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DEGLUCIÓN

La deglución es una respuesta refleja desencadenada por impulsos aferentes de los nervios
trigémino, glosofaríngeo y vago. Estos impulsos son integrados en el núcleo del fascículo solitario y
el núcleo ambiguo. Las fibras eferentes pasan a la musculatura faríngea y a la lengua a través de los
nervios trigémino, facial e hipogloso. La deglución es iniciada por la acción voluntaria de juntar el
contenido bucal sobre la lengua y propulsarlo hacia atrás, hacia la faringe. Esto inicia una onda de
contracción involuntaria de los músculos faríngeos que empuja el material hacia el esófago. La
inhibición de la respiración y el cierre de la glotis son parte de la respuesta refleja. Detrás del
material se forma una contracción anular peristáltica del músculo esofágico, luego el material es
arrastrado hacia el esófago a una velocidad de 4 cm/s, aproximadamente. Cuando la persona está en
una posición vertical, los líquidos y los alimentos semisólidos por lo general caen por el efecto de la
gravedad hacia la parte inferior del esófago delante de la onda peristáltica. Sin embargo, si queda
algo de alimento en el esófago, es movido por una segunda onda peristáltica que aparece por los
mecanismos expuestos en párrafos anteriores. Por tal razón, es posible deglutir alimentos con el
sujeto con el cuerpo invertido y apoyado sobre la cabeza en plano inferior.

PERISTALTISMO

El peristaltismo es una respuesta refleja que se inicia cuando la pared intestinal se estira por el
contenido luminal, y se presenta en todos los segmentos del tubo digestivo desde el esófago hasta el
recto. El estiramiento inicia una contracción circular por detrás del estímulo y una zona de
relajación por el frente del mismo. La onda de contracción se desplaza luego en dirección caudal,
propulsando el contenido de la luz hacia delante a velocidades que varían de 2 a 25 cm/s. La
actividad peristáltica puede aumentar o disminuir por los impulsos nerviosos autónomos que llegan
al intestino, pero su presentación es independiente de la inervación extrínseca. En realidad, el
avance del contenido no se bloquea con la resección y anastomosis de un segmento de intestino en
su posición original y solo se bloquea cuando se invierte el segmento antes de volverlo a
anastomosar. El peristaltismo es un ejemplo excelente de la actividad integrada del sistema nervioso
entérico. Al parecer el estiramiento local libera serotonina, la cual activa a las neuronas sensoriales
que a su vez activan al plexo mientérico. Las neuronas colinérgicas que transcurren en dirección
retrógrada en el plexo mencionado activan a otras que liberan la sustancia P y la acetilcolina, lo cual
origina la contracción de músculo liso detrás del bolo alimenticio. Al mismo tiempo, las neuronas
colinérgicas que transcurren en dirección anterógrada activan a sus semejantes que secretan óxido
nítrico y el péptido intestinal vasoactivo (VIP, vasoactive intestinal polypeptide) y así genera la
relajación por delante del estímulo.

DEFECACIÓN

La defecación es el proceso biológico de la eliminación de las heces.


Después de haber pasado por el intestino grueso y el delgado, el quimo ya es materia fecal, por lo
que va a almacenarse en el colon para luego desecharse. Hay varias «válvulas» para mantener las
heces hasta la hora de la defecación. Ya acumulada la materia suficiente, el sistema parasimpático
relaja el esfínter interno del ano (involuntario), que va a traer como reflejo la constricción del
esfínter externo (voluntario) y la tensión del músculo elevador del ano. Junto con ello se sucede el
acto de defecar.

El músculo elevador del ano produce un ángulo entre el recto y el mencionado orificio, que es como
cuando se dobla una manguera (se cierra el paso de la materia al cerrar el conducto). Al momento
de defecar, el esfínter externo se relaja voluntariamente y el músculo elevador del ano se relaja
dando lugar a un cambio de 90° a 155° entre el recto y ano. Esto permite la evacuación de las heces.
Para todo esto, debe haber algo que empuje, y es de lo que se encarga la presión intraabdominal. Al
tensar los músculos de las paredes abdominales (pujar) se incrementa la presión abdominal y se
termina evacuando.

La regulación se debe a la actuación de varios componentes del sistema nervioso. En un primer


momento es el sistema nervioso entérico el que ante la distensión del recto por la llegada de las
heces estimula los movimientos peristálticos en masa del intestino grueso. También se estimula al
sistema parasimpático para la relajación del esfínter interno, a través del nervio sacro. Finalmente es
la corteza cerebral de forma voluntaria a través de los nervios pudendos la que relaja el esfínter
externo. Si conscientemente se reprime el reflejo de la defecación, las señales del parasimpático
cesan, y no se repiten hasta que vuelvan a producirse más movimientos en masa, especialmente
después de las comidas.

PIROSIS

La pirosis se describe como una sensación de ardor, quemazón o «fuego» que surge del estómago y
puede irradiarse por el área retroesternal hacia la garganta. En ocasiones se acompaña de reflujo de
líquido a la boca.

Fisiopatología

El esófago es un tubo muscular que une la hipofaringe con el estómago, y sus funciones básicas
consisten en transportar el bolo alimenticio desde su parte proximal al estómago y evitar el paso
inverso de contenido gástrico. Para ello, consta de un cuerpo esofágico capaz de producir ondas
peristálticas coordinadas que impulsan el alimento caudalmente, y de dos esfínteres: el superior, que
impide el paso del material regurgitado a las vías respiratorias, y el inferior, que se contrae,
cerrándose, para impedir el reflujo, y se relaja momentáneamente al tragar, para permitir el paso de
la saliva o alimentos al estómago.

En condiciones fisiológicas normales, los alimentos y el propio ácido del estómago no deberían
retornar al esófago, pero cuando la presión ejercida por el esfínter esofágico inferior (EEI) es
anormalmente baja puede producirse el reflujo. La ERGE es el resultado del desequilibrio entre
factores defensivos y factores agresivos a nivel de la mucosa esofágica. Así, el EEI, el aclaramiento
esofágico y la resistencia de la mucosa actúan como factores defensivos, mientras que el ácido
refluido desde el estómago y, en menor medida, la pepsina y los ácidos biliares actúan como
factores agresivos.
El aclaramiento esofágico consiste en la capacidad del esófago de vaciar con rapidez el contenido
gástrico refluido, impidiendo así que se produzcan lesiones en las paredes esofágicas. En este
aclaramiento intervienen tres factores: la acción de la gravedad, la saliva y las contracciones del
esófago.

Ciertas alteraciones estomacales provocan un exceso de secreción de ácido gástrico, con el


consiguiente aumento de volumen en el interior del estómago, circunstancia que favorece la
aparición del reflujo. También los aumentos de presión en el interior del estómago potencian la
existencia de reflujo al alterar el equilibrio de presiones entre el estómago, el EEI y el esófago.
Asimismo, cuando el estómago se vacía con lentitud se produce una predisposición al paso de su
contenido al esófago.

Por otra parte, se dan casos de episodios de pirosis no relacionados con el reflujo gastroesofágico.
Cuando aparecen episodios continuados de pirosis de al menos 6 meses de duración que no están
relacionados con ERGE se habla de «pirosis funcional», definida ésta como un trastorno esofágico
caracterizado por la presencia de episodios de quemazón retroesternal en ausencia de reflujo
gastroesofágico patológico y sin evidencia de una causa estructural o metabólica, o de un trastorno
de la motilidad esofágica, que lo justifiquen.

Se ha observado que los pacientes cuya pirosis no se correlaciona con episodios de reflujo ácido
padecen un mayor grado de ansiedad y somatización que los que presentan síntomas asociados al
reflujo.

DISFAGIA

Disfagia es la dificultad para desplazar alimento o líquido por la boca, faringe y esófago. El
paciente siente que el material deglutido se detiene en el trayecto. Odinofagia es el dolor durante la
deglución. Globo faríngeo es la sensación de una masa alojada en la faringe que no afecta la
deglución.

La disfagia se produce por dos mecanismos principales: obstrucción mecánica o disfunción motora.
Las causas mecánicas de la disfagia pueden ser luminales (p. ej., bolo alimenticio grande, cuerpo
extraño), intrínsecas al esófago (inflamación, membranas y anillos, estenosis, tumores) o
extrínsecas al esófago (espondilitis cervical, crecimiento tiroideo o tumoración mediastínica,
compresión vascular). Las anomalías en la función motora que causan disfagia pueden relacionarse
con defectos en el inicio del reflejo de la deglución (p. ej., parálisis lingual, falta de saliva, lesiones
que afectan los componentes sensitivos de los pares craneales X y XI), trastornos del músculo
estriado faríngeo y esofágico (p. ej., trastornos musculares como polimiositis y dermatomiositis,
lesiones neurológicas como miastenia grave, polio o esclerosis lateral amiotrófica) y trastornos del
músculo liso esofágico (p. ej., acalasia, esclerodermia, distrofia miotónica).

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