Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
In Cecil R Reynolds
& Elaine Fletcher-Janzen. Handbook of clinical child neuropsychology (pp. 19-46). Springer,
Boston, MA.
Introducción
Quizás el tema central en neuropsicología en los últimos 100 años ha sido la cuestión de cómo
se representan las funciones psicológicas en el cerebro. A principios de siglo XX, gran parte del
debate era si las funciones estaban o no localizadas en la corteza. Aunque hoy en día este ya no
es un tema de gran discusión, aún permanece el problema general de determinar qué se localiza
en la corteza. Una forma de examinar este problema es observar la forma en que la estructura
y la función emergen en el niño en desarrollo. Al considerar históricamente la cuestión de las
relaciones estructura-función en el desarrollo, sorprende la reticencia de los investigadores a
participar en tales análisis. De hecho, aunque Freud y Piaget estaban entrenados en biología,
ambos evitaron cuidadosamente la inclusión del desarrollo cerebral en sus teorías del desarrollo
psicológico. Es probable que un impedimento importante para tales teóricos fuera la ausencia
de datos biológicos sobre la neurociencia del desarrollo (Segalowitz y Rose-Krasnor, 1992).
Generación Neural.
El cerebro humano sigue un patrón general de desarrollo, típico de todos los mamíferos, que
comienza como un tubo neural y adquirie gradualmente las características del cerebro adulto
(ilustrado en la Figura 2). El tubo neural básico rodea un ventrículo único donde las células se
generan a lo largo de la pared ventricular y luego migran hacia su ubicación correcta. En los seres
humanos, se requieren aproximadamente 109 (1.000.000.000) células para formar finalmente el
neocórtex maduro de un solo hemisferio cerebral (Rakic, 1975). Durante el desarrollo, la corteza
embrionaria tiene cuatro regiones: las zonas ventricular, marginal, intermedia y subventricular
(como se ilustra en la Figura 3). Estas zonas son características transitorias relacionadas
únicamente con el desarrollo temprano, ya que cada una desaparece o se transforma y no son
identificables en el sistema nervioso adulto. Sidman y Rakic (1973) combinaron los extensos
estudios de Poliakov (1949, 1961, 1965) con sus propias observaciones para producir un
esquema del tiempo y las fases del desarrollo cortical en los humanos. Existe cierto desacuerdo
sobre el tiempo durante el cual las células destinadas a la corteza se dividen y migran en el
humano, pero la mayoría de la proliferación de células corticales parece estar completa hacia la
mitad de la gestación, aunque, en esta etapa, la corteza no se parece en modo alguno a la de
adulto. La migración celular aún puede continuar durante algunos meses después y
posiblemente continúa después del nacimiento. La laminación cortical continúa desarrollándose
y diferenciando después del nacimiento. Una característica curiosa del desarrollo cortical es que
progresa "de adentro hacia afuera". Las neuronas destinadas a formar la capa VI (la más interna)
se forman primero, seguidas en secuencia por las capas V a II. Marin-Padilla (1970, 1988) estudió
la laminación secuencial de la corteza motora humana en la ontogénesis y descubrió que para
el quinto mes embrionario, las capas corticales V y VI son visibles, aunque todavía no están
completamente maduras. En los meses siguientes, se desarrollan las capas restantes. Por lo
tanto, vemos que las oleadas sucesivas de neuronas traspasan las neuronas que llegaron antes
para asumir posiciones progresivamente cada vez más superficiales.
Una segunda característica curiosa del desarrollo cerebral es que en la corteza se produce un
exceso de neuronas, que luego se pierden por la muerte celular normal. La capa IV en la corteza
motora es un ejemplo particularmente claro de esto porque las células que son visibles allí en el
séptimo mes, mas tarde al nacer, degeneran dejando una capa agranular. Como se podría
predecir, la sincronización precisa del desarrollo y la migración de las células a diferentes
regiones citoarquitectónicas varía con el área en particular. Por ejemplo, Rakic (1976) mostró
que mientras la zona ventricular produce células de la capa IV para el área 17, la zona ventricular
vecina genera células de la capa III que migrarán para formar lo que luego será el área 18. Por lo
tanto, en cualquier momento dado durante la ontogénesis cortical, las células que migran desde
la zona ventricular están destinadas a diferentes regiones y capas de la corteza. Una implicación
de este fenómeno es que los eventos que podrían afectar al feto durante el desarrollo cortical,
como la presencia de un agente tóxico como los metales pesados, afectarán a diferentes zonas
citoarquitectónicas de manera diferente. Por ejemplo, la exposición prenatal al metilmercurio
puede producir disgenesia de la columna dendrítica en las neuronas piramidales de la corteza
somatosensorial en ratas (Stoltenburg-Didinger y Markwort, 1990). Además, debido a que
poblaciones específicas de células migran en diferentes momentos a una lámina cortical
determinada, esto implica que los agentes tóxicos u otros eventos ambientales podrían
perturbar el desarrollo de una población específica de células en un área citoarquitectónica
particular. Finalmente, debemos mencionar que ha habido una reciente controversia sobre la
presencia de neurogénesis en el cerebro adulto. Hay acuerdo en que la neurogénesis continúa
en el hipocampo y en el bulbo olfativo. Aunque hay informes de neurogénesis en el neocórtex,
el estriado, la amígdala y la sustancia negra, estos hallazgos han sido difíciles de replicar de
manera consistente en el cerebro no dañado (para una revisión, ver Gould, 2007).
Migración celular.
Debido a que las células corticales nacen distales a la placa cortical y deben migrar allí, se puede
preguntar cómo ocurre esto, particularmente cuando las células que viajan a las capas externas
deben atravesar las células y las fibras de las capas internas. En una serie de estudios elegantes,
Rakic (1972, 1975, 1981, 1984) demostró que las neuronas migran a las láminas corticales
apropiadas deslizándose a lo largo de filamentos especializados, conocidos como fibras gliales
radiales, que abarcan la pared cerebral fetal en edades tempranas. Estas células gliales radiales
se originan en la zona ventricular y se extienden hacia la placa cortical. A medida que se
desarrolla, la corteza se engrosa y comienzan a aparecer surcos, las fibras gliales radiales se
estiran y se curvan, guiando a las neuronas migratorias a su ubicación correcta (ver Figura 3).
Curiosamente, la exposición prenatal a la radiación gamma o al alcohol durante ventanas de
vulnerabilidad particulares pueden detener prematuramente la migración o prolongarla de
forma anormal, respectivamente (Hicks, Damato y Lowe 1959; Miller, 1986), causando así una
alteración extensa de la función y estructura del cerebro, al interferir con este proceso de
desarrollo.
Desarrollo axonal.
A medida que las células migran a lo largo de las fibras gliales radiales, comienzan a desarrollar
axones que se extienden a áreas subcorticales, a otras áreas corticales o que atraviesan la línea
media como fibras comisurales. La tasa de desarrollo del axón es extremadamente rápida,
aparentemente del orden de 1 mm / día. Además de los axones de células corticales que crecen,
los axones del tálamo ingresan a la corteza después de que las células diana corticales principales
completan sus migraciones y alcanzan las posiciones apropiadas dentro de la capa cortical en
desarrollo (Rakic, 1976).
Desarrollo dendrítico.
Dos procesos ocurren durante el desarrollo de la dendrita: arborización dendrítica y crecimiento
de las espinas. Las dendritas comienzan como prolongaciones individuales que sobresalen del
cuerpo celular. Más tarde, desarrollan extensiones cada vez más complejas, que se parecen
mucho a las ramas de los árboles en invierno. Las espinas son pequeños apéndices, se asemejan
a espinas en un tallo de rosa que comienzan a aparecer en el séptimo mes intrauterino (Poliakov,
1961). Antes del nacimiento, se observan solo en las neuronas más grandes (principalmente las
que se encuentran en la capa V). Después del nacimiento, también se pueden encontrar en otras
neuronas en las que se diseminan cubriendo densamente la superficie dendrítica. Aunque el
desarrollo dendrítico comienza prenatalmente en el ser humano, continúa durante mucho
tiempo después del nacimiento. En animales de laboratorio, se ha demostrado que el desarrollo
tanto de las ramas dendríticas como de las espinas está influído dramáticamente por la
estimulación ambiental (Greenough, 1976), un fenómeno que probablemente sea muy
importante en relación con el desarrollo del niño humano. Además, ahora está claro que el
desarrollo dendrítico también se ve afectado por las hormonas gonadales, lo que lleva al
desarrollo de una estructura cerebral masculina o femenina (Juraska, 1990). La influencia de las
hormonas gonadales no se limita al nacimiento, sino que continúa hasta la edad adulta y puede
desempeñar un papel importante en los procesos relacionados con el envejecimiento (Stewart
y Kolb, 1994). En contraste con el desarrollo de los axones, el crecimiento dendrítico
generalmente comienza después de que la célula alcanza su posición final en la corteza y avanza
a una velocidad relativamente lenta, del orden de micrómetros por día. Las tasas de desarrollo
dispares de los axones y las dendritas son importantes porque el axón, de crecimiento más
rápido, puede contactar a su célula objetivo antes de que se elaboren los procesos dendríticos
de esa célula, lo que sugiere que el axón puede desempeñar un papel en la diferenciación
dendrítica (Berry, 1982). Se ilustran los cambios morfológicos asociados con el crecimiento
dendrítico en la corteza frontal en la figura 4.
Desarrollo sináptico.
El mecanismo que controla la formación de sinapsis es uno de los principales misterios de la
neurobiología del desarrollo, en gran parte porque las sinapsis son observables sólo por
microscopía electrónica, lo que no permite la observación directa de su secuencia de desarrollo
en el tejido vivo. El inicio de la sinaptogénesis es abrupto, y la aparición de sinapsis en un área
en particular es notablemente rápida, aunque las neuronas pueden estar yuxtapuestas durante
días antes de que realmente realicen conexiones sinápticas. Las sinapsis generalmente se
forman entre el axón de una neurona y las dendritas, el cuerpo celular, los axones o las sinapsis
ya establecidas de otras células. Debido a que la sinaptogénesis comienza antes de que se
complete la neurogénesis, las neuronas que migran a las capas superficiales de la corteza deben
evitar las neuronas corticales en las que ya se han formado las sinapsis o están en proceso de
formarse. Aunque se sabe poco sobre los detalles del desarrollo sináptico en humanos,
Bourgeois (2001) describió cinco fases distintas de la formación de sinapsis en la corteza cerebral
de los primates, como se ilustra en la Figura 5 para el macaco.
Las dos primeras fases tienen lugar en la vida embrionaria temprana y se caracterizan por la
generación de sinapsis de baja densidad. Las sinapsis formadas en las fases 1 y 2 difieren en su
origen, pero se cree que ambos grupos se generan independientemente de la experiencia. El
número de sinapsis crece rápidamente en la fase 3, con un pico en el macaco de
aproximadamente 40,000 sinapsis por segundo. Esta fase comienza antes del nacimiento y
continúa hasta los casi 2 años en los seres humanos. La fase 4 se caracteriza por una meseta
inicial en el número de sinapsis seguida de una eliminación rápida de las sinapsis que continúa
hasta la pubertad. La fase 5 se caracteriza por otra meseta en el número de sinapsis hasta la
mediana edad, seguida de una caída en la senescencia. El primer período de reducción de
sinapsis es dramático, y se reduce al 50% del número de sinapsis presentes a la edad de 2 años.
Y al igual que las sinapsis se pueden formar muy rápidamente durante el desarrollo, se pueden
perder a una tasa de hasta 100,000 por segundo en la adolescencia. No debería sorprendernos
que los adolescentes estén tan de mal humor cuando sus cerebros están experimentando
cambios tan rápidos en la organización. En las fases 3 y 4, el desarrollo (y la eliminación) de las
sinapsis está influenciado por los mecanismos de la expectativa de experiencia y dependientes
de la experiencia. La expectativa de experiencia significa que el desarrollo sináptico depende de
la presencia de ciertas experiencias sensoriales. Por ejemplo, en la corteza visual, las sinapsis
dependen de la exposición a características como la orientación de la línea, el color y el
movimiento. Se presume que el patrón general de estas sinapsis es común a todos los miembros
de una especie, siempre que los miembros individuales reciban la experiencia adecuada.
Dependiente de la experiencia se refiere a la generación de sinapsis que son únicas para el
individuo. Por ejemplo, en el sistema visual, estas sinapsis pueden corresponder al aprendizaje
de información visual específica, como las características de una cara en particular. Es
interesante que la densidad sináptica de los bebés parece exceder la de los adultos, ya que
generalmente se ha asumido que un número mayor, o una mayor densidad, de sinapsis implica
una mayor capacidad funcional. La evidencia de disminución de la densidad sináptica
coincidente con el aumento de la capacidad cognitiva es, por lo tanto, intrigante, especialmente
porque se han encontrado un gran número de sinapsis en ciertos casos de retraso mental (Cragg,
1975). No es sorprendente que la capacidad intelectual no pueda predecirse simplemente por
su relación con la cantidad de alguna característica anatómica, como las sinapsis, y es casi seguro
que el proceso involucrado en la reducción de la densidad sináptica a menudo representa algún
tipo de refinamiento cualitativo.
Un ejemplo de esto es cuando la visión está obstruida en un bebé y no pueden percibir la información
visual esperada que el cerebro necesita para formar las sinapsis necesarias para el correcto
funcionamiento del sistema visual. A pesar de que el bebé comenzó con las sinapsis requeridas para poder
ver que estaban podados porque el cerebro no pudo percibir la estimulación visual.
Desarrollo glial.
La diferenciación y el crecimiento de las neuronas, que generalmente se producen antes del de
su glía asociada, parecen desempeñar algún papel en la estimulación del crecimiento y la
proliferación de las células gliales, pero los mecanismos son desconocidos (Jacobsen, 1978). En
contraste con las neuronas, que recientemente se ha demostrado que continúan naciendo en
áreas del cerebro muy restringidas, las células gliales continúan proliferando a lo largo de la vida.
Desarrollo de la mielina.
La mielinización es el proceso mediante el cual las células gliales del sistema nervioso comienzan
a rodear los axones y les proporcionan aislamiento. Aunque los nervios pueden volverse
funcionales antes de ser mielinizados, muchos investigadores en las décadas de 1920 y 1930
asumieron que las neuronas solo alcanzan niveles funcionales adultos una vez que se completa
la mielinización (Flechsig, 1920). Esta noción ahora parece ser una simplificación excesiva pero,
sin embargo, es útil como un índice aproximado de la maduración cerebral. En contraste con
otros aspectos del desarrollo cortical, la mielina aparece tarde, en un momento en que la
proliferación celular y la migración están prácticamente completas. Las áreas sensoriales y
motoras primarias comienzan a mielinizarse justo antes del término, mientras que las áreas de
asociación frontal y parietal, las últimas en mielinizarse, comienzan postnatalmente y continúan
hasta aproximadamente los 15 años o, a veces, incluso más tarde. Debido a que diferentes
regiones de la corteza se mielinizan en diferentes momentos, y la mielinización comienza en las
capas inferiores de cada área cortical y se extiende gradualmente hacia arriba, las capas
superiores de las áreas sensitivas primarias y motoras se mielinizan al mismo tiempo que las
capas inferiores de algunas áreas de asociación comienzan a mielinizarse.
Desarrollo neuroquímico.
Los neurotransmisores químicos sirven como el principal medio de comunicación interneuronal,
sin embargo, prácticamente no se sabe nada sobre el desarrollo neuroquímico de la corteza
humana. Si bien existen numerosos estudios sobre el desarrollo de neurotransmisores en ratas,
el conocimiento sobre las relaciones entre los transmisores en el neocortex adulto es aún
limitado, y los sistemas neuroquímicos más completamente descritos hacen solo una
contribución modesta a la actividad sináptica general del neocortex (ver Tabla 2). Sin embargo,
existen algunos estudios de desarrollo que utilizan primates no humanos que vale la pena
revisar, ya que es probable que el cerebro humano sea similar (ver también Parnavelas,
Papadopoulos y Cavanagh, 1988). Goldman-Rakic y Brown (1981, 1982) investigaron la
distribución regional de catecolaminas en monos rhesus en edades desde recién nacidos hasta
adultos jóvenes. Sus hallazgos generales fueron que, aunque los sistemas monoaminérgicos
están presentes en el córtex al nacer, estas redes continúan desarrollándose durante años. El
desarrollo de catecolamina varía mucho entre las diferentes regiones corticales, y se observaron
los aumentos postnatales de contenido más notables en las áreas de asociación frontal y
parietal. Quizás lo más interesante fue su observación de que el desarrollo de catecolaminas
(especialmente el de las monoaminas) es paralelo al desarrollo funcional en la corteza prefrontal
durante los primeros 2-3 años de vida. Estos datos apoyan la sugerencia de que las
catecolaminas pueden desempeñar un papel importante en el desarrollo de la actividad
funcional en la corteza frontal y probablemente afecten el desarrollo morfológico de diversos
procesos neuronales, como los campos dendríticos.
TABLA 2.
Neurotransmisores neocorticales
Tipo de transmisor y Ubicación celular
Aferentes:
Norepinefrina Locus coeruleus
Dopamina Substantia nigra A10
Serotonina Raphe
Acetilcolina Globus pallidus magnocelular
Intrínseco:
GABA Células estrelladas aspinosa (todas las capas)
Neuropéptidos (somatostatina, neuropéptido Y vasoactivo, polipéptido intestinal,
colecistoquinina: Células Bipolares espinosas
Efferentes:
Glutamato Ccélulas piramidales (capa V corticostriatal)
Muerte celular.
Una de los fenómenos más intrigantes en el desarrollo del cerebro es la muerte celular.
Considere la siguiente analogía. Si uno quisiera hacer una estatua, sería posible hacerlo
comenzando con granos de arena y pegándolos para formar la forma deseada, o comenzando
con un bloque de piedra y cincelando las piezas no deseadas. El cerebro utiliza ambos
procedimientos, pero se basa principalmente en este último para lograr la forma "final". Ya
hemos descrito cómo el cerebro crea el bloque que se va a esculpir, generando una
sobreabundancia de neuronas y conexiones. El "cincel" en el cerebro podría tener varias formas,
incluidas las señales genéticas, la estimulación ambiental, las hormonas gonadales, el estrés,
etc. De manera similar, es probable que los mismos procesos afecten el desarrollo de dendritas,
axones y sinapsis. La muerte celular no termina en la infancia, sino que continúa hasta la edad
adulta (Bartzokis Beckson, Po, Nuechterlein y Mintz, 2001).
La posibilidad de que los eventos ambientales puedan alterar el cerebro al influir en la muerte
celular es intrigante porque implica la permanencia de al menos algunos efectos de la
experiencia temprana. Un ejemplo del efecto de la estimulación ambiental en el desarrollo del
cerebro proviene del trabajo de Werker and Tees (1992). Estudiaron la capacidad de los bebés
para discriminar fonemas tomados de idiomas ampliamente dispares, como el inglés, el hindi y
el salish. Sus resultados mostraron que los bebés pueden discriminar los sonidos del habla de
diferentes idiomas sin experiencia previa, pero hay una disminución en esta capacidad, durante
el primer año de vida, en función de la experiencia lingüística específica. Se podría especular que
las neuronas en el sistema auditivo que no se estimulan en una etapa temprana de la vida
pueden, de alguna manera, ser seleccionadas y morir, aunque existen otras explicaciones.
No solo existe la muerte celular durante el desarrollo, sino que también hay un proceso de poda
de sinapsis, como se mencionó anteriormente. Hay eliminación de sinapsis en el lóbulo frontal
hasta la adolescencia (Figura 6). Por lo tanto, parece probable que, al igual que el sistema
nervioso utiliza el método de bloque y cincel para elegir las neuronas, se utiliza un proceso
similar para seleccionar las conexiones neuronales. Sin embargo, la diferencia es que parece
razonable esperar que el cerebro pueda reemplazar las conexiones eliminadas más adelante en
la vida, mientras que la sustitución de las neuronas perdidas es mucho menos probable.
Sistema motor.
El desarrollo de la locomoción en bebés humanos es bastante familiar para la mayoría de
nosotros. Al principio, los bebés no pueden moverse independientemente, pero con el tiempo
aprenden a gatear y luego a caminar. La forma en que se desarrollan otros patrones motores es
menos obvia, pero Twitchell (1965) describió las etapas por las que pasa un infante al tiempo
que adquiere la capacidad de alcanzar y acercar objetos con una extremidad. Antes del
nacimiento, los movimientos del feto involucran esencialmente a todo el cuerpo. Poco después
del nacimiento, el bebé puede flexionar todas las articulaciones de un brazo de tal manera que
pueda llevar algo hacia su cuerpo, pero no está claro que este movimiento se realice
independientemente de otros movimientos del cuerpo. Entre 1 y 3 meses orienta su mano hacia
y busca objetos que lo hayan contactado. Entre los 8 y los 11 meses, desarrolla el "agarre de
pinza" utilizando el dedo índice y el pulgar en oposición entre sí. El desarrollo del agarre de pinza
es extremadamente importante, ya que le permite al bebé realizar un movimiento de agarre
muy preciso que permite la manipulación de objetos pequeños. En resumen, hay un desarrollo
secuencial de la reacción de agarre: primero recogiendo, luego alcanzando y agarrando con
todos los dedos, luego movimientos independientes de los dedos. El hecho de que las lesiones
de la corteza motora en adultos eliminen la reacción de agarre con movimientos independientes
de los dedos implica que podría haber cambios anatómicos dentro de la vía motora que se
correlacionan con el desarrollo original del comportamiento. Aunque probablemente se están
produciendo múltiples cambios, especialmente en el desarrollo de arborizaciones dendríticas,
se ha observado una correlación entre la formación de mielina y la capacidad de agarrar. En
particular, las pequeñas fibras motoras se mielinizan casi al mismo tiempo que se desarrollan el
alcance y el agarre con toda la mano, mientras que las células gigantes de Betz de la corteza
motora se mielinizan aproximadamente en el momento en que se desarrolla el agarre de pinza.
Se cree que estos diferentes tipos de fibras motoras controlan los movimientos del brazo y el
dedo, respectivamente (Kolb y Whishaw, 1996). La correlación entre el desarrollo de la mielina
y los comportamientos motores también se puede encontrar en muchas otras actividades. La
Tabla 4 resume el desarrollo de una variedad de patrones de comportamiento y formación de
mielina. Es difícil, por supuesto, estar seguro de qué correlaciones son significativas y, como
hemos notado, obviamente hay muchos otros cambios anatómicos que ocurren al mismo
tiempo. El estudio cuidadoso de estos datos, sin embargo, muestra algunas asociaciones
interesantes que merecen un estudio más detallado.
TABLA 4. Resumen del desarrollo humano postnatal
Nacimiento:
Se consuela por el sonido de la voz humana; sonrisa reflexiva. Los sonidos más comunes son la
incomodidad y el hambre. Llanto y sonidos vegetativos; a fines del primer mes los llantos se
diferencian; sonidos (no llanto) similares a los del habla, generalmente durante la alimentación.
6 semanas:
Hace contacto visual con la madre; sonrisa espontanea. Responde a la voz humana y se mantiene
en silencio; sonríe cuando se juega con. Hace ruidos de arrullo y placer; llora para lograr ayuda
2 meses:
Comienza a distinguir los diferentes sonidos del habla; el arrullo se vuelve más gutural; ver gente
le causa emoción; sonrisa social no selectiva.
3 meses:
Discrimina entre algunos individuos; reconoce a la madre; sonrisa social selectiva; orienta la
cabeza a las voces; hace una respuesta vocal al discurso de los demás; ''Balbuceo '' - una fase
caracterizada por la producción '' espontánea '' de sonidos. Por lo general, comienza en el mes
2 o 3 y continúa hasta los meses 12 a 15 o más tarde, aunque suele disminuir a medida que
aumenta la ecolalia.
4 meses:
Atención selectiva a las caras; prefiere mirar expresiones felices en lugar de enojadas; localiza
los sonidos; puede discriminar rostros individuales; sonrie a otros bebes; varía el tono de las
vocalizaciones; imita tonos.
6 meses:
Se ríe en voz alta transmite placer y disgusto en la prosodia; sonríe a sí mismo en el espejo;
"Ecolalia" es la imitación de los sonidos hechos por otros, generalmente comenzando en los
meses 4–7. La imitación de la prosodia ocurre mucho antes que la de los segmentos del habla
articulados; constituye la actividad lingüística dominante hasta el segundo año con importancia
decreciente, excepto durante la adquisición de nuevas palabras, hasta al menos los meses 30–
36.
9 meses:
Olas adiós; juega patty-cake; hace distintos patrones de entonación; gestos sociales
12 meses:
Puede besar a petición. Sentencias, el largo y progresivo proceso de aprendizaje de la
importancia simbólica de los sonidos del habla que permite la capacidad de comprender y
generar palabras y oraciones significativas en la mayoría de los individuos, la capacidad máxima
probablemente no se alcanza hasta mediados de la segunda década o más tarde; un niño de 12
meses puede tener un vocabulario de 5 a 10 palabras que se duplicará en los siguientes 6 meses
24 meses:
El ‘Vocabulario’’puede ser de aproximadamente 200 a 300 palabras para el segundo año;
nombra los objetos cotidianos más comunes. "Morfológico-sintáctico": la mayoría de las
expresiones del niño serán unitarias, es decir, unidades lingüísticas únicas, no asociadas, de
hasta los 18 a 24 meses y ocasionalmente más tarde; los próximos 5 a 6 años, al menos, se
dedicarán a la adquisición del complejo proceso de múltiples etapas para desarrollar el dominio
de un sistema morfológico-sintáctico.
36 meses:
Tiene un vocabulario de 900-1000 palabras. Oraciones de construcción simple de 3 a 4 palabras
(sujeto-verbo); puede seguir comandos de dos pasos; maldiciones
4 años:
Tiene un vocabulario de más de 1500 palabras; hace numerosas preguntas. Las oraciones se
vuelven más complejas.
5 años:
El niño típico de 5 años puede tener un vocabulario de aproximadamente 1500–2200 palabras;
discute los sentimientos; se espera que el promedio de 5 a 7 años de edad haya adquirido una
capacidad de lectura lenta pero fluida; la escritura también será lenta. El grafismo, sin embargo,
debe ser bien diferenciado y regular; escritura ‘fonética’ competente; se puede esperar que el
dominio del sistema ortográfico se extienda por varios años más.
6 años:
Vocabulario expresivo de unas 2600 palabras; vocabulario receptivo de 20,000–24,000 palabras;
Utiliza todas las partes del habla.
Adulto:
Tiene un vocabulario de 50,000þ palabras a los 12 años.
Por lo tanto, si se dañó el área de Broca, solo aquellas funciones relacionadas con el lenguaje
que se encuentran subordinadas al área de Broca se trasladaron al hemisferio derecho y, de
manera similar, si solo se dañó la zona posterior del habla, solo esos procesos se trasladaron al
hemisferio derecho. Y, cuando las áreas del lenguaje frontal y temporal izquierdas se dañaron,
las funciones de ambas regiones cambiaron al hemisferio derecho. Dada esta representación
claramente anómala del habla en ambos hemisferios, sería sorprendente si no hubiera algún
tipo de interrupción de las funciones no lingüísticas y, de hecho, este es el caso. Por ejemplo,
Woods y Teuber encontraron que los niños con lesiones en el hemisferio izquierdo en las zonas
del habla mostraban déficits inesperados en las funciones del hemisferio derecho, así como una
caída general en el coeficiente intelectual (por ejemplo, Woods, 1980; Woods & Teuber, 1973).
Tales resultados llevaron a una reevaluación de los efectos de las lesiones corticales tempranas
en niños con un interés particular en observar una amplia gama de funciones cognitivas, en lugar
de solo el habla (por ejemplo, Aram, 1988; Bates et al., 1997; Levin, Song, Chapman, y Howard,
2000; Stiles, 2000). Los resultados de tales estudios dejan en claro que las ventajas de tener una
lesión cerebral temprana, en lugar de una tardía, pueden no ser tan grandes como se creía. Al
revisar tales resultados, ahora podemos llegar a las siguientes conclusiones.
1. Los niños muestran una preservación significativa o recuperación de las funciones del lenguaje
después de una lesión temprana en áreas del llengu8aje conocida, pero estas funciones no son
normales. Por ejemplo, Bates y sus colegas (por ejemplo, Bates y Thal, 1991; Bates et al., 1997;
Reilly, Bates y Marchman, 1998) proporcionaron descripciones longitudinales detalladas del
deterioro y desarrollo del lenguaje en una población de niños con lesiones focales perinatales.
Estos niños se había retrasado en el desarrollo del lenguaje, pero en la edad de jardín de infantes
la mayoría había recuperado sus habilidades léxicas y sintácticas. No obstante, los niños todavía
tenían discapacidades lingüísticas continuas. Es importante destacar que, a diferencia de los
adultos con lesiones focales de las áreas del lenguaje, el sitio de la lesión en el hemisferio
izquierdo de los niños no afecta el patrón de déficit lingüístico: el patrón de déficit es uniforme
en toda la población lesionada. Sin embargo, hubo una diferencia en la gravedad de los déficits
asociados con diferentes focos de daño porque los niños con lesiones temporales izquierdas
tenían déficits más graves que los niños con otras lesiones.
2. Las lesiones perinatales del hemisferio izquierdo o derecho producen déficits significativos en
el lenguaje durante el desarrollo, un resultado que es bastante diferente del que ocurre en los
adultos. De hecho, Bates y sus colegas (1997) encontraron que, dependiendo de la medida del
lenguaje, las lesiones tempranas del hemisferio derecho pueden producir mayores alteraciones
del lenguaje receptivo hasta los 5 años de edad que las lesiones comparables del hemisferio
izquierdo. Este resultado es sorprendente y podría explicarse, en parte, al sugerir que, si las
funciones del lenguaje del hemisferio izquierdo pueden cambiar al hemisferio derecho,
entonces quizás algunas funciones no verbales pueden cambiar al hemisferio izquierdo, lo que
podría conducir a una interrupción del desarrollo normal del lenguaje.
3. Los niños con lesión focal del hemisferio derecho o izquierdo muestran deficiencias en el
procesamiento espacial, pero al igual que las funciones del lenguaje, las funciones espaciales
mejoran a medida que se desarrollan los niños. Stiles y sus colegas (p. Ej., Akshoomoff et al.,
2002; Stiles et al., 2005; Stiles Trauner, Engle y Nass, 1997) siguieron a un grupo de niños con
lesiones (en gran parte causadas por un accidente cerebrovascular) incurridos a los 6 meses de
edad y encontraron deficiencias en el procesamiento visuoespacial tan pronto como los niños
podían ser examinados. Los déficits disminuyeron con el desarrollo y en la pubertad los déficits
se atenuaron notablemente en relación con los niños (o adultos) con lesiones posteriores. Un
punto clave en los estudios de Stiles es que los déficits observados en los niños son
cualitativamente similares a los observados en adultos con lesiones focales similares. Este
hallazgo contrasta con los efectos de las lesiones tempranas en las funciones del lenguaje (ver
arriba).
4. El resultado de las lesiones focales y difusas en la primera infancia es muy diferente. En una
extensa serie de estudios de niños con traumatismo cerrado de cráneo, Levin y sus colegas (por
ejemplo, Levin et al., 1996; 2000) encontraron que las habilidades verbales y sensoriomotoras
están más afectadas en niños pequeños después de lesiones traumatismo cerrado de cráneo
severo que en niños mayores con lesiones comparables. Parece que mientras que el resultado
funcional después de las lesiones focales puede ser mejor si la lesión es perinatal, el daño difuso
a una edad similar conduce a un resultado funcional muy pobre.
5. La recuperación de una lesión cortical temprana es específica de la tarea. Como hemos
señalado, la mejor evidencia de recuperación funcional o conservación después de una lesión
temprana puede verse en el dominio del lenguaje. Sin embargo, la compensación no es tan
extensa para las funciones no lingüísticas. Por ejemplo, en general, las funciones no verbales
generalmente se deterioran después de las lesiones tempranas, independientemente de la
ubicación de la lesión (Carlsson y Hugdahl, 2000; LeVere, Gray-Silva, y Le Vere, 1988; Nass, de
Coudres-Peterson, & Koch, 1989). Teuber (1975) argumentó que los déficits no verbales se
producen después de las lesiones del hemisferio izquierdo debido a que el cambio de lenguaje
al hemisferio derecho "aplasta" al hemisferio derecho, comprometiendo las funciones normales
del hemisferio derecho (ver también Satz, Strauss, Hunter y Wada). , 1994; Strauss, Satz, y Wada,
1990). Y, por supuesto, el daño al hemisferio derecho perjudica las funciones no verbales porque
esa es la función del hemisferio derecho. Pero la naturaleza tarea-específica de la recuperación
también se puede ver en los comportamientos motores. Los niños con hemiplejia congénita
muestran una recuperación de las funciones del lenguaje, pero la hemiplejia permanece (por
ejemplo, Carlsson y Hugdahl, 2000). De manera similar, B. Kolb y B. Milner (no publicados)
estudiaron pacientes con lesiones tempranas de las regiones del lenguaje del lóbulo temporal
izquierdo a quienes se les mostró mediante pruebas de amobarbital de sodio que tenían
funciones del lenguaje representadas en ambos hemisferios (es decir, la zona del habla
posterior, pero no la zona anterior del habla, desplazada hacia el hemisferio derecho). Más
tarde, a estos pacientes se les extrajo el lóbulo temporal izquierdo dañado para el alivio de las
convulsiones intratables. En contraste con los pacientes con extracciones similares, pero con
una representación normal del habla en el hemisferio izquierdo, los pacientes con una
representación anormal del habla mostraron deficiencias en la tarea de copiar secuencias de
movimientos del brazo, una deficiencia que normalmente se observa solo en pacientes con
lesiones frontales o parietales izquierdas (Kolb & Milner, 1981). Por lo tanto, estos pacientes
pagaron un precio por sus buenas funciones de lenguaje pero, en contraste con la sugerencia de
Teuber de que el cambio de lenguaje puede interferir con las funciones del hemisferio derecho,
en este caso, interfirió con una función del hemisferio izquierdo.
6. Las deficiencias de las lesiones perinatales pueden no surgir hasta muchos años después.
Debido a que los bebés tienen funciones perceptivas, cognitivas y motoras poco desarrolladas,
a menudo no es posible evaluar los efectos de las lesiones tempranas hasta el final de la infancia
o incluso la pubertad. Por ejemplo, Banich Cohen-Levine, Kim y Huttenlocher (1990) estudiaron
el desarrollo del rendimiento en dos subpruebas de la Escala de Inteligencia para Niños de
Wechsler, vocabulario y diseño con bloques, en niños con lesiones cerebrales congénitas.
Encontraron que a los 6 años de edad no había diferencias en el rendimiento, pero a medida
que los niños crecían, surgían déficits significativos en los niños con lesión cerebral en relación
con los controles emparejados por edad. Dado que muchas funciones cognitivas, y
especialmente las funciones del lóbulo frontal, no están maduras hasta la pubertad (p. Ej., Kolb
& Fantie, 1989; Kolb et al., 1992), no debería sorprender si algunos de los efectos de las lesiones
del lóbulo frontal podrían no aparecer durante más de una década después de una lesión
infantil, un resultado que fue observado por primera vez por Hebb (1949).
7. La inteligencia general se ve comprometida por lesiones cerebrales tempranas, y
especialmente si hay un trastorno convulsivo. Aunque no todos los niños con lesiones cerebrales
tempranas tienen puntuaciones de inteligencia general que caen por debajo del promedio,
como regla general, los niños con lesiones en el primer año (por ejemplo, Riva y Cazzaniga, 1986)
o los niños con un trastorno convulsivo persistente (Vargha- Khadem & Polkey, 1992) tienen
comprometido los coeficientes intelectuales. Este efecto sobre el CI ocurre incluso después de
las lesiones del lóbulo frontal perinatal, lesiones que normalmente no afectan el CI en adultos
con lesiones frontales (Hebb, 1949; Kolb y Fantie, 1989).
8. Hay mucha menos recuperación de las lesiones bilaterales en comparación con las
unilaterales. Un hallazgo curioso, pero constante, es que los niños con lesiones bilaterales
restringidas a menudo tienen un resultado funcional peor que los niños con un hemisferio
completo extirpado. Por ejemplo, los niños con remoción completa del hemisferio izquierdo
generalmente muestran un cambio en las funciones del lenguaje hacia el hemisferio derecho.
Vargha-Khadem, Watters y O'Gorman (1985) encontraron que incluso las lesiones pequeñas del
hemisferio derecho parecen ser capaces de bloquear el cambio del habla del hemisferio
izquierdo al derecho en niños con lesiones perinatales en las zonas del habla de hemisferio
izquierdo, que dio lugar a graves y persistentes déficits de lenguaje. Este efecto de la lesión del
hemisferio derecho está presente incluso si la lesión está más allá de las zonas homólogas del
lenguaje del hemisferio derecho.
9. Las vías motoras descendentes pueden reorganizarse después de un daño temprano y esta
reorganización puede ser funcionalmente significativa. Holloway y sus colegas (2000)
investigaron las funciones sensoriomotoras de pacientes con hemisferectomías infantiles
mediante el uso de imágenes de resonancia magnética funcional (IRMf) y potenciales evocados
somatosensoriales (PES). Muchos de estos pacientes mostraron PES en el hemisferio normal
cuando se estimularon los nervios de la extremidad opuesta al hemisferio extirpado. De manera
similar, la resonancia magnética nuclear demostró que, al menos para algunos de los pacientes,
el movimiento pasivo de la misma extremidad producía activación en una región de la corteza
somatosensorial en el hemisferio normal. Las respuestas a la mano ipsilateral al hemisferio
normal deben ocurrir porque las vías ipsilaterales directas van desde el hemisferio normal hasta
la extremidad afectada. Se han hecho conclusiones similares en estudios que muestran que
cuando los pacientes con hemiplejía congénita mueven la mano opuesta al hemisferio intacto,
comúnmente muestran movimientos de espejo de la mano hemipléjica (por ejemplo, Farmer,
Harrison, Ingram, Stephens 1991). Carr (2000) utilizó la estimulación magnética transcraneal
para inducir movimientos medidos electromiográficamente en un grupo de 32 pacientes
hemipléjicos congénitos. Sesenta y cuatro por ciento de estos pacientes mostraron actividad de
EMG en la extremidad hemipléjica cuando se estimuló el hemisferio ipsilateral. No se
observaron tales movimientos en los sujetos control ni en los otros pacientes. Todos menos dos
de los pacientes con vías ipsilaterales anómalas tenían lesiones prenatales, mientras que las
lesiones en los pacientes restantes fueron postnatales, un resultado que sugiere que la edad de
la lesión puede ser crítica en el desarrollo de vías corticoespinales anómalas funcionalmente
significativas.
10. Los efectos de la lesión temprana varían con la edad.
Hemos visto varias pistas de que la edad precisa de la lesión puede ser crítica para predecir el
resultado funcional, lo que nos lleva a varias generalizaciones. Primero, es más probable que las
lesiones prenatales conduzcan al desarrollo de vías motoras ipsilaterales funcionales que las
lesiones después del nacimiento, aunque la formación de tales vías es posible después de
lesiones postnatales, especialmente en casos de hemisferectomía. La extirpación de la mayoría
(o la totalidad) de un hemisferio puede ser importante porque las lesiones grandes solas, como
las que se observan en la hemiplejía congénita o la parálisis cerebral, parecen improbable que
produzcan vías corticoespinales anómalas. Segundo, el lenguaje parece ser la función más
plástica si el cerebro se lesiona después del nacimiento, y el curso temporal de esta plasticidad
parece ser mucho más prolongado que para otras funciones, con una duración de hasta 10 años.
La plasticidad especial de las funciones del lenguaje puede estar relacionada con su reciente
desarrollo filogenético y / o con el desarrollo ontogenético prolongado de las funciones del
lenguaje en los niños. En tercer lugar, aunque las lesiones focales pequeñas en los primeros
meses de edad no parecen afectar el funcionamiento cognitivo general (es decir, el CI), como
regla general, las lesiones en el primer año producen mayores deterioros en el CI que las que se
producen más adelante. Esto parece ser especialmente cierto en el caso de las lesiones del
lóbulo frontal, un resultado que llevó a Hebb (1949) a concluir que cuanro más temprana sea la
lesión anterior en el lóbulo frontal en niños, peor será el efecto sobre el funcionamiento
cognitivo.
Conclusión.
El proceso de maduración cerebral es largo y dura, al menos, hasta la edad adulta temprana.
Hemos abordado el problema de evaluar la naturaleza de la localización funcional en la corteza
mediante el examen de la forma en que emergen la estructura y el comportamiento en el niño
en desarrollo. Las neuronas, los componentes elementales del cerebro, nacen, migran y, a
medida que se desarrollan sus prolongaciones, establecen relaciones de conexión con otras
neuronas. Las capacidades cognitivas y de comportamiento siguen una secuencia similar de
desarrollo desde lo rudimentario hasta lo complejo. Las relaciones estructura-función se pueden
inferir haciendo coincidir los diagramas de tiempo del desarrollo de la anatomía y fisiología del
cerebro con los del comportamiento. Además, hemos demostrado que las pruebas
neuropsicológicas que son sensibles al daño cortical focal en adultos se pueden usar para evaluar
si ciertas áreas han alcanzado la madurez funcional en niños normales en desarrollo. Además, al
estudiar el desarrollo anormal del cerebro y el comportamiento, podemos hacer inferencias con
respecto a la importancia de eventos particulares de desarrollo en el comportamiento.El estudio
del desarrollo anatómico y conductual del cerebro del niño está lejos de ser completo. Sin
embargo, creemos que los datos obtenidos hasta la fecha están comenzando a responder las
preguntas sobre la naturaleza del cerebro del niño. El estudio continuo de la neuropsicología del
desarrollo promete cambiar nuestra comprensión de las bases biológicas del desarrollo del
comportamiento humano.