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SINDROME AUTISTA?
Marie-Christine Laznik-Penot
Psicoanalista
(4) Las investigaciones de los últimos años parecen, en revancha, confirmar una relación importante entre el cromosoma X frágil y
la debilidad mental. Un cuadro autista puede ciertamente sobreagregarse sobre esta debilidad, como también sobre otros
cuadros deficitarios.
La ausencia de mirada entre una madre y su niño, sobretodo si, como ya lo hemos
dicho, la madre no se da cuenta, constituye uno de los signos que permiten pensar, en los
primeros meses de vida, la hipótesis de un autismo, sin que aparezcan estereotipias y
automutilaciones hasta el segundo año. Si esta falta de mirada no desencadena
necesariamente más tarde en un síndrome autista característico, señala en todo caso,
una dificultad mayor a nivel de la relación especular con el otro. Si no se interviene en ese
momento, el estadio del espejo no se constituirá, o al menos no convenientemente.
Conocemos bien la importancia que Jacques Lacan otorga a este tiempo particular de
reconocimiento por el Otro de la imagen especular, ese momento en el que el niño se
vuelve hacia el adulto que lo sostiene, que lo lleva y le pide que ratifique por la mirada lo
que percibe en el espejo como asunción de una imagen, de un dominio todavía no
advenido. Si este momento de relación de jubilo con la imagen en el espejo es crucial, es
esta imagen la que dará al bebé su sentimiento de unidad, su imagen corporal, base de
su relación con los otros, sus semejantes.
En efecto, aquello que para el bebé viene a constituir, más tarde, la vivencia de su
cuerpo supone una articulación compleja entre su realidad orgánica y lo que yo llamo la
mirada de los padres. E sta mirada no se confunde con la vista. Se trata precisamente de
una forma particular de investimiento libidinal que permite a los padres una ilusión
anticipatoria donde ellos perciben la realidad orgánica del bebé, teñida por lo que ellos se
representan que podrá ser en el futuro. Es esta ilusión anticipatoria, el His Majesty the
Baby del que hablaba Freud en 1915(iii) Pero lo que yo llamo aquí mirada, es también lo
que permite a la madre escuchar desde el principio en los balbuceos del niño de pecho,
los mensajes significantes que él hará suyos más tarde. Ver y escuchar lo que no está
todavía, para que esto pueda un día advenir, es lo que Winnicott llamaba la locura
necesaria de las madres.
Para poder hablar de la falla del circuito pusional completo, como signo clínico de
una no estructuración decisiva en el niño, es indispensable separar la satisfacción de la
pulsión, de la satisfacción de las necesidades. Al ocuparnos de la clínica del autismo, un
aporte interesante de J. Lacán reside en la lectura del concepto de pulsión en Freud.
Frente a un organismo que parece estar perfectamente sano, esta concepción de la
pulsion -como no referida directamente a la supervivencia en tanto tal- no puede dejar de
interesarme ( 6) psíquicas perjudica rápidamente al órgano que las soporta (2).
(2) Esta idea de la existencia de una psicosomática del autismo, ha sido propuesta por psicoanalistas de líneas teóricas bien
diferentes, como el Dr. Jean Berges y el Dr. René Diatkine
(6) Genevieve Haag, partiendo del universo conceptual Kleiniano, arriba a conclusiones que conciben las fallas del niño autista con relación a la
pulsión que no dejan de estar ligadas con lo que yo voy a aportar aqui. Esto indica que en nuestros procesos recíprocos, es siempre la clínica la que
desvía la teoría.
El diálogo imposible entre psicoanalistas y médicos de la primera infancia.
Los niños en los cuales se teme una evolución autista nos son señalados
habitualmente hacia la edad de dos o tres años, quizás también más tarde. La práctica
clínica nos enseña cuán temprano tienen lugar las estructuraciones del aparato
psíquico, lo que nos hace lamentar no haber encontrado antes a estos niños, cuando
los juegos no estaban hechos todavía. A raíz de mi interés por aquello que, dentro del
aparato psíquico, se pone en juego muy precozmente, fui conducida de forma natural al
diálogo con los médicos de la pequeña infancia (pediatras y médicos de PMI). Pienso
que es sobre ese diálogo que deben caer nuestros esfuerzos en los próximos diez
años, si queremos avanzar en la prevención de enfermedades tales como el autismo.
Winnicott no estaba equivocado cuando decía, en su estilo provocativo y paradojal,
que: “El rol esencial del pediatra es el de prevenir las enfermedades mentales, tan sólo
si él lo supiera.
Yo dedico, desde hace dos años, una buena parte de mi tiempo a un trabajo de
formación de médicos de PMI en la detección de trastornos precoces graves, aquellos
que aparecian durante los primeros meses de vida del bebé (3). Discutimos también los
modos posibles de tratamiento terapéutico. Lo que me sorprendió desde el principio fue
la receptividad que este trabajo tuvo entre ellos. Me comentaron las dificultades que
tenían para la detección precoz del autismo. Uno de ellos resumió la situación en estos
términos: "Hace veinte años, los partidarios de Bettelheim nos explicaron que el
autismo era únicamente psicógeno y que había que encontrar su causa en los deseos
mortíferos inconscientes de los padres, así como de las conductas que de ellos
derivaban. Nosotros conocíamos algunos de esos padres, los habíamos visto funcionar
muy adecuadamente con otros niños. No los podiamos considerar culpables. Por lo
tanto, guardamos silencio. Luego, diez años más tarde nos explicaron que se trataba
de una enfermedad orgánica y que no había nada para hacer, sino tratar de reeducar.
Guardamos silencio nuevamente, ya que quisimos tranquilizar, dar un tiempo de ilusión
a las familias. Usted nos presenta una tercer vía, que permite reintroducir una dinámica
de prevención; y esto nos interesa".
(3)Este trabajo se realiza en el seno de la “Harpe", organismo de formación dirigido a médicos y otros especialistas de la
pequeña infancia. La Harpe fue creada por Nannette Yakker y Graciela Cabassu. Esta última, por su práctica de análisis de niños
autistas, comparte desde hace tiempo mi deseo de poder formar a los médicos en el diagnóstico precoz para ser llevados a
intervenir lo más temprano posible.
Hacer prevención quiere decir intervenir sobre el lazo padres-niño. Considero
que el síndrome autista clásico es una consecuencia de un defecto en el
establecimiento de este lazo sin el cual ningún sujeto puede advenir. Para afirmar ésto,
no es necesario suponer una psicogénesis en el origen de los trastornos.
Sin embargo, la ley que ha sido votada parece tomar parte por la discapacidad
incurable, contra la multifactorialidad. En el periódico (i) Liberation, la voz del Dr. Denys
Ribas se elevó en justa causa contra tal visión del autismo: “Ningún ser humano podria
constituirse únicamente a partir de las relaciones con sus padres, o bastarse sólo de su
programa genético". Y luego agregó: "El antiguo dualismo entre cuerpo y espíritu hace
aquí su retorno". S i en la práctica, las palabras sensatas del ministro han sido barridas
por las del diputado, es porque este último era el portador de la palabra de una
asociación de padres extremamente activa y militante: Autisme France. E ste tipo de
asociaciones agrupa principalmente a padres de autistas para los cuales nada de lo que
se ha podido hacer ha resultado muy concluyente. El Dr. Ribas recuerda en el artículo
citado: “Ninguna asociación agrupa a los padres de niños beneficiados por abordajes
precoces y, por lo tanto, más eficaces, o cuyos niños han tenido una buena evolución?
gracias a los tratamientos recibidos, ellos desean sobretodo olvidarnos ”.
¿Qué política de salud permitiría que haya cada vez más padres que, gracias a la
evolución favorable de su hijo, pudieran desear olvidarnos?
Una concepción del autismo que permite a los clínicos permanecer creativos.
Es sobre este registro propiamente psíquico en el que me voy a centrar, dado que
es sobre el único donde podemos intervenir. Es allí que podemos hablar de una
prevención posible de la organización del síndrome autista. Se trata de intervenir para
que se pongan en juego las estructuras que soportan el funcionamiento de los procesos
de pensamiento inconsciente. Intervenir más allá de la organización de los déficits
cognitivos, pues existe realmente una psicosomática del autismo: la no puesta en juego
de las estructuras
rá radicalmente separada
De modo tal que la noción de satisfacción pulsional se
de toda satisfacción de una necesidad orgánica. Lacan dice directamente: "La pulsión
toma su objeto y aprende que no es por allí que se satisface, porque ningún objeto de
la necesidad puede satisfacer la pulsión. La boca que se abre en el registro de la
pulsión, no es con alimento que se satisface”. Pero, ¿qué es lo que constituiría
entonces la satisfacción de la pulsión?. Veremos, clínicamente, como esta satisfacción
va a corresponder a la realización de un trayecto en forma de circuito; trayecto que
realizará un bucle sobre su punto de partida. Aún si este circuito tiene su anclaje en la
satisfacción orgánica, la satisfacción pulsional es de un registro totalmente diferente. En
su texto de 1915 ( ix), Freud describe el circuito pulsional partiendo de la pulsión
escópica y del sadomasoquismo. Sin embargo, no se trata allí para Freud de estudiar
las estructuras de las perversiones, sino únicamente de señalar las condiciones
generales de todo el circuito de la pulsión, es decir, las condiciones de la satisfacción
pulsional.
En un primer tiempo -que Freud denomina activo- el bebé va hacia el objeto oral
(el pecho o el biberón) para apoderarse de él. Este primer tiempo pulsional es siempre
bien identificado por los médicos y por los pediatras. Saber si un lactante bebe
convenientemente es un elemento central en el examen clínico de un pediatra.
(7) Este otro es alguien de carne y hueso, con el que el niño establece una relación en la realidad, y al mismo tiempo alguien que
sostiene el lugar del gran Otro primordial para el niño, aquel que habla en su lugar, que le otorga los significantes en los que él hablará
más tarde.
Pero antes de tomar noción del alcance inverso de tal afirmación, veamos como se
presenta clínicamente este tercer tiempo.
En el registro de la pulsión oral, a este tercer tiempo del que nadie habla, lo
encontramos en nuestra experiencia cotidiana con los bebés y las madres. Por otra
parte, no ha escapado de la mirada de algunos publicista que nos proponen imágenes
emocionantes: se ve a un bebé ofrecer su pié apetecible hacia la boca de su madre que
se deleita. El placer compartido salta a los ojos.
Si tal imagen permite vender más pañales, también nos permite tener una
representación de este tercer tiempo del circuito pulsional. Es el momento en el que el
bebé mete su dedo (del pié o de la mano) en la boca de la madre, quien va a fingir de
manera muy gozosa que se lo come. Este momento particular de juego -no se trata de
satisfacer ninguna necesidad- está marcado por risas maternas, en tanto que la madre
comenta el valor gustativo de lo que le es ofrecido, utilizando diversas metáforas
gastronómicas en las que el azúcar tiene un lugar preferencial. Todo esto dispara, por
lo general, sonrisas en el niño, lo que nos indica que buscaba justamente atrapar el
goce de este Otro materno (8)
Vemos allí como la pasividad del bebé en este tercer tiempo del circuito pulsional
no es más que aparente. De un modo muy activo se hará comer por este otro sujeto,
para lo cual se hace él mismo objeto. Y hemos visto como este sometimiento apunta a
atrapar el goce del Otro. Es a propósito que lo escribimos aquí con mayúscula. El bebé
va a la pesca del goce de su madre, en tanto que ella representa el gran Otro
primordial, proveedor de significantes.
Pero, ¿qué relación hay entre tales déficits y la falla del circuito pulsional
completo? Sería necesario un encuadre más largo que este artículo para intentar
responder convenientemente (10). Remarquemos simplemente aquí que, desde nuestros
primeros encuentros con niños que presentan un síndrome de autismo primario,
constatamos, en el plano clínico, que este tercer tiempo del circuito pulsional está
ausente. El movimiento se hace únicamente en ida y vuelta, entre ir hacia la comida y
un volver hacia una parte del propio cuerpo o bien hacia un objeto que tiene la función
de parte del cuerpo (11). Este ida y vuelta no constituye entonces ningún ajuste que
sobre su recorrido enlace algo de un otro, adulto o semejante. Como si justamente el
sistema de defensa consistiera en suprimir todos los lugares psíquicos en los que
trazos mnémicos de representación del Otro podrían ser registrados.
(8) El goce provoca una gran desconfianza en los medios lacanianos, donde su dimensión estructurante es frecuentemente
desconocida. Es esto sin embrago, lo que Lacan dice en el Sëminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, p.
167.
(9) No hago aqui nas que retomar lo que Freud enuncia desde 1895 en 1' Esquisse. D onde afirma la necesidad del registro de trazos
mnémicos de representación de deseo ligados directamente a las experiencias vividas con aquel que él llama el "prójimo humanitario", y
que no deja de estar ligado a lo que hemos llamado aquí el Otro primordial. Es cierto que más tarde, Freud hablará de un autoerotismo
primario, pero esta idea me parece insostenible a la luz de una lectura poco consistente de su propia teoria de la pulsión. Pero sobre todo
tal concepción del autoerotismo impediría formar modelos operantes para dar cuenta de los impases en la clínica del autismo.
(10) Hay hipótesis metapsicológicas que dan cuenta de la relación entre la puesta en juego de la estructura de pensamiento inconsciente y
la estructuración del circuito pulsional. Para esbozar la respuesta, digamos que este circuito pulsional, tal como podemos comprobarlo
clínicamente, soporta el trayecto de representaciones inconscientes en el aparato psíquico. Para poder circular, la función de
representación debe pasar por el polo alucinatorio de satisfacción del deseo, allí donde el bebé reencuentra inscriptos los trazos mnémicos
de sus primeras experiencias con este goce del Otro. Para aquellos que se interesen en la cuestión de las fallas de las representaciones
inconscientes, ver: Laznik-Penot, M.C. ; “Défenses autistiques et échec de la mise en place de la fonction de représentation", La
psychanalyse de l'enfant (1996) n° 19.
(12)Siendo la discapacidad nada más que un déficit que se vuelve irreversible, para el cual no puede
establecerse ninguna suplencia eficaz.
El segundo trazo clínico propuesto -la falla del circuito pulsional completo-
permite establecer un diagnóstico diferencial entre psicosis y autismo.
Efectivamente el tercer tiempo del circuito pulsional se encuentra siempre
presente en el bebé que presentará más tarde una psicosis infantil. Ese bebé se
somete de buen grado a una madre que, en general, no rezonga por gozar del
objeto que le es así ofrecido; más bien es poner el límite lo que resulta un
problema para ella. La alienación real del niño a este Otro primordial es puesta en
juego. Lo que falla es el otro polo de la subjetivación del sujeto: la función de
separación producida por la metáfora paterna. Es esta la que en la psicosis infantil
se encontraria fuera de juego, forcluida. En los casos de evolución autista, no es
de esto de lo que se trata sino de la falla del tiempo de alienación en sí mismo.
BIBLIOGRAFÍA
i. Ribas D., “Un cadeau empoisonné pour les autistes”, Libération d el 21 de junio de 1996.
ii. Houzel, D., “Peut-on endiguer les psychoses infantiles?”, en M. Soulé (dir.), Des utopies aux
réalisations, P aris, ESF, 1993.
iii Freud, s. , Pour introduir le narcisisme (1914), Trad. Denise Berger y Jean Laplanche, Paris,
PUF, 1969.
iv. Laznik-Penot, M.-C., “De la falla de la imagen del cuerpo a la falla en la instalación del
circuito pulsional; cuando la alienación hace defecto", en La clinique de l'autisme, son
ense i gnement psychanalytique, P aris, Point, 1993, colección "Hors bons et destins des
proplanche, Paris, Punc chanalyse,
v. Freud, s. , "Pulsions et destins des pulsions", (1915), Obras completas, Vol. XIII, trad. fr. A
.
Bourguignon, P. Cotet, J. Laplanche, Paris, PUF, 1988.
vi. Lacan, J. Séminaire livre X7: Les concepts fondamenteaux de la psychanalyse, Paris, Suiel,
1964, p.150.
vii. Lacan, J., op. cit. p. 148.
viii. Lacan. J., op. cit. p. 174.
ix. Freud, s. ,op. cit. en el punto V.