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León de Greiff
Quisiera valerme de una aclaración para intentar una diferenciación que nos
permita un encuentro más o menos afortunado con respecto de la reflexión que les
compartiré en adelante. Se trata de explicitar que un concepto difiere,
necesariamente, de su referencia empírica; ello implica decir que por elaborado
que se presente un asunto y por obvio que aparezca en su definición conceptual,
de todos modos no es el asunto en cuestión, hay una especie de tamíz que ubica
al concepto en una dimensión especial del lenguaje, que nos entrega del asunto
tamizado o cernido por las palabras, un material muy distinto del que retomamos
como aquello que se estudia o va a estudiar 2. Cuando decimos, por ejemplo, la
palabra árbol, todos sabemos que no sale un árbol por la boca, pero sí que esta
palabra nos remite a, por lo menos, una experiencia con respecto de aquello que
tal palabra enuncia3. Esa posibilidad que nos brinda el lenguaje la hacemos más o
menos complicada en cada contexto donde la refiramos, puesto que los contextos
son especies de lugares regulados para aceptar o excluir a las personas, los
objetos, las palabras o prácticas que allí sean convocadas 4.
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A propósito de este planteamiento asumimos que se trata de la construcción lingüística que
pretende dar cuenta de las Cosas que están en la dimensión de lo Real y lo hace produciendo
metáforas en otra dimensión, la Simbólica
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Este es un ejemplo que repetidas ocasiones nos presentó el profesor Rodrigo Navarro Marín de
la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle a quien le aprendí a apreciar estas
reflexiones en un seminario que ofreció con el nombre de Cuerpo y Lenguaje y Teoría del Discurso
en Lacan a estudiantes de diferentes carreras durante los años de 1988 a 1992
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Dice Michel Foucault, a propósito, que las instituciones (que aquí tienen el sentido de los
contextos) “le han preparado - al discurso - un lugar que le honra pero que le desarma, y que, si
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Es más, una gracia que puede obtener un punto de vista propuesto para entablar
un diálogo o discusión, consiste en alcanzar la posibilidad de su decodificación.
Ello no quiere decir que se trata de decir simplezas. A cambio consiste en darle un
cierto grado de consistencia a lo que se diga para no hacer una especie de
discurso vacío5 que expresa unas palabras muy aparentes, pero sin desarrollo de
sus contenidos. Tampoco se trata de decir palabras cuyos contenidos, direcciones
y sentidos ¨todo el mundo sabe¨; pues si tratara de ello, no sería necesario hacer
una charla en un evento académico, sino, como se dice comúnmente, “botaríamos
corriente¨ en cualquier otro sitio de nuestras cotidianidades.
Otra aclaración: Pienso que toda opción práctica o conceptual es elegida por cada
persona con respecto de un referente moral y que este se constituye a partir de su
experiencia corporal.
Una idea del cuerpo que hace tradición en nuestra cultura es la del cuerpo
entendido como organismo. Veamos:
EL ORGANISMO.
Un perro gruñe, nos pasó muy cerca, rozándonos la piel se paró al frente de
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nosotros. Su cola rígida golpeó una de nuestras manos. Sus dientes y lengua
brillan babeantes Nos quedamos quietos, todos los músculos tensos. La vista
capta formas, nos permite saber que va a atacar. El tacto nos anuncia que la cola
erguida es símbolo de sus fuerzas dispuestas al asalto. El vaho caliente nos llega
a las piernas, el calor nos enseña su estado de bravura. Su gruñido es captado
por nuestro oído. El olfato nos indica que la pelea tiene que ser por comida, pues
huele a grasa y en efecto, acabamos de pisar un hueso. Tragamos saliva, es
amarga.
Todos los sentidos los hemos dispuesto para captar una agresión, quedamos lo
más inmóviles que podemos. La información captada de afuera recorre en
milésimas de segundo por nuestras vías nerviosas hasta que llegan al cerebro
(Sistema nervioso central ), desde aquí se envían mensajes al resto del sistema
nervioso. Ello obligó nuestra rigidez. El hipotálamo hace lo suyo y distribuye
mensajes a unas glándulas que comienzan a segregar líquidos.
Según parece muchas cosas pasan en nuestro interior. El olor grasoso nos hace
segregar un líquido que se hace sentir en la saliva que tragamos, parece que tal
labor la hizo nuestro hígado y afectó directamente el sistema digestivo. Además
los nervios nos impusieron un mayor desbloqueo a nuestro esfínter uretral: hemos
orinado un poco. El perro vuelve a latir, no podemos contenernos, se nos escapa
una ventosidad.
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Nos disponemos a solucionar el impasse y lentamente nos desplazamos hacia
atrás mientras decimos balbucientemente y con timidez ¨perrito, perrito¨ mientras
levantamos una mano cuyos dedos castañean: ES EL ORGANISMO.
LO HUMANO: EL LENGUAJE.
Un perro gruñe. Su cara nos muestra que sus ojos se preñan de furia, los dientes
pelan su desnudez y anteponen a nuestra mirada una decisión del instinto: Matar.
Sus colmillos son la prueba que invita conocer las armas con las que habrá de
vérselas el enemigo. Un paso hacia adelante significa aceptar el duelo, violar el
límite. Una frontera que de verse invadida reclamará la violencia.
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mordisco, el desgarramiento, el almizcle, el orín que es lanzado.
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Queda, pues, agarrada la lengua de la cultura y esa marca del ombligo señala el
vínculo existente entre el humano y la bestia; pero es un lugar vacío, la marca de
un sin-cuerpo que requiere ser llenada de símbolos, de cuerpo, de las huellas de
los muertos: Aquellos abuelos de la horda primitiva que una vez murieron para
dejarnos un aliento, su recuerdo, su voz. Con esta voz, con estos símbolos
hacemos la como-unión, nos dejamos envolver en la fantasía de la unidad: “
Somos el género humano ! ”, “Nos como-unicamos! ”, “Nos volvemos como-
unidad! ”.
Estos símbolos son cicatrices de la falta que nos acontece, aquella que nos obliga
reconocer que estamos incompletos, que la comunión, la comunidad, la
comunicación son ilusiones, unas ilusiones necesarias; pues nos permiten
reencontrarnos con los símbolos de nuestros muertos, con sus leyes: Hacer el
lenguaje, construir el cuerpo; de aquí que la letra, el gesto, la palabra sean los
encuentros de los humanos aquellos que murieron y los humanos aquellos que
nacen para recrear sus símbolos, para rehacerlos; pues en los símbolos hay una
seña, una marca que nos dice que en ellos no están los abuelos totalmente, si no
algo de ellos, lo otro falta, habrá que hacerlo, crearlo. Esa falta es ese espacio que
se abre para dar cabida a los nuevos símbolos: A las nuevas palabras, a los
nuevos gestos, a las letras nuevas. Es el espacio que se abre para que no sólo
caigamos en la ilusión de comunicarnos, si no que nos obliga a luchar en esa
ilusión con y contra la vida y la muerte. Nos obliga a tratar de comunicarnos para
que establezcamos vínculos, para que tratemos de interpretarnos, para que
armemos textos, discursos: El cuerpo de los sujetos, el de cada uno; el cuerpo
social, el de todos. Si bien la mueca, el gruñido y la huella son animales; el gesto,
la palabra y la letra son humanos; pues con los últimos establecemos vínculo,
hacemos grupo y nos agarramos al mismo; quedamos sujetos del grupo.
Somos sujetos y somos grupo porque unos símbolos nos muestran que estamos
faltos de algo. Estamos castrados, nos falta una parte que no se llenará nunca;
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pero que nos invita a desear llenarla.
Claro está que los gestos, las letras y las palabras son distintas entre sí y además
son diferentes para cada sujeto quien las interpreta como aquel que des-entraña;
pero también hay algo que hace que cada uno gane sentido para los demás; ese
algo es lo que nos mantiene sometidos a la ilusión de la unidad. La palabra
verbalizada tiene una cualidad distinta a la palabra escrita, a la letra. La una es
sonido, es voz, la otra es huella, ambas son humanas. El gesto es mueca que
comunica. La palabra y la letra expresan como hacia afuera, dan la impresión de
salirse del cuerpo; el gesto no, el gesto vive con la carne, es pegado al sujeto que
lo expresa, es ligado al lugar donde se produce su impresión. Aunque las técnicas
del cine y el video traten, es muy difícil despojar al gesto del gestor. En cambio en
la letra y en la palabra la tecnología ha podido ilusionar ese despojo, ese
arrancamiento.
De lo anterior no se puede deducir que letra, palabra o gesto son mejor o peor una
que otra, pero en todas el mandato de los abuelos se cumple: Tratamos de hacer
comunión, comunidad, comunicación. En últimas, tratamos de hacer en el
encuentro con nuestros muertos, una fiesta, un ritual, quizá el más sagrado para
los humanos: EL AMOR. Ya otros lo han dicho, “El amor es hablado”, puesto que
nos consta habremos de decirlo, “El amor se hace con la lengua”: Un gesto, una
palabra, una letra: Un beso, una canción, un poema.
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Buscamos en los símbolos de otros muertos. Un diccionario nos refiere tres
acepciones: 1. Manifestar con palabras lo que uno piensa o siente. 2.Dar indicio o
prueba, con las acciones, de su disposición de ánimo. 3.Manifestar el artista con
viveza y exactitud los efectos propios del caso.
Podríamos decir que, en tanto el lenguaje del arte tiene el carácter de universal, lo
que se ilumina es esa ceguera universal, esa oscuridad universal que aprisiona al
género humano.
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El cuerpo es lo expresado. De aquí que sea necesario el camino de la expresión
para hacer un cuerpo, un mundo:!HABLAR! y como se trata del cuerpo humano,
del mundo de los seres humanos, entonces la noción de lo artístico nos
compromete; pues habremos de recurrir a universalizar ese lenguaje, ese cuerpo,
esa expresión de cada uno y esta pretensión nos demanda de la estética, que es
la belleza de lo expresado.
En síntesis, hacer un cuerpo bello, un mundo bello es la urgencia del ser humano
para que no perdamos la individualidad y para que establezcamos vínculos
universales; esto es, con el resto de la humanidad. Habrá quien nos reclame que
el arte es por excelencia crítico; compartimos la idea, lo que pasa es que en la
búsqueda de la belleza, el mundo creado como verdad queda en cuestión, puesto
que lo bello es relativo al contexto histórico y cultural, no es total.
EL JUEGO.
Decir que la materialidad humana es lingüística implica asumir que esa enorme
montaña de lenguas y palabras existentes, es su materialidad. Es, con todo lo que
ello implica de grato y/o repulsivo, mi o tu cuerpo. El cuerpo de la humanidad es
un complejo lingüístico, como aquella referencia del complejo comercial; pero en
donde a cambio de almacenes de ropa, entre otros se encuentra una diversidad
de almacenamientos lingüales, cada uno con sus “productos” propios. Ordenados
según lo impone una lengua mayor y como ocurre con todo ordenamiento, con
tensiones en muchos de sus lugares, dado ese imperativo que pulsa a pelear con
el padre, con la ley. Una especie de venganza primigenia que intenta decir que
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aun no se conforma con la separación del seno materno. Una venganza
inconsciente que llama abrazadoramente a desobedecer, a sacarle la lengua
propia a la gran lengua de otro; a decir lo que no se debe decir, a decir una verdad
distinta de la dicha, a sub-vertir; esto es, a jugar.
En el juego del parqués, por ejemplo, no se juega cuando se mueve una ficha o
cuando otra es ¨enviada a la cárcel¨ o cuando es ¨soplada¨ la ficha del compañero,
no. El juego empieza cuando las reglas del parqués se violan; cuando se hace
trampa; cuando se sub-vierte el orden del parqués.
El juego existe en la verdad, en aquel lugar en donde a esta le cabe una duda.
Jugar es interrogar, poner en cuestión y ello propone riesgos. Una acción de juego
que no implique riesgos, no busca romper, obedece. El riesgo es la fuerza que
impulsa al juego . Arriesgar es plantarse frente a la ley, conocerla en su poder,
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incluso cumplirla y cumplida ya, entonces jugar; esto es, violarla.
DROGA Y DROGA-DICCION.
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es decir, porque están drogados en la incapacidad de ser autónomos con respecto
de las correspondencias entre lo que desean: escapar o volarse del trabajo, de la
oficina, de las responsabilidades que se les impone y a cambio meten la cabeza
en un hueco mientras pasan treinta años o más esperando una jubilación que por
fin les permita ser libres y volar a Europa o a un pueblito que siempre fué soñado.
O, por lo menos, volarse de esa oficina o fábrica tediosa que lo empleó en un
oficio que nunca quiso.
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“desarrollados” en donde “todo sigue progresando”, menos las relaciones entre las
personas, que cada vez dependen más de ambas formas de las drogas. Alienados
en sus autonomías y bajo los efectos de mil productos de la industria química y no
química, legal o ilegal.
Una solución que hoy campea en la escuela es, además de la severa exclusión, la
fórmula general. El tratamiento igualador. Como si todos pensáramos o tuviéramos
que pensar igual. Ese es un problema mayor; pues a cambio de apuntar hacia
alguna solución, se excluye con mayores sutilezas, las cuales se amparan en
excesos de normatividad. La invención de normas, reglamentos estudiantiles o de
comunidad escolar, de manuales de convivencia, son su síntoma.
Estanislao Zuleta decía “por ahí aparece una propaganda ahora es una especie de
derecho que aparece también en los currículo algo que dice: “No consuma droga”
pero el resto de propagandas, de películas, de novelas y de recreos dicen
“Consuma, consuma...” y, “claro, eso es lo que se aprende. Qué mejor que una
sociedad bien drogada para huirle a los conflictos o para no responder ante
estos...Todos sedados, drogados”. Parece que eso es lo que se quiere. Lo que
pasa es que tendemos a negar lo que queremos. De algun modo lo que queremos
nos horroriza.
Sí, respecto de las ideas que se tienen de la droga hay un problema grave y es
que de las diferentes opciones que se tienen acerca de ésta unas son moralizadas
negativamente respecto de otras y las segundas sobrevaloradas. Algo asi como
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“Ustedes los drogadictos de allí son malos y nosotros los drogadictos de acá
somos buenos”; pero la realidad es que ambos son drogadictos, unos
drogadictos alienados, perdidos de la autonomía del pensamiento, sin capacidad
de asumir lo que es necesario pensar. Cuando uno piensa lo que hace, pone en
cuestión lo que existe y al poner en cuestión lo que existe, quiere cambiar, quiere
subvertir, quiere poner la verdad en un lugar sub (subvertir). Por decir de un modo,
quiere emborrachar esa realidad, ponerle una ruptura, trazarle un punto de fuga.
Nos podemos preguntar a modo de ejemplo: ¿qué es lo que hacían los pitagóricos
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que sólo desde las matemáticas se formaron, qué es lo que hicieron otros, en la
misma Grecia Antigua, que sólo en los gimnos se formaron, cómo fue posible que
otros se formaron en la polis, en la ciudad, en la plaza pública, hablando?. Allá se
formaron. No se habló de matemáticas por un lado, ciencias sociales por otro,
educación física en otro lugar...no. Ellos se formaron y nunca hablaron de
formación integral, ni otras palabras pedantes.
A los maestros nos queda muy fácil escondernos detrás del currículo y decir “es
que yo soy profesor de sociales y hago las cosas bien...pero los demás no...” y
salen las preguntas acostumbradas ¨¿Cómo hacer para que los demás...? ¿Cómo
hacer para que el otro...? ... Traigo a cuento una cita que repito de Krisnamurti. Un
estudiante le pregunta: “¿Maestro, cambiar al mundo, cambiar la sociedad,
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cambiar a los demás? Si el mundo, la sociedad y los demás no entienden, son
torpes, perezosos, no quieren cambiar” y Krisnamurti le responde: “Cambiar al
mundo, cambiar la sociedad, cambiar a los demás, si el mundo la sociedad y los
demás son torpes, perezosos, no quieren cambiar. No cambie el mundo, ni a la
sociedad, ni cambie a los demás. ¿No ve que mientras espera que cambie el
mundo, la sociedad y los demás, usted se vuelve torpe, perezoso y no quiere
cambiar? Entonces, el asunto es de cada uno.
Es necesario buscar o inventar espacios para hablar, el P.E.I. quizá sea una
posibilidad. ¿Qué tal que cada maestro haga el P.E.I. de su propia escuela a
cambio de “participar” en la construcción del P.E.I de una institución que lo
considera como un empleado, simplemente? De todos modos generar espacios
distintos a la escuela existente es una tarea que nos compromete a todos aquellos
que aceptamos nuestra conflictividad. No se trata de una práctica para inventar
otra “terapia para drogadictos”. Se trata de abrir espacios para el encuentro entre
las personas y no sólo desde los lugares de funcionarios de alguna institución,
sean estas la escuela o la familia. Espacios para las personas, para el encuentro
entre las personas, son espacios en donde lo posible es hablar aquello que se
piensa, se siente y muchas veces se hace. Aquello que disfrutamos de la vida, de
las demás personas, de la naturaleza, de las riquezas inventadas. También
aquello que no disfrutamos, lo que entendemos y lo que no entendemos, incluso lo
más enigmático, la muerte.
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Son lugares en donde podemos expresar nuestras alegrías y sufrimientos; en
donde hacemos evidentes las paradojas humanas; por ejemplo aquella
consistente en definir al ser humano como ser social, como ser de la lengua, en
tanto establece vínculo hablado y al mismo tenor, ser de la soledad. Un ser que
habla como quien le grita al mundo ! yo existo ! y cae en cuenta repetidamente, a
cada grito, que todo aquello que dijo, si mucho fue entendido a medias. O aquella
otra paradoja que nos pone en evidencia nuestro ser en la lingüisticidad y a la vez
nos demuestra nuestras limitaciones enormes para hablar con otro u otros. O una
tercera que nos enseña nuestro deseo solidario con aquel que “nos parece que
esta muy mal” y al “ayudarlo”, al intentar hacerlo, lo único que producimos como
propuesta, es otro modo de excluirlo o señalarlo que le empeora su situación y
defraudamos más nuestro sentimiento con respecto de nuestra inteligencia y sus
consecuentes acciones. XXXXXXXXXXXXXXX
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nos hace amables, susceptibles para el amor con una persona, no se universaliza
para los demás.
Los lugares a los que nos referimos no son lugares al modo de los confesionarios
para pecadores o los banquillos de acusados o los púlpitos donde dan testimonios
los exdrogadictos o los tableros donde los estudiantes recitan la lección para
demostrarle al profesor que saben tanto como él, no. No son lugares tan
optimistas como para redimir, salvar, perdonar, liberar, formar. Son lugares
pesimistas, sitios en donde nadie va a cambiar a nadie, no sólo porque así se lo
proponga; si no porque no se puede cambiar a otro. Esa es una idea que es
menester insistirnos entre aquellos quienes nos ubicamos en el lugar de los
maestros. No cambiamos a otro, en el sentido de no trans-formamos a otro, o
mejor: No conviene trans-formar a otro. Conviene a cambio formarnos a sí mismos
y ello es de suyo muy difícil.
DE LA FORMACIÓN.
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relaciones con ellos o ellas. Que no pretenda cambiar, tampoco, a un sujeto de un
grupo étnico o de un grupo etáreo, en fin. Quien debe asumir transformaciones es
uno mismo y ello es muy complicado. Demos, por ejemplo, el caso de aquel señor
que se preocupa por la fidelidad de su mujer y la cela, le pone obstáculos, le
pelea, le restringe sus espacios y acciones. Este señor lo que puede asegurar es,
en el mejor de los casos, que la mujer se le separe; pues lo que no ha asumido es
una crítica al modo como él es compañero o no ha entendido que no tenemos que
estar amarrados perenne y obligatoriamente con nadie. Si él asume con sensatez
el asunto, se criticará y actuará sobre sus modos de relación, cambia o no su lugar
de compañero, se separa o sigue, en fin.
La idea es que no deja de ser un facilismo cuidar la fidelidad ajena, cuando es tan
problemático, tanto para hombres, como para mujeres, aceptar esa idea de la
fidelidad consistente y reducida a lo que puede ocurrir en las relaciones coitales.
Una formación séria para los niños y jóvenes es una formación que niños y
jóvenes resuelven autónomamente; porque ven la autonomía del maestro frente al
curriculum, frente al P.E.I., frente al rector, frente al director o coordinador de la
escuela o colegio; frente a los conocimientos, frente a las ignorancias, frente a la
vida, y en la vida, frente a aquello que se le presenta como su droga . La
autonomía no es otro curso, es una práctica que se hace en medio de la dificultad,
la crítica y las diferencias.
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En síntesis, la formación de los maestros es la que hacemos, nos encargamos de
hacer, aquellas personas que nos ubicamos en el lugar de los maestros y la de
los estudiantes, la que hacen, se encargan de hacer, aquellas personas que se
ubican en el lugar de los estudiantes. Y lo digo no para que alguno de ustedes
cambie algo. No tengo optimismos al respecto, ni propósitos, ni objetivos; lo que sí
me ocurre es que al decirlo siento que en algo me cuestiono, que algo cambia en
mí y que ustedes me lo han posibilitado al concederme su tiempo y paciencia.
1o de Abril de 1998.
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