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Criterios para elaborar un relato

Néstor Alonso Sánchez C.

Si la tarea que nos proponemos es escribir un relato, el primer y quizá más importante

criterio sea el más corriente: leer relatos, muchos relatos y comenzar a escribir algunos.

Entre otras porque es imposible ganar un estilo, firmar con nuestro nombre una obra, sin

haber atendido cómo, los demás, han adquirido el suyo para suscribir lo que han hecho;

también, porque los relatos tratan de la experiencia y la experiencia es lo que nos pasa y lo

que les pasa a otros.

Comparto unas ideas que de algún modo he venido asimilando a partir de los relatos

de otros y del ejercicio de relatar; trataré de decirlas a mi manera.

Podríamos aventurar una noción: el relato trata de una escritura o de una historia,

suceso, episodio o fenómeno que registra un sujeto en su experiencia particular y la trae a

relación, se la cuenta a otros. Parece que el humano es el ser que quiere compartir sus

experiencias, relacionárselas a los otros, darles aquello que se ha vivido, entregarles la

aventura que sucedió en carne propia; como si fuera una gracia (y parece que lo es) que los

otros también la vivieran.

Se puede considerar, además, que esta escritura o narración del relato “deja ver” no

solo aquel suceso, episodio, etc. Tampoco cuida, únicamente, la posible seducción a un

potencial lector, pues no se puede varar en la construcción de efectos y nada más. El relato

ha de decir sutilmente o no, aquello que piensa quien lo re - lata, lo re-hace, en una palabra,

lo narra. Es dable, entonces que, con ello, diga su punto de vista acerca de, por ejemplo, la

sociedad, la cultura, incluso la educación: aquellos asuntos que aún sin que traten de una
autoimposición de quien cuenta su experiencia, deja en evidencia, pues salvo contadas

excepciones, en el mundo del Siglo XXI, estas tres categorías (sociedad, cultura y

educación) corresponden a ámbitos vividos por todos desde niños. Claro, también es

posible, se podrá argumentar, que se impongan otros temas a quien narra, dado que ¡Somos

humanos!, por ejemplo: El amor, la muerte, la mujer…

Quien relata una historia, ha de considerar, también, que su relato exige una textura

estética, en el sentido de abrir, desde el principio, una invitación a continuar la atención

sobre aquello que es narrado; tal invitación se brinda para ser degustada, en cada detalle y

en su apariencia general.

El relato, como toda narración ha de tener, en el sentido que lo vamos estudiando, una

medida justa. En efecto, no ha de extenderse y redundar en lo dicho hasta el aburrimiento,

como tampoco podrá ser tan breve que deje solo iniciada una narración. Vale aclarar, que la

medida justa no es un asunto de número de palabras, frases, párrafos o páginas. Consiste en

completar la narración; de hecho, hay relatos escritos con muy pocas palabras que son

plenamente completos y deleitables al lector. También hay relatos extensos en número de

páginas y no por ello pierden el atractivo que lleva al lector o al escucha a continuar

atendiendo con felicidad la narración que con cada palabra va descubriendo. La medida

justa, es justa con la historia que es narrada y con el lector que asume la bondad de su

lectura.

Es completo, en el sentido que completa una vuelta que no circunferencia. Aquella

vuelta en la que se desenvuelve una trama, ocurre una historia fascinante.

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