Está en la página 1de 105

Esta traducción fue hecha de fans para fans, sin ningún

tipo de ganancia. Hecho para promover la buena lectura y


darle la posibilidad de leer el libro a aquellas personas que
no leen en inglés.
Puedes apoyar a la autora comprando sus libros y
siguiéndola en sus redes sociales.
¡Disfruta de la lectura!
2
Staff
Moderadora
Yani

Traducción
Usakoserenity
yiany
Yira Patri
Emotica G. W
CosmicMoon
RRZOE
MadHatter
3
AerisWalker

Corrección
RRZOE
Yani

Lectura Final
Yani

Diseño
Bruja_Luna_
Robsten
Índice
Sinopsis _____________________________________________ 5
1 _____________________________________________________ 6
2 ____________________________________________________ 20
3 ____________________________________________________ 23
4 ____________________________________________________ 32
5 ____________________________________________________ 37
6 ____________________________________________________ 43
7 ____________________________________________________ 49
8 ____________________________________________________ 60
9 ____________________________________________________ 64
10 ___________________________________________________ 75
11 ___________________________________________________ 83
12 ___________________________________________________ 85
13 ___________________________________________________ 88
4
14 ___________________________________________________ 92
15 ___________________________________________________ 97
Sobre la autora __________________________________103
Próximo Libro ____________________________________104
Sinopsis
Sloane
No estoy orgullosa de las cosas que he hecho.
Las cosas que he tenido que hacer.
Las cosas que he entregado.
Pero lo daría todo de nuevo para encontrarla.
Incluso si muero en el intento,
tengo que encontrar a Alexis.

Zeth 5
Ella quiere que la ayude,
pero no lo haré.
Quiere que salve a su hermana,
pero no puedo hacerlo.
Desea que sea su héroe,
pero no soy un buen hombre.

Soy su condenación.

Blood and Roses #1


1
Sloane
Traducido por UsakoSerenity,
yiany & Yira Patri
Corregido por Yani

Cuando digo que soy un fantasma, no estoy siendo literal.


Estoy muy viva. O al menos algunos días me duele lo suficiente
como para saber que todavía estoy aferrada a un latido del corazón. No,
cuando digo que soy un fantasma, me refiero al hecho de que la gente
rara vez me ve. Soy la chica del fondo. De altura promedio, el peso
promedio, el color del cabello promedio, algo intrascendente que hace
desviar las miradas en lugar de hacerlas persistir. Me muevo
silenciosamente a través de esta aburrida ciudad en la que vivo sin
sonreír. Sin tener que saludar a nadie durante varios días. Ha sido así
durante los últimos seis meses. Es raro que tenga que hablar con
6
extraños, y cuando lo hago es superficial; la gente sabe instintivamente
que no estoy preparada para una pequeña charla. Hoy no es una
excepción.
—Aquí está la llave de su habitación, señorita Fredrich. —La
recepcionista del hotel Marriot del centro de Seattle desliza la tarjeta de
plástico sobre la encimera de mármol. Una vez que retira la mano a una
distancia segura, extiendo la mía y la tomo.
—Gracias.
Baja los ojos, y veo que está grapando el papeleo creado por mi
pago.
—Así que... ¿negocios o placer? —El calor en sus ojos se muere
cuando finalmente me mira y registra la mirada en blanco que tengo. La
sonrisa se desliza de su rostro como la mantequilla en un cuchillo
caliente.
—Negocios —le digo, porque nada es más cierto.
—Está bien, bueno... espero que disfrutes tu estancia. —Aparta la
vista tan pronto como termina con el guion adecuado para una
recepcionista. No me pregunta por qué me presenté en su hotel sin
equipaje, o por qué solo reservé para una noche. O por qué dejé una
tarjeta de repuesto en la recepción para un señor Hanson. No pregunta
nada; no debe hacerlo. Eli me ha dado un resumen de cómo se
desarrollará este asunto, y hasta ahora se está cumpliendo casi al pie de
la letra. Levanto mi bolso del escritorio y me dirijo al ascensor,
enderezándome el abrigo.
Veintidós, veintiuno, veinte, diecinueve, dieciocho...
Veo cómo se iluminan los números uno por uno. Cada disco, del
tamaño de una moneda de un dólar, se ilumina y se oscurece a su vez, y
el ascensor desciende mientras espero, paciente y sin parpadear. Hay
otras personas esperando que llegue el ascensor. Si esto fuera un edificio
de oficinas o un centro comercial, usaría las escaleras; Los espacios
cerrados no son exactamente mis mejores amigos, pero como este hotel
tiene cuarenta y siete pisos de altura y reservé una habitación en el piso
cuarenta y dos, tendré que tolerar los inconvenientes de su presencia.
Las puertas se abren y entro primera. Los otros residentes del
hotel, cuatro hombres de negocios, se están quedando en algún lugar del
nivel medio, y no quiero que pasen por mi lado cuando salgan. Es fácil
etiquetarlos como chicos de nivel medio. Están usando trajes de nivel
medio, y los cuatro tienen cortes de cabello de hombre de nivel medio. Su
alojamiento está siendo pagado por un centro de costos financiado por
un departamento de contabilidad, y los departamentos de contabilidad
no eligen los penthouses. Pueden pagar por habitaciones dobles con baño
que tienen acceso al gimnasio y no mucho más. No hay mini bar para
usted, señor corporativo.
Las puertas del ascensor se cierran y me retiro dentro de mí, 7
presionando mi espalda contra la pared trasera de la cabina del ascensor.
Cierro los ojos, exhalo por la nariz. Todo esto terminará pronto, pero mi
corazón todavía salta en mi pecho de todos modos. El miedo de ser
atrapada, de lo que estoy a punto de hacer, es como una serpiente
enroscada, lista y esperando para causar estragos en mi interior.
—Oye. Oye estás bien Te ves un poco asustada.
Uno de ellos me habla. Piensa que mi pánico está relacionado con
el viaje en ascensor, que lo está, pero solo parcialmente. Tiene ojos
marrones, un color suave y cálido que me recuerda al chocolate derretido.
También tiene hoyuelos, probablemente tiene unos veintitrés años, más
o menos, de mi edad. Luce bien. El tipo de bien con el que podría haber
salido alguna vez, antes... antes de que todo eso se volviera imposible.
—Estoy bien, gracias —le digo.
—Bien. —El chico con ojos de chocolate me sonríe—. La respiración
profunda a veces ayuda a mi hermana. A ella tampoco le gustan los
ascensores.
Es tan dulce. Mucho más dulce de lo que merezco, considerando
mi propósito para estar aquí. Lo recompenso con una sonrisa acuosa, él
sonríe a su vez, y luego las puertas se abren, y los cuatro se van. Me meto
las manos en los bolsillos para evitar que tiemblen. Permanezco sola
durante dieciocho pisos, lo cual es mejor que estar atrapada con cuatro
extraños, pero aun así no es genial, y luego, finalmente, es mi turno de
bajar. Este hotel es muy parecido a cualquier otro en el que me haya
alojado. La única diferencia al respecto, lo que lo definirá de todos los
demás en mi memoria mientras viva, es que estoy aquí por una razón
muy específica: tener relaciones sexuales con un total desconocido. Y lo
haré para encontrar a mi hermanita.
***
Para cuando me encuentro dentro y mi abrigo está colgado
pulcramente en el gancho detrás de la puerta, estoy casi lista. Estoy
usando lo que me han dicho que use: encaje negro. Eli, el investigador
privado que contraté para que me ayude a encontrar a mi hermana, no
fue más específico que eso. Él organizó todo esto.
—A veces el dinero no es suficiente para comprar lo que estás
buscando, cariño. A veces se necesita un poco más de... persuasión para
comprar información como esta. Se lo diré... compartiré lo que sé a cambio
de un pequeño favor.
—¿Qué tipo de favor?
—Abre las piernas para un cliente que paga y le diré todo lo que
necesita saber. —El cerdo asqueroso tiene la audacia de sonreír—. Oh,
vamos, señorita Romera. No me mire así. Quiere encontrar a su hermana,
¿verdad?
Y al final, estuve de acuerdo. Él tenía razón; Quiero encontrar a
Lex, y claramente haré cualquier cosa para lograrlo. Incluso si nunca
pudiera vivir conmigo misma después.
8
Aparte de la lencería, Eli me dijo que trajera algo más hoy, algo
escondido en el bolsillo de mi chaqueta. Lo saco y me lo pongo. La
máscara es un número de encaje negro con bordes de encaje rojo sangre
y me hace sentir un poco más disfrazada al menos. Presiono el
interruptor de la luz en el baño y revuelvo en mi bolso la única cosa que
me mantendrá sana durante esta experiencia: una caja de Valium. Una
de las ventajas de ser un residente de quinto año es que siempre hay
alguien disponible para recetar medicamentos cuando lo necesitas, sin
hacer preguntas. El sedante ni siquiera está a mi nombre, nunca
aparecerá en mi registro médico. Tomo una, lo suficiente para
mantenerme calmada pero no para adormecerme, y luego miro por el
espejo, fijando la banda de mi máscara debajo de mi cabello.
Luces como la mierda, Sloane.
Me digo esto cada vez que me veo en un espejo en estos días. Puede
ser la verdad, pero, de nuevo, puede que no. Me he estado mirando en
los espejos durante tanto tiempo que el reflejo ya no tiene ningún sentido.
Lex siempre fue la hermosa. Sé que tengo un buen cuerpo. Eli dijo que
esa era la única razón por la que estaba dispuesto a hacer negocios
conmigo, porque mis tetas eran reales y tenía un buen trasero. Tu
estatura puede hacer que algunos tipos se sientan incómodos, pero oye...
no hay mucho que puedas hacer al respecto. Me concentro en los anillos
oscuros bajo mis ojos, tratando de recordar que todo esto es temporal.
No es para siempre. Soy una estudiante de medicina después de todo. El
cuerpo es simplemente una máquina, llena de engranajes y partes
intrincadas, todo funcionando en armonía para mantenerte en
movimiento. Tener sexo es solo hacer uso de esa máquina, nada más.
Puedes hacer esto, Sloane. Puedes hacerlo.
Y luego, ni siquiera dos segundos después...
Lex no querría esto para ti. No querría que fueras usada y abusada,
vendiéndote por tan poco. Odio esa voz dentro de mi cabeza. Hace que sea
tan difícil justificar el seguir con esto, pero no es como si estuviera
subastando mi posesión más valiosa por drogas o dinero, o incluso fama
y fortuna como hacen algunas chicas. No, lo estoy haciendo por amor.
Amor por Lex. Cualquier hermana haría lo mismo.
Han pasado seis meses y todavía no estoy más cerca de encontrar
a Alexis, y realmente siento que es mi último recurso. Eli es inteligente:
me ha dado la información suficiente para mantener viva mi esperanza,
pero no lo suficiente como para arriesgarme a abandonar nuestro
pequeño arreglo.
Golpe, golpe, golpe.
—Santa mieeee… —La puerta. Me chupo el labio inferior,
atrapando la maldición detrás de mis dientes. Es tiempo de irse.
El señor Hanson habrá recogido su llave de la alegre recepcionista
de abajo, pero me dijeron que esperara el golpe. Me dejará saber que el 9
tipo con el que voy a dormir ha llegado y tengo que esperar en el baño
hasta que venga a buscarme. Cierro la puerta y, por un breve segundo,
una oleada de miedo se apodera de mí. Si me encierro aquí y me niego a
salir, ¿cuánto tiempo esperará hasta que se enoje y se vaya? Aunque no
puedo hacer eso. Eli nunca sostendría su parte del trato, y además... ya
nada de esto importa. Nada de esto. Solo es algo por lo que tengo que
pasar.
Escucho el pitido electrónico de la tarjeta de acceso que se acepta
en la puerta y el cierre brusco de la cerradura que es echada. Le sigue el
silencio. El borde del fregadero se hunde en la parte posterior de mis
piernas, mientras permanezco congelada, apoyándome pesadamente
contra él, antes de recordar que no debería hacer eso. Marcará mi cuerpo,
y eso va en contra de las reglas, incluso marcas temporales como esa.
Afortunadamente, las drogas comienzan a hacer efecto y me
inundan con una silenciosa sensación de paz. Algo bueno, también,
porque quienquiera que esté afuera se toma su tiempo para sentirse
como en casa. Sin eso, habría estado a punto de correr para cuando
golpean la puerta.
—Sal. Apaga la luz primero —ordena una voz. Es brusco y lleno de
grava, tal vez la voz de un fumador. Jodidamente genial. Tendré que
pasar las próximas dos horas con la lengua metida en la garganta de un
fumador, y luego tendré que enjuagarme la boca. Apago la luz y abro la
puerta, y me quedo perpleja por lo que veo frente a mí.
Nada.
Absolutamente nada. La habitación está completamente oscura.
—¿No pudiste encontrar el interruptor de la luz?
—No lo toques. Solo ven aquí —me dice la voz. Parece bastante
joven y está solo. No es que esperara a más de un chico, por supuesto.
Eli juró que sería el único. Y solo esta vez. Entro cautelosamente a la
habitación, deseando haber prestado más atención a la ubicación de los
muebles antes de encerrarme. Inmediatamente me golpeo el dedo del pie
en dios sabe qué y siseo de dolor.
—¿Estás bien? —Hay un tono divertido en su voz, que resulta un
poco irritante. ¿Qué clase de hombre se mofa de una chica que se golpea
los dedos de los pies?
—Bueno... no puedo ver nada —murmuro.
—Ese es el punto, me temo. Ven aquí.
Si supiera dónde es aquí, probablemente daría menos vueltas.
Intento de nuevo, y esta vez consigo tropezar con la cama sin chocar con
nada más. El colchón se hunde cuando me subo, preguntándome dónde
demonios está. No estoy tan asustada como debería. De hecho, me siento
casi un poco mareada.
—Siéntate en el medio de la cama con las manos detrás de la
espalda —susurra. Me pregunto si me va a atar. Eso debería molestarme.
Me molestaría en cualquier otro momento.
10
—¿Necesitas un nombre? —le pregunto; Eli dijo que debería
preguntar.
Un ruido sordo, profundo y gutural, rompe el silencio de la
habitación y me doy cuenta de que se está riendo.
—¿Te ofreces a decirme tu verdadero nombre?
—Eli dijo que eso está en contra de las reglas.
—Entonces no. —El colchón se hunde de nuevo. Se está moviendo,
acercándose. Su aliento caliente roza la piel de mi cuello cuando habla—
. No necesito llamarte Melody o Candy o algún otro nombre falso.
Seremos extraños por un tiempo. ¿Está bien para ti?
—Sí,... supongo.
En la oscuridad, mi piel se siente viva. Así como mis otros sentidos.
Puedo percibir con mi nariz, toques de menta y de océano. Quienquiera
que sea, este tipo huele increíble. Nada de cigarrillos, lo que significa que
esa voz... esa voz es cien por ciento natural. Siento curiosidad por él de
la manera más desapegada.
—¿Has hecho esto antes? ¿Así? —me pregunta.
—Nunca. —Mi aliento en realidad se me atasca en la garganta. Me
siento tan relajada que apenas puedo pensar con claridad, pero la falta
de iluminación en la habitación está haciendo que mi corazón se acelere.
Tal vez sea porque este tipo podría ser un asesino en serie. Todavía podría
ser un asesino en serie con las luces encendidas, pero al menos tendría
la oportunidad de verlo en sus ojos y correr por mi vida.
El Sujeto Misterioso exhala, enviando otro cálido aliento a través
de mi pecho. Mis pezones se endurecen aunque no tengo frío. Nunca
antes había experimentado esto. Nunca. Probablemente porque nunca he
estado tan cerca de un chico antes.
—Coloca las manos en tu regazo —me dice.
Lo hago. Salto un poco cuando siento que extiende la mano y me
toca la pierna.
—¿Asustada?
—No.
Se ríe, y es algo cruel y perverso. Me acaricia suavemente la pierna
hasta que encuentra mi mano, cerrando los dedos alrededor de mi
muñeca.
—Eres más valiente que la mayoría de las chicas.
—¿Haces esto con muchas chicas?
—Sí.
Bueno, al menos es honesto. Me levanta la mano y se la acerca, su
barba incipiente pica contra la piel sensible en el interior de mi muñeca. 11
—Hueles a flores. ¿Qué perfume te pones?
—Afresia —digo.
—Es limpio. No demasiado pesado. Me gusta.
Me alegra que lo apruebes. Tengo ganas de reír. Me roza la muñeca
con la nariz y luego el suave toque de sus labios sigue poco después. El
beso apenas existe, suave y gentil, pero puedo interpretar mucho de él.
Sus labios son llenos y es dulce con su boca. Eso es inesperado. Me
inquieto en la cama, preguntándome a dónde va esto. A donde llevará su
boca a continuación.
—¿Alguna vez has pensado en cómo sería ser ciego? —murmura.
—¿Por qué? ¿Estás ciego?
—No. Responde la pregunta.
—Supongo que sí. Algunas veces.
Sube mi mano y la toma entre las suyas, abriéndome los dedos
para dejar mi palma abierta. Lo hace lentamente, pasando dedos callosos
a lo largo de los míos, y no puedo dejar de temblar. Es una cosa bastante
simple, pero la forma en que lo hace se siente íntima y considerada, no
solo la sujeta y la toca por diversión. Aguanto la respiración mientras
guía mi mano otra vez, hasta que coloca mis dedos en su cabello, y luego
los baja hacia su rostro.
—Dime cómo crees que me veo —dice, su voz es un gruñido
resonante. Me suelta la mano, y tengo que inclinarme hacia adelante para
alcanzarlo adecuadamente. Me acerco más, metiendo las piernas debajo
de mi trasero para poder equilibrarme adecuadamente, y luego levanto la
otra mano hacia su rostro, también.
Tiene el cabello corto, un poco rígido por el producto de peinado
que se puso; Sus rasgos faciales son fuertes, pronunciados. Tiene una
mandíbula un poco cuadrada, la nariz en su mayoría recta, salvo una
parte ligeramente aplanada cerca de la cresta de su frente. Las pestañas
son sorprendentemente largas, y sus labios... Tenía razón. Tiene labios
llenos y mucho más suaves de lo que los labios de cualquier hombre
tienen derecho a ser. Especialmente un chico con una voz como la suya.
Por los hormigueos de mis dedos, puedo sentir que este tipo tiene el rostro
de un ángel. Uno bárbaro, tal vez del tipo que hicieron mucho daño en
Babilonia.
—¿Qué piensas? —pregunta.
—Creo que probablemente eres muy atractivo —admito.
Gruñe.
—¿Y qué hay del resto de mí?
Pone un poco de presión en mis antebrazos para que los deslice
hacia su pecho, donde me encuentro con una piel suave y músculo rígido
y ondulado. Sus pectorales se contraen cuando lo rozo ligeramente con
mis manos, y luego hacia abajo. Me encuentro con tres crestas
12
horizontales en su piel que no deberían estar allí, a la derecha de sus
abdominales espaciados a un par de pulgadas de distancia, y dibujo
círculos con mis dedos sobre ellas, intentando adivinar su historia,
tratando de averiguar de dónde vinieron. Aquí hay una historia de
violencia no contada, escrita en los planos de su formidable cuerpo. Se
estremece un poco mientras lo exploro, probando con un toque ligero
como una pluma hasta que acaricio a través de la tabla de lavar de su
estómago y sobre sus oblicuos. Respira con fuerza y se tensa cuando lo
hago, y sonrío un poco. En realidad sonrío. Este tipo tiene cosquillas. No
se ríe ni me dice que no lo toque allí, pero su cuerpo se tensa aún más
cuando vuelvo a recorrer el área una vez más para probar la teoría.
Me muevo hacia sus hombros, que son poderosos y fuertes, y
entrelazo mis brazos alrededor de su nuca, sintiendo sobre sus
omóplatos. Es enorme, pero realmente no le tengo miedo. Por supuesto
que debería tenerlo, sí, pero no lo hago. El valium ha aplastado mi miedo,
y además, tal como había imaginado esto, el tipo vendría y querría
ponerme las manos encima; presionaría y examinaría cada centímetro de
mí, y definitivamente querría ver por lo que estaba pagando. Hasta ahora,
este tipo me ha tocado con moderación y eso es decir mucho.
—¿Y bien? —pregunta.
—¿De dónde vienen las cicatrices?
—Me apuñalaron. —No reflexiona sobre si responderme; solo sale
y lo dice.
—¿Casi te mueres?
—Sí.
—¿Dolió?
—Sí.
Dejo caer las manos de sus hombros y vuelvo a encontrar las
cicatrices, una, dos, tres. Se sienten dentadas y terribles bajo mis dedos.
—¿Qué le pasó a la persona que te hizo esto? —Casi no quiero
preguntar. El Sujeto Misterioso ha sido desconcertantemente sincero
desde que comenzamos esta extraña interacción hace cinco minutos, y
me temo que su respuesta finalmente me provocará el temor de Dios.
—Consiguió lo que merecía —dice suavemente. Las sábanas de la
cama crujen cuando se mueve, los músculos de su estómago se contraen
bajo mis manos; cuando me toca el cabello, enredando sus dedos en él,
todavía estoy tratando de decidir si quiso decir que había matado a quien
le hizo eso.
—Soy muy particular acerca de lo que quiero. Necesitas hacer lo
que te pido sin cuestionarlo y esto irá muy bien para los dos, ¿de
acuerdo? —Respira.
Una inyección de adrenalina finalmente ilumina mis terminaciones 13
nerviosas, la reacción adecuada a mi situación. ¿En qué diablos me he
metido? Con o sin Valium , sé que sonó como una amenaza. Estoy fuera
de mi liga, pero hay poco que pueda hacer al respecto. Además, Alexis.
Siempre Alexis.
—Puedo hacer eso —susurro.
—Bueno. Acuéstate sobre tu espalda.
Lo suelto y de repente me siento como si estuviera a flote en medio
de un océano, ahogándome, sin ninguna forma de salvarme. La parte
sensible e inteligente de mi cerebro que todavía se aferra a un vago
sentido de autoconservación está gritando que probablemente debería
salir de aquí, y por primera vez la ira de Eli casi no es suficiente para
mantenerme atrapada en la cama. Pero la idea de encontrar a Alexis lo
es. Tengo los músculos tensos, listos para explotar en acción, cuando el
sujeto toma suavemente mi tobillo derecho.
—¿Te tocaste hoy?
¡¿Qué?!
—¿Qué... quieres decir…?
—¿Te has hecho venir hoy? ¿Has jugado con tu coño?
Se me calientan las mejillas a una temperatura incómoda. Nadie
me ha preguntado eso antes.
—No. No, yo... no lo he hecho —balbuceo.
—Bien. Entonces sabrás mucho más dulce. —En lugar de
enganchar sus dedos debajo de la cintura de mis bragas y bajarlas, las
empuja hacia un lado. Mis piernas se bloquean cuando siento su aliento
caliente rozando mi carne expuesta. No estoy segura de lo que se supone
que debo hacer con mis manos. Este es un terreno inexplorado en gran
medida. Cuando un chico te hace sexo oral, generalmente es porque ha
hecho algo muy, muy malo y necesita compensarlo, o al menos eso es lo
que dice Pippa, mi única amiga en el mundo. En primer lugar, nunca
tuve un novio que me tratara mal, así que nunca lo he experimentado.
—¿Quieres que te lama? —Su voz es aún más profunda ahora,
cargada con la promesa del sexo.
—Quiero lo que quieras —jadeo. Eso es lo que está pagando,
después de todo. Eso es lo que me ayudará a recuperar a Lex. Me agarra
con fuerza alrededor de la parte superior de mi pierna, apretando hasta
que grito.
—Ese no es el juego que estamos jugando, aquí. Poséeme, o te
poseeré Y confía en mí... no quieres eso.
Mierda.
—S-sí, quiero que me lamas.
Hace un gruñido satisfecho y se mueve de inmediato, abriéndose
paso entre mis piernas. Cuando extiende la lengua y me golpea, los
músculos de mis piernas se tensan. Se siente caliente y... y bien. ¿Qué
santo infierno? No debería estar reaccionando así. La vergüenza me pica
14
las mejillas. ¿Qué clase de persona soy, disfrutando que un completo
extraño me esté haciendo sexo oral? ¿Y en estas circunstancias? Aunque
no puedo evitarlo. Siento todo mi cuerpo como si lo estuvieran
acariciando.
Mueve la lengua con habilidad, aplicando una presión sutil en mi
clítoris, acariciando arriba abajo en un patrón rítmico que envía una
oleada de calor tras otra a través de mí. Solo estoy soltándome, dejando
que la tensión en mis brazos y piernas se relaje, cuando deja de lamer y
succiona.
—¡Joder!
No se detiene. Gruñe cuando empujo contra él, meciéndome
descaradamente contra su boca. Nunca antes había sentido algo así. Se
siente... increíble. Estoy jadeando y gimiendo como un animal cuando se
aleja, pasando las manos por la parte superior de mis rodillas, por el
interior de mis muslos hasta mis bragas. Las arranca en un rápido
movimiento.
—¿Qué tanto quieres que te folle?
No estoy aquí porque quiero follarlo, pero mi trabajo es hacerle creer
que lo hago; sin embargo, las líneas entre la actuación y la verdad son
tan borrosas cuando murmuro:
—Realmente mucho. Te deseo realmente mucho.
—Abre las piernas —ordena. Las extiendo, preguntándome qué
vendrá después. La habitación es como un vacío negro, tan oscuro que
ni siquiera puedo distinguir su sombra mientras se mueve rápidamente
alrededor de la cama. Escucho cuando se abre la cremallera y luego el
ruido del metal, como una hebilla que se desabrocha. Mordiéndome el
labio inferior, espero a que haga lo que está a punto de hacer, con
inquietante curiosidad. Restringe mi pierna izquierda primero, atando
algo ancho y apretado alrededor de ella y luego la fija a la cama. Mi pierna
derecha es la siguiente, y luego hace lo mismo con mis muñecas. Me
encuentro como una estrella en la cama y completamente vulnerable. Sus
restricciones no son del tipo "para el espectáculo"; son del tipo hecho para
evitar que la gente se escape, y estoy segura que no iré a ninguna parte.
Hace seis meses, podría haber dicho una oración. Ahora solo gimo, un
poco por miedo y otro por la anticipación.
Se sube a la cama, arrodillándose a mi lado, su aliento aun jugando
sobre mí. Me tenso cuando siento algo frío y fuerte presionando contra la
piel de mi estómago.
—¿Sigues siendo una chica valiente?
—Sí —exhalo.
No responde ni me dice lo que hará. El objeto fresco y afilado que
está apoyado en mi piel se desplaza lentamente hacia arriba hasta que lo
coloca directamente debajo de mis pechos. Me quedo sin aliento.
Boqueando sin aire en mis pulmones, tratando de mantenerme quieta, 15
porque sé qué es lo que tiene en su mano: un cuchillo. Un cuchillo
realmente afilado.
Con la punta del dedo levanta la parte inferior de mi sujetador en
el medio, y luego, en un solo movimiento limpio, lo abre, liberando mis
pechos. ¡Me cortó el sostén! Es la forma más expuesta, aterrorizada,
excitada que jamás me haya sentido. Mi Hombre Misterioso me monta a
horcajadas y el material áspero de sus pantalones, se desliza contra mis
costados. Pone el borde plano y frío de su cuchillo contra mi pezón
derecho, provocando que el pánico me atraviese.
—No te muevas —susurra. No me muevo. Soy la cosa más quieta
de todas. Se inclina y me toca, encontrando finalmente mi pecho con la
mano—. Eres tan jodidamente perfecta —respira—. Te portas tan bien.
—Y luego se lleva mi pezón a la boca, lamiendo y chupando, más caliente
que cualquier cosa que haya sentido antes. Arqueo mi espalda fuera de
la cama, y él se ríe—. ¿Me quieres dentro de ti?
—Sí.
—¿Estás segura? Ten cuidado con lo que deseas.
Deseo la muerte a diario. Deseo dolor y sufrimiento, y sangre y
miseria sobre las cabezas de quienes se llevaron a mi hermana. Desear
esto se siente igual de peligroso pero de alguna manera más seguro que
todo eso al mismo tiempo. Él quería que yo lo poseyera, y a pesar del
hecho de que ahora me ha atado, todavía creo que lo quiere. Me preparo,
con la esperanza de que sea lo correcto, y exijo:
—Hazlo. Fóllame ahora. No me hagas esperar más.
Aleja el cuchillo de mi piel. Se levanta de la cama y escucho que se
quita los pantalones; al quitárselos, escucho el crujido que hace
dibujando algo duro sobre algo suave. El pánico me atraviesa otra vez
cuando escucho otra hebilla.
—¿Lista?
No hay vuelta atrás ahora.
—Estoy lista.
Y hace algo que ni siquiera había considerado. Ni siquiera por un
segundo. Pasa un lazo de cuero sobre mi cabeza, su cinturón, y lo aprieta
con fuerza. Estoy en problemas ahora.
—Abre la boca.
—Yo...
—Hazlo. —El tono de su voz es firme pero suave al mismo tiempo.
Pasa una mano por mi mejilla, en un gesto tranquilizador como diciendo
esto da miedo en este momento, pero confía en mí. ¿Confío en él? Estaría
jodidamente mal si confiara en él. Y sin embargo, obedezco. Se empuja
hacia adelante y guía su polla a mi boca. Nunca había hecho esto antes,
así que básicamente me pregunto qué demonios se supone que debo 16
hacer ahora. Está duro como una roca y sabe limpio y ligeramente
almizclado... y es enorme. Apenas puedo metérmelo en la boca. Puedo
decir que solo encaja la mitad de su longitud antes de que llegue a mi
garganta.
—¡Mierda! —gruñe mientras lo chupo, formando un vacío a su
alrededor. Creo que esa parte la hago bien. Balancea las caderas hacia
atrás y sale de mi boca causando un ruido mojado—. ¿Todavía me quieres
dentro de ti? —Sabe lo grande que es; Se siente jodidamente orgulloso de
eso. Esto dolerá como nada, pero no quiero que se dé cuenta de que soy
virgen. Incluso Eli no lo sabe. Estoy segura de que le habría cobrado a
este tipo mucho más si lo hiciera, y ese pensamiento solo me revuelve el
estómago.
—Sí —le digo—. Sí, lo quiero.
—Bueno. Pero primero hagámoslo. —Toma un puñado de mi
cabello y levanta mi cabeza más cerca de él, y luego se empuja dentro de
mi boca, dentro y fuera mientras aplica una suave presión en la parte
posterior de mi cabeza. Me retuerzo en la cama, sorprendiéndome con lo
mucho que esto me excita. Sin embargo, me siento abatida cuando tira
de la correa del cinturón.
Abatida.
Mis ojos, incluso en la oscuridad, ven estrellas. Apenas puedo
respirar con mi tráquea cortada y su polla pulsando dentro y fuera de mi
boca.
—Quédate conmigo, ¿de acuerdo? —gruñe.
El miedo y la emoción se acumulan en mi estómago. Es el mismo
tipo de sensación que solía tener cuando era una niña que esperaba
montar una montaña rusa, solo que amplificada mil veces. Y mucho más
aterrador. Entre mis piernas, mi coño se aprieta mientras trabaja sus
caderas hacia adelante y hacia atrás, manteniendo la suficiente tensión
en la correa del cinturón para que pueda arrastrar la cantidad más
pequeña de oxígeno a mis pulmones.
Se estremece cuando su erección se vuelve dura como el granito.
Si él no se detiene ahora, creo que sé lo que pasará. Pero él se detiene.
Respirando pesadamente, se retira y se acuesta al lado de la cama,
aflojando los dedos debajo del cinturón y quitándolo. Su rostro está tan
cerca del mío, puedo sentir el intenso poder de su mirada mientras me
mira en la oscuridad. Todavía no puedo ver nada, pero quizás él tenga
mejor visión nocturna que yo.
—Tu boca es perfecta —susurra. Y luego hace dos cosas que me
sorprenden. En primer lugar, de la manera más reverente, roza con una
mano mi piel empapada de sudor, apartándome el cabello de la cara. Y
luego, en segundo lugar, coloca el beso más suave contra mi frente.
—Por ser tan buena chica, ahora voy a hacer que te vengas —
17
exhala. Un temblor de anticipación brilla en mi piel, y él se ríe—. Estás
siendo una muy buena chica.
Se sube a la cama y se acomoda, enganchando los brazos debajo
de mis caderas, levantándome para encontrarme con él. La posición es
incómoda con mis tobillos aún unidos a la cama, pero todos los
pensamientos de incomodidad se olvidan cuando entierra la cara entre
mis piernas y comienza a chupar mi clítoris nuevamente.
—¡Ahhh!
La sensación es demasiado. Puedo sentirme escalando,
ascendiendo más y más alto con un sentimiento desconocido,
indescifrable que se acumula entre mis piernas. Se extiende en suaves
agujas y alfileres en todo mi cuerpo, haciéndose cada vez más intenso...
y luego…
Estoy gritando. Gritos ininteligibles. Gritaría por Dios, pero dudo
que aprobara esta situación en este momento, y no tengo idea de quién
es este tipo, por lo que tampoco puedo gritar por él. Solo grito por mí y
los fuegos artificiales que explotan dentro de mi cabeza, el infierno
lamiéndome la piel, quemándome, dejándome vacía y agotada. Me caigo,
temblando mientras él sigue deslizando la lengua una y otra vez sobre mi
clítoris.
—Para, para, por favor —ruego.
—Mmm, eres tan egoísta —murmura en mi coño, haciéndome
apretarlo—. No lo olvides. Es mi turno. —Juguetea por un momento,
¿condón? Joder, espero que sea un condón. Y luego suelta mis caderas y
me penetra en un movimiento fluido, presionando las manos en mi pelvis,
atrapándome.
Oh mi…
El dolor es casi paralizante. Una sensación incómoda, una
acumulación de presión y luego una sensación de ardor, que me deja
saber que ya está hecho. Se detiene.
—¿Qué…? —Inhala profundamente. Exhala—. Probablemente no
deberías haberme ocultado eso —dice en voz baja. Suspira, como si
estuviera decepcionado de mí, que es lo más perturbador—. ¿Estás lista?
—pregunta.
Mi voz es un leve susurro cuando respondo:
—Sí.
—Trata de relajarte. —Me llena, me estira, me sana. Comienza
lento, más suave de lo que creo que hubiera hecho si no me hubiera
desflorado. Después de un tiempo, el dolor disminuye, se transforma
gradualmente hasta que ya no estoy más tensa con cada empuje, sino
que me inclino hacia él. Al final, me está jodiendo como a un tren de
carga, imparable y crudo de necesidad. Se viene con tanta fuerza que
prácticamente ruge. 18
Yo no, por supuesto. Es mi primera vez, y el dolor casi supera el
placer. Mi mente se encuentra demasiado nublada para entender lo que
está pasando cuando se baja de mí y desciende por mi cuerpo. Me
acaricia con los labios el interior del muslo, y me estremezco cuando
acaricia con los dedos cuidadosamente mi núcleo. El toque no está
diseñado para excitarme, es más una disculpa. Se mueve en la oscuridad,
deshaciendo mis muñecas, mis tobillos.
—¿Disfrutaste eso? —pregunta con voz ronca, y la profundidad de
su voz me hace presionar las piernas juntas.
—Sí, yo... lo hice. —Lo más sorprendente, lo que más me enferma,
es que estoy diciendo la verdad. ¿Qué demonios me pasa?
Gruñe, desatando su cinturón alrededor de mi cuello. La liberación
de presión me hace sentir como si estuviera flotando a dos pies de la
cama.
Permanezco inmóvil mientras empaca sus cosas. Puedo sentirlo a
mi lado tirando de su ropa. Luego, cuando está vestido, se encuentra de
pie junto a la cama, mirándome. Roza sus dedos contra mi mejilla otra
vez, tan suave que casi no es un toque en absoluto.
—Nos vemos. —Se dirige hacia la puerta, y la luz del pasillo casi
rompe mi cráneo cuando la abre. Y allí mi hombre misterioso se detiene,
y veo el único atisbo de él que tengo. Con una chaqueta de cuero
desgastada, de espaldas a mí, con una bolsa de lona negra en la mano
derecha, inclina la cabeza hasta el hombro. No me mira. Permanece allí
el tiempo suficiente para que yo pueda distinguir la silueta de su perfil,
su cabello oscuro y desaliñado, el puchero magullado de sus labios
llenos.
Y luego se va.
Nunca averiguo su nombre.

19
2
Sloane
Traducido por Emotica G. W
Corregido por Yani

Eli no contesta el teléfono. He estado llamando durante tres días,


y Eli, el mentiroso, manipulador, asqueroso Eli, no contesta el teléfono.
Solo he estado una vez en la oficina del investigador privado, un estudio
oscuro, deprimente arriba de una tienda de licores en Ranier Valley que
apesta a comida china rancia. Me he saltado rondas en el hospital esta
mañana para poder averiguar qué demonios está pasando. Una pequeña
parte de mí ha estado enloqueciendo desde que salí de esa habitación de
hotel.
Eres una tonta estúpida. Te engañó. Dormiste con un completo
desconocido, perdiste una parte de ti que nunca recuperarás. Jamás. ¿Y,
ahora qué?
20
¿Y, ahora qué? Solo tendré una respuesta a esa pregunta una vez
que hable con Eli.
Las escaleras a su oficina se encuentran resbaladizas con hielo en
masa compacta. Las subo con el mayor cuidado, conteniendo la
respiración mientras doy cada paso. Su auto de mierda está estacionado
en el lote de abajo, así que sé que se encuentra aquí. Simplemente no sé
qué voy a decirle. Apenas puedo amenazar con ir a la policía si no me da
la información que me prometió. Eso no funcionará, tengo cero pruebas
de que tengo un acuerdo con él, y además, Eli es un investigador privado.
¿La policía aceptaría mi palabra sobre la suya siquiera?
Entro de inmediato, sabiendo que si golpeo solo me acobardaré y
me iré. Empiezo a hablar tan pronto veo al hombre sentado en su silla.
―¿Qué demonios, Eli? He estado llam... ―Se me pega la lengua al
paladar; mi cerebro hace cortocircuito. Esto… esto no puede estar
pasando―. Oh… oh, Dios mío.
El olor me golpea primero. Oh, Dios, el olor. Intento inhalar por la
nariz, pero el aire en realidad me pica en las fosas nasales. Me cubro la
cara con las manos, tratando de procesar la escena frente a mí. Eli era
un hombre grande antes, pero ahora su estómago distendido se ha
hinchado en proporciones obscenas, presionado contra su escritorio. He
presenciado lo mismo antes en mi rotación como interna, principalmente
en la morgue. Hinchándose. Todo ese gas y bacterias quieren salir, y por
su aspecto, lo harán más temprano que tarde.
Eli no ha respondido a mis llamadas durante los últimos tres días
porque está muerto. Su oficina se ve como si alguien se hubiera vuelto
loco, impulsado por la sangre. Cubre las paredes y su escritorio; está
hecha costra y seca en la alfombra ya manchada. La boca de Eli cuelga
abierta en un bostezo sombrío, con los ojos girados hacia atrás. Su piel
es de un color gris enfermizo en todas partes aparte de sus manos.
Descansan en su escritorio, sus dedos teñidos de color negro purpurado
por toda la sangre que se ha coagulado en sus palmas.
Estoy llorando cuando finalmente recupero el control de mi cuerpo
lo suficiente para entrar en la habitación apropiadamente y pararme
frente al hombre que me engañó para que perdiera mi virginidad. No
porque me sienta mal porque Eli esté muerto. No, tengo sentimientos
razonablemente positivos sobre el hecho de que ha sido apuñalado hasta
la muerte con su propio abrecartas (todavía sobresaliendo de su pecho).
Estoy llorando porque está muerto. Nunca será capaz de decirme dónde
está Alexis ahora. Nunca sabré si él estaba diciendo la verdad. Si siquiera
está viva.
Pero no, simplemente no puede ser. No puede acabar así como así.
Tiene que haber algo aquí, alguna forma de averiguar lo que sea que iba
a decirme. Mi mente se bloquea cuando me doy cuenta de lo que voy a
tener que hacer. He visto cosas mucho más horribles que el cuerpo
muerto de Eli, pero no es por lo asqueroso que se ve lo que me da ganas
21
de desmayarme. Es mi enojo. Estoy tan enojada, tan engañada, tan
furiosa que tengo miedo de lo que podría hacer si tengo que acercarme a
él. Ciertamente no podría ser arrestada por apuñalarlo otra vez ya que ya
está muerto, pero aun así… ni siquiera quiero la sangre de un hombre
muerto en mis manos.
Inhalo bruscamente una bocanada de aire y la contengo, y luego
doy un paso hacia adelante. Solo necesito superar esto, por Alexis. Todo
esto es por Alexis. Tal vez guardaba la información en un archivo en algún
lado. Eso es algo que un investigador personal regular haría, ¿no?
Aunque Eli era más que un investigador privado. También era un
proxeneta traficante de drogas. La administración probablemente no
estaba muy alto en su lista de prioridades. Estoy teniendo arcadas
mientras atravieso la devastación de su oficina, trepando por una silla
volcada para llegar al archivador pequeño de tres cajones. No está
bloqueado. El cajón superior se encuentra gravemente abollado, como si
alguien hubiera tomado una palanca para ello. En el interior, hay
archivos. Mi corazón se dispara cuando abro de un tirón el cajón del
medio y encuentro uno etiquetado con el nombre de mi hermana: Alexis
Romera. Persona Desaparecida. Con dedos temblorosos, lo saco del
archivador y casi caigo de rodillas. Veo de inmediato que está vacío. No
hay nada adentro, ni una sola hoja de papel.
―¡No, no, no, vamos!
Todos los otros archivos tienen papeleo dentro de ellos. Información
regular sobre fianzas y cónyuges infieles. Solo el de Lex está vacío. ¿Qué
mierda? No hay papeles en el escritorio de Eli y tampoco ninguno en el
piso. No hay cajones ocultos que podrían contener la información que
estoy buscando. Desapareció. Alguien lo ha tomado, y no tengo idea de
quién. De repente ya no puedo reprimirlo, me inclino hacia adelante y los
últimos tres días finalmente pasan factura. Vomito, regresando mi escaso
desayuno de tostadas secas y jugo de naranja tan violentamente que me
raspa la garganta en carne viva.
Estoy sollozando cuando salgo de la oficina de Eli. Me siento inútil.
Tan impotente. Débil.
―Lo siento mucho, Lex. Lo siento mucho... ―No puede oírme, pero
tengo que decir las palabras. Admitirlas en voz alta me hace poseerlas en
lugar de esconderlas dentro de mi pecho, dejándolas quemarme de
adentro hacia afuera. La he decepcionado. Toda esperanza de encontrarla
se fue. La peor parte de reconocer eso es el alivio. Fluye a través de mí
como un solo aliento exhalado, recorriéndome de la cabeza a los pies. No
hay nada más que pueda hacer. La responsabilidad ya no es mía. Soy la
peor de la gente. Ni siquiera me molesto en informar la muerte de Eli.
Lo dejo allí para que se pudra.

22
3
Zeth
Dos años después
Traducido SOS por MadHatter & RRZOE
Corregido por Yani

—Eres un ser humano escandaloso. —La risa de Lacey me está


molestando esta mañana. Me ha estado reclamando todo el día sobre
las dos chicas que llevé a casa la noche anterior y luego eché a las tres
de la mañana cuando terminé de montarlas. La mujer simplemente no
sabe cuándo callarse, maldita sea. Hemos estado atrapados en el
automóvil durante los últimos veinte minutos, y veinte minutos en el
auto con Lacey son básicamente veinte minutos en el infierno.
—¿Qué tal si no hablamos por un momento, eh, Lace? 23
—¿Qué tal si me dices qué ha hecho este tipo y cerraré la boca? Eso
suena como un trato justo.
Lacey es diminuta. Era desnutrida cuando era niña y no consiguió los
nutrientes que necesitaba para crecer, lo que significa que su cabeza
apenas me llega a la mitad del pecho. Su cabello largo y rubio, liso y
recto, y sus ojos azul pálido le dan un aspecto angelical, pero la maldita
chica no es nada de eso.
Hoy la habría dejado en casa, pero no es fanática de su propia
compañía. Pasan mierdas feas cuando se queda sola y un viaje al
hospital es lo último que necesito esta noche. No después de haber
hecho lo que voy a hacer.
—Frankie ha sido malo. Eso es todo lo que necesitas saber.
—¿Cuándo no es malo Frankie? —Lace hace pucheros. Ella y Frankie
follaron un par de veces, antes de que ella apareciera en mi puerta
como un gato callejero y se negara a irse. Desde entonces, se ha
centrado en presas más delicadas, concretamente en las hembras de la
especie. La mayoría de las veces, tengo que tener cuidado con las chicas
que llevo al almacén. Si las dejo fuera de mi vista por diez minutos,
Lace tendrá sus bragas alrededor de sus tobillos y la cara enterrada
entre sus muslos. La chica no conoce límites.
Pero de todos modos, creo que todavía tiene algún tipo de problema con
Frankie. Se quedó en silencio por un momento cuando le dije a dónde
nos dirigíamos y eso no sucede muy a menudo.
—Solo no hagas una escena, ¿de acuerdo? Espera en el auto como te
dije. Estaré adentro cinco minutos como máximo. —La verdad es que no
tengo ni idea de lo que Frankie ha hecho. Todo lo que sé es que me
enviaron a visitarlo, y eso solo sucede cuando alguien se ha mandado
una gran cagada.
Charlie no es exactamente un hombre indulgente, pero solo saca sus
juguetes más caros para sus problemas más caros. ¿No pagas la cuota
de un préstamo? Charlie envía a Sam para quitarte unas pocas uñas. Si
pierdes un envío de coca con el valor equivalente en la calle a una casa
de cinco habitaciones, recibirás una visita mía. Cada caso es distinto,
eso es lo que dice Charlie.
Estacionamos fuera de Monterello Farm Markets y dejo la palanca de
cambios en posición neutral. Está lloviendo. Sorpresa, sorpresa,
maldita sea. Bienvenido a Seattle. El parabrisas se vuelve opaco,
arruinado por las gotas de lluvia tan pronto como los limpiadores dejan
de funcionar. Por un momento, solo somos Lace y yo dentro de nuestro
pequeño y desordenado mundo.
—Me escuchaste, ¿verdad? Quédate en el auto. 24
Me da el saludo de tres dedos como los niños exploradores, lo que
generalmente significa que no se siente tan complaciente pero no quiere
discutir.
—Entendido, jefe.
Me llamó así desde el día en que comencé a pagarle para que lavara mi
dinero. Podría haber contratado a los judíos para hacerlo, pero ya son lo
suficientemente ricos. Además, Lacey necesita un propósito, incluso si
es ilegal.
—Vuelvo enseguida. —Salgo de un salto del auto, recojo el bolso negro
del asiento trasero del Camaro y me dirijo a Monterello sin mirar atrás.
Dudo que Lace hoy me desobedezca, de todos modos; la lluvia arruinará
su cabello perfectamente liso. Realmente es jodido que conozca a una
chica de mierda así.
En el interior, Archie Monterello, el hermano de Frankie, se encuentra
detrás del mostrador dándole una bolsa doble a una anciana con la
espalda encorvada y el cabello blanco perfectamente peinado.
Probablemente una peluca. Deja caer la bolsa cuando me ve, los
tomates rebotan en el mostrador y ruedan.
—Hoy Frankie no se encuentra aquí, Zeth. Está fuera del estado con
Cindy.
Ignoro al niño. Ha pagado (apenas) para mantener la fachada de la farsa
respetable, creíble, por así decirlo, y eso incluye interferencia con la
carrera cuando un miembro de la familia está en problemas.
Parece que me esperan.
Me dirijo directamente hacia las puertas batientes de la parte trasera de
la tienda, mientras Archie se desplaza sobre el mostrador con un
delantal verde torcido sobre su hombro.
—Zeth, lo digo en serio, hombre. Frankie no está aquí.
Pero cuando abro la puerta de la oficina escondida detrás, Frankie
definitivamente está aquí. Su esposa golpeada y adicta se encuentra de
rodillas, chupándosela bien. El vestido a rayas blanco y negro que lleva
puesto se encuentra tan alto que puedo ver sus nalgas. La mirada de
sorpresa en el rostro de Frankie no tiene precio; se siente tan aturdido
que le toma un minuto golpear el hombro de Cindy. Otro minuto más
para que deje de menear la cabeza.
—Guarda tu polla, Frankie. Vamos a tener unas palabras. —Lo último
que necesito ver justo después de la cena es una polla italiana. Pongo
los ojos en blanco hacia el techo mientras se sube la cremallera. Cindy 25
se pone de pie, una mano se balancea sobre el escritorio de Frankie y la
otra baja su vestido. Tiene los ojos inyectados en sangre, totalmente
vacíos. En otras palabras, está drogada.
—¿Qué mierda crees que estás haciendo, Zeth? No puedes irrumpir
aquí cuando quieres, ¿sabes?
Su esposo le da una palmada en la parte de atrás de la pierna.
—Cuida tu boca, perra. Ten cuidado con la forma en la que hablas con
mis socios comerciales. —Bien pudo haberle tirado un cubo de agua
encima. Una chispa de vida se enciende en sus ojos.
—Bueno, jódete, Frankie. Tengo mejores cosas que hacer que estar
parada defendiéndote todo el día.
—Estabas de rodillas por lo que recuerdo. Ahora sal de aquí. Zeth y yo
tenemos que hablar. —O no tiene idea de por qué estoy aquí o intenta
congraciarse conmigo. No importa. No hay forma de que trate de ser
zalamero, no tiene sentido chuparme las medias. Curvo un labio
mientras Cindy sale corriendo de la oficina. Pasa golpeándome el
hombro y levanto una ceja hacia Frankie.
—Qué mala actitud —le digo.
—Todo es malo —responde. Frankie y Cindy eran como Bonnie y Clyde
hace diez años, pero ahora él es un mujeriego de poca monta y ella es
una puta agotada. Sin embargo, Frank todavía tiene buen aspecto, es la
única razón por la que Lacey lo miró dos veces. Ella es tan superficial
como eso. Es parte de su encanto. Frankie se recuesta en su silla de
cuero, mirándome.
—¿Sabes por qué te han dado este boleto, Zeth? —pregunta.
—¿Se supone que debo?
Frankie se encoge de hombros.
—La mayoría de las veces la gente sabe por qué van a matar a un
hombre.
Así que sí sabe por qué estoy aquí. Difícil de sorprenderme; no haces
enojar a Charlie hasta este punto, sin darte cuenta de que cosecharás
las consecuencias.
—No soy lo que considerarías... del círculo interno. Recibo una
dirección y algunas instrucciones, nada más.
—Y una maleta llena de dinero, también, ¿verdad?
Es mi turno para encogerme de hombros. No tiene sentido ser tímido.
—Claro.
26
—Bueno, ¿qué tal si en cambio te ofrezco dos maletas llenas de efectivo,
Zeth? ¿Te contrato para que regreses de donde viniste y le ponemos fin
a esto de una vez por todas?
—¿Quieres contratarme para matar a Charlie?
—¿Por qué no? —Frankie es un hijo de puta sereno. Es más rico que
Dios; los ochenta pueden haber desaparecido hace mucho tiempo, pero
la cocaína sigue siendo la droga elegida por Seattle, y dudo que sea la
primera vez que se ofrece a comprar la confianza de alguien y
congraciarse con ello. Sin embargo, no hay duda de que nunca antes
nadie le ha dicho que no. Mira, la cosa es que no confío. Y no necesito
su dinero. Dejo el bolso que todavía llevo sobre su escritorio. Lo abro.
Saco mi arma, mi sobretodo.
Frankie todavía no parpadea. El desgraciado debe tener las bolas de
hierro fundido.
—Soy el hombre de Charlie, lo sabes, Frank. Ahora, tengo que hacer
otros trabajos esta noche. Vamos a ordenar estos cabos sueltos, ¿eh?
La razón de la calma de Frankie aparece en la mano una fracción de
segundo después. La pequeña mierda tenía un arma debajo de su
escritorio todo el tiempo. Una Desert Eagle calibre 50. Bonita. La
sostiene a la altura de los hombros, con el brazo estirado.
—Es una pena que no quieras hacer simplemente el trabajo para mí.
Charlie lleva años manejando este lugar. Es hora de que él siga
adelante, si captas lo que quiero decir. Y es hora de que ahora te vayas,
¿de acuerdo?
He tenido un montón de armas apuntándome a lo largo de los años. La
intención de un hombre siempre está ahí, brillando en sus ojos, para
ser leída como las páginas de un libro. Algunos de ellos solo quieren
asustarte lo suficiente como para que te retires; algunos están tan
desesperados por tratar de ocultar su propio miedo que se olvidan de
hacerte creer que lo dicen en serio. Tienes que decirlo en serio. Y
algunos de ellos son tiburones. Fríos como piedras. Personas que antes
han apretado el gatillo innumerables veces y no lo han pensado dos
veces.
Frankie, la pequeña mierda, es un tiburón.
Nunca lo hubiera esperado. Aprieto mis dedos alrededor del sobretodo,
mirando mi puño. Ahora hay poco que hacer al respecto. Las cosas se
desarrollarán de la manera que deben.
—Supongo que aquí es cuando me disparas, ¿entonces? 27
—Supongo que sí —responde.
Alguien, en algún lugar, dijo algo que me sentí obligado a tatuar en mi
pecho cuando estaba ebrio una vez: Así que ahí va. Sé que fue Billy
Pilgrim de Slaughter House Five de Vonnegut, pero a menudo pretendo
que no. Eso significaría admitir el hecho de que en realidad leí algo en
la escuela secundaria antes de abandonarla. Pero eso no importa. A
medida que la bala atraviesa el aire, me doy cuenta de lo absolutamente
perfecto que es ese dicho. Así que ahí va. Hay algo tan inevitable en que
me disparen aquí esta noche. Algo tan obvio e increíble, todo al mismo
tiempo.
El dolor rebota en mi cuerpo como una lanza blanca y caliente. La bala
me golpea en el pecho, dos pulgadas debajo de mi clavícula... y basta
con decir que duele como una perra. Frankie parece sorprendido de que
todavía esté de pie. Si yo fuera él, ya me habría disparado otras cinco
veces y vaciado la cámara solo para asegurarme de que estoy muerto. El
maldito desearía haberlo hecho. Me lanzo sobre el escritorio y saco el
arma de su mano, liberándola de su agarre.
—Gran error, Frankie. Gran error. —Levanto un puño y lo llevo a su
rostro con una fuerza brutal. El crujido del metal aplastando huesos,
piel y músculos que se separan, no es algo a lo que me haya
acostumbrado, pero en ocasiones como estas me permito disfrutar un
poco. Solo un poco. Tenemos que intentar y disfrutar de nuestro
trabajo, después de todo, y el dolor siempre despierta mi lado oscuro.
La cabeza de Frankie gira hacia atrás mientras le golpeo la cara con el
puño una y otra vez y otra vez. Mis manos, camiseta, chaqueta,
vaqueros, todo está cubierto de sangre para cuando el hombre se cae.
Me estoy riendo histéricamente cuando se forman burbujas de sangre
en sus labios.
—No fue mi culpa —murmura. Sus dientes ahora rotos hacen que las
palabras estén un poco apagadas, pero entiendo lo esencial—. Ustedes
encierran a las personas dentro de un contenedor de envío sellado
durante tres... tres días, van a morir, Zeth. ¿Cómo… cómo es mi culpa?
Los burritos que comí hace una hora empiezan a batirse en mi
estómago. ¿De qué diablos está hablando? Levanto mi puño para
estrellarlo contra su boca otra vez, pero... no puedo. Solo... esto es
jodidamente perfecto.
—¿Qué personas?
—Las que Charlie ha estado trayendo a través de los Docklands.
Chicas. Chicas en con... contenedores.
Suelto a Frankie. ¿Chicas en contenedores? Charlie me prometió hace
dos años que no trataba con chicas. Drogas y armas, sí, pero juró 28
ningún comercio de piel.
—¿Por qué transporta chicas? —Me pongo una mano en el hombro,
haciendo una mueca de dolor. Está creciendo ahora que no se lo estoy
infligiendo a otra persona.
—¿Por qué crees? —jadea Frankie—. Obtiene veinte mil dólares si
puede probar que todavía están... todavía in... intactas. —Se ahoga con
la sangre que mana de su boca; corre por su barbilla, goteando sobre su
camisa arruinada.
—Estás mintiendo.
—No —dice, y le creo.
Mierda.
Charlie es el que me ha estado mintiendo todo este tiempo. Una parte
de mí quiere creer que esto es un nuevo invento, pero conozco a mi jefe.
Tiene un título, maestría y un maldito doctorado en mentiras.
Especialmente cuando se trata de dinero. De ninguna manera dejaría
pasar veinte mil dólares por una niña de nadie que podría haber
arrebatado de la calle. Me da vueltas la cabeza, adormecida y
desorientada por el dolor de la bala alojada en mi hombro. A través de
la niebla que disminuye mi mente, aún lo creo, sin embargo. ¿Eso
significa que había estado en lo cierto respecto a la chica? ¿Significa
que Charlie había secuestrado a la hermana de la chica hace casi tres
años?
La primera vez que la vi, estaba trabajando un turno de noche en el
hospital. Mi tío de mierda acababa de cumplir ochenta y seis años, eso
no había funcionado tan bien. Al tener ochenta y seis años, debería
existir el requisito previo de ser enterrado a tres metros bajo tierra en
lugar de ser arrojado de un auto en movimiento a un lado de la
autopista, y me había tocado a mí identificar el cuerpo. Bueno, lo que
quedaba de él. Podría decirse que Sloane era un pájaro roto. Hermosa
de una manera discreta, ojos marrones luminosos, cabello castaño
ondulado. Sin embargo, fue la lucha en sus ojos lo que me había
capturado. Capturado y cautivado en el espacio de diez segundos. Nos
quedamos cara a cara en el pasillo mientras esperaba el ascensor, y sus
ojos se encontraron con los míos. Sentí como si me estuviera
destripando del tronco al esternón, y todo el tiempo supe que ella no me
veía en absoluto. Estaba viendo un horror distante que solo podía
adivinar. Y no me gustaba adivinar.
Me propuse averiguar todo lo que había que saber sobre ella, fue
cuando descubrí que su hermana había desaparecido. Arrebatada a un
lado de la carretera, solo tenía dieciocho años. La familia de Sloane era
muy cristiana: anillos de compromiso, himnos todos los domingos, sin 29
maldiciones, sin beber, el paquete completo. Excepto cuando su
hermana había sido secuestrada, Sloane había dejado de ir a la iglesia.
Dejó de usar la cruz que sabía que su madre le había dado. Había
dejado de creer porque era demasiado difícil mantener viva su fe cuando
algo tan terrible había estropeado su vida.
Y luego, por encima de todo lo demás, y de acuerdo con el vil hijo de
puta que soy, había tomado su virginidad.
Me había enterado de que Eli Harris estaba sobornándola cuando
apareció para pagarle a Charlie. Se había jactado del intercambio que
había hecho con ella mientras le entregaba el dinero de protección que
pagaba cada mes para asegurarse de que Sammy y los niños no
arruinaran su negocio. El bastardo enfermo pensó que era gracioso que
estuviera a punto de venderle el culo al mejor postor, un tipo que
conocía solo por su reputación. Un tipo al que le gustaba golpear a sus
mujeres mientras las follaba. Había pagado mucho para tomar su lugar,
el doble del dinero de protección del mes de Eli y luego había hecho que
Eli lo derramara todo, todo lo que había sabido sobre la desaparición de
Alexis Romera. El proxeneta había dicho todo el tiempo que era Charlie.
No le había creído. Lo había matado por respirar las mismas palabras, y
Charlie se había ofendido mortalmente cuando lo había confrontado al
respecto.
Tú me conoces mejor que eso, hijo. Me uní a algunos tratos
cuestionables, pero no estoy interesado en el coño. El karma en esa
mierda es demasiado crudo; ahora vete al infierno.
Tuve una noche con Sloane y luego corté todos los lazos. La dejé sin
saber qué le había prometido decirle Eli. Había sido duro, sí, claro, ya
que había cumplido su parte del trato y nunca había conseguido los
datos que buscaba. Pero joder, al menos me había asegurado de que lo
disfrutara. Me aseguré de que no tuviera pesadillas sobre mi rostro
cada segundo que cerrara los ojos. Sé que podría haberme alejado,
haberla dejado en esa habitación de hotel todavía virgen, intacta, pero
tampoco podría haberlo hecho. Estamos hablando de mí. Tenía que
tenerla. Además, de todos modos, ella había mantenido en secreto ese
pequeño detalle. Tal vez si hubiera sabido que todavía contaba con su
tarjeta V, las cosas hubieran sido diferentes.
Sí, claro.
—¿Estás seguro de esto? —Apreté mi agarre alrededor del cuello de
Frankie y sus ojos casi se salieron de la cabeza.
—¡Sí, hombre! ¡Estoy seguro!
Al diablo, Charlie. Me agacho y levanto la pieza del piso donde Frankie
la dejó caer. Desert Eagle: normalmente no mato con armas, pero a
veces para una obra de arte tienes que hacer una excepción.
30
—¡Zeth! ¡Zeth, hombre, no! Lo siento, ¿De acuerdo? Estoy... lo siento,
¡te disparé!
La mendicidad me hace sentir mareado. Lo hago. Aprieto el gatillo y la
cabeza de Frankie retrocede como un robot de Rock-em-sock-em1,
excepto que hay sangre. Mucha sangre y fragmentos de huesos, como
pequeños trozos de porcelana rota.
—¿Por qué tengo razón todo el tiempo?
Me doy vuelta y Lacey se encuentra parada allí en la puerta, con la
palma de la mano derecha contra su esternón. Está empapada y
jadeando.
—Lacey...
—No te preocupes por eso —me dice—. Ya lo sabía. —Se tropieza en la
habitación y mira a Frankie, frunciendo el ceño, la boca en un puchero
confuso. Me gustaría pensar que este es el primer muerto que ve, solo
que lo sé mejor. Me enfrenta, extendiendo su mano—. Ven. Vamos a
llevarte al hospital.

1
Rock-em-sock-em: son unos robots boxeadores de juguete.
No le tomo la mano.
—No. No al hospital. No voy a ir allí.
No voy a arriesgarme a ver a Sloane de nuevo. No hasta que escuche la
verdad que sale de la boca de Charlie. Incluso si tengo que sacársela.
Sabré la verdad.

31
4
Sloane
Traducido por MadHatter
Corregido por Yani

—Diez c.c. de epinefrina, llama antes a Quirófano, hazles saber que


vamos a subir.
—Sí, yo... entendido.
Levanto la mirada y los internos delgados con el horrible corte de
cabello todavía están parados allí, mirando fijamente al tipo que sangra
en la camilla frente a ellos. El chico en el que tengo enterrada la
muñeca hasta el fondo.
—¿Qué esperan? ¡CORRAN! 32
El nuevo ingreso de internos siempre es una pesadilla. Son tan novatos
que no sirven para nadie, y estamos en el mundo de los choques, de
personas que reciben disparos y del mundo cayéndose sobre nuestras
cabezas. Se supone que debo enseñarles, lo cual es una locura porque
acabo de aprender a hacer esto.
—Está entrando en paro, doctor, ¿adrenalina? —pregunta la enfermera.
La adrenalina es lo último que necesita este chico. Su corazón ya está
acabado así como está. Lo que necesita es que le reparen el agujero
abierto en su estómago. Dios sabe cuántos de sus órganos internos se
encuentran triturados. No voy a saberlo hasta que pueda abrirlo
apropiadamente y limpie toda la sangre. En este momento, solo puedo
decir que este tipo morirá a menos que hagamos algo. Y pronto.
—Vamos a llevarlo al ascensor —le digo a la enfermera. Asiente,
desbloquea las ruedas de la camilla, y les grita órdenes a su equipo sin
siquiera parpadear. Grace es una profesional. Probablemente podría
salvar a este tipo ella sola. La mitad de las enfermeras en este hospital
podrían a la hora de la verdad. Todos están infravalorados
enormemente, mal pagados y con exceso de trabajo.
Los cuerpos se apresuran mientras guiamos la camilla hacia el
ascensor, aún tengo las manos metidas dentro del paciente. Me
remuevo inquieta sobre mis pies mientras observamos la cuenta
regresiva de los números. Ya no me siento desconcertada por los
ascensores; he tenido demasiados viajes como este en un espacio
reducido. El hospital tiene solo cuatro pisos de altura y, sin embargo,
parece que las malditas puertas tardan una eternidad en abrirse.
Finalmente se abren y entonces estamos compitiendo contra el tiempo
otra vez.
—¡Adentro, adentro! ¡Muévete! —El interno que envié a que alertara al
Quirófano, Mikey, creo que se llama, llega justo a tiempo para atrapar
las puertas.
—¿Saben que venimos?
—Sí.
—Está entrando en paro, doctora —me dice Grace al tiempo que el
ritmo cardíaco y los monitores que controlan la presión arterial
comienzan a sonar. Saco las manos del chico y agarro a Mikey.
—Mantenlo.
Mikey parece un conejo ante los faros de un auto cuando señalo la
herida del paciente.
—¿A qué te refieres?
Le tomo ambas manos y las coloco donde las necesito. 33
—¡Me refiero a mantener los malditos intestinos de este tipo dentro de
su cuerpo!
Mikey puede o no obedecer la orden. No pierdo más tiempo. Me inclino
tanto como puedo sobre el paciente y comienzo a comprimir su pecho.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco…
Los facultativos decidieron eso hace un tiempo, que no es necesario
darle respiraciones a un paciente en paro. Aquí la prioridad número
uno es mantener el corazón latiendo. Grace está en eso, de todos
modos. Comienza a hacerle compresiones, forzando ráfagas regulares
de oxígeno en sus pulmones, y yo gruño haciendo mi trabajo.
Las puertas se vuelven a abrir.
—Está bien, vamos a movernos. —No puedo correr y hacer las
compresiones al mismo tiempo, así que me agarró de la barra que se
encuentra detrás de la camilla y voy hasta el quirófano. Solía ver a los
médicos hacer esto cuando era tan novata como Mikey y nunca pude
imaginarme ser lo suficientemente profesional para ser esa persona. Sin
embargo, muchas cosas han cambiado en los últimos cuatro años.
La desaparición de Lex, al tratar de encontrarla, me ha cambiado tanto
que no soy la misma persona que era en ese entonces. Soy exactamente
el tipo de persona que necesito ser para sobresalir en esto. Soy fría. Y
calculadora. No me quiebro bajo presión. Hago las cosas. Todo comenzó
en esa habitación de hotel. Esa noche cambié una parte de mí, o la
vendí, por completo y extinguí una parte de mí que me hubiera
impedido hacer lo que tenía que hacer.
La primera cirugía que realicé fue en mi auto; acabé con mi debilidad
con un escalpelo oxidado y me deleité con el glorioso vacío que había
quedado después.
El equipo de enfermería ya lo está esperando para cuando llegamos al
quirófano. He mantenido vivo al paciente aún no identificado durante
doscientos quince segundos. El tiempo se acaba. El doctor Massey está
limpio y listo para salir cuando llegamos a la antesala estéril entre el
pasillo y el quirófano. Massey es bueno, un profesional en
traumatismos. Me siento tan aliviada que casi sonrío cuando veo su
rostro.
—Sin identificación, accidente de tránsito, lesiones internas
desconocidas. La presión arterial cayó entre el suelo y el nivel dos. —
Massey asiente, su rostro ya oculto detrás de su mascarilla, pero sus
ojos son firmes. Dicen que se encargará de esto.
—Ve a lavarte, luego regresa aquí. —Las enfermeras cuidan la camilla y
desaparecen por las puertas dobles con mi paciente. Mi paciente. 34
Cuando tienes las manos dentro de una persona, si viven o mueren, se
convierten en tu responsabilidad.
—Maldita sea. —Mikey está de pie junto a mí, con guantes y bata.
Parece que acaba de asistir a una ola de asesinatos—. Eso fue intenso.
—Fue descuidado —lo corrijo—. No puedes sentir eso, Mikey, tu
vacilación podría costarle la vida a alguien. —Siento que acabo de
patear a un cachorro. Mikey es probablemente solo tres años menor que
yo pero en nuestra realidad, tres años de experiencia es toda una vida.
Que me mire con tristeza no logrará que se lleve bien conmigo. No se
nos permite tener sentimientos como el remordimiento. El
remordimiento significa que hicimos algo mal, o no hicimos lo
suficiente. No hay espacio para eso o no el suficiente en este hospital.
—¿Lo salvarás? —pregunta Mikey.
¿Puedo hacerlo? ¿Puedo hacer por este paciente lo que no hice por mi
propia hermana? Le digo a Mikey lo mismo que me digo a mí misma
cada mañana antes de que siquiera coloque un pie en el hospital.
—Voy a intentarlo. Haré mi mejor esfuerzo.
***
Lo perdimos.
A veces, no importa cuánta sangre, sudor y lágrimas inviertas en
alguien, tu mejor esfuerzo no es suficiente. Gary Saunders, de
veintisiete años, se desangra sobre la mesa, mientras el doctor Massey y
yo luchamos por salvarlo. Sin embargo, sus órganos internos estaban
acabados, y a veces eso es todo lo que hay que hacer. He aprendido a
aceptar eventos como este; no me siento culpable. Soy un ser humano,
capaz de mucho. Las personas olvidan que cuando pasan por estas
puertas confían en los mortales. No soy Dios. Ni siquiera estoy cerca de
ser una hacedora de milagros. Algunos días hay personas que puedes
salvar y esos son los días de suerte. Los días buenos que te hacen
sentir como si el sol brillara un poco más. Pero también hay días de
mierda. Días como hoy.
Estoy a cargo de decirle a la esposa embarazada de Gary que está
muerto. Me encargan mucho este trabajo; mis colegas piensan que
tengo una habilidad para dar noticias terribles, cuando realmente soy
igual que cualquiera de ellos. Todavía duele como el infierno. La
diferencia es que yo puedo distanciarme del dolor. Soy una experta en
distanciarme del dolor. Si fuera un deporte olímpico, sería una medalla
de oro. Me dirijo a la habitación y llamo silenciosamente a la puerta.
Dentro, una mujer morena con el vientre hinchado se retuerce en su
asiento, y mi estómago se derrumba. El chasis que he estado llevando
se estrella contra el suelo. 35
—¿Lex? ¿Alexis? —Me doy cuenta de que no es ella, una fracción de
segundo después de que el nombre sale de mi boca. La confusión
parpadea en el rostro de la mujer—. Lo siento, yo…
Esta mujer es mayor de lo que Lex sería ahora. Sus ojos no tienen el
mismo tono de marrón, ligeramente más claro, casi avellana. Me frunce
el ceño.
—¿Te conozco?
—No, no, lo siento, por un momento pensé que eras otra persona.
—Está bien. Estoy contenta de ver a otro miembro de la raza humana.
Llevo horas esperando aquí. Nadie me dice nada. ¿Puedo ir a ver a Gary
ahora? Va a estar tan enojado si tiene que perder el trabajo. Nunca se
ha tomado un día libre por enfermedad en su vida. —Está divagando.
La sonrisa tiene mucho sentido, se la ha plastificado en la cara para
evitar llorar en una habitación desconocida y extraña. Sin embargo,
puede actuar tan despreocupada como quiera. Ella lo sabe. O al menos
lo sospecha.
—Lo siento, señora Saunders, ¿podría sentarme con usted por un
momento? —Su sonrisa se desintegra. Cuando se recuesta en su
asiento, ya ha entrado en las primeras etapas del luto: la negación.
—No. No, dijeron que iba a estar bien. Debe haber un error. Por favor,
¿puedes irte y asegurarte si debes estar aquí?
Soy la Parca. Bien podría ser la encarnación de la muerte para estas
personas. Mi rostro es uno que siempre asociarán con las peores
noticias que probablemente recibirán en su vida.
—Lo siento mucho, señora Saunders, lo siento pero es verdad, Gary…
no lo logró.

36
5
Zeth
Traducido por Moreline
Corregido por Yani

Charlie abandonó Inglaterra en los años ochenta, pero treinta años no


han disminuido su acento de los bajos fondos del East End2londinense.
Me tomó mucho tiempo descubrir qué demonios estaba diciendo
cuando lo conocí por primera vez, pero ahora lo entiendo perfectamente.
—¿Necesitas que te limpie los oídos, chico? No voy a repetirme. Mi
negocio de importación y exportación no es de tu incumbencia.
Sentado detrás de su imponente monstruosidad de escritorio, es fácil
ver cómo asusta a los chicos más jóvenes. Incluso a los mayores. Parece
un Robert De Niro mejorado, excepto que su presencia es mucho más 37
intensa. Está en los últimos de sus sesenta, pero el tipo todavía se folla
todo lo que se mueve, aún esnifa cualquier cosa vagamente blanca y
polvorienta, y aún mata a cualquiera que lo mire de reojo. Sin embargo,
me trajo a este mundo de violencia, por lo que no está en mí ser
intimidado por él.
Han pasado tres semanas desde lo de Frankie. Tres semanas desde que
me extrajeron una bala de mi hombro por un idiota torpe que estaba
demasiado asustado como para mirarme a los ojos. Tres semanas que
he tenido que recuperar y hacer un poco de espionaje.
—Ni siquiera sabía que tenías un negocio de importación y exportación,
Charlie. Pensé que comprabas tu producto de los rusos. ¿Cuándo
comenzaste a hacerlo de los mexicanos?
Abre el cajón de su escritorio y saca una pequeña caja de madera con
una flor de lis grabada en la tapa. Esa caja es una reliquia de la
infancia para mí. Charlie solía sentarme en sus rodillas y enseñarme a
hacer rollos de tabaco para él; Siempre ha mantenido su alijo en esa

2
El East End es una zona de Londres, situada en la parte este de la ciudad, famosa
por ser la zona de acción de los gemelos Kray, dos de los gánsteres más importantes del
Reino Unido en los años 60, y de los asesinatos de Jack el Destripador en 1888.
caja. Sin embargo, no me ha pedido que enrolle por él desde que tenía
diez años, hace veintitrés años enteros.
—Estoy seguro de que hay muchas cosas sobre mi negocio que no
conoces, Zeth. Eso no es tu culpa, lo sé. Cuando te puse bajo mi ala, te
observé durante años pensando para mí, ¿dónde encajará mejor este
niño dentro de mi organización cuando le crezcan pelos en las pelotas?
Miré y tomé nota. Si hubieras mostrado un atisbo de sentido para los
negocios, te habría involucrado en eso y sabrías todo sobre mis
proyectos paralelos. Todo lo demás relacionado con eso. Pero no es lo
que vi en ti, Zeth, ¿verdad? Vi que eras una pequeña mierda salvaje con
mal genio y te encontré otros usos. Otros usos que han financiado tus
aventuras desde hace bastante tiempo.
El mensaje es más que claro: no muerdas la mano que te alimenta. A
Charlie siempre le han gustado los mensajes. No cagues donde comes.
No le mires los dientes al caballo regalado. Entiendes la imagen.
—Aprecio todo lo que has hecho por mí, Charlie. Sabes que no se trata
de eso.
Termina de enrollar su cigarro. Se lo mete en la boca y luego frunce los
labios, retirándolo y sellándolo a mano. Cuando lo enciende, puedo oler
el apestoso y dulce hedor de Mary Jane3 con el que ata su tabaco.
Mantiene el humo en sus pulmones antes de exhalar, fijándome con 38
afilados ojos azules como el hielo.
—Entonces, ¿de qué se trata exactamente esto?
—Se trata de las chicas. Secuestrar y vender chicas, sacándolas de sus
hogares.
—Nunca te tuve catalogado como del tipo sentimental, Zeth.
—No sentimental. Simplemente no un monstruo.
Eso pone una sonrisa come mierda en su rostro.
—Ambos sabemos que eres, de hecho, un monstruo.
Tal vez eso sea cierto, pero incluso yo tengo límites. Vender chicas por
sexo es definitivamente cruzar la línea en mi libro.
—Solo dime la verdad. ¿Frankie estaba en lo cierto cuando dijo que
tenías un maldito contenedor de chicas muertas en el puerto?
Charlie arranca un trozo de tabaco tomándose su tiempo. Lo tira lejos.

3
Mary Jane es una forma de referirse o llamar a la marihuana.
—Si insistes en saber la verdad, entonces sí, está bien. Diecisiete
mexicanas muertas. Tuve que pagar a la autoridad portuaria para
hacerlas desaparecer. Un negocio muy sucio.
Aunque sabía que era cierto antes de que lo confirmara, una pequeña
parte de mí había esperado lo contrario. Salto de mi silla; se inclina
hacia atrás y cae al suelo con un estrépito. Charlie observa mi reacción
con una expresión en blanco.
—Jodidamente me mentiste.
—¿Tengo alguna obligación contigo, Zeth? —me pregunta con tanta
calma.
Aprieto la mandíbula.
—No.
—¿Te debo algo en absoluto?
—No.
—Entonces, ¿por qué supones que me inclinaré y me arrastraré ante tu
loco interrogatorio? No estabas bien de la cabeza cuando me
preguntaste sobre las chicas la última vez. Tenías esa jodida... —Agita
su mano en mi dirección, haciendo una mueca—,…sed de sangre en tus
ojos que solo obtienes cuando tienes algo atorado en el culo. 39
—Secuestraste a una chica. Una chica de Seattle, hace dos años y
medio. ¿Dónde se encuentra ahora? —Me apoyo con la punta de los
dedos contra el escritorio de Charlie. Estoy haciendo todo lo que está a
mi alcance para contener a la criatura salvaje que solo está pidiendo
estropearlo. Charlie sonríe con una sonrisa benévola, como si mi ira
fuera entrañable. Como si fuera un cachorro simplemente mostrando
sus dientes. Maldito.
—No tomo estadounidenses. Y no cago donde como, ya lo sabes.
Ves.
—Pensé que sabía muchas cosas sobre ti, pero parece que estaba
equivocado.
—¿Qué es lo que te importa sobre una jodida niña que fue secuestrada
hace dos años y medio, de todos modos? —Arroja su cigarrillo al
cenicero de cristal, tan grande que es casi la pieza central de su
escritorio.
—Ella no significa nada para mí.
—Pero significa algo para alguien más, ¿verdad? ¿Esa pequeña puta con
la que te has acostado este último tiempo?
Él sabe sobre Lacey pero nunca la ha mencionado antes. Está muy por
debajo de él para siquiera estar en su radar la mayoría de los días.
—No. Esto no tiene nada que ver con ella.
Charlie gruñe.
—Bueno, en cualquier caso, no puedo ayudarte, hijo. No sé nada acerca
de una prostituta perdida. Me olvidaría por completo de ella si fuera tú.
Me suena como si hubieras estado llevando esto contigo los últimos dos
años. Y si lo llevas por mucho tiempo más, creo que tal vez tú y yo
vamos a desarrollar un pequeño problema.
Inclino la cabeza hacia un lado, considerando la mirada peligrosa en el
rostro de Charlie. Ya hemos desarrollado un problema; Él simplemente
no lo sabe todavía.
***
Tengo quince minutos para llegar a casa antes de que Lacey se vuelva
jodidamente loca. He estado fuera todo el día esperando hablar con
Charlie, la primera vez desde que Frankie me hizo una herida de bala, y
mi co-dependiente huésped se ha vuelto aún más co-dependiente
durante ese tiempo. Más bien, olvídate del co. Solo es dependiente.
Apenas estoy empezando a rozar la superficie de la historia de fondo de
la chica. Ya me dijo algo de la mierda oscura que vivió en su casa 40
cuando era niña, pero sé que hay más. Lo ha tenido mucho peor que yo.
Tan jodido como pueda sonarme ahora, ella no tuvo suerte como yo.
Charlie es un odioso, vengativo, malvado hijo de puta todos los días de
la semana que terminan con S, pero él me salvó. Literalmente, estaría
muerto ahora mismo si él no me hubiera alejado de mi tío cuando tenía
seis años.
Realmente sabes que tus problemas son graves cuando deseas que un
inglés psicótico y drogadicto haya acudido en tu ayuda siendo un joven
impresionable. Sin embargo, no sé si Lace desea eso. Solo sé que se
vuelve jodidamente loca cuando salgo del almacén por demasiado
tiempo. Si esta versión de mí ahora mismo pudiera retroceder en el
tiempo, digamos, quince meses y tener una conversación con mi yo de
ese momento, creo que mi yo del pasado podría golpearme en las
costillas por ser tan malditamente suave. Quiero decir, mierda. Estoy
corriendo a casa por una mujer. Y ni siquiera me la estoy follando.
Su teléfono sigue sonando cada vez que llamo, y eso hace que me suden
las palmas como un violador enviado directamente a Chino4. Hice una

4
El Instituto para Hombres de California es una prisión estatal solo para hombres
ubicada en la ciudad de Chino, Condado de San Bernardino, California. A menudo se
hace referencia coloquialmente como "Chino".
temporada en Chino una vez; Digamos que vi de primera mano lo que
les sucede a los hombres que fuerzan a los demás. Mujeres, niños,
animales, no importa. Un violador en una prisión como esa es un
hombre que vive con tiempo prestado.
—Vamos, joder, Lacey. Atiende el maldito teléfono. —No contesta.
Rompo todos los límites de velocidad y paso cada luz roja de camino a
casa, acelerando el motor del Camaro hasta la empuñadura. Está
lloviendo cuando por fin llego. El almacén es una fortaleza de dos pisos,
recortada e intimidante en la noche coloreada con tormenta. La enorme
puerta de acero, cubierta de pintura roja ampollada, todavía está
cerrada y encadenada como la dejé, pero Lace tiene una llave. Podría
haberse ido si quisiera. Sin embargo, la música proveniente del interior
me dice que no se ha ido a ningún lado. Tal vez por eso no escuchó el
teléfono.
Esperanza. La esperanza es una perra desagradable.
Sé que estoy jodido tan pronto como pongo un pie en la puerta. El lugar
está destrozado. Los muebles rotos yaciendo descartados como leña
astillada en el suelo; La televisión está rajada, pero aún funciona lo
suficientemente bien como para producir un ruido blanco rompedor-de-
cráneo y una pantalla borrosa y distorsionada. Hay botellas de cerveza
destrozadas por todo el lugar y ropa absolutamente en todas partes,
tanto mía como de Lacey. Mierda.
41
—¡Lacey! LACE, ¿QUÉ MIERDA? —grito. Avanzo desde el espacio
principal hasta mi habitación, a veces se esconde en mi cama cuando
está realmente luchando. Nunca estoy en ella, ya sabes, pero a veces
ella dice que la hace sentirse segura. Sin embargo, no está en mi cama.
Y tampoco en la suya. Estoy en un estado de completo pánico cuando la
encuentro en el baño.
Está muerta y lo ha hecho jodidamente bien.
Su piel es casi azul esta vez. Su cuerpo flota completamente estirado en
el agua llenando la bañera, que tiene un tono carmesí profundamente
ofensivo. Me apresuro primero, arrastrando su cuerpo flojo conmigo. No
pesa nada en absoluto, tan sin vida en mis brazos.
—Vete a la mierda, Lacey. Vete jodidamente a la mierda.
Se ha mutilado las muñecas de forma desastrosa. La envuelvo en su
edredón y la meto en el asiento de pasajero del Camaro, y luego
conduzco. La llevo al único lugar en la faz de este planeta al que
realmente no quiero ir. El lugar al que elegí no acudir cuando estuve en
problemas yo mismo: el Hospital St. Peter’s Mission of Mercy.
42
6
Sloane
Traducido por UsakoSerenity
Corregido por Yani

¿Chaqueta? Comprobado.
¿Bolso? Comprobado
¿Llaves del auto? Comprobado
Veinte horas después de haber comenzado el turno del infierno y
finalmente pareciera que estaba terminando. Siempre me siento como
un fraude cuando me pongo mi ropa de civil. Al igual que solo pretendo
ser un miembro funcional de la sociedad, alguien que compra en The
Gap y se acuerda de combinar el color de la chaqueta con el bolso. Me
siento más en casa con mi uniforme, pero la gente tiende a mirarte raro
43
si haces tus compras en un ambo azul.
—Buenas noches, Sloane. ¿Trabajas mañana? —Jerry, uno de los
encargados, está aquí casi tanto como yo. Es un chico joven, quizás de
veintidós años, con una familia en crecimiento por alimentar. Trabaja
cada hora que Dios permite.
—Claro que sí, Jer. ¿Te traigo un poco de café?
Sonríe.
—Cuento con eso. Lo necesitaré después de esta noche.
Estoy divisando la siguiente salida cuando empiezo a ponerme nerviosa.
Aquí es donde siempre sucede. El tramo de espacio de cuatro metros
entre la recepción y la entrada es como una especie de punto caliente y
mágico. Nueve de cada diez veces, algo o alguien atravesará esa puerta
mientras ocupo ese espacio y terminaré regresando.
Tres metros.
Un metro.
Aguanto la respiración.
Estoy en la puerta. El viento otoñal de Seattle me golpea, levantando mi
cabello mientras las puertas se abren para revelar más allá un cielo
nocturno claro, un matiz magullado de azul real. Suspiro aliviada. Lo
hice. Soy libre y estoy a salvo por un total de siete horas. Voy a pasar
cada una de esas siete horas en la cama y será increíble.
Estoy en mi auto, saliendo del estacionamiento, cuando un Camaro
negro chirriando gira a la vuelta de la esquina, casi chocando
directamente contra mí. Ambos conseguimos frenar a tiempo, pero
apenas. El conductor del Camaro se apoya en su bocina, rompiendo la
paz del estacionamiento casi vacío.
No puedo ver quién está al volante, pero sé que quieren que me vaya a
la mierda. Solo hay una razón por la que un auto vendría a toda
velocidad a un hospital y es debido a una emergencia. Doy marcha
atrás con tanta fuerza que se giran mis neumáticos.
El Camaro ruge hacia las puertas corredizas que acabo de dejar atrás y
una oleada de arrepentimiento me invade. Bien podría despedirme de
esas siete horas, estoy ansiosa por el castigo.
Me toma treinta segundos estacionar y correr adentro. Una enfermera
ya está pidiendo ayuda por el altoparlante, y un hombre de negro se
encuentra inclinado sobre un niño en el piso. Hay un edredón
empapado de sangre abandonado a su lado, y está abofeteando al niño, 44
a la niña, en el rostro. Me acerco para detenerme a su lado, sin pensar.
Le agarro las muñecas y lo empujo hacia atrás con la fuerza suficiente
como para que se caiga de costado y sobre su trasero.
—Alejate de ella. Déjame ver.
Emite un sonido gutural y asfixiante cuando hago una rápida
observación de la niña. No es tan joven como pensé al principio, pero es
pequeña. Tiene el cabello rubio pálido teñido de rosa por las manchas
de sangre. Presenta cortes desgarrados en el interior de las muñecas, y
me toma un segundo completo para componerme. Realmente iba en
serio cuando lo hizo.
—¿Cuánta sangre perdió? —Reviso su pulso, me agacho para colocar mi
oreja sobre su boca. ¿Sigue respirando? Débil pero lo hace. El pulso
está presente pero también débil. Levanto la vista, aún esperando mi
respuesta, y el chico que trajo a la niña se apoya en sus codos,
mirándome con la boca abierta. Sus ojos son enormes, el color tan
oscuro que es casi negro. Parece que está conmocionado.
—Escucha, realmente necesito saber cuánta sangre ha perdido —le
digo.
—Yo... no lo sé. Estaba en el baño —susurra en voz tan baja que
apenas puedo escucharlo. La parte delantera de su camiseta se aferra a
él, abrazando su pecho: la encontró en la bañera, entró y la sacó.
Suresh Patel, uno de los médicos de guardia, llega a la escena un
segundo más tarde y ponemos a la niña en una camilla. Su
temperatura corporal es baja, sus estadísticas desiguales. Requerirá un
milagro en el mejor de los casos.
Fui obligada a regresar al hospital mientras trabajo sobre la pequeña
mujer. Las horas pasan. Reemplazamos litros de sangre y terminamos
envolviendo a la niña en cuatro mantas antes de que finalmente se
reanime lo suficiente para que intentemos una cirugía para arreglar el
desastre que se ha hecho en las muñecas.
Son las cinco de la mañana cuando voy a buscar al tipo que la trajo. Lo
encuentro sentado en un pasillo, con los codos sobre las rodillas y la
cabeza apoyada en las manos. Levanta la vista y me ve, y luego hace la
cosa más maldita: se levanta y comienza a alejarse. Rápido.
—Disculpa. ¡Oye! —Se detiene pero no se da vuelta de inmediato.
Espera un momento, como si estuviera preparándose para ello—.
Necesito información sobre ti y sobre tu novia. No puedes dejarla aquí
para que se despierte sola.
Finalmente, se vuelve. Presiona la mandíbula tan fuerte que las venas
en sus sienes palpitan con el flujo de su pulso. Solo me mira fijamente.
Su camisa se ha secado ahora, pero todavía se aferra a él de la manera 45
más distrayente, tiene las mangas enrolladas para revelar bíceps fuertes
y cubiertos por tatuajes. Tinta en negro, azul y rojo le sube por los
brazos de forma ondulante. Tiene el cabello casi negro en puntas hacia
todas direcciones, despeinado, aún mojado; delicioso. Me doy un golpe
mental cuando me doy cuenta de que lo estoy estudiando.
Estás enojada con él, Sloane, ¿recuerdas? Se estaba yendo. Saliendo
por la puerta.
—Crees que al menos puedas darnos un poco de información antes de
desaparecer en el atardecer. O al amanecer —digo. Parpadea, y luego
cruza los brazos sobre su pecho. Abre la boca para decir algo y se
detiene. Frunce el ceño. Se gira hacia la puerta y parece que de todos
modos está considerando correr. Bastardo.
—Pensándolo bien, si esto es por ti, entonces tal vez deberías irte —le
digo. No hay hematomas en el cuerpo de la niña, pero he visto
suficientes casos de violencia doméstica para saber que no siempre es
físico. Un espíritu roto puede ser tan perjudicial como un hueso roto.
Este tipo podría haber hecho la vida de su novia tan miserable que ella
simplemente quería terminarla. Las cicatrices en sus brazos dicen que
esta no es la primera vez que lo intenta, tampoco.
Alto, oscuro y guapo me mira con una furia pura que me hace
replantear mi sugerencia. Me enfrenta adecuadamente, como si se
estuviera comprometiendo a quedarse ahora, y finalmente habla.
—No —gruñe—. No soy su novio. Y no la voy a dejar.
El estómago me da un vuelco. Esa…
Esa voz.
Santo… Me cubro los labios con los dedos, escrutando cada milímetro
cuadrado de él.
—¿Te conozco? —susurro.
Esboza una sonrisa cruel.
—No.
El alivio me inunda, pero mi cuerpo se niega a aceptar la sensación.
—Podría jurar que reconocí tu voz.
—Nací aquí. Todos sonamos igual, cariño. —Sigue negándolo, pero con
cada palabra mi estómago se retuerce un poco más. Escucho esa voz en
mis sueños; La reconocería en cualquier parte. No estoy equivocada. No
estoy tan equivocada. Este… es él. El tipo que trajo a la niña pequeña y
rota es el mismo que me ató y me jodió sin sentido hace dos años. El 46
tipo que tomó mi virginidad. Sus ojos melancólicos están fijos en mí con
tal intensidad, que sé que solo está esperando que me dé cuenta.
—Yo... necesito saber quién es tu amiga —balbuceo, y él sonríe. Es una
cosa increíblemente salvaje y traicionera, ver a este chico sonreír. El
gesto es tan agudo que podría desollar a un hombre vivo.
—Carrie. Su nombre es Carrie.
—¿Tiene seguro?
Sacude la cabeza. Sus ojos nunca dejan los míos.
—Pagaré.
—Tendrás que ir a hablar a recepción. Dales los datos de tu tarjeta de
crédito. Y tu nombre.
Sonríe, mira sus zapatos y luego levanta sus ojos hacia los míos de
nuevo para observarme por debajo de esas cejas oscuras.
—Tengo efectivo. Y no necesitas saber mi nombre. Mejor si no lo haces.
Mejor olvida que alguna vez estuve aquí.
Comienza a caminar hacia atrás, los brazos todavía cruzados sobre su
pecho, y actúo sin pensar. Una parte de mí ya se pregunta dónde está el
teléfono más cercano para que pueda llamar a la policía, pero el resto lo
sigue por el pasillo. Maldita sea, estúpido cuerpo.
—¡Espera! Yo... ¡no me hagas hacer esto!
—¿Hacer qué?
—¡No lo sé! Yo... eras tú. Admítelo. Admite que eras tú.
—No le hice daño a Carrie. —Su sonrisa se desvanece, reemplazada por
una mirada fría y calculadora.
—Eso no es lo que quise decir y lo sabes.
Hace pucheros, y cualquier duda que pudiera tener es desterrada así de
simple. Esos labios, puede que no los haya visto en la oscuridad, pero
estoy segura de que los he sentido. Él es el chico. Lo comprende ahora.
Sabe que estoy segura.
—Tal vez sé lo que quieres decir. Eso no cambia el hecho de que
deberías olvidar que alguna vez estuve aquí. Lo mejor para todos los
involucrados. No quieres conocerme, cariño.
Su arrogancia no tiene precedentes. Doy cuatro pasos apresurados y lo
apuñalo en el pecho con mi dedo índice.
—¡Tú! 47
Hasta este punto, es tan alto que da miedo.
—Yo —acuerda.
Le hago la única pregunta que ha estado ardiendo en mi mente durante
los últimos dos años.
—¿Tuviste algo que ver con la muerte de Eli?
Aparta la mirada, mordiéndose el labio inferior. Eso es un sí si alguna
vez lo vi.
—Digamos que Eli y yo tuvimos un desacuerdo.
—¡Mierda! Lo sabía. ¿Tomaste el papeleo de Lex?
Es como el doctor Jekyll y el señor Hyde. Un minuto está allí de pie,
mirándome como si fuera un genio y podría desaparecer en una nube
de humo en cualquier momento, y luego es pura, pura ira. Agarra mi
muñeca y se mueve a la velocidad del rayo, empujándome bruscamente
contra la pared. El corredor está vacío a esta hora de la mañana, así
que estoy completamente sola y vulnerable. Cierra su mano alrededor
de mi garganta, lo suficientemente fuerte como para aterrorizarme.
—¿Te gusta sentirte así, Sloane?
Escucharle decir mi nombre hace que mis ojos se llenen de lágrimas.
Supo quién era yo todo el tiempo. Sacudo la cabeza.
—No —jadeo.
—Entonces necesitas atender a Carrie, asegurarte de que se mejore.
Regresaré por ella en dos días. No dejes que los malditos psiquiatras se
le acerquen. No dejes que la aparten o voy a estar seriamente enojado.
—Presiona su cuerpo contra el mío, es como una pared de músculo y
testosterona que está tratando de poseerme. Me siento demasiado
asustada para hacer algo, pero asiento. Algo cambia, entonces. Podría
engañarme a mí misma, pero creo que veo que sus ojos se ablandan—.
¿Te acuerdas?, —susurra.
Asiento.
—¿Y cuando cierras los ojos?
Sé lo que está preguntando. Asiento de nuevo.
—Sí.
—Hazlo entonces. Cierra los ojos. —Su mano se aprieta ligeramente,
haciéndome jadear. Echo un vistazo largo y profundo a las
profundidades sin fondo de sus ojos y luego, al igual que la última vez,
hago lo que me dice. Cierro los ojos. 48
Roza ligeramente los labios contra los míos, y mi mente se detiene. Su
respiración es rápida, irregular y caliente contra mi boca. Tiene el efecto
más devastador. Prácticamente me estoy destrozando por lo conflictiva
que me siento. ¿Debo devolverle el beso? ¿Debería darle un rodillazo
en las pelotas? Detiene toda discusión cuando saca la lengua y se
encuentra con mis labios separados. Se burla lentamente de mi boca,
tan cuidadosamente, con amor, como si me estuviera probando.
Reacciono por impulso. Abro mi boca más amplia, dándole la
bienvenida al interior. Sin embargo, no acepta la oferta.
—Dos días, Sloane. Dos días y vendré por ti —susurra.
Lo siguiente que sé es que me estoy hundiendo en el piso. Cuando abro
los ojos, todo lo que veo son sus botas negras que se alejan.
7
Sloane
Traducido por Yiany, Yira Patri & Emotica G.W
Corregido por Yani

El café en Fresco es particularmente malo hoy, pero esa no es una gran


sorpresa. Todo aquí sabe mal. El panecillo que intenté obligarme a
tragar para el desayuno bien podría haber sido hecho de aserrín. Hay
mil cafés diferentes y, lo que es más importante, apetecibles en el área
metropolitana de Seattle, pero Fresco es una tradición para Pip y para
mí.
Nos hemos estado reuniendo aquí desde que éramos pobres estudiantes
con dificultades y todo lo que podíamos permitirnos era su café de filtro.
Veo llegar a mi mejor amiga, tan inmaculada como siempre. Su cabello
enrollado en un clásico moño y su traje de pantalón está perfectamente
49
arrugado en todos los lugares correctos. Parezco una vagabunda en mis
pantalones vaqueros y mi camiseta de manga larga.
Pippa entra en la cafetería, sonriéndole a Marcus el mesero, quien
tendrá su doble café regular sobre la mesa exactamente sesenta
segundos después de que se siente. Deja su Louis Vuitton en el banco a
mi lado y se desploma en un asiento.
—Buenos días, extraña. —Hace una semana que no la veo; Esa es una
vida para nosotras. Se pone cómoda, dándome un guiño—. ¿Qué es tan
urgente que no podía esperar hasta después de que terminara con mi
vigésimo paciente ligeramente trastornado hoy?
Pippa optó por la psicología en lugar de la medicina. Nos graduamos al
mismo tiempo; ha sido certificada por la Junta de Medicina Psiquiátrica
durante los últimos catorce meses. Trabaja desde una oficina en el
centro de la ciudad, tratando con pacientes que han sido sentenciados
con terapia obligatoria de una forma u otra. Muchos delincuentes
violentos atraviesan sus puertas. Fácilmente podría haber elegido
trabajar con amas de casa deprimidas, felices con Prozac5, pero quería
más. Dijo que era mejor ayudar a quienes realmente lo necesitaban.

5
Prozac: Medicamento antidepresivo.
Miro fijamente al fondo de mi taza de café vacía, de repente dudando si
debería contarle algo de lo que sucedió ayer. Pero... pero creo que
necesito hacerlo. Es mi mejor amiga, pero también siempre ha podido
ver las cosas desde un punto de vista imparcial. Eso es exactamente lo
que necesito ahora mismo.
—Si te dijera que tengo un paciente que tuvo un problema del que
necesito hablar, ya sabrías que estoy hablando de mí, ¿verdad?
—Sí.
—Está bien, bueno, entonces no me molestaré con ese discurso.
Marcus le entrega su café. Ella le da un sorbo, levantando una ceja
hacia mí.
—Me ahorraría algo de tiempo, sí.
—Está bien, bueno... —Solo necesito decirlo—. Tuve relaciones sexuales
con un chico.
Escupe su espresso en la pequeña taza.
—¿Qué? ¿Quién? ¿Cuándo?
Me estremezco. Esto será muy malo. Pip tiene la idea de que seré la
última virgen en pie desde hace mucho tiempo. 50
—No fue recientemente. Fue... fue hace dos años.
Tensa sus hombros. La mirada incrédula que lucía hace un segundo, se
convierte en algo mucho más frío. Está enojada. Sabía que lo estaría.
Deja su café, mirando la mesa.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—No fue... no era algo para sentarse y analizar con una tina de helado,
Pip. Tampoco fue algo de lo que estuviera exactamente orgullosa.
—¿Qué significa eso? Dios mío, no fuiste violada, ¿verdad?
—No, no, por supuesto que no. Pero... —Esta es la parte en la que o le
digo toda la verdad o me decido por una versión diluida. Soy una
completa cobarde al final. Nunca pensaría mal de mí por lo que hice,
pero no puedo soportar la vergüenza de admitirlo. Vendí mi virginidad
por información. Información que ni siquiera obtuve, lo que significa
que la vendí por nada—. No conocía al tipo. Ni siquiera sabía su
nombre. Yo... estaba borracha y lo hicimos en la oscuridad. No podría
haberte dicho cómo era hasta ayer.
Pip cierra los ojos y presiona las yemas de los dedos en la frente.
Por favor, no creas que soy una puta. Por favor, no pienses en una
puta.
—Sloane, diablos... —gime.
—Lo sé, lo sé.
—Ni siquiera sé por dónde empezar con esto.
—¿Qué tal después de la parte del juicio?
—Oh, nena. Nunca, nunca te juzgaré. Solo... Solo quería algo especial
para ti. Ya sabes, romance, rosas rojas, champaña, fuegos artificiales...
Debería haber sabido que nunca me juzgaría. Empujo las migas de mi
panecillo en el plato frente a mí, haciendo pucheros.
—Oh, definitivamente hubo fuegos artificiales. Ninguna de las otras
cosas, pero definitivamente fuegos artificiales.
Suspira y luego se extiende a través de la mesa, quitando el plato para
poder sostener mis manos entre las suyas.
—Así que esto ha estado jugando en tu mente durante dos años
completos y no me dijiste, ¿por qué?
—Porque no fue exactamente sexo normal, si me entiendes.
Pippa parece que no entiende, y luego la comprensión se muestra en su
rostro.
—Así que… ¿dejaste que un tipo te follara y le gustaban algunas cosas
51
extrañas?
—Básicamente.
—Y espera, dijiste que ni siquiera sabías cómo era hasta ayer. ¿Qué
pasó ayer?
—Vino al hospital. Su amiga intentó suicidarse.
Exhala.
—Necesito otro café para esto. —Ordena uno para ella y otro para mí, y
cuando regresa tiene más preguntas preparadas—. Simplemente no lo
entiendo. ¿Cómo supiste que era él?
—Su voz es bastante distintiva. Prácticamente salí y le pregunté si él
era el hombre y, bueno, no lo negó.
—Está bien, aparte de la conversación obvia que no deberíamos
necesitar para que tomes decisiones inteligentes, ¿por qué estás
afilando tus garras por este tipo? ¿No has escuchado nada de él desde
que sucedió esto?
—No.
—¿Entonces?
—Entonces... me dio un beso.
—Ah
—Y fue una especie de momento... —Respiro hondo. Aquí vamos—.
Mientras me tenía atrapada contra la pared... con su mano alrededor de
mi garganta. —Los ojos de Pippa son probablemente la parte más
expresiva de su cuerpo, los abre casi el doble de tamaño.
—¿Te atacó?
—Fue más una amenaza.
—¿Por qué demonios haría eso?
—No quiere que su amiga sea internada. Probablemente piensa que
podría mover algunas cuerdas y que todo el incidente quede bajo la
alfombra.
Resopla.
—Bueno, buena suerte con eso, amigo. La chica trata de suicidarse,
obtiene automáticamente terapia con un profesional. Pero de todos
modos, ¿te besó a la fuerza?
—No. De cierto modo... permití eso.
—Joder, Sloane. No lo sé, esto casi suena como un motivo para llamar a 52
la policía. ¿Por qué diablos le dejaste hacer eso? ¿Está desquiciado?
¿Estás desquiciada?
Dejo escapar una risa amarga.
—Esa es una posibilidad para ambos.
Entrelaza sus dedos, frunciendo el ceño. Se supone que ella no frunce
el ceño; eso revela demasiado.
—Ya sabes lo que te voy a decir, ¿verdad?
—Sí, lo hago. —Suspiro. El peso de todo esto es una carga imposible
para mis hombros. Se siente bien haber compartido incluso una
pequeña parte y aún no he terminado—. Hay algo más, Pip. Puede que
él sepa algo sobre Alexis.
Esta información la congela en su asiento. No hablo a menudo de Lex;
Rara vez menciono su nombre, así que el hecho de que lo haya
mencionado ahora es algo realmente importante.
—¿Cómo? —pregunta con calma—. ¿Este tipo tuvo algo que ver con su
desaparición? Oh, Dios mío.
—No. O al menos no creo que lo haya hecho. No puedo... no puedo
explicarlo en este momento.
No le gusta eso, ni un poco. Resopla un largo suspiro, mirándome como
si me hubiera vuelto loca.
—Tengo un mal presentimiento sobre esto, Sloane. Aparte del hecho de
que todavía no sabes nada acerca de este tipo... —hace una pausa,
como si algo se le hubiera ocurrido—. ¿Sabes su nombre ahora? —
Sacudo la cabeza, negando. Parece mortificada—. Bueno, bien, él no le
ha ofrecido ninguna información a la policía sobre el secuestro de Lex, y
no me dirás cómo crees que podría conocer esta información misteriosa.
Eso me lleva a creer que probablemente esté involucrado en alguna
mala mierda. Hasta el cuello, sin duda. ¿Y trató de ahogarte?
—Lo sé —digo con tristeza. Cuando lo dice de esa manera, realmente
suena bastante mal.
—Sé que quieres encontrarlo, pero este tipo parece peligroso. Parece
que es más probable que te apuñale a que te ayude a encontrar a Lex.
Quiero que te mantengas alejada de él, ¿de acuerdo? No hay manera
que tengas algo que hacer con él. ¿Por favor, Sloane? ¿Por mí?
Oculto mi rostro en mi taza de café. Sabía que haría esto; Sabía
exactamente lo que diría, y me siento aliviada de ser honesta. Es como
si ahora tuviera permiso para evitarlo como la plaga, aunque podría
tener alguna idea de dónde está mi hermana. Debería decirle a la policía
que él prácticamente admitió haber asesinado a Eli ayer y luego pueden 53
hacer todas las preguntas. Puedo mantenerme completamente al
margen.
—Está bien, sí, tienes razón. Me mantendré alejada de él —digo. Pero,
por alguna razón, no le digo que mañana regresará al hospital. No le
digo que prometió que vendría a buscarme.
El sentimiento de inquietud que persiste en mí es una mezcla de culpa
y anticipación. Nunca he mentido ni escondido cosas, y es muy
preocupante que las únicas cosas que le he ocultado a mi mejor amiga
estén relacionadas con este tipo. No puedo evitar preguntarme, ¿estoy
pidiendo problemas al guardar secretos? Parece un argumento inútil;
En lo que a él concierne, siento que los problemas me van a encontrar
independientemente.
***
La mañana se arrastra de manera insoportable mientras trato de
alargar mis rondas, haciendo todo lo posible para que las necesidades
de mis otros pacientes requieran más tiempo del que necesitan. Sin
embargo, finalmente no puedo postergarlo más. He hecho todo lo que
hay que hacer y, como hoy el doctor Patel se ha ido, eso hace que la
chica sea mi responsabilidad.
Carrie está durmiendo cuando voy a su habitación, y no está sola. Kim
Pérez es psicoanalista, una mujer increíblemente encantadora. Es
maternal y cálida, la primera persona que envían aquí cuando un niño
necesita ser evaluado. Carrie no es una niña, pero obviamente se
imaginaron que respondería a una presencia materna.
—Oye, Sloane —susurra, colocando el historial de Carrie en la ranura al
final de su cama—. Escuché que hiciste un gran milagro.
—Suresh hizo la mayor parte del trabajo. —Sonrío, devolviéndole la
misma calidez que me demuestra ella.
—Pobre chica. —Se voltea para mirar a Carrie; La chica definitivamente
luce un poco peor por el daño. Hay anillos morado oscuro alrededor de
sus ojos, y su piel todavía es de un blanco mortal—. Solo estoy
esperando que decida despertarse. ¿Alguna idea de cuánto tiempo
estaré?
—Ya no está sedada. Podría ser un par de horas, podría ser un día o
más. Estaba bastante mal.
Kim se abraza a sí misma y chasquea la lengua, frunciendo el ceño a la
joven en la cama. Siempre se toma en serio estas cosas, sin importar
que no haya conocido al paciente antes.
—La gente dice que el suicidio es la salida de los cobardes, pero no 54
podrían estar más equivocados. Se necesitan nervios de acero para
hacer lo que hizo ella. Sin embargo, es bueno que ahora se encuentre
bien aquí. Puede descansar tanto como necesite, con la esperanza de
que pueda ver las cosas de otra manera. Tendrá todo un equipo de
personas a la espera de ayudarla.
Unos ojos marrones oscuros destellan en mi mente. Trago saliva a pesar
de que no hay nada que obstruya mi garganta. No dejes que la aparten
o voy a estar seriamente enojado.
—Tiene suerte de haber venido a St. Peter —le susurro—. Ella no podría
estar en mejores manos. —Mi mente va a lugares oscuros cuando me
preocupo. Tal vez Alexis esté viva, tal vez haya estado sufriendo igual
que Carrie. Quién sabe las cosas por las que ha pasado si aún está viva.
Ni siquiera soporto pensarlo. Tal vez... tal vez ella también ha estado
recostada en una cama en algún lugar, recuperándose de intentar
terminar con su propia vida. Sin embargo, no la habrían llevado a un
hospital. Demasiadas oportunidades para pedir ayuda. Demasiadas
salidas a través de las cuales podría escapar.
Lex no habría tenido una mujer como Kim para ayudarla. Ese
pensamiento me pone terriblemente triste. Ese tipo, quien quiera que
sea, está loco si piensa que le voy a entregar a Carrie. Jodidamente loco.
—Oye, Kim, realmente no tengo idea de cuándo quedará sin efecto su
sedante, pero he terminado con todo mi trabajo por el momento.
Excluyendo una emergencia, tengo un poco de tiempo para sentarme
con ella. ¿Por qué no vuelves arriba y te buscaré si se despierta?
Kim me sonríe como si yo fuera la persona más reflexiva del mundo.
—Gracias, Chiquita. Tengo una montaña de papeles que no irán a
ninguna parte si no me encadeno a ese escritorio. ¿Tienes mi
localizador?
Le digo que sí, y se va, dándome un apretón suave en la parte superior
de mi brazo cuando me pasa.
Ya sé que la chica está despierta. En este momento solo está jugando
con la muerte, evaluando su entorno antes de decidir si es seguro estar
consciente. Kim no se ocupa de los pacientes que salen de la anestesia
todos los días como yo, y la respiración de Carrie es superficial,
silenciosa y controlada, en lugar del drenaje profundo y regular que
debería tener si estuviera dormida. Llevo la silla de debajo de la ventana
hacia la cama y me siento. Desde allí observo a Carrie, tratando de
descubrir la mejor manera de proceder.
—Entonces... fui a tomar un café con mi mejor amiga esta mañana —le
digo—. Ella es un poco remilgada y correcta a veces, pero siempre ha
estado ahí para mí. Siempre he podido confiar en ella cuando lo he
55
necesitado. Esta mañana le conté algo oscuro sobre mí. Era una
conversación que había estado considerando tener con ella durante
mucho tiempo, pero había estado esperando el momento adecuado para
abordarla, ¿sabes? Sin embargo, soy buena para crear excusas.
Siempre he logrado postergarla.
››Como con todo lo demás, lo postergué hasta el último minuto, hasta
que sucedió algo y sentí que ya no tenía elección. Me dio un consejo
sólido que tenía mucho sentido, y seguí pensando durante mi camino al
trabajo, ¿por qué diablos no pude tomar esa decisión sola? —Me
recuesto en la silla, observando los párpados de Carrie que revolotean.
Está escuchándome.
—Creo que es porque estamos tan cubiertos por nuestros problemas
que a menudo no podemos salir del laberinto en el que nos
encontramos. O cerramos los ojos y caminamos a ciegas porque
estamos demasiado asustados para reconocer el desastre que tenemos.
La oscuridad que creamos nosotros mismos es mejor que la oscuridad
que nos espera con los ojos abiertos, porque al menos así la
controlamos.
No responde. No soy psiquiatra. No estoy calificada para tratar de alisar
los pliegues de la vida de esta chica. Pero siento tanta curiosidad por
ella, por qué él se preocupa tanto por ella, quién es para él. Cómo llegó
a ser la persona que llevó su cuerpo sin vida a mi sala de emergencias.
—Sabes, si estás asustada... si estás en una posición en la que crees
que no hay escapatoria, déjame decirte ahora... siempre hay un escape.
Una salida. Si necesitas un lugar al que ir, si necesitas alguien con
quien hablar, todo lo que necesitas hacer es decirlo ahora. Puedo hacer
que todo suceda.
Los párpados de Carrie se agitan una vez más, y esta vez los abre. Los
ojos de la joven son azul pálido, el color del hielo compactado. Como un
iceberg. Están llenos de lágrimas. La mayoría de las personas se
habrían girado para mirarme, pero ella no lo hace; mira al techo, su
pecho agitado mientras lucha contra sus emociones.
—No necesito tu ayuda. No necesito un lugar al que ir. —Las lágrimas
salen de la esquina de sus ojos, persiguiéndose una a otra a través de
sus sienes y corriendo hacia sus oídos—. Solo necesito a Zeth.
***
―No puedo esperar otro día. Él no me dejaría aquí si supiera que estoy
despierta. ―Carrie apenas está compuesta. Parece tan ansiosa que estoy
considerando darle otro sedante solo para calmarla.
―Entonces dame su número. Le haré saber. ―Zeth. Su nombre es Zeth. 56
Se siente extraño tener un nombre para ponerle a su cara, pero
entonces, recién ayer pude ponerle una cara a la voz, así que supongo
que todo esto es extraño.
Carrie me mira, buen intento, perra.
―¿Qué tal si me sacas en silla de ruedas de esta habitación y me llevas
a un teléfono público para que pueda llamarlo yo misma?
―No estás lista para eso, Carrie. Te encuentras demasiado débil.
Se ve confundida.
―¿Carrie?
―Sí, Zeth dijo que tu nombre era... ―Me detengo cuando comprendo
que fui una estúpida. Por supuesto que no me dio su nombre real. ¿Por
qué lo haría? Pagó en efectivo por su tratamiento ($ 17,000) y firmó el
papeleo como K. Vonnegut, por el amor de Dios―. ¿Cuál es tu verdadero
nombre? ―Suspiro.
―Si Zeth dice que es Carrie, entonces es Carrie. ―Cruza los brazos
sobre su pecho, mirando fijamente con tristeza sus muñecas vendadas.
―Bueno, está bien, Carrie, si no quieres decirme, eso está bien, pero no
saldrás de esta habitación. Y te harán muchas preguntas cuando la
doctora Perez venga más tarde.
―¿Es la loquera?
―Síp. Querrá saber por qué te hiciste esto.
―¿Quién dijo que yo me lo hice? ―Está haciendo pucheros como una
niña petulante, pero aun así mi corazón comienza a vibrar en mi pecho.
―¿Por qué…Zeth lo hizo?
―No. Por supuesto que no.
La chica está jugando conmigo. Hoy no tengo ganas de lidiar con ella,
incluso si tuviera el tiempo. Preferiría estar ayudando a las enfermeras
a cambiar bacinillas que lidiar con una actitud como esta.
―Muy bien, bueno, lo que sea. Puedes decírselo a la doctora Perez
cuando venga.
Carrie deja de fruncir el ceño y se sienta de manera rígida, una
verdadera emoción finalmente controlando su rostro: miedo.
―¡No! Por favor. Yo-no puedo manejar a una loquera. No me dejes. Por
favor. ―Alcanza mi mano, agarrando la barandilla de la cama, y sujeta
débilmente mi muñeca. Pasará un tiempo antes de que recupere algo de
fuerza en las manos considerando lo profundo que llegó con la navaja o
lo que sea que usó ayer―. No entiendes ―dice con un suspiro.
—La doctora Perez es increíble, Carrie. Deberías confiar en ella. Podría
57
ser capaz de ayudarte.
―¡No puede! Por favor. Zeth es el único. El único. Lo necesito. Si me
dejas con esa loquera, yo… juro que no lo arruinaré esta vez. Me
mataré. Lo haré y todo será tu culpa.
Normalmente no negocio con pacientes en esta situación. Casi nunca
están en condiciones de saber lo que es mejor para ellos, pero puedo ver
por la desesperación en sus ojos que Carrie está diciendo la verdad.
Realmente se suicidará.
―Mierda. ―Exhalo, apretando mi mano en un puño tenso―. Hice una
promesa cuando me convertí en doctora, Carrie. Juré que no haría
ningún daño, y considero dañino que no veas a la doctora Perez.
―¿Ves como dañino que yo muera? Porque eso es lo que va a pasar si
esa perra viene aquí y trata de psicoanalizarme.
Doble mierda. Me paso una mano por el cabello, tratando de pensar en
una forma de convencerla de que está siendo tonta. Sin embargo, no
hay forma de razonar con ella. Puedo verlo. Pero definitivamente
necesita ayuda. Solo puedo pensar en una solución en la que consiga lo
que quiere y yo también.
―Muy bien. No estoy diciendo que te ayudaré a salir de aquí porque no
voy a hacerlo. Eso va contra todo lo que defiendo como proveedora de
atención médica. Aún necesitas por lo menos otros tres días de reposo
en cama y necesitamos verificar el rango de movimiento de tus manos
para asegurarnos de que ninguno de tus tendones fueron dañados
permanentemente. Pero...te prestaré mi teléfono celular y me iré por las
próximas tres horas para hacer las rondas de la tarde. Y no te obligaré a
ver a la doctora Perez, pero quiero que veas a mi amiga en su lugar.
Puedo pedirle que te vea fuera de nómina, así no tendrías que contarle
tus detalles.
Ya está sacudiendo la cabeza antes de que pueda terminar mi oración.
―Todos son iguales. Tu amiga no va a hacer ninguna diferencia, ¿está
bien?
Está claro que no voy a llegar a ninguna parte con ella. Eso me
entristece.
―¿Cuántos años tienes, Carrie?
Proporciona la información a regañadientes, después de considerar mi
pregunta y obviamente decidir que ningún daño puede venir de
contestar.
―Veintiséis. 58
Asiento, pensando en esto.
―Tenemos la misma edad, entonces. Y dime, Carrie... ¿por cuánto
tiempo te has sentido... ―Suicida. Inútil. Incapaz de controlar tu camino
en esta vida.―…así?
―Siempre. ―Su arrogancia de antes fue bastante transparente, pero ha
dejado de actuar por completo ahora. Solo es una chica rota en un mar
de sábanas del hospital, todavía aferrándose a mi muñeca como si
necesitara la conexión física para evitar ahogarse en ellas.
―Entonces durante veintiséis años has sentido una desesperación tan
grave que quisiste acabar con tu vida por ello. Eso me parece bastante
horrible. Cuando miras al futuro, ¿puedes imaginarte sintiéndote así
por otros veintiséis años? —Le tiembla el labio inferior, pero se queda
callada―. ¿No sería mejor si vieras a alguien que pudiera ayudarte a
superar con trabajo lo que sea que está haciéndote sentir así? De esa
forma, dentro de veintiséis años, puedes mirar atrás y ver la luz que has
tenido en tu vida, y no solo la oscuridad.
Carrie permanece tan tranquila, obsesionada únicamente en sus
rodillas, las cuales están cubiertas por sus sábanas. Si yo fuera una
mujer de hacer apuestas, no estaría poniendo dinero en que mi
pequeño discurso fuera a tener algún efecto. Pero la chica me sorprende
cuando sus hombros se hunden.
―Está bien, bien. Iré a ver a esta chica una vez. Si está llena de mierda,
entonces me iré.
―¿Lo prometes?
―Lo prometo. Ahora entrega ese celular.
―Bien. Solo asegúrate de dejarlo en el cajón de la mesita de noche
cuando termines. ―Cuando te vayas. No puedo creer que esté
acordando esto.
A pesar de la mala vibra en mi instinto cuando le doy mi teléfono,
también siento que he ganado tres pequeñas victorias. La primera: va a
recibir ayuda, aunque voy a tener que rogarle a Pip literalmente para
que la acepte. La segunda: estará fuera de aquí hoy, veinticuatro horas
completas antes de que Zeth prometiera venir a buscarme. La tercera:
probablemente estará demasiado abrumada para darse cuenta de que
está tecleando el número de teléfono del bastardo en mi celular. Tener
su número se sentirá como que he recuperado un poco de poder, algo
que tengo sobre él. Algo que puedo proporcionarle a la policía si
necesito hacerlo.
Voy en las rondas de la tarde, con cuidado de evitar el ala este de UCI 59
donde mantienen a Carrie; lo último que necesito es encontrarme con
Zeth cuando venga a sacarla en secreto del hospital. Es el fin de mi
turno, siete de la tarde, cuando vuelvo a su habitación para recoger mi
teléfono. Justo como había sospechado, la cama de Carrie está vacía y
sus ropas arruinadas de ayer desaparecieron. Pero cuando miro en el
cajón de la mesita de noche, estoy menos que feliz cuando me doy
cuenta de que también se ha llevado mi teléfono celular con ella.
Joder.
8
Zeth
Traducido por Moreline
Corregido por Yani

Pippa. 11:33
Espero que realmente hayas escuchado lo que estaba diciendo, Slo.
Mantente alejada de ese tipo. ¡Lo digo en serio!

Tengo un hormigueo cuando leo los mensajes de Sloane. Un poco


jodido, lo sé, pero estoy así de obsesionado. Siento calor y me atonto
cuando me doy cuenta de que ha estado hablando de mí con su amiga.
No la he mencionado a una sola alma en la faz de este planeta, pero eso
es lo que hacen los hombres; Atesoramos nuestra mierda. Nos negamos
a dejar que nada se escape. Las chicas no son así, chusmean como las
60
gallinas. Me estoy preguntando distraídamente si ella le dijo a esta Pippa
qué tan grande es mi polla, si recuerda qué tan grande es mi polla, por
supuesto que lo hace, cuando el teléfono jodidamente vibra en mi mano.

(816) 5466 7980 21:32


Imbécil.

Sé que es de ella. Y sé que es para mí. Hago una mueca mientras


respondo:

Yo: Perra.

(816) 5466 7980 21:38


Ese teléfono está en un plan. Sé bueno para que pueda recuperarlo.

Yo: Tienes que venir a buscarlo entonces, ¿no?


Estoy jugando con fuego ahora mismo. No debería intentar que se
encuentre conmigo. Debería estar cortando todos los lazos con ella por
completo. Desde que llevé a Lace a casa y la obligué a descansar en su
cama, la he interrogado de dieciocho diferentes maneras desde el
domingo. ¿Le diste una dirección? No. ¿Le dijiste donde trabajaba? No.
¿Le diste tu nombre real? No. ¿Le diste mi nombre real? ¿Lace? ¿Le diste
mi nombre real? Sí.
Bueno, mierda.
No es su culpa. La chica estaba drogada hasta los ojos y no había
tenido la oportunidad de contarle nuestra historia, pero aun así... Estoy
jodidamente furioso de que Sloane sepa mi nombre. De alguna manera
se siente como un gran desequilibrio en el poder ahora. Lo sé todo sobre
ella y ella no sabe casi nada de mí, pero me gustaba seguir siendo una
parte anónima en esta pelea de mierda.

(816) 5466 7980 21:39


Dame una dirección. Enviaré a los policías para que lo hagan lo antes
posible.

Se ha vuelto más valiente desde que nos volvimos a encontrar en


el corredor de St. Peter. Sin embargo, es fácil hacerse el malo con alguien
en un mensaje de texto. Una historia diferente sería cara a cara. Cuerpo 61
a cuerpo. Aún no he leído bien a la chica, pero me preocupa que no sea
tan inteligente como creo que es. Ahora es doctora, por lo que creerías
que tiene algo de cerebro, dejará que esto pase y se olvidará de mí como
le dije. Pero sé de primera mano lo desesperadamente que quiere
encontrar a su hermana, y dudo que el tiempo haya hecho mucho para
cambiar eso.

Yo: Apt. 12c, 515 Av. West. 8pm, mañana. Lleva algo bonito y corto.
Y recomendaría seriamente dejar a la policía en casa. No jugamos bien
juntos.

Estoy sonriendo cuando lo envío. Esa no es la dirección del


almacén; es la dirección del apartamento en el centro de la ciudad donde
organizo mis pequeños encuentros. Encuentros no es exactamente el
término correcto para la reunión, pero Lacey piensa que es mejor que la
forma en que lo llamaba antes: el festival de folladas. El primer sábado
de cada mes es siempre igual en el 515 de la Avenida West, y mañana
por la noche no será diferente. Mi polla se revuelve en mis pantalones
solo pensando en Sloane llamando a la puerta, sin tener idea de lo que
habrá al otro lado.
Tomaré medidas de precaución. Si ella no sigue los consejos de
Pippa y se presenta mañana por la noche, me aseguraré de que, sin
importar lo mucho que quiera rastrear a Alexis, huya al escuchar el
nombre que ahora sabe que me pertenece.
***
Al día siguiente, estuve todo el día excitado, esperando que llegue
el momento. De todos modos, siempre estoy bastante ansioso por el final
del mes, simplemente porque las fiestas sacian el antojo de mis gustos
más extravagantes. Voy a las juergas de otras personas, Frankie solía ser
el anfitrión de una muy sucia, pero no es lo mismo. Estoy en control
cuando esas cosas se hacen bajo mi techo; Obtengo lo que quiero con
quien quiera. La liberación no es la misma cuando no soy el único
maestro que debe ser obedecido. No es que no deje entrar a otros tipos;
Eso no funcionaría. Pero todos los que entran saben quién es el jefe, y así
es como necesito que sea.
Está casi oscuro cuando finalmente estoy conduciendo hacia el
lugar en el Camaro. Lace se encuentra tendida en el asiento trasero,
durmiendo. No la voy a dejar sola ni por un segundo, incluso si eso
significa que tiene que sentarse en una habitación con Michael
vigilándola toda la noche. Un teléfono celular suena, haciéndola gruñir
somnolienta; Tomo el que tengo en el bolsillo de la mano izquierda,
tratando de recordar si este es de Sloane o el mío. Es mío, y curiosamente
la alerta, un correo electrónico, es de Michael.

De: mikeywest@webhostprime.com
62
Para: 443232111@connectlive.com
Recibido: 21/02/14 19:21
Oye, jefe, solo un aviso rápido. Todavía no he encontrado nada de
la chica. Si Charlie la enterró, lo hizo profundamente. Tengo algunos de los
chicos de Rufus mirando, también. No saben ningún nombre. Terminaré en
una hora.

Puede que llame a Charlie mi jefe, pero hay muchos muchachos


que reservan ese título solo por y para mí. Michael ha estado en mi
nómina durante los últimos cinco años; es hábil con sus puños y tiene
nervios de jodido acero. Con la amenaza no demasiado sutil de Charlie al
final de nuestra última reunión, sé que probablemente tiene a la gente
alerta por si husmeo en su mierda. Sin embargo, siempre he mantenido
a Michael separado de Charlie. No estará atento a un hijo de puta de un
metro noventa de Boise, Idaho. Deslizo el teléfono devuelta a mi bolsillo
y proceso la información que me envió Michael: todavía no puede
encontrar la ubicación de la chica, ni siquiera ningún registro para
confirmar que aún existe, pero aún está investigando. Sé que
eventualmente descubrirá algo. Es solo cuestión de esperar.
Llegamos al apartamento poco después. Detengo el Camaro en el
estacionamiento subterráneo y recojo a Lacey del asiento trasero,
cuidando de no despertarla mientras la levanto. Se abraza a mi cuello y
la llevo al ascensor. En el cuarto piso, la puerta del apartamento está
abierta y Ganya está cargando cajas de vodka desde el pasillo.
—Pensé que te gustaban las chicas conscientes al principio de la
noche, Zee.
Le lanzo una mirada sucia y me dirijo hacia adentro, ignorando la
burla. Voy al final del pasillo en el lado este del extenso apartamento de
seis habitaciones, y acomodo a Lacey en la última habitación,
asegurándome de que la puerta se cierre correctamente. Hemos tenido
problemas antes con visitantes no deseados tomándose libertades. Se
bloquea, así que la dejo mientras duerme, luego me aseguro de que el
resto del lugar esté listo. En la puerta principal las máscaras ya están
dispuestas sobre una mesa. El tema para este mes es el oro, y la mayoría
de ellas son blancas o negras, cubiertas con brillo dorado o lo que sea la
mierda que ponen en las máscaras venecianas. Elijo la más fea que puedo
encontrar, una máscara del diablo completada con cuernos y boca
torcida, y la reservo para mí. Me complace cuando descubro que todo lo
demás también se ha organizado y puesto en marcha. La iluminación es
baja, un color amarillo miel quemado que proyecta tantas sombras como
resalta. Las frutas en rodajas y otras golosinas están dispuestas para los
invitados, y las particiones de serigrafía acordonan los rincones discretos
de las distintas habitaciones, donde las personas pueden obtener un
poco más de privacidad si lo desean. La mayoría de las personas que
vienen aquí no lo hacen, pero ahí lo tienes.
Los invitados comienzan a llegar ataviados en esmoquin y
63
relucientes vestidos de noche, con el cabello enrollado en estilos
arrebatadores y elegantes, simplemente rogando ser desordenados. No se
intercambian nombres. Las máscaras se mantienen en su lugar. Voy y
me preparo, tratando de mantener la cabeza despejada. Sin embargo, la
puta cosa no dejará de correr. ¿Ella vendrá? ¿Se atreverá? Y si es así,
¿qué demonios hará cuando vea todo esto?
9
Sloane
Traducido por RRZOE y MadHatter
Corregido por Yani

Debo estar enferma de la cabeza.


No solo no he hablado con la policía, sino que me dirijo a la
dirección que me envió Zeth, y he usado el vestido más corto y más fino
que tengo. No sé por qué, pero su texto se sintió como un desafío. No
pensó que lo haría, lo que hizo que mi vena rebelde levantara su dedo
medio. Ha pasado un tiempo desde que sucedió. Después del peor día en
el trabajo, al ser interrogada sobre la desaparición de Carrie, usted fue la
última en verla, doctora Romera. ¿Estás segura de que no dijo nada sobre
irse? Una pelea con este tipo es lo último que necesito. Aunque no soy
estúpida; Probablemente va a suceder, así que estoy preparada para una,
independientemente.
64
Dejo mi auto dos calles más allá y me dirijo al edificio de
apartamentos, preguntándome si al menos debería haberle dicho a Pippa
a dónde iba. Si desaparezco y nunca vuelve a tener noticias mías, al
menos de esa manera podría informar mi última ubicación conocida. Pero
no puedo. Uno, porque ya no tengo mi maldito teléfono celular y no soy
muy hábil con los números, y dos, porque ella probablemente me daría
un nuevo discurso por no escucharla.
Presiono el timbre para el 12c, preguntándome si Lacey va a estar
aquí. He traído mi bolsa médica por si acaso, así puedo inspeccionarle
las heridas y cambiarle los vendajes, además de una cantidad de
antibióticos que definitivamente va a necesitar. Hay un crujido en el
intercomunicador, pero nadie habla; el altavoz suena cuando quien se
encuentra arriba presiona la tecla de entrada, y la puerta se abre.
Subo cuatro tramos de escaleras antes de escuchar el estruendo
de la música y la risa. Alguien tiene una fiesta. Un tipo solitario, trajeado
y con las manos cruzadas frente a él, parado al final del pasillo, ya me
mira acercarme. No me toma mucho tiempo darme cuenta de que la
música viene del apartamento que busco y ¿el tipo de traje? Vigila la
puerta. ¿Qué demonios?
—¿Puedo ayudarla, señora? —me pregunta. Su voz es suave y baja,
su piel del color de la miel calentada. Con la cabeza rapada y su
imponente estatura de un metro noventa, es intimidante de la manera
más gentil. Como un estilete: delgado y bellamente hecho, pero tan mortal
como puede ser.
—Estoy... Zeth me dijo que viniera. —Estoy muy enojada de que
me pidiera que viniera mientras está teniendo una fiesta. Probablemente
fue su idea para controlar los daños, asegurándose de que haya mucha
gente alrededor para que no pueda causar una escena sobre... bueno,
todo.
—¿Me dice su nombre, señorita?
—Sloane. Sloane Romera.
El hombre alto no revisa una lista ni habla por un auricular, lo que
realmente no me hubiera sorprendido; parece que ya sabe mi nombre.
—Bienvenida, señorita Romera. Mi nombre es Michael. Si necesita
algo esta noche, no dude en encontrarme. —Se hace a un lado y abre la
puerta detrás de él, bloqueando la habitación interior con su cuerpo.
Hace un gesto hacia una mesa detrás de la puerta con la palma abierta,
sonriendo cortésmente—. Por favor, seleccione amablemente una
máscara.
¿Seleccionar una máscara? Mis dedos se encrespan dentro de mis
zapatos. La última vez que tuve que usar una máscara fue en el hotel
cuando conocí a Zeth. No había importado al final debido a la oscuridad,
pero aun así, las asociaciones son suficientes para hacer que pavor
líquido circule por mis venas. 65
—No lo creo —le digo a Michael. Me hace un gesto de asentimiento
comprensivo, como si hubiera pasado por esto antes.
—Lo siento señorita Romera, pero sin una máscara me temo que
no puedo dejarla entrar.
Hijo. De. Puta. Quiero recuperar mi teléfono. Quiero ver si Carrie /
quienquiera que sea, está bien. Quiero saber qué sabe Zeth sobre mi
hermana. Presiono mi mandíbula cuando bajo la mirada hacia la mesa,
que es considerable en tamaño. Quedan seis máscaras, y cuatro de ellas
son claramente masculinas. Las dos femeninas son negras con remolinos
dorados, pero una de ellas tiene una pluma brillante, metálica, púrpura
y verde a un lado. Es bonita, así que la tomo y Michael me hace el honor
de fijarla en mi cabello. Parece que el chico ha hecho esto antes.
—Gracias por complacernos, señorita Romera —dice, y luego
retrocede para que pueda ver la habitación. Y mi estómago se derrumba.
***
He escuchado el término antes, pero nunca lo he visto en la vida
real: Orgía. Sexo en grupo. Gang bang. Mi mente se queda corta después
de eso. No puedo pensar en más nombres para lo que estoy presenciando
ahora.
El apartamento se abre inmediatamente a un gran espacio de
planta abierta, y en ese espacio al menos cincuenta personas se
encuentran en diversos grados de desnudez. Algunos hombres todavía
están completamente vestidos, mientras que las mujeres ágiles; deslizan
sus vestidos con delicadeza para revelar un pecho perfectamente formado
aquí, los suben para revelar los coños afeitados allí, se sientan en sus
regazos o se arrodillan a sus pies en el suelo.
Ataduras de cuero negro muerden la carne por donde mire,
entremezcladas con parejas que se besan y tocan entre sí, con las manos
en todas partes. En el extremo opuesto de la habitación, un hombre
inclina la cabeza hacia atrás en éxtasis puro cuando una mujer de
rodillas, completamente desnuda, chupa su polla sólida como una roca
para que todos lo vean.
Me quedo boquiabierta. Me doy la vuelta y Michael, todavía de pie
allí, se encoge de hombros.
—Si está buscando a Zeth, se encuentra en la habitación de atrás.
Pero tendrá que atravesar el apartamento para llegar a él. —Una lenta
sonrisa se extiende por su rostro—. Sin embargo, el jefe me dijo que no
cerrara la puerta justo detrás de usted. No cree que lo logre.
Bueno, jódeme, tenía razón en eso. No necesito esta mierda.
Sacudo la cabeza, dando un paso hacia Michael y la puerta aún abierta.
Michael levanta un hombro otra vez.
—Dijo que eras mojigata. Apostó fuerte por ti saliendo tan pronto
como miraras... —Mira por encima de mi hombro hacia la habitación más
allá, sonriendo—. Bien...
—Es un hijo de puta arrogante —le digo.
66
—Seguro que lo es. Si quieres darle una lección, puedes ir a
buscarlo en lugar de marcharte. ¿Ir a arrancarle la cabeza?
Estrecho mis ojos.
—¿Apostaste dinero en esto?
—Mil dólares —me informa Michael.
¿Mil dólares? Zeth está tan seguro de mi reacción a todo esto que
puso mil en juego. Sé que probablemente sea un vuelto para él dado que
pagó en efectivo la factura del hospital de Carrie, pero demonios.
Seguramente le dolería perderlo. Aspiro profundamente.
Has llegado hasta aquí. Ya has visto lo que está sucediendo detrás
de ti. Todo lo que tienes que hacer es ir a buscarlo.
—Bien. —No me doy tiempo para pensar. Doy media vuelta y salgo
al pasillo al otro lado de la enorme sala. Estoy pisando cuerpos antes de
darme cuenta. Hago mi mejor esfuerzo para mantener mis ojos arriba y
abajo, pero no puedo evitar ver algunas cosas. Cosas que quedarán
grabadas en mi mente para siempre.
Cuando llego al pasillo hay ocho puertas, cuatro a cada lado. La
mayoría están abiertas pero algunas están cerradas. Gemidos bajos se
deslizan debajo de la madera; gemidos de éxtasis y el fuerte golpe de piel
sobre piel. Tengo demasiado miedo de abrir las puertas cerradas, así que
me asomo a las habitaciones abiertas y me preparo cada vez más: una
maraña de brazos y piernas me saluda primero, cuatro mujeres y dos
hombres tan entrelazados que es difícil decir dónde comienza y termina
cada uno de ellos. Me alejo de allí bastante rápido. La segunda habitación
contiene un grupo de hombres y mujeres, todos con sus trajes y
hermosos vestidos, mirando a una pareja follando en el piso. Todos los
observadores beben amablemente de sus copas de champaña mientras
se tocan sutilmente, una mano se desliza por un vestido, frotando la piel
sensible; otra mano cuidada apretando con fuerza sobre la parte superior
de la ropa. Un tipo que lleva una máscara de tigre más adornada con
fieras franjas doradas se vuelve y me ve. Toma un sorbo de su bebida, se
detiene a acariciar el pecho expuesto de su compañera y me tiende la
mano.
¡Oh diablos, no!
Retrocedo rápidamente, dirigiéndome hacia la última puerta a la
derecha. Por un segundo, creo que la puerta está cerrada y estoy a punto
de dar la vuelta, pero luego me doy cuenta de mi error. La puerta está
abierta. Las luces están apagadas.
Eres un hijo de puta.
Agarro mi bolsa médica, apretando mi puño alrededor de su asa, y
respiro profundamente. Entro.
—Estás enfermo, ¿lo sabes? —digo en la oscuridad. Un suave
sonido susurrante me saluda, seguido por el sonido de movimiento. Sí,
67
las luces están apagadas, pero el pasillo está iluminado detrás de mí, por
lo que no es como la última vez. Puedo ver lo suficiente como para
distinguir la figura que avanza lentamente hacia mí.
—Sé que no soy normal, si eso es lo que quieres decir. —Una
terrible máscara del diablo aparece ante mí, a dos pies de distancia; Zeth
está completamente vestido de negro, el traje que lleva, obviamente, una
cosa hermosa incluso en las sombras. Sus ojos oscuros brillan desde
detrás de la máscara, agudos y hambrientos—. Me has sorprendido,
Sloane. Me gusta que me sorprendan —murmura.
—Bueno, tú también me has sorprendido. Aunque no puedo decir
que el sentimiento sea mutuo.
Se ríe, su voz es tan profunda y poderosa que puedo sentirla en las
plantas de mis pies.
—Deberías abrirte un poco. Nunca sabes lo que podrías disfrutar
hasta que lo pruebas.
—Sé exactamente lo que disfruto, Zeth, y estar de pie viendo a
cincuenta personas desnudas frotándose entre sí, no lo es.
Los ojos detrás de su máscara parpadean con molestia cuando digo
su nombre. Se acerca a mí y se alza, trazando las yemas de sus dedos a
través de la línea de mi mandíbula. Parece pensativo, intrigado por mi
quietud, no puedo moverme cuando toca mi piel.
—Si no te gusta mirar, Sloane, siempre puedes unirte.
Alejo su mano de mi rostro, apartando mi propia máscara.
—Devuélveme mi teléfono.
Me mira por un segundo, sonriendo, antes de deslizar una mano
en el bolsillo de sus pantalones y sacar mi teléfono. Me lo ofrece, y sé que
planea arrebatármelo tan pronto como lo alcance. En cambio, extiendo
mi palma abierta, esperando que él la coloque allí. Hace pucheros, juego
arruinado, y lo hace. Lo meto en la bolsa médica que aún sigo aferrando
como si fuera a salvar mi vida.
—Vine esta noche porque necesitabas saber que no te tengo miedo,
Zeth. Y quiero saber lo que sabes de mi hermana.
—¿De verdad? —Mira la bolsa en mi mano—. Por el equipaje de
mano luce como si supieras todo sobre nuestra pequeña reunión y
trajiste algunos juguetes para jugar.
Recuerdo su bolso negro, el que había llevado al hotel, y endurezco
la mandíbula.
—Como el tuyo, ¿quieres decir? No soy el pervertido que lleva
equipo bondage a todas partes.
Zeth baja la mirada, inclinando la cabeza de forma calculada. Su
bolso se encuentra en el suelo junto a la puerta a mi izquierda; me
estremezco cuando lo veo. 68
—Mi bolsa de trucos es un poco más grande que la tuya, Sloane. Y
hay más que un equipo de bondage allí también. ¿Tal vez eres valiente,
la abres y lo descubres?
La infección es un problema importante después de la cirugía. Los
médicos pasamos mucho tiempo luchando para asegurarnos de que no
suceda, de que las heridas que creamos o intentamos reparar
permanezcan limpias, pero a veces simplemente sucede sin importar
cuán cuidadosos seamos. Un cuerpo se corta y finalmente se infecta; los
órganos se inflaman, el cuerpo rechaza nuevas extremidades. Lo he visto
pasar una y otra vez, pero nunca lo he experimentado de primera mano.
Sin embargo, siento que estoy en este momento; siento que Zeth está
realizando una cirugía de carnicero en mi cavidad torácica abierta, y mi
corazón ya está inflamado. Golpea en mi pecho, luchando contra los
extraños sentimientos con los que me está infectando a propósito.
—No tocaré esa cosa, ¿de acuerdo? Y traje mi bolsa médica para
poder ver a Carrie. —Enfatizo el nombre para que él entienda que sé que
es falso. No parece ni remotamente desconcertado.
—Carrie está durmiendo. ¿Pero eres más que bienvenida a jugar a
los médicos conmigo? Con la inspiración adecuada, puedo ser un muy
buen paciente. —Levanta una mano lentamente; la mueve de la misma
manera que lo haría una persona cuando va a acariciar a un caballo. Mi
mamá me enseñó a hacer eso cuando era niña; deja que te vea la mano,
cariño. Hazle saber que no vas a hacerle daño. Pero puedo ver por la
chispa divertida en los ojos de Zeth que me va a lastimar. De una manera
u otra. Va a arrancarme la parte inferior derecha de mi mundo. Hace
contacto con mi pómulo, sus dedos tan apenas allí que se necesita
concentración para sentirlos. Hace una gran diferencia a la última vez
que me tocó en el hospital, pero eso no compensa su tratamiento rudo.
—No estoy jugando a nada contigo, Zeth. Me dejarás ver a Carrie si
te preocupas por ella. Sus muñecas están lejos de estar curadas. Necesita
medicamentos y que le cambien los vendajes.
—Está tomando amoxicilina y sus vendajes se cambian tres veces
al día. Más si lo necesitan. Tiene un goteo para ayudar a reemplazar el
plasma que perdió, y ha estado restringida a reposo en cama. Y en este
momento, está durmiendo —gruñe. Lo he enfadado. Eso está muy claro.
Trago cuando se mueve hacia delante, inclinándose sutilmente hacia mí
para que su cuerpo esté a menos de treinta centímetros del mío. Medio
metro nunca se ha sentido como una distancia tan corta—. Ahora,
Sloane, si no te importa, estoy organizando una fiesta aquí. Si eres
cobarde y vas a salir corriendo, entonces te sugiero que lo hagas ahora
antes de que las cosas realmente se calienten.
¿Antes de que las cosas realmente se calienten? Me da miedo
pensar lo que eso significa, especialmente si piensa que las cosas no se
han puesto lo suficientemente calientes en su salón formal. Tal vez no ha
estado allí. Tal vez no tenga idea de lo que está pasando. Tal vez pensó
que sus invitados realmente usarían las manos para... bueno, comer. Mi
subconsciente se ríe de mí, prácticamente apuntando un dedo. Estaba
69
sentado aquí en la oscuridad... esperándote. Él sabe exactamente lo que
está pasando. Lo sabe perfectamente bien, chica estúpida.
—De acuerdo. Me iré feliz, pero primero tienes que decirme una
cosa. ¿Está… está viva, Zeth? —Mi terco exterior se desliza. Hay
momentos en los que me permito llorar por la pérdida de Lex, sollozo
hasta que me enfermo, pero la única lágrima que se me escapa ahora
parece estar llena de una tristeza insondable mucho más profunda que
cualquier otra. Zeth resopla y hace algo inesperado; cuidadosamente se
quita la máscara. La tira sobre la cama que apenas puedo distinguir
detrás de él, y luego sus enormes manos comienzan a moverse en los
gemelos de sus muñecas.
—¿Qué... qué estás haciendo?
—Tienes que verlo —dice secamente. La puerta todavía se
encuentra abierta detrás de mí, y sé que debo usarla, darme la vuelta y
salir por ella, pero algo sobre la forma en la que él fija su mirada oscura
en mí me tiene clavada en el lugar. Nuestra interacción desde que nos
reunimos nuevamente hace cuarenta y ocho horas se ha basado en un
sistema de robo, amenazas y desafíos, pero ahora parece que se está
derrumbando una barrera y que algo honesto está a punto de suceder.
Ese pensamiento en sí mismo es tan confuso que quiero correr y
esconderme. Se quita la chaqueta y la cuelga sobre la sombra de una silla
de respaldo alto a su lado. Luego se desabotona la camisa, que se tensa
contra sus hombros, el material se estira sobre sus brazos mientras los
dobla para liberar cada botón del cuello hacia abajo. Debajo de la camisa
lleva una camiseta negra que abraza su torso, aferrándose a cada uno de
sus centímetros. Parece un maldito luchador de UFC6. Su piel es pálida,
color marfil, marcada con salpicaduras de tatuajes negros. Me mira por
debajo de sus cejas dibujadas y siento la necesidad de limpiar mis palmas
resbaladizas contra mi vestido. Maldito calor. Lo odio, pero su presencia
es más grande que la vida, su magnetismo, la forma en la que me mira
como si ya estuviera dentro de mí... me mata.
Con un movimiento rápido y francamente fascinante, arranca la
camiseta de su cuerpo, rasgándola sobre su cabeza para revelar una
pared de músculo que se flexiona, cada una de sus partes individuales,
trabaja al mismo tiempo mientras se mueve. Hay cuatro o cinco tatuajes
pequeños en su pecho, aparte de los que marcan sus brazos, pero son
difíciles de distinguir. Sin embargo, una enorme flor de lis se mueve justo
por encima de su cadera, esa es bastante fácil de distinguir, junto con el
águila sobre su pectoral izquierdo, con las alas extendidas. Una escritura
se sumerge alrededor de su cuello, una redacción elaborada que no puedo
discernir. Da un paso adelante, y yo retrocedo, conteniendo la
respiración. Ahora estoy suspendida en la puerta, y el movimiento de
Zeth lo ha llevado a la luz, pero solo se encuentra a mitad de camino. La
parte frontal de su cuerpo, su pecho, su estómago definido, el corte
profundo en V que recorta sus caderas y desaparece por debajo de su
cinturón, está bañado por la luz del pasillo. El resto de su cuerpo se
encuentra en las sombras. 70
—Aquí —dice, señalando su abdomen—, es donde me apuñalaron
la primera vez. —Puedo ver el color magullado de la cicatriz a la que
apunta, y mi cuerpo lo recuerda. Recuerda su cuerpo. Si cerrara los ojos,
sabría cómo se siente esa cicatriz. He revivido tocarlo tantas veces cuando
estoy sola en la oscuridad. Mis dedos se estremecen con el eco del
recuerdo, cómo se siente, rígido y tenso—. Estas dos fueron de la segunda
vez —dice, pasando su propia mano sobre su piel. Las cicatrices no son
limpias y prolijas como la primera; tienen bordes afilados y aspecto
horrible, de cinco centímetros de largo y casi moradas. Definitivamente
no fueron cosidas correctamente. Es típico que me muestre esto y mi
monólogo interior, siempre profesional, critique la obra de quienquiera
que salvó su vida. Podría haber hecho un trabajo mucho mejor.
»Y aquí es donde me dispararon. —Se inclina para que la parte
superior de su cuerpo se mueva un poco más hacia la luz, e
inmediatamente veo la herida roja e inflamada a unos centímetros de su
clavícula. Tan cerca de darle al pulmón. Unos centímetros más y habría
causado un daño grave, tal vez irreparable. La herida se encuentra,
obviamente, todavía malditamente fresca. No puedo evitar jadear.
—¿Cuando pasó eso? ¿Por qué?

6
UFC: La Ultimate Fighting Championship es la mayor empresa de artes marciales
mixtas en el mundo, que alberga la mayor parte de los mejores peleadores del ranking
en el deporte y produce eventos por todo el mundo.
Zeth toma con cuidado mi mano y me acerca a él. Mis pies intentan
quedarse pegados al lugar, pero el resto de mi cuerpo se hunde hacia él
como si hubiera sido inevitable todo este tiempo. Coloca mi mano sobre
su herida de bala, mirándome a los ojos. Su piel está ardiendo, tan
caliente que se siente como si mi mano se encontrara en llamas.
—Hace aproximadamente tres semanas —dice en voz baja—. Y
sucedió porque el tipo al que me enviaron a matar no tenía ganas de irse
en silencio.
¡Mierda! Trato de alejar mi mano, pero él la sujeta con tanta fuerza,
fijándola a su piel, que no puedo irme a ninguna parte.
—Este es mi mundo. Es un mundo en el que las personas reciben
golpes y disparos de manera regular. Es oscuro. Da miedo. La gente
muere. Si tu hermana ha sido absorbida por este mundo, ¿crees que ha
sobrevivido?
Las lágrimas llegan a mis ojos. Quiero golpearlo. Quiero golpear mi
puño contra su cara tan fuerte hasta sentir que los huesos se rompen,
los suyos o los míos, en realidad no importa. Estoy tan enfurecida que en
realidad arremeto, pero con mi palma abierta. Lo golpeo tan fuerte que
su rostro se mueve hacia un lado y la mano me pica muchísimo. Cuando
Zeth gira la cabeza hacia mí, un movimiento lento y considerado, yo ya
he empezado a entrar en pánico. Hay una pequeña mancha de sangre en
su labio inferior en donde le abrí la piel. Mi corazón se tambalea, ya muy
consciente de que hice un movimiento realmente estúpido. Un 71
movimiento realmente, realmente estúpido.
—Pensé que no querías jugar, Sloane —gruñe. Todavía sosteniendo
mi mano, comienza a regresar a la habitación, arrastrándome con él. Este
es el miedo que he tenido en mi vida. Tiro, pero no me suelta. Se mueve
rápidamente, se agacha y me levanta tan rápido que no tengo tiempo para
gritar. En tres largas zancadas, cierra la distancia entre la puerta y la
cama y me tira sobre ella, todavía mirándome con esos ojos casi negros.
—Lo juro por Dios, si me violas, te mataré —digo con brusquedad.
Zeth lanza un gruñido salvaje en la parte posterior de la garganta,
brutal y peligroso.
—No obligo a las mujeres, Sloane. Si tenemos relaciones sexuales,
será porque tú quieres.
—¿Por eso me echaste en esta cama?
—Te tiré a la cama porque me golpeaste y eso fue muy malo de tu
parte, pero decidí hacer un trato.
Miro la puerta. Está a solo tres metros de distancia, pero dudo que
pueda llegar a ella sin que él me ataque.
—¿Qué quieres decir con un trato?
Se agacha junto a la cama y me lleva de vuelta a la habitación de
hotel, pero esta vez puedo ver la mirada inquisitiva y sabia en su rostro.
Su poderosa línea de la mandíbula avergüenza a la mayoría de los
hombres, y junto con los otros elementos únicos que conforman su
rostro: cejas oscuras, barbilla con hoyuelos, labios llenos, una estructura
del pómulo por la que más mujeres morirían, es probablemente el ser
humano más salvajemente hermoso que he visto alguna vez en mi vida.
Sin embargo, no es su aspecto el que congela mis extremidades y las
vuelve de piedra. Es la forma en la que me mira, ya que en esta fracción
de segundo soy el único foco de todo su mundo.
—Quiero hacerte dos preguntas —dice con cuidado—. Y luego
puedes quedarte aquí y hacer lo que te ordeno, o puedes irte. Puedes ir a
casa y olvidarte de todo esto y de mí y lo que has visto aquí esta noche.
Será tu decisión.
Parece sencillo. No creo que me esté mintiendo, pienso que sin
lugar a dudas me dejará salir de aquí. Puedo verlo en sus ojos.
—Bueno.
—Está bien —dice. Una emoción nerviosa me estremece cuando se
levanta y se sienta en el borde de la cama; se inclina y coloca la mano
izquierda junto a mi cabeza, apoyando su peso para desplazarse por
encima de mí—. ¿Has tenido sexo con alguien desde que estuviste
conmigo?
¿Qué clase de pregunta es esa? Espera pacientemente a que
responda mientras finjo enojarme por la indignidad de la pregunta. No
parece importarle que me haya molestado. Solo espera mi respuesta, y
cuanto antes le diga, antes podré irme. De acuerdo. No tengo ninguna
72
razón para mentirle, así que le digo la verdad:
—No. No he tenido relaciones sexuales con nadie después de estar
contigo.
La única reacción de Zeth a esto es una arruga en la esquina de
sus ojos cuando los entrecierra en mi dirección.
—Bueno. Gracias por decirme la verdad. Y ahora contéstame esto
y si todavía quieres irte, podrás...
Tomo aire y lo contengo. Esto va a ser un lío, simplemente lo sé.
—Cuando nos conocimos por primera vez, te dije que tenías que
ser mi dueña o que yo sería el tuyo. Has pensado en cómo sería eso desde
entonces.
—No, no lo he hecho. —Me tiembla tanto la voz que sueno como
una niña aterrorizada. Zeth chasquea la lengua.
—Lo hiciste muy bien antes cuando me dijiste la verdad. No lo
arruines ahora, Sloane. Y esa no era mi pregunta. Te lo estaba diciendo
porque sé que es verdad. —Se agacha tan lentamente mientras habla,
hasta que su rostro se encuentra a centímetros del mío. Mueve la cabeza
hacia un lado y se inclina hacia abajo, pasando la nariz a lo largo de mi
mandíbula, inhalando lentamente y luego exhalando, de modo que su
aliento caliente hace estremecer mi cuerpo tan fuerte que tengo que
trabar mis músculos para detenerlo—. No has podido sacarme de tu
cabeza. Piensas en mí todo el tiempo, preguntándote quién soy, en dónde
estoy, qué estoy haciendo, con quién follo —dice esa última palabra
directamente en mi oído, y mis piernas se aprietan—. Por la noche,
cuando estás sola, cuando te tocas, soy yo por quien estás mojada. Y todo
este tiempo te has estado preguntando... preguntándote cómo habría sido
si me hubiese adueñado de ti esa noche. Qué te hubiera hecho. Cómo te
habría hecho mía. Así que mi última pregunta, Sloane, es esta: ¿eres lo
suficientemente fuerte como para admitir que esto es lo que quieres?
¿Eres lo suficientemente valiente como para averiguarlo?
Me siento desnuda. Es como si Zeth hubiese encontrado de alguna
forma una manera de entrar en mi mente y leer todos mis pensamientos
más personales. No tiene forma de saber esas cosas sobre mí, pero las
dice con una certeza tan inequívoca que sé que él sabe que es verdad. Y
lo es. Mierda. Cierro los ojos, tratando de respirar a través del pánico. El
pánico se debe a Zeth cerniéndose sobre mí, el sexo puro y la malicia
envueltos en un paquete de tatuajes increíblemente atractivo.
—Yo... no quiero eso, Zeth.
Si está decepcionado, no muestra ninguna señal. Se sienta,
dándome algo de espacio.
—Lo suficientemente justo. Ha sido una visita muy agradable,
Sloane, pero es hora de que te vayas.
Me incorporo, mirándolo. Habla en serio. Realmente me dejará ir.
Lentamente levanto las piernas de la cama, tensándome, lista, en caso
73
de que todo esto sea una especie de truco. Se pone de pie y levanta su
camisa de vestir, deslizando sus brazos a través de las mangas. La deja
abierta cuando recoge sus gemelos de un mueble oscuro. Su perfil, los
tatuajes, su rostro, la camisa abierta… se corresponde con la forma
animal y profundamente sexual en la que se mueve. No es una actitud.
Ya puedo decir eso. Es quién es él.
—¿Y bien? —pregunta.
—¿Qué...? —No puedo luchar contra las palabras. Odio que incluso
las esté pensando—. ¿Qué vas a hacer después de que me vaya?
Zeth regresa a la cama, se detiene justo delante de mí. Mis ojos se
encuentran al nivel de su ombligo, el cual es casi perfecto (¿cómo diablos
tiene un hombre un ombligo perfecto?). Dobla su dedo índice y lo coloca
debajo de mi barbilla, levantando mi rostro para que nuestros ojos se
encuentren a lo largo de su torso.
—Voy a salir a tomar algo de champaña y luego encontraré a
alguien que quiera jugar.
—¿Jugar?
—Sí. No el jodido ajedrez, Sloane. Alguien que quiera que me la folle
hasta que no pueda ver claramente. Alguien que me permita hundir mi
lengua en su coño. Alguien que me deje probarla. Alguien que me permita
restringirla y asustarla muy feo. Alguien a quien le guste eso. Esperaba
que fueras tú esta noche, pero...
Trago saliva.
Trago de nuevo. Mi garganta se siente como si hubiera inhalado el
puto desierto del Sahara. Tengo que salir de aquí antes de hacer algo
estúpido. Me paro tan rápido que Zeth tiene que retroceder para evitar
lesiones.
—Yo... tengo que trabajar mañana. Yo... —Me apresuro a ir hacia
la puerta, luchando por... ¿qué? ¿Tener fuerzas para salir?
—Ajá.
Se encuentra envuelto en una luz amarilla pálida cuando me doy
vuelta.
—Creo que te estás olvidando de algo. —Se agacha y levanta mi
bolsa médica, dejándola frente a él. Sonríe cuando ve la mirada en mi
rostro—. Sabes... puedes quedarte si quieres, Sloane. No es necesario que
digas las palabras. No significa que seas débil. Significa que eres fuerte.
Camino de regreso a él, mirándolo directamente a los ojos. No
puedo... no puedo hacer esto. No soy este tipo de persona. ¿Lo soy?
¿Siquiera sé quién soy? Me ofrece el asa de mi bolsa, arqueando una ceja.
—¿Qué va a pasar, chica valiente? ¿Quieres la bolsa, o me quieres
a mí?
Dijo que no tenía que decir las palabras. Dijo que eso no me hacía
débil. Pero tal vez... Dios, tal vez, solo por un segundo quiero ser débil.
He sido fuerte durante los últimos dos años. Fui fuerte cuando Lexi fue
74
secuestrada. Fui fuerte cuando renuncié a mi virginidad para
encontrarla. Fui fuerte cuando me di cuenta de que no iba a poder
salvarla. Estoy tan harta de ser fuerte. Respiro hondo y cierro los ojos, ya
lamentando lo que voy a hacer.
Me muevo a su alrededor y me hundo en el borde de la cama.
La voz baja de Zeth rompe el silencio, un sonido rico y electrizante.
—Sí. Eso es lo que pensé.
10
Zeth
Traducción por AerisWalker & UsakoSerenity
Corregido por RRZOE

Esta chica es una jodida bomba de tiempo y está a punto de


explotar en esta cama. Me aseguraré de ello, aunque solo sea para
recompensarla por no orinarse en los pantalones cuando le dije que había
matado a alguien hacía menos de un mes. La mayoría de las chicas
habrían reaccionado, pero ella no. No estoy ciego, sé que la asusto. Eso
solo significa que no es una jodida idiota. Hay un pequeño porcentaje de
mujeres a las que no les importa que tome la vida de la gente cuando la
ocasión lo requiere; son las que me gusta calificar de jodidamente locas.
¿Por qué querría acostarme con una persona desquiciada?
Sloane me tiene un miedo saludable, y eso me conviene. No sabe
para qué se acaba de inscribir, aunque, en realidad, es lo que más me
75
emociona. Todavía sigo con mi plan de asustarla jodidamente mucho, pero
mi lado codicioso quiere que ella lo disfrute un poco primero. Puede que
yo también lo disfrute un poco.
Sonrío como el gato que recibió la jodida crema cuando me dice que
sí. Sabía que lo haría; no existe ninguna realidad en la que ella me fuera
a decir que no. Me levanto, la dejo rígida en la cama y me acerco a la
puerta.
—Levántate —le digo. Se mueve lentamente, mirándome, como si
estuviera esperando que me transformara en una especie de monstruo o
algo así. Pobre mascota. Ya debería saber que así es como se ve un
monstruo. Una vez que está de pie, me apoyo en el marco de la puerta y
cruzo los brazos sobre mi pecho.
—Desnúdate.
Quiere decir que no. Puedo verlo en su rostro, pero también está
tratando de no molestarme. Toma el dobladillo del diminuto y ajustado
vestido negro que lleva puesto y lo sube lo suficiente como para
mostrarme que lleva las medias adecuadas y un liguero. Estoy
jodidamente tarareando por dentro. Ninguna chica usa esa mierda a
menos que sepa que la van a follar. Sloane puede negarlo todo lo que
quiera, pero sabía que esto estaría pasando esta noche. Mueve los dedos
con cuidado sobre las presillas de los tirantes y luego apoya el pie en la
cama, deslizando suavemente las medias primero por la pierna derecha
y luego por la izquierda. Sus movimientos medidos no se deben a que sea
una maestra del estriptís, sino a que se está cagando en sus bonitas
bragas de encaje, pero está teniendo el mismo efecto en mí a pesar de
todo. Me palpita la polla en los pantalones mientras la miro, pero no la
toco. No la tocaré aún.
—Ahora el vestido.
Se saca el vestido, lo levanta sobre su cuerpo, y contraigo las manos
mientras imagino que sus dedos son los míos. Sin embargo, habría
quitado el vestido de otra manera. Le habría arrancado esa mierda. Su
cabello cae alrededor de sus hombros como una maldita cascada cuando
se pasa el vestido por la cabeza. Tenía razón sobre la ropa interior: lleva
bragas de encaje negro y un sujetador de encaje a juego. Eso es
demasiado bueno. Eli, la mierda asquerosa, le había dicho que usara
encaje negro cuando acudí a ella antes, le dijo que eso era lo que me haría
feliz, y aquí está de pie justo frente a mí con encaje negro. Eso lo dice
todo.
—Bájate el sostén —ordeno. Parece asustada, como si finalmente
se diera cuenta de lo que está haciendo y quisiera largarse de aquí. No la
detendría si lo intentara, pero no quiero decírselo. Ahora que nos
encontramos en esta situación, necesito satisfacción—. Hazlo, Sloane. Si
no lo haces, serás castigada.
Sus ojos de color avellana, visibles en la luz que entra por detrás
de mí, se amplían Pero no dice nada. Por dentro aplaudo su coraje 76
mientras se quita las correas de su sostén de los hombros y lo empuja
todo hacia abajo para revelar sus pechos. Son grandes, naturales y
perfectos, tal como los recuerdo de nuestra noche juntos. Puede que le
haya dado una mierda por ello, pero no es la única que ha codiciado
nuestra experiencia en la oscuridad. He lamido y chupado esas tetas,
pero siempre me ha dolido el no haberlas podido ver. Hasta ahora.
Sus pezones se fruncen mientras los miro, tratando de apartar mis
pensamientos de mi expresión. No es un trabajo difícil, en realidad, soy
un maestro de la intimidación, y esta mierda es un juego de niños. Su
cuerpo es increíble, perfecto en todos los sentidos, pero no dejo que lo
vea. Mi papel aquí es permanecer lo más clínico posible.
—Ahora acuéstate en la cama.
Se tambalea hacia atrás, todavía con los tacones bajos, y se sienta
rígidamente en la cama. Oh, querido... todavía está un poco incómoda.
Es hora de arreglar eso. Es hora de quitarle hasta el último gramo de
conciencia hasta que esté en mis manos. Solo hay una manera de lograr
tal hazaña, y es hacer que su cuerpo sea mío, hasta que ya ni siquiera
piense en él como propio. Solo habrá un pensamiento, un deseo en su
mundo, y será complacerme.
Estiro la mano y arrastro su cuerpo hacia mí, tirando de sus
piernas hacia el borde de la cama para poder ubicarme entre ellas. Me
siento sobre mis talones, sonriendo cuando veo que piensa que voy a
chupársela. No habrá tal suerte, cariño.
—Tócate, Sloane.
—¿Qu…qué?
El ratoncito está asustado. Le pellizco el interior del muslo lo
suficientemente fuerte como para que se estremezca.
—Tócate.
Me sorprende cuando obedece. Desliza su pequeña mano entre sus
piernas y comienza a frotarse sobre sus bragas. Eso es bueno, pero no lo
suficiente. Gruño, presionando mi pulgar contra la piel donde la pellizqué
hace un segundo. Se detiene, y puedo verla cerrar los ojos. Esta vez mete
la mano debajo de las bragas y ahoga un gemido.
—Buena chica. —Tiro de sus bragas hacia un lado para poder ver
lo que está haciendo, y estoy momentáneamente contento de que tenga
los ojos cerrados, porque flaqueo. Por primera vez en mucho tiempo,
tengo un desliz. La vista de su dedo medio trabajando la carne
resbaladiza entre sus piernas, burlándose de su clítoris, es suficiente
para hacerme gemir. Tengo que cerrar el puño y morderme los nudillos
para evitar que se me escape el sonido. Una sombra cae a través de la
puerta, bloqueando la luz, y la mano de Sloane se congela
inmediatamente. Abre los ojos y ambos nos giramos: dos de mis invitados
han venido a explorar, un tipo con una máscara de tigre y una rubia alta
y con piernas largas con un vestido negro corto y brillante. La chica
todavía lleva puesta su sencilla máscara dorada, pero la mitad inferior de
su rostro está descubierta. Su boca se convierte en una sonrisa seductora
77
cuando ve lo que sucede dentro de nuestra pequeña habitación.
—Oh, Dios mío. —Sloane está tratando de levantarse de la cama,
pero se me presenta un escenario en la cabeza que me hace doler en dos
segundos. Pongo una mano en su estómago para detenerla.
—Recuéstate.
—Pero...
Endurezco mi mirada, enviándole el mensaje alto y claro. Si quiere
hacerme feliz, lo está haciendo mal. La indecisión en sus ojos es
interesante. La batalla interna que libra dura diez largos y prolongados
segundos. Finalmente, se vuelve a acostar en la cama, observando a la
pareja en la entrada con cautela.
—Siéntense en el sofá. Y sin tocar —les digo—. No hasta que mi
amiga diga que pueden. —Le doy a Sloane ese trozo de libertad porque sé
que la necesita ahora mismo. Se relaja visiblemente en la cama, aunque
todavía se encoge un poco cuando la pareja entra en la habitación y se
sienta en el biplaza escondido detrás de mí contra la pared. Vuelvo a
centrarme en Sloane.
—¿Dónde estábamos?
Gimotea, pero toma la indirecta y comienza a tocarse de nuevo. No
lo sabe todavía, pero es perfecta para esto. Perfecta para mí y para mis
oscuros y desagradables deseos. Corro mis manos por el interior de sus
piernas, deteniéndome cerca de su coño, y sacude su pelvis hacia arriba
en el gesto más sugerente. Todavía no, cariño. Todavía no.
A pesar de sus amplios ojos y de su vacilación, está tan excitada
que puedo olerlo en ella. Su coño está más mojado que húmedo y ni
siquiera la he tocado todavía. Desliza un dedo dentro de su cuerpo y emite
un gemido entrecortado, y escucho tragar un aliento agudo a la mujer
detrás de nosotros. No puedo culparla, ella puede ver lo que yo veo por
encima de mi hombro y es una visión jodidamente excitante de
contemplar. Escucho el suave crujido del material cuando mis invitados
empiezan a moverse. Está bien, totalmente permitido. Haré un
espectáculo para ellos como nunca antes han visto.
—Quítate las bragas —demando. Sloane responde inmediatamente
esta vez, sacudiéndolas de sus caderas y tirándolas al suelo. Tiene los
ojos cerrados de nuevo, lo que está bien por ahora, pero eso no puede
durar para siempre—. Abre las piernas.
Con las piernas abiertas, mi polla se está apretando contra mis
pantalones, rogando ser liberada. Me sorprende no estar mareado por la
cantidad de sangre que se está desviando a mi polla en este momento. Es
hora de la bolsa. Me levanto, me dirijo a la puerta, hago una pausa
cuando veo que nuestros visitantes ya se están divirtiendo mucho; el
vestido de la mujer se encuentra alrededor de su cintura, y los dedos del
hombre están enterrados en su interior. Su polla está fuera de sus
pantalones, y ella la está acariciando lentamente, apoyándose
casualmente en la silla.
78
Sloane lanza un suspiro ahogado: se ha atrevido a mirar y ha visto
lo que están haciendo... y no parece tan asustada como hubiera pensado.
Que buena chica. Agarro la bolsa y me apresuro a volver a la cama,
necesito finalmente hacerme cargo. Saco los artículos que necesito,
cuatro puños gruesos de cuero y veo un destello de reconocimiento en los
ojos de Sloane cuando los ve. Sí, ella sabe que estas son las mismas
esposas con las que la até la última vez. Se comporta muy bien cuando
se los cierro alrededor de los tobillos y las muñecas, asegurándola a la
cama. Hay un cierto nivel de confianza y pánico en sus ojos, lo que hace
que mi estómago se revuelva. Dios sabe lo que he hecho para merecer
eso, pero no debería estar ahí.
La mujer en el sofá gime suavemente, y Sloane se gira para mirar.
El tipo ha echado hacia atrás su máscara de tigre y está de rodillas,
rumbo a la ciudad entre sus piernas. Ella palmea sus propias tetas, lo
que es un poco ardiente, con los ojos fijos firmemente en el cuerpo
expuesto de Sloane. Sé en qué está interesada esta chica, sé lo que quiere,
simplemente no sé si Sloane extenderá la invitación. Meto una mano en
la bolsa y saco la única cosa que he estado esperando para usar desde
que la conocí. La única cosa que tuve que obligarme a mantener
guardada la última vez: mi cuchillo. La rubia gime de nuevo cuando lo
ve, pero Sloane se queda inmóvil en la cama.
—¿Recuerdas cómo funciona esto? —le pregunto.
Asiente solo una vez.
—Quédate quieta —susurra. Esto será demasiado perfecto, ya
puedo decirlo. La mayoría de las chicas comenzarían a gritar, pero Sloane
parece lista para aceptar lo que estoy por hacer. He esperado lo
suficiente, así que me deshago de mis zapatos, mi pantalón y mis bóxers,
y estoy completamente desnudo junto a la cama. Palmeo mi polla,
apretándola, eso se siente jodidamente bien, y la rubia muele las caderas
contra el rostro de su compañero, con la boca abierta de deseo. Sloane
está dividida mirando fijamente el contenido de mis dos manos: mi polla
y mi cuchillo, como si no estuviera segura de a cuál temerle más. Le doy
mi sonrisa más brutal y luego me subo a la cama. Su cuerpo se estremece
cuando coloco el borde afilado de la hoja de caza en su piel.
—Zeth —susurra.
Los nombres no son parte de este juego; le doy una mirada de
advertencia. Se muerde el labio inferior, asintiendo para hacerme saber
que entiende su error. Nunca le prometí que no iba a lastimarla, pero
trato de al menos suavizar mis ojos para que ella sepa que no sufrirá
ningún daño. No un daño real.
Me observa atentamente mientras arrastro el acero afilado sobre
su cuerpo. Sobre sus pechos, sus pezones, por sus costados, sobre sus
muslos. Tiembla tan fuerte que tengo que tener cuidado de no cortarla.
La mujer en el sofá comienza a gritar mientras hago esto. Se encuentra
en el borde, cerca de correrse... y Sloane parece dividida entre ver eso y 79
prestar atención a donde estoy aplicando mi cuchillo. Le doy la vuelta a
la cosa con la mano para que la hoja esté en mi palma y cierro los dedos
alrededor del borde ferozmente afilado. Un toque de dolor familiar y
ardiente se desgarra a través de mi piel y sonrío. Con el arma ahora con
la empuñadura hacia ella, la guío hacia abajo entre sus piernas.
El terror se apodera de ella por un segundo hasta que se da cuenta
de que esto no termina aquí. Lo muelo firmemente contra su carne
resbaladiza, acariciándome con más fuerza cuando veo que la sensación
se apodera de ella; puede que ahora esté asustada, pero le gusta.
Jodidamente le gusta. Voy hasta el final y deslizo el asa dentro de ella,
hasta la empuñadura.
—Oh... joder. —Se balancea contra ella, juntando las manos para
alcanzar las sábanas de la cama, pero se agarran al aire libre, las esposas
restringen su movimiento.
—Esa es la cosa más excitante que he visto —gime la rubia. El tipo
deja de comerla para darse vuelta y ver de qué está hablando, y sus ojos
brillan con algo oscuro y animal, es como yo, este tipo. Se para y levanta
a la chica rudamente, guiándola para que se siente en su polla, de
espaldas a él. Ambos me observan bombear la empuñadura en Sloane
mientras ella se retuerce y se mueve en la cama, gimiendo. Nunca en un
millón de años pensé que esto fuera a suceder. Nunca en un millón de
años pensé que me dejaría acercarme a ella de esta manera. La realidad
es emocionante y también preocupante. Si ella me deja hacerle esto,
entonces, ¿Dónde dibujará la línea? Porque esto... esto no es nada para
mí. Retiro el cuchillo y lo aferro con fuerza una última vez, lo suficiente
como para que sienta el metal cavando un poco más profundo, y luego
lanzo la cosa tan fuerte como puedo. Necesita estar lejos de mí ahora
mismo. El cuchillo se incrusta en la pared ubicada a dos metros,
temblando debido a la fuerza con la que lo tiré.
Mi mano gotea sangre, y el cuerpo de Sloane se está arqueando
hacia mí solo rogando que la tome. Chupo la herida (profunda, en la
longitud de mi palma) y el cobre canta en mi lengua. Me inclino sobre
Sloane y coloco mis labios para susurrar en su oído.
—¿Qué piensas, mascota? ¿Quieres jugar con nuestros amigos?
Un suspiro gutural tartamudea de su boca.
—No, no lo sé.
—Será divertido, lo prometo. —Sus ojos se encuentran con los míos
y lo vuelvo a ver: confianza. Desearía no haber visto eso.
—Está bien —susurra. Me volteo y llamo a la rubia antes de que
Sloane pueda cambiar de opinión.

***

Sloane 80

La chica abandona a su compañero como si ya no existiera. Estoy


luchando para mantener el control, luchando para mantener mi pánico
en el interior, mientras que Zeth, completamente desnudo, se sienta
sobre sus talones.
Continúa pasando su mano arriba abajo a lo largo de su eje,
observándome retorcerme en la cama con una expresión severa en su
rostro. Sé que la mayoría de los tipos se estarían volviendo locos en este
momento: dos chicas, una de ellas medio desnuda, atada a su cama, la
otra a mitad de camino y dispuestas a hacer, Dios sabe qué. Hay una
pequeña parte de mí que está sacudiendo la cabeza, suspirando con
decepción por la forma en que esta noche está resultando. Es la misma
parte de mí que también se opuso a que me pusiera las medias y la ropa
interior a juego.
La otra parte de mí se está regocijando, porque decidí esto sola. No
me presionaron porque buscaba algo, sino porque lo quería. He querido
revivir la noche en el hotel durante mucho tiempo, pero nunca he sido lo
suficientemente valiente como para admitirlo. Sin embargo, Zeth, con su
naturaleza confrontadora, me lo ha sacado. Es mi creador. Y ha creado a
un monstruo. Estoy horrorizada de que me haya gustado el cuchillo. La
forma en que lo usó en mí me hizo vibrar de terror y deseo, una colisión
de dos emociones tan poderosas que ni siquiera yo podía decir de qué
manera me inclinaría hacia el placer de hacerlo, o me alejaría, gritando a
todo pulmón.
Y ahora esto...
Nunca he estado con una chica antes. Sin embargo, por la forma
en que la mujer rubia se arrastra hasta la cama, lanzándole a Zeth una
mirada posesiva, supongo que este no es su primer rodeo. Zeth sonríe,
una sonrisa desviada tan sexy que me quema la piel, y luego retrocede,
dándole algo de espacio.
La rubia se sumerge y da vueltas en mi coño, su es lengua suave y
cuidadosa, no es como la de Zeth cuando lo hizo. Él se había dado un
banquete con el abandono de un león muerto de hambre, mientras que
ella es más delicada. Sin embargo, su lengua todavía es muy persuasiva.
Me mira mientras trabaja, pero estoy mirando a Zeth.
Me sonríe de esa forma que me hace temblar las rodillas y sigue
tocándose a sí mismo, sin vergüenza. Es dueño de su cuerpo, usa su piel
con tanta confianza que me da ganas de sentir lo mismo.
—¿Quieres usar tus manos? —me pregunta.
Asiento. Se levanta y desabrocha los puños de mis muñecas,
asegurándome a la cama, inclinándose sobre mí para que su polla esté a
solo unos centímetros de mi boca. Quiero lamerlo. Quiero chuparlo.
Quiero devorarlo tanto que mis labios se estremecen de anticipación. Sin
embargo, hacer ese movimiento se siente audaz, así que inclino mi cabeza
81
y rozo mis dientes contra su fuerte muslo. Se ríe en silencio, mirándome.
—Tendrás que rogar antes de que eso suceda, cariño.
Con mis manos libres, solo sería cuestión de levantarme y
agarrarlo, pero instintivamente sé que estaría pidiendo todo un mundo
de problemas si lo hiciera. Dejo caer mi cabeza sobre la cama, gimiendo.
La mujer que lame mi clítoris también gime, mientras desliza uno de sus
dedos dentro de mí. La sensación es enorme, abrumadora, aterradora y
emocionante, principalmente por la forma en que Zeth se cierne sobre
mí, bombeando su polla en su mano mientras observa atentamente mi
reacción. Pensé que me habían encendido antes, pero esto es algo
completamente diferente. Esto consume y es poderoso, una necesidad
desesperada de complacerlo. Me agacho y entierro mis manos en el
cabello de la mujer, moviendo mis caderas hacia arriba para encontrarme
con ella mientras mete sus dedos dentro de mí.
He olvidado todo sobre su pareja. Recuerdo la otra presencia en la
habitación cuando se acerca a la cama, ahora completamente desnudo.
Zeth le lanza una mirada de advertencia, feroz y primitiva, y el chico
asiente, como si entendiera exactamente lo que Zeth le está diciendo. Se
ubica detrás de su chica, todavía totalmente concentrado en mí, y empuja
por detrás. Ella grita, deteniendo momentáneamente lo que está haciendo
antes de continuar. El chico comienza a follarla, mientras todo el tiempo
mira hacia abajo a mi cuerpo desnudo delante de él.
La rubia levanta una mano y arrastra las uñas por el costado de
Zeth, buscando a tientas su polla. Él se echa atrás, con una expresión de
irritación en su rostro, y luego le da una bofetada en el culo tan fuerte
que incluso me hace llorar los ojos. Ella grita de nuevo, esta vez más
fuerte y llena de dolor.
—No es para ti —gruñe. Él me mira y, joder, lo quiero—. Solo para
ella. Solo cuando ella ruegue por ello.
A la mujer no parece importarle que Zeth esté totalmente fuera de
los límites. Entierra su rostro más profundamente entre mis muslos y
chupa mi clítoris, haciendo que mis piernas tiemblen de placer. Se siente
increíble, pero no es por lo que estoy desesperada. Estoy desesperada por
él. Sé lo que tengo que hacer para obtener lo que quiero, y he hecho las
paces con eso.
Quiere que suplique... suplicaré.
Quiere que ruegue... Lo haré.
Porque ahora mismo sabe que me tiene envuelta alrededor de su
dedo meñique... y es justo donde quiero estar. Estoy enferma. Estoy
ciega. Estoy perdida. Soy suya.
—Zeth... —Las palabras son como un presagio, una campana
sonando, sellando mi destino—. Te deseo. Solo a ti. Por favor... hazme
tuya.
82
11
Zeth
Traducido por Yiany
Corregido por RRZOE

Ella me suplica. Ruega, y veo el momento en que se entrega a mí.


Es un momento malditamente hermoso. Sus tetas están hinchadas, los
ojos bien abiertos, los labios magullados y con pucheros, a la espera de
ser besados. Me sorprendo casi rompiendo mi regla e inclinándome para
hacerlo, no he besado a una mujer en la boca en... bueno, nunca. Tanto
tiempo que no puedo recordar el rostro de quien fuera la última que tuvo
el placer. Es demasiado íntimo. Ya estaba tan jodidamente cerca en el
hospital que me asusté muchísimo. Sé que soy imprudente alrededor de
esta chica; simplemente no tengo idea de por qué.
Tan pronto como Sloane dice las palabras, estoy empujando a la
rubia y le desato los tobillos. El hombre sigue golpeando a la mujer,
83
ambos perdidos en el momento, pero Sloane es muy consciente de lo que
está sucediendo. La levanto y saco su cuerpo desnudo de la habitación,
y cuando sus brazos se envuelven alrededor de mi cuello, se aferran a mí,
mi corazón comienza a latir en mi pecho. Es como si hubiera estado
dormido en mi pecho, acumulando polvo durante los últimos treinta y
tres años y esta fuera la primera vez que está latiendo adecuadamente.
La sensación es preocupante. No sé qué hacer con él, excepto esconderlo.
El corredor está compuesto de luces y grupos de personas que se frotan
entre sí. Sloane ve y entierra su rostro en mi pecho, como si estuviera
preocupada de que la trajera aquí para ofrecerla. Claro, ya lo he hecho
antes, pero eso no ocurrirá con esta chica. Ella es mía. La llevo a una
puerta opuesta, una que siempre, siempre, siempre permanece cerrada
con llave, esta es la primera vez que permito que alguien más entre.
Introduzco el código en el panel de seguridad, que es útil cuando no
tienes bolsillos para guardar las llaves, y la puerta se abre, y luego
estamos adentro. Esta es la habitación en la que duermo cuando no hay
innumerables personas follando en cada superficie y encimera.
Una vez que la tengo adentro, las cosas se mueven un poco más
rápido de lo que podría haber esperado. Si Sloane fuera algún otro
juguete con el que estuviera jugando, pasaría horas trazándola y
provocándola, pero simplemente... no puedo.
¿Asustarla como la mierda? Me estoy asustando hasta la mierda
con la forma en que me estoy comportando. Para empezar, ni siquiera la
até, y eso es un requisito previo para mí, pero hay algo acerca de tener
sus brazos alrededor de mi cuello que me vuelve loco. La tiro sobre mi
cama en la oscuridad, y hago lo que me moría por hacer desde que cruzó
la puerta con ese pequeño vestido negro y su bolso médico en la mano.
Hago girar su cuerpo desnudo y levanto sus caderas hacia mí, agarrando
sus manos y asegurándolas detrás de su espalda. Sumerjo mi polla en
ella tan hondo que lucha por respirar.
—¡Joder, Zeth! —grita mi nombre, con la cabeza girada hacia un
lado, presionada contra el colchón mientras golpeo contra su cuerpo.
Juro por todo lo que es bueno en este mundo que es como música para
mis putos oídos.
No hay contención después de eso. Lo hago. Se lo hago. La follo tan
fuerte que mis oídos empiezan a sonar. Ni siquiera sabía que eso pudiera
pasar. El olor que emana es puro sexo, puro deseo, tan embriagador e
intoxicante que tengo que clavar los dedos en su cuerpo para evitar que
llegar demasiado pronto. Tengo ganas de aullar cuando me suelto,
permitiéndonos a ambos alcanzar el clímax. En su lugar, rujo, una carga
de sonido que se desgarra de mi pecho como la bala de un arma. Excepto
que no soy el arma. Soy la víctima. Se siente como si me hubieran
disparado otra vez mientras yazgo jadeante sobre su cuerpo. Todo el
momento es como una experiencia extracorpórea y ella es la única cosa
que me impide flotar hacia el techo. La dejo, levantándome y cayendo de
nuevo en la cama, mirando hacia la oscuridad en conmoción.
Se pone de costado, exhalando de esa manera que me dice que
84
realmente di en el clavo.
Y estoy tan enojado que podría ahogarme.
12
Sloane
Traducido por Yira Patri
Corregido por RRZOE

¿Qué mierda?
Me despierto en una cama y no es la mía. Curvo los dedos de mis
pies y los flexiono, extendiendo mis brazos sobre mi cabeza en el
estiramiento más satisfactorio de todos los tiempos. Mi cuerpo entero
zumba, como si ayer hubiese trabajado mucho en el gimnasio, pero sé
que no lo hice. Estuve en el hospital todo el día y luego...
Oh.
No.
Me congelo en la cama, de repente recordando dónde diablos estoy.
Su lugar. Su cama. Su sudor por todo mi cuerpo. Y... y oh mi Dios. El
85
sudor de alguna mujer al azar, también. ¿Qué demonios estaba
pensando? Me siento muy erguida, lista para caer sobre el hombre que
me puso en esta posición, junto con muchos otros la noche anterior, pero
él no está aquí. Estoy sola en una cama, en una habitación extrañamente
estéril y vacía, la débil luz del sol entra por las ventanas, y Zeth no está
a la vista.
—Hijo de puta.
Salgo de la cama, estoy a medio vestir cuando me doy cuenta de
que debería haber ido a buscar mi vestido a la otra habitación. Mis
medias y el liguero están doblados cuidadosamente en la cómoda al final
de la cama, y mi bolso médico descansa en el piso junto a la puerta. Metí
las medias y el cinturón dentro de la bolsa, preguntándome dónde
demonios estarán mi sostén y mis bragas, desaparecieron para siempre,
probablemente, y luego salgo corriendo de la habitación en un ataque de
rabia.
El apartamento está destruido. La vajilla vacía, manchada de
pintalabios, decora todas las superficies disponibles y la ropa
abandonada cubre el suelo por el pasillo. Doy patadas a algo brillante y
dorado en mi camino hacia el espacio abierto del salón, murmurando por
lo bajo.
—Estúpido... tan jodidamente tonto. Lo odio tanto...
El apartamento está completamente vacío, aparte de un solo
hombre parado en la enorme terraza de ventanas que dan a la ciudad:
Zeth. Está de espaldas a mí, pero sé que me ha escuchado acercarme.
Recojo lo primero que tengo a mano y se lo lanzo. La copa de champán
falla por poco, rompiéndose contra la viga de apoyo. Él retrocede como si
una bomba acabara de explotar.
Hay un fuego oscuro en sus ojos cuando se da vuelta lentamente,
con las manos a los costados.
—¿Qué. Mierda. Esta. Mal. Contigo?
Levanto otro vaso y lo arrojo, tratando de apuntar con más cuidado.
Zeth se agacha justo a tiempo para evitar algunas lesiones faciales
graves.
—¡Anoche! ¡Eso es lo que me pasa! —Volteo... necesito otra copa.
En su lugar, encuentro un zapato de charol negro de marca. El tacón
parece letal. Lo lanzo, gruñendo por el esfuerzo, y la cosa lo golpea en el
pecho. La expresión de Zeth es una nube de tormenta oscura, que crece
y se enoja cada vez más.
—¿Qué hay de anoche? —susurra.
—¿La cama? ¿Las restricciones? El... —Cierro los ojos, sacudiendo
la cabeza. No puedo creer que haya sucedido—. La mujer.
La comisura de su boca se contrae, como si mi locura fuera
entretenida para él. Sin embargo, todavía parece que me va a asesinar 86
brutalmente. Comienza a avanzar hacia adelante, letal, un depredador
peligroso, y agarro otra copa, una de cristal esta vez. Más pesada en la
base, esquinas más afiladas. Se la lanzo tan fuerte como puedo, pero él
simplemente se aleja del camino, todavía viniendo por mí.
—¿Estabas borracha?
—¿Qué?
—Anoche. ¿Estabas borracha?
—No.
—¿Estabas drogada?
—¡No!
—Entonces deja de tirarme mierda. ¡Y deja de fingir que no
disfrutaste cada segundo!
—Yo... —Mis mejillas se inundan de calor. Tiene razón. Tiene tanta
razón que quiero llorar, pero no puedo dejar que vea eso. Necesito salir
de aquí—. ¿Dónde está mi ropa interior, Zeth?
Está a un metro de mí ahora, cerrando lentamente la distancia
entre nosotros. En un giro completo respecto a anoche, lleva unos
vaqueros bajos y una camiseta blanca lisa. De alguna manera, asumo
que siempre usa el negro, sin importar qué, negro a juego con el color de
su alma.
—La guardaré —me informa.
—Uhhh... no lo creo. Era Provocativa. —Me muevo hacia la
izquierda mientras se acerca más, colocando un mueble estrecho entre
nosotros. Una fría sonrisa se despliega en su rostro, calculadora,
evaluándome.
—¿Negarás que la usaste para mí?
Me tiene ahí. Me encojo de hombros, tratando de recordar cómo
actúan las personas indiferentes.
—¿Y qué?
—Entonces, cuando una chica usa algo para mí, se vuelve mío,
Sloane.
—Guau. Debes tener armarios llenos de ropa interior de putas,
entonces.
—Varios armarios —dice—. Muchos. Llenos a reventar.
Me siento enferma.
—Olvídalo, ¿sabes qué? quédatela. Estoy demasiado cansada,
dolorida y alterada como para hacer esto contigo ahora. Tengo que irme
a casa. —De repente recuerdo que estoy en el turno de la noche y mi
espíritu se desploma aún más. Voy a tener que pasar doce horas
caminando por el hospital, reviviendo cada segundo de la noche anterior,
mientras que Zeth se jacta con... con quien sea de haberme follado de 87
nuevo. Soy una idiota.
—Típica mierda. —Respira Zeth.
—¿Qué?
—Tú. Estás desviando tu mierda sobre mí. Todo lo que hice anoche
fue mostrarte quién eres realmente. No puedes enfadarte conmigo por
eso.
Puedo hacerlo, y estoy enojada con él.
—Creo que estás viendo lo que quieres ver. No estoy buscando un
despertar sexual. Solo estoy buscando a mi hermana. He terminado de
malgastar mi aliento preguntándote lo que sabes, y he terminado de jugar
estos pequeños juegos contigo. Tal vez un día, si de repente desarrollas
una conciencia, vengas a decírmelo porque es lo correcto.
Respiro hondo y camino hacia la puerta del apartamento,
apostando a que no me seguirá. No lo hace, pero logra decir la última
palabra.
—Una conciencia haría que te maten en mi trabajo, Sloane. Y hacer
lo correcto a menudo tiene el mismo efecto.
13
Zeth
Traducido por Emotica G. W
Corregido por RRZOE

Veinte minutos. Duraré veinte jodidos minutos antes de estar listo


para hacer pedazos el apartamento. Aunque ya está jodido de la noche
anterior, y Ganya me ha estado mirando mal desde que llegó para iniciar
la limpieza. Parece que mis invitados lo pasaron de maravilla, no es que
lo sepa. Me escondí en esa habitación a oscuras durante horas
esperándola, ni siquiera un poco interesado en unirme a ellos. Desde que
Sloane volvió a aparecer en escena, todo está completamente jodido.
Todo es su maldita culpa.
¿Y la mujer tuvo el descaro de arrojarme mierda? Debí haberla
echado primera cuando eché a todos los demás. No, tacha eso... No debí 88
haberla dejado quedarse en primer lugar.
―¿Necesita que haga algo esta mañana, jefe? ―Michael, como el
asesino sigiloso que es, ha entrado al apartamento sin hacer ruido.
Entierro las manos en mi cabello, frunciendo el ceño hacia la ventana
sobre la ciudad. ¿Por qué me hago esto? He estado bien. Más que eso, he
sido completa y jodidamente feliz. Corrí tan rápido como pude hace dos
años después de que me acosté con Sloane porque sabía. Jodidamente
sabía que esto pasaría, y ahora mira dónde estamos.
―Sí ―digo suspirando―. Envíale un correo electrónico al grupo.
Hazles saber que todas las reuniones futuras han sido canceladas hasta
nuevo aviso.
Esto es una gran mierda. Ella ha arruinado todo. Porque ahora,
cuando pienso en follar con alguien que no sea Sloane, solo se siente
aburrido. Inútil. No estoy enamorado de la chica. No lo estoy.
Simplemente hay algo en ella que necesito.
Me olvido del horizonte y enfoco mi mal genio en Michael. No es un
gran hablador; me gusta eso de él. Aunque hoy no necesita decir nada.
Sus pensamientos están justo ahí en su rostro, claro como el agua. El
bastardo piensa que esto es hilarante.
―Y también puedes borrar esa sonrisa de tu cara ―espeto.
―No estoy sonriendo, Zee. Simplemente estoy viendo algo que
nunca pensé que presenciaría.
―¿De qué estás hablando? ―Podría ir a pelear felizmente en este
momento, estampar mi puño contra algo iría muy bien, pero Michael solo
está siendo Michael. Además, estamos muy igualados para una pelea
rápida; tomaría mucho hacerlo caer. Me sonríe como si supiera
exactamente lo que estoy pensando.
―Simplemente esta chica. Y tú. Y cancelar tus fiestas mensuales.
Dice mucho, es todo.
―No dice nada. Solo deja... solo deja de sonreír. ¿Has tenido
noticias de Rufus?
Michael destierra su sonrisa y se vuelve todo negocios.
―En realidad, sí. Dijo que llegó un informe de Julio. Una chica
coincide con la descripción que enviaste trabaja en uno de sus complejos.
―¿Trabaja? ―Sé lo que eso significa. Julio es uno de los mayores
proxenetas de California. Sus instalaciones son conocidas en todo el país,
demonios, en todo el mundo por la mierda depravada que asiste allí.
Michael asiente.
―Trabaja.
Mierda. Simplemente debí ignorar esta información. Julio no es un
tipo con quien joder, y si la hermana de Sloane lleva dos años allí,
entonces definitivamente no es la misma chica que Sloane recuerda. Debe
ser alguien muy diferente ahora. 89
―Benji me envió una foto que logró tomar cuando estuvo allí ayer.
¿Quieres verificarla? ―pregunta Michael. Benji solía ser uno de los chicos
de Charlie, joven, estúpido, antes de que lo enviaran lejos en desgracia
después de joder olímpicamente un robo a mano armada que estaba
cometiendo por sí solo. A tres cuadras de donde vivía. Charlie pensó que
eso había sido una estupidez. No cagas donde comes y todo eso.
―¿Tomó una foto? Loco hijo de puta. Julio lo matará si descubre
que tiene un móvil dentro de sus paredes.
Michael se encoge de hombros.
―El chico ha estado trabajando para los mexicanos aquí y allá.
Confían un poco en él más que en los otros inútiles que trabajan para
ellos ―habla Michael mientras revisa su teléfono. Encuentra lo que está
buscando y me muestra. En la pantalla hay una foto borrosa de una joven
con una masa de cabello color chocolate. Está usando una camiseta
suelta que inunda su complexión pequeña y su rostro solo está medio
girado hacia la cámara, pero puedo ver que es la hermana de Sloane tan
pronto como pongo los ojos en ella. Dejo escapar un fuerte suspiro.
―¿Es ella?
―Sí. Sí, seguro que lo es.
―¿Cómo querrías proceder?
―Jodidamente con cuidado. ―Charlie y Julio fueron rivales una
vez. Hace unos tres años, Charlie desapareció durante una semana, me
dijo que me quedara en casa, lo cual fue bastante extraño, y cuando
volvió las cosas eran un lecho de rosas con los mexicanos. Había
sospechado como la mierda en ese momento; un acuerdo así
generalmente solo nace de los negocios, y las drogas y armas de Charlie
se mueven hacía el sur en lugar de al norte. Aunque no soy un chico
estúpido. He aprendido a mantener mi boca cerrada en lugar de hacer
preguntas peligrosas―. Si vamos allí, Charlie lo sabrá.
Michael considera esto. El chico es más que músculo, su cerebro
también es malditamente letal. Podría no apreciarlo o agradarme a veces,
pero siempre tiene consejos a la mano, especialmente cuando se trata de
cosas como esta.
―Dile al viejo que irás de pasada. Y dile a Charlie que vas a visitar
a tu familia. Te marchas durante tres semanas y él sabrá que necesitarás
probar coño como si estuvieras perdiéndote de tu regalo mensual.
Tendría sentido que vayas a ver a Julio.
Gruño. Charlie sabe que la única familia que tengo en el mundo,
mucho menos en California, es la esposa inútil del tío que solía golpearme
el culo hasta dejarme en carne viva. Pero podría funcionar, tal vez. Si
puedo encontrarle la vuelta correcta.
―¿Quieres llevar un equipo contigo?
―Joder, no. Si me muevo con un grupo de chicos, ni siquiera
90
entraremos por la puerta principal. No, necesito mantener esto pequeño.
―¿Podrías llevar a una chica?
Arqueo una ceja hacia él, presionando los nudillos contra mis
labios.
―¿Qué quieres decir con llevar a una chica?
―Él lo estaría esperando. Parece que Charlie le envía chicas todo el
tiempo. Escoge vírgenes en su mayoría, pero de vez en cuando recoge a
una chica con un poco de experiencia. Las envía a Julio para pasarlas y
conseguir ganancias en Los Ángeles. La clientela tiene un gusto menos
exigente allí. No le hacen problema sobre cuántas pollas ya han montado
a una chica.
¿Podría decir que Charlie me envió allí con una chica? Pienso en
eso y mi estómago se retuerce. La primera persona que me viene a la
mente es Lacey, pero nunca, nunca, nunca podría pedirle que hiciera eso.
Jamás. Ya está lo suficientemente jodida como están las cosas. No, la
única otra opción sería Sloane, y eso es igual de inaceptable. Incluso si
solo es un acto y se supone que nadie debe tocarla, es demasiado
arriesgado. ¿Qué si va mal? ¿Qué si Julio quiere probar? Eso es algo que
no toleraría. Jodidamente moriríamos.
―No funcionará, Michael. Tendremos que encontrar otra manera.
No discute el punto. Permanecemos en un silencio tenso por un
momento antes de que se meta las manos en los bolsillos.
―Está bien entonces, jefe. ¿Algo más por ahora?
―Sí. Lo hay. ―Joder. Joder, joder, jodidamente joder. Esta es
posiblemente la peor idea que alguna vez haya tenido, pero... Nop. Ni
siquiera tengo una excusa. Solo soy un idiota―. Necesito que vayas a ver
a alguien por mí.
―¿La chica de anoche?
―Sí. Ella. Necesito que le des algo. ―Junto lo que quiero que
Michael entregue y se va; en el momento en que la puerta se cierra detrás
de él, tengo ganas de perseguirlo y darle un puñetazo en la boca por no
señalar lo estúpido que estoy siendo. Generalmente es bueno en eso, pero
esta vez simplemente ha aceptado lo que le he dicho y se ha ido. ¿Qué
demonios significa eso? En lugar de perseguirlo, saco mi teléfono y lo
llamo. Lo observo abajo en las calles cuando siente sonar su móvil. Se
detiene, mira de nuevo hacia la ventana, sacándolo de su bolsillo y
respondiendo.
―¿Cambiaste de opinión?
Me muerdo la mandíbula, cerrando los ojos. Esto lo cambia todo.
―No. Solo... solo no te vayas de su lado hasta que haga lo que le he
pedido, ¿está bien? No dejes que se aparte de tu vista.
91
14
Sloane
Traducido por Moreline
Corregido por Yani

—¿Doctora Romera? ¿Sloane? Oye, Sloane.


Sacudo la cabeza, poniendo de nuevo en marcha a mi cerebro.
Mikey, el interno, se para frente a mí, retorciéndose las manos. El terror
abyecto que experimentan todos los internos es una cosa poderosa y
paralizante, y todavía parece tener a Mikey firmemente en su agarre.
Parpadea hacia mí y me doy cuenta de que me ha preguntado algo.
—¿Qué pasa, Mikey? ¿Has matado a uno de mis pacientes? —
Probablemente no debería bromear sobre eso, es una posibilidad después
de todo. Mike también tiene un extraño color verde, lo que no aplaca
exactamente mi mente repentinamente sospechosa. 92
—Yo... hay un tipo en la recepción que quiere verte. Lleva treinta
minutos esperando. Las enfermeras dijeron que no te llamarían si no era
una emergencia, y él no es un familiar. Y entonces Gracie no te llamo
porque le mintió y le dijo que era tu hermano.
Resoplo cuando imagino a Zeth tratando de hacerse pasar por mi
hermano.
—¿Cómo supo que estaba mintiendo?
Mikey vacila, volviéndose hacia el pasillo. Quiere irse de aquí tan
mal.
—Principalmente porque es negro y tú no lo eres.
¿Negro? Pongo mi taza de café a un lado, mi atención de repente
centrándose al cien por ciento en el chico nervioso que tengo frente a mí.
Se agita, poniéndome nerviosa.
—Dijo que si no regresaba contigo en diez minutos, iba a quemar
mi Jetta7, Sloane. ¿Crees que... hay alguna manera de que podamos...?
—Señala con el pulgar sobre su hombro, haciendo una mueca.
Es posible que este tipo no sea realmente Zeth, pero si está
amenazando con bombardear el auto de alguien, sin duda tiene algo que

7
El Volkswagen Jetta es un automóvil, producido por el fabricante alemán Volkswagen
desde 1979.
ver con él. Gimo y me pongo de pie, esto será horrible. Mikey
prácticamente vuelve corriendo a la recepción, deteniéndose para
asegurarse de mirar por encima del hombro en caso de que realmente no
esté yendo. Cuando llegamos, Grace mira a Mikey con una profunda
desaprobación. Al venir a buscarme, ha ido en su contra y eso es lo último
que quieres hacer por aquí. Grace es la señora y supervisora de este
mundo. Probablemente hubiera sido mejor que Mikey se despidiera de su
auto con un beso. Sentado en una silla plegable roja en el área de espera,
Michael, el portero de la noche anterior, está esperando pacientemente,
con las manos cruzadas sobre su regazo.
Sus ojos castaños cobran vida cuando me ve. Se pone de pie y se
acerca, vestido con el traje gris más hermoso, de ninguna manera no
puede no ser de diseñador, complementando a la perfección su tono de
piel color moca.
—Señorita Romera. —Inclina cortésmente la cabeza—. El señor
Mayfair me dijo que la encontraría aquí.
—¿El señor Mayfair?
Los ojos de Michael parpadean, la curiosidad se enciende y luego
desaparece con la misma rapidez.
—Zeth. Me pidió que viniera y le diera esto. —Saca un sobre negro
del bolsillo de su pecho, sellado y dirigido con una sola S trazada, escrita
en oro. Lo tomo de Michael, frunciendo el ceño. La mayoría de las
personas solo habrían enviado un mensaje de texto, pero no. No Zeth
93
Mayfair (¿seguramente un apellido demasiado ordinario para él?).
Michael me ofrece una sonrisa amistosa, cómo demonios puede
tranquilizarme es un milagro. Es el tipo de hombre del que otros huyen,
rápido y en la otra dirección, mientras suplican por sus vidas.
—¿Sabes lo que hay aquí, Michael? —Agito el sobre de lado a lado,
algo pesado y duro se desliza por el movimiento, y ya puedo sentir lo que
es. Ese arrogante, manipulador...
—Lo hago —me informa.
—¿Quiero saber?
—El señor Mayfair insistió en que esperara aquí hasta que le haya
visto seguir las instrucciones que se encuentran en su carta. —Sus ojos
brillan con risa cuando me dice esto, como si estuviera disfrutando de la
furia que florece en mi rostro. No tengo tiempo para esto. No lo necesito.
Rompo el puntiagudo y costoso papel negro y saco la nota del interior,
que es igual de gruesa y lujosa. No hay muchas palabras garabateadas
en el papel, pero son lo suficientemente poderosas.

Sloane,
Pon esto con el resto de tus llaves.
Dale a Michael la de tu apartamento. La traerá de vuelta
dentro de una hora.
Z

Olvídate de estar enojada antes. Ahora estoy lívida. Ahora estoy


viendo rojo. ¿Cree que puede exigir la llave de mi casa? ¿Piensa que solo
se la entregaré al hombre más intimidante, aparte de él, al que me he
cruzado? ¡Ja!
—Presiona los frenos allí, amigo —le digo a Michael. Está sonriendo
ahora, mostrándome sus brillantes dientes blancos, riendo por lo bajo—
. ¿Por qué diablos cree que esto funcionará conmigo?
—Porque escuché sobre un contacto suyo esta mañana: Rufus. Y
Zee cree que podrías estar agradecida por la información que
amablemente compartió con nosotros. ¿Algo sobre una mujer que podrías
estar buscando?
Cierro mi puño alrededor de la llave aún dentro del sobre. ¿Él
está... está hablando en serio?
—No hace más de cinco horas me dijo que no iba a ayudarme —
murmuré.
—Dice muchas cosas. El truco es averiguar cuándo realmente está
diciendo la verdad. Ha estado buscando desde hace un tiempo. No desde
el hotel, sino...
Oh Dios mío, creo que voy a vomitar. 94
—¿Sabes sobre eso?
—El señor Mayfair me informó solo de lo que consideraba de suma
importancia. Necesitaba saber a quién estaba vigilando para él. Aunque
no puede decirle que se lo dije. Estaría en seis pedazos y en el fondo de
los muelles antes de que pudiera parpadear.
Todo esto de repente es muy abrumador. Me acerco a las sillas de
la sala de espera y me siento, cubriéndome la cara con las manos. Mi
corazón bombea con venganza, finalmente, finalmente, finalmente,
finalmente...
Finalmente.
Michael se sienta a mi lado, dejándome digerir. Inclino mi cabeza
hacia un lado, cerrando los ojos, tratando de mantener las lágrimas a
raya.
—Llámalo —le susurro—. Necesito hablar con él.
Esos dientes extraordinariamente blancos son exhibidos de nuevo.
—Puede llamarlo usted misma, señorita Romera. Puso su
información de contacto en su teléfono antes de devolverlo.
Saco mi teléfono de mi bolsillo y lo compruebo de inmediato para
ver si es verdad. S, T, U, V, W, X, Y... mi dedo se detiene sobre la pantalla
táctil.
Z.
Ahí está. Una sola letra, seguida de once dígitos.
Mi corazón. Dios, mi corazón no sabe qué hacer con eso. Presiono
el botón de llamada, mirando a Michael con recelo. El sonido del tono de
marcado es suficiente para que mis palmas comiencen a sudar. Suena
una vez, dos veces...
Una pausa…
—¿Lo has hecho?
Esa voz es aún más profunda al final de un teléfono: un gruñido,
una reverberación baja que me hace querer juntar las piernas para
detener la necesidad que se construye.
—¿Hacer qué? —susurro.
—No juegues conmigo, Sloane.
Ya estoy presionando mi suerte con él y apenas nos hemos dicho
dos palabras.
—Bien —admito—. No, no lo he hecho. Realmente no puedo decir
que quiero o necesito la llave de tu retorcida guarida sexual.
—No es la llave de mi retorcida guarida sexual —dice, y me
sorprende el sonido de la risa en su voz. Es la cosa más deliciosa que he
escuchado—. Es la llave de mi casa. Y si tienes la mía, entonces es justo
que tenga una llave de la tuya.
—¿Y si no quiero?
95
—No lo sé. No sé cómo se ve esa realidad.
Sí. Lo apostaría. Apuesto a que nunca consideró que rechazaría
esta demanda suya.
—Pero hazte la pregunta, Sloane. Pregúntate a ti misma si quieres
alejarte. Si me quieres fuera de tu vida. Olvídate de Alexis y de Eli y la
forma en que tú y yo nos conocimos. Piensa en lo que pasó anoche en su
lugar. Tú sabías quién era yo entonces, exactamente quién era yo. Sabías
lo que me gustaba. Y elegiste estar conmigo así.
Espera en silencio, su respiración lenta y medida, enviando
escalofríos por mi espina dorsal mientras hago lo que me dijo. Lo
considero. Este camino solo puede llevar a problemas. Un tipo peligroso
como Zeth, mezclado con Dios sabe qué y con quién... Le dispararon hace
tres semanas joder. Eso no es algo de su pasado. Eso es muy actual.
—Además, el chico que estaba viendo las heridas de Lacey ha
desaparecido —dice en voz baja—. Ella necesita que le cambien los
vendajes. No quieres que haga eso, ¿verdad? Tengo las manos muy
sucias.
—Sí, lo sé todo sobre tus manos sucias —le contesto,
sonrojándome ligeramente cuando recuerdo a Michael sentado a mi
lado—. ¿Qué pasaría si dijera que no?
—Entonces tendríamos problemas. Te entregaste a mí. Eres mía.
Eso no es algo que puedas deshacer.
—Estoy segura de que muchas chicas se han entregado a ti. Puedes
volver a follarlas.
—No me follaré a nadie más que a ti de aquí en adelante, cariño.
—Hasta que te aburras, ¿quieres decir?
—Hasta que me disparen y se termine. Hasta que empaques toda
tu mierda y huyas de mí. Pero déjame decir esto, Sloane... No te molestes
en correr. Solo tendré que ir a buscarte. Quédate aquí y quédate conmigo.
Haré que valga la pena.
¿Por qué, justo cuando puede parecer que está tratando de ser
dulce, entonces lo sigue con una amenaza? ¿Y por qué ese peligro me
emociona tanto? Siento que podría necesitar algunas sesiones con Pippa.
—Está bien.
—¿Está bien?
Respiro hondo y luego extraigo la llave del sobre: es pequeña, de
latón, la clase de llave hecha para un candado. Cierro mis dedos
alrededor de ella, sintiendo las crestas afiladas mordiendo mi palma. Soy
una estúpida, estúpida mujer.
—Está bien, Zeth. De acuerdo. He reclamado la propiedad de tu
estúpida jodida llave. —Y tú has reclamado la propiedad sobre mí. Todavía 96
no tengo idea de por qué me quiere tanto, pero no lo dudo. Zeth no pierde
su tiempo. Ya sé mucho de él. Si no estuviera interesado, no estaría yendo
a estos extremos. Ya estaría en mi camino de ser una conquista olvidada
hace mucho tiempo.
—¿Y le darás la tuya a Michael?
—Sí. Sí, se la voy a dar, lo juro.
Un gruñido malvado viaja por la línea y directamente a mi oído,
cierro mis párpados. No sé qué he hecho. No sé lo que he acordado, pero
me siento aliviada. Tan, tan aliviada. He visto a pacientes terminales
pasar por esto antes. Luchan y luchan durante tanto tiempo, se niegan
valientemente a darse por vencidos, y luego, cuando se les dice que no
sirve de nada y no hay nada más que hacer aparte de dejarse ir... ahí es
cuando encuentran su paz. Ese es el mar de rendición en el que estoy
flotando ahora mismo. Es profundo, y no faltará mucho tiempo antes de
que me olvide de flotar y me deje hundir. Hundida para siempre.
—¿Sloane?
—¿Sí?
—Solo pensé que deberías saber...
Y luego dice las dos palabras que pensé que nunca oiría. Dos
palabras que rompen mi corazón.
—Está viva.
15
Zeth
Traducido por RRZOE & MadHatter
Corregido por Yani

—¡Zeth! Zeth ¡Despierta! —Algo pequeño y duro me golpea en las


costillas. Me estremezco, apartándome instantáneamente del contacto.
En el espacio de dos segundos, me levanto de la cama, agarrando a la
persona que me estaba tocando y levanto mi puño, listo para atacar.
Consigo evitar que se caiga justo a tiempo: la persona que fue lo
suficientemente estúpida como para entrar en una habitación en la que
duermo no es en realidad una persona. Es un mango de escoba. Me
explotan las rodillas de dolor donde me golpeé cuando salí de la cama y
mi corazón se aceleró como un pistón furioso.
No es él. No es él. Estás bien. Respira. 97
Parpadeo al mango de la escoba, tratando de apagar los comandos
de ataque que están gritando dentro de mi cabeza.
—Zeth.
La voz es sólida. Calmada. Firme. Aparto la vista de la madera
pálida que yace en el piso a mis pies y encuentro a Lacey de pie en la
puerta, con su bata de toalla rosa gastada y ajustada alrededor de su
cuerpo. Está raída, pero la chica no la tira. Su piel es tan pálida que
parece un maldito fantasma. Ella sabe que no debe molestarme si estoy
en mi habitación y la puerta está cerrada, algo debe pasar arriba. La chica
es inteligente. Supo que debía empujarme con algo desde lejos en lugar
de acercarse a mí en la cama. Es bastante humillante en el mismo
sentido, pero entonces prefiero sufrir la humillación en lugar de herirla.
De repente me doy cuenta de que estoy desnudo. Siempre duermo
desnudo. Al enderezarme lentamente de mi postura defensiva, fijo una
mirada inquisitiva sobre Lacey.
—¿Qué pasa? —pregunto cortante. No parpadea ante el hecho de
que estoy tan desnudo como el día en que nací. Tampoco parpadea ante
el hecho de que ataco a las personas mientras duermo. Sabemos que no
debemos sondearnos el uno al otro, meternos en lugares en los que no
somos bienvenidos. Lo entiende. Ella tiene su mierda y yo definitivamente
tengo la mía.
—No puedo dormir. No me siento muy bien —susurra Lace—.
¿Tenemos algún analgésico?
Cuando tu compañero de casa decide suicidarse, hay ciertas
precauciones que debes tomar cuando vuelve a casa. ¿Tienes codeína en
tu botiquín? ¿Paracetamol? ¿Cuchillos en tu cocina? ¿Blanqueador
debajo del fregadero de tu cocina? Sí, yo no. Ya no. No hasta que esté
seguro de que Lacey está bien de nuevo.
Voy descalzo hasta la mesita de noche y agarro el paquete de
Tylenol que mantengo allí para quitarme el borde de las resacas. Pueden
ser jodidamente brutales dependiendo de lo duro que me castigue, o de
lo malas que sean las pesadillas. Extraigo dos pastillas del blíster y me
dirijo a Lacey, ofreciéndolas en la mano. Pone los ojos en blanco.
—Dios mío, Zee, estás siendo un retrasado.
—Tú eres la retardada. —La miro. Sabe que todavía no la he
perdonado por la mierda que hizo, pero no ha dicho que lo lamenta.
Nunca lo hará. Moriré conteniendo la respiración antes de que eso
suceda. Espero que una parte de ella realmente esté esperando que lo
diga: Lo siento, Lace. Siento haber arrastrado tu ingrato trasero al hospital
una vez más. Lo siento por salvar tu vida.
¿Pero sabes qué? Joder con eso. Está siendo una perra egoísta en
este momento. La observo mientras se mete las pastillas por su garganta
y las traga en seco. Y luego cruzo una línea.
—¿Por qué, Lace?
98
No se molesta en fingir que no sabe lo que le estoy preguntando.
Todos los médicos del hospital, todos y cada uno de ellos, deben haberle
hecho la misma pregunta. Se mete el cabello desordenado detrás de la
oreja y tira del puño de la bata. He roto un acuerdo secreto entre los dos.
Aunque ella lo sabe. Sabe que no puede dejarme de lado. Sabe que
tiene que decirme algo, ya sea la verdad o solo la mitad. Frunce el ceño,
la ira parpadea en sus ojos.
—¿Sabes cuándo te despiertas en medio de la noche y tu corazón
late con fuerza? ¿Cuando el sueño se siente tan real, todavía puedes
sentir y escuchar todo lo que suena en tus oídos, arrastrándose por tu
piel? ¿Cuándo puedes incluso cerrar los ojos sin estar aterrorizada?
Me quedo inmóvil como el mármol, estudiándola ferozmente. Sabe
que lo experimento por las noches, pero no lo admito. Mierda, no. Nunca
admitiré tener miedo otra vez. Jamás.
Lacey acepta mi silencio.
—Bueno, ya no siento eso, Zeth. Sueño... y me despierto y ya no...
no tengo miedo. Lo he aceptado. Mi cuerpo lo ha aceptado. Hay algo muy
malo conmigo —susurra. Hay un horror en sus ojos que entiendo muy
bien. Lo que sea que le haya sucedido, en algún lugar del camino, su
cuerpo ha cometido el acto más oscuro de traición: comenzó a disfrutarlo.
—Morir es lo único que temo en estos días —respira—, y necesito
tener miedo. Necesito no sentirme como... como lo hago. Preferiría estar
muerta.
Parece una niña perdida con su bata sucia, su cabello desordenado
y sus ojos azules atormentados. Miro hacia otro lado, asintiendo.
—¿Qué necesitas? —pregunto. No puedo tocarla. No puedo
abrazarla. Hay algunas cosas que puedo hacer, y hay algunas cosas que
no puedo. No lo haré.
—Nada —me dice—. Ya has hecho suficiente. —Su expresión
adquiere una mirada vacía mientras se enfoca en mi pecho—. Esa
doctora, quería que fuera a ver a su amiga. Dijo que ella me ayudaría.
—¿Y qué dijiste?
—Le dije la verdad. Que no tiene sentido. No se puede arreglar algo
que ni siquiera es vagamente lo que solía ser. Apenas me siento humana,
Zeth. Soy como una de esas estatuas que quedaron tras Pompeya. Mi
forma todavía está aquí. El esquema de lo que solía ser. Pero el resto de
mí se ha ido. Nunca lo volveré a recuperar. Solo soy piedra y cenizas.
***

Sloane 99
Escucho el golpe en la puerta a pesar de que la radio se encuentra
a todo volumen. No tengo vecinos, al menos a una distancia de dos o tres
kilómetros, así que nunca tengo que preocuparme por las quejas por el
ruido.
GOLPE, GOLPE, GOLPE.
Los golpes prácticamente sacuden el vidrio en los marcos de las
ventanas que dan a la ciudad a la distancia.
Hago una pausa en doblar mi ropa. Suena de nuevo. Golpe, golpe,
golpe. Quienquiera que sea, se está enojando.
Inmediatamente pienso lo peor: es él. Pero entonces recuerdo: Zeth
tiene llave. Simplemente entraría si estuviera aquí. De nuevo, ¿por qué
demonios acepté eso? Camino por el pasillo en mis calcetines, recogiendo
el bate de béisbol que siempre mantengo apoyado contra la pared detrás
de la puerta principal. Miro a través de la mirilla y mi estómago cae. Hago
girar el bate una y otra vez en la mano, mordiéndome el labio inferior.
Puede que ahora tenga una llave, pero por alguna razón, Zeth está
golpeando mi puerta a las diez de la mañana en mi único día libre esta
semana. Se ve absolutamente furioso, el cristal de la mirilla distorsiona
su rostro. Se ve como un gigante.
—Sloane. Si entro y te encuentro allí, las cosas se pondrán muy
incómodas. —No grita cuando habla. Habla en un tono de conversación,
como si supiera que me encuentro de pie al otro lado de la puerta,
mirándolo fijamente. Mira directamente a la mirilla y arquea una ceja.
Mierda.
Abro la puerta, frunciéndole el ceño.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿No pudiste haber enviado un
mensaje o algo así? —La esquina de su boca se contrae y me doy cuenta
de que intenta no sonreír. Está mirando el bate de béisbol en mi mano.
—Podría haberlo hecho. Pero no lo hice.
—Bueno, deberías haberlo hecho.
—Quería ver dónde vivías. —Sonríe con una mueca secreta y sé lo
que significa. Ya sabía bien en dónde vivía. Se ve ridículamente atractivo
con su camiseta negra ajustada y su chaqueta de cuero, y sus vaqueros
lo abrazan en todos los lugares correctos. Cabello oscuro, ojos oscuros,
ropa oscura... Estoy casi sorprendida de verlo a la luz del día.
—Si no te invito a entrar, ¿vas a quedarte en el umbral? —Me siento
particularmente presumida por eso. Zeth vuelve a hacer la cosa de la ceja
y entra en la casa.
—Piensas que acabo de salir de una película de terror, ¿no?
—Bueno, esto no es un cuento de hadas, ¿verdad?
—Podría serlo. Si lo permites. 100
—¿Ah, sí? ¿Y quién se supone que eres? ¿Mi príncipe azul?
Resopla ante eso.
—No, niña tonta. Soy el gran lobo malo. —Mira a su alrededor con
una curiosidad descarada que no hace nada para amortiguar su vibra
depredadora. En todo caso, parece que está buscando las salidas,
documentando todas las rutas de escape posibles. No para él, por
supuesto. Para mí. Preguntándose en qué dirección voy a correr.
—¿Qué estás haciendo aquí, Zeth?
—Te lo dije. Quería ver dónde vives.
—No, no es así.
—¿Oh? ¿Ya me conoces tan bien? —Toma un marco de fotos,
estudiando una imagen de Alexis y de mí en el campamento de verano.
Parecemos dos guisantes en una vaina, sonriendo, ambas abrazándonos.
Él no debería estar aquí. No debería estar agarrando mis pertenencias,
haciendo cosas mundanas como revisar mi correo sin abrir que se
encuentra en la encimera de mi cocina.
—Oye. ¿Te importa?
—Vives sola.
—Sí.
—Bien. —Continúa investigando el lugar, dejando la cocina para
dirigirse a la sala de estar. El lugar está bastante vacío, solo un par de
estanterías, sofás de cuero gastados, una pequeña pantalla plana que
nunca enciendo. Su mirada permanece en mi guitarra apoyada contra la
pared en la esquina.
—¿Tocas? —le pregunto.
—No. —Se vuelve y finalmente me presta atención—. ¿Has
terminado de husmear?
—La única habitación que estoy interesado en husmear es el
dormitorio, Sloane. Ahora mismo me estoy asegurando de que tu casa
sea segura. Y lo es.
—Lo sé. Gasté miles de dólares asegurándome de que fuera a
prueba de robos cuando me mudé. Ahora, si no te importa, tengo tareas
domésticas que debería estar haciendo.
Zeth sonríe, como si la idea de que yo hiciera tareas domésticas
fuera la mierda más divertida de la historia.
—Esta amiga tuya, la doctora —dice—. Quiero conocerla.
—¿Qué?
—Quiero conocerla.
—¿Por qué?
—Para poder evaluar si puede ayudar a Lacey.
101
¿Ayudar a Lacey? Me lleva un momento comprenderlo. ¿Está
pidiendo ayuda para su amiga? Nunca, ni en un millón de años pensé
que iba a pedirme eso. Sobre todo porque la chica parecía firme en que
no quería ayuda. No importa que ella me haya prometido regresar al
hospital; me han mentido muchas personas para saber cuándo alguien
me está diciendo lo que cree que quiero escuchar.
—El nombre de mi amiga es Pippa. ¿Y por qué demonios debería
ayudarte?
Una sonrisa imprudente curva la boca de Zeth hacia un lado.
—Pippa, ¿eh? —Parece que disfruta de una broma secreta. Camina
lentamente a través de la sala de estar, su rostro repentinamente lleno
de peligro y destrucción. Siento que estoy siendo cazada. Retrocedo
cuando se acerca, pero la maldita pared me detiene después de dar tres
pasos. Zeth se inclina hacia mí y roza la línea de mi mandíbula con el
puente de su nariz, respirando profundamente. Inhalándome—. Me
ayudarás por cuatro razones. —Levanta las manos y encuentra mis
caderas, moviéndose lentamente sobre mi cuerpo, tomándose su tiempo,
hasta que mete la mano en el bolsillo de mis vaqueros y saca mi teléfono.
Permanezco congelada todo el tiempo, enraizada en el lugar. Me está
tocando. Me está tocando a plena luz del día.
—Uno —dice, dejando caer su contacto visual para mirar mi
teléfono—, vas a llamar a Pippa porque te lo pido. Esa es la única razón
que necesitarás de aquí en adelante. —Empieza a teclear los botones y
luego se desplaza por la pantalla táctil, frunciendo el ceño suavemente—
. Dos: vas a llamar a Pippa porque eres médica y quieres ayudar a Lacey.
Presiona el botón de llamada en mi celular y me lo ofrece. Se lo
quito, un poco aturdida por el hecho de que se encuentre tan cerca de mí
y que estoy prácticamente borracha por su olor, y también porque no
puedo decir que no. Él ya es demasiado dominante, demasiado poderoso,
demasiado confiado en sí mismo para dudar de que haré lo que me dice.
El teléfono empieza a sonar en mi oído.
—Tres: vas a hacer lo que te pido porque he decidido que te voy a
ayudar. Voy a ayudarte a encontrar a Alexis. —Levanta un dedo a mis
labios para evitar que diga nada antes de que pueda pronunciar una
palabra, no, gracias, no es hora de joder. Nada—. Y en cuarto lugar... —
Se muerde el labio inferior, tirándolo entre sus dientes, y sé que estoy
arruinada. Estoy arruinada para cualquier otro hombre en la faz del
planeta. Se acerca otra vez, presionando sus labios contra mi oreja. Estoy
temblando antes de que deslice su mano por la parte delantera de mis
vaqueros—. En cuarto lugar, Sloane, estoy a punto de provocarte un
orgasmo. Y estarás muy agradecida. —La presión de sus dedos índice y
medio separándome, separando mis labios vaginales para encontrar mi
clítoris, me hace jadear.
»¿Estás lista?
Tenso cada músculo en mi cuerpo. Una chispa perversa brilla en 102
sus ojos, desafiándome a decirle que no. No lo hago. No puedo. Desliza
sus dedos hacia adelante, gimiendo, empujándolos dentro de mí, su
mirada firmemente fija en mí. Aspiro profundamente, luchando contra la
urgencia de poner los ojos en blanco.
—¿Sloane? ¿Sloane? ¿Estás ahí?
Ni siquiera he notado que el tono de llamada dejó de sonar en mi
oído.
—Mierda.
—Bueno, hola a ti también. —Pippa suena ligeramente entretenida
por mi saludo. Zeth se ve tan malvado como puede lucir un hombre
mientras empuja sus dedos dentro de mí con aún más fuerza.
—¿Quieres que me detenga? —susurra.
Meneo la cabeza.
—Entonces será mejor que empieces a hablar.
Una penetrante ola de placer atraviesa mi cuerpo. No puedo hacerlo
más, cierro los ojos. Eso es todo. Él será mi perdición. Puedo sentirlo.
—Pippa, hola... yo... necesito pedirte un favor.
Sobre la autora
Callie Hart es una de las autoras más
vendidas de novelas románticas dark de USA
Today. Es una romántica obsesiva a la que le
encanta dar un giro oscuro a sus historias.
Sus personajes son individuos imperfectos y
defectuosos que dictan cuándo come,
duerme y respira. Le encanta viajar y, a
menudo, escribe sus libros cuando está de
viaje, inspirándose en su entorno, a menudo
único y salvaje.

Si no está escribiendo, sin duda la


encontrarás con la nariz hundida en un
libro, o viendo programas en CW 103
Próximo Libro

104
Zeth Mayfair es prácticamente lo último que necesito en mi vida.
Y sin embargo, con cada respiración que tomo, se arraiga más a cada
aspecto de ella:
Tiene una llave de mi casa.
Sabe dónde trabajo.
Dejó a su extraña compañera mentalmente traumatizada en la
puerta de mi casa y se alejó hacia el atardecer en busca de mi hermana
desaparecida.
Quiero olvidarlo. Quiero cambiar las cerraduras y borrar su
rostro, arrancar su nombre de mi memoria. El problema es que también
lo necesito. Lo necesito más de lo que necesito al aire para respirar, y
ahora no puedo estar sin él.
Me posee.
Me atormenta.
Me ha fracturado.

Blood & Roses #2


105

También podría gustarte