cuando la realidad luce malditamente cerca de mi fantasía.”

Alec entró en la habitación, deslizando su teléfono en el bolsillo. “¿Cuál era el nombre


del chico que conociste anoche?” Preguntó, mirándome.

“Seth Clearwater,” le respondí.

“Es un artista,” intervino Emily.

“¿Estás segura?” Alec preguntó. “¿O eso es solo lo que él dijo?”

“Eh, eso es lo que él dijo,” ella respondió, encogiéndose de hombros. “Sin embargo, no
sé por qué mentiría.”

“Siempre hay razones,” dijo Alec, seriamente.

“Yo, eh... tengo su número de teléfono,” tartamudeé, mirando a mi alrededor y


agarrado mi cartera. Saqué la pequeña tarjeta blanca, tendiéndosela a Alec. “Me dio
su tarjeta de negocios.”

Un tenso silencio cayó sobre la habitación mientras Alec miraba la tarjeta con
atención. “¿Ha pasado algo?” Emily preguntó después de un momento.

“Alguien entró a la casa,” murmuré. —Estaban aquí cuando llegué a casa anoche.”

“Jesús, ¿estás bien?” Me preguntó.

“Sí. Traté de llamarte,” le respondí.

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“¡Oh, mierda! Joder, lo siento tanto. Mi teléfono murió en la galería, así que no lo
sabía,” dijo. “Iba a avisarte cuando me fui, pero tú estabas mezclándote o lo que sea y
él estaba siendo impaciente, así que me imaginé que estarías bien.”

“Está bien,” le dije. “Aunque, sentí miedo cuando no podía localizarte. Era como si te
hubieras desvanecido en el aire.”

“Oh, no tienes por qué preocuparte por mí, puedo cuidarme sola,” dijo con seguridad.
“Pero, ¿por qué entrarían aquí? Quiero decir, sin ofender, pero hay casas mucho
mejores en el vecindario.”

“Como he dicho, siempre hay razones,” dijo Alec. “Voy a hacer que hoy instalen un
sistema de seguridad, para que te puedas quedar aquí a salvo. Ya hablé con el
propietario.”

“Gracias,” dije en voz baja, mirando el reloj. “Necesito arreglarme. Tenemos que estar
en cierto lugar en una hora.”

“Preferiría que no fueras,” dijo.

“No puedo,” le dije de inmediato, negando con la cabeza.

“¿No puedes, o no quieres?” Preguntó, dándome una mirada extraña.

“No quiero,” le dije con incertidumbre. Él asintió, como si esperara esa respuesta, y una
pequeña sonrisa tiró de la comisura de sus labios. Estuvo de acuerdo en que debería ir
si era importante y renuente los dejé a los dos solos abajo para ir a vestirme,
poniéndome unos vaqueros y una camiseta rosa. Recogí todo mi cabello y lo retorcí en
un moño, fijándolo en mi cabeza con una banda de goma, antes de ponerme mis Nikes
color rosa y blanco. Bajé de nuevo las escaleras y encontré a Emily sentada en el sofá
comiendo una manzana, Alec no se veía por ningún lado.

“Salió,” dijo ella, antes de que tuviera la oportunidad de preguntar. “Recibió una
llamada, supongo que era su esposa. Eso mató por completo el ambiente. Él estaba
hablando en un lenguaje muy raro. ¿Italiano, tal vez? Fuera lo que fuese, era
jodidamente sexy.”

Me reí mientras caminaba hacia ella, sacudiendo mi cabeza. “Para tu información, él


no es realmente tu tipo,” le dije. “Él es esa clase de persona seria.”

“Lo noté,” dijo. “Es intenso, parece muy protector sobre ti. No estás en algo así como
WITSEC, ¿verdad?” (N.T. WITSEC: Witness Security, Witness protection. Protección de
testigos)

“¿Qué?” Pregunté, sin saber de qué estaba hablando.

“WITSEC. Ya sabes, protección de testigos, ¿Donde el gobierno te envía y te da una

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nueva identidad para que los mafiosos no puedan encontrarte? ¿Él es un Marshall o
algo así?”

Esbocé una sonrisa ante la ironía de sus palabras, teniendo en cuenta que habían sido
los mafiosos los que me habían dado una nueva identidad para esconderme del
gobierno. “No, no es nada de eso.”

“Bueno, ¿Cómo es que nunca lo he visto antes por aquí?”

“No vive aquí.”

“¿Dónde vive?”

“¿Por qué eres tan entrometida?”

“Porque así soy yo,” dijo ella, riendo. “¿Cómo lo conociste?”

“Él es… un amigo de la familia.”

“¿En serio? ¿Tienes fotos suyas por aquí? Porque me parece muy familiar, como que lo
he visto antes en alguna parte,” dijo ella, poniéndose de pie. “Es extraño. Aunque, es
un policía, ¿no?

“¿Es esto un interrogatorio?” Le pregunté, sus preguntas me estaban poniendo


incómoda. Se encogió de hombros.

“Solo estoy tratando de averiguar quién es. ¿Es un crimen querer saber sobre la vida
de mi mejor amiga? Tú no hablas mucho al respecto,” dijo. “Como sea, será mejor que
nos vayamos.”

El coche de Alec ya no estaba cuando salimos y gemí, dándome cuenta de que todavía
tenía mis llaves. Emily nos llevó a las dos en su coche al Centro de Rainbow Arts y
pasamos la mañana limpiando el lugar, organizando todo y recogiendo todas las
obras de arte de los niños de los últimos meses. Cuidadosamente enmarcamos todo y
pasamos las siguientes dos horas colocando las pinturas en la pared y decorando para
una fiesta. Emily se fue en algún momento para comprar aperitivos y bebidas mientras
yo terminaba de inflar los globos, y cuando me di la vuelta para buscar algo, casi
choqué contra alguien a quien no había visto de pie allí. Me agarraron los hombros
para detenerme y grité, sorprendida porque no había escuchado a nadie acercándose.

“Relájate,” una voz que reconocí rápidamente como la de Alec, dijo con calma.

“¿Cómo sabías dónde estaba?” Pregunté, sorprendida de que él me hubiera


encontrado cuando en realidad no le había dicho a donde iba. Me miró fijamente, su
expresión me hizo cuestionarme si le había pregunto algo estúpido.

“¿Crees que no te mantengo vigilada?” Preguntó después de un momento.

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“Bueno, sé que sí, pero no sabía que tan de cerca.”

“Lo suficientemente cerca, podría encontrarte en cualquier momento si es necesario,”


respondió. “No sé dónde te encuentras cada minuto de cada día, pero soy consciente
de tu horario semanal. Es mi trabajo saber. Es admirable lo que haces aquí, por cierto.”

“Oh,” dije. “Gracias. Yo eh... lo disfruto.”

“Me imagino que lo haces,” respondió. “Elizabeth hacía cosas similares con el Centro
de Defensa, daba algo de sí misma a otros como ella. Carlisle siempre le recordaba
que no podía ayudar a todos, pero ella decía que si ayudaba a una sola persona,
habría valido la pena todo el trabajo, sin importar el sacrificio.”

“Sí, ella mencionó eso en su diario,” murmuré. “Siento lo mismo.”

“¿Así que entiendes por qué Edward te dejó, entonces?” Preguntó, con su voz uniforme
y sin emociones. Me encogí ante la pregunta, sin esperarla, y él me dio una mirada
extraña.

“Supongo,” dije en voz baja. “Quiero decir, no quiere que yo esté dónde está él.”

Alec se quedó callado por un momento. “Carlisle luchó con todas sus fuerzas para
asegurarse de que Edward no terminara como él, pero a los dieciocho años tomó
exactamente la misma decisión que su padre de todos modos. Tale il padre, il figlio.
Debido a eso, es lógico que se preocuparan de que lo que le sucedió a Elizabeth, en
esa vida, te sucediera a ti si formaras parte de ella, también.”

Lo observé con curiosidad cuando dejó de hablar, aparentemente pensando qué decir.
“Lo que fallaron en comprender, sin embargo, fue lo principal que Elizabeth siempre
trató de enseñarles... no se puede luchar contra el destino. Cambiano i suonatori ma la
musica ё sempre quella*.”

“¿Qué significa eso?” Le pregunté. Había aprendido un poco de italiano durante el


último año por curiosidad, pero me era difícil descifrarlo cuando era hablado por
alguien con fluidez. Él no respondió por un momento y empezó a pasear por la
habitación, su atención se centró en los cuadros infantiles. Era extraño verlo, porque
nunca pensé en Alec como alguien remotamente interesado en este tipo de cosas.”

“Leíste el diario de Elizabeth, ¿así que estoy en lo correcto al asumir que tú sabes que
le fallé?”

“¿Fallarle?” Le pregunte perpleja. “Ella no lo veía de esa manera. Dijo que usted
siempre fue justo con ella, que la ayudó cuando fue necesario y que nunca fue muy
duro.”

“Podría haber hecho más.”

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“¿No podemos todos?” Respondí. Me miró sorprendido y le sonreí nerviosamente.
“Quiero decir, somos humanos, después de todo.”

Él asintió. “Eres muy parecida a Elizabeth, y más ahora que nunca, pero hay algunas
diferencias. Ella no se habría parado aquí y sostenido una conversación conmigo, eso
es seguro, y probablemente se hubiera deshecho del coche al momento de pedírselo,”
dijo, haciendo una pausa y sonriendo con diversión. “En cualquier caso, puedo
entender la preocupación de ellos, pero la verdad es que solo porque la situación de
una persona cambie, no significa que la persona también tenga que cambiar. No
importa si te encuentras en Washington o California o Illinois, tú eres quien eres,
Isabella. Carlisle piensa que si hubiera dejado ir Elizabeth no te habría conocido, por
lo tanto no habría hecho lo que hizo, pero él no parece entender que en el carácter de
Elizabeth estaba el ayudar a la gente y nada habría cambiado eso. Ella habría
conocido a alguien, en cualquier lugar, ella sentía la necesidad de ayudar. Eso es lo
que quise decir con Cambiano i suonatori ma la musica è sempre quella.”

“¿Cree que ellos estaban equivocados?” Le pregunté, la pregunta salió de mi boca


antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo. “¿Crees que Edward no
debió haberme, eh...?”

“¿Dejado?” terminó la pregunta por mí, riendo sin humor mientras negaba.

“Hay peores lugares en los que podrías estar que Chicago, pero mi opinión no importa
realmente, Isabella. No es mi vida de la que estamos hablando, es la tuya. Tienes que
llegar a esa conclusión por tu cuenta.”

Repasaba en silencio sus palabras cuando él suspiró exasperado. “El juicio de Carlisle
está por empezar. Me dijo ayer que una vez te prometió que te ayudará a llegar a
Chicago cuando estuvieras lista, si eso era lo que querías. Dijo que no sería capaz de
cumplir esa promesa ahora y me pidió que lo hiciera por él,” dijo, haciendo una pausa.
“Le dije que no.”

“¿No?”

“No,” confirmó. “Le dije que no te ayudaría a ir a Chicago, porque insinuar que
necesitas ayuda es no darte suficiente crédito. Eres perfectamente capaz de ir por tu
cuenta, si es allí donde quieres estar. Lo que tienes aquí es excelente y exactamente lo
que todos desean para ti. Te las estás arreglando sola, yendo a la escuela, haciendo
arte, conociendo gente... es lo que ellos querían que hicieras y todos estarían
orgullosos si lo supieran. Sé que viniste aquí más por ellos que por ti, no queriendo
complicar aún más la situación de Carlisle o involucrar al resto de ellos en problemas,
pero espero que en medio de todo no hayas perdido de vista lo que más importa.”

“¿Qué cosa?”

“¿Lo que te hace feliz?”

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Me observó con curiosidad antes de que la puerta se abriera, filtrando la luz solar
desde el exterior. Me tensé cuando rápidamente se dio la vuelta y alcancé a ver su
arma. “No puedes tener eso aquí,” le solté. “Es ilegal.”

Al momento en que pronuncié las palabras me sentí ridícula y me sonrió. “Siempre es


mejor prevenir que lamentar, Isabella.”

“¿Has estado alguna vez en un Wal-Mart?” Emily gritó, entrando en la habitación y


dejando caer las bolsas en el suelo. “Ese lugar es una maldita casa de locos. Sentí
como que entraba en algún universo alternativo donde los broches con forma de
banana y la sombra de ojos de color azul todavía están de moda. Y Jesús, ¿qué tiene
todo el mundo con los peinados altos? ¡Me sorprende que lograra salir con vida! ¡La
mitad de esas mujeres parecían querer comerme para la cena! Y te juro por Dios que vi
un Volvo en el estacionamiento con uno de esos tontos stickers, y la mujer que lo
maneja tenia puestos...” Ella miró en nuestra dirección, sus palabras flaquearon
cuando vio a Alec, “... vaqueros de mamá. Hola.”

“Hola,” dijo Alec. “Voy a dejar que ustedes, señoritas, vuelvan a su trabajo.”

Él se alejó, saliendo mientras sacaba su teléfono. “¿Guardaespaldas personal?” Emily


susurró, mirándome con un brillo malicioso en sus ojos. “¿Es esto como en la película
de Whitney Houston y Kevin Costner, con romance caliente incluido?”

“No,” le siseé. “Ya te lo dije, no es nada de eso.”

“Lástima.” Se encogió de hombros y empezó a escarbar en las bolsas, arreglando la


mesa de los aperitivos. Pedimos pizza y yo estaba preparando el ponche cuando la
gente empezó a llegar, los niños corrían con entusiasmo mientras sus cuidadores
permanecían a un lado. Algunos ni siquiera se molestaron en quedarse, solo dejaron a
sus niños en la acera. Alec se quedó para la fiesta, de pie a un lado viendo con recelo,
tan tranquilo y estoico que la mayoría apenas se dio cuenta de su presencia. Otros, sin
embargo, le lanzaron miradas sospechosas y se mantuvieron alejados. Sonreí,
dándome cuenta de que probablemente pensaban lo mismo que Emily, que era un
policía.

Era un caos con tantos niños corriendo y riendo, e hice mi mejor esfuerzo para
mantener todo bajo control, mientras que Emily pasaba lista. La pizza llegó y la estaba
poniendo en platos cuando Emily se acercó a mí, suspirando.

“Todos aquí, menos uno,” dijo ella.

“¿Quién?”

“Chelsea,” respondió ella. Me quedé inmóvil y la miré con sorpresa, porque Chelsea
jamás se había perdido ninguna de las clases y había estado esperando con ansias la
fiesta. Ella vivía en un hogar de acogida con otros dos niños que sí habían venido, así

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que sabía que no era como si ella no tuviera quien la trajera. Rápidamente terminé de
repartir la pizza, distraída, antes de hablar con una trabajadora social.

“¿Chelsea, está bien?” Le pregunté, preocupada. Ella asintió.

“Está bien. Fue reubicada anoche, en un hogar de acogida al otro extremo de la


ciudad, así que no pudo venir. Sin embargo, me haré responsable de entregarle su
certificado y toda su obra,” respondió la señora.

“Oh, está bien,” murmuré, decepcionada. Su respuesta no hizo nada para calmar mi
preocupación, preguntándome en qué clase de situación la habían puesto. El resto de
la tarde pasó volando, y una vez que terminaron de comer empezamos la ceremonia y
les entregamos sus certificados de aprovechamiento. Cuando finalizamos les
regresamos sus trabajos de arte y le di un abrazo a cada uno al salir, diciéndoles las
mismas palabras que me habían dicho a mí a su edad. Las palabras que había
perdido de vista en medio de todo el dolor, palabras en las que Elizabeth y mi madre
habían creído con todo el corazón.

“No pierdas la esperanza,” les dije. “Eres especial y estás destinado a hacer grandes
cosas en el mundo. Creo en ti.”

Emily se ofreció a llevar a casa a uno de los niños cuyos padres no habían regresado a
buscarlo, y yo empecé a limpiar el desorden una vez que todos se fueron. Podía sentir
los ojos de Alec en mí, pero hice lo mejor que pude para ignorarlo, tratando de hacer lo
que tenía que hacer. Después de poner en orden todo el lugar, caminé hasta el último
cuadro que todavía estaba colgando en la pared, aquel que Chelsea había hecho de
mí y había dicho que quería que me lo quedara. Lo tomé y sonreí, mirándolo por un
momento antes de que Alec se aclarara la garganta.

“¿Te sentías apegada?”

“¿A qué?”

“Al niño que hizo eso,” aclaró, señalando la pintura. Suspiré, asintiendo con la cabeza.

“Su nombre es Chelsea. Es una niña muy inteligente, probablemente mi favorita entre
todos ellos,” dije en voz baja. “Ella era, eh... huérfana. Su padre la vendió, también.”

“Es extraño cómo se desarrollan las cosas,” respondió Alec. “No importa a dónde
vayas, siempre habrá alguien.”

Asentí, mordiéndome el labio nerviosamente y tratando de contener las lágrimas


mientras retiraba la pintura de la pared. Iba a coger la enorme bolsa de basura negra
para sacarla al basurero, pero Alec la agarró, deteniéndome. “Déjame hacerlo,” dijo.

“Eh, gracias,” murmuré. “El contenedor está en la parte de atrás.”

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Asintió y cogió la bolsa, caminando hacia fuera. Terminé lo que estaba haciendo y
agarré mis cosas antes de dirigirme al estacionamiento, maldiciendo en silencio
cuando me di cuenta de que Emily todavía no había regresado y yo había llegado con
ella. Vi el coche de alquiler de Alec aparcado junto a la puerta y miré alrededor,
comenzando a rodear el edificio para ver si todavía estaba por el contenedor de
basura.

Me quedé helada cuando lo vi de pie en el estacionamiento trasero con un hombre, la


puerta del lado del conductor estaba abierta en un coche negro junto a ellos. El hombre
estaba de espaldas a mí, así que no podía ver quién era, incluso si lo conocía, pero
había algo en su lenguaje corporal que me decía que no era un enfrentamiento
amistoso.

El hombre empezó a retroceder unos pasos, con sus manos a la defensiva, y jadeé
conmocionada cuando Alec lo agarró y lo empujó de nuevo hacia al coche. Lo
inmovilizó contra el capó con su mano izquierda y sacó su pistola con su mano
derecha, apuntando a la cabeza del hombre. Empecé a temblar de miedo, sin saber
qué estaba pasando cuando escuché al hombre gritar. Alec retiró su arma después de
un momento, pero no la ocultó mientras ponía al tipo de nuevo de pie. Le dijo algo, con
expresión severa, y el hombre asintió furiosamente con la cabeza. Alec le despidió con
un gesto de su mano y el hombre volvió de nuevo a su coche, mirando a través del
estacionamiento brevemente cuando sus ojos se encontraron con los míos. La confusión
me invadió cuando me di cuenta de que era Seth Clearwater, mi corazón martilleando
por el miedo. Se metió en el coche y lo puso en marcha, pisando el acelerador y el
chirriando los neumáticos mientras salía del estacionamiento.

No me moví en absoluto cuando Alec se acercó a mí, regresando el arma a su


chaqueta. Pude ver el fastidio en su rostro y no hablé, sabiendo que estaba alterado.
“¿Necesitas que te lleve?” Me preguntó con firmeza. Asentí y lo seguí hasta su coche,
deslizándome en el asiento del pasajero.

Llamé a Emily durante el viaje y le dije que ya me había ido, y ella me dijo que iba a
una fiesta esa noche, pero que me hablaría más tarde. Alec no habló en absoluto
durante el viaje, y no mucho tiempo después de que llegáramos alguien apareció para
instalar el sistema de seguridad. Les tomó un par de horas instalar todo y sustituir
todas las cerraduras, y una vez que el hombre se fue Alec me mostró cómo funcionaba.
Le pregunté qué pasaba si se activaba y él se rió secamente.

“No mucho, excepto por algunos fuertes ruidos que solo podrían ser detenidos con el
código, pero debería ser suficiente para asustar a cualquiera,” respondió. “Ya que no
puedo permitir que venga la policía.”

“Entiendo.”

“En fin, tengo algunas cosas qué hacer, y necesito dormir un poco pronto, en algún

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momento,” dijo, metiendo la mano en su bolsillo y sacando un juego de llaves. Las
reconocí inmediatamente como las mía cuando me las dio. “Deshazte del...”

“Coche. Ya lo sé,” murmuré, agarrándolas.

“Te llamaré por la mañana antes de salir para el aeropuerto. Tomé un avión privado
hasta aquí, en caso de que te preguntaras cómo traje el arma a bordo,” dijo, a pesar de
que esa había sido la última cosa en mi mente. “Y lamento si estabas interesada en
ese tal Clearwater. Lo vi estacionado detrás de la escuela y no me agradó.”

“¿Por qué estaba el allí?” Pregunté, vacilante.

“Dijo que tu amiga mencionó el evento anoche, y quería una razón para volver a verte,”
respondió. “Parecía inofensivo, pero le dije que si apreciaba su vida era mejor que
guardara distancia. No deberías tener problemas con él.”

“Oh,” dije, sin saber cómo responder a eso. “Gracias, supongo.”

“Supongo que no tienes qué agradecer,” respondió. “Bueno, ten una buena tarde,
Isabella.”

Vi cómo se marchaba, deslizándose dentro del coche y alejándose. Activé el sistema de


alarma, sintiéndome de pronto nerviosa por quedarme sola en la casa, y subí las
escaleras para tomar un baño y tratar de relajarme. Leí durante un rato en la bañera
antes de lavarme el cabello, y envolví una toalla a mí alrededor al salir. El anochecer
había caído y la casa estaba oscura y silenciosa, cada ruido rebotaba en las paredes y
hacía eco en el lugar. Eché un vistazo alrededor del baño, buscando mi cepillo, y gemí
después de un minuto al no encontrarlo en ninguna parte. Pasé los dedos por mi
cabello para deshacer los nudos y luego solo me lo eché hacia atrás, agotada y no
queriendo lidiar con eso en este momento. Entré en la habitación y agarré el pijama,
vistiéndome rápidamente antes de meterme a la cama.

En el momento en que mi cabeza tocó la almohada mis ojos comenzaron a cerrarse, la


inconciencia me invadía rápidamente. Justo antes de que me durmiera mi celular
comenzó a sonar y me senté rápidamente, asustada por el ruido. Cogí el teléfono,
viendo que era Emily y suspiré mientras contestaba.

“¿Qué?”

“¿Cuál es el apellido de Alec?” Preguntó ella de inmediato. Suspiré con fastidio.

“¿Otra vez con eso?” Murmuré. “¿Podemos ahorrarnos las veinte preguntas para más
tarde? Estoy muy cansada, ha sido un día largo. Te lo dije, no es tu tipo y me cae muy
bien su esposa.”

“¿Es Evanson?”

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Me tensé cuando registré las palabras, el miedo recorriendo mi cuerpo. De inmediato
empecé a romperme la cabeza para averiguar cómo podría saber eso, preguntándome
si de alguna manera se lo había dicho antes.

“¿Cómo lo...”

“Para tu información, veo las noticias,” dijo ella antes de que pudiera terminar la
pregunta. “Sabía que lo había visto antes en alguna parte, pero no me acordé, sino
hasta hace solo unos minutos de dónde.”

“¿Las noticias?”

“Sí, Isabella, las noticias,” dijo seriamente. “O sea, es como que una gran noticia
cuando los mafiosos son arrestados en estos días. ¡Mafiosos! ¿Ese hombre es uno de
ellos? ¿Es un asesino o algo así? Jesús, ¿en qué te has metido?”

“No es así,” mascullé nerviosamente.

“Haz estado diciendo eso todo el día,” respondió ella. “Si no es así, entonces, ¿cómo
es? ¿Es por eso que no hablas mucho de tu familia? Ellos son, ya sabes...”

“Te lo dije, mis padres están muertos,” le dije.

“¿Cómo murieron? ¿Fueron ellos, liquidados o como sea que le digan?”

“No, yo soy huérfana,” le dije con nerviosismo. “Mi verdadero padre murió hace como
dos años. Te dije que de ahí obtuve mi dinero.”

“¿Él Era uno de ellos?” Me preguntó. “Es decir, Jesús, ¡Isabella! Se meten a tu casa y tú
no llamas a la policía, ¡Llamas a la jodida Mafia! ¿Cómo es que conoces a la Mafia?”

“No lo hago,” le dije.

“No me vengas con esa mierda,” dijo. “¡Uno de ellos te siguió todo el día! ¿En qué tipo
de problema te encuentras? ¿Necesitas ayuda?”

“No, estoy bien. No es tan importante.”

“Tonterías, por supuesto que es importante,” respondió ella. “¿Él es algo así como un
asesino a sueldo, Isabella? ¡Cargó con una maldita pistola todo el día! ¿Está ahí
ahora? ¿Necesitas que llame a la policía?”

“¡No!” Escupí, entrando en pánico. “No puedes llamar a la policía.”

“¿Por qué?” Me preguntó. “Quiero saber qué está pasando.”

“Nada. Te lo dije, es un amigo de la familia. Vino a ayudar.”

“¿Por qué? Los Mafiosos no son precisamente conocidos por su trabajo de caridad,

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Isabella.”

“Solo... para ayudar,” murmuré. “Realmente no puedo hablarte de esto, Emily.


Olvídalo, ¿De acuerdo?”

“¿Esperas que lo olvide como si no significara nada y ni siquiera puedes decirme qué
está pasando? Soy tu amiga, puedes hablar conmigo.”

“No puedo,” le contesté, sintiéndome culpable.

“Bien,” dijo. “Ya veo como es. Tal vez no somos tan cercanas como pensaba que
éramos si no confías en mí.”

“No seas así, Emily. No es así en absoluto. Confío en ti, pero yo... no puedo hablar de
eso porque no me corresponde a mí. Lo siento.”

“Sí, yo también lo siento.”

Antes de que pudiera decir otra palabra sonó un clic, la línea murió cuando ella colgó.
Cerré el teléfono y lo dejé a un lado, mirando fijamente hacia el techo blanco mientras
yacía en la cama. Las cosas se estaban cayendo a pedazos y aunque no estaba
segura de lo que iba a pasar, estaba claro que nada sería igual después de la visita de
Alec.

***********
Cambiano i suonatori ma la musica è sempre quella = La melodía ha cambiado, pero
la canción sigue siendo la misma.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1815


"Cuando se acaba el juego, el rey y el peón van en la misma caja." -Proverbio Italiano

Edward cullen
Estaba parado nervioso afuera de la masiva iglesia, apoyado en un costado del
edificio observando llegar a los invitados. No había estado seguro de quién iba a venir,
considerando que no nos quedaba mucha jodida familia y Rosalie, realmente,
solamente tenía a sus abuelos, así que me sorprendió la cantidad de personas
reuniéndose en el interior. No conocía a la mitad de ellos, lo que era algo así como un
recordatorio desconcertante y desagradable de exactamente cuán aislado de todos
había estado el último año y medio. Todos habían seguido con sus vidas, conocido a
nuevas personas y habían hecho nuevos amigos y yo seguía siendo solo yo... el mismo
Edward Cullen.

Bueno, eso es lo que parecía. Tanto había cambiado en mi vida y aun así ni una
mierda se sentía diferente, no en resumidas cuentas.

Le eché un vistazo a mi reloj, viendo que eran unos minutos antes del mediodía. Era un
día caliente en Chicago, la temperatura subiendo a más de treinta grados, y el sudor
se estaba acumulando a lo largo de mi espalda y haciendo que la camisa se me
pegara. Era incómodo y estaba nervioso, considerando el irme aunque siendo realista
sabía que no podría. Había decepcionado a muchas putas personas en mi vida, pero
no ir a la boda de mi hermano probablemente estaría en la cima de la lista.

Tenía otras razones para quedarme, aunque eran razones más egoístas. Era por eso
que estaba parado afuera en el insoportable calor siendo el primero en ver a todos, el
porqué mi jodido pecho dolía y mi corazón latía de forma irregular cada vez que un
coche se acercaba. Probablemente los nervios eran en parte la maldita razón por la
que estaba sudando, vinculado con la resaca que todavía tenía por el vodka que había
bebido la noche anterior. Era un desastre pero estaba luchando por mantenerme
tranquilo, sin querer ceder bajo presión.

Suspiré, metiendo la mano en el bolsillo para agarrar el frasco plateado que traía
conmigo, quitando la tapa y tomando un trago. El líquido estaba caliente y quemaba
mi garganta, haciendo que mi pecho se sintiera como si estuviera siendo devorado por
las llamas. El alcohol calmaba un poco mis nervios, el ardor me distraía de mis
pensamientos el tiempo suficiente para que empezara a calmarme. Estaba tomando

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1816


otro trago cuando escuché que pronunciaban mi nombre, la aguda voz me asustó y me
hizo ahogarme con el vodka. Empecé a toser y le puse de nuevo la tapa, jadeando
mientras trataba de recuperar mi aliento.

"¿Qué?" Dije con voz áspera, mirando en esa dirección y viendo a Esme de pie en la
esquina de la iglesia con una expresión severa en su rostro.

"¿Era necesario traer eso contigo?" Preguntó, haciendo un gesto hacia el frasco en mi
mano. Rodé mis ojos y lo deslicé de nuevo en mi bolsillo mientras ella continuaba.
"Primero que nada, ni siquiera es mediodía, y segundo, ¡tu hermano se va a casar!
¿Qué es tan traumatizante de una boda que necesitas de licor para soportar?"

"¿Quieres decir además del hecho de que yo probablemente nunca me case?"


Pregunté, las palabras saliendo de mi boca antes de que siquiera me diera cuenta de
la mierda que estaba diciendo. Mi pecho dolió aún más cuando ella se me quedó
mirando sorprendida, aparentemente sin esperar que dijera esa mierda, tampoco.
"Además, estoy a punto de entrar a una iglesia. Estoy tratando de adormecerme antes
de que el puñetero rayo me golpeé."

"No seas ridículo,” me dijo, caminando hacia mí. "Creo que si un rayo va a golpear a
alguien por entrar a una iglesia, probablemente sería a tu padre o mi esposo."

"¿Está aquí?" Pregunté, levantando las cejas con curiosidad.

"¿Tu padre? Está adentro con Emmett”.

"No, no hablo de él. Tu esposo."

"Oh," dijo, sonriendo con tristeza. "No, no he sabido de él hoy. No sé si va a poder llegar
a tiempo."

"¿Sigue con ella?"

"¿Con quién?"

"No me trates como un maldito idiota, Esme," le dije. "Sabes muy bien de quién estoy
hablando."

Titubeó, mirándome con recelo. "¿Qué te hace creer que está con ella?"

"No lo creo, lo sé," respondí, negando con la cabeza. No me tomó mucho tiempo el
decidirme después que el coche de Alec se apartó de la acera la tarde del viernes. Al
momento que dio la vuelta hacia la carretera y sus palabras hicieron clic en mi mente,
reaccioné por impulso. Corrí hacia mi coche y quité el seguro a la puerta del lado del
conductor, subiendo y encendiéndolo. Las llantas chillaron cuando pisé hasta el fondo
el acelerador y salí volando del estacionamiento y hacia el tráfico en cuestión de
segundos.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1817


Las carreteras no estaban muy congestionadas a esa hora pero no lo veía por ningún
lado, así que conduje en dirección a nuestro vecindario, con la esperanza de que
hubiera ido a casa primero. Había estado en lo cierto, ya que al momento que llegué a
la calle vi su coche estacionado en la entrada de su casa con el motor todavía
funcionando. Me detuve detrás de otro vehículo a unas casas abajo y apagué mis
luces, esperando. Él salió un minuto más tarde sosteniendo una bolsa de lona negra y
vi cómo se despidió de Esme, mirando alrededor con cautela antes de volverse a subir
al coche. Se alejó de la casa y pisó el acelerador, yendo a toda velocidad por la calle, y
esperé unos segundos antes de tomar de nuevo la carretera. Me metí detrás de otro
coche al mismo tiempo que encendía de nuevo mis luces y avanzamos en dirección al
aeropuerto sorteando a través del tráfico a toda prisa. Me quedé atrás lo más lejos
posible. Perdí su coche dos veces pero cada vez pude alcanzarlo de nuevo, teniendo
una idea general de a dónde demonios se dirigía. Inesperadamente tomó una calle
lateral a unos kilómetros de viaje y bajé la velocidad, sin saber qué carajos estaba
haciendo, antes de seguirlo.

Condujo por algunos caminos vacíos antes de cortar camino por algunos callejones, y
pisé el freno cuando di la vuelta en uno y casi choqué su coche por detrás. Mi corazón
latía con fuerza y maldije cuando vi que era un callejón sin salida y la puerta del
pasajero estaba abierta, sin señales de él por ninguna parte. Iba a meter la reversa del
coche pero antes de que pudiera reaccionar mi puerta fue abierta y alguien me sujetó.
Pasó rápidamente, el movimiento me sobresaltó, y el maldito coche se paró por mi
prisa. Tuve el tiempo suficiente para poner el freno de emergencia, sin querer que la
mierda rodara, antes de que me sacaran hacia el callejón y me arrojaran contra el
costado del coche.

"¿Qué estás haciendo?" Alec preguntó con brusquedad, presionando el cañón de su


arma debajo de mi barbilla. Empecé a temblar, atónito, y sacudí mi cabeza
furiosamente.

"Yo, eh... ¡Joder! No lo sé," farfullé. "Solo pensé..."

"No se te paga por pensar," me interrumpió. "Se te paga por seguir órdenes y no
recuerdo haberte dicho que me siguieras."

"No me dijiste que no lo hiciera, tampoco."

"¿Qué acabas de decir?" Dijo molesto, el sonido de su dedo quitando el seguro de su


arma enviando un escalofrío por mi espalda. "Estoy cansado de tu falta de respeto."

"¡Lo siento!" Escupí, sintiendo que estaba llegando a su límite. "Mierda, lo siento, ¿de
acuerdo? Solo, joder... solo tenía que saber, tío Alec."

Se tensó un poco, sin moverse o hacer ruido. "¿Piensas que no voy a matarte solo
porque eres el hijo de Carlisle?" Preguntó en voz baja, el tono de su voz amenazante.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1818


"¿Tú crees que al remarcar que somos familia voy a pasarte esto? ¿Honestamente crees
que soy así de blando? ¿Ya olvidaste lo que presenciaste en Phoenix?"

"No, señor," dije rápidamente, cerrando los ojos apretándolos ante sus palabras
mientras destellos del recuerdo me golpeaban. Él no había vacilado en matar a su
propia puñetera hermana y sabía que tampoco vacilaría conmigo, si creía que no tenía
otra opción. "No fue mi intención faltarte al respeto, lo juro."

Apartó el arma y me soltó, y entreabrí mis ojos mientras daba un paso hacia atrás.

"No hay justificación para que me sigas, Edward. A dónde voy no te concierne."

"¿Ah, no?" Pregunté, tratando de dejar de temblar mientras me enderezaba. "Me refiero
a que, si vas a dónde creo que vas..."

"¿Qué te acabo de decir?" Preguntó, levantando las cejas con una expresión severa en
su rostro. "Tienes que aprender a no meterte en los asuntos de los demás. Te dije en
Forks que tomaras una decisión y lo hiciste. Tienes que ser un hombre de palabra."

"Entonces, ¿estoy en lo cierto?" Pregunté exasperado. "¿En serio vas a ir con ella?"

"No tienes derecho para tratar de intervenir ahora."

"No estoy tratando de intervenir," le dije sacudiendo la cabeza. "Solo... Cristo, quiero
saber dónde está. Qué está haciendo. Por qué estás corriendo a dónde demonios sea
que esté a mitad de la noche. ¿Pasó algo malo? Joder, ¿está lastimada o algo? ¡Ella ya
no habla con nadie, Alec! ¿Qué demonios pasó?"

Se me quedó mirando mientras yo hacía una pregunta tras otra, sin revelar nada en su
expresión pero podía ver la molestia en sus ojos. Sabía que no debería haber estado
cuestionándolo, pero no pude evitarlo. El no saber me estaba llevando al límite, y el
solo saber que él iba con ella me estaba consumiendo. Necesitaba algo, lo que sea...
solo un poco de información que me mantuviera en pie.

Le echó un vistazo a su reloj y suspiró impaciente. Se veía como si iba a decir algo y la
esperanza en mí se incrementó, pero fue pisoteada al instante cuando levantó su arma
de nuevo. Retrocedí instintivamente cuando disparó en mi dirección, el ruido
inesperado me asustó, y maldije al mismo tiempo que él disparaba un segundo tiro. Me
giré para mirar con incredulidad cuando escuché el ruido de un zumbido, gimiendo
cuando vi que las llantas del lado del conductor de mi coche se desinflaban
rápidamente.

"Joder," escupí, pasando la mano por mi pelo mientras Alec colocaba su arma en su
chaqueta.

"Si vas a seguir a alguien, al menos se discreto al hacerlo. Te vi tan pronto salí de la
casa," dijo con calma. "Pide un camión remolcador y un taxi, y vete a casa. Me tengo

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1819


que ir y no necesito que me retrases más de lo que ya lo has hecho."

"Joder, simplemente fantástico," murmuré cuando empecé a alejarme. Vi cómo se


acercó a su coche, deteniéndose y volviéndose para mirarme de nuevo.

"Es una orden, Edward."

Se metió a su coche y cerró la puerta con fuerza, dando una vuelta en U antes de
alejarse a toda velocidad. Me quedé allí por un momento, mi ira y desesperación
aumentando, y pateé el costado del coche con irritación mientras mi vista empezaba a
ponerse borrosa por las lágrimas. Al fin de cuentas, hice lo que me ordenaba, porque
sabía que no había otra opción. Me fui a casa y pasé el resto del fin de semana en
estupor por el alcohol, recobrando la sobriedad solo el tiempo suficiente para hacer
que le pusieran nuevas llantas al coche. Mi cuerpo dolía y mi corazón sufría mientras
estaba allí parado en el puñetero calor esperando, esa esperanza amenazando con
volver a incrementarse dentro de mí. Sabía que Alec volvería y estaba desesperado por
algo que calmara mis ansias, algo que me asegurara que ella estaba bien.

Por más que tratara de luchar contra ello, una jodida parte de mí estaba esperando
que se presentara aunque sabía que mi poder de voluntad era casi nulo y solo
terminaría lastimándola de nuevo. Era un puto desastre, pero todavía ansiaba estar
con ella, y probablemente mataría a cualquier hijo de puta que tuviera que matar por
solo cinco minutos en su presencia, sin importar las consecuencias.

Al parecer seguía siendo un pendejo egoísta....

"¿Lo recibiste?"

"¿Recibir qué?" Pregunté, mirando a Esme confundido. Maldición, casi me había


olvidado que estaba allí.

"Tu regalo de cumpleaños," aclaró. Rodé los ojos y asentí, sin sorprenderme que
cambiara de tema.

"Llegó el viernes," respondí. "Estaba bonito, gracias."

"Entonces, ¿te gustó?" Preguntó, una sonrisa formándose en sus labios al mismo tiempo
que sus ojos se iluminaban por la emoción.

"Sí. Aunque me sorprendió. Esperaba otro juego de libros de autoayuda o una maldita
membrecía a AA o algo así. ¿Quién iba a saber que en realidad me regalarías algo
decente?"

Se rió y me empujó con el codo jugando. "Soy tu tía, sé lo que te hace feliz," me dijo.
"Aunque AA me parece una buena idea."

"Espera sentada para eso," respondí. "Si crees que soy miserable ahora, veme la

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próxima vez que esté sobrio."

"¿Cuándo fue la última vez que estuviste sobrio?" Preguntó. Me encogí de hombros y
me le quedé mirando, pero antes de que pudiera responder que estaba sobrio en ese
momento siguió hablando. "Y por sobrio me refiero a pasar todo un día sin un sorbo de
alcohol."

Me reí con amargura mientras mi padre nos gritó a Esme y a mí desde el escalón
principal de la iglesia, diciendo que la ceremonia estaba a punto de empezar, y
empecé a alejarme cuando ella habló de nuevo.

"Hace un año y medio," me dijo, respondiendo su propia pregunta.

"Sí, bueno, necesito algo para mantenerme caliente," murmuré.

Nos dirigimos hacia el interior en silencio y ella me arrastró a través de la iglesia,


prácticamente forzándome a sentarme junto a ella en la primera fila. No me sorprendió
que me hubieran dejado fuera del séquito nupcial, aunque no podía negar que dolió
un poco. Decidieron dejarlo en algo pequeño, con Jasper como el padrino de Emmett y
Alice como la dama de honor, y tan pronto la música inició vi a mi padre acompañando
a Rosalie. Él se veía orgulloso y por más que la perra disfrutara ponerme los nervios de
punta, tenía que admitir que Rosalie en verdad se veía feliz. Parecía estar radiante
cuando tomó su lugar al frente, y cuando Emmett levantó el velo de su rostro vi que
lágrimas ya corrían de sus ojos. Emmett extendió su mano para limpiarlas de sus
mejillas y yo desvíe la mirada, mi envidia y anhelo haciéndose más fuertes.

La ceremonia transcurrió rápidamente, y apenas escuché algo de ella mientras me


removía nervioso y miraba para todos lados por alguna señal de mi tío. En el momento
en que terminó salí disparado de la puta iglesia antes de que Esme pudiera
detenerme. Me metí en mi coche y conduje por la ciudad por un rato antes de que
finalmente me dirigiera a la calle donde vivíamos, sin humor para una fiesta familiar
pero consciente de que no podía simplemente irme a casa y saltarme la recepción por
completo. Iba a ser en la casa de Esme y teniendo en cuenta que podía ver mi entrada
desde su jodida entrada principal, sabía que ella vendría por mí si no iba primero.

Me estacioné frente a la casa antes de caminar por la calle hacia la casa de Esme, y
Emmett empezó a caminar hacia mí tan pronto entré, una expresión severa en su rostro.
De inmediato me pregunté qué carajos había hecho mal, ya que Emmett rara vez
estaba serio, y me preparé para lo que venía cuando se acercó. Esperaba que se
estrellara contra mí o me arrojara hacia algo pero en lugar de eso me abrazó,
apretándome con fuerza.

"Cristo, Emmett," jadeé, su fuerte abrazo casi sacándome el aire.

"Necesitas estar sobrio de una puta vez y sobreponerte," me dijo, su voz baja y
demandante. "Mi hijo va a necesitar un tío a quién admirar."

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"¿Hijo?" Pregunté con incredulidad, mi ceño fruncido cuando se apartó de mí.

"Sí, un hijo," respondió, con una amplia sonrisa. "¿Puedes creerlo? Voy a ser un maldito
papá, hombre."

"Mierda, ¿está embarazada?" Pregunté. Asintió y pasé la mano por mi cabello,


conmocionado. "Eh, felicidades. Cristo, no esperaste mucho tiempo, joder, acabas de
casarte hace un minuto, Em."

"Empezamos antes la luna de miel,” dijo en broma. "Ya tiene tres meses pero no le
hemos dicho a nadie todavía. Bueno, hasta ahora, de todos modos."

"Wow," murmuré, sin saber que decir al respecto. Estaba feliz por él, por supuesto, pero
la puta envidia amenazaba con consumirme en vida. "Sabía que esa perra estaba
radiante cuando la vi."

"¿Cómo acabas de llamarme?" La aguda voz de Rose se escuchó detrás de mí. Emmett
se rió al mismo tiempo que me di la vuelta, viendo a Rosalie parada con las manos en
sus caderas. Todavía traía puesto su vestido de bodas pero su pelo estaba suelto, su
velo ya no estaba.

"Sí, no llames a la mamita de mi bebé una perra, hombre," Emmett dijo a medida que
mis ojos analizaban a Rosalie. Noté que su rostro se veía más lleno y definitivamente
estaba jodidamente radiante.

"Tus mejillas engordaron." Sus ojos se entrecerraron al escuchar mis palabras. "Sigues
siendo un pendejo," replicó.

Asentí. "No te voy a discutir esa mierda," murmuré. "Felicitaciones, por cierto. Por el
matrimonio y el niño."

"Gracias," respondió antes de extender su mano y golpear a Emmett con fuerza en el


brazo. Él dio un respingo, obviamente sin esperarse que lo golpeara, y empezó a
frotarse el área con la que había hecho contacto.

"Jesús, Rosie, ¿y eso por qué fue?"

"¿La mamita de mi bebé?" Dijo furiosa, él se encogió de hombros y me reí mientras ella
rodaba los ojos. "Y no puedo creer que de todos, se lo dijeras a él primero."

"¿Decirle a quién qué?" Alice preguntó, acercándose y deslizándose junto a mí. Agarró
mi brazo, envolviendo los suyos alrededor de él y se apoyó en mí. Le di una pequeña
sonrisa y me sonrió en respuesta, la felicidad y calidez en su expresión todavía
extrañamente reconfortante aún cuando no la había visto en mucho tiempo. Jasper se
acercó junto a Alice y me miró, haciendo verdadero contacto visual contrario a la última
vez que lo vi. Me saludó con un gesto de su cabeza y le respondí.

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"Le dije a Edward que Rosie estaba preñada," dijo Emmett. Los ojos de Jasper se
abrieron por la sorpresa pero Alice solo sonrió, obviamente ya sabía esa mierda ya sea
que alguien lo haya dicho o no. Antes de que cualquiera pudiera comentar, Rosalie
golpeó a Emmett de nuevo, gruñendo.

"¿Preñada?" Repitió, su tono de voz mordaz. Todos nos reímos cuando Emmett gruñó
una disculpa, y Alice y Jasper los felicitaron discretamente. Emmett insistió en que nos
sentáramos juntos por un rato, y hablaron de bodas, bebés y el futuro, pero no dije
mucho porque en realidad no había nada que pudiera contribuir. Mi futuro estaba
escrito en piedra y no era nada de lo que entusiasmarse o siquiera algo que pudiera
compartir. Sin embargo, era agradable estar rodeado de ellos de nuevo. Me sentía
como en los viejos tiempos cuando uno de ellos contaba un chiste o evocaba un viejo
recuerdo, todo tan reconfortante que en ese momento me permití relajarme y solo
olvidarme de todo lo demás. No había ira o resentimiento, no había remordimiento o
culpa viniendo de todos lados por cosas que habían sucedido. No había nada más que
amor y amistad en la mesa, y hasta algo de comprensión entre nosotros.

Mi padre se acercó durante unos minutos, riéndose y bromeando con nosotros, y tuve
una sensación extraña desarrollándose en mi interior mientras los observaba. Ellos
eran mi familia, la gente que más se preocupaba por mí en el mundo, los que habían
pasado por todo conmigo. Sentían mi dolor y compartían mi alegría, y mientras
escuchaba a mi padre empezar a hablar de mi madre y que tan feliz estaría ella si
estuviera allí, me di cuenta de qué era exactamente. Felicidad. Por primera vez desde
que dejé Forks, sentí felicidad... y no usé puñeteras drogas o licor para inducirla.

Pero aún así, incluso entonces, sentía el vacío, la parte que me faltaba. Sentía su
ausencia, cuando no deseaba nada más que su presencia.

Una garganta se aclaró detrás de mí y me tensé por instinto, a pesar de que Emmett y
Rosalie sonrieron.

"Esto es para ustedes dos," la voz de Alec sonó a medida que su mano se extendía
pasando junto a mí, entregándole un regalo envuelto con un brillante papel verde a
Emmett. La esperanza dentro de mí se intensificó al mismo tiempo que me giraba, al
ver que se veía exhausto, pero por lo demás bien. "Me disculpo por perderme la
ceremonia, tenía asuntos que no podía dejar de atender y acabo de llegar a la ciudad.
Felicitaciones."

"Gracias, tío," Emmett dijo cuando tomó la caja. "Es comprensible, no importa."

Rosalie reiteró el sentimiento y Alec asintió, deseándoles una bonita luna de miel antes
de darse la vuelta y alejarse sin siquiera mirarme. Observé cómo se acercaba a Esme,
haciéndole un gesto para que lo siguiera. Mis ojos se movieron rápidamente por el
lugar con nerviosismo y mi corazón empezó a desbocarse cuando escuché la voz de
Emmett.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1823


"Izzy Bizzy," él dijo. Me volteé tan rápido para mirarlo que casi vuelco una maldita copa
de champán, preguntándome por qué él había dicho su nombre, y vi que estaba
sosteniendo una tarjeta que sacó de la parte de arriba del regalo. En ese instante me di
cuenta que era de parte de ella, casi perdiendo el aliento por el dolor en mi pecho, y
levanté mi mano para frotarlo.

"Bien, lee la maldita cosa," Rosalie demandó después de un segundo cuando Emmett
no dijo nada más. Emmett suspiró relajándose en su silla.

"Emmett y Rosalie, desearía poder entregar esto en persona, pero no puedo viajar
ahora. Lo siento y espero que puedan perdonarme. Estoy feliz por ustedes y les deseo
toda una vida de felicidad y amor porque ustedes se lo merecen. Apuesto que Rosalie
se ve hermosa en su vestido, ¿pero cuándo no se ve hermosa Rosalie? Tal vez algún
día llegue a ver fotos o un vídeo de ello. Me gustaría eso," Emmett empezó a leer,
mirando a Rosalie y sonriendo. "Ella tiene razón, bebé. Tú siempre te ves hermosa pero
en especial hoy."

Rosalie sonrió y le hizo un gesto con la mano para que continuara. "Es difícil de creer
que ha pasado tanto tiempo desde que hablé con alguno de ustedes. Se siente como si
hubiera sido ayer cuando todos fuimos a cortar el árbol de navidad juntos. Me ha ido
bien y he estado ocupada pero no voy a aburrirlos con detalles. Solo quería que
supieran que estoy bien aquí para que no se preocupen. Por favor, salúdenme a todos
la próxima vez que hablen con ellos, y díganles que los echo mucho de menos. Espero
que les esté yendo bien en la universidad a todos ustedes."

Hizo una pausa, mirándonos. "Izzy Bizzy les manda saludos y los echa de menos
cabrones. Y espera que no la estén jodiendo en la escuela,” dijo. Todos rieron y yo
esbocé una sonrisa mientras él miraba de nuevo a la nota. "No sé qué se supone que se
le regale a la gente en su boda porque nunca antes conocí a alguien que fuera a
casarse. Alguien me dijo que la gente se registra en tiendas para cosas del hogar, pero
no creí que Rosalie fuera de ese tipo de mujer a quién le gustaría una licuadora como
regalo para su boda. Así que compré algo que pensé que ambos disfrutarían. Sugeriría
que lo abrieran en privado como ella lo hizo conmigo una vez, pero no creo que se
avergüence de cualquier forma. Con amor, Isabella."

Rosalie le arrebató la caja a Emmett, arrancándole el papel y abriéndola rápidamente.


Le echó un vistazo dentro, moviendo algo de papel y echándose a reír. "Lo sabía," dijo
mientras Emmett echaba un vistazo, su rostro iluminándose.

"¡Mierda, Izzy Bizzy es kinky!" Declaró, riéndose al mismo tiempo que alcanzaba el
contenido de la caja. Empezó a sacar lencería y me quedé mirando atónito cuando
agarró un vibrador color rosa. Emmett lo levantó, llamando la atención de algunas
personas alrededor mientras lo movía de acá para allá, y todos se empezaron a reír
cuando Rosalie trató de quitárselo. Sus mejillas se tiñeron de rojo cuando más
personas se quedaron mirando y finalmente lo arrancó de los dedos de Emmett,

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arrojándolo de nuevo en la caja antes de empujarlo. Él casi se cayó de su silla, pero se
aferró a ella, riéndose.

"A veces eres todo un idiota," escupió, poniéndose de pie y alejándose con la caja. Alice
sonrió y se disculpó, siguiendo a Rosalie.

"Al parecer la gatita estaba equivocada," Emmett dijo bromeando. "Rosie estaba
avergonzada."

"No pensé que fuera posible," le dije.

"Yo tampoco,” respondió, riéndose de nuevo. "Le enviaría una nota de agradecimiento
solo por eso pero no dijo dónde estaba."

"Sí, bueno, estoy seguro que Alec puede encontrar una forma de hacérsela llegar," le
dije, tratando de contener mi emoción.

"Eso espero. Quiero contarle del bebé," respondió. "Todavía no puedo creerme esa
mierda ni yo mismo."

"Que Dios nos ayude," Jasper murmuró. "Un Emmett en miniatura."

"Si no es una miniatura de él, sería una miniatura de Rosalie. No sé cuál sería peor," le
dije, riendo.

"Va a ser una mezcla de los dos," Emmett declaró. "La belleza de Rosie y mi estupenda
personalidad."

"Mejor que se parezca a ti y tenga la personalidad de Rosalie," Jasper bromeó.

"Entonces, realmente me voy a sentir mal por el niño," intervine.

Nos echamos a reír y Emmett empezó a recoger mierda de la mesa, lanzándola hacia
nosotros.

"Pendejos," él dijo. "Todavía tengo que contarle a papá que va a ser abuelo. No sé cómo
se vaya a sentir al respecto. Rosie quiere esperar un poco ya que tiene muchas cosas
con qué lidiar ahora, pero no sé. Siento que quiero decirle."

"Sí, tal vez deberías decirle," Jasper dijo. "Dale algo positivo en qué pensar, ya que
nada más parece ir bien."

"Aunque, ¿de verdad crees que va a estar aquí cuando llegue el momento?" Emmett
preguntó. "Va a defenderse de los cargos, ¿verdad?" Los dos se me quedaron mirando
y me encogí de hombros vacilante, sin saber qué esperaban.

"No sé más que ustedes al respecto," les contesté. "El juicio va a empezar pronto, no
deberá durar por más de unas cuantas semanas. Sus conjeturas sobre el resultado son

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tan buenas como las mías." Empujé mi silla hacia atrás e iba a levantarme, la realidad
lentamente haciéndose presente y arruinando el momento de alegría, cuando alguien
agarró mi hombro.

"Hola, chicos," Esme dijo, mirando alrededor de la mesa.

"Hola, tía Es," Emmett respondió. "¿Será que tienes la dirección de Isabella? Tengo que
enviarle una nota de agradecimiento."

"No, lo siento," ella respondió. "Estoy segura que si hablas con Alec te ayudará, pero yo
no tengo contacto con ella. Como sea, Rosalie acaba de lanzar el ramo. Alice lo atrapó,
por supuesto. Pensé que iba a empezar a dar golpes para conseguirlo."

Rieron cuando Jasper negó con la cabeza. "Esa es mi Alice."

"Sí, parece que eres el próximo," Emmett dijo.

"Supongo que sí," Jasper respondió. Esme sonrió, palmeando a Jasper con cariño
mientras empezaba a alejarse. Me despedí de mis hermanos rápidamente y la seguí,
deteniéndola en la cocina antes de que pudiera escapar afuera. "¿Por qué mentiste?"

"¿Mentir sobre qué?" Preguntó vacilante.

"Dijiste que no tenías ningún contacto con Isabella."

Suspiró. "Mira, le prometí a tu tío hace un año que me mantendría completamente al


margen. En ocasiones hablo con ella cuando llama a la casa, pero además de eso le
prometí que no me involucraría. Él no quiere que piensen que pueden pasar por mí
para llegar a ella, y casi crucé la línea un par de veces ya."

"¿Por qué no quiere que se sepa dónde está?"

"Tiene sus razones. Sabes muy bien que no debes cuestionar los motivos de tu tío. Él no
interviene por emoción o hace las cosas por despecho. Hace lo que es lógico, así que
solo tienes que confiar en eso ahora," ella dijo. "Yo lo hago."

"Como sea," murmuré, pasando la mano por mi cabello. "Yo solo..."

"Lo sé," respondió, interrumpiéndome antes de que pudiera terminar de expresarme.


"Quieres saber que todo esto ha sido por una razón y así es, Edward. Ella está
experimentando cosas que no hubiera experimentado si tú no hubieras hecho lo que
hiciste por ella. Eso no significa que preferiría que ella estuviera aquí, y sé que muy
dentro de ti eso es lo que deseas también. Pero ella está allá afuera, justo como le
dijiste que querías que estuviera."

"¿Es feliz?" Pregunté, un nudo formándose en mi garganta por la emoción de la


palabra.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1826


Feliz.

"¿Lo eres tú?" Ella respondió. "No puedo hablar por ella y lo sabes. Disfruta de las
cosas que hace, eso es lo que me ha dicho, pero algo que encuentro irónico es que tú y
ella siempre me dan las mismas respuestas a mis preguntas. Estoy bien, he estado
ocupado, no tienes que preocuparte por mí. Nunca he escuchado un estoy feliz."

Se dio la vuelta antes de que pudiera responderle, saliendo por la puerta trasera hacia
donde Rosalie estaba en el patio trasero con algunos invitados. Dudé por un momento,
considerando el seguirla, antes de decidirme por simplemente irme a casa. Pasé junto
a Clara cuando me dirigía a la puerta principal y ella me sonrió con calidez,
saludándome. "¿Ya se va?" Preguntó.

"Sí," respondí, dándole una sonrisa. Ella había cambiado mucho desde que vivía en
Chicago y prácticamente era más un jodido huésped para Esme que la sirvienta. "Te
veré luego, Clara. Que pases buenas noches."

"Usted, también, señor."

Empecé a caminar por la calle hacia la casa, disminuyendo el paso a medida que me
acercaba y vi la figura sentada en el escalón. Reconocí a mi padre cuando me acerqué
más, mi ceño frunciéndose en confusión cuando vi que tenía un cigarrillo en su mano.
"Cristo, ¿cuándo empezaste a fumar?" Pregunté. Me miró y se encogió de hombros,
tirando las cenizas sobre el concreto.

"¿Y tú?" Preguntó, señalando algunas viejas colillas de cigarro que cubrían el patio.

"No son mías," respondí, ganándome una mirada de curiosidad de su parte. "La
mayoría de ellas, en cualquier caso. Leah, la chica que Esme consiguió para que
viniera a ayudar... fuma como una maldita chimenea."

"Ah," él dijo, sacando un paquete de cigarrillos y dándome uno junto con un


encendedor. Lo tomé y lo encendí mientras él continuaba. "Recuerdo a Leah cuando
era niña. Su madre solía trabajar en el centro de apoyo con tu madre."

"¿En serio?" Pregunté, sorprendido. Asintió.

"Sí, una mujer agradable."

Se quedó en silencio, estar parado allí con él se sentía algo surrealista. "Es algo jodido
estar fumando con mi padre, el doctor."

"Ya no soy doctor," replicó con una risa amarga, dando una calada. "Suspendieron mi
licencia médica. No se puede tener a un miembro de la mafia armado con escalpelos y
agujas."

"Eso es una mierda," le dije, sintiéndome culpable por haber sacado el tema. "Lo

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siento."

Me miró y alzó sus cejas interrogante. "¿Te acabas de disculpar conmigo?" Me encogí
de hombros y sonrió. "Sí, yo también lo siento. Aunque, en realidad ya no importa. Es lo
que es."

"¿Puedes conseguir que te la restablezcan después del juicio?"

Se me quedó mirando incrédulo, sin siquiera molestarse en considerar la pregunta. "La


verdad es que empecé a fumar después de que tu madre murió. También bebí. Mucho.
Estuve en estado de estupor durante más de un año. Esa es la principal razón por la
que los dejé, ¿sabes? Sé que te sentías culpable por mi ausencia, y no voy a mentirte,
era difícil el verte porque me recordabas tanto a tu madre. Pero en realidad no quería
que me vieran como estaba."

"¿Qué cambió?" Pregunté con curiosidad, algo incómodo con el tema, ya que nunca
antes había hablado de esa mierda con él. "¿Qué te hizo sobreponerte y volver de una
puta vez a casa?"

Se encogió de hombros. "Desperté una mañana y me di cuenta que tu madre estaría


molesta por mi comportamiento. Había luchado tanto para que ella tuviera una vida y
solo estaba desperdiciando la mía, ignorando todo lo que había trabajado en construir
para nosotros. No estaba precisamente haciéndole justicia a su memoria. Seguí
bebiendo por un tiempo después de que volví a casa pero lo oculté. No fue sino hasta
que asesiné a los Swan que supe que tenía que dejarlo por completo antes de que
alguien más saliera lastimado. Gracias a Dios Nona estaba allí para cuidar de ustedes
durante ese tiempo. Era una buena mujer, como sabes."

"Sí, lo era," respondí, asintiendo. "Lo más cercano que tuve a una abuela."

"Sabes que tu verdadera abuela está a solo unos kilómetros de distancia, puedes ir a
verla si quieres," sugirió. "Sin embargo, no puedo asegurarte que no va a encabronarte.
La visité ayer, solo tardó como diez minutos antes de que se le soltara la lengua
hablando de tu madre. Se niega a referirse a ella por su nombre, llamándola 'esa
esclava irlandesa'. Probablemente lo haría contigo, ya que te pareces mucho a ella."

"Sí, paso," respondí, lanzando mi cigarrillo al suelo y pisándolo, el humo hizo que mi
pecho doliera. Metí la mano a mi bolsillo y saqué mi frasco, abriéndolo para tomar un
trago. Me miró con curiosidad y se lo tendí, ofreciéndole un poco. Titubeó pero tiró su
cigarrillo y lo tomó. Hizo una mueca por el caliente líquido, pero eso no lo detuvo de
tomarse un segundo trago antes de devolverlo.

"Para que sepas, no debería decirte esto, pero en realidad ya no tengo nada más que
ofrecer. Te he fallado demasiado, reteniendo información cuando simplemente debí
haber sido honesto, y hasta el punto donde no tengo nada más que dar más que la
verdad," dijo en voz baja, mirando hacia el suelo frente a él. Parecía un hombre

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atormentado, completamente derrotado con pocas ganas de luchar. Era alarmante y
no me gustó, porque me asustó como la mierda por lo que significaba para su futuro.
"Recuerdo el rostro de cada persona que he asesinado. Los veo dondequiera que voy, y
sé que por lógica no están allí, pero el recuerdo de cómo se veían en sus momentos
finales permanece. También recuerdo cómo se veía tu madre."

"Yo también," susurré. "Recuerdo el sonido de sus gritos."

Él me dio una mirada extraña, la aprensión en sus ojos. Nunca le había hablado de
esa noche, el recuerdo era demasiado doloroso para ponerlo en palabras. La única
persona a la que le había contado era Isabella, pero estando ahí frente a mi padre,
viendo su expresión, casi lo sentía necesario. Suspiré y cerré los ojos mientras me
sentaba junto a él en el escalón, pasando la mano por mi cabello con nerviosismo a
medida que recordaba detalle a detalle lo que sucedió. Desde el momento en que
salimos del recital de piano hasta cuando desperté en el hospital con él a un lado de
mí, cada vestigio de dolor saliendo a través de mis palabras. Se quedó en silencio
enterándose de todo, su cabeza gacha mientras miraba hacia el suelo, pero sabía que
estaba escuchando atentamente.

"Casi te desangraste hasta morir," dijo cuando terminé, su voz baja. "Estaba sentado en
casa, muy enojado con ella porque había descubierto que había hecho caso omiso de
las advertencias de que dejara de indagar en busca de información, y todo ese tiempo
ella estaba muerta y tú yacías detrás de un basurero. Pudiste haber muerto y hubiese
sido mi culpa."

"No fue tu culpa," le dije, negando con la cabeza. "La única persona culpable de las
balas que tomaron la vida de mi madre y la bala que casi tomó la mía fue ese hijo de
puta que jaló del gatillo."

Asintió vacilante después de un segundo y aclaró su garganta. "Supongo que tienes


razón," me dijo. "Sin embargo, a veces me pregunto qué podría haber hecho para
cambiarlo."

"Sí, bueno, mamá te hubiera dicho que esas eran putas pendejadas," respondí,
ganándome una mirada de diversión de su parte. "Bueno, probablemente no con esas
palabras, pero sabes a lo que me refiero. Ella creía firmemente en esa mierda del
destino, que lo que está destinado a ser será y toda eso. Lo que dijiste hace un
momento, es lo que es. Me refiero a que, a menudo durante este año y medio, me he
preguntado si tal vez de alguna manera hubiéramos podido salvar a Isabella sin que
hubiera tenido que iniciarme, de manera que yo pudiera estar con ella donde carajos
sea que esté..."

"California," él dijo. Me callé y lo miré con curiosidad.

"¿California?" Pregunté. Asintió.

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"No sé exactamente dónde, pero estoy seguro que está en alguna parte de California."

Me quedé en silencio por un momento, una sonrisa empujando la comisura de mis


labios. Mi chica se fue a la hija de puta California como habíamos hablado.
"California, entonces. El punto es, que no tiene sentido el preguntármelo porque no hay
nada que se pueda hacer ahora al respecto. Hice lo que hice, tú hiciste lo que hiciste, y
estamos en dónde estamos. Solo tenemos que lidiar con esa mierda, hacer lo que
tenemos que hacer."

"¿Sabes? Lo ocultas detrás de drogas, alcohol y obscenidades, pero has madurado


bastante el último año."

"Sí, bueno, no creo que Alec esté de acuerdo contigo," murmuré. "Tiene que
amenazarme con matarme al menos una vez a la semana. Solo estoy en espera del día
en que se contagie de laringitis o algo así y no pueda decir las palabras 'voy a matarte'
así que en vez de eso solo haga esa mierda."

Se echó a reír sacudiendo la cabeza. "Él me amenazó con matarme cuando tenía tu
edad. También he amenazado con matar a muchas personas en mi vida."

"Como a Isabella," le dije. Hizo una pausa antes de asentir.

"Sí. La amenacé un par de veces. En realidad, casi lo hice y nunca me perdonaré por
eso. Es como se nos enseña a controlar a la gente en la Borgata, se vuelve una
segunda naturaleza, por más perturbador que suene. La mayoría de los hombres
temen muy pocas cosas con excepción de la muerte, así que la amenaza de muerte es
la única cosa para mantenerlos en línea."

"Es algo extraño con cuanta maldita indiferencia me dices que casi mataste a la chica
que amo."

"¿Todavía la amas?" Preguntó con curiosidad, mirándome. Asentí y suspiró. "Bueno,


como ya dije, lo único que me queda ahora para dar es la verdad. Casi la maté. Me
retractaría si pudiera, pero no puedo cambiar el pasado."

Antes de que pudiera responder mi teléfono sonó y lo saqué, tensándome cuando vi


que era Alec. Lo abrí, presionando el botón para responder la llamada antes de
llevarlo a mi oído. "¿Sí, señor?"

"Encuéntrame en casa de Aro en treinta minutos," dijo enfáticamente, la línea se cortó


antes de que pudiera preguntarle por qué. Cerré el teléfono y lo deslicé de nuevo en mi
bolsillo.

"Tengo que irme, supongo," murmuré mientras él encendía otro cigarrillo. Asintió, sin
parecer sorprendido, y no dio indició de que fuera a levantarse. "¿Quieres ir adentro o
algo? Me refiero a que, todavía es tu casa."

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"No, está bien," respondió. "Solo me voy a quedar aquí sentado por unos minutos."

"Muy bien, entonces. Supongo que te veré después o lo que sea," le dije, dándome la
vuelta para irme.

"¿Edward?" Me llamó. Lo miré, viendo la seria expresión en su rostro.

"¿Sí?"

"Te amo, hijo," dijo en voz baja, dando una calada a su cigarrillo. "Creo que no te lo
había dicho desde que tenías ocho, pero así es. Y espero que nunca seas perseguido
por los rostros de los muertos como yo. Nunca quise eso para ti."

"Lo sé, papá. Yo también te amo," le dije, sus palabras poniéndome nervioso porque no
era algo típico de él. "Mira, eh, no vayas a hacer algo estúpido. Sé que tienes un
puñetero as bajo la manga pero ten cuidado, ¿de acuerdo?"

Se rió entre dientes, negando con la cabeza. "Irónico," dijo en voz baja. "No te
preocupes, no voy a hacer nada que tú no harías, hijo."

"Sí, bueno, esa mierda me asusta porque yo hago alguna mierda de verdad jodida."

"Ya vete, hijo," respondió, despidiéndome con la mano. "Sabes que no puedes llegar
tarde cuando te llaman. No te preocupes por mí."

"Lo que digas," murmuré, dirigiéndome al coche. "Adiós, papá."

"Adiós, Edward."

Dudé, mirándolo una vez más antes de meterme en el coche y encenderlo. Me alejé de
la entrada y me dirigí hacia la casa de Aro, reflexionando sobre sus palabras mientras
conducía. El miedo iba creciendo dentro de mí entre más me acercaba, una sensación
perturbadora haciéndome sentir mareado... definitivamente algo estaba mal.

Vi el coche de Alec estacionado detrás del de Aro cuando llegué, había algunos otros
vehículos alrededor pero no pude descifrar de quién era. La mayoría de ellos lucían
igual para mí, el de Alec era el único que destacaba por una pequeña etiqueta
plateada en la parte trasera. Me estacioné detrás de él y salí, dirigiéndome a la puerta
principal y titubeé, echándole un vistazo a mi reloj antes de tocar el timbre.

Fue abierta después de un momento por la joven esclava que había venido desde
Phoenix. Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa, haciéndose a un lado para dejarme
entrar. Había hablado con ella un par de veces durante mis visitas a la casa pero
siempre se negaba a sostener una larga conversación conmigo, diciéndome que su
nombre era Maggie pero diciendo muy poco además de eso. Sabía que ella estaría al
tanto de lo que éramos así que no la culpaba por estar renuente a hablar, pero al
parecer ya no me temía, afortunadamente. Antes de que Isabella entrara en mi vida no

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me hubiera importado, años atrás hubiera pasado justo junto a ella sin que me
importara una mierda lo que pensara o sintiera, pero ahora la notaba. Los veía a todos
ellos, e incluso si se negaban a hablar conmigo, joder, aun así lo intentaba.

Me dirigí directamente al estudio donde me imaginé que estarían todos, deteniéndome


en la entrada y mirando alrededor de la habitación. Aro estaba sentado en su lugar
acostumbrado con Caius, el segundo al mando, a su derecha y Alec a su izquierda.
Había un capo sentado cerca de Caius y me tensé cuando vi a Alistair de pie a un lado
de la ventana. Cerré mi mano en un puño, tratando de mantenerme calmado, y aclaré
mi garganta para saludar a Aro.

"Señor," le dije.

"Ah, Edward," dijo, echando un vistazo al reloj. "Aquí con unos minutos de sobra. Toma
asiento."

Me acerqué y me senté en una silla junto a Alec, mirándolo nervioso. Podía darme
cuenta que estaba inquieto, el simple hecho hacía que mi pánico se intensificara.

"Tenemos un problema," Aro empezó de inmediato, su voz firme y seria. "Al parecer
tenemos otro traidor dentro de la organización, uno que puede causar un daño
significativo si no nos ocupamos de él. No podrá verlo venir y a este punto va a confiar
en muy pocas personas. Esto es de suma importancia y se tiene que hacer de forma
discreta. La organización puede ser dañada seriamente, todos los que estamos en esta
habitación destruidos por él y no podemos permitir que eso pase. Entienden la
seriedad de la situación, ¿correcto?"

"Por supuesto," Alec respondió. Asentí, sin saber por qué carajos estaba allí pero no iba
a cuestionarlo al respecto.

"Bien, porque necesito que se elimine a Carlisle tan pronto como sea posible."

Mi sangre se heló por sus palabras, sentí como si mi corazón se detuviera al mismo
tiempo que las náuseas aumentaban dentro de mí. Mis manos temblaron mientras lo
contenía, la intensa mirada de Aro cayendo sobre mí después de un momento. "Es
lamentable, pero tenemos fuentes internas que nos han confirmado que él ha estado
dando información a los federales a fin de ayudarse a sí mismo. Es inteligente, ha
estado en esta organización por bastante tiempo y conoce cómo funcionan las cosas.
Su padre, que en paz descanse, fue uno de los más grandes jefes en la historia de la
organización. La traición de Carlisle es devastadora y ni siquiera sugeriría la idea sino
estuviera cien por ciento seguro," declaró.

Aro hizo una pausa, mirando a Alec, y contuve la respiración esperando que él
defendiera a mi padre. Esperaba que tratara de convencer a Aro de que no lo hiciera,
joder, que le hiciera ver la lógica de que mi padre nunca haría nada para poner en
peligro a su familia, pero al momento que abrió su boca destruyó por completo mi

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esperanza.

"Lo entiendo," Alec dijo simplemente.

"Sabía que lo harías," Aro respondió. "Siempre lo has hecho. Tomas el juramento con
seriedad, contrario a muchos otros, lo que te hace un excelente recurso."

"Me haré cargo," Alec dijo estoicamente.

"En realidad, no," dijo Aro, negando con la cabeza. "Esto no es para ti."

"Entonces, ¿de quién?" Alec preguntó tentativamente. Una sonrisa de suficiencia torció
los labios de Aro y me miró, haciendo un gesto con su cabeza.

"Para él."

"¿Yo?" Pregunté con incredulidad, sabiendo que tenía que haber algún error. "Joder, no
puedo..."

"¿No puedes?" Contestó de inmediato, sus ojos oscureciéndose por la ira. "¿O no
quieres? ¿Estás desobedeciendo una orden?"

"Con todo respeto, señor, Carlisle tiene mucha experiencia y Edward es bastante
nuevo," Alec dijo. "Yo sería la apuesta más segura."

"Tal vez, ¿pero no crees que Carlisle se ha preparado para esa posibilidad? Te estará
esperando, Alec, y no dudo que contraatacaría si su vida está en peligro. Pero estoy
bastante seguro que no le dispararía a su hijo, en especial a uno que es
extremadamente parecido a su amada esposa. Aceptaría la muerte antes de matar a
su propio hijo."

Me les quedé mirando en shock, sin saber qué demonios decir o cómo reaccionar.
Sabía que esa mierda era cierta, que moriría antes de matarme, y el hecho de que Aro
usara la memoria de mi madre contra mi padre me hacía sentir peor. Se sentía tan
surrealista, parte de mí gritaba que tenía que haber escuchado mal o que tenía que ser
algún tipo de pesadilla. No había forma de que se me acabara de ordenar asesinar a
mi propio padre, de ninguna manera se había ordenado su muerte, punto. Era
incomprensible para mí.

"Muy bien," respondió Alec. Lo miré boquiabierto, atónito, y empecé a hablar pero él me
lanzó una mirada asesina que hizo que mis palabras pararan en seco. "Asumo que he
sido llamado para ayudar con las repercusiones, entonces."

"Sí,” dijo Aro, sin decir nada más pero imaginé que Alec sabía exactamente lo que eso
significaba. Alec asintió y Aro volvió su atención hacia mí. "¿Y tú entiendes lo que se
espera de ti?"

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Lo miré fijamente por un momento, viendo la crueldad en sus ojos mientras me devolvía
la mirada, asentí vacilante. "Sí, señor," le dije, mi voz temblorosa aun cuando luché por
estabilizarla. "Se supone que debo matar a mi padre."

"Un traidor, Edward," dijo bruscamente. "Una vergüenza para todo lo que
representamos. Él ya no es nuestro amigo, es un enemigo. Tu padre, ¿el hombre que
respetabas? Ya está muerto. Tu orden es eliminar la amenaza, por el bien de todos. Ya
es tiempo de que pruebes tu lealtad a nosotros, de todos modos. Se te debió haberte
ordenado que lo hicieras hace tiempo, pero no presioné en el asunto por quién eres. De
hecho, he tolerado muchas cosas que no debía por tu apellido, pero ya no lo toleraré
más. Tu padre ha arruinado el nombre, ha manchado la reputación Cullen. Los Cullen
eran leales, reverenciados y fuertes. Ahora, gracias a tu padre, son cobardes.
Mentirosos. Ratas. Tu abuelo se estaría retorciendo en su tumba justo ahora si supiera
lo que está pasando."

"Así es," Alec intervino. "Antonio Cullen nunca hubiera tolerado esto."

"Así que, sé un hombre de honor y haz lo que se espera de ti," dijo Aro. "Gana de nuevo
un poco de respeto a tu linaje mientras todavía puedes. Eso es todo."

"Pero, que..."

"¡Dije que eso es todo!" Espetó, fulminándome con la mirada.

"Sí, señor," murmuré, poniéndome de pie. Empecé a caminar para salir de la


habitación, en maldito estado de shock, y escuché que Alec me seguía pero no me
molesté en mirar hacia atrás. Estaba jodidamente furioso, aterrorizado e inseguro de
qué carajos se supone que tengo qué hacer al respecto. Me dirigí directamente a la
salida de la casa y rumbo a mi coche cuando Alec me sujetó para detenerme,
haciéndome que diera la vuelta para quedar frente a él. Me zafé de él, quitándome sus
manos de encima.

"Relájate," me dijo con firmeza.

"¿Relajarme?" Escupí. "Joder, ¿esperas que me relaje? ¿No acabas de escuchar la


mierda que me dijo que hiciera? ¡No puedo hacer esa mierda, no haré eso! ¡Tal vez tú
puedas matar a tu propia familia sin ningún arrepentimiento, pero yo no puedo! ¡Él es
mi jodido padre, Alec! ¿Cómo demonios pudiste estar de acuerdo con él allí adentro?
¡Creí que conocías bien a mi padre!"

"Claramente, conozco mejor a tu padre que tú," me dijo. "Eres más ignorante de lo que
pensé si no crees que él anticipó que esto sucedería."

"¿Estás diciendo que él planeó esta mierda? Eres un maldito mentiroso, no sabes de
qué demonios estás hablando. No hay forma de que mi padre nos traicionara."

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"Nadie está diciendo que nos traicionó," perdió la paciencia. "Pero eso no quiere decir
que no hay base para lo que se dijo allí adentro. Sé en lo que ha andado tu padre
desde la última Navidad en Forks. He hablado con él al respecto y lo he vigilado. Él
sabía que esto saldría a la luz, esperaba no tener que llegar a esto pero estaba
preparado para ello, de todas formas. Dale al hombre un poco de crédito."

"Es solo que esto no tiene puto sentido," escupí. "Así que, ¿está preparado para que yo
lo asesine? ¡¿En qué clase de jodido mundo vives?!"

"El mismo en el que vives tú," dijo con calma," metiendo la mano en su bolsillo y
sacando su teléfono. "Pero es irrelevante porque no vas a matar a nadie, Edward."

"¿Disculpa? Eso es nuevo para mí, considerando que me acaban de dar la puñetera
orden de matar a alguien. ¿Qué carajos se supone que haga?"

"Se supone que vayas a casa," me dijo.

"¿Esperas que solo me vaya a casa y me olvide de la mierda que acaba de suceder?"
Pregunté con incredulidad. "Mi padre apenas estuvo en la casa. ¿Cómo pretendes que
lo mire a la cara?"

"No lo harás," dijo como si nada. "Él ya se fue."

Me dio la espalda y se metió a su coche. Me quedé allí parado, viendo cómo se


alejaba, antes de meterme en mi propio coche y dirigirme a casa. Me detuve en la
entrada de mi casa unos minutos después y me bajé, caminando despacio hacia la
puerta mientras miraba alrededor. Vi que todas las colillas de cigarros ya no estaban
en el césped y sacudí la cabeza, al darme cuenta que él debió haberlas recogido antes
de irse. La casa estaba caliente en el interior, el aire acondicionado apenas daba
abasto a fin de combatir el calor. Agarré la botella de Grey Goose del refrigerador
antes de caminar hacia la sala de estar, dejándome caer en el sofá y me quité los
zapatos, dejándolos tirados frente a mí.

No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado mientras estaba ahí sentado viendo
el piso de madera, mi frenética mente trataba de considerar mis opciones y posibles
escenarios mientras trataba de ahogar toda esa mierda con licor. Podía sentir el
líquido moviéndose rápidamente por mi cuerpo, un adormecimiento apoderándose de
mis miembros y mi pecho, pero todavía sin poder extinguir el maldito dolor en mi
corazón. Estaba angustiado y tuve que contener las lágrimas más de una vez,
recordando las palabras de mi padre de esa tarde. No había querido creerle a Alec
cuando dijo que mi padre había previsto esa situación, solo por si acaso, pero después
de la mierda que me había dicho antes de irme a casa de Aro, casi tenía sentido. Joder,
si solo hubiera estado al tanto de lo que había estado haciendo, lo que esperaba...

En el mejor de los casos, conseguía escaparse de una puta vez y nunca lo vería de
nuevo. En el peor de los casos, él se volvía a presentar y terminaba muerto,

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posiblemente teniéndolo que hacer yo. Sin embargo, no podía hacerlo. No había
manera de que pudiera matar a mi propio padre. Tendrían que matarme, así que tal
vez el peor de los malditos casos sería, en realidad, el que los dos termináramos
muertos. Aunque, como me sentía en ese momento, morir no parecía tan malo. Joder,
quizás ese era el mejor de los escenarios... me sacaría de mi puta miseria.

La intoxicación no hizo nada por hacer que la tensión desapareciera, por el contrario
me adentró más en la oscuridad a medida que sopesaba las posibilidades. La
violencia, el caos, el asesinato, el derramamiento de sangre, la maldita aniquilación...
Me preguntaba si había alguna manera de impedirlo, o si era inevitable y solo estaba
desperdiciando mi energía tratando de encontrar una forma de escapar.

Me senté encorvado con mi cabeza gacha, agarrando mi cabello con fuerza con la
botella de vodka vacía a mis pies. Todavía estaba lúcido, ni siquiera me había
acercado a beber lo suficiente para desmayarme, pero en ese momento me hubiera
gustado haberlo hecho. Solo para escapar por un momento, solo para olvidar esa
mierda por un rato. Mis hermanos no estaban muy lejos, probablemente todavía
celebrando el matrimonio, bebés y sus jodidos futuros. Celebrando posibilidades,
mientras yo estaba siendo consumido porque el mío se me había arrebatado. Todo eso
me había sido arrebatado, pero no había nadie a quién culpar por ello sino a mí
mismo, y ahora era mi trabajo joder el futuro de mis hermanos al arrebatarles a nuestro
padre. Ya habíamos perdido a mamá así que era el único padre que nos quedaba, y
sabía que tanto Jasper como Emmett estaban desesperados por tenerlo cerca después
de perder tanto. Mierda, por más que chocáramos a través de los años, joder, tampoco
quería perderlo. Iba a ser un puto abuelo por todos los cielos.

Me levanté después de un rato cuando el sol se empezó a ocultar, la casa enfriándose


y oscureciéndose cada vez más. El piso de madera estaba frío y se sentía bien contra
mis pies mientras caminaba hacia la cocina, mi cabeza punzando mientras rebuscaba
en los gabinetes buscando algo más de alcohol. Mi irritación aumentó después de un
momento cuando no encontré nada, azotando furioso un cajón del gabinete cuando me
dirigía hacia las escaleras.

"Necesito echarme un puto polvo," refunfuñé, frotando mi cuello mientras trataba de


aliviar algo de tensión. Di un paso en las escaleras cuando se escuchó un suave golpe
en la puerta detrás de mí, los golpecitos vacilantes como si no estuvieran seguros si en
realidad querían tocar o no. Suspiré, volviéndome de nuevo y dirigiéndome hacia la
puerta mientras tocaban de nuevo, la segunda ronda con más seguridad. Agarré el
pomo y abrí la puerta, quedándome inmóvil al momento que la persona quedó a la
vista.

Jessica Stanley.

Parpadeé un par de veces sorprendido, preguntándome por un momento si estaba


imaginando esa mierda. "Bueno, al menos sé que Dios tiene un maldito sentido del

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humor."

"¿Cómo?" Preguntó, su frente fruncida por la confusión. Sacudí mi cabeza.

"Nada. Solo que tú eres la última persona que esperaba ver parada en mi puñetera
puerta."

"Oh," dijo simplemente, mirándome con indecisión. Me quedé ahí por uh momento, un
silencio incómodo cerniéndose entre nosotros que estaba empezando a ponerme
nervioso.

"Entonces, eh, ¿necesitas algo? ¿Cómo supiste dónde vivía? De hecho, ¿qué demonios
estás haciendo aquí?"

Sonrió. "Te dije que iba a ir a Notre Dame, ¿no es así?" Me encogí de hombros, apenas
recordando algo al respecto, pero me parecía tan insignificante de manera que no
estaba seguro. "Como sea, en realidad Rosalie y yo tuvimos una clase juntas en mi
primer semestre y empezamos a hablar."

"Espera, espera un puñetero momento. ¿Tú y Rose son amigas?" Pregunté con
incredulidad, recordando lo mucho que Rosalie la despreciaba en Forks. Ella era la
que me daba más mierda por follar con Jessica por lo fácil que era ella.

"Sí, supongo que puedes decir eso," dijo. "Recibí una invitación para la boda pero no
pude llegar. De hecho, acabo de regresar de pasar la semana en Forks y pasé a
felicitarlos. Yo, eh... pregunté cómo te iba y ellos me mostraron tu casa. Espero que no
te moleste. Solo quería saludarte."

"Oh, no, no me molesta," dije, encogiéndome de hombros. "¿Quieres pasar o algo?"

Sonrió de nuevo, asintiendo. "Seguro," me dijo, entrando a la casa pasando junto a mí.
Se dirigió por el pasillo y le dije que se sintiera como en su casa mientras me dirigía al
piso de arriba, yendo directamente hacia mi escritorio para tomar una botella de licor
del último cajón. Agarré un refresco del refrigerador cuando volví a bajar e hice una
mueca cuando iba a mitad de camino hacia la sala de estar, mis pasos vacilando
brevemente cuando el sonido de notas de piano se filtraron por la planta baja, su mano
presionando las teclas. Me molestó y gemí, negando con la cabeza a medida que
entraba en la habitación.

"Los dedos lejos del jodido piano," le dije, sin querer que tocara esa mierda. "Te traje un
refresco." Sonrió con timidez cuando apartó su mano, acercándose para tomar la
bebida de mi mano antes de sentarse en el sofá.

"Gracias. Creo que esta es la primera vez que en realidad me das algo."

"Te di orgasmos," murmuré, las palabras saliendo antes de que siquiera supiera qué
demonios estaba diciendo. Se rió, incrementándose la incomodidad y la tensión en el

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aire entre nosotros.

"Sí, lo hiciste. Muchos de ellos," me dijo. "Te ves bien, por cierto."

"Gracias," murmuré, quitándole la tapa al vodka.

"¿Qué, ninguna respuesta sarcástica de como tú siempre te ves bien? ¿Qué pasó con el
Arrogante Cullen?"

Me reí secamente, tomando un trago. "Creo que se quedó allá en Forks por alguna
parte."

"Es una lástima," dijo, abriendo su bebida. "Siempre me gustó."

"No, no es cierto," le dije, negando con la cabeza. "A nadie le gustaba ese hijo de puta.
Era un pendejo."

"Cierto, lo era algunas veces," me dijo. "Aunque, tenía algunos buenos momentos,
cuando no estaba ocupado alejando a la gente o golpeando a gente como Jacob
Black."

Me tensé por la mención de Jacob. "¿Cuándo no estaba alejando a la gente o


golpeándola?"

Se encogió de hombros, sin tener una respuesta a la pregunta, y se quedó callada por
un momento. "¿Sabías que nadie ha vuelto a escuchar de él?"

"¿De quién?" Pregunté, fingiendo ignorancia aunque sabía exactamente de quién


carajos estaba hablando.

"Jacob Black," respondió. "Todavía tienen volantes por todo el condado, los vi esta
semana cuando estaba en Forks. La verdad, es triste. Me pregunto qué le sucedió."

"No lo sé," murmuré, el tema haciéndome sentir incómodo. "No se sabe con Jacob. ¿Y
cómo están todos en Forks?"

Ella se encogió de hombros. "Ya no hablo con Lauren y Tanya. Las dos se quedaron en
Washington, fueron a la universidad en Seattle pero Tanya falló en su primer semestre.
Ahora está trabajando en la tienda de comestibles en Forks."

Me reí de eso, encontrándolo divertido. "No me sorprende."

"A mí tampoco. ¿Y tú hablas con alguien de la secundaria? ¿Qué pasó con tu novia
Isabella?"

La mención de ella hizo que mi pecho doliera y tomé un trago del vodka, tratando de
calmarlo.

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"Rompimos."

"Eso es triste, ustedes estaban bien juntos," respondió. "Por lo que vi, de todas formas."

"Sí, lo éramos. Y qué hay de ti y Mike, ¿siguen juntos?"

Ella se encogió de hombros, diciéndome que trataron de hacer que funcionara pero no
era fácil siendo que estaban tan lejos. Aparentemente él estaba jugando fútbol en
Seattle, al igual que Tyler Crowley. Una punzada de celos me golpeó y apreté mi mano
en un puño, tratando de contenerlo, debí haber sido yo el que jugara en la universidad.
Parloteó un poco más sobre gente que conocíamos antes de que la conversación se
agotara y se aclarara la garganta nerviosa. "Para que sepas, nunca creí los rumores."

"¿Rumores?"

"Sí, en Forks. Los rumores de que tu familia estaba, tú sabes... involucrada en cosas.
Siempre pensé que era inventado. Algo loco. Estaba atónita cuando vi que tu papá fue
arrestado por ser una especie de jefe de la mafia o algo así. Me refiero a que, él ha
sido mi doctor desde, algo así como, la primaria." Asentí, sin responder porque no
había mierda que pudiera decir al respecto. Me observó con curiosidad, obviamente
esperando más, pero no iba a recibir nada. Nos quedamos callados por un momento
antes de que ella suspirara, poniéndose de pie y atravesando la habitación. Se detuvo
frente al piano, mirando la pintura en la pared.

"Esta está bonita. ¿Conoces al artista?"

"Eh, no. Fue un regalo. Los artistas por lo general firman su trabajo o algo, así que
debe de estar allí," le dije, encogiéndome de hombros. Sabía que probablemente a ella
en realidad le importaba una mierda la pintura y solo estaba tratando de encontrar
algo de qué hablar para deshacerse de la incómoda tensión.

Lo miró por un momento, suspirando. "No tiene nombre, solo algunas iniciales," me dijo.
"En fin, debo irme. Se está haciendo tarde. Fue bueno verte."

"Sí, a ti también, Jessica." Me puse de pie para encaminarla a la puerta, viendo cómo
empezó a caminar por la calle de vuelta a la casa de Esme donde supuse se había
estacionado. Volví a la sala de estar, agarrando de nuevo la botella de vodka y
tomando un trago. Me acerqué a la pintura y me le quedé mirando con curiosidad, las
dos solitarias iniciales en una esquina captaron mi atención. I.S. Las miré fijamente por
un segundo, antes de que una sensación extraña me recorriera. "Joder, no puede ser,"
dije, negando con la cabeza cuando las reconocí. Me di la vuelta y salí corriendo de la
habitación, subiendo rápidamente las escaleras. Fui a mi habitación y empecé a
arrojar mierda por todos lados, sacando cosas del bote de basura mientras buscaba el
empaque en el que la pintura había venido la pintura. Encontré la nota de entrega y la
saqué, mi corazón latiendo con fuerza mientras miraba la dirección del remitente.

Traducido por AlePattz Beteado por E.R.E Página 1839


Distribuidores y Asesores de Intercambio de Galerías de Arte Thompson 17 W. Calle 3°
San Francisco, CA 94108.

"Hijo de puta," escupí, metiendo la mano en mi bolsillo buscando mi teléfono.


Inmediatamente marqué el número de la casa de Esme, empezando a caminar de un
lado a otro de la habitación mientras sonaba.

"¿Sí, Edward?" La voz de Alec era calmada y baja, no era con quién quería hablar,
pero era suficiente para mí.

"¿De dónde consiguió Esme esta pintura?"

"¿Pintura?" Preguntó vacilante, su tono diciéndome que ni siquiera sabía de ella.

"Sí, hizo que me enviaran una pintura por mi cumpl

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