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Elisa Esteban López. Psicóloga sanitaria.

AFRONTANDO EL DUELO:

-Crea un espacio para sentir y recordar a la persona en casa, un lugar especial, destinado a no
olvidarla. Coloca varias fotos, recuerdos de la persona, objetos significativos. Es conveniente
incluir una silla y una libreta para que cualquier persona de la casa pueda escribir cómo se
siente y sus reflexiones acerca de las visitas a la persona de tal manera que si alguien entra en
ese espacio sabe que tiene derecho de afligirse y expresar su dolor. Al regular este espacio e
incluso las visitas al mismo también se crea un espacio de expresión emocional. Hemos de
aprender que es tan sano conectar con el dolor como desconectar de él. Por ello, no es
conveniente ni llenar los rincones de casa con recuerdos del fallecido ni deshacerse de todo
recuerdo ya que necesitamos esa conexión y desconexión de la experiencia de duelo.

-Tener presente el dolor de otros familiares también en duelo y expresar el dolor con esas
personas es saludable.

-Practicar actividad física, ocuparse de una mascota o cuidar plantas pueden ser tareas que
exigen concentración y esfuerzo por lo que reducen el estrés del dolor porque alivian,
requieren dedicación.

-Elaborar una lista de cosas positivas que tenemos y ampliarla incluyendo objetivos a largo
plazo.

-Escribir un diario ayuda a acercarnos a nuestro mundo interior, conocer nuestras emociones,
pensamientos, facilitándose la asimilación de los mismos, además aporta cierta sensación de
control. También nos permite evaluar los cambios en el proceso de duelo.

-Buscar aquello que nutre nuestra espiritualidad como el arte, la música, la lectura. Las
actividades que potencian nuestra creatividad son fuente de expresión emocional y ayudan a
sacar aquello que no podemos decir con palabras. A veces es más fácil escribir o escuchar una
canción que decir cómo nos sentimos.

-El silencio contemplativo nos ayuda a prestar atención a lo que está pasando en el momento:
cómo es nuestra respiración, qué sentimos, qué juicios haces en torno a tus pensamientos y
sensaciones, etc. Observar el silencio y estar presentes son acciones que nos permiten no
identificarnos con lo que sentimos, sino observarlo desde fuera, sin evitar emociones más
desagradables como el dolor o la tristeza.
Elisa Esteban López. Psicóloga sanitaria.

-Participar en rituales, ceremonias es muy característico de las personas en todas las culturas.
Estos facilitan la expresión gestual de aquello para lo que no tenemos palabras ya que
consisten en comunicar a través de metáforas, símbolos, imágenes…la fuerza de un ritual es
muy poderosa. Además, en ellos el significado se comparte en grupo abriendo un diálogo entre
lo consciente e inconsciente. Ahí radica la fuerza, el acto o gesto que realizan el individuo y
comunidad permiten observar la experiencia desde una nueva perspectiva porque se abren
espacios de nuevas interpretaciones y se dota a la experiencia de significado. Puede ser buena
idea preparar un ritual o ceremonia íntima de recuerdo en una fecha señalada, explicando bien
a las personas partícipes el objetivo de la cita. Es conveniente incluir a los niños y que la
ceremonia esté estructurada, con un inicio y final marcados que marquen el tiempo de
recordar. Elemento que pueden usarse con este fin son música, naturaleza, textos… El objetivo
puede ser expresar afecto, recordar cosas buenas del fallecido o agradecerle algo. Incluso a
veces se pueden abordar asuntos pendientes como pedirle perdón por algo.

-Realizar algún servicio a la comunidad también puede ser una acción que ayuda en el proceso.
Estar cerca del dolor de otros puede ayudar a contextualizar, comparar, ver otras realidades,
sin que suponga una minimización de lo que estamos viviendo, desde una actitud de
agradecimiento porque no solo ayudamos nosotros, sino que ayudar nos ayuda también a
nosotros mismos.

-Explorar el significado profundo de la pérdida supone dar sentido a lo que ha sucedido.


Muchas veces es recomendable no preguntarse el por qué ha sucedido sino el para qué, qué
aprendo de la experiencia vivida y adónde me lleva. La muerte de un niño no tiene un por qué
ni un para qué, simplemente es. Por tanto, explorar este significado puede suponer una
apertura emocional a toda resistencia, un dejarse ir sin explicación y una aceptación
incondicional de lo inevitable que forma parte indisolublemente de la vida.

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