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Paso 3.

Ensayo Crítico

Aprendizaje, Conocimiento y Poder en la Sociedad Globalizada

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Por

Diana Carolina Amador Bohórquez. Código: 37728085


Digna Rosa Estrada Martínez. Código: 45527646
Freddy Pérez Ramírez. Código: 1115734776
Jonathan David Contreras. Código 1093756427
Sergio Augusto Barbosa León. Código 13959544

Calidad del aprendizaje - 522009

Grupo 7

Presentado a

Juan Carlos Ramos

Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD

Escuela de Ciencias de la Educación

Maestría en educación

28-11-2021
Introducción

La discusión entre el conocimiento y el poder siempre tendrá tantos matices como miradas, mediante

el presente trabajo se exponen inicialmente los mapas conceptuales que hacen parte de la 18
comprensión de los contenidos de unidad 2, posteriormente se presenta un ensayo critico a partir de

una tesis acordada en grupo de trabajo y que fue nuestro punto central de discusión a lo largo de este

tercer momento.
Links Mapas conceptuales:

• Diana Carolina Amador Bohórquez.


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• Digna Rosa Estrada Martínez.

https://www.canva.com/design/DAEu1LyruxI/gwF97Q2E_icdAIUoRsTKIw/view?

utm_content=DAEu1LyruxI&utm_campaign=designshare&utm_medium=link&utm_sou

rce=sharebutton

• Freddy Pérez Ramírez.

• Jonathan David Contreras.

https://www.mindomo.com/mindmap/aprendizaje-conocimiento-y-poder-en-la

sociedad-globalizada-85962f610f2a456bbcee1d2aaec1223f

• Sergio Augusto Barbosa León

https://coggle.it/diagram/YYrg9djGtnPxf43b/t/ser%2C-saber%2Cpoder/

af013b5a517afac217692206275b7cd2c0066cf9b8842303b053af40b51bf063
Paso 3. Ensayo Crítico

Aprendizaje, Conocimiento, y Poder en la Sociedad Globalizada

La sociedad contemporánea, es el resultado de diversas situaciones que han modificado la 18


vida del hombre, se muestra compleja, acelerada, vertiginosa, y exige que los sistemas

educativos cambien para atender las necesidades en la formación de las personas. Desde esta

idea, es un reto la transformación que se requiere en la educación, los procesos formativos deben

dirigirse al desarrollo de competencias y habilidades (lingüísticas, culturales, ciudadanas y

digitales) en las personas con el de la adquisición y procesamiento de información, además de la

construcción del conocimiento, como medio de inclusión en los nuevos escenarios sociales,

políticos y económicos.

En la sociedad actual se impone la idea en que el fortalecimiento de las empresas e

industria de un país, depende de la marcada relación entre la prosperidad económica y la

capacidad de producir nuevos saberes y conocimientos, llevando al empoderamiento de los

diferentes emprendimientos individuales, para establecer capitales, promover economías y bajar

niveles de pobreza, dando prioridad a formación especializada para alcanzar los objetivos, lo

podemos observar en la realidad colombiana en la apertura de diferentes instituciones de

formación, así como en el Sena, lo que deja a la educación universitaria en un segundo plano, es

así como llegamos al análisis de la siguiente problemática:


¿Cómo se encuentran relacionados el poder y el conocimiento en el desarrollo

económico, cultural y político de nuestro país?

Resulta innegable la relación entre el conocimiento y el poder en todos los ámbitos de la

vida humana, pero más si lo miramos desde la perspectiva de la educación en un país como
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Colombia; donde inevitablemente permea todos los sectores de la sociedad en general, con este

documento se busca evidenciar desde nuestra óptica y por supuesto fundamentados en la teoría

Foucaliana como la educación juega un papel importante y de alguna manera líder en el

crecimiento de las naciones, teniendo en cuenta que como lo argumenta Foucault el poder no es

una propiedad, sino más bien una estrategia y que como tal y dependiendo del contexto

encaminar acciones hacia un fin determinado.

Al respecto, el conocimiento no es sólo la reproducción de saberes (Ramos, 2020), sino

es la construcción del pensamiento humano, el cual implica poder, es un baluarte del contexto,

que le da privilegio a las personas que lo poseen, también es una pieza fundamental que

contribuye con la formación, y permite el acceso al mundo, garantizando el aprendizaje para toda

la vida, además de la comprensión del mismo en una sociedad de cambios profundos, para

Rodríguez y Molero (2008) el papel del conocimiento y su gestión es la clave del desarrollo de la

humanidad, es decir la llave del progreso.

Dentro de este documento tocaremos la interrelación poder-conocimiento partiendo desde

la educación y lo que de allí se desprende para la vida social, política y cultural en Colombia.
Según Foucault, no existen verdades absolutas, solo verdades relativas, lo que de alguna manera

guía nuestro escrito con argumentos que bien pueden ser debatidos ampliamente.

Según la teoría Foucaliana el paso del ser humano por una institución educativa, lo

convierte en “cuerpo dócil” y por tanto la escuela ejerce sobre él un poder, que puede expandir o
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suprimir sus horizontes hacia el mejoramiento personal y por tanto colectivo. Para el caso de

Colombia que se encuentra catalogado como país en vía de desarrollo, denominación que es

dictada por economistas de la Organización de las Naciones Unidas ONU) a través del indicador

IDH (índice de desarrollo humano), la implicación de esta categorización en sí misma, ejerce

sobre los Colombianos un poder intrínseco que actúa sobre la economía, la cultura y la política

dividiéndolos entre los cultos, pensadores, mejor formados, clase favorecida y los ciudadanos de

a pie, el promedio, la clase media e incluso la clase baja.

En concordancia con lo anterior, la postura Foucaliana que expresa la escuela como un

aparato de examen continuo, pareciera tomar toda la relevancia en la actualidad, donde se

categoriza la educación como base importante en el desarrollo económico de una nación a largo

plazo, tan es así que se reconoce mundialmente como pilar fundamental para evaluar la

competitividad de un país y se expresa con resultados a partir de pruebas como el Programa

Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA) donde Colombia a pesar de estar dando pasos

hacia adelante en el fortalecimiento de sus competencias para este tipo de mediciones

cuantitativas tiene mucho aún camino por recorrer, como puede evidenciarse en un artículo

publicado por el diario el espectador; “Colombia mantiene su posición en el último lugar entre
los miembros de la OCDE. Comparado con los países de América Latina, Colombia tuvo

resultados inferiores a Brasil, México, Uruguay y Costa Rica, aunque supera a Argentina, Perú,

Panamá y República Dominicana.” (Isaza J. 2020).

Para Rodríguez, T. (1995, pp 163) en su análisis a la postura Foucaliana aún existe la


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noción de control, en donde la necesidad de estar vigilados (desde el rol del estudiante) es

sinónimo de formación y; en ese sentido, las mentalidades de los docentes, estudiantes y padres

de familia deben cambiar porque, en la actualidad, la educación busca es guiar y dejar que el

estudiante construya un aprendizaje significativo, autónomo y autodirigido.

Por otra parte, González (2016) expresa que “la educación está llamada a sentar las bases

de una sociedad crítica y forjar la conciencia de una colectividad que vive inmersa en el

paradigma de cambio continuo” (p.216). Esto quiere decir que se dirige al desarrollo integral de

las personas, para mejorar la calidad de vida de forma individual y en sociedad, la cual debe

responder a los cambios que pueda ser objeto.

Por esto, la educación debe apoyarse en las teorías y tendencias pedagógicas emergentes, de

modo que se establezcan líneas educativas, asimismo curriculares, que permitan analizar las prácticas

educativas de los maestros, de tal forma que la reflexión en la práctica permita optimizar los procesos

de enseñanza aprendizaje en una realidad compleja.

Dicho lo anterior es evidente que las instituciones educativas, en el ejercicio de su poder

en la formación de seres pensantes contribuye enormemente al fortalecimiento o no del

pensamiento crítico, frente a la realidad social y política de una nación, por tal razón el trabajo
conjunto del estado y la académica determina las condiciones apropiadas y necesarias en la

construcción del progreso de las naciones.

A pesar de lo anterior y reconociendo el avance en términos de escolaridad y cobertura de

nuestro país, resulta paradójico reconocer también el fenómeno actual de desligar la educación
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de la efímera medición de éxito basado en términos monetarios o de poder adquisitivo o incluso

de reconocimiento social, nos referimos al fenómeno social y cultural de las redes sociales y sus

influenciadores, sin lugar a dudas esta tendencia es una clara muestra de poder sobre la

comunicación en la más media, que nace, se crea e innova día a día, pero que a su vez como lo

indica, Sádaba, I. (2016) en su artículo “Capitalismo cognitivo y Sociedad de la Información: de

la Innovación al Big Data” nos guía a creer que la innovación es, “sin duda, un cajón de sastre

que abarca realidades muy diversas que acaban igualadas (una innovación médica con una

innovación militar)” (pg 21).

En una sociedad como la nuestra muchos niños y jóvenes han dejado de lado las

actividades al aire libre y se han encaminado hacia el uso de las redes sociales como un medio de

“interconexión tecnológica asegurando una circulación completa de la información para que

pueda ser convertida en valor económico)” (pg 29).

Sin embargo, el Big Data pierde total fuerza cuando se desconoce el poder detrás las

redes y su influencia, ya que pareciera que no se precisa ningún tipo de preparación para ser

influenciador y ganar dinero fácilmente, lo que evidentemente se encuentra más que alejado de la

realidad, si bien es cierto las Tics han generados las posibilidades de trabajos remotos, todos en
mayor o menor medida y por supuesto directamente proporcional a su disciplina, necesitan del

conocimiento de herramientas tecnológicas y comunicativas que ya sea empíricamente o a través

de la capacitación dirigida han tenido que adquirirse, esto simplemente reitera el estrecho vínculo

del poder y el conocimiento.


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Para relacionar entonces el poder y el conocimiento en términos sociales, culturales e

incluso políticos, resulta indispensable y apremiante el fortalecimiento de las políticas educativas

de una nación que más allá de impartir conocimientos, se preocupe, cuestione y avancen en la

educación de calidad, fundamentada en la pertinencia y apropiación de actividades y dinámicas

que persigan como fin esencial el pensamiento crítico en los niños y jóvenes, que les permita

discernir de la información avasalladora que se recibe día a día, que llega con las ideas del todo

por el todo y del capitalismo cognitivo.

Diferente a los que se espera, los proyectos y las leyes que evolucionan en el país buscan

el bien para muy pocas personas y de alguna manera estas acciones procuran continuar en el

poder, descendencia tras descendencia. Bajo ese lamentable panorama, el entorno social,

económico y político y por supuesto la educación de nuestro país se ve gravemente afectada por

políticas educativas que, aunque desde el papel procuran eliminar las desigualdades sociales, la

inequidad e injusticias en la realidad de las regiones solo las han reforzado, al punto, que el

ingreso a la educación se ha vuelto en beneficio para pocas personas, el sueño de otras y el

sacrificio de muchos.
Resulta evidente entonces que el conocimiento y la educación deben cooperar al

desarrollo del país en todos los aspectos, para lo cual la educación debe focalizarse en el poder,

ser y saber de cada persona, para hacerlo consciente de su rol como individuo de renovación

social, es decir la educación es por tanto el potencial del conocimiento, que fortalece el poder
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individual enfocado al aprendizaje autónomo del saber hacer que es inevitable para el desarrollo

de habilidades que contribuye en cambiar, crear, avanzar para dar un buen manejo estratégico,

que beneficie a una sociedad general.

Es fundamental que la educación superior sea gratuita y de tal manera brinde

oportunidades a todos los jóvenes de poder ingresar a ella, que permita el perfeccionamiento y

especialización de sus conocimientos a través de debates entre pares y con sus docentes, que les

facilite avanzar en una autonomía que conduzca al liderazgo de un nuevo país que

muestre la potencialidad en el conocimiento y que por tanto le permita a futuro redundar en

beneficios sociales, políticos, culturales y económicos.

Reconocer en Colombia la educación con autonomía relativa a las perspectivas sociales y

culturales, permite renovarla hacia una economía sostenible; con acceso a una mejor calidad de

vida que compense las necesidades sociales y culturales con la implementación de oportunidades

de una educación inclusiva, y que con lleve hacia el desarrollo económico; tal como se plantea

en la carta magna:

Dicho lo anterior, es un derecho fundamental impulsar diversas estrategias pedagógicas

que potencien habilidades que se fundamenten en el saber hacia el conocimiento y por tanto y en
consecuencia el poder desde el conocimiento; en las que se promueva la cultura; a través de

espacios donde las expresiones culturales y artísticas, abran la mente y las expectativas de creer

en los potenciales individuales, donde la creatividad acceda al poder transformador de realidades,

en donde la inclusión social permita avanzar en escalones hacia la paz y la reconciliación a través
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del innegable poder desde el conocimiento cultural y social.

De ahí que el desarrollo cultural y la expresión artística son instrumentos que promueven

la apertura hacia el conocimiento, de la población estudiantil, con un potencial que logra impacto

a nivel emocional, académico, social y económico; es fundamental que todos programas

culturales en la era contemporánea se beneficie toda la población, para descubrir los talentos

innatos y las oportunidades a nivel cultural y social.

Hasta el momento las acciones educativas dentro de las escuelas, se encuentran ajenas,

lejanas y dispersas, están direccionadas por mecanismos de rectitud legitimado y promovido por

prácticas de poder, que convierten la relación pedagógica en un nudo de confrontaciones

políticas (Rodríguez, 1995) es decir se desarrolla bajo un modelo de enseñanza tradicional,

autoritaria, instrumental, memorística, academicista y transmisiva, donde el aprendizaje es

obligatorio, hermético, el cual tiende a ser desagradable.

La situación planteada, exige que la educación deba trascender, que rompa con la ideología

imperante que se caracteriza como medio de poder, conocimiento y dominio impiadoso de la élite y

extendida en todos los entornos sociales. Esta es una evidencia de ello, que se muestra a través de la

política agraria nacional, donde persisten aun muchas heridas abiertas, pues los conflictos armados y
la turbulencia en el campo resuenan en todos los estamentos de la sociedad, por lo que es necesario

una reforma justa, además profunda que derive en acuerdos de paz, bienestar social, económico y

educativo para todos los campesinos, así como la sociedad en general, de modo que las personas no

queden a merced de las manos invisibles del mercado (Sergio, 2017).


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Bajo esta urgencia de cambio social, los procesos formativos se deben fundamentar en una

pedagogía crítica, la cual rompa con lo tradicional, lo estático y lo dominante por la élite, para migrar

a una cultura donde se reinterpreten las situaciones de poder, es en este escenario donde el docente

debe analizar y dar sentido a las circunstancias que se presentan en la vida cotidiana (McLaren,

1995).

Cabe destacar que las prácticas pedagógicas de hoy, en palabras Giroux (1993) se han

empleado bajo la sombra de ideologías y políticas educativas de un modelo dominante de tendencia

capitalista y desigual, los procesos de formación se enmarcan en prácticas hegemónicas que reflejan

el poder de las clases dominantes, son mecanismos de subordinación para los estudiantes, asimismo

al tiempo inhabilitan y lo despojan de todo al profesor, quien queda suprimido, a pesar de ser un

mecanismo de poder, pues es obediente, asimismo sumiso, lo cual lo cercena pedagógicamente, pues

reproduce un modelo educativo excluyente al servicio de la clases poderosas.

En función de lo expuesto, el ejemplo más claro en el contexto colombiano, lo constituyen las

pruebas estandarizadas en el campo educativo, las mismas son un instrumento de dominación

cultural, en donde los estudiantes presentan un grado de


tensión elevado por el uso de estos resultados como un criterio que dificulta el acceso

universitario, condiciona la opción a becas, mientras que para las instituciones educativas se

convierten en una suerte de prestigio social que pueden afectarlo o beneficiarlos de acuerdo a los

resultados (Portilla, 2018).


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Sin embargo, a pesar de todas las dificultades expresadas hasta el momento y la imposición

que realiza la elite política, el profesor es un elemento imprescindible para la transformación

educativa, pues es el profesional de la enseñanza que debe convertirse en un intelectual, en un

formador con el conocimiento necesario para desempeñarse en el ejercicio profesional, es decir un

agente de cambio, que promueve la transformación y reflexione sobre su práctica, valorándola de

forma crítica, reflexiva, generador de la cultura política, y constructora del conocimiento, según

Perea (2018) es “un actor político y social”, de lo que se infiere que transforma la realidad.

En concordancia con los planteamientos, Giroux (Ob. Cit) manifiesta que desde una

educación liberadora se fortalece la figura del docente como un sujeto líder, intelectual, crítico,

reflexivo e investigador, el cual explore y analice sus acciones educativas de forma permanente con

el fin de mejorarlas, tomando en cuenta las tres dimensiones: reflexionar, criticar e investigar como

vías para mirar el presente y construir el futuro, en función del cambio educativo social,

fundamentado en una fuerza del pensamiento que modifica la ideología que domina, la cual ha

empañado los procesos de enseñanza aprendizaje.


Para concluir y como respuesta a nuestra tesis, el conocimiento sin duda genera poder y

la educación es por tanto el medio por el cual este conocimiento se cimienta, pero es

indispensable y máxime para un país como Colombia que estos cimientos estén determinados

por la generación de un pensamiento crítico a todo nivel, que genere un juicio reflexivo, que
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permita a los individuos ser poseedores de ese poder capaz de conceptualizar, analizar y evaluar

la información que a lo largo de su vida reciben y que les permita dar el valor necesario y

suficiente para razonar sobre sus creencias y emociones. Solo así la educación deja de ser “el

poder para seres dóciles”. Y nos alimenta para convertirnos en ciudadanos actores y

consecuencias de una sociedad en evolución.

Es imposible pensar en el desarrollo económico como algo aislado de la educación, está

definitivamente resulta ser parte principal y elemental en el desarrollo de todos los países a nivel

local y global; de alguna manera la educación nos encamina en el proceso de igualdad, inclusión,

prevención, motivación al crecimiento y desarrollo social.

Ahora bien, sí la enseñanza se encuentra fuera de contexto, con índole deshumanizada y

desprovista de poder, el aprendizaje no se aleja de esta realidad, cada vez es menos placentero

(Chancel, 1975), por otro lado el aprendizaje debe ser un proceso para toda la vida, el cual se ha

moldeado en respuesta a la verdad que han promovido las hegemonías, que han penetrado la

conciencia del ciudadano según sus intereses. Freire (1999) afirma que en este contexto, el

aprendizaje se desarrolla bajo una educación bancaria, como “un acto de depositar, los

educandos son depositarios y el educador el depositante, en lugar de comunicarse, el educador


hace comunicados y depósitos que los educandos, meras incidencias u objetos, reciben

pacientemente, memorizan y repiten” (p. 63), es decir el aprendizaje se torna repetitivo,

memorístico, descontextuado y angustiante.

No obstante, el verdadero aprendizaje ocurre cuando se fundamenta en un escenario real,


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y con sentido, lleno de intereses, así como de posibilidades para la persona, donde el

conocimiento empodera al individuo, permitiendo el desarrollo personal y social en libertad, bajo

esta idea, el maestro se convierte en el instrumento del cambio, el cual a través de sus prácticas

pedagógicas, promueve el aprendizaje crítico, reflexivo y liberador.


Referencias

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