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Las fiestas cuando alguien falta

Lic. Aldana Di Costanzo. Psicóloga especialista en duelo.


Fundadora de Fundación Aiken.
Acompañamiento psicológico para la niñez, la adolescencia y la familia en duelo.
Buenos Aires. Argentina

www.fundacionaiken.org.ar / aldanadi81@gmail.com

Las épocas de festejos, las tradiciones y los encuentros familiares son momento donde la
ausencia se hace más presente. Las emociones pueden exacerbarse, suele haber más
sensibilidad, más recuerdos y cada detalle puede conectar con la persona que murió, que
esta vez no estará para compartir las fiestas.
La congoja puede aparecer unos días o semanas antes, cuando comienzan los preparativos
y nuestro ser querido fallecido ya no es parte de ese momento: la organización, los reglaos
para los niños, la decisión sobre la comida, la decoración de la casa para recibir a la familia,
etc. Puede ser que el sentimiento de vacío comience a hacerse presente días anteriores y la
persona pueda estar más ansiosa, angustiada o irritable que lo habitual.
La intensidad de los síntomas o de las emociones posiblemente dependerán de cuán
importantes son las fiestas para la persona en duelo; en algunos casos, donde pasa como
un día más, no es un problema “ese día” sino cada día sin la persona querida. Para quienes
conectan de una manera especial con las fiestas pueden ser momentos de crisis y necesitar
contención especial o retraerse y estar en soledad.
A veces puede resultar difícil el contraste con lo que otras personas o el contexto
proponen: canciones, luces, colores, risas, adornos, baile, festejo. Por eso resulta tan
importante que cada uno pueda detenerse a sentir lo que necesita y llevar a cabo lo que le
haga bien en ese momento de su vida. Muy posiblemente sus familiares y amigos querrán
que se reúna, festeje y pase ese día como lo hacía otros años; y ¿Qué es lo indicado? Lo
que la persona en duelo necesita.
En muchos casos el deseo más fuerte es que pasen los días. Algunas personas piensan que
lo mejor sería “dormirse y despertar cuando todo haya pasado”. Aunque eso no sea
posible, quien está en duelo puede elegir no participar de las reuniones y los festejos.
Podrá hacer un plan propio, con alguien querido y que no necesariamente tenga que ver
con el festejo habitual; pueden pasar unos días en al mar, en el campo o simplemente
cenar de manera habitual compartiendo una película, sin necesidad de forzar el festejo.
Para otras personas resulta importante estar en compañía de la familia y atravesar “como
pueden” el momento de festejo, pero con el acompañamiento de gente querida que podrá
estar para sostener.
No hay que olvidarse que cada duelo conlleva otros duelos. Posiblemente, la persona no
solo perdió al ser querido, además perdió a quién se disfrazaba de Papá Noel, a quién se
encargaba de buscar y llevar a los familiares en su auto, a quién adornaba el árbol o quien
se emocionaba hasta las lágrimas en el momento del brindis.
Las fiestas, y sobre todo “las primeras fiestas”, tienen la particularidad de entrar en la
categoría de “Las primeras veces sin esa persona especial”. Es sabido que “las primeras
veces” de muchas cosas tiene un impacto y una intensidad que suelen ser difíciles de
atravesar. Como el primer cumpleaños, la primera salida al cine sin él o ella, el primer acto
escolar, el primer día del padre, la madre o del niño, las primeras salidas o reuniones
familiares, y tantas otras situaciones donde la ausencia es tan intensa que dificulta estar
presente y conectado con el momento que se está viviendo.

Es importante tener en cuenta las diferencias intra familiares que existen en los procesos
de duelo. Si bien la persona que falleció es la misma para todos los integrantes de la
familia, la manera de transitar el duelo, y por ende las necesidades, muchas veces son
distintas. En algunos casos no se tienen en cuenta esas diferencias, o se desconocen, y eso
genera tensiones y situaciones difíciles que se suman al dolor por la pérdida de la persona
amada. Es fundamental poder dialogar, escucharse, entenderse, respetar las diferencias y
saber “negociar” para que todos puedan pasar esos momentos especiales respetando las
necesidades singulares.
En caso de que haya menores en la familia, resulta fundamental recordar que un niño en
duelo sigue siendo un niño. Le duele no tener a su mamá, papá, hermano o abuelo en la
mesa del festejo, pero posiblemente se le agregue dolor si se le quita la posibilidad de
participar de las fiesteas. La ilusión del regalo, la fantasía de Papá Noel, el encuentro con la
familia o el armado del arbolito son momentos inolvidables en la vida de muchos niños En
estos casos es muy importante conversar con el niño, para tener en cuenta qué es lo que
más le entusiasma de las fiestas y así evaluar la posibilidad de sostenerlo. Quizás es el
armado del arbolito y no la cena familiar lo que le gusta y para el adulto a cargo es más
viable sostener esa situación, o quizás es hacer la carta para Papá Noel y, aunque duela, se
puede compartir ese momento. En caso que el adulto a cargo sienta que le es
extremadamente doloroso y casi insoportable hacer o sostener algo de lo que el niño
necesita, puede pedir ayuda a algún referente que sea importante para el menor. De esta
manera el adulto no se expondrá a algo que no puede, pero el niño no se quedará sin ese
momento. Es esperable que con el pasar del tiempo y la resignificación de la perdida, el
adulto pueda volver a acompañar al niño en ese momento especial que vive con ilusión.
Se trata de encontrar conjuntamente la mejor forma de pasar las fiestas con el menor dolor
posible, de preguntarse cuánto es capaz de tolerar, que cosas la persona está segura de
que no desea hacer y qué cosas le harían bien a pesar de que lo ponga en contacto con el
dolor.

En este momento del proceso del duelo, al igual que en tantos otros, es muy útil tener en
cuenta la propuesta de Margaret Stroebe, junto a Henk Schut, quien creó el Modelo de
Proceso Dual del Duelo. La investigadora explica que durante el duelo la persona suele
moverse de forma continua entre los terrenos de un “funcionamiento orientado a la
pérdida” y un “funcionamiento orientado a la reconstrucción”.
En el funcionamiento orientado a la pérdida la persona centra su carga emocional en
experimentar, explorar y expresar de distintas formas (verbal o conductualmente) todo
aquello relacionado con la pérdida vivida, a fin de entender el sentido que esta tiene en su
propia vida. El doliente se encuentra en un periodo de introspección, el cual podría
entenderse metafóricamente como un proceso de “ahorro de energía conductual” a fin de
consolidar este objetivo primario. Las manifestaciones más características en este primer
ciclo pasan por: estar en contacto con la pérdida, concentrarse en su propio dolor, llorar,
hablar de ello, mantener un comportamiento pasivo, presentar sentimientos de
abatimiento, aislamiento, tener la necesidad de descargarse emocionalmente, promover el
recuerdo o finalmente, negar la posibilidad de recuperación.
Por otro lado, la autora propone el funcionamiento orientado a la reconstrucción, donde la
persona invierte su esfuerzo y su concentración en los ajustes que ha de realizar en las
diferentes áreas vitales: familiar, laboral, social. Ello tiene como finalidad la reconstrucción
de un mundo más vital a pesar del dolor de la pérdida.
Este funcionamiento se fundamenta en acciones como: desconectar de la pérdida, tender a
la negación de la situación, distraerse, minimizar la afectación, racionalizar la experiencia,
evitar el llanto o el hecho de hablar de la pérdida, centrarse en reconducir las áreas vitales,
adoptar una actitud más activa o centrarse en fomentar las relaciones interpersonales.
Es esperable la oscilación entre ambos movimientos y de a poco los episodios de un
“funcionamiento orientado a la reconstrucción”, van aumentando en frecuencia y duración
con el paso del tiempo.
Teniendo en cuenta la propuesta de la autora, las fiestas pueden incluir momentos
orientados a la pérdida cómo a la reconstrucción y eso explica que algunas personas en
estas fechas sientan especialmente la ausencia y otras personas las vivan cómo un
momento de desconexión y celebración, e incluso que para algunos puedan significar
ambas cosas. No existe una manera correcta de estar en duelo y cada persona tendrá que
escucharse a sí misma para saber qué necesita o qué es lo mejor para ella en lugar de sentir
que “debería” hacer tal o cual cosa porque se supone que es lo que corresponde. Es
importante recordar que no hay reglas rígidas en relación a este proceso de la vida y que
mucho depende de los factores o mediadores del duelo para entender la evolución y
desarrollo del mismo.
A continuación, se proponen una serie de recomendaciones a tener en cuenta en
momentos cercanos en las fiestas:

• Dar lugar al dolor y las emociones asociadas a la pérdida.


• Buscar personas o maneras para expresar los sentimientos y pensamientos en
relación al duelo y a lo que generan las fiestas.
• Juntarse y conversar con los integrantes más íntimos de la familia para acordar lo
que necesita cada uno durante los días festivos.
• Tomarse el tiempo para conectar con uno mismo, sentir cuál es la necesidad
durante esos días y no dejarse llevar por el deseo de otros.
• Decir “no” ante propuestas que no coincidan con el deseo o necesidad propia.
• En caso de hacer o asistir a algún festejo, dividir tareas para no recargarse y sumar
estrés al dolor existente.
• Dar lugar a la persona fallecida (nombrarlo, poner fotos, prenderle una vela). Esto
depende del estilo y la necesidad de cada persona, pero se recomienda tenerlo
presente para ir paulatinamente generando un vínculo simbólico.
• Conectar y darle lugar a pensamientos, religiones o creencias que hagan bien.
• Cuidar el cuerpo y la mente: dormir bien, hacer deporte, meditar, comer
saludablemente o no comer en exceso, juntarse con personas que hacen bien.
• Darse permiso para que haya momentos de alegría (reír, bailar, disfrutar) a medida
que lo sienta.
• Concretar acciones solidarias. Si el momento del duelo lo permite, hacer cosas para
otros, puede ayudar a transitar el propio dolor a la vez que se tiende la mano a
alguien que lo necesita.

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