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Profesores contra la pedagogía tóxica

María Acaso, Universidad Complutense y Clara Megías, Universidad de Alcalá


Madrid, Febrero 2017
En 2006, el pedagogo británico Ken Robinson hizo temblar las bases del sistema
educativo con su charla TED “Las escuelas matan la creatividad”, con más de 43
millones de visitas. Robinson criticaba que los colegios son el primer freno con el que
se encuentran los niños, y alertaba sobre el desacierto de los programas educativos
al primar materias como las matemáticas y arrinconar las más artísticas, como la
música o el dibujo, bajo el pretexto de que no son útiles a la hora de encontrar un
empleo. El diagnóstico estaba claro, pero nadie sabía muy bien la fórmula para
conseguir que la escuela no mate la
creatividad.

Las profesoras universitarias María


Acaso, de 46 años, y Clara Megías, de
32, parecen haberlo conseguido. Han
desarrollado una nueva metodología
para darle la vuelta a la forma de dar
clase.

“Hay que acabar con la


pedagogía tóxica y aplicar nuevas fórmulas para despertar el deseo de los
estudiantes por aprender”, explica María Acaso, experta en innovación educativa
y profesora de la Universidad Complutense. Su método, al que han llamado Art
Thinking (pensamiento artístico), tiene como base los descubrimientos de
la neuroeducación, que estudia cómo aprende el cerebro, y cuyo principal hallazgo
es que, para que se produzca el aprendizaje, es necesario encender una emoción,
despertar la curiosidad del estudiante. Para ello, su metodología se inspira en los
procesos de creación del arte.

¿Qué es la Pedagogía Tóxica que debemos erradicar del sistema educativo?


María Acaso describe en su libro La educación artística no son
manualidades (2009, Los Libros de la Catarata) la pedagogía tóxica. Según María
Acaso:
la pedagogía tóxica "tiene como objetivo fundamental el que
nunca lleguemos a estar educados" porque esta es una
"metodología educativa que parece que educa pero que, en
realidad, deseduca; que parece que nos hace libres, pero sólo nos
hace libres para comprar; que parece que es beneficiosa, pero
resulta letal para el conocimiento crítico".
En el terreno práctico la pedagogía tóxica se caracteriza por ser "un modelo
educativo que tiene como objetivos: a) que los estudiantes formen su cuerpo de
conocimientos a través del conocimiento importado (metanarrativas), narrado por
otros, y b) sean incapaces de generar conocimiento propio". Para ello la pedagogía
tóxica se apoya en los siguientes puntos básicos:
 Los contenidos de enseñanza se seleccionan sin tener en cuenta los intereses
de los estudiantes... Es un contenido desvitalizado.
 La clave metodológica de la Pedagogía Tóxica son las metodologías
monológicas donde no interesa la participación del estudiante. Clases donde
quien comunica es el docente desde un monólogo de saber.
 Los estudiantes desempeñan un rol pasivo y, por consiguiente, se aburren, se
distraen y no aprenden ni construyen competencias.
 Los recursos didácticos que se utilizan son los clásicos (cuadernos y carpetas,
birome y lápiz, tiza y pizarrón, libros de papel), sin incorporar nuevos recursos,
sin integrar las tecnologías, los juegos, las actividades expresivas y artísticas
y las actividades lúdicas al proceso de aprendizaje, quitándole emoción, placer,
disfrute e interés”.
 Los procesos de evaluación se convierten en el verdadero eje central del
modelo al utilizar las calificaciones como arma mediante la cual se reproduce
un clima angustioso que fomenta la competitividad por el único objetivo que
le interesa al estudiante: la calificación máxima. Todo esto crea una alta
competitividad que relega a la mayoría y hace sobresalir a una minoría."
Además, "la evaluación sólo se dirige en una dirección. El fracaso educativo
sólo corresponde al participante, nunca al profesor. Los procesos de evaluación
son sumativos y de resultados, nunca continuos y del proceso.
Estos procedimientos metodológicos son asumidos de manera tácita pues, como
afirma María Acaso, "la característica más notable de la Pedagogía Tóxica es que
opera de manera velada, escondida, que está agazapada." Es más, "uno de los
grandes logros de la pedagogía tóxica es que consigue que no nos cuestionemos el
sistema y que lo aceptemos sin reflexión." Como se pregunta María al comienzo del
libro, "¿cómo puede ser que la mayoría de los profesores enseñen de la misma forma
con la que han sido enseñados aun cuando literalmente aborrezcan de dicho
sistema?"
Finalmente, el logro fundamental de la Pedagogía Tóxica es la deseducación. En
el libro del mismo nombre (La (des)educación, Crítica, 2001), Noam Chomsky y
Donaldo Macedo dialogan sobre educación, democracia, los mercados y otros asuntos
de similar importancia. En ese diálogo, Chomsky le dice a Donaldo Macedo (pg. 29)
que a los estudiantes
"no hay que verlos como un simple auditorio, sino como elemento integrante
de la comunidad con preocupaciones compartidas, en la que uno espera poder
participar constructivamente. Es decir, no debemos hablar a, sino hablar con.
Eso es ya instintivo en los buenos maestros, y debería serlo en cualquier
escritor o intelectual. Los estudiantes no aprenden por una mera
transferencia de conocimientos, que se engulla con el aprendizaje
memorístico y después se vomite. El aprendizaje verdadero, en efecto, tiene
que ver con descubrir la verdad, no con la imposición de una verdad oficial".
María Acaso (2009: 44), para acabar, lo expone en términos similares:
"La consolidación de la Pedagogía Tóxica conlleva el auge de una pedagogía de la
repetición, donde los destinatarios de los procesos educativos repiten los
conocimientos que les son transmitidos sin reflexionar sobre ellos, sin
repensar, sin deconstruir, sin criticar, sin pensar".

¿En qué consiste la propuesta de Transformar la Educación a través del arte?


La investigación de las docentes, que comenzó en el año 2011 y cuyos
resultados se publicarán en el libro Art Thinking. Transformar la educación a través
de las artes (Paidós), señala que en la pedagogía tradicional el esfuerzo está asociado
al dolor, al malestar, y a la idea de que adquirir conocimiento tiene que ver con la
ansiedad, el miedo o la evaluación. Su propuesta es incorporar el arte en la educación
para generar placer y de esa forma conseguir que el esfuerzo y la constancia
aparezcan de forma automática. Los profesores pueden emplear esta metodología
para impartir cualquier asignatura.
En uno de los capítulos de su libro señalan que de las células madre del cerebro
nacen a diario entre 4.000 y 5.000 neuronas, a través de un proceso llamado
neurogénesis. Las actividades que se realizan desde pequeño crean circuitos
neuronales; algunos se mantienen y otros desaparecen. ¿En función de qué? Cuando
esas actividades no son significativas para nuestra vida diaria, se diluyen. “En el caso
de un examen de un tema que no me interesa y con el que no he logrado establecer
una conexión personal, los circuitos construidos me permitirán aprobar, pero no
aprender. La información desaparecerá de forma automática nada más acabar la
prueba”, explica Acaso. La clave para que el aprendizaje sea significativo, sostiene la
docente, es que tanto la información como el proceso de enseñanza sean relevantes
para el estudiante y se repitan.
Las investigaciones sobre neuroeducación demuestran que para activar el deseo
de pensar es necesario encender previamente una emoción, y para ello es
fundamental despertar la curiosidad. “Hay que comenzar la clase con un elemento
provocador, puede ser una frase, un dibujo o un pensamiento; algo que resulte
chocante”, indica Francisco Mora, profesor de la Facultad de Medicina de la
Complutense y autor del libro Neuroeducación. Solo se puede aprender aquello que
se ama.
“Desde que somos mamíferos hace más de 200 millones de años, la emoción es
lo que nos mueve. Aquello que nos extraña, que no nos resulta monótono. Ahí se
abre la ventana de la atención, imprescindible para aprender”, explica Mora.
Eso es lo que hizo María Acaso con sus alumnos de Bellas Artes en la
Complutense. Un día apareció en clase con una sandía y frente al asombro de los
estudiantes, la cortó y creó un cuadrado. Su intención era generar extrañamiento
entre los estudiantes. “El ser humano está diseñado para prestar atención a lo que
no es habitual. Una situación nueva que no sabes cómo resolver te atrae. Atención,
emoción y aprendizaje. Ese es el orden según la neuroeducación”, remarca Acaso.
En el aula se creó un clima muy diferente al habitual, en el que el silencio propio de
la clase magistral, en la que el profesor habla y el estudiante escucha, dio paso a un
debate sobre el significado de esa sandía. Una vez captada la atención de los
alumnos, las dinámicas de aprendizaje cambian.
Acaso les explicó que esa sandía con
forma cuadrada era una pieza del artista
cubano Wilfredo Prieto llamada
“Políticamente correcto”, y su intención
era precisamente cuestionar los
estándares de la educación, plantear por
qué el mobiliario, los programas
académicos y la forma de enseñar no han
evolucionado. “Llevar una sandía a clase
es un acto de subversión, hace que el aula
explote”, explica.
En la foto la sandía con forma de cuadrado
que María Acaso usa con sus alumnos.
En 2009, María Acaso publicó el
libro La educación artística no son manualidades, en el que criticaba que las
disciplinas relacionadas con las artes han sido consideradas como un conocimiento
de segunda categoría, prescindible, frente a los “conocimientos altos” como las
matemáticas o las ciencias. En su opinión, el nuevo escenario laboral, en el que el
número de robots no deja de aumentar, requerirá perfiles muy creativos, una
cualidad que las máquinas no dominarán. “Precisamente al Art Thinking no le
interesa demostrar hechos, no es una metodología cerrada basada en certezas, sino
encender la curiosidad para activar procesos de investigación”.
En su libro, las dos profesoras desarrollan los cuatro puntos clave de esa nueva
metodología: pensamiento divergente, incorporación del placer, alumnos y
profesores como productores de contenidos y trabajo colaborativo y por proyectos.
"En la escuela se aprende a través de la memorización, sin pensar. La gente
llega a la edad adulta y no sabe pensar por sí misma, se han dedicado a reproducir
lo que dicen otros. Es cierto que necesitamos información en nuestra memoria, pero
hay que cambiar el proceso por el que nos llega", explica Clara Megías, profesora de
la Facultad de Educación en la Universidad de Alcalá. Investigar y analizar por uno
mismo. Cuestionar lo que se da como cierto. Eso es lo que hace el arte.

Los CUATRO ELEMENTOS del ART THINKING Transformar la Educación desde el Arte
La metodología desarrollada por las profesoras María Acaso y Clara Megías se basa en
cuatro elementos clave: un tipo de pensamiento diferente al pensamiento lógico al que han
llamado pensamiento divergente; una experiencia estética basada en el placer; una redefinición
de la pedagogía para empezar a entenderla como una herramienta de producción tanto para
profesores como para alumnos y una forma de aprendizaje basada en los proyectos y en el
trabajo colaborativo.
"El arte puede ser entendido como una metodología desde donde transformar la educación
porque incorpora cuatro elementos clave", señala Acaso. Son los siguientes:
 Pensamiento divergente: fomenta un tipo de pensamiento crítico y no lineal
"absolutamente necesario" para el desarrollo de conocimiento en la actualidad.
 Placer: es el sentimiento que va unido a la emoción positiva, por lo que hay que
recuperarlo en educación. Sin el placer, no hay motivación y sin motivación no hay
aprendizaje.
 La educación como producción cultural: "defendemos la realidad de que un profesor y
sus alumnos producen conocimiento al mismo nivel que otros profesionales, como los
filósofos o escritores".
 Trabajo colaborativo: "olvidemos las asignaturas estancas: hay que trabajar en grupos de
aprendizaje colaborativo, por proyectos y en comunidad, tal como hacen muchos de los
artistas contemporáneos".

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