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LIBRO PSICOLOGIA SOCIAL DE LA FAMILIA

Enrique Gracia Fuster Gonzalo Musitu Ochoa

LA (IN)DEFINICIÓN DE LA FAMILIA
Antes de ser uno mismo, se es «hijo» o «hija» de X o Y, se nace en el seno de
una «familia». Pero esos Otros viven también en el seno de una familia de la cual
son miembros. Cómo no concluir, entonces, que la familia no necesita explicación,
que es, como el lenguaje, un atributo de la condición humana. Sobre todo, cómo
no extrapolar a partir de la propia experiencia y deducir que la familia debe ser la
misma para todos, en todas las sociedades.
Introducción

Uno de los primeros y más complejos problemas a los que tenemos que
enfrentarnos en el estudio de la familia es su definición. Ya puede intuirse que ése
no va a ser el objetivo de este capítulo, sino más bien el de mostrar la
complejidad, dificultades e imposibilidades en la definición de «la familia», o
«familias», según se mire. Reher , un historiador de la familia, considera que
definir la familia no es una cuestión sencilla y ha sido fuente continua de
controversia para los historiadores de la familia. Así, la unidad conyugal, el grupo
doméstico corresidente, la red extensa de parentesco, y el desarrollo de los
grupos de parentesco a lo largo del tiempo son todos manifestaciones de la
familia, en la medida en que representan aspectos diferentes y complementarios
de una institución que tenía y tiene capacidad para exigir lazos de lealtad y
autoridad.
Qué es una familia nos puede parecer obvio. Es parte del estereotipo esperar que
en nuestra sociedad la compañía, la actividad sexual, el cuidado y apoyo mutuo, la
educación y cuidado de los hijos sea parte esencial de la familia nuclear, la más
predominante, por otra parte, en el mundo occidental. Este concepto hace
referencia a la familia como una pequeña unidad que se configura a partir de las
relaciones entre un hombre y una mujer legalmente unidos por la institución del
matrimonio como marido y mujer. Cuando un niño nace de esta pareja se crea la
familia nuclear.
Esta forma de concebir la familia, que es parte del «sentido común» y en
consecuencia algo que se da por supuesto, puede ser, sin embargo, el reflejo de
las creencias tradicionales respecto de cómo se configuran las relaciones
sexuales, emocionales y parentales. Sin embargo, es clara la idea de que la
familia nuclear retiene en su significado una potencia tal que todas las otras
formas de familia posibles tienden a definirse con referencia a ella. El «discurso de
la familia» dispone de un gran poder para significar lo que es normal y lo que es
inaceptable. La dificultad con el concepto de «la familia» estriba en que
normalmente asumimos la preeminencia de la familia nuclear y expresamos la
creencia de que comprendemos su significado, pero el análisis más superficial
revela una gran diversidad de formas de familia que poco o nada tienen que ver
con el concepto mayoritariamente compartido.
Algunos consideran que este «obstructor» sólo puede superarse refiriéndose a
«familias» más que a «la familia». Asumir esta nueva categoría supondría
estimular y apoyar una aceptación de la diversidad y una renuncia a adscribir
superioridad moral a una forma de familia sobre otra u otras. Pensar en estos
términos supondría aceptar en un mismo espacio semántico y moral a las familias
adoptivas, las familias monoparentales, las familias homosexuales, las familias
cohabitantes, las familias reconstituidas, etc., siempre y cuando, obviamente, haya
hijos. Sin embargo, con ello no se resolverían todos los problemas, puesto que la
utilización del término «familia» en todos estos contextos diferentes lleva implícita
una equivalencia semántica que perfectamente puede que no se justifique e
incluso que no se desee por las personas implicadas.
En otras palabras, la forma en la que algunas personas deciden vivir sus vidas es
una resistencia directa a «la familia» y por extensión a las relaciones y roles de
padre-madre-hijo/a. Incluso, el uso del término «familias» puede que continúe
subrayando inadvertidamente la primacía moral e ideológica de «la familia»,
puesto que todas las formas divergentes y diferentes se siguen definiendo en
términos de su relación a una supuesta norma. La utilización permanente del
término «la familia» niega efectivamente cualquier realidad o validez a otras
formas de relaciones. No es nuestro propósito en este capítulo el proporcionar o
promover el uso de términos alternativos tales como «unidades domésticas»,
«unidades familiares» o «acuerdos de vida» u otras categorías con similar
significado, sino alertar de las connotaciones inherentes y constricciones que
habitualmente evoca el término «la familia».
Considera que las personas definen sus acuerdos domésticos de muchas formas
diferentes, algunas de las cuales podrían ser consideradas como «familias» por
aquellas personas que viven de acuerdo con ella. Sin embargo, «la familia» la
consideran como un objeto ideológico, un estereotipo producido y potenciado con
la finalidad de ejercer ciertos tipos de control social. Podríamos incluso ir más lejos
e identificar «la familia» como parte de un discurso de control, es decir, como parte
de un modo de hablar sobre relaciones sociales que permite definir los roles que
las personas desempeñarán y las estructuras de poder que se crearán dentro de
ellas.

Origen y universalidad de la familia


El origen de la familia fue objeto de interés de los científicos sociales a mediados
del siglo pasado dentro del clima intelectual creado por la teoría de la evolución.
Bachofen, Engels, Maine, Morgan y Westermarck proponían modelos
evolucionistas de los orígenes de la familia suponiendo que ésta había pasado por
una serie de etapas evolutivas hasta lograr su forma actual «superior». En el
origen de la hipótesis evolucionista se encontraba la idea de que la familia
correspondía a un estado arcaico y, por así decirlo, presocial de la sociedad, y, por
tanto, que estaba condenada a disolverse a medida que las sociedades se
desarrollasen y diversificasen. Aunque esta idea es inadecuada para explicar las
transformaciones de la familia a través de la historia, contribuye, sin embargo, al
análisis de las relaciones entre el grupo doméstico y la sociedad circundante.
Morgan, en su obra La sociedad primitiva, establece a su vez una serie de etapas
que servirán de base a Engels para escribir su libro sobre El origen de la familia.
Las etapas que propone son las siguientes
La familia consanguínea. Es la primera etapa de la familia en la que reina todavía
la promiscuidad sexual entre hermanos y hermanas, pero en la que padres e hijos
quedan excluidos del comercio sexual recíproco. La familia panalúa, en la que la
prohibición del comercio sexual recíproco se extiende a los hermanos y hermanas.
La familia sindiásmica, en la que el hombre vive con una sola mujer, aunque la
poligamia y la infidelidad ocasionales sean un derecho para el hombre.
La familia monogámica. Este tipo de familia nace de la familia sindiásmica. Una de
las críticas más serias que se han hecho a sus teorías es que hayan considerado
la evolución de una institución social como la familia de modo unilateral,
asumiendo que todos los pueblos de la tierra siguen el orden de las etapas que
proponen. En el momento actual sabemos desde una óptica científica que no es
posible hacer algunas afirmaciones que se desprenden de esta concepción
unilineal de la evolución de la familia, particularmente la idea de que la familia
monogámica propia de la cultura occidental constituya una etapa culminante del
desarrollo, y que, por tanto, otras formas de estructura familiar presentes en otras
sociedades del mundo no sean más que formas rezagadas, en vez de
contemplarlas como modelos alternativos de organización social, según una idea
de progreso y retraso característica del siglo XIX y que la historia y la antropología
social han cuestionado seriamente en los últimos años.
Con respecto a la «promiscuidad de la familia», autores como Claude Masset
consideran que es un argumento muy débil porque «¿por qué razón la
organización familiar del hombre prehistórico habría sido necesariamente más
simple que la de los gorilas o los macacos?». Otra característica esencial de la
familia humana destacada por este autor, que ya o se encuentra en las
sociedades de monos, es la división sexual del trabajo. Dejando al margen la
función social o significación del reparto de tareas entre hombres y mujeres, sí que
parece existir un amplio acuerdo en considerar este rasgo como uno de los
factores determinantes en el origen de la familia. No obstante, estos
planteamientos en la explicación del origen de la familia han recibido también
numerosas críticas.
Respecto de la universalidad, Kathleen Gough, en su trabajo El origen de la
familia, revisa la estructura familiar de tribus que viven actualmente de la caza y la
recolección y que, dado su nivel de desarrollo tecnológico, tendrían, según el
esquema evolucionista unilineal, algún tipo de matrimonio por grupos. Por otra
parte, Lévi-Strauss en «La familia» concluye que los tipos de organización de la
familia conyugal que parecen más lejanos no son los que aparecen en las
sociedades que podrían considerarse como más arcaicas, sino en formas de
desarrollo social relativamente recientes y extremadamente elaboradas, como, por
ejemplo, los Nayar de la costa Malabar de la India, entre los que la familia
conyugal no tiene prácticamente existencia, o los Todas, también de la India, entre
los cuales ha surgido, más o menos recientemente, una forma de matrimonio por
grupos. Murdock, a partir de un estudio intercultural de doscientas cincuenta
sociedades, concluye que la familia nuclear es una agrupación humana universal.
Sin embargo, la definición que dio Murdock de la familia no es aplicable a todos
los tipos de grupos que han surgido en torno a la procreación o a su aceptación
social.
Considera que la familia es un grupo social caracterizado por la residencia común,
la cooperación económica y la reproducción. Aunque su investigación minó los
cimientos del ideal cristiano occidental de amor-matrimonio-familia en la medida
en que constató que sesenta y cinco de las doscientas cincuenta sociedades
permitían libertad completa en las cuestiones sexuales y sólo e154%
desaprobaban explícitamente la unión sexual premarital, la cuestión de la
supervivencia permanecía como el objetivo primordial. El descubrimiento de tales
formas ha llevado a algunos a argumentar que la familia nuclear es un acuerdo
social y no una forma universal y determinada biológicamente. Fox constata que
en esta comunidad los roles del compañero/a sexual, padre/madre biológico y
padre/madre social no son desempeñados por sólo dos personas como sucede en
la familia nuclear, debido a que los hombres nayares están permanentemente
comprometidos en cuestiones bélicas y se ausentan con frecuencia y durante
largo tiempo del hogar.
Los hombres nayares, en consecuencia, no tienen derechos particulares de
vinculación con sus mujeres e hijos y, por esta razón, la familia nuclear no está
institucionalizada como una unidad de consumo, legal, productiva, residencial o de
socialización. La investigación intercultural no apoya de esta manera la ambigua
noción de «la familia» como una norma universal. Sin embargo, no tenemos que
buscar fuera ejemplos tan exóticos para descubrir variaciones de la familia nuclear
fundamentada biológicamente. En España el número de familias con hijos
dependientes encabezado por un solo padre era en 1981 un 5,66% y en
Inglaterra, sólo por establecer una comparación, era del 6,50%, y en ocho de cada
diez de estas familias la madre era la cabeza de familia.
Cambio y diversidad de las familias
Venimos constatando cómo el concepto de familia es complejo y difícil de delimitar
y lo es más si añadimos ahora la multiplicidad de formas y funciones familiares
que varían en función de las épocas históricas, de unas culturas a otras, e incluso
en grupos y colectivos dentro de una misma cultura.
Si en el proceso de transformación de las sociedades contemporáneas no ha
habido una convergencia en un único modelo de familia, tal como las teorías
sociológicas de la familia de los años sesenta habían postulado, ello indica que la
familia está ligada a los procesos de transformación de la cultura contemporánea.
Si en el presente podemos hablar al mismo tiempo de una cultura global junto a
una gran diversidad de formas culturales, la familia participa tanto de esta
multiplicidad de sentidos como de la relativa homogeneización de
comportamientos.
La familia en nuestros días, dice Bestard (1992), ni es el centro de las relaciones
personales ni está en la periferia de las relaciones públicas. Porque la familia
como parte de los diferentes procesos históricos no es ni un receptor pasivo de los
cambios sociales ni el elemento inmutable de un mundo en constante
transformación.
La familia en la sociedad actual viene definida por la diversidad y también por la
cohesión y la solidaridad. El individuo tiene, en mayor medida que en el pasado,
capacidad de elección en cuanto a sus formas de vida y de convivencia.
También han cambiado las relaciones personales que configuran la familia. Cada
vez se exige en ellas un mayor compromiso emocional y una mayor sinceridad
(Alberdi, 1995).
Familia nuclear y familia extensa: el discurso ideológico
Sin embargo, la pareja contemporánea, en la que los esposos trabajan, no puede
conocer la verdadera vida familiar, los hijos son confiados a la guardería, a la
escuela, a la calle, lo que crea la delincuencia juvenil, drogodependencias, etc., y
todo, porque dicen que la transmisión familiar ya no existe.
También se tiene la idea de que la forma nuclear se convirtió en tal porque
correlacionaba con las necesidades funcionales de una economía industrial. Este
argumento se expresa con la mayor claridad en el trabajo de Parsons , que
sostenía que las características laborales de las sociedades industriales eran
incompatibles con la estructura ideal . Parsons apuntaba que cuando se reduce la
familia a un pequeño grupo con un único proveedor material, que es también
cabeza de familia, se evitan los conflictos entre los miembros familiares que
trabajan en diferentes ocupaciones. El sistema nuclear evita que los elementos
competitivos del trabajo asalariado industrial socaven la solidaridad familiar.
Igualmente, existe un «ajuste» funcional entre la forma nuclear y las necesidades
de industrialización. Parsons concluía que la familia nuclear era una respuesta
adaptativa a las economías industriales y que esto era lo común en todas las
sociedades modernas. Las ideas de Parsons fueron, no obstante, motivo de
críticas considerables. Asimismo, el trabajo de Laslett y el grupo de Cambridge
sobre la historia de la población ha cuestionado la idea de que la industrialización
provocó una disminución en el tamaño medio de la familia.
Desde finales de la Edad Media, la forma predominante de hogar parece haber
sido una familia nuclear más los sirvientes e incluso en las familias rurales
modestas se constata que tenían una mujer sirviente. De esta manera, sugieren
Laslett y su equipo, en la sociedad preindustrial la familia nuclear era la
predominante, fue capaz de adaptarse con relativa facilidad a la industrialización y
dicha adaptación no tuvo como efecto la reducción del tamaño y la simplificación
de la estructura de las familias. La insistencia de Parsons en la primacía de la
familia nuclear aislada en el período industrial también se ha cuestionado a partir
de estudios sobre estructuras de parentesco de la revolución postindustrial.
De esta manera, más que una conversión hacia una familia nuclear, lo que este
trabajo sugiere es que la conversión es hacia la estructura dé la familia extensa.
Parece más obvio concluir que la continuidad de la unidad nuclear como un
agrupamiento doméstico clave es tan trascendente como el cambio y la fractura.
Por otra parte, Elliot previene contra la aceptación de la ubicuidad de la forma
familiar nuclear, porque al hacerlo así se ignora o soslaya la presencia de
acuerdos domésticos alternativos tanto del pasado como del presente. Además, el
argumento de la omnipresencia o de la ubicuidad encubre, en sentido amplio,
cambios fundamentales en la relación de la familia con las condiciones
económicas y sociales que han alterado indudablemente su posición en la
sociedad.
Las claves de la diversidad familiar
La diversidad de la vida familiar ha sido y es, en todo el mundo, considerable, y no
parece que exista una norma estándar de las formas familiares ni una familia
contemporánea prototípica. Como ha señalado Smith (1995), las diferencias
demográficas, económicas y las condiciones del hogar entre las distintas naciones
del mundo tienen con frecuencia efectos importantes en el desarrollo y formación
de la familia. Así, por ejemplo, en los países del mundo desarrollado, la mayor
esperanza de vida, las menores tasas de mortalidad infantil, los mayores niveles
de educación y la mayor incorporación de la mujer al mundo laboral han
significado que la mujer no se defina exclusivamente por su rol en la familia y que
se posponga el matrimonio y la maternidad. Por el contrario, una esperanza de
vida menor, una mayor mortalidad infantil, menor educación, una economía
basada en la agricultura ha significado para muchas mujeres en el tercer mundo
que sus vidas se definan en términos de matrimonio y de cuidadoras de los hijos,
puesto que cualquier, otra opción tiene enormes dificultades (Naciones Unidas,
1991) Rapoport y Rapoport identifican cinco fuentes de diversidad en las familias
La familia, en sus aspectos demográficos, legales e interpersonales, se ha
transformado de manera importante durante este siglo. Estos cambios deben
examinarse a la luz del pasado y del contexto mundial. Las relaciones de
parentesco, lejos de dejar de existir, parece que toman nuevas fuerzas y se
convierten en un valor sólido a partir de esta incertidumbre. Los divorcios, las
familias monoparentales, las familias reconstituidas, la inestabilidad de la pareja
coexisten con redes de parentesco y líneas de filiación, como si estos lazos se
reforzaran a medida que el núcleo conyugal se hace inestable.
La forma más sencilla de ilustrar los cambios en las estructuras familiares es
haciendo referencia a los índices de natalidad.
Los hijos ya no son un elemento esencial en la supervivencia económica de la
familia, probablemente como consecuencia del desarrollo industrial y de los
sistemas de protección del gobierno. La disminución de los niveles de mortalidad
de los hijos también ha contribuido a que las proporciones de nacimiento sean
inferiores a las de antaño. En relación con el incremento de la esperanza de vida
se constata, por ejemplo, que las parejas todavía viven cuando los hijos
abandonan el hogar, lo que supone que cada vez sea mayor la proporción de
parejas sin hijos que ahora son «reliquias» de familias nucleares, y no familias
nucleares en proceso de formación. Son frecuentes las familias que son
técnicamente nucleares -esto es, viven en una unidad de padres e hijos- pero
incluso son más comunes las que interactúan extensamente con su grupo de
parentesco que reside en la localidad.
También es común en la sociedad contemporánea la familia uniparental donde un
hombre o, más frecuentemente, una mujer, se responsabiliza ella sola de las
tareas de la educación de los hijos.
Algunas son huellas de una familia nuclear en el pasado. Aquí hemos introducido
dos conceptos que revelan por qué una definición de familia universalmente
compartida es muy difícil de lograr. En primer lugar, es importante distinguir entre
«el hogar» y «la familia». Ball define el hogar como una categoría espacial donde
un grupo de personas, o una persona, están vinculadas a un lugar particular.
Por otra parte, las familias se perciben generalmente como grupos de personas
que están vinculadas por lazos de sangre y, para algunos, todavía una gran
mayoría, de matrimonio. Sin embargo, hogar y familia no tienen los mismos límites
o extensión. Los parientes mayores que viven con una familia nuclear puede que
no se consideren a sí mismos como parte de esa familia y puede, o puede que no,
que sean considerados así por la familia nuclear en la que viven. Otro factor
notable que afecta al cambio familiar ha sido el número de matrimonios y
divorcios.
En Europa el porcentaje más alto de divorcios, al menos hasta 1989,
corresponden a Dinamarca e Inglaterra, y España, Grecia e Italia tienen los
índices más bajos. Creemos que esta información tiene que interpretarse junto con
el creciente número de segundos matrimonios. Los últimos datos demográficos
ofrecidos por Eurostat muestran que el matrimonio ha disminuido sustancialmente.
Así, en 1980 e19,6% de los nuevos europeos comunitarios nacían fuera del
matrimonio.
Funciones de «las familias
En tanto que familia elemental, o sea, como un grupo reducido de parientes de
primer grado, se encuentra en casi todas las sociedades». Para la mayoría de la
población, la cualidad esencial de la vida familiar es un acuerdo o compromiso
emocional. Lo que define una familia, entonces, puede considerarse que es la
negociación y la complementariedad de estas tareas. Esto sugiere una concepción
de la dinámica de la vida familiar como un proceso.
Esto es, son los intentos continuos de solucionar esas tareas que personifican o
expresan la vida familiar más que la forma particular -nuclear, uniparental,
reconstituida, extensa, comuna, etc.- lo que emerge como un intento de solución.
Las soluciones que las personas pueden y se les permite intentar se construyen
culturalmente, pero tal modelo dinámico nos libera de la trampa de tratar de definir
cualquier forma de vida familiar como «la familia».
El declive de «la familia»: los pesimistas
Además del discurso ideológico en contra de la familia, se han escuchado a lo
largo de la historia expresiones cargadas de pesimismo, donde la connotación
ahora es, por una parte, la desaparición de la familia como consecuencia de la
pérdida de funciones asumidas, como ya hemos dicho anteriormente, por el
Estado Providencia y, por otra, por un desgarro aparente que se refleja en sus
múltiples formas.
Y no comienza, como se podría esperar, con opiniones recientes que anuncien la
supuesta crisis contemporánea de la familia, sino nada más ni nada menos que
con Platón. Así, por ejemplo, Platón pensaba que el sistema familiar en Grecia era
demasiado débil para ser responsable de la educación de sus hijos.
Para protegerse de las presiones de los tiempos, Comte proponía que la familia
debía retener una estructura monógama y patriarcal. En el año 1929, esta vez un
filósofo, Bertrand Russell, comentaría que la familia en todo el mundo occidental
se había convertido en una sombra de lo que era. Un declive atribuible en parte a
factores económicos y en parte a factores sociales. También el sociólogo William
Ogburn, en un informe para un comité presidencial en los años treinta, concluiría
que la familia había perdido gran parte de sus funciones económicas y que, por
tanto, los vínculos que la mantenía eran bastante débiles.
Pitrim Sorokin, la familia se estaba convirtiendo en plaza de aparcamiento
nocturna. Según este sociólogo, la unión sagrada entre marido y mujer había
comenzado a degenerar tanto que pronto la principal función sociocultural de la
familia sería proveer de un espacio para que las personas se encontraran por la
noche para practicar el sexo. Desde el ámbito de las ciencias políticas, Barrington
Moore predecía que la familia no podría soportar las fuerzas de los cambios
sociales y tecnológicos, deteriorándose su capacidad para desempeñar sus
funciones sociales y psicológicas. Un historiador, Christopher Lasch, para quien la
familia debería ser un paraíso en un mundo sin corazón, observará un lento
declive de la familia en los últimos cien años y cada vez más acentuado.
Etzioni también pondría fecha a la desaparición de la familia. En 1990 no quedaría
ni una sola familia. Por otra parte, al observar el incremento en las proporciones
de divorcio, de la cohabitación sin matrimonio y la uniparentalidad, políticos y
moralistas, por lo general conservadores, aunque no necesariamente, han
identificado una serie de amenazas a lo que se considera la familia normal. El
caso de la familia normal exige que se discuta profundamente, porque está
amenazada desde tres frentes.
La familia en plena forma: los optimistas

Una opinión similar ha expresado Lluís Flaquer, que observa un creciente prestigio
de la familia en nuestra sociedad, prestigio generado, según este autor, por la
mayor necesidad psicológica que tenemos de ella y por su menor importancia
institucional. Para este autor, la familia ha perdido consistencia institucional, pero
ha ganado intensidad psicológica y emocional. «La pérdida de peso de la familia
en la organización social ha acompañado su importancia cada vez mayor como
fuente de identificación emocional. A medida que se ve privada de entidad como
institución, más la valoramos.
Si en los años sesenta la familia sobraba, ahora falta». También Fletcher y Shorter
, en la línea de los argumentos anteriores, han tratado de demostrar que en el
siglo xx la familia no está en declive, sino que más bien es una institución
recompensante que satisface las necesidades de la economía y de la
autorrealización y autonomía del individuo. Ambos autores describen la familia
preindustrial y victoriana en términos totalmente negativos. Igualmente, Shorter
afirma que la industrialización liberó a la familia de su forma habitual de
comportarse en la que sus necesidades eran secundarias a las de la comunidad.
La idea subyacente es que la familia moderna ofrece oportunidades para una
mayor proximidad e intimidad que en las sociedades preindustriales. Una función
clave de la familia, entonces, de acuerdo con este acercamiento, es su habilidad
para proporcionar un lugar para el apoyo emocional y para las relaciones
complementarias y satisfactorias. Así, el declive ha dejado de ser tal para
convertirse en el momento actual en un verdadero recurso.
La familia no es lo que era porque su función ha cambiado radicalmente. « Hoy la
familia tiende a privilegiar la construcción de la identidad personal, lo mismo en las
relaciones conyugales que en las existentes entre padres e hijos». Desde esta
perspectiva, la familia en cuanto grupo se puede considerar como el producto de
la individualización democrática y no como lo opuesto a ella. Ésta es la razón de
ser de la familia, lo mismo que el amor es su principio de funcionamiento.
Son tantas las voces que por optimismo o pesimismo han vislumbrado la última
crisis de la familia que, de entrada, hay que destacar su asombrosa capacidad
para adaptarse y sobrevivir. Es difícil sintetizar los intensos cambios de la familia
española en las dos últimas décadas. Pero tal vez convenga subrayar que los
datos disponibles permiten sostener que, pese a la intensidad de sus
transformaciones y del contexto donde se inserta, la familia goza de buena salud.
El problema de «la» definición
Llegados a este punto y después de haber examinado en las páginas previas las
diferentes «realidades» de la familia, creemos que la búsqueda de una definición
compartida de la familia tampoco parece que pueda facilitar nuestra comprensión
de la complejidad y diversidad de la vida familiar, tanto intra como
interculturalmente y tampoco creemos, después de los análisis previos, que exista
una remota posibilidad de que eso sea posible. Prueba de ello es, como ha
señalado Smith, la controversia que rodea al debate sobre la definición de «la
familia». Esta autora ha identificado diferentes tipos de definiciones de la familia
que implican criterios a veces radicalmente opuestos, y que resumimos a
continuación:
Algunos autores definen a la familia como un grupo de personas relacionadas que
ocupan posiciones diferenciadas, tales como marido y mujer, padre e hijo, tía y
sobrino, que cumplen las funciones necesarias para asegurar la supervivencia del
grupo familiar, como la reproducción, la socialización de los niños y la gratificación
emocional. Una definición que con frecuencia es una forma de establecer a la
familia nuclear heterosexual como la norma. -Otras definiciones aceptan que
pueda existir un adulto soltero como cabeza del hogar, pero con el requisito de la
presencia de un niño o adulto dependiente.
Otros estudiosos recomiendan la necesidad de explorar las raíces de las
variaciones en la familia en una multitud de identidades étnicas, raciales y
culturales.
Para otros, todavía no hemos podido comprender las variaciones en la estructura,
función e interacción de las familias porque éstas siempre han sido comparadas
con el modelo de familia nuclear de raza blanca y clase media.
En este sentido, Stacey considera que no es posible una definición positivista de la
familia. Para esta autora, los estudios antropológicos e históricos demuestran que
la familia no es una institución, sino un constructo simbólico e ideológico con su
propia historia y referentes políticos. El concepto de familia se ha empleado
tradicionalmente para significar principalmente una unidad doméstica,
heterosexual, conyugal y nuclear, idealmente con una figura primaria encargada
de obtener los recursos económicos -y la mujer ocupando un rol doméstico y del
cuidado de los hijos. Para Stacey, esta definición unitaria y normativa de la
organización doméstica legítima omite, olvida y margina otras posibilidades
vinculadas a la diversidad racial, de clase, género y sexual y ha exacerbado
numerosas desigualdades. Una definición que, según esta autora, ha encontrado
en la retórica de los valores familiares el señuelo 0 tapadera para prejuicios
ciertamente con menos reputación. Desde posiciones feministas la familia se ha
identificado con frecuencia como un constructo ideológico, es decir, corno un
conjunto de ideas creadas y mantenidas por grupos sociales particulares, a cuyos
intereses sirve. La familia sería, por lo tanto, el resultado de un proceso histórico
de construcción social de la realidad.
También desde la tradición feminista se ha planteado que si se quiere comprender
realmente la vida familiar se debería «desconstruir» o descomponer el concepto
de familia. Como señala Cheal , ello implica disolver el concepto de unidad familiar
para estudiar en su lugar estructuras subyacentes tales como el sistema de
sexo/género.
Es más, de acuerdo con la revisión de Cheal, algunos planteamientos feministas
argumentan que la razón por la que se continúa pensando en «la familia» como
una unidad social activa es debido al aura de santidad que rodea a la familia en
las sociedades capitalistas. Según Cheal, la solución más radical a las dificultades
que plantea definir lo que se quiere significar por «familia» es abandonar este
término en su uso con propósitos teóricos. Un representante de esta posición es
John Scanzoni y sus colaboradores quienes recomiendan que el concepto «la
familia» no debería volver a ser utilizado por los científicos sociales debido a que
es demasiado concreto, es decir, demasiado específico tanto históricamente como
culturalmente. En su lugar estos autores recomiendan utilizar el concepto de orden
superior de «relaciones primarias», bajo el cual pueden subsumirse diversas
clases de vínculos convencionalmente definidos como relaciones familiares. No
obstante, Cheal considera que la posición recomendada por Scanzoni y otros
presenta importantes déficits, puesto que es cuestionable que sea posible o
deseable evitar la influencia de la cultura en la teoría social mediante el uso de
palabras o frases esotéricas. Es más, según este autor, ese intento puede servir
para enmascarar la naturaleza de las influencias culturales, dificultando el análisis
y el debate de cuestiones teóricas. Es precisamente en ese contexto donde puede
caracterizarse la visión pospositivista de la familia como un elemento del
conocimiento cotidiano del mundo social que puede ser objeto de investigación por
las ciencias sociales . Según Cheal, desde esta orientación la familia es un
sistema de creencias cargadas moralmente que representan intereses
económicos y políticos en las relaciones sociales concretas. Representan este
acercamiento planteamientos como el de Beechey , para quien la familia es un
constructo mental producto de una ideología familista, o el de Bernardes , que
propone una nueva generación de estudios de la familia que desplace a «la
familia» de su estatus como una realidad que se da por supuesta. También Cheal
en este contexto afirma que no existe una forma universal de «la familia» y que «la
familia» es un término utilizado por los actores sociales para etiquetar aquellos
vínculos que se cree que involucran relaciones íntimas duraderas.

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