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MATERIALES PARA LA HABILITACIÓN DE

PROFESIONALES

DEL PRIMER CICLO DE EDUCACIÓN INFANTIL-

MINISTERIO DE EDUCACIÓN-
ÁREA I. PSICOLOGÍA EVOLUTIVA

UNIDAD 3. IMPLICACIONES DE LA PSICOLOGÍA


EVOLUTIVA. LA SATISFACCIÓN DE LAS
NECESIDADES DE LOS NIÑOS/AS

Autora Elena Lobo Aleu


ÁREA I. PSICOLOGÍA EVOLUTIVA
- INDICE -

PRESENTACION DE CONTENIDOS

DE LA PSICOLOGIA EVOLUTIVA A LA COMPRENSIÓN DE LAS NECESIDADES DE LOS NIÑOS.

EL PAPEL DEL ADULTO EN EL DESARROLLO DEL NIÑO. LA


INTERACCIÓN.

LO QUE NECESITA UN NIÑO PARA CRECER.

NECESIDAD DE AFECTO.

LOS CUIDADOS BÀSICOS.

UNA EXPERIENCIA RICA CON EL MUNDO.


EL JUEGO.

PRUEBAS DE AUTOEVALUACIÓN
ACTIVIDADES
BIBLIOGRAFÍA

PRESENTACION DE LOS CONTENIDOS

A lo largo de esta unidad vamos a revisar muchos de los conceptos y de las aportaciones de la
psicología que se han estudiado en las dos primeras unidades. Sin embargo se van a tratar desde
el punto de vista de las exigencias que el desarrollo de los niños plantee a la intervención
educativa. Las peculiaridades del desarrollo hasta los tres años, como se trata a continuación,
hacen preciso detenerse, antes de pasar a examinar las características de la Educación Infantil, en
las necesidades que tienen los niños pequeños, necesidades que los adultos que les crían tienen
que satisfacer, y que es indispensable que estén suficientemente satisfechas para que el desarrollo
se produzca. Vamos a examinarlas en su significado para el desarrollo del niño, especificando las
condiciones que implican desde el punto de vista educativo.

.
DE LA PSICOLOGÍA EVOLUTIVA A LA COMPRENSIÓN DE LAS NECESIDADES DE LOS NIÑOS

Hasta ahora en las páginas anteriores se han ido revisando las líneas de desarrollo de los niños,
su evolución a lo largo de los tres primeros años de vida y los problemas que en dicho desarrollo
podemos encontrar.

El niño no está dividido

Sin embargo, tenemos que insistir en que esta manera de dividir el desarrollo en
diferentes aspectos, sólo responde a la necesidad que plantea el hecho de tener que
estudiarlo: el ser humano es tan complejo, que para poder investigar sobre él, y llegar a
conocer su funcionamiento psíquico, se ha hecho preciso "desmontarlo" y estudiar cada
una de sus partes, como ocurre con la máquinas complicadas cuando es preciso
repararlas. Pero ¿acaso cada parte por sí misma podría hacer funcionar el todo, la máquina
como tal?. Es decir, ¿es siquiera posible llegar a entender a un niño en concreto a partir del
estudio por separado de los distintos aspectos de su desarrollo?

Los estudios del desarrollo, al verse limitados a tratar sólo tal o cual aspecto, parecen a veces
devolvernos una imagen y una idea del niño igualmente parcial: un niño que sólo piensa y piensa
solo. O un niño que sólo siente, pura emoción. O un niño que sólo se mueve y usa sus sentidos, o
que sólo responde a iniciativas de otros...¿Qué tiene esto que ver con los niños y niñas que
tenemos todos los días a nuestro cuidado, de los que somos responsables?.

Como educadores y educadoras, resulta imprescindible tener un sólido conocimiento del


desarrollo, pero es preciso que a través de ese conocimiento podamos conservar y recuperar al
niño "entero y real", complejo y contradictorio, que en cada instante de su vida pone en juego
todas sus capacidades, sus preocupaciones y sus necesidades.

La interacción, la dependencia mutua de los aspectos del desarrollo puramente teóricos, se ponen
de manifiesto en los niños que conocemos, que siendo parecidos son tan diferentes, que cambian
tanto de un momento al siguiente, y de un día para otro, que cuando parecen sumidos en una
intensa acción cognitiva nos dejan ver súbitamente cómo lo que realizan està condicionado también
profundamente por sus necesidades emocionales, y que a veces pueden salir de un atolladero
gracias a sus habilidades motrices.

De la teoría a la realidad
Cuando hablamos en estos términos, es decir en términos de globalidad del desarrollo, nos
referimos a ese niño o niña de verdad, tan bien conocido por sus padres y sus educadores, y que
es el objeto de sus intervenciones educativas cotidianas.

La diferencia entre ocuparse de los niños para estudiarlos, y ocuparse de ellos, intenciones
educativas es precisamente ésta, poder pasar de los conocimientos teóricos, que son
imprescindibles, a la realidad de personas concretas, y en este caso de personas durante los tres
primeros años de su vida.

Es necesario para ello que hagamos un esfuerzo de revisión de la teoría que nos explica cómo
crece el niño, tratando de extraer de la misma las consecuencias precisas en cuanto a las
necesidades que ese modo de crecimiento plantea, o dicho de otra manera tenemos que saber
deducir de la teoría cuáles son las exigencias y las condiciones que un desarrollo sano y armónico
plantea a la práctica educativa.

A continuación vamos a hacer un recorrido por dichas exigencias, vistas desde el punto de vista
del niño, a las que hemos llamado, siguiendo a Félix López, las necesidades de los niños.

2. EL PAPEL DEL ADULTO EN EL DESARROLLO DEL NIÑO. LA INTERACCIÓN.

Antes de pasar a describir las necesidades de los niños para crecer, tenemos que tratar
brevemente lo que se entiende por el papel del adulto en el desarrollo y concretamente tenemos
que recordar lo que se entiende por interacción.

Lo que caracteriza el tipo de relación que mantienen las personas que crían y educan a un niño
pequeño, es el concepto de interacción. Descrita sobre todo a partir de las investigaciones
sobre-desarrollo social realizadas por Schaffer, es muy útil para explicar las relaciones entre los
niños y los adultos.

Las definiciones de interacción que encontramos en el diccionario son:

Acción entre.-acción recíproca que mantienen dos personas.- acción entre personas que es el
resultado de lo que cada una hace en relación con la otra.-acciones que se influyen y condicionan,
que no se pueden dar ni explicar por separado.

¿Qué quiere decir esto cuando lo aplicamos a la relación entre una madre y su niño pequeño?
quizá la lectura de estas dos columnas nos ayude a comprenderlo:
EL ADULTO

EL NIÑO

Reconoce a las personas Se interesa y sabe del niño


Expresa sus emociones y deseos Sostiene físicamente
Intenta encontrar el placer Interpreta las señales del niño
Guarda la imagen de las personas y Otorga significado a acciones y
sus palabras palabras
Explora y estructura el mundo Adecua sus respuestas
Adquiere una imagen coherente de sí Conecta. dialoga y amplia la
mismo comunicación
Toma iniciativas, actúa con Da continuidad a la vida
autonomía Proporciona experiencias
Prefiere a alguien en particular estimulantes
Interioriza normas Facilita el encuentro con terceros
Simboliza y habla Escucha y responde
Se comunica y pregunta Tiene principios y normas
estables

Si comparamos las dos columnas y tratamos de establecer relaciones entre lo que suele hacer el
adulto y lo que suele hacer el niño, encontraremos que es difícil establecer lo que son causas y lo
que son efectos de unas actuaciones y otras. Es decir encontramos que están interrelacionadas,
que las unas y las otras se explican mutuamente.

A partir de estos ejemplos de interacción, también podemos plantearnos la intervención educativa


durante los tres primeros años de vida, como la manera que tienen los adultos de responder a las
necesidades de los niños, una manera tal que supone establecer las condiciones para que los
niños evolucionen y, a su vez, planteen nuevas necesidades al adulto que exigen nuevas
respuestas.

La dependencia del niño pequeño

Así poco a poco los niños van dejando de depender de los adultos. Este camino puede parecer
lento y lleno de retrocesos a veces, pero es en realidad imparable, progresivo e incesante. En
este camino el niño va conquistando sucesivos niveles de autonomía en todos los ordenes hasta
llegar a la independencia relativa de los tres años.
Como ya se ha visto, es característico de la especie humana la inmadurez del neonato, y en
consecuencia los cambios que se producen durante los tres primeros años son enormes. A pesar
de ello, el grado de dependencia inicial del niño recién nacido es tan radical, que sólo podemos
hablar de autonomía en un sentido muy restringido, pues el niño sigue siendo al final de los tres
años un ser muy indefenso que depende de los adultos todavía para sobrevivir.

Esta caracterización del niño pequeño como ser dependiente nos permite describir el desarrollo
de estos primeros años como una evolución de su dependencia del adulto, que va cambiando de
carácter gracias a la interacción con el mismo. Es vital por lo tanto que el niño encuentre en los
adultos que le rodean las respuestas adecuadas a sus necesidades.

Estas necesidades, las madres y los padres las conocen de manera intuitiva, y pueden
identificarlas y responder a ellas eficazmente gracias a su propia experiencia como hijos y al
enorme interés afectivo que sienten por el niño. El amor de los padres hacia sus hijos, con la gran
dedicación a ellos que implica, hace que, incluso con errores y excepciones, la crianza y
educación en alguna clase de organización familiar sea el medio con que se ha garantizado la
conservación de la especie y el camino hasta la madurez de los individuos.

El arma de los educadores para cumplir su función educativa con los niños, es el conocimiento de
los niños: se trata de adquirir un conocimiento teórico, pero integrado, de los niños en general,
junto a un conocimiento real y comprometido de cada niño en particular, que permita tener una
interacción adecuada y eficaz, y responder a las necesidades de cada uno de ellos de manera
precisa.

3. LO QUE NECESITA UN NIÑO PARA CRECER.

Condiciones del desarrollo

Al estudiar el desarrollo del niño, vamos viendo el proceso que le lleva a la adquisición de un
conjunto de capacidades. En ese proceso se van dibujando las condiciones que lo hacen posible.
Nos proponemos ahora cambiar el punto de mira, y centrarnos en la reflexión sobre esas
condiciones, que son las mismas para todos los aspectos del desarrollo, y sin la cuales la
adquisición de capacidades es imposible. Diríamos de manera muy gráfica, que en el crecimiento
al niño le corresponde el trabajo de construir capacidades, y a los adultos que se ocupan de su
crianza les corresponde el trabajo de proveer al niño de determinadas condiciones de vida. Así,
las necesidades de los niños, se identifican con las condiciones del desarrollo, aquello que para
ser cumplido hace imprescindible la presencia de un adulto verdaderamente interesado por el niño
y atento a él.
El niño necesita encontrar respuestas adecuadas en su interacción con el medio, tanto para
sobrevivir y crecer fisicamente como psíquicamente, para progresar en su acción, y en la
construcción de sí mismo y en la estructuración del mundo que le rodea. Ello exige de las
personas que le atienden estar más atentas a sus necesidades presentes que a aquello a lo que
tiende el desarrollo. La construcción de las capacidades se realizará de manera inevitable si el
medio de vida del niño es el que necesita.

Las necesidades de las que vamos a hablar son características de la especie humana y derivan
de la manera en que ésta ha ido adaptándose al medio para dominarlo y evolucionar a lo largo de
miles de años. Dicho en otras palabras, la peculiar manera de llegar los niños al mundo, de la que
ya hemos hablado, exige un tipo de interacción con los adultos que resulta ser la más eficaz y
posibilita la evolución hacia la vida adulta: la prolongada infancia, la acentuada dependencia de
los adultos durante muchos años en comparación con otros mamíferos, permite realizar una gran
cantidad de complejos aprendizajes, y sobre todo garantiza que el ser humano queda
definitivamente vinculado a otros seres humanos, conformado definitivamente como un ser social
y producto de la cultura, que llega a desarrollar sistemas de comunicación sofisticadísimos para
poder comunicarse y organizarse socialmente.

Las necesidades individuales

Estas "necesidades de especie", se concretan, se actualizan y en cierto modo se vuelven a


inventar con el nacimiento de cada individuo. Son las mismas para todos los niños, y sin embargo
tanto la especificidad genética individual, como la especificidad del ambiente material y social en
que cada niño vive, hace de esas necesidades genéricamente humanas unas necesidades
individualmente humanas, a las que se responde desde las posibilidades que ofrece el medio.
Ello va a hacer posible que distintas maneras de adecuarse a las necesidades de los niños,
distintos modelos de crianza determinados por el clima, los medios materiales, la experiencia
social, y la cultura, puedan ser igualmente eficaces. Y que las respuestas se deban también
adecuar a cada individuo en sus peculiaridades personales. Así, los niños que por tener algún
tipo de trastorno en su evolución se denominan niños con necesidades educativas especiales,
son niños que teniendo las mismas necesidades genéricas que los demás, necesitan respuestas
especificas para satisfacerlas. De hecho, todos los niños necesitan intervenciones distintas
dependiendo de su situación personal.

Es conveniente aclarar aquí, por si hubiera alguna confusión, que el hecho de responder
individualmente a las necesidades de los niños, no debe confundirse con una respuesta
automática e irreflexiva a las demandas concretas de éstos. El adulto, como tal, puede encontrar
la respuesta correcta precisamente porque "sabe" más que el niño, y la identificación de sus
necesidades reales le permite ir más allá de la situación actual, considerando a veces que la
mejor manera de satisfacer la necesidad de un niño, es no responder o responder de determinada
manera a lo que el niño pide expresamente. Por otra parte, esto tiene el efecto en el niño de hacer
tolerables la frustraciones actuales con tal de obtener satisfacciones más tarde.

A continuación iremos tratando una tipologia de necesidades de los niños que puede servir de
orientación a la hora de establecer lo que se debe proporcionar a los niños en un centro de
educación infantil de manera prioritaria.

Los grupos de necesidades que establecemos son los siguientes:

Necesidad de afecto.
Necesidad de cuidados físicos y protección frente a los peligros.
Necesidad de una rica experiencia con el mundo.
Necesidad de juego.

Naturalmente puede considerarse arbitraria o artificial, y adoptar otra. Las clasificaciones pueden
ser múltiples y carecen de importancia con tal de que en su conjunto tengan en cuenta todo lo que
los niños necesitan para crecer, con tal de que sean útiles para ayudar a los educadores a prever
y organizar mejor su intervención con los niños, y el tipo de relación que están dispuestos a
establecer con ellos. Aquí se opta por esta clasificación porque hace hincapié en las
características de los niños menores de tres años, y puede servir por lo tanto de punto de
referencia sobre aquello a lo que hay que estar más atento durante este período como adultos
responsables de que los niños y las niñas tengan una evolución sana en todos los órdenes.

Al desarrollar cada una de las necesidades, veremos como están íntimamente relacionadas entre
sí, cómo en realidad unas responden a las otras.

Cuando pensamos en el afecto que se siente por un niño, imaginamos inmediatamente que éste
se dispensa a través de unos cuidados esmerados, y que cuidar a un bebé supone apartar de él
los peligros. También es evidente que fuera de un medio de vida organizado de alguna manera es
imposible cuidar bien a un niño. Y ¿cómo podrá jugar un niño e investigar el mundo, si tiene
hambre, está triste o tiene miedo?.

Por último, tendremos que tener en cuenta también que las necesidades de los niños se
mantienen durante toda la infancia, y simultáneamente van cambiando de carácter a lo largo de
los años. Es claro para todos que no se debe tratar de la misma manera a un bebé que a un niño
de dos años pues las exigencias que nos plantea su educación no son las mismas. Sin olvidar
que la evolución de las necesidades de los niños depende directamente de su satisfacción.
4.
NECESIDAD DE AFECTO

En el apartado relativo al desarrollo afectivo se ha descrito la evolución de los vínculos afectivos y


del apego. También se ha tratado antes cómo la ausencia de relaciones vinculares provoca
enormes dificultades en el desarrollo del niño hasta el punto de detenerlo. Por lo tanto se puede
decir que esta vinculación con uno o varios adultos, que se mantienen habitualmente cerca del
niño y se relacionan con él proporcionándole satisfacciones y seguridad, es necesaria para su
crecimiento físico y psíquico.

"Con quién se vinculan los niños'

Estos adultos a los que el niño se vincula son, en primer lugar la madre (que lo es porque
constituye el vínculo afectivo más fuerte y permanente), y el padre, los hermanos, y la familia
inmediata si mantiene trato con el niño.

Cuando el niño acude regularmente a un centro de Educación Infantil, tenderá también a


vincularse afectivamente con los educadores con los que trate más frecuentemente.

Los niños suelen estar rodeados de un número limitado de personas con los que mantienen
relaciones afectivas estables y sólidas que de alguna manera están jerarquizadas, y que están
presididas (y en cierto modo derivan) de lo que llamamos vínculo materno, que es la relación
"principal", normalmente ejercida por la madre.

A lo largo de este esbozo de la relación de apego se han ido señalando algunas cuestiones de
gran importancia. Se da por sentado que los niños en cualquier situación de su vida necesitan
relaciones afectivas estables. Pero, ¿cuáles son las condiciones necesarias para que estos
vínculos afectivos se establezcan?.

Hemos hablado de "personas con las que tenga trato". Es decir personas con las que el niño
mantiene una relación frecuente, estable y significativa, a las que reencuentra, a las que puede
prever, de las que sabe por experiencia qué hacen y sobre todo "qué hacen con él". Estamos
hablando por lo tanto de personas que interactúan con el niño repetidamente y de manera
continuada a lo largo del tiempo. Recordemos que como ya hemos dicho antes la interacción
implica responder adecuadamente al niño, tener interés por él y comprometerse en la relación.

De las personas a las que el niño ve todos los días, se convertirán en adultos de referencia
aquéllas con las que se relaciona más y con las que se relaciona mejor, vinculándose a ellas
afectivamente.

Hemos hablado también de un número "limitado": esta necesaria limitación viene dada no sólo por
una sencilla operación de reparto de tiempo (no es posible tener una relación muy frecuente con
mucha gente a la vez ), sino también por la propia capacidad cognitiva de un niño pequeño, que
no le permite retener demasiados datos sobre variadas personas, y mucho menos establecer un
"mapa" de los que le rodean, reconociendo sus características y anticipando sus
comportamientos, cuando la situación es muy cambiante.

Y hemos hablado de "satisfacción" y "seguridad", es decir de interacciones positivas en las que el


niño encuentra respuestas que le hacen sentirse capaz y le permitan intentar nuevos logros,
relaciones que proporcionan bienestar y placer en mayor medida que frustraciones inevitables.

Vinculación y desarrollo

¿Qué sucede cuando los niños mantienen relaciones tan frecuentes y positivas? Que intentan
mantenerse cerca de estas personas la mayor cantidad de tiempo posible, para lo que despliega
todos sus recursos. Por ello, las relaciones vinculares no son sólo necesarias para que los niños
se desarrollen, sino que son ellas mismas una fuente de desarrollo.

Gracias a ellas, se multiplican la comunicación y el lenguaje, se agudiza la mirada y las


expresiones faciales, se mejora la capacidad de desplazamiento, etc... Y gracias a las relaciones
vinculares, se aprende a confiar en el otro, a soportar las frustraciones aplazando las
gratificaciones, a buscar el establecimiento de relaciones positivas, etc...Este intenso deseo del
otro, al que se llama vinculación afectiva, es la base y da origen a toda la vida emocional del niño
y del futuro adulto.

Así, el desarrollo del niño descansa sobre sus relaciones afectivas con unos adultos cercanos,
disponibles, interesados por el niño, proveedores de satisfacciones.

La necesidad de relación afectiva de los niños, da lugar a que en Educación Infantil se considere
como un criterio metodológico importantísimo la seguridad emocional, y se haga necesario
reflexionar sobre el papel del educador en esta etapa.

LOS CUIDADOS BÁSICOS

Ya se ha mencionado antes que una peculiaridad de la especie humana es que en comparación


con otras especies, la crianza de los niños es muy larga. Durante varios años los niños dependen
para subsistir de que los cuidados dispensados por quienes les rodean sean eficaces. La
vinculación afectiva entre el niño y su madre u otras personas que le cuidan, resulta ser una
garantía magnífica de que su crecimiento va a ser el mejor posible, pues ya sabemos cómo los
adultos que quieren a un niño pueden identificar en cada momento sus necesidades y responder a
ellas adecuadamente.

Por otra parte, el afecto y los cuidados básicos, están tan íntimamente relacionados en la vida de
los niños, que resultan más eficaces los cuidados dados con cariño que los dispensados con toda
la perfección técnica: los niños alimentados en Hospitales y en Instituciones, en los que la
planificación de la dieta es perfecta, sin embargo, crecen menos,están más delgados, se ponen
más veces enfermos que los niños criados en su propia familia aunque las condiciones
económicas sean muy precarias.

Una vez más vamos a comprobar cómo lo que en principio parece solamente una necesidad del
niño para sobrevivir, tiene la virtud de garantizar y promover el desarrollo humano.

Los cuidados básicos como la alimentación, la protección de temperaturas extremas, la limpieza


del cuerpo y de la ropa, el sueño, las salidas al aire libre, todas ellas tienen como consecuencia
liberar al niño de situaciones de incomodidad, dolor o angustia, y le proporcionan experiencias
continuadas de placer y bienestar corporal.

Los cuidados y el desarrollo

Durante cualquiera de los cuidados citados, el mundo de los sentidos se ve continuamente


alimentado, y estimulado. Los niños tienen durante estas operaciones que los adultos realizan con
él, la ocasión de moverse, de sentir, de mirar, de oír, de tocar, de saborear, en un registro de
sensaciones casi infinito. Las propias frustraciones, la ausencia de satisfacciones durante algunos
ratos, le obligan a rememorarlas, desearlas, disfrutar de ellas doblemente cuando llegan. Por
ejemplo, lo sensorial, y también lo simbólico están presentes en el niño que llora porque está
mojado, cuando es alzado en brazos, cambiado de pañal, y devuelto al bienestar que proporciona
una piel seca y limpia. También están presentes en el niño intranquilo que se calma durante el
paseo al sol. Si sumamos a ello la gran cantidad de estímulos de placer que proporciona un adulto
que maneja al niño con cariño, es fácil comprender que estas experiencias sean momentos de
privilegio para un desarrollo sano.

Contribuyen a que el niño tome conciencia de su cuerpo como algo positivo, apreciado por él
mismo como algo bueno, lo que está en la base de todo "yo estimable", es decir de la autoestima.

Contribuyen también al establecimiento de relaciones afectivas. Durante los cuidados básicos se


producen el mayor número de interacciones entre los niños y los adultos. Los intercambios entre
ambos son muy intensos, están cargados de significados y son muy variados. Intervienen el tacto,
los movimientos, la palabra, las miradas y una gran cantidad de objetos que van y vienen entre el
cuerpo del niño, el cuerpo del adulto. Pensemos por ejemplo en el momento de acostar a un niño y
veamos el complejo conjunto de acciones recíprocas que se producen: instrucciones, demandas,
objetos retirados o entregados, respuestas verbales, caricias etc... Si los niños no dependieran del
adulto para poder dormir, no existirían estos intercambios, ni la ocasión para el desarrollo de
múltiples capacidades que se generan en ellos.

Si retrocedemos un momento al punto anterior, y recordamos la importancia que tienen para el


niño las relaciones afectivas estables, resulta fácil comprender que cuando estas relaciones y unos
cuidados de calidad coinciden, se multiplica el efecto potenciador que ambos tienen de desarrollo
del niño. El hecho de que sea la madre o una figura vinculada al niño quien le cuide, constituye
una condición indispensable para su salud física y psíquica.

También se deben considerar los momentos dedicados a los cuidados corporales como ocasiones
muy importantes para que los niños tengan intercambios con el mundo circundante, para la
construcción del conocimiento. Ya se ha hablado de la riqueza de experiencias sensoriales, que
además de dar paso a los procesos de simbolización y de representación, permiten establecer
relaciones, asociar y comparar. De igual manera, las ocasiones de moverse intencionadamente
para obtener satisfacciones corporales está en la base del desarrollo de las habilidades motoras.
Y la abundancia de comunicación verbal con que acompañan los adultos a los cuidados
corporales es decisiva para la adquisición del lenguaje al producirse en un contexto
extremadamente significativo para el niño.

Si pensamos en una comida con niños de dieciocho meses no nos costará ningún esfuerzo
encontrar manifestaciones de lo que decimos: los niños asocian los sabores que prefieren con el
aspecto de los alimentos, aprenden el uso de instrumentos, ajustan sus movimientos para comer
lo que quieren, y hacen multitud de preguntas y de comentarios.

La protección y los límites

Hay un aspecto de los cuidados básicos que es necesario considerar con especial atención. Es el
que se refiere a la protección frente a los peligros. Aquí también, lo que tiene un carácter
aparentemente sólo fisico, como es la toma de medidas que impidan a los niños hacerse daño o
morir por un accidente, adquiere un valor psicológico, al proporcionar al niño un sentimiento de
seguridad indispensable para tomar la iniciativa en sus exploraciones. Estas medidas de
protección dispuestas alrededor del niño, se traducen an la vida diaria en un tipo de organización
estable y regular que permite prever los riesgos y detectar cualquier señal de alarma. Por parte
del niño, la regularidad y la calma en una vida diaria previsible, constituyen un marco de acción
donde es posible aventurarse a probar nuevas habilidades, y avanzar confiadamente en la
autonomía y en el dominio del medio.

El aumento de las capacidades de exploración y movimiento de los niños cuando crecen, hacen
necesario que ese marco de vida seguro y estable se tenga que completar por los adultos
enseguida con una serie de limitaciones a la acción de los niños. Estas limitaciones, traducidas en
normas cuyo cumplimiento es exigido por los adultos una y otra vez, se convierten en un nuevo
marco de acción, que ahora es completamente psíquico. El niño DEBE SABER lo que puede y no
puede hacer. Ello proporciona nuevamente la seguridad necesaria para la acción. Sabiendo que
los adultos aprueban y prohiben determinadas cosas, el niño escapa a la inseguridad, puede
prever las consecuencias de sus acciones, y por tanto dedicarse a ellas sin temor. Además, el
hecho de que personas a las que está vinculado afectivamente impongan límites a las acciones
del niño para protegerle, constituye una experiencia de sentirse protegido que ejerce su influencia
también ante miedos y peligros imaginarios, a los que el niño se ve sometido frecuentemente
cuando a partir de los dos años, accede al mundo de la simbolización: temor a perderse, a
hacerse daño, a estar solo, etc...

Por todo lo tratado en este punto relativo a la necesidad de cuidados básicos, la organización de
estos cuidados, del ritmo de vida diario, de las medidas relativas a la salud y a la protección frente
a los peligros, y de los límites y normas, es uno de los aspectos claves a tener en cuenta por los
equipos educativos de los centros de Educación Infantil, y por cada educador y educadora en
particular.

6. UNA EXPERIENCIA RICA CON EL MUNDO

El establecimiento de relaciones afectivas y los cuidados básicos recibidos por el niño, constituyen
partes muy importantes de lo que denominamos "experiencia con el mundo". Y hemos visto que
implican la potenciación del desarrollo de todas las capacidades de los niños. A continuación, nos
vamos a ocupar de la misma relación del niño con el medio, ampliando nuestro enfoque a todo lo
relativo al ambiente, y a la cantidad de ocasiones que tiene el niño de conocer el mundo en el que
vive.

En efecto, una visión de la infancia en la que sólo se diera importancia a las relaciones afectivas y
a los cuidados básicos, dejaría a los niños encerrados en un mundo demasiado limitado. Además
de ser querido y cuidado, un niño necesita realizar experiencias en un medio capaz de despertar
su curiosidad y su interés, y que le permita desarrollar todas sus capacidades.

Importancia del ambiente

El medio de vida debe ser tal que pueda desarrollar una abundante actividad tanto perceptiva,
como motriz, cognitiva, y social. A ello dedica el niño una cantidad enorme de energía. Una vez
satisfecho desde el punto de vista físico y desde el punto de vista afectivo, el niño tiene el margen
de seguridad suficiente para dedicarse a una exploración sistemática, y a una experimentación
incesante. Cada nueva situación o cada nueva conquista de la realidad, le obliga a poner en juego
todos sus recursos para averiguar cuáles son las nuevas posibilidades que se le ofrecen.
Las crecientes habilidades manipulativas y motrices del niño, y el acceso al lenguaje y a la
representación le van abriendo a un mundo cada vez más complejo y fascinante. Pero para que
este medio de vida sea realmente estimulante tiene que poseer una serie de características: incitar
a la curiosidad, ofrecer variedad de espacios para explorar, de objetos para experimentar, y
variedad de condiciones ambientales como la luz, el color etc...No. debe resultar monótono ni
aburrido, a la vez que debe gozar del orden y la calma que permiten la acción. Además el niño
debe disponer de suficiente tiempo, el que necesite para su experimentación.

No se puede concebir un niño sano, encerrado entre cuatro paredes, sin salir a la calle y a la
naturaleza, sin objetos y juguetes a su alcance, y agobiado por la exigencia y la prisa del adulto.
Este tipo de medios de vida tan pobres, han sido propios de los Hospitales y de los Hospicios, y
provocan graves retrasos en el desarrollo de los niños.

Influencia de los adultos

Pero no sólo es necesario un ambiente fisico adecuado para que la actividad del niño sea posible, y
menos aún para garantizarla. La actitud de los adultos que rodean al niño, especialmente la de
aquellos a los que se siente vinculado afectivamente es todavía más importante. Este dominio del
mundo el niño no lo consigue solo, sino en interacción con el adulto, que es quien va guiando al niño
en la adquisición del significado de sus experiencias al ser quien va proporcionando sentido a las
mismas: por ejemplo cuando un niño pequeño emborrona un papel, y se lo enseña a su madre, ésta
puede que responda con un "qué bonito lo que has pintado". Estos comentarios y otras acciones de
los adultos ayudan a los niños a asimilar la naturaleza de sus propias acciones y les prepara para
repetirlas con más autonomía.

Además, en compañía del adulto y gracias a sus intervenciones oportunas, las posibilidades de
acción se multiplican: los adultos, unas veces dan indicaciones, otras hacen reaparecer un objeto,
otras ayudan a recuperar la postura perdida, otras como en el ejemplo anterior expresan con
palabras lo que el niño hace sin saberlo. También los adultos toman decididamente la iniciativa y
juegan con los niños, o les cuentan cuentos, provocando acciones de los niños más evolucionadas
de las que pueden hacer solos.

La intervención adulta es la fuente principal de actividad del niño, siempre que esté basada en dar al
niño un margen de autonomía para actuar, manteniendo una estrecha interacción con él. Esta
actitud de respeto y de valoración de la actividad del niño, se hace patente también en la manera de
dispensar los cuidados, y de organizar la vida diaria, cuando se cuenta con la acción del niño como
algo bueno, deseable y necesario.

La experiencia social
Cuando se habla de experiencias con el mundo, es necesario incluir las experiencias de ipo
social. El hecho de que los niños necesiten para crecer relaciones afectivas estables, no quiere
decir que la relación con otras personas no puedan ser positivas, sobre todo cuando el bebé va
creciendo y puede reconocer a las personas y lo que hacen normalmente: dónde suelen estar, a
qué tareas se dedican, lo que puede esperar de ellas.

Pero sobre todo son importantes las relaciones con otros niños. Desde muy pronto, la acción
de los otros niños le interesa y con ellos amplía sus iniciativas y sus posibilidades, al encontrar
guía y apoyo. Este interés por los otros niños se amplía y se afianza hasta convertirse en una
verdadera relación social en la que se basará el aprendizaje de las leyes que rigen las relaciones
entre iguales, surgiendo la capacidad de empatía, y dando origen al desarrollo moral.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que este proceso de la socialización es un proceso
lento y que los niños menores de tres años tienen una capacidad muy limitada para estar en
grupo. Pueden relacionarse con otros niños, pero siempre que se sientan seguros y no se vean
desbordados por una cantidad de estímulos excesiva, y sobre todo siempre que no pierdan de
vista a un adulto de referencia del que no pueden prescindir. Para que la relación con los otros
niños sea positiva y cumpla su función de enriquecer las exploraciones y los juegos de los niños,
es necesario establecer con cuidado sus condiciones especialmente en lo que se refiere a la
presencia del adulto.

Una vez revisadas las respuestas que el tipo de medio de vida debe dar a la necesidad del
niño de realizar exploraciones ricas, será preciso establecer los criterios metodológicos que, en el
marco concreto de los centros de Educación Infantil pueden garantizar dichas respuestas.

7. EL JUEGO

Por último vamos a considerar brevemente una parte especial de los intercambios del niño con el
mundo que conviene considerar por sí misma: El Juego.

Cuando nos referimos a intercambios con el mundo, se suelen referir estos intercambios al plano
de la realidad en la que el niño se encuentra: sus experiencias durante los cuidados, durante el
paseo, mientras espera, en los espacios que recorre, con los objetos etc... Cuando hablamos
específicamente de JUEGO nos referimos a una actividad que no viene impuesta, que es gratuita
sin querer ello decir que no sirva para nada o que el niño no la necesite.

La pregunta que se plantea es ¿por qué necesitan jugar los niños? ¿por qué no es suficiente para
el desarrollo la "vida real"?. La necesidad de jugar, deriva precisamente de la complejidad de la
vida real. En ésta los niños encuentran numerosas ocasiones de realizar aprendizajes nuevos, que
si no pudieran repetirse fuera de contexto no llegarían a ser eficaces. Pensemos por ejemplo en
cualquier habilidad motora como andar o llevarse la cuchara a la boca: si los niños las realizaran
sólo cuando son verdaderamente necesarias (para comer o para acercarse a su madre), tardarían
muchísimo tiempo en dominarlas. Sin embargo, gracias a que jugando las repite infinidad de
veces, puede dominarlas rápidamente.

Durante el juego, el niño " repite" o mejor dicho "recrea" situaciones de la vida real en la que están
implicadas todo tipo de habilidades y capacidades. Esta posibilidad de recrear la realidad
constituye un medio poderosísimo de desarrollo, hasta el punto de poder identificar el juego con el
propio desarrollo del niño.

También hay que señalar otra importante cuestión que justifica la necesidad de jugar: en la vida
real, los niños encuentran junto a las satisfacciones numerosas frustraciones y muchos de sus
deseos quedan insatisfechos. En la recreación de la realidad que es el juego, las frustraciones se
pueden transformar en satisfacciones y los deseos verse cumplidos. Esto es así especialmente
durante el juego simbólico, pero también antes de que éste aparezca.

En definitiva el juego es un tipo de experiencia muy particular, en la que el jugador (el niño) y sus necesidades
individuales son lo más importante. Es una experiencia a medio camino entre lo real y lo ficticio, que permite al
niño establecer la diferencia entre el mundo externo "objetivo", y su mundo interno lleno de necesidades y
fantasías propias.

Por tanto, en Educación Infantil, al estudiar y planificar con cuidado cuáles deben ser las
condiciones de vida que se establezcan para los niños, hay que incluir el juego como un elemento
fundamental. En esta obra se le dedica una unidad completa en el área tres.

PRUEBA DE AUTOEVALUACION

Enumera las condiciones necesarias para que un niño pequeño pueda vincularse afectivamente a un adulto.

Explica lo que entiendes por interacción entre el adulto y el niño.

Enumera las características del tipo de intervención del adulto que mejor satisface las
necesidades de los niños.

¿Cuáles son las necesidades fundamentales de los niños para poder desarrollarse?

¿En qué se diferencia la crianza de la especie humana de la de otros mamíferos?


¿Qué utilidad reporta esta diferencia a los hombres?

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