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8/5/23, 23:51 ¿Qué decimos cuando hablamos de psicosis y autismo?

| Judith Roitenberg

NÚMERO 20 | Octubre 2019 VER SUMARIO

¿Qué decimos cuando


hablamos de psicosis y
autismo? | Judith
Roitenberg
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8/5/23, 23:51 ¿Qué decimos cuando hablamos de psicosis y autismo? | Judith Roitenberg

Trabajo libre presentado en el Mesa «¿Qué decimos cuando Acerca del autor
hablamos de psicosis y autismo?» perteneciente al Ciclo
«Miércoles en la Escuela», junio 2019.

Agradezco a Osvaldo Maltz permitirme exponer, en el encuentro de hoy,


Judith Roitenberg
algunas ideas sobre las que trabajo hace ya bastantes años. Pienso que
nuestro quehacer no está en los pensamientos del analista ni en el de los
autores estudiados, sino en la experiencia clínica, siempre soberana.
Esta experiencia se nos presenta en la consulta y con la que aprendemos
cada día. Me inicié en la psicoterapia psicoanalítica con una adolescente
esquizofrénica en un hospital de la ciudad y fue el inicio de mis abordajes
en la clínica. Esta experiencia me marcó y me enseñó a perderle miedo a
la locura de la que hay mucho que aprender. Compré mi primer
contestador telefónico que la atendía de una a seis veces por día. Hoy es
una mujer adulta, tendrá unos 48 años, y aún me sigue llamando cada
tanto.
 

Un niño de 4 años entraba a mi consultorio sin mirarme, sin saludar. Al


despedirse su mamá y cerrar la puerta, el nene tocaba mi escritorio
frotándose contra él y decía deslizando su mano por la superficie: ¿Esto es
la psicóloga? Luego bordeaba el perímetro de la pared con su cuerpo,
lustrando la superficie sin hablar. Era un movimiento continuo y
bamboleante. Otro niño de dos años y medio seseaba de modo atonal.
Sonreía, pero nada decía; obedecía las indicaciones, pero no emitía
sonidos y no se sabía cuánto comprendía.

Todo humano, para nacer y para convertirse en persona, depende


profundamente de otro para sobrevivir, para alimentarse, para socializar
con el mundo, para desarrollar modos de comunicación. Para acceder al
lenguaje. Para sentirse humano, capaz, potente, agente de sus acciones y
que aporta algo al otro. Necesita ser bien recibido, sentir que puede ser,
desplegar sus cualidades y, en lo posible, no ser interferido en sus
búsquedas. Su desarrollo potencial es altamente frágil. La necesidad de la
asistencia del otro compromete de modo notable al cuidador que en
ocasiones puede resultar extenuante para una única persona. La figura de
apego, de la que el niño depende, debe reunir cualidades de sensibilidad,
responder con empatía e identificación con la criatura. Dirá Winnicott,
para cumplir con los cuidados, es necesaria lo que él llama como la
Preocupación maternal primaria. Esto es un trabajo diario, hora a hora,
momento a momento. Si hay salud física y psíquica, los buenos cuidados
auguran un desarrollo considerable.

Una depresión en el cuidador le impide ocuparse con una respuesta


emocional sensible. La falta de disponibilidad emocional puede ser una
hecatombe para el pequeño sujeto que emerge. Las madres lo saben y
sufren si no pueden responder. Françoise Dolto señala: «Es posible que
(los padres) se sientan culpables cuando en realidad también ellos son tan
solo responsables ocasionales, como puede provocar accidentes el
conductor de un vehículo que ha perdido el control a causa de un pinchazo
o de un choque».[1] Cuando el duelo no es posible, es pura pérdida. No es
la falta la que se inscribe. Se produce un derrumbe (breakdown) como
señala Winnicott.

Tustin habla de depresión de agujero negro en la madre, que se


corresponde a la depresión de agujero negro del bebé. Un paciente de
Tustin sentía en su boca un agujero negro con un pincho feo. Así
descubría la autora lo que Winnicott define como angustia psicótica. La
boca mutilada por la pérdida traumática de su unión con el pecho. Boca y
pecho se encuentran fusionados y esta sensación desgarradora mutila el
ser del bebé mucho antes de que este tenga noción de estar diferenciado
de ese pecho como otro distinto de sí.

Los niños o jóvenes responden con barreras porque viven como ataques
las sensaciones que no soportan afrontar. La angustia los devasta y se
torna impensable. El resultado sería el derrumbe como lo muestran las
elocuentes imágenes de la película The Wall. Es un plano sensible previo
al autoerotismo, donde prima la sensorialidad aun no ligada al
autoerotismo.

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En las psicosis y en las psicosis infantiles, la percepción se disfraza de
realidades sustitutas que intentan y fracasan en el enlace con el principio
de realidad, resultando la creación de una realidad inventada. La
presentación es un niño enmarañado, confuso en su comportamiento y en
su lenguaje. Hay presentaciones diferentes de psicosis.

En el autismo se crean fenómenos y objetos que sustituyen o deforman la


actividad perceptual según sugiere Hugo Longarela como modo
compensatorio, ante la ausencia del sostén materno. El niño se presenta
retraído, evita el contacto físico y la mirada. Detiene su capacidad de
pensar. Puede quedar suspendido, mirar algo que gira detenidamente,
correr sin sentido con ataque de risa o de llanto sin un sentido aparente.
Puede agitar sus manos, caminar en puntas de pie. No usar lenguaje o
usarlo de modo ecolálico o extravagante. Hay diferentes presentaciones de
autismos, por ejemplo, con desarrollo psíquico encubierto. Según Bernard
Golse, atraviesan una depresión primaria de la que pueden salir con un
avance significativo, no siendo, desde esa perspectiva, un autismo
propiamente dicho al modo de Kanner.

Otro ejemplo es el de los casos extremos, puede presentarse como de un


débil mental, sin daño orgánico como describen Dolto y Manonni.
Winnicott señala que el niño autista en general se desarrolla en un solo
sentido. Su especialización resulta tediosa, su balanceo (rocking) o el
golpearse la cabeza como actividad compulsiva que, en sus peores
extremos, parece desprovista de toda fantasía. Golse afirma que
desarrollar alguna forma de autismo sería para no percibir otra sensación
más que el movimiento mecánico y repetitivo. Jacqueline Léger, en el
video[2] , agrega que ese movimiento repetitivo le servía para recuperarse
y volver a centrarse sobre sí misma. Meltzer agregaría que anula o
desmentaliza la actividad psíquica, y se produce un detenimiento del
espacio y del tiempo. En la clínica no nos encontramos con cuadros puros
y, cuando el niño con autismo mejora —como en Autista/Artista, libro
publicado con C. Huberman en 2015—[3], nos encontramos con una
evolución de tipo psicótica. No neurótica. En el seminario dictado en la
AEAPG sobre estas patologías, proponemos diferenciaciones descriptivas
y cualitativas que son clasificadas al momento de enseñar. La clínica no
suele respetar las categorías tan claramente diferenciables. La variedad
clínica es amplísima y los autismos se asemejan de tal modo a algunos
cuadros de psicosis infantiles que no nos es posible encontrar la
diversidad de su origen.

Los niños con trastornos severos y sus familias traen historias, situaciones
de mucho sufrimiento. Morín define la complejidad como un tejido de
eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares
que conforman el mundo de lo fenoménico. Sus rasgos son los de ordenar
lo inextricable, el desorden, la ambigüedad y la incertidumbre, estrategias
para lograr la inteligibilidad. La necesidad de un pensamiento complejo,
afirma Morín, se impondrá en tanto vayan apareciendo los límites, las
insuficiencias y las carencias de un pensamiento simplificante y, en esa
medida, estar a la altura de su desafío. Se hace necesario, reitera Morín,
crear un método, una manera de pensar, un pensamiento que dialogue
con lo real. El paradigma del pensamiento complejo tendrá su origen en
los nuevos conceptos, visiones, descubrimientos y reflexiones que puedan
reunirse en una tarea cultural histórica y, en ese sentido, allí está su
desafío. La complejidad de variables intervinientes en estos trastornos
tempranos son imposibles de abarcar en una exposición. Las puertas están
abiertas a los investigadores con los que el psicoanálisis pueda dialogar,
que puedan hallar algunas respuestas desde distintas fuentes acerca de los
trastornos aquí expuestos.

Ante una oferta vastísima de sentidos acerca de la causa de estos


trastornos severos en los niños (vacunas, alimentos, anestesias, etc.),
hacemos un aporte desde el Psicoanálisis. Luego de un amplio trayecto
transitado con familias y niños, hay mucho por transmitir y continuar
estudiando. Elegimos la clínica a partir del relato de la propia protagonista
(Jacqueline Léger) en encantador video. Esta mujer, escritora y psicóloga,
describe sus vivencias personales; da testimonio sobre su padecer infantil,
juvenil y hasta el presente con una elaboración fina, Hace referencia sobre
su diagnóstico, sus síntomas visibles y no visibles auto-percibidos luego de
un profundo trabajo con su analista. Este video resulta muy útil como
ensayo clínico para todos y, en especial, para quienes no conocen o les
causa temor el trabajo con autismos o psicosis.

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Jaqueline Léger cuenta que nació en una familia de muchos hermanos y
de la presencia–ausencia de la madre con la que describe desencuentros
en los inicios de su vida. Nos deja entrever situaciones que rodearon el
parto con complicaciones que determinaron cierto distanciamiento entre
Jaqueline y su madre. Describe e interpreta sus experiencias vividas e
inferidas en el trabajo con su analista y luego las re-enlaza con autores
estudiados por ella. El titulo de su libro es Algo de un fantasma
melancólico alude a una depresión precoz infantil probablemente como la
descripta por Tustin.

Green llama depresión “negra”, depresión “blanca” a la melancolía en la


que se tiene una experiencia del self de “futilidad”, de “vacío mental” y de
“inexistencia” y que la entrevistada, Jaqueline, podría haber vivido
tempranamente. Green, en la clínica de “lo negativo”, se refiere a la
consecuencia del “no acaecer” psíquico. La “madre muerta” greeniana dejó
una huella “negativa” en su infante. Según M. Klein, en el bebé no hay
inscripción de ausencia. Se inscribe la presencia de algo malo,
persecutorio. El carácter traumático generado por el complejo de “madre-
muerta” creará una detención en el incipiente desarrollo del infante a
partir de revisar “lo que no pudo ser”.

Jaqueline describe un desarrollo silencioso en ella, algo retardado y poco


comunicativo. Comenta que le sucedió lo que describe Denis Vasse: “el no
consentimiento a vivir”. Esta es una decisión muy precoz que emerge
antes del encuentro con los otros. La diferencia del rechazo percibido.
Habla de una falta de vitalidad. Un no deseo en la misma criatura. Citando
a Soulé, Golse señala que hay un momento decisivo cuando el bebé nace
en el que se define si van a predominar las pulsiones de vida o de muerte y
si va a apelar a la vida.

La Jaqueline niña se organiza con la presencia de sus hermanos que le dan


cierto lugar, cierto soporte, y son su suplemento. La vitalizan.
Funcionarían como envolturas psíquicas (Esther Bick, Didier Anzieu),
quizá insuficientes, como lazos primitivos con quienes intenta
constituirse. Jaqueline recuerda de su padre una foto y recuerda que le
cuesta quedarse a solas con él. Accede al lenguaje gracias a su hermano
vitalizante y extrovertido quien da sentido a la palabra hablada. Al decir
de Vasse, la voz escuchada o proferida desaloja al hombre del cuerpo
biológico y lo transporta a habitar el lenguaje. La voz testimonia el límite y
se sitúa en el intervalo entre el cuerpo biológico y el cuerpo de la lengua.
El bebé o niño puede, si lo desea, atenuar o evitar los registros
perceptivos, pero no puede anular el registro de la voz. Si su oído no
registra, todo su cuerpo funciona como un interminable territorio
perceptivo.

El Juego para ella debía ser concreto, no entendía el despliegue de


fantasías. No habia transicionalidad, sólo actividad en respuesta a
imágenes o situaciones concretas sin pensamiento representacional. La
muñeca y la sillita de juguete, que compartía con una de sus hermanas, no
le significaban nada, refiere que no sabía qué hacer con eso, pero que las
risas compartidas sí la llenaban de voces y presencias.

Describe que lo que la desalojaba era la mirada adulta, la mirada de su


madre. Para la madre ocuparse de ella era un trabajo. La madre le
comunicó en su vejez que se ocupó más de ella como se lo indicaron. En
una foto busca su testimonio: le muestra que la sostuvo de la mano “y no
era la más pequeña”. Pero la foto quedó perdida. Así también la
representación de esa imagen–escena en su psiquismo.

Jacqueline destaca su esfuerzo ante su propia mirada compungida con la


que ella “se iba”. Esto lo analiza con una foto de ella, que le tomó su padre,
y se propone vencer ese rasgo. El acceso a las palabras leídas y a sus
sentidos llega a sus 12 a 13 años. Describe que le saltan a la cara y se
encuentra con ellas. Las historias de los cuentos que comienza a leer la
reflejan. En especial la historia de una niña con la que se identifica.
Accede al lenguaje comunicativo.

En este trabajo entendemos que el trastorno autístico es una respuesta


desesperada de repliegue ante el fracaso profundo en el contacto
humano. Winnicott propone indagar hasta qué punto el autismo puede
prevenirse y hasta qué punto puede ser tratado.

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La psicoanalista inglesa, Margaret Little, paciente de Winnicott, se internó
en el mundo del daño psicológico temprano donde las palabras
enmudecen o se tornan insuficientes, y amplió las posibilidades técnicas
del psicoanalista y el rango de pacientes que pueden acceder a un
tratamiento psicoanalítico.

Tustin nos dice que los autistas no se sienten personas y se adhieren a


objetos duros, ya que han perdido la opción de asirse al otro como sostén.
Esto un sufrimiento para el sujeto y para su ambiente familiar que no
encuentra un vínculo de unión relajada. También reaccionan con
organizaciones autistas (Spitz, 1965) donde el deseo vital desaparece. [4]

Algunas hipótesis del psicoanálisis que investiga el desarrollo infantil


sostienen que el autismo, en tanto trastorno psicógeno, es entendido hasta
ahora como un modo de psicopatología dentro de los cuadros de las
psicosis infantiles de surgimiento precoz, quizá el trastorno más temprano
en el desarrollo mental infantil. Cuando nos proponemos realizar un
análisis de pacientes graves, los incluimos dentro de las patologías de
déficit que no han logrado constituir un psiquismo operativo funcional
para desenvolverse con soltura, con su cuerpo, con sus representaciones
mentales, su lenguaje, con su vida emocional y con su medio social, de
relación con los otros. Encontramos Déficit de narcisización, de
libidinización. La psicoterapia se propone subjetivar al niño, pensarlo
como persona con derecho propio, que pueda reorganizar su psiquismo y,
si es posible, volver a dominar su cuerpo, sus esfínteres, conectarse con su
piel como límite corporal. Subjetivarse, empoderarse de su cuerpo y de su
propio deseo. No se trata de corregir modales o de someter
coercitivamente al paciente y a su familia a las normas esperadas. Si ese
niño siente que tiene su propia voz, su palabra o su gesto propio nos
daremos por satisfechos.

Notas al pie

[1]
Dolto, F. (1988).  Prefacio. En M. Mannoni, La primera entrevista con el
psicoanalista (p. 32). Buenos aires: Gedisa.
[2]
Palabras de una autista: Entrevista a Jacqueline Léger, autora del libro Un autisme
qui se dit…Fantôme Mélancolique. De la página Écouter les autistes (www.autistes-et-
cliniciens.org), gracias a la generosa autorización de Jean-Claude Maleval. Traducción
de Mari Cruz Alba y Natalia Blasco, Revisión: Vilma Coccoz. Subtitulación para La
Antena Infancia y Juventud de Bogotá: Xavier Rodríguez Vera.
http://observatoriodeautismonel.blogspot.com/2016/10/palabras-de-una-
autista-entrevista.html
[3]
Huberman de C., M. C. (2015). Autista / Artista : La historia de A.. Un recorrido
psicoanalítico. Buenos Aires: Biebel.
[4] Vaneeckhaute. H. (2016, octubre 26). Privación emocional en la Infancia. Rene A
Spitz  (1952-1965) Proyecto de Investigación Psicoanalítica sobre los problemas de la
infancia. [Archivo de video] Recuperado de https://www.youtube.com/watch?
v=YwhzTU3lveE&app=desktop

Bibliografía

Dolto, F.  (1971). Caso Dominique. México: Siglo Veintiuno.


Golse, B. (Abril de 2013) . Cuerpo y desarrollo. Simbolización en presencia y en
ausencia. La metáfora de la araña. En Cuerpos y subjetividades contemporáneas.
Conferencia de la actividad Debates actuales en psicoanálisis. Secretaría Científica de
la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) con el Departamento de niños y
adolescentes y la Sociedad Argentina de Primera Infancia (SAPI). Buenos Aires
Green, A. (1980). La madre muerta. En A. Green, Narcisismo de vida, narcisismo de
muerte (pp. 209-238). Buenos Aires: Amorrortu.
Mannoni, M. (1972). El niño retardado y su madre. Buenos Aires: Paidos
Meltzer, D. (1982). Exploración del autismo. Un estudio psicoanalítico. Buenos Aires:
Paidos.
Morin, E. (2005). Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Gedisa.
Tustin, F. (1990). El cascarón protector en niños y en adultos. Buenos Aires:
Amorrortu
Vaneeckhaute. H. (2016, octubre 26). Privación emocional en la Infancia. Rene A
Spitz  (1952-1965) Proyecto de Investigación Psicoanalítica sobre los problemas de la
infancia. [Archivo de video] Recuperado de https://www.youtube.com/watch?
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Vasse, D. (1974). El ombligo y la voz. Psicoanálisisde dos niños. Buenos Aires:
Amorrortu.
Winnicott, D. W. (1996) Acerca de los niños. Buenos Aires: Paidós

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