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Introducción
Freud nos abrió el camino desde el inconsciente para entender el origen de las
emociones y conflictos más profundos, y hemos llegado al área –también
intangible en sí misma- de las relaciones interpersonales y del vínculo que se
desarrolla entre dos personas. Hemos tratado de entender, discernir, separar,
nominar… ¿cuál es la esencia de “eso” que se desarrolla entre una madre y un
bebé, “eso” sin lo cual el desarrollo y despliegue del psiquismo es imposible?.
La gran pregunta que surge cuando estamos frente a un niño autista, es: “¿por
qué?”. ¿Qué hay detrás de esa fortaleza que se ve tan vacía? ¿Cómo explicar a
unos padres angustiados la razón de que su niño o niña no desee saber nada del
mundo que le rodea?
- Las ondas Mu cerebrales se bloquean cada vez que una persona realiza una
acción o ve a otro realizarla. Se monitorizó con EEG. Como resultado, los autistas
sólo suprimen la onda Mu cuando ejecutan una acción voluntaria, pero no cuando
observan la ejecución, a diferencia del grupo control que la suprimen en ambos
casos. Algunos investigadores piensan que la supresión de la onda Mu puede ser
una consecuencia de la actividad de las neuronas espejo en todo el cerebro, y
representa un pensamiento de integración de alto nivel de la actividad de estas
neuronas.
¿No será más bien una ficción tener en cuenta los datos importantes que nos
aporta la ciencia y tomarlos como verdades últimas, inmutables y excluyentes? Al
tomarlos de esta manera pienso que corremos el riesgo de mutilar al niño y
podemos perder de vista las posibilidades de crecimiento y reparación con que el
medio puede enriquecer.
Tenemos que referirnos a distintos tipos de niños autistas. Los hay en quienes la
conducta de aislamiento y rechazo de todo afecto se produjo casi desde el
momento del nacimiento, y los hay en quienes llegaron a un punto del desarrollo
(en general alrededor de segundo a tercer año de vida) y se encapsularon. O
ambos.
Quiero enumerar varias situaciones que se presentan en los padres de los niños,
y en los profesionales que los tratan.
Empezaré por nosotros, los psicoanalistas. Me hago una pregunta: ¿por qué nos
resistimos tanto a confiar en nuestras herramientas analíticas para intentar
tratamientos con estos niños? He observado un hecho que me parece curioso.
Quienes confiamos en “poder hacer algo” somos los psicoanalistas que hemos
estado en contacto alguna vez con estos niños, y que hemos comprobado las
modificaciones sustanciales que se producen en el tratamiento.
La primera vez que traté a un niño autista el pedido llegó desde una llamada de
sus padres, quienes me solicitaron que lo atienda porque alguien les había dicho
que yo era experta en el tema. Ni era experta, ni tenía idea de cómo hacerlo. Así
recibí a Martín, de cuatro años. Un niño que no dirigía la mirada, que solamente
lanzaba los juguetes, sin lenguaje comunicativo, y que según la madre, no podía
aprender nada. En el pre-escolar sugirieron educación especial. Martín empezó a
sorprenderme día a día con sus avances. Fue admitido en la escuela y lo hizo muy
bien. Pudo comunicarse e interactuar con su medio.
Creo que un temor que tenemos los analistas es que los padres nos sientan
acusándoles de no haber entendido ni amado a su niño, y tal vez por esto nos
inhibimos en el trabajo con ellos. Mostraré esto en el caso de Alexa.
Aquí hablaré principalmente de los padres y del medio no profesional que rodea al
niño.
Con frecuencia he escuchado a los padres decir: “Es que es así. No quiere que lo
toquemos”. Es decir, el niño se resiste, rechaza el contacto físico, y los padres
consienten en ello. Y creo, con los Tinbergen, que debería ser al contrario. No
hablo de forzar al niño salvajemente, pero sí hablo de no creer el mensaje
consciente que trasmite. Los niños que he tratado anhelaban al tiempo que
rechazaban ser tocados. Lo que corresponde aquí, como en cualquier análisis que
se respete, es… interpretar. Recordemos, siguiendo a Tustin y Winnicott, que se
trata de niños muy heridos, con un trauma severo alrededor de la relación afectiva,
y les costará trabajo volver a creer en alguien.
Aquí es muy importante, como señala Rosenfeld, acompañar, apoyar a los padres
y trabajar con ellos. Hay que ayudarles a entender qué fue lo que pasó con el niño,
por qué razón se encerró en su cápsula.
La mamá de Carola pudo entender esto casi después de un año del tratamiento de
su hija. Me dijo que cuando recibió a la niña recién nacida y se la llevó a casa,
tuvo el terrible sentimiento de haberse equivocado al tener un bebé. Se dijo “no
voy a poder”. Se dedicó a los cuidados básicos de la niña, pero admite que el
contacto emocional fue escaso. Reconoció que parte de lo que le sucedió fue
consecuencia de la falta de contención de su esposo, y pudo sentir rabia por ello.
Sin embargo, su presencia y constancia fue radical en el mejoramiento de su hija.
Aprendió a no aceptar la negativa (consciente) de la niña a recibir afecto y
cuidados sin frustrarse por ello, y pudo insistir en la tarea junto con su esposo. Hoy
puedo observar una relación cálida entre las dos. Curiosamente y coincidiendo
con el trabajo del Dr. Rosenfeld, Carola dijo una vez a su madre: “mamá, Pinocho
era un muñeco que quería ser un niño… pero yo soy una niña de verdad”.
En estos casos, como en otros, los diagnósticos tienen una influencia que puede
ser nefasta en cuanto pueden limitar la posibilidad de recurrir a ayudas
psicológicas. Queda en los padres es sentimiento de total inutilidad de cualquier
esfuerzo posible, y el niño queda abandonado a su suerte.
Presentaré ahora el caso de Alexa, a quien acabo de referirme. La tomé a los siete
años, después de que pasó casi tres acudiendo a un centro de rehabilitación en
donde según su madre, no ganó mucho. La niña acude a la escuela en un
programa especial. Alexa no se conectaba con nadie, solamente con su padre, y
si alguien se acercaba, lo repelía a gritos y golpes.
El trabajo analítico duró un año y medio hasta que la familia debió trasladarse a
otro país. Atendí juntas a Alexa y a su madre. Al principio nos ignoraba a ambas
mientras armaba rompecabezas que ella traía, siguiendo un orden invariable de
abajo hacia arriba. Alexa usa a su madre de interlocutora. Si ella quiere algo, se lo
dice a su madre para que me lo diga. Siento que hay un inicio de vinculación.
DISCUSIÓN
Entre las realidades y ficciones que se dan en torno a los distintos frentes que el
autismo presenta, el referente a nuestra posición como analistas y nuestra
responsabilidad en este trabajo es fundamental.
Pienso que tenemos mucho que hacer en este campo. Que es posible que estemos
perdiendo tiempo y esfuerzos importantes intentando justificar, validar y convencer
a la comunidad científica de nuestros hallazgos. Cuando lo esperable sería que se
abriera una discusión interdisciplinar integradora de los distintos saberes, que
tendrá repercusiones positivas en el tratamiento de los niños autistas.
Respecto al trabajo con los padres, tenemos que reconocer la tremenda dificultad
que implica para ellos el reconocimiento de la dificultad de su niño, para que
puedan con nuestra ayuda aceptar las posibilidades de mejoría que pueden
obtener de un tratamiento psicoanalítico sin que esto signifique un maltrato para
ellos ni para su hijo. En mi trabajo con la mamá de Alexa esto resulta evidente,
porque algo que me inhibía para interpretar en algunos momentos era el temor de
que se sintiera cuestionada o rechazada por mí, igual a lo que sentía de parte de
su hija. Por esta razón y en acuerdo con Rosenfeld, es muy importante realizar
también un trabajo con la familia.
Para terminar, diré que es muy importante que el tratamiento psicoanalítico del
autismo esté situado en un lugar digno, reconocido y valorado por el gremio de
colegas psicoanalistas, en el que a los resultados obtenidos se les dé categoría de
realidad, aunque parezca una ficción.
Por lo tanto, ¿realidad, o ficción? Tal vez debamos movernos entre ambos
terrenos, conservando la frescura de adentrarnos en el particular mundo de cada
niño que acude a nuestra consulta, para permitirnos traspasar los límites que la
realidad parece imponer, y acompañar a nuestros pacientes en el despliegue de su
ser que estaba encapsulado, para que también nuestros pequeños pacientes
puedan decir como Benjamín y Carola: que ahora sí pueden ser niños de verdad.
BIBLIOGRAFÍA
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Gamarra, B (2010) “En el bosque de la China. Del autismo a la relación con otros”
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Presentado en FEPAL 2010.
Sánchez Hita, I.(2007) “Espejos rotos: una teoría sobre el autismo”. Aperturas
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Rosenfeld, D.(2010) The creation of the self and language. Karnac Books, London
Stern, D. (1986) The interpersonal World of the infant. New York: Basic books.