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En los modelos de gestión por competencias se establece una distinción entre las
competencias que los individuos poseen —muy poco modificables— frente
a las que adquieren —estas pueden ser desarrolladas—. Veamos:
El liderazgo por valores surge del largo trajinar de otros estilos que van
cumpliendo su ciclo, y con ello dan paso a nuevas formas, más adecuadas, por
cierto, al nuevo entorno que se enfrenta.
Como los cambios del entorno no dependen de nosotros, siempre habrá un nivel
de incertidumbre; por lo tanto, esperar lo contrario no tiene mucho sentido; en
cambio, cuando tenemos presente a nuestros valores, no hay duda de la
certidumbre que tenemos sobre la forma correcta de responder, acorde con esos
valores, lo cual nos da la seguridad y tranquilidad del buen actuar.
A pesar de que cada persona tiene sus propios valores, la organización debe
contar con la coincidencia o compatibilidad de sus valores con los de sus
colaboradores. Esta es la única manera en que no existan conflictos por
discrepancias entre lo que se busca institucionalmente y lo que se piensa
personalmente.
Fuente: Adaptado de: GARCÍA, S.; DOLAN, S. (1997). La dirección por valores. Editorial: McGraw-Hill.
Los puestos deben ser ideados para que el colaborador tenga sentido de posesión
y responsabilidad, para ello es imperativo una evaluación de persona/puesto.