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La época Preclásica
La historia maya propiamente dicha se inicia cerca del 2000 a.C., con la época
Preclásica o Formativa, que termina hacia el año 150 d.C. En esa primera etapa de su
desarrollo cultural, los mayas compartieron con los demás grupos de Mesoamérica una
serie de rasgos comunes como la agricultura, básicamente del maíz, el frijol y la
calabaza, complementada con la práctica de la pesca, la caza y la recolección como
modo de subsistencia.
Tenían una organización simple en la que todo el grupo compartía por igual las faenas
elementales, y su religión era igualmente sencilla, sin el formalismo y la elaboración
ceremonial que alcanzaría más tarde. Es probable que el jefe de la familia o el anciano
de mayor prestigio dentro de la comunidad hiciera las veces de sacerdote del culto
familiar, y que el brujo o chamán, supuestamente dotado de poderes sobrenaturales,
realizara prácticas mágico-religiosas con las que pretendía controlar las fuerzas de la
naturaleza.
Los dioses eran la deificación de aquellos elementos naturales que guardaban mayor
relación con su vida y sus necesidades, como el fuego, el sol, la lluvia, la luna, la
fertilidad y la tierra.
Es en la última fase de esta época correspondiente al Preclásico Superior, cuando se
empiezan a notar los rasgos definitivos que caracterizarían a la cultura maya: sus
conocimientos científicos, aunque incipientes, sobre escritura y el calendario; el culto a
las estelas y los altares (en Izapa con influencia olmeca) y la arquitectura en piedra,
incluyendo al techo de bóveda maya o arco falso, inspirado en el techo de palma de la
choza. Se construyen las primeras grandes ciudades (El Mirador) con pirámides,
templos y palacios alrededor de patios o plazas y se establece la división en clases
sociales, así como las especializaciones en el trabajo. Se da así inicio a la diferenciación
regional de Mesoamérica, lo que dará lugar a las grandes civilizaciones prehispánicas.
Otra hipótesis planteaba que el campesino maya utilizaba la selva en vez de destruirla,
como resultado del sistema de milpa, que requiere cortar y quemar la vegetación para
limpiar y preparar el terreno de cultivo, y postulaba que la base de la alimentación del
pueblo podía haber sido el fruto del ramón (Brossimun Alicastrum; ox, en maya), que
crece silvestre en la península de Yucatán, en el Peten y otras regiones del área maya,
rico en proteínas y con cuyo fruto se pueden hacer tortillas. Según esta hipótesis, el
maíz debería haber sido alimento de las clases más elevadas, y sugeriría además que el
campesino debía tener un huerto familiar junto a su choza, para cultivar árboles frutales
y criar animales domésticos que completaran su diera alimenticia.
Hoy existen evidencias arqueológicas de que los mayas también utilizaran otras técnicas
más productivas, como la construcción de canales de riego y el cultivo en las orillas de
los ríos, lagos y pantanos. Investigaciones recientes consideran la posible existencia de
sistemas de canales, terrazas y campos elevados en varias regiones de sus tierras.
Cuando llegaron los españoles, los mayas —al igual que otros grupos mesoamericanos
— vivían prácticamente en la edad de piedra desde el punto de vista tecnológico. Los
metales, a los que conocieron tardíamente —a partir del siglo X— los utilizaron sobre
todo para ornato, mientras la piedra tallada y pulida se utilizó no sólo para hacer
utensilios e implementos de trabajo, sino también en armas, recipientes, adornos, etc., y
en la obtención de pigmentos colorantes.
De la fauna y la flora obtenían gran cantidad de materias primas para cubrir sus
necesidades. Entre las de origen animal se pueden citar las pieles para su indumentaria y
tal vez el pelo de conejo para bordar las prendas de vestir; plumas, para sus elaborados
tocados, capas, armas defensivas, insignias, adornos de la indumentaria, etc; la grana o
cochinilla que se usó como colorante para teñir la ropa, la cera como combustible en la
iluminación y para elaborar algunas artes menores; la concha, en adornos y utensilios,
mientras que las de un tipo especial (Spondylus) las emplearon como unidad de trueque;
los huesos e instrumentos musicales, objetos ceremoniales, adornos, punzones, agujas,
leznas, etc; los caracoles marinos, en instrumentos musicales y en la elaboración de
ornamentos; los dientes y espinas de algunos peces, los usaron en ritos ceremoniales.
Por otro lado, es interesante señalar que durante el Clásico Tardío Terminal (800-1000
d.C.) se observan rasgos que muestran la presencia o fuerte influencia maya —o ambas
a la vez— en sitios del Altiplano Central mexicano, como Xochicalco. Cacaxtla y,
mucho antes, en Teotihuacán.
La organización social.
Las figurillas de barro, los relieves en dinteles y estelas, las pinturas con
representaciones antropomorfas y las fuentes históricas consignan datos suficientes para
deducir que la antigua sociedad maya estuvo dividida en clases sociales. El poder lo
ejercía una casta privilegiada de nobles guerreros y sacerdotes, cuyo sostenimiento
material y político corría a cargo del resto de la comunidad: desde los plebeyos —
comerciantes, artesanos, agricultores, etc.— hasta el nivel social más bajo, el de los
esclavos. Además, con base en los estudios de las inscripciones jeroglíficas se ha
planteado la existencia de linajes reales y de una sucesión hereditaria bilateral de
primera importancia en la adquisición del poder que incluía el reconocimiento de la
línea femenina.
Durante la época Clásica la sociedad maya se concibe como una especie de pirámide
social, en cuyo vértice se encontraba el Halach Uinic (el Hombre Verdadero), quien
ejercía el máximo poder civil y militar desde la ciudad que fungía como capital de un
territorio o ciudad-estado independiente e incluso es posible que en un momento dado,
ese mismo personaje haya ejercido la función de gran sacerdote o Ahaucán (Señor
Serpiente). En cuanto a su poder militar, basta ver las representaciones de los grandes
señores, miembros de los linajes gobernantes en las grandes capitales del mundo maya
empuñando armas y sujetando por el cabello a los cautivos.
Tal vez desde entonces — tal como ocurrió en la época anterior a la Conquista— un
consejo de nobles auxiliaba al Halach Uinic en el ejercicio del poder, lo que también
hacían los gobernantes de cada una de las poblaciones integrantes del Estado, que tenían
a su cargo la recaudación de los tributos. A estos personajes se agregaba una serie de
funcionarios menores que realizaban tareas complementarias y formaban una jerarquía
burocrática.
Algo similar sucedía con la jerarquía sacerdotal, la cual empezaba con el Ahaucán y
continuaba hacia abajo con una serie de sacerdotes menores, llamados en general Ah
Kin, quienes desempeñaban funciones específicas.
En cuanto a los esclavos, los individuos más desprotegidos y últimos en la escala social,
estos podían serlo por haber delinquido, o por ser prisioneros de guerra o hijos de
esclavos, entre otras causas. Con respecto a los comerciantes y guerreros, originalmente
incluidos entre los no privilegiados, hay datos que consignan su emergencia como una
clase media, rica e influyente, que alcanzó una elevada posición social y económica
durante la época anterior al arribo de los conquistadores.
La organización política.
El territorio maya parece haber estado dividido en una especie de federación de
ciudades-estados políticamente independientes, aunque unidas por fuertes lazos
culturales y alianzas matrimoniales, militares o políticas. Las ruinas de los templos,
palacios y demás estructuras que sobrevivieron los rigores del tiempo deben haber sido
el corazón de la ciudad, donde se concentraban las actividades cívicas, ceremoniales y
administrativas, así como asiento de las residencias de la dase privilegiada o dirigente.
Las casas-habitación del resto de la población, semejantes a las que siguen usando los
campesinos mayas actuales, estarían distribuidas formando grupos dispersos y
repartidos en una extensa área. Sin embargo, hay ciudades como Tikal y Dzibil-chaltún,
donde a fines del Clásico Tardío se observa cierta concentración de la población y una
ocupación ininterrumpida de carácter doméstico cerca de los templos y estructuras de
carácter ceremonial, aunque esto pudo deberse a las situaciones sociopolíticas vigentes
entonces.
El descubrimiento de los glifos emblema —que sólo aparecen en una gran ciudad, que
se supone representan su nombre, y que comparten con otras ciudades más pequeñas o
de menor importancia— ha fortalecido la idea de que existió cierta dependencia política
de algunas poblaciones menores con respecto a otra de mayor importancia que
funcionaba como la capital de una región, y con la que formaban una unidad política (lo
que hemos llamado ciudades-estado). Por otra parte, también existen semejanzas
estilísticas entre la gran ciudad-capital y las pequeñas ciudades vecinas que comparten
el glifo emblema de la primera; por ejemplo, el de Palenque (la cabeza de una deidad
muerta o un hueso liso) también aparece en Tortuguero, Jonuta y Miraflores, ciudades
de menor jerarquía que también muestran dependencia estilística en cuanto a detalles
escultóricos y arquitectónicos.
Según evidencias, todas las clases sociales usaron el algodón, aunque el nivel social
determinaba que las telas fueran lisas o adornadas, con motivos pintados, bordados o
entretejidos con motivos pintados, bordados o entretejidos con pluma de animal o pelo
de conejo.
Las mujeres portaban huípiles (túnica suelta, sin mangas, compuesta de dos o más
lienzos añadidos), capas largas y quechquérrútl (prenda formada por dos rectángulos
unidos de manera que los picos caen al frente y hacia atrás como triángulos) y. según el
nivel social, altos y complicados tocados combinados con gruesos cordones de algodón.
Los hombres de las clases altas vestían el taparrabo, cinturones, faldillas, capas y una
especie de sacos abiertos al frente, con o sin mangas.
Los adornos los usaron indistintamente ambos sexos, y mientras más profusos y
ostentosos, más elevada era la posición social del individuo.
Los collares de cuentas se elaboraban preferentemente con piedras verdes; eran usuales
los grandes pectorales, anillos, brazaletes, orejeras, narigueras, bezotes, etc., de
materiales diversos como jade, concha, obsidiana, hueso y pirita, principalmente. El
metal —oro, cobre dorado y tumbaga (aleación de cobre y oro)— y la turquesa llegaron
tardíamente, después del siglo X, y se emplearon en múltiples adornos.
Las plumas de quetzal eran las preferidas para los grandes y elaborados tocados de los
más altos personajes, y también se utilizaron en la confección de capas, escudos e
insignias.
El arte maya. El arte maya estuvo al servicio del grupo en el poder y tuvo un objetivo
principal: honrar, complacer y sustentar a los dioses e inmortalizar a los grandes
señores. El artista fue un auxiliar importante que no vaciló en sacrificar ciertos aspectos,
como el sentido de la proporción, con tal de magnificar y destacar la presencia de
símbolos que denotaran la Jerarquía de los personajes representados. Sin embargo, fue
realista y humano, ya que también reflejó situaciones y personajes de la vida cotidiana;
todo le sirvió de inspiración: las actividades diarias, los animales, los seres humanos,
particularmente aquellos con deformaciones patológicas, de todas las jerarquías sociales
y profesiones; las creencias religiosas, etcétera.
Del artista maya se ha dicho que no deja espacios sin llenar, y gracias a ese afán de
incluir muchos detalles en sus representaciones, los objetos rescatados resultan
verdaderos documentos que informan sobre numerosos aspectos cíe la cultura: los
símbolos religiosos, el tipo físico, ciertas artesanías hechas con materiales perecederos,
la moda, etcétera.
Además, la gran diversidad ambiental del área maya, aunada a la relativa autonomía de
las ciudades-estado, propiciaron el surgimiento de estilas regionales, y como los
materiales disponibles eran diferentes, las expresiones artísticas también resultan
diversas y especiales.
Conocimientos científicos.
Como todo pueblo agricultor, los mayas debieron establecer tiempos de corte, siembra
y cosecha, organizar la fuerza de trabajo para la producción y construir obras de
regadío, edificios públicos administrativos y de culto, etc. todo lo cual los obligó a
observar metódicamente la naturaleza y la recurrencia de los fenómenos naturales, así
como a registrar, por ejemplo, el curso de los astros en el firmamento, el
comportamiento de las plantas y animales y las propiedades de los múltiples recursos
ambientales.
Por otra parte tuvieron conciencia de que su calendario civil (de 365 días) no coincidía
con el año solar real de 365.2422 días, y que por ello era necesario corregir el error
acumulado cada cierto tiempo, así que hicieron cálculos y concibieron un sistema para
ajustarlo; el resultado es más exacto que diezmilésimo de días que nuestro actual
sistema calendario gregoriano.
La escritura.
La guerra.
Religión. En las épocas más antiguas, la práctica religiosa de los mayas estuvieron
instintivamente relacionadas con las fuerzas naturales, que influían de manera
preponderante en su vida diaria y en la satisfacción de sus necesidades elementales. Tal
vez la vida ceremonial de las pequeñas comunidades rurales agrícolas de entonces se
redujera sobre todo a prácticas propiciatorias para la agricultura y la fertilidad, y que sus
dioses más antiguos fueran el sol, la lluvia, la luna y, quizás, la muerte.
Cosmovisión. El creador del hombre fue Hunab-Kú, una deidad abstracta, invisible, tan
superior a los mortales que era casi desconocida para el pueblo, y de la cual
aparentemente no existe representación conocida; fue el padre de Itzamná, señor del
cielo, el día y la noche.
Según las creencias mayas, al cielo lo sostenían cuatro dioses o cargadores, los Bacabes,
relacionados con los cuatro puntos cardinales (concepto cuatripartita citado en párrafos
anteriores) y un color especial: rojo (chac) para el este; blanco (zac) para el norte; negro
(e'ek) para el oeste, y amarillo (kan) para el sur; un quinto color, el verde (ya 'ax),
correspondía a un punto cardinal que nosotros no usamos, el centro. En cada uno de los
cuatro lados del mundo había una ceiba sagrada, asociada al color correspondiente y
considerada el árbol de la abundancia que había proporcionado el primer sustento a la
humanidad.
El cielo maya estaba dividido en trece niveles superiores en los que residían
determinadas deidades, los Oxlahuntikú, o trece señores del supramundo; el
inframundo, a su vez, se dividía en nueve compartimentos presididos por los Bolontikú,
o nueve señores de la noche, deidades malévolas. Las ideas de los mayas con respecto a
la forma de la tierra se conocen poco, aunque al parecer compartían con los mexicas la
creencia de que era la parte superior de un enorme reptil, especie de cocodrilo, que fue
objeto de cierto culto.
Ritos. Las prácticas ceremoniales desempeñaron una función muy importante en la vida
de los mayas. Tenían fechas determinadas para efectuar sus ceremonias principales; las
más importantes eran las que marcaban el final de un periodo calendárico. En esas
ocasiones participaba el pueblo y las ceremonias se efectuaban en las espaciosas plazas
o patios, alrededor de los cuales se levantaban templos, plataformas y demás
estructuras; sin embargo, ciertos ritos secretos sólo los realizaban los sacerdotes en el
interior de los templos.
Las ceremonias incluían ayunos y abstinencias, a manera de purificaciones previas;
ejecución de música, danza y oraciones, quema de copal y sacrificios. Éstos variaban y
podían consistir desde sencillas ofrendas de alimentos, animales y objetos muy diversos,
autosacrificios individuales o colectivos, hasta el sacrificio humano con distintos
medios: decapitación, flechamiento, asfixia por inmersión y extracción del corazón.
El juego de pelota.
En general, entre los pueblos mesoamericanos el juego de pelota más que un deporte fue
un acto ritual relacionado con la fertilidad de la tierra. La desaparición temporal de los
astros —el Sol, la Luna, Venus— se consideraba su muerte aparente, de la que renacían
para reiniciar su trayectoria en el cielo.
Arquitectura.
EI comercio. Los hallazgos arqueológicos han corroborado los datos de las crónicas y
relatos de los frailes y conquistadores con respecto a la existencia de una vasta
organización comercial entre los mayas, así como en cuanto a las relaciones de
intercambio que mantuvieron desde épocas muy antiguas con la Costa del Golfo y el
Altiplano Central y, hacia el sur, hasta el Golfo de Honduras.
Los testimonios refieren mercados establecidos en centros comerciales que también eran
ciudades importantes, a las que acudían comerciantes y peregrinos para rendir culto a un
determinado santuario e intercambiar artículos. AI respecto destacan sitios como
Xicalongo, Xcambó, Islas Cerritos, Chauaca, Cachi, Cozumel, Conil y Ecab. Las
crónicas y relatos también se refieren a rutas marítimas, fluviales y terrestres que los
mayas recorrían en canoas y a pie.
En la zona maya se producía cacao, cera, miel, algodón, copal, sal, plumas de ánade y
quetzal; en cambio, se recibían objetos de metal de Centroamérica y Oaxaca; de
Honduras, bellos vasos de alabastro; y de la Costa del Golfo, cerámica, jade, alabastro,
conchas y otros objetos. Asimismo, llegaban materias primas procedentes del Altiplano
Central, como cristal de roca, obsidiana, cobre, pirita, turquesa, etc. Aunque el sistema
de trueque fue el más común, algunos objetos y materias primas se utilizaron como
moneda: almendras de cacao, conchas coloradas (Spondylus), hachas de cobre en forma
de T, plumas de quetzal, cascabeles de cobre, etcétera.
La cripta, de nueve metros de largo por cuatro de ancho, estaba cubierta por cristales de
calcio que se habían filtrado sobre la bóveda. Los restos del gran gobernante Pakal o
Escudo eran custodiados por los Nueve Señores de la Noche, los Bolontikú,
representados en relieves de estuco sobre la pared.
Hipótesis sobre el colapso cultural. Existen muchas y variadas hipótesis en torno a las
causas del colapso de la cultura y el fin de la época Clásica en el siglo X. En términos
generales pueden resumirse así:
Vestigios óseos que datan de fines del Clásico Tardío muestran evidencias de
malnutrición. Todo parece indicar que a fines del Clásico Terminal existía una
competencia por los alimentos debida al crecimiento de la población, lo que pudo haber
derivado en conflictos militares entre las diversas ciudades –estado.
Los datos de las fuentes históricas sobre la llegada al área maya de nuevos grupos
procedentes del Altiplano Central y la Costa del Golfo, han sido ampliamente
corroborados por las evidencias arqueológicas.
A juzgar por los hallazgos arqueológicos, tal vez ocurrió algo diferente en la Zona
Central, ya que al parecer la gente del pueblo volvió a su rutina de vida anterior —al
menos en algunos de los grandes centros ceremoniales y ciudades que habían vivido el
esplendor de la época Clásica— y continuó cultivando la tierra, cazando y pescando, y
ocasionalmente acudía a celebrar ciertos ritos en los templos abandonados, además de
mantener contacto y relaciones comerciales con grupos vecinos.
En la Zona Norte es sin duda donde resulta más evidente la presencia e influencia de los
grupos foráneos que instalaron su capital en Chichén Itzá y desde allí irradiaron su
poder y su cultura.
Entre los grandes cambios que se observan durante el Posclásico destaca especialmente
el de la reorganización del Estado en secular militarista. Además, los pocos y extensos
Estados se transformaron en muchos de menor tamaño, lo cual se refleja en dos
innovaciones en el planeamiento urbano: su amurallamiento y un creciente interés en la
construcción de unidades residenciales dentro o cerca de los templos. Mayapán y
Dzibilchaltún son los mejores ejemplos de concentración de población en esta última
época, lo que indica la creciente consolidación de una situación que se había iniciado
varios siglos antes; intranquilidad, cambios, movilidad política y social, y clima bélico
ante la presencia de grupos extraños, factores que obligan a las poblaciones a tomar
medidas de precaución.
El contacto.
Tal vez después de la destrucción de Mayapán en 1440, las principales familias que
vivían allí se establecieron en distintos pueblos formando Estados independientes,
donde se erigieron en el linaje que ejerció el poder y que incluso dio su nombre a
algunos de los Estados o provincias, como les llamaron los conquistadores.