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Los seis primeros años de vida son fundamentales para el desarrollo del ser
humano porque, en ellos, el niño configura sus habilidades
psicomotoras, cognitivas, lingüísticas, emocionales y sociales»,
destaca María Teresa Sanz de Acedo , pedagoga y doctora en Psicología,
especializada en el área Evolutiva y de la Educación, que destaca el desarrollo
de su cerebro en los tres primeros años, con «periodos de aceleración» y la
importancia de adquirir unas buenas habilidades psicomotoras. El
desarrollo del pensamiento es acción hasta que a partir de los dos años
aparece la función simbólica. Supone un gran cambio cualitativo porque el
niño puede pensar no solo el presente sino también el futuro, lo imaginario o
lo posible. Entre el primer y el segundo año de vida se establece el apego y
aprenden en casa cómo interactuar con los demás. Comienzan a comunicarse
de forma intencional y entre los 3 y los 6 años se encuentran inmersos en un
activo proceso de aprendizaje gramatical, no exento de dificultades («yo no
‘sabo’»).
En torno a los 6-7 años, el niño cuenta con la madurez y las habilidades
necesarias para disfrutar aprendiendo a leer y a escribir, con lo que adquiere
estas destrezas de forma mucho más rápida que en años anteriores. La
capacidad de coordinar los movimientos de sus dedos, la motricidad fina,
generalmente no se desarrolla del todo hasta esta edad, en la que, además, ha
salido de su egocentrismo y está preparado para disfrutar de lo que otros dicen
y para comunicarse. «Trabajar fonéticamente, de la letra a la palabra y luego a
la frase, es mucho más eficaz y adecuado que el aprendizaje global de la
lectura, que para algunos casos como la dislexia absolutamente
contraproducente», señala Reverter.
Educación Primaria: segundo ciclo
Aún sin saber con seguridad qué quieren hacer en un futuro, los alumnos se
inician en esta etapa preuniversitaria encaminada a una orientación laboral.
«Es una etapa de decisiones, de ir concretando», sintetiza el catedrático
de Didáctica y Organización Escolar José Ignacio Rivas.
A su juicio, debería haber «cierto margen de flexibilidad» porque «tienen que
decidir muy pronto y con itinerarios muy cerrados, algo que en muchas
ocasiones lleva al fracaso».
(M, 2017)
Motivación por parte de los orientares y psicólogos.
El Orientador Educativo es una pieza muy importante dentro del sistema educativo actual.
Respecto su importancia, hay que decir que la figura existe más bien desde hace pocos
años. Su papel pasa por detectar a tiempo cualquier problemática educativa o personalen los
alumnos, asesorar al profesorado y a las familias. Además de detectar y tratar los problemas
del aprendizaje, también determinan la escolarización en los diferentes programas
existentes. Tipos de programas: integración, compensatoria, diversificación curricular,
aprendizaje básico, altas capacidades, etc. Otra función sería la de orientar a los alumnos en
las diversas salidas educativas y profesionales. También la de asesorar al profesorado en
cuestiones metodológicas y organizativas.
Cuando algún alumno tiene dificultades en el aprendizaje, los profesores se lo comunican al
orientador. El orientador mediante diferentes pruebas psicotécnicas, de la observación en el
colegio y de la entrevista con la familia elabora un informe psicopedagógico donde analiza
el problema y determina la necesidad de recursos específicos (profesorado de apoyo,
logopeda, refuerzos…). Dicho informe contiene orientaciones para el profesorado y para la
familia.
Cuando un alumno tiene algún tipo de discapacidad (cognitiva, sensorial o trastorno de
conducta) los orientadores realizan un informe psicopedagógico y un dictamen de
escolarización, que a su vez debe ser aprobado, mediante una resolución, por una comisión
de escolarización (inspección educativa y asesores). En dicho dictamen se aportan los
recursos materiales o humanos y las adaptaciones curriculares que precise el alumno a lo
largo de su escolaridad.
Cuando un alumno tiene altas capacidades y los profesores manifiestan cierta dificultad
para manejarlos o para abordar los contenidos en el aula, la figura del orientador educativo
resulta fundamental, cara a asesorar en la posible metodología a utilizar con estos niños o
para pautar los materiales educativos adaptados a su alta capacidad con los que trabajar en
el aula.
Ante las dificultades con las que se encuentran las familias en la educación de los hijos
(rabietas infantiles, épocas de rebeldía, control de los deberes, celos de los hermanos,
desmotivación escolar…) el orientador educativo puede dinamizar encuentros o escuelas de
padres donde abordar dicha problemática.
Los equipos están formados por diferentes profesionales especializados:
psicólogos, pedagogos, psicopedagogos, maestros de audición y lenguaje,
médicos, trabajadores sociales y maestros de compensatoria. El orientador es la
figura principal, con titulación en psicología, pedagogía o psicopedagogía. En los
centros de enseñanza infantil y primaria, el orientador acude al centro escolar con
una periodicidad de una, dos o tres veces por semana, en función de las
necesidades de los colegios, y comparte su atención con otros centros escolares.
Los diferentes orientadores que atienden una zona o sector conforman el Equipo
de Orientación Educativa y Psicopedagógica. En los institutos, el orientador forma
parte del Departamento de Orientación y permanece en el centro toda la semana
al igual que cualquier profesor de secundaria.
(B, 2015)