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LA ESPIRITUALIDAD

DE RECAUDAR FONDOS
HENRI J. M. NOUWEN

Cuánto más contacto tenemos con el amor íntimo de Dios que nos crea, nos sostiene y
nos guía, más reconocemos la multitud de frutos que surgen a partir de ese amor.
CONTENIDOS

Prefacio

Agradecimientos

Recaudar fondos como ministerio

Ayudar a que el Reino venga

La base de nuestra seguridad

Los ricos

Pedir

Una nueva comunión

Oración y gratitud

Venga tu Reino

Sobre Henri J. M. Nouwen


PREFACIO
En una ocasión en la que habló a una gran audiencia reunida para escuchar acerca de
recaudar fondos como ministerio, Henri Nouwen descubrió que los vendedores de libros
que estaban en el vestíbulo habían vendido todas las copias que tenían de su último libro.
Al mediodía, salió hacia la librería más cercana para comprar más copias de manera que
las tuviesen disponibles. De camino al auto, un joven vestido de forma casual se acercó a
él y le pidió dinero para volver a su casa en Francia. De manera característica, Henri le
dijo: “Sube al auto y ven conmigo. Háblame de ti mismo”.
De camino a la librería, el joven le habló del intento fallido de conseguir el puesto
de trabajo que deseaba en Canadá y su incapacidad de llegar a casa por no disponer de
los fondos suficientes. Tenía el billete de vuelta en la mano, esa noche iba a regresar a
París, pero no tenía dinero para llegar desde allí a su pueblo en el sur de Francia. Cuando
terminó la compra, regresó al centro de conferencias y, al separarse, Henri dio al joven
doscientos dólares y le pidió que le avisase de que había llegado sano y salvo a casa.
Más tarde ese día, después de sus conferencias y justo antes de marcharse, los
vendedores de libros que estaban en el vestíbulo dieron un sobre a Henri en
agradecimiento a la amabilidad que les había mostrado. Cuando abrió el sobre, Henri
encontró una nota de agradecimiento ¡y un cheque de doscientos dólares!
La generosidad produce más generosidad. Es especialmente cierto cuando la
generosidad está arraigada en la tierra fértil de las relaciones. Debido a su actitud abierta
y llena del Espíritu, Henri siempre ha buscado maneras de establecer una buena relación
con las personas a las que ha conocido. La generosidad de Henri con el dinero surgió a
partir de una generosidad mayor de sí mismo. Su deseo de mantener relaciones auténticas
estimuló ese mismo deseo en otros y, por tanto, su experiencia es que las personas son
generosas con su tiempo, su preocupación y, también, su dinero. Quizás no sea
sorprendente que ese mismo Espíritu de generosidad que alentó a Henri, también envolvió
la publicación de este libro.
Como albacea literaria de Henri, me han pedido varias veces permiso para copiar
el siguiente artículo y distribuirlo a pequeñas organizaciones cristianas sin ánimo de
lucro. Entonces, un amigo de toda la vida me animó a que publicase una versión mejorada
de este discurso para una audiencia más amplia. Me sentí bloqueada ante la debilidad del
texto transcrito, especialmente porque había escuchado la versión oral de Henri, mucho
más dinámica. Traté de editarlo para la publicación, pero pronto me desanimé debido a
mi falta de experiencia y a mis dudas a la hora de captar el entusiasmo y la convicción de
la presentación original de Henri. Abandoné el proyecto durante casi dos años.
Sin embargo, cuando los miembros de la junta directiva de la Sociedad Henri
Nouwen me pidieron que compartiese esta visión de la recaudación de fondos como parte
de su ministerio a otros, me puse en marcha y pedí ayuda. Nathan Ball, compañero en la
comunidad L’Arche Daybreak que trabaja con la Sociedad Henri Nouwen, se unió al
proyecto con entusiasmo ya que había usado el artículo con la junta directiva de una
organización benéfica en el pasado.

A pesar de que sabíamos que el editor de la revista Weavings, John Mogabgab, tenía una
agenda muy apretada, le llamamos convencidos del potencial del artículo y, con
confianza, le pedimos que donase su tiempo, talento y el don de la edición crítica para
este trabajo. Respondió gustoso que “sí”.
John comenzó el trabajo editorial y, a su vez, invitó a sus socios del ministerio
Upper Room a que organizasen el proceso de producción. Nos informó alegremente que
no solo se habían sentido honrados por poder compartir nuestra visión, sino que querían
hacerlo de manera gratuita.
Finalmente, seguros del sentido de nuestra misión, contactamos con varios
donantes que habían acordado financiar la impresión y la distribución de este libro. ¡Este
libro gratuito es el producto de una gratitud pura!
De muchas maneras, Henri era un hombre rico y generoso con los recursos y la
transparencia para dar. También necesitó fondos para apoyar muchas de las cuestiones
que le apasionaban. Por tanto, experimentó la recaudación de fondos desde ambas
posturas y su visión surgió a partir de la experiencia de que le pidieran donar dinero y de
que él pidiera a otros que apoyasen sus distintos ministerios. Entonces, con el tiempo, su
visión se extendió más allá de lo personal hasta lo universal.
Como muchos de nosotros, la visión de Henri comenzó con la noción de recaudar
fondos “como una actividad necesaria para apoyar las cosas espirituales, pero
desagradable”. Sin embargo, su pasión por el ministerio y por vivir con una motivación
espiritual le llevó más lejos y a un nivel más profundo hasta que pudo decir con
convicción que “Recaudar fondos es ante todo una forma de ministerio”.
En esta breve charla, Henri habla con entusiasmo y pasión sobre el Reino de Dios.
Ofrece a todos aquellos motivados por el Espíritu de Dios unas lentes nuevas para ver y
vivir el ministerio de recaudar fondos como una parte integral de su misión: “¡Recaudar
fondos es tan espiritual como predicar un sermón, dedicar tiempo a la oración, visitar a
los enfermos o dar de comer a los hambrientos!”

Como ministerio, recaudar fondos incluye la proclamación y la invitación, así como la


conversión. “Recaudar fondos consiste en proclamar aquello en lo que creemos de tal
manera que ofrezcamos a otras personas la oportunidad de participar con nosotros en
nuestra visión y misión”. Para Henri, la proclamación y la invitación suponen un llamado
desafiante a la conversión tanto para los que recaudan el dinero como para los donantes.
“Recaudar fondos es siempre un llamado a la conversión”. Todos son llamados a tener
una relación nueva y más espiritual con sus necesidades y recursos. Henri anima a los que
recaudan fondos a que tengan más confianza y gozo, a que estén firmes cuando pidan sin
tener que disculparse. Y, en esta visión, no solo se benefician ellos, ya que los donantes
también participan en una nueva comunión con otros al mismo tiempo que forman parte
de una visión y de frutos espirituales mucho más grandes.
Por tanto, este proyecto y la transformación desde la idea a la realidad validan el
mensaje espiritual del manuscrito sobre el ministerio, la visión, el pedir, el dar y el recibir.
Creemos y confiamos en que la inversión colectiva de tantas personas a la hora de crear
este libro se multiplicará muchas veces a través de su impacto en la visión y la práctica
recaudando fondos de innumerables individuos y organizaciones.
Si deseas recibir una copia gratuita de este libro, busca los enlaces en
www.HenriNouwen.org. Asimismo, puedes recibir información de los muchos
ministerios de la Sociedad Henri Nouwen. Con este proyecto, os invitamos a apoyarnos
financieramente en nuestra visión y, al hacerlo, compartir una nueva comunión y nuevos
frutos con los muchos amigos de nuestra Sociedad en todo el mundo.

Sue Mosteller, Congregación de St. Joseph


Albacea literaria de Henri Nouwen
AGRADECIMIENTOS
El 16 de septiembre de 1992 Henri Nouwen habló a la Fundación de servicios a la familia
Marguerite Bourgeoys sobre la recaudación de fondos. Se trató de un discurso informal
que surgió del corazón sin la necesidad de un manuscrito escrito. Por suerte, lo grabaron
y editaron la transcripción ligeramente. Cada cierto tiempo se entregaban copias de este
discurso a individuos u organizaciones implicadas en la recaudación de fondos. La
respuesta positiva hacia la nueva visión sobre la recaudación fondos que Henri estaba
comenzando a articular provocó que Sue Mosteller, la albacea literaria de Henri,
comenzase a pensar en maneras de distribuir esta obra de manera más extensa.
Entregaron el manuscrito como regalo a la joven Sociedad Henri Nouwen por su
propio trabajo en el desarrollo económico. En abril de 2003, contactaron conmigo para
conversar sobre la posibilidad de preparar el texto de Henri para su publicación. Esta
llamada de parte de la Sociedad Nouwen surgió por mi relación con Henri. Durante mis
estudios de doctorado en la Universidad de Yale, serví durante cinco años como asistente
de Henri en la enseñanza, la investigación y en cuestiones editoriales. Fue mi mentor y
mi amigo. Weavings, la revista que ahora edito, busca reflejar en su propio tiempo y lugar
la visión espiritual de la que Henri fue un ejemplo fiel.
He ejercido la libertad que, de manera habitual, Henri me concedía para añadir
material donde sus ideas invitaban a la ampliación o donde las transiciones necesitaban
más elaboración. Los trabajos que se realizan por amor fomentan el sentido de comunidad
y este proyecto ha confirmado esta verdad. Nathan Ball y Sue Mostellet me han apoyado
en todo momento durante todas las fases del trabajo. A pesar de tener un horario exigente
por el trabajo, Sue encontró tiempo para escribir el prefacio. Wendy Greer y Robert
Durback ofrecieron, de manera generosa, sugerencias para los pasajes en los márgenes a
partir de otros escritos de Henri. Nelson Kane creó un diseño tan actual y energético como
la vida y la fe de Henri. Pamela Hawkins revisó el manuscrito con el cuidado y la atención
de una editora. Y Robin Pippin guio todo el proceso con dulzura. Finalmente, me gustaría
agradecerte a ti, lector, por aceptar la visión de Henri acerca de recaudar de fondos como
un ministerio y por desarrollarla de maneras que él nunca hubiese podido imaginar.

John S. Mogabgab
Ministerios Upper Room
Empéñense en seguir el amor.
(1 Corintios 14:1)
Recaudar fondos es un tema que pocas veces consideramos desde una perspectiva
espiritual. Quizás creamos que recaudar fondos es una actividad necesaria para apoyar
las cosas espirituales, pero desagradable. O puede que creamos que recaudar fondos es el
reflejo de que no hemos sido capaces de planear todo bien o de confiar lo suficiente en
que Dios proveerá para todas nuestras necesidades. De hecho, con bastante frecuencia la
recaudación de fondos es la respuesta a una crisis. De repente, nuestra organización o
comunidad de fe no tiene suficiente dinero, así que comenzamos a decir: “¿Cómo vamos
a conseguir lo que necesitamos? Tenemos que empezar a pedirlo”. Entonces, nos damos
cuenta de que no estamos acostumbrados a hacer esto. Nos sentimos incómodos y un
poco avergonzados por ello. Empezamos a preocuparnos y a preguntarnos: “¿Quién nos
dará dinero? ¿Cómo se lo pediremos?”
Recaudar fondos como ministerio
El ministerio es, ante todo, recibir la bendición de Dios de parte de
aquellos a los que ministramos. ¿Qué es esa bendición? Es un atisbo del
rostro de Dios.
Aquí y ahora

Desde la perspectiva del evangelio, la recaudación de fondos no es la respuesta a una


crisis. Ante todo, recaudar fondos es una forma de ministerio. Es una manera de anunciar
nuestra visión e invitar a otras personas a que participen en nuestra misión. La visión y la
misión son tan centrales en la vida del pueblo de Dios que sin esa visión perecemos y nos
desviamos del camino (Pr. 29:18; 2 Reyes 21:1-9). La visión une las necesidades y los
recursos necesarios para satisfacer esas necesidades (Hechos 9:1-19). La visión también
nos muestra nuevas direcciones y oportunidades para nuestra misión (Hechos 16:9-10).
La visión nos da la valentía para hablar cuando preferiríamos estar en silencio (Hechos
18:9).
Recaudar fondos es proclamar lo que creemos de tal manera que ofrecemos a otras
personas la oportunidad de participar con nosotros en nuestra visión y misión. Recaudar
fondos es todo lo contrario a mendigar. Cuando buscamos levantar fondos no estamos
diciendo: “Por favor, podrían ayudarnos, es que últimamente la situación ha sido muy
complicada”. En cambio, declaramos: “Tenemos una visión que es increíble y
emocionante. Los invitamos a que se impliquen a través de los recursos que Dios les ha
dado – su energía, sus oraciones y su dinero – en esta obra a la que Dios nos ha llamado”.
Nuestra invitación es clara y decidida, ya que confiamos en que nuestra visión y misión
son como: “el árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y
sus hojas jamás se marchitan” (Salmo 1:3).
Recaudar fondos es también un llamado a la conversión. Y este llamado surge
tanto para aquellos que buscan los fondos como para aquellos que los tienen. Ya sea que
pidamos o demos dinero, Dios es el que nos une, el que va a hacer algo nuevo a través de
nuestra colaboración (véase Is. 43:19). Convertirse significa revestirnos de la mente
correcta, volver en sí de la misma manera que lo hizo el hijo menor cuando estaba pasando
hambre lejos de su verdadero hogar (Lucas 15:17-20). Es un cambio de dirección en
nuestra atención, por el que ponemos la mirada en las cosas divinas (Mt. 16:23). “No se
amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente.
Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”.
Recaudar fondos como ministerio implica una conversión real.

Como forma de ministerio, recaudar fondos es tan espiritual como predicar


un sermón, dedicar tiempo a la oración, visitar a los enfermos o dar de
comer a los hambrientos.

A la hora de recaudar fondos, las personas que trabajan en el mercado son a


menudo más sabias que las que trabajan en la iglesia. Aquellos que forman parte de
negocios grandes saben que nunca conseguirás mucho dinero si lo mendigas. Recuerdo
que una vez visité a un recaudador de fondos exitoso en Texas cuya oficina estaba llena
de cosas bonitas. Le dije: “¿Cómo te atreves a pedir dinero en esta oficina?” Contestó:
“Mi oficina es parte de la manera en la que me acerco a la gente. La intención es que
comunique que sé cómo funciona el dinero, sé cómo hacer que el dinero crezca. Esto da
confianza a las personas con la que me reúno de que usaré bien su inversión”.
Este enfoque no es para todo el mundo y estar rodeado de cosas bonitas no es la
motivación correcta para recaudar fondos como ministerio. Lo importante aquí es que
espiritualmente este hombre estaba diciendo: “Pido dinero de pie, no arrodillado, ya que
creo en lo que hago. Creo que tengo algo importante que ofrecer”. Sin pedir disculpas,
este hombre invita a las personas a formar parte de su visión.

La persona convertida ve, escucha y entiende con una mirada, un oído y


un corazón divinos.
¡Gracias!

En la recaudación de fondos como ministerio estamos invitando a las personas a


relacionarse de una manera nueva con sus recursos. Al dar a las personas una visión
espiritual, queremos que experimenten que, en realidad, se beneficiarán al poner sus
recursos a nuestra disposición. En verdad, si creemos que su donación solo es buena para
nosotros que somos quienes la recibimos, entonces no se trata de recaudar fondos en el
sentido espiritual. La recaudación de fondos desde el punto de vista del evangelio dice a
la gente: “Tomaré tu dinero y lo invertiré en esta visión solo si es bueno para tu caminar
espiritual, solo si es bueno para tu salud espiritual”. En otras palabras, los estamos
llamando a una experiencia de conversión: “No te harás más pobre; si das, llegarás a ser
más rico”. Podemos declarar con confianza junto al apóstol Pablo: “Ustedes serán
enriquecidos en todo sentido para que en toda ocasión puedan ser generosos…” (2 Co.
9:11).
Si nos falta este enfoque decidido y esta invitación, entonces estamos
desconectados de la visión y hemos perdido la dirección de nuestra misión. También nos
quedaremos sin donantes, ya que descubriremos que estamos mendigando el dinero y
ellos simplemente estarán dándonos un cheque. No hemos creado una conexión real, ya
que no les hemos pedido que vengan y estén con nosotros. No les hemos dado la
oportunidad de participar en el espíritu de lo queremos hacer. Quizás hayamos
completado una transacción con éxito, pero no hemos comenzado una relación exitosa.
Aquí vemos que recaudar fondos como ministerio invita a aquellos que tienen
dinero a desarrollar una nueva relación con su riqueza, también nos llama a convertirnos
en relación a nuestras necesidades. Si volvemos de pedir dinero a alguien sintiéndonos
agotados y afrentados por una actividad que no es espiritual, hay algo que va mal. No
debemos dejarnos engañar pensando que recaudar fondos es solo una actividad secular.
Como forma de ministerio, recaudar fondos es tan espiritual como predicar un sermón,
dedicar tiempo a la oración, visitar a los enfermos o dar de comer a los hambrientos. Por
lo tanto, recaudar fondos nos tiene que ayudar también con nuestra conversión. ¿Estamos
dispuestos a convertirnos de nuestro miedo de pedir, de nuestra ansiedad ante la
perspectiva de ser rechazados o de sentirnos humillados, de nuestra depresión cuando
alguien dice: “No, no me voy involucrar en tu proyecto”? Cuando obtenemos la libertad
de pedir sin miedo, de amar la recaudación de fondos como una forma de ministerio,
entonces será algo bueno para nuestra vida espiritual.

Aquellos que necesitan dinero y aquellos que pueden darlo se unen en la


base común del amor de Dios.
Lo importante es lo bien que amemos. Dios hará que nuestro amor dé
frutos, tanto si vemos sus frutos, como si no.
Pan para el viaje

Cuando aquellos que tienen dinero y aquellos que necesitan dinero comparten una misión,
vemos una señal fundamental de la nueva vida en el Espíritu de Cristo. Somos
inseparables en nuestro trabajo porque Jesús nos ha unido y nuestros frutos dependen de
que estemos conectados con él. Jesús dice: “Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que
permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes
hacer nada” (Juan 15:5). Con él, podemos hacer lo que sea, ya que sabemos que Dios nos
rodea con la abundancia de sus bendiciones. Por lo tanto, aquellos que necesitan dinero y
aquellos que pueden darlo se unen en la base común del amor de Dios. “Y Dios puede
hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda circunstancia,
tengan todo lo necesario, y toda buena obra abunde en ustedes” (2 Co. 9:8). Cuando esto
ocurre, podemos realmente decir con Pablo: “¡Es una nueva creación!” (2 Co. 5:17).
Donde hay una nueva creación en Cristo, allí el Reino de Dios se manifiesta al mundo.

De hecho, vivir una vida espiritual requiere un cambio de corazón, una


conversión. Tal conversión puede caracterizarse por un cambio interior
repentino o puede tener lugar a través de un proceso largo y silencioso de
transformación.
Making All Things New [Hacer todas las cosas nuevas]
Ayudar a que el Reino venga
Por lo tanto, dedicar nuestros corazones al Reino significa hacer que la
vida del Espíritu dentro de nosotros y entre nosotros sea el centro de todo
lo que pensamos, decimos o hacemos.
Making All Things New [Hacer todas las cosas nuevas]

La recaudación de fondos es una manera muy concreta de ayudar a que el Reino de Dios
venga. ¿Qué es el Reino? Jesús deja claro que, si convertimos el Reino en nuestra
verdadera prioridad, “todas estas cosas les serán añadidas”. El Reino es donde Dios
provee todo lo que necesitamos. Es donde estamos satisfechos y no nos dejamos llevar
de acá para allá por la ansiedad de tener lo suficiente. “Por lo tanto, no se angustien por
el mañana, el cual tendrá sus propios afanes” (Mt. 6:34). Jesús también compara el Reino
a una semilla de mostaza: “cuando se siembra en la tierra, es la semilla más pequeña que
hay, pero una vez sembrada crece hasta convertirse en la más grande de las hortalizas, y
echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar bajo su sombra” (Marcos 4:31-32).
Incluso un acto de generosidad aparentemente pequeño, puede crecer en algo más allá de
lo que hubiésemos podido pedir o imaginar (véase Ef. 3:20): la creación de una
comunidad de amor en este mundo, y más allá de este mundo, ya que dondequiera que el
amor crece, es más fuerte que la muerte (1 Co. 13:8). Por tanto, cuando nos dedicamos a
sembrar y cultivar amor aquí en la tierra, nuestros esfuerzos llegarán más allá de nuestra
existencia cronológica. De hecho, si recaudamos fondos para la creación de una
comunidad de amor, estamos ayudando a Dios a construir el Reino. Estamos haciendo
justo lo que se supone que debemos hacer como cristianos. Pablo deja claro esto:
“Empéñense en seguir el amor” (1 Co. 14:1).
La base de nuestra seguridad

La cuestión no es cómo conseguir dinero. En cambio, la cuestión es cuál


es nuestra relación con el dinero.

Aquellos de nosotros que pedimos dinero debemos examinarnos con cuidado. La cuestión
no es cómo conseguir dinero. En cambio, la cuestión es cuál es nuestra relación con el
dinero. Nunca seremos capaces de pedir dinero si no sabemos cómo nos relacionamos
con él.
¿Qué lugar ocupa el dinero en nuestras vidas? La importancia del dinero está tan
unida a las relaciones que parece casi imposible pensar en ella sin pensar cómo la vida
familiar ha influido en nuestra relación con el dinero.
¿Cuántos de nosotros sabemos cuánto dinero ganan nuestro padres o madres o el
dinero que tienen en este momento? ¿Solemos hablar con ellos acerca del dinero? ¿Es
alguna vez el dinero el tema de conversación a la hora de comer? ¿Las conversaciones en
familia sobre el dinero son angustiosas, furiosas, esperanzadoras o satisfactorias?
¿Hablaban nuestros padres con nosotros sobre el dinero cuando éramos niños? ¿Hablan
del dinero ahora con nosotros? ¿Nos enseñaron las habilidades necesarias para manejar
el dinero? Ahora, a su vez, ¿comentamos nuestra situación financiera con nuestros hijos?
¿Nos sentimos cómodos hablándoles de cuánto ganamos y de cómo usamos lo que
ganamos?
El dinero es una realidad crucial en las relaciones de familia. Asimismo, es una
realidad central en nuestras relaciones con las personas, las instituciones y las causas
detrás de la vida familiar. Por lo tanto, debemos también pensar en este aspecto de nuestra
vida financiera.
¿Cómo gastamos el dinero que tenemos? ¿Nos sentimos inclinados a ahorrarlo
para estar preparados para alguna emergencia o lo gastamos porque quizás no lo tengamos
más tarde? ¿Nos gusta dar dinero a nuestros amigos, a las ONG, iglesias, partidos
políticos o instituciones educativas? De hecho, ¿a quién estamos dando nuestro dinero?
¿Estamos preocupados por si podemos desgravar este dinero de nuestros impuestos? ¿Se
nos ocurre alguna vez esta pregunta?
¿Cómo nos sentiríamos si la gente usase el dinero que les hemos dado de forma
diferente a la razón por la que se lo dimos? Imagina que damos dos mil dólares a alguien
pensando que el dinero debería usarse para ayudar a niños necesitados. Más tarde
descubrimos que esa persona usó ese donativo para viajar al Caribe. ¿Nos enfadaríamos?
Una vez, el presidente de un seminario me dijo: “Si no quieres que te engañen, nunca des
dinero a nadie”.
Si el dinero afecta a las relaciones que tenemos con los miembros de nuestra
familia, así como con el mundo fuera de nuestro hogar, también influye en nuestra vida
interior. Es interesante que la expresión “valor personal” puede significar tanto la medida
de nuestros recursos financieros como nuestro valor como seres humanos. De nuevo,
algunas preguntas nos ayudarán a explorar este aspecto de nuestra relación con el dinero.

Si el dinero afecta a las relaciones que tenemos con los miembros de


nuestra familia, así como con el mundo fuera de nuestro hogar, también
influye en nuestra vida interior.

¿Cómo afecta a nuestra autoestima, a nuestro sentido de valor, el tener o no tener dinero?
¿Nos sentimos bien con nosotros mismos cuando tenemos mucho dinero? Si no tenemos
mucho dinero, ¿nos sentimos mal con nosotros mismos? ¿Nos hace sentir vergüenza tener
un salario bajo o incluso modesto? ¿O creemos que el dinero no tiene ninguna
importancia?
El dinero y el poder van juntos. También hay una relación real entre el dinero y el
sentimiento de valía personal. ¿Empleamos alguna vez el dinero para controlar a las
personas o los acontecimientos? En otras palabras, ¿usamos el dinero para hacer que las
cosas ocurran como queremos que ocurran? ¿Cómo nos sentimos cuando nos piden
dinero?
Si cualquiera de estas preguntas nos hace sentir incómodos, quizás se deba a que
hablar sobre el dinero es uno de los mayores tabúes que existe. Las conversaciones sobre
el dinero son un tabú mayor que las conversaciones sobre sexo o religión. Muchas
personas dicen: “No hables de religión, es un asunto privado”. Otros quizás digan: “No
hables de sexo, ese tema pertenece a la alcoba”. Hablar sobre dinero es aún más difícil
para un gran número de personas. Y esto se vuelve evidente cuando tenemos que recaudar
fondos.

Las conversaciones sobre el dinero son un tabú mayor que las


conversaciones sobre sexo o religión.

A menudo sentimos que no es fácil ser sincero en lo que se refiere a pedir dinero.
La razón por la que existe este tabú es porque el dinero tiene que ver con ese lugar
íntimo en nuestro corazón donde necesitamos seguridad y no queremos revelar nuestra
necesidad o regalar nuestra seguridad a alguien que, quizás solo de manera accidental,
pueda traicionarnos. Un gran número de voces a nuestro alrededor y dentro de nosotros
nos avisan del peligro de la dependencia. Tememos depender de otros debido a la idea de
que la dependencia es una amenaza a nuestra seguridad. Un amigo una vez me dijo que
su padre con frecuencia le decía: “Hijo, asegúrate que no dependas de nadie. Asegúrate
de no tener que mendigar lo que necesitas. Asegúrate de que siempre tengas suficiente
dinero para tener tu propia casa, tus propias cosas y tu propia gente para ayudarte.
Siempre que tengas algo de dinero en el banco, nada malo te podrá ocurrir”.
La presión que hay en nuestra cultura de asegurar nuestro propio futuro y controlar
nuestras vidas tanto como sea posible no tiene ninguna base en la Biblia. Jesús conoce
nuestra necesidad de seguridad. Se preocupa de que, puesto que esta seguridad es una
necesidad humana profunda, no pongamos nuestra confianza en las cosas o personas que
no nos pueden ofrecer verdadera seguridad. “No acumulen para sí tesoros en la tierra,
donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien,
acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los
ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”
(Mt. 6:19). No podemos encontrar seguridad si nuestro corazón está dividido. Jesús dice
algo muy radical: “Ningún sirviente puede servir a dos patrones. Menospreciará a uno y
amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a la
vez a Dios y a las riquezas” (Lucas 16:13).

El espíritu del amor dice: “No tengas miedo de deshacerte de tu


necesidad de controlar tu propia vida. Déjame satisfacer el verdadero
deseo de tu corazón”.
Aquí y ahora
¿Cuál es la base de nuestra seguridad? ¿Dios o Mammón? Eso es lo que Jesús nos
preguntaría. Dice que no podemos poner nuestra seguridad en Dios y también en el
dinero. Tenemos que tomar una decisión. El consejo de Jesús es: “Pon tu seguridad en
Dios”. Debemos tomar la decisión de a qué o quién queremos pertenecer, a Dios o al
mundo. Jesús enseña que nuestra confianza, nuestra confianza más profunda, debe estar
en Dios. Mientras nuestra verdadera confianza esté en el dinero, no podremos ser
verdaderos miembros del Reino. Todas las preguntas que planteé simplemente eran para
ayudarnos a considerar si todavía estamos poniendo nuestra seguridad en el dinero. “El
que confía en sus riquezas se marchita, pero el justo se renueva como el follaje” (Pr.
11:28). ¿Cuál es la verdadera base de nuestra seguridad?
Los ricos
A veces nuestra preocupación por los pobres puede acarrear prejuicios
contra los ricos.

La Biblia no es ambigua respecto a la preocupación de Dios por los pobres. “Gente pobre
en esta tierra, siempre la habrá; por eso te ordeno que seas generoso con tus hermanos
hebreos y con los pobres y necesitados de tu tierra” (Dt. 15:11; véase Is. 58:6-12). Desde
su nacimiento, la iglesia ha reconocido el valor de los pobres a los ojos de Dios.
“Escuchen, mis queridos hermanos: ¿No ha escogido Dios a los que son pobres según el
mundo para que sean ricos en la fe y hereden el reino que prometió a quienes lo aman?”
(Santiago 2:5). De hecho, los pobres y los que sufren nos recuerdan que el Hijo de Dios
se hizo pobre por nosotros (2 Co. 8:9). Dios ama a los pobres, de la misma manera que lo
hacen aquellos que siguen a Cristo. Al amar y al servir a los pobres tenemos la hermosa
oportunidad de amar y servir a Jesús. “Les aseguro”, dijo Jesús, “que todo lo que hicieron
por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí” (Mt. 25:40).
Sin embargo, a veces nuestra preocupación por los pobres puede acarrear
prejuicios contra los ricos. Podemos sentir que no son tan buenos como los pobres.
Recuerdo escuchar a un profesor en una escuela de teología decir sobre una iglesia grande
y rica: “Esta no puede ser una iglesia verdadera”. Quizás pensamos que los ricos tienen
más dinero del que merecen o que han conseguido sus riquezas a costa de los pobres. Pero
nadie dice que debemos amar al rico menos de lo que amamos al pobre. Los pobres, en
verdad, están en el corazón de Dios. Debemos recordar que los ricos también lo están. He
conocido a bastantes personas ricas a lo largo de los años. Más y más, mi experiencia es
que estas personas son también pobres, pero de otras maneras.
Muchas personas ricas se sienten muy solas. Muchas luchan con sentirse usadas.
Otras sufren por sentir rechazo o depresión. Parece raro decirlo, pero los ricos necesitan
mucha atención y cuidado. Es importante reconocer esta realidad, ya que con bastante
frecuencia tengo contacto con personas ricas que son prisioneras de sus pensamientos:
“Lo único que la gente ve en mí es el dinero. Dondequiera que voy, soy la tía rica o la
amiga rica o la persona rica, así que permanezco en rincón, ya que en cuanto salgo de él,
la gente dice: ‘¡Es rica!’”
En una ocasión, una mujer vino a verme. Era muy rica y estaba muy deprimida.
Había visitado psiquiatra tras psiquiatra y les había pagado grandes cantidades de dinero
sin grandes resultados. Me dijo: “Sabes, Henri, todo el mundo va detrás de mi dinero.
Nací en el seno de una familia rica y con dinero. Es parte de quien soy, pero eso no es
todo lo que soy. Tengo mucho miedo de que me amen solo por mi dinero y no por quién
soy en realidad”.
Hace unos años una persona que había leído bastantes de mis libros llamó a mi
asistente en la universidad en la que estaba enseñando. Dijo: “Estoy leyendo los libros de
Henri Nouwen y me pregunto si necesita dinero. Quiero que escriba más y es caro escribir
libros en la actualidad”. Iba a estar fuera durante cuatro meses, así que mi asistente me
llamó y me dijo: “Hay un banquero aquí que quiere ayudarte y donarte dinero”. No sabía
qué hacer, así que respondí: “Bueno, ve y cena con él”. Así que fueron a cenar y, después,
continuaron cenando juntos todas las semanas. Hablaron de todo tipo de cuestiones y,
cuando volví a la universidad, se habían convertido en buenos amigos.

Las raíces de la soledad son muy profundas y no reciben el impacto de


los anuncios optimistas, de las imágenes que sustituyen al amor o del
compañerismo. Encuentran sus nutrientes en la sospecha de que no hay
nadie que se preocupe por ellas y que ofrezca amor incondicional, y que
no existe ningún lugar donde podamos ser vulnerables sin que nos usen.
Abriéndonos

Me uní a mi asistente para cenar con el banquero, que dijo: “Henri sé que no tienes ni
idea de dinero”. Le pregunté: “¿Cómo lo sabes?” Respondió: “Sé que las personas como
los escritores no tienen ni idea de dinero”. Sin embargo, lo que verdaderamente estaba
diciendo es que “aquello de lo que escribes es algo de lo quiero hablar contigo a un nivel
más personal que simplemente leyendo tus libros. Creo que la única manera de desarrollar
una relación personal contigo es a través de mi punto fuerte, que es ser banquero”. En
última instancia, lo que este hombre estaba diciendo es: “necesito algo que tú tienes y me
gustaría llegar a conocerte de verdad”. Mi respuesta fue: “No hablemos de dinero ahora.
Solo háblame de ti”.
Con el tiempo nos hicimos buenos amigos. Año tras año me daba varios miles de
dólares. Usaba bien el dinero y le decía lo que había hecho con su donativo. Sin embargo,
el dinero no era la parte más importante de nuestra relación. La parte más importante era
que él podía compartir quién era y yo podía hacer lo mismo en un ambiente de respeto y
confianza mutua.
Cuando mi amigo falleció, su familia me dijo: “Nos gustaría continuar apoyándote
debido al amor que tenía por ti nuestro esposo y padre. Queremos que siempre sientas
que hay personas que te apoyarán porque te queremos, del mismo modo que nuestro
esposo y padre te amaba”.
A través de la pobreza del hombre rico, algo propio del Reino se desarrolló. El
dinero era real, pero no era la parte más impresionante de nuestra relación. Los dos
teníamos recursos: los míos eran espirituales y los suyos eran materiales. Lo que era
impresionante es que los dos queríamos trabajar para el Reino, para construir una
comunidad de amor, dejar que ocurriese algo que era más grande de lo que éramos de
manera individual.

Debemos afirmarnos en la confianza de ir a una persona rica sabiendo


que él o ella son igual de pobres que nosotros y que también necesita
amor.

Mi amigo banquero me ayudó a ver que debemos ministrar a los ricos desde nuestra
propia riqueza – la riqueza espiritual que hemos heredado como hermanos y hermanas de
Jesucristo. En él “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”
(Col. 2:3). Debemos tener la valentía de ir a los ricos y decir: “Te amo y no por tu dinero,
sino por quien eres”. Debemos afirmarnos en la confianza de ir a la persona rica sabiendo
que él o ella son igual de pobres que nosotros y que también necesita amor. ¿Podemos
descubrir la pobreza en esta persona? Esto es muy importante debido a que es
precisamente en la pobreza de esta persona donde podemos descubrir su bendición. Jesús
dijo: “Dichosos ustedes los pobres” (Lucas 6:20). Los ricos son también pobres. Por tanto,
si pedimos donativos a personas que tienen dinero, debemos amarlas con intensidad. No
necesitamos preocuparnos por el dinero. Más bien, debemos preocuparnos de si, a través
de la invitación que les ofrecemos y las relaciones que desarrollaremos con ellos, estamos
acercándonos más a Dios.
Pedir
Quita los muchos miedos, sospechas y dudas que impiden que seas mi
Señor y dame el valor y la libertad de aparecer desnudo y vulnerable a la
luz de tu presencia, confiado en tu inconmensurable misericordia.
Un grito en busca de misericordia

Si toda nuestra seguridad está en Dios, entonces somos libres para pedir dinero. Solo
cuando somos libres del dinero podemos pedir con libertad a otros que nos lo den. Esta
es la conversión a la que nos llama la recaudación de fondos como ministerio. Ya hemos
visto que a muchas personas les resulta difícil pedir dinero debido a que el dinero es un
tema tabú. Es un tema tabú porque nuestras propias inseguridades están conectadas a él
y, por lo tanto, no somos libres. Tampoco somos libres si tenemos envidia de los ricos y
de su dinero. Tampoco somos libres si sentimos enfado hacia aquellos que tienen dinero
y nos decimos a nosotros mismos: “No estoy seguro de que hayan conseguido todo ese
dinero de manera honesta”. Cuando sentimos envidia o enfado hacia los ricos, revelamos
que el dinero es de alguna manera todavía nuestro amo y que, por eso, no estamos
preparados para pedirlo.
En verdad, me inquieta que pidamos dinero por enfado o envidia, sobre todo,
cuando estos sentimientos están bien escondidos detrás de palabras amables y una
presentación cuidadosa de nuestra petición de fondos. No importa lo mucho que hayamos
perfeccionado nuestra presentación, si pedimos dinero por enfado o envidia no estamos
dando a la persona los medios para que se convierta en un hermano o hermana. En
cambio, ponemos a la persona en una postura defensiva, ya que se da cuenta de que hay
algún tipo de competición en marcha. La oferta de participar en nuestra visión y misión
ya no es para el Reino. Ya no habla en el nombre de Dios, en el único en el que nuestra
seguridad está firme.
Cuando nos comprometamos en oración a poner toda nuestra confianza en Dios y
dejemos claro que solo nos preocupa el Reino; cuando aprendamos a amar al rico por
quien es en lugar de por lo que tiene y cuando creamos que tenemos algo de valor que
darles, entonces no tendremos ningún problema en pedir a alguien una gran cantidad de
dinero. Somos libres de pedir cualquier cosa que necesitemos con la confianza de que lo
obtendremos. Esto es lo que dice el evangelio: “Pidan, y se les dará; busquen, y
encontrarán; llamen, y se les abrirá” (Mt. 7:7). Si por alguna razón la persona dice “no”,
somos libres de responder con gratitud.

Pedir dinero a las personas es darles la oportunidad de poner sus recursos


a disposición del Reino.

Podemos confiar en que el Espíritu de Cristo, que nos está guiando, también está guiando
a esa persona. Quizás necesiten con más urgencia sus recursos financieros en otro lugar.
Quizás no esté preparada para comprometerse de verdad. Quizás tengamos que escuchar
con más cuidado al Espíritu que nos está diciendo que pidamos con más claridad y que
hagamos nuestra visión más atractiva. Debido a que nos acercamos a los posibles
donantes en el Espíritu de Cristo, cuando les pedimos dinero podemos hacerlo con una
actitud y en un ambiente de libertad y confianza. “Cristo nos libertó para que vivamos en
libertad” (Gl. 5:1).
Pedir dinero a las personas es darles la oportunidad de poner sus recursos a
disposición del Reino. Recaudar fondos es ofrecer a las personas la oportunidad de
invertir lo que tienen en la obra de Dios. El hecho de que tengan mucho o poco no es tan
importante como la posibilidad de hacer que su dinero esté disponible para Dios. Cuando
Jesús alimentó a los 5000 con solo cinco panes y dos peces, nos estaba mostrando cómo
el amor de Dios puede multiplicar los efectos de nuestra generosidad (véase Mt. 14:13-
21). El Reino de Dios es el lugar de abundancia donde todo acto generoso se desborda y
se convierte en una parte de la gracia ilimitada de Dios que actúa en el mundo (véase 2
Co. 9:10-15).

Cuando disfrutemos de verdad de la generosidad ilimitada de Dios,


estaremos agradecidos por lo que reciben nuestros hermanos y hermanas.
La envidia simplemente no tendrá espacio en nuestros corazones.
Pan para el viaje
Una nueva comunión

Las personas tienen tal necesidad de amistad y de comunidad que


recaudar fondos tiene que crear comunidad.

Cuando pedimos dinero a las personas para fortalecer y expandir la obra del Reino,
también los invitamos a una nueva comunión espiritual. Esto es muy importante. En la
carta de Pablo a los romanos, leemos: “Sabemos que toda la creación todavía gime a una,
como si tuviera dolores de parto. Y no solo ella, sino también nosotros mismos, que
tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra
adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo” (Ro. 8:22-23). Estos
gemidos vienen de lo profundo de nuestro ser y, en realidad, de lo profundo de toda la
creación. Es el sonido de nuestro anhelo por tener comunión con Dios y los unos con los
otros, una comunión que sobrepasa todas las limitaciones del tiempo y el espacio.
Al mismo tiempo, estos gemidos también expresan el anhelo apasionado de Dios
por tener comunión con nosotros y con todo lo que creó. Dios desea: “que la creación
misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa
libertad de los hijos de Dios” (Ro. 8:21). Esta es la libertad de la verdadera comunión
espiritual. Pedir dinero es una manera de llamar a las personas a esta comunión con
nosotros. “Queremos que nos conozcáis”. Reunidos por nuestro anhelo común,
comenzamos a conocer esta comunión a medida que avanzamos hacia nuestra visión.
¿De qué manera concreta se manifiesta la comunión espiritual? Cuando el
recaudar fondos como ministerio une a las personas en comunión con Dios y los unos con
los otros, debe presentar una posibilidad real de amistad y comunidad. Las personas
tienen tal necesidad de amistad y comunidad que recaudar fondos tiene que crear
comunidad. Me pregunto cuántas iglesias y ONG se dan cuenta de que la comunidad es
uno de los mayores regalos que pueden ofrecer. Si pedimos dinero, significa que
ofrecemos una nueva comunidad, hermandad, una nueva manera de pertenecer. Tenemos
algo que ofrecer: amistad, oración, paz, amor, fidelidad, afecto, ministerio con aquellos
en necesidad y todas estas cosas son tan valiosas que las personas están dispuestas a donar
sus recursos para mantenerlas.

El verdadero peligro al que nos enfrentamos es el recelo ante el deseo de


comunión. Es un deseo que Dios da sin el que nuestras vidas pierden
vitalidad y nuestros corazones se enfrían.
Aquí y ahora

Ante todo, la comunidad es una cualidad del corazón. Crece a partir del
conocimiento espiritual de que no estamos vivos para nosotros mismos,
sino para los demás.
Pan para el viaje

Cada vez que nos acercamos a las personas para que nos den dinero,
debemos estar seguros de que los estamos invitando a esta visión de ser
fructíferos y a una visión que es fructífera.
Necesitamos amigos. Los amigos nos guían, se preocupan por nosotros,
nos confrontan con amor, nos consuelan en tiempos de dolor […].
Cuanto más capaces seamos de recibir los distintos dones que nuestros
amigos pueden darnos, más capaces seremos de ofrecer nuestros propios
dones únicos, pero limitados. Por lo tanto, las amistades crean un
hermoso tapiz de amor.
Pan para el viaje

Recaudar fondos siempre debe tener como objetivo crear relaciones nuevas y duraderas.
Conozco a personas cuyas vidas se centran alrededor de la amistad que encuentran en las
iglesias, monasterios, organizaciones de servicio y comunidades cristianas intencionales.
Estas personas realizan visitas o son voluntarios y es en este entorno en el que encuentran
cuidado y apoyo. Si estas personas tienen dinero, lo darán; pero ese no es el punto. Cuando
lo comparamos con la nueva libertad y los nuevos amigos con los que disfrutamos de una
nueva comunión, el dinero es la cosa menos interesante.
La comunión espiritual también revela en sí misma una nueva manera de ser
fructíferos. Aquí queda clara la naturaleza radical de recaudar fondos como ministerio.
En el mundo, aquellos que recaudan fondos deben presentar a los posibles donantes un
plan estratégico que los convenza de que su dinero ayudará a aumentar la productividad
y el éxito de la organización. En la nueva comunión, la productividad y el éxito también
pueden crecer como resultado de recaudar fondos. Sin embargo, son solo resultado de
una energía creativa más profunda, la energía del amor plantado y cuidado en las vidas
de las personas en y a través de Jesús. Con el ambiente correcto y el cuidado paciente,
estas semillas pueden dar lugar a una gran cosecha: “que rinde el treinta, el sesenta y hasta
el ciento por uno” (Marcos 4:20). Cada vez que nos acercamos a las personas para que
nos den dinero, debemos estar seguros de que los estamos invitando a esta visión de ser
fructíferos y a una visión que es fructífera. Queremos que se unan a nosotros de manera
que juntos comencemos a ver lo que Dios quiere decir cuando declara: “Sean fructíferos”.

Por último, me gustaría volver a la relación entre el dinero y aquellos que lo buscamos a
través de recaudar fondos. Del mismo modo que el trabajo de construir una comunidad
de amor nos pide que nos convirtamos en cuanto a nuestra actitud hacia el dinero, esta
misma actividad nos invita a cada uno de nosotros a ser más fieles a nuestro llamado
personal, nuestra vocación única. Recaudar fondos debe hacer nuestro propio llamado
más profundo y fuerte. En ocasiones, esto nos lleva justo al centro de la lucha con nuestra
vocación. Cuando yo mismo recaudaba fondos, las personas me decían: “Te daré dinero
si asumes el desafío de ser mejor pastor, si dejas de estar tan ocupado y eres más fiel a tu
vocación. Vas de un lado para otro y hablas todo el rato, pero no escribes lo suficiente.
Sé que es difícil para ti cerrar la puerta, sentarte en tu escritorio y no hablar con nadie,
pero espero que mi contribución te ayude a escribir”. Esto forma parte de ser fructíferos
en la comunidad de amor. Al llamarnos a un compromiso más profundo con nuestro
ministerio particular, recaudar fondos nos ayuda a hacer visible el Reino que ya está entre
nosotros.
Oración y gratitud

La gratitud surge del reconocimiento de nuestra identidad y de que lo que


tenemos son dones que debemos recibir y compartir.

¿Cómo nos convertimos en personas cuya seguridad se basa en Dios y solo en él? ¿Cómo
podemos presentarnos con confianza tanto ante los ricos como ante los pobres en el
terreno común del amor de Dios? ¿Cómo podemos pedir dinero sin mendigarlo y llamar
a la gente a una nueva comunión sin forzarla? ¿Cómo podemos expresar el gozo, la
vitalidad y la promesa de nuestra misión y visión no solo en la manera en la que hablamos
sino también en la manera en la que estamos con otros? En resumen, ¿cómo pasamos de
ver la recaudación de fondos como algo desagradable, pero inevitable a reconocerla como
una expresión de ministerio que da vida y está llena de esperanza?
La oración es la disciplina espiritual a través de la cual nuestra mente y corazón
se convierten de la hostilidad y la sospecha a la hospitalidad hacia las personas que tienen
dinero. La gratitud es la señal de que esta conversión se está extendiendo a todas las áreas
de nuestra vida. Desde el principio hasta el final, recaudar fondos como ministerio se basa
en la oración y se lleva a cabo con gratitud.

Desde el principio hasta el final, recaudar fondos como ministerio se basa


en la oración y se lleva a cabo con gratitud.

La oración es el punto de partida radical de la recaudación de fondos, ya que en la


oración experimentamos de manera lenta la reorientación de todos nuestros pensamientos
y sentimientos sobre nosotros mismos y otros. Orar es desear conocer de forma más
completa la verdad que nos hace libres (véase Juan 8:32). La oración deja al descubierto
los motivos ocultos y las heridas no reconocidas que dan forma a nuestras relaciones. La
oración nos permite vernos a nosotros mismos y ver a los demás a través de los ojos de
Dios. La oración es radical porque deja al descubierto las raíces más profundas de nuestra
identidad en Dios. En la oración, buscamos la voz de Dios y permitimos que la Palabra
de Dios penetre en nuestro miedo y en nuestra resistencia para que comencemos a
escuchar lo que Dios quiere que sepamos. Y lo que Dios quiere que sepamos es que antes
de que pensemos, hagamos o consigamos algo, antes de que tengamos mucho o poco
dinero, la verdad más profunda sobre nuestra identidad es esta: “Tú eres mi hijo amado.
Tú eres mi hija amada. Estoy muy complacido contigo” (véase Lucas 3:22). Cuando
podemos atribuirnos esta verdad como real para nosotros, entonces también vemos que
es verdad para todas las personas. Dios está muy complacido con nosotros y, por tanto,
tenemos libertad para acercarnos a todas las personas, los ricos o los pobres, en la libertad
del amor de Dios. Que la gente responda a la petición de fondos con un “sí”, un “no” o
un “quizás” es menos importante que el conocimiento de que todos nos hemos reunido
como uno sobre la base santa de la disposición generosa de Dios hacia nosotros. Por lo
tanto, en la oración aprendemos a confiar en que Dios puede producir frutos a través de
nosotros sin importar dónde o con quién estemos.

Cuanto más tocamos el amor íntimo de Dios que nos crea, nos sostiene y
nos guía, más reconocemos la multitud de frutos que provienen de ese
amor.
El Discernimiento
A medida que nuestra oración profundiza en una conciencia constante de la bondad de
Dios, el espíritu de gratitud crece dentro de nosotros. La gratitud surge del reconocimiento
de que lo que somos y lo que tenemos son dones que debemos recibir y compartir. La
gratitud nos libera de las ataduras de la obligación y nos prepara para ofrecernos con
libertad y de forma completa para la obra del Reino. Cuando nos acercamos a la
recaudación de fondos con un espíritu de gratitud, lo hacemos sabiendo que Dios ya nos
ha dado lo que más necesitamos para una vida en abundancia. Por lo tanto, nuestra
confianza en la misión y la visión y nuestra libertad para amar a la persona con la que
estamos hablando sobre donar dinero no dependen de cómo responda esa persona. De
esta manera, la gratitud nos permite enfrentarnos a una reunión con el objetivo de
recaudar fondos sin mostrar codicia y marcharnos sin resentimiento o abatimiento. En las
idas y venidas, podemos permanecer seguros en el amor de Dios con corazones gozosos
y fijos en el Reino.
Venga tu Reino

El amor nunca se extingue.


(1 Corintios 13:8)

Recaudar fondos es una actividad muy enriquecedora y hermosa. Es una expresión del
ministerio decidida, gozosa y llena de esperanza. Cuando nos ministramos los unos a los
otros con las riquezas que cada uno posee, trabajamos juntos para que el Reino de Dios
venga de forma completa.
Sobre Henri J. M. Nouwen

Autor reconocido internacionalmente, profesor respetado y pastor querido, Henri


Nouwen escribió alrededor de 40 libros sobre la vida espiritual que han inspirado y
consolado a un gran número de personas en todo el mundo. Desde que falleció en 1996,
un número cada vez mayor de lectores, escritores e investigadores están explorando su
legado literario. Las obras de Henri Nouwen se han traducido y publicado en más de 22
idiomas diferentes.
Nouwen nació en Nijerk, Holanda, el 24 de enero de 1932 y se ordenó sacerdote
en 1957. Impulsado por su deseo de comprender mejor el sufrimiento humano, en 1964
fue a Estados Unidos a estudiar en el Programa de Religión y Psiquiatría en la clínica
Menninger. Fue profesor en la Universidad de Notre Dame, el Instituto Pastoral en
Amsterdam y en las Escuelas de Divinidad tanto de Yale como de Harvard, donde sus
clases estaban entre las más populares del campus.
Su fuerte atractivo como maestro y escritor estaba muy relacionado con su pasión
por integrar todos los aspectos de su vida en una espiritualidad práctica. Nouwen estaba
convencido de que luchar por dicha integración es una necesidad urgente en nuestra
cultura. Sus obras, a menudo autobiográficas, mostraron a los lectores las alegrías y las
luchas de su propia búsqueda espiritual. El carácter universal de la visión espiritual de
Nouwen superó muchas barreras e inspiró a una amplia gama de personas: banqueros de
Wall Street, políticos y profesionales, campesinos peruanos, maestros, líderes religiosos,
ministros y cuidadores.
Nouwen viajó mucho durante su vida, dando conferencias sobre temas como el
ministerio y el cuidado, la compasión, la reconciliación, el sufrimiento, la soledad, la
comunidad y la muerte.
Nouwen siempre estaba buscando nuevas imágenes para transmitir la profundidad
del mensaje de las Buenas Nuevas del Evangelio. Por ejemplo, Henri conoció y se hizo
amigo de un grupo de trapecistas en un circo ambulante. Justo antes de su repentina
muerte, estaba trabajando en un proyecto para usar la vida en el circo como una metáfora
del viaje espiritual. El regreso del hijo pródigo, una de sus obras clásicas, combina el arte
y la espiritualidad en una interpretación contemporánea de la antigua parábola del
evangelio.
Vivió los últimos diez años de su vida con personas con discapacidad en una
comunidad de L’Arche cerca de Toronto, Canadá.

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