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¿SE PODRÍA PENSAR EN UNA PREVENCIÓN DEL

SINDROME AUTISTA?

Marie-Christine Laznik-Penot
Psicoanalista

Traducción: Inés Barbeito

Falta de asistencia a personas en peligro

El 22 de febrero de 1996, por unanimidad, la Asamblea Nacional aprobó en


primera instancia un proyecto de ley sobre el estatuto del autismo, en el cual lo reconoce
como una discapacidad. El objetivo del mismo fue favorecer los medios de abordaje socio
educativos específicos.

La proposición de esta ley suscitó un verdadero clamor por parte de los


psiquiatras, quienes hicieron notar que no se trataba de una conversión de medios
financieros de la psiquiatría pediátrica hacia lo médico-social. Lo cual es cierto. Este
proyecto del 22 de febrero dice: ​"La aprobación de este proyecto no se traducirá en
gastos nuevos, pero conducirá a la reevaluación del destino de los medios existent​es". El
13 de junio de 1996 este proyecto de ley pasó a lectura en primera instancia en el
Senado. Fueron agregadas algunas enmiendas. Actualmente, la segunda instancia en la
Asamblea Nacional no ha sido fijada (Reportero: Chistian Kert).

Aún cuando todo el mundo está de acuerdo en reconocer la insuficiencia en


materia de estructuras de abordaje para adultos y adolescentes autistas en Francia, esta
ley ha producido -sin embargo- un florecimiento de artículos polémicos sobre las
modalidades más adecuadas de abordaje de autistas. ¿Es más operante asistirlos en
hospital de día o reeducarlos en clases integradas utilizando métodos de comportamiento
específicos? En otras palabras: ¿debemos cuidarlos o reeducarlos? Algunos han dicho
que se obtendrían mejores resultados conjugando los dos abordajes. Pero de todas
maneras el fuego de la batalla mediática estaba centrado sobre los mejores medios de
tratamiento para adolescentes o niños en los que el síndrome estaba ya bien instalado.
Por lo que se sabe, escasos han sido los que hablaron de medios para luchar contra la
renovación de las generaciones de autistas que tendremos que tomar en tratamiento en
el futuro.

La señora Simone Veil, al abrir el año pasado un sobre de 100 millones de


francos, no consiguió más que permitir el financiamiento de 631 lugares de atención para
autistas. Es fácil evaluar las economías que se harían si, cada año, sólo hubiera algunas
decenas de autistas menos en el conjunto de los que tienen necesidad de ser asistidos.
Extraño olvido en una época en la que no se habla más que de ahorros posibles
en el dominio de la salud y de lo educativo, como si la prevención del síndrome
impensable. ¿De dónde puede provenir un pensamiento tan sorprendente?.

El falso debate entre organisismo y psicogénesis

Las investigaciones genéticas en curso no han puesto en evidencia ninguna


anomalía que de cuenta del autismo en tanto enfermedad hereditaria ​(4)​. Nuevas
investigaciones aislarán, quizás, en ciertos casos de autismo, factores llamados de
susceptibilidad o ​de ​vulnerabilidad d
​ e origen genético. Pero atención! Decir que un factor
de susceptibilidad existe en un niño, viene a subrayar que la aparición o no del síndrome
dependerá más aún de las características de su entorno. Un entorno más favorable
permite que constituciones de estructura puedan mínimamente concretarse, o aún que la
plasticidad cerebral pueda encontrar el camino de nuevos anudamientos y de nuevas
articulaciones. Pero corremos contra el reloj, porque ciertas constituciones estructurales
se efectúan más cómodamente en momentos sensibles (​ 5)​. Esperar para intervenir puede
entonces equivaler a una falta de asistencia a una persona en peligro.

Elementos clínico-teóricos para una detección precoz

¿Qué signos privilegiar en el diagnóstico precoz del autismo?

Cierto número de signos clínicos descriptos por diversos autores​(ii) permitieron


proponer la eventualidad de un pronóstico de evolución autista. En mi trabajo con los
médicos de PMI, privilegié la localización de dos signos mayores: en principio, la ausencia
de mirada entre el bebé y su madre, sobretodo si esta madre no parece darse cuenta de
​ stos dos s
ésto; y por otra parte, lo que yo llamo ​la falla del circuito pulsional completo. E
bastante simples de detectar durante el examen médico y resultan interesantes por ser la
expresión clínica de estas constituciones estructurales que fundan el funcionamiento
mismo del aparato psíquico. Ahora bien, son estas estructuraciones las que fallan, a mi
entender, en el futuro autista.

(4) Las investigaciones de los últimos años parecen, en revancha, confirmar una relación importante entre el cromosoma X frágil y
la debilidad mental. Un cuadro autista puede ciertamente sobreagregarse sobre esta debilidad, como también sobre otros
cuadros deficitarios.

(5) Es, por ejemplo, el caso de la adquisición de la palabra.


La mirada del Otro primordial como constitutiva del yo y de la imagen del cuerpo.

La ausencia de mirada entre una madre y su niño, sobretodo si, como ya lo hemos
dicho, la madre no se da cuenta, constituye uno de los signos que permiten pensar, en los
primeros meses de vida, la hipótesis de un autismo, sin que aparezcan estereotipias y
automutilaciones hasta el segundo año. Si esta falta de mirada no desencadena
necesariamente más tarde en un síndrome autista característico, señala en todo caso,
una dificultad mayor a nivel de la relación especular con el otro. Si no se interviene en ese
momento, el estadio del espejo no se constituirá, o al menos no convenientemente.
Conocemos bien la importancia que Jacques Lacan otorga a este tiempo particular de
reconocimiento por el Otro de la imagen especular, ese momento en el que el niño se
vuelve hacia el adulto que lo sostiene, que lo lleva y le pide que ratifique por la mirada lo
que percibe en el espejo como ​asunción ​de una imagen, de un dominio todavía no
advenido. Si este momento de relación de jubilo con la imagen en el espejo es crucial, es
esta imagen la que dará al bebé su sentimiento de unidad, su imagen corporal, base de
su relación con los otros, sus semejantes.

En efecto, aquello que para el bebé viene a constituir, más tarde, la vivencia de su
cuerpo supone una articulación compleja entre su realidad orgánica y lo que yo llamo ​la
mirada de los padres. E ​ sta mirada no se confunde con la vista. Se trata precisamente de
una forma particular de investimiento libidinal que permite a los padres una ilusión
anticipatoria donde ellos perciben la realidad orgánica del bebé, teñida por lo que ellos se
representan que podrá ser en el futuro. Es esta ilusión anticipatoria, el ​His Majesty the
Baby ​del que hablaba Freud en 1915​(iii) Pero lo que yo llamo aquí mirada, es también lo
que permite a la madre escuchar desde el principio en los balbuceos del niño de pecho,
los mensajes significantes que él hará suyos más tarde. Ver y escuchar lo que no está
todavía, para que esto pueda un día advenir, es lo que Winnicott llamaba ​la locura
necesaria de las madres.

He desarrollado en otros artículos​(iv) ciertos modelos que permiten representar


cómo esta mirada es lo que funda la posibilidad misma de la constitución de la imagen del
cuerpo y de la relación con el semejante. No puedo aquí describirlos nuevamente. Ya he
dicho que la no mirada entre un niño y su madre señala el peligro de trastornos precoces
de la relación con el Otro. El estadio del espejo corre el peligro de no constituirse o
constituirse mal. Si bien este signo debe alertar al médico, no puede ser suficiente para
darle la seguridad de que haya que intervenir si desea prevenir un trastorno grave del
funcionamiento mental. Existe un segundo signo, observable clínicamente desde los
primeros meses de vida, y bastante simple de detectar, que permite pronosticar con
seguridad el peligro de tal trastorno y entonces definir la urgencia en la intervención. Se
trata d​e la no puesta en juego del circuito pulsional completo.
La no puesta en juego del circuito pulsional completo: un segundo signo clínico.

Este signo clínico es bastante simple de detectar, si se acondiciona un poco la


consulta pediátrica, por ejemplo. Pero no puede tomar todo su alcance en la concepción
del médico, si este no puede captar en qué sentido este signo, por banal que parezca,
puede constituir el índice de una falla en la puesta en juego de una estructura que resulta
totalmente central para el funcionamiento del aparato psíquico.

Para poder hablar d​e la falla del circuito pusional completo, ​como signo clínico de
una no estructuración decisiva en el niño, es indispensable separar la satisfacción de la
pulsión, de la satisfacción de las necesidades. Al ocuparnos de la clínica del autismo, un
aporte interesante de J. Lacán reside en la lectura del concepto de pulsión en Freud.
Frente a un organismo que parece estar perfectamente sano, esta concepción de la
pulsion -como no referida directamente a la supervivencia en tanto tal- no puede dejar de
interesarme (​ 6) ​psíquicas perjudica rápidamente al órgano que las soporta​ (2)​.

(2) Esta idea de la existencia de una psicosomática del autismo, ha sido propuesta por psicoanalistas de líneas teóricas bien
diferentes, como el Dr. Jean Berges y el Dr. René Diatkine

(6) Genevieve Haag, partiendo del universo conceptual Kleiniano, arriba a conclusiones que conciben las fallas del niño autista con relación a la
pulsión que no dejan de estar ligadas con lo que yo vo​y ​a aportar aqui. Esto indica que en nuestros procesos recíprocos, es siempre la clínica la que
desvía la teoría.
El diálogo imposible entre psicoanalistas y médicos de la primera infancia.

Los niños en los cuales se teme una evolución autista nos son señalados
habitualmente hacia la edad de dos o tres años, quizás también más tarde. La práctica
clínica nos enseña cuán temprano tienen lugar las estructuraciones del aparato
psíquico, lo que nos hace lamentar no haber encontrado antes a estos niños, cuando
los juegos no estaban hechos todavía. A raíz de mi interés por aquello que, dentro del
aparato psíquico, se pone en juego muy precozmente, fui conducida de forma natural al
diálogo con los médicos de la pequeña infancia (pediatras y médicos de PMI). Pienso
que es sobre ese diálogo que deben caer nuestros esfuerzos en los próximos diez
años, si queremos avanzar en la prevención de enfermedades tales como el autismo.
Winnicott no estaba equivocado cuando decía, en su estilo provocativo y paradojal,
que: ​“El rol esencial del pediatra es el de prevenir las enfermedades mentales, tan sólo
si él lo supiera.

Yo dedico, desde hace dos años, una buena parte de mi tiempo a un trabajo de
formación de médicos de PMI en la detección de trastornos precoces graves, aquellos
que aparecian durante los primeros meses de vida del bebé ​(3)​. Discutimos también los
modos posibles de tratamiento terapéutico. Lo que me sorprendió desde el principio fue
la receptividad que este trabajo tuvo entre ellos. Me comentaron las dificultades que
tenían para la detección precoz del autismo. Uno de ellos resumió la situación en estos
términos: ​"Hace veinte años, los partidarios de Bettelheim nos explicaron que el
autismo era únicamente psicógeno y que había que encontrar su causa en los deseos
mortíferos inconscientes de los padres, así como de las conductas que de ellos
derivaban. Nosotros conocíamos algunos de esos​ ​padres, los habíamos visto funcionar
muy adecuadamente con otros niños. No los podiamos considerar culpables. Por lo
tanto, guardamos silencio. Luego, diez años más tarde nos explicaron que se trataba
de una enfermedad orgánica y que no había nada para hacer, sino tratar de reeducar.
Guardamos silencio nuevamente, ya que quisimos tranquilizar, dar un tiempo de ilusión
a las familias. Usted nos presenta una tercer vía, que permite reintroducir una dinámica
de prevención; y esto nos interesa".

(3)Este trabajo se realiza en el seno de la “Harpe", organismo de formación dirigido a médicos y otros especialistas de la
pequeña infancia. La Harpe fue creada por Nannette Yakker y Graciela Cabassu. Esta última, por su práctica de análisis de niños
autistas, comparte desde hace tiempo mi deseo de poder formar a los médicos en el diagnóstico precoz para ser llevados a
intervenir lo más temprano posible.
Hacer prevención quiere decir intervenir sobre el lazo padres-niño. Considero
que el síndrome autista clásico es una consecuencia de un defecto en el
establecimiento de este lazo sin el cual ningún sujeto puede advenir. Para afirmar ésto,
no es necesario suponer una psicogénesis en el origen de los trastornos.

El 9 de noviembre de 1995, en el debate de la Asamblea Nacional, el diputado


Jean Francois Chossy, dirigiéndose al ministro delegado de la Salud, explicó que el
autismo ​"es una discapacidad mental de origen genético incurable hasta estos días y no
una enfermedad infantil de origen psicológico y curable". E ​ l ministro, el señor Philippe
Douste-Blazy, le contestó: ​“Esta enfermedad no es una psicosis infantil ordinaria porque
su origen, todavía desconocido, e ​ s ​probablemente multifactorial”. E
​ videntemente, no
hablaban de lo mismo. Si es incurable, no hay nada qué reeducar. Si es multifactorial,
entonces habría factores ambientales sobre los cuales se puede intervenir, y se puede
pensar por lo tanto en formas de prevención, aún si no se trata de una forma de psicosis
infantil ordinaria. Desde hace cierto tiempo somos más los que proponemos un
diagnóstico diferencial entre psicosis infantil y autismo, esto no nos impide pensar
modalidades de detección e intervención precoz, muy por el contrario.

Sin embargo, la ley que ha sido votada parece tomar parte por la discapacidad
incurable, contra la multifactorialidad. En el periódico ​(i) Liberation, ​la voz del Dr. Denys
Ribas se elevó en justa causa contra tal visión del autismo: ​“Ningún ser humano podria
constituirse únicamente a partir de las relaciones con sus padres, o bastarse sólo de su
programa genético". Y ​ luego agregó: ​"El antiguo dualismo entre cuerpo y espíritu hace
aquí su retorno". S​ i en la práctica, las palabras sensatas del ministro han sido barridas
por las del diputado, es porque este último era el portador de la palabra de una
asociación de padres extremamente activa y militante: ​Autisme France. E ​ ste tipo de
asociaciones agrupa principalmente a padres de autistas para los cuales nada de lo que
se ha podido hacer ha resultado muy concluyente. El Dr. Ribas recuerda en el artículo
citado: “N​inguna asociación agrupa a los padres de niños beneficiados por abordajes
precoces y, por lo tanto, más eficaces, o cuyos niños han tenido una buena evolución?
gracias a los tratamientos recibidos, ellos desean sobretodo olvidarnos​ ​”.

¿Qué política de salud permitiría que haya cada vez más padres que, gracias a la
evolución favorable de su hijo, pudieran desear olvidarnos?
Una concepción del autismo que permite a los clínicos permanecer creativos.

Desde el punto de vista psicoanalítico, el pleno desarrollo de un síndrome autista


puede ser considerado como una traducción clínica de la no puesta en juego de cierto
número de estructuras psíquicas que, por su ausencia, no pueden más que acarrear,
entre otros, déficits de tipo cognitivo. Cuando estos últimos se instalan de manera
irreversible, podemos hablar de discapacidad. Esta discapacidad sería entonces
consecuencia de la no puesta en juego de estructuras psíquicas, y no lo contrario. Se
puede sostener tal concepción admitiendo una multifactorialidad y dejando de lado el
debate, más bien estéril, entre psicogénesis y organogénesis.

Es sobre este registro propiamente psíquico en el que me voy a centrar, dado que
es sobre el único donde podemos intervenir. Es allí que podemos hablar de una
prevención posible de la organización del síndrome autista. Se trata de intervenir para
que se pongan en juego las estructuras que soportan el funcionamiento de los procesos
de pensamiento inconsciente. Intervenir más allá de la organización de los déficits
cognitivos, pues existe realmente una psicosomática del autismo: la no puesta en juego
de las estructuras

S​eparar la pulsión de la necesidad.

Sabemos que Freud considera la pulsión como un concepto límite entre lo


psíquico y lo somático, ya que es el representante psíquico de las excitaciones
provenientes del interior del cuerpo. Dice en particular que el hambre y la sed son
ejemplos de esto (​ v).​ La lectura de Lacan tratará de mostrar que son vacilaciones pero
que el hilo que lleva Freud para forjar este concepto, es otro. Para Lacan, el hambre y
la sed remiten a la cuestión de la necesidad. Es decir, aclara que cuando Freud habla
de la ​Trieb ​(la pulsión) no se trata del organismo en su totalidad: "¿Es a lo biológico a lo
que atañe?” pregunta él, para responder negativamente. Para Lacan, de lo que se trata,
en lo concerniente a la pulsión, no es del registro de lo orgánico". Y él reserva el
término pulsión únicamente para las pulsiones sexuales parciales. De modo que todo el
registro de la necesidad, el registro freudiano de la​s Ich Triebe, f​ racasará fuera del
campo de las ​verdaderas pulsiones (​ viii).

​ rá radicalmente separada
De modo tal que la noción de ​satisfacción pulsional se
de toda satisfacción de una necesidad orgánica. Lacan dice directamente: "La pulsión
toma su objeto y aprende que no es por allí que se satisface, porque ningún objeto de
la necesidad puede satisfacer la pulsión. La boca que se abre en el registro de la
pulsión, no es con alimento que se satisface”. Pero, ¿qué es lo que constituiría
entonces la satisfacción de la pulsión?. Veremos, clínicamente, como esta satisfacción
va a corresponder a la realización de un trayecto en forma de circuito; trayecto que
realizará un bucle sobre su punto de partida. Aún si este circuito tiene su anclaje en la
satisfacción orgánica, la satisfacción pulsional es de un registro totalmente diferente. En
su texto de 1915 (​ ix)​, Freud describe el circuito pulsional partiendo de la pulsión
escópica y del sadomasoquismo. Sin embargo, no se trata allí para Freud de estudiar
las estructuras de las perversiones, sino únicamente de señalar las condiciones
generales de todo el circuito de la pulsión, es decir, las condiciones de la satisfacción
pulsional.

Los tres tiempos del circuito pulsional.

Freud describe un circuito pulsional en tres tiempos. Recorreremos ese trayecto


partiendo de la pulsión oral, que es la más fácil de seguir durante los primeros meses
de vida.

En un primer tiempo -que Freud denomina activo- el bebé va hacia el objeto oral
(el pecho o el biberón) para apoderarse de él. Este primer tiempo pulsional es siempre
bien identificado por los médicos y por los pediatras. Saber si un lactante bebe
convenientemente es un elemento central en el examen clínico de un pediatra.

El segundo tiempo del circuito pulsional es también objeto de una atención


particular de parte del médico experimentado. Ver si el bebé tiene una buena capacidad
autoerótica, si en especial es capaz de calmarse succionando su mano, su dedo o un
chupete; es parte, en nuestros días, del examen habitual. La mayoría de los médicos
dedicados a los más pequeños, con los que tengo contacto, saben de la importancia de
la llamada experiencia alucinatoria de satisfacción, estrechamente ligada al
autoerotismo.

Por el contrario, en lo que prácticamente nadie piensa, aún entre los


psicoanalistas, es que hay, en la descripción de Freud, un tercer tiempo necesario para
que el ajuste del circuito pulsional se lleve a cabo y que pueda hablarse propiamente de
satisfacción pulsional. ​En este tercer tiempo, el niño se hará objeto de un nuevo sujeto
-estos son los términos mismos de Freud-, es decir que el niño se somete a un otro (​ 7)​,
el cual se convertirá en el sujeto de la pulsión del bebé. Habría allí, en el nacimiento
mismo de la cuestión del sujeto en el ser humano, la forma radical de una necesaria
alienación.

(7) Este otro es alguien de carne y hueso, con el que el niño establece una relación en la realidad, y al mismo tiempo alguien que
sostiene el lugar del gran Otro primordial para el niño, aquel que habla en su lugar, que le otorga los significantes en los que él hablará
más tarde.
Pero antes de tomar noción del alcance inverso de tal afirmación, veamos como se
presenta clínicamente este tercer tiempo.

En el registro de la pulsión oral, a este tercer tiempo del que nadie habla, lo
encontramos en nuestra experiencia cotidiana con los bebés y las madres. Por otra
parte, no ha escapado de la mirada de algunos publicista que nos proponen imágenes
emocionantes: se ve a un bebé ofrecer su pié apetecible hacia la boca de su madre que
se deleita. El placer compartido salta a los ojos.

Si tal imagen permite vender más pañales, también nos permite tener una
representación de este tercer tiempo del circuito pulsional. Es el momento en el que el
bebé mete su dedo (del pié o de la mano) en la boca de la madre, quien va a fingir de
manera muy gozosa que se lo come. Este momento particular de juego -no se trata de
satisfacer ninguna necesidad- está marcado por risas maternas, en tanto que la madre
comenta el valor gustativo de lo que le es ofrecido, utilizando diversas metáforas
gastronómicas en las que el azúcar tiene un lugar preferencial. Todo esto dispara, por
lo general, sonrisas en el niño, lo que nos indica que buscaba justamente atrapar el
goce de este Otro materno​ (8)

Vemos allí como la pasividad del bebé en este tercer tiempo del circuito pulsional
no es más que aparente. De un modo muy activo se hará comer por este otro sujeto,
para lo cual se hace él mismo objeto. Y hemos visto como este sometimiento apunta a
atrapar el goce del Otro. Es a propósito que lo escribimos aquí con mayúscula. El bebé
va a la pesca del goce de su madre, en tanto que ella representa el gran Otro
primordial, proveedor de significantes.

La pulsión no es la necesidad, ya lo hemos dicho. Ella presenta un empuje


constante y no las fluctuaciones propias de la fisiologia del organismo. La pulsión no se
satisface por el hecho de que este circuito gira y que cada tiempo volverá a pasar un
número infinito de veces. No se puede ser preciso a cerca del carácter verdaderamente
pulsional de los dos primeros tiempos, mientras no sea constatado el tercero. El
segundo tiempo, en particular, puede confundirnos. Frente a un bebé que, en un
procedimiento autocalmante, succiona su pulgar o el chupete, no podemos afirmar la
existencia de la dimensión autoerótica más que si sabemos que el tercer tiempo del
circuito pulsional existe en él, en otros momentos. Si no, podemos muy bien
encontrarnos en presencia de un procedimiento en el que el lazo erótico con el Otro
está ausente. Si le quitamos el término ​eros a ​ l autoerotismo, nos encontramos con
autismo!​ Sólo podemos hablar de un verdadero autoerotismo si la dimensión de
representación del Otro y aún de su goce, ha sido inscripta bajo la forma de trazo
mnémico en el aparato psíquico del niño'​ (9)​.
Otros elementos del cuadro autista tienen allí su origen. Citemos en particular los
defectos de puesta en juego de los procesos de condensación y desplazamiento,
propios del pensar inconsciente. Ahora bien, este último presenta no solamente
formidables posibilidades de ligazón de la excitación psíquica, sino que aún es capaz
de crear nuevas relaciones, de crear complejidad. Nosotros sabemos en qué medida,
en el caso de los niños autistas, la excitación se descarga en el cuerpo por las
estereotipias y las automutilaciones, a falta de la posibilidad de un enlace psíquico
conveniente. Nos hemos confrontado sin cesar con discursos que se refieren a los
déficits llamados cognitivos, como propios de los niños autistas. Es indudable que la no
puesta en juego conveniente de la estructura del pensar inconsciente concluye en este
tipo de déficit.

Pero, ¿qué relación hay entre tales déficits y la falla del circuito pulsional
completo? Sería necesario un encuadre más largo que este artículo para intentar
responder convenientemente​ (10)​. Remarquemos simplemente aquí que, desde nuestros
primeros encuentros con niños que presentan un síndrome de autismo primario,
constatamos, en el plano clínico, que este tercer tiempo del circuito pulsional está
ausente. El movimiento se hace únicamente en ida y vuelta, entre ir hacia la comida y
un volver hacia una parte del propio cuerpo o bien hacia un objeto que tiene la función
de parte del cuerpo​ (11)​. Este ida y vuelta no constituye entonces ningún ajuste que
sobre su recorrido enlace algo de un otro, adulto o semejante. Como si justamente el
sistema de defensa consistiera en suprimir todos los lugares psíquicos en los que
trazos mnémicos de representación del Otro podrían ser registrados.

(8) El goce provoca una gran desconfianza en los medios lacanianos, donde su dimensión estructurante es frecuentemente
desconocida. Es esto sin embrago, lo que Lacan dice en el S​ëminario XI: ​Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, p.
167.

(9) No hago aqui nas que retomar lo que Freud enuncia desde 1895 en 1​' Esquisse. D ​ onde afirma la necesidad del registro de trazos
mnémicos de representación de deseo ligados directamente a las experiencias vividas con aquel que él llama el "prójimo humanitario", y
que no deja de estar ligado a lo que hemos llamado aquí el Otro primordial. Es cierto que más tarde, Freud hablará de un autoerotismo
primario, pero esta idea me parece insostenible a la luz de una lectura poco consistente de su propia teoria de la pulsión. Pero sobre todo
tal concepción del autoerotismo impediría formar modelos operantes para dar cuenta de los impases en la clínica del autismo.

(10) Hay hipótesis metapsicológicas que dan cuenta de la relación entre la puesta en juego de la estructura de pensamiento inconsciente y
la estructuración del circuito pulsional. Para esbozar la respuesta, digamos que este circuito pulsional, tal como podemos comprobarlo
clínicamente, soporta el trayecto de representaciones inconscientes en el aparato psíquico. Para poder circular, la función de
representación debe pasar por el polo alucinatorio de satisfacción del deseo, allí donde el bebé reencuentra inscriptos los trazos mnémicos
de sus primeras experiencias con este goce del Otro. Para aquellos que se interesen en la cuestión de las fallas de las representaciones
inconscientes, ver: Laznik-Penot, M.C. ; “Défenses autistiques et échec de la mise en place de la fonction de représentation", ​La
psychanalyse de l'enfant ​(1996) n° 19.

​ , que no son justamente objetos en el sentido psicoanalítico del término,


(11)Se trata allí de lo que la escuela inglesa llama ​objetos autistas
ya que, habiendo sufrido una incorporación, son vividos como partes del yo primitivo. Freud lo llama un yo-placer, en el sentido en el que
no está regido más que por un sistema de huida del displacer, un sistema próximo a la homeostasis, lo que es contrario a un sistema
pulsional.
El interés de este rasgo clínico, detectable desde los primeros meses de vida, mucho
antes que se instale el síndrome autista propiamente, es la posibilidad de un diagnóstico
precoz.
Poco importa aquí que la causa de la no instalación de este tercer tiempo del
circuito pulsional, provenga de la dificultad constitutiva de un niño que no busca
activamente la acción en el otro (tratar de hacerse comer en este caso), o de una falta de
respuesta de parte de quien ocupa el lugar del Otro primordial. En los dos casos hay falla.
En los dos casos -con una cierta contribución libidinal de parte de un psicoanalista que
sepa trabajar las relaciones bebé-papás- el circuito pulsional completo puede
restablecerse. Aún en los niños autistas de 3 ó 4 años llegamos a menudo a establecerlo
(o restablecerlo); pero el período sensible en el que el niño entra con gran facilidad en el
campo de los significantes del Otro y puede apropiarselos, ya ha pasado. El niño podrá aún
entrar en el campo de la palabra, pero será necesario "remar mucho más. En el plano
clínico, es la ausencia de palabra lo que se registra más fácilmente, mientras que la falla de
la en juego de pensamientos inconscientes puede pasar desapercibida. Se revelará más
tarde bajo la forma de lo que se llama comúnmente déficits co​gn​itivos; razón por la cual la
pelea por enfermedad mental o déficit cognitivo (​ 12)​ con relación al autismo me parece un
falso debate. Aún cuando la plasticidad del aparato psíquico permite que algunas
suplencias sean puestas en juego, la edad en la que se interviene es un elemento central.

No es lo mismo una intervención con un niño en el que se trata de disminuir las


consecuencias de un déficit cognitivo ya instalado (o en vías de estarlo), que una
intervención para (re)establecer el circuito pulsional completo cuyo no-funcionamiento
causa este déficit. Recuerdo una vez más que no se trata de que tomemos parte por una
causalidad puramente ambiental del autismo. Puede haber factores congénitos que hagan
que el lactante esté menos apto para enlazar el goce de su Otro primordial. En la falla de la
puesta en juego del circuito pulsional completo, no estamos siempre frente a una madre
demasiado ocupada por un duelo no resuelto, o una depresión desconocida, incapaz de
encontrar su modo de jugar el rol de sujeto de la pulsión oral de su niño. Hay otras
situaciones que se presentan, la no respuesta de un lactante, en todo caso, puede
desorganizar a la madre. Si los orígenes del problema pueden ser múltiples, ellos
conducen a esta falla de la puesta en juego de la mirada y del circuito pulsional.

Estamos aquí en un registro propiamente psíquico y no es más que a este nivel de


este registro que podemos intervenir. Es lo que propongo llamar una posible prevención del
síndrome autista. Intervenir para que se pongan en juego las estructuras mismas que
soportan el funcionamiento de los procesos de pensamiento inconsciente. Intervenir más
allá de la organización de una futura discapacidad.

(12)Siendo la discapacidad nada más que un déficit que se vuelve irreversible, para el cual no puede
establecerse ninguna suplencia eficaz.
El segundo trazo clínico propuesto -la falla del circuito pulsional completo-
permite establecer un diagnóstico diferencial entre psicosis y autismo.
Efectivamente el tercer tiempo del circuito pulsional se encuentra siempre
presente en el bebé que presentará más tarde una psicosis infantil. Ese bebé se
somete de buen grado a una madre que, en general, no rezonga por gozar del
objeto que le es así ofrecido; más bien es poner el límite lo que resulta un
problema para ella. La alienación real del niño a este Otro primordial es puesta en
juego. Lo que falla es el otro polo de la subjetivación del sujeto: la función de
separación producida por la metáfora paterna. Es esta la que en la psicosis infantil
se encontraria fuera de juego, forcluida. En los casos de evolución autista, no es
de esto de lo que se trata sino de la falla del tiempo de alienación en sí mismo.

BIBLIOGRAFÍA

i. Ribas D., “Un cadeau empoisonné pour les autistes”​, Libération d ​ el 21 de junio de 1996.
ii. Houzel, D., “Peut-on endiguer les psychoses infantiles?”, en M. Soulé (dir.), ​Des utopies aux
réalisations, P ​ aris, ESF, 1993.
iii Freud, s. ​, Pour introduir le narcisisme (​1914), Trad. Denise Berger y Jean Laplanche, Paris,
PUF, 1969.
iv. Laznik-Penot, ​M​.-C., “De la falla de la imagen del cuerpo a la falla en la instalación del
circuito pulsional; cuando la alienación hace defecto", en ​La clinique de l'autisme, son
ense ​ i​ gnement psychanalytique, P​ aris, P​o​int, 1993, colección "Hors bons et destins des
proplanche, Paris, Punc chanalyse,
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Bourguignon, P. Cotet, J. Laplanche, Paris, PUF, 1988.
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ix. Freud, s. ,op. cit. en el punto V.

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